La Correspondencia - Estrategia para Familias Dispersas

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 18

La correspondencia: estrategia para

familias dispersas.
Estudio del epistolario de la familia Mutis, 1855-1872
AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO
Academia Colombiana de Historia

El éxodo, el exilio, el destierro y el que ahora denominamos desplazamiento


forzado, han afligido a todos los pueblos. En el curso de la historia de la humanidad
es un drama reiterado. En la historia de nuestro país lo encontramos repetido en
diferentes circunstancias por distintas causas; pero también podemos apreciar
un sinnúmero de respuestas, estrategias y paliativos para sobrevivir a la pena de
ser “extranjero en tierra extranjera”.1
Esta ponencia se centra en el estudio de una familia cuyos miembros, en
sucesivas generaciones durante el siglo XIX, se vieron forzados a desplazarse
del lugar nativo para reubicarse en sitios distantes. A través de un epistolario
extenso se aprecia el valor estratégico de la correspondencia para cohesionar a
los familiares dispersos, expresar los afectos y mantener la unidad familiar. No
nos detendremos a examinar las convenciones, formas y protocolo existentes
en torno al arte de corresponder, cuidadosamente normatizado en ese periodo y
muy significativo dentro del conocimiento de la época. Nos centraremos en el
contenido de las cartas.

Desplazamientos en nuestra historia


Podemos afirmar que el desplazamiento, el exilio y el destierro están en la
raíz de la historia colombiana. El primer movimiento claramente perceptible

1
Palabras de Moisés en el Éxodo.
sobreviene con la conquista española del territorio indígena. En su avance por
tierra firme los conquistadores llevaron, por las buenas o las malas, a un gran
número de hombres y mujeres indígenas como guías, cargadores y “lenguas”, lo
cual equivale a un primer éxodo.2 Terminada la Conquista, durante el siglo XVI
se entregaron en encomienda las tierras y sus habitantes sin que ello implicara
grandes desplazamientos, como tampoco la posterior sujeción de las encomien-
das a la autoridad de un corregidor. Fue al comenzar el siglo XVIII cuando se
dieron grandes remezones poblacionales con la creación de los denominados
“pueblos de indios”, en donde se reunía a distintas comunidades sin considerar
su proveniencia, idioma y tradiciones. A esos pueblos se les otorgaron terrenos
adyacentes para labores agrícolas, denominados resguardos. Hacia la mitad del
siglo XVIII, dado el crecimiento de la población blanca y mestiza, la Audiencia
de Santafé comenzó a transformar los pueblos de indios y sus tierras resguardadas
en parroquias de blancos. Ante la ley el procedimiento era sencillo: sacaban a los
indios del caserío y de las tierras comunales, los trasladaban a otro lugar, luego
se demolía el pueblo y se iniciaba el tránsito a una parroquia de blancos. A los
habitantes desalojados los congregaban con los procedentes de otros lugares en un
nuevo sitio, lo cual para los indígenas, ancestralmente vinculados a la tierra, fue
un nuevo trauma que desarticulaba su universo interior. Mediante este sistema,
en la década de 1770 se extinguieron 46 pueblos en los Andes centrales (zona
muisca) y 23 más quedaron escogidos para llevar a cabo un procedimiento, que
fue interrumpido por la revolución comunera. Ésta, a través de capitulaciones
y gracias a los levantamientos posteriores, logró que los indios recuperaran su
derecho a la tierra resguardada.3
Por esos mismos años finales del siglo XVIII, ya afloraban las inconformida-
des que conducirían a la Independencia. Sin embargo, para reprimir cualquier
asomo de rebelión, la Corona española esgrimió con fuerza tres armas poderosas:
la prisión, el destierro y el exilio, las cuales se repitieron según conveniencia y
le dieron el toque heroico a sus precursores: Nariño, desterrado a una prisión
en África; mientras Zea, Sinforoso Mutis, José María Cabal y Enrique Umaña,
iniciaban la lista de deportados para ser juzgados y pagar condena en cárceles
españolas. ¿Extraditados, diríamos ahora?

2
Desde Bogotá hasta Neiva las huestes de Jiménez de Quesada “caminaron llevando 400 indios
y indias” con comida y provisión…” Ver Hermes Tovar Pinzón Relaciones y Visitas a los Andes,
siglo XVI, Tomo II, ‘Relación de Santa Marta’ [ca. 1550] p. 177, Instituto Colombiano de Cultura,
Colcultura, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica.
3
Herrera Ángel, Marta. Ordenar para controlar, ordenamiento espacial y control político en las llanuras
del Caribe y en los Andes centrales neogranadinos, Siglo XVIII. Bogotá: Instituto Colombiano de
Antropología e Historia-Academia Colombiana de Historia, 2002.

| 128 | LA CORRESPONDENCIA, ESTRATEGIA PARA FAMILIAS DISPERSAS


ESTUDIO DEL EPISTOLARIO DE LA FAMILIA MUTIS, (1855-1872)
El 20 de julio de 1810 se creó una junta de gobierno en Santafé y las aterradas
autoridades españolas vislumbraron el final de su poder. Al voltearse la moneda,
fueron los virreyes y oidores, los priores de los conventos y muchos otros cha-
petones, majos y currutacos los que tuvieron que huir de la Nueva Granada.
Algunos sin tiempo para recoger su capital, otros dejándolo escondido con la
ilusión de volver. De perseguidores pasaban a perseguidos y el pueblo que los
vio salir se solazó con las anécdotas de la huída y tuvo ánimos para dedicarles
algunas estrofas como aquellas llamadas de las emigradas que comienzan: “ya
salen las emigradas / ya salen todas llorando,/ por las noticias que tienen/ de su
querido Fernando…”4
No duraron demasiado los festejos pues seis años más tarde, regresaban con
más ira y más fuerza las tropas españolas en una expedición de reconquista al
mando de Pablo Murillo, autodenominado “el pacificador” quien, el 5 de mayo
de 1816 entró a Santafé. Venía de someter a Cartagena a un sitio por hambre
que duró casi 4 meses y desde su llegada se instauraron los consejos de guerra, se
levantaron los cadalsos, se llenaron las prisiones o se enviaron al exilio a quienes
juzgaran comprometidos en los proyectos de independencia. En junio siguiente
se ordenó el extrañamiento de las esposas, las viudas y la descendencia de los
patriotas emigrados, prisioneros o muertos. Se conoce actualmente una lista de
106 mujeres desterradas con sus familias a distintos pueblos de la Sabana y a otros
lugares más distantes en las provincias de Vélez, el Socorro y Neiva.
En el mes de agosto de 1816, sin recursos ni ayuda, ellas y sus hijos habían
abandonado la capital. Las vicisitudes del éxodo están referidas y no voy a
reiterarlas, son las mismas de ayer y de hoy: pobreza hasta la indigencia, desfa-
llecimiento o muerte de los más pequeños y débiles, enfermedades y, en muchos
casos, hasta la locura. Tres años más tarde, cuando se consolidó en la Batalla de
Boyacá el triunfo de los patriotas sobre los ejércitos realistas, salieron muchísimos
españoles, dejando para siempre sus haciendas y comercios en un continente que
se les había ido de las manos. Bien podemos afirmar que el destierro y el exilio
inauguraron nuestra vida republicana.
Traigo estos antecedentes, comunes a los ancestros de muchas familias co-
lombianas, como constancia de una realidad que se extenderá a lo largo del siglo
XIX con diferentes características y por distintas razones que abarcan la política,
la economía y la salud.

4
Carta de la familia Mutis Amaya, segunda generación.

AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO | 129 |


Confinados, desterrados y proscritos
Vamos a centrarnos en tres generaciones de la familia Mutis, en cada una
de las cuales encontraremos personas confinadas, desterradas o exiliadas por
distintas razones:
• Los abuelos: la primera generación, está representada por José (1772), Sinforoso
(1773) y Facundo (1775) Mutis Consuegra, sobrinos del sabio botánico José
Celestino Mutis, nacidos en la villa de Girón. Los tres hermanos, comprome-
tidos en los preámbulos de la Independencia, fueron castigados en su orden
a trabajos forzados, destierro a Puerto Cabello y exilio a España. Durante la
reconquista, Sinforoso fue nuevamente exiliado, esta vez a Panamá, mientras
a su esposa Ángela Gama y a sus hijos menores los desterraron de Santafé;
debido a esto, ella perdió la razón.
• Los padres son la segunda generación en la cual nos detendremos: Domingo
(1809) y Mercedes Mutis Amaya (1812), dos de los seis hijos del primer ma-
trimonio de Facundo, nacidos en Bucaramanga.
• Domingo, abogado y militar, peleó en dos guerras civiles: 1839–1841 y 1854,
y en 1868 se levantó con la Revolución Conservadora contra el gobierno del
Tolima. Fue gobernador de la provincia de Pasto, el Socorro y Bucaramanga;
sus compromisos militares lo obligaron a vivir lejos de su familia durante largos
períodos. Hacia 1858 trasladó a su familia de Santander al Tolima, de donde
era originaria su esposa Teresa Durán Borrero.
• Mercedes, residenciada con su primer esposo en Zipaquirá, vivió en esa ciu-
dad insípida bajo su “atmósfera de plomo” la mayor parte de su vida, pues allí
contrajo nuevo matrimonio. Por causa de los conflictos políticos de la década
de 1850, su hogar sufrió persecución y desalojo.
• Los nietos, la tercera generación, está conformada por Adolfo Harker Mutis5
casado en 1855 con su prima hermana María Antonia Mutis Durán. Por
participar en los levantamientos conservadores en contra del gobierno radical
de Santander (1859, 1861) Adolfo quedó prisionero y, finalmente, mediante
fianza de 10 mil pesos y promesa de expatriarse, el general Eustorgio Salgar
autorizó su confinamiento al Tolima. Sin encontrar un destino mejor, se vio
compelido a trabajar para una sociedad inglesa en Ambalema, lugar de clima
mortífero, por lo cual debió separarse de su familia, a la que dejó instalada en
el pueblo de Pulí donde nacieron dos de sus hijos: Margarita y Simón. También
pertenece a esa generación Facundo Mutis Durán, voluntariamente exiliado
después de la separación de Panamá.

5
Harker Mutis, Adolfo. Mis recuerdos. Bucaramanga: Academia de Historia de Santander,
1954.

| 130 | LA CORRESPONDENCIA, ESTRATEGIA PARA FAMILIAS DISPERSAS


ESTUDIO DEL EPISTOLARIO DE LA FAMILIA MUTIS, (1855-1872)
Se trata de una familia con indudable experiencia en desplazamientos, casi
siempre forzados, pero no es un caso único dentro de las familias que actuaron
en la Independencia y vivieron los conflictos de la definición de la República.
Me he permitido estudiar este grupo, a través del acopio de un número impor-
tante de cartas cruzadas entre ellos (319) que ayudan a conocer las aflicciones
de la ausencia y las estrategias para conservar en la distancia los afectos filiales.
Conforman ese epistolario las siguientes piezas:
•฀ 85 cartas de Mercedes Mutis Amaya a su hijo Adolfo Harker Mutis y a su
nuera y sobrina María Antonia Mutis Durán, escritas entre 1855 y 1872.
•฀ 37 cartas de Domingo Mutis Amaya, dirigidas a su esposa (1), a su hermana
Mercedes (12), a su yerno y sobrino Adolfo Harker Mutis (12), a su hija María
Antonia (12), escritas entre 1840 y 1869.
•฀ 157 cartas de María Antonia Mutis Durán a su esposo Adolfo, a su hija Mar-
garita, y a su hijo Adolfo.
•฀ 14 cartas de Facundo Mutis Durán a su hermana María Antonia y a su cuñado
Adolfo Harker.
•฀ Otras 26 cartas varias.

Papeles y palabras
El estudio del epistolario de la familia Mutis suscita diversas reflexiones; unas
de carácter general referidas a la institución del correo, aspectos formales como el
papel, las cubiertas, la tinta, las plumas, los modelos caligráficos y las convencio-
nes protocolarias de la correspondencia, otras acerca del contenido que informa
sobre modalidades del lenguaje, costumbres sociales y relaciones de afecto. Muy
aportantes para el conocimiento de la época son las reflexiones íntimas, los
comentarios familiares, las apreciaciones sobre la política y el orden social que
se intercalan, constituyéndose en una fuente útil para una microhistoria de la
familia, del lugar y del periodo. El aspecto más valioso de esta correspondencia
es su carga afectiva, la cual nos puede inducir a una historia de los sentimientos.
Así, a media marcha entre una y otra, procuraremos extraer el retrato de esa
familia dispersa.
Partiremos de reconocer las dificultades que ofrece un epistolario íntimo al
investigador. Por su carácter privado y por estar dirigidas dentro de un grupo
pequeño se utiliza un lenguaje coloquial y nombres como “Pepe”, “la chatica” o
“mi compadre”, los cuales le cierran el camino al lector intruso, obligándolo a
dispendiosas búsquedas y elucubraciones sobre lo que fue simple y natural. Otra
dificultad se deriva de los sucesivos matrimonios dentro de la misma familia, con
lo cual se crean parentescos cruzados; también por la costumbre de repetir los
nombres de padres, tíos y abuelos: en este caso nos encontramos con dos Adolfo

AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO | 131 |


Harker Mutis (padre e hijo), 4 Facundos, 5 José Celestinos y media docena de
Manueles y Mercedes Mutis.
Creo que la parte esencial del amplio epistolario son las cartas de Mercedes,
quien ocupa el centro de la familia por distintas razones, vinculadas a su inteli-
gencia, su carácter y por haber sido una corresponsal consagrada que, a través
del ejercicio de la escritura mantuvo, pese a la distancia, una relación cercana y
continua con los parientes. Por último, es necesario presentar, así sea muy breve-
mente a la quinta hija de Facundo Mutis Consuegra y Antonia Amaya Castillo,
quien apenas alcanzó a conocer a su madre, muerta en 1814 tras el nacimiento
de Clara, la hermana menor. A los 15 años (1827) se casó con John Harker, un
inmigrante inglés nacido en 1800, que vino a Colombia en 1825 para trabajar
en las minas de la Baja y Vetas en la provincia de Pamplona.
El matrimonio residió en el sector minero de Pamplona y luego en un campo
adquirido por Harker; y solo con ocasión del nacimiento de algunos de los hijos
se trasladaban temporalmente a Bucaramanga. Facundo, el padre de ella, con-
trajo nuevo matrimonio con una sobrina de su primera esposa, matrimonio del
cual sobrevivieron otros seis descendientes. Con su esposo e hijos, Mercedes se
trasladó en 1836 a Zipaquirá a donde Harker fue llamado para dirigir la explota-
ción de las salinas a cargo de una empresa inglesa, muerto su esposo a causa de
una fiebre palúdica contraída en las minas de Remedios (Antioquia) en 1838;
ella, de 26 años, quedó con 6 hijos y sin un recurso diferente a los derechos de
su marido en la empresa minera, que los socios se empeñaron en desconocerle.
La herencia de su padre, quien murió en 1839, de quien había recibido anticipos
significativos, no alcanzó a ser un apoyo importante. Zipaquirá, el lugar a donde
la llevó el azar, terminó siendo el escenario definitivo de su vida, cuando en 1844
se casó nuevamente con el abogado José María Coronado,6 de quien tuvo dos
hijos, Carlos Eduardo y Daniel. Con esa alianza entró a su vida el desasosiego
político de la mitad de siglo. Coronado, miembro del Partido Conservador, electo
gobernador de la provincia, tuvo dificultad para posesionarse el 1 de enero de 1855
y apenas pudo hacerlo en medio de un combate trenzado entre sus seguidores
y los opositores liberales quienes, apoyados en una estratagema, desconocían la
validez de su elección.7 En mayo de ese año fue depuesto de la gobernación por
el dictador Melo, la familia desalojada de su casa de habitación y ésta ocupada
por las tropas. Durante un año los 5 hijos del primer matrimonio de Mercedes

6
Coronado, Jose María. Vindicación documentada del Gobernador de Zipaquirá, Bogotá: Imprenta
de Echeverría Hermanos, 1854.
7
Se dijo que su verdadero nombre era Pantaleón Robayo, por lo cual los votos depositados a favor
de José María Coronado no eran válidos. Pese a los rumores existentes sobre su origen, para los
efectos legales siempre fue reconocido por ese nombre y considerado hijo de D. Ignacio Matías
Coronado y doña Marcelina Robayo, a cuyo lado se crió.

| 132 | LA CORRESPONDENCIA, ESTRATEGIA PARA FAMILIAS DISPERSAS


ESTUDIO DEL EPISTOLARIO DE LA FAMILIA MUTIS, (1855-1872)
debieron vivir dispersos en casas de parientes, mientras ella, su esposo y los dos
hijos pequeños se refugiaron en Bogotá.
El epistolario se inicia justamente en enero de 1855, cuando están reuniéndose:
“Nos tienes nuevamente establecidos en esta ciudad i reuniendo ya la familia…
estamos ocupadísimos unos en reparar los daños de la casa, otros en los arreglos…”
(I, 31, 55). Así, se extiende por los siguientes 18 años, muy conflictivos en la
historia nacional; pues los enfrentamientos ideológicos se discernían con las armas
y a la alternación de los partidos en el poder, la precedía una guerra civil.
La presencia de Mercedes en Zipaquirá convertirá a la ciudad en el centro
de gravitación de la extensa familia, junto a la circunstancia de que su hermana
Dolores, viuda de Luis Peru de la Croix y nuevamente casada con el inglés Ro-
bert Bunch, residía en Pacho donde su marido era el empresario de la ferrería
del lugar. Las cartas se cruzan entre Santander, Bogotá, Zipaquirá, Pulí, Neiva
y Ambalema; algunas eran enviadas abiertas para que quien las recibiera se
enterara de su contenido y después de leídas las reenviara a un destinatario más
distante. Sostener una correspondencia activa demandaba gran energía, ante la
irregularidad del correo, unas veces asaltado y otras veces tan perturbado como
el orden público, era preciso mantener una red de contactos que abarcara a las
personas que viajaban frecuentemente, a las que lo hacían ocasionalmente, a
los dueños de recuas, a quienes mantenían estafetas por razón de sus negocios
privados, a los amigos y, por supuesto, a los miembros de la misma familia.
Demandaba, sobre todo, una verdadera vocación para la escritura, la cual se
destaca en las cartas de Mercedes, redactadas con fluidez, naturalidad y frescu-
ra, sin frases de adorno, ni fórmulas trilladas. En este caso se percibe que, quien
escribe, disfruta de su tarea.
La primera carta está dirigida en 1855 a Adolfo Harker en Nueva York; es su
hijo mayor quien ensaya su primera empresa comercial en asocio con uno de sus
tíos: llevar sombreros de jipijapa para vender en Estados Unidos, pasar a Europa
para traer mercancías de lujo y venderlas en Bucaramanga. Las cartas finales de
1871 hablan de la dolorosa ausencia del marido, Coronado y de su hijo Carlos
Eduardo, quienes realizaron un largo viaje por distintos países europeos. No es
coincidencia, que fueran los hombres quienes viajaban: mientras los caminos del
mundo se abrían para ellos, las mujeres como cancerberos y anclas, esperaban
el correo y escribían sus afectos, a través de lazos de amor enviados a un espacio
y un tiempo infinitos. Esa primera carta del epistolario, escrita en enero 31, fue
recibida por su destinatario en agosto 14, según lo anotó al respaldo de la misma.
¡Casi ocho meses deambulando!

AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO | 133 |


Una familia del siglo XIX
Para que el epistolario de esta dama nos ayude a comprender algunos aspec-
tos de la vida de una familia colombiana del siglo XIX, he analizado cada carta
buscando las siguientes temáticas:

Horas felices
Las expresiones entresacadas de la correspondencia de Mercedes denotan
una afectuosidad extrema, prodigada dentro del grupo familiar pero que alcanza
también a los amigos y a los parientes lejanos. Importa resaltar que además de su
rol de directora del mundo doméstico, rodeada de empleadas a quienes muchas
veces menciona, ella dedicaba buena parte de su tiempo a la correspondencia que
fue su propio oficio. Sus cartas se perciben como visitas con las cuales proyectó,
a la distancia, la amplitud de sus afectos. Conviene recordar la importancia del
ritual de la visita en la sociedad de su época: se hacían visitas a los enfermos, a
los recién nacidos, a los recién casados, a quienes llegaban de viaje, a quienes
estaban en prisión; se visitaba por motivo de pésame, de felicitación, de paso por
la ciudad, para saludar y para despedirse.
Oigamos de su propia voz, cuales son sus ratos y motivos de felicidad o placer:
Clara ha venido a pasar una larga temporada y yo estoi contenta porque es
una compañera muy de mi gusto (IV, 1855).
Yo cifro mi mayor placer en las frecuentes cartas que recibo de Adolfo (IV,
55).
…las muchachas estuvieron contentas porque con su genio festivo y alegre
improvisaban diversiones (IV, 55).
Espero de un momento a otro a Domingo y estos son mis días de placer cuando
Dios me concede ver a los que amo (III, 28, 56).
Soy incansable para escribirle porque tengo en ello vivo placer (VIII,
27,62).
…el placer que tuve de ver a Adolfo después de mis angustias y como lo he
saboreado teniéndolo aquí… (III, 16, 63).
…el ver letra suya me satisface siempre y sus cariños me halagan (VI, 21,
64).
…mi único placer hoy es estar en casa como un guardatinajo (VIII, 24, 64).
Hemos pasado el diciembre animado, misas y rosarios han estado bonitos y el
de nochebuena en que tuvimos parte, el mejor, como aquí está la familia Sandino,

| 134 | LA CORRESPONDENCIA, ESTRATEGIA PARA FAMILIAS DISPERSAS


ESTUDIO DEL EPISTOLARIO DE LA FAMILIA MUTIS, (1855-1872)
que es tan sociable y nos distingue, estuvimos en su casa hasta las 12 i de ahi nos
fuimos juntos a la misa de gallo que hacía muchos años no iba yo (I, 5, 65).
No puede V. imaginarse cuanto hemos celebrado en casa la venida al mundo
de ese anjelito, que el sea su consuelo i el apoyo de las muchachitas i que no sea
extinguido el apellido de mi buen Harker (IV, 12, 67).
…gocé con la esperanza de pasar una temporada agradable en la grata com-
pañía de Vds. Pero la realidad no solamente la ha confirmado, pues puedo decir
que he estado completamente feliz, llevando a mi vida retirada un acopio de
dulcísimos recuerdos (I, 15, 68).
Mis mejores ratos son aquellos en que mi espíritu se transporta a los lugares
donde U. habita, en donde la veo i oigo (III, 25, 68).
Las dulces impresiones que he recibido en este paseo, no se parecen a las que
experimenté en Santander que es mi tierra donde pasé mi juventud y fui feliz
(IV, 20, 68).
Cuando me vine forme mil proyectos halagueños, pasear mucho, ir al cemen-
terio, al jardín de saludo, i ver procesiones… (III, 20, 69).
…la vida de corte es activa i como no tenemos atenciones domésticas nos
hemos dedicado de lleno a los placeres de la sociedad (IV, 7, 69).
…recibí con placer su noticiosa carta, que con otras que me llegaron al mismo
tiempo me dieron un buen día (IV, 26, 1872).

Temores
En cada época y en cada lugar asechan al ser humano grandes temores que
pasado el tiempo se desvanecen, para dar lugar a otros que los sustituyen. Con el
fin de aproximarnos a las gentes de otras épocas, en este caso siglo y medio atrás,
siguiendo al historiador Duby, es útil conocer sus miedos y compararlos con los
nuestros.8 Trataremos pues de penetrar en los miedos de esta familia.
En primer lugar están las enfermedades, entre las cuales se mencionan:
disentería, apoplejía, catarro, tifoidea, hidropesía de pecho, menopausia bajo
eufemismos tales como “la transición en que estoi”, “la época peligrosa en que
me encuentro” (VI, 18, 63); mal de hígado, coto, parto difícil, ataque de nervios,
fiebre de Ambalema, colerín, dolor de muelas, dentición, tos ferina, ataque bi-
lioso, pulmonía, ataque histérico y viruela. De acuerdo con el común sentir de

8
Duby, Georges. Año 1000, año 2000. La huella de nuestros miedos. Santiago de Chile: Editorial
Andrés Bello, 1995.

AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO | 135 |


su época, es reiterada la ansiedad que se experimentaba por los riesgos del parto,
las pestes y epidemias. Llaman la atención las referencias a dolencias de origen
emocional: “Luisa con un ataque histérico tan afligida y llena de enfermedades
imaginarias que hemos resuelto mandarla a Zipaquirá a ver si con esos aires que
son de su gusto i la compañía de Margarita i la niña a quien quiere tanto, se
restablece”(X, 21, 63). Desde 1867 la salud del doctor Coronado, aparentemente
aquejado por una depresión, es tema reiterado de sus cartas hasta el punto de
escribir en 1869: “Aquí se habla mucho de los prodigios de Perdomo, para mi no
deseo nada, pero si viniera i curara a Coronado, no se como podría pagar este
beneficio, porque sería tanto como devolverme mi dicha perdida” (III, 20, 69).
En 1871, cuando Coronado viaja por un año a Europa, ella asume la ausencia
dolorosa con la esperanza de que sea “(…) un remedio eficaz y heroico, aunque
sea costoso para nuestros pobres corazones” (IV, 25, 71).

La adversidad económica
Se puede deducir que José María Coronado tenía los recursos suficientes para
atender a su familia; sin embargo, la presencia en el hogar de tres hijas solteras,
Mercedes, Antonia y Luisa, y de Juan, poco hábil para ganarse la vida, inducían
a Mercedes a buscar pequeñas fuentes de ingreso dentro del hogar. Sobre los
desastres económicos, resultantes de la participación de Adolfo en la revolución,
hay varias referencias, así como también a sus tierras de Santander improductivas
por la ausencia. Domingo aparece bastante desinteresado de las cuestiones eco-
nómicas, inclusive rechazando la retribución de sus servicios militares en 1855.
Se percibe una red de solidaridad afectuosa entre los parientes ricos y pobres.

Coronado arrendó su campo y vendió el ganado que escapamos a la rapacidad


(I, 31, 55).
…no pierda la esperanza de un tiempo mejor, estas borrascas pasan y la indigen-
cia no se acerca a los umbrales de un hombre laborioso y honrado (VI, 3, 59).
No agregues a los males reales las ideas melancólicas de decadencia de fortu-
na o de falta de cumplimiento en lo estipulado, son casos excepcionales que no
pueden afectar tu honor... (IX, 7, 59).
…tendremos forzosamente que permanecer aquí y todo lo que tenemos en
Zipaquirá en el mas completo abandono (XII, 31, 62).
…la diligencia de los marranitos… tengo esperanza de hacerme rica con tan
buena cría cuidándolos mucho (III, 5, 66).
Juan tiene 25 pesos fuerte de sueldo por vender fierro, que algo es (III, 25,
68).

| 136 | LA CORRESPONDENCIA, ESTRATEGIA PARA FAMILIAS DISPERSAS


ESTUDIO DEL EPISTOLARIO DE LA FAMILIA MUTIS, (1855-1872)
…los añiles se han perdido pero en Las Quebradas los han conservado a
beneficio de riego… (II, 16, 69).
…esta tierra está perdida, no se ve un real i mi negocito de velas que me
procuraba distracción i me dejaba para mis antojos, casi concluyó.

Las guerras y revoluciones


Estos temores perceptibles en toda la correspondencia se generan en la ines-
tabilidad política que marca las décadas de 1850 a 1870 cuando la República,
cercana a la anarquía, estuvo mandada por 24 ciudadanos diferentes, siete de
ellos, López, Obando, Mallarino, Ospina, Murillo, Santos Gutiérrez y Salgar
electos constitucionalmente y uno de facto: Melo. Los demás ejercieron durante
periodos breves en calidad de designados o como integrantes de gobiernos com-
partidos. Dentro de los cambios sustanciales hay que recordar la reorganización
del territorio nacional con la creación de ocho estados, la expedición de cuatro
distintas Constituciones, 1853, 1858, 1861, 1863 que concluyeron cambiando el
sistema centralista a una federación. Se vivieron además dos guerras civiles (1854
y 1859-1862). El núcleo de la familia era muy conservador y en los comentarios
escritos se percibe un vivo interés en los asuntos de la política. Sin embargo, como
entre los parientes inmediatos se encuentran destacados miembros del partido
opuesto; entre ellos el presidente José Hilario López, concuñado de Domingo,
las diferencias no alteran las relaciones de familia. La guerra, las revoluciones y
los levantamientos, aparecen como parte del entorno cotidiano:

Estamos en los arreglos de la casa porque no queremos ver ni vestigios de la


invasión en ella de los melistas (II, 15, 55).
Hemos sufrido intensamente en esta época por la interrupción de nuestra co-
rrespondencia, siendo lo único que mitiga las penas de la ausencia (VII, 3, 59).
Mucho se habla de revolución por aquí, pero quizás no hay nada, Dios lo
quiera (IV, 14, 60).
…por fin se salen los gólgotas con volvernos el país la cueva de Rolando (IV,
14, 60).
…las indignidades de ese Estado (Santander) solamente comparándolo con
el Cauca podemos conformarnos (IV, 14, 60).
María Josefa me escribe de Zipaquirá que ha estado en trabajos con motivo de
la guerrilla e imputaciones que le hacen de estarla favoreciendo (VIII, 11, 62).

AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO | 137 |


Con suma pena he visto tu carta a Pachito, en que le comunicas tu prisión
en esa ciudad (IX, 26, 62).
Todo lo que nos rodea es misterioso, a Pedro León Canal lo volvieron a coger
y lo tienen con grillos (X, 8, 62).
Anda por ahí la chispa del pronunciamiento de Pamplona encabezado por
Obdulio (VIII, 11, 62).
Mucho reclutamiento y mucha chispera sobre el sur (VI, 18, 63).
Este país está perdido, postrado como nunca se había visto, solamente la paz
podría haberlo enderezado y una nueva guerra sería tanto como apuñalear un
cadáver, pero parece inevitable porque ya el patriotismo voló para siempre (V,
20, 67).
Yo ahora no me intereso en el buen éxito de nadie, porque estos farsantes me
chocan lo mismo que el viejo encarcelado9 (VI, 30, 67).
La intranquilidad en que nos puso la noticia de los trastornos políticos en ese
Estado han amargado mas nuestra separación (II, 3, 68).
Estamos alarmados con los sapos en la famosa Asamblea i con la noticia de la
venida de Mosquera (VII, 15, 68).
Muchos temores del incendio general de la República con la protesta enérgica
de Antioquia, ni puede ser de otro modo, más vale sufrir que soportar un yugo
tan vil y tan ignominioso, yo me siento mui resignada para lo que venga, porque
nada puede ser peor que la servidumbre que quieren imponer apoyándose en las
bayonetas (XI, 18, 68).
La revolución esta tomando cuerpo, han obtenido algunos recursos y por lo
que entiendo algo interesante tendremos al fin del mes (VI, 18, 69).

Contratiempos y adversidades materiales


Siendo el correo una de sus mayores satisfacciones, las interrupciones y al-
teraciones del mismo, que fueron consecuentes a la guerra, a los malos caminos
y a las distancias, afectaban a esta señora particularmente, casi tanto como la
separación física. Es necesario recordar que, pese a la situación estratégica de
Zipaquirá, hasta 1868 no existió un camino carreteable que uniera este lugar con
Bogotá, y este se volvía intransitable en la época de invierno. Para una señora era

9
El presidente Tomas Cipriano de Mosquera fue apresado el 23 de mayo de 1867 y encerrado
en el Observatorio Astronómico.

| 138 | LA CORRESPONDENCIA, ESTRATEGIA PARA FAMILIAS DISPERSAS


ESTUDIO DEL EPISTOLARIO DE LA FAMILIA MUTIS, (1855-1872)
muy complicado desplazarse y, como se observa en casi 20 años que cubren estas
cartas, solo hay referencias a un viaje a Bucaramanga en 1855 para presenciar
el matrimonio de Adolfo, cuatro temporadas en Bogotá y un viaje hasta Puli
a visitar la familia del hijo. Ante las incomodidades y contratiempos surge su
inconformidad y se asoma el espíritu crítico.

Es una fatalidad que no haya recibido ninguna de mis cartas que contenían
otras que venían del Norte … Indague cual haya sido el paradero de ellas …
el último correo del norte no ha llegado, sin duda lo quitó la guerrilla que está
formidable hoy (VIII, 27, 62).
… dicen aquí que ha hecho cargo del destino de Administrador de Correos,
el Sr. Lino Ruiz, con facultades para abrir las cartas, así que no volveré a escribirle
porque no me gusta que un extraño se imponga de mis asuntos de familia (III,
16, 63).
… que fiestas estas cuando el país está en esqueleto, no puede usted figurarse
la carestía y la mendicidad de este lugar” (VI, 24, 64).
Siento que se haya frustrado mi esperanza (del viaje) pero estoi tranquila
porque prefiero privarme de un deseo inocente a que me reprochen algo (VII,
30, 67).
…desde mi salida no he podido escribirle sino dos cartas, i la de Honda, por
lo que U. me dice se la arrebataron a Galvis” (II, 16, 68).
Estamos en la fuerza del invierno, yo sin haber pagado visitas ni haberme
confesado (III, 23, 68).
Mucho me alegré i todos en la casa de que la mula hubiera aparecido, siendo
efectivamente un milagro de que escapara de las uñas de los restauradores (IV,
20, 68).
Facundo esta desesperado por irse, a veces lo regaño por tanta impaciencia,
algunas reprensiones mías ha llevado por su carácter dominante i magistral; por
lo general los niños de este tiempo son presuntuosos i quieren dar la lei… (V,
24, 68).
El silencio de la familia de Santander es absoluto, con su pan se lo coman
(VI, 17, 68).
Aquí para las enfermedades i la muerte estamos mal, los dos médicos de más
reputación son Fajardo i Ruiz, i como ambos fueron a la Asamblea a prestarse a

AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO | 139 |


tantas iniquidades,10 los detesto y el Cura cada día se está haciendo más insopor-
table (IX, 2, 68).
…su triste misión de cuidar enfermos debiendo tener poca esperanza de verse
libre de esa desgracia mientras permanezca en estos lugares de clima tan fuerte
(XII, 2, 68).
Hoy le hicieron buena fiesta a San Isidro, pero la gota esta casi destruyendo
las sementeras de papa (III, 13, 70).
… ayer llego una partida de Subachoque, capitaneada por un Acevedo, i
unidos a unos perdularios de aquí se pronunciaron, pero como serían los tales que
sin un tiro tomaron soleta para Pacho i se acabó todo… qué mejoras materiales
ni qué progreso se puede esperar de un país tan desmoralizado, en que cuatro
hambrientos ponen a un pueblo entero en consternación, a pocos pasos de la
capital? (IV, 26, 72).

Reflexiones
La afectuosa corresponsal deja caer, espaciados y sin darles mayor importancia,
pensamientos profundos que nos orientan respecto a sus valores morales, su con-
cepción de la vida y sus principios religiosos. Pequeñas lecciones de experiencia
y serenidad de quien había contemplado en sus años de vida tantas vicisitudes
de un país y una familia en trepidación constante:

Ahora que la desgracia descarga sobre Uds. su terrible peso nos son mas
queridos y en esto no hay gracia (IX, 22, 59).
Ya que estamos tan desgraciados, redoblemos nuestro afecto (VIII, 11, 62).
Yo estoi desprendida de todo i no quiero conservar sino mis afectos (XII, 31,
62).
Los hijos son fuente inagotable de pesares y cuando yo tan favorecida por la
suerte vivo entre lágrimas ¿Qué dirán tantas pobres madres con hijos viciosos e
indiferentes? (X, 12, 64).
… no se ha oído hablar sino del vil asesinato del pobre Zamarra, parece in-
dudable que Leonardo Manrique es el autor, pobre tierra esta donde los que se
jactan de nobles cometen estos viles atentados (III, 5, 66).

10
Los manejos de la asamblea de Cundinamarca bajo la dirección de Ramón Gómez (el Sapo),
favorecieron indebidamente al Partido Liberal y al gobernador Daniel Aldana.

| 140 | LA CORRESPONDENCIA, ESTRATEGIA PARA FAMILIAS DISPERSAS


ESTUDIO DEL EPISTOLARIO DE LA FAMILIA MUTIS, (1855-1872)
… después de tanta persecución se ve la reacción religiosa por la mucha
comunión y concurrencia (IV, 21, 67).
Pleitos en esta tierra, ¡Dios nos libre! (VII, 30, 67).
… tenemos los mayores deseos de verla, ilusiones querida mía, las mujeres
en esto somos desgraciadas, porque no tenemos libertad sino para soñar (II, 16,
69).
Cuando nos vamos quedando solos deberíamos cultivar con mayor esmero
nuestros afectos (VII, 30, 67).
A las desgracias cuando se presentan inevitables opóngales toda la energía
de su alma (II, 19, 68).
Su carta la recibí hoy con esa mezcla de placer i de pena con que nos viene
casi todo a los pobres mortales (VI, 17, 68).
Hai muchos hombres buenos sobre la tierra, pero que sean bien felices son
pocos (III, 20, 69).
Hoy tengo mil cosas que hacer por la costumbre que tenemos las mujeres de
dejar para última hora lo que podíamos haber hecho antes (V, 28, 69).
En los grandes pesares la oración alivia, asi es que hemos rezado mucho, i
continuaremos (III, 15, 70).
Si yo tuviera una de esas vocaciones para la religión podría gozar algo en este lugar
que ha experimentado con el cambio de cura una transformación mui saludable, pero
tropiezo con una tibieza reprensible en mi edad (III, 15, 70).

Para concluir
Mercedes Mutis murió en Bogotá el 31 de enero de 1873; en un libro escrito
al final de sus días, su hijo Adolfo recuerda ese suceso:

Durante parte considerable del tiempo la enfermedad permanecí a su lado;


pero mi permanencia en Ambalema hacía falta, y halagado con una aparente
mejoría que tuvo con la adopción del sistema homeopático, me fui para esa ciudad,
dispuesto a volver al recibo por el telégrafo de alguna noticia intranquilizadora la
cual no se hizo esperar mucho y no obstante que a las dos horas de haber recibido
el infausto telegrama, me puse en marcha… cuando llegué a Bogotá… ya la tierra
guardaba su cadáver. No tuve pues el consuelo de encontrarme a su lado en sus
últimos momentos, pero si el de saber que ella había alcanzado a recibir con viva
satisfacción… un afectuoso telegrama mío que guardó bajo su almohada.

AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO | 141 |


¡Pobre madre! Escribo esto a los 77 años de mi vida y todavía mi corazón guarda
y guardará hasta cuando deje de palpitar su memoria venerada.

Me he aproximado a este grupo familiar abordándolo a través de las líneas


extractadas de una correspondencia copiosa y comprendo que las personas son
apenas nombres y sombras, sin contornos definidos. No obstante, para no dejarlos
perpetuamente en la escena del duelo de la madre, llevaré a su sitio a quienes
de alguna manera fueron mencionados: Domingo Mutis Amaya, el hermano y
consuegro, “hombre moderado, austero, de honradez reconocida” había muerto
en Neiva en 1869. José María Coronado, el segundo esposo de Mercedes, murió
en Zipaquirá en 1898; allí terminaron sus días Mercedes, Antonia y Luisa Harker
Mutis las hijas solteras. Margarita, quien fue esposa de Lope Armero, murió en
Bucaramanga. Juanito, casado en 1875 con Mercedes Escallón, padres de 6 hijos,
murió en Bogotá en 1895; Carlos Eduardo y Daniel Enrique Coronado Mutis
vivieron y murieron en la capital y allí quedó su descendencia. A Santander, la
región de su origen, regresaron Adolfo y María Antonia con cuatro hijos en 1875.
Adolfo estableció una importante empresa comercial, hizo nuevos viajes a Europa,
participó en la política regional, fue varias veces senador, hombre respetado y
reconocido. En Bucaramanga nacieron sus dos últimos hijos, Isabel y Adolfito.
El hecho de haber salvado del tiempo y el olvido esta correspondencia, la
circunstancia de haberla guardado celosamente durante cuatro generaciones,
indican el gran valor que estas cartas, cálidas y consoladoras, tuvieron para esta
familia que las atesoró. Así, quedaron como constancia de las angustias y temo-
res, dolores e incertidumbres que en su día ayudaron a mitigar. Sobrevivieron
como testimonio de que en todas las épocas y en cada momento de su historia
el ser humano está sujeto a un sinnúmero de adversidades y de que los grandes
miedos de entonces, la enfermedad, la ruina y la guerra, continúan asechando
nuestra existencia. Al igual que sus consecuencias de desplazamiento, destierro
y exilio.

Bibliografía
CUERVO, Ángel. Cómo se evapora un ejército, Bogotá: Editorial Incunables, 1984.
MUTIS D, Facundo. Sinforoso Mutis, Panamá: Tipografía Diario de Panamá, 1912.
PLAZAS S, Francisco de Paula Genealogías de la provincia de Neiva, Bogotá: Editorial
Kelly, 1985.
ARBOLEDA, Gustavo. Historia contemporánea de Colombia, T VII, VIII, IX, X, Bogotá:
Banco Central Hipotecario, 1990.
GROOT, Jose Manuel. Historia civil y eclesiástica de la Nueva Granada, T II, Bogotá:
Casa Editorial de Medardo Rivas & Ca., 1899.

| 142 | LA CORRESPONDENCIA, ESTRATEGIA PARA FAMILIAS DISPERSAS


ESTUDIO DEL EPISTOLARIO DE LA FAMILIA MUTIS, (1855-1872)
RESTREPO, Jose Manuel. Historia de la revolución de Colombia, T I y II, Medellín: Edi-
torial Bedout, 1964.
ARBOLEDA H, Julio. 21 años de vida colombiana, Bogotá: Tercer Mundo Ediciones,
1967.
ORJUELA, Luis. Minuta histórica zipaquireña, Bogotá: Imprenta de “La Luz”, 1909.

AÍDA MARTÍNEZ CARREÑO | 143 |

También podría gustarte