Modulo 3
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Curso virtual
O ser al mismo tiempo curiosos y desatentos… juntar ciencia con magia, arte con hambre,
cansancio con juego, como los mismos chicos suelen hacer.
En este módulo proponemos explorar la relación entre el espacio museológico y los niños y
niñas; el modo en que montaje, ambiente, reglas de recorrido y balance entre permisos y
prohibiciones vuelven, o no, amigable al museo para el visitante infantil. Trataremos de
descubrir, compartir y renovar el repertorio de herramientas para crear espacios expositivos
que contribuyan a que los niños y niñas se sientan bienvenidos en los museos. Veremos
qué criterios tener en cuenta para el diseño de materiales y experiencias, cómo hacer
convivir las propuestas para chicos con aquellas orientadas a otros públicos.
Es evidente que nuestra capacidad de iniciar este tipo de acciones se relaciona con la
posibilidad de hacer consciente nuestra concepción de infancia, tomar decisiones en
consecuencia y elaborar planes consonantes con esa concepción. Por ello, dedicamos
el módulo anterior a historizar los enfoques que nos atraviesan cuando pensamos lo infantil,
porque sólo siendo conscientes de las concepciones que están en la base de nuestras
acciones podremos redireccionarlas.
Para acercarnos al tema, empezaremos por reconocer algunos hitos históricos en el modo
en que los museos hicieron frente a este desafío. Veremos cómo se llegó a elaborar la
concepción de espacio amigable, con sus posibilidades y límites. Luego, abordaremos
ciertas corrientes pedagógicas que consideramos que han contribuido de manera radical a
pensar los espacios infantiles –sean o no museos-, como el movimiento de escuela nueva,
la pedagogía montessoriana o la organización de las escuelas Reggio Emilia. También
retomaremos algunas prescripciones elaboradas por Unicef y recogidas en documentos de
trabajo que introdujeron y divulgaron los conceptos de espacio y ciudades amigables para
los niños y las niñas, en el marco de diversas convenciones internacionales.
Compartiremos dos experiencias de trabajo con el espacio que nos parecen ricas para
estimular las ganas de probar y explorar formatos museológicos adaptados a los niños y las
niñas, ya sea que abarquen una institución completa o ya sea que se trate de espacios y
dispositivos específicos que puedan sumarse a las exposiciones existentes a través de un
proceso de layering. Las propuestas que compartiremos son las del Museo
Barrilete, ubicado en Córdoba, y el proceso de armado inicial del Museo del Juguete de
San Isidro, así como el trabajo posterior en ese espacio. Iremos comentando aspectos
destacables de estos relatos.
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Tabla de contenidos
6. Cierre
7. Referencias
1.¿Qué es ser amigable? El museo como
escenario
|5
Del concepto de infancia al ambiente del museo
Una vez planteada la necesidad de traer a la luz la noción de infancia desde la que se |6
trabaja, y habiendo definido lo que consideramos son las características de un espacio
amigable, podremos encarar algunas reflexiones sobre el montaje. La experiencia
museográfica es, según Lauro Zavala (2012:65)1, el producto de la interacción entre los
elementos de la exposición museográfica y el visitante, que tiene la última palabra en el
proceso de valoración e interpretación comunicativa. Zavala además agrega que el museo
es una puesta en escena con elementos espectaculares, comunes al teatro, el circo y el
zoológico.
Pero esa puesta en escena no siempre se realiza en favor de los niños. Silvia Alderoqui
viene haciendo un gran trabajo desde mediados de los años noventa develando que,
mayormente, los museos de objetos no solían contemplar la experiencia del visitante, y
mucho menos la del visitante infantil. Si bien esto ha ido cambiando con el tiempo, la
adaptación del espacio museológico a los niños no es, aún en la actualidad, una práctica
generalizada. Alderoqui cita un maravilloso texto de Marta Dujovne del libro Entre musas y
musarañas (1995)2 que, creemos, sigue vigente, donde con humor se hace referencia a la
lastimosa situación de un niño que recorre un museo de historia que no está preparado para
recibirlo:
“Entré a la sala llena de vitrinas y pinturas. Los cuadros colgaban más arriba
de mi cabeza. Me alejé un poco para que me resultara más fácil mirar. Pasé
de una pintura a otra, y al rato comenzó a dolerme el cuello. Curiosa, me
acerqué a leer una cédula, pero fue imposible: ni parándome en puntas de pie logré
alcanzar el texto con la vista. Las vitrinas estaban apenas por encima de la altura de
mis ojos. Pude ver las patitas de algunos animales, las raras perspectivas de las
figuras miradas en escorzo desde abajo. Me cansé. Pasé un segundo al baño y fue
aún peor: los lavatorios por allá arriba, las toallas inalcanzables. Suspiré y
abandoné el museo del país de los gigantes.”
La cada vez mayor conciencia de esta inadecuación de los espacios museológicos a los
niños hizo que en 2003, con el fin de concientizar sobre esta exclusión y trabajar en favor de
1
Zavala, L. (2012). Antimanual del museólogo. Hacia una museología de la vida cotidiana. D.F. México: UAM.
CONACULTA
2
Dujovne, M. (1995). Entre musas y musarañas: una visita al museo. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica
los niños y sus familias, naciera en Gran Bretaña la organización no gubernamental Kids in
Museums.3. En medio de una política de apertura y accesibilidad de los museos británicos,
empezó a hacerse evidente que, si los museos querían convocar a los niños y a sus
familias, debían hacer algo para que se sintieran bien recibidos. Entre las campañas y
actividades realizadas, elaboraron un manifiesto4 que hace referencia a dos requisitos |7
relacionados con la constitución del espacio: que sea confortable y fácil; es decir, que
cuente con un café amigable, asientos en salas, agua de la canilla disponible para beber,
baños cómodos para el uso de la familia, un lugar donde guardar bolsos y mochilas; y que
sea accesible. La accesibilidad debe ser considerada en todas sus dimensiones, desde
cómo se llega al museo hasta cómo se recorre y explora la exhibición.
No es muy aventurado afirmar entonces que la mayoría de los museos no contemplan a los
niños como visitantes cuando diseñan su escenario. Un museo debería luchar contra la
desproporción que el mundo depara a los más chicos. Mundo del que quedan, como
señala María Montessori4, desterrados. En la mayoría de los museos, los niños no alcanzan
a ver las exhibiciones porque las vitrinas son altas, no pueden moverse con naturalidad
porque su vitalidad y curiosidad atentan contra las políticas generales de seguridad –o el
imaginario que se tiene sobre las mismas-, no pueden circular solos, no pueden tocar nada -
a excepción de los museos participativos, que generalmente son de ciencias, y a los
llamados 'museos de niños', que son propuestas pedagógicas de actividades-. Pero aquí
nos referimos a los museos convencionales, que exhiben patrimonio.
María Montessori adaptó el mundo a los niños cuando proveyó a sus centros educativos de
muebles pequeños, que pudieran ser acarreados, con estanterías al alcance de sus manos
llenas de materiales de aprendizaje y juego. Un universo a escala que hoy se extiende en
todas las escuelas destinadas a la primera infancia.
Hay elementos del orden de la estructura del espacio y elementos del orden de
las regulaciones. Unos y otros deben estar articulados. Si quiero que los niños circulen con
libertad por el museo, cosa deseable para lograr su bienestar, el espacio ha de ser seguro.
Debemos disponer de medidas y protocolos de seguridad y reacción frente a imprevistos.
Ya sabemos que los niños se caen, se lastiman, son curiosos y muchas veces temerarios.
¿Hay una manera de hacerles lugar que no sea atrapándolos en una red de limitaciones y
prohibiciones?
5
Montessori, M. Ideas generales sobre mi método. Manual práctico. Madrid: Editorial Cepe
espacios, los usa, se relaciona con ellos, quizás sea más fácil descubrir cuáles han de ser
los formatos en que esos cuerpos logren sentirse mejor, más recibidos y aceptados.
Diana Alderoqui de Pinus7 sostiene –en una línea francamente malaguzziana- que, para
crear un espacio que sea apropiado a los niños, se requiere profundizar en el conocimiento
de cómo piensa o cómo ve el mundo un niño:
A esta afirmación nos gustaría agregar dos cosas: hay que profundizar en esos mundos
infantiles atendiendo a sus condiciones históricas de vida, y también recordar que estos
mundos son mundos vividos con otros.
6
Tabakman, S. (2011). Objetos. En Augustowsky, G., Edelstein, O., y Tabakman, S. Objetos guardados,
objetos mostrados. La visita escolar al museo. Buenos Aires: Biblos
7
Alderoqui de Pinus, D. (1996). Museos adaptados a los niños y adoptados por los niños. En Alderoqui, S.
(comp.). Museos y escuelas: socios para educar. Buenos Aires: Paidós
3. Construyendo el espacio amigable.
Las recomendaciones de los
organismos internacionales | 10
Unicef recomienda también la formación de los recursos humanos para que puedan estar en
contacto con niños, niñas y adolescentes, porque el trato y la consideración hacen a esa
cualidad amigable. Esto también incluye qué puede decirse y qué no a un niño en el marco
de una visita, cómo referirse a cada uno, qué términos utilizar, y las precauciones a tomar
en el discurso, para evitar frases, chistes, palabras que pudieran herir o discriminar. Existen
varios manuales y cuadernos de recomendaciones para el periodismo que pueden servir en
este ámbito8.
Esto es muy significativo en el mundo de los museos. Se nos está diciendo que para que un
espacio sea amigable se deben contemplar desde el inicio del proyecto todos los
8
Agencia Global de Noticias. (2008). Manual de niñez y periodismo. Un aporte para el trabajo periodístico
comprometido. Asunción: Agencia Global de Noticias. Disponible online
en http://www.soc.unicen.edu.ar/images/observatorio/pdf/guiadeapoyo.pdf
Observatorio de medios sobre los derechos de los niños, niñas y adolescentes. (2014). Guía de apoyo para el
tratamiento periodístico sobre la infancia y adolescencia. Disponible online
en http://www.soc.unicen.edu.ar/images/observatorio/pdf/guiadeapoyo.pdf
Instituto Interamericano del niño, la niña y adolescentes (IIN-OEA). (s/f). Medios de comunicación y Niñez en
Perspectiva de Derechos. Disponible online en http://www.iin.oea.org/pdf-
iin/publicaciones/medios/guia_esp.pdf
ECO Jóvenes Bolivia y ANNI Bolivia. (2009). Guía para entrevistar a niños, niñas y adolescentes. Disponible
online en https://www.scribd.com/document/47458927/GUIA-PARA-ENTREVISTAR-A-NINAS-NINOS-Y-
ADOLESCENTES
AAVV. (2012). Guía para la incorporación del enfoque de género en los museos. Santiago de Chile: Dibam.
Disponible online en https://www.genero.patrimoniocultural.gob.cl/651/articles-25975_archivo_01.
dispositivos y acciones que lo harán accesible a todas las personas. Nosotros sabemos, por
experiencia, que la gran mayoría de nuestros museos tiene una importante deuda edilicia,
de servicios y de personal respecto del concepto de la inclusión amplia. Pero es bueno
empezar a vislumbrar todo lo que sí podemos hacer para acercarnos a ser lugares
accesibles.
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¿Cuáles de los siguientes aspectos del Cuaderno son tenidos en cuenta en tu trabajo en
forma habitual?
● El ambiente estructural. ¿El espacio ofrecido a los niños y a sus familias podría implicar
riesgos para ellos? Un ejemplo de lugar riesgoso es aquel que presenta ciertos peligros para
su salud, como escaleras empinadas o sin barandas apropiadas para la altura de los chicos,
o espacios donde se propongan dinámicas complicadas de interacción, como un diseño
laberíntico o con demasiados recovecos que impidan que los niños encuentren rápidamente
a sus familias si se pierden. Asimismo, el espacio no debería exhibir mensajes o carteles
que vayan en detrimento de los derechos de los niños.
● La oferta. ¿Los bienes y los servicios que se ofrecen en el espacio aseguran que se
respeta y promueve el bienestar de los chicos en términos de salud, educación y protección
contra todo tipo de violencia? ¿Los bienes y servicios son de fácil acceso para todos los
chicos sin discriminación?
● La demanda. ¿Los niños, las familias y otros usuarios hacen uso de las instalaciones que
promueven los derechos de los chicos? ¿El espacio fomenta vínculos positivos entre los
niños y sus familias?
Fuente: Espacios amigables para los niños, Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia, UNICEF Argentina, 2015, página 7.
El MJSI fue creado por ordenanza municipal y hubo desde el principio una fuerte decisión
política de generar un espacio para la infancia que fuese muy convocante. La responsable
de concretarlo políticamente, la directora de Cultura Eleonora Jaureguiberry, hoy secretaría
de Comunicación y Cultura del Municipio de San Isidro, reunió un equipo de colaboradores
para desarrollar el espacio y alentó el trabajo desde una mirada amplia sobre la autonomía
infantil y el juego en todas sus variantes. Se pensó en un espacio lo suficientemente seguro,
que permitiera la autonomía de circulación necesaria para generar juego genuino y el
acceso de la mirada infantil a todos los espacios expositivos, que tuviera en cuenta
facilidades para familias tales como la posibilidad de traer sus viandas, la existencia de
espacios para bebés, la gratuidad de las propuestas.
Tal como se va de la cocina al patio en una casa, poder entrar y salir con facilidad de un
espacio forma parte de las acciones que los chicos ejercen desde muy pequeños. Esto les
resulta cercano y familiar.
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Los niños son –dice Malaguzzi- “ricos” en potencial. La suya es una pedagogía basada en
las relaciones y la escucha, lo que permite a los niños desplegar su riqueza, y a los adultos
comprender sus mundos y ayudar a que esos mundos se expresen. ¿Cómo conseguir que
esto suceda en medio de una visita donde la posibilidad de exploración autónoma es nula?
¿Cuánto de esto florecerá si los desafíos que plantean las preguntas de los educadores ya
tienen una respuesta prevista? ¿O peor, si seguimos naturalizando un tipo de comunicación
basado en órdenes innecesarias como “ahora no podés ir al baño”, “quedate quieto” o
“escuchá lo que dice tal”? Consideramos que si un grupo de niños no escucha a un
educador de museo es básicamente porque el educador de museo no está escuchando a
los niños, ni sus intereses, ni sus ilusiones, ni sus necesidades ante esa experiencia nueva
a la que se los ha invitado. Nos olvidamos a menudo de que los niños no son predecibles,
no sabemos qué harán con lo que les damos, lo que les decimos o lo que les enseñamos.
Por suerte es así; de otro modo, estaríamos frente a una falta de libertad aterrorizante.
Serían máquinas, no personas, a las que podríamos programar.
Gustavo Puerta Leisse9 nos invita a no olvidar que “cuando un niño nace no sabe en qué
consiste eso de ser niño y que no es tarea fácil la de aprender a ser niño, comprender en
qué consiste eso, saber qué se espera de uno y hasta qué punto se puede infringir este
9
Puerta Leisse, G. (2013). La construcción de la infancia en el álbum familiar. En Vicente, P. Álbum de familia:
(re)presentación, (re)creación e (in)materialidad de las fotografías familiares. España: Oficina de Arte y
Ediciones
patrón. Pero es su necesidad de afecto y reconocimiento, la que hace que día a día el niño
obre sobre sí labrando su personalidad y formando una imagen propia de la infancia. De allí
que las representaciones adultas de la niñez tengan tanto peso en el proceso de labrar la
propia identidad e incluso en el conocimiento de sí mismo que desarrolle el niño”.
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Desde el punto de vista pedagógico y a la hora de establecer las regulaciones que
ordenarán una actividad con niños, es fundamental comprender que los niños pequeños no
conocen el mundo, sino que acaban de llegar a él. Así y todo, solemos exigir un nivel de
adaptación a las reglas adultas que sorprende por la falta de empatía que demostramos. Ahí
es donde vienen los juicios sobre el comportamiento inadecuado, la decepción ante las
expectativas no satisfechas acerca del interés que deberían demostrar, las acusaciones
varias que hacemos a niños y jóvenes y de las que los muros de Facebook y los medios
gráficos están plagados: los niños ya no son lo que eran. Los humanos tenemos un largo
período de crianza, que nos sirve para comprender el mundo, para hacernos de esa batería
de sentidos que nos permitirán estar dentro de ese mundo, entenderlo y actuar. A pesar de
que comprendemos que los niños no nacieron sabiendo, muchas veces esperamos que ya
sepan cómo comportarse, o actuamos pensando que deben saber lo que les debe interesar,
y que deben hacer lo que esperamos de ellos. Nuestras expectativas influirán en lo que
proponemos.
En el museo, los niños, como el resto de los visitantes, acceden a una suerte de ritual –al
decir de Lauro Zavala- que supone objetos, espacios, modos de conducirse, y un transcurrir
del tiempo que es especial.
Escuchemos a Sabina Villagra, de Museo Barrilete, explicarlo con sus propias palabras:
Video: Presentación del Museo de los Niños Barrilete | Sabina Villagra. Registro
realizado en el año 2019.
Hemos escuchado a Cecilia, a Sabina, a sus equipos de trabajo, esforzarse por pensar a
la niñez en el museo y mejorar la experiencia de los niños como visitantes. Hemos
revisado decisiones tomadas en diferentes espacios que nos pueden orientar para
repensar todos los espacios culturales donde aspiramos que los niños tengan espacio y
ganas de asistir.
Nos quedan algunas claves acerca de cómo crear un ambiente seguro, amigable, cuyas
regulaciones se basen en la comunicación y la apertura para recibir lo diverso.
7.Referencias
Dujovne, M. (1995). Entre musas y musarañas: una visita al museo. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica
UNICEF Argentina (2015). Espacios amigables para los niños, Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia.
| 21
Disponible: https://www.unicef.org/argentina/sites/unicef.org.argentina/files/2018-
04/RSE_Espacios_web_0.pdf
Malaguzzi, L. (1993). Your Image of the Child: Where Teaching Begins. Seminario en
Reggio Emilia, Italia