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Nosotros

El documento explora la transición del yo al nosotros. Explica que el nosotros no es simplemente un yo ampliado, sino una unidad superior que integra y trasciende al yo. Se forma a través del desarrollo de la empatía y el amor hacia los demás. El documento también incluye un cuento que ejemplifica cómo individuos confundidos pueden constituir un nosotros cuando comparten la experiencia del dolor y el gozo del otro.

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Nosotros

El documento explora la transición del yo al nosotros. Explica que el nosotros no es simplemente un yo ampliado, sino una unidad superior que integra y trasciende al yo. Se forma a través del desarrollo de la empatía y el amor hacia los demás. El documento también incluye un cuento que ejemplifica cómo individuos confundidos pueden constituir un nosotros cuando comparten la experiencia del dolor y el gozo del otro.

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NOSOTROS

El descubrimiento, y paso del yo al nosotros, supone un largo camino de maduración


que atraviesa por diversas crisis. No hay nosotros solamente por la existencia de un
grupo de pertenencia, cuando no se establece en una red de relaciones personalmente
significativas. Es el caso de la adolescencia, una de las época más intensas, donde se
echa mano del "nosotros" para proteger el yo débil, para identificarlo y renegociarlo.
El nosotros no nace sencillamente del dato de realidad que me dice que además del
yo existen otras personas. Para que se dé el nosotros debo aprender a perderme y
encontrarme en otros. Este dinamismo difícil y arriesgado necesita el aprendizaje de la
convivencia, de la coexistencia, del compartir y el convivir. Todo esto no se hace sin
respeto, escucha, diálogo y amor.
El nosotros no es un yo ampliado, como sucede frecuentemente, sino una unidad
superior que me llama, integra y trasciende. El nosotros no es un propietario plural, sino
el camino de la pérdida del yo y el reencuentro con la unidad presentida y nunca del
todo realizada en el pueblo, el grupo, o la comunidad.
El paso del yo al nosotros queda vivamente ejemplificado en un cuento que escuché
a mi buen amigo y maestro Tony De Mello.
Se trata de un grupo de muchachos que, hace ya muchos años, acuden al pueblo
cercano para vivir en él la fiesta mayor. Pasan todo el día bailando, bebiendo en una
atmósfera estimulante, eufórica y excitante. Ya de noche, eran otros tiempos en los que
se vivían con la luz del día, comienzan el regreso a su pueblo, a pie, por el largo
camino que les separa de la fiesta. Están borrachos, mareados, con el cansancio y el
comienzo de la resaca, cuando empieza a llover y el frío, relente de la noche, les hace
buscar cobijo en una pequeña tejabana que da acceso a una finca de labor. Allí en el

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pequeño espacio cubierto, se amontonan, aprentujándose unos con otros, buscando
evitar la lluvia y encontrar calor. Al amanecer, semidormidos, se encuentran en una
gran confusión: el mareo, la resaca del alcohol les impide reconocer y recuperar
conscientemente su esquema corporal. A un campesino que, madrugador, va a su
campo, le piden ayuda para salir del atolladero en el que se encuentran. El buen hombre
se acerca con su burro y les pregunta qué necesitan. "Estamos mareados y no podemos
reconocer siquiera nuestro propio cuerpo". El campesino con su sabiduría popular,
encuentra una fácil solución: sacando un alambre de la albarda del burro, se acerca al
grupo de muchachos confusamente entrelazados y pinchando un pie oye que alguien
grita ¡ay! Pregunta el hombre quién ha dicho ¡ay! Yo. Pues este pie es tuyo. A
continuación pincha una mano. Se repite el grito de dolor y así poco a poco va
adjudicando los miembros a cada unidad corporal. El nosotros aparece cuando alguien
pincha el pie, la mano, el corazón con ideas asumidas al otro y tú dices ¡ay! Entonces se
ha constituido verdaderamente el nosotros. Cuando el dolor o el gozo del otro, como
por vasos comunicantes, llega a tu consciencia y te hace responder como si fuera tuyo
propio. En ese momento se ha dado el paso del yo al nosotros. Existe un nosotros vivo,
interrelacionado, sujeto plural y a la vez unificado que participa y comparte
grupalmente las vivencias que afectan a cada uno de sus miembros.
NOSOTROS no es una comunidad de intereses sino de personas con un contacto
frecuente, comunicativo, interactivo que ha alcanzado tal nivel de madurez que pueden
ser muchos en un solo cuerpo.
El nosotros se forma a través de la empatia y el amor:
- Empatia: aprendo a mirar la realidad con los ojos del otro, desde su universo de
referencias. Aprendo a vibrar con la vibración emocional del otro comprendiéndola y
captándola con nitidez a la vez que la reflejo con mi gesto y mi palabra.
- Amor: acojo a los otros en mi universo afectivo ofreciéndoles gratuitamente mi
energía amorosa. Entre la empatia y el amor está la simpatía que caracteriza también
al nosotros: es un vibrar con, padecer con, gozar con.
El nosotros supone que yo no me creo centro y norma universal. El nosotros
relativiza, refiere, conforta, dialoga. El yo que se integra y crece en un nosotros ha de
ser capaz de escuchar, de convivir democráticamente con lo plural y diverso; no
pretender uniformizar ni estandarizar a los otros, sino aceptar su diversidad en una
convivencia respetuosa y pacífica. El yo se ve así enriquecido por las distintas
perspectivas, puntos de vista, reacciones afectivas, vivencias que provienen del
nosotros.
El nosotros es una experiencia abierta capaz de reconocerse progresivamente en

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nuevas personas. Esto significa que no se trata de un gheto cerrado, una mafia limitada,
un grupo limitador defensivo, exclusivo y tal vez agresor.
NOSOTROS es un programa de desarrollo humano. Es una comunidad hacia la
utopía de una humanidad unificada. El nosotros no se construye por adición: yo más yo
más yo, sino por sustracción, nosotros igual a yo menos yo menos yo. La unidad
superior que estructura nosotros compensa con creces las pequeñas pérdidas que han de
ser negociadas y consensuadas en vista de el bien intuido que comporta el nosotros.
Nosotros exige flexibilidad, evitar el ansia de poder, consciencia y análisis de la
realidad y sobre todo sensibilidad para captar y encauzar, dando, a ser posible,
satisfacción a las necesidades de cada uno de los miembros que componen la unidad del
nosotros.
El nosotros, grupalmente vivenciado, camina desde el poder al amor. Es un largo
itinerario con avances y retrocesos que exige aclaraciones a estas tres grandes
preguntas: ¿dentro o fuera?, ¿arriba o abajo?, ¿cerca o lejos? Estas tres grandes
preguntas acerca de la pertenencia, el poder, el amor es necesario aclararlas en un
proceso de maduración del nosotros. Solamente la pacífica aclaración de estos
interrogantes llevará al organismo vivo que es un nosotros a crecer y desarrollarse
sanamente. Deben estar claros los criterios de pertenencia, el poder que en el nosotros
se comparte y se adjudica a cada uno de los miembros y el amor con el que se amasa
unifica y experiencia el grupo constitutivo del nosotros. Es verdad que en ese largo y
difícil itinerario habrá problemas personales no resueltos que lo dificulten: dependencias
y contradependencias, luchas de poder, intimismos y contraintimismos, etc., es decir,
que acudimos al nosotros con problemas no resueltos que necesitan una solución
madura para que el resultante de la interacción de varias personas sean también fruto
maduro y pleno.

Ejercicios: nosotros

1. Después de la preparación corporal, cuando encuentres un nivel de relajación


adecuado, deja fluir tu memoria y recuerda algún nosotros que hayas vivenciado en
tu historia. Recréalo visualizando, poniéndole rostros nombres, palabras y date
cuenta de cómo te sentías en ese nosotros. Se trataba de un nosotros uterino,
envolvente o de un nosotros madurante, respetuoso de tu libertad, escuchador de tu
palabra. ¿Qué te aportó ese nosotros? ¿Cómo creciste en él?
2. Cae en la cuenta relajadamente de tus necesidades, las que concretan y precisamente
te empujan hacia el nosotros. Observa también si, de verdad, deseas constituir, en
alguna área de tu existencia un auténtico nosotros. Date cuenta de las dificultades,

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pero confía en la motivación emanada de tus propias necesidades y deseos para, tal
vez, proponerte buscarlo o crearlo.
3. Intuye relajadamente cuánto podrías aportar a un nosotros. Hazte consciente de que
tu riqueza y recursos personales no se agotan, posiblemente, en la vida tal como la
tienes estructurada. ¿Cuál sería tu palabra, tu auténtica aportación a un nosotros?
¿Tu inteligencia, tu capacidad de análisis... tu energía integradora y amasadora de
diversidades personales que respeta la identidad de cada uno..., tu habilidad para
motivar, para proyectar acciones que realicen tareas gratificantes para nosotros y
útiles para los demás?

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