Los Derechos de La Mujer en El Derecho Internacional
Los Derechos de La Mujer en El Derecho Internacional
Los Derechos de La Mujer en El Derecho Internacional
Sección ESTUDIOS
© 2011 Asociación de Profesores
de Derecho Internacional y
Relaciones Internacionales
ISSN: 0034-9380, vol. LXIII/2
Madrid, julio-diciembre 2011 págs. 87-121
1. CONSIDERACIONES PREVIAS
1
Conviene advertir que en este trabajo se utilizará de manera indistinta los términos sexo o gé-
nero. No obstante, somos conscientes de que su significación es diferente e incluso han llegado a ser
términos antagónicos en el pensamiento feminista contemporáneo. Así, se ha dicho, en particular, que
«la aparición del concepto de género permitió asociar a la noción de sexo los atributos psicológicos,
actividades, roles y estatus sociales culturalmente asignados a cada categoría de sexo. La distinción en-
tre el sexo y el género muestra que el concepto de sexo no es tan explicativo como se había pretendido
significativamente más pobre, menos educado y con una salud más precaria,
así como el menos representado en la toma de decisiones políticas, sociales,
económicas y culturales 4.
Por tanto, cumplido ya el decimoquinto aniversario de la celebración en
Pekín de la renombrada IV Conferencia Mundial de la Mujer, de su Declara-
ción y Plataforma de Acción, y a cinco años vista de la fecha prevista para la
consecución de los Objetivos del Milenio —el tercero y el quinto se refieren a
cuestiones de género concretas— 5, parece claro que la promoción de la igual-
dad entre los sexos y la autonomía de la mujer no es una empresa fácil. Ade-
más, de un tiempo a esta parte, proliferan las llamadas discriminaciones en-
trecruzadas, que, en síntesis, son aquellas que combinan la discriminación por
razón de género con otros aspectos de la identidad de la mujer y la relación
que aquella mantiene con su comunidad: color, edad, clase, casta, etnia, iden-
tidad sexual, nacionalidad o situación de inmigrante, refugiada, etcétera 6.
Ciertamente, si en Occidente la lucha por alcanzar la igualdad entre los
sexos, que costó e implicó a varias generaciones, ha dado ya muchos de sus
frutos, sin embargo, la tarea está aún lejos de haber concluido: así, la imagen
de la eurodiputada Licia Ronzulli con su recién nacido en brazos acudien-
do a votar a una sesión plenaria del Parlamento Europeo, en septiembre de
2010 —coincidiendo con la presentación de la Estrategia Europea sobre la
Igualdad entre Hombres y Mujeres para el próximo lustro—, se convierte, de
nuevo, en un símbolo de la dificultad que afrontan las mujeres para conciliar
su vida laboral con la familiar 7. Por otra parte, conviene tener presente que
en los países del llamado primer mundo, España incluida, el aislamiento y la
marginación los padecen ahora, con mayor intensidad, las mujeres que per-
tenecen a las distintas comunidades de inmigrantes residentes en ellos 8. En
otros puntos del planeta, por desgracia, se aprueban y aplican leyes que dis-
criminan explícitamente a la mujer en amplias parcelas de la vida, con base
en las diferencias culturales y religiosas 9. Lejos de caer en un argumento que
podría rayar el simplismo, puesto que el debate en este punto es muchísimo
4
Disponible en http://unstats.un.org/unsd/demographic/products/Worldswomen/WW2010pub.htm.
En general, sobre los derechos de la mujer puede visitarse Women Watch, la pasarela en Internet de la
ONU sobre el Adelanto y Potenciación de la Mujer, disponible en http://www.un.org/womenwatch.
5
El tercero se refiere expresamente a la promoción de la igualdad entre los géneros y la autonomía
de la mujer y el quinto a mejorar la salud materna. No obstante, los seis objetivos restantes comportan
también una dimensión de género.
6
Sobre este tema véase, por todos, Afshar, H., y Maynard, M. (eds.), The Dynamics of «race» and
gender. Some feminist interventions, Londres, Taylor & Francis, 1994.
7
Publicada, entre otros, en El País de 23 de septiembre de 2010. Extraída de http://www.elpais.com.
8
Véase, en España, el reportaje «¿Toleramos el machismo si es musulmán?», publicado en El País
Sociedad, el 3 de marzo de 2010.
9
En el editorial del núm. 130, junio-agosto de 2009, de Política Exterior titulado «La protesta de
las mujeres. Irán después del 12 de junio de 2009», se pone de manifiesto claramente cómo la protesta
contra el régimen clerical es, en buena parte, la protesta de las mujeres. Un país en el que el 53 por 100
de los titulados y el 60 por 100 de la población universitaria está integrada por mujeres, existen leyes
civiles que permiten que el testimonio de la mujer ante un tribunal valga la mitad que el del hombre y
que los malos tratos que padece una mujer casada no sean motivo de divorcio mientras que el varón
puede obtener fácilmente el divorcio incluso sin avisar a su mujer.
10
Nos referimos al desafío que el multiculturalismo representa para la defensa de la universalidad
de los derechos. Véase, por todos, De Lucas, J., El desafío de las fronteras. Derechos humanos y xeno-
fobia frente a una sociedad plural, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1994. También, dentro del pensa-
miento feminista se defienden teorías que enfatizan las diferencias.
11
Bhikhu Parekh responde con elocuencia a la cuestión de cómo debería decidir una sociedad
multicultural qué valores y prácticas de sus minorías tolera y dentro de qué límites, en Parekh, B.,
Repensando el multiculturalismo, Madrid, Istmo, 2005, especialmente en las pp. 389-432.
12
Cabe, simplemente, dejar apuntado aquí que la Comisión de Derechos Humanos ha sido di-
suelta y sustituida, el 15 de marzo de 2006, por el Consejo de Derechos Humanos, creado mediante la
Resolución 60/251 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
13
Glendon, M. A., A world made new: Eleanor Roosevelt and the Universal Declaration of Human
Rights, Nueva York, Random House, 2001.
14
En los inicios, los redactores de la Declaración habían abogado por la expresión «todos los hom-
bres nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Véanse algunos comentarios, a este respecto, en
Morsink, J., «Women’s rights in the Universal Declaration», Human Rights Quarterly, vol. 13, núm. 2,
1991, pp. 229-256.
15
Los primeros textos de Derechos Humanos en el marco nacional se remontan a siglos atrás: así,
la Petition of Rights de 1628, el Habeas Corpus Act de 1679 y la Bill of Rights de 1689 en Inglaterra. En
la época del pensamiento ilustrado se elaboraron la Bill of Rights de Virginia de 1776 en Estados Uni-
dos y la Déclaration des Droits de L’homme et du Citoyen de 1789 en Francia. Conviene no olvidar que,
en la práctica, los derechos allí reconocidos eran otorgados sólo al ciudadano varón, adulto, blanco y
propietario. De ahí que en 1791 la francesa Olympe de Gouges —a la que aguardaba la guillotina—
respondiera a esta última con su Déclaration des Droits de la Femme et de la Citoyenne. Y en 1792, la
británica Mary Wollstonecraft publicaba su manifiesto feminista en defensa de los derechos de la mujer
(Vindication of the Rights of Women). Para más detalle sobre la evolución del papel de la mujer a lo
largo de la Historia y en diversos países (incluida España) puede verse Bensadon, N., Les droits de la
femme. Des origines a nos jours, 3.ª ed., París, Presses Universitaires de France, 1990. En el debate filo-
sófico, autores ilustrados como Diderot, Voltaire o D’Alembert se mostraron partidarios de la inclusión
de las mujeres en los derechos de ciudadanía, a diferencia de Kant o Rousseau, quienes defendieron
la exclusión de las mujeres del ámbito de lo público. Véase, en la doctrina española, Sánchez Muñoz,
C., «Feminismo y ciudadanía» en Díaz, E., y Colomer, J. L. (eds.), Estado, justicia, derechos, Madrid,
Alianza Editorial, 2002, pp. 347-370.
16
Sobre la teoría feminista del Derecho internacional, Pablo Martín ha escrito, recientemente,
que «a pesar de que aparente tratarse de una teoría parcial más por su alcance explicativo que por su
ambición (mucho más amplia), creo que su crítica es, sin embargo, central», Martín Rodríguez, P. J.,
Los paradigmas del Derecho internacional. Ensayo interparadigmático sobre la comprensión científica del
Derecho internacional, Granada, Editorial Universidad de Granada, 2008, p. 82. Un artículo que revisa
las principales tendencias feministas en la teorización actual en Relaciones internacionales puede verse
en Salomón, M., «La teoría de las relaciones internacionales en los albores del siglo xxi: Diálogo, disi-
dencia, aproximaciones», en Revista Electrónica de Estudios Internacionales, núm. 4, 2002. Disponible
en http: www.reei.org.
17
Charlesworth, H.; Chinkin, C., y Wright, S., «Feminist Approaches to international law», Ame
rican Journal of International Law, vol. 85, núm. 4, 1991, pp. 613-645.
18
Charlesworth, H., y Chinkin, C.: The boundaries of International law: A feminist analysis, Man-
chester, Manchester University Press, 2000.
19
Por ejemplo, en Charlesworth, H., «Feminist Ambivalence about International Law», Inter-
national Legal Theory, vol. 11, 2005, pp. 1-7; Charlesworth, H.; Chinkin, C., y Wright, S., «Feminist
Approaches to International Law: Reflections from Another Century», en Buss, D., y Manji, A., Inter-
national Law. Modern Feminist Approaches, Portland, Hart Publishing, 2005, pp. 17-45; Charlesworth,
H., «Taking the gender of rights seriously», en Galligan, B., y Sampford, Ch., Rethinking Human Rights,
Sydney, The Federation Press, 1997, pp. 31-49.
20
Charlesworth, H., y Chinkin, C., The boundaries of International law..., op. cit., nota 18, p. 48.
Otros trabajos han centrado su crítica, particularmente, en el sistema de derechos humanos auspiciado
por Naciones Unidas, denunciando que «there is considerable evidence of sex/gender blindness or myopia
within that system», Byrnes, A., «Women, feminism and International Human Rights Law —Metho
dological myopia, fundamental flaws or meaningful marginalization?: Some current issues», vol. 12,
Australian Yearbook of International Law, 1992, pp. 205-240, en p. 212.
21
Cook, R. J., «State Responsability for Violations of Women’s Human Rights», Harvard Human
Rights Journal, vol. 7, 1994, pp. 125-177, en p. 128.
22
A día de hoy siete de los 150 Jefes de Estado elegidos en el mundo son mujeres y sólo 11 de los
192 Jefes de Gobierno existentes, según publica The World’s Women 2010: Trends and Statistics, doc. cit.,
nota 4. A esta información habría que añadir la elección como Presidenta de Brasil de Dilma Rousseff,
el pasado 1 de noviembre de 2010. De otro lado, hasta 1995 no fue elegida la primera Juez de la Corte
Internacional de Justicia (Judge Rosalyn Higgins) y a 1 de noviembre de 2010, quince años después,
hay sólo dos mujeres de entre los 15 miembros que componen dicha Corte. Por su parte, a 1 de noviem-
bre de 2010, sólo cinco jueces de los 27 que conforman el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
son mujeres. Sólo el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y la Corte Penal Internacional parecen
aspirar a una representación equitativa, y quizás en el futuro paritaria, entre hombres y mujeres. Par-
ticularmente, véase el Dictamen consultivo del TEDH, de 12 de febrero de 2008, sobre la equiparación
contra Afganistán, sin embargo, la actitud de los Estados árabes aliados hacia
la mujer, excluida de la vida pública en países como Arabia Saudí o Kuwait,
no parece ser para la primera potencia mundial un problema que deba con-
cernir a la comunidad internacional 27.
Visto el problema desde otra perspectiva, a juicio de las autoras, la ausen-
cia de voces femeninas en las estructuras de poder y en la toma de decisiones
que se adoptaron tras los atentados terroristas del 11-S «refleja la global in-
frarrepresentación de las mujeres en la vida pública», tanto en Estados Uni-
dos como en el Reino Unido y otros Estados árabes aliados (Arabia Saudí,
Sudán y Paquistán son citados) con los que se mantuvieron y estrecharon, en
esa época, importantes relaciones diplomáticas. La propia Condoleezza Rice,
que por aquel entonces asumía la responsabilidad del Consejo de Seguridad
Nacional de los Estados Unidos, al parecer, jugó un papel poco relevante en
la respuesta ante los atentados y en la guerra que se inició, por el mismo mo-
tivo, contra Afganistán 28.
Otro sector de la doctrina ha reprochado, igualmente, que hayamos teni-
do que esperar a la Sentencia Akayesu del Tribunal Penal Internacional para
Ruanda, recaída el 2 de septiembre de 1998, para encontrar una definición
precisa de violación y agresión sexual en el plano jurídico internacional 29; un
concepto que acaso tendría que haberse formulado en la Primera Conferen-
cia de Paz de La Haya de 1899, habida cuenta la prevalencia de tal conducta
como táctica organizada de guerra cien años atrás 30. Más aún, como vere-
mos, el IV Convenio de Ginebra de 1949 sobre la Protección de la Población
Civil, concibe, de forma un tanto anacrónica y desfasada, la violación y otros
actos de violencia sexual cometidos contra mujeres como atentados contra su
honor, y sin visos de revisión y actualización. A esto hay que añadir que du-
rante cierto tiempo y en determinados ámbitos, la violencia ejercida contra
la mujer, en cualquiera de sus expresiones, no se ha contemplado como una
conducta comprendida en el concepto de tortura 31.
En otro orden de cuestiones, Laura Reanda ha destacado que la respues-
ta internacional a la posición de la mujer suele plantear un dilema estra-
27
Charlesworth, H., y Chinkin, C., «Sex, gender, and September», en American Journal of Interna-
tional Law, Editorial Comment, vol. 96, núm. 3, 2002, pp. 600-605, en p. 603.
28
Ibid., p. 601.
29
The Prosecutor Versus Jean-Paul Akayesu, Case núm. ICRT 96-4-T, 2 september 1998, párrs. 596
y 687. Según este Tribunal la violación «es la invasion física de naturaleza sexual, cometida en una
persona bajo circunstancias coercitivas». Conviene tener presente que el 17 de junio de 1997, el Tribu-
nal permitió al fiscal modificar su denuncia para incluir los cargos de violencia sexual. Finalmente, el
Tribunal encontró culpable a J.-P. Akayesu de los cargos de genocidio e incitación al genocidio; también
se le encontró culpable de crímenes de lesa humanidad como exterminio, asesinato, tortura, violación
sexual y otros actos.
30
En este sentido, Fellmeth, A. X., «Feminism and International Law: Theory, Methodology, and
Substantive Reform», Human Rights Quarterly, vol. 22, núm. 3, 2000, pp. 658-733, p. 701. De la misma
opinion es Anker, D. E., «Refugee Law, Gender, and the Human Rights Paradigm», Harvard Human
Rights Journal, vol. 15, primavera 2002, pp. 133-154, en la p. 141.
31
En este mismo sentido, Anker, D. E., «Refugee Law, Gender, and the Human Rights Paradigm»,
op. cit., nota 30, pp. 141-142.
32
Véase, ampliamente, Reanda, L., «Human Rights and Women’s Rights: the United Nations Ap-
proach», Human Rights Quarterly, núm. 2, 1981, pp. 11-31.
33
En la doctrina española, un análisis actual de la formación del movimiento feminista y de sus
principales reivindicaciones puede verse en el trabajo de Rodríguez Palop, M. E.; Rey Pérez, J. L., y
Trimiño Velásques, C., «La lucha por los derechos de las mujeres en el siglo xix. Escenarios, teorías,
movimientos y acciones relevantes en el ámbito angloamericano», en Peces-Barba Martínez, G. et al.
(dir.), Historia de los derechos fundamentales, t. III, Siglo XIX, vol. 1, libro II, Madrid, Dykinson, 2007,
pp. 1165 y ss.
34
Para más detalle, consúltese Sánchez Muñoz, C., «Feminismo y ciudadanía», op. cit., nota 15.
35
De entre los países fundadores, y por orden cronológico, solamente Nueva Zelanda, Australia,
Dinamarca y Reino Unido otorgaban el derecho de voto a las mujeres. Con toda razón algún autor
apunta que dado que en algunos países, como Suiza, las mujeres no obtuvieron el derecho de voto
hasta 1970 «sería un error pensar que Occidente tiene una tradición de respeto de los derechos de las
mujeres. Como en la mayoría de las tradiciones culturales y religiosas, Occidente tiene su propia histo-
ria de discriminaciones y maltrato contra la mujer». Talbott, W. J., Which Rights should be universal,
Oxford University Press, 2005, pp. 87-112, en p. 89.
36
En particular, se trataba de los arts. 7.3 y 23.a) y c).
37
Art. 427.7, ubicado en la Sección II relativa a los Principios Generales de la Organización.
38
Entre los que cabría citar los siguientes: el Convenio internacional de 4 de mayo de 1910 para la
represión de la trata de blancas, el Convenio internacional de 30 de septiembre de 1921 para la repre-
sión de la trata de mujeres y niños o el Convenio internacional de 11 de octubre de 1933 para la re
presión de la trata de mujeres mayores de edad.
39
Tanto uno como otro fueron objeto de revisiones sucesivas en las décadas siguientes. Concreta-
mente, en materia de protección de la maternidad rige, en la actualidad, el Convenio núm. 183 adop-
tado en el año 2000, y en materia de trabajo nocturno, se acordó en 1990 el Convenio núm. 171 que
protege a todos los trabajadores, hombres y mujeres, que desempeñan este tipo de empleo. Véanse,
ampliamente, en La mujer y el Derecho internacional: Conferencias internacionales. Organización inter-
nacional del trabajo, México, PNUD, UNIFEM, 2004.
40
En un sentido similar, Gaer, F. D., «And Never the Twain shall meet? The Struggle to establish
women’s rights as international human rights», en Lockwood, C. E. et al. (ed.), The International Hu-
man Rights of Women. Instruments of Change, Washington, American Bar Association, 1998, pp. 1-89,
en especial p. 5.
41
En concreto, Paz Andrés distingue claramente dos fases en la actividad internacional dirigida
a la protección de los derechos de la mujer, una anterior y otra posterior a la creación de Naciones
Unidas. Andrés Sáenz de Santa María, P., «La mujer desde la perspectiva del Derecho internacional pú-
blico», en Álvarez Medina, I. et al. (eds.): Mujer e Investigación, Universidad de Oviedo, 1995, pp. 87-97.
42
Conviene advertir, siguiendo a alguna autora, que el hecho de que la fórmula «la igualdad de
derechos de hombres y mujeres» lograra imponerse a la expresión «la igualdad entre los hombres»,
prevista en un primer borrador, se debió más a la presión ejercida por los movimientos y organizacio-
nes de mujeres que a la actuación del escaso número de mujeres que participaron en las delegaciones
gubernamentales, pues sólo 11 de los 51 Estados originarios contaba con mujeres en sus representacio-
nes. Bunch, C., «Women and Gender», en Weiss, T. G., y Daws, S., The Oxford Handbook on the United
Nations, Oxford University Press, 2007, pp. 496-497.
43
Aparte de la referida disposición, hay que tener en cuenta los arts. 1.3, 13 y 76.c) de la Carta de
San Francisco.
44
Sobre esta cuestión véase Buergenthal, T., «International Human Rights in an Historical Per-
spective», en Symonides, J., Human Rights: Concept and Standards, París, Aldershot, Ashgate, Unesco,
2000, pp. 3-30.
45
Lo cual, como ha defendido Pastor Ridruejo, no puede considerarse como una manifestación de
la fragmentación o ruptura de la disciplina, Pastor Ridruejo, J. A., «Droit International et droit inter-
national des droits de l’homme-Unité ou fragmentation?», en Droits de l’homme, démocratie et Etat de
droit. Liber Amicorum Luzius Wildhaber, Baden-Baden, Nomos Verlagsgessellchaft, 2007, pp. 537-549,
en p. 549.
46
Centrándonos, particularmente, en la protección de la infancia, en 1919 se había creado el Co-
mité de Protección de la Infancia por la Sociedad de Naciones y el punto de partida del desarrollo
internacional de la protección de los derechos del niño lo constituye la Declaración de los Derechos
del Niño adoptada por la Sociedad de Naciones en 1924, sobre la que volvió a pronunciarse en 1934.
En el marco de las Naciones Unidas, se creó en 1946 el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF), y se adoptó por la Asamblea General, el 20 de noviembre de 1959, la Declaración de los
Derechos del Niño, compuesta de diez grandes principios, que amplía y complementa la adoptada en
el seno de la Sociedad de Naciones.
47
Véase Reanda, L., «Human Rights and Women’s Rights: the United Nations Approach», op. cit.,
nota 32. Añadamos que otros instrumentos especiales de Naciones Unidas en materia de derechos hu-
manos hoy contemplan, también, el principio de igualdad entre el hombre y la mujer, o la prohibición
de discriminación de sexo en el disfrute de los derechos que reconocen. Sirvan como ejemplos, el art. 3
de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, de 13 de diciembre de 2006; el
art. 1.1 de la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores
Migratorios y de sus Familias, de 18 de diciembre de 1990, y el art. 29 de la Convención sobre los Dere-
chos del Niño, de 20 de noviembre de 1989. En el plano regional, tanto la Convención Europea de Dere-
chos Humanos de 1950 (art. 14), la Convención Interamericana de Derechos Humanos de 1969 (art. 1),
como la Carta Africana sobre los Derechos Humanos y de los Pueblos de 1981 (art. 2), consagran el
principio de prohibición de toda discriminación que tenga un origen en el sexo. A mayor abundamien-
to, el sistema africano de derechos humanos, se ha completado con un Protocolo sobre los derechos
de la mujer en África, en vigor desde 2005. Es evidente, por último, que la Unión Europea (UE) está
totalmente comprometida con la igualdad de trato entre mujeres y hombres y, por consiguiente, con la
lucha contra la discriminación por razón de sexo, en tanto que valor fundamental de la construcción
europea y condición necesaria para la consecución de los objetivos de este proceso (art. 2 del TFUE y
arts. 21 y 23 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE).
48
El texto de este elenco de acuerdos puede consultarse en http://www.un.org/womenwatch/direc-
tory/instruments_treaties_1003.htm.
49
Tan sólo un año antes, el 7 de marzo de 1966, se había firmado en Nueva York la Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial.
50
La Segunda Conferencia Mundial de la Mujer tuvo lugar en 1980 en Copenhague; la tercera en
1985 en Nairobi y la cuarta, y más conocida, en Pekín en 1995. Estas Conferencias suelen clausurarse
con la aprobación de una Declaración y un Plan de Acción, en el que se recogen las principales propues-
tas y medidas que deben ser ejecutadas en los años venideros.
51
Conviene tener presente que el 1 de enero de 2011 ha entrado en funciones la Entidad de Na-
ciones Unidas para la Igualdad entre los Géneros y el Empoderamiento de la Mujer, conocida popu-
larmente como ONU Mujeres, aprobada por la Resolución 64/289 de la AG, de 2 de julio de 2010. Esta
entidad, que fusionará las tres unidades arriba citadas más la Oficina del Asesor Especial en Cuestión
de Género y Adelanto de la Mujer (OSAGI), constituye un eslabón más de la reforma del sistema de
Naciones Unidas y será dirigida por la chilena Michelle Bachelet.
52
El texto está disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/e1cedaw_sp.htm. Un co-
mentario de la misma puede verse en Gómez Isa, F., «La convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra la mujer y su protocolo facultativo», en la obra que dirige La protec-
ción internacional de los derechos humanos en los albores del siglo XXI, Bilbao, Universidad de Deusto,
2004, pp. 279-308.
53
En algunos trabajos se apunta que extender la prohibición de discriminación a la esfera pri-
vada puede conllevar posibles contradicciones con otros derechos como los culturales o religiosos.
Engle, K., «International human rights and feminism: when discourses meet», Michigan Journal of
International Law, vol. 13, 1991-1992, pp. 517-610, en especial pp. 524-529.
54
Se trata de la esfera política y pública, con respecto a la nacionalidad, en la esfera de la educa-
ción, en la del empleo, en la de la salud, en la vida económica y social, en la esfera civil y en todos los
asuntos relacionados con el matrimonio y las relaciones familiares.
55
El estado de la cuestión y el debate en el interior de Estados Unidos puede verse en Rudyk, A., «A
rising tide: the transformation of sex discrimination into gender discrimination and its impact on law
enforcement», The International Journal of Human Rights, vol. 14, núm. 2, 2010, pp. 189-214.
56
En la doctrina, hay algún trabajo que demuestra en qué medida los círculos y fuerzas conser-
vadoras de las anteriores Administraciones estadounidenses, musulmanes y cristianos han hecho coa-
lición en el seno de las Naciones Unidas para oponerse a la plena igualdad de la mujer. Mayer, A. E.,
«The internationalization of Religious Positions on Human Rights: How Religious Particularisms are
Uniting in a Campaing against Women’s International Human Rights», en Eisgruber, Ch. L., y Sajó, A.
(eds.), Global Justice and the Bulwark of Localism: Human Rights in Context, Leiden, Boston, Martinus
Nijhoff Publishers, 2005, pp. 223-255.
57
Puede verse mi trabajo sobre estos aspectos de la subjetividad internacional de la Santa Sede en
«La Santa Sede, la Unión Europea y el Consejo de Europa», en Martín, M. M.; Salido, M., y Vázquez
García-Peñuela, J. M. (eds.), Iglesia Católica y relaciones internacionales, Granada, Comares, 2008,
pp. 249-263.
58
A título comparativo, el art. 20 de la Convención para la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial es mucho más cauteloso al establecer, en el párr. 2.º, que no se aceptará ningu-
na reserva incompatible con el objeto y el propósito de la citada Convención, ni se permitirá ninguna
reserva que pueda inhibir el funcionamiento de cualquiera de los órganos establecidos en virtud de la
presente Convención. Se considerará que una reserva es incompatible o inhibitoria si, por lo menos, las
dos terceras partes de los Estados partes en la Convención formulan objeciones a la misma. Por otra
parte, el art. 29.2 de la Convención objeto de estudio contiene una cláusula que permite formular reser-
vas al mecanismo de solución de las controversias que contempla su párrafo primero. Un exhaustivo
análisis sobre las reservas puede verse en Riquelme Cortado, R., Lagunas y ambigüedades del Régimen
de Viena, Murcia, Universidad de Murcia, 2004.
59
Un interesante ensayo en este sentido puede verse en Neuwirth, J., «Inequality Before the Law:
Holding States Accountable for Sex Discriminatory Laws Under the Convention on the Elimination of
All Forms of Discrimination Against Women and Through the Beijing Platform for Action», Harvard
Human Rights Journal, vol. 18, 2005, pp. 19-54.
60
Véase, sobre estos extremos, Clark, B., «The Vienna Convention reservations regime and the
Convention on Discrimination against Women», American Journal of International Law, vol. 85, núm. 2,
1991, pp. 281-321.
el objeto y fin del tratado, y, sin embargo, terminan declarando que la obje-
ción no impide la entrada en vigor de la Convención en las relaciones con el
Estado reservante 61.
Donde sí se puede afirmar que se ha producido algún progreso que conso-
lida la posición de esta Convención en el sistema universal de protección de
los derechos humanos es en el plano del seguimiento y control. En un primer
momento, el mecanismo de control del cumplimiento por parte de los Esta-
dos partes de las obligaciones contraídas en virtud de la Convención estaba
basado, tan sólo, en la elaboración de informes periódicos dirigidos, cada
cuatro años, al Comité para el examen de las medidas legislativas, judiciales,
administrativas o de otra índole que aquellos adoptan en sus respectivos or-
denamientos internos 62. Lamentablemente, estos informes no promueven la
autocrítica, de modo que los Estados se limitan, en su mayoría, a reproducir
las disposiciones constitucionales o legales en la materia. Por lo demás, hay
un retraso considerable en el examen de los informes y de Estados deudores
de la presentación de los mismos (¡casi un tercio de los Estados partes en
la Convención!), lo que constituye un obstáculo para la aplicación plena y
efectiva de la mencionada Convención. Es más, se da la circunstancia de que
algunos Estados ni siquiera se han preocupado de presentar sus informes
iniciales, como es el caso de Afganistán, Qatar, Brunei, República Central
Africana, Montenegro o Mónaco 63.
Afortunadamente, este exiguo sistema de control se ha fortalecido, en bue-
na medida, con la firma del Protocolo Facultativo a la Convención, aprobado
por la Asamblea General en su Resolución 54/4, de 6 de octubre de 1999, y
cuya entrada en vigor tuvo lugar el 22 de diciembre de 2000. Este flamante
Protocolo, a semejanza de otros instrumentos internacionales de derechos
humanos, incorpora un sistema de control basado en la presentación al Co-
mité de denuncias individuales por personas o grupos de personas que se
hallen bajo la jurisdicción del Estado parte y que aleguen ser víctimas de
una violación por ese Estado parte de cualquiera de los derechos enunciados
en la Convención 64. En tanto que la adhesión al Protocolo es opcional, en la
61
Baste, como ejemplo, la Resolución de 16 de febrero de 2010 de la Secretaría General Técnica,
relativa a la objeción de España a las reservas formuladas por Qatar en el momento de la adhesión al
Convenio de 1979. BOE núm. 53 de 2 de marzo de 2010, p. 20274. En otro orden de ideas, el Estado
español mantiene sobre la Convención la declaración relativa a sus disposiciones constitucionales en
materia de sucesión a la Corona que, como se sabe, mantiene la preferencia del varón. La pertinente
reforma constitucional al respecto tendría que llevar aparejada inexorablemente la retirada de tal de-
claración sobre la Convención. Así lo ha sugerido, una vez más, el Comité para la Eliminación de la
Discriminación para la Mujer en las Observaciones hechas al hilo del sexto informe periódico presen-
tado por España. CEDAW/C/ESP/CO/6, de 7 de agosto de 2009.
62
Sobre el sistema de control basado en exámenes periódicos dirigidos a órganos formados por
expertos independientes puede verse Villán Durán, C., «La protección de los derechos humanos en el
sistema de las Naciones Unidas», Jueces para la Democracia, núm. 24, 1994, pp. 71-88.
63
Todas estos hechos quedan reflejados en el documento Status of submission of reports by States
parties under article 18 of the Convention, CEDAW/C/2011/48/2, de 2 de diciembre de 2010.
64
Véanse, sobre este aspecto, Domínguez Matés, R., «La presentación de comunicaciones indivi-
duales ante el Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer como medio de tutela
de la violencia de género a nivel internacional», Portularia: Revista de Trabajo Social, vol. 4, 2004,
actualidad, sólo 100 de los 186 Estados que han ratificado la Convención de
1979 se han adherido al mismo. De otro lado, el mecanismo de control en él
previsto adquiere un carácter subsidiario con respecto a la utilización pre-
via de los recursos internos de un Estado parte. Por lo demás, las opiniones
que emite el Comité, tras las investigaciones llevadas a cabo en torno a las
denuncias recibidas, son transmitidas a los Estados como meras recomenda-
ciones, de forma que el Estado en cuestión podrá o no tenerlas en cuenta. En
el plano de la práctica, y a pesar de que ha transcurrido ya una década desde
su entrada en vigor, se ha hecho muy poco uso de este sistema de comuni-
caciones individuales; no llegan a la quincena y en tan solo seis asuntos el
Comité ha emitido una decisión sobre el fondo 65. Además, como se ha puesto
hábilmente de relieve, el sistema de denuncias individuales se está utilizando
básicamente contra países del entorno europeo —también contra España— y
no contra Estados donde la igualdad de derechos de las mujeres está mucho
menos garantizada que en Europa 66.
Otra de las funciones atribuidas al Comité por el nuevo Protocolo Facul-
tativo de 1999 es la de poner en marcha, por iniciativa propia, un proceso
de investigación contra un Estado, en caso de recibir información fidedigna
que revele violaciones graves o sistemáticas por ese Estado de los derechos
enunciados en la Convención. Hasta el momento, solamente se ha instruido
y concluido una investigación de estas características sobre México y en rela-
ción con los incidentes de secuestros, violaciones y asesinatos de mujeres en
Ciudad Juárez 67. Con todo, y a pesar de que el art. 17 prohíbe simple y llana-
mente la formulación de reservas, sin embargo, en el art. 10 sí se contempla
el derecho de un Estado a negar esta competencia investigadora del Comité:
así lo han hecho Bangladesh, Belice, Colombia y Cuba 68.
pp. 67-78; Tomuschat, C., Human Rights. Between Idealism and Realism, Oxford University Press, 2008,
p. 207.
65
Pueden consultarse en http://www2.ohchr.org/english/law/jurisprudence.htm.
66
Así lo ha señalado Murdoch, J., «Unfulfilled Expectations: the Optional Protocol to the Conven-
tion on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women», European Human Right Law
Review, núm. 1, 2010, pp. 26-46. En las pp. 42 y ss., este mismo autor expone que en estos casos las
supuestas víctimas disponen, además, de una duplicidad o multiplicidad de mecanismos de protección,
tanto en el ámbito universal (Comité de Derechos Humanos, Comisión de la Condición Jurídica de la
Mujer) como en el regional (TEDH), lo que permite escoger el foro más ventajoso (forum shopping).
También ha demostrado cómo sobre casos similares, que no idénticos, pueden encontrarse decisiones
coincidentes y otras disidentes en los distintos sistemas de protección.
67
CEDAW/C/2005/OP.8/MEXICO, de 27 de enero de 2005. Informe de México producido por el
Comité para la eliminación de la Discriminación contra la Mujer bajo el art. 8 del Protocolo Facultativo
de la Convención y respuesta del Gobierno de México.
68
También se prevé expresamente la denuncia del Protocolo por un Estado parte, en el art. 19,
aunque salvaguardando todas aquellas actuaciones que se estén llevando a cabo en el marco de cual-
quier comunicación presentada o cualquier investigación ya iniciada antes de la fecha de efectividad
de la denuncia.
69
Sirvan como ejemplos, el caso de las violaciones de 110.000 berlinesas por los soldados ru-
sos en la Segunda Guerra Mundial, las miles de mujeres convertidas en esclavas sexuales por los
militares japoneses durante la misma guerra, o las violaciones de 200.000 mujeres bengalíes por
los soldados paquistaníes durante la independencia. En el marco de regímenes dictatoriales, se han
constatado las violaciones que sufrieron miles de mujeres durante los años de represión política que
acometieron las dictaduras de Chile, Argentina y Uruguay. Véase, a este respecto, Henderson, C. W.,
«The political repression of women», Human Rights Quarterly, vol. 26, núm. 4, 2004, pp. 1028-1049,
pp. 1029 y 1032.
70
Sobre este concepto Maqueda Abreu ha escrito que «la violencia contra las mujeres no es una
cuestión biológica ni doméstica sino de género. Se trata de una variable teórica esencial para compren-
der que no es la diferencia entre sexos la razón del antagonismo, que no nos hallamos ante una for-
ma de violencia individual que se ejerce en el ámbito familiar o de pareja por quien ostenta una po-
sición de superioridad física (hombre) sobre el sexo más débil (mujer), sino que es consecuencia de
una situación de discriminación intemporal que tiene su origen en una estructura social de naturaleza
patriarcal». Maqueda Abreu, M. L., «La violencia de género: entre el concepto jurídico y la realidad
social», Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, 2006, núm. 08-02, pp. 1-13, en p. 2.
71
También en 1985, en el contexto de las Estrategias de Nairobi orientadas hacia el futuro para el
adelanto de la mujer, se reconoció que la violencia contra la mujer constituía un obstáculo no sólo para
el logro de la igualdad sino también del desarrollo y la paz. Véase, ampliamente, Rodríguez Manzano,
I., Mujeres y Naciones Unidas: igualdad, desarrollo y paz, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2008.
72
En este punto, conviene tener en cuenta, además, el Protocolo para prevenir, reprimir y sancio-
nar la Trata de Personas especialmente mujeres y niños, rubricado en Nueva York el 15 de noviembre
de 2000, que entró en vigor de forma general y para España el 23 de diciembre de 2003. Este Protocolo
se erige como el instrumento de ámbito universal para combatir la trata de personas y, a su vez, cons-
tituye un complemento de la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada
Transnacional de 2000.
73
Esta apreciación concuerda con lo dispuesto años después en la Observación General núm. 28
del Comité de Derechos Humanos sobre La igualdad de derechos entre hombres y mujeres (art. 3), adop-
tada en el 68.º periodo de sesiones (2000), en cuyo párr. 5 se señala que «los Estados partes deben
cerciorarse de que no se utilicen las actitudes tradicionales, históricas, religiosas o culturales como
pretexto para justificar la vulneración del derecho de la mujer a la igualdad ante la ley y al disfrute en
condiciones de igualdad de todos los derechos previstos en el Pacto de Derechos Civiles y Políticos».
En la doctrina, esta cuestión ha sido objeto de un tratamiento más extenso en Anderson, K., «Violence
against Women: State responsibilities in international human rights law to address harmful “masculi-
nities”», Netherlands Quarterly of Human Rights, vol. 26, núm. 2, 2008, pp. 173-197.
74
La Declaración y el Programa de acción de Viena se encuentran recogidos en el documento
A/CONF157/23, de 12 de julio de 1993. Los contenidos recogidos en ambos textos en materia de vio-
lencia contra la mujer han sido valorados por Mertus, J., y Goldberg, P., «A perspective on women
and international human rights after the Vienna Declaration: the inside/outside construct», New York
University Journal of International Law and Politics, vol. 26, 1994, pp. 201-233.
75
A/RES/48/104. Desde el punto de vista sectorial, la Asamblea General aprobó la Resolución
49/165, de 23 de febrero de 1995, sobre violencia contra las mujeres trabajadoras migrantes.
76
Por lo que se refiere a los actos de violencia concretos, conviene tener presente que dicho artícu
lo no establece una relación ni exhaustiva ni cerrada de los mismos, a saber: los actos de violencia
física, sexual y psicológica, inclusive los malos tratos, la violación, el abuso sexual y, en particular, el
abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido,
la mutilación genital femenina y otras prácticas nocivas para la mujer, la violencia relacionada con la
explotación, el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros
lugares, la trata de mujeres y la prostitución forzada. En efecto, en otros muchos documentos de Na-
ciones Unidas se consideran, además, actos de violencia sexista la selección prenatal del feto y abortos
de fetos de sexo femenino, los embarazos forzosos, el infanticidio de niñas, la quema de viudas, la
esterilización forzada o el matrimonio precoz.
Charlesworth, H., y Chinkin, C., The boundaries of International law..., op. cit., nota 18, p. 73.
77
similar se extrae de la lectura de las pp. 75 y 76 de la obra de Charlesworth, H., y Chinkin, C., The
boundaries of International law..., op. cit., nota 18.
79
Para más detalle sobre sus actividades y funciones puede consultarse http://www2.ohchr.org/
spanish/issues/women/rapporteur/index.htm.
80
En este sentido, Sanz Caballero, S., «Mujer, violencia y seropositividad: la vulnerabilidad en
estado puro. Estudio de la interrelación entre la violencia contra la mujer y el VIH/SIDA desde la pers-
pectiva de Naciones Unidas», en Ferrer Lloret, J., y Sanz Caballero, S. (eds.), Protección de personas
y grupos vulnerables. Especial referencia al Derecho internacional y europeo, Valencia, Tirant lo Blanch,
2008, pp. 15-30, en p. 16.
81
A/HRC/4/34, de 17 de enero de 2007.
82
E/CN.4/2006/61, de 20 de enero de 2006.
83
Apartado 15 del Informe citado en nota anterior. Para un análisis de Derecho comparado véase
Machado Ruiz, M. D., «La perspectiva de género en Derecho comparado», en Laurenzo Copello, P.
(coord.), La violencia de género en la Ley. Reflexiones sobre veinte años de experiencia en España, Madrid,
Dykinson, 2010, pp. 39-90.
84
En España, el número de mujeres que ha perdido la vida a manos de sus parejas o exparejas
masculinas ascendió en 2009 a 55 según el Informe sobre víctimas mortales de la violencia de género en el
ámbito de la pareja o expareja 2009, elaborado por el Observatorio sobre Violencia Doméstica. Informe
disponible en http://www.observatorioviolencia.org. Conviene aclarar, no obstante, que en nuestro país
el carácter integral de la Ley 1/2004 contra la violencia de género, justifica la incorporación de todo
un Título de medidas de prevención, sensibilización y detención, particularmente en los ámbitos de la
educación, de la publicidad y comunicación, y sanitarios.
cia contra la mujer que se deriva de la Convención citada, como de hacer valer
el derecho de la mujer a pedir reparación de sus derechos humanos. De he-
cho, es significativo que la mayoría de las denuncias individuales en las que el
Comité se ha pronunciado sobre el fondo del asunto versan sobre actos de vio-
lencia de género. La Comunicación núm. 2/2003, en el asunto A. T. c. Hungría,
es ilustrativa en este sentido. Se trataba de una Comunicación presentada por
una ciudadana húngara contra su Estado, aquejada de actos sistemáticos de
violencia de género y atentados contra su integridad física y mental y la de sus
hijos (uno con lesión cerebral grave) por parte de su compañero sentimental y
padre de los niños. En su opinión, emitida el 26 de enero de 2005, este órgano
manifestó que Hungría no había otorgado una protección real y efectiva a
esta ciudadana, en la medida en que no existía una condena firme contra el
maltratador, y ni tan siquiera había adoptado medidas de carácter preventivo
frente al maltrato; como tampoco garantizó a esta ciudadana una asistencia
económica y legal adecuada, ni proporcionó un hogar digno para ella y sus
hijos 85. Como se observa, la inobservancia de la norma de la diligencia debida
está cuando menos implícita en la opinión del Comité.
Es indiscutible que Naciones Unidas ha reafirmado hasta la saciedad su
compromiso para la eliminación definitiva de todas las situaciones de violen-
cia contra la mujer: lo ha hecho en el Programa de Acción del Cairo de 1994,
en la Declaración y la Plataforma de Acción de Pekín de 1995, en la Resolución
de la AG 61/143, de 30 de enero de 2007, sobre intensificación de los esfuerzos
para eliminar todas las formas de violencia contra la mujer y, más reciente-
mente, en la campaña de sensibilización, «únete para poner fin a la violencia
contra la mujer» emprendida, por el actual Secretario General de las Naciones
Unidas en 2008 86. A pesar de que se recurre con demasiada frecuencia a ins-
trumentos que integran el soft law, desprovistos de fuerza obligatoria, lo cierto
es que a través de los mismos, al menos, se mantiene vivo un debate sobre esta
cuestión en el seno de la comunidad internacional 87, y podrían constituir una
buena base para la celebración, en años venideros, de un tratado internacio-
nal de ámbito universal que proscriba todas las formas de violencia contra las
85
También en su opinión de 29 de agosto de 2006 sobre la Comunicación núm. 4/2004 manifestó
que la esterilización forzada a la que fue sometida una ciudadana húngara de origen romaní, sin su
consentimiento pleno e informado, por el personal médico de un hospital húngaro debía considerarse
una privación de su capacidad de procrear contraria a la Convención de 1979. Por otra parte, en las opi-
niones formuladas por el Comité, a propósito de la presentación de las comunicaciones núms. 5/2005 y
6/2005, de 6 de agosto y 10 de octubre de 2007, respectivamente, manifestó que el Estado parte, Austria
en estos casos, no procedió con la debida diligencia para proteger a dos ciudadanas que habían resulta-
do ser víctimas mortales de violencia doméstica, dejando sin efecto los derechos humanos a la vida y a la
integridad física y mental de dichas mujeres. Por el contrario, el 12 de junio de 2007, el Comité ha inad-
mitido una comunicación, la núm. 10/2005, presentada por una solicitante de asilo pakistaní, residente
en Reino Unido que alega temer por su vida a manos de su exmarido en Pakistán, sobre la base de que
no se han agotado aún todas las vías de recurso que pone a su disposición el Derecho interno británico.
Todas estas opiniones pueden encontrarse en http://www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/index.html.
86
Disponible en http://www.un.org/es/women/endviolence/index.shtml.
87
«These are of course “soft” methods of enforcement, but they nevertheless serve to enhance to con-
tinued visibility of the instrument», han apuntado Charlesworth, H., y Chinkin, C., The boundaries of
International law..., op. cit., nota 18, en p. 75.
88
Meyer, M. K., «Negotiating International Norms: The Inter-American Commission of Women
and the Convention on Violence Against Women», Aggressive Behavior, vol. 24, 1998, pp. 135-146.
89
Por contra, en el seno de la UE, con mayores y serias dificultades de orden político y técnico ha
tropezado la Euroorden de Protección de Víctimas de la Violencia, con especial atención a las de géne-
ro, impulsada desde el último semestre de presidencia española. Y es que, pese a contar con el respaldo
mayoritario del Parlamento Europeo, está perdiendo apoyos por parte de los Estados miembros —Rei-
no Unido, Alemania y ahora Holanda, por ejemplo— y se ha topado nada menos que con la oposición
de la comisaria europea de justicia (El Mundo, de 1 de diciembre de 2010. Disponible en http://www.
elmundo.es). Ciertamente, hay diferencias jurídicas en la protección que confieren los distintos Estados
de la UE, no sólo de naturaleza conceptual, sino también, en el carácter civil o penal del sistema de
protección, o en las distintas autoridades que pueden dictar las órdenes de protección.
90
Sentencia de 28 de octubre de 1998. A modo de resumen, el Tribunal dictaminó en los párrs. 115
y 116, que las autoridades tenían una obligación positiva de tomar medidas de orden preventivo para
proteger al individuo cuya vida está amenazada por actuaciones criminales ajenas, si bien hay que
interpretar esta obligación de forma que no imponga a las autoridades una carga insoportable o ex-
cesiva.
91
Caso González y otras («Campo Algodonero») c. México, Serie C, núm. 205, principalmente en
párr. 280. Disponible en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.doc. En lo que sí
ha vacilado, por el contrario, es en calificar como tortura la violencia perpetrada contra la mujer en el
ámbito privado, en la medida en que resulta harto difícil demostrar que un Estado pueda ser responsa-
ble de una conducta calificada por tortura frente a actos de particulares.
92
Véase, por todos, Chinkin, C., «Rape and Sexual Abuse of Women in International Law», European
Journal of International Law, 1994, núm. 3, pp. 326-341. Aunque en una proporción menor, también los
hombres y los niños son víctimas de agresiones sexuales en el marco de un conflicto armado. Véase Si-
vakumaran, S., «Lost in translation: UN Responses to sexual violence against men and boy in situations
of armed conflict», International Review of the Red Cross, vol. 92, núm. 877, 2010, pp. 259-277.
93
MacKinnon, C. A., «Crímenes de guerra, crímenes de paz», en Shute, S., y Hurley, S. (eds.), De
los derechos humanos. Las Conferencias Oxford Amnesty 1993, trad. de H. Valencia Villa, Madrid, Trotta,
1998, pp. 87-115, p. 95. Sobre la problemática que suscita la sumisión de las misiones de paz al Derecho
internacional humanitario puede verse Segura Serrano, A., El Derecho internacional humanitario y las
operaciones para el mantenimiento de la paz, Madrid, Plaza y Valdés, 2007.
94
Tremendamente estremecedora pero sumamente clarificadora es la narración que hace C. Mac-
Kinnon del alcance de las violaciones de mujeres en el marco del conflicto yugoslavo: «Como todas
las violaciones, éstas son a la vez particulares y genéricas, y la particularidad cuenta. Se trata de una
violación étnica como una política oficial de guerra [...]. Se trata de una violación por orden superior:
no fuera de control, sino bajo control. Se trata de violación hasta la muerte y la masacre, para matar
o hacer que las víctimas prefieran estar muertas. Se trata de la violación como instrumento de exilio
forzoso, para obligar a abandonar el hogar y no regresar jamás. [...] Esto es violación como tortura y
como exterminio [...]. Se trata de la violación como una política de conquista e integración étnica, de
anexión y expansión, de adquisición de una nación por otra, de colonización de los cuerpos de las mu-
jeres como colonización de la cultura que simbolizan y encarnan, al igual que el territorio que ocupan
[...]», MacKinnon, C. A., «Crímenes de guerra, crímenes de paz», ibid., pp. 94-95.
95
Véase, ampliamente, Gardam, J., «La mujer, los derechos humanos y el Derecho internacional
humanitario» Revista Internacional de la Cruz Roja, núm. 47, 1998, pp. 453-467. En este mismo sentido,
que las disposiciones que se ocupan de definir los actos de violencia sexual,
particularmente la violación y la prostitución forzada, no consiguen apreciar
el verdadero alcance y la gravedad de tales crímenes, ya que los conciben
como meras afrentas al honor en lugar de considerarlos infracciones graves
del derecho de la guerra 96, por lo que aparentan situar la reprobación de tales
conductas básicamente en el terreno de la moral.
En el seno de Naciones Unidas, durante el último cuarto de siglo, ha que-
dado patente la exigencia de proteger a la mujer en situaciones de conflicto
armado. Es ilustrativa, a estos efectos, la Declaración sobre la Protección
de la Mujer y el Niño en Estados de Emergencia y en Conflictos Armados,
si bien en la misma no encontramos referencias explícitas a los delitos de
naturaleza sexual 97. El compromiso más claro en lo que respecta a la vio-
lencia sexual ejercida contra mujeres y niños en los conflictos armados lo
hallamos, en los últimos tiempos, en la Resolución 1820 del Consejo de Segu-
ridad, de 19 de junio de 2008 98. En ella, aparte de propugnar el avance en las
estrategias de prevención, este órgano «expresa su disposición [...] a adoptar,
cuando sea necesario, medidas apropiadas para hacer frente a la violencia
generalizada o sistemática», en tanto que esta última puede constituir un
impedimento para el restablecimiento de la paz y la seguridad internacio-
nales. Con ello, se está legitimando, incluso, el recurso al ius ad bellum 99. El
nombramiento de una Representante Especial del Secretario General sobre
la violencia sexual en los conflictos, por mor de la Resolución 1888, de 30 de
septiembre de 2009, supone un complemento de las previsiones anteriores,
que acaban de ser confirmadas en la Resolución 1690, de 16 de diciembre de
2010. A esto se añade una política de tolerancia cero en lo tocante a los abusos
cometidos por los miembros de las operaciones de paz y la entonación del
mea culpa cuando las fuerzas de mantenimiento de la paz no han estado a la
altura de las circunstancias 100.
véase el Informe del Secretario General a la Asamblea General de las Naciones Unidas, Nosotros los pue-
blos: la función de las Naciones Unidas en el siglo XXI, de 27 de marzo de 2000, A/54/2000, párr. 210.
96
En efecto, se trata fundamentalmente del art. 27 de este Convenio que recoge la protección espe-
cial que el Derecho internacional humanitario confiere a las mujeres en caso de atentado a su honor y,
en particular, «contra la violación, la prostitución forzada y todo atentado a su pudor». Esta expresión
se reproduce prácticamente en el art. 76.1 del Protocolo Adicional I a los Convenios de Ginebra relativo
a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales, de 8 de junio de 1977. Para
más detalle puede verse Ojinaga Ruiz, M. R., «La prohibición y criminalización en Derecho internacio-
nal de las violencias sexuales contra mujeres civiles en conflictos armados», Boletín de la Facultad de
Derecho, núm. 19, 2002, pp. 199-265, particularmente pp. 210-216.
97
Proclamada por la Asamblea General en su Resolución 3318 (XXIX), de 14 de diciembre de
1974.
98
Véase Tachou-Sipowo, A. G., «The Security Council on women in war: between peacebuilding and
humanitarian protection», International Review of the Red Cross, vol. 92, núm. 877, 2010, pp. 197-219.
99
Algún trabajo analiza el «lado oscuro» que algunas intervenciones por razones humanitarias
han tenido para los derechos de las mujeres. Godec, S. T., «Between rhetoric and reality: exploring
the impact of military humanitarian intervention upon sexual violence. Post-conflict sex traficking in
Kosovo», International Review of the Red Cross, vol. 92, núm. 877, 2010, pp. 235-258.
100
Recientemente, Naciones Unidas ha asumido su negligencia al no atajar las violaciones de
mujeres en Congo cometidas por grupos armados entre julio y agosto de 2010. Disponible en http://
www.elpais.com.
101
Los Tribunales Penales Internacionales en relación con los hechos acaecidos en la ex-Yugos-
lavia y en Ruanda fueron creados por sendas Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas: Res. 808 (1993), de 22 de febrero y Res. 827 (1993), de 25 de mayo, respectivamente. Sin
embargo, el Tribunal Especial para Sierra Leona fue creado por un acuerdo alcanzado entre Naciones
Unidas y el Gobierno de Sierra Leona, según lo previsto en la Resolución del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas 1315 (2000), de 14 de agosto de 2000. Por lo que se refiere a nuestro objeto de
estudio y en relación con los dos primeros Tribunales, véase Freeman, M. A., «International Institutions
and Gendered Justice», Journal of International Affairs, núm. 2, 1999, pp. 513-532.
102
En el art. 5 del Estatuto del TPI para la ex-Yugoslavia y en el art. 3 del Estatuto del TPI para
Ruanda figura la violación entre los crímenes contra la humanidad; el 4 del Estatuto del TPI para Ruan-
da contempla, además, a la violación como una vulneración del art. 3 común a las Convenciones de
Ginebra y del Protocolo Adicional II. Del lado de la jurisprudencia, aparte de la Sentencia Akayesu del
TPI para Ruanda, ya citada, conviene invocar los asuntos Tadic, Celebici, Furundzija y Foca enjuiciados
por el TPI para la antigua Yugoslavia. Una exposición más detallada de tales causas puede verse en
Claire de Than, B. A., y Edwin Shorts, M. A., International Criminal Law and Human Rights, Londres,
Sweet & Maxwell, 2003, especialmente en las pp. 344-383.
103
Zorrilla, M., La Corte Penal Internacional ante el crimen de violencia sexual, Bilbao, Universi-
dad de Deusto, 2005.
104
El art. 8.2.d)vi relaciona estos mismos actos aunque para el caso de un conflicto armado no
internacional.
genocidio del art. 6, siempre que concurra un dolus specialis, esto es, la in-
tención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso como tal 105.
De esta guisa, el Estatuto de Roma constituye el primer instrumento inter-
nacional de naturaleza convencional que ha incorporado una definición del
vocablo género, aunque para muchos en términos muy restrictivos 106. Justa-
mente, en el art. 7.3 se dice que «a los efectos del presente Estatuto se entende-
rá que el término «género» se refiere a los dos sexos, masculino y femenino, en
el contexto de la sociedad. El término «género» no tendrá más acepción que la
que antecede». Una definición de género como la transcrita, basada fundamen-
talmente en diferencias biológicas, puede suponer una regresión, de manera
que sólo puede encontrar una explicación en la búsqueda por aunar los inte-
reses de los movimientos de mujeres que durante los trabajos preparatorios
defendieron con insistencia que figurase tal definición en dicho Estatuto y las
reservas que, sobre el particular, manifestaron algunas delegaciones —como
la Santa Sede y el grupo de Estados islámicos—, con el propósito de que no se
incluyera la homosexualidad 107. Con mayor precisión, y con una clara finali-
dad antiabortista, se ha descrito el embarazo forzado en el art. 7.1.h) 108.
Otra importante dimensión de género la encontramos en las normas re-
lativas a la composición y funcionamiento de la Corte. Por lo que se refiere
a la composición, tanto en la selección de los magistrados por los Estados
parte [art. 36.8.a)iii], como en la selección de los funcionarios por el fiscal y
el Secretario (art. 44.2 por remisión expresa al art. 36.8), se ha debido tener
en cuenta inexorablemente «una representación equilibrada de hombres y
mujeres». Esta exigencia no ha tenido por qué cumplirse, sin embargo, con
respecto al nombramiento del fiscal y secretarios del Tribunal. Además, entre
los magistrados —se entiende, por remisión, que también entre los funciona-
rios— debe haber juristas especializados en cuestiones específicas que inclu-
yan, entre otros, la violencia contra las mujeres y los niños [art. 36.8.b)]. El
fiscal tiene la obligación, a su vez, de nombrar asesores jurídicos especialistas
105
Así se dijo en la Sentencia Akayesu, que fue la primera condena internacional por genocidio.
Más recientemente, lo ha corroborado el Tribunal Internacional de Justicia, en la Sentencia de 27 de
febrero de 2007, sobre la Convención contra el Genocidio (Bosnia and Herzegovina c. Serbia and Mon-
tenegro), párr. 278.
106
El primer borrador de 1994 no contuvo el término género. Véase un examen de las negocia-
ciones en este sentido en Oosterverld, V., «The definition of “Gender” in the Roma Statute of the Inter-
national Criminal Court: A step forward or back for International Criminal Justice?», Harvard Human
Rights Journal, vol. 18, 2005, pp. 55-84.
107
Véanse más explicaciones en las pp. 83 y 84 del trabajo citado en la nota anterior.
108
En virtud del cual se entenderá por tal «el confinamiento ilícito de una mujer a la que se ha
dejado embarazada por la fuerza, con la intención de modificar la composición étnica de una pobla-
ción o de cometer violaciones graves del Derecho internacional. En modo alguno se entenderá que
esta definición afecta a las normas de Derecho interno relativas al embarazo». Como se ha escrito,
la prostitución forzada y el embarazo forzado entran dentro de una descripción moderna del crimen
de lesa humanidad, en virtud del papel que juegan en la política de represión contra las poblaciones
civiles. Cassesse, A., «The Statute of International Criminal Court: Some Preliminary Reflections», en
The Human Dimension of International Law. Selected Papers Antonio Cassesse, Oxford University Press,
2008, pp. 499-527.
109
El Fiscal c. Germain Katanga et Mathieu Ngudjolo Chui (la situación en la República del Congo),
ICC-01/04-01/07, dos exdirigentes de grupos armados a quienes se les imputan siete cargos por críme-
nes de guerra, entre otros delitos de esclavitud y violaciones, y tres cargos correspondientes a crímenes
de lesa humanidad, entre ellos, delitos de esclavitud y violaciones. En el asunto El Fiscal c. Jean-Pierre
Bemba (situación de la República Centroafricana), ICC-01/05-01/08, al ex Presidente y Comandante en
Jefe del Movimiento para la Liberación del Congo se le imputan tres cargos por crímenes de guerra,
entre ellos, violaciones, y dos cargos por crímenes de lesa humanidad, entre ellos violaciones. En el
asunto El Fiscal c. Omar Hassan Ahmad Al Bashir [la situación en Sudán (Darfur)], ICC-02/05-01/09,
al Presidente del Sudán se le imputan cinco cargos correspondientes a crímenes de lesa humanidad,
entre ellos, violaciones. El 31 de marzo de 2010, la Sala de Cuestiones Preliminares II autorizó al
fiscal a emprender una investigación de los presuntos crímenes de lesa humanidad cometidos entre
el 1 de junio de 2005 y el 26 de noviembre de 2009 en Kenia, entre los que se registran centenares de
violaciones. Véase, el Sexto Informe de la Corte Penal Internacional sobre sus actividades en 2009/2010,
transmitido a la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 19 de agosto de 2010, A/65/313. Para más
información sobre tales asuntos, véase la página en Internet de la CPI, http://www.icc-cpi.int/Menus/
ICC/Situations+and+Cases.
110
Y, lo que es aún peor, con las reticencias de ciertos Estados de la comunidad internacional a rati-
ficar el Estatuto de la Corte o a cooperar sin ambages con dichos Tribunales. Así, ni los Estados Unidos
ni China han ratificado el Estatuto de la Corte Penal Internacional. Por otro lado, durante algún tiempo
Serbia se ha resistido a ofrecer una cooperación leal e incondicional al Tribunal Penal Internacional
para la antigua Yugoslavia, lo que le ha podido costar su candidatura de ingreso en la Unión Europea.
111
Charlesworth, H., «Not Waving but Drowning: Gender Mainstreaming an Human Rights in
the United Nations», Harvard Human Rights Journal, vol. 18, 2005, pp. 1-18.
112
Nos referimos a las Resoluciones del Consejo de Seguridad 1612 (2005), 1674 (2006), 1820
(2008), 1882 (2009), 1888 (2009) y 1889 (2009).
113
Algunas críticas a la Resolución pueden encontrarse en Barrow, A., «UN Security Council Re
solutions 1325 and 1820: constructing gender in armed conflict and international humanitarian law»,
International Review of the Road Cross, vol. 92, núm. 877, 2010, pp. 221-234.
114
Informe del Secretario General, La Mujer y la Paz y la Seguridad, S/2010/498, de 28 de septiem-
bre de 2010.
revela que sólo 19 de los 192 Estados miembros de Naciones Unidas —entre
los que se encuentra España—, han elaborado los respectivos planes nacio-
nales de acción a este propósito 115. Por ahora, los avances son tan discretos
que permiten concluir que esta Resolución aporta, esencialmente, un valor
simbólico.
4. REFLEXIONES FINALES
115
Tanto el Plan Nacional español como el I informe de seguimiento se encuentran disponibles en
http://www.maec.es/es/MenuPpal/Asuntos/Polticasigualdaddegenero/Paginas/Políticas%20de%20igual-
dad%20de%20gnero.aspx.
116
Advisory Opinion on the Interpretation of the Convention of 1919 Concerning Employment of
Women during the Night. Citada y comentada en la obra Cook, R. J., y Cusack, S., Gender Sterotyping.
Transnational Legal Perspectives, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 2010, pp. 25-26. No
resulta extraño, pues, que una Sentencia de 13 de marzo de 1997 pronunciada por el entonces Tribunal
de Justicia de las Comunidades Europeas —hoy de la Unión Europea (TJUE)—, condenase a Francia
por mantener en el art. L 203-1 del Code du Travail la prohibición del trabajo nocturno de las mujeres
en la industria, siendo así que no existía una prohibición similar para los hombres (As. C-197/96, Comi-
RESUMEN
ABSTRACT
This article discusses the promotion of equality between women and men and women’s
rights under International Law. First, it focuses on some of the criticisms made of Interna-
tional Law, and its mode of creation, within mainstream feminist scholarship. Subsequent-
ly, the article analyzes the international legal framework, adopted at the universal level,
designed to ensure equality between the sexes. For this purpose, reference is made to both
the general and the specific framework for the protection of women’s rights as provided for
under the rules of the International Law of Human Rights. Particular attention is given to
legal standards aimed at protecting women in times of armed conflict, that is, the rules of
sión de las Comunidades Europeas c. República Francesa, Rec., I-01489). Véase una sentencia anterior
en Roldán Barbero, J., «Una revisión del art. 234 del TCE: la Sentencia “Levy” dictada por el TJCE de
2 de agosto de 1993», RIE, núm. 2, 1994, pp. 481-498.
International Humanitarian Law, and acts of criminal violence perpetrated against women
as defined under International Criminal Law.
Keywords: equality between women and men, women’s rights, gender mainstreaming,
violence against women, international criminal justice.
RÉSUMÉ
Cet article étudie la promotion de l’égalité entre les femmes et les hommes et les droits
des femmes dans le Droit international. D’abord, il met l’accent sur certaines des critiques
formulées sur le Droit international, et son mode de création, par le principal courant de
la pensée féministe. Ensuite, il analyse le cadre juridique international, essentiellement de
portée universelle, conçu pour assurer l’égalité entre les sexes. À cet effet, il est fait réfé-
rence tant au cadre général et spécifique de protection des droits des femmes compris par
les normes du Droit international des Droits de l’Homme qu’aux normes juridiques visant
spécifiquement la protection de la femme en périodes de conflit armé, c’est-à-dire les règles
du Droit international humanitaire, et les normes d’incrimination de la violence du Droit
pénal international.
Mots clés: l’égalité entre les femmes et les hommes, droits de la femme, l’intégration
d’une démarche d’égalité entre les sexes, violence contre les femmes, justice pénale inter-
nationale.