Fiesta de Cristo Rey.2006

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FIESTA DE CRISTO REY. Dn. 7,13-14; Ap. 1, 5-8; Jn 18, 33-37


Tocamos el final del año litúrgico, el cierre de la puesta en escena de Jesús que hemos venido siguiendo domingo a domingo, desde el
adviento pasado, y no podía ser de otra manera: el protagonista termina presentándose como REY DEL UNIVERSO, SEÑOR DE TODA
LA CREACIÓN. Este final sería hermoso, como en las películas, sino fuera por la ironía que tantas y tantas veces hemos visto que
esconden determinadas palabras en el evangelio. Es natural; para los hombres el Rey manda, dirige, exige vasallaje, es poderoso y no se
deja prender, generalmente, sin lucha sangrienta. Y donde digo Rey, digo Presidente o Primer Ministro o el «que más manda», para que
nos entendamos.
Contemplemos la escena y sitiémosla en su contexto. Jesús ya ha sido apresado en el huerto de los olivos, ha sido encadenado, sus
amigos huyeron, y cual enemigo del sistema comienza a ser tratado por unos y por otros como el causante de todos los males que
pudiera tener el pueblo de Israel. Todas las cámaras se centran en él, para reproducirnos en primer plano o en planos más anchos, más
de lo mismo, como en las películas de terror: desprecios, insultos, mentiras, vejaciones, maltratos… ¿hay algún tipo de violencia que no
aparezca en la pasión de Jesús, que no se le infrinja a este hombre?
Y llegamos a nuestra escena, y ahí tenemos la paradoja más grande: a un lado de la escena, Pilato, el representante del rey poderoso por
excelencia, EL CESAR; y al otro lado del rin, Jesús, el que dice llamarse rey de los judíos: una persona demacrada, destrozada física y
moralmente por los golpes e insultos que ya le han hecho desde que fue cogido preso. Pues bien, llegados aquí, ¿les resulta extraña la
doble pregunta de Pilato?: <<¿Eres tú el rey de los judíos?>>>, o la segunda, con más cinismo: <<Con que ¿Tú eres rey?>>. La pregunta
tiene un acento entre sorprendido y socarrón. ¿Cómo iba a ser rey aquella piltrafa de hombre que tiene delante?

 Miren, yo creo que la misma incredulidad que sintió Pilato ante ese Jesús que tenía delante es la que
hoy sentimos mucha gente cuando tenemos que dar testimonio de nuestra fe, o la que otra mucha
siente cuando invitados por otros a dar el paso a la fe en su vida, y preguntando por el Dios en el que
creemos, se le dice, mira, la foto de nuestro Dios es ésta: un hombre clavado en una cruz, y fíjate si
era tonto… que se pasó la vida entre gente impura, que holía mal, que vivía de la mendicidad, gente
de mala fama, y se pasó la vida predicando el amor, diciendo que había que poner la otra mejilla
cuando te dieran en la primera, yendo de un lado a otro, sin casa, sin alforja, como un transeunte, y
que por si esto fuera poco, murió perdonando a los que le mataron.

Llegados a este punto, la pregunta es: ¿Por qué yo tengo que creer en ti? O dicho de otra forma,
¿qué verdad oculta esconde el mensaje de tu vida, de tu reino, que pueda reclamar de mí la
vida entera, echando a perder mi futuro, mi carrera, mi llegar a ser un profesional de altura, o a
ganar mucho dinero, o a ser una persona influyente, o a llevar una vida asentada sobre el bienestar
mío y de los míos?

¿De donde viene este ruido tan misterioso que este Dios crucificado como un ladrón sigue
haciendo en mi vida, yo que me había olvidado de él, yo que no me hace falta para la vida, porque
tengo todo lo que pudiera necesitar (dinero, familia que me quiere, futuro brillante, juventud,
inteligencia y autonomía para labrarme mi futuro, mi propio piso, mi propio sueldo…)? ¿De dónde
viene este ruido? ¿Por qué no puedo acallar en mí la voz de una propuesta, LA QUE ÉL ME
HACE AL OÍDO, que no busca sino sacarme de la burbuja en la que vivo para llevarme más
allá de los poros de mi piel y hacerme ver el rostro de quien sufre, de quien sigue siendo
maltratado, de quien yace enfermo, en la cárcel, por la calle?

¿Qué fuerza y qué poder sobre mi vida puede tener un rey crucificado? Mira, yo creo que
ninguna o toda. Como ante los grandes y decisivos momentos de la vida, solo caben dos opciones:
1. Puedes responder en la forma en que lo hicieron los sumos sacerdotes, los fariseos, los
saduceos, el pueblo judíos, Pilatos, y hasta los discípulos, pues todos huyeron. Puedes
hacer eso, rechazar que en ese rostro real crucificado pueda esconderse alguna
verdad, algún tesoro valioso para tu vida, y sin perder más tiempo, buscar y construir tu
vida en la dirección a la que el mundo te invita: elije la vida, te dice el mundo en el que
vives, no seas tonto, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia, elige un televisor
grande que te cagas, ropa de marca, juergas los fines de semana, vacaciones en verano,
viajar, disfrutar con tus amigos, elige ganar mucho dinero, llegar a ser importante, elige ser
joven, elige vivir, no bien, sino superbien… ELIGE LA VIDA, NO SEAS TONTO.
2. Pero puedes también detenerte, mirar al crucificado, y dejándote traspasar por su
mirada, tratar de descubrir la verdad más profunda de tu vida, una vida en la que más
allá de lo que aparentamos delante de los demás, se hunde muchas veces en el sinsentido,
en la desesperación, en la soledad, en el aburrimiento, en el egoísmo, o simplemente en el
misterio irresoluble del sufrimiento y del dolor… porque siendo una vida, la mía y la
tuya, que tenemos de todo… nos falta quizás los principal: la mirada de ALGUIEN,
CON MAYÚSCULAS, que fijando sus ojos en los nuestros nos llame por nuestro
nombre y nos diga: tú eres precioso a mis ojos, yo te quiero, y te quiero más allá de tus
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errores y equivocaciones, y te quiero en el abandono que estás pasando o en el dolor que lo


hecho en algún momento de tu vida no te deja descansar, y te quiero y estoy contigo en la
enfermedad que te está matando, o en el desprecio que estás padeciendo. Y es más no solo
te quiero y te comprendo, porque yo he pasado por lo que tú estás pasando, sino que quiero,
que ahí, desde la limitación en la que te encuentres, des un salto adelante, salgas de tu
problema y ayudes a otros a llevar la cruz de su vida. No tengas miedo, yo estaré contigo y
convertiré tu debilidad en fuerza irresistible.

PETICIONES
1. Pidamos a Dios por todos los gobernantes de las naciones, que el uso que hagan de su poder sea
para el servicio de los demás, sea para la ayuda de otros y no para el dominio y la explotación.
ROGUEMOS AL SEÑOR.

2. También la iglesia como garante del Reino de Jesús se tiene que sentir interrogada en su forma
de presentarse ante el mundo. Vamos a pedir que lo haga desde el servicio, desde el diálogo y
nunca desde la autoridad y la imposición. ROGUEMOS AL SEÑOR.

3. Ayer se celebraba el día de la mujer maltratada, son muchas las mujeres en el mundo que siguen
sufriendo, como Jesús en su pasión, todo tipo de injurias, maltratos, desprecios y humillaciones.
Pidamos a Dios por todas ellas. Que encuentren en Jesús esa compañía y consuelo y en todos
nosotros una ayuda cercana y eficaz. ROGUEMOS AL SEÑOR.

4. Por cada uno de nosotros para que cada día proyectemos con mayor claridad la imagen de un
Jesús liberado y liberador de todo poder de dominio, de riqueza y de imposición.
ROGUEMOS AL SEÑOR.

SACERDOTE: Dios y padre nuestro que en Jesús te has hecho uno de nosotros y has querido ponerte al
servicio de la humanidad sufriente, haz que comprendamos que esa es nuestra verdadera vocación y que no
tardemos más en ponernos también nosotros al servicio de quienes ocupan el centro de tu corazón: los que más
sufren en este mundo. Por Jesucristo Nuestro Señor.

POESÍA
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Toda la vida de María consiste en aquellas palabras: «Hágase lo que has dicho o según tu palabra».

no es hablar de una perfección humana que se pueda lograr a base de esfuerzo o sacrificio, a base de penitencias o
cilicios, no es querer aparecer ante los demás como alguien sin mancha, impecable, siempre coherente. Mentira,
cuanto más lo intentes más te engañas. Hablar de un corazón así es hablar de algo que sólo dejando que Dios entre
hasta tus entrañas, hasta tu ADN, como el de María, se puede lograr. Es un don de Dios.

Hablar de la bondad de las gentes y de su empeño por hacer de la convivencia de cada día una fiesta permanente de
la paz suena a ingenuidad cuando no a incompetencia. Suponen, los listos, que el prestigio es premio que se
concede a quien sabe destapar alcantarillas y hace que salgan a relucir los hondones de la miseria humana. El mal
es noticia. Aunque nos agradaría que no lo fuera.

La bondad se ha empeñado en ir por otros caminos: los de la sencillez y de la humildad. La fiesta de la


Inmaculada, y toda la riqueza de la fe profunda que en la historia de María se desvela, es como un callado e
incontrovertible alegato en favor de la justicia y del bien. Porque justicia hay que hacer a los que trabajan por la
paz, a los que saben perdonar, a los que dan sin que la otra mano se entere, a los que ayudan a construir esa
ciudad siempre inacabada de un mundo mejor.

nos sentimos atraídos por la limpieza, la frescura, la inocencia y la verdad de aquella mujer en que se hizo realidad
plena esa santidad a la que lo mejor del corazón humano se siente elegido y destinado. Cuando hay en nosotros tanta
ambigüedad, tanto deseo inconfesado, tanta hipocresía y falsedad, tanto barro y miseria..., sentimos la atracción por la
verdad pura de la que fue Inmaculada, Purísima.
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Pero María no sólo fue negativamente inmaculada, la sin-mancha, la sin-pecado. María, como dice la Carta a los
efesios, fue santa e irreprochable en el amor. María fue mucho más que incontaminación, pureza o inocencia. María
fue sobre todo «irreprochable en el amor», y el amor es mucho más que la incontaminación, que la falta de pecado.
Amor es entregarse a uno mismo, es volcar la propia vida en los otros. Si Jesús llega a afirmar que a María no le
habría valido para nada haberle llevado en su vientre, si no hubiese cumplido la voluntad de Dios, creo que también
podemos decir que de nada le hubiese valido haber sido la «sin-mancha», si no hubiese sido irreprochable en el amor,
si no hubiese vivido positivamente todo lo que el amor significa. Por eso el mismo evangelio de la anunciación, que
la llama «llena de gracia», continúa con el relato del viaje apresurado de María a servir y a dar alegría a su prima
Isabel en la montaña de Judea. Eso es ser "irreprochable en el amor".
Podríamos hoy decir que, ya que estamos lejos de la inocencia, de la verdad, de la limpieza de María Inmaculada,
intentemos luchar para imitarla en el amor; un amor que tendrá ciertamente ambigüedades, incoherencias, miserias.
Porque no podemos imitar a las manos inmaculadas y sin mancha que pintaban Murillo o Fra Angelico, pero sí
podemos luchar por vivir en el amor con las manos manchadas de grasa y hollín, de ambigüedad e intereses propios,
abiertas por nuestras resistencias y luchas interiores ante las exigencias del amor. Esa mano puede ser hoy también
nuestra propia mano; una mano no de plata sino manchada de hollín y grasa, que no es santa e irreprochable en el
amor, pero que intenta ser una mano fuerte, una mano amiga, una mano que sirve, una mano que ama.
A este primer evangelio pertenece la mujer, pertenece María: ella es efectivamente la «madre de los vivientes». En
ella la serpiente no tiene parte. A partir de María quedó bien establecido que el ser humano no es sólo un egoísta, él
es y continúa siendo siempre, de una manera traslúcida y transparente, para Dios. Toda la vida de María consiste en
aquellas palabras: «Hágase lo que has dicho o según tu palabra». En esta entrega a la voluntad de Dios, logra el fruto
del árbol de la vida y así supera el gesto de Eva, que se dedicó a aquello que era un placer para la vista (o «hermoso a
la vista») (versículo 6) y que luego se convirtió en el fruto de la muerte. Entre ambos árboles, entre ambos frutos,
entre el ser dominados por el «placer de la vista» y la apertura de la voluntad a la palabra de Dios, nos hallamos
nosotros. La fe significa el ponerse en camino en la dirección de adviento del acechar y del aplastar y hacia el «sí» de
María, y así hacia aquello donde se da el juicio para la salvación y para la vida eterna.

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