5-La Renovación Cristiana
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5-La Renovación Cristiana
EL ESPÍRITU SANTO
Espiritualidad
16 DE MAYO DE 2019
RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA
RAMIRIQUÍ BOYACÁ COLOMBIA
LA RENOVACIÓ N CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO
“Nuevos evangelizadores para una Nueva Evangelizació n: nueva en su ardor, en sus métodos, en
su expresió n”.
Juan Pablo II
Duitama, añ o 2000
PRÓLOGO
“Ha llegado para toda la América Latina la hora de emprender una Nueva Evangelizació n sin
Fronteras”. “La Iglesia se renueva y traza su plan para lanzarse decididamente a una tarea
evangelizadora de dimensiones colosales”.
Juan Pablo II
“Quizá nunca tanto como hoy la tarea confiada a la Iglesia por su fundador, Id pues y haced
discípulos a todas las gentes, (Mt 28, 19. Cf. Mc 16, 15), ha asumido tanta amplitud y urgencia. Mas
que nunca la Iglesia debe hacer suyas las palabras del Apó stol ¡Hay de mi si no predicare el
Evangelio! (1ª Cor 9, 16)”
Juan Pablo II
Evangelizar, ha escrito su Santidad Pablo VI, es una gracia y vocació n propia de la Iglesia, su
identidad má s profunda. (Evangeli Nuntiandi # 14)
“Evangelizar significa para la Iglesia, llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad
y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad. “He aquí que hago
Nuevas todas las cosas”. Pero la verdad es que no hay humanidad nueva, si no hay en primer lugar
hombres nuevos, con la novedad del Bautismo y de la vida segú n el Evangelio. La finalidad de la
Evangelizació n es por consiguiente este camino interior y, si hubiera que resumirlo, en una
palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por su sola fuerza divina del mensaje
que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los
hombres, la actividad en la que ellos está n comprometidos, su vida y ambiente concreto. (Evangeli
Nuntiandi # 18)
Como la Iglesia es toda ella misionera y la obra de la Evangelizació n es deber fundamental del
Pueblo de Dios, el Concilio invita a todos a una profunda renovació n interior, a fin de que, teniendo
viva conciencia de la propia responsabilidad en la difusió n del Evangelio, acepten su participació n
en la obra misionera. (Ad Gentes # 3,5)
Igualmente, los grupos y asociaciones seglares cuyo fin sea el apostolado u otros fines
sobrenaturales, deben fomentar cuidadosamente, segú n su finalidad y cará cter, la formació n para
el apostolado. Muchas veces son ellos el camino ordinario de la necesaria formació n doctrinal,
espiritual y prá ctica. Sus miembros, reunidos en pequeñ os grupos con los compañ eros o amigos,
examinan los métodos y resultados de su acció n apostó lica y confrontan con el Evangelio su
método de vida diaria. (Apostolicam Actuositatem # 30)
El Santo Padre Juan Pablo II, habló sobre: “La necesidad y urgencia de realizar una Nueva
Evangelizació n en todos los miembros de la Iglesia: nueva en su ardor, nueva en sus métodos,
nueva en su expresió n”. “Todos los miembros de la Iglesia debemos tomar conciencia de superar
la antigua evangelizació n: teó rica, masiva, inadecuada, sin continuidad, que no lleva a la
conversió n ni a la madurez; una evangelizació n sin renovació n en el Espíritu Santo”, como dijeron
los pá rrocos y la asamblea del Episcopado Colombiano en el añ o de 1982.
Hablando de la Nueva Evangelizació n al Simposio de los Obispos Europeos, se expresó así el Papa
Juan Pablo II: “Para realizar una obra eficaz de evangelizació n, debemos ir a la fuente del primer
modelo apostó lico. Ese modelo lo contemplamos en el Cená culo: “Los Apóstoles unidos
perseveraban en la oración con María, mientras esperan recibir el Don del Espíritu Santo ”. Solo con
la Efusión del Espíritu Santo comienza la obra de Evangelizació n. El Don del Espíritu es el primer
motor, la fuente primera, el primer impulso de la auténtica evangelizació n. Por eso hay que
comenzar la evangelizació n invocando al Espíritu y buscando en donde sopla el Espíritu. Ciertos
síntomas de este soplo está n presentes hoy ciertamente. Para encontrarlos, sostenerlos y
desarrollarlos, será necesario a veces, abandonar esquemas atrofiados para ir allí donde nace la
vida, allí donde vemos que surgen frutos de vida segú n el Espíritu. Esas fuentes de vida segú n el
Espíritu, esas fuentes de vida, en la línea de las características del primer modelo apostó lico, se
encuentran en general allí donde Cristo y el Amor por Cristo se unen a la conciencia y a la vida de
la Iglesia; allí donde la Iglesia, como María es venerada y acogida como una Madre. La tarea es
grande, pero Dios está con nosotros”.
En ese Espíritu, que es el de Jesú s, se debe realizar la Evangelizació n bajo la acció n del Espíritu del
Señ or porque es el primer Evangelizador y el primer Catequista en la Iglesia. Su Santidad Pablo VI
dijo: “Nunca habrá Evangelizació n posible sin la Acció n del Espíritu Santo”. “Gracias al apoyo del
Espíritu Santo, la Iglesia crece. É l es el Alma de esta Iglesia. É l es quien explica a los fieles el
sentido profundo de las enseñ anzas de Jesú s y su Ministerio. É l es quien hoy igual que en los
comienzos de la Iglesia, actú a en cada Evangelizador que se deja poseer y conducir por É l, y pone
en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que
escucha, para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del Reino anunciado”. (Evangelli
Nuntiandi # 75)
Las técnicas de Evangelizació n son buenas, pero ni las má s perfeccionadas podrían reemplazar la
acció n discreta del Espíritu Santo. La preparació n má s refinada del Evangelizador no consigue
absolutamente nada sin É l. Sin É l, la dialéctica má s convincente es impotente sobre el espíritu de
los hombres. Sin É l los esquemas má s elaborados sobre bases socioló gicas o psicoló gicas se
revelan pronto desprovistos de todo valor.
1- Las personas recibieron la plena Efusió n del Espíritu, “Quedaron todos llenos del Espíritu
Santo”. (Hch 2, 4)
2- Unidos por el Espíritu, formaron una comunidad de fe, de oració n y de amor que será modelo
para todas las épocas de la Iglesia. (Hch 2, 42-47; 4, 32-35)
“En este sentido, un motivo de esperanza es ver multiplicarse en el mundo pequeñ as comunidades
cristianas, diná micas y abiertas que han comprendido la propia responsabilidad, en el anuncio del
Evangelio, prenda y promoció n de un mundo mejor”.
Los temas de este seminario son para la Evangelizació n y formació n de los Nuevos
Evangelizadores y Misioneros de la Iglesia, está n bien fundamentados pastoral y doctrinalmente, y
el contenido corresponde a una eficaz sistematizació n y profundizació n de los fundamentos de la
Renovació n Espiritual Carismá tica, sobre todo desde la Palabra de Dios. Toda la Doctrina está
inspirada en la Sagrada Escritura, en el Magisterio de la Iglesia, en las Encíclicas y Exhortaciones
Apostó licas de los Santos Padres, especialmente la exhortació n apostó lica del Papa Pablo VI “La
Evangelizació n del Mundo Contemporá neo”, en los Documentos del Episcopado Latinoamericano,
en la teología y pastoral de la Renovació n en el Espíritu Santo y la experiencia de Evangelizació n
obtenida por la Escuela de Misioneros Juan Pablo II, después de varios añ os de trabajo en
diferentes parroquias.
Las enseñ anzas aquí reunidas no se dirigen ú nicamente a los miembros de la Renovació n en el
Espíritu Santo, sino a todos aquellos que sienten necesidad de abrir má s libremente su corazó n al
soplo poderoso del Espíritu Santo que hoy invade a la Iglesia.
Preferencialmente van dirigidas para el estudio y reflexió n de cada persona, en particular, para
todos los miembros de la familia, para los servidores e integrantes de los grupos de oració n, para
servidores e integrantes de las comunidades carismá ticas. Principalmente será destinado para la
formació n de nuevos evangelizadores y misioneros de los miembros de la Iglesia.
De la misma manera este estudio servirá para la proclamació n del “Seminario de Renovació n
Cristiana en el Espíritu Santo”, llamado también: Seminario de Iniciació n, de Vida en el Espíritu, de
Vida Nueva, de Evangelizació n Fundamental, o curso de Evangelizació n Inicial.
Quienes reciban este Seminario y sean Renovados en el Espíritu Santo, pueden ser instrumentos
para la formació n de los nuevos Agentes de Pastoral en las diferentes Parroquias. (2 Tim 2, 2)
“Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16, 15).
1- EL AMOR DE DIOS
La Verdadera Sabiduría del hombre consiste en conocer y experimentar a Dios; Padre, Hijo y
Espíritu Santo, que son fuente de amor, felicidad, alegría y paz.
“El Pecado es simultá neamente, ofensa a Dios y ruina para quienes lo cometen” (Santo Tomá s
de Aquino).
“El Pecado del siglo es la pérdida del sentido de pecado” (Pio XII).
“Restablecer el sentido justo del pecado es la primera manera de afrontar la grave crisis
espiritual que afecta al hombre de nuestro tiempo” (Juan Pablo II).
3- JESUCRISTO SALVADOR
Evangelizar no es solamente hablar de Jesú s, sino hacer presente a Jesú s, muerto, resucitado y
glorificado, el mismo ayer, hoy y siempre; Redentor; Salvador de todos los hombres; Liberador;
Sanador; Señ or y Mesías; para poder tener un encuentro personal con É l, una experiencia
inicial de salvació n del Señ orío Mesiá nico de Jesú s, camino que nos lleva al Padre.
El hombre librado por Jesucristo del maligno, del pecado y de todas sus esclavitudes, es
instrumento de liberació n y transformació n de una sociedad, donde reine la justicia, el amor y
la paz, como testigo del Señ or Resucitado.
Lograr que los miembros de la comunidad queden confirmados en la fe de la Iglesia Cató lica.
4- LA CONVERSION AL SEÑ OR
Pero, ante todo, cada uno consigue la salvació n mediante un total cambio interior, que el
Evangelio designa con el nombre de Metanoia, una conversió n radical, una transformació n
profunda de la mente y del corazó n. (Evangelli Nuntiandi # 10. 1ª Sam 10, 6-9).
Propiciar una apertura decisiva hacia la persona del Espíritu Santo, su presencia y su poder.
Reflexionar sobre las principales condiciones que el Señ or nos pide para ser renovados en su
Espíritu (bautizados en su Espíritu).
Aceptar ser renovados en el Espíritu Santo (ser bautizados en el Espíritu Santo) (Hch 1, 4-5. 2,
1-4).
Lograr que los miembros de la comunidad sean conscientes de que ser renovados en el
Espíritu Santo, es solamente el comienzo de una Vida Nueva.
SEMINARIO DE RENOVACIÓN CRISTIANA EN EL ESPÍRITU SANTO
1.3.1 El Santo Padre Juan Pablo II en su carta Encíclica “Dominum Et Vivificatem” habla del
Espíritu Santo como persona distinta del Padre y del Hijo.
“Una característica del texto Joá nico es que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son llamados
claramente personas; la primera es distinta de la segunda y de la tercera, y éstas también lo son
entre sí. Jesú s habla del Espíritu Pará clito usando varias veces el pronombre personal «É l»; y al
mismo tiempo, en todo el discurso de despedida, descubre los lazos que unen recíprocamente al
Padre, al Hijo y al Pará clito. Por tanto, «el Espíritu ... procede del Padre» y el Padre «dará » el
Espíritu. El Padre «enviará » el Espíritu en nombre del Hijo, el Espíritu «dará testimonio» del Hijo.
El Hijo pide al Padre que envíe el Espíritu Pará clito, pero afirma y promete, ademá s, en relació n
con su «partida» a través de la Cruz: «Si me voy, os lo enviaré». Así pues, el Padre envía el Espíritu
Santo con el poder de su paternidad, igual que ha enviado al Hijo, y al mismo tiempo lo envía con
la fuerza de la redenció n realizada por Cristo; en este sentido el Espíritu Santo es enviado también
por el Hijo: «os lo enviaré». (Pá g. # 15-16).
1.3.3 Los Teólogos: A. Wikenhauser y Otto Kuss, hablando del Espíritu Santo y de la
Distinción de Personas en la Trinidad, comentan lo siguiente:
“En los discursos de despedida se habla del Espíritu Santo no como una fuerza divina impersonal,
sino como de una persona distinta del Padre y del Hijo. Lo dice también el nombre mismo de
“Pará clito” con que se lo designa. Que sea distinto del Hijo, resulta evidente de toda una serie de
textos: es el “Otro Pará clito” (Jn 14, 16), es enviado por el Hijo a los discípulos, a fin de que
continú e su obra en la tierra, da testimonio de É l (Jn 15, 26), lo glorifica mediante su acció n (Jn 16,
14). El Espíritu Santo es asimismo distinto del Padre, pues ha salido de É l (Jn 15, 26), y dice lo que
oye al Padre (Jn 16, 13). Sin perjuicio de su indivisible unidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
aparecen como entidades distintas. El misterio de la Santísima Trinidad se encuentra ya presente,
en sus líneas fundamentales en Juan”. (El Evangelio Segú n San Juan. Pá gs. 408-409).
1.3.4 El gran Teólogo del Concilio Vaticano II y profesor de dogma Heribert Muhlen
hablando del Espíritu Santo en el Misterio de la Trinidad, comenta lo siguiente:
“La propiedad personal del Espíritu Santo aparece todavía má s netamente con la doctrina de la
perijó resis de las personas divinas. En la medida en que las procesiones y las relaciones intra-
divinas son el fundamento de la perijó resis, el Espíritu Santo, es una persona, está a la vez en el
Padre y en el Hijo. También el Padre está a la vez en el Hijo y en el Espíritu Santo, y el Hijo está en
el Padre y en el Espíritu Santo, pero es en virtud de la unidad de la naturaleza divina, má s bien que
por las relaciones que constituyen a las personas. En cuanto al Espíritu Santo como persona, está a
la vez y de manera semejante en el Padre y en el Hijo: es una persona en dos personas, y lo es de
un modo propio que no puede ser dicho del Padre ni del Hijo. El Espíritu Santo une al Padre y al
Hijo de tal forma que es numéricamente una sola y misma persona en ambos. He ahí lo que
manifiesta la razó n má s profunda de la distinció n entre Encarnació n e Iglesia, y a la vez el
fundamento trinitario de la formula eclesioló gica fundamental que proponemos. Por lo mismo que
el Espíritu Santo es, en el interior de la Trinidad, una persona en dos personas, se manifiesta en la
economía de la salvació n como ¡Una persona en muchas personas! Su propiedad personal es el de
unir personas, tanto en la vida trinitaria como en la economía de la salvació n. Por otra parte, es un
hecho totalmente de acuerdo con la escritura el designar al Espíritu Santo como el “Nosotros” en
persona. Y por esto, en la historia de la salvació n, es siempre “nuestro Espíritu”; así y solo así se
hace posible el “nosotros” eclesioló gico. Nos contentamos con remitir a lo que antes hemos dicho
sobre este tema. (El Espíritu Santo en la Iglesia. Pá gs. 254-255).
1.4.1 Jesús invita a los Samaritanos y a todos los hombres a conocer el Don de Dios “El
Espíritu Santo”.
“Jesú s le respondió : «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le
habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva»”. (Jn 4, 10).
Santa Catalina de Siena, denominaba al Espíritu Pará clito como el “Gran Desconocido” y también el
teó logo Urs Von Balthasar al llamarlo: “El desconocido que está má s allá de la Palabra”.
“Ha sido tal la discreció n de los cristianos para hablar del Espíritu Santo, o mejor para no hablar de
É l, que muchos ni lo mencionan en su vida, salvo quizá cuando al signarse exclaman: “y del
Espíritu Santo. Amén”. A eso se reduce la neumatología de muchos cristianos, de modo que, para
ellos, se ha dicho con humor, el Espíritu es como “El Pariente Pobre” en la familia trinitaria, el que
nunca se menciona, el que no aparece nunca. Es cierto que É l es “la humildad de Dios, la discreció n
de Dios”, pero no de manera que se convierta en algo periférico, totalmente exterior a nuestros
anhelos y a nuestras preocupaciones.
Los cristianos no podemos convertir al Espíritu de Dios en algo oculto, silencioso, cuando es todo
lo contrario: el viento huracanado, el fuego devorador. No lo podemos reducir a algo episó dico de
nuestra vida, cuando de É l depende nuestro ser y nuestro actuar en el orden de la creació n y en el
de la gracia. Alguien se ha preguntado en que podría variar nuestra vida si por un imposible solo
existieran dos personas divinas, el Padre y el Hijo, y en lugar de la Santísima Trinidad tuviésemos
una divina dualidad. Muchos dirían: “no cambiaría nada”. La respuesta es: “cambiaría en todo”. Eso
lo dicen los místicos y lo vislumbran los teó logos. Cambiaría la realidad profunda de nuestro ser
-en- Dios, y nuestro actuar como creyentes, cualquiera que sea el ministerio que tengamos en la
Iglesia. Cambiaría la vida eclesial y cambiaría la doctrina. Cambiaría el mundo todo, porque É l lo
creó . (Escuela de servidores del Espíritu Santo”. Pá gs. 8-9).
1.4.2 El Espíritu Santo en muchos miembros de la Iglesia es el gran Ignorado, como también
lo fue en la Iglesia Primitiva para los habitantes de Éfeso:
Jn 4, 10.
Hch 19, 1-6.
1.4.3 Muchos miembros de la Iglesia hoy también se resisten a la Persona y a la Acción del
Espíritu Santo como lo fueron los Judíos:
Is 63, 10.
Hch 7, 51.
El gran ausente de la reflexió n teoló gica y de la predicació n ha sido el Espíritu Santo. Es curioso
comprobar có mo en la obra reciente “la teología del siglo XX” el tratado má s corto es dedicado a la
neumatología; só lo cinco pá ginas entre 1300. Quizá la explicació n se encuentre en las dificultades
para hablar de É l, antes aludidas, o a la expresió n del patriarca de Jerusalén, San Cirilo: “Es
peligroso hablar del Espíritu Santo”. “Es cierto que muchos tratados teoló gicos aluden a su ser o a
su obrar (Misterio de Dios, Creació n, Iglesia, Sacramentos, Gracia, et.), pero la reflexió n ha sido
má s implícita que explícita” (Escuela de servidores del Espíritu Santo. Pá g. # 9).
1.4.4 El Santo Padre Pablo VI y los Obispos en el Sínodo de 1974, invitan a todos los
Miembros de la Iglesia a que haya un Estudio Nuevo y un Culto Nuevo del Espíritu Santo:
“A la cristología y especialmente a la eclesiología del Concilio debe suceder un estudio nuevo y un
culto nuevo del Espíritu Santo, justamente como necesario complemento de la doctrina conciliar.
Esperamos que el Señ or nos ayude a ser discípulos y maestros de esta posterior escuela suya;
Jesú s, al abandonar la escena visible de este mundo, ha dejado dos agentes para que se realice su
obra salvadora en el mundo: sus Apó stoles y su Espíritu” (Congar Pá g. 129 y ss).
El Sínodo de los Obispos de 1974, insistiendo mucho sobre el puesto que ocupa el Espíritu Santo
en la evangelizació n, expresó asimismo el deseo de que Pastores y teó logos -y añ adiríamos
también los fieles marcados con el sello del Espíritu en el bautismo- estudien profundamente la
naturaleza y la forma de la acció n del Espíritu Santo en la evangelizació n de hoy día. Este es
también nuestro deseo, al mismo tiempo que exhortamos a todos y cada uno de los
evangelizadores a invocar constantemente con fe y fervor al Espíritu Santo y a dejarse guiar
prudentemente por É l, có mo inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su
actividad evangelizadora. (E.N. # 75).
1.4.5 Reflexionemos las bellas palabras de Mons. Ignacio Hazim acerca del Espíritu Santo:
Concluimos con San Agustín; “El alma es el principio de vida del cuerpo humano, lo mueve, lo hace
crecer, lo lleva a la plenitud, lo sostiene y lo renueva constantemente. Así obra el Espíritu Santo,
alma de la Iglesia”. (El Espíritu Santo en la Iglesia).
En realidad, la Iglesia no puede ser entendida sin la presencia del Espíritu, no puede reducirse a
una sociedad, así sea perfecta y autosuficiente, porque es un sacramento, un signo de la presencia
de Dios entre los hombres, un pueblo de hombres, llamado a ser pueblo de Dios, cuerpo de Jesú s y
templo del Espíritu. (P.O.1.A.G.9).
“Recibisteis un Espíritu de Hijos adoptivos, que nos hace exclamar: Abba, Padre. El Espíritu mismo
se une a nuestro Espíritu mismo se une a nuestro Espíritu para dar testimonio de que somos Hijos
de Dios”. (Rm 8, 15-16).
“La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su hijo que
clama: Abba, Padre. De modo que ya no eres esclavo, sino Hijo”. (Gá l 4, 6-7).
“La imposició n de manos significa que el confirmando entra en contacto personal con la
experiencia inicial de la Iglesia, y que se hace “Visible” por este gesto. La unció n con el Santo
Crisma en la frente indica también la liberació n de miedo falso y del encerramiento interior. La
imposició n de manos y la Unció n en la frente van acompañ ados de las palabras: “Sea sellado con el
Don de Dios, el Espíritu Santo” (Catequesis para la Renovació n Carismá tica. Heribert Muhlen. Pá g.
327-328.
“El Concilio de Florencia, afirma que la materia del Sacramento de la Confirmació n es el Crisma
obtenido con aceite… y bá lsamo, citadas las palabras de los Hechos de los Apó stoles, referentes a
Pedro y Juan, los cuales confirieron el Espíritu Santo con la imposició n de manos (Hch 8, 17),
añ ade: en lugar de aquella imposició n de manos, en la Iglesia se efectuará la Confirmació n”
(Constitució n Apostó lica “Divinae Consortium Naturae” sobre el Sacramento de la Confirmació n).
Pentecostés mismo, no excluyó otras efusiones del Espíritu Santo. (Hch 4, 31): “Acabada la
Oració n, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y
predicaban la Palabra de Dios con valentía”. En el orden Sacramental hay que recordar la Efusió n
de Espíritu que se confiere a través del Sacramento del Orden y la comunicació n de gracia y de
Espíritu que, a su manera, da cada Sacramento”. (P. Salvador Carrillo. Bautismo en el Espíritu
Santo. Pá g. 23-24).
“No, el fuego de Pentecostés no se ha apagado en la Iglesia Viva de Cristo… arde todavía; en todo
acto sacramental y en toda oració n humilde, el “Espíritu Bueno” está presente, y es operante”. (S.S
Pablo VI).
1.7.1 La Sagrada Biblia nos habla de la doble acción del Espíritu Santo:
El Espíritu Santo actú a “En” (Pneuma de los Setenta), y el Espíritu que actú a “Sobre” (Pneuma
Epi).
Encontramos esta distinció n… especialmente en un profeta como Ezequiel… el “Espíritu En” viene
a purificar (Ez 36, 25-27) y dar la vida (Ez 37, 5-10).
El “Espíritu Sobre” empuja bruscamente a alguien para una misió n, a menudo profética, y
acompañ a su venida con signos sensibles (Jl 3, 1-5. Hch 2, 17-18 y 2, 1-4).
El “Espíritu En” que purifica y da la vida, da cuenta atinadamente de la acció n del Espíritu en los
actos iniciales de la vida cristiana (Bautismo y Confirmació n) y en la santificació n del creyente a lo
largo de su vida.
El “Espíritu Sobre” refleja perfectamente la acció n repentina y visible del Espíritu que empuja a
alguien a una misió n: a la que Lucas da el nombre de Bautismo en el Espíritu.
Nota: leemos “En” en Lc 3, 16; Hch 11, 16; “Eis” Gá l 4, 6; “Epi=sobre”. Hch 1, 8; 2, 3, 17; 8, 16-17;
10, 44 ss; 11, 15 ss; 19, 6; 8, 16; 10, 44; se encuentra el verbo “Epipipto=Caer sobre”; Hch 19, 6; la
forma verbal “Elthe=vino”. (Yves Congar. El Espíritu Santo. Pá gs. 402-403).
“Y llegaron al referido collado, y he aquí a su encuentro una compañ ía de profetas: y vino “Sobre”
él el Espíritu del Señ or, y profetizó en medio de “ellos”. (1ª Sam 10, 10).
Otro momento trascendental de la vida de Jesú s, en que el Espíritu Santo actuó fuertemente “sobre
É l” fue durante la teofanía en el Jordá n: “En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y
que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres
mi Hijo amado, en ti me complazco»”. (Mc 1, 1-11).
“El Espíritu desciende de los cielos, de allá donde está el Padre y se posa “sobre” Jesú s y penetra en
É l (Els Avtó v), y lo llena, sí, É l es el retorno mesiá nico anunciado por el profeta Isaías, sobre quien
reposa el Espíritu de Yahvé (Is 11, 1-2), y É l es el siervo de Dios sobre quien es puesto el Espíritu
(Is 42, 1). (Salvador Carrillo. Sed de Dios. Pá g. 21).
“Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel» Y Juan
dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba
sobre É l». Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien
veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo le he
visto y doy testimonio de que ése es el Elegido de Dios”. (Jn 1, 31-34).
La humanidad de Jesú s ha sido ungida por el Espíritu Santo en el Jordá n. Esta verdad es
confirmada por el Magisterio de la Iglesia, por los Santos Padres y la mayoría de los teó logos
cató licos: Símbolo Apostó lico de Epifanio, Encíclica Dominum et Vivificatem, Concilio Vaticano II,
Evangelli Nuntiandi, Constitució n Apostó lica “Divina Consortium Naturae”, así habló el Papa,
también los Santos Padres de la Iglesia: San Ireneo, San Ambrosio, Tertuliano, San Hipó lito, San
Ignacio de Antioquía, San Basilio, San Cirilo de Alejandría, San Juan Crisó stomo, San Jeró nimo,
Santo Tomá s, San Agustín, San Justino.
Cristo resucitado y exaltado a la derecha del Padre, derrama su Espíritu Santo “sobre” los
Apó stoles el día de Pentecostés y después “sobre” todos los que han sido llamados:
Hch 2, 1-4.
Hch 2, 17-18.
Hch 2, 33.
Hch 9, 17.
Hch 11, 15-16.
Hch 19, 1-6.
1.7.4 El Santo Padre Pablo VI habló de la doble forma bajo la cual el Espíritu Santo se
concede a los hombres.
La experiencia de que el prodigio de pentecostés tenga que continuar en la historia de la Iglesia y
del mundo; y esto en la doble forma, bajo la cual el don del Espíritu Santo se concede a los
hombres, para santificarlos en primer lugar (y esta es la forma primaria e indispensable mediante
la cual el hombre se convierte en el objeto del Amor de Dios, “Gratum Faciens”, como dicen los
teó logos), y para enriquecerlos de prerrogativas especiales, que llamamos carismas “gratis data”,
en orden al bien del pró jimo y especialmente de la comunidad de los fieles. (S. Tomá s 1-11; 111, 4.
Pablo VI. El Espíritu Santo animador de la Iglesia Pg. 35).
“Es muy digno de atenció n el hecho de que San Pablo caracterice los Carismas como “Phanerosis
tou Pneumatos” (1ª Cor 12, 7): El Espíritu de Cristo se manifiesta, está presente en los Carismas
(genitivo de sujeto). Los Carismas son de este modo “semeia”, signos de la presencia del Espíritu
de Cristo”. (Espíritu, Carisma, Liberació n. Heribert Muhlen. Pá g. 194).
Santo Tomá s de Aquino lo enseñ a claramente: la misió n del Espíritu Santo se da cuando;
1) Por el aumento de la gracia, cuando alguien es elevado a un nuevo estado de gracia.
2) Por el progreso en la virtud.
3) Por la manifestació n de un Carisma del Espíritu Santo.
Santo Tomá s mismo ofrece los siguientes ejemplos: cuando alguien ardiendo en fervor de caridad
se expone al martirio o renuncia a lo que posee o acomete cualquier otra empresa ardua; o cuando
alguien progresa en el don de los milagros de profecía. (Suma teoló gica I, P, 43 a. 6 ad 2m).
1.7.6 El Santo Padre Pablo VI, habló de las Múltiples Intervenciones del Espíritu Santo.
“Catecismo es esto; fundamental para poseer un concepto exacto de la vida cristiana,
especialmente sobre algunos puntos que hoy parece ú til y obligado recordar, y que nos limitamos
a mencionar: el Espíritu Santo sopla donde quiere, dijo Jesú s en el famoso coloquio con Nicodemo
(Jn 3, 8); por ello, no podemos trazar normas doctrinales y prá cticas exclusivas sobre las
intervenciones del Espíritu Santo en la vida de los hombres; É l puede manifestarse en las formas
má s libres e impensables; “É l juega en el círculo de la tierra” (Pr 8, 31); la hagiografía nos narra
muchas aventuras curiosas y estupendas de la santidad, de las que sabe todo maestro de almas”
(Pablo VI. El Espíritu Santo Animador de la Iglesia. Pá g. 254).
San Gregorio Nacianceno hablando del Espíritu Santo, decía que tenía mil formas de obrar, que era
imposible reducirlo a un solo molde.
¿Qué necesidad, primera y ú ltima, advertimos para esta nuestra Iglesia bendita y querida? ¿Qué
necesita realmente? Lo debemos decir, temblorosos y en oració n, porque es su misterio, es su
vida: es “El Espíritu” el Espíritu Santo, animador y santificador de la Iglesia, su aliento divino, el
viento de sus velas, su principio unificador, su fuente interior de luz y de energía, su apoyo y su
consolador, su manantial de carismas y de cantos, su paz y su gozo, su prenda y preludio de vida
bienaventurada y eterna.
La Iglesia tiene necesidad de un perenne pentecostés, necesita fuego en el corazó n, palabra en los
labios, profecía en la mirada. La Iglesia necesita ser templo del Espíritu Santo, es decir, de total
limpieza y de vida interior; necesita volver a sentir dentro de sí, en nuestra muda vaciedad de
hombres modernos, totalmente introvertidos por el encantamiento de la vida exterior, seductora,
fascinante, que corrompe con lisonjas de falsa felicidad; necesita volver a sentir, decimos, como
sube desde lo profundo de su personalidad intima como un llanto, una poesía, una plegaria, un
himno, esto es la voz orante del Espíritu que, como enseñ a San Pablo, ocupa nuestro lugar y ora en
nosotros y por nosotros “con gemidos inenarrables”, e interpreta las palabras que nosotros solos
no sabríamos dirigir a Dios (Rm 8, 26-27).
¡Hombres de hoy, jó venes, almas consagradas, hermanos en el sacerdocio! ¿Nos escuchá is? La
Iglesia tiene necesidad de esto. Tiene necesidad del Espíritu Santo. Del Espíritu Santo en nosotros,
en cada uno de nosotros, en todos nosotros juntos, en nosotros Iglesia. (Pablo VI. Catequesis 29 de
noviembre de 1972).
“No es que os efectos de pentecostés hayan cesado de ser actuales a lo largo de la historia de la
Iglesia, pero son tan grandes las necesidades y los peligros de este siglo, son tan vastos los
horizontes de una humanidad conducida hacia una coexistencia mundial que luego se ve incapaz
de realizar, que esa humanidad no puede tener salvació n sino en una nueva efusió n del don de
Dios. Venga, pues, el Espíritu creador a renovar la faz de la tierra” Exhortació n Apostó lica
“Gaudete in Domino” del 9-5. 1975 # 7).
El Santo Padre Pablo VI el 19 de mayo de 1975 les decía a los peregrinos del movimiento cató lico
de Renovació n Carismá tica: “Para un mundo así, cada vez má s secularizado, no hay nada má s
necesario que el testimonio de esta “Renovació n Espiritual” que el Espíritu Santo suscita hoy
visiblemente en las regiones y ambientes má s diversos.
Las manifestaciones de esta renovació n son variadas: Comunió n profunda de las almas, contacto
íntimo, oració n a menudo comunitaria donde cada uno expresá ndose libremente, ayuda, sostiene
y fomenta la oració n delos demá s; basado todo en una convicció n personal, derivada no só lo de la
doctrina recibida por la fe, sino también de una cierta experiencia de vivida, a saber, que sin Dios
el hombre nada puede, y que con É l, por el contrario, todo es posible; de allí esa necesidad de
alabarle, darle gracias, celebrar las maravillas que obra por doquier en torno nuestro y en
nosotros mismos.
Entonces, esta renovació n espiritual ¿Có mo no va a ser una “suerte” para la Iglesia y para el
mundo? Y, en este caso, ¿Có mo no adoptar todos los medios para que continú e siéndolo?
1.9.3 El Concilio Vaticano II, es un don de Dios para Renovar la Iglesia, así lo expresó el
Santo Padre Juan XXIII al convocar el Concilio:
“Ante este doble espectá culo, la humanidad sometida a un estado de grave indigencia espiritual, y
la Iglesia de Cristo, pletó rica de vitalidad, ya desde el comienzo de nuestro pontificado al que
subimos, a pesar de nuestra indignidad, por designio de la divina providencia juzgamos que
formaba parte de nuestro deber apostó lico el llamar la atenció n de todos nuestros hijos para que,
con su colaboració n a la Iglesia, se capacite É sta cada vez má s, para solucionar los problemas del
hombre contemporá neo. Por ello, acogiendo como venida de lo alto una voz íntima de nuestro
Espíritu, hemos juzgado que los tiempos estaban ya maduros para ofrecer a la Iglesia Cató lica y al
mundo, el nuevo don de un Concilio Ecuménico, el cual continú e la serie de los “Veinte Grandes
Sínodos” que tanto sirvieron a lo largo de los siglos, para incrementar en el Espíritu de los fieles la
gracia de Dios y el progreso del cristianismo” (Convocatoria del Concilio Vaticano II. 25 de
diciembre de 1961).
1.9.4 ¿Cuáles entre otros fueron los Frutos de la Renovación de la Iglesia por el Concilio
Vaticano II?
Una Renovació n Bíblica, la Renovació n Litú rgica, el Ecumenismo, la Renovació n Misionera, la
Renovació n del Apostolado Seglar, la Renovació n de la Vida Religiosa, la Renovació n del
Pensamiento Social, la Renovació n Jurídica y la Renovació n Carismá tica.
1.9.5 La Renovación en el Espíritu Santo, uno de los frutos del Concilio Vaticano II:
La Renovació n en el Espíritu Santo apareció en la Iglesia cató lica en un momento en que se
comenzaba a buscar caminos para poner en prá ctica la “Renovació n de la Iglesia” querida,
ordenada e inaugurada por el Concilio Vaticano II.
La Renovació n en el Espíritu Santo es, segú n la apreciació n del Cardenal Suenens, como una
segunda gracia de Dios a la Iglesia y al mundo, después de esta primera gracia que fue el Concilio
Vaticano II.
El Concilio fue una gracia pentecostal Eclesial a nivel “Obispos”; la Renovació n es una gracia
pentecostal eclesial a nivel “Grande Comunidad Cristiana”. (Cardenal Suenens. Comunicació n
sobre la Renovació n Carismá tica y la Evangelizació n. Roma 19-22 de abril de 1983).
“Entonces esta “Renovació n Espiritual” ¿Có mo no va a ser una “suerte” para la Iglesia y para el
mundo? Y, en este caso, ¿Có mo no adoptar todos los medios para que continú e siéndolo?” (S.S.
Pablo VI el 19 de mayo de 1975).
La Alianza Nueva que Cristo pactó con su Padre se interioriza por el Espíritu Santo que nos da la
ley de la gracia y de la libertad que É l mismo ha inscrito en nuestros corazones.
El Espíritu Santo es quien cambia a los hombres, transforma sus corazones, obra en ellos un
cambio interior, los hace hombres nuevos, los hace una nueva creació n, y los renueva
constantemente:
1ª Sam 10, 6-9.
Ez 36, 25-27.
2ª Cor 5, 17.
Ef 2, 15.
Ef 4, 22-24.
Ap 21, 5.
Sal 104, 30.
1.10.4 El Espíritu Santo es quien renueva los miembros de una Comunidad Religiosa.
“Las Congregaciones Religiosas se llaman comunidades y deben serlo. ¿Pero cuá l es la realidad?
Muy diversa, sin duda alguna. ¿Cuá ntas religiosas integran verdaderas comunidades de amor? Solo
el Señ or lo sabe. Lo que sí es que cuando las religiosas abrazan la renovació n empiezan a
comprenderse mejor, a amarse má s y a unirse bajo la acció n unificadora del Espíritu.
Todos los ensayos que se han hecho al margen del Espíritu han sido lamentables fracasos. ¡Y
cuantos se han hecho! Só lo el Espíritu Santo fuente de amor, une y forma comunidad cristiana, es
decir en torno a Cristo el centro y el Señ or. Cuando en esa casa religiosa se forma un grupo de
oració n, empiezan a verse los frutos comunitarios. Las relaciones interpersonales mejoran, lo
mismo que la mutua comprensió n de las limitaciones. Se comienza a apreciar de veras el valor y la
necesidad de la comunidad y a emplear los medios requeridos para lograrla y poco a poco se va
formando la comunidad bajo la acció n del Espíritu”. (Renovació n y Comunidad. Pá g. 25).
1.10.5 El Espíritu Santo es quien renueva a los Miembros de una Comunidad Presbiteral.
“El Espíritu Santo obra en las personas, en las má s sencillas como en las que tienen un rango
elevado, y en las comunidades, comenzando por las pequeñ as Iglesias domésticas que son las
familias. Es a É l a quien se debe el despertar de las vocaciones en la Iglesia, vocaciones de
Sacerdotes, de Religiosos, de personas Consagradas, de apó stoles seglares, pero má s generalmente
el despertar de la vida cristiana concebida como una vocació n. Sí, gracias a Dios, asistimos hoy a
un tal despertar, y se recurre má s voluntariamente al Espíritu Santo. De allí la necesidad a este
respecto, de una buena teología, de una sana eclesiología, que muestre el lugar de los carismas en
la unidad de la Iglesia, en unió n con los ministerios instituidos también por el Espíritu, y de una
profunda teología espiritual… la plena unidad de los cristianos no es un acontecimiento que la
razó n humana puede prever: nosotros podemos solamente esperarlo como un don del Espíritu de
Cristo”. (S.S. Juan Pablo II. El 26 de marzo de 1982, para clausurar el Congreso Internacional de
Pneumatología, celebrado en el aula del Sínodo en el Vaticano).
“Toda una serie de documentos pontificios no ha hecho sino poner de manifiesto la necesidad
urgente de que el prodigio de pentecostés continú e con fuerza y con vigor en la historia de la
Iglesia y el mundo. Y, ¡Que otra realidad percibe la renovació n en el Espíritu? Sino es una nueva
efusió n del Espíritu Santo, ¿con todas sus gracias, dones, frutos y carismas? Podemos concluir
pues este capítulo, señ alando que existe una sintonía providencial entre el magisterio de la Iglesia
y la renovació n en el Espíritu Santo”.
“El presbítero es un hombre de Dios. Só lo puede ser profeta en la medida en que haya hecho la
experiencia del Dios vivo. Só lo esta experiencia lo hará portador de una Palabra poderosa para
transformar la vida personal y social de los hombres de acuerdo con el designio del Padre”.
(Puebla # 693).
Todos los Presbíteros está n invitados por el Señ or a recibir la Nueva Efusió n del Espíritu para ser
renovados espiritualmente y tener así la experiencia del Dios Vivo.
A la Nueva Efusió n del Espíritu el día de pentecostés, Jesú s la llama “Bautismo en el Espíritu
Santo”:
Hch 1, 4-5.
Jn 1, 31-34.
Hch 2, 1-4.
Hch 2, 33.
Hch 2, 17-18.
“Cristo resucitado y exaltado a la derecha del Padre derrama su Espíritu Santo sobre los Apó stoles
el día de Pentecostés y después sobre todos los que han sido llamados. La alianza nueva que Cristo
pactó con su Padre se interioriza por el Espíritu Santo, que nos da la ley de gracia y de libertad que
él mismo ha escrito en nuestros corazones. Por eso, la renovació n de los hombres y
consiguientemente de la sociedad dependerá , en primer lugar, de la acció n del Espíritu Santo. Las
leyes y estructuras deberá n ser animadas por el Espíritu que vivifica a los hombres y hace que el
Evangelio se encarne en la historia”. (Puebla 198-199).
1.10.6 El Espíritu Santo es quien hoy está renovando los miembros de la Iglesia.
El Santo Padre Pablo VI en “Evangelli Nuntiandi” ha dicho: “Nosotros vivimos en la Iglesia un
momento privilegiado del Espíritu Santo, por todas partes se trata de conocerlo mejor, tal como lo
revela la escritura. Uno se siente feliz de estar bajo su moció n. Se hace asamblea en torno a É l.
Quiere dejarse conducir por É l” (E.N. # 75).
“Así pues, Pentecostés está aquí, una vez má s; Pentecostés, ¿es permanente? ¿es actual? Sí, es
permanente, es actual. Desearíamos que lo recordaseis siempre, en todas las circunstancias de
vuestra vida, por extrañ a o adversa que sea la situació n en que os hayá is de encontrar. El Espíritu
Santo no abandona a la Iglesia, a veces desconcertante, que las vicisitudes de la vida presente, o las
objeciones de la cultura, o las oposiciones del mundo, o la expansió n del mal puedan presentar a
nuestra alma, a nuestra fe, todos debemos recordar que no estamos solos; el Espíritu Pará clito,
que quiere decir Defensor y Consolador, esta pró ximo, está vigilante, está dentro de nosotros”.
El Señ or hoy está renovando con su Espíritu los Miembros de la Iglesia. Y se está n cumpliendo las
siguientes promesas entre nosotros:
Mt 18, 19.
Lc 11, 13.
Lc 24, 49.
Hch 1, 4-5.
Hch 2, 33.
Hch 2, 1718.
Ez 36, 25-27.
la gracia de Pentecostés no se redujo a lo sucedido hace 2000 añ os, ni solo cuando recibimos el
Bautismo en el Espíritu Santo, Pentecostés es permanente y actual. Se repite tantas y cuantas
veces sea necesario. Por ejemplo, Pedro recibió Espíritu Santo el día de Resurrecció n (Jn 20, 21-
22), la mañ ana de Pentecostés (Hch 2, 1-4) y cuando predicó frente a las autoridades religiosas de
Jerusalén (Hch 4, 8; 4, 23-31). (Padre Tomá s Forrest. Jesucristo Salvador de mi persona. Pá g. 131).
La Renovació n Carismá tica es un regalo de Dios para la Iglesia y está siendo instrumento en
manos del Señ or para la Renovació n de sus Miembros.
Jesú s ha dicho estas palabras: “Esta es obra mía y nadie la podrá destruir”. (Hch 5, 38-39).
“La Renovació n es una suerte para la Iglesia y para el mundo”. (S.S. Pablo VI).
La Renovació n es una corriente de gracias que concierne a la vida misma de la Iglesia, y que
beneficia a todos sus miembros y sus instituciones: toca a los fieles, las parroquias, la dió cesis, las
comunidades religiosas, los centros de vida creyente y las numerosas y variadas obras de
apostolado. Es una gracia eclesial de extensió n universal”. (La Renovació n en el Espíritu Santo.
Teología y Pastoral. Pá g. # 36).
Mientras que los Israelitas del Antiguo Testamento experimentaban el descenso del Espíritu Santo
en forma parcial, o particular. Varios de sus profetas predijeron que llegaría el momento cuando el
descenso sería universal o general.
Joel lo expresa en forma definida cuando dice: “Después de esto, yo derramaré mi espíritu sobre
todo mortal y profetizará n vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros ancianos tendrá n sueñ os, y
vuestros jó venes verá n visiones. Y hasta sobre mis siervos y mis siervas derramaré mi espíritu en
aquellos días”. (Jl 2, 28-29).
El Espíritu de Dios se derrama sobre todos, sin distinció n de clases, es a la vez Espíritu de profecía,
caracterizado aquí en sueñ os y visiones, les declararé mi voluntad y cosas muy extraordinarias en
sueñ os y visiones, misterios. (Hch 2, 17-18).
2.1.2 La Promesa para la Efusión del Espíritu Santo por boca del profeta Ezequiel, es para la
Renovación y Transformación Espiritual de la Humanidad:
“Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas
vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazó n nuevo, infundiré en vosotros un espíritu
nuevo, quitaré de vuestra carne el corazó n de piedra y os daré un corazó n de carne. Infundiré mi
espíritu en vosotros y haré que os conduzcá is segú n mis preceptos y observéis y practiquéis mis
normas”. (Ez 36, 25-27).
Los tiempos mesiá nicos se caracterizan por una efusió n extraordinaria del Espíritu, que alcanzará
a todos los hombres para comunicarles carismas especiales. (Nm 11, 29; Hch 2, 16-21). Pero el
Espíritu será para cada uno, de forma má s misteriosa, el principio de una renovació n interior que
le hará apto para observar fielmente la ley divina. (Ez 11, 19; 36, 26-27).
El Espíritu Santo se apoderará de los hombres para dotarlos de un poder sobrehumano. (Hch 1, 8).
Dios derramará su amor en el corazó n de todos los hombres por medio del Espíritu Santo. (Rm 5,
5).
“Y de igual manera, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no
sabemos pedir como conviene; má s el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
inefables, y el que escruta los corazones conoce cuá l es la aspiració n del Espíritu, y que su
intercesió n a favor de los santos es segú n Dios”. (Rm 8, 26-27).
2.1.4 La Promesa del Espíritu Santo para comprender mejor la Palabra de Dios:
Jr 24, 7.
Jr 31, 33-34.
Jn 14, 26.
Jn 16, 12-15.
1ª Jn 2, 27.
Am 8, 11.
2.1.6 Esta Efusión del Espíritu se efectuará por medio del Mesías, que será su Primer
Beneficiario para realizar su obra de salvación:
Is 11, 3.
Is 42, 1.
Is, 61, 1.
Mt 3, 16.
2.2.3 Jesús ruega al Padre que le mande Otro Paráclito. El Espíritu Santo:
Jn 14, 16-17.
«Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Vosotros permaneced en la ciudad
hasta que seá is revestidos de poder desde lo alto». (Lc 24, 49).
La Promesa que habló Jesú s es la de Dios, que había anunciado por boca del profeta Joel: (Jl 2, 28-
29).
Gracias a la fuerza del Espíritu Santo, los apó stoles podrá n ser testigos eficaces de Jesú s en todas
partes hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8), de esta ú ltima expresió n brota el eje misionero del
cristianismo y, por tanto, de la renovació n carismá tica.
2.6 ¿SE CUMPLIERON LAS PROMESAS PARA LA VENID DEL ESPÍRITU SANTO SOBRE LOS
HOMBRES, QUE DIOS HABÍA ANUNCIADO POR BOCA DE LOS PROFETAS Y POR MEDIO DE SU
SANTO HIJO JESUCRISTO?
La respuesta es sí: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos con un mismo objetivo.
De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa rá faga de viento, que llenó toda la casa en
la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se
posaron sobre cada uno de ellos; se llenaron todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en
diversas lenguas, segú n el Espíritu les concedía expresarse”. (Hch 2, 1-4).
2.6.1 Cristo Resucitado y Exaltado a la Derecha del Padre derrama su Espíritu Santo.
“A este Jesú s, Dios le resucitó ; de lo cual todos nosotros somos testigos. Así pues, exaltado por la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado; esto es lo
que vosotros veis y oís”. (Hch 2, 32-33).
2.6.2 ¿Y esta Promesa de Pentecostés para la Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles,
también será para Nosotros Hoy?
Sí. Así lo proclama San Pedro: “Pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para
todos los que está n lejos, para cuantos llame el Señ or Dios nuestro”. (Hch 2, 39; 2, 17-18; Lc 11,
13).
2.6.3 Para explicar la relación del Paráclito con el Hombre, el Nuevo Testamento dice:
Esta afirmació n no era gratuita, sino que brotaba de los efectos que la acció n del Espíritu Santo
estaba obrando en aquellas personas, a saber:
1- Una renovació n interior muy profunda, un cambio espiritual autentico y una verdadera
conversió n a Dios.
2- La experiencia de una relació n muy personal con Cristo.
3- Un Espíritu apostó lico decidido, con un ardiente deseo de ser testigos de Cristo Jesú s.
4- Una fuerte toma de conciencia de lo que debe ser la comunidad cristiana.
5- Y ademá s de estas anteriores, la aparició n de Carismas Espirituales como el don de lenguas,
la profecía, el discernimiento de espíritus, el poder de curaciones y otros má s.
3.2 El Padre Salvador Carrillo en su libro “La Renovación en el Espíritu Santo Teología y
Pastoral” sigue comentando otros frutos:
Permítasenos enumerar, a manera de ejemplo, algunos de los frutos que se perciben aquí y allí
después de esa oració n implorando la nueva venida del Espíritu Santo:
1- Conversió n interior radical y transformació n profunda de la vida.
2- Luz poderosa para comprender mejor el misterio de Dios y su plan de salvació n.
3- Nuevo compromiso personal con Cristo.
4- Apertura sin restricciones a la acció n del Espíritu Santo.
5- Ejercicio activo de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
6- Entrega generosa al servicio de los demá s dentro de la Iglesia.
7- Gusto por la oració n y amor a la Sagrada Escritura.
8- Bú squeda ardiente de los sacramentos de la Reconciliació n y de la Eucaristía.
9- Revalorizació n de la misió n de la Virgen María en el plan de la redenció n.
10-Amor a la Iglesia y a sus instituciones.
11-Fuerza divina para dar testimonio de Jesú s en todas partes.
12-Ansias de un ilimitado radio de apostolado.
3.5 J.M. Ford en el articulo que publicó en el No. 79 de Concilium, refiriéndose a los frutos
del “Bautismo en el Espíritu Santo” dice:
Sus miembros pasan con frecuencia por una experiencia de conversió n inicial que les arranca de la
vida de pecado o de incredulidad o, si ya son practicantes, los impulsa a una entrega mas profunda
que en el lenguaje de espiritualidad tradicional podríamos llamar “Segunda Conversió n”.
3.6 El Santo Padre Pablo VI dice: Nos alegramos con vosotros, queridos amigos, por la
renovació n espiritual que se manifiesta hoy en día en la Iglesia, bajo diferentes y diversos
ambientes. Ciertas notas comunes aparecen en esta renovació n:
1- El gusto por una Oració n profunda, personal y comunitaria.
2- Un retorno a la contemplació n y un énfasis puesto en la alabanza de Dios.
3- El deseo de entregarse totalmente a Cristo.
4- Una gran disponibilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.
5- Una frecuentació n mas asidua de la Sagrada Escritura.
6- Una amplia abnegació n fraterna.
7- La voluntad de prestar una colaboració n a los servicios de la Iglesia.
En todo esto podemos conocer la obra misteriosa y discreta del Espíritu que es el Alma de la
Iglesia. (S.S. Pablo VI. 10 de octubre de 1973 a los dirigentes de la Renovació n).
El Concilio Vaticano II habló de los Carismas que son ú tiles para la renovació n y mayor edificació n
de la Iglesia:
“Ademá s, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al Pueblo de Dios por los
Sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que "distribuye sus dones a
cada uno segú n quiere" (1ª Cor. 12,11), reparte entre los fieles de cualquier condició n incluso
gracias especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios
provechosos para la renovació n y una má s amplia edificació n de la Iglesia segú n aquellas palabras:
"A cada uno se le otorga la manifestació n del Espíritu para comú n utilidad" (1ª Cor. 12,7). Estos
carismas, tanto los extraordinarios como los má s sencillos y comunes, por el hecho de que son
muy conformes y ú tiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y
consuelo”. (Lumen Gentium # 12).
“Cuando los carismas, que en la Iglesia primitiva eran comunes, se manifestaron en este siglo XX,
sirvieron para renovar la Iglesia. La Renovació n de los Carismas está ayudando a una renovació n
general de toda la Iglesia. En los Grupos Carismá ticos no solo se dan curaciones, lenguas y
milagros, sino que en ellos se está n integrando todos los aspectos de la Iglesia Renovada: se lee la
Palabra de Dios, se vive con especial gusto la Liturgia, hay una apertura grande hacia todos los
hombres; los hermanos que participan de la misma experiencia espiritual, los pobres, y los
cristianos de denominaciones no Cató licas; se vive un ambiente de oració n, se respeta a la
autoridad eclesial y se ora por ella”. (Una Iglesia que se renueva. Pá g. 16).
“Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñ an todos
los miembros la misma funció n, así también nosotros, siendo muchos, no formamos má s que un
solo cuerpo en Cristo, siendo los unos para los otros, miembros. Pero teniendo dones diferentes,
segú n la gracia que nos ha sido dada” (Rm 12, 4-6).
San Pablo habla de la diversidad de Carismas:
“A cada cual se le otorga la manifestació n del Espíritu para provecho comú n. Porque a uno se le da
por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia segú n el mismo Espíritu; a otro, fe,
en el mismo Espíritu; a otro, carisma de curaciones, en el ú nico Espíritu; a otro, poder de milagros;
a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de
interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y ú nico Espíritu, distribuyéndolas a cada
uno en particular segú n su voluntad”. (1ª Cor 12, 7-11).
San Pedro dice que los Carismas son para ponerlos al servicio de los demá s:
“Que cada cual ponga al servicio de los demá s la gracia que ha recibido, como buenos
administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno
presta un servicio, há galo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en
todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.
(1ª Ped 4, 10-11).
1.2) Profetas:
1ª Cor 12, 28.
Ef 4, 11.
1.3) Pastores:
Ef 4, 11.
Hch 20, 28.
1ª Ped 5, 1-6.
1.4) Maestros:
1ª Cor 12, 28.
Rm 12, 7.
Ef 4, 11.
Hch 13, 1.
1.5) Evangelistas:
Ef 4, 11.
Hch 21, 8.
Hch 6, 4.
1.6) Misioneros:
Mt 28, 19.20.
Lc 10, 1.
Mt 10, 5, ss.
Mc 6, 7, ss.
Mc 16, 16, 15-18.
Hch 13, 1-5;
Hch 15, 36-41.
Hch 18, 18-28.
2.5) Visiones:
Hch 2, 17; 9, 3-17.
2ª Cor 12, 1.
Hch 10, 9-21.
2.7) Discernimiento:
1ª Cor 12, 10.
1ª Cor 14, 29.
Hch 16, 16-18.
2.8) Xenoglosia:
Hch 2, 6-11.
3) Carismas de Poder.
Son dones de Manifestació n. Se recibe poder para actuar en forma sobrenatural.
Hch 1, 8.
3.1) Fe:
1ª Cor 12, 9.
Hch 3, 1-8.
Hch 14, 9.
3.2) Curaciones:
1ª Cor 12, 9-28.
Lc 9, 1-6.
Mc 16, 18.
4) Carismas de Servicio.
4.2) Presidir:
Rm 12, 8.
4.4) Exhortar:
Rm 12, 8.
Matrimonio: 1ª Cor 7, 7.
Como todos los dones de Dios, recibimos estos Carismas en proporció n a nuestra fe
y segú n la Gracia de Dios. 1ª Cor 12, 11.