El Caso Del Credobautismo

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EL CASO DEL CREDOBAUTISMO

Publicado el 12 diciembre, 2016por Luis J. Torrealba en Bautismo, Teología Federal

La práctica de bautizar creyentes profesantes está basada en dos fundamentos


complementarios. El primero es un argumento que se desprende de los pactos en las
Escrituras. El segundo es un argumento a partir de los mandamientos en las Escrituras
relacionados con los pactos. Los credo-bautistas y los paido-bautistas asumen con frecuencia,
que el pueblo de un pacto dado recibe la señal del pacto. Así, en el caso de los sujetos del
bautismo uno tendría simplemente que identificar el pueblo del pacto. Esto es insuficiente.
La administración de las ordenanzas del pacto está gobernada por leyes específicas, las cuales
deben ser obedecidas estrictamente. Por ejemplo, las mujeres eran miembros del pacto con
Abraham pero ellas no recibían la señal del pacto, que era la circuncisión. Del mismo modo,
los bebés varones eran circuncidados, pero al octavo día. Como resultado, para determinar
los sujetos del bautismo uno tendría primero que identificar los pactos involucrados y
examinar las leyes que lo acompañan.

1. Un argumento positivo de los credo-bautistas asegura que el pacto relevante


involucrado es el nuevo pacto, y que este es distinto de los demás pactos bíblicos que
le precedieron en la historia, en particular que el pacto con Abraham. Para ponerlo de
manera simple, el pacto con Abraham prometía bendiciones terrenales a un pueblo
terrenal (Abraham y su descendencia) en una patria terrenal. Esta relación de pacto
fue expandida y desarrollada en el pacto con Moisés y en el pacto con David (el pacto
con Moisés añadió leyes para la vida en Canaán, y el pacto con David proveyó reyes
sobre el pueblo). Estos tres pactos establecieron y gobernaron el reino de Israel,
compuesto por el pueblo de Abraham. El nuevo pacto (i.e., el pacto de gracia)
promete bendiciones celestiales a un pueblo espiritual. Así, el nuevo pacto está
establecido sobre mejores promesas, promesas diferentes. Solamente el nuevo pacto
es el pacto de gracia, distinto de los pactos con los Israelitas.

2. El reino de Israel y el reino de Cristo (la iglesia), aunque se distinguen por sus pactos,
están relacionados como un andamio a un edificio. La descendencia natural de
Abraham actuó como los trabajadores, constructores, recibiendo la promesa del
nacimiento del Mesías y encargados de preparar el camino para su advenimiento
(Mateo 20:1-16; Isaías 28:16; Mateo 21.42; Hechos 4.11; Efesios 2.20; I Pedro 2.6-
7). Jesús estableció el reino de Dios basado en la regeneración, el arrepentimiento y
la fe. Él predicó a su propio pueblo, Israel, pero su verdadero y permanente pueblo
era de un reino que no es de este mundo. Jesús recibe como su propio pueblo a todos
los que creen en Él, y el resto es condenado por su pecado de incredulidad. La fe en
Cristo, la cual es dada solamente por Dios, es lo que define al pueblo de Cristo.

3. A través de la historia de Israel, muchos entendieron las promesas mesiánicas y


miraron a Jesús por la fe antes de su venida (Hebreos 4.2-3; 11.13-16). El pueblo de
Dios (y por lo tanto la iglesia), considerado según el liderazgo y beneficios de Cristo,
no comienza con la encarnación. Esto fue posible porque el reino de Israel y sus
pactos fueron tipológicos. La tipología sostiene dos verdades: por un lado un tipo
tenía significado en su propio contexto mientras que por el otro lado un tipo apuntaba
a un significado más grande en Cristo, su reino, y su pacto. Así como una huella no
es un pie, ni una sombra es una persona, pero nos da información acerca de lo que
representan, así un tipo no es su anti-tipo pero revela al anti-tipo. El autor de los
Hebreos establece muy claramente que la sangre de los sacrificios Israelitas no podían
perdonar ¿Por qué? Porque aunque aquellos sacrificios tenían un significado en el
contexto de Israel, i.e., la purificación de la carne, no eran el sacrificio de Cristo y no
podían purificar la conciencia (Hebreos 10-1-4, 12-14). Pablo mira los tratos de Dios
con Abraham de la misma manera al llamar a los creyentes descendientes de Abraham
y encontrando un significado mayor en la palabra “simiente” relacionándola con
Cristo y no simplemente con la posteridad de Abraham (Gálatas 3.7,9, 16, 27-29). No
se trata de uno o el otro, como si las promesas hubieran sido hechas solamente a
Abraham y a sus hijos naturales o a Cristo y a su descendencia (incluido Abraham).
Es a ambos, cada uno en particular pero relacionados en un contexto de tipo o anti-
tipo. Y así el reino y los pactos de Israel no fueron el reino y el pacto de Cristo aunque
conducían hacia su nacimiento y la revelación de verdades sobre él a lo largo del
camino. Los santos del Antiguo Testamento fueron salvados por la promesa de aquel
que habría de venir, y el pacto que sería establecido. En consecuencia los Bautistas
no usan el reino de Israel y sus pactos como el modelo para la iglesia. Son distintos.

4. Podemos añadir mayor claridad a la membresía de un pacto dado al mirar a la cabeza


federal. Dios establece pactos con la humanidad por medio de cabezas federales, y
designa la descendencia que ellos representan. Adán, Noé, y Abraham cada uno
representa un grupo de personas, su descendencia natural. David representa su
descendencia natural en el pacto que Dios hizo con David, y él y sus hijos
representaron a la nación de Israel en el pacto mosaico. Cristo también representa un
grupo de personas, su descendencia natural (o sobrenatural) – los elegidos.

5. Dios el Padre asigno al Hijo como cabeza del pacto en el pacto de la redención. Los
cantos del Siervo en Isaías proveen un reflejo de este encargo (Isaías 42.1-7; 49.1-13;
52.13; 53.12). Jehová declara que el Siervo del SEÑOR verá descendencia al
ofrecerse a sí mismo como substituto sacrificial por medio de lo cual ellos serían
contados por justos (Isaías 53.10-11). El Siervo representa un pueblo, y sus pecados
son perdonados en su sangre. Esta es una descripción del nuevo pacto, establecido en
la sangre de Cristo y trayendo perdón de pecados a todo el pueblo de Cristo (Jeremías
31.31-34; Mateo 26.26-29; Hebreos 8). Los evangelios contienen expresiones
magníficas del entendimiento consciente de Jesús con respecto a su misión, habiendo
sido enviado por el Padre para redimir a un pueblo específico (Lucas 4.16-21; Juan
6.35-40; 8.42-47; 10.25-30; 17.1-26). Por lo tanto nosotros usamos el pacto de
redención, no el pacto con Abraham, como patrón para la membresía en el nuevo
pacto porque es ahí donde se establece a Cristo como la cabeza federal.

6. La descendencia de Cristo nace mediante el poder regenerador del Espíritu Santo y


unida a Cristo por el Espíritu por medio de la fe. Como Pablo dice en Romanos 8.9,
“… si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. Por estas razones, debemos
reconocer la seriedad de afirmar que uno es de Cristo y de su pacto. Es una afirmación
que implica la posesión de salvación.

7. Mirar la relación padres-hijos es un intento incorrectamente dirigido para entender la


membresía del pacto. Re-dirigir nuestra atención a la cabeza federal, trae claridad y
precisión escritural al asunto. Nosotros culpamos a Adán, no a nuestros padres, por
la maldición. Los Israelitas miraban a Abraham, no a sus padres, para reclamar a
Canaán y sus bendiciones, y miraban a la conducta del rey, no a sus padres, para
seguir poseyendo la tierra. Del mismo modo, los niños tienen que mirar a Cristo, no
a sus padres, para pertenecer a su pacto. De manera consecuente, nunca ha habido un
pacto en el cual “los creyentes y sus hijos” constituyan el paradigma de la membresía
del pacto. La promesa (salvación en general, y recibir el Espíritu en particular) es
ofrecida a todo el mundo (Hechos 2.16-41). Nacemos bajo Adán como la cabeza
federal, y nadie escapa del dominio de las tinieblas hasta que Dios lo transfiera “al
reino de su amado hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de
pecados” (Colosenses 1.12-14).
8. El primero de los siete argumentos demuestra la distinción del nuevo pacto con los
pactos Israelitas y la restricción de sus miembros a Cristo, su cabeza federal. Ahora
podemos examinar los mandamientos del pacto. Esto es importante porque el
razonamiento (“si esto, entonces aquello”), aunque importante, válido y necesario en
la teología en general, no es válido al observar las leyes positivas (leyes que dependen
solamente de lo que ha sido mandado). Únicamente un mandamiento de las
Escrituras, sea de Cristo, las epístolas, o el ejemplo apostólico, puede instituir o
regular los sacramentos del nuevo pacto que son el bautismo y la cena del Señor. No
solamente sería ilegítimo usar otras ordenanzas para gobernar el nuevo pacto, sino
que no podemos desviarnos del mandamiento de Dios basados en inferencias: Si Dios
demanda las primicias del rebaño, ¿las primicias de mis frutos deberían agradarle
también? No funciona así (Génesis 4.1-7; Levítico 10.1-3)

9. El mandamiento de Cristo es hacer discípulos a las naciones y luego bautizarlos


(Mateo 28.18-20). Los candidatos para el bautismo son aquellos que han respondido
al evangelio en fe (Hechos 2.41). Esto concuerda con la naturaleza del nuevo pacto y
con el ejemplo de los apóstoles. Aun en el caso del “silencio” relativo de bautismos
de casas [familias], lo cual tendemos a leer a través de los lentes de sistemas
extensivos que les preceden, podría al menos decirse que aunque no se mencionan
infantes, las profesiones de fe de casas completas sí son mencionados (Hechos 10.44-
48; 11.14, 17; 16.31; 18.8).

10. La naturaleza objetiva del pacto, y la naturaleza subjetiva de la profesión de fe


produce una eclesiología bautista y una doctrina del bautismo. La iglesia es el reino
de Cristo, establecida y gobernada por su pacto y llenada por su pueblo, nacido de
nuevo y por el poder del Espíritu Santo. La elección y la regeneración son realidades
objetivas del pacto realizado por Dios mismo. Pero ¿cómo debe ser gobernada la
iglesia visible? ¿Cómo se identifican los hijos de Dios? El llanto del nuevo nacimiento
de un hijo de Dios, sin importar su edad, es la fe en Jesucristo. Y deben ser admitidos
o removidos por la profesión práctica de fe y doctrina de cada individuo.

11. Como creemos que la fe es el don de Dios (Efesios 2.9) y que todo aquel que invocare
el nombre del Señor será salvo (Romanos 10.13), tenemos razones escriturales para
presumir que todos los creyentes profesantes son verdaderos hijos de Dios. Pero como
la profesión de fe es subjetiva, habrá falsos creyentes en medio nuestro. ¿Cuál es su
relación con el pacto de Cristo? Objetivamente, no hay ninguna. Ellos no pertenecen
a Cristo, tomando en cuenta que nunca se han arrepentido ni han creído. Sin embargo,
se les hace responsables por su traición. Cuando un espía es descubierto, un país no
debe liberarle y enviarle a su tierra bajo la falsa noción de que no tienen autoridad
sobre él. Por el contrario, el espía es responsable ante las leyes del país en el cual
cometió los crímenes. Así también, los falsos creyentes no son liberados sin acción
alguna. Ellos son responsables ante el Rey, Jesucristo, y son removidos del cuerpo de
Cristo por la excomunión. Los pasajes de advertencias en las Escrituras hacen que las
ovejas corran a Cristo y que las cabras huyan de Cristo.

12. Admitir y sacar individuos con base en la profesión de fe produce un valor de


identidad a futuro para unirse y dejar la iglesia. Aquellos que se unen al reino de
Cristo afirman tener salvación en Él mientras que aquellos que son excluidos son
declarados fuera de la salvación, ambas cosas por la operación del juicio humano
según el criterio y mandamientos escriturales.

13. El bautismo representa las promesas de Dios y la confianza del creyente en ellas.
Simboliza la promesa de que todos aquellos que confían en Cristo han probado la
muerte y el juicio en Él y se han levantado como nuevas criaturas. El bautismo es
también la afirmación pública de confianza en esas promesas y una declaración de
que son una nueva creación. Sepultados con Cristo en las aguas de la muerte, el
creyente se levanta, simbólicamente, vivo en Él (Romanos 6.1-11). No es un símbolo
de lo que podría darse en el futuro, sino lo que el individuo lo afirma como una verdad
presente.

En conclusión, todo comienza y termina con Jesucristo. Debemos ser fieles a su pacto y a sus
mandamientos. Los Bautistas creen que las Escrituras enseñan que el pacto de Cristo perdona
los pecados de todos sus miembros, que las ovejas falsas son simplemente ovejas falsas, y
que el bautismo es un símbolo de las realidades objetivas del nuevo pacto y de la participación
del creyente en ellas. Sabiendo que todos los que invocan el nombre del Señor serán salvos,
luchemos junto con nuestros hermanos paido-bautistas, por proclamar ese precioso nombre
al mundo, a pensar de las diferencias que tenemos en este punto.

Autor: Samuel Renihan

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