Mel Quise Dec
Mel Quise Dec
1–10)
Primero, el escritor identifica a Melquisedec como un tipo de Cristo (vv. 3, 15). Era a la vez
rey y sacerdote, y también lo es Jesús. Ningún sacerdote de la línea de Aarón se sentó jamás en
un trono. Es más, los sacerdotes aarónicos nunca se sentaban (hablando espiritualmente), porque
su trabajo nunca se acababa. No había sillas ni en el tabernáculo ni en el templo. Véase Hebreos
10.11–14. Todavía más, Melquisedec fue rey de Salem, que significa «paz»; y Jesús es nuestro
Rey de Paz, nuestro Príncipe de Paz. El nombre «Melquisedec» significa «rey de justicia»,
nombre que ciertamente se aplica a Cristo, el Rey Justo de Dios. Así, en su nombre y en sus
oficios, Melquisedec es una hermosa semejanza de Cristo.
Pero Melquisedec también se asemeja a Cristo en su origen. La Biblia no contiene ningún
registro de su nacimiento o muerte. Por supuesto, esto no significa que Melquisedec no tuvo
padres o que nunca murió. Simplemente significa que el registro del AT guarda silencio respecto
a estos asuntos. De este modo Melquisedec, como Cristo, «no tiene principio de días, ni fin de
vida»: Su sacerdocio es eterno. Este no dependía de sucesores terrenales, mientras que los
sacerdotes aarónicos tenían que defender su oficio mediante los registros familiares (véase Neh
7.64). Todos los sumos sacerdotes que descendieron de Aarón murieron, pero Cristo, como
Melquisedec, mantiene su sacerdocio para siempre (vv. 8, 16, 24, 25).
Después de identificar a Cristo con el orden de Melquisedec, el escritor ahora explica que
Melquisedec es superior a Aarón, porque Aarón, en los lomos de Abraham, dio sus diezmos a
Melquisedec aun sin haber nacido todavía. Y cuando Melquisedec bendijo a Abraham, bendijo
igualmente a la casa de Leví; y sin duda «el menor es bendecido por el mayor» (v. 7). En la
tierra, en el templo judío, los sacerdotes recibían los diezmos; pero en Génesis 14 los sacerdotes
(en los lomos de Abraham) dieron los diezmos a Melquisedec. Este acontecimiento muestra con
claridad la inferioridad del sacerdocio aarónico.1
Melquisedec
“Rey de justicia”: rey y sacerdote de Salem, quien bendijo a Abraham. David asumió el rol de
Melquisedec como rey y sacerdote de Jerusalén para él mismo y sus descendientes. Jesucristo
heredó este rol y llegó a ser el sumo sacerdote del orden de Melquisedec.
Melquisedec fue ambos rey y sacerdote
Como rey, Melquisedec recibió a Abraham Gn 14:18 Ver también He 7:1
Como sacerdote, Melquisedec bendijo a Abraham Gn 14:18–19
Abraham reconoció a Melquisedec como un sacerdote del SEÑOR Gn 14:20,22 Aquí
Melquisedec es figura de Jesucristo, quien es también sacerdote y rey.
El estatus de Melquisedec
David se apropia del oficio y autoridad de Melquisedec para sí mismo y para sus
descendientes Sal 110:1–2,4 La palabra “orden” aquí significa “en sucesión de”,
entendiéndose que Cristo asume el estatus y función de Melquisedec.
1
El Mesías davídico (Cristo) hereda el oficio de Melquisedec Mt 22:41–44 pp Mr 12:35–37 pp
Lc 20:41–44 Jesucristo fue en ese entonces aclamado como el “Hijo de David” y por
implicación el Mesías. Ver también Mt 20:30 pp Mr 10:47 pp Lc 18:35–39; Mt 21:9 pp Mr 11:10; Mt
21:15; Hch 2:34
Jesucristo como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec
He 5:8–10; 6:19–20 Únicamente el sumo sacerdote podía ofrecer sacrificio por los pecados de
la nación en el lugar santísimo detrás de la cortina.
Las características del orden de Melquisedec He 7:2–3 El orden sacerdotal de Melquisedec
fue uno que ostentaba reinado, paz y justicia; no dependía de descendencia genealógica (a
diferencia del sacerdocio levita); es eterno, sin principio ni fin. Ver también Sal 110:4; He 5:6;
6:20; 7:21
La unicidad del sumo sacerdocio de Jesucristo según el orden de Melquisedec He 7:6–7
Melquisedec fue superior a Abraham por lo tanto superior al sacerdocio levita que desciende de
Abraham; Sal 110:4 El sacerdocio fue asegurado por juramento de Dios. Ver también He 6:17–
20; 7:16,20–22,26–27; 8:1–22
LA FIGURA DE MELQUISEDEC
El autor llama nuestra atención nada menos que a seis características de la persona y
ministerio de Melquisedec. Veamos cuáles son.
p Lc 18:35–39;
2
que existían en aquel entonces muchos sacerdotes del mismo orden y un santuario dedicado al
culto del Dios Altísimo? A todas estas preguntas, la Biblia responde con silencio. Sencillamente
no conocemos las respuestas, no porque no las haya, sino porque han desaparecido en medio de
las nieblas de la historia. Hemos de aceptar lo que dice el texto, pero no podemos saber lo que no
nos dice. Sabemos, pues, que Melquisedec era sacerdote del Dios Altísimo y deducimos, por la
narración de Génesis, que se trata del mismo Dios3 que se había manifestado a Abraham, pero no
sabemos más.
Así pues, Melquisedec, como Abraham, tuvo conocimiento del Dios único, supremo y
altísimo; pero, además, había sido designado por Dios para servirle como sacerdote.
33 Cuando el texto de Génesis habla del Dios Altísimo, no quiere decir que Dios sea el más alto de todo
un panteón de dioses, como si Moisés, al escribirlo, tuviera ideas politeístas. Más bien, la frase indica
que Dios es supremo por encima de toda la creación: no hay ser más alto que Él en todo el universo. Se
trata de una afirmación monoteísta.
77 Ernesto Trenchard, Exposición de la Epístola a los Hebreos (Editorial Literatura Bíblica, Madrid, 1974),
pág. 102.
importante en cuanto a Jesucristo no es tanto su nacimiento en Belén como el hecho eterno de
que Él hiciera el universo (1:2).
Él es el origen de todas las cosas. Como el Padre, Él no tiene principio de días. Aun su
muerte, si bien fue necesaria para proveerle de un sacrificio que ofrecer como sacerdote, no puso
fin a su sacerdocio: murió, pero resucitó; y ya no puede morir, sino que vive eternamente.
Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, … vivirá por largos días (Isaías 53:10).
No tiene fin de vida. Y en esto, la figura literaria de Melquisedec se le parece.
No así Aarón. Sabemos de él que murió (Números 20:22–29). Él no sirve, pues, como
modelo adecuado para el sacerdocio de Jesucristo.
Éstas, pues, son seis verdades que sabemos acerca de Melquisedec a través del texto de
Génesis, y que tienen que ver con el sacerdocio del Señor Jesucristo.
CAPÍTULO 2
LA GRANDEZA DE MELQUISEDEC
HEBREOS 7:4–10
Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos
del botín.
Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento
de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos
también hayan salido de los lomos de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es
contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las
promesas.
Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.
Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da
testimonio de que vive.
Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe diezmos;
porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
CAPÍTULO 3
UN SACERDOCIO DEFINITIVO
HEBREOS 7:11–17
Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo
la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de
Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?
Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;
y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.
Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló
Moisés tocante al sacerdocio.
Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote
distinto,
no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según
el poder de una vida indestructible. Pues se da testimonio de él:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.
11 Guthrie: Hebrews, en Tyndale New Testament Commentaries, pág. 160. 1983. Intervarsity Press,
Leicester.
Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley (v.
12)
Es decir, el establecimiento de un nuevo orden sacerdotal exige la creación de nuevas
ordenanzas para regularlo, y significa la caducidad de las ordenanzas anteriores. Si no se dan
nuevas ordenanzas, las antiguas siguen vigentes y el nuevo sacerdocio no puede ser lícito. El
nuevo sacerdocio sólo es concebible en el contexto de un nuevo pacto, como el mismo autor nos
explicará posteriormente.4 El sacerdocio de Jesucristo no puede comenzar mientras sigan
vigentes las normas ceremoniales de la ley de Moisés.5 De ahí que fuera necesario que Dios
rasgara en dos el velo del templo en señal de la inauguración del nuevo sacerdocio y el fin del
antiguo.6 Con ello, Dios manifestó con toda claridad que las condiciones ceremoniales,
establecidas por la ley de Moisés para que el hombre pudiese tener acceso a Dios, ya no servían.
A partir del Calvario, la entrada en el santuario estaría bajo nuevas y mejores condiciones.
Por lo tanto, la ley de Moisés ya era obsoleta, al menos con respecto a sus exigencias
ceremoniales. Éstas ya no podían estar vigentes. La implicación es clara: quien pretende volver
al sacerdocio levítico o quiere retener la vigencia de los dos sacerdocios, está atentando contra la
voluntad de Dios, claramente declarada. ¿Por qué no puedes tener un Sumo Sacerdote en el cielo
y a la vez seguir ofreciendo sacrificios en Jerusalén bajo el sistema levítico? Porque la ley
levítica ha sido abrogada por Dios desde el momento en que Jesucristo cumplió en su propia
persona las exigencias divinas de expiación, sacrificio y sacerdocio. Si, a continuación de la obra
de la Cruz, alguien sigue aferrado al sistema levítico, está negando la validez del sacrificio y
44 Ver v. 22 y el 8:6–13.
55 El autor no está restando importancia a la ley de Moisés, ni mucho menos al conjunto de la revelación
divina en el Antiguo Testamento. Más bien, está cuestionando la vigencia actual de la ley del
mandamiento acerca de la descendencia (v. 16), es decir, de aquellas ordenanzas de la ley que regulaban
el sacerdocio y las ceremonias levíticas. Los mandamientos éticos de la ley, como reflejo de la santidad
inmutable de Dios, son de vigencia permanente para la instrucción del creyente en cuanto al
comportamiento que Dios le exige.
Y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.
Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada
habló Moisés tocante al sacerdocio (vs. 13–14)
Aquel de quien se dice esto… La referencia del autor sigue siendo el Salmo 110:4: Tú eres
sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Citó estas palabras en el 5:6, y desde
entonces ha empleado varias frases que se hacen eco de ellas7.
El texto está claramente aún en su mente. Refresquemos, pues, nuestra memoria. ¿De quién
está hablando el Salmo? Del Mesías. ¿Y quién es el Mesías? Jesucristo.
Jesucristo, pues, de quien Dios había dicho que era sacerdote según el orden de Melquisedec,
es de otra tribu8 no contemplada por las ordenanzas del sacerdocio levítico, de la cual nadie
sirvió al altar. Al menos, nadie de la tribu de Judá sirvió al altar impunemente. Uzías era de la
tribu de Judá y se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar
incienso en el altar del incienso (2 Crónicas 26:16), por lo cual le brotó la lepra en la frente y fue
excluido de la casa de Dios.
En la antigua dispensación, Dios había prohibido que nadie que no fuera de la tribu de Leví
ejerciese como sacerdote entre su pueblo. Pero aquel de quien el Salmo 110 está hablando no era
de la tribu de Leví, porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá,9 de la cual
nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
Es evidente, entonces, que las ordenanzas tienen que cambiar si nuestro Señor Jesucristo ha
de ser sacerdote. Él vino al mundo como el prometido Mesías, el Ungido de Dios, y como tal
debía nacer de la tribu de Judá, en cumplimiento del pacto que Dios realizó con David, según el
cual el Mesías vendría de la casa de éste y, por lo tanto, sería de la tribu de Judá.10 Así las cosas,
no podía ser sacerdote según el orden de Aarón, de la tribu de Leví. ¡No puedes nacer de dos
tribus a la vez!
Entonces, ¿cómo resolver la cuestión? ¿Cómo hacer que la misma persona proceda de la
tribu de Judá y sea a la vez sacerdote designado por Dios? Sencillamente, haciendo que sea
sacerdote según otro orden que no sea el de Aarón.
¿Y por qué tuvo Dios que determinar cosas tan «complicadas»? ¿No habría sido mucho más
sencillo haber admitido que los reyes y sacerdotes pudieran proceder de cualquier tribu? Pero en
esto, precisamente, vemos la sabiduría de la revelación divina. A través de esta «complicación»,
Dios establece con toda seguridad que nadie puede ser el Mesías excepto aquel que realmente lo
es. Para poder ser el Mesías, Jesús tenía que nacer de la tribu de Judá. Para que pudiese ser
77 Ver el 5:10; 6:20; 7:3, 11. El texto será citado nuevamente en el 7:17 y 21.
88 El texto griego dice literalmente: participó de otra tribu, lo cual sugiere la preexistencia de Cristo y el
carácter voluntario de su encarnación.
3 Burt, D. F. (1994). Mediador de un mejor pacto, Hebreos 7:1–9:22 (Vol. 133, pp. 14–52). Terrassa
(Barcelona): Editorial CLIE.