La Educación en Venezuela
La Educación en Venezuela
La Educación en Venezuela
Resumen
Abstract
Recibido: Julio 2012 ACEPTADO: AGOSTO 2012
Introducción
Existen múltiples indicios que señalan la complejidad y las dificultades que arrastra la
educación en el mundo contemporáneo, lo que desencadena un abanico de voces que
van desde llamados, afortunadamente cada vez más aislados, en pro de la
restauración de tiempos supuestamente idílicos anclados en el concepto de
modernidad, a actitudes que rayan en la desesperanza, pues visto el cuadro que
vivimos, los sistemas escolares pierden cada vez más capacidades y relevancia como
referentes para adaptarse a las incertidumbres y riesgos que afectan a las sociedades
en nuestros días.
Vale decir, se requiere adoptar medidas de equidad social que promuevan las
condiciones básicas que hagan posible que la educación amortigüe las múltiples formas
de exclusión y de discriminación existente. De ahí la creciente tensión y la perentoria
necesidad de romper estos desequilibrios y minimizar los impactos que las inequidades
sociales generan sobre el ingreso, la retención y la prosecución de los alumnos que
ingresan a ese sistema, independientemente de su condición social, género o
composición étnica.
Conviene destacar igualmente que cada vez es más consensual la apreciación de que
no hay nada más costoso que la ignorancia, por lo que frente a los retos que supone la
eclosión de nuevos conocimientos, y la multiplicidad de fuentes de información que
acompaña a la revolución científica y tecnológica que domina al mundo
contemporáneo, se hace imperativo apertrechar a los ciudadanos que integran una
nación con las capacidades y habilidades necesarias para poder enfrentar los riesgos y
retos que supone un escenario cambiante, pleno de incertidumbres, donde
los megarrelatos que construyeron ejes de cohesión y de consensos vienen
experimentando señales elocuentes de fragmentación ante los embates de un modelo
de acumulación que acrecienta las desigualdades entre las naciones y al interior de
ellas, debilitando las capacidades de los Estados nacionales para poder responder a las
demandas sociales de su población y el mantenimiento de los principios que
caracterizaron a la sociedad de bienestar que algunas de ellas disfrutaron. En otras
palabras, nos enfrentamos a un escenario complejo, dinámico y cambiante que marca
la necesidad de nuevas formas de convivencia y de relación con los otros y con el
entorno planetario.
En este contexto distintas voces se unen en pro de nuevas formas de relación que
rompan los cepos y las inequidades que limitan y cohíben el derecho de una vida más
humana, plena y sostenible, al tiempo que buscan desalentar y combatir, con obvias e
inocultables limitaciones por supuesto, la consolidación de nuevos esquemas
represivos que constriñan la libertad y limiten el disfrute de los derechos individuales,
sociopolíticos, ambientales y de respeto a las diferencias que se consagran en las
distintas declaraciones que a lo largo del siglo pasado, y en lo que va de este, se han
formulado bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas y en particular
de sus agencias especializadas. Allí están comprendidos principios y conquistas que
paulatinamente se asumen como parte integral de nuestro ordenamiento jurídico. Todo
ello pone en evidencia la creciente concientización de las sociedades y de grupos más
esclarecidos por la progresividad en el usufructo de los derechos humanos. Y en este
proceso de concientización, los sistemas escolares y educativos ocupan un espacio que
no puede ser desestimado, pues lo que se haga o se deje de hacer repercutirá en las
generaciones futuras.
La temática que nos ocupa supone el abordaje de amplios y complejos asuntos que por
su naturaleza multi y transdisciplinaria superan con creces las posibilidades de un
número limitado de páginas, lo que sumado a las obvias limitaciones de quien esto
escribe, impone la necesidad de concentrar el foco de atención de los lectores a fin
optimizar este espacio para el desarrollo de las ideas más relevantes.
En este orden, sus conocidas pautas, como el aprender a conocer; vale decir, adquirir
las capacidades básicas que sirvan de referencia para poder navegar con eficiencia en
un mundo atiborrado de información. Aprender a hacer, con lo cual enfatiza la
necesidad de que los conocimientos, habilidades y destrezas acumulados en el aula
permitan e incidan en la modificación constructiva del entorno. Aprender a compartir la
vida en común, lo que supone que el sujeto partícipe y sea corresponsable de la
gestión de todos los asuntos en los que se manifiesta la interacción humana, todo lo
cual se resume en la primacía de la necesidad del aprender a ser sobre el tener.
Principios estos que se constituyen en referentes axiológicos que inspiran el quehacer
de múltiples sistema escolares en el mundo.
Los retos que se les abren a los administradores del sistema escolar ante estos nuevos
paradigmas son múltiples y diversos. Entre ellos, el reconocer que las necesidades
básicas de aprendizaje que conforman la escolaridad obligatoria pueden ser redefinidas
con base en el concepto de aprendizaje a lo largo de toda la vida, lo que entre otras
consecuencias determina como lineamiento de política pública el que no debamos
restringir oportunidades de acceso por razones etarias, de género o de condición
social. Esto, a su vez, ha significado un elocuente impulso para la apertura de
experiencias educativas de segunda oportunidad, flexibles, diversificadas y no
apegadas a esquemas convencionales, que estimulen oportunidades educativas
enriquecedoras, sin que ello signifique ni presuponga una merma en la calidad, cuando
las comparamos con las que idealmente deban gestarse en ambientes formales.
Este nuevo paradigma supone extremar los esfuerzos por avanzar en el desarrollo de
escuelas y ambientes de aprendizaje más inclusivos y democráticos, capaces de acoger
a educandos independientemente de las condiciones personales, sociales y culturales
de donde provengan. Este paradigma requiere como condición elemental reconocer el
valor de la diversidad, para lo cual es indispensable instrumentar cambios
copernicanos en lo que toca a las creencias, actitudes y en el ejercicio de las relaciones
interpersonales, lo que conlleva repercusiones innegables en todo lo que concierne a la
forma como se administra y se concibe el currículum, en cómo se comprende la acción
del docente y cómo se entiende la evaluación. En suma, cómo se organiza la escuela y
cuál debe ser su centro o foco de atención.
Quienes propugnan las tesis en pro de una educación inclusiva insisten en el hecho de
que este cambio no es meramente formal o nominal. Implica una modificación
sustantiva en la forma de organizar la administración de los sistemas de transmisión
del saber, donde los conceptos y las denominaciones cambian de significado. Así,
mientras que integrar supone encajar a los individuos en un orden preestablecido que
se supone invariable, incluir implica modificar los sistemas para acoger todos los tipos
de alumno e instaurar reglas de acción que no se acojan a una sola pauta.
Estos cambios paradigmáticos han implicado, en consecuencia, poner el acento en el
carácter multidimensional de la calidad educativa, en particular en el énfasis que debe
asignársele a la pertinencia de la acción educativa. Vale decir, acentúan la necesidad
de que los aprendizajes impartidos sean significativos para los educandos provenientes
de distintos orígenes sociales y culturales, de modo tal que puedan apropiarse de los
contenidos de la cultura local, regional y global, lo que deberá expresarse en el
desarrollo de su capacidad de discernimiento y autonomía de juicio, y en la
consolidación de una actitud proclive a interactuar constructivamente con los otros.
En otros términos, cuando se afirma que la educación es de calidad por ser pertinente,
se destaca la necesidad de romper con un enfoque homogéneo que ofrece y que
responde a un único y exclusivo patrón de transmisión y generación de aprendizajes, a
favor de otro que propugna una perspectiva en la que se reconoce la diversidad de
identidades, capacidades y requerimientos de las personas, sin que ello signifique
denigrar de los aspectos que unifican a los seres humanos.
No está demás señalar que los marcos referenciales que nos dominan pueden
convertirse en verdaderos obstáculos epistemológicos, impidiendo reconocer nuevos
enfoques y fórmulas de aprendizaje que ponen en evidencia la capacidad de la
naturaleza humana para emerger cual flor de loto a pesar de las adversidades y
restricciones que impone el entorno. De ahí que en forma recurrente las agencias
multilaterales de apoyo al servicio de la educación, así como los especialistas en el
área de la enseñanza y de los aprendizajes, vengan advirtiendo la necesidad de
introducir nuevos enfoques en lo que se refiere a la concepción de la calidad y a la
evaluación de los aprendizajes, como resultado de ensayos y de experiencias
pedagógicas acumuladas en distintos contextos que muestran ser más eficientes y
efectivas para amortiguar las diferencias que devienen del origen social de los
educandos.
Como se advierte en nuestro país, buena parte de estos conceptos han sido retomados
en la instrumentación de las políticas públicas en educación aplicadas en la última
década, donde los acentos han sido colocados en el ideario de una educación inclusiva
y de calidad sin distingo alguno, en un proceso que viene acompañado de luces, pero
también de preocupantes sombras como las que desagregaremos en los párrafos que
siguen.
Con la toma de posesión del presidente Hugo Chávez Frías el 2 de febrero de 1999, en
Venezuela se da inicio a un proceso social, rico en matices, con logros ostensibles en
algunas áreas y severas lagunas y distorsiones, como analizaremos en las páginas
siguientes; proceso que ha estado acompañado por conflictos de diferente calibre y
envergadura, cuyas repercusiones, secuelas y efectos se revelan en distintos planos
del quehacer social.
Los vacíos antes referidos fueron colmados por un discurso carismático que tomó como
bandera la necesidad de refundar la república a través de un proceso constituyente,
colocando su acento en la inclusión social y en la reivindicación de las mayorías
crónicamente excluidas del disfrute de todos los derechos y condiciones materiales que
permiten y dan viabilidad al ejercicio de la ciudadanía.
Finalmente, a lo largo de todos estos años, pero especialmente a partir del último
lustro, encontramos una abierta resistencia de amplios sectores sociales a la
imposición de un modelo político calificado como «socialismo del siglo XXI», propuesta
que fuera rechazada por la mayoría del voto popular en el referéndum de diciembre
2007. Sin embargo, en forma paulatina se viene instrumentado mediante un conjunto
de reformas legales, orientadas a desmontar la estructura del Estado liberal 2 burgués e
instaurar un nuevo poder, el así denominado «Poder Comunal» que nace bajo el
amparo y el control del Ejecutivo. Esta iniciativa, si bien puede constituir un elemento
dinamizador en las relaciones de poder, pierde su legitimidad cuando en su
instrumentación el único criterio de referencia para el reconocimiento de las múltiples
formas de organización social sea el que sus integrantes defiendan las tesis que
postula el gobierno y cuando los procesos de selección de sus representantes se
refrenden por procesos cuasi plebiscitarios, desfigurando, como consecuencia obvia,
las competencias y capacidades de intervención de las instancias de poder regional y
municipal consagradas en la actual constitución nacional.
Como podremos apreciar más adelante, el esfuerzo por incrementar la cobertura del
sistema escolar en su conjunto se deriva de los principios establecidos en la CRBV,
entre ellos, el artículo 102, el cual establece que: «La educación es un derecho
humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria. El
Estado la asumirá como función indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles
y modalidades, y como instrumento del conocimiento científico, humanístico y
tecnológico al servicio de la sociedad».
En correspondencia con este precepto que propugna la indeclinable responsabilidad
que tiene en Estado en todo lo que concierne a la universalización del acceso a la
educación, el análisis del comportamiento registrado por el sistema de educación, en
especial el universitario venezolano, pone en evidencia los profundos cambios que se
han desplegado en la última década en cuanto a la estructura, composición y cobertura
del sistema y que se recogen sumariamente en el cuadro que sigue:
Ahora bien, el asunto dilemático y más crucial de este curso de acción asumido
particularmente a partir del año 2003 radica en el hecho de si el foco de atención
central de la acción pública puede reducirse o concentrarse solamente en el tema de la
masificación de oportunidades, en tanto la sostenibilidad del modelo en el tiempo es
limitada si la misma no está acompañada de mecanismos de seguimiento, control,
evaluación y de apoyo sistémico e integral que ofrezca educación de calidad para
todos.
Plantear esta exigencia no supone en modo alguno afianzar las diferencias sociales y
restringir expectativas individuales legítimas, pues obviamente todos tenemos el
derecho a superarnos. Tampoco supone desconocer el ingente esfuerzo realizado en
materia de expansión de oportunidades. Lo que subrayamos es que ese esfuerzo, si
bien es necesario, no es suficiente. En otras palabras, para transformar el acceso a la
educación en general y a la universidad en particular, en un ejercicio real de la
prestación de un bien con calidad, es imprescindible habilitar mecanismos
compensatorios que garanticen las condiciones básicas para el proceso de aprendizaje,
así como contar con mecanismos de información oportuna y básica que sirva de
insumo para una aproximación más completa y exacta a lo que ocurre en el interior del
sistema escolar y en sus distintos niveles.
Pero para ello no basta con señalar la responsabilidad de las instituciones en el proceso
de enseñanza. Se requieren fórmulas de apoyo y estrategias didácticas, lo que a su
vez implica contar con recursos adicionales para tal fin; entre ellos, además de los
programas de apoyo estudiantil (becas, comedores, servicios de salud, atención
integral), debe recurrirse a un manejo inteligente de las oportunidades que nos abre el
desarrollo de las nuevas tecnologías de información y documentación. De esa forma se
podrá contar con un sistema inclusivo que, respetando los ritmos y las diferencias
individuales, permita a todos los ciudadanos y ciudadanas de esta nación satisfacer sus
legítimas expectativas de superación personal.
No nos cabe la menor duda de que bajo este formato se busca implementar una
grosera y deliberada estrategia de sobreideologización que pretende distorsionar la
historia, haciéndonos creer que sólo el presente conlleva un futuro luminoso. Se
ignoran paralelamente inocultables conquistas públicas que en el pasado sirvieron de
apoyo a los procesos de movilidad social ascendente, proceso que permitió que
muchos de nosotros, incluyendo a muchos de los representantes más conspicuos de la
revolución bolivariana, se beneficiaran de los logros de la masificación educativa.
Pasado no muy lejano, supinamente omitido por un discurso narcisista y cuasi
fundamentalista que debe repetirse cual catecismo en tiempo de conquista.
Ahora bien, alcanzar este propósito estratégico, cual es hacer de nuestros educandos
sujetos activos de sus procesos de formación, impone una concurrencia efectiva de
todos los actores que participan e inciden en el hecho escolar. La sola intervención del
Estado, aunque indispensable, no basta.
Existen evidencias, entre otras las reseñadas por la Cepal (2008, 2010, 2011), que
muestran que los resultados dependen de dónde focalicemos la acción educativa y de
cómo acompañemos estas iniciativas en todo cuanto concierne a la dotación de
recursos de infraestructura y medios instruccionales. Esto supone también como
elemento estratégico la atención de la formación y capacitación continua de los
docentes para el abordaje de procesos de aprendizaje en contextos de desigualdad,
todo lo cual conlleva, por supuesto, el contar con los recursos financieros adecuados
que respalden esta gama diversa de acciones y actividades que giran alrededor del
evento educativo. En suma, de conformidad con cuáles sean los énfasis y en dónde
pongamos los centros podrán o no advertirse mejoras significativas en la capacidad de
retención de los alumnos, en especial de aquellos que se ven afectados por condiciones
socioeconómicas que de partida reducen su probabilidad de éxito. Por otra parte, para
emprender mancomunadamente este tipo de acciones se impone resaltar la necesidad
de análisis integradores y de la confluencia de voluntades.
En otros términos, urge superar la diatriba como única pauta de acción y reponer el
valor de la argumentación persuasiva. Urge por ello reconocer los riesgos que conlleva
el reiterado predominio de la culpabilización emocional que ubica en el otro la raíz de
todos mis males. Vale decir, resulta imperativo desplazar del discurso cotidiano la
preeminencia que tiene el locus de control externo como exclusiva y única fórmula de
interpretación de todo lo que nos ocurre, así como la recurrente prevalencia de la
agresión oral y del empleo de argumentos ad hominen como pauta comunicacional
para dirimir las diferencias políticas. Las capacidades de la escuela para destejer en el
aula lo que el entorno y la cotidianidad recrean, legitiman y magnifican se ven
afectadas por este peligroso caldo de cultivo que es el uso de palabra hiriente en boca
de nuestros hacedores de opinión y constructores de modelos de aprendizaje vicario.
Una valoración del comportamiento del sistema escolar venezolano en los últimos años
muestra, a nuestro modo de ver, el avance que supone el complejo esfuerzo en pro de
la universalización del acceso en todos sus niveles, meta que por cierto está lejos de
ser cumplida en el nivel medio de la educación, a pesar de los logros desplegados para
cubrir las expectativas de la población más desfavorecidas.
Somos del criterio de que desconocer los avances cuantitativos registrados en los
últimos años en el plano de la expansión de oportunidades y quedarnos solo en el
cuestionamiento y en la diatriba acerca de las debilidades intrínsecas que rodean a
esta experiencia, sin ofrecer e impulsar alternativas que satisfagan las expectativas
sembradas en un sector de la población que en el pasado fue excluido de la acción
gubernamental, constituye una regresión injustificada que raya en el suicidio político
de quien formule y defienda esa peregrina idea.
Propiciar el debate de las ideas en este como en otros contextos supone como
condición indispensable el respeto mínimo entre las personas, pues no se puede
confrontar ideas bajo el chantaje opresivo de las armas, sino con el poder persuasivo
de la razón. Para garantizar esta condición elemental los órganos del estado no pueden
actuar como si nada pasara, como que esa violencia siempre existió y que por ende no
hay por qué preocuparse.
Como conductas sociales que son, tanto la violencia como la convivencia pacífica
pueden ser estimuladas, y por ende aprendidas, de ahí el papel que juegan los
sistemas escolares y educativos como mecanismos de divulgación y consolidación de
aquellas prácticas y reglas que nos permitan convivir pese a las diferencias, y basados
en el respeto al derecho de los demás.
Frente a los riesgos que la agudización del conflicto político está desatando para la vida
ciudadana en nuestro país, cerramos estas reflexiones compartiendo con ustedes las
sabias y atinadas palabras que nos formula Paulo Freire sobre las cualidades que debe
reunir la acción pedagógica en contextos de desigualdad social como los que
caracterizan a la América Latina:
NOTAS:
1
Una excelente compilación de las distintas vertientes asociadas al replanteamiento de
la educación en el mundo contemporáneo se encuentra en Arellano, 2005; igualmente
en Tiramonti, 2005.
2
Existe una amplia y polémica bibliografía sobre la caracterización del proceso que
atraviesa Venezuela en la actual coyuntura, baste citar como muestra las
aproximaciones de Caballero, 2007; Garrido, 2002; Lander, 2011a, 2011b; López
Maya y Lander, 2000; Monedero, 2011; Stambouli, 2005; Torres, 2009, muestra
elocuente de la diferencias de enfoque que ha alentado este proceso.
3
Reconocer el crecimiento del sector oficial en este período no significa desvalorizar el
crecimiento de la matrícula privada, que a contracorriente de lo que pudiera pensarse
creció en un 75 por ciento en el período 2000-2009. Cifra reveladora que nos señala
cómo el sector privado sigue atendiendo a sectores de clase media y media baja, lo
que acentúa también la necesidad de medidas de supervisión más efectivas para
garantizar la calidad del servicio.
Referencias bibliográficas
12) Lander, Edgardo (2011b). Venezuela: ¿radicalizar el
proceso?. www.tni.org/es/paper/venezuela-%C2%BFradicalizar-el-proceso. (Consultad
o en marzo 2011). [ Links ]
14) Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria -MPPEU (2011). Logros
de la revolución socialista bolivariana en educación universitaria 1999-2010. Caracas,
MPPEU, Oficina de Estadística y Análisis Prospectivo. [ Links ]