Algunas ORACIONES EN LA DIVINA VOLUNTAD
Algunas ORACIONES EN LA DIVINA VOLUNTAD
Algunas ORACIONES EN LA DIVINA VOLUNTAD
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Llamada maternal
de la Reina del Cielo
Hija queridísima, siento la irresistible necesidad de bajar del Cielo para hacerte mis visitas
maternas. Si tú me aseguras tu amor filial y tu fidelidad Yo me quedaré para siempre contigo,
en tu alma, para ser tu maestra, tu modelo y tu Madre amorosísima.
Vengo para invitarte a entrar en el Reino de tu Mamá, es decir, en el Reino de la Divina
Voluntad, y llamo a la puerta de tu corazón para que tú me abras... Mira, con mis mismas
manos te ofrezco como don este libro1: te lo ofrezco con amor materno para que tú, leyéndolo,
aprendas a vivir de Cielo y ya no más de tierra.
Este libro es de oro, hija mía; él formará tu fortuna y tu felicidad espiritual aun en la tierra. En él
encontrarás la fuente de todos los bienes: si eres débil, adquirirás la fuerza; si eres tentada,
adquirirás la victoria; si te encuentras caída en la culpa, hallarás la mano misericordiosa y
potente que te levantará; si te sientes afligida, hallarás el consuelo; si te sientes fría,
encontrarás el medio seguro para enfervorizarte; y si tienes hambre, tomarás el alimento
exquisito de la Divina Voluntad.
Con este libro ya no te faltará nada, no estarás más sola, porque tu Mamá te hará dulce
compañía y con todos sus cuidados maternales se comprometerá a hacerte feliz. Yo, la
Celestial Emperatriz, me encargaré de todas tus necesidades, si tú accedes a vivir unida a Mí.
¡Si tú conocieras mis ansias, mis suspiros ardientes, y hasta las lágrimas que derramo por mis
hijos...! ¡Si tú supieras cómo ardo por el deseo de que escuches mis lecciones todas de Cielo y
aprendas a vivir de Voluntad Divina!
En este libro encontrarás maravillas: encontrarás una Madre que te ama tanto que sacrifica a
su querido Hijo por ti, y así poder hacerte vivir de la misma Vida que Ella vivió sobre la tierra.
¡Ah, no me des este dolor: no me rechaces; acepta este don de Cielo que te traigo: acoge mi
visita, atiende mis lecciones!
1
El libro al que se hace alusión aquí es: “La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad”, en el que Ella
misma da lecciones al alma sobre cómo vivir en el Reino de la Divina Voluntad, poniéndole como ejemplo los
diferentes episodios de su propia vida y de la de su Hijo Divino. Estas lecciones están divididas en 31 meditaciones
para cada día del mes.
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Has de saber que Yo recorreré todo el mundo, iré a cada alma, a todas las familias, a todas las
comunidades religiosas, a todos los países, a todos los pueblos, y si se necesita iré por siglos
enteros, hasta que haya formado, como Reina a mi pueblo, y como Madre a mis hijos, los
cuales conocerán y harán reinar por doquier la Divina Voluntad.
He aquí explicada la finalidad de este libro. Aquellos que lo acojan con amor serán mis
primeros afortunados hijos que pertenecerán al Reino del Fiat Divino, y Yo con letras de oro
escribiré sus nombres en mi Corazón materno.
Mira, hija mía, el mismo amor infinito de Dios que en la Redención quiso servirse de Mí para
hacer descender al Verbo Eterno a la tierra, ahora me llama otra vez y me confía la tarea, el
sublime mandato, de formar sobre la tierra a los hijos del Reino de su Divina Voluntad. Y yo,
maternalmente presurosa me pongo a la obra y te preparo el camino que te conducirá a este
feliz Reino...
Para tal fin te daré lecciones sublimes y celestiales y especialmente te enseñaré nuevas
oraciones, en las que el cielo, el sol, la creación entera, mi misma vida y la de mi Hijo, todos los
actos de los santos, queden incluidos, para que a nombre tuyo pidan el Reino adorable del
Querer Divino. Estas oraciones son las más potentes, porque encierran en ellas la potencia del
mismo obrar divino; por medio de ellas Dios se sentirá desarmado y vencido por la criatura. En
virtud de este auxilio tú apresurarás la venida de su Reino felicísimo, y conmigo obtendrás que
la Divina Voluntad se haga como en el Cielo así en la tierra, según el deseo del Maestro
Divino.
¡Animo, hija mía, conténtame y Yo te bendeciré!
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Llamada de Luisa,
Hija Primogénita de la Divina Voluntad
Mi dulce Jesús, estoy aquí, en tus brazos, para pedirte ayuda. Ah, Tú conoces el dolor de mi
alma, cómo me sangra el corazón y mi gran repugnancia de dar a conocer todo lo que Tú me
has dicho sobre tu Santísimo Querer. ¡Pero la obediencia se impone! Tú lo quieres. Y yo,
aunque quede hecha pedazos, me veo obligada por una fuerza suprema a cumplir este
sacrificio.
Mas recuerda, oh Jesús mío, que Tú mismo me has llamado "la Pequeña Recién Nacida de
tu Santísima Voluntad", y un recién nacido apenas sabe balbucir; entonces, ¿qué haré?
Balbuciré tu Querer apenas y Tú harás todo lo demás, ¿no es verdad, oh mi Jesús?
Es más, haz que yo desaparezca del todo, y tu Querer sea el que, mojando la pluma en este
Sol Eterno, escriba con caracteres divinos indelebles y con letras de oro los conceptos, los
efectos, el valor y la potencia de la Voluntad Suprema, y cómo el alma que vive en Ella,
viviendo como en su centro, se ennoblece, se diviniza, se quita sus despojos naturales, vuelve
a su principio, y, triunfante sobre todas sus miserias, readquiere el estado de origen, bella,
pura, toda en orden a su Creador, como salió de sus manos creadoras.
Escribe Tú en estas páginas la larga historia de tu Voluntad, tu dolor al verte rechazado por
las criaturas a las regiones celestes, y cómo Tú, como sol en lo alto, aunque eres rechazado,
derramas tus rayos sobre todas las generaciones humanas y quieres descender para venir a
reinar en medio de ellas y por eso envías los rayos de tus suspiros, de tus gemidos, de tus
lágrimas y de tu intenso y eterno dolor al verte exiliado y como dividida tu Voluntad de la
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voluntad de las criaturas humanas; y Tú esperas a que te llamen en medio de ellas y te
reciban como Rey triunfante y te hagan reinar en la tierra como en el Cielo.
¡Desciende, oh Querer Supremo! Soy yo aquélla que por primera te llama: ¡ven a reinar en la
tierra! Tú, que creaste al hombre para que sólo hiciese tu Querer, y con quien él, ingrato,
rompió, rebelándose contra ti, ven a atar de nuevo a ti esta voluntad humana, a fin de que cielo
y tierra y todo quede ordenado en ti.
¡Oh, cómo quisiera dar mi vida para que tu Querer sea conocido! Quisiera elevar mi vuelo en
sus interminables confines para llevar a cada criatura su beso eterno, su conocimiento, sus
bienes, su valor y tus gemidos inenarrables de que quieres venir a reinar en la tierra, para que,
conociéndote, te reciban con amor, y haciéndote fiesta, te hagan reinar.
Oh Querer Santo, con tus rayos luminosos haz salir las flechas de tu conocimiento; haz
conocer a todos que vienes a nosotros para hacernos felices, y no con una felicidad humana,
sino Divina; que vienes para devolvernos el dominio perdido de nosotros mismos y la luz que
hace conocer el verdadero Bien para poseerlo y el verdadero mal para huir de él, que nos hace
firmes y fuertes, y con una fortaleza y firmeza divinas.
Abre la corriente entre la Voluntad Divina y la humana, y pinta en nuestras almas con el
pincel de tu mano creadora todos aquellos rasgos divinos que perdimos al sustraernos de Ella!
Tu Querer nos imprimirá ese frescor que nunca envejece, esa belleza que nunca se decolora,
esa luz que nunca se opaca, esa gracia que siempre crece, ese amor que siempre arde y que
jamás se apaga...
Oh Querer Santo, ábrete paso, recorre el camino para hacerte conocer. Manifiesta a todos
quién eres Tú y el gran bien que quieres hacer a todos, para que atraídos y raptados por tan
gran bien, todos puedan hacerse presa de tu Voluntad, y así podrás reinar libremente en la
tierra como en el Cielo.
Por tanto te ruego que escribas Tú mismo los conocimientos que me has manifestado sobre
Ella; y que cada palabra, cada dicho, cada efecto y cada conocimiento de tu Voluntad sea, para
quien lea, dardos, flechas, saetas, los cuales, hiriéndolo, lo hagan caer a tus pies y te reciba
con los brazos abiertos, para hacerte reinar en su corazón. A tantos prodigios de tu Querer,
obra también éste: que al conocerte, no te dejen pasar de largo, no, sino que te abran las
puertas para recibirte y hacerte reinar. Esto te pide la pequeña recién nacida de tu Voluntad; si
de mí has querido, y con tanta insistencia, el sacrificio de dar a conocer los secretos de tu
Querer que me has comunicado, yo de ti quiero esto: que al ser conocido haga este prodigio,
que tome su puesto de triunfo y reine en los corazones que lo conozcan. Sólo esto te pido, oh
Jesús mío, no te pido otra cosa; no quiero más que la compensación a mi sacrificio: que tu
Querer sea conocido y reine con su pleno dominio.
Tú sabes, amor mío, cuán grande ha sido mi sacrificio, mis luchas interiores, hasta sentirme
morir; pero por amor tuyo y para obedecer a tu representante en la tierra, a todo me he
sometido. Por eso, grande quiero el prodigio: que cuando las almas conozcan tus dichos sobre
tu Querer, queden raptadas, encadenadas y atraídas más que por un potente imán, y hagan
reinar en ellas aquel Fiat Divino que Tú, con tanto amor, quieres que reine en la tierra.
Y si te place, vida mía, antes de que estos escritos salgan a la luz del día y corran en manos
de tus hermanos y hermanas y míos, ah, llévate a tu Pequeña Recién Nacida de tu Voluntad a
la Patria Celestial. Ah, no me des este dolor: que yo sea espectadora de que nuestros secretos
sean conocidos por las demás criaturas... Si me has dado aquel primer dolor, evítame este
segundo, pero siempre "non mea voluntas, sed tua fiat (no se haga mi voluntad sino la tuya)".
Y ahora una palabra a vosotros todos, los que leeréis estos escritos: os ruego, os suplico
que recibáis con amor lo que Jesús quiere daros, es decir, su Voluntad. Pero para daros la
suya quiere que le deis la vuestra; si no, Ella no podrá reinar. ¡Si supierais con cuánto amor mi
Jesús quiere daros el más grande don que existe en el Cielo y en la tierra, el cual es su
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Voluntad! Oh, cuántas lágrimas amargas derrama porque os ve que viviendo con vuestro
querer vais arrastrándoos por la tierra, enfermos, miserables... ¡No sois buenos ni para
mantener un buen propósito! ¿Sabéis por qué? Porque su Querer no reina en vosotros.
¡Oh, cómo llora y solloza Jesús por vuestra suerte...! Y gimiendo os pide que hagáis reinar
su Querer en vosotros. Quiere haceros cambiar fortuna: de enfermos os quiere sanos; de
pobres, ricos; de débiles, fuertes; de volubles, inmutables; de esclavos, reyes. No quiere
grandes penitencias, largas oraciones ni demás cosas, sino quiere que reine en vosotros su
Querer y que vuestra voluntad no tenga más vida.
Ah, escuchadlo; yo estoy dispuesta a dar la vida por cada uno, a sufrir cualquier pena, con
tal de que abráis las puertas de vuestra alma para hacer que el Querer de mi Jesús reine y
triunfe en las generaciones humanas.
Y ahora os invito a todos: Venid conmigo al Edén, donde tuvo principio nuestro origen, donde
el Ser Supremo creó al hombre, y haciéndolo rey le daba un reino para dominar; este reino era
todo el universo, pero su cetro, su corona, su mandato venían del fondo de su alma, en la que
residía el Fiat Divino como rey dominante, el cual constituía la verdadera realeza en el hombre.
Sus vestiduras eran reales, refulgentes más que sol; sus actos eran nobles; su belleza,
arrebatadora; y Dios lo amaba muchísimo, se entretenía con él y lo llamaba "mi pequeño hijo y
rey". Todo era armonía, orden y felicidad.
Este hombre, nuestro primer padre Adán,2 traicionó a su Creador, se traicionó a sí mismo,
traicionó a su reino, y haciendo su voluntad llenó de amargura a su Creador, que tanto lo había
exaltado y amado, y perdió su reino, el Reino de la Divina Voluntad, en el cual todo le había
sido dado. Las puertas del Reino le fueron cerradas, y Dios retiró en sí el Reino que había dado
al hombre.
Ahora os quiero decir un secreto: Al retirar en sí el Reino de la Divina Voluntad, Dios no dijo
"no lo daré más al hombre", sino que lo tuvo guardado, esperando a las futuras generaciones
para asaltarlas con gracias sorprendentes, con luz tan deslumbrante que eclipse al querer
humano — que fue el que nos hizo perder un Reino tan santo — y con tales atractivos de
prodigiosos y asombrosos conocimientos de la Divina Voluntad, que nos hagan sentir la
necesidad, el deseo de abandonar nuestro querer, que nos hace infelices, y de arrojarnos a la
Divina Voluntad, como nuestro Reino permanente.
Así que el Reino es nuestro, ¡ánimo! El Fiat Supremo nos espera, nos llama y con insistencia
nos invita a tomar posesión de él.
¿Quién tendrá el corazón tan duro, quién será tan pérfido que no escuche su llamada y no
acepte tanta felicidad?
Sólo que debemos dejar los miserables harapos de nuestra voluntad, la vestidura de luto de
nuestra esclavitud en que ella nos ha arrojado, para vestirnos como reinas y adornarnos con
joyas divinas.
Por eso dirijo mi llamada a todos; no creo que no queráis escucharme... ¿Sabéis qué? Soy
una pobre pequeñita, la más pequeña de todas las criaturas; y yo, bilocándome en el Divino
Querer junto con Jesús, vendré como pequeñita a vuestro regazo, y con gemidos y lágrimas
llamaré a la puerta de vuestros corazones para pediros, como pequeña mendicante, que me
deis vuestros harapos, las vestiduras de luto, vuestro querer infeliz, para dárselo a Jesús, a fin
de que os queme todo; y dándoos su Querer de nuevo, os devuelva su Reino, su felicidad y el
candor de sus vestiduras reales.
¡Si conocierais qué significa Voluntad de Dios! Ella encierra Cielo y tierra. Si estamos con
Ella, todo es nuestro, todo pende de nosotros; pero si, por el contrario, no estamos con Ella,
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Es importantísimo tener muy claro que Adán existió, que fue el primer hombre creado por Dios de la tierra y vivificado por el
aliento divino; que fue creado en el Edén, en el estado de justicia original, estado del cual nadie ha tratado con profundidad y
extensión, y el cual perdió. Hay un libro: “Origen del Hombre: ¿Creación o Evolución?” en que se trata este tema, confutando
el evolucionismo y tomando varias enseñanzas de Jesús a Luisa sobre nuestro primer padre Adán.
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todo está contra nosotros, y si tenemos alguna cosa somos los verdaderos ladrones de nuestro
Creador, que nos mantenemos a base de fraude y rapiña.
Por eso, si queréis conocer la Voluntad de Dios, leed estas páginas: en ellas encontrareis el
bálsamo para las heridas que cruelmente nos ha hecho el querer humano, el nuevo aire todo
divino, la nueva Vida toda celestial; sentiréis el Cielo en vuestra alma; veréis nuevos horizontes,
nuevos soles, a menudo encontraréis a Jesús con el rostro bañado en lágrimas porque quiere
daros su Querer. Llora porque os quiere ver felices, pero viéndoos infelices solloza, suspira y
ora por la felicidad de sus hijos, y pidiéndoos vuestro querer para arrebataros la infelicidad, os
ofrece el suyo, como confirmación del Don de su Reino.
Por eso llamo a todos; y hago esta llamada junto con Jesús, con sus mismas lágrimas, con
sus suspiros ardientes, con su Corazón abrasado porque quiere dar su Fiat. Hemos salido de
su Fiat, éste nos ha dado la vida; es justo, es un deber y es necesario que regresemos a El, a
nuestra preciosa e interminable heredad.
Por primero llamo al Sumo Jerarca, al Romano Pontífice, a Su Santidad, al representante de
la Santa Iglesia y por lo tanto representante del Reino de la Divina Voluntad. A sus santos pies
esta pequeñita deposita este Reino para que lo domine, lo haga conocer y con su voz paternal
y con autoridad llame a sus hijos a vivir en este Reino tan santo. El sol del Fiat Supremo lo
invista y forme el primer sol del Querer Divino en su representante en la tierra, y formando su
vida primaria en aquél que es la cabeza de todos, expanda sus rayos interminables en todo el
mundo y eclipsando a todos con su luz, forme un solo rebaño y un solo pastor.
La segunda llamada la hago a todos los sacerdotes. Postrada a los pies de cada uno, les
suplico, les ruego que se interesen en conocer la Divina Voluntad. El primer movimiento, el
primer acto tomadlo de Ella, o mejor, encerraos en el Fiat Divino y sentiréis cuán dulce y
amable es su Vida; tomad de Ella todo vuestro obrar; sentiréis en vosotros una fuerza divina,
una voz que siempre habla, que os dirá cosas admirables que nunca habéis escuchado;
sentiréis una luz que os eclipsará todos los males, y que eclipsando a las gentes, os dará el
dominio de ellas. ¡Cuántas fatigas hacéis sin fruto, porque falta la vida de la Divina Voluntad!
Habéis partido a las gentes un pan sin la levadura del Fiat, y por eso ellas, al comerlo, lo han
encontrado duro, casi indigerible; y no sintiendo en ellos la vida, no se rinden a vuestras
enseñanzas. Así pues, ¡comed vosotros este pan del Fiat Divino! Y tendréis pan suficiente para
dar de comer a las muchedumbres. Así formareis con todos una sola vida y una sola voluntad.
La tercera llamada la dirijo a todos, al mundo entero, ya que todos sois mis hermanos, mis
hermanas, mis hijos. ¿Sabéis por qué os llamo a todos? Porque os quiero dar a todos la vida
de la Divina Voluntad. Ella es más que aire que todos podemos respirar, es como sol del que
todos podemos recibir el bien de la luz, es como latido de corazón, que en todos quiere palpitar;
y yo, como niña pequeñita, quiero, suspiro que todos toméis la vida del Fiat. ¡Oh, si supieseis
cuántos bienes recibiríais, daríais la vida para hacerla reinar en todos vosotros!
Esta pequeñita quiere deciros otro secreto que Jesús le ha confiado, y os lo digo para que
me deis vuestra voluntad, y a cambio recibiréis la Voluntad de Dios, que os hará felices en alma
y cuerpo.
¿Queréis saber por qué la tierra no produce? ¿Por qué en varias partes del mundo la tierra
frecuentemente se abre con terremotos y sepulta en su seno ciudades y personas? ¿Por qué el
viento y el agua forman tempestades que devastan todo, y tantos otros males que todos
conocéis? Porque las cosas creadas poseen una Voluntad Divina que las domina, y por eso
son potentes e imperiosas, son más nobles que nosotros. Nosotros, en cambio, somos
dominados por una voluntad humana, estamos degradados, y por esto somos débiles e
impotentes. Pero si, para suerte nuestra, renunciamos a nuestra voluntad humana y tomamos
la vida del Querer Divino, también nosotros seremos fuertes, dominadores; seremos hermanos
de todas las cosas creadas, las cuales, no sólo no nos molestarán más, sino que nos darán el
dominio sobre ellas, y seremos felices en el tiempo y en la Eternidad.
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¿No estáis contentos por esto? Por lo tanto, daos prisa: escuchad a esta pobre pequeñita
que os quiere mucho, y yo sólo estaré contenta cuando pueda decir que todos mis hermanos y
hermanas son reyes y reinas, porque todos poseen la vida de la Divina Voluntad. Así pues,
¡ánimo todos y responded a mi llamada!
Y mucho más suspiro que todos a coro respondáis a mi llamada, porque no soy yo sola que
os llamo y que os ruego, sino que conmigo os llama con voz conmovedora y tierna mi dulce
Jesús, que muchas veces hasta con lágrimas os dice: "Tomad por vida vuestra mi Voluntad,
venid a su Reino".
Es más, debéis saber que el primero en pedir al Padre Celestial que venga su Reino y que
se haga su Voluntad en la tierra como en el Cielo, fue Nuestro Señor en el "Padre Nuestro"; y
transmitiéndonos su oración, llamaba y rogaba a todos que pidiesen el Fiat Voluntas tua como
en el Cielo en la tierra; y cada vez que rezáis el Pater Noster, es tanto el amor de Jesús porque
quiere daros su Reino, su Fiat, que corre para decir junto con vosotros: "Padre mío, soy Yo
quien te lo pido para mis hijos, ¡hazlo pronto!".
Así que el primero en pedirlo es el mismo Jesús, y después también vosotros lo pedís en el
"Padre Nuestro". ¿No queréis, pues, tan grande bien?
Una última cosa os digo: Debéis saber que esta niña pequeñita, al ver las ansias, los delirios
y las lágrimas de Jesús por querer daros su Reino, su Fiat, es tan grande su anhelo, sus
suspiros y sus ansias de veros a todos en el Reino de la Divina Voluntad para veros a todos
felices y para hacer sonreír a Jesús, que si no lo consigue con plegarias y con lágrimas, quiere
lograrlo con caprichos, tanto hacia Jesús como hacia vosotros. ¡Escuchad, pues, todos a esta
pequeñita, no la hagáis suspirar más! Decidme, al menos por favor:
"¡Fiat, así sea; todos queremos el Reino de la Divina Voluntad!"
Luisa Piccarreta
La Pequeña Hija de la DivinaVoluntad
Corato, Italia, año 1924
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Consagración a Jesús,
Rey de reyes
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Consagración de la propia
voluntad a la Reina del Cielo
Mamá dulcísima, heme aquí postrada a los pies de tu trono; soy tu pequeña hija que quiere
darte todo su amor filial y como hija tuya quiero entrelazar todas las oraciones, las jaculatorias,
las promesas de no hacer nunca mi voluntad que tantas veces he hecho, y formando corona,
quiero ponerla en tu regazo como testimonio de amor y de agradecimiento a mi Mamá. Pero esto
no me basta, quiero que la tomes entre tus manos como señal de que aceptas mi don y al toque
de tus dedos maternos me la conviertas en tantos soles al menos por cuantas veces he tratado
de hacer la Voluntad Divina en mis pequeños actos. Ah sí, Madre Reina, tu hija quiere darte los
homenajes de luz y de soles refulgentísimos; sé que tienes muchos de estos soles, pero no son
los soles de tu hija, en cambio yo quiero darte los míos para decirte que te amo y para
comprometerte a amarme.
Mamá Santa, Tú me sonríes y con toda bondad aceptas mi don y yo te agradezco de corazón.
¡Quiero decirte tantas cosas! Quiero encerrar en tu Corazón materno mis penas, mis temores,
mis debilidades, todo mi ser, como lugar de mi refugio, y quiero consagrarte mi voluntad. ¡Anda,
oh Mamá mía, acéptala! Haz de ella un triunfo de la gracia y un campo en donde la Divina
Voluntad extienda su Reino. Esta voluntad mía consagrada a ti nos hará inseparables y nos
tendrá en continuas relaciones; las puertas del Cielo no se cerrarán para mí, porque habiéndote
consagrado mi voluntad, a cambio me darás la Tuya, así que o la Mamá vendrá a estar con su
hija en la tierra, o la hija irá a vivir con su Mamá en el Cielo. ¡Oh, qué feliz seré!
Escucha, Mamá queridísima, para hacer más solemne la consagración de mi voluntad a ti,
llama a la Trinidad Sacrosanta, a todos los ángeles, a todos los santos y ante todos protesto, y
con juramento, hacer solemne consagración de mi voluntad a mi Mamá Celestial.
Y ahora, Soberana Reina, como cumplimiento te pido tu santa bendición para mí y para todos.
Tu bendición sea el celestial rocío que descienda sobre los pecadores y los convierta, sobre los
afligidos y los consuele, sobre el mundo entero y lo trasforme al bien, sobre las almas del
purgatorio y apague el fuego que las devora. Tu bendición materna sea prenda de salvación
para todas las almas.
Amén.
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Acto completo de
Correspondencia de amor
en el Divino Querer
Acto de Reparación
en el Divino Querer
Dulce Jesús mío, entro en tu Querer y me postro a los pies de la Majestad Suprema, y a
nombre de toda la familia humana, pasada, presente y futura, en la inmensidad de este Divino
Querer, en el cual están en acto todas las generaciones como si fuesen un punto solo, vengo a
adorarte por todos y a tributarte los homenajes que como a nuestro Creador te debemos todos.
A nombre de todos vengo a reconocerte como Creador de todas las cosas, y por todos y por
cada cosa creada vengo a amarte, a alabarte, a bendecirte y a agradecerte.
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En la Santidad de tu Querer vengo para sustituirme por todas y por cada una de las
criaturas, e incluso por las misma almas perdidas, para darte reparación por todos los pecados,
hasta por aquellos por los que se perdieron; por todos quiero repararte y por cada ofensa
quiero suplir; quiero amarte por todos, y multiplicándome en tu Santo Querer en cada una de
las criaturas, quiero absorberlas todas en mí, para darte a nombre de todas, como si fueran una
sola, no sólo amor, sino Amor divino, y gloria, reparación, agradecimiento, en modo divino.
En tu Querer, amor mío, quiero ir a cada pensamiento de criatura, a cada mirada, a cada
palabra, a cada obra y paso, y después vengo a traerlos todos a los pies de tu trono, como si
todos los actos hubieran sido hechos para ti, y si algunos me lo niegan yo me sustituiré por
ellos... En el movimiento de mis labios te traigo el beso de todas las criaturas, y en mis brazos
te traigo el abrazo de todos. No hay acto por el cual yo no quiera suplir.
Y Tú, oh Jesús mío, dulce Vida mía, con tu bendición sella esta reparación, y haz que en
cada acto que yo haga se repita, se multiplique y esté en acto continuo de volar de la tierra al
Cielo, para llevar ante tu Trono, a nombre de todos, amor, gloria y reparación divinos.
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Acto de Ofrecimiento
de la propia muerte
en unión con la de Jesús
Mi dulce Jesús, quiero morir en tu Voluntad; uno mi agonía a la tuya, y tu agonía sea mi
fuerza, mi defensa, mi luz y la dulce sonrisa de tu perdón.
Mi último respiro lo pongo en el último respiro que diste por mí en la cruz, para que pueda
presentarme ante ti con los méritos de tu misma muerte.
Sí, oh Jesús, ábreme el Cielo y ven a mi encuentro a recibirme con aquel mismo amor con el
que te recibió el Padre, cuando Tú exhalaste en la Cruz tu último respiro; introdúceme después
con tus brazos, y yo te besaré y me saciaré de ti eternamente.
Mamá mía, y vosotros, ángeles santos, venid a asistirme como asististeis a Jesús en su
muerte. Ayudadme, defendedme y llevadme al Cielo. Amén.
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