Pavese Cesare, Trabajar Cansa + Vendrá La Muerte...
Pavese Cesare, Trabajar Cansa + Vendrá La Muerte...
Pavese Cesare, Trabajar Cansa + Vendrá La Muerte...
vendrá la muerte
y tendrá tus ojos
Pavese, Cesare
Trabajar cansa : vendrá la muerte y tendrá tus ojos / Cesare Pavese.
- 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Griselda García, 2018.
200 p. ; 20 x 14 cm. - (Poesía / García, Griselda)
vendrá la muerte
y tendrá tus ojos
CESARE PAVESE Y LAS DERIVAS
DEL REALISMO
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películas de todos los tiempos: la serie El padrino, de Francis
Ford Coppola. La estructura familiar de los Corleone, en la
película, se basa en la nostalgia del sistema familiar dinástico,
una fedeltà – la mafia siciliana es esa nostalgia de tierra y leal-
tad– a la que la literatura de Pavese opone, de hecho, el mundo
hosco del trabajo rural en el Piamonte, edificado con las he-
rramientas de los narradores “duros” estadounidenses, donde
no hay nostalgia. Un ida y vuelta cultural, como puede verse.
En el norte de Italia los partisanos habían colgado de los
pies el cadáver de Benito Mussolini. Pero casi todos los italia-
nos parecían fascistas antes de la guerra; después, casi todos
parecían comunistas. Muchos lo eran. Pavese fue miembro del
PCI y, como editor de Einaudi, participó activamente de la fa-
bulosa rinascita italiana, bendecida por el Plan Marshall.
No había motivos visibles para que se matara, excepto la
continuidad de un estilo que era una épica y que debía devo-
rar al héroe lírico. Las relaciones con dos mujeres decidieron
aleatoriamente hechos graves, la muerte incluida. Primero, su
confinamiento durante el fascismo, antes de la guerra, debido
a la posesión de cartas de una activa participante de la Re-
sistencia, la mujer “de voz ronca”. Después, el suicidio, tras la
relación con “la inquieta angustiosa que se sonríe sola” –se
supone, la actriz norteamericana Constance Dowling, a quien
dedicó los poemas titulados en inglés en Vendrá la muerte y
tendrá tus ojos, una recopilación póstuma que no hizo Pavese–.
El motivo de ambos desvíos de aquella voluntad suya de lite-
ratura viril está dicho en su famoso diario, publicado como El
oficio de vivir. Se cita a menudo la última nota del cuaderno
expurgado para la edición: Non parole. Un gesto. Non scriverò
più (No palabras. Un gesto. No escribiré más). Se omite citar
el recorrido de las semanas previas, incluso la línea, poco más
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arriba, referida al suicidio, mezcla de misoginia y reclamo es-
toico: “Sin embargo, mujercitas lo han hecho…” Si escribió esto
último el 18 de agosto de 1950, en marzo había escrito: “No nos
matamos por el amor de una mujer. Nos matamos porque un
amor, cualquier amor, nos revela en nuestra desnudez, miseria,
desvalimiento, nada.” Y cuatro años antes había escrito: “Los
dioses para ti son los otros, los individuos autosuficientes y
soberanos, vistos desde afuera”.
En los últimos días de su vida había comprendido que
no podía poner en armonía aquella orfandad mortal de su
alma –que ni el Strega ni Dios hubiesen consolado– y una
literatura estoica, neoclásica: “Es inútil, no se puede acabar
con estilo”. (Sí se podía. Oscar Wilde logró el hecho literario
de que su último acto fuera transmitido –inventado o cierto–
de este modo: “Recorrió con la mirada las paredes del cuarto
miserable y le dijo a su amigo: ‘Me temo que uno de los dos no
soportará esto por demasiado tiempo más’.”)
Todo el instrumental literario que Pavese explicó en sus
ensayos y aplicó a la construcción de un libro genial –Trabajar
cansa–, media docena de novelas y otros relatos, está resumido
en su diario: como estilo y con sus referencias a la poesía, a la
prosa, a la traducción, a la política y a la condición mítica del ser
humano, idea ésta que vertebra el conjunto de sus anotaciones.
Pavese creía que hay en todas las vidas un núcleo mítico
inicial que decide la visión del mundo y somete al autor a una
especie de “espléndida monotonía”. Se es lo mismo a los siete
años que a los treinta y cinco, se decía; la única diferencia es
que uno ha adquirido trucos, oficio, tanto en el vivir como en
el escribir. En su caso el poderoso núcleo mítico eran las coli-
nas piamontesas, el silencio obstinado de los campesinos y el
choque de ese mundo con el de la ciudad. El resto es el tránsito
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entre la revelación primordial y la adultez, en la que se inicia el
camino del regreso para descifrar el palimpsesto de la infancia
bajo la nueva realidad que cubre los lugares antiguos, como
lo hacen el protagonista de La luna y las fogatas y diversos
personajes de su libro de poemas.
En cuanto al estilo, “reducir a claridad el mito” exige pre-
cisión, un artificio que consiste en crear espacios entre línea
y línea en los que se pueda leer aquella vida sagrada. Por este
motivo, la poesía calificada de “narrativa” de Pavese es el ro-
deo en torno a instantes extáticos, más que la narración de una
anécdota: la imagen del primo gigante vestido de blanco en
lo alto de la colina, el perfil de Deola en el espejo del café a la
mañana, el río junto al que se bebe la grappa temprana en ve-
rano, el gasolinero borracho que duerme bajo un cartel al cos-
tado del camino. Sus relatos más largos, es decir, sus novelas y
cuentos, tienen ese aliento mítico también, ya sea que narren
el camino de ida –del campo a la ciudad y el mundo– o el de
regreso –del mundo y la ciudad a las colinas–.
Su poesía, que también es prosa, se forjó entonces en los
albores de la Segunda Guerra, en contra del decadentismo
post romántico peninsular, a contramano del futurismo y de
manera lateral al hermetismo atribuido a Giusseppe Ungaretti
o a Eugenio Montale. En cierto modo es el resultado de un
cruce de culturas, que la Guerra y la posguerra alimentarían
para quienes crecieron con ellas, y que Pavese encontró en sus
horas grises de traductor de Melville, Faulkner, Hemingway y
los autores del policial negro norteamericano. Quizás en ese
oficio, Pavese descubrió que toda lengua artística, y también
la del mito, es una lengua extranjera.
Jorge Aulicino
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trabajar cansa
TRADUCCIÓN DE JORGE AULICINO
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A ntepasados
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Veinte años ha estado viajando por el mundo,
se fue cuando yo era un nene en brazos de mujeres
y lo dieron por muerto. Sentí después hablar de él
a las mujeres, a veces, como en una fábula,
pero los hombres, más graves, lo olvidaron.
Un invierno, a mi padre, ya muerto, le llegó una postal
con una gran estampilla verdosa de naves en un puerto
y augurios de buena vendimia. Fue un gran estupor,
pero el muchacho, crecido, explicó ávidamente
que el billete venía de una isla llamada Tasmania
circundada de un mar muy azul, feroz de tiburones,
en el Pacífico, al sur de la Australia, y añadió
que, seguro, el primo pescaba perlas. Y guardó la estampilla.
Todos dieron su opinión, pero todos concluyeron
que si no había muerto, moriría.
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Mi primo regresó terminada la guerra,
gigantesco como pocos. Y tenía dinero.
La parentela decía por lo bajo: “En un año,
por decir mucho, se lo comió todo y vuelve a vagar.
Así terminan los desesperados”.
Mi primo tiene una cara rotunda. Compró un lote
en el pueblo y se hizo construir un garaje de cemento
con un flamante surtidor de nafta en el frente
y sobre la curva del puente, bien grande, un cartel metálico.
Después puso un mecánico adentro a cobrar el dinero
y él se dedicó a recorrer las Langas, fumando.
Se había casado. Tomó una chica rubia y delicada
como las extranjeras que seguramente conoció en el mundo.
Pero sale todavía solo, vestido de blanco,
con las manos atrás y el rostro bronceado;
por la mañana recorría las ferias, con aire cazurro,
negociando caballos. Después me explicó,
cuando fracasó el proyecto, que su plan
era quitarle al valle todas las bestias
y obligar a la gente a comprarle motores.
“Pero la bestia más grande de todas”, decía,
“fui yo al pensarlo. Debí saber
que bueyes y personas son aquí la misma raza.”
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Algunas luces en la distancia, casitas, automóviles
que se oyen apenas. Y yo pienso en la fuerza
que me ha devuelto a este hombre, arrancándolo del mar,
de las tierras lejanas, del silencio que dura.
Mi primo no habla de los viajes que hizo; dice, seco,
que ha estado en este lugar, aquel otro,
y piensa en los motores.
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ANTEPASADOS
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Ha habido un abuelo mío, remoto en los tiempos,
que fue estafado por un campesino suyo
y entonces zapó él mismo las viñas –en verano–
sólo para ver un trabajo bien hecho. Así
he vivido siempre y siempre he tenido
una cara segura y pagado al contado.
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PAISAJE I
(Al Pollo)
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Algunas veces se ven filas de cestas con frutas,
pero no van hacia la cima: los paisanos las llevan a casa
sobre la espalda, contorsionados, y se pierden en el follaje.
Tienen mucho que hacer y no van a ver al ermitaño
los paisanos, pero bajan, suben y zapan fuerte.
Cuando tienen sed, tragan vino: plantándose en la boca
la botella, levantan los ojos a la cumbre quemada.
En la mañana fresca están ya de regreso, cansados
del trabajo del alba, y si pasa un vagabundo
toda el agua en los pozos entre la vid cosechada
es para que él se la tome. Sonríen a las mujeres con malicia
y les preguntan cuándo, vestidas con pieles de cabra,
se sentarán sobre aquellas colinas a quemarse en el sol.
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GENTE FUERA DE LUGAR
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EL DIOS CABRÓN
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Y las bestias se agitan en los establos.
Solamente los perrazos más fuertes muerden la cuerda,
y alguno se libera y corre a seguir al cabrón
que lo rocía y embriaga de una sangre más roja que el fuego,
y después balan todos, derechos y ululando a la luna.
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PAISAJE II
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Sobre las cuestas de arriba, que se extienden bajo el cielo,
no hay sombra de árboles: la uva cuelga hasta la tierra,
tanto pesa. Ninguno puede estar escondido:
se distinguen en la cima las siluetas de los árboles,
negros y ralos. Si tuviese la viña allá arriba,
mi viejo haría guardia desde casa, en la cama,
con el fusil apuntado. Aquí abajo, ni siquiera el fusil
le sirve, porque en la oscuridad no hay más que follaje.
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EL HIJO DE LA VIUDA
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Bate el sol sobre la era y sobre los ojos enrojecidos
parpadeantes. Una nube purpúrea vela el rastrojo
sembrado de haces amarillos. La mujer
vacilando, la mano sobre el regazo, entra a la casa.
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LUNA DE AGOSTO
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Se precipita afuera, en el horror lunar,
y la sigue el susurro de la brisa sobre las piedras
y una silueta tenue que le muerde los pies,
y le duele en las entrañas. Regresa doblada a la sombra
y se tira sobre las piedras y se muerde la boca.
Abajo, oscura, la tierra se cubre de sangre.
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GENTE QUE HA SIDO
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Verán muy tarde brotar
algún tímido verde sobre el campo desierto,
sobre la tumba del grano, y deberán luchar
para reducir también eso a abono, quemándolo.
Porque el sol y la lluvia protegen sólo malezas,
y la helada, cuando tocó el grano, no vuelve.
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PAISAJE III
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LA NOCHE
A veces regresa
en la inmóvil calma del día el recuerdo
de aquel vivir absorto, en la luz atónita.
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Después
ENCUENTRO
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MANÍA DE SOLEDAD
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La llanura es un gran fluir de agua entre la hierba,
una cena de todas las cosas. Cada planta y cada piedra
vive inmóvil. Escucho a mi alimento nutrirme las venas
de cada cosa que vive sobre esta llanura.
No importa la noche. El cuadrado del cielo
me susurra todos los rumores, y una estrella menuda
se debate en el vacío, alejada de los alimentos,
de las casas, distinta. No se basta a sí misma
y necesita de muchas compañeras. Aquí en lo oscuro, solo,
mi cuerpo está tranquilo y se siente patrón.
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REVELACIÓN
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MAÑANA
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VERANO
He visto caer
muchos frutos, dulces, sobre una hierba que sé,
como un golpe en el agua. Así te sobresaltas
con el temblor de la sangre. Mueves la cabeza
como si alrededor ocurriese un prodigio de aire
y el prodigio eres tú. Tienen el mismo sabor
tus ojos y el cálido recuerdo.
Escuchas.
Las palabras que escuchas te tocan apenas.
Tienes en el rostro calmo un pensamiento claro
que parece en los hombros la luz del mar.
Tienes en el rostro un silencio que cierra el corazón,
como un golpe en el agua, y destila una pena antigua,
como el jugo de los frutos caídos entonces.
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NOCTURNO
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AGONÍA
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Este cuerpo vestido de rojo ligero
después de tanta palidez tendrá de nuevo su vida.
Sentiré a mi alrededor deslizarse las miradas
y sabré ser yo: echando una ojeada
me veré entre la gente. Cada nueva mañana
saldré por las calles buscando los colores.
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PAISAJE VII
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MUJERES APASIONADAS
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Aquella desconocida extranjera que nadaba de noche,
sola y desnuda en la oscuridad cuando cambia la luna,
desapareció una noche, y no regresa jamás.
Era alta y debió ser blanca, resplandeciente,
para que los ojos, desde el fondo del mar, la alcanzaran.
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TIERRAS QUEMADAS
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Quieren ojos y presteza en el hombre y que bromee
y que sea siempre fino. Basta salir a las colinas
y que llueva: se rinden como niñas,
pero saben gozar el amor. Más expertas que un hombre.
Son vivaces y lanzadas y, aun desnudas, charlan
con ese brío que tienen siempre.
Lo escucho.
He mirado las ojeras del joven esmirriado,
tan atentas. Han visto también ellas una vez aquel verde.
Fumaré en la noche oscura, ignorando hasta el mar.
47
TOLERANCIA
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ennegrecida y a la fuente desierta. La casa
tiene los postigos cerrados, pero adentro hay una cama
y sobre la cama una rubia se gana la vida.
Todo el pueblo reposa a la noche,
todo, menos la rubia, que se lava a la mañana.
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LA PUTA CAMPESINA
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le buscaba en el heno los miembros contraídos,
la miraba fijo, aplastándola como si fuese su padre.
El perfume eran flores pisadas sobre las piedras.
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PENSAMIENTOS DE DEOLA
52
Deola se sienta mostrando el perfil a un espejo
y se mira en el fresco del vidrio. La cara un poco pálida:
no es el humo estancado. Frunce las cejas.
Se necesita la voluntad que tenía Marì para durar
en pensión (porque, querida señora, los hombres
vienen aquí para sacarse caprichos que no les cumplen
ni la mujer ni la novia) y Marì trabajaba
incansable, llena de brío y regalaba salud.
Los que pasan delante del café no distraen a Deola
que trabaja solamente a la noche, con lentas conquistas
en la música de su local. Echándole miradas
a un cliente o buscándole el pie, le gustan las orquestas
que la hacen parecerse a una actriz en la escena de amor
con un joven rico. La basta un cliente
cada noche, y tiene para vivir. (Quizá el señor de ayer
me llevaba de veras con él). Estar sola, si quiere,
a la mañana, y sentada en el café. No buscar a ninguno.
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DOS CIGARRILLOS
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No está más el marino. La mujer susurra
que, si subo con ella, me lo muestra en un retrato,
con ricitos y bronceado. Viajaba en sucios vapores,
y lustraba las máquinas: yo soy más bello.
55
DESPUÉS
Hacia la noche,
la colina es recorrida por retazos de niebla,
la ventana recibe también ese aliento. La calle
a esta hora está desierta; la solitaria colina
tiene una vida remota en el cuerpo más oscuro.
Yacíamos fatigados en la humedad
de dos cuerpos, amodorrados uno sobre el otro.
56
En las hojas de las avenidas, en el paso indolente de las mujeres,
en las voces de todos, hay un poco de la vida
que los dos cuerpos han olvidado, pero que es un milagro.
Como descubrir abajo, en el fondo de un camino, la colina
entre las casas, y mirarla y pensar que conmigo
la compañera la mira desde la breve ventana.
En la oscuridad se ha hundido la desnuda colina
y la lluvia murmura. No está la compañera
que se ha llevado su cuerpo dulce y la sonrisa.
Pero mañana bajo el cielo lavado del alba
la compañera saldrá por las calles, tenue
por su paso. Podremos encontrarnos, queriendo.
57
Ciudad en el campo
EL TIEMPO PASA
58
En otoño, de noche, el viejo camina
pero no tiene más zapallo, y las puertas humosas
de las cantinas arrojan borrachos que barbotean solos.
Es una gente que bebe solamente de noche
(desde la mañana piensan en eso) y luego se emborracha.
El vejestorio, de joven, bebía tranquilo;
ahora, sólo de husmear le baila la barba:
hasta que le planta el bastón entre los pies a un ebrio
que cae a tierra. Lo ayuda a alzarse, le vacía los bolsillos,
(a veces al ebrio le sobra alguna cosa),
y a los dos los tiran afuera de la taberna humosa,
incluido él, que canta, que riñe,
y que quiere el zapallo y tenderse bajo la vid.
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GENTE QUE NO ENTIENDE
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Así es muy distinta. A la noche reencuentra
a los hermanos, que vuelven descalzos de algún trabajo,
a la madre atezada, y se habla de tierras
y ella se sienta en silencio. Pero todavía recuerda
que, muy chica, volvía ella también con su montón de hierba:
sólo que aquellos eran juegos. Y la madre que suda
recogiendo la hierba, porque hace treinta años
la recoge cada tarde, bien podría una vez
quedarse en casa. Nadie la busca.
61
CASA EN CONSTRUCCIÓN
62
Qué sucede de noche allí adentro, lo sabe solo el viejo,
al que se ve por la mañana bajando las colinas.
Deja brasas allí adentro y tiene la barba chamuscada
por la llama y ya absorbió tanta agua que, como el terreno,
no podría cambiar de color. Hace reír a todos
porque dice que los otros se hacen la casa
con sudor, y él duerme allí sin sudar. Pero un viejo
no debería permanecer en la noche al aire libre.
Se entiende de una pareja en un prado: están el hombre y la mujer
que se tienen apretados y después vuelven a casa.
Pero este viejo no tiene una casa y se mueve a duras penas.
Realmente algo le sucede allí adentro,
porque todavía a la mañana barbotea para sí.
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CIUDAD EN EL CAMPO
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Si hacía ese calor en la ciudad, se quedaban a almorzar
en la fonda. La polvareda y el calor no ensucian las paredes
en la ciudad: a lo largo de las avenidas las casas son blancas.
El muchacho alza los ojos a las nubes horribles.
En la ciudad están al fresco sin hacer nada, pero compran uva,
la trabajan en grandes bodegas y se hacen ricos.
Si se quedaban más tiempo, veían en medio de los árboles,
a la noche, cada avenida con una fila de luces.
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ATAVISMO
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Si se tiene un cuerpo, hay que verlo. El muchacho
no sabe si cada uno tiene un cuerpo. El vejestorio arrugado
que pasaba esta mañana no puede tener un cuerpo,
tan pálido y triste, no puede haber nada
que aterre de ese modo. Tampoco los adultos
o las esposas que dan la teta al bebé
están desnudos. Tienen un cuerpo sólo los muchachos.
El muchacho no se atreve a mirarse en la oscuridad,
pero sabe bien que debe hundirse en el sol,
y habituarse a las miradas del cielo, para hacerse hombre.
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AVENTURAS
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Corre el río tranquilo
y lo espuman los pájaros. De entre las nubes rojas
se tiran abajo, de la alegría de encontrarlo desierto.
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CIVILIZACIÓN ANTIGUA
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Si la calle es de todos, hay que disfrutarla
sin hacer otra cosa, mirando alrededor,
a la sombra, al sol, en el fresco ligero.
Cada calle se abre de par en par como una puerta,
pero ninguno la traspasa. Ese hombre sentado
ni siquiera se da cuenta, como si fuese un mendigo,
de la gente que viene y va, en la mañana.
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ULISES
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El muchacho, que está por volver, no recibe más cachetazos.
El muchacho comienza a ser joven y descubre
cada día alguna cosa y no le habla a nadie.
No hay nada por la calle que no pueda saberse
sentado frente a esta ventana, pero el muchacho camina
todo el día por la calle. No busca aún mujeres
pero ya no juega en el piso. Cada vez regresa.
El muchacho tiene un modo de salir de casa
que, quien se queda, entiende que ya no puede hacer nada.
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DISCIPLINA
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PAISAJE V
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Para cubrir las casas y las piedras de verde
–y que el cielo tenga sentido– hace falta hundir
en la oscuridad raíces bien negras. Al volver el alba,
correría la luz dentro de la tierra
como un golpe. Toda la sangre estaría más viva:
también los cuerpos están hechos de venas negruzcas.
Y los aldeanos que pasan tendrían un sentido.
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INDISCIPLINA
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Cada casa tiene una puerta, pero es inútil entrar.
El borracho no canta, pero tiene un camino
donde el único obstáculo es el aire. Suerte
que de este lado no hay mar, porque el borracho,
caminando tranquilo, entraría en el mar
y, desaparecido, seguiría en el fondo el mismo camino.
Afuera, la luz sería la misma, siempre.
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RETRATO DE AUTOR
(a Leone)
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Yo no huelo mal porque no tengo barba. Me hiela, la piedra,
esta espalda mía desnuda, que les gusta a las mujeres
porque es lisa: ¿qué cosa no les gusta a las mujeres?
Pero no pasan mujeres. Pasa, en cambio, una perra
seguida de un perro que seguro se mojó con la lluvia,
porque huele muy mal. La nube sola, en el cielo,
mira inmóvil: parece un montón de hojas.
El colega ha encontrado la cena esta vez.
Tratan bien, las mujeres, a quien está desnudo. Aparece
finalmente en la esquina un muchachito que fuma.
Tiene las piernas de anguila también, la cabeza rizada,
piel dura: las mujeres querrán desvestirlo
un buen día y olfatear si tiene buen olor.
Cuando llega, extiendo un pie. Se va al suelo
y le pido un pucho. Fumamos en silencio.
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GRAPA EN SETIEMBRE
81
A esta hora cada uno debería detenerse
en la calle y mirar cómo todo madura.
Hasta hay una brisa que no mueve las nubes
pero alcanza a conducir el humo azulino
sin romperlo: es un nuevo sabor que pasa.
Y el tabaco se empapa de grapa. Y así las mujeres
no serán las únicas que gocen la mañana.
82
BALLET
83
Si la mujer y el gigante se desnudan juntos
–lo harán más tarde–, el gigante parece
la placidez de una roca, una roca quemante,
y la nena, para calentarse, se aprieta a esa mole.
84
PATERNIDAD
85
Hay un perfume y un estallido en el cuerpo de ella
que es el mismo en el viejo, y en los viejos. En silencio
fuma el padre y espera que vuelva, vestida.
Todos esperan, jóvenes y viejos, y la miran fijo;
y cada uno, bebiendo solo, volverá a pensar en ella.
86
ATLANTIC OIL
87
asustadas, al garaje que mantiene ese tráfico;
campesinos que miran torvo. Cada uno, de vez en cuando,
hace una bajada rápida a Turín, y regresa más despejado.
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CREPÚSCULO DE ARENEROS
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Cuando cualquier atolondrado venía a buscar pelea,
los areneros levantaban la cabeza y la injuria moría
sobre la mujer acostada, como si estuviese ya desnuda.
Ahora vuelven los estremecimientos, entrevistos en la hierba,
a ocupar el silencio. Y cada cosa se concentra
en la punta de fuego, que vive. Ahora el ojo
se pierde en el humo invisible que sale de la boca
y las piernas recuperan el empujón de la sangre.
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EL CARRETERO
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También las bolsas, en el alba que se demora, sacuden
a quien está tendido y las oprime, con los ojos en el cielo,
que se abre –se aprieta el recuerdo en las bolsas.
El recuerdo se hunde en la sombra de ayer,
allí salta la chimenea y la llama viva.
92
TRABAJAR CANSA
Hay en verano
siestas en que hasta las plazas quedan vacías, tendidas
bajo el sol que está por caer, y este hombre, que llega
por una avenida de inútiles plantas, se detiene.
¿Vale la pena estar solo, para estar siempre más solo?
Solamente vagar, las plazas y las calles
están vacías. Hace falta parar a una mujer
y hablarle y pedirle vivir juntos.
De otro modo, uno habla solo. Es por esto que a veces
hay un borracho nocturno que comienza a parlotear
y cuenta los proyectos de toda la vida.
93
A la noche, la plaza vuelve a estar desierta
y este hombre que pasa no ve las casas
tras las inútiles luces, no levanta ya los ojos:
siente sólo el empedrado que hicieron otros hombres,
de manos endurecidas como las suyas.
No es justo quedar en la plaza desierta.
Vendrá ciertamente aquella mujer por la calle
que, si uno le pide, querrá dar una mano en la casa.
94
Maternidad
UNA ESTACIÓN
95
No es lindo mirarla, ha perdido toda la fuerza;
pero, entre tantos que tuvo, una hija vuelve a pasar
por las calles, a la tarde, y a ostentar en el viento,
bajo los árboles, sólido y fresco, su cuerpo que vive.
Y hay un hijo que vaga, y sabe estar solo
y se sabe divertir solo. Pero se mira en las vidrieras,
complacido por el modo en que lleva del brazo
a su compañera. Le gusta, en un juego de músculos,
arrimársela, mientras ella lucha, y besarla en el cuello.
Sobre todo le gusta, después de que ha engendrado
sobre aquel cuerpo, dejarlo entristecer y volver a sí mismo.
Una apretada lo hace solamente sonreír, y un hijo
lo haría indignarse. Lo sabe la muchacha, que espera,
y se prepara a esconder el vientre deformado
y goza con él, complaciente, y le admira la fuerza
de ese cuerpo que sirve para tantas otras cosas.
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PLACERES NOCTURNOS
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Volveremos esta noche a la mujer que duerme,
con los dedos helados a buscar su cuerpo,
y un calor nos sacudirá la sangre, un calor de tierra
ennegrecida de humores: un aliento de vida.
También ella se calentó en el sol y ahora descubre
en su desnudez la vida más dulce,
que de día desaparece, y tiene sabor de tierra.
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LA CENA TRISTE
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Los sabores atormentan a la sombra famélica
que no llega ni siquiera a lamer, sobre el racimo,
el rocío que ya se condensa. Y, cada cosa goteando
bajo el alba, las sillas se miran solas.
A veces, a la orilla del agua un aroma,
como de uva, de mujer, se estanca sobre la hierba,
y la luna fluye en silencio. Aparece alguien,
pero atraviesa las plantas incorpóreo, y se queja
con el gemido ronco de quien no tiene voz,
y se tiende sobre la hierba y no encuentra la tierra:
sólo le tiembla la nariz. Hace frío, en el alba,
y apretar un cuerpo sería la vida.
Más difusa que el amarillo lunar, que tiene horror
de filtrarse en los bosques, es esta ansia inagotable
de contactos y sabores que macera a los muertos.
Otras veces, en el suelo, los atormenta la lluvia.
100
PAISAJE IV
(A Tina)
101
Ahora, ha llegado a la otra orilla y nos habla, goteante
su cuerpo atezado que surge entre los troncos.
Su voz es el único sonido que se oye sobre el agua
–ronca y fresca, es la misma voz de antes.
Pensamos, tendidos
sobre la orilla, en ese verde más hondo y más fresco
que sumergió su cuerpo. Después, uno de nosotros
se tira al agua y cruza, descubriendo los hombros
en brazadas espumosas, el verde inmóvil.
102
UN RECUERDO
Sonríe a solas
la sonrisa más ambigua caminando por la calle.
103
LA VOZ
104
MATERNIDAD
La mujer existió,
una mujer de sólido cuerpo, que volcó
en cada hijo la sangre y murió junto al tercero.
Parece extraño a los tres jóvenes vivir sin la mujer
que ninguno conoce y los ha hecho, a cada uno, con esfuerzo,
aniquilándose en ellos. La mujer era joven
y reía y hablaba, pero era un juego riesgoso
tomar parte en la vida. Es así que la mujer
se quedó en silencio, mirando extraviada a su hombre.
105
Pero, al ver doblarse a uno de ellos en el borde del río
y zambullirse, este hombre no encuentra ya el movimiento
[luminoso
de los miembros de ella en el agua, y la alegría
de dos cuerpos sumergidos. No encuentra más a los hijos,
si los mira por la calle y los compara con él.
¿Cuánto tiempo pasó desde que hizo a los hijos? Los tres jóvenes
andan, en cambio, jactanciosos, y alguno, por descuido,
ha hecho ya un hijo, sin tener mujer.
106
LA MUJER DEL BARQUERO
107
Son gélidos y delgados los labios que arrima,
pero difunde en el cuerpo un profundo calor
tormentoso. La pequeña esposa ahora duerme,
tendida al lado de su cuerpo materno. Es sutilmente
áspera, como un muchacho, pero duerme como mujer.
No sabría llevar una barca en la lluvia.
108
LA VIEJA BORRACHA
109
Por las viñas tranquilas, la voz del sol,
áspera y dulce, susurra en el diáfano incendio,
como si el aire temblase. Tiembla alrededor la hierba.
La hierba es joven como el resplandor del sol.
Son jóvenes los muertos en el vívido recuerdo.
110
PAISAJE VIII
111
Leña verde
EXTERIOR
La mañana pasó
y la fábrica libera mujeres y obreros.
En el buen sol alguno –regresa al trabajo
dentro de media hora– se tiende a comer, hambriento.
Pero hay una humedad dulce que muerde la sangre
y le da a la tierra escalofríos verdes. Se fuma
y se anota que el cielo está sereno, y a lo lejos
las colinas son violetas. Sería bueno
quedarse un tiempo largo sobre el suelo, bajo el sol.
Pero, finalmente, se come, ¿quién sabe si comió
ese muchacho testarudo? Dice un obrero flaco:
está bien, uno se rompe el lomo trabajando,
pero comer se come. Incluso, se fuma.
112
El hombre es como un animal, querría no hacer nada.
113
FUMADORES DE PAPEL
114
en las fábricas sin una sonrisa. Aprendió a medir,
sobre su propia fatiga, el hambre de los otros,
y encontró en todas partes injusticias. Intentó calmarse
caminando, embotado, las avenidas interminables
en la noche, pero vio solamente un millar de faroles
resplandecientes sobre iniquidad: mujeres broncas, borrachos,
tambaleantes fantoches perdidos. Había llegado a Turín
un invierno, entre centelleos de fábricas y escorias de humo;
y sabía qué era el trabajo. Aceptaba el trabajo
como un duro destino del hombre. Pero si todos los hombres
lo aceptaran, en el mundo habría justicia.
Se hizo de compañeros. Soportaba las largas palabras
y debía escucharlas, esperando el final.
Tuvo compañeros. Cada uno en su casa tenía familia.
La ciudad estaba cercada por ellos. Y la cara del mundo,
ellos la cubrían. Sentían dentro de sí
la gran desesperación de vencer al mundo.
115
De repente gritó
que no era el destino si el mundo sufría,
si la luz del sol arrancaba blasfemias:
el hombre era culpable. Si por lo menos pudiéramos irnos,
libres con el hambre, responder no
a una vida que usa amor y piedad,
la familia, el pedacito de tierra, para atarnos las manos.
116
UNA GENERACIÓN
117
La ciudad nos gustaba de día: a la noche, callar
y mirar las luces en la distancia y escuchar los clamores.
Vienen aún los muchachos a jugar en los prados
adonde llegan las avenidas. Y la noche es la misma.
Al atravesarlos se siente el olor de la hierba.
En prisión están los mismos. Y están las mujeres,
como antes, que hacen chicos y no dicen nada.
118
REVUELTA
119
La miseria recubre de barba la risa burlona,
como una hierba, y da un aire tranquilo. Este viejo
que podría morir tumbado, ensangrentado,
parece en cambio una cosa y está vivo. Así,
menos la sangre, cada cosa es una parte de la calle.
Y en la calle las estrellas han visto la sangre.
120
LEÑA VERDE
(A Massimo)
121
¿Qué importan los otros? Mañana, las colinas
estarán bajo el sol, y cada uno en la suya.
122
POGGIO REALE
La ventana vacía
no revela que, bajo las plantas, hay colinas
y que un río serpentea, lejos, desnudo.
El agua es límpida como el soplo del viento,
pero nadie se da cuenta.
123
El hombre tendido en el prado debería sentirla
en la respiración de la hierba. Pero no mueve la vista,
solo la hierba se mueve. Debe de estar muerto.
124
PALABRAS DEL POLÍTICO
125
Paternidad
MEDITERRÁNEA
Fumaba
también el negro que vimos una mañana juntos,
firme, de pie en un rincón, bebiendo aquel vino
–afuera, el mar esperaba. Pero el rojo del vino
y la nube vaga no eran suyos:
no pensaba en los sabores. Tampoco la mañana
parecía una mañana de aquellas al alba;
era un día monótono, fuera de los días,
para el negro. La idea de una tierra lejana
le hacía de fondo. Pero él no cuadraba.
126
que ni siquiera bajaba la mirada a las manos,
demasiado oscuras, y ni siquiera se movía al respirar.
Habíamos dejado una mujer, y cada cosa,
bajo el alba, sabía de nuestra posesión:
calma, calles y aquel vino.
Al rato me dice:
¿te acuerdas de aquel negro que fumaba y bebía?
127
PAISAJE VI
La mañana
se abrirá de par en par, en un largo silencio,
amortiguando las voces. Hasta el vagabundo,
que no tiene una ciudad ni una casa, la habrá respirado,
como aspira el vaso de grapa, en ayunas.
Vale la pena tener hambre o haber sido traicionado
por la boca más dulce, sólo para salir a este cielo,
reencontrando, al respirar, los recuerdos más leves.
128
Hasta los grandes caballos, que habrán pasado
entre la niebla, en el alba, dirán de este tiempo.
129
MITO
130
Ahora pesa
el cansancio sobre todos los miembros del hombre,
sin pena: el calmo cansancio del alba
que abre a un día de lluvia. Las playas oscurecidas
no conocen al joven, que en un tiempo bastaba
con que las mirase. Ni el mar del aire revive
ante su aliento. Se tuercen los labios del hombre
resignado, al sonreír delante de la tierra.
131
EL PARAÍSO SOBRE LOS TECHOS
132
SIMPLICIDAD
133
El hombre solo piensa en esos campos, contento
de saberlos ya arados. En el salón desierto,
en voz baja, prueba cantar. Vuelve a ver,
a lo largo del terraplén, el penacho de las zarzas despojadas,
que en agosto fue verde. Le da un silbido a la perra*.
Y aparece la liebre y ya no tienen frío.
134
EL INSTINTO
135
Baja por la calle una mujer y se para a mirar;
pasa el cura y se da vuelta. En la plaza pública
se puede hacer de todo. Incluso la mujer,
que tiene recato de darse vuelta, por el hombre, se para.
Solamente un muchacho no tolera el juego
y descarga una lluvia de piedras. El hombre viejo se indigna.
136
PATERNIDAD
137
Hay mujeres, a esta hora, que desvisten a un chico
y lo hace dormir. Hay alguna en una cama,
abrazada a un hombre. Por la negra ventana,
entra un jadeo ronco, y nadie lo escucha
si no el hombre, que conoce todo el tedio del mar.
138
LO STEDDAZZU *
139
¿Vale la pena que el sol se levante del mar
y la larga jornada comience? Mañana
volverá el alba tibia con la luz diáfana
y será como ayer y nunca pasará nada.
El hombre solo querría solamente dormir.
Cuando la última estrella se apaga en el cielo,
lento el hombre prepara la pipa y la enciende.
140
vendrá la muerte
y tendrá tus ojos
141
[1] LA TIERRA Y LA MUERTE
143
de estaciones y de sueños
que en la luna se descubre
antiquísimo, como
las manos de tu madre,
el cuenco del brasero.
144
Eres como una tierra
que nadie dijo jamás.
No esperas nada
sino la palabra
que surgirá desde el fondo
como una fruta entre las ramas.
Hay un viento que te alcanza.
Cosas secas y mortecinas
te estorban y andan en el viento.
Miembros y palabras antiguas,
tiemblas en el verano.
145
También eres colina
y sendero de piedras
y juego entre las cañas,
y conoces la viña
que de noche calla.
Tú no dices palabras.
146
Encontrarás palabras
tras la vida breve
y nocturna de los juegos,
tras la infancia encendida.
Será dulce callar.
Eres la tierra y la viña.
Un silencio encendido
quemará el campo
como el atardecer las fogatas.
147
Tienes rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
has venido del mar.
Todo recibes y escrutas
y rechazas de ti
como el mar. En el corazón
tienes silencio, palabras
engullidas. Eres oscura.
Para ti el alba es silencio.
148
Eres la habitación oscura
que se recuerda siempre,
como el patio antiguo
en que se abría el alba.
149
No sabes de las colinas
en que se derramó la sangre.
Todos escapamos
todos tiramos
el arma y el nombre. Una mujer
nos miraba escapar.
Uno solo de nosotros
se paró con el puño cerrado,
vio el cielo vacío,
inclinó la cabeza y murió
bajo el muro, callando.
Ahora es un andrajo de sangre
y su nombre. Una mujer
nos espera en las colinas.
150
Salobre y de tierra
es tu mirada. Un día
chorreabas agua de mar.
Hubo plantas
a tu lado, cálidas,
saben todavía de ti.
El agave, la adelfa.
Encierras todo en los ojos.
Salobres y de tierra
son tus venas, tu aliento.
151
No hay palabra
que pueda poseerte
o contener. Recibes
como la tierra los golpes,
de ellos haces vida, aliento
que acaricia, silencio.
Eres reseca, como el mar,
como el fruto de un escollo,
y no dices palabra
y ninguno te habla.
152
Siempre llegas del mar
y tienes su voz ronca,
siempre ojos secretos
de agua viva entre zarzas,
y frente baja, como
cielo bajo de nubes.
Cada vez revives
como una cosa antigua
y salvaje, que el corazón
ya sabía, y se cierra.
154
Y entonces, cobardes
que amábamos la noche
susurrante, las casas,
los senderos del río,
las luces rojas y sucias
de esos lugares, el dolor
dulzón y callado –
arrancamos las manos
de la viva cadena
y callamos, pero el corazón
se nos estremeció de sangre
y no hubo más dulzura.
No más abandonarse
al sendero del río –
no más siervos, sabemos
de estar solos y vivos.
155
Eres la tierra y la muerte.
Tu estación es la sombra
y el silencio. No hay cosa
viva que esté más
remota de ti que el alba.
156
[2] VENDRÁ LA MUERTE
Y TENDRÁ TU OJOS
11 DE MARZO – 10 DE ABRIL DEL ‘50
TO C. FROM C.1
You,
dappled smile
on frozen snows –
wind of March,
ballet of boughs
sprung on the snow,
moaning and glowing
your little «ohs» –
white-limbed doe,
gracious,
would I could know
yet
the gliding grace
of all your days,
the foam-like lace
of all your ways –
tomorrow is frozen
down on the plain –
you, dappled smile,
you, glowing laughter.
11 marzo ‘50
157
IN THE MORNING
YOU ALWAYS COME BACK
Estrella perdida
en la luz del alba,
crujido de la brisa,
tibieza, respiración –
la noche terminó.
158
Tienes una sangre, una respiración.
Estás hecha de carne
de cabellos de miradas
también tú. Tierra y plantas,
cielo de marzo, luz,
vibran y se te parecen –
tu risa y tu paso
como aguas que se estremecen –
tu arruga entre los ojos
como nubes reunidas –
tu tibio cuerpo
terrón de hierba en el sol.
159
Ahora ríes y te sobresaltas
sobre este silencio.
Dulce fruto que vive
bajo el cielo claro,
que respira y vive
nuestra estación,
en tu cerrado silencio
es tu fuerza. Como
hierba viva en el aire
te estremeces y ríes,
pero tú, tú eres la tierra.
Eres raíz feroz.
Eres la tierra que espera.
160
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
–esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo–. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito callado, un silencio.
Así la ves cada mañana
cuando sobre ti sola te inclinas
en el espejo. Oh, querida esperanza,
ese día sabremos también nosotros
que eres la vida y eres la nada.
161
LA CASA
162
YOU, WIND OF MARCH
Tu paso ligero
ha reabierto el dolor.
Estaba fría la tierra
sobre un pobre cielo,
inmóvil y cerrada
en un tibio sueño,
como el que ya no sufre.
Hasta el cielo era dulce
en su corazón profundo.
Entre la vida y la muerte,
la esperanza callaba.
163
Ahora la tierra y el cielo
son un fuerte escalofrío,
la esperanza los retuerce,
los turba la mañana,
los sumerge tu paso,
tu aliento de aurora.
Sangre de primavera,
toda la tierra tiembla
de un antiguo temblor.
164
La esperanza se retuerce,
y espera y te llama.
Eres la vida y la muerte.
Es tu paso ligero.
25 de marzo de ‘50
165
PASARÉ POR PIAZZA DI SPAGNA
166
Las mañanas pasan claras
y desiertas. Así tus ojos
se abrían en un tiempo. La mañana
transcurría lenta, era un abismo
de luz inmóvil. Callaba.
Tú, viva, callabas; las cosas
vivían bajo tus ojos
(sin pena sin fiebre sin sombra)
como un mar a la mañana, claro.
167
THE NIGHT YOU SLEPT
168
THE CATS WILL KNOW
169
Los gatos lo sabrán,
rostro de primavera,
y la lluvia ligera,
el alba de jacinto,
que el corazón lacera
de quien no te espera,
son la triste sonrisa
que tú sonríes sola.
Llegarán otros días,
voces y despertares.
Sufriremos al alba,
rostro de primavera.
170
LAST BLUES,
TO BE READ SOME DAY
171
* TRADUCCIÓN DE LA EDITORA
Para C. de C. (página 157)
Tú, / sonrisa moteada / en congeladas nieves – / viento de marzo, / ballet de ramas
/ que saltó sobre la nieve, / gimiente y brillante / con tus pequeños “oh” – / cierva
de patas blancas, / elegante, / sería capaz de conocer / aun / la gracia deslizante
/ de todos tus días, / el encaje como espuma / de todos tus modos – / el mañana
está congelado / allá abajo en la llanura – / tú, / sonrisa moteada, / tú, risa brillante.
* TRADUCCIÓN DE LA EDITORA
Último blues, para ser leído algún día (página 171)
Fue sólo un flirteo / seguro lo sabías – / alguien resultó herido / hace mucho tiempo.
// Todo es lo mismo/ el tiempo se ha ido – / un día viniste / un día morirás.
// Alguien ha muerto / hace mucho tiempo – / alguien que trató / pero no supo.
INDICE
Antepasados
Los mares del sur ............................................................................. 13
Antepasados ..................................................................................... 17
Paisaje I ............................................................................................. 19
Gente fuera de lugar ........................................................................ 21
El dios cabrón ................................................................................... 22
Paisaje II ........................................................................................... 24
El hijo de la viuda ............................................................................ 26
Luna de agosto ................................................................................. 28
Gente que ha sido ............................................................................. 30
Paisaje III .......................................................................................... 32
La noche ............................................................................................ 33
Después
Encuentro .......................................................................................... 34
Manía de soledad .............................................................................. 35
Revelación ......................................................................................... 37
Mañana ............................................................................................. 38
Verano ............................................................................................... 39
Nocturno ........................................................................................... 40
Agonía ............................................................................................... 41
Paisaje VII ......................................................................................... 43
Mujeres apasionadas ....................................................................... 44
Tierras quemadas ............................................................................ 46
Tolerancia ......................................................................................... 48
La puta campesina ........................................................................... 50
Pensamientos de Deola ................................................................... 52
Dos cigarrillos .................................................................................. 54
Después ............................................................................................. 56
Ciudad en el campo
El tiempo pasa .................................................................................. 58
Gente que no entiende ..................................................................... 60
Casa en construcción ....................................................................... 62
Ciudad en el campo .......................................................................... 64
Atavismo ........................................................................................... 66
Aventuras .......................................................................................... 68
Civilización antigua ......................................................................... 70
Ulises ................................................................................................. 72
Disciplina .......................................................................................... 74
Paisaje V ............................................................................................ 75
Indisciplina ....................................................................................... 77
Retrato de autor ............................................................................... 79
Grapa en septiembre ....................................................................... 81
Ballet ................................................................................................. 83
Paternidad ........................................................................................ 85
Atlantic Oil ....................................................................................... 87
Crepúsculo de areneros ................................................................... 89
El carretero ....................................................................................... 91
Trabajar cansa .................................................................................. 93
Maternidad
Una estación ..................................................................................... 95
Placeres nocturnos ........................................................................... 97
La cena triste .................................................................................... 99
Paisaje IV .......................................................................................... 101
Un recuerdo ...................................................................................... 103
La voz ................................................................................................ 104
Maternidad ....................................................................................... 105
La mujer del barquero ..................................................................... 107
La vieja borracha ............................................................................. 109
Paisaje VIII ....................................................................................... 111
Leña verde
Exterior ............................................................................................. 112
Fumadores de papel ........................................................................ 114
Una generación ................................................................................ 117
Revuelta ............................................................................................ 119
Leña verde ......................................................................................... 121
Poggio Reale ..................................................................................... 123
Palabras del político ........................................................................ 125
Paternidad
Mediterránea .................................................................................... 126
Paisaje VI .......................................................................................... 128
Mito ................................................................................................... 130
El paraíso sobre los techos .............................................................. 132
Simplicidad ...................................................................................... 133
El instinto ......................................................................................... 135
Paternidad ......................................................................................... 137
Lo steddazzu .................................................................................... 139
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos ...................................... 141