2 Cronicas Paul O. Wendland

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JOHN F.

BRUG
La
BIBLIA
Popular

Deuteronomio

Josué

Jueces

Rut

1,2 Samuel

1,2 Reyes

1 Crónicas

2 Crónicas
Esdras

Nehemías

Ester

Job

Paul O. Wendland
La Biblia Popular
JOHN A. BRAUN
Editor General

JOHN C. JESKE
Editor del Antiguo Testamento

CURTIS A. JAHN
Editor del Manuscrito

2 Crónicas

Paul O. Wendland

EDITORIAL NORTHWESTERN
Milwaukee, Wisconsin, EE.UU.
Ilustraciones internas por Glenn Myers.

Los diagramas y los mapas fueron realizados por la Editorial Northwestern.

El texto bíblico fue tomado de la Santa Biblia, versión reina Valera,


Revisión 1995, derechos reservados. Usado con permiso.

Derechos Reservados. Ninguna porción de este libro puede ser reproducida,


ni almacenada en ningún sistema de memoria, ni transmitida por cualquier
medio sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabado etc., excepto por citas
breves en artículos analíticos, sin permiso previo de la casa de publicaciones.

Library of Congress Control Number: 20021 13364


Northwestern Publishing House
1250 N. 113th St., Milwaukee, WI 53226-3284
© 2002 por Northwestern Publishing House
Publicado en 2002
Impreso en los Estados Unidos de América
ISBN 0-81000-1514-5
CONTENIDO
Prefacio del Editor......................................................................v
Prefacio a la edición en español................................................vi

Introducción ..............................................................................1

I. Una visión general del reino de Dios desde el comienzo


hasta la restauración (1 Crónicas 1–9)*

II. Dios establece su reino en Israel bajo el gobierno de David


(10–29)*

III. Dios exalta su reino bajo el gobierno de Salomón


(2 Crónicas 1–9)…..………………… ...............................18

IV. Dios preserva su reino en Judá hasta el regreso del exilio


(10–36)……………………..............................................131

* Las partes I y II se tratan en 1 Crónicas


GRÁFICOS, DIAGRAMAS Y MAPAS
La estructura de 2 Crónicas 1–9......................................................19
Salomón, el príncipe comerciante....................................................28
La importación de maderas del Líbano a Israel..............................37
El templo de Salomón ......................................................................47
Las actividades de Salomón ...........................................................109
La Jerusalén de Salomón ...............................................................113
Las ciudades fortificadas de Roboam ............................................144
La victoria de Abías sobre Israel ...................................................162
La rebelión contra Judá .................................................................242
La persecución de Jehú a Joram y Ocozías ...................................251
Los gobiernos paralelos de los reyes .............................................294

ILUSTRACIONES
Salomón dedica el Templo en Jerusalén..........................cubierta
Salomón es hecho rey................................................................24
Salomón y la reina de Sabá.....................................................120
PREFACIO DEL EDITOR

La Biblia Popular es precisamente lo que su nombre implica: una Biblia


para el pueblo. Ella incluye el texto completo de la versión Reina-
Valera, Revisión de 1995 (El comentario original en inglés se basó en
la New International Version). Los comentarios que siguen a las
secciones de las Escrituras contienen: el trasfondo histórico,
explicaciones del texto y aplicaciones personales.
Los autores de La Biblia Popular son eruditos a quienes no falta la
sabiduría práctica, adquirida en años de consagración a los ministerios
de la enseñanza y la predicación. Por esto, han querido evitar el
vocabulario técnico que ha hecho de otras series de comentarios
material solamente útil para especialistas en temas bíblicos.
La característica más relevante de estos libros es su Cristocentricidad.
Hablando de las escrituras del Antiguo Testamento, Jesús mismo
declaró: “Ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Cada
volumen de La Biblia Popular dirige nuestra atención a Jesucristo; él
es el centro de toda la Biblia; él es nuestro único Salvador.
Los comentarios están provistos de mapas y de ilustraciones, e incluso
de información arqueológica cuando es apropiado. Todos los libros
disponen de encabezamiento en las páginas, lo cual le permite al lector
encontrar fácilmente el pasaje que busca.
Esta serie de comentarios fue iniciada por la Comisión sobre Literatura
Cristiana del Sínodo Evangélico Luterano de Wisconsin.
Es nuestra oración que este empeño continúe tal como comenzó.
Dedicamos estos volúmenes a la gloria de Dios y al bien de su pueblo.

Roland Cap Ehlke

v
PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL
Los comentarios de esta edición en español han sido ligeramente
modificados del libro original para su mejor adaptación a la versión
Reina-Valera, Revisión 1995.
Cuando el comentario, originalmente referido al texto de la New
International Version, no concuerda plenamente con el de la versión
Reina-Valera, Revisión 1995, se cita la Nueva Versión Internacional
(en español) o alguna otra versión española de la Biblia. En caso de
que algún fragmento del texto bíblico de la versión inglesa no aparezca
en ninguna de las versiones antes mencionadas, damos nuestra propia
traducción del mismo, haciendo la correspondiente aclaración.
El traductor de este volumen es el Lic. Gonzalo Delgadillo de Bogotá,
Colombia. La revisión de este libro fue hecha por la Sra. Albina Teigen,
natural de Lima Perú, esposa de un pastor que trabaja en Mankato,
Minnesota. El pastor David Haeuser, un misionero que trabaja en Perú,
realizó la revisión teológica. Agradecemos la valiosa labor de estos
siervos de Dios.

El Decimoctavo Domingo después de Pentecostés 2002


Paul Hartman, coordinador
Ronald Baerbock, editor de teología
Publicaciones Multilingües,
Sínodo Evangélico Luterano de Wisconsin
El Paso, Texas

vi
DONATIVO ESPECIAL
La Comisión para Coordinar las Publicaciones del Sínodo Evangélico
Luterano de Wisconsin, WELS Kingdom Workers, La Sociedad
Misionera de Damas Luteranas (LWMS) y dos compañías de seguros:
Lutheran Brotherhood y Aid Association for Lutherans, contribuyeron
con donativos especiales a Publicaciones Multilingües para apoyar la
publicación de este volumen. Agradecemos su generoso aporte.

vii
INTRODUCCIÓN

Propósito

La historia no es casualidad; lo que leemos en los periódicos,


escuchamos en la radio, y vemos en el televisor no es sólo la
deprimente retahíla de crímenes que el hombre comete a diario
contra sus semejantes. Dios todavía está a cargo e interviene en
todo esto, obra en juicio, pero sobre todo en gracia. Su propósito
es salvar en este tiempo a los que él escogió en Cristo antes del
comienzo de los tiempos. Este es en pocas palabras el mensaje del
cronista.
No hay necesidad de repetir aquí todo lo que se dijo en la
introducción del primer libro de Crónicas; lo que sigue tiene el
propósito de preparar al lector para entender el segundo volumen
de la obra del cronista.
El cronista escribió para la comunidad del pueblo de Dios que
había regresado del exilio en Babilonia a la tierra de Judá,
comenzando con el decreto de Ciro en el año 537 a.C. Ellos habían
ido a reconstruir el Templo y a restablecerse en la tierra. Al hacerlo,
afrontaron muchas dificultades, siendo la más grande de ellas la
espiritual. La reconstrucción del Templo no se había realizado tan
rápido como ellos hubieran esperado, ya que la gente se había
enfrascado en sus propios asuntos (Hageo 1). Cuando vieron el
tamaño y la belleza de la estructura en la que estaban trabajando,
muchos pensaron que ésta no tenía el esplendor que la casa del
Señor debía tener (Hageo 2). En vista de las magníficas promesas
de restauración que Dios le había hecho a su pueblo por medio de
los profetas Isaías y Ezequiel, estos modestos comienzos
seguramente les debieron parecer “como nada” (Hageo 2:3). El
pueblo de Dios estuvo tentado a desanimarse y a desilusionarse.
Con el paso del tiempo, hubo otras luchas y temores que
presionaron desde adentro y desde afuera a la comunidad
restaurada. Por ejemplo, habían provocado el resentimiento de las

1
Introducción

gentes que los rodeaban cuando, por el celo propio por la pureza
de la casa de Jehová, los del pueblo de Judá se negaron
rotundamente a permitir que los extranjeros trabajaran junto con
ellos en el proyecto del Templo (Esdras 4:1-5). No estarían seguros
ante esa interferencia externa hasta que el muro de Jerusalén fuera
construido mediante la ayuda providencial de Nehemías.
Sin embargo, los enemigos de afuera no eran tan malos como
los de adentro. Cuando se hizo el primer llamado a los exiliados
para que regresaran a Jerusalén, un número relativamente escaso
de levitas, o trabajadores del Templo, respondió a ella. La falta de
entusiasmo por las cosas de Dios también se demostró de otras
maneras; en lugar de resistir la presión para permitir que los
extranjeros se unieran a ellos, muchas veces los exiliados que
regresaron simplemente se rindieron y permitieron que los no
judíos formaran parte de la comunidad. Se casaron con ellos
(Esdras 9); en una ocasión, a un extranjero importante incluso de
le dio un habitación dentro de los recintos sagrados del Templo
(Nehemías 13:7). El deseo de pureza racial y ceremonial no era
racismo de parte de los judíos piadosos, era más bien una
confesión de fe en la promesa que hizo Dios de bendecir a todas
las naciones en la simiente de Abraham (Génesis 22:18).
Asimismo, la falta de celo por esta forma de santidad demostraba
falta de fe en las promesas de Dios y decadencia de su fortaleza
espiritual. La corriente del mundo los estaba absorbiendo; se
estaban convirtiendo en lo que eran todos los demás.
El profeta Malaquías identificó el mismo letargo espiritual
señalando los pecados de su pueblo. Esos pecados eran (1) una
tendencia hacia el formalismo religioso (cuando la adoración se
convierte en el cumplimiento de ritos externos), (2) la duda
creciente respecto a la justicia de Dios, y (3) la falta de apoyo a la
obra de Dios. Hasta los sacerdotes eran perezosos y descuidados
en el modo en que enseñaban y aplicaban la palabra de Dios. A
través de los años, los exiliados que habían regresado de Babilonia
se volvieron deficientes en su fe en Dios e indiferentes en el amor
hacia su prójimo. No sería exageración decir que los exiliados que
2
Introducción

regresaron estaban en inminente peligro de perder su sentido de


identidad como el pueblo de Dios y hasta comenzaban a
preguntarse si realmente el Dios verdadero se podía encontrar en
el Templo y en la adoración.
En respuesta a esta profunda enfermedad espiritual, Dios
inspiró al cronista para que escribiera este mensaje. A diferencia
de un profeta, del que esperaríamos que hablara con imágenes
gráficas, con truenos implacables de la ley, y con tranquilizadoras
aplicaciones del evangelio, el cronista habla en un tono más
mesurado. Su tarea era volver a contar la historia desde el punto
de vista de Dios. No hace muchas aplicaciones específicas de su
mensaje, sino que permite que su público saque sus propias
conclusiones del material que presenta.
Por ejemplo, en respuesta a la crisis de identidad de su pueblo,
el cronista, en su primer libro, mostró por medio de genealogías
que eran descendientes de Israel, la nación que Dios había
escogido de entre las naciones para que fuera suya. Al terminar el
segundo volumen con el regreso de los exiliados, les demostró a
los de su pueblo que tenían raíces muy profundas en el pasado
glorioso y que su comunidad era la continuación del reino de
David y de Salomón. En respuesta a su falta de interés en el
Templo y en sus ritos, el cronista resaltó el trabajo de esos dos
reyes de Israel, los más destacados, en la construcción del Templo.
Dios los había escogido y los había inspirado para ese trabajo, y
había bendecido la obra. De manera similar, la generación del
cronista podía estar segura de que había sido escogida para
reconstruir el Templo. Al igual que los demás, contaban con la
bendición de Dios.
En relación con la desobediencia a la ley de Dios por parte
de su pueblo, el escritor santo hizo énfasis en la respuesta de Dios
cuando castigó a los que en tiempos pasados habían pensado que
sabían mejor que Dios cómo conducir su vida. También les
demostró que la obediencia a la voluntad de Dios traía con ella sus
misericordiosas bendiciones.

3
Introducción

Por último, para sostener la esperanza que se había


desmoronado, el cronista puso delante de su pueblo una imagen
cuidadosamente elaborada de David y Salomón. Hizo énfasis en
los aspectos positivos del reinado de estos dos reyes justos, que
sirvieron al Señor dedicando su vida a la construcción de la casa
de Dios. En esto prefiguraron la venida del Ungido del Señor, el
Hijo de David a quien el Señor confirmaría “en [su] Casa y en [su]
reino eternamente” (1 Crónicas 17:14). No había un hijo de David
reinando sobre Judá en el tiempo en que el cronista escribió, y el
país había sido reducido de ser un reino de derecho propio a ser
una simple provincia remota en el gran Imperio Persa. Aun así, la
palabra de Dios no podía fracasar: el Ungido del Señor iba a venir
a gobernar sobre el reino de Dios y a construir la casa de Dios.

Temas importantes

Como los dos últimos temas que se han mencionado tienen


una importancia especial para comprender el segundo libro del
cronista, ahora los trataremos con mayor detalle. Vamos a
considerar la descripción de David y de Salomón que hace el
cronista, y el énfasis que hace en la respuesta de Dios, en bendición
y en juicio, al comportamiento moral de su pueblo.

El rey ideal

Cualquier persona que esté un poco familiarizada con los


relatos de la vida de David y de Salomón que se encuentran en 2
Samuel y en 1 Reyes se preguntará: “¿Por qué son tan diferentes
los relatos?” Ese es especialmente el caso de Salomón. En 1 Reyes
podemos dividir la vida de Salomón en dos fases: primero el sabio
comienzo de su gobierno, cuando construyó la casa de Dios, y
después el posterior reinado pecaminoso, durante el cual sus
muchas esposas apartaron su corazón del Señor para adorar a los
ídolos. El escritor de Reyes evalúa el reinado de Salomón diciendo
que “hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, pues no siguió
4
Introducción

cumplidamente a Jehová como su padre David” (1 Reyes 11:6).


En 2 Crónicas no se hace mención de las muchas esposas, y no
hay ni siquiera una palabra sobre la idolatría de Salomón. Desde
el principio hasta el final, el reino de Salomón se presenta como
un ejemplo positivo de lo que hace un rey justo de Israel. Eso se
da hasta el grado que el cronista puede comparar el
comportamiento del pueblo bajo los últimos reyes con las normas
establecidas por David y Salomón: “Así fortalecieron el reino de
Judá, y confirmaron a Roboam hijo de Salomón, por tres años;
porque tres años anduvieron en el camino de David y de Salomón”
(2 Crónicas 11:17). Los que han leído 1 Crónicas saben que en la
presentación que hace el cronista sobre el reinado de David se
eliminan igualmente los aspectos más negativos de su reinado.
¿Qué vamos a hacer con esto? Primero, notemos que el
cronista estaba plenamente consciente del otro lado de la historia
que estaba relatando. Por ejemplo, aunque no cuenta la historia de
David y Betsabé, es seguro que sabía de esta situación (1 Crónicas
3:5). Por esa razón, podemos descartar la sugerencia que han
hecho algunos eruditos bíblicos de que el autor inspirado volvió a
escribir la historia sin preocuparse por los hechos.
Concuerda mucho más con el resto de la Palabra de Dios
suponer, como lo hace este escritor, que el cronista estaba
moldeando y seleccionando su material para revivir la esperanza
del pueblo de Dios y darle un nuevo aliciente para esperar con gran
anhelo la venida del Mesías.
Algunos han especulado que el cronista escribió en una
situación en la que las esperanzas que habían tenido de la pronta
llegada del Rey escogido habían cedido a la desesperación por su
venida. Dicen que esas esperanzas surgieron por las declaraciones
de Hageo en relación con Zorobabel (Hageo 2:23) y fueron
confirmadas por el oráculo de Zacarías referente a Josué, el sumo
sacerdote (Zacarías 6:12,13).
Nosotros, con visión iluminada por la brillante luz del Nuevo
Testamento, entendemos correctamente que esas profecías
especiales se referían a Jesús de Nazaret, y nos damos cuenta de
5
Introducción

que los profetas hablaban de manera simbólica (Zacarías 3:8)


cuando usaron los nombres Zorobabel y Josué al hacer sus
predicciones mesiánicas. Al mismo tiempo, podemos ver lo fácil
que habría sido para los que vivieron antes del tiempo del
cumplimiento confundirse y suponer que los profetas habían
hablado acerca de lo que Dios se proponía hacer por medio de
estos dos hombres. Si esta línea de pensamiento es correcta,
entonces podemos ver fácilmente cómo se enfrió el fervor de la
esperanza mesiánica del pueblo de Dios debido a la desaparición
de esos dos hombres del panorama terrenal, sin que se hubiera
establecido el reino prometido.
Debemos confesar sencillamente que no tenemos suficiente
información histórica precisa sobre la situación exacta del mensaje
del cronista; los intentos que se hacen para reconstruirla deben
quedar como conjeturas con algún fundamento. Podemos decir
que el rey ideal, como aparece en los relatos de David y Salomón,
es alguien que se muestra completamente dedicado a la verdadera
adoración de Dios y a la construcción de la casa del Señor.
Uno de los primeros actos oficiales de David como gobernante
de Israel consistió en llevar el Arca al centro del reino, a su nueva
capital en Jerusalén. Él mismo, un hombre con las manos
manchadas de sangre, no podía edificar el Templo, pero su vida
estaba dedicada al éxito del proyecto que su hijo, un hombre de
paz, iba a realizar. David aseguró las fronteras de la Tierra Santa
sometiendo a todos los enemigos del pueblo de Dios; organizó a
los sacerdotes y a los levitas, a los músicos y a los porteros del
Templo, a los funcionarios del gobierno y a los jefes del ejército,
y a todos los que tenían que ver con la adoración al único Dios
verdadero. Cada uno contribuyó a su manera al gran propósito.
Después de terminada esa tarea, comisionó a su hijo Salomón,
primero en privado y después en presencia de todo el pueblo, para
la gran tarea de construir la casa de Dios. Proporcionó recursos
materiales y entregó su fortuna personal para el proyecto. Hizo
todo lo que podía hacer.

6
Introducción

El segundo libro de Crónicas presenta una imagen igualmente


positiva de Salomón. El primer acto oficial de Salomón consiste
en pedirle a Dios sabiduría para llevar a cabo la gran tarea. La
alianza con Hiram y su gran riqueza le proporcionan todos los
recursos materiales necesarios para terminarla. La construcción
del Templo y el gran día de su dedicación constituyen la cumbre
de la carrera de Salomón. Por una fuente improbable, de los labios
de los gentiles, Dios ordena el tipo de alabanza que corresponde a
ese rey: “Bendito sea Jehová, tu Dios, el cual se ha complacido en
ti, colocándote sobre su trono como rey para Jehová, tu Dios; por
cuanto tu Dios amó a Israel, para afirmarlo perpetuamente, por eso
te ha puesto como rey sobre ellos, para que hagas juicio y justicia”
(9:8; vea también 2:11).
A veces el rey ideal, como nos lo presenta el cronista por
medio de David y Salomón, le sirve al pueblo no solo como su
pastor y gobernante sino también como su sacerdote y profeta. Con
esto queremos decir que a veces el cronista muestra a David y a
Salomón casi cumpliendo el papel sacerdotal como intermediarios
entre el pueblo y su Dios (1 Crónicas 16:2; 2 Crónicas 6:3,12,13).
En otras ocasiones, el cronista muestra a David y a Salomón
desempeñando la función profética como voceros de Dios y
hablando por inspiración (1 Crónicas 28:12; 2 Crónicas 7:12-22).
De esta manera el escritor santo le ayuda al pueblo a entender que
el Mesías que vendrá será alguien que servirá como el
representante de Dios en los tres oficios: Profeta, Sacerdote y Rey.

Bendiciones y castigos inmediatos

En armonía con su idea general de que Dios dirige, forma y


gobierna toda la historia de este mundo, el cronista hace un
marcado énfasis en la verdad de que “todo lo que el hombre
siembre, eso también segará” (Gálatas 6:7). Podríamos dar
infinidad de ejemplos de esto, pero resulta más fácil verlo en
relación con la vida de los reyes. La fidelidad trae las bendiciones

7
Introducción

de Dios, la obstinada deslealtad hacia el Señor de Israel atrae su


pronto castigo. David experimentó la ira de Dios porque pecó
orgullosamente, queriendo averiguar el tamaño y el poder de su
reino. Sin hacer caso de la advertencia de Joab, quiso saber el
número de sus guerreros (1 Crónicas 21). Por otro lado, Salomón
recibe riqueza y gloria en respuesta a su humilde oración en la que
pide sabiduría (2 Crónicas 1). A través de 2 Crónicas, la larga vida
y la riqueza se presentarán como la respuesta de Dios a los reyes
que le obedecen, mientras que la enfermedad y los problemas les
llegan a los reyes que lo desobedecen.
¿Sigue siendo esta la manera como Dios trata a su pueblo?
¿Acertaríamos al señalar a los más ricos de nuestras
congregaciones como los que disfrutan estas señales del favor de
Dios debido a su fidelidad, mientras que los que tienen problemas
de enfermedad o de pobreza se les está castigando por su falta de
obediencia? Sin tratar de presentar todo lo que la Biblia tiene que
decir sobre el tema de las bendiciones y de los castigos temporales,
hay algunas observaciones que podemos hacer para mantener
nuestros pensamientos orientados en la dirección correcta.
En los días anteriores a la venida de Cristo, Dios seguía
tratando a su pueblo como a hijos menores, como dice Pablo en
Gálatas 3:23,24; 4:1. En ese tiempo de sombras antes del pleno
amanecer de la fe, la palabra de Dios dirigía la esperanza de su
pueblo para asociarla con lo que era físicamente más perceptible:
la tierra de Israel, el templo de Jerusalén, una larga vida y la
prosperidad. El mejor ejemplo de esto es el Cuarto Mandamiento,
que les ofrece larga vida a los hijos “en la tierra que Jehová, tu
Dios, te da” (Éxodo 20:12) como consecuencia de darles a los
padres lo que por derecho se merecen. Asimismo, Dios amenazó
a su pueblo del Antiguo Testamento con castigos físicos si dejaban
de honrar su pacto de Ley (Deuteronomio 30:15-20).
Al mismo tiempo, Dios también inspiró la escritura de libros
tales como el de Job. Éstos fueron un correctivo para quienes, en
los tiempos del Antiguo Testamento, pensaban en estos asuntos de
una manera demasiado sencilla y se imaginaban que Dios es sólo
8
Introducción

un pagador celestial, que recompensa cada acción con bien o con


mal. Dios le enseñó a Job que la perspectiva de un ser humano es
muy limitada para comprender todas las razones que tiene Dios
para actuar como lo hace, y que finalmente no podemos, sólo con
el poder de la razón, “justificar los caminos de Dios para los
hombres”. En el mismo sentido, el Salmo 73 hace ver que un hijo
de Dios sólo podrá comenzar a entender el destino final de los
creyentes y de los incrédulos (puesto que a veces está escondido
bajo las aparentes injusticias de este mundo) cuando se vuelve a
Dios que se ha revelado a través de sus medios señalados (Salmo
73:17). Algunas veces los impíos parecen prosperar, pero en el día
del juicio su prosperidad será barrida y pasará como una simple
fantasía. Asimismo, el creyente puede sufrir en este mundo, pero
sus sufrimientos no se pueden comparar con la gloria que Dios le
dará al final (Salmo 73:16-26). Recordamos en todo esto que los
hijos de Dios en cualquier época siempre han sido salvados
exactamente de la misma manera: “Abram creyó a Jehová y le fue
contado por justicia” (Génesis 15:6).
Como creyentes del Nuevo Testamento, nosotros vivimos en
la luz plena de la gracia de Dios revelada en el rostro de Jesucristo.
Conocemos a nuestro Dios como el que castigó todos nuestros
pecados en el cuerpo de Cristo. Después de que él sufrió todo, al
final pudo decir triunfante: “¡Consumado es!” Todo el mundo ha
sido reconciliado con el Padre en él (2 Corintios 5:19). Ya no hay
ira alguna para los que reciben este mensaje de perdón confiando
en él. Por otro lado, quienes rechazan este mensaje se ponen fuera
de la gracia de Dios y no pueden esperar sino la justa ira de Dios
por todo lo que hacen (Marcos 16:16; Juan 3:18).
Sin embargo, decir esto no significa que todas las bendiciones
de Dios y todos sus castigos se aplazan hasta el día del juicio. Jesús
mismo promete que “todas estas cosas [terrenales] . . . serán
añadidas” a los que buscan primero el reino de Dios y su justicia
(Mateo 6:33). El pecado sigue teniendo consecuencias también en
esta vida presente; incluso los creyentes experimentan los castigos
amorosos de Dios que los purifican de la incredulidad que
9
Introducción

permanece dentro de ellos (1 Pedro 1:6,7). Sólo la fe puede los


considerar como expresiones del amor de Dios; la incredulidad
que queda en nosotros sólo siente el dolor (2 Corintios 12:7;
Hebreos 12:10,11). Sin embargo, esta fe es tan poderosa que hasta
puede librar el corazón para “que también nos gloriamos en las
tribulaciones” (Romanos 5:3), ya que tenemos la confianza de que
nuestro Padre celestial no tiene otra intención sino que éstas sean
para nuestro bien.
Además, ninguna persona impía debe creer la mentira de que
Dios ha olvidado cómo castigar el pecado en esta vida, ni pensar
que lo más sofisticado es creer en un Dios que les sonríe
indulgentemente a los que hacen lo que les parece. En las
Escrituras, Ananías es un testimonio en contra de estas ideas
(Hechos 5:1-11). No tenemos que buscar muy lejos en nuestra
sociedad corrupta para ver a esos que reciben “en sí mismos la
retribución debida a su extravío” (Romanos 1:27). Hace mucho
tiempo Pablo escribió: “Dios no puede ser burlado” (Gálatas 6:7).
Esas palabras siguen siendo válidas.
En la actualidad vivimos en una sociedad que ha concebido
un gran desprecio por Dios y su voluntad moral; la gente se ha
convencido de que no hay infierno y de que Dios, si es que hace
algo en esta vida, sólo deja caer del cielo deleites para los niños.
No pueden creer que Dios por algún motivo castigue alguna vez a
alguien aquí y ahora. Y cuando se acabe la vida, todos esperan que
la luz los rodee. Después de todo, ningún Dios posmoderno jamás
sería capaz de diseñar el infierno y mucho menos será capaz de
poner a alguien allí.
Los cristianos le deben decir al mundo que todas estas
“verdades” terrenales son mentiras condenables que les dan a los
pecadores impenitentes un falso sentido de seguridad. Bien puede
ser que el cronista les escribió a personas que comenzaban a
engañarse de esa manera. Podría ser que su falta de respuesta y de
compromiso fue producto de esa incredulidad obstinada que dice
“No verá Jah, no lo sabrá el Dios de Jacob” (Salmo 94:7).

10
Introducción

Por lo tanto, para entender el mensaje del cronista para su


propio pueblo, debemos tener presentes los tiempos y la época
durante la cual escribió. Él le enseñó al pueblo de Israel que Dios
no había olvidado las amenazas ni las promesas expresadas como
parte del pacto de Sinaí. No nos debe sorprender la rapidez con la
que Dios les respondió a estos hijos suyos en su juventud. Los que
vivimos después de Cristo no esperamos que Dios actúe siempre
con nosotros exactamente de la misma manera. Fijamos nuestra
mirada en la ciudad celestial y en la vida que está escondida con
Cristo en Dios.
Al mismo tiempo, le prestaremos mucha atención a lo que el
cronista nos dice aquí. Evitaremos espiritualizar el mensaje del
Nuevo Testamento a tal grado que olvidemos el poder de Dios en
nuestra vida diaria presente. No actuaremos como si las
bendiciones, los juicios y los castigos de Dios se pospusieran tanto
que prácticamente no tuvieran relevancia para el mundo en el que
vivimos ahora. Le seguiremos anunciando a la sociedad una
verdad que ésta preferiría olvidar: Dios todavía está al mando, y
él será Dios ya sea que esta sociedad lo quiera o no. Todavía
vivimos en un universo moral donde la gente cosecha lo que
siembra.

Tema y bosquejo

“TUYO, JEHOVÁ, ES EL REINO”


(1 Crónicas 29:11)

I. Visión general del reino de Dios desde el comienzo hasta la


restauración (1 Crónicas 1:1–9:44)*

II. Dios establece su reino en Israel bajo el gobierno de David (1


Crónicas 10:1–29:30)*

* Las partes I y II ya se trataron en 1 Crónicas

11
Introducción

III. Dios exalta su reino bajo el gobierno de Salomón


(2 Crónicas 1:1–9:31)
A. Dios le da a Salomón los dones de la sabiduría y del
esplendor (1:1-17)
B. Salomón construye la casa del Señor (2:1–7:22)
1. Salomón hace provisiones para la construcción del
Templo (2:1-18)
2. Salomón construye la casa de Dios (3:1-17)
3. Salomón hace los utensilios y los adornos para la casa
de Dios (4:1–5:1)
4. Salomón completa la obra de David (5:2–7:22)
a. Se pone el Arca en el santuario (5:2-13a)
b. Dios vive en medio de su pueblo, ¡su gloria llena el
Templo! (5:13b,14)
c. Salomón pronuncia un himno personal de alabanza
a Dios, el que cumple las promesas (6:1-11)
d. La oración de dedicación de Salomón (6:12-42)
e. Dios dedica el Templo con fuego y en gloria (7:1-3)
f. Todo el pueblo adora a Dios con sacrificios y cantos
(7:4-10)
g. La respuesta de Dios a la oración de dedicación de
Salomón (7:11-22)
C. Salomón en todo su esplendor (8:1–9:31)
1. El esplendor del comercio y de la construcción de
Salomón (8:1-6)
2. El esplendor de la mano de obra de Salomón (8:7-10)
3. El esplendor de la adoración de Salomón (8:11-16)
4. “La riqueza de las naciones es de él” (8:17,18)
5. La reina del sur da testimonio del rey escogido por
Dios (9:1-12)
6. El resumen de la riqueza de Salomón (9:13-28)
7. La muerte de Salomón (9:29-31)

12
Introducción

IV. Dios preserva su reino en Judá hasta el regreso del exilio


(10:1–36:23)
A. El reino de Dios bajo Roboam (10:1–12:16)
1. El orgullo está antes de la caída: las tribus del norte se
rebelan (10:1–11:4)
2. El Israel verdadero se reúne alrededor del Señor
(11:5-16)
3. Roboam al principio es bendecido por su fidelidad
(11:17-23)
4. Roboam es castigado por su infidelidad posterior
(12:1-11)
5. La restauración de Roboam por causa de Jerusalén
(12:11-16)
B. El reino de Dios bajo Abías (13:1-22)
1. El discurso de Abías al ejército del norte: “Jehová es
nuestro Dios” (13:1-12)
2. El Señor le da la victoria a Judá (13:13-22)
C. El reino de Dios bajo Asa (14:1–16:14)
1. Asa confía en el Señor y es liberado (14:1-15)
2. Asa responde a la palabra de Dios y renueva el pacto
(15:1-19)
3. Asa confía en el hombre, rechaza la palabra de Dios y
es castigado (16:1-14)
D. El reino de Dios bajo Josafat (17:1–20:37)
1. El Señor está con Josafat y prospera (17:1-19)
2. Josafat hace una alianza con el mal, pero escapa con
vida (18:1-34)
3. Josafat asigna jueces para el Señor (19:1-11)
4. Dios lucha por su pueblo contra una alianza impía
(20:1-30)
5. El resumen del reinado de Josafat y un triste epílogo
(20:31-37)
E. El reino de Dios bajo Joram (21:1-20)
1. Un resumen desolador de su reino: “Anduvo en el c
amino . . . de Acab” (21:1-7)
13
Introducción

2. Dios juzga a Joram (21:8-20)


a. Dios lo humilla (21:8-11)
b. Dios declara su juicio a Joram por medio de Elías
(21:12-15)
c. Dios lleva a cabo su veredicto (21:16-20)
F. El reino de Dios bajo Ocozías (22:1-9)
1. Escucha el consejo de los impíos, se sienta en la silla
de los escarnecedores (22:1-6)
2. Llega a ser como el tamo que arrebata el viento
(22:7-9)
G. El reino de Dios bajo la usurpadora: reina Atalía
(22:10–23:21)
1. Un asalto directo al reino (22:10-12)
2. Dios preserva su reino mediante las acciones decisivas
de Joiada y de Josabet (23:1-21)
H. El reino de Dios bajo Joás (24:1-27)
1. Un buen comienzo: el Templo restaurado (24:1-16)
2. Un mal final: Joás “no recuerda” la bondad de Joiada
(24:17-27)
I. El reino de Dios bajo Amasías (25:1-28)
1. Un buen comienzo: su corazón se abre al consejo del
Señor (25:1-12)
2. Un mal final: su corazón se inclina hacia los ídolos y
se cierra hacia las buenas palabras de Dios (25:13-27)
J. El reino de Dios bajo Uzías (26:1-23)
1. Uzías recuerda su nombre (significa “El Señor es mi
fortaleza”) y llega a ser poderoso y próspero (26:1-15)
2. Se olvida quién es y el orgullo lo lleva a la destrucción
(26:16-23)
K. El reino de Dios bajo Jotam, comienza bien ¡y se aferra a
eso! (27:1-9)
L. El reino de Dios bajo Acaz, un promotor del mal (28:1-27)
1. Él guía al pueblo a la idolatría (28:1-14)
2. Dios lo entrega a Siria y a Israel (28:5-8)

14
Introducción

3. Los hombres de Israel actúan con más justicia que los


de Judá (28:9-15)
4. Acaz busca ayuda que no es ayuda (28:16-21)
5. Todos sus problemas lo llevan a hacer un mal mayor
en vez de arrepentirse (28:22-27)
M. El reino de Dios bajo Ezequías, un segundo Salomón:
reforma y renovación (29:1–32:33)
1. El primer paso: se limpia el Templo (29:1-36)
a. Ezequías recluta a los levitas y a los sacerdotes (
29:1-11)
b. Se purifica el Templo (29:12-19)
c. El culto de rededicación (29:20-36)
2. El segundo paso: todo Israel celebra la Pascua (30:1–
31:1)
a. Se envía la invitación, con variadas respuestas
(30:1-12)
b. El pueblo se reúne, el rey intercede por Israel y es
escuchado (30:13-21)
c. Se celebra la fiesta: “Es bueno, Señor, estar aquí”
(30:22-27)
d. De la adoración al trabajo: se limpia la tierra (31:1)
3. El paso final: se restablecen los oficios permanentes
del Templo (31:2-21)
a. Se reorganizan los sacerdotes y los levitas (31:2)
b. Se reanudan las ofrendas regulares, y traen muchas
de bendiciónes (31:3-10)
c. Ezequías provee para el almacenamiento apropiado
de las ofrendas y para su distribución (31:11-21)
4. El rey de Dios es puesto a prueba (32:11-21)
a. Senaquerib invade a Judá; Ezequías fortifica a Jerusalén
y a su pueblo (32:1-8)
b. Senaquerib se burla de Dios y de su Palabra (32:9-19)
c. Dios responde al rayar el día (32:20-23)

15
Introducción

5. Los tesoros en vasijas de barro: el orgullo de Ezequías,


éxito y muerte (32:24-33)
N. El reino de Dios bajo Manasés y Amón: la reforma
deshecha (33:1-25)
1. Manasés descarría a Judá (33:1-9)
2. El Señor lleva a Manasés al exilio (33:10,11)
3. Manasés se humilla, busca el rostro del Señor y se le
restaura a Jerusalén (33:12,13)
4. Los frutos de arrepentimiento de Manasés (33:14-20)
5. La infidelidad y la muerte de Amón (33:21-25)
O. El reino de Dios bajo Josías, la última reforma
(34:1–35:27)
1. Un rey fiel purga la tierra y el Templo (34:1-13)
2. Se encuentra el libro de la Ley; el arrepentimiento del
rey (34:14-21)
3. La respuesta de Dios por medio de Hulda: paz durante
el tiempo de Josías, pero después de él, el diluvio
(34:22-28)
4. Se renueva el pacto una vez más (34:29-33)
5. Una celebración sin igual de la Pascua (35:1-19)
6. La muerte prematura del rey Josías (35:20-27)
P. El reino de Dios bajo la ira y la gracia (36:1-19)
1. Desafío creciente al Señor y la respuesta de él
(36:1-10)
2. El rey Sedequías marca el comienzo del fin (36:11-19)
3. “Tuyo, Oh Jehová, es el reino” (36:20-23)
a. Dios conserva misericordiosamente un remanente
de su pueblo (36:20)
b. La tierra disfruta su descanso sabático (36:21)
c. Dios lleva a Ciro a decretar: “¡Regresen y
reconstruyan!” (36:22,23)

16
Introducción

“El libro de Los Paralipómenos [Crónicas] (que es, de


hecho, un compendio de todo el Antiguo Testamento), es un libro
de tan grande importancia, que una persona sólo puede hacer el
ridículo si pretende que conoce las Escrituras sin él.”
-San Jerónimo
(Ad Paulinum, Ep. 53,8)*

* Daniel Ruiz Bueno, traductor: Cartas de San Jerónimo, Tomo I. Madrid:


Biblioteca de autores cristianos, 1962, p.445.

17
PARTE III
DIOS EXALTA SU REINO BAJO EL GOBIERNO DE
SALOMÓN
2 CRÓNICAS 1–9

Estructura del relato

Cuando abrimos una Biblia, apenas notamos la gran cantidad


de trabajo que se ha hecho sólo para presentar el texto como lo
vemos ante nosotros. Por ejemplo, nos costaría creer que hubo un
tiempo en el que las divisiones en capítulos ni siquiera existían en
los escritos sagrados, y mucho menos divisiones en versículos. La
verdad es que estas comodidades representan adiciones que los
editores posteriores hicieron con el fin de facilitar la localización
de textos específicos. Los editores más recientes han trabajado
mucho presentando el texto en divisiones mayores de
pensamiento, secciones y párrafos, incluyendo títulos. Todo este
esfuerzo se hizo para que la Biblia fuera más fácil de leer.
Nos hemos acostumbrado tanto a estas características, que
algunas veces tenemos que recordar que ninguna de ellas existía
en el texto cuando fue inspirado originalmente. A pesar de todo,
no debemos pensar que los escritores antiguos no tenían recursos
disponibles para mostrar las grandes divisiones de pensamiento en
las que ellos querían dividir sus relatos. Un buen ejemplo de ello
es la organización tipo pirámide que algunos eruditos han visto en
los primeros nueve capítulos de 2 Crónicas.
Lo que sigue es una ilustración de esa organización un tanto
simplificada:

18
2 Crónicas 1:1-6

El hombre se Dios se acerca al


acerca a Dios hombre en nube de
en sacrificio y gloria y por medio
oración del rey escogido

Proyectos de Proyectos de
contrucción contrucción

Fuerza de Fuerza de
trabajo trabajo

Alabanza de los Alabanza de los


gentiles (¡Dios gentiles (¡Dios
ama a Israel!) ama a Israel!)
El esplendor de El esplendor de
Salomón Salomón
(sabiduría, (sabiduría,
riqueza, riqueza,
comercio) comercio)

La estructura de 2 Crónicas 1–9*

Como un sujetalibros, los relatos de la preminencia de


Salomón en sabiduría, riqueza y comercio rodean toda la sección
(1:1-16; 9:1-28). Al subir un escalón, hay relatos correspondientes
de gobernantes paganos que alaban al Señor por haberle dado a
Israel un rey como Salomón (2:11; 9:8). Avanzando un escalón
más, tenemos dos descripciones de la mano de obra de Salomón
(2:17,18; 8:7-10). A continuación se presentan los principales
proyectos de construcción del reino de Salomón (3:1-5:1; 8:1-6).
En el vértice de la pirámide, donde se hace énfasis en el centro del

* Adaptado y condensado de los comentarios sobre la estructura literararia


en 2 Chronicles de Raymond B. Dillard, de la serie Word Bible Commentary
(Waco: Word Books, 1987), pp. 5,6.

19
2 Crónicas 1:1-6

relato, encontramos la historia de la dedicación del Templo.


Salomón llega ante la presencia de Dios mediante sacrificio de
animales, alabanza y oración (5:2–6:40); Dios “responde” con
fuego del cielo, la aparición de la nube de gloria que indicó la
presencia misericordiosa del Señor y una revelación especial a
Salomón que corresponde a la oración que el rey había ofrecido
(7:1-22).
Aunque no seguiremos esta estructura en nuestra lectura del
texto, la mencionamos aquí por dos razones. Primero, debemos
entender la unidad básica de los primeros siete capítulos de 2
Crónicas. Estos capítulos forman la piedra angular de todo el libro
y demuestran la importancia del Templo en la vida de adoración a
Dios del pueblo del Antiguo Testamento. Segundo, tomar nota de
esta estructura nos ayuda a apreciar más la habilidad y el cuidado
con que escribió el cronista. Las secciones que nos pueden parecer
como repeticiones o versículos que parecen estar fuera de lugar
les parecen así sólo a nuestros ojos y oídos modernos. A juzgar
por sus propias normas, los antiguos fueron maestros en la
organización de su material para los lectores.

Dios le da a Salomón el don de la sabiduría

1 Salomón hijo de David fue afirmado en su reino, y


Jehová, su Dios, estaba con él y lo engrandeció
sobremanera.
2
Convocó Salomón a todo Israel, a jefes de millares y de
centenas, a jueces y a todos los príncipes de todo Israel, jefes
de familias. 3 Después Salomón fue con toda esta asamblea al
lugar alto que había en Gabaón, pues allí estaba el
Tabernáculo de reunión de Dios que Moisés, siervo de
Jehová, había hecho en el desierto. 4 Pero David había traído
el Arca de Dios de Quiriat-jearim al lugar que él le había
preparado; porque le había levantado una tienda en
Jerusalén. 5 Asimismo el altar de bronce que había hecho
Bezaleel hijo de Uri hijo de Hur, estaba allí, delante del
20
2 Crónicas 1:1-6

tabernáculo de Jehová, al cual fue a consultar Salomón con


aquella asamblea. 6 Subió, pues, Salomón allá delante de
Jehová, al altar de bronce que estaba en el Tabernáculo de
reunión, y ofreció sobre él mil holocaustos.

Con unas cuantas pinceladas, el cronista describe la escena y


nos prepara para la construcción del Templo bajo el reinado
Salomón. Así como uno de los primeros actos “oficiales” de David
había sido poner la adoración a Dios en el centro de su reino,
llevando el Arca a Jerusalén, también su hijo Salomón comienza
su gobierno buscando primero al Señor en el lugar alto de Gabaón
(versículo 5). Y así como David había desempeñado el papel de
líder en la adoración para todo Israel, también Salomón reúne a
toda la asamblea para que lo acompañe (versículo 2).
En caso de que alguien preguntara por qué Salomón haría un
viaje de unos diez kilómetros a Gabaón en vez de quedarse en
Jerusalén, se nos dice que Salomón fue allí porque en ese lugar
estaba el Tabernáculo de reunión (versículo 3). Ese era otro
nombre que se le daba al santuario itinerante, o tabernáculo que
Moisés había construido. Había sido el centro de la vida del
campamento durante el tiempo que Israel anduvo errante por el
desierto. También fue por muchos años el lugar donde se le dio el
albergue al Arca del pacto, hasta que fue trasladada durante los
días finales de Elí y de sus hijos (1 Samuel 4:1-10). Después de
varios traslados, el Arca había llegado a reposar en Jerusalén, y la
pusieron en la habitación temporal que David había construido
para ella (versículo 4; 1 Crónicas 15,16). En el versículo 5 se
menciona otra razón para ir a Gabaón con el fin de consultar al
Señor: el altar de bronce que había hecho Bezaleel, el maestro
artesano de Moisés, también se encontraba allá.
Era adecuado que Salomón comenzara su gobierno ofreciendo
sacrificios en el antiguo lugar santo. Iba a construir un templo
nuevo para remplazar el antiguo tabernáculo y a reunir el Arca y
el santuario otra vez en un lugar santo permanente en Jerusalén.
Iba a llevar a cabo su obra siguiendo los planes inspirados de su
21
2 Crónicas 1:7-13

padre David (1 Crónicas 28:11-19), así como Bezaleel había


seguido los planes inspirados de Moisés (Éxodo 39:42,43). Se le
iba a dar el don de la sabiduría para llevar a cabo su tarea, así como
Bezaleel había recibido sabiduría del Señor (Éxodo 36:1). Parece
probable que Salomón haya participado directamente en la
elaboración del altar de bronce para el sacrificio en el Templo, lo
que es otra semejanza con Bezaleel de los tiempos antiguos
(Éxodo 38:22; 2 Crónicas 4:1; 7:7). Al establecer estos paralelos
entre lo antiguo y lo nuevo, entre David y su hijo Salomón y entre
Salomón y Bezaleel, el cronista hace énfasis en la continuidad
entre el pasado y el presente, en los propósitos firmes de Dios en
todas las escenas cambiantes de la vida.
En cualquier época es difícil hacerles frente a los cambios.
Vivimos en un tiempo en que lo nuevo se vuelve viejo a una
velocidad vertiginosa. En todos estos cambios, tengamos presente
a quien “es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Él no es una sombra cambiante, sino la roca firme de nuestra
salvación, que le da estabilidad a nuestro presente y certeza a
nuestro futuro.

Salomón le pide sabiduría a Dios

7
Aquella noche se le apareció Dios a Salomón y le dijo:
—Pídeme lo que quieras que yo te dé.
8
Salomón respondió a Dios:
—Tú has tenido con David, mi padre, gran misericordia, y
a mí me has puesto por rey en lugar suyo. 9 Ahora pues,
Jehová Dios, que se cumpla la palabra que le diste a David,
mi padre; porque tú me has puesto por rey sobre un pueblo
numeroso como el polvo de la tierra. 10 Dame ahora
sabiduría y ciencia, para que sepa dirigir a este pueblo;
porque ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande?
11
Respondió Dios a Salomón:
—Por cuanto éste ha sido el deseo de tu corazón, y no
pediste riquezas, bienes o gloria, ni la vida de los que
22
2 Crónicas 1:7-13

procuran tu mal, ni pediste muchos días, sino que has pedido


para ti sabiduría y ciencia para gobernar a mi pueblo, sobre
el cual te he puesto por rey, 12 sabiduría y ciencia te son
dadas; y también te daré riquezas, bienes y gloria, como
nunca la tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni la
tendrán los que vengan después de ti.
13
Y desde el lugar alto que estaba en Gabaón, delante del
Tabernáculo de reunión, volvió Salomón a Jerusalén, y reinó
sobre Israel.

Dios se apareció a Salomón esa noche y le ofreció algo


maravilloso. Imagínese: el todopoderoso Dios vino a un ser
humano y le abrió de par en par los tesoros del cielo, invitándolo
a que escogiera para él cualquier don que quisiera. ¡Una señal que
verdaderamente mostraba el favor especial de Dios! Sin embargo,
¿qué diferencia hay entre Salomón y cualquier creyente? Tenemos
en nuestra posesión permanente la promesa del Salvador “Si algo
pedís en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:14). Al comentar este
pasaje, Lutero dice: “Sabemos, desde luego, lo que le debemos
pedir a Dios: debemos pedir no sólo por esta pobre miseria
terrenal, es decir, por todas las necesidades de esta vida temporal;
sino que debemos orar por la liberación de toda la desdicha
presente y futura, del pecado, la muerte y la tumba, y que seamos
justos, santos, libres, vivos y gloriosos”. *
Salomón hizo dos peticiones. En la primera, tomó la promesa
de Dios y le pidió al Señor que la confirmara: “Ahora pues, Jehová
Dios, que se cumpla la palabra que le diste a David, mi padre”
(versículo 9). La promesa era la que Dios había hecho de
establecer una dinastía perdurable para David, una promesa que
incluía la predicción de que el hijo de David iba a construir una
casa para el Señor (1 Crónicas 17:10-14; 22:7-10). La oración que

* Martín Lutero, Luther’s Works, redactado por Jaroslav Pelikan y Helmut T.


Lehmann, American Edition, Vol. 24, St Louis: Concordia Publishing House;
Philadelphia: Fortress Press, 1955 – 1986), p. 90.

23
Salomón es hecho rey

24
2 Crónicas 1:7-13

se basa en la palabra de Dios tiene la seguridad de que Dios va a


responder, porque el hijo de Dios sabe que el cielo y la tierra se
disolverán antes de que Dios alguna vez se retracte de alguna de
sus palabras. En la segunda petición, Salomón le hizo esta petición
a Dios: “Dame ahora sabiduría y ciencia, para que sepa dirigir a
este pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan
grande?” (versículo 10).
En cierto sentido se podría decir que Dios le había dado
sabiduría a Salomón aún antes de que la hubiera pedido. Él fue la
viva imagen de alguien que cumplió la recomendación de nuestro
Salvador cuando dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y
su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Desde el principio, Salomón quiso dedicarse al Señor y buscar la
misericordiosa presencia de Dios. Los mil sacrificios y el viaje a
Gabaón son suficiente evidencia de esto. Como Salomón escribió
en otro lugar: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría”
(Proverbios 9:10).
Este principio de la sabiduría llevó a Salomón a reconocer la
formidable tarea que tenía por delante. Con humildad comprendió
que la tarea de dirigir al pueblo de Dios en la construcción del
Templo estaba mucho más allá de su capacidad (versículo 10).
Sabía que era rey de Israel por la voluntad y don de Dios
(versículos 8,9), y entendía que si iba a tener éxito espiritual
llevando a cabo sus responsabilidades como rey, Dios tendría que
darle la fortaleza.
La humildad no es tanto el hecho de negar que tengamos
capacidades, sino la visión espiritual de considerar cada una de
nuestras capacidades como don de Dios. Él ha puesto en nuestras
manos todo lo que tenemos. La gente humilde ve que si Dios le
quita su poder creativo y sustentador, todo su esfuerzo no logrará
nada; depende completamente de su Dios para “[confirmar] la obra
de [sus] manos” (Salmo 90:17).
El temor a Jehová busca la sabiduría que sólo Dios puede dar.
En un mundo en el que estamos rodeados por el engaño, queremos
tener el poder para ver las cosas como son en realidad, ser capaces
25
2 Crónicas 1:7-13

de juzgar todo por la Palabra y dejar que la Palabra sea la única


norma de lo que somos y de cómo debemos vivir. Con humildad
le pedimos a Dios que nos libere de las mentiras del demonio, de
las ilusiones vacías de este mundo incrédulo, y de la neblina
causada por nuestro pecado que nos empaña el pensamiento
(Génesis 3:5,6; Salmo 90:10,12; 51:5,6).
En concreto, no hay duda de que Salomón quería que Dios le
diera la capacidad de servir bajo sus órdenes como rey sobre el
pueblo del Señor y también que le otorgara la sabiduría práctica
necesaria para el gran proyecto de construir el templo de Dios.
Éstas eran las tareas específicas que había recibido del Señor por
medio de David su padre (1 Crónicas 22:9,10). Él mismo sabía
que era “muchacho y de tierna edad” (1 Crónicas 22:5) y que
necesitaría un don especial de Dios para tener las habilidades que
por lo general sólo poseían los más ancianos y los más sabios.
Entre el pueblo del Antiguo Testamento normalmente se
consideraba que la sabiduría se encontraba entre los de más edad
y que rara vez se veía en los jóvenes (Job 32:7-9).
Todo cristiano tiene un oficio que Dios le ha encomendado.
Mediante el bautismo, Dios nos ha designado para servirle como
sus representantes reales en este mundo (1 Pedro 2:9). Además, a
cada uno de nosotros le ha dado una vocación específica en la vida.
Nos ha hecho esposos, esposas, padres, hijos, trabajadores o
empleadores. ¡Qué desastre es para la vida cristiana cuando vemos
estas tareas sólo como cosas ordinarias de la existencia de cada
día, y dejamos de ver en nuestra vida diaria el poder y el propósito
de Dios que obra en todo! En vez de ver nuestra vida como
ordinaria, dejemos que Salomón nos enseñe la verdadera
reverencia a Dios, el principio de la sabiduría. Entonces
consideraremos que nuestra vida está llena de lo sagrado, como el
escenario para la actividad de Dios, el lugar donde Dios hace su
trabajo por medio de nosotros. Aceptemos con igual reverencia las
responsabilidades que Dios nos ha dado, pidiéndole entendimiento
para hacerlas de acuerdo a su voluntad.

26
2 Crónicas 1:14-17

En respuesta a la petición de Salomón, Dios no solo le dio


sabiduría sino también todas las otras cosas buenas de la vida.
Tendrá riqueza “como nunca tuvieron los reyes que fueron antes
de ti, ni la tendrán los que vengan después de ti” (versículo 12).
En la historia del pueblo de Dios, Salomón establecerá la medida
por la que se podría definir el esplendor terrenal. Eso se describe
en los siguientes versículos.

El esplendor de Salomón

14
Salomón reunió carros y gente de a caballo; y tuvo mil
cuatrocientos carros y doce mil jinetes, los cuales puso en las
ciudades destinadas a los carros y junto al rey en Jerusalén.
15
Hizo el rey que hubiera en Jerusalén tanta plata y oro
como piedras, y que abundara el cedro como las higueras
silvestres de la Sefela. 16 Los mercaderes del rey compraban
por contrato caballos y lienzos finos de Egipto, para
Salomón. 17 Subían y compraban en Egipto un carro por
seiscientas piezas de plata y un caballo por ciento cincuenta.
Y todos los reyes de los heteos y los reyes de Siria compraban
así por medio de ellos.

Veremos más de cerca el esplendor de Salomón en la sección


más extensa que se dedica a este tema al final del relato del reino
de Salomón (9:13-28). Aquí, su función es hacer énfasis en la
respuesta inmediata de Dios a la oración de Salomón, de acuerdo
con su promesa.
Las características claves de la gloria de Salomón fueron su
poder militar, su riqueza y el comercio de su imperio. Se ve
claramente la generosidad de la bendición de Dios. Salomón
poseía muchos carros de guerra, las armas de alta tecnología de su
época. Los metales preciosos eran tan comunes como las piedras
en Jerusalén. Incluso cuando se toma en cuenta lo que parece ser
una exageración (una figura retórica bíblica común con el objeto
de resaltar las grandes cantidades), Salomón debió haber iniciado
27
2 Crónicas 1:14-17

una era de prosperidad para Israel sin paralelo en su historia. La


referencia al cedro en oposición a los sicómoros también se debe
entender como una descripción de la prosperidad de Israel bajo el
reinado Salomón. Una madera relativamente rara y preciosa como
el cedro era tan común y corriente en la Jerusalén de Salomón
como eran los sicómoros en las estribaciones de las montañas de
Israel. Una vez un emperador romano se jactó diciendo: “Encontré
a Roma como una ciudad de madera y la dejé como una ciudad de
mármol”; el cronista aquí hace una afirmación similar respecto a
Salomón. Por supuesto, la diferencia decisiva es que en lugar de
un hombre poderoso y jactancioso, que se basa en su propia
capacidad, aquí tenemos a un humilde creyente que se alegra del
poder de su Dios que hace cosas tan buenas por su pueblo.
Asimismo, estos versículos nos describen a Salomón como un
príncipe comerciante, que envía sus representantes por todo el
antiguo Cercano Oriente en un intenso comercio de importación
y exportación. En aquel entonces, como ahora, una de las
mercancías de más rentabilidad y demanda eran las armas.

CILICIA (COA)
Kue
Río Éufrates
Eup
hra
tes
Ri
Heteos
Hittites
ve
r

Arameos
Arameans
Mar Mediterráneo
Mediterranean
Sea

Jerusalén
Jerusalem

EGIPTO
Egypt

Salomón, el príncipe comerciante

28
2 Crónicas 2:1-10

Cualquier reino que tuviera el deseo de competir en la política


militar de la región tenía que estar equipado con caballos y carros.
Salomón estaba ubicado estratégicamente para servir como el
intermediario entre Coa y Egipto (vea el mapa), y tenía tratos
comerciales también con los heteos (hititas) y los arameos que
estaban localizados al norte y al oeste. La ganancia del
intermediario resulta de la diferencia entre el precio de compra y
el de venta: comprar por un precio bajo y vender por un precio
alto. De este modo, sin duda, Salomón amasó gran parte de su
riqueza.

Salomón construye la casa del Señor

Salomón hace provisiones para la construcción del Templo

2 Determinó, pues, Salomón edificar Casa al nombre de


Jehová, y casa para su reino. 2 Y designó Salomón
setenta mil cargadores, ochenta mil canteros y tres mil
seiscientos capataces que los vigilaran.
3
Después envió Salomón a decir a Hiram, rey de Tiro:
«Haz conmigo como hiciste con mi padre David, enviándole
cedros para que se construyera una casa en que habitar.
4
Mira, yo tengo que edificar una Casa al nombre de Jehová,
mi Dios, para consagrársela, para quemar incienso
aromático delante de él, para la colocación continua de los
panes de la proposición, para los holocaustos de la mañana y
la tarde, los sábados, nuevas lunas, y festividades de Jehová,
nuestro Dios; lo cual ha de ser perpetuo en Israel. 5 Y la Casa
que tengo que edificar ha de ser grande, porque el Dios
nuestro es grande sobre todos los dioses. 6 Pero ¿quién será
capaz de edificarle Casa, siendo que los cielos y los cielos de
los cielos no pueden contenerlo? ¿Quién, pues, soy yo, para
que le edifique Casa, aunque sólo sea para quemar incienso
delante de él? 7 Envíame, pues, ahora un hombre hábil que
sepa trabajar en oro, en plata, en bronce, en hierro, en
29
2 Crónicas 2:1-10

púrpura, en grana y en azul, y que sepa esculpir con los


maestros que están conmigo en Judá y en Jerusalén, los
cuales contrató mi padre. 8 Envíame también madera del
Líbano: cedro, ciprés y sándalo; porque yo sé que tus siervos
saben cortar madera en el Líbano. Mis siervos irán con los
tuyos 9 para que me preparen mucha madera, porque la
Casa que tengo que edificar ha de ser grande y portentosa.
10
Para tus siervos, los que trabajen cortando la madera, daré
veinte mil coros de trigo en grano, veinte mil coros de
cebada, veinte mil batos de vino y veinte mil batos de aceite.»

Además de los extensos preparativos que ya había hecho su


padre, David, para construir el Templo (1 Crónicas 22:2-19),
Salomón añadió lo suyo. Lo primero que tuvo que determinar fue
el número de trabajadores que tenía, y organizarlos. Trataremos la
información del versículo 2 al final del capítulo, ya que esta se
repite con más detalle allí. Para los que se interesan en estas cosas,
la repetición de un versículo en dos lugares diferentes es una
característica común del estilo hebreo, que sirve para “encerrar”
el relato e identificarlo como una unidad. Lo segundo en la agenda
de Salomón fue renovar el tratado de cooperación que su padre
David había mantenido con Hiram, rey de Tiro (1 Crónicas 14:1).
La correspondencia oficial le dio a Salomón la oportunidad de
confesar su fe en el Señor. Él hizo ver lo ambicioso del proyecto
que iba a emprender. David, para construir el palacio para él
mismo, necesitó la ayuda de Hiram; cuánto más se necesitaba la
ayuda de Hiram para construir la casa para Dios (versículo 3). Iba
a ser un “gran” proyecto porque sería para el Dios que es “grande
sobre todos los dioses” (versículo 5). Con esta última frase,
Salomón no quería decir que los dioses paganos fueran dioses
reales; sólo quería subrayar lo incomparable que es el Dios de
Israel.
Salomón dice que en realidad nadie puede construir una casa
para Dios. “¿Quién será capaz de edificarle Casa?” (versículo 6).
Es lo mismo que si hubiera dicho: “Dios me ha escogido
30
2 Crónicas 2:1-10

especialmente para construirle su Casa. Se han hecho extensos


preparativos. En efecto, todo el reino con toda su gente y su
abundancia de recursos se reunió con el propósito de cumplir esta
tarea. Sin embargo, esto no es suficiente para construir un templo
que esté a la altura de la gran gloria de nuestro Dios”. Dios es
grande y merece nuestros mejores dones; pero aunque le demos
lo mejor que podamos, todavía no le podemos dar nada que
realmente corresponda a su dignidad infinita. Lo que le ofrecemos
a Dios, él lo recibe por el poder de su amor y por la certeza de su
promesa de mirar nuestras ofrendas con gracia, no por el valor
mismo de lo que le damos.
En la carta, Salomón continuó confesando su fe al decir: “Los
cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo” (versículo
6). El pueblo de Dios del Antiguo Testamento conocía bien la
verdad de que Dios es un Espíritu infinito incapaz de ser confinado
en ningún lugar (Juan 4:24); en consecuencia, esta casa no se debía
considerar en términos toscos como el lugar de habitación física
del ser completo de Dios. Más bien éste era el lugar donde Dios
pondría su nombre (versículo 4,6; Deuteronomio 12:11). Esa era
solo una expresión del Antiguo Testamento para decir: “Éste es el
lugar donde Dios ha escogido revelarse a sí mismo como nuestro
misericordioso Dios y Salvador. Aquí se complace en venir a
nosotros, y también nos invita a acercarnos a él. Aunque Dios está
en todas partes, no lo podemos alcanzar en todas partes; en este
lugar Dios promete que viene a nosotros de tal modo que nosotros,
en nuestra condición pecaminosa, podamos comprender.”
Dios sigue siendo el gran iniciador de nuestra adoración.
Primero debe venir y revelarse a nosotros, o de otro modo nunca
podríamos acercarnos a él correctamente. Ninguna de nuestras
alabanzas podría ser verdadera ni agradable a él. Vemos esta
verdad espiritual ilustrada en la construcción del Templo. Salomón
no fue quien decidió construir la casa a Dios; el Señor escogió el
lugar para ella (1 Crónicas 21, especialmente el versículo 26),
seleccionó el hombre para edificarla (1 Crónicas 22:9,10), diseñó
los planos (1 Crónicas 28:19), y proporcionó los recursos para su
31
2 Crónicas 2:1-10

construcción (1 Crónicas 29:14). Además, Dios les dijo a los


israelitas exactamente cómo y cuándo se debían acercar a él. Ellos
no habían inventado su religión, ni se les había ocurrido su propia
forma de honrar a Dios. La forma de adoración les fue dada por
Dios como un mandato “perpetuo en Israel” (versículo 4).
Vivimos en una época en la que las personas tratan con afán
de establecer sus propias conexiones con Dios. Aunque se nieguen
a dar el nombre “Dios” al objeto de su búsqueda, todavía están
buscando el acceso a algo superior a ellas mismas; vagan sin
rumbo “desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen
pastor” (Mateo 9:36).Tratan de ponerse en contacto con Dios en
la naturaleza, aunque él nunca ha prometido que lo puedan
encontrar allí. Adoran la razón y el intelecto, olvidándose de Aquel
que nos dio la habilidad de pensar y la capacidad de entender.
Pueden hacer enormes esfuerzos, arriesgándose a hacer grandes
cosas verdaderamente sorprendentes, con el deseo de agradar a
Dios. Sin embargo, estas son cosas que Dios nunca les mandó que
hicieran. Pueden intentar verse dentro de ellos en lo más profundo
de su ser interior, esforzándose por encontrar y librar alguna chispa
de poder divino. ¿Qué más pueden descubrir allí que no sea una
imagen de ellos mismos y otra esperanza vacía?
Encontraremos a Dios solo donde él ha prometido que lo
podemos encontrar. Él tiene que venir a nosotros y ofrecérsenos
antes de que podamos acercarnos a él y ofrecerle algo. Las buenas
noticias que dan inicio a nuestra adoración son éstas: Dios vino a
nosotros en Cristo y se nos ofrece a sí mismo por medio de su Hijo.
Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al
Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Por medio de esta carta, Salomón le propuso a Hiram un trato
en el que le pedía su ayuda en dos asuntos. Quería que Hiram le
enviara un artesano que fuera experto en trabajar con toda clase
de materiales y que lo hiciera junto con sus propios “maestros”
(versículo 7). También quería que Hiram le enviara del Líbano, un
país en el que abundaba la madera, las diversas clases de madera
que se necesitaban para construir el Templo. A cambio, prometió
32
2 Crónicas 2:1-10

que le enviaría las provisiones necesarias para alimentar a los


cortadores de madera (versículo 10) y un grupo de obreros de
Israel para que los ayudaran (versículo 8).
Hay quienes ven aquí una contradicción entre las cantidades
de provisiones prometidas y las que se indican en 1 Reyes 5:11.
Sin embargo, una lectura más cuidadosa de los dos textos revela
que la contradicción es más imaginaria que verdadera. En el caso
de 1 Reyes, tenemos las provisiones que Salomón le dio a Hiram
“para el sustento de su familia” (1 Reyes 5:11). Aquí, en 2
Crónicas, las provisiones se asignan a “tus siervos, los que trabajen
cortando la madera” (versículo 10). Las provisiones que se
prometen en 2 Crónicas parecen ser más bien por una sola vez,
mientras que las que se mencionan en 1 Reyes 5:11 se daban “año
tras año” como parte de la obligación del tratado vigente. Se puede
decir con confianza que cada escritor bíblico seleccionó su
material de los registros oficiales de la manera que mejor sirvieran
a su propósito. En 1 Reyes el escritor desea poner énfasis en la
relación continua y pacífica entre Salomón e Hiram (vea 1 Reyes
5:12); por otro lado, el cronista sigue siendo leal al tema de la
construcción del Templo.
Quienes tienen su conciencia unida a la Palabra de Dios saben
que no es correcto practicar compañerismo religioso en oposición
a esa Palabra o actuar como si estuviéramos unidos en una
asociación religiosa con personas que no enseñan toda la verdad
de la Palabra de Dios (Romanos 16:17; Tito 1:16; 2 Juan 9-11),
sin embargo, a veces podemos hacer mal uso de estos principios
de compañerismo, como si la gracia de Dios por la cual
disfrutamos su verdad nos hubiera puesto en una posición superior
sobre el resto del mundo de tal forma que no pudiéramos querer
cooperar con nadie en ningún proyecto ni aprender nada sobre
ningún asunto de alguien que estuviera fuera de nuestra
comunidad. Mientras que la verdad de Dios no esté en peligro ni
se implique ninguna unidad religiosa falsa, hacemos bien en
reconocer la misma verdad que el sabio Salomón reconoció. Toda
la sabiduría y la destreza no se limitan solo a nuestra comunidad.
33
2 Crónicas 2:11-16

Salomón necesitaba la destreza que la gente de una ciudad pagana


había adquirido para construir la casa para el único verdadero
Dios; nosotros también bien podemos necesitar los dones que Dios
les ha dado a otros. Ellos pueden utilizarlos con incredulidad para
su propia destrucción, nosotros los usamos para el servicio del
evangelio. ¿De qué otra manera pueden pensar los hijos de Dios?
Después de todo, conocemos a nuestro Padre como el “que hace
salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos”
(Mateo 5:45). ¡Puesto que él derrama sus dones por todas partes
generosamente, no nos sorprendemos de encontrarlos aun en los
lugares más improbables!
11
Entonces Hiram, rey de Tiro, respondió en una carta que
envió a Salomón: «Porque Jehová amó a su pueblo, te ha
puesto por rey sobre ellos.» 12 Hiram también decía:
«Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, que hizo los cielos y la
tierra, y que dio al rey David un hijo sabio, entendido,
cuerdo y prudente, que va a edificar una casa a Jehová y una
casa para su reino. 13 Yo, pues, te he enviado un hombre hábil
y entendido, Hiram-abi, 14 hijo de una mujer de las hijas de
Dan, aunque su padre era de Tiro, el cual sabe trabajar en
oro, plata, bronce y hierro, en piedra y en madera, en
púrpura y en azul, en lino y en carmesí; asimismo sabe
esculpir toda clase de figuras y sacar toda forma de diseño
que se le pida, junto a tus hombres peritos y a los de mi
señor David, tu padre. 15 Ahora, pues, envíe mi señor a sus
siervos el trigo y la cebada, el aceite y el vino de que ha
hablado; 16 y nosotros cortaremos en el Líbano la madera
que necesites, y te la llevaremos en balsas por el mar hasta
Jope, y tú harás que la suban hasta Jerusalén.»

Una comparación de la respuesta de Hiram en 2 Crónicas con


su paralelo en 1 Reyes 5:7-9 aclara que el cronista ha conservado
una versión más completa de la correspondencia oficial. La
ampliación de la sección de alabanza al rey de Israel y al Dios de

34
2 Crónicas 2:11-16

la nación es especialmente impresionante (versículos 11,12), junto


con la sección adicional donde se menciona a Hiram-abí
(versículos 13,14).
Los profetas habían formado en tal forma la esperanza de
Israel que el pueblo de Dios vivía esperando el día en que las
naciones gentiles alabarían al único verdadero Dios. Ellos sabían
que ese día vendría, como parte del gobierno glorioso del Rey
Mesías (Isaías 11:10-16; 49:22,23; Zacarías 8:8-13; Malaquías
1:11). En la respuesta de Hiram a Salomón, vemos que el cronista
nos presenta una prefiguración de esa época, tanto en la alabanza
que Hiram ofrece a Salomón como en la forma en que Hiram se
refiere al Dios de Israel.
Hiram dice que el gobierno de Salomón es una señal de que
Dios ama “a su pueblo” (versículo 11). Ahora nosotros los gentiles
de una manera semejante alabamos a Dios por exaltar a su Hijo,
Jesús, a su diestra, como nuestro glorioso Rey. Él gobierna allí
“para la iglesia” como una señal eterna del amor de Dios a
nosotros (Efesios 1:22). Hiram también reconoce al Dios de Israel
como el que “hizo los cielos y la tierra”, el Dios Creador que le
dio “al rey David un hijo sabio, entendido, cuerdo y prudente, que
va a edificar una casa a Jehová” (versículo 12). Del mismo modo,
alabamos a Dios por Jesús “en quien están escondidos todos los
tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3).
Cuando lo reconocemos como el Rey que murió por amor a
nosotros, no tenemos ningún temor de poner nuestra vida bajo su
sabio gobierno y su dirección.
Algunos pueden preguntar si Hiram, en el contexto histórico
original, llegó a creer en Jehová como el único Dios verdadero.
Es difícil contestar la pregunta concluyentemente con base solo
en estas palabras. Se puede argumentar que aquí no tenemos más
que un caso de diplomacia, de conversación sutil y calculada para
producir buena voluntad. En las Escrituras tenemos otros ejemplos
de incrédulos que a pesar de su condición dicen cosas espirituales
que son ciertas (Juan 11:49-52).

35
2 Crónicas 2:11-16

Por otro lado, el repentino florecimiento del reino de Israel


debió haber tenido un gran impacto en todos los gobernantes de
los países vecinos. Relacionar el poder de una nación con el poder
del dios de esa nación era algo bastante común en el pensamiento
antiguo. Además, Hiram había trabajado muy cerca de David aun
antes de que viniera a estar bajo la influencia del hijo de David.
El testimonio de esos dos hombres bien pudo haber dado fruto en
el corazón del rey de Tiro. En cualquier caso, no hay diferencia en
cuanto al punto principal del cronista; las observaciones de Hiram
señalaron el tiempo en el que los gentiles con toda la alegría de la
fe, iban a reconocer al Dios de Israel y Rey de Israel como de ellos.
En respuesta a la petición de Salomón, Hiram le envió un
artesano de nombre Hiram-abí (versículo 13). Es posible traducir
ese nombre de forma ligeramente diferente como “Hiram, mi
artesano maestro”. La lista de sus destrezas en el trabajo incluye
las mismas capacidades que tuvieron Bezaleel, Aholiab y los
artesanos que trabajaron en el Tabernáculo en el tiempo de Moisés
(compare el versículo 14 con Éxodo 28:6-8; 31:1-11; 36:8-38).
Hiram-abí, tal como sus antiguos predecesores, era un hombre que
había recibido el don de la sabiduría. La traducción de la Reina
Valera 1995: “un hombre hábil y entendido” (versículo 13),
disminuye la alabanza más generosa que se expresa en hebreo: “un
hombre dotado de sabiduría y conocedor del entendimiento”. La
acumulación de sinónimos expresa con claridad que este Hiram-
abí era el más sobresaliente en su campo. Se puede encontrar otra
similitud con uno de sus predecesores en el hecho de que como
Aholiab en la antigüedad, él podía decir que era descendiente de
la tribu de Dan (compare el versículo 14 con Éxodo 31:6).
En este último punto tenemos que resolver un pequeño
enigma. En 1 Reyes 7:14 no se describe a Hiram-abí como de la
tribu de Dan, sino de Neftalí. Para los que han leído el comentario
a 1 Crónicas en la Biblia Popular, puede ser útil recordar algo que
allí aprendimos sobre las referencias genealógicas hebreas. La idea
de descendencia absoluta y de la relación por lazos de sangre no

36
2 Crónicas 2:11-16

siempre está en primer plano. Algunas veces las frases “el padre
de” y “el hijo de” indican una relación más amplia de alguna clase,
tal como el fundador de un grupo o el habitante de cierta villa (vea
el comentario a 1 Crónicas 2:5-9). Así que aquí podemos decir que
Hiram-abí podía tener sus raíces en dos tribus: Neftalí y Dan. No
conocemos la naturaleza exacta de esas dos relaciones. Algunos
han sugerido que su madre era descendiente de Dan mientras que
su padre era descendiente de Neftalí. La referencia a que su padre
era “de Tiro” (versículo 14) se puede explicar como una indicación
de su lugar de residencia, y no de su origen racial. Aunque no
podemos comprender con precisión esta frase, podemos asegurar
con mucha más confianza que la razón principal del cronista para
indicarnos los antecedentes de Hiram-abí es trazar otro paralelo
entre él y Aholiab.

Tiro
Tyre
Mar Mediterráneo
Mediterranean
Sea

Porsea
By marfrom
de
Tiroto
Tyre a Jope
Joppa

Jope
Joppa

ByPorland
tierra de
from Jerusalén
Jerusalem
Jope to
Joppa a Jerusalén
Jerusalem

La importación de maderas del Líbano a Israel

37
2 Crónicas 2:17,18

Un templo permanente en Jerusalén podía remplazar al


Tabernáculo móvil en el desierto. Moisés podía morir y otros
líderes como David y Salomón podían ser los sucesores. Un
hombre como Aholiab podía recibir los dones para trabajar para
la gloria de Dios en su generación, y muchos años después otro
como Hiram-abí iba a tomar su lugar. Los nombres, los lugares,
las formas externas de las cosas pueden cambiar, pero el propósito
perdurable de Dios sigue siendo el mismo en todas las
generaciones.
Al concluir su carta de aceptación, Hiram acepta el
ofrecimiento de provisiones que le hace Salomón (versículo 15) y
le hace esta promesa a Salomón: “Nosotros cortaremos en el
Líbano la madera que necesites” (versículo 16). Él propone hacer
un poco más fácil la tarea de transportar las enormes maderas
llevándolas parte del camino a flote por el mar (vea el mapa). Así
podían evitar el paso por la escabrosa región montañosa del sur
del Líbano y el norte de Israel.

Importación de maderas del Líbano a Israel

17
Salomón hizo el censo de todos los extranjeros que había
en la tierra de Israel, después del que David, su padre, había
hecho; y se halló que eran ciento cincuenta y tres mil
seiscientos. 18 Y señaló de ellos setenta mil para llevar cargas,
ochenta mil para las canteras en las montañas, y tres mil
seiscientos como capataces para hacer trabajar al pueblo.

Un proyecto como el Templo requería no solo un enorme gasto


de dinero sino también un formidable esfuerzo físico. Estos
versículos nos dan una idea de la magnitud de la fuerza laboral de
Salomón. Como se indicó, el núcleo de la mano de obra de
Salomón se componía de “los extranjeros que había en la tierra de
Israel” (versículo 17). Éstos eran residentes permanentes de la
tierra, a los cuales se les había permitido sobrevivir a la conquista
de Canaán bajo Josué y que habían sido obligados a servir como
38
2 Crónicas 3:1,2

cortadores de madera y transportadores de agua para los israelitas


y para el santuario. Algunos de ellos sobrevivieron al exilio y
voluntariamente regresaron para reconstruir el Templo. Ellos son
los “sirvientes del Templo” que se mencionan en 1 Crónicas 9:2.
Sin embargo, aquí su trabajo era obligatorio, supervisado por
capataces israelitas. En 1 Reyes 5:16 solo se indican 3,300
supervisores, en contraste con los 3,600 que se mencionan aquí y
en el versículo 2. Esta discrepancia se puede deber a un error
cuando se copiaba el texto, o tal vez a que el cronista incluyó
algunas otras personas que participaron en la supervisión de la
obra que el escritor de 1 Reyes no incluyó (por ejemplo, algunos
de los funcionarios que se mencionan en 1 Reyes 9:23).
En el libro de Reyes nos damos cuenta de que además de los
trabajadores obligados que se mencionan aquí, Salomón reclutó a
israelitas para que trabajaran junto con los residentes extranjeros
en lo que parece haber sido un programa de servicio nacional (vea
1 Reyes 5:13,14). Se puede tener una idea del alcance de esta
empresa por las decenas de miles de trabajadores que participaron
en ella. El mensaje general del cronista para nosotros es claro, y
se resume en estas palabras de Salomón: “La Casa que tengo que
edificar ha de ser grande, porque el Dios nuestro es grande sobre
todos los dioses” (2:5). Con los preparativos completos, ahora
Salomón está listo para comenzar.

Salomón construye la casa de Dios

El lugar del Templo

3 Comenzó Salomón a edificar la casa de Jehová en


Jerusalén, en el monte Moriah, que había sido
mostrado a David su padre, en el lugar que David había
preparado en la era de Ornán, el jebuseo. 2 Y comenzó a
edificar en el mes segundo, a los dos días del mes, en el
cuarto año de su reinado.

39
2 Crónicas 3:1,2

Con todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre la importancia


del Templo en la vida de Israel y como la pieza central de la
historia del cronista, se podría esperar que el escritor santo nos
hubiera dado un relato bíblico más largo y detallado de la manera
en que esta casa del Señor se construyó y se amobló. Así que es
sorprendente descubrir que la versión del cronista acerca del
mayor logro de Salomón es en realidad mucho más corta que la
descripción paralela que encontramos en 1 Reyes 6 y 7. Sin duda,
esto se debe al hecho de que los lectores originales del cronista
consistían en personas que tuvieron que contentarse con un templo
mucho más modesto en su construcción. Es probable que aquí el
lector desee consultar lo que se dice en la primera página de la
introducción. Para el escritor santo y para su audiencia, era mucho
más importante el significado espiritual del Templo para el pueblo
de Dios que su aspecto físico.
Sin embargo, una vez que se entiende esto, no debemos pensar
que aquí el cronista simplemente nos da la versión condensada de
Reyes de la Revista Selecciones®. Ya en el primer versículo, él se
aparta del relato anterior al resaltar dos acontecimientos claves del
pasado que se asociaban con el lugar del Templo. Para comenzar,
se nos dice que el Templo fue construido en el mismo lugar en el
que Abraham estuvo dispuesto a cumplir el mandato que le dio
Dios de ofrecer en sacrificio a su “hijo . . . único” Isaac (Génesis
22:2). Éste es el único lugar en las Escrituras donde se hace
explícita la conexión entre el monte del Templo y el sacrificio de
Abraham. Los lectores del cronista habrían recordado que en el
último momento el ángel de Jehová le impidió a Abraham llevar
a cabo ese acto de suprema devoción. Tal vez aun más significativo
es el hecho de que, en ese monte, Dios le proveyó a Abraham un
carnero para que lo ofreciera en lugar de Isaac (Génesis 22:13). El
cronista también nos recuerda aquí la ocasión cuando, muchos
siglos después, un ángel del Señor se apareció a David. En esa
ocasión, el ángel había sido el agente de Dios para traer una plaga
virulenta sobre Israel, que mató a decenas de miles. Justo antes de
que el ángel atacara a Jerusalén, David salió apresuradamente de
40
2 Crónicas 3:1,2

la ciudad para interceder por su pueblo. Se encontró con el ángel


en un lugar donde un jebuseo llamado Ornán había estado trillando
el trigo (1 Crónicas 21). Allí David había ofrecido sacrificios por
mandato de Dios, y el Señor había contestado sus oraciones con
una lluvia de fuego desde el cielo que consumió las ofrendas. Al
ver todo esto, David se dio cuenta de que Dios mismo había
elegido la era de Ornán para que fuera el lugar de su casa (1
Crónicas 22:1).
Es esta continuidad del lugar lo que pudo haber sido
especialmente significativo para los lectores originales del
cronista, ya que les aseguraba que, aunque los adornos exteriores
de su Templo no fueran tan impresionantes como los del templo
de Salomón, ellos construyeron en el lugar que Dios claramente
escogió como suyo “para poner allí su nombre y habitar”
(Deuteronomio 12:5).
Como personas que “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24)
adoramos a Dios, no nos preocupa mucho el lugar específico de
nuestra adoración, como lo hacía el pueblo de Dios del Antiguo
Testamento. De todos modos, no debemos pensar que la gracia de
Dios está flotando libremente por ahí, para encontrarla al meditar
debajo de cualquier árbol frondoso, al invocar el nombre de
cualquier dios, o al asociarnos con cualquier grupo que dice que
adora a Dios. La gracia de Dios se encuentra donde se proclama
la palabra pura del evangelio y donde se administran debidamente
los sacramentos. Cuando el siervo llamado de la Palabra anuncia
el perdón de Dios en la absolución, podemos creer firmemente que
“por ella los pecados son perdonados ante Dios en el cielo”. *
Cuando nos encontramos en un lugar donde todo esto se cumple,
podemos estar seguros de que nuestro Dios ha puesto allí su
nombre salvador de acuerdo con su promesa, ya sea que lo
adoremos dentro de una hermosa iglesia antigua o en un salón de
conferencias de un hotel delante de un altar provisional.

* Libro de Concordia, Catecismo Menor. St. Louis: Editorial Concordia,


p.364.

41
2 Crónicas 3:3-4:6

La estructura del Templo

3
Éstas son las medidas que dio Salomón a los cimientos de
la casa de Dios: la longitud era de sesenta codos y la anchura
de veinte codos. 4 El pórtico que estaba al frente del edificio
era de veinte codos de largo, igual al ancho de la Casa, y su
altura de ciento veinte codos. Salomón lo recubrió por
dentro de oro puro.
5
y techó el cuerpo mayor del edificio con madera de ciprés,
la cual recubrió de oro fino, haciendo esculpir en ella
palmeras y cadenas. 6 Recubrió también la Casa con un
ornamento de piedras preciosas; y el oro era oro de Parvaim.
7
Revistió, pues, la Casa, sus vigas, sus umbrales, sus paredes
y sus puertas, con oro; y esculpió querubines en las paredes.
8
Construyó asimismo el Lugar santísimo, cuya longitud
era de veinte codos, de acuerdo al ancho del frente de la
Casa, y su anchura de veinte codos. Lo revistió de oro fino, el
cual ascendía a seiscientos talentos. 9 Los clavos de oro
pesaban de uno hasta cincuenta siclos. También recubrió de
oro los aposentos.
10
Dentro del Lugar santísimo hizo dos querubines de
madera, los cuales fueron recubiertos de oro. 11 La longitud
de las alas de los querubines era de veinte codos; porque un
ala era de cinco codos, y llegaba hasta la pared de la Casa,
mientras la otra de cinco codos tocaba el ala del segundo
querubín. 12 De la misma manera una ala del otro querubín
era de cinco codos, la cual llegaba hasta la pared de la Casa,
y la otra era de cinco codos, que tocaba el ala del otro
querubín. 13 Estos querubines, cuyas alas extendidas medían
veinte codos, estaban en pie con los rostros vueltos hacia la
Casa. 14 Hizo también el velo de azul, púrpura, carmesí y
lino, e hizo bordar querubines en él. 15 Delante de la Casa
hizo dos columnas de treinta y cinco codos de altura cada
una, con capiteles de cinco codos encima. 16 Hizo asimismo
cadenas en el santuario y las puso sobre los capiteles de las
42
2 Crónicas 3:3-4:6

columnas; e hizo cien granadas, las cuales puso en las


cadenas. 17 Colocó las columnas delante del Templo, una a la
mano derecha y otra a la izquierda; a la de la mano derecha

4
llamó Jaquín y a la de la izquierda, Boaz.
Hizo además un altar de bronce de veinte codos de
largo, veinte codos de ancho y diez codos de alto.
2
También hizo un mar de metal fundido, el cual tenía diez
codos de un borde al otro, enteramente redondo; su altura
era de cinco codos, y un cordón de treinta codos de largo lo
ceñía alrededor. 3 Debajo y alrededor del mar había figuras
de calabazas, diez por cada codo, colocadas en dos hileras
fundidas juntamente con el mar. 4 Éste estaba asentado sobre
doce bueyes, tres de los cuales miraban al norte, tres al
occidente, tres al sur, y tres al oriente; el mar descansaba
sobre ellos, y sus partes traseras miraban hacia adentro. 5 Y
tenía de grueso un palmo menor, y el borde tenía la forma
del borde de un cáliz o de una flor de lis. Y le cabían tres mil
batos.
6
Hizo también diez fuentes, y puso cinco a la derecha y
cinco a la izquierda, para lavar y limpiar en ellas lo que se
ofrecía en holocausto; pero el mar era para que los
sacerdotes se lavaran en él.

El Cronista puede haber abreviado este relato tomándolo del


que se encuentra en 1 Reyes, y sin embargo desde el punto de vista
moderno, por lo impacientes que somos con descripciones
verbales de cualquier tipo, nuestros ojos se pueden fatigar por la
gran cantidad de información. En estos versículos un factor
adicional que dificulta la comprensión es la incertidumbre sobre
el significado preciso de algunas palabras. Por último, hay
problemas textuales y discrepancias con el relato paralelo en Reyes
(particularmente en relación con algunas de las dimensiones del
Templo y sus utensilios) que son difíciles de resolver
definitivamente. Se dice que una de las razones por las que hoy
algunos judíos ortodoxos se oponen a la reconstrucción del Templo
43
2 Crónicas 3:3-4:6

es que quieren evitar la posibilidad de quebrantar alguna de las


instrucciones de Dios. Eso podría suceder si ellos, sin darse cuenta,
le dieran una interpretación incorrecta a uno de esos versículos.
Sea como sea, aquí se nos proporciona suficiente información para
comprender lo esencial de la estructura del Templo.
En lugar de enredarnos con los detalles, tratemos de formarnos
un concepto general de la estructura del Templo imaginando el
impacto que pudo haber tenido en los israelitas que lo visitaban
por primera vez. Si llegaban a Jerusalén por el camino ascendente
de Jericó, la señal de su inminente llegada hubiera sido la colina
que conocemos como el monte de los Olivos. Después de ascender
a su cima, podían ver la ciudad que se extendía ante de ellos. A
través de una profunda hondonada (más tarde llamada torrente de
Cedrón [Quedrón]), la ciudad de David quedaba hacia el sur, y el
monte del Templo hacia el norte. Después de cruzar la hondonada
y llegar a la ciudad, entraban en el complejo del Templo por la
puerta este, donde los porteros oficiales estaban de servicio para
asegurarse de que ninguna persona ritualmente impura o inmunda
tratara de entrar (1 Crónicas 26:1-19).
Una vez adentro se podían hallar en el “gran atrio” (4:9), en
cuyo extremo final había un muro bajo, hecho de cedro y piedra
(1 Reyes 6:36), que se levantaba entre ellos y el Templo mismo.
Este muro señalaba el comienzo del atrio de los sacerdotes (4:9).
Los dos atrios estaban comunicados por puertas cubiertas de
bronce (4:9). El muro también impedía que los que iban a adorar
y no eran levitas se acercaran más al propio Templo. Debemos
comprender, por supuesto, que el Templo no era una iglesia en el
sentido de un edificio dentro del cual se reunía la gente; era más
bien un lugar escogido por Dios y apartado para él. El Dios
invisible había prometido que allí su pueblo lo “podría encontrar”,
en un lugar santo donde podían acercársele por medio del
sacrificio, se podían dirigir a él en oración y podían alabarlo con
cantos. Sin embargo, la Casa estaba cerrada a todos excepto a los
que Dios había escogido para que sirvieran como sacerdotes.

44
2 Crónicas 3:3-4:6

Sin duda, los visitantes alcanzaban a ver, desde su posición


estratégica en el atrio exterior, el gran altar de bronce donde se
realizaban las diversas ofrendas propiciatorias al Señor (4:1). Su
base era tan ancha como las mismas cámaras principales del
Templo, ¡nueve metros completos! Desde la perspectiva del
visitante, el altar estaba enmarcado por dos grandes columnas
ornamentales que estaban frente al pórtico del Templo o porche
de entrada (3:15-17). Estas eran lo suficiente imponentes para que
se les dieran nombres propios. A la izquierda del altar, los
visitantes podían ver a Jaquín (“él establecerá”); a la derecha, a
Boaz (“en él está la fortaleza”).
La casa de Dios se construyó probablemente sobre una base
que se elevaba varios metros sobre el atrio de los sacerdotes. Las
dimensiones de la entrada y de los dos aposentos interiores se dan
en los versículos 3 y 4 de 2 Crónicas 3. A estas áreas se les llamaba
el Pórtico, el Lugar santo (conocido también como el cuerpo
mayor en 3:5), y el Lugar santísimo (conocido también como el
santuario de la Casa, 5:7-9). Es útil notar que los últimos dos
aposentos tenían dos veces el tamaño de los que se encontraban
en el Tabernáculo. El cronista todavía sigue haciendo énfasis en
el tema de que esta casa tenía que ser grande “porque el Dios
nuestro es grande sobre todos los dioses” (2:5).
En la esquina sureste del Templo, el inmenso “estanque” de
bronce estaba ubicado sobre los lomos de las estatuas de doce
bueyes y era visible a nuestros visitantes imaginarios. Como lo
sugiere su nombre, era un depósito de agua y tenía una capacidad
aproximada de 70,000 litros. Se usaba, como nos dice el cronista,
“para que los sacerdotes se lavaran en él” (4:6). Sin duda, es una
referencia a la purificación que requerían los sacerdotes antes de
poder acercarse a la casa de Dios (Éxodo 30:17-21). Además del
estanque había diez contenedores de agua más pequeños, sobre
bases ornamentales móviles, cada uno con una capacidad de 920
litros, que se usaban para lavar las partes de los animales
propiciatorios que el Señor había destinado para él (4:6,14; 1
Reyes 7:27-39; Levítico 1:9).
45
2 Crónicas 4:7-5:1

El mobiliario del templo

7
Hizo asimismo diez candelabros de oro según la forma
prescrita, los cuales puso en el Templo, cinco a la derecha y
cinco a la izquierda. 8 Además hizo diez mesas y las puso en
el Templo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda;
igualmente hizo cien tazones de oro.
9
También hizo el atrio de los sacerdotes, el gran atrio y las
portadas del atrio, y recubrió de bronce sus puertas. 10 Y
colocó el mar al lado derecho, hacia el sureste de la Casa.
11
Hiram también hizo calderos, palas y tazones. Así acabó
Hiram la obra que le había encargado el rey Salomón para
la casa de Dios. 12 Las dos columnas y los cordones, los
capiteles sobre las cabezas de las dos columnas, y las dos
redes para cubrir las dos esferas de los capiteles que estaban
encima de las columnas; 13 cuatrocientas granadas en las dos
redes, dos hileras de granadas en cada red, para que
cubrieran las dos esferas de los capiteles que estaban encima
de las columnas. 14 Hizo también las basas, sobre las cuales
colocó las fuentes; 15 un mar, y los doce bueyes debajo de él;
16
y calderos, palas y garfios.
Todos estos enseres los hizo Hiram-abi al rey Salomón,
para la casa de Jehová, de bronce muy fino. 17 Los fundió el
rey en los llanos del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y
Seredata. 18 Salomón hizo todos estos enseres en número tan
grande, que no pudo saberse el peso del bronce.
19
Así hizo Salomón todos los utensilios para la casa de
Dios, el altar de oro, y las mesas sobre las cuales se ponían
los panes de la proposición; 20 asimismo los candelabros y sus
lámparas, de oro puro, para que las encendieran delante del
Lugar santísimo conforme a la ordenanza. 21 Las flores,
lámparas y tenazas se hicieron de oro, de oro finísimo;
22
también las despabiladeras, los lebrillos, las cucharas y los
incensarios eran de oro puro. También eran de oro la

46
El Lugar Santo con las diez mesas
Las cámaras (no se mencionan

47
doradas, los diez candeleros
en 2 Crónicas 28:11,12) dorados, los panes de la
proposición y el altar del incienso
El pórtico o
entrada al frente
del templo
El altar de bronze
para los sacrificios

El templo de Salomón
9 metros

9 metros
27 metros
Fuente de bronze
El Lugar Santísimo con el arca La cortina y las puetas para Jaquín y Boaz, las dos
del pacto y los querubines seperar el Lugar Santísimo del columnas ornamentales
dorados Lugar Santo de bronze
2 Crónicas 4:7-5:1

entrada de la Casa, sus puertas interiores para el Lugar

5
santísimo, y las puertas del Templo mismo.
Así se acabó toda la obra que hizo Salomón para la casa
de Jehová. Luego metió Salomón las ofrendas que
David, su padre, había consagrado: la plata, el oro y todos
los demás utensilios, y lo puso todo en los tesoros de la casa
de Dios.

Las cosas que permanecían ocultas, escondidas detrás de las


paredes del Templo, eran aun más asombrosas que las cosas que
se veían. La mayoría de los israelitas podían saber acerca del
interior del Templo y de su contenido únicamente leyendo
descripciones como la que tenemos ante de nosotros; sólo por esas
descripciones se podía saber que una vez que se pasaba el pórtico,
el sacerdote oficiante entraba en un aposento brillante con el oro,
resplandeciente con piedras preciosas, y fragante con incienso. Ese
era el Lugar santo, que había sido suntuosmente amoblado con
diez mesas y diez candeleros (en vez de la mesa y el candelero que
habían sido suficientes para el Tabernáculo y su Lugar santo, vea
Éxodo 25:23-40).
Aunque todas las mesas se asociaban de alguna manera con
los 12 panes llamados “los panes de la proposición”, sólo se usaba
una para ponerlos (compare 4:19 con 1 Reyes 7:48). Los panes,
que se horneaban cada semana, se disponían en dos filas de seis
(Levítico 24:6), y simbolizaban la gratitud que las 12 tribus de
Israel tenían por las bendiciones terrenales de Dios. Las tribus
vivían en presencia del que los sostenía; recibían todo de él; a él
le daban las gracias por el pan de cada día. El nombre de los panes
nos advierte del hecho de que éstos se debían colocar
constantemente en presencia del Señor (Éxodo 25:30).
La luz amarilla de los candeleros, junto con la luz natural que
entraba por las ventanas con celosías que estaban arriba (1 Reyes
6:4) se combinaban para bañar el interior con un resplandor
apacible. En el extremo oeste del Lugar santo, en frente de las

48
2 Crónicas 4:7-5:1

puertas y de la cortina bordada que separaba el Lugar santísimo,


estaba el altar dorado del incienso (4:19). Cada mañana y cada
tarde el sacerdote designado para el día se acercaba al altar para
quemar el incienso que significaba las oraciones diarias del pueblo
de Dios (Éxodo 30:7,8; Salmo 141:2; Lucas 1:9; Apocalipsis 8:3).
Aunque había restricciones para ver el lugar del Lugar santo,
el Lugar santísimo estaba aun más apartado de la vista general de
la congregación; lo que se podía saber de él solo se les podía
comunicar por medio de la Palabra. No se podía ver nada de su
contenido desde la cámara más grande, con excepción de los
extremos de las barras que se usaban para llevar el Arca del pacto
a su hogar permanente (5:9). Al parecer, eran visibles a través de
pequeñas aberturas que estaban a cada lado entre las jambas y las
paredes. Por alguna razón el velo bordado no cubría estos espacios
(3:14). Sin embargo, el Arca y el aposento de oro en donde ésta
estaba permanecían ocultos.
Solo al sumo sacerdote se le permitía entrar allí y únicamente
una vez al año, en el Día de la Expiación (Hebreos 9:7). Además,
ni a él se le permitía ver el Arca, porque su visión estaba obstruida.
Antes de que entrara al Lugar santísimo, debía tomar algunos
carbones del altar del holocausto para quemar incienso dentro de
ese aposento sagrado. Así el aposento se llenaba de humo y el
sumo sacerdote no podía ver el propiciatorio (Levítico 16:13).
Este aposento era el corazón palpitante del Templo, el centro
de todo el santuario. Salomón había cubierto el Lugar santísimo,
un cubo perfecto, con 23 toneladas de oro, ¡una cantidad
sorprendente! A pesar de todo, el aposento todavía era inadecuado
para que Dios morara allí. Como Salomón lo admitió de buena
gana, los cielos no lo podrían contener y toda la tierra era suya
(2:6; Salmo 24:1). Aun así, Dios le había hecho esta promesa a
Moisés: “delante del propiciatorio que está sobre el Testimonio…
me encontraré contigo” (Éxodo 30:6). Por eso podemos decir que
Dios “vivió” de acuerdo con su promesa misericordiosa en la Casa
que Salomón le construyó. En el día de la dedicación, les dijo a

49
2 Crónicas 4:7-5:1

todos con claridad que él había condescendido en adoptar como


su trono terrenal el propiciatorio, que estaba entre los querubines
(1 Crónicas 13:6).
Dentro del santuario, el Arca del pacto estaba acompañada por
dos estatuas separadas que representaban a las criaturas celestiales
que los hebreos conocían como querubines. La dos estatuas
recubiertas de oro habían sido hechas con alas extendidas, de tal
manera que le daban sombra a todo el aposento, de extremo al
extremo (3:10-13). En las Escrituras se describen esos seres
angelicales de formas diferentes, por lo que es difícil asegurar
exactamente qué aspecto tenían las estatuas de Salomón.
“Querubines y una espada encendida” fueron puestos para evitar
que el hombre rebelde entrara nuevamente en el paraíso (Génesis
3:24). David describe en los Salmos cómo vio al Señor responder
a la oración: “Inclinó los cielos . . . densas tinieblas debajo de sus
pies. Cabalgó sobre un querubín y voló” (Salmo 18:9,10). La
visión que tuvo Ezequiel del querubín es la más detallada. Venían
de la oscuridad de un ventarrón, parecían como “carbones de fuego
encendidos” (Ezequiel 1:13) y “había en ellos un parecido a seres
humanos” (Ezequiel 1:5). Cada uno tenía cuatro caras (de hombre,
de buey, de león y de águila). Esta última referencia nos recuerda
de inmediato los “cuatro seres vivientes” que estaban alrededor
del trono de Dios en el cielo, como nos lo describe Juan en el
último libro de la Biblia (Apocalipsis 4:7,8).
Aunque pueden ser misteriosos en muchos aspectos, por lo
menos podemos decir que los querubines son ángeles que están
en presencia de Dios, que están relacionados con el trono de Dios,
y que implican su autoridad suprema sobre todas sus criaturas.
Cualquiera que haya sido la apariencia de los querubines de
Salomón, estamos completamente seguros al decir que ellos de
ninguna manera se podrían parecer a los cupidos de caras redondas
que son frecuentes en las pinturas del final del renacimiento. Ni
tampoco se parecían de ninguna manera a las “adorables”
pequeñas estatuillas que algunas personas coleccionan hoy. Éstas
eran representaciones de ángeles que inspiraban temor reverente.
50
2 Crónicas 4:7-5:1

Eran adecuadas para adornar el aposento del trono terrenal del


Dios todopoderoso y para estar en su presencia.
En esta lista se mencionan varios elementos que no hemos
considerado hasta ahora en este comentario: tazones de oro
(versículo 8), calderos, palas y garfios (versículo 16),
despabiladeras, lebrillos, cucharas e incensarios de oro puro
(versículo 22). Tampoco hemos pasado mucho tiempo observando
los diversos bajorrelieves y las figuras ornamentales que había en
las paredes, velos y columnas. Al tener presente el mensaje básico
del cronista, vemos que todas estas cosas sirven para subrayar la
gloria del templo de Salomón. Se usó sólo lo mejor para la casa
de Dios, y no se descuidó ningún detalle. Se utilizó oro en
cantidades asombrosas; la cantidad de bronce que se empleó
sobrepasó todos los cálculos (4:18). Cuando terminó el trabajo,
Salomón realzó aun más la gloria de la casa de Dios llevando las
“ofrendas que David, su padre, había consagrado” (5:1) al sitio
que les correspondía en los tesoros del Templo. Esas cosas
debieron ser las cantidades de plata, oro y bronce que fueron
tomadas en la guerra que David había hecho contra los enemigos
del pueblo de Dios (1 Crónicas 18:11).
La descripción de la belleza y la grandeza del templo de
Salomón pudo haber tenido un sabor agridulce para los lectores
originales del cronista. Verdaderamente se maravillaron, como nos
maravillamos nosotros, cuando oyeron las prodigiosas cantidades
de oro, plata y bronce que se utilizaron en su construcción. Sin
embargo, la reflexión sobre la gloria que una vez tuvo el antiguo
Templo solo podía mostrar las deficiencias del Templo que los
exiliados conocieron como la casa de Dios. Esos creyentes
reprendidos, después de escuchar esta lista de elementos del
templo de Salomón, recordaron otro lugar de las Escrituras donde
podían encontrar una lista parecida. Sin embargo, allí la lista sirvió
para registrar el botín que el triunfante rey Nabucodonosor había
llevado con él a Babilonia. Junto con estos tesoros del Templo,
llevó al exilio a la flor y nata del pueblo de Dios (2 Reyes 25:13-
21). Todo el oro del mundo no le puede dar a un pueblo una
51
2 Crónicas 4:7-5:1

apariencia aceptable cuando para Dios este se ha convertido en


aborrecible por pecar con impenitencia. ¡Por el juicio de Dios a
causa del pecado, su Casa ya no resplandecía con el mismo brillo
que antes!
Este magnífico templo de Salomón era glorioso, pero sólo con
un esplendor terrenal; esa gloria estaba destinada a desvanecerse,
a marchitarse y caerse “como flor del campo” (Isaías 40:6). Incluso
cuando el Templo se construyó por primera vez, pudo ser el
estrado adecuado de Dios, sólo por su gracia, porque él libremente
había escogido poner su nombre allí. De manera similar, el
segundo Templo, reconstruido por los que regresaron, seguirá
siendo la casa de Dios solo por gracia. Cualquier defecto que ellos
pudieran percibir en los elementos exteriores de su Templo se
eliminarán cuando venga “súbitamente a su Templo el Señor”
(Malaquías 3:1). Muchos años después de que se escribiera esta
porción de las Escrituras, el rey Herodes emprendió una
renovación total y costosa de la casa del Señor. ¡Sin embargo, todo
el esplendor de Herodes nunca podría igualar la gloria que el Rey
Mesías iba a traer cuando adornara el Templo con su presencia!
El versículo final tenía el propósito de impresionar tanto los
oídos como también la mente del lector: “Watishlamm . . .
Shlomoh” “Completo estaba todo el trabajo que el Completador
[Salomón] había hecho” (traducción literal de 5:1). De este modo
el cronista graba en sus lectores uno de los temas principales del
recuento que hace de la construcción del Templo. Como lo indican
los sonidos parecidos, aquí tenemos un pequeño juego de palabras
que le recuerda al lector que Salomón, el rey de paz, por fin había
terminado lo que David, su padre, tenía “en [su] corazón” (1
Crónicas 22:7). Finalmente, estas palabras permanecen como un
recordatorio de la fidelidad de Dios. Él le había prometido a David
un hijo para que construyera su Casa; ese hijo había venido; la
Casa se había construido (1 Crónicas 17:11,12; 22:6-10).

52
2 Crónicas 4:7-5:1

Significado del Templo para el antiguo Israel

Ahora hagamos un momento de pausa para reflexionar sobre


el significado del Templo. ¿Qué significaba para el pueblo de Dios
del Antiguo Testamento? ¿Qué significado tiene para nosotros
hoy? El examen minucioso de algunas de las palabras y las frases
descriptivas que se usan en este relato nos darán las respuestas a
estas preguntas. Hemos escuchado que se le ha dado el nombre de
“la casa (el templo) de Jehová” (3:1), un lugar “para quemar
incienso delante de él [literalmente: en su rostro]” (2:6), “Casa al
nombre de Jehová” (2:4; 6:7). En el capítulo 6 Salomón pide que
Dios “[oiga] desde los cielos” cuando la oración se dirija hacia su
Templo (6:21).
Todas estas expresiones conducen a la misma verdad. En el
Templo, Dios vivía entre su pueblo, y lo hizo de una manera que
no cambió ni disminuyó en lo más mínimo su naturaleza como el
Dios infinito y todopoderoso. Ahí se reveló a sí mismo en su
misericordia. Ahí los israelitas lo podían “encontrar” de una forma
que los pobres pecadores podían comprender.
Al mismo tiempo, una mirada al Templo impresionaba al
creyente del Antiguo Testamento por el hecho de que allí estaba
el Dios santo, apartado de los pecadores. ¿Por qué otra razón había
una pared entre los atrios interno y externo? ¿Por qué estaban
frente al Templo el estanque y el altar de bronce del sacrificio?
¿Por qué estaba el Arca en el aposento más interno del Templo?
¿Por qué otro motivo estaría el Arca escondida detrás de puertas y
de un velo? ¿Por qué otra razón sólo se le permitía al sumo
sacerdote entrar en el Lugar santísimo, y solo una vez al año? De
una manera visual Dios decía: “No puedo estar con los pecadores,
y los pecadores no pueden estar en mi presencia. Porque soy santo,
debo los consumir o purificar.”
Con el objeto de reforzar esta verdad, sólo los sacerdotes
escogidos podían servir en el atrio interior de la casa de Dios. Para
Israel, el camino a Dios era por medio de los sacerdotes que

53
2 Crónicas 4:7-5:1

estaban allí para ofrecer sacrificios. Sin embargo, antes de poder


hacerlo, ellos mismos tenían que someterse a un lavamiento de
purificación con agua del estanque. Una vez que estaban
purificados, Dios misericordiosamente los consideraba aptos para
ofrecer sacrificio. En esos sacrificios Dios misericordiosamente
consideraba la vida del animal como el sustituto suficiente de la
vida humana que se había perdido por el pecado. En su morada
terrenal entre los querubines, Dios miraba hacia abajo a las tablas
de la Ley que estaban en el Arca, las tablas que acusaban a la
humanidad de pecado y la condenaban, y veía sobre el
propiciatorio la sangre del substituto. Esa sangre cubría el
testimonio de la culpa de la Ley y quitaba el pecado.

Significado del Templo en el Nuevo Testamento

Por lo que se ha dicho, cualquier hijo de Dios del Nuevo


Testamento puede ver con facilidad los muchos paralelos que
existen entre las sombras del Antiguo Testamento y la realidad que
está en Cristo. La influencia que tuvo el Templo en la mente de
los escritores del Nuevo Testamento fue tan fuerte que con
frecuencia es imposible comprender su línea de pensamiento sin
tener algún conocimiento del significado del Templo. Vamos a
considerar sólo algunas de las ideas más importantes.
Juan, el escritor del evangelio, nos da el paralelo más claro
entre el Templo y Cristo, la morada de Dios que habita ahora en
un cuerpo humano. Ya en el versículo 14 de su primer capítulo, él
declara que Jesús, la Palabra, “habitó entre nosotros”. El término
que utiliza para “habitación” en el original es inequívocamente un
recuerdo del santuario del Antiguo Testamento. Al mirar a Jesús,
los discípulos vieron “…su gloria, gloria como del unigénito del
Padre… lleno de gracia y de verdad”.
Continuando en esta misma línea, notamos que Jesús mismo
les dio la siguiente señal a los que cuestionaron su autoridad:
“Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:19). Los

54
2 Crónicas 4:7-5:1

judíos incrédulos pensaron que hablaba del Templo que fue


reconstruido por Herodes en un período de 46 años. Sin embargo,
Juan nos aclara que Jesús hablaba de “su cuerpo” (Juan 2:21).
Considere lo que Jesús estaba diciendo: a Salomón le tomó siete
años construir este Templo, a los exiliados que regresaron les
requirió 20, y la renovación de Herodes tomó más de 46 años antes
de terminarlo. Por otro lado, Jesús iba a necesitar solo tres días
para levantar su “templo”. Fue como si hubiera dicho: “El mayor
logro de un ser humano es la construcción de un imponente
monumento de madera, piedra y mortero. Es una tarea que sólo se
puede llevar a cabo a costa de mucho tiempo y esfuerzo. Como
Dios todopoderoso, yo tengo el poder para resucitar mi propio
cuerpo en tres días después de haber sido entregado a la muerte.”
Por esto, como creyentes del Nuevo Testamento, podemos
estar seguros de que en el Cristo resucitado hemos encontrado
nuestro templo, el lugar donde encontramos a nuestro Dios; no se
necesita otra estructura. Si la gente dice, como hacen por ejemplo
los mormones, que debemos construir alguna otra casa para el
Señor, insultan al Padre que entregó a su Hijo, y desprecian al
Salvador, que levantó un templo mucho más grande que el que
cualquier hombre pudiera igualar. Lo mismo es cierto respecto a
cualquiera que considere a una parte específica de algún lugar o
edificio como algo más santo a la vista de Dios, a los que corren
a este o a aquel santuario con la esperanza de estar más cerca de
su Dios. Jesús es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6).
Nadie llega al Padre sino por él.
Incluso con más frecuencia los escritores de Nuevo
Testamento se refieren a la iglesia, en el sentido de la comunidad
de los creyentes, como el templo que es “morada de Dios en el
Espíritu” (Efesios 2:22). Así como Salomón, hijo de David, había
construido la casa de Dios, también Jesús, el Hijo de David, por
excelencia nos edifica como “piedras vivas . . . como casa
espiritual”, como nos dice Pedro (1 Pedro 2:5). Cuando al fin el
Sucesor de Salomón haya terminado su gloriosa obra de construir

55
2 Crónicas 4:7-5:1

la casa de Dios, la historia habrá alcanzado su propósito; la fe le


cederá el paso a la vista, y todos experimentaremos la alegría
perfecta de vivir en la presencia de Dios para siempre.
La idea de que los creyentes son el templo de Dios sobre la
tierra penetra todos los escritos del Nuevo Testamento. Por esa
razón, cuando nos hacemos miembros de la familia de la fe, no
solo nos unimos a alguna organización de personas que piensan
de la misma manera o que comparten alguna meta terrenal. Unirse
a esa comunidad tiene un significado eterno. Los que pertenecen
a la iglesia son “santos”, los santos de Dios, que han “sido lavados,
. . . santificados, [y] . . . justificados en el nombre del Señor Jesús
y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11). Como yo
soy parte de su iglesia, Dios me dice que precisamente por ser
parte de su iglesia, toda mi vida se ve como un servicio sacerdotal,
un sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido al único
verdadero Dios (Romanos 12:1; 1 Pedro 2:5). Por otro lado,
aquellos a quienes se les ha declarado solemnemente que han sido
cortados del compañerismo son “entregado[s] a Satanás” (1
Corintios 5:5). Lo que la iglesia hace en el nombre de Cristo, él
mismo lo hace “porque donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Por medio
de la Palabra y el sacramento, se les asegura a los creyentes
reunidos la presencia continua de Cristo entre ellos. ¡Dios sigue
viviendo en medio de su pueblo en la iglesia!
De la misma manera que se puede decir que la comunidad de
los creyentes es “templo de Dios”, también se puede considerar
que el cristiano individual es el lugar de la morada de Dios. En el
ejemplo más notable de esto, Pablo usa la santidad del Templo
como un motivador poderoso para que evitemos la inmoralidad
sexual: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo?” (1 Corintios 6:19). Dondequiera que Cristo vive por su
Espíritu, allí el creyente ora con deseo ardiente “Oh, muy amado
Jesús, santo Hijo, derrumba todo trono de ídolo que haya en mi
corazón, desarraiga todos los malos deseos que haya en mi,”

56
2 Crónicas 4:7-5:1

¿Quién jamás quisiera profanar con pensamientos inmorales o


actos impuros un cuerpo cuyo corazón Cristo ha consagrado como
su propiedad?
Entonces, los escritores del Nuevo Testamento, cuando utilizan
la palabra templo, construyen sobre el pasado para ayudarles a los
creyentes a entender la riqueza de bendiciones que disfrutamos
aquí y ahora en Cristo. Sin embargo, esto es sólo el comienzo de
la alegría; una mirada al pasado remoto también nos da una mejor
comprensión del futuro glorioso que tenemos. En el Apocalipsis,
Juan “vio” el cumplimiento pleno y final del templo; el Espíritu
le concedió una visión de la morada eterna de Dios en el cielo, el
lugar que el santuario de Salomón tenía la intención de reproducir
en la tierra (Apocalipsis 4; Hebreos 9:23,24). Nuestro corazón se
estremece de alegría cuando leemos la descripción que nos da
Juan. Por medio de sus ojos vemos la morada de Dios en el centro
de lo que será también nuestro hogar eterno, el que Cristo preparó
para nosotros.
En la nueva Jerusalén, Dios vivirá en medio de su pueblo con
gloria evidente (Apocalipsis 21:22,23). Jamás se encontrará nada
impuro en esa ciudad, y finalmente será plenamente realizada
nuestra esperanza de liberación completa del dolor y del pecado.
En lugar del estanque de bronce ubicado cerca al santuario de
Dios, el cielo contiene un río de agua de vida “resplandeciente
como cristal, que [sale] del trono de Dios y del Cordero”
(Apocalipsis 22:1). Juan no menciona ningún altar ni sacrificio, y
sabemos por qué. El Cordero que fue inmolado (Apocalipsis 5:6)
“con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados” (Hebreos 10:14).
Estos breves párrafos sólo tienen la intención de abrir el apetito
de los lectores; ellos no pueden delinear la extensión ni la
amplitud, ni la altura ni la profundidad del amor de Dios como se
nos describen cada vez que las Escrituras usan el santuario terrenal
de pueblo de Dios del Antiguo Testamento como punto de
comparación.

57
2 Crónicas 5:2-10

Salomón completa la obra de David

En los tres capítulos siguientes, el cronista nos narra la historia


de la dedicación del Templo. Para ayudarnos a orientar, puede ser
útil ver primero todo el relato de una manera general. El cronista
divide el relato en siete partes principales. En la primera parte nos
enteramos de la manera como el Arca, junto con el antiguo
Tabernáculo y los muebles sagrados, fueron trasladados al nuevo
santuario que Salomón había construido (5:2-13a). La segunda
parte relata la manera en que la gloria de Dios apareció dentro del
Templo (5:13b,14). La tercera parte describe la respuesta de
Salomón a esta extraordinaria visión y su bendición a los israelitas
que estaban reunidos (6:1-11). Después sigue uno de los pasajes
claves de las Escrituras del Antiguo Testamento: la oración de
dedicación que pronunció Salomón (6:12-42). Las tres partes
finales hablan de la respuesta que con fuego y gloria Dios le dio a
los sacrificios (7:1-3), la jubilosa celebración de Israel en los días
siguientes (7:4-10), y la aparición de Dios a Salomón con una
respuesta a su oración de dedicación (7:11-22).

Se pone el Arca en el santuario

2
Entonces Salomón reunió en Jerusalén a los ancianos de
Israel, a todos los príncipes de las tribus, y a los jefes de las
familias de los hijos de Israel, para que trasladaran el Arca
del pacto de Jehová desde la Ciudad de David, que es Sión.
3
Y se congregaron junto al rey todos los hombres de Israel,
para la fiesta solemne del mes séptimo. 4 Cuando llegaron
todos los ancianos de Israel, los levitas tomaron el Arca, 5 y la
llevaron, junto con el Tabernáculo de reunión y todos los
utensilios del santuario que estaban en el Tabernáculo. Los
sacerdotes y los levitas los llevaron. 6 El rey Salomón y toda
la congregación de Israel que se había reunido con él delante
del Arca, sacrificaron ovejas y bueyes, que por ser tantos no
se pudieron contar ni calcular.
58
2 Crónicas 5:2-10
7
Los sacerdotes metieron el Arca del pacto de Jehová en su
lugar, en el santuario de la Casa, en el Lugar santísimo, bajo
las alas de los querubines; 8 pues los querubines extendían las
alas sobre el lugar del Arca, cubriendo así tanto el Arca
como sus barras por encima. 9 E hicieron salir las barras, de
modo que se vieran las cabezas de las barras del Arca
delante del Lugar santísimo, pero no se veían desde fuera; y
allí están hasta el día de hoy. 10 En el Arca no había nada más
que las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb, las
tablas del pacto que Jehová había hecho con los hijos de
Israel cuando salieron de Egipto.

En muchos sentidos, la terminación del Templo se debe


considerar como el punto culminante del Antiguo Testamento.
Finalmente, Salomón logró lo que Dios había predicho por medio
de Moisés (Deuteronomio 12:10,11), lo que se le había prohibido
hacer a David a pesar de que había pasado el tiempo de su reinado
preparándose para esto. El primer Templo estuvo en construcción
durante siete años y fue terminado en el octavo mes del undécimo
año del reinado de Salomón (1 Reyes 6:38). Evidentemente
Salomón estaba dispuesto a esperar once meses más antes de
dedicarlo (compare 1 Reyes 8:2 con 1 Reyes 6:38). Tal vez lo hizo
para tener el tiempo suficiente para planear y preparar una enorme
reunión festiva del pueblo de Dios.
“Todo tiene su tiempo . . . debajo del cielo” (Eclesiastés 3:1),
incluyendo el tiempo para celebrar en la presencia de Dios. Sin
duda, la dedicación de la casa de Dios fue el momento perfecto
para una celebración alegre. A este edificio terrenal se ligaba el
que es “del mundo la esperanza” (Culto Cristiano 5:1), en lo que
respecta al antiguo Israel. Ahora estaba presente como un
monumento al Dios que cumple su palabra y como un señal
tangible a Israel de que ellos ciertamente eran el pueblo del Señor,
las ovejas de su prado (Salmo 100:3).
Salomón escogió, muy acertadamente, “la fiesta solemne del
mes séptimo” (versículo 3) como el día para la dedicación. El
59
2 Crónicas 5:2-10

nombre en hebreo era Succoth, en español es la fiesta de los


Tabernáculos. Succoth, una de las tres grandes fiestas del año
eclesiástico israelita, le recordaba al pueblo de Dios el tiempo en
que anduvo errante por el desierto y vivió en tiendas; durante ese
tiempo sólo Dios había sido la morada de ellos (Salmo 90).
Después del período en que anduvieron errantes, Dios los
estableció en la tierra espaciosa que les había prometido a
Abraham, Isaac y Jacob. ¡Qué mejor oportunidad, para trasladar
el Arca a su nuevo hogar, que durante la fiesta en la que
conmemoraban esos acontecimientos!
Aunque el pueblo había encontrado su morada terrenal en la
Tierra Prometida, durante muchos años el Arca no había tenido un
lugar permanente (1 Crónicas 17:5); había estado alojada en
tiendas y se había trasladado de lugar en lugar. Durante un período
oscuro de la historia de Israel, el Arca había pasado a las manos
de los filisteos, hasta había pasando una noche en la casa dedicada
a un dios pagano (1 Samuel 4,5). No obstante, durante el reinado
de David, Dios había escogido la era de Ornán (1 Crónicas 21:22;
22:1) como morada para su Nombre (Deuteronomio 12:11), y
ahora Salomón había terminado la construcción del Templo en el
mismo lugar. Llevar por fin del Arca a su casa marcaba la
culminación del éxodo de Israel desde Egipto. Eso señaló un
pueblo en reposo de sus enemigos, dentro de una tierra santa donde
vivieron en la presencia de su Dios.
Los sacrificios que se mencionaron como parte de la procesión
fueron una expresión generosa de la dependencia absoluta de Israel
en el buen Dios que había cuidado cada paso. “Por la misericordia
de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron
sus misericordias; nuevas son cada mañana, ¡Grande es tu
fidelidad!” (Lamentaciones 3:22,23). ¡Los receptores de esta
misericordia tan grande hacían bien en ofrecer incontables
sacrificios (versículo 6; compare con Romanos 12:1)! En el texto
original, el versículo que describe la colocación del Arca en el
santuario da una sensación de importancia, como los últimos pasos
solemnes que se dan antes del final de un viaje y como una meta
60
2 Crónicas 5:2-10

deseada que se alcanza finalmente. El versículo comienza con una


referencia excepcionalmente completa y majestuosa (“el Arca del
pacto de Jehová”), después continúa con una serie de sinónimos
que gradualmente llegan a ser más específicos: “Los sacerdotes
metieron el Arca . . . en su lugar, en el santuario de la Casa, en el
Lugar santísimo, bajo las alas de los querubines” (versículo 7). ¡Al
final casi se puede oír a los sacerdotes bajando su carga con un
suspiro de satisfacción santa!
Como “los querubines extendían las alas sobre el lugar del
Arca” los sacerdotes que la habían llevado se retiraron del Lugar
santísimo. Dejaron las barras que habían utilizado; de allí en
adelante, esas barras le servirán a un observador como la única
indicación visible en el Lugar santo de que el Arca estaba en el
aposento que estaba más allá de las puertas y de las cortinas
(versículo 9). Esa observación y la que sigue inmediatamente (“en
el Arca no había más que las dos tablas que Moisés había puesto
en Horeb”) el cronista debió haber tomado de una de las fuentes
que usó regularmente para escribir su historia (9:29). El Arca, su
contenido y las barras para transportarla ya se habían perdido
desde hacía mucho tiempo por la época cuando los exilados
regresaron a Jerusalén para reconstruir el Templo.
En general, aquí podemos notar varias características de la
presentación del cronista que la distinguen del relato
correspondiente en 1 Reyes. Es claro el deseo que hay en nuestro
autor de establecer un paralelo entre David trayendo el Arca a
Jerusalén (1 Crónicas 13,15,16) y Salomón poniéndola en su lugar
permanente dentro del Templo. En ambas ocasiones, los jefes de
Israel se reunieron en solemne asamblea, se hicieron sacrificios
durante la procesión, se realzó el papel de los músicos levitas y el
rey pronunció una bendición sobre la multitud reunida. En las dos
ocasiones el tema del canto de los levitas fue el buen Dios “porque
su misericordia es para siempre” (compare 1 Crónicas 16:34 con
2 Crónicas 5:13).
Al destacar estas similitudes, el cronista en su relato de la
historia vuelve a resaltar un hecho que había establecido con
61
2 Crónicas 5:2-10

claridad en el versículo 1, “Completo estaba todo el trabajo que el


Completador [Salomón] había hecho” (una traducción literal para
presentar el juego de palabras del original). Desde la posición
ventajosa del cronista, la misión de David y la misión de Salomón
eran la misma; el hijo tuvo el privilegio de terminar lo que su padre
había comenzado.
Hay una discrepancia entre Reyes y Crónicas en sus
respectivas descripciones de este acontecimiento. En 1 Reyes 8:3
leemos “los sacerdotes levantaron el Arca”, mientras que en 2
Crónicas 5:4 se nos dice que los levitas lo hicieron. Una solución
posible es pensar que el Arca se trasladó en dos etapas. En la
primera, los levitas la llevaron desde la ciudad de David hasta el
monte del Templo, en un desplazamiento de aproximadamente
1,300 metros. Después, los sacerdotes se hicieron cargo y llevaron
el Arca en lo que restaba del camino hasta el Templo. Ambos
relatos dicen claramente que los sacerdotes en realidad llevaron el
Arca al santuario (versículo 7; 1 Reyes 8:6). Eso no es
sorprendente, porque a los levitas les estaba prohibido entrar en el
Lugar santísimo (Números 4:20). Una interpretación como esta
también va bien con la práctica normal del cronista de agregar
material suplementario que presente a los levitas con una buena
imagen. En este caso había tenido la oportunidad de aclarar que
los levitas habían compartido el honor de transportar el Arca por
lo menos en parte del camino en el día de la dedicación del primer
Templo, una oportunidad que hubiera sido difícil que él
desperdiciara.
El problema de esta interpretación es que parece violar el
sentido natural de las palabras tal como aparecen en el libro de
Reyes. Sin el relato del cronista, cualquiera que lea 1 Reyes 8
pensaría que los sacerdotes transportaron el Arca todo el camino
desde la ciudad de David hasta el Templo. Si dejamos simplemente
a 1 Reyes 8 como está, podríamos resolver el problema, sugiriendo
que el cronista usa la palabra levita en un sentido más amplio de
lo que hace normalmente. Por lo común, cuando se refiere a los
levitas, el cronista tiene presente a los miembros de esa tribu que
62
2 Crónicas 5:2-10

no eran sacerdotes. Pero en este caso cambia su práctica usual y


llama levitas a los sacerdotes que ese día transportaron el Arca.
Sería perfectamente correcto llamar levita a cualquiera de los hijos
sacerdotales de Aarón, ya que todos ellos habían nacido en la tribu
de Leví. Al mismo tiempo, esta expresión poco común nos deja
con la pregunta de ¿por qué querría el cronista alterar súbitamente
su manera normal de hablar?
Se puede encontrar una respuesta al considerar en que consistía
el procedimiento normal para trasladar el Arca. La práctica normal
como Moisés la había ordenado era que los levitas no sacerdotes
llevaran a cabo este trabajo (Números 3:31; 4:15). Sin embargo,
por lo menos había habido una ocasión anterior cuando se encargó
a los sacerdotes de llevar el Arca. Eso ocurrió cuando Josué guio
a los israelitas por primera vez a través del Jordán hacia la Tierra
Prometida (Josué 3:3). Parece razonable suponer que en ese
momento a los sacerdotes se les dio otra vez el honor porque las
dos ocasiones parecían tener la misma importancia.
Si ahora entendemos algo del mensaje del cronista, sabemos
lo mucho que quería enfatizar la importancia de adorar en la forma
correcta al Dios verdadero. Por eso aquí parece verosímil que
quisiera sustituir “levitas” por “sacerdotes” en el versículo
mencionado. Después de todo, cuando el cronista escribió sobre
el fallido primer intento de David de trasladar el Arca, insistió en
que en ese tiempo uno de los errores fundamentales en que el
pueblo de Dios había caído fue el no en llevar el Arca “según su
ordenanza” (1 Crónicas 15:13). Podría parecer que aquí el simple
uso de la palabra sacerdote menoscababa ese mensaje. Pero llamar
a los sacerdotes por su nombre tribal de levitas le recuerda al lector
que esto era una práctica excepcional, y aunque no estaba
equivocada, a pesar de todo fue una excepción. Las excepciones
no se deben convertir en reglas.
Esta tampoco es una mala lección para enseñarle a esta
generación de creyentes, para quienes los “casos excepcionales”
tienden a convertirse rápidamente en “costumbre”. El mundo
pecador en el que vivimos y en el que nos movemos se deleita en
63
2 Crónicas 5:11-13

pasarse de la raya. ¡Qué fácil es dentro de ese ambiente utilizar la


libertad como un pretexto para justificar el pecado manifiesto
(Gálatas 5:13)! Aunque no implique pecado, por lo menos se debe
hacer una pausa antes de precipitarse a hacer algo que está fuera
de las prácticas acostumbradas.
El cristiano necesita mantener la calma en una cultura en la
que se cultiva el cambio hasta casi por el gusto de llevarlo a cabo.
Sólo porque alguien dice “Bueno, esto no nos está prohibido a los
cristianos del Nuevo Testamento”, no hay motivo para dar el salto
lógico: “¡Por lo tanto es bueno y saludable!” El apóstol Pablo nos
enseña a hacer las siguientes preguntas en asuntos sobre los que
Dios no ha hablado en términos absolutos “¿Es sabio? ¿Es
conveniente? ¿Nos guía en el amor? ¿Sirve para edificar a mis
hermanos cristianos?” (1 Corintios 10:23-33; 13:1-13).

11
Cuando los sacerdotes salieron del santuario (porque todos
los sacerdotes que se hallaban presentes habían sido
santificados, sin tener en cuenta su distribución por turnos),
12
los levitas cantores, todos los de Asaf, los de Hemán y los de
Jedutún, junto con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino
fino, estaban con címbalos, salterios y arpas al oriente del
altar. Con ellos había ciento veinte sacerdotes que tocaban
trompetas. 13 Hacían sonar, pues, las trompetas y cantaban al
unísono, alabando y dando gracias a Jehová. Y sucedió que
mientras ellos alzaban la voz al son de las trompetas, de los
címbalos y de los otros instrumentos de música, y alababan a
Jehová diciendo: «Porque él es bueno, porque su
misericordia es para siempre»

De nuevo el Cronista trata temas que ya había tocado antes;


dice: “Vean la alegría de todo Israel cuando se reúne para adorar
al único verdadero Dios bajo su rey escogido en el lugar donde
Dios había prometido que sería encontrado. Observen que los
sacerdotes y los levitas trabajan juntos en armonía: ambos adoran
a Dios en sus distintos oficios; no obstante, cada uno contribuye a
64
2 Crónicas 5:11-13

la perfecta unidad de todo el cuerpo. Note la dignidad de Asaf,


Hemán, Jedutún y de los otros músicos levitas cuando alaban al
Señor con la voz y con los instrumentos,” Al contar la historia, le
predica un sermón a su propio pueblo sobre todos estos puntos:
“¡Creyente, vea la importancia espiritual de cada uno de los dones
que Dios da! ¡Entienda lo valioso que es cada oficio en el contexto
total de las cosas! Mantenga la unidad del Espíritu en el vínculo
de la paz.”
El cronista destaca esa unidad de varias maneras. Primero, nos
dice que para esa ocasión los sacerdotes suspendieron la rotación
de las responsabilidades sacerdotales que el rey David había
establecido (1 Crónicas 24:3). Dice: que todos “habían sido
santificados” (versículo 11). Luego, cuando describe la adoración
por medio de la música, nota que los levitas cantores y los
sacerdotes trompetistas “cantaban al unísono” (versículo 13).
Finalmente, llama la atención a la manera en que estaban unidos
en adoración con esa reunión de creyentes que ni el tiempo, ni la
distancia ni la muerte pueden dispersar. El día de la dedicación
cantaron el mismo cántico que David le enseñó al pueblo a cantar
cuando el Arca fue trasladada a Jerusalén: “Aclamad a Jehová,
porque él es bueno” (1 Crónicas 16:34). Israel entonaría otra vez
ese canto cuando, muchos años después, el rey Josafat guiara a la
congregación a la batalla (20:21). Es un canto que nunca
dejaremos de cantar, “porque su misericordia es para siempre”.
Hay tantas cosas que pueden dividir a la iglesia, malentendidos
que se multiplican muy fácilmente entre nosotros, aunque
compartimos la misma confesión de fe. Tenemos diferentes dones
y diferentes vocaciones; procedemos de orígenes, razas y
generaciones diferentes. El Nuevo Testamento está lleno de
advertencias para que los cristianos no permitan que la envidia,
los celos ni el orgullo enciendan disputas entre ellos. ¿Pero cómo
puede todo el pueblo de Dios permanecer en unidad y en paz, unos
con otros, en un mundo donde el demonio y nuestro propio ser
pecador trabajan constantemente, sembrando las semillas de la
desconfianza y de la sospecha?
65
2 Crónicas 5:11-13

Dios crea la unidad cuando, por medio del evangelio, hace que
cada uno de nosotros esté personalmente seguro de su gran amor
por los pobres pecadores. Aunque el amor de Dios viene a cada
persona individualmente, abarca y une a todas, a todo hijo de Adán
que tiene necesidad de misericordia. El amor de Dios no borra
nuestras diferencias; nos alcanza como somos, dondequiera que
estemos. Así que cuando llegamos a ser cristianos, no dejamos de
ser hombre o mujer, papá o mamá, hijo o hija, trabajador o jefe.
Nuestro lugar de residencia puede que no cambie, y que nuestras
capacidades y aptitudes sigan siendo diferentes; pero por su gran
misericordia, a Dios sí le interesa quiénes somos y qué hacemos,
no importa lo que hagamos ni quiénes seamos.
Aun así, debido a que su misericordia es para siempre,
sabemos que cada uno de nosotros se ha convertido en una parte
esencial de algo más grande. Hemos sido entretejidos en la tela
del plan eterno del amor de Dios que se desarrolla en la historia.
Ahora vemos que ya no vivimos ni respiramos solos sino en un
solo corazón, una mente, un Espíritu y una voz. Somos el pueblo
de Dios; él nos ha creado en Cristo para llevar a cabo su único
propósito de juntar a todos sus elegidos, de tal manera que unidos
podamos cantar el cántico de victoria alrededor de su trono. Como
él nos ha unido en solo cuerpo, sabemos que todos necesitamos
de los demás, no a pesar de nuestras diferencias sino más bien
debido a ellas. Lo que mi hermano o hermana tiene suplirá lo que
me falta; cualquier cosa que tenga es un don de Dios para que yo
lo use para servir a otros. Solo la mente de Cristo, nacida en
nosotros por el evangelio, nos puede guiar a poner a los demás
primero que nosotros de esta manera. Sólo el Espíritu de Cristo
me puede enseñar a apreciar a mis hermanos y hermanas por las
cualidades y aptitudes que veo en ellos y que difieren de las mías.
Lo que sirve para encender la envidia y la división entre los hijos
de este siglo enciende un amor más ferviente entre los cristianos.
Esta unidad, creada por la misericordiosa revelación de Dios
mismo, es un don espiritual para ser atesorado y cultivado, no para
malgastarlo ni despreciarlo. En un mundo dividido por las
66
2 Crónicas 5:13,14

profundas grietas del pecado y el odio, con nuestras propias almas


como campo de batalla de la carne contra el Espíritu, no debería
sorprender si alguno de nosotros ve a la iglesia visible, aún nuestra
propia comunidad, dividida, o escuchar a los cristianos atacarse y
enfurecerse unos contra otros de maneras que no se pueden
justificar. El partidismo pecador no nos debe sorprender; sin
embargo nos puede afligir, de la manera como aflige al Espíritu
que hay dentro de nosotros, el Espíritu de amor que Dios nos dio.
Que él nos ayude a ser conscientes de nuestras propias debilidades
en este asunto, y que dejemos que el cronista nos enseñe a orar:
“¡Cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos
en armonía!” (Salmo 133:1).

Dios vive en medio de su pueblo: ¡Su gloria llena el Templo!

Una nube llenó la Casa, la casa de Jehová. 14 Y no podían los


sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube;
porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios.

Uno de los dones espirituales que el cronista nos ofrece es el


poder para ver la historia del pueblo de Dios del Antiguo
Testamento como una serie de estructuras que se repiten. En estas
estructuras Dios muestra que él controla con amor todos nuestros
días. Medio milenio antes de la dedicación del Templo, Moisés
consagró el Tabernáculo en el desierto de Sinaí. En ese tiempo el
Señor descendió y se reveló de una manera especial; su nube de
gloria llenó tanto el Tabernáculo que “Moisés no podía entrar”
(Éxodo 40:35). Vemos que el mismo patrón se repite aquí en la
dedicación del templo de Salomón.
Todas las naciones paganas que rodeaban a Israel tuvieron
representaciones físicas de los dioses que adoraban. Si algunos
filisteos querían pedirle ayuda a su dios Dagón, podían ir a su
templo, ver la estatua y postrarse delante de ella en oración. Pero
Dios le había dicho a su propio pueblo: “No te harás imagen ni
ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la
67
2 Crónicas 5:13,14

tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni


las honrarás, porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso” (Éxodo
20:4,5).
Entonces, ¿cómo iba Israel a “relacionarse” con este Dios
invisible e inefable? Puede ser difícil para los que vivimos en la
época del Nuevo Testamento comprender la gran tentación que eso
presentaba para los hijos de Dios del Antiguo Testamento. Después
de todo, solo tenemos que mirar a Jesús para encontrar a nuestro
Dios, y todos los cristianos conocen las palabras que nuestro
Salvador le dijo a Felipe: “El que me ha visto a mí ha visto al
Padre” (Juan 14:9). Pero Dios es bueno, no permitió que su antiguo
pueblo luchara a través de los siglos sin una señal visible de su
presencia. En su misericordia proveyó lo que su pueblo necesitaba;
en lugar de un ídolo hecho de metal sacado de la tierra por manos
humanas, Dios se reveló en una nube reluciente y resplandeciente.
Los escritores del Antiguo Testamento llaman a esta manifestación
de Dios, sencillamente “la gloria de Jehová” (versículo 14).
Los estudiantes de las Escrituras nos han descrito la nube de
varias maneras. Maimónides, el gran erudito judío de la edad
media, la definió como “un cierto resplandor creado, que Dios hizo
que se posara en alguna parte, como si ese fuera en un lugar de
portentos y milagros, para mostrar visiblemente su magnificencia”.
* August Pieper nos dice que la gloria de Jehová apareció como
“una llamarada de fuego cubierta de humo o una nube . . . a veces
. . . solamente visible como una nube resplandeciente o como un
fuego descubierto”. * Es más importante comprender el
significado que entender la descripción. La nube de gloria le dio
al Israel errante la seguridad de que su Dios poderoso estaba cerca,
guiándolos y protegiéndolos del peligro (Éxodo 14:19,20).
También reveló la majestuosa santidad de Dios sobre la tierra, de

* Traducción de una cita en August Pieper, “The glory of the LORD.” The
Wauwatosa Theology, Vol. 2 editado por Curtis A. Jahn (Milwaukee:
Northwestern Publishing House, 1997), p. 419.
** Pieper, p. 419.

68
2 Crónicas 6:1-11

tal forma que los seres humanos pecadores no podían soportar


verla completamente, aunque no estaban viendo el esplendor
completo y esencial de Dios en los cielos. Note que la nube de
gloria mantuvo a Moisés fuera del Tabernáculo y que impidió que
los sacerdotes continuaran su servicio en el Templo (compare
Éxodo 40:35 con 2 Crónicas 5:14).
La revelación especial de la gloria de Jehová le pertenecía a
Israel como parte de su herencia exclusiva como el pueblo
escogido de Dios. De esta forma, Dios los apartó de todas las otras
naciones del mundo. Los paganos adoraban dioses esculpidos que
no podían salvar, que tenían boca pero no podían hablar, que tenían
ojos pero no podían ver (Salmo 115:5). Sin embargo, Israel se
podía jactar, diciendo: “[Nuestras son] la adopción, la gloria, el
pacto, la promulgación de la Ley, el culto y las promesas” (vea
Romanos 9:4,5). El Dios de Israel era verdadero; todos los otros
dioses eran mentiras. ¡La gloria de Dios se posó sobre el templo
como un signo claro para Israel y para todo el mundo de que él
quería que lo hallaran ahí y no en ninguna otra parte!

Respuesta y bendición de Salomón

6 2
Entonces dijo Salomón:
«Jehová ha dicho que él habitaría en la oscuridad.
Pero yo he querido edificarte una morada,
un lugar en que vivas para siempre.»
3
Luego el rey se volvió y bendijo a toda la congregación de
Israel, mientras toda la congregación de Israel estaba en pie.
4
Y dijo: «Bendito sea Jehová, Dios de Israel, quien con su
mano ha cumplido lo que prometió con su boca a David, mi
padre, diciendo: 5 “Desde el día que saqué a mi pueblo de la
tierra de Egipto, ninguna ciudad he elegido de todas las
tribus de Israel para edificar Casa donde estuviera mi
nombre, ni he escogido otro hombre para que fuera príncipe
sobre mi pueblo Israel. 6 Pero a Jerusalén he elegido para
que en ella esté mi nombre, y a David he elegido para que
69
2 Crónicas 6:1-11

esté sobre mi pueblo Israel.” 7 David, mi padre, tuvo en su


corazón edificar Casa al nombre de Jehová, Dios de Israel.
8
Pero Jehová dijo a David mi padre: “Respecto a haber
sentido en tu corazón el deseo de edificar una Casa a mi
nombre, bien has hecho en haber tenido esto en tu corazón.
9
Pero tú no edificarás la Casa, sino un hijo tuyo, salido de
tus entrañas, él edificará la Casa a mi nombre.”
10
»Pues bien, Jehová ha cumplido su promesa: me levanté
yo en lugar de David, mi padre, y me he sentado en el trono
de Israel, como Jehová había dicho, y he edificado una Casa
al nombre de Jehová, Dios de Israel. 11 En ella he puesto el
Arca, en la cual está el pacto que Jehová celebró con los hijos
de Israel.»

Las primeras palabras de Salomón expresan su temor reverente


ante lo que acababa de ver. Después de todos los meticulosos
preparativos que hicieron él y David su padre, después de todo el
esfuerzo y la destreza que había tomado la construcción del
Templo durante estos últimos siete años, Salomón reconoce que,
al final, era solo obra de Dios la terminación y la dedicación de su
Casa. Nada de lo que un ser humano haga puede hacer que Dios
venga a nosotros. Podríamos parafrasear a Salomón como si dijera
en los dos primeros versículos: “¡Mi Señor, le diste tu palabra a
Israel de que te revelarías en esta nube de gloria [vea Éxodo 19:9;
Levítico 16:2]; en cuanto a mí, he construido esta magnífica casa
para ti, pero tu no estás aquí porque mis grandes obras te hayan
hecho bajar; sólo por tu promesa misericordiosa te encuentras
aquí!” Dios también les muestra su favor a los creyentes en este
respecto, y les permite tomar parte en la obra que, hablando
debidamente, le pertenece sólo a él.
Notamos también la manera en que Salomón habla acerca de
la permanencia del Templo. Es el lugar donde Dios mora para
siempre (versículo 2). Los exiliados que regresaron podían
encontrar consuelo en estas palabras, aunque su Casa de ninguna

70
2 Crónicas 6:1-11

manera era tan magnífica como la que Salomón había construido.


Lo sagrado de este lugar no dependía de las piedras adornadas ni
de las hojas de oro sino de la promesa firme de Dios. Nosotros
también encontramos consuelo en ella, especialmente cuando la
escuchamos renovada para nosotros en la promesa de nuestro
Salvador: “Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo” (Mateo 28:20). Todos los templos construidos con manos
humanas se han arruinado, pero la presencia del Señor Cristo en
su templo, la iglesia, perdura para siempre.
A continuación Salomón pasa del Templo a la multitud reunida
en el gran atrio. Con el deseo de que no hubiera ninguna duda
acerca que lo que acababa de ocurrir, Salomón bendice al pueblo
cantando las alabanzas de Dios y recitando sus promesas
(versículos 3-11).
Note las siguientes características de esta bendición inspirada.
Desde el comienzo hasta el fin, está centrada en Dios, no en el
género humano. Cuando Salomón menciona a David o se refiere
a sí mismo, siempre lo hace como alguien que por la
misericordiosa decisión de Dios es lo que es. Haga un contraste
entre esto y la forma en que la humanidad pecadora canta
alabanzas a uno de los suyos: “Eres grande porque haz hecho
tantas cosas buenas; tus acciones merecen nuestra alabanza y hasta
te recomiendan ante Dios.” Aquí no encontramos nada de ese
énfasis en lo humano.
Hay quienes enseñan que en diferentes etapas de la historia,
Dios propuso diferentes maneras para salvar a la humanidad.
Dicen que los israelitas de la antigüedad se salvaron por lo que fue
esencialmente un pacto de obras; pero en el Nuevo Testamento,
los cristianos se salvan por gracia mediante la fe. Este pasaje y
otros como éste en el Antiguo Testamento (por ejemplo:
Deuteronomio 7:7,8; 9:4-6) aclaran que los israelitas siempre
entendieron que eran un pueblo que sólo podía estar delante de
Dios con base en la gracia. Dios los sacó de Egipto y los llamó
para él. Dios eligió a Jerusalén como el lugar de morada de su

71
2 Crónicas 6:1-11

Nombre. Dios escogió a David para que fuera el fundador de una


dinastía, y nombró a Salomón, hijo de David, como el que le iba
a construir el Templo.
Note también el modo en que Dios usó los nombres. No dejó
que su voluntad salvadora flotara por todos lados entre las nubes
de la imaginación humana. Llamó a Israel, a Jerusalén, a David y
a Salomón, a todos por nombre. A Dios le complace revelar su
gracia en tiempos específicos a personas específicas. Así mismo,
podemos decir con el apóstol Pablo: “Bendito sea el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió
en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos
y sin mancha delante de él. . . . en él tenemos redención por su
sangre, el perdón de pecados. . . . Él nos dio a conocer el misterio
de su voluntad” (Efesios 1:3,4,7,9).
Piense en todas las personas que hoy en este mundo andan a
tientas sin rumbo fijo en la oscuridad, buscando algo en qué creer.
Lo encuentran ahora en algún libro de auto ayuda; luego lo buscan
en algún profesor carismático, hasta escudriñan su propio espíritu
con la esperanza de descubrir alguna potencia escondida. Nosotros
también estuvimos en un tiempo en la misma situación difícil; sin
embargo, Dios nos amó desde la eternidad, perdonó todos nuestros
pecados por la preciosa sangre de su Hijo, nos llamó por nombre
en nuestro bautismo y nos hizo conocer su amor mediante la
predicación del evangelio. Con la plena seguridad de la fe,
podemos decir: “Dios me escogió a mí para ser de él, me llamó
por el evangelio de su Hijo Jesús.” Lejos de ser un sentimiento
vago y borroso, el amor de Dios específicamente es para mí, está
en su Hijo y llega a mí en el evangelio.
Finalmente, una característica importante de la bendición
inicial de Salomón es la manera en que señala la relación entre la
palabra de Dios y su obra. “Bendito sea Jehová, Dios de Israel,
quien con su mano ha cumplido lo que prometió con su boca a
David, mi padre” (versículo 4). En los siguientes versículos,

72
2 Crónicas 6:12,13

Salomón le enfatiza a su pueblo muy concretamente que Dios es


fiel; lo que él dice, lo hace. Algunos comentaristas se preguntan
cómo es posible que los versículos que parecen tener que ver
primordialmente con la relación de Dios con el Templo y con la
dinastía de David se puedan ver como una declaración de
bendición sobre el pueblo. Al decir esto, tienen que pasar por alto
el tremendo consuelo que el creyente obtiene de la verdad que
Salomón recalca aquí.
Estas no eran bendiciones personales que Salomón estuviera
presentando para provocar la admiración y la envidia de otros que
no las iban a poder compartir. Dios se complació en bendecir a
Salomón por el bien de Israel y con el interés de salvar a todo el
pueblo. Dios no sólo guarda las promesas que les hizo a los
antiguos patriarcas y reyes israelitas. Cualquier cosa que Dios le
dice con su boca a cualquier creyente, la cumplirá con sus manos.
Dios es fiel: él no puede negarse a sí mismo (2 Timoteo 2:13).
Poner la confianza en su Palabra es confiar en lo más seguro que
existe.

La oración de dedicación de Salomón: el escenario

12
Se puso luego Salomón delante del altar de Jehová, en
presencia de toda la congregación de Israel, y extendió sus
manos; 13 pues Salomón había hecho un estrado de bronce de
cinco codos de largo, cinco codos de ancho y tres codos de
alto, y lo había puesto en medio del atrio; y poniéndose sobre
él se arrodilló delante de toda la congregación de Israel,
extendió sus manos al cielo y dijo:

La oración de dedicación que pronunció Salomón


probablemente tuvo lugar en el gran atrio exterior que rodeaba el
complejo del Templo (4:9). Eso era lo más cerca que la
congregación de Israel, todos los que no eran sacerdotes, podía
llegar. En el centro de ese atrio, Salomón tenía una plataforma de

73
2 Crónicas 6:12,13

bronce construida para la orar. No sabemos cuál era su propósito


preciso. ¿Se puso de pie en la parte superior de ella para que el
pueblo lo pudiera ver y escuchar cuando oró, o acaso la plataforma
era alguna señal especial de respeto real por el Señor?
Probablemente un poco de las cosas; es interesante saber que los
arqueólogos han descubierto imágenes de monarcas del Cercano
Oriente arrodillados o de pie orando sobre plataformas similares.*
Entre los antiguos israelitas, estar de pie o arrodillado eran
posturas normales para orar. Es verdad que arrodillarse era una
señal de humildad y reverencia especiales, como también era una
manera en que el rey mostraba su completa dependencia del Señor.
En lugar de juntar las manos como lo hacemos, la gente en esos
días levantaba las manos para orar (Nehemías 8:6; Salmo 141:2;
1 Timoteo 2:8). No importa mucho la forma que toman estas
posturas exteriores para orar, siempre que le ayuden al creyente a
mantener el cuerpo controlado mientras que el corazón se prepara
para hablarle a Dios. “La verdadera oración se hace con tanta
atención como un barbero bueno y diligente fija el pensamiento
y los ojos en la navaja y en el cabello, y no se olvida donde corta”.
**
No hay mejor lugar que éste para ver la diferencia entre los
liderazgos piadosos y mundanos. Los líderes de este mundo están
llenos de sus propias visiones, les gusta ser vistos como hombres
de acción que saben controlar la situación y la pueden doblegar a
su propia voluntad. Los líderes piadosos quieren estar llenos de la
visión de Dios y dejar que la Palabra de Dios le dé forma a su
corazón, a su mente y voluntad; no confían en su propia sabiduría
ni en su propio poder para mejorar las cosas. En vez de esto,
confían en Dios, el único que puede hacer que las cosas salgan
bien. El líder mundano adopta la postura de ser un hombre listo

* Dillard, p. 28.
** “Simple Instructions for Prayer,” en Luther’s Prayers, H. Brokering, editor
(Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1967) p. 41.

74
2 Crónicas 6:14-21

para la acción; el líder piadoso muchas veces se ocupa de oración,


arrodillado y con las manos hacia el cielo.

Oración de dedicación de Salomón: oración general

14
«Jehová, Dios de Israel, no hay Dios semejante a ti en el
cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y tienes
misericordia con tus siervos que caminan delante de ti de
todo su corazón; 15 que has mantenido a tu siervo David, mi
padre, la promesa que le hiciste; tú lo dijiste con tu boca, y
con tu mano lo has cumplido, como se ve en este día.
16
Ahora, pues, Jehová, Dios de Israel, cumple a tu siervo
David, mi padre, lo que le has prometido, diciendo: “Nunca
faltará en mi presencia uno de los tuyos, que se siente en el
trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino
andando en mi Ley, como tú has andado delante de mí.”
17
Ahora, pues, Jehová, Dios de Israel, cúmplase la promesa
que hiciste a tu siervo David.
18
»Pero, ¿es verdad que Dios habitará con el hombre en la
tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no te pueden
contener, ¿cuánto menos esta Casa que he edificado? 19 Pero
tú mirarás a la oración de tu siervo, y a su ruego, Jehová,
Dios mío, para oír el clamor y la oración con que tu siervo
ora delante de ti. 20 Que tus ojos estén abiertos sobre esta
Casa de día y de noche, sobre el lugar del cual dijiste: “Mi
nombre estará allí.” Escucha la oración con que tu siervo ora
en este lugar. 21 Asimismo escucha el ruego de tu siervo y de
tu pueblo Israel, cuando en este lugar hagan oración.
Escucha desde los cielos, desde el lugar de tu morada;
escucha y perdona.

Una buena oración se construye sobre las promesas de Dios.


Crónicas tiene muchas buenas oraciones como esta, y la de
Salomón no es una excepción. Nos podemos preguntar, por qué
Salomón escoge repetir otra vez al comienzo de su oración algunas
75
2 Crónicas 6:14-21

de las mismas palabras que acaba de decir en respuesta a la visión


de la nube de gloria de Dios (compare el versículo 15 con 6:4).
Uno de los propósitos del cronista consiste en pintar para sus
lectores un cuadro de cómo actúa un fiel pastor del pueblo de Dios.
Aquí usa la oportunidad para mostrar al rey como un hombre que
vive de las palabras y las promesas de Dios no solo usa las
promesas de Dios para interpretar lo que ve con sus ojos (versículo
15), sino que también usa la Palabra de Dios como el ancla de sus
esperanzas y como la base de sus oraciones.
Dios le había prometido a David que un hijo suyo iba a
construir el Templo para el Señor (versículo 7-10) y que “Nunca
faltará en mi presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono
de Israel” (versículo 16; vea 1 Crónicas 17). En la oración que hizo
con base en estas palabras, Salomón demostró que había
comprendido que la promesa de Dios todavía no se había cumplido
completamente, aunque él había terminado de construir con éxito
la Casa para el Señor. Finalmente, eso iba a tener su completo
cumplimiento con la venida del Salvador. Mientras tanto, todos
los hijos y sucesores de Salomón y todos los que adoraran al Señor
y lo encontraran en su Templo, demostrarían que Dios no había
olvidado la antigua promesa que le hizo a David.
David y Salomón también tenían que ser modelos de lo que
Dios quería ver en los futuros reyes de Israel. Nunca serían
monarcas absolutos; más bien estos hombres estaban destinados a
gobernar como los que son gobernados por la palabra de Dios.
Dios esperaba que ellos “[guardaran] su camino andando en [su]
Ley” (versículo 16). El pacto con David, visto como una promesa
del Salvador que vendrá, era de pura gracia, sin ninguna condición
en él. Visto como una promesa hecha a los reyes que iban a
gobernar sobre el antiguo Israel, el pacto era condicional,
recompensando cuando los hijos de David seguían los pasos de su
padre, y castigando cuando se desviaban del camino de David (vea
también 2 Samuel 7:14-16).
La primera petición que hace Salomón es sencilla: “Cúmplase
la promesa que hiciste a tu siervo David” (versículo 17). No hay
76
2 Crónicas 6:14-21

mejor oración que ésta. ¡No importa lo que yo sienta, ni lo que


diga el mundo incrédulo, tampoco ninguna calumnia que hable el
demonio, ni ninguna sugerencia impía que él haga, que tu Palabra
se cumpla, Señor, que tu Palabra sea verdad! Yo sé que se cumplirá
aunque toda la gente sobre la tierra y todos los demonios abajo
bramen contra ella. Yo sé que se cumplirá aunque mi propio
corazón traicionero y pecador murmure contra ella. Pero pido que
se cumpla para mí, y que yo lo pueda creer con todo mi corazón.
En la porción final de la parte general de su oración (versículos
18-21), Salomón formula su segunda petición sobre la
consideración de la naturaleza de la presencia de Dios en el
Templo. Cualquiera que posea aunque sea un conocimiento ligero
de las religiones antiguas se tiene que sorprender por la
profundidad de la comprensión que Salomón demuestra en estos
versículos. En esa época, las naciones paganas consideraron a sus
dioses como seres que permanecían en algún lugar, que tenían
dominio sobre alguna villa o sobre alguna cadena de montañas.
Cuando las adoraban en sus templos en estos lugares especiales,
se pensaba que estos dioses estaban obligados a contestar
favorablemente sus oraciones casi como si tuvieran que cumplir
su parte del trato, siempre que sus devotos dijeran e hicieran todas
las cosas correctas.
Por otro lado, Salomón comprende que el Señor es
absolutamente libre, completamente sin obligación e
independiente de cualquier lugar o ser humano. El Templo no lo
puede contener: “Si los cielos y los cielos de los cielos no te
pueden contener, ¿cuánto menos esta Casa que he edificado?”
(versículo 18). Si Dios se va a encontrar en la tierra con los
humanos, esto solo puede ser con base en su promesa: “El lugar
del cual dijiste: ‘Mi Nombre estará allí’” (versículo 20). Si Dios
va a vivir en comunión con su pueblo y a contestar sus oraciones,
debe ser sobre la base del perdón: “Escucha desde los cielos, . . .
escucha y perdona” (versículo 21).
Dicho en pocas palabras, la segunda petición de Salomón es
para que este Dios trascendente escuche las oraciones del rey y
77
2 Crónicas 6:14-21

del pueblo cuando lo busquen en esta Casa donde él ha prometido


que lo pueden encontrar; que esta Casa sea dedicada como un lugar
donde el pueblo de Dios se acerque a él mediante sacrificios por
el pecado y donde se puedan hacer las oraciones para que el Señor
del cielo y de la tierra las oiga (versículo 20; 2:4).
Cada vez que un predicador de la Palabra de Dios desciende
del púlpito, como Salomón, se da cuenta de que no ha dicho todo
lo que hay que decir sobre Dios. Eso seguiría siendo cierto aunque
hubiera predicado todas las verdades que se revelan en la Biblia
sobre Dios, y aunque la congregación creyera cada una de las
palabras de su predicación. Más bien, cuanto más aprendemos
sobre el Dios Salvador, más decimos en temor reverente:
“Verdaderamente tú eres Dios que te ocultas” (Isaías 45:15). El
inmenso amor de Dios por nosotros excede en mucho nuestro
entendimiento; si no podemos comprender por completo las “cosas
terrenales” que Dios nos ha dado libremente en su Hijo, ¡cuánto
menos podemos entender las “cosas celestiales”, toda la gloria del
Dios infinito y todopoderoso (Juan 3:12)!
Es por eso no queremos tener nada que ver con personas que
traten de “explicarnos” a Dios de maneras que parezcan razonables
y plausibles en cuanto a la lógica terrenal se refiere. Es por eso
que también evitamos hablar sobre lo que Dios no ha hablado ni
seguimos nuestros pensamientos errantes hasta donde nos puedan
conducir. Todo lo que sabemos es lo que Dios ha dicho. Así nos
aferramos tanto más a sus palabras de promesa y su revelación de
sí mismo en Jesús. Es por eso que nos alegra tanto unirnos con los
que se reúnen en el nombre de Jesús.
Nuestro Dios es libre, no tiene ninguna obligación con
nosotros, ni nos tiene que pagar ninguna deuda. Pero él se ha
comprometido misericordiosamente por su propia palabra. Él dice
“Allí, estoy en medio de ustedes”. Allí, en donde se anuncia el
perdón en su nombre, en donde la carne y la sangre nacen de nuevo
por el agua y el Espíritu, donde junto con el pan y el vino
recibimos su cuerpo y su sangre. Él dice: “Por vosotros, para el
perdón de los pecados”. Por estos medios se reúne con nosotros
78
2 Crónicas 6:22,23

en la única forma que lo podemos encontrar: sobre la base de su


palabra de perdón.

La oración de dedicación de Salomón:


primera petición: juramentar

22
»Cuando alguno peque contra su prójimo, y se le exige
juramento, si viene a jurar ante tu altar en esta Casa, 23 tú
oirás desde los cielos, actuarás y juzgarás a tus siervos,
dando la paga al impío, haciendo recaer su proceder sobre su
cabeza, y justificando al justo, al darle conforme a su
justicia.

Aquí Salomón comienza a aclarar la intención que hubo en su


petición general cuando le pidió al Señor que respondiera las
oraciones hechas en su Casa (versículo 21). Emplea una fórmula
que repite siete veces en los versículos que siguen: “Si [hay alguna
brecha de fe] . . . y [hay arrepentimiento o se recurre al Templo],
escucha desde los cielos y [responde de la manera adecuada, es
decir, con juicio, perdón o ayuda].” Al examinar una por una estas
peticiones, vemos que el rey anticipa que toda la vida futura de
oración de su pueblo está regulada por la decisión que hizo Dios
de revelarse a sí mismo en el Templo.
La primera petición se relaciona con prestar juramento, un
procedimiento que era parte del sistema legal del antiguo Israel.
Especialmente en casos dudosos, en los que estaba en cuestión la
palabra de una persona contra otra, Moisés dispuso en su Ley que
el acusado prestara juramento solemne en el nombre del Señor.
Esto tendría el efecto ya sea de que la justicia cayera sobre el
culpable o que limpiara el nombre del que había sido acusado
falsamente. En tiempos pasados, este procedimiento se había
llevado a cabo en el Tabernáculo (Éxodo 22:7-15); ahora Salomón
le pide a Dios que dedique el Templo a ese mismo propósito.
Nosotros, que adoramos en espíritu y en verdad, queremos
simplemente que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no (Mateo
79
2 Crónicas 6:24,25

5:37). Nos deben caracterizar la honestidad y la franqueza, porque


sabemos que cualquier cosa que le digamos a nuestro prójimo
también se pronuncia delante de Dios (Mateo 12:36).

La oración de dedicación de Salomón:


segunda petición - en tiempos de derrota nacional

24
»Cuando tu pueblo Israel sea derrotado delante del
enemigo por haber pecado contra ti, si se convierte y
confiesa tu nombre, si ruega delante de ti en esta Casa, 25 tú
oirás desde los cielos, perdonarás el pecado de tu pueblo
Israel y les harás volver a la tierra que les diste a ellos y a sus
padres.

La comunión pacífica del pueblo de Dios no solo se


quebrantaba cuando una persona pecaba contra otra, sino también
cuando el pueblo pecaba contra su Dios. Israel se debía mantener
consagrado al Señor; el pecado nacional traería consecuencias
desastrosas para todo el pueblo (vea la Introducción: bendiciones
y castigos inmediatos, página 7). Salomón prevé el tiempo en que
la infidelidad traerá el castigo con que Dios había amenazado: “Si
no oyes la voz de Jehová, tu Dios, . . . Jehová te entregará
derrotado delante de tus enemigos. . . . Jehová te esparcirá por
todos los pueblos” (Deuteronomio 28:15,25,64). Sólo Dios podría
restaurarlos en esos tiempos, así que Salomón le pide al Señor que
sea fiel a su promesa y permita que una nación penitente lo
encuentre en su Templo.
En el tiempo en que se escribió Crónicas, sus lectores todavía
estaban viviendo las consecuencias de la gran dispersión que había
sido el exilio babilónico. Los que habían regresado eran pocos, y
todavía había muchos judíos que vivían lejos de “la tierra que
[Dios les había dado] a ellos y a sus padres” (versículo 25). En
cuanto a los que habían hecho el viaje de regreso, no se habían
arraigado mucho en la tierra; estaban bajo constante amenaza de
que los enemigos que los rodeaban los atacaran y los mataran. Al
80
2 Crónicas 6:26-31

repetir las palabras de Salomón, el cronista les recordaba


amablemente: “Podemos ser débiles, pero no estamos sin recursos.
Tenemos la casa de Dios donde él ha prometido que vivirá. Él ha
prometido que dará esta tierra no solo a nuestros padres, sino
también a nosotros (vea el versículo 25 y compare con 1 Reyes
8:34). “Invoquen su nombre y dependan de su fortaleza. Él nos
revivirá y traerá de regreso a nuestro pueblo esparcido.”
Nosotros también vivimos en tiempos malos. En un país donde
una vez las violaciones públicas a la moral trajeron el clamor de
desaprobación de millones, ahora pocos logran contener sus
bostezos cuando ven el último escándalo que se muestra en la
televisión. Los hijos desprecian a sus padres, los padres matan a
sus propios hijos, los rufianes gobiernan la noche y las drogas
carcomen como cáncer el alma de la nación. ¿Quién puede dudar
que mucho del mal que ha venido sobre nosotros sea consecuencia
de nuestra propia falta de fidelidad a la Palabra? Los que
quedamos somos unos pocos, rodeados por muchos enemigos. Sin
embargo, no estamos sin recursos: “estamos atribulados en todo,
pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados;
perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no
destruidos” (2 Corintios 4:8,9). El cronista también nos da sus
palabras alentadoras: “¡Invocad el nombre del que gobierna todas
las naciones! En Cristo, Dios ha declarado que él mismo está por
nosotros. Confesemos nuestros pecados y dependamos de su
fortaleza para reanimarnos.”

La oración de dedicación de Salomón:


tercera y cuarta peticiones: en tiempos de sequía y de desastre

26
»Cuando los cielos se cierren y no haya lluvias, por haber
pecado contra ti, si oran a ti en este lugar y confiesan tu
nombre, si se convierten de sus pecados cuando los aflijas,
27
tú los oirás en los cielos y perdonarás el pecado de tus
siervos y de tu pueblo Israel, les enseñarás el buen camino
para que anden en él y enviarás lluvia sobre tu tierra, la que
81
2 Crónicas 6:26-31

diste por heredad a tu pueblo.


28
»Cuando haya hambre en la tierra, o pestilencia, o las
plantas se sequen por el calor, o sean atacadas por hongos,
las langostas o el pulgón; cuando los sitien sus enemigos en la
tierra donde habiten; cualquier plaga o enfermedad que sea;
29
toda oración y todo ruego que haga cualquier hombre, o
todo tu pueblo Israel, cualquiera que conozca su llaga y su
dolor en su corazón, si extiende sus manos hacia esta Casa,
30
tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada;
perdonarás y darás a cada uno conforme a sus caminos,
habiendo conocido su corazón; porque sólo tú conoces el
corazón de los hijos de los hombres; 31 para que te teman y
anden en tus caminos, todos los días que vivan sobre la faz
de la tierra que tú diste a nuestros padres.

Para el antiguo Israel, la tierra era un legado sagrado de Dios,


era la herencia que Dios le había dejado (versículo 27). El creyente
piadoso del Antiguo Testamento consideraba la promesa de la
tierra como un aspecto del gran conjunto de promesas que
alcanzaron su punto culminante en la promesa del Mesías (vea
Génesis 12,13). Así se puede ver fácilmente por qué para Israel
era importante mantener una presencia física en la tierra; no sólo
era su patria sino también la cuna del Rey Mesías. Por eso el
pueblo de Dios sencillamente tenía que levantar los ojos y observar
el paisaje que había a su alrededor para ver cómo estaban las cosas
entre ellos y su Dios. La condición física de la tierra reflejaba la
condición moral del pueblo.
A diferencia de Egipto, con su complejo sistema de canales de
irrigación, Israel dependía totalmente de la lluvia para poder
obtener cosechas. Si no había lluvia, el resultado era el hambre.
Vivimos en una tierra donde los excedentes de granos llenan
inmensos silos a través de praderas grandes y amplias; para
nosotros el hambre es una amenaza de poca importancia, pero para
las personas que sólo tenían la alternativa de ver que su única
fuente de alimento quedaba reducida a nada en sus graneros, las
82
2 Crónicas 6:26-31

nubes que oscurecían el firmamento eran el paisaje terrenal más


agradable, porque traían la promesa de otra cosecha y de otro año
de vida. Jeremías nos describe gráficamente lo que pasaba cuando
las lluvias no venían:

«Se ha enlutado Judá,


sus puertas desfallecen;
se sentaron tristes en tierra
y sube el clamor de Jerusalén.
Los nobles envían a sus criados por agua;
van a las lagunas, pero no hallan agua;
vuelven con sus vasijas vacías;
se avergüenzan, se confunden
y cubren sus cabezas.
Se ha resquebrajado la tierra
porque no ha llovido en el país;
los labradores, confundidos,
se cubren la cabeza.
Aun las ciervas en los campos
paren y abandonan la cría,
porque no hay hierba.
Los asnos monteses
se ponen en las alturas
y aspiran el viento como los chacales,
pero sus ojos se ofuscan
porque no hay hierba» (Jeremías 14:2-6)

De manera significativa, Jeremías, en el versículo siguiente,


relaciona la sequía y el pecado, como lo hace Salomón: “Aunque
nuestras iniquidades testifican contra nosotros, Jehová, ¡actúa por
amor de tu nombre! Porque nuestras rebeliones se han
multiplicado, contra ti hemos pecado” (Jeremías 14:7).
La cuarta petición (versículos 28-31) resume todos los males
comunes a la humanidad que pueden afligir al pueblo en cualquier
tiempo y que puede hacerles buscar la ayuda del Señor. Notamos
83
2 Crónicas 6:26-31

que aquí, a diferencia de los versículos anteriores, no se menciona


ningún pecado específico como la causa de alguno de lo males.
La lista de siete (hambre, pestilencia, hongos, langosta o pulgón,
sitio por los enemigos) no pretende agotar las posibilidades; más
bien, tiene la intención de poner énfasis en que no hay problema
sobre la tierra que esté fuera del alcance de la oración. El problema
puede afectar a muchos o puede que una sola persona lo sienta
(note: “cualquiera que conozca su llaga y su dolor”, versículo 29).
Rey o noble, sacerdote o levita, rico o pobre, hombre o mujer:
ninguno está excluido de una audiencia con el Altísimo.
“Cualquiera” tiene iguales privilegios cuando se trata de
“[extender] sus manos hacia esta Casa” (versículo 29).
También es significativo el impacto anticipado sobre el pueblo
de Dios cuando Dios escucha y responde las oraciones de los
afligidos. La respuesta salvadora de Dios le da poder a su pueblo
para llevar una vida buena y santa (“les enseñarás el buen camino
para que anden en él” versículo 27). Esto aumenta su fe reverente
en Dios y el amor ferviente el uno por el otro (“para que te teman
y anden en tus caminos”, versículo 31).
Finalmente, notamos otra vez la base de la respuesta de Dios
a la oración: no es la elocuencia de la oración misma, ni la
dignidad de quien la dice. “Perdonarás y darás a cada uno
conforme a sus caminos, habiendo conocido su corazón”
(versículo 30). El perdón es el requisito esencial. Primero
perdónanos; después considera la textura moral de nuestra vida.
Lo podemos parafrasear de esta manera: “Si tú, oh Señor, nos
juzgaras severamente y consideraras nuestra vida aparte del filtro
de tu gracia, ninguna de nuestras acciones resistiría la luz de tu
presencia. Jamás podríamos tener esperanza de tu ayuda. Pero tú
no examinas solamente el lado visible de las cosas, como lo
hacemos nosotros. Nos impresionamos fácilmente con grandes
actos externos de piedad, pero tú ves dentro de nuestro corazón.
Tu detectas la fe que tu gran amor ha plantado allá, la fe en nuestro
Salvador que purifica todo lo que hacemos.”

84
2 Crónicas 6:32,33

Con estas palabras magníficas, el cronista nos describe a


Salomón como un rey que anima a su pueblo a invocar a Dios en
el día de la adversidad. De modo parecido, escuchamos a nuestro
Salvador que nos anima diciendo: “Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide,
recibe; y él que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” Lucas
11:9,10).

La oración de dedicación de Salomón:


quinta petición: por los extranjeros

32
»También al extranjero que no sea de tu pueblo Israel,
que haya venido de lejanas tierras a causa de tu gran
nombre y de tu mano poderosa, y de tu brazo extendido, si
viene y ora hacia esta Casa, 33 tú oirás desde los cielos, desde
el lugar de tu morada, y harás conforme a todas las cosas
por las cuales haya clamado a ti el extranjero; para que
todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, te teman
como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado
sobre esta Casa que yo he edificado.

En el estilo típico del Antiguo Testamento, Salomón ve que el


reino de Dios se extiende mediante personas que entran a la tierra
y al lugar donde Dios ha escogido revelarse a sí mismo. Podemos
hacer el contraste entre esto y la manera en que nosotros, sobre
base en la Gran Comisión, tendemos a ver la extensión del reino
de Dios como un asunto de misioneros que van por todo el mundo
para predicar las buenas nuevas acerca de Jesús. Cualquiera que
sea la perspectiva, esto conduce a la misma cosa, ya sea que
oremos: “Señor trae a todos los que has escogido para ser tuyos”
o “Señor permite que tu mensaje evangélico se extienda por todas
las naciones”. Todo esto pone énfasis en que la petición de
Salomón aquí simplemente está llena de celo misionero.

85
2 Crónicas 6:32,33

Muchos comentaristas señalan aquí la omisión significativa de


cualquier mención del pecado o del arrepentimiento antes de que
el extranjero ore. En cambio, Salomón ve como la motivación
principal del extranjero el “gran nombre [de Dios] y de [su] mano
poderosa, y de [su] brazo extendido” (versículo 32). Si se puede
hacer aquí alguna distinción entre estas expresiones, entonces
“nombre” puede ser una referencia a la revelación de Dios a Israel
en su verdadera naturaleza como el Dios de gracia, mientras
“mano poderosa” y “brazo extendido” se referirían más a las
acciones salvadoras de Dios concretas e históricas. Ambas hacen
ver el poder del evangelio “para salvación a todo aquel que cree”
(Romanos 1:16).
Salomón no dice que los extranjeros no tienen necesidad de
arrepentirse. Como alguien que conoce la triste verdad de nuestra
naturaleza caída, dijo después: “No hay hombre [literalmente no
hay ser humano] que no peque” (6:36). Aquí el pecado y el
arrepentimiento no están a la vista, porque en toda esta oración
Salomón ha sido pensando sobre todo en el pecado de Israel y en
la necesidad de arrepentimiento de Israel en términos del pacto de
ley del Sinaí. Israel pecó cuando quebrantó las estipulaciones de
ese pacto. Sus formas de arrepentimiento también estuvieron
regidas por el pacto, en el que se hicieron provisiones específicas
de sacrificios para quitar el pecado. En este sentido, el extranjero
no podía pecar, porque él no estaba bajo la Ley de Israel (vea
Romanos 5:13). Tampoco sería apropiado que ofreciera
personalmente sacrificios de la manera ordenada por Moisés. Esos
sacrificios estaban reservados para que los hiciera Israel.
Salomón le pide al Señor que responda las oraciones de los
extranjeros que habían sido atraídos por la luz de la esperanza de
Israel “para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre,
y te teman así como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es
invocado sobre esta Casa que yo he edificado” (versículo 33). A
su manera, el cronista le recuerda a su pueblo por qué Dios le
permitió regresar a la tierra y reconstruir el Templo. Dios quería
que sus propósitos salvadores se cumplieran. Era fácil de olvidar
86
2 Crónicas 6:34,35

una verdad como ésta cuando el poder terrenal de Judá había caído
tan bajo. Después de pasar por el exilio y por la continua hostilidad
de las naciones vecinas, debió haber sido difícil para ellos no ver
como enemigos a los que no eran israelitas.
En verdad hay muchas razones para pensar que el amor de
Dios tiene un límite y para decir “¡Hasta aquí: y no más!” Pero si
dejamos de ser la luz del mundo, dejamos de ser el pueblo de Dios
(Mateo 5:13,14). La iglesia que no tiene sentido de la misión que
le ha sido dada de proclamar el evangelio no tiene derecho a ser
llamada iglesia. Dios no nos entregó el evangelio para que fuera
sólo para nosotros; nuestro Salvador dice: “De gracia recibisteis,
dad de gracia” (Mateo 10:8). Era necesario un amor infinito para
salvar a pecadores como usted y yo. En vista de esto, ¿cómo podría
algún corazón sincero querer ponerle un límite al amor de Dios?
Más bien, como los que han sido alcanzados por la gracia de Dios
nos vemos obligados a exclamar en oración con Salomón: “¡Que
tu nombre sea santo y que todos los pueblos de la tierra conozcan
tu nombre como nosotros!”

La oración de dedicación de Salomón:


sexta petición: cuando Israel vaya a la guerra

34
»Cuando tu pueblo salga a la guerra contra sus enemigos
por el camino que tú le envíes, y ora a ti hacia esta ciudad
que tú elegiste, hacia la Casa que he edificado a tu nombre,
35
tú oirás desde los cielos su oración y su ruego, y ampararás
su causa.

Muchas veces las naciones que están en guerra afirman que


Dios está a su lado cuando invocan su ayuda contra los enemigos.
Interpretar las palabras de Salomón como si fueran un eco de esta
idea sería interpretar equivocadamente esta petición. La nación de
Israel en realidad le pertenecía a Dios de una manera que ninguna
otra nación antes o después podría afirmar. Sus batallas eran las
de Dios, siempre que siguieran la voluntad y el camino de Dios.
87
2 Crónicas 6:36-39

Salomón ora pidiendo ayuda en las ocasiones en que pelean en


cualquier lugar que Dios los envía (versículo 34), no en cualquier
lugar a donde ellos quieran ir.
Las batallas que entablamos no son contra carne ni contra
sangre sino contra las fuerzas espirituales que se encuentran dentro
y alrededor de nosotros. Si somos guerreros espirituales
experimentados, ya debemos saber muy bien que sólo con nuestros
propios medios no podemos resistir al mundo con todas sus
mentiras y falsas promesas. Somos incapaces de vencer nuestro
yo pecador con nuestras propias estrategias. El poder que tiene el
mentiroso para atraernos al pecado (al hacer que lo malo parezca
bueno y lo bueno malo) es verdaderamente atemorizante. ¿Y quién
no ha sentido la desesperación venenosa que viene de esa
serpiente, deseando que creamos que el perdón es para otros, no
para nosotros, ya que nuestro pecado es demasiado malo para que
Dios quiera tener algo que ver con nosotros? “Mas por nosotros
pugnará de Dios el escogido” como dice Lutero (Culto Cristiano
129:2). Y por eso oramos: “Querido Jesús, sostén nuestra causa;
aplasta a Satanás bajo tus pies y danos la victoria.”

La oración de dedicación de Salomón:


séptima petición, cuando Israel se lamenta en cautiverio

36
»Cuando pequen contra ti (pues no hay hombre que no
peque), y te enojes contra ellos, y los entregues a sus
enemigos, para que sus conquistadores los lleven cautivos a
otras tierras, lejos o cerca, 37 si ellos vuelven en sí en la tierra
adonde los hayan llevado cautivos; si se convierten y oran a
ti en la tierra de su cautividad, y dicen: “Pecamos, somos
culpables, impíamente hemos actuado”; 38 si se convierten a
ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su
cautividad, donde los hayan llevado cautivos, y oran hacia la
tierra que tú diste a sus padres, hacia la ciudad que tú
elegiste, y hacia la Casa que he edificado a tu nombre; 39 tú

88
2 Crónicas 6:36-39

oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración


y su ruego, ampararás su causa y perdonarás a tu pueblo
que pecó contra ti.

Salomón ve dos estados posibles para Israel, dos tierras en


las que pueden existir. Una es la tierra del cautiverio; la otra, la
tierra de la promesa. La tierra del cautiverio puede ser su condición
si pecan contra Dios, haciendo que él los entregue a sus enemigos.
Se podría decir que es vida, pero apenas sería una vida; allí viven
bajo el poder de sus enemigos, bajo el control de otro. La
naturaleza opresora de ese poder se ve por la forma en que
Salomón repite la palabra cautivo una y otra vez.
Y aunque los israelitas les pueden servir a sus captores con su
cuerpo, no debían hacerlo con su mente. En la tierra de su
cautiverio pueden tener un cambio de corazón (versículo 37,
literalmente: ellos pueden regresar a su [verdadero] corazón) y
volverse a Dios en una oración auténtica, reconociendo la
perversidad de sus acciones. En arrepentimiento, se pueden volver
nuevamente (en corazón, mente y espíritu) a la tierra de la
promesa, a Jerusalén, a la Casa que Salomón construyó para Dios.
Ésta es su patria, su ciudad eterna, donde Dios mora. Salomón ora:
“Cuando ellos se vuelvan a ti de esta manera, no los rechaces. No
los abandones en su exilio. Perdónales sus pecados y tráelos a
casa.”
Una vez, nuestro Señor contó la historia de un hijo que
abandonó su casa y se fue a un país lejano buscando libertad. No
la encontró. En cambio, se encontró cautivo por deseos viles
insatisfechos de cosas viles que no satisfacen: “Deseaba llenar su
vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le
daba” (Lucas 15:16). Cuando recobró el juicio (Lucas 15:17,
literalmente: cuando volvió en sí), quiso volver de nuevo al hogar.
Aunque estaba seguro de que nunca lo podría volver a aceptar
como hijo, tenía la esperanza de que lo recibieran como un
sirviente.

89
2 Crónicas 6:40-42

Cuando todavía estaba a gran distancia, su padre vio que venía


por el camino. Sin poder contener su alegría, el padre corrió a su
hijo, lo abrazó y lo aceptó incondicionalmente otra vez como su
hijo, con todos los honores. En esta parte de la parábola, vemos la
manera como Jesús amplió la esencia de la oración de Salomón,
llenándola de un significado nuevo y espiritual. Él quería consolar
a los proscritos, a todos los que están exiliados del pueblo de Dios,
que han vuelto en sí, y que anhelan otra vez su verdadero hogar.
En la estación de adviento cantamos sobre la manera en que
nos lamentamos por el humillante exilio en que estamos aquí. Éste
no es nuestro hogar, porque aquí nada perdura, y muy a menudo
nos encontramos tropezando de nuevo con el pecado. “Pues no
hay hombre que no peque” (versículo 36). Nuestro verdadero
hogar solo puede estar donde está nuestro Salvador, un lugar donde
finalmente seremos libres de todo lo que nos atormenta. Pronto
Jesús volverá para llevarnos al hogar; por esta razón la iglesia
también canta: “Alégrate, ¡oh Israel! Vendrá, ya viene Emmanuel”
(Culto Cristiano 1). Sabemos que Dios contestará la oración de
Salomón una vez más, y nos sacará del exilio.

La oración de dedicación de Salomón: conclusión

40
»Ahora, pues, Dios mío, te ruego que estén abiertos tus
ojos y atentos tus oídos a la oración en este lugar.
41
»Jehová Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo,
tú y el Arca de tu poder; Jehová Dios, sean vestidos de
salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu
bondad. 42 Jehová Dios, no rechaces a tu ungido; acuérdate
de tus misericordias para con tu siervo David.»

Muchas veces al final de las grandes composiciones musicales


hay lo que se llama una coda. La música disminuye gradualmente;
los temas musicales principales se vuelven a interpretar. Aquí
podemos decir que las palabras finales de Salomón son una coda
verbal, que son algo así como una conclusión. El tiempo
90
2 Crónicas 6:40-42

disminuye al cambiar a un ritmo poético (las palabras nos


recuerdan el Salmo 132:8-10). Él repite otra vez sus pensamientos
más importantes.
También es posible que aquí tengamos una forma verbal que
se usaba algunas veces en la literatura antigua para demarcar
grandes unidades de pensamiento. Salomón había comenzado su
oración con una referencia al pacto que Dios había hecho con
David (6:14-17); continuó pidiéndole a Dios que “ponga su
nombre” en el Templo, como lo había prometido y que, teniendo
esto en cuenta, mantenga sus ojos abiertos a las necesidades de su
pueblo y sus oídos atentos a sus oraciones (6:18-21). Salomón
concluye su oración general con una súplica por el perdón, la cual
abarca todo (6:21). En estos versículos finales vemos un modelo
similar, solo que en orden inverso. Hay una petición de perdón
(6:39), una oración para que Dios tenga los ojos abiertos, los oídos
atentos y que su presencia esté en el Templo (versículos 40,41), y
le hace esta solicitud a Dios: “Acuérdate de tus misericordias para
con tu siervo David” (versículo 42). Es como si Salomón volviera
por el camino por donde vino, y marcara toda su oración con
recordatorios de la gracia de Dios para con los pobres pecadores.
La conclusión de Salomón contiene muchas bellas facetas.
Examinaremos aquí sólo unas cuantas. Considere por un momento
la frase: “que estén abiertos tus ojos y atentos tus oídos” (versículo
40). Éste es claramente un pensamiento agradable al corazón de
Salomón, un hecho que podemos inferir no solo por el modo en
que lo repite sino también porque Dios mismo usa la frase en la
respuesta que le da a Salomón en el capítulo siguiente (7:15). ¡Qué
forma tan impresionante de hablar sobre el afecto activo de Dios
por su pueblo! No estamos tratando con algún ser impersonal que
esté en las alturas y que sea indiferente al destino de su pueblo. El
Dios verdadero es un Padre amoroso que ve nuestras necesidades
y escucha nuestras oraciones.
O veamos la alusión magistral que hace Salomón: “Jehová
Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo” (versículo 41).
Estas palabras repiten en parte lo que Moisés decía siempre que
91
2 Crónicas 6:40-42

el Arca se trasladaba durante los años que Israel anduvo errante


por el desierto: “¡Levántate, Jehová! ¡Que sean dispersados tus
enemigos y huyan de tu presencia los que te aborrecen!” (Números
10:35). Y, como lo notamos anteriormente, esta sección es también
una paráfrasis libre que hace Salomón de fragmentos del Salmo
132. Allí, el salmista celebró la promesa que hizo David de que no
iba a reposar hasta que el Arca hubiera encontrado un lugar de
reposo propio. Y así con una sola frase, Salomón pudo de
entrelazar los siglos y unir dos puntos claves en la historia del
Antiguo Testamento. Es como si hubiera dicho: “Lo que todo
Israel anheló durante los muchos años que anduvo errante y lo que
le fue posible hacer a mi padre David como preparación, ha
llegado a realizarse. Ya no es necesario que Dios se levante para
esparcir nuestros enemigos, los que se oponían a que nosotros
viviéramos en esta tierra, porque él nos ha dado descanso; ahora
su Arca se puede levantar y llegar a reposar en esta Casa que he
construido para el Nombre de Dios.”
Un fruto de ese reposo es la alegría que el pueblo de Dios
experimenta ante su Dios. Por razones obvias, la oración de
Salomón se concentró en las ocasiones en que el pueblo de Dios
caería de rodillas por sus necesidades y pediría el perdón y la
ayuda de Dios. Pero el perdón es sólo un aspecto de la vida en
compañerismo con Dios; el perdón siempre tiene a la vista la
barrera del pecado que tiene que quitarse antes de que nos
podamos deleitar en un verdadero compañerismo con Dios. Dicho
positivamente, el compañerismo consiste en la alegría perfecta que
tenemos cuando no hay nada que se interponga entre nosotros y
Dios, permitiéndonos alumbrarnos con su presencia. Salomón
imprime al final esta nota importante con las palabras “Jehová
Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se
regocijen en tu bondad” (versículo 41).
Salomón concluye con una referencia a la promesa del pacto
que Dios hizo con David (versículo 42). En el libro de Crónicas
se pone énfasis en el aspecto incondicional de esa promesa (vea 1
Crónicas 17). El amor incondicional de Dios no es simplemente
92
2 Crónicas 7:1-3

la esperanza del rey de Israel (“no rechaces a tu ungido”); más


bien, el amor prometido a David es la base de la esperanza de todo
Israel (vea Isaías 55:3). Aun más, es la única esperanza para todo
un mundo de pecadores. Por medio de David, Dios enviaría un
Rey eterno para que gobernara sobre todas las naciones y nos
liberara de todos nuestros enemigos. Debido a este gran amor (un
amor revelado y prometido a David), Dios envió a su único Hijo
al mundo para morir por todos nosotros. Entonces “las
misericordias para con tu siervo David” son para nosotros la
seguridad de que Dios escucha nuestras peticiones y nos dará
“todo cuanto [pidamos] al Padre en [el] nombre [de Jesús]” (Juan
16:23).
Se puede pensar que es extraño escuchar ese énfasis en el
Ungido del Señor y en el rey David, en un pasaje relacionado con
el Templo. Después de todo, para los primeros lectores del
cronista, solo quedaba el Templo. Hacía mucho tiempo que había
desaparecido la dinastía terrenal de David como una señal visible
del favor de Dios. ¿Por qué poner énfasis en algo que faltaba en la
vida de Israel? ¡Para que otra cosa sino para despertar en el pueblo
de Dios un anhelo por el Mesías que iba a venir! Cada una de las
promesas de Dios tendría su cumplimiento perfecto en él. En
realidad, toda esta imagen de Salomón: terminar el trabajo de
David, construir el Templo de Dios, e interceder por su pueblo en
oración, también se puede ver como la descripción que hace el
cronista del Rey quien sería la encarnación del Nombre de Dios,
el cumplidor de todas las promesas, el edificador de la casa
espiritual a la que pertenecemos, y el que intercede por nosotros
en oración (vea Juan 17).

Dios dedica el Templo con fuego y en gloria

7 Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los


cielos y consumió el holocausto y los sacrificios; y la
gloria de Jehová llenó la Casa. 2 Y no podían entrar los
sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová
93
2 Crónicas 7:1-3

la había llenado. 3 Cuando vieron todos los hijos de Israel


descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la Casa, se
postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y
alabaron a Jehová, diciendo: «Porque él es bueno, y su
misericordia es para siempre.»

Por supuesto, Dios no está obligado a darles señales ni


milagros para confirmar su Palabra a quienes dudan de ella (Lucas
11:29). A pesar de todo, hubo ocasiones en las que Dios sí les dio
señales a sus creyentes para confirmar y fortalecer la fe que él ya
había obrado en su corazón por medio de la Palabra. Cuando
sucedió, fue gracia sobre gracia, don sobre don. Y cuando Dios lo
hizo, siempre fue para mostrarle a su pueblo dónde podría buscar
su ayuda en cada momento de necesidad.
Con la aparición de su nube de gloria, Dios ya había
confirmado que ahora el Templo era su lugar de morada sobre la
tierra (5:13,14). Sin embargo, por encima y más allá de esto, Dios
respondió inmediatamente a la oración de Salomón haciendo
descender fuego del cielo para consumir los sacrificios que habían
sido dispuestos y llenando de nuevo el Templo con su gloria. En
esta ocasión todo el pueblo de Israel, al ver claramente con
asombro despavorido lo que había sucedido, se postró
humildemente con el rostro en el suelo. Entonces hicieron suyo el
estribillo de misericordia que antes todos los levitas habían
cantado: “Él es bueno, porque su misericordia es para siempre”
(5:13).
Algunos comentaristas sugieren aquí que el cronista está
adornando el relato, agregándole una aparición más de la nube de
gloria cuando el escritor de Reyes se contentó con mencionar solo
una. Otros* lo ven como una característica del estilo del cronista,
en el que, mediante la repetición, recupera esencialmente el relato
que había interrumpido en 5:14. Dicen que aquí no tenemos dos

* Más notablemente Sara Japhet, I and II Chronicles: A Commentary


(Louisville: Westminster/John Knox Press, 1993), p. 610.

94
2 Crónicas 7:1-3

apariciones diferentes de la nube de gloria, sino más bien una


reanudación de la descripción anterior del mismo acontecimiento.
Esta segunda posición parece posible, porque por lo menos
muestra algún respeto a la verdad del texto bíblico.
Sin embargo, lo que estas dos interpretaciones pasan por alto
es el impacto diferente que tuvo la nube de gloria en esta etapa del
relato. En su primera aparición, la nube de gloria interrumpió la
entrada del Arca en el Lugar santísimo, como si Dios estuviera
declarando de una manera simbólica: “Yo de veras habito entre
querubines” (vea Éxodo 25:22). Aquí dio la aprobación visual de
Dios a todo lo que Salomón había pedido en oración y, al consumir
los sacrificios con fuego, confirmó esta Casa como el lugar
correcto para ofrecerlos (6:12). De ese modo, Dios no dejó
ninguna duda de que él aceptaba el culto de sacrificios del pueblo.
De modo similar, Dios había consagrado el Tabernáculo para
el sacrificio (Levítico 9:23,24), había mostrado su aprobación al
altar de David en la era de Ornán (1 Crónicas 21:26), e iba a
confirmar a Elías ante el pueblo como un auténtico profeta del
único verdadero Dios (1 Reyes 18). Tampoco tenemos que pensar
mucho para encontrar paralelos con el Nuevo Testamento; hubo
una voz del cielo en el bautismo de Jesús y después en su
transfiguración. En respuesta a la solicitud que le hizo Jesús de
glorificar su nombre, el Padre contestó “Lo he glorificado, y lo
glorificaré otra vez” (Juan 12:28). En respuesta a la oración de los
creyentes para poder para dar un audaz testimonio frente a las
amenazas de sus enemigos, leemos: “Cuando terminaron de orar,
el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos
del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios”
(Hechos 4:31).
En cada caso, y de una manera apropiada a cada época, Dios
confirmó palpable y esencialmente la misma verdad: “¡Yo estoy
presente aquí, precisamente como dije que estaría! Aquí es donde
ustedes me pueden encontrar; aquí es donde yo acepto sus
sacrificios de acción de gracias y alabanza. Cuando ustedes se
dirijan a mí en este lugar, yo los escucharé; cuando me invoquen
95
2 Crónicas 7:1-3

pidiendo ayuda, yo responderé sus peticiones. No es difícil


localizarme, aunque ustedes no me puedan ver.” Dios el Padre nos
dice a los que vivimos en la plena luz de Cristo: “¡Aquí está mi
Hijo! En toda su vida, en todo lo que él dijo, hizo y sufrió, ustedes
me ven y me conocen. Ustedes saben lo que pienso de ustedes, y
ven el amor que les tengo. Él es el sacrificio que quita la culpa del
mundo. Por medio de él toda la vida de ustedes es una ofrenda que
me agrada, y cualquier cosa que me pidan en su nombre, me
agrada dársela.”
Por esto sabemos que Dios está presente donde quiera que los
creyentes se reúnan alrededor de la Palabra y del sacramento y que
cuando invocamos el nombre de Dios, no estamos hablando al aire
sino al Dios que está. Por esto, en Cristo estamos tan seguros de
que nuestra vida le agrada a Dios. Nuestro querido Padre no quiere
que pasemos nuestro tiempo aquí en la tierra en una agonía
causada por la duda, con la incertidumbre de si él nos escucha,
inseguros en cuanto a si nuestra vida le agrada a él. La presencia
de Dios entre nosotros no es el resultado de nuestras grandes
esperanzas; Dios no se acerca a nosotros porque hayamos vivido
muy piadosamente y muy bien. La presencia de Dios no depende
de nuestro sentido de su cercanía; nuestros sentidos nos pueden
engañar; nuestras propias esperanzas aumentan y disminuyen, y
siempre estamos mucho más conscientes de nuestra propia
debilidad pecadora que del gran poder de Dios. Si de nosotros
dependiera, nunca podríamos estar seguros de la presencia de
Dios. Para que tengamos esa certeza, la voz celestial dice: “Aquí
está mi Hijo”, y en la más grande de todas las confirmaciones de
su amor, el Hijo fue levantado en una cruz para atraer a todos los
pueblos a él.
¿Qué más podemos pedir? ¿Qué más necesitamos? El Cristo
crucificado y resucitado a la gloria es la prueba más palpable de
su gran amor. Y entonces tenemos la certeza de que su presencia
está entre nosotros dondequiera que se pronuncia su palabra.

96
2 Crónicas 7:4-10

Todo el pueblo adora a Dios con sacrificios y cantos

4
Entonces el rey y todo el pueblo sacrificaron víctimas
delante de Jehová. 5 Y ofreció el rey Salomón en sacrificio
veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así, el rey y
todo el pueblo dedicaron la casa de Dios.
6
Los sacerdotes desempeñaban su ministerio, mientras los
levitas alababan a Jehová con los instrumentos de música
que el rey David había hecho para acompañar los cánticos a
Jehová, «porque su misericordia es para siempre»,
entonando los cánticos compuestos por David. Los
sacerdotes tocaban las trompetas delante de ellos, y todo
Israel se mantenía en pie.
7
También Salomón consagró la parte central del atrio que
estaba delante de la casa de Jehová, por cuanto había
ofrecido allí los holocaustos, y lo mejor de las ofrendas de
paz; porque en el altar de bronce que Salomón había hecho
no cabían los holocaustos, las ofrendas y las grasas.
8
Entonces hizo Salomón fiesta siete días, y con él todo
Israel, una gran congregación, desde la entrada de Hamat
hasta el arroyo de Egipto. 9 Al octavo día hicieron solemne
asamblea, porque habían hecho la dedicación del altar en
siete días, y habían celebrado la fiesta solemne por siete días.
10
Y a los veintitrés días del mes séptimo envió al pueblo a sus
hogares, alegres y gozosos de corazón por los beneficios que
Jehová había hecho a David y a Salomón, y a su pueblo
Israel.

Aquí, el cronista nos da una más de esas fotos de su álbum


titulado “La adoración de primera calidad”. Ya hemos visto
algunas de ellas (1 Crónicas 13–16; 29); más adelante veremos
otras. En esta especial y breve visión del antiguo Israel en
adoración, notamos la gran escala con la que se hacía todo. El
número de sacrificios es asombroso: “veintidós mil bueyes y
ciento veinte mil ovejas” (versículo 5). Esto excede todas las
97
2 Crónicas 7:4-10

cantidades similares que se mencionan en cualquier otra parte (1


Crónicas 29:21; 2 Crónicas 1:6; 29:32; 30:24). Sin embargo,
también es una cantidad que está completamente de acuerdo con
una fiesta que tenía el propósito de inaugurar la “Casa . . .
[edificada] . . . para quemar incienso” para el Señor (2:6).
Para acomodar estas de enormes cantidades, Salomón puso en
servicio el atrio del Templo “porque en el altar de bronce que
Salomón había hecho no cabían los holocaustos, las ofrendas y las
grasas” (versículo 7). Aquí vale la pena decir que no todos los
sacrificios eran “holocaustos”, que expresaban la devoción total
de los que iban a adorar al Señor. Este tipo de sacrificio se
quemaba completamente; en el otro tipo de sacrificio que se
menciona, “ofrendas de paz,” se consumía parte en el altar y los
participantes también comían otra parte. Así se expresaba el alegre
compañerismo que existía entre el creyente y Dios. Sin duda, una
de las razones para disponer tantos sacrificios también era para
asegurar que todos los que se habían reunido pudieran participar.
Los que se reunieron para dedicar el Templo conformaban una
gran multitud. Cuando la nación estaba en la cumbre de su poder
terrenal, “todo Israel” se reunió, “una gran congregación, desde la
entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto” (versículo 8). Esta
última expresión es una manera geográfica de decir: “de los
lugares más distantes de la tierra de Israel”. El cronista señala esto
no solo para indicar la grandeza de la ocasión, sino también para
mostrar que la dedicación del Templo unió a todo Israel en
adoración conjunta. No fue solo el rey el que ofreció sacrificios;
también lo hizo “todo el pueblo” (versículo 4).
También hubo varios detalles especiales en el acontecimiento.
Normalmente, la fiesta de los Tabernáculos duraba siete días;
comenzaba el día quince del mes séptimo y terminaba con una
asamblea especial el día veintidós (Levítico 23:34-36). Salomón
precedió estos días festivos con una semana de celebración
adicional que comenzó el día ocho del mes. Estos días anteriores
se apartaron para celebrar “la dedicación del altar” (versículo 9).
En efecto, Salomón duplicó el tiempo de la santa celebración en
98
2 Crónicas 7:4-10

el mes séptimo. Veremos una extensión similar del tiempo de la


fiesta en relación con la Pascua (“fiesta de los Panes”) de Ezequías
(30:23). El día de la Expiación (Levítico 16:29,30) también debió
haber interrumpido la primera semana de celebración, aunque el
cronista no lo menciona.
Además de hacer los sacrificios, Israel también adoraba al
Señor con música y canto. Los levitas usaban “los instrumentos
de música que el rey David había hecho para acompañar los
cánticos a Jehová . . . entonando los cánticos compuestos por
David” (versículo 6). Los levitas eran servidores que representaban
y guiaban a los demás en la adoración. Cuando alababan al Señor,
no lo hacían simplemente en su propio nombre sino en
representación del rey y del pueblo. Esto también se aplicaba a los
sacerdotes asignados para tocar las trompetas.
A pesar de su gran tamaño, esta gran asamblea estaba
ordenada. El punto del cronista es que los sacerdotes y los levitas
no abandonaron los papeles que se les asignaron, aunque era una
ocasión especial. Cada grupo siguió sirviendo en las
responsabilidades que Moisés y David les habían asignado. Los
sacerdotes ofrecieron los sacrificios y tocaron las trompetas. Los
levitas tuvieron el privilegio de guiar a toda la asamblea en la
música y en el canto, usando los instrumentos que David les había
diseñado. Los sacerdotes no envidiaban a los levitas; los levitas
no menospreciaban el ministerio de los sacerdotes. Ambos grupos
trabajaban juntos con amor conservando el buen orden.
El ánimo que prevaleció durante todos los quince días de
celebración se expresa en las palabras que describen el estado de
ánimo de la congregación después de que Salomón los despidió.
Todos estaban “alegres y gozosos de corazón por los beneficios
que Jehová había hecho a David y a Salomón, y a su pueblo Israel”
(versículo 10). El orden en la adoración no tiene que convertirse
en aburrimiento indiferente, tal como la espontaneidad en la
adoración no puede garantizar la alegría. ¡A veces resulta evidente
que una adoración es improvisada!

99
2 Crónicas 7:4-10

Aquí vemos la mano del cronista, por la manera en que repite


lo mismo de varias maneras. Los temas de la unidad, el orden y la
adoración ya se habían escuchado antes. También da la sensación
de “haber estado allí antes”, cuando oímos que los músicos levitas
ejercían el arte que había tenido su origen en la época de David.
No sólo aparecen repetidamente temas y tópicos, sino también
palabras y frases características: “su misericordia es para siempre”,
“desde la entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto”, “todo
Israel”, para mencionar unas cuantas. Como estamos en el punto
más importante del libro, probablemente es útil que recordemos
otra vez la razón de toda esta repetición.
Primero, el cronista se estaba asegurando de que se hicieran
algunas conexiones esenciales en las mentes de sus oyentes. Como
fue David, así fue Salomón: los dos fueron buenos reyes, cuya
devoción a la adoración había establecido el fundamento para las
generaciones futuras. Esas conexiones tenían el propósito de darles
a los que vendrían después, la firme certeza de que eran herederos
de una tradición antigua y sagrada ordenada por Dios mismo. Sin
embargo, la adoración a Dios en su Templo, restablecida tan
recientemente en la tierra de Judá, tenía raíces que se remontaban
muy atrás en el tiempo. Estaba fundada en la Palabra de Dios, es
decir, en lo que Dios había revelado por medio de Moisés y de
David sobre la manera de acercarse a él. Por esto, los de la
generación del cronista podían tener la seguridad de que todavía
eran el pueblo de Dios y que él, el Dios cuya misericordia es para
siempre, todavía era su Dios.
David y Salomón también servirían como el ideal y el modelo
que proponía el cronista de cómo debía ser el rey de Israel, en
cuanto se trataba de la adoración en la casa de Dios. Los reyes
futuros serían alabados o censurados dependiendo de si seguían o
no el ejemplo de David y de Salomón. Estos modelos que se
repiten son recursos que tiene el cronista para recalcar en nosotros
el hecho de que la historia del mundo no es una serie de
acontecimientos al azar sino más bien un río cuya corriente está
dirigida y guiada por Dios dentro de los cauces que él le escoge.
100
2 Crónicas 7:4-10

La meta final de Dios para este río es que fluya al océano que es
Cristo. Toda la Ley se cumple en él, todas las promesas se realizan
en él, toda la humanidad está representada en él, todos los pecados
son lavados en él, y todo el amor se encuentra en él.
Finalmente, el método de repetitivo del cronista señala que es,
tal vez, una forma un poco diferente de transmitir el conocimiento
religioso en comparación al que nos hemos acostumbrado. En el
occidente estamos acostumbrados a los bosquejos lógicos, a
preguntas con respuestas, a discursos en los que el tema se
establece abiertamente y donde nadie queda sin saber nada en
cuanto a todo su propósito. El método del cronista, algo que se
encuentra más comúnmente en las sociedades donde la fuerza de
la palabra oral es intensa, era sólo contar la historia, volverla a
contar, y después contarla otra vez. Sin embargo, al insistir en estos
temas, este artífice y maestro de los escritos sagrados (como
esperamos haber mostrado que el cronista es) gravó su idea en sus
lectores sin tener que decir jamás: “Este es el punto”.
Este método es diferente, y sin embargo no es verdaderamente
extraño para nosotros. En todos nuestros colegios comenzamos
enseñándoles a los niños los relatos básicos de la historia de la
Biblia. Nuestras escuelas dominicales siguen una serie regular de
historias bíblicas que describen la vida de Cristo y los eventos más
importantes del Antiguo Testamento. Cualquier pastor le puede
decir a usted lo difícil que es enseñarles las verdades más
abstractas del catecismo a niños que no han tenido una base firme
en esas (¿sencillas?) historias bíblicas. Piense en el pastor que
trabaja duro en su clase de confirmación; todos se esfuerzan por
entender el significado del pasaje “Cristo murió por los impíos”.
Ahora, vaya al cuarto contiguo y observe la cara impresionada de
los niños cuando oyen el relato de la pasión de nuestro Salvador
cuando el maestro de la escuela dominical lo cuenta con habilidad
y ternura. Quite la primera y usted destruye la base de la segunda.
Si sus alumnos no tienen una base firme en historia de la Biblia,
la presentación que el pastor hace de pasajes de la Biblia parecerá
sin vida, abstracta y hasta incomprensibles para sus oyentes. ¡Y
101
2 Crónicas 7:11-22

esto es verdad no porque le falte de capacidad del pastor sino


debido a la falta de bases esenciales en sus alumnos! La repetición
de estas historias bíblicas que hacen los maestros de la escuela
dominical y parroquial, y los padres cristianos en la casa, es
esencial para grabar en nuestros jóvenes las verdades que estas
contienen, y contribuye mucho para conformar a la identidad
cristiana del niño.
Tal vez todo lo que este escritor trata de hacer es subrayar uno
de los temas del cronista en esta sección: Si es usted maestro de la
escuela dominical, pastor, padre, madre, ¡nunca subestime la
importancia de su trabajo! Para el bienestar del pueblo de Dios, es
imprescindible que todos nos encontremos en nuestros “puestos”
en el templo de Dios (7:6).

La respuesta de Dios a la oración de dedicación de Salomón

11
Terminó, pues, Salomón la casa de Jehová, y la casa del
rey; y todo lo que Salomón se propuso hacer en la casa de
Jehová, y en su propia casa, fue prosperado. 12 Entonces
apareció Jehová a Salomón de noche y le dijo: «Yo he oído tu
oración, y he elegido para mí este lugar como Casa de
sacrificio. 13 Si yo cierro los cielos para que no haya lluvia, y
si mando a la langosta que consuma la tierra, o si envío
pestilencia a mi pueblo; 14 si se humilla mi pueblo, sobre el
cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se
convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los
cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra. 15 Mis ojos
estarán abiertos, y mis oídos atentos, a la oración que se
haga en este lugar; 16 pues ahora he elegido y santificado esta
Casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis
ojos y mi corazón estarán ahí para siempre. 17 Y si tú andas
delante de mí como anduvo tu padre David, haces todas las
cosas que yo te he mandado, y guardas mis estatutos y mis
decretos, 18 yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté
con David, tu padre, diciendo: “No te faltará uno de los
102
2 Crónicas 7:11-22

tuyos para que gobierne en Israel.” 19 Pero si vosotros os


volvéis, y dejáis mis estatutos y mandamientos que he puesto
delante de vosotros, y vais y servís a dioses ajenos, y los
adoráis, 20 yo os arrancaré de mi tierra que os he dado;
arrojaré de mi presencia esta Casa que he santificado a mi
nombre, y la haré objeto de burla y escarnio entre todos los
pueblos. 21 Y esta Casa que es tan excelsa, será espanto a todo
el que pase, de modo que dirá: “¿Por qué ha hecho así
Jehová a esta tierra y a esta Casa?” 22 Y se responderá: “Por
cuanto dejaron a Jehová, Dios de sus padres, que los sacó de
la tierra de Egipto, y han abrazado a dioses ajenos, y los
adoraron y sirvieron; por eso él ha traído todo este mal sobre
ellos.”»

El versículo 11 es la primera vez que el cronista menciona el


otro proyecto mayor de construcción de Salomón, el palacio real.
La sección que se encuentra en 1 Reyes donde se describe la
magnificencia de ese palacio (1 Reyes 7:1-11) no se menciona para
nada en este relato. El propósito editorial del cronista parece
bastante claro: está dispuesto a mantener la atención de sus lectores
concentrada en el Templo. Una comparación de las dos versiones
de la respuesta que Dios le dio a Salomón, la que se encuentra aquí
y la de 1 Reyes 9:1-9, lleva a una conclusión similar; aunque en la
mayoría de los casos las diferencias son cuestión de una o dos
palabras ocasionales, la forma que el cronista le da a este material
tiene el efecto de relacionar mucho más la oración de dedicación
de Salomón y la respuesta de Dios. De nuevo, el propósito es
mantener el relato centrado firmemente en el Templo.
El ejemplo más obvio de esto es la sección de los versículos
del 12 a 15, en la que encontramos mucho material que no se
menciona en 1 Reyes. Por una parte, Dios resume la esencia de la
oración de Salomón de una manera más completa; Dios incluso le
dio la forma a su respuesta siguiendo un modelo similar al que
utilizó Salomón: “Cuando haya [algún hecho del juicio de Dios]
y entonces [haya arrepentimiento, y el pueblo se vuelva a Dios por
103
2 Crónicas 7:11-22

su ayuda] entonces yo perdonaré y sanaré”. Además, en el


versículo 15, Dios continúa haciendo eco a las palabras exactas de
Salomón: “Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos, a la
oración que se haga en este lugar” (compare con 6:40).
Finalmente, la sección del versículo 19 al 22 se ha editado para
hacer que la amenaza de Dios se aplique al Templo de una forma
más exclusiva.
Al comienzo de su respuesta, Dios le asegura a Salomón que
desde luego él contestará las oraciones de su pueblo penitente
(versículos 13,14). Palabras como estas nos animan a llevarle
nuestras necesidades a Dios en oración. Por medio de la Palabra
entendemos que Dios nos oye pero no porque nuestras palabras
hayan sido arregladas hábilmente, ni porque estemos seguros de
que somos dignos de una audiencia con un Señor tan grande. Él
nos escucha porque lo ha prometido. Lutero una vez terminó una
oración diciendo: “Lo que me hace creer firmemente que [tu
respuesta a mi petición] será y permanecerá sí y amén, no es la
excelencia de mi oración sino la certeza de tu verdad.” *
La esencia del mensaje de Dios a Salomón se expresa
maravillosamente en el versículo 16: “He elegido y santificado
esta Casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis
ojos y mi corazón estarán ahí para siempre”. David y Salomón
habían trabajado muchos años para verlo construido, y la
característica esencial del Templo fue que Dios lo escogió como
el lugar para revelar su naturaleza misericordiosa (Deuteronomio
12:5-7). Dios también prometió que él siempre tendría su corazón
puesto en el Templo; aunque el edificio que se construyó a mano
desapareció hace mucho, la promesa de Dios no falló, de nuevo
escuchamos la propia voz de Dios en el Nuevo Testamento cuando
dice: “Éste es mi Hijo amado; a él oíd” (Lucas 9:35). En Cristo
encontramos el corazón misericordioso de Dios al descubierto.
¿Qué más tenía que hacer Dios para asegurarles a Salomón y
a su pueblo su amor fiel? Él se había aparecido una vez al joven
* Brokering, p. 18.

104
2 Crónicas 7:11-22

rey en Gabaón (1:7), dos veces en la nube de gloria en la


dedicación, y ahora una vez más en una visión en la noche.
¿Cuántas veces tiene Dios que demostrar su buena voluntad antes
de vencer la duda de una persona? ¿De cuántas maneras nos debe
buscar antes de que podamos ser encontrados? “Dios, habiendo
hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los
padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por
el Hijo. . . . es necesario que con más diligencia atendamos a las
cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 1:1,2;
2:1).
No encontramos los términos ley y evangelio en el Antiguo
Testamento de la forma como los conocemos en nuestras iglesias
luteranas. Sin embargo, las ideas que representan esos términos
están grabadas profundamente en cada página. Y así como en todas
las Escrituras, aquí también es importante distinguir entre la ley y
el evangelio. Notamos algunas promesas en la respuesta que Dios
le dio a Salomón, hechas de una manera absoluta, sin condición.
Estas son puro evangelio. Dios le dice al pueblo lo que hará por
ellos. Notamos otras promesas sujetas a condiciones, estas son
pura ley, Dios le dice al pueblo lo que espera de ellos, las
bendiciones que recibirán si obedecen y los castigos que les
sobrevendrán si desobedecen.
También es importante recordar que el pacto de Dios con
David (2 Samuel 7; 1 Crónicas 17) contenía elementos tanto de la
ley como del evangelio. En algunos aspectos del pacto que Dios
hizo con David renovó esa antigua promesa del evangelio que una
vez les había hecho a Adán y a Eva. Sólo vinculó esa promesa
específicamente a la casa de David. El Salvador nacería como un
rey del linaje de David. Con otras características de ese pacto, Dios
le aplicó la Ley mosaica al Israel que ahora se había establecido
en la tierra y había recibido un rey. Algunos de los términos que
Dios había usado podrían haber cambiado, pero la esencia natural
del pacto de ley no. “Si dais oído a mi voz, y guardáis mi pacto,
vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos” (Éxodo
19:5). ¡Ese si implica mucho!
105
2 Crónicas 7:11-22

Ya hemos considerado que el versículo 16 es un ejemplo


excelente de una promesa del evangelio, hecha sin condición. Pero
cuando tomemos en cuenta el resto de la sección dirigida primero
a Salomón y aplicada después a todos sus sucesores en el trono,
veremos la palabra clave si. La continuación de la dinastía terrenal
de Salomón dependía de su obediencia a la Ley de Dios (versículos
17,18). Si el reino israelita perduraba o no, dependía de la
obediencia y de la fiel adoración de Salomón y todos los que lo
sucedieran en el trono (versículos 19-22, el tú cambia al plural
vosotros). Las consecuencias de esa desobediencia se describen
claramente en el versículo 20: (1) Israel sería arrancada de la tierra
y (2) Dios abandonaría su Templo, aunque él lo había “santificado
a [su] nombre”.
En esta sección, el cronista ha dejado que Dios mismo nos dé
el bosquejo del resto de su libro. Israel y sus reyes serán infieles,
adorarán otros dioses y desobedecerán la Ley de Dios. Como
consecuencia, el rey y el Templo, el pueblo y la tierra todos
llevarán las señales de la ira de Dios. Algunos reyes llevarán a
Israel a humillarse en penitencia y a buscar nuevamente al Señor.
Dios escuchará y responderá sus súplicas de perdón y “[sanará] su
tierra” (versículo 14). Al final, Judá se degenerará a tal punto que
Dios arrancará al pueblo de su tierra y rechazará el Templo de
Salomón (versículo 20).
Las palabras finales de Dios que describen el Templo en su
estado de rechazo son especialmente reveladoras e intensas. Dios
dice que el rechazo de su Casa será tan completo, que se convertirá
en un proverbio de la destrucción total. Otras naciones la usarán
como una forma de burlarse de lo que vieron como una afirmación
pretenciosa de Israel de ser el pueblo escogido de Dios. El Templo
que ahora inspira admiración por su esplendor, después horrorizará
por su desolación. La gente preguntará por qué. La respuesta
vendrá: “Por cuanto dejaron a Jehová” (versículo 22). En este
pasaje hay solemnidad y tragedia que describe cabalmente la
necedad del pecado. Al buscar la verdad, la gente persigue
mentiras; crea un desierto desolado y lo llaman vida.
106
2 Crónicas 8:1-6

El cronista escribió estas palabras tanto para animar como para


advertir a su propia generación. El solo edificio del Templo no
garantizaba la seguridad y bienestar en la Tierra de Promesa. Con
la misma seriedad que Dios hizo su promesa de amor, pronunció
la amenaza contra los que despreciaran su amor al desobedecer la
Ley. De nuevo el escritor a los Hebreos lo enfatiza para nosotros,
los que conocemos a Cristo: “¿Cómo escaparemos nosotros, si
descuidamos una salvación tan grande?” (2:3).
Un aspecto central para interpretar los dos capítulos siguientes
es la pregunta de si el cronista todavía considera que su material
está directamente relacionado con la construcción de la casa del
Señor o no. En otras palabras, ¿está en primer plano aquí la
magnificencia de Salomón, el rey, o acaso el cronista resalta la
fidelidad de Salomón, el que construyó la casa del Señor? Tal vez
podamos resolver la diferencia viendo el capítulo 8 como todavía
relacionado con la terminación del proyecto del Templo que
Salomón llevó a cabo, mientras que el capítulo 9 subraya la
sabiduría y la grandeza del Ungido del Señor. En todo caso, por
ahora ya debemos saber que el Templo y su adoración nunca están
lejos de la mente de nuestro escritor.

Salomón en todo su esplendor

Esplendor del comercio y de la construcción de Salomón

2
8 Después de veinte años, durante los cuales Salomón
había edificado la casa de Jehová y su propia casa,
reedificó Salomón las ciudades que Hiram le había dado y
estableció en ellas a los hijos de Israel.
3
Después marchó Salomón contra Hamat de Soba, y la
tomó. 4 Y edificó a Tadmor en el desierto, y todas las
ciudades de aprovisionamiento que edificó en Hamat.
5
Asimismo reedificó a Bet-horón la de arriba y a Bet-horón
la de abajo, ciudades fortificadas, con muros, puertas y
barras; 6 a Baalat, y a todas las ciudades de avituallamiento
107
2 Crónicas 8:1-6

que pertenecían a Salomón; también todas las ciudades de


los carros y las de la gente de a caballo, y todo lo que
Salomón quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano, y en toda
la tierra sujeta a su dominio.

Desde el principio, el cronista nos ha descrito a Salomón como


un rey ideal y digno sucesor de David. Los dos capítulos finales
que describen el reino de Salomón no serán una excepción a esta
regla. Los versículos 1 a 6 describen a Salomón como el que
mantiene y extiende la tierra donde el Señor había puesto su
Templo. En esto lo compara favorablemente con David, por medio
de quien el Señor le dio descanso a Israel de sus enemigos (1
Crónicas 17:9; vea también Deuteronomio 12:10,11).
Muchos de los esfuerzos de Salomón los dedicó a la expansión
de Jerusalén, una ciudad que su padre había tomado (1 Crónicas
11:4-8). Salomón construyó su palacio en la misma colina que el
Templo, haciendo que éste colindara con los terrenos de la parte
sur del Templo. Los dos locales llegaron a ser un complejo de un
gran edificio que en total tomó 20 años para completarse (versículo
1).
El versículo 2 parece estar en desacuerdo con su paralelo en 1
Reyes, donde se nos dice que Hiram recibió de Salomón 20
ciudades en Galilea, y no que Hiram le dio ciudades a Salomón (1
Reyes 9:11). Se hizo el trato, de acuerdo con 1 Reyes, a causa de
lo que Salomón le debía a Hiram por todos elementos de
construcción que había recibido. El escritor de Reyes también nos
informa que Hiram no estaba muy complacido con lo que había
recibido en pago, y le dio el nombre de “Cabul” al lugar (1 Reyes
9:13), una palabra que podemos traducir libremente dándole el
significado de “como humo”. ¡Las ganancias que Hiram esperaba
se habían esfumado! La explicación más plausible a esta
“contradicción” es la que hace mucho tiempo dio el historiador
judío Josefo. En 2 Crónicas vemos que el negocio que se inició en
1 Reyes completó un círculo: Hiram le devolvió a Salomón las
ciudades que estimó que no valían nada; entonces Salomón
108
2 Crónicas 8:1-6

transformó el humo en sustancia al colonizar las ciudades con


israelitas. De nuevo, aquí el mayor deseo del cronista es resaltar
el papel de Salomón en la construcción y en la expansión del reino.
Salomón también consolidó la autoridad de Israel sobre las
rutas de comercio del Cercano Oriente (vea los comentarios en
1:14-17). Tenía que restablecerse el control sobre Hamat de Sobá,
que antes había sido conquistada durante el reinado de David
(compare el versículo 3 con 1 Crónicas 18:1-9). Se agregaron
fortificaciones a Tadmor, que era un oasis importante en la
carretera que iba por el desierto entre Israel y Mesopotamia.
También las dos ciudades, Bet-horón la de arriba y Bet-horón la
de abajo fueron reconstruidas con considerables fortificaciones
(versículo 5). Las dos ciudades estaban localizadas al noroeste de
Jerusalén, que protegían uno de los accesos a Jerusalén por el
occidente. El cronista eligió estos proyectos para mencionarlos

Hamat

Mar Río
Mediterráneo Éufrates

Tadmor

Bet-horón

Jerusalén

Ezión-geber y Elat

Mar Rojo

Las actividades de Salomón

109
2 Crónicas 8:7-10

especialmente, un puñado de ejemplos de la lista de “ciudades de


avituallamiento . . . las ciudades de los carros y . . . las de la gente
de a caballo” en los que Salomón tuvo que ver con su construcción.
La impresión general que se transmite a través de todo es que
Salomón fue el tipo de rey que construyó lo que quería, cuando
quería (versículo 6). Entonces la tierra disfrutó de reposo, y la Casa
del Señor estuvo bien protegida durante el reinado de Salomón.

El esplendor de la mano de obra de Salomón

7
A todo el pueblo que había quedado de los heteos,
amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos, que no eran de Israel,
8
cuyos descendientes habían quedado en la tierra después de
ellos, a los cuales los hijos de Israel no exterminaron del
todo, hizo Salomón tributarios hasta hoy. 9 Pero no empleó
Salomón a ninguno de los hijos de Israel en su obra; porque
eran hombres de guerra, oficiales, capitanes y comandantes
de sus carros, y de su caballería. 10 Y tenía Salomón
doscientos cincuenta gobernadores principales, los cuales
mandaban sobre aquella gente.

Además de su trabajo como rey guerrero, David había puesto


mucho esfuerzo en organizar su reino para la adoración. A los
levitas los dividieron de acuerdo a sus familias y clanes y les
asignaron responsabilidades específicas (1 Crónicas 23; 24:20–
26:32). A los sacerdotes los organizaron en 24 grupos para permitir
una rotación ordenada de los oficiantes en la adoración diaria (1
Crónicas 24:1-19). David también les dio al ejército y a los
funcionarios dirigentes las listas de sus responsabilidades y sus
tareas específicas (1 Crónicas 27). Nuestras ideas de que son
esferas separadas las actividades “religiosas” y las seculares” en
realidad no se aplican al antiguo Israel. En todas estas esferas de
actividad, los motivos de David eran religiosos; él quería tener un
reino organizado alrededor de la adoración del único verdadero
Dios.
110
2 Crónicas 8:7-10

En estos versículos y en los siguientes vemos como Salomón


siguió los pasos de su padre; mantuvo el buen orden que su padre
había establecido y lo extendió hasta donde era necesario. La tarea
que Salomón les dio a las tribus no israelitas que todavía vivían
en la tierra fue, como ya lo hemos visto, proveer la mano de obra
necesaria para sus proyectos de construcción (2:17,18). Al lector
se debe remitir a los comentarios que se hicieron allá para que
tenga un conocimiento más completo de estas tribus “que habían
quedado en la tierra”.
Otra razón por la que el cronista menciona estos pueblos es
para hacer el contraste entre la esclavitud de ellos y la gloriosa
libertad que disfrutaban los israelitas bajo el reinado de Salomón
(versículo 9). Los israelitas, lejos de ser esclavos de Salomón,
formaron su elite militar y gubernamental; de esta manera vemos
de nuevo a Salomón continuando el trabajo de su padre, utilizando
la estructura de organización que había heredado. Para los
creyentes de la época del cronista, estas palabras podrían haber
tenido el efecto de reforzar su valor y su fortaleza, ya que ahora
vivían en circunstancias muy empobrecidas. No había muchos
nobles, ni muchos poderosos, de la manera como el mundo
concebía el poder, entre el remanente que regresó a Israel. Sin
embargo, servían a su Dios y Rey. A fin de cuentas, esto hizo que
su servicio fuera invalorable.
Sin duda, también hubo en Israel muchos que leyeron estas
palabras mientras fueron esclavos en algún país extranjero. Su
espíritu debe haberse conmovido al oír acerca del tiempo en que
los israelitas, lejos de ser esclavos, habían estado en libertad para
servir a su propio rey en su propia tierra como “hombres de guerra,
oficiales, capitanes y comandantes de sus carros, y de su
caballería” (versículo 9). De forma más profunda, el apóstol Pablo
usa su visión del evangelio para transformar la baja condición de
un esclavo cristiano en el gran privilegio de servir al Señor, que
se convirtió en el esclavo de todos (Efesios 6:5-8); Filipenses 2:1-
11).

111
2 Crónicas 8:11

El hecho es que por causa de nuestra carne pecadora, todavía


estamos muy propensos a que nos impresionen los nombres, los
títulos y los honores, todo lo que resplandece en relación con el
poder terrenal. Si Dios permitiera que se nos quitara por un
momento la venda de los ojos para que pudiéramos ver a todos
como él nos ve, ¡qué extraño se vería todo! Allí podríamos notar
a esa abuela anciana que hace el esfuerzo de buscar en los
periódicos locales todos los pequeños triunfos de los niños de la
congregación. La podríamos ver cortándolos cuidadosamente y
regalándoselos el domingo a cada niño, junto con su simpática
sonrisa de felicitación. Al lado de ella podríamos ver a miles de
otros, sin nombre ni rostro, que se nos olvidan fácilmente ahora
porque “todo lo que hacen” son las tareas aparentemente
mundanas de la vida. Sin embargo, resplandecerán como las
estrellas porque la vida de cada uno fue, en efecto, una fiel ofrenda
diaria de alabanza a Jesús. Y respecto a todos los que hayan
resplandecido con tanto brillo antes, casi no lo notaríamos: su vida
parecería sin heroísmo, trivial y muy apegada a la tierra en
comparación.

El esplendor de la adoración de Salomón

Pureza en la adoración

Trasladó Salomón a la hija del faraón, de la Ciudad de


11

David a la casa que él había edificado para ella; porque dijo:


«Mi mujer no habitará en la casa de David, rey de Israel,
porque aquellas habitaciones donde ha entrado el Arca de
Jehová, son sagradas.»

Una señal de lo impresionante que había llegado a ser el rey


ungido del Señor a los ojos de las naciones paganas circundantes,
seguramente debió ser el hecho de que hasta una gran potencia
como Egipto se fijara en él y le prestara atención. En el mundo
antiguo del poder político, las naciones hacían alianzas unas con
112
2 Crónicas 8:11

El templo

Palacio real

Ciudad
de
David

La Jerusalén de Salomón

otras mediante el matrimonio. Aunque es cierto que un gobernante


como el faraón debió haber tenido muchas hijas, el hecho de que
le diera una a Salomón en matrimonio dice mucho del respeto que
tenía por el rey israelita y de su deseo de mantener relaciones
amistosas con Salomón.
Sin embargo, para el cronista las cuestiones del honor terrenal
eran secundarias en comparación con los asuntos de la pureza del
culto. Aprueba el pensamiento de Salomón de que no era correcto
que una esposa suya viviera “en la casa de David, rey de Israel,
porque aquellas habitaciones donde ha entrado el Arca de Jehová,
son sagradas”. El interés de Salomón por mantener pura y sin
mancha la adoración a Dios se igualaba al de David su padre. Aquí
vemos de nuevo lo cerca que estaba el palacio del rey al lugar de

113
2 Crónicas 8:11

adoración a Dios. Durante el gobierno de David, su padre, el Arca


se había puesto muy cerca de la casa de David en la antigua ciudad,
en un lugar que David había preparado para ella (1 Crónicas 15:1).
Pero las dos viviendas no sólo eran parte de un complejo material,
sino que también se consideraba que formaban parte de un
contexto espiritual. Si una era santa, la otra también lo era;
cualquier cosa que corrompiera a una corrompería a la otra.
Nuevamente, para nosotros los que crecimos con un “muro
divisorio de separación” entre la iglesia y el estado, ideas como
ésta pueden ser un poco difíciles de entender al principio. Sin
embargo, debemos recordar que Israel, el pueblo de Dios, no
funcionaba con la clase de división entre lo sagrado y lo secular
tan conocida para nosotros. Como hemos visto, el rey de Israel era
en gran medida el guía espiritual de su pueblo. Dios había escogido
a su familia mediante un pacto solemne para gobernar un pueblo
que no era de él, sino de Dios. Por lo tanto, el palacio de David
era parte del recinto sagrado donde había “entrado el Arca de
Jehová”. Con este motivo, Salomón hizo que su esposa se
trasladara del palacio a una residencia especial construida sólo para
ella. Ya no surgiría el tema de la impureza.
Tal vez aun más difícil de entender es por la qué a la hija del
faraón se le veía como una fuente de corrupción en el primer lugar.
El texto simplemente explica a que ella era “su esposa”. Mientras
que algunos han hablado de su origen gentil como el problema
principal, es más probable la consideración de que era mujer. En
la Ley de Moisés, Dios había hecho provisiones especiales para la
separación y purificación de las mujeres en las ocasiones en que
ellas eran “inmundas” Levítico 12. Recordamos que fue
especialmente en relación con el Arca que Dios había mostrado su
ira contra David. Él no había tomado las precauciones apropiadas
para mantener el Arca libre de cosas que la pudieran manchar (vea
1 Crónicas 13). David había aprendido esta lección (1 Crónicas
15:12-15), y ahora Salomón mantenía la preocupación que su
padre había mostrado en conservar pura la adoración de Israel.
También hay que tener presente que habían muerto personas como
114
2 Crónicas 8:12-16

resultado del descuido de David. Al trasladarla del palacio de


David, Salomón también demostraba el amor y cuidado que
cualquier hombre debe mostrar por su esposa.
Desde luego, no estamos bajo las leyes de la limpieza religiosa.
Sin embargo, sería un error pensar que Dios ha perdido en interés
en mantener su adoración pura y sin mancha. Las Escrituras
advierten a los cristianos en contra de corromperse por la
hipocresía y la doctrina falsa (Mateo 16:12; Lucas 12:1). Como
somos pueblo santo, Dios quiere que nos mantengamos puros,
evitando aprobar actos malvados o entregarnos a los malos
pensamientos. Éstos corrompen nuestra adoración a él y hacen que
la profesión de amor del uno por el otro se vuelva sin sentido (1
Corintios 5:5-7).

Orden en la adoración

12
Entonces ofreció Salomón holocaustos a Jehová sobre el
altar de Jehová que él había edificado delante del pórtico;
13
los ofreció según el rito de cada día, conforme al
mandamiento de Moisés, en los sábados, las nuevas lunas, y
en las fiestas solemnes, tres veces al año, esto es, en la fiesta
de los Panes sin levadura, en la fiesta de las Semanas y en la
fiesta de los Tabernáculos.
14
También estableció los turnos de los sacerdotes en sus
oficios, conforme a lo ordenado por David, su padre, a los
levitas en sus cargos, para que alabaran y ministraran
delante de los sacerdotes, según el rito de cada día; asimismo
los porteros, según su orden, en cada puerta; porque así lo
había mandado David, hombre de Dios. 15 No se apartaron
del mandamiento del rey en cuanto a los sacerdotes, los
levitas, los tesoros, y todo otro negocio; 16 porque toda la
obra de Salomón estaba preparada desde el día en que se
pusieron los cimientos de la casa de Jehová hasta que fue
terminada, hasta que la casa de Jehová fue acabada
totalmente.
115
2 Crónicas 8:12-16

La adoración de Salomón en el gran día de la dedicación no


fue flor de un día. Aquí el cronista nos dice que fue el comienzo
de un orden regular y continuo de la adoración en el Templo. En
el tiempo de Salomón, la adoración en el Templo se realizó
apropiadamente (“conforme al mandamiento de Moisés”,
“conforme a lo ordenado por David, su padre”), en el momento
apropiado (“en su día”, “en las fiestas solemnes, tres veces al
año”), por las personas apropiadas (“sacerdotes, en sus oficios, .
. . [y] los levitas . . . para que alabaran y ministraran delante de los
sacerdotes”). No se pasó por alto ninguno de las estipulaciones de
su padre David. Los porteros fueron nombrados y asignados en
turnos a sus diversos puestos (versículo 14; vea también 1
Crónicas 26:1-19). Hasta el asunto de los tesoros del Templo
recibió la cuidadosa atención de Salomón (versículo 15; vea
también 1 Crónicas 26:20-28). El plan de David para la adoración
en la casa de Dios se llevó a cabo fielmente en todos los detalles
(versículo 15).
De esta forma Salomón cumplió su misión en la vida, una
misión que Dios le había dado hacía mucho tiempo por medio de
su padre David: “Jehová te ha elegido para que edifiques Casa para
el santuario. . . . no temas ni desmayes, porque Jehová Dios, mi
Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que
acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová” (1
Crónicas 28:10,20). Dios había cumplido su palabra a su pueblo.
“La casa de Jehová fue acabada totalmente” (versículo 16).
Salomón, el cumplidor, había cumplido su tarea.
En la carta a los Efesios, el apóstol Pablo nos da una visión de
la iglesia, el santo templo que su Hijo está en el proceso de
construir (Efesios 2:21,22), desde la perspectiva de Dios.
Podemos estar seguros de que los planes salvadores de Dios para
su iglesia no fracasarán, ya que están enraizados en su voluntad
desde la eternidad y se establecieron mediante un pacto que fue
sellado con la sangre de su Hijo. Esta sagrada y gran misión la
llevan a cabo a lo largo del tiempo otros hijos e hijas del rey. En
cada generación él les confía su evangelio. Algunas veces parece
116
2 Crónicas 8:17-18

increíble pensar que Dios les pueda dar una tarea importante y un
mensaje tan precioso a pecadores pobres y frágiles como usted y
como yo. Sin embargo lo hace. Y no llevamos a cabo ese trabajo
mirando ociosamente al cielo (Hechos 1:11). No lo terminamos
simplemente diciendo hermosas palabras de dientes para fuera y
haciendo mucha bulla una vez al año en algún domingo dedicado
a las misiones. Se completará sólo mediante el servicio consistente
y fiel, llevado a cabo día tras día por miles y miles de su pueblo.
Así sucedió con el templo de Salomón. Dios nos ha dado la visión
de nuestra meta por medio de libros como 2 Crónicas y Efesios.
Nos ha asignado a cada uno nuestro propio puesto especial. Ahora
nos encarga que “[nos esforcemos, hagamos la obra]” (1 Crónicas
28:10), seguros del poder de quien no nos abandonará ni nos
dejará.

“La riqueza de las naciones es de él”

17
Entonces Salomón fue a Ezión-geber y a Elot, a la costa
del mar en la tierra de Edom. 18 Porque Hiram le había
enviado, por medio de sus siervos, naves y marineros
diestros en el mar, los cuales fueron con los siervos de
Salomón a Ofir, y tomaron de allá cuatrocientos cincuenta
talentos de oro, y los trajeron al rey Salomón.

A pesar de la división del libro en capítulos, parece probable


que el cronista tuviera la intención de que estas palabras ayudaran
a facilitar nuestra transición de pensamientos de la adoración a
pensamientos acerca del rey. Él está a punto de mostrarnos a
“Salomón en todo su esplendor”. El relato de un viaje en busca de
oro mira hacia ese futuro esplendor que está por revelarse. Sin
embargo, también echa una mirada hacia atrás a la vida centrada
en la adoración. La última vez que el cronista mencionó el oro de
“Ofir” (versículo 18), hablaba de como David había acumulado
tres mil talentos para utilizarlo en la casa de Dios (1 Crónicas
29:4). La mención del oro también nos recuerda la generosidad de
117
2 Crónicas 9:1-12

Salomón al utilizarlo cuando construyó el Templo (3:5-14).


Tal vez no es demasiado deducir de esto que el cronista no está
de ninguna manera interesado en glorificar a los seres humanos
mediante cuentos largos e increíbles llenos de búsquedas heroicas,
hechos desgarradores y fortunas fabulosas perdidas y ganadas. En
cambio, nos cuenta todo lo que Salomón hizo para la casa del
Señor, y nos muestra cómo el Señor engrandeció a Salomón por
causa de su pueblo Israel (9:8).
El cronista ya nos ha presentado a Salomón como un príncipe
comerciante (vea 1:14-17 y el comentario). Aquí nos enteramos
de que sus proyectos comerciales con Hiram también se
extendieron hacia el sur y aún se lanzaron por mar. Construyó
puertos y fortalezas en Ezyón-géber, que se encuentra en el
extremo norte del golfo de Acaba (vea el mapa incluido en el
comentario a 8:1-6). Esto tuvo como consecuencia que Salomón
tuviera acceso a las ricas rutas comerciales que conducían a África
y al sur de Arabia y tal vez hasta se extendían tan lejos como la
India. El nombre Ofir sigue siendo un enigma; tal vez este también
lo fue para los primeros lectores del cronista. En todo caso, pudo
haberles transmitido un sentido de misterio y de gran riqueza,
maravillando a sus lectores al reflexionar sobre la dimensión de
la influencia de Salomón en la época dorada de Israel.

La reina del sur da testimonio del rey escogido por Dios

9 Cuando la reina de Sabá oyó hablar de la fama de


Salomón, fue a Jerusalén con un séquito muy grande,
con camellos cargados de especias aromáticas, oro en
abundancia, y piedras preciosas, para probar a Salomón con
preguntas difíciles. Luego que llegó ante Salomón, le dijo
todo lo que tenía en su corazón. 2 Pero Salomón le respondió
a todas sus preguntas, y nada hubo que Salomón no le
contestara. 3 Al ver la reina de Sabá la sabiduría de Salomón,
la casa que había edificado, 4 los manjares de su mesa, las
habitaciones de sus oficiales, el aspecto de sus criados y los
118
2 Crónicas 9:1-12

vestidos de ellos, sus coperos con sus vestidos, y la escalinata


por donde se subía a la casa de Jehová, se quedó asombrada.
5
Y dijo al rey: «Verdad es lo que había oído en mi tierra
acerca de tus cosas y de tu sabiduría; 6 pero yo no creía las
palabras de ellos, hasta que he venido, y mis ojos han visto.
En realidad, ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría
me había sido dicha, pues tú superas la fama que yo había
oído. 7 Bienaventurados tus hombres y dichosos estos siervos
tuyos que están siempre delante de ti y oyen tu sabiduría.
8
Bendito sea Jehová, tu Dios, el cual se ha complacido en ti,
colocándote sobre su trono como rey para Jehová, tu Dios;
por cuanto tu Dios amó a Israel, para afirmarlo
perpetuamente, por eso te ha puesto como rey sobre ellos,
para que hagas juicio y justicia.»
9
Y dio al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de
especias aromáticas y piedras preciosas; nunca hubo tales
especias aromáticas como las que dio la reina de Sabá al rey
Salomón.
10
También los siervos de Hiram y los siervos de Salomón,
que habían traído el oro de Ofir, trajeron madera de sándalo
y piedras preciosas. 11 Con la madera de sándalo el rey hizo
gradas en la casa de Jehová y en las casas reales, y arpas y
salterios para los cantores; nunca en la tierra de Judá se
había visto madera semejante.
12
El rey Salomón le dio a la reina de Sabá todo lo que ella
quiso y le pidió, más de lo que ella había traído al rey.
Después ella se volvió y regresó a su tierra con sus siervos.

Este notable capítulo presenta a la perfección la imagen


idealizada de Salomón que tenía el cronista. Está ausente toda
referencia a sus muchas esposas y a su idolatría; han desaparecido
las referencias a un espíritu de rebeldía en el trabajo entre las
naciones que estaban sometidas a él y aun entre su propio pueblo
Israel (1 Reyes 11). En cambio, vemos en forma de bosquejo a un
rey que atrae a las naciones vecinas hacia el brillo de su ascenso
119
Salomón y la reina de Sebá

120
2 Crónicas 9:1-12

al trono (versículos 5,6,23; vea también Isaías 60). Vemos un rey


a quien las naciones vienen a traerle regalos y, sin embargo, llevan
con ellos más de lo que trajeron (versículos 9,12,23,24; vea
también Mateo 2:11; Lucas 10:23,24). Vemos a un rey cuya
riqueza, sabiduría y gobierno justo lo pusieron en una categoría
única (versículos 6-9,11,19,22,27; vea también Isaías 9:7). En
realidad, el cronista les ha dibujado a sus lectores una imagen del
Rey Mesías, usando detalles históricos tomados de la vida de
Salomón. Aunque hay muchos textos paralelos que se pudieron
haber usado con este propósito, interpolaremos a través de todo
este comentario al capítulo lecturas de uno de los salmos
mesiánicos, escogido debido a sus impresionantes similitudes.
“Por cuanto . . . has pedido . . . sabiduría . . . para gobernar a
mi pueblo, . . . sabiduría y ciencia te son dadas; y también te daré
riquezas, bienes y gloria, como nunca tuvieron los reyes que
fueron antes de ti, ni tendrán los que vengan después de ti”
(1:11,12). Esto le prometió Dios a Salomón; y en el capítulo 9
vemos que se cumplen cada una de estas palabras. Salomón fue
un rey tan sabio en su gobierno, tan glorioso en su riqueza que no
tenía comparación. Su persona y su corte superaron lo que al
principio a la reina le había parecido sólo rumores muy exagerados
(versículo 6).
Será su nombre para siempre;
Se perpetuará su nombre mientras dure el sol
(Salmo 72:17).
La misma reina de Sabá venía de un país que no sufría
necesidades. Sabá, ubicada en el extremo sur de la Península
Arábiga, era en sus perspectivas una tierra mucho más feliz que
las regiones áridas del interior. Mediante una astuta administración
comercial, Sabá se había hecho famosa por su riqueza en oro,
especias y resinas aromáticas. Probablemente sólo es una
especulación para los eruditos si la reina había ido, en parte, para
hacer una negociación comercial con Salomón. Lo cierto es que
ella había escuchado en su propio país sobre “[los] triunfos y …
[la] sabiduría (NVI) de Salomón y tuvo el deseo de hacer el largo
121
2 Crónicas 9:1-12

y duro viaje para averiguar si lo que había escuchado era cierto


(versículos 5,6). Jesús usó esta buena voluntad de ella como un
punto notable de contraste con la terquedad de los fariseos de su
tiempo. Ella había venido “de los confines de la tierra” para oír
atentamente a Salomón. Los fariseos cerraron sus oídos al que
estaba entre ellos mismos, aunque era mucho más grande que
Salomón (Mateo 12:42).
Lo que ella presenció la sorprendió tanto que la dejó
asombrada (versículos 3,4). Al alterar ligeramente las palabras de
Julio César, podríamos decir de ella: “Venit, vidit, victa est. Ella
vino, vio y fue conquistada”. Ninguna de sus agudas preguntas
causó en Salomón ninguna dificultad en absoluto (versículo 2).
Ella vio cómo la mente de él había producido la belleza y al orden,
la abundancia entre su pueblo, y al esplendor en las ofrendas de él
a Dios (versículos 3,4). Ella dio su testimonio: “Bendito sea
Jehová, tu Dios, el cual se ha complacido en ti colocándote sobre
su trono como rey para Jehová, tu Dios; por cuanto tu Dios amó a
Israel, para afirmarlo perpetuamente, por eso te ha puesto como
rey sobre ellos, para que hagas juicio y justicia” (versículo 8).
Notamos que su alabanza no se concentra en Salomón, sino
en el Dios de Salomón. ¡El reino es del Señor (vea 1 Crónicas 28:5;
29:11)! Es su trono y su gobierno. Salomón, para decirlo así, actúa
solo como el regente de Dios. Escoger a alguien como Salomón
para que fuera su representante es una señal del amor de Dios para
Israel. El propósito de Dios para Israel, al enviar este rey, es
sostenerlos para siempre, y crear por medio de él un dominio en
el que prevalezca lo que es recto y justo. En la época en la que la
casa de David se estaba derrumbando por el peso de su propio
pecado (y arrastrando a Judá con ella), Jeremías previó el tiempo
en que el Señor “[levantará] a David renuevo justo, y reinará como
Rey, el cual será dichoso y actuará conforme al derecho y la
justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará
confiado; y este será su nombre con el cual lo llamarán: Jehová,
justicia nuestra” (Jeremías 23:5,6).

122
2 Crónicas 9:1-12

Todos los sueños que alguna vez haya tenido una persona de
crear un cielo aquí en la tierra han terminado en el fracaso más
triste. Más que solo fracasos, algunos de los peores horrores de
este siglo se han perpetrado con la esperanza de hacer una sociedad
nueva, un lugar donde puedan prevalecer los sueños humanos de
justicia y equidad. Pregunten a los esqueletos vivos que salen
arrastrándose de los campos de concentración, qué tan justo fue el
reino de mil años de Hitler. Deténgase por un momento en las fosas
comunes en donde están sepultadas miles de las víctimas de Stalin,
asesinadas para lograr el “paraíso obrero”. Aun menores
esperanzas de solo refrenar el caos y de poner límites al mal han
tenido el precio de muchos campos “donde crecen las amapolas y
las cruces de madera están en fila una tras otra”. Eso es suficiente
para hacernos salir corriendo en busca de protección cuando en
cualquier momento alguien se levanta “por el pueblo” a hacer
promesas que nunca cumplirá. Es suficiente para hacernos agachar
la cabeza en un gesto de completa desesperación.
Sin embargo, el reino todavía es del Señor. Y él todavía va por
los corredores del poder, logrando sus propósitos. Todavía nos
insta a orar por el bien de estos barrios donde vivimos mientras
esperamos aquí en exilio (Jeremías 29:7). Mucho más que esto: él
nos envió al Rey Justo, de quien el cronista y Jeremías escribieron.
Vino con una gloria muy escondida, humilde y cabalgando sobre
un asno. Su trono en la tierra fue una rústica cruz de madera;
cuando estuvo en el Gólgota, tuvo compasión de los centenares
que lo maltrataban, de las docenas que estaban horrorizados y de
un ladrón agonizante que creyó en él. Con su muerte quitó nuestro
pecado y todas sus dolorosas consecuencias. Ganó para nosotros
un lugar en la ciudad donde la muerte está abolida, donde el mal
ha sido quitado y el propio esplendor de Dios es toda la luz que
siempre necesitaremos (Apocalipsis 21).
Él juzgará a tu pueblo con justicia
y a tus afligidos con rectitud.
Los montes llevarán paz al pueblo,
y los collados justicia.
123
2 Crónicas 9:13-28

Juzgará a los afligidos del pueblo,


salvará a los hijos del menesteroso
y aplastará al opresor.
De engaño y de violencia redimirá sus almas,
y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.
Benditas serán en él todas las naciones;
Lo llamarán bienaventurado.
(Salmo 72:2-4,14,17b)

El resumen de la riqueza de Salomón

13
El peso del oro que recibía Salomón cada año, era
seiscientos sesenta y seis talentos de oro, 14 sin contar lo que
traían los mercaderes y negociantes; todos los reyes de
Arabia y los gobernadores de la tierra traían oro y plata a
Salomón.
15
Hizo también el rey Salomón doscientos escudos de oro
batido, cada uno de los cuales tenía seiscientos siclos de oro
labrado; 16 asimismo trescientos escudos de oro batido,
teniendo cada escudo trescientos siclos de oro; y los puso el
rey en la casa «Bosque del Líbano».
17
Además, el rey hizo un gran trono de marfil y lo recubrió
de oro puro. 18 El trono tenía seis gradas, un estrado de oro
fijado al trono, brazos a uno y otro lado del asiento, y dos
leones que estaban junto a los brazos. 19 Había también allí
doce leones sobre las seis gradas, a uno y otro lado. Jamás
fue hecho trono semejante en reino alguno.
20
Toda la vajilla del rey Salomón era de oro, y toda la
vajilla de la casa «Bosque del Líbano», de oro puro. En los
días de Salomón la plata no era apreciada. 21 Porque la flota
del rey iba a Tarsis con los siervos de Hiram, y cada tres
años solían venir las naves de Tarsis trayendo oro, plata,
marfil, monos y pavos reales.
22
El rey Salomón superó a todos los reyes de la tierra en
riqueza y en sabiduría. 23 Y todos los reyes de la tierra
124
2 Crónicas 9:13-28

procuraban ver el rostro de Salomón, para oír la sabiduría


que Dios le había dado. 24 Cada uno de estos le llevaba un
regalo: alhajas de plata, alhajas de oro, vestidos, armas,
perfumes, caballos y mulos, todos los años.
25
Tuvo también Salomón cuatro mil caballerizas para sus
caballos y carros, y doce mil jinetes, los cuales puso en las
ciudades de los carros, y en Jerusalén, junto al rey.
26
Tuvo dominio sobre todos los reyes desde el Éufrates
hasta la tierra de los filisteos y hasta la frontera de Egipto.
27
Acumuló el rey tanta plata como piedras había en
Jerusalén, y cedros como higueras hay en la Sefela. 28 Traían
también caballos para Salomón, de Egipto y de todos los
países.

Aquí el énfasis claro está en la enorme riqueza de Salomón.


El cronista se explaya con tierno cuidado enumerando las riquezas
del rey, tratando de darnos un sentido de ellas mediante la
abundancia de los detalles y la repetición. Por ejemplo la palabra
“oro” se repite 13 veces. Además, parte del vocabulario que el
cronista usa tiene un toque exótico. Las palabras para “monos” y
“pavos reales” en el versículo 21 se encuentran tan pocas veces en
la antigua literatura hebrea que los traductores no están seguros de
cómo traducirlas. En la sección anterior, la palabra para la madera
de sándalo importada a Israel también se encuentra dentro de esta
misma categoría (versículos 10,11). Era tan extraña que el hebreo
no tenía palabra para ella; la palabra que utilizaron venía de otro
idioma. La frase “la flota del rey iba a Tarsis” sugiere tierras muy
lejanas y lugares distantes. Tarsis estaba en España, el lugar más
lejano que un israelita antiguo se pudiera imaginar.
Además de su vocabulario, el cronista tiene otros instrumentos
que usa para hacer comprender la fabulosa riqueza de Salomón.
Pensemos en lo que nos dice sobre cómo el rey mostró su tesoro.
Hizo elaborar escudos decorativos, los grandes hechos de oro
martillado y los más pequeños enchapados en oro. Había
construido un extraordinario trono adornado con marfil, y hasta
125
2 Crónicas 9:13-28

los artículos corrientes de la casa y las copas para beber eran de


oro. Al revés del proverbio, parece que la mayor parte de lo que
resplandecía en el reino de Salomón era el oro. Las cantidades
correspondientes se enfatizan tanto numérica (versículos 13-16)
como comparativamente. La prosperidad de Jerusalén era tan
grande que la plata llegó a ser tan común como las “piedras”
(versículo 27), hasta perder su condición de metal precioso
(versículo 20). Finalmente, el cronista señala las diversas fuentes
de las riquezas de Salomón. Lejos de depender de una sola fuente,
parte de su riqueza provenía de sus propios proyectos comerciales
(versículo 21), y parte provenía de aranceles que les imponía a los
comerciantes que utilizaban las principales rutas de comercio que
entrecruzaban la tierra (versículo 14), mientras que el resto
provenía de regalos y tributos (versículos 14,24).
En todo esto, uno de los propósitos principales del cronista es
mostrar la riqueza de bendiciones que vienen al pueblo de Dios
cuando el rey y el pueblo están unidos en la búsqueda de la justicia.
Para expresarlo de otra manera, esta imagen de la época dorada
no tiene el propósito de evocar la nostalgia sino más bien de
inspirar el celo por la justicia en un pueblo que había conocido
circunstancias más pobres. Cuando los tiempos son difíciles, las
preocupaciones terrenales suelen desplazar las cosas que son
verdaderamente importantes. El cronista está diciendo: “Buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas” (Mateo 6:33).
Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada;
como el rocío que destila sobre la tierra.
Florecerá en sus días justicia
y abundancia de paz, hasta que no haya luna.
Vivirá, y se le dará del oro de Sabá,
y se orará por él continuamente;
todo el día se le bendecirá.
Será echado un puñado de grano en la tierra,
en las cumbres de los montes;
su fruto hará ruido como el Líbano;
126
2 Crónicas 9:13-28

los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra.


(Salmo 72:6,7,15,16)
“El rey Salomón superó a todos los reyes de la tierra en riqueza
y en sabiduría…Tuvo dominio sobre todos los reyes desde el
Éufrates hasta la tierra de los filisteos, y hasta la frontera de
Egipto” (versículos 22,26). Más que ningún otro, estos dos
versículos resumen la esencia del mensaje del cronista. Salomón,
el rey que construyó el Templo, fue supremo en riqueza, en
sabiduría y en poder. No hubo otro rey que se pudiera comparar
con él, no solo en Israel sino en toda la tierra. Él había extendido
las fronteras de la Tierra Prometida a sus límites ideales, como
Dios le había dicho a Abram muchos años antes: “Hizo Jehová un
pacto con Abram, diciendo: ‘A tu descendencia daré esta tierra,
desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates” (Génesis
15:18). Mediante descripciones como estas, el cronista mantiene
viva en su pueblo la esperanza de que un día vendrá el Mesías.
¡Dominará de mar a mar,
y desde el río hasta los confines de la tierra!
Será su nombre para siempre;
Se perpetuará su nombre mientras dure el sol.
Benditas serán en él todas las naciones;
lo llamarán bienaventurado.
(Salmo 72:8,17)

Algunas reflexiones finales sobre la descripción


del cronista del rey ideal de Israel

El cuadro completo de Salomón ahora está en la galería donde


se exhiben las pinturas de los buenos reyes de Israel. El retrato de
David es el único parecido que está colgado hasta ahora. Estos dos
primeros siempre tendrán un lugar de honor. Nadie que venga
después de ellos jamás los podrá igualar en la nitidez de los
detalles ni en la profundidad del tratamiento. Algunos serán aptos
sólo para tener parte de su vida conmemorada en estas paredes,
mientras que otros no aparecerán en absoluto. De aquí en adelante,
127
2 Crónicas 9:13-28

el cronista medirá a los otros reyes en términos de las cualidades


que él nos ha mostrado tanto en David como en Salomón: ¿Son
fieles a la Ley del Señor? ¿Honran y apoyan el ministerio de los
profetas, sacerdotes y levitas? ¿Son fieles a la adoración del único
verdadero Dios en la Casa de él y guían a Israel para que se una a
ellos en esa adoración? Quienes lo hacen serán bendecidos como
Salomón y David. Los que no, aprenderán rápidamente a fuerza
de golpes que Dios nadie se burla.
Sin embargo, ¿qué podemos decir de la imagen del Mesías que
hemos visto prefigurada en estos dos reyes? Tal vez algunos de
ustedes se han estado preguntando cómo una imagen tan terrenal
puede corresponder a un Rey tan espiritual. En realidad, si se
piensa un poco, parece que muchos de los detalles se oponen a la
realidad que se encuentra en Cristo (Colosenses 2:17). Salomón
era incomparablemente rico y llevó una vida lujo fabuloso; pero
¿qué vemos en Jesús? Él dijo de sí mismo: “Las zorras tienen
guaridas; y las aves de los cielos nidos; pero el Hijo del hombre
no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58).
Las palabras de Jesús, aunque asombraron a sus
conciudadanos, llevaron a muy pocos de ellos a la fe (Lucas 4:22-
30). Durante un tiempo muchos lo consideraron sabio; sin
embargo, al final la mayoría de ellos “volvieron atrás, y ya no
andaban con él”. La sabiduría que él hablaba era muy dura de
escuchar (Juan 6:60,66), y con frecuencia su mensaje despertaba
más bien la furia de sus oyentes que su admiración. Sus seguidores
no eran los poderosos, los nobles, los ricos, los sabios. Su grupo
leal estaba formado por pescadores y cobradores de impuestos,
mujeres que antes habían sido prostitutas y personas comunes.
Podríamos decir que tuvo tumba de hombre rico, como la de
Salomón, pero solo después de haber muerto como esclavo en la
cruz.
Debemos recordar que el Antiguo Testamento fue un tiempo
en el que Dios trató a su pueblo como niños y menores (Gálatas
3:23,24; 4:1). Ésta es sólo otra forma de decir que él se adaptó a
un modo de pensar que todavía era inmaduro y no estaba
128
2 Crónicas 9:13-28

desarrollado por completo. Usó las estructuras formales, externas,


de un reino terrenal visible. Trabajó con una nación que se definía
por la raza como por la fe, una nación con su propia tierra especial,
sus propios reyes, costumbres, adoración y código de leyes dados
por Dios.
Sin embargo, esto no quiere decir que el pueblo no anhelaba
un Salvador espiritual ni que no pusiera su confianza en el
Prometido que lo liberaría del pecado y de la muerte. La imagen
del Mesías que recibimos de Salomón y David no es la única que
tenemos en el Antiguo Testamento; Dios también les habló de un
Siervo que sufre, que no tendría belleza ni majestad para atraer al
pueblo a sí mismo, que moriría solo y abandonado (Salmo 22;
Isaías 53). Todo esto lleva a la conclusión de que el pueblo de Dios
del Antiguo Testamento se salvó precisamente de la misma manera
que nosotros (Juan 8:56).
No obstante, podemos aprender de la presentación que hace el
cronista acerca de David y de Salomón que el pueblo de antes de
la venida de nuestro Señor por lo común hablaba y pensaba de las
realidades del Nuevo Testamento en términos del Antiguo
Testamento. Cuando Cristo vino, no sólo cambió el idioma de
Israel sino todas las lenguas, y el pensamiento normal de todo el
mundo se trasformó. Entonces, por medio del Espíritu, llegamos
a entender plenamente la verdad de la sabiduría de Dios, una
sabiduría que a los seres humanos les parece locura. Por la fe
llegamos a ver el poder divino de Jesús que parecía haber sido
vencido por su aparente debilidad humana. Nos conmovió la
belleza de nuestro Salvador que vimos precisamente entonces
cuando su rostro estaba muy cruelmente afectado por el
sufrimiento. En resumen, por gracia, mediante la fe,
comprendimos plenamente la belleza, el poder y la sabiduría de la
cruz (1 Corintios 1,2).
Estas antiguas imágenes también tienen el propósito de
decirnos, así como el cronista tenía la intención de que estas le
dijeran a su propio pueblo, que lo mejor está aun por venir. Las
promesas no se han cumplido en toda su perfección, al menos no
129
2 Crónicas 9:29-31

de una forma que podamos ver ahora. Pero un día las veremos.
Jesús volverá, no como el Siervo que sufre, sino como el Señor de
gloria. Quitará estas sombras que oscurecen nuestra visión, retirará
el velo que cubre a la humanidad y le pondrá fin al reino oscuro
de la muerte. Entonces toda rodilla se doblará ante él y toda lengua
confesará que él es el Señor. “Lo dilatado de su imperio y la paz
no tendrán límite sobre el trono de David . . . disponiéndolo y
confirmándolo en juicio y en justicia . . . para siempre” (Isaías 9:7).

La muerte de Salomón

Los demás hechos de Salomón, los primeros y los últimos,


29

¿no están todos escritos en los libros del profeta Natán, en la


profecía de Ahías, el silonita, y en la profecía del vidente
Iddo acerca de Jeroboam hijo de Nabat? 30 Reinó Salomón en
Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años. 31 Y durmió
Salomón con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de
David, su padre. Reinó en su lugar Roboam, su hijo.

Aquí se encuentra un recordatorio más de que Salomón


todavía no era el perfecto cumplimiento del Rey Justo, prometido
por Dios. “Reinó Salomón . . . cuarenta años. Y durmió Salomón
con sus padres, y lo sepultaron” (versículos 30,31). Aquí termina
su historia, hasta que vuelva el que fue crucificado, muerto,
sepultado y resucitado.
También notamos aquí la diferencia que existe entre la historia
de Israel y las historias de las otras naciones. Los curiosos o los
que entendían la política escribieron la historia de los griegos; los
nobles senadores romanos escribieron la historia romana; las
historias modernas las escriben los eruditos destacados. Pero los
profetas y videntes (versículo 29) escribieron los anales de Israel.
Ellos no solo vieron lo que sucedió; sino entendieron lo qué
significaba.

130
PARTE IV
DIOS PRESERVA SU REINO EN JUDÁ HASTA EL
REGRESO DEL EXILIO
2 CRÓNICAS 10–36

El reino de Dios bajo Roboam

Desde el principio, el cronista ha mostrado que se da cuenta


de que hay otro lado en las historias de David y Salomón, además
del que nos dio. Los describe a propósito en su forma ideal para
ayudarles a sus lectores a ver al Mesías venidero en la imagen de
ellos. Por ejemplo, mostró como Dios estuvo con Salomón hasta
que se cumplió su misión: “Desde el día en que se pusieron los
cimientos de la casa de Jehová hasta que fue terminada” (8:16).
Sin embargo, con esas mismas palabras pudo haber querido
implicar que estaba consciente de que una vez que Salomón ya
había cumplido su misión, la actitud de su corazón hacia su Señor
comenzó a entibiarse. En verdad, por la forma en que cuenta la
historia de Roboam, el cronista espera que el lector esté consciente
de los hechos menos positivos de la última parte de la vida de
Salomón. La actividad de Jeroboam no fue el menor de éstos.
El cronista supone que ya conocemos algunos detalles sobre
la relación de Jeroboam con Salomón (vea 10:2 donde Jeroboam
aparece súbitamente en la escena). El primer libro de Reyes nos
dice que Jeroboam había sido uno de los oficiales de Salomón, que
lo “le encomendó todo el servicio” de las tribus del norte (1 Reyes
11:28). Él mismo era un hombre del norte, que una vez en un viaje
se había encontrado con el profeta Ahías (el mismo que se
menciona en 10:15). Ahías le dijo que un día él iba a ser el
gobernador de las diez tribus del norte, dejando la casa de David
con solo dos tribus (1 Reyes 11:26-39). Parece que Jeroboam trató
ejercer el poder antes de la muerte de Salomón (13:6). Sin
embargo, su ambición por el trono fue prematura y se vio forzado
a huir a Egipto para salvarse (1 Reyes 11:40).
131
2 Crónicas 10:1-5

El orgullo está antes de la caída: las tribus del norte se rebelan

10 Roboam fue a Siquem, porque en Siquem se había


reunido todo Israel para hacerlo rey. 2 Cuando lo
supo Jeroboam hijo de Nabat, el cual estaba en Egipto,
adonde había huido a causa del rey Salomón, volvió de
Egipto, 3 pues habían enviado a llamarle. Vino, pues,
Jeroboam con todo Israel, y hablaron a Roboam diciendo:
4
—Tu padre agravó nuestro yugo; alivia ahora algo de la
dura servidumbre y del pesado yugo con que tu padre nos
apremió, y te serviremos.
5
Él les dijo:
—Volved a mí de aquí a tres días.
Y el pueblo se fue.

Ya queda señalado que no todo andaba bien en el reino, por el


hecho de que Roboam tuvo que ir a Siquem porque “en Siquem
se había reunido todo Israel para hacerlo rey” (versículo 1).
Siquem era una ciudad antigua que tenía raíces muy profundas en
la historia del pacto del pueblo de Dios. Allí Abraham recibió por
primera vez la promesa: “A tu descendencia daré esta tierra”
(Génesis 12:7). Allí Josué renovó con Israel el solemne pacto del
Sinaí, de acuerdo con las estipulaciones específicas establecidas
en Deuteronomio (Josué 24; Deuteronomio 11:26-30). Todo Israel
quería ir a Hebrón para hacer rey a David (1 Crónicas 11:1-3). Sin
embargo, querían que Roboam, el nieto de David, viniera a ellos
a Siquem, evidentemente como un recordatorio de que tenían la
voluntad de servir al rey que gobernara por un pacto y no a un
tirano que hiciera lo que quisiera.
Aquí nos encontramos por primera vez con Jeroboam, que
había regresado de Egipto después de la muerte de Salomón para
tomar parte en las negociaciones. Esto también debió advertirle a
Roboam de que el pueblo estaba agitado. La queja era que el yugo
del rey se había vuelto muy pesado para cargar con él. Como ya
hemos anotado, Salomón había establecido un tipo de sistema de
132
2 Crónicas 10:6-11

servicio nacional para Israel (vea el comentario a 2:17). No los


había esclavizado, como el cronista también lo aclara (8:9). No
obstante, el pueblo se sentía cansado del sistema, tal como Samuel
había predicho (1 Samuel 8:11-18). La carga de los impuestos (1
Reyes 4:7,22-28) unida a las exigencias de trabajo del rey parecían
un precio muy alto para pagar por la estabilidad.
Los israelitas fueron suficientemente cuidadosos en la manera
en que expresaron su petición; no amenazaron con revelarse si no
obtenían lo que querían (aunque no debió haber sido muy difícil
para Roboam leer entre líneas), sólo le pidieron a Roboam que les
aliviara la carga. Él les pidió un tiempo para formular la respuesta,
creando por lo tanto la expectativa de que iba a considerar
seriamente su petición.

6
Entonces el rey Roboam consultó con los ancianos que
habían estado delante de Salomón, su padre, cuando éste
vivía, y les dijo:
—¿Qué me aconsejáis vosotros que responda a este
pueblo?
7
Ellos le contestaron diciendo:
—Si te conduces humanamente con este pueblo, lo tratas
bien y le hablas con buenas palabras, ellos te servirán
siempre.
8
Pero él abandonó el consejo que le dieron los ancianos, y
pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y
estaban a su servicio. 9 Y les preguntó:
—¿Qué aconsejáis vosotros que respondamos a este
pueblo, que me ha hablado diciendo: “Alivia algo del yugo
que tu padre puso sobre nosotros”?
10
Entonces los jóvenes que se habían criado con él, le
contestaron:
—Así dirás al pueblo que te ha hablado diciendo: “Tu
padre agravó nuestro yugo, pero tú disminuye nuestra
carga.” Así le dirás: “Mi dedo más pequeño es más grueso
que la cintura de mi padre. 11 Así que, si mi padre os cargó de
133
2 Crónicas 10:6-11

yugo pesado, yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó


con azotes, pero yo os castigaré con escorpiones.”

“Opina el necio que su camino es derecho, pero el sabio


obedece el consejo” (Proverbios 12:15). Sería difícil que Roboam
presentara un contraste más fuerte con Salomón su padre, y que
fuera más necio de lo que aparece en este capítulo. Lo más
importante para Salomón era buscar primero al Señor, y cuando
el Señor le prometió que le daría lo que quisiera, le pidió sabiduría.
Sin embargo, Roboam pensaba que ya entendía todo muy bien;
consultó a dos grupos, a los jóvenes y a los ancianos. Buscaba el
consejo que la gente busca muchas veces en los bares: el consejo
que la gente quiere oír y lo confirma en su propia opinión, aunque
esto resulte en un desastre. Los ancianos le dan buen consejo, pero
le dicen lo que no quiere oír. Los jóvenes, de su misma edad,
comprenden mejor, tienen un mejor sentido lo que Roboam quiere,
pero no entienden bien lo que exige la situación. En contraste con
los francos comentarios de los ancianos, el consejo de los jóvenes
está lleno de elegancia retórica de la clase que atrae al rey, pero
resulta ser de una grandilocuencia vacía. Un “escorpión” es un
látigo con dientes metálicos, que se usa para castigar a los peores
criminales. Amenazar con este tipo de castigo no es exactamente
una buena diplomacia.
Aquí debemos hacer una pausa por un momento para
reflexionar sobre nuestra propia naturaleza. ¡Qué difícil nos resulta
humillarnos para pedir consejo! Y una vez lo que lo recibimos,
qué difícil es seguir el buen consejo, especialmente si este revela
algo sobre nosotros, algo que no quisiéramos saber. Es fácil ver la
necedad de Roboam; durante 40 años como príncipe heredero, lo
había consumido la impaciencia por el poder, mientras vivía bajo
el gobierno de su padre. Algunos de sus amigos inflaron su ego y
halagaron sus oídos con palabras que le decían que podía aventajar
a su anciano padre y así mostrarles a todos quién era el jefe. Lo
que dijeron los ancianos debió haber sonado como lugares
comunes que había escuchado una docena de veces antes: “La
134
2 Crónicas 10:12-17

respuesta suave aplaca la ira” (Proverbios 15:1). La juventud dice:


“¡Sí, correcto! ¿Cómo pueden ustedes los viejos enseñarme algo?”
Es muy fácil ver la necedad de Roboam; es mucho más difícil
ver la nuestra. ¿Con qué frecuencia solo fingimos que estamos
pidiendo consejo, cuando lo que verdaderamente queremos es que
la gente nos dé la confirmación de nuestros propios deseos? Con
qué facilidad encontramos razones para descartar los comentarios
útiles de otra persona, todo porque nos hacen enfrentar los defectos
pecadores de nuestra propia alma. Cuán fuertes se vuelven
nuestros muros de defensa, construidos con amor propio y
egoísmo, y decimos: “Eso no puede ser correcto; simplemente no
es cierto.” También para nosotros está en orden una palabra de
advertencia cuando recordamos lo que nuestro Salvador dice sobre
la persona que construye sobre la arena, en oposición a la que
construye sobre la roca de su Palabra (Mateo 7:24-27). Sólo
podemos estar siempre receptivos a la sabiduría de Dios cuando
primero aprendemos a desesperarnos de la nuestra.

12
Volvió, pues, Jeroboam con todo el pueblo ante Roboam
al tercer día, según el rey les había mandado diciendo:
“Volved a mí de aquí a tres días.” 13 Y el rey les respondió
ásperamente, abandonando el rey Roboam el consejo de los
ancianos, 14 y hablándoles conforme al consejo de los jóvenes,
diciendo:
—Mi padre hizo pesado vuestro yugo, pero yo añadiré a
vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, pero yo os
castigaré con escorpiones.
15
No escuchó el rey al pueblo; porque la causa era de Dios,
para que se cumpliera la palabra que Jehová había
anunciado por medio de Ahías, el silonita, a Jeroboam hijo
de Nabat. 16 Al ver todo Israel que el rey no les había oído,
respondió el pueblo al rey diciendo:
«¿Qué parte tenemos nosotros con David?
No tenemos herencia en el hijo de Isaí.
¡Israel, cada uno a sus tiendas!
135
2 Crónicas 10:12-17

¡David, mira ahora por tu casa!»


Así se fue todo Israel a sus tiendas.
17
Pero reinó Roboam sobre los hijos de Israel que habitaban
en las ciudades de Judá.

El proverbio sobre la respuesta suave que citamos antes sigue


y dice “la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1).
Aquí podemos ver ilustrada toda la verdad de esto. En vez de una
respuesta juiciosa o de algunas palabras acertadas que mostraran
el cuidado con que el rey había considerado su petición, la multitud
expectante escucha el disparate que los jóvenes habían fraguado.
El pueblo a su vez tenía su propia respuesta; este es el llamado
acostumbrado para que Israel se rebele “¡Israel, cada uno a sus
tiendas!” (vea 2 Samuel 20:1). También está estructurada con
cuidado como una inversión poética de una conmovedora
declaración de lealtad que una vez escuchó David (1 Crónicas
12:18):
¡Somos tuyos, David! ¿Qué parte tenemos nosotros
con David?
¡Estamos contigo, hijo de Isaí! No tenemos herencia en el
hijo de Isaí.
¡Paz, paz para ti, y paz para ¡Israel, cada uno a sus
quienes te ayudan, tiendas!
pues también tu Dios te ayuda! ¡David, mira ahora por tu
casa! *

Por la misericordia del Señor, aunque la mayoría de las tribus


del norte “se [fueron] . . . a sus tiendas”, el reino de David no fue
consumido, y por lo menos parte de las tribus del norte
permanecieron leales a la casa de David. “Pero reinó Roboam
sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá”
(versículo 17).

* Señalado primero por Williamson, Oudtestamentische Studiën 21 [1981],


como se cita en Dillard, p. 87.

136
2 Crónicas 10:18-19

Antes de continuar, las palabras que leemos en el versículo 15


captan la atención de nuestros ojos: se trataba de una intervención
de Dios “para que se cumpliera la palabra que Jehová había
anunciado por medio de Ahías, el silonita, a Jeroboam hijo de
Nabat”. ¡Esto ha sido todo el tiempo obra del Señor! “Pero”
queremos preguntar: “¿Acaso no se ha descrito aquí vívidamente
el resultado de la necedad de Roboam? ¿No sucedió esto debido a
que Israel se había cansado de las exigencias de su rey? ¿No tuvo
Jeroboam parte de la culpa al aprovecharse de la situación (vea
13:7)?” El cronista respondería: “Sí, a las tres preguntas, y fue el
Señor quien gobernó sobre todo eso.” La intención de Dios fue
“[afligir] a la descendencia de David” (1 Reyes 11:39). En
especial, Dios tenía la intención de humillar al actual ocupante del
trono, que cuando se le pidió gobernar como un rey que respetara
el pacto, había defendido altaneramente los derechos de un tirano.

18
Envió luego el rey Roboam a Adoram, que estaba a cargo
de los tributos, pero lo apedrearon los hijos de Israel, y
murió. Entonces se apresuró el rey Roboam a subir en su
carro para huir a Jerusalén. 19 Así se apartó Israel de la casa
de David hasta el día de hoy.

Mientras estaba todavía en Siquem, Roboam cometió un


disparate más que casi le cuesta la vida. Al malinterpretar por
completo la gravedad de la situación, envió a Adoram, que era jefe
de su servicio nacional, como si nada hubiera pasado. Cuando la
negligente indiferencia del rey provocó a los israelitas, estos
apedrearon al hombre. El rey fue obligado a huir a Jerusalén tan
rápido como su carro lo pudiera llevar. La última oración del
versículo 18 tiene más que un toque de ironía acerca de esto. El
rey era un necio que no quería prestar atención a los buenos
consejos.
Al hablar parecía una persona dura pero al actuar era débil; la
única vez que Roboam pareció resuelto fue cuando llegó la ocasión
de huir a casa.
137
2 Crónicas 10:18-19

Aunque Roboam había actuado neciamente, era todavía el


ungido del Señor. Ésta es la intención de la observación final al
capítulo de parte del cronista. No importa lo que se diga acerca de
Roboam, la casa de David era la que Dios había escogido para
gobernar a su pueblo. Él puede humillarlos por un tiempo
permitiendo que los Jeroboames de este mundo gobiernen. Los
ocupantes del trono de David podrían ser completamente infieles
al Señor y no merecedores de ocuparlo. Sin embargo, el factor
determinante en la elección de David y de sus sucesores siempre
había sido la gracia de Dios (1 Crónicas 17), y la falta de fe del
hombre no puede anular las promesas de Dios (Romanos 3:3,4).
Por esto “Israel”, es decir, las diez tribus del norte, siempre estuvo
en un estado de rebelión desde ese tiempo, en opinión del cronista
(versículo 19).
A diferencia de 1 y 2 Reyes, de aquí en adelante el cronista no
nos presentará un drama con dos pantallas: una al lado de la otra,
una mostrando a Judá y la otra a Israel. Como la casa de David es
la única que gobierna legítimamente, aquí solo se presentará el
reino de Judá. Nuestro escritor no quiere implicar con esto que
Dios ha dejado de preocuparse por las diez tribus del norte, ¡nada
de eso! Una y otra vez él señalará que Judá está habitada no solo
por las tribus de Judá y Benjamín sino también por israelitas del
norte. El versículo 17 de la sección anterior es un buen ejemplo
de ello.
Para el cronista, no es cuestión de tribu, ni siquiera de espíritu
nacional que prevalezca sobre los intereses regionales, como
algunos lo han sugerido. Para el cronista las únicas preguntas que
vale la pena hacer son: “¿Qué casa ha escogido Dios para gobernar
siempre sobre Israel?”, y “¿Dónde están ubicados el lugar de la
habitación de Dios y la ciudad que él escogió?” Hasta ahora ha
dedicado la mayor parte de su libro a establecer la casa de David
y el templo de Jerusalén como las respuestas a estas dos preguntas.
No está a punto de cambiar su forma de pensar sobre estos puntos.

138
2 Crónicas 11:1-4

La Aplicación de estos versículos a nosotros

¡Una excelente historia para que el jefe de la casa la cuente a


su familia alrededor de la mesa durante la devocional familiar!
Usted lo podría combinar con el Cuarto Mandamiento. Podría
hablar sobre la necesidad de respectar a los ancianos y de escuchar
los buenos consejos. Podría hablar acerca de la rivalidad que a
veces existe entre ancianos y jóvenes a causa del orgullo pecador.
Podría decir que muchas veces todos somos obstinados y necios,
y cómo lo demostramos cuando en primer lugar no le preguntamos
a Dios que piensa él ni le hablamos en oración. ¡Pero sobre todo,
cuente la historia! Y no olvide recordar a todos de otro rey que, a
diferente de Roboam, dijo palabras tiernas de perdón ante la furia
del hombre (Lucas 23:34). No olvide hablarles de aquel que invita
a todos los cansados y cargados a hallar descanso en él; su yugo
es fácil; su carga liviana (Mateo 11:28-30).
Los que son un poco mayores podrían meditar en esta historia
y considerar la manera escondida pero gloriosa en que Dios obra
su voluntad en todo; la rebeldía, la necedad y la falta de fe del
pueblo no anulan los planes de nuestro Dios. Y él es nuestro Dios.
Su gloria escondida en el Calvario es prueba suficiente de ello.
Cuando nuestra vida parece venirse abajo, podemos ponernos con
confianza en las manos del Maestro. En todas las cosas él obra
para nuestro bien.

11 Cuando llegó Roboam a Jerusalén, reunió de la


casa de Judá y de Benjamín a ciento ochenta mil
hombres de guerra escogidos, para pelear contra Israel y
devolver el reino a Roboam. 2 Pero vino palabra de Jehová a
Semaías, varón de Dios, diciendo: 3 «Habla a Roboam hijo de
Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas en Judá y
Benjamín, y diles: 4 “Así ha dicho Jehová: No subáis a pelear
contra vuestros hermanos; vuélvase cada uno a su casa,
porque esto es cosa mía.”» Y ellos oyeron la palabra de
Jehová y se volvieron, y no fueron contra Jeroboam.

139
2 Crónicas 11:1-4

Un rey humillado desea hacer la guerra, si es que de alguna


manera tiene la capacidad de pelear. Para nosotros no es difícil
comprender la furia de Roboam que lo hizo reunir sus tropas.
Quiso recuperar su orgullo en batalla y eliminar el agravio de haber
perdido más de la mitad de su reino. Es más difícil de entender su
disposición inmediata a abandonar todo el plan por la palabra de
un profeta. El hecho de que lo hizo muestra que por lo menos había
aprendido algo de todo el asunto en Siquem. Podemos especular
sobre toda clase de motivos menos dignos, pero la evaluación que
hace el cronista de los primeros tres años del reinado de Roboam
(vea 11:17 adelante) nos conducen a creer que la palabra de Dios
por medio de Semaías influyó tanto en el rey como en sus tropas.
Semaías llamó deliberadamente “rey de Judá” a Roboam,
hablándole en efecto de su nueva condición. Al mismo tiempo les
recordó al rey y a sus tropas que Judá era más que solo una
designación tribal. Según Semaías había muchos “israelitas” que
también habían construido su hogar en el territorio de Judá
(versículo 3). Las dos declaraciones de Semaías fueron muy
poderosas: “No subáis a pelear contra vuestros hermanos; . . . esto
es cosa mía” (versículo 4). La última frase confirmó el mensaje
de Ahías silonita. El Señor había hablado; no cambiaría de parecer.
Ésta había sido su palabra final sobre el asunto. La frase anterior
les recordaba al rey y al ejército a dónde conduciría su furia y su
sentimiento de orgullo herido: ¡a una guerra civil! No iban a pelear
contra enemigos de Dios. Éstos eran sus hermanos. ¿Cómo podían
esperar la ayuda del Señor en una causa como esta? Demostrando
verdadera sabiduría al regresar a su casa.
Hay muy pocas cosas tan peligrosas como el orgullo herido.
Cuando se sube la sangre a la cabeza, se cierran los puños, el rostro
se enfurece y se dicen palabras rencorosas. Usted lo ve todo el
tiempo dondequiera que vaya: cuando está manejando, en la
tienda, en la playa. Algunas veces parece que desapareciera todo
el aislamiento del alambrado del mundo; estamos en corto circuito
y echando chispas por todas partes. Sucede en las familias, en el
trabajo, aun puede suceder en la iglesia entre quienes se llaman
140
2 Crónicas 11:5-23

unos a otros hermanos y hermanas. El intenso deseo de venganza


se puede vestir con muchos harapos que parecen justos: “¡Nuestra
causa es justa!” “¡Ellos simplemente están equivocados!” “¡Mire
lo que me hicieron!” El intenso deseo de venganza viene
disfrazado de muchas formas pero sigue siendo la misma bestia.
El apóstol les dice a los que todavía se podrían detener con
una palabra: “Sed bondadosos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a
vosotros en Cristo” (Efesios 4:32). A quienes todavía estén
dispuestos a seguir su propio camino, les dice: “Si os mordéis y
os coméis unos a otros, mirad que también no os destruyáis unos
a otros” (Gálatas 5:15).

El Israel verdadero se reúne alrededor del Señor

Roboam al principio es bendecido por su fidelidad

5
Habitó Roboam en Jerusalén y edificó ciudades para
fortificar a Judá. 6 Edificó Belén, Etam, Tecoa, 7 Bet-sur,
Soco, Adulam, 8 Gat, Maresa, Zif, 9 Adoraim, Laquis, Azeca,
10
Zora, Ajalón y Hebrón, que eran ciudades fortificadas de
Judá y Benjamín. 11 Reforzó también las fortalezas y puso en
ellas capitanes, provisiones, vino y aceite; 12 en todas las
ciudades había escudos y lanzas. Las fortificó, pues, en gran
manera; y Judá y Benjamín le estaban sujetos.
13
Los sacerdotes y levitas que estaban en todo Israel, se
juntaron a él desde todos los lugares donde vivían, 14 pues los
levitas dejaron sus ejidos y sus posesiones y se fueron a Judá
y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos los excluyeron
del ministerio de Jehová. 15 Y él designó sus propios
sacerdotes para los lugares altos, para los demonios y para
los becerros que había hecho. 16 Tras aquellos acudieron
también de todas las tribus de Israel, los que tenían el
propósito sincero de buscar a Jehová, Dios de Israel; y
fueron a Jerusalén para ofrecer sacrificios a Jehová, el Dios
141
2 Crónicas 11:5-23

de sus padres. 17 Así fortalecieron el reino de Judá, y


confirmaron a Roboam hijo de Salomón, por tres años;
porque tres años anduvieron en el camino de David y de
Salomón.
18
Tomó Roboam por mujer a Mahalat, hija de Jerimot hijo
de David y de Abihail, hija de Eliab hijo de Isaí, 19 la cual le
dio a luz estos hijos: Jeús, Semarías y Zaham. 20 Después de
ella tomó a Maaca, hija de Absalón, la cual le dio a luz Abías,
Atai, Ziza y Selomit. 21 Pero Roboam amó a Maaca, hija de
Absalón, sobre todas sus mujeres y concubinas, pues tuvo
dieciocho mujeres y sesenta concubinas, y engendró
veintiocho hijos y sesenta hijas. 22 Y puso Roboam a Abías
hijo de Maaca como jefe y príncipe de sus hermanos, porque
quería hacerlo rey. 23 Obró sagazmente, pues esparció a todos
sus hijos por todas las tierras de Judá y de Benjamín, y por
todas las ciudades fortificadas, dándoles provisiones en
abundancia y muchas mujeres.

La expresión “la virtud tiene su recompensa” fue para el


cronista mucho más que una frase trillada. Debido a que Roboam
se tragó su orgullo, escuchó al profeta de Dios y abandonó la
guerra civil, pudo, con la bendición de Dios, edificar la fuerza de
su casa y de su reino. También es probable que el cronista estuviera
haciendo una comparación sutil entre los dos primeros reyes del
ahora dividido Israel. Notamos que la descripción del éxito de
Roboam aquí se compara (casi punto por punto) con el relato de
Jeroboam en 1 Reyes. Si Jeroboam tuvo algún éxito construyendo
ciudades (1 Reyes 12:25), Roboam lo sobrepasó (2 Crónicas 11:5-
12). Si Jeroboam tuvo un impacto desastroso sobre la vida
religiosa de su reino, su pecado, a su vez, condujo directamente al
fortalecimiento de la verdadera adoración en el reino de Judá
(compare 1 Reyes 12:25-33 con 1 Crónicas 11:13-17). Finalmente,
si el tamaño de la familia de Jeroboam se veía afectado, la familia
de Roboam aumentaba considerablemente (compare 1 Reyes

142
2 Crónicas 11:5-23

14:10-14 con 2 Crónicas 11:18-21).1* Por supuesto, toda esta


interpretación depende de la idea de que el cronista pudo suponer
que sus lectores estaban familiarizados con 1 Reyes.
Es difícil demostrar que esto estaba en la mente del cronista.
Parece mucho más seguro que en todas estas caracterizaciones de
los reyes de Judá, él presenta ejemplos concretos de los “dos
caminos” que se nos describen en el Salmo 1. El justo prospera;
el malo no (Salmo 1:3,4). Mientras que el Señor cuida el camino
de los justos, el de los malos perecerá (Salmo 1:6). Roboam
obedeció la palabra de Dios; por eso prosperó (vea la Introducción:
Bendiciones y castigos inmediatos, página 7)
Las fortificaciones de Roboam fueron logros extraordinarios.
Podemos aprender mucho solo mirando el mapa de la ubicación
de ellas en el reino.
Lo primero que notamos es la reducción de las fronteras del
reino cuando se comparan con las de los días de expansión de
David y de Salomón. Ésta es una postura muy defensiva. Roboam
fortifica solo el centro contra un enemigo que puede venir del sur,
del este o del oeste. Los estudiantes de los caminos antiguos y de
las rutas de comercio nos informan que todas estas ciudades
protegían pasos estratégicos que llevaban a las colinas de Judea.
**
En el capítulo siguiente se verá la razón de esta postura. David
y Salomón habían presidido en un mundo donde tanto Egipto
como las ciudades estados de Mesopotamia eran relativamente
débiles. Sin embargo, hacia el fin del gobierno de Salomón la
situación cambió considerablemente. El faraón Sesonc (llamado
Sisac en nuestro texto) consiguió el control del alto y del bajo
Egipto, fundando una nueva dinastía. No pudo hacer mucho contra
Israel mientras que Salomón estaba vivo, excepto irritarlo al darle
asilo político a sus rivales (1 Reyes 11:14-40). Sin embargo, el

* J. Goldingray, “The Chronicler as a Theologian,” Biblical Theology


Bulletin, 5,1975, pp. 102–104, como se cita en Japhet, p. 663.
** Japhet, p. 667.

143
2 Crónicas 11:5-23

hombre era ambicioso, y una forma como los antiguos gobernantes


satisfacían sus ambiciones de riqueza era organizado expediciones
de pillaje y conquista. Una vez que Salomón ya no estuvo y su
reino se dividió, no se necesitaría poseer un doctorado en ciencias
políticas antiguas para imaginarse dónde Sisac quería lanzar su
ofensiva. Roboam tuvo buen sentido común retrocediendo a
fronteras que pudiera defender. Por los suministros que almacenó
parece claro que también se estaba anticipando una guerra con sitio
(versículo 11).
El segundo trofeo de éxito de Roboam fue el restablecimiento
de la vida religiosa nacional, que Jeroboam ocasionó abandonando
la adoración autorizada al Señor. El cronista está tan desinteresado
en las actividades de la realeza en el norte que ni siquiera menciona
la coronación de Jeroboam como rey de Israel. Sólo por esta

Mar ISRAEL
Mediterráneo

Río Jordán
Ajalón

Zora

JUDÁ
Gat Jerusalén
Azeca Etam Belén
Soco Tecoa
Adulam
Marisa
Bet-sur
Laquis Hebrón Mar
Muerto

Adoraim
Zif

Las ciudades fortificadas de Roboam

144
2 Crónicas 11:5-23

referencia a la renovación religiosa de Jeroboam nos enteramos


de que Jeroboam había llegado a ser rey, una medida con la que
quería consolidar su control sobre el reino del Norte. Como éste
es nuestro primer encuentro con ello en 2 Crónicas, será
beneficiosa una mirada más de cerca al así llamado “pecado de
Jeroboam” (1 Reyes 12:30; 15:26).
Primero, Jeroboam hizo dos “becerros de oro” para impedir
que su pueblo fuera al sur a Jerusalén a adorar al Señor. Jeroboam
temía que, una vez allí, su pueblo le podría dar su afecto a Roboam
(1 Reyes 12:26-29). La ventaja de las imágenes de los becerros
para su propio pueblo es que parecía ofrecerles una forma más
conveniente y accesible para adorar al Dios de Israel.
Es difícil creer que estas imágenes tuvieran la intención de ser
verdaderas representaciones del Señor; es muy probable es que
Jeroboam plagiara la idea de la práctica cananea de utilizar el lomo
de los toros como pedestales para poner sobre ellos los ídolos de
sus dioses. Sin embargo, se refrenó un poco al no poner ninguna
imagen del Señor encima de sus becerros. Fue una distinción que
no tuvo mucha importancia; de todos modos estaba contento con
permitirle al pueblo que se imaginara, cada uno a su manera, lo
que se debería poner en esos “espacios en blanco”. Se puede dudar
que muchos, después de un tiempo, se preocuparan de la
distinción; cuanto más se acostumbraran a esto, más llamarían
“Jehová” al ídolo becerro.
En todo caso, no era el Dios escondido en lo profundo dentro
del Lugar santísimo, detrás de puertas y muros y un montón de
restricciones. Éste era Dios al aire libre. ¡Y también muy
conveniente! ¿Quién necesitaba a Jerusalén cuando tenían sus
propios santuarios mucho más cerca? Por medio del cronista nos
enteramos de que Jeroboam también instituyó alguna forma de
adoración de machos cabríos (versículo 15). La única otra
referencia segura que tenemos en las Escrituras de ídolos machos
cabríos es la prohibición que encontramos contra ellos en Levítico
17:7. No sabemos nada sobre lo que comprendía la adoración,
aunque tal vez la palabra latina que se utilizó hace mucho tiempo
145
2 Crónicas 11:5-23

para traducir el hebreo nos pueda dar un sentido de esto. San


Jerónimo escogió traducirlo como daemon (demonio) para sus
lectores. En cualquier caso, iba más allá de adorar a un becerro al
representar deliberadamente un dios en forma de una bestia.
No satisfecho con esto, Jeroboam quiso tener sus sacerdotes
favoritos. Cuando no hay una verdadera distinción ni separación
entre religión y estado, para el dirigente político es importante (si
él no le teme a Dios) poder controlar a quienes pretenden
relacionarse con el lado divino de las cosas. A Jeroboam debió
haberle hecho sentir como si su país estuviera amenazado por una
quinta columna tener a la tribu de Leví en medio. Ellos eran leales
a Jerusalén, seguirían yendo a Jerusalén para servir durante los
periodos que les habían sido asignados. Jeroboam pensó: “Eso no
funcionará”, y por eso “designó sus propios sacerdotes” (versículo
15).
Al final, la esencia de la idolatría es hacer a Dios de algún
modo más controlable. Eso no quiere decir que a los incrédulos
no les gustan sus misterios ni que no tengan formas profundas de
hablar de los temores y anhelos de la humanidad. Inventarán
exigencias religiosas que sean más que algo rigurosas y dioses que
sean más que un poco atemorizantes. Sin embargo, la diferencia
está en que con un dios falso la gente puede hacer tratos; con el
verdadero Dios, esto no es posible. Los paganos no pretenden que
sus dioses siempre les den lo que pidan, sino que creen que al
menos pueden esperar algo: si hacen suficientes sacrificios, si
dicen suficientes oraciones y si muestran que son dignos.
Con el Dios verdadero, no hay tratos, excepto las exigencias
no negociables que hace en su Ley. Con Dios no hay acuerdos,
excepto la promesa incondicional que hace en su evangelio. La
gente por naturaleza no quiere tener nada que ver con el Dios que
dice: “ Tengo misericordia del que quiero tener misericordia, y soy
clemente con quien quiero ser clemente” (Éxodo 33:19). Confiar
en ese Dios significa abandonar todos los pensamientos de
controlarlo o manipularlo.

146
2 Crónicas 11:5-23

En todo esto, no podemos olvidar que la referencia que hace


el cronista de Jeroboam no ha sido más que un pensamiento
secundario. Sólo supuso que unas pocas palabras les darían a sus
lectores el contexto. Su deseo principal siempre ha sido mostrar
cómo la trasgresión de Jeroboam se convirtió en riqueza espiritual
para Judá. Las medidas religiosas que Jeroboam tomó causaron el
éxodo de sacerdotes y levitas. Hasta la atracción natural que “sus
ejidos y sus posesiones” pudieron haber ejercido sobre ellos no les
impidieron dejar todo atrás para responder a un llamado espiritual
más elevado (versículo 14). Los impulsó el celo por la casa del
Señor (tal como el amor de Cristo nos impulsa a nosotros). A Dios
(el Dios único y verdadero) todavía se le adoraba en Judá y
Jerusalén, y los servicios de ellos todavía tenían valor. Tampoco
estaban solos: “Tras aquellos acudieron también de todas las tribus
de Israel, los que tenían el propósito sincero de buscar a Jehová,
Dios de Israel; y fueron a Jerusalén para ofrecer sacrificios a
Jehová, el Dios de sus padres” (versículo 16).
Lo único que hubiera resultado de obligar a Israel a someterse
hubiera sido que la disputa entre hermanos se volviera sangrienta.
Roboam tal vez no comprendió de inmediato la sabiduría de la
palabra de Dios, pero la obedeció. Y entonces, cuando “[anduvo]
en el camino de David y de Salomón”, descubrió que Israel
libremente volvió a él y le dio su fortaleza y su apoyo (versículo
17).
Aquí el cronista tenía la intención de inspirar y animar a su
pueblo. “Simplemente piense en ello: no solo levitas sino también
los israelitas comunes tenían la voluntad de irse y trasladarse en
vez de estar separados de la adoración a su Dios”. Hoy
escuchamos relatos de los campos misioneros que hablan de las
dificultades que han tenido que vencer y de los sacrificios que han
tenido que hacer muchos de los recién convertidos, ansiosos de
escuchar la Palabra del Señor. Ellos nos inspiran de una manera
similar; debemos reconocer en ellos sobretodo el poder del amor
de Dios. Es tan extraordinario, tan asombroso, que puede lograr
cosas grandes con personas comunes.
147
2 Crónicas 12:1-4

La evidencia final de que Dios bendijo la obediencia de


Roboam se ve en el crecimiento de su familia. Es difícil entender
cómo Dios pudo haber “bendecido” a alguien por medio de tantas
esposas que tuvo. Sin embargo, parece suficientemente claro que
ésta es la idea general de los versículos 18 a 22. Con el fin de
analizar completamente esto, animamos al lector a consultar el
comentario a 1 Crónicas de la Biblia Popular. Aceptamos sólo el
punto expuesto por el cronista de que Dios bendijo a Roboam con
muchos hijos.
Incluso un rey necio puede aumentar su sabiduría con el pasar
del tiempo, y en algunos aspectos, demostrar que es más sabio que
los sabios. El cronista termina el capítulo señalando un par de áreas
en las que Roboam “actuó sabiamente”. En estos dos ejemplos
resulta interesante en particular el hecho de que comprenden áreas
en que a su abuelo David no le había ido tan bien. Aunque el
cronista no dice nada sobre esto, debió haber estado consciente de
las muchas dificultades que David había experimentado debido a
la rivalidad entre sus hijos, y de que David tampoco había aclarado
el asunto de la sucesión de una manera oportuna (vea 2 Samuel
13–19; 1 Reyes 1,2). Roboam, por otra parte, aclaró que Abías lo
iba a suceder, aunque no era el primogénito (versículo 22; también
18-20). Además, separó a sus hijos y le dio a cada uno
responsabilidades para mantenerlos ocupados y contentos.
Mi madre acostumbraba a decir: “Una sola golondrina no hace
verano”. Aquí podemos decir algo similar. Tres años buenos no
hacen un reino bueno. Roboam pudo haber sido castigado después
de lo que pasó en Siquem, pero todavía tenía mucho que aprender.
Eso lo encontramos en el capítulo siguiente.

Roboam es castigado por su infidelidad posterior

12 Cuando Roboam consolidó el reino, dejó la ley de


Jehová, y todo Israel con él. 2 Y por haberse
rebelado contra Jehová, en el quinto año del rey Roboam,
subió Sisac, rey de Egipto, contra Jerusalén, 3 con mil
148
2 Crónicas 12:1-4

doscientos carros y sesenta mil hombres de a caballo; pero el


pueblo que venía con él de Egipto, esto es, libios, suquienos y
etíopes, era innumerable. 4 Tomó las ciudades fortificadas de
Judá y llegó hasta Jerusalén.

Esta es una historia que desafortunadamente ha tenido que ser


contada demasiadas veces. Un creyente que se descarría es
humillado; se arrepiente, busca al Señor y comienza a
experimentar otra vez la fuerza del Señor en su vida. Y entonces
se olvida de dónde vienen sus bendiciones; se olvida de que: “Si
Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican”
(Salmo 127:1). El Señor le ayudó a Roboam a establecerse en su
reino, lo ayudó a fortificar sus ciudades, y como si esto no hubiera
sido suficiente, también aumentó el tamaño y la fortaleza de su
familia. Ahora el corazón de Roboam se enorgulleció de nuevo, y
comenzó a gloriarse de todos sus logros como si él hubiera sido
quien hubiera conseguido todo. Éstos eran sus hijos, sus fortalezas;
ahora tenía los recursos para protegerse y para proteger a su pueblo
de cualquier peligro que lo amenazara. Casi lo podemos escuchar
jactándose así. Lo que también deprime es la frecuencia con que
el pueblo de Dios sigue a su jefe ciegamente hacia el abismo. No
había sido sólo el rey quien se había descarriado, sino “todo Israel
con él” (versículo 1).
El cronista llama este comportamiento por su nombre; usa una
expresión muy fuerte: “Dejó la ley de Jehová” (versículo 1). Lo
hemos encontrado antes (7:22); lo veremos de nuevo (13:10,11;
15:2; 21:10; 24:18,20,24; 28:6; 29:6; 34:25). Dejar es obviamente
una palabra importante en el vocabulario religioso del cronista, la
usa para mostrar que la persona le vuelve la espalda a algo que
antes consideraba valioso. Se puede usar en un sentido positivo,
como cuando la gente muestra deseo de dejar cosas que pueden
impedir que adoren al Señor (11:14). Sin embargo, mayormente
se usa para referirse a la forma en que las personas le vuelven la
espalda al Dios que antes apreciaban. De esta manera, algunas
veces se une con la expresión que encontramos en el capítulo 12,
149
2 Crónicas 12:5-11

versículo 2: “[Se habían] revelado contra Jehová” (vea 28;6,19;


29:6).
Ambas expresiones describen la gran línea divisoria que causa
el pecado. El pecado es volverle la espalda a Dios que lo ama a
usted. El pecado es la deslealtad con quien merece su total
devoción. Sólo hay dos caminos; no hay término medio. Como lo
expresa Jesús: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que
conmigo no recoge , desparrama” (Mateo 12:30). Vivimos en una
época en la que la gente trata de borrar la palabra pecado de su
vocabulario diario. Estudios de palabras como éstos ayudan a
aguzar nuestra conciencia para que de nuevo percibamos el pecado
en todo su horror.
Lo vacío de las cosas en que Roboam e Israel confiaron se
demuestra por la invasión de Sisac. Todas sus ciudades fortificadas
cayeron frente al avance de inmenso ejército de Sisac (versículos
3,4). Nos acordamos de la frase del himno: “El brazo de los
hombres es débil y es infiel” (Culto Cristiano 403:3). Roboam y
los jefes de Judá entendieron muy bien lo que había sucedido; sin
embargo, ahora el profeta del Señor vendría y les diría lo que
significaba.

5
El profeta Semaías vino ante Roboam y los príncipes de
Judá que estaban reunidos en Jerusalén por causa de Sisac,
y les dijo:
—Así ha dicho Jehová: “Vosotros me habéis dejado, y por
eso yo también os he dejado en manos de Sisac.”
6
Entonces los príncipes de Israel y el rey se humillaron, y
dijeron:
—¡Justo es Jehová!
7
Cuando Jehová vio que se habían humillado, vino palabra
de Jehová a Semaías, diciendo: «Se han humillado, no los
destruiré, sino que los salvaré en breve y no se derramará mi
ira contra Jerusalén por mano de Sisac. 8 Pero serán sus
siervos, para que sepan lo que es servirme a mí, y qué es
servir a los reyes de las naciones.»
150
2 Crónicas 12:5-11
9
Subió, pues, Sisac, rey de Egipto, a Jerusalén, y tomó los
tesoros de la casa de Jehová y los tesoros de la casa del rey;
todo se lo llevó; también los escudos de oro que Salomón
había hecho. 10 Y en lugar de ellos hizo el rey Roboam
escudos de bronce y los entregó a los jefes de la guardia, los
cuales custodiaban la entrada de la casa del rey. 11 Cuando el
rey iba a la casa de Jehová, venían los de la guardia y los
llevaban, y después los volvían a dejar en la sala de la
guardia.

Por ahora ya debe haber aumentado nuestro entendimiento de


lo importantes que fueron los profetas en la vida del antiguo
pueblo de Dios. En Crónicas los vemos principalmente
desempeñando el papel de consejeros que les hablaban con
franqueza a los reyes de Judá. Si sólo tuviéramos el relato del
cronista sobre este hecho, podríamos pensar que Sisac había ido
en su campaña con el propósito expreso de enriquecerse a costa
de Judá. Sin embargo, en la inscripción de un templo egipcio
tenemos la propia descripción que da Sisac mismo acerca de la
invasión. En ella las únicas ciudades de Judá que se mencionan
como conquista estaban en el extremo sur. Además la inscripción
se lee como si el objetivo de Sisac hubiera sido el reino de Israel,
y no Judá.* La gente tiene su propia interpretación de la historia.
Dios ve las cosas bajo una luz diferente. No importaba lo que Sisac
pensara; Semaías estaba allí para informar sobre el punto de vista
de Dios.
Sin dejarse intimidar por los títulos ni por el rango de quienes
se escondían por temor a Sisac, Semaías les anunció la ira de
alguien que era mucho más importante, a quien ellos se habían
olvidado de temer: “Vosotros [habéis] dejado [al Señor], y [él]
también os [ha] dejado en manos de Sisac” (versículo 5). Su
anuncio fue recibido con una confesión inmediata, “¡Justo es
Jehová!”, dicha con humildad y penitencia (versículo 6). Dios
* Dillard, pp. 99,100.

151
2 Crónicas 12:5-11

justifica al pueblo cuando lo declara no culpable de pecado; el


pueblo glorifica a Dios cuando deja de dar excusas por su
comportamiento, acepta la responsabilidad de su pecado y confiesa
que Dios tiene todo el derecho de castigarlos.
Dios le había dicho a Semaías que había puesto un límite a su
ira y que no dejaría que Sisac capturara a Jerusalén. Sin embargo,
iba a permitir que Roboam y su pueblo sintieran el peso del yugo
de los egipcios sobre ellos. Quería que aprendieran por experiencia
personal la diferencia que había entre servir a otros reyes y servir
a Dios como rey. El padre de la mentira muchas veces hace que el
pueblo crea que servir al verdadero Dios es triste y pesado; susurra
al oído: “¡Complázcase a usted mismo, haga lo que quiera!” Los
que han sido atrapados por la mentira aprenden por experiencia
personal la diferencia que hay entre vivir en el pecado y vivir en
la gracia. San Agustín, en una frase incomparable, capta esta
diferencia para nosotros, al describir su vida cuando el pecado era
su amo, dice: “De este modo llegué a hacerme a mí mismo una
solitaria región y país desierto, donde reinaba la pobreza y la
necesidad”. ** Si fuera por nosotros, llegaríamos a ser desiertos
del deseo, lugares asolados donde estamos llenos de necesidades
que nunca se satisfacen.
Los escudos ceremoniales que Salomón había hecho se
quitaron de las paredes y se entregaron como tributo para satisfacer
la sed de oro del rey de Egipto (versículo 9). ¡Con cuánta rapidez
se desvaneció el esplendor terrenal de Salomón! Su gran imperio
había desaparecido, su reino estaba dividido en dos y su oro se lo
habían llevado para comprar la buena voluntad de otro rey. Ni
siquiera quedaron “los tesoros de la casa de Jehová”. Dios estaba
contento con ellos mientras los emblemas de la devoción de su
pueblo fueron para él. ¡Los desechó cuando se convirtieron en
símbolos del orgullo!

* San Agustín, Confesiones, Madrid:Editorial Sarpe, 1983. Libro 2, Capítulo,


Capítulo 10.

152
2 Crónicas 12:12-16

Es difícil saber cómo interpretar los últimos dos versículos de


esta sección. ¿Son una descripción algo anhelante de la gloria
desaparecida? Probablemente. Lo único que le quedaba a Roboam,
todo lo que le dejó Sisac, fue bronce para usarlo en lugar de oro,
y esto en una ciudad donde, solo hacía unos pocos años, la plata
era tan común como las piedras. Sic transit gloria mundi, así se
esfuma la gloria del mundo.

La restauración de Roboam por causa de Jerusalén

12
Así pues, por haberse humillado, la ira de Jehová se
apartó de él y no lo destruyó del todo, ya que aún en Judá
había cosas buenas.
13
Fortalecido pues, Roboam reinó en Jerusalén; y tenía
Roboam cuarenta y un años cuando comenzó a reinar y
reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que escogió
Jehová entre todas las tribus de Israel para poner en ella su
nombre. El nombre de la madre de Roboam fue Naama, una
amonita. 14 E hizo lo malo, porque no dispuso su corazón
para buscar a Jehová.
15
Los hechos de Roboam, los primeros y los últimos, ¿no
están escritos en los libros del profeta Semaías y del vidente
Iddo, en el registro de las familias? Y entre Roboam y
Jeroboam hubo guerra constante. 16 Durmió Roboam con sus
padres y fue sepultado en la Ciudad de David. Reinó en su
lugar Abías, su hijo.

¿Cómo debería responder el Señor a este rey traidor, dos veces


perdedor? “Por haberse humillado, la ira de Jehová se apartó de él
y no lo destruyó del todo” (versículo 12). Los pensamientos de
Dios son más elevados que los nuestros; sólo con dificultad
nuestro corazón perdonará a alguien que alguna vez se haya
demostrado desleal. Dos veces Roboam había dejado que el
egoísmo sacara a Dios del trono de su corazón, y dos veces Dios
se lo había perdonado. Y esto le prometió a Salomón: “Si se
153
2 Crónicas 12:12-16

humilla mi pueblo . . . y oran, y buscan mi rostro, y se convierten


de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré
sus pecados y sanaré su tierra” (7:14). A Roboam se le permitió
continuar como rey.
Esto, por su puesto, no se hizo por causa de Roboam. De
acuerdo a lo que el versículo 14 implica, su arrepentimiento no
duró mucho. La evaluación general de su carácter fue que no había
dispuesto su corazón para buscar al Señor. Desde el principio hasta
el fin, había estado demasiado engreído, demasiado voluble e
inestable en su actitud hacia Dios. Como todos tenemos una
naturaleza pecadora contra la que debemos luchar y contender,
haremos bien en recibir la advertencia y en orar con Lutero:
“Danos una decisión firme y la capacidad no sólo para comenzar
a ser devotos sino de continuar con valentía y ganar”.* Si
permanecemos firmes en la fe, sólo será porque Dios nos ha
sostenido. ¿Entonces, por qué permitió Dios que Roboam
continuara gobernando? Por causa de su promesa, como lo hemos
visto, y porque Dios quería demostrar que Jerusalén era la ciudad
que él “[había escogido]” . . . entre todas las tribus de Israel para
poner en ella su nombre” (versículo 13).
Claro que “aún en Judá había cosas buenas” (versículo 12). El
oro y el esplendor se habían acabado. No obstante, el templo de
Dios todavía estaba allí, sus sacerdotes y levitas todavía prestaban
sus servicios y los profetas de Dios todavía proclamaban la
Palabra. En pocas palabras, la gracia de Dios todavía obraba sus
milagros en el corazón y en la vida de su pueblo. Esto no le
parecerá gran cosa al mundo incrédulo, pero el reino de Dios
seguía siendo el reino más grande que hay. No es difícil encontrar
lo que está mal en la iglesia de estos días; las personas se pueden
levantar para denunciar con pasión y poder todos los males que
ven a su alrededor. Podemos encontrar difícil estar en desacuerdo;
esos problemas son muy fácilmente evidentes. No obstante, ¡que
Dios nos dé los ojos para mirar y ver a la iglesia bañada por la luz
* Βrokering, p. 23.

154
2 Crónicas 12:12-16

de su gracia! Y así todavía podremos encontrar algo bueno (que


“hay cosas buenas”).

El reino de Dios bajo Abías

El cronista trata el corto gobierno de Abías de una forma


decididamente diferente de la que vemos en 1 Reyes. En 1Reyes
15:3 nos cuenta que “anduvo en todos los pecados que su padre
había cometido antes de él. Su corazón no fue perfecto para con
Jehová”. Por otro lado, el cronista presenta el discurso
conmovedor que Abías pronunció ante a Israel, donde el rey
ratifica las promesas de Dios a su pueblo y la fidelidad de ellos al
Señor. Aun más, el cronista escribe la victoria notable que Abías
ganó ante su rival Jeroboam, una victoria que el Señor le otorgó
en respuesta a la oración. ¿Qué vamos a hacer con esto?
Recordemos otra vez que Crónicas fue escrito al pueblo de
Dios en un tiempo y con un propósito completamente diferente de
los de los libros de Reyes y Samuel. Esos libros responden a la
pregunta: ¿Por qué el Señor trajo juicio sobre su reino y sobre su
pueblo? Crónicas trata de los pecados, los temores y las
inseguridades del pueblo de Dios cuando trataban de restablecerse
en la tierra después de regresar del exilio. Estas personas estaban
lastimadas, necesitaban tener la confianza renovada de que eran
el pueblo de Dios y de que la adoración le agradaba a él. El
cronista, siempre que pueda, usará cualquier información que
tenga para aclararle a su pueblo que Dios no había cambiado de
opinión, que la adoración de ellos todavía le agradaba y que ellos
todavía disfrutaban de su favor de acuerdo con la promesa divina.
Este incidente de la vida de Abías fue hecho a la medida del
cronista para llevar a cabo su propósito. ¿Cómo no podría usarlo?
Sin contradecir en lo más mínimo la evaluación de Abías que se
hizo en 1 Reyes, el cronista escogió presentar la breve hora de
resplandor de Abías en el día de batalla. Es la propia palabra
tranquilizadora de Dios que tiene la intención de silenciar todos
los temores de su pueblo tembloroso. Cuando nuestro propio
155
2 Crónicas 13:1-3&4-12

corazón nos aflija y nuestras propias dudas y temores hagan que


el mundo se nos venga encima, no podemos hacer nada mejor que
fortalecernos con la desafiante declaración de fe de Abías.

El discurso de Abías al ejército del norte:


“Jehová es nuestro Dios”

13 A los dieciocho años del rey Jeroboam comenzó a


reinar Abías sobre Judá. 2 Reinó tres años en
Jerusalén. El nombre de su madre fue Micaías, hija de Uriel,
el de Gabaa.
Hubo guerra entre Abías y Jeroboam. 3 Entonces Abías
empezó la batalla con un ejército de cuatrocientos mil hombres
de guerra, valerosos y escogidos; y Jeroboam tomó posiciones
de batalla contra él con ochocientos mil hombres escogidos,
fuertes y valerosos.

Reyes y Crónicas están de acuerdo en que hubo “guerra entre


Abías y Jeroboam” (versículo 2; también 1 Reyes 15:6). En
realidad, siempre había existido un estado de hostilidad entre ellos
desde los días de Roboam y el desastre en Siquem (vea 10:15).
Sin embargo, parece que con el ascenso de Abías al trono, se
encendió la guerra por completo y pasó de escaramuzas fronterizas
ocasionales a una invasión a plena escala organizada por Judá
contra el Norte. Sin embargo, de ninguna forma llegaría ser una
confrontación equilibrada; Israel superó en número, en relación de
dos a uno.

4
Se levantó Abías sobre el monte Zemaraim, que está en
los montes de Efraín, y dijo: «Oídme, Jeroboam y todo
Israel. 5 ¿No sabéis vosotros que Jehová, Dios de Israel, dio el
reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos,
bajo pacto de sal? 6 Pero Jeroboam hijo de Nabat, siervo de
Salomón hijo de David, se levantó y se rebeló contra su
señor. 7 Se juntaron con él hombres ociosos y perversos y
156
2 Crónicas 13:4-12

pudieron más que Roboam hijo de Salomón, porque


Roboam era joven y pusilánime, y no se defendió de ellos. 8 Y
ahora vosotros tratáis de resistir al reino de Jehová, que está
en manos de los hijos de David, porque sois muchos, y tenéis
con vosotros los becerros de oro que Jeroboam os puso por
dioses. 9 ¿No habéis arrojado vosotros a los sacerdotes de
Jehová, a los hijos de Aarón y a los levitas, y os habéis
designado sacerdotes a la manera de los pueblos de otras
tierras, para que cualquiera venga a consagrarse con un
becerro y siete carneros, y así sea sacerdote de los que no son
dioses? 10 Pero en cuanto a nosotros, Jehová es nuestro Dios y
no lo hemos dejado; los sacerdotes que ministran delante de
Jehová son los hijos de Aarón, y los que están en la obra son
levitas, 11 los cuales queman para Jehová los holocaustos cada
mañana y cada tarde, y el incienso aromático; ponen los
panes sobre la mesa limpia, y el candelabro de oro con sus
lámparas para que ardan cada tarde; porque nosotros
guardamos la ordenanza de Jehová, nuestro Dios, pero
vosotros lo habéis dejado. 12 Dios está con nosotros por jefe, y
sus sacerdotes con las trompetas del júbilo para que suenen
contra vosotros. Hijos de Israel, no peleéis contra Jehová, el
Dios de vuestros padres, porque no prosperaréis.»

Para nivelar la contienda Abías decidió informarle a Israel de


qué se trataba la guerra. Jeroboam e Israel se estaban oponiendo
al Señor y a su ungido: “¿No sabéis vosotros que Jehová, Dios de
Israel, dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus
hijos, bajo pacto de sal? (versículo 5). Cualquiera que sea el
propósito exacto al usar la palabra sal, en este contexto debe
significar un pacto irrevocable (para un uso similar vea Números
18:19). Ellos estaban en un estado de rebelión contra el orden de
Dios. ¡Pensar que Jeroboam, esclavo de Salomón y descendiente
de nadie, había conspirado contra Salomón, el hijo de David! Toda
la idea era repugnante.

157
2 Crónicas 13:4-12

Las acciones de Jeroboam contra Roboam fueron aun más


viles “porque Roboam era joven y pusilánime, y no se defendió
de ellos” (versículo 7). Mientras que Abías, como es de esperar,
trata de presentar el mejor aspecto de la conducta de su padre, no
distorsiona la verdad para absolver a Roboam de toda
responsabilidad. No es un canto de alabanza decir que un hombre
de cuarenta años es “joven y pusilánime”. Sus palabras orgullosas
y sus torpes acciones habían mostrado una inestabilidad de
carácter que Jeroboam tuvo que haber notado. Y en vez de
fortalecer la posición del ungido del Señor cuando estaba débil,
Jeroboam se aprovechó de esa debilidad y reunió una banda de
“hombres ociosos y perversos” contra él.
Ahora Jeroboam se enfrentaba a otro hijo de David en el
campo de batalla (versículo 8). ¿Qué ventajas tenía Israel en el
conflicto? Es verdad que su ejército era “[mucho]”. Es verdad que
ellos exhibían a sus dioses. Pero observe más de cerca. ¿Qué eran
en realidad esos dioses sino “becerros de oro que Jeroboam os
puso por dioses” (versículo 8)? Al lado de ellos, ¿a quiénes vemos
como sacerdotes? ¿Tal vez hijos de Aarón? ¡De ninguna manera!
“Cualquiera [que] venga a consagrarse con un becerro y siete
carneros, [será] sacerdote de los que no son dioses” (versículo 9).
A pesar de ser tan numerosos, Israel todavía lo guiaba un esclavo
rebelde que estaba bajo la protección de dioses que no existían y
lo servían sacerdotes que no tenían credibilidad. Ellos habían
abandonado a su verdadero rey, habían abandonado a su verdadero
Dios y obligaron a sus verdaderos sacerdotes a que se fueran.
En cuanto a la pequeña Judá, ¿qué fortaleza tenía? Abías les
vuelve a contar las gloriosas promesas de Dios, las que Israel había
rechazado hasta hacía poco. Habla con cariño extensamente sobre
las características individuales de su adoración en el Templo, como
si presentara un rico banquete de buenas cosas ante el hambriento
(versículo 11). Su adoración se ofrecía en el lugar apropiado, con
las personas apropiadas, en todos los tiempos establecidos. Para
usar las propias palabras de Abías, el conflicto esencial estaba
entre quienes “[resistían] al reino de Jehová” y los que podían
158
2 Crónicas 13:4-12

decir: “Dios está con nosotros por jefe” (versículos 8,12). No


puede haber prosperidad para los que se ponen en contra del Dios
de sus padres (versículo 12).
En un tiempo crítico que tuvo algo de similar en la vida de la
iglesia inicial del Nuevo Testamento, el pueblo de Dios se reunió
para orar. El sanedrín acababa de interrogar a Pedro y a Juan. Les
dijeron que ya no volvieran a predicar en el nombre de Jesús, un
nombre odiado por los que preferían adorar su propia concepción
de Dios. Los amenazaron con el castigo si seguían hablando sobre
lo que habían visto en Jesús y le habían oído decir. Podemos
preguntar: ¿por qué oró el pueblo de Dios bajo estas
circunstancias? ¿Pidió protección? ¿Poder escapar de sus
enemigos? ¡De ninguna manera! En vez de esto oraron para tener
la habilidad de hablar la palabra de Dios con franqueza, aun frente
a una amenaza tan fuerte (Hechos 4:29), para poder hablar de la
manera en que escuchamos a Abías hablarle a Israel cuando
estaban al borde de la batalla.
¿Por qué se amotinan las gentes
y los pueblos piensan cosas vanas?
Se levantarán los reyes de la tierra,
y príncipes conspirarán
contra Jehová
y contra su ungido, diciendo:
“Rompamos sus ligaduras
y echemos de nosotros sus cuerdas” (Salmo 2:1-3).
Tal vez, podríamos suponer que después de ese discurso tan
conmovedor, Israel sencillamente hubiera abandonado su causa
como si estuviera perdida. Pero nos equivocaríamos. Los que
tienen gran poder, medido en términos humanos, muy pocas veces
se amedrentan para someterse a la predicación de la Palabra y de
la voluntad de Dios, y aquellos cuya fortaleza es evidente rara vez
se dejan intimidar por aquellos cuya fortaleza está escondida.
Mientras que Abías predicaba el sermón, Jeroboam se preparaba
para destruirlos tanto a él como a su ejército.

159
2 Crónicas 13:13-22

El Señor le da la victoria a Judá

13
Pero Jeroboam hizo tender una emboscada para
atacarlos por la espalda; de modo que atacaron a Judá tanto
de frente como por detrás. 14 Cuando los de Judá miraron
hacia atrás, se dieron cuenta de que los atacaban por el
frente y por la espalda; por lo que clamaron a Jehová,
mientras los sacerdotes tocaban las trompetas. 15 Entonces
los de Judá gritaron con fuerza; y al alzar ellos el grito de
guerra, Dios desbarató a Jeroboam y a todo Israel delante de
Abías y de Judá. 16 Huyeron los hijos de Israel delante de
Judá y Dios los entregó en sus manos. 17 Abías y su gente
hicieron una gran matanza; cayeron heridos quinientos mil
hombres escogidos de Israel. 18 Así fueron humillados los
hijos de Israel en aquel tiempo, mientras los hijos de Judá
prevalecían, porque se apoyaban en Jehová, el Dios de sus
padres.
19
Persiguió Abías a Jeroboam, y le arrebató algunas
ciudades: a Bet-el con sus aldeas, a Jesana con sus aldeas, y a
Efraín con sus aldeas. 20 Así, nunca más tuvo poder
Jeroboam en los días de Abías, pues Jehová lo hirió y murió.
21
Pero Abías se hizo más poderoso. Tomó catorce mujeres y
engendró veintidós hijos y dieciséis hijas. 22 Los demás
hechos de Abías, sus caminos y sus dichos, están escritos en
la historia del profeta Iddo.

Aun antes de que supiera lo que estaba sucediendo, Judá había


sido flanqueado. Abías pudo haber sido un gran predicador, pero
no era tan buen general. Sin que Abías lo supiera, Jeroboam había
enviado un destacamento de tropas para emboscar a Judá por la
retaguardia, mientras que él y el grupo principal de sus tropas
permanecían en lugar para atacar al ejército de Abías de frente.
Judá, al verse atrapado “[clamó] a Jehová” (versículo 14). Los
sacerdotes tocaron la alarma de batalla con sus trompetas; al
hacerlo así, cumplieron las palabras de Moisés, que dijo: “Cuando
160
2 Crónicas 13:13-22

salgáis a la guerra en vuestra tierra contra el enemigo que os


ataque, tocaréis alarma con las trompetas. Así seréis recordados
por Jehová, vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos”
(Números 10:9).
En el momento crítico, precisamente cuando Judá estaba
lanzando el grito de guerra y cuando todo parecía perdido, el Señor
intervino y se ganó la batalla. “Dios desbarató a Jeroboam y a todo
Israel delante de Abías y de Judá” (versículo 15). El lado más débil
demostró ser más fuerte porque habían puesto su confianza en
Dios, no en ellos mismos (versículo 18). Israel sufrió pérdidas
sorprendentes; según el cronista, cayeron quinientos mil hombres:
¡más de la mitad de su propio ejército y más de la totalidad del
ejército de Judá! Ya sea que veamos este número como un
verdadero conteo detallado o como un estimado general, sabemos
que aquí tenemos una victoria decisiva. Después de una derrota
tan devastadora, no es sorprendente para nosotros que Jeroboam
no pudiera volver a tener la fortaleza militar mientras que Abías
vivía. Aunque sobrevivió a Abías alrededor de un año, la muerte
de Jeroboam, cuando sucedió, fue repentina, como una señal del
juicio de Dios sobre él (versículo 20).
El que mora en los cielos se reirá;
el Señor se burlará de ellos.
Luego les hablará en su furor,
y los turbará con su ira:
“Yo he puesto mi rey
sobre Sión, mi santo monte” (Salmo 2:4-6).
Abías consolidó su victoria tomando algunas ciudades y villas
claves, haciendo desplazar la frontera de Israel bastante al norte
en lo que había sido territorio israelita. Entre las ciudades más
importantes que capturó estaba Betel, uno de los centros de
adoración de los becerros de oro de Jeroboam (1 Reyes 12:32). El
Señor siguió bendiciendo a Abías durante el resto de su vida,
dándole muchos hijos e hijas (versículo 21).
Dios respondió, de una manera similar, a esos primeros
cristianos que le habían pedido tan seriamente que considerara las
161
2 Crónicas 13:13-22

Mar
Mediterráneo

ISRAEL
Río Jordán

Jesana La frontera después


Efraín de la victoria
Betel La frontera antes
Mte. Zemaraim de la victoria

Zora

Mar
Muerto

La victoria de Abías sobre Israel


amenazas de sus enemigos y que les diera el poder de continuar
predicando a Jesús. “Cuando terminaron de orar, el lugar en que
estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu
Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios” (Hechos 4:31).
A muchos de ellos los persiguieron por esto; algunos perdieron la
vida. Pero todos estaban luchando por el único reino que perdura.

La aplicación de estos versículos a nosotros mismos

Aquí el punto es de legitimidad. Podríamos poner este


argumento en boca de un adversario de Abías. “¿Cómo puede,
señor Abías, tener un concepto tan alto de usted mismo, habiendo
162
2 Crónicas 13:13-22

perdido más de la mitad de su reino? ¿Acaso no marchan ahora


los guardias de su palacio con pequeños escudos de bronce cuando
una vez el gran Salomón caminó por corredores cubiertos de oro?
¿En realidad quiere usted decir que preside sobre el reino de Dios?
¿Que usted es el hombre de Dios ungido para sentarse en su trono?
¿Lo que trata de decirnos es que no adoramos nada?
“¿Acaso te olvidas de que estás aquí ahora solo porque Sisac
perdonó a tu padre? ¿Qué tal los dioses de Egipto? ¿No tuvieron
que ser propiciados para tu pueblo por medio del tesoro dedicado
al Señor, el que dices que está contigo?”
Sin duda, un adversario que viviera en el Tiempo del cronista
podría haber dicho “¡Pequeña Judá, pequeña, pequeña Judá!
¿Cómo puedes darte esos aires? ¿Ahora que no eres más que una
diminuta provincia del gran Imperio Persa? ¿Quieres decir
verdaderamente que tu Dios es el único Dios de toda la tierra?
¿Que su Templo (¡y también tan pequeño!) es el único lugar para
encontrar a este Dios, este Dios exclusivo que ustedes dicen que
los escogió y que sin embargo los dejo ir como cautivos y esclavos
bajo el rey de Babilonia? ¡Cómo puede decir esto y mantener la
cabeza en alto!”
Así también en nuestros días hay millones que buscan
desesperadamente la espiritualidad, cada quien afirmando haberla
encontrado, o por lo menos haber encontrado algo. Entonces
venimos nosotros proclamando el privilegio exclusivo de presentar
el único Nombre dado a la humanidad para su salvación. Nuestro
enemigo puede preguntar: “¿En realidad quieren decir que sólo
ustedes tienen la verdad? ¿Que sólo ustedes han encontrado el
camino? ¿Que sólo ustedes tienen la vida? ¿Desechan cualquier
otro camino y niegan nuestras verdades, diciendo que nuestros
dioses no son dioses y que nuestros ángeles son demonios? ¿Quién
los eligió como sus profetas, quién los hizo sacerdotes y los
escogió para que fueran reyes de todo el mundo?”
Que aquí cada cristiano aprenda a decir con toda confianza:
“Aunque no soy nada, y vengo de nada y sería nada por mí mismo,
sin embargo, conozco un Rey que bajó de los cielos, me amó con
163
2 Crónicas 13:13-22

todo su corazón y entregó su vida en la cruz por un mendigo como


yo, me escogió desde la eternidad, a su tiempo él me hizo suyo.
Me ungió para que fuera su sacerdote y su profeta, me exaltó como
rey para gobernar con él a la diestra de Dios. Ahora todas las cosas
me deben servir, al hallar la fuente de mi vida en él. Estoy
absolutamente seguro de todo esto porque me revistió con él
mismo en mi bautismo y me envolvió con el esplendor puro de su
nombre. Allí también sepultó mi pecado en las profundidades de
su propia muerte y de su sepultura. También me alimenta a diario
en los ricos pastos de su Palabra y vengo a él regularmente en las
celebraciones establecidas de su Santa Cena; en ella me deleito en
su perdón cuando recibo su cuerpo y sangre. Soy lo que soy porque
él es lo que es, y porque él se da a mi misericordiosamente.”
No debemos juzgar la verdad por lo que se ve, se oye y se
siente, por cuántos la creen, por cuan razonable parezca, ni por
cuán grande se manifieste. Como Abías, no tenemos fortaleza
personal de la que nos podamos jactar, pero tenemos al Hijo de
Dios y él nos ayuda. En él confiaremos; de él nos jactaremos. Él
se ha comprometido con nosotros en su Palabra; allí ha hecho clara
su elección.

El reino de Dios bajo Asa

El retrato que hace de Asa es confuso; el cronista quiere que


así sea. Por un lado, el cronista reserva para Asa frases descriptivas
que les aplica sólo a los reyes piadosos (versículo 2). No obstante
por otro lado, Asa peca neciamente de maneras comparables con
las de los reyes impíos (16:9,10).
Por ejemplo, es un rey que le da reposo a la tierra como hizo
David, manteniéndose a la cabeza del ejército de Dios. Guía a su
pueblo en la adoración en forma muy semejante a como David y
Salomón lo hicieron antes de él, y como Josafat, Ezequías y Josías
lo harían después. Emprende un programa para limpiar la tierra de
la idolatría y enseñarle al pueblo la ley del Señor. Renueva el pacto
en una asamblea solemne. Escucha la palabra del Señor por medio
164
2 Crónicas 13:13-22

de los profetas, busca al Señor en oración y confía en el Dios de


su padres en una guerra santa donde hay muy pocas posibilidades
de ganar.
Entonces, como dicen, viene “el resto de la historia”. En vez
de confiar en el Señor, hace una alianza impía con un gobernante
pagano para reducir el poder del reino del Norte. Se niega a aceptar
la advertencia del profeta y no busca al Señor cuando la
enfermedad lo derrumba. A su reino se le castiga con el flagelo de
la guerra y se convierte en el opresor de su propio pueblo.
El contraste difícilmente puede ser más desolador. En alguna
forma es similar a ciertos proverbios hebreos que tal vez ya hemos
aprendido a través de la vida. Dos afirmaciones enérgicas están
puestas una al lado de otra, cada una con redacción similar, y, sin
embargo, cada una dice lo opuesto de la otra.
Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad,
para que no seas tú también como él;
responde al necio como merece su necedad,
para que no se tenga por sabio en su propia opinión.
(Proverbios 26:4,5)
La pregunta obvia es ¿cuál es correcta? Y la respuesta clara
es: ¡Las dos! La gente y las verdades auténticas raramente son
sencillas. Con frecuencia hay más de una respuesta a una pregunta,
y también hay más de una manera de caracterizar a una persona.
El cronista tiene la intención de sacudirnos de la complacencia y
de estar satisfechos de nosotros mismos (los pecados de que
acosan a los justos) al darnos el retrato de un rey que tuvo mucho
éxito y que sin embargo cayó muy bajo.
Vale la pena observar algo más antes de que leamos el relato
del cronista sobre Asa. En nuestra propia época de duda y
confusión, un escritor podría darse gusto describiéndonos a un rey
con una personalidad muy ambigua. “¡Vea lo conflictivo que era!
Qué difíciles eran sus decisiones, qué difícil era abrirse camino
para encontrar alguna verdad.” Usted conoce el procedimiento, si
ha leído últimamente algunos autores modernos. Éste no es de
ningún modo el estilo del cronista. La verdad acerca de una vida
165
2 Crónicas 14:1-8

humana puede tener más de un aspecto y esos aspectos pueden


implicar contradicciones profundas; sin embargo, no hay duda
alguna para el cronista respecto a la verdad en sí misma. Un rey o
hace lo que es bueno y correcto o actúa neciamente (compare 14:2
con 16:9).

Asa confía en el Señor y es liberado

14 Durmió Abías con sus padres y fue sepultado en la


Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Asa, en
cuyos días tuvo sosiego el país por diez años.
2
Asa hizo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová, su
Dios. 3 Porque quitó los altares del culto extraño y los lugares
altos; quebró las imágenes y destruyó los símbolos de Asera;
4
y mandó a Judá que buscara a Jehová, el Dios de sus
padres, y pusiera por obra la Ley y sus mandamientos.
5
Quitó asimismo de todas las ciudades de Judá los lugares
altos y las imágenes; y estuvo el reino en paz bajo su reinado.
6
Edificó ciudades fortificadas en Judá, por cuanto había
paz en la tierra, y no había guerra contra él en aquellos
tiempos; porque Jehová le había dado paz. 7 Dijo, por tanto,
a Judá: «Edifiquemos estas ciudades y cerquémoslas de
muros con torres, puertas y barras, ya que la tierra es
nuestra; porque hemos buscado a Jehová, nuestro Dios; lo
hemos buscado, y él nos ha dado paz por todas partes.»
Edificaron, pues, y fueron prosperados.
8
Tuvo también Asa un ejército de trescientos mil hombres
de Judá, armado con escudos y lanzas, y doscientos ochenta
mil hombres de Benjamín que portaban escudos y entesaban
arcos. Todos eran hombres diestros.

Al principio no hay nada malo que señalar en los actos de


Asa como rey. Al poner primero lo primero: (1) limpia la tierra de
“los altares del culto extraño y los lugares altos”, (2) manda a Judá
a “que buscara a Jehová, el Dios de sus padres” y (3) anima a su
166
2 Crónicas 14:1-8

pueblo para que edifique las ciudades. La respuesta de Dios a un


rey y a un pueblo que lo busca es igualmente inequívoca. El Señor
le da descanso; el pueblo edifica y prospera.
Como el cronista seguirá mencionando los “lugares altos”
como una amenaza para la verdadera adoración a Dios, aquí podría
ser provechoso hacer una pausa para adquirir alguna idea de lo
que ellos fueron. Por varias razones, el antiguo pueblo de Canaán
con frecuencia asociaba las colinas y las características
prominentes del paisaje con la adoración de sus dioses. Sin
embargo, Moisés instruyó al pueblo de Dios a adorar al Señor sólo
en “el lugar que Jehová, vuestro Dios, escoja entre todas vuestras
tribus, para poner allí . . . su nombre y habitar” (Deuteronomio
12:5). El impulso idólatra divide la única forma de adoración en
muchas, y al único Dios verdadero en muchos dioses. El Señor no
quería que ese impulso gobernara a su pueblo.
Después de que los filisteos destruyeron el tabernáculo de Silo
(a lo que se hace referencia indirecta en las Escrituras en el Salmo
78:60; Jeremías 7:12,14; 26:6,9), es evidente que hubo alguna
adoración al Dios verdadero en varios lugares altos (1 Samuel
9:13; 10:5; 2 Crónicas 1:3). Pero, como lo hemos visto, una vez
que se construyó el templo de Salomón, Dios aclaró que él quería
que su pueblo lo buscara allí. Sin embargo, no tomó mucho tiempo
para que el cáncer de la idolatría se metiera en el corazón del reino.
Sorprendentemente, el mismo Salomón fue el gobernante que
pudo afirmar que era el “primer” sospechoso de volver a adorar
en lugares altos y no en el Templo que estaba en el monte. Esto
por sí solo ya era bastante malo, pero la adoración a dioses ajenos
lo empeoró (1 Reyes 11:7). ¡Hasta se había suprimido la apariencia
de adorar al Señor! La división del reino del Señor en dos partes
naturalmente le dio un tremendo impulso a la idolatría, así como
el pecado de Jeroboam (vea lo que se comentó en 11:5-23) hizo
sentir su impacto. Por el tiempo de Asa, es claro que la adoración
en los lugares altos, no sólo al Señor sino a dioses ajenos, se había
convertido en una característica establecida del panorama religioso
en el Norte y en el Sur.
167
2 Crónicas 14:1-8

Al inicio de su gobierno, el mismo Asa se dedicó a erradicar


la idolatría. Las piedras sagradas que él quebró probablemente
fueron algún tipo de altar de incienso. * Los símbolos de Asera se
asociaban con la diosa de la felicidad, la esposa de Baal en el
panteón cananeo. Aunque sus esfuerzos fueron muy vigorosos, se
revelan el poder y la capacidad de supervivencia de la adoración
idólatra en un comentario que leeremos después: “Los lugares
altos no desaparecieron de Israel” (15:17). Probablemente esto se
entienda mejor a luz de los versículos 2 a 5 de nuestro capítulo
actual: él quitó esos los lugares altos dedicados a la adoración de
dioses ajenos; sin embargo, no quitó los que estaban dedicados a
la adoración al Señor. En conjunto, su esfuerzo fue notable, pero
no alcanzó a erradicar completamente este flagelo de la tierra.
Dios bendijo sus esfuerzos dándole prosperidad a la tierra y
reposo de la guerra (versículos 6,7). Es bastante claro por el
contexto que la paz de que Judá disfrutaba era solo relativa.
Todavía tendrían que luchar contra sus vecinos hostiles del norte
(tal vez un poco menos en los años inmediatamente posteriores a
la arrolladora victoria de Abías). Y pronto iban a tener que pelear
contra otra amenaza por el sur. La sorprendente repetición de los
términos para “reposo” a través de toda esta sección (versículos
5-7; vea también 15:15) nos dejan saber que, desde el punto de
vista del cronista, la tranquilidad y la paz fueron las principales
bendiciones que se disfrutaron durante el buen período del reinado
de Asa. El pueblo de Dios había entrado en ese reposo por
“[buscar] a Jehová”, es decir, por medio de la fe en él (versículo
7; vea Hebreos 4:3). No habían obtenido el reposo por sus propios
esfuerzos. La seguridad no fue un producto de ladrillos y mezcla,
ni tampoco un gran ejército de ciudadanos garantizaba la
tranquilidad. Todas estas bendiciones se le otorgaron a quien
aprendió a decir con David: “En paz me acostaré y asimismo
dormiré, porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmo
4:8).
* Japhet, p. 706.

168
2 Crónicas 14:9-15

Ningún estado de paz y de tranquilidad dura mucho tiempo en


ningún país del mundo. Todo lo que conocemos son períodos de
calma relativa. Los Estados Unidos son excepcionales en este
aspecto: han disfrutado por más de cien años la libertad de guerras
que arruinen su propio suelo. Sin embargo, últimamente vemos
que sus ciudades se convierten cada vez más en campos de batalla.
Las bombas de los terroristas abren huecos en la tierra y dejan
cicatrices en nuestro corazón. Algunas veces parece que las
pandillas matan al azar. Tal vez también nuestro tiempo de paz
terrenal ha terminado, a medida que busquemos en las cosas
creadas un don que solo se encuentra en Dios. No obstante, queda
un reposo para el pueblo de Dios. “Estas cosas os he hablado para
que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero
confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). ¡Querido Jesús te
damos gracias! ¡Desarraiga los ídolos de nuestro corazón y danos
tu paz!

9
Salió contra ellos Zera, el etíope, con un ejército de un
millón de hombres y trescientos carros; y vino hasta Maresa.
10
Entonces salió Asa contra él, y se pusieron en orden de
batalla en el valle de Sefata, junto a Maresa. 11 Y clamó Asa a
Jehová, su Dios, y dijo: «¡Jehová, para ti no hay diferencia
alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas!
Ayúdanos, Jehová, Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos,
y en tu nombre marchamos contra este ejército. Jehová, tú
eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre.»
12
Jehová deshizo a los etíopes delante de Asa y delante de
Judá; y huyeron los etíopes. 13 Asa y el pueblo que con él
estaba los persiguieron hasta Gerar; y cayeron los etíopes
hasta no quedar ninguno con vida, pues fueron deshechos
delante de Jehová y de su ejército. Y les tomaron muy
grande botín. 14 Atacaron también todas las ciudades
alrededor de Gerar, porque el terror de Jehová cayó sobre
ellas; y saquearon todas las ciudades, pues había en ellas
gran botín. 15 Asimismo atacaron las cabañas de los que
169
2 Crónicas 14:9-15

tenían ganado y se llevaron muchas ovejas y camellos.


Después volvieron a Jerusalén.

Nadie sabe con seguridad quién era “Zera”. Como etíope, su


hogar tal vez haya sido la región del alto Nilo, un área que en la
actualidad corresponde al norte de Sudán. También podemos
deducir de 2 Crónicas 16:8 que las tropas libias, así como las
etíopes, formaban una parte considerable de su ejército. Al
comparar estos hechos, muchos sugieren que él fue el comandante
del ejército egipcio, enviado a su misión por el faraón Osorkón I,
quien fue un gobernador de la así llamada dinastía “Libia”. Se dice
que Osorkón quería duplicar la hazaña de su padre Sesonc (Sisac)
y obtener botín a costa de Judá. Esta suposición parece tan
probable como cualquiera. Lo que sí sabemos es que Zera atacó
por el sur, avanzando desde el camino de la costa hasta las
estribaciones de las colinas de Judea a través del valle de Sefatá,
cerca de Maresá (vea el mapa en el comentario a 11:5-23). Aquí
pusieron resistencia Asa y el ejército de Judá (versículos 9,10).
Al ser superados inmensamente en número y en capacidad (los
arcos, las lanzas y los escudos no pueden proteger contra los carros
de guerra), parecía que los enemigos iban a masacrar al ejército
de Judá. Por ahora debemos reconocer las clases de batallas que
al cronista le gusta describir; la cuestión en ellas nunca fue la
supremacía física. Si las batallas del cronista se resolvieran en
términos terrenales, el ejército enemigo le hubiera podido ganar
fácilmente todas las veces al pequeño rebaño del Señor. Pero estas
batallas no eran tanto un enfrentamiento físico como una guerra
espiritual; los reinos de este mundo se disponen en contra del
Señor: ellos desafían a su ejército (vea el versículo 13) y quieren
conquistar a su ungido.
Como representante de su pueblo, Asa oró al Señor de tal
forma que aclaró los asuntos (versículo 11). Comenzó diciendo:
“Sólo tú puedes ayudar (NVI)”. Los fieles de Israel nunca se
cansaron de decir que su Dios era único; los dioses de las otras
naciones sólo podían “ayudar” cuando quienes les servían ya
170
2 Crónicas 14:9-15

tenían ejércitos con suficiente fuerza para ganar por sí solos. Sin
embargo, solo el verdadero Dios le ayudaba a quienes no tenían
mucha fuerza para ganar victorias sobre fuerzas superiores cuando
parecía imposible. “Para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda
al poderoso o al que no tiene fuerzas”.
En los libros de Moisés estaba muy grabada la verdad de que
Dios toma la causa de los que no tienen a nadie más de quien
depender. Él le prohíbe a su pueblo que afija a las viudas y a los
huérfanos (Éxodo 22:22). Él atiende las necesidades de ellos en la
distribución de los diezmos (Deuteronomio 14:28,29) y no quiere
que nadie los excluya de la celebración de la fiesta de las cosechas
(Deuteronomio 16:11). Él advierte en contra de aprovecharse de
ellos mediante trucos legales (Deuteronomio 24:17), e instruye a
su pueblo para que no coseche por completo los frutos de los
árboles con el fin de que quede algo para que los pobres lo recojan
(Deuteronomio 24:19-21). Esta verdad llevó a Lutero a decir:
“Cristo tiene un reino en el que desea ayudar a los pobres y
desgraciados . . . Sin él, ni aun todo el mundo con todo su poder
y medios puede ayudar . . . Su reino es predicar el evangelio a los
pobres . . . porque él no puede ir a los grandes y santos. Ellos no
desean ser contados como pecadores, y por lo tanto no necesitan
su evangelio”.*
Asa se incluyó a sí mismo y a su pueblo con aquellos que no
tienen nada en el mundo en lo que puedan confiar, cuando dijo:
“¡Para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al
que no tiene fuerzas! Ayúdanos . . . porque en ti nos apoyamos”
(versículo 11). Es igual que si hubiera dicho: “Si no nos ayudas,
estamos obligados a permanecer indefensos. Mis ejércitos
nacionales, a pesar de estar formados por muchos hombres fuertes
no pueden ganar esta batalla. Mis ciudades fortificadas no dan
verdadero refugio ni fortaleza. Tú, y solo tú, eres nuestro refugio
y fortaleza.” Los ojos que tienen visión espiritual ven las cosas

* D. Martin Luther’s Werke. Kritis Kritische Gesamtausgabe [WA] (Weimar,


Hermann Böhlau und Nachfolger, 1883–1948), Vol.52, pp. 24ss.

171
2 Crónicas 14:9-15

como son. La persona que en verdad ve, mira dentro de sí misma


y no encuentra nada en qué confiar. Esa persona ha evaluado a su
enemigo y sabe la imposibilidad de hacerle frente. Sobre todo, esa
persona se ha vuelto a Dios y su corazón ansioso ha encontrado
en él el lugar de reposo.
Tenemos esta certeza de la ayuda de Dios en todas las
dificultades, en todas las batallas del cuerpo y del alma, porque
tenemos la promesa del Señor. No nos atrevemos a tener esperanza
en lo que somos; solo en lo que él es: “En tu nombre marchamos
contra este ejército. Jehová, . . . no prevalezca contra ti el hombre”
(versículo 11). Dios le prometió a su antiguo pueblo “seré vuestro
Dios” (Éxodo 6:7). Jesús les dice a todos sus discípulos: “Todo
cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23).
Dios ha puesto su nombre y su reputación en juego para salvarnos.
Nuestro Dios Salvador se ha identificado tanto con nuestras luchas
y conflictos que los que se oponen a nosotros, se oponen a él.
Somos “su ejército” (versículo 13) y por eso peleamos bajo su
bandera. Que todo creyente bautizado esté seguro de esto: ¡Dios
ha puesto su nombre sobre nosotros; nunca peleamos solos porque
somos de él!
Para el cronista, la pregunta decisiva se resuelve antes de la
contienda. “¿Se apoyará el pueblo de Dios en su propio
entendimiento o dependerá de su Dios?” Una vez que esta lucha
espiritual se ha decidido, lo que el mundo puede ver como la
verdadera batalla en realidad no es ninguna batalla. “Jehová
deshizo a los etíopes delante de Asa y delante de Judá; y huyeron
los etíopes. Asa y el pueblo que con él estaba los persiguieron hasta
Gerar; y cayeron los etíopes hasta no quedar ninguno con vida,
pues fueron deshechos delante de Jehová y de su ejército”
(versículos 12,13) Al pueblo de Dios sólo le queda aprovechar lo
que el enemigo ha dejado atrás y saquear el territorio (versículos
13-15).
El cronista anotó esta batalla para que el “rebaño pequeño”
que le pertenece a Dios tuviera en quién esperar en todas sus
luchas. Con delicadeza les hace ver que los verdaderos problemas
172
2 Crónicas 15:1-7

que enfrentan nunca son las cuestiones terrenales que ocupan


normalmente los primeros lugares en las listas de las ansiedades
de las personas: “¿Qué comeremos; qué beberemos; cómo lo
lograremos?” La lucha verdadera siempre se desarrolla en el plano
espiritual. ¿Me conducen esas preocupaciones terrenales a tratar,
de una forma desesperada, de salvarme a mí mismo, confiando en
cualquier recurso que yo posea para vencer la dificultad que se me
presenta? ¿O me enseñan a desesperarme al ver que no puedo
hacer nada por mí mismo y hacen que me apoye en mi Dios
misericordioso? Aquí el cronista también nos habla a nosotros,
para que “por la paciencia y la consolación de las Escrituras,
tengamos esperanza” (Romanos 15:4).

Asá responde a la palabra de Dios y renueva el pacto

15 Vino el espíritu de Dios sobre Azarías hijo de


Obed, 2 el cual salió al encuentro de Asa y le dijo:
«Oídme, Asa, todo Judá y Benjamín: Jehová estará con
vosotros si vosotros estáis con él; y si lo buscáis vosotros lo
hallaréis; pero si lo dejáis, él también os dejará. 3 Muchos
días ha estado Israel sin verdadero Dios y sin sacerdote que
enseñara, y sin Ley; 4 pero cuando en su tribulación se
convirtieron a Jehová, Dios de Israel, y lo buscaron, ellos lo
hallaron. 5 En aquellos tiempos no hubo paz, ni para el que
entraba ni para el que salía, sino muchas aflicciones sobre
todos los habitantes de las tierras. 6 Una gente destruía a
otra, y una ciudad a otra ciudad; porque Dios los turbó con
toda clase de calamidades. 7 Pero esforzaos vosotros, y no
desfallezcan vuestras manos, pues hay recompensa para
vuestra obra.»

Asa y sus tropas victoriosas se encuentran con el profeta


Azarías cuando regresan del campo de batalla. Éste es el primero
de dos mensajes proféticos que recibirá Asa. En este lugar Dios
quiere animar a Asa y a todo el pueblo de Israel a seguir confiando
173
2 Crónicas 15:1-7

en él; después reprenderá a Asa y lo amonestará porque no


dependió de él. El profeta, completamente bajo la dirección del
Espíritu, destaca primero la gran lección espiritual que se debe
aprender de lo que acaba de ocurrir (versículo 2). El Dios
verdadero es una ayuda muy real en las dificultades; él es fiel; él
cumple su palabra. Quienes confían en él como su Dios
encontrarán las respuestas a sus problemas. “Será hallado de
vosotros”.
Por otro lado, cuando el pueblo de Dios lo abandone, le estará
volviendo la espalda la única esperanza verdadera que tiene, y
Dios enojado, los abandonará. Cuando el pueblo hace ídolos de
cosas terrenales, es necesario que entienda la verdadera naturaleza
de lo que hace. Inventar otras esperanzas así es rechazar el
ofrecimiento que les hace Dios de ayudarlos; persistir en ello
provoca la ira de Dios; él los abandonará a sus propios sueños y
los dejará consolarse en sus propias esperanzas. Entonces
descubrirán si se han apoyado en algo que vale la pena o no.
Azarías, después de establecer este principio, vuelve a contar
la historia del pueblo de Dios como un ejemplo instructivo de
cómo funciona este principio (versículos 3-6). Aunque esto parece
ser un resumen de la experiencia del pueblo de Dios, en particular
durante el período de los jueces (compare los versículos 3,4 con
Jueces 3:7-9), se expresa de una forma suficientemente general
que se pueda aplicar a todos los tiempos. Estas clases de
condiciones prevalecen en cualquier tiempo y lugar donde el
pueblo de Dios no acoge el gobierno del Ungido del Señor ni
escucha su Palabra.
¡Con cuanta precisión representa el profeta el estado
desesperado y caótico del pueblo de Dios (y de todo pueblo)
cuando trata de arreglárselas sin el Dios verdadero y sin su
Palabra! No hay paz ni seguridad. Nadie puede caminar al aire
libre ni hay seguridad cuando se regresa a la casa, así de grande
es la calamidad. ¡La apostasía lleva a la anarquía! Cuando su
pueblo no le sirve con alegría, Dios los deja que pruebe los
amargos resultados de su propio camino. “Dios los turbó con toda
174
2 Crónicas 15:1-7

clase de calamidades” (versículo 6). Éste es el juicio de Dios sobre


el pueblo que prefiere la oscuridad a la luz, que cede ante el reino
de este mundo cuando embiste para rivalizar con el gobierno
misericordioso de Dios en su corazón.
Pablo escribió acerca de una época en la que sus lectores
cristianos estaban “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios
2:12). Estaban bajo el gobierno de todo demonio y tirano espiritual
que existía. Sin embargo, Dios en su misericordia había obrado un
nuevo nacimiento de la libertad en su corazón: los unió
misericordiosamente a su propio pueblo en Cristo y les dio paz
por medio de su sangre. Desde entonces el mundo occidental ha
podido caminar a la luz del Señor. Sí, han existido hambrunas de
la Palabra aquí y allá, y el rocío de la lluvia del evangelio se ha
desplazado de un país a otro, pero siempre han existido en el
occidente aquellos que se han aferrado a la palabra de Dios y han
puesto su esperanza en el Rey Ungido del Señor. Ahora parece
como si la gran apostasía hubiera llegado, por lo menos entre
nosotros. Al preferir la oscuridad a la luz, ahora nuestra nación
está descubriendo exactamente cuán profunda puede ser esa
oscuridad.
¿Es éste el punto culminante del mal antes del fin? ¿O todavía
existirán los que en su aflicción se volverán al Señor, lo buscarán
y lo encontrarán (versículo 4)? En lo que toca a nuestro país en
general, solo Dios lo sabe. En cuanto a nosotros: “No temeremos,
aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón
del mar” (Salmo 46:2). Sabemos que el cielo y la tierra pasarán
pero que las misericordiosas palabras de nuestro Salvador no
pasarán. Nosotros debemos “[perseverar] hasta el fin” como lo
ordena nuestro Salvador (Mateo 24:13), y nos debemos “[esforzar]
. . . y no [desfallecer]” como lo dice aquí su profeta (versículo 7).
Aunque las cosas puedan parecer muy caóticas, podemos hacer
mucho más que simplemente protestar contra la muerte. Cristo nos
ha dado su misión; se debe predicar el evangelio a todas las
naciones (Mateo 24:14). Esto significa que tenemos trabajo por
hacer, y cuando el demonio diga “¿Por qué preocuparse? ¡No hay
175
2 Crónicas 15:8-19

esperanza!”, o cuando nuestro propio corazón temeroso y


desesperado nos tiente a ceder, miremos la tumba vacía y allí
veremos la victoria que se nos promete. Esta victoria no solo tiene
el propósito de darnos alegría cuando venga el día perfecto del
Señor, sino de darnos nueva fortaleza ahora mismo. ¿Acaso no nos
dijo el apóstol del Señor (con palabras similares a las de Azarías)
“Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1
Corintios 15:58)?

8
Cuando oyó Asa las palabras y la profecía del profeta
Azarías hijo de Obed, cobró ánimo y quitó los ídolos
abominables de toda la tierra de Judá y de Benjamín, y de
las ciudades que él había tomado en la parte montañosa de
Efraín; y reparó el altar de Jehová que estaba delante del
pórtico de Jehová. 9 Después reunió a todo Judá y Benjamín,
y con ellos los forasteros de Efraín, de Manasés y de Simeón;
porque muchos de Israel se habían pasado a él, viendo que
Jehová, su Dios, estaba con él.
10
Se reunieron, pues, en Jerusalén, en el mes tercero del
año decimoquinto del reinado de Asa. 11 Y en aquel mismo
día sacrificaron para Jehová, del botín que habían traído,
setecientos bueyes y siete mil ovejas. 12 Entonces prometieron
solemnemente que buscarían a Jehová, el Dios de sus padres,
de todo su corazón y de toda su alma; 13 y que cualquiera que
no buscara a Jehová, el Dios de Israel, que muriera, ya fuera
grande o pequeño, hombre o mujer. 14 Juraron, pues, a
Jehová en alta voz y con gritos de júbilo, al son de trompetas
y de bocinas. 15 Todos los de Judá se alegraron de este
juramento; porque de todo su corazón lo juraban, y con toda
su voluntad lo buscaban. Por eso Jehová se dejó hallar de
ellos y les dio paz por todas partes.
16
Aun a Maaca, su propia madre, el mismo rey Asa la
depuso de su dignidad, porque había hecho una imagen de
Asera; y Asa destruyó la imagen, la desmenuzó y la quemó
176
2 Crónicas 15:8-19

junto al torrente Cedrón. 17 Con todo esto, los lugares altos


no desaparecieron de Israel, aunque el corazón de Asa fue
perfecto en todos sus días. 18 Trajo éste a la casa de Dios lo
que su padre había dedicado, y lo que él mismo había
consagrado, plata, oro y utensilios. 19 Y no hubo más guerra
hasta el año treinta y cinco del reinado de Asa.

La palabra del profeta logró el propósito de Dios en el corazón


de Asa: “Cobró ánimo” (versículo 8), y su respuesta fue rápida y
notable. Por segunda vez, emprendió una misión de búsqueda y
destrucción de ídolos. Esta vez incluyó en su purga las ciudades
que había capturado del reino del Norte (Efraín). Aunque ésta fue
la segunda vez que tuvo que hacerlo, y aunque la adoración al
Señor persistió en los lugares altos (versículo 17), parece bastante
claro que estos hechos dicen menos acerca de la fuerza de su
resolución de lo que dicen sobre la atracción que la idolatría ejerce
en el corazón humano. Tampoco fue solo una respuesta negativa
contra los ídolos; además, dio los pasos necesarios para reparar el
altar de los holocaustos y reunir a su pueblo en una gran fiesta de
renovación del pacto.
Asa experimentó bendiciones similares a las que disfrutó
Roboam (11:13-17). Su fidelidad al Señor había atraído la atención
de algunos creyentes del norte, así que “muchos de Israel se habían
pasado a él, viendo que Jehová, su Dios, estaba con él” (versículo
9). Aunque las filosofías de este mundo parezcan ser muy
persuasivas, nada se compara con el poder motivador del amor de
Dios. Fue de esta forma como Asa pudo reunir a un grupo
verdaderamente representativo de todo Israel para la fiesta que
había pensado hacer.
El cronista nos dice que Asa llevó a cabo la reunión “en el mes
tercero del año decimoquinto” de su reinado (versículo 10). Esto
significaría que la celebró junto con la fiesta de las Semanas o
Pentecostés (Levítico 23:15-22). Esto también nos permite
establecer con cierta precisión que la fecha de la invasión de Zera
fue hacia el año 987 A. C., ya que se nos dice que fue durante esta
177
2 Crónicas 15:8-19

misma fiesta que “sacrificaron . . . del botín que habían traído,


setecientos bueyes y siete mil ovejas” (versículo 11). Aun si se
supone que transcurrió algún tiempo entre la invasión y la
celebración, todavía pondría la incursión etíope en la última parte
del año decimocuarto del gobierno de Asa o a principios del
decimoquinto.
El tema de la reunión festiva fue: “[Busquen] a Jehová, el Dios
de [nuestros] padres, de todo su corazón y de toda su alma”
(versículo 12). Su propósito era permitirle a la nueva generación
de creyentes afirmar públicamente su deseo de permanecer en el
pacto que Dios había hecho con el pueblo de Israel en el monte
Sinaí. Ésta no fue la primera vez que Israel lo había hecho así; se
podría decir que todo el libro de Deuteronomio es una forma de
renovación del pacto, llevada a cabo bajo la guía de Moisés cuando
la nueva generación de israelitas (los que nacieron después de la
reunión de Dios con Israel en Sinaí) estaba a punto de entrar a la
Tierra Prometida. Después de que la primera fase de la conquista
se había terminado, Josué ratificó este pacto con la debida
reverencia (Josué 8:30-35; compare con Deuteronomio 27), y al
final de su vida lo renovó otra vez (Josué 23,24). La renovación
de Asa tampoco será la última vez que los israelitas mismos se
vuelvan a comprometer a adorar al Señor. Veremos que sucederá
nuevamente durante los reinos de Ezequías y de Josías.
La seria resolución que Asa y su pueblo tomaron ese día se ve
en las varias características que siguen. Se hicieron generosas
ofrendas propiciatorias (versículo 11). Matarían a quienes no
tuvieran la buena voluntad de dedicarse exclusivamente al Señor,
sin tener en cuenta el sexo ni el nivel social (versículo 13). Esto
estaba de acuerdo con las estipulaciones del pacto que se
encuentran en Deuteronomio 13:6-9. Hacen un juramento solemne
de lealtad, acompañado de gritos y sonidos de trompetas (versículo
14). Es evidente que eso no fue una simple demostración externa,
por lo que dice el versículo 15: juraron con alegría, de todo
corazón y con toda su voluntad. Y Asa no es un guía más que de
solo de palabras. Actúa contra la idolatría aun dentro de su propia
178
2 Crónicas 15:8-19

familia, destituye a su abuela Maaca de su alta posición y destruye


públicamente “la escandalosa imagen” de la diosa Asera (versículo
16, NVI). Finalmente, lleva regalos al Templo, consistentes en los
artículos de plata y oro que él y su padre habían dedicado al Señor
(versículo 18).
Podríamos preguntar para qué propósito servían estas
renovaciones del pacto. Muchas se realizaron cuando las
transgresiones de Israel habían llegado a un punto en el que se
podría decir que el pacto ya se había roto; las reformas de Ezequías
y de Josías son ejemplos claros de esto. En el caso de la
reafirmación que se llevó a cabo casi al final de la vida de Josué,
la razón más bien parece ser el fin de una época. Había una nueva
generación que estaba por llegar a la edad adulta, los que habían
sido los primeros en nacer en la Tierra Prometida. Pronto su gran
jefe Josué, que personalmente podía recordar el Sinaí, saldría de
escena. Josué quería saber si este nuevo grupo comprometería a
servir al Señor. Sin embargo, el tema común a todas las
renovaciones del pacto es la idea de que la genuina adoración al
Dios verdadero no es algo “que se da por sentado”. Sólo el hecho
de que los padres fueran creyentes no daba ninguna garantía de
que sus hijos también lo iban a ser. Así que la renovación del pacto
era algo importante porque de este modo una nueva generación de
creyentes diría que adoptaban exactamente la misma posición que
sus padres fieles.
En nuestra propia vida y en cada año de la iglesia tenemos
ocasiones similares, solo que las llamamos confirmaciones, día de
la Reforma y, si no es ir demasiado lejos, instalaciones. En estas
tres ocasiones, individualmente y en grupo, tenemos la
oportunidad de decir: “Queremos buscar el Dios de nuestros
padres y adorarlo solo a él”. Sin duda, costumbres como éstas
seguirán durante mucho tiempo después de que este escritor haya
salido de escena. Sólo podemos esperar y orar que dentro de la
iglesia luterana estos tiempos de volver a comprometerse con
solemnidad sean más que sólo demostraciones externas. Es de
suma importancia que cada generación se apropie de las preciosas
179
2 Crónicas 15:8-19

verdades salvadoras de la Palabra de Dios.


El cronista dice: “Con toda su voluntad lo buscaban. Por eso
Jehová se dejó hallar de ellos” (versículo 15). El hecho es que
debemos confesar que nuestro propio corazón traicionero muchas
veces nos aleja del camino. Con mucha frecuencia hemos
provocado al Señor con nuestros ídolos, con nuestras propias
visiones orgullosas de lo que somos y de lo que podemos hacer.
Es asombroso que Dios todavía nos hable: Hemos sido muy
indignos y estamos muy lejos de merecer los nombres de “hijo” o
de “hija”. Siempre que leemos que resaltan los temas de
compromiso y lealtad, pronto nos encontramos en la situación que
Asa describió antes: “¡No [tengo] fuerzas! Ayúdanos, Jehová, Dios
nuestro” (14:11). La verdad es que siempre hay algo que falta en
nuestro compromiso, en nuestra dedicación, en nuestra resolución
de buscar al Señor. Aunque es una verdad mortificante, es mejor
reconocerla. Gracias a Dios que jamás falta nada, nada en
absoluto, en su compromiso, en su dedicación y en su resolución
de salvarnos.

Un desvío breve por la cronología bíblica

Antes de que avancemos a la siguiente fase de la vida de Asa,


tenemos que considerar dos asuntos que le causan problemas al
lector cuidadoso de las Escrituras. La primera dificultad implica
las referencias paralelas de tiempo que se nos dan, una en el último
versículo de este capítulo y la otra en el primer versículo del
siguiente. Se nos dice que Asa tuvo paz “hasta el año treinta y
cinco [de su] reinado” y que “en el año treinta y seis” el rey Baasa
de Israel trató de mover otra vez la frontera hacia el sur, hacia Judá.
El problema consiste en que 1 Reyes 15:33 nos dice que Baasa
llegó a ser rey “en el tercer año de Asa” y que “reinó veinticuatro
años”. Parece imposible que ambas afirmaciones sean verdaderas.
El rey Baasa habría muerto mucho tiempo antes del “año treinta y
seis” de Asa.

180
2 Crónicas 15:8-19

En un tiempo hubo numerosas dificultades relacionadas con


la aclaración de las fechas de los diversos reyes de Judá e Israel.
Fue difícil dar una explicación razonable que tomara en cuenta
toda la evidencia bíblica. Entonces, en 1965, un hombre de nombre
E. R. Thiele publicó el libro titulado Los Números Misteriosos de
los Reyes Hebreos en el que resolvió muchos de esos problemas.
Comenzó suponiendo que los números que se dan en las fechas
bíblicas son exactos, y que los escritores de Crónicas y de Reyes
eran todo lo contrario de malos historiadores que no se interesaron
en resolver las inconsistencias de sus fuentes.
Algunas de sus mejores soluciones fueron las siguientes. (1)
Con frecuencia hubo períodos de gobierno en los que el padre y el
hijo gobernaron juntos. Durante ese tiempo ambos reyes contaron
los años como años de su gobierno. (2) Algunos escribas dieron
fechas de acuerdo con un “sistema de año de ascenso” en el que el
primer año parcial del gobierno del rey se contaba sólo como un
“año de ascenso” y no había sido incluido en el total. Solo los años
completos (calculados desde el año nuevo hasta el fin del año) se
incluían en la cuenta final de los años gobernados. (3) Algunas
veces los escribas no seguían este sistema de año de ascenso y
entonces todos los años totales y parciales, contaban como un año
y se incluían en el total. Para que usted tenga un concepto más
profundo de algunos de los problemas relacionados con la
asignación de fechas y con las soluciones de Thiele, pida prestado
el libro de Thiele de la biblioteca local o consulte un diccionario
extenso de la Biblia.
Hoy el trabajo de Thiele se acepta por lo general entre los
eruditos conservadores de la Biblia y se menciona aquí para el
beneficio de los lectores que tienen interés en estas cosas.
Desgraciadamente, ninguna de las soluciones que se citaron nos
ayuda mucho con el problema que tenemos, el cual es “¿Cómo
pudo Baasa estar vivo en el año treinta y seis de Asa cuando había
muerto diez años antes?” Thiele sugiere que si estos dos números
se calcularon a partir del año en que el reino unido fue dividido en

181
2 Crónicas 15:8-19

dos, entonces el problema desaparece. Entonces, la fecha de las


acciones hostiles de Baasa hacia el Sur cae alrededor del año 894
A. C. Es muy posible. Sin embargo, con esta “solución” quedan
muchas dificultades. Es dudoso que esta sea la última palabra.
El lector puede sacar de esta discusión los siguientes puntos:
(1) En un tiempo, fue difícil explicar la mayoría de los números
de los reyes hebreos. (2) Apareció alguien que confió en el texto
y propuso soluciones que no sólo fueron ingeniosas sino
convincentes. Ahora se aceptan ampliamente. (3) La solución de
Thiele a nuestro problema especial es más ingeniosa que
convincente; sin embargo, (4) sin duda aparecerán otras. Hasta
entonces nos consolaremos con la idea de que muchas dificultades
bíblicas que una vez se consideraron imposibles de resolver se han
resuelto satisfactoriamente. Esta también lo será, sino ahora, en el
futuro, cuando lo que es en parcial le dé paso a lo perfecto (1
Corintios 13:9,10).
Sino nos acusan de tener una venda en los ojos cuando se trata
del texto sagrado y de tener parcialidades evidentes en nuestro
método de interpretación, lo admitimos francamente. No existe la
erudición desapasionada, es decir, no en el sentido de que alguien
se pueda aproximar al texto libre de prejuicios. Nuestra parcialidad
simplemente consiste en que el Señor Jesucristo que se revela a sí
mismo en las Escrituras ha confiscado nuestro corazón, mente y
voluntad. Lo ha hecho con el poder motivador de su amor. Hemos
llegado a confiar en su voz y creer que él no miente. Rechazamos
como una adoración idólatra del intelecto humano cualquier
método que en efecto se distancie de las sagradas Escrituras y que
permita que las personas escojan aquí y allá lo que les atraiga. Por
otro lado, nosotros nos seguiremos aproximando a ellas esperando
escuchar nada menos que la auténtica voz de Dios, resonando
claramente en cada palabra.
El segundo punto que tiene que ver con esta sección del
gobierno de Asa sólo se mencionará aquí brevemente. Pertenece
más al estudio de la naturaleza humana que a la categoría de las
“inconsistencias bíblicas”. Nos referimos al comentario que hace
182
2 Crónicas 16:1-14

el cronista de que “el corazón de Asa fue perfecto en todos sus


días” (versículo 17). Esto parece difícil de reconciliar con el
siguiente capítulo; el tiempo de paz de Asa (versículo 19) se
convertirá en guerra, su confianza en Dios se cambiará por una
confianza en el hombre, y su ansiosa aceptación de la Palabra
profética se convertirá en rechazo hostil. Tal vez, lo más triste de
todo es la descripción que encontraremos de un hombre que con
terquedad se niega a buscar al Señor. Aquí es suficiente decir que
regresaremos a este asunto una vez que hayamos tratado por
completo el capítulo siguiente.

Asá confía en el hombre, rechaza la palabra de Dios y es


castigado

16 En el año treinta y seis del reinado de Asa, subió


Baasa, rey de Israel, contra Judá, y fortificó a
Ramá, para cortarle toda comunicación a Asa, rey de Judá.
2
Entonces sacó Asa la plata y el oro de los tesoros de la casa
de Jehová y de la casa real, y envió mensajeros a Ben-adad,
rey de Siria, que estaba en Damasco, diciendo: 3 «Haya
alianza entre tú y yo, como la hubo entre tu padre y mi
padre. Aquí te envío plata y oro para que vengas y deshagas
la alianza que tienes con Baasa, rey de Israel, a fin de que se
aleje de mí.»
4
Consintió Ben-adad con el rey Asa y envió los capitanes
de sus ejércitos contra las ciudades de Israel; conquistaron
Ijón, Dan, Abel-maim y las ciudades de aprovisionamiento
de Neftalí. 5 Cuando Baasa lo supo, cesó de edificar a Ramá y
abandonó su obra. 6 Entonces el rey Asa tomó a todo Judá, y
se llevaron de Ramá la piedra y la madera con que Baasa
edificaba; y con ellas edificó Geba y Mizpa.
7
En aquel tiempo vino el vidente Hanani ante Asa, rey de
Judá, y le dijo: «Por cuanto te has apoyado en el rey de Siria,
y no te apoyaste en Jehová, tu Dios, por eso el ejército del rey
de Siria ha escapado de tus manos. 8 Los etíopes y los libios,
183
2 Crónicas 16:1-14

¿no eran un ejército numerosísimo, con carros y mucha


gente de a caballo? Con todo, porque te apoyaste en Jehová,
él los entregó en tus manos. 9 Porque los ojos de Jehová
contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de
los que tienen un corazón perfecto para con él. Locamente
has procedido en esto; por eso de aquí en adelante habrá
más guerra contra ti.»
10
Entonces se enojó Asa contra el vidente y lo echó en la
cárcel, pues se encolerizó mucho contra él a causa de esto.
También oprimió Asa en aquel tiempo a algunos del pueblo.
11
Pero los hechos de Asa, los primeros y los últimos, están
escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. 12 En el
año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente
de los pies, pero en su enfermedad tampoco buscó a Jehová,
sino a los médicos. 13 Y durmió Asa con sus padres; murió en
el año cuarenta y uno de su reinado. 14 Lo sepultaron en los
sepulcros que él había hecho para sí en la Ciudad de David;
y lo pusieron en un ataúd, el cual llenaron de perfumes y
diversas especias aromáticas, preparadas por expertos
perfumistas; e hicieron un gran fuego en su honor.

Tal vez, preocupado por los grupos de su propio pueblo que


eran atraídos por el compromiso de Asa con el Señor (15:9), el rey
Baasa de Israel decidió actuar en contra de sus hermanos del sur
y crear el equivalente del Muro de Berlín del Antiguo Testamento.
Su motivo fue el mismo que el de los comunistas de Alemania
Oriental; quiso impedir la comunicación y la movilización entre
los dos países (versículo 1).
La siguiente acción de Asa es enigmática, es decir, para los
creyentes. Pero para cualquiera que haya sido instruido en el arte
de la política práctica, es perfectamente entendible.
Fundamentalmente Asa sobornó a Ben-adad, el gobernador de
Siria y de Damasco, para que rompiera su alianza con Israel y en
su lugar hiciera una alianza con él para hostigar al rey israelita.
Asa calculó que si a Baasa se le obligaba a luchar contra una
184
2 Crónicas 16:1-14

amenaza aramea a sus espaldas, se vería obligado a abandonar su


actividad hostil a lo largo de las fronteras de Judá (versículo 3).
Para hacer más apetecible la cantidad del soborno, Asa retiró los
tesoros del Templo del Señor, que recientemente había puesto allí
(versículo 2; compare con 15:18).
Si el éxito se midiera solo porque una política alcanza sus
metas, entonces podemos decir que Asa tuvo éxito. Ben-adad
despachó sus tropas para que hicieran algunos estragos en los
cantones del norte de Israel. Neftalí fue humillado. Baasa se vio
obligado a abandonar por completo el proyecto de las
fortificaciones (versículos 4,5). La política de Asa también produjo
una ganancia inesperada: las maderas y las piedras que dejaron los
hombres de Baasa fueron muy útiles en la construcción de las
fortificaciones de Asa en Geba y Mizpa (versículo 6). Allí
permanecería la frontera durante el resto del tiempo del reino
dividido. Un político práctico podría haber dicho: “¡Buen trabajo,
Asa! Una victoria sin sangre.”
Sin embargo, el profeta de mirada clara vio las cosas de
manera diferente. Hanani el vidente fue para reprender fuertemente
al rey, poniendo el asunto en su contexto espiritual. Como Señor
de todo, Dios sabe más que el arte de “lo que es práctico”. Siempre
que discutamos los aspectos prácticos, haremos bien en recordar
que los discutimos sólo desde el punto de vista humano. A los que
confían en él, Dios los hace maestros de lo imposible y los capacita
para hacer mucho más de lo que hubieran imaginado. Al hacer un
trato con Ben-adad, Asa pensó de manera limitada y se subestimó
a sí mismo (y a Dios). Si en cambio hubiera confiado en el Señor,
hubiera sometido tanto a Baasa como al rey de Siria (versículo 7).
El profeta dijo entonces que la propia experiencia espiritual
anterior de Asa le debió enseñar esto. Decididamente, las
probabilidades estuvieron en su contra cuando enfrentó a los
etíopes y a los libios. Pero las posibilidades humanas no importan
para el que sabe de dónde viene su ayuda. “Porque te apoyaste en
Jehová, él los entregó en tus manos” (versículo 8). Y la ayuda de
Dios no se limita a un lugar, a una ocasión, a una batalla, Dios está
185
2 Crónicas 16:1-14

vigilando todas las veces y en todos los lugares para fortalecer a


quienes depositan toda su confianza en él (versículo 9). La
reprensión del Señor, cuando vino, fue fuerte y directa como una
vez lo hizo Natán con David (vea 2 Samuel 12:7): “Actuaste como
un necio [NVI]” (versículo 9). (Recuerde que en la Biblia la
palabra necedad es más que simple estupidez; es pasar por alto
voluntariamente la clara revelación de Dios, como lo muestra con
claridad el uso en este contexto). Cuando llegó el anuncio de la
consecuencia del pecado, fue igual de directo: “De aquí en
adelante habrá más guerra contra ti” (versículo 9).
¡Qué golpe! Allí está usted, flotando en un mar de bienestar,
pensando que todo está muy bien, cuando de repente descubre que
nada está bien. La expresión correcta para esto es “flotando”,
porque esto es exactamente lo que sucede cuando olvidamos lo
impotentes que somos por naturaleza, cuando pasamos por alto las
advertencias de las Escrituras que nos cuentan del poder de
nuestros enemigos en orden de batalla contra nosotros. La
tormenta del mal siempre está furiosa, dentro y fuera de nosotros,
aunque nos sintamos seguros dentro del ojo del huracán. Cuando
las cosas van muy bien, en muy probable que nos olvidemos de
que nuestra situación sería muy desesperada si alguna vez Dios
nos quitara su ayuda. Entonces, sobre todo debemos orar “¡Señor,
no nos dejes caer en tentación! ¡Líbrame de tener una sensación
de seguridad mundana! ¡Guárdame de ufanarme!”
Aquí también podemos notar la franqueza del vocero del
Señor. En estos días se escribe tanto sobre la “habilidad de tratar
con la gente” que deben tener los pastores; “que aprendan a tener
tacto; enséñenles a comunicarse bien y a evitar poner obstáculos
innecesarios contra el entendimiento”. Este escritor no podía estar
más de acuerdo con los que hablan de la importancia de todas estas
cosas; por supuesto no hay ninguna virtud en ser brusco y
descortés. Sin embargo, cuando se trata de anunciar el juicio de
Dios sobre el pecado, debemos tener cuidado de no esperar lo
imposible. El apóstol dice: “La ley produce ira” (Romanos 4:15).
Si todos aman al pastor porque tiene tanto tacto que nunca habla
186
2 Crónicas 16:1-14

de las cosas como son, entonces ha dejado de ser el vocero de


Dios, y no le hace mucho bien a su gente. ¡Cuando por el tacto
enmascara la severidad de la ley de Dios que el pecador necesita
escuchar, mejor denme un hombre que sea franco!
Es una lástima que Asa no respondió con una confesión sincera
a la franqueza con que le habló el profeta, como lo hizo David su
padre. En cambio, vemos que reacciona como aquellos a quienes
no les agrada el mensaje que Dios les manda; se ponen furiosos
con el mensajero. En efecto, Asa se enfureció tanto que puso a
Hanani en prisión. La palabra hebrea para prisión significa algún
tipo de tortura física, literalmente “un lugar retorcido”. Tal vez
esto se refiera a la costumbre de mantener a los prisioneros en
posiciones incómodas, con los miembros retorcidos con elementos
como cepos. Sabemos que Jeremías sufrió una suerte semejante
(Jeremías 20:2). Asa, el primer rey en comenzar una reforma como
consecuencia del estímulo de un profeta, también fue el primer rey
que se menciona en las Escrituras que sometió a un profeta al
abuso físico.
Su furia no quedó satisfecha con torturar a un hombre de Dios;
también “oprimió” brutalmente a algunos de su pueblo (versículo
10), muy probablemente a los partidarios del profeta. Esto también
representa un cambio completo del hombre que vimos en el
capítulo 13; allí había guiado al pueblo como un verdadero pastor
con el espíritu de David, aquí vemos el espíritu de un tirano cruel.
Aunque las dos cosas no se relacionan específicamente en
nuestro texto, la enfermedad que atacó a Asa en su año treinta y
nueve probablemente fue la manera como el Señor le recordó su
pecado y le mostró quién estaba a cargo. Nos la describe como una
enfermedad de los pies que lo atacó con una gravedad insólita.
Pero así como se había mostrado intransigente en su posición hacia
la idolatría, también demostró su obstinación hacia el Señor
cuando se enfermó: “Tampoco buscó a Jehová, sino a los médicos”
(versículo 12).
Antes de que interpretemos la última observación de la crítica
áspera del cronista contra los médicos, debemos entender que la
187
2 Crónicas 16:1-14

condenación aquí es que Asa no buscó al Señor; su confianza en


los médicos demostró que no estaba dispuesto a depender de Dios.
Cuando ése no es el motivo, no hay pecado, pero si confundimos
al médico con Dios y damos por sentado que Dios no nos puede
ayudar, que solo lo puede hacer el médico, entonces cometemos
el pecado de Asa. Completamente aparte de todo esto, también es
posible que estos médicos usaran la superstición y la idolatría para
hacer sus curaciones, métodos completamente ilegítimos.
Lo que más nos preocupa de Asa es si murió en la fe o no. Es
muy posible que usted no esté de acuerdo con la respuesta que va
a leer; eso es perfectamente aceptable. Por suerte, a ninguno de
nosotros se nos ha dado la tarea de determinar el destino eterno de
otra persona después de la muerte. Estamos muy contentos de
dejar ese asunto en las manos del Señor. Sin embargo, como parece
que el texto mismo hace surgir la pregunta, vale la pena hacer por
lo menos un intento para contestarla con el entendimiento pleno
de que no hemos resuelto el asunto.
Comenzamos con la evidencia que da el versículo 17 del
capítulo anterior. Las palabras parecen muy claras: “El corazón de
Asa fue perfecto en todos sus días” (vea también 1 Reyes 15:14).
Este tampoco es un caso aislado de una evaluación positiva.
Después el cronista utiliza a Asa como uno de esos “reyes de
referencia” cuyo comportamiento era un ejemplo para los
sucesores (vea 20:32; 21:12). Le podemos agregar a esto la pompa
y la solemnidad que tuvo su funeral. Se encendió en su honor un
gran fuego especial (cuyo significado exacto se desconoce), al que
se le habían añadido especies aromáticas. Esto no era algo que
acompañaba los funerales de reyes menores (vea 21:19,29). Por
lo visto, en la opinión del pueblo había sido un buen rey, cuya
muerte merecía lamentarse. Finalmente, el relato paralelo en 1
Reyes 15:9-24 ve a Asa como uno de los reyes que “hizo lo recto
. . . como David, su padre” (1 Reyes 15:11). Es solo el cronista
quien menciona el giro oscuro que dio la vida de Asa al final. Con
base en esta evidencia, preferimos ver a Asa como un creyente, un
creyente que cayó grave y públicamente pero que murió en la fe.
188
2 Crónicas 16:1-14

¿Se acuerda de esos dos proverbios que consideramos al


comienzo del relato de Asa? Ambos eran la verdad. Sin embargo,
en ninguno de los dos se encontraba toda la verdad. Algunas veces
lo mejor es no decir nada cuando se escuchan conversaciones
necias. Otras veces es necesario decir lo que uno piensa. Así como
los dos proverbios son verdad y no pueden ir el uno sin el otro, así
fueron las dos fases de la vida de Asa. Aquí tenemos a un rey que
había logrado buenas cosas para su pueblo, resistiendo el gran
océano de idolatría que amenazó arrastrarlos. Pero actuó
neciamente confiando en Ben-adad, rechazando la palabra del
Señor, abusando de su pueblo y negándose obstinadamente a
buscar la ayuda del Señor en su enfermedad.
A diferencia de Dios, solo podemos evaluar el estado espiritual
de la gente por lo que vemos y oímos. Nos podemos preguntar:
¿La maldad de Asa al final anuló completamente la evidencia del
bien que vemos al comienzo y durante la mayor parte de su vida?
Parece que la respuesta del cronista es que no. Tal vez podamos
describir los pecados de sus últimos días, como una caída similar
a la de David con Betsabé. Una caída de la gracia, pero no una
caída más allá de la esperanza de recuperarse. La podemos
concebir como algo producido por la repentina reprimenda y por
la embestida de la furia que sintió al ser humillado. Con el correr
del tiempo, bien pudo haberse sentido atrapado por la vergüenza,
de modo que construyó a su alrededor un muro que, en lo muy
profundo, sabía que era hueco. Al final, ese sentimiento de vacío
maduró, por la gracia de Dios, en arrepentimiento auténtico. Más
de una persona al final de su vida ha visto las cosas claramente
ante la circunstancia de la proximidad de su muerte.
¿No está convencido? No vamos a discutir. Usted tiene la
libertad de estar en desacuerdo. Todos podemos estar de acuerdo
en que la presentación del cronista no les ofrece ninguna ayuda ni
consuelo a quienes posponen el arrepentimiento. Los matices
sombríos que el cronista usa para describir la imagen de los años
finales de Asa resaltan más en más cuando se contrasta con el
brillo de sus inicios. Esos buenos años y la manera súbita como
189
2 Crónicas 16:1-14

cayó nos deben enseñar a todos a procurar nuestra salvación con


temor y temblor (Filipenses 2:12). Si un rey tan bueno como él
pudo tropezar, ¿qué tal nosotros?

El reino de Dios bajo Josafat

En el relato que hace el cronista acerca de Josafat, lo primero


que el lector nota es que es más largo en comparación con el relato
paralelo de 1 Reyes. Nuestro escritor le ha dedicado casi tanto
espacio a Josafat como le dedica después al buen rey Ezequías. En
contraste, en 1 Reyes a Josafat le dan apenas diez versículos. La
razón para esto parece ser el deseo que hay en el escritor inspirado
de 1 Reyes de concentrarse en el ministerio de Elías, el cual tuvo
lugar en el Norte. Como hemos visto, el corazón del cronista
siempre ha estado en el reino del Sur, ese reino donde el Señor
había hecho que su nombre habitara y que su ungido gobernara.
Como con Asa antes de él, aquí tenemos un rey que es una
mezcla de lo bueno y lo malo, aunque el contraste entre los dos es
menos fuerte en el caso de Josafat. Por medio de una hábil
combinación de luz y sombra, el cronista pinta para su pueblo la
imagen de un rey cuyas buenas cualidades están allí para fortalecer
su esperanza y para darles un modelo piadoso a seguir. Por otro
lado, les presenta sus debilidades como señales de advertencia:
Estos, oh Israel son caminos que se deben evitar si quieren vivir
en paz con Dios y evitar su ira (19:1,2,10).
Si hay un tema que abarque todo y que una todos los capítulos
que describen el reino de Josafat, es el de que Dios se opone a
cualquier alianza malvada. Un creyente que se mantiene con el
Señor conocerá la paz de Dios y cosechará grandes bendiciones
(capítulo 17). Cuando camina de acuerdo con los impíos, sin que
importe cuán resplandecientes puedan parecer sus caminos, se está
engañando a sí mismo y va en camino al desastre (capítulo 18). El
buen juicio viene de los funcionarios que se preocupan por el
juicio de Dios (capítulo 19). Él es justo y protege a su pueblo de

190
2 Crónicas 17:1-6

toda mala alianza (20:1-30). Dios es justo y se opone al


matrimonio de la luz con la oscuridad. (20:37)

El primero aliado de Josafat y el mejor:


el Dios de sus padres

17 Reinó en su lugar Josafat, su hijo, el cual se hizo


fuerte contra Israel. 2 Puso ejércitos en todas las
ciudades fortificadas de Judá y colocó gente de guarnición en
tierra de Judá, y en las ciudades de Efraín que su padre Asa
había tomado.
3
Jehová estuvo con Josafat, porque anduvo por los
caminos que anteriormente había seguido David, su padre;
no buscó a los baales, 4 sino que buscó al Dios de su padre y
anduvo en sus mandamientos, no según las obras de Israel.
5
Por tanto, Jehová confirmó el reino en sus manos; todo
Judá traía a Josafat presentes, y tuvo riquezas y gloria en
abundancia. 6 Se animó su corazón en los caminos de Jehová,
y quitó los lugares altos y las imágenes de Asera de en medio
de Judá.

Al principio parece que Josafat vio las cosas con claridad. Se


negó a tener tratos con el reino del Norte y en cambio “se hizo
fuerte contra Israel” (versículo 1). Se encargo de que hubiera
guarniciones no solo en las ciudades de Judá sino también “en las
ciudades de Efraín que su padre Asa había tomado” (versículo 2).
El motivo de Josafat en todo esto no fue militar sino espiritual;
estaba consciente de la creciente popularidad de la adoración a
Baal en el norte, y no quería tener nada que ver con eso (versículo
3).
Al casarse su hijo Acab con Jezabel, la poderosa hija del rey
de Tiro, el rey Omri de Israel inadvertidamente había introducido
un nuevo elemento en la mezcla espiritual de su país. La idolatría
ya había florecido extraordinariamente durante largo tiempo en

191
2 Crónicas 17:1-6

Israel. Hasta en la adoración oficial al Señor había una


combinación extraña de verdad y mentiras de la cual ya hemos
escuchado, con sus ídolos en forma de becerros y sus sacerdotes
de origen ilegítimo (13:8,9). Lo que hizo Jezabel, la esposa de
Acab, en Israel fue aprobar oficialmente la adoración al dios de su
ciudad natal, al ídolo Baal. Su esposo no sólo le permitió adorar a
su dios falso, sino que él también le construyó al Baal un altar y
un templo en Samaria, la ciudad capital de Israel. Peor aun, Acab
con su ejemplo, al unirse a su esposa en la adoración a su dios
importado, hizo que muchos en Israel se hincaran ante Baal, de tal
forma que en una ocasión, ¡el profeta Elías pensó que él era el
único creyente que quedaba en Israel! (1 Reyes 16:29-33; 19:10).
La firmeza de Josafat se enfatiza con versículos que tienen casi
una calidad poética, que se pueden apreciar en una traducción
literal:
a b
A No buscó a los baales

b a
B Sino que buscó al Dios de su padre

b a
B Anduvo en sus mandamientos,

a
A Y no según las obras de Israel (versículos 3,4)

La primera frase se marca así para ilustrar que es un quiasma.


Esto, sólo para decir que está escrita con dos pares de palabras,
con el segundo par anidado dentro del primero. Los antiguos la
llamaban quiasma porque la X que se formaba al unir cada par de
palabras les parecía la letra griega ji. Lo que es más, cada
declaración negativa (“El no . . . ”) se empareja con una
declaración positiva correspondiente (“Sino [Él sí] . . . ”), con dos

192
2 Crónicas 17:1-6

declaraciones positivas de nuevo en forma de quiasma anidadas


en el centro, como si estuvieran enmarcadas por dos negativas.
Tal vez esta pequeña excursión por el antiguo estilo hebreo no
le atraiga mucho, y se pregunte cuál puede ser el objeto de todo
esto. Estos estudios son útiles porque detectamos en dónde ponía
el énfasis el escritor original. Cuando se dispone de un discurso
construido con tanto esmero como este, el lector cuidadoso sabe
que el escritor quiere llamar especialmente la atención al mensaje
que comunican las palabras. Si desea, puede considerarlo como
un tipo de exclamación antigua que empareja la firmeza de la
conducta del rey con la elegancia de su descripción.
¿Cuáles fueron los resultados de la devoción de Josafat al
Señor? “Jehová estuvo con [él]” (versículo 3). Dios mismo se alió
con Josafat e hizo suya la causa del rey. Y siempre que el Señor
hace eso, suceden cosas buenas. Dios derramó sus bendiciones
sobre el rey. El Señor mismo se encargó de que el reino estuviera
bajo el control firme de Josafat (versículo 5). Sus súbditos le
presentaron regalos como señal de su afecto (versículo 5). Esta
última frase, a propósito, es una expresión poco común. Las
Escrituras dicen con frecuencia que las naciones súbditas le
presentaban regalos como tributo al rey de la nación que tuviera
poder sobre ellas, pero casi nunca se dice que el pueblo de Judá e
Israel le dieran regalos a su propio rey. El otro único caso que
tenemos de esto está en 1 Samuel 10:27, donde se nos dice que
algunos alborotadores se negaron a darle presentes a Saúl.* De
nuevo, aquí el punto es que al usar esa expresión poco común, el
cronista llama la atención a la naturaleza extraordinaria de su
acción, como si nos estuviera exhortando para que nos demos
cuenta del afecto especial que existía entre este rey y su pueblo.
¡Que bendiciones tan grandes derramó Dios sobre Josafat!
Aunque “tuvo riquezas y gloria en abundancia” (versículo 5),
el éxito no hizo que su corazón cambiara ni dejara de buscar al
Señor (versículo 6). Aquí tenemos nuevamente una impresionante
* Japhet, p. 747.

193
2 Crónicas 17:7-9

selección de palabras. Para el hebreo traducido en la RV–95 como


“se animó” (versículo 6), el cronista usa un verbo que las
Escrituras emplean con más frecuencia en un sentido malo.
Literalmente significa “ser superior, ser exaltado”. Cuando se
aplica a la actitud de una persona, se convierte en la expresión
común hebrea para “ser altivo, ser orgulloso”. Éste es el
significado que normalmente se le atribuiría, pero el cronista
confunde las expectativas de sus lectores y en cambio utiliza la
palabra con un sentido positivo. El efecto de toda su oración es
similar a uno de esos dichos irónicos que hay en nuestro idioma
que terminan con un final sorprendente, por ejemplo: “usted tiene
que ser cruel . . . para ser bondadoso” o “Ella ya no sabía qué más
hacer con él . . . por eso se casó con él”. Así también el cronista
dice aquí “su corazón se enorgulleció. . . en el Señor”. La
intensidad de la sorpresa hace que el lector se detenga y piense en
lo extraordinario que era el rey Josafat.
En vez de permitir que estas bendiciones se convirtieran en
ídolos que lo alejaran del Señor, la honra y la riqueza de Josafat le
sirvieron para renovar más su percepción de la gracia y de la
bondad de Dios. Y su respuesta fue que “quitó los lugares altos y
las imágenes de Asera de en medio de Judá” (versículo 6). Éste
fue un rey verdaderamente notable por su piedad. Cuántas veces
la fama y la fortuna hacen a la gente tan grande en su propio
concepto que ya no tienen tiempo para el Dios de sus padres.
Llegan al punto que casi esperamos que digan: “Ah sí, yo creía
todo eso, pero ahora las cosas son diferentes. Simplemente ya no
necesito más a Dios.” Pero Josafat no estaba deslumbrado, su
corazón no había cambiado. La riqueza no tiene que significar el
fin de la relación de una persona con Dios.

7
Al tercer año de su reinado envió a sus príncipes Ben-hail,
Abdías, Zacarías, Natanael y Micaías, para que enseñaran
en las ciudades de Judá. 8 Con ellos envió a los levitas
Semaías, Netanías, Zebadías, Asael, Semiramot, Jonatán,
Adonías, Tobías y Tobadonías, y también a los sacerdotes
194
2 Crónicas 17:7-9

Elisama y Joram, 9 los cuales enseñaron en Judá, llevando


consigo el libro de la ley de Jehová; y recorrieron todas las
ciudades de Judá enseñando al pueblo.

Una vez Lutero escribió: “Así como no hay fuego sin calor y
sin humo, tampoco hay fe sin amor. . . . Y como Dios no necesita
nuestro trabajo . . . , el cristiano se apresura a darse a sí mismo de
todo corazón a su prójimo, sirviéndole y ayudándole
gratuitamente.”* Son palabras apropiadas para describir la fe de
un rey que no estaba satisfecho sólo con fortificar su reino contra
los enemigos externos; también le ayudó a su pueblo a fortalecerse
interiormente. Esta imagen de un rey que enseña casi no tiene
paralelo en el Antiguo Testamento. Es verdad que pensamos en
David y en la manera en que le enseñó a Israel a alabar al Señor
con palabras inspiradas que se acompañaban con música.
Recordamos el maravilloso ejemplo y la oración de Salomón el
día de la dedicación del Templo, pero Josafat va mucho más allá
de esto: organizó una delegación compuesta por sus propios
funcionarios, levitas y sacerdotes especialmente escogidos, y los
envió “a todas las ciudades de Judá” para que hicieran su trabajo
entre el pueblo (versículo 9).
La composición de esta delegación es de por sí interesante. Es
bien conocido que Dios les había dado a los sacerdotes la
responsabilidad principal de enseñarle al pueblo “La Ley del
Señor” (Levítico 10:11; 2 Crónicas 15:3; Jeremías 18:18; Hageo
2:11). Pero aquí no solo vemos a los levitas sino también a los
funcionarios del rey unidos con los sacerdotes en la misma misión
de enseñar. Como lo habíamos observado antes, es bueno recordar
que algunas de las claras divisiones que los países han establecido
entre lo sagrado y lo secular no fueron de mucho interés para el
antiguo Israel; para ellos “el Libro de Ley del Señor” (la Tora, o

* Martin Luther, Day by Day we Magnify Thee, Daily Readings for the
Church Year from the Writings of Martín Luther, Philadelphia: Fortress Press,
1984, p. 246.

195
2 Crónicas 17:10-19

los primeros cinco libros de Moisés) era la Biblia, la Constitución,


el código legal civil y criminal y el manual de adoración, todos
comprendidos en un solo libro. El reino de Dios era de ellos, y su
rey era el ungido del Señor. Al tener esto presente, de ninguna es
sorprendente ver trabajando a un grupo como éste. Sin duda, cada
miembro de la delegación se concentró en enseñar lo que era
apropiado a su propio oficio.
De esta manera, Josafat demostró que era un verdadero rey
“pastoral”. Una cosa es tratar de proteger a su pueblo de los
peligros externos; otra cosa derrumbar todas las imágenes físicas
e ídolos repugnantes dentro de su propio reino. Sin embargo,
mantener a distancia la influencia del mundo, destrozar altares y
derribar imágenes no protegerá a nadie del poder mundano que
obra en cada uno de nosotros, el poder de nuestro propio ser
pecador. Sólo la Palabra de Dios puede derrumbar los ídolos de
los lugares altos que hay en nuestro corazón.
Necesitamos la ley de Dios para hacer añicos los ídolos del
orgullo, para quitar los lugares altos dedicados a la riqueza y al
poder y para romper las imágenes repugnantes del egoísmo, la
avaricia y la sexualidad ilícita. Pero más aun necesitamos las
promesas de Dios en Cristo para que le den consuelo y reposo a
nuestra conciencia ansiosa que nos acusa, y para fortalecernos con
alegría y poder por medio de su gracia incomparable. ¡Qué
parecido a Cristo se muestra Josafat! Y a su vez, nuestro Salvador
nos insta para que nos parezcamos a él, dándoles a los demás lo
que hemos recibido de él gratuitamente.
Y cuanto más tratamos de regalar el amor de Dios, más
descubrimos que lo estamos recibiendo. “No puedes igualar con
tus ofrendas la cantidad de bendiciones que Dios derrama sobre
ti”, fue un principio de mayordomía que Josafat encontró que era
totalmente cierto en su propia vida.

10
El terror de Jehová cayó sobre todos los reinos de las
tierras que estaban alrededor de Judá, de manera que no
osaron hacer guerra contra Josafat. 11 Los filisteos traían
196
2 Crónicas 17:10-19

presentes y tributos de plata a Josafat. Los árabes también le


trajeron ganados, siete mil setecientos carneros y siete mil
setecientos machos cabríos.
12
Iba, pues, Josafat engrandeciéndose mucho; edificó en
Judá fortalezas y ciudades de aprovisionamiento. 13 Llevó a
cabo muchas obras en las ciudades de Judá, y tuvo hombres
de guerra muy valientes en Jerusalén. 14 Éste es el número de
ellos según sus casas paternas:
De los jefes de los millares de Judá, el general Adnas, y con
él trescientos mil hombres muy esforzados. 15 Después de él,
el jefe Johanán, y con él doscientos ochenta mil hombres.
16
Tras éste, Amasías hijo de Zicri, el cual se había ofrecido
voluntariamente a Jehová, y con él doscientos mil hombres
valientes.
17
De Benjamín, Eliada, hombre muy valeroso, y con él
doscientos mil hombres armados de arco y escudo. 18 Tras
éste, Jozabad, y con él ciento ochenta mil dispuestos para la
guerra.
19
Estos eran siervos del rey, sin contar los que el rey había
puesto en las ciudades fortificadas en todo Judá.

Dios demuestra que es un aliado fuerte y hábil. ¿Tuvo Josafat


ciudades fortificadas y guarniciones? Muy bien, Dios pondría el
“pavor del Señor” sobre las naciones enemigas que rodeaban a
Judá. Éste no es el temor en el sentido de confianza reverente y
respetuosa; es solo el terror y el pánico que sobrecoge a los que se
dan cuenta de que enfrentan poderes sobrenaturales demasiado
fuertes para ellos. Ésta es el arma secreta del arsenal israelita
(Éxodo 15:16; Josué 2:9; 1 Crónicas 14:17; 2 Crónicas 14:14;
20:29). Sin embargo, el terror de sus enemigos al estar en el lado
opuesto al Señor significa la bendición de paz para el pueblo de
Dios, una seguridad mucho más perdurable que cualquiera que
puedan ofrecer muros y fortalezas (versículo 10).
Y Dios hizo más que poner temor en el corazón de los gentiles,
también motivó a algunos de ellos para que se acercaran a su
197
2 Crónicas 17:10-19

ungido y le llevaran regalos. Los filisteos, que en un tiempo fueron


los grandes enemigos de Israel, ahora llegaron llevando plata y
oro. Los árabes también fueron con sus manadas y sus rebaños.
No es difícil ver aquí nuevamente en la descripción que hace el
cronista de Josafat, la sombra del Mesías de Israel que vendría,
como lo describe la profecía del Antiguo Testamento (Salmo
72:10; compare con Isaías 60:6; Mateo 2:11).
Como Dios es esa clase de aliado, todavía no estaba satisfecho.
Siguió agregando gracia sobre gracia, bendición sobre bendición.
“Iba, pues, Josafat engrandeciéndose mucho” (versículo 12). Dios
le permitió construir más fortalezas y ciudades con provisiones
para cuando los sitiaran. También se adaptó a la necesidad de su
antiguo pueblo de ver señales tangibles de su protección, dándole
a Josafat un ejército tan enorme que hubiera sido locura atacarlo.
Si sumamos las cifras de nuestro texto, llegamos al asombroso
total de más de un millón de hombres de Judá y Benjamín. Y estos
no incluían a “los que el rey había puesto en las ciudades
fortificadas en todo Judá” (versículo 19). Josafat nunca hubiera
podido acumular este poder si el Señor no hubiera estado con él.
Este es el momento de considerar la pregunta más amplia: ¿A
qué parte de la secuencia del discurso del cronista sobre Josafat
corresponde este capítulo? Él nos ha dado la descripción de un rey
fiel, de un rey pastoral, de un rey que dependía de las promesas de
Dios y que por lo tanto podía contar con Dios como su aliado. El
enorme derramamiento de bendiciones que recibió: riqueza, fama,
el amor de sus súbditos, libertad de la guerra, ciudades fortificadas,
muchas tropas, hizo que se jactara en el Señor en vez de jactarse
de en su propio poder y fortaleza. También hemos notado
debidamente la sombra del Mesías en la descripción que nos da el
cronista de Josafat.
No obstante, tan pronto como decimos todo esto, enfrentamos
el inexplicable gran poder del pecado que obra en nosotros. Éste
fue un buen rey, un rey piadoso y devoto; lo tuvo todo, ¡siendo
Dios su aliado! Entonces, ¿qué razón posible pudo haber tenido él
para “[emparentar] con Acab” (18:1)? Ésta es una pregunta que el
198
2 Crónicas 17:10-19

cronista también quiere que nosotros consideremos.


Sencillamente no se puede argumentar con el sentido mundano
de esa alianza. ¿Por qué Judá e Israel tenían que seguir
desangrándose en una guerra infructuosa cuando había tantos
enemigos fuera de sus fronteras contra los que ellos se podían
unir? Había muchas cosas que hacían a Acab atractivo como
aliado. Había sido muy capaz de deshacerse de su rival regional
más grande, Ben-adad de Damasco (1 Reyes 20). No solo eso, en
coalición con varios otros poderes regionales, él se había mostrado
capaz de contrarrestar la fortaleza creciente de Asiria. En el año
853 A.C., Acab y sus aliados combatieron a Salmanasar III de
Asiria hasta detenerlo en la batalla de Qarqar, poniéndoles de esta
manera un freno temporal a las ambiciones de Salmanasar por
Palestina. Pero los asirios no habían dejado de existir y Ben-adad
todavía era una amenaza. Al oriente del Jordán, los moabitas daban
indicios de rebelión y nadie podía estar seguro de las intenciones
de los edomitas que estaban al sur. Además, siempre estaba el
cocodrilo (Egipto) a lo largo del Nilo en quien pensar. En un
mundo atemorizante como ése, sería bueno para Acab y Josafat
que se contaran como amigos.
Además de la razón militar, también hubo incentivos
económicos. Acab era aliado de Tiro. Josafat controlaba a Edom,
por lo menos la ciudad portuaria de Ezyón-géber (vea 20:35-37).
El comercio entre el Mediterráneo y el Oriente se podría
restablecer, como en los días de Salomón. Por supuesto, los
beneficiarios directos de este comercio serían los dos reyes, Josafat
y Acab, por cuyos territorios pasaba.
Sin duda, una alianza con Acab era muy recomendable desde
el punto de vista mundano. En efecto, parecía una idea tan buena
que una persona no espiritual tendría que preguntarse si era sabio
qué de Josafat se mantuviera tan distante al principio. ¿Por qué
seguir con la fracasada política de Roboam, de Abías y de Asa?
¡Porque era pecado hacer un trato con un hombre como Acab,
ésta es la razón! Ésta fue la respuesta del cronista. Ninguna
cantidad de propaganda ni de promoción económica podía cambiar
199
2 Crónicas 17:10-19

esa clara verdad. La asociación con Israel y con la casa de Omri


casi arruinó a Judá y a la casa de David. Y como ya hemos visto,
Dios le había dado bendiciones sustanciales a Josafat sin que
estuviera aliado con Acab. Verdaderamente, Josafat no necesitaba
la ayuda de Acab; pero de todas maneras la deseaba, y por eso casó
a su hijo con la hija de Acab. El trato se hizo. Otra vez
preguntamos ¿por qué?
Ésta es exactamente la naturaleza del pecado. No tiene sentido
que la gente prefiera la oscuridad a la luz; tampoco tiene sentido
que la gente se atrape ella misma dentro de los caminos
destructivos de la vida. No tiene sentido que la gente resista al
buen Dios que la hizo. Sin embargo, lo hacen de todos modos.
¿Nos da esto una idea de lo que enfrentamos cuando confrontamos
el poder del pecado que hay dentro de todos nosotros? Los atletas,
cuando se preparan para competir en un gran partido, suelen decir:
“Sólo necesito concentrarme”. Quieren decir que necesitan
concentrar todo su poder interior en el desafío inmediato. Un error,
la distracción de la mente por un momento puede significar la
diferencia entre la gloria en el podio de los ganadores o la tristeza
en el camerino.
En asuntos espirituales no ayudará mucho concentrarse en los
poderes internos de sí mismo ni en la próxima tarea, excepto darse
cuenta de que lo primero es inadecuado y lo último imposible. Por
naturaleza, no nos podemos concentrar: el pecado hace que nuestra
mente vaya pasando de una cosa despreciable a la otra. Hasta los
cristianos debemos admitir que nos alejamos con facilidad de
nuestro Dios, atraídos por la última novedad que brille. A la ligera
nos extraviamos en el desierto de la necesidad, donde un deseo le
da lugar a otro, en una interminable sucesión de deseos. Muy
conscientes de nuestra propia falta de fortaleza, sólo podemos
volvernos a nuestro Dios y pedir: “Señor, en amor, ayúdame a
mantenerme concentrado. Ayúdame a fijar mi corazón en ti y a
huir horrorizado de cualquier cosa que me pueda separar de tu
amor.”

200
2 Crónicas 18:1-4

Josafat hace una alianza con el mal, pero escapa con vida

De vez en cuando, las Escrituras nos invitan a hacer un


recorrido por el mundo clandestino del mal, donde la oscuridad
pretender ser luz, donde su más grande enemigo se presenta como
su mejor amigo y donde las mentiras pretenden ser la verdad. Dios
quiere que observemos con cuidado las situaciones bíblicas en
donde se puede ver muy claramente la realidad del pecado, de tal
manera que obtengamos una comprensión de nuestras luchas
diarias, en las cuales nuestra visión con frecuencia es mucho
menos clara.

18
2
Tenía, pues, Josafat riquezas y gloria en
abundancia; y emparentó con Acab.
Después de algunos años descendió a Samaria para visitar
a Acab, por lo que Acab mató muchas ovejas y bueyes para
él y para la gente que con él venía, y le persuadió que fuera
con él contra Ramot de Galaad. 3 Y dijo Acab, rey de Israel,
a Josafat, rey de Judá:
—¿Quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad?
Él respondió:
—Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos
contigo a la guerra.
4
Además dijo Josafat al rey de Israel:
—Te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová.

Como comentó Lutero una vez: “El desastre de la incredulidad


comenzó con una duda pequeña que parecía inocente.” Lo que se
aplica a la incredulidad muchas veces también es cierto acerca de
la caída en pecados graves. El pecado en su primera manifestación
parece ser muy pequeño e inocente. En el caso de Josafat parecía
ser sólo un asunto de matrimonio. ¿Acaso no era frecuente que los
reyes hicieran alianzas por medio del matrimonio? ¿No había
habido ya suficiente conflicto entre Israel y Judá? ¿Por qué no
hacer la paz y sellar el trato con el matrimonio de su hijo mayor,
201
2 Crónicas 18:1-4

Joram, con Atalía, la hija de Acab?


Entonces llega el momento de pagar la cuenta. “Después de
algunos años”, Acab tuvo un problema. ¿Podría ayudarlo este
nuevo parentesco adquirido por medio del matrimonio? Parece que
Ben-adad de Siria Damasco no había cumplido una de las
promesas de su tratado y se había negado a devolverle a Acab la
ciudad estratégica de Ramot de Galaad, que había sido capturada
anteriormente por los arameos (vea 1 Reyes 20:34). Acab invitó a
Josafat a Samaria y organizó una gran fiesta (versículo 2) con el
fin de persuadirlo para que se le uniera en una expedición contra
Ramot de Galaad. La traducción “persuadió” es bastante débil para
dar el sentido de la palabra hebrea. “Incitó” o “tentó” hubiera sido
mejor, y “sedujo” de ninguna manera es muy fuerte. La palabra
aparece en contextos como en Deuteronomio 13: “Si te incita tu
hermano,. . . diciendo en secreto: ‘Vamos y sirvamos a dioses
ajenos’, . . . no consentirás con él ni le prestarás oído”
(Deuteronomio 13:6,8).
¿Se deslumbró Josafat con la fiesta que le ofreció Acab para
demostrarle su afecto? ¿O fue que él se sintió obligado a cumplir
el compromiso que se había establecido en el tratado? ¿Quién
podrá decir alguna vez con seguridad cuál será el pretexto de una
persona para caer en tentación? Todo pecador encuentra una hoja
de higuera para cubrirse. De hecho, la expresión de compromiso
de Josafat con su aliado no pudo haber sido más entusiasta: “Yo
soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la
guerra” (versículo 3). Aquí es importante tomar nota de cómo
Josafat se asoció por completo con las intrigas y los planes de su
aliado. No mantuvo ni la más mínima distancia espiritual. Sólo
después de comprometerse, le pidió a Acab que “[consultara] . . .
la palabra de Jehová” (versículo 4). Tal vez lo hizo para aliviar el
remordimiento de su conciencia. Debió haberlo hecho mucho
antes. Ahora solo podía buscar el consejo del Señor con la
esperanza desesperada de que los planes que él ya había hecho
coincidieran con la voluntad del Señor. ¡Todo lo contrario al
espíritu de la oración!
202
2 Crónicas 18:5-8
5
Entonces el rey de Israel reunió a cuatrocientos profetas y
les preguntó:
—¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o me
estaré quieto?
Le respondieron:
—Sube, porque Dios los entregará en manos del rey.
6
Pero Josafat dijo:
—¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, para que por
medio de él consultemos?
7
El rey de Israel respondió a Josafat:
—Aún hay aquí un hombre por medio del cual podemos
preguntar a Jehová; pero yo lo aborrezco, porque nunca me
profetiza cosa buena, sino siempre mal. Es Micaías hijo de
Imla.
Respondió Josafat:
—No hable así el rey.
8
Entonces el rey de Israel llamó a un oficial y le dijo:
—Haz venir enseguida a Micaías hijo de Imla.

¿Quiénes fueron los “profetas” que Acab llamó? El texto


indica que eran profetas que verdaderamente creían que hablaban
en nombre del Señor, profetas que habían escapado de la espada
de Jezabel (1 Reyes 19:14). Tal vez la razón de su escape fue su
buena disposición para decir palabras dulces que al rey le gustaba
escuchar (versículo 7). No obstante, el ultraje posterior de
Sedequías contra Miqueas parece muy auténtico (18:23), y sus
palabras implican que era alguien que sentía que estaba bajo el
control del Espíritu del Señor. Al final, no importa lo que sus
propios sentimientos les dijeran a ellos; aun así eran falsos
profetas. Los falsos profetas pueden contar mentiras de una forma
muy sincera, y estar completamente convencidos de que todas las
palabras que dicen son la verdad. Éste es precisamente el poder
de la mentira: parece muy verdadera.
Cuatrocientos hombres hablaron a una voz: “Sube, porque
Dios los entregará en manos del rey” (versículo 5). Sin embargo,
203
2 Crónicas 18:5-8

Josafat no estaba satisfecho. Tenía suficiente criterio espiritual para


saber que algo de su mensaje no estaba bien. Preguntó: “¿Hay aún
aquí algún profeta de Jehová, para que por medio de él
consultemos?” (versículo 6). A él no le parecía que estos hombres
fueran los profetas del Señor. Había algo extrañamente inquietante
en ese acuerdo total, en la afirmación servil de los planes de los
hombres. ¿Podría haber alguien más que también hablara por el
Señor?
La respuesta de Acab es reveladora. Sí, había alguien más. Un
hombre (note que Acab no se refiere a él directamente como
profeta) a quien odiaba. ¿Por qué? “Porque nunca me profetiza
cosa buena, sino siempre el mal” (versículo 7). Su respuesta no
solo muestra que a mucha gente no le gusta escuchar las verdades
fuertes acerca de ella misma (como ya lo hemos observado en el
caso de Asa), también muestra cómo tratan de desestimar y
socavar la verdad del mensaje al implicar que era el resultado de
algún rencor personal del mensajero. “¿Miqueas? ¿Cómo le puede
creer? Siempre tiene algo malo que decir de mí. ¡Me odia, por eso
yo también lo odio!”
Es útil conocer los métodos que usa el demonio, para que
podamos mantenernos firmes frente a sus intrigas (Efesios 6:11).
Por ejemplo, hubo un tiempo cuando la amonestación del pastor
de la congregación o de los ancianos se tomaba muy en serio;
ahora, la gente sólo lo toma como un asunto de “conflicto de
personalidades” y “legalismo”. “Simplemente no me interesa ese
pastor. No trató de entender mi problema. Se la pasó repitiendo la
misma cosa, como un loro. Por alguna razón me odia.” No solo
vemos este método en las congregaciones, también lo vemos a
nivel nacional cuando en el corazón de las personas aumenta la
frialdad hacia la Palabra de Dios. Atacan a las personas que hablan
en contra del aborto o de la homosexualidad, diciendo que son
“fanáticos de la derecha cristiana” y dicen “que le tienen fobia a
la homosexualidad”. Todo esto viene a ser lo mismo que hizo Acab
cuando menospreció Miqueas: “Lo aborrezco. Nunca dice nada

204
2 Crónicas 18:9-13

bueno de mí”. Cómo se puede creer lo que él diga; ¡todo es


personal!
Nuevamente vemos que la conciencia de Josafat está activa.
No aceptará la respuesta de su aliado. Su respuesta es: “No hable
así el rey” (versículo 7). ¿No diría usted que fue más bien un
reproche débil y de medias tintas? “Vamos, vamos”, “Basta,
basta”, “ya, ya”. Una vez que se ha aliado con el mal, estas
pequeñas expresiones de protesta podrían ser todo lo que la
conciencia puede producir. No obstante, para satisfacer a su socio,
Acab hizo que alguien fuera por el hijo de Imla.

9
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados
cada uno en su trono, vestidos con sus ropas reales, en la
plaza junto a la entrada de la puerta de Samaria, y todos los
profetas profetizaban delante de ellos. 10 Y Sedequías hijo de
Quenaana se había hecho cuernos de hierro, y decía: «Así ha
dicho Jehová: Con estos acornearás a los sirios hasta
destruirlos por completo.» 11 De esta manera profetizaban
también todos los profetas, diciendo: «Sube contra Ramot de
Galaad y serás prosperado; porque Jehová la entregará en
manos del rey.»
12
El mensajero que había ido a llamar a Micaías le habló
diciendo:
—Mira que las palabras de los profetas a una voz anuncian
al rey cosas buenas; yo, pues, te ruego que tu palabra sea
como la de uno de ellos, que hables bien.
13
Dijo Micaías:
—Vive Jehová, que lo que mi Dios me diga, eso hablaré.
Luego se presentó al rey,

Con trazos hábiles de un maestro narrador, el escritor describe


la escena de la confrontación que se aproxima entre la verdad y el
error. Primero nos da una imagen clara del escenario en que se
llevará a cabo. Los dos reyes están engalanados con todos sus

205
2 Crónicas 18:14-17

atuendos reales, sentados en sus tronos en el gran espacio abierto


cerca de las puertas de Samaria. Todo es muy impresionante a la
vista.
Al examinar la escena un poco más, vemos una multitud de
profetas que llenan por completo ese espacio abierto, cada uno
profetiza en voz alta, y todos dicen la misma cosa. Nuestros ojos
son se dirigen a uno de ellos; se llama Sedequías. Da toda la
apariencia de ser profeta, y también se le oye como todo un
profeta. Con verdadero estilo profético (vea Jeremías 13,19,27),
Sedequías utiliza una ayuda visual para darle fuerza a su mensaje.
Con cuernos de hierro sobre la cabeza, imita la acción de un toro
enfurecido y dice: “Con éstos acornearás a los sirios hasta
destruirlos por completo” (versículo 10). Desde luego, él presenta
su oráculo con esta declaración: “Así ha dicho Jehová”. ¡Todo es
muy impresionante, es estupendo!
Mientras tanto, ¿dónde está Miqueas, el hijo de Imla? Está en
camino y sostiene una conversación amable con el funcionario de
la corte que ha ido a traerlo. El funcionario de la corte está lleno
de consejos amigables. “¿Miqueas, por qué eres tan severo contigo
mismo? ¡Tú puedes ser el acto final! ¡Tú puedes ser un gran éxito!
Todos están prediciendo éxito en esta expedición. Nada más, entra
y di lo mismo que todos los demás, ¡claro que en tu inimitable
estilo!” Dentro de estos oscuros parajes de imagen y pretensión,
finalmente se escuchan las palabras francas del profeta: “Vive
Jehová, que lo que mi Dios me diga, eso hablaré” (versículo 13).

14
y el rey le dijo:
—Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o
debo desistir?
Él respondió:
—Subid y seréis prosperados, pues serán entregados en
vuestras manos.
15
El rey le dijo:
—¿Hasta cuántas veces te conjuraré que no me hables sino
la verdad en nombre de Jehová?
206
2 Crónicas 18:14-17
16
Entonces Micaías dijo:
—He visto a todo Israel disperso por los montes como
ovejas sin pastor y Jehová ha dicho: “Estos no tienen señor;
vuélvase cada uno en paz a su casa.”
17
El rey de Israel dijo a Josafat:
—¿No te había yo dicho que no me profetizaría bien, sino
mal?

¿Les debe Dios la verdad a quienes la desprecian? Nuestro


Señor dijo una vez: “No deis lo santo a los perros, ni echéis
vuestras perlas delante de los cerdos” (Mateo 7:6).Con frecuencia,
cuando una persona lo rechaza, como castigo Dios deja que el
hombre siga con su propósito pecaminoso usándolo para sus
propios fines. Acab había mostrado que estaba más que
complacido al escuchar mentiras consoladoras. Por eso Miqueas
le responde rápidamente a Acab su pregunta inicial, limitándose a
repetir la mentira fácil y placentera que Acab estaba acostumbrado
a escuchar hasta ahora: “Subid y seréis prosperados, pues serán
entregados en vuestras manos” (versículo 14).
Sin embargo debió haber algo inquietante por la forma en que
lo dijo, tal vez alguna falta de sinceridad en su voz que le indicó
al rey que escuchaba una mentira, proferida a propósito y con
sarcasmo. Los reyes quieren que sus cortesanos sean buenos
mentirosos; la adulación ya no tiene ninguna gracia cuando suena
como lo que es en realidad. Acab le dijo con furia: “¿Hasta cuántas
veces te conjuraré que no me hables sino la verdad en nombre de
Jehová?” Parece como si estos dos hombres hubieran estado antes
en esta misma circunstancia, como si Miqueas siempre le hubiera
dicho la verdad al rey de este modo indirecto. Comenzaba
mofándose de la agradable mentira, imitándola, sin embargo con
un tono de ironía en su voz. Así aguijoneaba a Acab para que le
pidiera una verdad que en realidad no quería escuchar. Ya sea que
ésta fuera o no la manera normal de proceder de Miqueas, se
acerca lo suficientemente para describir la verdad de lo que
sucedió ese día.
207
2 Crónicas 18:14-17

Acab solo obtiene la respuesta verdadera después de exigirla.


Y cuando por fin Miqueas dice la verdad, demuestra que es muy
diferente de los otros profetas. No presenta su primer mensaje con
palabras como “Así ha dicho Jehová”. No hay ayudas visuales, no
da marcha atrás con cuernos de hierro sobre la cabeza.*
Simplemente ve, y lo que ve, eso dice: “He visto a todo Israel
disperso por los montes como ovejas sin pastor y Jehová ha dicho:
‘Estos no tienen señor; vuélvase cada uno en paz a su casa’”
(versículo 16). Todo Israel sin un señor que los dirija y guíe: ovejas
sin pastor, extraviadas, desorientadas por las colinas; éste es el
horrible resultado de la batalla que se aproxima. El Señor tiene
compasión de las ovejas, aunque nadie más la tenga. Él dice:
“vuélvase cada uno en paz a su casa”.
Note que se habla de “todo Israel”. La mayoría de los
comentaristas sólo le atribuyen estas palabras a la muerte de Acab.
Dicen que, una vez que él muera, el reino del Norte habrá perdido
su líder. Lo que dicen es bastante cierto, pero podemos ir un paso
más allá. Judá también va a participar en esta batalla. Son el Norte
y el Sur juntos los que conforman “todo Israel”, si entendemos
este término según el uso común que le da el cronista. Al llegar a
un acuerdo con el mal, ¿acaso Josafat, no ha dejado de ser un
verdadero “pastor” de su pueblo, la clase de pastor que era cuando
envió maestros de la Palabra entre ellos? Sí, él vive; sí, él gobierna,
pero en realidad no está velando por las necesidades del rebaño
del Señor y por lo tanto ha dejado de merecer el nombre de
“pastor”. Sin duda, Miqueas tuvo la intención de que estas palabras
fueran un fuerte reproche, no sólo para Acab, sino también para
Josafat.
De modo similar, Jesús miró al Israel de su tiempo; allí había
maestros y aspirantes a profetas en abundancia. Algunos llevaron
las ovejas al pasto del legalismo, donde el cumplimiento estricto
de las leyes y las tradiciones serían su salvación. Otros llevaron
las ovejas a los pastos del mundo, donde se negaban el juicio final
* Nuevamente me considero en deuda con Sara Japhet por esta idea (p. 762).

208
2 Crónicas 18:18-22

y la resurrección, y donde a la gente se le enseñaba a forjar algún


tipo de compromiso adecuado con el mundo. Además había
algunos que abogaban por la revolución, hombres violentos que,
en el nombre de Dios, querían crear un cielo en la tierra y no les
importaba a quiénes mataran para que esto se realizara. Hubo
muchos maestros, muchos aspirantes a pastores, pero cuando Jesús
vio las multitudes “tuvo compasión de ellas, porque estaban
desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: ‘A la verdad la mies es mucha, pero
los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe
obreros a su mies’” (Mateo 9:36-38).
¿Qué observador sincero puede dudar de que la iglesia visible
y el mundo de pecadores que nos rodean están en la misma
condición que Jesús detectó en las ovejas de su tiempo? En todas
partes hay muchos aspirantes a maestros, pero se pueden encontrar
pocos pastores legítimos. ¡Ore pidiendo obreros fieles, y después
salga usted mismo y diga la verdad con amor!
Al darse cuenta de que las palabras del profeta representaban
un peligro para su preciosa alianza, Acab rápidamente trató de
socavarlas (versículo 17). “¿Qué le dije Josafat? ¡Este individuo
me odia! ¿Por qué tiene que escuchar usted las palabras de alguien
que evidentemente tiene prejuicios en mi contra?” No obstante,
Miqueas no se deja intimidar. Todavía tiene algo más
impresionante que decir.

18
Entonces Micaías dijo:
—Oíd, pues, palabra de Jehová: Yo he visto a Jehová
sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su
mano derecha y a su izquierda. 19 Y preguntó Jehová:
“¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que suba y
caiga en Ramot de Galaad?” Y el uno decía de una manera,
y el otro decía de otra. 20 Entonces salió un espíritu que se
puso delante de Jehová y dijo: “Yo lo induciré.” Y Jehová le
dijo: “¿De qué modo?” 21 Él respondió: “Saldré y seré
espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas.” Jehová
209
2 Crónicas 18:18-22

dijo: “Tú lograrás engañarlo. Anda y hazlo así.” 22 Y ahora


Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de estos tus
profetas; pues Jehová ha hablado el mal contra ti.

Ahora, por fin, Miqueas hace el anuncio normal de un mensaje


profético del Señor: “Oíd, pues, palabra de Jehová”. Pero cuando
habla, el mensaje no es nada común, no es un anuncio de lo que
sucederá cuando los reyes suban contra Ramot de Galaad. En
cambio, es una explicación de algo que está en el proceso de
suceder mientras los dos reyes consideran sus planes y escuchan
a varios profetas que se encuentran delante de ellos. Y una vez
más, Miqueas lo anuncia como algo que ha visto, una visión que
le dio el Señor.
“Yo he visto a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército
de los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda” (versículo
18). Aquí se nos da uno de esos raros vistazos del trono de Dios.
Este anuncio resulta aun más notable porque en esta ocasión, la
visión del trono celestial de Dios se anuncia ante dos reyes
terrenales que están sentados en su trono.
Las dos escenas han sido puestas deliberadamente ante el lector,
una al lado de la otra (compare el versículo 9 con el versículo 18),
para subrayar la verdad de que “Muchos pensamientos hay en el
corazón del hombre, pero el consejo de Jehová es el que
permanece” (Proverbios 19:21). No importa a qué decisión
hubieran llegado estos dos reyes en ese campo de cultivo, Dios es
quien tiene la última palabra.
Por medio de la visión de Miqueas, Dios le decía a Acab que
él ya había tomado su decisión y que la farsa que se estaba
representando delante de los dos reyes era su propia obra. Dios
había determinado “[inducir] a Acab, rey de Israel, [para que
atacara a] Ramot de Galaad” para que muriera allí (versículos
19,22). Dios les había pedido a los que estaban reunidos en su atrio
que dieran sus propias ideas para llevar a cabo su determinación.
Se dieron varias sugerencias, hasta que uno de los que estaban allí
pasó al frente y ofreció “[ser] espíritu de mentira en la boca de
210
2 Crónicas 18:18-22

todos sus profetas” (versículo 21). Dios le dio su permiso. Dice:


“Anda y hazlo así”, y le asegura que la misión tendrá éxito
(versículo 21).
¿Es Dios el autor de las mentiras? ¡Jamás! Él emana la luz de
la verdad de manera más constante que el sol (Santiago 1:17). Pero
esta fue una de esas ocasiones en las que Dios había decidido
llevar a un hombre en la dirección que había escogido. Acab estaba
decidido a cerrar su corazón a la Palabra, prefiriendo mucho más
las mentiras agradables. Por lo tanto, en juicio, Dios lo entregó
para que esas mentiras que se había dispuesto en su corazón a
escuchar lo gobernaran. “Limpio te mostrarás para con el limpio
y severo para con el tramposo” (Salmo 18:26). Este pasaje es tan
mordaz porque aquí Dios hasta le dice a Acab que él ha
determinado enviarle mentiras para engañarlo. No podía haberlo
expresado de manera más clara: “¡Sus cuatrocientos profetas le
están diciendo falsedades!” No obstante, Acab todavía sigue
engañado.
¡Qué descripción nos da esto de nuestra propia generación
perversa! No hay ninguna duda de que en la actualidad la gente
tiene hambre de la verdad, corre a todas partes esperando encontrar
algo a lo que su corazón se pueda aferrar. En el proceso se
convierten en personas necias e incrédulas que están dispuestas a
creer cualquier cosa excepto las verdades sencillas de la salvación
que están en las Escrituras. ¿Un brillo misterioso al final del túnel
de la muerte? ¿Extraterrestres del espacio? ¿Cristales mágicos y
fuerzas armónicas? ¿Una línea telefónica directa para hablar con
un psíquico? Todo esto se lo tragan con increíble facilidad; pero
una mención del pecado, del juicio y de la gracia del Salvador que
murió por todos y su mirada se ausenta. “¡Oh no, eso de nuevo
no!” Y vuelven a sus cristales.
Comprenda, aquí funciona algo más que la simple credulidad.
Qué espantoso es leer en las Escrituras que “Dios les envía [a las
personas] un poder engañoso, para que crean la mentira” (2
Tesalonicenses 2:11). Esto indica el juicio de Dios sobre los que
rechazan “el amor de la verdad para ser salvos” (2 Tesalonicenses
211
2 Crónicas 18:23-27

2:10). Cuando Dios nos habla en su Palabra, lo hace con toda


seriedad, y habla absolutamente en serio cuando dice: “Mirad,
pues, cómo oís, porque a todo el que tiene, se le dará, y a todo el
que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará” (Lucas 8:18).

23
Entonces Sedequías hijo de Quenaana se le acercó y
golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo:
—¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Jehová
para hablarte a ti?
24
Micaías respondió:
—Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de
habitación en habitación.
25
Entonces el rey de Israel dijo:
—Tomad a Micaías y llevadlo a Amón, gobernador de la
ciudad, y a Joás, hijo del rey, 26 y decidles: “El rey ha dicho
así: Poned a éste en la cárcel y sustentadle con pan de
aflicción y agua de angustia, hasta que yo vuelva en paz.”
27
Micaías dijo:
—Si tú vuelves en paz, no ha hablado Jehová por mí.
Dijo además:
—Oíd, pueblos todos.

Sedequías, el profeta con los cuernos de hierro, se


enfureció, como tenía que hacerlo. Después de todo, no todos los
días tiene usted a alguien que le diga que está por completo
equivocado. Recuerde que él tenía la reputación de ser auténtico
profeta del Señor. Además, estaba convencido de que había
hablado bajo la influencia de algún tipo de espíritu. Tenía que
haber sido el de el Señor. Por supuesto, no podía ser el mismo
espíritu que había hablado a travéz de Miqueas. Sedequías sabía
que Dios no engaña; entonces con qué autoridad podía decir
Miqueas: “Así dice el Señor”¡y después decir que es mentiroso!
“¡Pero cómo me dejó el Espíritu del Señor y se fue hacia ti!”
podría ser una interpretación idiomática de sus palabras (versiculo
23). Él no esperaba una respuesta. Convencido de que tenía la
212
2 Crónicas 18:23-27

razón, pensó que la respuesta era evidente. El Espíritu de Dios no


lo podía haber abandonado. El Espíritu de Dios no había hablado
por medio de Miqueas.
Aunque no esperaba una respuesta, Miqueas de todos modos
le dio una. Aunque había sido humillado públicamente, abofeteado
en la mejilla, no gritó enojado ni hizo ninguna amenaza.
Simplemente le dio a Sedequías su propia profecía personal para
que pensara: “Tú mismo lo verás el día en que vayas
escondiéndote de habitación en habitación” (versículo 24). ¿De
qué se trataba todo esto? No lo sabemos con exactitud. Pero sí
sabemos que Sedequías lo iba a saber. Miqueas decía que algún
día Sedequías se encontraría escondido dentro de una cámara
interna porque su vida correría peligro. En ese tiempo recordaría
la profecía de Miqueas y súbitamente se daría cuenta de que
Miqueas siempre había hablado como un profeta verdadero y que
él mismo había estado bajo la influencia de un espíritu de mentira,
tal como Miqueas lo había dicho.
Al cansarse del juego, el rey Acab hizo que pusieran a Miqueas
de nuevo bajo custodia. Esta vez iba a estar en prisión y se le iba
a dar únicamente lo suficiente para sobrevivir (versículo 26). Es
difícil determinar si antes él había estado o no en prisión. ¡Desde
luego no había sido un huésped de honor de Acab! Aquí captamos
cierta valentía de Miqueas, nacida de la fe en el verdadero Dios,
que lo mantendría seguro en todas las pruebas. Aunque había
estado antes en una situación similar de arresto, no había tenido
pelos en la lengua cuando habló delante de los reyes. A pesar de
que sabía bastante bien que era peligroso decirle verdades duras a
un rey, no se calló nada.
Cuando Miqueas escuchó las palabras de Acab que trataban
de contradecir las suyas (“Pon a este en la cárcel . . . hasta que yo
vuelva [victorioso]”), habló de nuevo con claridad, en voz alta y
firme: “Si tú vuelves en paz, no ha hablado Jehová por mí”
(versículo 27). Probablemente eso era suficiente para sellar su
sentencia de muerte, suficiente para conseguirse la sepultura en
algún sepulcro anónimo. No obstante, las almas del pueblo de Dios
213
2 Crónicas 18:23-27

estaban en juego; el pequeño rebaño tenía que saber cuál era la


voz de su verdadero pastor. Así que dijo la verdad y aceptó las
consecuencias: “Oíd, pueblos todos”.
El mundo siempre ha recibido la ayuda de quienes dicen la
verdad, gente honesta que, aun sin ser cristianos, dirá lo que es
correcto, a cualquier costo. Pero el mundo, y especialmente la
iglesia del Señor que está en él, morirá sin sus profetas, sin
personas que tengan el deseo de dedicarse a proclamarles la verdad
de Dios a todas las naciones, llamando a los pecadores al
arrepentimiento y dirigiéndolos a su Salvador Jesús. Éste es el
único mensaje que puede salvar a las personas de la ira venidera
de Dios. Sin embargo, no es un mensaje que a la gente le guste oír,
especialmente en una época cuando se prefieren las mentiras
agradables. Y parece que se vuelve menos popular con cada
minuto que pasa. ¿Habrá todavía en esta próxima generación
aquellos cuyos labios limpiados por el carbón de la verdad del altar
de Dios, dirán: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8)? Ore para
que esto sea así.
Quienes distinguen modelos que se repiten en la historia
habrán notado una afinidad asombrosa entre el profeta Miqueas y
nuestro Señor Jesucristo, especialmente cuando vemos a Jesús en
un juicio para determinar su vida o muerte. Jesús también estaba
en medio de mentirosos, para ser juzgado por los que preferían las
sombras a la sustancia (Mateo 26:59,60).También su frustrado juez
tuvo finalmente que exigir escuchar de él la verdad que en realidad
no quería oír (Mateo 26:62-65). Jesús también fue públicamente
abofeteado y humillado (Mateo 26:67,68).Y aunque sabía que se
negaría también la verdad, aunque sabía que ésta sería la base de
su falsa condenación, también dijo que había otro tribunal que
examinaría la evidencia de cada palabra ociosa que los pecadores
dijeran. Delante de esta corte sus captores serán condenados y él
brillará como el sol. “Desde ahora veréis al Hijo del hombre
sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo sobre las nubes
del cielo” (Mateo 26:64).

214
2 Crónicas 18:28-34

Estas cosas están escritas para fortalecernos y consolarnos


durante los momentos de desesperación en este mundo caído,
cuando estamos a punto de creer que la verdad no puede prevalecer
contra el poder de la mentira. Dios está a cargo de todo, y hasta
teje de los engaños humanos toda la vestidura fuerte de su verdad
eterna: “Todo esto sucede para que se cumplan las Escrituras de
los profetas” (Mateo 26:56).

28
Subieron, pues, el rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, a
Ramot de Galaad. 29 Y dijo el rey de Israel a Josafat:
—Yo me disfrazaré para entrar en la batalla, pero tú
vístete con tus ropas reales.
Se disfrazó el rey de Israel y entró en la batalla.
30
El rey de Siria, por su parte, había ordenado a los
capitanes de los carros que tenía consigo: «No peleéis con
chico ni con grande, sino sólo con el rey de Israel.» 31 Cuando
los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Éste es
el rey de Israel.» Y lo rodearon para pelear; pero Josafat
clamó y Jehová lo ayudó, apartándolos Dios de él; 32 pues al
ver los capitanes de los carros que no era el rey de Israel,
desistieron de acosarle. 33 Pero un hombre disparó el arco al
azar e hirió al rey de Israel entre las junturas de la coraza.
El rey dijo entonces al cochero:
—Vuelve las riendas y sácame del campo, porque estoy mal
herido.
34
Pero arreció la batalla aquel día, por lo que el rey de
Israel se mantuvo en pie en su carro frente a los sirios hasta
la tarde; y murió al ponerse el sol.

El asunto se había aclarado porque el Señor lo había hecho.


Entonces, Josafat, a pesar de tener más juicio “[subió] . . . a Ramot
de Galaad” junto con Acab, su aliado pagano, vendiendo su propia
alma al servicio de la mentira (versículo 28). Acab, molesto por
las palabras del profeta, trató de encontrar una forma de librarse
de ellas. Obviamente, si iba a morir antes sus enemigos, lo tenían
215
2 Crónicas 18:28-34

que reconocer. Por lo tanto, si se disfrazaba podía evadir las


palabras del profeta. Mejor aun, Josafat “[vestiría sus] ropas
reales” (versículo 29) de tal modo que se pudiera confundir con
Acab. Así, Acab estaría doblemente protegido. ¡Una conspiración
brillante! ¡No podía fallar! Es difícil decir por qué Josafat se dejó
persuadir tan fácilmente para servir como chivo expiatorio de
Acab. Tal vez pensó que era indigno andar con evasivas, y sólo
entró en la batalla llevando su insignia real como siempre había
pensado hacer.
La estratagema del impostor tuvo cierto éxito al principio.
Ben-adad les había dado órdenes precisas a sus aurigas centraran
su ataque exclusivamente en el rey Acab (versículo 30). Lo
persiguieron al ser engañados para creer que Josafat era Acab,
(versículo 31). Todo parecía perdido; la situación era desesperada.
Josafat estaba condenado a morir bajo la embestida de los carros
arameos. Cuando se vió al borde de la muerte, clamó al Señor con
fe penitente, y el Señor se alió nuevamente con él (versículo 31).
La palabra que se traduce como “ apartándolos” en este versículo
es la misma palabra hebrea que tratamos anteriormente en el
versículo 2 (página 198). El escritor quiere que aquí hagamos la
conexión. El Señor le ganó en astucia al intrigante Acab. El Señor
les mostró la artimaña de él a los arameos, y una vez que los
capitanes de los carros se dieron cuenta de que tenían enfrente al
hombre equivocado “desistieron de acosarle”.
Aquí se ve en toda su gloria la asombrosa gracia del Señor. El
rey, a quien el Señor había prodigado su amor, fue infiel. Se apartó
de su mejor aliado y menospreció la advertencia del vocero del
Señor en Samaria. Descuidadamente, neciamente, se había puesto
en peligro; sin embargo, cuando las aguas amenazaban con
cubrirlo, clamó al Señor en oración, y el Señor le respondió. En
ninguna parte se ve mejor el milagro del perdón, que en las
palabras “y Jehová lo ayudó” (versículo 31). No hay un mejor
comentario a este pasaje que estas palabras del Salmo 130:

216
2 Crónicas 18:28-34

De lo profundo, Jehová, a ti clamo.


Señor, oye mi voz;
estén atentos tus oídos
a la voz de mi súplica.
Jah, si miras los pecados,
¿quién, Señor, podrá mantenerse?
Pero en ti hay perdón,
para que seas reverenciado.
Espere Israel en Jehová,
porque en Jehová hay misericordia
y abundante redención con él.
Él redimirá a Israel
de todos sus pecados. (Salmo 130:1-4,7,8)
El saldo de cuenta con el intrigante viene casi como un
pensamiento de último momento. El Señor determinó para el que
había deseado sobrevivir a la batalla permaneciendo en el
anonimato una muerte al azar por medio de un arquero anónimo.
Algún arameo apuntó y disparó una flecha “al azar”, “con toda
inocencia” como lo dice literalmente en hebreo (versículo 33). Es
decir, que no tenía ninguna intención de matar a una persona
específica como el rey de Israel. Él solo disparó al aire, y sucedió
que su flecha penetró exactamente entre las junturas de la
armadura de Acab. La herida fue mortal, y a pesar de toda la
valentía de Acab para enfrentar a los arameos hasta el final del día,
la vida se le fue escapando hasta que se le acabó al ponerse el sol.
No pudo escapar a la sentencia de muerte del Señor. Cualquiera
que piense que todo esto “sucedió por casualidad”, no ha prestado
atención. Dios siempre tiene la última palabra, y no hay ningún
intrigante vivo que pueda evadir su hora señalada.
Los capítulos debieron haberse dividido probablemente a partir
del versículo 1 del capítulo 19: “Josafat, rey de Judá, volvió en
paz a su casa en Jerusalén,” ya que la palabra “en paz” es un eco
claro de la advertencia anterior que hizo el profeta a Acab: “Si tú
vuelves en paz, no ha hablado Jehová por mí” (versículo 27).

217
2 Crónicas 19:1-3

Entonces, el profeta no había mencionado el destino de Josafat.


Con esto Dios le estaba dando la oportunidad de volverse a él en
fe, y como hemos visto, esto sucedió exactamente en la hora de
necesidad de Josafat. Se volvió, clamó y el Señor le permitió vivir.
No obstante, no se acaba el asunto así, ni en lo que tenía que
ver con el Señor o con Josafat. Esto llegará a ser claro cuando
leamos el resto del capítulo 19.

Josafat asigna jueces para el Señor

Dios evalúa imparcialmente a su rey

19 Josafat, rey de Judá, volvió en paz a su casa en


Jerusalén. 2 Y le salió al encuentro el vidente Jehú
hijo de Hanani, el cual dijo al rey Josafat:
—¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a
Jehová? Por esto ha caído sobre ti la cólera de Jehová. 3 Pero
se han hallado en ti buenas cosas, por cuanto has quitado de
la tierra las imágenes de Asera y has dispuesto tu corazón
para buscar a Dios.

Aunque el tema de “juzgar” sobresale en este capítulo, el


cronista no ha abandonado el otro tema de “alianzas: buenas y
malas”. En efecto, el versículo 2 le aclara al lector todo el asunto
de hacer alianzas con el mal. El profeta Jehú lo expresa a su rey
como la necesidad de escoger entre dos alternativas. “¿Al impío
das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová?” En este asunto
sucede que con frecuencia el padre de la mentira se disfraza como
un ángel de luz (2 Corintios 11:14) e intenta inducir a la gente “de
actitud espiritual” a diluir la severidad de la ley con la compasión
del evangelio. El resultado es la pérdida de ambos. Examinemos
el contexto de las palabras del profeta Jehú para evitar que
cometamos nosotros mismos el mismo error.
Si desempeñamos otra vez el papel de abogados del diablo,
podríamos preguntar: “¿Por qué la alianza de Josafat con Acab fue
218
2 Crónicas 19:1-3

tan mala? Después de todo, no fue una alianza con alguien


completamente pagano, como lo hizo Asa con Ben-adad.
Pensándolo bien, recordemos que Salomón disfrutó de una buena
relación de trabajo con Hiram de Tiro. ¿Entonces, por qué fue tan
crucial que Judá evitara hacer causa común con sus hermanos del
norte? A pesar de todos sus problemas, Dios todavía reconocía al
reino del Norte como su propio pueblo; separado de la casa de
David, es cierto, pero todavía era suyo. ¿Y no es algo duro y falto
de amor juzgar a quienes se pudiera decir que han sido engañados
desde que nacieron? Ellos no escogieron nacer en el reino con
becerros como ídolos. ¿Cómo podrían llegar a tener un mejor
conocimiento si Judá no se asociara con ellos?”
Ahora examinemos las hipótesis que hay bajo estas palabras.
En primer lugar, Dios no condenaba cualquier relación de trabajo
con otros grupos, aun con los que eran completamente paganos.
En cambio, pensaba en esas asociaciones en las que el pueblo de
Dios no se esforzaba en mantener su distancia espiritual. Escuche
otra vez las palabras de Josafat en le capítulo 18: “Yo soy como
tú, y mi pueblo como tu pueblo” (18:3). Durante el mismo tiempo
en que Elías, arriesgando su vida, había estado trabajando para
refrenar el torrente creciente del baalismo, Josafat debilitó el
testimonio de Elías casando a su hijo con la hija de Acab. Es como
si dijera: “Bueno, podemos tener nuestras diferencias, pero no son
muy importantes. ¿Qué es una pequeña adoración a Baal entre
hermanos? Yo sé que hay que agradar a la esposa. Y en cuanto al
asunto de este becerro ídolo, bueno, estoy seguro de que por lo
menos su corazón está en el lugar correcto. Tal vez podamos hablar
de eso en alguna otra ocasión.”
En segundo lugar, insistir en que mantener el contacto
espiritual era la única forma verdadera de ayudar a la gente del
norte que estaba en el error, pasa por alto el testimonio de la
adoración que se llevaba a cabo en el Templo en Jerusalén. Es lo
mismo que decir que el estilo de vida del pueblo de Dios en el Sur
no era un testimonio poderoso para su pueblo en el Norte. Este
hilo del pensamiento supone que solo el diálogo continuo dentro
219
2 Crónicas 19:1-3

del contexto de alguna asociación religiosa es apropiado como


testimonio, y que cualquier intento de testificar mientras que se
mantenga la distancia espiritual cae dentro de la categoría de
“erigirse en juez”. Pero el rey Abías ya le había aclarado el asunto
al Norte (capítulo 13). No podría haber duda sobre qué tipo de
adoración era legítima y cuál no. Muchos escucharon ese
testimonio y respondieron con fe. Quisieron dejar su casa y hogar
ancestrales en el Norte para estar cerca de los atrios del Señor.
Finalmente, debemos preguntar: “¿Es verdadero amor, amor
nacido del evangelio, el que le permite a la gente que siga en el
error, sin ningún intento de aclararles las cosas? ¿Es verdadero
amor enturbiar las aguas hasta tal punto que las generaciones
futuras tengan menor capacidad para discernir la diferencia entre
la luz y las tinieblas y entre la verdad y el error?” Este escritor
creció como miembro de una generación a la que se le enseñó a
cantar: “Todo lo que necesitas es amor”. Engañados, pensábamos
que era verdad. Es decir, creíamos en esta indefinida tolerancia
sensiblera que podía ir junto con toda clase de inmoralidad bajo
la bandera del amor. Después de todo, fue la época de “a cada cual
lo suyo”, ¿verdad?
Sin embargo, al final con esa clase de amor usted no tiene
nada, queda sin nada en absoluto. Como un escritor lo expresó tan
acertadamente: “Sólo los dioses falsos sobreviven para
asegurarnos nuestra ruina”. * Si le echamos una mirada a la vida
de tantas personas de la generación de paz y amor, aplastadas por
el mal, si vemos los resultados de los años sesenta que todavía
estamos viviendo, entonces no llamaremos amor a la tolerancia
del mal. “¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a
Jehová? Por esto ha caído sobre ti la cólera de Jehová” (19:2). No
hay ninguna duda en absoluto sobre lo que opina Dios en este
asunto. Josafat lo sabía; él había sentido la ira de Dios en esa
batalla cuando vio que los carros arameos se dirigían directamente
contra él.
* Susan Howatch, Scandalous Risks, p. 373.

220
2 Crónicas 19:4-11

Sin embargo, Josafat también experimentó en esa misma crisis


el constante amor de Dios, que no permitirá que los suyos se
destruyan a sí mismos. Dios le otorgó a Josafat un cambio de
corazón y le concedió escapar de la muerte. Ahora estaba
escuchando nuevamente al profeta de Dios, que escudriñaba sus
acciones para dejarle saber cómo debía de pasar el resto de su vida
después del rescate. “Se han hallado en ti buenas cosas, por cuanto
has quitado de la tierra las imágenes de Asera y has dispuesto tu
corazón para buscar a Dios” (versículo 3). Humilde y
penitentemente, Josafat resolvió otra vez caminar con el único
aliado confiable que tenía.

Josafat vive de acuerdo con su nombre


y establece la justicia del Señor

4
Habitó, pues, Josafat en Jerusalén; pero volvió a salir
para visitar al pueblo, desde Beerseba hasta los montes de
Efraín, y los conducía a Jehová, el Dios de sus padres. 5 Puso
jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos
los lugares; 6 y dijo a los jueces: «Mirad lo que hacéis;
porque no juzgáis en nombre de los hombres, sino en
nombre de Jehová, el cual está con vosotros cuando juzgáis.
7
Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; mirad lo que
hacéis, porque en Jehová, nuestro Dios, no hay injusticia ni
acepción de personas ni admisión de cohecho.»
8
Puso también Josafat en Jerusalén a algunos de los levitas
y sacerdotes, y de los padres de las familias de Israel, para la
administración de la justicia de Jehová y para los litigios.
Estos habitaban en Jerusalén. 9 Y les mandó diciendo:
«Procederéis asimismo en el temor de Jehová, con verdad y
con corazón íntegro. 10 En cualquier pleito que os presenten
vuestros hermanos que habitan en las ciudades, ya sean
causas de sangre, o asuntos relativos a la Ley, preceptos,
estatutos o decretos, les amonestaréis que no pequen contra
Jehová, para que no venga ira sobre vosotros y sobre
221
2 Crónicas 19:4-11

vuestros hermanos. Haciendo así, no pecaréis. 11 El sacerdote


Amarías será el que os presida en todo asunto de Jehová, y
Zebadías hijo de Ismael, príncipe de la casa de Judá, en
todos los negocios del rey; también los levitas serán oficiales
en vuestra presencia. Esforzaos, pues, y manos a la obra.
Jehová estará con el bueno.»

El nombre Josafat significa “el Señor juzga”. Ya sea por


simple coincidencia, o porque el Señor les dio a sus padres algún
conocimiento especial anticipado sobre su hijo, en realidad parece
que la vida de Josafat concuerda con su nombre. Toda la sección
está precedida por lo que parece ser un versículo de resumen:
“Habitó, pues, Josafat en Jerusalén; pero volvió a salir para visitar
al pueblo, desde Beerseba hasta los montes de Efraín, y los
conducía a Jehová, el Dios de sus padres” (versículo 4). Esta
reforma judicial fue una continuación del servicio pastoral que
Josafat había comenzado a llevar a cabo en el capítulo 17.
Implicaba a todo su reino, sur y norte, y tenía como meta el
bienestar espiritual de su pueblo. También es posible que Josafat
quisiera tratar algunos problemas de idolatría que habían aparecido
en su reino como resultado de la cercana relación con Acab.
Una lectura más cuidadosa de este capítulo nos informa que
Josafat planeó un sistema de justicia que tenía por lo menos dos
niveles. El primero operó a nivel local en las “ciudades
fortificadas” que el rey y sus antecesores habían construido en todo
Judá (versículo 5). El segundo nivel estaba centralmente localizado
en Jerusalén y sirvió a todo el sistema mediante cortes de apelación
(versículos 8-10). Había dos jueces principales designados para
cada uno de los casos que se podían presentar. Uno estaba
encargado de los asuntos “de Jehová”; el otro, de los asuntos
relacionados con “todos los negocios del rey” (versículo 11).
Notamos que el plan de Josafat estaba muy de acuerdo con las
ordenanzas de Moisés en Deuteronomio. Allí Dios proveyó el
establecimiento de cortes locales “en todas [las] ciudades” y otorgó
el derecho de apelación ante una corte superior centralizada para
222
2 Crónicas 19:4-11

los casos que fueran “difíciles” de manejar por los jueces locales
(Deuteronomio 16:18; 17:8). Josafat les asignó a los levitas el
cargo de oficiales de la corte. La palabra que se utiliza para oficial
puede implicar que sirvieron como organizadores de la agenda de
la corte o alguna clase de antiguos taquígrafos de la corte, aunque
la naturaleza exacta de sus responsabilidades permanece
desconocida (versículo 11).
Aunque algunos de estos detalles puedan parecer muy
interesantes, estamos mucho más interesados en lo que Josafat les
dijo a los jueces recién nombrados. Aquí podemos observar la
intención que estaba detrás de la reforma, y lo que esperaba lograr
con ella. Vemos claramente a un hombre que ha aprendido la
lección y que ha escuchado la reprensión del profeta. La meta
suprema de esta reforma es espiritual: “No pequen contra Jehová,
para que no venga ira sobre vosotros y sobre vuestros hermanos”
(versículo 10). Habla la voz de la experiencia (compare el
versículo 10 con el versículo 2). Josafat dice: “En este reino, la
justicia significa más que ser justo el uno con el otro o estar en lo
correcto legalmente. Somos el pueblo de Dios. Él quiere que lo
busquemos con fe, que llevemos una vida devota y santa delante
de él en temor reverente, y que huyamos con horror de cualquier
cosa que nos pueda manchar delante de aquel que es santo.
Debemos recordar que la ira de Dios estalla contra los que hacen
lo malo.”
En Crónicas hemos visto que la expresión temor de Dios se
usa con dos significados distintos. El temor de ser castigado por
haber traspasado los límites se encuentra hasta en la conciencia de
los paganos. No se tiene que ser creyente en el Padre de nuestro
Señor Jesucristo para bajar la velocidad cuando se ve a un policía
de carreteras. Pero el sentimiento de temor a pecar contra el Dios
Salvador (“Jehová” versículo 10) y el horror que sobreviene
cuando se hace cualquier cosa que Dios odia es una clase de temor
que se presenta sólo en los creyentes, a cuyo corazón el Espíritu
les ha enseñado a confiar en el Dios que perdona el pecado. La
primera clase de temor (que también se encuentra en los
223
2 Crónicas 19:4-11

incrédulos) la podemos llamar terror; la segunda, que combina


elementos de reverencia, temor y confianza, hasta podríamos
interpretarla como un sinónimo que se usa en el Antiguo
Testamento para fe.
En el reino de Judá, siempre hubo tanto creyentes como
incrédulos viviendo lado a lado, tanto hijos espirituales de
Abraham como hijos de Abraham cuya relación con su padre era
solamente física. Josafat tenía la tarea combinada de reglamentar
una comunidad de creyentes y de asegurar la paz dentro de una
sociedad terrenal, una sociedad con los mismos desafíos de
cualquier reino terrenal. Josafat podía esperar que el verdadero
temor de Dios (entendido con el segundo significado antes
mencionado) gobernara en el corazón de su pueblo y fuera visto
en su vida diaria. Pero si esa clase de temor estaba ausente, por lo
menos, podría contar con la Ley (con sus amenazas y castigos)
para controlar los corazones indomables del pueblo por medio del
simple miedo a la ira de Dios.
Para aplicar esto a la actualidad, sólo necesitamos considerar
los siguientes puntos. Existe en el corazón de cada ser humano
pecador una bestia que no permite que exista sobre la tierra
ninguna sociedad ordenada sin este sentido de temor. Cuando la
sociedad comienza a perder el sentido de temor, ya no queda freno
sobre la tierra que le impida a la gente correr en cualquier dirección
que le plazca. El temor mantiene frenado al mal. Sí, es verdad que
solo un auténtico temor de Dios puede juntar al pueblo en una
eterna comunidad de fe. Sin embargo, el temor al castigo de Dios
por lo menos mantendrá las cosas en esta tierra lo suficientemente
sosegadas para que prediquemos el evangelio. Tal vez no sea el
bien definitivo que quisiéramos para todo el pueblo, pero es un
bien provisional para nuestras sociedades por el que ciertamente
vale la pena orar y trabajar (1 Timoteo 2:1-4).
Muchos han observado algo muy preocupante sobre la
situación actual en los Estados Unidos. Su futuro como sociedad
no parece brillante, no sólo porque el número de cristianos ha
disminuido mucho sino también porque como nación parece haber
224
2 Crónicas 19:4-11

perdido su sentido de temor. Cualquiera que dijera en público que


“la ira de Dios vendrá” sobre alguien que haga el mal, causaría
carcajadas de desprecio o de burla. No siempre fue así. Thomas
Jefferson (quien, hasta donde sabemos no era cristiano) una vez
escribió: “Desde luego, tiemblo por mi país cuando pienso en que
Dios es justo; que su justicia no puede dormir para siempre”.* Si
nos interesa nuestro país terrenal, tenemos mucho por qué orar y
muchísimo trabajo por hacer.
Cuando regresamos a nuestro texto, nos damos cuenta que hay
varias cualidades esenciales que Josafat quiere ver en sus jueces.
La primera es “el temor de Jehová” entendido en el significado
más profundo de la reverencia del creyente (versículos 7,9). El
segundo es la fidelidad (versículo 9) y el tercero es la decisión
(versículo 11). Josafat quiere que sus jueces obren con la fe
valiente de quienes sirven como los representantes del Señor, con
él como su aliado constante (versículo 6). La totalidad de la vida
del creyente se realiza en la presencia de Dios, pero un juez tiene
el llamado para sentarse en la silla del Señor, para juzgar “en lugar
de Jehová”. Como son creyentes, la imagen de su Padre se verá
cuando desempeñen su vocación. Como Dios no tiene favoritos,
ellos tampoco los tendrán. Tan inimaginable como sería que Dios
actúe injustamente o que reciba un soborno, así de inimaginable
debe ser para ellos (versículo 7).
La fidelidad significa considerar cada caso seriamente, ya sea
que este tenga que ver con “causas de sangre, o asuntos relativos
a la Ley, preceptos, estatutos o decretos” (versículo 10). Ésta es la
Ley del Señor; quebrantarla es pecar contra él e incurrir en su ira.
Por lo tanto, ningún asunto de la Ley es pequeño. Finalmente, la
decisión es necesaria en una persona a quien se le ha pedido que
aplique la Ley a la vida de las personas. Los jueces no pueden
vacilar; deben actuar. Y cuando actúan en el temor de Dios, deben
confiar humildemente en la promesa de que el Señor es su aliado
y estará con los que hacen lo bueno (versículo 11).
* Noteson the State of Virginia, pregunta 18 (1784).

225
2 Crónicas 19:4-11

Ya hemos considerado la aplicación que estos versículos


pueden tener para los cristianos que viven en una sociedad terrenal.
También tienen un significado especial para los cristianos como
personas llamadas para compartir el evangelio a todas las naciones.
Se encuentra en la frase “en Jehová, nuestro Dios, no hay . . .
acepción de personas” (versículo 7). La idea de que la
imparcialidad absoluta de Dios tiene sus raíces en la convicción
de que Dios es completamente justo contiene una imagen
impresionante. La palabra acepción es una traducción de la palabra
hebrea que se puede traducir más literalmente como “recibir
caras”. Dios no mira la clase social, el sexo ni la edad de la persona
antes de decidir qué hacer.
Al comienzo de la vida de la iglesia del Nuevo Testamento,
cuando todavía no se había comprendido plenamente que la verdad
del evangelio es para todas las personas, era difícil para un
cristiano judío ir al mundo gentil con el mensaje salvador de Jesús.
Siglos de ley, costumbres y hábitos les impedían a los creyentes
judíos asociarse fácilmente con los no judíos. Por ejemplo, se
requirió una visión especial del Señor para convencer a Pedro de
que podía entrar en la casa del romano Cornelio para predicarle el
evangelio y no volverse “inmundo” haciéndolo. Sin embargo,
después de que el Señor había convencido a Pedro y éste se había
encontrando frente a un grupo de gentiles que lo esperaban para
que les hablara, este antiguo principio de la Ley de Dios volvió a
él. Pero ahora lo entendió más profundamente: “En verdad
comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en
toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia” (Hechos
10:34,35).
En nuestra relación con Dios, él no estima a alguien más que
a otro debido a su raza, clase social o sexo. El evangelio de Jesús
nos enseña a creer que el amor de Dios no tiene fronteras, no se
ciega con los prejuicios ni se impresiona por algún linaje. “No hay
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer,
porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). Y
como nuestro Padre nos ve así, tiene todo el derecho de esperar
226
2 Crónicas 20:1-6

que su pueblo tenga la misma consideración unos por los otros.


“Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor
Jesucristo sea sin acepción de personas” (Santiago 2:1). Estamos
agradecidos porque Santiago nos recuerda que el evangelio no es
solo para los que se parecen a nosotros, hablan como nosotros y
actúan como nosotros, sino para todas las personas en todas partes.
No necesitamos ninguna revelación especial antes de poner esto
en práctica, en amor mutuo.

Dios lucha por su pueblo contra una alianza impía

Algún tiempo después de haber apuntalado las defensas


espirituales de su pueblo, Josafat se enteró de una amenaza nueva
y mortal.

20 Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab


y de Amón, y con ellos otros de los amonitas,
marcharon contra Josafat para atacarlo. 2 Y fueron algunos a
darle aviso a Josafat, diciendo: «Contra ti viene una gran
multitud del otro lado del mar y de Siria; ya están en
Hazezon-tamar, que es En-gadi.»
3
Josafat tuvo miedo y humilló su rostro para consultar a
Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. 4 Se congregaron
los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas
las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová.
5
Entonces Josafat, puesto en pie en medio de la asamblea de
Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová, delante del atrio
nuevo, 6 dijo:

Tres enemigos tradicionales del pueblo de Dios: los moabitas,


los amonitas y los meunitas (vea el versículo 1 en la Nueva Versión
Internacional, que acepta la traducción de la Septuaginta:
“meunitas”; mientras la Reina-Valera sigue el texto masorético:
“amonitas”.) se habían unido en una alianza impía contra Judá. El
versículo 10 identifica a los meunitas más exactamente como
227
2 Crónicas 20:6-13

hombres del monte de Seir en Edom. Atacaban desde un flanco


inesperado. Judá se había defendido por lo general de sus
enemigos del sur, del norte o del oeste. Su flanco sudeste era
relativamente seguro, protegido como estaba por las imponentes
costas del mar Muerto y por los acantilados rocosos del desierto
de Judea. Sin embargo, de algún modo, sin ser detectado, este
ejército enorme había logrado pasar el mar Muerto. Ahora estaban
en En-gedi, desde donde había un paso montañoso que llevaba
directamente al centro de la región montañosa de Judea. En el
momento en que Josafat oyó las noticias, sus enemigos ya estaban
preparados para atacar.
¡Con razón Josafat se había alarmado! Ese enorme ejército se
apareció en su puerta sin advertencia, dándole muy poco tiempo
para prepararse. Sin embargo, a pesar de que muchas veces el
pueblo de Dios se ve asaltado por el temor debido a la magnitud
de las amenazas que enfrenta, sabe qué hacer con sus temores. Así
sucedió con Josafat, él no comenzó a llamar a sus tropas para la
batalla, como lo hubiera hecho un rey mundano. En cambio, hizo
acopio de su fortaleza espiritual, declaró un ayuno nacional y
convocó al pueblo a una solemne reunión religiosa. Él sabía que
la ayuda de Judá vendría de “Jehová, que hizo los cielos y la tierra”
(Salmo 121:2).
Después de que Josafat y el pueblo ya se habían reunido en la
casa de Dios, el rey se levantó para dirigir a su pueblo en oración.
Nuevamente el cronista nos permite escuchar las palabras con las
que el rey de Dios oró en nombre de su pueblo:

«Jehová, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los


cielos, y dominas sobre todos los reinos de las naciones? ¿No
está en tu mano tal fuerza y poder que no hay quien te
resista? 7 Dios nuestro, ¿no expulsaste tú a los habitantes de
esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la
descendencia de tu amigo Abraham para siempre? 8 Ellos la
han habitado, y han edificado en ella santuario a tu nombre,
diciendo: 9 “Si mal viene sobre nosotros, o espada de castigo,
228
2 Crónicas 20:6-13

o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta


Casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta Casa);
clamaremos a ti a causa de nuestras tribulaciones, y tú nos
oirás y salvarás.” 10 Ahora, pues, aquí están los hijos de
Amón y de Moab, y los de los montes de Seir, a cuya tierra
no quisiste que pasara Israel cuando venía de la tierra de
Egipto, sino que se apartara de ellos y no los destruyera.
11
Ahora ellos nos pagan viniendo a arrojarnos de la heredad
que tú nos diste en posesión. 12 ¡Dios nuestro!, ¿no los
juzgarás tú? Pues nosotros no tenemos fuerza con que
enfrentar a la multitud tan grande que viene contra
nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros
ojos.»
13
Todo Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños,
sus mujeres y sus hijos.

Notamos que Josafat comienza su oración confesando su fe en


el Señor. Él es el único Dios verdadero “en los cielos”. Todos los
otros dioses son ídolos. El Dios verdadero se ha obligado
misericordiosamente a sí mismo, mediante una promesa solemne,
ser el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob y de sus descendientes.
Aunque, desde el punto de vista de Josafat, el ataque de este
enorme ejército pudo haber sido súbito e inesperado, él sabe que
este no es el caso para el Señor. “Fuerza y poder” están en las
manos de Dios; él controla y dirige los asuntos de los hombres. Es
evidente que este asunto también está bajo su autoridad.
Entonces el rey procede a recordar a Dios sus promesas. Dios
mismo les había prometido esta tierra a Abraham y a sus
descendientes, diciendo: “Toda la tierra que ves te la daré a ti y a
tu descendencia para siempre” (Génesis 13:15). Dios cumplió esa
promesa expulsando a los habitantes de la tierra y estableciendo a
su pueblo Israel en ella. La presencia del Templo también resaltaba
la relación de amor que existía entre Dios y su pueblo. El Templo
era el santuario de Dios, el lugar donde había puesto su Nombre.
Como lo hemos visto antes, esta expresión significa que el Templo
229
2 Crónicas 20:6-13

era el lugar que Dios había escogido revelarse a sí mismo como el


Dios de gracia. En el Templo, el pueblo de Dios se podía acercar
a él en oración y encontrarlo. Ésta había sido la promesa de Dios.
También es bueno que sigamos la práctica de entrelazar las
promesas de Dios en nuestras oraciones: “Señor, tu dijiste esto.
No puedes mentir. Te pido que se cumpla en mí lo que has dicho.”
Y cuando nos acercamos a él en Cristo, tenemos la seguridad de
que Dios nos oye.
En los versículos 10 a 12, el rey Josafat señala la necesidad
específica con la que él y su pueblo han venido: “Nuestros
enemigos se han unido en contra nuestra y están resueltos a
sacarnos de nuestra tierra”. Su clamor pidiendo ayuda nos puede
impresionar porque es una manera algo curiosa de expresarse en
la oración: “¡Dios nuestro!, ¿no los juzgarás tú?” (versículo 12).
No obstante, brota de la convicción de que Dios dibuja los mapas
y establece las fronteras entre los hombres y las naciones, y lo hace
como el Dios que es absolutamente justo y completamente
imparcial.
Dios les había asignado a Moab, Amón y Edom los territorios
que ahora poseían. Cuando los israelitas estaban en camino hacia
la Tierra Prometida, Dios les había dicho expresamente: “No os
metáis con [los edomitas, los amonitas y los moabitas], pues no
os daré de su tierra [al oriente del Jordán]” (Deuteronomio 2:5).
Israel había obedecido. Entonces Dios estableció a su pueblo en
la tierra que estaba al oeste del Jordán, la que él había determinado
darle como “una herencia” o posesión permanente (versículo 11).
Por lo tanto, esta invasión era injusta por completo, y con ella los
enemigos estaban desafiando la palabra de Dios. La situación
simplemente clamaba que Dios pronunciara su juicio sobre los que
resistían su voluntad.
Con un espíritu similar oramos “Hágase tu voluntad”, y al
hacerlo le pedimos a Dios que destruya todo plan malvado o
alianza impía del demonio, el mundo y nuestra naturaleza
pecadora. Le pedimos que ejecute su juicio sobre cualquiera que

230
2 Crónicas 20:6-13

abiertamente desafíe la Palabra de Dios o que trate de impedir que


la voluntad salvadora de Dios se cumpla.
Josafat concluye confesando la debilidad que todos ellos
sienten y su total dependencia de Dios: “Nosotros no tenemos
fuerza . . . no sabemos qué hacer” (versículo 12). Al principio,
estas palabras pueden sonar como un clamor sin esperanza de
alguien que se ha dado por vencido, pero cuando se ponen junto
con la última frase: “a ti volvemos nuestros ojos”, se convierten
en una bella oración de fe. Es como si él hubiera dicho: “Esta
batalla está más allá de nosotros; no podemos hacerle frente, pero
volvemos nuestros ojos a ti, porque tu poder y sabiduría son
infinitos.” De modo similar, Lutero habla acerca de orar en
tiempos de dificultad: “Dios desea que usted vierta su problema
delante de él, y no permita que lo aplaste . . . para que al final usted
haga diez o aun cien calamidades de una. Desea que usted sea muy
débil para aguantar y vencer ese problema, para que en él aprenda
a hallar fortaleza, y él sea alabado mediante su fortaleza en usted.
¡He aquí, así es como se hacen los cristianos!”*
El rey que Dios nombró expresa de este modo el anhelo
ardiente de todo el pueblo. Hombres, mujeres, niños y bebés están
aquí en la presencia del Señor. Todos los ojos están en él,
esperando una respuesta a su oración. Sin embargo, note que el
rey no presume de “mostrarle a Dios el objetivo y determinar el
tiempo y la forma en que . . . desean ser ayudados. . . . Los que
verdaderamente esperan en Dios piden misericordia, y dejan en
sus manos el cómo, dónde y por qué medios los ayudará. No se
desesperan por la ayuda, ni siquiera le dan nombre.”** Los
cristianos tienen esta confianza cada vez que buscan a Dios en
oración. Nuestro Padre nos oirá, no porque nuestra oración sea
muy digna, sino porque su promesa es muy segura.
Para Josafat y para la asamblea, Dios inmediatamente le da un
nombre a la ayuda que él tiene la intención de darles.

* Luther, WA Vol. 31, pp. 95ss.


** Luther´s Works, Erlangen Edition, Vol. 37, pp. 423,424.

231
2 Crónicas 20:14-17
14
Y estaba allí Jahaziel hijo de Zacarías hijo de Benaía, hijo
de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el
cual vino el espíritu de Jehová en medio de la reunión; 15 y
dijo: «Oíd, todo Judá, y vosotros habitantes de Jerusalén, y
tú, rey Josafat. Jehová os dice así: “No temáis ni os
amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no
es vuestra la guerra, sino de Dios. 16 Mañana descenderéis
contra ellos; mirad, ellos subirán por la cuesta de Sis y los
hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. 17 No
tendréis que pelear vosotros en esta ocasión; apostaos y
quedaos quietos; veréis como la salvación de Jehová vendrá
sobre vosotros. Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis;
salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con
vosotros.”»

El Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel el levita con una


revelación especial para todos. El Espíritu hizo que manifestara
con algún detalle la manera como el Señor les contestaría y vendría
en su rescate. Dios los dirigió para salieran en contra de sus
enemigos hasta que se encontraran en el arroyo. Entonces el Señor
les mostró su gran amor diciéndoles: “No se preocupen por esta
batalla, ella es mía; yo me encargaré de ella. Ustedes no tendrán
que pelear en absoluto. Todo lo que les pido es que ocupen los
puestos que se les han asignado, permanezcan firmes y me vean
ganar la victoria por ustedes.”
Es importante que notemos aquí que Dios siempre responde
nuestras oraciones, aunque las respuestas quizá no siempre vengan
con la velocidad de la respuesta a Jahaziel. Oramos a nuestro Padre
que nos ama como sus hijos queridos por causa de Jesús. “Por
causa de Jesús” significa que no hay nada mas seguro en los cielos
ni en la tierra que el amor de nuestro Padre, y sobre el fundamento
firme de esta certeza basamos nuestras oraciones. Por eso
sabemos, por ejemplo, que Dios no será capaz de darnos dones
malos, y si pedimos algo que nos pueda lastimar, Dios responderá
a nuestra solicitud con una negativa amorosa para darnos luego
232
2 Crónicas 20:18-21

algo mucho mejor y más excelente. También es por eso que cuando
le hacemos saber a Dios nuestras peticiones en áreas en las que no
tenemos palabra clara de Dios para guiarnos, oramos con plena
alegría de fe: “¡Hágase tu voluntad!” Sabemos que aun si Dios no
hace lo que queremos en ese momento, lo que él quiera y nos dé
será para nuestro bien eterno.
Sobre todo, vemos las promesas de Dios en las Escrituras para
encontrar respuestas sólidas a nuestras oraciones. Dios cumple lo
que promete. Cuando Dios da una promesa clara y universal, no
hay necesidad de orar diciendo “si esta es tu voluntad”, porque
Dios ya ha expresado su voluntad salvadora en la promesa. Aquí
pensamos específicamente en las promesas que nos ha hecho de
perdonar todos los pecados, de dar su Espíritu, de permanecer con
nosotros y de no dejar que nada nos separe de su amor, y de
fortalecernos para vencer cuando las pruebas de la vida amenacen
con aplastarnos. Cuando pedimos cualquiera de estas cosas,
decimos “Amén” con la plena convicción de que Dios nos dará lo
que le pedimos, ya que Jesús dice que el Padre no responderá a
nuestro clamor por pan dándonos piedras.
Esta respuesta de fe alegre a la promesa de Dios es
exactamente lo que vemos en Josafat y en el pueblo de Judá.

18
Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y también
todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron ante
Jehová para adorar a Jehová. 19 Y se levantaron los levitas de
los hijos de Coat y de los hijos de Coré para alabar con gran
clamor a Jehová, el Dios de Israel.
20
Cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto
de Tecoa. Mientras ellos salían, Josafat, puesto en pie, dijo:
«Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén. Creed en Jehová,
vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis
prosperados.»
21
Después de consultar con el pueblo, puso a algunos que,
vestidos de ornamentos sagrados, cantaran y alabaran a
Jehová mientras salía la gente armada, y que dijeran:
233
2 Crónicas 20:18-21

«Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para


siempre.»

Josafat reconoció que había escuchado la voz viva de Dios,


que había usado al profeta Jahaziel como su instrumento para que
hablara su Palabra. Toda la asamblea se postró en temor reverente
ante el Dios que le promete tan grandes cosas a su pueblo. Por
último, los sonoros cánticos de alabanza de los levitas rompieron
el silencio adorador.
Este mismo espíritu de adoración se mantuvo durante el día
siguiente cuando el pueblo de Dios salió a la batalla. El rey tomó
el liderazgo para animar al pueblo a confiar en el Señor y en los
profetas. El rey se encargó de que los cánticos de alabanza que
habían comenzado en el Templo continuaran cuando marcharan.
Aun antes de que alcanzara la victoria, se les encargó a los
hombres que entonaran el cántico de la victoria de la fe.
“Glorificad a Jehová.” Lo que Dios promete es tan cierto como si
ya se hubiera realizado, aun antes de que realmente suceda.
¡Qué visión la que Dios pone aquí delante de nuestros ojos!
Toda la nación salió al campo de batalla contra enemigos muy
reales que estaban armados con espada, escudo, honda y lanza. Sin
embargo, el pueblo de Josafat se parecía más a una congregación
cuando sale de la iglesia, que a un ejército que va a la guerra. Así
y todo, el ejército de Dios salió totalmente equipado. Ellos tenían
la espada del Espíritu, el escudo de la fe y una actitud de oración
en su corazón.
De modo similar, podemos considerar toda nuestra vida como
un acto indiviso de adoración, cuyo momento estelar sucede
durante la adoración formal cuando nos reunimos como el pueblo
de Dios. Vamos a buscar al Señor en oración y a fortalecernos con
la Palabra y el sacramento. Salimos preparados para pelear contra
los enemigos, que procuran destruir nuestra vida espiritual.
Nuestra victoria esta asegurada por la Palabra que hemos oído. Y,
cuando Dios nos da las victorias diarias sobre el pecado y sobre

234
2 Crónicas 20:22-30

Satanás, tenemos nuevas razones para reunirnos en alabanza y en


oración. Su misericordia es para siempre.

22
Cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza,
Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab
y de los montes de Seir que venían contra Judá, y se mataron
los unos a los otros. 23 Porque los hijos de Amón y Moab se
levantaron contra los de los montes de Seir para matarlos y
destruirlos; y cuando acabaron con los del monte Seir, cada
cual ayudó a la destrucción de su compañero.
24
Luego que vino Judá a la torre del desierto, miraron
hacia la multitud, pero sólo vieron cadáveres tendidos en la
tierra, pues ninguno había escapado. 25 Josafat y su pueblo
fueron a despojarlos, y hallaron entre los cadáveres muchas
riquezas, así vestidos como alhajas preciosas que tomaron
para sí; tantos, que no los podían llevar. Estuvieron tres días
recogiendo el botín, porque era abundante.
26
Al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca, y allí
bendijeron a Jehová; por esto llamaron el nombre de aquel
paraje el valle de Beraca, hasta el día de hoy. 27 Después
todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat a la
cabeza, regresaron a Jerusalén gozosos, porque Jehová les
había colmado de gozo librándolos de sus enemigos. 28 Y
entraron en Jerusalén, en la casa de Jehová, con salterios,
arpas y trompetas.
29
Cuando supieron que Jehová había peleado contra los
enemigos de Israel, el terror de Dios cayó sobre todos los
reinos de aquella tierra. 30 Y el reino de Josafat tuvo paz,
porque su Dios le dio paz por todas partes.

La batalla misma fue algo decepcionante. El cronista nos dice


que “Jehová puso emboscadas contra. . . ” Esta frase se explica
mejor en los versículos siguientes, que describen la desintegración
de la alianza enemiga y la lucha entre los mismos que antes habían

235
2 Crónicas 20:22-30

sido aliados. De la misma forma, todos los que obstinadamente se


ponen en contra del Señor y de su Ungido tendrán que perecer
(Salmo 2). Cuando el pueblo de Judá llegó al lugar desde donde
podían observar los pasos montañosos que daban acceso desde el
mar Muerto, descubrieron que no quedaba ejército con quien
pelear. La verdad de la frase “la guerra [es] de Dios” llegó a ser
parte de su propia experiencia. Lo único que les quedó por hacer
fue recoger el botín: equipo, ropa y objetos de valor esparcidos en
todo el campo de batalla. Hicieron eso durante tres días seguidos,
un hecho que indica el valor y la grandeza del botín y lo completa
que fue la victoria. El cuarto día se reunieron para darle gracias a
Dios por la victoria y sus frutos. Un valle que pudo haber sido el
escenario de una terrible derrota para Judá se había convertido en
el valle de Beraca. Beracah es una palabra hebrea que significa
“alabanza”. Le dieron al valle un nuevo nombre para acordarse de
que su Dios les había dado otra razón para alabar su Nombre
salvador.
Después del servicio de acción de gracias, que se realizó en el
lugar donde estaban, la compañía regresó llena de alegría a
Jerusalén para alabar al Señor en su Templo. Se podría decir que
el primer servicio fue espontáneo; el segundo fue más formal. El
rey y su pueblo querían hacer las cosas apropiadamente y alabar
al Señor con todos los recursos que tenían a su disposición “con
salterios, arpas y trompetas”.
La respuesta de los enemigos del pueblo de Dios fue muy
diferente. En el versículo 29 se nos dice que el “terror de Dios”
cayó sobre ellos. Eso se refiere nuevamente al pavor sobrenatural
y paralizante que Dios puso en el corazón de los pueblos y de las
naciones que rodeaban a Israel, haciendo que se alejaran del
pueblo de Dios y lo dejaran solo. El resultado para el reino de Dios
bajo Josafat fue que la gente de Dios pudo llevar una vida tranquila
y segura.

236
2 Crónicas 20:31-37

El resumen del reinado de Josafat y un triste epílogo

31
Así reinó Josafat sobre Judá; de treinta y cinco años era
cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en
Jerusalén. El nombre de su madre fue Azuba, hija de Silhi.
32
Y anduvo en el camino de Asa, su padre, sin apartarse de
él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehová. 33 Con todo, los
lugares altos no fueron quitados; pues el pueblo aún no
había enderezado su corazón al Dios de sus padres. 34 Los
demás hechos de Josafat, los primeros y los últimos, están
escritos en las palabras de Jehú hijo de Hanani, del cual se
hace mención en el libro de los reyes de Israel.
35
Pasadas estas cosas, Josafat, rey de Judá, trabó amistad
con Ocozías, rey de Israel, el cual era dado a la impiedad, 36 y
se asoció a él para construir naves que fueran a Tarsis; y
construyeron las naves en Ezión-geber. 37 Entonces Eliezer
hijo de Dodava, el de Maresa, profetizó contra Josafat
diciendo: «Por cuanto te has aliado con Ocozías, Jehová
destruirá tus obras». Y las naves se rompieron, y no
pudieron ir a Tarsis.

¿Cuál es el veredicto final que pronuncia el cronista sobre la


vida de Josafat? Como hemos visto, hubo acciones muy destacadas
en cuanto al cuidado pastoral del rey por su pueblo, en su celo por
establecer la justicia del Señor en la tierra y en su humilde e
inspirador liderazgo durante el ataque traicionero de los enemigos
de Judá. Durante todas esas ocasiones, el Señor había sido su
aliado, y tanto el rey como el pueblo habían prosperado. No
obstante, también se presentó esa espantosa caída ocasionada por
su alianza con Acab mediante el matrimonio cuando hizo causa
común en la guerra con ese rey impío. Estos versículos aclaran
que el pacto que había hecho con el mal no había dejado de
enredarlo en empresas dudosas. Esto también les iba a seguir
dando muchos problemas a sus descendientes.

237
2 Crónicas 20:31-37

Después de todo lo que había sucedido, nos parece casi


imposible creer lo que nuestros ojos ven en el versículo 35:
“Pasadas estas cosas, Josafat, rey de Judá, trabó amistad con
Ocozías, rey de Israel, el cual era dado a la impiedad.” ¿Cómo
podía él, que había tenido un renacimiento en el Espíritu, tratar
otra vez de alcanzar sus objetivos mediante esfuerzos humanos?
(vea Gálatas 3:3). Uno de nuestros propios escritores del sínodo
lo expresó muy bien: “Cada hijo de Dios es a la vez santo y
pecador, y no sólo está propenso a pecar, sino que es capaz de
cometer grandes pecados flagrantes”.*
Siempre que el Señor nos da algo, como somos tan débiles y
propensos al pecado, tendemos a considerar que lo tenemos
guardado con seguridad y que ahora está en nuestra posesión por
derecho absoluto, en vez de considerar que lo tenemos por la
gracia de Dios. Perdemos rápidamente la percepción de la gracia
y llegamos a cansarnos de lo que tenemos. Entonces nuestros ojos
son atraídos por lo nuevo y el corazón comienza a anhelar cosas
que todavía no tenemos. Por lo visto, Josafat comenzó a anhelar
el oro de Ofir y el prestigio de ser un gran rey comerciante como
Salomón, aunque el Señor ya le había dado gran riqueza y honor
(vea 1 Reyes 22:48 y 2 Crónicas 17:5).
El ejemplo de Josafat nos puede enseñar que el problema
nunca está en la forma en que Dios nos ha bendecido, sino que
nuestro verdadero problema siempre es el enemigo que tenemos
por dentro. Nunca estaremos contentos hasta que Dios quite los
ídolos de nuestro corazón, establezca allí su paz y nos enseñe a
encontrar el reposo perfecto en él. Algunas veces, la manera como
Dios hace esto es confundiendo nuestros planes y destruyendo
todas nuestras naves (versículo 37). Aun así es su amor el que obra,
aun cuando nos hiere. Él quiere ayudarnos a morir al pecado y que
en cambio confiemos en él. Él nos dice: “Déjenme ser su Dios y
encuentren su alegría en mí.”

* Werner H. franzmann, Bible History commentary: Old Testament


(Milwaukee: Board of Parish Education Ev. Lutheran Synod, 1980), p. 484.

238
2 Crónicas 21:1-7

A pesar de las caídas de Josafat, el veredicto del cronista fue


que él “[hizo] lo recto ante los ojos de Jehová” (versículo 32).
Cuando nuestro Juez y Rey nos mira, ve más que el pecado que
ocasiona su ira; ve a nuestro Salvador, que tomó esa ira sobre él
mismo y quitó nuestra culpa para siempre. Por medio de él, Dios
declaró santo a un pecador como Josafat, como un rey que “[hizo]
lo recto”. Solo en la cruz podemos llegar a conocer completamente
al Señor, nuestro juez, y a entender cómo puede mantener a la vez
tanto la justicia perfecta como la misericordia sin límite.

El reino de Dios bajo Joram

Un desolador resumen de su reino:


“anduvo en el camino de . . . Acab”

21 Durmió Josafat con sus padres, y lo sepultaron con


sus padres en la Ciudad de David. Reinó en su
lugar Joram, su hijo, 2 quien tuvo por hermanos, hijos de
Josafat, a Azarías, Jehiel, Zacarías, Azarías, Micael y
Sefatías. Todos estos fueron hijos de Josafat, rey de Judá.
3
Su padre les había dado muchos regalos de oro y de plata,
cosas preciosas, y ciudades fortificadas en Judá; pero
entregó el reino a Joram, porque él era el primogénito. 4 Fue
elevado, pues, Joram al reino de su padre. Luego que se hizo
fuerte, mató a espada a todos sus hermanos y también a
algunos de los príncipes de Israel. 5 Cuando comenzó a reinar
tenía treinta y dos años de edad, y reinó ocho años en
Jerusalén. 6 Pero anduvo en el camino de los reyes de Israel,
como hizo la casa de Acab, porque tenía por mujer a la hija
de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová. 7 Pero Jehová
no quiso destruir la casa de David, a causa del pacto que
había hecho con David, y porque le había dicho que le daría
una lámpara a él y a sus hijos perpetuamente.

239
2 Crónicas 21:1-7

Con este capítulo, el cronista comienza una descripción


extensa del descenso y de la casi extinción de la casa de David.
Este descenso había sido puesto en acción originalmente por la
necia decisión que tomó Josafat de aliarse con la casa perversa de
Acab por medio del matrimonio. Ahora el árbol venenoso estaba
por dar sus frutos.
A pesar de ese gran error, Josafat fue un rey piadoso y disfrutó
el don que Dios le dio de tener muchos hijos (versículo 2). Josafat,
siguiendo el ejemplo de Roboam (11:23), había distribuido a sus
hijos por todo el reino, y le encargó a cada cual una de sus ciudades
fortificadas. “Pero entregó el reino a Joram, porque él era el
primogénito” (versículo 3). Con tantos hijos, Josafat definió
sabiamente el tema de la sucesión antes de su muerte. Joram, el
hijo que se había casado con la hija de Acab, iba a ser el siguiente
rey de Judá.
El cruel asesinato de sus hermanos y de muchos de los
príncipes de Judá por orden de Joram se debe calificar como uno
de los actos más viles que un rey de Judá haya realizado. Aunque
no se nos dice por qué Joram sintió la necesidad de cometer este
acto antinatural, podemos llegar a una conjetura bastante segura.
Hasta ese momento, Judá había sido en gran parte resguardada,
por su rey, de la grande idolatría que había corrompido a fondo al
reino del Norte. Asa y Josafat tuvieron como política oficial
extirpar de su tierra los lugares altos de adoración (14:3; 17:6).
Aunque no habían tenido éxito completo, su corazón tenía la
intención correcta. Sin embargo, como el versículo 11 de la
siguiente sección lo aclara, Joram invirtió esta política y en su
lugar adoptó el procedimiento que había seguido su suegro de
establecer lugares altos en medio de su pueblo dedicados a la
adoración del dios Baal de Tiro. “Anduvo en el camino de los reyes
de Israel, como hizo la casa de Acab” (versículo 6). Es probable
que estas prácticas hayan sido parte de una política más amplia de
cooperación cercana con el reino idólatra del Norte. Cuando los
otros hijos de Josafat denunciaron lo que estaba sucediendo, los
mataron porque eran molestos, junto con sus partidarios.
240
2 Crónicas 21:8-11

Con seguridad, el juicio de Dios iba a caer sobre ese rey tan
perverso. Sin embargo “Jehová no quiso destruir la casa de David,
a causa del pacto que había hecho con David, y porque le había
dicho que le daría lámpara a él y a sus hijos perpetuamente”
(versículo 7). Él no anula su gracia por el mal que hace la gente.
Dios le había prometido a David que su casa y su reino perdurarían
(1 Crónicas 17). Aunque el mundo estuviera lleno de Jorams, el
Señor no retiraría lo que había dicho.
Ejemplos concretos de la historia, como este, deben haber sido
un gran consuelo para esos judíos que habían regresado del exilio.
Cuando se habla en términos humanos, la suerte de la casa de
David, en los días de Joram, estaba colgando de un hilo delgado.
Como estamos por ver, pronto, la casa real iba a quedar reducida
a un solo vástago varón, mientras que un usurpador ocupaba el
trono. Sin embargo, de esta “vara del tronco de Isaí” (Isaías 11:1),
Dios iba a restaurar a la casa de David en el poder. Los exilados
que regresaron se animaron al considerar la gracia fiel de Dios
cuando la vieron en este ejemplo, y eso los motivó a creer que las
misericordias de Dios aun seguían siendo fieles por siempre. Dios
enviaría su Mesías, aunque no había motivo terrenal para tener
esperanza.

Dios juzga a Joram

Dios lo humilla

8
En sus días se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y
proclamó su propio rey. 9 Entonces pasó Joram con sus
príncipes, y todos sus carros; se levantó de noche y derrotó a
los edomitas que le habían sitiado, y a todos los comandantes
de sus carros. 10 No obstante, Edom se libertó del dominio de
Judá hasta el día de hoy. Por ese mismo tiempo Libna se
libertó también de su dominio, por cuanto Joram había
abandonado a Jehová, el Dios de sus padres.

241
2 Crónicas 21:8-11
11
Además de esto, construyó lugares altos en los montes de
Judá, e incitó a los habitantes de Jerusalén a la prostitución,
y empujó a ella a Judá.

Después de haber aclarado que la gracia de Dios reina suprema


sobre todo lo que él hace, ahora el cronista procede a demostrar
una vez más cómo una violación de la Ley de Dios
inevitablemente lleva al desastre. Para Joram, ese desastre vino en
la forma de rebelión. Primero los edomitas y después la ciudad de
Libna se negaron a servir al rey que se había negado a servir al
Señor. Y como la hostilidad entre Edom e Israel había existido por
largo tiempo, no sorprende la rebelión de los edomitas; sin
embargo la rebelión de Libna sí es una sorpresa.
La mayoría de los eruditos ubican a Libna en la frontera entre
la parte baja de las montañas de Judá y los valles costeros de
Filistea (vea el mapa). Como la ciudad fue conquistada primero

JUDÁ
Mar
Mediterráneo
Río Jordán

Jerusalén
EA

Libna
ST
LI

Mar
FI

Muerto

La rebelión contra Judá

242
2 Crónicas 21:8-11

por Josué (Josué 10:29-32), fue considerada como parte del


territorio de Judá (Josué 15:42) y les fue asignada a los hijos de
Aarón (Josué 21:13; 1 Crónicas 6:57). Aunque Libna fue
originalmente una de las antiguas ciudades cananeas, estuvo bajo
el gobierno del pueblo de Dios por un tiempo tan largo que sus
habitantes no deben de haber considerado que el gobierno de la
casa de David era un dominio de un poder extranjero, como lo era
el caso de Edom. Entonces, ¿por qué se rebelaría este pueblo de
Judá contra su propio rey? Fue por la mano de Dios que ahora se
había vuelto en contra de la casa que él una vez había sostenido:
todo debido a que Joram había “abandonado a Jehová, el Dios de
sus padres” (versículo 10).
Lo que Jesús dijo una vez sobre los que desprecian la Palabra,
nos ayuda a aplicarnos a nosotros mismos el significado solemne
de la rebelión de Libna: “Al que no tiene, aun lo que tiene le será
quitado” (Mateo 13:12). Joram consideró que tenía segura a Libna
y supuso que podía despreciar al Señor sin que eso tuviera
consecuencias. Descubrió que no era así. Del mismo modo, la fe
no le pertenece a ninguno de nosotros por derecho de nacimiento.
Si damos por descontada la Palabra de Dios o si actuamos como
si Cristo y su iglesia siempre fueran a estar ahí, sin que importe lo
que hagamos, bien podemos perder para siempre lo que pensamos
que siempre sería nuestro.
El cronista, al concluir esta sección, describe el pecado de
Joram en los términos más francos. Al introducir esa gran idolatría
y la adoración a Baal en su reino, había llevado a “los habitantes
de Jerusalén a la prostitución, y empujó a ella a Judá”. Sólo hay
otra ocasión en la que nuestro escritor usa la expresión
“prostitución”, es en su primer libro. Allí la usó como la mejor
manera de caracterizar el pecado de las tribus del norte, y la dio
como la razón por la que Dios los abandonó a sus enemigos (1
Crónicas 5:25,26). “Y empujó a Judá” es también una expresión
que implica mucho en el vocabulario de los escritores bíblicos. El
cronista la usa aquí en este sentido y también la encontramos en
el libro de Deuteronomio, donde Moisés advirtió al pueblo contra
243
2 Crónicas 21:12-15

cualquiera que tratara de empujarlos (“instigar”) a seguir dioses


falsos (Deuteronomio 13:13).
Esa tentación ya era bastante mala, cualquiera que fuera el
responsable; pero cuando los reyes eran culpables de eso, los que
tenían la responsabilidad de cuidar el rebaño de Dios, el pecado
era aun peor, por el impacto que tenía sobre toda la sociedad
israelita. Como lo hemos visto, Josafat, el padre de Joram, había
tomado muy en serio la responsabilidad de ser el pastor
subordinado al Señor (vea 19:4-11). Joram, sin embargo, con un
corto reinado de ocho años, pudo deshacer lo que su padre había
construido tan cuidadosamente. El pleito en contra de Joram es
bastante claro. Simplemente esperamos oír el veredicto; quien lo
va a pronunciar es nada menos que Elías, el gran profeta de Dios.

Dios declara su juicio a Joram por medio de Elías

12
Le llegó una carta del profeta Elías que decía: «Jehová, el
Dios de tu padre David, ha dicho así: “Por cuanto no has
andado en los caminos de Josafat, tu padre, ni en los caminos
de Asa, rey de Judá, 13 sino que has andado en el camino de
los reyes de Israel, y has hecho que Judá y los habitantes de
Jerusalén forniquen, como fornicó la casa de Acab; y además
has dado muerte a tus hermanos, a la familia de tu padre, los
cuales eran mejores que tú; 14 Jehová herirá a tu pueblo con
una gran plaga, a tus hijos, a tus mujeres y a todo cuanto
tienes; 15 tú mismo padecerás muchas enfermedades, y una
dolencia tal de tus intestinos, que se te saldrán a causa de tu
persistente enfermedad.”»

¡Una carta notable de un hombre notable! Elías, como lo


conocemos por 1 Reyes, desempeñó su ministerio entre las tribus
del norte de Israel. El Señor lo había usado para impedir que su
pueblo se volviera completamente apóstata bajo Acab y Jezabel.
Ahora, como uno de los últimos actos de la carrera de Elías, el
Señor lo utilizó para dar su veredicto sobre Joram.
244
2 Crónicas 21:12-15

Con trazos veloces y seguros, el profeta caracteriza a Joram y


su pecado. En su deslealtad al Señor, Joram había deshonrado a
su propia casa, les había vuelto la espalda a sus antepasados,
prefiriendo “el camino de los reyes de Israel”. Asesinó a sus
propios hermanos, “a la familia de [su] padre, los cuales eran
mejores que [él]” (versículo 13). Esta última frase le da algún
respaldo a la teoría mencionada anteriormente de que Joram había
asesinado a sus hermanos porque se habían opuesto a sus políticas
de adoración de Baal y a las relaciones cercanas con Israel. El
descendiente indigno había arrastrado en el barro el nombre de
David.
Debido a que Joram había asesinado a sus propios hermanos
de una forma tan cruel y había despreciado los caminos piadosos
de sus padres, Dios definirá su juicio con tanta precisión que
destruirá principalmente su propia casa. Su pueblo, sus hijos, sus
esposas y todo lo que poseía sentirán el peso de la ira de Dios. Él
mismo morirá de una enfermedad repugnante y persistente. El
castigo de Dios será el correspondiente al crimen del rey.
Hay muchas personas que rechazan esta profecía como un
engaño retórico y como algo que el cronista inventó por completo.
Como dudan de la capacidad de Dios para intervenir en la historia,
no creen en ningún relato que pueda implicar que Dios conoce el
futuro o que lo controla. Dicen que 2 Reyes 2,3 sugiere que Elías
fue llevado a los cielos alrededor del año 853 a.C. Esto haría
imposible que hubiera escrito la carta al rey que comenzó su
reinado alrededor del año 848 a.C. Para evitar esto, algunos
comentaristas conservadores han sugerido que Elías escribió esta
profecía antes de morir (aun antes de que Joram matara a sus
hermanos) y le encargó el manuscrito a Eliseo para que lo
entregara en el tiempo apropiado. Otros van tan lejos que dicen
que esta profecía fue una carta que cayó del cielo, ¡en un sentido
muy literal! Sugieren que el Señor le permitió a Elías comunicarse
desde su estado de gloria con el pueblo que todavía vivía en este
mundo de pecado.

245
2 Crónicas 21:12-15

Sin embargo, no es necesario ir tan lejos. Los capítulos 2 y 3


de 2 Reyes no establecen explícitamente que se tienen que leer en
forma cronológica, tampoco se tienen que interpretar como si Elías
se hubiera ido antes de que Eliseo estuviera activo en su ministerio.
En 2 Reyes bien podríamos tener una disposición del material de
acuerdo al tema, en el cual el escritor sagrado aclara primero que
Eliseo fue el sucesor de Elías. Ningún relato presentaría este punto
mejor que el hecho de que Elías haya sido llevado al cielo.
Después, el escritor de 2 Reyes prosigue para darnos unos
ejemplos de lo que hizo Eliseo y de cómo se condujo durante su
trabajo profético. Por lo menos algunos de estos incidentes
debieron haber ocurrido mientras que Elías vivía. Debemos
recordar que los relatos bíblicos fueron escritos para obrar la fe en
el Señor; no fueron escritos como historias exhaustivas ni
completas.
Además, nada estaría más de acuerdo con todo el carácter de
Elías que esta carta franca y directa. Recordamos la firmeza con
la que se opuso a Acab en todos sus caminos idólatras. ¿Qué podía
ser más característico de Elías que su oposición al hijo yerno de
Acab cuando vio el cáncer idólatra que estaba invadiendo a Judá?
¡Nada encajaría mejor con el hombre que le había dicho a Acab:
“Lamieron los perros [tu] sangre” (1 Reyes 21:19) que las palabras
“Tú mismo padecerás muchas enfermedades, y una dolencia tal
de tus intestinos, que se te saldrán a causa de tu persistente
enfermedad” (versículo 15).
En cuanto al tema de un profeta del Señor y su capacidad para
hacer estas profecías específicas y detalladas sobre el futuro, solo
tenemos que leer estas palabras de Isaías para renovar nuestra
propia fe: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos
antiguos, porque yo soy Dios; y no hay otro Dios, ni nada hay
semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y
desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: ‘Mi plan
permanecerá, y haré todo lo que quiero’” (Isaías 46:9,10).

246
2 Crónicas 21:16-20

Dios lleva a cabo su veredicto

16
Entonces Jehová despertó contra Joram la ira de los
filisteos y de los árabes que estaban junto a los etíopes, 17 que
subieron contra Judá, invadieron la tierra y tomaron todos
los bienes que hallaron en la casa del rey, a sus hijos y a sus
mujeres; y no le quedó más hijo sino solamente Joacaz, el
menor de ellos. 18 Después de todo esto, Jehová lo hirió con
una enfermedad incurable en los intestinos. 19 Y aconteció
que al pasar muchos días, al cabo de dos años, los intestinos
se le salieron por la enfermedad, y murió así de enfermedad
muy penosa. Y no encendieron fuego en su honor, como lo
habían hecho con sus padres. 20 Cuando comenzó a reinar
tenía treinta y dos años de edad, y reinó en Jerusalén
durante ocho años. Murió sin que nadie lo llorara y lo
sepultaron en la Ciudad de David, pero no en los sepulcros
de los reyes.

Joram trató de darles marcha atrás a las políticas piadosas de


Josafat, su padre, y de su abuelo Asa. Por eso, Dios frustró todos
los planes de Joram y arruinó todas sus esperanzas. Dios le quitó
no solo todo lo que él había tratado de asegurar para sí mismo,
sino también muchas de las bendiciones que les había otorgado a
sus dos predecesores. Al hacerlo así, Dios le estaba diciendo
claramente a su pueblo del Antiguo Testamento que las
bendiciones terrenales les llegan a aquellos cuya vida está
espiritualmente en orden. Pero los que dejan que su vida caiga en
el desvío espiritual, todo lo que pueden esperar son penas y
dolores. Para tener más información sobre este tema, vea en la
introducción: “Bendiciones y castigos inmediatos”.
Al matar a sus hermanos, Joram trató de que su familia
estuviera segura ante cualquier amenaza que ellos pudieran
representar. Cuando Dios terminó con él, los hijos y las esposas
de Joram estaban muertos, con excepción del joven Joacaz.
Josafat, su padre, había recibido tributo de los filisteos y de los
247
2 Crónicas 22:1-6

árabes (17:11); Joram, el hijo, fue obligado a entregarles sus


posesiones a estas mismas naciones cuando el Señor los indujo a
invadir su reino. Sus dos predecesores habían disfrutado de
reinados relativamente largos; el reinado de Joram se interrumpió
después de solo ocho años. Joram tuvo una muerte horrible, nadie
lamentó su desaparición, y no le dieron ninguno de los honores
que sus predecesores habían recibido. No hubo fuego ceremonial
y no lo sepultaron en las tumbas de la familia. Esa persona, que
era una vergüenza para la casa de David, murió en completa
desgracia.

El reino de Dios bajo Ocozías

Escucha el consejo de los impíos,


se sienta en la silla de los escarnecedores

22 Los habitantes de Jerusalén hicieron rey en lugar de


Joram a Ocozías, su hijo menor; porque una banda
armada que había venido con los árabes al campamento,
había matado a todos los mayores, por lo cual reinó Ocozías
hijo de Joram, rey de Judá. 2 Cuando Ocozías comenzó a
reinar tenía cuarenta y dos años de edad, y reinó un año en
Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía, hija de Omri.
3
También él anduvo en los caminos de la casa de Acab,
pues su madre le aconsejaba a que actuara impíamente.
4
Hizo, pues, lo malo ante los ojos de Jehová, como la casa de
Acab; porque después de la muerte de su padre, ellos le
aconsejaron para su perdición. 5 Y él anduvo en los consejos
de ellos, y fue a la guerra con Joram hijo de Acab, rey de
Israel, contra Hazael, rey de Siria, a Ramot de Galaad,
donde los sirios hirieron a Joram. 6 Y volvió para curarse en
Jezreel de las heridas que le habían hecho en Ramot,
peleando contra Hazael, rey de Siria. Y descendió Ocozías
hijo de Joram, rey de Judá, para visitar a Joram hijo de
Acab en Jezreel, porque estaba enfermo allí.

248
2 Crónicas 22:1-6

Aunque las cosas ya estaban muy mal, iban a empeorar. El


primer versículo nos da alguna información sobre las bandas
armadas, de las cuales oímos en el capítulo anterior, y de cómo
mataron a la mayoría de los hijos del rey. Aunque el hebreo es algo
difícil de entender, parece que las bandas armadas de filisteos y
árabes (21:16) habían logrado atrapar a la familia del rey mientras
estaban en campaña con él y vivían en el campamento militar de
Judá. A Ocozías, probablemente por ser el menor, lo habían dejado
en la casa, tal vez para mantener una presencia real en Jerusalén.
Así fue que a la muerte de su padre, sólo él había sobrevivido para
ascender al trono.
En lugar de la fórmula de cierre común “‘A’ descansó con sus
padres y ‘B’ lo sucedió como rey”, aquí se nos dice que “los
habitantes de Jerusalén” se unieron para poner a Ocozías en el
trono. Para nosotros es difícil saber el significado exacto de esta
expresión. ¿Eran estos los ciudadanos principales de Jerusalén?
¿O eran gente común? Sabemos solo esto: la expresión implica
que existía un estado de confusión y desorden en el reino, sin duda
causado por las bandas armadas y por la muerte de tantos a la vez
en la familia real. Era imposible hacer la entrega normal del poder
de un rey al siguiente. Eso parece que es lo que ocurre siempre
que aparecen expresiones similares (vea 26:1; 33:25; 36:1).
Intrigas palaciegas, derrota militar, asesinato: se amenaza el buen
orden de alguna manera y el pueblo mismo tiene que intervenir
para restaurarlo.
Con solo 22 años de edad, Ocozías fue influido fuertemente
por el consejo de la familia de Acab. Por causa de Atalía, su madre,
y de sus primos del lado de la familia de Acab, parecía que el
destino espiritual y político de la pequeña Judá iba a llegar a estar
cada vez más entrelazado con el del Norte. Recordamos cómo el
rey Abías en una ocasión se había levantado incondicionalmente
a favor la legitimidad de la dinastía de David y a favor de la
verdadera adoración de Dios en el Templo (vea el capítulo 13).
Pero ahora el matrimonio fatal de Joram con Atalía, la hija de

249
2 Crónicas 22:7-9

Acab, había hundido la casa de David. Judá se había convertido,


militar y religiosamente, en poco más que el vasallo de Israel.
Ocozías, completamente bajo la influencia de su madre,
“anduvo en los caminos de la casa de Acab” (versículo 3) y no en
los de David. Sin duda, eso significa que la adoración a dioses e
ídolos extraños siguió contaminando al Sur, con la aprobación del
rey. Y la casa de Acab lo aconsejó bien, es decir, de la mejor
manera para asegurarse su propia destrucción (versículo 4). Se
unió con Joram, el hijo de Acab, en la aventura militar de Joram
contra el poder creciente de Hazael, el nuevo rey de Siria (el
vecino de Israel al norte). Joram pensaba atacar a Siria en Ramot
de Galaad. En vez de esto lo hirieron y se tuvo que retirar a su
palacio de verano en Jezreel, para recobrarse de sus heridas.
Ocozías fue a visitarlo allí.
El cronista nos da solo un relato muy condensado de los
acontecimientos que son mucho más completos en 2 Reyes 9, un
relato que claramente supone que sus lectores conocen. Aquí su
interés es sólo bosquejar de nuevo el esquema general del relato,
seleccionar y completar el material, con el objeto de resaltar las
lecciones espirituales que se deben aprender de él. El Salmo 1
viene otra vez a la mente porque está muy cercano al interés del
cronista cuando vuelve a contar esta historia aquí:
Bienaventurado el varón
que no anduvo en consejo de malos,
ni estuvo en camino de pecadores,
ni en silla de escarnecedores se ha sentado.
No así los malos. (Salmo 1:1,4)

Llega a ser como el tamo que arrebata el viento

7
Pero esto venía de Dios, para que Ocozías fuera destruido
al ir a visitar a Joram. Tan pronto llegó, salió con Joram
contra Jehú hijo de Nimsi, al cual Jehová había ungido para
que exterminara a la familia de Acab. 8 Mientras Jehú hacía
juicio contra la casa de Acab, halló a los príncipes de Judá y
250
2 Crónicas 22:7-9

a los hijos de los hermanos de Ocozías, que servían a


Ocozías, y los mató. 9 Buscó luego a Ocozías, el cual se había
escondido en Samaria. Lo hallaron, lo trajeron a Jehú y lo
mataron; pero le dieron sepultura, pues decían: «Es hijo de
Josafat, quien de todo su corazón buscó a Jehová.» Y la casa
de Ocozías no tenía fuerzas para retener el reino.

Hay varias diferencias entre este corto relato y su paralelo en


2 Reyes 9. La mayoría de esas diferencias se pueden explicar
fácilmente por medio de lo que ya se dijo antes: (a) el cronista nos
da una versión condensada para poner de manifiesto la verdad
teológica y (b) da por sentado que sus lectores conocen 2 Reyes.
La diferencia más difícil de entender es la ubicación de la muerte
de Ocozías: 2 Reyes nos dice que Ocozías trató de escapar
mientras que Jehú y sus partidarios mataban a espada a Joram, y
logró el propósito de pasar de Jizreel a Bet Hagán, que estaba

Meguido
Jezreel

Bet Hagán
Ibleam

Samaria
Río Jordán

Mar
Mediterráneo

La persecución de Jehú a Joram y a Ocozías

251
2 Crónicas 22:7-9

ubicada cerca de Ibleam, en el camino a Samaria. Allá Jehú se


acercó lo suficiente para poder herirlo, pero Ocozías, con la ayuda
de sus siervos, todavía pudo luchar hasta llegar a Meguido, donde
finalmente murió (2 Reyes 9:27). Parece que el cronista nos dice
que Ocozías se escapó a la ciudad de Samaria, donde trató de
encontrar un lugar para esconderse; allí lo capturaron los hombres
de Jehú y lo llevaron donde su amo, quien entonces llevó a cabo
la ejecución.
Podríamos explicar esta diferencia de la siguiente manera: en
el recuento condensado que hace de la historia, el cronista decidió
destacar el lugar donde Ocozías había pensado buscar refugio en
su huida precipitada. No dice que Ocozías no llegó a Samaria,
supone que sus lectores pueden agregar ese detalle por sí mismos.
El propósito teológico cuando menciona el objetivo de Ocozías es
más claro: el rey de Judá busca refugio en una ciudad que está
vinculada en vínculo indivisible con la casa de Acab, con Jezabel
y con la adoración a Baal. No encuentra el refugio. No queda
ningún lugar seguro para que se esconda el hijo de David que no
puede cantar con él: “Guárdame, Dios, porque en ti he confiado”
(Salmo 16:1).
El cronista también hace mucho énfasis en el hecho de que la
ruina de Ocozías fue obra del Señor. Dice: “Pero esto venía de
Dios, para que Ocozías fuera destruido”, y sigue diciendo que el
Señor había ungido a Jehú para que destruyera la casa de Acab
(versículo 7). En otras palabras, Jehú hizo lo que hizo bajo la
dirección del Señor y con la bendición de Dios. Finalmente, dice
que con sus actos, Jehú “hacía juicio” (versículo 8). Dios escuchó
el lamento de su pueblo oprimido, respondió a las oraciones y a
los lamentos de los profetas fieles como Elías y Eliseo e hizo surgir
a Jehú para derramar su ira sobre la inmoral familia de Acab.
Hoy vemos que el mundo se vuelve más desvergonzado y
provocador en las formas que concibe para desafiar a Dios. La
gente de estos tiempos hace caso omiso a lo que los teólogos
llaman “la ley natural”, que es el sentido natural que tiene la
humanidad de lo bueno y de lo malo. Algunas veces nos
252
2 Crónicas 22:7-9

preguntamos: “¿Dónde esta el Dios de justicia?”, cuando los


asesinos salen de las cortes sin que reciban castigo o cuando la
depravación desfila orgullosamente por las calles. Pero aún más
viles son los predicadores y los pastores que algunas veces vemos
en la iglesia cristiana visible, hombres y mujeres que contaminan
el santo Nombre de Dios, negando categóricamente las claras
enseñanzas de la Biblia. La historia de Jehú y de Ocozías nos
recuerda que Dios es celoso y que él se encargará personalmente
de cada acto impío de la gente pecadora. Tarde o temprano vendrá
un día en el que los seres humanos tendrán que rendir cuentas de
lo que han hecho. Para algunos, los juicios de Dios comienzan en
esta vida y continúan para siempre en la siguiente. “Todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de Cristo” (2 Corintios 5:10). Solo
los que confían en la liberación que ganó nuestro Salvador
escaparán de la justa y terrible ira de Dios.
Porque Jehová conoce el camino de los justos,
mas la senda de los malos perecerá (Salmo 1:6).
En la muerte, la única diferencia entre Ocozías de Judá y Joram
de Israel fue lo que ocurrió con sus restos. Al cuerpo de Joram lo
dejaron para que se pudriera en el mismo lugar en el que su padre
Acab había asesinado a Nabot (vea 1 Reyes 21 y 2 Reyes 9:24-
26). Aunque Ocozías pertenecía a la casa de Acab en espíritu, Jehú
y sus soldados le permitieron tener una sepultura apropiada; se
acordaron de que por lo menos él era un hijo físico del piadoso
Josafat (versículo 9).
Aunque la siguiente afirmación pueda parecer muy desoladora,
hay un mensaje evangélico en medio de ella. El cronista concluye,
diciendo: “La casa de Ocozías no tenía fuerzas para retener el
reino.” Joram había asesinado a sus hermanos y Jehú había matado
no solo a Ocozías sino también muchos otros príncipes de Judá
que habían simpatizado con el Norte (versículo 8). Y este no iba a
ser el fin de los asesinatos entre los príncipes de Judá, como lo
saben bien los lectores del cronista. Ninguno de los familiares de
Ocozías, de la familia real de David, tenía el poder para tomar el
reino cuando él muriera. Si el pueblo de Judá hubiera considerado
253
2 Crónicas 22:10-12

el asunto solo sobre la base de lo que podía percibir con sus


sentidos, le hubiera parecido que la lámpara de David al fin se
hubiera apagado.
Los lectores originales del cronista debieron haber visto que
sus propias circunstancias eran muy similares. A ellos también les
debió haber parecido que ninguno de los de la familia de David
iba a ser lo suficientemente fuerte para ascender otra vez al trono
de Judá. Pero lo que los hombres no pueden hacer, Dios con toda
seguridad lo hará, siempre que él haya dado su palabra. Él había
prometido que iba a conservar la “lámpara [de David] . . .
perpetuamente” (21:7). Y en efecto cumplió esa palabra cuando
todo parecía tan sombrío en los días que siguieron a la muerte de
Ocozías; lo había hecho otra vez en los días siniestros que
siguieron al regreso del exilio. La línea real de David iba a ser
restaurada en el trono. En cuanto a nosotros, podemos ver que Dios
cumplió esa promesa en la persona de Jesús. Por lo tanto, tenemos
aun más seguridad de que no importa cuan negro se nos vuelva
todo, el gran día del amor y de la gloria de Dios amanecerá para
nosotros y nuestro Salvador regresará para llevarnos a casa.

El reino de Dios bajo la usurpadora: reina Atalía

Un asalto directo al reino

10
Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había
muerto, se levantó y exterminó a toda la descendencia real
de la casa de Judá. 11 Pero Josabet, hija del rey, tomó a Joás
hijo de Ocozías, y escondiéndolo de entre los demás hijos del
rey, a los cuales mataban, lo guardó a él y a su nodriza en
uno de los aposentos. Así lo escondió Josabet, hija del rey
Joram, mujer del sacerdote Joiada (porque ella era hermana
de Ocozías), de la vista de Atalía, y no lo mataron. 12 Seis
años estuvo escondido con ellos en la casa de Dios. Entre
tanto, Atalía reinaba en el país.

254
2 Crónicas 22:10-12

Por otro lado, lo que hizo la reina madre Atalía fue


perfectamente normal, si se considera solo dentro del contexto de
la política del poder en el mundo antiguo. Su hijo el rey había
muerto. Jehú había estado aniquilando a su familia en el Norte;
por lo tanto, allí había poca esperanza de refugio para ella. Su
única esperanza era consolidar para ella el poder en el Sur,
mientras todavía tenía algún control sobre los acontecimientos. La
mayor amenaza para su permanencia en el poder tenía que ser
cualquier descendiente de la línea de David, que tuviera derecho
legítimo al trono, porque podría servir fácilmente como punto
central alrededor de quien podría recobrar fuerzas la oposición.
En esas circunstancias, la única esperanza que le quedaba era
destruirlos antes de que terminaran por destruirla a ella.
No obstante, es evidente que la fe en Dios ve esto como un
asalto directo al poder gobernante de Dios y a su reino. Después
de todo, Dios había decretado que David y sus sucesores ocuparan
el trono. La promesa que se le hizo a David en 1 Crónicas 17 no
sólo fue la forma de asegurarle un gobierno estable a su pueblo,
sino que también fue el medio que utilizó para salvar a todo el
mundo.
Por lo tanto, Atalía se une a la misma categoría de personas a
la que pertenecen Caifás, Judas, Poncio Pilato y todos los demás
que, ya sean motivados por miedo, la codicia o el cinismo, se
pusieron en contra del Señor y contra su ungido. En resumen, ella
fue un anticristo, uno de tantos que deben venir como señales del
fin (vea 1 Juan 2:18).
Probablemente vale la pena hacer una pausa aquí y notar la
naturaleza exacta de los otros crímenes espirituales de Atalía.
Además del asalto directo que le hizo a la promesa de un Salvador,
también tomó parte activa en la promoción de la adoración a Baal
entre sus súbditos del Sur. ¡Una verdadera hija de Jezabel y una
digna descendiente de Acab! En la ciudad misma de Dios, ella
había entronado a Baal como señor, con su propio templo, sus
altares y su sumo sacerdote (vea 23:17). Como si esto no hubiera

255
2 Crónicas 22:10-12

sido ya bastante malo, ella y sus hijos (o tal vez mejor, sus
seguidores) habían irrumpido en el templo de Dios mismo para
que, en honor a Baal, se pudieran usar en forma pagana los objetos
sagrados separados para la adoración del Señor (24:7). ¿Qué
podría ser peor que eso? La usurpadora había tomado el trono del
reino de Dios y había profanado el Templo donde habitaba la gloria
de Dios. Parecía que Satanás había triunfado en la tierra.

Dios preserva su reino por las acciones decisivas


de Joiada y Josabet

En toda hora mala, hay por lo menos uno o dos héroes de la fe


a quienes Dios les da el valor y la voluntad para levantarse contra
el reino de las tinieblas. En el tiempo de Atalía, fue Josabet, una
de las hijas de Joram * y esposa de Joiada, un sacerdote de quien
vamos a oír muy pronto. Esa mujer valerosa tomó, precisamente
en las propias narices de Atalía, al joven príncipe Joás de entre el
grupo de niños que Atalía había destinado para ser asesinados. El
niño todavía era amamantado, por lo que Josabet lo escondió
aparte en una de las cámaras interiores del complejo del Templo,
junto con su nodriza. Lo que ella hizo requirió un gran valor,
porque el palacio y el Templo estaban ubicados uno al lado del
otro, y sin duda había pocas personas en quienes podía confiar,
por lo menos al principio. Durante los seis largos y terribles años
del reinado de Atalía, Josabet y su esposo protegieron del mal al
pequeño príncipe, hasta que llegó el momento de revelar la verdad.

* Josabet, además de ser la hija del rey Joram, también fue hermana de
Ocozías (vea 2 Reyes 11:2). Tal vez esto significa que la reina Atalía fue su
madre, lo que haría a Josabet leal a la casa de David de una forma muy
notable. Aunque esto es posible, de ninguna manera es seguro, ya que Josabet
y Ocozías hubieran sido hermano y hermana con el mismo padre (Joram) aun
si hubieran nacido de madres diferentes.

256
23
2 Crónicas 23:1-3

En el séptimo año se animó Joiada y concertó una


alianza con los jefes de centenas: Azarías hijo de
Jeroham, Ismael hijo de Johanán, Azarías hijo de Obed,
Maasías hijo de Adaía y Elisafat hijo de Zicri, 2 los cuales
recorrieron el país de Judá, y reunieron a los levitas de todas
las ciudades de Judá y a los príncipes de las familias de
Israel y vinieron a Jerusalén. 3 Toda la multitud hizo pacto
con el rey en la casa de Dios. Y Joiada les dijo: «Aquí está el
hijo del rey, que ha de reinar, como dijo Jehová respecto a
los hijos de David.

Joiada, el sacerdote, había estado en completo acuerdo con lo


que su esposa había hecho. Junto con ella, debió haber pasado
muchos días y noches de ansiedad, escondiendo de los ojos de los
curiosos al joven príncipe que crecía. Por fin, después de siete años
llegó el momento de restaurar el orden de Dios. Joiada actuó rápida
y decididamente. Primero se aseguró la lealtad de los militares
mediante un pacto que hizo con cinco jefes claves de la guardia
del palacio. En el versículo 1 se da el nombre de ellos como un
cuadro de honor. Esos hombres tenían que ir en una misión secreta
y asegurar el apoyo de los levitas y de los jefes de familia por todo
el reino de Judá. En el momento acordado, todos tenían que
hacerse presentes en el templo del Señor.
Algunos han cuestionado la veracidad del cronista en este
pasaje. Sostienen que una conspiración de tan gran alcance tendría
que haber despertado las sospechas de Atalía. Sin embargo, se
puede responder a ello haciendo ver que el éxito de la conspiración
contra Atalía fue un indicio bastante revelador de la falta de amor
que los súbditos tenían por esa reina extranjera. El pueblo de Judá
estaba tan unido en el odio hacia ella, que casi no quedó nadie que
le informara sobre lo que iba a suceder. Además, Joiada demostró
una astucia notable en su plan; como lo vamos a ver, pudo planear
la aclamación del muchacho como rey de tal manera que se le diera
la máxima protección. Sin duda, también pudo planear la fecha

257
2 Crónicas 23:3-10

exacta de este golpe de estado para que coincidiera con una de las
tres grandes fiestas del pueblo de Dios. En una ocasión como esta,
cuando “todo Israel” se tenía que presentar ante el Señor, la
afluencia de gran número de personas a Jerusalén no sería nada
extraño. Atalía debió haber supuesto que ellos estaban allí
simplemente para adorar a su Dios como él les había mandado.
El versículo final de esta sección probablemente se puede
entender mejor como un resumen general de lo que viene. Toda la
asamblea hizo un pacto con el nuevo rey de esta forma:

3
Toda la multitud hizo pacto con el rey en la casa de Dios.
Y Joiada les dijo: «Aquí está el hijo del rey, que ha de reinar,
como dijo Jehová respecto a los hijos de David. 4 Ahora
haced esto: una tercera parte de vosotros, los que entran el
sábado, estarán de porteros con los sacerdotes y los levitas.
5
Otra tercera parte estará en la casa del rey; y la otra
tercera parte, se quedará a la puerta del Cimiento; y todo el
pueblo estará en los patios de la casa de Jehová. 6 Y ninguno
entre en la casa de Jehová, sino los sacerdotes y levitas que
ministran; estos entrarán, porque están consagrados; y todo
el pueblo hará guardia delante de Jehová. 7 Y los levitas
rodearán al rey por todas partes, y cada uno tendrá sus
armas en la mano; cualquiera que entre en la casa, que
muera; y estaréis con el rey cuando entre y cuando salga.»
8
Los levitas y todo Judá lo hicieron todo como lo había
mandado el sacerdote Joiada; y tomó cada jefe a los suyos,
los que entraban el sábado, y los que salían el sábado;
porque el sacerdote Joiada no dio licencia a las compañías.
9
Dio también el sacerdote Joiada a los jefes de centenas las
lanzas, los paveses y los escudos que habían sido del rey
David, y que estaban en la casa de Dios; 10 y puso en orden a
todo el pueblo, teniendo cada uno su espada en la mano,
desde el rincón derecho del Templo hasta el izquierdo, hacia
el altar y la Casa, alrededor del rey por todas partes.

258
2 Crónicas 23:3-10

Ésta es una de las secciones más difíciles de entender de las


Escrituras, no porque el punto principal del pasaje sea confuso de
alguna manera, ni porque las partes individualmente no sean
claras. Sin embargo, cuando los estudiantes cuidadosos de la Biblia
consideran esta sección lado a lado con el relato de estos mismos
acontecimientos que se hace en 2 Reyes, probablemente tendrán
que rascarse un poco la cabeza. Se espera que lo siguiente aclare
por lo menos parte de esa confusión.
Comenzamos con los pensamientos conocidos de que nuestro
escritor estaba bien familiarizado con el relato de 2 Reyes y de que
también supuso que era conocido por sus lectores. En cierta
medida, el cronista considera que el relato que hace de la historia
es un complemento de la versión anterior. Decide hacer énfasis en
ciertos aspectos de la historia que el escritor de 2 Reyes había
pasado en silencio, especialmente cuando esos aspectos habrían
producido un impacto especial en sus lectores originales, los
exiliados que regresaron de Babilonia.
Por ejemplo, si tuviéramos solo 2 Reyes, no sabríamos el papel
tan grande y decisivo que desempeñaron los sacerdotes y levitas
en el desarrollo de los acontecimientos. Hasta podríamos pensar
que la revolución de Joiada tuvo más bien la naturaleza de una
intriga palaciega o de un golpe militar, en vez de ser el
levantamiento general y popular que fue. Entonces, naturalmente
el cronista, en el relato que hace de la historia, trae al primer plano
el trabajo de los sacerdotes y de los levitas, especialmente cuando
en sus días dudaban del valor de su ministerio. Quiso inspirarlos
para que se volvieran a dedicar a su elevado llamamiento.
La tarea de separar los diversos grupos de hombres junto con
sus diversos puestos, como se nos describe tanto aquí como en 2
Reyes, es especialmente confusa. Intentaremos ser fieles a lo que
sabemos y dejaremos que otros solucionen lo que está en duda. En
primer lugar, el simple hecho de que 2 Reyes hablen de militares
que participaron en el golpe de estado no excluye la participación
de los sacerdotes y los levitas como se narra en 2 Crónicas. En
realidad, el escritor de 2 Reyes nos da un claro reconocimiento del
259
2 Crónicas 23:3-10

papel central que desempeñó Joiada el sacerdote. A partir de esto,


se puede concluir con justicia que los otros sacerdotes también
participaron. Asimismo, el énfasis que se le da al papel de los
sacerdotes y a los levitas en 2 Crónicas no tiene la intención de
excluir la participación de los militares; todo lo contrario, el
cronista hasta menciona a los cinco militares por nombre, detalles
que el escritor de 2 Reyes omitió.
Por lo tanto, cuando el cronista dijo que Joiada dividió a los
sacerdotes y levitas en tres grupos (versículos 4,5), no tenía la
intención de que se entendiera que los militares estaban excluidos
de esos grupos. Sabemos por 2 Reyes 11:4-8 que se incluyeron
militares del ejército regular en la formación de los tres grupos.
La imagen completa solo aparece después de combinar los dos
relatos. Levitas armados y soldados armados se pusieron lado a
lado para proteger al rey. Como el grupo que cuidaba al muchacho
en el recinto del Templo era una mezcla de levitas y soldados
regulares, Joiada se apresuró a dar la instrucción de que “ninguno
entre en la casa de Jehová, sino los sacerdotes y levitas” (versículo
6). No importa cómo se presentara la situación afuera, Joiada no
quería que, en un exceso de celo, alguien que no fuera sacerdote
entrara en el templo del Señor.
También se ve claramente la ingeniosa estratagema de Joiada
al sincronizar la toma del poder para que coincidiera con el relevo
de turnos en el monte del Templo (compare el versículo 8 con 2
Reyes 11:7). Al pedirle al grupo de sacerdotes que terminaban el
turno que permaneciera y cuidara al rey, Joiada pudo duplicar el
número total de hombres disponibles para el despliegue, sin
despertar sospechas de la reina Atalía.
Otra acción brillante de los sacerdotes fue usar las lanzas, los
paveses y los escudos que el rey David había dejado en el Templo
(versículo 9). En el mundo antiguo, los templos eran depositarios
de toda clase de dones dedicados. No hay nada sorprendente en
que David haya dedicado algunas armas al Señor, que pudieron
haber sido capturadas del enemigo en una de sus muchas
campañas, o que pudieron ser abandonadas después de que sus
260
2 Crónicas 23:11-21

días de batalla ya habían terminado. El hecho de que las armas ya


se encontraran en su lugar hizo posible que el ejército del nuevo
rey se reuniera en los terrenos del Templo sin tener que caminar
primero fuertemente armados por las calles de Jerusalén. De esa
manera, se pudo mantener el secreto. Más que esto, el simbolismo
que hay en la utilización de las armas de David para restaurar al
hijo de David en el trono debió estar presente en la mente
guerreros. El hecho de que recibieran esas armas del propio
sacerdote del Señor en el Templo mismo del Señor significaba que
la batalla contra Atalía era una guerra santa.
En conclusión, ya sea que estemos leyendo el relato de Reyes
o el de Crónicas, surge el cuadro de un plan que se elaboró
cuidadosamente, y se llevó a cabo en varias etapas. Joiada pudo
mantener el secreto todo el tiempo, con el resultado de que a Atalía
se le tomó completamente por sorpresa. Por el relato que nos da
el cronista de la historia, nos enteramos además de que todo Israel,
representado por los jefes de las familias y todos los demás que
estuvieron presentes ese sábado, se unieron en un acuerdo total
para restaurar al joven príncipe en su trono legítimo (vea
23:2,3,13,17,21). El cronista nos hace poner atención especial en
el trabajo de los sacerdotes y de los levitas. Eso no fue sólo el
cambio de una administración política; Joiada había planeado nada
menos que la reforma del pueblo de Dios.

11
Entonces sacaron al hijo del rey, le pusieron la corona y
el Testimonio, y lo proclamaron rey; Joiada y sus hijos lo
ungieron y gritaron: «¡Viva el rey!»
12
Cuando Atalía oyó el estruendo de la gente que corría y
de los que aclamaban al rey, vino a la casa de Jehová, donde
estaba el pueblo; 13 miró y vio al rey que estaba junto a la
columna, a la entrada, y a los príncipes y los trompeteros
junto al rey, a todo el pueblo de la tierra, lleno de alegría,
que tocaba bocinas, y a los cantores que, con instrumentos
de música, dirigían la alabanza. Entonces Atalía rasgó sus
vestidos, y dijo: «¡Traición! ¡Traición!»
261
2 Crónicas 23:11-21
14
Pero el sacerdote Joiada mandó que salieran los jefes de
centenas del ejército, y les ordenó: «Sacadla fuera del
recinto, y al que la siga, matadlo a filo de espada»; porque el
sacerdote había mandado que no la mataran en la casa de
Jehová. 15 Así pues, ellos le echaron mano, y cuando hubo
pasado la entrada de la puerta de los caballos de la casa del
rey, allí la mataron.
16
Entonces Joiada pactó con todo el pueblo y el rey, que
serían el pueblo de Jehová. 17 Después de esto entró todo el
pueblo en el templo de Baal y lo derribaron; también
rompieron sus altares, hicieron pedazos sus imágenes y
mataron delante de los altares a Matán, sacerdote de Baal.
18
Luego puso Joiada una guardia en la casa de Jehová, bajo
las órdenes de los sacerdotes y levitas, según David los había
distribuido en la casa de Jehová, para ofrecer a Jehová los
holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés, con gozo y
con cánticos, conforme a la disposición de David. 19 Puso
también porteros en las puertas de la casa de Jehová, para
que por ninguna vía entrara ninguno que estuviera impuro.
20
Llamó después a los jefes de centenas y a los principales,
a los que gobernaban al pueblo y a todo el pueblo de la
tierra, para conducir al rey desde la casa de Jehová. Cuando
llegaron a la mitad de la puerta mayor de la casa del rey,
sentaron al rey sobre el trono del reino. 21 Y se regocijó todo
el pueblo del país; y la ciudad estuvo tranquila después que
mataron a Atalía a filo de espada.

El plan de Joiada funcionó perfectamente. Una vez que los


hombres estuvieron en sus puestos, el sacerdote sacó al joven rey
de su escondite y lo presentó ante la multitud que se encontraba
reunida. Se nos dice que sus hijos le ayudaron en ese momento
importante. Esa era una familia piadosa, unida por el deseo de
hacer la voluntad del Señor. En su forma de pensar, el Señor había
hecho una promesa respecto de los descendientes de David (23:3)
y se acabó el asunto. ¡Que Dios nos dé pastores y maestros fieles
262
2 Crónicas 23:11-21

como éstos, cuyos pasos estén guiados sólo por la Palabra y la


voluntad de Dios! Como veremos después, el nuevo rey no fue tan
fiel con los hijos de Joiada como ellos lo fueron con él.
Pero ese día no parecía que hubiera nubes en el horizonte. Para
los fieles, eso debió haber sido como si estuvieran recibiendo a
alguien que regresara del mundo de los muertos. Sin duda la
mayoría de ellos creía que la línea real de David había sido
completamente exterminada. Sorprendidos por la alegría, debieron
haber mirado con asombro a Joiada cuando sacó al pequeño
príncipe, le puso la corona en la cabeza y lo ungió con el aceite
sagrado. En verdad, después de seis largos años de sufrimiento
bajo el gobierno de una usurpadora, fue más que un simple ritual
lo que llevó a Joiada a decir en voz alta: “¡Israel, aquí está tu rey!”,
y que la gente respondiera “¡Viva el rey!” De manera similar, pero
con mucho mayor gozo, en el Domingo de Resurrección recibimos
a nuestro rey que regresa de la muerte. Nuestro pastor dice: “¡Él
ha resucitado!”, y nosotros respondemos: “¡Sí, ha resucitado!” El
poder de Dios es tal, que precisamente allí donde la muerte parece
que reina suprema, la vida victoriosa y eterna de Cristo la ha
consumido.
No nos atrevemos a pasar por alto el comentario de que “le
pusieron la corona y el Testimonio” (versículo 11). El reino de
Judá no era un reino como todas las otras naciones del mundo, en
las que el rey gobernaba solo y su palabra era la ley. Este era el
reino en el que la palabra de Dios era lo principal. Así que, es muy
probable que el “Testimonio” del pacto haya sido una copia del
Deuteronomio, en el que Dios indicó claramente lo qué significaba
ser un pueblo escogido que le pertenecía a él. Dios en ese mismo
libro había instruido a su pueblo acerca de la base sobre la que
debía gobernar cualquiera de sus reyes futuros: “Cuando se siente
sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro
una copia de esta Ley, del original que está al cuidado de los
sacerdotes levitas” (Deuteronomio 17:18).
La parte siguiente de los acontecimientos contiene un drama
impresionante. Sin sospechar nada extraño, Atalía se dirige a los
263
2 Crónicas 23:11-21

terrenos del Templo, atraída por el ruido y por los gritos. Como si
fuera una cámara que filma una escena, sus ojos observan todo
con gran horror: primero al rey, después a sus propios funcionarios
y finalmente a la gente bailando, las trompetas resonando y los
cantores cantando. El significado de lo que ve le cae como un
balde de agua fría, se rasga las vestiduras con dolor y grita:
“¡Traición! ¡Traición!”, lo que nos revela algo interesante sobre la
sicología de los hacedores del mal.
A veces suponemos con ingenuidad que los impíos están muy
conscientes del mal que hacen y se enorgullecen de ello; pero, al
contrario, como lo muestra el caso de Atalía, pueden sentir que
están perfectamente en lo correcto y pueden ver cualquier acción
contra de ellos como traición y violencia. “Ciertamente, los has
puesto en deslizaderos, en asolamiento los harás caer. ¡Cómo han
sido asolados de repente! ¡Perecieron, se consumieron de terrores!
Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despiertes,
menospreciarás su apariencia” (Salmo 73:18-20). El día del juicio
de Atalía había llegado; la iban a matar de acuerdo con el estatuto
de Dios, precisamente por sus idolatrías, asesinatos y blasfemias
contra el Señor y contra su ungido (Deuteronomio 13:9).
Cualquiera que se hubiera atrevido a seguirla, habría seguido la
misma suerte.
La idolatría había profanado la tierra y una usurpadora había
profanado el trono. Todo eso había sido contrario a los mandatos
y a las promesas específicas de Dios. Se había quebrantado el
pacto y era necesario restablecerlo. Por eso leemos que “Entonces
Joiada pactó con todo el pueblo y el rey, que serían el pueblo de
Jehová” (versículo 16). ¡El hecho de que Dios quisiera tenerlos de
nuevo es un testimonio de su gracia! En su celo por el Señor, la
gente fue en masa al templo de Baal, lo destruyó junto con todos
sus altares e imágenes y mató al sacerdote oficiante.
Parte del atractivo idolatría consiste en que tolera fácilmente
otros puntos de vista religiosos. “¿Así que usted es un seguidor
del Señor? ¡Maravilloso! Yo soy un devoto a Baal, pero ha habido
una o dos ocasiones en las que le he ofrecido sacrificio al Señor,
264
2 Crónicas 23:11-21

no me importa decírselo.” Atalía no había destruido el templo del


Dios verdadero, sólo había construido a su lado un templo de Baal.
Vemos ese mismo principio activo en mucho de lo que hoy se
llama espiritualidad en los Estados Unidos. La religión se ve como
la gran carpa bajo la cual debe haber muchas manifestaciones,
suficientes para agradar el gusto de cualquiera. Joiada no había
tenido esta tolerancia. No había punto intermedio. La adoración a
Baal destruía la relación exclusiva que el Señor quería disfrutar
con su pueblo. Asimismo, no nos debemos dejar engañar cuando
la tolerancia del mal se disfraza como liberalidad y amor
compasivo. El pueblo de Dios no puede tener compañerismo con
lo falso ni con lo que puede destruir la vida espiritual, si se aferra
a eso.
Después de años de negligencia e indiferencia, también fue
necesario que Joiada restableciera el orden apropiado en la vida
de adoración de Judá. De nuevo, los sacerdotes iban a ofrecer los
holocaustos regulares, como lo había mandado Moisés; de nuevo,
los levitas iban a cantar salmos en coro solemne de alabanza, como
lo había decretado David; de nuevo, los porteros iban a estar como
guardianes en las puertas de la casa de Dios “para que por ninguna
vía entrara ninguno que estuviera impuro” (versículo 19; vea
también 1 Crónicas 23–26). Como el rey Davídico estaba asociado
muy de cerca con el Templo y con la única verdadera fe en el
corazón de los fieles, no dejó de ser un acto de adoración de la
asamblea del pueblo de Dios el hecho de que lo escoltaran hasta
el palacio y lo sentaran en el trono.
“Se regocijó todo el pueblo del país; y la ciudad estuvo
tranquila después que mataron a Atalía a filo de espada” (versículo
21). En esta ciudad, donde finalmente el mal había sido quitado,
donde gobernaba el rey de Dios y donde Dios mismo vivía entre
su pueblo, existían las condiciones para que hubiera paz y el
pueblo de Dios conociera la alegría perfecta. Aquí vemos la paz
prefigurada, cumplida en la ciudad que Juan vio después: “La
ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella,
porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera.
265
2 Crónicas 24:1-16

Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
No entrará en ella ninguna cosa inmunda o que haga abominación
y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la
vida del Cordero” (Apocalipsis 21:23,25,27).

El reino de Dios bajo Joás

Un buen comienzo: el Templo restaurado

24 Siete años tenía Joás cuando comenzó a reinar, y


cuarenta años reinó en Jerusalén. El nombre de su
madre fue Sibia, de Beerseba. 2 E hizo Joás lo recto ante los
ojos de Jehová todos los días de Joiada, el sacerdote. 3 Joiada
lo hizo casar con dos mujeres, y engendró hijos e hijas.
4
Después de esto, aconteció que Joás decidió restaurar la
casa de Jehová. 5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les
dijo: «Salid por las ciudades de Judá y recoged dinero de
todo Israel, para que cada año sea reparada la casa de
vuestro Dios; y vosotros poned diligencia en el asunto.» Pero
los levitas no pusieron diligencia.
6
Por lo cual el rey llamó al sumo sacerdote Joiada y le dijo:
«¿Por qué no has procurado que los levitas traigan de Judá y
de Jerusalén la ofrenda que Moisés, siervo de Jehová,
impuso a la congregación de Israel para el tabernáculo del
Testimonio?» 7 Pues la impía Atalía y sus hijos habían
destruido la casa de Dios, y además habían gastado en los
ídolos todas las cosas consagradas de la casa de Jehová.
8
Mandó, pues, el rey que hicieran un arca, la cual pusieron
fuera, a la puerta de la casa de Jehová; 9 e hicieron pregonar
en Judá y en Jerusalén que trajeran a Jehová la ofrenda que
Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto.
10
Todos los jefes y todo el pueblo se gozaron, trajeron
ofrendas y las echaron en el arca hasta llenarla. 11 Y cuando
* Es decir, para Joás, véase 2 Crónicas 24:3 en la NVI.

266
2 Crónicas 24:1-16

llegaba el momento de llevar el arca al secretario del rey por


medio de los levitas, si veían que había mucho dinero, venía
el escriba del rey y el que estaba puesto por el Sumo
sacerdote, llevaban el arca, la vaciaban y la retornaban a su
lugar. Así lo hacían de día en día, y recogían mucho dinero.
12
Luego el rey y Joiada lo daban a los que hacían el trabajo
del servicio de la casa de Jehová. Estos contrataban canteros
y carpinteros para que repararan la casa de Jehová, y
artífices en hierro y bronce para componer la Casa.
13
Hacían, pues, los artesanos la obra, y con sus manos la
obra quedó restaurada; restituyeron la casa de Dios a su
antigua condición, y la consolidaron. 14 Cuando la
terminaron, trajeron al rey y a Joiada lo que quedaba del
dinero e hicieron de él utensilios para la casa de Jehová,
utensilios para el servicio, morteros, cucharas, vasos de oro y
de plata. Y sacrificaron holocaustos continuamente en la
casa de Jehová durante todos los días de Joiada.
15
Pero Joiada envejeció y murió lleno de días; tenía ciento
treinta años cuando murió. 16 Lo sepultaron en la Ciudad de
David con los reyes, por cuanto había hecho el bien en Israel,
con Dios y con su casa.

De nuevo, para nosotros puede ser difícil entender cómo un rey


que había comenzado tan bien haya terminado tan mal. Pero esa
es la historia del rey Joás. Él fue el alumno estrella de Joiada, el
sumo sacerdote, y de alguna manera sobrepasó a su maestro en el
celo y la dedicación a la Palabra de Dios y a la casa de Dios. Dicen
que hasta Nerón, el emperador romano, tuvo sus años buenos antes
de que la locura del poder lo dominara. En el caso de Joás, sus
primeros años resultaron tan buenos porque aceptó el consejo y la
guía de un hombre piadoso. Lo que se implica aquí en el versículo
2 es explícito en 2 Reyes: “Joás hizo lo recto ante los ojos de
Jehová todo el tiempo que lo dirigió el sacerdote Joiada” (2 Reyes
12:2).

267
2 Crónicas 24:1-16

En vista de la reciente historia de Judá, difícilmente se puede


decir que la observación del versículo 3 es casual. Joiada escogió
esposas para Joás, tanto para asegurar que la casa de David
continuara después de que fuera casi destruido recientemente,
como para impedir el desastre que Josafat había llevado sobre el
reino al casar a su hijo con una esposa impía. El Señor bendijo la
casa de David con “hijos e hijas”. Este pequeño versículo también
nos aclara la cercana relación que debió haber existido entre Joás
y Joiada en esos primeros años y la influencia que ejerció el
sacerdote sobre la corona.
A medida que Joás se hizo mayor, comenzó a afirmarse más
independientemente como rey, y al principio todo esto fue para
bien. Así como David y Salomón, tuvo como una de sus
preocupaciones principales el bienestar espiritual de su pueblo, y
eso significaba que tenía que prestar atención a las condiciones
físicas de la casa de Dios, donde el Señor había prometido que se
encontraría con su pueblo. Por esa época el Templo se encontraba
deteriorado; había sufrido la indiferencia y la negligencia de los
gobernantes que se habían interesado más por sus ídolos que por
la casa del Dios viviente. Pero más que eso, había sufrido el saqueo
de Atalía “la impía” y de sus seguidores (versículo 7). Por el libro
de reyes, tenemos la impresión de que las paredes mismas estaban
tan agrietadas y rajadas que era necesaria una renovación
completa.
Al principio, Joás estuvo satisfecho por haber delegado el
asunto en las manos de los sacerdotes y los levitas (versículo 5).
Allí el proyecto de construcción encontró inconvenientes, y como
muchas veces sucede, ese problema se desarrolló sobre la cuestión
de dónde se obtendría el dinero que se necesitaba para pagar el
proyecto. La primera propuesta de Joás fue que los sacerdotes y
levitas recogieran el dinero “de todo Israel . . . cada año” (versículo
5) y lo usaron para reparar el Templo. Tal vez, el apremio para que
recogieran el dinero implica que eso no se había hecho
regularmente en el pasado reciente.

268
2 Crónicas 24:1-16

Sabemos por otras partes de las Escrituras que los sacerdotes


y los levitas disfrutaban de varias fuentes de ingreso, que se debían
usar no solo con el fin de proveer el dinero para reparar el Templo
sino también para encargarse de las necesidades físicas de los
trabajadores que habían sido llamados y de sus familias. Había
dinero que provenía de la redención de votos personales (Levítico
27:1-25), de las ofrendas voluntarias (Levítico 22:23) y del
impuesto de censo (Éxodo 30:12-16). Parece probable que la
petición del rey hiciera subir el nivel de ansiedad para la casa de
Leví. Después de todo, si esos fondos iban a ser utilizados para un
proyecto general de reparación y restauración, ¿qué les iba a
quedar para comprar el pan diario? No sólo eso, sino también el
hecho de que la orden de que usaran los fondos venía del rey les
debió parecer como una amenaza a los levitas. Si lo obedecían,
estarían cediendo el derecho de supervisar los asuntos fiscales del
Templo. Entonces, como ahora, no hubo derechos tan celosamente
cuidados como los que tenía que ver con dinero.
En cualquier caso, los sacerdotes y los levitas fueron a la
reunión con el rey, escucharon la orden de actuar rápidamente y
entonces procedieron a arrastrar los pies. ¡Cuántos proyectos
fracasan porque sus promotores y agitadores suponen un apoyo
general que no existe! Después de largo tiempo, debió haber
llegado a ser embarazosamente evidente para todos que las órdenes
del rey no se estaban cumpliendo. Por lo tanto, el rey llamó a
Joiada, el sumo sacerdote, y le dijo “¿Por qué no has procurado
que los levitas traigan de Judá y de Jerusalén la ofrenda que
Moisés, siervo de Jehová, impuso a la congregación de Israel para
el tabernáculo del Testimonio?” (versículo 6).
Es verdad que Joiada, como el hombre que estaba a cargo del
Templo y de su establecimiento, era el único responsable directo
de llevar a cabo la comisión del rey. En su defensa debemos anotar
que en ese tiempo Joiada era muy viejo y tal vez ya no era tan
activo en los asuntos del Templo como lo podría haber sido cuando
era joven. Sin embargo, el rey consideró que seguía siendo el

269
2 Crónicas 24:1-16

responsable. Por 2 Reyes, sabemos que también otros sacerdotes


se presentaron a esta reunión.
Al presentar la acusación contra los sacerdotes, el rey se centra
en la parte de los ingresos del Templo, que por Ley y por tradición
se podían ver claramente más relacionados con el mantenimiento
de la Casa. En el desierto, Moisés había establecido el impuesto
del censo “para el servicio del Tabernáculo de reunión” (Éxodo
30:16). Más adelante, en el mismo libro, es evidente que el servicio
mencionado incluía la construcción del Tabernáculo (Éxodo
38:25-28). Joás se refiere a esto como “la ofrenda que Moisés,
siervo de Jehová, impuso a la congregación de Israel” (versículo
6). En otras palabras, el rey hace esta afirmación: “Vean, no les he
pedido nada arbitrario, ni estoy tratando de imponerles mi propia
voluntad; solo les pido lo que Moisés le pidió a Israel, y que Israel
gustosamente acordó dar para la construcción del Tabernáculo.
Entonces, ¿está fuera de lugar que yo espere que ese mismo dinero
se use hoy para la casa de Dios?”
Si combinamos el relato con la información que se obtiene de
su paralelo en 2 Reyes 12, sabemos que el rey y los sacerdotes
llegaron a una especie de acuerdo en esta reunión. El rey quitó de
los sacerdotes la carga directa de la responsabilidad de la
restauración de la casa de Dios. A su vez, los sacerdotes le
concedieron al rey el derecho de trabajar junto con el sumo
sacerdote en la recolección del impuesto de censo para el proyecto.
Por decreto del rey, se puso un cofre en la puerta del Templo del
Señor para ese propósito. La respuesta del pueblo fue inmediata y
gratificante. La caja se llenaba regularmente, el conteo de los
metales preciosos se llevaba cuidadosamente y el proyecto de
restauración siguió adelante. Los trabajadores “hacían la obra” y
pronto pudieron reconstruir el templo de Dios de acuerdo “a su
antigua condición” (versículo 13). Esta última observación tiene
el propósito de recordarnos el origen divino del proyecto del
Templo (1 Crónicas 28:11,12). Esa fue una restauración “con
atención espiritual”.

270
2 Crónicas 24:1-16

Aun después de que los trabajadores completaron la parte del


proyecto que constaba de ladrillos y mezcla, todavía quedaba
dinero; Joás y Joiada lo utilizaron para responder a otra necesidad
urgente. Como lo sabemos por el versículo 7, Atalía y sus
seguidores habían saqueado la casa del Señor y habían usado
muchos de los vasos sagrados para adorar a Baal. Sin duda, los
vasos profanados habían sido destruidos junto con el santuario
pagano. Entonces, el dinero que quedó se utilizó para hacer
“utensilios para el servicio” (versículo 14). De esa manera
podemos resolver fácilmente lo que para algunos es una
contradicción entre este relato y 2 Reyes. Allí se dice que el dinero
recogido no se gastó para hacer “tazas de plata, ni despabiladeras,
ni jofainas, ni trompetas, ni ningún otro utensilio de oro ni de plata
para el templo de Jehová” (2 Reyes 12:13). Entendemos que este
versículo quiere decir que el rey dio instrucciones estrictas para
que el proyecto se llevara a cabo bajo una política de no gastar en
adornos que no eran esenciales hasta que se hubiera completado
el trabajo a gran escala y necesario para reparar la estructura. Sin
embargo, una vez que se terminó, el cronista agrega que quedaba
dinero suficiente para encargarse también de los enseres del
Templo.
El resultado agradable a Dios de todo esto se indica en la frase
final del párrafo: “Y sacrificaron holocaustos continuamente en la
casa de Jehová durante todos los días de Joiada” (versículo 14).
Bajo la vigilancia de Joiada, la verdadera adoración a Dios
permaneció constante y consistente. Este sacerdote fiel y anciano
murió a la gran edad de ciento treinta años, mucho más allá de los
“setenta” años normales, y recibió un honor extraordinario en su
funeral. Notamos primero que su muerte fue la única que no
pertenecía a la realeza que el cronista anota formalmente. Debido
a su trabajo esencial de la restauración de la casa de David al trono,
y a sus esfuerzos para restablecer la verdadera fe en Israel, se le
otorgó el gran privilegio de ser sepultado con los reyes. No nos
salvamos por nuestras buenas obras, pero a Dios por supuesto le

271
2 Crónicas 24:1-16

agrada que reconozcamos y alabemos las buenas obras cuando las


vemos. Y si el bien que hacemos no lo notan los demás, nuestro
Salvador no lo pasará por alto en el Último Día. Cada vaso de agua
fría dado en su nombre lo reconocerá y lo alabará.
Esta sección da en qué pensar, y es un buen ejemplo para toda
congregación que se encuentre participando en algún proyecto de
construcción. Sin duda, habrá obstáculos como los hubo en este
proyecto. Los diferentes grupos que hay en la congregación bien
pueden tener intereses que parezcan entrar en conflicto, como lo
hicieron aquí. Lo importante es que no permitieron que esas
diferencias obstaculizaran la conclusión de la obra; resolvieron los
problemas, llegaron a acuerdos, se comunicaron. Por eso, tenemos
que dar el mérito donde se debe. El rey Joás pudo haber puesto
mala cara, pudo enfurecerse y encolerizarse, pudo haber actuado
de una manera mucho más arbitraria, pero en lugar de hacer eso,
discutió los problemas a fondo. Tomó la iniciativa. Si hay algo que
le agrade a Dios, es que se hagan valerosamente a un lado las
pequeñas diferencias para terminar el proyecto.
Aquí también vemos la gracia de Dios en acción. Así como en
la “recaudación fondos” que hizo David para la casa de Dios (1
Crónicas 29:1-9), aquí el pueblo estaba igualmente ansioso de dar
para su renovación (versículo 10). Con el corazón encendido por
el amor de Dios, todos dieron voluntaria y abundantemente.
Cuando se trata de proveer fondos para proyectos grandes,
tenemos la tendencia a concentrarnos en los aspectos financieros
y a preguntamos repetidamente: ¿Cuánto? Es mucho más
importante que los líderes presenten la pregunta: ¿Por qué?
Cuando los líderes religiosos tienen interés en la motivación del
evangelio y de dirigir a los miembros hacia Aquel que por nuestra
causa se volvió pobre, entonces el pueblo de Dios dará
abundantemente para los proyectos cuyo propósito sea proclamar
el amor de Dios

272
2 Crónicas 24:17-22

Un mal final: Joás “no recuerda” la bondad de Joiada

17
Muerto Joiada, vinieron los príncipes de Judá y le
ofrecieron obediencia al rey. El rey los oyó, 18 y ellos
abandonaron la casa de Jehová, el Dios de sus padres, y
sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas.
Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este
su pecado. 19 Y les envió profetas para que los hicieran volver
a Jehová, los cuales los amonestaron; pero ellos no los
escucharon.
20
Entonces el espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del
sacerdote Joiada, se puso en pie, en un lugar alto, y dijo al
pueblo: «Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los
mandamientos de Jehová? No os vendrá bien por ello,
porque por haber dejado a Jehová, él también os
abandonará.»
21
Pero ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey lo
apedrearon hasta matarlo, en el patio de la casa de Jehová.
22
Así el rey Joás no se acordó de la misericordia que Joiada,
padre de Zacarías, había tenido con él, sino que mató a su
hijo, quien dijo al morir: «¡Jehová lo vea y lo demande!»

Ha habido ocasiones en las que padres fieles, angustiados por


un hijo que se ha ido por mal camino, le han preguntado a su pastor
sobre el pasaje que dice: “Instruye al niño en su camino, y ni aun
de viejo se apartará de él” (Proverbios 22:6). Se preguntan qué
hicieron mal al educar a su hijo, que ha causado tan mal
comportamiento. Desde luego, el proverbio es la afirmación de
una verdad general, pero no es una garantía invariable de que
siempre y en todos los casos eso se cumplirá con todo niño que
haya sido criado en la disciplina y en la amonestación del Señor.
Al menos, podemos afirmar que eso ocurrió en el caso de Joás;
nadie pudo haber tenido mayores ventajas espirituales que él. Es
inconcebible que un sacerdote tan fiel como Joiada hubiera dejado
algo sin hacer en la formación espiritual del joven rey. Además, el
273
2 Crónicas 24:17-22

rey también había tenido la guía y el consejo del Joiada para poder
encaminarse al bien en su vida adulta. Sin embargo tuvo un final
malo.
Una vez que Joiada salió de escena, Joás cayó rápidamente en
la idolatría. Parece que fueron los príncipes de Judá quienes lo
descarriaron, aunque eso no es una excusa. El cronista dice que
los príncipes de Judá le “ofrecieron obediencia”, una expresión
poco común para que la use el autor. De la manera en que el
cronista normalmente la emplea, la palabra hebrea se refiere a la
reverencia humilde que se muestra al venerar a Dios. Ésta es la
única ocasión en que el cronista la usa para referirse al homenaje
que los súbditos le rinden a su rey humano. Tal vez quiere sugerir
que los príncipes de Judá pudieron haber influido en él mediante
actos exagerados de devoción y por la adulación exagerada. Los
que tienen poder son sensibles a cosas como éstas, y podemos ver
fácilmente por qué ese pudo haber sido un incentivo especial para
que Joás obrara mal. Después de todo, había estado bajo la tutela
de Joiada durante un tiempo muy largo; ahora ya estaba libre de
eso. ¿Qué mejor ocasión para sugerirle astutamente que afirmara
su nueva libertad, haciendo algo que su antiguo maestro nunca
hubiera tolerado?
No importa cuál sea la explicación sicológica de esto, el
pecado sigue siendo pecado. La expresión “El rey los oyó” es una
acusación que el cronista hace contra el rey; no es una disculpa a
su conducta. La expresión “abandonaron la casa de Jehová”
(versículo 18) no se debe interpretar como un abandono absoluto
del Templo y de todos sus servicios; no hay duda de que el rey y
sus príncipes siguieron participando en las fiestas y sacrificios del
Templo de vez en cuando. Sin embargo, no vieron problema en
adorar en los lugares altos y en hacerles ofrendas a los postes de
Asera y en darles a las imágenes la reverencia que sólo se le debe
al Señor. Según el punto de vista del cronista, toda falsa adoración
(no importa que tan pequeña pueda parecer, es el paso para
complacer otros puntos de vista) es en principio un abandono al
único verdadero Dios y al único Salvador de Israel. Por lo tanto,
274
2 Crónicas 24:17-22

eso conduce a la ira justa de Dios. Dios, en la respuesta que le dio


a la oración de dedicación de Salomón, le había advertido
solemnemente a su pueblo: “Pero si vosotros . . . vais a servir a
dioses ajenos, y los adoráis, yo os arrancaré de mi tierra” (7:19,20).
La gloria del nombre de Dios estaba en juego; con toda seguridad
él iba a responder a la apostasía del rey.
El siguiente versículo demuestra a la vez tanto la gracia de
Dios como la terquedad del pecado de Judá. Dios no envió
simplemente fuego y azufre sobre su pueblo, aunque de seguro se
lo merecían por haber rechazado su amor. “Les envió profetas para
que los hicieran volver a Jehová” (versículo 19). Aquí vemos en
acción el mismo gran corazón que nos abre por completo sus
lugares más recónditos en este versículo bien conocido de la
Biblia: “Vivo yo, dice Jehová, el Señor, que no quiero la muerte
del impío, sino que se vuelva el impío de su camino y que viva.
¡Volveos, volveos de vuestros malos caminos! ¿Por qué habéis de
morir, casa de Israel?” (Ezequiel 33:11). Sin embargo, aunque los
profetas fueron fieles en su advertencia, el pueblo no escuchó con
fidelidad.
Para aclarar bien el asunto, el cronista nos describe un
incidente que nuestro Señor mismo usaría después como un
ejemplo de un asesinato despiadado en respuesta a un testimonio
fiel. El Espíritu vino súbitamente sobre Zacarías, el hijo de Joiada,
de tal manera que dijo en voz alta: “Así ha dicho Dios: ¿Por qué
quebrantáis los mandamientos de Jehová? No os vendrá bien por
ello; porque por haber dejado a Jehová, él también os abandonará”
(versículo 20). Por lo visto Joás era tan susceptible (tal vez debido
a que su propia conciencia lo acusaba) que no podía tolerar ningún
reproche, ni siquiera el que se había dicho en términos tan
generales como el de Zacarías. Como el profeta Amós diría
después (sin duda irónicamente), durante ciertas épocas los días
son tan malos que el hombre prudente se mantiene callado (Amós
5:13). Zacarías, el testigo fiel, todavía no había aprendido esa
lección, y pagó por eso con su vida. Y así fue un insensato más
por causa de Cristo (1 Corintios 4:10).
275
2 Crónicas 24:17-22

Por mandato del rey, varias personas se unieron para conspirar


contra el sacerdote, y cuando se presentó la oportunidad, lo
mataron a pedradas. Sin embargo, la responsabilidad por la mala
acción era de Joás, lo que motivó al cronista a condenarlo con estas
palabras: “El rey Joás no se acordó de la misericordia que Joiada,
padre de Zacarías, había tenido con él, sino que mató a su hijo”
(versículo 22).
Este versículo es mucho más fuerte en el texto original en
hebreo que como suena en español. Al leerlo literalmente, nos dice
que Joás no mantuvo presente la chesed que Joiada había tenido
con él. Chesed es una de esas palabras hebreas con una docena de
traducciones posibles que dependen del contexto; su significado
básico es misericordia amorosa o compasión. Pero ya que palabras
como amor en nuestro propio idioma han llegado a ser tan
empalagosas como los caramelos, es útil notar que chesed tiene
connotaciones de compromiso, lealtad y de firmeza. Es un amor
que se demuestra en hechos. Es el amor fiel que el Señor le
demostró continuamente a su pueblo, permaneciendo fiel y firme
en su promesa aunque ellos tanta frecuencia lo habían rechazado
y habían provocado su ira.
Lo que hizo Joiada con Joás se describe adecuadamente como
una práctica de chesed; nadie más se interesó ni cuidó a este último
descendiente de David. Cualquiera que tuviera misericordia con
él incurriría en la ira de Atalía, si ella lo descubría. No obstante,
Joiada y su esposa no reaccionaron con la respuesta normal de
temor ni con el deseo de ganar el favor del poderoso; pensaban en
las promesas de Dios que habían ligado tan firmemente a la casa
y al linaje de David, vivieron con base en ellas, y produjeron
acciones fieles, constantes y leales de amor. Lo que Joiada y
Josabet hicieron requirió fe, más que ánimo y decisión: la fe que
no actúa con base en lo que se ve, sino que razona y vive con base
en las promesas de Dios. Es difícil llegar a entender cómo pudo
alguien haberse olvidado de esa chesed. Pero Joás la sacó de su
mente con indiferencia y dio tranquilamente la orden de muerte
para Zacarías.
276
2 Crónicas 24:23-27

Cuando Zacarías estaba muriendo dijo: “¡Jehová lo vea y lo


demande!” (versículo 22). Él sabía que no había dicho sus propias
palabras, sino las de Dios. Encomendó su causa justa en las manos
de Dios y confió que él le daría su paga al rey por despreciar su
Palabra y por matar a su profeta. Algunos comentaristas se
comportan como si esto mostrara una moralidad inferior a la de
Cristo, que cuando estaba muriendo oró por sus enemigos. Estos
escritores actúan como si un cristiano del Nuevo Testamento nunca
orara de este modo a la hora de la muerte, cualquiera que sea la
provocación. Aquí debemos recordar lo que Jesús les dijo al sumo
sacerdote y a los otros que estaban buscando una manera legal para
matarlo: “Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder
de Dios y viniendo en las nubes del cielo” (Mateo 26:64). Eso
equivale a decir: “Ahora me presento ante la corte para ser
juzgado; pero hay otra corte y otro tiempo de juicio. En esa usted
estará delante de mí y recibirá su justa condenación.”
Es verdad que vivimos por las promesas de Dios y que el
evangelio debe predominar en todas nuestras conversaciones,
predicaciones y enseñanzas. Sin embargo, la ira de Dios todavía
se les tiene que proclamar a los impíos y a los que suprimen la
verdad con su iniquidad. Con el mismo espíritu que Zacarías dijo
esas palabras cuando estaba muriendo, Jesús les dijo a los
pecadores endurecidos que lo rechazaron: “Así recaerá sobre
vosotros toda la sangre justa que se ha derramada sobre la tierra,
desde la sangre de Abel, el justo, hasta la sangre de Zacarías”
(Mateo 23:35). Hay un día en el que Dios llamará a todos a rendir
cuentas; nuestra única esperanza y refugio es que la sangre de
Cristo nos cubra en ese día.
La respuesta del Señor a la infidelidad de su pueblo y al
asesinato de su profeta no iba a tardar mucho.

23
A la vuelta del año subió contra él el ejército de Siria, que
invadieron a Judá y a Jerusalén, mataron de entre el pueblo
a todos los principales, y enviaron todo el botín al rey de
Damasco, 24 pues aunque el ejército de Siria había venido con
277
2 Crónicas 24:23-27

poca gente, Jehová entregó en sus manos un ejército muy


numeroso, por cuanto habían abandonado a Jehová, el Dios
de sus padres. Así sufrió Joás el castigo merecido.
25
Cuando se fueron los sirios, dejándolo agobiado por sus
dolencias, conspiraron contra él sus siervos, a causa de la
sangre de los hijos de Joiada, el sacerdote, y lo hirieron en su
cama, donde murió. Lo sepultaron en la Ciudad de David,
pero no en los sepulcros de los reyes. 26 Los que conspiraron
contra él fueron Zabad hijo de Simeat, el amonita, y Jozabad
hijo de Simrit, el moabita.
27
En lo tocante a los hijos de Joás, la multiplicación que
hizo de las rentas y la restauración de la casa de Jehová, está
escrito en la historia del libro de los reyes. Y reinó en su
lugar su hijo Amasías.

El relato de la invasión Siria a Judá se da con más detalle en


la mayoría de los aspectos en 2 Reyes 12. Por ejemplo, allí nos
enteramos de que el “botín” que se menciona aquí en el versículo
23 consistía en los tesoros del Templo que David y Salomón le
habían dedicado al Señor. Sin duda, también incluyeron algunos
de los vasos de plata y oro que Joás había hecho recientemente
como parte de su proyecto de restauración del Templo. También
sabemos por 2 Reyes que los sirios no obtuvieron el botín en la
batalla, sino que lo recibieron como tributo. Joás lo entregó a
Hazael para persuadirlo a detenerse y a desistir de la invasión. Sin
embargo, al cronista le debemos la información de que hubo una
batalla entre los sirios y los judíos, y que en esa batalla mataron a
los líderes que habían tentado al rey a la idolatría e hirieron
gravemente al rey.
La contribución principal del cronista es que dice de manera
explícita algo que está sólo implícito en el relato de 2 Reyes. El
cronista no quiere que a nadie le quede duda alguna de que esa
batalla fue un acto de juicio de Dios sobre Judá y su rey. Los
príncipes habían conducido a su rey a la idolatría. ¿La
consecuencia? Los mataron a todos. El pueblo se había dejado
278
2 Crónicas 24:23-27

llevar por los líderes impíos a la idolatría. ¿Los resultados? En el


pasado el pueblo de Dios había aprendido que el Señor les ayuda
a los débiles a vencer a los fuertes (vea 14:11; 20:15-17), y ahora
descubrían que ese mismo principio también podía obrar en contra
de ellos cuando abandonaron al Señor. “Aunque el ejército de Siria
había venido con poca gente, Jehová entregó en sus manos un
ejército muy numeroso” (versículo 24). Finalmente, Joás le había
dado su bendición a una conspiración para matar el profeta de
Dios. ¿Las consecuencias? Los propios sirvientes del palacio de
Joás conspiraron contra él y lo asesinaron mientras estaba en cama
herido e indefenso.
La desobediencia del rey llevó a la desgracia en la vida y a la
deshonra en la muerte. El sacerdote Joiada tuvo el honor de que
lo sepultaran con los reyes de Judá, un honor que su descarriado
alumno no disfrutó. En cambio a Joás, “lo sepultaron en la ciudad
de David, pero no en los sepulcros de los reyes” (versículo 25).
Se podría decir que, en cierta forma, los capítulos 22 a 24 son
una meditación que hace el cronista acerca de mantener la
fidelidad y acerca de quebrantarla. Es evidente que tenía la
intención de que los tres capítulos se leyeran como una unidad.
Podemos deducir esto no solo por el tema mismo sino también por
la repetición de cierta palabra. Esa palabra apareció primero en
boca de Atalía; ella dijo en voz alta “¡Traición! ¡Traición!”, cuando
se dio cuenta de que por fin su pecado le había dado lo que
merecía. La palabra significa literalmente “conspiración”, y por lo
común se usa cuando el pueblo maquina contra su gobierno
legítimo. Vemos que el cronista la usa en el versículo 21 de este
capítulo donde se refiere a la gente que conspiró contra el
sacerdote Zacarías, y de nuevo en los versículos 25 y 26 para
concluir toda la sección.
Cuando comparamos estos tres usos, sale a luz algo
interesante: nuestro autor usa la expresión con ciertos matices.
Atalía, la mujer asesina, no tenía el derecho de gritar “¡Traición!”;
no hay traición cuando el pueblo de Dios se niega a seguir a un
líder espiritual que los está descarriando. Por otro lado, la
279
2 Crónicas 24:23-27

conspiración contra Zacarías fue claramente traicionera. Algunos


pueden decir que es una traición que un profeta denuncie a un rey,
y alguien podría considerar como un acto de lealtad que un súbdito
mate a ese profeta. Pero Zacarías le había sido mucho más leal a
Joás que cualquiera de los súbditos aduladores. Le había dicho la
verdad a su rey, una verdad que él rey hubiera hecho bien en
escuchar.
Finalmente, el fin de Joás resultó de la conspiración de sus
propios príncipes del palacio. Esta era la primera vez que un
gobernante legítimo de Judá había muerto por causa de una
conspiración contra él. ¿Pero fue traición o fue justicia de Dios?
Sin aprobar una rebelión violenta, el cronista aclara que fue el
resultado del pecado. En un acto de traición suprema, Joás había
asesinado al hijo de Joiada, quien en un acto de suprema fidelidad
había ayudado a poner a Joás en el trono. Joás ni siquiera pensó
en la fidelidad que Joiada había mantenido hacia él. Por lo tanto
el Señor lo midió con la misma vara; una vez él lo mantuvo seguro
en un dormitorio (22:11), sólo para que ahora lo asesinaran en su
cama. No hay lugar seguro para quien ha abandonado al Señor.
El Señor les hace esta advertencia a los fieles, por medio del
profeta Isaías: “No llaméis conspiración a todas las cosas que este
pueblo llama conspiración” (Isaías 8:12). En otras palabras, lo que
parece traición en nuestra propia opinión puede ser, desde la
perspectiva de Dios, la más grande lealtad y fidelidad. El que
permanece en la Palabra de Dios siempre formará la mayoría
aunque todo el mundo se le oponga. Eso ocurrió en Worms,
cuando a Lutero se le pidió que se retractara, y ocurrió también en
los atrios del Templo cuando Zacarías, lleno del Espíritu, se
levantó para denunciar al rey. Eso siempre ocurrirá. No es
necesario ser profeta para discernir la naturaleza de nuestros
propios tiempos y la necesidad de confesores valientes de la
verdad de Dios. Debemos aprender a ser fieles a Dios y a su
Palabra, o nunca tendremos éxito en mantener fidelidad con nadie.

280
2 Crónicas 25:1-12

El reino de Dios bajo Amasías

Amasías es el segundo de una serie de tres reyes a quienes el


cronista sin duda les hace una crítica variada; los tres comenzaron
bien pero terminaron mal. Para dos, Amasías y Uzías, el problema
principal parece haber sido el orgullo. En el caso de Amasías ese
orgullo estuvo combinado con la idolatría; en el caso de Uzías con
el sacrilegio.

Un buen comienzo: su corazón se abre al consejo del Señor

25 Veinticinco años tenía Amasías cuando comenzó a


reinar, y veintinueve años reinó en Jerusalén; el
nombre de su madre era Joadán, de Jerusalén. 2 Hizo él lo
recto ante los ojos de Jehová, aunque no de perfecto corazón.
3
Cuando fue confirmado en el reino, mató a los siervos que
habían matado al rey, su padre. 4 Pero no mató a los hijos de
ellos, según lo que está escrito en la Ley, en el libro de
Moisés, donde Jehová mandó diciendo: «No morirán los
padres por los hijos, ni los hijos por los padres, sino cada uno
morirá por su pecado.»
5
Reunió luego Amasías a Judá y, con arreglo a las familias,
puso jefes de millares y de centenas sobre todo Judá y
Benjamín. Después puso en lista a todos los de veinte años
para arriba, y fueron hallados trescientos mil escogidos para
salir a la guerra, que tenían lanza y escudo. 6 Y de Israel
tomó a sueldo por cien talentos de plata, a cien mil hombres
valientes.
7
Pero un varón de Dios vino ante él y le dijo:
—Rey, que no vaya contigo el ejército de Israel, porque
Jehová no está con Israel, ni con todos los hijos de Efraín.
8
Pero si vas así, si eso haces y te esfuerzas en la pelea, Dios te
hará caer delante de los enemigos; porque Dios tiene poder
para ayudar, y para derribar.

281
2 Crónicas 25:1-12
9
Le preguntó Amasías al varón de Dios:
—¿Qué, pues, se hará con los cien talentos que he dado al
ejército de Israel?
Respondió el varón de Dios:
—Jehová puede darte mucho más que esto.
10
Entonces Amasías apartó el ejército de la gente que había
venido a unírsele de Efraín, para que se fueran a sus casas.
Ellos se enojaron mucho contra Judá y volvieron a sus casas
encolerizados.
11
Amasías se armó de valor, sacó a su pueblo, vino al valle
de la Sal y mató a diez mil de los hijos de Seir. 12 Los hijos de
Judá tomaron vivos a otros diez mil, los cuales llevaron a la
cumbre de un peñasco, los despeñaron desde allí, y todos se
hicieron pedazos.

Después de haber consolidado su poder, el objetivo prioritario


de Amasías fue castigar a quienes habían matado a su padre.
Aunque el motivo fue el de vengar el asesinato de Zacarías, aun
así eran asesinos que habían levantado las armas contra el
gobernador legítimo del pueblo de Dios, de modo que merecían
morir. Sin embargo, el cronista elogia a Amasías por refrenarse en
la imposición de la pena de muerte. En lugar de aniquilar a las
familias, como muchos monarcas antiguos lo hubieran hecho, el
nuevo rey solo castigó a los que realmente se habían
ensangrentado las manos. De esa manera, obedeció la Ley especial
de Moisés que le había puesto un límite a cuáles individuos el
estado podía considerar responsables de un crimen: “No morirán
los padres por los hijos, ni los hijos por los padres, sino cada uno
morirá por su pecado” (compare el versículo 4 con Deuteronomio
24:16).
Pero la descripción clave de Amasías se encuentra en el
versículo 2: “Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de
perfecto corazón.” Puede ser que su carácter y comportamiento no
hayan sido objeto de un cambio notable: de lo bueno a lo malo o
de lo malo a lo bueno, pero su discipulado, si así lo podemos
282
2 Crónicas 25:1-12

llamar, fue a medias durante toda su vida con el bien y el mal


entremezclados. Al observar su campaña contra Edom, vemos que
el cronista nos la presenta como el ejemplo de un período de la
vida de Amasías cuando el bien pesaba más que el mal.
Primero, Amasías llamó y organizó a los guerreros que estaban
a su disposición, de manera muy semejante a como el rey David
lo había hecho (vea 1 Crónicas 27). Después de contar a todos los
de “veinte años arriba”, descubrió que su ejército consistía en
trescientos mil guerreros, un total decepcionante cuando se
comparaba con el número de que dispusieron otros reyes anteriores
a él. Por ejemplo, recordamos a Asa, que tuvo 580,000 hombres,
o las tropas de Josafat que alcanzaron a un millón (14:8; 17:14-
18). Tal vez fue por la decepción con los números que decidió
contratar “de Israel . . . cien mil hombres valientes” (versículo 6).
Uno pensaría, después de todo el dolor que el reino había
sufrido debido a la desastrosa alianza de Josafat con Acab, que
Amasías sabría lo suficiente para evitar cualquier relación con el
Norte. Sin embargo, una fe tibia está destinada a resultar en un
amor indiferente, y la ventaja visible de mayor número
naturalmente parecerá más importante que la ventaja invisible (sin
embargo mucho más real) de un Dios fiel y poderoso, que hace
que nuestras batallas sean de él. Tal vez Amasías pudo justificar
sus acciones diciéndose a sí mismo que era simplemente un
acuerdo financiero y no una alianza. Un hombre de Dios tenía que
llamarlo al orden; el varón de Dios le dijo: “Rey, que no vaya
contigo el ejército de Israel, porque Jehová no está con Israel”
(versículo 7).
Otra vez escuchamos la verdad, expresada por un profeta de
Dios, de que aunque Israel todavía era parte del pueblo del pacto
con Dios, era un pueblo que se había separado por su voluntad del
verdadero rey dado por Dios y de la verdadera adoración de Dios
(vea el comentario a 13:4-12). Por esa razón Dios no estaba con
ellos, ni tampoco con nadie que hiciera causa común con ellos.
Cualquier proyecto conjunto caería derrotado. No obstante,
también entendemos que el profeta quiere decir algo más básico:
283
2 Crónicas 25:1-12

para el pueblo de Dios, lo esencial en cualquier batalla no es el


tamaño de su ejército, ni la valentía para pelear, sino si Dios está
con ellos o no. Si él estaba con ellos, el pueblo de Dios
prevalecería; si él no estaba con ellos, el pueblo de Dios caería
humillado. “Porque Dios tiene poder para ayudar, y para derribar”
(versículo 8).
Aquí vemos que la fe poco entusiasta de Amasías lo hace
tropezar. Comenzó a calcular las pérdidas económicas que sufriría
si despedía las tropas israelitas. Pregunta: “¿Qué, pues, se hará con
los cien talentos que he dado al ejército de Israel?” (versículo 9).
La respuesta del profeta es: “Jehová puede darte mucho más que
esto”. En esta ocasión, tenemos que decir a favor de Amasías que
la confianza en la palabra del Señor triunfó sobre sus instintos
calculadores. Despidió a los hombres que había contratado. Los
israelitas se enfurecieron; tal vez, no se les había dejado de pagar,
pero habían perdido completamente cualquier botín de guerra, que
hubiera podido resultar, si se les hubiera permitido participar en
una campaña que resultara exitosa. Para la mayoría de los soldados
del mundo antiguo, ésta era la parte más grande de su pago. Y aun
más: habían sido humillados. El rey de la pequeña Judá los había
reunido, pero los hombres valientes de Israel no fueron lo
suficientemente buenos par él. Estos pensamientos alimentaron la
furia que estaba destinada a explotar. Después veremos lo que
pasó.
En cuanto a las intenciones hostiles de Amasías contra Edom
y los hombres del monte Seír, tuvieron éxito más allá de toda
expectativa. No sólo murieron en la batalla diez mil soldados
enemigos, sino que los hombres de Judá también destruyeron a
diez mil edomitas más, que habían capturado, despeñándolos
desde la cumbre de un abismo. La brutalidad de las guerras
antiguas algunas veces nos puede dejar atónitos, especialmente
cuando las vemos en las campañas que el pueblo de Dios lleva a
cabo. Parte del malestar que esto produce se puede aliviar si
recordamos la antigua enemistad que existía entre estos dos
pueblos emparentados (por ejemplo, vea el capítulo 20). Sin
284
2 Crónicas 25:1-12

embargo, lo más importante que debemos tener presente es la


verdad de que también hay una importante batalla espiritual que
se lleva a cabo bajo estas formas físicas. En el conflicto de Judá
contra Edom, tenemos una escaramuza más en el conflicto sin fin
entre el creyente y el incrédulo, la luz y la oscuridad, carne y
espíritu, el bien y mal. No se puede ser clemente en ese conflicto,
y hacemos bien en recordarlo. A nuestra naturaleza pecaminosa
no se le puede obligar a hacer el bien, y nuestras buenas
intenciones tampoco pueden mantenerla cautiva. El agua del
bautismo debe ahogarla al considerarnos diariamente muertos al
pecado y vivos para Dios en Cristo.
El relato es para el cronista un ejemplo de lo que sucede
cuando hasta un rey desanimado escucha con fe el consejo de un
hombre de Dios. El Señor le dio a Amasías mucha más fortaleza
de la que tuviera por naturaleza y el poder de vencer los obstáculos
que no hubiera esperado superar.
Antes de considerar el descenso vertiginoso de la vida de
Amasías, puede ser útil detenernos un momento para considerar
lo que estaba pasando en ese tiempo en el contexto político más
general del antiguo Oriente Medio. En el último capítulo
recordamos que Hazael, rey de Siria, había servido como
instrumento del Señor para castigar a Joás y al pueblo de Judá por
su deslealtad (24:23-25). Aram (algunas veces llamado Siria en
textos y comentarios más antiguos) había podido convertir a Judá
no solo en un estado cliente, sino que también le había quitado a
Israel mucha de su fortaleza. Durante esos días oscuros, el profeta
Eliseo había permanecido como una columna fuerte, animando a
los fieles de Israel y poniendo terror en el corazón de los enemigos
de Dios (vea 2 Reyes 5-9).
Sin embargo, por la época de Amasías y Judá, y de Joacaz de
Israel, había ocurrido un cambio de poder en la región. En el año
803 a.C., el rey Adad-nirari III de Asiria atacó a los arameos,
triunfó y los convirtió en un estado tributario. Joacaz y Amasías
pudieron entonces ocupar el vacío creado por la debilidad de Aram
(Siria). Joacaz frenó más el poder de los arameos derrotándolos
285
2 Crónicas 25:13-28

en varias batallas (2 Reyes 13:22-25), mientras que Amasías pudo


comenzar el proceso de reafirmar el control de Judá sobre Edom,
un proceso que completó después Uzías, su hijo. Esto restablecería
el poder económico de Judá como el país que estaba a cargo del
puerto de Elot sobre el mar Rojo, un enlace esencial en la antigua
red de comercio del Cercano Oriente (26:2).
Cuando se ve desde una perspectiva completamente política y
económica, Judá e Israel estaban en el comienzo de una época en
la que su gloria sería restaurada a un esplendor comprable con la
época de oro de David y Salomón. Sin embargo, el éxito político
y la prosperidad económica no producen dividendos espirituales.
Y el lado espiritual de las cosas interesó más a escritores como el
cronista.

Un mal final: su corazón se inclina hacia los ídolos y se cierra


hacia las buenas palabras de Dios

13
Mientras tanto, los del ejército que Amasías había
despedido, para que no fueran con él a la guerra, invadieron
las ciudades de Judá, desde Samaria hasta Bet-horón,
mataron a tres mil personas y recogieron mucho botín.
14
Al volver Amasías de la matanza de los edomitas, trajo
también consigo los dioses de los hijos de Seir, los tomó por
dioses suyos, los adoró y les quemó incienso. 15 Por esto se
encendió la ira de Jehová contra Amasías, y le envió un
profeta que le dijo:
—¿Por qué has buscado los dioses de una nación que no
han podido librar a su pueblo de tus manos?
16
Mientras el profeta hablaba estas cosas, él lo
interrumpió:
—¿Acaso te han nombrado consejero del rey? Déjate de
eso. ¿O es que quieres que te maten?
El profeta concluyó diciendo:
—Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque has
hecho esto y no obedeciste mi consejo.
286
2 Crónicas 25:13-28
17
Pero Amasías, rey de Judá, después de tomar consejo,
envió a decir a Joás hijo de Joacaz hijo de Jehú, rey de
Israel: «Ven y veámonos cara a cara.» 18 Entonces Joás, rey
de Israel, envió a decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo
que estaba en el Líbano le mandó a decir al cedro que estaba
en el Líbano: “Da tu hija a mi hijo por mujer.” Pero las
fieras que estaban en el Líbano pasaron y pisotearon el
cardo. 19 Tú dices: “He derrotado a Edom.” Por eso se
enaltece y gloría tu corazón. Pero mejor quédate ahora en tu
casa. ¿Para qué provocas un mal en que puedas caer tú y
Judá contigo?»
20
Pero Amasías no quiso oír; pues era la voluntad de Dios
entregarlos en manos de sus enemigos, por cuanto habían
buscado a los dioses de Edom. 21 Subió, pues, Joás, rey de
Israel, y se vieron cara a cara él y Amasías, rey de Judá, en
la batalla de Bet-semes de Judá. 22 Y Judá cayó delante de
Israel, y huyó cada uno a su casa. 23 Joás, rey de Israel,
apresó en Bet-semes a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás
hijo de Joacaz, y lo llevó a Jerusalén, en cuyo muro hizo una
brecha desde la puerta de Efraín hasta la puerta del Ángulo,
un tramo de cuatrocientos codos. 24 Asimismo tomó todo el
oro y la plata, y todos los utensilios que se hallaron en la casa
de Dios en casa de Obed-edom, los tesoros de la casa del rey
y los hijos de los nobles como rehenes; después volvió a
Samaria.
25
Amasías hijo de Joás, rey de Judá, vivió aún quince años
después de la muerte de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel.
26
Los demás hechos de Amasías, los primeros y los últimos,
¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel?
27
Desde el tiempo en que Amasías se apartó de Jehová,
empezaron a conspirar contra él en Jerusalén; y habiendo
huido a Laquis, lo persiguieron hasta esa ciudad y allá lo
mataron; 28 lo trajeron en caballos y lo sepultaron con sus
padres en la ciudad de Judá.

287
2 Crónicas 25:13-28

En el versículo 13, el cronista toma otra vez el hilo de la


historia que había abandonado temporalmente en el versículo 10.
Las tropas israelitas que habían sido despedidas del ejército de
Amasías regresaron a Samaria para lamerse las heridas antes de
encontrar una forma de desahogar su furia contra Judá por haberlos
humillado. Tal vez pensaban que se les presentaba una oportunidad
ideal cuando Amasías estaba lejos en su campaña edomita. Para
aprovecharla, lanzaron ataques en ese momento contra los pueblos
desprotegidos que estaban a lo largo de la frontera entre Israel y
Judá, matando tres mil personas y llevándose un botín muy grande.
El orgullo humano tiene que encontrar una manera de hacer valer
sus derechos.
Es interesante mencionar este incidente aquí, porque parece
que iba en contra de lo que el hombre de Dios le había dicho a
Amasías, cuando el rey había preguntado sobre el dinero que iba
a perder al despedir a los hombres de Israel (25:9). Amasías había
obedecido la palabra del Señor, pero el Señor además de no
remplazar el dinero que Amasías había perdido, parecía que
hubiera determinado que Amasías perdiera aún más. Es claro que
esta era una prueba del Señor para Amasías, un reto para ver si
con tribulaciones el rey de fe débil podía aprender y comprender
la Palabra para que caminara por la fe, no por la vista.
Con frecuencia hemos tomado nota de la forma casi infatigable
en la cual el cronista hace ver que la obediencia lleva a las
bendiciones mientras que la desobediencia trae el desastre. Es
cierto que nuestro escritor escribió como un hijo del antiguo pacto,
donde las bendiciones físicas y las aflicciones desempeñaron un
papel clave en el propósito educativo divino. Sin embargo, la
inclusión de este incidente demuestra que no creía que Dios estaba
obligado a responder automáticamente a cada acto del hombre.
Dios fue y es libre por completo en todos sus actos. Los caminos
que toma en la historia siempre están más allá de nuestra capacidad
para rastrearlos completamente.
El párrafo siguiente del cronista demuestra que el compromiso
de Amasías con el Señor fue poco entusiasta. Después de haber
288
2 Crónicas 25:13-28

vencido a los edomitas, llevó a sus dioses capturados a Jerusalén


y los levantó para que fueran adorados. Si él le hubiera servido al
Señor de todo corazón, hubiera quemado los ídolos como lo había
hecho David (1 Crónicas 14:12; vea también Deuteronomio 7:25;
12:3). La idolatría de Amasías puede haberse debido a la lógica
común que existía entre los gobernantes supersticiosos y paganos
de ese tiempo. Si se derrotaba a una nación o tribu, concluían que
sus dioses se habían vuelto contra ellos y que les habían sonreído
a sus enemigos. Y si los dioses de la nación habían ayudado al
conquistador de esa nación, tenía sentido que el conquistador
reconociera su ayuda y los mantuviera contentos. De este modo,
los antiguos gobernantes con frecuencia se llevaban los ídolos de
pueblos vencidos y los adoraban tal como Amasías lo hizo aquí.
Sin embargo, lo que parece muy inteligente según la forma de
pensar pagana es una insensatez para los ojos de la fe. La ira de
Dios se encendió contra Amasías. En vez de castigarlo de
inmediato, Dios le advirtió claramente, por medio de un profeta,
que expuso la verdadera naturaleza de las acciones del rey: “¿Por
qué has buscado los dioses de una nación que no han podido librar
a su pueblo de tus manos?” (versículo 15). La victoria sobre Edom
provenía del Señor. Esa victoria no demostró la actitud favorable
de los dioses de Edom hacia Amasías; en cambio probó
convincentemente que no existían. Eran dioses que no podían
salvar.
Amasías no quiso escuchar nada de eso; antes de que el profeta
siquiera hubiera acabado su mensaje, el rey dijo sarcásticamente:
“No recuerdo haberte designado como uno de mis consejeros. ¡Lo
mejor es que te quedes callado! ¿Por qué quedar lastimado?” El
profeta acató, pero con valentía reservó para él y para Dios la
última palabra: “Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque
has hecho esto y no obedeciste mi consejo” (versículo 16). En el
pasado hemos encontrado juicios similares de Dios. Dios
abandona a las personas que se niegan a oír la verdad para que
crean sólo mentiras.

289
2 Crónicas 25:13-28

Ahora Amasías, cegado por el orgullo, estaba listo a escuchar


cualquier mal consejo. Sus consejeros animaron a su héroe
conquistador para que probara suerte con Joás, el rey de Israel.
Como ya se dijo, Joás era un héroe conquistador y un guerrero
poderoso, con muchas victorias contadas contra Siria, un enemigo
mucho más impresionante que los que Amasías jamás había
enfrenado. Amasías, muy creído, le envió a decir a Joás lo que era
esencialmente un reto para pelear. “Ven, y veámonos cara a cara”
(versículo 17). Como lo sabemos por 2 Reyes, Joás era
difícilmente un creyente, a pesar de lo experto que pudiera haber
sido en la batalla. De todas maneras, aquí fue inspirado a ofrecerle
a su vecino del sur una advertencia no muy amistosa pero bien
intencionada.
Joás dijo en efecto: “Déjeme contarle una historia, había una
vez dos plantas: un cardo pequeño y un cedro grande. El cardo
tuvo la desfachatez de proponerle al cedro una alianza mediante
el matrimonio. Dijo: ‘Da tu hija a mi hijo por mujer’. Pero aun
antes de que el cedro siquiera hubiera tenido la oportunidad de
reírse de la propuesta, vino una bestia salvaje que acabó
definitivamente con las ultrajantes ambiciones del cardo.” Y
además, en el caso de que Amasías no entendiera el punto, Joás
añadió: “Tú dices: ‘He derrotado a Edom’. Por eso se enaltece y
gloría tu corazón. Pero mejor quédate ahora en tu casa. ¿Para qué
provocas un mal en que puedas caer tú y Judá contigo?” (versículo
19).
Amasías no hizo caso. Es más, el cronista nos dice que no
podía escuchar, “pues era la voluntad de Dios entregarlos en
manos de sus enemigos, por cuanto habían buscado a los dioses
de Edom” (versículo 20). Judá sufrió una derrota aplastante, y
Amasías fue capturado. Notamos que el escritor identifica al rey
cautivo con el título real: “hijo de Joás hijo de Joacaz” (versículo
23). Sin embargo, es claro que Amasías no es digno de reclamar
el título de “hijo de David”; buscó honor para él en la victoria,
pero terminó distinguiéndose sólo por su derrota total. Para poner
fin a cualquier ambición futura que Judá pudiera tener de
290
2 Crónicas 25:13-28

campañas militares en el Norte, el rey de Israel derrumbó una gran


parte del muro de Jerusalén en el lado que daba hacia su reino.
Jerusalén no estaría tan interesada en guerras ofensivas mientras
que sus defensas estuvieran tan débiles.
No contento con eso, el rey Joás agregó un detalle final como
para subrayar su victoria. Se apropió de todos los artículos de oro
y de plata que estaban en el templo de Dios y se los llevó a su
capital junto con algunos rehenes. Es posible que tengamos un
juego de palabras en el versículo 24. Obed-edom era un nombre
levítico bien conocido; también significa “siervo de Edom”. Tal
vez el cronista usa el hecho de que los tesoros del Templo estaban
a cargo de un hombre que tenía ese nombre para resaltar un hecho;
Amasías había hecho a Edom su siervo, pero se había vuelto
esclavo de sus dioses. De este modo perdió todo lo que había
ganado.
La descripción de la muerte de Amasías marca la etapa final
en la degradación del rey. Cuando estaba su vida bajo la amenaza
de conspiración, persiguieron al rey de Judá como a un perro y lo
mataron los agentes de los conspiradores en Laquis, una ciudad
que estaba alrededor de 45 kilómetros al suroeste de Jerusalén
(versículo 27). El cronista les aclara a sus lectores la razón del final
patético de este rey que una vez fue orgulloso. La alianza en contra
de él comenzó a formarse “desde el tiempo en que Amasías se
apartó de Jehová” (versículo 27). Como dice el libro de
Proverbios: “Todas las cosas ha hecho Jehová para sus propios
fines, incluso al malvado, para el día malo” (Proverbios 16:4).
Por la repetición que hace de la palabra consejo en los
versículos 16 y 17 (la raíz se presenta cuatro veces en ese breve
espacio) podemos detectar fácilmente el punto principal que el
cronista quiere presentar al volver a contar la historia de Amasías.
El caso de Amasías era uno en el que todo lo bueno que había
logrado resultó de escuchar consejos buenos y piadosos. Del
mismo modo, todo el mal que sufrió resultó de haber cerrado sus
oídos a la palabra de Dios. Una vez que lo hizo, nunca más pudo
volver a reconocer la voz de la sabiduría cuando la escuchó. Y así
291
2 Crónicas 25:13-28

fue condenado a seguir el consejo de los malos y a sufrir por


hacerlo.
Hasta las naciones paganas han estado conscientes durante
mucho tiempo del efecto corruptor que tienen el poder y el éxito
en el carácter de una persona. Se dice que los antiguos generales
romanos durante sus desfiles triunfantes tenían un esclavo que les
decía continuamente al oído: “¡Recuerde, usted morirá!” Más de
una tragedia griega se basó en el principio de que un hombre que
tiene mucho éxito está propenso a incurrir en los celos y en la ira
de algún dios. Por nuestra propia experiencia entendemos con qué
facilidad ciega el poder. Muy rápido, el que tiene poder llega a
creer que tiene el derecho perfecto de hacer todo lo que puede
hacer, y por eso ruge y amenaza a cualquiera que con palabras o
hechos trate de obstaculizar sus propósitos. Vemos que el cronista
nos da estas mismas lecciones en los relatos de Amasías y Uzías.
Sin embargo, el cronista va más allá de esta intuición
intelectual natural, que hasta un incrédulo objetivo puede concluir
por su propia capacidad de razonamiento. Sugiere que aquí sucede
algo más, que no es sencillamente asunto de alguien que ya no
pueda reconocer su mortalidad ni sus limitaciones humanas;
también está el asunto del pecado que infecta de tal manera nuestra
humanidad que hasta los creyentes (especialmente los poco
entusiastas) pueden tropezar y caer.
También está el asunto del juicio de Dios que endurece al
pecador que primeramente se ha endurecido a sí mismo contra la
verdad. Lejos de reaccionar por celos o envidia mezquinos, el celo
del Señor nace de un amor puro y exclusivo por los suyos. Él es el
esposo y su novia amada es el conjunto de los creyentes. Él alivia,
consuela, persuade a su pueblo una y otra vez con su Palabra.
Algunas veces hasta suplica: “¡Escúchame! ¿Por qué morirás?”
Por último, advierte severamente, rugiendo desde el Sinaí con
amenazas e ira que inspiran miedo. Pero llega el momento en el
que la conversación termina. No hay nada más qué decir. A pesar
de todo, la persona menosprecia el amor de Dios y rechaza su

292
2 Crónicas 26:1,2

Palabra. Entonces Dios se endurece y dice al pecador obstinado:


“¿No quieres escuchar? ¡Entonces no escucharás!”
Todo esto no se dice para desanimar a los creyentes que ya
están afligidos por sus propias faltas, que diariamente luchan con
su propia carne, que oran a diario para tener más fortaleza para ser
mejores, que tienen hambre y sed del dulce consuelo que sólo el
mensaje del evangelio puede dar. Más bien se dirige a los creyentes
que se han envanecido por su propio conocimiento y sus éxitos
espirituales, los que comenzaron por el Espíritu, mendigos como
el resto de nosotros, pero que ahora suponen que pueden llegar a
ser perfectos mediante sus propios esfuerzos. A esos cristianos
satisfechos de sí mismo, el cronista les diría: “Así que el que
piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12).

El reino de Dios bajo Uzías

26 Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Uzías, el


cual tenía dieciséis años de edad, y lo pusieron por
rey en lugar de Amasías, su padre. 2 Uzías reconstruyó a Elot
y la restituyó a Judá después que el rey Amasías durmió con
sus padres.

Una vez más, es hora de tomar un corto desvío para considerar


el asunto de la cronología de los reyes hebreos, ya que estos dos
versículos sugieren el tema. El lector cuidadoso de la Biblia
encuentra algunas dificultades especiales para armonizar toda la
información que la Biblia nos da sobre los reinos de Amasías y
Uzías en Judá, particularmente cómo deben concordar con los
reinados de Joás y Jeroboam II de Israel. Al lector cuya mirada se
queda ausente por el aburrimiento ante la sola mención de los
números se le puede perdonar si quiere pasar directamente a la
siguiente sección.
Primero, por la sincronización de los reinados, en 2 Reyes
14,15, parece que debió existir considerable superposición entre

293
Los reyes de Judá
• Amasías de Judá, 29 años: 796-767
• ¿Cautivo de Samaria 792-782?
• Corregencia con Uzías 792-767

Los gobiernos paralelos de los reyes


• Uzías de Judá, 52 años: 792-740
• Correngencia con Amasías 792-767
• Comenzó a gobernar solo 767 (27o año de Jeroboam II)
800 a.C. 780 a.C. 760 a.C. 740 a.C.
• Joás de Israel, 16 años: 798-782
• Jeroboam II de Israel, 41 años: 793-753
• Correngencia con Joás 793-782
• Comenzó a gobernar solo 782 (15o año de Amasías)
Los reyes de Israel

294
2 Crónicas 26:1,2

el reino de Amasías y el de Uzías en Judá. Lo mismo es cierto


respecto a los reinados de Joás y Jeroboam II. Como ya lo notamos
en la discusión anterior sobre este tema (página 177), la mejor
forma de entender algunos de los números que se nos presentan
en 1 y 2 Reyes es pensar en términos de corregencias, es decir, una
situación en la que un rey y su hijo gobernaron en conjunto durante
un tiempo. La evidencia bíblica para esto aparece en la sección
que ahora tratamos.
Se nos dice que “el pueblo de Judá tomó a Uzías . . . y lo
pusieron por rey en lugar de Amasías, su padre” (versículo 1). La
forma de expresarse sugiere que la transición de un rey al siguiente
no fue muy fácil, y por consiguiente el pueblo mismo se vio
obligado a tomar el asunto en sus manos. Ya pasamos antes por
una frase similar, en circunstancias también agitadas (vea 2
Crónicas 22.1). Por la derrota de Judá frente a Israel, por la captura
de Amasías y la devastación de las defensas de Jerusalén, había
gran desasosiego y confusión en el reino del Sur. Para restaurar el
orden y tal vez también porque habían perdido la confianza en
Amasías, el pueblo exigió que inmediatamente Uzías, de dieciséis
años de edad, se convirtiera en rey, al mismo tiempo que su padre.
Algunos hasta han sugerido que Amasías permaneció cautivo
en Samaria hasta la muerte de Joás, tiempo en el cual el rey cautivo
fue liberado. Entonces, de acuerdo con esta teoría, regresó a
Jerusalén y gobernó junto con su hijo durante un tiempo antes de
encontrar por fin la muerte a manos de los conspiradores. Esta idea
se fundamenta parcialmente en la nota del cronista en el versículo
25 del capítulo 25: “Amasías . . . vivió aun quince años después
de la muerte de Joás”. Aunque el escritor de Reyes con frecuencia
expresa los acontecimientos mayores de un reino en términos de
los años que el rey gobernó en el otro reino, esa no es la práctica
normal del cronista. Como su atención está en el reino del Sur,
pasa completamente por alto a los reyes de Israel, excepto cuando
sus caminos se cruzan con la casa de David; Entonces 2 Crónicas
25:25 sería una excepción a la regla. Sin embargo, el comentario

295
2 Crónicas 26:3-15

poco común tendría perfecto sentido si la fortuna de Amasías


estuvo ligada con la de Joás por muchos años.
Finalmente, el versículo 2 también contiene una frase que
parece estar fuera de lugar. Se nos acaba de decir que el pueblo
hizo a Uzías rey “en lugar de Amasías, su padre” y después leemos
que Uzías reconstruyó a Elot “después que el rey Amasías durmió
con sus padres”. Lo que al principio parece sólo una repetición
llega a ser comprensible a la perfección si suponemos que Uzías
gobernó junto con su padre y que únicamente reconstruyó Elot
cuando ocupó solo el trono después de que su padre ya había
muerto.
El esquema de la página anterior se presenta para ayudar a
sintetizar los datos bíblicos y para que queden cuidadosamente en
nuestra mente.

Uzías recuerda su nombre (significa “el señor es mi fortaleza”)


y llega a ser poderoso y próspero

3
De dieciséis años era Uzías cuando comenzó a reinar, y
cincuenta y dos años reinó en Jerusalén. El nombre de su
madre era Jecolías, de Jerusalén.
4
Él hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas
las cosas que había hecho Amasías, su padre. 5 Persistió en
buscar a Dios en los días de Zacarías, el cual era entendido
en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él
le prosperó.
6
Salió y peleó contra los filisteos, derribó los muros de Gat,
de Jabnia, y de Asdod; edificó ciudades en Asdod y en la
tierra de los filisteos. 7 Dios le dio ayuda contra los filisteos,
contra los árabes que habitaban en Gur-baal y contra los
amonitas. 8 Dieron los amonitas presentes a Uzías y se
divulgó su fama hasta la frontera de Egipto; porque se había
hecho altamente poderoso.
9
Edificó también Uzías torres en Jerusalén, junto a la
puerta del ángulo, junto a la puerta del valle y junto a las
296
2 Crónicas 26:3-15

esquinas; y las fortificó. 10 Asimismo edificó torres en el


desierto y abrió muchas cisternas; porque tuvo muchos
ganados, así en la Sefela como en las vegas, y viñas y
labranzas, así en los montes como en los llanos fértiles;
porque era amigo de la agricultura.
11
Tuvo también Uzías un ejército de guerreros, los cuales
salían a la guerra en divisiones, de acuerdo con la lista hecha
bajo la dirección de Jeiel, el escriba, de Maasías, el
gobernador, y de Hananías, uno de los jefes del rey. 12 El
número total de los jefes de familia, valientes y esforzados,
era de dos mil seiscientos. 13 Y bajo las órdenes de estos
estaba el ejército de guerra, de trescientos siete mil
quinientos guerreros poderosos y fuertes, para ayudar al rey
contra los enemigos. 14 Uzías preparó para todo el ejército
escudos, lanzas, yelmos, corazas, arcos y hondas para tirar
piedras. 15 E hizo en Jerusalén máquinas inventadas por
ingenieros, para que estuvieran en las torres y en los
baluartes, para arrojar flechas y grandes piedras. Y su fama
se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente,
hasta hacerse poderoso.

Se podría considerar la era del rey Uzías en Judá y del rey


Jeroboam II en Israel como una edad de plata de la monarquía.
Cierto, la totalidad de la Tierra Prometida ya no estaba bajo el
dominio de un solo gobernador que fuera descendiente del gran
rey David; sin embargo, por los esfuerzos de Uzías y Jeroboam II,
las fronteras de Judá e Israel se restauraron hasta ser casi iguales
que cuando Salomón las controlaba. La imagen de prosperidad
material y de bienestar físico que vemos aquí parece estar
completamente de acuerdo con las evidencias arqueológicas que
han sido desenterradas. Excavaciones en el sur y en el sureste de
Judá parecen indicar que el asentamiento hebreo alcanzó su
máxima extensión durante este mismo tiempo. Inclusive en un
lugar se descubrió un sello que tenía el nombre de Uzías.

297
2 Crónicas 26:3-15

Un breve vistazo a la presentación que hace el cronista del lado


positivo del reino de Uzías nos lleva a concluir que el rey debió
haber sido un prototipo del hombre renacentista. Se nos dice acerca
de sus éxitos terrenales, que disfrutó de victorias militares
(versículos 6,7), que desarrolló proyectos de construcción
(versículos 2,9,10) y trabajó extensamente en la agricultura
(versículo 10). Su interés en estos asuntos de ningún modo se
limitó a lo superficial; bajo su administración, el ejército estuvo
bien organizado y bien equipado (versículos 11-14); mantuvo sus
defensas al día, mediante la adquisición de los últimos equipos
militares (versículo 15); sus proyectos de construcción pasaron por
toda la gama desde la edificación de ciudades (versículo 6) hasta
la reconstrucción de las destrozadas fortificaciones de Jerusalén
(versículo 9). En su tiempo libre, construyó torres de defensa en
el desierto y abrió cisternas para su ganado (versículo 10). En
cuanto a su actividad agrícola, era tan aficionado a ella que se ganó
un título “amigo de la agricultura” (versículo 10).
La sección sumamente detallada sobre lo militar, con sus
interminables listas, da aproximadamente la misma impresión
verbal que el efecto visual que debieron tener los fieles del partido
comunista cuando veían los antiguos desfiles del Primero de Mayo
en la Plaza Roja de Moscú. Y al leer las secciones que describen
los esfuerzos de Uzías en la agricultura, casi se puede escuchar en
el fondo la sinfonía “Pastoral” de Beethoven. Con razón “su fama
se extendió lejos” (versículo 15). Aun las naciones que una vez
habían sido hostiles le dieron tributo (versículo 8).
El cronista tampoco nos deja ninguna duda sobre la causa del
éxito de Uzías: el versículo 15 dice de acuerdo con la traducción
de la Reina Valera: “Fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse
poderoso”. Ésta es una traducción algo diluida de la expresión en
hebreo: “fue ayudado maravillosamente” (Reina Valera 1995) o
aun “ayudado milagrosamente”. En caso de que tengamos alguna
duda sobre precisamente quién vino en su ayuda, sólo tenemos que
echar un vistazo a estas afirmaciones: “Jehová, él le prosperó”
(versículo 5) y “Dios le dio ayuda” (versículo 7). En otras palabras,
298
2 Crónicas 26:3-15

cualesquiera que hubieran sido los dones o talentos que Uzías pudo
haber tenido, todos vinieron del Padre de las luces (Santiago 1:17).
Él no fue un hombre que se había hecho a sí mismo; Dios le había
dado su prosperidad.
Y el Señor le dio esta prosperidad porque Uzías había sido fiel
en buscarlo. El cronista menciona el nombre del maestro que
instruyó a Uzías (versículo 5). No tenemos ningún otro
conocimiento de este Zacarías, pero es evidente que causó un gran
impacto en el rey. Le enseñó al joven las verdades básicas acerca
del Dios de Abraham, el Dios que libremente había hecho un pacto
de pura gracia con el hombre de fe y con todos sus descendientes:
“En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”
(Génesis 22:18). Este mismo Dios había traído a Israel a él mismo
en Sinaí, donde había esculpido en piedra los poderosos preceptos
de la Ley. Después de eso había establecido a su pueblo escogido
en una tierra espaciosa y buena y les había dado reposo de todos
sus enemigos. Había vinculado sus promesas misericordiosas de
un Salvador, a la casa de David y le había permitido a Salomón,
el hijo de David, construir un templo glorioso, donde el Señor se
complacía en encontrarse con los suyos. Allí les respondía sus
oraciones y les perdonaba sus pecados. Mediante la cuidadosa
instrucción de Zacarías en la ley y el evangelio, Dios encendió la
chispa de la fe en el corazón del joven rey y la convirtió en llamas
de tal forma que “persistió en buscar a Dios” (versículo 5).
La técnica que aplica el cronista de aprovechar el nombre de
Uzías en toda esta sección refuerza el mensaje. En realidad, a este
rey lo conocemos con dos nombres: Uzías (“el Señor es mi
fortaleza”) y Azarías (“el Señor es mi ayuda”), el nombre preferido
por el escritor de 2 Reyes. El cronista aprovecha ambos nombres,
utilizando palabras como ayuda y fortaleza al menos siete veces
(versículos 7,8,9,13,15 [dos veces],16). El hombre es como se le
llama: mientras Uzías/Azarías recordó su nombre, su verdadera
identidad en el Señor prosperó. De manera semejante, todos los
que siguen recordando con fe el nombre que tienen por virtud de
su bautismo también prosperarán. En el bautismo tomamos nuestra
299
2 Crónicas 26:3-15

fortaleza y consuelo del poder de Cristo, de su gracia y de su


gloria. Como la fortaleza de Cristo es perfecta, tenemos una
confianza inmutable en él, sabiendo que prosperaremos
eternamente.
Toda esta sección se enfoca tan positivamente que estamos casi
desprevenidos para lo que viene a continuación. Las únicas pistas
que el cronista da de que algo puede andar mal están grabadas en
los versículos 4 y 5: “Hizo lo recto ante los ojos de Jehová,
conforme a todas las cosas que había hecho Amasías, su padre.
Persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, . . . y en estos
días en que buscó a Jehová, él le prosperó.” Esta primera oración
hace que nos preguntemos. ¡Hizo lo correcto: ¿lo mismo que
Amasías?! Cuando se considera cómo terminó Amasías, no
estamos muy seguros de lo que quiere decir el cronista. En el
siguiente versículo, las referencias de tiempo parecen implicar, sin
decirlo exactamente con tantas palabras, que podía llegar el día en
el que Uzías ya no buscaría al Señor, y en el que por esta misma
razón ya no disfrutaría del éxito.
El cronista despeja rápidamente cualquier sospecha que estas
pocas palabras puedan haber despertado en nuestra mente con el
gran deleite que tiene al describir tantas cosas que Uzías pudo
lograr con la ayuda de Dios. Las alabanzas que le hace a Uzías
parecen como un río desbordado; es como si el cronista nos
estuviera preparando para un gran golpe. Y lo está haciendo.
Cuando llega el cambio, es abrupto, es veloz, es terrible. Las
Escrituras dicen: “Antes del quebranto está la soberbia, y antes de
la caída, la altivez de espíritu” (Proverbios 16:18). El cronista ha
contado la historia de tal forma que refleja lo que sucedió con
Uzías. Y con la espantosa caída de Uzías, el cronista nos alertar
del peligro del orgullo en nosotros mismos antes de que nos lance
por un abismo.

300
2 Crónicas 26:16-23

Se olvida quién es y el orgullo lo lleva a su destrucción

16
Pero cuando se hizo fuerte, su corazón se enalteció para
su ruina; porque se rebeló contra Jehová, su Dios, entrando
en el templo de Jehová para quemar incienso sobre el altar
del incienso. 17 Y entró tras él el sacerdote Azarías, y con él
ochenta sacerdotes de Jehová, hombres valientes, 18 que se
opusieron al rey Uzías y le dijeron: «No te corresponde a ti,
rey Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes
hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del
santuario, porque has pecado, y tú no tienes derecho a la
gloria que viene de Jehová Dios».
19
Entonces Uzías, que tenía en la mano un incensario para
ofrecer incienso, se llenó de ira contra los sacerdotes. En ese
momento le brotó lepra en la frente, delante de los
sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso.
20
Cuando el sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes lo
miraron, se dieron cuenta de que tenía lepra en su frente.
Entonces lo hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y
él también se dio prisa en salir, porque Jehová lo había
herido.
21
Así el rey Uzías quedó leproso hasta el día de su muerte,
y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue
excluido de la casa de Jehová; y Jotam, su hijo, se hizo cargo
de la casa real, gobernando al pueblo de la tierra.
22
Los demás hechos de Uzías, los primeros y los últimos,
fueron escritos por el profeta Isaías hijo de Amoz. 23 Durmió
Uzías con sus padres y lo sepultaron con sus padres en el
campo de los sepulcros reales; porque dijeron: «Leproso es.»
Y reinó su hijo Jotam en su lugar.

El orgullo es un pecado terrible porque es un síntoma de la


disposición mental normal desde la caída de Adán. Nacemos
egocéntricos; como lo diría Lutero, el hombre se “centra en su

301
2 Crónicas 26:16-23

propia persona”. Y aunque hemos recibido el nuevo nacimiento


en Cristo por medio del bautismo, todavía tenemos que luchar
contra este enemigo interno mientras vivamos. El orgullo es una
poderosa fuerza destructiva en todas las relaciones; nos puede
conducir ciegamente a hacer valer nuestros derechos sobre nuestro
prójimo, como sucedió con Amasías. No contento con lo que era,
Amasías tenía que ser mejor que Joás. Sin embargo, aun mas grave
es la forma en que orgullo destruye nuestra relación con Dios,
como lo vemos en el caso de Uzías.
Ya hemos notado lo favorecido que era Uzías. Su mente
inquieta y emprendedora lo llevó a dominar muchas facetas de la
vida. ¡Lastima que eso también lo llevó a tratar de dominar su
relación con Dios! No contento con ir al Templo y encontrarse con
Dios allí de la forma establecida, Uzías quiso establecer las cosas
a su manera, su propia adoración. Sin duda se vio a sí mismo como
uno de los súper piadosos; por esto: “Vean cómo yo, el rey, voy
más allá de cualquiera de mis predecesores en mi devoción al
Señor. Voy ante su presencia y quemo incienso en su Casa.” Pero
cualquiera que sea la justificación que Uzías le haya dado a su
acción, el cronista califica ese acto correctamente como “infiel”,
una acción contraria a la clara palabra de Dios (versículo 16).
Azarías y su grupo de sacerdotes valientes siguieron al rey hasta
el santuario para enfrentar a su gobernador rebelde: “No te
corresponde a ti, rey Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a
los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo.
Sal del santuario, porque has pecado, y tú no tienes derecho a la
gloria que viene de Jehová Dios” (versículo 18).
El rey respondió con ira, ira contra quienes habían
cuestionado sus intenciones y su derecho a hacer lo que
consideraba adecuado. La respuesta de Dios fue el castigo. “Uzías
. . . se llenó de ira contra los sacerdotes. En ese momento le brotó
lepra en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová,
junto al altar del incienso” (versículo 19). ¡Qué impacto debió
haber tenido esto, tanto para el rey como para los sacerdotes! En
medio del rugido de Uzías, en su frente donde todos las podían
302
2 Crónicas 26:16-23

ver, las manchas blancas de una enfermedad de la piel comenzaron


a relucir en la luz tenue. Sabemos por los evangelios y por los
libros del Antiguo Testamento como Levítico, que la lepra hacía
convertía a la persona en inmunda. Al leproso se le excluía de la
sociedad hasta que el sacerdote de Dios lo declaraba nuevamente
limpio. Tampoco era apto para adorar junto con el pueblo de Dios
(versículo 21). ¡Allí en el lugar santo estaba un leproso inmundo!
Dios le había asestado un golpe a Uzías dándole una enfermedad
física que estuviera de acuerdo con su condición espiritual.
Azarías y los otros sacerdotes de inmediato sacaron al rey del
Templo a empujones. Al verse humillado y atemorizado, Uzías
obedeció mansamente. Reconoció su lepra como un castigo del
Señor (versículo 20). De inmediato se estableció una corregencia
con su hijo Jotam, mientras que Uzías salió del palacio para pasar
sus días como un leproso “en una casa apartada” (versículo 21).
La última frase dice literalmente “en una casa de libertad”, de
seguro un eufemismo. El rey estaba libre, libre de todas las tareas
de la vida diaria que una vez habían ocupado su activa mente, libre
de todo contacto humano normal, libre de unirse al pueblo de Dios
para gozar de su presencia misericordiosa. ¡Qué horrible libertad
era ésta! Y ése es el futuro inevitable para todos los que por
decisión propia se quieren liberar del gobierno misericordioso de
Dios. Cuando se entregan a sí mismos, acaban en una prisión que
ellos mismos se imponen en aislamiento “espléndido”: si no en
esta vida, entonces con seguridad en la que viene.
Si hay alguna luz en este texto en cuanto a Uzías, se encuentra
en el versículo final: “Durmió Uzías con sus padres y lo sepultaron
con sus padres en el campo de los sepulcros reales; porque dijeron:
‘Leproso es’.” La separación física del pueblo de Dios no terminó
con la muerte, ya que se consideraba que un leproso no era digno
de ocupar las mismas tumbas que los otros hijos de David. En
cambio fue enterrado en un cementerio real que quedaba cerca.
Pero notamos de nuevo las primeras palabras: “Durmió Uzías con
sus padres”. ¿Es esta simplemente una forma más agradable para
decir que murió? No puede significar que fue enterrado con sus
303
2 Crónicas 27:1-9

antecesores reales, porque las siguientes palabras aclaran que no


fue así. En el espíritu de ese amor que “todo lo cree” preferimos
interpretar las palabras con el significado de que Uzías durmió con
los padres Abraham, Isaac y Jacob. Durmió con David en el
descanso celestial que le espera al pueblo de Dios después de que
las aflicciones de esta vida triste llegan a su fin. Preferimos ver
aquí de nuevo el destello incomparable de la gracia de Dios, que
utilizó la aflicción de la lepra para hacer que el rey volviera a él,
a una fe arrepentida que confió nuevamente en la ayuda de Dios y
en la fortaleza de Dios.
Los cristianos también pueden obtener algún beneficio al
observar el contraste entre un rey como Uzías y nuestro
misericordioso Rey Jesús. Uzías llegó muy alto, y cuando alcanzó
las alturas no se contentó con lo que Dios había hecho de él; quería
aun más. Por lo tanto, Dios lo humilló, aislándolo del contacto
humano, separándolo de la adoración del Templo, retirándolo del
ejercicio del poder que una vez había disfrutado. Sin embargo,
nuestro Señor Jesucristo era Dios mismo encarnado; aunque era
el Dios encarnado, no se consideraba ser igual a Dios como un
premio del que debía jactarse. En cambio, se humilló, dejando de
lado el ejercicio constante de su poder divino, permitiendo que lo
vieran como un pecador grande y terrible, y hasta permitió que lo
cortaran del pueblo de Dios mediante una muerte despiadada. Él
había estado en las alturas, y por causa de nosotros
voluntariamente se hundió a sí mismo en las profundidades. Él por
causa nuestra quiso sanar nuestro orgullo con el poder de su amor
propiciatorio.

El reino de Dios bajo Jotam

Comienza bien, ¡y se aferra a eso!

27 Veinticinco años tenía Jotam cuando comenzó a


reinar, y dieciséis años reinó en Jerusalén. El
nombre de su madre era Jerusa, hija de Sadoc. 2 E hizo lo
304
2 Crónicas 27:1-9

recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que
había hecho Uzías, su padre, salvo que no entró en el
santuario de Jehová. Pero el pueblo continuaba
corrompiéndose.
3
Fue él quien edificó la puerta mayor de la casa de Jehová,
y también muchas otras edificaciones sobre el muro Ofel.
4
Además edificó ciudades en las montañas de Judá, y
construyó fortalezas y torres en los bosques. 5 También tuvo
él guerra con el rey de los hijos de Amón, a los cuales venció;
y le dieron los hijos de Amón en aquel año cien talentos de
plata, diez mil coros de trigo y diez mil de cebada. Lo mismo
le dieron el segundo y el tercer año. 6 Así que Jotam se hizo
fuerte, porque preparó sus caminos delante de Jehová, su
Dios.
7
Los demás hechos de Jotam, todas sus guerras y sus
caminos, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de
Judá. 8 Cuando comenzó a reinar tenía veinticinco años, y
dieciséis años reinó en Jerusalén. 9 Durmió Jotam con sus
padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David. Reinó en su
lugar su hijo Acaz.

Tal vez por ahora ya nos hemos acostumbrando a leer sobre


reyes que comenzaron bien y en el temor del Señor. Como
resultado, disfrutaron de las bendiciones de Dios por un tiempo;
pero entonces el orgullo o algún otro pecado salió ganando, y sus
reinados llegaron a un final desastroso. Finalmente, con el rey
Jotam tenemos una interrupción en el modelo que ha llegado a ser
trágico en su regularidad. Aquí, por fin, hay un rey que hace lo
recto: ¡y se aferra a eso hasta el fin!
Vemos algunos paralelos cercanos entre el reinado de Jotam y
el de Uzías, en efecto tan cercanos que parece que el cronista
quiere que veamos el gobierno de Jotam como una comparación
y un contraste con el de Uzías. Establece su tema principal en el
versículo 2: “E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a
todas las cosas que había hecho Uzías, su padre, salvo que no entró
305
2 Crónicas 27:1-9

en el santuario de Jehová.” Aquí tenemos a un hijo que siguió el


mismo camino piadoso que su padre, pero que evitó el desvío
impío que su padre había tomado después.
Como su padre, se ocupó en actividades de construcción. El
padre había comenzado la renovación de los muros de Jerusalén
(26:9); el hijo continuó el proyecto (versículo 3). El padre
construyó torres en el desierto (26:10); el hijo construyó torres en
los bosques (versículo 4). El padre obtuvo victorias notables, los
amonitas le pagaron tributos (26:6-8); el hijo también obtuvo una
victoria en la guerra con los amonitas y recibió tributo de ellos
(versículo 5). Al mismo tiempo notamos que falta la riqueza de
detalle en el relato de Jotam que hemos observado en el informe
que hace el cronista del reinado de Uzías. Jotam fue un rey bueno,
pero no fue tan impresionante como Uzías. La gente no tenía tantos
recuerdos de él.
También debemos notar de pasada, que la piedad de Jotam no
produjo ninguna renovación religiosa mayor entre el pueblo. Ellos
siguieron en los caminos auto destrucción (versículo 2). La
prosperidad puede ser tóxica para la fe, como lo saben muy bien
los norteamericanos, y con la prosperidad que el pueblo de Judá
disfrutó bajo los reyes Uzías y Jotam, había desarrollado su propio
sentido de suficiencia hasta el punto en que habían dejado de sentir
una necesidad verdadera de Dios. Para tener una idea de la clase
de corrupción que prevaleció en este tiempo, el lector solo necesita
leer el primer capítulo de Isaías o el tercero de Miqueas. Estos dos
profetas estuvieron en actividad durante el reinado de Jotam.
A pesar de lo corrupta que pudo haber sido la gente, por lo
menos su pastor fue fiel y verdadero. Las palabras que señalan la
diferencia principal entre Jotam y su padre no pudieron haberse
dicho mejor: “Jotam se hizo fuerte, porque preparó sus caminos
delante de Jehová, su Dios” (versículo 6). El poder de Jotam no lo
condujo a su propia caída porque había luchado contra el orgullo
que había arruinado a su padre (26:16); recordaba de donde
provenía todo su poder y resolvió jactarse en el Señor. Su fe fue
firme y constante.
306
2 Crónicas 27:1-9

Cuando reunimos toda la evidencia, vemos lo que el cronista


trata de decirnos. La impresión general que nos da Jotam es la de
un hijo que trabajó a la sombra de un padre más brillante. No tuvo
a su favor victorias aplastantes. En realidad el tiempo más o menos
corto de tres años del tributo amonita (versículo 5) parece indicar
que su gobierno sobre ellos fue relativamente limitado. No podía
afirmar que había reorganizado el ejército, ni su nombre iba a ser
inscrito en los anales extranjeros, como lo había sido el de su
padre. No todas las generaciones tienen que ser pioneras, y por
supuesto desde el punto de vista de Dios, es suficiente ser fiel.
Solo el espíritu de orgullo y competencia que existe dentro de
nosotros nos lleva a considerar que una vida así es aburrida. En
ocasiones se escucha a la gente decir (tal vez de un pastor con
dones que no son muy sobresalientes): “Oh, él es solo un tipo fiel”,
como si eso no fuera un milagro en sí mismo, ni un gran don de la
gracia de Dios. En opinión de algunas personas, Jotam bien pudo
haber sido más bien una persona común y corriente. Por lo visto,
su piedad no era del tipo que inspira a otros. Él “sencillamente”
fue fiel con los dones que Dios le había dado, “solo” fiel porque
le dio la gloria al Señor a lo largo de toda su vida. Es verdad que
una fidelidad como ésta no es nada ordinaria; es uno de los más
preciosos dones que Dios puede dar.

El reino de Dios bajo Acaz, un promotor del mal

Al continuar nuestro estudio de los reyes de Judá, nunca


debemos olvidar que el cronista estaba predicando un sermón
utilizando la historia como su texto. El gobierno de Dios sobre su
pueblo en el pasado tenía una aplicación directa, en opinión del
cronista, en el reino de Dios en el presente. Los pecados pasados
que habían hecho caer tan bajo al pueblo de Dios todavía eran una
amenaza para ellos. La gracia que los había conservado en el
pasado todavía gobernaba sobre todo. La misericordia del Señor
permanece para siempre.

307
2 Crónicas 28:1-4

Sabemos en particular que el pueblo que había regresado de


Babilonia estaba luchando con cuestiones de identidad. En un
mundo lleno de tantos “dioses” y “señores” ¿era en verdad el Dios
de Abraham el único Dios? ¿Entre tantas tribus y lenguas y
naciones, todavía podían ser el pueblo escogido? Si así era, ¿qué
hacía de ellos el pueblo escogido? ¿Era el Templo todavía el único
lugar donde Dios había puesto su nombre? ¿Vendría el Mesías
todavía a redimirlos? Los registros de los dos reyes siguientes,
Acaz y Ezequías, hablan directamente al tema de identidad. Ser
un verdadero hijo de Abraham es más que un vínculo de sangre;
ser un verdadero hijo de David es más que sentarse en un trono
dorado en Jerusalén.

Él guía al pueblo a la idolatría

28 Veinte años tenía Acaz cuando comenzó a reinar, y


dieciséis años reinó en Jerusalén: pero no hizo lo
recto ante los ojos de Jehová, a diferencia de su padre David.
2
Antes anduvo en los caminos de los reyes de Israel, y
además hizo imágenes fundidas a los baales. 3 Quemó
también incienso en el valle de los hijos de Hinom, e hizo
pasar a sus hijos por fuego, conforme a las abominaciones de
las naciones que Jehová había arrojado de la presencia de los
hijos de Israel. 4 Asimismo sacrificó y quemó incienso en los
lugares altos, en los collados y debajo de todo árbol frondoso.

Acaz se mantiene en un grupo selecto, el de los competidores


por el premio de “lo peor de lo peor”, cuando se trata de los reyes
de Judá. Mientras que su nieto Manasés pudo haberlo sobrepasado
en su devoción por los aspectos más deshonrosos de la adoración
idólatra, Manasés por lo menos se arrepintió al final de su vida.
En cuanto a Acaz, no vemos el más mínimo rayo de luz que alivie
la oscuridad; sus pecados fueron tan grandes que al final Judá no
se pudo reponer de ellos. Como un promotor del mal entre su
pueblo (28:19), le había causado una herida tal que el profeta
308
2 Crónicas 28:1-4

Jeremías después diría que era “incurable” (Jeremías 30:12). A


pesar de los esfuerzos de sucesores como Ezequías y Josías, las
prácticas idólatras promovidas bajo Acaz resultarían en la ruina
final de Judá.
“Pero no hizo lo recto ante los ojos de Jehová, a diferencia de
su padre David” (versículo 1). Acaz no se podía jactar
piadosamente como su antepasado Abías lo había hecho una vez
ante Jeroboam y los israelitas, diciendo: “Jehová es nuestro Dios
y no le hemos dejado” (13:10). En cambio, era culpable de todas
las mismas cosas que hacía mucho tiempo Abías les había
reprobado a sus hermanos del norte. Hizo imágenes de fundición
tal como Jeroboam lo había hecho (versículo 2; compare con
13:8). Entregó su alma al servicio de dioses que no eran dioses
(versículos 3,4,23-25; compare con 13:9). Practicó y fomentó la
adoración idólatra en los lugares altos (versículo 4; compare con
1 Reyes 13:33,34). Lo peor de todo, al igual que Jeroboam, Acaz
le impidió a su pueblo encontrar a Dios en el Templo, el único
lugar donde se podía encontrar al verdadero Dios (28:24,25;
compare con 1 Reyes 12:26-30).
Todo lo que había hecho que el pueblo de Dios en el Sur fuera
diferente: el Templo, el sacerdocio, el trono, Acaz lo profanó y lo
corrompió. Era el heredero físico de David, y sin embargo era el
pariente espiritual de Jeroboam, ya que se comportaba mucho más
como un rey de Israel que como un rey de Judá (versículo 2; vea
también 28:19 donde se le menciona de manera indiscutible como
“rey de Israel”). En realidad, catalogarlo como si se pareciera a
los reyes de Israel sería casi elogiarlo. En sus impulsos paganos
era más como “las naciones que Jehová había arrojado de la
presencia de los hijos de Israel” (versículo 3). En resumen, durante
el reino de Acaz Judá se hizo culpable no solo de todos los pecados
por lo que los profetas habían llamado a Israel al arrepentimiento,
sino de muchos más.
El cronista menciona en particular que Acaz “hizo pasar a sus
hijos por fuego” en el valle de los hijos de Hinom. Esta práctica
horrible, estrictamente prohibida por la Ley (Deuteronomio
309
2 Crónicas 28:5-8

18:10), por lo visto era una forma especial de apaciguar al dios


amonita Moloc (Jeremías 32:35). El valle donde esto tuvo lugar,
situado cerca de Jerusalén, después le dio su nombre (muy
apropiadamente) al lugar de tormento final. Geh (“valle de”)
Hinnom fue acortado en el tiempo de Jesús simplemente a
gehenna, uno de los nombres bíblicos para infierno. La
abominación de sacrificar a los propios hijos resurgiría después en
el reinado de Manasés y, triste es decirlo, persistiría en Judá hasta
los días de la reforma de Josías (2 Reyes 23:10).

Dios lo entrega a Siria y a Israel

5
Por lo cual Jehová, su Dios, lo entregó en manos del rey
de los sirios, los cuales lo derrotaron, y le tomaron gran
número de prisioneros que llevaron a Damasco. Fue también
entregado en manos del rey de Israel, el cual le causó una
gran mortandad. 6 Y Peka hijo de Remalías mató en Judá en
un día a ciento veinte mil hombres valientes, por cuanto
habían abandonado a Jehová, el Dios de sus padres.
7
Asimismo Zicri, hombre poderoso de Efraín, mató a
Maasías, hijo del rey, a Azricam, su mayordomo, y a Elcana,
segundo después del rey. 8 También los hijos de Israel
tomaron cautivos de sus hermanos a doscientos mil, entre
mujeres, muchachos y muchachas, además de haber tomado
de ellos mucho botín que llevaron a Samaria.

Es evidente que en el profeta Isaías y en el libro de Reyes Peka


y Rezín, rey de Siria que se mencionan en el versículo 5, habían
formado una coalición en contra de Asiria, en la que quisieron que
Acaz participara. Si no quería, Peka y Rezín lo reemplazarían con
un rey que sí quisiera. Por los años 730 a.C., el poder del Imperio
Asirio se estaba haciendo sentir en la región, a tal extremo que
Siria e Israel, que una vez habían sido enemigos acérrimos, estaban
convencidos de que era mejor que cooperaran mutuamente.
Cualquiera que no estuviera de acuerdo se consideraba hostil (vea
310
2 Crónicas 28:9-15

2 Reyes 16:5,6; Isaías 7:1-6). El escritor de Reyes nota que los dos
gobernantes fracasaron en su objetivo final de que Judá formara
parte de su alianza, aunque sí lograron darle un golpe muy severo.
El cronista no está tan interesado en la política militar de la
región como en tomar nota cuidadosa de los juicios de Dios. En
las campañas de los reyes de Israel y de Siria contra Judá, ve el
castigo de Dios sobre un rey que lo ha abandonado, “por lo cual
Jehová, su Dios, lo entregó” (versículo 5). El rey y su pueblo
sufrieron pérdidas espantosas. Los sirios no sólo tomaron
prisioneros a muchos de los de Judá, sino que el rey Peka mató en
un día a 120,000 de sus soldados; entre ellos estaban el hijo del
rey Acaz, su mayordomo real, y quien le seguía en el mando
(versículos 5-7). Todo esto fue el castigo justo para de Judá porque
el pueblo “[había] abandonado a Jehová, el Dios de sus padres”
(versículo 6). A los de Judá que se habían negado obstinadamente
a honrarlo como su Dios, el Señor les dijo: “ustedes no son mi
pueblo”.
El cronista también menciona una gran cantidad de botín y de
cautivos que el ejército de Israel se llevó de Judá. Esos cautivos
ocupan el centro de la escena en la siguiente historia.

Los hombres de Israel actúan con más justicia


que los de Judá

9
Había entonces allí un profeta de Jehová que se llamaba
Obed, el cual salió delante del ejército cuando entraba en
Samaria y les dijo:
—Jehová, el Dios de vuestros padres, por el enojo contra
Judá, los ha entregado en vuestras manos; y vosotros los
habéis matado con tal ira que ha llegado hasta el cielo. 10 Y
ahora habéis determinado sujetar a vosotros a Judá y a
Jerusalén como siervos y siervas; pero ¿no habéis pecado
vosotros contra Jehová, vuestro Dios? 11 Oídme, pues, ahora,
y devolved a los cautivos que habéis tomado de vuestros
hermanos; porque Jehová está airado contra vosotros.
311
2 Crónicas 28:9-15
12
Entonces se levantaron algunos hombres de los
principales de los hijos de Efraín, Azarías hijo de Johanán,
Berequías hijo de Mesilemot, Ezequías hijo de Salum, y
Amasa hijo de Hadlai, contra los que venían de la guerra.
13
Y les dijeron:
—No traigáis aquí a los cautivos, porque el pecado contra
Jehová estará sobre nosotros. Vosotros tratáis de añadir
sobre nuestros pecados y sobre nuestras culpas, siendo muy
grande nuestro delito, y el ardor de la ira contra Israel.
14
Entonces el ejército dejó los cautivos y el botín delante de
los príncipes y de toda la multitud. 15 Y se levantaron los
hombres nombrados, tomaron a los cautivos, y del botín
vistieron a los que de ellos estaban desnudos; los vistieron,
los calzaron, les dieron de comer y de beber, los ungieron y
condujeron en asnos a todos los débiles, y los llevaron hasta
Jericó, ciudad de las palmeras, cerca de sus hermanos; y
ellos volvieron a Samaria.

En ese tiempo el reino del Norte estaba por desaparecer,


hablando espiritualmente. Todos los profetas estaban de acuerdo
en que el pueblo estaba listo para el juicio. En el año 721 a.C.,
menos de 15 años después de los acontecimientos que se registran
aquí, Samaria caería bajo la arremetida del poder asirio. Sin
embargo, no debemos interpretar las declaraciones de los profetas
ni los juicios de Dios contra ellos para decir que cada uno de los
israelitas estaba más allá de la restauración espiritual. Es evidente
que este no era el caso, como esta extraordinaria historia lo
muestra y como la Pascua de Ezequías lo demostrará después
(30:11). Todavía había en Israel algunos que responderían al
llamado del profeta al arrepentimiento.
Un hombre salió valientemente para hacerle frente a una
hueste victoriosa censurándole sus pecados. Ese hombre era Obed,
el profeta de Dios. Para Obed, aquí el asunto era esta pregunta:
¿Quién es mi hermano y cómo debo tratarlo? Era necesario tener
un gran valor espiritual para ponerse delante de un ejército y
312
2 Crónicas 28:9-15

decirles que la única razón por la que habían ganado no se debía


a sus proezas en la batalla sino más bien debido a que “Jehová, el
Dios de vuestros padres, por el enojo contra Judá, los ha entregado
en vuestras manos” (versículo 9). El Dios del pacto no pasaría por
alto a los que eran tan perversos como para matar a sus propios
hermanos “con tal ira que ha llegado hasta el cielo” (versículo 9).
Además de eso, los israelitas tenían pensado agregar pecado sobre
pecado esclavizando a los hombres y mujeres de Judá que habían
capturado.
La pregunta que Obed luego planteó (versículo 10) tuvo
mucho del contenido de la que el ladrón arrepentido en la cruz le
hizo a su hermano impenitente cuando le dijo: “¿Ni siquiera temes
tú a Dios, viendo que estás bajo la misma sentencia de
condenación?” (Lucas 23:40). Obed dice: “¿No pueden ver la
verdad al estar alardeando aquí por su victoria, mientras que los
gemidos y llantos de sus hermanos y hermanas cautivos están
resonando en sus oídos? ¿No saben que ustedes son tan culpables
de pecados contra el Señor como cualquiera de los que ustedes
mataron? ¿No temen a la ira de Dios?” Si existía alguna
posibilidad de que reconocieran su condición pecadora, si había
alguna esperanza de que la misericordia de Dios por los pecadores
encendiera una chispa de amor en su corazón, entonces sólo les
queda una cosa por hacer: debían demostrar que conocían al Señor.
Como él es el Dios misericordioso y fiel, ellos debían demostrar
que le pertenecían a él, al “[devolver] los cautivos que [habían]
tomado de [sus] hermanos” (versículo 11).
En ese momento clave, algunos de los jefes de Israel dieron
un paso adelante. Al quedar impresionados con las palabras del
profeta y horrorizados por lo que vieron, se pusieron en frente de
su propio ejército y dijeron: “No traigáis aquí a los cautivos,
porque el pecado contra Jehová estará sobre nosotros” (versículo
13). Claramente, estos hombres habían escuchado las advertencias
del profeta, no sólo las de Obed, sino también las de todos los
profetas a que Dios le había enviado a Israel. Reconocieron que
eran una nación a la que Dios le iba a poner la plomada y que ya
313
2 Crónicas 28:9-15

estaba madura para el juicio, como el profeta Amós lo había dicho


(Amós 7,8). “Vosotros tratáis de añadir sobre nuestros pecados y
sobre nuestras culpas, siendo muy grande nuestro delito, y el ardor
de la ira contra Israel” (versículo 13).
Notable y milagrosamente, “el ejército dejo los cautivos y el
botín delante de los príncipes y de toda la multitud” (versículo 14).
Aun más notable es el amor que presenciamos a continuación, el
amor por los hermanos a quienes la guerra los había convertido en
enemigos. En hebreo se describe como una serie de verbos: “Los
hombres de Israel vistieron a los cautivos, pusieron sandalias en
sus pies, los alimentaron, les dieron a beber agua y ungieron sus
heridas con aceite; entonces pusieron sobre sus burros a todos los
que no podían estar de pie y los llevaron hasta Jericó cerca a donde
vivían sus hermanos.”
Nuestro Señor cuenta en Lucas 10 la parábola del buen
samaritano; esa historia memorable tiene sus raíces en este relato
histórico. Ambos relatos responden a la pregunta del maestro de
la Ley: “¿Y quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29). También los
dos responden la pregunta ¿Quién pertenece verdaderamente a
Israel? El título “sacerdote” o “levita” no hacen que alguien sea
apto para que lo cuenten entre los fieles. Si la falta de compasión
por un hermano necesitado lo hacía pasar de largo, con eso
mostraba que no tenía sentido la misericordia de Dios en su
corazón. Y si un samaritano, alguien que por nacimiento no tenía
el derecho de ser contado entre el pueblo de Dios, venía y
demostraba su fe, entonces le demostraba hasta al observador con
más prejuicios que desde luego era un verdadero israelita. Nadie
teme a Dios verdaderamente ni trata a su prójimo con justicia
excepto quienes saben que su inmensa deuda de pecado ha sido
perdonada misericordiosamente.
De modo parecido, estos hombres de Israel precisamente en
el momento en que Judá llevaba una vida impía bajo un rey
también impío, demostraron ser quienes verdaderamente temían a
Dios y que eran los auténticos descendientes del creyente
Abraham. El cronista le dice a su pueblo que para ser un hijo de
314
2 Crónicas 28:16-21

Dios se requiere más que sólo tener el nombre de “hijo de


Abraham” pintado en la roca de un corazón impenitente. Para ser
un hijo de David se requiere algo más que simplemente sentarse
en el trono de oro como lo hizo Acaz, no es suficiente sólo
venerarlo de dientes para afuera en su Templo, como lo hizo el
pueblo de Judá, para tener compañerismo con el Dios verdadero.
La gracia de Dios es tal que aunque él se dispone a pronunciar
juicio sobre muchos, siempre habrá algunos a quienes él conserva
como suyos. Entre la multitud de los que no le pertenecen siempre
habrá algunos que son llamados “su pueblo”, que son llamados a
la fe.

Acaz busca ayuda que no es ayuda

16
En aquel tiempo envió el rey Acaz a pedir ayuda a los
reyes de Asiria. 17 Porque también los edomitas habían
venido y atacado a los de Judá, y habían llevado cautivos.
18
Asimismo los filisteos se habían extendido por las ciudades
de la Sefela y del Neguev de Judá, y habían tomado Bet-
semes, Ajalón, Gederot, Soco, Timna y Gimzo, con sus
respectivas aldeas; y habitaban en ellas. 19 Porque Jehová
había humillado a Judá por causa de Acaz, rey de Israel, por
cuanto éste había actuado con desenfreno en Judá y había
pecado gravemente contra Jehová.
20
También vino contra él Tiglat-pileser, rey de los asirios,
quien lo sitió en vez de ayudarlo. 21 Aunque Acaz despojó la
casa de Jehová, la casa real y las casas de los príncipes, y lo
dio todo al rey de los asirios, éste no lo ayudó.

El rey Acaz ahora se encontraba atacado por todos los lados.


Al norte estaba la amenaza de Israel; desde el noreste el rey Rezín
de Siria había puesto al rey de Judá en su mira. Como percibían
que era una oportunidad de oro, los edomitas al sur se deshicieron
del yugo davídico bajo el cual habían trabajado esporádicamente
durante tantos años (versículo 17; vea también 2 Reyes 16:6).
315
2 Crónicas 28:16-21

Hasta los filisteos pudieron ocupar territorio entre las ciudades de


Judá en las estribaciones occidentales (versículo 18). El impío rey
Acaz había perdido todo lo que el buen rey David había ganado
en otro tiempo. Por causa de su infidelidad, Acaz perdió ese gran
reposo que Dios una vez le había dado a su pueblo mediante su
fiel antepasado (vea 1 Crónicas 17). Desde ahora hasta que fueran
llevados al exilio, los enemigos importantes y poderosos acosarían
constantemente al pueblo de Dios.
Aquí, Acaz cometió el disparate político y espiritual más
grande de su vida: “Envió el rey Acaz a pedir ayuda a los reyes de
Asiria” (versículo 16). Esto mostró una inteligencia como la de
una gallina que invitó al lobo al gallinero porque estaba cansada
de que las otras gallinas la fastidiaran. Sin embargo, mucho más
allá de ser una jugada política torpe, fue un acto de absoluta
infidelidad (versículo 19). El Señor había comisionado
específicamente al profeta Isaías para que consolara al asediado
rey. “Dile [a Acaz]: ‘Cuídate y ten calma; no temas ni se turbe tu
corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean, por el
ardor de la ira de Rezín y de Siria, y del hijo de Remalías. La
cabeza de Efraín es Samaria y la cabeza de Samaria, el hijo de
Remalías. Si vosotros no creéis, de cierto no
permaneceréis.’...‘Pide para ti una señal de parte de Jehová tu
Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo o de arriba en
lo alto’” (Isaías 7:4,9,11).
Acaz, escondiendo su falta de confianza bajo una falsa
máscara de piedad, respondió: “No pediré ni tentaré a Jehová”
(Isaías 7:12). Sus hermanos en Israel escucharon los mensajes
severos de duro juicio y respondieron con arrepentimiento y fe
(28:12-15). En contraste, Acaz escuchó el mensaje que estaba lleno
de consuelo y no obstante respondió con una incredulidad
manifiesta. Dios lo había invitado a pedir una señal para confirmar
la misericordiosa promesa de ayuda. Y cuando Acaz se negó,
frente a su incredulidad Dios puso la señal más grande de todas:
la señal de Emanuel que nacería de una virgen (Isaías 7:14).

316
2 Crónicas 28:22-27

Nunca antes un rey había recibido tanto y había hecho tan poco
con ello. Acaz prefirió la ayuda de un tirano asirio depravado a la
ayuda del Dios misericordioso. Obtuvo lo que había pedido. “Vino
contra él Tiglat-pileser, rey de los asirios, quien lo sitió en vez de
ayudarlo” (versículo 20). La única manera en que Acaz podía
obtener aunque fuera un alivio temporal del depredador asirio fue
comprándolo con cualquier tesoro que quedara en las varias
tesorerías de Jerusalén (versículo 21). Qué otra cosa se puede decir
de un rey como éste, excepto que “había pecado gravemente contra
Jehová” (versículo 19).

Todos sus problemas lo llevan a hacer un mal mayor en vez de


arrepentirse

22
Además el rey Acaz, en el tiempo que aquél lo apuraba,
añadió mayor pecado contra Jehová; 23 porque ofreció
sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado,
y dijo: «Puesto que los dioses de los reyes de Siria les
ayudan, yo también ofreceré sacrificios a ellos para que me
ayuden». Pero estos fueron la causa de su ruina y la de todo
Israel. 24 Además de eso recogió Acaz los utensilios de la casa
de Dios, los quebró, cerró las puertas de la casa de Jehová y
se hizo altares en todos los rincones de Jerusalén. 25 Hizo
también lugares altos en todas las ciudades de Judá, para
quemar incienso a los dioses ajenos, provocando así a ira a
Jehová, el Dios de sus padres.
26
Sus demás hechos y todos sus caminos, los primeros y los
últimos, están escritos en el libro de los reyes de Judá y de
Israel. 27 Durmió Acaz con sus padres y lo sepultaron en la
ciudad de Jerusalén, pero no lo metieron en los sepulcros de
los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Ezequías.

En unos apuros tan horrorosos, se podría pensar que el rey


Acaz hubiera vuelto a su sano juicio. Como dice el refrán:

317
2 Crónicas 28:22-27

“Cuando se está acostado de espaldas, solo se puede mirar hacia


arriba”. No fue así con el rey Acaz. El único efecto que tienen los
problemas en algunas personas es que los endurecen aun más en
su incredulidad. Leemos una perfecta descripción de la mente
pagana en funcionamiento: “Ofreció sacrificios a los dioses de
Damasco que lo habían derrotado, y dijo: ‘Puesto que los dioses
de los reyes de Siria les ayudan, yo también ofreceré sacrificios a
ellos para que me ayuden’” (versículo 23).
Parece improbable que estos versículos se refieran al mismo
incidente que se relata en 2 Reyes 16:10-14. Allí se nos dice que
al rey Acaz lo llamaron a Damasco para que se reuniera con su
soberano, Tiglat-pileser. Mientras estaba en esa ciudad, un altar
magnífico cautivó su corazón incrédulo; le envió planos del altar
a Uzías el sacerdote, para que se erigiera uno igual en el templo
del Señor. El único punto similar entre las dos historias es la
mención de Damasco. Aquí, en 2 Crónicas, parece que tenemos
un relato de algo que ocurrió inmediatamente después de que Siria
había derrotado a Acaz. En vez de una copia de un altar pagano
que se usaría en la adoración al Señor, vemos que Acaz adora
abiertamente a los dioses de Damasco. La lógica de Acaz se parece
a la que nos imaginamos que Amasías usó para justificar su
adoración a los dioses que capturó en Edom (vea el comentario a
25:14).
Puede ser útil hacer aquí una pausa por un momento para
considerar de nuevo el punto de vista pagano como la vemos
ilustrado en Acaz, especialmente cuando también detectamos que
los Estados Unidos están cada vez más bajo su influencia. La
disposición mental pagana tiene como fundamento la tolerancia,
la comprensión y la complacencia con todo punto de vista excepto
las pretensiones absolutas de la única fe verdadera. Se siente
perfectamente libre de establecer toda clase de altares diferentes
en todas las esquinas de las calles y en todas las ciudades
(versículos 24,25; vea también 28:4). Al principio hasta puede
tolerar a la verdadera religión junto con la falsa, así como Acaz lo
hizo al principio con la adoración en el Templo. Pero eso no es
318
2 Crónicas 28:22-27

más que hacer apuestas compensatorias, y tarde o temprano llega


el momento en que las exigencias del Señor acerca de una
adoración exclusiva se hacen demasiado pesadas para soportarlas.
Entonces las puertas del templo se tienen que cerrar y los utensilios
del templo se sacan (versículo 24).
La disposición mental pagana, profundamente calculadora,
quiere ver de inmediato el beneficio que obtiene por su inversión
en la adoración; si parece que los dioses de Siria “ayudan”,
entonces desea adorar a los dioses de Siria (versículo 23). Si
fracasan, probará con otros. Es impaciente con los llamados a
caminar en la fe (Isaías 7:9) y con las señales misteriosas que
invitan a los creyentes a depositar su esperanza en cosas que no se
ven (Isaías 7:14). No quiere saber nada de la gloria de la cruz,
porque la gloria de la cruz no se puede ver. Sobre todo la mente
pagana debe ver, oír y sentir que el dios al que adora le da la ayuda
solicitada.
Como resultado, la mente pagana se vuelve aun más inquieta
y se ve forzada a encontrar su seguridad metiéndose en miles de
callejones sin salida. En el transcurso de esta búsqueda, es capaz
de hacer tremendos sacrificios y de realizar grandes actos de
abnegación. Hasta es capaz de sacrificar a sus propios hijos por la
causa (28:3). Pero no encuentra reposo en su inquieto extravío y
tampoco halla seguridad en ninguna de sus obras de justicia. No
conoce ni siquiera la milésima parte de la gran alegría y de la
certeza que todo creyente tiene en la victoria perfecta que Cristo
ha ganado sobre todos sus enemigos. Cualesquiera que sean las
verdades que la disposición mental pagana logra descubrir por sí
misma, una vez se sintetizaron claramente en el estribillo que era
uno de los favoritos de Lutero:
Yo vivo. Cuánto tiempo, no lo sé:
Debo morir, pero no sé cuándo me iré;
Paso, pero no sé a dónde.
Mi alegría me sorprende.*
* Luther’s Works, American Edition, Vol 24, p, 44.

319
2 Crónicas 28:22-27

Este es un capítulo en el que pesan las nubes tormentosas de


la ira de Dios, que llenan de oscuridad a su pueblo, y hay apenas
unos rayos de sol para aliviar la oscuridad. “Por lo cual Jehová, su
Dios, lo entregó. . . . Jehová había humillado a Judá. . . . [Acaz
provocó] así a ira a Jehová, el Dios de sus padres” (versículos
5,19,25). Aunque el cronista no lo describió, por supuesto los
lectores no desconocían el hecho de que durante el reinado de Acaz
Israel, el reino del Norte, dejó de existir como un reino. En este
momento, puede ser un proyecto provechoso leer otra vez 2 Reyes
17, que da un excelente repaso de la caída del reino del Norte.
En este capítulo hemos visto que hasta los jefes de Israel
reconocieron que merecían el castigo de Dios: “nuestras culpas,
siendo muy grande nuestro delito, y el ardor de la ira contra Israel”
(versículo 13). Dios había sido como un esposo con su pueblo; lo
amó, lo conservó, le advirtió y lo castigó. Pero no querían
escuchar. Persistieron en su propio camino y en seguir a otros
dioses.
August Pieper, uno de los más grandes teólogos del Sínodo de
Wisconsin, una vez escribió sobre la ira de Dios que vio descender
sobre su propia nación. Al comentar sobre la proclamación que
hace Pablo de la ira de Dios en Romanos 1 y 2, dijo: “El juicio de
Dios será mucho más terrible que el que cayó sobre el antiguo
mundo pagano, ya que el mundo hoy no sólo ha resistido el
testimonio de la creación y de la conciencia, sino además, el
testimonio del Espíritu de Dios en el Evangelio de Cristo” *
Los Estados Unidos han tenido el privilegio de oír la
proclamación de la gracia de Dios libremente durante varios
centenares de años. Ahora parecen estar cayendo en un paganismo
nunca soñado en el año 1926 cuando Pieper escribió esas palabras.

* August Pieper, “The Judgment of God on the ungodly”. Un ensayo leído


en la reunión del Western Wisconsin District de la Ev. Lutheran Joint Synod
of Wisconsin and other States, celabrada en Beaver Dam, Wisconsisn, del 15
al 22 de junio de 1926. De la reciente actualización del pastor Thomas Jeske
de la propia traducción de Pieper. Cursiva en el original.

320
2 Crónicas 28:22-27

Nosotros también debemos confesar que “nuestras culpas ya son


demasiado grandes”. Que Dios nos ayude a todos a reconocer las
señales de los tiempos, y que él nos siga dando el don de un
corazón penitente. También para nosotros es de suma importancia
que recordemos los otros puntos que el cronista enfatiza en este
capítulo. Si en Israel había algunos que iban a responder a la
palabra de Dios hasta la última hora, podemos tener la confianza
de que también habrá algunos que escucharán y creerán en
nuestros días grises y finales. Y por eso seguiremos predicando la
Palabra, tal como el cronista, ya sea que parezca a tiempo o fuera
de tiempo.

El reino de Dios bajo Ezequías: reforma y renovación

Después de una tormenta fuerte y violenta, hay momentos en


los que el sol atraviesa las nubes nuevamente con tal resplandor
que nos quita la respiración. ¿Cómo podemos explicar en puros
términos humanos la súbita aparición de un rey como Ezequías?
Como el sol, él irrumpió a través de las nubes de iniquidad e hizo
brillar la luz de Dios. En la historia de Ezequías, vemos otra vez
con mucha claridad que la gracia de Dios es un don que supera
toda medida, algo contrario a cualquier expectativa o
merecimiento humano.
En el capítulo anterior, el cronista demostró cómo Dios había
puesto tanto a Israel como a Judá bajo ira, para que pudiera tener
misericordia de ambos. Vemos ya en acción señales de esa
misericordia en el arrepentimiento que les otorgó a algunos
israelitas aun a última hora, cuando estaban listos para el juicio.
De modo parecido, bajo Acaz, Judá había quebrantado el pacto y
había perdido todo el derecho de ser llamado pueblo de Dios.
¿Cómo se podría atrever a esperar misericordia? Por supuesto no
por algún cálculo humano de mérito ni de culpa. Sin embargo, los
pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos; por gracia,
él escogió a Israel para que fuera suya, y el resultado histórico es
que surge un rey como Ezequías.
321
2 Crónicas 29:1-11

El primer paso: se limpia el Templo

Ezequías recluta a los levitas y a los sacerdotes


para el servicio del Señor

29 Comenzó a reinar Ezequías a los veinticinco años de


edad, y reinó veintinueve años en Jerusalén. El
nombre de su madre era Abías, hija de Zacarías. 2 E hizo lo
recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que
había hecho David, su padre.
3
En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió
las puertas de la casa de Jehová y las reparó. 4 Hizo venir a
los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental 5 y les
dijo: «¡Oídme, levitas! Santificaos ahora, y santificad la casa
de Jehová, el Dios de vuestros padres; sacad del santuario la
impureza. 6 Porque nuestros padres se han rebelado y han
hecho lo malo ante los ojos de Jehová, nuestro Dios; porque
le dejaron, apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová
y le volvieron las espaldas. 7 Y aun cerraron las puertas del
pórtico, apagaron las lámparas y no quemaron incienso ni
sacrificaron holocausto en el santuario al Dios de Israel. 8 Por
tanto, la ira de Jehová ha venido sobre Judá y Jerusalén, y
los ha entregado a turbación, espanto y burla, como veis
vosotros con vuestros ojos. 9 Por eso nuestros padres han
caído a espada, y nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras
mujeres fueron llevados cautivos. 10 Ahora, pues, yo he
determinado hacer pacto con Jehová, el Dios de Israel, para
que aparte de nosotros el ardor de su ira. 11 Hijos míos, no os
engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros
para que estéis delante de él y le sirváis, seáis sus ministros y
le queméis incienso.»

Antes de que hablemos plenamente del reinado de Ezequías,


debemos considerar con brevedad la cronología enigmática de este
rey, ya que nos es difícil precisar el año exacto cuando se hizo rey.
322
2 Crónicas 29:1-11

La dificultad principal que tenemos es armonizar 2 Crónicas 29:1


con 2 Reyes 18:1,9,10. En pocas palabras, estos capítulos de
Crónicas parecen hablar de un reino de Ezequías que comenzó
bastante después de la caída de Samaria ante los asirios en el año
721 a.C. Sin embargo, 2 Reyes 18 fija el comienzo del reinado de
Ezequías con Oseas, el último rey de Israel, y pone la caída de
Samaria en el año sexto del gobierno de Ezequías. En otras
palabras, Ezequías ya estaba en el trono mucho antes del fin del
reino del Norte. Hasta ahora nadie ha presentado ninguna
explicación completamente satisfactoria para esta dificultad.
Si consideramos que 2 Reyes reconoce el reinado de Ezequías
desde el tiempo en que gobernó junto con Acaz, su padre, se alivia
en algo la presión. Entonces podemos suponer que el cronista
habla del primer año de Ezequías (29:1) con referencia a su primer
año como único gobernante, y las grandes reformas que inició
Ezequías podrían tener como fecha el año 716 a.C. Supondremos
esta fecha en la interpretación que sigue, aunque estamos muy
conscientes de que quedan algunas dificultades. La mejor solución
en todas las circunstancias como éstas es hablar de lo que sabemos
y dejarle lo que no sabemos a Dios, cuya Palabra es verdad.
Para quien está familiarizado con 1 y 2 Crónicas,
especialmente con las descripciones de David y Salomón, es fácil
ver que el cronista cuenta la historia de Ezequías de tal modo que
destaca las semejanzas entre Ezequías y sus importantes
antepasados. “Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a
todas las cosas que había hecho David, su padre” (versículo 2). Es
difícil no darse cuenta del punto de vista del cronista. Ezequías
llevó a su pueblo al Señor en arrepentimiento y en una renovación
total del pacto que incluyó a todo Israel (vea 29:24; 30:14). Iba a
comenzar en el Templo, ya que la casa de Dios había sido
contaminada y profanada bajo Acaz. Con esa obra, Ezequías
demostró que era un verdadero hijo de David: el que planeó el
Templo, y de Salomón: el que construyó el Templo.
Como Salomón, Ezequías desde el principio mostró interés por
la casa del Señor. Sus esfuerzos de restauración comenzaron “en
323
2 Crónicas 29:1-11

el primer año de su reinado, en el mes primero” (versículo 3;


compare con los capítulos 1 y 2). Como es natural, se dirigió
primero a las puertas del Templo, que su padre había cerrado. Al
volver a abrirlas estaba declarando sus intenciones. A continuación
reunió a los ministros llamados del Señor, los sacerdotes y los
levitas. Estaba determinado a encausarlos en las filas de los fieles
del Señor y a reclutarlos nuevamente para el servicio de los
preciosos medios de gracia de Dios del Antiguo Testamento.
Al dirigirse a ellos, notamos que Ezequías vio su oficio como
algo más de acuerdo con la persuasión evangélica que como un
mandato imperioso. Comenzó volviendo a contarles en detalle los
pecados que el rey anterior cometió. De esa forma mostró cuánto
necesitaba el pueblo de Dios una renovación. “Nuestros padres se
han rebelado. . . . apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová
y le volvieron las espaldas” (versículo 6). El rey dijo que todo el
problema de ellos era espiritual; tenía sus raíces en que el pueblo
de Dios se apartó irracionalmente de vivir en la presencia del
Señor y de buscar al Señor en su morada terrenal. Mostraron su
desprecio por la gracia de Dios, prefiriendo la oscuridad a la luz.
Entonces, no era sorprendente que el corazón que se aburría de la
gracia hiciera surgir hechos que merecían la muerte. Aquí nos
damos cuenta de que cuando el rey cerró las puertas del Templo,
también le puso fin a la adoración normal. No se habían encendido
las lámparas, no se había quemado incienso, no se habían ofrecido
sacrificios.
El rey siguió diciendo que, como consecuencia, la ira del Señor
cayó sobre su pueblo, y que experimentaron el castigo justo de
quienes quebrantan el pacto. “[Dios] . . . los ha entregado a
turbación, espanto y burla” (versículo 8; vea también
Deuteronomio 28:25,37; Jeremías 24:9; 29:18; 34:17). La ira de
Dios tampoco era algo hipotético, una amenaza sólo de palabras y
no de hechos. El pueblo mismo había sufrido su ira; había visto,
con sus propios ojos, la muerte y el cautiverio que la guerra causó
(versículo 9).

324
2 Crónicas 29:1-11

“Ahora, pues, yo he determinado hacer pacto con Jehová el


Dios de Israel, para que aparte de nosotros el ardor de su ira”
(versículo 10). Podemos preguntar ¿Sobre qué base? Ellos por
supuesto habían quebrantado el pacto de Sinaí, el pacto de la Ley.
Allí no se podía escapar de la ira de Dios. Como pueblo, no podían
mostrar ningún hecho excelente ni ningún amor fervoroso que los
pudiera recomendar ante el Todopoderoso. No le podían pedir a
Dios lo que merecían, porque sólo merecían su ira y su castigo.
Sin embargo, se podían consolar con el pacto de gracia que el
Señor había hecho con Abraham; ellos podían encontrar reposo
en las misericordias seguras de David (vea 1 Crónicas 17; 2
Crónicas 6:42; Isaías 55:3). Ese fue el pacto que, a fin de cuentas,
hizo al Señor, “el Dios de Israel” (versículo 7). Ese pacto se
fundamentó puramente en la decisión misericordiosa de Dios y en
su promesa de enviar al mundo un Salvador por medio del linaje
real de David. Y Dios puso esa gracia en el Templo; ahí puso su
nombre y prometió que lo podían encontrar. Aquí recordamos,
como Ezequías debió haber recordado, las palabras con las que
una vez Salomón oró en la dedicación del Templo: “Cuando tu
pueblo Israel . . . por haber pecado contra ti … se convierte, y
confiesa tu nombre, si ruega delante de ti en esta Casa, tú oirás
desde los cielos, perdonarás el pecado de tu pueblo Israel”
(6:24,25). El Señor no desprecia al corazón contrito y humillado.
Sobre esa base, Ezequías podía estar absolutamente seguro de que
Dios apartaría el ardor de su ira (versículo 10).
Una vez Lutero comentó que Dios no prorrumpe en ira para
“perpetuar el miedo de los que reconocen su pecado y están
atemorizados”. * En la vida de los creyentes puede haber ocasiones
en las que son culpables de un gran pecado; en ese caso no se
encuentra esperanza cuando se corre de aquí para allá, ni podemos
satisfacer a Dios tratando de portarnos muy bien. Nadie encontrará
consuelo de ese modo porque ninguna de nuestras obras jamás será
lo suficientemente buena para expiar aunque sea un solo pecado.
* Luther’s Works, American Edition, Vol. 24, p. 61.

325
2 Crónicas 29:1-11

Lo mejor que podemos decir de lo bueno que hacemos es: “hemos


hecho lo que debíamos hacer” (vea Lucas 17:10). No hemos
borrado la culpa por el mal que hemos cometido.
Sin embargo, cuando recordamos la gracia de nuestro
bautismo, encontramos un verdadero refugio; encontramos el lugar
donde todos los pecados han sido lavados para siempre. En el
bautismo, Dios hizo un pacto con nosotros que es tan invariable y
seguro como el que hizo con Abraham o David. Y no es extraño
que nos sintamos igualmente seguros: es el mismo pacto basado
en la sangre de Cristo. Cuando volvemos a nuestro bautismo en
arrepentimiento y fe, podemos estar seguros de que Dios no nos
tratará con ira.
Profundamente consciente de la gracia de Dios para todos,
Ezequías se dirige a los levitas reunidos como “hijos míos”
(versículo 11). Enseguida les recordó el llamamiento especial que
habían recibido como trabajadores de tiempo completo, a quienes
el Señor había llamado. Es verdad que sacerdotes como Uzías
habían deshonrado la casa de Leví al llegar a un acuerdo con el
mal (vea el comentario anterior en 28:22-27). Sin embargo, los
dones de Dios y su llamado son irrevocables (Romanos 11:29).
Ellos todavía eran los servidores del Señor, escogidos “para que
estéis delante de él y le sirváis, seáis sus ministros y le queméis
incienso” (versículo 11).
Es aquí donde todos los ministros de Cristo deben encontrar
la certeza de quienes son en realidad. Han sido llamados a servir
al Señor por medio de su iglesia. Si hacen que su sentido de
identidad venga del éxito que logran, se dirigen alegremente hacia
la trampa del demonio; él los inflará con orgullo, o los atormentará
con el sentimiento de sus propias deficiencias culpables.
Asimismo, aquí todo el pueblo de Dios debe encontrar la seguridad
de que su pastor, su profesor o profesora es el hombre o la mujer
de Dios escogido para ellos. No vamos a considerar la vida
corrupta de los muchos que nos rodean y afirman que son siervos
de Dios, pero en realidad no lo son. Tampoco debemos sucumbir
ante la ironía del cínico que se encoge de hombros y dice: “¿Quién
326
2 Crónicas 29:12-19

nos puede mostrar algo bueno?” Esto no es un asunto que se deba


juzgar por la pureza de la vida de nuestro maestro (aunque tenemos
todo el derecho de esperar que sea correcto en su
comportamiento); tampoco se decide por la calidad electrizante de
la predicación de nuestro pastor (aunque tenemos todo el derecho
de esperar que sea fiel). Cuando nos preguntamos si nuestros
pastores o maestros son verdaderamente siervos del Señor,
debemos llegar a la conclusión sólo basándonos en la Palabra de
Dios como lo hace aquí Ezequías ¿Los han llamado como debe
ser? ¡Entonces él los ha por escogido realmente!

Se purifica el Templo

12
Entonces se levantaron los levitas, Mahat hijo de Amasai
y Joel hijo de Azarías, de los hijos de Coat; de los hijos de
Merari, Cis hijo de Abdi y Azarías hijo de Jehalelel; de los
hijos de Gersón, Joa hijo de Zima y Edén hijo de Joa; 13 de
los hijos de Elizafán, Simri y Jeiel; de los hijos de Asaf,
Zacarías y Matanías; 14 de los hijos de Hemán, Jehiel y
Simei; y de los hijos de Jedutún, Semaías y Uziel. 15 Estos
reunieron a sus hermanos, se santificaron y entraron,
conforme al mandamiento del rey y las palabras de Jehová,
para limpiar la casa de Jehová.
16
Después entraron los sacerdotes dentro de la casa de
Jehová para limpiarla. Sacaron toda la impureza que
hallaron en el templo de Jehová al atrio de la casa de
Jehová; y de allí los levitas la llevaron fuera al torrente
Cedrón. 17 Comenzaron a santificarse el día primero del mes
primero, y a los ocho del mismo mes vinieron al pórtico de
Jehová; y santificaron la casa de Jehová en ocho días, y en el
día dieciséis del mes primero terminaron. 18 Entonces fueron
ante el rey Ezequías y le dijeron: «Ya hemos limpiado toda la
casa de Jehová, el altar del holocausto y todos sus
instrumentos, y la mesa de la proposición con todos sus
utensilios. 19 Asimismo hemos preparado y santificado todos
327
2 Crónicas 29:12-19

los utensilios que en su infidelidad había desechado el rey


Acaz, cuando reinaba; y ahora están delante del altar de
Jehová.»

En los versículos 12 a 14 tenemos otra de esas listas de


nombres por las que el cronista tiene justificada fama. Y, como ha
sido nuestra práctica usual, comprenderemos su significado viendo
las razones que el cronista tuvo para ponerla allí. No son difíciles
de descubrir. Los tres clanes principales que descendieron de Leví
(Coat, Merari y Gersón) están representados, así como también
los descendientes del gran líder coatita Elizafán (versículo 13; vea
también Números 3:30). La lista nos dice que los grandes clanes
de los cantores davídicos, los descendientes de Asaf, Hemán y
Jedutún, se presentaron para desempeñar el trabajo (versículos
13,14). Todos estaban allí. Se completaba el número de los levitas.
Esta idea de totalidad y de plenitud se refuerza de otras
maneras. Cuando contamos los clanes y subclanes representados,
nos damos cuenta de que son siete en total. Eso podría ser pura
coincidencia, si no hubiéramos observado que el número siete se
repite en otros lugares. Lo vemos en el número de ofrendas que se
hacen en el culto de rededicación: siete novillos, siete carneros,
siete corderos y siete machos cabríos (29:21). Posiblemente aquí
se puede incluir el número de días que tomó completar la obra.
Son siete más uno para el atrio y siete más uno para el santuario
(versículo 17). Puesto que en el uso del Antiguo Testamento el
número siete por común se consideraba como el número de lo
completo, podemos estar muy seguros de que el cronista dice: “El
santuario quedó completamente limpio. Hasta se hizo una
expiación completa por el pecado”. Aun más enfática es la
repetición de la palabra “todo” en el versículo 24. Después de la
apostasía de Acaz, y después de la destrucción del reino del Norte,
Ezequías estaba rededicando no sólo a algunos sino mejor dicho a
“todo Israel” como posesión del Señor.
Finalmente, una lista de nombres como ésta le da a todo el
relato un tono formal y un estilo oficial, como cuando se pasa lista
328
2 Crónicas 29:12-19

al comienzo de una reunión. Hablaremos de la razón de ello en un


momento. Sin embargo, antes de hacerlo, queremos notar que el
cronista da estos toques formales de otras maneras. Por ejemplo,
nos da otras listas (29:18,21,25,32,35). Se explaya en las diversas
características del ritual del Templo con amorosa repetición (vea
29:22 para el ejemplo más obvio). En realidad, aquí podríamos
decir que toda forma de escribir del cronista es un tipo de ritual.
A nosotros, esto nos puede parecer una lectura aburrida, pero
para un hijo del Antiguo Pacto de ninguna manera fue una
repetición vana. El cronista estaba familiarizado con los diversos
ritos y ceremonias de la adoración en el Templo, y sabía que todos
habían sido instituidos por Dios, con la promesa de Dios vinculada
a ellos. Por lo tanto, la calidad formal del estilo del escritor les
asegura a estos hijos de Dios que Ezequías había hecho todo tal
como se debía hacer, y que todo estaba en perfecta armonía con la
Palabra de Dios. Los lectores del cronista habían escuchado con
horror todos los detalles de las depredaciones de Acaz. Ahora esos
detalles verbalmente se estaban limpiando, en cierto sentido,
mediante la enumeración de las distintas fases de la limpieza del
Templo y de la renovación del pacto.
Los levitas se pusieron a hacer su trabajo y lo terminaron
rápidamente. Primero se consagraron ellos mismos; después se
dispusieron a consagrar todo el recinto del Templo. Los sacerdotes
hicieron el trabajo propio de los sacerdotes y los levitas lo que era
propio de los levitas. A un levita que no era sacerdote no se le
permitía entrar en el santuario mismo, pero podía recibir de las
manos del sacerdote toda cosa corrupta que había estado en el
santuario, con el fin de sacarla de la ciudad para deshacerse
apropiadamente de ella en el torrente de Cedrón (versículo 16).
Ellos recuperaron los utensilios sagrados de los lugares de
profanación, por descuido y mal uso y los pusieron junto al altar
para su consagración final en la ceremonia de sangre (versículo
19 junto con 29:22, que se puede traducir más literalmente como
“los sacerdotes tomaron la sangre y la rociaron hacia el altar”). Al
final, purificaron y volvieron a consagrar todo lo necesario para
329
2 Crónicas 29:20-36

adorar apropiadamente al verdadero Dios.


De nuevo, la atención a los detalles del ritual puede parecer
bastante extraña para quienes vivimos en el ambiente informal de
“todo se acepta” en el siglo en que vivimos. Desde luego, como
somos libres en Cristo, sabemos que no estamos obligados a
espacios sagrados libres de corrupción o a días sagrados ni a
rituales ordenados por Dios. Pero estemos en alerta para no
convertir nuestra libertad en libertinaje, y para no seguir en esta
vida como si nada fuera sagrado. En realidad, precisamente lo
opuesto es verdad. Sabemos que en Cristo todo aspecto de nuestra
vida entera está ahora en la esfera de lo santo. El nombre de Dios
se nos puso en el bautismo; nuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo (1 Corintios 6:19). Toda nuestra vida se ha convertido en
sacrificio vivo de alabanza por la misericordia del Salvador
(Romanos 12:1). La Palabra de Dios y la oración consagran todo
lo que hacemos en ella, y todo lo que usamos es puro. Esto se debe
a que Cristo nos ha purificado (1 Timoteo 4:4,5; Tito 1:15).

El culto de rededicación

20
El rey Ezequías se levantó de mañana, reunió los
principales de la ciudad y subió a la casa de Jehová. 21 Y
presentaron siete novillos, siete carneros, siete corderos y
siete machos cabríos para expiación por el reino, por el
santuario y por Judá. Y dijo a los sacerdotes hijos de Aarón
que los ofrecieran sobre el altar de Jehová. 22 Mataron, pues,
los novillos, y los sacerdotes recibieron la sangre y la
esparcieron sobre el altar; mataron luego los carneros, y
esparcieron la sangre sobre el altar; asimismo mataron los
corderos y esparcieron la sangre sobre el altar.
23
Después hicieron llevar delante del rey y de la multitud
los machos cabríos para la expiación, y pusieron sobre ellos
sus manos; 24 los sacerdotes los mataron e hicieron ofrenda
de expiación con la sangre de ellos sobre el altar, para

330
2 Crónicas 29:20-36

reconciliar a todo Israel; porque por todo Israel mandó el


rey hacer el holocausto y la expiación.
25
Puso también levitas en la casa de Jehová con címbalos,
salterios y arpas, conforme al mandamiento de David, de
Gad, vidente del rey, y del profeta Natán, porque aquel
mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas.
26
Y los levitas estaban con los instrumentos de David, y los
sacerdotes con trompetas. 27 Entonces mandó Ezequías
sacrificar el holocausto en el altar; y cuando comenzó el
holocausto, comenzó también el cántico de Jehová, con las
trompetas y los instrumentos de David, rey de Israel. 28 Toda
la multitud adoraba, los cantores cantaban y los trompeteros
tocaban las trompetas; todo esto duró hasta consumirse el
holocausto. 29 Cuando esto terminó, se inclinó el rey y todos
los que con él estaban, y adoraron. 30 Entonces el rey
Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabaran a
Jehová con las palabras de David y de Asaf, el vidente; y
ellos alabaron con gran alegría, se inclinaron y adoraron.
31
Luego Ezequías dijo: «Vosotros os habéis consagrado
ahora a Jehová; acercaos, pues, y presentad sacrificios y
alabanzas en la casa de Jehová.» Y la multitud presentó
sacrificios y alabanzas; y todos los generosos de corazón
trajeron holocaustos. 32 El número de los holocaustos que
trajo la congregación fue de setenta bueyes, cien carneros y
doscientos corderos, todo para el holocausto de Jehová. 33 Y
las ofrendas fueron seiscientos bueyes y tres mil ovejas.
34
Pero como los sacerdotes eran pocos y no bastaban para
desollar los holocaustos, sus hermanos los levitas les
ayudaron, hasta que acabaron la obra, y hasta que los demás
sacerdotes se santificaron, pues los levitas estaban más
dispuestos a santificarse que los sacerdotes. 35 Así, pues, hubo
abundancia de holocaustos, con la grasa de las ofrendas de
paz y libaciones para cada holocausto.

331
2 Crónicas 29:20-36

De este modo se restableció el servicio de la casa de Jehová.


36
Y se alegró Ezequías con todo el pueblo de que Dios
hubiera preparado al pueblo; porque la cosa fue hecha
rápidamente.

Una vez Ezequías recibió el informe que le llevaron los levitas


de que el trabajo se había terminado, a la mañana siguiente se
levantó temprano para ir al Templo que había sido consagrado de
nuevo y para ofrecer sacrificios. La ofrenda de expiación era
tradicional en los cultos de dedicación y de ordenación (vea Éxodo
29). En ese contexto expresaba el hecho de que todo sacerdote era
un pecador que necesitaba que se le quitara su propio pecado antes
de ser apto para el servicio de Dios. El uso de la ofrenda por el
pecado con objetos como el altar era un recordatorio para Israel
de que todo don de Dios también había sido corrompido por el
pecado y su maldición. Sencillamente no había nada que el pecado
no hubiera contaminado. Antes de que cualquier objeto se pudiera
usar en la adoración al Dios santo, era necesario quitar la
contaminación del pecado.
El pecado destruye la relación entre Dios y el hombre de modo
muy fundamental; hace que exista un profundo abismo entre
nosotros y la Fuente de la Vida. Se debe expiar, o como se dice en
hebreo: “cubrir”. Se debe derramar sangre. La paga del pecado es
la muerte, por lo tanto se debe ofrecer una vida para quitarlo.
Ezequías ofreció la sangre de toros y machos cabríos por medio
de sacerdotes que eran pecadores. Entonces, cuánto más “nos
convenía” Jesús, como lo dice el escritor a los hebreos (Hebreos
7:26). “No tiene necesidad cada día, como aquellos sumos
sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados,
y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para
siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7:27).
En el tiempo de Ezequías, había otra necesidad mucho más
apremiante de una ofrenda por el pecado que la de uso general en
los tiempos de dedicación. Durante el reinado de Acaz, el pueblo
se había contaminado mediante la adoración a los ídolos, mientras
332
2 Crónicas 29:20-36

que el rey Acaz no sólo había profanado el Templo sino también


el trono de David con sus acciones corruptas. Por lo tanto,
Ezequías presentó una ofrenda para la expiación por el pecado
“por el reino, por el santuario y por Judá” (versículo 21). Notamos
que el principio de sustitución (vida por vida) lo refuerzan el rey
y el pueblo poniendo sus manos sobre los machos cabríos para la
expiación (versículo 23). Ningún cristiano que escuche esto puede
olvidar que el Señor cargó sobre su propio Hijo “el pecado de
todos nosotros” (Isaías 53:6) o la manera como la sangre de Jesús
“nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Antes de que pueda
haber cualquier renovación en nuestra vida, se tiene que tratar con
el pecado. Y Dios sí trató con él ofreciendo a Jesús en nuestro
lugar.
Además de las ofrendas por el pecado, en ese día el rey mandó
hacer holocaustos “por todo Israel” (versículo 24). En una fiesta
de rededicación, es muy natural que ese tipo de sacrificio siga
después de la expiación, ya que este sacrificio expresaba el deseo
y el compromiso de los creyentes de ofrecer toda su vida al
servicio del Dios que por su misericordia perdona los pecados.
Ezequías demostró que era un verdadero hijo de David
mediante las ceremonias relacionadas con los holocaustos. “El rey
Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabaran a Jehová
con las palabras de David y de Asaf, el vidente” (versículo 30).
Recordamos que el gobierno de David organizó originalmente los
grupos de cantores levitas. Él había escrito muchos de los salmos
para ellos y les había provisto muchos de sus instrumentos (1
Crónicas 6:31-47; 2 Crónicas 29:27). Difícilmente se podría
exagerar el profundo amor que el rey David tenía por la música
sagrada. Aquí en su segundo libro, el cronista ya ha mencionado
varias veces de manera especialmente el ministerio de los músicos
levitas; destacó la prominencia de ellos el día que Salomón dedicó
el Templo por primera vez (7:6); también narró que ellos se
unieron a la alegre celebración el día que un hijo de David fue
restablecido la trono (23:13).

333
2 Crónicas 29:20-36

En esta ocasión, en el capítulo 29, hay dos asuntos que son


especialmente dignos de notar. Observamos la íntima conexión de
la música con el ritual del sacrificio. El cronista dice con mucha
insistencia que los cantores y que los trompetistas tocaron desde
el momento en que comenzó el holocausto hasta el momento
cuando terminó. ¡Qué escena tan impresionante debe haber sido!
Nos podemos imaginar fácilmente al grupo de Asaf cantando uno
de los salmos que su gran antepasado había escrito, repasando los
actos poderosos de salvación de Dios en favor de un pueblo
obstinado e infiel:
[Aunque] sus corazones no eran rectos con él
[y no] se permanecieron firmes en su pacto.
Pero él, misericordioso,
perdonaba la maldad. (Salmo 78:37,38)
En segundo lugar, vale la pena notar que el cronista dice en
tono enfático que a los cantores levitas se les asignó su lugar de
acuerdo con las palabras y los mandatos de Dios. Ezequías los
había ubicado en los lugares “conforme al mandamiento de David,
de Gad, vidente del rey, y del profeta Natán, porque aquel
mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas”
(versículo 25). El cronista no podía haber sido más claro al afirmar
que eso era más que un simple arreglo humano, más que algo
hecho con ideas mundanas de belleza y orden. La verdadera
belleza en la adoración se muestra cuando el pueblo cumple los
mandatos de Dios. Todo ese culto tenía sobre sí el sello de
aprobación de Dios. Se puede ver hasta en la forma como estaban
dispuestos los levitas.
Para el pueblo de su propia época, las palabras del cronista
deberían haber tenido aplicación directa a su propia identidad
como verdaderos adoradores del único verdadero Dios. Como el
pueblo del tiempo del cronista podía observar que los cultos en la
casa de Dios se realizaban en líneas semejantes, ellos también
podían estar seguros de que estaban ofreciendo una adoración
auténtica. Dios mismo la había ordenado.

334
2 Crónicas 29:20-36

Ninguna de nuestras formas de adoración se puede decir que


es inspirada directamente por Dios. Por ejemplo, no podemos
decir: “Este rito nos llegó por las manos de Lutero, el profeta de
Dios”. Sin embargo, podemos decir que a Dios no le agrada la
adoración que obedece más bien a los gustos del religioso que a
los principios que Dios estableció. Y podemos decir que todos los
creyentes deben tener la seguridad en su corazón de que están
adorando a Dios de acuerdo con su mandato y según su Palabra.
Cuando vamos a un culto de adoración, hay señales definitivas que
debemos buscar para estar seguros de que estamos adorando en la
asamblea del pueblo de Dios.
Dios se complace en venir a nosotros en la locura de la
predicación; en esa predicación debe predominar sobre todo Cristo
crucificado. Los sacramentos no son menos importantes. Jesús les
ofreció milagrosamente a sus discípulos su cuerpo y su sangre y
después les dijo: “haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19).
Él nos dijo que quería que hiciéramos discípulos a los demás,
bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Donde veamos que estas cosas se llevan a cabo, podemos
estar absolutamente seguros que Dios está allí en el servicio divino
de nuestras más profundas necesidades. Por otro lado, en una
reunión donde la Palabra de vida está ausente, no existe ninguna
iglesia. La música puede ser maravillosa, la arquitectura puede
inspirar reverencia, las palabras del orador pueden ser de interés
general y fascinantes, y podemos estar muy entretenidos, pero no
estamos adorando.
Con frecuencia no es tan obvia la elección. Digamos que
hemos encontrado una reunión en la que se predica la Palabra pero
los sacramentos se tratan como algo menos esencial. ¿Podemos
llamarla adoración? ¡Desde luego! Sabemos que la palabra de Dios
no vuelve a él vacía. No obstante, los luteranos siempre hemos
confesado que la iglesia no solo se crea mediante la Palabra sino
también nace a su nueva vida por el lavamiento del Santo
Bautismo y se sostiene constantemente en su peregrinaje por la

335
2 Crónicas 29:20-36

Cena del Señor. Mientras haya personas que consideren que cada
una de las palabras de Dios es igual de preciosa, habrá quienes
vean los sacramentos como esenciales para la vida de la iglesia. Y
si el cronista se pudo deleitar con la ubicación de los levitas,
encontrando en ésta la certeza de la autenticidad de su propia
adoración, nosotros con mayor razón confesaremos que la Palabra
y los sacramentos son señales imprescindibles del cuerpo de
Cristo.
Una vez que terminó sus propios sacrificios a favor de ellos,
Ezequías le dijo confiadamente al grupo: “Vosotros os habéis
consagrado ahora a Jehová” (versículo 31). Después los invitó para
que presentaran sus propios sacrificios de compromiso y de acción
de gracias. Había tantos que estaban “dispuestos de corazón” a
ofrecer diversas clases de sacrificios, que el número de los
sacerdotes fue insuficiente para atenderlos a todos. Tuvieron que
llamar a los levitas para que los ayudaran (versículo 34).
La respuesta de los sacerdotes fue la que en cierta forma
pareció poco entusiasta. No se nos dice por qué; solo se nos dice
que “los sacerdotes eran pocos. . . . los levitas estaban más
dispuestos a santificarse que los sacerdotes” (versículo 34). Solo
podemos suponer que la corrupción del sacerdocio que Acaz había
fomentado (vea 2 Reyes 16:10-16) todavía tenía efectos duraderos
en la moral y en el carácter general de los hijos sacerdotales de
Aarón. Es verdad que en cualquier organización visible de la
iglesia no todos los obreros llamados muestran la misma
dedicación externa hacia la obra del Señor. Sin embargo, tenemos
buenas razones para dar gracias a Dios porque siempre provee
personas concienzudas que desean ayudar para que se haga todo
el trabajo.
Sin embargo, ese día la alegría fue tan grande que no lo pudo
ensombrecer un sacerdocio al que le faltaba dedicación. La alegría
se podía ver en el entusiasmo con que Ezequías se levantó para
recibir el día (versículo 20). Se podía escuchar en las alabanzas
agradables de los levitas (versículo 30). Se demostró cuando el
rey, sus nobles, los levitas y toda la asamblea se postraron ante el
336
2 Crónicas 29:20-36

Señor su Salvador (versículos 28-30). Y fue visible en el


derramamiento abundante de ofrendas y sacrificios que el pueblo
hizo por la invitación del rey (31-33,35). Todo esto ocurrió sin
haber dedicado largos meses y meses de preparación. En solo un
lapso de un poco más de dos semanas, dos semanas desde el
comienzo del reinado de Ezequías, dos semanas desde el fin del
reinado del peor rey que Judá jamás pudo haber tenido, “se
restableció el servicio de la casa de Jehová” (versículo 35).
Cuando reflexionaron sobre esto, el rey y el pueblo
comenzaron a comprender algo importante. Todo eso había
acontecido tan súbita y perfectamente que no pudo ser el resultado
de esfuerzos humanos. No había sido el celo del rey ni los
esfuerzos de los levitas ni de los sacerdotes lo que había hecho que
amaneciera ese día. Dios lo había hecho; él había vuelto a dedicar
su Casa. Y eso les proporcionó al rey y al pueblo un verdadero
motivo de alegría (versículo 36). Esa confianza y alegría también
son nuestras cada día que regresamos a la fuente de nuestra
fortaleza y hallamos todo nuestro ser renovado en el Salvador. Él
se dio a sí mismo para su novia, la iglesia. Él la limpia “con el
lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:26) de cualquier
cosa que la pueda corromper. En él nos encontramos libres de la
mancha del pecado y radiantes con la suprema alegría del amor.

Segundo paso: todo Israel celebra la Pascua

Algunos acontecimientos se destacan como momentos


decisivos para el pueblo de Dios del Antiguo Testamento. De éstos,
ninguno fue más significativo que la liberación de Israel de la
esclavitud en Egipto. La Pascua fue la gran fiesta de Israel para
celebrar ese momento decisivo. Le recordaba al pueblo de Dios
que una vez el Señor los había salvado del ángel de la muerte por
medio de la sangre del cordero puesta en el dintel y en los postes
de las puertas. Justo después de su liberación, Dios los ayudó a
escapar de sus enemigos, guiándolos a través de las aguas abiertas
del mar Rojo. Dios transformó la muerte y la destrucción en vida
337
2 Crónicas 30:1-5

y salvación para su pueblo con “mano poderosa y brazo extendido”


(Deuteronomio 4:34). Después le ordenó a todo Israel que se
presentara ante él para celebrar la Pascua en su lugar central de
adoración. Todos los años, todas las familias debían ir juntas a
Jerusalén para recordar que Dios los había puesto en libertad y los
había adoptado para que fueran suyos.
El cronista no ha hablado de ninguna celebración de la Pascua
en todo su escrito hasta ahora. En vista de la importancia de esta
fiesta, esto parece una omisión extraordinaria; es como si hubiera
querido esperar hasta un momento en el que los hijos de Abraham
estuvieran demasiado débiles para que los consideraran como un
pueblo. La rebelión y corrupción de la idolatría había cortado en
dos a todo el reino. El reino del Norte ya no existía, y ahora la
pequeña Judá había quedado sola en un mundo lleno de tiranos,
apenas aferrándose a la vida. ¿Pero qué mejor oportunidad podía
haber para hablar acerca de la celebración festiva del poder
salvador de Dios? Éste siempre se perfecciona en la debilidad. La
Pascua de Ezequías fue una celebración en la que Dios les dio vida
a los muertos y volvió a la existencia lo que había dejado de existir.
¿Qué podría ser más consolador para un grupo de exiliados que
había regresado, que temían por su propia supervivencia en un
mundo hostil? Otra vez vemos al cronista trabajando en el
ministerio de consolar a su pueblo.

Se envía la invitación, con variada respuesta

30 Después Ezequías envió mensajeros por todo


Israel y Judá, y también escribió cartas a Efraín y
a Manasés, para invitarlos a la casa de Jehová, en Jerusalén,
a fin de celebrar la Pascua a Jehová, Dios de Israel. 2 Pues el
rey había consultado con sus príncipes y con toda la
congregación en Jerusalén, para celebrar la Pascua en el mes
segundo; 3 porque entonces no la podían celebrar, por cuanto
no había suficientes sacerdotes santificados, ni el pueblo se

338
2 Crónicas 30:1-5

había reunido en Jerusalén. 4 Esto agradó al rey y a toda la


multitud. 5 Y determinaron hacer pasar pregón por todo
Israel, desde Beerseba hasta Dan, para que vinieran a
celebrar en Jerusalén la Pascua a Jehová, Dios de Israel;
porque en mucho tiempo no la habían celebrado al modo que
está prescrito.

En este primer versículo, el cronista resume su tema y toca los


que desarrollará en todo el capítulo. El rey tuvo la intención de
volver unir a “todo Israel y Judá”, es decir, las tribus del sur y lo
que quedara de las tribus del norte. Para poner énfasis en el tema,
el cronista añade los términos distintivos para el Norte: “Efraín y
a Manasés”. No podía haber duda: Ezequías quería volver a
reunirse con hermanos que se habían separado hacía mucho tiempo
de su verdadero rey, del verdadero Dios y del verdadero lugar de
adoración a Dios. Su meta no era una unión política sino más bien
una reconciliación espiritual. El rey quería llamar al Norte para
que regresara a Jerusalén y a su Templo para que el Norte y el Sur
pudieran celebrar la Pascua juntos. Por las palabras que agrega:
“en Jerusalén” (versículo 5), es claro que en esta invitación había
algo más en juego que la celebración conjunta de una sola fiesta.
El rey quería volver a unir a todo Israel alrededor de la adoración
al único verdadero Dios.
La Pascua se celebraba normalmente el día catorce del primer
mes (Éxodo 12:1-6). Si la ley de Moisés se iba a aplicar solo de
acuerdo a la letra, eso hubiera hecho imposible una celebración en
el primer año de Ezequías, ya que “no había suficientes sacerdotes
santificados, ni el pueblo se había reunido en Jerusalén” (versículo
3). Como la resaca de una borrachera, los efectos del gobierno
perverso de Acaz no iban a desaparecer tan pronto. Recordamos
que en el capítulo anterior el cronista ya había mencionado la falta
de celo de los sacerdotes (29:34). Después de consultar con sus
jefes y con la asamblea de su pueblo en Jerusalén, Ezequías
decidió hacer los preparativos necesarios para celebrar la Pascua

339
2 Crónicas 30:1-5

“en el mes segundo” (versículo 2). Para ese fin, se enviaría una
invitación “por todo Israel, desde Beerseba hasta Dan” (versículo
5; vea también Jueces 20:1; 1 Samuel 3:20; 1 Crónicas 21:2).
Aquí notamos una tensión entre la adherencia estrictamente
literal a la Ley de Moisés y la obediencia de acuerdo con el espíritu
de amor. Este tema volverá a surgir después en el capítulo. Nunca
se debe pensar que las exigencias literales de la Ley fueron de poca
importancia para el cronista (por ejemplo, vea 1 Crónicas 13:9-
14). Después de todo lo “que está prescrito” (versículo 5) no era
palabra de hombre, sino la palabra de Dios. Sin embargo, el
cronista aquí reconoce que hubo ocasiones en las que la literalidad
minuciosa podía ser un obstáculo en el camino de la clara
intención general de Dios. El rey Ezequías y sus consejeros
querían celebrar una verdadera Pascua, con gran cantidad de gente
congregándose de todas partes de Israel, en el único lugar donde
Dios había puesto su Nombre. Esto había mandado Dios en primer
lugar.
Sin embargo, una celebración así no se había llevado acabo
durante mucho tiempo (compare el versículo 5 con Deuteronomio
16:16). Por lo menos hubo una referencia a una celebración
pospuesta en las provisiones que Dios había dado en beneficio de
las personas que eran ceremonialmente inmundas en el momento
mismo de la Pascua (Números 9:9-11). En cualquier caso, después
de volver a pensarlo, el rey y los consejeros decidieron posponer
la celebración un mes para que una gran cantidad de personas
pudieran participar del “modo que está prescrito” (versículo 5).
Podríamos ir en dos direcciones diferentes al aplicar estos
versículos a nuestra situación actual. Primero, notamos en
Ezequías y en sus jefes ese mismo amor inquieto que invade a todo
cristiano (2 Corintios 5:14). ¿Por qué Ezequías no estaba contento
con reformar solo a Judá? ¿Por qué llamar a Israel? Estaba
corriendo el gran riesgo de ser mal entendido y rechazado. La
respuesta debe ser simplemente que lo hizo porque el corazón que
conoce la paz más perfecta en el perdón de los pecados se llena al
mismo tiempo de un anhelo infatigable para ayudarles a otros a
340
2 Crónicas 30:6-9

encontrar esa misma paz. En otras palabras, podemos aprender del


cronista a no limitar nuestro amor a expresiones que parezcan
seguras y cómodas.
Segundo, podemos aplicar estas palabras como la forma en
que el cronista nos dice que debemos ser solícitos en “mantener
la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3). Es
verdad que la falsa enseñanza divide el cuerpo de Cristo; sin
embargo, con mucha frecuencia la iglesia visible se muestra rápida
para dividirse pero lenta para volverse a unir. El enojo y el amor
propio llegan muy fácilmente a comprometerse en asuntos en los
que discrepamos, llevándonos a irrumpir en juicio y a descartar a
quienes una vez llamamos hermanos y hermanas. En vez de tratar
de sanar las heridas, les restregamos sal. Aprendamos de Ezequías
a hacer el esfuerzo extraordinario de trabajar a favor de la paz. La
verdadera armonía en la iglesia es sin duda un don sobrenatural
de Dios, creado por el Espíritu de verdad que habla en la Palabra.
El cronista también sabía eso, como lo veremos pronto. Sin
embargo, podemos impedir o perturbar una armonía verdadera y
piadosa tanto con las acciones sin amor que realizamos como con
las obras de amor que dejamos de hacer.

6
Salieron, pues, mensajeros con cartas de parte del rey y
de sus príncipes por todo Israel y Judá, como el rey lo había
mandado, que decían: «Hijos de Israel, volveos a Jehová, el
Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá al resto
que ha quedado de manos de los reyes de Asiria. 7 No seáis
como vuestros padres y como vuestros hermanos, que se
rebelaron contra Jehová, el Dios de sus padres, y él los
entregó a desolación, como vosotros veis. 8 Ahora, pues, no
seáis tercos como vuestros padres; someteos a Jehová y venid
a su santuario, el cual él ha santificado para siempre; y
servid a Jehová, vuestro Dios, y el ardor de su ira se
apartará de vosotros. 9 Porque si os volvéis a Jehová,
vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia
delante de los que los tienen cautivos, y volverán a esta
341
2 Crónicas 30:6-9

tierra; porque Jehová, vuestro Dios, es clemente y


misericordioso, y no apartará de vosotros su rostro, si
vosotros os volvéis a él.»

Por medio de esta invitación, el rey Ezequías mostró que era


un auténtico rey espiritual que ejercía su autoridad por medio de
la Palabra (vea también 30:12,21). Las convocatorias para ir a
Jerusalén fueron un llamado al arrepentimiento a quienes habían
“quedado de manos de los reyes de Asiria” (versículo 6). El rey
no intentó disfrazar el pecado dándole otro nombre que sonara
mejor; Israel era culpable y había sido infiel a “Jehová, el Dios de
sus padres” (versículo 7). El rey tampoco compromete la verdad
de ninguna manera; así como su antepasado Abías (13:10-12),
Ezequías declaró que el Templo de Jerusalén era el santuario que
Dios “ha santificado para siempre” (versículo 8). Aquí nos
acordamos de las palabras que le dijo nuestro Salvador a la mujer
de Samaria: “Nosotros adoramos lo que sabemos, porque la
salvación viene de los judíos” (Juan 4:22).
Sin embargo, todo su sermón de arrepentimiento se basó en la
certeza de que el Señor es “clemente y misericordioso” (versículo
9). ¿De qué otra manera podía estar tan seguro de que el Señor no
se apartaría si el pueblo del Norte se arrepentía (versículo 9)?
Cuando exhortamos a alguien para que se vuelva a Dios,
presuponemos que la voluntad fundamental de Dios es perdonar
al pecador, sanar al herido y ayudar al desvalido. Nosotros, los que
vemos el corazón de nuestro Padre revelado en Cristo, nos
aferramos a esta verdad como a algo aun más seguro. Ezequías,
bajo el antiguo pacto, también le podía ofrecer a Israel la esperanza
de que si ellos se volvían al Señor, sus hijos “hallarán misericordia
delante de los que los tienen cautivos, y volverán a esta tierra”
(versículo 9; compare con la oración de Salomón en 6:36-39). Por
esta proclamación es claro que Ezequías se había imaginado
mucho más que una simple celebración de la Pascua. En realidad,
la Pascua ni siquiera se menciona en ninguna parte de la invitación.
El énfasis de Ezequías estaba completamente en volver al Señor
342
2 Crónicas 30:10-12

adorándolo en su santuario. Ezequías tenía la esperanza de que la


palabra de Dios produjera un arrepentimiento y una renovación
completos en los que quedaban en el Norte.

10
Pasaron, pues, los mensajeros de ciudad en ciudad por la
tierra de Efraín y Manasés, hasta Zabulón; pero se reían y
burlaban de ellos. 11 Con todo, algunos hombres de Aser, de
Manasés y de Zabulón se humillaron, y vinieron a Jerusalén.
12
En Judá también estuvo la mano de Dios que les dio un
solo corazón para cumplir el mensaje del rey y de los
príncipes, conforme a la palabra de Jehová.

Una vez, un pastor, que estaba a punto de enviar a su equipo


en una encuesta de puerta a puerta en una vecindad, dijo:
“Recuerden: ¡algunos responderán, y otros no!” Jesús había visto
a Satanás caer del cielo como un rayo a través del esfuerzo de los
72 discípulos; sin embargo, Jesús les había explicado antes de
enviarlos que no todos iban a creer su mensaje (Lucas 10:16,18).
El mensaje del evangelio es una palabra tan delicada que a veces
les puede parecer débil e impotente incluso a los cristianos; a una
persona que no se ha convertido, le parece totalmente necio. Los
mensajeros fueron de ciudad en ciudad, pero en general las
personas “se reían y burlaban de ellos. Con todo, algunos . . . se
humillaron, y vinieron a Jerusalén” (versículos 10,11). Lo que el
pastor dijo sigue siendo cierto. Algunos responderán y otros no.
“La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los
que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios
1:18).
Sin embargo, en Judá las cosas eran diferentes; allí “la mano
de Dios” había obrado para crear “un solo corazón para cumplir
el mensaje del rey y de los príncipes, conforme a la palabra de
Jehová” (versículo 12). Otra vez comenzamos a ver no solo los
reflejos de David y de Salomón sino también la proyección de la
sombra del Mesías prometido. Ezequías, un verdadero pastor de
Israel, le llevó la unidad a su pueblo por medio de la Palabra. De
343
2 Crónicas 30:13-20

este modo animó al pueblo del tiempo del cronista a tener


esperanza en el Mesías que un día vendría a unir a todo el pueblo
de Dios bajo su gobierno. Bajo él habrá verdaderamente “un
rebaño, y un pastor” (Juan 10:16; vea también Jeremías 31:10;
Ezequiel 34:12,23).

El pueblo se reúne. El rey intercede por Israel y es escuchado

13
Se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la
fiesta solemne de los Panes sin levadura en el mes segundo;
fue una gran reunión. 14 Y levantándose, quitaron los altares
que había en Jerusalén; quitaron también todos los altares
de incienso, y los echaron al torrente Cedrón. 15 Entonces
sacrificaron la Pascua, a los catorce días del mes segundo; y
los sacerdotes y los levitas, llenos de vergüenza, se
santificaron y trajeron los holocaustos a la casa de Jehová.
16
Y tomaron su lugar en los turnos de costumbre, conforme a
la ley de Moisés, varón de Dios; y los sacerdotes esparcían la
sangre que recibían de manos de los levitas. 17 Porque había
muchos en la congregación que no estaban santificados, y
por eso los levitas sacrificaban la Pascua por todos los que no
se habían purificado, a fin de santificarlos para Jehová.
18
Porque una gran multitud del pueblo de Efraín y Manasés,
y de Isacar y Zabulón, no actuaron conforme a lo que está
escrito, pues comieron la Pascua sin haberse purificado. Pero
Ezequías oró por ellos diciendo: «Jehová, que es bueno, sea
propicio a todo aquel que ha preparado su corazón para
buscar a Dios, 19 a Jehová, el Dios de sus padres, aunque no
esté purificado según los ritos de purificación del santuario.»
20
Jehová oyó a Ezequías, y sanó al pueblo.

Dios le concedió al buen rey Ezequías el deseo de su corazón.


Él había querido celebrar la Pascua con todo Israel reunido en el
templo del Señor “al modo que está prescrito” (30:5). Por medio
del poder de la Palabra “se reunió en Jerusalén mucha gente”
344
2 Crónicas 30:13-20

(versículo 13). Una de las características de la Pascua del Antiguo


Testamento era el énfasis en la pureza. La levadura era el símbolo
común de la impureza del pecado. Para simbolizar que su pueblo
estaba libre de la culpa del pecado y que ahora se le permitía vivir
libre del poder del pecado, Dios les había mandado a los israelitas
que quitaran toda la levadura de todas las casas en toda la tierra
durante el tiempo que duraba la fiesta (Éxodo 12:15). Durante ese
tiempo, cualquier pan que comieran tenía que ser cocido sin
levadura, por esto el nombre alternativo para la Pascua: “la fiesta
. . . de los Panes sin levadura” (versículo 13).
El pueblo, en la Pascua de Ezequías, vio en el hecho de quitar
el pan leudado algo más que un asunto de limpieza ceremonial.
Entendieron el propósito espiritual de la ceremonia y procedieron
a quitar los altares paganos de sacrificio y de incienso que Acaz
había establecido “en todos los rincones de Jerusalén” (28:24). Lo
que Ezequías y los levitas habían comenzado con la purificación
del Templo, el pueblo lo llevó más cerca de su cumplimiento al
limpiar a Jerusalén (versículo 14). Un poco después veremos que
el proceso llega a su conclusión lógica; aquí sencillamente
hacemos una pausa para notar que desde el tiempo de la iglesia
antigua, uno de los énfasis en la fiesta de la Pascua siempre ha sido
animar al pueblo de Dios para que se consideren resucitados con
Cristo a una vida nueva y santa. En un mundo manchado por la
inmoralidad sexual y la idolatría de todo tipo, Dios quiere que su
pueblo celebre la fiesta deshaciéndose de la antigua levadura.
“Porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por
nosotros” (1 Corintios 5:7).
En el acto mismo de sacrificar los corderos de la Pascua, el
cronista nos avisa sobre dos problemas que podrían haber
ensombrecido toda la fiesta. El primero fue que aparentemente los
sacerdotes y los levitas no se consagraron en número suficiente
para atender a los muchos peregrinos que iban a Jerusalén
(versículo 15). Aquí podríamos suponer que el cronista habla de
los sacerdotes y los levitas de las regiones más alejadas de Judá.
Tal vez no les afectaban los primeros movimientos de renovación
345
2 Crónicas 30:13-20

entre sus hermanos de Jerusalén (29:34), pero sus servicios se


requerían con mucha urgencia el día de la Pascua, porque “había
muchos en la congregación que no estaban santificados” (versículo
17) y por lo tanto no eran aptos para sacrificar el cordero de la
Pascua como se esperaba que los jefes de familia lo hicieran
(Éxodo 12:3,6). La expresión que usa el cronista implica que el
pueblo no había realizado los rituales de lavamiento que se
consideraban como preparación adecuada para todo el que deseara
participar en un sacrificio al Señor (vea Éxodo 19:14). O tal vez
no habían tenido el cuidado de evitar cosas que los hubieran
podido contaminar (vea Levítico 11-16). En todo caso, la falta del
pueblo, combinada con la falta de celo levítico, podía haber
llegado a hacer imposible una celebración apropiada de la fiesta.
El desastre se evitó cuando los sacerdotes y los levitas que
estaban presentes literalmente se avergonzaron al ver la seriedad
de las personas comunes (versículo 15). Recordamos que esas
mismas personas, de modo espontáneo, se habían encargado de
destruir los altares paganos de Jerusalén (versículo 14). Por esa
razón, podemos detectar una diferencia importante entre la falta
de los sacerdotes y los levitas en santificarse a sí mismos y la falta
del pueblo. Parece bastante claro que la falta del pueblo era
resultado de la simple ignorancia; eran creyentes y habían ido a
Jerusalén porque querían servir al Señor. Eso ya lo habían
demostrado. Cuando se considera el contexto espiritual del que
venían: el gobierno corrupto de Acaz en el Sur y el caos religioso
del Norte, no es sorprendente que no estuvieran ritualmente
limpios ni listos para el sacrificio. Sin embargo, los sacerdotes y
los levitas no tenían esa disculpa; su única razón fue pereza
espiritual. O ellos no consideraron el servicio al Señor como un
llamamiento lo suficiente elevado por el que se debían
entusiasmar, o no consideraron que su Palabra tuviera la suficiente
importancia para aferrarse a ella en todo momento.
Ésta no fue la primera vez que el celo de algunos avergonzó a
quienes sabían lo que debían hacer y no lo habían hecho. Tampoco
sería la última vez. Al menos, el resultado general fue feliz. Los
346
2 Crónicas 30:13-20

sacerdotes y los levitas asumieron sus posiciones prestablecidas,


y los levitas tomaron de sus hermanos no santificados el privilegio
solemne de sacrificar el cordero pascual (versículo 17). Sin
embargo, todavía vendría un problema más: la mayoría del pueblo
del Norte acudió a comer la Pascua en un estado de impureza ritual
(versículo 18). Otra vez, bien podemos suponer que la culpa fue
más por ignorancia que por un espíritu de desobediencia. Sin
embargo, los que ellos hicieron fue contrario “a lo que está escrito”
(versículo 18).
En este caso, la oración del rey justo en nombre de su pueblo
evitó un desastre. En palabras que parecen ser un eco de la oración
de Salomón en el día de la dedicación del Templo, Ezequías dijo:
“Jehová, que es bueno, sea propicio a todo aquel que ha preparado
su corazón para buscar a Dios, a Jehová el Dios de sus padres,
aunque no esté purificado según los ritos de purificación del
santuario” (versículos 18,19; vea 6:21,25,27,29,30,39). Ezequías
le pidió al Señor que considerara la fe del pueblo como más
importante en este caso que su falta de pureza ceremonial externa.
Tenía la seguridad de que el Señor “que es bueno” escucharía en
los cielos la oración dirigida hacia su santuario en la tierra. El rey
tampoco se equivocó en su confianza; así como Dios les había
respondido a Salomón, también aquí: “Jehová oyó a Ezequías, y
sanó al pueblo” (versículo 20; vea 7:14).
Al trabajar y ofrecer oración juntos, nos damos cuenta de que
no somos completamente puros de corazón ni tampoco puros en
la manera en que procedemos. Con frecuencia, nuestra motivación
es mixta; podemos tener un entendimiento débil. Cuando somos
una iglesia activa en la evangelización, sin duda habrá entre
nosotros unos pocos que no siempre se levantan o se sientan en
los mismos lugares durante el culto o que de alguna forma
transgreden fuera de la adoración tradiciones de la congregación,
que han sido apreciadas durante mucho tiempo. Aquí aprendemos
a dejar que el amor cubra una multitud de pecados (1 Pedro 4:8).
El amor de Dios cubrirá nuestras grandes deficiencias, haciendo
que estemos dispuestos a pasar por alto las fallas insignificantes
347
2 Crónicas 30:21-27

de nuestros hermanos en la fe. Y en todo, tenemos la gran alegría


de saber que Cristo, nuestro Rey justo, siempre intercede por
nosotros a la diestra de Dios (Romanos 8:34). Dios escucha la
oración de nuestro Rey y nos sana, manteniéndonos unidos en su
amor.

Se celebra la fiesta - “Es bueno, Señor, estar aquí”

21
Así los hijos de Israel que estaban en Jerusalén
celebraron la fiesta solemne de los Panes sin levadura por
siete días con grande gozo; y glorificaban a Jehová todos los
días los levitas y los sacerdotes, cantando con instrumentos
resonantes a Jehová. 22 Y habló Ezequías al corazón de todos
los levitas que habían mostrado buena disposición en el
servicio de Jehová.
Comieron de lo sacrificado en la fiesta solemne por siete
días, ofreciendo sacrificios de paz, y dando gracias a Jehová,
el Dios de sus padres. 23 Y toda aquella asamblea determinó
que celebraran la fiesta por otros siete días; y la celebraron
otros siete días con alegría. 24 Porque Ezequías, rey de Judá,
había dado a la asamblea mil novillos y siete mil ovejas; y
también los príncipes dieron al pueblo mil novillos y diez mil
ovejas; y muchos sacerdotes ya se habían santificado. 25 Se
alegró, pues, toda la congregación de Judá, como también los
sacerdotes y levitas, y toda la multitud que había venido de
Israel; asimismo los forasteros que habían venido de la tierra
de Israel, y los que habitaban en Judá. 26 Hubo entonces gran
regocijo en Jerusalén, porque desde los días de Salomón hijo
de David, rey de Israel, no había habido cosa semejante en
Jerusalén. 27 Después los sacerdotes y levitas, puestos en pie,
bendijeron al pueblo; y fue oída su voz, y su oración llegó
hasta el cielo, su santa morada.

La Pascua de Ezequías se destaca como una de las ocasiones


más felices de todo el Antiguo Testamento. “Hubo entonces gran
348
2 Crónicas 30:21-27

regocijo en Jerusalén, porque desde los días de Salomón hijo de


David, rey de Israel, no había habido cosa semejante en Jerusalén”
(versículo 26). Israel y Judá se habían juntado de nuevo, uniéndose
bajo el gobierno del rey escogido de Dios y rindiendo servicios de
adoración como uno solo cuerpo delante del santuario del Señor.
Igual que en los días de Salomón, cuando el Templo se dedicó por
primera vez, esta celebración fue tan alegre que nadie quería que
terminara. El pueblo estuvo de acuerdo en celebrar juntos durante
siete días más (versículo 23; vea 7:8,9).
Aunque no eran tan estupendos como los sacrificios que
Salomón había ofrecido en la dedicación, Ezequías y sus príncipes
no tenían motivos para sentirse avergonzados por los que habían
provisto para la ocasión (versículo 24). Los cantores levitas y los
sacerdotes cantaron constantemente alabanzas al Señor, tocando
la música con los instrumentos sagrados de Dios. Hasta el
problema de la apatía de los sacerdotes por último pareció haber
desaparecido por sí misma (versículo 24). Judíos e israelitas,
sacerdotes y levitas, extranjeros del Norte y del Sur se reunieron
en un lugar de adoración que se aproximaba a la perfección en un
grado como casi no se verá antes de llegar al cielo. Y todos los que
habían ido podían salir de ese lugar de adoración seguros de la
bendición de Dios desde los cielos (versículo 27).
En el centro de este cuadro vemos a Ezequías, el rey justo.
Como David antes de él, su pueblo le había dado un respaldo firme
(30:4,12; compare con 1 Crónicas 12:38; 13:4). Como antes lo
había hecho David, le dio la prioridad a los asuntos espirituales
(29:3; compare con 1 Crónicas 13). Como David y Salomón antes
que él, escuchó la Palabra y gobernó por medio de ella (30:6-
9,12,22; compare con 1 Crónicas 15:13-15; 2 Crónicas 1:8-10).
Como hicieron David y Salomón antes que él, oró en nombre de
su pueblo (30:18,19; compare con 1 Crónicas 21:17; 2 Crónicas
6:14-42). Ya hemos visto esto las suficientes veces para saber que
aquí el cronista edifica la esperanza mesiánica de su pueblo. Bajo
el gran misterio de la historia, los que tienen los ojos de la fe
pueden discernir el gobierno de Dios, pueden ver el rostro de
349
2 Crónicas 31:1

Cristo y su amor obrando de tal manera que hará que todas


nuestras esperanzas piadosas se cumplan perfectamente (Efesios
1:10; Romanos 8:28).

De la adoración al trabajo: se limpia la tierra

31 Hechas todas estas cosas, todos los de Israel que


habían estado allí salieron por las ciudades de
Judá, quebraron las estatuas, destruyeron las imágenes de
Asera y derribaron los lugares altos y los altares por todo
Judá y Benjamín, así como en Efraín y Manasés, hasta
acabarlo todo. Después regresaron todos los hijos de Israel a
sus ciudades, cada uno a su posesión.

Pedro, Santiago y Juan habían querido permanecer en el monte


con Jesús, Moisés y Elías (Mateo 17:4). Era bueno estar allí. Sin
embargo, tenían que bajar de nuevo al valle; tenían que expulsar
demonios y llevar a cabo la obra de Dios. Aquí Dios se encontró
con su pueblo en su adoración en Jerusalén y los bendijo con su
amor. En esta ocasión, el pueblo también quiso quedarse, pero
también le llegó el momento de dejar el monte del Señor para
poder servirle en la tierra. El Templo había sido purificado y
Jerusalén había sido limpiada de sus altares paganos, pero la tierra
todavía tenía que ser liberada de su fuerza demoníaca, de sus
piedras sagradas y altares dedicados a los dioses falsos. Todo Israel
se unió para esa obra. Cuando la terminaron, volvieron a casa a
servir al Señor en su vida diaria. No es difícil comprender el
mensaje del cronista aquí: el Señor nos sirve con la Palabra y el
sacramento para darnos la fuerza de vivir para él.

Paso final: se restablecen los oficios permanentes del Templo

Ezequías purificó el Templo y celebró la Pascua con un Israel


otra vez unido, pero no podía considerar que su reforma estaba

350
2 Crónicas 31:2

completa hasta que hiciera los arreglos permanentes para el


Templo y para que sus cultos continuaran.

Se reorganizan los sacerdotes y los levitas

2
Arregló Ezequías la distribución de los sacerdotes y de los
levitas conforme a sus turnos, cada uno según su oficio
sacerdotal o levítico, para ofrecer el holocausto y las
ofrendas de paz, para que ministraran, dieran gracias y
alabaran dentro de las puertas de los atrios de Jehová.

Con este breve versículo, el cronista hace nuevamente la


conexión entre Ezequías y sus ilustres antepasados David y
Salomón. David fue quien dio el plano original para organizar a
los sacerdotes y a los levitas en turnos (1 Crónicas 23-26). Hizo
esto para asegurarse de que sirvieran en una rotación regular, mes
a mes. Salomón transfirió y aplicó esos mismos turnos a los
servicios del Templo (8:14,15). Ezequías restableció este orden
antiguo después de que había caído en desuso durante el reinado
de Acaz. Los hombres en cada clase de ministerio debían hacer su
trabajo de acuerdo con las tareas que Moisés les había asignado.
Los sacerdotes iban a “ofrecer el holocausto y las ofrendas de paz”
mientras que los levitas les iban a ayudar interpretando cánticos
de alabanza y de acción de gracias “dentro de las puertas de los
atrios de Jehová”.
Aquí se hacían conexiones esenciales con el pasado,
conexiones que también le hablaban al público original del
cronista. Los turnos organizados, junto con sus genealogías, iban
a desempeñar un papel importante para asegurarles a los exilados
que regresaron la autenticidad de sus propios sacerdotes y levitas
(vea Nehemías 7:39-65). Al demostrar cómo habían sido las cosas,
el cronista a menudo le mostraba a su propio pueblo cómo debían
ser las cosas. Sabemos muy bien que la autenticidad de nuestros
pastores y maestros no depende de sus raíces ni del apellido de su

351
2 Crónicas 31:3-10

familia; sin embargo, bien podríamos hacer una pausa por un


momento para reflexionar en el método que usa el cronista de
señalar el pasado para darle validez el presente. ¿Qué nos enseña?
Primero y principalmente, nos dirige a Jesucristo, la piedra
fundamental de nuestra fe, y al testimonio apostólico acerca de
Cristo que se nos ha confiado. La iglesia está construida sobre esta
tradición inspirada (Efesios 2:20; 1 Corintios 3:11), y nuestra
responsabilidad es cuidarla, amarla y pasarla a la siguiente
generación (1 Timoteo 6:20).
Sin embargo, aun más que esto, no estaría fuera de lugar
encontrar en el mensaje que escribió el cronista para su propio
pueblo una corrección amable a una actitud que hoy es muy común
en los Estados Unidos. Lejos de lo tradicional, a los
estadounidenses les gusta pensar que son progresistas. Son
bombardeados por todas partes con mensajes que afirman que lo
viejo es malo y lo nuevo es mejor. En algunos círculos, identificar
algo como “tradicional” es condenarlo como totalmente anticuado.
Sin embargo, para los cristianos, las conexiones con el pasado
todavía son importantes. Si no sabemos de dónde vinimos, ¿cómo
sabremos jamás quiénes somos? Estudiar la historia de la iglesia
puede no ser lo mismo que estudiar las Sagradas Escrituras, pero
a pesar de todo es una tarea imprescindible. Un escritor luterano
dijo que la iglesia que pasa por alto la historia de la iglesia está
destinada a convertirse en una secta.

Se reanudan las ofrendas regulares,


y traen muchas de bendiciones

3
El rey contribuyó de su propia hacienda para los
holocaustos de la mañana y de la tarde, y para los
holocaustos de los sábados, nuevas lunas y fiestas solemnes,
como está escrito en la ley de Jehová. 4 Mandó también al
pueblo que habitaba en Jerusalén que diera la porción
correspondiente a los sacerdotes y levitas, para que ellos se
dedicaran a la ley de Jehová. 5 Cuando este edicto fue
352
2 Crónicas 31:3-10

divulgado, los hijos de Israel dieron muchas primicias de


grano, vino, aceite, miel, y de todos los frutos de la tierra;
trajeron asimismo en abundancia los diezmos de todas las
cosas.
6
También los hijos de Israel y de Judá, que habitaban en
las ciudades de Judá, dieron del mismo modo los diezmos de
las vacas y de las ovejas; y trajeron los diezmos de lo
santificado, de las cosas que habían prometido a Jehová, su
Dios, y los depositaron en montones. 7 En el mes tercero
comenzaron a apilar aquellos montones, y terminaron en el
mes séptimo. 8 Cuando Ezequías y los príncipes vinieron y
vieron los montones, bendijeron a Jehová y a su pueblo
Israel. 9 Entonces preguntó Ezequías a los sacerdotes y a los
levitas acerca de esos montones. 10 Y el sumo sacerdote
Azarías, de la casa de Sadoc, le contestó: «Desde que
comenzaron a traer las ofrendas a la casa de Jehová, hemos
comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho,
porque Jehová ha bendecido a su pueblo; y ha quedado esta
abundancia de provisiones.»

¿Quién pagó los sacrificios regulares en el Templo? Y, los


sacerdotes y levitas, ¿cómo se iban a mantener si estaban
comprometidos a servir al Señor de tiempo completo? El cronista
responde a esas preguntas en este texto. El rey Ezequías quería
asegurar que los sacrificios en la casa de Dios se ofrecieran
regularmente de acuerdo con la ley de Moisés (vea Números
28,29). Ya sabemos que Acaz había permitido que desaparecieran
(29:7). Ezequías, “de su propia hacienda” se encargó de que se
proveyera adecuadamente para “los holocaustos de la mañana y
de la tarde, y para los holocaustos de los sábados, nuevas lunas y
fiestas solemnes” (versículo 3). El cronista notó una clase de
liderazgo semejante en el caso de David, cuando dedicó su propia
fortuna personal para la construcción de la casa de Dios (1
Crónicas 29:3).

353
2 Crónicas 31:3-10

Al guiarlos con su propio ejemplo, ahora el rey le ordenó “al


pueblo que habitaba en Jerusalén” que otra vez volviera a hacer
ofrendas regulares para el sostenimiento de los sacerdotes y de los
levitas (versículo 4). Las primicias les pertenecían legítimamente
a los sacerdotes (versículo 5; Números 18:12). Los levitas, a su
vez, iban a recibir su sostenimiento de los diezmos que el pueblo
daba anualmente de todo lo que poseía (versículo 5; Números
18:24). Dios quería que sus siervos estuvieran libres de las
preocupaciones terrenales para que se pudieran “[dedicar] a la ley
de Jehová” (versículo 4). Tomamos esta última expresión en un
sentido más amplio con el fin de incluir el estudio y la enseñanza
de la Palabra de Dios (vea 15:3; 17:7-9), el juicio de disputas de
acuerdo con la Palabra (vea 19:5-11) y el desempeño de todas las
responsabilidades del Templo ordenadas en la Palabra.
Tanto el Antiguo como del Nuevo Testamento ven el
sostenimiento terrenal de los siervos de Dios como un derecho de
los trabajadores de tiempo completo y como una obligación del
pueblo (Números 18; Lucas 10:7; 1 Corintios 9:3-12; Gálatas 6:6).
Lo que hace que el pueblo del tiempo de Ezequías sea
extraordinario es que el pueblo también lo consideró como un
privilegio y una alegría. Vemos que el cronista desarrolla este tema
de varias maneras. No sólo los habitantes de Jerusalén que habían
recibido el mandato directamente contribuyeron, sino que la gente
de todos los pueblos de Judá también participó con gusto, tan
pronto como el mandato del rey se difundió (versículos 5,6). Ellos
comenzaron con las ofrendas de las primicias en el tercer mes en
la fiesta de Pentecostés y terminaron en el séptimo mes de la fiesta
de las Cosechas (versículo 7). Además de esto, vemos que se pone
énfasis repetidamente en la abundancia de las ofrendas, inspirando
la gratitud y la alabanza por igual del rey, de los funcionarios y de
los sacerdotes (versículos 5,6,8,10). El poder para dar en esas
cantidades sólo podía haber venido de Dios.
La respuesta de Azarías a la pregunta del rey es especialmente
interesante, se aproxima a lo poético tanto en el ritmo como en la
redacción condensada (versículo 10). El versículo dice
354
2 Crónicas 31:11-21

literalmente: “Desde que comenzaron a llegar las contribuciones,


en la casa del Señor hubo comida, saciedad y abundancia de
sobrantes, porque el Señor ha bendecido a su pueblo; y lo que ha
quedado, ¡esta gran cantidad!” Aquí no es difícil pensar en el
sentido de asombro similar que tuvo el evangelista cuando anotó
la situación posterior cuando nuestro Señor alimentó a los cinco
mil: “Comieron todos y se saciaron; y recogieron lo que sobró de
los pedazos, doce cestas llenas” (Mateo 14:20).
Donde gobierna el Rey de Dios, el Señor bendecirá a su
pueblo, y Dios proveerá abundantemente a sus siervos. Éste fue
el mensaje del cronista para animar a su propio pueblo. Sabemos
por otros libros bíblicos que los que regresaron del exilio no
siempre estaban tan ansiosos de llevar sus ofrendas (Malaquías
3:8-10). Hasta hubo tiempos en los que los levitas se vieron
obligados a volver a cultivar la tierra para sustentarse (Nehemías
13:10-14). Con este relato histórico, el cronista estaba reforzando
la promesa que Dios también le había dado a su pueblo por medio
de Malaquías: “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los
ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo
sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías
3:10).
De manera semejante, el Señor Jesús nos promete: “Dad y se
os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en
vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os
volverán a medir” (Lucas 6:38).

Ezequías provee para el almacenamiento apropiado de las


ofrendas y para su distribución

11
Por tal motivo mandó Ezequías que prepararan
depósitos en la casa de Jehová. Los prepararon, 12 y en ellos
metieron fielmente las primicias, los diezmos y las cosas
consagradas. Nombraron a cargo de ello al levita Conanías,
el principal, y Simei, su hermano, fue el segundo. 13 Jehiel,
Azazías, Nahat, Asael, Jerimot, Jozabad, Eliel, Ismaquías,
355
2 Crónicas 31:11-21

Mahat y Benaía, fueron los mayordomos al servicio de


Conanías y de Simei, su hermano, por mandamiento del rey
Ezequías y de Azarías, príncipe de la casa de Dios. 14 El levita
Coré hijo de Imna, guarda de la puerta oriental, tenía a su
cargo las ofrendas voluntarias para Dios, y la distribución de
las ofrendas dedicadas a Jehová y las cosas santísimas. 15 A
sus órdenes estaban Edén, Miniamín, Jesúa, Semaías,
Amarías y Secanías, en las ciudades de los sacerdotes, para
dar con fidelidad a sus hermanos sus porciones conforme a
sus grupos, lo mismo al mayor que al menor; 16 a los hombres
anotados por sus genealogías, de tres años para arriba, a
todos los que entraban en la casa de Jehová para
desempeñar su ministerio según sus oficios y grupos.
17
También a los que eran contados entre los sacerdotes según
sus casas paternas; y a los levitas de edad de veinte años
para arriba, conforme a sus oficios y grupos. 18 Eran
inscritos con todos sus niños, sus mujeres, sus hijos e hijas, es
decir, toda la comunidad; porque con fidelidad se
consagraban a las cosas santas. 19 Del mismo modo para los
hijos de Aarón, sacerdotes, que estaban en los ejidos de sus
ciudades, por todas las ciudades, los hombres nombrados
estaban encargados de dar sus porciones a todos los hombres
de entre los sacerdotes, y a todos los levitas inscritos.
20
De esta manera hizo Ezequías en todo Judá; y ejecutó lo
bueno, recto y verdadero delante de Jehová, su Dios. 21 En
todo cuanto emprendió en el servicio de la casa de Dios, de
acuerdo con la Ley y los mandamientos, buscó a su Dios, lo
hizo de todo corazón, y fue prosperado.

En esta sección de las Escrituras, las palabras claves para


recordar son orden y fidelidad. La falta de alguna de ellas puede
hacer que la gente desperdicie la abundancia que le da Dios. La
falta de alguna de ellas también puede sembrar sospechas y
envidias hasta en los grupos más pacíficos. Cuando el rey vio el

356
2 Crónicas 31:11-21

montón de ofrendas en los atrios del Templo, supo que tenía que
hacer algo para conservarlas, así que mandó “que prepararan
depósitos en la casa de Jehová” (versículo 11).
El rey también se encargó de que los depósitos se utilizaran
para los propósitos a los que estaban destinados. La palabra
“fielmente” del versículo 12 bien puede tener la intención de hacer
un contraste agudo entre la manera en que se usaron los depósitos
durante el tiempo de Ezequías y la forma en que se utilizaron en
una ocasión durante la época del cronista. Mientras que los judíos
estuvieron bajo el gobierno persa, Eliasib el sumo sacerdote se
portó deslealmente al haber destinado un depósito del Templo
como morada para Tobías, el amonita (Nehemías 13:7-9).
El cronista vuelve a tomar el tema de la fidelidad en los
versículos 15 y 18. Los hombres de Coré fueron fieles en la
distribución de las contribuciones entre los sacerdotes. Los levitas
también fueron fieles en prepararse para el servicio del Señor. De
todas las virtudes, la fidelidad es la menos notable, ya que por su
naturaleza rara vez llama la atención; hace exactamente lo que
hace, todos los días, sin pregonarlo a los cuatro vientos para que
se sepa. Sólo cuando hace falta la gente sí se da cuenta. Y de todas
las virtudes necesarias para darles el uso apropiado a sus ofrendas,
¿tenemos que adivinar cuál considera más importante el Señor?
¡La fidelidad!
Pablo se refiere a ella como la norma con que se debían juzgar
a los ministros de Cristo (1 Corintios 4:2). Pedro la utiliza como
el modelo de todo el servicio cristiano (1 Pedro 4:10; vea también
Romanos 12:6-8). La vemos en el estudiante que realiza sus tareas
diarias y en el pastor que prepara sus sermones semanales. La
vemos en la madre que cuida sus hijos pequeños durante muchos
días que algunas veces parecen interminables y que nunca tienen
suficientes horas. La observamos en el padre que le lee todas las
noches a su hijo. La notamos los domingos por la mañana cuando
las bancas de la iglesia están ocupadas con las mismas personas
que asistieron la semana pasada.

357
2 Crónicas 31:11-21

También la podemos ver en la forma en que la gente le da al


Señor, no en arrebatos de culpa ni en arranques súbitos de
generosidad sino “cada primer día de la semana” (1 Corintios
16:2). Y la podemos identificar en la forma como el apóstol Pablo
reunió las ofrendas para los santos de Jerusalén. Hombres de todas
las regiones acompañaron a Pablo a Jerusalén cuando llevó las
ofrendas allí (Hechos 20:4). Pablo quería “[evitar] que nadie [los
censurara]” por la forma en que administró las ofrendas de los
creyentes (2 Corintios 8:20).
El orden es el otro distintivo del sistema de distribución de
Ezequías. Varios de estos versículos están escritos con un estilo
diferente al de las otras secciones narrativas de 2 Crónicas. Éstos
son extremadamente condensados, como si fueran escritos como
un tipo de lista oficial de especificaciones. Eso ha hecho que
algunos comentaristas se pregunten si el cronista sólo los haya
copiado directamente en su manuscrito de otros documentos
antiguos, tal vez hasta de los documentos oficiales del palacio de
la época de Ezequías. Sea esto verdad o no, podemos ver que
Ezequías siguió todos los pasos necesarios para asegurar que se
estableciera una organización apropiada para la recolección y la
distribución de las ofrendas.
Conanías y sus ayudantes estaban encargados de recibir las
diversas contribuciones (versículos 12,13). Eran doce en total, un
número normal para formar una unidad en la estructura
organizacional hebrea. Ellos servían bajo la dirección conjunta del
rey y del funcionario que estaba a cargo del Templo. El mismo
Conanías compartió responsabilidades con Simeí, su segundo en
el mando. De alguna forma, siempre ha parecido una ventaja
trabajar en parejas cuando se cuentan las ofrendas. Coré y sus
ayudantes tenían la tarea de distribuir las ofrendas (versículo 14).
Como en la actualidad las congregaciones tienen un secretario
financiero y un tesorero, así también Ezequías quería ver que la
mano que escribía los cheques fuera diferente de la que recibía el
dinero.

358
2 Crónicas 31:11-21

El método de distribución también fue abierto, legal y


transparente. A los sacerdotes los mantenían desde el tiempo que
eran destetados (de tres años para arriba, versículo 16), mientras
que las necesidades de los levitas se proveían al momento de entrar
en el servicio activo (a partir de los 20 años, versículo 17). Para
que esto sucediera, los sacerdotes y los levitas tenían que anotarse:
“los que eran contados . . . según sus casas paternas” (versículo
17). También se hicieron distinciones entre los sacerdotes que
servían regularmente en Jerusalén (versículo 16) y aquellos a
quienes llamaban solo para servicio ocasional en el Templo, ya
que los últimos pasaban la mayor parte de su tiempo “en los ejidos
de sus ciudades” en Judá (versículo 19), parecía justo que hubiera
alguna distinción en la forma en que se les subvencionaba.
Con todo este énfasis en el orden y la fidelidad, no debemos
olvidar nunca la motivación que estaba detrás e todo esto. Éste era
un pueblo que había hallado alegría en presencia de su Dios
misericordioso (vea 30:21-26, donde la palabra alegría se repite
cuatro veces). Esa alegría naturalmente rebosará en obras de amor.
Recuerde también que ésta era una nación que se había reunido
bajo el rey ungido de Dios, un rey que ejecutó “lo bueno, recto y
verdadero delante de Jehová, su Dios. En todo cuanto [Ezequías]
emprendió en el servicio de la casa de Dios, de acuerdo con la Ley
y los mandamientos, buscó a su Dios, lo hizo de todo corazón”
(versículos 20,21). El cronista no evalúa tan positivamente a
ningún otro gobernante después de Salomón, ni siquiera al buen
rey Josías. Seguro que no desconoce las faltas de Ezequías (vea
32:24-26); sin embargo, éstas no se consideran aquí, ya que el
cronista quería animar otra vez el corazón de sus lectores con un
presagio del Rey Ideal.
Nos debemos considerar muy bienaventurados quienes
podemos ver el rostro de nuestro Salvador no sólo en las sombras
y tipos sino en su gloria plena como el unigénito Hijo del Padre,
lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14). El apóstol nos dirige
directamente hacia él, nos anima a pasar nuestra vida en el servicio

359
2 Crónicas 31:11-21

amoroso de ese Rey: “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor


Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para
que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos” (2 Corintios
8:9).

El rey de Dios es puesto a prueba

Antes de hablar plenamente del capítulo siguiente, vale la pena


hacer una nueva pausa para hacer algunas observaciones sobre el
método general del cronista en la redacción de su historia. Aquí
podemos discernir su manera de trabajar con especial claridad
porque no tenemos uno sino dos relatos paralelos en las Escrituras
que nos informan sobre los mismos acontecimientos (vea 2 Reyes
18–20 e Isaías 36–39). Al notar las diferencias, podemos sacar
varias conclusiones. En algunos lugares, el cronista sencillamente
supone que sus lectores están familiarizados con los relatos
paralelos. Los versículos 24 a 26 del capítulo 32 son bastante
generales en comparación con los relatos elaborados ampliamente
de estos mismos acontecimientos que encontramos en Reyes e
Isaías. Es casi seguro que sus lectores hasta hubieran tenido
dificultades en comprender los versículos si no hubieran estado ya
familiarizados con las historias de las otras fuentes. Pero si el
cronista suponer este conocimiento, sus alusiones sencillas
tendrían gran impacto en un espacio reducido.
Esta condensación de material a veces también tuvo el efecto
de hacer que las verdades fueran de una aplicación más general y
eterna o de hacer contrastes con fuerza más impresionante. Por
ejemplo, en la invasión de Senaquerib, los 21 versículos del
cronista cubren el mismo material básico que los 57 versículos que
necesita el escritor de Reyes para contar la misma historia. El
cronista no nos da todos los nombres de los generales de
Senaquerib, ni nos informa sobre la rebelión de Ezequías contra
el rey de Asiria, como lo hace el escritor de Reyes (2 Reyes 18:7).
Sin embargo, en la descripción del cronista recibimos un cuadro

360
2 Crónicas 32:1-8

más completo de la confrontación entre el bien y el mal, entre el


reino divino de luz y el reino de las tinieblas.
Finalmente, hemos notado más de una vez que el cronista les
da forma a los relatos que encuentra en los libros de Samuel y
Reyes y que muchas veces los complementa con material nuevo
que no se encuentra en ninguna otra parte de las Escrituras.
Algunas veces, el efecto general de esta redacción y
complementación casi nos da una impresión totalmente diferente
de un rey en particular de la que ya teníamos. Aquí otra vez es útil
recordar que la verdad raras veces tiene dos dimensiones. Dos
personas pueden describir el mismo acontecimiento, pero desde
un punto de vista completamente diferente. Ninguno de los dos
distorsiona la verdad; solo que cada uno al hablar escoge
concentrarse en una faceta especial de la verdad que el otro no
enfatiza de la misma forma. El escritor de Reyes opta por subrayar
algunas de las faltas de Ezequías, como la utilización de los tesoros
del Templo para sobornar a Senaquerib, o su primera reacción
desesperada a la burla del comandante asirio (2 Reyes 18:15,16;
19:1-3). El cronista sigue todavía interesado en mostrarnos a
Ezequías como una sombra del Rey Ideal, de modo que presenta
la invasión como una prueba de la fidelidad que Ezequías aprobó
con el fortalecimiento del Señor.

Senaquerib invade a Judá; Ezequías fortifica a Jerusalén y a su


pueblo

32 Después de estas cosas y de esta fidelidad, vino


Senaquerib, rey de los asirios, invadió a Judá y
acampó contra las ciudades fortificadas con la intención de
conquistarlas.
2
Al ver Ezequías que Senaquerib había llegado con la
intención de combatir a Jerusalén, 3 consultó con sus
príncipes y sus hombres valientes y les propuso cegar las
fuentes de agua que estaban fuera de la ciudad; y ellos lo

361
2 Crónicas 32:1-8

apoyaron. 4 Entonces se reunió mucho pueblo, y cegaron


todas las fuentes y el arroyo que corría a través del
territorio, diciendo: «¿Por qué han de hallar los reyes de
Asiria muchas aguas cuando vengan?»
5
Con ánimo resuelto edificó luego Ezequías todos los
muros caídos, e hizo alzar las torres y otro muro por fuera;
fortificó además a Milo, en la Ciudad de David, y también
hizo muchas espadas y escudos. 6 Puso capitanes de guerra
sobre el pueblo, los hizo reunir en la plaza de la puerta de la
ciudad, y les habló al corazón, diciendo: 7 «Esforzaos y
animaos; no temáis ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de
toda la multitud que con él viene; porque más hay con
nosotros que con él. 8 Con él está el brazo de carne, pero con
nosotros está Jehová, nuestro Dios, para ayudarnos y pelear
nuestras batallas.» Y el pueblo tuvo confianza en las
palabras de Ezequías, rey de Judá.

Como lo hemos dicho, el cronista pone la invasión de


Senaquerib dentro del contexto de la fidelidad de Ezequías
(versículo 1), una fidelidad que nuestro escritor describió con
grande afecto en los capítulos anteriores. ¿Fue la invasión una
prueba del Señor? Así parece. Esta prueba sí la pasaría; la que
vendría después no (vea 32:31). “Vino Senaquerib, rey de los
asirios, invadió a Judá.” En ese tiempo (alrededor del año 701 a.C.)
solo el informe de la llegada del rey de los asirios hubiera sido
suficiente para poner a la mayoría de los reyes del Cercano Oriente
a temblar como gelatina. Los asirios habían formado su imperio
sin escrúpulos, aplastando a otros sin piedad. Ellos tenían gran
poder militar, y no eran tímidos para usarlo. Como Lutero lo
destacó muchas veces, precisamente cuando Dios parece que se
esconde, la gente tiene la mayor oportunidad de poner en práctica
la fe en su promesa.
Eso hizo exactamente el rey fiel de Dios. La fe que había en
el corazón de Ezequías fue evidente por las acciones que llevó a
cabo en su vida. Al darse cuenta de que no podía enfrentar a los
362
2 Crónicas 32:1-8

asirios en el campo de batalla, Ezequías inmediatamente se puso


a reforzar las defensas de Jerusalén. Las ciudades antiguas tenían
algunas necesidades básicas para resistir a un enemigo más
poderoso por un tiempo extendido. Entre éstas estaban: el agua
para beber, los alimentos para comer, las murallas de defensa y
defensores dispuestos a patrullar. Además, cuanto más le negaba
a su adversario el acceso a estos recursos, una ciudad que se
defendía tendría más posibilidades de sobrevivir.
Al pensar en eso, Ezequías primero se encargó del suministro
de agua en Jerusalén. “[Cegaron]” las fuentes de agua de fuera de
la ciudad para impedir que su enemigo las usara. Eso bien pudo
haber incluido varios canales y conductos en el Torrente de Cedrón
que distribuían el agua desde la fuente de Guijón. Es probable que
el proyecto que se menciona más adelante, en el versículo 30,
también tenga la misma fecha aproximada: “Fue Ezequías quien
cubrió los manantiales de Guijón la de arriba, y condujo el agua
hacia el occidente de la Ciudad de David.” Muchos intérpretes
piensan que el rey decidió cambiar el curso de las aguas de la
fuente debido a que le quería asegurar el suministro permanente
de agua a su ciudad en caso de que fuera sitiada. Cuando terminó,
el agua de la fuente fluía a través de un túnel cavado en la roca y
se depositaba en una represa ubicada dentro de las paredes de la
ciudad. Hace más de cien años, unos bañistas descubrieron en el
Estanque de Siloé una antigua inscripción hebrea a la entrada de
ese túnel, donde se detallaba cómo los trabajadores habían
perforado finalmente los últimos metros de roca. Muchos eruditos
consideran que la fecha de esta “Inscripción del Estanque de Siloé”
es del tiempo de Ezequías. La fuente de Guijón se convirtió en un
río que refrescaba la ciudad de Dios (vea Salmo 46:4).
No contento con solo asegurar el suministro de agua, el rey
procedió a abordar el asunto de los muros de Jerusalén, trabajó
duro para reparar todas las secciones quebradas y erigió torres en
puntos estratégicos (versículo 5). Como paso final, el versículo 6
nos informa que organizó y equipó sus fuerzas militares como lo
habían hecho otros grandes reyes antes de él (David el más notable
363
2 Crónicas 32:1-8

de todos). De este modo, cumplió con la mayoría de los requisitos


que su ciudad necesitaba para resistir el asedio. El agua, los muros
y los defensores estaban todos presentes. Sólo podemos suponer
que no había sido negligente en adquirir una cantidad adecuada de
alimentos.
La pregunta retórica que hicieron sus trabajadores hombres
cuando bloquearon las fuentes resume bastante bien el espíritu de
los primeros cinco versículos: “¿Por qué han de hallar los reyes
de Asiria muchas aguas cuando vengan?” (versículo 4). En otras
palabras, ¿por qué debemos hacer que las cosas sean más fáciles
para el enemigo? Aquí nos podemos ocupar de la discusión de una
pregunta que se presenta al comparar esta crisis con una parecida
que surgió en la vida del rey Josafat. Ezequías trabajó
diligentemente con el fin de prepararse para el sitio que sabía
estaba próximo. Cuando la vida de Josafat y la de su pueblo
estuvieron bajo la amenaza de un ataque inminente, el rey no hizo
ningún preparativo para defenderse. Todo lo que hizo fue reunir
la congregación de Israel, ir al Templo y expresar en oración su
absoluta dependencia de Dios (capítulo 20). Puede ser que le
quisiéramos preguntar al cronista, ¿Cuál es la mejor respuesta al
problema: la oración o el trabajo?
La respuesta, por supuesto, sería: ambas. Algunas veces,
dependiendo de las circunstancias y de las personalidades
involucradas, un rey puede llevar a cabo muchas actividades
mientras ora al mismo tiempo. En otras ocasiones, el rey podría
simplemente esperar a que el Señor le diera la victoria. En todo
caso, lo esencial es depender del poder supremo del Señor.
Ezequías con sus preparativos no tenía la intención de despreciar
al Señor; en realidad, como un verdadero rey evangélico, después
preparó el corazón de su pueblo para el combate diciendo:
“Esforzaos y animaos; . . . porque más hay con nosotros que con
él. Con él está el brazo de carne, pero con nosotros está Jehová,
nuestro Dios, para ayudarnos y pelear nuestras batallas”
(versículos 7,8). Ezequías se dio cuenta, como lo había hecho el
rey Josafat antes que él, que la batalla era del Señor.
364
2 Crónicas 32:1-8

Nuestro problema algunas veces es caer en el hábito de pensar


que la piedad solo toma una forma. El idealista mira a los prácticos
y les dice: “¡Ustedes no tienen fe!” Los prácticos miran a los
idealistas y les dicen: “¡Ustedes están tentando a Dios!” ¿Será
posible que el Señor los haya puesto a ambos, al idealista y al
práctico, en el mismo grupo de creyentes, para que cada uno pueda
aprender del otro? El cronista dice: “¡Desde luego!” Ambos deben
encontrar el descanso para su alma en las palabras y en las
promesas del Dios. El práctico debe estar alerta para no empezar
a depender de todas sus acciones y creer que pueda obtener la
salvación actuando de una manera práctica. Dios puede ganar la
victoria con su trabajo o sin el. El idealista debe estar alerta para
no confiar descuidadamente y pensar que su carne pecadora de
algún modo ha desaparecido y por lo tanto no necesita más
disciplina (vea 1 Corintios 9:25-27). Después de todo ¿por qué
hacer que las cosas sean más fáciles para el enemigo?
El sermón de Ezequías y la conmovedora declaración de fe
que le hizo a su pueblo, que estaba al borde de la guerra, merecen
una consideración más cuidadosa. A través de los siglos, otros
generales habían animado a sus tropas señalándole las glorias que
estaban por ganar o las orgullosas tradiciones de su pueblo que
debían imitar. Algunos pueden le quitar importancia a la fuerza del
enemigo exagerando las habilidades y el poder de su propio
ejército. Ezequías dijo exactamente lo que cualquier general
terrenal diría: “Esforzaos y animaos; no temáis ni tengáis miedo”
(versículo 7). Con las mismas palabras, Moisés también había
animado a su pueblo cuando estaban por entrar en la Tierra
Prometida (Deuteronomio 31:6). Así también les habló Josué a sus
tropas y David a su hijo (Josué 10:25; 1 Crónicas 22:13, 1 Crónicas
28:20).
No obstante, la base del ánimo de Israel y su objetivo en la
batalla eran completamente diferentes. En cada ocasión, a Israel
se le animó a ser fuerte porque el Señor estaba con ellos
(Deuteronomio 31:8,23; Josué 1:9; 1 Crónicas 28:20). Él los
escogió como su pueblo y prometió glorificar su Nombre salvador
365
2 Crónicas 32:1-8

en ellos. Por lo tanto, el objetivo de las tropas de Israel en la batalla


nunca fue ganar la gloria para ellos mismos, sino más bien llevar
a cabo los mandamientos de Dios (Josué 1:7,18; 1 Crónicas 22:13;
28:20).
Al saber que el Señor estaba con ellos, Israel tenía toda la
razón para estar confiado. Fue cuestión de una comparación
simple. Por un lado, estaba el rey de Asiria y “toda la multitud”
que lo acompañaba (sin quitarle importancia a la fuerza del
enemigo aquí: la palabra hebrea para el ejército asirio también se
puede traducir como “horda”). Por el otro estaba “Jehová, nuestro
Dios, para ayudarnos” (versículo 8). Con una atenuación hábil, el
rey le recordó a sus tropas lo que esto significa: “Más hay con
nosotros que con él [el rey asirio]” (versículo 7). ¿Por qué? Porque
no importaba cuán numerosos fueran, ni cuán aterradores y
sedientos de sangre pudieran estar los asirios; no obstante, eran y
seguirían siendo “el brazo de carne” mientras que a Israel lo
protegía la mano fuerte del Señor y su brazo extendido (vea
Deuteronomio 5:15). Simplemente no había comparación entre los
dos poderes.
Separados de Cristo, estamos bajo la coerción de muchos
tiranos furiosos. Nuestra carne pecaminosa nos acosa y el mundo
incrédulo nos hostiga. Constantemente debemos estar guardia
contra la tentación del demonio a pecar o contra sus acusaciones
de culpa. Si nosotros o nuestros enemigos dejáramos alguna vez
de tener en cuenta el poder del Señor, quedaríamos atrapados como
un pájaro en una jaula (como Senaquerib una vez se jactó
orgullosamente respecto a Ezequías). Pero Cristo puso a nuestro
enemigo bajo sus pies, llevó todo lo que nos condena a la cruz y
venció a toda la fiera enemistad del mundo. Al depender de su
fuerza, obtenemos la victoria sobre todo lo que nos amenace.
Esto deja una pregunta clave para contestar. ¿Cómo pueden
saber con seguridad, los creyentes a quienes se les está atacando,
que el Señor está con ellos? El Señor mismo nos ha dado una
señal: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por
nombre Emanuel (que significa: ‘Dios con nosotros’)” (Mateo
366
2 Crónicas 32:9-19

1:23; Isaías 7:14). Para rescatarnos, Dios mismo se hizo hombre.


Por esto los que vivimos en la ciudad de Dios siempre disfrutamos
de la paz más perfecta, aunque todo el mundo pueda explotar en
caos alrededor de nosotros.
Dios es nuestro amparo y fortaleza,
nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida
y se traspasen los montes al corazón del mar;
aunque bramen y se turben sus aguas,
y tiemblen los montes a causa de su braveza.
Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios,
el santuario de las moradas del Altísimo.
Dios está en medio de ella; no será conmovida.
Dios la ayudará al clarear la mañana.
Bramaron las naciones, titubearon los reinos;
dio él su voz y se derritió la tierra.
¡Jehová de los ejércitos está con nosotros!
¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob! (Salmo 46:1-7)
Como lo hizo el pueblo de Jerusalén (versículo 8), así nosotros
también encontramos consuelo en las palabras de nuestro Rey.

Senaquerib se burla de Dios y de su Palabra

9
Después de esto, Senaquerib, rey de los asirios, mientras
sitiaba a Laquis con todas sus fuerzas, envió sus siervos a
Jerusalén para decir a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de
Judá que estaban en Jerusalén:
10
«Así ha dicho Senaquerib, rey de los asirios: ¿En quién
confiáis vosotros al resistir el sitio en Jerusalén? 11 ¿No os
engaña Ezequías para entregaros a la muerte por hambre y
sed, cuando dice: “Jehová, nuestro Dios, nos librará de
manos del rey de Asiria”? 12 ¿No es Ezequías el mismo que
ha quitado sus lugares altos y sus altares, y ha dicho a Judá y
a Jerusalén: “Sólo delante de este altar adoraréis, y sobre él
quemaréis incienso”? 13 ¿No habéis sabido lo que yo y mis
367
2 Crónicas 32:9-19

padres hemos hecho a todos los pueblos de la tierra?


¿Pudieron los dioses de las naciones de esas tierras librar su
tierra de mis manos? 14 ¿Qué dios hubo de entre todos los
dioses de aquellas naciones que destruyeron mis padres, que
pudiera salvar a su pueblo de mis manos? ¿Cómo podrá
vuestro Dios libraros de mis manos? 15 Ahora, pues, no os
engañe Ezequías ni os persuada de ese modo, ni le creáis;
que si ningún dios de todas aquellas naciones y reinos pudo
librar a su pueblo de mis manos y de las manos de mis
padres, ¿cuánto menos vuestro Dios os podrá librar de mis
manos?»
16
Esto y otras cosas más hablaron sus siervos contra
Jehová Dios, y contra su siervo Ezequías. 17 Además de esto
escribió cartas en que blasfemaba contra Jehová, el Dios de
Israel, y hablaba contra él diciendo: «Así como los dioses de
las naciones de los países no pudieron librar a su pueblo de
mis manos, tampoco el Dios de Ezequías librará al suyo de
mis manos.»
18
Entonces gritaron bien fuerte en judaico al pueblo de
Jerusalén que estaba sobre los muros, para espantarlos y
atemorizarlos, a fin de poder tomar la ciudad. 19 Hablaban
del Dios de Jerusalén como de los dioses de los otros pueblos
de la tierra, que son hechos por los hombres.

El orgulloso rey de Asiria le envió sus mensajeros a


Ezequías, mientras que él mismo se encargaba de sitiar a Laquis.
¡Desde luego, era un hombre con muchas ocupaciones! No hay
duda de que el envío de los mensajeros fue parte de la campaña
de guerra sicológica, útil para socavar la voluntad que tenía el
enemigo para resistir. Él, el gran rey asirio, no necesitaba ir en
persona; le bastaba con enviar a sus lacayos. Josef Goebbels de la
Alemania Nazi no inventó la propaganda, un vistazo al mensaje
del rey aquí nos dice que Goebbels ni siquiera pudo haber
pretendido perfeccionarla. Senaquerib se las había arreglado para

368
2 Crónicas 32:9-19

hacer eso mucho antes que él. Todo está aquí: las distorsiones, las
verdades a medias y la gran mentira.
El rey le preguntó al pueblo de Jerusalén: “¿En quién
confiáis vosotros?” (versículo 10), “¡¿En el sermoncito de
Ezequías?! Miente cuando dice que el Señor los protegerá.”
Luego, Senaquerib sigue tratando de causar una división entre el
pueblo del Señor y su rey. En el versículo 12, sus palabras
realmente dicen: “¿Por qué habría de tener el Señor alguna
consideración especial por Ezequías? ¿Acaso no escuché yo, en
alguna parte, que él había sido la persona que derrumbó todos los
altares del Señor en los lugares altos y quien insistió en que al
Señor se le debía adorar en un solo lugar?” Puesto que era idólatra,
no podía creer que el Señor hubiera insistido en una cosa así.
Después de todo, desde su punto de vista, entre más altares
hubiera, más contento estaría cualquier dios. Con esa lógica se
concluiría que Ezequías había ofendido al Señor, el Dios de Israel,
al derrumbar todos esos altares, y por lo tanto no podía afirmar
que hablaba por él. Por la costumbre impía de Judá de levantar
esos altares en los lugares altos, se puede ver cómo este argumento
pudo haber afectado al pueblo que estaba sitiado. Muchas veces
las personas, cuando están bajo presión, se vuelven a sus antiguas
costumbres, a las viejas supersticiones.
El rey continúa, diciendo: “Además ¿No leen ustedes los
periódicos? ¿No se dan cuenta de con quién tratan aquí? Los
asirios hemos barrido con todo, y jamás ninguno de los dioses de
las otras naciones les ha ayudado ¿Por qué piensan que su dios es
diferente?” (vea los versículos 13-15). El cronista hace una breve
alusión a los acontecimientos que se describen de una manera más
completa en 2 Reyes (compare los versículos 17-19 con 2 Reyes
18:26-37 y 2 Reyes 19:9-13). Sin embargo, para el cronista, el
asunto ya está más claro que el agua: el rey de Asiria agrupa al
Dios de Jerusalén con todo el resto de los dioses de la tierra. La
peor clase de blasfemia es poner al Dios vivo en la misma
categoría que la “obra de manos de hombres” (versículo 19).

369
2 Crónicas 32:20-23

Senaquerib se oponía al Señor y a su ungido. Así sucede en


todos los conflictos entre las fuerzas de la luz y las fuerzas de las
tinieblas. Podemos esperar que el demonio trate de producir una
división entre nosotros y nuestro Rey. Lo hace burlándose de la
Palabra de Dios, poniendo en ridículo las promesas de Dios, y
amontonando los pecados tan alto sobre nuestra cabeza que no
podemos ver al Salvador que murió por todos ellos. El demonio
también trata de separar a nuestro Rey de Dios mismo; insinúa que
el Dios que adoramos en verdad no es diferente del dios que
cualquier otra persona adora. “Muchos caminos, muchos senderos
(cristiano, musulmán, judío, hindú, animista) pero al final todos
llegamos al mismo lugar. ¿Por qué ser tan estrictos respecto al
único Nombre y al único Camino?” Podríamos dejar que Lutero
dé la respuesta, tanto a Senaquerib como a cualquiera otra persona
que profiera estas blasfemias orgullosas contra nuestro Dios y Rey:
No escucharé ni sabré de ningún otro Dios,
sino sólo miraré y escucharé
a Cristo. Y si lo escucho ya se cual es mi situación ante
Dios; y ya no tengo que atormentarme como antes con
ansiedad por la
expiación y la reconciliación con Dios. Porque en
esta imagen toda la ira y los terrores se desvanecen, y
solo la gracia y el consuelo resplandecen.*

Dios responde al rayar el día

20
Pero el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amoz
oraron por esto, y clamaron al cielo. 21 Y Jehová envió un
ángel, el cual destruyó a todo valiente y esforzado, y a los
jefes y capitanes en el campamento del rey de Asiria. Por
tanto, éste volvió a su tierra avergonzado; y al entrar en el
templo de su dios, lo mataron a espada sus propios hijos.

* Luther’s Works, American Edition, Vol 24, p. 98.

370
2 Crónicas 32:20-23
22
Así salvó Jehová a Ezequías y a los habitantes de
Jerusalén de las manos de Senaquerib, rey de Asiria, y de las
manos de todos; y les dio reposo por todos lados. 23 Muchos
trajeron entonces a Jerusalén ofrenda a Jehová, y ricos
presentes a Ezequías, rey de Judá; el cual fue muy
engrandecido delante de todas las naciones después de esto.

Por la naturaleza que ha tenido nuestro debate hasta este punto,


parece seguro un resultado victorioso. El cronista nos ha dado
antes ejemplos de ocasiones en las que el pueblo de Dios se
enfrentó a fuerzas arrolladoras y aun así ganó la victoria (vea 20:1-
30). Cuando se ha cuestionado el nombre del Señor como el Dios
Salvador, él procede a vindicar la confianza que su pueblo ha
puesto en él. El Señor dice: “Seré exaltado entre las naciones;
enaltecido seré en la tierra” (Salmo 46:10). Pero eso no convierte
a la oración algo superfluo; por 2 Reyes sabemos que Ezequías le
había pedido a Isaías que intercediera mediante la oración por
Jerusalén (2 Reyes 19:4). El cronista nos dice aquí que Ezequías
también oró (versículo 20). En su estilo convincente, Lutero le dijo
esto una vez a su congregación: “Las órdenes y los mandamientos
de Dios, y las oraciones de los cristianos . . . son los dos pilares
que sostienen todo el mundo.” * Dice específicamente que las
oraciones de intercesión habían sido las armas que “derrotaron a
los ejércitos del emperador asirio”. **
Dios contestó esas oraciones contundentemente: “Y Jehová
envió un ángel, el cual destruyó a todo valiente y esforzado, y a
los jefes y capitanes en el campamento del rey de Asiria. Por tanto,
este volvió a su tierra avergonzado; y al entrar en el templo de su
dios, lo mataron a espada sus propios hijos” (versículo 21). Han
surgido muchas teorías acerca de lo que sucedió exactamente.
Algunos han sugerido que la peste bubónica destruyó a las fuerzas
de Senaquerib; otras especulaciones van desde lo milagroso hasta

* Luther’s Works, American Edition, Vol. 24, p. 81.


** Luther’s Works, American Edition, Vol. 24, p. 80.

371
2 Crónicas 32:24-33

lo ridículo. Lo que el cronista resalta aquí es lo contrario a cada


una de las jactancias de Senaquerib: el Señor sí liberó a su ciudad,
como Ezequías dijo que lo haría y Senaquerib lo negó. Por otro
lado, el dios de Senaquerib no pudo salvarlo aunque su devoto le
oró en su propio templo. Allí, al orgulloso asirio que se había
jactado de sus padres (versículo 13) lo mataron sus propios hijos
(versículo 21). Los asirios también se habían burlado del Templo
como el lugar central de adoración (versículo 12); Dios, al derrotar
a Senaquerib, aumentó la gloria de su Casa inspirando a muchos
a presentarle ofrendas en Jerusalén (versículo 23). Finalmente,
Senaquerib sostuvo que era el terror de las naciones (versículos
13,14), y Dios reemplazó ese terror con una gran consideración
por Ezequías, su rey ungido (versículo 23).

Los tesoros en vasijas de barro:


el orgullo de Ezequías, éxito y muerte

24
En aquel tiempo Ezequías enfermó de muerte; y oró a
Jehová, quien le respondió y le dio una señal. 25 Pero
Ezequías no correspondió al bien que le había sido hecho,
sino que se enalteció su
corazón, por lo cual vino la ira contra él, contra Judá y
Jerusalén. 26 Pero después de haberse enaltecido su corazón,
Ezequías se humilló, él y los habitantes de Jerusalén; por eso
no estalló sobre ellos la ira de Jehová en los días de Ezequías.
27
Ezequías tuvo riquezas y gloria, muchas en gran manera;
y adquirió tesoros de plata y oro, piedras preciosas,
perfumes, escudos, y toda clase de joyas deseables.
28
Asimismo hizo depósitos para las rentas del grano, del vino
y del aceite, establos para toda clase de bestias, y apriscos
para los ganados. 29 Adquirió también ciudades, y hatos de
ovejas y de vacas en gran abundancia, porque Dios le había
dado muchas riquezas.
30
Fue Ezequías quien cubrió los manantiales de Gihón la
de arriba, y condujo el agua hacia el occidente de la Ciudad
372
2 Crónicas 32:24-33

de David. Y fue prosperado Ezequías en todo lo que hizo.


31
Pero en lo referente a los mensajeros de los príncipes de
Babilonia, que enviaron a él para saber del prodigio que
había acontecido en el país, Dios lo dejó, para probarle y
conocer todo lo que estaba en su corazón.
32
Los demás hechos de Ezequías y sus misericordias están
escritos en la profecía del profeta Isaías hijo de Amoz, en el
libro de los reyes de Judá y de Israel. 33 Durmió Ezequías con
sus padres y lo sepultaron en el lugar más prominente de los
sepulcros de los hijos de David, y lo honró en su muerte todo
Judá y toda Jerusalén. Reinó en su lugar su hijo Manasés.

Ezequías fue un rey bueno y piadoso. En todo el relato del


gobierno de Ezequías, el cronista no nos ha escatimado nada para
cantar sus alabanzas. Al seguir aquí con el mismo espíritu, nos dice
que Ezequías tuvo muchas riquezas (versículo 27), se ocupó de
muchos proyectos de construcción, y hasta compartió la afición
de su bisabuelo, Uzías, por la agricultura y por el cuidado de los
animales (versículo 27-30). Prosperó en todo lo que hizo y tuvo
fama por “sus misericordias” (versículos 30,32). Al morir, recibió
grandes honores y fue enterrado en los sepulcros de los reyes
(versículo 33).
Ezequías fue un rey bueno y piadoso. Sin embargo, no fue un
rey perfecto; en su tiempo de tribulación y enfermedad, invocó al
Señor, pero aunque el Señor lo liberó y hasta le dio una señal
milagrosa, Ezequías no lo honró como Dios (versículo 24,25). En
cambio, cuando fue puesto a prueba, el orgullo innato de la
naturaleza pecaminosa de Ezequías salió a flote. Ezequías se glorió
en toda su riqueza mostrándosela a los enviados de Babilonia
cuando llegaron de visita (versículo 31). Tenemos todos los
detalles en el relato más completo de la historia en 2 Reyes 20.
Aunque simplemente hace alusión al relato de 2 Reyes, el cronista
de ninguna manera le quita importancia al pecado. En realidad, el
cronista lo destaca dividiéndolo en dos referencias separadas
(versículos 25,31). La primera referencia hace un contraste total
373
2 Crónicas 32:24-33

entre la gran misericordia de Dios y el orgullo pecador de


Ezequías. El cronista utiliza la segunda referencia para completar
su descripción de las muchas bendiciones que Ezequías había
recibido. Al resaltar la bondad de Dios poniendo otra vez el
contraste con la ingratitud del hombre, el cronista nos muestra
cómo las abundantes bendiciones de Dios se ponen dentro del
marco del orgullo del hombre.
¿Cómo debemos evaluar esto? Además de la advertencia clara
que le hace a su pueblo sobre lo fácil que es olvidarse de los
beneficios de Dios, el cronista le dice a Israel que debían esperar
a otro rey, el Rey justo que nunca fracasaría, que nunca defraudaría
a Dios ni al hombre con el pecado. En el mejor de los casos
Ezequías era una sombra de él, una sombra cuyas imperfecciones
tenían el propósito de despertar en su pueblo el anhelo de que
viniera alguien mejor. Y alguien mejor vendría. Como sabemos,
un día el Rey justo vino a Jerusalén, manso, sentado sobre un asno.
No había orgullo que desfigurara la vista de su misericordia
perfecta. Vino para traer la salvación; vino a predicar la paz a las
naciones (Zacarías 9:9,10).

El reino de Dios bajo Manasés y Amón: la reforma deshecha

Manasés y su hijo Amón perdieron todos los beneficios


espirituales que Dios había permitido que Ezequías ganara para su
pueblo. El reino de Dios como lo percibimos con nuestros sentidos
es la iglesia militante. Los avances de los piadosos son
neutralizados por los contrataques de los impíos. La verdadera
belleza de la iglesia se encuentra tan escondida en el mundo, que
solo la gracia de Cristo nos puede dar los ojos para verla. De
nuevo, observamos en estos dos reyes un período de gran
oscuridad, recordándonos que nunca debemos dar por sentada
nuestra propia herencia espiritual. Cada generación se debe
apropiar nuevamente las verdades eternas y salvadoras de la santa
Palabra de Dios. Si estamos satisfechos de nosotros mismos,

374
2 Crónicas 33:1-9

interpretando mal la naturaleza de la batalla en la que estamos


comprometidos, nos arriesgamos a perderlo todo.
Acaz construyó el ataúd espiritual de Judá; Manasés y Amón
le pusieron la cubierta y la clavaron. El cronista y el autor de Reyes
están completamente de acuerdo en este punto. Lo sorprendente
del relato que hace el cronista del reinado de Manasés es el
arrepentimiento de Manasés, un asunto que el autor de Reyes no
menciona. La razón debe ser sencillamente que el autor de Reyes
decidió utilizar el texto de la historia para predicar la ley con toda
severidad. Su audiencia necesitaba despejarse y entender por qué
el Rey había rechazado a sus reyes. A menudo hemos hablado de
lo que necesitaban los que escuchaban al cronista; su depresión
espiritual exigía las aplicaciones generosas del bálsamo sanador
del evangelio. Por eso el cronista decidió utilizar los hechos de la
historia de Manasés para predicar tanto la ley como el evangelio,
la ley más severa y el evangelio más dulce. Veremos algunos de
sus métodos específicos cuando hablemos del texto.

Manasés descarría a Judá

33 Doce años tenía Manasés cuando comenzó a reinar,


y cincuenta y cinco años reinó en Jerusalén. 2 Pero
hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a las
abominaciones de las naciones que Jehová había echado de
delante de los hijos de Israel. 3 Porque él reedificó los lugares
altos que Ezequías, su padre, había derribado, levantó
altares a los baales, hizo imágenes de Asera, y adoró a todo el
ejército de los cielos y les rindió culto. 4 Edificó también
altares en la casa de Jehová, de la cual había dicho Jehová:
«En Jerusalén estará mi nombre perpetuamente.» 5 Edificó
asimismo altares a todo el ejército de los cielos en los dos
atrios de la casa de Jehová.
6
Pasó sus hijos por fuego en el valle del hijo de Hinom, y
observaba los tiempos, confiaba en agüeros, era dado a

375
2 Crónicas 33:1-9

adivinaciones y consultaba a adivinos y encantadores; se


excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta
encender su ira. 7 Además de esto puso una imagen fundida
que hizo en la casa de Dios, de la cual había dicho Dios a
David y a su hijo Salomón: «En esta Casa y en Jerusalén, la
cual yo elegí sobre todas las tribus de Israel, pondré mi
nombre para siempre; 8 y nunca más quitaré el pie de Israel
de la tierra que yo entregué a vuestros padres, a condición de
que guarden y hagan todas las cosas que yo les he mandado
por medio de Moisés, toda la Ley, los estatutos y los
preceptos.»
9
Manasés hizo extraviar, pues, a Judá y a los habitantes
de Jerusalén, para que hicieran mayores males que las
naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel.

Desde el principio, el propósito de Manasés fue organizar una


contra reforma; Manasés trato de arruinar todo lo bueno que hizo
su padre Manasés (versículos 3,4). Sus pecados parecen un
catálogo de todas las iniquidades y maldades que un rey pudiera
cometer (vea Deuteronomio 12:5–13:9; 18:9-14). El cronista
organiza su lista de tal manera que al comienzo y al final hay
referencias a las naciones que el Señor había echado de la Tierra
Prometida “de delante de los hijos de Israel” (versículos 2,9).
Como un mal augurio, el escritor prefigura no sólo el castigo que
el Señor estaba por imponerle a Manasés sino también el castigo
que su pueblo iba a recibir pronto. Ellos se habían unido al pecado
del rey y habían incurrido en la misma culpa. Dios estaba por
arrojarlos de su tierra.
Jesús les dio el mismo mensaje a sus discípulos, usando
términos ligeramente diferentes: “Vosotros sois la sal de la tierra;
pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más
para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres”
(Mateo 5:13). Cuando ya no hay ninguna distinción entre los
cristianos, cuando comenzamos a parecer, hablar y actuar “como
todos los demás”, hemos dejado de cumplir el propósito para el
376
2 Crónicas 33:1-9

cual Dios nos ha creado en Cristo. Cuando somos inútiles para los
propósitos piadosos y somos inmundos, Dios nos trata como tales
y nos lanza a la calle para que seamos pisoteados. Esas son las
solemnes palabras de advertencia que le dice Cristo a cualquiera
que se burle de la gracia.
Podemos hacer una observación más sobre la forma magistral
como el cronista dispuso esta sección. Note con cuánta habilidad
ha puesto los pecados más viles al lado de las más preciosas
promesas del Señor. En vez de conservar el santuario central sin
contaminación, Manasés les construyó altares en sus atrios a todos
los ejércitos de los cielos, exactamente donde el Señor había dicho:
“estará mi nombre perpetuamente” (versículo 4). Puso en el
templo de Dios una imagen tallada en el santuario y en la ciudad
donde el Señor había escogido revelarse a Israel (versículo 7). El
contraste produce en el lector un horror absoluto por el pecado.
¡Dios demostró su dulce gracia en el Templo y en la ciudad, y
recibió este agradecimiento por hacerlo! Hoy, a la gente le gusta
pensar que se está volviendo más sofisticada, pero tal vez nada
más nos estamos volviendo más desvergonzados. Quizás todo lo
que ha sucedido es que la cantidad de hechos horrorosos a la que
estamos expuestos a diario sólo nos ha vuelto incapaces de
escandalizarnos. Dios quiera darnos el verdadero horror por el
pecado; ¡que él nos ayude a ver en él toda su realidad repugnante!
Podemos ver una descripción breve de los pecados de Manasés
para entender mejor su significado en nuestros tiempos. Primero,
tenemos la idolatría excedió aún a la de su bisabuelo Acaz. Él
había fundado lo que podríamos llamar “altares de oposición”:
otros lugares, además de la casa de Dios, donde el pueblo de Dios
podía rendir adoración. Esos lugares de Acaz se pudieron dedicar
al Señor, o abiertamente a un dios falso. En todo caso, estaban
prohibidos. Acaz también corrompió la verdadera adoración a Dios
en el Templo con su nuevo altar de sacrificio, copiado de uno que
había visto en Damasco. Por último, simplemente cerró las puertas
de la casa de Dios, impidiendo así la adoración de cualquier clase.

377
2 Crónicas 33:1-9

Se podría preguntar: ¿Qué puede ser peor que esto? La


respuesta es que Manasés lo hizo estableciendo altares paganos y
adorando a dioses falsos e ídolos precisamente dentro del Templo
(versículos 5,7). Al Señor, que había amado a su pueblo como un
esposo, se le estaba pidiendo que tolerara rivales dentro de su
propia Casa (Jeremías 31:32). ¡Seguramente él, cuyo nombre es
Celoso (Éxodo 34:14), no lo iba a soportar! Los actos de Manasés
son una equivalencia aproximada a las prácticas actuales de
algunos cristianos que incorporan en su adoración costumbres
paganas. Tal vez traten de justificarlas llamándolas “cultos
ecuménicos” o “celebraciones de la diversidad”, pero Dios las
llama de otro modo. ¡Y no se les quitará la etiqueta de
“detestable”!
En los versículos 3 y 5, la expresión “ejército de los cielos” se
refiere a todos los cuerpos celestes que vemos: el cielo, las
estrellas, los planetas. Muchas sociedades antiguas, desde los
caldeos hasta los romanos, creían que las luces que veían en el
cielo eran dioses o estaban estrechamente asociadas con los dioses.
Siempre les pareció buena idea mantener su amistad adorándolas;
seguir la trayectoria de sus movimientos también fue una forma
de predecir el futuro. La declaración: “En el principio creó Dios
los cielos y la tierra” puede que a usted y a mí no nos parezca muy
estremecedora, pero la diferencia fundamental que establece entre
Dios y su creación física no siempre se entendía tan bien en el
pasado. Por eso, las Escrituras nunca se cansan de decir que Dios
hizo los ejércitos celestiales (Salmo 33:6; Isaías 45:12); por lo
tanto, a ellos no se les debe adorar.
Así mismo, las Escrituras nos enseñan que solo Dios conoce
el futuro y lo puede predecir con exactitud (Salmo 33:8-11; Isaías
41:26-29). Las Escrituras ponen en la misma categoría a los
astrólogos y a los soñadores con otros falsos profetas y practicantes
de cosas abominables (versículos 5,6; Deuteronomio 17:3-5). No
valdría la pena hablar de todo eso si no fuera por el hecho de que
nuestra sociedad parece estar regresando a las mismas formas de
paganismo abierto. Vemos los horóscopos en todos los periódicos,
378
2 Crónicas 33:1-9

docenas de astrólogos aparecen en las Páginas Amarillas, y hay


muchas personas tan aturdidas que ya no pueden hacer diferencia
entre Dios y su creación.
Lo mismo sucede con algunas otras de las abominaciones que
practicó Manasés. El sacrificio de niños ya lo hemos discutido en
relación con Acaz (vea el comentario a la sección 28:2). Ellos
sacrificaban a sus hijos como un acto supremo de devoción a su
dios falso. Muchas personas abortan a sus bebés como una señal
de su suprema indiferencia hacia Dios y hacia el don de la vida
que él proporciona. ¿Quiénes son más culpables?
También hay mucho en qué pensar al observar las diferentes
supersticiones que se mencionan en el versículo 6. La llamada
“magia negra” se origina en la falta de confianza en Dios. Se
conciben poderes sobrehumanos que tienen que ser manipulados,
apaciguados, adulados y algunas veces engañados para que
realicen lo que los seres humanos quieran. En vez de confiar en
las promesas de Dios, el adivinador quiere conseguir “información
secreta” acerca del futuro. En vez de depender de la ayuda del
Señor, el hechicero utiliza fórmulas mágicas: algunos actúan en
forma pasiva para proteger a su usuario del mal; otros en forma
activa para influir en otras personas. Incluso otros supuestamente
les dan a sus usuarios habilidades especiales que las personas
comunes no poseen. Importa poco si alguien consulta a los
muertos, si mezcla pociones, si observa el vuelo de los pájaros, o
si huye supersticiosamente de algún agüero; el Señor considera
todas esas cosas como “abominaciones” que provocan su ira
(versículo 2).
Desde el principio, la iglesia de Dios estuvo formada por
personas llamadas de muchas tribus, y al crecer abarcó muchas
culturas diferentes. Cuando nuestras congregaciones se apartan
de su origen rural y europeo, por supuesto acogemos y animamos
a que se tenga una mayor sensibilidad por las costumbres y la
cultura de los demás que viven entre nosotros. Mientras llegamos
a más individuos con el evangelio salvador, queremos estar alerta
para no imponerles nuestras propias costumbres a otros, por un
379
2 Crónicas 33:10,11

sentido equivocado de superioridad. Después de todo, nuestra fe


se funda en la Palabra eterna de Dios, no en el envase cultural en
que llegó a nosotros. Queremos escuchar y aprender de los
cristianos nacidos en otras culturas y permitir que su visión
enriquezca nuestro propio entendimiento de la Palabra de Dios.
Sin embargo, al mismo tiempo, no olvidemos esto: los cristianos
como grupo deben ser distintos de su cultura. Esta amonestación
de Pablo no tiene fecha de vencimiento: “Ya no andéis como los
otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente” (Efesios
4:17). Dios todavía quiere que nos despojemos del viejo hombre
y nos vistamos del nuevo hombre, creado a la imagen de Cristo
(Efesios 4:21-24). Como muestra claramente el ejemplo de
Manasés, no todo lo que tiene una cultura vale la pena conservar.

El Señor lleva a Manasés al exilio

10
Y habló Jehová a Manasés y a su pueblo, pero ellos no
escucharon; 11 por lo cual Jehová trajo contra ellos los
generales del ejército del rey de los asirios, los cuales
apresaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas, lo
llevaron a Babilonia.,

El Dios fiel envió a sus profetas para advertirle a su pueblo


infiel: “pero ellos no escucharon” (versículo 10). Así que el Señor
entregó a Manasés a la “misericordia” del rey asirio. Los
historiadores modernos sugieren que es probable que esto que haya
sucedido con una rebelión del rey babilonio Samas-sum-ukín (652-
648 a.C.).* Aunque esta teoría pueda ser de interés histórico, es
mucho más importante para nosotros notar el propósito que tuvo
el cronista al volver a narrar este incidente. Manasés le había sido
infiel al Señor; había hecho que Judá se descarriara junto con él
(33:9). Juntos violaron flagrantemente la ley de Dios y
quebrantaron su pacto. En lugar de llevar una vida santa como el
* Dillard, p. 264.

380
2 Crónicas 33:12-20

pueblo de Dios, se volvieron todavía más impuros que las naciones


que el Señor había destruido en un principio (33:9). Estaban listos
para el juicio, pero sólo Manasés fue llevado al exilio (versículo
11). ¿Fue sólo un accidente que el rey fuera llevado al exilio a
Babilonia? El Señor trató con Manasés de tal manera que el rey
pudiera servir como un ejemplo de las intenciones que tenía el
Señor para con su pueblo, tanto de su ira para desarraigarlos de la
tierra como de su asombrosa gracia para restaurarlos.

El arrepentimiento y la restauración de Manasés

12
Pero cuando se vio en angustia, oró a Jehová, su Dios, y
se humilló profundamente en la presencia del Dios de sus
padres. 13 Oró a él, y fue atendido; pues Dios oyó su oración y
lo hizo retornar a su reino en Jerusalén. Entonces reconoció
Manasés que Jehová era Dios.
14
Después de esto edificó el muro exterior de la ciudad de
David, al occidente de Gihón, en el valle, a la entrada de la
puerta del Pescado, amuralló Ofel y elevó el muro muy alto.
Además, puso capitanes del ejército en todas las ciudades
fortificadas de Judá. 15 Asimismo quitó los dioses extranjeros,
el ídolo de la casa de Jehová, y todos los altares que había
edificado en el monte de la casa de Jehová y en Jerusalén, y
los echó fuera de la ciudad. 16 Reparó luego el altar de Jehová
y sacrificó sobre él sacrificios de ofrendas de paz y de
alabanza; y ordenó a Judá que sirvieran a Jehová, Dios de
Israel. 17 Pero el pueblo aún sacrificaba en los lugares altos,
aunque lo hacía para Jehová, su Dios.
18
Los demás hechos de Manasés, su oración a su Dios y las
palabras de los videntes que le hablaron en nombre de
Jehová, el Dios de Israel, están escritos en las actas de los
reyes de Israel. 19 Su oración y cómo fue oído, todos sus
pecados y su infidelidad, los sitios donde edificó lugares altos
y erigió imágenes de Asera e ídolos, antes que se humillara,
están escritos en las palabras de los videntes. 20 Durmió
381
2 Crónicas 33:12-20

Manasés con sus padres y lo sepultaron en su casa. Reinó en


su lugar su hijo Amón.

Un moralista estricto tendría dificultades con este relato.


Después de todo lo que había hecho Manasés, ¿cómo podía
aceptarlo y recibirlo de nuevo el Señor, llevarlo otra vez a
Jerusalén y volverlo a poner en el trono? Si somos honestos,
podemos confesar que aun nosotros estamos tentados a cuestionar
la gracia que puede perdonar a una persona como Manasés. Para
hacer de abogado del diablo, la gracia de Dios parece muy injusta
y hasta inmoral al unir el bien con el mal, al perdonar por igual a
quienes son dignos y a los que no lo son. Una cosa es ofrecerle el
perdón de Dios a quien es piadoso por fuera, parece otra cosa
completamente diferente ofrecerlo a personas cuyos actos las
convierten en equivalentes a asesinos múltiples espirituales.
¿Cuántas vidas espirituales había arruinado Manasés con sus
costumbres idólatras? Un juicio conservador parecía indicar que
fueron muchos miles. Sin embargo se “[humilló]” y el Señor “oyó
su oración” (versículos 12,13). ¿Dónde está la justicia de esto?
Para el cronista, se trataba simplemente de la promesa del
Señor. En respuesta a la oración de Salomón, el Señor dijo: “Si se
humilla mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran,
y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces
yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”
(7:14). El rey Manasés se humilló y el Señor lo escuchó y lo
perdonó, precisamente como el Señor había dicho. Por causa de
esa misma promesa, el pueblo de Judá, que había sido llevado al
exilio, podía tener la segura esperanza de que el Señor los volvería
a traer. Ese mismo consuelo podía alegrar los días de los exiliados
que habían regresado y estaban luchando por sobrevivir. Mucha
gente de su pueblo permanecía en exilio. ¿Reuniría el Señor a su
pueblo? ¿Estaría Israel alguna otra vez completo? Dios lo había
prometido y lo cumpliría, él le respondería a su pueblo cuando
ellos clamaran: “¡Sálvanos, Dios, salvación nuestra! Recógenos y
líbranos de las naciones” (1 Crónicas 16:35).
382
2 Crónicas 33:12-20

O la gracia es gracia para todos o no hay gracia alguna. En el


Nuevo Testamento podemos señalar a personas como Pedro, Pablo
o cualquiera de los discípulos durante la pasión de nuestro Señor.
Todos eran parientes espirituales de Manasés. Todos los discípulos
abandonaron a Jesús y huyeron; todos le volvieron la espalda
cuando más los necesitaba. Pedro todavía seguía hablando por
todos ellos cuando negó tres veces a Jesús. Habían estado
demasiado creídos y confiados en su propia fortaleza y demasiado
vacíos del poder de Dios. ¿Cuál de ellos podía decir: “Merezco el
perdón de mi Señor; merezco más que un Judas o un Caifás”? ¡Ni
siquiera uno!
Tal vez Dios nos ha evitado la angustia de cometer un gran
pecado evidente para todos. Tal vez no venimos de un medio
caótico de pecado. No hay evidencia de lugares altos paganos en
nuestro pasado y tampoco hay altares a ídolos al aire libre para
que todos los vean. ¿Pero qué tal los lugares altos en nuestros
corazones? ¿Los altares de los ídolos justamente dentro del templo
del Espíritu, los que nadie ve excepto el Señor? El orgullo, el yo,
el egoísmo y la terquedad. Lo secreto, lo vergonzoso y lo bajo,
todo lo perverso de nuestro espíritu desasosegado. ¿Quién los
expiará y cómo podremos estar de pie ante el trono del juicio de
Dios?
Martín Franzmann escribió una vez acerca del significado de
la resurrección de Jesús para sus discípulos. Sus palabras son muy
apropiadas:

La gracia que experimentaron en la resurrección fue una


gracia completa que anunciaba el perdón total . . .
[la cual] no degrada ni destruye al pecador sino que lo
restaura instantánea y completamente a la hermandad.
Jesús estaba poniendo la otra mejilla cuando llamó a estos
hombres que estaban en arruinados y eran incrédulos para
que fueran sus discípulos y hermanos. Él se estaba
arriesgando de nuevo a que lo traicionaran, a que huyeran
de él, a que lo negaran. Pero corrió el riesgo del amor que
383
2 Crónicas 33:21-25

perdona, el amor que asegura su riesgo solo con su propio


don.*

Al fin de cuentas, todos nos debemos describir con las palabras


de Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 corintios
15.10). Ésta es la misma gracia que vemos demostrada en la vida
de Manasés.
Después de su propia caída en el pecado y de su
arrepentimiento, el rey David escribió lo que la gracia de Dios lo
impulsaría a él a hacer: “Entonces enseñaré a los transgresores tus
caminos y los pecadores se convertirán a ti” (Salmo 51:13). En
otras palabras, la gracia no nos lleva a ser tibios con el pecado;
más bien nos lleva a dar testimonio del Señor, aquel que nos
mostró esa bondad, en palabra y en obra. Eso exactamente hizo
Manasés. En Babilonia había aprendido la verdad de que “Jehová
es Dios” (versículo 13). Una vez que regresó a Jerusalén, hizo lo
mejor que pudo para deshacerse de los dioses extraños y para
quitar las imágenes que había establecido en el Templo del Señor
(versículos 15,16). Podemos deducir que no tuvo un éxito
completo por los pasajes como 2 Reyes 23:12, donde se nos dice
que Josías en su propia reforma fue obligado a quitar del Templo
otra vez algunos de los altares de Manasés. Tal vez Amón, el hijo
de Manasés, los había puesto de nuevo. En todo caso, el cronista
aclara que la reforma de Manasés no se compara en nada a la de
Ezequías. “El pueblo aún sacrificaba en los lugares altos”
(versículo 17).

La infidelidad y la muerte de Amón

Veintidós años tenía Amón cuando comenzó a reinar, y


21

dos años reinó en Jerusalén. 22 Hizo lo malo ante los ojos de


Jehová, como había hecho Manasés, su padre; porque

* Martin Franzmann, Follow Me: Discipleship According to Saint Matthew


(St Louis: Concordia Publishing House, 1961), pp. 217, 218.

384
2 Crónicas 33:21-25

ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que su padre


Manasés había hecho. 23 Pero nunca se humilló delante de
Jehová, como se humilló Manasés, su padre; antes bien
aumentó el pecado.
24
Conspiraron contra él sus siervos y lo mataron en su
casa. 25 Pero el pueblo de la tierra mató a todos los que
habían conspirado contra el rey Amón, y proclamó rey en su
lugar a su hijo Josías.

La descripción del reinado de Amón, el hijo de Manasés,


felizmente es breve. Fue la imagen perfecta de la depravación de
su padre, “porque ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que
su padre Manasés había hecho” (versículo 22). La única diferencia
fue que “nunca se humilló delante de Jehová” (versículo 23). En
realidad sucedió totalmente lo opuesto: se volvió peor. Amón
gobernó solo dos años hasta que perdió la vida en una conspiración
palaciega (versículo 24). El pueblo de la tierra puso como rey en
su lugar a su hijo Josías. Él fue el último rey que llevó a cabo
alguna reforma espiritual. El cronista quiere que consideremos la
historia de este rey a continuación.

El reino de Dios bajo Josías, la última reforma

A lo largo de toda la lectura de 2 Crónicas, hemos tratado de


permanecer conscientes de las características de nuestro autor.
Desde luego, cubre el mismo tema que encontramos en Samuel y
en Reyes; sin embargo, tiene sus propias preocupaciones, sus
propias áreas de énfasis y su voz única. Todo esto es para el bien.
Después de todo, el Espíritu Santo pudo haber inspirado a un solo
autor humano para que cubriera todo el período; no obstante, él
decidió inspirar más de uno, y hacemos bien en respetar su
decisión.
Al mismo tiempo, debemos estar conscientes de algunos
eruditos que están tan preocupados por conservar la voz distinta
del escritor bíblico que hasta le hacen daño la unidad de las
385
2 Crónicas 33:21-25

Escrituras. Tenemos un ejemplo en estos capítulos. El escritor de


Reyes decide destacar el ministerio de Josías el rey y tratar su
reinado por temas. Con el interés de resaltar el arrepentimiento
completo de Josías, su respuesta de todo corazón a la ley del Señor,
el escritor de Reyes pone toda su descripción de las reformas de
Josías después del descubrimiento del Libro de la Ley en el
Templo. Si sólo tuviéramos su relato, podríamos pensar que el
descubrimiento del libro de la Ley motivó la reforma, en lugar de
hacer que cobrara impulso y se dirigiera por senderos específicos.
Por el cronista, sabemos que las reformas de Josías ya iban bien
adelantadas antes de que apareciera el libro de la Ley. Hay algunos
críticos bíblicos negativos que simplemente lo señalan como una
contradicción, ya que no comparten nuestro elevado punto de vista
acerca de la inspiración verbal de las Escrituras.
Los dejamos que vayan por su camino. Nosotros simplemente
alabamos a nuestro Dios por darnos escritores bíblicos que nos
ayudan, cada uno a su manera, a entender las diferentes facetas de
un solo relato. Notamos la libertad que tienen para enfatizar o
restarle importancia a varias características de una historia
conocida según las necesidades especiales de las personas que iban
a recibir su mensaje. Y como resultado, tenemos una mejor idea
de lo que significa enseñarle fielmente la Palabra de Dios a la
siguiente generación.
Enseñar con fidelidad significa más que recitar en forma
mecánica cada palabra que hemos escuchado, exactamente en el
mismo orden en que la hemos escuchado. Es cierto, queremos ser
fieles a los detalles, pero también queremos ser fieles a la esencia
del evangelio en el relato. Si no encontramos en las Escrituras el
ferviente llamado de Dios al arrepentimiento y su promesa, sin
condiciones o costos escondidos, de perdón en la preciosa sangre
de Cristo, no estamos escuchando en absoluto las Escrituras.
Enseñar fielmente implica ayudarle a cada generación a que
comprenda que tendrá que rendir cuentas de sus propios pecados
y no de los pecados de alguna otra generación muerta y
desaparecida. Mucho más que eso, cada generación debe escuchar
386
2 Crónicas 34:1-13

que su maestro le aplique la gracia de Dios a sus propias luchas y


aflicciones, no a los problemas que se padezcan en algún tiempo
lejano y en tierras distantes.

Un rey fiel purga la tierra y el Templo

34 Tenía Josías ocho años cuando comenzó a reinar, y


treinta y un años reinó en Jerusalén. 2 Hizo lo recto
ante los ojos de Jehová y anduvo en los caminos de David, su
padre, sin apartarse a la derecha ni a la izquierda.
3
A los ocho años de su reinado, siendo aún muchacho,
comenzó a buscar al Dios de David, su padre; y a los doce
años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares
altos, imágenes de Asera, esculturas e imágenes fundidas.
4
Fueron derribados en su presencia los altares de los baales,
e hizo pedazos las imágenes del sol que estaban puestas
encima; despedazó también las imágenes de Asera, las
esculturas y estatuas fundidas, las desmenuzó y esparció el
polvo sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido
sacrificios. 5 Quemó además los huesos de los sacerdotes
sobre sus altares y limpió a Judá y a Jerusalén. 6 Lo mismo
hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta
Neftalí, y en los lugares asolados alrededor. 7 Después de
derribar los altares y las imágenes de Asera, quebrar y
desmenuzar las esculturas, y destruir todos los ídolos por
toda la tierra de Israel, volvió a Jerusalén.
8
A los dieciocho años de su reinado, después de haber
limpiado la tierra y la Casa, envió a Safán hijo de Azalía, a
Maasías, gobernador de la ciudad, y a Joa hijo de Joacaz, el
canciller, para que repararan la casa de Jehová, su Dios.
9
Estos se presentaron ante el sumo sacerdote Hilcías y le
entregaron el dinero que había sido traído a la casa de
Jehová, que los levitas que guardaban la puerta habían
recibido de Manasés, de Efraín y de todo el resto de Israel,
de todo Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén.
387
2 Crónicas 34:1-13
10
Lo pusieron en manos de los que hacían la obra, que eran
mayordomos en la casa de Jehová, y estos se lo daban a los
que hacían la obra y trabajaban en la casa de Jehová
reparando y restaurando el Templo. 11 Daban asimismo a los
carpinteros y canteros para que compraran piedra de
cantería y madera para los armazones, y para la
entabladura de los edificios que habían destruido los reyes
de Judá.
12
Estos hombres procedían con fidelidad en la obra.
Los encargados de activar la obra eran Jahat y Abdías,
levitas de los hijos de Merari, y Zacarías y Mesulam, de los
hijos de Coat, y todos los levitas entendidos en instrumentos
de música. 13 También velaban sobre los cargadores y eran
mayordomos de los que se ocupaban en cualquier clase de
obra. Entre los levitas había escribas, gobernadores y
porteros.

Hay tiempos en los que todo el mundo parece estar cubierto


por una nube gris, cuando la belleza de una vida recta parece
perder su lustre. La gente comienza a ver la vida no como fundada
sobre la realidad de verdades básicas sino sobre un sin fin de
“posibilidades”, todas igualmente buenas de las que se puede
escoger. Hay épocas en que las verdades de Dios se reciben no
tanto con furia, sino encogiendo con cinismo los hombros y
arqueando irónicamente las cejas. ¿Quién puede dudar del efecto
que tuvieron sobre Judá los 50 años bajo el gobierno espiritual de
un Manasés, especialmente porque la época finalizó con el pecado
desvergonzado de un Amón? No obstante, de esos últimos días
grises surgió otro rey bueno, otro rayo de luz que traspasó la
oscuridad. Su nombre fue Josías.
Hay muchas cosas notables que se podrían mencionar acerca
de él, la más importante de ellas es su existencia misma. ¿De
dónde vino? ¿En una sociedad en decadencia como ésa, qué hizo
que un rey de 16 años de edad (versículo 3) declarara que sería un
seguidor del Señor? Desde luego, dar a conocer sus pensamientos
388
2 Crónicas 34:1-13

a esa tierna edad tenía sus riesgos, antes de haber llegado a ser
mayor de edad. Por ese tiempo Judá se había acostumbrado a sus
ídolos; por ese entonces Judá había visto que los reformadores
venían y se iban. No obstante, precisamente de ese lugar desde el
cual parecía que jamás podría volver a salir algo bueno, Dios
proveyó a alguien cuyo valor, fidelidad y piedad fueron sin igual.
“Hizo lo recto ante los ojos de Jehová y anduvo en los caminos de
David, su padre, sin apartarse a la derecha ni a la izquierda”
(versículo 2). En esta última observación, particularmente sobre
la naturaleza recta de Josías, hace que se destaque de entre todos
los otros reyes anteriores a él. Sin duda, eso lo distinguió de su
propia generación perversa y corrupta. El cronista no elogia tanto
a ningún otro rey.
A la edad de 20 años, la edad en que los hebreos consideraban
que un joven estaba listo para hacerse cargo del trabajo de un
hombre (vea Números 1:3; 26:2; 2 Crónicas 25:5), el rey Josías
fue a la guerra contra los ídolos en su reino. La verdad de Dios
tuvo consecuencias; Josías comprendió que buscar “al Dios de
David” (versículo 3) implicaba la destrucción de todos los altares
rivales y los objetos de adoración. Aunque mostraba semejanzas
con las purgas previas bajo reyes anteriores, la reforma de Josías
parece notable por su naturaleza sistemática y completa. Comenzó
en Judá y Jerusalén (versículo 3), siguió con “las ciudades de
Manasés, Efraín, Simeón y hasta Neftalí” (versículo 6).
Se derrumbaron los lugares altos, las imágenes de Asera, los
ídolos y las imágenes (respecto a las últimas tres, el hebreo dice
literalmente: las aplastó y las pulverizó). Josías derribó los altares
para el sacrifico a Baal e hizo pedazos los altares de incienso del
culto a Baal. Como si eso no fuera suficiente, se aseguró de que
nadie quisiera volver a usar jamás los viejos altares ni las
imágenes, al profanarlas completamente a todas con la
contaminación de la muerte (Números 5:2). Esparció las cenizas
de los ídolos sobre las tumbas de las personas que los habían
adorado, y contaminó los lugares sagrados para la adoración a los
ídolos con los huesos de quienes les sirvieron como sacerdotes.
389
2 Crónicas 34:1-13

En eso también parece que fue más allá que cualquier otro rey
anterior a él.
Los estudiantes de la historia tal vez quieran saber cómo fue
posible que Josías pudiera extender su reforma tan lejos al norte.
¿Acaso no se habían incorporado estas áreas al Imperio Asirio?
Asurbanipal, el último gobernador asirio importante, que murió
en el año 627 a.C., llevó el imperio a una caída en picada de la que
nunca se recuperó. Debido a la rápida desintegración de Asiria, el
norte de Palestina se convirtió rápidamente en tierra de nadie.
Podemos ver fácilmente que Josías pudo haber tenido más libertad
para realizar los cambios en el Norte si suponemos que la purga
comenzó al norte de la frontera de Judá alrededor del año 625 a.C.
Desde el punto de vista del cronista, la obra de Josías fue una pieza
más de evidencia para probar que quien se sentaba en el trono de
David era el rey legítimo sobre todo Israel.
El cronista hace una observación similar en cuanto a las
reparaciones del Templo. A los 18 años (622 a.C.), Josías envió
funcionarios de alto rango para que comenzaran el proyecto de
renovación del Templo, que había sido completamente destrozado
durante los reinados de Manasés y de Amón (versículo 11). Con
este proyecto, Josías deseaba purificar a todo el país, ya que el
Templo, que todavía tenía las marcas de la idolatría, era un
contaminante espiritual no sólo para Jerusalén sino para toda la
tierra de Israel (versículo 8). El rey recogió una ofrenda para la
obra y el dinero llegó procedente, no solo de Judá sino también
del pueblo de “Manasés, de Efraín y de todo el resto de Israel”
(versículo 9). Dios tuvo el propósito de que su Casa fuera el
santuario para todo Israel; todo Israel tomó parte en su reparación.
Podríamos llegara a considerar los versículos 12 y 13 casi
como líneas desechables si no reconociéramos en este momento
la manera como reiteran algunos de los temas comunes de nuestro
escritor. El cronista hace una nueva pausa para destacar la fidelidad
de los trabajadores al llevar a cabo sus responsabilidades. Además,
parece que nunca dejará pasar una oportunidad para mencionar los
nombres de algunos levitas. En este caso, sorprendentemente, solo
390
2 Crónicas 34:14-21

los clanes de Coat y Merari están representados. No sabemos por


qué se omitió a Gersón.
Los antecedentes de estos levitas supervisores tal vez sean
mucho más sorprendentes. Bajo circunstancias normales
trabajaban como músicos, escribas, secretarios y porteros, puestos
que parecen muy distintos de desempeñarse como supervisores en
un equipo de construcción. Hay evidencia que sugiere que los
músicos pudieron haber interpretado un acompañamiento musical
para los trabajadores en algunos antiguos lugares de la
construcción.* Pudo ser que aquí el cronista pensó en algo como
esto. Por otro lado, tal vez quiera señalar simplemente la
flexibilidad de los levitas que tenían la buena voluntad de aceptar
diferentes clases de trabajo en lugar de exclamar: “¡Para eso no
hemos sido llamados!” No lo podemos determinar con seguridad.
Lo que está claro es que el cronista nunca considera que sea
superfluo reconocer el trabajo fiel que han hecho las personas
fieles. Sus nombres están anotados en las Escrituras. Lo más
importante es que esos están escritos en el corazón de Dios, junto
con los incontables nombres de otros que nunca aparecieron en las
Escrituras, ni alcanzaron a aparecer en un renglón en el boletín de
la iglesia. Sin embargo, el Señor sabe quiénes son suyos y sabe lo
que ellos han hecho para él.

Se encuentra el libro de la Ley; el arrepentimiento del rey

14
Al sacar el dinero que había sido traído a la casa de
Jehová, el sacerdote Hilcías halló el libro de la ley de Jehová,
dada por medio de Moisés. 15 Entonces Hilcías dijo al escriba
Safán:
—He hallado el libro de la Ley en la casa de Jehová.
Y dio Hilcías el libro a Safán.
16
Safán lo llevó al rey y le contó el asunto diciendo:
—Tus siervos han cumplido todo lo que les fue
* Dillard, citando a Rudolph, p. 280.

391
2 Crónicas 34:14-21

encomendado. 17 Han reunido el dinero que se halló en la


casa de Jehová y lo han entregado a los encargados y a los
que hacen la obra.
18
Además de esto, el escriba Safán anunció al rey:
—El sacerdote Hilcías me ha dado un libro.
Y leyó Safán en él ante el rey.
19
Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus
vestidos 20 y ordenó a Hilcías y a Ahicam hijo de Safán, a
Abdón hijo de Micaía, a Safán, el escriba, y a Asaías, siervo
del rey:
21
—¡Id!, consultad a Jehová por mí y por el resto de Israel
y de Judá acerca de las palabras del libro que se ha hallado;
porque grande es la ira de Jehová que ha caído sobre
nosotros, por cuanto nuestros padres no han guardado la
palabra de Jehová haciendo conforme a todo lo que está
escrito en este libro.

Piense lo que este acontecimiento nos dice sobre la infidelidad


del pueblo de Dios durante los reinados de Manasés y Amón: ¡una
gran parte de la palabra de Dios se había perdido por completo!
Había llegado el hambre por la palabra de Dios que había sido
predicha por Amós (Amós 8:11). Algunos han dicho
acertadamente que este juicio fue “el silencio terrible de Dios”.
Fue más que la falta de voluntad de la gente para oír lo que Dios
tenía que decir. Habían perdido todo conocimiento de la existencia
del libro de la Ley (versículo 14). Algunos se han aventurado a
opinar que el libro que Hilcías descubrió fue el libro de
Deuteronomio, y basan esta idea en los paralelos notables que
existen entre las reformas del rey Josías y el contenido de ese libro.
Otros sostienen que fue todo el Pentateuco, los cinco libros de
Moisés, los primeros cinco libros de la Biblia. El detalle no es
importante.
Lo que importa es la reacción que tuvo el rey cuando la
escuchó. La historia es muy impresionante, llena de muchos
detalles y toques interesantes. Cuando el libro fue súbitamente
392
2 Crónicas 34:14-21

encontrado en alguna parte de los terrenos del Templo, el proyecto


del Templo estaba próximo a terminarse. Hilcías, el sumo
sacerdote, se lo dio a Safán, que por lo visto era el jefe de los que
el rey había enviado a dirigir el proyecto de restauración del
Templo (versículos 8,15). Safán debió haber tenido alguna idea
del significado del libro, pero no fue hasta después de que se le
dio el informe completo del proyecto del Templo (versículos
16,17) que dijo: “El sacerdote Hilcías me ha dado un libro”
(versículo 18). Entonces lo leyó en voz alta “ante el rey”.
En el pasado, el Señor se comunicó con sus reyes de varias
formas y en diversas oportunidades. Se les apareció en visiones e
hizo sentir su presencia poderosa con actos de misericordia y
juicio. Con frecuencia les habló directamente por medio de un
profeta o de un sacerdote, pronunciando palabras de alabanza o de
reproche. Con igual frecuencia, los reyes reaccionaron con furia y
rebeldía cuando les dijo cosas que no querían escuchar (16:10;
25:16; 26:19). Ningún profeta vivo tenía que venir a ver a Josías;
Josías simplemente escuchó la ley de Dios que uno de sus siervos
le leyó. Escuchó lo que Dios tenía que decir sobre el
comportamiento que él esperaba de su pueblo. Escuchó el mensaje
de Dios para su pueblo cuando obstinadamente el pueblo se había
negado a obedecerle:
Maldito el que no confirme las palabras
de esta Ley para cumplirlas.
Jehová os llevará, a ti y al rey que hayas puesto sobre ti,
a una nación que ni tú ni tus padres conocíais,
y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra.
Serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla
en todos los pueblos a los cuales te llevará Jehová
(Deuteronomio 27:26; 28:36,37)
¿La reacción de Josías? Ni enojo ni rebeldía. Reconoció en el
libro la absoluta autoridad de la palabra de Dios, y se aplicó el
mensaje a él mismo. “Rasgó sus vestidos” con pesar y angustia
(versículo 19). Sabía muy bien que el pueblo de Dios había
quebrantado el pacto (versículo 21). No había ni una hoja de
393
2 Crónicas 34:22-28

higuera de justicia humana para esconderse tras ella. Lo único que


le quedaba a la nación que había demostrado ser tan obstinada y
persistente en su rebelión era “una horrenda expectación de juicio
y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios [de Dios]”
(Hebreos 10:27).
La sociedad humana mide a las personas por lo que puedan
hacer por sí mismas, por lo que son, por lo que tienen y lo que
hacen. En el juicio de Dios, somos pecadores, lo que hacemos es
iniquidad y lo que poseemos es un regalo de Dios por el que
dejamos de agradecerle apropiadamente a él. Dios, por medio de
su Ley, nos mide y nos encuentra defectuosos. Nos reduce a la
nada, nos enseña a humillarnos delante de él con un corazón
arrepentido. Ante Dios, la medida fundamental de todas las
personas es cómo escucharon y cómo le hicieron caso a la Palabra
de Dios. El rey Josías escuchó humildemente el mensaje de Dios
y entonces le envió una delegación compuesta de algunos de los
hombres principales de su reino a la profetiza Hulda para averiguar
por medio de ella cuáles eran las intenciones del Señor hacia “el
resto de Israel y de Judá” (versículo 21).

La respuesta de Dios por medio de Hulda: paz para el tiempo


de Josías, pero después de él, el diluvio

22
Entonces Hilcías y los hombres del rey fueron a Hulda, la
profetisa, mujer de Salum hijo de Ticva hijo de Harhas,
encargado de las vestiduras, la cual vivía en el segundo
barrio de Jerusalén, y le hablaron del asunto. 23 Entonces ella
respondió:
—Jehová, Dios de Israel, ha dicho así: “Decid al hombre
que os ha enviado a mí, que así ha dicho Jehová: 24 Voy a
traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, es decir,
todas las maldiciones que están escritas en el libro que
leyeron delante del rey de Judá; 25 por cuanto me han dejado
y han ofrecido sacrificios a dioses ajenos, provocándome a
ira con todas las obras de sus manos; por tanto, se
394
2 Crónicas 34:22-28

derramará mi ira sobre este lugar y no se apagará.” 26 Pero


al rey de Judá, que os ha enviado a consultar a Jehová, le
diréis así: “Jehová, el Dios de Israel, ha dicho así: Por cuanto
oíste las palabras del libro 27 y tu corazón se conmovió, te
humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este
lugar y sobre sus habitantes, y te humillaste delante de mí,
rasgaste tus vestidos y lloraste en mi presencia, yo también te
he oído, dice Jehová. 28 Yo te recogeré con tus padres, y serás
recogido en tu sepulcro en paz, tus ojos no verán todo el mal
que yo traigo sobre este lugar y sobre los que habitan en él.”
Y ellos refirieron al rey la respuesta.

Hay cierta solemnidad en esta historia, que haríamos bien en


considerar. La delegación que fue a Hulda era de carácter oficial.
Se hace referencia a los hombres por su nombre completo
(incluyendo los nombres de sus padres) o por su título. Podemos
reconocer en seguida a Hilcías como el sumo sacerdote (versículo
20). De modo semejante, se identifica a Hulda, la profetisa de una
forma sumamente formal, al dar el nombre completo y el título de
su esposo y su lugar de residencia (versículo 22). Tiene la
solemnidad de una corte judicial en la que está por darse el
veredicto en un caso de pena de muerte. Los actores principales
están allí. Todos los representantes del rey, del pueblo y del Templo
estaban delante de Hulda para escucharla cuando diera la respuesta
de Dios. ¿Cuál era su veredicto sobre Israel?
“Decid al hombre que os ha enviado a mí”, es un comienzo
desalentador (versículo 23). Es sorprendente que no se haga
ninguna referencia a Josías por su nombre personal ni por su
familia ni su título. En cuanto al Señor, ya no tenía más palabras
tiernas que decirle a la casa de David ni más consuelo que
ofrecerle a su pueblo Israel. La piedad de Josías no podía alterar
el propósito determinado del Señor. “Voy a traer el mal sobre este
lugar y sobre sus habitantes, es decir, todas las maldiciones que
están escritas en el libro que leyeron delante del rey de Judá; por
cuanto me han dejado y han ofrecido sacrificios a dioses ajenos,
395
2 Crónicas 34:22-28

provocándome a ira con todas las obras de sus manos; por tanto,
se derramará mi ira sobre este lugar y no se apagará” (versículo
24,25).
El Señor no le hizo este anuncio a Josías como individuo sino
a Josías como “un hombre” que había preguntado por el destino
de su pueblo. Dios ya no iba a tomar más en cuenta la piedad
personal del que intercedía por Israel. Las cosas habían llegado
demasiado lejos. Era precisamente como el Señor le había dicho
una vez a Jeremías: “Aunque Moisés y Samuel se pusieran delante
de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo. Échalos de mi
presencia, y que salgan” (Jeremías 15:1). Ya se había dictado la
sentencia; no se podía revocar.
Sin embargo, la sentencia no se iba a ejecutar mientras que
Josías viviera; esta era la esencia del mensaje del Señor para “el
rey de Judá” (note en el versículo 26 que la profetiza cambia para
utilizar el título del rey) “que os ha enviado a consultar a Jehová”
(y por lo tanto se mostró como un verdadero pariente espiritual de
David). Dios no se había olvidado de los suyos, como su pueblo
se había olvidado de él. El Señor siempre escuchará los lamentos
y las lágrimas del pecador penitente (versículo 27). “Yo también
te he oído, dice Jehová. Yo te recogeré con tus padres, y serás
recogido en tu sepulcro en paz, tus ojos no verán todo el mal que
yo traigo sobre este lugar y sobre los que habitan en él” (versículos
27, 28). El significado de la frase: “Serás recogido en tu sepulcro
en paz” se define con la siguiente frase: “Tu ojos no verán todo el
mal que yo traigo sobre este lugar”. El rey Josías iba a morir en
batalla en Meguido, pero no tendría que ser testigo de la
destrucción de su reino ni ver el Templo devastado.
Los discípulos de Jesús una vez se sintieron heridos en lo vivo
con las severas palabras de juicio que dijo acerca de los ricos: “Es
más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un
rico en el reino de Dios” (Mateo 19:24). Asombrados, preguntaron
si acaso alguna persona podía tener la esperanza de ser salva.
Cuando escuchamos palabras de juicio, ya sean las que dijo Jesús
o las que leemos en 2 Crónicas, le debemos prestar mucha atención
396
2 Crónicas 34:29-33

a la respuesta que Jesús le dio a su grupo escogido: “Para los


hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible” (Mateo
19:26). Dios insiste en reservar el nombre Salvador solo para él.
Él nos quebranta con su Ley, deja nuestro corazón vacío de
cualquier motivo que tengamos para jactarnos de nosotros mismos,
con el fin de que estemos listos para acoger un mensaje que solo
a los pecadores les agrada escuchar.

Se renueva el pacto una vez más

29
Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y
de Jerusalén. 30 Subió el rey a la casa de Jehová, y con él
todos los hombres de Judá, y los habitantes de Jerusalén, los
sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, desde el mayor hasta
el más pequeño; y leyó a oídos de ellos todas las palabras del
libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová.
31
Y puesto en pie el rey en su sitio, hizo delante de Jehová
pacto de caminar en pos de Jehová y de guardar sus
mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo su
corazón y con toda su alma, poniendo por obra las palabras
del pacto que estaban escritas en aquel libro. 32 E hizo que se
comprometieran a ello todos los que estaban en Jerusalén y
en Benjamín; y los habitantes de Jerusalén hicieron
conforme al pacto de Dios, del Dios de sus padres. 33 Josías
quitó todas las abominaciones de toda la tierra de los hijos
de Israel, e hizo que todos los que se hallaban en Israel
sirvieran a Jehová, su Dios. Y mientras él vivió no se
apartaron de Jehová, el Dios de sus padres.

La autenticidad del arrepentimiento de Josías se demuestra en


los frutos de fe que vemos aquí. No buscó evasivas ni debatió el
juicio de Dios sobre su pueblo. No cuestionó la justicia de Dios ni
se quejó de la falta de misericordia de Dios. Decidió seguir
adelante y renovar el pacto una vez más en la presencia del Señor.
Hizo que todo el pueblo se reuniera en asamblea solemne. Leyó
397
2 Crónicas 34:29-33

en voz alta el libro que se había encontrado, y delante de todos


ellos se comprometió “con todo su corazón y con toda su alma, [a
poner] por obra las palabras del pacto que estaban escritas en aquel
libro” (versículo 31). Lo que es más, “Hizo que se comprometieran
a ello todos los que estaban en Jerusalén y en Benjamín” (versículo
32). Como su rey, él tenía el poder para obligar a su pueblo a ser
obediente al Señor (versículo 33). Siguió desarraigando cualquier
rastro de idolatría que encontró (versículo 33) y mientras que
vivió, su pueblo “no se [apartó] de Jehová, el Dios de sus padres”
(versículo 33).
La autenticidad del arrepentimiento de Josías no está en duda.
¿Pero qué sucedió con el arrepentimiento de su pueblo? Notamos
que hace falta la alegría general (una característica de la reforma
de Ezequías). Por lo visto, el pueblo lo hizo porque tenía que
hacerlo. Como Jeremías les dijo una vez, el nombre del Señor
estaba en sus labios pero no en su corazón (Jeremías 12:2). La
mayor parte de su adoración era un acto fingido (Jeremías 3:10).
Eso no equivale a decir que nadie escuchara. Por supuesto, los
levitas participaron con entusiasmo durante la Pascua de Josías,
donde los altos funcionarios de Josías también demostraron su fe,
contribuyendo voluntariamente con un gran número de animales
para el sacrificio. No es necesario clasificar sus ofrendas como
falsas. No obstante, esos dos grupos fueron una excepción a la
regla, y la afirmación general del profeta permanece inalterada. A
pesar de la respuesta de algunos, el arrepentimiento del pueblo fue
sólo superficial y no comprometió su corazón ni su mente.
En el libro de Jeremías, hay un pasaje conmovedor donde el
profeta refleja en su propia vida los actos de Josías aquí. El Señor
le dijo a Jeremías que se pusiera delante del pueblo, leyera los
términos del pacto y los instara para que obedecieran sinceramente
(Jeremías 11:1-7). Pero no hay ninguna esperanza, el pueblo no
puso atención (Jeremías 11:7). La única voz solitaria de
asentimiento fue la del mismo profeta que dice: “Amén, Jehová”
(Jeremías 11.5). La triste verdad es que la palabra de Dios puede
ser rechazada y aunque siempre habrá un remanente de los fieles
398
2 Crónicas 34:29-33

dondequiera que se usen los medios de gracia, muchos miembros


de la iglesia visible son hipócritas porque solo cooperan de forma
externa para verse bien ante los demás feligreses por conveniencia.
Una vez, en un momento oscuro y frustrante en su propia reforma,
Lutero comentó: “No puedo ir más allá de los oídos [de la gente];
no puedo llegar a su corazón.”*
Con respecto a nuestro Salvador y Rey, sabemos que ha hecho
mucho más por nosotros que sólo señalar el camino a la justicia.
Ha hecho mucho más que darnos un buen ejemplo. Fue a la muerte
y resucitó en un acto perfecto de devoción y obediencia que cuenta
para todos nosotros, igual como si lo hubiéramos hecho nosotros
mismos. En su sangre ha hecho un pacto completamente nuevo e
incondicional con nosotros, en el que Dios promete perdonar
nuestras iniquidades y no volver a acordarse de nuestros pecados
(Jeremías 31:34).
Sin embargo, hasta Jesús estaba profundamente consciente de
cómo la humanidad podía pasar por alto, rechazar y despreciar la
tranquila y callada voz del evangelio. Él prometió que vendría
pronto para enderezar todas las cosas, pero al mismo tiempo se
lamentó con estas palabras: “Pero cuando venga el Hijo del
hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Y por esto en estos
días grises, cuando la gente cree en algo, en nada, en todo, pedimos
humildemente “¡Querido Salvador, mantén viva la fe! Conserva
un remanente de tu pueblo hasta que vengas. Creemos en tu
promesa. Amén.”

Una celebración sin igual de la pascua

Después de descubrir el libro de la Ley, el rey Josías comenzó


inmediatamente a hacer preparativos para celebrara la Pascua
(compare 34:8 con 35:19). De nuevo, la presencia dominante
durante toda esta celebración es la del mismo rey. Él inició la
celebración (versículo 1); organizó y animó a los sacerdotes y
* Luther’s Works, American Edition, Vol. 51, p. 76.

399
2 Crónicas 35:1-9

levitas, les dio instrucciones específicas para que se pudiera


acomodar a una gran multitud (versículos 2-6). Finalmente,
proveyó todos los animales propiciatorios que eran necesarios para
los laicos (versículo 7). Todo lo que tenían que hacer era ir y
participar.

Se hacen los preparativos

35 Josías celebró la Pascua a Jehová en Jerusalén, y


sacrificaron la Pascua a los catorce días del mes
primero. 2 Puso también a los sacerdotes en sus oficios y los
confirmó en el ministerio de la casa de Jehová. 3 Dijo además
a los levitas que enseñaban a todo Israel y que estaban
dedicados a Jehová: «Poned el Arca santa en la casa que
edificó Salomón hijo de David, rey de Israel, para que no la
carguéis más sobre los hombros. Servid ahora a Jehová,
vuestro Dios, y a su pueblo Israel. 4 Preparaos según las
familias de vuestros padres, por vuestros turnos, como lo
ordenaron David, rey de Israel, y Salomón, su hijo. 5 Estad
en el santuario según la distribución de las familias de
vuestros hermanos, los hijos del pueblo, y según la
distribución de la familia de los levitas. 6 Sacrificad luego la
Pascua, santificaos y preparadla para que vuestros
hermanos puedan cumplir la palabra de Jehová dada por
medio de Moisés.»
7
Luego dio el rey Josías a los del pueblo ovejas, corderos y
cabritos de los rebaños, en número de treinta mil, y tres mil
bueyes, todo para la Pascua, para todos los que se hallaban
presentes. Todo esto provenía de la hacienda del rey.
8
También sus príncipes dieron con liberalidad al pueblo y a
los sacerdotes y levitas. Hilcías, Zacarías y Jehiel, oficiales de
la casa de Dios, dieron a los sacerdotes, para celebrar la
Pascua, dos mil seiscientas ovejas y trescientos bueyes.
9
Asimismo Conanías, Semaías y Natanael, sus hermanos, y
Hasabías, Jeiel y Josabad, jefes de los levitas, dieron a los
400
2 Crónicas 35:1-9

levitas, para los sacrificios de la Pascua, cinco mil ovejas y


quinientos bueyes.

Josías quería que las cosas se hicieran correctamente. A


diferencia de la gran celebración de la Pascua de Ezequías, Josías
quiso que los corderos para la Pascua fueran sacrificados el día
catorce del primer mes (versículo 1; vea también Éxodo 12:6). Tal
vez el versículo 2 implique alguna falta de celo de parte de los
sacerdotes; más probable es que ésta sea simplemente una
declaración de resumen que nos dice que Josías organizó y animó
a los sacerdotes de una forma parecida a la descripción siguiente
en el caso de los levitas. Por el interés especial que tiene el cronista
por los levitas, desea describir con mayor detalle las palabras de
ánimo que el rey les dirigió a ellos.
No estamos del todo seguros sobre cómo se deben entender en
el versículo 3 las palabras del rey. Algunos han sugerido que los
levitas fieles habían escondido el Arca de Dios durante los días de
Manasés y Amón. Según esta interpretación, Josías dice que la
devuelvan al lugar donde pertenece y que se ocupen en las
necesidades más comunes. Otros dicen que las palabras se pueden
interpretar de la siguiente manera: “Dejen el Arca sagrada donde
está; ya no tienen que cargarla sobre los hombros como lo hacían
en los días antiguos. Dios tiene nuevos ministerios, nuevos
servicios que ustedes le puedan prestar a su pueblo Israel.” De
cualquier manera, el propósito básico de los comentarios del rey
es quitar la atención de los levitas de las antiguas formas de
servicio que fueron útiles en el pasado, pero que ahora ya no eran
necesarias, para que ellos se pudieran dedicar a las nuevas formas
de servicio que eran necesarias en el presente.
Un caso típico fue la necesidad del día de la Pascua. El rey
quería que todo Israel estuviera presente. Grandes cantidades de
machos cabríos y de corderos fueron sacrificados y preparados
para el sacrificio y para comer. ¿Quién coordinaría todo eso y haría
posible que Israel se reuniera en un santuario central y que a la
vez todavía se celebrara la Pascua en forma particular en los
401
2 Crónicas 35:10-15

grupos familiares, como estaba ordenado en la ley de Moisés (vea


Deuteronomio 16:5-7; Éxodo 12:3)? La respuesta del rey fue
pedirles a los levitas que lo hicieran, siguiendo el ejemplo de la
Pascua de Ezequías y convirtiendo esas medidas de emergencia
en preparativos regulares (versículo 6; vea también 30:17). Por lo
tanto, Josías hizo que se organizaran en sus divisiones levíticas
regulares y que después se subdividieran, para que un grupo de
levitas fuera responsable por cada familia laica de Israel. Ellos se
encargarían de sacrificar y preparar los corderos para sus
conciudadanos (versículos 5,6).
¿Pero quién proveería los corderos? ¡En esta ocasión la
respuesta fue: el rey Josías! En un generoso gasto de su riqueza
personal (versículo 7), el rey proveyó 30,000 corderos y cabritos
para las ofrendas propias de la Pascua y 3,000 bueyes para las
ofrendas de paz que por mucho tiempo habían estado asociadas
con la Pascua (Levítico 3:16). Inspirados por su ejemplo, el sumo
sacerdote y los otros administradores principales del templo de
Dios contribuyeron de forma voluntaria con un número suficiente
de animales para los sacerdotes de Israel (versículo 8), mientras
que los levitas que se mencionan en el versículo 9 se encargaron
de las necesidades propiciatorias de todos los levitas. De nuevo,
notamos uno de los temas a los que el escritor le gusta volver
repetidamente: “Vean la libertad y generosidad con que el corazón
movido por el amor de Dios pueden dar, siempre que sirvan bajo
la clase de rey que le agrada a Dios.” Ningún líder de la
congregación debe pensar que hablar del dinero para el
mantenimiento de la obra de Dios no sea un asunto espiritual.

Se lleva a cabo el oficio de la Pascua

10
Preparado así el servicio, los sacerdotes se colocaron en
sus puestos, y asimismo los levitas en sus turnos, conforme al
mandamiento del rey. 11 Entonces sacrificaron la Pascua; y
rociaban los sacerdotes la sangre recibida de manos de los
levitas, y los levitas desollaban las víctimas. 12 Tomaron luego
402
2 Crónicas 35:10-15

del holocausto, para dar conforme a los repartimientos de las


familias del pueblo, a fin de que ofrecieran a Jehová según
está escrito en el libro de Moisés; y asimismo tomaron de los
bueyes. 13 Asaron la Pascua al fuego conforme a la
ordenanza; pero lo que había sido santificado lo cocieron en
ollas, en calderos y sartenes, y lo repartieron rápidamente a
todo el pueblo. 14 Después prepararon para ellos mismos y
para los sacerdotes; porque los sacerdotes, hijos de Aarón,
estuvieron ocupados hasta la noche en el sacrificio de los
holocaustos y de las grasas; por tanto, los levitas prepararon
para ellos mismos y para los sacerdotes, hijos de Aarón.
15
Asimismo los cantores, hijos de Asaf, estaban en su puesto,
conforme al mandamiento de David, de Asaf y de Hemán, y
de Jedutún, el vidente del rey; lo mismo los porteros, cada
uno en su puerta; y no fue necesario que se apartaran de su
ministerio, porque sus hermanos los levitas preparaban para
ellos.

En esta sección sigue el tema del servicio voluntario, donde el


cronista nos describe la celebración misma de la gran Pascua de
Josías. Destaca en especial el fiel servicio de los levitas ese día.
Una celebración como ésta era una gran empresa masiva y
compleja en la que innumerables cosas hubieran podido salir mal.
Pero el rey les había pedido a los levitas que se dedicaran ellos
mismos a esta nueva forma de servicio y los levitas respondieron
maravillosamente. ¿El resultado? Todo salió muy bien.
Los levitas sacrificaron los corderos para los laicos, después
les llevaron la sangre a los sacerdotes, para que pudieran salpicarla
contra el altar (vea Levítico 3:2). Mientras que los sacerdotes se
ocupaban en esto, los levitas estaban desollando los animales y
preparándolos para comerlos y para el sacrificio (versículo 11).
Ciertas partes del cordero pascual debían ser quemadas en el altar
de Dios. Los levitas separaron estas partes para que los jefes de
las familias las pudieran ofrecer a Dios formalmente,
entregándolas al sacerdote (versículo 12).El resto del cordero debía
403
2 Crónicas 35:10-15

ser asado y comido por toda la familia. Los levitas también se


encargaron de la tarea de cocinar (versículo 13). Como se dijo
antes, hubo varias ofrendas de paz estrechamente relacionadas con
el ritual de la Pascua. Los levitas también se encargaron del
sacrificio de los animales, de la preparación para el sacrificio y de
cocinar esos animales. A diferencia del cordero pascual, que tenía
que ser asado, estas ofrendas se podían preparar cocinando la carne
en ollas y calderos para que los le rendían adoración a Dios las
comieran (versículos 12,13; vea Deuteronomio 16:7).
El sacrificio de los animales, la separación de la carne en
porciones, las diferentes formas de preparación para comerla: ¿qué
más podrían hacer los levitas? Leemos que “lo repartieron
rápidamente a todo el pueblo” (versículo 13). No se avergonzaban
de servir como meseros, de correr con las fuentes llenas de comida
hasta donde la gente estaba esperando. Se pensaría que eso habría
sido suficiente, pero después de que todo ya estaba hecho, ellos
todavía atendieron las necesidades de los sacerdotes y las de su
propio grupo. Los sacerdotes estuvieron muy ocupados con todo
el trabajo de ofrecer las porciones para el Señor en el altar del
sacrificio “hasta la noche” (versículo 14). Algunos de sus
compañeros levitas tuvieron ese día otras responsabilidades para
desempeñar. Los cantores debieron permanecer en sus puestos y
los porteros tuvieron que encargarse de la seguridad general de la
casa de Dios. Pero ninguno tuvo que abandonar sus
responsabilidades asignadas para celebrar la fiesta porque “sus
hermanos los levitas preparaban para ellos” (versículo 15).
¡Qué bella imagen de servicio es ésta! El rey había dicho que
los levitas eran “los maestros de todo Israel”, y en verdad lo
fueron. Demostraron el espíritu que Dios espera ver en todos lo
que le sirven, sobre todo en el santo ministerio, y también en cada
una de nuestras sagradas vocaciones. Recordamos que servimos a
un Rey que quiso remangarse su propia ropa y lavar los pies de
sus discípulos. ¡E hizo eso mientras llevaba sobre sus hombros el
peso de los pecados de ellos y estaba por entregar su vida por todos
ellos! Les dijo: “Les he dejado un ejemplo y una señal infalible
404
2 Crónicas 35:16-19

por medio de la cual ustedes pueden identificar el verdadero


ministerio”. El verdadero ministerio no es acumular títulos, no se
encuentra en amontonar poder para mostrarlo. Se ve más bien en
tomar todos nuestros dones y usar todos nuestros poderes para
amar a nuestros hermanos y hermanas. ¡El ministerio consiste en
poner nuestra propia vida a los pies de nuestros propios hermanos
en Cristo!

¡La mejor Pascua!

16
Así se organizó aquel día todo el servicio de Jehová, para
celebrar la Pascua y para sacrificar los holocaustos sobre el
altar de Jehová, conforme al mandamiento del rey Josías.
17
Los hijos de Israel que estaban allí celebraron en ese
tiempo la Pascua y la fiesta solemne de los Panes sin
levadura por siete días. 18 No se había celebrado una Pascua
como ésta en Israel desde los días del profeta Samuel; ni
ningún rey de Israel celebró la Pascua tal como la que
celebró el rey Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e
Israel, que allí se hallaban presentes, junto con los habitantes
de Jerusalén. 19 Esta Pascua fue celebrada en el año dieciocho
del rey Josías.

El cronista coincide con el escritor de Reyes al decir que la


Pascua de Josías fue la mejor Pascua que jamás se había celebrado
(versículo 18). Fue hasta mejor que la celebración de Ezequías.
¿Por qué fue la mejor? Sin duda, parte de la razón fue la
concurrencia. “Los sacerdotes y levitas, todo Judá e Israel . . . junto
con los habitantes de Jerusalén” (versículo 18). En parte también
se debió a la forma apropiada en que se celebró: “A los catorce
días del mes primero . . . cumplir la palabra de Jehová dada por
medio de Moisés. . . según está escrito en el libro de Moisés . . .
conforme a la ordenanza” (versículos 1,6,12,13).
Fue la mejor que se celebró, y sin embargo se celebró en la
víspera de la destrucción de Judá. Fue la más grande jamás
405
2 Crónicas 35:16-19

celebrada, y no obstante faltaron algunas cosas. Extrañamos los


cantos alegres tan prominentes en las descripciones de las otras
grandes celebraciones de este libro. Aquí solo se lee de manera
breve: “Los cantores . . . estaban en su puesto, conforme al
mandamiento de David” (35:15). Todo el pueblo estaba allí en
número que era mayor al de cualquier otra Pascua, y sin embargo,
extrañamos las descripciones de la alegría sin reservas y de la
voluntad general de unirse bajo la clase de rey que le agrada a
Dios, como lo leemos en tantos otros lugares. En esta Pascua,
mucho tuvo que ser hecho por el pueblo. Todo lo que tenían que
hacer era hacerse presentes. ¿Acaso ponemos algo indebido en el
texto cuando oímos en estas omisiones que el cronista dice
suavemente: “Fue la mejor Pascua jamás celebrada, de una manera
externa; pero el corazón espiritual del pueblo permaneció sin
conmoverse.”
Podemos ver por qué Josías habría celebrado esa Pascua, y
podemos entender el propósito del cronista de destacar hasta donde
fuera posible los aspectos positivos de ella. Un escritor, al hablar
sobre el punto de vista del cronista, da un buen resumen de la
sabiduría de Dios dándole a su pueblo la fiesta de la Pascua:
[En la Pascua] los israelitas comenzaron a ver, o vieron
de nuevo, lo que significaba ser Israel. . . . A Israel se
le tenía que llevar continuamente otra vez a sus raíces,
para conocer repetidamente su verdadera identidad,
para ser librada del engaño que viene de la
preocupación normal con lo rutinario, lo servil y lo
material, pensando que la suma de la vida no es más
que esto. *
En el comentario de la celebración de Ezequías, mencionamos
el significado de la Pascua como un recuerdo del gran acto de
salvación del Señor por su antiguo pueblo, la liberación de la
esclavitud en Egipto. Hemos explorado el énfasis de las

* J.G. McConville, I and II Chronicles Philadelphia: The Westminster Press,


1984) pp. 260,261.

406
2 Crónicas 35:20-27

festividades en la pureza. En la Pascua de Josías vemos otras


características de la celebración que llaman fuertemente la
atención.
No se pueden eliminar los aspectos propiciatorios del día. La
sangre debe ser derramada. El pecado tiene el costo de una vida,
la vida pura de un cordero sin mancha. También notamos la
comida de paz. Israel comió la Pascua en grupos familiares
particulares, que ese mismo día se unían en una familia mucho
más grande. Por todas estas razones, podemos entender por qué
nuestro Señor, en la víspera de su propia muerte, les dijo a sus
discípulos: “¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua
antes que padezca!, porque os digo que no la comeré más hasta
que se cumpla en el reino de Dios” (Lucas 22:15,16).
Todo se juntó esa noche cuando nuestro Señor iba a ser
traicionado. Los discípulos del Señor comieron la Pascua junto
con el Cordero que muy pronto le iba a dar cumplimiento. En lugar
de ella, Jesús les dio a los suyos otra comida para celebrar, una
comida que nos recuerda a todos el sacrificio que hizo para
liberarnos, una comida que nos une a todos en un solo cuerpo
cuando nos reunimos para comer su cuerpo y beber su sangre.
Cada celebración de la Cena del Señor y cada antigua celebración
de la Pascua finalmente alcanzarán su meta cuando todo el pueblo
de Dios se reúna en la gran fiesta de alegría “en el reino de Dios”
(Lucas 22:16). En la medida en que el tiempo del mundo se acorta
y los días llegan a ser peores, celebramos la fiesta en santa
anticipación de ese día, anhelando el retorno de nuestro Señor.

La muerte prematura del rey Josías

20
Después de todas estas cosas, luego de haber reparado
Josías la casa de Jehová, Necao, rey de Egipto, subió para
hacer guerra en Carquemis junto al Éufrates; y salió Josías
contra él. 21 Pero Necao le envió mensajeros a decirle: «¿Qué
tengo yo contigo, rey de Judá? No vengo hoy contra ti, sino
contra la casa que me hace la guerra; y Dios me ha dicho que
407
2 Crónicas 35:20-27

me apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo,


no sea que él te destruya.»
22
Pero Josías no se retiró, sino que se disfrazó para darle
batalla, y no atendió a las palabras de Necao, que venían de
la boca de Dios. Así que fue a presentarle batalla en el campo
de Meguido, 23 y los arqueros tiraron contra el rey Josías.
Entonces dijo el rey a sus siervos: «Sacadme de aquí, porque
estoy gravemente herido.» 24 Sus siervos lo sacaron de aquel
carro, lo pusieron en un segundo carro que tenía y lo
llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los
sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén hicieron
duelo por Josías. 25 Jeremías endechó en memoria de Josías.
Todos los cantores y cantoras recitan esas lamentaciones
sobre Josías hasta el día de hoy; y las tomaron por norma
para endechar en Israel. Están escritas en el libro de
Lamentos.
26
Los demás hechos de Josías y sus obras piadosas
conforme a lo que está escrito en la ley de Jehová, 27 y sus
hechos, los primeros y los últimos, están escritos en el libro
de los reyes de Israel y de Judá.

El cronista quiere hacer una conexión clara entre este episodio


trágico y el otro muy feliz que lo antecedió: “Después de todas
estas cosas, luego de haber reparado Josías la casa de Jehová,
Necao, rey de Egipto, subió para hacer guerra en Carquemis”
(versículo 20). El mapa del Oriente Medio estaba cambiando de
nuevo, y la alineación con las grandes potencias estaba cambiando
de la misma forma impresionante que ha sucedido recientemente
en Europa con la ruptura del Imperio Soviético. Los asirios habían
sido arrojados de todos sus centros tradicionales de poder por la
coalición de los medos y los babilonios. El último rey asirio, Asur-
uballit, estaba tratando de aferrarse a los últimos vestigios de poder
en Carquemis, una ciudad sobre el río Éufrates.
Sorprendentemente Necao, el rey de Egipto, fue en su ayuda contra
los babilonios. Josías, rey de Judá, trató de detenerlo.
408
2 Crónicas 35:20-27

Se han sugerido varios motivos para esto. Algunos dicen que


Josías quiso seguir las políticas del partido babilonio dentro de
Judá, que se había alineado desde los días del rey Ezequías con el
poder creciente de Babilonia. Otros menos estrafalarios sugieren
que no les quería conceder a los egipcios el derecho de pasar por
el territorio que hacía tan poco tiempo había recuperado de Asiria
para la corona. Si le permitía al rey de Egipto pasar de largo sin
pelear, la teoría dice que pronto hubiera sido arrastrado dentro de
la esfera de influencia de Egipto, y la independencia de Judá se
perdería. El campo de batalla fue Meguido, notable en el saber
bíblico como el lugar donde Débora y Barac habían derrotado a
Jabín, mucho tiempo antes, en los días de los Jueces (Jueces 5:19).
Meguido también es notable porque es el escenario donde, de
acuerdo con el libro de Apocalipsis, va a ocurrir el conflicto final
entre los reyes de la tierra y el reino de Dios. Allí lo conocemos
por su nombre griego “Armagedón” (Apocalipsis 16:16).
Cualesquiera que fueran los motivos políticos de Josías, el
cronista lamenta su falta de visión teológica al lanzarse a esta
guerra. Hay algo triste en la forma en que escribe: “Después de
todas estas cosas, luego de haber reparado Josías la casa de Jehová
. . . ” El año es el 610 a.C., y ya habían pasado alrededor de 13
años desde que el libro de la Ley se había encontrado y desde que
se había celebrado la gran Pascua. Sin embargo, para el cronista,
los actos de Josías se debían considerar dentro del contexto
espiritual de la restauración del Templo. Es como si él estuviera
diciendo: “Una vez más, después de mostrar esa devoción, después
de demostrar gran poder y percepción espiritual, el rey de la casa
de David cayó en gran pecado.” Dios no se lo pudo haber dicho
con más claridad a Josías que por medio de Hulda, la profetiza.
Judá no iba a sobrevivir mucho tiempo después de la muerte de
Josías (vea 34:24-28). Sin embargo, aquí estaba Josías tratando de
conservar el reino de Dios con medios físicos coactivos, cuando
el reino sólo podía ser construido y fortalecido por los medios
espirituales.

409
2 Crónicas 35:20-27

No solo esto, sino que Dios agregó una advertencia profética


contra la batalla de Josías: “Necao le envió mensajeros a decirle:
‘¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá? No vengo hoy contra ti, sino
contra la casa que me hace la guerra; y Dios me ha dicho que me
apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que
él te destruya’” (versículo 21). El cronista calificó este mensaje
como “de la boca de Dios” (versículo 22), al que Josías
obstinadamente se negó a hacerle caso. Muchos han preguntado:
“¿Cómo se suponía que Josías supiera que el mensaje de un rey
pagano era verdaderamente del Señor? ¿Acaso hasta Senaquerib
no había afirmado sin justificación que tenía el apoyo del Dios de
Israel?” La respuesta parece bastante sencilla: ésas eran palabras
perfectamente consistentes con las profecías anteriores de Hulda.
También estaban de acuerdo con lo que todos los profetas habían
estado diciendo durante bastante tiempo: Judá iba a caer.
Finalmente, la amonestación permanente de Dios a todos sus reyes
siempre había sido que evitaran enredarse en conflictos y alianzas
con los extranjeros. Con estos antecedentes, no era una gran
exageración esperar que Josías hubiera reconocido en las palabras
de Necao la voz de su propio Dios.
“No se retiró, sino que se disfrazó para darle batalla” (versículo
22). Eso fue en verdad un gran error que cometió un rey que había
estado entre los más grandes de Judá. Josías, tal como antes de él
lo había hecho el rey Acab (un rey que había sido absolutamente
malo), “se disfrazó” (versículo 22; vea 18:29). Como con el rey
Acab, ese fue un intento rebelde de evadir la verdad penetrante de
la palabra de Dios y una necia postura para esconderse de los
temores que inspiraban su culpa (18:29). Y no iba a prosperar más
de lo que Acab había prosperado: “los arqueros tiraron contra el
rey Josías. Entonces dijo el rey a sus siervos: ‘Sacadme de aquí,
porque estoy gravemente herido’” (versículo 23).
La traducción que hace la Reina-Valera de los momentos
finales de Josías, en especial la que dice: “lo llevaron a Jerusalén,
donde murió”, no es la mejor (versículo 24). Parece innecesario
establecer una contradicción con el relato paralelo en 2 Reyes
410
2 Crónicas 35:20-27

donde leemos: “En cuando aquel [Necao] lo vio, lo mató en


Meguido. Sus siervos lo pusieron en un carro, lo trajeron muerto
de Meguido a Jerusalén” (2 Reyes 23:29,30). El hebreo del
cronista dice simplemente: “lo trajeron a Jerusalén y murió”. Hasta
se puede traducir como “así que murió”, sin violar las leyes del
idioma. El punto es que las Escrituras no son muy específicas
sobre dónde exhaló el rey su último suspiro. Pudo haber muerto
en Meguido o en el viaje de regreso. Es dudoso que haya muerto
en Jerusalén, en vista de la forma en que el escritor de Reyes lo
expresa.
Una vez nuestro Señor le dijo a Pedro: “Todos los que tomen
espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52). Estas palabras son un
comentario acertado sobre la naturaleza interminable y cínica del
conflicto humano. Ninguna nación permanece para siempre como
la más importante; siempre aparece alguien para derrocar al rey.
Pero hay algo mucho más profundo; las palabras de Jesús nos
aclaran la naturaleza espiritual de las fuerzas dispuestas contra el
reino de Dios y la manera espiritual como se debe ejercer el poder
en su iglesia. Jesús aceptó con calma que lo arrestaran en el huerto
de Getsemaní; sabía que todo lo que estaba sucediendo era por la
voluntad de Dios que gobierna todo, y por la palabra de Dios que
expresamente había predicho esos acontecimientos. Nadie puede
ejercer poder en el reino de Dios en contra de la palabra de Dios.
Por eso el Cordero no respondió cuando se lo llevaron. Puso su
vida en las manos de Dios, cuando dijo “Hágase tu voluntad”, y
así ganó la victoria. Todos los que tratan de ejercer el poder en el
reino de Dios usando las armas del mundo (la fuerza, la coerción,
la política) deben esperar que se utilicen contra ellos armas
similares y que sus esfuerzos finalmente fracasen.
La muerte prematura de Josías produjo un gran impacto en
Judá. Todos hicieron gran duelo por él (versículo 24). Inclusive
Jeremías compuso lamentos formales para conmemorar su muerte
(note el libro de Lamentaciones) que llegaron a formar parte del
repertorio de la música tradicional de Israel (versículo 25). Es fácil
ver por qué esto fue así. Las nubes tormentosas que amenazan la
411
2 Crónicas 35:20-27

ira de Dios y la destrucción de Judá se habían estado oscureciendo


en el horizonte durante algún tiempo. Durante el gobierno de este
rey piadoso, Judá había tenido un breve resurgimiento, tan
milagroso como si un árbol fuera a echar brotes y a florecer a fines
del otoño precisamente antes de la llegada de los vientos gélidos
del invierno.
Ese florecimiento no duró; no podía durar. Pronto caerían las
hojas, y el árbol quedaría seco y sin vida. Un día, el mismo
Jeremías prohibió la expresión de más lamentos de esta clase, sin
duda porque sencillamente era revolcarse en la emociones
terrenales que les impedían despertar a la realidad espiritual
(Jeremías 22:10). Por razones similares, Jesús una vez se volvió a
unas mujeres que lamentaban su inminente crucifixión y les dijo:
“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras
mismas y por vuestros hijos. Porque si en el árbol verde hacen
estas cosas, en el seco, qué no se hará?” (Lucas 23:28,31).
Esta lamentación por Josías probablemente conforma el fondo
de la comparación que se hace en el mensaje de Zacarías acerca
de la manera en que los piadosos un día se iban a doler por el
Mesías inmolado: “En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén,
como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido” (Zacarías
12:11). Muchos intérpretes ven a Hadad-rimón como el lugar cerca
de Meguido donde Josías finalmente murió, y por eso consideran
todo el versículo como una referencia a la misma tradición de la
que el cronista habla aquí. Un día, el pueblo de Dios iba a llorar
por Jesús de la manera como había llorado por Josías.
Pensamos en las palabras que Jesús les dijo a sus discípulos
precisamente antes de su muerte: “De cierto, de cierto os digo que
vosotros lloraréis y lamentaréis, y en cambio el mundo se alegrará;
pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá
en gozo” (Juan 16:20). Él les decía esto porque les podía hacer
una promesa que Josías jamás podía hacer: “Os volveré a ver y se
gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo” (Juan
16:22).

412
2 Crónicas 35:20-27

El reino de Dios bajo la ira y la gracia

El capítulo final del cronista es una vez una joya literaria.


Primero, usa ampliamente su técnica de compresión, reduciendo
a 23 versículos una historia que requirió 57 versículos en 2 Reyes.
Eso tuvo el mismo efecto generalizador que observamos antes,
haciendo más eterno y aplicable a todas las generaciones el relato
de la rebelión humana y de la respuesta de Dios a ella. Como un
ejemplo de esto, tomado de este capítulo, podemos considerar
sencillamente la desconcertante serie de reyes y de imperios que
pasan delante de nuestros ojos en este breve espacio. Primero
Egipto, después Babilonia y finalmente Persia. Primero Necao,
después Nabucodonosor y finalmente Ciro. Los reinos surgen, los
reinos caen; el reino de Dios permanece para siempre.
Segundo, el cronista tiene un orden en la presentación rápida
los reinos de los últimos cuatro reyes. Los cuatro fueron infieles;
los cuatro experimentaron el dolor del exilio: inminente (como en
el caso de Joaquim) o real (como en el caso de todos los demás).
Los cuatro fueron obligados a pagarle tributo a un rey extranjero.
Al principio consistía sólo en pagar una multa de una cierta
cantidad de oro y plata; al final consistió en someterse a sucesivos
pillajes de los recipientes sagrados de la casa del Señor y en el
desmantelamiento de la riqueza que todo el reino había
acumulado.
Después vemos cómo su presentación se desarrolla hasta un
punto culminante. Los pecados de Joacaz, el primer rey de esta
serie, apenas se mencionan; se deben deducir de la multa que le
fue exigida por el rey Necao, y del conocimiento que tenemos de
él por el libro de los Reyes (2 Reyes 23:32). Sin embargo, la
acusación al rey Sedequías es mucho más completa y lleva a la
descripción de los cargos formales de Dios contra todos los niveles
de la sociedad judía. De modo similar, en los casos de Joacaz,
Joacim y Joaquín, el cronista se concentra en el exilio de los reyes.
También sabemos que, comenzando con Joaquín, un gran número
de personas de Judá fueron llevadas al cautiverio. No obstante, el
413
2 Crónicas 36:1-4

cronista no menciona esto, se reserva la descripción del exilio del


pueblo hasta el final del reinado de Sedequías.
El efecto de todo esto es similar al de observar un gran árbol
que se está cortando. Cada golpe del hacha corta más profundo
hasta que finalmente todo el árbol cae estrepitosamente contra el
suelo. El hacha del juicio de Dios estaba puesta en la raíz de la
casa real de David. Al final no quedaba nada de la monarquía sino
un tronco, para mostrar dónde había estado (Mateo 3:10; Isaías
11:1).
Sin embargo, no debemos suponer que la muerte y la
destrucción van a ser las últimas palabras de Dios para su pueblo
en este libro. El cronista concluye su imponente obra con un canto
de esperanza en el Señor que gobierna sobre todo y que nos
promete la victoria sólo por su gracia.

Desafío creciente al Señor y la respuesta de él

El rey Joacaz

36 Entonces el pueblo de la tierra tomó a Joacaz hijo


de Josías y lo proclamó rey en lugar de su padre en
Jerusalén. 2 Veintitrés años tenía Joacaz cuando comenzó a
reinar, y tres meses reinó en Jerusalén. 3 El rey de Egipto lo
destituyó en Jerusalén, e impuso al país un tributo de cien
talentos de plata y uno de oro. 4 Luego proclamó el rey de
Egipto a Eliaquim, hermano de Joacaz, como rey de Judá y
Jerusalén, y le cambió el nombre por el de Joacim. Y a
Joacaz, su hermano, lo tomó Necao y lo llevó a Egipto.

Después de la muerte de Josías, el pueblo de la tierra llevó a


Joacaz al poder. Las Escrituras también se refieren a él como
Salum (1 Crónicas 3:15; Jeremías 22:11). Sin duda, éste era su
nombre personal, siendo Joacaz el nombre que tomó cuando
ascendió al trono. Joacaz era el cuarto hijo de Josías, así que es un
poco extraño verlo asumir el poder por encima de sus hermanos.
414
2 Crónicas 36:5-8

Algunos comentaristas presentan una opinión interesante para


explicar esto; afirman que el pueblo de la tierra apoyó el deseo de
Josías de permanecer libre de la influencia de Egipto, así que los
israelitas pusieron a uno de sus hijos en el trono, de quien sabían
que seguiría las políticas de su padre. Por supuesto, es verdad que
la elección de Joacaz no les agradó del todo a los egipcios, ya que
Necao lo remplazó con su hermano cuando regresaba a Egipto de
Carquemis (vea 35:20; 2 Reyes 23:31,34). El cronista también nos
da alguna información que le da más credibilidad a la idea. Necao
no sólo depuso a Joacaz, sino que también le impuso una multa a
la tierra de Judá (la palabra que se traduce como “pagar” en el
versículo 3, en hebreo significa “dinero que se adeuda como
castigo”). El castigo con una multa tiene perfecto sentido, si el rey
egipcio vio el comportamiento del pueblo de Judá como un acto
de rebelión contra él. El cambio de nombre que le hizo Necao a
Eliaquim por Joacim (versículo 4) fue un modo no del todo sutil
de hacerles saber a todos quién era el jefe. Él estaba diciendo: “Yo
pongo a esta persona como mi representante”.

El rey Joacim

5
Cuando comenzó a reinar Joacim tenía veinticinco años, y
reinó once años en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos de
Jehová, su Dios. 6 Subió contra él Nabucodonosor, rey de
Babilonia, y lo llevó a Babilonia atado con cadenas.
7
También llevó Nabucodonosor a Babilonia parte de los
utensilios de la casa de Jehová, y los puso en su templo en
Babilonia.
8
Los demás hechos de Joacim, las abominaciones que hizo,
y lo que en él se halló, está escrito en el libro de los reyes de
Israel y de Judá. Reinó en su lugar su hijo Joaquín.

Probablemente Joacim es mejor conocido por nosotros como


el rey que demostró su desprecio por la palabra de Dios cuando
cortó el rollo en el que Jeremías había escrito sus profecías y echó
415
2 Crónicas 36:9,10

los pedazos al fuego (Jeremías 36:23-25). Jeremías había predicho


que por su iniquidad iba a ser enterrado “en sepultura de asno”
(Jeremías 22:19). Esa profecía solo pudo haber tenido algo que
ver con la quema del rollo.
En el año 605 a.C., el tercer año del reinado de Joacim (Daniel
1:1,2), Nabucodonosor de Babilonia le puso fin al poder egipcio
en Palestina, derrotando al rey Necao en la batalla de Carquemis.
Cuando Nabucodonosor perseguía al rey egipcio de regreso a su
tierra, se detuvo en Jerusalén para recoger algún tributo de “la casa
de Jehová” (versículo 7). De ahí en adelante, Nabucodonosor
quería que Joacim reconociera que el poder de Babilonia era
supremo. Al mismo tiempo, el hombre fuerte de Babilonia tomó
algunos rehenes para asegurar la lealtad de su nuevo vasallo. Entre
estos estaba un joven brillante y noble de nombre Daniel (Daniel
1:1-6).
Durante un tiempo, Joacim se sometió al yugo babilonio, pero
sus ilusiones de grandeza lo llevaron a tratar de ser algo más. Su
rebelión mal dirigida contra el rey Nabucodonosor (2 Reyes 24:1)
finalmente condujo a que lo ataran con cadenas de bronce para un
viaje a Babilonia (versículo 6). Sin embargo por alguna razón, él
nunca tuvo que ir. * Después de su muerte, su hijo Joaquín tomó
su lugar.

El rey Joaquín

9
Ocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar, y
reinó tres meses y diez días en Jerusalén; e hizo lo malo ante
los ojos de Jehová. 10 Al cabo de un año el rey

* Existe considerable misterio alrededor de los últimos años y de la muerte


de Joacim. La evidencia bíblica que tenemos es fragmentaria y difícil de
organizar en un todo coherente. La evaluación que hace Werner Franzmann
de la intención que tuvo Nabucodonosor al llevar a Joacim a Babilonia sigue
siendo la mejor. Dice de esta intención que es “casi seguro que nunca se llevó
a cabo” (Bible History Commentary: Old Testament, p. 528).

416
2 Crónicas 36:11-19

Nabucodonosor mandó que lo llevaran a Babilonia,


juntamente con los objetos preciosos de la casa de Jehová, y
puso a Sedequías,, su hermano, como rey sobre Judá y
Jerusalén.

Si nos guiamos por la genealogía que se da en el primer libro


(1 Crónicas 3:17-24), a Joaquín se le consideró como el último
gobernador legítimo de Judá de la línea de David. La lista de los
descendientes de la casa real a través de los años de exilio y retorno
se remontaba a él. También tuvo la amarga distinción de ser el
monarca que presidía en el año 597 a.C., cuando Nabucodonosor
deportó el primer gran grupo de judíos a Babilonia (vea 2 Reyes
24:13-16). La rebelión de su padre Joacim había sido un completo
fracaso, por que hizo que Babilonia sitiara a Jerusalén. Durante
esos tiempos pésimos, Joaquín llegó al poder, y disfrutó de un
reinado malvado de solo tres meses antes de capitular ante
Nabucodonosor. Joaquín fue llevado cautivo a Babilonia, junto
con muchos objetos de valor del templo del Señor (versículo 10).
No obstante, debido a que Nabucodonosor todavía no quería
acabar definitivamente con Judá, puso a su propio rey títere en el
trono de Judá, a Sedequías, el tío de Joacim (versículo 10). Y
precisamente para estar seguro, el gobernador babilonio, antes de
regresar a casa, hizo que Sedequías jurara su lealtad a él.

El rey Sedequías marca el comienzo del fin

11
Veintiún años tenía Sedequías cuando comenzó a reinar,
y once años reinó en Jerusalén. 12 Hizo lo malo ante los ojos
de Jehová, su Dios, y no se humilló delante del profeta
Jeremías, que le hablaba de parte de Jehová. 13 Se rebeló
asimismo contra Nabucodonosor, al cual había jurado
fidelidad delante de Dios. Fue obstinado y se empeñó en no
volverse a Jehová, el Dios de Israel.
14
También todos los principales sacerdotes y el pueblo
aumentaron la iniquidad, siguiendo todas las abominaciones
417
2 Crónicas 36:11-19

de las naciones y contaminando la casa de Jehová, la cual él


había santificado en Jerusalén. 15 Jehová, el Dios de sus
padres, les envió constantemente avisos por medio de sus
mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de
su morada. 16 Pero ellos se mofaban de los mensajeros de
Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus
profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y
no hubo ya remedio.
17
Por lo cual trajo contra ellos al rey de los caldeos, que
mató a espada a sus jóvenes en la casa de su santuario, sin
perdonar joven ni virgen, anciano ni decrépito; todos los
entregó en sus manos. 18 Asimismo todos los utensilios de la
casa de Dios, grandes y chicos, los tesoros de la casa de
Jehová, y los tesoros de la casa del rey y de sus príncipes,
todo lo llevó a Babilonia. 19 Quemaron la casa de Dios y
derribaron el muro de Jerusalén, prendieron fuego a todos
sus palacios y destruyeron todos sus objetos de valor.

La cúspide de la presentación que hace el cronista de los


últimos cuatro reyes se alcanza con Sedequías. El cronista evalúa
la condición espiritual tanto del rey como del pueblo, para dar un
resumen de lo que se había estado desarrollando en el corazón del
reino desde hacía un tiempo. Con Sedequías, el pueblo había
alcanzado una etapa final de su endurecimiento contra el mensaje
del Señor. Al rechazar la palabra de Dios, sólo les quedaba el
juicio.
Sedequías nos hace recordar a otro pecador endurecido, a
Herodes el tetrarca. Débiles, vacilantes y fácilmente influenciados
por otros, los dos gobernantes tuvieron mucha curiosidad por lo
que los profetas tenían que decir, y sin embargo, no lo quisieron
poner en práctica (Jeremías 37:16; 38:14; Marcos 6:20). El
cronista caracteriza a Sedequías mediante un memorial acusatorio
que contiene todos los cargos del Señor contra él. “No se humilló”.
Con esta frase, el cronista vuelve a recordar la promesa que Dios
le había hecho una vez a Salomón: “Si se humilla mi pueblo . . .
418
2 Crónicas 36:11-19

entonces yo oiré” (7:14). Este fue un rey que se burló de la gracia


y que despreció las promesas de Dios. Se negó obstinadamente a
escuchar las advertencias de Jeremías, que eran las propias
palabras de Dios para él (versículo 12). Además, “Se rebeló
asimismo contra Nabucodonosor, al cual había jurado fidelidad
delante de Dios” (versículo 13; vea también Ezequiel 17:19). Por
lo tanto, en un solo acto de rebelión, no solo quebrantó el Cuarto
Mandamiento, sino también el Segundo. Este desprecio constante
y terco por la palabra de Dios condujo inevitablemente a un estado
permanente de impenitencia. “Fue obstinado y se empeñó en no
volverse a Jehová, el Dios de Israel” (versículo 13).
¡Qué triste que éstas hayan sido las últimas palabras que se
dijeron acerca de la casa de David en el libro del cronista! Pero tal
vez el autor tenía la intención de que las viéramos de otra forma.
De aquí en adelante, ya no se menciona más a Sedequías;
sencillamente desaparece de la narración. Lo más impresionante
es que no se menciona su muerte. Y esto es cierto no solo en el
caso de Sedequías, sino en el de los cuatro reyes cuyo gobierno se
nos describe en este capítulo. Es verdad que las interpretaciones
que se dan del silencio no son definitivas; sin embargo, se pregunta
por qué el cronista abandona súbitamente lo que ha sido su práctica
normal y deja que la muerte de los cuatro reyes pase sin una sola
palabra. Hemos notado a través de todo el relato la manera como
el escritor ha hecho su presentación con el objeto de engendrar en
el corazón del lector la esperanza de que el Rey Ideal de Israel iba
a venir un día. Con la ausencia de un final, con la negativa a llegar
a un cierre en el capítulo final, podría ser que el cronista esté
diciendo: ¿“Todavía está por escribirse el capítulo final sobre la
casa de David”?
Al continuar, el escritor sagrado nos muestra cómo el pueblo
de Judá reflejó perfectamente con su propia vida impía la
obstinación de su rey. Ellos “aumentaron la iniquidad” (versículo
14): el hebreo aquí es muy enfático, lo podemos traducir así:
“Cometieron demasiadas infidelidades”. En otras palabras, sus
pecados eran más que simples equivocaciones o lapsus
419
2 Crónicas 36:11-19

momentáneos. Para ellos el pecado llegó a ser una conducta


consecuente; realizaban sus actos de infidelidad repetidamente.
También fueron flagrantes todas las “abominaciones de las
naciones” (versículo 14). Por sus actos, ya no eran el pueblo de
Dios. El pueblo hasta había “contaminado la casa de Jehová, la
cual él había santificado en Jerusalén” (versículo 14; vea también
Jeremías 7:30; 32:34). Todos los grupos sociales participaron en
eso: “todos los principales sacerdotes, y el pueblo” (versículo 14).
¿La respuesta de Dios? Al principio “tenía misericordia de su
pueblo y de su morada” (versículo 15). Envió repetidamente su
Palabra por medio de sus mensajeros, los profetas: “Pero ellos se
mofaban de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus
palabras, burlándose de sus profetas” (versículo 16). La etapa final
de endurecimiento había llegado cuando la gente no sólo se negó
a escuchar la palabra de Dios sino que también mostró que la
despreciaba por completo, riéndose de ella. Este es un pecado para
el cual no hay remedio, porque su esencia es despreciar el único
remedio que Dios ha provisto. Dios ha determinado salvar a la
humanidad por medio de la “locura” de la predicación; y cuando
voluntaria, persistente y flagrantemente despreciamos la
predicación y la palabra de Dios, llega un momento en que no
queda esperanza.
En la destrucción de Jerusalén, observamos la intensa ira de
Dios en acción. El rey Nabucodonosor tenía sus propias razones
para ir contra Judá y su rey. No obstante, estaba bajo la dirección
del Señor, y su poder estaba bajo el mando de Dios. El cronista
dice: “[El Señor] trajo contra ellos al rey de los caldeos” (versículo
17). En seguida recalca lo completo del acto del juicio de Dios.
Ahora Dios mismo hizo que la contaminación de la muerte
corrompiera su propio santuario (versículo 17). Nabucodonosor
no perdonó a nadie, no hizo distinciones basándose en sexo ni en
edad (versículo 17). Se llevaron todos los tesoros de la ciudad
(versículo 18). Nabucodonosor dejó el lugar limpio, y después de
hacerlo, destruyó lo que quedaba quemándolo (versículo 19).

420
2 Crónicas 36:20

El versículo 19 destaca el carácter definitivo del juicio de Dios,


también de una forma estilística; lo podemos observar en el uso
que hace el cronista de otro quiasma (vea el comentario a la
sección 17:1-6). Como sus características no resultan tan claras en
español, lo veremos en una forma gráfica:

A: Templo B: Ciudad
Quemó la Rompieron el muro
casa de Dios de Jerusalén

B: Ciudad A: Templo
Consumieron a fuego Y destruyeron todos
todos sus palacios sus objetos deseables

La versión Reina - Valera traduce así la última frase:


“destruyeron todos sus objetos de valor”, como refiriéndose al
contenido valioso de los palacios. Preferimos considerarla como
una referencia poética al Templo mismo (compare Isaías 64:11).
Dios le había advertido a su pueblo; el pueblo no quiso escuchar.
Ahora Dios llevó a cabo la condena sobre su pueblo por medio de
Nabucodonosor.

“Tuyo, oh Jehová, es el reino”

Dios conserva misericordiosamente un remanente de su pueblo

20
A los que escaparon de la espada los llevó cautivos a
Babilonia, donde fueron siervos de él y de sus hijos hasta que
vino el reino de los persas;

También los juicios de Dios ayudan a los propósitos de su


gracia. De la muerte y de la destrucción, produce vida y salvación.
En este versículo se encuentra el momento decisivo de este
capítulo. Dios estableció un límite a la fuerza destructiva de su ira

421
2 Crónicas 36:21

contra su pueblo. Como lo había prometido por medio de Jeremías,


“un remanente” sobrevivió, escapando de la espada (versículo 20;
vea también Jeremías 23:3). Se les mantuvo en cautividad “hasta
que vino el reino de los persas” (versículo 20).

La tierra disfruta su descanso sabático

21
para que se cumpliera la palabra de Jehová, dada por boca
de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo;
porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que
los setenta años fueron cumplidos.

Mientras tanto, el Señor le dio reposo a su tierra, la tierra que


él había les prometido a Abraham, a Isaac y a Jacob, la tierra tan
querida para el corazón de cada creyente como una prefiguración
de nuestro hogar celestial. Dios mismo estaba purificando la tierra
“todo el tiempo de su asolamiento”, preparándola para el regreso
de su pueblo, permitiendo que disfrutara de su reposo sabático (vea
Levítico 26:34,35). Liberó la tierra de la excavación y de la
búsqueda constante de parte de los hombres a quienes les
importaba más la acumulación de tesoros que la meditación en las
cosas de Dios. La hizo descansar del pisoteo del pie del hombre
inquieto y pecador, que vagaba aquí y allá en búsqueda de
consuelo en los ídolos. Dios, por medio de su profeta, había
predicho todo esto: “setenta años” había dicho Jeremías, el lapso
de la vida de una persona (Jeremías 25:11,12: 29:10). Durante 70
años, la tierra iba a disfrutar de descanso, hasta que estuviera lista
para servir una vez más como el hogar del pueblo de Dios. La
promesa que hizo Dios por medio de Jeremías no falló.
Nosotros podemos estar mucho más seguros de la promesa de
nuestro Salvador. Él dijo: “Voy, pues, a preparar lugar para
vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os
tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también
estéis” (Juan 14:2,3). El camino a esa tierra que él nos ha

422
2 Crónicas 36:22,23

prometido también conduce por la muerte de todas nuestras


esperanzas terrenales hasta que el corazón descanse seguro sólo
en su promesa. El Salvador recorrió el camino del sufrimiento
delante de nosotros, el camino de la ira de Dios y de la destrucción
del infierno. Recorrió el camino de la cruz y resucitó para hacernos
su promesa absolutamente segura: “Yo soy el camino, la verdad y
la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).

Dios lleva a Ciro a decretar:


“¡Regresen y reconstruyan!”

22
En el primer año de Ciro, rey de los persas, para que se
cumpliera la palabra de Jehová, dada por boca de Jeremías,
Jehová despertó el espíritu de Ciro, rey de los persas, el cual
hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su
reino, este decreto: 23 «Así dice Ciro, rey de los persas:
Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de
la tierra, y me ha mandado que le edifique Casa en
Jerusalén, que está en Judá. Quien de entre vosotros
pertenezca a su pueblo, que sea Jehová, su Dios, con él, y
suba allá.»

¡Dios gobierna sobre todo! O como David lo dijo una vez:


¡“Tuyo, Jehová, es el reino” (1 Crónicas 29:11)! Se emite un
decreto de Ciro, el rey de Persia, pero es en cumplimiento de la
palabra del Señor por medio de su profeta (versículo 22). Se
publica un decreto de Ciro, rey de Persia, pero fue el Señor quien
en primer lugar motivó su corazón para que lo publicara (versículo
22). Al final de su primer volumen, el cronista registró la confesión
de fe de David, de la que tomamos la referencia anterior. Al final
de su segundo volumen, el cronista reproduce lo que es
esencialmente la misma confesión, solo que esta vez vino por la
boca de un rey gentil. “Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado
todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique Casa

423
2 Crónicas 36:22,23

en Jerusalén, que está en Judá” (versículo 23). Dios gobierna sobre


todo, para hacer conocer sus caminos salvadores a todas las
naciones y para reunir a su pueblo de todos los lugares.
De este modo, el cronista une magistralmente todos los hilos
de su historia. Ha hecho las conexiones tan necesarias para edificar
el corazón de sus hermanos creyentes. Israel se había marchado al
exilio, pero no había dejado de ser el pueblo de Dios en esa tierra
extranjera. La proclamación del rey había identificado claramente
a Israel como la propiedad del Señor y le pronunció su bendición:
¡“sea Jehová, su Dios, con él”! (versículo 23). El Templo y la
ciudad habían sido destruidos pero no iban a quedar así para
siempre. Como lo hizo con David y con Salomón, Dios claramente
había puesto en el corazón del rey persa que dijera: “[El Señor]
me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén” (versículo 23).
Y así Dios transformó la calamidad del exilio. El Templo, la ciudad
y el pueblo habían sido restaurados. “Aclamad a Jehová, porque
él es bueno; porque su misericordia es eterna” (1 Crónicas 16:34;
vea 2 Crónicas 5:13; 7:3; 20:21).
En el último versículo, el cronista nos ha dado el propósito del
gobierno de Dios. El Señor obra en la historia para restaurar a su
pueblo a la Tierra Prometida, donde puede llevar una vida que
tiene como centro su lugar de habitación y puede disfrutar de la
alegría de su presencia. Recordamos cómo comenzó su relato con
Adán (1 Crónicas 1:1), llevándonos a través de las épocas por
medio de las genealogías, dirigiéndonos por todos los preparativos
que hizo David para la construcción, y describiendo con amoroso
detalle la construcción del Templo y la dedicación bajo Salomón.
El cronista nos ha mostrado cómo Dios, mediante el bienestar y la
aflicción, mediante reyes buenos y malos, misericordiosamente
conservó su Casa y su pueblo. Ya antes en este capítulo final notó
la destrucción del Templo por causa de la infidelidad obstinada del
pueblo. Ahora ha cerrado el círculo. La gente del pueblo puede
regresar, completamente segura de que es el pueblo de Dios. Puede
regresar a Jerusalén y reconstruir la casa de Dios. El cronista

424
2 Crónicas 36:22,23

permite que las palabras del rey persa sean sus palabras finales de
aliento y así termina su libro con esta nota de esperanza y nuevos
comienzos.
Vemos que todas estas cosas tienen su cumplimiento en Cristo.
Él es el Rey Ideal que nació para dar cumplimiento a los anhelos
de su pueblo (Lucas 1:31-33). Él es el verdadero Templo, el Dios
encarnado que vino a vivir entre nosotros (Juan 1:14; 2:19). Él es
quien reúne a todos los exiliados dispersos por todas las naciones
en un pueblo que le pertenece a Dios para siempre (Efesios 2:19-
21). Por medio de la predicación, del Santo Bautismo y de su Santa
Cena, nos hace suyos y nos conserva así.
No obstante, así como tenemos este sentido de esperanza y de
algo inconcluso cuando llegamos al final de la obra del cronista,
también sabemos ahora que aunque Dios haya cumplido su palabra
antigua enviando a Cristo, su cumplimiento final todavía está por
realizarse. Como están las cosas ahora, vemos solo en parte “por
espejo, oscuramente” (1 Corintios 13:12). Todavía no ha sucedido
la restauración final de todas las cosas, y el último capítulo de la
obra del reino de Dios todavía está por escribirse. Por eso
esperamos que nuestro Señor regrese, reuniéndonos fielmente
mientras tanto alrededor de la Palabra y del sacramento, para que
podamos continuar percibiendo todas las cosas desde el centro de
la segura y firme voluntad misericordiosa de Dios. También
nuestro exilio terminará un día. ¡Entonces qué alegría tendremos!

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La
BIBLIA
Popular

ANTIGUO TESTAMENTO La Biblia Popular es una serie de comentarios


GÉNESIS ECLESIASTÉS de la Biblia para todas las personas. Los
ÉXODO CANTARES
LEVÍTICO ISAÍAS autores de la serie han servido como pastores
NÚMEROS JEREMÍAS
DEUTERONOMIO LAMENTACIONES
de congregaciones, profesores universitarios, o
JOSUÉ EZEQUIEL profesores de seminario, muchos en más de
JUECES DANIEL
RUT OSEAS una de estas actividades. Cada autor comenzó
1o SAMUEL JOEL con el texto original en Hebreo o Griego y
2o SAMUEL AMÓS
1o REYES ABDÍAS después trabajó para presentar el mensaje de
2o REYES JONÁS la Palabra de Dios a los cristianos quienes
1o CRÓNICAS MIQUEAS
2o CRÓNICAS NAHUM enfrentamos presiones y tentaciones cada día
ESDRAS HABACUC
NEHEMÍAS SOFONÍAS
de la vida. Dos verdades importantes sirven de
ESTER HAGEO guían a todos los comentarios. Primero, la
JOB ZACARÍAS
SALMOS MALAQUÍAS Biblia es la Palabra inspirada de Dios y por lo
PROVERBIOS tanto es verdadera y confiable. Segundo, el
mensaje central de toda la Biblia es Jesucristo.
NUEVO TESTAMENTO
MATEO 1a TIMOTEO El Segundo libro de Crónicas continúa la
MARCOS 2a TIMOTEO
LUCAS TITO historia del pueblo de Dios. Comenzando con
JUAN FILEMÓN
HECHOS HEBREOS el rey Salomón, el libro cuenta la historia del
ROMANOS SANTIAGO
1a CORINTIOS 1a PEDRO decaimiento del pueblo de Dios.
2a CORINTIOS 2a PEDRO
GÁLATAS 1a JUAN Eventualmente Dios envió a los babilonios,
EFESIOS 2a JUAN
FILIPENSES 3a JUAN quienes destruyeron a Jerusalén y llevaron al
COLOSENSES JUDAS
1a TESALONICENSES APOCALIPSIS pueblo de Dios al exilio. El libro termina con
2a TESALONICENSES
el decreto de Ciro, por el cual les permitió a
ellos regresar y reconstruir el país.

38-5034
ISBN 0-8100-1514-5

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