Mi+Vida+en+Siete+Palabras+ +Luis+Palau
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mi
vida
EN SIETE PALABRAS
Si Luis todavía estuviera aquí, estaría orando para que estas palabras
refresquen tu alma. Para él, no puede haber mayor regalo que el que
conozcas más a Jesús a través de su historia.
,
Andrés Palau
Salmos 100
ESCRITO POR LUIS PALAU EN EL
AÑO 2019 ...
Te diría que si estas lejos, Dios ha provisto a través de Jesús, un camino para
que regreses a casa. Cada pecado tuyo será olvidado. Toda maldad será lavada
completamente.
Todas tus heridas pueden vendarse y ser curadas. Él te promete "fuerza para
hoy y esperanza brillante para mañana". Dios es real y es bueno.
Todo lo que debes hacer es ir a Él en la cruz. Todo lo que debes hacer es decir
"Sí" para ser salvo a través de Su sangre.
Romanos 10: 9 dice: "Si declaras con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en
tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo".
Creo que Jesucristo murió para darme vida a mí, y al mundo entero, y que Tú lo
resucitaste de entre los muertos.
Por favor lávame en Su sangre, perdonando todos mis pecados. Por favor lléname
de tu Espíritu Santo y hazme una nueva creación. Por favor, dame la seguridad
de la vida eterna. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
Sin embargo, es posible obedecerle y servirlo sin deleitarnos en Él, y olvidar que
el punto crucial de todo esto es que el gozo verdadero e imperecedero proviene
solo de deleitarnos en Su presencia. Y cuando nos olvidamos de deleitarnos, una
oscuridad insidiosa se escabulle y enfría nuestro gozo.
Nuestra cultura actual se enfrenta a desafíos monumentales. ¿Por qué hay tantos
jóvenes que luchan contra la depresión? Tendrían que estar divirtiéndose,
experimentando su libertad. Sin embargo, muchísimos están medicados porque
los acosa el espectro muy real de la depresión. ¿Qué les ha impuesto esta carga?
¿Por qué nos estamos divorciando a tasas tan altas, trayendo miseria,
complicaciones financieras y profundo dolor a las familias?
Podríamos seguir detallando los sufrimientos de nuestros días. Y la pregunta es: ¿Si el
Señor puede salvarnos del infierno, no puede salvarnos también de las presiones de esta
vida? Tal vez no las quite, pero puede darnos la fortaleza para soportarlas, como dice el
Salmo 37:23: “El Señor dirige los pasos de los justos; se deleita en cada detalle de su
vida”.
Cuando nos deleitamos en el Señor, los deseos de nuestro corazón se convierten en los
deseos del corazón de Dios. Las cosas superfluas, carnales y egocéntricas desaparecen.
Y te concentras en el deleite.
Estoy a pocos meses, tal vez semanas, del cielo. Lo único que se me ocurre decir es:
“Acércate a Dios”. Deléitate en Él. Permite que la corriente de la obra del Espíritu
Santo te lleve al corazón del Padre. En ti mora la vida de Cristo, que intercede por
nosotros. ¡Qué asombroso es esto! El miedo mohoso y pegajoso a la muerte se disipa en
esa frescura. Porque si Cristo me ha dado su vida aquí en nuestro mundo caído, y si
incluso ahora ha ascendido e intercede por mí en el cielo, ¿no será fiel a sus promesas de
llevarme sano y salvo a su hogar? ¿No me llevará a la presencia del Padre, a cuya
diestra está el gozo para siempre? ¿No me dejará encontrar en Él el hogar que siempre
he deseado?
¿Te estás deleitando en Él? ¿Estás cerca de Aquel que ha derrotado el poder y el temor
de la muerte?
Dios quiere encontrarse contigo hoy. No ayer, que ya es un recuerdo, ni mañana, que
es un misterio. ¿Le darás lugar al deleite hoy? Siéntate. Aquiétate. Abre la Palabra.
Dale las gracias a Él.
Oro para que hayas experimentado el gozo de Dios que te llena una vez más. Mientras
me deleito en Él.
mi vida: rendirse
01 DELEITARSE
02 RENDIRSE
Cuando tenía 18 años salió a la superficie, de un modo colorido, una decisión que
tenía más que ver con mi corazón que con mi ocupación. Cuando era muchacho, leí la
historia de un misionero que contrajo lepra en el campo misionero, y me conmovió.
Un día, sentí que el Señor me hacía una simple pregunta: Luis, ¿estás dispuesto a dar
tu vida por amor a otros? ¿Estás dispuesto a contraer lepra por mí?
Por fin, la paz reemplazó la tensión que sentía y supe la respuesta sincera: Señor, haré
lo que sea que me pidas. Aunque signifique arriesgarme a contraer lepra por amor al
evangelio, sí, lo haré. Fue un momento de rendición. Un momento en el que me
convertí en “sacrificio vivo”.
Tal vez tú también deberías considerarlo. A algunos les resulta fácil dar dinero para la
causa de Jesús, pero no pueden imaginar dar de su tiempo, o peor, ¡arriesgar su
reputación! A otros les resulta fácil ofrecerse como voluntarios, pero sus billeteras no
se han convertido. ¿Nos estamos dedicando a Cristo y a Su reino como personas en su
totalidad? ¿Estamos entregando todo nuestro ser —cuerpo, mente, alma y espíritu—
a los pies de Jesús?
... Él murió por todos para que los que reciben la nueva vida de
Cristo ya no vivan más para sí mismos. Más bien, vivirán para
Cristo, quien murió y resucitó por ellos. 2 Corintios 5:14-15
Así es, Él pide todo, pero solo después de que Él mismo entregó todo. Tu tarea es
simplemente obedecer al Señor Jesucristo y seguir Sus principios en tu vida. A partir
de allí, ¿quién sabe cómo, cuándo o dónde te usará Él?
En el banquillo del juicio, en medio de todos mis traspiés, estoy seguro de que podré
decirle esto a Aquel sentado en el gran trono blanco: “Padre, te obedecí. Cuando
dijiste que fuera, fui”.
Pregúntale al Señor qué quiere que entregues hoy. ¿Será tiempo? ¿Dinero? ¿Palabras?
¿Gratitud? Pregúntale y pregúntate a ti mismo si hay algo que le estés escatimando al
Señor. Dáselo hoy. Dale tu vida. Dale tu historia. Un empujoncito del Espíritu, cuando se
lo recibe y se lo obedece con gozo, puede transformarse en una avalancha de gracia
abundante. Oro para que experimentes la profunda paz y gracia de entregarlo todo.
mi vida: arder
01 DELEITARSE
02 RENDIRSE
03 ARDER
Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo,
sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo
terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se
entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20
El mayor Thomas contó la historia de Moisés, educado entre los egipcios como un
príncipe, pero que con una “metida de pata” perdió la esperanza de liberar a su
pueblo.
“Tal vez este sea el dilema en el cual ustedes también hayan caído —
predicó—.
Han sentido el surgimiento de la ambición santa. Sus corazones han
ardido en su interior. Han soñado sueños y han visto visiones, pero solo
para despertarse una y otra vez a una opaca sensación de futilidad, como
alguien que da golpes al aire o que construye castillos en el cielo.
No han sido llamados a comprometerse con una necesidad, con una tarea
ni con un campo —dijo, con fuerza en cada sílaba medida—.
Han sido llamados a comprometerse con Dios. Hay miles de necesidades,
pero ustedes no están comprometidos con ellas. Están comprometidos con
Cristo.
Al prepararse para concluir, dijo:
Existen aquellos en cuyas vidas se manifiestan evidentemente la poderosa
unción y el poder de Dios. Son transparentemente genuinos. La mano de
Dios está sobre ellos.
Dondequiera que van, parece que hay un toque de gloria en su camino, y
los admiramos y aplaudimos. Decimos en nuestros corazones: Hay una
zarza que arde. Me gustaría ser una zarza como esa, pero soy tan solo un
montón de cenizas“.
El mayor Thomas enfatizó cuán común y corriente es el lugar que Dios decide
habitar. ¿La zarza era tan especial? ¿Tan perfecta? ¿Tan talentosa? ¿Tan hermosa?
¡No! “Cualquier arbusto estará bien —predicó—, siempre y cuando Dios esté en el
arbusto”. Lo que importaba era la presencia de Dios. El poder era de Cristo, no mío.
Era solo Cristo, el poderoso y hermoso Cristo resucitado que moraba en mí.
Yo era el que intentaba, el que mendigaba. Había alcanzado el final de mis esfuerzos,
sabiendo que por más que lo hubiera intentado, no estaba agradando de verdad a Dios.
Él deseaba más que tan solo mis dones naturales o mi compromiso. Me deseaba a mí.
Una oración desbordó de mí, una oración de reconocimiento y aceptación, una oración
en la que simplemente le pedía a Él que permitiera que mi vida girara alrededor de Su
obra a través de mí.
Había estado predicando y trabajando con mis propias fuerzas, y nunca había sido
suficiente. Ahora descansaba en la presencia y en las promesas de Dios. Y Él era
suficiente. Fue un descanso extraordinario.
El gran misterio de la zarza ardiente no fue que estuviera
en llamas, sino que no se consumiera. Aunque mi cuerpo
lentamente me está fallando —se está consumiendo e
incinerando— mi espíritu siente que está ardiendo con
mayor calor y brillo que nunca. No tengo nada que lamentar.
Después de todo, una vida en llamas es una vida bien
gastada. Mi vida se ha gastado en el evangelio. Pero no me
ha dejado tan solo algunas viejas montañas de cenizas. Así
es, estoy muriendo. Pero estoy vivo. He ardido. Pero no
estoy consumido.
¿Alguna vez has experimentado el Espíritu de Jesús de tal manera que Su vida se ha
vuelto tuya de modo inexplicable e innegable? ¿Has gustado —aunque sea por un
momento fugaz— de lo que significa caminar en la gozosa victoria que es “¿Cristo en
ti, la esperanza de gloria”? Si no, ve a Él. Clama a Él. Conoce la profundidad de Su
amor por ti.
02 RENDIRSE
03 ARDER
04 ENFOCARSE
Al mirar atrás en tu vida, cuando está por terminar, te haces preguntas difíciles. ¿De
qué me lamento? ¿Qué haría de manera diferente?
Aunque me lamento de las muchas tonterías y pecados que cometí, no lamento haber
invertido mis años, desde el tiempo en que era un niño, por el bien del evangelio. Si se
me dieran mil vidas, las dedicaría todas al mismo llamado. Estoy sumamente feliz de
haber vivido de esa manera.
La cruz de Jesús ha sido el centro de todo. Debe ser el centro de todo. Debe ser mi
enfoque supremo, el centro de mi vida. Debe ser el centro de tu vida. Debo verme a la
luz de la cruz y recordar que no soy nada sin Jesús.
Cuando se predica la cruz de Cristo vienen grandes avivamientos. La cruz pone todo
en su enfoque correcto. Su cruz es el centro de todo lo que es bueno en el mundo.
Si había dado por sentado a Dios, aunque fuera un poquito, el cáncer se llevó por
completo ese lujo. Necesitaba a Dios con desesperación. Sentía esa necesidad en el
centro de mi ser. Y Él estaba allí para mí.
Hebreos me trajo de vuelta a una sensación de paz y acalló con el gozoso peso de la
cruz de Cristo todas las voces rivales. La obra pasada, presente y futura de Cristo a mi
favor parecía concentrarse en un punto láser. La vida en medio de la muerte. Él lo
soportó todo, y aun ahora me representaba delante del Padre.
Sentí que mi esperanza se renovaba al abrazar esto en mi corazón, no tan solo en mi
cabeza, con mayor profundidad de lo que jamás lo había hecho. Hebreos 2:14-15
traspasó mi corazón con gozo...
¿Tu relación con Dios ha perdido su potencia? ¿Su intensidad? ¿Te has sentido
disperso y dividido?
mi vida: servir
01 DELEITARSE
02 RENDIRSE
03 ARDER
04 ENFOCARSE
05 SERVIR
“El más importante entre ustedes debe ser el sirviente de los demás;
pero aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los
que se humillan a sí mismos serán exaltados”. Mateo 23:11-12
A medida que mi vida llega a su fin, me pregunto: ¿Cuán grande soy a los ojos de
Dios? ¿Estoy pronto a servir de maneras humildes e invisibles que muestren nuestro
verdadero corazón como lo hace Pat, “la esposa de [mi] juventud”? ¿Estoy dispuesto
a ser menos, de modo que otros sean más grandes? ¿Estoy dispuesto a dejar a un lado
mis deseos, a poner las necesidades de los otros antes que las mías y sencillamente a
dar? Me resulta más difícil de lo que me gustaría admitir.
De una fe profunda y sincera proviene el valor para servir de verdad con tu vida; sí,
aun de arriesgar tu vida por el servicio. Debemos servir como resultado de un
genuino amor por Dios y por toda la gente.
Jesús decidió ser humilde de corazón. Puso a los demás antes que a sí mismo. Nunca
fue demasiado importante como para servir “al más insignificante de estos”.
Pregúntate, cuando te sientas tentado a ponerte en primer lugar, de dónde viene ese
impulso. No proviene de Dios.
Para servir con un corazón puro, todo cristiano debería
abrazar la humildad, y cada pastor debería basar su
ministerio en ella. ¿Somos lo suficientemente fuertes como
para renunciar a nuestro orgullo?
¿Qué me dices de ti? ¿Dónde está tu corazón? ¿Está cediendo a la profunda tentación
del orgullo? Ya sea que estemos abajo o exaltados, las manos de Dios pueden tocar
nuestros labios —aunque sean de arcilla— y liberarlos para que transmitan su
evangelio. Todos podemos traer un cambio para el bien del mundo y la gloria de Dios.
Si hay algo de mí que puede impresionarte, que sea esto: No soy tan
especial. ¿No es ese un testimonio mayor? Dios usa al débil.
¿Te humillarás bajo la poderosa mano responsable por todas tus victorias?
Alaba a Dios hoy por todo lo que ha hecho en ti y a través de ti.
Pídele ayuda para poner a los demás antes que a ti mismo, para ser como Jesús, un
siervo de todos.
02 RENDIRSE
03 ARDER
04 ENFOCARSE
05 SERVIR
06 UNIRSE
Hay muchas fuerzas en acción cuando diriges una campaña unida en una gran
ciudad, y algunos problemas rápidamente pueden convertirse en graves: dinámicas
interdenominacionales, problemas políticos, enemigos que detestan la esencia misma
de aquello que defendemos. Recibimos amenazas de muerte, amenazas de bombas y
demás. Todas estas cosas sucedían detrás de escena. Y el equipo se ocupaba de ellas
mientras orábamos intensamente y trabajábamos para protegernos unos a otros.
Después de todo, nuestras vidas estaban en las manos del otro... literalmente. Nuestra
seguridad, misión y reputación dependían de la confianza, la habilidad y la oración
del otro. Yo sabía que todo este asunto era demasiado importante, demasiado peligroso
y especial como para enfrentarlo solo.
Debemos dejar que Jesús nos una en un cuerpo donde cada miembro pertenezca a
todos los demás. Si eres un líder narcisista e inseguro, probablemente construirás un
equipo que refleje y refuerce tu conducta. En cambio, es vital que tengas personas
fuertes que apoyen la misión, que no sean meras herramientas de lealtad personal.
El cuerpo de Cristo es más diverso, más adaptable, más creativo, más fuerte, más
comprometido, más alegre y unificado que cualquier otra religión, nación o grupo de
interés en la tierra. Tenemos faltas y son muchas.
Algunas veces, esas faltas empañan la belleza, pero no la quitan. Nos manchan. Pero
la estatura de nuestra grandeza en Cristo no se reduce. En el gran cuadro, el cuerpo
de Jesús es mejor de lo que pensamos. A pesar de todas las cosas desagradables que
podamos infligirles a otros, podemos contar con el cuerpo de Cristo a la hora de la
verdad. El cuerpo estará allí. Sus miembros te aman genuinamente.
Un entrevistador del New York Times hizo una pregunta clave, una que
habitualmente se destaca en las mentes de los que miran: “¿Cómo se las arregla para
unir a toda esta gente? ¿Para unir a todas estas culturas?”. “Jesús —dije—. Créame,
es gracias a Jesús”.
Jesús aún puede unirnos como una familia, al rico y al pobre, al educado y al simple, a
personas de todas las naciones. Nos unimos cuando venimos a Jesús. Este es el mayor
testimonio que el mundo jamás haya visto porque es el más inexplicable. No tiene
explicación, y cuanto más piensas en ello, más extraño se vuelve.
Quiero que sepas que sin importar quién seas, importas. Tienes algo que ofrecerle al
cuerpo de Cristo. Todo el mundo puede rechazarte, pero alguna parte de la Iglesia te
recibirá con los brazos abiertos. Otros podrán considerarte sin valor o inferior a ellos.
Una parte de la belleza y la maravilla del reino de Dios es que Él permite que seamos
suavemente refinados mientras vivimos unos con otros y trabajamos los unos para los
otros.
Somos mucho más fuertes cuando nos escuchamos mutuamente y nos olvidamos de
nuestras insignificantes diferencias de opinión para recordar el increíble amor y la
verdad que nos une en la causa de Jesús. En definitiva, todos tenemos el mismo
llamado.
Tal vez eres un líder dotado con una visión para la misión y el servicio. ¡Muy bien!
¡Úsalo! Pero no lo uses solo. Úsalo para inspirar, servir y abrazar con humilde
confianza el camino que Dios tiene para ti. Tal vez tienes el llamado a servir y apoyar
la clara visión de alguien que sigue a Cristo. ¡Muy bien! Ejercita fielmente ese
llamado de acuerdo con tus dones. Este llamado a servir junto a nuestros hermanos y
hermanas es un don para cada uno de nosotros y para el mundo.
mi vida: proclamar
01 DELEITARSE
02 RENDIRSE
03 ARDER
04 ENFOCARSE
05 SERVIR
06 UNIRSE
07 PROCLAMAR
“¿El llamado?”, dijo, con ese tono seco que solo una madre sabe perfeccionar. “¡El
llamado!” Se estaba poniendo molesta. “¡El llamado se produjo hace 2000 años, Luis!
El Señor está esperando tu respuesta; tú no estás esperando Su llamado”.
Con el paso de las décadas, he afirmado ciertas frases en nuestro equipo de trabajo.
Una de las frases clave es simplemente: ¡Proclamen! No prediquen nada más,
proclamen. Tiene toda la fuerza y la frescura de un anuncio con autoridad de la
Buena Noticia, que es precisamente lo que el evangelio es.
Con demasiada frecuencia, nuestras vidas están tan divididas, tan segmentadas, que
podemos sonreír y asentir ante el evangelio y luego seguir con nuestra rutina como
siempre, sin más compasión y sin el menor sentido de urgencia por aquellos que se
hunden en una desesperación sin sentido.
La Buena Noticia sigue siendo buena. Pero nunca tendremos verdadera compasión
por los perdidos, ni verdadero compromiso con el evangelio si no lo creemos. Esto
parece dolorosamente evidente. Pero te pregunto: si realmente crees lo que dices que
haces, ¿tu vida cambiará? ¿Acaso la vida no es la prueba más verídica de lo que se
cree?
¿Cómo obtienes pasión por los perdidos? R. A. Torrey dijo que necesitas no solo
conocer lo que la Biblia dice sobre la separación de los perdidos de Dios, sino creerlo,
permitiendo que esto te lleve a la oración y la acción.
Si has encontrado esta libertad, ¿la estás compartiendo con otros? ¿Estás
escuchando la voz de Dios respecto a quién puedes ayudar a alentar, a
empoderar y a dejar en libertad?