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INCREDIBILI AFFLICTAMUR

PÍO IX

 Carta Encíclica Sobre la persecución de la Iglesia en Nueva

Granada (Colombia)[1] 

 Del 17 de septiembre de 1863

Venerables Hermanos, salad y bendición apostólica

1. Las medidas de persecución del Gobierno.

Aflígenos un increíble dolor, y juntamente con vosotros, Nos

lamentamos al saber la manera cruel y vergonzosa con que la

Iglesia católica es atacada, trastornada y atormentada por el

Gobierno en la República de Nueva Granada. Verdaderamente,

Nos faltan palabras para expresar el sinnúmero de atentados

sacrílegos con que ese Gobierno, injuriando gravísimamente a


Nos, a esta Sede Apostólica se empeña en conculcar y destruir

Nuestra santísima Religión, sus venerables derechos, su

doctrina, su culto y sus sagrados ministros. Pues, de dos años a

esta parte principalmente, ha publicado dicho Gobierno leyes y

decretos nefandos, del todo contrarios a la autoridad de la Iglesia

Católica, a su doctrina y sus derechos. En esas leyes y decretos

iniquísimos se prohíbe entre otras cosas a los ministros sagrados

ejercer el ministerio eclesiástico si no accede una licencia de la

autoridad civil; todos los bienes de la Iglesia han sido usurpados

y vendidos, lo cual ha privado de sus rentas a las parroquias, a

los religiosos de uno y otro sexo y al clero, a los hospitales, a las

casas de región (asilos), a las asociaciones piadosas, a los

beneficios, y hasta a las capellanías de derecho de patronato.

Con estas leyes y decretos injustísimos se combate a fondo el

legítimo derecho de la Iglesia de adquirir y poseer; se sanciona el

culto de las sectas no católicas; se suprimen todas las

asociaciones religiosas de uno y otro sexo que moran en el

territorio de Nueva Granada, se prohíbe completamente su

existencia. Se prohibir también la promulgación de todas las

Cartas y Escritos emanados de la Sede Apostólica y se impone la


pena de destierro a los eclesiásticos, y de multas y cárcel a los

seglares que rehusar obedecer a estas órdenes. Además, por

estas detestables leyes y decretos se establece que se

sancionará con la pena de destierro a los miembros de uno y otro

clero que rehusaren someterse a la relativa al despojo de los

bienes Iglesia, y que los clérigos de ninguna manera podrán

desempeñar su ministerio si antes no juraren someterse

Constitución de la República de Nueva Granada, y a todas

aquellas leyes contrarias a la Iglesia, ya publicadas y que en

adelante se publicaren, y al mismo tiempo se impone la pena del

destierro a todos los que de ningún modo quisieren prestar aquel

juramento impío e ilícito. Estas y muchas otras cosas, del todo

injustas y antirreligiosas, que Nos repugna especificar, han sido

establecidas en contra de la Iglesia por el Gobierno de Nueva

Granada conculcando todos los derechos divinos y humanos.

2. Vejámenes al Clero, religiosos y fieles.

Puesto que vosotros, Venerables Hermanos, por vuestra egregia

piedad y virtud no habéis dejado de oponeros constantemente,

tanto de palabra como por escrito, a tantos atentados y decretos


inicuos y sacrílegos, ni dejado de defender con intrepidez la

causa y los derechos de la Iglesia, tampoco dicho Gobierno ha

desistido de ensañarse en vosotros y en todos los clérigos

adictos a vosotros y fieles a su ministerio y vocación como

también en todo lo que a la Iglesia pertenece. Por eso, casi

vosotros habéis sido afligidos de un modo execrable, apresados

a mano arma da, separados violentamente de vuestro rebaño,

metidos en la cárcel, lanzados al destierro, y relegados a

regiones de clima mortal. Los clérigos y religiosos que justamente

se han opuesto a las malvadas órdenes del Gobierno, han sido

encarcelados, o se han visto obligados a morir en el exilio, o a

pasar su en las selvas. A todas las religiosas consagradas a Dios

se ha alejado cruel y brutalmente de sus conventos,

reduciéndolas a la última miseria. Algunos fieles piadosos, en

extremo conmovidos por la tristísima situación de ellas las

acogieron caritativamente en sus casas, pero el Gobierno, furioso

por esa acogida, amenazó con expulsarlas de las casas de

dichos fieles y dispersarlas. Los templos sagrados y los

conventos fueron despojados, saqueados, profanados

convirtiéndose en cuarteles; se robaron las sagradas vestiduras y


los tabernáculos, se suprimió el culto divino y el pueblo cristiano,

huérfano de sus legítimos pastores y lamentablemente privados

de lodos los auxilios de Nuestra santa Religión, se encuentra,

con gran aflicción vuestra y Nuestra, en el mayor peligro de su

eterna salvación. ¿Qué católico inspirado en sentimientos

humanidad no se lamentará con vehemencia, viendo la gravísima

y cruel persecución que el Gobierno de Nueva Granada desata

contra la Iglesia Católica, su doctrina y autoridad y contra las

personas sagradas, cubriendo de tantas injurias y afrentas

Nuestra suprema Autoridad y esta Sede apostólica?

3. Queja y protesta del Pontífice

Es en extremo deplorable, Venerables Hermanos, que haya

algunos clérigos, que, sometiéndose a las malvadas leyes y

planes del Gobierno, no han vacilado en favorecerlo y prestarle el

ilícito juramento ya mencionado, con grandísima congoja Nuestra

y vuestra y con dolor y estupor de todos los buenos.

En vista de tanta desgracia para la causa católica y de tanto daño

para las almas, Nos, recordando rectamente Nuestro cargo


apostólico, y en extremo solícitos del bien espiritual de todas las

Iglesias, considerando como dichas a Nos las palabras que en

otro tiempo fueron dirigidas al Profeta: No ceses de clamar a voz

en cuello, levanta tu voz como una trompeta, y echa en cara a mi

pueblo sus iniquidades, y sus pecados a la casa de Jacob,

alzamos en estas Letras Nuestra Apostólica voz y apenados

protestamos y con energía reprobamos todos los gravísimos

daños e injurias inferidas por el Gobierno a la Iglesia, a sus

bienes, a las personas sagradas y a esta Santa Sede. Todo

cuanto en conjunto e individualmente, ya en esto, ya en todo lo

demás, concerniente a la Iglesia y a sus derechos dicho

Gobierno de Nueva Granada o los magistrados inferiores han

decretado, realizado o de cualquier modo intentado, Nos con

autoridad Apostólica lo reprobamos y condenamos y dichas leyes

y decretos con todas sus consecuencias, por la misma autoridad

los abrogamos y declaramos enteramente nulos y de ningún

valor. Por lo que a los autores de todos aquellos atentados hace,

los rogamos encarecidamente en el Señor que abran de una vez

los ojos a las gravísimas heridas que causan a la Iglesia, y al

mismo tiempo recuerden y seriamente reflexionen sobre las


censuras y penas que las Constituciones Apostólicas y los

decretos de los Concilios Generales imponen a los que invaden

los derechos de la Iglesia, penas en que incurren '"ipso facto"

(por el solo hecho de cometerse el delito), y por eso tengan

compasión con sus propias almas, no olvidando:  que será muy

rigurosa la cuenta que tendrán que dar los que "mandan".

También a aquellos eclesiásticos que, favoreciendo al Gobierno,

se apartaron miserablemente de su propio deber, amonestamos

y exhortamos que, recordando en santa vocación, se apresuren a

volver al camino de la justicia y de la verdad, que imiten los

ejemplos de aquellos clérigos que, a pesar de haber caído

lamentablemente, prestando el juramento de obediencia prescrito

por el Gobierno, sin embargo, con inmenso regocijo Nuestro y de

los Prelados se preciaron en retractar y condenar dicho

juramento.

4. Alabanzas al Episcopado, Clero y religiosos.

Entre tanto tributamos las mayores y más merecidas alabanzas a

vosotros, Venerables Hermanos, que, luchando como buenos

soldados de Cristo y peleando denodadamente, con singular


constancia y fortaleza en el combate, en cuanto vosotros

pudisteis hacerlo, ya de palabra, ya por medio de pastorales,

habéis defendido la causa de la Iglesia, su doctrina, derechos y

libertad, y habéis atendido cuidadosamente a la salud espiritual

de vuestra grey y no habéis omitido prevenirla contra los impíos

estratagemas de los enemigos y contra los peligros que

amenazan a la Religión, sufriendo con fortaleza episcopal toda

clase de gravísimas injurias, molestias y penosísimas asperezas.

Por ello no podemos dudar que, en cuanto esté de vuestra parte,

seguiréis con igual celo y denuedo —como hasta ahora con gran

alabanza de vuestro nombre lo habéis hecho,— defendiendo la

causa de Nuestra divina Religión y mirando por la salud de los

fieles.

Las debidas alabanzas tributamos también al clero fiel de la

República de Nueva Granada que amantísimo de su vocación, y

adicto a Nos, a esta Cátedra de Pedro y a sus Prelados,

atormentado con tanto furor por la Iglesia, la verdad y la justicia,

ha soportado y soporta con la mayor paciencia la terrible

persecución en todas sus formas.


 

No podemos menos de admirar y de elogiar también a tantas

vírgenes consagradas a Dios, quienes, aunque hayan sido

violentamente lanzadas de sus monasterios y reducidas a la

última miseria, firmemente unidas, sin embargo, al celestial

Esposo, y sobrellevando con cristiano valor la misérrima

condición en que se debuten, no han cesado día y noche de

elevar sus corazones a Dios y de pedirle humilde e

insistentemente por la salvación de todos, hasta de sus mismos

perseguidores. Aplaudimos también al pueblo de la República de

Nueva Granada, que en su parte, por mucho mayor, persevera

en su antiguo amor, fidelidad, respeto y obediencia a la Iglesia

Católica, a Nos, a esta Sede Apostólica y a sus Prelados.

5. Plegarias y Bendición.

No cesemos, sin embargo, de acudir con confianza al trono de la

divina gracia: pidamos y supliquemos con humildísimas y

fervorosímas preces al Padre de las misericordias y Dios toda

consolación, que se levante y juzgue su causa, libre a su santa

Iglesia de tantas calamidades como allí y por todas partes la


oprimen, la conforte con el oportuno auxilio, y clementísimo le

conceda la paz y la serenidad por tanto tiempo anheladas, en

medio de tales y tantas adversidades, se compadezca de todos

según su gran misericordia, y por medio de su fuerza

omnipotente, haga que todos los pueblos, tribus y naciones

conozcan, adoren y, con todo su corazón, con toda su alma y con

todo su entendimiento amen a El, a su Unigénito, Nuestro Señor

Jesucristo, juntamente con su Santo Espíritu, a fin de que,

observando sinceramente todos sus divinos mandamientos y

preceptos, caminen como hijos de la luz en toda bondad, justicia

y verdad.

Finalmente, como augurio de toda los dones celestiales y prenda

segurísima de Nuestra eximia benevolencia hacia vosotros, de lo

más íntimo de Nuestro corazón, con todo afecto os damos

Nuestra Bendición Apostólica, a vosotros, Venerables Hermanos

y al rebaño a vuestra vigilancia encomendado.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 17 de septiembre de

1863, el año décimo octavo de Nuestro Pontificado. Pío  IX.


 

[1] Fue en el año en que Nueva Granada y la Confederación Granadina cambió


definitivamente su nombre en "Colombia". Una persecución religiosa de terribles
proporciones devastaba el pobre país. Pío IX levantó su voz, dirigiendo al pueblo,
clero y gobierno una encíclica de aliento para unos y de protesta contra otros que
damos aquí por tratarse de un país americano, de habla española y por revestir
especial actualidad.

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