Jesús García López - Cliford Geerzt
Jesús García López - Cliford Geerzt
Jesús García López - Cliford Geerzt
Índice
1. Apunte biográfico
2. Un tomista contemporáneo
3. La perspectiva metafísica
5. El valor de la verdad
6. La libertad y el amor
9. Bibliografía
9.1. Obras de Jesús García López
1. Apunte biográfico
Jesús García López nació en Orihuela (Alicante, España) el 28 de junio
de 1924 y falleció en Murcia (España) el 28 de enero de 2005. Cursó sus
estudios filosóficos en la Universidad de Murcia. En 1949 presentó su tesis
doctoral en la Universidad Complutense de Madrid con una investigación
dirigida por Ángel González Álvarez sobre El conocimiento natural de Dios.
Un estudio a través de Descartes y Santo Tomás.
Uno de los rasgos que mejor definen la tarea filosófica de Jesús García
López es su vocación docente. Desde el año 1947 hasta el 2003 su vida ha
estado dedicada por completo a la enseñanza. En total más de 55 años de
docencia en las Universidades de Murcia y Navarra, así como en el Instituto
Teológico de Murcia. Su investigación filosófica nace del contacto con la
labor docente más que de círculos de erudición académica. Sus principales
obras son fruto de las clases que impartió, como por ejemplo, sus lecciones
sobre metafísica que finalmente fueron publicadas bajo el título
de Metafísica tomista. Ontología, Gnoseología y Teología Natural. Por otro
lado, la claridad de su exposición fue también fruto del orden y equilibrio
intelectual que aprendió del Doctor Angélico. Resulta muy ilustrativo a este
respecto, el título del libro dedicado a la síntesis del pensamiento del
Aquinate: Santo Tomás de Aquino, Maestro del orden.
2. Un tomista contemporáneo
Jesús García López ha sido uno de los mejores exponentes del tomismo
del siglo XX en lengua castellana [Forment 1998: 63-65]. Su trayectoria
docente e investigadora estuvo marcada por su honda formación tomista a
través del profesor Ángel González Álvarez (1916-1991) y del dominico
Santiago M. Ramírez (1891-1967). De Ramírez tomó diversas doctrinas
metafísicas (como la de la analogía) así como su concepción de la filosofía
cristiana. También recibió influencias filosóficas de Antonio Millán-Puelles
(1921-2005) como se puede apreciar en las cuestiones de teoría del
conocimiento y el tratamiento de la libertad.
3. La perspectiva metafísica
A lo largo de su actividad docente el profesor García López ha recorrido
prácticamente todo el abanico de las disciplinas filosóficas: Historia de la
Filosofía, Estética, Teoría del conocimiento, Teoría de la Historia,
Fundamentos de Filosofía, Psicología, Ética, Lógica, Filosofía de la ciencia,
y Metodología de las ciencias. Sin embargo, en sus obras se aprecia el rigor
y la penetración del metafísico que recorre transversalmente todo su
pensamiento.
Para él, la Metafísica viene a ser tanto una Ciencia General como una
Ciencia Fundamental. Se presenta como Ciencia General cuando esclarece
y justifica las nociones comunes a todas las ciencias; se presenta como
Ciencia Fundamental cuando asume la tarea de fundamentar todo el saber
humano, ya sea en su dimensión lógica (formulando y justificando los
principios gnoseológicos básicos en los que descansan todas las ciencias)
ya sea en su dimensión real (demostrando el Fundamento último de lo real).
[García López 1999a: 63-69]. La Metafísica cumple así una función
“vivificadora” y “sapiencial” con respecto a los restantes saberes.
5. El valor de la verdad
El tema de la verdad fue otra de las preocupaciones especulativas de
nuestro autor ya desde sus primeros escritos. Tomando pie de las palabras
de Santo Tomás: «La verdad es el ultimo fin de todo el universo» [Contra
gentes, c. I], García López destaca que la verdad en sí misma es lo más
valioso y excelente; y con respecto a la vida humana es tan esencial que sin
ella desaparecería toda vida propiamente humana. Pero ¿qué es la verdad?
Caben distinguir tres sentidos: como propiedad de las cosas, como
perfección del conocimiento y como prerrogativa del lenguaje. El primer
sentido se refiere a la autenticidad de las cosas, su realidad misma en
cuanto acomodadas a las ideas ejemplares. La verdad del conocimiento se
refiere a la conformidad de nuestra mente con la realidad; mientras que la
verdad del lenguaje se refiere a la adecuación de lo que se dice
exteriormente con lo que interiormente se piensa. Estos tres sentidos de la
verdad tienen en común una cierta adecuación entre el entendimiento y la
cosa, como se recoge en la definición clásica de verdad. Se trata de una
noción análoga, con una analogía de atribución, como se desprende de la
doctrina del Doctor Angélico:
La verdad se encuentra en el entendimiento divino de manera
propia y principal; en el entendimiento humano, de manera
propia, pero secundaria; por último, en las cosas, de manera
impropia y secundaria, pues no se da en ellas sino por relación
a la verdad del entendimiento divino o del humano [S. Tomás
de Aquino: De Veritate, q. l, a. 4 c].
Desde esta perspectiva García López aborda las relaciones entre el amor
y la libertad de elección o dilección, que se manifiesta en la “unión” con la
persona amada (a nivel cognoscitivo, afectivo y volitivo), el “éxtasis” y el
“celo” [García López 2007: 109-113]. Una propiedad esencial del amor de
persona es la permanencia basada precisamente en el carácter espiritual
del ser humano. El amor penetra hasta lo más íntimo de lo que se ama. Por
eso,
Dado que las virtudes son hábitos que perfeccionan a las facultades o
potencias operativas, se trata de determinar los distintos tipos de
operaciones humanas. Siguiendo la tradición aristotélica y escolástica, se
distinguen tres tipos de operaciones. La especulación o theoria (el
conocimiento en tanto que tal, es decir, el conocer por conocer, sin otra
finalidad distinta que la de conocer o captar las cosas como son); la accion
o praxis (el obrar humano propiamente dicho, o sea, el ejercicio de la
voluntad libre del hombre y de las demás facultades humanas en cuanto
movidas por la voluntad); y, por último, la producción o poiesis (la actividad
por la que el hombre transforma de modo inteligente la Naturaleza exterior y
produce también interiormente ciertos artefactos mentales). La primera
operación descrita se inscribe en la inteligencia en su dimensión
contemplativa; la segunda inhiere en la voluntad, mientras que la tercera
perfecciona a la inteligencia en cuanto a su “saber hacer”.
[estas] tres dimensiones de la actividad humana […] se
entrecruzan y penetran, aunque sigan siendo distintas. La
especulación no tiene más finalidad que el conocer, saber lo
que las cosas son; la acción, por su parte, tiene como fin el
perfeccionamiento moral del hombre, hacer al hombre bueno
en absoluto; la producción por último tiene como fin trasformar
la Naturaleza exterior, haciéndola más útil o más bella, y
trasformar también al propio hombre, perfeccionándolo en un
determinado aspecto, haciéndolo bueno en esto o en aquello
(por ejemplo, buen escultor o buen gramático) [García López
1986: 166; García López 2003: 84).
Por su parte, las virtudes productivas no están conectadas entre sí, y por
eso se pueden poseer perfectamente unas artes sin poseer otras. Sin
embargo, hay un cierto orden en el conjunto de las artes, pues unas son
más necesarias, pero menos nobles, y otras son más nobles y menos
necesarias.
Así, las artes del bien útil son las primeras en el orden de la
adquisición, pero son las últimas en el orden de la dignidad; en
cambio, las artes del bien honesto son las primeras en el orden
de la dignidad, pero son las últimas en el orden de la
adquisición. En cualquier caso, las artes del bien deleitable
parecen ocupar un lugar intermedio, y por ello se prolongan,
por un lado, en las artes del bien útil, en las que se apoyan, y
por otro, en las artes del bien honesto, a las que en cierto modo
preparan [García López 2003: 197].
9. Bibliografía
9.1. Obras de Jesús García López
Nuestra sabiduría racional de Dios, C.S.I.C., Madrid 1950.
Índice
1. Introducción
6. “Anti-antirrelativismo”
8. Bibliografía
1. Introducción
Es común considerar que la Antropología[1] se consagró como disciplina
académica en los inicios del siglo XX. Se esperaba de los antropólogos que
estudiaran culturas remotas, que aprendieran la lengua de los nativos y
convivieran una temporada con ellos tratando de comportarse como
‘observadores neutrales’, para estar en condiciones de relatar de manera
‘objetiva’, sus modos de vida, organización, instituciones, etc.
Para comprender una cultura hay que llevar a cabo una labor de
interpretación de la alteridad que bien puede llamarse traducción [Malighetti
1991: 81; Amilburu 2000]. «En este caso, el término “traducción” no consiste
en una simple refundición de los modos que otros tienen de disponer las
cosas en nuestro propio modo de situarnos [que es la manera de que las
cosas se pierdan]; sino la exposición, mediante nuestras locuciones, de la
lógica de sus modos de disposición. Una concepción que […] se halla más
próxima a lo que hace un crítico para arrojar luz sobre un poema, que a lo
que hace un astrónomo para tomar nota de una nueva estrella» [Geertz
1983: 19-20]. Este es el procedimiento que se sigue al traducir entre dos
idiomas que se conocen bien: no se hace palabra por palabra, sino frase
con sentido por frase con sentido: «comprender una forma de vida, o al
menos algunos de sus aspectos, y convencer a otros de que realmente se
ha logrado hacerlo, consiste en algo más que ensamblar relatos particulares
o imponer narrativas generales. Se trata de juntar en una visión coincidente
la figura y el trasfondo, el acontecimiento pasajero y la historia de larga
duración» [Geertz 1995: 59]. Comprender las vidas de los nativos, se
parece más a entender un proverbio, percibir una alusión, captar una
broma, o leer un poema, que a alcanzar una extraña comunión con ellos,
como proponía Malinowsky [Geertz 1983: 90].
Para ello, Geertz recurre al uso de las metáforas que se emplean con
frecuencia para referirse al tejido social. Las tres analogías más habituales
son el juego —en particular los llamados juegos serios, por ejemplo el
ajedrez—, el drama y el texto [Geertz 1983: 36-47]. La importancia de estas
metáforas estriba en que sugieren una visión del ser humano sometido a
reglas plurales —inserto en un contexto denso de significados múltiples— y
no guiado por fuerzas unívocas [Maghiletti 1991: 37]. De entre ellas, es la
tercera —la analogía del texto— la que emplea Geertz para explicar el
proceso de interpretación de una cultura.
6. “Anti-antirrelativismo”
Geertz pronunció una Distinguished Lecture —publicada en 1984 en la
Revista American Anthropologist, que se incluyó en castellano en Los usos
de la diversidad y recogida también en Available Light— en la que Geertz
toma posición frente a las críticas recibidas por parte de quienes
consideraron que adoptaba una postura relativista. En el título de ese
artículo, las dos negaciones no afirman: preguntado explícitamente por su
postura al respecto, afirmó rotundamente que él no es relativista [Amilburu
1999].
8. Bibliografía
8.1. Escritos de Clifford Geertz, por orden cronológico
En el caso de las citas de las obras de Clifford Geertz, se menciona el
año de publicación del trabajo original en inglés, las páginas corresponden a
la traducción española cuando ésta existe.
1963 - (Ed.), Old Societies and New States, Free Press, New York.
1972 - The Wet and the Dry: Traditional Irrigation in Bali and Morocco, en
«Human Ecology» 1, pp. 34-39.
1984 - Culture and Social Change: The Indonesian Case, en «Man» 19,
pp. 511-532.