Catic 1077-1112 1135-1209 1667-1690
Catic 1077-1112 1135-1209 1667-1690
Catic 1077-1112 1135-1209 1667-1690
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1077 "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido
con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha
elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su
presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por
medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de
su gracia con la que nos agració en el Amado" (Ef 1,3-6).
1078 Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre. Su
bendición es a la vez palabra y don ("bene-dictio", "eu-logia"). Aplicado al hombre,
este término significa la adoración y la entrega a su Creador en la acción de gracias.
1079 Desde el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, toda la obra de Dios
es bendición. Desde el poema litúrgico de la primera creación hasta los cánticos de la
Jerusalén celestial, los autores inspirados anuncian el designio de salvación como una
inmensa bendición divina.
1080 Desde el comienzo, Dios bendice a los seres vivos, especialmente al hombre y la
mujer. La alianza con Noé y con todos los seres animados renueva esta bendición de
fecundidad, a pesar del pecado del hombre por el cual la tierra queda "maldita". Pero
es a partir de Abraham cuando la bendición divina penetra en la historia humana, que
se encaminaba hacia la muerte, para hacerla volver a la vida, a su fuente: por la fe del
"padre de los creyentes" que acoge la bendición se inaugura la historia de la salvación.
1084 "Sentado a la derecha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo
que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por él
para comunicar su gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones),
accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan
en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo.
1086 "Por esta razón, como Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió también a
los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo, no sólo para que, al predicar el Evangelio a
toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos ha
liberado del poder de Satanás y de la muerte y nos ha conducido al reino del Padre,
sino también para que realizaran la obra de salvación que anunciaban mediante el
sacrificio y los sacramentos en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6).
1087 Así, Cristo resucitado, dando el Espíritu Santo a los Apóstoles, les confía su poder
de santificación (Cf. Jn 20,21- 23); se convierten en signos sacramentales de Cristo.
Por el poder del mismo Espíritu Santo confían este poder a sus sucesores. Esta
"sucesión apostólica" estructura toda la vida litúrgica de la Iglesia. Ella misma es
sacramental, transmitida por el sacramento del Orden.
1088 "Para llevar a cabo una obra tan grande" -la dispensación o comunicación de su
obra de salvación - "Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los
actos litúrgicos. Está presente en el sacrificio de la misa, no sólo en la persona del
ministro, `ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces
se ofreció en la cruz", sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está
presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es
Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues es El mismo el que habla
cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura. Está presente, finalmente, cuando la
Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: `Donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20)" (SC 7).
1089 "Realmente, en una obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado
y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a la Iglesia, su esposa
amadísima, que invoca a su Señor y por Él rinde culto al Padre Eterno" (SC 7).
1092 En esta dispensación sacramental del misterio de Cristo, el Espíritu Santo actúa
de la misma manera que en los otros tiempos de la Economía de la salvación: prepara
la Iglesia para el encuentro con su Señor, recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de la
asamblea; hace presente y actualiza el misterio de Cristo por su poder transformador;
finalmente, el Espíritu de comunión une la Iglesia a la vida y a la misión de Cristo.
1094 Sobre esta armonía de los dos Testamentos (Cf. DV 14-16) se articula la
catequesis pascual del Señor (Cf. Lc 24,13- 49), y luego la de los Apóstoles y de los
Padres de la Iglesia. Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo
la letra del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis
"tipológica", porque revela la novedad de Cristo a partir de "figuras" (tipos) que la
anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza. Por esta
relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son explicadas (Cf. 2
Co 3, 14-16). Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la salvación por el Bautismo
(Cf. 1 P 3,21), y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de la roca era la
figura de los dones espirituales de Cristo (Cf. 1 Co 10,1-6); el maná del desierto
prefiguraba la Eucaristía "el verdadero Pan del Cielo" (Jn 6,32).
1095 Por eso la Iglesia, especialmente durante los tiempos de Adviento, Cuaresma y
sobre todo en la noche de Pascua, relee y revive todos estos acontecimientos de la
historia de la salvación en el "hoy" de su Liturgia. Pero esto exige también que la
catequesis ayude a los fieles a abrirse a esta inteligencia "espiritual" de la Economía de
la salvación, tal como la Liturgia de la Iglesia la manifiesta y nos la hace vivir.
1098 La Asamblea debe prepararse para encontrar a su Señor, debe ser "un pueblo
bien dispuesto". Esta preparación de los corazones es la obra común del Espíritu Santo
y de la Asamblea, en particular de sus ministros. La gracia del Espíritu Santo tiende a
suscitar la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad del Padre. Estas
disposiciones preceden a la acogida de las otras gracias ofrecidas en la celebración
misma y a los frutos de vida nueva que está llamada a producir.
La importancia de la Sagrada Escritura en la celebración de la liturgia es máxima. En efecto, de ella se toman las
lecturas que luego se explican en la homilía, y los salmos que se cantan; las preces, oraciones e himnos litúrgicos
están impregnados de su aliento y su inspiración; de ella reciben su significado las acciones y los signos (SC 24).
1101 El Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los oyentes, según las
disposiciones de sus corazones, la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios. A través
de las palabras, las acciones y los símbolos que constituyen la trama de una
celebración, el Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros en relación viva con
Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el
sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración.
1104 La Liturgia cristiana no sólo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino
que los actualiza, los hace presentes. El Misterio pascual de Cristo se celebra, no se
repite; son las celebraciones las que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar la
efusión del Espíritu Santo que actualiza el único Misterio.
Preguntas cómo el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino... en Sangre de Cristo. Te respondo: el Espíritu
Santo irrumpe y realiza aquello que sobrepasa toda palabra y todo pensamiento... Que te baste oír que es por la
acción del Espíritu Santo, de igual modo que gracias a la Santísima Virgen y al mismo Espíritu, el Señor, por sí
mismo y en sí mismo, asumió la carne humana (S. Juan Damasceno, f.o., IV, 13).
1107 El poder transformador del Espíritu Santo en la Liturgia apresura la venida del
Reino y la consumación del Misterio de la salvación. En la espera y en la esperanza nos
hace realmente anticipar la comunión plena con la Trinidad Santa. Enviado por el
Padre, que escucha la epíclesis de la Iglesia, el Espíritu da la vida a los que lo acogen,
y constituye para ellos, ya desde ahora, "las arras" de su herencia (Cf. Ef 1,14; 2 Co
1,22).
1108 La finalidad de la misión del Espíritu Santo en toda acción litúrgica es poner en
comunión con Cristo para formar su Cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la
viña del Padre que da su fruto en los sarmientos (Cf. Jn 15,1-17; Ga 5,22). En la
Liturgia se realiza la cooperación más íntima entre el Espíritu Santo y la Iglesia. El
Espíritu de Comunión permanece indefectiblemente en la Iglesia, y por eso la Iglesia es
el gran sacramento de la comunión divina que reúne a los hijos de Dios dispersos. El
fruto del Espíritu en la Liturgia es inseparablemente comunión con la Trinidad Santa y
comunión fraterna (Cf. 1 Jn 1,3-7).
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1135 La catequesis de la Liturgia implica en primer lugar la inteligencia de la economía
sacramental (capítulo primero). A su luz se revela la novedad de su celebración. Se
tratará, pues, en este capítulo de la celebración de los sacramentos de la Iglesia. A
través de la diversidad de las tradiciones litúrgicas, se presenta lo que es común a la
celebración de los siete sacramentos. Lo que es propio de cada uno de ellos, será
presentado más adelante. Esta catequesis fundamental de las celebraciones
sacramentales responderá a las cuestiones inmediatas que se presentan a un fiel al
respecto:
- quién celebra,
- cómo celebrar,
- cuán|do celebrar,
- dónde celebrar
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1136 La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Christus totus). Por tanto, quienes
celebran esta "acción", independientemente de la existencia o no de signos
sacramentales, participan ya de la Liturgia del cielo, allí donde la celebración es
enteramente Comunión y Fiesta.
1139 En esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando
celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.
1140 Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza quien celebra. "Las
acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es
`sacramento de unidad", esto es, pueblo santo, congregado y ordenado bajo la
dirección de los obispos. Por tanto, pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen
en él y lo manifiestan, pero afectan a cada miembro de este Cuerpo de manera
diferente, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual" (SC 26).
Por eso también, "siempre que los ritos, según la naturaleza propia de cada uno,
admitan una celebración común, con asistencia y participación activa de los fieles, hay
que inculcar que ésta debe ser preferida, en cuanto sea posible, a una celebración
individual y casi privada" (SC 27).
1141 La asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados que, "por el nuevo
nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa
espiritual y sacerdocio santo para que ofrezcan a través de todas las obras propias del
cristiano, sacrificios espirituales" (LG 10). Este "sacerdocio común" es el de Cristo,
único Sacerdote, participado por todos sus miembros (Cf. LG 10; 34; PO 2):
La Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y
activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho y
obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo
adquirido" (1 P 2,9; Cf. 2,4-5) (SC 14).
1142 Pero "todos los miembros no tienen la misma función" (Rm 12,4). Algunos son
llamados por Dios en y por la Iglesia a un servicio especial de la comunidad. Estos
servidores son escogidos y consagrados por el sacramento del Orden, por el cual el
Espíritu Santo los hace aptos para actuar en representación de Cristo-Cabeza para el
servicio de todos los miembros de la Iglesia (Cf. PO 2 y 15). El ministro ordenado es
como el "icono" de Cristo Sacerdote. Por ser en la Eucaristía donde se manifiesta
plenamente el sacramento de la Iglesia, es también en la presidencia de la Eucaristía
donde el ministerio del obispo aparece en primer lugar, y en comunión con él, el de los
presbíteros y los diáconos.
1143 En orden a ejercer las funciones del sacerdocio común de los fieles existen
también otros ministerios particulares, no consagrados por el sacramento del Orden, y
cuyas funciones son determinadas por los obispos según las tradiciones litúrgicas y las
necesidades pastorales. "Los acólitos, lectores, comentadores y los que pertenecen a la
"schola cantorum" desempeñan un auténtico ministerio litúrgico" (SC 29).
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1146 Signos del mundo de los hombres. En la vida humana, signos y símbolos ocupan
un lugar importante. El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual, expresa y
percibe las realidades espirituales a través de signos y de símbolos materiales. Como
ser social, el hombre necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás,
mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios.
1148 En cuanto creaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de
expresión de la acción de Dios que santifica a los hombres, y de la acción de los
hombres que rinden su culto a Dios. Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la
vida social de los hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa pueden
expresar la presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador.
1151 Signos asumidos por Cristo. En su predicación, el Señor Jesús se sirve con
frecuencia de los signos de la Creación para dar a conocer los misterios el Reino de
Dios (Cf. Lc 8,10). Realiza sus curaciones o subraya su predicación por medio de
signos materiales o gestos simbólicos (Cf. Jn 9,6; Mc 7,33-35; 8,22-25). Da un sentido
nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo al Éxodo y a la
Pascua (Cf. Lc 9,31; 22,7-20), porque él mismo es el sentido de todos esos signos.
(1$
1153 Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre,
en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo a través
de acciones y de palabras. Ciertamente, las acciones simbólicas son ya un lenguaje,
pero es preciso que la Palabra de Dios y la respuesta de fe acompañen y vivifiquen
estas acciones, a fin de que la semilla del Reino dé su fruto en la tierra buena. Las
acciones litúrgicas significan lo que expresa la Palabra de Dios: a la vez la iniciativa
gratuita de Dios y la respuesta de fe de su pueblo.
1154 La liturgia de la Palabra es parte integrante de las celebraciones sacramentales.
Para nutrir la fe de los fieles, los signos de la Palabra de Dios deben ser puestos de
relieve: el libro de la Palabra (leccionario o evangeliario), su veneración (procesión,
incienso, luz), el lugar de su anuncio (ambón), su lectura audible e inteligible, la
homilía del ministro, la cual prolonga su proclamación, y las respuestas de la asamblea
(aclamaciones, salmos de meditación, letanías, confesión de fe...).
$1*2
1157 El canto y la música cumplen su función de signos de una manera tanto más
significativa cuanto "más estrechamente estén vinculadas a la acción litúrgica" (SC
112), según tres criterios principales: la belleza expresiva de la oración, la
participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el carácter solemne
de la celebración. Participan así de la finalidad de las palabras y de las acciones
litúrgicas: la gloria de Dios y la santificación de los fieles (Cf. SC 112):
¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que
suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se derretía en mi corazón, y con esto
se inflamaba el afecto de piedad, y corrían las lágrimas, y me iba bien con ellas (S. Agustín, Conf. IX, 6, 14).
1158 La armonía de los signos (canto, música, palabras y acciones) es tanto más
expresiva y fecunda cuanto más se expresa en la riqueza cultural propia del pueblo de
Dios que celebra (Cf. SC 119). Por eso "foméntese con empeño el canto religioso
popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones
litúrgicas", conforme a las normas de la Iglesia "resuenen las voces de los fieles" (SC
118). Pero "los textos destinados al canto sagrado deben estar de acuerdo con la
doctrina católica; más aún, deben tomase principalmente de la Sagrada Escritura y de
las fuentes litúrgicas" (SC 121).
*# $
Para expresar brevemente nuestra profesión de fe, conservamos todas las tradiciones de la Iglesia, escritas o no
escritas, que nos han sido transmitidas sin alteración. Una de ellas es la representación pictórica de las imágenes,
que está de acuerdo con la predicación de la historia evangélica, creyendo que, verdaderamente y no en apariencia,
el Dios Verbo se hizo carne, lo cual es tan útil y provechoso, porque las cosas que se esclarecen mutuamente tienen
sin duda una significación recíproca (Cc. de Nicea II, año 787: COD 111).
1161 Todos los signos de la celebración litúrgica hacen referencia a Cristo: también las
imágenes sagradas de la Santísima Madre de Dios y de los santos. Significan, en
efecto, a Cristo que es glorificado en ellos. Manifiestan "la nube de testigos" (Hb 12,1)
que continúan participando en la salvación del mundo y a los que estamos unidos,
sobre todo en la celebración sacramental. A través de sus iconos, es el hombre "a
imagen de Dios", finalmente transfigurado "a su semejanza" (Cf. Rm 8,29; 1 Jn 3,2),
quien se revela a nuestra fe, e incluso los ángeles, recapitulados también en Cristo:
Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia católica (pues
reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella), definimos con toda exactitud y cuidado que las venerables y
santas imágenes, como también la imagen de la preciosa y vivificante cruz, tanto las pintadas como las de mosaico
u otra materia conveniente, se expongan en las santas iglesias de Dios, en los vasos sagrados y ornamentos, en las
paredes y en cuadros, en las casas y en los caminos: tanto las imágenes de nuestro Señor Dios y Salvador
Jesucristo, como las de nuestra Señora inmaculada la santa Madre de Dios, de los santos ángeles y de todos los
santos y justos (Cc. de Nicea II: DS 600).
1162 "La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para
mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar
gloria a Dios" (S. Juan Damasceno, imag. 127). La contemplación de las sagradas
imágenes, unida a la meditación de la Palabra de Dios y al canto de los himnos
litúrgicos, forma parte de la armonía de los signos de la celebración para que el
misterio celebrado se grabe en la memoria del corazón y se exprese luego en la vida
nueva de los fieles.
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1163 "La santa Madre Iglesia considera que es su deber celebrar la obra de salvación
de su divino Esposo con un sagrado recuerdo, en días determinados a través del año.
Cada semana, en el día que llamó "del Señor", conmemora su resurrección, que una
vez al año celebra también, junto con su santa pasión, en la máxima solemnidad de la
Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo... Al
conmemorar así los misterios de la redención, abre la riqueza de las virtudes y de los
méritos de su Señor, de modo que se los hace presentes en cierto modo, durante todo
tiempo, a los fieles para que los alcancen y se llenen de la gracia de la salvación" (SC
102).
1164 El pueblo de Dios, desde la ley mosaica, tuvo fiestas fijas a partir de la Pascua,
para conmemorar las acciones maravillosas del Dios Salvador, para darle gracias por
ellas, perpetuar su recuerdo y enseñar a las nuevas generaciones a conformar con
ellas su conducta. En el tiempo de la Iglesia, situado entre la Pascua de Cristo, ya
realizada una vez por todas, y su consumación en el Reino de Dios, la liturgia
celebrada en días fijos está toda ella impregnada por la novedad del Misterio de Cristo.
1165 Cuando la Iglesia celebra el Misterio de Cristo, hay una palabra que jalona su
oración: ¡Hoy!, como eco de la oración que le enseñó su Señor (Mt 6,11) y de la
llamada del Espíritu Santo (Hb 3,7-4,11; Sal 95,7). Este "hoy" del Dios vivo al que el
hombre está llamado a entrar, es la "Hora" de la Pascua de Jesús que es eje de toda la
historia humana y la guía:
La vida se ha extendido sobre todos los seres y todos están llenos de una amplia luz: el Oriente de los orientes
invade el universo, y el que existía "antes del lucero de la mañana" y antes de todos los astros, inmortal e inmenso,
el gran Cristo brilla sobre todos los seres más que el sol. Por eso, para nosotros que creemos en él, se instaura un
día de luz, largo, eterno, que no se extingue: la Pascua mística (S. Hipólito, pasc. 1-2).
' 4
1166 "La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de
la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se
llama con razón "día del Señor" o domingo" (SC 106). El día de la Resurrección de
Cristo es a la vez el "primer día de la semana", memorial del primer día de la creación,
y el "octavo día" en que Cristo, tras su "reposo" del gran Sabbat, inaugura el Día "que
hace el Señor", el "día que no conoce ocaso" (Liturgia bizantina). El "banquete del
Señor" es su centro, porque es aquí donde toda la comunidad de los fieles encuentra al
Señor resucitado que los invita a su banquete (Cf. Jn 21,12; Lc 24,30):
El día del Señor, el día de la Resurrección, el día de los cristianos, es nuestro día. Por eso es llamado día del Señor:
porque es en este día cuando el Señor subió victorioso junto al Padre. Si los paganos lo llaman día del sol, también
lo hacemos con gusto; porque hoy ha amanecido la luz del mundo, hoy ha aparecido el sol de justicia cuyos rayos
traen la salvación (S. Jerónimo, pasch.).
1167 El domingo es el día por excelencia de la Asamblea litúrgica, en que los fieles
"deben reunirse para, escuchando loa palabra de Dios y participando en la Eucaristía,
recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que
los "hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los
muertos"" (SC 106):
Cuando meditamos, oh Cristo, las maravillas que fueron realizadas en este día del domingo de tu santa
Resurrección, decimos: Bendito es el día del domingo, porque en él tuvo comienzo la Creación... la salvación del
mundo... la renovación del género humano... en él el cielo y la tierra se regocijaron y el universo entero quedó lleno
de luz. Bendito es el día del domingo, porque en él fueron abiertas las puertas del paraíso para que Adán y todos los
desterrados entraran en él sin temor (Fanqîth, Oficio siriaco de Antioquía, vol 6, 1ª parte del verano, p.193b).
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1168 A partir del "Triduo Pascual", como de su fuente de luz, el tiempo nuevo de la
Resurrección llena todo el año litúrgico con su resplandor. De esta fuente, por todas
partes, el año entero queda transfigurado por la Liturgia. Es realmente "año de gracia
del Señor" (Cf. Lc 4,19). La Economía de la salvación actúa en el marco del tiempo,
pero desde su cumplimiento en la Pascua de Jesús y la efusión del Espíritu Santo, el fin
de la historia es anticipado, como pregustado, y el Reino de Dios irrumpe en el tiempo
de la humanidad.
1169 Por ello, la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la "Fiesta de las
fiestas", "Solemnidad de las solemnidades", como la Eucaristía es el Sacramento de los
sacramentos (el gran sacramento). S. Atanasio la llama "el gran domingo" (Ep. fest.
329), así como la Semana santa es llamada en Oriente "la gran semana". El Misterio
de la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte, penetra en nuestro viejo
tiempo con su poderosa energía, hasta que todo le esté sometido.
1170 En el Concilio de Nicea (año 325) todas las Iglesias se pusieron de acuerdo para
que la Pascua cristiana fuese celebrada el domingo que sigue al plenilunio (14 del mes
de Nisán) después del equinoccio de primavera. Por causa de los diversos métodos
utilizados para calcular el 14 del mes de Nisán, en las Iglesias de Occidente y de
Oriente no siempre coincide la fecha de la Pascua. Por eso, dichas Iglesias buscan hoy
un acuerdo, para llegar de nuevo a celebrar en una fecha común el día de la
Resurrección del Señor.
1171 El año litúrgico es el desarrollo de los diversos aspectos del único misterio
pascual. Esto vale muy particularmente para el ciclo de las fiestas en torno al Misterio
de la Encarnación (Anunciación, Navidad, Epifanía) que conmemoran el comienzo de
nuestra salvación y nos comunican las primicias del misterio de Pascua.
$ $ 42
1172 "En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia
venera con especial amor a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida
con un vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo; en ella mira y exalta el fruto
excelente de la redención y contempla con gozo, como en una imagen purísima,
aquello que ella misma, toda entera, desea y espera ser" (SC 103).
1173 Cuando la Iglesia, en el ciclo anual, hace memoria de los mártires y los demás
santos "proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que padecieron con Cristo y
han sido glorificados con Él; propone a los fieles sus ejemplos, que atraen a todos por
medio de Cristo al Padre, y por sus méritos implora los beneficios divinos" (SC 104; Cf.
SC 108 y 111).
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1175 La Liturgia de las Horas está llamada a ser la oración de todo el Pueblo de Dios.
En ella, Cristo mismo "sigue ejerciendo su función sacerdotal a través de su Iglesia"
(SC 83); cada uno participa en ella según su lugar propio en la Iglesia y las
circunstancias de su vida: los sacerdotes en cuanto entregados al ministerio pastoral,
porque son llamados a permanecer asiduos en la oración y el servicio de la Palabra (Cf.
SC 86 y 96; PO 5); los religiosos y religiosas por el carisma de su vida consagrada (Cf.
SC 98); todos los fieles según sus posibilidades: "Los pastores de almas debe procurar
que las Horas principales, sobre todo las Vísperas, los domingos y fiestas solemnes, se
celebren en la en la Iglesia comunitariamente. Se recomienda que también los laicos
recen el Oficio divino, bien con los sacerdotes o reunidos entre sí, e incluso solos" (SC
100).
1176 Celebrar la Liturgia de las Horas exige no solamente armonizar la voz con el
corazón que ora, sino también "adquirir una instrucción litúrgica y bíblica más rica
especialmente sobre los salmos" (SC 90).
1177 Los signos y las letanías de la Oración de las Horas insertan la oración de los
salmos en el tiempo de la Iglesia, expresando el simbolismo del momento del día, del
tiempo litúrgico o de la fiesta celebrada. Además, la lectura de la Palabra de Dios en
cada Hora (con los responsorios y los troparios que le siguen), y, a ciertas Horas, las
lecturas de los Padres y maestros espirituales, revelan más profundamente el sentido
del Misterio celebrado, ayudan a la inteligencia de los salmos y preparan para la
oración silenciosa. La lectio divina, en la que la Palabra de Dios es leída y meditada
para convertirse en oración, se enraíza así en la celebración litúrgica.
6-
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1179 El culto "en espíritu y en verdad" (Jn 4,24) de la Nueva Alianza no está ligado a
un lugar exclusivo. Toda la tierra es santa y ha sido confiada a los hijos de los
hombres. Cuando los fieles se reúnen en un mismo lugar, lo fundamental es que ellos
son las "piedras vivas", reunidas para "la edificación de un edificio espiritual" (1 P 2,4-
5). El Cuerpo de Cristo resucitado es el templo espiritual de donde brota la fuente de
agua viva. Incorporados a Cristo por el Espíritu Santo, "somos el templo de Dios vivo"
(2 Co 6,16).
1182 El altar de la Nueva Alianza es la Cruz del Señor (Cf. Hb 13,10), de la que manan
los sacramentos del Misterio pascual. Sobre el altar, que es el centro de la Iglesia, se
hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales. El altar es también
la mesa del Señor, a la que el Pueblo de Dios es invitado (Cf. IGMR 259). En algunas
liturgias orientales, el altar es también símbolo del sepulcro (Cristo murió y resucitó
verdaderamente).
1183 El tabernáculo debe estar situado "dentro de las iglesias en un lugar de los más
dignos con el mayor honor" (MF). La nobleza, la disposición y la seguridad del
tabernáculo eucarístico (SC 128) deben favorecer la adoración del Señor realmente
presente en el Santísimo Sacramento del altar.
El Santo Crisma (Myron), cuya unción es signo sacramental del sello del don del
Espíritu Santo, es tradicionalmente conservado y venerado en un lugar seguro del
santuario. Se puede colocar junto a él el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos.
1184 La sede del obispo (cátedra) o del sacerdote "debe significar su oficio de
presidente de la asamblea y director de la oración" (IGMR 271).
El ambón: "La dignidad de la Palabra de Dios exige que en la iglesia haya un sitio
reservado para su anuncio, hacia el que, durante la liturgia de la Palabra, se vuelva
espontáneamente la atención de los fieles" (IGMR 272).
1185 La reunión del pueblo de Dios comienza por el Bautismo; por tanto, el templo
debe tener lugar apropiado para la celebración del Bautismo y favorecer el recuerdo de
las promesas del bautismo (agua bendita).
La renovación de la vida bautismal exige la penitencia. Por tanto el templo debe estar
preparado para que se pueda expresar el arrepentimiento y la recepción del perdón, lo
cual exige asimismo un lugar apropiado.
1186 Finalmente, el templo tiene una significación escatológica. Para entrar en la casa
de Dios ordinariamente se franquea un umbral, símbolo del paso desde el mundo
herido por el pecado al mundo de la vida nueva al que todos los hombres son
llamados. La Iglesia visible simboliza la casa paterna hacia la cual el pueblo de Dios
está en marcha y donde el Padre "enjugará toda lágrima de sus ojos" (Ap 21,4). Por
eso también la Iglesia es la casa de todos los hijos de Dios, ampliamente abierta y
acogedora.
1187 La Liturgia es la obra de Cristo total, Cabeza y Cuerpo. Nuestro Sumo Sacerdote
la celebra sin cesar en la Liturgia celestial, con la santa Madre de Dios, los Apóstoles,
todos los santos y la muchedumbre de seres humanos que han entrado ya en el Reino.
1188 En una celebración litúrgica, toda la asamblea es "liturgo", cada cual según su
función. El sacerdocio bautismal es el sacerdocio de todo el Cuerpo de Cristo. Pero
algunos fieles son ordenados por el sacramento del Orden sacerdotal para representar
a Cristo como Cabeza del Cuerpo.
1191 El canto y la música están en estrecha conexión con la acción litúrgica. Criterios
para un uso adecuado de ellos son: la belleza expresiva de la oración, la participación
unánime de la asamblea, y el carácter sagrado de la celebración.
1194 La Iglesia, "en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la
Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la
dichosa esperanza y venida del Señor" (SC 102).
1195 Haciendo memoria de los santos, en primer lugar de la santa Madre de Dios,
luego de los Apóstoles, los mártires y los otros santos, en días fijos del año litúrgico, la
Iglesia de la tierra manifiesta que está unida a la liturgia del cielo; glorifica a Cristo por
haber realizado su salvación en sus miembros glorificados; su ejemplo la estimula en
el camino hacia el Padre.
1196 Los fieles que celebran la Liturgia de las Horas se unen a Cristo, nuestro Sumo
Sacerdote, por la oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los
cánticos y de las bendiciones, a fin de ser asociados a su oración incesante y universal
que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre el mundo entero.
1197 Cristo es el verdadero Templo de Dios, "el lugar donde reside su gloria"; por la
gracia de Dios los cristianos son también templos del Espíritu Santo, piedras vivas con
las que se construye la Iglesia.
1199 En estos templos, la Iglesia celebra el culto público para gloria de la Santísima
Trinidad; en ellos escucha la Palabra de Dios y canta sus alabanzas, eleva su oración y
ofrece el Sacrificio de Cristo, sacramentalmente presente en medio de la asamblea.
Estas iglesias son también lugares de recogimiento y de oración personal.
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1200 Desde la primera comunidad de Jerusalén hasta la Parusía, las Iglesias de Dios,
fieles a la fe apostólica, celebran en todo lugar el mismo Misterio pascual. El Misterio
celebrado en la liturgia es uno, pero las formas de su celebración son diversas.
1201 La riqueza insondable del Misterio de Cristo es tal que ninguna tradición litúrgica
puede agotar su expresión. La historia del nacimiento y del desarrollo de estos ritos
testimonia una maravillosa complementariedad. Cuando las iglesias han vivido estas
tradiciones litúrgicas en comunión en la fe y en los sacramentos de la fe, se han
enriquecido mutuamente y crecen en la fidelidad a la tradición y a la misión común a
toda la Iglesia (Cf. EN 63-64).
1202 Las diversas tradiciones litúrgicas nacieron por razón misma de la misión de la
Iglesia. Las Iglesias de una misma área geográfica y cultural llegaron a celebrar el
Misterio de Cristo a través de expresiones particulares, culturalmente tipificadas: en la
tradición del "depósito de la fe" (2 Tm 1,14), en el simbolismo litúrgico, en la
organización de la comunión fraterna, en la inteligencia teológica de los misterios, y en
tipos de santidad. Así, Cristo, Luz y Salvación de todos los pueblos, mediante la vida
litúrgica de una Iglesia, se manifiesta al pueblo y a la cultura a los cuales es enviada y
en los que se enraíza. La Iglesia es católica: puede integrar en su unidad,
purificándolas, todas las verdaderas riquezas de las culturas (Cf. LG 23; UR 4).
1203 Las tradiciones litúrgicas, o ritos, actualmente en uso en la Iglesia son el rito
latino (principalmente el rito romano, pero también los ritos de algunas iglesias locales
como el rito ambrosiano, el rito hispánico-visigótico o los de diversas órdenes
religiosas) y los ritos bizantino, alejandrino o copto, siriaco, armenio, maronita y
caldeo. "El sacrosanto Concilio, fiel a la Tradición, declara que la santa Madre Iglesia
concede igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere
que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios" (SC 4).
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1205 "En la liturgia, sobre todo en la de los sacramentos, existe una parte inmutable -
por ser de institución divina- de la que la Iglesia es guardiana, y partes susceptibles de
cambio, que ella tiene el poder, y a veces incluso el deber, de adaptar a las culturas de
los pueblos recientemente evangelizados (Cf. SC 21)" (Juan Pablo II, Lit. Ap.
"Vicesimusquintus Annus" 16).
1206 "La diversidad litúrgica puede ser fuente de enriquecimiento, puede también
provocar tensiones, incomprensiones recíprocas e incluso cismas. En este campo es
preciso que la diversidad no perjudique a la unidad. Sólo puede expresarse en la
fidelidad a la fe común, a los signos sacramentales que la Iglesia ha recibido de Cristo,
y a la comunión jerárquica. La adaptación a las culturas exige una conversión del
corazón, y, si es preciso, rupturas con hábitos ancestrales incompatibles con la fe
católica" (Ibíd.).
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1667 "La santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos
sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan
efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los
hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las
diversas circunstancias de la vida" (SC 60; CIC can 1166; CO can 867).
1669 Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado
a ser una "bendición" (Cf. Gn 12,2) y a bendecir (Cf. Lc 6,28; Rm 12,14; 1 P 3,9). Por
eso los laicos pueden presidir ciertas bendiciones (Cf. SC 79; CIC can. 1168); la
presidencia de una bendición se reserva al ministerio ordenado (obispos, presbíteros o
diáconos, Cf. De benedictionibus, 16,18), en la medida en que dicha bendición afecte
más a la vida eclesial y sacramental.
1670 Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los
sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a
cooperar con a ella. "La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que,
en los fieles bien dispuestos, casi todos los acontecimientos de la vida sean
santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual de la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, de quien reciben su poder todos los sacramentos y
sacramentales, y que todo uso honesto de las cosas materiales pueda estar ordenado a
la santificación del hombre y a la alabanza de Dios" (SC 61).
1671 Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de
la mesa, de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios y oración para
obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre "con toda
clase de bendiciones espirituales" (Ef 1,3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando
el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo.
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La religiosidad del pueblo, en su núcleo, es un acervo de valores que responde con sabiduría cristiana a los grandes
interrogantes de la existencia. La sapiencia popular católica tiene una capacidad de síntesis vital; así conlleva
creadoramente lo divino y lo humano; Cristo y María, espíritu y cuerpo; comunión e institución; persona y
comunidad; fe y patria, inteligencia y afecto. Esa sabiduría es un humanismo cristiano que afirma radicalmente la
dignidad de toda persona como hijo de Dios, establece una fraternidad fundamental, enseña a encontrar la
naturaleza y a comprender el trabajo y proporciona las razones para la alegría y el humor, aun en medio de una
vida muy dura. Esa sabiduría es también para el pueblo un principio de discernimiento, un instinto evangélico por el
que capta espontáneamente cuándo se sirve en la Iglesia al Evangelio y cuándo se lo vacía y asfixia con otros
intereses (Documento de Puebla, 1979, nº 448; Cf. EN 48).
1677 Se llaman sacramentales los signos sagrados instituidos por la Iglesia cuyo fin es
preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas
circunstancias de la vida.
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1680 Todos los sacramentos, principalmente los de la iniciación cristiana, tienen como
fin último la Pascua definitiva del cristiano, es decir, la que a través de la muerte hace
entrar al creyente en la vida del Reino. Entonces se cumple en él lo que la fe y la
esperanza han confesado: "Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo
futuro" (Símbolo de Nicea-Constantinopla).
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1684 Las exequias cristianas son una celebración litúrgica de la Iglesia. El ministerio de
la Iglesia pretende expresar también aquí la comunión eficaz con el difunto, hacer
participar en esa comunión a la asamblea reunida para las exequias y anunciarle la
vida eterna.
1685 Los diferentes ritos de las exequias expresan el carácter pascual de la muerte
cristiana y responden a las situaciones y a las tradiciones de cada región, aun en lo
referente al color litúrgico (Cf. SC 81).
1686 El Ordo exequiarum (OEx) o Ritual de los funerales de la liturgia romana propone
tres tipos de celebración de las exequias, correspondientes a tres lugares de su
desarrollo (la casa, la iglesia, el cementerio), y según la importancia que les presten la
familia, las costumbres locales, la cultura y la piedad popular. Por otra parte, este
desarrollo es común a todas las tradiciones litúrgicas y comprende cuatro momentos
principales:
1690 El adiós ("a Dios") al difunto es "su recomendación a Dios" por la Iglesia. Es el
"último adiós por el que la comunidad cristiana despide a uno de sus miembros antes
que su cuerpo sea llevado a su sepulcro" (OEx 10). La tradición bizantina lo expresa
con el beso de adiós al difunto:
Con este saludo final "se canta por su partida de esta vida y por su separación, pero también porque existe una
comunión y una reunión. En efecto, una vez muertos no estamos en absoluto separados unos de otros, pues todos
recorremos el mismo camino y nos volveremos a encontrar en un mismo lugar. No nos separaremos jamás, porque
vivimos para Cristo y ahora estamos unidos a Cristo, yendo hacia él... estaremos todos juntos en Cristo" (S. Simeón
de Tesalónica, De ordine sep).