Rosenkreutz

Descargar como rtf, pdf o txt
Descargar como rtf, pdf o txt
Está en la página 1de 146

Perfume de media noche

“El que ama, se siente casi un dios en su influyente plenitud, y todo cobra sentido a través del
amor. La infinita pasión, la vehemencia del temperamento, enriquece al ser humano”
Goethe

Prefacio
Muchos cuentos de hadas nos venden la idea del príncipe azul –si eres hombre tu damisela en apuros-,
tú sabes en el fondo que es mentira, pero te agrada la idea –aunque la gente te diga que eso es un
comportamiento patológico, eso de idealizar al amor-. Creces y olvidas esa antigua magia del amor a
primera vista; pero ¿qué tal si es verdad? ¿Qué tal si cuando hallas perdido toda la fe en el amor llega a
ti? De la manera más insospechada, desapercibido ¿crees que es posible? Puede pasar cuando menos
te lo esperes, aunque este oculto por negras intenciones…

[1]
Cruce de caminos

Iba caminando de regreso a mi casa, porque el taxi se había negado a subir la colina donde quedaba mi
casa –a las afueras de la cuidad. Por desgracia el barrio más exclusivo de Bogotá-había ido a la librería.
Estaba absorta en mis pensamientos de repente; algo me saco de mi sopor, a tan solo tres cuadras de
llegar a mi casa; vi a un gato. Era un gato bastante bonito, su pelo era blanco; se me antojo a nieve. Traté
de acercarme lentamente, para no ahuyentar al gato; al haberme acercado más a él me di cuenta de una
cosa, el gato no se movía. Intenté tocarlo; pero, aquel gato estaba manchado de algo rojo, que
contrastaba con la blancura de su pelo. Con mucho cuidado toqué esa sustancia roja, olía a cobre y a sal
probablemente sería… ¿sangre? Me llene de pavor, aquel gato probablemente estaría muerto. Me
arrodille en la fría acera cerca de donde él yacía. Temiendo lo peor; lo toqué, estaba frío.
-pobrecito- murmuré.
Algo había en ese gato que me hacía sentir gran pesar; así que, decidí que iba a darle “cristiana
sepultura”. Intenté levantarlo a pesar del escalofrío que me hizo estremecer; pero, de repente aquel gato
se movió. Quedé petrificada del susto; aquel gato que parecía no mostrar signos de vida, se movió sin
dificultad como si hace poco se hubiera echado allí en la acera, lo observé con curiosidad, tenía los ojos
pardos; y, aunque parecía extraño pensar en eso, tenía una mirada confusa, casi parecía humana. Me
puse de pie con dificultad, seguía paralizada del susto; contemplé al gato, casi parecía tan confundida
como él. Intenté acercarme, pero él me lanzó una mirada hostil, chasqueó y mostró los colmillos, lo
luego recordé lo que había leído en un libro: “los gatos son criaturas un poco salvajes; para que te acepte
debes presentarte…”; Me sentí un poco ridícula al pensar en hacer eso; pero tenía que hacerlo, Lo hice
exactamente como decía en el libro, extendí la mano derecha frente al gato, esperando a que el me
olfateara. Me sentía como cuando Harry Potter tenía que hacer reverencia para montarse en el
hipogrifo1, solté una débil risita al pensar en eso. El gato aún me miraba con recelo, pero parecía
relajarse lentamente. Finalmente después de diez minutos –bastante largos e incómodos-, el gato se
acercó a mí y se sobo contra mi pierna –como suelen hacer los gatos- profirió un ronroneo amigable. Le
dediqué una sonrisa, él pareció corresponderme con la mirada.
-¿Puedo llevarte a mi casa?- le extendí mis brazos; me sentí estúpida por preguntarle eso a un
gato, seguramente no me entendería.
Me dio la impresión de que el asintió con la cabeza, probablemente me había entendido. Lo alcé y él no
se opuso. Ya en mis brazos contemple al gato con más detenimiento, él parecía hacer lo mismo conmigo.
Podría haberme quedado allí toda la tarde; pero noté que ya había oscurecido, me asusté, mi mamá
probablemente me mataría; salí corriendo para llegar a casa tan rápido como mis piernas me
permitieran. Llegué a casa jadeante por el esfuerzo. El gato parecía divertido, jugueteaba con mi cabello
–que por cierto estaba bastante largo-. El notó que lo miraba, me observó con una mirada poco usual en
un gato –a decir verdad poco usual en cualquier animal-, tenía la mirada expectante, ávida; parecía
fascinado, pero ¿por qué? Él simplemente era un gato.

Cuando golpeé la puerta, está se abrió de inmediato; era mi mamá. Tenía los ojos abiertos como platos,
supuse que era porque ella había llegado antes que yo.
-Hola…
- ¿Quién es este amiguito tan simpático?
1
Criatura mitológica que es mitad caballo mitad grifo (grifo es un animal con cuerpo de león, cabeza y alas de
águila, orejas de caballo y cresta con aletas de pez)
[2]
-lo encontré en la calle, parece que está herido.
El gato me miró de soslayo y luego lanzó una mirada asesina a mi mamá –aunque no estuve segura del
porque-.
-será que… -Dudé un momento. -¿se puede quedar aquí?
Mi mamá frunció el ceño
-no se.
Intente poner la cara de suplica mas patética que podía hacer. Mi mamá pareció pensarlo un poco y
finalmente me respondió:
-bueno puedes quedártelo- dijo ella.
Sonreí, el gato parecía inquieto; subí a mi habitación a toda prisa, me encerré en la habitación y puse al
gato encima de mi cama. Empecé a estudiarlo con más detenimiento, él mantenía los ojos fijos en mí,
intenté evadir su mirada pero no pude; él había ganado, me senté a su lado.
-eres un gato raro.
Él me miro con desdén, estaba segura que él me entendía a la perfección; pero ¿qué clase de gato mira
con desdén? Me abalance sobre él para atraparlo, pero fue en vano, él huyó de mi, pavoneándose al
frente mío.
- que gracioso eres- exclamé con acritud.
De nuevo se acercó a mí y se sentó sobre mis piernas, probablemente buscando mi perdón.
Le sonreí.
-eres muy tierno como para enojarme contigo.
El gato ronroneo; yo hubiera jurado que parecía una risita, seguro era impresión mía. Sentí un olor
dulce; como a lirios y cartuchos, me acerqué al gato; El olor provenía de él.
-no eres un gato común por lo general todos los animales huelen a… bueno a animal, tú hueles
muy bien como para ser un gato callejero.
Él me miro con suficiencia, como jactándose de mi comentario. De repente escuché a mi mamá
llamándome.
-¿señora?-exclamé asomada en la puerta de mi habitación.
-¿quieres comer?
-no, mamá tengo sueño- mentí, el solo pensar en comida me hacia revolver el estómago.
-bueno
-hasta mañana me voy a dormir.
Volví a cerrar la puerta de mi cuarto, esta vez con seguro, empecé a desvestirme para ponerme el
pijama; observé al gato, él se veía un poco incómodo, eso me causó gracia y le puse mi sabana color rosa
de Hello Kitty encima.
-es para que no me veas mientras me visto- comenté con sarcasmo.
Cuando hube terminado le quite la sábana de encima; él se veía ansioso, me acerqué a él y le acaricié la
cabeza, pareció relajarse porque soltó un ronroneo dulce; luego empezó a lamerse el dorso limpiándose,
yo no pude apartar la mirada de él. Me quedé observándolo por varias horas, luego él se echó sobre mi
cama probablemente estaba cansado; decidí irme a dormir, apagué la luz y me recosté boca arriba,
mirando el techo de madera; luego cerré lo ojos intentando apartar mis pensamientos de ese anormal
gato.
Cuando empezaba a dormirme, una sensación extraña hizo que se me erizaran los vellos de la nuca, sentí
una exhalación gélida sobre mi rostro, tenía un aroma idéntico al del gato. Abrí los ojos; y, contemplé un
par de ojos pardos que me miraban con avidez; tenía a escasos centímetros de mi cara el rostro de un
Joven; por mucho tendría dieciocho años, pude verlo gracias a la luz de la luna que se filtraba por la
ventana, tenía facciones finas, tenía tez pálida, tenia el cabello de un color peculiar; era como un
plateado cenizo. Si no estuviera tan asustada hubiera jurado que ese era el muchacho más hermoso que
había visto en mi vida.
-hola- exclamó el chico con una voz extrañamente seductora.
[3]
Estaba petrificada, intenté gritar pero mi garganta estaba seca; así que solo emití un débil sonido. Él
pareció notar mis intenciones de gritar y me tapo la boca, su mano estaba fría como el hielo.
-bueno, tenías razón de que era un gato muy extraño –curvó levemente sus labios perfectos
dejando al descubierto sus dientes blancos- la verdad es que no soy un gato.
De repente todo me pareció más claro; con razón el gato era tan expresivo.
-se me hizo extraño que alguien cayera en mi trampa, puesto que ya llevaba varias horas
esperando y parecía que nadie me notaba ahí echado –hizo una pausa, esbozó una sonrisa malévola-
pero luego apareciste tú, quien cortésmente me invito a su casa.
Su voz era aterciopelada y musical; pronto mi miedo desapareció, lo reemplazó la incertidumbre. El
muchacho parecía estar bastante impaciente.
-bueno no le demos mas vueltas al asunto- exclamó con encantadora parsimonia.
Cerré mis ojos con fuerza, tenia miedo de ver que era lo que pretendía ese muchacho, traté de
convencerme de que solo era una pesadilla, además su historia era demasiado inverosímil ¿un
muchacho que se transforma en gato? Por favor; eso solo era mentira, tal vez eso solo era un sueño.
-¿por qué cierras los ojos?
La seductora voz del chico me sacó de mis cavilaciones, tenía que mirarlo de nuevo; pero, me resistí al
impulso.
-Mírame por favor- imploró
No pude resistir más y lo mire de nuevo.
- Gracias.
- ahora que ya estamos listos prométeme una cosa- pidió él- prométeme que cuando destape tu
boca no vas a gritar.
Asentí con la cabeza. Él levantó su helada mano de mi cara muy lentamente, yo me quedé en silencio
como lo había prometido.
-Bien hecho- me felicito él.
Sus ojos me condujeron a un agradable sopor, apenas consciente me di cuenta que mis labios estaban
muy cerca a los de él. Debería estar asustada pero no, estaba extrañamente feliz.
- ¿Qué eres tu?-le susurré.
- solo digamos que soy… ¿como lo llamarías tú? Un vampiro.
- ah… es bueno saberlo-murmuré.
Eso fue lo último que dije antes de sentir los fríos labios de aquel chico, sobre mi cuello; luego, la
oscuridad se cernió sobre mí.

Infierno

[4]
Todo se veía nebuloso, lejano. Sentí una molestia en el cuello, intenté moverme pero no pude,
estaba paralizada, solo podía ver sombras, nada más. Después de tanto intentar por fin pude ver algo,
estaba en un lugar conocido; un cuarto de paredes lilas llenas de afiches de grupos de Punk, con un gran
ventanal que daba a un bosque; en él había una cómoda de madera negra, una repisa llena de figuras
de colección… era mi habitación. Intenté moverme pero seguía paralizada. Vi a alguien; alguien que
miraba por la ventana. Aún era de madrugada, el cielo estaba totalmente oscuro. Intenté gritar pero no
pude, en vez de eso solo salió un débil bufido, la persona que estaba asomada por la ventana se volteó,
era un muchacho, se me hizo familiar; rostro cetrino, cabellos plateados, vestido de negro, delgado, alto,
absolutamente hermoso…
-¡tú!- emití un débil gemido.
Él chico sonrió.
- veo que ya estas despierta- dijo en tono amable.
- ¿qué me has hecho? ¿Estoy muerta?-pregunté con voz ronca aún incapaz de moverme.
- shhhh. Calla es mejor que te quedes quieta, el somnífero aún no se ha desvanecido - habló el
chico con una voz seductora y dulce.
El chico se acerco a mi cama y se sentó a mi lado, acarició mi rostro con sus fríos dedos. Él
seguía sonriente. Movió lentamente sus dedos hasta mis labios. Yo me tranquilicé y aproveché para
observar con más detenimiento al chico, parecía sacado de un cuento de hadas; su belleza era
abrumadora.
-si vez, es mejor que te tranquilices.-dijo con voz que parecía arrullo.
Deslizó sus dedos hacia mi nuca.
- Hm- murmuró con gesto dubitativo- parece que no va quedar más que un moretón.
- ¿a qué te refieres?-pregunté con voz molesta, ya había recuperado el habla, aunque mi cuerpo
seguía paralizado.
- a la mordida, por supuesto.
- ¿mordida?- pregunte inquieta.
- ¿es que acaso no te acuerdas?-preguntó asombrado.
- pensé que solo había sido un sueño.
-¡un sueño! -rió entre dientes- nunca habrías podido imaginar algo así, mírame ¿te parezco un
sueño?
-no- exclamé, extrañamente contenta de saber que era realidad.
- ah bueno esto es real, muy real- exclamo mientras recorría mi nuca con sus fríos dedos, su voz
se torno más seductora.
Me estremecí, por fin había recuperado la movilidad. El joven se dio cuenta y con un movimiento
ágil se abalanzó sobre mí, poniendo su hermoso rostro a escasos centímetro del mío; me sujetó las
muñecas con sus manos. Mi corazón dio un vuelco de alegría ante la proximidad.
-no vayas a hacer ninguna tontería –me advirtió con cortesía- agradece que te he dejado viva,
por favor no causes molestias y yo seré bueno contigo.
-bueno, no voy hacer nada malo- le respondí en tono afable.
Él me miro con recelo y luego me soltó. Me senté en la cama y solté un suspiro.
- Así está bien- contesto con amabilidad, mientras esbozaba una gran sonrisa.
-explícame una cosa ¿por qué estas aquí?
- tu me invitaste a entrar- respondió.
-¿yo?- pregunte incrédula.
-si, tú.- respondió con voz lacónica.
Lo mire confundida
[5]
-¿recuerdas? yo era un gato tú me invitaste a tu casa y… bueno el resto ya lo sabes.-comentó
restándole importancia al asunto.
Lo medité por un momento, él tenia razón; de nuevo.
-Bueno tienes razón, pero esta vez tendrías la amabilidad de decirme ¿quien eres tú?
-Bueno, mi nombre es Hell2.
-Ah claro, mucho gusto “Hell”.-espeté con feroz sarcasmo.
-¿Y como es el tuyo?-preguntó, sus ojos relucían de curiosidad.
-Bueno, mi nombre no es tan elegante como el tuyo.
-¡Ah! Vamos dímelo además yo te dije mi nombre.- insistió.
-Mi nombre es Agatha.
Enarcó una ceja.
-No es tan malo como lo hacías parecer.
-Es horrible- discrepé
-No, no es horrible; es un nombre normal.
Hubo un silencio. Yo lo rompí primero:
-¿Puedo preguntarte algo?
-Si, claro- respondió sin mirarme, su expresión se volvió hosca.
-¿Puedes explicarme como es que te conviertes en gato?
Él sonrió de nuevo.
-En realidad puedo convertirme en cualquier animal, es una habilidad bastante conveniente,
puedo hacerlo simplemente con pensar en que cualidad tiene ese animal, transformando cada molécula
de mi cuerpo y a veces hasta las cosas que tengo a mí alrededor.
-Bueno, -me llevé la mano a la nuca- ¿Por qué me has mordido?
-¿No es obvio?-pregunto con tono cansino.
-Eh… no
-Porque tenía hambre,- se rió entre dientes- más bien sed.
-Ah… que cosa tan evidente- contesté con acritud.-pero yo pensé que los vampiros mataban a la
gente… -dudé un momento- ¿por qué no me has matado?
-No se- respondió mientras sacudía la cabeza.
Refunfuñó algo entre dientes que no entendí.
-Ah… gracias de todos modos.
Nos quedamos callados, mirándonos el uno al otro. Era una situación bastante extraña, ese chico
un “gato” y yo su “dueña”. Me puse de pie y me asomé por la ventana; en lo alto se veía la luna. Me di
vuelta para contemplar al chico, seguía allí sentado en el borde de mi cama, absorto en sus
pensamientos; sentí una sensación extraña, era como mariposas en el estómago…
-Así que…
-¿así qué…?-pregunto él.
-… ¿te vas a quedar aquí o te vas a ir?- mi voz se quebró de una manera ridícula al decir la ultima
parte; no quería que él se fuera.
Me miró ofendido
-¿quieres que me vaya?- preguntó desconcertado.
- bueno la verdad es que…-contemplé sus ojos. Había algo en él que me llamaba.
Me incitaba, como sí no hubiera otra opción. Caminé lentamente hacía él, sin apartar la mirada
de sus ojos; luego, me lancé sobre él, tumbándolo sobre la cama buscando sus labios. Él se aferro a mí
con fuerza; y presionó sus gélidos labios contra los míos, entreabiertos. Sentí entrar su frio aliento a
través de mi boca. Él movía los labios con desesperación como si estuviera probando algo que le había
sido negado desde hace tiempo, acariciando mi boca con su lengua; fue dulce y provocador.

2
Significa infierno en ingles.
[6]
Después de diez largos minutos de éxtasis, logré desasirme de él; a regañadientes. Mi corazón
latía con excitación. Me puse de pie con dificultad y lo miré confundida. En sus ojos relucía una emoción
extraña que no pude descifrar.

-perdóname- se disculpo tímidamente.


-mas bien perdóname a mí, fui yo la que se lanzó sobre ti.
Él soltó una carcajada.
-¿tú?- sonrió- no; yo fui el que te obligo a besarme y tengo que admitir que fue mejor de lo que
esperaba.
Lo miré con gesto incrédulo.
-es decir ¿qué tú me obligaste?
- si, es que quería saber que sabia mejor tu sangre o tus labios. Y ¿sabes? creo que me gustan los
dos.-hizo una pausa mientras se relamía los labios.- y… ¿qué te pareció a ti? ¿Te gustó?-preguntó
mientras esbozaba una sonrisa pícara.
-bueno… yo…- dudé y me ruboricé.
No le iba a decir que había sido tan placentero que quería lanzarme de nuevo sobre él. Me sentí
extraña, era como si la típica timidez que me caracterizaba se hubiera esfumado; había algo en ese chico
que me hacía sentir cómoda, como si lo conociera de toda la vida.
-ojalá te haya gustado, aunque he de admitir que hace mucho tiempo… -dudó un momento- que
no lo intentaba.
Seguí en silencio.
-¡oh! vamos dime- insistió.
-pues yo… para serte sincera es la primera vez que… -dudé un momento, era difícil revelar una
humillante verdad- que… bueno que me dan un beso en cuestión.
-lo has hecho bien para ser tú primera vez- me felicitó, parecía complacido con el hecho de que
era mi primer beso.
Me puse aún más roja, me sentí abochornada; nunca pensé que mi primer beso sería con un
muchacho extremadamente sublime.
-¿entonces las leyendas son ciertas?-pregunté aún sonrojada, intentando apartar el tema del
beso de la conversación.
- ¿a que te refieres?-pregunto él con gesto confundido.
- lo de la capacidad de hipnotizar.
-ah… si eso es verdad -rió entre dientes como disfrutando de algún chiste privado.
Hubo un silencio incomodo, él parecía regodearse de mi falta de habilidad social.
-no eres muy conversadora ¿verdad?-preguntó él.
-no, la verdad no lo soy- admití.
De repente él empezó a reírse, frunciendo los labios para reprimir la risa
-¿qué es lo que te hace gracia?-pregunté molesta.
- es que la marca de mis dientes en tu cuello parece un chupón, tu novio va a pensar que has
pasado una noche bastante apasionada- dijo entre risas.
Me toqué la nuca y lo mire con los ojos entrecerrados.
-no te pongas así, solo era una broma.- espetó.
-en todo caso aunque tenga esto -señalé con un gesto el moretón en mi nuca- a nadie le va a
importar, no tengo novio.
Él me miró sorprendido.
-¿no tienes novio? -Preguntó incapaz de creerme.
- No; no tengo es que no he encontrado a alguien que…
-… ¿cuantos años es que tienes?- interrumpió.
-17- respondí distante.
[7]
Se quedó callado pensando con gesto inescrutable.
-pronto va a amanecer-dijo con expresión pensativa- creo que es mejor que me vaya.
Una punzada de tristeza recorrió mi cuerpo. Él se puso de pie, fue hacia la ventana y la abrió; su cabello
adquirió una textura etérea al ser despeinado por el viento.
-pero… -hice una pausa mientras lo miraba suplicante- tú eres mi gato.
Él me observó con curiosidad. Esbozó una gran sonrisa.
-lo siento –dijo él con una extraña cadencia que parecía sacada de una película del Medioevo-
tengo que irme, fue un placer conocerte- hizo una reverencia- adiós.
En cuestión de un abrir y cerrar de ojos él desapareció; corrí hacía la ventana a verlo por última
vez, pero no vi nada, solo el cielo iluminado levemente por el alba.

Llegué temprano al colegio aún pensando en él; aquel muchacho de piel nívea que me había
besado. ¿Será que todo fue un agradable sueño? No; eso fue real, tenía como prueba el moretón en mi
cuello.
Me tocaba la nuca a cada rato, palpando el morado, convenciéndome de que de verdad había
pasado. Y pensar que había estado tan cerca de ese muchacho, frío como el hielo pero tan hermoso
como un ángel. Me sentí sucia ¿cómo podía añorar la compañía de alguien que acababa de conocer?
Subí las escaleras hasta el salón que estaba al fondo del pasillo. Entré; no había nadie, fui hasta
el fondo al lado izquierdo lejos de las ventanas, me senté. Contemplé el puesto vacio que había a mi lado
derecho, el antiguo puesto de mi amiga Marcela; ella se había mudado de casa, al otro lado de la ciudad.
Sonreí al recordar lo divertido que era cuando ella estaba. Me sumí en mis pensamientos, preparada
para otro día de ser el fantasma de mi clase.
Poco a poco se fue llenando el salón, añore el silencio que había cuando solo estaba yo. Ya eran
las 7 en punto; hora de comenzar clases, a la primera hora teníamos bloque de historia; mi materia
favorita. Pasados veinte minutos seguíamos solos en el salón, aún no llegaba el profesor, ya me
empezaba a impacientar; no podía soportar tanto tiempo la bulliciosa conversación del grupito de chicas
que se sentaban adelante. Pero, para sorpresa mía llego el director; todos se organizaron las corbatas del
uniforme, ordenaron puestos y se pusieron de pie.
-Buenos días- saludo el director, un anciano de escaso cabello teñido de negro. Tenía aspecto de
no haber dormido bien.
-buenos días- saludamos todos al unísono con voz automática, luego nos sentamos de nuevo.
El director nos miró con gesto solemne.
-Hoy llega a nuestra respetada institución un nuevo estudiante - hizo una pausa, todo el salón lo
miraba expectante- un estudiante que viene de otro país- su voz se lleno de orgullo- espero que lo hagan
sentir como en casa.
El salón se llenó de cuchicheos, todos estaban a la expectativa del nuevo estudiante, yo por mi
parte; no estaba muy interesada. Pero tenia que admitir que tenía curiosidad de ver al chico nuevo.
El director abrió la puerta del salón.
-ya puedes pasar- se dirigió a alguien que estaba en el pasillo.
Un muchacho alto, pálido, de cabello plateado cenizo entró por la puerta. Yo quede pasmada;
era Hell. Estaba vestido de paño negro, llevaba una corbata roja, se veía increíblemente apuesto. Entró
como flotando, se movía con mucho garbo; fue al lado del director, sonriente iluminando todo el salón
con su hermosura. Todas las chicas quedaron boquiabiertas, deslumbradas por la belleza del joven. Los
hombres –que eran minoría en el salón- le lanzaban miradas causticas al chico; y con razón, porque
todos ellos parecían sapos al lado de la asombrosa apariencia de Hell.
-mucho gusto- exclamó el chico con voz dulce y seductora- mi nombre es Patrick y es un placer
estar aquí con ustedes.
No se si era mi impresión pero en el momento en que él se presento mantuvo la mirada fija en
mi. El director se despidió de prisa y salió dando zancadas del salón, el muchacho se dirigió al puesto
[8]
vacio que estaba a mi lado; el antiguo puesto de Marcela. Mantuve la mirada fija en el piso evitando
mirarlo. Él se dejo caer ágilmente en el puesto.
-hola Agatha - saludó alegremente.
Me hice la desentendida.
-¿es que ya te has olvidado de mi?-preguntó él incrédulo.
Por fin lo miré a la cara, se veía mucho más apuesto de lo que recordaba.
-yo no te conozco, pero me eres muy familiar; ¿no será que tienes un hermano gemelo que se
llama Hell?- le dije con feroz sarcasmo.
Él me miro ceñudo.
-pensé que te alegraría verme- habló él con un tono herido.
-¿qué haces aquí?-dije mientras intentaba reprimir una sonrisa.
- cursar por…-se quedo callado mientras contaba con los dedos- Centésimo vigésima vez la
secundaria -dijo mientras sonreía con suficiencia.
Levanté una ceja.
-debes ser muy malo en el estudio para tener que repetir la secundaria tantas veces- me burle.
Él iba a contestar, pero se dio cuenta que cerca había una chica que estaba a punto de tocarle el
hombro con el dedo; él se volteo hacia ella. La chica dio un respingo del susto. Él le sonrió con
amabilidad dejando al descubierto sus dientes blancos y perfectos.
-hola- saludo la chica con excesiva amabilidad.
La observé, era Lila; o como le decían sus amigas “pequeño poni”. Era una chica de cara redonda
y regordeta, con la cara poblada de espinillas, tenía el cabello negro y grasoso.
-hola- respondió él con voz suave y aterciopelada.
Traté de no mirarlos pero me estaba pudriendo de los celos. Él me miraba de reojo para estudiar mi
reacción.
-mucho gusto mi nombre es lila
-hola lila- él pronuncio el nombre de ella con un tono de voz extremadamente seductor; Me miro
por el rabillo del ojo; frunció sus delgados labios al tratar de reprimir la risa al ver que yo me mordía el
labio del mal genio.
-mi nombre es Patrick- exclamo él en tono jovial, aún sin dejar de sonreír.
Como era de esperarse ella quedo boquiabierta.
-y ¿de que país vienes Patrick?-pregunto ella, mientras jugueteaba con su escaso cabello.
-de Inglaterra- contesto él.
-ah… que bien-exclamo con entusiasmo.
- Thank you very much Lila; you are very pretty- Exclamo él con marcado acento ingles.
Ella pareció no entender, pero sonrió de todos modos. Yo le lancé una mirada asesina a Hell.
-fue un gusto conocerte Patrick- dijo ella mientras se iba alejando poco a poco con paso torpe.
Finalmente dio media vuelta y se fue a su puesto, todas sus amiguitas la miraban con impaciencia;
supuse que era porque querían saber que le había dicho a “Patrick”. Hell me miraba fijamente.
-parece que eres muy popular entre las chicas “Patricio”- exclamé con socarronería.
- Aunque lo digas de esa manera aún suena bonito.-hizo una pausa y finalmente agregó: ¿es qué
acaso no te gusta el nombre?
- pero es que es un nombre poco elegante, me gusta mas Hell; suena mas… ¿Cómo te digo? Más
infernal- le espeté con sarcasmo.
- pero, ¿tú qué crees que pensarían todos si me hubiera presentado con ese nombre? Además
según mi visa yo me llamo Patrick.
Lo mire con incredulidad. ¿Él era extranjero? No parecía, hablaba español con fluidez.
-¿no pensaras acaso que vine a este país como un ilegal?- soltó una risita, y sacó del bolsillo
derecho de su pantalón una libretita de cuero verde- mira- me la dio- yo me llamo Patrick Vandervick.

[9]
Observé con curiosidad la visa de “Patrick”, Tenía el holograma de Inglaterra en la primera hoja, miré
más adelante; tenía varias paginas de otros países que incluían Francia, Alemania y Estados Unidos.
-Has viajado mucho, “patricio” pero no entiendo ¿por qué viniste a este país pudiendo haber ido
a Alemania o Francia?
Su expresión se volvió adusta.
-Cuando has pasado siglos en Europa te puedes aburrir, yo quería probar nuevas cosas y ver
otros paisajes.- dijo con parquedad.
Miré hacia todos lados, habían ojos curiosos que nos observaban; ¿será que habrán oído lo de “siglos”?
Me fije de nuevo en Hell, parecía que a él no le importaba en absoluto el hecho de que todos lo miraban,
él solo tenía ojos para mí. Solté una carcajada.
-¿qué es lo que te da risa?-preguntó él.
-es que –dije entre risas- todas las chicas te miran como si te fueran a comer.
Él enarcó una ceja
-¿de verdad?-pregunto él confuso.
-probablemente porque eres…-me detuve al no saber como continuar.
-¿soy qué?- dijo con gesto absorto.
-muy atractivo- mi voz se quebró, era admitir una dolorosa verdad.
-¿de veras lo crees?
-si, si no me crees mira detrás de ti- señale al grupo de chicas que lo miraba con avidez.
Él frunció el ceño y se dio la vuelta hacia las chicas; ellas lo saludaron al unísono, él saludo con la mano.
Todas soltaron un gritito de felicidad. Él se volvió hacia mí y sonrió con gesto pícaro.
-¿soy atractivo para ti?
Apenada, simplemente asentí con la cabeza.
-bueno, eso es lo que importa.
Me sonrojé.
-hoy no va a venir ningún profesor- afirmo él.
-¿por qué lo dices?-le pregunté.
-porque moví algunas de mis influencias- sonrío con suficiencia.- me aseguré de que hoy pueda
estar todo el tiempo contigo.
Me ruboricé.
Todas las cuatro horas pasaron muy rápido, estuvimos en silencio; contemplándonos el uno al otro. De
repente sonó el timbre de receso, me tensioné; probablemente tendría que estar todo el descanso con…
-¿me permites acompañarte?-dijo Hell interrumpiendo mis cavilaciones; estaba de pie y tenia la
mano extendida hacia mí.
Tome su mano fría como un tempano. Él sonrió, me quedé sin aliento ¿por qué tenía que ser tan
hermoso? Luego noté con desencanto que todos en el salón nos miraban, intenté con todas mis fuerzas
ignorarlos y concentrarme en la manifestación física de la belleza que tenia al lado.
Salimos del salón tomados de la mano, él sonreía de oreja a oreja. Bajamos a un patio que
estaba bajo techo; donde no entraba el sol. Me detuve en seco.
-¿qué pasa?-preguntó el en tono condescendiente.
-¿puedo preguntarte algo?-pedí tímidamente.
-claro- dijo sin dejar de sonreír, pero en sus ojos pude notar un atisbo de recelo.
-¿tú…-dudé- te vuelves ceniza bajo el sol? Es decir… ¿te mata?
Él profirió una risita.
-no; la verdad el sol no me mata, muy pocas cosas me pueden matar- el tono de su voz se volvió
lúgubre.
Me estremecí.
-el sol –prosiguió enseguida en tono informal- evapora el agua de mi piel y quedo como una uva
pasa. Es algo que es desagradable de ver.
[10]
Seguimos hasta el fondo del patio, hasta la esquina más oscura donde no llegaba el sol. Él se
tumbó en el piso con agilidad, luego se recostó en la pared. Yo me senté a su lado mientras lo observaba
fijamente. Él se quito la chaqueta, dejando al descubierto la camisa de satén negro que llevaba debajo,
ésta delineaba los contornos de los torneados músculos de su pecho. Se veía absolutamente hermoso.
-¿qué pasa?- preguntó él al ver que yo soltaba un suspiro al verlo.
-nada- dije con expresión torturada. Me sentía abrumada, no merecía estar al lado de ese
magnifico joven.
Hell levantó su brazo intentando abrazarme, yo me aparté; pero él, con un movimiento rápido;
me jaló, aprisionándome en sus brazos.
-¿por qué te comportas así conmigo?-le pregunté mientras hundía mi rostro en su pecho,
intentando escuchar su corazón, pero solo pude escuchar su respiración- ni siquiera me conoces bien-
murmuré contra su pecho.
-porque tú…-hizo una pausa- eres diferente.
Levanté el rostro y lo miré; se veía confundido.
-¿diferente?- Pregunté ofendida.
Él con su mano, presiono suavemente mi cara contra su pecho.
-eres diferente; porque te presentaste ante mi, como nunca nadie lo había hecho, viste en mi
más que un gato. No sabes cuanta gente he visto y nunca nadie había hecho eso, yo simplemente
pretendía ser un gato hambriento -soltó una risa amarga- ellos me llevaban a su casa y yo les quitaba la
vida. Así era como funcionaba, los mataba mientras dormían y salía de allí antes del amanecer…-hizo una
pausa- pero tú -prosiguió- fuiste un caso diferente, te despertaste y vi algo en tu mirada; no era miedo,
ni asco –se estremeció al pronunciar la palabra, pensé que era porque yo lo había abrazado con más
fuerza; intenté desasirme, pero él no me dejo- fue algo diferente, algo que no pude descifrar. No te iba a
morder, iba a irme; para que pensaras que todo fue un sueño, pero la sed no me dejaba en paz; así que,
tuve que hacerlo.
Sentí una punzada de tristeza; al pensar que por poco él no hubiera entrado en mi vida.
-y aunque -agregó- sabía que al dejarte viva me iba a meter en un lio, decidí que iba a correr el
riesgo.
Pasé saliva. Él recorrió mi cuello con sus glaciales dedos, tocando el moretón que me había
hecho.
Me así a él; inhalando la embriagadora fragancia de su piel. Nos quedamos allí un buen rato
sumidos en la penumbra.
De repente sonó el timbre.
-no quieres moverte ¿verdad?-preguntó él con ternura.
-si, quiero quedarme aquí- murmuré.
Él no se movió, yo quería quedarme allí con él y no ir a clases, pero cuando vi que el patio estaba
casi vacio me desasí de él; me puse de pie con dificultad, me tambaleé pero Hell estaba ahí para
sostenerme.
-¿pero tú como has podido…?
-soy muy rápido- respondió él anticipándose a mi pregunta.
Él me jaló del codo con suavidad y me condujo a las escaleras.
-no puedo darme el lujo de llegar tarde- dijo él arrastrando las palabras.
Subimos rápidamente por las escaleras, intentando llegar antes de que cerraran la puerta, pero era
demasiado tarde; ya estaba cerrado.
-discúlpame- le dije- fue por mi culpa que se te hizo tarde.
-relájate, yo solo bromeaba. Pero –sonrío- todos nos van a ver juntos.-dijo como si disfrutara la
idea.
Fui feliz por unos instantes pero luego caí en cuenta de que todas las chicas del salón me iban a hacer la
vida de cuadritos.
[11]
-No te preocupes yo voy a evitar qué te molesten- dijo él
¿Cómo diablos supo que eso era lo que me preocupaba?
Hell tocó la puerta del salón. Tragué saliva.
Abrieron la puerta; para sorpresa mía no era un profesor, si no una chica.
-¿tú eres el chico nuevo?- preguntó ella mientras nos dejaba pasar.
Él le dedico una deslumbrante sonrisa y entro al salón. Por desgracia todos nos contemplaban con
curiosidad. Entre en el salón con la mirada gacha; para no ver la expresión de todos, dando grandes
zancadas hacia mi puesto, finalmente llegué y me senté. Hell parecía muy contento; se había detenido a
hablar con un grupo de cuatro chicas, desde mí puesto pude escuchar la conversación:
-¿de verdad eres de Inglaterra?- se dirigió a Hell una chica pelirroja teñida; la reconocí su
nombre era Katherine.
- sí lo soy- contesto Hell en tono jovial.
- ¿por qué viniste aquí?- preguntó otra chica, la cual no tenía ni idea de cómo se llamaba. Era
rubia y con la cara tan roja como un tomate.
- vine por asuntos familiares- contestó él con una gran sonrisa, pude notar al verle la expresión
de que no le había agradado mucho la pregunta.
- bueno Patrick te voy a presentar a todas mis amigas, ella es Viviana- señalo a la chica rubia- ella
es Paola- señalo a una chica de nariz torcida y labio inferior prominente- , ella es Cindy –señalo a la chica
que tenia al lado- y yo Katherine.
Todas sonrieron con excesiva cortesía, Hell parecía estar algo distraído.
-¿ustedes conocen a la chica que se sienta al lado mío? –preguntó Hell mientras me señalaba;
yo, que lo miraba fijamente, desvíe la mirada.
Volví a mirar a las chicas, ellas me miraban con gesto de desaprobación. Le susurro algo al oído. Hell
seguía sin quitarme los ojos de encima.
- ¿acaso tú la conoces?- preguntó la rubia.
Hell esbozó una sonrisa.
-no, solo es que ella se ofreció a mostrarme el colegio y me pareció muy buena persona.-dijo él.
-no te fijes por las apariencias- masculló la chica del labio inferior prominente.- esa niña es rara,
no habla con nadie, además si uno le pide algo lo mira como si lo fuera a matar, y habla sola.
-sí- confirmo la pelirroja- esa niña es rarísima, una vez la vi haciendo círculos raros, yo le
pregunte qué que era eso y ella respondió que era una ciencia muerta de la edad media –al oír esto Hell
murmuró algo, pude entenderle la palabra “alquimia”- para mí que esa niña es una satánica.
-ah… ya veo- exclamo Hell mientras me miraba fijamente con gesto absorto.
-¿por qué no te sientas con nosotras?- le ofreció la pelirroja.
-gracias pero no- sonrió con picardía.
Se alejo lentamente de ellas y fue a su puesto. Se sentó y me observó con curiosidad. Finalmente dijo:
-No sabía que te gustaban las ciencias muertas.
-sí me agradan, -admití con timidez- debes pensar que estoy loca.
-no; yo no creo que estés loca, yo alguna vez vi algo de alquimia, y puedo asegurarte que no es
una ciencia muerta.- su tono de voz se torno intrigante.
-¿qué te dijeron esas viejas?-pregunté intentando ocultar mi curiosidad sobre la alquimia.
- nada- contestó él.

El resto del día paso volando, yo estaba ansiosa de llegar a mi casa y estar a solas con Hell; a la hora de la
salida todas la mujeres del salón hacían fila para despedirse de él, yo me hice la de la vista gorda hasta
que una chica le pidió su numero telefónico, ahí fue cuando lo cogí de gancho y dije:
-vamos Patrick que tenemos cosas que hacer.
Él les dijo adiós con un gesto y se fue conmigo. El instituto quedaba a diez cuadras largas de mi casa, así
que íbamos caminando. A pocos metros de mi casa; él se detuvo.
[12]
-¿qué pasa?- le pregunté.
- ¿qué pensara tú mamá si te ve conmigo?
-no se, pero no te preocupes ella nunca esta cuando yo llego del colegio.
Él sonrío y siguió andando. Al llegar a la puerta golpeé, pero nadie contesto; así que, saque las llaves de
mi maleta y abrí la puerta, cuando me volví hacia Hell; él ya no estaba.
-¿Hell…? ¿Patrick…?- lo llamé. Pero nadie contesto.
Decepcionada cerré la puerta y tiré la maleta al piso, subí arrastrando los pies hacia mi cuarto; estaba
oscuro, las cortinas estaban cerradas, pero pude verlo a él, Quitándose la corbata de su traje.
-¿Cómo has entrado?
- ya te he dicho soy muy veloz- sonrío con suficiencia.
- me debes muchas explicaciones- le reproché.-tienes que contarme todo sobre tu vida.
La sonrisa de su rostro se desvaneció.
- no lo entiendes ¿verdad?-dijo él en tono cansino.
-¿entender qué?
- que cuanto menos sepas de mi mucho mejor será para ti.
-¿por qué?
- porque… es complicado si te contara, simplemente olvídalo.
Decidí no insistirle más, pero de ningún modo lo iba a olvidar. Me acerqué a él, con la intención de
quitarle la camisa; No sabía el porque, pero tenía una ganas terribles de desnudarlo, tocarlo, besarlo…
Pero él cogió mis muñecas con sus manos.
-no hagas eso- me advirtió.
-¿por qué no?
-no lo hagas- dijo él con recelo.
- dame una buena razón- le dije casi desesperada, se me inflamaban las ganas de acariciarlo.
- la hay, pero no te la puedo decir.
-dime – le exigí.
-no- negó tajantemente.
-¿Por qué no?
Suspiró.
-no te vas a rendir ¿cierto?
-sabes que no.
Suspiró de nuevo, Me soltó. Empezó a desabotonarse la camisa.
Lo observé con curiosidad esperando a ver lo que ocultaba; él se quito la camisa, dejando expuesta la
piel nívea de su torso, no había nada fuera de lo común –obviando el hecho de que los músculos de su
pecho estaban perfectamente torneados-.
-¿ves que no era tan difícil?- dije en tono indulgente.
Él me miro ceñudo.
-No es mi pecho lo que trataba de esconder-hizo una pausa- era mi espalda.
Se volteó, yo quede boquiabierta.
En la espalda tenia tatuada una gran cruz negra rodeada de rosas rojas; la cruz resaltaba la palidez de su
piel.
-¿qué significa esto?- pregunté mientras recorría la cruz con mis dedos, su piel era
increíblemente suave.
Él se estremeció al sentir mis dedos sobre su espalda.
-Rosenkreutz-dijo al mismo tiempo que suspiraba.
-¿qué?
- RosenKreutz- repitió él en tono hosco.
-¿RosenKreutz?
- sí.- respondió en tono cortante
[13]
- ah… ¿es una pandilla o…?
- no; no es una pandilla -respondió con brusquedad.
Su tono de voz me intimidó, me aleje de él y me senté en la cama. Él; al ver que yo me alejaba, esbozó
una sonrisa tímida.
-perdóname, pero es que es mejor que no sepas nada de mí.
-¿por qué?- pregunté afligida.
- yo solo quiero pretender que soy normal, quiero olvidarlo todo- su voz se lleno de una antigua
amargura como si estuviera recordando algo muy desagradable.- intento huir de mi pasado ¿acaso es un
crimen intentar olvidar?- sus ojos eran grandes y heridos.
- no- le respondí secamente.
Él se sentó a mi lado, me rodeó con sus fuertes y delgados brazos.
-solo quiero estar junto a ti y pretender que nada ocurrió.- me susurro al oído.
- perdóname- dije- no era mi intención hacerte sentir mal.
- shh… calla – dijo con ternura- no es tu culpa sentir curiosidad hacia mi, es normal sentirla. De
todos modos, no todos los días tienes la oportunidad de conocer a un monstruo como yo- rió
amargamente.
- no digas eso- discrepé en tono herido.
- pero tengo razón ¿no?- hizo una pausa- soy un monstruo chupa sangre.
- ¡para mi no lo eres!- grité inconforme.
- gracias- dijo él mientras nos recostábamos sobre mi cama.
Yo lo abracé con fuerza, estaba dispuesta a compartir mi insulsa vida con un completo desconocido. Me
recosté sobre su gélido pecho; acaricié su piel con mis dedos. Él; al sentir el contacto, profirió un gruñido,
más animal que humano. Me detuve de inmediato y me desasí de él. Él me miro con ojos convulsos,
obsesivos.
-¿Te inspiro repulsión?- preguntó él afectado.
- no, es que me asustaste ¿es qué no te agrada que te toque?
- no era mi intención asustarte- se excuso él tímidamente- lo que pasa es que tus dedos me
queman deliciosamente la piel, no pude evitar gruñir ante placer.- él hizo una pausa al caer en cuenta de
lo que había dicho- Pensaras que soy un degenerado,- agregó apenado- Perdóname.
-No creo que seas un degenerado, a mi me agrada que te guste.- le dije ruborizándome.
Él sonrió, tomó mi mano y la puso sobre su pecho. Se estremeció.
-tu calor…-hizo una pausa- es extremadamente placentero- dijo él mientras cerraba lo ojos.
Me volví a recostar sobre su pecho, luego empecé a recorrer los contornos de sus músculos con mis
sonrosados dedos. Lo oí contener la respiración.
-¿por qué resultaste en mi colegio?
-Quise acompañarte.
-¿cómo supiste donde estudiaba?- le pregunté desconcertada.
-simplemente miré tus cosas mientras dormías,- su risa ahogada sacudió la cama- vi tu uniforme
y tu carnet del colegio.
-¿y cómo te pareció?- le pregunté, intentando ocultar mi felicidad por el hecho de que él había
ido al instituto solo por mí.
- es horrible- respondió él en broma- todos en ese lugar son demasiado pretenciosos y lo peor
de todo es que todas las mujeres trataron de imaginarme desnudo.
- ah… ¿vez que yo tenía razón?
- si, pero lo mas frustrante fue que tú no trataste de hacerlo; Yo quería despertar en ti
pensamientos pecaminosos.- su voz adquirió un tinte de socarronería.
- vaya… ¿qué piensas que soy? ¿Una degenerada?- le grité con fingida indignación, él no había
despertado en mí pensamientos pecaminosos; pero si otras cosas…
- solo era una broma- se disculpó de inmediato.
[14]
Empezó a reírse con ganas.
- si es que no te gusta que la gente piense cosas raras entonces no salgas a ningún lado te puedo
asegurar que vayas a donde vayas todo el mundo va a hacer lo mismo.
- ¿pero es que no pueden ser mas disimulados?-preguntó
- no es culpa de ellos que tú seas tan hermoso.-Me sonrojé al caer en cuenta de lo que acababa
de decir.
- pero- dijo para cortar la incomodidad del momento- hubo algo que me llamo mucho la
atención. – Hizo una pausa- para la mayoría de personas de tu salón eres invisible, es como si fueras
translucida como si fueras un…
-…fantasma – lo interrumpí.
- si, un fantasma ¿por qué te gusta pasar desapercibida? No lo entiendo, para la mayoría de
personas ser ignorado es la peor ofensa que pueden recibir y a ti; por el contrarío, parece agradarte.- por
el tono de su voz intuí que estaba desconcertado.- dime ¿por qué te gusta ser ignorada?
- no se, es algo que yo no podría explicarte, ni yo misma lo se.
Me solté de él. Lo mire a la cara con expresión sería.
-¿puedo preguntarte algo?- pedí.
Noté que la expresión de su rostro se endurecía. En sus ojos brilló el recelo.
- Fire at will3- respondió.
-como prefieres que te diga ¿Hell o Patrick?
Su expresión se suavizó; esbozó una sonrisa.
-yo creo que cuando estemos afuera Patrick. Pero -hizo una pausa mientras se levantaba de la
cama y ponía su rostro a escasos centímetros del mío- cuando estemos a solas me puedes decir Hell.
Me acerqué más a él, avisándole con la mirada lo que pretendía; pero él puso su dedo índice sobre mis
labios.
-¿pero…?
-shhh… alguien viene- dijo él en voz baja.
En cuestión de segundos, él desapareció dejando en su lugar un gato blanco.
-¿es mi madre?-pregunté con desgana.
El gato asintió con la cabeza. Me puse de pie de inmediato, recogí la camisa que Hell se había quitado; la
enrolle y la guardé debajo de mi almohada. De repente se abrió la puerta de mi cuarto.
-hola- saludó mi mamá.
- esto… hola
- ¿pero por qué este cuarto esta tan oscuro?- dijo ella mientras abría las cortinas de mi cuarto.
- mamá es que al gato no le gusta la luz- le respondí con los ojos entrecerrados tratando de
acostumbrarme a la tenue luz del crepúsculo que se filtraba a través de la ventana.
Rápidamente cogí al Hell en mis brazos y fui a cerrar las cortinas.
-así esta mejor- dije mientras acariciaba la cabeza al gato.
- y ¿cómo te ha ido con este gatito?- preguntó mi mamá mientras intentaba acariciar al gato,
pero no pudo porque él le gruño- ¿ya le pusiste nombre?-dijo mientras alejaba la mano del gato.
- si, se llama Hell- dije mientras miraba al gato ronronear tiernamente en mis brazos- ¿cómo te
fue?- agregué para sacar otro tema de conversación.
- bien- suspiró mi mamá- pero me temo que tengo que irme por una semana, y el avión sale hoy.
Perdóname pero tendrás que quedarte sola.
Por lo general cuando mi madre tenía que irse me entristecía pero esta vez no; eso significaba que podía
quedarme toda la semana con Hell. Mi corazón se acelero de emoción. ¡Si!. Dije para mi fuero interno.
-que mal mamá- exclamé con simulada tristeza. Cosa que no me preocupó; ya que, mi madre era
muy poco perceptiva.

3
Expresión que se utiliza para decir dispara a voluntad
[15]
- pero lo mejor es que no vas a estar sola porque tendrás de compañía a este adorable gatito.-
dijo ella tratando de animarme.
¡Ja! Adorable gatito, más bien un magnifico joven.
- pero no va a ser lo mismo sin ti mami- traté de que sonara como farfullo patético.
- tranquila, voy a dejarte la tarjeta de crédito ¡la que tiene dos millones de limite!
Ese era siempre el error de mi madre, pensar que el dinero lo solucionaba todo. ¿Acaso cree que solo la
voy a extrañar por el dinero?
-gracias mamá- agradecí con falsedad; no estaba de humor para discutir lo de el amor y el
dinero.
- puedes ir de compras mi amor; ve y cómprate algo de ropa.
Le dediqué una sonrisa fingida.
-Pero no compres nada de ropa negra, el negro no te va- comento ella en tono casual.
- no; no lo hare mamá.
- me voy a empacar.
Mi madre salió de mi cuarto y fue a su habitación. Yo la seguí, aún con Hell en mis brazos. Me senté en la
gran cama de madera de caoba de mi madre.
-Y ¿como te fue en el colegio?-me preguntó mi madre mientras sacaba su gran maleta de piel de
cocodrilo.
- hoy vino un chico nuevo- le comenté en tono informal- vino de otro país.
Mi madre enarcó una ceja.
-¿Y es guapo?- preguntó mi madre.
- ¡mamá!- le recriminé.
- ¿qué? Es normal preguntarlo si eres una chica.- dijo con gesto pícaro.
-pero dime ¿es guapo?- insistió ella de nuevo, mientras metía en la maleta varios vestidos finos
envueltos en bolsas.
- no te imaginas cuanto- respondí abochornada.
Hell en mis brazos profirió una risita, yo le lancé una mirada caustica.
-y ¿como es?- preguntó mi mamá desinteresadamente mientras sacaba sus zapatos marca Gucci
del armario.
- es albino
- ¿albino?- preguntó mi madre mostrando poco interés en el tema, supuse que lo preguntaba
para hacerme ver que mi vida era interesante para ella.
- si, es pálido y de cabello claro; además creo que es un vampiro.
Hell se puso rígido al escuchar la palabra “vampiro”
- diablos- murmuró ella sin poner atención a lo que yo le decía, estaba mas preocupada en cerrar
bien la maleta.
- bueno, creo que ya termine.- dijo ella con suficiencia.- ¿Qué era lo que me decías?
- te decía lo lindo que es el chico nuevo
- ah… sí, que bien que por fin te intereses por un chico- dijo en tono informal mientras cogía la
maleta- ¿y como se llama? – pude percibir curiosidad real en su voz.
- Patrick
Mi madre miró el reloj.
-diablos- masculló ella- tengo que irme ya - me dio un beso en la mejilla- adiós.
- adiós mamá.
- no olvides comer, quiero verte viva cuando vuelva- dijo ella en broma.
- si claro mamá no lo olvidare
Ella salió del cuarto escopetada, tirando de la pesada maleta. Bajo las escaleras, yo dejé a Hell en el piso
y fui detrás de ella.

[16]
-Recuerda comer- dijo ella con gesto apremiante en el umbral de la puerta. Me dio la tarjeta de
crédito.
- si mamá.- respondí en tono cansino mientras recibía la tarjeta.
Salió de la casa cerrando la puerta tras de sí, Suspiré. Al fin solos. Pensé. Sentí unos fuertes brazos que
me rodearon la cintura; pegué un respingo.
-deberías estar más triste -me susurró al oído una voz seductora.
- ¿por qué debería estarlo?- me volteé quedado de frente a Hell.
Él había vuelto a tomar forma humana, todavía llevaba el torso desnudo; sonreía de oreja a oreja.
-porque tú única compañía es un gato.
Empecé a empujar suavemente a Hell, hasta la sala.
-Y ahora que estamos solos…- Hell dejo la frase sin completar, insinuado algo.
- terminemos lo que dejamos en veremos- le propuse.
Hell me tumbó sobre el sofá blanco que había en la sala; se acomodo sobre mí.
-¿y qué fue lo que dejamos inconcluso?- preguntó con gesto curioso.
- un beso.
Él torció las comisuras de sus labios, esbozando una sonrisa. Se acerco a mí y presiono suavemente sus
labios contra los míos, hundió sus manos en mi cabello; lo rodeé con mis brazos, tratando de acercarlo
más a mí, entorné los labios. Él me beso igual que la primera vez; pero, esta vez fue más agresivo,
moviendo sus labios con vehemencia; luego, él mordisqueo mi labio inferior. Me desasí de él, me ardía
donde me había mordido; toque mi labio, estaba sangrando. Observé a Hell; pude ver la excitación en
sus ojos.
-pero… ¿por qué me has…?
Él se acerco de nuevo y lamió mi labio con delicadeza. Yo sentí que me derretía.
-Que delicia- susurró él extasiado.
¿Hell se habría dado cuenta de lo seductora que sonaba su voz?
- ¿mi sangre o el beso?
- tu sabes que los dos- dijo mientras curvaba sus labios esbozando una sonrisa que dejó al
descubierto sus colmillos blancos y perlados.
- ¡tus colmillos han salido!- exclamé asombrada.
- si; no es de sorprenderse -rió entre dientes- reaccionan ante el olor a sangre.
- ¿tienes sed?- le pregunte tímidamente.
Él guardó silencio, era obvio que si.
-¿por qué no bebes de mi?
Hell se acercó a mí nuca y la besó, sentí un delicioso hormigueo en mi piel.
-¿me permites? -murmuró él contra mi nuca.
- si
Apenas sentí entrar sus colmillos; me imaginaba que iba a desmayar, ya que la primera vez que me
mordió me había quedado inconsciente; pero esta vez no, sentí como si me inyectaran una droga; una
sensación fantástica recorría mi cuerpo, era un placer indescriptible. Me aferre a él; y note como se iba
volviendo su piel más cálida a medida que succionaba mi sangre. Yo no quería que él parara; quería
morir en éxtasis, perder mi vida en sus brazos.
Finalmente, él se detuvo.
-casi no puedo detenerme- dijo él con voz ronca mientras se ponía de pie.
- pero… yo… - mascullé confundida.
Me sentía mareada y desorientada; pero, extrañamente estimulada.
-ahora tienes que dormir; y luego comer un poco- me dijo él con tono imperioso.- creo que debí
haberme detenido antes; te vez pálida -en su voz se notó la preocupación- perdóname.
- no te disculpes- traté de confortarlo, pero me empecé a sentir soñolienta- no te sientas mal, no
es tu culpa.
[17]
- por favor duerme, descansa- dijo él con ternura.
- si me duermo ¿me prometes que cuando despierte vas a estar aquí?- le pedí en un susurro.
- si, duérmete de una vez- me exigió el en tono afable.
Incapaz de mantenerme despierta por más tiempo me hundí en un sueño profundo.

Doble personalidad

Desperté; confundida. Estaba sobre la cama de mi madre; aún llevaba puesto el uniforme. Me incorpore
y me puse de pie, la habitación de mi madre estaba oscura, alguien había corrido las cortinas. La
habitación de mi madre tenía un tocador que ocupaba mucho espacio, un televisor de pantalla plana y
un armario casi tan grande como mi cuarto, mi madre siempre ha sido fanática de vestir a la moda;
cuando algo estaba pasado de moda simplemente lo guardaba y no se lo volvía a poner. Mi madre gasta
mucho dinero en rompa, bolsos y perfumes. Yo nunca le decía nada, total ella se lo merecía.
Fui hasta la gran ventana tapada por las cortinas y la abrí; era de día. Me asuste ¿Cuánto habría
dormido? Encima del tocador de mi madre había un reloj de pulso; lo mire eran la 1:45 pm. ¡El colegio!
Pensé. Pero recordé que hoy era sábado o al menos eso creía. Miré mi triste reflejo en el espejo del
tocador; era la misma chica delgada de siempre pero me veía más pálida que de costumbre;
probablemente por la pérdida de sangre, tenía el saco del colegio untado de sangre al igual que el cuello
de la camisa.
-¿Hell?- exclamé. Pero nadie contesto.
Salí de la habitación de mi madre; miré en el estudio pero no había nadie, fui hasta a mi cuarto y allí
estaba. Parecía un muerto; acostado boca arriba con las manos sobre el pecho, con los ojos cerrados. Ya
[18]
no tenía el torso desnudo; porque llevaba una camiseta de manga corta, negra estampada con el logo de
Misfits que dejaba ver los músculos de sus brazos ¿Hell conocía a Misfits? Tenía un Jean desgastado
negro y Vans con murciélagos rojos estampados. ¡Que gracioso! Pensé.
Sacudí a Hell para despertarlo pero no pude; parecía que estaba… No eso no. Pensé; de todas maneras él
ya lo está.
Decidí irme a bañar, salí de la habitación y me metí al baño. Me bañe meticulosamente el cuello,
limpiando la sangre seca. Al terminar salí del baño envuelta en una toalla. Decidí ponerme un vestido de
cuello en V negro con franjas blancas. Cuando estuve vestida y peinada decidí ir a ver si Hell había
despertado; pero, aún seguía inmóvil como una estatua, me acerqué a él para mirarlo de cerca. Parecía
que no respiraba; ni siquiera su pecho se movía. Me aoville en el suelo, recostando mi cabeza contra la
pared.

Contemplé fijamente la inmóvil figura de Hell ¿Qué diablos estaría haciendo él? ¿Durmiendo? Pero hasta
donde yo sabía los vampiros no duermen; entonces: ¿Por qué parecía dormir? ¿Tenía algo que ver el
hecho de que fuera de día? No; eso era imposible, porque ayer él estuvo despierto en el colegio.
Me puse de pie y fui al tocador de madera negra que mi madre me había regalado alguna vez con la
árida intención de que me maquillara. Observe mi cuello, en el lado derecho había un leve morado que
casi no se veía; y, al lado izquierdo se veían unas marcas de dientes. Recordé la sensación que había
sentido cuando él me mordió; no había sido dolor, si no, un agradable placer.
Volví a mirar a Hell; seguía igual, se veía tan indefenso. Contemplé su rostro, noté un tenue rubor en su
cara habitualmente nívea. De repente; recordé lo que me había dicho Hell; tenía que comer, aunque la
idea me causara repulsión tenía que hacerlo, porque no quería que mi madre se diera cuenta de que
tenía anemia y peor ahora que Hell bebía de mí. Salí del cuarto teniendo cuidado de no hacer ruido;
cerré la puerta, bajé las escaleras para ir a la amplia sala y me dejé caer en el sofá blanco, donde Hell me
había hecho suya. Me abalance sobre el teléfono y llame a mi restaurante vegetariano favorito. Después
de veinte minutos llego mi comida; la cual devoré con avidez, casi ni saboree el puré de garbanzos,
cuando termine de comer subí de nuevo a mi habitación a esperar a que Hell despertara.
Cogí mi Reloj de bolsillo de FMA4 y mi ipod de encima de la mesa de noche que estaba al lado de mi
cama, lo mire eran las 3:00 pm; habían pasado dos horas desde que me había despertado, prendí el ipod
y puse a reproducir una canción de los Rolling Stones. Mientras sonaba me senté en el piso. Al acabar la
canción empezó “love like winter5”. Que irónico. Pensé.

…Esta hecha de azúcar y hielo…


…ella quería amor, quería probar sangre…
…ella mordió mi labio y bebió de mí…

Era inevitable reírse; solo había que cambiar “ella” por “él” y todo encajaba ¿Quién lo hubiera pensado?
Cuando terminó la canción comenzó “vampira”, pase a la siguiente “vampire heart 6”, pasé a la siguiente
“The hunger7”.

…nosotros somos los niños hambrientos…


…Queremos vencerla, la sangre sacia el hambre…

4
Abreviación de full metal alchemist

5
En español: amor como invierno

6
En español: corazón de vampiro

7
En español: el hambre
[19]
…la sangre sacia el hambre…

Me quité los audífonos, había olvidado que la canción hablaba de la sangre que calma el hambre ¿acaso
no tenía música que no hablara de vampiros?
Apagué el ipod y lo dejé en el piso con furia. Suspiré, Hell aún seguía dormido.

No fue hasta el anochecer que Hell despertó, se levantó intempestivamente, de golpe; como si hubiera
pasado poco tiempo desde que se había dormido.
Me sobresalté.
-buenas noches- saludo él alegremente con gesto despreocupado- ¿has dormido bien?
- sí, pero no tan bien como tú.
Él soltó una carcajada.
-Si creo que tienes razón
-¿de verdad has dormido?- él me miro con gesto confundido- bueno es que yo pensé que los
vampiros no dormían- le pregunté sin poder contener la curiosidad.
- Normalmente no lo hacemos -respondió en tono informal- es solo cuando hemos disfrutado
de una sesión de alimentación.- respondió en tono socarrón.
- ¿pero por qué la primera vez que me mordiste no te quedaste dormido?
- por que solo bebí un sorbito- hizo una pausa- pero esta vez -esbozó una sonrisa amenazadora-
bebí unos 60ml de sangre.
Inconscientemente me llevé la mano al cuello.
-perdóname- se disculpo él de inmediato.- no debería hablar de esto como si fuera algo común y
corriente. No es mi intención asustarte.- dijo avergonzado.
- tranquilo, es normal para ti. No te preocupes no hay problema.
Él no me miró a la cara, tenía la mirada fija en el piso. Algo llamo su atención, se inclinó a recoger algo;
era mi ipod. Lo miró un rato, mientras fruncía los labios en un intento de reprimir la risa.
-¿de qué te ríes?
- Te gusta el buen punk, pero tienes música horrible aquí- dijo mientras reía con ganas.
- ¿qué música?- le pregunté con enojo, siempre me había enorgullecido de mis gustos musicales.
- AFI, HIM ¡por favor! Que música tan terrible- se moría de la risa.
- Pero es poquita; tengo mas de los ramones y de Misfits.- me excusé.
-bueno si tienes razón, pero eso no es excusa- dijo mientras trataba de dejar de reírse.
- ¿y tú con que derecho vienes a burlarte de mis gustos musicales?- le reproché.
- mira, yo vi el auge del punk; el nacimiento del metal y puedo decirte que esos grupitos
aficionados de nenitas que chillan como perros no es música.- me echó en cara.
- yo no sabía que te gustaban los Misfits- le espeté mientras señalaba la camisa que llevaba
puesta.
- si me gustan- admitió él- fueron originales en su época. Además- agregó con sorna- sus
canciones describen bien la sed de sangre.
- ah… si fantástico y más para ti ya que te puedes identificar con ellas- le dije en tono sarcástico.
Con un movimiento ágil me tomó en sus brazos y puso sus glaciales labios sobre mi nuca.
-no deberías bromear con eso- me advirtió él con ferocidad- no sabes cuanto deseo beber hasta
la ultima gota de tu sangre, y puede ocurrir mientras duermes –lamio mi nuca. Suspiré- puedo sentir tu
sangre fluir debajo de tu piel; me muero de ganas por dejarla correr libre, impregnar tu lindo cuerpo,
lamerlo y…- enmudeció ipso facto.
Hell me soltó tan rápido que casi me fui de bruces contra el suelo, pero logré mantener el equilibrio.
-¿he sido muy brusco? ¿Te he asustado?- preguntó él preocupado.
-no- contesté de inmediato.
[20]
Estaba estupefacta porque debería temerle a esas palabras, pero en vez de eso me habían agradado.
¿Acaso estaba volviéndome loca? No, yo ya estaba loca; pero loca por él.
- dispénsame; es que a veces sale a flote mi antiguo yo.- se disculpo él solemnemente.
-¿tu antiguo yo?- pregunté atónita.
El rostro de Hell se torno huraño, como si hubiera dicho más de la cuenta.
-Si; pero por ahora es mejor que dejemos así- respondió él con voz hosca.
De nuevo él con sus evasivas. Habían tantas cosas que no sabía de él, y a pesar del poco tiempo que
llevábamos juntos, no podía imaginar como sería mi vida si él se fuera igual como llegó; de la nada, de
improvisto. ¿Qué diablos iba a hacer yo si él me dejaba?
Empecé a llorar en silencio sintiéndome estúpida ¿por qué me sentía así? Lo necesitaba; quería que me
abrazara, quería que él confiara en mí; como una garantía de que se iba a quedar a mi lado. Y si no era
así; era mejor ahogarme en el éxtasis que solo él me podía proporcionar y nunca despertar.
Hell se acercó a mí y me miró, abatido.
-perdóname- dijo él mientras me levantaba el mentón con su fría mano- te he hecho llorar, no
merezco que derrames tus lagrimas por mi –sus ojos eran sorprendentemente tiernos- soy muy poca
cosa.
- ¡no digas eso! –protesté entre gimoteos.
Me abrazo; mientras que, con su mano recostaba gentilmente mi cabeza sobre su hombro. Nos
sentamos juntos en el suelo
-cálmate, comprendo perfectamente porque lloras. No te preocupes no te voy a dejar. Pero
entiende que por ahora no es prudente que sepas; o por lo menos no hasta que descubra si en realidad
eres tú.
Aquí vamos de nuevo.
-¿por qué siempre que tratas de responderme algo termino más confundida? – sollocé.
- es que suelo hablar más de la cuenta- dijo él tratando de animarme.
- si vamos a estar juntos debes dejar esa maña- le reproché. Ya había empezado a calmarme.
- ¿estar juntos?- preguntó él incrédulo.
- si; ni creas que voy a dejarte escapar después de todo lo que ha pasado.
- ¿estarías dispuesta a estar a mi lado?
- si
- ¿sin importar que beba sangre?
- si
-¿te irías conmigo ahora?
-si
-¿aunque no sepas nada de mi?
- si
-¿y por qué harías tal cosa?- Hell parecía divertido con la situación.
- porque estoy enamorada de ti.
- tienes que estar loca para enamorarte de alguien que conociste hace dos días.
-¿y tú por qué dices eso?
- porque alguna vez me paso lo mismo.
-¿si? ¿Y cuando fue eso?
-hace dos días.
-¿entonces tú también estas loco?
- me temo que si - intuí que sonreía.
- y me puedes decir ¿conozco a la persona de quien te enamoraste?
- si, yo diría que si.
-¿y como es?

[21]
- es pálida, tiene el cabello castaño y largo, ojos color miel; es una chica loca, no tiene amigos y
escucha una música horrorosa.
- ¿ah… si?
- además tiene una extraña fascinación por las ciencias muertas, es el fantasma de su clase y hoy
parece que se ha escapado de una cárcel- rió.
- de una cárcel ¿Por qué?
- si, porque lleva un vestido negro con blanco. Aunque tengo que admitir que se le ve bien.
- ¿qué más sabes de ella?
- que ella no le agrada mucho su nombre, le gusta la historia y la filosofía, tiene una caligrafía
desordenada, mala ortografía, es vegetariana, tiene una deficiencia de vitaminas, habla dormida, es muy
celosa, su grupo de sanguíneo es AB positivo.
-ah… y se me olvidaba algo -agregó- ella escribe un diario que esconde en el primer cajón del
lado derecho de su tocador, y debo decir que es un escondite poco original porque siempre causa
curiosidad mirar hasta el fondo de un cajón y más si es donde se guarda la ropa interior.
Había olvidado la existencia de ese diario, era algo que evitaba recordar; algo que el psicólogo había
ordenado que hiciera pero hace meses que no escribía en el.
- ¡has esculcado mis cosas!- lo culpé indignada. Aún estaba recostada sobre su hombro.
-¿Qué mas podría hacer mientras dormías?
- ¿lo has leído?
- si, pero no te preocupes es que escribes de una forma tan enredada que no entendí lo que
decías -rio entre dientes- la única información útil que conseguí fue la talla de tu brasier, y tengo que
decir que eres muy voluptuosa para ser tan delgada.
-¡¿qué?!- refunfuñe.
-es broma, es broma; no lo tomes tan enserio- se disculpo avergonzado.
Traté de levantarme; pero él no me dejó.
-¿Es qué quieres moverte? ¿Estas incomoda?-preguntó él temerosamente.
-no; no quiero moverme de aquí.
Hell acaricio mi cabeza; despeinando levemente mí cabello.
-y… ¿ahora qué?- le pregunté
- ¿qué de que?
- ¿qué vamos a hacer?
-dejar que las cosas fluyan con naturalidad.
- ¿sabes? –Agregó- recordé que cierta damisela tiene que comer porque ha perdido mucha
sangre.
-¿tengo que hacerlo?
-si- me exigió él.
Me levanté y mire su rostro; él estaba sonriente, se puso de pie y me extendió la mano para ayudarme a
poner de pie.
-¿qué quieres comer?- me pregunto en tono casual- pide lo que quieras yo invito. –me guiño un
ojo.
-no se, escoge por mi.
- tú sabes que escogería yo, y no creo que te agrade.
-eh… pues pidamos algo a domicilio.
- no; vamos a salir, tengo ganas de sentir el aire de la noche.
Miré el reloj de bolsillo, eran las 9:00.
-¡que tarde es!- no me había dado cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo.
-no te preocupes por eso. Ponte un abrigo, no quiero que te enfermes.
Cogí mi abrigo a regañadientes. Bajamos las escaleras y salimos de la casa. La noche estaba despejada,
las estrellas y la luna se veían claramente.
[22]
-¿A dónde quieres que te lleve en tu primera cita?- preguntó él mientras me cogía de gancho.
Me sonroje, era bonito pesar que iba a tener una cita con el hombre más perfecto del mundo.
-no se por lo general nunca salgo de la casa.
- ¿pero entonces a donde vamos? Yo soy nuevo en este país y no conozco ningún lugar bonito
para llevarte.
- pues no se.
-¿te parece si vamos al hotel donde me quedo a recoger mis cosas?
-si, vamos- respondí de inmediato. No había que pensarlo mucho; ya que, eso significaría que él
no tendría que irse de mi casa.
Hell se quedo pensado con gesto inescrutable.
-¿qué pasa?- le pregunté
-es que estoy pensando cual es la mejor forma de ir al hotel.-dijo mientras se cogía el mentón
pensativo.
-¿Cómo así?
-¿quieres llegar allá rápido?- me preguntó el expectante.
- pues si, supongo.
Él me levantó del suelo, y me sostuvo en vilo.
-¿estás cómoda?- me preguntó tiernamente.
¿Qué pretendía hacer? ¿Convertirse en animal y llevarme volando?
-si- le respondí mientras me aferraba a él.
- agárrate fuerte- dijo él
De repente Hell saltó; pero la altura que alcanzó era imposible, de un solo salto había llegado al techo
de un edificio con paredes de vidrio que quedaba frente a mi casa. El viento frío de la noche soplaba con
fuerza, sentí un vacío en el estomago, Grité de pavor.
-¿Que pasa? –preguntó él consternado.
- ¡no me agradan las alturas!- chillé desesperada.
Él soltó una risa suave y reconfortante.
-no te asustes, estas conmigo; no voy a soltarte.
- pero tengo miedo.
-entonces cierra los ojos; amada mía- susurró en mi oído.
Hell me besó en la mejilla. Yo, cerré los ojos con fuerza; no era tan malo si no veía el vacío que había
debajo de mí. Sentía el viento acariciando gentilmente mi rostro. Parecía que Hell no estaba agitado; su
respiración era acompasada y tranquila, al contrario parecía que disfrutaba el paseo.
-me encanta sentir el viento de la noche- dijo él alegremente.
-¿ya llegamos?- pregunté temerosamente con los ojos cerrados y el rostro hundido en el pecho
de Hell.
-Aún hace falta un poquito, pero ahora tenemos que caminar –rio entre dientes- seria raro que
me vieran saltar por los tejados de las casas.
Sentí de nuevo el vacio en el estomago, Estábamos cayendo. Después de un momento se escucho un
sonido atronador; Hell había aterrizado ¿acaso caímos de tan alto que la caída sonó tan duro?
-ya puedes abrir los ojos- Dijo él con voz afable.
Abrí los ojos; estábamos en tierra. Hell me dejo suavemente en el suelo.
-ahora hay que caminar un poco.
Me incorpore rápidamente; observé la calle, estábamos en un callejón oscuro.
-¿Qué lugar es este?- le pregunté a Hell confundida.
-No creas que me quedé en un sitio para plebe; lo que pasa es que tenía que caer en un lugar
donde nadie me viera; tú sabes, por eso de guardar el secreto de mi naturaleza.
- ah… si tú lo dices.

[23]
Hell tomó mi mano y me condujo a la salida del callejón. Al salir a la calle principal pude identificar el
lugar. Estábamos a las afueras de la cuidad; ese era la parte mas elegante y lujosa. Aquí era donde
quedaban las tiendas de diseñador que mi mamá visitaba con mucha frecuencia.
- ¿dónde queda tu hotel?-le pregunté cuando empezamos a caminar.
- unas calles mas allá- dijo mientras señalaba la esquina donde estaba la tienda de bolsos
favorita de mi madre.
- ¿el “Royal Park Hotel”?
- si, así se llama ¿cómo lo supiste?- me preguntó el impresionado.
- allí es donde han habido reuniones y congresos a los que va mi madre.
-¿en qué trabaja tu madre?- preguntó él con curiosidad.
-Es gerente de marketing a nivel internacional de una empresa de textiles o algo por el estilo.
-ah… no sabía eso- dijo él desconcertado.
- ¿cómo has pagado un hotel así? Hasta dónde se es muy costoso.
Él frunció el ceño.
-¿acaso piensas que no tengo dinero?- preguntó estupefacto.
- pues…- dejé la frase inconclusa.
Soltó una sonora carcajada, todos en la calle nos voltearon a mirar.
-para tu información -sonrío con suficiencia- soy mas rico que la reina de Inglaterra.
-¿a si?- le dije incrédula.
-si no me crees igual no es mi problema- me espetó con sorna.
Cuando íbamos a pasar la calle; Hell me cogió del codo ¿acaso piensa que soy una niña pequeña?
Al llegar a la otra acera; él me soltó. Caminé en silencio el corto trayecto; me moría de la piedra cada vez
que pasaba una chica que miraba a Hell como si se lo fuera a comer. Finalmente llegamos al hotel; seguía
igual como lo recordaba, vestíbulo iluminado por un gran candelabro de cristal, piso de mármol blanco
pulido; tapetes lujosos, muebles de terciopelo rojo y paredes de color crema decoradas con cuadros de
artistas famosos. Fuimos hasta la recepción; donde una Mujer de pelo negro cogido en una cola de
caballo nos atendió, y como era de esperarse ella desnudó a Hell con la mirada.
-¿A llegado alguna carta para mí?- preguntó Hell a las recepcionista con voz seductora.
- Si Joven Patrick- contestó la mujer con excesiva amabilidad, mientras me lanzaba una mirada
asesina.
La mujer sacó una carta y se la entregó a Hell; Él la recibió, la observó fijamente y esbozó una sonrisa.
-Gracias- dijo Hell mientras doblaba el sobre y lo guardaba en el bolsillo del pantalón.
-vamos,- tomó mi mano- tienes que comer algo.
-Claro, mi querido – dije arrastrando las palabras.
Hell me sonrío, mientras que la recepcionista me fulminaba con la mirada. Pasamos al lado de la gran
fuente que quedaba en la entrada del restaurante del hotel. El restaurante era grande, lleno de mesas
con manteles blancos y centros de mesa hechos de flores vivas. Estaba medianamente lleno; Hell me
jaló hasta la fila del Buffet.
-¿crees qué haya comida vegetariana?- preguntó él
-si, la otra vez que vine comí aquí con mi madre.-respondí mientras cogía un plato.
Nos formamos en la fila; Hell hizo que me echaran montañas de comida, yo no iba a poder con todo eso.
Fui hasta la mesa que quedaba en la esquina más lejana, Hell que llevaba mi plato y lo puso sobre la
mesa.
-voy a pagar la cuenta, espérame aquí- dijo él con voz afable.
Él se fue hasta la caja, yo observé el plato ¿como diablos me iba a comer todo eso? Cogí el tenedor y
pinche un trozo de zanahoria hervida, me lo lleve a la boca, lo mastiqué y lo trague con dificultad. Iba a
ser una larga noche.

[24]
Después de un rato llego Hell, con la carta que le había llegado en las manos; sonreía de oreja a oreja,
probablemente serían buenas noticias. Él guardó el sobre que llevaba en las manos en el bolsillo de su
pantalón. Se sentó en la mesa frente a mí.
-ya he terminado- le dije.
Él miro mi plato y frunció el ceño.
-pero no has comido nada- me recrimino.
- es que ya estoy llena- me excusé.
- no nos vamos a mover de aquí hasta que te hallas acabado todo- dijo con autoridad.
Hice un mohín del mal genio y empecé a comer con rapidez casi sin masticar; tenía que terminar rápido,
no quería estar toda la noche ahí sentada. Después de un rato; que se me hizo eterno, pude acabar con
la descomunal montaña de comida. Hell sonrío complacido.
-ahora sí- dijo mientras se ponía de pie- podemos irnos.
Miré a todos lados, el restaurante estaba vacío ¿me había demorado tanto?
Cuando me puse de pie Hell corrió mi silla.
-eres todo un caballero- le señalé.
-y tú pareces ser mi doncella- dijo en un susurro casi inaudible, no supe si hablaba para sí mismo.
Salimos del restaurante hacía los ascensores. Nos subimos a uno donde había una rubia peli teñida que
por mucho tendría 25 años. De nuevo los encantos de Hell hicieron de las suyas, la chica empezó a
mirarlo con hambre.
-¿en qué piso esta tu habitación mi amor?- le pregunté a Hell con voz empalagosa mientras
miraba por el rabillo del ojo a la chica.
Hell me miró con gesto sorprendido; parecía que se había dado cuenta de lo que yo pretendía.
-eres muy celosa – dijo Hell mientras reía de una manera encantadora.
La chica seguía sin apartar la vista de él.
-pero esta vez te voy a dar gusto- dijo mientras me jalaba hacía él.
Él aparto suavemente mi cabello y besó mi nuca; mi corazón latió de excitación. Casi podía sentir los ojos
de esa chica clavados en mí.
-gracias- le dije a Hell mientras él me soltaba lentamente.
Él solamente es mío, le dije a la chica con la mirada; ella, me miro con desdén. Sonó el pitido que
anunciaba que el ascensor se había detenido, se abrió la puerta en el piso diez; ahí se bajo la chica que
salió del ascensor echando chispas.
-¿dime por qué es que eres tan celosa?- preguntó Hell con gesto pícaro.
-porque yo solo te quiero para mí; me fastidia que todas las mujeres te coman con los ojos-
refunfuñe mientras cruzaba los brazos con enojo- la única que te puede mirar así; soy yo.
Hell me dedicó una sonrisa arrebatadora.
-pero recuerda; tú no solo me puedes comer con la mirada, también puedes hacer otras cosas
conmigo- dijo Hell insinuante.
Enrojecí de goce, al pensar que él solo era mío.
Nos bajamos del ascensor en el último piso; se me revolvió el estomago de solo pensar en lo alto que
estábamos. El pasillo del hotel estaba iluminado por una tenue luz; Hell me condujo a su habitación, sacó
una tarjeta, la usó para abrir la puerta.
-pasa- dijo Hell en tono jovial mientras sostenía la puerta para que yo pasara.
Entré y observé con curiosidad, Hell iba detrás de mí. La habitación estaba oscura; era grande, suntuosa
pero acogedora. Tenía en vez de pared unos grandes ventanales; El piso tenía una alfombra color crema,
tenía una antecámara con una chimenea y muebles que parecían de diseñador. También había un Bar y
cocina con mesones de mármol. Fui a la habitación; había una cama doble gigantesca, estaba
perfectamente tendida con un edredón de plumas. Me senté en la cama, era más mullida de lo que
parecía.

[25]
Hell, entró en el cuarto y buscó debajo de la cama, sacó una gran valija de cuero negro con una cruz
grabada, idéntica a la que él tenía en la espalda; la dejó sobre la cama y fue hasta el armario de la
habitación.
-¿puedo mirar lo que hay en la maleta?- Le pregunte tímidamente; tenía miedo de que él se
enojara conmigo.
- si quieres- dijo tranquilamente mientras sacaba una maleta del closet.
Empecé a abrir la valija con las manos temblorosas, no sabía que iba a encontrar en ella. Miré el
contenido del maletín; por dentro había una daga alojada en terciopelo, la daga era en forma de cruz,
perecía ser de plata; era afilada y terminaba en una punta siniestra. La daga no me causó miedo; más
bien curiosidad, Intenté sacarla pero era muy pesada.
-¿Qué es esto?- le pregunté a Hell sin poder contener la curiosidad.
-una daga de plata- dijo mientras se sentaba a mi lado, sonreía amablemente.
-y… ¿para qué es?
Él empuñó la daga como si no pesara nada; y con un movimiento intempestivo la acerco a mi cuello, su
expresión se volvió perversa en un abrir y cerrar de ojos, en sus ojos se vio el atisbo de arrebato; era una
persona totalmente diferente al Hell compasivo y amable de siempre, supuse que el otro yo del que Hell
hablaba había salido a flote. Por extraño que pareciera, no sentí miedo.
-¿tú para que crees que sea?- me preguntó con voz seductora mientras deslizaba suavemente la
punta de la daga sobre mi cuello.
-supongo que… ¿para matar?
Él esbozo una sonrisa malévola, aún así se veía hermoso.
-si, has acertado- dijo mientras me miraba fijamente con sus inquisidores ojos pardos.
- ah… claro- balbuceé; atrapada en la mirada de Hell.
De repente la expresión de Hell cambió; se volvió melancólica. Él apartó la daga de mi cuello, la dejó en
su lugar y cerró el maletín.
-perdóname- pidió él consternado. Sus ojos eran sorprendentemente laxos- de nuevo las viejas
mañas; he estado tratando de evitarlo pero es muy arduo, perdóname por favor; es que me comporté
así tanto tiempo que ahora me cuesta controlarlo.
Acaricié su helado rostro con el dorso de mi mano.
-relájate, no tienes que disculparte
-pero ¿por qué dices eso? Estuve a punto de matarte y sigues ahí como si nada.- dijo él
abrumado.
-lo digo porque te amo; y no me importa arriesgar mi vida con tal de estar a tu lado.
Hell me dedicó una sonrisa afable, jaló hacía él y me abrazó. Era de nuevo el mismo Hell amable y
tranquilo que yo apenas conocía.
-perdóname, no era mi intención asustarte- me susurró tiernamente al oído.
-no te disculpes, en realidad no me asustas ni en lo más mínimo. Si es tu intención asustarme
tienes que esforzarte más porque no lo estas haciendo bien.
Él rió de una forma sosegada y encantadora.
-si fuera mi intención asustarte créeme que ya lo hubiera hecho -hizo una pausa- no sabes lo
terrorífico que puedo llegar a ser- su voz se torno lúgubre al final.
-si vez,-agregó- de nuevo he dicho más de lo que conviene.
-tranquilo que sea lo que sea no te entendí.
Nos quedamos allí abrazados en silencio un tiempo inmensurable; pudieron ser minutos u horas.
-es muy tarde, tienes que irte a dormir - dijo él rompiendo el silencio.
-en vez de eso ¿por qué no…-hice una pausa mientras deslizaba mis manos debajo de su
camiseta, acariciando la suave y fría piel de su pecho-… nos quedamos aquí y nos portamos
mal?- le susurré con voz incitante.

[26]
No supe de donde salieron esas palabras; no parecían mías, ya no me reconocía a mi misma, era
totalmente distinta; me dominaba el deseo de estar con Hell ¿Dónde diablos había quedado la antigua
yo que era tímida? Probablemente se habría ido de viaje con mi mamá.
Él me aparto suavemente; intenté resistirme a él pero no pude.
-deja de decir tonterías- me dijo él tiernamente.
De repente, me empecé a sentir adormilada, los parpados me pesaban; me recosté en la suave cama.
-¿si vez? Necesitas descansar -dijo él en tono condescendiente.
-pero yo quiero estar contigo- le dije con voz apagada.
- ¿qué clase de chica haría eso en su primera cita?- me espetó con voz jovial.
-pero… esta no…-bostecé- pero…
-shhhh… duerme- me interrumpió él- tendremos oportunidad para eso luego; pero no te
precipites, todo a su tiempo.
Cerré los ojos, sentí que él me besaba en la frente.
-dulces sueños, mi doncella- dijo él con miel en la voz. Me hundí en un sueño profundo.

Lección de física

Abrí los ojos de golpe. Mire a mi alrededor, estaba en mi habitación; escuché a los lejos el tañido de las
campanas que llamaban a la gente a misa; era domingo. Me levanté de la cama, noté que había dormido
con ropa; salí de mi cuarto buscando a Hell.
Baje al primer piso y en la sala estaba él, sentado en el sillón con gesto absorto leyendo un libro muy
viejo de la divina comedia iluminando la oscura sala con su belleza; era más divino de lo que recordaba.
-buenos días- lo salude alegremente.
-buenos días- me respondió él cortésmente con la mirada fija en el libro.
-¿has dormido bien?- preguntó él aún sin mirarme.
- creo que si.
-me alegro- dijo él.
Me senté al lado de él, mientras miraba en que parte iba.
-¿te gusta ese libro?- le pregunté en tono informal.
- es mi favorito; me agrada la idea del infierno de hielo, fue algo inaudito en su época.- respondió
mientras cerraba el libro.
-¿puedo preguntarte algo?- le pedí tímidamente.
Él me miro a los ojos y sonrió.
-claro- respondió él.
Era raro que no se pusiera serio como solía hacerlo cuando yo le iba a formular una pregunta abierta.
-¿tienes familia?
-solo un hermano.-dijo sonriente.
-¿menor o mayor?
-mayor- dijo lacónicamente.
- y ¿tú los estimas?
Rió con fuerza.
-si, sin duda alguna; pero a veces suele ser muy fastidioso. Hell esto, Hell aquello; me fastidia
mucho.- dijo entre risas.
-ah… ya veo- le espeté.
[27]
-tienes que desayunar- me dijo.
Me puse de pie, fui hasta la cocina; saqué del refrigerador la leche de soya, me serví un vaso y fui de
nuevo con Hell.
-¿qué planes tenemos para hoy?- le pregunté mientras bebía un sorbo de leche.
- déjame pensar…- dijo mientras se cogía el mentón con gesto dubitativo.
Se quedó callado un buen rato; finalmente dijo:
-no podemos salir hasta que sea de noche así que por ahora nos quedaremos aquí.- dijo él
mientras retomaba la lectura del libro que tenía en las manos.
Me terminé el vaso de leche, lo deje en la cocina; fui hasta mi cuarto y cogí el libro de alquimia que había
comprado el día en que me encontré a Hell. Me acosté en la cama y empecé a leer.
El libro de alquimia era raro, hablaba más de magia y hechicería que de alquimia; pase hojas buscando
algo que pudiera servir. Todos los títulos decían cosas como: “la meditación y la magia”, “hechicería para
principiantes” y cosas así. Tiré el libro al piso; me puse de pie y saqué del cajón mi diario, tomé el
bolígrafo y empecé a escribir todo lo que había pasado. Cuando hube terminado lo volví a guardar en su
sitio; me recosté en la cama. De repente escuche un ronroneo, me levanté y me senté en el borde de la
cama; un gato blanco había entrado a mi cuarto. El gato se subió a mi cama.
-¿Te has aburrido de leer?- le pregunté mientras acariciaba sus orejas.
El gato asintió con la cabeza, intenté cogerlo pero él se alejó.
-¿Qué pasa?- le pregunté inquieta.
En un abrir y cerrar de ojos el gato tomó forma humana.
-es que es mejor estar contigo cuando soy yo mismo- dijo mientras me abrazaba.
Nos recostamos en la cama contemplándolos el uno al otro; yo acaricié con mi mano su cabeza,
revolviendo ligeramente su cabello plateado.
-me gusta tu cabello- le dije.
Él me sonrió.
-¿qué más te agrada de mi?- me preguntó con curiosidad.
-tus ojos, tu risa, tu voz, la dulzura de tus labios, el olor de tu piel… creo que todo.
Intempestivamente, su rostro se crispó de dolor.
- ¿te seguiría agradando si te dijera que soy la persona más mala de este mundo?- dijo con voz
afligida.
-si; sin duda alguna- le respondí de inmediato.
-¿segura?- me preguntó en tono persuasivo.
- ya te dije que si, no intentes convencerme nada me hará cambiar de parecer.- le dije mientras
acariciaba su mejilla con mis dedos.
Él cogió mi mano y la besó.
-ahora ya no hay marcha atrás - sonrió con ternura- me he prendado de ti y me quedaré contigo,
espero que no te arrepientas porque ya no te voy a dejar.
- no sabes lo feliz que me hace escuchar esas palabra salir de tu boca.- toqué sus labios con mis
dedos.
Quedamos sumidos en un silencio acogedor. Él empezó a acariciar mi rostro con las yemas de sus níveos
dedos; deslizándolos de mí mejilla hasta mi mentón, luego con un movimiento deliberadamente lento,
rozó la piel de mi cuello. Me estremecí.
Él retiró su mano con gesto turbado; le dediqué una sonrisa tratando de disculparme. No me había
estremecido por miedo, ni por sus gélidos dedos; había sido porque sentí palpitar mi corazón con más
fuerza porque él me tocaba.
-discúlpame, es que mi corazón late con mucha rapidez cuando tú me tocas-Tomé su mano y la
puse de nuevo sobre mi cuello.
Su expresión se suavizó, quitó su mano de mi nuca.
-si mi corazón latiera,- tomó mi mano y la puso sobre su pecho- lo haría por ti.
[28]
Me sentí tan feliz, estaba con el ser más perfecto del mundo; pero aún había algo que me
desconcertaba, el hecho de qué él me ocultaba cosas de su vida, yo quería saber más sobre él; pero no
estaba segura si era prudente preguntarle ahora, no quería dañar la magia del momento.
-veo en tus ojos; que hay algo que te perturba. Dime ¿qué es?- preguntó en tono
condescendiente, sacándome de mis cavilaciones.
-quiero saber algo de ti. Bueno en realidad todo. -dije tímidamente.
Temí que se enojara pero para sorpresa mía no lo hizo.
-pero ¿acaso no es mejor así? Ser un misterio para ti.- dijo él sonriente.
- no, yo quiero saber-le exigí.
-bueno te contare pero poco a poco, para que puedas asimilar las cosas –dijo él con parsimonia.-
pero –agregó- tienes que darme algo a cambio; mi vida es información clasificada y no es algo
que pueda dar gratis- dijo con voz socarrona.
- ¿qué quieres a cambio?
-Eso depende de la información que yo te vaya a decir.
-y…- le espeté impaciente.
-hm… déjame pensar.- hizo una pausa mientras se rascaba la cabeza con gesto pensativo.-…te
digo si tu me das un beso.
Le sonreí. Me acerqué y le di un beso en la mejilla.
-no sea tramposa tienes que besarme en la boca.-me reprochó.
Presione suavemente mis labios contar los suyos. Intenté apartarme para dejarlo con las ganas; pero él
no me dejó, me retuvo entre sus férreos brazos. Me besó con fiereza; me entregué a él, sin oponerme.
Mi corazón latía rápido de la emoción. Por la fuerza de su beso pude darme cuenta que él me deseaba
tanto como yo a lo anhelaba a él. Después de un rato él me apartó suavemente.
-a eso me refería con un beso- dijo él satisfecho.
- entonces comienza a hablar.
- bueno entonces te daré una lección de Física.
Enarqué una ceja.
-¿física?- le pregunté atónita. Yo esperaba que él me hablara sobre la cruz de su espalda o el
porque de la daga.
- aunque no lo creas tiene mucho que ver- dijo él.
-esta bien prosigue.
-bueno como tú sabrás cada objeto tiene una frecuencia natural, es decir una frecuencia
determinada en la que se rompe; como por ejemplo cuando los cantantes de opera alcanzan una
nota determinada que rompe una copa de cristal, esa es la frecuencia natural del cristal. Pero ¿tú
sabias que el mismo principio se aplica para las personas?
-¿cómo así? ¿Las personas se rompen?- le pregunté asustada.
Rió con esa suave risa suya.
-No literalmente, las personas tienen una frecuencia determinada que los hace comportarse de
una manera anormal; sensaciones extrañas que solo sienten cuando están cerca de alguien en
especifico, ese alguien es el que emite la frecuencia que la “fragmenta”.
- entonces… ¿cada persona tiene alguien que responde a su frecuencia natural?
-exacto, pero- habló tan rápido que tuve que estar muy concentrada para no perderme ningún
detalle- este mundo es tan grande y existe tanta gente que es difícil encontrarla, puedes tardar
toda tu vida buscándola; y terminar con cualquiera, solo por temor a estar sola; o puedes
terminar rindiéndote y no seguir tu búsqueda. O –hizo una pausa- puedes tardar muchos años
buscando y buscando -su voz se lleno de una antigua amargura- hasta que un día por
casualidades de la vida -sonrío- te la encuentras en la calle y sientes algo extraño, como si miles
de mariposas volaran por tu cuerpo; sientes un deseo incontrolable de estar a al lado de ese

[29]
alguien, te desespera pensar que pasaría si la dejaras ir; si te abandonara. Solo quieres estar con
ese alguien y nada importa más. – sus palabras eran realmente tiernas.
Lo abracé con fuerza; y empecé a besarle el cuello.
-como veras…-hizo una pausa mientras gruñía de satisfacción, era un sonido un poco más
humano-…Hm… no…-parecía que le costaba concentrarse.
-Por favor detente- me pidió amablemente- me estas volviendo loco.
Seguí besándolo; su piel era tan fría y deliciosa, me lo iba comer a besos.
-me cuesta concentrarme si tú haces eso. Detente por favor; se buena. Por favor, no me tortures
así.-dijo él con voz seductora.
-si yo te estuviera torturando, tú ya me habrías apartado;- lo besé de nuevo- eres como diez mil
veces más fuerte que yo.
-Hmm… -murmuró- tienes razón, pero tienes que detenerte; o si no, no podre seguir con la
historia.
Dejé de besarlo, Me aparté de él, contemplé su rostro; estaba radiante de felicidad.
- No importa, ya se lo que tienes que decirme.
-¿Ah… sí?
- si, que tú respondes a mi frecuencia natural y yo a la tuya.
-pues si; eso es, y ¿qué opinas?
-eso solo reafirma lo que siento.
Él sonrío, se acercó a mí, presiono delicadamente sus labios contra mi frente; suspiró, despeinándome
levemente el cabello.
-te amo, mi doncella- dijo él.
Le sonreí.
- ¿tú cuantos años tardaste en encontrarme?- Le pregunté en tono informal, mientras acariciaba
dulcemente su pómulo con mis dedos.
-muchos, ya perdí la cuenta- dijo él con tono hosco.
Entendí que no debería tocar ese tema, probablemente él no quería decirme cuantos años tenía.
- ¿cómo sabes que soy yo? Es decir ¿simplemente lo distingues?- le pregunté para cambiar el
tema.
- como sabrás yo soy un vampiro, -sonrío; pareció apreciar mi esfuerzo de enmendar mi error- y
esta condición me hace más sensible para detectarlo; además se de muy buena fuente que de
verdad eres tú.
-¿cómo…?- me calló poniendo su dedo índice sobre mis labios.
-suficiente por hoy, mañana seguiremos con la conversación -esbozó una sonrisa traviesa.

El resto del día fue extraño; ya que Hell observó con curiosidad cada cosa que yo hacía, tender la cama,
doblar la ropa, cepillarme; era como si nunca hubiera visto algo así. Cuando empecé a hacer mis deberes
él me ayudó; especialmente en la de filosofía, mostró gran interés en Sartre; decía que era su pensador
favorito después de Freud.
Habiendo terminado la montaña de quehaceres me desplomé en el mullido sofá. Hell se sentó a mi
lado. Miré el reloj de péndulo que había en la sala; eran las 3:00 de la tarde. Suspiré.
-el tiempo vuela cuando te diviertes- rió entre dientes- ¿a qué si?- dijo él.
-creo que si.
-¿y qué vas a almorzar? –me preguntó con gesto Desenfadado.
-creo que voy a preparar ramen.- le dije mientras me ponía de pie.
Fui hasta la cocina, él me siguió.
-¿qué es ramen? – preguntó él con curiosidad mientras yo sacaba de la alacena el paquete de
ramen.
-son fideos de arroz.- le respondí mientras ponía a hervir el agua.
[30]
-¿puedo preguntarte algo?- pidió él mientras esbozaba una sonrisa.
-Sip –le dije.
-¿Desde hace cuanto eres vegetariana?
-creo que desde hace cinco o seis años.
Él frunció el ceño.
-¿por qué lo haces? Es como renunciar a tu naturaleza.
- Porque yo siempre he pensado que… -dudé por un momento, no podía decirle que no era justo
alimentarse de seres que sentían dolor porque él era un vampiro- …es sano comer vegetales.
-pero los humanos necesitan la ingesta de proteínas a través de la carne; -sacudió la cabeza
confundido- ¿estas consiente qué tienes deficiencia de vitaminas?- me preguntó con gesto
preocupado.
-si; debo tomar vitaminas, pero yo no me las tomo.
-debes tomarlas -me pidió-. Los niveles de glóbulos blancos de tu sangre están bajos, y no quiero
que te mate un simple resfriado- lo dijo en broma pero pude percibir preocupación real en el
fondo.
De repente el agua empezó a burbujear; disolví el sobre de caldo de vegetales. Hell miraba con gesto
absorto el agua color verde pasto.
-eso no se ve nada apetitoso- dijo él señalando el contenido de la olla.
-lo es para mí- le recriminé mientras echaba en la olla los fideos.
- ¿extrañarías comer esta cosa?- un dolor de extraña naturaleza impregnó su voz.
-pues no se- dije sin darle importancia al asunto mientras cogía los palillos chinos para revolver
la pasta.
Él se quedó en silencio; se veía abatido.
-¿te pasa algo?- le pregunté al notar que su humor estaba alicaído.
-No; no pasa nada –sonrío pero sus ojos aún se veían afligidos- simplemente me quedé
pensando.
Ver la tristeza en sus límpidos ojos me partía el corazón
-dime que te pasa, a mi no me puedes engañar.- le dije mientras tomaba su rostro de ángel
herido entre mis manos.
- Tranquila. -cogió mi mano derecha y presionó suavemente sus labios sobre el dorso de ésta-
Agradezco que te preocupes por mi; pero créeme, no es nada.
Suspiré. Hell no me iba a decir que le pasaba, mi cabeza empezó a llenarse de preguntas pero decidí
mantener mi mente en los fideos.
-¿crees qué esto este listo? –preguntó Hell en tono informal mirando la olla.
De nuevo su humor había cambiado; me sentí desconcertada.
-si, ya esta- dije mientras apagaba la llama de la estufa.
Me serví en el plato negro chino, el favorito de mi madre. Cogí lo palillos y fui al comedor. El comedor era
una habitación separada de la cocina, era amplia; ya que mi madre siempre invitaba a sus socios a
comer, la mesa era grande de ocho puestos, echa de madera de roble. Me senté y Hell se sentó a mi
lado. Empecé a comer, Hell me observó con curiosidad.
-¿cómo puedes comer con esos palos?
-costumbre, supongo.
Nos quedamos en silencio, solo se podía escuchar el chasquido de mis dientes al masticar.
-¿tu madre te ha llamado?- preguntó él
-No que yo sepa.
-y… ¿qué hay de tu padre?- preguntó tímidamente.
-mis padres se divorciaron y mi padre no vive en este país.
-¿tu lo extrañas?

[31]
-no la verdad nunca he compartido con él. Él solo me envía regalos y dinero pero nunca habla
conmigo.
- ya veo- murmuró él.
-¿al fin me vas a decir que es lo que significa ese tatuaje en tu espalda?- le pregunté sacando a
colación el tema.
Él sonrío de forma compresiva.
-¿No te dije que mañana seguiríamos con la conversación?
Suspiré.
-esta bien, seré paciente.

Al terminar de comer me puse de pie y llevé el plato al fregadero. Me dirigí hacía las escaleras; pero, Hell
me cogió del brazo; deteniéndome.
-¿Y tú a donde crees que vas?- me preguntó él.
-a arreglarme, me veo desastrosa.
Él esbozó una sonrisa.
-si así estas desastrosa no me imagino lo bien que te veras si te arreglas.
Me ruboricé.
-quédate aquí mientras voy a bañarme.
Me soltó el brazo.
-esta bien, seré bueno y me quedare aquí- rió entre dientes mientras se sentaba en el mullido
sillón de la sala.
Subí al segundo piso y me metí en el baño. Me bañé rápidamente pero teniendo cuidado de ser
minuciosa. Salí del baño cubierta con la toalla, entré a mi habitación y cerré la puerta. Me senté en la
cama pensado en lo que me iba a poner; tenía que ser algo llamativo. Me puse de pie y fui al tocador,
saqué del cajón mi falda escocesa, era muy corta y mi mamá no me dejaba usarla porque decía que la
moda punk no era algo que usaría una niña de mi estrato; pero esta vez ella no estaba así que mi la puse;
también escogí una blusa negra de los ramones, era mi favorita. Me senté de nuevo en la cama para
ponerme las medias, largas y negras; para disimular lo corto de la falda. Cogí una cinta negra y me la
puse en el cuello a modo de gargantilla; me miré al espejo, mi cabello estaba enmarañado, empecé a
peinarlo. Cuando hube terminado observé de nuevo mi reflejo; me veía pálida como siempre, me
pellizqué las mejillas para darles un poco de color, pero fue en vano; seguía igual de pálida. Suspiré; traté
de mirar que me hacía falta, me mire por ultima vez en el espejo y salí de mi habitación.
Iba bajando las escaleras teniendo cuidado de no hacer ruido, cuando; de repente, escuché una voz
aterciopelada:
-se que estas ahí; tienes que bajar, no querrás que me impaciente.
Bajé las escaleras, y allí vi a Hell sentado en el sillón. Él me miró de arriba abajo; esbozando una sonrisa
arrebatadora.
-Hmmm… - masculló mientras se ponía de pie y se acercaba a mi- esa faldita te queda muy bien,
- su voz era increíblemente seductora- tus piernas se ven encantadoras – me cogió de la cintura
y me acercó a él, poniendo su rostro cerca del mío- y tu cuello se ve adorable con esa cinta –se
aproximó a mi cuello. Mi corazón dio un vuelco ante la cercanía- tengo ganas de… -hizo una
pausa mientras lamía mi nuca; sentí un agradable cosquilleo- …morderte.
Me sentía feliz; ya que, nunca imaginé que un ser tan magnifico como Hell me hablara de esa manera.
- ¿he cumplido tus expectativas? – le pregunté con voz cautivada.
-si y creo que hasta más; se me hace agua la boca.
- ¿de veras? O solo lo dices por ser cortés.
-No; es enserio. Verte así tan… -hizo una pausa- …provocativa y solo para mi, me hace sentir tan
afortunado; y pensar que solo eres para mi, que tu corazón se emociona cuando te acaricio,

[32]
-rozó mi mejilla con sus fríos dedos; de nuevo percibí esa deliciosa sensación- me complace
tanto.
Hell me soltó, cogió mi mano, me llevó hacía el sofá; se sentó y con un gesto me indicó que me sentara
en sus piernas. Me senté ¿quién podría negarse a ese joven tan apuesto?
Pasamos toda la tarde así, mientras él me preguntaba sobre mi vida; cosa que no era muy interesante,
pero de todos modos él parecía absorto. Me preguntó acerca de mi familia, de mi amiga Marcela, de mi
gusto por los muñequitos de colección –cosa que le pareció absurda -; también me preguntó si alguna
vez me había enamorado, le conté acerca de un chico en mi salón que alguna vez me pareció lindo, a
Hell no pareció agradarle el hecho de que ese chico aún estaba en mi clase. Después de varias horas de
contarle mi insulsa vida a Hell, me di cuenta que ya había anochecido.
-¿quieres salir?- me preguntó Hell con voz afable.
-no; quiero estar aquí contigo, a solas. No puedo soportar estar en la calle con todas esas
mujeres mirándote de esa manera tan extraña.
Él rió de manera sosegada y musical.
-¿por qué te ríes?- le pregunté enojada.
-me rio de ti- me dijo con ternura mientras tocaba mi nariz con su dedo índice.
-¿es qué te causo risa? – le recriminé indignada.
-no es eso, es que me agrada que seas posesiva.
-y eso te da risa porque…- dije en tono cansino.
-porque nunca pensé que alguien alguna vez fuera así conmigo.- dijo mientras torcía sus labios
dibujando una gran sonrisa.
-¿por qué te sorprende? Eres el hombre más hermoso y perfecto que hay en el mundo ¿y tú te
sorprendes porque alguien es celoso contigo?
-me sorprende porque no he usado a fondo mis encantos contigo -dijo en tono burlón.- ya que
por lo general todas las mujeres que alguna vez conocí las retuve a mi lado hipnotizándolas, cosa que es
muy poco original. Pero tu estas a mi lado porque me quieres y no porque hallas caído bajo el embrujo
de mis ojos.
Fruncí el ceño.
-¿qué pasa?- preguntó él. Su sonrisa se desvaneció
-¿has tenido más mujeres en tu vida y no me habías contado?
Sonrió de nuevo.
-pero no te pongas celosa, esas mujeres no significaban nada para mi solo eran “damas de
compañía” que utilizaba para alimentarme. Tú –cogió mi rostro entre sus manos- eres la primera mujer
que me hizo sentir cosas que nunca había sentido, la primera que hizo revivir mis instintos humanos.
Contigo soy una persona “normal”,-rió entre dientes- me atraen más tus labios que tu sangre. Aunque –
hizo una pausa mientras levantaba su mano y la colocaba en la base de mi garganta- tengo que admitir
que tu sangre también es bastante apetitosa.- su voz se tornó extremadamente atrayente.
Aunque esas palabras sonaran extrañas eran tan tiernas, tan dulces. Me ponía tan feliz que él hablara así
de mí.
Nos quedamos en silencio, pero no un silencio incomodo; si no, un silencio que significaba que ya no
había nada que decir. Me recosté en su hombro; él empezó a tararear una canción –pude identificar que
era “piece of my Heart” de Janis Joplin-. Poco a poco, me fui quedando dormida.

[33]
Lluvia

Estaba soñando, no logré recordar que era; cuando sentí que unos dedos fríos, más ligeros que el aleteo
de una mariposa, me acariciaban la piel; ese agradable roce recorría mi rostro, mis brazos, mis piernas.
Entreabrí los ojos y lo vi.
Él, se asustó al verme despierta.
-dispénsame – dijo apesadumbrado mientras quitaba sus dedos de mi pantorrilla.
Medio dormida le dediqué una sonrisa.
-no te preocupes.- dije mientras Bostezaba.
Me acomodé de nuevo, noté que estaba en mi cama.
-no volverá a suceder- dijo él mientras me cubría con una frazada.
Cerré los ojos y me dormí.
Al día siguiente Hell y yo fuimos juntos al instituto. Él no llevaba uniforme, iba con una camisa tipo polo
color azul cobalto y unos vaqueros negros. De camino hacía el salón, yo le pregunté por qué el viernes
se había ido al instituto con traje formal; él me sonrío y dijo que era porque quería causar buena
impresión.
Me senté en el puesto y contemplé a mí alrededor, como de costumbre había llegado de primeras. Pero
esta vez no estaba sola.
-en las escuelas de mi país nosotros somos los que cambiamos de salón, no los profesores.-
comentó él en tono confianzudo.
-a mi me aburriría tener que hacer eso, tendría que sentarme con una persona diferente cada
clase.
- pues si, pero eso sería buena forma de conocer gente.
-pero a mi no me gusta ser sociable, cuanto más me ignore la gente mucho mejor.
Él arqueó una ceja.
-¿y si yo te ignorara?
- eso no lo digas ni en broma.- le dije con seriedad.
- no te preocupes – se excusó él-. Yo nunca haría eso, moriría primero antes de dejarte sola.- su
voz se torno taciturna.
Extendí mi mano hacía él, intentando acariciar su cara; pero me detuve al ver que entraba al salón el
grupo de chicas populares.
-esto se pone interesante- murmuró Hell para sí.
Las muchachas –que eran como cinco- se acercaron a mí.
[34]
-oye Agatha ¿no nos vas a presentar a tu amigo?- dijo la líder del grupo; yo la conocía su nombre
era Jessica, era una chica un poco más alta que yo, tenia el cabello de color negro azul –teñido por
supuesto-, se echaba litros de base; Me daba miedo imaginarla sin maquillaje. Por lo general ella no
notaba mi existencia, pero ¿Por qué preciso hoy decidieron acordarse de mí?

-esto… yo… -
- pero yo me presenté el viernes, frente a todos; pero si no se acuerdan lo hare de nuevo –me
interrumpió Hell- mucho gusto, mi nombre es Patrick- se puso de pie, Jessica parecía extasiada
al igual que su séquito de amigas.
-¿y tu nombre es…? -
Ella quedó deslumbrada, abrió la boca intentando articular palabra; pero no pudo. Hell la miró como si
dudara de sus capacidades mentales. Supuse que ese era el encanto de Hell, confundir a las personas
con su inverosímil belleza.
-eh… Jessica- Balbuceó ella.
A las amigas de Jessica les entró la risita tonta. Jessica les dijo con un gesto que se fueran, y ellas a
regañadientes lo hicieron.
- ¿tú eres amiga de Agatha?-le preguntó Hell con sorna.
Lancé una mirada caustica a Hell, era obvio que ella y yo no nos llevábamos bien.
-pues si, somos grandes amigas- dijo con falsa amabilidad.
-¿y tu porque no me habías dicho?- me preguntó Hell con simulada sorpresa mientras se sentaba
de nuevo en su puesto.
-no te había dicho porque ella y yo no somos amigas, en realidad ella me odia.
Jessica me miro como si me fuera a matar.
-ah… ya veo- dijo Hell mientras sonreía.
-¿por qué no vienes conmigo y te presento a todos los del salón?- dijo Jessica con excesiva
amabilidad.
-Gracias pero no, prefiero quedarme aquí con mi amiga Agatha.-Hell pronunció mi nombre con
voz seductora.
-pero hay mucha gente más interesante que conocer- insistió Jessica.
-aprecio tu amabilidad pero no- dijo Hell.
Ella parecía decepcionada, le dedico una sonrisa a Hell y se alejó.
-estúpida- murmuré cuando se fue.
-¿tan mal te cae esa chica?
-si, la odio ¿Como es posible que intente seducirte?
-no te enojes, yo no tengo ojos para otra que no seas tú.
Me derretí al escucharlo hablar así. Tenía ganas de besarlo, pero no podía hacerlo en el colegio. Suspiré.
Hell me sonrío, estiró su mano y acarició mi mejilla.
-después de estar tanto tiempo tan cerca, no se si pueda soportar estar medio día lejos de ti.
Presioné con mi mano la suya contra mi piel, sentí un agradable hormigueo; cerré los ojos.
-¿tú también los sientes?
Abrí los ojos.
-¿sentir qué?
-el…
En ese preciso instante llegó la profesora de lenguaje. Hell quitó su mano de mi rostro, me ardía su
ausencia.
-creo que es mejor que lo dejemos hasta aquí, este no es el lugar indicado para que las cosas se
tornen –esbozó una sonrisa arrebatadora- interesantes.
¿Ahora como iba a hacer para resistirme al impulso de lanzarme encima de él?

[35]
Empezó la clase, yo no podía concentrarme, ni siquiera supe de que hablaba; estaba más concentrada
en lo que hacía Hell. Observé como escribía, como suspiraba cuando me miraba de reojo, como
garabateaba algo con su elegante pluma de color rojo carmín; necesité de todo mi autocontrol para
frenar el impulso de besarlo. Cuando termino la clase, Hell se volvió hacia mí.
-¿has copiado la tarea?
-no sabía que habían dejado- respondí algo confundida.
-tienes que estar pendiente de la clase, no quiero que te atrases –cogió el cuaderno que tenía
sobre su pupitre- copia los apuntes, la profesora dijo que iba a hacer evaluación.
Observé el cuaderno, la caligrafía de Hell era elegante y esmerada.
-¿y a ti por qué te preocupa el colegio si ya lo has cursado tantas veces?
-no me preocupo por mi me preocupo por ti porque lo más importante es la educación.
Su reproche se me asemejaba mucho a lo que diría un padre a su hijo. Decidí concentrarme en tomar
apuntes, pero era tan difícil con Hell al lado. Temía que si le quitaba los ojos de encima iba a
desaparecer, él había prometido que se iba quedar conmigo; pero yo aún tenía miedo. Así paso todo el
día, él tomando apuntes y yo mirándolo fijamente.
Por fin terminaron las clases, estaba aliviada de que nos fuéramos a casa; ya estaba harta de que todo el
mundo en el salón intentara llevarse de mi lado a Hell. Cuando salimos a la calle vimos que estaba
lloviendo, Hell parecía feliz; salió a mojarse, chapoteando en los charcos. Parecía un niño pequeño.
-Cantando bajo la lluvia, cantando bajo la lluvia- cantaba Hell alegremente, su rostro era tan
desenfadado.
Me agradó que a Hell le gustara la lluvia, era un gusto que ambos compartíamos.
-me siento tan contento de que este lloviendo –me tomó de la mano, de nuevo sentí el
agradable cosquilleo- y más que estoy contigo.
Lo contemplé, se veía increíblemente hermoso con su cabello mojado; la ropa empapada se le pegaba al
cuerpo delineando sus torneados músculos.
-no pensé que te agradara tanto la lluvia- le dije mientras evitaba caer en un charco.
-¿y a ti te gusta?- me preguntó con curiosidad.
Le sonreí.
-si a mí me agrada mucho- respondí.- y ¿a ti por qué te agrada tanto? Bueno aparte de la razón
obvia.
- ¿a que te refieres con lo de “la razón obvia”?- me preguntó mientras dibujaba unas comillas en
el aire con los dedos.
-bueno lo de que eres un vampiro y odias el sol.
-ah… ya entiendo, pero esa no es la razón de mi gusto por la lluvia- sonrío- la verdad es que me
recuerda a mi madre, a ella le encantaba la lluvia.- su rostro estaba lleno de una antigua
simpatía.
Hasta ahora Hell no había mencionado a sus padres, pero hablaba de su madre con tanto cariño…
-¿Ella… murió? – pregunté encogidamente.
Él suspiró.
-si, murió hace mucho tiempo. –respondió él con tristeza. Era evidente que la extrañaba.- la
gente dice que el tiempo cura todo, pero aún no me puedo perdonar haberla dejado sola.
- ¿hace cuanto fue?- pregunté en tono informal.
Pregunta equivocada.
-perdóname, no era mi intención molestarte.- me disculpé de inmediato al ver que Hell
desdibujaba su sonrisa- es que quería saber cuantos años tienes.
-¿por qué quieres saber?- preguntó él en tono afectado.
-lo siento- me disculpé con la mirada gacha.
-no quiero que sepas,- me detuvo, se acercó a mi- no me agradaría que supieras lo viejo que soy.
– murmuró mientras besaba mi mejilla.
[36]
Llegamos a mi casa; entré callada, mirando al piso. Hell parecía estar pensativo. Luego, de repente él me
cargó en sus brazos.
-tienes que quitarte esa ropa, esta mojada y te puedes enfermar- dijo él mientras me llevaba en
sus brazos.
Subimos a mi cuarto. Él me dejó con delicadeza sobre mi cama.
-te espero abajo- dijo él mientras se dirigía a la puerta de mi habitación.
Me levanté con rapidez y lo detuve.
-¿y tú por qué no te quedas?- le pregunté con voz sugerente, aunque no se comparaba en nada a
la de él.
Él esbozó una sonrisa seductora, me esquivó y salió de mi habitación cerrando la puerta. Suspiré, mi
corazón latía muy fuerte; por un momento pensé que él iba a estar conmigo. Ya me estaba desesperando
no tener intimidad con él, estaba segura que él también lo quería; pero ¿por qué se negaba?
Con la cabeza fría y ya con la ropa seca, lo pensé con detenimiento; yo nunca había estado tan cerca de
un hombre; si él y yo… llegáramos a estar… juntos, ¿qué haría yo? ¿Él sabría como…?
Inesperadamente escuché que alguien tocaba la puerta.
-pasa, esta abierto- Exclamé.
Hell entró con los ojos cerrados. Él también se había cambiado, llevaba un suéter negro y jeans del
mismo color; el negro resaltaba la palidez de su piel, como siempre se veía increíblemente apuesto.
-¿ya estas cambiada?- dijo él aún con los ojos cerrados.
-si –le respondí
-¿segura?- preguntó él desconfiado.
-si
Él abrió los ojos. Sonrió.
-bueno, ya estamos listos para continuar con la conversación de ayer.
Una oleada de felicidad recorrió todo mi cuerpo, era hora de desentrañar los secretos de mi dulce
romeo.

[37]
Nacimiento

Hell se sentó en el borde de la cama, yo fui a su lado; estaba realmente ansiosa. Aunque, él parecía
tallado en piedra, su rostro no mostraba emoción alguna. Él se acercó a mí y susurró:

- te voy a contar sobre los rosacruces. Pero para poder hacer eso te debo decirte como fue que…
-hizo una pausa, probablemente lo hizo porque no sabía como proseguir- …decirte como me convertí en
un vampiro.-concluyó al fin.
Yo estaba ansiosa, tanto que sentía el corazón en la garganta. Pero parecía que para él era difícil. Le
sonreí para darle ánimos. Él suspiró.
- «Lo recuerdo como si hubiera sido ayer; era una cálida noche de verano, mi hermano Christian
y yo habíamos salido a beber; como era de costumbre, íbamos a bares y gastábamos mucho dinero en
licor, no nos importaba ya que nuestro padre era uno de los hombre más ricos del pueblo. Salimos del
bar; más borrachos que una cuba8, caminamos por la calle de madrugada, nos perdimos no sabíamos
donde estábamos; pero no íbamos asustados ya que solía pasarnos luego llegaron unos pillos; Christian
accedió a darles el dinero, pero ellos no lo cogieron; eran asesinos, habían venido a matarnos. Hasta
ahora sigue siendo para mi un misterio el porque. Lo único que recuerdo de esa noche fue el dolor que
sentí; el cálido beso del plomo en mi pecho, el sabor a sangre en mi boca.
Él hizo una pausa, intuí que era porque estaba tratando de recordar.
-Ellos se fueron y nos dejaron allí; yo pensé que ese era el final. Con las últimas fuerzas que me
quedaban me arrastré cerca de mi hermano; él estaba herido en el cuello, la sangre manaba a
borbotones. ‘Sea lo que sea estoy seguro que esto es culpa de mi padre’ Dijo él. Debido a la perdida de
sangre me desmayé; supuse que esa era la muerte, pero; para sorpresa mía, no lo fue. Me desperté en
un lugar extraño, no era mi casa; era un lugar diferente. Estaba en una habitación sin ventanas, oscura;
en la cama de al lado estaba mi hermano dormido, luego los recuerdos de esa noche se agolparon en mi
cabeza; me miré; estaba desnudo. En mi pecho no había rastros de la herida mortal. En esos momentos
no supe que pensar, miles de teorías vinieron a mi cabeza, pero todas estaban lejos de la verdad. Pasé
varias horas caminando en círculos en esa extraña habitación; intentando recordar que había pasado,
luego escuché un ruido. Me metí de nuevo en la cama y me hice el dormido. Alguien entró a la
habitación, luego sentí que alguien me tocaba el rostro, abrí los ojos y vi a una niña que parecía tener
por mucho unos catorce años; era de cabello negro azabache, ojos verde botella, era pálida. Me asusté;
intenté gritar pero ella no me dejó; era muy fuerte, más de lo normal en una niña de su edad. Ella se
abrió una herida en la muñeca y me la ofreció, yo no supe que me ocurría; me ardía la garganta como si
tuviera sed. Quería preguntarle a esa niña por qué estaba allí, pero algo dentro de mí despertó. Me
lancé sobre ella, lamí su muñeca; no sabes lo que sentí la primera vez que bebí sangre, su sabor era tan
reconfortante, tan dulce y fantástico; una sensación cálida recorría todo mi cuerpo.- describía la
sensación tan encantado; que casi, pude imaginarme lo delicioso que era para él beber sangre- Dejó que
8
Una cuba es un barril donde guardan el vino.
[38]
yo bebiera de ella, me acarició la cabeza. ‘Estas completo, ahora eres un vampiro’ susurró ella en mi
oído.
En ese momento me detuve; salí del trance, oculté mi desnudes con la sabana; empecé a
escupir. Estaba muy confundido ¿Qué diablos me estaba pasando?
La chica me sonrío. ‘No te preocupes ahora es normal sentir lo que sientes, te he transformado’
me dijo ella con una voz tan extrañamente tranquilizadora.
Te podrás imaginar lo confundido que estaba yo –levanto su mano y empezó a acariciar mi
mejilla, sentí de nuevo ese delicioso cosquilleo en mi piel- estando allí, en ese lugar tan extraño, con esa
chica; hablando de que yo era una criatura mítica.
‘¿Estoy muerto? ¿Es un sueño?’ le pregunté a la chica. ‘No estas muerto; te he salvado, al igual
que salvé a tu hermano’ me contesto ella sonriente, parecía divertida con la situación. ‘los encontré en
ese oscuro callejón, desangrándose; no saben lo bien que olía su sangre. Solo quería salvarlo a él’ la
chica señalo a mi hermano ‘pero noté que tu eras su hermano así que también te salve’ esa chica estaba
encantada con Christian; ella se puso de pie y fue hacía él; le acarició el pecho, mi hermano seguía
dormido así que no se dio cuenta. Yo quedé petrificado, no sabía que pensar.
¿Me podrías explicar por qué nos tienes aquí? Le pregunté enojado, ‘te explicaré todo cuando él
se despierte’. Después de un rato Christian despertó; igual de confundido que yo, pero él parecía
contento de estar allí con esa chica. La chica se presentó dijo que su nombre era Caterina, ella nos contó
que ella nos había mordido; para salvarnos la vida, y que habíamos estado dormidos por una semana. »
-¿y cuanto años tenía Christian en ese entonces?- le pregunté a Hell.
-25 años.
- esa chica tan joven y…
-Caterina era de todo menos joven; ella era más vieja que el pecado.
-Después de ese día, Christian y yo empezamos a vivir con Caterina, ella nos enseñó todo lo que
teníamos que saber sobre nuestra nueva vida, lo del sol, la sangre. Pero ella era diferente a
nosotros, su corazón latía y podía estar bajo el sol; nos explicó que era porque ella era el último
vampiro vivo que quedaba en la tierra.
Fruncí el ceño.
-¿vampiro vivo?- lo interrumpí.
-si, como veras hay dos tipos de vampiros los no muertos y los vivos, estos últimos son animales
que evolucionaron hasta convertirse en los depredadores naturales de los humanos; provienen
de la misma línea de evolución pero avanzaron más que los humanos. Los vampiros vivos eran la
mezcla perfecta entre instintos animales y la capacidad racional de los humanos.
-¿cómo supiste eso?
-Caterina sabía mucho sobre su especie.
-¿ella como sabía que era la última de su especie?
-es que ella tenía ciertas habilidades, una de ellas era detectar a los suyos.
Él guardo silencio; indicándome que había terminado por hoy, pero yo tenía más preguntas que hacerle.
-se paciente- me susurró él- mañana te seguiré contando.
Suspiré decepcionada, miré el reloj; era casi la hora del crepúsculo. Hell se puso de pie y fue hasta la
ventana; corrió las cortinas.
-me encanta ver el anochecer; se que suena a cliché pero me gusta la oscuridad, me es más fácil
moverme en ella.
Me puse de pie; me acerqué a él. Lo abracé por la espalda.
-definitivamente eres un cliché andante.
Él se rió.
-si; un vampiro que le gusta la noche, los días nublados, vestirse de negro. –dijo él con
parsimonia.
-supongo que también duermes en un ataúd.- le susurré al oído.
[39]
-lamento decepcionarte pero no.
-Tengo curiosidad por saber como es tu casa. Si es que la tienes.
-¿por qué dices eso de “si es que la tienes”?
-es que leí en un libro que los vampiros no podían vivir en un solo lugar porque era muy
sospechoso, tú sabes; por eso de alimentarse de humanos.
-pues yo si tengo casa.
-¿cómo es? ¿Es una cripta?
- no, es una casa normal solo que las ventanas están tintadas. Algún día te llevare allá.
Sonreí, me alegraba la idea de irme a vivir con él.
-¿y como haces para que la gente no se de cuenta de la abundancia de muertes por la zona?
- en mi caso es diferente; gozo de inmunidad diplomática, así que puedo alimentarme con
libertad. –Hizo una pausa- pero eso si- agregó- debo tener cuidado de no matar mucha gente; o
empezarían a sospechar.
Él se volteó. Su hermoso rostro estaba muy cerca del mío.
- hora de comer- dijo él con voz seductora.
-¿tienes sed?- le pregunté, sosegada.
¡Que fácil podía ofrecer mi vida como aperitivo!
-no me refiero a eso- dijo él con voz parca, su frente se pobló de arrugas al fruncir el ceño.
-ah… - mascullé decepcionada.
-es que tú no has comido; y tienes que hacerlo.
Hice un mohín del mal genio.
-¿y tú qué? No has comido desde hace tres días.- le reproché.
-yo no necesito alimentarme tanto como tú, puedo durar varias semanas sin beber.-refunfuñó él
mientras torcía el gesto- No me salgas con más excusas y ve a comer.
No podía negarme; igual él me obligaría, pero no lo iba a hacer gratis. Le lamí la boca, la dulzura de sus
fríos labios era inverosímil.
-¿por qué hiciste eso?- me preguntó él mientras lentamente se relamía los labios.
-es que te veías muy delicioso.- le dije mientras sonreía.
-No intentes seducirme; tienes que irte a comer.- me dijo mientras se apartaba de mi.- ve y
comes algo,-sonrió- yo te esperaré aquí.
Lo miré suplicante pero él me indicó que me fuera. Bajé al primer piso, fui a la cocina; saqué del
refrigerador un poco de tofu. Lo cociné al vapor; cuando estuvo listo lo devoré rápidamente, sin masticar.
Subí las escaleras con rapidez, entré a mi habitación; allí estaba él leyendo un cuaderno rosado con
escarcha y flores. Era mi diario.
-imbécil diario: no se como diablos se le ocurrió a mi mamá pensar que alguien como yo iba a
escribir un diario, no planeaba hacerlo ni siquiera por el psicoloco; pero parece que a mi mamá
le preocupa mi salud metal… ¡bah! Soy tan estúpida que lo estoy haciendo vamos a ver a donde
me lleva esto.-leyó Hell mientras intentaba reprimir la risa.
-pensé que mi letra era tan enredada que no la entendías- le recriminé enojada.
-mentí- dijo mientras esbozaba una sonrisa pícara.
-“Imbécil diario: Hoy como es normal no paso nada raro, excepto por el hecho de que Ethan me
habló, yo se que él lo hizo por molestarme pero de todos modos no me importa; él es lindo pero
nunca se fijaría en mi, así que no interesa- Hell frunció el ceño- no es que me guste “guste”,
simplemente digo que él es lindo.”
Se quedó callado.
-¿Te sigue gustando ese idiota?- me preguntó él enojado.
-¿por qué no sigues leyendo?
Él me miró ceñudo y empezó a pasar páginas, hasta que llego a la última.

[40]
-“Imbécil diario: hace poco llegó a mi vida el hombre más perfecto del mundo, pensé que nunca
encontraría a alguien así tan perfecto como Hell; no me explico porque es que lo amo tanto, y no
lo conozco; solo se que es un vampiro. Y pensar que fue casualidad que llegara a él. Me encanta
estar a su lado, él es tan frío y magnifico; me siento abrumada ¿de verdad ese semental
transformado en fiera es para mi? Tengo miedo de que él se desvanezca, de que solo sea un
sueño. Se que suena a palabras de una loca obsesiva pero quiero tenerlo solo para mi, que nadie
lo mire. Si él me deja no sabría que hacer, probablemente moriría. Yo se que él no siente lo
mismo por mi pero no me interesa, quiero estar a su lado; aunque tenga que encadenarlo a la
pata de mi cama para que no se me escape…”
Al terminar de leer, se puso de pie y me abrazó.
-No creas que no estoy enamorado de ti; yo te amo, te amo muchísimo; me tienes loco no puedo
separarme de ti. No temas; solo soy tuyo, tú eres mi única dueña; para mi no existe nadie más
que tú;-rió entre dientes- yo también estaba paneando encadenarte para que no te escaparas
de mi lado, estaba planeando secuestrarte; y tenerte atada para que nunca pudieras huir de mí.
–Suspiró- No puedo creer todo el tiempo que pasé sin ti; me sume en la tristeza pensar en eso. –
susurró en tiernamente en mi oído.
Era imposible no derretirse con esas palabras –aunque sonaran un tanto extrañas-; me abandoné en sus
brazos. Hell se sentó en el borde de la cama; me acunó en sus brazos.
-¿aún tienes miedo de que yo te deje?- me preguntó en tono condescendiente mientras me
quitaba el cabello de la cara.
-si -admití tímidamente.
-No te preocupes – acarició mi mejilla con las yemas de sus níveos dedos; sentí de nuevo en mi
piel el encantador hormigueo. Me estremecí.
Él sonrío.
-¿tu corazón de nuevo?- preguntó en tono afable.
-en parte.
-¿cómo así?
-esta vez no solo fue mi corazón; es que siento un hormigueo cuando me tocas.- le dije
ofuscada.
-eso que sientes también lo siento yo.
-¿por qué crees que sea? ¿Por el calor de mi piel?
-no; no es por eso.
-entonces…
- Como veras tanto físicamente como químicamente estamos hechos el uno para el otro; yo
pensé que era por tu calor; pero después me di cuenta que no era eso, o si no tú no lo sentirías.
Le dediqué una sonrisa. Él empezó a juguetear con mi cabello. Cerró los ojos, se acercó a mí; la punta de
su nariz rozó mi cuello.
-Hm… ¿sabias que hueles muy bien? –Hizo una pausa mientras inhalaba profundamente- tus
feromonas tienen un aroma enloquecedor.
-pensé que los sentidos humanos no podían…
-sabes perfectamente que no soy humano.- me espetó amablemente.
-Cierto, tienes razón- le dije.
Me quedé embobada, mirando sus hermosos ojos grises; eran tan diáfanos. Él me recordaba a un ángel
caído. Su expresión era amable pero había un atisbo de preocupación en ella.
-¿en qué piensas?- preguntó él.
-en lo perfecto que eres.
Él empezó a acariciar mi frente. Cerré los ojos.
-me gusta que te duermas en mis brazos.
-¿Quién dijo que yo me iba a dormir?- le dije aún con los ojos cerrados.
[41]
-te vas a dormir; se qué te sientes segura en mis brazos.- afirmó él.
Obviamente era cierto lo que él decía, era inevitable no sentirse segura a su lado.
-quiero - bostecé- que lo primero que vea al despertar seas tú, Hell.
-cuenta con eso.
Me sumí en la inconsciencia.

Doncella
[42]
-despierta- susurró una voz seductora en mi oído.
-déjame dormir un rato más- murmuré aletargada.
-tienes que despertar- sentí unos labios fríos y húmedos, un hormigueo sobre mi cuello.
Recordé de quien era esa maravillosa voz. Abrí los ojos y allí estaba él; con su rostro a escasos
centímetros del mío, quedé sin aliento era más hermoso de lo que podía recordar; nunca podría
acostumbrarme a su desconcertante belleza.
-buenos días- dijo él.
Sentí su dulce aliento en mi cara.
-buenos días- le respondí.
-tienes que ir al colegio- me dijo.
-¿no podemos quedarnos aquí todo el día?
-No- esbozó una sonrisa juguetona.
En un abrir y cerrar de ojos; Hell se levantó de la cama. Lo observé ya estaba listo para ir al colegio.
-te esperaré abajo- dijo él.
-pero…
Desapareció antes de que yo pudiera terminar la frase. A regañadientes me arreglé, me puse el
uniforme; cogí la mochila y bajé.

Esta vez llegamos tarde al colegio, el salón ya estaba en plena clase.


-¿que tenemos aquí? – dijo en tono displicente la profesora de biología. Era una mujer regordeta
de gafas gruesas de marco nácar. – es el joven Patrick y la señorita Agatha.
Todos en el salón nos observaban con interés.
-Perdone la llegada tarde- dijo Hell con voz suave mientras miraba a los ojos a la Profesora.-
hemos tenido…- sostuvo los ojos fijos en la profesora sin parpadear- un percance, no volverá a ocurrir.
La profesora tenía la mirada perdida, se desmayó. Hell estuvo allí para evitar que callera al piso.
-¿se siente bien profesora?- preguntó Hell mientras sonreía.
La gente se puso de pie y fue a rodear a la profesora. Escuché voces alteradas y otras alegres; me
escabullí entre la gente para ir a mi puesto. Estaba segura que Hell había usado sus dotes de eterno
seductor para provocarle ese shock a la maestra.
-Agatha- me llamó Hell entre la multitud.- pide ayuda para nuestra encantadora profesora.- dijo
con voz socarrona.
Me levanté del puesto.
-No te preocupes Patrick yo lo haré- dijo una niña ansiosa de complacer a Hell.
No me importó que ella fuera; total yo no quería ir.
Después de tanto alboroto llegó el profesor de gimnasia y se llevó en brazos a la maestra; todo el mundo
retornó poco a poco a su puesto. Hell se paseo despreocupado por todo el salón y luego se sentó en su
puesto.
-¿te agrado la pequeña muestra de mis habilidades?-
-No tenías que causarle un desmayo a la profesora, eso no es cortés-
Él sonrió.
-pero eso nos ha dado una hora libre- dijo él.
-¿no que la educación es importante?
-si, es importante; pero nunca esta de más un poco de tiempo libre.
Jaló mi pupitre, dejándolo muy cerca del suyo.
[43]
-me estoy cansando de reprimirme, creo que ya no puedo -besó mi mejilla- ¿puedo tocarte?-
susurró en mi oído.
-¿por qué pides permiso si ya lo has hecho?- murmuré.
-rió entre dientes- ¿debería ser un chico malo?-susurró con voz seductora.
Me rodeó la cintura con sus brazos, era su prisionera.
-yo creo que si- le dije en voz baja.
-si, tienes razón en toda mi vida inmortal he sido un chico malo ¿por qué debería dejar de serlo
ahora?- sus palabras tenían un extraño doble sentido.
-además -agregó- ¿que es más excitante que estar aquí entre tantos testigos?
De repente se rompió nuestra burbuja privada, recordé que estaba en el colegio. Él de inmediato me
soltó.
-no debería hacer esto, es malo para ti;-su voz era taciturna de nuevo su semblante había
cambiado- no puedo dejarme llevar por el deseo, debo ser fuerte.
Miré a mi alrededor, todos tenían los ojos puestos en nosotros dos; estaban estupefactos como si no
creyeran que Hell podría fijarse en alguien como yo. Me puse roja como un tomate; Hell sonreía. Sus
cambios de humor eran desconcertantes.
-¿crees que deberíamos decirle a todo el mundo lo que sucede entre nosotros?- me preguntó él
en tono afable.
-a mi me agradaría y ¿a ti?
-por supuesto que a mí también me agradaría.
Hell se puso de pie y fue al tablero; ¿qué pretendía hacer?
-tengo algo que decirles,-hizo una pausa como si lo que fuera a decir fuera algo solemne- Agatha
y yo somos novios.
Inmediatamente después de que Hell terminó todos voltearon a mirarme; algunos extrañados y otros
enojados. Me sentí nerviosa no estaba acostumbrada a ser el centro de atención. Hell se fue a su puesto
con gesto desenfadado; perecía sentirse muy cómodo.
-bueno ya esta hecho- me dijo sonriente.
-¿por qué hiciste eso?
-así te puedo besar aquí y nadie nos dirá nada.
-vaya, todo ha pasado muy rápido, por lo menos déjame asimilarlo.
-¿Qué tienes que asimilar? –espetó confundido.
-que te amo.
Se acercó a mí y presionó sus labios sobre mi frente.

Después de ese extraño día en la escuela, llegamos a mi casa; pero por alguna extraña razón Hell insistió
en vendarme los ojos, me cargó en sus brazos.
-¿qué pretendes con esto?
-pues quería darte una pequeña sorpresita.
A juzgar por el bamboleo supuse que íbamos subiendo las escaleras de caracol de mi casa. Nos
detuvimos, él me dejó en el piso y me quitó la venda.
Quedé boquiabierta. Todo mi cuarto estaba lleno de pétalos de rosas, pero no rosas comunes eran rosas
negras. De inmediato me quité los zapatos y los calcetines, pude sentir los pétalos en las plantas de mis
pies.
-¿te gusta?
-que romántico eres, ¿cómo conseguiste rosas negras?
-las transmuté yo mismo- dijo con suficiencia.
¿Ha dicho transmutar?
-no me vas a decir que tu…

[44]
-bueno yo se un poco de alquimia,- atajó.- de eso se trata la segunda parte de la historia –cogió
una rosa que había encima de mi cama y me la puso en el cabello.
-entonces espera a que me ponga más cómoda- le dije mientras me quitaba la corbata del
uniforme.
Empecé a desvestirme.
-yo… me voy para que te puedas cambiar.
Él desapareció, terminé de desvestirme y me quedé en ropa interior; no planeaba ponerme la ropa, a ver
que puede hacer Hell al respecto.
-Hell, ven ya- hablé como si el estuviera a mi lado, yo estaba consiente que él escuchaba
perfectamente.
Escuché como subía las escalera, ¿por qué hacia eso si podía venir aquí en un abrir y cerrar de ojos? Con
mucha lentitud entró a mi cuarto.
-¿así te sientes más cómoda?- preguntó él mientras me miraba sorprendido, su voz adquirió un
ligero tinte lascivo.
-pues si
Se sentó a mi lado.
-tienes que ponerte algo -dijo en tono imperioso, noté como fijaba sus ojos en mi cuerpo
mientras me hablaba.
-¿es que no te agrada? ¿Me veo tan mal?
-no digas eso –puso su fría mano temblorosa sobre mi muslo- me agrada verte… así de esta
manera, no te imaginas lo bien que te ves; siento cosas que nunca había sentido antes, siento ansia de
algo tuyo que no es sangre… …mucha ansia… no se como saciar este apetito; me es ajeno –se quedó
callado un momento como si estuviera debatiéndose- además si no te pones algo te vas a resfriar.
Suspiré.
-me pondré algo pero tiene que ser tu camisa- le señalé la camisa que llevaba puesta.
Se la quitó de inmediato y me la dio, me quedé embobada viendo su níveo pecho y no pude evitar
pensar como se vería de sublime si estuviera desnudo. Antes de ponérmela inhalé el delicioso aroma de
su piel que se había impregnado en ella, no me preocupé por disimular. Me la puse teniendo cuidado de
no dañar la rosa que tenía en el cabello.
-¿por qué la oliste antes de ponértela?- me preguntó curioso mientras nos recostábamos sobre
la cama llena de pétalos de rosa.
-porque huele a ti.
-¿y a que huelo yo?- me preguntó ansioso por mi respuesta.
-es un olor difícil de describir; -él frunció el ceño- es como a flores pero no como ninguna que
exista en la tierra, es dulce, embriagador, delicioso…-intentó reprimir una sonrisa- pero espera, no me
distraigas más cuenta de una vez tu historia.
-esta bien, ¿recuerdas donde quedamos?
-quedaste cuando acababas de descubrir tu nueva vida y cuando vivías con Caterina.
-bueno, en esa época Christian y yo aprendimos cosas que un humano normal no podría hacer;
por ejemplo, la alquimia; Caterina sabía muchas cosas sobre ella ya que su gente se la había intentado
enseñar a los humanos, -tú sabes esa época de la edad renacentista que se menciona la alquimia- pero
esta no floreció, ya que los únicos que podían ejecutarla bien eran los vampiros. En fin Caterina nos
enseñó a convertirnos en animales trasmutando las células de nuestro cuerpo reconfigurándolas en otro
organismo vivo de similar estructura.
-¿Christian también sabe?
-si, pero no tan bien como yo.
Tenía ganas de preguntarle por la alquimia, pero decidí no interrumpirlo más; al final comenzaría la
ronda de preguntas.

[45]
«Bueno, en esa época Christian y Caterina eran pareja, estaban enamorados –Christian respondía a la
frecuencia natural de Caterina y viceversa- recuerdo que daban mucha lata; se la pasaban juntos y yo ahí
sobrando como un idiota. Recuerdo que un día Christian decidió salir de nuevo a la vida humana, ya que
por esa época se volvió un gran pensador. Salió con Caterina, y como era de esperarse la gente los
señalaba –obvio porque ella parecía nueve años menor que él- desde ese día decidimos dejar de existir
en la sociedad humana, adaptando identidades falsas y fingiendo nuestra muerte cuando era
necesario.»

«Yo viví con ellos un tiempo –bastante fastidioso debo decir- hasta que Caterina me enseñó todo lo que
había que saber, en ese momento me fui de Alemania –allí fue donde nací de humano y de vampiro- a
recorrer el mundo para probar mis nuevas habilidades. No sabes lo fantástico que fue, recorrer el
mundo. En mi viaje encontré muchos como yo, -cosa que pensé al principio que era imposible- ellos no
tenían las habilidades que yo tenía –cosa que me hizo deducir que no habían sido instruidos por un
vampiro vivo- pero hubo algunos que intentaron seguirme, pero yo prefería viajar solo. Esa época se
marco muchísimo la paranoia de los vampiros –ya que nosotros no éramos nada prudentes en cuanto a
proteger el secreto de nuestra existencia- esa fue la época en que salieron esas absurdas ideas de que
los vampiros le temían al ajo.»

«Recuerdo que cuando viajé por primera vez a Inglaterra escuché la teoría más absurda en mi paso por
la ciudad de Coventry. Según los habitantes de ese pueblo la única forma de matar a un vampiro era
metiéndole un limón en la boca, eso se me antojo tan divertido que empecé recolectar el folklore de los
lugares que visitaba. Mi manera favorita la encontré en Bulgaria donde; según ellos, la única forma de
matar de forma efectiva a un vampiro era rodear su tumba de rosas salvajes. Aprendí muchísimas cosas
de la manera en que los humanos nos percibían, era bastante jocoso; hasta que encontraron la manera
de matarnos: La plata. En ese punto me di cuenta que los humanos eran más perceptivos de lo que yo
pensaba, pero en esa época los vampiros nos tomamos más en serio la amenaza y nos escondimos.
Después de un tiempo la gente dejó de creer en nosotros. Eso estuvo bien.»
«Pero un día, yo me dirigía a Oradea –un pequeño pueblo Rumano cerca de la frontera con Hungría- y
me encontré con la persona que no pensé que nunca volvería a ver. Era Christian, había utilizado sus
poderes para rastrearme. Él me dijo que necesitaba de mis habilidades en la caza, yo no lo pensé mucho
y me fui con él.»

«Pensé que él seguía viviendo en Alemania, pero no por alguna extraña razón se había ido a vivir en
Inglaterra. Christian me contó que Caterina llevaba dos meses de muerta, que él y ella habían fundado
una organización avalada por la monarquía inglesa que mantenía bajo control la proliferación de los
vampiros –obviamente la reina de Inglaterra sabía que Christian era un vampiro- así nacieron los
rosacruces, al principio eso no me preocupó ya que solo había venido con Christian para encargarme de
su “asuntito”. Cuando terminé y decidí irme, Christian me dejo algo muy claro: te unes a los rosacruces o
te mueres.»
No pude evitar preguntarme ¿Cuál fue el asuntito? Pero si él no lo mencionaba, tal vez no quería
que yo lo supiera. Me mordí la lengua para contener mi curiosidad.

«Entonces me uní a su estúpido circo, y era más complicado de lo que parecía; Christian y Caterina
habían hecho un reglamento ridículo que tenias que seguir, tienen lema y todo:
“amor y sacrificio priman en una vida inmortal” »

-Bah, ¿qué clase de basura es esa?- puso los ojos en blanco-. Siempre me pereció ridícula.
-a mi me gusta, suena muy romántica.

[46]
-por eso fue la rosa que significa amor y la cruz que significa sacrificio por eso rosacruces o en
alemán RosenKreutz.
-ahh ¿con que ese era el secreto?
-pues si ese era, no es tan interesante que digamos.
Lo miré ceñuda.
-hay otra regla que hay- agregó- cuanto te unes a los rosacruces no solo debes hacer lo que te toca,
también tienes que encontrar a la persona que responde a tu frecuencia natural, a tu doncella o
caballero.
-¿entonces por eso me decías doncella? Yo pensé que solo era cordialidad.
-si es porque eres mi doncella- cogió mi mano entre las suyas.
-si tu hermano es el que dirige los rosacruces ¿Qué haces tú?
-yo doy caza a las posibles amenazas de las que no se puedan encargar los otros, y dirijo la guardia;
tú sabes, estrategias, subordinados, cosas así.
-¿y como fue que viniste a para aquí? ¿Otro asuntito para Christian?
-Si, pero nunca pensé me encontraría con la mujer más bella y apetecible del mundo- dijo mientras
presionaba sus labios contra el dorso de mi mano-. Yo se que no fue coincidencia que te encontrara, ese
idiota de Christian lo sabía.
-¿de verdad?
-si él lo sabía –soltó mi mano y se puso de pie. Fue a buscar algo en su maletín, sacó una carta; se
parecía a la que le habían dado en el hotel-. Mira- me pasó la carta.
El sobre tenía garabateado con letra limpia y ordenada las palabras “para Patrick Vandervick”. Saqué la
carta -que estaba rasgada por la mitad- y la leí:

Respetadísimo Hell:

¡Hola hermanillo! Supongo que ya habrás descubierto la razón de


tu visita a ese país ¿ya la has encontrado? –no me refiero a la
asignación, se de primera mano que ya habrás acabado jejeje- te
envié a ese país porque allí sentí a una persona que responde a tu
frecuencia natural, cosa que me alegra ya que llevabas más de…
Hasta ahí llegaba el pedazo de la carta. Miré a Hell, él sonreía pero sus ojos tenían recelo.
-¿qué decía el resto de la carta?
-nada importante, solo estupideces de hermano mayor.
Guardé silencio, sabía que lo que decía el resto de la carta debía ser algo que él no quería que yo
supiera. Pero no lo iba a obligar a decirme, todos tenemos derecho a conservar algo en secreto.
Se volvió a acostar en la cama, vuelto hacia mí.
-después de haber atado cabos sueltos, hay algo que no entiendo- le dije- ¿por qué murió Caterina
si ella era un vampiro?
-según lo que se ella se enfermo de algo que Christian nunca aclaró ni mencionó;-encogió los
hombros- él evita el tema de la muerte de Caterina.
-¿tú… me podrías enseñar a usar la alquimia?
-claro amor mío, pero aún no puedo enseñarte; -frunció el ceño y murmuró algo como: todavía esta
muy joven- tal vez dentro de un tiempo prudencial.
Suspiré.
-se paciente, tenemos mucho tiempo para eso.

[47]
Él sonreía con ternura, sus hermosos ojos grises eran increíblemente cariñosos; cogió mi mano de nuevo
entre las suyas, empezó a besarla una y otra vez.
-di que me amas- murmuré.
-te amo Agatha.
Esas palabras quedaron flotando en el aire. Guardamos silencio, contemplándonos el uno al otro. Desasí
mi mano de la de él con suavidad, me llevé la mano a la cabeza y cogí la rosa que él me había puesto en
el cabello; pero al cogerla me pinché un dedo con las espinas.
-auch –exclamé mientras miraba mi dedo para observar el daño, una diminuta gota de sangre
manó de la cortada.
- ¡oh! desalmada y cruel flor- exclamó con voz aterciopelada, musical, ceremoniosa, herida… no
había indicios de falsedad en sus palabras, aunque sonaran como del siglo pasado- que has herido la
frágil mano de mi doncella –tomó mi dedo y se lo llevó a la boca, lo lamió suavemente- ¡fue forjada con
mis manos la impía rosa que te ha lastimado! ¡Tan ingrata que ha sido la fortuna conmigo!
-no exageres, solo fue un pequeño corte.- le dije mientras sentía que toda la sangre se me subía
a la cabeza provocando que me pusiera roja como un tomate.
-¿pero como no he de exagerar? Querida mía, fue mi culpa.
-deja ya de disculparte, más bien ponte a pensar que vamos a hacer con todos estos pétalos.
-¿sabes? No había pensado en eso,- encogió los hombros, su hermoso rostro se veía
desenfadado- simplemente pensé que te agradaría el detalle.
-no es que no me agrade, en realidad es lo más hermoso que alguien ha hecho por mi –admití
aún ruborizada, él sonrió complacido mostrando sus blancos y perfectos dientes- pero son muchos.- cogí
un puñado de pétalos negros de la cama, la suavidad de éstos delataban el hecho de que no eran
naturales.
-puedo quitarlos si lo quieres.
-déjalos así por ahora, podrás entretenerte limpiando mientras estoy dormida.

Mundo humano
[48]
Al día siguiente, decidí visitar a mi amiga Marcela después de clases. A Hell no le agrado mucho la idea,
ya que el día estaba soleado y no podría acompañarme.
-¿por qué no esperas a que sea de noche para que yo pueda salir contigo?- preguntó él ceñudo
mientras jugueteaba con las llaves de la casa.
-es que es una salida de solo chicas –le guiñé un ojo mientras me ponía un suéter negro.
-bah -puso los ojos en blanco- eso solo es una excusa para que no vaya contigo, no tienes que ser
tan diplomática si no quieres que yo vaya entonces dímelo de una buena vez.- dijo mientras me abrazaba
por la espalda.
-no es que yo no quiera que vayas- mi voz sonó ofuscada porque él me estaba haciendo
cosquillas en el cuello con la punta de su nariz- para serte sincera me da miedo de que mi amiga… se
interese por ti.
Soltó una risotada, su respiración entrecortada me acariciaba dulcemente la nuca.
-pero eso no es culpa mía
Abrí la boca para protestar.
-tu sabes que… –guardó silencio mientras presionaba sus fríos y suaves labios contra mi cuello-
solo tengo ojos para ti.- me atajó.
Me quedé callada mientras experimentaba ese delicioso hormigueo que procedía del contacto entre
nosotros dos, él también parecía estarlo disfrutando.
-bueno entonces si te vas dame un largo, apasionado y agresivo beso de despedida- murmuró en
mi oído.
Suspiré, su voz era miel; no había forma de resistirse a él ¡menudo tramposo!; Me di vuelta para estar de
frente a él, me empiné para que nuestros labios se encontraran.
De repente, sonó el teléfono.
-¡Maldita sea! –Vituperó – ¿quién osa a interrumpir tan dulce momento?
Me enojé tanto o más que él, ¿quién sería tan inoportuno de cortar la magia?; decidí no prestarle
atención y enfocarme en Hell.
-No importa quién…
Una chispa de comprensión brilló en mi cabeza, ¡mi madre!
-había olvidado su existencia- murmuré con fastidio. No tenía nada en contra de ella pero había
interrumpido algo crucial.
-¿existencia de quién?
El teléfono seguía sonando con insistencia.
-mamá, se va a preocupar si no contesto.
Hell se veía confuso.
-debo contestar.
Intenté desasirme a regañadientes, pero él no me dejo, en el fondo sabía que yo no quería irme de su
lado; y eso hubiera estado bien, de no ser porque el insoportable timbre del teléfono no dejaba de
sonar.
-ya esta bien, Hell déjame ir.
Mi voz no sonó lo suficientemente imperiosa como yo pretendía que sonara.
-soy un muchacho caprichoso, así que no.
-vamos, si no contesto mi mamá va empezar a sospechar que me traigo algo entre manos.
-tal vez no es tu madre, ¿no has pensado esa posibilidad?
-Estoy segura que es ella, o ¿quién más va a ser? Tú más que nadie sabes que tengo muy poca
vida social.
[49]
- bien –suspiró derrotado- ve entonces
Desasió su presa y me dejó ir. Bajé las escaleras como una flecha, hasta la sala y contesté el teléfono;
temiendo que ya hubieran colgado.
-¿aló?
-¡oh! Agatha ¿por qué has tardado tanto en contestar?
Sin duda alguna, era mi mamá, se escuchaba preocupada.
-No ha sido nada mamá, solo estaba en la ducha; tu sabes lo maniática que soy con eso de
bañarme dos veces al día.
No era una excusa muy convincente ya que esa maña se me había quitado hace meses, pero mi mamá
no estaba lo suficientemente informada sobre mis hábitos.
-ahhh… bueno ¿Cómo has estado? ¿Has comido bien?
-pues si últimamente si he comido mami.
-eso esta bien, tenía miedo de volver a casa y verte desaparecer.
Era hora de formular la pregunta del millón.
-¿Cuándo vuelves mami?
-uhmm… no se, mañana, creo
-Que alivio mamá.
Que mentirosa. Me sentí sucia por decir eso.
-si nena no te preocupes.
Hubo un pequeño silencio, horriblemente incomodo. Las palabras quería salir de mi boca: mamá
imagínate que he estado viviendo con un muchacho, se ha quedado en mi casa y dormimos juntos…
A mi madre le daría un patatús si supiera esto.
-y… ¿Cómo te ha ido? ¿Todo marcha bien con el gato? ¿Le has comprado comida?
Había olvidado que mi mamá no sabía que ese gato no era exactamente normal, que ni siquiera comía
wishkas, su dieta era totalmente diferente. Reprimí la risa al pensar que mi mamá no se imaginaba lo
agradable que era tener a ese “gato” de compañía.
-todo anda muy bien mami, el gato es muy… ¿Cómo decirlo? Es muy decente y no ha causado
ningún daño.
-¿y qué fue del muchacho nuevo en tu escuela?
Me sorprendió un montón que mi mamá aún se acordara de la conversación que habíamos tenido antes
de que se fuera. Sin duda merecía una salva de aplausos.
-ehh… Patrick y yo no hemos vuelto buenos amigos.
-¿amigos?
La voz de mi madre sonó incrédula, me conocía lo suficiente como para saber de mis conductas aislantes
y antisociales. Total ella fue la que pagó por el psicólogo -y ahora que lo recuerdo de nada sirvió-. Guardé
silencio para ver que decía ella.
-me parece genial que al fin puedas hablar con otra persona. Habías empeorado desde la
mudanza de tu amiga; pero veo que estas mejorando.
-pues si.
El amor lo puede todo.
-me imagino que me lo vas a presentar cuando vuelva ¿no?
-pero mamá solo es un amigo, ni que fuera mi novio.
Me sonrojé, él era mucho más que eso.
-pero una madre tiene derecho a conocer las amistades de su hija, además recuerdo que me
habías dicho que era muy guapo, yo quiero verlo con mis propios ojos a ver que tan bueno esta.
-¡mamá!–Protesté- no hables de él como si fuera mercancía.
-no te preocupes solo bromeaba, pero en todo caso me lo vas a tener que presentar… -se
escuchó en el fondo que alguien llamaba a mi mamá- a… si… bueno ya voy- dijo mi madre, obviamente
que no se dirigía a mi- Agatha debo irme preciosa, te quiero nos vemos, ahh… ¿de verdad? –Habló de
[50]
nuevo con voz desencantada a la otra persona- Agatha se me ha presentado un pequeño inconveniente
tal vez me demore más, perdona hija pero debo colgar, cualquier cosa yo te llamo.
-espera mami ¿cuanto te vas a demorar?
-no se, tal vez tres días más, voy a ver que puedo hacer; tal vez no me demore tanto adiós hija.
-adiós mamá- respondí aunque ella ya había colgado.
Colgué el auricular, me fui a sentar en el sillón; pero estaba ocupado.
-¿con que solo amigos? – habló Hell con rabia y diversión mezcladas en la voz.
-¿has escuchado la conversación?- le pregunté con fingida desaprobación.
-obviamente- dijo con sorna.
-ahh bueno.- dije tratando de evadir su mirada inquisidora.
-explícame eso de “amigos”- noté el entrecomillado de la palabra por la entonación de su voz.
-tu sabes que nosotros no somos novios… -hice una pausa para estudiar su reacción, una mezcla
de emociones crisparon su inmaculado rostro; pude identificar ira, decepción, frustración,
tristeza.- …somos algo más que eso –continué rápidamente al ver que ya iba a protestar- y no le
puedo decir eso a mi madre, se moriría.
-bueno, tienes razón ¿pero estas consiente de que algún día tendrás que decirle sobre mi?
-yo…- miré el reloj que estaba en la sala- ¡le dije a Marcela que nos viéramos a las tres y ya son
las tres y media!
Me revisé a ver si me hacía falta algo, ¡la tarjeta!; La cogí de encima de la mesita de café.
-¿tú me vas a abrir o llevo llaves?- le pregunté a Hell.
Él estaba realmente enojado.
-¿entonces es un no o un si?
Con un movimiento grácil y elegante, se puso de pie, se acercó y tomó mi rostro entre sus gélidas manos.
-a veces debo tener una paciencia infinita contigo –me dijo con voz suave y calmada, pero sus
ojos aun refulgían de enojo.
Nos dimos un beso corto y agresivo; él tenía ganas de más –y yo también-, pero no me dejé engatusar y
me detuve.
-¿me abres entonces?
Soltó un suspiro sonoro.
-si yo te abro, pero procura no demorarte ¿si? Y si te queda tiempo almuerza y trae algo para
cenar.
Me soltó el rostro.
-cuídate, te amo.
-adiós entonces.
Salí de la casa, como esperaba el sol brillaba; no había rastros de nubes en el perenne cielo azul. Corrí
como loca por la calle. Había citado a marcela en el centro comercial más cercano a mi casa –esto no
significaba que estuviera cerca, solo que estaba más cerca en comparación a otros-. Detuve un taxi, y me
subí. El viaje se me hizo realmente largo, pensé que sería fácil separarme de Hell, pero no; a cada
momento que pasaba pensaba en él, estuve tentada varías veces a decirle al conductor que me llevara
de nuevo a casa pero yo le había prometido a marcela que íbamos a salir. Después de quince minutos de
tortura psicológica llegué al centro comercial. Le dejé una generosa propina al taxista y me bajé. El
centro comercial seguía siendo el mismo, en la entrada los chorros de agua que manaban del piso del
ajedrez gigante cuyas fichas estaban hechas de metal retorcido por algún artista burgués, salpicaban a
los transeúntes desprevenidos; el gran edificio gris de una arquitectura extraña –meramente construido
con fines comerciales-, la plazoleta de comidas que daba a alamedas llenas de mesas, el insoportable
ruido de la gente niños, ancianos, jóvenes parejas enamoradas –sentí un pinchazo de tristeza al pensar
en Hell-. En ese centro comercial se veía el contraste de las diferentes clases sociales que frecuentaban el
Mall, niñas ricas hablando por su celular, solitarios que miraban con ansia los escaparates de las tiendas
deseando el dinero para comprar el objeto de su codicia, el señor cuarentón cargado de paquetes que
[51]
complacía todas las exigencias absurdas de su joven cortesana, la familia con hijos que correteaban de
un lado a otro, esposas que se detenían en cada vitrina diciendo “mi amor has visto ese bolso tan
bonito?, ¿has visto eso? es igualita a la que tiene Vilma en su casa”, cuyos esposos miraban como
diciendo: ¿me importa?
Después de escrutar a las fastidiosas pero interesantes personas en busca de marcela, la encontré
sentada en una mesa del cafetín que siempre frecuentábamos, supuse que estaba bebiendo capuchino –
tal vez con licor-. Estaba, igual como yo la recordaba, tenía es misma apariencia de que; si uno le quitaba
los ojos de encima, ella iba a desvanecerse como un espectro; ojeras marcadas –a decir verdad todavía
sufría de insomnio- cabellos negros que la hacían ver más irreal, rostro redondo y esa misma expresión
de amabilidad de siempre –que se asemejaba a la expresión afable que una abuelita le mostraría a su
nieto predilecto- se estaba tronando los dedos de manera nerviosa y compulsiva, hasta que me vio llegar
y sospechando lo que yo le iba a decir se detuvo, cogió su café y dio un gran sorbo. Suspiró aliviada a ver
que yo corría una silla y me sentaba al frente de ella.
-siento la demora es que se me presentó un pequeño percance.
-no importa- dijo ella despreocupada- yo llegué tarde, se me había olvidado que habíamos
quedado de encontrarnos
La mala memoria de marcela ataca de nuevo.
-bueno ¿qué más niña loca? cuénteme algo de lo que ha hecho en mi ausencia, ¿han pasado
cosas divertidas?-dijo ella en tono casual.
-la verdad no se, no ando muy informada que digamos.
-¡que aguafiestas!
-¿capuchino?
-si- admitió ella antes de darle un sorbito a su taza.
De nuevo yo había adivinado. No había tema de que hablar con marcela, excepto Hell pero no estaba en
mis planes contarle sobre él y mucho menos sobre su extraña “dieta”.
-tengo que comprar una tonelada de cremas para el sol, tu sabes por eso de mi alergia ¿me
acompañas?
-claro.- le dije mientras nos poníamos de pie.
Fuimos entre el mar de gente hasta una tienda llamada la Riviera, allí vendían perfumes, cremas y todo
tipo de cosas que tenían que ver con cuidado personal. Marcela sacó una lista larga de compras –supuse
que lo había anotado ya que no se fiaba de su retentiva- empezó a sacar montones cremas y cosas de
varios estantes.
-entonces ¿todavía cargas un maletín solo para las cremas?- le pregunté con la mirada fija en un
brillo de labios diseñado por mi tocaya Agatha Ruiz de la Prada.
-creo que esa pregunta se responde sola- dijo ella mientras cogía una cajita de polvos de arroz y
la metía en la canasta de compras.- ¿vas a llevar eso?- me preguntó con curiosidad mientras señalaba el
brillo que tenía en mis manos.
-supongo, así mi madre se sentirá complacida.
-ahhh… ya veo, entonces lleva un poco de rímel también- dijo mientras sacaba del estante un
rímel.
-entonces también llevaré lápiz negro de ojos- le dije mientras cogía uno del mostrador.
Marcela esbozó una sonrisa de cómplice y metió en la canasta un frasco de perfume.
-ya terminamos entonces.-dijo ella complacida.
Fuimos al cajero, yo insistí en pagar todo; ella se negó al principio pero luego al ver lo insistente que yo
era dio su brazo a torcer. Salimos de la tienda cargadas de paquetes, yo me dejé tentar por el
consumismo así que terminé metida en la tienda de discos buscando entre los estantes en busca de algo
bueno.
-¿te parece bien un poco de metal?- le pregunté a ella mientras le mostraba un disco de Korn.
-no se si eso sea metal, pero si lo quieres comprar- dijo ella mientras encogía los hombros.
[52]
-no creo que son muy mechudos para mi gusto- dije en tono socarrón.
-je, si tu lo dices.
Salimos de la tienda con varios discos, de música variada; había desde clásica –dios salve a Mozart- hasta
rock setentero –gracias the doors por sacar de nuevo una recopilación de sus éxitos-. Estando con
marcela olvidé por completo los últimos acontecimientos de mi vida, era como si ella y yo estuviéramos
en los viejos tiempos, hablando de estupideces y conspirando contra los demás.
Caminamos un rato por el centro comercial, en busca de una tienda de ropa decente; hasta que nos
rendimos y entramos a la tienda de ropa que frecuentaban los niños emo, la ropa era bonita; sin duda
así que terminé comprado una corbata de seda negra con calaveras –un regalito para mi Hell-, y una
falda de tul rosada con negro. Compré varios pares de zapatos, -para que mi mamá se sintiera orgullosa
de su derrochadora hija- y aproveché para comprar las novelas de Stephen King que me tenían tentada
desde hace tiempo pero que no había podido comprar porque mi madre no me dejaba leer novelas de
terror.
Invité a comer a Marcela, en un restaurante árabe –único lugar que vendían comida vegetariana- nos
sentamos en una mesa y descargamos los paquetes, teníamos los dedos blancos por el peso de las
bolsas.
-entonces esto es tuyo – dijo ella mientras sacaba de un paquete el perfume, el rímel, los brillos,
-compramos de todos los sabores porque no pudimos decidirnos cual era el que olía mejor- y el lápiz de
ojos.
Lo cogí todo y lo metí en la bolsa donde estaba la corbata de Hell.
-y esto –dijo ella mientras sacaba una cajita que parecía ser más maquillaje- lo cogí para ti
pensando que yo lo pagaría pero en todo caso tómalo
Cogí la cajita negra y la abrí eran sombras para ojos.
-gracias, aunque no se como echármelas- y no importaba porque tal vez no las usaría.
Después de comer salimos del centro comercial a parar un taxi, cuando salí me di cuenta de lo tarde que
era, ya había oscurecido, me había olvidado de que Hell me estaba esperando.
Puesto que vivíamos lejos la una de la otra tomamos diferentes taxis, nos despedimos y ella me ayudo a
subir los paquetes al carro –ya que yo había comprado más cosa que ella- me sumí en mis pensamientos
mientras veía la calle pasar a través de la ventana del carro, definitivamente Hell iba estar de mal humor,
y no lo culpo yo también me habría enojado si él me dejara sola; sin Marcela empecé a sentir esa
horrible desazón causada por la separación; que tonta fui debí quedarme con él, en vez de dejarlo solo;
pero Había ido al mundo “humano” y había sido grandioso –aunque me costara admitirlo- obviamente
no era tan grandioso como estar con Hell, pero era algo estimulante; había olvidado como se sentía la
compañía humana, ya que desde hace meses que no compartía tanto tiempo con una persona, no mas
bien un humano –si porque Hell es una persona aunque sea un vampiro-. Definitivamente el amor me
estaba cambiando, ahora no me reconocía ¿Dónde quedo el temor a hablar con una persona? ¿Dónde
quedó el fastidio hacia alguna muestra de cariño? ¿Dónde quedo el odio irascible por la gente?,
definitivamente el amor lo puede todo.
¿Qué diría el psicólogo si viera que a pesar de su negativa había encontrado a alguien que me aceptara
tal como soy; una loca obsesiva?
Sin duda alguna que el amor lo puede todo.

Después del largo viaje llegué a mi casa, y apenas llego el taxi se abrió la puerta de mi casa. Hell salió de
la casa hermoso como ningún otro, de nuevo su belleza me tomaba por sorpresa. Al contrario de lo que
yo había sospechado Hell estaba notablemente contento a verme llegar.
-¡amor mío! Has llegado por fin.-exclamó aliviado.
-esto…-su inverosímil belleza me había dejado sin habla.

[53]
-déjame que te ayude con todo esto- dijo mientras levantaba del suelo todos los paquetes como
si no pesaran nada.
Los entro a la sala, yo lo seguí y me deje caer en el sofá; estaba exhausta por el frenesí de compras.
-y ¿eso por qué tantas cosas?
-no se –dije mientras encogía los hombros.
-¿que has hecho? Te has demorado mucho temí que te hubieran robado o algo así- dijo él con una
extraña preocupación paternal.
-pues hicimos lo que hacen las mujeres cuando van de compras.
Frunció el ceño.
-eso no es gran información yo no se nada de chicas y mucho menos se lo que hacen cuando van
de compras. ¿Te importaría ser un poco más específica?
-bueno acompañé a mi amiga a comprar unas cosas, nos medimos ropa, zapatos y compramos
algunas cosas libros, cd cosas así.
-tengo curiosidad de ver lo que compraste.
Hell observó cada bolsa con curiosidad, lo que más le llamó la atención fue los brillos porque parecía que
no comprendía su uso; a decir verdad yo tampoco. Le di la corbata y el sonriente le hizo un nudo y se la
puso. Me senté en sus piernas y recosté la cabeza en su pecho.
-tu me haces recordar cosas que había olvidado hace mucho tiempo.
-¿que clase de cosas?
-no se, cosas.
-¿no me vas a decir que?- levanté la cabeza de su pecho y miré su rostro inmaculado, perfecto.
Estaba radiante de felicidad.
-No- dijo mientras me daba un beso en la punta de la nariz.
-No se puede razonar contigo.
Me susurró al oído versos de una poesía anticuada, aunque con su voz era como música.
-… la dulce agonía que me provocas…-susurró –…debe ser eso lo que llaman amor…
-¿te gusta mi romancero? Tú lo has inspirado.- dijo al terminar de recitar.
Era incapaz de hablar, estaba seducida por la aterciopelada voz de Hell.
-Y aún tengo muchos más para ti.
-No los vayas a pronunciar porque si lo haces creo que moriré en tus brazos.- le dije con voz
embelesada.
-No exageres, no soy tan bueno.
-¿Qué no eres bueno? ¡Ja! Eres la perfección hecha hombre.-señalé.
Él rió de esa forma desenfadada y encantadora que me agradaba tanto. El sonido de su acompasada
respiración era realmente reconfortante, aún más que el sonido de un corazón latiendo…

[54]
DIA 8

Me levante temprano esa mañana; pensé en Hell, me puse de pie y vi en el piso un ramo de rosas
negras, tenían un sobre con mi nombre en el –obviamente sabía quien lo había dejado allí-. Cogí el
sobre, saqué la carta:

Querida Agatha:
Perdona que no este allí cuando despiertes pero se me presentó un inconveniente, por favor
espérame; y no salgas ni siquiera para ir al colegio, de verdad no lo hagas; quédate en la
casa. Después te lo explicare todo.
PD: No vayas a pensar que te he abandonado, no sabes lo duro que es para mí separarme de
ti.
Siempre tuyo, Hell.

¿Qué habría pasado? Debía ser algo muy grave para que Hell se hubiera ido; ¿tendría algo que ver con
los Rosenkreutz?
Recogí el ramo de rosas y lo puse encima de mi cama; Suspiré, estaba sola de nuevo. Me dolía su
ausencia; tenía ganas de llorar. Vi su maleta en el piso; la abrí y cogí una de sus camisas, la olfateé; el
reconfortante aroma de su piel estaba impregnado en ella. Era insano sentir esa angustia por la
separación, pero ¿qué podía hacer yo? Decidí no ir al colegio, como él me había pedido. Me fui a bañar
para matar el tiempo; cuando hube terminado me fui a vestir. Demoré varios minutos pensando en que
ponerme al final me decidí por mi falda estampada con gatos blancos y negros, y una camisa negra sin
mangas. Me eché en la cama y cerré los ojos, tenía que dormir para evitar pensar en Hell.

La tarde la pasé leyendo el libro favorito de Hell, aunque a veces me encontraba leyendo el mismo
párrafo una y otra vez porque no lo entendía. Cuando iba en el canto trigesimosegundo del infierno,
noté que eran las seis menos diez; me levanté del piso, fui hacia la ventana; estaba lloviendo a cantaros,
sentí una punzada de tristeza; los días lluviosos eran los predilectos de Hell. Abrí la ventana, la fría lluvia
bañó mi rostro. Dejé la ventana abierta; me acosté en la cama. De repente; escuché que se rompía el
vidrio de la ventana. Me levanté de golpe, mi corazón latió con emoción por un segundo probablemente
era Hell.
Para sorpresa mía, vi en mi cuarto a un muchacho totalmente empapado, no era muy alto; estaba
descalzo y su ropa estaba rasgada. Tenía el cabello rubio, ojos azules, piel nívea; sus facciones no eran
tan finas como las de Hell, parecía más un niño; su rostro se veía increíblemente inocente. Su expresión
era extraña, como si estuviera feliz pero a la vez asqueado. El joven se sacudió el cabello salpicándome,
sus ojos recorrieron mi habitación y luego se posaron en mí.
-¿Dónde esta?- preguntó el muchacho con tono despreocupado, su voz tenia un ligero acento
Alemán.
Quedé atrapada en los deletéreos ojos azul marino del chico, él parecía no parpadear. Mis piernas
empezaron a temblar, sentí un nudo en la garganta; estaba muerta del miedo.
-respóndeme, ¿dónde esta ese bastardo?- su voz sosegada adquirió un tinte de rabia.- todo este
lugar apesta a él.
El muchacho sin quitarme los ojos de encima, se aproximó a mí; empezó a olerme. Quise alejarme de él
pero no pude; estaba petrificada.
-sin duda alguna has estado con ese imbécil;-hizo una mueca de asco- tienes impregnado su
hedor.
El joven se abalanzó sobre mí; tumbándome al piso.

[55]
- Es una lastima que alguien tan hermosa y encantadora como tú huela tan mal; - su rostro
estaba peligrosamente cerca- pero eso lo podemos arreglar, puedo morderte… o tal vez marcar
territorio para que este lugar y tú me pertenezcan.
Sentí mi corazón estremecerse de miedo; nunca antes había temido por mi vida.
-¿crees que debería morderte ya?-me preguntó en tono cortés.
- No. – Agregó- creo que entre más larga sea la espera mucho mejor será el placer.- dijo mientras
lamía mi nuca.
Me sentí asqueada ¿quién diablos era ese chico?
-tu sabor y olor están muy escondidos entre la pestilencia de Hell, pero aún así puedo sentirlos.
No puedo esperar a hacerte mía; - cerró los ojos, parecía regodearse con la idea.- pero voy a
hacerlo al frente de ese idiota; hm… ya lo puedo imaginar él retorciéndose de dolor mientras me
observa deleitarme con su doncella.- abrió de nuevo los ojos- pero vámonos, este no es el
escenario indicado para que todo pase.
Él joven se puso de pie; yo intenté con todas mis fuerzas moverme, pero no pude estaba completamente
paralizada. Ese debía ser el poder de un vampiro; paralizar a su victima con la mirada.
-por cierto mi nombre es Gottreich- me dijo mientras me levantaba del piso.
Me dolía la garganta de la ira que sentía, tenía ganas de escupirle en la cara al chico; él parecía
complacido. El joven saltó por la ventana; cerré los ojos, sentí la lluvia caer sobre mi rostro, de nuevo
sentí el vacio en el estómago; pero esta vez, Hell no me iba a proteger. El chico jadeaba mientras saltaba;
no era porque estuviera cansado, tal vez era por lo emocionado que estaba.
¿Qué le había hecho Hell a este joven para que lo odiara tanto? Empecé a pensar, tal vez esta era la
razón de la ausencia de Hell. Empecé a llorar; un llanto amargo y herido, Hell se había ido me había
dejado a merced de este monstruo. ¿Cómo fue él capaz de dejarme sola? Iba a morir, lejos de mi amado;
ya estaba resignada no había nada que hacer.
Nos detuvimos, la lluvia había cesado. Abrí los ojos; estaba en el bosque de pinos que había a las
afueras de la ciudad, estaba oscuro; el aire olía a eucalipto. El joven me dejó en el suelo, éste era
mullido ya que estaba cubierto por las hojas caídas de los arboles; quedé acostada bocarriba, mirando la
luna en el negro firmamento.
-bueno, ¿qué te parece?- me preguntó Gottreich en tono casual mientras se sentaba a mi lado.
Se quedó callado.
-se me olvidaba.- dijo él mientras se ponía de pie.
Algo sonó; era como un crujido, luego el claro en el que estábamos se iluminó por una luz azul. Gottreich
se arrodilló mi lado; me levantó del suelo y me sentó, recostando mi espalda contra el tronco de un
árbol; pude ver que la luz azul provenía de una flama que crepitaba alegremente. Él trazó un círculo en el
suelo, recitó unas palabras muy extrañas; y, como por arte de magia, las hojas secas se convirtieron en
una soga; él la cogió y me ató las manos al tronco.
-ahora si esta todo preparado- dijo él con suficiencia.
Él extendió su mano y acarició mi mejilla, sentí que su fría mano me lastimaba la piel.
-Doncella, ¿puedes decirme tu nombre?- me preguntó.
-A-ga-tha- musité torpemente.
-Agatha –repitió él con voz cautivada.
De repente torció gesto.
-¿Por qué estas con Hell? No lo entiendo, él es tan sanguinario y sádico;-se acercó a mí, besó mi
mejilla; sentí que se me cortaba la piel- no merece estar al lado de alguien tan frágil y delicada
como tú.
-¡¿cómo se atreve a hablar así de él?!- grité con furia.
Me miró ceñudo.
-El muy cobarde no te ha contado ¿verdad?
Lo miré con los ojos entrecerrados.
[56]
- es que…
Gottreich se quedó callado, se puso de pie y sonrió.
-hasta que por fin apareces, ¿donde están tus modales? No es de caballeros hacer esperar a una
dama.
-lo siento Agatha, nunca pensé que este inepto fuera tan cobarde como para usarte como
carnada.
Esa hermosa voz me calmó, aunque no supe de que lugar de la negrura me hablaba.
-ven aquí cobarde- dijo Gottreich- ¿o es que tienes miedo?
Algo cayó de la copa de los arboles; era Hell. Con un movimiento grácil aterrizó en el suelo, tenía aires de
felino. Su perfecto rostro de ángel estaba turbado por la ira, sus ojos ardían de cólera; aún así me llené
de felicidad al verlo, intenté romper mis ataduras para correr y abrazarlo; pero lo único que logré fue
lastimarme las muñecas.
-inmunda basura como te atreves a retarme- su voz tembló de ira.
-estoy harto de obedecer tus ordenes. Eres despreciable; no tienes misericordia con nadie.
Hell esbozó una sonrisa malévola.
-te enseñare a no sublevarte maldita escoria- espetó Hell con crueldad mientras sacaba la daga
que llevaba en el cinto del pantalón.
Se abalanzó sobre Gottreich como cuando un león da caza a su presa, pero éste lo evitó.
-No me creas tan idiota ¿pensaste que iba a ser fácil derrotarme?- se burló Gottreich.- ya deja de
jugar y pelea en serio.- lo retó.
El rostro de Hell estaba convulso, se acercó, se arrodilló cerca de mí; tomó mi rostro entre sus manos.
-perdóname, soy un idiota. –La tristeza inundó su rostro, se veía consternado.- me fui para que
estuvieras segura pero lo único que hice fue ponerte en peligro.
- bésame por favor. –le pedí con desesperación; lo necesitaba, necesitaba sentirme segura en sus
brazos.
-tengo que matar a ese bastardo- dijo él mientras se ponía de pie.
-quédate a mi lado por favor, no me dejes de nuevo- las lágrimas se asomaron en mis ojos, no
podía soportar que se alejara de nuevo.
-no lo haré querida mía, no temas- dijo él tratando de tranquilizarme. Intenté contener las
lágrimas; tenía que ser fuerte, paciente; tenía que hacerlo, por él.
Saltó de nuevo, escondiéndose en la penumbra del bosque, lejos del perímetro iluminado por la llama
azul; de nuevo, la ansiedad por su ausencia.
-¿tienes miedo?-gritó con enojo Gottreich mientras saltaba con la intención de perseguirlo-
¿Tienes miedo de que tu doncella se de cuenta del monstruo que eres?
Hubo un silencio; un silencio que era el preludio de algo fatal. Sentí el corazón en la garganta; la tristeza
me hería el pecho. Intenté aguzar mis oídos pero fue en vano solo podía escuchar los erráticos latidos de
mi corazón. Estaba muy confundida, asustada. No temía por mi vida; temía por la de él.
Intempestivamente un objeto plateado cayó del cielo, a pocos metros de mí. Luego todo paso muy
rápido; dos manchas que se movían con gran velocidad se lanzaron en picada para coger el objeto
plateado, se escuchó como si dos descomunales rocas hubieran chocado.
-¡Hell!- vociferé horrorizada.
Vi a Hell y Gottreich revolcándose en el suelo, peleando con furia; Gottreich tenía la estaca de plata, con
un fuerza descomunal atravesó el abdomen de Hell. Mi respiración se detuvo; las lágrimas que intentaba
contener se derramaron, mi cuerpo empezó a temblar incontrolablemente; miedo, horripilante miedo.
Para mi sorpresa Hell se puso de pie, sin dificultad; como si no sintiera la letal llaga en su vientre. Él me
miro:
-Lo siento, Agatha.
Al escuchar su afligida voz me sentí morir. Él posó sus ojos en los míos, noté con dolor como estos se
iban volviendo mustios, apagados. La angustia me empezó a asfixiar; él estaba herido de muerte.
[57]
-Hell- susurré con hilo de voz.
Él se desplomó de rodillas, su expresión era extraña; no era dolor era otra cosa, un sentimiento que me
era ajeno. Gottreich se quedó en el suelo, parecía sorprendido. Una risa fría, desalmada, dura, lúgubre;
me hizo estremecer.
Era Hell, se reía mientras se sacaba la daga del vientre.
-¿crees que con eso puedes matarme? Soy perenne, inmortal, ¡invencible!-la maligna voz de Hell
hizo que a Gottreich se le desfigurara el gesto; era como si estuviera viendo algo terriblemente
espantoso.
Hell se puso de pie, asumió una postura agresiva; el asesino esta listo para matar. Un gruñido gutural le
desgarró la garganta, era Hell en todo su esplendor; nunca fue menos humano ni más hermoso. Vi miedo
en los ojos del muchacho; él sabía perfectamente que su vida inmortal iba a acabar.
-debiste de haber apuntado al corazón- dijo Hell entre dientes- así si me habías matado; pero
como eres tan incompetente ni siquiera eso puedes hacer- se burló.
El fuego ardió en los de Hell, él se abalanzó sobre el muchacho rubio; con tal fuerza, que todo el bosque
tembló. Clavó la estaca justo en el corazón; Gottreich profirió un grito de dolor.
-bastardo- murmuró Hell casi con dolor- como te atreves a tocar a mi doncella; ella solo es mía,
¡me pertenece solo a mí! –Gritó colérico- te aprovechaste de que estaba sola, y te escudaste en
ella – le escupió sangre- me enfermas.
Gottreich se retorció en el suelo, luego de un rato quedó inmóvil; la llama azul se apagó ipso facto. Hell
se puso de pie; jadeante, su expresión se volvió taciturna; era como si se hubiera roto algún hechizo. Él
me miró, sus ojos brillaban en la oscuridad; adquirieron brillo melancólico. Al ver mis ojos, su rostro se
crispó de dolor, agachó la mirada.
-Hell- murmuré entristecida.
Él se desplomó en el suelo.
-Hell háblame por favor- sollocé.
Silencio abrumador.
-¡Hell!
Nada.
Estaba sumida en las tinieblas, él… ¿estaría muerto?
Una voz dentro de mi me decía que si; que él se había ido de mi lado, ahora todo lo que había pasado
junto a él era un agradable recuerdo. Estaba amarrada a ese árbol, tiritando de frío; llorando la perdida
de un ser amado. Cerré los ojos con fuerza; intentado imaginar que todo era un aterrador sueño.
Habló una vocecita en mi interior:
Piénsalo, ¿qué harás ahora? No puedes seguir viviendo sin él… ¿Cómo será la mejor forma de
morir?
¿Cortarse las venas?
¿Beber cloro?
… ¿Asfixiarse? …

Los segundos se me hicieron horas; allí sentada en medio del bosque, planeando la mejor forma de
acabar con mi vida, pude ver la nívea luna en el cielo; era el único testigo de mi desgracia. Intenté
soltarme de nuevo; esta vez las ataduras cedieron, toqué mi lacerada muñeca; escuché un chasquido,
una luz blanca iluminó el claro. Con los ojos entrecerrados por la luz noté que había alguien arrodillado
al frente mío, era un hombre de piel cetrina; tenía un extraño parecido con Hell; pero tenía el cabello
negro azabache largo hasta la cintura y liso, sus ojos eran un poco más oscuros que los de Hell; y también
era abrumadoramente apuesto.
-no pensé que las cosas se pusieran así- habló el hombre preocupado, su voz era un poco más
gruesa que la de Hell pero aún así era aterciopelada y musical.
Lo que faltaba, otro vampiro.
[58]
-tu debes ser Agatha- afirmó él- eres más bonita de lo que pensé.
Lo miré sorprendida ¿cómo supo mi nombre?
-yo soy Christian, el hermano de Hell- dijo él mientras extendía su mano para ayudarme a poner
de pie.
Tomé su mano –fría como un tempano-, me puse de pie y fui corriendo a donde estaba Hell. Él estaba
tirado en el suelo, sin pensarlo me dejé caer de rodillas a su lado.
-hola- dijo él con voz entrecortada.
No supe que hacer, tenía ganas de abrazarlo, besarlo; pero me contuve al ver que de la herida de su
pecho brotaba sangre a borbotones. Se me partió el corazón.
-no llores- él levanto su mano y acarició mi rostro untando mi mejilla de sangre- voy a estar bien
-si; sin duda alguna –dijo Christian, me sorprendí al verlo al lado de Hell; no lo había notado.-
hierba mala nunca muere.
-¿qué haces aquí?- le preguntó Hell en tono despectivo.
-vine a conocer la doncella de mi hermanito.- contestó Christian despreocupado.
¿Por qué estaba tan despreocupado? ¿Acaso no había notado que se estaba muriendo?
-Agatha distráelo mientras lo curo- me pidió Christian.
Contemplé fijamente a Hell, él se veía triste.
-ya lo viste, viste mí otro yo- dijo él consternado.- ¿te dio miedo?
Tomé su mano entre las mías.
-temí por tu vida, pensé que te iba a perder.
Él sonrió.
-no te voy a dejar; nunca te voy a dejar.-hizo una pausa mientras hacía una mueca de dolor, no
me atreví a mirar que era lo que le hacía Christian- ¿estas bien? ¿Ese bastardo te ha hecho algo?-
preguntó preocupado.
- estoy bien, no me ha pasado nada. Pero explícame ¿quien era ese sujeto?
Puso su dedo sobre mis labios.
-Shhh. Fui un idiota, no debí haberte dejado sola- Hell torció el gesto, se veía enojado- no pensé
que esa alimaña seria capas de llevarte- le pegó un puñetazo al suelo.
-quédate quieto Friedrich- le dijo Christian.
-¡No me digas así!- protestó Hell.
¿Ha dicho Friedrich?
-Te has hecho una herida muy fea,- dijo Christian frustrando mi intento por pedirle una
explicación- nunca pensé que te llegaran siquiera a tocar un cabello.
Hell tosió; un hilo de sangre salió de su boca. Con mis sonrosados dedos le limpié la sangre.
-No me dejes- farfullé.
Él sonrió, pude ver sus perlados colmillos asomarse; probablemente el sabor a sangre los había hecho
reaccionar.
-te amo mucho, no volveré a dejarte sola; no te imaginas lo mucho que te extrañe.
Me agaché; para acercarme a él, tenía que besarlo. Él levantó ligeramente la cabeza; también parecía
ansiar el contacto, ambos lo necesitábamos. Mi corazón latió con más velocidad, nuestros labios estaban
a punto de tocarse; una especie de corriente eléctrica fluía de él. De repente Christian se aclaró la
garganta, la magia se rompió:
-no quiero dañar la pasión del momento pero creo que por ahora no es prudente que se besen.
Hell hizo un mohín de descontento. Me erguí de golpe, sonrojada; había olvidado que Christian estaba
allí.
-Lo siento- murmuré apenada.
-creo que ya esta listo- dijo Christian con suficiencia.
Miré el blanco torso de Hell, estaba vendado.
-pero- agregó Christian- me temo que debo pedirte un favor, Agatha.
[59]
-dime
-¿puedes… -vaciló un momento- darle un poco de tu sangre?
-claro- respondí de inmediato.
Christian se relajó al ver lo cómoda que estaba yo frente a esa inusual petición; probablemente él no
sabía que Hell ya me había mordido. Christian ayudó a Hell a sentarse.
-solo un sorbito- dijo Hell sonriendo tímidamente.
Me acerqué a él, me recogí el cabello con las manos dejando al descubierto mi cuello; Hell parecía
vacilar, pero lo animé a venir a mí con una sonrisa. Él recostó su cabeza en mi hombro, besó mi nuca.
-te amo- murmuró contra mi piel.
Me mordió, gemí al sentir ese placer de nuevo; era más agradable de lo que recordaba. Hell me rodeó
con sus brazos. Me dejé llevar por el éxtasis de su mordida.
-a medida que bebe de tu sangre se va sanando su herida- dijo Christian sacándome del trance.
-pensé que los vampiros eran invencibles- le dije ofuscada mientras acariciaba el plateado
cabello de Hell.
-nuestra única debilidad es la plata, las moléculas de este metal hacen que nuestras células no
puedan regenerarse; así que, la piel expuesta empieza a pudrirse.
Hell me soltó con gentileza.
-gracias- dijo mientras me daba un beso en la mejilla.
Se puso de pie con dificultad, le dijo algo a Christian con la mirada. Christian asintió con la cabeza.
-amor mío,- me dijo mientras tomaba mi mano- ve con Christian; yo debo ocuparme de ciertos
asuntos.
Lo miré suplicante.
-no me dejes de nuevo- le reclamé.
-créeme que a mi también me duele- acarició mi mejilla con el dorso de su mano- pero debo
alimentarme para volver a tu lado, pero tranquila que vas a estar con Christian.
-Si le llega a pasar algo malo a Agatha te juro que te matare de la forma más sádica que se me
pueda ocurrir- le advirtió a Christian no hubo ni un atisbo de broma en su voz.
Christian sonrió.
-No te preocupes no le pasara nada malo- Christian me miro de arriba a bajo de una forma
extraña.
Hell le lanzó una mirada fulminante.
-Recuerda que ella me pertenece- me soltó la mano y corrió mi cabello, dejando al descubierto
la marca de sus dientes en mi cuello- si llego a percibir tu asqueroso olor en ella- esbozó una sonrisa
amenazadora- te despellejo.
Christian soltó una carcajada.
-Sigues sin tener sentido del humor, Friedrich.
Hell torció el gesto.
-¿por qué te dice así?- le atajé a Hell. Era mi oportunidad de quitarme la duda.
-Ese es su nombre, el nombre que le pusieron nuestros padres al nacer.
Hell lo miró como si lo fuera a matar.
-¿es cierto eso?- le pregunté a Hell.
-si- suspiró- mi nombre es Friedrich.
-¿y por qué no te agrada que te digan así?
La expresión de Hell se volvió adusta; Christian lo miró con interés como si esperara escuchar algo
interesante.
-Me recuerda que alguna vez fui humano- Dijo Hell con la mirada gacha, parecía que estuviera
admitiendo una vergonzosa verdad.
Lo miré confundida; ¿era tan malo ser humano?
-pensé que tu verdadero nombre era Patrick.
[60]
-ese nombre es solo para aparentar, sería muy sospechoso que duráramos muchos siglos con el
mismo nombre; así que de vez en cuando fingimos nuestra muerte y tomamos otra identidad- dijo
Christian en tono casual.
-ya basta de tonterías –gruñó Hell- váyanse de aquí.
Me acerqué a Hell; él me sonrió, me acerqué para besarlo en la boca; pero luego recordé que Christian
estaba allí. Me contuve y le di un beso en la mejilla.
-¿me prometes que volverás?- le susurré al oído
-no te preocupes amor mío, yo volveré; se paciente, no durará mucho.
Suspiré. Christian se acerco a mí y me cargó en sus brazos; noté sorprendida como le salían alas blancas
de la espalda.
-Fanfarrón- musitó Hell.
Christian empezó a batir las alas para emprender vuelo. Fuimos tomando altura; ignoré las fuertes
nauseas que sentía y miré abajo.
-Agatha no olvides que te amo- Gritó Hell mientras Christian y yo nos íbamos alejando.
Miré a Hell hasta que se perdió en el mar de arboles; luego cerré los ojos con fuerza. Christian me
llevaba como lo haría un padre con su hija. Me aferré con fuerza a él.
-Se lo difícil que es para ti, Hell me contó que le tienes fobia a las alturas.- dijo él en tono
paternal.
No me atreví a mirarlo; tenía los ojos fuertemente cerrados. Sentía que el aire zumbaba en mis oídos.
-pensé que nunca llegaría el día en que conociera a la doncella de mi hermano- dijo Christian en
tono afable, por la entonación de su voz intuí que sonreía.
-¿por qué dices eso?- pregunté torpemente.
-¿Hell se comporta extraño contigo?
-¿Extraño…?
-¿cómo es él contigo?
-amable, dulce, tierno, cariñoso…
Christian río complacido.
-es mejor de lo que esperaba.
-pero… ¿él no era así?
-no, Hell desde que fue convertido repudió cualquier tipo de sentimiento humano; él decía que
eso era muestra de debilidad. Temí que Hell rompiera todo contacto con su parte humana, que estuviera
solo, que nunca conociera el verdadero amor; temí que fuera una criatura salvaje y desalmada por
siempre. Pero luego apareciste tú, no sabes lo feliz que me hace ver que Hell se muere por ti.
Ahora todo se me hizo más claro; al fin entendí todos los comentarios crípticos de Hell, pobrecito él solo
lo decía porque tenía miedo que me asustara; pero hacía falta más que eso para asustarme.
-¿Lo has visto enojado?- preguntó Christian rompiendo el hilo de mis pensamientos.
-hoy fue la primera vez.
-¿te dio miedo?
Me tomé mi tiempo para que mis palabras fueran verdad.
-no.
-me imagino que esta vez no mostró la totalidad de su carácter asesino; probablemente se habrá
contenido, él tenía miedo de ahuyentarte.
Si esta vez se contuvo ¿cómo será cuando no lo haga? Me estremecí al recordar sus ojos sin brillo y su
risa diabólica.
-¿Cómo era Hell antes de ser un vampiro?
-era un chico muy tranquilo, él era un escritor en busca de algún aristócrata que lo patrocinara;
sus libros eran realmente buenos y creo que hasta escribía poesía. Aunque después de convertirse en…
bueno tú sabes, él abandonó todo lo que había hecho y se volvió muy huraño, era irreconocible ya no
era humano.
[61]
-¿tu por qué crees que halla cambiado tanto?
- fue el poder; lo enloqueció. Imagina si te dijeran que ya no eres humana, que puedes hacer
cualquier cosa, que puedes doblegar a todos a tu antojo, que puedes jugar con la vida de otras personas,
¿Cómo te sentirías tu?
-¿Por qué no te paso eso a ti?
-porque el amor lo puede todo.
-¿Caterina?
-si,-su voz se lleno de una antigua alegría- ella me enseñó que aunque te alimentes de sangre,
eso no te hace un animal; puedes controlar tu ansia, y vivir entre los humanos como uno más de ellos.
Claro esta que debes beber un poco de vez en cuando pero sin comprometer la vida de tu victima.
Nos quedamos en silencio, el viento silbaba en mis oídos.
-¿cuantos años tiene Hell?- le pregunté rompiendo el silencio.
-18 años- dijo lacónicamente.
-no a la edad que aparenta, la edad de verdad.
-No te puedo decir; yo se que a él no le agradaría que lo supieras.
No le iba a insistir.
Supuse que nos habíamos detenido porque el viento ya no era tan fuerte.
-ya puedes abrir los ojos- me dijo
Los abrí estábamos aún en el bosque en un gran claro; había una casa muy bella era como si estuviera
hecha de vidrios.
-¿te gusta?- preguntó él mientras me soltaba suavemente.
-es muy bonita.
-gracias, yo mismo la diseñé-
-¿tu?
-si, soy arquitecto.- dijo mientras se dirigía a la puerta de madera de la casa.
La abrió y me dejo pasar; por dentro la casa era muy bonita, estaba bien decorada; las pocas paredes
que tenía eran de un color verde crema que encajaba perfectamente con el entorno del bosque y el
resto eran vidrios, tenía una gran colección de arte; pude distinguir pinturas de Picasso y la
inconfundible lata de sopa de Andy Warhol. Todo era muy espacioso no había paredes que delimitaran
los espacios.
Pude ver como el sol iba saliendo; iluminando toda la sala se estar se veía muy bonito como si todo
brillara. Luego recordé el sol, los vampiros…
-¡Christian tu piel!- le advertí.
Sonrió.
-no te preocupes los vidrios están tintados.
Se dejó caer en un diván color beige que había en la sala de estar.
-debes estar cansada ¿por qué no te sientas?
Me senté en una butaca que estaba al frente de él; era bastante cómoda.
-tengo curiosidad de saber algo,- hice una pausa, él me miro expectante- ¿de verdad tu fuiste el
que fundó los rosacruces?
Él me miro boquiabierto; parecía que no se esperaba que yo le preguntara eso.
-veo que Hell ya te ha contado nuestra “historia familiar”, eso esta bastante bien; Ustedes van
mejor de lo que esperaba.
Se veía complacido, observó con curiosidad mi gesto.
-si yo fundé los rosacruces- respondió al fin.
-ahora que te respondí ¿te puedo preguntar algo?- pidió amablemente, aunque sus ojos se
pusieron serios.
Asentí con la cabeza.

[62]
-¿desde el principio sabias que Hell era… -se trabó, parecía buscar la palabra correcta- …sabias
de la extraña condición de Hell?
-si.
Él se echo a reír. Lo miré con incomprensión.
-nunca pensé que Hell fuera tan directo; dime otra cosa ¿Cómo fue que lo conociste?
-bueno la primera vez que lo vi, él no era él –Christian levantó una ceja- es decir yo no sabía que
era una persona…
-¿lo viste transformado en animal?- me interrumpió.
-si
-que melodramático –sonrió- continua por favor.
-bueno yo lo llevé a mi casa pensando que era un gato callejero –se rió entre dientes y murmuró
algo para sí, lo único que pude entender fue “malas mañas”- y después de eso todo paso tan rápido…
-y ¿tú te has enamorado de él?- atajó.
Suspiré.
-se que te va a sonar extraño, tal vez de locos; pero en este preciso momento me siento
realmente ansiosa y desesperada por su ausencia.- mi voz se quebró era una incomoda verdad que me
costaba admitir.
-¿entonces es un si?
Sonreí tímidamente.
-no es de locos, es normal que te sientas así;-esbozó una sonrisa- él se siente peor que tú, pero
no lo admite.
- lo amo, pero tengo miedo que él piense que soy una loca obsesivo-posesiva.
Se echó a reír con más ganas.
-¿qué es lo que te causa tanta gracia?- pregunté más curiosa que enojada.
-¿Cómo te explico?- se cogió el mentón con gesto pensativo; se parecía tanto a Hell- se que
suena a amor insano pero esa locura compulsiva que sientes por él no se compara en nada con lo que él
siente por ti. Yo se que Hell no es muy diestro en eso de expresar sentimientos; y es comprensible
porque era una parte de él que no quería admitir, se siente realmente confundido todo esto es nuevo
para él. No te avergüences por lo que sientes, se que es anormal esa irracional atracción que sientes por
él; pero en todo caso, ¿por qué habría de ser normal? Hell es un vampiro; todo en esta situación es
anormal.
Su lógica era innegable, tenía razón ¿Qué importaba si yo era obsesiva o no? Ese era el problema más
insignificante de esta situación; luego una lucecita se encendió dentro de mí, era algo que había pasado
por alto: mi madre. ¿Qué iba a hacer si llegaba y yo no estaba en casa? Aún faltaban unos días para que
regresara pero mi madre siempre fue muy impulsiva, pero yo no me iba a mover de allí hasta que Hell
estuviera a mi lado.
¡Que hija tan egoísta y desconsiderada soy! Que importa, igual mi madre siempre tiene mejores cosas
que hacer que preocuparse de una niña tonta y antisocial; antes me habría dolido pensar en eso –
aunque en el fondo de mi subconsciente siempre tuviera presente esa idea- pero ahora ya no estaba
sola, tenía a Hell a mi lado; el único que me recordaba que era real, el único a quién realmente le
importaría si desapareciera de la faz de la tierra.

Christian me obligó a dormir; así que no tuve más remedio que ir a su habitación, me puse la camisa que
él me había dado para cambiar la ropa empapada. Me recosté en la cama pero no hice el esfuerzo por
dormir, aunque estaba cansada pero no me iba a dormir; por lo menos no hasta que Hell llegara.
Empecé a pensar en todas las cosas que habían pasado; el muchacho rubio, Hell… ¿qué iba a pasar
ahora? Lo que menos me preocupaba era la extraña condición de Hell, ni siquiera me preocupaba que
me hubiera ocultado ese lado suyo; lo que me preocupaba ahora era lo nuestro, ¿él estaría a mi lado?
Bueno tal vez si lo haría pero yo no era inmortal, no podría estar a por siempre a su lado…
[63]
¿Y si él me convertía en vampiro? Eso haría más sencillas las cosas, pero yo no estaría dispuesta a llevar
una vida así; no por el hecho de vivir en la noche eso no me molestaba en absoluto. El problema era la
sangre, yo no soportaría beberla, por más que la necesitara. Pero yo lo amo –más de lo normal, no; más
de lo que lo haría una persona normal era más una necesidad… una obsesión- ¿estaría dispuesta a llevar
una vida como una chupasangre? ¿Por él?
Era mejor no pensar en eso, aún faltaba tiempo. Decidí dejar ese tema hasta ahí y ansiar el momento en
que Hell volviera a mi encuentro, era enfermizo pero ¡que más da! Yo estaba trastornada; el mismo
psiquiatra me lo había dicho, vagos recuerdos de las sesiones con el psiquiatra salieron a flote:

«Eres una niña bastante resentida, ¿o me equivoco Agatha?


Le torcí el gesto al hombre de cabellos castaños que me estudiaba con la mirada. Recordaba bien
ese consultorio, estaba adornado con juguetes y daba la impresión de ser muy desordenado parecía que
hubiera sido ayer la ultimas vez que lo visité.
-No es algo que a usted le interese- crucé los brazos y apreté los puños.
-¿por qué no quieres hablar conmigo? – preguntó el hombre con curiosidad mientras me miraba
sobre sus gafas.
- yo no lo conozco ¿por qué debería hablar con usted?
El hombre me observó sorprendido, le extrañaba el tono caustico de mi voz.
-no te enojes yo estoy aquí para ayudarte.
-¿qué podría hacer usted por mí?; ¿Ayudarme en las tareas?, ¿Acompañarme cuando ninguno
de mis padres esté? No sea iluso, usted solo finge interés por mi porque mis padres le pagan.
-¿Qué te hace pensar eso?- inquirió él hombre con el ceño fruncido.
-El dinero hace que el mundo gire.- le espeté
-¿tu crees eso?
-no, pero si mi madre y ella es la que importa ¿no?, ella es la del dinero.
El hombre se frotó la frente, y murmuro, algo como: “esto es más difícil de lo que parece”
-bueno, entonces no hablemos de eso; miremos los resultados de tu prueba psicológica.
Sacó del cajón de su elegante escritorio un sobre de manila con mi nombre impreso en el.
-bueno- dijo el mientras leía los resultados con gesto absorto- veo que presentas un pequeño
trastorno anti- social, que sufres de ansiedad, eres extremadamente posesiva y cuando te interesa algo
te obsesionas por eso de una forma enfermiza.
-¿usted como diablos deduce eso?
- es evidente; todas tu respuestas apuntan a eso.- dijo el hombre con gesto preocupado.- esto sin
duda alguna va a dificultar tu vida social y sentimental.
-entonces ¿soy autista o que?
-yo no diría eso, más bien que no has visto la necesidad de interactuar con otra gente que no sea
la que esta más allegada a ti.
Él se quedo callado, intentado descifrar mis pensamientos.
-y ¿qué harás cuando sientas la necesidad de hacerlo?
-¿hacer qué?
-de establecer un vinculo sentimental con otra persona.
-pero yo ya tengo “vínculos”- me aseguré de darle el tinte de sarcasmo a la palabra- con otra
gente, esta mi madre, mi única amiga y parece que ahora, usted.
-yo no me refiero a eso, tal vez no me expliqué bien ¿qué vas a hacer cuando quieras encontrar a
una persona que este contigo no como amigo sino como pareja?
-pues la busco y ya.- le dije despreocupada mientras encogía los hombros.
-parece que no comprendes la gravedad de la situación Agatha, como estas ahora eres
realmente inestable; puede que ahora nadie note que eres así pero después saldrá a flote. ¿Crees que
alguien estaría dispuesto a vivir a lado de alguien posesivo?
[64]
-puedo vivir sola con un montón de gatos…»

De repente, un ruido me trajo de nuevo a la realidad; alguien había abierto la puerta, mi corazón dio un
vuelco al ver que era Hell. Lo observé por un momento, llevaba el torso desnudo; los vendajes ya no
estaban, ya no había rastro de la herida, se veía soñoliento; pero sonreía de oreja a oreja.
- Amor mío, por fin estamos juntos- exclamó él.
Intenté levantarme de la cama para irlo a abrazar pero él desapareció; y antes de que pudiera notarlo
estaba acostado a mi lado, rodeó mi cintura con sus brazos y me atrajo hacia él.
-me hacías falta- dijo mientras ponía sus labios sobre mi cuello.
Me quede callada, era difícil hablar mientras él movía sus labios insistentes contra la piel de mi nuca.
-no sabes lo aliviada que me siento al tenerte a mi lado…
Él se detuvo, y gentilmente recostó mi cabeza sobre su pecho. Me hubiera congelado de no ser porque
su piel habitualmente gélida estaba tibia por su “festín”.
-ahora intenta dormir, ha sido un día muy agitado y debes descansar.
-pero no quiero, quiero que me beses
Se soltó una leve risita sosegada, tranquila.
-yo también quiero hacerlo, llevo mucho tiempo sin probar tus labios; pero me temo que no es
posible ahora.
Solté un pequeño bufido de protesta.
-cuando despierte de mi sueño te voy a complacer- prometió.
El sonido de su acompasada respiración me arrulló, y por primera vez ambos nos quedamos dormidos.

DIA 9

En lo profundo de mi mente sabía que estaba soñando -era imposible ver tundra en el país donde vivo-
todo estaba cubierto de nieve. Yo iba caminando en medio del bosque, mis pies estaban descalzos pero
no sentían la fría nieve; camine sin detenerme, aunque estaba perdida; algo me llamaba. Al llegar a un
gran árbol en medio del bosque me detuve, de repente sentí que llevaba algo en la mano –parecía que
había caminado todo el camino con eso en las manos- era una daga, extrañamente familiar; tenía forma
de cruz y era de plata.
Clávatela
Susurró una voz aterciopelada en mi oído. Me di vuelta para ver de donde provenía la voz; pero no había
nadie.
Hazlo Agatha, justo en el pecho.
Insistió de nuevo esa deliciosa voz, yo quería hacerle caso pero algo dentro de mí me dijo que no lo
hiciera.
-¿por qué?- inquirí en voz alta.
Tú sabes el porque
-no; no lo se
Una risa fría rompió el silencio abrumador del bosque, retumbando en todos los arboles; hizo un
escalofriante eco.
Vamos hazlo, ¿qué esperas?
La voz era dulce como la miel, sentí que algo frío rozaba mi nuca; luego un olor a flores, no era el olor
común de una flor; no era un olor que se percibiera en un alegre jardín, era más bien a lo que olerían las
flores de una corona fúnebre. Aún así era delicioso, me recordaba a alguien…
¿No lo vas a hacer?
La voz sonaba herida y enojada, pero aún así era musical; más de lo normal, era inhumana.
-dame una buena razón
¿Qué quieres que te diga? Esto es solo cordialidad quieras o no te voy a llevar conmigo.
[65]
Debería temer a esa voz; pero no. Me dejé caer de rodillas en la nieve.
¿Lo vas a hacer por las buenas? O prefieres que tome medidas desesperadas.
Insinuó la voz, que se tornaba increíblemente seductora. Sonreí, me dispuse a clavarme el cuchillo en el
pecho. Cerré los ojos a la espera del dolor.
¡No lo hagas Agatha!
Esa no era la suave voz de antes, era… la voz de mi madre. Me detuve, sintiendo la punta de la daga
rozando mi esternón. Abrí los ojos y la vi, tenía lágrimas en los ojos a la espera por brotar.
Mi madre me dijo algo al mismo tiempo que la voz aterciopelada murmuró:
¿Qué importa ella? Ella te dejó sola cuando más la necesitabas, tiene su vida hecha; ven conmigo
¿qué otra alternativa te queda? Total, eres mía.
Tenía sentido lo que decía la melodiosa voz; pero yo no quería dejar a mi madre, no quería hacerle lo
mismo que ella me había hecho a mí.
Mi madre gritaba algo que me era incomprensible, yo solo tenía oídos para la encantadora voz.
-mamá lo siento mucho.
Ya veras que no te vas a arrepentir, te amo, te amo. Gracias
La voz se volvió más comprensiva, Cerré de nuevo los ojos; escuché a mi madre gritar.
-adiós- susurré aún sabiendo que mi madre no iba a escuchar.
La punta del puñal estaba a punto de entrar, no tenía miedo; solo me embargaba un júbilo insano…

Abrí los ojos de golpe, en un lugar que no se parecía a la casa de techos altos y vidrios de Christian; ese
lugar era más oscuro, pero reconocí las paredes lilas. Era mi habitación.
-¿hola?- murmuré aletargada mientras me sentaba en el borde de la cama.
Un muchacho de cabellos plata, ojos pardos que despedían un brillo inocente, pálido como si nunca
hubiera salido al sol; de una belleza abrumadora que me dejó sin aliento, se materializó ante mis ojos de
la nada.
-te has despertado- su voz era un suave murmullo.
Su resplandeciente rostro estaba muy cerca del mío –tuvo que arrodillarse en el suelo porque era muy
alto- sin pensarlo me lancé sobre él.
-¿ahora si me vas a besar?
Él sonrió con ternura.
-si eso es lo que quieres – dijo él con expresión angelical.
Se acercó más a mí. Te amo, murmuró él antes de besarme. Nos besamos como locos, como si no nos
hubiéramos visto en años; él deslizó sus gélidas manos por mi rostro, tocó mis mejillas, mi mentón bajo
hasta mi cuello; y allí se detuvo palpando con sus largos y agiles dedos la marca de mordida que tenía en
mi nuca. Lo aparte suavemente, jadeante de la emoción.
-eso ha estado bien – dijo él, era la primera vez que lo veía sin aliento.- ¿me creerías si te dijera
que ya extrañaba estar cerca de ti?
Sonreí, también lo extrañaba y a pesar de lo corto de nuestra separación me sentía desesperada sin él;
pero no lo iba a admitir tan fácil, así que decidí llevar la conversación a otro tema.
-¿Dónde está Christian?
Me miro ceñudo.
-esta abajo- refunfuñó.- ¿por qué diablos preguntas por él?- su rostro se veía convulso, se lo
había tomado muy a pecho- ¿es que no te basta conmigo?- dijo entre dientes mientras me aprisionaba
con sus brazos tensos con un movimiento brusco.
-no seas ridículo, el único que existe para mi eres tú –murmuré contra la piel de su cuello- ¿y tu
te quejabas de que yo era celosa?
Se relajó y suspiró.
-perdóname es que a veces pienso que no soy suficiente para ti.
-no digas eso –le di un beso en el cuello- yo soy la que no es suficiente para ti.
[66]
Soltó una carcajada seca y sin rastro de alegría.
-tu eres más de lo que merezco, así que me da miedo perderte; se que suena muy… no se,
extraño pero tengo que retenerte a mi lado; tengo miedo de que, si te vas, me enoje tanto que pierda el
control de mi mismo y termine… matándote- su voz se apago al final.
-cállate,- me aparté para mirarlo a la cara- no hay manera de que te deje y menos por tu
hermano; yo te amo Hell.
-si ves, me siento tan nervioso a tu lado que empiezo a decir tonterías.
Me deberían dar miedo sus celos; pero soy tan celosa como él.
-¿sabes? He estado pensando en algo.- le dije con gesto desenfadado.
-¿en que?- inquirió él interesado, se notaba más amable.
-¿qué le vamos a decir a mi madre? Para ella va a ser mortal darse cuenta de que su hija ha
estado tanto tiempo con un hombre, y lo peor de todo, a solas.
-hmmm- tocó con su dedo mi labio inferior- no se que explicación le daremos, ha de ser una muy
convincente. ¿Cuándo vuelve?
-pues- hice un cálculo mental de cuanto había transcurrido de la semana- no se.
-¿estarías dispuesta a presentarme como tu novio a tu madre?
-obvio que si, pero es que a mi madre le va a sonar extraño toda esta situación.
-no hay necesidad de contarle con todo lujo de detalles lo que soy y lo que siento por ti, solo
vamos pretender que soy un joven que vino de intercambio y que… no se, ayúdame a terminar la
mentira.

Por la tarde Christian y Hell hablaron en la sala, tal vez su discusión era interesante pero yo no la entendí
porque hablaban en alemán; varias veces se fulminaron con la mirada y otras veces se reían, era una
situación bastante confusa –por lo menos para mí que los observaba desde el sillón- y hubo algunos
silencios incómodos que Hell aprovechaba para mandarme besos. En medio de un intercambio de
palabras hostiles –lo deduje por la expresión de sus rostros- sonó el teléfono.
-¿aló?-conteste aliviada.
-Agatha ya estoy aquí, voy camino a casa.
Esas palabras me tomaron por sorpresa.
-ahh… ¡que bien mamá! -exclamé con tono desencantado.
La aireada discusión en alemán fluido se detuvo, sentí que alguien me rodeaba la cintura.
- tienes que estar pendiente.
No pude responderle a mi madre ya que Hell había cogido mi mentón con su mano y me estaba
besando.
-¿Agatha? ¿Aún estas ahí?
-si mami.
Respondí jadeando, la fuerza del beso me había dejado sin aliento.
-¿te pasa algo?
-si ves, aún puedo quitarte la respiración- murmuró Hell en mi oído.
-¿Agatha? ¿Hola?
Hell besó la hondonada de debajo de mi oreja, empezó a descender besando mi nuca, la base de mi
garganta y allí se detuvo.
-esto… mamá yo…
De nuevo él empezó a mordisquear cariñosamente mi cuello.
-deja ya de hacer eso- le dije a Hell.- me desconcentras.
-¿con quién hablas Agatha?
-No madre es que es el gato que me esta molestando- le dije con voz ofuscada.
-ahh bueno, esto ten cuidado; nos vemos dentro de media hora. Adiós.
Colgué de inmediato.
[67]
-soy un gatito muy travieso- masculló él.
-Vaya, vaya Friedrich ya deja de hacerle eso a la señorita; ¿Dónde están tus modales?
Christian nos miraba con una ceja levantada.
-maldición Christian ¿cuando te vas a largar?- le recriminó con voz caustica.
Christian abrió la boca para lanzar un cometario punzante a Hell, pero yo lo atajé:
-mi madre ya esta aquí.
-si ya lo sabía –encogió los hombros- viene dentro de una hora- dijo Hell mientras se sentaba en
el sofá.
Christian mandaba miradas de incomprensión a Hell.
-no es por nada pero no creo que la madre de Agatha le agrade de a mucho que su hija esté a
solas con dos jóvenes que ella no conoce.- exclamó Christian.
-a mi si me conoce; el que sobra eres tú, hermanito.- espetó Hell con feroz sarcasmo.
-te conocerá como gato ¿o me equivoco?
Hell lo fulminó con la mirada.
-bueno ya basta de discusión- los regañé, inconscientemente me puse las manos en la cintura.-
Christian tiene razón –Christian lanzó una mirada despectiva a Hell como diciendo “te lo dije”- hay que
arreglar todo esto.
-tengo una solución –esbozó una sonrisa sardónica- Christian se va de aquí, yo me quedo contigo
y cuando venga tu madre me convierto en gato.
Miré confundida a Hell, ¿acaso no era él el que insistía que mi madre debía saber lo que pasaba entre
nosotros?
-¿pero tu no decías que te ibas a presentar como mi novio?
-si pero imagina que dirá tu madre si me ve aquí.
-pues le dices que venías de visita.
-¿sabes? Es muy buena idea, yo me voy de aquí para que tu puedas hacer tus cosas y esperar a
tu madre; cuando ella llegue le dices que me invitaste a venir más tarde para que me conociera
aprovechando que llegaba hoy. ¿Te parece?
-hasta que por fin usaste tu cerebro Friedrich,- se burló Christian- y yo –le pasó un brazo a Hell
por los hombros- seré el hermano mayor, el tutor de este joven retoño.
Hell puso cara de pocos amigos.
- ya soy mayor de edad- dijo Hell entre dientes.
-y hasta eres más viejo- exclamó Christian divertido, miró a Hell que estaba que echaba chispas;
luego posó sus ojos en mí y puso una expresión afable- pero debes pretender que tienes la misma edad
de nuestra adorable anfitriona.
-entonces dejemos de hablar bazofia- quitó con brusquedad el brazo de Christian de su hombro-
vámonos de aquí- le dijo a Christian con desdén.
Cogió mi mentón con su fría mano.
-en cuanto a ti –acercó su hermoso rostro al mío- trata de verte deliciosa para mí.-susurró con
voz seductora antes de darme un beso en la mejilla.
-vamos- se dirigió a Christian en tono displicente.
En cuestión de segundos se escuchó la puerta abrirse y cerrarse.
Ya se habían ido, subí al segundo piso para bañarme y arreglarme. Mientras me bañaba me puse a
pensar en lo que diría mi madre, nunca antes le había presentado a un novio -ya que esta es la primera
vez-; así que no tenía nada que me indicara como presentarle a mi madre a un pretendiente. Cuando salí
del baño me quede de nuevo en el dilema de toda mujer: ¿qué me pongo?
Pensé en ponerme la falda escocesa que tanto le había agradado a Hell, pero mi madre no le gustaba;
deambule de un lado a otro de mi habitación pensando que ponerme, me detuve al frente de mi
cómoda y me contemplé mi delgadez, era tal que parecía que si el viento soplaba me rompería; pero no
tenía la piel pegada al hueso –soy de todo menos anoréxica- esa era la contextura de los vegetarianos
[68]
extremistas –ya que ni la leche ni el queso estaban presentes en mi dieta-. Observé mi nuca, estaba llena
de sospechosos moretones en forma de dientes; tenía que taparme el cuello, ya que mi madre aunque
no fuera perceptiva si era observadora.
Al final me puse unos pantalones cortos a cuadros, una camisa de cuello negro y una bufanda blanca con
negro. Bajé a la sala y me senté en la sala a esperar a mi madre.
Me sentía tan cansada que los parpados se me cerraban, tal vez era el sueño provocado por la pérdida
de sangre; cuando empezaba a dormirme escuché que tocaban la puerta.
-ya voy- grité a la puerta mientras me despabilaba el ruido.
Me dirigí a la puerta y la abrí, el cielo estaba oscuro, cubierto por un espeso colchón de nubes grises;
afuera en el pórtico estaba mi madre. Se me hizo extraño que ella no abriera ya que siempre llevaba
llaves pero al verla cargada de paquetes entendí de inmediato.
-¡hola Agatha! –exclamó ella radiante de felicidad.
Entró con dificultad y dejó todos los paquetes en la sala.
-pero vives en la oscuridad querida, prende la luz, corre las cortinas- dijo mi madre mientras se
ponía de pie y prendía la luz.
La luz me lastimó los ojos, ya llevaba mucho tiempo sin verla.
-¡oh! Agatha mira como estas; te ves pálida, ¿has comido bien?- dijo con preocupación maternal
mientras me detallaba con la mirada.
-es que he estado enferma, -le señale.- por eso la bufanda.
-ay hija, ¿estas bien? ¿Te sientes mal?
-no mamá, me siento bien. No te preocupes no es nada.
Ella frunció el seño pero al final se relajó, se dejó caer en el sillón.
-y ¿dime que ha pasado? ¿Cómo te ha ido en la escuela?
-bien.
-¿y Patrick? ¿Te sigues hablando con él?
Ese era el punto al que yo quería llegar, y si ella lo había tocado primero iba a ser muy fácil.
-de eso quería hablarte mamá, pues veras… él y yo nos hemos… esto… somos novios.
Mi madre abrió los ojos como platos de la impresión.
-¿no que solo eran amigos?- me recordó.
-pues al principio si, pero las cosas se fueron dando y nos enamoramos.
-vaya, vaya…- dijo ella mientras se cogía el mentón pensativa.
-y… madre, yo…-dudé por un momento los nervios no me dejaban pensar con claridad- … le he
avisado que… tu venías entonces… él quería… que tú… bueno él… que yo…
-¿me lo vas a presentar?- me atajó.- ¿hoy?
Incapaz de hablar simplemente asentí con la cabeza.
-¿pero como voy a recibirlo con estas fachas?
Detallé la ropa de mi madre un sastre de Channel, ¿eso eran fachas?
-no te preocupes mami así estas bien.
-cuéntame entonces como fue que le hablaste… tu sabes por eso de tu condición.
En ese momento tocaron la puerta. Gracias al cielo. Pensé. Eso me había salvado de mentirle a mi
madre.
Salí corriendo a abrir la puerta, mi madre fue detrás de mí. Cuando abrí la puerta tanto mi madre como
yo quedamos sin aliento. Ella por lo que nunca había visto a un muchacho así y yo porque aún no me
acostumbraba a su inverosímil belleza. Allí estaba Hell, increíblemente hermoso, iba vestido como un
gomelito –camisa de cuello, pantalones entubados color azul oscuro- llevaba en sus manos un ramo de
rosas rojas y cargado en sus hombros llevaba un oso de felpa exageradamente grande; sonreía de oreja a
oreja, dejando al descubierto sus perfectos dientes blancos. A su lado estaba Christian que vestía una
camisa blanca y pantalones negros levaba el cabello suelto y a decir verdad se veía increíblemente
guapo.
[69]
-espero no haber llegado en un momento inoportuno- exclamó Hell con gesto desenfadado.
-ehh…- masculló mi madre con la mente obnubilada.
Todos miramos a mi madre, a la espera. Pero ella parecía embobada mirado a Hell y a Christian, movía
los ojos de un lado a otro como si no supiera a quién mirar.
Hell se acercó a mi madre, inclinó su cuerpo con delicadeza haciendo una reverencia.
-señora Susan, señorita Agatha; me agrada mucho verlas hoy.
Mi madre estaba realmente deslumbrada.
-ehh… mamá él es He… esto, Patrick y su hermano Christian ¿puedo hacerlos pasar?
-esto… si que pena- habló con torpeza mi madre con la mirada fija en Christian, al fin había
decidido a quién mirar.
-Yo los dejo, debo atender mis asuntos. Patrick ¿prefieres que te recoja o te vas solo?
Hell lo miró como diciendo “lárgate”
-querido hermano, yo me iré solo- exclamó con socarronería en la voz.
-entonces- fijó sus ojos color ónice en mi madre- hasta otra ocasión señora Susan.
Christian se alejó caminando con movimientos elegantes, su caminar era como si estuviera bailando.
-esto…-masculló mi madre mientras veía a Christian alejarse- …Patrick pasa por favor.
Hell entró a mi casa y se quedó de pie en la sala.
-toma asiento- dijo mi madre ofreciéndole el sillón.
Él dejó el ramo de rosas encima de la mesa de café, se sentó y puso el gigantesco oso blanco encima de
sus piernas. Me senté en el sofá junto a mi madre.
-tengo entendido que son novios.- dijo mi madre con gesto incrédulo.
-si, señora Susan esta en lo cierto- confirmó Hell en tono afable y cautivador.
Hell se puso de pie.
-Agatha espero que no te incomode pero te he traído un regalo- dijo arrastrando las palabras
mientras me pasaba el oso.
Lo recibí y lo detallé era un osito que llevaba un corazón rojo en las manos.
-esto… gracias- le dije sonrojada mientras ponía el oso en el sofá.
Él parecía intentar contener la risa. Volvió a tomar asiento.
-¿desde hace cuanto son novios?
-hace dos días le pedí a Agatha que fuera mi novia.
Hell esbozó una sonrisa deslumbrante.
-es decir que llevan muy poco tiempo ¿no?
Mi madre parecía no comprender nuestro comportamiento, me observaba a mí y luego a Hell como si
intentara descifrar nuestros pensamientos.
-si señora Susan, llevamos poco tiempo de novios.
-¿y tú que dices al respecto Agatha?
Ambos posaron las miradas en mí. Mi madre impaciente y Hell sonriente.
-esto… ehh…
¿Ella que quería que yo le dijera?
-¿si?- insistió ella.
-pues… ¿Qué quieres que te diga mamá?
Ella frunció el ceño.
-Agatha, tu sabes que yo estoy feliz porque al fin has… vencido los fantasmas. Pero –se dirigió a
Patrick- se me hace muy precipitado todo esto, Patrick ¿tú estas consciente de los problemas que tiene
Agatha? ¿Sabes de su condición?
Miré a mi madre horrorizada, había olvidado ese pequeño detalle; me había sentido tan normal al lado
de Hell –si porque mi rareza palidecía ante la de él- que había pasado por alto ese fastidioso detalle.

[70]
-señora Susan- Hell sonrió de forma tierna y afectuosa- yo estoy consciente de que Agatha tiene
una patología antisocial, estoy totalmente informado de su miedo a relacionarse son los demás; yo la
acepto tal como es si ella es capaz de aceptarme a mi tal como soy.
Detecté el mensaje oculto.
-Patrick tu sabes que a mi no me interesa lo que seas.- le dije con ternura.
Mi madre frunció el ceño, tal vez le sonaba extraño lo de “lo que seas”.
-señora Susan ¿me permite darle un beso a su hija?- pidió Hell cortésmente.
-claro, ni que tuvieran que pedir permiso.
Hell se puso de pie y se acercó a mí. Me dio un beso en la mejilla.
-señora Susan, yo quiero a su hija- le dijo a mi madre- ¿me permite quererla?
-vaya, Patrick hablas como si estuviéramos en el siglo pasado; pero claro que tienen mi
aprobación.
Hell sonrió complacido.
-me dio mucho gusto haberlas visitado, espero no haberlas infortunado con mi visita.
Me puse de pie y me dirigí a la puerta.
-hasta la próxima vez- dijo Hell a mi madre.
-vuelve cuando quieras Patrick
Mi madre se quedó en la sala, Hell y yo estábamos a solas en el recibidor.
-¿Qué ha sido todo esto? –susurré para que mi madre no escuchara.
-Salió muy humano ¿no lo crees?- murmuró en mi oído.
-si tu lo dices
Hell me abrazó.
-He tenido que contenerme, no sabes las ganas tan terribles que tengo de comerte a besos-
murmuró contra la piel de mi mejilla.
-ojala no tuvieras que contenerte.
-si ojala, pero tenemos que portarnos bien ahora que tu madre está.
Recosté la cabeza en su hombro, acerqué la nariz a su cuello y aspiré profundamente. Su embriagador
aroma me volvía loca.
-¿Agatha? ¿Que pasa?-dijo mi madre desde la sala.
-nada mamá ya voy- grité para que ella me oyera.
Levanté la cabeza para mirarlo.
-no te preocupes ella se irá de nuevo, su vida es muy ocupada pronto estaremos solos- murmuré
para él.
-adiós- dijo él mientras me apartaba suavemente.
-¿te vas?- Pregunté afligida.
Hell sonrío y desapareció.
-¡oh! Mira quien esta aquí, es tu gatito- exclamó mi madre desde la sala.
Fui dando zancadas hasta la sala, mi madre tenía en sus brazos un gato blanco.
- Agatha que buena pesca hiciste, ese muchacho es demasiado apuesto, parece un ángel
renacentista.
El gato ronroneó, saltó de los brazos de mi madre y volvió a mí.
-si –dije al mismo tiempo que suspiraba- su belleza es inhumana.
-¿lo quieres?- preguntó mi madre con interés.
Me senté en el sillón y empecé a acariciar la espalda del gato. ¿Qué tanto le podía decir a mi madre? No
le podía decir que lo amaba tanto que si él me dejaba moriría, había que mentir un poco y no revelarle la
profundidad de los sentimientos que él hacía aflorar en mí.
—si mamá.- le respondí evitando su mirada no pude evitar sonrojarme.
—Vaya, -hizo una pausa mientras me escrutaba con la mirada.- ¿viste… a su hermano?
— ¿Christian?
[71]
—si, ese muchacho es increíblemente apuesto
Miré a mi madre con desaprobación.
— ¿Cuantos años crees que tenga?
— ¡mamá! No digas eso, Christian es muy joven; tiene como veinticuatro años.
— Bah- hizo rodar sus ojos- eso no es impedimento, es un muchacho muy apuesto.
Observé a mi madre, su broma no me había agradado ni en lo más mínimo. Era imposible imaginarse a
mi madre con Christian, ni siquiera en broma.
— ¿Y sus padres? ¿Es que viven solos o que? ¿y que hacen aquí si son de Inglaterra?
El gato me contempló con sus insistentes ojos pardos, como si esperara la mentira que yo le iba a decir a
mi madre.
— Pues… -intenté modular una entonación de voz que fuera creíble- ellos no tienen padres –
automáticamente el rostro de mi madre se desfiguro de la tristeza.
— Ahh… que pena. Pobres muchachos- masculló mi madre en tono lastimero, Hell en mis brazos
arqueó la espalda enojado.
— Christian es un arquitecto restaura edificios antiguos y cosas así, vino a este país por eso y como
se va a demorar una gran temporada vino con Patrick y lo puso a estudiar aquí.
A juzgar por la expresión de mi madre se creyó la mentira, aunque para mi sonaba muy reforzada; pero
era lo único que se me ocurría decir, nunca había sido muy creativa.
— ¿Y si se va pronto?
— Mami, ellos acabaron de comprar una casa planean vivir en este país.
Mi madre se quedo mirándome, era extraño jamás lo había hecho. Me puse un poco nerviosa y empecé
a acomodarme la bufanda…
— ¿Qué tienes ahí?
Me puse tensa de inmediato, Maldita sea mi suerte. Traté de que mi voz no mostrara mi turbación.
— ¿Ahí donde?
— En el cuello.
Mierda. Me descubrió.
— Esto… nada.
Mi madre se puso de pie y se acercó a mí.
— ¿qué es lo que escondes?
Mi madre quitó de mi cuello la bufanda. Hell maulló alarmado.
Era mi fin, no había manera de explicarlo…
— Vaya, vaya, vaya- masculló mi madre mientras observaba mi cuello, me habría gustado saber cual
era mi expresión.
— Déjame adivinar, ¿fue Patrick?
Ella me miró con ojos acusadores.
Asentí con la cabeza.
— Hija, no intentes ocultarlo; yo se reconocer un beso apasionado en la nuca –llevó su mano a mi
mentón y lo levantó para observar con detenimiento mi cuello.- pero si que es agresivo –señaló
ella- veo sus dientes.
Tocó la marca más reciente con su dedo índice. No pude evitar estremecerme.
— Esta se ve reciente ¿te duele que él…?
— No mamá, a mi me agrada.- atajé.
Ella subió la mirada para encontrarse con la mía, y luego la posó en mi cuello. Más exactamente en el
moretón.
— No me gusta que él te haga eso, y menos ahora que llevan tan poco tiempo de novios.
Realmente le había disgustado eso, se veía enojada, me miraba con desaprobación.
Ya no importaba que mi madre estuviera en casa o no, aunque me sentía culpable al desear que ella se
fuera y me dejara sola con Hell.
[72]
Después de varias horas de un ambiente incomodo con mamá, llegó la noche. Fingí estar terriblemente
cansada y me fui a mi habitación.
Ya en mi habitación cerré la puerta con llave por si las moscas. Dejé al gato sobre la cama y le di la
espalda mientras sacaba mi pijama de un cajón del tocador que estaba al frente del lado izquierdo de la
cama.
— Nunca pensé que tu madre dijera que le agradaba el obtuso de Christian.
Esa suave voz solo podía venir de una sola persona, me di vuelta y lo vi, al glorioso muchacho de pelo
plata sentado en el borde de mi cama sonriendo.
— Mi madre es un poco… no se…
Intenté quitarme la blusa para ponerme la pijama –un camisón negro que tenía estampada la foto de
Kafka-.
— Pero… ¿necesitas que me tape los ojos?- preguntó él antes de que yo me quitara la blusa.
— Ya me has visto en ropa interior, así que no hay problema.
Me quité la camisa, despeinándome el cabello.
— ¿qué te pareció mi madre?- le pregunté en tono casual mientras me enfundaba el camisón.
— De ahí fue que sacaste la belleza, pero claro ésta que tú saliste cien veces más hermosa.
Me sonrojé ligeramente.
Al terminar de vestirme me senté en su regazo.
— ¿sabes? Lo único que lamento es que tu madre halla notado la huella de mis mordidas.
Me recosté sobre su pecho.
— Ahora será más difícil estar aquí contigo con tu madre en casa.
— No te preocupes, ella solo esta de noche. Tendremos toda la tarde para pasarla juntos.
Sus brazos se tensaron alrededor mío.
- ¿Qué pasa?
- Es tu madre, viene para acá.
- No te preocupes la puerta tiene seguro.
Él guardó silencio. Alguien tocó la puerta.
- ¿Agatha sigues despierta?- inquirió la voz de mi madre opacada por la puerta.
- Si ma, pero ya me voy a dormir.
- Hasta mañana entonces.
- Hasta mañana mamá.
Esperé un buen rato hasta para darle tiempo a mi madre de irse a dormir, mientras Hell me acomodaba
en la cama y me envolvía en la frazada.
- Bueno, ya se ha quedado dormida. Tú debes hacer lo mismo.
- Podemos hacer otra cosa.
- ¿Cómo que?
- Hablar un rato.
- No, mañana tienes que ir al colegio.
Resoplé descontenta.
- Buenas noches, doncella.
- Buenas noches, Conde Drácula.

[73]
Las siguientes semanas fueron en parte buenas y en parte malas. Buenas porque Christian no había
vuelto –no era porque odiara a Christian, lo decía porque Hell se ponía de muy mal humor con Christian
presente- y porque Hell estaba a mi lado. Malas porque; en el colegio todo el mundo me observaba
como un bicho raro –en especial cuando Hell faltaba a clases por los días soleados-, porque mi madre se
había tomado muy en serio eso de la “vigilancia paternal”; ahora todo el tiempo que podía se la pasaba
en casa, y cuando estábamos solas; era un tortura debido a las constantes riñas que teníamos según ella
por “mi constante actitud desobediente y altanera”. No podía evitarlo, me llenaba de fastidio pasar
momentos con mi mamá que bien podría pasar con Hell.

En cuanto a la mi relación con Hell, todo iba bien. Mi madre que al principio se había mostrado reticente
con lo nuestro, pronto dio el brazo a torcer –era imposible negarse a la carita de Hell, más si él la
colmaba de regalos, más aún si él era atento y servicial. Era evidente el soborno-. Habíamos cumplido un
mes exacto de novios, y mi madre había invitado a comer a Hell.

-¿Hell qué crees que vas hacer?- le pregunté.


Estábamos sentados bajo la sombra del gran árbol –aunque no había mucha sombra porque el día
estaba gris- que había en el amplio patio de la escuela, Hell estaba recostado en el tronco y yo con la
cabeza recostada en su regazo.
-No tienes de que preocuparte, yo lo arreglo.
Torcí el gesto.
-¿arreglarlo? Hell, tienes que razonar Mi madre estará allí y no creo que le agrade que tú no
comas, que ni siquiera pruebes bocado.
-Mira Agatha, yo no estoy preocupado mucho menos deberías de estarlo tú.
Lo miré confundida, él parecía estar tranquilo y feliz. Ni siquiera eso turbó su buen humor.
-no sea tonta y dame un beso.- dijo mientras se agachaba para buscar mis labios.
-No, espera un momento- lo detuve a pocos centímetros de mí.
-¿no quieres que te bese?- dijo con una nota de incredulidad en la voz.
-tú sabes que si quiero,- se acercó más- pero no lo hagas; ya sabes lo que nos dijeron el otro día.
Suspiró derrotado, seguramente se acordaba vívidamente del incidente. Nos habían amonestado, ya que
nos habían encontrado en el baño “besándonos”, -aunque en realidad él estaba bebiendo de mi sangre-
no le habían dicho a mi madre, –debido a que yo era una estudiante modelo- o si no ella no estaría tan
amable con Hell, pero nos habían advertido que la próxima vez si lo harían.
-estoy aburrido, aquí nos regañan, en tu casa no puedo porque tu madre ésta, y para colmo no
te puedo llevar a ningún lado más privado porque tu madre no te deja. Ansío tanto tus labios –tocó mis
labios con su dedo índice.
-pero en mi casa nos hemos besado.- le repliqué.
[74]
-pero esos no son besos de verdad.- protestó.
Él tenía razón, los besos que nos dábamos frente de mi madre eran recatados y cortos; ya que ella se
mantenía vigilante, y por extraño que pareciese ella había dejado de trabajar tanto solo para montarme
guardia todo el día.
Antes; cuando estábamos solos, sus besos solían ser arrebatadores, tanto que me dejaban sin aliento
por varios minutos –cosa que a él le agradaba ver-, pero ahora todo era aburrido.
-Tengo una idea -dijo él cortando el hilo de mis pensamientos- faltan unos días para que sea
halloween y podríamos salir con la excusa de ir a pedir caramelos, y yo se que tu madre no se va a negar;
a ella le encantaría verte gozar de una celebración tan popular.
A mí nunca me había gustado disfrazarme, ni pedir caramelos, ni salir; nunca en los diecisiete años de mi
vida había salido en la noche de brujas.
-pero yo no quiero ir, es aburrido.
-vamos, va a ser divertido.
-¿divertido? ¿Te parece divertido salir a la calle y golpear en cada puerta diciendo truco o dulce?
-me parece divertido, si; pero no es por eso es porque puedo ser, tal como soy mostrándome
inspirando temor, -suspiró- me encanta ver la mirada de terror de la gente que se da cuenta de que mis
colmillos son reales; esa noche los humanos pueden temer mi existencia.
-no te entiendo, suena bonito eso de atemorizar a la gente y todo eso pero ¿si ellos se enteran
esa noche de la existencia de los vampiros, entonces todo el mundo lo sabría?
-No querida, yo no soy tan imprudente. Los asusto si, pero después borro sus recuerdos y ya.
-no sabía que podías hacer eso. ¿Es una clase de alquimia?
Si lo era, él tenía que enseñármelo.
-no –me guiñó un ojo- eso son mis poderes sobrenaturales de ser de la oscuridad.
-Ahh… si… ser de la oscuridad.
- me pregunto si alguna vez terminare de conocerte- murmuré con voz imperceptible.
-aún quedan muchas sorpresas, además ¿qué tendría de excitante nuestra relación si todo fuera
monótono y predecible?
-pero yo quiero saber todo, absolutamente todo.
-tenemos toda la eternidad para que termines de conocerme.
Sonreí ampliamente.
-Vamos, ya sonó el timbre.
Yo no había escuchado nada, pero yo le creí; ¿quién iba a desconfiar de los sentidos de un depredador?
-¡ahg! Este periodo nos toca gimnasia.- dije con fastidio mientras me ponía de pie.
La gimnasia y yo no éramos amigos, yo nunca pude jugar bien ningún deporte.
-no será tan malo.- dijo él que ya estaba a mi lado.
-¿qué no será malo? Tú sabes lo mala que soy para los deportes, y sin mencionar que siempre
me escogen de últimas para los equipos; no será malo para ti señor “soy el mejor en toda clase de
deportes”.
Él sonrío divertido.
-no te preocupes amor mío esta vez vamos a jugar beisbol, y como siempre me eligen como
capitán te escogeré de primeras.
Siempre que jugábamos beisbol eran seguras dos cosas:
Una, mezclaban niños con niñas
Dos, a mi siempre me escogían de último.
La mayoría de las veces era así ya que por lo general, Hell no iba a clase de gimnasia porque siempre
hacía sol, pero había excepciones en las que la fortuna me sonreía y el día era nublado, lluvioso,
excelente para Hell. Lo mejor era que; como él era el más habilidoso en todo, lo ponían de capitán.

[75]
Estaba realmente nerviosa en el vestier mientras me ponía el uniforme de gimnasia, era terrible; era una
camisa blanca y una pantaloneta roja, corta, fastidiosamente corta.
Salí al patío, tan grande como tres canchas de futbol; aspiré hondo, en momentos así era bonito estudiar
en un colegio campestre; lejos de todo, con el aire puro de sabana, grandes extensiones de suave hierba,
el dulce trino de los pájaros…
Todo era perfecto, excepto que hoy tenía gimnasia.

Me reuní con los demás para esperar a que todos se hubieran cambiado, mientras me cogía el cabello
con una goma no pude evitar contemplar a las demás chicas. Todas eran de piel morena, al lado de ellas
yo parecía un fideo de arroz; ellas eran acuerpadas y yo extremadamente delgada, podría decir que lo
único que me salvaba eran mis senos. No podía evitar pensar que ellas me opacaban, pero; para mi
deleite, ellas tenían las piernas gordas y llenas de estrías, y yo no. Un punto más para mí.
-¡oh! Ya viste a Patrick, es un churro.
¿Churro? Mi Hell es infinitamente hermoso ¿y ellas solo le dicen churro?
Realmente me enojaba que todas lo miraran, me hacía hervir la sangre; pero eso solo indicaba que Hell
ya había salido. Me abrí paso a través de la multitud de chicas cautivadas por la belleza de Hell. En medio
del jaleo lo vi, era sin duda hermoso; alto y esbelto, la pantaloneta dejaba al descubierto sus piernas
largas, torneadas; la camiseta de manga corta mostraba sus fuertes brazos, todo en el era perfecto como
en una estatua griega de mármol.
-heme aquí.
Miré a Hell sorprendida, estaba tan embobada que no lo había visto acercarse.
-esto… hola.
Él se quedo callado mirando mi nuca –que estaba totalmente descubierta porque me había cogido el
cabello-, sus ojos brillaron.
Sed. Pensé.
Se acercó a mí sin tocarme, puso su cara cerca de mi nuca y aspiró profundamente.
-que dulce tentación- murmuró embelesado.
-aún no logro entender por qué dices eso cerca de mí si hay tantas victimas cerca.- espeté.
Rió suavemente.
-ay mi amor, ¿Cuántas veces tengo que decirte que la única que me parece realmente apetitosa
eres tú? Y no solo lo digo por la sangre…
-bueno, ya entendí; apártate antes de que nos digan algo.- lo corté.
Resopló y se alejó de mí, pero no mucho; se quedo a mi lado y me tomó de la mano.
Llegó el señor Philips, el profesor de gimnasia; era un hombre increíblemente alto, cabello rubio oscuro,
de ojos azules claros, su rostro era intimidante tanto que le provocaría pesadillas a cualquier niño que lo
viera; a mí se me parecía a Frankestein, solo que sin los tornillos en la nuca.
Vociferó órdenes, las mismas de siempre: denle dos vueltas al campo y vuelvan aquí.

-no… quiero… hacer… esto… más- le dije a Hell, jadeando. Ya íbamos trotando alrededor del
campo, solos; porque todos ya nos llevaban ventaja.
Correr no era mi fuerte, aunque si el de Hell; pero él iba al mismo paso que yo, sin hacer ningún
esfuerzo, sin jadear, sin esforzarse.
-tienes que mejorar tu condición física amor, es aburrido correr tan lento.
-si… estas… aburrido… vete… entonces…
Respirar me quemaba la garganta, el corazón me latía con rapidez, la boca me sabía a sangre.
-No digas eso, no me aburre estar acompañándote.
-entonces… lo dices… porque… George… va… a… ganar… te
George siempre fue el mejor gimnasta de la clase, claro lo fue antes de que llegara Hell.
-no, sería tonto competir contra ese muchacho; siendo él un simple humano.
[76]
-ahh… claro… un… simple… humano… olvidaba… que… estaba… con… el… señor… de la
oscuridad…
-obvio que si, mi querida, estas hablando con un vampiro.
Estaba tan agotada que ni siquiera tenía aliento para discutir con Hell, y aún faltaba tanto para acabar
con la tortura. Por lo general a estas alturas del ejercicio me desmayaba; pero claro hoy no porque Hell
me había obligado a comer. Lastima, ese era mi As bajo la manga.

Después del tortuoso trote, llegamos; como siempre, de últimas. Al detenerme, me tumbé en la hierba
verde; a esperar que mi respiración se normalizara.
-Agatha, Agatha, Agatha tienes que hacer más ejercicio.-dijo Hell mientras se sentaba a mi lado
en la hierba.- y comer bien, no quiero que te vayas a desaparecer.
¡¿Comer bien?! ¡Eso era lo que hacía comer, comer y comer! definitivamente Hell era un monstruo
malvado que se las ingeniaba para que yo mantuviera buenos hábitos.
Antes de que pudiera contestar, llegó el señor Philips. Nos separó en dos equipos, y nombró su capitán
respectivo. El capitán del mi equipo era Hell y el del otro era George.

El partido de beisbol fue, un tanto terrible; aunque no perdimos –es difícil perder cuando tienes de
capitán a un vampiro capaz de batear la pelota y sacarla varios kilómetros lejos del campo-, pero aún así
fue terrible, porque, como siempre, no bateé la pelota cuando era mi turno y ni decir cuando tenía que
hacer de jardinera, no atajé la pelota pero no preocupe por hacerlo; ya que Hell, con movimientos
gráciles saltaba para cogerla en el aire. Cuando se acabo el partido estaba lloviendo a cantaros, todos
estábamos empapados, bajo la lluvia mientras esperábamos que se acabara la clase para ir al vestuario a
cambiarnos.

-Que hombre- exclamó en voz baja una chica a mi lado.


No cabía duda que se refería a Hell, él se veía increíblemente hermoso; el agua le escurría por el cabello
plata, la camisa se le había pegado al pecho; era como si tuviera el torso desnudo. Él estaba corriendo de
un lado a otro, porque George lo había retado a unas carreras.
Todas las mujeres –incluida yo- observábamos la carrera, aunque en realidad solo mirábamos la gracia
de Hell al correr, era como un súper modelo, un adonis; George parecía torpe a su lado, y por más que
corría no lo alcanzaba.
Cuando acabó la carrera –después de varios intentos en vano de George por ganar- Hell vino victorioso,
con una gran sonrisa iluminando su rostro. Se acercó como si caminara en una pasarela, y luego sacudió
su cabello húmedo. Eso basto para que todas las chicas me miraran con envidia, y no las culpé; total
tenían que conformarse con mirarlo, porque el resto era mío.
-hola, cariño ¿me viste ganar?- preguntó Hell mientras me ayudaba a parar del suelo.
Miré de manera desdeñosa a las chicas que estaban cerca.
-yo pensé que no te importaba competir con él.
Encogió los hombros.
-insistió tanto que al final acepté.
-felicitaciones Patrick, lo has hecho muy bien- dijo Katherine, hablando como si yo no estuviera
ahí.
-si, Patrick eres muy atlético- confirmó Jessica.
No supe cuando se acercaron esas chicas.
-No es para tanto- dijo él con modestia fingida.
-No sea modesto, eres fantástico y no solo lo digo por la forma que juegas.
Me aclaré sonoramente la garganta.
-Nos vemos mañana- dijeron en coro las chicas.
-¿ves? Estaban coqueteando contigo.- le dije a Hell cuando las chicas se alejaron.
[77]
-A mi no me parece, ve a cambiarte porque tenemos que llegar temprano a casa.
-Ni creas que me voy a olvidar de esto Friedrich Rosenkreutz.
Arqueó su perfecta ceja.
-tampoco te pongas tan de mal humor.
-¡bah!- hice un gesto desinteresado con la mano y fui a cambiarme.

Me sentía terriblemente nerviosa, por lo que el camino a casa se me hizo más corto de lo normal; ¿Cómo
íbamos a hacer si mi madre veía que Hell no probaba bocado?
Antes de que me diera cuenta estábamos en casa, a pesar de que me había tomado mi tiempo para salir
del colegio, y aún así íbamos a tiempo para almorzar con mi mamá.
-te dije que no te preocuparas, ya veras como va todo bien.
Hell asió mi mano con gentileza.
-¡que no me preocupe! ¿Como hacerlo si tu no puedes comer comida humana?, ¿no decías tu
que era como si tuvieras ceniza en la boca?
-si, es como ceniza, pero me las arreglaré.
Hice un mohín.
-no te preocupes.- dijo mientras tocaba el timbre de mi casa.
No esperamos mucho para que mi madre nos abriera, ella sonreía amablemente; me saludó con un
beso, y a Hell con un gesto. Fuimos hasta el comedor, y todo estaba decorado con cosas japonesas;
supuse que íbamos a comer sushi o algo así, esta vez se notaba que mi madre había pedido el día libre
para hacer todo eso.
-Patrick por favor, pasa a la mesa.
Me soltó de la mano y fue a sentarse en un extremo de la mesa rectangular, lo miré de soslayo y él me
guiñó un ojo sin que mi madre se diera cuenta.
Mi madre se fue a la cocina, yo me deslicé en el puesto que estaba al lado derecho de Hell.
-te aseguro que ella pidió la comida –susurré- no es muy buena cocinera.
Hell me observó mientras una sonrisa le jugueteaba en los labios.
-espero que te guste el sushi- dijo mi madre mientras ponía un plato en la mesa al frente de Hell.
-Es la primera vez que lo pruebo- respondió lentamente- de seguro estará delicioso.
Mi madre sonrió mientras se sonrojaba, terminó de poner la mesa y se sentó al lado izquierdo de Hell,
quedando de frente a mí. Todos nos quedamos callados, mi madre y yo mirábamos a Hell; se rascaba la
cabeza con gesto confundido mientras miraba los palillos entre sus manos.
-Mira se cogen así- le indiqué a Hell- los pones sobre el pulgar y sobre el corazón, les das
movilidad con el índice y el anular. Así.- le acomode los palillos en las manos.
-ahh… yo nunca había hecho esto, es más complicado de lo que parece.
-¿nunca habías comido comida japonesa?- preguntó mi madre mientras untaba un rollo de atún
en la salsa de soja.
-No señora Susan, la verdad es que yo soy muy inglés; usted sabe; té y pastelillos, empanadas de
Cornwall, torta de anguilas cosas así- dijo mientras jugueteaba con los palillos.
-ah cierto que eres ingles, ¿te gustaba vivir allá?
-Londres es una ciudad muy bonita en especial de noche. Pero me gusta este país, es agradable.
Hubo un silencio incomodo, yo estaba muy nerviosa; y Hell no había probado bocado. Pero Hell, como si
adivinara mis pensamientos cogió un rollito –no sin cierta dificultad- y se lo llevó a la boca, lo masticó
rápidamente y lo tragó.
Yo sabía el gran esfuerzo que le significaba ese simple hecho a Hell, probablemente sería desagradable.
-No puedo creer que hoy cumplan un mes de novios, no es por ser mala, pero yo pensé que no
durarían mucho.
[78]
-¿por qué dice eso?- preguntó Hell amablemente.
-pues lo digo porque… bueno… tú eres un muchacho que parece estar… más experimentado.
-Señora Susan, para serle honesto Agatha es mi primera novia.
Me atraganté con un fideo.
¿Primera? ¿Sería verdad? A juzgar por su expresión hablaba en serio. Era la primera vez que tocábamos
el tema de su pasado amoroso, ya que nunca le preguntaba porque me daba miedo saber con cuentas
mujeres había estado; y él mismo había dicho que había estado con muchas, pero solo para alimentarse.
Si yo era su primera novia ¿Entonces él nunca ha…?
-No te creo Patrick,- discrepó mi madre en tono jovial.
-Si señora Susan, es verdad, Agatha es mi primer amor- me miró con ojos tiernos, hizo que mi
corazón se enardeciera.
-si tu lo dices- mi madre lo miró como si fuera algo muy normal.
Realmente me molestaba la actitud de mi madre, ¿acaso no podía verme feliz?
El resto de la comida fue extraña, llena de silencios incómodos y cosas así; y, para mí sorpresa Hell se
comió todo, debió ser un esfuerzo sobrehumano. Pero claro, él no era humano.
-Ha estado exquisito señora Susan- exclamó Hell, su tono tenía cierto toque de ironía.
-me alegra que te halla agradado Patrick- dijo mi madre mientras recogía los platos.
Hell intentó ponerse de pie y ayudar a mi madre pero mi madre con un ademan le indicó que siguiera
sentado.
Sonó el timbre de un celular, reconocí la melodía; era el móvil de mi madre.
-disculpen- dijo mi madre mientras iba a la sala por el teléfono.
-aló, ah… hola Josh;-dijo con cierto desencanto- no solo estaba almorzando con mi hija y su
novio. No, no importa tranquilo. ¿De verdad es tan necesario?- mi madre asintió con la cabeza- bueno,
no hay problema ya voy entonces. Bye.
Mi madre colgó y se volvió a nosotros dos.
-Me temo que he de salir, que lastima que debamos irnos.- se dirigió a Hell.
De hecho mi madre hizo énfasis en irnos, lo que traducía: ni creas que te vas a quedar solo con mi hija.
-no hay problema señora Susan, no planeaba quedarme mucho; tengo muchos deberes
pendientes.
Mi madre sonrió, nos dio la espalda y subió las escaleras.
-tiempo a solas- ronroneó Hell en voz baja.
Esbocé una sonrisa de cómplice.
-que delicia- murmuró mientras me acariciaba la mejilla con los nudillos.
Realmente era fantástico, ya que mi madre en todo el tiempo transcurrido había trabajado en la casa;
con la excusa de que “tenía que pasar más tiempo con su hija”.

-bueno, nos vemos más tarde Agatha- dijo mi madre. Llevaba el maletín del laptop y muchísimas
carpetas bajo el brazo.- ¿todavía no te has ido Patrick?
Mi madre no había notado a Hell, él se puso de pie y fue a la puerta; yo fui detrás de él y mi madre nos
siguió.
-Adiós señora Susan; gracias por todo. Adiós Agatha- se acercó y me dio un beso en la mejilla-
nos vemos mañana.
-Adiós Agatha- dijo mi madre mientras abría la puerta.
Mi madre y Hell salieron al pórtico.
-Nos vemos- dijo Hell mientras me guiñaba un ojo sin que mi madre se diera cuenta, Se alejó
rápidamente.
-Adiós Agatha- dijo mi madre.
Le hice un ademan de despedida y me quedé en el umbral de la puerta observando a mi madre alejarse;
busqué con la mirada a Hell pero no lo vi. Cerré la puerta y me recosté en ella.
[79]
-a solas- murmuré.
El solo pensamiento me provocaba un aleteo en el estomago. Era fantástico, aunque tal vez a mi madre
no le agradaría la idea; pero no íbamos a hacer nada malo, Hell era muy reticente frente a ciertas
propuestas…
-ahora si Agatha.
Parpadeé varias veces, sorprendida. Era Hell, estaba al frente mío.
Le rodeé el cuello con los brazos.
-mmm… que bien- le dije mientras me ponía de puntillas para acercarme a él.
Se acercó más y puso sus labios contra los míos. Era de nuevo como la primera vez que lo besé, como
nuestro primer beso; aquella noche en la que descubrí que él no era un simple gato, la noche en que
supe que él era el amor de mi vida.
Sin deshacer el beso, él me tomó en sus brazos y me llevó a la sala; se sentó en el sofá y me puso sobre
su regazo.
-si que me hacía falta esto- murmuró cuando sus labios estuvieron libres.
Él me había quitado el aliento. Jadeando me recosté en su pecho.
-vaya, ha sido una comida interesante; y la primera desde hace mucho tiempo.
Cierto, él era un vampiro; probablemente habían pasado siglo desde su última comida solida.
-ah… cierto, ¿cómo hiciste para tolerar la comida?
-La tragué rápido, así fue fácil.
Me apreté con más fuerza a él.
- siento mucho que hayas tenido que hacer esto por mí, no lo merezco.
Un gruñido suave emergió desde su pecho.
-Ya lo habíamos discutido antes Agatha, tu mereces todo lo que soy, todo lo que hago; solo es
por ti.
Una punzada de tristeza me apretó el estómago, de nuevo me sentía abrumada; él era tan hermoso y no
merecía sufrir la tortura de ingerir alimentos sólidos solo por mí.
-Sabes que cuando estés aburrido de mi puedes dejarme- escondí la cara en su pecho mientras
sentía que mi voz se apagaba a medida que hablaba.- solo quiero que seas feliz.
-No digas eso ni en broma- gruñó cada palabra.- si ya no me quieres dímelo de una vez.
-No, amor yo te amo, tanto, tanto. Pero se que yo no merezco que hagas esto ni siquiera te
merezco.
-Agatha, deja de decir estupideces; ¿cómo hago para demostrarte lo mucho que te amo y te
necesito? Así pasen mil años te seguiré queriendo, no importa lo que pase.- gruñó enojado.
Suspiré. No había razón para discutir más, aunque yo tuviera miedo de que él no me amara; pero tenía
la frecuencia natural como ventaja. Tal vez eso era excusa suficiente.
-Si vez- prosiguió más calmado- estábamos hablando de la comida y ahora estamos hablando de
blasfemias.
-quiero saber una cosa- hable para sacar otro tema de conversación- ¿de verdad soy tu primer
amor?- levanté la cabeza para posar los ojos en su rostro.
Él sonrió tiernamente.
-si, lo eres.
-entonces… tú nunca has hecho… es decir, has estado con…
-¿si nunca he hecho el amor?- atajó.
Asentí tímidamente mientras sentía el rubor en mis mejillas.
-La verdad es que, nunca he estado de esa manera con una mujer;- se cogió el mentón- pensé
que ya te lo había dicho, ¿recuerdas lo de que eras la que despertaba en mí sentimientos humanos?
-Claro que lo recuerdo- espeté- pero no me ha quedado claro que son “sentimientos humanos”.
Resopló contrariado.
-¿qué quieres que te diga aparte de lo que es obvio?
[80]
-¿qué son para ti exactamente “sentimientos humanos”?
Suspiró.
-¿es que no es obvio?
-Nope.
-esta bien, si quieres que lo diga te lo diré;-dijo derrotado- me refiero al deseo por la carne, por
tu cuerpo, las ansias por el contacto, por la consumación física. Esos son sentimientos humanos.
-con que a eso te referías, jamás lo habría adivinado- dije con fingida inocencia.
-Mentirosa, lo sabías; solo lo decías porque querías escucharlo de mí ¿no es cierto?- me dio un
beso en la mejilla- si tienes ganas de oírlo te lo diré.
Se acercó a mí.
-deseo -susurró en mi oído- llevarte a la cama y hacerte mía, y sabes que no me refiero a beber
tu sangre.
Levemente sonrojada me aparte de él.
-ahora si, ¿o necesitas que te lo repita?
-No ya lo tengo todo claro.-afirmé.- pero… ¿por qué dejamos de hablar de teoría y vamos a la
practica?
-Creí que ya lo habíamos dejado claro.- espetó frustrado.
Estaba consiente de que ya lo habíamos discutido antes pero; el que persevera alcanza.
-¿Claro qué?
-que no íbamos a hacer nada de eso, primero; por respeto a tu madre, segundo; porque eres
muy joven y tercero porque no debo.
Hice un gesto de desaprobación.
-no me hagas esa cara.
Realmente era molesto cuando el me rechazaba. Ya lo había hecho innumerables veces, y siempre decía
lo mismo.
¿Pero como podía negarse ahora si él mismo había admitido que quería hacerlo?
Me apreté con más fuerza contra él, decidida a no rendirme.
-¿por qué me haces esto?- dijo con voz torturada.
-¿acaso no te agrada?
Se pellizcó el puente de la nariz con los dedos. Soltó un suspiró sonoro.
-No, no me agrada.
Me alejé un poco para estudiar sus ojos, pude ver la excitación contenida.
-Ahora el mentiroso eres tú- le discrepé lentamente.
-Tienes razón, la verdad es que me agrada; -cerró los ojos- son tan blandos… tan suaves… tan
cálidos –me apreté con más fuerza, moldeando mi cuerpo al suyo- ojala pudiera, rendirme.
-si no puedes rendirte por lo menos deja que te de un empujoncito.
Me alejé de él, me quité la corbata, me desabotoné la camisa y me la quité.
-no Agatha no lo hagas. —protestó.
Le quité la camisa, él no puso resistencia.
- no Agatha, ten piedad —pidió de nuevo.
Me solté el sostén y estrujé mis senos contra su pecho desnudo. No pude evitar estremecerme al sentir
el cosquilleo recorrer todo mi torso, era increíblemente placentero.
- Agatha por favor déjame- murmuró con voz apagada y ronca.
-No, no lo haré; tú mismo dijiste que te gustaba.
Soltó un gruñido grave.
-Juegas con fuego- amenazó con voz queda y letal.
Me rodeó la cintura y me acomodó de manera que pudiera estar totalmente pegada a él…
-¿te gusta así? ¿O lo prefieres en una cama?- murmuró.
-como te agrade a ti.- mascullé con la mente obnubilada.
[81]
Rió suavemente. Sentí que me derretía.
-no creas que soy tan débil- susurró en mi oído.- esto es lo máximo que conseguirás.
-¿solo bromeabas?- refunfuñé.
Ahora en este momento, tan cerca de lograrlo; y él se echa para atrás.
-si- dijo mientras acariciaba mi cuello con su lengua.
-Hell, vamos ¿es que no tienes ganas?- Intenté sonar persuasiva.
-ganas, más que tú. Pero no, no caeré en tu trampa. Pequeña tramposa.
Se dejo caer de espaldas en el sofá, arrastrándome con él.
-no se que hacer- susurró para sí.
-Hell- farfullé.
-¿qué pasa si tu madre llega y nos ve en esta posición tan comprometedora?
-hay pocas posibilidades de que eso pase Hell, tú puedes oírla mucho antes de que entre a la
casa. Eres un vampiro.
Sentí sus suaves manos deslizarse por mi espalda desnuda.
-No, no puedo oírla. Por lo menos no ahora, mis sentidos se exacerban cuando estoy tan cerca
de ti.
-¿exacerban? Si es así entonces podrías escucharla.
-No cariño, se exacerban pero por ti. Solo puedo escuchar los latidos de tu corazón, puedo sentir
como respiras; y tu olor… me tiene la mente cautivada, es tan rico.
Sonreí de placer.
-en otras palabras ¿eso quiere decir que no puedes pensar en otra cosa que no sea yo?- dije con
un tono de ingenuidad fingida.
Rió de nuevo.
-Si mi amor, eres lo único en lo que puedo pensar.
-entonces… vamos a…
-Ya te dije que no.- aunque su voz era suave, aún así sonaba imperiosa.
Empezó a trazar figuras en mi espalda con sus dedos.
-quiero quedarme así contigo toda la tarde.
-No creo que eso sea posible.
Levanté la cara para mirarlo.
-¿no es posible?
Él asintió con la cabeza. Su rostro estaba inexpresivo, su mandíbula tensionada; sus ojos tenían algo que
me era familiar, era el hambre.
El hambre contenida.
Me aparté el cabello del cuello, puse mi mano en su nuca empujando su cabeza cerca de mí.
Él no se negó; acercó su cabeza a mi nuca. Rozó la hondonada de debajo de mi oreja con sus labios.
Luego sin más ni más, hundió sus colmillos.
Esta vez grité, pero de dolor; no fue como antes, esta vez sentí mi piel rasgarse. Era la primera vez que
me dolían sus besos; pero aún así, no lo alejé.
Tan pronto como grité, él se detuvo.
-¿Qué ha pasado?- le pregunté asustada mientras me mandaba la mano al cuello.
Sentía un dolor punzante en mi cuello, estaba húmedo. Lo miré, él esbozó una media sonrisa sin un ápice
de alegría. Pude ver sus blancos colmillos goteando sangre.
Me apartó suavemente, se puso de pie, cogió su camisa del piso y se la puso.
-creo que es mejor que me vaya- exclamó con tristeza.
-no, no te vayas por favor quédate- dije mientras me incorporaba.
Me acerqué a él. Intenté buscar su mirada pero agachó la cabeza.
-lo siento- farfulló afligido.
Miré mi mano, totalmente untada de sangre.
[82]
-si ves, esto temía que pasara.
-pero no… no importa Hell.
Posó sus atormentados ojos en mí.
-mira lo que te he hecho- puso su mano en la herida de mi nuca, se la llevó a la boca y la lamió-
déjame arreglarlo.
Se acercó de nuevo y lamió la herida.
-no te vayas- le advertí.
Salí corriendo al baño, cogí una toalla y me limpié la sangre del cuello. Al terminar la tire al
canasto de la ropa sucia y cogí otra toalla limpia y me envolví el torso.
Nunca hubiera pensado que Hell haría esto, ni siquiera había pensado que su mordida pudiera doler. No
estaba enojada con él, no. Sabía que yo lo había provocado; lo había tentado. Había olvidado que él
necesitaba tanto la sangre. Fui yo la que tenté sus ansias; no había nada que perdonar, era mi culpa, solo
mi culpa.

Observé mi reflejo en el espejo, las heridas en forma de media luna en mi cuello, fueron cortes
prolijos y limpios. Eran profundas, pero ya no sangraban.
No lo había notado, pero había sangrado tanto que la sangre se había escurrido por mi pecho y
había manchado la falda del uniforme.
Sin duda alguna mi madre se moriría al verme el cuello así. Ella había aprendido a tolerar las
marcas de los “besos” de Hell, pero esta herida no parecía un beso; más bien parecía el ataque de un
animal…

Sacudí la cabeza, sorprendida del curso que habían tomado mis cavilaciones. Salí de nuevo a la
sala, pidiendo con todas mis fuerzas que Hell aún estuviera allí.
Y así fue.
Él estaba allí, aovillado en el diván, como algún tipo de aparición irreal e increíblemente bella;
iluminando la penumbra de la sala de estar con su angelical belleza.
Me quedé de pie a su lado, contemplando su inexpresivo rostro.
-Hell… yo… no… no me interesa que… - él levantó su rostro y me observó fijamente- hagamos de
cuenta que nada de esto pasó.
-pero… yo…- dijo dubitativo.
Me senté a su lado y le pase un brazo por los hombros.
-No te preocupes- le sonreí- no hay problema.
Se alejó lentamente de mí.
-Hell, vamos no fue tu culpa; no te preocupes no ha pasado nada.
Intenté acercarme pero él me gruñó.
-No te acerques- advirtió.
Lo miré desconcertada.
-Pero… mi amor yo… -agaché la mirada.-…perdóname, no debí de comportarme así; debí pensar
en ti.
Él no me miró, tenía la mirada perdida.
-¿Te agradaría más una persona con la cual pudieras hacer el amor sin salir herida?- Preguntó
mientras contemplaba el infinito.
-¿qué quieres decir?- le pregunté confundida.
Soltó una carcajada forzada y triste.
-Sería más fácil si tuvieras un novio normal, que saliera contigo sin importar si fuera de día o de
noche. Sería más fácil si pudieras besar a tu novio sin preocuparte de que él te arrancara los labios de un
mordisco. –Suspiró sonoramente- Si, todo sería más fácil.
Me quedé sin habla, él… en otras palabras… me estaba…
[83]
No, no había forma de pensar en eso.
-Podrían caminar juntos, bajo el sol, tomados de la mano… una verde pradera, tú hermoso rostro
iluminado por los rayos del sol… Sería tan fácil.
-Hell… no…
Sonrió tristemente.
-Y después de un tiempo, se casarían y comerían pastel de bodas; brindarían con champagne…
-suspiró de nuevo- …en la noche de bodas –se estremeció- él te haría suya… después de haber plantado
su semilla en tu vientre, vería como su dulce esposa engendra a su hijo, lo verían crecer; lo llevarían a su
primer partido de futbol, lo verían graduarse, casarse… -hizo una pausa mientras inhalaba sonoramente-
…y pasaría el resto de su vida a tu lado, envejeciendo y al final de sus vidas mirarían hacía atrás y se
darían cuenta de lo feliz que fueron… -suspiró de nuevo-… sería tan fácil…
-Hell… por favor no- mascullé con voz trémula.
-¿Tal vez debería…? -hizo una pausa, se veía increíblemente humano- ¿Sería lo suficientemente
fuerte para dejarte ir de mi lado? ¿O sería tan egoísta como para mantenerte a mi lado a la fuerza?
Incapaz de contener la tristeza me derrumbe en sus brazos.
-Hell- gemí débilmente- no te atrevas a dejarme, no lo digas ni en broma- me recosté en su
hombro, empapando su camisa de lagrimas- ¿es que no me quieres? ¿Es eso? –Aferré su camisa con mis
dedos- yo sabía que era poca cosa para ti, lo sabía…
-Agatha, quiero que te quede claro algo; Te amo, muchísimo, eres parte primordial de mí. Soy yo
el que no te merece… tú eres tan hermosa, tan amable y mírame a mí; soy un animal, un monstruo que
ni siquiera es capaz de controlarse, no soy capaz de mantenerte a salvo… -Me miró, sus ojos mostraban
el sufrimiento que sentía- …me repudio tanto. No merezco tu amor, no lo merezco –acarició mi mejilla
con sus nudillos.
-Cariño por favor, yo… -suspiré al no saber como expresar lo doloroso que era para mí escucharlo
hablar así, no habían palabras suficientes para calmar su dolor; no habían palabras para decirle lo mucho
que lo amaba, no sabía como comenzar a disculparme con él- yo… quiero que sepas que no te dejaré,
-comencé con eso porque era lo que más me había dolido. Las palabras salieron tan deprisa que sentí
que lo que hablaba no tenía sentido- aunque seas un vampiro o un gato o lo que seas, ya te lo dije antes
y te lo seguiré diciendo, te amo y ni creas que te dejaré por un humano normal.-hice una pausa para
recuperar el aliento- Además, tú eres el único con el que debo y quiero estar; ¿o me vas a decir que
inventaste todo ese cuento de la frecuencia natural?
-No mi amor, eso es verdad.- respondió.
-entonces deja de decir estupideces…
De repente me empecé a reír, cortando la tensión del momento.
Hell me cogió el mentón; me levantó el rostro para poderlo contemplar.
-¿de que te ríes?
-Los dos somos tan bipolares, tan graciosos… -me reí de nuevo- siempre salimos diciendo
estupideces; se nota que realmente estamos enamorados, porque nuestra capacidad de razonar ya no
sirve.
Sonrió débilmente.
-Tienes razón, realmente estamos enamorados.
Se volvió hacía mí y me abrazó.
-Hell, cariño; no vuelvas a decir que te voy a dejar, te amo muchísimo, tanto que esa palabra ya
no basta para describir lo mucho que te quiero.
-Gracias por quererme Agatha, gracias.
-te amo, Hell. Y recuerda que me perteneces a mí, solo a mí.
-Claro amor mío, estoy a tu merced.
Sentí mi corazón revolotear de alegría, de repente; se me ocurrió una idea.
-me perteneces ¿cierto?
[84]
-si amor.
-¿Y harás todo lo que puedas para complacerme?
-todo lo que es humanamente posible- rió entre dientes.
-No me importa que me mates, o que me hieras pero quiero estar contigo.
-pero si ya…-hizo una pausa, supuse que había captado el doble sentido- …no, no y no- gruñó-
¿es que no estas satisfecha con esa herida que te hice?
Se desasió de mí, tomó mi rostro entre sus manos; acercó su cara y presionó su frente contra la mía.
No pude evitar perderme en sus infinitos ojos grises, amplios, misteriosos, increíblemente hermosos;
ardían con fervor.
-Puedo hacer cualquier cosa por ti, lo que sea en cuanto no ponga tu vida en riesgo; así que no
me insistas. No me lo hagas tan difícil. Se buena, por los dos.
Aunque me desagradaba que no me complaciera, sentí una punzada de remordimiento; no quería que
se pusiera triste por mi culpa. No me importaba que él me hiriera, en realidad no me importaba. Pero
pensé por un momento su situación, ¿Cómo me sentiría si el amor de mi vida corriera riesgo estando a
mi lado? ¿Cómo me sentiría si la vida de mi Hell dependiera solo de mi autocontrol?
Me estremecí. Si fuera así, Hell ya estaría…
-esta bien, discúlpame es que soy humana.
Rió suavemente, su dulce aliento, la fragancia de su piel, me estaban volviendo loca. Miles de
pensamientos pasaron fugazmente por mi cabeza; Él y yo en una cama con sabanas de satín negro,
desnudos…
Me sonrojé ante la idea.
-¿En que piensas?- preguntó aún con su rostro frente al mío.
-En nada- balbuceé.
Suspiró.
-ve a cambiarte, tu madre esta cerca.
Me tensioné de inmediato. Él soltó mi rostro, me tomó de la mano; se puso de pie y me condujo a mi
habitación.

-¿Qué le iremos a decir a tu madre sobre esa mordida tan profunda?


Al terminar de ponerme el pijama, saqué la bufanda del tocador y me envolví el cuello.
-eso no ayuda de mucho- comentó Hell- tu madre sabrá lo que escondes.
-¿tienes una mejor idea?- le reproché con los puños cerrados sobre la cintura.
Él torció el gesto y se acercó a mí. Con sus agiles y níveos dedos me quitó la bufanda.
Miró con gesto de desaprobación los cortes que me había hecho.
-fue profundo- se reprendió- soy un idiota.
Lo fulminé con la mirada.
-no, no lo eres.
Suspiró derrotado. Acercó su cabeza a mi cuello. Sentí su legua acariciar mi herida.
Se alejó de mí para poder contemplar con más claridad la lesión.
-bueno, así se ve un poco mejor.
Me mandé la mano a la nuca. La herida ya no estaba tan abierta.
-¿Crees que se va a hinchar?- pregunté.
-No, mi saliva no permite que pase eso.
Sonreí.
-¿Qué pasa?-preguntó confundido.
-me recuerdas a los zancudos.
-ja, ¡¿ahora soy un vil insecto chupa sangre?!- Protestó con furia fingida.
-si, pero eres mi vil insecto chupa sangre.- le espeté suavemente.
-y entonces ¿al fin que le decimos a tu madre?
[85]
-podemos decirle la verdad
-¿la verdad?- preguntó incrédulo- Claro podrías decirle “mamá ¿Qué quién me hizo esta herida?
No madre, no fue un animal, fue mi novio vampiro. Pero no te preocupes fue mi culpa por
desobedecerte y meterlo en la casa mientras no estabas. ¿Si es peligroso? No madre no lo es, bueno solo
cuando se excita”-sonrió con socarronería- ¿te parece eso bien? ¿O quieres que le digamos que desde
mucho antes de que ella me conociera estábamos juntos? ¿O preferirías…?
-ya, ya entendí no tienes que ser tan sarcástico- lo corté.
-Entonces piensa en algo que explique eso.- señaló con su dedo índice la magulladura.- tiene que
ser convincente, y que no involucre el hecho de que fui yo.
-¿que le digo? ¿Que fue el gato?
Arqueó una ceja.
-No creo que sea conveniente que tu madre piense que el “gato” tiene hidrofobia. Terminaría
mandándome a control animal o algo así.
- Ahh… tienes razón, pero tampoco le puedo decir que fuiste tú. Esto no parece hecho por un
humano.
-Además, se supone que no estoy aquí.
Suspiré enojada.
-bah, ¿que vamos a hacer entonces?
Él se dejó caer en mi cama.
-dile que fui yo, así ella me echara la culpa y tú estarás bien.
-¿bien? Me va a castigar por haber estado a solas contigo- reproché.
-es eso o decirle la verdad.
-uhm… no se.
-te aseguro que esa herida sanará en dos o tres días, y tu madre no te va a castigar –me guiñó
un ojo- palabra de vampiro.
-bueno – dije al tiempo que suspiraba.
-además, quiero poner a prueba mis habilidades histriónicas.
Sonrió burlonamente.
¿Qué diablos planeaba hacer? ¿Un show?
-ven aquí- dijo el mientras le daba unas palmaditas a la cama.- acuéstate a mi lado.
Lo miré sorprendida.
-¿y mi madre? ¿No que ya estaba aquí?
-si de hecho esta abriendo la puerta en este preciso instante.
Fruncí el ceño.
-¿estas loco o que?
-si te van a castigar mejor que lo hagan por algo que valga la pena.- dijo despreocupadamente.
-¿que diablos te pasa?
-vamos, ven aquí- insistió.
No entendí su comportamiento; mi mamá estaba aquí, él no podía asegurar mi seguridad si estábamos
tan cerca. Pero igual terminé acostada a su lado, abrazada a él.
-¿no que no ibas a estar conmigo?
-¿quién dijo que yo lo iba a hacer? Solo estoy disfrutando de tu calor y compañía.
-Agatha, ¿donde estas?- dijo una voz desde el primer piso.
Intenté levantarme pero Hell no me dejó.
-Ahora vamos a ver como reacciona tu madre al ver a su hijita en la cama con un hombre-
murmuró burlonamente.
-¡Hell! ¡Mi madre me va a matar!- susurré horrorizada.
-No exageres, ella lo va a olvidar.
-¿olvidar…?
[86]
En ese preciso momento enmudecí ipso facto.
Allí, en el umbral de la puerta de mi cuarto, estaba mi madre con los ojos desorbitados y abiertos como
platos. Llevaba en sus manos mi camisa y mi sostén. Había olvidado completamente que los había
dejado en la sala…

-¿Agatha puedes explicarme a diablos sucede aquí?- exclamó mi madre con un ligero temblor en
la voz.
Me levanté de la cama.
-madre, yo…
-¿y que se supone que hace Patrick aquí?- gruñó ella.
Hell se puso de pie y se quedó a mi lado.
-¿y bien?- preguntó mi madre impaciente.
-bueno… madre… es que- agaché la mirada.
-Patrick, lárgate de aquí - vociferó mi madre- te prohíbo que vuelvas a ver a mi hija.
Hell intentó irse pero lo detuve.
-tu no vas a ningún lado –le advertí en voz baja.
-¡TU NO TE MANDAS SOLA! –gritó mi madre.
-Señora Susan- interfirió al fin Hell- esto es un mal entendido, su hija y yo no hemos hecho nada
malo.
-¿nada malo? ¡Has desobedecido mis órdenes y lo has metido en mi casa, sin mi consentimiento!
– mi madre me cogió los hombros y me zarandeó- ¿Qué diablos te pasa Agatha? ¿Estuviste con él?
¿Cierto? –Inquirió- mira no más como te volvió el cuello.
Mi madre me soltó con brusquedad y posó su furibunda mirada en lo impertérritos ojos pardos de Hell.
-¿Qué diablos te pasa? ¿Es que eres un animal o que?- reprochó enojada.
-si señora Susan soy un animal- respondió Hell sonriendo divertido.- en realidad soy un vampiro.
Mi madre torció el gesto.
¿Qué pensaba hacer Hell?
-¿qué diablos te pasa Patrick? Esto no es una broma.
Hell rió divertido.
-No, no es una broma; de verdad soy un vampiro, ¿cierto, Agatha?
Hell se quedó mirándome, expectante.
Mi madre se puso tan morada como una remolacha, casi podía verle salir humo por la orejas.
-Pues, madre… él… bueno… si, es un vampiro.
-¡Ja! Con razón te ennoviaste con este muchacho, ambos están igual de trastornados.
Eso, había sido un golpe bajo.
Antes de que pudiera gritarle a mi madre, Hell interfirió.
-Es verdad, Susan ¿o de donde crees que habían salido esas marcas en su cuello? –contrajo los
labios en una sonrisa amenazadora que dejó ver sus colmillos.
Mi madre quedó boquiabierta, sus ojos parecía que se le iban a salir de sus orbitas.
-¿sorprendida?
Sonrió ampliamente, sus filosos colmillos refulgieron en la sombra de la habitación.
Mi madre se tambaleó mientras iba retrocediendo lentamente.
-Susan, he de decirte que tu hija es increíblemente deliciosa.
Mi mamá se mandó las manos al cuello y luego me miró.
Hell me pasó un brazo por los hombros.
-y esta última mordida- señaló con su mano libre la herida mas reciente de mi nuca- fue porque
Agatha quería que le hiciera el amor. Y tú sabrás Susan que a veces los vampiros no podemos resistirnos
y bueno –encogió los hombros- son cosas que pasan.
Mi madre se puso blanca como si hubiera visto un fantasma.
[87]
-Agatha… tú- balbuceó torpemente mi madre.
-Pero no te preocupes Susan, no he tocado a tu hija; bueno, por lo menos no en ese sentido de la
palabra.
Mi madre empezó a tambalearse para atrás, y antes de que pudiera si quiera darse cuenta de que se iba
a caer, Hell la tomó en sus brazos.
-Susan, no te vayas a caer.- exclamó Hell con su voz aterciopelada.
-ahh… y lo olvidaba, Christian también es un vampiro- agregó con una mueca burlona.
-¡Suéltame!- gritó mi madre.
-Susan no te voy a hacer daño, sería incapaz de morderte.
-¡suéltame!- chilló mi madre horrorizada.
-solo si te tranquilizas.- dijo Hell mientras se acercaba a la nuca de mi madre.
Hell estaba loco ¿o que? ¿Que diablos le pasaba?, ahora si que me iban a castigar hasta el fin de los
tiempos. Pero ¿por qué habría de castigarme? ¿Por dejar entrar a un vampiro a la casa? o ¿por dejarme
morder por él?
Definitivamente esta situación se había salido de control.

-Hell ya déjala- le pedí suavemente.


Hell alejó bruscamente la cabeza de la nuca de mi madre, y la soltó delicadamente para que ella pudiera
mantener el equilibrio. Luego, él fue a mi lado.
-Bueno Agatha, querías la verdad y ahí la tienes.- comentó burlonamente.
-Pensé que bromeabas, no creí que de verdad se lo ibas a decir -miré a mi madre. Ella estaba
pálida y temblaba incontrolablemente- ¿y ahora qué?
-No te preocupes querida, no hay problema.
Hell era la viva imagen de la despreocupación.
-Ojala pudiera saber que trama- dije para mi fuero interno.

Mi madre se dejó caer en el suelo del pasillo. Cerró los ojos y empezó a frotarse las sienes con los dedos.
-esto solo es un sueño, los vampiros no existen. Todo esto es producto de mi imaginación y del
cansancio.-murmuró mi madre- nada que con una buena siesta no se pueda arreglar.
-Susan, esto no es un sueño. Los vampiros existen, y estas frente a uno de carne y hueso.
Mi madre abrió los ojos.
-Agatha, ¿explícame que sucede aquí? ¿Es verdad que esta sanguijuela te esta mordiendo?
Rodeé a Hell con mis brazos.
-si madre, pero yo lo dejo; él tiene mi permiso.
Hell sonrió complacido.
-¿por qué te dejas hacer esto, Agatha? Tú eres muy débil, te va a dar anemia; ¡te vas a morir!
-Susan, yo nunca dejaría morir a Agatha; la amo.- dijo Hell con voz divertida y enojada a la vez.
-¡TÚ CALLATE BESTIA ASQUEROSA! ¡¿CÓMO PUEDES DECIR QUE LA AMAS SI LE HACES ESA
MONSTRUOSIDAD?! –
Vociferó mi madre.
Hell permaneció impasible. Realmente me impresionó su autocontrol, si a mí me hubieran dicho eso; sin
duda ya la habría matado.
-Susan, no se imagina lo mucho que amo a su hija; ni siquiera puede saber la magnitud de mis
sentimientos hacía ella. Si fuera por mí, no la mordería; pero ella me pide que lo haga ¿qué puedo hacer
yo? No puedo resistirme a esa hermosa carita, así que siempre termino haciéndolo, en todo caso solo
vivo para complacerla.

Me sentí un poco culpable al oír hablar a Hell de esa manera. Sin duda era yo la que le pedía que me
mordiera, no podía soportar que otra mujer pudiera disfrutar de ese placer que era mío por derecho.
[88]
-si madre, yo le pido a Hell que lo haga, de hecho yo le pedí que volviera cuando te fuiste.
-Un mes con un vampiro- dijo mi madre entre dientes- maldición Agatha ¿en que diablos estas
pensando?
-en realidad, fue más de un mes.- señaló Hell.
Mi madre quedó boquiabierta.
-desde el día que lo conocí él se ha quedado conmigo, y esa semana que no estuviste él me
acompañó…
Mi madre se desmayó.

-Tu madre lo tomó mejor de lo que esperaba.- dijo Hell mientras ponía el cuerpo inconsciente de
mi madre sobre la cama de su habitación.
-¿mejor? Casi se muere. Sin duda me va a matar.
-No creo que sea para tanto.-dijo mientras hacía un gesto despreocupado con la mano.
-¿cómo crees que sea? ¿Le ira a decir a todos tu existencia?
-no, ella lo va olvidar; ni siquiera sabrá que yo estaba aquí cuando llegó.
Hice un gesto de incomprensión.
-Agatha no olvides que soy un ser de la oscuridad- dijo con un tono lúgubre fingido- puedo hacer
que olvide esto, en realidad solo quería saber como reaccionaría si fuéramos totalmente honestos con
ella –desvió la mirada hacía mi madre- parece que no esta lista todavía para la verdad.
-Creo nunca lo va a estar.
-bueno, vamos a dormir.- dijo Hell- hoy ha sido un día interesante y tienes que descansar.
Crucé mis brazos sobre mi pecho.
-no quiero ir a dormir
Rió suavemente.
-pareces una niña pequeña –se acercó a mí y me cargó en sus brazos sin hacer esfuerzo- voy a
arroparte y a darte un beso de buenas noches.
Intenté deshacer su presa alrededor de mí, pero sus brazos increíblemente fuertes no me dejaron. Me
agradaba esa sensación de estar indefensa ante su fuerza, era algo emocionante.
Me llevó a la cama y me cubrió con la frazada. Me besó tiernamente en la frente.
-¿Te vas a quedar conmigo?
-Ahora no puedo, debo ir a alimentarme.
Hice un sonido de protesta.
-pero volveré dentro de un rato.
-procura no beber mucho, porque te quedarías dormido.
Sonrió.
-no te preocupes-
Se acercó a la ventana y corrió las cortinas. El cielo estaba despejado, era una noche muy hermosa. Junto
a Hell había descubierto la belleza de la noche.
-Adiós amor mío.
Una ráfaga de viento lo hizo desaparecer. Su suave voz quedó flotando en la brisa de noche que entraba
por la ventana.

Me di la vuelta, buscando acomodarme en la cama. Ahora me agradaba mi vida, era perfecta; Bueno,
casi perfecta.
Me toqué la herida en la nuca. Realmente me asombraba que estuviera dispuesta a entregarle mi vida a
Hell, no me importaba. Empecé a pensar que pasaría con lo nuestro, ¿Nos casaríamos?

[89]
Sería realmente agradable ser la esposa de Hell, pero no podría soportar el hecho de que no pudiéramos
tener intimidad. Aunque no me importaría estar con él sin tener intimidad, podría solamente disfrutar
de su compañía. Pero él es un hombre aunque sea un vampiro, con necesidades, con deseos...

¿Y mi madre? ¿Qué iba a pasar con ella? ¿Debería ser egoísta con ella? ¿Ella aceptaría que me casara y
me fuera a vivir con Hell? Odiaba pensar en los pequeños detalles, me gustaba ignorarlos; pero era
importante tener todo claro, nunca se sabe que pueda pasar.

Intenté pensar en otra cosa, en algo más agradable que las implicaciones morales y éticas. Pensando en
el dulce placer que me provocaban lo besos de Hell, alcancé la bendita inconsciencia.

Al día siguiente; todo, por arte de magia, estaba bien. Mi madre no parecía recordar nada, estaba
normal. Hell parecía pagado de si mismo, estaba muy contento. En el instituto le pregunté varias veces
por su actitud, pero él no me contestaba. Realmente no me gustaba su buen humor, era un presagio de
que algo se traía entre manos.

Cuando llegué a casa, noté que la puerta estaba asegurada; en otras palabras eso significaba que estaba
sola. Sola con un vampiro.
- tú madre no esa en casa- era una afirmación, no una pregunta.
-si, de eso puedo darme cuenta.- murmuré mientras tiraba el maletín en la sala.
Hell me tomó de la mano y me llevó hasta la cocina.
-¡pero mira que hay en la nevera!- exclamó con simulada sorpresa.- ¡una nota de tu madre! ¿Por
qué no la lees?
Lo fulminé con la mirada.
¿Qué tramaba?
Él desvió la mirada y empezó a silbar suavemente despreocupado.
Quité el imán que sostenía el papel color rosa en la nevera. Sin duda era la letra de mi madre:

Hola hijita, dile a Patrick que gracias por haber venido a comer,
realmente fue muy agradable estar con él. Me temo que voy a
estar ausente por dos días, me iba despedir de ti pero tuve que
irme antes de que llegaras del colegio. Espero que me perdones.
No olvides comer, te quiero Agatha.
Atte.: tu mami
Pd: Por cierto, recuerda que te di permiso para salir la noche de
brujas con Patrick; ve y diviértete mucho.
Arrugué la nota en mis manos, eso era lo que tenía contento Hell; la noche de brujas.
-¿y bien?- pregunté enojada.
-voy a salir contigo, ¿no te agrada?
-No, no es eso. Me agrada salir contigo –él sonrió, me soltó la mano, se puso detrás de mi y me
abrazó- pero quiero saber ¿qué le hiciste a mi madre? ¿Por qué esta tan normal?, volvió a ser la misma
de siempre.
[90]
Acarició mi nuca con su nariz.
-Utilicé mis habilidades, fue fácil.
-¿y te aprovechaste de eso para que mi madre te diera permiso para salir conmigo? Que
malvado eres.- le reproché.
-cuando aprenderás que los vampiros somos criaturas realmente malas- murmuró en mi oído.
Su voz seductora nubló todos mis pensamientos, no tuve la oportunidad de regañarlo. No pude
protestar por la salida en la noche de brujas, terminé cediendo cuando sentí su lengua acariciar la
hondonada de debajo de mi oreja.

No quería admitirlo pero, en realidad, estaba ansiosa de que llegara el día de brujas. Y cuando uno más
ansía algo, esto se vuelve más lejano. Así fue, sin duda; todo paso lentamente.
El halloween en el instituto fue algo muy fastidioso, ya que estaban organizando una gran fiesta en el
gimnasio; verdaderamente fastidioso.

-Agatha ¿Por qué estas enojada? Deberías estar feliz, por eso de las festividades.- Comentó Hell
mientras ayudaba a cortar calabazas de papel silueta.
Lo fulminé con la mirada.
Estábamos sentados en el piso de madera trabajando bajo las órdenes de la toda poderosa Jessica y su
grupito. Hell estaba encantado de ayudar, y yo; solo lo hacía porque, por ningún motivo, iba a dejar a
Hell solo entre tantas chicas.
-¿Por qué estoy enojada? Te lo diré, porque estoy aquí; ayudando a decorar el estúpido
gimnasio, y para más piedra tengo que tolerar a esas chicas.
-Mira mi calabaza, ¿no es bonita?- dijo Hell mientras me mostraba la calabaza que había
recortado.
Resoplé enojada. ¿Qué diablos me interesa su estúpida calabaza?
-amor mío, intenta estar feliz; sonríe -tomó mi rostro entre sus manos- yo lo estoy, estoy
infinitamente feliz porque estas conmigo; ese, es el mejor regalo que he podido recibir.
Sus hermosos ojos brillaban de amor; mi corazón latía con emoción. Él tenía razón, no había nada de
que enojarse.
Él me soltó al darse cuenta que todos nos observaban, volvió a su labor.
-¿crees que deberíamos pegar murciélagos?- le pregunté mientras cogía una hoja de papel
negro.
-no se, habría que preguntarle a Jessica.
Nos quedamos en silencio mientras cortábamos el papel. De vez en cuando, lo pillaba mirándome
fijamente; la atmosfera entre nosotros era extraña, estaba segura de que él también sentía la
necesidad de abrazarme. Cada vez que nuestras manos se rozaban accidentalmente, me sentía cada
vez más ansiosa de sus caricias, de sus dulces labios.
Salimos una hora después de la hora normal de salida, pera dejar listo el gimnasio; en realidad no
entendí por qué Hell ayudaba a decorar si no íbamos a ir a la fiesta.
O tal vez, esos eran sus planes; pero, no había posibilidad de que fuera eso, la fiesta no era de disfraces
y Hell me había dicho que nos íbamos a disfrazar.

Ya era de noche cuando Hell decidió salir, me dijo que me fuera a arreglar. Cuando se fue; decidí irme a
vestir, en realidad no me emocionaba de a mucho disfrazarme pero para él esto parecía ser
importante entonces, también lo sería para mí.
Como era la primera vez que me iba a disfrazar, fue difícil saber que sería mejor. Pero como estaba tan
emocionada por salir con Hell había comprado mi disfraz en una tienda gótica, había comprado un
vestido de satén negro con un corsé decorado con encaje rojo que se amarraba por la espalda con

[91]
una cinta, las enaguas eran largas y llegaban hasta el suelo. También me puse unos zapatos de tacón
negros de charol.
Me miré en el espejo del tocador, nunca antes me había puesto algo así. Me veía diferente, me veía
como una mujer adulta, no parecía una niña.

¿Sería mejor que me alisara el cabello o que me lo ondulara?- me pregunté mientras sacaba la
plancha de cabello del tocador de mi madre.
Canturreando empecé a alisar mi cabello. Me llevó mucho tiempo terminar, pero al fin terminé.

Me quedé esperándolo en la sala. Miré el reloj de péndulo eran las 7:30 pm, Hell se estaba
demorando.
Empecé a tamborilear los dedos sobre el brazo del sofá.
7:35 Hell seguía sin llegar
7:40 Hell no había llegado
Me puse de pie y empecé a caminar de un lado a otro.
De repente, supe que ya no estaba sola.
-¿Hell?
Me volví hacía la puerta. Hell vestía una capa negra con forro rojo que le llegaba hasta los tobillos. Aún
si no hubiese sabido que él era un vampiro, lo hubiera sospechado; ningún humano tiene el derecho
de ser tan hermoso. Se veía tan irreal, tan hermoso, ni el artista más habilidoso hubiera podido retratar
con exactitud su belleza.
-cariño, que bien te ves- exclamó.
Corrí a sus brazos.
-te has demorado mucho- le señalé.
Él deslizó sus manos por mis hombros, fue bajando por mi espalda. Y, con delicadeza sus manos se
deslizaron hasta mis nalgas. Pegué un respingo, nunca me hubiera imaginado que él haría eso, una
emoción extraña me embargó. Era algo que nunca había experimentado, una emoción que era
increíblemente agradable.
-¿he sido muy osado?- susurró en mi oído mientras sus fuertes y amables manos me ceñían
contra él.
-¿de que te disfrazaste? Déjame adivinar, ¿del conde Drácula? – murmuré cautivada.
-obviamente- espetó amablemente.
-he de suponer que no necesitas colmillos de plástico.
-no mi amor, tengo unos propios- Esbozó una sonrisa arrebatadora.
-es hora de salir- dijo él.
Me soltó y me tomó de la mano.
-¿Qué tienes planeado?- pregunté con curiosidad.
-algo muy especial- respondió con una sonrisa.
Salimos de la casa, la noche estaba despejada excepto por unas nubes grises que estaban al oriente.
El aire de la sabana traía el perfume de los eucaliptos, aunque hacía frío era una noche muy agradable.
Supuse que era por la compañía.
-¿qué vamos a hacer?
Él no me respondió, en vez de eso sonrió afablemente. Supe que iba a ser una noche de lo más
interesante.

NO SE SI LES AGRADE ESTA VERTIENTE DE LA HISTORIA, ERA ALGO QUE SE ME OCURRIÓ DE


IMPROVISTO ASÍ QUE NO SE SI LES PARESCA BIEN QUE LO DEJE. O TAL VEZ SEA MUY EXPLÍCITO, LA
VERDAD NO SE.

[92]
Abrí los ojos lentamente, aún semidormida. Me sentí extraña, me incorporé; estaba cubierta con la
capa negra de Hell, la levanté; asombrada, me di cuenta que estaba desnuda.
Me encontraba en mi cama, y a mi lado estaba Hell. Quedé boquiabierta, él estaba… gloriosamente
desnudo.
Lo contemplé por un momento, definitivamente mi imaginación no le había hecho justicia; todo su
pálido cuerpo era increíblemente perfecto, su esbeltez, sus poderosos hombros, su pecho
perfectamente esculpido, sus piernas divinamente torneadas. No pude evitar tocar la suave piel de sus
brazos, de su pecho, de sus piernas.
No me preocupé de que mis caricias lo despertaran, él dormía profundamente. Me acerqué a él y rocé
su cuello con mis labios, olfateé su piel aspirando profundamente su fragancia.
No tenía ni idea que hacía Hell desnudo en mi cama, y para mi desgracia, no recordaba nada de la
noche anterior.
Me senté en el borde de la cama e intenté pararme, pero, automáticamente, me desplomé en el suelo.
Me sentía débil, no podía ponerme de pie; tirada en el piso me di cuenta que todo mi cuerpo estaba
lleno de marcas de dientes. Estaban en mis muñecas, en mis tobillos, en mis piernas, en mi vientre; era
como si me hubiera atacado un animal. Sin mencionar que por toda la habitación habían pedazos de
tela negra rasgada.
Entonces, eso significaba que Hell y yo habíamos…

Sonreí ampliamente, me había salido con la mía. Aunque me daba mal genio que no pudiera recordar
como había hecho para que Hell terminara en mi cama; ¿será que Hell fue tan descarado como para
borrar los recuerdos de esa noche?
Maldije por lo bajo, ¿por qué me habría hecho esto?
Si ya había perdido mi virginidad, por lo menos merecía recordarlo.
Tras varios intentos, logré subirme de nuevo a la cama. Me desplomé en ella; el esfuerzo me había
dejado mareada. Antes de poder siquiera darme cuenta, me quedé dormida.

Las imágenes se proyectaban en mi cabeza como una película, estaba consiente que todo lo que veía
en realidad había pasado…

«-¿Qué crees que estas haciendo?- preguntó la chica de cabellos castaño.


Ella llevaba un vestido largo y negro, su expresión era de desconcierto.
-Estoy jugando con él- respondió el muchacho de cabellos plata que iba con ella.
No era un lugar adecuado para estar a esa hora de la noche, en un callejón frío y oscuro.
Él muchacho danzaba un extraño vals, saltando de un lado a otro; su capa negra ondeaba detrás de él,
mientras esquivaba los golpes de un joven de pelo oscuro. El joven de pelo oscuro no era tan agraciado
como el de pelo color plata, en realidad era grande y desproporcionado sus movimientos eran
desgarbados. Llevaba una chaqueta de cuero y se veía terriblemente enojado.
-¿esta cansado?- preguntó él joven de cabellos plata con una mueca burlona en la cara.
El otro muchacho intentaba golpear al otro, pero no podía.
-Billy ven y ayúdame- gritó el joven de la chaqueta de cuero.
Otro muchacho emergió de las sombras, y aprisionó en sus brazos a la chica.
-¡Hell ayúdame!- pidió la chica horrorizada.
Ella no pudo ver el rostro de su captor.
-dulzura, no debes preocuparte. Voy a procurar no ser brusco- susurró una voz ronca en el oído
de la chica.- disfrutaras tanto como yo.
Una mano callosa le tapó la boca. Intentó zafarse pero no pudo. Ella pudo sentir el aroma de cigarrillo
y alcohol de su captor
[93]
Un tronido rompió el silencio de la oscura calle. El joven pálido de cabellos plata le había roto el brazo
a su contrincante. Éste, adolorido, se desplomó en el suelo.
-suéltala- pidió amablemente el joven pálido.
Su cortesía lo hacía ver más aterrador.
-No se me da la gana. Tu chica es muy bonita.
Un gruñido animal emergió de la garganta del hermoso muchacho pálido, con un chasquido sacó sus
colmillos.
-suéltala- pidió de nuevo con voz áspera. Áspera para él, porque seguía siendo más suave que
una voz humana.
Los ojos le brillaron con odio, un odio que hizo estremecer a la joven.
-¿qué coño eres?- preguntó la voz casi inentendible, se había vuelto más ronca por el miedo.
-tu peor pesadilla- contestó el joven entre dientes.
El captor libero a su presa y salió corriendo. La chica cayó lánguida en el suelo.
El joven pálido la tomó en sus brazos. Ella se sintió reconfortada en los fuertes brazos del joven.
No dijo ni una sola palabra en todo el camino, la llevó en sus brazos; saltando por los tejados a una
velocidad inverosímil. Ella sintió que su estómago daba un vuelco, no le agradaban las alturas.

Llegaron a su casa, entraron por la ventana del cuarto de ella. El ambiente era tenso e
incomodo, él la dejó suavemente para que pudiera ponerse de pie.
Ella no se sentía bien, tenía náuseas. Se recostó en la cama.
El silencio tenso perduraba, ninguno de los dos quería romperlo.
Ella no estaba enojada con él, pero estaba desconcertada porque no sabía que decir.
Sin decir nada, él fue hacia la cama y se puso encima de ella.
Ella lo miró con desconcierto. Sabía perfectamente que él no iba a hacerle nada, para su
descontento.
Pero, para sorpresa suya, lo hizo.
Empezó a besarla, sin explicación alguna; simplemente lo hizo.
Él intentó levantarse, pero ella lo siguió. No permitió que sus labios se despegaran. Ella cerró los ojos,
y lo rodeó con sus brazos. Ella sintió los labios de él ansiosos, perseguidores.
Él le deslizó sus manos por la espalda»

En esa parte de la historia ya no la vi en tercera persona, ahora era yo la que estaba allí, con Hell.

«Hell no fue paciente, no fue capaz de soltar la cinta que ataba el vestido por mi espalda. Así que, lo
rasgó.
No vi como había quedado mi pobre vestido, estaba muy ocupada devolviéndole el beso a Hell.
Intenté a quitarle la ropa, pero me encontré con su pecho desnudo, él ya estaba listo; listo para mí. No
supe como lo hizo.

Quería preguntarle por qué había decidido dármelo después de que me lo había negado varias veces;
pero por temor a que se arrepintiera, no lo hice.
Fue un poco torpe al principio, pude notar el temblor en sus manos mientras exploraba mi cuerpo, al
igual que él notó mis manos temblorosas sobre su pecho. No supe como pero, fue todo muy fácil; como
si el respondiera a mis acciones, como si pudiera leerme la mente.
Me tumbó en la cama; temí acomodarme mal e incomodarlo, pero mis preocupaciones se esfumaron.

Estaba expectante, ambos lo estábamos; tenía miedo de lo que iba a pasar, miedo y ansias; una mezcla
de sentimientos que me impulsó a gritar su nombre. Pero solo salió un gritito opacado, más parecido a
un suspiro. Esos segundos previos de espera me parecieron eternos.
[94]
Con un gruñido gutural se apretó contra mí.

Nunca pensé que se sentiría de esa manera, me sentí morir por un segundo, los límites entre el dolor y
el placer se desdibujaron. Grité, temiendo que él se detuviera al oírme; pero no, eso solo lo incitó más;
aferrándome más cerca, más fuerte. Nuestros cuerpos se fundieron en uno solo…
Sentí fugaces espasmos en mi vientre, me estremecí al sentirlo, era tan fuerte y delicado a la vez. Era
un placer, un éxtasis extraño, pensé que me iba a romper en dos. Su cuerpo frío, de alguna manera,
era cálido. Todo fue como un caleidoscopio sensaciones por todo mi cuerpo.
Mis gemidos y jadeos llenaron la habitación, no me agradaba hacerlos, pero era inevitable. Me sentía
tan viva, tan llena de él. Su aroma estaba por todos lados, esa dulce fragancia floral de hombre que no
era de este mundo. No quería que terminara, no, quería estar por siempre así.
Sus besos, ahora era punzantes. Sabía lo que significaba eso, pero no importaba. Dejé que me
mordiera, tanto como él quisiera; no era doloroso, era aún más encantador.
Gruñendo de satisfacción mordió varias veces mi cuello, pero fueron mordiscos huidizos; no bebió
mucho, solo un sorbito cada vez.
No se necesitaron palabras, él sabía perfectamente que me agradaba. Así que no se detuvo allí, mordió
mi muñecas, mis mano, mis brazos, mis hombros; sorbiendo un poco y cerrado la herida con una
caricia de su lengua.
Él se levantó. Me entristecí; no quería que se acabara. Se quedó arrodillado; yo estaba inmóvil, no
quería que terminara. Cerré los ojos, y suspiré.
Pero sentí sus manos en mi espalda, me levantó y me ciñó contra él. Abrí los ojos como platos, de
nuevo nuestros cuerpos se habían unido.
Un suave gemido emergió de mi garganta, él sonreía tiernamente y me abrazó con más fuerza.
-¿te gusta?- susurró en mi oído.
Su voz, tan dulce como sus besos.
Era incapaz de responderle, pero él sabía perfectamente la respuesta.
Rió suavemente, era tan reconfortante.
Aprisionó mis labios con los suyos, lo besé profundamente; sentí sus agudos colmillos con mi lengua.
No importaba, pero él fue cuidadoso para no morderme los labios.
Lentamente volvió a recostarme en la cama, pero él no se acostó, se quedó sentado.
-Hell- lo llamé con voz opacada por el deseo- no te detengas.
Definitivamente, me sentía extraña. No era yo, era otra persona.
Él me miró con ternura y amor. Como si no existiera nada para él, solo yo.
-Agatha, te amo.- su voz parecía un arrullo.
Acercó su rostro al mío. Al ver sus pretensiones, ladeé mi cuello, ofreciéndoselo.
Sentí sus colmillos entrar en mi piel, esta vez fue profundo pero aún así no fue doloroso.
Quería poner mi mano en su nuca y empujarlo hacía mí, pero pensé en el esfuerzo que tenía que hacer
para no arrebatarme la vida, así que, apreté mis puños con fuerza sobre mis costados; par controlar
mis ganas de aferrarlo.
Me empecé a sentir adormilada, los parpados me pesaban.
Él me soltó, me pareció que lo había hecho muy pronto.
Empecé a ver todo brumoso, oscuro; era la inconsciencia que me llamaba, era Morfeo que me quería
tener en sus manos.
No quería que todo terminara así, había sido tan rápido. Quería sentirlo de nuevo sobre mí, pero
estaba muy exhausta como para luchar contra el sueño que me embargaba.
Antes de quedarme dormida, Hell me susurró con su suave voz en mi oído:
-duerme bien, mi querida doncella. »

[95]
El hambre me obligó a despertar. A regañadientes salí de la cama. Esta vez si pude pararme, aunque
me tambaleé un poco. Antes de salir de la habitación contemplé a mi Hell, mi dulce Hell, aún dormía
profundamente.

Sin duda había bebido mucha sangre, pero recordé lo que él me había dicho, que solo bastaba con 40
o 60 ml de sangre para sumirlo en el sueño oscuro cuando llegara el amanecer.

Sabía que él iba a dormir hasta que callera la noche, pero no sabía cuanto había pasado ni que hora
era, era imposible saberlo teniendo todas las cortinas cerradas y la casa en penumbras.
Iba a tomar un baño, pero aún me sentía un poco mareada. Bajé hasta la cocina y devoré todo lo que
encontré en la nevera; perfumadas y dulces manzanas rojas, fresas y tomates –siempre me había
gustado comerme los tomates como si fueran una fruta-.
Sonreí al pensar que todo lo que había comido era rojo, al igual que la sangre.
Satisfecha, fui a la sala a mirar el reloj; eran las cuatro de la tarde. Aún faltaban horas para que él
despertara.
Fui de nuevo a la cocina y saqué un vaso de agua, tenía que tomar mis vitaminas. Saqué la caja de la
alacena, estaba llena de sobrecitos de vitaminas en polvo. Lo rasgué y lo disolví en el agua. Fui al
comedor y me senté.
El frío forro de los muebles me hizo temblar, aún estaba desnuda.
Que irónico, pensé. Había estado contra el gélido cuerpo de un vampiro y se me antojaba más frío el
forro de las sillas.
Sonreí ante el recuerdo.
Había estado con él.
Llevaba soñando con eso desde que lo había conocido, y sin duda alguna había sobrepasado mis
expectativas.
Y lo mejor de todo era que no había sido como él lo había predicho. No había sido doloroso, por el
contrario había sido fantástico; aunque fantástico no era la palabra adecuada. En realidad no existía
palabra, ni connotación adecuada que describiera a la perfección el dulce acto de amor. Lo único que
no me agradaba era que todo había pasado muy rápido, como si hubiera sido en un segundo.

Sonreí de nuevo, mientras tomaba un sorbo del agua coloreada de naranja que había en el vaso.
Aún me era un misterio el porque me había despertado al principio y no recordaba nada, pero era lo
de menos. Lo importante era que, gracias a ese vivido “sueño”, había recordado con detalle, todo lo
que había pasado entre nosotros dos.

Experimenté una sensación cálida y agradable dentro de mí, cada vez que el eco de su voz resonaba en
mi cabeza. Me sentía suya, solo de él; al igual que sentía que él me pertenecía. Ambos éramos
inexpertos, y aún así, todo fluyó como si ya supiéramos que hacer.
Me agradaba el pensamiento de que él me había entregado su virtud, al igual que yo se la había
entregado a él. Sonaba a clisé pero sentí que eso nos unía más, era como un lazo que nunca se iba
romper. Era como mi madre decía: “una nunca olvida su primera vez”
¡Mi madre! ¿Qué diría ella? Se sorprendería al saber que es su ausencia su hija había perdido su
virginidad, probablemente temería que hubiera quedado… embarazada ¿sería posible que pudiera tener
un hijo de un vampiro?
Me estremecí, no me podía imaginar con una gran barriga. Y peor aún, con un hijo en brazos…
Sacudí mi cabeza para sacar esos terribles pensamientos de mi mente.

[96]
Por primera vez en mucho tiempo, me dieron ganas de dibujar. En realidad había dejado de hacerlo
porque mi madre se los daba a psicólogo para que los estudiara; y siempre decían que eran un reflejo de
lo que mi subconsciente quería. Siempre me sonaba a estupidez, por eso lo había abandonado. Pero con
esta nueva yo renovada, me sentía osada. Así que decidí intentarlo.

Después de haberme dado una breve ducha, me enfunde en un camisón de FMA –en realidad era una
camisa, pero me quedaba tan grande como un camisón-, saqué de debajo de mi cama mi caja de lápices
y el block de dibujo. Allí también estaba mis caja de oleos y mis carboncillos. Realmente me agradaba
dibujar, pero lo había dejado por mi madre.

Me senté en la mesa de dibujo que había en el estudio, aunque en realidad mi madre la usaba como
escritorio, porque allí había trasladado parte de su oficina. Antes de que llegara Hell ese era mi refugio,
donde ponía música a todo volumen y me ponía a leer.
Me dieron ganas de escuchar música, me puse de pie y fui a mi cuarto por mis CDs, que estaban en un
cajón de mi mesa de noche. Antes de salir, besé suavemente a mi Hell; no pude evitarlo.
Puse en el reproductor de música del estudio un Cd de mis favoritos, desde Misfits hasta the cure. Lo
puse a reproducir y me senté en la cómoda butaca; empezó a sonar “Friday I’m in love” de The cure.
Sonreí, irónicamente era viernes.

En mi block de dibujo había bosquejos que había olvidado que estaban ahí. Un ángel de las negras, pasé
la hoja; una mano que sostenía una cruz; pasé la hoja, una chica vestida con un traje medieval y después
de ese dibujo ya estaban las hojas en blanco.
Abrí la caja de metal que contenía mis lápices, era mi tesoro más preciado, ya que contenía lápices desde
el calibre más blando hasta el más duro9. Los cuidaba tanto como a mi vida. Había olvidado el cariño que
le tenía a mis lápices.
No pude evitar sonreír, mi Hell había hecho que mi vida fuera feliz, en realidad, nunca había sido feliz
hasta que él llegara; era muy afortunada por tenerlo.

Saqué el lápiz HB y empecé a trazar un ovalo, lo dividí en cuatro para hacer las líneas de guía. Siempre
me había gustado la época medieval y renacentista, así que por lo general, me guiaba por los cánones de
dibujo de esa época. -en este momento estaba sonando “lullaby” de the cure- Rostros con perfecta
simetría, cuerpos perfectamente proporcionados. De repente me acordé de Hell. Suspiré, él era la
perfección hecha carne; ni Da Vinci hubiera podido imaginar a un hombre tan perfecto como Hell.

Sin darme cuenta me terminé dibujándome a mi misma, solo que en el dibujo era más bonita. Nunca me
había considerado bonita, y por lo general procuraba no pensar en eso.
Al terminar de pintar mi rostro –se veía perturbadoramente feliz. Por lo general los rostros que dibujaba
estaban tristes o inexpresivos- comencé con los círculos que formaban el cuerpo, me dibujé siguiendo
fielmente mis características; delgadez extrema –pero no esquelética-, cintura marcada y caderas poco
pronunciadas. Y por ultimo, la vergüenza de mis senos; no es que fueran exageradamente grandes, pero
de todos modos era lo que más se destacaba de mí.
Dejé en la caja de lápices el HB y cogí el 2H –un poco más blando de que el HB- pera resaltar las líneas
que iban a quedar en el dibujo, delineé mis ojos, reteñí las pupilas de negro. Delineé mi nariz, nunca
había notado lo fina y recta que era. Inconscientemente me mandé la mano a la nariz, -en este momento

9
Cuando se refiere a blandos y duros no significa que uno se rompa más fácil que el otro, se refiere a la cantidad de
grafito que suelta el lápiz. Siendo el blando el que suelta más grafito y el duro el que menos; es decir, que el blando
escribe más oscuro que el duro.
[97]
estaba sonando “Anarchy in the UK” de los sex pistols- la recorrí con mi dedo índice desde el puente
hasta la punta, sorprendida de lo recta que era.
Era raro pero en las últimas semanas, había descubierto cosas de mí, que desconocía. Me había dado
cuenta de lo mucho que me gustaban las cosas románticas, la poesía, la literatura, -tal vez era por culpa
de Hell que me leía con su deliciosa voz la prosa de Goethe- me había dado cuenta de lo mucho que me
agradaba la compañía “humana”, -no se si un vampiro podía considerarse humano- me hubiera agradado
ver la cara del psicólogo al ver que había alguien que podía aceptarme con todo y el trastorno obsesivo.
Sin duda me sentía diferente, ya no pasaba horas ensimismada en mi mundo negro y vacío; ahora me
abría al mundo, con mi Hell. Era divertido pasar las tardes con él, hablando de literatura y haciendo
tareas. Tenía que admitir que me gustaba ser importante para alguien, me gustaba recibir los cuidados
de Hell.

Deslicé suavemente el lápiz sobre el papel, delineando las líneas finales del dibujo. Era yo, sonriendo,
llevaba puesto un vestido largo y pomposo como si fuera una princesa.
Sonreí divertida, mientras le dibujaba una tiara en la cabeza.
Cogí el lápiz 6B para hacer las sombras, era muy importante hacerlas; porque le daban dimensión y
volumen al dibujo.
Al terminar, me di cuenta que no me había gustado. Así que, arranqué la hoja, la arrugué y la tiré.
Cogí el lápiz y miré la hoja en blanco. Me imaginé si alguien alguna vez podría retratar a Hell, luego caí en
cuenta de algo ¿será que Hell sabría como se ve? ¿Será que él se puede ver en un espejo?
Era absurdo que después de tanto tiempo de estar con él todavía no sabía muchas cosas de su vida
vampírica, pero yo no le recordaba su extraña condición, simplemente lo pasábamos por alto.
Aún con la idea en la cabeza cogí la caja de lápices y el block, apagué la música y fui a mi habitación para
intentar retratar a Hell.
Abrí lentamente la puerta, y vi a Hell de espaldas, de pie al lado de la cama tronándose los huesos del
cuello. Tenía puesto un jean negro, estaba descalzo y sin camisa.
-¿intentabas asustarme?- dijo él sin volverse.
Me encantaba verle el tatuaje en su espalda, se veía tan genial, tan hermoso; como si perteneciera algún
tipo de logia de alquimistas. Sonreí ante el pensamiento.
-No, solo quería hacer tu retrato; pero no sabía que estabas despierto.
Él se volvió a mí. En su esplendido rostro lucía una sonrisa arrebatadora.
-Buenas noches- saludó alegremente.
Me sentía extrañamente tensa, los recuerdos de la noche anterior vinieron a mi cabeza.
Él pareció notar mi nerviosismo.
-¿te has arrepentido?- preguntó mientras se desvanecía su sonrisa.
-¿de qué tendría que arrepentirme?- pregunté inocentemente mientras desviaba la mirada de
sus ojos pardos.
-de lo que hicimos anoche, no te agradó ¿verdad?
Sentí el rubor arrebatarse en mis mejillas.
-¿por qué dices eso?
-porque evitas mirarme a los ojos.
Antes de que pudiera darme cuenta él estaba al frente mío, levantó mi mentón con su mano para que no
pudiera agachar la cabeza.
-¿y bien?- preguntó impaciente.
Sus inquisidores ojos pardos me tenían hechizada, ¡menudo tramposo! Estaba usando sus poderes.
Incapaz de resistirme al embrujo de su mirada le dije la verdad.
-En realidad me ha gustado tanto que quería que lo repitiéramos.
Me mandé las manos a la boca al darme cuenta de lo que había dicho.
Él parpadeó y rompió el encantamiento, sonrió ampliamente.
[98]
-¿Por qué tenías pena de decírmelo?- preguntó amablemente.
-No se- dije mientras miraba a otro lado.
¿Tantas gana tenía de saber lo que pensaba que usó sus poderes sobre mí?
Ahora que lo pensaba era la segunda vez que usaba sus poderes conmigo. La primera había sido cuando
nos conocimos… cuando lo besé. ¿Entonces… anoche… él…?
-¿Cómo se que tu no utilizaste tus poderes anoche para seducirme?- agregué enojada mientras
mandaba los puños a la cadera de manera desafiante.
Él puso cara de pocos amigos.
-acabo de hipnotizarte para saber lo que pensabas porque sabía que no me lo ibas a decir, te
juro que ayer no te hice nada; y tu misma sabes lo reticente que estaba yo cada vez que tú te me
insinuabas. Además, ¿por qué dices eso si cuando intenté dejar de besarte tú no me dejaste?, eres la
menos indicada para decir eso, no ves que fueron tus feromonas las que me hicieron caer a tus pies. Es
tu culpa; -refunfuñó- si no olieras tan rico nada de esto hubiera pasado.
Lo fulminé con la mirada, aunque hubiera sido mejor habérmelo comido con los ojos, porque enojado se
veía muy apuesto.
-¡ah! ¿Ahora es mi culpa?- le reproché.
-si, ¿acaso tu no querías estar conmigo? Según recuerdo en cierto día, cierta señorita se me
desnudó y me pidió que le hiciera el amor.- dijo con una mueca burlona en la cara.- no logro entenderte,
deberías estar feliz porque al fin lograste lo que querías. ¡Bah!- exclamó él- y luego dicen que los
vampiros somos malos. Mírate; eres perversa, me has doblegado.
Se arrodilló y abrazó mis piernas.
-ahora eres mi dueña, si deseas que me flagele, lo haré. Si quieres que mate, lo hare. Tus deseos
son órdenes para mí.
-deja de hacer tanto teatro y bésame.
Él me soltó y se puso de pie.
-como ordenes doncella mía- dijo mientras hacía una reverencia.
Tomó mi rostro entre sus manos y me besó; automáticamente tiré lo que llevaba en las manos al piso.
Él me fue jalando a hacía la cama.
Antes de que pudiera empujarme sobre la cama, lo detuve.
-¿qué pasa?- preguntó asombrado.
Me alejé de él y empecé a caminar de un lado a otro. No me agradaba haber interrumpido ese beso que
probablemente terminaría igual que la noche anterior, pero no pude evitar pensar de nuevo en el
embarazo. Me daba pavor imaginarme el dolor de parto, y mis sueños de estudiar quedarían rotos por
ese pequeño diablo. Aunque por otro lado, me agradaría ser la madre de un niño de ojos pardos y
cabello plata como su padre…
-¿Qué pasa?- preguntó más alarmado.
-tengo una duda- comencé en tono más informal que pudiera modular- yo…- me mordí el labio
inferior- …no… bueno… esto… quiero saber…
Me quedé callada al ver su mirada expectante.
-¿qué quieres saber?- preguntó contrariado.
-Si… tengo… -las palabras salieron rápidamente de mi boca- si tengo que hacerme una prueba de
embarazo.
Al terminar agaché la mirada para no ver su expresión.
-Depende- contestó lentamente- depende de lo que quieras oír.
-no te entiendo- balbuceé sin mirarlo.
Suspiró tristemente.
-Respóndeme con honestidad Agatha ¿tu, en algún momento de tu vida, has querido tener
hijos?
No. Retumbó la respuesta en mi cabeza.
[99]
Nunca quise tener hijos, para mi era como traer más personas a este sobre poblado planeta. Era como
darle al mundo otra boca que alimentar.
-te responderé cuando me respondas tú- dije mientras levantaba el mentón de forma desafiante.
Suspiró de nuevo, pero esta vez, derrotado.
-No, Agatha. Soy incapaz de fecundarte, nunca podrías quedar en cinta.- murmuró tristemente.
Me relajé de inmediato.
Levanté lentamente la mirada, y me encontré con sus diáfanos ojos grises.
-es tu turno de responder- me recordó suavemente.
-Hell, yo… nunca he pensado en tener hijos, la verdad no los quiero. Sin mencionar que odio a
los niños, no sería tan mala de condenar a un niño a ser mi hijo.- murmuré en voz baja.
Hell se acercó y me abrazó. Me llevó a la cama, él se recostó boca arriba y me acomodo de manera que
pudiera descansar la cabeza sobre su pecho.
-He tenido una pregunta para ti, es algo que me causa mucha curiosidad. ¿Puedes ver tu reflejo
en un espejo?
Él rió despreocupado.
-claro mi amor, existo. No soy una aparición, ni un fantasma, soy de carne y hueso.
Hell habló en tono informal, sin duda le había agradado que dejáramos de lado el tema.
-es que las leyendas de vampiros dicen que no se ven reflejados, y que no pueden sumergirse en
el agua.
-No, eso es mentira. Nada de eso es cierto.
-pero hay cosas que son ciertas, como lo del sol y lo de la plata.
-pero eso tiene una explicación perfectamente racional.
Eso me recordó la noche en que conocí a Christian, él me había explicado el porque de la plata.

Hell metió su mano por debajo de mi camisón, yo no llevaba ropa interior puesta.
Acarició la piel de mi espalda, luego su mano se acercó al nacimiento de mis senos.
Pegué un respingo.
Él sacó su mano de mi camisón.
-disculpa mi atrevimiento, es que no podía evitarlo- se excusó.
No pude evitar recordar la noche anterior, eso me puso más nerviosa; nuestra relación ya se había vuelto
más sería o por lo menos eso pensaba yo.
Empecé a preocuparme, ¿será que lo nuestro seguiría igual? ¿Seguiríamos fingiendo que solo era un
enamoramiento pasajero?
-¿Qué pasa? Te has quedado callada ¿hice algo malo?- preguntó.
Alcé la mirada para contemplar su rostro. Él estaba preocupado.
-¿te ha molestado mi caricia? –preguntó tímidamente.
-No, no es eso.
-¿entonces que pasa?- me preguntó temeroso.
Me daba vergüenza decirle, o más bien preguntarle que sería de nosotros.
-nada- respondí secamente.
Él frunció el ceño.
-Amor, dime que es lo que te pasa.- me apremió.
-No es nada, en serio
-Agatha, no me puedes engañar; se que estas mintiendo- dijo mientras usaba la fuerza de su
mirada- o me lo dices o lo averiguo por mis propios medios.
Me levanté, y me senté con las piernas cruzadas en la cama. Hell se incorporó, me cogió el mentón con
su nívea mano.
-Cariño, dime que es lo que te pasa –sus hermosos ojos ardían hipnóticos- o tendré que
meterme en tu cabecita.
[100]
-Hell… yo…-hablé torpemente sabía que tenía que decirle, sería mejor que lo escuchara de mi
boca en vez de leerlo directamente de mi mente.- quiero saber… si…
De repente, Hell torció el gesto.

-Espero no interrumpir nada- comentó una voz amable y aterciopelada.


No cabía duda de quien era.
-¡Hola Christian!- lo saludé alegremente mientras me ponía de pie e iba a saludarlo. Estaba muy
agradecida con él, había llegado justo a tiempo, dando zancadas me acerqué y me puse de puntillas para
darle un beso en la mejilla.
-vaya, Agatha no te alegres tanto; no queremos que Friedrich se ponga celoso.- se burló
Christian.
Sentí que alguien me jalaba el codo, era Hell que estaba detrás de mí.
Él me haló hacía su lado.
-¿Qué haces aquí?- gruñó Hell, parecía que sabía la respuesta.
Christian le dijo algo con la mirada a Hell. Hell se entristeció por un segundo y luego volvió a
tomar la mueca de fastidio que siempre ponía cuando Christian lo molestaba.
-He venido a desearle feliz cumpleaños a mi hermanito querido.- comentó Christian con marcado
sarcasmo.
-¿cumpleaños?-pregunté sorprendida- Hell –miré con desaprobación a Hell- ¿es tu cumpleaños y
no me lo dijiste?
Hell resopló.
-en realidad, fue ayer; pero no quise arruinarle la fiesta, así que vine hoy.-señaló Christian.
¡Era su cumpleaños! ¿Por qué no me lo había dicho?
-querido, ¿por qué no me lo dijiste?
-En realidad no es un cumpleaños, si lo fuera, me vería más viejo y mírame sigo siendo
exactamente igual que el día que me conociste. Solo es un año más de existencia inmortal, ¿y que es un
año para un inmortal? Nada, a decir verdad.
-pero podrías por lo menos habérmelo dicho- le recriminé.
-No era para tanto- dijo Hell entre dientes.
Christian sacó de su chaqueta de cuero negro un paquete rectangular mediano envuelto en papel seda
negro y morado. Se lo tiró a Hell.
Él si inmutarse, lo cogió en el aire.
-Un regalito, hermanito-dijo Christian en tono socarrón.
Hell me pasó el paquete.
-Ábrelo querida- me pidió amablemente.
-pero…- mire a Christian, él sonrió y con un gesto me animó a abrirlo.
Rasgué el papel del paquete.
Sorprendida levanté el CD, era el primer disco de Misfits “---------” y no era el de acetato; venía en su
empaque original, seguramente le debió de haber costado mucho encontrarlo.
-Vaya, Christian, ¿cómo lo conseguiste?
Un ronco gruñido emergió del pecho de Hell.
-No es nada, fue sencillo, todo por mi hermanito- se mofó.
-Hell- lo miré a la cara, se veía terriblemente enojado- dile gracias.
-Gracias- gruñó entre dientes.
Christian sonrió.
-Bueno, Agatha nos vemos pronto- dijo Christian con una sonrisa paternal.
Quería preguntarle si se quería quedar más, pero a Hell no le agradaría, así que me quedé callada.
Christian posó la mirada en Hell, desdibujó la sonrisa, se puso serio. Se veía extraño así, Christian no solía
descomponer su sonrisa.
[101]
-Tenemos que hablar, Hell. No lo olvides. – amonestó Christian.
Desapareció en cuestión de segundos.
Hell estaba extrañamente callado, había un ambiente tenso aunque no supe por qué.
-Agatha, ve a cenar.- pidió Hell de forma imperiosa.
Me tomó de la mano y me guió hasta la planta baja, él se quedó en el comedor. Fui a la cocina y empecé
a hacerme la cena.
Era extraño que Hell no hubiera venido, me hubiera abrazado y me hiciera cosquillas en el cuello; como
solía hacerlo mientras cocinaba. Algo realmente malo estaba… o iba a pasar.

Al terminar, me serví los vegetales en un plato y fui al comedor. Hell estaba allí sentado, con la mejilla
recostada sobre la mano, evidentemente, pensativo.
Me senté a su lado, él no pareció notarlo; seguía sumido en sus pensamientos.
-¿Cuántos años cumpliste?- le pregunté como quien no quiere la cosa.
-Trescientos treinta y dos años- respondió sin mirarme.- contando los años que tenía cuando era
humano.
-¿De verdad?- continué para animarlo a hablar- ¿y cuantos tenías cuando te convirtieron?
-dieciocho- contestó fríamente, seguía mirando al infinito.
-¿Te gusta ser un vampiro?- le pregunté en tono casual.
No me interesaba saber la respuesta, pero tenía que mantener la conversación lejos de mis
preocupaciones sobre lo nuestro.
-No se, creo que si; te da una nueva perspectiva sobre la vida y el mundo.- respondió distante.
-¿y la sangre? ¿No te cansas de beberla?, debe ser aburrido comer siempre lo mismo.- pregunté
mientras me llevaba un bocado a la boca.
-No, no me canso. Es como si le preguntaras a una vaca si le fastidia comer hierba todo el
tiempo, o si le preguntaras a un sapo si le fastidia comer insectos. Simplemente estamos adaptados para
eso.- respondió absorto en sus meditaciones.

No era normal que Hell estuviera así, pero no podía preguntarle que le sucedía, él podría recordar la
charla que dejamos pendiente.
Al acabar de comer, me puse de pie; Hell no se inmutó. Fui a la cocina y dejé el plato en el fregadero. No
me molesté por llamar a Hell, era mejor no molestarlo.

Subí al baño, me cepillé los dientes.


¿Qué le pasaría a Hell? ¿Tendría algo que ver con la repentina visita de Christian?
Era extraño que Christian se apareciera así tan de repente, luego de haber pasado un mes sin venir. Sin
duda que algo se traía entre manos.

Abrí el grifo del lavamanos, empecé a echarme agua en la cara; definitivamente algo le pasaba a Hell, a
estas alturas ya estaría aquí besándome, como solía hacerlo.
Me sequé la cara, cerré los ojos y suspiré.
Al abrir mis ojos, vi en el espejo que Hell estaba detrás de mí; se veía reflejado.
-Ves que mi reflejo ésta- señaló Hell mientras estiraba su mano hacía el espejo.
El chico pálido de cabellos plata del otro lado del espejo hizo lo mismo.
-ves, allí esta- dijo Hell, seguía igual de serio.
Me quedé callada, no sabía que podía decir o preguntar. Salí del baño sin mirarlo, supe que él me seguía.
Fui a mi habitación, él fue detrás de mí.
Fui a la cómoda y abrí un cajón. Tenía que ponerme ropa interior, no me agradaba la sensación de andar
sin ella.

[102]
Saqué del cajón lo primero que cogí, para mi sorpresa eran unos pantaletas negras con calaveras; hace
mucho tiempo que no las veía, mi madre me compraba tanta ropa interior que podía pasar meses sin
repetir.
Hell, que estaba sentado en la cama; descompuso su mascara de tristeza y empezó a reírse.
Me volteé aún con las bragas en la mano y lo miré confundida.
-¿Qué es lo que te causa tanta gracia?- le pregunté.
Él seguía riéndose con ganas.
Fruncí el seño, había estado callado y pensativo desde la cena y ahora estaba riéndose, así de la nada.
-¿Qué es lo que te causa tanta gracia?- Insistí.
-No es nada, -rió entre dientes, evidentemente, disfrutando de algún chiste privado- solo me da
risa que tengas ropa interior con calaveras.
¿Qué tenía eso de gracioso?
-ah… claro- comenté.
Salí de la habitación para ponerme la ropa interior, dejando atrás las suaves y sonoras carcajadas de Hell.
Me metí en el baño y cerré la puerta, sabía que eso no detendría a Hell si quisiera entrar, pero, era algo
simbólico.
Me causó gracia que me diera pena cambiarme frente a Hell, después de todo, él ya me había visto
denuda; y más que eso, me había hecho el amor.
Eso me enojó muchísimo, no sabía como actuar después de haber intimado con él; y lo peor era que me
daba pena hablar sobre eso, tenía que admitir que me moría por saber su opinión ¿le habría gustado
tanto como a mi? Si le hubiera preguntado cuando él me preguntó, no estaría en estas.
Aún me preocupaba su actitud extraña, aunque su humor había mejorado; tal vez estaba de mal genio
por la forma en que saludé a Christian.
Si, eso debió ser.

Salí del baño y regresé a mi habitación.


Hell estaba acostado en la cama, tenía la cabeza recostada en las manos; estaba canturreando.
Al verme se detuvo.
-¿aún te da pena cambiarte frente a mí? Pensé que a estas alturas ya habías perdido las
inhibiciones conmigo, tú sabes, después de lo que paso anoche- comentó Hell.
Me sentí terriblemente abochornada.
-sería más fácil si tú no actuaras como si no hubiera pasado nada- le grité ignorando
completamente el nudo en mi garganta.
Hell se incorporó, se sentó en la cama, me miraba con incomprensión.
Me dolía terriblemente la garganta, había esperado mucho para decírselo.
-No te entiendo, Agatha, de verdad que no te entiendo.-habló tan rápido que casi no lo entendí-
Cuando te pregunté sobre eso me saliste con el cuento de que yo te había hipnotizado, pensé que
querías que pretendiera que no había pasado nada. Y, aún así, ¿cómo quieres que actúe?
-Hell, es que… quiero saber si te había agradado, si yo lo había hecho bien.-Balbuceé
torpemente.
Esa era la más leve de mis preocupaciones; aún estaba la de si lo nuestro iba a volverse más serio. Pero
con saber esa respuesta bastaba por ahora.
Él sonrió tiernamente.
-¿quieres saber si me agradó?- me preguntó.
Asentí tímidamente con la cabeza.
-si quieres saber, tienes que venir y recostarte conmigo.
Me subí a la cama y me senté a su lado.
-Agatha, no tienes de que preocuparte; me cautivó muchísimo.-dijo mientras esbozaba una
sonrisa arrebatadora.
[103]
Él me rodeó con sus brazos y me jaló para que me acostara en la cama.
-No te preocupes querida- susurró en mi oído- tu no tienes por qué preocuparte.
Me recosté sobre su pecho, aún estaba desnudo; lo rocé con mis labios.
-Ayer me sorprendió mucho que estuvieras dispuesto, después de lo que me habías dicho, y
después de lo que había pasado.- comenté.
-Es que no pude aguantarme más, te veías tan hermosa con ese vestido negro.
-si te gustaba entonces ¿por qué lo rompiste?- le pregunté con curiosidad al recordar que aún
quedaban fragmentos de tela negra en el piso.
-es que no pude esperar, ya llevaba mucho tiempo imaginando como te verías totalmente
desnuda. Y sin duda que cumpliste mis expectativas.
Sonreí.
-lastima que hasta hoy me enteré de que ayer era tu cumpleaños, si hubiera sabido te habría
dado un bonito regalo.
-Pero me lo diste, me diste el mejor regalo que podrías haberme dado.-espetó tiernamente.
Me sentí adormilada, estaba tan cómoda acostada sobre su pecho que no pude evitar sentirme relajada.
Él se dio cuenta de que me estaba empezando a dormir, no se como hizo para arroparme con el edredón
blanco que cubría la cama, y sin que yo me inmutara, me envolvió para protegerme de su frío cuerpo.
-¿estas cómoda así?- me preguntó, su voz sonaba lejana porque me estaba quedando dormida.
Simplemente asentí con la cabeza.
-Dulces sueños, Agatha.

Desperté pero mantuve los ojos cerrados, aún tenía sueño, pero el sonido de dos voces me mantuvo
despierta. Era la voz de Hell y la de Christian, las voces no se escuchaban muy lejos, tal vez estaban en el
estudio. Me sorprendió mucho que no estuvieran hablando en alemán.

-¿qué vas a hacer?- preguntó Christian.


La voz de Christian estaba serena, controlada.
-No se, no se si ella quiera venir; no se si este lista.
Hell se escuchaba terriblemente afligido.
-Sabes que el plazo se terminó.
-Pero aún no le he dicho nada, tengo miedo de que me diga que no. ¿Y si no quiere venir
conmigo?
-es tu doncella Friedrich, ella te quiere; puedo verlo en sus ojos cuando te mira, es como si
fueras parte de ella.- lo reconfortó Christian.
Hell gruñó.
-Me siento tan contrariado, ha pasado tiempo desde que la conocí; y aún me cuesta
controlarme, aún escucho esa terrible voz que me pide… -esa parte la dijo tan bajo que no la escuché
claramente.
-Nunca en todos estos años te vi tan feliz, ella ahora es tu mundo, no voy a permitir que la dejes
ir. Si alguna vez te sientes enojado sabes que yo estoy para ayudarte, si es necesario pelearé contigo para
que desahogues tu furia, todo con tal de que no le hagas daño.
-Aún no estoy listo para alejarla del mundo humano, si me la llevó, - su voz se fue apagando a
medida que terminaba- si nadie sabe que ella existió alguna vez, no tendré garantía para dejarla viva; no
confío en mí, se que si ella viene conmigo terminaré hiriéndola.
Gruñó de nuevo, pero esta vez sonó como si estuviera herido; sentí que me estrujaban el corazón.
-No voy a llevármela si se que corre el peligro de morir por mi mano.- gruñó cada palabra.
-Friedrich, sabes muy bien que debemos irnos a Londres; sabes muy bien que no nos permiten
quedarnos por tanto tiempo aquí.

[104]
-pero, tu puedes hablar con la reina; pídele permiso para que me pueda quedar aquí por unos
dos años, hasta que Agatha cumpla veinte años y pueda transformarla.- pidió Hell suplicante

¿Transformarme?

-Sabes que por mucho te dará un mes más, sabes que su majestad no le agrada que estemos
lejos; el acuerdo es que estemos siempre bajo su vigilancia constante; por mucho tiempo que halla
pasado, ni ella ni su familia confían totalmente en mí, y ni hablar de ti, ella teme que tu hagas un
escándalo en su reino. Imagínate como se pondría si se enterara que estas haciendo de las tuyas aquí.
Christian seguía calmado.
-Pero no puedo quitarle su vida, es tan joven.- farfulló Hell.

Nunca había escuchado a Hell hablar así.

-debes preguntarle, ella sin duda va a aceptar.


Christian tenía razón, yo iba a ir con él; no importaba si me iba a condenar a la noche eterna con tal de
estar con él.

-¿y si no?- discrepó Hell.


-No creo que ella le agrade la idea de separarse de ti. ¿Y si tú estuvieras en su lugar? ¿Si ella
fuera el vampiro y tú el humano?
-Iría con ella- contestó Hell con tristeza.
-pero eso lo haría yo,-agregó tristemente- ¿pero ella? ¿Ella me ama lo suficiente como para
sacrificarse por mí? Yo se que ella se siente atraída por mi apariencia, se que no me ama, no me ama lo
suficiente, no me ama tanto como yo la amo a ella.

Empecé a llorar con fuerza, ¿cómo podía decir eso? Él era mi vida, mi todo.

-Friedrich, debo irme, espero que hables con ella pronto. Debes ir con ella, se ha despertado.

Cuando terminó de hablar Christian, sentí que no estaba sola en la cama.


-¿Qué ha pasado? ¿Tuviste un mal sueño?- preguntó tiernamente mientras me limpiaba las
lagrimas con los labios.
-Si-gimoteé.
Le mentí, no quería que supiera que había escuchado la conversación.
Él empezó a acariciar mi cabeza.
-¿qué soñaste?- preguntó.
Tenía que decirle lo mucho que lo amaba, lo que pasaría si el me dejara.
-Soñé que cuando despertaba tú no estabas, te habías ido sin decirme nada.-Hipé.- ni en sueños
puedo soportarlo.
Me abrazó con fuerza.
-No llores, no va a pasar nada. Voy a amarte para toda la vida, siempre estaré a tu lado.
Me abandoné en sus brazos, mis lágrimas mojaron su pecho.

[105]
MI VIDA DEJA DE LLORAR, DESCANSA AQUÍ TRANQUILA, DUERME. NO SE SI PUEDA DESPERTAR DEL
CIELO QUE TE LLORA YA. LA HISTORIA HOY TERMINARA, NO SUPE POR DONDE EMPEZAR. PERO HOY TE
VÍ VOLAR.

Planeamos la estratagema mientras mi mamá volvía, esa misma noche él iba a transformarme; así ella
iba a pensar que yo me había muerto.
-después de esto vas a dormir por siete días mientras tu cuerpo se transforma.- dijo Hell con
seriedad- todavía hay tiempo si quieres arrepentirte.
-no, si dije que si es porque lo haré.
Estaba muerta del susto pero no me iba a echar para atrás. Hell tenía en la mano una cuchilla de afeitar
íbamos a pretender que yo me había suicidado.
-¿segura?- preguntó Hell.
-hazlo de una ves- le exigí.
Hell cogió mi mano y puso la cuchilla sobre mi muñeca con indecisión.
-vamos Hell, yo estoy segura de que te amo y eso es lo que importa- lo animé.
Él suspiró y me hizo una cortada profunda en la muñeca.
-ya esta hecho- dijo él con gesto inescrutable.
El ardor de la herida me fastidiaba terriblemente, sentía una rasquiña. Intenté rascarme pero Hell no me
dejo.
-esto va a hacerte sentir mejor
Cogió mi mano y empezó a lamer la herida de mi muñeca, su fría legua calmaba el dolor.
-recuéstate- me dijo él.
Me recosté en la cama mientras sentía mi sangre fluir hacía afuera. Él estaba realmente triste, tenía su
hermoso rostro untado de sangre mientras lamia la sangre que brotaba de la herida.
-no estés triste- le dije en tono afable- pronto estaremos juntos.
-mira que egoísta soy, te necesito tanto que te obligué a hacer esto, me siento terrible- dijo él
apenado.
-tu no me obligaste, yo lo decidí.
El sueño empezó a apoderarse de mi, no era un sueño normal era uno que llamaba a mi cerebro a la
total inconsciencia, sentí como mi respiración se iba apagando; todo empezó a volverse oscuro.
-Hell- dije con voz pastosa.- no te veo.
Mi visión periférica ya no funcionaba, solo podía ver lo que estaba al frente mío. De repente el rostro de
Hell tapó el techo. Se acercó a mí sin decir nada, y presionó sus labios contra los míos; vacilante, abrió la
boca.
Ese último beso, me supo a sangre…

[106]
[107]
Cuando uno se sume en la inconsciencia es como no existir, es como ser parte de la nada; como si tu
mente se hubiera desintegrado. No piensas, no eres, no existes… ¿será esto la muerte?

[108]
Salí de lo profundo de un mar oscuro y frío, es como si te dieran el soplo de vida. Manchas difusas,
bruma gris; era todo lo que conseguía ver. Escuché voces preocupadas.
-¿se ha movido?
-un poco pero aún no despierta.
-no te preocupes, no le pasará nada; el proceso esta completo Ya es uno de nosotros.
-Tengo miedo Christian; ¿como será su despertar?
-no lo se, es diferente para cada uno.
Quería hablarles a esas personas cuyas voces eran realmente cautivadoras, quería preguntarles a que se
referían con despertar; pero mi cuerpo no me respondía era como un gran bloque de plomo. Logre
levantar un brazo buscando a alguien muy especial cuyo nombre, ni rostro no podía recordar, solo sabía
que debía buscarlo.
-Christian se esta moviendo- dijo alarmada la voz.
Palpé con mi mano algo suave, sentí un delicioso hormigueo.
-estoy aquí amor mío, no te he dejado- la voz se dirigió a mi, me era extrañamente familiar.
-¿qué ha pasado?- habló la otra voz, se escuchaba tranquila y no había perdido la compostura.
-se ha movido, y murmuró algo; creo que era mi nombre.
-Tranquilízate Hell todo esta bien.
Ese nombre, me era familiar; pero no lograba recordar porque, había algo que debía recordar, algo muy
importante intenté recordarlo pero no pude solo me ocasioné una fuerte jaqueca. Aburrida por la falta
de imágenes, abrí los ojos.
Estaba en un lugar extraño, que me era ajeno; toda la habitación estaba oscura, pero para mi sorpresa,
podía ver todo con absoluta claridad. Estaba acostada en una gran cama y sentado en el borde de esta
estaba un muchacho que sonreía aliviado, era pálido de cabellos plata, rostro cetrino y ojos pardos.
-has despertado al fin- dijo el joven mientras extendía su mano para acariciarme el rostro.
Cuando el me tocó sentí de nuevo el hormigueo, pero no pude identificar la temperatura de la piel del
joven.
-he estado tan preocupado, pensé que me iba a volver loco sin ti.
No supe que expresión tenía yo en la cara, pero debió ser una de sorpresa porque el joven me miraba
confundido.
-perdona ¿quién eres tú?
Él esbozó una media sonrisa sin rastro de felicidad.
-veo que lo has olvidado- dijo él triste mientras alejaba su mano de mi cara.
-yo… creo que te conozco.
Sonrió animado.
-lo has ¿recordado?
-no la verdad no, pero te me haces muy familiar.
Suspiró decepcionado.
Contemplé su esplendido rostro, se veía extrañamente triste; un recuerdo fugaz vino a mi cabeza y de
repente sentí mariposas revoloteando en todo mi ser.
-¿Qué eres tú para mi? ¿Por qué siento algo en mi pecho al verte?- pregunté confundida.
Su rostro se iluminó de felicidad.
-lo que sientes por mi es tan fuerte que permanece en tu memoria- dijo lleno de placidez.
-pero…- murmuró él mientras se acercaba a mí- yo se que te puede hacer recordar- su rostro
estaba cerca del mío.
Se acercó aún más diciéndome con la mirada lo que pretendía. Puse mis manos en sus hombros,
dispuesta a empujarlo hacía atrás; pero me encontré acercándome más a él. Nuestros labios se rozaron
levemente, sentí que una corriente manaba entre nosotros dos; de repente todo se volvió más claro…
-Hell… amor ¿tú...? ¿Yo...? ¿Soy ahora…un…?
Él alejó su rostro para poderme mirar, puso su dedo sobre mis labios y sonrió.
[109]
-¿lo has recordado todo Agatha?

FIN

EPÍLOGO

Después del día en que me convertí en uno de ellos todo parecía, de un modo u otro, irreal. Los cambios
no habían sido tan terribles como yo lo había imaginado; por el contrario, eran maravillosos. Lo único
malo era que mi madre pensaba que yo estaba muerta, prácticamente no existía ya en el mundo
humano.

Pero había algo que me ponía intranquila. Aunque había pasado una semana desde mi transformación,
aún no sentía la sed; tenía miedo de experimentarla, y peor aún, de saciarla.
Hell no había tocado ese tema, en realidad hablábamos poco de eso; pasábamos todo el tiempo
hablando de que haríamos cuando estuviéramos en Londres –ya que todavía estábamos en mi país,
encerrados en la casa de campo de Christian lejos de la ciudad-.

-solo debes concentrarte cariño, enfoca tu energía en el vaso.


Hell y yo estábamos sentados en medio de un claro en el bosque. Yo miraba fijamente un vaso de cristal,
tratando de concentrarme; pero era difícil con todos esos sonidos y olores, el susurro de las hojas al
moverse con el viento, el olor a tierra húmeda, el ruido lejano de la ciudad, el delicioso aroma de Hell –
cuyo atractivo había aumentado gracias a la percepción que me daban mis sentidos potenciados por los
dones de vampiro-. No había manera de concentrarse.
-Agatha vamos, intenta.
[110]
Suspiré derrotada.
-No puedo amor es difícil, hay tanto que me distrae ¿cómo puedes ignorar todo lo que perciben
tus sentidos?
Sonrió amablemente.
-con el tiempo aprendes a ignorar lo que no quieres oír.
-no se que hacer- crucé los brazos sobre mi pecho.
-si quieres lo dejamos para más tarde- propuso él.
-si por favor- asentí aliviada.
Hell se acercó a mí, me rodeo con sus brazos y me empujó suavemente al suelo cubierto de hojas;
quedando uno al lado del otro.
A través de mis ojos penetrantes la luna se veía increíblemente bella.
-¿Extrañas tu vida humana?- preguntó suavemente.
-No, la verdad ni un poquito. Me siento un poco extraña porque debería extrañar a mi madre,
pero no; a veces pienso que soy egoísta por haberla hecho sufrir de esa manera.
-No te sientas mal- se acercó y me dio un beso en la frente- no has hecho nada malo.
-Hell, tengo miedo- confesé al fin, no podía darle más espera al asunto.
-cariño, ¿miedo de que?- preguntó preocupado.
-miedo de… la sed- mi voz se quebró al final.
Su expresión se suavizó, sonrió de manera comprensiva.
-Yo estoy a tu lado, pase lo que pase te ayudaré.
-Pero ya ha pasado una semana y no me ha dado… nada.
-eso es porque estas lejos de la ciudad, porque no has escuchado el llamado de la sangre. Pero
pronto tu cuerpo te lo pedirá.
-¿llamado de la sangre?
-si, el olor, el sonido de los latidos de un corazón; eso es.
-¿y a que huele la sangre? ¿A cobre?
El soltó una carcajada suave.
-ahora que eres un ser de la noche, la sangre no te huele como antes; es algo diferente.
- ¿entonces a que huele?
-no se como podría describírtelo, no se compara con nada que hallas podido oler antes.
-y… ¿el sabor?
-Eso, debes saberlo por ti misma.
Torcí el gesto.
-Nunca pensé que ser un vampiro era tan difícil.
-no lo es, bueno no cuando te acostumbras.
Suspiré. Un silencio extraño nos envolvió, aunque en realidad no era silencio porque el bosque era muy
ruidoso.
-Hoy Christian no va a estar- comentó Hell- ya regresó a Londres.
-a Londres, vaya ¿tan pronto?
-si, estaremos solos- señaló inocentemente.
De inmediato supe a lo que se refería. Me puse de pie y sacudí las hojas secas de mi cabello.
-vamos a la casa- le dije.
-¿no te agradaría… aquí afuera?
Arqueé una ceja y arrugué la nariz.
-no, huele mucho a tierra.
Él se puso de pie. Me tomó en sus brazos como solía hacerlo cuando yo era humana.
En un parpadeo, estábamos en la sala de casa de Christian. Hell me dejó en el piso.

[111]
-Voy a extrañar este lugar- comenté mientras me sentaba en el diván color crema de la sala- me
pregunto si ya lo vendió.
Hell estaba mirando por la gran ventana.
-Si, ya lo vendió.- espetó Hell.
Christian nos había comentado que quería vender esta casa, no por dinero –Hell y Christian eran
estúpidamente ricos-, si no porque tenía que “compartir sus dotes artísticos con otras personas”; Hell se
había echado a reír a carcajadas al escucharle decir eso.

Ver a Hell y Christian pelear era muy divertido, era como si fueran niños pequeños. Me agradaba estar
con ellos, Christian era como el padre que nunca tuve al lado; y Hell, era mi amigo, mi novio, mi amante,
mi pareja. Él era todo lo que alguna vez necesité.
Me encantaba mucho que ellos fueran mi familia, ahora que mi madre pensaba que estaba muerta.

-¿En que piensas cariño?- preguntó Hell mientras me rodeaba la cintura con sus brazos.
-Pensaba en la nueva vida que me espera- respondí con una sonrisa en los labios.
-Si, será bonito- murmuró.
-¿alguna vez pensaste que terminarías casada con un vampiro?- me preguntó.
Me reí. Él había dicho antes que los vampiros no se casaban, y ahora el decía que éramos esposos.
-Propiamente, no diría que estamos casados. “los vampiros no siguen las leyes humanas”- le
recordé imitando el tono de su voz.
-Bah- puso los ojos en blanco- somos esposos en lo que a mí respecta.- se quejó.
-ahora que lo preguntas nunca había pensado, ni creído, ni imaginado –hice una pausa para
mirar su mueca de desaprobación- que me casaría.
Sonrió de esa manera tan arrebatadora que hacía que me derritiera.
Me acerqué a él y empecé a besarlo.
Todavía no me acostumbraba a la avalancha de sensaciones que sentía cada vez que lo besaba. Podía
percibir el movimiento de cada uno de sus músculos faciales al besarme; era abrumadoramente dulce.
Cuando él intentó quitarme la ropa, sentí un fuego en mi garganta; un doloroso ardor. Grité de agonía, la
garganta me quemaba.
Hell se detuvo y se apartó de mí, preocupado.

-Agatha, ¿qué pasa?- preguntó con ojos laxos.


-mi garganta… quema- le dije con dificultad.
Me mandé las manos al cuello, sentía que me iba a asfixiar.
Hell se puso serio.
-eso querida mía, es la sed oscura.
Empecé a rasguñarme el cuello, tratando de quitar las manos invisibles que me ahogaban.
-Tenemos que ir a la ciudad- me dijo.
-¿Si… no bebo… voy a… morir?- le pregunté sin aliento.
-No, sufrirás eternamente hasta que apacigües la sed.- dijo él con calma.
-Hell, ayúdame- clamé.
-vamos a cazar- dijo mientras me levantaba del diván.
Cerré los ojos, tratando de soportar la horrible angustia.
El sonido de millares de corazones me zumbó en los oídos, no fui capaz de mirar; pero un olor muy dulce
me llenó la nariz.
-¿Lo puedes oler? Es la sangre.- me indicó Hell
Todo mi cuerpo empezó a palpitar. Sangre, eso era lo único que podía pensar.
Sentí que Hell me agachaba la cabeza, rocé con mis labios la blanda y cálida piel de alguien; no quise
mirar quien iba a ser mi victima.
[112]
Sentí las punzadas de mis colmillos en mi lengua. Nunca pensé que el acto de sacar los colmillos doliera
tanto.
No pude resistir más, hundí mis dientes en la piel suave y tierna de mi victima.
La sangre calmó el dolor de inmediato, su sabor no se parecía a nada que hubiera probado antes.
Cremosa, suave, deliciosa; drené hasta saciarme y aún así, quería más.
Abrí los ojos, tenía en los brazos a un muchacho rubio. Estaba pálido, su pulso era débil; próximo a
morirse.
Horrorizada, lo solté al piso.
-yo… lo… he matado- balbuceé.
Había matado, matado a una persona. Me sentí sucia, asqueada.
-No va a morir, ha perdido sangre pero va a sobrevivir.- me tranquilizó Hell.
Había olvidado que él estaba conmigo, corrí a abrazarlo.
-Hell, me siento extraña- le dije con voz débil.
-No pasa nada, estoy aquí contigo.
Todo mi cuerpo empezó a dormirse, no pude sostenerme en pie, caí lánguidamente en los brazos de
Hell.
- El descanso de las tinieblas te llama- me susurró- no va a pasar nada. Descansa en mis brazos
tranquila, duerme.
-Hell- murmuré.- pensé que iba a dormir cuando llegara el amanecer.
-No, has esperado mucho para alimentarte; por eso estas cansada, pero solo será esta vez.- su
voz era apenas un susurro.
Cerré los ojos.
-Cuando despiertes, estarás en Londres; en tu hogar.
Fue lo último que escuché cuando me sumí en el profundo coma con aroma a sangre.

OTRO POSIBLE EPÍLOGO


FRIEDRICH ROSENKREUTZ.

Realmente no me agradaba estar echado en el suelo, por lo menos no por tanto tiempo.
Simulaba estar dormido, para engañar a algún pobre incauto que le agradaran los gatos. Era como ir de
pesca, lanzado el anzuelo a la espera de un pez.

No era buen lugar para ir de caza, era el lugar más opulento de la ciudad. Era gente adinerada y
famosa que sin duda extrañarían si muriera; pero eso me hizo emocionar más, que mejor que
arrebatarle la vida a un humano idiota y famoso.
Sabía que me iba a meter en problemas si lo hacía –sin duda Christian me regañaría- pero era divertido
romper las reglas. Además, se lo merecía por mandarme a matar a ese insecto, habiendo tantos
cazadores disponibles ¿por qué carajos me había mandado a mí?
No había nada que más me enojara que encargarme de los recién nacidos era algo terriblemente
aburrido. Era sencillo matarlos; no duraba mucho la pelea y eso me frustraba.
Por eso decidí cazar en esta zona, para desquitarme; necesitaba ver el miedo los sus ojos de mi
victima, chuparle la vida hasta que estuviera agonizante. Siempre era satisfactorio hasta el final,
dejándolo frío y hueco.

[113]
Este país realmente me había gustado, la gente podía desaparecer, morir y a nadie le importaba;
se culpaban entre ellos. Era realmente divertido, la variedad de sabores era excelente porque era un país
ubicado en el trópico, su sangre sabía mucho mejor porque su dieta era más saludable.

Seguí esperando en la acera, esperando un bocadillo antes de irme a casa. Ahora que lo
pensaba, era mejor que me quedara una semana más, para disfrutar de la comida y para hacer rabiar a
Christian.
Mis sentidos se alarmaron al escuchar unos pasos, aun estaban lejos pero me hizo sentir bien,
había llegado la cena.

Los latidos de un corazón me llamaban. Mi nariz se llenó de un aroma cautivador, era una mujer.
Sentí palpitar con más fuerza las ansias dentro de mí, clamaban por ser atendidas. El olor de mi victima
era más atrayente de lo normal, no era ese apetitoso olor a sangre que me hacía querer matarla, más
bien me hacía desear olerlo de más cerca, olerlo para siempre…
Siseé por lo bajo enojado, ¡Maldita sea!, ¿quién diablos será esa mujer?
La velocidad de su caminar se redujo, lo pude notar por las vibraciones del suelo. Se acercó
lentamente a mí, su maldito olor me hacía desconcentrar, me ponía nervioso; era el efecto contrario de
lo que me causaría el olor de un humano corriente, por lo general su olor a sangre y a vida efímera me
hacía estar más alerta, más ansioso por tomar su insignificante vida.

A medida que la mujer se acercaba me sentía más nervioso, mis sentidos estaban dispersos. Me
sentí enojado, siempre había sido un excelente cazador y ahora estaba temblando ante mi presa.

En mi cabeza empecé a imaginar la mejor manera de matarla, tenía que hacerla sufrir y agonizar;
o eliminarla rápidamente para quitar el pequeño impase. Maldije con más fuerza para mis adentros, no
podía tolerar esa pequeña muestra de debilidad, aunque sabía que cuando la matara nadie sabría nada
sobre el improvisto, no podría perdonarme nunca por haber sentido eso.
Los nervios eran algo humano, no era permitido para un depredador sentirlos; no, tenía que
pensar con cabeza fría.

Antes de que pudiera darme cuenta ella estaba a mi lado, su olor se hizo más fuerte, estaba muy
cerca de mí. Me tocó, sus sanguíneos dedos me quemaron la piel. Su tacto me hizo estremecer hasta la
medula, ella retiró los dedos rápidamente.
No supe porqué lo hizo, pero me hizo ansiar que me tocara de nuevo. Me maldije a mi mismo; es
comida, simple y descerebrada comida.
Quedé sin aliento cuando me volvió a tocar, su ardiente piel era una delicia.
-pobrecito- murmuró la mujer.
Su voz, me hizo sentir cálido por primera vez en muchos siglos; me hizo sentir cosas ya
olvidadas…

Ella me rodeó con sus delicados brazos, tembló al cogerme, su aroma ahora me rodeaba. Quería
rendirme en sus brazos, pero mi enojo brotó de nuevo con más fuerza.
Me resistí, abrí los ojos.
Ella se asustó. Me puse de pie, mis garras salieron de mis patas.
Ella se quedó mirándome de la misma manera que yo la miraba a ella. Se puso de pie
lentamente.
Era joven, una adolecente; sus rasgos eran finos, su cara era delgada y la piel se le pegaba un
poco a los huesos de su rostro, pero no al extremo de ser esquelética; si no a la medida justa para
resaltar sus pómulos.
[114]
Su lozana piel era pálida, pero no por la falta de sol, era una palidez enfermiza, aunque no era
amarillenta, era como de un color crema. Supuse que tal vez no comía bien.
Sus labios carnosos y suaves como un botón de manzano, rojos como la sangre que fluía por sus
venas.

Su cara inocente y pura en el fondo había dolor, melancolía, mostraba perplejidad; aún así era
muy hermosa. Sus ojos eran color miel, su cabello largo y castaño le llegaba un poco más debajo de los
hombros, le caía alrededor del cuello.
Su dulce y tentador cuello.

Posé mis ojos en su esbelta figura, llevaba un pantalón pesquero negro de mezclilla ajustado, sus
piernas eran largas y delgadas, sus caderas denotaban lo joven que era, su cintura estaba delineada por
la camisa roja cereza que llevaba puesta. Su busto, ¡ah! Me hacía desearla. La camisa se le ceñía a los
senos resaltaba lo voluptuosa que era.

Ella dio un paso hacía mí, acortando la distancia que nos separaba. Su dulce aliento me hizo
reaccionar.
Soy un depredador, ella es mi comida.
Abrí mi mandíbula y mostré mis colmillos.

Ella se quedo pensando, debatiéndose. Quería usar mis poderes sobre ella, pero me detuve al
imaginarla con el rostro en blanco, la mirada perdida y sin brillo. Con mucha rabia, me contuve.
Con una mueca de desgano, ella extendió su mano hacía mí; soltó una risita que no hubiera
escuchado de ser un humano.

No quería rendirme ente ella, pero su aroma me estaba volviendo loco. Intenté resistirme,
intenté recordar las ansias de sangre, de muerte; pero esa maldita chica me tenía embobado.

Matarla, tenía que matarla; de una forma sádica, tenía que desangrarla y hacerla sufrir…
No -gritó una voz en mi interior que en mucho tiempo no había escuchado- no te atrevas a
hacerle eso, ¿acaso no la deseas tener cerca? ¿No deseas aspirar profundamente su aroma? ¿No deseas
rozar sus rojos labios?

Mi furia acrecentaba cada vez más, y la chica seguía ahí; inmóvil ofreciéndome su cuerpo, su
vida. Incapaz de resistirme más, fui hacía ella y me sobé contra su pierna. No puede evitar ronronear, la
cercanía me agradaba.
Su encanto y olor eran más fuertes que mi odio, irrisible odio ante la necesidad de estar a su
lado.

Ella me iluminó con su sonrisa, solo eso bastó para derretir el frio hielo dentro de mí. Años y
años de carnicería y gusto por la sangre se esfumaron; ya no era Hell el sanguinario, era Friedrich de
nuevo, el mismo de hace 300 años.

-¿puedo llevarte a mi casa?- preguntó la chica amablemente mientras extendía sus brazos hacía
mí.
Asentí con la cabeza, expectante. Sabía que un gato normal no se comportaría así, pero
necesitaba estar cerca de ella no me importaba nada, solamente ella.
Me alzó en sus brazos, me rendí ante ella. Nunca me había negado el placer de matar, no iba a
negarme el placer de estar a su lado.
[115]
Su calidez era un deleite, estaba tan cerca de sus pechos tibios y blandos. Me quedé mirándola
fijamente fascinado de lo hermosa que era de cerca. Ella me observó con curiosidad, escrutándome con
su mirada.
No supe cuando comenzó a moverse, no me importó; nada me importó.
Ese viaje me pareció increíblemente largo. Quería tomar mi verdadera forma y llevarme a la
chica; aunque ella no quisiera ir conmigo, la raptaría. Me agradaba la idea de encadenarla a mí, para que
nunca pudiera huir; tenerla solo para mí, poder explorar sus curvas femeninas cada vez que quisiera.
Que dulce sonaba esa idea.
Podría descubrir las inexploradas delicias de la carne a su lado; amándola todas las noches, todo
el día, a todo momento.
Reí para mis adentros ante el pensamiento, todos los años que habían pasado y era la primera
vez que una mujer despertaba esa clase de sentimientos en mí. Ni siquiera en mi vida humana había
experimentado esa clase de cosas.

Sin darme cuenta llegamos a su casa, dentro de un conjunto cerrado de casas. No pude evitar
juguetear con su cabello, mientras intentaba reprimir los deseos de tocar sus senos.
Sentí sus ojos sobre mí, y la contemplé consciente de que mis ojos reflejaban lo ávido que me
sentía por ella.

Ella tocó una puerta hecha de metal negro retorcido, sin duda ella venía del seno de una familia
rica.

La puerta se abrió de inmediato, una mujer de unos cuarenta años estaba en el umbral de la
puerta. Tenía rasgos similares a la chica pero no era tan hermosa, se veía más adulta y preocupada;
llevaba una chaqueta de paño azul y una falda que hacía juego, su cuello estaba adornado por un collar
de perlas blancas. El aroma a perfume caro me quemó la nariz. Mis sospechas eran ciertas; esta chica era
adinerada.

-Hola- saludó la chica con voz tímida.


-¿quién es este amiguito tan simpático?- exclamó la mujer con la mirada fija en mí.
-lo encontré en la calle, parece que esta herido.- respondió la chica con pesar en la voz.
No me agradaba que pensara eso, siendo yo indestructible. Temía que esa señora me alejara de
mi nueva “dueña”, miré a la chica y luego miré a la mujer.
-¿será que…? –Ella dudó un momento- ¿se puede quedar aquí?
La mujer frunció el ceño.
-no se- respondió.
El odio volvió a cobrar fuerza dentro de mí, pero esta vez no era por la chica, era por esa absurda
humana que se iba a interponer.
-bueno, puedes quedártelo- dijo la mujer.
Ella sonrió ampliamente. Sentí una mezcla de emociones, por un lado felicidad porque ella
parecía feliz por quedarse conmigo, por otro lado odio por darle tanta importancia a ese hecho.

Me llevó dentro de la casa, la entrada llevaba a un recibidor, y conducía a una sala bien decorada
con muebles blancos y piso de baldosas negras perfectamente limpias y brilladas. Había un tabique que
separaba la sala del comedor.
La chica subió rápidamente por unas escaleras de caracol hasta el segundo piso, y se metió en la primera
habitación de la derecha; cerró la puerta y me puso sobre su cama.

[116]
Toda su habitación olía a ella. Tres de las paredes estaban pintadas de lila, y la otra tenía un gran
ventanal que daba a un balcón; desde allí se veía la sabana cubierta de pinos y eucaliptos. Su cama
estaba en la mitad del cuarto con la cabecera recostada contra la pared que quedaba al frente del
ventanal; tenía unas sabanas color rosa.
No pude evitar sentirme excitado al imaginarla en la cama dormida, inconsciente; lista para que la
tomara.

Cuando esa chica se quedó mirándome fijamente, los deseos de mostrarme tal cual era se aguzaban en
mi interior, la miré fijamente deseando que ella supiera quien soy, deseando que se me acercara.
Ella desvió la mirada, intuí que era que la fuerza de mis ojos la había intimidado.
Después se sentó a mi lado.
-eres un gato raro.- señaló la chica.
¿Raro? Chiquilla estúpida, no ha visto nada. Si la hiciera sentir mis colmillos en su cuello,
entonces sabría que en realidad si soy raro.
De improvisto, ella se abalanzó sobre mí, la esquivé; aún guardaba la esperanza de poder matarla así que
no podía dejarme seducir por su cálido abrazo.
-Que gracioso eres- exclamó ella con marcada acritud en la voz.

Antes de poder si quiera notarlo estaba echado en su regazo. Maldije de nuevo, esa chica tenía mucho
poder sobre mí, me hacía sentir terriblemente débil. Las ganas de matarla vinieron de nuevo, y las
alimenté gustoso. Pero fue en vano, la sonrisa de la chica me había vuelto gelatina.

-Eres muy tierno como para enojarme contigo.


Me pregunté si ella seguiría pensando así al verme con los colmillos afuera, ronroneé burlonamente ante
el pensamiento.
Ella puso una mueca de incomprensión y se acercó a mí. Su proximidad me llenaba la nariz de su esencia,
a carne cálida y viva de mujer.
-No eres un gato común, por lo general todos los animales huelen a… a animal, tú hueles muy
bien para ser un gato callejero.

Me sentí orgulloso, la chica era más perceptiva de lo que hubiera imaginado. Sin lugar a dudas era una
chica especial.
Escuché una voz que provenía del primer piso, aproveché para escabullirme; la chica se puso de pie y fue
a la puerta, mantuvo una conversación a gritos con la mujer que estaba abajo, le dijo buenas noches y
cerró la puerta; esta vez con seguro.
Sonreí para mis adentros, sin duda ella podría gritar y nadie podría abrir la puerta para ayudarla.

Ella empezó a quitarse la camisa, pero antes de que llegara a ver sus pechos, ella me puso una sabana
encima.
-Es para que no me veas mientras me visto- dijo ella con sarcasmo.
¿Cómo supo que yo podría interesarme en verla desnuda?
-Ella lo sospecha- dije para mi fuero interno.
Ese pensamiento avivó mis ganas de poseerla.
A través de la sábana pude ver la silueta de su cuerpo desnudo, la curva de su cintura, la
montaña de sus senos. Solo con esto me conformaba, ya habría tiempo para verla desnuda.

Cuando hubo terminado me quitó la sábana de encima, me contempló con interés y luego se
acercó y acarició mi cabeza. De nuevo el ardor en mi piel, su caricia me dejaba extasiado, proferí un
ronroneo.
[117]
Aún no estaba seguro de que hacer con ella, me debatía entre matarla o dejarla vivir. Si la
mataba, no estaba seguro de cómo me sentiría y si la dejaba vivir seguro tendría que quedarme con ella,
no podría dejarla escapar después de haber sido ella la que me había desconcentrado.
Con despreocupación, empecé a limpiarme la sangre del dorso con la lengua. La sangre de
vampiro, pero tenía que limpiarla porque apestaba a demonios.
Mientras me limpiaba empecé a recordar el encuentro con el recién nacido. Vivía en un lugar
marginado de la cuidad, y planeaba formar un ejercito de vampiros. Pero no representó una gran
amenaza, en realidad fue muy sencillo matarlo; con una estocada directa en el corazón. Había sido una
apuñalada prolija y limpia, pero no pude evitar descuartizarlo; era un placer encantador y sabía que
podía hacerlo porque, cuando el sol destronara a la reina luna, sus pedazos quedarían reducidos a carne
seca e irreconocible y finalmente, cuando su cuerpo no tuviera humedad, se prendería en llamas;
borrando así, toda evidencia siniestra.
Lo único malo era que me había impregnado de su asqueroso hedor, era un pequeño precio que había
que pagar por algo de sana diversión.

Lleno de expectación me recosté en la cama de la chica; no sabía que hacer, así que esperé a ver como
avanzaban las cosas.
Ella se puso de pie y apagó la luz, la penumbra se apoderó de la habitación. Así era mejor, la oscuridad
me permitía moverme a mi antojo.
Ella se acostó boca arriba y cerró los ojos.
El sonido de su cadenciosa respiración me avisaba que todavía no estaba dormida, aproveché para
pensar que hacer. Estaba confundido y enojado; y su olor no ayudaba a aclarar mis ideas.
Tenía que decidirme rápido, irme o quedarme.
Después de debatirme decidí hacer lo que se me viniera en gana, ella era una simple humana; así que
decidí improvisar.
Me bajé de la cama y volví a tomar forma humana, ¡ah! de nuevo era yo. Hice tronar mis dedos,
preparándome para mi entrada triunfal.
Me coloqué encima de ella, sin dejarla sentir mi cuerpo contra el suyo. Empecé a jadear, la cercanía con
ella me estaba exacerbando, y más ahora que era un hombre de nuevo.
Tenía su rostro frente al mío, estaba terriblemente tentado a rozar sus labios con mi lengua; solo sería un
poquito, para probar si eran tan dulces como parecían.

De repente, ella abrió sus ojos. No me asusté, me emocioné más; ella recorrió mi rostro con la mirada
lleno de ganas de saber cual era su impresión leí sus pensamientos.

¿Quién es?
…tan hermoso.
No me impresioné, todas las mujeres con las que alguna vez me había cruzado decían eso; pero, en el
fondo, me llené de un extraño gozo.
-Hola- exclamé consciente de que mi voz revelaba lo ansioso y deseoso que me sentía.
Un débil sonido emergió de su garganta, era… algo así como un grito.
No había nada más agradable que ver a la presa temblar de miedo.
Tapé su boca con mi mano, sintiendo de nuevo ese dulce escozor. Sentí la piel de sus labios arder debajo
de mi mano.
-Bueno, tenías razón de que era un gato muy extraño –sonreí - la verdad es que no soy un gato.
El miedo destelló en sus ojos color miel.
Ella hizo un gesto de comprensión.

[118]
-se me hizo extraño que alguien cayera en mi trampa, puesto que ya llevaba varias horas
esperando y parecía que nadie me notaba ahí echado –esbocé una sonrisa malévola, dejando salir
levemente la bestia en mi interior- pero luego apareciste tú, quien cortésmente me invito a su casa.
El miedo dejo de brillar en sus ojos, esto, en vez de enojarme, me agradó.
-bueno, no le demos más vueltas al asunto- exclamé.
No sabía que hacer, estaba muy confundido con esa chica a mi merced; no importaba después iba a
decidir que hacer, por ahora tenía que probar su sangre, a ver si me quitaba las ganas de besar sus
labios.
Ella cerró los ojos con fuerza. Me sentí desconcertado; no entendía su reacción.
-¿por qué cierras los ojos?- le pregunté.
Ella pareció relajar los parpados, pero aún los tenía cerrados.
No podía soportar que no me mirara, ella tenía que mirarme, tenía que ver las ansias en mis ojos.
-mírame por favor- le pedí.
Me sentí insignificante.
Ella abrió los ojos de nuevo, me observó como si fuera algo comestible, Reí para mis adentros ¿quién era
la comida? ¿Ella o yo?
-gracias- de dije agradecido.
-ahora que ya estamos listos prométeme una cosa, prométeme que cuando destape tu boca no
vas a gritar- pedí cortésmente.
Sabía que lo iba a hacer, pero eso me agradó aún más.
Ella asintió con la cabeza. Levanté mi mano de su cara lentamente, esperé impaciente que gritara, pero
no lo hizo.
-Bien hecho- la felicité, no sabía si debería alegrarme o entristecerme de que no lo hubiera
hecho.
Me quedé mirándola fijamente, no supe si estaba usando mis poderes sobre ella o no; realmente no me
interesaba, solo podía pensar en la proximidad de sus labios con los míos. Lentamente me fui acercando
a ella, ansioso, excitado por el contacto; ella no temía, tenía su rostro calmo y sereno.
-¿qué eres tú?- me preguntó ella con un débil susurro.
Su voz no tenía miedo, mostraba otro tipo de sentimiento…
-solo digamos que soy… ¿cómo lo llamarías tú? Un vampiro.- le dije suavemente.
Sus labios me llamaban al igual que su sangre, aunque el llamado de su carne era más fuerte decidí
corresponder al de la sangre, para descifrar si era eso lo que me atraía de ella.
Agaché la cabeza cerca de su cuello.
-ah… es bueno saberlo- murmuró.
Los latidos de su corazón se volvieron lentos y acompasados; se había quedado dormida. Presioné mis
labios contra su cuello, el olor de su piel era más intenso.
La mordí suavemente, no le saqué mucha sangre; apenas unas gotas, no quería sumirme en el sueño
oscuro; por lo menos no hasta que hablara con la chica. Deslicé la sangre de su cuello a mi boca, era más
dulce que sangre común, sin duda; pero su sangre le hacía falta algo, probablemente la chica no ingería
proteína animal.
Aún así no me sentí satisfecho, no era eso lo que anhelaba de ella, aunque fuera realmente delicioso. Era
otra cosa ¿pero qué?

Me levanté confundido, contraje de nuevo mis colmillos. Empecé a husmear la habitación con más
detenimiento, al lado derecho había un tocador, me miré en el espejo seguía siendo el mismo de
siempre. No pude evitar abrir los cajones, quería saber que guardaba una mujer; era una curiosidad
morbosa ya que llevaba mucho tiempo sin estar en los aposentos de una.

[119]
Abrí los cajones, guardaba ropa allí; en uno había pantalones, en otro había blusas y camisas, en otro
había faldas. Toda su ropa era de color negro, morado o rojo; eso me agradó casi tanto como los afiches
que decoraban su habitación.
Luego abrí el primer cajón del lado derecho, allí guardaba la ropa interior.
Su ropa interior.
Me sentí como si fuera algún tipo de criminal pedófilo. Que irónico, mataba y descuartizaba y no me
sentía así, y ahora que esculcaba la ropa interior de una mujer –en realidad de una jovencita- me sentía
culpable.
Con una sonrisa en los labios hundí mi mano entre la ropa, saqué unas pantaletas negras con calaveras.
¿Podría llegar tan bajo?- me pregunté mientras me debatía entre oler o no la prenda.
No importaba ya, la acerqué a mi nariz y la olfateé; no cabía duda que era de ella, aunque olía a jabón
fino de ropa aún quedaba una nota de su olor. Me pregunté que diría mi hermano si me viera, sin duda
se reiría de mí. Estuve realmente tentado a guardarme esa prenda para mí, la olí un poco más –casi
drogándome con ese dulce aroma a… ¿feromonas?-.
¿Quién lo diría?, el famoso Hell oliendo ropa interior de mujer. Todo lo que alguna vez repudié y rechacé
se hallaba representado en esa chica de cabellos castaños.
Extraño, era extraño que después de tres siglos de odio por la naturaleza humana terminara así, rendido
ante el aroma de esa chiquilla.
¿Y que derecho tenía ella de hacerme esto? Era una simple humana, tonta e insignificante humana.
Y si era insignificante ¿por qué seguía aquí a su lado oliendo su ropa?
Solté una maldición soez en voz baja, nunca me habían agradado las sorpresas, lo improvisto, los errores;
y esa chica cuyo nombre me era desconocido, era tan solo eso, un error.

Dejé su ropa en su lugar, estaba tentado de coger uno de sus sostenes; eran de colores vivos y otros
oscuros, era inevitable imaginarla con eso puesto; se vería aún más deliciosa.
Metí la mano de nuevo en el cajón, mientras me mordía el labio tratando de controlar la ira asesina que
sentía. La hundí hasta el fondo y me encontré con algo rectangular.
Lo saqué, la curiosidad podía más que mi enojo. Era un cuaderno rosado.
-patético –murmuré para mis adentros.
Lo abrí, era un diario; lo supuse porque cada hoja llevaba una fecha distinta. La letra era confusa
y difícil de leer, solo podía distinguir fragmentos de frases y palabras que por si solas carecían de sentido.
Pasé las hojas del diario, hasta llegar hasta la última hoja escrita; tenía la fecha de hace varios meses
atrás. Me pregunté por qué habría dejado de escribirlo, seguí pasando paginas para mirar que más tenía.
Justo en la mitad del cuaderno, había un papel doblado. Dejé el cuaderno en su lugar y desdoblé el
papel.
Lo leí, era la descripción de síntomas de un paciente, era del consultorio de un psiquiatra; no
supe quien era el paciente porque el lugar donde estaba escrito el nombre estaba tachado con tinta
negra. Decía que el paciente presentaba un trastorno antisocial, sufría de ansiedad y depresiones
severas, sin mencionar las conductas obsesivas que podría presentar y se le recomendaba recibir
atención constante.
-¿Sería esto de la chica?- me pregunté mientras guardaba el papel.
No importaba, era una pequeñez.
Centré mi atención en una repisa que había en el cuarto, encima de ella había muñequitos
perfectamente ordenados, eran figuras que tenían proporciones humanas había pequeños hombres con
espadas y mujeres con atuendos extraños.
Me reí mientras cogía un muñeco de pelo rubio cogido en una trenza, sin duda la chica era una
niña todavía; aunque su figura fuera la de una mujer.
Dejé el muñeco en su lugar, me dirigí a la mesa de noche; encima había un reloj de bolsillo, era
de plata; lo cogí de la cadena, estaba consciente que si ésta llegaba a cortarme me heriría.
[120]
El reloj tenía un extraño relieve, era un león. Hace tiempo que no veía un reloj de bolsillo; la
gente ya no los usaba. Era algo más de mi época, de la época que viví como un humano.
Puse el reloj en su lugar y contemplé a la chica, dormida se veía más indefensa; y pensar que en
menos de un segundo podría morir. Sin duda era un pensamiento reconfortante.

Cerré los ojos e intenté concentrarme, quería poner claras mis ideas; había pasado varias horas desde
que había visto a esa chica y todo razonamiento que había hecho en ese tiempo carecía de sentido, ni
siquiera mis pensamientos eran congruentes; iba de un extremo a otro, queriendo estar con ella y
ansiando matarla al mismo tiempo.
La chica se veía tan apacible, eso hizo que la bestia en mi interior quisiera salir; por lo general la hubiera
dejado hacer de las suyas, pero hoy no podía, no iba a arriesgarme.

Husmeé un poco más su habitación, descubrí el uniforme de su colegio y su carnet; ella estudiaba en un
colegio campestre que no quedaba muy lejos de aquí. Me pregunté como sería ella, que clase de amigos
tendría; si compartiría los mismos gustos que sus amigos, y aunque me dolía pensar en eso, en su novio;
ella siendo tan apetitosa probablemente tendría un sucio humano al lado, un humano que besaría sus
labios, un humano que tocaría sus dulces senos…
Me encolericé al darme cuenta del extraño curso de mis pensamientos, no conocía a esa chica y me
sentía celoso al pensar que tuviera novio; de repente, recordé las odiosas palabras de Christian.
«No hay placer que se compare con el gozo de encontrar a tu doncella, es como si fuera tu otra
mitad, te sientes a gusto con ella…»
«…como si lazos invisibles los unieran…»
¿Y si el idiota de Christian tuviera razón? ¿Si en realidad existe en este planeta una doncella para mí?
¿Qué tal que esta chica…? ¿Sería eso?
No, Christian era un idiota; un vil idiota que creía en los cuentos de hadas que le narraba Caterina.
Y si fuera cierto, dudo mucho que ella se enamorara de mí; ni siquiera las hembras de mi especie querían
involucrarse conmigo, me temen.
Con esos pensamientos en mi cabeza fui a la ventana, corrí las pesadas cortinas purpuras abrí la ventana
que era corrediza.
Era media noche, la luna estaba en lo alto; en la cumbre, dominando la oscuridad.

Mis sentidos me alertaron que la chica se había despertado, había intentado gritar, pero solo había
lanzado un bufido.
Cerré la ventana, me volteé para contemplarla. Estaba totalmente inmóvil; sus ojos chispeaban de ira.
-¡tú!- gimió.
Ese gemido se me había antojado muy sensual, no pude evitar sonreír.
-veo que ya estas despierta- comenté amablemente.
-¿qué me has hecho? ¿Estoy muerta?-preguntó con voz ronca. Estaba completamente inmóvil.
-Shhh… calla, es mejor que te quedes quieta.
Me acerqué a ella, me senté en el borde de su cama. Ya había tomado la decisión,
definitivamente me iba a quedar con ella; aunque ella no quisiera.
Ya me había encaprichado con ella, como si fuera un niño pequeño con un juguete nuevo. Pero ella era
más que un juguete, era mi chica, mía; solo mía.
No pude contenerme más y acaricié su rostro con mis dedos, era tan blanda y suave, con cualquier cosa
podría romperse. Deslicé mis dedos hasta sus labios, ella tembló levemente; pero no pareció darse
cuenta.
Ella me observaba fijamente, no se veía asustada, estaba tranquila; me empecé a preguntar si ella podría
sentir el peligro que corría estando a mi lado.
-Si ves, es mejor que te tranquilices.- la apremié.
[121]
Ella me observaba ávidamente.
La piel de su cuello palpitaba delicadamente, su vena yugular era muy atrayente; corrí mis dedos por su
cuello, tocando la marca que mis dientes habían dejado en su nuca, lo que mostraba que ella era de mi
propiedad.
-Hm- murmuré con gesto dubitativo- Parece que no va a quedar más que un moretón.
Aunque solo fuera un moretón, aunque aparentemente se borrara; iba a quedar en su piel para siempre.
-¿a qué te refieres?- preguntó ella, pude notar que estaba molesta.
Eso me hacía ansiarla más, el olor de su enojo mezclado con su aroma natural era el afrodisíaco más
potente que pudiera existir.
-a la mordida, por supuesto.- le respondí
-¿mordida?- preguntó inquieta.
Me sorprendí.
-¿es que no te acuerdas?
-pensé que solo había sido un sueño.- murmuró confundida.
-¡Un sueño! -exclamé divertido. Intenté reprimir la risa- nunca habrías podido imaginar algo así,
mírame ¿te parezco un sueño?
-No- espetó, pude notar que intentaba reprimir una sonrisa.
Me sentí complacido, ella sentía algo por mí.
-ah… bueno. Esto es real, muy real.-dije mientras acariciaba su nuca.
Su piel, como siempre, quemando mis dedos. Noté que se estremeció, apenas lo hizo me impelí sobre
ella, sujetando sus muñecas a los costados de su cabeza; para que no se moviera.
Ella quedó tan cerca de mí, sentí mis colmillos punzar mi lengua; la bestia clamaba por salir, quería
tocarla, rasgar su piel, lamerla; sentir la sangre, oírla gritar mi nombre…
Tuve que utilizar toda mi fuerza sobre humana para contenerme, para encadenar a la salvaje bestia
jamás domada.
-No vayas a hacer ninguna tontería- le advertí- agradece que te he dejado viva, por favor no
causes molestias y seré bueno contigo.
-Bueno, no voy hacer nada malo- respondió.
La miré con cautela, lo de menos era que ella se moviera, yo podía detenerla; lo que temía es que ella se
acercara a mí, tanto que no pudiera contenerme. Lentamente la solté.
Ella se incorporó y suspiró, su aliento me tenía embelesado.
-así esta bien- contesté con una sonrisa en los labios.
-Explícame una cosa ¿por qué estas aquí?- Me preguntó con gesto curioso.
-Tú me invitaste a entrar.
-¿yo?- preguntó la chica con incredulidad.
-si, tú- espeté.
Ella me miró confundida.
-¿recuerdas? Yo era un gato, tú me invitaste a tu casa y… bueno, el resto ya lo sabes.- le dije
como quien no quiere la cosa.
Ella guardó silencio, los latidos de su corazón me zumbaban en los oídos.
-Bueno, tienes razón- habló al fin- pero esta vez tendrías la amabilidad de decirme ¿quien eres
tú?
Eso era buena señal, mi bestia interior se calmó.
-Bueno, mi nombre es Hell.
Ella torció el gesto.
-Ah… claro, mucho gusto “Hell”- Espetó con sarcasmo.
A pesar haberlo dicho de esa manera, ella había dicho mi nombre. Una agradable y desconcertante
sensación me recorrió todo el cuerpo.
Era hora de que ella me dijera su nombre, hora de saber de una vez por todas el nombre de esa chiquilla.
[122]
-¿y cómo es el tuyo?
-Mi nombre no es tan elegante como el tuyo.- comentó avergonzada.
-¡Ah! Vamos dímelo, además yo te dije mi nombre- insistí.
Ella se veía derrotada.
-Mi nombre es Agatha- dijo con desgano.
Su nombre, se iba a quedar por siempre en mi mente.
-No es tan malo como lo hacías parecer.
-Es horrible- discrepó.
-No, no es desagradable; es un nombre normal.
No era horrible, por lo menos no para mí. Hubiera deseado decirle mi nombre de verdad, el nombre que
me pusieron mis padres al nacer como humano; pero no quería compartirlo, era algo que me recordaba
lo débil de la esencia humana, y lo que no podía hacer ahora es sentirme más débil.
-¿puedo preguntarte algo?- pidió ella, interrumpiendo mis pensamientos.
Las preguntas abiertas, no eran algo bueno. Pero tenía que darle algo para confiara en mí, compartirle
algo; era inaceptable, pero había que hacerlo.
-si, claro- dije mientras desviaba la mirada.
-¿Puedes explicarme como es que te conviertes en gato?
¿De todo lo que podría causarle curiosidad, preguntó eso?
Sonreí, estar con ella era cada vez más fácil.
- En realidad puedo convertirme en cualquier animal, es una habilidad bastante conveniente.
Puedo hacerlo simplemente con pensar en que cualidad tiene ese animal, transformando cada molécula
de mi cuerpo y a veces hasta las cosas que tengo a mí alrededor.
Volví a posar los ojos en ella, me causo gracia que ella se comportara como si estuviera con un amigo.
-Bueno,-se llevó la mano a la nuca. Me causó mucha gracia, como si eso ayudara- ¿por qué me
has mordido?

Todos los humanos, sabían por películas o libros que los vampiros bebían sangre para alimentarse.
-¿No es obvio?- le pregunté.
-Eh… no
-Porque tenía hambre, -reí entre dientes, hambre sería si comiera algo solido- más bien sed.
-ah… que cosa tan evidente- señaló con acritud- pero yo pensé que los vampiros mataban
gente… -calló un momento, su expresión se veía pensativa- … ¿por qué no me has matado?
Esa era una mala pregunta, ni yo sabía por qué seguía viva.
-No se- respondí mientras sacudí la cabeza.
-Como si fuera mi culpa que oliera tan bien, ridícula niña; si no fuera por eso, ya estaría muerta-
refunfuñé por lo bajo.
-Ah… gracias de todos modos.- agradeció tímidamente.
Ella se fijó en mí, la miré fijamente. Era tan extraño, ella parecía no importarle que yo sea un vampiro, ni
siquiera le importaba que me hubiera metido en su casa, no tenía miedo de que estuviera a solas
conmigo; sin duda era una chica extraña.
Ella se puso de pie, lo noté por el movimiento de la cama. Agatha. Con solo pensar en su nombre me
sacudía por dentro.
-Me voy a quedar con ella, -pensé- es mi derecho; me pertenece.
-así que…- comenzó ella cortando mis meditaciones.
-¿así que…?- la afané.
-… ¿te vas a quedar aquí o te vas a ir?- su cautivadora voz se quebró, sin duda le dolía decirlo.
¿Por qué le dolía?
-¿Quieres que me vaya?- pregunté, incapaz de esconder mi desconcierto.
-Bueno, la verdad es que…
[123]
No quería saber la respuesta, probablemente me pediría que me fuera. Incapaz de contenerme utilicé la
fuerza de mi mirada sobre ella, llamándola, jalándola hacía mí. Pero, no quería que ella lo hiciera contra
su voluntad; así que rompí el embrujo.
Para mi sorpresa, ella se lanzó sobre mí; fue ella, por su propia voluntad, había venido a mí.

Me tumbó en la cama, podía olerla de cerca; la deseaba y era incapaz de resistirme. Ella buscó mis
labios, y yo la acerqué a mí; la rodeé con mis brazos para que no escapara. Apresé sus labios con los
míos, ella no se opuso, me devolvió el beso. Su saliva era el néctar más dulce, más dulce que su sangre;
su aliento cálido y vivo quemaba mi boca, mis labios.
Era mi primer beso; el primero en mi vida mortal al igual que en la inmortal.
Toda duda, todo enojo, toda idea de matarla; se disolvieron con ese beso.

Su frágil piel, sabía que con un movimiento precipitado podría romperla; y la sangre brotaría de sus
labios. Ese pensamiento me excitó aún más, quería devorarla con mis besos. Ella era un poco torpe, sus
labios no sabían que hacer, yo tampoco era muy habilidoso pero, ella me enseñaba el camino. Los latidos
de su corazón me decía que lo disfrutaba.
Así que poco a poco, pude mover mis labios con fluidez besándola profundamente; así aprendí a
besarla, supe que le agradaba.
Embriagado por el momento, deslicé mi lengua, acariciando la de ella, cálida y húmeda.
Ahora podía entender por qué los humanos hacían esto, era algo encantador; casi comparable con el
placer de matar.

Dejé caer mis brazos, para dejarla moverse; para que hiciera lo que se le antojara conmigo.
Temí que ella se detuviera, pero me controlé para no aferrarla.
Después de un tiempo inmensurable, ella se desasió de mí. Su corazón latía erráticamente, estaba
emocionada.
Se puso de pie, no sin cierta dificultad. Me observó confundida, yo quería tenerla cerca de nuevo; y
morder sus labios, pero no podía hacerla caer de nuevo.

-perdóname- me disculpé. Sabía que era en parte mi culpa.


-Más bien perdóname a mí, fui yo la que se lanzó sobre ti.
No pude evitar reírme, si yo no la hubiera convencido con mi mirada; ella nunca se hubiera atrevido a
besarme.
-¿Tú?- sonreí- no; fui yo el que te obligó a besarme y tengo que admitir que fue mejor de lo que
esperaba.
En parte había sido mi culpa, pero ella fue la que se lanzó; eso no lo hice yo. Pero era mejor hacerle creer
que la culpa era enteramente mía.
Ella me miró con incredulidad, eso me hizo sentir bien.
-es decir ¿qué tu me obligaste?- preguntó indignada.
- si, es que quería saber que sabia mejor tu sangre o tus labios. Y ¿sabes? creo que me gustan los
dos.-hice una pausa mientras me relamía los labios, recordando el grato placer de besarla- y… ¿qué te
pareció a ti? ¿Te gustó?- pregunté con una sonrisa jugueteándome en los labios.
Ella desdibujó su gesto indignación.
-Bueno… yo…- dudó mientras el rubor le subía por las mejillas.
¡Que linda se ve avergonzada!
Ahora más que nada, la quería a ella; sabía que no podía mostrarme como era, ella se asustaría, y ahora
que había decidido quedarme con ella no podía alejarla. Era mejor tomar otra actitud, una más amable.
Era necesario enjaular a la fiera que habitaba en mi interior, no iba a ser tan arduo, no después de haber
probado sus labios.
[124]
-Ojalá te haya gustado,- comenté para animarla- aunque he de admitir que hace mucho tiempo…
-dudé un momento. No podía decirle que yo era muy inexperto, ni que era mi primera vez; me sentiría
idiota, diciéndole que he vivido más de tres siglos y es la primera vez que beso a alguien- que no lo
intentaba- concluí al fin.
Ella siguió callada, con la mirada fija en el piso.
-¡oh! Vamos, dime- la alenté.
-pues yo… -su cara se iba poniendo más roja a medida que hablaba- para serte sincera es la
primera vez que… -titubeó por un momento- que… bueno que me dan un beso en cuestión.
La alegría inundó mi cuerpo.
-Lo has hecho bien para ser tu primera vez- la felicité.
¡Era su primer beso! ¡Y fue conmigo! Que agradable era saber que ella era tan inexperta como yo.
Entonces… aún cabría la posibilidad de… que ella no tuviera novio.
Sonreí para mis adentros, no había sido tocada por ningún mortal.
-¿Entonces las leyendas son ciertas?- Preguntó ella.
-¿a que te refieres?- pregunté confundido, no sabía a que leyenda se refería, ¿sería lo de la
existencia de los vampiros?
-ah… si eso, es verdad.
Me reí para mí, al recordar el sinnúmero de mujeres que había perdido sus vidas bajo mi hechizo.
Hubo un silencio, a decir verdad, incomodo; pero no para mí, para ella. Me divertía su silencio, no sabía
que decirme; y evitaba mirarme, pero siempre terminaba mirándome, más de lo que exige la buena
cortesía. Era como si yo tuviera algo en la cara, algo que atraía sus ojos como un imán. Todas las mujeres
humanas me miraban así, nunca entendí por qué; pero nunca me había importado, eso hacía más fácil la
caza.
Agatha siguió callada, sin duda era tímida; tal vez ese prescripción medica era de ella.
-No eres muy conversadora ¿verdad?
-No, la verdad no lo soy.- admitió tristemente.
Empecé a reírme, una risa fingida, poco natural. Estaba nervioso, tenía que preguntarle si tenía novio. La
forma iba a ser un poco reforzada, pero había que intentar.
-¿qué es lo que te hace gracia?- Preguntó enojada.
Ella había creído mi risa, sin duda no era muy diestra en cuanto a socializar y percibir las señales de otro.
-Es la marca de mis dientes en tu cuello; parece un beso, tu novio va a pensar que has pasado
una noche bastante apasionada.
Decir eso me hirió más de lo que pensé, no podía soportar pensar que ella estuviera con otro; aún así
traté de parecer casual.
Ella se mandó la mano al cuello, me miró con los ojos entrecerrados, aparentemente enojada.
-No te pongas así, solo era una broma.- espeté confundido, no sabía que respuesta esperar.
-En todo caso, aunque tenga esto –señaló la marca de mis dientes en su nuca con un gesto- a
nadie le va a importar, no tengo novio.
La contemplé sorprendido.
-¿no tienes novio?- pregunté, quería cerciorarme de que era verdad antes de ilusionarme.
-No, no tengo es que no he encontrado a alguien que…
No había necesidad de confirmarlo más, con eso me bastaba.
-… ¿Cuántos años tienes?- le atajé.
-17- respondió de inmediato.
Era una chiquilla, muy pequeña para andar con alguien de 300 años de edad. Pero eso no me iba a
detener; además, mi cuerpo aparentaba ser de un muchacho de veinte años, tres años no era mucho.
Ya no había marcha atrás, Agatha me pertenece. Lo importante ahora es conocerla, mostrarme ante ella
como alguien… más… humano, hacer que se enamore de mí –me dije a mi mismo- y si no; bueno, aún
queda la opción de secuestrarla.
[125]
Se me antojó ir a su escuela, a conocer si en verdad era antisocial. Si. Ese era el primer paso para dar.

-Pronto va a amanecer- pensé en voz alta- creo que es mejor que me vaya.
Tenía que mirar si el cielo estaba lo suficientemente nublado como para permitirme salir, si era así podría
ir al colegio a verla.
Me puse de pie, fui hacía la ventana y la abrí; sentí la suave brisa de la mañana en mi rostro. El cielo
estaba nublado y un poco oscuro, pero en el oriente se veían las nubes purpuras por la luz del perverso
sol. Pero no había posibilidad de que se despejara la densa capa de nubes que cubría el cielo, hoy podría
ir con la chica.
-pero…- habló ella. Me volteé para contemplar su mirada triste y melancólica- tú eres mi gato.
No iba a ser tan difícil después de todo, ella se sentía atraída por mí. Sonreí ampliamente.
-lo siento- le dije- tengo que irme, fue un placer conocerte –arqueé levemente mi cuerpo,
haciendo una reverencia- adiós.
Me convertí en bruma plateada, a una velocidad imperceptible para los ojos humanos.
Sabía perfectamente que no iba a dejarla ir, nunca, siempre iba a tenerme a su lado.

-------------------------------------fin-------------------------------------
SE SUPONE QUE VA HASTA AQUÍ, PERO NO PUDE EVITAR SEGUIR HACIENDO EL OTRO LADO DE LA
HISTORIA; AUNQUE ES UN POCO CONFUSA Y NO SE ENTIENDE MUCHO.

Mientras me deslizaba por el cielo fui pensando en ella. Agatha, su nombre me hacía sentir bien.
Había sido una noche muy interesante, y Agatha era la razón. Tenía que intentar controlarme, ese era el
plan; negar años y años de carnicería, implantarme un nuevo yo, uno que no espantara a Agatha.
-¿Cómo vas a negar lo que eres?
Habló la bestia en mi interior.
-He de hacerlo, por Agatha
-¿esa chica? ¿Qué carajos te pasa? Es una ridícula, una humana insignificante. No la conoces ella
no importa, puede morir, tú mismo puedes matarla, córtala, desgárrala extráele la vida.
-¡no!
Me negué rotundamente, cortando el silencio de la habitación del hotel. Ahora no podía
rendirme, no podía, no ahora que había abrazado de nuevo mi esencia humana; el beso de Agatha había
liberado en mí al humano, al hombre que había negado por tanto tiempo.
La voz se detuvo, aliviado por haberla callado me apresuré a terminar de vestirme.
Me miré en el espejo del baño, mientras me anudaba la corbata. Mis ojos brillaban de una
manera que nunca había visto, era… ¿tal vez felicidad? ¿Era la alegría de haber besado a una chica? ¿Era
eso lo que iluminaba mi mirada?
-¿No deseas… matarla? Imagínala, implorando por su vida, con la cara llena de su deliciosa
sangre… No puedes negar lo que eres, Hell… Friedrich ya murió, murió el día que Caterina te convirtió…
no hay humanidad dentro de ti, solo maldad…
La voz, de nuevo en mi cabeza. Tenía tanta razón, estaba montando una farsa; ese no era yo. Yo
un desalmado asesino, un depredador que mataba sin piedad; no había sentimientos en mí, solo había
maldad…
De nuevo el recuerdo del aroma de Agatha de hizo aferrarme a la idea de cambiar.
-Hell… sabes que yo hago parte de ti, no puedes cambiar, no puedes negar todas las noches de
horror que le diste a los humanos… un infierno en vida… ¿o me vas a negar que te gusta matar?
El recuerdo de mi vida salvaje vino a mi mente.

[126]
Fue mucho antes de que Christian me reclutara para los rosacruces, era en la época en la que
vagaba por el mundo matando sin piedad. Era una delicia, cuando me escondía en los callejones oscuros
acechando a la presa.
Los sorprendía, el temor me extasiaba; era adicto a él. El olor del miedo, lo gritos de dolor, el
latido del corazón que rogaba por ser detenido. Luego, la fiesta de sangre; desgarrando, succionando,
hasta la última gota, hasta que no hubiera más.
Mis colmillos salieron ante el recuerdo.
-No, -dije en voz alta- Agatha, es tuya debes cuidar de ella. La deseas, la necesitas.
-¿Para qué? ¿Para que la necesitas?, ¿es su cuerpo?, ¿es su olor? No la necesitas, puedes
doblegarla y hacerle el amor, si eso es lo que deseas… ¿no te agradaría verla temblando de miedo ante
ti? mátala, destázala, despelléjala; eso es lo que necesitas… ella solo es una humana, como cualquier
otra, no es la gran cosa…

Salí enojado del hotel, dominando la ira con cada paso que daba. Iba a ser difícil controlarme,
pero no me iba a rendir; por lo menos no hasta que la volviera a ver. Si ella me rechazaba, la iba a tomar
presa, iba a tenerla hasta que se muriera o hasta que yo dejara de controlarme.
Todo dependía de ella.

Entrar al colegio fue fácil, utilicé mis poderes –eso sin mencionar el dinero que utilicé para
sobornar- para manipular a todo el que se me interponía. El director de la escuela me dejó entrar,
aunque el curso estaba por terminar.
Utilicé mis encantos para convencer a la secretaría del director de que me mostrara el historial
de Agatha, su nombre completo era Agatha -----, vivía con su madre y su padre vivía en otro país, eran
divorciados.
Su historial académico era perfecto, no había tenido ni un solo problema. Había varias hojas
anexas que describía sus visitas frecuentes a psicólogo del colegio.
Sin duda ella tenía un desorden de comportamiento, pero eso la hacía más atractiva; así podría
obsesionarse conmigo. Eso solo era un punto a mi favor.

Esperé en la oficina del director hasta que hubiera arreglado todos los papeles de mi entrada al
colegio; lo hizo gustoso de saber que yo venía de Inglaterra. Era extraño que en este país fueran más
amables con los extranjeros que con sus nativos.
Después de esperar en esa ridículamente pequeña oficina, el director me hizo pasar al salón, a
su salón.
La pude vislumbrar dentro de ese salón lleno de críos, su olor era inconfundible, estaba en una
esquina del salón como si un halo la aislara de la gente. Ella me observó con sorpresa, con los ojos bien
abiertos, pude notar que se enrojeció, su piel tomó ese apetitoso color carmesí. Los demás humanos en
ese salón eran más de los mismo, eran insignificantes para mí, en lo único que podía pensar era en ella;
como si sólo existiera ella.
Me había saltado las reglas, si que lo había hecho, le había revelado el secreto de nuestra
existencia a esa chiquilla, la había dejado viva. Pero no podía echarme para atrás, ya estaba aquí, a
escasos metros de ella, ansiando terriblemente su compañía a pesar de que apenas la conocía. Ella
levantó la mirada y me observó, de esa misma manera en que me miraban todas las mortales.
¿Quién se supone que es la comida? ¿Ella o yo?
Ese pensamiento me arrancó una sonrisa.
-Mucho gusto, mi nombre es Patrick y es un placer estar con ustedes.
¡Ja! ¿Qué diría Christian si me viera ahora comportándome como un humano, saludando y
hablándole a la comida?

[127]
Con una sonrisa irónica en mis labios me dirigí al único puesto vacío, casualmente al lado de la
chiquilla apetitosa. Ella, al ver que yo me acercaba, agachó la mirada ¿imaginé que estaba tratando de
reprimir una sonrisa?
-Hola Agatha- dije mientras me sentaba en el pupitre de madera.
Ella no levantó la mirada, pero me miró por el rabillo del ojo mientras se escondía detrás de su
largo cabello.
Arqueé las cejas.
-¿es que ya te has olvidado de mi?
Levantó lentamente la mirada, al verme abrió los ojos como platos y suspiró. Me fijé en su
rostro, su delicado y frágil rostro, sus ojos que guardaban amargura y soledad, sus dulces labios que
rogaban por ser besados.
-Yo no te conozco, pero me eres muy familiar; ¿no será que tienes un hermano gemelo que se
llama Hell?
Ahh… esa mascara de sarcasmo, ¿por qué se escondía detrás de ella? ¿Qué era lo que quería
ocultar?
-Pensé que te animaría verme- compungí
-¿Qué haces aquí?
Noté que su cara se estiraba con una sonrisa involuntaria.
-Cursar por… -cavilé un momento mientras escogía un numero al azar- centésimo vigésima vez la
secundaria.
Sonreí al ver su cara de sorpresa, en realidad podrían haber sido más, pero ya había perdido la
cuenta.
-Debes ser muy malo en el estudio para tener que repetir la secundaria tantas veces.
Tan linda ella, ya podía bromear conmigo, nunca hubiera pensado que volvería a bromear con un
humano, o por lo menos ser la burla de uno. No lo había notado, pero una humana estaba muy cerca de
mí, su sangre cantaba alegremente en sus venas y clamaba por ser derramada, por ser vertida en mi
garganta. Sentí su proximidad y me volteé hacía a ella. Era una mujer, era hora de devolverle la gracia a
Agatha, iba atener que usar todo mi encanto “humano” para chistar un poquito.
Sonreí a la niña mientras estudiaba a mi chica.
-Hola- saludó la chica.
-Hola- respondí.
Agatha hizo rodar los ojos y torció el gesto.
-Mucho gusto mi nombre es Lila
-Hola Lila
Agatha se mordía el labio, traté de contener la risa; estaba celosa, podía sentirlo.
-Mi nombre es Patrick.
Agatha movía las manos compulsivamente mientras hacía trisas un papel que tenía en la mano.
Suspiró con acritud, se estaba volviendo loca.
¡Que complacido estaba!
-¿y de que país vienes?- preguntó la humana.
-De Inglaterra.
A penas si escuché la trivial conversación de la humana, simplemente estaba pensando en lo
bien que se veía Agatha llena de celos, y más aún, por mí. Estaba realmente complacido con la reacción
de Agatha, decidí seguir el juego:
-Thank you very much Lila; you are very pretty.
La humana sonrió, mientras mi chica la miraba con evidente odio en los ojos. ¡Oh, si! ¡Que
delicia es que a uno lo celen!
Ahora si que había abrazado mi esencia humana.

[128]
La humana se fue con paso algo torpe, me di la vuelta y contemplé fijamente a la dulce Agatha,
ella trataba de mantener la misma expresión burlona de hace un rato, pero era evidente que le costaba
hacerlo.
-Parece que eres muy popular entre las chicas “patricio”.
-Aunque lo digas así suena bonito- noté que ella se veía extraña con esa mueca socarrona en la
cara, al parecer le costaba mucho. Era un esfuerzo enorme de su parte, me hubiera quedado callado
pero, aunque me costó admitirlo, realmente me importaba su opinión en cuanto a la banalidad de mi
falso nombre- ¿es que acaso no te gusta el nombre?
-pero es que es un nombre poco elegante, me gusta más Hell; suena más… ¿cómo te digo? Más
infernal.
Que graciosa, me pregunto ahora ¿Es que acaso no aprecia su vida lo suficiente como para saber
que no debería bromear con un depredador?
Sin duda era valiente.
-pero ¿tú que crees que pensarían todos si me hubiera presentado con ese nombre? Además
según mi visa yo me llamo Patrick.
Me observó con las cejas levantadas. ¿Cuál sería la razón de su sorpresa?
-¿no pensaras que vine a este país como un ilegal?- reí entre dientes, la mayoría de los humanos
pensaban que los vampiros vivíamos en el margen de la sociedad como indocumentados. Le pasé mi
pasaporte- mira.
-Yo me llamo Patrick Rosenkreutz.
Ella observó con atención mi pasaporte

Estaba terriblemente enojado conmigo mismo, por estúpido la había expuesto a que ese sucio humano
la tocara. Aunque solo fue por un momento ella olía a él, a tabaco y a alcohol etílico.
Ella tenía los ojos cerrados con fuerza mientras estaba en mis brazos, tenía que acostumbrarse a las
alturas, porque yo las amaba; el viento despeinando mis cabellos, era la sensación más reconfortante
que podía ofrecerme la naturaleza.
No le hablé, tenía miedo de lo que me diría ¿estaría enojada conmigo? ¿Me odiaría por ponerla en
peligro tan tontamente?

La capa ondeaba detrás de mí, el camino se me antojó muy largo. Me sentía extraño, cargándola en mis
brazos, aunque ya lo había hecho antes. Ella, tan cálida y viva, me sentía raro. Pensamientos extraños
cruzaban por mi cabeza.

Llegamos a su casa, entramos a su habitación por la ventana como acostumbrábamos. La solté para que
pudiera ponerse de pie, ella lo hizo, no sin cierta dificultad. Dando tumbos se acercó a la cama y se
acostó.
La contemplé, estaba pálida, probablemente las nauseas del viaje. Se veía tan encantadora con ese
vestido, la deseaba más que nuca, y ella estaba tan dispuesta. Pero aún estaba la complicación de que
pudiera perder el control, como el otro día.
Humm… Mascullé en voz baja al recordar esa sensación al tenerla desnuda contra mí. Ese día
faltó poco para que la tomara, y le había causado una terrible herida. Pero ella se me había ofrecido, ella
lo deseaba. ¿Será que ella seguía deseándolo?

Con delicadeza me deslicé en su cama, acomodándome sobre ella. Ella abrió los ojos y me contempló
desconcertada, entreabrió los labios tentándome.
[129]
Empecé a besarla, tentándola a que me respondiera. Estaba cegado por el deseo, solo podía pensar en
ella. Pero tuve un pequeño atisbo de autocontrol, ella corría peligro si me dejaba llevar, tal vez moriría en
mis manos. Intenté detenerme y ponerme de pie, no llevar las cosas tan lejos, pero ella reaccionó a mi
movimiento y se levantó. No permitió que me alejara de ella, entonces, en ese momento, perdí
completamente el control.
En un segundo me despojé de mi ropa, la lancé lejos, fue tan rápido que ella no lo notó. El animal en mi
se había liberado, estaba ansioso de tocarla, deslicé mis manos por su espalada y rasgué su ropa en
miles de pedazos. La despojé de su ropa interior, mientras palpaba su cuerpo, estaba descubriendo lo
hermoso de su figura femenina, estaba explorando sus excitantes curvas. Era la sensación más agradable
que había experimentado, mis manos temblaban de lo ansioso que estaba, había leído mucho sobre ese
sentimiento de deseo, pero nunca pensé que fuera tan maravilloso. Ella también acariciaba mi espalda,
mi pecho. Empecé a recorrerla con mis manos, la blandura de sus senos era algo increíble, eran tiernos y
ardían bajo mi mano; sentí que su corazón latía con mucha fuerza, le agradaban mis caricias.
Empecé a sentir que no era suficiente, tenía que prestar atención a mi fuerte deseo viril que me llamaba,
tenía que saciar mi apetito y el de ella. La tumbé en la cama, yo no tenía ni la más remota idea de cómo
proceder, pero mi instinto me lo indicaba, no supe exactamente cómo, pero supe como acomodarme,
ella dijo mi nombre al mismo tiempo que suspiraba.

La bestia salió, tentada por el olor de su cuerpo, gruñí como el animal que había resucitado en mí y entré
en ella.
Su calidez me rodeó, sentí que de alguna manera mi corazón volvió a latir, al mismo ritmo que el de ella.
Éramos uno solo, no supe donde terminaba yo y comenzaba ella, no me importó; quería complacerla y
hacerla estremecer. Ella gritó de placer. Estaba drogado, embargado de una dicha extrema. Era mía, por
siempre mía.
La aferré más cerca, para entrar más profundamente en ella; me moví rítmicamente contra ella, ella se
estremecía y jadeaba.
Podía sentir cada centímetro de su piel contra la mía, ella ardía, me quemaba. Quería preguntarle si
estaba bien, si quería que me acomodara o que parara, pero temí dañar el dulce momento. Me guié por
mi intuición, sus gemidos de gozo me confirmaron que lo estaba disfrutando. Ahora no quería complacer
mi deseo, quería complacerla a ella, alagarla con todo mi ser, mostrarle que yo le pertenecía, que solo
quería agasajarla con lo único que podía darle de algún valor, mi cuerpo.
Empecé a besarla, de varias maneras, probando cual le agradaba más. Mis colmillos crecieron al sentir
con mi legua su tierna carne. Mordí sus labios suavemente, y allí me perdí, en ese mar de agradables
sensaciones, mordiendo su carne con el más suave de los mordiscos y cerrando la herida. La mordí en su
cuello, es sus brazos, en todo lo que pudiera morder; memorizando cada centímetro de su piel con mis
labios.
Jamás hubiera pensado que consumar de esa manera una relación entre un hombre y una mujer fuera
tan, tan, tan placentero. Había leído muchos libros que describían la unión corporal, pero ninguno
llegaba siquiera a describir ampliamente cada pequeña sensación. Me agradecí a mi mismo por no
haberme negado el delicioso placer de quererla, y pensar que todo este tiempo ella me lo había ofrecido
y yo no había aceptado, me odié por haberla dejado esperar tanto, por haber dilatado tanto el
momento. Nunca había sentido deseo alguno por tocar a una mujer hasta que conocí a Agatha, ella era
la que me había despertado el deseo carnal, ella me inspiraba ternura, amor, adoración.
Nuestros cuerpos estaban perfectamente acomodados, como si todo mi ser existiera específicamente
para complacerla. Todos los besos todas las caricias que había guardado todo este tiempo eran para ella.
Sabía en el fondo de mi corazón que todos estos años me había estado reservando para ella, porque
sabía que algún día la encontraría.

[130]
Creo que estaba en trance, drogado con el olor de su dulce piel. La amaba, la amaba muchísimo. Agatha,
Agatha, decía todo mi ser. Ella, mí querida Agatha.
Mi desbordante amor por ella me hizo tomar conciencia de lo que estaba haciendo, no podía seguir
bebiendo de ella; podría morir.

Me detuve, algo confundido y jadeante. Irónico, las largas cacerías que duraban varios días no me
dejaban extenuado, y, solo unas horas intimando con ella y ya estaba jadeando. Me quedé arrodillado en
la cama, con las rodillas al cada lado de sus caderas, tratando de recuperar el aliento. La contemplé
fijamente, estaba consciente de su belleza, tan hermosa, tan efímera; su débil y frágil piel se marchitaría
con el paso del tiempo.
Y si muriera ¿qué haría yo sin ella?

Ella dejó escapar un suspiro que borró de mi mente toda preocupación, cerró los ojos; yo podía leer
claramente sus pensamientos, ella estaba triste, quería que siguiera; y, bueno, tenía que complacerla.
La cogí por la espalda, con mucha delicadeza la levanté de modo que pudiera acoplarme con ella.
Abrió los ojos, grandes y soñadores; gimió suavemente y me rodeó con sus febriles brazos –febriles a
comparación con mi gélida piel- le sonreí ampliamente.

-¿te gusta? – Susurré en su oído. Fue lo único que pude decir.


Ella no me respondió, solo se arqueó, acomodándose para recibirme plenamente. Reí, reí incapaz de
controlar la dicha que me embargaba; la dicha de ser amado, de ser correspondido.
Probé de nuevo el dulce néctar de su boca, sentí sus labios, llenos de ansias. Tuve que hacer un gran
esfuerzo para no morderla, puesto que mis colmillos estaban afuera; no quería lastimarla.
Sabía que ella era humana, que probablemente estaría exhausta. Con reticencia tuve que soltarla, la dejé
recostada en la cama; mientras veía como se sacudía su pecho debido a su agitada respiración. Me
sentía solo, quería fundirme con ella; quería tenerla por siempre, nunca soltarla. Podría fundirme con
ella, todo el día, toda la noche, una y otra vez, hasta quedar sin aliento, hasta que su aroma me quedara
por siempre en la piel.
La contemplé, su cabello caía debajo de su cabeza como un abanico, su cuerpo perfectamente formado,
su figura bien delineada, sus senos blandos y cálidos su rostro tenía un leve rubor; una sonrisa tiraba de
las comisuras de sus labios. Criatura tan hermosa como ella no había existido jamás, su palidez
enfermiza, su delgadez extrema, su cautivadora fragancia. No concebí la forma en que había existido
antes de conocerla, ¿cómo había vivido todo este tiempo sin ella?

Ella había cambiado tanto desde la primera vez que la vi. Sus ojos ya no eran tristes y mustios, su rostro
no mostraba melancolía. Se veía tan feliz, tan rebosante de vida. Era mi querida flor, la única que había
sido capaz de ver más allá de lo que yo era, la única que había podido llegar a amarme.

-Hell- me llamó con voz ronca por el deseo, rompiendo el hilo de mis cavilaciones-. No te detengas.
Mi querida, mi doncella; ella era mi universo mi única razón verdadera para seguir en esta vil existencia.
Estaba rebosante de amor, por ella. Observé sus ojos miel, llenos de vida, de felicidad; de una felicidad
que le era ajena, que nunca había conocido, de esa misma manera, me sentía yo.
-Agatha, te amo.
Me acerqué a ella, mirando sus ojos más de cerca. Me sentía sediento, pero no era ese horrible escozor,
no era esa urgencia dolorosa de sangre. Tan solo eran ganas de probar un poco más de su calidez, para
tener siempre su sabor en la boca.

[131]
Ella ladeó su cabeza, ofreciéndome su nuca. La vena yugular palpitaba rápidamente en su cuello, no
pude contenerme y terminé mordiéndola. Tomé un largo trago, disfrutando de todo lo que había pasado,
cerrando con broche de oro la mágica velada.
La dejé, no me demore más de cinco segundos. No tomé mucho de su sangre, puesto que, si seguía, ella
pasaría el umbral y probablemente le provocaría un desmayo, o peor aún, la muerte.
Levanté mi cabeza para poder mirar su cara; se veía soñolienta, pero dichosa. Estaba próxima a
dormirse, deseé con todas las fuerzas de mi corazón frio, que ella soñara conmigo.
-Duerme bien, mi querida doncella- susurré en su oído.

Se durmió, con una sonrisa en sus labios, con esa expresión de tranquilidad perpetua. Le di un beso en la
frente, me puse de pie.
Había sido una noche perfecta, aunque hubiera comenzado un poco mal; mi dulce Agatha me había
concedido su sagrada virtud, justo el día de mi nacimiento como mortal, cumpleaños, por así decirlo.

Aún faltaban tres horas para que amaneciera, tenía que alimentarme más, porque estaba extrañamente
cansado, no era por sed, no, porque mi dulce Agatha me había compartido un poco de su vida; tenía que
beber más porque necesitaba quitar las ansias de tomar totalmente su vida.

Cogí mi capa del piso y envolví a mi amada con ella para protegerla del frío. Fui a la ventana, aún estaba
abierta. Aún estaba desnudo, pero no me preocupé por vestirme, iba a cazar como en los viejos tiempos;
ese iba a ser mi regalo de cumpleaños.

Me entregué a la emoción de la caza, sondeando el área con mis sentidos sobrehumanos en busca de
alguna presa ocasional. La brisa de la noche acariciaba mi frío cuerpo, mientras recorría silenciosamente
las calles oscuras y húmedas de la ciudad.
Aún no había establecido mi territorio de caza, puesto que cualquier lugar servía bien para este
propósito; estaba lejos del hogar de mi Agatha, y parecía muy prometedor.
Habían varias humanos, pero no me apetecía ninguno; en su mayoría eran damas de baja reputación, yo
no bebía de esas, la mayoría siempre tenían algún tipo de enfermedad, como el virus de
inmunodeficiencia adquirida, aunque este virus no era mortal para un vampiro, pero era desagradable
tener que ser desangrado para retirar la sangre contaminada. Yo nunca había sufrido de eso, pero si
había visto como mi hermano trataba a algunos vampiros descuidados que se habían infectado.

Anduve por las calles como un espectro, como bruma de la madrugada, hasta que vi a una joven que
caminaba sola por un parqueadero. Era alta, morena y de cabello rojizo, llevaba un gabán largo de alpaca
que le llegaba a las rodillas. Ella se dirigía a su carro, un descapotable blanco.
Antes de materializarme escruté los alrededores, estaba solo, no había ni un alma. Tensioné mis
músculos y me dispuse a comenzar la cacería. Por extraño que pareciese no me sentí a gusto, quería
cazar como una persona, y no como un animal, quería probar mis habilidades histriónicas.

Me acerqué a la mujer, era casi de mi estatura, pero era por los zapatos que tenía. Dejé la forma de
bruma y volví a ser el mismo joven pálido de pelo plata.

-Disculpa mi atrevimiento pero…


La mujer dio un respingo y se volteó, tenía los ojos castaño y los labios pintados de rojo. En un segundo
notó que yo no llevaba ropa. Antes de que pudiera siquiera pensar o preguntarse el por qué de mi
estado hablé:
[132]
-Es que unos pillos me han cogido por sorpresa y se han llevado mi carro y mi ropa- hablé con ligero
acento español- y no conozco a nadie en este país y como veréis yo soy de Madrid y necesito ir a la
embajada de mi país, o por lo menos llamar a la autoridad local.
Ella me miró de arriba abajo y arqueó una ceja.

Vaya… que hombre. Pensó la mujer. Pobrecillo, debe estar muriéndose de frío.
-Me perdonarais pero tienes un móvil para que pueda telefonear a la embajada. Siento mucha
vergüenza, siendo tú una damisela.

¿Cómo voy a dejar que esta bizcocho se me vaya de las manos?

-Ay, no te preocupes, yo te llevaré a la estación de policía. Mucho gusto, mi nombre es Gloria.- me tendió
la mano para que se la estrechara.
No lo hice, estaba cubriendo mis partes nobles mis manos.
-oh discúlpame- dijo mientras se ruborizaba.
-Mi nombre es Eric, y no os preocupéis, yo soy el que se siente apenado por estar en estas fachas.
Ella hizo un gesto despreocupado y abrió la puerta del copiloto del carro.
-Entra- Me indicó.
Yo sonreí, me pareció ver un ligero bizqueo en su mirada.
-No podría merecer tal honor, yo me sentaré aquí- Dije mientras abría la puerta de atrás.
Entré rápidamente y me senté en los asientos tapizados con cuero gris.
Ella entró, cerró la puerta y encendió el auto, movió con disimulo el espejo retrovisor para poder
observarme.
-Puedes coger esa manta que está ahí- me indicó ella sin quitar la mirada del camino.
-Gracias.
Cogí la manta color crema y me envolví la cintura.
Bajé el vidrio automático, el viento me despeinaba el cabello. Nos dirigíamos al sector de la ciudad
donde vive mi amada, cosa que me extrañó.
Sondeé los pensamientos de la mujer, ella no dejaba de pensar en mí, no entendí el por qué; pensaba en
la mejor manera de acostarse conmigo, también pensaba que yo sería excelente en la cama dada mi
complexión musculosa y se preguntaba si ella parecería muy fácil si me pedía que durmiera con ella,
también pensó que podría aprovechar que no conocía a nadie en este país para darme hospedaje en su
casa esta noche, así emborracharme y meterse en “mis pantalones”.
Todos esos pensamientos carecían de sentido para mí, la mayoría de ellos eran sobre lo culpable y fácil
que se sentía por querer acostarse con un desconocido. No me incomodó, yo ya estaba acostumbrado a
que todas mis presas pensaran de esa manera de mí.
Hurgando en sus pensamientos descubrí que ella era una actriz, aunque tenía varios trabajos que eran
de reputación dudosa.

Pero después de que termine con ella no recordará ni siquiera como llegó a su casa.

-¿Cuántos años tienes, Eric?- rompió el silencio que reinaba en el carro.


-Veinte.
Ella sonrió ampliamente.
-¿y qué haces en este país?
-Negocios, mi familia es dueña de una casa editorial y vine a ver como marcha la sucursal en este país.
Guapo, extranjero, rico… esto cada vez mejora.
-Que pena que te hayan robado.
-No os preocupéis, no hay problema.
[133]
No me molesté en preguntarle cosas de su vida, en realidad no me interesaba.
Nos detuvimos al frente de un gran portón, estaba oscuro y no había nadie, hora de actuar. Abrí la
puerta del carro y me bajé. Ni siquiera me molesté en cubrir mi hombría, ella no lo iba a recordar.
-Gloria- La llamé.
Ella se acercó a mí y me observó de una forma extraña, tal vez lasciva o no se, no soy muy bueno
interpretando expresiones.
-Eres muy hombre, Eric.
Ya estaba hastiado de esta ridícula señora, apestaba a perfume y llevaba demasiado maquillaje. Era
mejor acabar con esto y volver con mi amada.
Ella recostó la espalda en la puerta del conductor, puso sus brazos alrededor de mi cintura y me acercó a
ella. Me causó repugnancia visualizar sus pensamientos.
Me acerqué a su nuca, y la mordí.
No era tan agradable como la sangre de mi querida Agatha, era común, era otra humana más, una más
del montón.
La solté, y observé su expresión, tenía los ojos cerrados y jadeaba.
-desnúdame- murmuró ella.
-Chica fácil- dije entre dientes.
No iba a hacer tal ridiculez, ella era alimento, comida que caminaba y hablaba, nada más. Además, mis
besos y caricias solo eran para mi doncella, la única que era capaz de despertar pasión en mí.
Le borré los recuerdos y la dejé allí tirada.
Definitivamente era malo jugar con la comida.

Entré por la ventana de los aposentos de mi doncella, y allí la vi, aún dormía tranquilamente. Faltaba una
hora para el amanecer, y el cielo ya empezaba a aclararse. Fui al baño y me di una ducha, limpiando el
lugar donde esa sucia humana me había tocado, intentando quitar ese olor de perfume de mí.
Al terminar, cogí la toalla de mi dulce Agatha, y me sequé de pies a cabeza. Me sacudí el cabello y fui a la
habitación donde yacía mi querida. Olisqueé su cabello, olía bien, era tan exquisito. Lamí suavemente su
piel, ella rió entre sueños y habló:
-Hell, me encanta cuando me haces eso.
Suspiré, cautivado; ella soñaba conmigo, y no era una pesadilla. Quería despertarla y quererla un rato,
pero no quería perturbar su sueño. Me recosté a su lado, contemplándola mientras esperaba que el
amanecer me llevara a la inconsciencia. Ella se volteó y quedó frente a mí, un mechón de cabello le
quedo en la cara. Estiré la mano y se lo puse detrás de la oreja, esa cautivadora sonrisa suya surcó su
rostro.
La amaba, la quería mucho, estaba irremediablemente atado a ella; y lo mejor era que ella también me
amaba.
Con ese dulce pensamiento me sumí en el sueño vacío y oscuro de los muertos.

Desperté, exactamente al ponerse el sol, regocijado y lleno de un amor ferviente. Escuchaba


perfectamente claro el latir del corazón de mi dulce Agatha. Aspiré profundamente, todo olía a ella.
Me puse de pie y me dirigí a su cómoda, allí guardaba un poco de mi ropa para los días en que ella no
me dejaba ir al hotel a cambiarme, abrí un cajón y saqué un jean oscuro y una muda de ropa interior.
Mientras me vestía escuché que mi querida venía para acá, me puse el jean y sentí que alguien abría la
puerta.
-¿Intentabas asustarme?- le pregunté sin volverme a verla.
-No, solo quería hacer tu retrato; pero no sabía que estabas despierto.

[134]
Me volteé a verla, llevaba puesta una camisa blanca que le llegaba hasta la mitad de los muslos, casi
podía ver su cuerpo a través de esa tela. Le sonreí.
-buenas noches- saludé.
Ella evitaba mirarme a los ojos, probablemente estaba avergonzada.
-¿Te has arrepentido?- pregunté temeroso.
Sin duda que debía ser por eso su extraño cambio.
-¿de qué tendría que arrepentirme?- dijo a la defensiva.
-de lo que hicimos anoche, no te agradó ¿verdad?
Formular la pregunta me dolió hasta el alma. Pero vi el arrebol deslizarse en sus mejillas, se veía
adorable.
-¿por qué dices eso?- me preguntó tímidamente.
-porque evitas mirarme a los ojos.
Me moví a una velocidad imperceptible para el ojo humano, sostuve el mentón para contemplar sus
hermosos ojos miel.
-¿y bien?-pregunté
Utilicé mis poderes, vi la respuesta en su cabeza, pero quería escucharlo directamente de sus labios.
-En realidad me ha gustado tanto que quisiera que lo repitiéramos.
Se mandó las manos a la boca, evidentemente apenada. Me detuve y sonreí.
-¿por qué tenías pena de decírmelo?
-no se- desvió la mirada.
Por lo menos sabía que la había complacido, y le había gustado estar conmigo. Eso solo me hacía
quererla más, definitivamente estaba perdidamente enamorado de ella.
-¿cómo se que tú no utilizaste tus poderes anoche para seducirme?- apuntó ella rompiendo mis
ensoñaciones.
Torcí el gesto, ¿cómo podía decir eso? ¿Cómo podía decir que yo la obligué si ella era la que vivía
tentándome para que la tomara?
-acabo de hipnotizarte para saber lo que pensabas porque sabía que no me lo ibas a decir, te
juro que ayer no te hice nada; y tú misma sabes lo reticente que estaba yo cada vez que tú te me
insinuabas. Además, ¿por qué dices eso si cuando intenté dejar de besarte tú no me dejaste?, eres la
menos indicada para decir eso, no ves que fueron tus feromonas las que me hicieron caer a tus pies. Es
tu culpa; -refunfuñé- si no olieras tan rico nada de esto hubiera pasado.
Me sentí terriblemente enojado, ¿cómo podía si quiera pensar que yo la doblegaría para hacerle el
amor?
-¡Ah! Ahora es mi culpa- recriminó
-sí, ¿acaso tu no querías estar conmigo? Según recuerdo en cierto día, cierta señorita se me
desnudó y me pidió que le hiciera el amor.- dije en tono burlón- no logro entenderte, deberías estar feliz
porque al fin lograste lo que querías. ¡Bah!- exclamé- y luego dicen que los vampiros somos malos.
Mírate; eres perversa, me has doblegado
Ese era en resumen lo que sentía, estaba a su merced, era incapaz de hacerle algo malo. Me
arrodillé ante ella y abracé sus suaves piernas.
-ahora eres mi dueña, si deseas que me flagele, -dije entregado- lo haré. Si quieres que mate, lo
hare. Tus deseos son órdenes para mí.
Ella hizo un sonido de desaprobación.
-deja de hacer tanto teatro y bésame.
Me puse de pie, ansioso por probar sus labios.
-como órdenes doncella mía.- le dediqué una reverencia.
Cogí su rostro y me acerqué a ella, la besé con ganas, mordiéndola con mis labios, probando su boca con
mi legua. Mi cuerpo estaba de humor para quererla, lo podía sentir, podía sentir la excitación recorrer
todo mi cuerpo, pugnaba por ser complacida.
[135]
Empecé a jalarla a la cama. Estaba listo para saltar sobre ella, listo para desgarrar su ropa; para sorpresa
mía, ella me detuvo.
-¿qué pasa?- pregunté asombrado.
¿Será que ella me piensa dar una cachetada por atrevido?
Ella se apartó y empezó a caminar en círculos. La espera me estaba matando, sin duda, ella era muy
cruel. ¿Será que aún no estaba muy convencida? ¿Será que aún piensa que la manipulé?
-¿qué pasa?
Ella pareció pensarlo por un momento.
-No, no pasa nada.
Le cogí el mentón, listo para zambullirme dentro del caramelo de sus ojos, iba a buscar las
respuestas en su cabeza; pero no pude concentrarme, mis sentidos sobrehumanos me indicaron la
presencia de otro vampiro, cerca, venía para acá. Maldición, era el absurdo de Christian.
-¿Interrumpo algo?
-¡hola Christian!- Agatha se desasió de mí, y fue a saludar a Christian que había aparecido por la
ventana.
No me agradó verlo, era presagio de malas noticias. Hubiera preferido que ella no lo hubiera
conocido.
Me acerqué mientras Agatha le daba un beso en la mejilla a Christian.
-Vaya, Agatha no te emociones tanto, no querrás que Friedrich se ponga celoso.
Cogí el brazo de Agatha y la halé a mi lado.
Christian olfateó la habitación en cuestión de segundos y levanto las cejas, Agatha no lo notó.
-¿Te has acostado con ella?- preguntó Christian. No me preocupé porque el siseo que profirió era
inaudible para mi Agatha.
-¿por qué lo dices?- le pregunté con tono agrio, utilizando el mismo siseo.
-Ella huele demasiado a ti, por todos lados.
Retraje mis labios y mostré mis colmillos, claro que fue tan rápido que solo un vampiro lo
notaría.
-Puedo hacer lo que me venga en gana, ella es mía.
Él sonrió de esa manera tan fastidiosa, regodeándose de mí, con esa mirada de “te lo dije”. No
había nada que me molestara más que saber que el ridículo de mi hermano tenía razón
El intercambio de palabras solo duró unos segundos, mi Agatha no se dio por enterada.
-¿Qué haces aquí, Christian?- preguntó mi flor.
-Pasaba por aquí, y me dije: ¿por qué no voy a visitar a mi hermanito? Además, el estaba de
cumpleaños.
Torcí el gesto, yo no quería que mi Agatha se enterara, y ahora este infame se lo dice. Intenté
controlar la ira que sentía por dentro.
Mi Agatha me miró incrédula, sorprendida y podría decir que casi herida.
-¿por qué no me lo dijiste?- se notaba a leguas que la había herido al no haberle dicho.

Mi dulce Agatha se quedó dormida en mis brazos, besé suavemente sus labios, su nuca, su mejilla…
-Hell… sabes que no puedes hacer eso aquí, mi madre nos podría ver…
Habló claramente, pero yo sabía que ella estaba hablando dormida. La dejé en la cama antes que
no pudiera contenerme y la despertara con mis caricias. Fui al estudio, y me senté al frente de la mesa
de dibujo, sabía que el inepto de Christian iba a venir, tenía algo que decirme, ¿pero qué?
Christian se materializó allí, yo sabía que lo iba a hacer, así que no me alarmé.
-con que te acostaste con Agatha, y veo no perdiste el control, o si no ella no estaría viva.
Resoplé, no me volví a ver a Christian, no estaba de humor para reproches.
[136]
-Te dije que no era prudente, te lo dije, pero ahora que lo hiciste me doy cuenta que de verdad la
amas.
Me recosté en la mesa, intentando ignorar el tono burlón de Christian.
-La amo, más que a mi vida y ni te atrevas a bromear con eso.
Rió, fue como si rasguñaran un pizarrón.
-Si vez, yo tenía razón, ella es tu doncella y por eso no la mataste. Jamás pensé que te vería en
esas, Ja, y tú que decías “El amor es para los ineptos, esa es la debilidad de los humanos” ahora agonizas
de felicidad cada vez que Agatha suspira o te roza la mano con los dedos.
-Maldición Christian ¿me lo vas a echar en cara todo la vida o qué? Si, admito que me
equivoqué.
-Hell está enamorado, Hell está enamorado y ha perdido su castidad bien guardada por
trescientos años-. Canturreó Christian.
-¡Maldita sea, Christian ya cierra tu inmunda bocaza!- Grité enojado.
-ahh… no sabes lo feliz que me siento, por fin has descubierto las mieles del amor y creo que te
has vuelto adicto a ellas. Y la dulce Agatha, a esa adorable e inocente criatura te adora, sus ojos brillan
de una manera tan especial cuando te mira.
-He de suponer que no solo has venido a molestarme por eso, ¿o me equivoco?- le atajé con voz
agria.
Levanté el rostro y lo miré, tenía en el rostro esa horrible sonrisa triunfal.
-No, no te equivocas, pero todavía no voy a hablarte de eso. Quiero saber- se puso más serio,
eso me agradó- ¿cómo te sientes? ¿Te sientes enojado? ¿Sientes que la bestia puede salir y matarla?
Supe de inmediato a lo que se refería. Suspiré.
-Hace cuatro días, ella, bueno, me provocó. Y yo la mordí muy fuerte, casi le arranco un pedazo
de piel.
Christian lo meditó por un momento.
-¿a qué te refieres con provocar? ¿Qué fue lo que hizo ella?
¿Es que él no entiende? ¿Es idiota o se hace?
Lo observé fijamente por un momento, aún estaba serio, no había asomo de burla en su
pregunta.
-maldición Christian, ¿qué quieres que te diga? Ella me provocó, se me desnudó y me rogó que la
tomara –me despeiné el cabello, contrariado, odiaba tener que recordar ese momento. Me odiaba a mi
mismo por haberle hecho eso- La hubieras visto, allí desnuda sobre mí, era increíblemente tentador. No
creo que nadie hubiera podido resistirse a esa propuesta, y yo no pude, la mordí y le causé una horrible
herida.-escondí el rostro entre mis brazos- Me siento terrible.
Sentí la mano de Christian sobre mi hombro.
-No te sientas así, sabes que llevabas mucho tiempo siguiendo tus deseos como vampiro, es
natural que te cueste trabajo controlarlo. Y ya lo hiciste, pudiste quererla sin herirla, eso es un gran paso.
-Después de haberla tenido tan cerca, no creo que la vaya a dejar nunca. ¿Sabes que es lo más
raro? Que me siento extraño teniéndola lejos, ahora mismo me siento raro, me acostumbré a tenerla tan
cerca, a oler su cabello, a rozar su piel… -mis colmillos punzaron mi lengua.
-tienes sed.-era una afirmación, no una pregunta.
Asentí con la cabeza.
-¿hace cuanto te alimentaste?
-Ayer.
Era extraño para un vampiro sentir sed pasado un día de haber ingerido sangre humana, por lo
general podíamos estar varias semanas sin sentir sed.
-Hmm… ya veo.
Se quedó callado meditando.
-Eso no es sed, bueno, por lo menos de sangre. Eso, bueno… creo que es otra cosa.
[137]
Se veía incomodo, pero tenía que decirlo porque no le entendía nada. Lo miré expectante.
-Tú estás… ¿cómo le dicen los humanos? Estás, deseándola.
Fruncí el ceño.
-Ayer la tuve ¿tan pronto de nuevo?
-Friedrich, te has prendado de ella, siempre la vas a desear, siempre.
-¿Pero por qué la deseo? ¿Acaso la tendré solo para llevarla a la cama? No, no, ella puede
quedarse a mi lado, puedo pasar días u años sin tocarla y aún seguirá vivo mi amor por ella.
Él me dio un puño juguetón en el brazo. Lo miré enojado.
-No seas cabezota, no es por eso. Es que siempre la vas a amar, ella es la que responde a tu
frecuencia natural, ella es sólo para ti, al igual que tú solo eres para ella. Simplemente la deseas porque
la amas, y por eso te sientes así. Estas atado de todas las maneras posibles a ella.
Bueno, ahora estaba más tranquilo, pero no dejaba de pensar ¿qué es lo que quiere Christian?
-ahora si debo decir por qué estoy aquí. Friedrich, tengo una asignación para ti.
Tragué saliva.
-Pero… habías dicho que me ibas a dejar un tiempo en paz para que estuviera con mi doncella,
¿por qué?
Christian se tensó. Oh, oh. Son malas noticias, muy malas como para que el bufón de Christian se
pusiera tan serio.
-Esta misión, sólo la puedes hacer tú.
Me recosté en el espaldar de la silla y miré el techo.
-¿quién es la víctima?
-Gottreich.
Me acomodé en seguida, eso sin duda no era broma.
-¿Por qué?
-Conspira contra ti.
Fruncí el ceño, sin duda no había secretos entre los rosacruces.
-Venganza… Pero pensé que ya había olvidado eso, igual fue hace mucho tiempo.
Recuerdo claramente al chico, me había parecido muy prometedor, así que yo lo había
convertido para entrenarlo. Aunque era muy joven, tenía apenas 15 años cuando lo convertí en un no
muerto. Esa noche, yo mismo había matado a su familia -unos campesinos insignificantes- para
demostrarle lo que le pasaría si no viniera conmigo. Siempre pensé que se había olvidado de ese
incidente, puesto que era muy obediente y se había convertido en un letal cazador, pero, los recuerdos
humanos, no siempre se olvidan.
-Friedrich, él nunca lo olvidara, aunque hayan pasado casi cien años.
-Si me odiaba tanto entonces ¿por qué me hacía tanto caso?
-Supongo que quería descubrir tu debilidad.
No estaba enojado, yo nunca había confiado en nadie, y si el quería vengarse, bueno, iba a ser
divertido.
-Bueno,-me encogí de hombros- me hace falta diversión.
Christian frunció el ceño.
-¿Es que no lo entiendes?
No pude evitar reírme, Christian enojado era la cosa más graciosa de este mundo.
-Maldición Friedrich. Lo estas tomando muy a la ligera, su objetivo no eres tú, es Agatha.
-¿cómo va a saber quién es mi doncella? Él nunca la va encontrar.
-Me temo que ya está en el país es cuestión de tiempo que encuentre tu rastro de olor. Y sé que
va a encontrar este lugar, apuesto que ya has marcado territorio ¿o me equivoco?
-no, tienes razón ya marqué territorio-en realidad lo había hecho la misma noche que la había
conocido-. Pero puedo llevarme lejos a Agatha, lejos de aquí y así no la encontraría.
-Por favor Friedrich, ella huele a ti, él puede rastrearla sin dificultad.
[138]
- bien, tendré que empezar la cacería.
-Suerte, Friedrich.
Christian se desvaneció.
Yo no quería ir, no quería cazar, quería estar con mi dulce Agatha.
La realidad se me vino encima mientras contemplaba a mi inconsciente doncella, si Gottreich la
encontraba, la iba a… matar. ¡No! Maldición, no, él no le iba a tocar ni uno de sus hermosos cabellos. Yo
no iba a fallar, iba a matarlo. Si, iba a ser fácil, pero entonces, ¿y si ella me ve mientras lo mato? Se
asustará, muchísimo. Ella no sabe nada de mi otro yo, del salvaje y despiadado ser que soy. No podría
soportarlo, ¿y si ella me viera? ¿Le daría miedo? ¿Permitiría que me le acercara? ¿Me dejaría besarla de
nuevo? ¿Dejaría que yo le hiciera el amor, aún sabiendo que soy un vil monstruo sin remordimientos?

Me puse de pie, y caminé de un lado a otro por la habitación. Tenía que matar a Gottreich antes
de que pudiera decirle algo a Agatha, antes de que la encontrara y me la arrebatara.
Estuve mirando fijamente a mi dulce amada que dormía tranquilamente en su cama, tan ajena a
todo, tan inocente. No quería despegarme de ella, quería velar su sueño, y luego verla abrir los ojos al
despertar y llenarme de ella. Me sentía desesperado, no podía creer que tan sólo el pensamiento de
dejarla sola me hacía sentir tan mal, la necesitaba tener constantemente a mi lado. No podía imaginar la
caza y dejarla sola.
Me tumbé en el suelo a pensar. Una cosa era segura: tenía que ir por Gottreich antes de que él se
atreviera a mancillar la morada de mi doncella. Pero no podía dejarla, ella era frágil, demasiado…
Probablemente pensaría que la abandoné…
Él solo pensamiento me hizo sentir una horrible agonía.
Tenía que decirle algo ¿no? Despedirme siquiera, y decirle a donde iba.
Pero no podía decirle la verdad, no podía decirle que tenía que dejarla solo porque si me quedaba con
ella corría peligro.
Peligro. Era imperdonable que ella corriera peligro por mi culpa.
Me levanté del piso y busqué algo de papel, le escribí una nota, advirtiéndole que no saliera de la casa y
excusándome por mi ausencia. Luego, salí por un poco de tierra para trasmutar rosas para ella. En la
tierra estaban los minerales idóneos para crearlas. Hice veinte rosas negras sin espinas –no quería que se
derramara su deliciosa sangre en el suelo- y volví a su habitación. Dejé las flores y la nota en suelo. Me
senté en el borde de su cama para despedirme de ella; me acerqué y aspiré profundamente su aroma,
me dejó extasiado. Teniendo cuidado de no despertarla acaricié su rostro, tratando de memorizar cada
curva y pliegue de su piel. Ella se movió, pero yo sabía perfectamente que estaba dormida, ella se
revolcaba mucho mientras dormía. Pateó la frazada, vi que su camisón se le había corrido, dejando ver
sus piernas desnudas, su ropa interior y su vientre.
Ahhh… su dulce cuerpo.
Deslicé mis dedos por su vientre, sentí la textura de suave de la piel de su entrepierna. Sentí ganas de
despertarla y estar con ella; pero, tenía que irme. Prolongué esos últimos segundos, mientras recorría la
cara interior de sus muslos, su pantorrilla, sus tobillos.
Con un suspiro me aparté de ella, procuré que no pasara frío envolviéndola con la frazada. Por último le
di un beso en la mejilla, y partí.

Mientras corría por la cuidad pensé en ella. No podía sacármela de la cabeza

Llegué a la casa de Christian, ya me había alimentado bastante así que mi herida había curado por
completo. No le dije nada a Christian, simplemente subí al segundo piso. Sabía que Agatha estaba en el
baño, su olor la delataba.
[139]
Aún estaba un poco temeroso, aunque ella no me había dicho nada sabía que Gottreich le había contado
todo.

Bueno, si ella no quería hablar de eso, pues bien, iba a pretender que nada había pasado.
Me escabullí en el baño, ella estaba en la tina, su excitante olor se había mezclado con el olor de la
lavanda, era muy encantador. Ella no había notado mi presencia, ningún humano hubiera podido. Me
desnudé y le hablé a su oído:
-¿Puedo acompañarte?
Ella miró para todos lados, yo me moví con velocidad sobrehumana y me metí en la tina con ella.
El olor de su piel estaba impregnado en el agua cálida, era la sensación más erótica que había
experimentado, más que nada deseaba acercármele y hacerle el amor en esa tina, la extrañaba tanto,
había estado casi un día sin ella, deseaba oler su cuerpo, deseaba sostener en mis manos sus dulces
senos, hacerla gemir tan fuerte que Christian escuchara sin necesidad de usar sus sentidos. Ya podía
imaginarla cerca, muy cerca de mí.
-¿Qué hora es?- preguntó ella algo atontada.
-las dos de la mañana.
-Uhmm… ¿te demoraste?
Pensé que ella me recibiría con más alegría, o que se me lanzaría encima para besarme, pero
estaba tan normal, y bueno, después de haber corrido peligro por mi culpa, probablemente estaba
enojada.
-No no lo creo –sólo había pasado una hora desde que nos habíamos separado- ¿Me extrañaste?
-eso no se pregunta, es obvio que sí.
Me dolió escuchar su voz cargada de acritud, ella estaba enojada conmigo. Me enojé, muchísimo, sentí
que la ira me arrastraba. ¡¿Cómo esa absurda humana podía enojarse conmigo?! ¡¿No que me amaba?!
¡¿Me iba a dejar tocarla?!
No, no. Me dije. Ella está confundida, sólo es eso, no más no hay por qué enojarse.
Lo más gracioso de todo era que la ira y la excitación se mezclaron, quería saltarle encima y hacerle el
amor, de la manera más salvaje. Si. Hacer mi fantasía realidad, esa que quedó guardada en lo profundo
de mi mente, esa de verla llena de pavor, untada de pies a cabeza con su deliciosa sangre. Podría
lamerla, lamer su cara, sus senos…
¡NO! ¡NO! ¡NO iba a hacerle daño! Ella es lo único que más amaba en el mundo, la amaba, no podía
imaginarme sin ella. Recordé la horrible angustia que sentí cuando no la encontré en la casa, esa horrible
agonía, no iba a experimentarla de nuevo.

No me acerqué a ella, me quedé allí en el otro extremo de la tina, aferrando con mis dedos convulsos el
borde de la bañera, mirando fijamente el techo. Aunque había podido apaciguar la ira, todavía mi
virilidad estaba exacerbada, tenía que calmarme para no hacerle nada.
Ella salió de la tina y se envolvió en una bata.
-¿te vas a…?
Le indiqué que se fuera, tenía que quedarme allí hasta que me calmara lo suficiente como para estar
cerca de ella sin desear hacerle nada.
Ella no dijo nada y se fue.

Respiré hondo, necesitaba calmarme. Me hundí, el sonido del agua me calmó; no necesito respirar así
que podía estar allí por mucho, mucho tiempo. La cacofonía del corazón de Agatha me llegaba
amortiguada por el agua, intenté concentrarme en otra cosa que no fuera ella, en el bosque, en el ruido
de las ramas meciéndose por el viento.

[140]
Al fin el agua se enfrió, pero eso era lo de menos, no me afecta el frío. Salí de la tina y dejé que el agua
se fuera por el desagüe, me puse la ropa interior y salí del baño. El pasillo olía a carne cálida de mujer, de
mi dulce Agatha, fui a mi habitación y ella estaba en el sillón, al ver que yo la miraba agachó la cabeza.
Me senté en la cama, nunca había dormido allí puesto que la casa estaba recién construida.
Ella debería estar cansada, entonces ¿por qué no estaba en la cama? ¿Le daba miedo dormir conmigo?
¿Le daba temor quedarse dormida estando yo presente en la habitación?
-¿por qué no vienes a acostarte?- pregunté.
Ella se puso de pie y fue a meterse en la cama. Se metió debajo de la sabana y me dio la espalda. Tenía
unas ganas terribles de besarla, la extrañaba, quería tenerla cerca de nuevo; me había sentido tan mal
cuando la creí perdida, y, a pesar de tenerla a unos escasos centímetros, me sentía como si un gran
barranco nos separara.
-¿te sientes cómoda con la bata?- hablé para parecer cortés.
-¿tú me… podrías… prestarme…?
Parecía incomoda, como si yo fuera algún extraño. En cuestión de segundos fui al armario y saqué una
de mis camisas, se la di, ella abrió los ojos sorprendida y la tomó. Que irónico que ella no se haya
acostumbrado a mi velocidad.
Di la vuelta a la cama y me acosté. Me quedé mirándola fijamente, ella se sentó de espaldas a mí y
empezó a quitarse la bata. Su espalda estaba descubierta, el cabello le caía de esa manera tan seductora
por la piel expuesta. Me acerqué a ella para aspirar la fragancia de su carne, me acerqué a su nuca.
-Agatha, bésame- susurré.
Ella dio un respingo, no había notado lo cerca que estaba de ella. Ya no pude contenerme más, la quería
tener, ahora mismo. Le quité la camisa de las manos, la cogí por la cintura y la atraje hacia mí. Pegué su
espalda contra mi pecho. Ella no se había movido, ni se había girado hacia mí.
Puse mis labios detrás de su oído.
-¿No quieres besarme?- musité.
-No sabes cuánto lo deseo.
Su voz, ella no mentía.
-Ríndete, ríndete ya y bésame.
-No, no puedo.
Le quité la gargantilla para poder besar todo su cuello.
-¿No quieres acaso?- Insistí con mis labios presionados sobre su nuca.
-No es eso, es que… -empecé a besarle la espalda, ella se quedó callada mientras intentaba
concentrarse- …tengo algo que preguntarte.
La volteé hacía mí, ella no opuso resistencia, sus ojos mostraban la necesidad que sentía, ella quería
estar conmigo. La recosté en la cama, me quedé sobre ella soportando mi peso con los brazos, dejándola
sentir mi cuerpo contra el suyo.
-Sea lo que sea, me lo dirás más tarde- susurré.
Ella puso sus manos detrás de mi nuca y me haló hacía ella. Agatha me besaba, profundamente; esta vez
fue ella la que mordió mis labios, obviamente que no me sacó sangre. Esa exquisita fragancia de su piel
manaba concentrada de sus labios, sus besos eran aún más poderosos. Ella me había echado de menos,
su cuerpo me lo decía. Era claro que ella aún tenía vergüenza de hablar conmigo de ciertas cosas, y con
razón, porque ella era muy introvertida y poco sociable, pero era distinto cuando estábamos en la cama,
ella no necesita palabras para expresarme lo mucho que me ama.

Agatha me indicó que me quedara quieto mientras ella memorizaba mi rostro, de dejé caer de espaldas
en la cama y ella se puso sobre mí. Dejé mis brazos alrededor de su espalda, mientras ella iba deslizando
sus manos por mi pecho, empezó a quitarme la ropa interior, muy lentamente; la iba a ayudar, pero ella
no me dejó. Cuando estuve desnudo como ella, me rodeó con sus brazos, soldándose contra mí.
-Nunca me vuelvas a dejar, júramelo- susurró sin aliento mientras se sobaba contra mí.
[141]
-Juro por mi vida que jamás te volveré a dejar. Nunca lo haré, nunca-. Respondí jadeante.
Hundió sus manos en mi cabello y me jaló de nuevo, podía sentir que me aferraba con todas sus fuerzas,
aunque ella no era muy fuerte, yo podría fácilmente deshacer su presa. Pero no lo hice, ni traté de hacer
lo mismo que ella, puesto que si usaba toda mi fuerza ella podría resultar muerta.

Hicimos el amor, una y otra vez, haciendo pausas mientras recuperábamos el aliento. Quedamos
exhaustos, jadeantes y felices.
-te amo- susurré en su oído.
Ella me abrazó y se recostó en mi pecho, su manera predilecta de dormir. Cogió mi mano y la
puso sobre su seno izquierdo, pude sentir la calidez de su piel y el latido se su corazón.
-Yo también te amo.
Pronto iba a amanecer, lo sabía, mis instintos me lo indicaban; casi lo había olvidado, mi mente estaba
tan concentrada en la proximidad de mi Agatha.
-Vas a dormir- dijo con voz soñolienta pero afligida.
-Hermosa mía, no puedo evitarlo.
-pero odio que no estés conmigo,- suspiró y me rozó el pecho con sus labios- odio que duermas
todo el día.
-Yo también odio pasar tanto tiempo sin ti,- quité la mano de su seno y acaricie su rostro- pero es
inevitable, es mi condición como bebedor de sangre.
Ella empezó a acariciar mi vientre, en el lugar donde antes había estado la herida.
-Me gustas mucho- musitó.
-Eso ya lo sabía- contesté mientras sentía que mis labios se contraían en una sonrisa-. Esta noche
me lo has mostrado de diferentes maneras, has reafirmado nuestro amor.
-Eso suena tan del siglo pasado- bostezó.
-Sabes lo viejo que soy.
Esas palabras me dolieron, más de lo que alguna vez hubiera imaginado.
Vejez… era cientos de años más viejo que ella, pero todavía me comportaba como un muchacho,
nunca iba a madurar, no teniendo esta apariencia, no mientras mi piel y mis facciones se volvieran más
inhumanas. Al pasar los siglos siempre noté que mi piel se volvía más blanca, resplandeciente, y las
arrugas de mi rostro se iban desvaneciendo, haciéndome parecer a algún tipo de estatua tallada en
piedra maciza.
Y ella, solo se marchitaría con el tiempo, se volvería muy frágil, más de lo que lo es ahora, tal vez
hasta llegaría a añorar trascender, trascender a través de un hijo, cosa que yo nunca llegaría a darle.
¿Seguiría ella amándome aunque yo siguiera siendo siempre un niño? Cuando su cuerpo sea adulto,
cuando añore la compañía de un hombre, ¿podrá seguirme queriendo? No, ella deseará algo más, y yo
nunca podré crecer con ella, sólo la vería hacerse mujer mientras yo sigo estancado, ni hombre ni niño,
siempre estaré en esa etapa de transición. Yo podría seguirla queriendo, obvio, amándola hasta que
muriera… lo efímero de la raza humana, una vida no es suficiente tiempo para amar a una persona,
nunca podría llegar a conformarme con treinta o cuarenta años de su vida, de su tiempo; no, no sería
suficiente, ni mil eternidades lo serían.
Entonces ¿cómo podre vivir sin ella? Había probado el dulce néctar de sus labios, había
escuchado su voz, había visto su sonrisa, había sentido sus caricias; me había vuelto adicto a su
compañía, jamás lograría sobreponerme si ella me dejara, nunca sería el mismo de nuevo. Torturado por
mis pensamientos, no me di cuenta cuando el sueño de los muertos me arrastró a la inconsciencia.

El despertar del sueño oscuro era algo que en mi vida humana jamás había experimentado, era
como si despertara de golpe, como su un día de sueño se hubiera convertido en segundos. Mis sentidos

[142]
funcionaban a las mil maravillas, estaban siempre alertas, en busca de algo que pusiera en peligro mi
existencia.
Lo primero que vi al despertar fue a mi dulce querida, su hermosa y anémica piel, sus ojos miel
llenos de sorpresa, mi mente invocó la dulce y embriagadora sensación de estar poseyéndola. No hubo
que pensarlo mucho, la halé hacía mí, hundí mi cara en su cabello.
¡Que dulce olor! ¡Que fragante es su aroma! Podría renunciar a todo, a mis poderes, a mi vida
solo por un beso suyo.
-Querida, quítate esa camisa y vuelve a ser mía-. Musité embelesado mientras presionaba mis
labios contra su cabeza.
De nuevo sentí la necesidad de estar unido a ella, estaba ávido de sus caricias,

Como me agradaba la música fuerte, pesada; me recordaba a la esencia animal, al caos, a la destrucción.
Eso era lo único que disfrutaba de verdad, la música que me hacía retumbar hasta la última fibra de mi
cuerpo. En la penumbra imperturbable de mi morada, donde el eco de la música rabiosa retumbaba por
cada muro. Era una hermosa sinfonía infernal, llena de caos, era la perfecta música de ambientación para
la caza.

PARTES CORTADAS
SIGLO XIX
….Hell frunció el ceño.
-¿es que acaso no sabes el código de conducta de una señorita? –Christian intentaba reprimir la
risa- Es de muy mal gusto que un caballero haga visitas a su dama cuando ésta se encuentra sola en la
casa.- dijo Hell con seriedad.
-¿tu en que siglo vives?- le pregunté.
-¿perdón?- dijo él.
-Friedrich, Friedrich, Friedrich –dijo Christian mientras le daba unas palmaditas amistosas en la
espalda a Hell.
-pero ¿por qué dicen eso?- dijo Hell con recelo.
-Hell, las formas de presentarse del siglo XIX ya están mandadas a recoger, además ¿por qué
piensas ahora en eso? Todo este tiempo has estado a mi lado a solas y hasta ahora vienes a cuestionarte
si es decente o no.
-Es que me da nervios pensar que no le agrade a tu madre.-hablando de esa manera Hell se veía
increíblemente humano.
-¡ay no Friedrich!, no digas eso, eres tan encantador que ella te adorará- su voz se volvió
socarrona- ; además si no le agradas puedes usar tus encantos con ella.
-definitivamente -suspiré- ustedes están locos.
-¿que más puedes esperar de dos vampiros? – dijo Christian en tono burlón.

LA CARTA DE CHRISTIAN

Respetadísimo Hell:

[143]
¡Hola hermanillo! Supongo que ya habrás descubierto la razón de
tu visita a ese país ¿ya la has encontrado? –no me refiero a la
asignación, se de primera mano que ya habrás acabado jejeje- te
envié a ese país porque allí sentí a una persona que responde a tu
frecuencia natural, cosa que me alegra ya que llevabas más de 332
años buscando –llevo la cuenta de lo viejo que eres Helly-gelly
jajajajaja- y al fin la has encontrado, cuéntame ¿cómo es? ¿Es
bonita? ¿Sabe bien? –Jejeje-
Pero quiero pedirte un favor ¡se prudente si la muerdes! Porque si
la matas ya no tendrás oportunidad de hallar otra persona. Te lo
digo porque conozco lo sádico que eres, aunque no será tan arduo
si ella se ha prendado de ti.
Lo dejo en tus manos, espero que me hagas saber pronto los
detalles.
PD: Recuerda “Amor y sacrificio priman sobre una vida
inmortal”
Con cariño,
Tu querido hermano mayor;
Christian.
-espero que esto no termine mal Agatha, no te vayas a encaprichar mucho con ese muchacho porque
después cuando terminen va a ser fatal para ti.
-¿quién dijo que íbamos a terminar?
-Agatha no puedes pretender que el amor es para siempre, y menos a tu edad; estas muy joven,
aún tienes mucho que vivir así que tienes que hacerte la idea de que tal vez sufrirás o tal vez ese joven
no se contente contigo; la vida no es como en los cuentos de hadas que te dicen que el amor es para
siempre, mírame a mi; me casé pensando que tu padre era el amor de mi vida y mira ahora estamos
separados. Agatha de verdad quiero que comprendas la complejidad de una relación amorosa, es
demasiado para ti que eres tan frágil. Tengo miedo de que si te llevas una gran decepción termines
cayendo en la depresión y tu sabes que terminarías…- mi madre horrorizada fue incapaz de terminar la
frase.
-¿por qué dices eso?- le dije con voz trémula – ¿que pasa si te digo que el amor es para siempre?
Lo es, yo lo creo a según mi parecer puede que yo sea una enferma mental pero estoy segura de que de
verdad es para siempre.
Para mi desgracia las lágrimas empezaron a asomarse, tenía tensa la garganta me dolía horriblemente. El
gato me miraba con tristeza, agachó las orejas; se veía muy humano.
-Agatha, tranquilízate- dijo mi madre preocupada.
Intentó acercarse pero yo le indiqué que no lo hiciera. Empecé a llorar, jadeando como una niña
pequeña.
- se que Patrick nunca me haría tal cosa.-gimoteé.
El gato empezó a lamerme la mano.
-Agatha por favor no te derrumbes así, se razonable, el primer amor no es para toda la vida.
[144]
Intenté recuperar la compostura, pero fue imposible; el nudo en la garganta no se iba. Abracé al gato, él
ronroneó agradecido.
-escúchame, por favor.- miré a la cara a mi madre estaba sería- Puedes estar con Patrick eso no
te lo voy a negar, pero debes hacerte a la idea de que no va a ser para siempre; no te encapriches ni te
obsesiones por él ya que lo puedes ahuyentar, él se va a asustar y no podrá mantener una relación tan
enfermiza contigo.
Agaché la mirada, para evitar ver la lastima en los ojos de mi madre.
-Creo que suspendimos el psicólogo muy pronto, mañana voy a sacarte cita; porque veo que
definitivamente no has avanzado nada.
-¡no!- grité, no podía concebir ir de nuevo a ese pedante lugar donde todos me observaban
como si yo tuviera lepra. Me puse de pie, con violencia y subí escopetada a mi habitación. Me encerré
allí, y me senté en una esquina a llorar. Hell tomó forma humana y me abrazó. Su abrazo evitó que me
rompiera en pedazos.
-Agatha- dijo mi madre enojada del otro lado de la puerta- abre.
-¡NO!- vociferé- VETE DE AQUÍ.
-Agatha ábreme la puerta en este instante.
-¡VETE DE AQUÍ!
-esta bien Agatha no me abras pero prométeme que no vas a hacer nada estúpido- me advirtió
ella.
No le respondí ya que Hell me estaba besando, lo hacía con tal delicadeza y ternura que me hacia sentir
mucho mejor. Cuando sus labios estuvieron libres murmuró:
-no llores mi amor, aquí estoy contigo y no te voy a dejar nunca.- su voz sonaba terriblemente
afligida, sus ojos mostraban la misma agonía que sentía mi corazón.
A pesar de que él me dijera eso seguía llorando. Él al ver que yo derramaba más lágrimas me quitó la
bufanda dejando al descubierto mi cuello.
-se lo mucho que te gusta que haga esto- murmuró mientras besaba mi nuca.
Acarició mi cabello tratando de tranquilizarme. No hizo más que besarme hasta que mis jadeos se
detuvieron.
-¿ya te sientes mejor?- dijo mientras ponía su rostro cerca del mío.
-gracias- dije con un hilo de voz- eso era lo que necesitaba.
-tu madre ha salido- dijo él preocupado- temo que piense que te has matado.
Intentó ponerse de pie pero no lo dejé.
-quédate conmigo por favor.
Sonrió con ternura y me retuvo en sus brazos, recosté mi cabeza en su pecho.
-que voy a hacer contigo Agatha,- besó la parte superior de mi cabeza- eres muy frágil.
-¿te molesta acaso? – le pregunté herida.
-no, soy indestructible así que cuidare de ti.
-no me dejes por favor, nunca lo hagas.
-me es imposible dejarte, te necesito tanto como tu me necesitas a mí. Te amo demasiado
Agatha nunca lo olvides.
-Christian me había dicho que debemos volver a Inglaterra.
Quedé fría.
-¿pero no habías dicho que te ibas a quedar conmigo?- grité espantada.
-Si yo dije que me quedaría contigo- dijo con parsimonia- pero no dije exactamente donde.
-es decir que yo…
-¿quieres irte vivir conmigo?- me pidió con voz aterciopelada.
-pero… ¿tan pronto?
Era algo que no me esperaba.
-Es que no puedo esperar más, pero si te parece muy…
[145]
-no, yo quiero ir contigo.-le atajé.
-¿no te interesa dejar tu vida atrás?
¿Vida? Yo no tengo vida, bien podría desaparecer y a nadie le importaría.
-Hell, tu bien sabes que ahora lo único que me da razón para vivir eres tú.
De repente él se tensó.
-¿que pasa?- levanté la cabeza para mirarlo, tenía expresión solemne.
-¿sería yo razón suficiente para que tu mueras?
-¿Qué quieres decir?
-si vas a vivir conmigo, he de transformarte.
-¿de verdad?
-si –suspiró.
Hubo un silenció tenso, yo no sabía que decir; tendría que convertirme para estar con él. ¡Que importa
mi vida! es una tortura. Tal vez con mi “nueva vida” todo sea mejor…

-tienes que renunciar a este mundo, a lo que conoces ¿estas dispuesta a condenarte a la noche
eterna?

[146]

También podría gustarte