Expediente Negro
Expediente Negro
Expediente Negro
Expediente negro
1.ª edición, Editorial Domingo Fuentes, 1967
1.ª edición digital, Fundación Editorial El perro y la rana, 2020
Edición y corrección
María Jesús López Balo
Transcripción
Greter Catay Díaz Pérez
ISBN: 978-980-14-4710-8
Depósito legal: DC2020000986
albert camus
La sombra de la libertad
prólogo
La muerte creadora
Orlando Araujo
17
josé vicente rangel:
21
nota a la primera edición
24
nota a la segunda edición
J. V. R.
Caracas, marzo de 1969
27
nota a la tercera edición
J. V. R.
Agosto de 1972
30
palabras para una nueva edición
33
LA DENUNCIA
(nov iembre 24, 1965)
Un derecho de palabra
con veintisiete días de retardo
37
Repudio al terrorismo
43
y sobre la existencia de centros especiales de reclusión desde los
cuales llegan constantes denuncias de violaciones de los dere-
chos humanos.
Denuncio la desaparición del ciudadano Pedro Ramón
González Marcano, de 26 años de edad, trabajador en una
agencia de viajes de Anaco, donde fue detenido hace aproxi-
madamente mes y medio por la Digepol. La madre de Pedro
Ramón González Marcano ha requerido información sobre el
paradero de su hijo, sin que hasta ahora lo haya logrado. La
madre de Pedro Ramón González Marcano vive en Margarita
y en la noche de ayer se enteró por la radio que hoy se iba a dar
un debate donde se plantearía la situación de los desaparecidos
políticos. Entonces se vino a Caracas, directamente de Marga-
rita, para consignar la denuncia de la desaparición de su hijo.
Denuncio la desaparición de Raúl Castro González, de 27
años, ocurrida a partir del 22 de octubre, fecha en que fue dete-
nido en Maiquetía, por efectivos de la Digepol.
Iba a denunciar la desaparición de Juan Pedro Rojas Mo-
llejas, falconiano, detenido el 2 de noviembre por el Digepol, en
momentos en que se disponía a visitar la casa del dirigente po-
lítico —ya preso— Humberto Arrieti. Digo iba a denunciar la
desaparición de este ciudadano, pero una información apareci-
da en el diario La Esfera del 21 de corrientes, dice lo siguiente:
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Según la información de La Esfera, este compatriota apa-
reció ahorcado en el mencionado campo antiguerrillero del
estado Monagas. Hasta la fecha en que se publicó esa infor-
mación se hallaba desaparecido, su detención era negada por
las autoridades, y su padre lo buscaba por todo el país.
Denuncio la desaparición de José Gregorio Suárez, ciu-
dadano venezolano de 30 años de edad, detenido el 9 de no-
viembre de 1964 (óigase bien, hace un año) por la Dirección
General de Policía, en Barinas, en el barrio Mijagual.
Denuncio lo desaparición de José Miguel Rodríguez Flo-
res, detenido el 31 de octubre de 1964, en Guanare, estado
Portuguesa, por efectivos de la Dirección General del Policía.
Sus familiares lo buscan desde entonces, infructuosamente.
Iba a denunciar la desaparición de José de Jesús Mata,
detenido por organismos de seguridad hace un mes y medio.
Sus familiares lo habían buscado por todas las cárceles del
país, incluso en el Comando Antiguerillero de Cachipo. Hace
cinco días apareció torturado en el mencionado lugar.
Denuncio la desaparición del ciudadano Donato Carmo-
na, de 60 años de edad, dirigente sindical que luchó contra
la dictadura perezjimenista y fue torturado por la Seguridad
Nacional. Su esposa e hija lo buscan desde el 9 de septiembre.
Se han cumplido ya más de dos meses de su desaparición,
después de haber sido detenido en el centro de Caracas por
efectivos de la Dirección General de Policía.
Denuncio la desaparición de Eduardo Mijares, deteni-
do por agentes del SIFA, en Maturín, el 7 de noviembre. Se
presume que fue trasladado al Comando Antiguerrillero de
Cachipo, pero tanto allí como en las oficinas de la Digepol
lo niegan. La Fiscalía General conoce del caso. En una carta
de la ciudadana Amelia Mijares, hermana del desaparecido,
esta denuncia la forma como fue detenido Mijares por efecti-
vos del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas. Las
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características del caso, y de otros que se han presentado en
el estado Monagas, fueron denunciadas por el diputado de
Copei a la Legislatura, Simón Reyes.
Denuncio la desaparición de Carlos Guillén Rodríguez,
detenido en Barquisimeto el 22 de septiembre por la Dige-
pol, traslado posteriormente al Comando Antiguerrillero de
Urica, El Tocuyo. Sus familiares lo solicitaron en el lugar y se
les ha dicho que no está. Igual respuesta recibieron cuando
concurrieron ante la Dirección General de Policía en Barqui-
simeto, en Caracas y otras ciudades.
(Debido al tiempo limitado que dispongo, no leo las co-
municaciones de los familiares, a través de cartas realmente
patéticas, dando cuenta de la desaparición de sus seres que-
ridos).
Denuncio la desaparición de César Burguillos, maestro,
34 años de edad. Toda la familia de Burguillos, que vive en un
cerro de Caracas, es de Acción Democrática. Burguillos fue
detenido en Carúpano el 17 de agosto de 1965 por efectivos
de la Digepol. Veinte días después, según información de los
familiares, fue trasladado al campo antiguerrillero de Cachi-
po. Allí las autoridades militares han dicho que no está.
Denuncio, igualmente, la desaparición de los ciudadanos
Roger Zapata y Octavio Romero, detenidos hace un mes y
medio. Según noticias fueron llevados al campo antiguerrille-
ro de Cachipo. Pero allí niegan que estén.
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El caso Lovera tiene antecedentes
Ahora bien, ¿es acaso la primera vez que en este país desapare-
cen detenidos políticos? ¿Se puede negar tal posibilidad? Nu-
merosos son los casos de ciudadanos que han muerto después
de haber sido detenidos por la policía. Y creo que todos esos
ciudadanos mencionados aquí en diferentes ocasiones, han
sido fríamente eliminados. Todos ellos fueron detenidos por
los servicios de seguridad del Estado y luego asesinados con
cualquier pretexto. Conste, además, que hablo del actual perío-
do constitucional. No del anterior ni de la etapa perezjimenista.
Aquí tengo el informe del fiscal general, del año 64, en
el que se da cuenta de la investigación que hizo ese despa-
cho en torno a la muerte del sociólogo Víctor Soto Rojas, del
dirigente campesino Trino Barrios y del ciudadano Heriberto
Cartagena. Voy a dar lectura al resumen que hace el fiscal de
las comunicaciones cursadas entre ese despacho y el Ministerio
de la Defensa:
49
dano Heriberto Cartagena, fueron conducidos por una
comisión de la Dirección General de Policía, presidida
por el jefe de la zona n.o 8 de dicho cuerpo, con sede en
Barcelona, hasta el Comando Operacional del Ejérci-
to, que para los efectos de la operación del cerro de El
Bachiller estaba instalado en la carretera Oriente, entre
las poblaciones de El Guapo y Cúpira, donde fueron
entregados al comando de las fuerzas militares acan-
tonadas en dicho sitio; por cuanto, del mismo modo,
consta que los ciudadanos Víctor Ramón Soto Rojas
y Trino Barrios fueron muertos en la nombrada región
de El Bachiller, en las cercanías de un puesto guerrillero
llamado Puesto de Hornos, el día 31 de julio próximo
pasado, como consecuencia de emboscada llevada a
cabo por un grupo guerrillero.
¿Quién gobierna?
57
LA MUERTE
(mar z o 7, 1966)
La misma situación
de hace cuatro meses
64
definidamente. En Cachipo murió el pintor Juan Pedro
Rojas y se dice que allí desaparecieron también Roberto
Bastardo, José Pulido Núñez, etcétera. Creo que es in-
dispensable haber trasladado a las páginas informativas
el contenido de este documento al cual me estoy refi-
riendo. Es indispensable, sin duda, establecer la exactitud
o la falsedad de estas aseveraciones. El Ejército mismo
está interesado, en primer término, en velar por la mo-
ralidad y entereza y la humana convicción de sus miem-
bros. Cuando un hombre ha sido obligado en nombre de
la disciplina, en nombre del orden, en nombre de la ley
a ejecutar actos contrarios a todo principio de respeto a
la dignidad humana, necesariamente pierde los resortes
morales indispensables para guiar la conducta.
66
naval. Desfilarán todas menos una, menos la candidata
de Los Ejidos. A esta, una menor de edad, la detuvieron
el día anterior. Dicen que la han visto pasar en Jeep,
custodiada. Nadie sabe por qué está presa.
Pero el caso más importante, y que creo debe ser motivo de estudio
y meditación por los parlamentarios, es el que se relaciona concre-
tamente con los campos antiguerrilleros de Urica y Cachipo.
¿Qué son los teatros de operaciones (TO) o campos anti-
guerrilleros? ¿Qué ubicación corresponden en el ordenamiento
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legal de la República —si es que vivimos en un sistema demo-
crático y constitucional— a estas cárceles, a estos centros de
tormento y de suplicio que de manera improvisada han sido
instaladas en distintas regiones del país? ¿Son acaso cárceles
nacionales, retenes, centros de reclusión, creados mediante de-
creto o qué son, qué carácter institucional tienen? No son ni
una cosa ni otra. Resulta difícil, por no decir imposible, ubicar
en el ordenamiento legal de la República estos casos. ¿Cuál
es su verdadero régimen legal? ¿Puede una autoridad, así sea
el Ejército Nacional, detener a una persona, por ejemplo, en
Caracas y llevarla a Cachipo o a Urica, sustrayéndola de la ju-
risdicción ordinaria, del ámbito de sus jueces naturales, e in-
comunicarla en un campo de detenidos políticos, someterla a
torturas, todo dentro del llamado orden democrático del país?
Son numerosas no solo las denuncias sobre torturas, sino
también sobre la incomunicación de personas. Y como todos
aquí deben saberlo, el ordinal 3.º del artículo 60 de la Constitu-
ción establece en forma terminante que la tortura y la incomu-
nicación están proscritas, y en consecuencia nadie puede ser so-
metido a tales procedimientos. Tanto es así, que en lo referente
a la emergencia, cuando se trata de suspensión de garantías,
esta, relativa al ordinal 3.º del artículo 60, ni siquiera puede ser
suspendida porque es inherente a la condición humana del ciu-
dadano. Existen principios y normas en nuestro ordenamiento
constitucional —como es el caso de que todo ciudadano debe
ser juzgado por sus jueces naturales y que un ciudadano, en
el caso de ser detenido preventivamente, al cumplir ocho días
de detención debe ser pasado su caso a un juez o puesto en
libertad— que no se pueden violar sin que se resienta toda la
estructura jurídica del régimen. Sin embargo, en el caso de los
detenidos en Cachipo y Urica se les saca de la jurisdicción pe-
nal que les corresponde; y no solo se les detiene por más de
ocho días sin que un juez competente entre a conocer, como lo
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establecen las disposiciones constitucionales relativas a la liber-
tad personal —artículo 60 y transitoria sexta—, sino que se les
incomunica y tortura como lo demuestran multitud de casos.
Pero hay algo más grave todavía. Es posible que ustedes piensen
que miento cuando hago esta afirmación o que exagero; mas no
es así. A mí me ha confesado el fiscal general de la República,
el doctor Antonio José Lozada (y desearía que este testimonio
pudiese ser conocido por todos los parlamentarios, bien en una
interpelación del fiscal en la Cámara, o bien en la Comisión
de Política Interior), que los fiscales auxiliares del Ministerio
Público no tienen acceso a los campos antiguerrilleros, porque
las autoridades militares impiden la visita de tales funcionarios.
El doctor Lozada, impotente ante esta situación, me ha dicho
que él está convencido de que, hoy por hoy, se ha consolidado
en el país un auténtico superfuero militar que afecta principios
fundamentales de la Constitución y lesiona al Ministerio Pú-
blico, respecto a la unidad e indivisibilidad de este, que él trata
de corregir ahora, introduciendo a las Cámaras un Proyecto
de Ley de Fiscalía que consagre la posibilidad de que toda in-
vestigación ordenada por el Congreso, o pedida a solicitud de
la parte interesada, sea motorizada por el fiscal general de la
República o sus auxiliares, no importa la jurisdicción.
Esta situación es grave. Llamo a la reflexión a todos sobre
este hecho de una peligrosidad innegable para el sistema de-
mocrático: Frente al hecho de que puedan ser detenidos ciuda-
danos, incomunicados y torturados, sustraídos a la jurisdicción
que les corresponde y a los jueces que en derecho deben juz-
garlos, y que además el Ministerio Público, que tiene la fun-
ción constitucional de velar por las garantías, por el respeto a
69
los derechos humanos, esté imposibilitado de cerciorarse si se
están violando derechos fundamentales, es algo que liquida en
su base el Estado de derecho. Nadie puede negarlo o disentir
siquiera, a no ser que actúe de mala fe.
Investigación total
Esta carta está dirigida al fiscal general. Ella envió una co-
pia a mi nombre, y concluye: “Como fiscal general de la Repú-
blica me dirijo [a usted] para que se proceda a las averiguacio-
nes pertinentes del caso y se establezca la responsabilidad y el
castigo que se merecen los autores de este criminal atropello”.
Desde esa fecha, Rafael Venancio Álvarez está desaparecido.
Es un hombre que ha sido detenido por un organismo de se-
guridad; que ha sido visto en el Hospital Militar; que ha sido
visto en las dependencias del SIFA del Palacio Blanco, y que,
posteriormente, su madre le ha perdido rastro.
El asesinato de Lovera
76
falsa noticia de la detención de Alberto Lovera por fun-
cionarios de la Dirección General de Policía, pudiera
constituir un recurso para procurarle libertad de movi-
miento en la continuación de sus actividades clandesti-
nas y bien conocidas.
Proposiciones
81
LAS RESPONSABILIDADES
(nov iembre 23, 1966)
Un debate trascendental
El calvario de un hombre
89
¿Qué ocurría mientras Lovera era asesinado?
Luego Quintana Silva dice otras cosas: dice, por ejemplo, que
él fue sacado de ese apartamento el 20 de octubre, un día des-
pués de su detención, y llevado a un sitio de Caracas que no
puede identificar porque tenía cubierta la cabeza con una ca-
pucha y que le colocaron unos lentes oscuros, siendo sometido
en ese sitio a torturas. Yo le creo a Quintana Silva porque él
dijo la verdad desde el primer momento, cuando declaró ante la
Comisión. Su versión se mantuvo y se vio confirmada. En cam-
bio, no le creo a Patiño González porque mintió abiertamente
a la Comisión cuando sostuvo que Quintana Silva había sido
detenido el 23 de octubre y sobre otros hechos a los cuales me
referiré más adelante.
La llave de Lovera
96
contradicciones le restan sinceridad a sus declaraciones
y, por tanto, esta Corte no las puede apreciar por ser
conformes a la verdad.
El vehículo de Lovera
97
Los periodistas declaran
Ahora bien, hay algo que conviene agregar, aun cuando sea
rápidamente. El asesinato de Alberto Lovera no se puede
desvincular del contexto político, disciplinario y organizativo
de la Dirección General de Policía para la fecha en que se co-
metió el crimen. Numerosísimas fueron las denuncias hechas
públicas —más de una en el seno de la Cámara— contra ese
organismo policial por violación a los derechos humanos y de
otros delitos similares. Ya en el año 1964, con motivo del asal-
to a la Universidad Central y de las torturas cuando el caso
Smolen, salieron a relucir hechos sumamente graves relacio-
nados con la Dirección General de Policía, que involucra-
ban al jefe de la División de Orden Público, “Capitán” Carlos
Vega Delgado. Sin embargo, en esa oportunidad el Gobierno
nacional no tomó medidas para reorganizar ese servicio. Pese
a que en la Cámara se dijo de manera muy enfática que lo que
*
Véase la declaración aparte del comandante Ernesto Pulido Tamayo en el diario El
Globo, de fecha 30 de noviembre de 1996, al periodista Euro Fuenmayor.
99
sucedía en la Digepol era altamente peligroso para la vida de
los detenidos. Entonces el Ejecutivo despreció tan importan-
te opinión. Y es a partir de ese momento cuando Carlos Vega,
que era un simple agente de la Digepol, fue ascendido al car-
go de jefe de la División de Orden Público, la dependencia
más importante del organismo.
Esa situación existente en la Digepol tenía que explotar,
tenía que producir un hecho con el patetismo y el dramatismo
que configuran el caso Lovera.
106
ENTRE LA VERDAD
Y EL MIEDO
Entre la verdad y el miedo
112
Las otras cosas y la política
113
los cuales se pasa como sobre ascuas, a pesar de que
merecen toda la atención de los ciudadanos.
117
De lo que no se quiere hablar
121
El derecho a la vida
124
Algunas actuaciones de la fiscalía
128
Los caminos de la paz
132
EPÍLOGO
La investigación sobre la muerte de Alberto Lovera culminó en
el Parlamento venezolano con el debate del 23 de noviembre
de 1966. La investigación policial, adelantada por el organismo
auxiliar de la justicia —Policía Técnica Judicial— con la re-
presentación del Ministerio Público a través del fiscal décimo,
concluyó cuando el expediente respectivo fue remitido al juez
segundo de Primera Instancia en lo Penal de Caracas. Sin em-
bargo, este juez declinó conocer del caso y envió el expedien-
te al juez segundo en lo Penal de Barcelona, quien ha venido
actuando como juez de la causa por estar en su jurisdicción el
lugar donde fue hallado el cadáver.
Una vez que el juez de Barcelona recibió el expediente, lo
remitió de nuevo a Caracas con auto muy amplio ordenan-
do que el juez noveno de esta ciudad, tomara declaraciones a
los testigos y a otras personas en capacidad de contribuir a la
investigación y esclarecimiento del hecho. Con esta maniobra
judicial, para la cual algunos funcionarios se prestaron en forma
inconsciente y otros han procedido con una clara orientación,
el Gobierno logró tomar en sus manos el “expediente Love-
ra”. Hasta ese momento, gracias a las investigaciones realizadas
en el plano estrictamente policial y por el impacto de opinión
que la discusión en el Congreso produjo —también debido a
la conducta intachable del representante del Ministerio Pú-
135
blico—, se acumularon suficientes elementos probatorios que
hacían recaer sobre la Dirección General de Policía (Digepol)
presunciones muy graves en cuanto a la participación de miem-
bros de ese organismo en la muerte de Alberto Lovera.
Lo actuado —sí se ha conocido— arroja indicios y permi-
te establecer presunciones que llenan plenamente los extremos
exigidos por la ley para proceder a dictar auto de detención
contra algunos funcionarios y exfuncionarios de la Digepol.
No obstante, la situación ha sido hasta ahora diferente. Los
funcionarios o exfuncionarios de la Digepol fueron llamados a
declarar como simples testigos y no en calidad de indiciados;
la representación del Ministerio Público fue alterada —con lo
cual se quebrantó un acuerdo del Congreso que exigía al fiscal
general rodear de garantías suficientes la investigación— cuan-
do fue designado otro fiscal, de reconocida inclinación hacia
el Gobierno, para acompañar en su actuación al fiscal décimo.
De igual modo, mientras se ha estado tomando declaraciones a
ciudadanos sin mayor conocimiento de los hechos, en cambio
no se pide que depongan a parlamentarios que intervinieron
directamente en la investigación y a otras personas que rindie-
ron ante la comisión del Congreso importantes testimonios.
¿A dónde llevan, a dónde conducen todos estos hechos?
Las presiones ejercidas sobre el fiscal general, la entrega del
expediente a un juez estrechamente ligado al Gobierno, el
nombramiento de un nuevo fiscal vinculado al sector oficial,
el manipuleo inescrupuloso de testigos, indican una sola cosa:
que el caso Lovera será archivado, o que el resultado de las lar-
gas investigaciones realizadas hasta ahora, de las que se deduce
claramente la responsabilidad de un organismo policial en la
muerte de este ciudadano, será alterado en tal forma que, a la
postre, la decisión será dejar abierta la averiguación o bien ape-
lar a cualquier otra salida leguleya que exonere de castigo a los
responsables del crimen.
136
No extrañaría que así sea. Cuando se inició el proceso de
denuncias e investigación del asesinato de Alberto Lovera, es-
tuvo muy lejos del ánimo de los acusadores el convencimiento,
la sensación de optimismo, de que el crimen sería totalmente
esclarecido y de que los responsables recibirían condena de los
Tribunales de Justicia. Pensar o actuar de ese modo habría sido
tanto como desconocer la realidad, ignorar el medio donde se
vive y se actúa, idealizar una justicia que no puede ser distinta
al sistema del cual es expresión. Política y moralmente —tal
era el propósito de la denuncia— el crimen quedó probado: un
organismo policial de Gobierno surgió como inculpado. Y el
sistema cargará con esa muerte para siempre. Nadie en Vene-
zuela pone en duda que Lovera fue asesinado en desarrollo de
una línea de exterminio político, por una poderosa organiza-
ción político-policial. La denuncia tuvo la virtud de galvanizar
a la nación contra ese crimen que vino a ser la culminación de
una larga cadena de violaciones a los derechos ciudadanos y a
la dignidad humana, por parte de un régimen que se dice de-
fensor de los mismos y que se exhibe ante el continente como
modelo de democracia.
Pues bien, en Venezuela la muerte de Lovera demostró
que el crimen político tiene una esencia, una expresión; que
tiene, como en todos los países subdesarrollados, una tipicidad,
una plástica sangrienta, cruel, humillante. Y solo por razones
excepcionales, en circunstancias especiales, se logra conocer y
llevar hasta el grueso de la opinión esos caracteres. En Vene-
zuela han muerto durante el régimen democrático centenares
de ciudadanos torturados, abaleados, en campos, barricadas y
cárceles. La lista es impresionante y el método utilizado para su
eliminación no difiere, en cuanto a crueldad se refiere, al que se
usó a la hora de arrebatarle la vida a Alberto Lovera. Pero fue la
muerte de Alberto Lovera la que logró descorrer el velo, rom-
per el sigilo, la complicidad tácita o expresa de fuerzas políticas
137
adictas al sistema y de órganos de expresión, y a poner en evi-
dencia ante el mundo la crueldad e ignominia de ese sistema.
Pero nadie tiene derecho a equivocarse sobre los alcances del
proceso de investigación de ese crimen. Superada la primera
fase, recuperado el régimen del sobresalto que le produjo verse
desnudado de improviso, entraron a jugar papel preponderan-
te otros recursos del sistema: la amenaza velada, el retardo, el
soborno de funcionarios. Una espesa capa comenzó a cubrir el
caso que con el correr del tiempo habrá de perder su demoledor
impacto inicial. Las promesas de justicia se olvidaron y nuevos
hechos han ocupado la atención del país.
¿Acaso puede llevar esta situación al desaliento, al pesimis-
mo? No. Hacerlo equivaldría a colaborar en cierta manera con
el sistema. Por el contrario, lo que sucede debe servirnos para
captar en toda su dimensión el fenómeno a que están enfrenta-
dos los países semicoloniales, mediatizados por la penetración
imperial: realidad aterradora, enajenación de todo tipo, fariseís-
mo de las instituciones.
Mas esa realidad es la que permite juzgar esta sociedad y la
crisis que la acosa en sus diferentes manifestaciones. Juzgarla,
por cierto, con relación a criterios que ella misma ha estable-
cido. Ningún hecho político puede ser examinado con pres-
cindencia de la realidad, desvinculado del contexto en que se
produce, sin apego a normas que permiten la elaboración de
un juicio.
Las ideas que tenemos de la política —ya lo dijo Sartre—
deben llevarnos a no considerar esta solo bajo el ángulo de su
eficacia. Aquí cabe perfectamente una pregunta que se ha he-
cho con crudeza el escritor francés: "¿Es que un hecho político
no tiene también una estructura ético-jurídica?". Considera-
mos que sí la tiene, y que esa estructura es tan importante como
los fines que se persiguen con la acción política. Aun cuan-
do estamos comprometidos —al igual que la mayoría de los
138
venezolanos— con algún partido o actitud ideológica en una
lucha donde no hay tregua, debemos actuar con la referencia
de unos principios que no pueden entrañar concesión a cierto
humanismo dulzón y plañidero, sino afirmación de la esencia
de un pensamiento vital para el hombre y para toda la sociedad
nueva.
Solo un criterio general, válido integralmente para la de-
fensa del hombre y de sus atributos esenciales, es lo que nos
permitirá salir airosos de esta encrucijada decisiva en la cual
valores fundamentales están a prueba, y en que según parece
la primera baja —como siempre ocurre en este tipo de conflic-
tos— es la vida humana. Es esta posición la que nos da auto-
ridad para denunciar y condenar —sin aparecer moviendo los
hilos de un juego oportunista y además macabro— el asesinato
de Alberto Lovera, un comunista que tenía derecho a la vida
en su propia tierra, así como la muerte de cualquier otro ve-
nezolano, abstracción hecha de su credo político o ubicación
partidista.
La aplicación de la ley por los tribunales de justicia —tal
y como sucede en un país de juicios paralizados y amañados,
de violación a normas procesales, a principios constitucionales
y legales, de muertes extrañas de detenidos en los propios ca-
labozos, de torturas, de incontables desapariciones de personas
después de haber sido apresadas por organismos policiales— se
exhibe actualmente burocrático. No debería ser así; pero lo es.
Porque su ejercicio siempre ha sido envilecido entre nosotros y
la impunidad ha terminado por convertirse en regla. Ejemplo
irrebatible de ello es el caso Lovera.
139
APÉNDICE I
Portada del informe presentado por la Comisión Especial del Congreso, 1966
Ciudadano
Presidente de la Cámara de Diputados
SU DESPACHO
II
LUIS LA CORTE,
Presidente
SALOM MEZA ESPINOZA
ASISCLO HERNÁNDEZ S.
ISAÍAS MEDINA SERFATY
CEFERINO MEDINA CASTILLO
ALFREDO BALDO CASANOVA
JOSÉ VICENTE RANGEL
ASISCLO HERNÁNDEZ
SALOM MEZA ESPINOZA
LUIS LA CORTE
174
Cronología
175
26 de octubre. La comisión de la Digepol procede a deshacerse
del cadáver.
27 de octubre. En horas de la madrugada, un pescador descubre
un cadáver flotando, amarrado con cadenas, en la playa de Le-
chería, próxima a Barcelona (estado Anzoátegui).
24 de noviembre. Primer debate en la Cámara de Diputados so-
bre la desaparición de Lovera.
3 de marzo de 1966. Identificación, mediante la necrodactilia,
del cadáver descubierto en la playa de Lechería como el de
Lovera.
7 de marzo. Debate en la Cámara de Diputados sobre la muerte
de Alberto Lovera y designación de una Comisión Especial
Investigadora compuesta por los diputados Luis La Corte
(AD), Salom Meza Espinoza (AD), Ceferino Medina Casti-
llo (Copei), Alfredo Baldó Casanova (Independiente), Asis-
clo Hernández (URD), Isaías Medina Serfati (FND) y José
Vicente Rangel (PRIN).
16 de mayo. Reorganización de la Digepol de J. J. Patiño Gon-
zález (director), Carlos Vegas Delgado (jefe de la División de
Orden Público), Mario Leal (inspector general) y aproxima-
damente treinta funcionarios y agentes.
14 de noviembre. Presentación a la Cámara de Diputados del
informe elaborado por la Comisión Especial encargada de la
investigación.
23 de noviembre. Debate en la Cámara de Diputados del “In-
forme Lovera”.
176
Carta de los presos políticos
de Maracaibo
Ú N I C O :
180
Los desaparecidos de Guanare y Corpahuaico
josé manuel blanco ponce. Fue detenido por los agentes del
SIFA, Carlos Núñez Tenorio y Juan Peraza Aranguren, el 20 de
enero de 1967, en la avenida Andrés Bello de Caracas. Cuando
conducía una camioneta fue encañonado por esos dos funciona-
rios quienes no se identificaron. En vista de ello, creyó que eran
dos atracadores y comenzó a llamar en demanda de auxilio: por
esa razón Juan Peraza le disparó a quemarropa hiriéndole en am-
bas piernas. Después lo trasladaron al Hospital Militar de Caracas,
donde se le mantuvo incomunicado (desaparecido) hasta cuando
fue trasladado al Cuartel Corpahuaico, estado Lara.
Notas generales
La visita
185
Firmas que acompañan la carta de los presos políticos de la Cárcel Nacional
de Maracaibo dirigida al Congreso Nacional (7 de mayo de 1967).
186
PODER SIN MORAL
Para esta segunda edición de Expediente negro no hemos que-
rido alterar el plan de la primera. Los materiales que ahora in-
corporamos deberían ir antes del epílogo y del apéndice, como
es lógico. Pero consideramos que razones cronológicas impor-
tantes y la conveniencia de no tocar la estructura coherente de
este trabajo, determinan que los temas recogidos bajo el título
general de “Poder sin moral”, figuren al final del libro.
La razón cronológica indica que los hechos recogidos en la
parte incorporada a esta edición deben estar después del apén-
dice. Pero existe otro motivo. Expediente negro no es solamente
un título o un trabajo que se agota en el tratamiento de algunos
casos relacionados con la represión. Se trata de un intento por
sistematizar hechos concretos, por reseñar episodios con un
vínculo común. No es, por tanto, un expediente cerrado sino,
por el contrario, abierto a nuevos hechos. Después de publicada
la primera edición de este libro, la represión siguió en curso. A
la muerte de Lovera, siguieron nuevas muertes; a las primeras
desapariciones denunciadas, siguieron nuevas desapariciones;
a las torturas sobre las que se daba cuenta, siguieron otras tor-
turas. En una palabra, el procedimiento se mantuvo en pie, la
represión no se humanizó, porque el sistema era el mismo. Lo
prueba la muerte de Cornelio Alvarado, en circunstancias que
guardan gran parecido con la de Lovera; lo indican las desa-
189
pariciones de Segundo Pasquier, Palma Prado, Navarro Lau-
rens, Alejandro Tejero, Ruiz, Petit, que siguen a las de Guillén
Rodríguez Burguillos, Carmona, Rodríguez Flores y otros. Lo
evidencia el comportamiento del SIFA, organismo dotado de
poderes por encima de la Constitución y con amplia garan-
tía de impunidad. En fin, lo corrobora la tremenda odisea del
maestro Silvino Antonio Valera un hombre que, sin temor a
exagerar, bien puede decirse que “regresó de la muerte”.
A todos estos casos se refieren las páginas que siguen a
continuación.
190
Debo decir, por ejemplo, en lo que refiere al primer as-
pecto, que efectivamente, Cornelio Alvarado, de veintinueve
años de edad, químico y periodista, militante clandestino, fue
detenido por efectivos de la Dirección General de Policía el
día 18 de marzo, en la urbanización Bella Vista de esta ciu-
dad, aproximadamente a las seis y media de la tarde. Que ese
mismo día, a las doce y media de la noche, una brigada de la
Digepol, compuesta por cuatro hombres armados de ametra-
lladoras, procedió a allanar la casa de una hermana de Corne-
lio Alvarado, Mercedes Alvarado de Granado, quien habita en
Caricuao; que esos hombres irrumpieron violentamente y des-
pués de permanecer por espacio de una hora en la residencia,
se llevaron detenido al cuñado de Cornelio Alvarado a la sede
de la Digepol en Las Brisas, donde le pidieron que identificara
un retrato correspondiente a Cornelio Alvarado. Después de
esta identificación, el referido ciudadano fue puesto en libertad
y regresó a su hogar.
Después de esa noche del 18 de marzo, los familiares de
Cornelio Alvarado no volvieron a tener noticias de él. Debo
decir que insistentemente solicitaron información del lugar
donde aquel estaba detenido y, como ya es costumbre de los
organismos policiales, le fue negada a los familiares, sistemá-
ticamente también, la detención. Transcurrió el tiempo y los
familiares siguieron buscando a Cornelio Alvarado, y este no
aparecía, hasta que el 11 de abril, Jueves Santo, la misma briga-
da de la Digepol que allanó la casa de la hermana de Cornelio
Alvarado el día 8 de marzo a las doce y media de la noche
en Caricuao, se presentó al mismo sitio y le dijo a esa seño-
ra: "Lo lamentamos mucho, su hermano ha muerto”. Ante la
alarma de esta persona por la noticia y al requerir ella mayor
información, se le dijo que había muerto en la sede de la dele-
gación de la Digepol en Maracay; que había muerto a conse-
cuencia de un infarto mientras era interrogado; que cualquier
191
información adicional podían recabarla en la sede central de la
Digepol, en el edificio Las Brisas, en Los Chaguaramos. Los
familiares, como es natural, fueron a la sede de la Digepol y
allí hablaron, entre otras personas, con el jefe de la División de
Orden Público, señor Martínez Granados, quien les confirmó
la información y les dijo que posiblemente Cornelio Alvarado
sería enterrado en Maracay y ese mismo día a las cinco de la
tarde. Sin embargo, los familiares insistieron en la necesidad
de traer el cadáver para darle cristiana sepultura en el Cemen-
terio General del Sur. Consultó entonces Martínez Granados,
quien estaba evidentemente nervioso, según la información de
los familiares, si era posible el entierro en Caracas. Presumible-
mente, el jefe de la Digepol admitió, y Martínez Granado les
dijo a los familiares que se podían ir a la casa porque les sería
entregado el cadáver en horas de la noche, tan pronto llegara
de Maracay. En horas de la noche, a las ocho y media, llegó a
Caricuao un vehículo de la funeraria José Gregorio Hernán-
dez, donde iba la urna, precedido por una patrulla de la Dige-
pol. Procedieron entonces a bajar la urna y a depositarla en la
casa; los miembros de la Digepol estuvieron presentes en todos
estos hechos. Estuvieron presentes durante todo el velorio, e
incluso acompañaron el féretro al día siguiente, en actitud vigi-
lante. Cuando los familiares de Cornelio Alvarado procedieron
a abrir la urna, se encontraron con que el cadáver estaba com-
pletamente desnudo, que presentaba signos de habérsele hecho
la autopsia. Preocupados por el estado en que estaba el cadáver
decidieron, sacarlo de la urna con el fin de vestirlo y de prepa-
rarlo. Cuentan los familiares que cinco hombres y una enfer-
mera hicieron todo el esfuerzo posible, humanamente posible,
para sacar el cadáver de la urna y fracasaron. Parecía como si
estuviese fijado por la espalda al ataúd. Definitivamente desis-
tieron de tal intento y optaron por cubrirlo con una sábana y
prepararlo en las condiciones en que estaba. Posteriormente,
192
se produjo el velorio, y al día siguiente fueron a la jefatura de
Antímano a consignar el acta de defunción, en la cual constan
los datos acerca de la muerte de Cornelio Alvarado: que tenía
veintinueve años, que estaba residenciado en Maracay —cosa
que es totalmente incierta—; que era comerciante —cosa que
es totalmente incierta también—; que falleció a consecuencia
de una pancreatitis aguda hemorrágica y sin asistencia médica,
en la avenida Güigüe, en Maracay, donde queda la casa de la
delegación de la Digepol en ese estado.
En la jefatura de Antímano pusieron ciertos inconve-
nientes para dar la autorización del entierro, porque al acta de
defunción le faltaban algunos sellos; ya que para trasladar de
un estado a otro un cadáver se necesita un permiso especial, y
porque, además, los deudos no tenían la cédula para entregar-
la en la jefatura, como es de rigor. Ante las objeciones de los
funcionarios de la jefatura, los familiares de Cornelio Alvarado
expusieron que cualquier planteamiento sobre el particular de-
bía hacerse en la Digepol, porque eran autoridades de policía
las que le habían entregado tanto el acta de defunción en ese
estado, como el cadáver.
Debo señalar una cosa que es importante. Los familiares
recibieron el cadáver, como ya he dicho, desnudo, y en ningún
momento, ni siquiera después de que trascendió la noticia del
suceso, las autoridades han devuelto los objetos personales del
detenido, entre otras cosas, un reloj de marca Mulco, la ropa
que tenía, una cartera, la cédula de identidad, etcétera. Quiero
agregar —porque sé que habrá diferencias en este aspecto en
el curso del debate—, que aun cuando no tengo conocimientos
sobre la materia, he tenido, sin embargo, el buen cuidado de
informarme con algunos médicos sobre el resultado macroscó-
pico de la autopsia, es decir, lo que visualiza el médico al abrir el
cadáver. De acuerdo con el dictamen, Cornelio Alvarado murió
de pancreatitis aguda hemorrágica. Los médicos opinan que
193
esta enfermedad puede producirse, bien por procesos biliares
infecciosos o bien por razones de tipo traumático, por golpes
excesivamente fuertes, violentos y sistemáticos. Pero una cosa
que es importante destacar, según la información de los médi-
cos, es que este tipo de enfermedad suele presentarse general-
mente en personas mayores de cuarenta años, con tendencia a
la obesidad, que abusan de su régimen alimenticio; que muy
rara veces, solo por vía excepcional, esta enfermedad se da en
personas jóvenes de constitución física delgada. Y Cornelio Al-
varado tenía veintinueve años de edad, era un hombre fibroso,
fuerte pero delgado, extraordinariamente saludable, y todas las
personas que tuvieron contacto con él días antes de su muerte
(una sobrina suya lo vio el 5 de marzo y una familia donde
almorzó, el 18 de marzo) coinciden en que Cornelio Alvarado
estaba en perfecto estado de salud.
Pero hay algo más. El cuadro de la pancreatitis aguda he-
morrágica no tiene un desenlace fulminante, no produce la
muerte instantánea que provoca, por ejemplo, un infarto. Es
una enfermedad gravísima y puede liquidar al paciente en un
lapso de 24, 48, 72 horas o más, pero siempre habrá tiempo,
al presentarse el ataque, de someter a tratamiento médico al
paciente. Pues bien, vamos a hacer abstracción del problema
de las torturas, vamos a poner de lado el aspecto de los maltra-
tos físicos que le aplicaron a Cornelio Alvarado en la Digepol;
vamos a suponer que a este detenido no lo tocaron, que estaba
en las mejores condiciones de seguridad personal dentro de la
Digepol. Sin embargo, al desarrollarse esa enfermedad, Cor-
nelio Alvarado ha podido ser salvado, si en una forma respon-
sable y seria, por los síntomas que presentaba, las autoridades
lo trasladan inmediatamente a un centro asistencial y le dan
atención médica oportuna. Pero, desgraciadamente, no fue eso
lo que se hizo con este detenido. Yo respaldo íntegramente a
Salom Meza Espinoza, quien tiene informaciones de primera
194
mano sobre este caso. Y ustedes deben concederme también
a mí derecho de opinar con cierta autoridad sobre este hecho,
porque —modestia aparte— he dedicado muchos años de mi
actividad parlamentaria, sin desgano, con verdadera pasión,
a la defensa de la causa de los detenidos políticos. Creo que
en Venezuela se sigue planteado un problema fundamental: el
problema de la legalidad, del respeto a la dignidad humana.
Tengo medios de información que me permiten captar en un
momento dado cuál es la situación que se plantea con respecto
a una determinada actividad policial en el país. Y he sostenido
en el seno de esta Cámara, muchas veces, que el mejor negocio
para el Gobierno es tener una policía responsable, seria, apta y
científicamente preparada.
Pues bien, Cornelio Alvarado fue salvajemente torturado
por la Digepol el 18 de marzo por la noche, en cuanto ingresó
en la sede de ese servicio. Hay una denuncia de un deteni-
do, Lino Martínez, actualmente en el San Carlos (actualmen-
te hasta hace dos horas, porque me acaba de llamar su esposa
para decirme que Lino Martínez fue sacado hace dos horas del
Cuartel San Carlos, en una camioneta, sin saber a dónde lo
llevaron). Lino Martínez denunció en un remitido publicado
en Últimas Noticias, el día 8 del corriente, que él escuchó, la
noche del 18 y el día 19 de marzo, los gritos desesperados de un
hombre que estaba siendo torturado al lado del calabozo don-
de él estaba. Esta denuncia comenzó a ser investigada; y en la
medida en que avanzaba la investigación, la denuncia de Lino
Martínez era como un mapa que se ilumina por detrás con los
datos que arroja la investigación que hemos hecho. Esa de-
nuncia, en ese momento, era simplemente eso; pero a la luz de
la detención de Cornelio Alvarado el propio 18, y de la suerte
posteriormente corrida por este ciudadano, se capta claramente
lo que ocurrió esa noche en la sede de la Digepol y al día si-
guiente. El hombre que dramáticamente se quejaba de los mal-
195
tratos y que los digepoles trataron de silenciar amordazándolo,
no cabe para mí la menor duda de que era Cornelio Alvarado.
Este hombre, que fue sometido a un proceso de torturas inena-
rrable, fue remitido a Maracay el día 10 de los corrientes en una
patrulla de la Digepol, custodiado por cuatro hombres y con
otro preso, Ignacio Medina Silva, con quien iba esposado. Ig-
nacio Medina Silva dice que Cornelio Alvarado estaba en muy
mal estado físico y además, que cuando llegaron a la sede de la
Digepol, en Maracay, en un momento en que estuvieron solos,
Cornelio Alvarado le dijo lo siguiente (y pongo como garantía
de este testimonio —porque fue rendido ante nosotros ayer, en
la sede de la Digepol, por el detenido— a Rondón Lovera y a
Luis Herrera Campins): “Si tú te salvas y a mí me matan, te
voy a dar un teléfono para que le avises a mi familia, si es que
logras salir”. Y le dio el teléfono 62.33.91. Este teléfono fue
repetido por Medina Silva frente a la Comisión del Congreso
y es el de la sobrina de Cornelio Alvarado, aquí presente en las
barras, quien me participó la detención de su tío el 18 de marzo
y, posteriormente, la entrega del cadáver el 11 de abril. Es decir,
que Cornelio Alvarado presentía su suerte final. La presentía;
ya había sido sometido a un brutal procedimiento de torturas,
y se debatía en esa seguridad negra y absurda que aguarda a
todo combatiente clandestino cuando cae en manos de ciertas
policías represivas.
Yo quiero agregar los siguiente: ¿por qué si la muerte era
inobjetable, en razón a la enfermedad que lo atacó, según el
comunicado de la Digepol publicado ayer, que transcribe la au-
topsia, por qué la Digepol esperó once días para informar de la
muerte de Cornelio Alvarado ¿No es acaso un hecho grave la
muerte de un detenido político en una cárcel? ¿Por qué, ade-
más, no se entregaron las pertenencias personales del muerto
a la familia? Y por qué a la subcomisión de la Comisión de
Política Interior, presidida por el diputado Enrique Yéspica,
196
que asistió el día 15 de este mes al ministro de Relaciones In-
teriores para conversar con Leandro Mora —que de acuerdo
con una información que tengo, llamó el 13 de los corrientes a
Maracay y pidió la autopsia de Cornelio Alvarado—, ¿por qué
ese ministro, que estaba en conocimiento de estos hechos el día
15 de los corrientes, cuando nosotros le preguntamos sobre la
carta de Lino Martínez y sobre ciertas denuncias de torturas
de la Digepol, no le dijo a esa comisión del congreso: “yo tengo
aquí la autopsia, y para que ustedes no se dejen sorprender ma-
ñana con alguna información, les voy a anticipar esta noticia:
hay un ciudadano de nombre Cornelio Alvarado que murió de
una pancreatitis aguda hemorrágica, en Maracay”? ¿Por qué no
hizo eso Leandro Mora? Simplemente, por las muchas lagu-
nas, por las muchas reticencias, por las evasivas, por las muchas
zonas oscuras que existen en todo este proceso y en procesos
anteriores relacionados con la muerte de detenidos políticos.
¿Ustedes saben lo que dijo Leandro Mora cuando le pre-
guntamos concretamente sobre el caso planteado por Lino
Martínez y el hombre que daba alaridos el 18 y el 19 de marzo
en la Digepol? “Según la información se trataba de un droga-
dicto a quien le hacía falta la marihuana, por tanto daba esos
alaridos”.
Recuerdo muy bien que le dije a Leandro Mora: “Ministro,
¿usted ha verificado esa versión? Es posible que sea un droga-
dicto, es posible que haya sido un marihuanero, pero si no lo ha
sido ¿usted se da cuenta de la responsabilidad enorme que tiene
si se trata de un detenido político que estaba siendo someti-
do a suplicio?”. Pues bien, cuando le hicimos el planteamiento
en estos términos, Leandro Mora fue incapaz de decirnos: “Yo
tengo la información de que murió un detenido en Maracay en
estas condiciones”.
Y aquí entraremos en el otro aspecto de mi intervención.
¿Es acaso este el primer crimen político de Venezuela? Hay
197
gente que cree que el primer muerto político es Cornelio Al-
varado. Es triste y doloroso pasearse por un escenario de cadá-
veres y de sombras. Es doloroso, realmente, para aquellos que
tenemos sensibilidad humana. Pero ahí está Lovera. Cuando
Lovera fue desaparecido por la Digepol, se dijo con cinismo
que Lovera estaba en las guerrillas; que Lovera estaba en Cuba.
Cuando apareció el cadáver de Lovera, entonces dijeron que a
Lovera lo habían matado sus compañeros de partido. Y así su-
cesivamente. Y la información que hoy tengo es que el famoso
juez Cumare que tiene el expediente de Lovera, según parece
se le extravió la necrodactilia, y posiblemente decida que el ca-
dáver hallado en Lechería el 27 de octubre de 1965 no está su-
ficientemente identificado. Y está el caso de más de trescientos
venezolanos que han desaparecido al igual que Lovera porque
no hubo acuerdo a nivel de los jefes policiales. Hubo un jefe
policial —tengo información— que se negó a que se desapare-
ciera el cadáver de Cornelio Alvarado. Y por eso lo entregaron
a los familiares.
Yo quiero decir aquí con toda responsabilidad, a nombre
del Partido Revolucionario de Integración Nacionalista y del
mío propio; quiero decirlo absolutamente resteado frente a
esta situación, que ya ha desbordado todos los límites y que es
realmente intolerable, que hay varias falacias a las cuales hay
que salirles al paso definitivamente. Falacias que pretenden que
nosotros perdamos la noción de la verdad y el sentimiento de la
realidad. La primera de esas falacias consiste en afirmar cons-
tantemente que lo que ocurre en determinados momentos, que
la muerte de algunos detenidos, que las torturas contra algunos
detenidos, es siempre producto de los subalternos. Siempre la
subalternidad está cargando con los muertos, con los torturados
y con muchas cosas más en este país. Yo digo esta noche que
para mí no hay más responsables de las torturas y de la muerte
de detenidos, después que murió Alberto Lovera, y después
198
que en este período (no le voy a pasar la cuenta a Betancourt)
han desaparecido centenares de personas; que los responsables
directos de esa situación son Raúl Leoni y el ministro de Rela-
ciones Interiores. Yo no quiero señalar más subalternos. La res-
ponsabilidad de los subalternos se agotó en Patiño González y
en el “Capitán” Vegas. Para mí Erasto Fernández y el gang de
la Digepol son simples instrumentos de una política vesánica
al servicio del crimen. ¡Hasta cuándo vamos a alcahuetear la
responsabilidad de los altos jerarcas del Gobierno imputándole
todo a los subalternos¡ Eso lo podíamos aceptar, como excusa,
en la primera fase del gobierno democrático; en los primeros
momentos, cuando se estaba reestructurando el cuerpo policial.
Pero ya tenemos nueve años de vida democrática. La Digepol
tiene nueve años. Y por allí han pasado muchos jefes y cada
uno tiene sus delitos encima.
Pero hay algo más todavía sobre este tema de los subal-
ternos. No soy profeta ni aspiro a serlo y me repugna autoci-
tarme. En esto comparto lo que decía Alfonso Reyes, el gran
escritor mexicano: “Es preferible repetirse a citarse”. Pero he
dicho aquí, en esta misma Cámara (lo dije el 22 de noviembre
de 1967) lo siguiente, con motivo del debate sobre el presu-
puesto de Relaciones Interiores y el nombramiento de Erasto
Fernández como jefe de la Dirección General de Policía: “Yo
decía hace poco que votando favorablemente esta partida está-
bamos convalidando los atropellos, las iniquidades, la violación
sistemática de los derechos humanos que se viene practicando
en el seno de ese organismo policial. Pero es que ahora hay una
situación mucho más grave. Hace una semana fue designado
como director de la Digepol un ciudadano descalificado mo-
ral y políticamente para ocupar ese cargo: me refiero al señor
Erasto Fernández. Me propongo hacer un planteamiento en el
seno de la Cámara de Diputados sobre el funcionamiento de
ese servicio policial, para concluir en esa oportunidad pidien-
199
do una interpelación del ministro Leandro Mora, a fin de que
explique las razones que llevaron a su despacho a designar a un
hombre totalmente descalificado como Erasto Fernández para
ocupar el cargo de Director General de Policía”. Y concluía
diciendo: “Porque yo les aseguro a los señores representante del
Gobierno, que dentro de pocos días, o de pocos meses, estarán
confrontando un gravísimo problema de opinión pública por
la presencia de Erasto Fernández en la Dirección General de
Policía y porque, además, no se han tomado las medidas que la
situación aconseja con el fin de purgar ese servicio, y de hacer
de él una policía eficaz pero a la vez respetuosa de los derechos
humanos”. Eso lo decía el 22 de noviembre del año pasado. Y el
día 27 de marzo de 1968 ya estaba preso y torturado Cornelio
Alvarado. Con motivo de los sucesos del Zulia, decía aquí lo
siguiente: “El hecho de que el actual comandante de la Policía
del Zulia sea un hombre que pertenece a las filas de la Digepol,
no puede sorprendernos y menos aún si lo vemos en función
de lo que está ocurriendo en Caracas con relación a ese mismo
servicio policial. De jefe nacional de la Digepol (y ya lo dijimos
aquí, en esta Cámara, al final del período anterior) nada me-
nos que el señor Erasto Fernández, un conocido torturador, un
hombre sin ninguna condición moral para ejercer ese cargo, un
hombre que ha figurado como responsable de la violación de
los derechos humanos en casi todos los informe de las investi-
gaciones que se hicieron en esta Cámara en los años anteriores.
Sin embargo, el ministro Leandro Mora y el Gobierno nacio-
nal decidieron, a la hora de escoger un nuevo jefe de la Digepol
tomar justamente el nombre de Erasto Fernández.
Voy a agregar que otra de las falacias es colocar en un mis-
mo plano el delito que cometen los policías, los hombres que
tienen las armas por encargo de la ley, y los delitos que cometen
ciudadanos sin autoridad. Ya vimos hace poco cómo un dipu-
tado gritó; “¿y los que matan policías?”. Yo condeno a los que
200
matan policías. ¡Y los he condenado siempre! No ha hecho lo
mismo ese diputados al condenar digepoles asesinos.
Y otra cosa: ¿he traído aquí el caso de un hombre que haya
muerto enfrentando con un arma a la policía? Yo le paso la
cuenta al Gobierno por los muertos y los torturados inermes,
indefensos, entregados a la protección del Estado; cuando la
policía y el régimen tienen el sagrado deber de proteger sus
vidas y la integridad física. Nunca he planteado aquí la defensa
de un guerrillero que cayó abatido, por las balas del Ejército o
de un hombre que en una manifestación hizo frente a la Policía
con una metralleta, con una pistola, o que fue muerto colo-
cando una bomba. ¡Jamás! Porque sería una inmoralidad de
mi parte. Jamás he hecho esto. Le paso el recibo al Gobierno
por el hombre que en la soledad de un calabozo es agredido
brutalmente por un policía que tiene el deber de protegerlo. Le
paso el recibo al SIFA cuando tortura, a cincuenta metros del
Palacio de Miraflores, en las propias narices de Raúl Leoni, a
centenares de presos políticos. Yo reclamo la muerte de Lovera
a quien se le ha debido respetar la vida, y reclamo por la vida
de Cornelio Alvarado. No es lo mismo, además, esta situación
que se plantea tratando de justificar una cosa con la otra. No
es lo mismo porque siempre sobre un hombre que hace armas
contra la legalidad existe la posibilidad de castigarlo, de sancio-
narlo; pero a un hombre que desde dentro de un cuerpo policial
hace uso de las armas y de los recursos que la ley ha puesto en
sus manos, resulta muy difícil castigarlo, porque está en posi-
ción de ventaja. Es este un principio fundamental y quien no lo
entienda así es porque está corrompido moralmente.
Y luego está la teoría de la reorganización de los cuerpos
policiales. Con ese cuento tenemos mucho tiempo. Hay gente
que dice que atacamos la Digepol para debilitar la capacidad
defensiva del régimen democrático. ¡No señor! Yo soy un de-
mócrata convencido. Creo fundamentalmente en la esencia, en
201
la sustancia de la democracia, más que en sus atributos externos
y formales. Creo en la democracia porque significa respeto a
la dignidad humana, y no porque tenga el aparato de un Po-
der Legislativo o de un Poder Judicial. Para mí la esencia y el
fundamento de la democracia es la dignidad del hombre, el
respeto que se le debe, la seguridad al individuo, el derecho
a ganarse el pan y a tener techo seguro y educación para sus
hijos. Por eso es que no admito esa tesis equívoca de que aún
estamos en el proceso de reorganización de los organismos de
seguridad. Estamos desde hace mucho tiempo y no lo hemos
podido completar, y no lo completamos porque no hay interés
realmente en que así sea. La democracia debe saberse defender
con eficacia. Pero quien tortura en nombre de la democracia
es tan despreciable como quien lo hace a nombre de la dicta-
dura. Yo voy más allá: creo que es peor todavía quien tortura
a nombre de la democracia que quien lo hace a nombre de la
dictadura. Porque ¿qué compromisos con el país democrático
tenía por ejemplo Pérez Jiménez, cuando morían Ruiz Pineda
o Pinto Salinas, o tantos otros dirigentes de la clandestinidad;
o cuando se torturaba a muchos hombres, a Salom Meza, a
Luis Miquelena, a Jaime Lusinchi? ¿Se podía exigir algo di-
ferente? Eso estaba dentro del cuadro de la dictadura, dentro
de la forma de actuar del régimen. Pero cuando se hace eso
en nombre de la democracia, y lo hace Betancourt y lo hace
Leoni, entonces el trauma es tremendo. Por eso el pueblo tiene
tan poca fe en sus dirigentes y en sus partidos políticos. Porque
ve repetir por ellos, en nombre de la democracia, lo que hacía
antes la dictadura, en nombre de la fuerza. Y como he dicho
que estoy por destruir estas falacias, las planteo aquí, y digo que
no las acepto. ¡No acepto la falacia de la reorganización de los
cuerpos policiales! ¡No acepto la falacia de la responsabilidad
de los subalternos! ¡No acepto la falacia de colocar en el mismo
plano a quien comete un delito escudado tras el arma y el poder
202
que le da ser miembro de una policía y quien lo hace como un
ciudadano cualquiera!
Y hay muchas otras responsabilidades en este problema.
Por ejemplo, he dicho que hay una responsabilidad eminente
de Raúl Leoni, el presidente de la República. No es la primera
vez que ocurren estos hechos. He afirmado que han desapare-
cido, aproximadamente, trescientos venezolanos. No son des-
aparecidos solo para usar un eufemismo, porque de lo que se
trata en verdad es de secuestro. Son ciudadanos que han sido
detenidos en algún momento por alguna policía. Sin embargo,
de esos ciudadanos no se ha vuelto a saber. Están los Pasquier,
está Felipe Malaver, está Alejandro Tejero, está Palma Prado,
está Navarro Lautens, está César Burguillos, está Donato Car-
mona. Y podría citar mucho más; hombres que fueron deteni-
dos en un momento dado por el SIFA, por la Digepol, y cuyos
familiares desafían el inmenso drama de no tener siguiera la
noticia de que están muertos, de saber dónde está la tumba
para rendir tributo cristiano. Ese drama es un drama venezola-
no actual, increíblemente venezolano, aborrecible, despreciable;
algo que realmente excede todo concepto de humanidad. Son
centenares, acerca de cuyo paradero se ha indagado a través de
telegramas, remitidos, y las esposas, las madres o los hermanos
han desfilado y desfilan por todas las oficinas policiales, por los
campamentos antiguerrilleros, por todas partes, y no los en-
cuentran. Y mucha gente se ríe. ¡Son los familiares de los desa-
parecidos y Rangel es el abogado de los desaparecidos! Y hasta
se mofan, en la expresión de un humor negro, sucio, como co-
rresponde a conciencias sucias y completamente degeneradas.
Y siguiendo con las responsabilidades, digo que hay una
responsabilidad grande del presidente, porque en el SIFA se
ha torturado a mucha gente. Ahí está Carlos Arturo Pardo,
quien camina cojo y le fracturaron varias costillas con los gol-
pes que le dieron en el SIFA, a cincuenta metros del Palacio
203
Presidencial. Esto no fue en San Francisco de Atabapo. Y está
el caso del profesor Silvino Antonio Valera, un maestro zulia-
no que fue detenido en noviembre del año pasado. ¿Ustedes
conocen la odisea de ese hombre? Pues bien, fue detenido por
el SIFA en Sabana Grande y llevado a la sede del servicio
frente a Miraflores, y después trasladado hasta El Junquito
donde le hicieron barbaridades, le aplicaron la garrocha eléc-
trica, instrumento que utilizan para levantar el ganado con
corrientazos; lo destrozaron completamente y lo devolvieron
al SIFA; y cuando estaba tirado en el carro frente al SIFA, a
las dos de la madrugada, bañado en sangre, salió un oficial del
Ejército, lo vio allí y ordenó que lo cambiaran para otro vehí-
culo, en el cual también se fueron los torturadores. Entonces,
lo llevaron hasta Barlovento, lo pusieron frente a un zanjón
y le dispararon, y como lo dieron por muerto, lo tomaron por
los brazos y los pies y lo tiraron al abismo, con tan buena
suerte para él que se pudo aferrar de un árbol. Herido, con un
tiro en la boca y un tiro en el estómago, pudo salir a la carrete-
ra, arrastrándose, hasta que alguien lo trajo hasta el Hospital
Pérez de León. ¿Quién fue ese oficial miserable que deshonró
el uniforme del Ejército venezolano, el glorioso uniforme de
Bolívar? ¿Quién fue ese oficial que vio a ese hombre tendido
en el suelo sangrando y fue incapaz de intervenir favorable-
mente? Eso no se sabe. ¿Por qué no se sabe? No se sabrá por
esta simple razón: porque empezó a avanzar la investigación,
entonces un día el ministro de la Defensa mandó a pedir el
expediente y lo pasó a la Justicia Militar donde está archiva-
do. Ese delito quedará impune, lo mismo que el caso Lovera.
Y aquí hay una responsabilidad enorme del fiscal general de
la República, quien afortunadamente está presente, porque no
me gusta hablar de la gente ausente (aplausos). En el caso
Lovera esta Cámara pidió una garantía al Ministerio Público,
una garantía de que ese proceso se iba a llevar con todas las
204
de la ley. Y pasó a un tribunal. Se pasó a un juez y este remi-
tió el expediente al juez Cumare. El fiscal décimo, que era la
garantía en la investigación, fue sustituido y se puso entonces
al fiscal decimotercero, Iván Maldonado, al que acusa Lino
Martínez de negligencia en la denuncia de torturas. Quizá
por eso tiene quince mese archivado el expediente de Alberto
Lovera, y los responsables del crimen andan sueltos.
¿Cuál es la responsabilidad del Ministerio Público en el
caso Lovera, al cambiar al fiscal y poner a Iván Maldonado, un
fiscal digepolizado, porque así como yo dije que Acción De-
mocrática era un partido digepolizado, el Ministerio Público
se está digepolizando también. Iván Maldonado es un hombre
que asaltó una imprenta, hace algunos meses, a la cabeza de
una brigada policial e irrumpió en ella violentamente. Con este
motivo denuncié el caso al fiscal general. Iván Maldonado es
el hombre que se niega a tomarle declaración a un detenido
en la sede de la Digepol cuando están torturado a un hombre.
Iván Maldonado es el hombre que con el juez Cumare acuerda
alterar todo el expediente del caso Lovera.
Y en el caso de los desaparecidos, una comisión de la cual
formó parte Bartolomé Romero Agüero, mi excompañero de
URD, que fue a Tacarigua en diciembre pasado, interrogó a
varios campesinos que vieron a Alejandro Tejero, Navarro Lau-
rens y a Palma Prado, torturados bestialmente en Yumare, en el
campo antiguerrillero. Eso figura en el informe que le pasamos
al fiscal general. ¿Acaso la Fiscalía le tomó la declaración a es-
tos ciudadanos, declaración que han podido arrojar luces sobre
la suerte corrida por estos hombres, por estos venezolanos que
tienen por lo menos el derecho a que se les respete la vida en un
país donde la Constitución garantiza ese derecho?
No me vengan a decir que lo que ocurre en el SIFA no lo
sabe el presidente ¡Si no lo sabe es un imbécil! ¡Es un imbé-
cil!, porque eso ocurre frente al propio Palacio de Miraflores
205
(aplausos). No hay derecho a que un gobernante de un Es-
tado no sepa lo que está ocurriendo a cincuenta metros de la
oficina donde despacha.
Y el ministro del Interior tiene mucha responsabilidad. Re-
conozco, como dice Salom, que ayer su comportamiento fue
bueno, fue de sincera preocupación por lo que pasaba. Creo que
él es un hombre desbordado por esa mafia de la Digepol y otras
más.
Pero él ha establecido una especie de dicotomía entre el
poder civil y el poder militar. Leandro Mora ha introducido
una nueva concepción aquí, en materia de Derecho Público.
Para él hay un fuero, hay una zona sagrada. En esa zona se re-
fugia todo lo que tiene competencia militar. Y él nos dice tran-
quilamente: “Esa es cosa militar. Ese es un problema militar”.
¿De manera que la política militar está sustraída a la política
general del Gobierno? Esa dicotomía jamás la estableció nadie
en Venezuela, ni siquiera Pérez Jiménez que fue un dictador
militar. Él ha aceptado esa dicotomía.
A Cornelio Alvarado Herrera lo torturaron. Que haya
muerto a consecuencia de esas torturas, ese es un problema
de mayor gravedad. Pero hay un hecho cierto. Fue torturado,
como fue torturado Medina Silva, como fue torturado Arnal-
do Vargas, como fueron torturados varios más trasladados la
semana pasada al Cuartel San Carlos, entre otros, Luis Barrios,
William Álvarez, Roberto Jiménez, Rafael Ladera, Rodríguez
Montesinos. A esos ciudadanos hay que interrogarlos en el San
Carlos como hay que interrogar a Lino Martínez.
Un escritor francés decía que “uno se deshonra guardando
silencio en determinados momentos”. Uno se deshonra algu-
nas veces simplemente por omisión, por guardar silencio en un
momento decisivo en que se puede salvar la vida de un hom-
bre, o se pueden salvar otras cosas fundamentales. No sigamos
guardando silencio.
206
Finalmente, José Vicente Abreu, un hombre que fue de
Acción Democrática, torturado, preso durante seis o siete años
cuando la dictadura perezjimenista, extraordinario escritor, au-
tor de la novela Se llamaba SN, un testimonio de la resistencia,
de las cárceles, de Guasina, me pasó en estos días los originales
de un nuevo libro que va a publicar, titulado Papeles de la pri-
sión, pidiéndome —con lo cual me hacía un honor extraordi-
nario— que le hiciera el prólogo. Leyendo esos originales me
encontré con una pequeña confidencia del escritor. Dice él que
cuando ingresó a la Digepol, la primera vez que cayó preso des-
pués del derrocamiento de Pérez Jiménez, en el año 1961, fue
recibido en forma alborozada por un agente, reconocido tortu-
rador. Ese hombre que lo recibió con júbilo, le dijo: “dile a estos
muchachos nuevos, a estos camaraditas, si yo no fui un héroe
de la resistencia y tengo las cicatrices de la tortura”. ¿Cuántos
que fueron torturados son hoy torturadores? Porque el hecho
de haber sufrido antes no es una señal gloriosa que permanen-
temente lo pone a uno a salvo de una villanía. El hombre está
confrontándose diariamente con la realidad, con la vida y con la
verdad. Y en esa forma, muchos que ayer fueron héroes dejaron
de serlo. El pasado heroico de un hombre o de un partido no es
suficiente garantía. Esto se puede aplicar sin riesgo a equivoca-
ción, hoy día, en Venezuela. La garantía está en la consecuencia
con un ideal y en la lealtad hacia los principios.
Concluyo leyendo las siguientes proposiciones:
208
Sobre los desaparecidos*
*
La búsqueda es el drama de estas tres mujeres. Las ha unido y
las ha obligado a actuar. Una se llama María Teresa Cuenca de
Tejero, natural de Vigo, casada desde 1940 con Braulio Tejero, un
*
Las notas sobre desaparecidos y sobre el SIFA fueron publicados en la Revista Reto,
dirigida por Marco Aurelio Rodríguez, en los números 1, 6 y 7 del 23 de febrero, 28
de marzo y 4 de abril, respectivamente.
Para el momento en que va a entrar en prensa la segunda edición de este libro, ninguna
de las personas que allí se señalan como desaparecidas han sido encontradas. Por
el contrario, nuevos nombres se han agregado a la extensa lista. De igual modo, la
situación en el SIFA no ha variado. En los últimos días del gobierno de Leoni, sus
actividades se incrementaron en abierta violación de la legalidad y de elementales
normas de respecto a la dignidad humana.
209
aviador leal a la República. Hoy tiene 53 años y estando exiliada
en Francia tuvo un hijo, en Montauban: Alejandro. Con los años,
la familia Tejero regresa a España. Entonces trabaron amistad con
exiliados venezolanos.
Cuando estos retornaron en 1958, invitaron a los Tejero a
Venezuela. El hijo empezó a estudiar, rápidamente aprobó el
bachillerato e ingresó a la universidad. En el liceo Fermín Toro
definió una militancia política. Para el año 1961 estuvo preso y
formó parte del grupo que se declaró en huelga de hambre en
el retén de El Junquito.
El 11 de mayo de 1967, Alejandro Tejero, 26 años —es-
tudiante de 2.o año de Ingeniería de la Universidad Central—,
salió de su casa a las 1:00 p. m. para verse en un cafetín de Cha-
caíto con Eduardo Navarro Laurens. Su familia no volvió a ver.
*
Carmen Navarro de Acosta tiene 41 años de edad, nació en
Cantaura y está casada. En la familia son cinco hermanos. Uno
de ellos Eduardo, muchacho tranquilo, buen estudiante. Cursó
bachillerato en el liceo Andrés Bello. Para el 11 de mayo del
1967 tenía 26 años y estudiaba 3.o de Ingeniería. Vivía en una
pensión, y a fines de mayo su hermana empezó a intranquili-
zarse porque no sabía de él. No lo ha vuelto a ver.
*
Eran las 9:30 de la mañana del día 16 de mayo de 1967 cuando
Francisco Palma Prado —contador, 29 años— entró al abasto
Nueva Tempera, ubicado en la avenida Roosevelt, transversal
con Los Totumos, para telefonear a su esposa. Esta acababa de
dar a luz un varón que después se llamaría Marcos. Personas
que estaban para el momento en aquel lugar han contado que,
tan pronto como Palma Prado colgó el teléfono y se disponía
a salir del negocio, fue abordado por dos sujetos que se habían
210
bajado de un Volkswagen color crema y le dieron la voz de
arresto, identificándose como funcionarios del SIFA.
Antonieta de Palma, la esposa —22 años, laboratorista—,
nada ha vuelto a saber de Francisco. El hijo tiene nueve meses;
el mismo tiempo que el padre lleva desaparecido.
*
Informaciones recibidas en diversas ocasiones por la señora Te-
jero precisaban que su hijo fue detenido, junto con Navarro, en
Chacaíto, por efectivos del SIFA, aproximadamente a las 3:30 de
la tarde del día 11 de mayo. Luego, ambos fueron trasladados a la
sede de ese organismo policial frente a Miraflores, y el viernes 23
de junio logró saber que serían trasladados al interior.
Para el 9 de julio, una voz de mujer le hizo saber a la señora
Tejero que su hijo se encontraba en el campo antiguerrillero de
Yumare, estado Yaracuy, al igual que Navarro y Palma Prado.
Veamos lo que ella dice:
*
Cinco veces han ido a Yumare. Allí fueron atendidas por el
coronel Ramón Ignacio Palmero; tres veces han visitado Urica,
estando de jefe el coronel Paz, y dos veces estando al mando
del campo el coronel Falcón. Pero solo han logrado evasivas o
la negación más rotunda a sus señalamientos. “No han estado
presos aquí”, es la contestación más común; o bien: “No están
en lista, solicítenlos en otro lugar”.
211
Hay, sin embargo, elementos que permiten afirmar que
efectivamente Tejero, Navarro y Palma Prado fueron deteni-
dos por cuerpos policiales en el mes de mayo del pasado año
y llevados luego al campamento antiguerrillero de Yumare.
Algunas informaciones precisan la forma como fueron de-
tenidos, incluyendo hora y lugar. El testimonio de la señora
cuyo hijo estaba preso en Yumare y el de este —sus nombres
reposan en el respectivo expediente abierto por la Fiscalía—
confirma anteriores versiones, a la vez que ha quedado rati-
ficado por las declaraciones de algunos campesinos recluidos
en la Isla de Tacarigua.
En efecto, el 30 de noviembre del pasado año una subco-
misión de la Comisión de Política Interior de la Cámara de
Diputados viajó a Tacarigua con el fin de investigar algunas
denuncias de los presos. Como integrante de la subcomisión
pregunté a varios detenidos, provenientes del campo anti-
guerrillero de Yumare, si habían visto allí a Tejero, Palma y
Navarro. De inmediato transcribo las respuestas que sobre el
particular dieron estas personas, las cuales tomo de la versión
taquigráfica que reposa en las actas de la Comisión:
212
ramón mogollón: Cuando yo estaba en Yumare en el
calabozo, trajeron a unos muchachos de Caracas
y uno de ellos me dijo: A mí me van a matar, yo
soy Alejandro Tejero.
*
Estas tres mujeres —la madre de Tejero, la esposa de Palma
Prado y la hermana de Navarro— son las víctimas de un poder
ejercido sin moral que ha hecho en Venezuela lo que ninguno
otro se atrevió a hacer: jugar con elementales efectos; suprimir
normas que son la base de cualquier sociedad civilizada. La
213
lista de venezolanos desaparecidos en la misma forma que los
tres a que me he referido se aproxima a trescientos. Su suerte se
desconoce. Y esto ocurre en un país que se rige por leyes, con
una Constitución democrática que declara inviolable el dere-
cho a la vida y prohíbe la incomunicación y la tortura.
¿Tiene o no tiene derecho a saber una persona dónde está
el familiar detenido? ¿Puede saber simplemente dónde está?
¿Qué seguridades tiene en estos momentos un ciudadano que
es llevado a un campamento antiguerrillero? ¿Está derogado
en esos sitios el Estado de derecho? ¿Qué legislación rige en-
tonces en ellos? Y algo si se quiere cruel, increíble para quienes
están ausentes de la realidad, pero de diaria ocurrencia: ¿Qué
ley o qué moral o qué causa justifica no ya el asesinato de un
detenido inerme, confiado a la protección del Estado, sino la
negativa a informar a la familia y a entregar el cadáver?
A nueve meses de la detención de Tejero, Navarro y Palma
Prado sus familiares no saben si están vivos o muertos. Solo sa-
ben que fueron apresados. Ellos solo reclaman la verdad: saber
dónde se encuentran.
Preguntándolo han recorrido cárceles y oficinas públicas, y
han movido inútilmente toda clase de resortes. Queda por pre-
guntar: ¿durante cuánto tiempo seguirán en la incertidumbre?
*
El diputado Raimundo Verde Rojas tenía razón, en un reciente
discurso en la Cámara de Diputados. Leoni, aun cuando no se
ha dejado sentir —y en esto es el polo opuesto a Betancourt—
porque no está amenazando a cada paso, ha acumulado sobre sus
hombres una responsabilidad muy grave. La violencia, la repre-
sión, han tomado bajo su mandato un signo muy característico.
Durante el anterior período, la violencia alcanzó niveles impre-
sionantes. El desarrollo de la represión tuvo sus peculiaridades
y una buena parte de las víctimas se produjo en el fragor del
214
combate. Se torturó en las cárceles y algunos detenidos sucum-
bieron. Pero en la actual etapa la situación ofrece aspectos un
tanto diferentes. Mientras los factores que pudieran concitar la
represión han disminuido; mientras el clima político propicia la
búsqueda de arreglos y se han creado bases en la opinión pública
para estimular y alcanzar las metas de la pacificación, la repre-
sión se ha tornado más agresiva, despiadada e implacable. Verde
Rojas ha dicho que la subalternidad ha desbordado al Gobierno.
Esta, desde luego, pudiera ser una explicación. La política recha-
za el vacío. La ausencia de una dirección no significa la capitula-
ción del poder. El poder, al producirse una omisión, sigue siendo
ejercido. Entran a ejercerlo quienes para el momento estén más
alerta, tengan mayor audacia y menos escrúpulos.
El paso de Gonzalo Barrios por el Ministerio del Interior
ilustra esta situación. La presencia en un cargo de tal importan-
cia de un hombre abúlico, frívolo, increíblemente irresponsable
por formación y por carácter, para quien la mecánica y los de-
talles del ejercicio de la autoridad le producen fatiga y fastidio,
daría pie a uno de los desbordamientos policiales más impre-
sionantes que conoce Venezuela. El carácter del ministro —o
su falta de carácter— creó las condiciones para que la política
interior del país, en sus detalles, en su diario discurrir, fuera ejer-
cida por hombres de presa, por inmorales, por grupos recluta-
dos en los bajos fondos, en los pudrideros del anticomunismo y
del sectarismo partidista. Esa política habría de culminar en el
caso Lovera, el cual resume en buena parte la desviación y pone
de bulto la miseria de un sistema que acostumbra engañar a la
opinión pública nacional e internacional colocando en la vitrina
principios que a diario viola.
Pero la salida de Barrios del Ministerio del Interior y la reor-
ganización de algunos servicios policiales no determinó el cese de
esa política. Lo cual plantea algo más grave: que lo sucedido no
puede imputarse sino por la vía de la responsabilidad personal a
215
un individuo; que están de por medio otros elementos; que existe
una situación de carácter general, que se puede acordar la reorga-
nización de la Digepol para que salga —por ejemplo— un Patiño
González, pero que a la vuelta de poco tiempo ese servicio retorna
al cuadro anterior presidido por un Erasto Fernández; o bien, que
la deformación represiva se traslade a otros centros policiales tan
tortuosos como Digepol como es el caso del SIFA.
*
En tales circunstancias cabe una pregunta, ¿lo sucedido hasta
ahora es solo producto de la omisión de los más altos perso-
neros del gobierno o responde a la sustancia de una política
planeada en sus detalles? Si a lo largo de estos cuatro años el
gobierno hubiese demostrado, en alguna forma, su deseo de
rectificar ciertos procedimientos repugnantes y violatorios de la
dignidad humana, y aun cuando no lo hubiera logrado quedara
constancia de tal esfuerzo, no habría razón para dudar. Pero las
frecuentes denuncias, la presentación de pruebas irrecusables,
de testimonios impresionantes, no han hallado respuesta posi-
tiva. Cuando un ciudadano es llevado a la sede del SIFA, en el
cuarto piso del edificio de la Guardia Presidencial, es decir, a
menos de cincuenta metros del despacho del presidente Leoni,
y se le tortura de manera cobarde y se le mantiene incomu-
nicado durante semanas enteras, por muy poco suspicaz que
sea, hay que suponer una complicidad de mayor jerarquía con
semejantes métodos.
Uno de los procedimientos más abominables puestos en
práctica durante el gobierno del doctor Leoni es el de los desa-
parecidos. Se trata de personas que son detenidas por cualquier
policía y a las que se mantiene incomunicadas por largo tiempo.
Algunas de esas personas aparecen después de mucha búsqueda,
cuando la protesta pública sube de tono y cuando el Congreso,
actuando por su cuenta o encomendándole esa misión al fiscal
216
general, logra romper el círculo de silencio e incomunicación.
Entonces el detenido da cuenta de lo que le ha ocurrido, de la
manera como fue torturado, en dónde se le tuvo secuestrado, las
veces que se le movió de sitio, en fin, toda la trama aberrante de
un procedimiento del cual Venezuela no tienen antecedentes.
Otros desaparecidos, en cambio, sí desaparecen definitiva-
mente. Su rastro se pierde en la Digepol, en el SIFA o en cual-
quier campamento antiguerrillero. Noticias confidenciales dan
cuenta de que esos detenidos mueren en las torturas o son fu-
silados a sangre fría. El número de personas cuya suerte final
se desconoce hoy en día se aproxima a trescientos. Todas estas
desapariciones han ocurrido —repetimos— en la etapa del go-
bierno del presidente Leoni.
*
Ana Josefa Suárez de Pasquier es una mujer pequeña, fuerte,
vivaz. Tiene 56 años y durante 35 estuvo casada. Su esposo
murió y en el matrimonio tuvieron seis hijos, todos nacidos en
Trujillo. “La vida ha sido dura con nosotros —dice ella—. Nos
fuimos a vivir a Villa de Cura; allí fabricaba dulces que vendían
mis hijos varones hasta que vinieron a Caracas a estudiar en la
Universidad (…)”.
Entonces habla de Ramón Salvador Pasquier, el penúl-
timo hijo. Estudiaba 3.o de Ingeniería, era buen estudiante y
buen hijo. El día 24 de noviembre de 1965 salió hacia Morón.
Desde entonces no le ve. Según algunas informaciones, Ramón
Salvador fue detenido entre Morón y Capadare. Parece que lo
acusaban de estar pintando consignas en la carretera. Trató de
escapar y resultó herido en una pierna.
217
prensa de la época. El 26 de noviembre del 1965 ocurrió
el traslado. Luego fue pasado a un campamento antigue-
rrillero ubicado en Yaracal. A partir de ese momento no
he vuelto a tener noticias de él, por más que he implorado
en todas partes. Algunos me dicen que fue fusilado (…).
*
Andrés Pasquier —hijo también de la señora Pasquier— entró
a la lucha política muy joven. Para el año 1961 estudiaba 5.o año
de Derecho en la Universidad Central. Entonces fue detenido y
pasó varios meses en la cárcel. Puesto en libertad, continuó los
estudios y siguió en la lucha política.
Para el 12 de octubre de 1966 tenía 32 años. Ese día viajó al
interior junto con Felipe Malaver Moreno, de 33 años, dirigente
bancario, casado con Reina de Malaver y padre de dos hijos. Este
iba para Mérida y Pasquier seguiría para San Cristóbal. A me-
diodía fueron detenidos en una alcabala militar entre Acarigua
y Guanare. Una información confidencial indica que la noticia
de la detención fue trasmitida en seguida a los centros policiales
y militares.
Pasquier y Malaver fueron trasladados al campamento an-
tiguerrillero de Urica, ubicado en El Tocuyo. Allí estuvieron
hasta el 23 de octubre. Varias personas detenidas en el mismo
lugar para ese momento manifiestan haberlos visto. En especial
a Malaver, porque Pasquier estaba solo en un calabozo. El 19
de octubre, familiares de un detenido le enviaron una torta de
celebración coincidiendo con el cumpleaños de la hija de Malaver,
Irania, que tenía para esa fecha dos años. Entre los presos cele-
braron el cumpleaños de la niña.
El 23 de octubre, por la noche, Pasquier y Malaver fueron
trasladados a Humocaro Alto, a un puesto militar ubicado en
ese lugar. Un detenido, que luego saldría en libertad, dice haber
visto a Malaver pocos días después de su traslado muy torturado.
218
Ana Josefa Suárez Pasquier busca desde 12 octubre de 1966
a su segundo hijo desaparecido. Como en el caso de Ramón Sal-
vador, nada ha vuelto a saber de Andrés. A Reina Malaver, ca-
sada desde hace siete años con Felipe y con dos hijos —Felipe
e Irania— le sucede igual. Ya antes, en el año 1965, su esposo
fue detenido en Caracas y vino a aparecer en Cumaná, cuaren-
ta días después. Lo tenía la Digepol y salió en libertad con las
huellas de la tortura.
“Ahora no sé qué pensar —dice ella— ya han transcurrido
dieciséis meses; es mucho tiempo (…)”.
Ambas mujeres han hecho lo humanamente posible para
hallar a sus familiares. Una, a los dos hijos; la otra, al esposo.
Han desafiado la burla y el silencio, la falsedad de las autorida-
des y la indiferencia de los burócratas. Han recorrido práctica-
mente todo el país y han hablado con centenares de personas.
Han dirigido telegramas, cartas, documentos al Congreso, al
presidente de la República, al ministro de la Defensa, al fiscal
general. Pero toda ha sido inútil. Sus familiares fueron deteni-
dos en fecha y circunstancias establecidas, mas una maquina-
ria abominable los ha desaparecido. Son los signos inmorales y
sombríos del tiempo del desprecio, desafiados por estas mujeres
inermes a base de amor y de valor. Cuando las vemos insistir y
reclamar una respuesta, afrontando todo en aras de un vínculo
afectivo, recordamos la frase del personaje de Malraux: “Tengo
la impresión de que no es el sufrimiento lo que cambia, sino la
esperanza”.
219
Sobre el Sifa
*
Desde hace algún tiempo, una inquietante sombra se cierne
sobre la nación. Cada día cobra fuerza, mayor poder, e intervie-
ne en forma más directa en cuestiones que nada tienen que ver
con su competencia, un organismo llamado Servicio de Infor-
mación de las Fuerzas Armadas (SIFA). ¿Qué es el SIFA y qué
facultades tiene? Pocos en Venezuela podrían contestar estas
preguntas, porque aun conociendo la existencia del SIFA des-
221
conocen su exacta ubicación dentro del ordenamiento jurídico,
y sus actividades se han incrementado de tal manera que cual-
quier enumeración quedaría corta. El SIFA —que ni aun en la
época de Pérez Jiménez llegó a tener la jerarquía represiva de
hoy día— es un organismo administrativo, cuyo papel se redu-
ce a recabar información militar y a procesar esa información.
De acuerdo con ese material procesado, y referido siempre al
ámbito militar, se ordenará a través de los organismos policiales
competentes o de la policía militar la detención de los sospe-
chosos con sujeción de las previsiones legales. Pero hay que
tener presente en todo momento que el SIFA es un organismo
administrativo de inteligencia eminentemente castrense y que
su jurisdicción no puede exceder ese límite; que solo por vía de
excepción su papel podría trascender en el caso del procedi-
miento extraordinario previsto en el Código de Justicia Militar
durante el estado de guerra y la suspensión de garantías. Y aún
en este caso, la instrumentación de una política represiva pro-
yectada sobre el campo civil, sería muy discutible.
El SIFA funciona frente al Palacio de Miraflores. Allí han
sido incomunicados ciudadanos, se ha torturado mediante la
actuación de un grupo de civiles que cumplen dentro de ese
servicio las tareas más despreciables. Hace algunos meses un
maestro zuliano fue secuestrado por una brigada del SIFA,
torturado y dado por muerto. Su testimonio conmovió al país,
pero la investigación a través de los canales regulares se inte-
rrumpió cuando el Ministerio de la Defensa reclamó el expe-
diente para que siguiera el curso de la justicia militar. Es decir,
que las actuaciones del SIFA, aparte de no estar definidas y de
ser muy amplias de acuerdo a múltiples experiencias, escapan
al control de la justicia penal ordinaria, están protegidas por el
fuero castrense, que en la mayoría de los casos no beneficia a
miembros de las Fuerzas Armadas, sino a un lumpen policial
enquistado en ese servicio. El fiscal general conoce del ambien-
222
te cerrado, de reclusión, que priva en ese servicio; sabe que sus
procedimientos escapan del control. Y no vale la pena referirse
a los más sórdidos, ya que está descartado que el SIFA pueda
adelantarlos con alguna base legal. Allí incomunican, maltra-
tan, vejan y realizan actos por el estilo, porque simplemente
quienes así actúan están amparados por la impunidad.
Pero hay otros actos que últimamente han trascendido y
que el SIFA pretende legalizar. Uno es citar a civiles a decla-
rar en sus oficinas. ¿Tiene el SIFA facultades para interrogar
civiles, los cuales van allí en situación que lesiona sus derechos,
ya que no se les impone de los mismos, y además lo hacen
coaccionados por las circunstancias? El civil que va al SIFA a
declarar, atendiendo a una boleta de citación sin especificación
de la causa, lo hace en condiciones desventajosas, sin garan-
tías de ningún género y en total estado de indefensión. ¿Puede
tolerarse dentro de un Estado democrático y a la luz de la le-
galidad tales excesos? Mientras los organismos encargados de
velar por la “exacta observancia de la Constitución y las leyes”
y por el respeto de los derechos y garantías de los venezolanos
se crucen de brazos, estos hechos y otros más graves seguirán
ocurriendo. Porque es en estos momentos —como dijera una
vez el famoso juez Douglas en la etapa más cruda del macartis-
mo— cuando “resultan sospechosos todos los que no están de
acuerdo con los militares que dictan las normas políticas… y el
miedo anda suelto”.
223
APÉNDICE II
Yo fui fusilado*
Este es el dramático relato del maestro zu-
liano Silvino Antonio Valera Moreno, quien
fue raptado en pleno Sabana Grande por
una comisión policial y que milagrosamente
sobrevivió a las torturas y “fusilamiento” a
que le sometieron, tratando de que revelara
el paradero de los fugados del San Carlos.
227
en el aparato policial del Gobierno. Pero el mismo joven dipu-
tado sostiene que hay muchos otros casos, menos sonados que
el de Lovera, que ilustran sombríamente lo que ocurre muros
adentro, y también muros afuera, de los diversos cuerpos de
represión política que hoy existen.
Uno de esos casos, el de un hombre que sostiene con mucha
razón que ha “resucitado” luego de su experiencia a manos de
una comisión policial, salió a la luz hace una semana, cuando el
profesor zuliano Silvio Antonio Valera Moreno llegó al Hospi-
tal Pérez de León de Petare, desangrándose por una herida de
bala en el abdomen y con muestras de haber sido bárbaramente
torturado. Lo llevaron un hombre y dos mujeres que lo habían
recogido en su carro en la población de Santa Lucía. Hasta allí
había podido llegar, arrastrándose más que caminando, desde el
barranco donde fue arrojado después de un “fusilamiento” prece-
dido por un “juicio” farsesco y por largas horas de un martirio en
que sus torturadores no ahorraron recursos para tratar de arran-
carle valiosas informaciones. Querían saber el paradero de los
evadidos del Cuartel San Carlos, Pompeyo Márquez, Guillermo
García Ponce y Teodoro Petkoff. El educador fue detenido en el
bar Las Barricas de Sabana Grande, y con él cayó un árabe del
que solo se supo que llamaban Paúl y que era dueño de un abasto
en el barrio Prado de María. Estas señas hacen pensar que el otro
buscado pudiera ser el legendario Simón el Árabe.
*
“Quédese quieto: está detenido”
Un lugar en El Junquito
233
25 000 bolívares por Pompeyo
Un tribunal rodante
238
APÉNDICE III
Los represores de ayer: los fascitas de hoy
Un acto por la vida*
241
Estamos ante el tiempo que no pasa. Ante un pasado que
sigue siendo presente, que reúne a quienes siempre han luchado
por convertir el olvido en memoria y la memoria en algo vivo y
creador.
Muchos más
El manto miserable
Dictadura y democracia
El hilo conductor
Trampas criminales
Similitud de conductas
Las derrotas
La fe infinita
Por eso es que los motivos para tener fe son infinitos. Por eso es
que hoy no nos reúne la aflicción, sino un creciente sentimiento
de esperanza. Además, nos juntamos en torno a la convicción
de que en este país tiene que imperar, definitivamente —y nada
ni nadie podrá impedirlo—, la justicia y la paz. Todo lo cual
tiene que estar fundado en la memoria y en la convicción de
que los que dieron su vida por una causa noble que hoy logra
concreción, estarán siempre con nosotros, iluminando el cami-
no con su ejemplo moral, la reciedumbre de sus convicciones
y el valor personal. Por eso, también el compromiso que con
ellos, con sus familiares, debe existir para que haya justicia, y
que la deuda con ellos sea resarcida con acciones de contenido
ético y jurídico por parte del Estado para que lo ocurrido no se
repita jamás.
El compromiso
Todo mi amor
Esta aquí y se ha quedado
pegado a las rocas, al mar,
a las montañas.
253
ANEXOS
La investigación para esta nueva edición de Expediente negro,
adelantada por profesionales de la comunicación, todos ellos
muy jóvenes, tuvo una característica: la manera como reaccionó
el equipo ante la sordidez de la etapa objeto de este trabajo.
Por razones de edad, y por la poca información que existe
en el país, estos jóvenes jamás imaginaron que en Venezue-
la, durante la democracia y no en dictadura, hubiese ocurrido
tal cúmulo de atropellos, de violaciones de la Constitución, de
asesinatos, de desapariciones de personas, de represión en con-
tra de los medios de comunicaciones. La sorpresa ante tanta
miseria del Estado, ante el comportamiento gansteril de los
gobiernos puntofijistas, acompañó a los investigadores, los cua-
les no pudieron reprimir, en algunos momentos, la indignación
y hasta el llanto ante crímenes espantosos como la masacre de
Cantaura, el asesinato de Alberto Lovera y Jorge Rodríguez
o la desaparición de los hermanos Pasquier. Todos se lamen-
taban del desconocimiento de la historia reciente del país, de
la manera como habían navegado en un mundo de antivalores
encubierto por el culto oficial a la democracia representativa de
Rómulo Betancourt y sus sucesores.
Esta experiencia personal, esta inolvidable vivencia de los
integrantes del equipo que participó en la indagación que con-
forma el presente anexo; que pasó días enteros examinando
diarios, revistas y material de televisión, es realmente única y
257
marca profundas huellas en ellos. Sirve, además, para calibrar la
distancia que media entre la realidad de un pasado desprecia-
ble y la virtualidad con que lo han asumido los personeros del
sistema, en particular sus voceros intelectuales más calificados.
Esta experiencia sirve, al mismo tiempo, para poner en evi-
dencia la importancia de la memoria. Las miles de víctimas
de los cuarenta años de democracia representativa puntofijista,
condenadas al olvido, deliberantemente excluidas e ignoradas
—porque hasta en la muerte funcionó la exclusión—, muchas
de ellas sin tumba porque sus cuerpos fueron desaparecidos por
los represores en nombre de la democracia y la libertad, ahora
reaparecen, emergen de las sombras, gracias a este ejercicio de
rescate de la identidad popular y de reivindicación de aquellos
que lucharon por un ideal.
258
Registro de violación de derechos
humanos del puntofijismo
en Venezuela (1959-1993)
J. V. R.
259
Gobierno de Rómulo Betancourt
(1959-1964)
Lista de asesinatos
carlos martínez. Asesinado el 12 de enero de 1963 en la calle
Maure, Catia, por un agente uniformado.
libia margarita gouverner camero. Caracas, UCV, Psicología,
1.o de noviembre de 1961.
alejo cenit (19 años). Baleado en el pecho por un policía unifor-
mado en las inmediaciones del cine México en Catia.
alejandro sandoval (19 años). Estudiante muerto por la policía
el 2 de febrero de 1963 en Gato Negro.
iván alfredo cordero (12 años). Muerto el 23 de febrero de 1963.
jesús alberto trujillo. Muerto en la urbanización Simón Rodrí-
guez, en marzo de 1963, mientras secuestraban a una familia en
un apartamento.
jesús ramón jiménez. Muerto por la Digepol en Valencia.
humberto méndez. Estudiante de 5.o año de Derecho en la Uni-
versidad de Carabobo. Asesinado el 8 de marzo de 1963 por el
dirigente adeco Manuel Hernández.
antero mendoza angarita. Líder agrario de URD, asesinado el
11 de marzo de 1963 en el Táchira.
manuel a. mujica. Asesino por la policía en San Felipe, Yaracuy, el
16 de marzo de 1963. Era militante de AD-Oposición.
francisco barreto. Campesino muerto durante una invasión de
tierras en Carabobo, en 1963.
260
efraín codero. Presidente del sindicato de pequeños agricultores de
Santa Cruz de Bucaral, estado Falcón. Asesinado a los 38 años
por efectivos del Ejército que ejecutaban la Operación Torbes.
alí josé paredes. Asesinado por una banda de funcionarios de la
Digepol, al mando del “Capitán” Vegas y Marcos Sabino, en
su casa en el Conde, en abril de 1963.
roque lucena. Fallecido en abril de 1963, a consecuencia de las
heridas ocasionadas en un mitin de la Federación Campesina
en el Tocuyo.
josé alfredo martínez. Asesinado el 21 de abril de 1963, en
Lomas de Propatria, por la Digepol.
julio césar morales. Asesinado el 10 de enero 1963, en Lomas
de Monte Piedad.
gregorio pinto. Asesinado en el Polvorín, en 1963.
rafael hernández amaya. Asesinado el 26 de mayo de 1963.
Tenía 21 años de edad.
toribio garcía. Joven abogado, autor de un libro de cuentos.
oswaldo orsini. Estudiante de Arquitectura en la UCV y actor
teatral. Fue fusilado cobardemente por un oficial del Ejército
de apellido Piñerúa.
andrés cova casas. Caracas, octubre de 1960.
amando petit. Cayó en combate.
ricardo navarro. Lagunillas, Zulia.
juan francisco villegas pulido. Plaza Concordia, Caracas, 4
de agosto de 1959.
rafael simón montero. Plaza Concordia, Caracas, 4 de agosto
de 1959.
rafael baltasar gonzález. Plaza Concordia, Caracas, 4 de
agosto de 1959.
luisa maría carzola. Caracas, octubre de 1960.
isabel acosta rivas. Caracas, octubre de 1960.
alexis rivero muñoz. Caracas, octubre de 1960.
francisco lozada. Caracas, octubre de 1960.
261
josé del carmen chávez. Caracas, octubre de 1960.
aníbal morales boada. Santa María de Cariaco, Sucre, 28 de
octubre de 1960.
ramón antonio revilla. Liceo Andrés Bello, Caracas, octubre
de 1960.
rafael clemente pacheco (tte. cnel.). Ramo Verde, 30 de
octubre de 1960.
jesús enrique echenique. Caracas, octubre de 1960.
alberto millán. Maturín, Monagas, 5 de mayo de 1962.
manuel guerra. Maturín, Monagas, 5 de mayo de 1962.
orlando orsini. 23 de mayo de 1962.
oscar solórzano. Puerto Cabello, Carabobo, 3 de junio de 1962.
alberto rudas mesones. 1959.
santos inocentes chauron. Caracas, UCV, Farmacia, 26 de
noviembre de1960.
josé montesino palacio. Caracas, UCV, Arquitectura, 3 de di-
ciembre de 1960.
dra. natalia chinaglia. Caracas, UCV, 3 de diciembre de 1960.
josé gregorio rodríguez. Caracas. Torturado y lanzado por una
ventana en la Digepol, en el año 1960.
chico vásquez. Puerto La Cruz, Anzoátegui, abril de 1961.
aquiles josé bellorín. Lídice, Caracas, 22 de marzo de 1962.
iván barreto. Charal, Portuguesa, 2 de marzo de 1962.
álvaro ruiz. Caracas, 5 de abril de 1962.
césar augusto ríos. Rematado después de herido, Humocaro
Alto, Lara, 13 de abril de 1962.
augusto leal. Rematado después de herido, Humocaro Alto, 13
de abril de 1962.
reinaldo garcía. Rematado después de herido, Humocaro Alto,
13 de abril de 1962.
omar castejón. Humocaro Alto, 13 de abril de 1962.
262
Torturados
jesús márquez finol, rafael guerra y césar alberto
millán.
Caso de la masacre del liceo José Miguel Sanz, en Maturín, el 04
de Mayo de 1962.
Bandas armadas de AD, liderizadas por el entonces gobernador
Armando Sánchez Bueno, asesinan a los dos estudiantes.
263
Gobierno de Raúl Leoni
(1964-1969)
Lista de asesinados
Fabricio Ojeda El Chema Saher
Alberto Lovera Pedro Manuel Centeno Gómez
Alejandro Tejero Cuenca Esladia Vásquez
César Burguillo Juan Pedro Rojas Mollejas
Félix Farías Carmelo Mendoza
Antonio Díaz Juan Antonio Devides (AD)
Alberto Rudas Mezones Heriberto Jiménez (URD)
Cornelio José Alvarado Humberto Arrieti
(Niquita) Aquiles Hernández
Desaparecidos
Hermanos Andrés Esladia Vásquez
y José Ramón Pasquier Cornelio Alvarado
Víctor Ramón Soto Rojas César Burguillos
Trino Barrios Roger Zapata
Donato Carmona Octavio Romero
Felipe Malaver Rubén León Rodríguez
Nicolás Hurtado Barrios Rafael Venancio Álvarez
Toribio García Argimiro Gabaldón
Alejandro Tejero Trino Barrios
Joel Linares Jeremías Barrios
264
Rafael Ladera Omar Ramones Romero
Felipe Quintero Padura Orlando Medina
Heriberto Cartagena José Damián Ramírez Labrador
Iván Peña José “Cheíto” Yépez
Manuel Ponte Rodríguez Carlos Luis Hernández
Argelio Reina Armando Rosales
Miriam Barreto Merchán Guillermo Lapp
Juan Chacón Lanza Ibrahim Villasmil
Omar Vásquez Leopoldo Salazar
Víctor Márquez Jesús Pérez
Luis Tineo Gamboa Félix Adams
Luis Juan Lezama Alejandro Tejeira
Juan Francisco Lugo Enrique Rivero Muño
Rinder Colinas Leonardo Quinta
Miguel Noguera Eloy Francisco Pérez Silva
José Mendoza Ovalles Eleazar “Loco” Fabricio Aristigueta
(Chino) Luis Fernando Vera Betancourt
Bartolomé Vielma Pedro Cabrera Torres
José Miguel Rodríguez Concepción “Conchita” Jiménez
Antonio Briones Montoto Eduardo “el Gago” Jiménez
Hugo Daniel Castillo Cristóbal Campero
Luis Emiro Arrieta Plinio Rodríguez
Iván Moscoso Cariote Agreda
Félix José Farías Salcedo Eduardo Mijares
Alejandro Tejero Lino Arcadio Martínez
Trina Urbina Jesús Márquez Finol (Motilón)
Raúl Rubio César Ríos
Julián Camacho Ricardo Navarro
Dora González Ramón Villaroel
Elpidio Padovani Miguel Ángel Guerrero
Arturo Angarita Miguel Ángel Guerra Léidenz
José David de la Rosa Iván Daza
Carlos Navoa Guerrero Pío Gil Mendoza
265
Carmelo Mendoza Rafael Urdaneta
Héctor Rodríguez Armas José Anastasio Alvarado
Enrique Acosta Juan Bautista Ollarves
Luís Díaz Ramón Morán
Ricardo Castro Juan Agustín Ollarves
Julio César Rodríguez González Pablo Márquez
Luis Enrique Losada (Baños) José Luis Fernández (Tte. Cnel.)
Guadalupe Torres Domingo Márquez
Rosa Alvarado Ramón Argüello
Manuel Sánchez Domingo Pérez
Jesús Elías Vásquez Guadalupe Polanco
Alonso Hernández Alfonso Uzcátegui
Teodoro Morán Pompeyo Medinas
Juan Camacho José Valentín Chirinos
Onésimo Mendoza Enrique González
Silverio Puerta Víctor Rodríguez
Benjamín Montilla Francisco Quiñónez
Pedro Callegas Arnaldo Bello
Tomás Toro Rufino Terán
Beltrán Liberón Lucena José Quirife
Timoteo Colina Omar José Mendoza
Alvarado Candelario Castillo Delfín de Jesús González
José de Los Santos Reyes Tomás Romero Cevallos
María Cobis Dionisio Pérez
Teodosio Arcaya Franklin Hidalgo
Tulia de Cordero Nelson Ramón López
Nelson Rafael Coronado Isidro Escalona
Quintín Chirinos José Felipe Alvarado
Roseliano Colmenares Matías Colmenares
Rafael Ortega Rubén Alvarado
Cipriano González Antonio Rojas
Luis García Aucejo Antonio Mercedes Jiménez
Pedro González Emilio Pérez
266
José Antonio Devides Isidoro Escalona
Alirio López Arnaldo Rafael Fernández Guerrero
Juna José Soto Dionisio Rodríguez
Nicolás Sánchez Rafael Venancio Álvarez
Bernardo Soto Matías Colmenares
Juan Bautista Sivira Rubén León Rodríguez
Cipriano Yépez Abilio López Cedeño
Evangelista Goyo Rafael Clemente Pacheco (Tte. Cnel.)
Oberto Zárraga Pablo Moreno
Soleima Goyo Gabriela Andarcia
Octavio Romero Billo Iturbe
Baudilio Goyo Rafael Antonio Briceño Beria
Manuel Antonio García Fedor Reyes
Pablo Márquez Saúl Enrique Ojeda
Manuel Estrada Raimundo Quero
Domingo Peraza Rogelio González
Juan Bautista Sánchez Carlos Martínez Ruiz
Rigoberto Escalona Iván Benítez
Manuel Chirinos León Dávila
Remigio Rodríguez José González Rosas
Manuel Antonio Aguilar José Teolindo Cordero
Francisco Encarnación Castillo José de Jesús Maya
Martín González Fernando Lugo
Marcos Claudio Carmona José Miguel Rodríguez
Rubén Ávila Torres Eugenio Riera
José Luis Herrera José Antonio Rodríguez
Rufino Terán Freddy Enrique Leal
Ramón González Horacio Daniel Castillo
Omar José Mendoza José Ramón Ortega
Jesús María Vásquez Pedro Cabrera Torres
Rufino Angulo Rafael Lares León
José Rodríguez Carlos Mendoza
Buena Aventura Orellana Leonardo Enrique Pérez
267
Leonardo Quintana Toribio García
Nelson Castellanos Víctor Márquez
Primitivo Salazar Joel Linares
José Luis Montero Iván Moscoso
Nicolás Beltrán Valentín Villasmil
Alberto Alvarado Raúl Castro González
Nelson Ruiz Arcadio Pérez Maldonado
Melvín Marín Sánchez José Gregorio Suárez
Víctor Quiñonez Arcadio Pérez Martínez
Luis Hernández Carlos Guillén Rodríguez
Luis Díaz
Torturados
silvino antonio valera moreno. Apresado en el bar La Ba-
rrica de Sabana Grande, se encontraba en compañía de un
ciudadano árabe conocido como Paúl del cual nunca más
se supo nada.
efraín labana. Quien sobrevivió milagrosamente a las torturas a
las que fue sometido en el TO3 del Tocuyo.
rafael ignacio quintana silva. Golpeado y torturado con una
garrocha eléctrica.
268
julio césar valery y anselmo natale. Ambos golpeados y tor-
turados con una garrocha eléctrica.
iván hernández. Fue detenido y secuestrado en Bogotá por la po-
licía colombiana desde el 3 de noviembre del 1965 y entregado
al SIFA el 1.o de febrero del 1966. Durante todo ese tiempo
durmió en el suelo, le limitaron la comida y la satisfacción de
sus necesidades vitales. Torturado con la garrocha eléctrica y
golpeado vilmente.
héctor jiménez. Secuestrado a la salida del Consejo Municipal de
Caracas y llevado al Cuartel Corpahuaicoco en el estado Lara.
Antes de llegar al cuartel fue torturado en un matorral cerca de
El Tocuyo.
demetrio jiménez. Atado y amordazado, lo llevaron al Cuartel
Corpahuaicoco.
omar sánchez. Detenido el 13 de diciembre de 1966, en la puerta
de su casa en San Antonio de los Altos. Fue trasladado al SIFA
y durante tres días estuvo sin comer. Lo llevaban al Junquito en
donde era cruelmente torturado.
juan manuel blanco ponce. Fue apresado por los agentes del
SIFA, Carlos Núñez Tenorio y Juan Peraza Aranguren en la
av. Andrés Bello, de Caracas. Fue trasladado al Cuartel Cor-
pahuaicoco donde sufrió diversas torturas.
césar pavel rondón daza. Detenido el 20 de enero de 1967, en
Caracas, por funcionarios de la Digepol. Recibió fuertes golpes
en la cabeza y en la columna vertebral.
dixi domingo aponte. Detenido en Maiquetía el 4 de marzo de
1967 por agentes de la Digepol, fue trasladado al SIFA y luego
al Cuartel Corpahuaicoco en el estado Lara.
josé rafael zanoni. Detenido por la Digepol durante el allanamien-
to a la UCV en 1966. En enero de 1967, fue trasladado al Cuar-
tel Corpahuaicoco en el Tocuyo y torturado de miles de formas.
luis barrios, william álvarez, roberto jiménez, rafael la-
dera, rodríguez montesinos y josé vicente abreu.
269
Gobierno de Rafael Caldera
(1969-1974)
Lista de asesinados
capraccio medina. Sidor, Bolívar, 1972.
hilario navarro. Valencia, Carabobo, 1972.
miguel salas suárez. Fusilado por la guerrilla.
vladimir josé mota contreras. Luis Razetti, Caracas, 26 de
enero de 1971.
ángel valois rivero leal. Calle Zamora, Coro, 22 de noviembre
de 1971.
melvin marín sánchez. UCV.
270
Desaparecidos
noel rodríguez. Activista de Bandera Roja. Caso emblemá-
tico de este gobierno.
luis hernández. Estudiante.
271
Gobierno de Carlos Andrés Pérez
(1974-1979)
Lista de asesinados
jorge rodríguez. Secretario general fundador de la Liga Socialis-
ta y expresidente de la Federación de Centros Universitarios,
asesinado en un calabozo de la Disip luego de ser torturado.
alberto aguilar serrada (abg.). Caso Chatarra Militar
francisco trías izquierdo. Estudiante del cuarto año del cole-
gio Urbaneja Achepol. Asesinado por agentes de la PTJ en la
calle real de Prado de María el 6 de diciembre de 1974.
álvaro enrique gómez aponte. 17 años. Asesinado el 6 de di-
ciembre de 1974.
hildegard romero. 18 años. Asesinada por el Escuadrón Vo-
lante de la PTJ al realizar una razia en busca de los presos
políticos fugados del San Carlos, el 30 de enero de 1975
josé del valle bermúdez, josé alberto avendaño caste-
llano, fabio alfredo dugarte mora (19 años), merliz
flesa rodríguez, omar alexis escobar landaeta, car-
los alberto garcía (15 años), vásquez ullosa (26 años),
pedro antonio galvis y bernardo sánchez moreno. En
una pensión de Valencia fueron asesinados simultáneamente
nueve personas, por el Escuadrón Volante de la PTJ, alegando
que tenían antecedentes y que se trataba de un enfrentamien-
to. Año 1975.
272
josé jimmy rojas camacho. Asesinado durante allanamiento en
su casa, en San Bernardino (17 años).
josé hidalgo olivo. Asesinado en el Observatorio de Caracas
por tirar piedras al techo de la Casa Militar.
ramón carmona vásquez (abg.). Asesinado el 28 de julio de
1978 por los funcionarios del grupo GATO (Grupo de Apo-
yo Técnico Operativo) Anouel Pacheco, Pablo Díaz, Jesús Vi-
llaroel, Nelson Fuentes Torrealba, entre otros. Fue procesado
y destituido de su cargo el director de la PTJ, Manuel Molina
Gásperi.
josé paulino lobo valesco. 1975.
Desaparecidos
273
Gobierno de Luis Herrera
(1979-1984)
Masacre de Cantaura
Los datos de las víctimas fueron tomados de Ernesto J. Nava-
rro, “Cantaura: un ensayo”, Aporrea, 1.o de abril de 2004.
Otros asesinatos
josé aquino carpio. 29 de junio de 1979.
carlos wilfredo garcía silva. 29 de junio de 1979.
rafael vicente baujón. Coro, Falcón.
rogelio castillo gamarra. Coro, Falcón
andrés avelino colin. Coro, Falcón.
274
nicolás montes beltrán. Yaritagua, Yaracuy.
josé antonio figueroa. Zaraza, Guárico.
ramón bello (el chano). Zaraza, Guárico.
275
Gobierno de Jaime Lusinchi
(1984-1989)
I
Masacre del Amparo
276
luis alfredo berríos
antonio egazar
alí maldonado
marino emeterio vivas
josé mariano torrealba
Sobrevivientes
wolmer pinilla
josé arias
Ii
Masacre de Yumare
277
Otros asesinatos
luis ibarra riverol (abg.)
belinda álvarez. Estudiante de Trabajo social, UCV.
tony matos villarreal (pony). Mérida, ULA, julio de 1987.
humberto lópez velásquez. Mérida, ULA, julio de 1987.
josé ramón guacarán. Mérida, ULA, julio de 1987.
luis gerardo guillén duarte. Mérida, ULA, julio de 1987.
manuel lorenzo vera moreno. Barquisimeto, Lara, noviembre
de 1987.
raúl sanoja fuenmayor. Carrizal, Miranda, 1988.
luis alfonso barroso zamora. Plaza Tiuna, Caracas, 17 de ju-
lio de 1989.
néstor luis hurtado. Plaza Tiuna, Caracas, 17 de julio de 1989.
hernán josé cova. Plaza Tiuna, Caracas, 17 de julio de 1989.
josé ramón cova. Plaza Tiuna, Caracas, 17 de julio de 1989.
ángel césar camacho. Plaza Tiuna, Caracas, 17 de julio de 1989.
278
Segundo Gobierno
de Carlos Andrés Pérez
(1989-1993)
Muertos identificados
(Fuente: Cofavic)
luis manuel colmenares. Edad: 22 años. Ocupación: Fun-
cionario de la Policía Metropolitana. Fue asesinado el 7 de
marzo de 1989 a las 2:00 p. m. mientras estaba vestido de
civil. Agentes del mismo cuerpo policial en el cual traba-
jaba lo detuvieron, lo golpearon, finalmente, lo ultimaron
por la espalda. Los funcionarios están identificados pero
no han sido castigados.
279
juan josé garrido blanco. Edad: 17 años. Ocupación: Estu-
diante. Agentes de la División de los Servicios de Inteligen-
cia y Prevención (Disip) dispararon indiscriminadamente, el
1.o de marzo de 1989, fuera de las horas del toque de queda,
asesinando a la víctima.
daniel guevara ramos. Edad: 17 años. Ocupación: Estudian-
te. El día martes 28 de febrero —entre las 11:00 a. m. y
12:00 del mediodía—, el joven fue asesinado por disparos
indiscriminados de perdigones efectuados a corta distancia
por funcionarios adscritos a la Policía Metropolitana.
gustavo pedro guía laya. Edad: 27 años. Ocupación: Obrero.
El 1.o de marzo de 1989, a las 7:00 a. m. aproximadamente,
Gustavo Guía fue alcanzado por disparos indiscriminados
propinados por efectivos militares mientras hablaba por te-
léfono.
mercedes beatriz hernández gonzález. Edad: 34 años.
Ocupación: Analista de personal. A las 4:00 p. m. del 28 de
marzo de 1989 la víctima fue alcanzada por una ráfaga de
proyectiles de Fusil Automático Liviano (FAL) mientras se
asomaba a la ventana de su casa.
crisanto mederos. Edad: 37 años. Ocupación: Pintor. Crisan-
to Mederos se encontraba en su residencia el 3 de marzo de
1989 cuando, a las 10:00 a. m., un grupo de diez efectivos
militares uniformados irrumpieron violentamente y lo asesi-
naron en su propia habitación, luego de golpearlo.
francisco antonio moncada. Edad: 8 años. Ocupación: Es-
tudiante. El 28 de febrero de 1989, a las 4:00 p. m. efectivos
militares descargaron sus armas de fuego contra la familia
Moncada mientras estos se encontraban en la terraza de su
casa, alcanzando en la cabeza a la pequeña víctima.
héctor daniel ortega zapata. Edad: 23 años. Ocupación:
Estudiante. A las 4:00 p. m. aproximadamente del día mar-
tes 28 de febrero de 1989, Héctor Ortega recibió un im-
280
pacto de bala en la cabeza cuando funcionarios de la Policía
Metropolitana se encontraban disparando sus armas.
rubén javier rojas campos. Edad: 27 años. Ocupación: Em-
pleado. Fue asesinado por efectivos militares mientras lla-
maba desde un teléfono público el día 1.o de marzo de 1989,
a las 11:00 a. m. aproximadamente. A los familiares se les
negó la entrega del cuerpo de la víctima. Fue enterrado en
una fosa común y posteriormente exhumado de La Peste.
esteban luciano rosillo garcía. Edad: 20 años. Ocupación:
Estudiante. El día martes 28 de febrero de 1989, a las 5:00
p. m. aproximadamente, fue asesinada la victima por un fun-
cionario adscrito a la Guardia Nacional — identificado—
cuando trataba de refugiarse detrás de un automóvil para
evitar una balacera.
leonardo antonio salas guillén. Edad: 22 años. Ocupación:
Empleado. La víctima perdió la vida el día 3 de marzo de
1989, a las 6:30 a. m., al recibir un impacto de bala en la ca-
beza. El cadáver del joven fue enterrado en una fosa común
y recuperado a través de la exhumación de La Peste.
tirso cruz tezara álvarez. Edad: 23 años. Ocupación: Men-
sajero. El día 28 dE febrero de 1989, a las 3:00 p. m., la vícti-
ma murió cuando le solicitó a los efectivos policiales que no
efectuaran más disparos indiscriminados y uno de ellos, en
respuesta, le propinó un balazo en la espalda.
jorge daniel quintana. Edad: 16 años. Ocupación: Estudian-
te. A las 10:30 p. m. del 27 de febrero de 1989 el joven fue
alcanzado por disparos indiscriminados efectuados por efec-
tivos de la Policía Metropolitana.
wolfang waldemar quintana vivas. Edad: 20 años. Ocupa-
ción: Comerciante. El día 2 de marzo de 1989, a las 6:00
p. m. aproximadamente, Wolfang Quintana se encontraba
sosteniendo en los brazos a su hija de tres meses cerca de
una de las ventanas de su residencia cuando un efectivo mi-
281
litar le apuntó y le disparó con su arma de fuego causándole
la muerte.
yurima milagros ramos mendoza. Edad: 20 años. Ocupa-
ción: Estudiante. Yurima Ramos murió en el interior de su
residencia, específicamente dentro de su habitación, el día
28 de febrero de 1989, a las 6:10 p. m., como consecuencia
de los disparos indiscriminados que efectuaban militares en
las inmediaciones de dicho lugar.
iván rey. Edad: 25 años. Ocupación: Carpintero. El 27 de febre-
ro de 1989, a las 7:00 p. m. aproximadamente, Iván Rey reci-
bió un impacto de bala en la cintura mientras se encontraba
en el balcón de su residencia. La víctima murió días después.
Funcionarios de la Policía Metropolitana se encontraban
disparando indiscriminadamente en el lugar.
benito del carmen aldana bastidas. Edad: 46 años. Ocupa-
ción: Vigilante. Benito Aldana fue ejecutado extrajudicial-
mente —por la espalda— por efectivos militares, el día 28
de febrero de 1989, a las 2:00 p. m. aproximadamente. El
cuerpo no ha sido entregado a los familiares.
jesús calixto blanco. Edad: 54 años. Ocupación: Mensajero.
La víctima fue asesinada por efectivos militares el día 2 de
marzo de 1989, a las 2:00 p. m. aproximadamente, cuan-
do regresaba a su domicilio en las inmediaciones del metro
Agua Salud de Catia. Los restos de Jesús Calixto Blanco no
han sido entregados a sus familiares.
boris eduardo bolívar marcano. Edad: 22 años. Ocupación:
Comerciante. Cuando se encontraba en la planta baja del
edificio donde residía, el 3 de marzo de 1989, a la 1:00 p. m.
aproximadamente, Boris Bolívar fue detenido por agentes
de la Policía Metropolitana. Según autoridades nacionales
la víctima fue encontrada muerta, con un disparo de bala en
la cabeza. Los familiares aún no han podido hacerse con los
restos.
282
jesús alberto cartaya. Edad: 27 años. Ocupación: Comer-
ciante. El día 1.o de marzo de 1989, a las 4:00 p. m. aproxi-
madamente, Jesús Cartaya fue ejecutado extrajudicialmente
—en presencia de su madre— por efectivos militares cuan-
do se encontraba parado en la puerta de su residencia. A
los familiares se les negó el cuerpo de la víctima. Hasta el
momento no han podido acceder a los restos.
julio césar freites. Edad: 17 años. Ocupación: Estudiante.
La víctima fue asesinada por un agente de la Policía Metro-
politana, el 28 de febrero de 1989 a las 3:00 p. m., mientras
se encontraba con unos amigos. El cadáver fue enterrado en
una fosa común y hasta la fecha los familiares no han podido
recuperarlo.
héctor josé lugo cabriles. Edad: 26 años. Ocupación: Alba-
ñil. Héctor Cabriles falleció a consecuencia de una hemo-
rragia interna producto de heridas múltiples en el abdomen,
ocasionadas por arma de fuego el día 3 de marzo de 1989, a
las 4:30 p. m.
josé ramón montenegro. Edad: 28 años. Ocupación: Obrero.
El 3 de marzo de 1989, a las 5:30 aproximadamente, cuatro
efectivos militares irrumpieron violentamente en la residen-
cia de la familia Montenegro llevándose a dos hermanos
detenidos. José Ramón Montenegro apareció luego en las
listas de personas fallecidas. El cadáver de la víctima nunca
fue entregado a los familiares.
elsa teotiste ramírez caminero. Edad: 39 años. Ocupación:
Mesera. A las 12:00 del 27 de febrero de 1989, Elsa Ramírez
salió a buscar a su esposo. Cinco días después, las autorida-
des mostraron a los familiares unas fotografías donde podía
observarse que la víctima murió herida por varios orificios
de bala. El cadáver nunca fue entregado a los familiares.
sabas reyes gómez. Edad: 46 años. Oficio: Chofer. El señor
Sabas Reyes se encuentra desaparecido desde el día 27 de
283
febrero de 1989. La zona se encontraba bajo el control del
Ejército Nacional y la Policía Metropolitana. Los familiares
lograron identificar el cadáver en la morgue del Instituto de
Medicina Legal, donde les comunicaron que la víctima ha-
bía muerto como consecuencia de heridas de bala causadas
por arma de fuego. Los restos fueron enterrados en una fosa
común y no han sido entregados a la familia.
fidel orlando romero castro. Edad: 23 años. Ocupación:
Obrero. El 27 de febrero de 1989, a las 7:00 p. m. aproxi-
madamente, Fidel Orlando Romero Castro fue herido en
una zona controlada por el Ejército Nacional y la Policía
Metropolitana. Los familiares lograron auxiliarlo, pero lue-
go de su fallecimiento las autoridades les negaron el cadáver
y les informaron que la víctima había sido inhumada en la
fosa común de La Peste. Hasta el día de hoy, la familia no ha
podido acceder a los restos.
alis guillermo torres flores. Edad: 20 años. Ocupación:
Estudiante. El 1.o de marzo de 1989, los familiares del joven
Alis Guillermo Flores fueron informados de que la víctima
había sido herida en una zona controlada por cuerpos de
seguridad del Estado. El 27 de marzo de 1989 son infor-
mados, por funcionarios adscritos al Instituto de Medicina
Legal del Cuerpo Técnico de Policía Judicial, de que el ca-
dáver del señor Alis Torres había sido inhumano en una fosa
común. Los restos nunca fueron entregados.
richard josé páez páez. Edad: 17 años. Ocupación: Estudian-
te. El joven fue asesinado por agentes de la Policía Metro-
politana el 3 de marzo de 1989, a la 1:30 p. m., cerca de su
residencia. Los agentes quisieron hacer creer a los familiares
que el joven se había degollado cuando realmente había sido
herido de bala.
carlos elías ojeda parra. Edad: 27 años. Ocupación: Men-
sajero. El días 28 de febrero de 1989, a las 11:00 a. m.
284
aproximadamente, Carlos Elías Parra fue asesinado por un
efectivo militar que le disparó por la espalda.
josé del carmen pirela león. Edad: 16 años. Ocupación:
Estudiante. Según la versión de un testigo, un funcionario
de la Policía Metropolitana disparó a la víctima el 28 de
febrero de 1989, cuando esta fuerza policial realizaba dis-
paros indiscriminados. El cuerpo del joven fue enterrado
en la fosa común de La Peste y recuperado posteriormente
durante las exhumaciones.
josé vicente pérez rivas. Edad: 18 años. Ocupación: Ven-
dedor. El día 28 de febrero de 1989 a las 6:10 p. m., como
el joven fue asesinado por efectivos militares que, desde
una unidad, disparaban sus armas de forma indiscriminada
contra las personas que caminaban por las inmediaciones.
roberto segundo valbuena borjas. Edad: 22 años. Ocu-
pación: Estudiante. La víctima fue asesinada por disparos
indiscriminados de efectivos militares, el 1.o de marzo de
1989 a las 8:00 a. m. El cadáver nunca fue entregado a los
familiares.
josé jerónimo valero suárez. Edad: 22 años. Ocupación:
Obrero. El 27 de febrero de 1989, a las 11:00 a. m. aproxi-
madamente, José Valero fue asesinado mientras caminaba
frente a un módulo de la Policía Metropolitana por agen-
tes de este cuerpo policial. El cadáver fue inhumado en una
fosa común según reconocieron las mismas autoridades y
no ha sido entregado a los familiares.
josé miguel liscano betancourt. Edad: 21 años. Ocupa-
ción: Archivista. José Miguel Liscano salió de su casa a
comprar algunos víveres en horas de la tarde del 28 de fe-
brero de 1989 y hasta la fecha no se sabe nada de su para-
dero. El sector estaba bajo control de cuerpos de seguridad
del Estado y en ese mismo lugar fueron asesinadas otras
personas por agentes de estas fuerzas.
285
juan acasio mena bello. edad: 37 años. Ocupación: Agri-
cultor y tapicero. El 28 de febrero de 1989, a las 3:00 p. m.
aproximadamente, Juan Mena salió de la residencia de su
madre a buscar a su familia y desde ese día se encuentra
desaparecido. La zona se encontraba custodiada por efec-
tivos militares y policías metropolitanos.
gregoria matilde castillo. Ocupación: Secretaria adminis-
trativa. La joven Gregoria Matilde salió de su casa el día
1.o de marzo de 1989, a las 7:45 a. m. aproximadamente, en
compañía de su prima. Poco después efectivos militares co-
menzaron a disparar indiscriminadamente, lo que produjo
la muerte de su prima y de varios amigos. La joven Gre-
goria Matilde recibió un impacto de bala en una pierna, lo
que trajo como consecuencia la amputación del miembro
afectado.
henry eduardo herrera hurtado. Edad: 30 años. Ocupa-
ción: Obrero. El 28 de febrero de 1989, a las 11:00 a. m.
aproximadamente, Henry Herrera fue herido por un pro-
yectil de FAL (Fusil Automático Ligero), utilizado por las
Fuerzas Armadas Nacionales, que le perforó el hígado e
intestinos y le causó daños en las vértebras. La víctima ha
quedado paralítica a consecuencia de las heridas de bala.
noraima sosa ríos. Edad: 34 años. Ocupación: Secretaria.
Noraima Sosa recibió un impacto de bala mientras se en-
contraba en el interior de su residencia, el 28 de febrero
de 1989, a las 8:00 p. m. Los disparos indiscriminados de
efectivos militares provocaron, en este caso, que la víctima
perdiera su pierna derecha.
andrés eloy suárez sánchez. Edad: 34 años. Ocupación:
Trabajador independiente. Andrés Suárez residía en San
Cristóbal, estado Táchira, y se encontraba de visita en la
ciudad de Caracas durante los sucesos de febrero y marzo
de 1989. El día 27 de febrero desapareció y sus familiares
286
no saben de su paradero hasta la actualidad. La zona estaba
bajo el control de funcionarios de la Policía Metropolitana
y efectivos militares.
jesús cedeño. Edad: 26 años. Ocupación: Asesor legal. De
acuerdo a la certificación médica, la víctima murió el 27
de febrero de 1989 a consecuencia de heridas por arma
de fuego recibidas mientras se encontraba en la avenida
Lecuna.
abelardo antonio pérez. Edad: 45 años. Ocupación: Alba-
ñil. Los familiares de Abelardo Pérez supieron de él por
última vez el 4 de marzo de 1989 cuando les avisó, por me-
dio de una llamada telefónica, que iría a visitarlos. La zona
se encontraba bajo control de funcionarios de la Policía
Metropolitana y efectivos militares.
jesús rafael villalobos. Edad: 23 años. Ocupación: Obrero.
El 28 de febrero de 1989 la víctima salió de su residencia
alrededor de las 4:00 de la tarde a comprar víveres y desde
entonces se encuentra desaparecido. La zona se encontraba
bajo el control de funcionarios de la Policía Metropolitana
y efectivos militares.
287
Ascanio Istúriz, Ramón Campos, Osquelis
Ascarme Bastardo, Jesús Rafael Canache, Franklin Alexis
Aular Gorrín, Willy Ramón Cañizales, Francisco Antonio
Baloa Martínez, Carlos José Capote Guédez, Teodoro
Balza Azuaje, Silvio de Jesús Capriles Izquierda, Orangel Daniel
Balza, Carlos José Carnavale, Domenico
Barradas Goncalves, João Carpio, José Gregorio
Barrios, Edgar José Carrillo Tronca, Johann Manuel
Barrios, Isidro Cartaya, Jesús
Barros, Alfonso Castellanos Canelón, Armando
Bello Rosa, Richard José Castillo González, Jesús Enrique
Bermúdez Gil, César Santos Castillo González, Jesús Israel
Bermúdez, César Castillo, Nimara
Blanco Camacaro, Freddy Jacobo Castro, José Gregorio
Blanco Díaz, Jorge Luis Ceballo, Jorge Luis
Blanco Garrido, Juan José Ceballo, Charlie José
Blanco, Jesús Alberto Celis de Ravelo, Sixta Zaida
Blanco Melchor, Ángel Celis Pérez, Juan Carlos
Blanco Moreno, Douglas Alexander Chacón, Leonardo
Blanco, Ramón Antonio Chacón Torres, Oswaldo Jesús
Blanco Tacho, Juan Chacón, Yarty
Bocáñez, Fermín Chávez Schmid, Sonia Patricia
Bolaño Rodríguez, Diego Carlos Chávez, Nelson Jesús
Bolívar, Zulay Josefina Chiguin, José Gregorio
Botonel, Ruperto Colina, Alex Ismael
Briceño, José Gregorio Coll, María Julia
Briceño, José Manuel Colmenares Bello, Junior Alexander
Brizuela Urbaneja, Hermes Agustín Colmenares Gil, José Enrique
Cabrera, Carlos Eduardo Colmenares Limar, Alexander
Cabriles García, Nancy Margarita Colmenares, Luz Elena
Cabriles Zambrano, Eubaldo Daniel Colmenares Martínez, Luis Manuel
Cabritas Reyes, Víctor Manuel Colmenares Peraza,Wilmer Ernesto
Camacho Jerez, José Rafael Colmenares Zorrilla, Francisco
288
Colmenares, Ana Teresa Fernández Villegas, Héctor José
Colmenares, Nancy Ferrer Espinel, Magdalena
Contreras, Carlos Eduardo Figuera Delfino, Ángel
Contreras Pérez, Alexis Figueroa, José Benjamín
Cordero, David Flores Acevedo, Pedro
Corso, Hernando Flores Cedeño, Pedro Agustín
Cortés Chacón, Ángel Rafael Freites Pérez, Julián José
Cortés Chacón, Roberto Antonio Fuentes, William José
Cortés Hernández, Ángel Rafael Fuentes, José Alexander
Cujar, Carlos Ernesto García Aranguren, Rafael
De Freitas, Miguel Ángel García, Augusto Antonio
De Jesús Pereira, Juan Alberto García de Mujica, Rosa
De Pablo Bustamante, Ana Irma García Martínez, José Luis
De Polo Margola, Reyes García Olarte, Normando
Delgado Mejías, Carlos Eduardo García Olivo, Edgar
Díaz Escalante, Carmen Elena García Pereira, Pedro Pablo
Díaz, José Manuel García Piñango, Yennis Alberto
Dorante Torres, Carlos Antonio García Sosa, Arquímedes Reinaldo
Duque Duque, Pedro Noberto García, Alex
Durán González, Ramón Antonio García, William Rodolfo
Eastman, Omar Jesús Gil Colmenares, José Enrique
Echeverría, Jorge Gil García, Jaime
Echezuna, Sergio Gil Rudes, Antonio
Edelme, José Gil Terán, Reina Margarita
Escalona, Juan Francisco Gil, Alberto Antonio
Esparragoza Pimentel, Héctor Gómez, Ángel Filindao
Espinal, Magdalena Gómez Arias, Marta Reina
Espinosa Castro, Luis Miguel Gómez Castro, Eustaquio
Espinosa Hurtado, Alfredo Rafael Gómez, Isabel
Estrada, Rubén Darío Gómez Martínez, Eleazar Jesús
Fernández Arriaz, Marta Ester Gómez Ortega, María Josefina
Fernández, Jesús Gómez Sabas, Reyes
Fernández Maura, Karina Gómez Sosa, Jesús Gregorio
289
González, Antonio Lira Plomard, Zury Johana
González, Juan Antonio López, Ceferino Antonio
González, Edwind López Gómez, Jhonny José
González, Gregory López Rojas, José Alejandro
Guape de Castillo, Ninoska de la Cruz Loreto Martínez. Ángel
Guerra Amedo, Numa Antonio Lozano, Jackson Gerardo
Guerrero Carrero, Ramón Elías Lucero Blanco, Orlando David
Guevara Urbano, Marilyn Ángeles Lugo Cabriles, Héctor José
Gutiérrez García, Edwin Alfredo Machaco Serrano, Douglas Narciso
Gutiérrez Gavidia, William Gerardo Machado, Alejandro Cirilo
Gutiérrez, Jhonny Jesús Madrid, José Francisco
Guzmán, Ángel Naybir Maldonado, Alexis
Hebert, George Mazniak, Demelno
Hernández, Alfonso Rafael Manjela, Omar Antonio
Hernández, César Marín Caldera, Teresio Antonio
Hernández Díaz, Juan Miguel Marín Pérez, Joel Antonio
Hernández Lara, Edesio José Márquez, Ángel Ramón
Hernández Martínez, José Elías Márquez, Omar
Herrera, Pablo Manuel Márquez, Wimer José
Hidalgo Antequera, José Olivo Martínez, Juan
Hernández Rodríguez, Alfonso Martínez Linares, Fidel Antonio
Ibarra, Nicolás Enrique Martínez Ruiz, Italia
Infante Gómez, Nelson José Martínez, Manuel Francisco
Istúriz, Ascanio Mejías Zerpa, Eduardo
Izquiel Ochoa, Carmen Ramona Mendoza Ortaye, Lara
Jaurena, Gonzalo Merchán, Danny
Juárez Uzcátegui, Argenis de Jesús Molina Dubrón, Arturo José
Kniewsky, Teodoro Moreno de Tosa, María Zulia
Lacana, Williams Olivo Hidalgo, José
Leiva, Guillermo Ortiz, Fabián
León, Aurelio José Pacheco, Arquímedes
León, Juan de Dios Palacios, Eddy
Linares, Ernesto José Peña, Yoselina
290
Pérez Otto, José Rivas, Rafael
Pérez Pérez, Nereo Enrique Rodríguez de Díaz, Sandra
Pérez, Fernando Rodríguez Herrera, Tulio José
Pérez, Gilberto Rodríguez Martínez, Gines
Pérez, Pedro Domingo Rodríguez Palacio, Francisco José
Pernil, Noel Ramón Rodríguez Peraza, Daniel Antonio
Pineda Ugas, Milton Emilio Rodríguez Prieto, Luis
Polanco Manaure, José Candelario Rodríguez, Dionel Oswaldo
Porras, Eduardo José Rodríguez, Humberto
Portillo Pérez, Ramón José Rodríguez, José Luis
Prada, José Ramón Rodríguez, Juan
Quena Becerra, José Nicasio Rodríguez, Leonel
Quijada, Jesús Zenaido Rodríguez, William Miguel
Quijada, José Gregorio Rojas, José Amador
Quimbaya, Yanisa Gregorio Rondón Bermúdez, Miguel José
Quintana Gómez, José Andrés Rondón, Ciro
Quintana, Eduardo José Rosales Corbello, Arturo
Quintana, Leonardo Rosales Morillo, Luis Enrique
Ramos Betancourt, José Gabriel Ruiz Vera, Juana
Rangel, Raúl Antonio Ruíz, Arquímedes
Rangel Rivero, Gregorio Antonio Ruiz, Gilbert Raúl
Ravelo, Richard Salas, Gloria América
Regalado, Rafael Antonio Salazar Eulidez, Rafael
Requena, José Gregorio Salcedo Marcano, Luis Emilio
Rey, Alfonso José Sánchez Canelones, Ángel Cecilio
Reyes Morales, Alfonso Sánchez, Hamed
Reyes Pérez, David Alberto Sánchez, Anatalia María
Reyes, Alfonso José Sánchez, Edgar Benjamín
Reyes, José Vicente Sánchez, Natalia
Reyes, Magalys Sarramedia, Ramón
Reyes, Víctor Manuel Segovia, Jesús María
Reyes, Yulima Concepción Sequera Martínez, Julio César
Riobueno, Luis Segundo Sequera Oviedo, Alexis Abelardo
291
Serrano, Pascuala Urdaneta, Miguel Ángel
Silva Flores, Luis Noel Vallejo Gutiérrez, César Augusto
Sojo, Omar Alberto Vargas A., Manuel Salvador
Soto Vilera, Enrique Napoleón Vargas Peña, Gilberto Marcos
Soto, Anildo Antonio Vásquez Gil, Martín José
Suárez Acevedo, Pedro Agustín Vásquez Yaguarán, César Rafael
Suárez Figueira, Enrique José Vásquez, José
Suárez Uzcátegui, Argenis Velasco, Paolo
Suárez, Juan Agustín Velásquez Celis, Wilson Antonio
Tapia Morales, Héctor Manuel Velásquez, Eduardo
Tejada Vegas, Jesús Alberto Velásquez, Marisol
Tejada, Julio Velásquez, Wilfredo
Terán Martín Vera, Virginia
Terán, María Vías Peraza, José Ernesto
Torrealba Álvarez, Reinaldo Vidoff, Luis
Torres Hurtado, María Isabel Villafranca Hurtado, Edgar Antonio
Torres Salís, Francisco Villasmil López, Carlos Eduardo
Torres Sequera, Gilberto Vincent Rodríguez, Rafael
Torres T., José Gregorio Wenbe, George
Torres, Gregorio Yépez, Carlos
Torres, José Antonio Zabala Escalona, Douglas Argenis
Tovar, María Zacarías Salazar, Otilio Ramón
Tovar, Rafael José Zambrano, Jesús Alberto
Trejo, José Gregorio Zea Padrino, Rubén Darío
Tremarra Redrón, León
Otros asesinatos
Álvarez, Belinda Carmona, Jesús Santiago
Angulo, Lilian Carregal Cruz, Jesús Alberto
Arriechi, Miguel E. Castillo Chávez, César
Bigott, Luis Corro, Fernando
Bracamonte, Nelson De Aramillo, Alicia
Cabrera Landaeta, Fernando José Fernández Rodríguez, Antonio
292
Gamboa, Elio José Martínez, Héctor González
García, Argelis Molina, Wilmer
García, Luis Alexander Morillo, Luis Enrique
Gil, Luis Paulo Nieves, José Rafael
González, Atacelso Pedrero, José
Guanipa Suárez, Ninoska Peña Labrador
Guerra Montes de Oca, Raúl Reyes Villalobos, Nelson
Hernández Herrera Rodríguez, Jesús G.
Jiménez Martínez, William Saya Ramírez, José Daniel
León, Edgar Alexander Villegas, Sonia
Linares, Pablo Zambrano Mora, Jesús Aldemar
Marín, José Francisco
293
Fuentes consultadas (Anexos)
Libros
josé vicente rangel. Expediente negro.
germán carías. Crimen C. A.
rafael elino martínez. Aquí todo el mundo está alzado.
david nieves. Blanca Ibáñez en el camino de Eva Perón.
La tortura y el crimen político.
diego salazar. Después del túnel.
josé emilio castellano. El temible fantasma de Carmona.
gustavo azocar. El Amparo: crónica de una masacre.
walter márquez. Comandos del crimen.
Folletos
josé vicente rangel. Los represores de ayer: los fascistas de hoy.
Periódicos
Clarín, El Globo, Semanario Qué.
Medios electrónicos
Tribuna Popular, El Militante, Cofavic, Asovic, Aporrea, Rebe-
lión.
Datos aportados por Teresa Tejero, miembro de la Asociación
Bolivariana contra el Silencio y el Olvido.
295
Índice
Prólogo 9
La Denuncia
(Noviembre 24, 1965) 35
Un derecho de palabra con veintisiete días de retardo 37
LA MUERTE
(Marzo 7, 1966) 59
La misma situación de hace cuatro meses 61
LAS RESPONSABILIDADES
(Noviembre 23, 1966) 83
297
Un debate trascendental 85
EPÍLOGO 133
APÉNDICE I 141
Cronología 175
APÉNDICE II 225
Yo fui fusilado 227
anexos 255
Registro de violación de derechos humanos
del puntofijismo en Venezuela (1959-1993) 259
299
Fundación Editorial El perro y la rana
Centro Simón Bolívar, Torre Norte,
Piso 21, El Silencio
Caracas -Venezuela 1010
www.elperroylarana.gob.ve
www.mincultura.gob.ve