Ensayo Fundamentos
Ensayo Fundamentos
¿Existe una naturaleza del ser humano? Esta pregunta es constantemente abarcada por
estudiosos, los cuales responderían con un número de hipótesis distintas. No obstante, existe una
noción en particular que se aproxima a la idea de la existencia de un alma o esencia, asociada a
algo etéreo e intangible. Aunque frecuentemente esta concepción sea objeto de burla es, a mí
parecer, la concepción más acertada cuando se le piensa desde el punto de vista de la
sensibilidad. Antes de continuar desarrollando mi idea, siento necesario aclarar que bajo ningún
punto de vista estoy intentando entrar en una discusión para afirmar o negar la existencia de un
alma, sino más bien reflexionar acerca de aquel fenómeno intangible esencial para el ser
humano, su importancia vital y sus manifestaciones estéticas en las condiciones particulares de
confinamiento que estamos viviendo actualmente, producto de la pandemia actual del virus
Covid-19.
Habiendo dicho eso, hay una pregunta que ha estado dando vueltas en mi cabeza casi sin
darme cuenta, como un gotero que no cesa y no sé de dónde viene pero a ratos, cuando todo está
quieto, lo escucho y no puedo simplemente ignorarlo.
Entre el sonido incesante de aquellas gotas caer hay una cuestión que, silenciosamente,
ha llegado para aterrarme. ¿En qué mundo estamos viviendo? ¿Podemos encontrar - o fundar -
un nuevo mundo sensible? ¿Cómo creamos esto desde el encierro?
Hay una cuestión en particular que hace de la exploración de ideas que pretendo realizar
un tanto más compleja: Las preguntas que rondan la estética del encierro o del contagio no
pueden ser articuladas en gran profundidad dentro de teorías ya existentes de la estética, puesto
que el encierro por una pandemia global es una situación inédita para nuestro mundo y que lleva
apenas unos meses, haciendo que recién podamos comenzar a ver ciertos patrones de fenómenos
estéticos producto del encierro. De todos modos, intentaré realizar reflexiones con lo que tengo a
mi disposición.
2.1 El cuerpo
Es así como la persona debe explorar su propia corporalidad, siendo esta el soporte de la
obra, adquiriendo la característica de “materia prima” con la cual el individuo experimentará,
cuestionará y transformará. De esta manera, el cuerpo deviene herramienta y producto al mismo
tiempo. (Muñoz, 2016) Al intentar imitar una obra pictórica es necesario volverse consciente de
la propia corporalidad, examinando su forma, expresión, gestualidad, movimiento y como
consecuencia, emociones asociadas, para poder usarlo como herramienta para producir la
recreación. (Muñoz, 2016) En palabras de Muñoz (2016) el cuerpo, entonces, se transforma en
una especie de laboratorio sin restricciones y que forma parte de la obra, siendo activa dentro de
ella. (Muñoz, 2016) En suma, es completamente necesario reconocer la sensibilidad corpórea.
Para lograr esta conciencia, posiblemente se debe hacer uso del espejo en algún momento, donde
uno/a, a través de la interacción con un reflejo de una imagen sin conciencia, se vuelve a
descubrir en tanto fenómeno puramente sensible. (Coccia, 2011)
Para agregar a esto, Muñoz (2016) afirma que la conciencia del cuerpo es fundamental
para captar el momento en su plenitud y la percepción sensorial del entorno.
La persona que desea encarnar un determinado cuadro pictórico debe buscar un lugar, el
cual concibe en tanto elemento constitutivo de su performance. (Muñoz, 2016) Este punto es
interesante, puesto que en el encierro el lugar de posibles espacios performativos se encuentra
reducida dentro de cuatro paredes determinadas: el hogar, sin la posibilidad de explorar lugares
fuera de este. Esto genera una obligación para el/la sujeto/a de repensar o resignificar un lugar
para poder convertirlo en un espacio para la manifestación artística. Así, las cuatro paredes
cotidianas del hogar se vuelven objeto de apreciación estética.
De este modo, esta manifestación artística de corte performático se instala para comunicar
con el cuerpo, el espacio resignificado y los objetos cotidianos el reflejo de la realidad en la que
nos encontramos insertos/as. A la vez, uno/a, en tanto manifestación artística es parte
fundamental de esta realidad, deviniendo casi una extensión de ella. (Muñoz, 2016)
Para finalizar este corto ensayo, he de comentar unas cuantas reflexiones que me han
surgido en el análisis de la recreación de pinturas dentro de este contexto.
Es ciertamente interesante cómo quedan expuestas aquellas cosas que nos hacen
“nosotros” como especie humana, estando todo lo que consideraríamos como “vida normal”
puesta en una pausa indeterminada, donde posiblemente no haya un “retorno a la normalidad”.
Pienso que estando en nuestros hogares, ya sea con nuestras familias o en soledad, nos
encontramos con nosotros/as mismos/as de formas que posiblemente no habíamos podido
anteriormente. creo que esto puede responder al hecho de que nos encontramos en nuestra
intimidad, permitiendo reconocernos como seres sensible, cosa que no hemos podido explorar
detenidamente estando envueltos en el mundo acelerado, sobreestimulado y sobrepoblado.
Ahora que tenemos este tiempo en nuestras manos, nos encontramos con esta
oportunidad de encuentro íntimo que nos da el espacio para experimentar con nuestros cuerpos,
espacios, objetos e ideas, dejando que podamos responder a esta necesidad de la sensibilidad,
cotidianamente ignorada. Con esto no intento decir que el mundo no siga estando enfocado hacia
la acelerada producción, pero definitivamente sí intento decir que desde el encierro podemos
evitar encontrarnos cara a cara con estos agentes que corrompen o, por lo bajo, transforman la
relación que construimos con nosotros/as mismos/as.
Volviendo a la pregunta inicial ¿Existe una naturaleza humana? Debo comentar que, con
toda sinceridad no lo sé, pero sí tengo la certeza de que sin duda se debe relacionar con nuestra
capacidad innata de manifestación creativa y sensible, siendo el mismo cuerpo humano una
apariencia de este tipo. La apreciación estética queda expuesta en su función como motor para
poder vivir. Dicho de manera más simple, sin lo sensible no hay vida. ¿Alma? Ni idea, pero de
existir una, no me sorprendería si tuviera relación con nuestra necesidad de todo aquello que
acaricia los sentidos. Como mencioné al comienzo: “A fin de cuentas, necesitamos de lo sensible
tanto como necesitamos alimento.”
Referencias bibliográficas
- Coccia, Emanuele (2011) La vida sensible. Editorial Marea. Buenos Aires, 2011.
- niversidad de Concepción.
Muñoz, Ángela (2016) El cuerpo en la performance social. U
2016