Figueroa - Un Fascinante Tesoro Cultural - Publicado
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Figueroa - Un Fascinante Tesoro Cultural - Publicado
un fascinante
tesoro cultural
Óscar Figueroa
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OO
COORDENADAS2050
Cuadernos de la Coordinación de Humanidades
Universidad Nacional Autónoma de México
Figueroa, Óscar, autor.
Coordinación de Humanidades
Malena Mijares
Coordinadora de Divulgación y Publicaciones
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Coordenadas 2050
Pablo Rulfo
Diseño
Coordinación de Humanidades
ISBN: 978-607-30-0403-9
I. Apología
El corpus literario sánscrito constituye un tesoro cultural que despierta enorme admira-
ción y apenas se le conoce. Posee una estatura similar a los tesoros literarios del chino o
el árabe clásicos, y no le pide nada en diversidad ni en profundidad a los antiguos corpus
griego y latino, concebidos en general como sinónimo de grandeza intelectual y clasicis-
mo. La comparación posee, desde luego, sus límites, aunque no necesariamente, como
esperaríamos, a favor de la histórica celebridad de la tradición grecolatina. Desde ciertos
ángulos, la dignidad del corpus sánscrito desborda cualquier comparación, poniendo
en entredicho el lugar común. No sólo es diverso y profundo; es además inmenso: según
cálculos conservadores, mil veces más grande que lo que se ha preservado en griego, por
poner un ejemplo sintomático. Esta abrumadora diferencia cuantitativa sería inexplicable
sin otro ingrediente casi exclusivo del caudal textual sánscrito: su longevidad. La historia
intelectual en esta lengua indoeuropea puede jactarse de tres mil años de producción
ininterrumpida.
A lo largo de ese formidable periodo de tiempo, importantes disciplinas como la
filosofía, la teoría literaria y la estética; el derecho y la política; la medicina, las matemáti-
cas y la astronomía, decidieron plasmar sus inquietudes y logros en sánscrito. La abun-
dancia vale desde luego para las belles-lettres, la tradición literaria sánscrita en sentido
estricto, la cual comprende los más diversos géneros y formatos. El sánscrito es asimismo
la lengua de las fuentes textuales de lo que actualmente llamamos hinduismo —desde
los Vedas y las Upanis.ads hasta las grandes epopeyas, el Ramāyan. a y el Mahābhārata—,
y es de enorme importancia para el estudio de otras dos grandes tradiciones religiosas
nacidas en suelo indio: el budismo y el jainismo. Además, una vez consolidada como la
lengua culta del subcontinente, hacia los siglos iv-v de nuestra era, comienza a ejercer
una importante influencia sobre la manera de pensar de muchas otras culturas en el
sureste y el centro de Asia, consiguiendo así, directa o indirectamente, hacerse presente
en un territorio geográfica y demográficamente más extenso, por ejemplo, que el actual
continente europeo. Por su parte, dentro de la India, la autoridad y el prestigio del corpus
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sánscrito tuvieron un impacto decisivo en el florecimiento y desarrollo de las tradiciones
literarias tanto en prácrito como en las lenguas modernas del norte de la India.
Por si todo esto fuera poco, desde su redescubrimiento en Occidente durante el
siglo xviii, el sánscrito se convirtió en una reveladora herramienta para lingüistas y filó-
logos. Por último, la presencia de influencias y préstamos de la antigua tradición india en
otras tradiciones literarias constituye una importante veta para el análisis; además, como
cabe esperar, esa veta ha crecido considerablemente debido al acelerado proceso de recep-
ción y apropiación de la cultura sánscrita fuera de la India en el último siglo, primero en
el contexto de la tradición europea orientalista y recientemente como parte del mercado
mundial del bienestar espiritual.
Frente a un currículum tan respetable, no deja de ser desconcertante, por decir lo
menos, que fuera de la India el lector promedio, o aun el educado, ignore por completo la
trama del Ramāyan. a, que quizá jamás haya escuchado hablar de Kālidāsa (siglo iv e. c.),
el “Shakespeare de la India”, ya no se diga de los no menos extraordinarios Aśvaghos.a
(siglo ii e. c.) o Bhavabhūti (siglo vii e. c.), o que sus referencias a la sabiduría milenaria
de la India, de nuevo, incluso en un contexto académico o educado, se limiten a estereo-
tipos más bien recientes. Como esta apología sugiere, el prodigio de la literatura sánscrita
rebasa con mucho tal imagen.
La distancia entre la formidable estatura del corpus sánscrito y su desconocimien-
to o trivialización en nuestro ámbito constituye, pues, la fuerza que anima las siguientes
páginas. En ellas he intentado resumir la luminosa trayectoria de las letras sánscritas,
haciendo hincapié en su diversidad y hondura, y finalmente en las valiosas oportunida-
des que nos brindan para enriquecer nuestra visión del mundo a varios niveles.
Lengua sacra
Es una convención fijar los orígenes del corpus sánscrito en el siglo xii a. e. c., la fecha
que se atribuye a los estratos más antiguos del R. gveda, una extensa colección de himnos
laudatorios compuestos en una forma arcaica de esta lengua. Desconocemos si hubo algo
antes. En todo caso, este primer testimonio constituye uno de los grandes monumentos
literarios de la humanidad, concebido por la propia tradición como palabra divina, de
donde se desprende su carácter sagrado y, más exactamente, ritual, y por extensión la
asombrosa estabilidad de la lengua sánscrita a lo largo de los siglos. Los himnos del
R. gveda, y más tarde las melodías del Sāmaveda y las fórmulas litúrgicas del Yajurveda,
conforman el legado escritural de la tradición sacerdotal o brahmánica, asentada ori-
ginalmente en el Valle del Indo, desde donde se desplazó de manera gradual hacia el
Ganges. Con precisión métrica, densidad fonética y una compleja polisemia, este corpus
revelado nos pone ante un universo de correspondencias mágicas, de comunicación vi-
sionaria entre los mortales y deidades asociadas con las fuerzas de la naturaleza, en espe-
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cial fuerzas solares y celestes, a las que es necesario adorar mediante sacrificios de fuego
a fin de sostener y perpetuar el dharma: estabilidad cósmica y orden social, abundancia
material e, idealmente, una vida más duradera en el más allá:
La cosmovisión védica y con ella la identidad sacra del sánscrito prevaleció durante más
de medio milenio. Esto supuso importantes ampliaciones al corpus de camino a una
reflexión sobre la propia lengua y la actividad ritual, de la que a su vez surgieron disci-
plinas como la gramática, la semántica y la prosodia. Más importante aún, la codifica-
ción reflexiva del sacrificio condujo, quizá con el aporte de grupos no brahmánicos, a
una nueva manera de entender y vivir lo sagrado. El giro está asociado con la figura del
renunciante, el nuevo héroe religioso, paladín de una realización de carácter interior, a
veces en tensión con el modelo védico. El ideal de trascendencia gira ahora en torno a un
absoluto imperecedero e inactivo, concebido como el fundamento de la creación entera
(brahman) y como la esencia última del ser humano (ātman), al margen del torbellino de
nacimiento y muerte, el sam. sāra, al que nos condenan la ignorancia y la acción egoísta, y
sólo accesible a través de una gnosis meditativa liberadora. El sánscrito sigue siendo una
lengua religiosa, pero ya no necesariamente ritual:
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Los casos del budismo y el jainismo tempranos, dos tradiciones también nacidas
del gran movimiento ascético, ilustran bien la nueva identidad religiosa del sánscrito: sus
diferencias doctrinales con la tradición brahmánica significaron una distancia también
en términos lingüísticos, y así debieron plasmar sus enseñanzas en otras lenguas, en
espera de mejores condiciones para emplear el sánscrito. En cualquier caso, su presencia
enriqueció la atmósfera de transformación y diversificación que caracteriza al periodo.
Desde luego, para el propio núcleo ortodoxo, esta pluralidad de dharmas a menu-
do fue sentida como degradación y amenaza. Así, al lado de genuinos esfuerzos de aper-
tura y asimilación, observamos también respuestas conservadoras. Éstas fueron vertidas
en códigos legales y manuales de buenas costumbres en los que se delinea la dimensión
social de la visión ordenadora brahmánica. El texto definitivo es el Manusmr.ti, fechado
hacia los siglos ii-iii de nuestra era:
Aunque influyente y en cierto sentido omnipresente, ésta no fue, sin embargo, la única
respuesta. Por su novedad y profundas implicaciones para la historia de la lengua, des-
taca la tentativa de enfrentar la crisis de la época a través de un gran relato literario. Tal
posibilidad define al Mahābhārata, una de las dos grandes epopeyas sánscritas y la obra
más extensa de la humanidad. En ella se retrata literariamente el dilema de un dharma
plural y en constante cambio a través de la historia de una familia real dividida por el
odio, el error y el destino. De este eje narrativo, por la fuerza misma y casi laberíntica
de su tensión, la obra creció a lo largo de casi un milenio hasta alcanzar proporciones
enciclopédicas sembrando con descarnado realismo, en la voz de héroes frágiles y sabios
confundidos, serias dudas sobre el orden, la verdad y el propósito de la existencia: “El
dharma yace oculto en lo profundo de una cueva”.4
Con esta incursión narrativa en el mundo de príncipes y guerreros, la antigua len-
gua de los dioses descendió finalmente al mundo de los hombres,5 transformando para
siempre su estatus de lengua sacra en lengua culta, un suceso inexplicable sin la estabili-
dad política que trajo la dinastía Gupta, entre los siglos iv y vi de nuestra era. La propia
tradición identificó tan cardinal giro con la otra gran epopeya sánscrita: el Ramāyan. a,
atribuido al mítico sabio Vālmīki.
3 Manusmr.ti 1.99-102.
4 Mahābhārata 3.313.17.
5 Como lo estableció, elocuentemente, Sheldon Pollock en su ya clásico The Language of the Gods in the World of
Men, 2006.
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Lengua culta
Al definir el Ramāyan.a, una historia de exilio, amor y combate, como el primer kāvya, es
decir, como la primera composición literaria en sentido estricto, y atribuir a la novedad
no únicamente un fin didáctico sino además uno estético —entretener, divertir—,6 la
tradición buscó racionalizar el fin del monopolio religioso-brahmánico sobre el sánscrito
y extender el aura de prestigio de la lengua a otras inquietudes expresivas. Esta novedo-
sa expansión aparece brillantemente condensada en el Uttararāmacaritam, una de las
primeras recreaciones escénicas del Ramāyan.a, escrita por Bhavabhūti en el siglo vii.
Ahí somos testigos del diálogo entre la anacoreta Ātreyī y Vāsantī, la diosa de la floresta.
Esta pregunta a aquélla sobre los motivos que la llevaron a internarse en la selva en un
viaje hacia el sur en busca de un maestro. Acongojada, Ātreyī responde que estudiar con
Vālmīki se ha vuelto imposible en virtud de la inédita encomienda que le asignó la Diosa
Palabra: la composición del Ramāyan.a. Vāsantī responde: “¡Asombroso! ¡Una encarna-
ción nueva, no védica, del verso!”. Y luego, como para dejar en claro que la novedad no
tiene tanto que ver con el formato como con el contenido, remata: “¡Ah, el sam. sāra, la
existencia ordinaria, se ha engalanado!”.7
Al abrazar la posibilidad de dignificar el sam. sāra en el acto de embellecerlo e insi-
nuar con ello una nueva forma de trascendencia, el sánscrito asume plenamente su iden-
tidad como vehículo de expresión de toda una cultura y ya no únicamente de una casta
o de cierto tipo de discurso. Las posibilidades para explorar con tan noble instrumento
la existencia en su complejidad están ahora abiertas y parecen ser infinitas. Dentro de la
propia tradición literaria, ello permitió el desfile sucesivo de realidades y motivos impen-
sables en antaño. Si bien en un primer momento, por ejemplo, en la obra del gran poeta
Kālidāsa (siglo v), se trata aún de figuras idealizadas, míticas o legendarias, el hecho re-
levante es que por primera vez las vemos reír y llorar, aspirar a una vida de placer y ocio,
apreciar el refinamiento y la belleza, y, sobre todo, enamorarse:
6 Ramāyan.a 1.2.31-35.
7 Uttararāmacaritam 2.30-34.
8 Kālidāsa, Kumārasambhava 3.67.
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algunos muy idiosincrásicos, entre ellos la dilogía (śles.a). Esta abundancia explica el sur-
gimiento temprano de disciplinas consagradas a analizar el quehacer literario y debatir su
esencia y fines. Respecto a las artes escénicas, la obra definitiva es el Nāt. yaśāstra, comple-
tado hacia el siglo iv. En cuanto a la poesía, los primeros ejercicios reflexivos datan del siglo
vii hasta alcanzar un importante clímax en la obra de Ānandavardhana (siglo ix), teórico
que puso en entredicho el arraigado formalismo de sus antecesores y centró, en cambio, el
análisis en el sentimiento (rasa) que una obra puede evocar, su verdadera alma.9
Los grandes motivos siguen siendo el amor y el heroísmo, pero las tramas que les
dan vida indican nuevas tendencias. Así, de la mano de autores como Śūdraka y Dan.d.in,
asistimos a una nueva fase en la dignificación del sam. sāra. Los protagonistas no son
más las criaturas divinas y semidivinas de Kālidāsa sino hombres y mujeres de carne y
hueso. Si bien la atención está puesta en personajes de jerarquía —príncipes y ministros,
princesas y refinadas cortesanas—, el hecho es que los vemos interactuar con una fauna
inusitadamente variopinta y próxima: apostadores y bandidos, verdugos y falsos ascetas,
proxenetas y esposas infieles. Más importante aún, la innovación no se reduce a una
presencia escenográfica como telón de fondo; en realidad, alcanza a los propios protago-
nistas, cuyas aspiraciones vitales son más modestas —las delicias del amor y abundancia
material— en comparación con las de sus antecesores. Además, para conseguirlas son
capaces de sostener relaciones ilícitas, urdir artimañas o contravenir las buenas costum-
bres, opciones que de golpe parecen describir a la sociedad entera.
En suma, son todavía figuras idealizadas, pero ya no en relación con un universo
por encima de este mundo, sino en relación con las fuerzas de este mundo. De hecho, la
construcción de una imagen positiva del sam. sāra en contraste con el mundo más allá,
acabó expresándose literariamente en la forma de una rivalidad: de un lado, la vida
piadosa, con los ojos puestos en el orden trascendente, en el abrazo del ātman; del otro, la
existencia cotidiana que encuentra en el amor carnal también una experiencia culminan-
te. “Sólo dos cosas merecen la atención del hombre en esta tierra”, cantaba Bhartr.hari, el
gran epigramista del siglo v, “una juventud de placer al lado de una mujer de turgentes
pechos… o el bosque”, refugiarse en los ondulantes brazos de una hermosa doncella o en
las aguas expiativas del Ganges.10
El siguiente paso, podemos anticipar, consistirá en una idealización invertida, en
la escala inferior. Un antecedente en esa dirección son los cuatro monólogos escénicos
conocidos como Bhān.a, fechados hacia el siglo vi. En ellos, la acción se desenvuelve en el
burdel, y casanovas y cortesanas no son más figuras incidentales sino protagonistas por
derecho propio. Aunque el retrato es aún positivo, la transmutación final de estas figuras
en los innobles libertinos y las despiadadas prostitutas del género propiamente satírico
no están lejos:
Huesuda de complexión, las venas [se le saltaban] como cuerdas y tenía el vientre
sumido hasta las vísceras; era como un espectro con el cuerpo enjuto y el rostro cada-
9 Dhvanyāloka 1.1.
.
10 Śr.ngāraśataka 38-39.
10 ÓSCAR FIGUEROA
vérico […] Sus largos y filosos dientes visiblemente proyectados hacia afuera le daban
un aspecto aterrador, como una perra furiosa que se sacude salvajemente mientras da
a luz. Rostro de búho, cuello de corneja, ojos de gato: estaba modelada con partes de
animales cuya enemistad es proverbial. Nadie como aquella madama para proteger la
jungla de las prostitutas.11
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en realidad un episodio del Mahābhārata y el texto sánscrito con mayor difusión dentro y
fuera de la India gracias a un complejo proceso de apropiación, hoy vigente: “Sólo quien me
ama —a mí y a nadie más— puede de verdad conocerme, verme y entrar en mí…”.12
Otro notable e influyente movimiento religioso que empleó el sánscrito como
vehículo de expresión fue el Tantra, en realidad una amplia red de doctrinas y prácticas
caracterizadas por su espíritu esotérico y transgresor. Así, redactadas en la antigua len-
gua de los Vedas, comenzaron a circular innumerables escrituras que, paradójicamente,
postulaban una revelación distinta o aun contraria a la revelación védica para los nuevos
tiempos. El movimiento dejó huella en prácticamente todas las tradiciones religiosas
indias y comprende desde el culto a divinidades indómitas y febriles, adictas al sexo, el
alcohol y la sangre, hasta la sofisticada exégesis monista de pensadores como Abhina-
vagupta (siglo x), el genio de la época, cuya obra desemboca, una vez más, en la gran
tradición escolástica sánscrita.
Empero, los śāstras sánscritos no son sinónimo únicamente de ideas filosóficas o
religiosas. Abarcan el saber “científico” en general. Mencioné antes la dramaturgia y la
teoría literaria. La lista es, sin embargo, más larga. Hacia el siglo ii, Kaut. ilya compiló el
Arthaśāstra, el gran tratado sobre el quehacer político, entendido como medio de control
social y búsqueda permanente de poder y riqueza. La sabiduría de escultores y arquitec-
tos quedó recogida en los Śilpaśāstras. Prolíficas y a la vez complejas son las trayectorias
textuales de la medicina, la astrología y las matemáticas sánscritas, a veces con divertidos
circunloquios poéticos, por ejemplo:
Hubo además disciplinas que sólo pudieron surgir en la India, por ejemplo, por obvias
razones, la ciencia de los elefantes (gajaśāstra):
El origen de los elefantes, sus características propicias y no propicias, las señales que
indican su edad y etapas de la vida, sus medidas, precios y personalidades […] todo
ello será discutido sucintamente en este orden.14
12 Bhagavadgītā 11.54.
14 Nīlakan.tha,
. Mātan.galīlā 1.3.
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Otra “ciencia” sánscrita también sui generis, pero más conocida, es la consagrada al arte
de vivir y, más exactamente, a la exploración del placer (kāmaśāstra), una de las princi-
pales inquietudes de la refinada atmósfera urbana que subyace al esplendor de las letras
sánscritas. El texto de cabecera es el Kāmasūtra: “El hombre refinado consigue el éxito en
sociedad cuando se mueve en un círculo de personas que aprecian la etiqueta secular y a
las que sólo interesa la diversión”.15
La lista de śāstras continúa y es imposible presentarla completa aquí. Baste decir
que, aunque prevalece el estilo exegético, con ramificaciones y variantes ad nauseam,
hay además importantes excepciones. Piénsese en un corpus híbrido como los Purān.as,
interminables colecciones de mitos, leyendas y costumbres religiosas, o en obras inclasi-
.
ficables como el gran poema histórico sobre los reyes de Cachemira, la Rājataranginī, de
Kalhan.a (siglo xii).
En todo caso, espero que, pese a su irremediable brevedad este recorrido, por igual
desde la perspectiva del kāvya o el śāstra, haga visible el prodigio: un universo cultu-
ral vasto y heterogéneo, erigido sobre los ideales de atemporalidad y pulcritud estética,
donde la tradición está siempre por encima del individuo. Dentro de la India, los mode-
los de pensamiento que distinguen a esta cosmópolis sánscrita, como la bautizó Sheldon
Pollock, fueron determinantes, por igual en el consenso y la diferencia, para el floreci-
miento de las tradiciones literarias vernáculas. Además, como mencioné al inicio, su in-
fluencia se propagó por todo el sur y el sureste de Asia. En el otro extremo, su autoridad
y, sobre todo, su sentido de autosuficiencia produjeron una tendencia a ignorar el mundo
más allá, al otro. La cultura sánscrita se vio siempre a sí misma como un gran planeta
solitario. Los griegos, por ejemplo, brillan por su ausencia en los textos, a pesar de que
gobernaron durante dos siglos la región en torno al Indo. Lo mismo vale, en general, para
ese “otro” que incursionó en suelo indio, en este caso para echar raíces: el islam.
Paradójicamente, incluso entonces la tradición sánscrita mantuvo una considera-
ble vitalidad. El caso mejor conocido es el periodo mogol, entre los siglos xvi y xviii, en
los que no cesó la producción intelectual sánscrita, a veces con gran originalidad, a veces
con el patrocinio de los propios “invasores”. Por el lado del śāstra destaca la renovación
de la escuela lógica (navyanyāya); por el lado del kāvya, la novedad y el riesgo literario
son visibles en autores como Jagannātha Pan.d.itarāja, en cuyos poemas emerge por pri-
mera vez la historia personal:
Con la Colonia británica, la cultura sánscrita entra en una especie de ocaso prolongado,
mas no de extinción. Así, sobrevivió a la imposición del inglés como lengua oficial y hoy
15 Kāmasūtra 1.4.39.
16 Bhāminīvilāsa 3.5.
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sigue luchando para recuperar su antiguo brillo y mantenerse vigente. Los esfuerzos son
variados, y van desde iniciativas gubernamentales nacionalistas hasta la simple y férrea
voluntad de filósofos y poetas, cuyo amor por la lengua sigue engrosando el prodigio.
Desde la academia, a su manera, la indología aporta su grano de arena. Empero, la tarea
no es sencilla, no sólo debido al ingreso, hace poco más de medio siglo, del naciente estado
indio al mundo moderno, sino además debido a los estereotipos que pesan sobre la tradi-
ción sánscrita. Valga la alusión a este desafío para esbozar una reflexión concluyente.
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El aporte vale también para el futuro inmediato, respecto a un escenario que
será cada vez más común y que tendrá en la India una realidad cada vez más próxima,
con todos los retos de interacción y comprensión que ello supondrá. Es, pues, un tanto
paradójico que en nuestro medio las disciplinas humanísticas, pese a presumir de ser
juiciosas y vanguardistas, exhiban importantes rezagos en el estudio y el entendimiento
de las culturas asiáticas, incluida la cultura sánscrita, situación que las hace parecer más
bien conservadoras y anticuadas, sobre todo en comparación con lo que viene sucedien-
do en otras disciplinas, notablemente en el campo de las ciencias sociales y económicas.
El desafío, una vez más, pasa por la imagen monolítica y estandarizada de la India vis-
à-vis el dominio planetario de la visión occidental. La responsabilidad de las disciplinas
humanísticas, en tanto saberes capaces de orientar, equilibrar, fundamentar, es impos-
tergable en relación con nuestro entendimiento de la milenaria cultura de la India. De
ellas depende, por poner un ejemplo obvio, que seamos capaces de reconocer que detrás
de la potencia económica o la tierra del yoga, existe una cultura diversa y cambiante, con
una historia propia y compleja, forjada por agentes reales. Más allá del oportunismo y la
banalización, las letras sánscritas, ese fascinante tesoro cultural, tienen mucho que decir
al respecto.
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Bibliografía
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La literatura sánscrita, un fascinante tesoro cultural
de Óscar Figueroa,
se terminó de imprimir
en mayo de 2018
en Pandora Impresores,