Cómo Vivir Los Nuevos Tiempos Con Resiliencia

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La resiliencia es un constructo dinámico que alberga múltiples variables1-4.

Se entiende como un proceso de construcción social en el que median


variables personales y ambientales5. En el ámbito socioeducativo y
psicosocial es un ejercicio diario que lleva a una nueva interpretación de los
contextos frente a la adversidad a través de un cambio de mirada6,7 que abre
la puerta a nuevas ideas e inspira transformaciones en las prácticas de
intervención8, reforzando la eficacia y la eficiencia de los programas de ayuda
y apoyo a la comunidad, trabajando en el refuerzo y desarrollo de
potencialidades, más que en cubrir las carencias 2,9-11. En el ámbito
educativo es clave a la hora de promover o activar procesos de resiliencia en
los sujetos y comunidades educativas12. Para construir entornos más
resilientes es fundamental invertir en el capital humano de estos entornos, ya
sean los mismos niños y niñas como los maestros13,14 que permitan a quienes
trabajan en ellos hacer posible lo imposible, generar respuestas resilientes y
sostenibles en el tiempo9 . Existen dos conceptos clave sobre resiliencia que
debemos diferenciar para el abordaje adecuado en el ámbito docente. Una es
la “resiliencia clásica” que se refiere a la capacidad de un grupo o de una
persona de afrontar, sobreponerse a las adversidades
y resurgir fortalecido o transformado. La segunda, la “resiliencia generativa” se vincula con la
virtud de generar opciones, metamorfosis y seguir viviendo9 . La resiliencia generativa permite
experimentar la adversidad como una oportunidad de crecimiento y desarrollo

En los diferentes niveles y modalidades, maestros y profesores enfrentaron una situación


inesperada y única. Para la gran mayoría, el aislamiento preventivo fue una experiencia nueva, lo
cual significó un desafío que puso en juego las habilidades cognitivas, emocionales y sociales de
todos. Si bien es un contexto adverso, también puede considerarse una oportunidad para
conocernos, identificar y comprender los comportamientos propios y el de los demás. Esta
pandemia no solo cambió los sistemas educativos en todos los países, sino que impactó de lleno,
de forma directa, intensa y sorpresiva en los docentes. Ante esta situación, nuestro grupo de
investigación comenzó a diseñar varios estudios destinados a evaluar el impacto en tres grupos
principales: estudiantes, familias y docentes. El presente estudio se centra en el último grupo, los
docentes, acerca de quienes se formularon interrogantes sobre cómo percibían la situación, cuál
había sido el impacto, cuán resilientes eran para enfrentar la situación, cuáles eran las estrategias
implementadas, cuáles eran sus emociones y cómo percibían los aspectos relacionados con las
condiciones de aislamiento. Aclaración La OMS19 recomendó el “aislamiento social” como medida
de prevención, lo cual involucra disminuir al máximo la interacción con los otros. Esta disminución
en el número y calidad de interacción social puede acarrear implícito un riesgo para las
poblaciones más vulnerables. Si bien existen tres términos muy relacionados, es necesario
diferenciarlos al describir situaciones o implementar medidas destinadas a la prevención. En
primer lugar, “aislamiento social” es “la disminución de la interacción social humana, manifestada
por una baja en la cantidad y/o calidad de contactos, que genera sufrimiento a través de
sentimientos y pensamientos percibidos como dolorosos y negativos”. Definido así, el aislamiento
social es una situación que se acompaña de la “soledad” como sentimiento doloroso,
desadaptativo y disfuncional. En segundo lugar, el concepto de “distanciamiento social” se refiere
a la disminución de la interacción humana manifestada por la baja cantidad y/o calidad de
contactos sin que se genere sufrimiento. Esta situación es aplicable a muchas situaciones en los
cuales el individuo se distancia socialmente, pero ese distanciamiento no produce ni sufrimiento,
ni consecuencias negativas en sus emociones, capacidad adaptativa y de funcionamiento. Por
último, el término “distanciamiento físico” se refiere a un aumento de la distancia corporal con

el otro con la mínima afectación posible de la interacción social; por lo cual, el número de
contactos y su calidad, si bien pueden modificarse, no alteran de manera significativa la salud
mental como para producir consecuencias emocionales negativas ni desadaptación. La diferencia
entre el aislamiento social, el distanciamiento social y el distanciamiento físico se hizo más visible
durante la pandemia de COVID-19, donde las redes sociales online y las comunicaciones nos
acercaron más que en ningún momento de la historia, permitiendo aumentar la cantidad e incluso
la calidad de la interacción. Este aspecto, si bien limitado, tiene dos contrapuntos a considerar, el
primero, altamente positivo porque permitió continuar manteniendo nuestra estructura social de
interacción. Y el segundo, requirió una adaptación extremadamente rápida y obligada, tomando
por sorpresa a la población con sus diversos niveles de respuesta.

Inicio factores protectores


La resiliencia es un proceso, no está terminada y nunca terminará de completarse por el
simple hecho en que se alimenta con las experiencias del transcurso de la vida; además
no es estática, es una habilidad progresiva que necesita ser estimulada por los “factores
protectores” en el medio real de los sujetos. Por consiguiente, se destaca que no es
suficiente con estudiar la resiliencia con infantes que viven en situaciones adversas
extremas, bien se sabe que ellos buscan los medios necesario que les ayudan a sobresalir
– debido a que están inmersos en tal situación-, pero ¿qué pasa con los niños que tienen
unas condiciones de vida favorables?, nunca se ha estudiado cómo los pupilos “normales”
afrontan una adversidad correspondiente a sus condiciones, como lo es el divorcio de los
padres (trabajado por Carolina Castro, Paola González y Noor Montilla en sus tesis en el
2010), la pérdida en un examen, pelear con un amigo, el traslado laboral de los padres o
la pérdida de un juguete favorito, entre otros. De ahí, se enfatiza la importancia que tiene
el estudio de la resiliencia en la infancia porque a partir de su esencia se puede promover
el equilibro de la sociedad y “encontrar la justicia y la paz”

Cómo vivir los nuevos tiempos con


resiliencia
Cuando nos encontramos ante una situación crítica como la que
estamos viviendo, el primer mecanismo que se activa en nosotros es
el afrontamiento, es decir, la capacidad que tenemos para asumir en
el momento una situación que puede ser destructiva. 

Si bien el afrontamiento nos prepara para recibir el impacto inicial,


la resiliencia nos equipa para sobreponernos al evento crítico y
transforma la situación en una fortaleza para el futuro. Por tanto, ser
resilientes nos va a ayudar a evitar determinados problemas
psicológicos y que pueden derivar de una situación adversa. De este
modo, la resiliencia requiere un esfuerzo cognitivo y una actitud
determinada.

Ser resiliente no significa no sentir dolor, malestar o no encontrar


dificultades ante las adversidades; la resiliencia parte de un punto de
vista realista, de la confianza de que el golpe recibido no nos
desestabilizará si hacemos frente a él, lo asumimos y lo utilizamos
para mejorar nuestra vida. No podemos vivir convencidos de que no
existen problemas porque eso nos aleja de la realidad y provoca que
ésta nos golpee con más fuerza cuando decidamos volver a
acercarnos a ella.

Existe un vínculo entre la resiliencia y saber vivir el momento presente


con la creatividad, con la inteligencia emocional y con la felicidad, por
tanto, si potenciamos todas estas habilidades estaremos
entrenándonos en resiliencia.

Aunque es cierto que unas personas son más resilientes que otras, la
resiliencia no es algo que unos tengan y otros no. Así que vamos a dar
unas pautas que nos van a ayudar a mantener nuestro estado de
resiliencia:
1. Permítete tener emociones intensas sin temerlas ni huir de ellas 

Para ello es importante aprender a reconocer las emociones y no huir


de los problemas, sino afrontarlos y buscar soluciones, tomándote el
tiempo que necesites para descansar, siendo consciente de lo que te
puedes exigir y cuándo debes parar. 

2. Soluciona los problemas y libera tu mente

Coge papel y lápiz y escribe: ‘el tema a tratar es…’. Una vez que lo
hayas definido, lleva a cabo una lluvia de ideas con posibles
soluciones: las más y las menos posibles. Tras ello, vamos a hacer una
lista con los beneficios y los inconvenientes de cada idea que hemos
tenido y, finalmente, vamos a elegir aquellas que supongan menos
inconvenientes. Así, nuestro problema ya no estará dando vueltas en
nuestra cabeza porque estará plasmado en un papel y con posibles
soluciones. 

3. Acepta el cambio como parte de la vida

Cuando estamos en una situación difícil nos sentimos alejados de


nuestras metas. Para volver a acercarnos a ellas, se hace necesario
aceptar las circunstancias que no se pueden cambiar y comenzar a
trabajar sobre los aspectos que sí son modificables.

4. Establece metas realistas

Una meta puede ser cualquier cosa que se desea hacer o conseguir y
guarda una estrecha relación con la motivación porque de ella va a
depender que alcancemos o no nuestro propósito. Tener metas es
importantísimo porque incluye la capacidad de comprometerse. Pero
posiblemente, y debido a la situación actual, todos nosotros
tengamos que replantearnos algunas de nuestras metas y adaptarlas
a este momento.

5. Piensa de manera práctica y constructiva

Son muchas las veces que le damos vueltas a un asunto que no


podemos solucionar o nos imaginamos situaciones en las que las
cosas van a ir de mal en peor. Cuando esto ocurra, céntrate en
actividades que requieran una gran atención, como jugar al ajedrez o
leer un libro de una temática de la que no tienes mucho
conocimiento, pero que te resulte interesante.

6. Mantén una actitud optimista

En realidad la diferencia que existe entre tener una actitud optimista


o pesimista es mínima, pero significativa. El optimismo es la tendencia
a esperar que el futuro depare resultados favorables y es lo que nos
ayuda a enfrentarnos a las dificultades con ánimo, a descubrir lo
positivo que tienen tanto las personas como las circunstancias.

7. Cuida las relaciones con los demás

En los momentos complicados las primeras personas que aparecen


son nuestras amistades más cercanas y nuestra familia.
Afortunadamente, contamos con medios tecnológicos con los que
podemos mantener conversaciones mirándonos a la cara a pesar de
estar lejos, así que usemos estos medios para hablar, para jugar, para
La resiliencia parte de un punto de vista
realista, de la confianza de que el golpe
recibido no nos desestabilizará si
hacemos frente a él, lo asumimos y lo
utilizamos para mejorar nuestra vida»
8. Haz deporte

Cuando hacemos deporte estamos desarrollando una serie de valores


personales y sociales que nos convierten en personas más resilientes
sin que nos demos cuenta: nos marcamos retos, aumentamos la
autodisciplina, el autoconocimiento, la autoestima

9. Nutre tu autoestima

La autoestima depende de en qué medida nos sentimos valorados,


queridos y aceptados por otros y en qué medida nos valoramos,
queremos y nos aceptamos nosotros mismos. Toma conciencia de
todo lo que has conseguido hasta el momento y de todo lo que te
queda por conseguir. Para ello, haz el ejercicio de plantearte metas,
ejercicio físico y no descuides a tus amistades (hay que buscar tiempo
para enviar un mensaje de vez en cuando a las personas con las que
menos hablas, por ejemplo).

10. Aprende a crecer con los problemas

No podemos evitar encontrarnos con problemas o situaciones de


crisis, al menos no siempre podemos hacerlo. Por tanto, debemos
tomar estas situaciones como retos que se nos presentan en la vida y
que nos empujan a sacar lo mejor de nosotros mismos: a ser más
fuertes, a pensar y a actuar en consecuencia. Utiliza cada experiencia
que vivas para crecer como persona.

Escuelas resilientes: sus características


#1 Inclusivas
En este sentido el primer objetivo debe ser el de asegurar el foco en los
colectivos más vulnerables, en no dejar a ningún alumno o alumna atrás. Por eso
las escuelas resilientes deben ser abiertas, inclusivas y libres de todo tipo
de barreras de acceso, permanencia y de seguimiento de los procesos educativos.
Esto, en el contexto actual, significaría que los planes de retorno a la enseñanza
virtual deberían atender las necesidades que ya quedaron patentes meses atrás: las
de conectividad, las alimenticias (ayudas de comedor), pero también las de
seguimiento y refuerzo. Todo ello sabiendo que serán las familias con peor
situación socioeconómica las que, en una posible vuelta a casa por cierre o
cuarentena, tendrán mayores dificultades para apoyar el seguimiento del proceso
educativo de sus hijos e hijas, bien por falta de infraestructura digital, por
capacidad o por imposibilidad de conciliar la vida laboral y familiar.

#2 Seguras
El elemento de la seguridad también está en estas escuelas resilientes. En el
contexto de la pandemia, significa no solo la aplicación de las medidas, sino que
sean también promotoras de la cultura de paz. Esto implicaría llevar a cabo
actividades de sensibilización y concienciación que conviertan al alumnado,
incluso a los más pequeños, en ciudadanía activa frente a la pandemia y no, como
ya se viene tristemente asentando en el debate, en víctimas propagadoras del
virus.
#3 Conectadas

Otro elemento crucial es el de la


conectividad. Las escuelas deben estar conectadas al mundo y a su
comunidad. Aquí lo digital toma enorme relevancia con medidas enfocadas, de
nuevo, al alumnado más vulnerable. Esto implica disponer de una conexión
digital adecuada que es ya básico en lo presencial, pero que, en caso de
confinamiento o cuarentena, permita continuar en modo virtual el proceso
educativo, convirtiéndose en un elemento potentísimo de resiliencia. Para ello, no
basta con la infraestructura digital para docentes y alumnado -con tabletas,
conexión y plataformas virtuales seguras y gratuitas- sino formación continua a
la comunidad educativa y adaptación de los contenidos a este nuevo formato.
Este proceso no se hace de la noche a la mañana y necesitará de una apuesta
decidida a largo plazo por parte de las administraciones.
Pero una conexión al mundo no es solo digital: implica la conexión de la
escuela con su comunidad. En todo el debate, la comunidad educativa (en
especial el alumnado) ha tenido poco espacio de participación a la hora de
presentar sus necesidades. Se deben establecer canales de participación interna
adaptados a las distintas edades, pero también conectados al exterior. Un sistema
educativo resiliente debe tener una plataforma de escucha constante entre la
administración educativa y las escuelas.

#4 De calidad
Por último, las escuelas resilientes deben ofrecer una educación
relevante. Esto pasa por poner especial atención a la incorporación -en currículos
y programas- de los conocimientos y nuevas competencias necesarias, como son
los contenidos digitales y tecnológicos. Pero también otros como los
medioambientales o los de ciudadanía, y siempre muy orientados al acceso y la
creación de oportunidades reales hacia el empleo decente y la autonomía.
Para ello, la formación docente deberá ser permanente. Pero también es
fundamental mantener intacta su motivación, y esto implica, por ejemplo, no
dejarles inermes frente la emergencia sanitaria. Viendo la lista de medidas que
están aplicando los docentes para garantizar su seguridad y la de su alumnado,
uno se plantea cómo lo están logrando si no hay grandes contrataciones, no solo
para bajar la ratio de alumnado/profesor, sino para poder dedicar más atención a
quien más lo necesita. 

Es tan urgente como importante no demorarnos más en la transformación de


nuestras escuelas en espacios que no dejen a nadie atrás y respondan a los retos
globales.
Resiliencia en la familia
e modo que el concepto de resiliencia familiar se puede definir como los procesos de
reorganización de significados y comportamientos, y los de procesos de superación y
adaptación, que tienen lugar en la familia como unidad funcional. Con ello se pretende
moderar el estrés, afrontar las adversidades, dejar atrás las crisis, recuperar y
mantener niveles óptimos de funcionamiento y bienestar, equilibrar recursos y
necesidades familiares, así como lograr salir transformada y fortalecida de las crisis. La
resiliencia familiar depende del contexto familiar y cultural, su nivel de desarrollo, sus
recursos propios (humanos y materiales) y externos (familiares y comunitarios)
disponibles, la combinación interactiva de factores de riesgo y factores de protección,
así como de la visión familiar compartida.

Al hablar de resiliencia familiar, nuestra concepción se centra en las capacidades y


fortalezas de la familia, algo que está íntimamente relacionada con el modelo
salutogénico de Antonovsky8. Este modelo, al igual que el concepto de resiliencia
familiar, pone el énfasis en los orígenes de la salud, se preocupa por el mantenimiento
y el realce del bienestar, considera que los factores estresantes o situaciones adversas
pueden tener consecuencias saludables y beneficiosas, y realza y potencia las
fortalezas, los talentos y las habilidades de las personas o grupos sociales. Es por esto
que conceptualmente la resiliencia familiar conlleva una perspectiva salutogénica y
positiva en cuanto que permite explicar por qué algunas familias muestran una buena
adaptación a pesar de estar expuestas a una adversidad severa.

Es decir, la resiliencia familiar puede ser considerada un instrumento importante para


la salud pues mantiene la seguridad, el funcionamiento, su ajuste, su adaptación y
superación, y facilita el éxito de la misma desde una perspectiva positiva, es decir,
basada en el bienestar, la satisfacción, las motivaciones, la esperanza, el optimismo y
las capacidades familiares

Homeostasis
La homeostasis es una propiedad de los organismos que consiste en su capacidad de
mantener una condición interna estable compensando los cambios en su entorno mediante el
intercambio regulado de materia y energía con el exterior.

Se trata de una forma de equilibrio dinámico que se hace posible gracias a una red de
sistemas de control realimentados que constituyen los mecanismos de autorregulación de los
seres vivos. Ejemplos de homeostasis son la regulación de la temperatura y el balance
entre acidez y alcalinidad.

Este término fue introducido por W. B. Cannon en 1932, y designa la tendencia general de
todo organismo al restablecimiento del equilibrio interno cada vez que este es alterado. Estos
desequilibrios internos, que pueden darse tanto en el plano fisiológico como en el psicológico,
reciben el nombre genérico de necesidades.
De esta manera, la vida de un organismo puede definirse como la búsqueda constante de
equilibrio entre sus necesidades y su satisfacción. Toda acción tendente a la búsqueda de ese
equilibrio es, en sentido lato, una conducta.
Reintegración disfuncional

La reintegración resiliente implica experimentar crecimiento a través de las


crisis, con resultado de identificación o fortalecimiento de las cualidades
resilientes. En la reintegración que vuelve a la homeostasis la persona dejaría
pasar la crisis sin pararse mucho a aprender de ella. Recuperarse con pérdida
significa que las personas tienen motivación, esperanzas o energía para hacer
frente a las demandas que proceden de las circunstancias de la vida, si bien al
principio lleva consigo reacciones disfuncionales de estrés con una posterior
recuperación natural. La reintegración disfuncional ocurre cuando las personas
terminan consumiendo sustancias y presentan conductas destructivas para
ellos mismos o los demás, o usan otros medios para afrontar los cambios
vitales. Muchas personas que reintegran disfuncionalmente tienen falta de
capacidad para la introspección y requieren terapia para ayudarles. Atendiendo
a esta formulación, sería la reintegración resiliente la que contribuiría a
incrementar la fortaleza del individuo, que iría minimizándose progresivamente
en las restantes fases.

Modelo de resiliencia de Richardson

El Modelo de Resiliencia que Glenn Richardson hizo público en 1990, junto a los colaboradores
Neiger, Jensen y Kumpfer, nos muestra el proceso por el que una persona puede hacer frente
a la adversidad. ¿Qué quiere decir esto? Que a la hora de enfrentarnos a una adversidad, no
hay una única respuesta posible. No todos hacemos frente a una situación de la misma
manera. No todos salen dañados. No todos salen indemnes.
Ante esto, uno de los términos fundamentales de este modelo es la reintegración tras la
adversidad. Cuando la situación adversa llega, choca con los factores protectores que el 
individuo en concreto posee (recordemos, por ejemplo, la Mandala de Resiliencia). En función
de estos factores, del grado en el que amortigüen la adversidad, y teniendo en cuenta que
puede tratarse de una elección consciente o inconsciente, el individuo tiene cuatro opciones
de reintegración.
Reintegración Disfuncional
Cuando una persona no es capaz de asumir la situación adversa, cuando sus recursos no son
suficientemente fuertes para evitar la ruptura,  sufre una reintegración disfuncional si acaba
realizando conductas destructivas o de riesgo consigo mismo (consumo de drogas, por
ejemplo) o con los demás. Se produce tal alteración, que suelen ser casos que requieren ayuda
profesional para superarla.
Reintegración Con Pérdida
En este caso, tras la ruptura, el individuo sí tiene ganas, motivación, para superarla. Pese a esta
positiva intención, el camino no estará libre de dificultades que harán que sufra pérdidas
como, por ejemplo, de autoestima.  Estamos, por tanto, ante una situación en la que el
positivismo por salir adelante no evita el desajuste emocional de la persona.
               Reintegración a Zona de Bienestar. Homeostasis.
La reintegración homeostática se caracteriza por el regreso del individuo al momento vital
anterior a la adversidad. Esto quiere decir que ésta no logra hacer demasiada mella y la
persona recupera el equilibrio sin aprender de la situación vivida. No hay, por tanto,
crecimiento postraumático. Por eso, esta reintegración sucede también directamente cuando
los factores protectores evitan la ruptura.

               Reintegración Con Resiliencia


Estamos ante una reintegración resiliente cuando la persona, tras la ruptura, es capaz de sufrir
un crecimiento positivo como resultado del aprendizaje realizado de la situación adversa. Por
tanto, el individuo no regresa al estado anterior al suceso, como ocurre en la Homeostasis,
puesto que aquí experimenta un crecimiento postraumático.

Resiliencia comunitaria

LA RESILIENCIA COMUNITARIA Con un origen latinoamericano, donde a los desastres naturales se


ha añadido la pobreza y la desigualdad, la resiliencia comunitaria es aún un concepto mas reciente
que la resiliencia individual y se refiere a aspectos de afrontamiento de los traumas y conflictos
colectivos por los grupos humanos, en los cuales influyen otros aspectos psicosociales además de
las respuesta individual al estrés. La comunidad se entiende que es una entidad social con mayor
significado que el nº de personas localizadas en un territorio. Son individuos que además de eso
mantienen entre sí relaciones humanas y económicas, comparten ideas, valores, costumbres,
metas, instituciones y servicios con distinto grado de conformidad y de conflicto. Estas variables
determinan en gran medida tanto las fortalezas como la vulnerabilidad, y consecuentemente
también inciden en el impacto social de los desastres y catástrofes y en la capacidad de
afrontamiento, recuperación y transformación posibles. La resiliencia comunitaria se refiere por lo
tanto a la capacidad del sistema social y de las instituciones para hacer frente a las adversidades y
para reorganizarse posteriormente de modo que mejoren sus funciones, su estructura y su
identidad. Identifica la manera en que los grupos humanos responden a las adversidades que
como colectivo les afectan al mismo tiempo y de manera semejante: terremotos, inundaciones,
sequías, atentados, represión política y otras, al tiempo que muestra cómo se desarrollan y
fortalecen los recursos con los que ya cuenta la comunidad. Comprende tanto los recursos
tangibles, es decir los recursos materiales, humanos o procedimentales que protegen a los
individuos y compensan las debilidades, como los intangibles, aquellos que capacitan para
sobreponerse a las dificultades y para lograr una adaptación exitosa. Se refiere más a las
capacidades inherentes de la comunidad que se movilizan ante los desastres que a los recursos
externos que pudieran lograr (Maguire and Cartwright, 2008) Suárez Ojeda et al., (2007) señalan
que la resiliencia comunitaria “es la condición colectiva para sobreponerse a desastres y
situaciones masivas de adversidad y construir sobre ellas”. Algunas comunidades se ponen a
combatir las adversidades y son capaces de superar las dificultades mientras que otras se llenan de
abatimiento y desesperación. Estas diferencias de afrontamiento solo se pueden explicar por la
existencia de diferencias de tipo social, cultural, relaciones grupales previas o condiciones
sociopolíticas diferentes. La resistencia a los que tratan de invadirles o expulsarles de su territorio,
la solidaridad en situación de crisis económica (hambre, pobreza, desamparo, paro, etc.), la
respuesta conjunta y desinteresada a situación de emergencia (inundaciones, terremotos,
derrumbamientos), el apoyo humano a las víctimas de conflictos sociopolíticos (víctimas de guerra,
de atentados, desplazados, refugiados) han sido circunstancias habituales en muchas sociedad a la
largo de la historia. Cuando ocurren situaciones de crisis, desastres y calamidades en muchas
personas afloran sus cualidades más positivas, aquellas que incluso creían desconocer, se
apresuran a la reconstrucción de la ciudad o los servicios, a actuar a favor del beneficio colectivo. Y
en estas situaciones algunas sociedades han sido transformadas positivamente

Pilares

- La estructura social cohesionada. Las sociedades en las que los distintos grupos que la conforman
tienen menores desigualdades entre sí, prevalece la cohesión social más que el conflicto, los
individuos y las minorías de distinto signo se sienten plenamente incluidas, existen oportunidades
para la convivencia, la participación social, cultural, redes de apoyo informal y cuentan además
con representantes naturales reconocidos, con canales de comunicación internos y cierto número
de voluntariado civil y social, son proclives a responder con eficacia y sobreponerse a las
adversidades. Cuando las poblaciones están acostumbradas a que las autoridades les mantengan
informadas sobre los riesgos y situaciones de emergencia aumenta su confianza en ellas y se
enfrentan mejor y con más prontitud a las acciones preventivas y reparadoras.
5.2.- La honestidad gubernamental. Se refiere, por un lado, a la legitimidad de los gobernantes
locales, comunitaritarios o estatales, al convencimiento de que el gobierno es el apropiado y al
sentimiento de que es propio, es percibido como “mío”, con lo cual su liderazgo y sus mensajes
serán más creíbles. Debe ser un gobierno de manos limpias, transparente, que gestiona la cosa
pública con honestidad, que actúa con sentido de la justicia y aplica las leyes con imparcialidad.
Bajo un gobierno, una autoridad y una justicia apropiadas los individuos, las instituciones, las
asociaciones, los servicios y las empresas están más dispuestas a cooperar voluntariamente, e
incluso a aceptar más fácilmente los posibles resultados “negativos”. 5.3.- La identidad cultural. Se
refiere al conjunto de comportamientos, usos, valores, creencias, idioma, costumbres, ritos,
música, etc. propios de una determinada colectividad, que los reconoce como propios y distintivos
y da sentido de pertenencia a sus miembros. La identidad cultural refuerza los lazos de solidaridad
en casos de emergencia más allá que al núcleo familiar cercano. 5.4.- Autoestima colectiva “Es la
actitud y el sentimiento de orgullo por el lugar en el que se vive” y del que uno se siente originario.
Es la conciencia de las bellezas naturales del lugar, el amor por su tierra, la identificación con
determinadas costumbres y con producciones humanas significativas de su territorio: edificios,
ciudades, pueblo, etc. El entorno es parte de la experiencia humana e influye en la identidad
individual y social. El ambiente no es una condición dada y digna de ser contemplada pasivamente.
Es también una creación humana. Las personas y las sociedades que tienen una autoestima
colectiva alta se recuperarían antes de las adversidades. 5.5.- El humor social Se trata de la
capacidad de algunos pueblos de “encontrar la comedia en la propia tragedia”, que ayuda a hacer
más ligeras o a quitar amargura a ciertas situaciones difíciles, a tomar distancia emocional y a
poder analizar más objetivamente las situaciones. La capacidad de reírse juntos de ciertos
estereotipos sociales, políticos o religiosos propios y ajenos refuerza los lazos de pertenencia y
hace a la comunidad más resiliente (Jáuregui y Carbelo 2006).

PILARES DE LA RESILIENCIA

Pilares de la Resiliencia

Se han podido identificar algunas características que aparecen con mayor frecuencia
en quienes han mostrado condiciones de resiliencia. Estas condiciones se conocen
como pilares de la resiliencia.

Los distintos autores han seleccionado muchas características consideradas


importantes, dentro de las observadas en sus investigaciones con personas resilientes.
Nosotros vamos a mencionar las destacadas por Suárez Ojeda, con el que coincidimos
y consideramos una selección más acertada.

Introspección es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta.


Independencia es el saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas, es
la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento.

La capacidad de relacionarse es la habilidad para establecer lazos e intimidad con otras


personas para compensar la propia necesidad de afecto y la posibilidad de brindarse a
otros.

Iniciativa es la posibilidad de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente


más exigentes. Humor es la capacidad de encontrar la comedia en la propia tragedia,
ver el lado cómico de la adversidad.

Creatividad es la capacidad de crear orden y belleza a partir del caos y el desorden.

Moralidad o sea la consecuencia de extender el deseo personal de bienestar a toda la


humanidad y la capacidad de comprometerse en valores. Darle al otro el lugar de un
legítimo otro. Este elemento es muy importante a partir de los 10 años.

Un aspecto de particular importancia es la posibilidad de desarrollar destrezas para


acrecentar la resiliencia. Este es un gran campo de investigación que se está
impulsando en todo el mundo y especialmente en los países en desarrollo. Es una
temática fundamental para la investigación psicopedagógica.

Los pilares de la resiliencia se han categorizado y agrupado en cuatro componentes


principales, cuya observación permite diseñar perfiles de niños en cuanto a su
resiliencia, estos engloban los atributos más frecuentes asociados a experiencias
exitosas de vida, por eso las consideramos como los elementos básicos en el perfil.

2. Los pilares de la resiliencia


1. Autoestima positiva: Capacidad de quererse a uno mismo y de querer a los
demás, de saber que eres valioso, digno, de que eres capaz y de que tú vales la
pena y además, afirmarlo.

2. Introspección: Capacidad de preguntarse a sí mismo sobre los propios actos,


estados de ánimo o de conciencia y darse una respuesta honesta.

3. Independencia: Capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer


en el aislamiento. Saber fijar límites entre uno mismo y el entorno problemático.

4. Relación: Capacidad de relacionarse , de establecer lazos e intimidad con otros


y equilibrar la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a los demás.

5. Iniciativa: Capacidad de ponerse a prueba en tareas cada vez más exigentes y


cogerle gusto a la exigencia, responsabilizándose y ejerciendo control sobre los
problemas.

6. Sentido del humor: Capacidad de encontrar lo cómico en la propia adversidad,


alejándose del foco de tensión, relativizando y positivizando los problemas.
7. Creatividad: Capacidad de crear orden, belleza y propósito a partir del caos y
el desorden.

8. Moralidad o Ética: Capacidad de comprometerse con valores y extender el


deseo personal de bienestar a toda la humanidad.

Los últimos siete conceptos conforman los pilares mientras que el primero,
la Autoestima es la base donde se sustentan todos ellos.

No es posible ser resiliente sin esfuerzo, motivación y determinación. Como decía


César Vallejo en su verso hay golpes en la vida fuertes, muy fuertes, demasiado
fuertes, pero nada es imposible para quien cree en uno mismo, para quien se
conoce bien.

Los pilares de la resiliencia deben servirte para convertirte en un ser resiliente, en


una persona capaz de adaptarte con éxito a la adversidad. Y salir del profundo
dolor sólo es posible desde la fortaleza que te aporta la resiliencia.

Acabaré este artículo con una cita de Enique Rojas que aparece en el prólogo del
libro de Rafaela Santos y que reza así:

«Lo que te hace crecer como persona son las derrotas bien asumidas, aceptadas
y configuradas por dentro en el mapa del mundo personal. (…) «Nihil difficile
volenti«; nada es difícil, si hay voluntad. No hay obstáculo que no pueda ser
vencido si la voluntad está fortalecida.»

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