Vía Crucis Familiar
Vía Crucis Familiar
Vía Crucis Familiar
CUARESMA
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…
Oración por las Familias
Santa Familia de Nazaret,
Jesús, María y José que nunca más haya en las familias
En ustedes contemplamos el esplendor episodios de violencia, de cerrazón y división,
del verdadero amor, a ustedes confiados que quien haya sido herido o escandalizado
nos dirigimos. sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret, Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias haz tomar conciencia a todos
lugar de comunión y cenáculo de oración, del carácter sagrado e inviolable de la familia,
auténticas escuelas del Evangelio de su belleza en el proyecto de Dios.
y pequeñas iglesias domésticas.
Jesús, María y José,
escuchar, acoger nuestra súplica.
Amén.
Sagrada Familia, ruega por nosotros
Reina de los apóstoles, ruega por nosotros
Jesús, María y José, bendigan y protejan al MFC
Vía Crucis Familiar
Oración Inicial:
- Padre nuestro.
- Ave María.
II Estación
II ESTACIÓN:
Jesús con la cruz a cuestas.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
II Estación
El matrimonio tiene que tomar la cruz de la convivencia
diaria.
Cristo Jesús, después de ser brutalmente azotado y coronado
de espinas, tiene que cargar con su cruz, es decir, con
nuestras cruces. Con pocas fuerzas, pero con mucho amor.
- Padre nuestro.
- Ave María.
IIi Estación
III ESTACIÓN:
Jesús cae por primera vez.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
IIi Estación Primera caída de los matrimonios: las sospechas, los
celos.
Todavía no habían salido de Jerusalén y Cristo ya no puede
con el madero de la cruz y cae en tierra, cae en el suelo con la
cruz encima, sobre su figura derrumbada la mirada
amenazadora e indiferente de los verdugos.
- Padre nuestro.
- Ave María.
Iv Estación
IV ESTACIÓN:
Jesús se encuentra con su Madre.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador
El dolor de la madre ante los hijos.
Iv Estación María estaba preparada para el dolor, cuando presentó a su
hijo en el Templo de Jerusalén a los pocos días de nacer le
dijeron que “una espada le atravesaría el alma”.
María había sufrido en Belén, en Egipto, en Nazaret, en la
pobreza, en tantas ocasiones, pero ver a hijo cargando con la
cruz, coronado de espinas, ensangrentado era distinto.
Era el dolor de una madre por sus hijos que había sido
prendido en la oscuridad de una noche, juzgado sin garantías
legales, condenado a muerte como un vulgar malhechor, y
que iba camino del patíbulo cargado con una cruz de madera,
era ciertamente un dolor profundo como ningún otro.
Hoy son muchas las madres que sufren por sus hijos: es el
dolor de una madre ante su hijo deficiente físico o psíquico,
ante el hijo que prometía mucho y se vuelve un calavera, ante
el hijo que no encuentra trabajo, ante el hijo que se encamina
por los senderos de la droga o de la delincuencia, siempre
será la madre la que más sufra y la que sufra en silencio.
Iv Estación
Oración:
Señor Jesús, que tuviste a tu lado a tu Madre en el momento
supremo del camino al Calvario, ayuda a cuantas madres
sufren en silencio por sus hijos, dales fortaleza y valentía para
sobrellevar su dolor y hazlas el valor del sufrimiento.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
- Padre nuestro.
- Ave María.
v Estación
V ESTACIÓN:
El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador
Los esposos tienen que ser mutuamente cirineos.
Los verdugos no tenían compasión, querían que Jesús no se
v Estación les muriera por el camino y llegara vivo al calvario, querían
clavarlo en la cruz y que muriera crucificado, querían
completar su obra.
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Por eso, y para que no se les muriera por el camino -no por
compasión- buscan un hombre para que lo ayudara a llevar la
cruz. Y encontraron a Simón de Cirene. Él no sabía quien era
el hombre de la cruz. De haberlo sabido lo hubiera hecho
encantado.
- Padre nuestro.
- Ave María.
vi Estación
VI ESTACIÓN:
La Verónica enjuga el rostro de Jesús.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y mí pecador.
La madre limpia la cara de todos los suyos.
Cristo cargado con la cruz, sigue su camino hacia la cumbre
vi Estación del Calvario, su cara está manchada de sangre y de polvo, su
cabeza coronada de espinas, apenas puede ver, ha perdido la
belleza.
Unas veces -las más- será la madre. Otras tendrá que serlo el
padre. Pero siempre será necesario que alguien, como la
Verónica, esté dispuesto a limpiar el dolor ajeno. Alguien
dispuesto a sacrificarse para que los demás puedan aliviar su
dolor.
vi Estación
Oración:
Señor Jesús, que camino del Calvario tuviste el consuelo de
que una mujer te limpiara el rostro; ayuda a los esposos para
que estén siempre atentos al dolor que pueda haber en su
hogar para ayudar y compartir, para aliviar y consolar.
Por Cristo Señor Nuestro.
Amén.
- Padre nuestro.
- Ave María.
vii Estación
VII ESTACIÓN:
Jesús cae por segunda vez.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
vii Estación Segunda caída de los esposos:
el problema de los hijos.
Jesús, ya a las afuera de Jerusalén, vuelve a caer, la ayuda del
cirineo no era suficiente, le faltaban las fuerzas y cae de
nuevo en tierra aplastado por el madero de la cruz.
Los hijos son muchas veces, más que una alegría, un
problema serio.
Hoy más que nunca, para muchos padres son una pesada
carga, que les lleva a volver a caer en el desánimo y en el
desaliento. Unas veces es una enfermedad del hijo lo que
preocupa y angustia.
Otras, las más, son los malos pasos que dan, su rebeldía, el
paro. Incluso, la delincuencia y la droga. ¡Cuántos disgustos
nos dan a veces! Hay momentos en los que incluso parece
que nos arrepentimos de haberlos traído al mundo. Nos
pesan, como a Jesús le pesaba la cruz. Nos hacen sufrir, nos
hacen caer en el desconsuelo y la desesperación.
vii Estación
Oración:
Señor Jesús que caíste en tierra por segunda vez aplastado
por el peso del madero de la cruz, ayuda a los padres que
sufren el dolor y el desconsuelo que les producen muchas
veces sus propios hijos.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
- Padre nuestro.
- Ave María.
viii Estación
VIII ESTACIÓN:
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
El llanto por los hijos. En el camino del Calvario que
viii Estación recorrió Jesús, no todo fueron ofensas para Él. Sabemos que
un pequeño grupo de mujeres, viendo cuanto sufría y viendo
el dolor de su madre, lloraban por Él. Fue como una lejana
caricia. Jesús se paró ante ellas y con voz casi sin fuerzas, les
dijo: “No lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por
vuestros hijos”.
Son los momentos del dolor por los hijos que traen suspensos
en sus estudios, del dolor por el hijo al que despiden del
trabajo, el dolor por el hijo que con frecuencia llega a casa
bebido y encamina su vida por los senderos del alcohol.
¡Hay veces en que hacen sufrir tanto que se llora por ellos! El
camino de las lágrimas es un camino muy recorrido por las
madres. ¿Qué madre no ha llorado alguna vez por su hijo?
viii Estación
Oración:
Señor Jesús, que camino del Calvario consolaste a unas
mujeres que lloraban por ti; consuela hoy a las madres que
lloran por sus hijos. Dales ánimo y valor.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
- Padre nuestro.
- Ave María.
ix Estación
IX ESTACIÓN:
Jesús cae por tercera vez.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Tercera caída en el matrimonio:
ix Estación La enfermedad.
Ya faltaba poco para llegar a la cumbre del Calvario. Apenas
unos metros. Pero Jesús no podía más, estaba desangrado,
había llegado al límite de sus fuerzas, no podía más y cae al
suelo bajo el madero de la cruz por tercera vez.
- Padre nuestro.
- Ave María.
x Estación
X ESTACIÓN:
Jesús es despojado de sus vestiduras.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador
Los padres tienen que despojarse de su autoritarismo y
x Estación su paternalismo.
Por fin llegan al Calvario, Jesús consigue llegar con vida a la
cumbre del pequeño monte, pero aún quedaba algo, la pasión
de Cristo fue total, no quedó en su cuerpo ni en su espíritu un
solo rincón sin dolor, allí lo desnudan y se ve envuelto en la
burla y en el desprecio de las gentes.
- Padre nuestro.
- Ave María.
xi Estación
XI ESTACIÓN:
Jesús es clavado en la cruz.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
xi Estación La cruz de la ancianidad.
Y cuando llegaron a la cima del monte, después de
desnudarlo, le clavaron en la cruz, las manos y los pies, dolor
sobre dolor, después lo levantaron y quedó colgado,
suspendido entre el cielo y la tierra, allí sirviendo de diversión
para unos, de llanto para otros y de salvación para todos.
- Padre nuestro.
- Ave María.
xii Estación
XII ESTACIÓN:
Jesús muere en la cruz.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
xii Estación La viudez: la muerte de uno de los esposos.
Ha llegado el temido final, Cristo está clavado en la cruz y
desde ella entrega su vida y la entrega por amor, perdona a
sus verdugos, nos entrega a su Madre, pide agua, dice que su
obra está consumada y muere, las sombras y las tinieblas
cubren el Calvario, hay gente que comienza a creer, el
centurión romano dice que ese hombre era Dios, se cumple la
profecía de Jesús: “Cuando sea elevado, atraeré a todos a mí”.
Todo, por lejano que nos parezca, llega en la vida, unas cosas
antes, otras después, pero al final siempre está la muerte
cierta, segura, cruel y tarde o temprano siempre acaba
haciendo acto de presencia, cuando muere alguien en una
familia, muere algo para todos.
Pero cuando muere uno de los esposos, es el otro quien más
muere con él, entonces aparecen como únicos compañeros de
la viudez la sombra, el vacío, el desamparo, la soledad. Y eso
nadie podrá volver a llenarlo del todo. Después sólo quedan
los recuerdos, las lágrimas y las oraciones.
Pidamos a Cristo muerto en la cruz por tantos viudos, para
que sean atendidos y no se encuentren solos.
xii Estación
Oración:
Señor Jesús que moriste en la cruz y dejaste a tu Madre triste
y sola; te pedimos por todos los viudos y viudas que
perdieron al compañero de su vida. Hazte presente en sus
vidas para que nunca se encuentren solos.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
- Padre nuestro.
- Ave María.
xiii Estación
XIII ESTACIÓN:
Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y mí pecador.
xiii Estación
Cuando los hijos se mueren.
La escena tenía que hacer llora hasta las piedras, María
traspasada de dolor, recoge durante unos instantes en su
regazo el cadáver de su hijo, aquel cuerpo destrozado,
aunque no lo pareciera, era el de su hijo, aquel hijo que ella
había cobijado tantas veces de niño, aquel hijo que ella había
visto crecer, aquel que “todo lo había hecho bien”, estaba
ahora muerto en sus brazos.
Algunos padres viven la terrible experiencia de ver morir a un
hijo, los accidentes, la enfermedad incurable, el tumor
maligno, el infarto.
Cerrar los ojos a un hijo es una de las experiencias más duras
y crueles de la vida, algo que sólo puede entender quien ha
tenido la desgracia de vivirla en su propia carne, algunos
padres han bebido este amargo trago.
Estos son los únicos que están en condiciones de saber cómo
fue el dolor de María al tener en su regazo el cuerpo muerto
de su Hijo.
xiii Estación
Oración:
Virgen María que viste morir a tu hijo en una cruz y lo
recogiste después en tus brazos; ayuda a las familias que
pasan por el amargo trance de perder un hijo. Dales fortaleza
y esperanza.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
- Padre nuestro.
- Ave María.
xiv Estación
XIV ESTACIÓN:
Jesús es puesto en el sepulcro.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
xiv Estación La muerte del que queda.
El cuerpo de Jesús fue colocado en un sepulcro nuevo,
excavado en la piedra, pero prestado, el que era dueño de
cielos y tierra, muere más pobre que nadie, no tuvo ni tierra
para su sepultura, para descansar el sueño de la muerte le
tuvieron que prestar un sepulcro, ¡Hasta ese despojo y
entrega llegó Jesús!.
La muerte, tarde o temprano, ya lo sabemos, nos llegará a
todos, aquí no valen resistencias, ni grandezas humanas.
Cada uno deberá asumir su propia muerte, pero para un
cristiano no hay lugar para la desesperanza, la esperanza
cristiana borra toda sombra de duda, anula el impulso de la
desesperación.
Cristo nos dijo que si el “grano de trigo no muere, quedará
infecundo”, y que “quien crea en Él, aunque muera, vivirá
para siempre”.
Pidamos desde lo hondo de nuestro corazón al Señor que nos
infunda fe en sus palabras y la esperanza en una vida eterna,
a la que todos estamos llamados.
xiv Estación Oración:
Señor Jesús que dijiste: “Yo soy la resurrección y la vida.
Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá para siempre”.
Infunde en nuestros corazones la firme esperanza de la vida
eterna. Ayúdanos a comprender que, aunque caminamos
hacia una muerte segura, ese es el paso que nos conduce a
una vida que no tendrá fin.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
- Padre nuestro.
- Ave María.
REFLEXIÓN FINAL
Hemos intentado con este sencillo Vía Crucis descubrir los vía-
crucis que existen en tantos hogares de nuestro tiempo.
Así sea.
Oración Final Área V Diocesana