Kant-Hegel, de Sonia Corcuera de Mancera

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Sonia Corcuera de Mancera

Voces y silencios
en la historia
Siglos xrxy xx
LA C O N ST R U C C IÓ N DF.L ID EA LISM O 23

y uno de los factores que contribuyeron a la inestabilidad de


Roma fue precisam ente la destrucción de su unidad étnica a con ­
secuencia de la conquista de otros pueblos. Para Frederick Copies-
ton estos conceptos nada tienen que ver con un supuesto racis­
mo, sí es que éste consiste en afirm ar, para el entorno europeo
(que es el único que H erder conoce bien), que una raza es in trín ­
secam ente superior a otras y por lo tanto tiene derecho a dom i­
narlas (Copleston, 1983, vi: 174). En otras palabras, la teoría de la
historia com o desarrollo de las culturas nacionales que propone
H erder, no necesariam ente im plicaría un nacionalism o en el sen ­
tido peyorativo (racista) del término.
Se m ostró renuente a seguir la tendencia generalizada en su
época de com parar todas las culturas y em itir juicios sobre el pa­
sado a la luz de la civilización presente. Prefirió m ostrar sim patía
por la diversidad de las culturas o, expresado de otra m anera, se
inclinó por un cierto relativism o difícilm ente com patible con el
dogm a del progreso que otros historiadores habían com enzado a
divulgar. C om o filósofo, creía en la bondad y en la capacidad de
perfeccionamiento natural del hom bre y se inclinaba de m anera
natural a pensar que éste puede realizarse a pesar de todos los
obstáculos y retrocesos propios del cam ino. A continuación vere­
mos que, desde su origen hasta su m eta, la historia es vista com o
un proceso que conduce hacia el triunfo de la razón y su cum ­
plim iento en el tiem po se proyecta hacia un futuro.

I m m a n u e l K a n t (1724-1804)

Kant vino al m undo 20 años antes que H erder. Se le conoce com o


el filósofo de Kónigsberg, ciudad donde vivió casi toda su vida y
que en alem án significa "m on tañ a del rey ". H ijo de un tapicero,
se dice que era un hom bre tan ordenado y m etódico que sus veci­
nos ajustaban la hora de sus relojes cuando salía a dar su paseo
cotidiano. ¿H abrá sido cierto? Resulta m ás factible pensar que la
prim era persona que contó la anécdota haya querido proyectar
en K ant la disciplina que caracteriza al pueblo alemán. C uando la
obra de su discípulo H erder llegó a sus m anos, decidió darle res­
puesta y rectificar a quienes cuestionaban su doctrina. De esta
manera form uló lo que podría llam arse una réplica adelantada
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de la interpretación histórica del Rom anticism o. Ya había dicho


que los sentidos perciben las apariencias de las cosas, o sea, los
fenóm enos, y no sus esencias; pero al tom ar la determ inación de
polem izar con H erder acerca de la historia añadió algo nuevo. Ex­
plicó que la historia se presenta com o una sucesión de hechos fe­
nom énicos y que, por consiguiente, debería estar sujeta a las leyes
naturales que se encuentran bajo la sim ple confusión de las ap a­
riencias o fenómenos.

El plan de la historia. En un texto breve pero sustancioso, Ideas para


una historia universal en clave cosm opolita, K ant intenta poner de
m anifiesto un plan racional en el curso de la historia, destacando
así aquel dom inio de la razón que ya había sido señalado por la
Ilustración francesa. Tam bién señala otro principio que cond i­
ciona su interpretación de la historia: el "ju eg o de la libertad"
que perm ite descubrir el paso regular con que m archa la historia.
Propone una sim pática m etáfora para ilustrar su propuesta.
C om ienza por decir que cada m atrim onio es un acto líbre, indi­
vidual y voluntario, y luego explica que las estadísticas anuales
dem uestran que en general el núm ero de m atrim onios perm ane­
ce estable y varía sólo en circunstancias excepcionales. Esto sig­
nifica que los actos libres, individuales y voluntarios, com o son
no sólo los enlaces m atrim oniales, sino todas las acciones que el
hom bre realiza en la historia, no parecen estar som etidos a nin­
guna regla que perm ita pronosticar su núm ero. En otras pala­
bras, K ant explica que la gente se casa cuando quiere y con quien
quiere. La incidencia individual de los hechos hum anos, in clu i­
das las uniones m atrim oniales, no pu ed e ser determ inada de an­
tem ano, pero en su conjunto los hechos están regidos por una
ley. Lo relevante es el papel que ju ega el historiador: a él toca
descubrir esa ley. Ahora bien, K ant no se refiere de ninguna m a­
nera a una ley única capaz de dar sentid o a la historia, sino a un
conjunto de norm as que rigen el acontecer histórico. Este conjun­
to de norm as se explica com o leyes en la historia y no leyes de la
historia, de la m ism a m anera que tam poco hay m atrim onios de
la historia, sino que hay m atrim onios en la historia.
Tam bién hizo hincapié en el hecho de que la historia no es obra
del hom bre, sino de la naturaleza que actúa a través del hom bre.
Es decir, quienes han vivido en las d istintas épocas no pu eden
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tener conciencia de lo que realizan, com o tam poco el soldado que


lucha tiene m odo de entender la estrategia general de la batalla.
Esto sucede» entre otras razones, porque es necesario esperar la
conclusión de cada etapa (inclusive de la batalla en la que se par­
ticipa), para com prender su significado.
Acabam os de ver que la naturaleza hace la historia; de ser así,
fuerza es adm itir la existencia de un plan que se cum ple en ella.
Esta idea del plan de la historia no debe atribuirse a un legislador
personal; más. bien equivale a un conjunto de leyes por com pleto
sem ejantes a las que rigen el m undo de la naturaleza física. Este
plan se identifica con un proceso que conduce hacia la libertad de
la m ente hum ana y se le conoce com o progreso porque aparta al
hom bre de las tinieblas de la ignorancia y lo libera de las lim ita­
ciones que lo cercan por todas partes. Explicado en otros térm i­
nos: el hom bre va adquiriendo un dom inio paulatino sobre las
fuerzas de la naturaleza, va progresando porque su conocim ien­
to es cada vez más verdadero. Falta conocer el desenlace de la
polém ica entre H erder y K ant que m encioné hace un m om ento.

El desarrollo de la razón. K ant está convencido de que la naturaleza


humana es esencialm ente racional» de m odo que el fin del hombre
ha de ser el desarrollo de la razón. C om o se trata de un proceso
muy complejo» se pregunta cuánto tiem po tom ará. ¿Acaso podrá
lograrlo un individuo en el corto lapso de su vida? De no ser así»
¿sería factible al menos alcanzar la m eta en una generación?
Tampoco, porque cada hom bre necesita apoyarse en los progre­
sos que otros hombres han conseguido con anterioridad y sum ar
esfuerzos con ellos. Sí no se aprovecha lo que otros han logrado,
habría que partir constantem ente de cero, volver a em pezar, y
por ese cam ino no se lograría ningún progreso. El final de la vida
individual, la m uerte, es un accidente sólo para la persona, pero
no afecta el desarrollo de la especie hum ana; el desarrollo de la
razón es tarea de la hum anidad y este quehacer constituye la his­
toria. Quiero dejar claro que el proceso kantiano no es, com o
sucedió con H erder, una acum ulación, sino que se trata de una
transformación.
Luego, K ant se pregunta cóm o se dan o cóm o discurren los
acontecimientos históricos, y sus conclusiones guardan mucha
semejanza con las de Juan Bautista Vico, adem ás de anunciar el
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pensam iento hegeliano. K ant no se hacía ilusiones respecto a la


naturaleza humana. Para él, una sociedad estancada es m ás feliz
que una sociedad en m archa o dinám ica, porque el progreso, esto
es, el esfuerzo que im plica cam biar, siem pre se traduce en una
operación dolorosa. ¿Cuáles pueden ser los m otivos que im pul­
sen a los hom bres a abandonar su estado de naturaleza para em ­
barcarse en la dinám ica dolorosa de la historia? Para contestar
hay que incorporar dos elem entos kantianos que resultan indis­
pensables para explicar los cam bios en la historia: concordia y
discordia.

Concordia y discordia. La relación del hom bre con la sociedad se


da bajo una forma concreta de antagonism o. Esta interesante idea
en la que parece anticiparse una de las más ricas concepciones de
la interpretación m oderna de la historia, la entiende K ant com o el
im pulso del hom bre a asociarse; sólo que este im pulso está unido,
paradójicam ente, a un continuo enfrentam iento que am enaza con
disolver esa asociación. Veam os cóm o sucede esto.
La naturaleza ha dejado al hom bre la responsabilidad de in­
ventar su vida m aterial, de satisfacer sus necesidades y de asegu ­
rar su tiem po libre. Desem peñar estas actividades, observa Kant,
necesariam ente im plica vivir en sociedad. Pero el hom bre se en ­
cuentra en una situación contradictoria porque su necesidad de
estrechar lazos sociales es inseparable del im pulso que siente por
aislarse y encontrarse solo. En realidad, el antagonism o entre la
tendencia a socializarse, o sea a convivir, y la inclinación a indivi­
dualizarse o sea a aislarse, es el m edio de que se vale la naturaleza
para llevar a buen término el desarrollo de la hum anidad. El hom ­
bre quiere concordia, pero la naturaleza sabe m ejor lo que le con­
viene a su especie y quiere discordia. Esto explica por qué el hom ­
bre pretende vivir en concordia, de m anera cóm oda y placentera,
pero también da razón de la discordia entre los individuos, que
obliga al hom bre a salir de su estado de com placencia y pasivi­
dad más o m enos prim itiva para com prom eterse en la ejecución
d e trabajos difíciles pero significativos.

Su mamá entró quedito, le dio un beso y dijo:


—Ya levántate Andrea, son las seis. — “¿Levantarme yo?
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—pensó medio dormida— , Todavía está oscuro, hace frío


y tengo un sueño espantoso.” Se escondió lo más que pudo
debajo de las cobijas y casi se quedó dormida. Como en sue­
ños pensó en sus amigos, en lo que se iban a divertir, en la vi­
sita guiada por el nuevo museo de sitio. Se enderezó con la
terrible sensación de que “algo había sucedido” y de que el
tiempo había pasado. Entonces cayó en la cuenta de que
apenas alcanzaba a llegar. Tenía justo los minutos para arre­
glarse y alcanzar a todo el mundo en el estacionamiento del
Auditorio Nacional. ¡Por supuesto quería ir de excursión a
Teotihuacan!

El plan oculto de la historia. A hora sí tenem os los elem entos para


entender las razones que con d ucen al hom bre a m archar de m a­
nera dinámica y a em barcarse en la difícil aventura de la historia.
El resultado sorprenderá al lector que piense en térm inos de un
perfeccionam iento, de un afán de sabiduría o de otras m otiva­
ciones positivas y optim istas, a la m anera de los ilustrados del si­
glo xvio. A diferencia de ellos, K ant dice que el m otor de la h isto­
ria son las pasiones, especialm ente la soberbia, la am bición y la
codicia, que inquietan al hom bre y lo m ueven a dejar atrás el es­
tado de naturaleza. Im pulsados por los deseos de poder o de glo­
ria, los hom bres se sacrifican a sí m ism os o sacrifican a los dem ás
para alcanzar lo que se llam a progreso. Las pasiones representan
el motor de la prosperidad porque las pretensiones egoístas de la
especie hum ana, la hostilidad de unos hom bres hacia los otros,
provocan una dinám ica de acción y reacción, m ueven al cam bio
y despiertan los talentos hasta entonces adorm ecidos de la hu­
manidad. Podem os imaOOOOOginar la historia de la especie
humana com o la realización de un plan oculto de la naturaleza
para edificar una organización civil con tales características que
permitan regular u ordenar los antagonism os entre sociedad e
individuo y establecer la libertad. Este plan oculto está dirigido
por la providencia y es un preludio de la fam osa doctrina sobre la
astucia de la razón elaborada m ás tarde por Hegel. Pero, ¿qué sig­
nifica el término providencia para K ant y para H erder?
Herder había concebido la historia com o un progreso provi­
dencial en orden con la realizació n del ideal de la h um an idad
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y había definido en una frase sublim e todo el proceso histórico


como "el camino de Dios sobre los pueblos". Kant, por su parte,
fue no sólo un filósofo crítico, tam bién se distinguió com o m o­
ralista, y desde esta posición concibió al hom bre com o persona
ética y colocó su esencia en la libertad. D esde ese m om ento y por
lo m enos hasta la m uerte de H egel, la evolución hacía la libertad
estará dirigida por la providencia, que se sirve del hom bre para
llevar a cabo ese plan oculto que ya conocem os.
K ant inicia una verdadera revolución del pensam iento, que
otros pensadores alem anes encabezados por Fichte, Schelling y
H egel continuaron. La filosofía de la historia de cada uno de ellos
constituye una creación original, pero todos com parten un punto
en com ún: ven la historia com o una pugna del espíritu por la li­
bertad. Al iniciarse el siglo xix (Kant m uere en plenas guerras na­
poleónicas, en 1804), un núm ero creciente de intelectuales alem a­
nes expresaron su voluntad de reivindicar el glorioso pasado de
la nación alem ana. Se vivieron días difíciles pero utilizando una
expresión m uy rom ántica, no cabe duda que "flotaba en el am ­
bien te" el bullicio de nuevas m anifestaciones filosóficas y poé­
ticas.

Jo h a n n G o t t l ie b F ic h t e (1762-1814)

Fichte pertenece a la generación que hizo posible el despertar de


la conciencia nacional alem ana al tiem po que m anifestaba su re­
pudio por el im perialism o francés. C onoció a K ant en Kónisg-
berg y se convirtió en su discípulo fiel. En 1806 Fichte publicó las
lecciones que había im partido en Berlín com o m aestro universi­
tario en el invierno de 1804-1805: C aracterísticas de la época actual,
y cuatro años más tarde se convirtió en el prim er rector de la
nueva U niversidad de Berlín, cuyos estatutos él había redactado.
En la obra m encionada hizo tres propuestas que cam biaban de
manera radical la apreciación de la historia, a) La tarea funda­
mental del historiador no es conservar el pasado, sino com prender
la época en que se vive, b) C ada período de la historia tiene un
carácter peculiar que lo diferencia de los dem ás. Las cosas suce­
den com o suceden porque cada periodo debe su existencia al
desarrollo de una idea única que lo penetra todo y que es anterior
a los acontecim ientos históricos que encarna, c) Las ideas o con­
LA REALIZACIÓ N DEL IDEALISMO 35

de las veces, superación. Pero la evolución, en sí m ism a, no quie­


re decir necesariam ente que los niveles que m arcan el proceso
hayan de estar siem pre a una altura superior a la de los niveles
anteriores. Es evidente que la historia evoluciona, pero sólo pue­
de hablarse de progreso tras un análisis determ inado de lo que
signifique ese térm ino, y a m ediados del siglo xvm no había sido
delim itada claram ente la diferencia entre progreso y evolución.

G eorg W il h e l m F r ie d r ic h H eg el (1 7 7 0 -1 8 3 1 )

Hegel nació en Stuttgart, precisam ente el año en que Kant se ini­


ciaba com o m aestro en Kónigsberg. C reció en un m edio protes­
tante relativam ente liberal en el ducado alem án de W ürttem berg
y cuando tenía 18 años fue a Tubinga para estudiar teología. A llí
perm aneció hasta 1793, y a pesar de haber renunciado a ser pas­
tor, la huella de esa form ación religiosa luterana lo había de acom ­
pañar toda su vida.
Pasó los siguientes siete años com o tutor de hijos de fam ilias
patricias. En ese periodo se interesó por la filosoñ'a de la religión
y escribió, aunque no publicó, algunos estudios sum am ente críti­
cos sobre teología cristiana que tardaron casi un siglo en ser des­
cubiertos. En 1801 se instaló en Jena com o profesor de filosoñ'a.
Esta fase de su actividad culm inó con la publicación, en 1807, de
su primera obra im portante, la Fenom enología del espíritu, conclui­
da el año anterior m ientras los cañones franceses derrotaban al
ejército prusiano en la batalla de Jena. Al m ismo tiem po que con­
solidaba su posición com o profesor e investigador universitario,
asimiló las obras filosóficas de sus contem poráneos, especialm en­
te Kant, Fichte y Schelling.
Hegel nunca dejó de ser un adm irador de la Revolución france­
sa. Ni siquiera la conm oción de la batalla de Jena, que despertó
en Fichte un nacionalism o prusiano virulento, quebrantó la con­
fianza de H egel en las ideas francesas. Pasada la adversidad de
las guerras napoleónicas, obtuvo en 1817 la cátedra de filosoñ'a
en H eidelberg, vieja y pintoresca ciudad donde el rom anticism o
nacional alem án tuvo uno de sus centros. Se casó, form ó una fa­
milia y en 1818 reem plazó a Fichte com o profesor de filosoñ'a en
la Universidad de Berlín, justo cuando esa ciudad estaba por con­
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vertirse en un notable eje cultural. H egel conservó el puesto toda


la vida y sus cursos atrajeron a estudiantes de toda Alem ania. Las
lecciones de historia y de historia de la filosofía que im partió d u ­
rante esos años fueron publicadas después de su m uerte con el
título Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Este texto se
com pone de trozos sueltos tom ados de un m anuscrito original
suyo fechado en noviem bre de 1830 e incluye el contenido de v a­
rios cuadernos de apuntes tom ados por sus alum nos entre 1822 y
1827. M urió en una epidem ia de cólera en 1831.

La filosofía de la historia hegeliana. Lo m últiple de su pensam iento y


el carácter universal de su sistem a sirvieron para que represen­
tantes d e muy diversas escuelas invocaran su autoridad. La filo­
sofía de la historia, tanto la que predom inó en A lem ania durante
el siglo xix, com o la que se estudia hasta nuestros días, lleva su
m arca. Resum e un intento grandioso por constituir un sistem a
donde todo el universo tenga cabida y pueda ser pensado. Su pen­
sam iento se afirma com o un idealism o absoluto que supone una
identidad entre el sujeto y el objeto, en tre el conocer y el ser. En­
tender todo esto no resulta fácil, pues a la com plejidad de los
conceptos y a los nuevos vocablos acuñados por H egel, se suma
la dificultad para penetrar en el marco cultural, para nosotros tan le­
jano, que sirvió de marco a su vasta experiencia. H e procurado sim ­
plificar el lenguaje para beneficio de quienes se inician en la aven­
tura de la historia. Espero que hablar de las Lecciones sobre la filosofía
de la historia universal sirva para m ostrar que el mito de Hegel como
figura inalcanzable para el historiador no se justifica del todo.
¿En qué consiste el fam oso geist o espíritu hegeliano? Es, antes
que nada, el eje, el centro, el núcleo de su m anera de ver el mundo.
El lector recordará que la expresión espíritu universal ya había sido
usada por Schelling, pero ahora tiene un nuevo contenido porque
es sinónim o de la Razón universal, de la realidad única, absoluta.
Esta razón o espíritu universal es descubrim iento y búsqueda, es
la sum a de todas las m anifestaciones hum anas, lo abarca todo;
encierra todo cuanto ha interesado e interesa todavía al hom bre.

Carlos estaba en el rancho pasando un delicioso fin de sema­


na con su familia. Acabaron de cenar y todo el mundo fue a la
LA R EA LIZ A C IÓ N D EL ID EA LISM O 37

terraza a platicar y a gozar la noche estrellada. Su hermanita,


María José, la que tenía la costumbre de meterse dentro de
su cabeza para pensar, no quería ir a la cama y viendo la in­
mensidad del cielo preguntó:
— Carlos, ¿cuántas estrellas hay en el cielo?
— M uchísim as— fue la respuesta.
La niña insistió;
— ¿Cuántas estrellas son muchísimas? — y como la res­
puesta tardaba, añadió en voz muy baja:— ¿Qué hay más allá
de las estrellas?

Hegel fue un hom bre con ansias de infinito y distinguió tres


tipos de m anifestaciones del espíritu: las vidas, las ideas y la cul­
tura de los seres hum anos. El térm ino espíritu universal escogido
para denom inar una realidad tan grande y definitiva com o la que
él quiere anunciar, no resulta, al parecer de Ortega y Gasset, m uy
acertado, pues se han llam ado espíritu tantas cosas que "h o y no
nos sirve esta deliciosa palabra para nada pulcro". El prefiere el
término vida, porqu e de la vida y de la interpretación de la vida
surgen todos nuestros actos y todos van inspirados por ella. Para
sim plificar las cosas podem os, en efecto, pensar que el espíritu es
vida. Tam bién es el nom bre que H egel usa para designar a la pro­
videncia.
La religión cristiana se interpreta en térm inos de razón especu­
lativa y la providencia se m anifiesta en la historia com o la astucia
o el ardid de la razón (de ello se hablará pronto). Con esta seculari­
zación de la fe cristiana o, com o diría H egel, con esta realización
del espíritu, transm uta la esperanza cristiana de una consum a­
ción final en el proceso histórico com o tal, y contem pla la historia
del m undo com o una consum ación de sí m isma. La teología se
transforma en filosofía y el reino de Dios se realiza en térm inos
de la realización de la historia del m undo. En otras palabras, la
historia es la m archa del hom bre hacia la libertad y la idea de liber­
tad es una m eta p or alcanzar que se realiza en el fin últim o de la
historia.

El método de H egel. Al observar las culturas, H egel se pregunta


qué sentido tiene ese continuo florecer y marchitarse de los pue­
38 l.A REALIZACIÓ N D EL IDEALISMO

blos a que nos tiene acostumbrada la historia. Para responder a


esta cuestión quiere saber qué es la historia. ¿Cóm o entender el
curso que sigue? No fue el prim ero en elaborar un m étodo con
el propósito de ayudar al historiador a pensar de un m odo fecun­
do sobre la historia de la hum anidad. Antes que él, otros filóso­
fos intentaron fijar criterios eternos sobre lo que el hombre puede
saber acerca del mundo. Estaban, por ejemplo, los trabajos de
Descartes, de Hum e y de Kant. Cada quien se había interesado a
su manera por encontrar la base del conocimiento hum ano, y
todos se pronunciaron sobre las condiciones eternas del conoci­
miento. Hegel no los siguió porque le parecía imposible fijar ese
tipo de criterios. Para él no existía ninguna verdad o razón eter­
nas. El único punto fijo del que podía sujetarse el hombre era la
propia historia y por lo tanto la estudió entendiéndola com o un
problema. La vida se revelaba ante él com o un inagotable des­
cubrimiento y una constante averiguación. Sin em bargo, nunca
llegaba a ser en verdad clara.
Hegel observa que los fenómenos, lo mismo aquellos propios
de la naturaleza que los identificados con la historia, son varia­
dos y pueden ser ordenados por el historiador de incontables
modos. Para entender esto Ortega y Gasset sugiere im aginar una
gran cantidad de objetos clasificables por su tamaño, color, forma,
peso, material o por otras innumerables características. Pueden
ordenarse de muchas maneras, desde los puntos de vista más va­
riados, pero cualquiera que sea la perspectiva, sin dejar de ser ver­
dadera, resulta necesariamente arbitraria. Lo arbitrario no es lo
que se está viendo, puesto que todos ven lo mismo, sino el punto
de vista peculiar de la persona que ordena los objetos.
Cuando habla de las cosas materiales o de las históricas, Hegel
evita quedarse sólo con las verdades parciales. Se exige la verdad
absoluta y cree haberla encontrado en la filosofía, m ás concreta­
mente en su filosofía, cuya cúspide es lo Absoluto. Hecha esta ave­
riguación, dice Ortega y Gasset, Hegel se dirige a la naturaleza y
a la historia. Va hacia ellas con la intención de averiguar si la his­
toria ha cumplido con su deber de ajustarse a la verdad que la fi­
losofía ha descubierto. Este m étodo autoritario que va de arriba
hacia abajo, de la filosoñ'a a la naturaleza y la historia, conforma
su filosofía de la historia. Hegel tiene mucho que decir acerca de
la historia.
LA REALIZACIÓ N DEL IDEALISMO 39

l. La historia com o cambio. El tema de la historia es la conquista de


la libertad. ¿Quién la va a conquistar? El hombre. Libertad no
sólo significa m ayor conocimiento, ni dominio de la naturaleza,
sino también desarrollo de la razón moral. La vida no resulta fá­
cil ni cómoda para nadie, porque todo cambia. ¿Cóm o puede el
hombre agarrarse, sujetarse o encontrar un punto fijo en algo que
cambia sin parar com o la historia? Podem os pensar que la vida
(el espíritu) es un río: cambia, fluye, se modifica, pero no por eso
deja de ser un río. Pues bien, la Historia es com o el curso de ese
río. Cada pequeño movimiento del agua tiene relación con los
accidentes y la inclinación del terreno, con las piedras y los obs­
táculos que encuentra a su paso, y cada persona lo ve desde una
perspectiva diferente que depende del lugar donde esté coloca­
da. ¿Recuerda el lector el ejemplo de los objetos ordenados desde
puntos de vista m uy variados? No sólo la historia a secas, sino la
historia del pensamiento o la historia de la razón pueden com pa­
rarse con los objetos o el curso de un río. Todos los pensamientos
nacen, brotan o surgen de las tradiciones que vienen de atrás, o
sea del pasado, y al mismo tiempo las individualidades y las con­
diciones materiales de vida válidas para cada época contribuyen
a determinar la manera de pensar de las personas, porque nadie
es ajeno a ellas. Pensar la historia es lo mismo que tomar concien­
cia de sus variaciones o cambios. Esto se logra en tres etapas.
a) La historia surge como variación; es el relato del cambio que
se deja sentir en los individuos, en los pueblos y en los Estados.
Algunas veces prevalece la complejidad de mil pequeñas circuns­
tancias que impiden ver el interés general. Otras veces el histo­
riador observa que de una situación en apariencia insignificante
surge algo extraordinario. También se da cuenta de que cuando
algo desaparece, otra cosa viene a ocupar su puesto. El aspecto
negativo de este cuadro de figuras "infinitamente diversas" es que
"la vida más bella encuentra su ocaso en la historia", porque tarde
o temprano todo parece acabarse (Hegel, 1928, i: 25). Hegel vive
el espíritu rom ántico que da su carácter a las primeras décadas
del siglo xix. Expresa su pesar porque individuos y pueblos llegan
a la decadencia. En ese sentido la historia arranca al hombre lo más
noble y lo más herm oso, pues todo sucumbe y es perecedero.
b) El ocaso es a la vez aurora de nueva vida; en la historia de la
muerte brota la vida. Así contem plada, la historia es rejuvenecí-
40 LA REALIZACIÓ N D EL IDEALISM O

miento porque el espíritu no muere, sino que de sus cenizas resur­


ge vigorizado y más puro. Cada época va resolviendo sus proble­
mas, por lo que el espíritu, o sea la vida, se va creando otros nuevos,
y de esta manera la historia multiplica su trabajo, porque siem­
pre está sucediendo algo. Hegel traduce la complejidad de la his­
toria a términos cotidianos cuando afirma que la vida se vuelve
cada vez más diversa y que "nos fatigam os" ante la sucesión de
tantas creaciones particulares.
c) Cada gran pueblo histórico cum ple una misión, porque en­
cam a el espíritu del pueblo (der Volksgeist). Esta idea es una de las
creaciones más originales del romanticismo alemán. El espíritu de
un pueblo particular está sujeto a la caducidad, declina, llega el
tiempo en que deja de portar la idea suprem a y en consecuencia
pierde su significado para la historia universal. Pero si a la m uer­
te sigue la vida, ¿cuál es entonces el fin de la historia? Contestar
esta cuestión es sinónimo de explicar la historia universal. Más
adelante volveré sobre esto con la metáfora del río de la vida.

2. N aturaleza e historia son m undos distintos y se excluyen, a) La na­


turaleza se limita a un retom o cíclico y siempre repetido de las
estaciones, pero no pasa nada por la sencilla razón de que siempre
pasa lo mismo. Esto significa que en la naturaleza la resurrección
no es más que la repetición de lo m ism o, una historia monótona
con un ciclo uniforme. En pocas palabras, no hay nada nuevo bajo
el sol. b) Existe, por lo contrario, el sol del espíritu, de la Razón; su
marcha, su movimiento, no son cíclicos. La historia nunca se re­
pite, lo que la caracteriza es la evolución, por eso la vida de la so­
ciedad nunca está representada por círculos sino por una espiral
a la m anera de Vico, como se vio al principio de este capítulo.

3. Tem poralidad y progreso. Hegel com parte con Vico la idea de


que la historia se desenvuelve en espiral. De esta m anera intro­
duce la dimensión de la tem poralidad, elemento fundamental de
la historia. Así como la vida se manifiesta necesariamente en la
historia, Hegel está seguro de que el espíritu se manifiesta en el
tiempo, pues nadie puede afirmar que una idea o un sistema de
ideas sean correctos para siem pre, aunque lo son para ciertas
épocas y lugares. En otras palabras, las cosas son buenas o malas
dependiendo de un contexto histórico particular y este contexto,
LA REALIZA CIÓ N DEL IDEALISMO 41

como se vio en el ejemplo del río, cambia continuamente. Está


pensando en un contexto progresivo donde a cada momento se
añaden cosas nuevas. La vida puede ser dura, pero no aburrida,
porque nunca es la misma. El conocimiento del hombre se am ­
plía y de esta m anera el hombre progresa. Si volvem os al ejemplo
del río y lo identificamos con la vida o con el espíritu universal,
vemos que recibe más agua y se hace más caudaloso a medida
que se acerca al mar. La historia trata de que el espíritu universal
despierte poco a poco y evolucione hacia una conciencia de sí cada
vez mayor. Esto quiere decir que a través de la cultura y las acti­
vidades humanas, el espíritu universal se va haciendo más cons­
ciente de su particularidad. El despliegue de energías es cada vez
mayor y el estudio de la historia muestra que, a pesar de las difi­
cultades y de los rodeos (de los accidentes que encuentra el agua
al correr por el cauce del río), la humanidad evoluciona hacia
una racionalidad y una libertad plenas.
Hegel resume de la siguiente m anera el largo cam ino que el
hombre debe recorrer: el progreso, o sea el río que toma cada vez
mayor amplitud, se percibe en la evolución de la historia que se
inicia en Oriente y termina en Occidente, a) La historia comenzó
con los grandes imperios orientales. Esos pueblos constituyen la
niñez ruidosa y turbulenta de la historia, b) Los griegos y los ro­
manos son su juventud y virilidad porque allí es donde com ien­
zan a formarse las individualidades, c) Con el cristianismo queda
definitivamente reconciliado el enfrentamiento entre individuali­
dad y Estado, entre espiritualidad y poder secular. La contradic­
ción entre Estado e Iglesia desaparece porque lo espiritual vuelve
a quedar conectado a lo secular y la libertad, por fin, encuentra
los medios para realizar su ideal, su verdadera existencia.

4. El método em pírico y la parcialidad del historiador. A bordar el estu­


dio de la historia con un verdadero afán de conocimiento implica
rebasar la mera curiosidad por sum ar noticias. Por eso Hegel re­
comienda a sus discípulos proceder empíricamente, con mirada
aguda e inquisitiva, sin dejarse impresionar por los llamados his­
toriadores de oficio, ni siquiera por los que "poseen gran autori­
dad y se enorgullecen del llamado estudio de las fuentes" (Hegel,
1928, i: 22). Entre ellos, dice, no faltan quienes hacen lo mismo
que reprochan a los filósofos, esto es, llevar a la historia ciertas
42 LA REA LIZA C IÓ N D E L ID EA LISM O

invenciones a priori. A lgunos afirm aban , por ejem p lo, que d es­
de tiem pos antiguos ciertos pueblos vivían con perfecta sabi­
duría, conform e a todas las leyes naturales y a toda la verdad
espiritual, sin aceptar que los pueblos evolucionan, avanzan, se
perfeccionan, hasta alcanzar la sabiduría, com o resultado de
todo un proceso. En otras palabras, la realidad histórica dista
de ser perfecta y avanzar es producto de grandes y continuos es­
fuerzos.
Los m ediocres son los únicos que se dejan llevar por las apa­
riencias de una historia im parcial. H egel desconfía de expresiones
tan am biguas y generales com o fielm en te, porque el historiador
que se entrega a los m eros d atos y se lim ita a exponerlos fielm en­
te sólo revela que es pasivo en el pensar. Sin duda los datos tie­
nen su razón de ser: deben estim ular la reflexión, porque cada
historiador ve el m undo según su capacidad para reflexionar o
dependiendo de su habilidad para em p lear la razón. A unque el
historiador se lo proponga, no puede tom ar una actitud pasiva
porque trae consigo, quiera o no, le gu ste o le m oleste, sus cate­
gorías y ve lo existente a través de ellas. En resum en, no es im ­
parcial, ni puede despojarse de su id entidad, de sus valores, de
sus logros ni tampoco le es posible ocu ltar sus fallas. Tiene, en
cam bio, la m aravillosa oportunidad de llevar a cabo la acción
neta y exclusivam ente hum ana de p en etrar la superficie. Esa ca­
pacidad se llama reflexión racional del m undo.

5. La reflexión histórica. El eje del trabajo del historiador es el uso


de la razón. La historia superficial que parece ser historia, no lo
es, porque lo verdadero no se halla en la superficie visible. Para
descubrir el m undo, para llegar al con ten id o de la historia uni­
versal hace falta ver, no con los ojos de la cara, "sin o con los ojos
de la razón que atraviesan la su p erficie y penetran allende la
intrincada maraña de los aco n tecim ien to s" (H egel, 1928, i: 23).
En el párrafo inicial de Lecciones sobre la filosofía de la historia uni­
versal, H egel expone de m anera brillan te "la visión racional de la
historia universal" y advierte que la razón rige al m undo y da sen­
tido a la historia. Esto no significa que H egel creyera que todo lo
que pasa en la historia es racional au nq u e con frecuencia se le ha
acusado de ello. Sí afirm a, en cam bio, que la razón es la m ateria
infinita de toda vida natural y esp iritu al y que tiene la capacidad
LA R EA LIZ A C IÓ N D EL ID EA LISM O 43

de realizarse a sí m ism a. La razón está en proceso de realizarse,


no se ha cum plido plenam ente todavía, porque si así fuera, sería
equivalente a pensar que hem os llegado al final de la historia. En
otras palabras, el hom bre com o sujeto y com o centro de la his­
toria, tam bién com o m ateria y com o espíritu, va en cam ino y ese
caminar es lo m ism o que vivir la historia. ¿C uándo va a llegar?
Ciertamente no en el presente, porque al hom bre aún le queda
mucho cam ino por delante. No ha alcanzado la plena racio­
nalidad ni es libre por com pleto. Va a llegar a su plena realiza­
ción, es decir, a la racionalidad plena, gradualm ente, por m edio
de la dialéctica de la historia. Esta dialéctica o m ovim iento diná­
mico tiene relación con el doble significado que H egel concede al
término historia. Significa prim ero los hechos y acontecim ientos
que tienen lugar al paso del tiem po, pero tam bién es la narración
histórica. A m bas m aneras de definir la historia están unidas. Pero
la historia tiene tam bién otro significado; se trata de una historia
con m ayúscula, porque es la historia penetrada por la razón, la
Historia Racional. Quiero dejar claro que no rechaza la historia
entendida com o hechos o acontecim ientos. Al contrario, insiste en
ella, porque sólo a través de los hechos surge la historia racional.
Hegel toma en cuenta ciertas reglas que rigen el m ovim iento o el
avance de la hum anidad. Se relacionan con la dialéctica y con la
astucia de la razón.

6. La dialéctica. U na persona que estudia d etallad am ente la histo­


ria puede reconocer que cualquier idea nueva se sustenta en otra
idea anterior. El cam bio ocurre gracias a un proceso dialéctico
que es más que un sim ple m étodo de pensar; es la form a com o se
manifiesta la realidad. En cuanto se presenta una idea, aparece
otra que la con trad ice, y en con secu en cia se p ro d u ce una fu ­
sión entre las dos m aneras opuestas de pensar. Esta evolución
dialéctica se prod uce en tres fases. P rim ero en con tram os la
tesis, que afirm a, segundo la antítesis que niega, y tercero la sínte­
sis que niega la negación. Pero la historia no acaba con la síntesis,
ésta sim plem ente constituye el punto de partida para una nueva
cadena de reflexiones. H egel pensaba que el proceso se da con­
forme a un orden y a su vez genera un m ovim iento y un cam bio
ordenados. Resulta que en la historia sólo hay m ás o m enos orden,
dependiendo de las épocas y de las circunstancias históricas.
44 LA REA LIZA CIÓ N D EL IDEALISMO

Se entiende que Hegel no pretendía forzar ningún esquem a dia­


léctico para la Historia. Más bien pensaba que ese movimiento
dialéctico podía com prenderse com o resultado de una lectura cui­
dadosa de la propia historia y señaló que había descubierto cier­
tas leyes para el desarrollo de la razón. Sucede que cuando el
hombre discute sobre algo, cualquiera que sea el tema que lo ocu­
pe, piensa dialécticamente, en términos de tesis, antítesis y síntesis.
Una vez iniciado el proceso, la persona intenta localizar y se­
ñalar las fallas que vayan surgiendo con el propósito de avanzar
para llegar a un acuerdo, a) Las personas que discuten y que al
principio están en desacuerdo, exponen sus puntos de vista o sus
m odos de pensar (tesis) y esto produce una tensión entre ellas.
Piensan distinto, porque si no fuera así no discutirían, pero no
necesariam ente imas tienen toda la razón ni las otras están com ­
pletamente equivocadas. ¿Cóm o ponerse de acuerdo? b) Inter­
cambian opiniones (antítesis) y a m edida que evoluciona la dis­
cusión, se va conservando lo mejor de la argum entación de
ambas posiciones. Este proceso tiene sus dificultades, porque
m ientras se lleva a cabo la discusión, no es fácil valorar qué es lo
más sensato, c) Debe pasar el tiempo y en su momento la historia
podrá dem ostrar lo que es bueno y aclarará lo que es malo, con el
propósito de llegar a una conclusión (síntesis). Hegel da a enten­
der que lo sensato es lo que tiene posibilidad de sobrevivir. A m e­
dida que pasa el tiempo, el hom bre tiene más información sobre
temas o problemas que en un principio lo confundían y esto le
perm ite tomar partido a favor de los argum entos más razonables.
La historia (el tiempo) termina por dem ostrar que prevalece lo
sensato y razonable.

Para Carlos era difícil imaginar un mundo sin computadoras.


Cuando él nació salieron al mercado las primeras pc. De eso
hacía ya 20 años. Habían despertado una enorme polémica
entre la gente no tan joven: la generación de sus papás. Ellos
simplemente no entendían entonces de qué se trataba. Unos
estaban a favor de aprender a manejarlas. Otros estaban en
contra y manifestaron que nunca las usarían.
— Si ahora, después de todos estos años, pensamos en los
argumentos que esgrimieron ambas partes, no es difícil com ­
LA REALIZACIÓN DEL IDEALISMO 45

prender cuáles eran entonces los más razonables — explicó su


mamá— . Está claro que los que se manifestaron a favor tenían
la razón. Pienso en mis amigas, y muchas de las que estu­
vieron en contra han cambiado de parecer.
A pesar de su oposición inicial, la generación de los papás
de Carlos había terminado por darse cuenta de que lo sensato
y lo razonable era usar esos maravillosos inventos. Pudo ser
razonable rechazarlos dos décadas atrás, pero para un número
de personas cada vez mayor no era sensato hacerlo ahora.

Sabemos que Hegel creía en los cambios producidos al paso


del tiempo; vivía inmerso en la historia. N o se pierda de vista
que la razón es el m otor de la historia y que com o el hombre es
de naturaleza racional, los sucesos hum anos (la Historia) no pue­
den ser otra cosa que el desarrollo de una actividad racional. Por
eso afirmó que lo razonable cambia constantemente. Lo que pudo
ser razonable im pugnar en el pasado (cuando el río llevaba m e­
nos agua), no resulta rechazable en el presente. También percibía
que los juicios evidentes hechos en una época no siempre resis­
tirían la prueba de la historia, esto es, el juicio de la posteridad.

7. La astucia de la razón. Hegel imagina un plan oculto que escapa a


la conciencia de los seres humanos, pero contribuye a alcanzar la
libertad, finalidad absoluta de la historia. ¿Cóm o puede p rogre­
sar la libertad? En otras palabras, ¿qué medios utiliza el espíritu
(la razón, la vida) para alcanzar sus fines? Sabemos que las accio­
nes de los hombres son usualmente generadas por sus intereses
egoístas y que pocas veces esas acciones se deben a sus virtudes.
En apariencia la historia es trágica, porque la violencia de las p a­
siones, traducidas en guerras, luchas sociales, conflictos entre los
Estados, y otras desgracias semejantes, parecen determinar el cu r­
so de los asuntos humanos. Podría pensarse, equivocadamente,
que la historia no progresa. El problema se resuelve porque el
espíritu permite el desarrollo racional de la historia, pero lo hace
sin manifestarse abiertamente, actuando a través de las activida­
des y del trabajo de los hombres. En esto consiste precisamente el
plan oculto de la historia, entendido también com o las múltiples
facetas de la astucia de la razón.
46 LA REA LIZA CIÓ N D EL IDEALISMO

Se pueden distinguir diferentes actores del drama histórico: a)


los que Hegel llama malhechores, porque su vida es ajena al bien
com ún. H oy en día, también tendrían cabida en este apartado los
m arginados de la sociedad, grupo num eroso y heterogéneo que
los sim patizantes de las distintas nuevas historias del siglo xx han
rescatado con éxito. El historiador actual no pensaría en ellos en
términos peyorativos, sino en términos de minorías, b) Los hom ­
bres ordinarios o mayorías rescatados después de la muerte de
Hegel, prim ero por Michelet y por M arx y a partir del comienzo
de este siglo por un núm ero creciente de historiadores. Este apar­
tado reúne a los grandes grupos sociales y, simpaticen o no con
ellos (Burckhardt y Nietzsche los veían con recelo), los histo­
riadores no pueden ignorarlos, c) Por último los grandes hombres,
los héroes por los que Hegel siente particular simpatía porque
actúan con eficacia y logran lo que se proponen. Se trata de hom ­
bres que se m ueven por encima de lo común: son los personajes
que toman manjares delicados y beben cham pagne porque son
grandes. El ayudante del héroe sabe qué le agrada y conoce lo que
le molesta. Sin embargo, no hay hombre grande para el ayuda de
cám ara. ¿Quién sino él debe quitarle las botas y hasta le ayuda a
acostarse? (H egel, 1928, i: 83). El relato no es tan simple com o pa­
rece y las conclusiones, com o se verá en su momento, llegan más
allá de un com entario superficial. Estos individuos actúan con­
forme a sus planes y creen poder alcanzar sus propias metas y
defender sus intereses personales, sin caer en la cuenta de que
hacen realidad un destino que los supera. Mediante un ardid, la
razón aprovecha su trabajo, los usa p ara perm itir el avance de
la hum anidad a pesar de que sus acciones individuales parecen
conducir en otra dirección.
Hegel ilustra este proceso m ediante un ejemplo: hacia el final
de la República romana y m ovido por la pasión del poder, Julio
César logró asum ir los principales cargos administrativos y mi­
litares (tesis). Sus enemigos, poderosos y con ambiciones perso­
nales, le hicieron la vida difícil y prom ovieron violentas guerras
civiles (antítesis). César triunfó sobre sus rivales, impuso su auto­
ridad en Roma e instauró el principado (síntesis). Mientras duró
este conflicto que afectó a todo el m undo mediterráneo, los
protagonistas actuaron m ovidos por fuerzas profundas y sin con­
ciencia clara de sus metas. Al final, y sin habérselo propuesto ex­
LA REA LIZA CIÓ N D EL IDEALISMO 47

plícitamente, César había creado las condiciones para el estable­


cimiento del Imperio y contribuido a la historia de Occidente.
Las pasiones, en especial la ambición y la envidia, ocupan un
lugar en el gran teatro de la historia y afectan la vida de los hom ­
bres. Sin pasión nada grande se ha hecho en el mundo, pero H e­
gel se pregunta qué precio pagan esos hombres. ¿Cóm o logran
ejercer un poder al que se entregan los demás, incluso contradi­
ciendo su voluntad? Fueron hombres poderosos, y en ese sentido,
hombres envidiables y envidiados. Ellos son, por cierto, los que ne­
cesitan ayuda de cám ara y beben cham pagne (suponiendo que h u ­
biera cham pagne cuando Alejandro se lanzó a la conquista del
mundo). Son héroes para el mundo, no lo son para su ayuda de cá­
mara, que los conoce como son, y que al verlos despojados de sus
atributos externos, puede no encontrar particular razón para v a­
lorarlos. Cuando trazan su destino parecen seguir sólo su pasión,
sólo su albedrío, pero su deseo y sus acciones son universales.
Ellos actúan buscando su satisfacción, tal vez de manera ligera,
frívola y atropellada, m ovidos por el deseo de alcanzar sus p ro­
pios fines y posiblemente sin considerar otros intereses, ni tratar
de satisfacer a nadie más.
En el proceso, los fines particulares se com baten unos a otros y
una parte de los intereses particulares sucumbe, "aplastando m u­
chas flores inocentes". En otras palabras, los individuos son sa­
crificados. No im porta, lo finito debe sucumbir. Lo im portante es
que en el m arco de la historia, estas vidas se entienden de otro
modo: con su lucha y con la ruina de los intereses individuales se
produce lo universal, y lo universal perm anece (Hegel, 1928, i:
85). De esta m anera, la astucia de la razón deja entrever la meta ha­
cia la cual la razón guía a la hum anidad. En efecto, los grandes
hombres se distinguieron por su audacia, fueron diferentes, juga­
ron su parte, realizaron su fin . Pero, ¿fueron felices? La pregunta
es muy hegeliana. Por eso insisto: ¿es feliz el hombre poderoso?
Hegel no se hace ilusiones, ni deja que el lector se engañe espe­
rando un fin a l feliz. Una vez que cumplen su papel, "semejan cás­
caras vacías que caen al suelo" (Hegel, 1928, i: 81): Alejandro
murió joven, Napoleón fue deportado a una isla solitaria del
M editerráneo y César fue asesinado. La conclusión es pesimista
y contundente: la historia enseña que el hombre tolera sus éxitos
y resiste la envidia que provocan sólo porque sabe que a cam ­
48 LA REA LIZACIÓ N D EL IDEALISM O

bio de contribuir a la realización de la historia, no son felices. De


esta m anera, por medio de la astucia de la razón, Hegel propo­
ne un ejemplo m ás de la concepción dialéctica de la historia.
En ella hasta el irracionalismo puede quedar integrado en una
estructura racional. La razón trasciende la órbita puram ente in­
dividual para insertarse en una esfera superior, la esfera de lo
universal.

La historiografía. A través del lenguaje Hegel busca reconciliar el


m undo que existe en el pensamiento con el de las cosas concre­
tas. La Razón es la capacidad de descubrir, averiguar y expresar,
y se manifiesta principalmente por medio del lenguaje; por eso el
lenguaje es el gran medio de com unicación. Pero no se escoge, es
algo con lo que se nace y cada pueblo tiene el suyo. Así com o el
individuo nace con un lenguaje y lo utiliza para comunicarse,
también nace inmerso en ciertas condiciones históricas. Hegel re­
chaza cualquier intento por encuadrar la historia en un molde pre­
concebido, sabe que la Razón ha de prevalecer en la historia de la
hum anidad, pero no puede decir de antem ano en qué forma va a
actuar. Para descubrirlo es necesario estudiar los acontecimientos
tal y como los describen los historiadores al hacer su trabajo (entre
la masa de material de utilidad y valor variable que tienen a su
alcance) e intentar discernir el proceso racional, distinguir lo sig­
nificativo. En otras palabras, el espíritu (la razón) actúa en la his­
toria. Para explicar cóm o se da este proceso, Hegel distingue tres
clases principales de historia o, más bien, de historiografía:

1. La historia inmediata, es decir, la descripción de los hechos y


acontecimientos que el historiador tiene frente a sí. Para que esa
manera de historia valga la pena, debe ser obra de un gran espí­
ritu. A título de ejemplo están las historias escritas por Herodoto,
Jenofonte, Tucídides o Julio César. Todos ellos tuvieron a su dis­
posición relatos y referencias de otros escritores que los prece­
dieron, e hicieron algo significativo: lograron que el pasado ad ­
quiriera dim ensión inmortal. Pero el verdadero historiador va más
allá de una simple ambición por acum ular datos y estudiar los
hechos históricos; se caracteriza por aplicar distintas hipótesis
hasta que consigue integrar lo racional y lo empírico, para que el
aparente caos de acontecimientos pueda ser concebido como m a­
LA REA LIZA CIÓ N D EL IDEALISMO 49

nifestación efectiva de un plan. Como historiador el hombre debe


ordenar sus conceptos, y com o individuo debe tomar su lugar en
el Estado (pues, com o vimos, aislado no puede hacer gran cosa).
El Estado es algo más que cada ciudadano; más inclusive que la
suma de todos ellos.

2. Entra en escena la historia reflexiva. Consiste en una historia


general que se desplaza fuera de los límites de la experiencia em ­
pírica. Si com o piensa Hegel, los historiadores no logran apren­
der nada muy útil para solucionar los problemas propios indi­
viduales, ¿para qué escribir historia, además del goce estético y de
la creatividad poética que la acom paña, o aparte del sentimiento
moral de servir a una causa que puede deleitar al autor de una
historia pragm ática? Escribir historia se justifica porque se tradu­
ce en un intento por transform ar la conciencia de quien la escribe.
En otras palabras, en vez de simplemente escribirla, el historia­
dor que merece ese nom bre lleva a cabo un esfuerzo continuo
por averiguar cómo debe escribirse.
Este género de averiguación le permite pasar de la ingenuidad
y la naturaleza fragmentaria de sus hallazgos a un m odo más ele­
vado de reflexión histórica que lucha por captar las conexiones
internas de los sucesos y por asignarles una historicidad especí­
fica. Se trata de dotar a la historia de significado para que los he­
chos y los acontecimientos se traduzcan en la comprensión de la
cultura de un pueblo. Hegel revela que la cultura de un pueblo
no se manifiesta sólo en su constitución política y por medio de
tradiciones, sino en su m oral, su arte, su ciencia, su religión, su
filosofía. Este conjunto, a su vez, se evidencia en el espíritu del
pueblo (der Volksgeist) y da lugar a un tercer tipo de historia.

3. La filosofía de la historia es "el alma que dirige los aconteci­


mientos mismos, el M ercurio de las acciones de los individuos".
Es, en resumen, la razón de ser de los acontecimientos (Hegel,
1928, i: 162). Lo decisivo en la interpretación de la vida no es la
obra de ningún individuo, por genial que sea, sino la contribu­
ción de todo un pueblo. Vimos que los ideales que interesan a
Hegel no pueden realizarse en el lapso de la vida individual por­
que las acciones aisladas de una persona, en particular los ideales
de la fan tasía que se forja en su juventud, quedan reducidos a en­
50 LA REA LIZA CIÓ N D EL IDEALISM O

sueños "y se despeñan por la derrota de la vida en los escollos de


la dura realidad". El individuo sueña m uchas cosas que no pasan
de ser representaciones exageradas de su propio valor, pero ya
sabemos que eso en nada afecta la historia universal. El caso es
distinto cuando un pueblo está inspirado por una idea unitaria y
original, porque entonces su espíritu consigue imponerse durante
una época y ser guía de los pueblos y del mundo.

Hemos visto que el pensam iento hegeliano aporta la perfecta ra­


cionalidad del acontecer histórico y la consecuencia necesaria de
este racionalismo es la aprobación del hecho consumado. A la luz
de esta presentación, un viejo y conocido refrán, "los vencedores
siempre tienen la razón", adquiere un sentido terrible. Los vence­
dores siempre tienen la razón porque la victoria significa que el
espíritu se ha puesto de su parte. Poco importa que topemos a
cada paso con terribles injusticias, con sucesos incomprensibles,
con abismos del mal y del error. Todo lo sucedido es pura racio­
nalidad, puesto que el espíritu es su protagonista.
Hegel quiso explicar unilateralm ente el mundo y dar cuenta de
la historia desde arriba, desde la razón, desde la idea, desde el es­
píritu. Para él, la razón universal era algo en continua evolución
y dialécticamente iba purificándose y realizándose. Esta dialécti­
ca de la razón era algo dinám ico y creador, "aunque a ese dina­
mismo pudiera objetarse que se m antenía fuera del verdadero
devenir histórico" (Lledó, 1 9 78:153). Éste es el punto en que Marx
habría de insertar su crítica al pensam iento hegeliano para decir
que no es la conciencia hum ana lo que determina el ser y la reali­
dad (como lo afirmaba Hegel), sino que es la realidad la que de­
termina la conciencia.
Hegel murió en 1831 y el im presionante y bien construido edi­
ficio del idealismo fue som etido a prueba. En efecto, la teoría he-
geliana tenía su talón de Aquiles. En ella no tenía cabida lo irra­
cional o, dicho de otra m anera, hasta el irracionalismo quedaba
integrado en una estructura racional. Pero si nos detenemos a
pensarlo, resulta que lo irracional es parte imprescindible de la
historia.
El hombre se sintió con derecho y fuerza para tirar la razón. Así
se explica que en poco tiempo hicieran su aparición en el mundo
los dioses tiranos del nihilismo m oderno. El desencanto del idea­
LA R EA LIZA CIÓ N DEL IDEALISM O 51

lismo y la construcción subsecuente del materialismo son los


temas del siguiente capítulo.

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mera versión, publicada en 1725, fue revisada primero en 1730 y después
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