Los Compositores de Santa Capilla en Los
Los Compositores de Santa Capilla en Los
Los Compositores de Santa Capilla en Los
Mariantonia Palacios
Universidad Central de Venezuela, Caracas
RESUMEN
ISSN 2618-4583 1
Cuadernos de Análisis y Debate sobre Músicas Latinoamericanas Contemporáneas 2 – 2019
SUMMARY
Composers, promoters and musical critics agree in asserting that the academic music of the
Latin American creators of the new generations has little diffusion. This article allows to
determine how true this affirmation is for Venezuela, focusing on a case study: Caracas
between 1950 and 1970, period in which the Music Festivals of Caracas were held. We
analyzed how the production of the young composers of the moment, students of the
composition chair of the School "José Ángel Lamas" (School of Santa Capilla by its
location), was present in those festivals that, given its trajectory, the quality of the
participants and their profile, were considered a fundamental reference for Venezuela and
the Latin American continent in the field of contemporary music.
Keywords: 20th Century Latin American music, Venezuelan composers, Music Festivals of
Caracas, Vicente Emilio Sojo, School of Santa Capilla, Iannis Ioannidis.
Introducción
Esta cita del pianista y compositor peruano Édgar Valcárcel (1932-2010), tomada del
programa del IV Festival de Música realizado en Caracas en 1990, podría aplicarse en
general a la música de los creadores latinoamericanos de todas las épocas. Nos interesa
estudiar si, en el caso particular de los compositores venezolanos que trabajaron entre 1950 y
1970 específicamente en la ciudad de Caracas, esta premisa se cumple. Se examina para ello
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Este artículo forma parte de una investigación más extensa que midió el grado de presencia
de la obra musical de los compositores venezolanos en las tribunas de difusión en Caracas
hasta 2008 presentado como tesis de Maestría en Música en la Universidad Simón Bolívar
(Caracas): Difusión de la producción musical de los egresados de las cátedras de
composición en Caracas (1988-2008). (Restrepo, 2011).
1
Movimiento, estudiantil universitario de carácter académico surgido en 1928, que desató en el carnaval
caraqueño del 28 fuertes enfrentamientos con el régimen de Juan Vicente Gómez. Motivo este que llevó a
muchos de estos jóvenes a ser encarcelados en “la Rotunda”. Extraído el 28 de octubre de 2010, desde:
http://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_del_28.
2
Juan Vicente Gómez (1857-1935), general y hacendado que gobernó Venezuela de manera autoritaria desde
1908 hasta su muerte.
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El maestro Sojo había sido designado director de la Escuela de Música y Declamación “José
Ángel Lamas” en 1936, y realizó una serie de reformas en las clases de teoría,
específicamente en la de armonía, que convirtió en cátedra de composición. Los estudios en
esa disciplina conducían, una vez culminados, a la obtención del título de Maestro
Compositor. Anteriormente no existía ninguna opción formal de estudios de composición
con estas características en Venezuela. Aunada a esta reforma de los estudios en la escuela,
Sojo consolidó dos instituciones que se convertirían en el marco de lo que se conoció como
el “movimiento nacionalista” o “Escuela Nacionalista”3 de compositores: El Orfeón Lamas y
la Orquesta Sinfónica Venezuela4.
Le siguieron otras cohortes hasta 1966 integradas por los siguientes compositores:
1945: Antonio José Ramos Acuña (1890-1930)
1946: Inocente Carreño (1919-2016)
1947: Antonio Lauro (1917-1986), Carlos Figueredo (1909-1985), Gonzalo Castellanos
Yumar (1926)
1948: Manuel Ramos (1911-¿?), Blanca Estrella (1910-1985), José Clemente Laya (1913-
1981)
1950: Andrés Sandoval (1924-2004), Nazil Báez Finol
1960: Modesta Bor (1926-1998), José Luis Muñoz (1928-1982), Raimundo Pereira (1927-
1996), Leopoldo Billings (1932-2010), Nelly Mele Lara (1922-1993)
3
Se sugiere la lectura de García (2008), Sans (1998) y Palacios (2004) para detalles sobre esta tendencia
estética.
4
Para mayor referencia sobre estas dos instituciones se recomienda la revisión de Bernáez y Custodio (1994)
en el caso del Orfeón Lamas, y de Calzavara (1980) para conocer la historia de la Orquesta Sinfónica
Venezuela.
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Entre los años 50 y 60, periodo en el que Sojo es el personaje más influyente en el campo
musical del país, se suceden iniciativas de importante significación, tanto en la capital
venezolana como el interior del país. En todas ellas, los alumnos de la cátedra de
composición del maestro Sojo tienen una participación importante: la apertura de nuevas
instituciones de enseñanza musical, los beneficios gubernamentales para las instituciones
como la Orquesta Sinfónica Venezuela, la contratación de músicos profesionales europeos
para engrosar las filas de dicha orquesta, la venida de directores y solistas invitados y la
participación de la orquesta en los encuentros de compositores.
Sojo dejó un gran vacío al retirarse de la Escuela José Ángel Lamas en 1964. Toma su lugar
en la cátedra de composición Evencio Castellanos, pianista, compositor, asistente y discípulo
del maestro. Bajo su tutelaje obtienen el título de maestro compositor Rogerio A. Pereira y
Alba Quintanilla (1944) en 1966.
Durante treinta años, se inscribieron en la cátedra de Sojo ciento noventa y nueve alumnos, de
los cuales hasta el año 1964 solo diecinueve obtuvieron el grado de Compositor, mientras que
otros diez culminaron sus estudios después de esa fecha. (García, 2008: 55).
Las vanguardias
La llegada del griego Yannis Ioannidis5 al panorama musical de Caracas para finales de los
60 marcará el nuevo rumbo de la composición en Venezuela. Contratado como profesor de
Técnicas Modernas de Composición, Ioannidis desarrolla una intensa actividad como
docente en diferentes instituciones: el Instituto de Cultura y Bellas Artes (INCIBA), la
Escuela de Música “Juan Manuel Olivares” y la Universidad Metropolitana. Pero más que
dedicarse a la enseñanza, su labor se dirigió a la difusión de la música de vanguardia,
5
Yannis Ioannidis nace en Atenas en 1930, a edad temprana ingresa al conservatorio de Atenas donde
comienza sus estudios musicales. En 1955 viajó a Viena y allí estudió composición con Otto Siegl, dirección
con Hans Svarowsky, y órgano con Eta-Harrich-Schneider. Dentro de su labor artística se destaca su
participación en la Sociedad Internacional de Música Contemporánea en Grecia organizando los Festivales de
Música Contemporánea en 1966 y 68. (Tortolero, 1996:131). Su labor pedagógica en Venezuela ha sido
documentada por Roberto Chacón (1993).
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El paso de Ioannidis por Venezuela fue de apenas 8 años, pero dejó profunda huella en el
movimiento composicional en Venezuela. La resistencia que encontró a sus iniciativas en
algunas instituciones, hizo que abandonara el país y aceptara nuevas propuestas en su país de
origen. Del grupo de alumnos de Ioannidis podemos citar a los perteneciente a la cátedra de
Técnicas de Composición Moderna que impartía en la Escuela de Música “Juan Manuel
Olivares”: Alfredo Rugeles (1949), Emilio Mendoza (1953), Hildegard Holland, Jorge
Benzaquén (1949-1993), Orlando Gámez (1947) y Federico Ruiz (1948), como alumnos que
asistían; y los participantes Juan Carlos Núñez (1947), Carlos Duarte (1957-2003), Mabel
Mambretti Laya (1942) y Servio Tulio Marín (1947). En el grupo que asistió a los cursos de
extensión de la Universidad Metropolitana, encontramos a: Delfin Pérez, Carlos García,
Alfredo Marcano (1953), Emilio Mendoza, Ricardo Teruel (1956), Clara Marcano, Luis Zea
(1952), Juan Andrés Sans (1957-2005), Adina Izarra (1959) y Paul Dessen (1959).
Esporádicamente asistieron: Mercedes Otero (1953), Vinicio Ludovic (1949) y Tulio
Cremisini (Chacón, 1993: 93)
Durante los siete años en que enseñó en Venezuela, Yannis Ioannidis logró concretar parte de
sus ideas pedagógicas. Su actuación no tuvo el respaldo oficial, pues era una iniciativa
particular, aprovechada tan solo por un grupo de estudiantes que comprendieron la necesidad
de avanzar y modernizarse. Sin embargo, la presencia del compositor griego en Venezuela se
considera muy importante. De hecho, es reconocido como un gran pedagogo en el campo de la
composición, tanto que ocupa un sitial de honor al lado de Vicente Emilio Sojo, el gran
maestro de la Escuela de Santa Capilla. (García, 2008: 60).
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Se aprecia que la nueva generación de compositores busca conocer y crear obras de acuerdo
con las técnicas nacidas en otros países. A partir de los años sesenta, se produce un cambio,
una ruptura con las pautas estéticas trazadas por Sojo en el campo de la composición. (García,
2008: 61)
6
Inocente Palacios, empresario, urbanista, promotor cultural, mecenas y musicólogo. Desarrolló la
urbanización Colinas de Bello Monte, en cuyos terrenos se construyó la Concha Acústica, sede de los
Festivales de Música de Caracas. Fue el primer director de la Escuela de Arte de la Universidad Central.
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nuevo e inédito patrimonio sonoro, ver las nuevas técnicas compositivas y el imaginario
latinoamericano que se estaba gestando en el intercambio de ideas y compararlas con las de
otros creadores: Los Festivales de Música de Caracas, realizados en 1954, 1957 y 1966, los
cuales tendrán consecuencias visibles en el desarrollo del movimiento compositivo del
momento.
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…Tenemos una orquesta subvencionada, lista a empezar a trabajar en cuanto se quiera. […].
Pronto dispondremos de una “Concha Acústica” en las Colinas de Bello Monte, con capacidad
para millares de espectadores. El gasto de esos Festivales Caraqueños, -auténticos “Conciertos
del Ávila”- se reduciría, pues, a los de alojamiento y traslado de algunos compositores y
directores de orquesta. En muchos casos, ambas condiciones aparecen reunidas en una sola
persona... Nuestro continente va dejando de ser, en los dominios de la música, un mundo de
grandes presencias aisladas – de creadores solitarios. (Carpentier, 1987: 453-454)
7
La institución Musical “José Ángel Lamas” se constituye en Caracas en 1952, como organismo donde se
delinearon las bases del Concurso Latinoamericano de Música José Ángel Lamas, el cual sería el paso inicial
de la organización del primer Festival de Música de Caracas en 1954. (Ramos, 1998:587)
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Una de las actividades de los Festivales de Música de Caracas de gran importancia, fue la
organización de los concursos de composición, que buscaban estimular la creación e
intensificar la producción de la música Latinoamericana. En esta oportunidad se recibieron
un total de 110 partituras (Carpentier, 1987:460). Los ganadores de este primer concurso
fueron: Premio José Ángel Lamas a Juan José Castro por su obra Corales Criollos; segundo
8
“La Concha Acústica de Bello Monte, conocida en sus inicios como Anfiteatro José Ángel Lamas, fue
llamada así en honor al compositor colonial venezolano. Contruída por iniciativa del Dr. Inocente Palacios,
como sede artística de la Asociación Civil Orquesta Sinfónica de Venezuela… entre los años 1953 y 1954 [fue]
concebida como un espacio cultural de relevancia y sitio obligado para los mejores espectáculos…. Se inaugura
la Concha Acústica de Bello Monte, con la celebración de un concierto de música sacra venezolana y de
autores europeos. El maestro Vicente Emilio Sojo, director de la Orquesta Sinfónica Venezuela, dirigió la
primera parte del programa con obras de los músicos coloniales venezolanos Lamas y Caro de Boesi; y en la
segunda parte el maestro alemán Wilhelm Fürtwangler dirigió obras de Haendel, Strauss y Wagner…”.
Extraído el 24 de marzo de 2009 desde la página web: Alcaldía de Baruta
http://www.baruta.gov.ve/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=823
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puesto o premio Caro de Boesi, a Carlos Chávez por su obra Sinfonía Nº 3; y tercer premio
Juan José Landaeta a Julián Orbón por su obra Tres versiones Sinfónicas.
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De los nueve compositores venezolanos presentes en este primer festival, seis egresaron de
la cátedra de composición del maestro Sojo: Estévez, Evencio y Gonzalo Castellanos,
Carreño, Figueredo y Sauce.
Juan Vicente Lecuna (1891-1954), se había formado como compositor en New York,
habiendo estudiado con A. Savine y Elisabeth Kuypers. Nunca estudió con el maestro Sojo
porque, en sus propias palabras:
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Por su parte, Luis Calcaño Díaz (1907-1978) fue violinista y violista de la Orquesta
Sinfónica Venezuela y realizó estudios de composición con Sojo y con Juan Bautista Plaza
(1898-1965). Este último se había formado como compositor en el Instituto Superior de
Música Sagrada en Roma y fue un asiduo colaborador del maestro Sojo en muchos
proyectos musicales a su regreso a Venezuela.
…ya no se trataba de conocer lo que se había hecho en el pasado, se trataba de conocer qué se
estaba produciendo y cómo había prendido la semilla del 1 Festival en la vena creadora de
nuestros compositores (Palacios, 1990: s/f)
Al igual que en el I Festival, se organizó el concurso de composición, que para esta ocasión
contó con una amplia participación. Más de 100 partituras (Ramos, 1998: 597), fueron
estudiadas por el grupo de jurados conformado por: Carlos Chávez por México; Alberto
Ginastera por Argentina; Juan Bautista Plaza por Venezuela; Domingo Santa Cruz por Chile;
y Aarón Copland por Norte América. En esta oportunidad se otorgaron 4 premios: Premio
José Ángel Lamas compartido entre Blas Galindo (México) por su obra Sinfónica y Mozart
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Camargo Guarnieri (Cuba) por su obra Choro para piano y orquesta, Premio Caro de Boesi:
a Roque Cordero por su obra Segunda Sinfonía, y el Premio Juan José Landaeta a Enrique
Iturriaga por su obra Suite No.1.
9
Para mayor información sobre este comité se recomienda revisar la Revista Clave. Abril de 1957:7-8
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Es importante resaltar que, de los nueve compositores representados en este Festival, siete
egresaron de la cátedra de composición del maestro Vicente Emilio Sojo: Evencio y Gonzalo
Castellanos, Blanca Estrella, José Clemente Laya, Antonio Lauro, Inocente Carreño y Carlos
Figueredo. Juan Bautista Plaza y José Antonio Calcaño (1900-1978) se formaron como
compositores en Europa y Estados Unidos, y junto al maestro Sojo constituyeron lo que se
llamó la Generación del 1910, importante movimiento a favor del fortalecimiento de la música
académica en el país.
Otra de las actividades importantes que contribuirían en esta etapa al crecimiento del
movimiento musical venezolano fue la visita y participación Marcel Cuvelier en el Festival
de Música de Caracas de 1957. Como fundador del movimiento conocido mundialmente
como Juventudes Musicales11, Cuvelier trae la propuesta de crear una asociación de carácter
civil en Venezuela siguiendo los parámetros de la ya nacida en Bélgica hacia 1940, que, sin
ánimo de lucro y enfocada en lo cultural, incentivara la participación de los jóvenes en
proceso de formación como su principal objetivo. Esta iniciativa atrae la atención de un
grupo importante de músicos y encargan al maestro Juan Bautista Plaza para esta encomiable
labor, a la cual se une con entusiasmo la Institución José Ángel Lamas. Es así como se da
inicio al capítulo Juventudes Musicales de Venezuela en 195712. Esta institución jugará un
papel relevante en la difusión de las obras de los jóvenes compositores venezolanos en la
década de los 90.
10
“En el siglo XX, hacia 1919, un grupo de jóvenes músicos, casi todos formados en la Escuela de Música y
Declamación para ese entonces, y otros con preparación musical adquirida en Europa y Estados Unidos,
constituyeron lo que se denominó la Generación del 19, iniciando así un importante movimiento a favor de la
música académica en el país.” Entre ellos estaban Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza, Miguel Ángel
Calcaño, José Antonio Calcaño, Juan Vicente Lecuna y Moisés Moleiro. (García, 2008:54)
11
Juventudes Musicales (JJMM), organización mundial que nace en 1940 en Bélgica con el interés de difundir
entre los jóvenes aficionados la música culta.
12
Para mayores detalles ver los artículos Juan Francisco Sans (1990) “Historia de las Juventudes Musicales en
Venezuela”, y Mariantonia Palacios (1990) “Semblanza de Cristina Assai”.
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El contacto con algunos invitados y participantes, como por ejemplo el compositor francés
Edgar Varèse13 y el pianista y compositor norteamericano Mell Powell14, pondrían de
manifiesto la necesidad de profundizar y crear las bases de un movimiento de música
electroacústica en el panorama de la composición en Venezuela15. Con base en estos hechos,
se consolidó un centro de experimentación que se conoció con el nombre de Estudio de
Fonología, siguiendo un poco el modelo del ya creado estudio en Milán por Luciano Berio,
Bruno Maderna y Luigi Nono entre 1965 y 1968. Se encargó al ingeniero de origen chileno
José Vicente Asuar (1933-2017) para que dirigiera el estudio, tal como lo señala Eduardo
Kusnir (1998:396) en su artículo “Composición de música electroacústica en Venezuela”.
Paralelamente a la organización del Estudio de Fonología en términos de infraestructura, se
daba también inicio a las actividades preparatorias del Tercer Festival de Música de Caracas
del cual hablaremos más adelante.
Para finales de la década de los 60, y después de la desaparición del Estudio de Fonología,
quien asume la responsabilidad del desarrollo de actividades relacionadas con la música
contemporánea y electroacústica en 1969 sería el Instituto Interamericano de Música
Experimental y Estudios Estéticos, INTERMÚSICA, institución adscrita al INCIBA. Allí se
13
Edgar Varèse, jurado del primer concurso convocado por la Institución “José Ángel Lamas” en el Primer
Festival de Música de Caracas en 1954.
14
Mell Powell. Pianista y compositor americano nacido en 1923. Sus inicios musicales fueron en el Jazz,
trabajando como pianista y arreglista en la orquesta de Benny Goodman. Más tarde ingresa al conservatorio de
Yale donde estudia composición con Paul Hindemith. Extraído el 4 de marzo de 2009 desde:
http://www.schirmer.com/default.aspx?TabId=2419&State_2872=2&ComposerId_2872=1243.
El compositor Alfredo del Mónaco que Powell habló sobre música electroacústica y transmitió una serie de
programas en la Radio Nacional de Venezuela, utilizando gran parte de su discoteca sobre música de
vanguardia.
15
El trabajo de Rodrigo Segnini (1994) Comprender la música electroacústica y su expresión en Venezuela,
profundiza sobre el desarrollo de este campo en el país.
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Casi una década después de la celebración del primer festival en 54, se realiza en Caracas el
tercer y último Festival de Música de Caracas del 6 al 18 de mayo de 1966, organizado por
el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes Venezuela (INCIBA) y la Comisión de
Estudios Musicales presidida por el Dr. Inocente Palacios. Tendrá especial connotación
porque, a diferencia de los dos primeros de carácter latinoamericano el primero e
interamericano el segundo, el Tercer Festival tendrá un carácter mundial, y, pese a ese
enfoque, no deja de lado su principal contenido, la presencia de las obras de compositores
latinoamericanos y su inserción en el ámbito mundial.
La Caracas de esta década había dejado las dimensiones de villa, para presentarse frente al
continente como una metrópoli importante y consolidarse, pasados ya un cuarto de esta
segunda mitad del siglo XX, como un foco de aconteceres musicales dispuesta a recibir y
entender las nuevas tendencias de la música a nivel mundial.
Tal como en los anteriores festivales, era importante traer a consideración las nuevas
tendencias de la música contemporánea y su evolución en el panorama mundial. Por eso, de
manera permanente y durante las tres semanas de festival, en el marco del Primer Congreso
Internacional de Música de Caracas, se darían cita importantes compositores y musicólogos
que, sin tener en cuenta las fronteras, escuelas y tendencias, darían su opiniones en debates
profundos respecto de la problemática, estética y técnica de la música contemporánea, y la
exaltación de la música del continente, tal como se expresa en el preámbulo del programa de
mano de dicho festival.
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dispusieron también cinco conciertos conferencias, dictados por los propios compositores.
También se hicieron audiciones en sesiones especiales casi privadas de obras en medios
magnetofónicos. Muchas de las obras presentadas en los conciertos desconcertaron tanto a
los músicos como al público asistente. Los propios instrumentistas de la orquesta las
describieron como: “deshumanizadas, carentes de inspiración y hálito divino”. Ellos mismos
intuían que su calidad de intérpretes se ponía en duda al sentirse como “máquinas de hacer
ruidos” (Peñin, 1998: 586). Era quizás la primera vez que se exponía ante el público
caraqueño lo que algunos compositores de vanguardia estaban haciendo más allá de las
fronteras conocidas en términos musicales.
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De los nueve compositores venezolanos representados en este tercer festival, ocho egresaron
de la cátedra de composición del maestro Sojo: Evencio Castellanos egresado en 1940,
Inocente Carreño egresado en 1946, Carlos Figueredo y Antonio Lauro en 1947, José Luis
Muñoz, Leopoldo Billings y Nelly Mele Lara en 1960, y José Antonio Abreu en 1964. Por
su parte, Rhazés Hernández López estudió flauta en la Escuela “José Ángel Lamas”, pero no
composición con el maestro Sojo. De estos nueve compositores, sólo Rhazés Hernández se
manejaba en un lenguaje distinto al nacionalismo, lo cual fue un contraste con las tendencias
presentadas por los compositores invitados, sobre todo de Estados Unidos.
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Con estos 11 conciertos culminaron los Festivales de Música de Caracas 16. Como ha
quedado demostrado, estos Festivales sirvieron de vitrina para mostrar las obras de los
compositores que eran en ese momento la vanguardia del país, tanto aquellos que formaron
parte de la escuela de Santa Capilla, como aquellos que buscaron otras alternativas fuera del
seno de la cátedra de composición de la escuela. Sin duda el maestro Sojo influyó y propició,
desde su marcado liderazgo, la participación de estas primeras generaciones de
compositores, no solo con sus obras, sino también con la dirección de la orquesta anfitriona
de los Festivales de Caracas organizados por Inocente Palacios.
16
Para una información más completa sobre los Festivales de Música de Caracas se recomienda la lectura de
Astor (2008) y Restrepo (2011).
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Postludio
En los años 90, y por iniciativa del Ministro de Cultura de ese entonces, el maestro José
Antonio Abreu (discípulo de Sojo), conjuntamente con el maestro Alfredo Rugeles
(discípulo de Ioannidis), se dan a la tarea de instaurar los festivales nuevamente, conocidos
hoy día como Festivales Latinoamericanos de Música, los cuales celebraron en el 2018 su
vigésima edición17. En estos nuevos festivales son principalmente los alumnos de Ioannidis
quienes tendrán un papel protagónico.
La realización del Festival de Caracas en 1966, que puso en forma patente la situación de la
música contemporánea en el país, fue un paso más en un proceso de modernización de la
música en Venezuela. La siguiente etapa la llevaría a cabo Ioannidis quien intentaría su
proyecto pedagógico con una nueva generación “incontaminada” de nacionalismo. (Astor,
2008:334).
Ya no serían Sojo y sus alumnos de Santa Capilla quienes tomarían el liderazgo, sino un
grupo de inquietos estudiantes de música, también maestros venidos de otras latitudes, los
que trabajaron con Juan Carlos Núñez, Federico Ruiz, Ricardo Teruel, Emilio Mendoza,
Hildegart Holland, Alfredo Marcano-Adrianza, Servio Tulio Marín y Alfredo Rugeles.
Son muchas las iniciativas que se han desarrollado después de los festivales de Caracas,
pero, y a pesar de la gran cantidad de eventos realizados con el inmenso esfuerzo que ello
representa, aún hay fallas que no han podido solventarse para garantizar que la música de
nuestros creadores latinoamericanos tenga un sitial importante dentro del llamado
“repertorio universal”. Se deberían establecer políticas claras y unificadas para la difusión
del repertorio. El compositor mexicano Mario Lavista (1990), en exposición hecha con
17 https://festivallatinoamericanodemusica.net/festival_2018.
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Tanto en México como en América Latina, existe una especie de “festivalitis” y no lo digo en
un sentido peyorativo; la mayoría de los recursos se canalizan en encuentros, conciertos y otra
serie de actividades y descuidan, como política cultural, dos aspectos a mi juicio muy
importantes:
1. La edición de partituras, discos y libros, y
2. La educación.
Las escuelas de música reciben, por parte de las instituciones privadas o gubernamentales muy
poco dinero en relación a lo que se gasta en temporadas de conciertos, invitaciones a solistas,
organización de festivales-que no es que esté mal realizar festivales- quiero decir que debería
haber a mi juicio un equilibrio mayor en la distribución de estos recursos. La infraestructura
está deteriorada, los maestros están mal pagados, no existe una biblioteca a la altura y los
salones, están cada vez en perores condiciones y paradójicamente, hay grandes conciertos en
las salas, grandes solistas invitados y festivales maravillosos que se organizan todo el año.
Sería por tanto importante insistir en la creación de un centro dedicado a la curaduría de los
festivales que de manera sistemática pueda dejar un registro documental abierto al público y
a las instituciones encargadas de enseñanza musical. La carencia de material discográfico e
impreso disponible para la consulta no permite que los compositores, intérpretes y músicos
en general puedan tener una idea de cuál es el universo sonoro de otras latitudes y cuáles las
tendencias en boga. Como lo señala el compositor colombiano Andrés Posada:
Existe en América Latina un archivo sonoro alejado de las fronteras de la música de consumo.
Un mundo de sonidos insospechados, exuberantes y maravillosos pero poco conocidos. Una
aglomeración de formas musicales variadas que generan ritmos punzantes, enérgicos y de
contornos fuertes. Una música de grandes contrastes en el carácter, estilo y en las textura de las
obras, con cambios súbitos de color y de atmósfera. Un crisol sonoro en donde se mezclan
distintas tendencias e influencias y se unen elementos estilísticos diferentes y, a veces,
contrastantes.
Me refiero a la nueva música en Latinoamérica: música que viene desde las últimas décadas
del siglo pasado hasta lo poco que llevamos de éste… (Posada, 2005)
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