Texto realizado por la comunidad de consagrados de San Juan de Avila que tomando el mensaje del Papa Francisco sobre la ternura nos invita a amar al próximo con nuestro trato respetuoso y de amor y comprensión
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Texto realizado por la comunidad de consagrados de San Juan de Avila que tomando el mensaje del Papa Francisco sobre la ternura nos invita a amar al próximo con nuestro trato respetuoso y de amor y comprensión
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La ternura
¿Qué es la ternura? Es el amor que se hace cercano y
concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar los oídos para escuchar al otro, para oír el grito de los pequeños, de los pobres, de los que temen el futuro; escuchar también el grito silencioso de nuestra casa común, la tierra contaminada y enferma. La ternura consiste en utilizar las manos y el corazón para acariciar al otro. Para cuidarlo. La ternura es el lenguaje de los más pequeños, del que necesita al otro: un niño se encariña y conoce a su padre y a su madre por las caricias, por la mirada, por la voz, por la ternura. Me gusta escuchar cuando el padre o la madre hablan a su niño pequeño, cuando ellos también se vuelven niños, hablando como habla él, el pequeño. Esta es la ternura, abajarse al nivel del otro. También Dios se abajó en Jesús para ponerse a nuestro nivel. Este es el camino seguido por el Buen Samaritano. Este es el camino seguido por Jesús, que se abajó, que atravesó toda la vida del ser humano con el lenguaje concreto del amor. Sí, la ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes. La ternura no es debilidad, es fortaleza. Es el camino de la solidaridad, el camino de la humildad. Permitidme decirlo claramente: cuanto más poderoso eres, cuanto más repercuten tus acciones en la gente, más estás llamado a ser humilde.¹
Si Dios es ternura infinita, también el hombre, creado a su
imagen, es capaz de ternura. La ternura, entonces, lejos de reducirse al sentimentalismo, es el primer paso para superar el replegarse en uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana. La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida. Comprendemos, por lo tanto, que la raíz de nuestra libertad nunca es autorreferencial. Y nos sentimos llamados a derramar en el mundo el amor recibido del Señor, a declinarlo en la Iglesia, en la familia, en la sociedad, a conjugarlo en el servicio y la entrega. Todo esto no por deber, sino por amor, por amor a Aquel por quien somos tiernamente amados.²
La ternura, más necesaria que el alimento.
El ser humano es una delicada planta que, para su normal
desarrollo, requiere un decidido ambiente de amor. Desde su más temprana edad, los niños poseen una sensibilidad extraordinaria para captar todo el ambiente de su hogar. Padres, podréis querer mucho a vuestros hijos, cada uno de vosotros por separado; pero, si no os queréis ya de veras el uno al otro, los niños lo percibirán y lo resentirán. Muchas de las inestabilidades psíquicas, incluso de las desviaciones y aberraciones de la adolescencia y juventud tienen su origen en este trauma infantil que sufre el niño que nota que sus padres no se quieren. Por el contrario: más que todos los gestos y palabras de cariño le servirá un ambiente general de cariño. El niño que es testigo de que, en torno a sí, todos se aprecian y se quieren, aprenderá a querer a todo el mundo, se formará como un ser generoso, abierto, feliz. También aquí no hay mejor lección que la del ejemplo.3
La falsa ternura
Un peligro para los padres es el falso cariño. Es indudable
que tienen la obligación de amarlos; pero ante todo, en cuanto a imagen que son de Dios. Deben amar sus cualidades morales: la dulzura, la bondad de corazón, la pureza e inocencia, etc., porque ellas son las que hacen amables y buenos a los niños. Más, ¿qué se observa ordinariamente? Que la madre se extasía contemplando los ojitos de su chiquitín, su hermosa cabellera, su carita graciosa… Estas exterioridades infantiles la cautivan, y las cualidades morales, que constituyen la belleza real del pequeñuelo, quedan relegadas a segundo término. No se las desprecia, pero se las deja para más tarde. Y mientras tanto: a) No se reprende al niño, porque es muy pequeño, ni se quiere verlo sufrir, so pretexto de que ya se presentarán ocasiones para ello… b) Y bajo la inspiración del mismo principio, nada se le niega; ¡Porque una negativa le causaría mucha pena… c) Si acompaña a sus padres a dar un paseo, se le adorna, como para llevarle a una exposición; y, cueste lo que cueste, se procura que todas las miradas se fijen en él y que para él sean todos los cumplidos… d) En la mesa se le da todo lo que pide, elige lo que es de su gusto, todo lo toca y ejerce el monopolio de la conversación. Allí no hay más dueño que él. Guardaos de negarle nada, porque entonces patalea, llora y amenaza.
¿Quién no ha tenido ocasión de presenciar tales escenas?
La madre comprende que el niño es exigente, muy exigente; pero, “¡es tan pequeño!”…
Más adelante cuando ya se dé cuenta de lo que hace, ella le
llamará la atención sobre esos defectillos… Llega, por fin, el niño a los 10, 15 años, y es un muchacho irritable en extremo, egoísta, sin respeto a sus padres. Se proclama el dueño de casa y los padres no le pueden decir una palabra. ¿Qué será de este chico (a) a los 20 años?4
*** Pidamos a nuestra madre la Santísima Vírgen María, ella que es modelo y maestra de virtudes, nos ayude a desarrollar la ternura.
¹ Videomensaje del Santo Padre Francisco al TED2017 de Vancouver [26 de abril de
2017]
² Mensaje del Papa en la audiencia a los participantes en el congreso "La teología de la
ternura en el Papa Francisco", 13.09.2018 3 “Qué hacer con vuestros hijos” 5ª. Edición. Charles y Laura Robinson. Pág. 28, 29 y 74. 4 “La madre educadora” 1ª. Edición. P. Eduardo Pavanetti. Pág. 73 y 74.