República de Chile Tribunal Constitucional: Sentencia Rol 9926-2020
República de Chile Tribunal Constitucional: Sentencia Rol 9926-2020
2021
REPÚBLICA DE CHILE
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
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Sentencia
Rol 9926-2020
[1 de julio de 2021]
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VISTOS:
“Código Penal
Artículo 318. “El que pusiere en peligro la salud pública por infracción de las reglas
higiénicas o de salubridad, debidamente publicadas por la autoridad, en tiempo de catástrofe,
epidemia o contagio, será penado con presidio menor en su grado mínimo o multa de seis a
veinte unidades tributarias mensuales.”
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Artículo 318. “El que pusiere en peligro la salud pública por infracción de las reglas
higiénicas o de salubridad, debidamente publicadas por la autoridad, en tiempo de catástrofe,
epidemia o contagio, será penado con presidio menor en su grado mínimo a medio o multa de
seis a doscientas unidades tributarias mensuales.
En los casos en que el Ministerio Público solicite únicamente la pena de multa de seis
unidades tributarias mensuales, se procederá en cualquier momento conforme a las reglas
generales del procedimiento monitorio, siendo aplicable lo previsto en el artículo 398 del Código
Procesal Penal. Tratándose de multas superiores se procederá de acuerdo con las normas que
regulan el procedimiento simplificado.”
Argumenta que la aplicación en dicha gestión pendiente del artículo 318 del
Código Penal, produce resultados contrarios a la Constitución. Así, señala, siguiendo
lo dispuesto en el artículo 19 N° 3, de la Carta Fundamental, que el precepto
cuestionado constituye una ley penal en blanco. Explica, siguiendo lo resuelto por este
Tribunal, que son contrarias a la Constitución las llamadas leyes penales en blanco
propias o abiertas, esto es, aquellas en que la descripción de la conducta está entregada
a una norma infralegal sin indicar legalmente el núcleo fundamental de ella, y las que
entregan la determinación de la conducta punible al criterio discrecional del juez y
que el artículo 318 del Código Penal deja el núcleo de la conducta abandonado a una
regla infralegal al no indicar los datos que nos permitan desprender, de su sola lectura,
los elementos de la tipicidad objetiva y subjetiva que se sanciona.
Indica que en el artículo 318 del Código Penal se deja el núcleo esencial de la
conducta a una norma de rango infralegal que no puede ser entendida desde su
formulación como una que cumpla con los estándares de publicidad y conocimiento
que permitan a la persona media saber con relativa certeza de su existencia y conducta
prohibida que contiene. Por lo tanto, añade, se reconduce el núcleo esencial de la
norma penal a cuerpos normativos de rango infralegal.
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A juicio del actor el artículo 318 del Código Penal no describe una conducta
que pueda satisfacer las exigencias constitucionales de lege scripta y certa. Las acciones
u omisiones típicas y antijurídicas que pueden ser imputadas a cualquier otra persona
no están señaladas en la ley, sino en resoluciones exentas dictadas por la autoridad
administrativa.
Afirma que el inciso primero del artículo 318 del Código Penal establece dos
penas alternativas: una de presidio menor en su grado mínimo o multa de seis a
doscientas unidades tributarias mensuales. Sin perjuicio de la indeterminación de la
conducta sancionada por el artículo 318 del Código Penal, indica que, sea cual sea, la
pena puede oscilar entre 61 a 540 días de presidio, o multa de seis a doscientas
unidades tributarias mensuales, sin establecer algún criterio que dote de seguridad
jurídica para definir cómo el Persecutor Fiscal podrá optar entre solicitar una u otra.
Según lo anterior señala que este es el único delito que permite al Ministerio
Público elegir entre tres procedimientos distintos sin que la ley le exija fundamentar
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Tramitación
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esta Magistratura, las leyes cuya remisión para describir la conducta punible se
encuentra en otra ley o en una norma originada en la instancia legislativa, así como
aquellas que señalen expresamente la norma de remisión, aun cuando no sea de origen
legislativo, con descripción del núcleo esencial de la conducta, jurisprudencia
asentada desde causa Rol Nº 24, de 1983.
En definitiva, indica que existen una serie de reglas del Código Sanitario (i.e.,
normas jurídicas de carácter legal) que establecen normas de conductas idóneas,
adecuadas y pertinentes para enfrentar epidemias que pongan en riesgo la salud de la
población.
De esta forma, una lectura debidamente contextualizada del artículo 318 del
Código Penal permite comprenderla plenamente, recobrando la inteligibilidad que
una comprensión descontextualizada de la misma regla le niega: leída en conjunto con
el sistema jurídico al cual pertenece, el artículo 318 Código Penal demuestra que posee
el complemento normativo propio de una ley penal en blanco impropia.
Visto de este modo, indica que es posible concluir que las medidas de “cierre
temporal de restaurantes” e, incluso, las tan objetadas medidas de “cuarentena total”
o “aislamiento nocturno” (que no constituyen otra cosa, sino, restricciones de la
libertad de locomoción o reunión), son medidas que poseen una fuente legal (incluso
supralegal).
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Y CONSIDERANDO:
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* Ver, entre otras, la STC 1351, c. 23; STC 2615, c. 27; STC 2738, c. 4; STC 2744, c. 8; STC 2773, c.
10; STC 2983, c. 17; y STC 4476, c. 11.
† Ver, entre otras, la STC 468, cc. 1-6 y STC 8354, cc. 18 y ss.
Constitución (Comisión Ortúzar), cuyo texto exigía “(…) que la conducta que se sanciona esté
expresa y completamente descrita en ella”.
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CUARTO. Dicho precepto legal castiga a aquel “que pusiere en peligro la salud
pública por infracción de las reglas higiénicas o de salubridad debidamente publicadas por la
autoridad, en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio”. No puede entenderse que una
conducta delictiva se encuentra descrita si no es en función de aquello que se puede o
no se puede hacer. Una lectura atenta del tipo penal permite advertir que no se indica
en éste cuál es el comportamiento específico que tiene la aptitud para provocar el
resultado de “poner en peligro la salud pública” en un determinado contexto (“en tiempo
de catástrofe, epidemia o contagio”). Contrario a lo que la Constitución prescribe, el
legislador ha delegado el establecimiento de la conducta en la autoridad
administrativa, a quien ha habilitado para que -con posterioridad- dicte las reglas
higiénicas o de salubridad susceptibles de infracción.
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constitucionalmente defectuoso como el artículo 318 del Código Penal. Y si, aun
existiendo otros instrumentos de control, el legislador decide recurrir a la vía penal
para enfrentar una situación de emergencia, opción que no le está -en principio-
vedada, deberá identificar las necesidades particulares temporales y describir las
conductas incriminatorias correspondientes. Esto exigirá actuaciones legislativas
ágiles y focalizadas. No cabe duda. Pero, ése es el precio que demanda el respecto de
las garantías constitucionales que la Carta Fundamental asegura a todas las personas
ante el poder punitivo estatal.
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de aislamiento, entre las 22:00 y 05:00 horas. Esta medida será ejecutada de
acuerdo a las instrucciones que impartan al efecto los Jefes de la Defensa
Nacional de las distintas regiones. Déjese constancia que la medida de este
numeral comenzó a regir desde las 22:00 horas del 22 de marzo de 2020 y será
aplicada por un plazo indefinido, hasta que las condiciones epidemiológicas
permitan su suspensión. […] 4. Se exceptúan de lo dispuesto en este acápite las
personas que se encuentren en las circunstancias que se señalan en el
Instructivo para permisos de desplazamiento del que trata el oficio Nº 11.694,
de 30 de abril de 2020 del Ministerio del Interior y Seguridad Pública. Dicho
instructivo contempla, además, las formas y condiciones para la obtención de
los permisos de desplazamiento de aquellas personas exceptuadas.
DECIMOCUARTO. Así como el artículo 318 del Código Penal posibilita que
el ente persecutor penal elija cualquiera de las numerosas, variadas y fluctuantes
reglas de conducta contenidas en las resoluciones exentas emanadas del Ministerio de
Salud, el nuevo inciso final del mismo precepto deja entregado al arbitrio del
Ministerio Público la determinación del procedimiento a aplicar. En efecto, la opción
por uno u otro procedimiento dependerá de la sanción que dicho órgano solicite (pena
privativa de libertad, multa superior a 6 UTM o multa inferior a dicho monto), para
lo que -nuevamente- carece de guía orientadora. La nueva norma no fija ningún
parámetro de razonabilidad exigible al ente fiscal. Por lo mismo, como es fácil
advertir, una potencial consecuencia de una situación como la mencionada es la
ausencia de proporcionalidad.
El texto del nuevo inciso final del artículo 318 del Código Penal dispone lo
siguiente: “En los casos en que el Ministerio Público solicite únicamente la pena de multa de
seis unidades tributarias mensuales, se procederá en cualquier momento conforme a las reglas
generales del procedimiento monitorio, siendo aplicable lo previsto en el artículo 398 del Código
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Procesal Penal. Tratándose de multas superiores se procederá de acuerdo con las normas que
regulan el procedimiento simplificado”.
Sobre lo primero, hay que tener claro que las razones por las que se declarará
la inaplicabilidad están esencialmente asociadas al defecto del precepto legal y no a
críticas que puedan formularse al comportamiento del Ministerio Público. De modo
que, si la conducta del persecutor público ha sido razonable o, por el contrario,
errática, tales circunstancias resultan irrelevantes en el análisis de constitucionalidad
desarrollado por este Tribunal.
Para comenzar, volveremos a repetir algo obvio: la regla del artículo 19, Nº 3º,
inciso final, de la Constitución está dirigida -en primer lugar- al legislador. Esto da
lugar a que sea este Tribunal, conociendo acciones de inaplicabilidad de preceptos
legales, la sede natural para pronunciarse.
En seguida, hay que tener presente que todo lo razonado sobre los defectos del
delito contemplado en el artículo 318 del Código Penal no se ve alterado en forma
alguna por la concepción interpretativa que se tenga de la condición referida a poner
en peligro la salud pública. Cualquiera sea la noción doctrinaria de peligro que se asocie
al mencionado delito (y que en un caso puede llevar absolver y en otros a condenar al
imputado) el vicio no desaparecerá. Aun la más restrictiva de las interpretaciones no
resulta apta para remediar el hecho de que la conducta incriminada no está descrita
en sus aspectos esenciales en el tipo penal. Es equivocado sostener que habría una
interpretación inconstitucional y otra constitucional.
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9º de la Constitución, el cual asegura a todas las personas que “[n]inguna ley podrá
establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté expresamente descrita en ella”.
SE RESUELVE:
DISIDENCIA
1°. Una pandemia como el Covid-19 es, antes que nada, una tragedia de salud
pública con alcances universales que está en pleno desarrollo, afectando la vida de
millones de personas y comprometiendo gravemente la salud de otro conjunto aún
más grande de personas. Más de tres millones de personas han muerto por esta
enfermedad y sobre 150 millones han sido reportadas con Covid en el mundo (al 30
de abril de 2021). En Chile, a la misma fecha, más de un millón de personas se han
contagiado y hemos debido lamentar sobre 25.000 fallecidos.
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3°. Por otra parte, la lucha contra esta pandemia no está ceñida a un guion, ni
a una estrategia predefinida e inamovible. Esta dinámica implica un ejercicio de
máxima prudencia de poder público puesto en movimiento y, en particular, buscando
la persuasión ciudadana al ser todas las personas no solo potenciales víctimas, sino
que transmisoras del virus. Por lo mismo, el contexto de esta lógica pública supone un
particular diálogo mundial, entre órganos sanitarios rectores universales (OMS) y
regionales (OPS), con los responsables de los distintos países en una búsqueda de las
mejores prácticas y estrategias. A la vez, bajo una activa dimensión de control
comunitario y académico que se ha abierto paso, no sin dificultades, desde el primer
día como un aval a la credibilidad no sólo de las estadísticas, sino que de las estrategias
de prevención, contención y mitigación de la pandemia. Podemos afirmar que la
apertura de información y el control de esas políticas dice mucho del tipo de régimen
político que las sostiene.
5°. De este modo, hay un efecto directo sanitario desde la pandemia y una
deriva indirecta de orden económico. “Responder con éxito significa dos cosas: limitar el
impacto directo e indirecto de la pandemia. Los países que respondieron con más éxito pudieron
evitar elegir entre los dos: evitaron el compromiso entre una alta mortalidad y un alto impacto
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Pero aun así, estos casos emblemáticos, han sufrido luego rebrotes, como es el
caso de Alemania, que los ha llevado, en nuevas olas del virus, a las mismas
consecuencias sanitarias y económicas, como lo confirma, por ejemplo, la decisión de
Uruguay de cerrar sus fronteras en la época estival, pese a ser el turismo una de sus
industrias preferentes.
6°. Por lo mismo, en este voto disidente sigue teniendo sentido, lo sostenido
por esta Magistratura en su Sentencia Rol 8574, indicando en sus considerandos 1° y
2° “que pocas veces tratamos asuntos como los que hemos visto en este caso. A veces perdemos
de vista la historicidad de nuestras decisiones por el momento excepcional que nos ha tocado
vivir en los últimos meses en el mundo y desde el 18 de marzo de 2020 con la declaración del
estado de catástrofe en Chile por la pandemia mundial del Coronavirus.
Es un momento universal, único y difícil. Universal, porque desde los trágicos tiempos
de las guerras mundiales que no confluían todos los intereses globales sobre un mismo asunto.
Único, porque para muchísimos de nosotros acontece por primera vez en nuestras vidas y nada
se le parece. Hemos aprendido de otras experiencias difíciles, pero la asimilación no es similitud.
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8°. Bajo una lógica de bien común, las alternativas de prevención general se
centran en los efectos positivos de la vacunación. Ello ha abierto un escenario
transitorio hasta que surta sus máximos efectos en un proceso de cooperación
científica internacional a gran escala donde a Chile, especialmente a través de las
Universidades, le ha correspondido un papel relevante, pero -como todos- seguimos
dependiendo del avance y eficacia del proceso de vacunación. Entre tanto, nos
situamos en un período que entendemos como un ciclo acotado y que genere el menor
impacto sobre los derechos y libertades posibles de nuestros conciudadanos.
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9°. El dilema de la estrategia sanitaria es, por ende, cómo hacer frente a un
riesgo de la mejor manera, es decir, del modo que resulte más pronto, eficaz, menos
invasivo y, desde la perspectiva de los derechos, menos con la menor lesividad
posible. Lo que nos plantea este caso es cómo enfrentarlo desde el ámbito penal o
procesal en una pura lógica constitucional. Si el artículo 318 bis exige un evidente
riesgo concreto de contagio, al imponer la condición de “el que pusiere en peligro”,
¿cuáles serán los esfuerzos estatales para identificar ese peligro que se sitúa más allá
de la certeza?, ¿cuál es el mecanismo que permite “evitar la propagación de un mal” como
el que objetivamente implica esta pandemia? Por cierto, que estas consideraciones
pueden no ser compartidas por los que desacreditan la existencia misma de la
pandemia, de sus efectos o de su manipulación. Esta interpretación está basada en
datos reales y en una interpretación procedimentalmente correcta de los mismos.
10°. En efecto, todos los días el personal del sistema de salud se dedica a
rastrear, examinar y diseñar la trazabilidad de un conjunto de personas que pueden
ser portadoras de contagio, mientras que también cuidan, acogen y sanan a los
enfermos, sobre todo aquellos que sufren mayores complicaciones y riesgos o los
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12°. Ello lleva a que la enorme mayoría de los habitantes del país vivan o hayan
vivido, bajo el estado de catástrofe, en un ejercicio excepcional de la libertad como
permiso. Autorizaciones previas basadas en un conjunto de razones habilitantes para
el desarrollo de la libertad de desplazamiento, con restricciones de desvío y con
notificaciones de punto de inicio y de destino, en marcos horarios acotados. La
excepción evidente es el ejercicio pleno de esa libertad personal ahora ejercida en
lugares rurales, inaccesibles o de bajísima población. Dicho de otro modo, los lugares
aislados ejercen por sí mismos su propia protección sanitaria, siendo necesario que el
Estado imponga el aislamiento en todas las demás partes del territorio nacional.
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Nosotros como jueces tampoco hemos estado exentos de las mismas, pero no
son nuestras biografías el parámetro de examen de estas consecuencias. Solo una
visión retorcidamente individualista pondría las libertades de los jueces por sobre la
consideración de todos los demás habitantes de la nación.
De este modo, buena parte de la organización del Estado para hacer frente a la
pandemia implica identificar concretamente dichos riesgos.
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15°. Por lo mismo, podemos orientar una estrategia menos invasiva para
estrechar el cerco sobre los contagios y los contagiados. Y nuevamente, debemos
mirarlo a la luz de las restricciones sobre la libertad personal. Los riesgos también se
reducen mediante estrategias de información. En vez de operar como si el Covid 19
fuese un fantasma invisible, se puede imponer una visibilización del mismo basado
en los datos que previsiblemente tenemos sobre personas y lugares de contagio. En
vez de enormes y complejos esfuerzos territoriales, operamos sobre las fuentes de
contagio e iluminamos el cerco sobre los contagiados. Con ello, la propia comunidad
podría tener una función en la dimensión del control ampliando y acotando las
funciones policiales de contención generalizada de las restricciones de la libertad
personal. Si el Estado publica e informa sistemáticamente sobre esta materia
tendríamos más certezas sobre los riesgos. Sin embargo, cabe preguntarse por la
extensión de una consideración de esta naturaleza. Si validamos una estrategia
sanitaria de este tipo incurriríamos en un conjunto manifiesto de
inconstitucionalidades. En primer lugar, vulneraríamos el secreto de la vida privada
manifestada en la ficha médica y en los antecedentes de la enfermedad, afectando el
artículo 19, numeral 4° de la Constitución. En segundo lugar, abriríamos la compuerta
de la discriminación social basada en la condición de la enfermedad. Al identificar el
riesgo de pandemia con personas concretas las volvemos a éstas completamente
vulnerables al ejercicio de acciones de diversa naturaleza. Si médicos y personal
paramédico en todo el mundo han debido soportar hostigamientos en lugares en
donde viven, con mayor razón aquellos que están enfermos y que pueden ser tratados
como si fueran agresores, victimarios o peligrosos delincuentes, con lo que estimamos
se infringiría el artículo 19, numeral 2° de la Constitución, al ser una distinción fuera
de toda razonabilidad. Y, en tercer lugar, porque una estrategia basada en sanciones
comunitarias importa una transferencia de funciones nítidamente estatales
vulnerando los artículos 6° y 7° de la Constitución. De este modo, en términos
generales, la comunidad llamada a colaborar en acciones de prevención de la salud,
se la sitúa en una posición compatible con el tipo de participación exigible por el inciso
quinto del artículo 1° de la Constitución, esto es, una que debe contribuir a la
integración armónica y a la igualdad de oportunidades. En consecuencia, la reducción
de riesgos mediante acceso a información sensible, si bien puede limitar las
posibilidades de contagios resulta incompatible con el tipo de trato exigible al Estado
en orden de instrumentalizar la enfermedad de las personas y someterlas a éstas a
riesgos de integridad física y psíquica insospechados.
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autonomía personal. Como bien nos recuerda Robert Dahl, “el proceso democrático es
superior a otras formas de autogobernarse porque están justificadas por los valores de la
libertad, el desarrollo humano y la protección y promoción de intereses humanos compartidos,
lo que presupone la igualdad moral intrínseca de todas las personas; la presunción de que todos
los adultos tienen derecho a su autonomía personal cuando se trata de determinar qué es lo
mejor para ellos y la igualdad política propia de los ciudadanos” [Robert Dahl (1991), La
democracia y sus críticos, Paidós, Primera edición, Buenos Aires, pp. 373-374].
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19 Nos. 2º y 3º, inciso sexto, CPR), puesto que no existe una relación de equilibrio entre
el castigo que se impondrá y la conducta imputada, atendido que la norma objetada
no establece parámetros objetivos al momento de seleccionar la concreta sanción,
entregando total libertad al Ministerio Público para proponer la sanción. Agrega que
la aplicación de un determinado tipo de procedimiento dentro de las alternativas que
ofrece el Código Procesal Penal (sea monitorio o simplificado) facilita el ejercicio de
una potestad discrecional arbitraria del Ministerio Público.
20°. Este análisis, para ser completo, requiere situar la aplicación de ese
precepto legal en el contexto del marco normativo donde se inserta, conforme a las
circunstancias concretas de la pandemia que hemos referido, a partir de la preceptiva
constitucional sobre estado de catástrofe (artículos 41 y 43 inciso tercero de la
Constitución), las disposiciones legales contenidas en el Código Sanitario (artículos
22, 23, 36, 55 y 65 inciso primero, así como en la Ley N° 18.415 (artículos 7° y 8°) y la
preceptiva administrativa que ha declarado estados de excepción (Decretos Supremos
N° 104 y N° 269, del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, de 2020, y Decreto
Supremo N° 72, de la misma Secretaría de Estado, de 2021) o establecido las medidas
sanitarias (como la Resolución Exenta N° 373, del Ministerio de Salud, de 2020).
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23°. Por ende, el juez competente deberá evaluar diversas cuestiones -jurídica
y doctrinariamente controvertidas- en relación con el artículo 318 en la gestión
pendiente, respecto de las cuales, por ende, no corresponde pronunciarse a esta
Magistratura, tales como si el delito allí previsto es de peligro abstracto o concreto;
acerca de la naturaleza del procedimiento conforme al cual se juzgará, sea monitorio,
simplificado u ordinario, a partir de la decisión adoptada por el persecutor penal; en
relación con la determinación de las circunstancias fácticas del caso; respecto de la
licitud o proporcionalidad de las medidas intrusivas adoptadas por el Ministerio
Público; en cuanto a la vinculación entre lo preceptuado en los artículos 318 del
Código Penal y 174 inciso cuarto del Código Sanitario; o, en fin, acerca de las
cuestiones que surjan por los nexos entre el precepto legal impugnado y lo dispuesto
en los artículos 318 bis y 318 ter del Código Penal o en cuanto a su relación con lo
previsto en el artículo 390 del Código Procesal Penal, entre otras.
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28°. No debe olvidarse, asimismo, que, conforme al artículo 342 del Código
Procesal Penal, la sentencia definitiva debe contener, entre otros aspectos, “[l]as
razones legales o doctrinales que sirvieren para calificar jurídicamente cada uno de los hechos
y sus circunstancias y para fundar el fallo”, por lo que dicha norma “(…) deja claro que las
cuestiones sobre determinación de la pena quedan cubiertas por el deber de motivación
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DOSCIENTOS
(…)” (Raúl Núñez Ojeda y Jaime Vera Vega: “Determinación Judicial de la Pena,
Motivación y su Control en el Derecho Penal de Adolescentes Chileno”, Política
Criminal, Vol. 7, N° 13, 2012, p. 179).
31°. Tampoco compartimos que el artículo 318 del Código Penal vulnere la
exigencia constitucional en orden a que la conducta que se sanciona esté expresamente
descrita en la ley.
32°. Somos conscientes del reproche que, precisamente por esta razón, suele
formular la doctrina al artículo 318, con no poca consistencia. Sin embargo, en el marco
constitucional y legal descrito, conforme a las circunstancias de la gestión pendiente,
no alcanzan a disuadirnos para adherir al pronunciamiento de inaplicabilidad.
El autor antes mencionado afirma que comprender el artículo 318 del Código
Penal como un delito cuya exigencia típica se satisface con la sola infracción de las
reglas de la autoridad, importaría sancionar la mera desobediencia. En tal sentido,
plantea que esa lectura desconoce el tenor literal de tal precepto en cuanto exige para
la satisfacción del tipo “poner en peligro la salud pública” y soslaya una interpretación
sistemática de los delitos contra la salud pública, especialmente, luego de los nuevos
tipos penales introducidos por la Ley Nº 21.240 (Londoño, Fernando (2020).
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36°. Bajo esa lógica, el núcleo esencial de la conducta sancionada está prevista
en la ley, por cuanto indica al sujeto activo, el objeto sobre el cual recae la conducta y
el verbo rector. El verbo rector es “poner en peligro”. La conducta sancionada es “poner
en peligro la salud pública por infracción de las reglas higiénicas o de salubridad, debidamente
publicadas por la autoridad, en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio”. Luego, el tipo
exige la puesta en peligro de la salud pública, pero ello no debe entenderse como un
delito de peligro concreto, puesto que este está previsto en el artículo 318 bis del
Código Penal, al castigar “[al] que, en tiempo de pandemia, epidemia o contagio, genere, a
sabiendas, riesgo de propagación de agentes patológicos”.
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40°. De este modo, el artículo 318 del Código Penal, en la identificación de “el
que pusiere en peligro”, se ha centrado en un marco de acción que tiene un volumen de
acciones potencialmente peligrosas de contagio y en otras donde es posible
descartarlo. La norma penal, centrada en una interpretación constitucionalmente
conforme, puede abarcar aún más conductas de riesgo que están predeterminadas por
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Esta cuestión no es solo una hipótesis, sino que se corresponde con los hechos.
Por ejemplo, en junio fue el momento más agudo del Covid durante 2020, las
detenciones realizadas por infracciones de la cuarentena sanitaria en horario diurno
(controles de identidad que se realizaban antes de la pandemia en horario entre 8:00
am y 23:59 pm, que corresponde en forma cercana a los horarios en los que no existe
toque de queda), correspondió solo al 0,18% de los controlados (17,7 millones de
controles aproximadamente). Para Mauricio Duce, aún con esta corrección sería una
cifra muy baja de infractores detenidos dentro de un universo muy significativo de
controles. Los datos del Poder Judicial que dan cuenta de los casos en que estas
supuestas infracciones fueron judicializadas son aún más bajos. Así, entre los meses
de marzo a mayo de 2020 se habrían judicializado 7.887 casos. De estos, 5.533 personas
habrían sido formalizadas por incumplimiento del artículo 318 del Código Penal. Para
Duce, esas cifras sugieren que la gran mayoría de la gente que circula en las calles,
pero particularmente en horario sin toque de queda, lo hace en forma legal, es decir,
con autorizaciones permitidas por la autoridad sanitaria. Esto es consistente con los
resultados de una encuesta desarrollada -en junio de 2020- por IPSOS y Espacio
Público en la Región Metropolitana que da cuenta de que 94% sale a la calle con
permisos de autoridad (Espacio Público).
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Por una parte, un criterio emanado desde el artículo 318 bis del Código Penal
ratifica que ese delito organiza el peligro concreto de contagio, esto es, el que, en
tiempo de pandemia, epidemia o contagio, genere, a sabiendas, riesgo de propagación
de agentes patológicos con infracción de una orden de la autoridad sanitaria.
Esta interpretación supone que buena parte de las conductas del Código
Sanitario pueden ser reconducidas al artículo 318 del Código Penal reprochado, con
lo cual no es posible declarar su inconstitucionalidad. No obstante, el riesgo específico
que dimana de la conducta, sin vincularlo al Código Sanitario, admite una fórmula
que puede ser conciliable con una determinación administrativa en sede penal que
responsabilice la dimensión de libertad comprometida, lo que puede, incluso, ser
desvirtuado con prueba en contrario. En ese entendido, admitimos una interpretación
conforme a la Constitución.
PREVENCIONES
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que la ley describa expresa, clara y comprensiblemente aquella conducta humana que
prohíbe y sanciona. (Ver roles N°s 24 c. 5; 306 c. 9; 468 c. 12; 559 c. 12; 781 c. 7; 1011 c.
4; 1351 c. 23; 1352 c. 23; 1432 c. 26; 1443 c. 23; 2615 c. 27; 2744 c. 8; 2846 c. 14 y 2953 c.
10).
5°. Que, desde esa perspectiva debe ser analizado el fenómeno de las
llamadas “leyes penales en blanco”, descritas como “aquellas leyes que solamente
contienen una conminación penal y que respecto del contenido prohibitivo remiten a leyes,
reglamentos e incluso actos administrativos, que se han promulgado autónomamente en otro
tiempo o lugar. De acuerdo con ello hay que distinguir entre norma sancionatoria y norma
complementaria. El tipo de la ley en blanco sólo se forma con la norma complementaria” (Hans-
Heinrich Jescheck: Tratado de Derecho Penal, Parte General, Volumen primero, Ed.
Bosch, Barcelona, 1978, pág. 150). También se ha señalado que “la ley penal en blanco es
aquella que determina la sanción aplicable, describiendo sólo parcialmente el tipo delictivo
correspondiente y confiando la determinación de la conducta punible o su resultado a otra
norma jurídica a la cual reenvía expresamente o tácitamente” (Enrique Cury, La ley penal
en blanco, Editorial Temis S.A., Bogotá-Colombia, 1988, p. 38);
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6°. Que, acerca de las leyes penales en blanco mucho se ha dicho y escrito,
admitiendo diversas clasificaciones, dentro de las cuales resulta relevante la que alude
a las leyes penales en blanco propias, propiamente tales o en sentido estricto,
entendidas como aquellas en las cuales alguno de los elementos del tipo no se
encuentra en la ley, sino que la misma se remite a una norma de rango infralegal que
termina de completar y delimitar la descripción del tipo, que no es completa ni
suficiente, pasando entonces la persecución penal a ser administrada por el poder
ejecutivo mediante la dictación de dichas normas administrativas infralegales que
amplían o restringen el campo de lo punible al determinar el contenido final del tipo.
8°. Que, tal sentido, las leyes penales en blanco vienen a relativizar la función
garantista de la legalidad y tipicidad penal. En cuanto a la norma del inciso final del
numeral 3° del artículo 19 de la Constitución Política, la doctrina penal sustantiva ha
señalado que el inciso noveno del N° 3° del artículo 19 constitucional pareciera
proscribir la posibilidad de existencia de leyes penales en blanco, pues ninguna ley
podría establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté expresamente
descrita en ella, y esto, indicaría una prohibición de remisión a otras disposiciones,
sobre todo si ellas son de una jerarquía inferior. Este criterio, por otra parte, fue
defendido por una considerable mayoría de los miembros de la Comisión que redactó
el proyecto de Constitución, de conformidad con cuyo punto de vista la disposición
tenía por objeto y significaba la proscripción de toda ley penal en blanco (Actas
Oficiales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, sesión 399, pág. 3151,
citada por Enrique Cury Urzúa, en su obra “Derecho Penal, Parte General”, Décima
Edición, 2010, Ed. Universidad Católica de Chile, p.178). A su vez, respecto de las
llamadas “leyes penales impropias”, este tribunal ha entendido que las remisiones a
otros cuerpos con rango y fuerza de ley son constitucionalmente legítimas, restando
el examen de las remisiones a normas o actos infralegales.
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11°. Que, al respecto, cabe observar las siguientes cuestiones acerca del
precepto cuestionado:
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males de salud hace décadas, como lo es por ejemplo el VIH, y todo ello constituye
efectivamente un peligro para la salud pública.
12°. Que, por consiguiente, queda claro que la delimitación del tipo no es
clara ni delimitada en su núcleo esencial por la ley, al punto que no se cumple el
estándar de descripción suficiente ni de ley cierta, de acuerdo a los estándares de
permisividad de leyes penales determinados por esta Magistratura a partir de su
sentencia Rol N° 24, al no ser reconocibles los límites y elementos de la conducta
tipificada. Adicionalmente, resalta el incumplimiento de tales estándares al poder ser
complementada la norma impugnada por actos administrativos de efectos
particulares y diferentes de un reglamento general y abstracto.
13°. Que, por todo lo expuesto que estos previnientes consideran que el
requerimiento debe ser acogido, además, por ser el precepto cuestionado una ley
penal en blanco, infringiendo el inciso final del numeral 3° del artículo 19 de la
Constitución Política.
I.- GENERALIDADES
2°. Que, si bien es cierto, por razones muchas veces de orden populista, el
Derecho penal ha ampliado sus horizontes a espacios relegados otrora al Derecho
administrativo y disciplinario, no menos viable es que se debe racionalizar la
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3°. Que el Derecho penal nuclear se concibe como el Derecho penal de bienes
jurídico-penales altamente personales, protegido mediante tipos configurados como
delitos de lesión. Por su parte, el Derecho penal accesorio, empieza a tomar como
referente, como ratio de tutela a los bienes jurídico-penales supraindividuales o
colectivos, a los intereses difusos, contando, como recurso de técnica legislativa,
fundamentalmente, con los denominados delitos de peligro, así como recurriendo a la
técnica de la ley penal en blanco. Es por ello que, junto a la constatación de déficits de
legitimidad, también se ha criticado la merma de garantías que supone el recurso
legislativo a los delitos de peligro.
6°. Que no cabe duda que de algún modo las leyes penales en blanco atentan
contra el “nulla poena sine lege scripta”, sin embargo, la duda surge de manera abierta
en aquellas leyes penales en blanco propias, esto es, en la utilización de instancias
legislativas de jerarquía inferior a la ley, pues aquellas serían verdaderos agravios al
artículo 19 N° 3, inciso final, del Código Político, que obliga que la descripción de la
conducta a sancionar aparezca expresamente descrita en la ley (principio de
taxatividad penal).
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DOSCIENTOS DIEZ
8°. Que para calificar una conducta como peligrosa, desde la perspectiva
jurídico-penal, habrá que verificar la probabilidad de lesión, en el caso concreto,
atendiendo los bienes jurídico-penales potencialmente puestos en peligro y al ámbito
de actividad donde se despliega esa situación, y ello con independencia de la
posibilidad de evitación de la lesión por el autor. Tal situación de peligro opera como
límite a la actuación incriminadora del legislador: la legitimidad del castigo de
conductas peligrosas está vinculada al respeto a esos límites axiológicos, pues sólo en
la medida en que se incriminen conductas con suficiente peligrosidad normativa en
abstracto se respetarán los postulados del Estado de Derecho, en particular, los
principios de intervención mínima y ultima ratio del Derecho penal-constitucional.
Corcoy Bidasolo, señala que en “aquellos delitos en los que se protege un bien
jurídico-penal supraindividual y además se requiere la concurrencia de un peligro
concreto para otro bien jurídico-penal existe un plus de antijuridicidad y lesividad –
los llamados delitos de peligro concreto-, respecto de los delitos en los que únicamente
se protege el mismo bien jurídico-penal supraindividual –los llamados delitos de
peligro abstracto-“, puesto que, asegura la autora, en los delitos de peligro concreto se
lesiona el bien jurídico supraindividual, y simultáneamente se pone en peligro uno
individual por medio de la estructura de una tentativa de lesión respecto del último
(Corcoy Bidasolo, Mirenxtu, Delitos de peligro y protección de bienes jurídico-
penales supraindividuales, Valencia, Tirant lo Blanch, 1999, pp. 144-145).
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11°. Que una parte importante del debate en torno a la aplicación del artículo
318 del Código Penal, en un el contexto de pandemia tiene que ver, en primer término,
con si este ilícito se inscribe dentro de la categoría de los delitos de peligro abstracto o
concreto. Así, quienes estiman que conforma un delito del primer grupo sustentan
que el solo quebrantamiento de la cuarentena, por ejemplo, salir de casa sin la
autorización dispuesta por la policía, hace presumir un peligro para la salud pública,
desde que, como indica el tipo penal, tal conducta importa la infracción de reglas
higiénicas o de salubridad, debidamente publicadas por la autoridad, en tiempo de
epidemia.
12°. Que, para algunos estudiosos, el artículo 318 contempló una genuina
figura de peligro abstracto desde su entrada en vigor hasta 1969, al sancionar al que
“infringiere las reglas higiénicas o la salubridad acordadas por la autoridad en un
tiempo de epidemia o contagio” (El Mercurio Legal: Consideraciones acerca del art.
318 del Código Penal en tiempos de Covid-19 por Jaime Salas). Sin embargo, a partir
de la modificación legal introducida el 11 de junio de 1969, se incorpora la expresión
“pusiere en peligro la salud pública”, permitiendo pasar de un delito de peligro
abstracto, donde bastaba la mera infracción a las reglas sanitarias, hacia uno de peligro
concreto, o bien, abstracto-concreto o de aptitud / idoneidad, donde, además de
exigirse la infracción de la regla sanitaria, debe ponerse en peligro la salud pública.
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13°. Que el profesor Juan Pablo Mañalich señala que “El artículo 318 del
Código Penal, antes y después de la modificación de junio de este año, tipificaba y
sigue tipificando un delito de peligro abstracto contra un bien jurídico individual, que
deberíamos identificar con la salud de cualquiera persona natural. Parece fundada la
tesis de que, tanto el artículo 318 como el artículo 318 bis, tienen el carácter de leyes
penales en blanco propias, por lo que esto debería llevar a preguntarnos si los
estándares que el Tribunal Constitucional chileno ha fijado para determinar la
aceptabilidad constitucional de esa particular técnica legislativa se ven o no
satisfechos en este caso. Esto genera cierta presión para la manera en que debamos
interpretar esas disposiciones y en especial el artículo 318; deberíamos reconocer que
un constreñimiento nos impone, a la hora de perfilar una determinada propuesta
interpretativa, que esa propuesta logre adecuar la norma a la exigencia constitucional
de determinación” (UACh. https://diario.uach.cl/expertos-abordaron-el-covid-19-y-
su-impacto-en-el-derecho-penal/).
Es así, que el Derecho penal como sector del ordenamiento jurídico penal-
constitucional regula las relaciones humanas y ordena a la sociedad para hacer posible
la convivencia, y en tal rol protege valores fundamentales para el individuo y la
comunidad, conminando de sanciones y mediante la fijación de medida de seguridad
para quienes contra ellos atenten. El principio de lesividad incordiado en la
configuración de los delitos concretos como requisitos de tipicidad o de
antijuridicidad, según la doctrina que se sustente, todos ellos en afán de determinar
consensuadamente la naturaleza, contenido y funciones del bien jurídico protegido.
Los bienes jurídicos penales han de verse como concreción de los intereses
reales de los individuos, directos o indirectos, que merecen por su importancia
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fundamental la máxima protección que supone el Derecho Penal. Así entendidos, han
de constituir las referencias básicas para determinar la función del Derecho Penal en
un Estado social y democrático de Derecho (Santiago Mir Puig, Límites del
Normativismo en Derecho Penal, In memoria de Eduardo Novoa Monreal,
Universidad Central, 2007, p. 45).
15°. Que por su parte Carlos Nino afirmó que “todo delito lesiona un bien
jurídico…de modo que no es concebible un delito que no lesione un bien jurídico
protegido” (Nino, Consideraciones sobre la Dogmática Jurídica, México, UNAM,
1974, p. 56). El principio de dañosidad social es correlativo a la protección de bienes
jurídicos, en el entendido que la conducta humana solamente puede ser un injusto
punible si lesiona un bien jurídico, de modo que la conducta ilícita lesiona intereses
materiales de otras personas, es decir, que lesiona bienes jurídicos.
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17°. Que los criterios para estimar al principio de lesividad u ofensividad como
elementos que escapan a la constitucionalización sin visualizar estándares de
racionalidad que debe asistir al legislador al momento de creación de la norma, resulta
pertinente esgrimir que, en los delitos de peligro abstracto, conforman una especie de
presunción de derecho de existencia del peligro, que por lo mismo se priva a la noción
de peligro de toda función en la estructura del tipo, es decir, el injusto. Se está
construyendo un delito a partir de un concepto vacío, de una mera idealidad (una
ficción).
18°. Que cabe tener presente que en el proceso de tipificación de los delitos de
peligro abstracto no se establece la relación de inmediatez del peligro como un bien
jurídico, por tanto, se conforma una presunción de peligro para un bien jurídico que
no admitiría prueba en contrario (iure et de iure). En resumen, con la creación de esos
delitos el legislador estaría castigando meros comportamientos y vulneraría el
principio de lesividad (nullum crimen sine iniuria).
19°. Que “La presunción de derecho del peligro implica sin duda unos costos
evidentes, que se sufragan sacrificando los principios liberales. La disminución de los
requisitos de punibilidad es al mismo tiempo una merma de las posibilidades de
defensa y supeditan al juez al legislador. El alejamiento de los principios penales
capitales acarrea, como obligada consecuencia -perseguida sin duda por sus
defensores- un desconocimiento de los principios procesales tradicionales, que
forman parte, indudablemente, del Derecho Penal Liberal, en cuanto medios
indispensables para su realización práctica en una organización jurídica democrática”
(Carlos Künsemüller Loebenfelder, op. cit. p. 188).
20°. Que, en la doctrina nacional señaló Garrido Montt: “Los delitos de peligro
abstracto no requieren la verificación de si la acción estuvo en la real posibilidad de
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Sólo será idónea aquella intervención penal que parezca capaz de contribuir
al objetivo de prevención de los delitos que lesionen o pongan en peligro el bien
jurídico – penal a proteger. Es lo que se denomina el principio de utilidad. Si el
Derecho penal de un Estado constitucional se legitima sólo en cuanto protege a la
sociedad, perderá su justificación si su intervención se demuestra inútil, por ser
incapaz de servir para evitar delitos.
Sólo será idónea la intervención penal que sirva para evitar la lesión del bien
jurídico-penal que se trata de proteger, debiendo tipificarse únicamente como delitos
hechos que lesionen o pongan en peligro bienes jurídicos penales concretos. Ello se
conecta con el principio de lesividad ya señalado, de forma que sería inútil la
protección de un bien jurídico – penal abstracto, donde el peligro es un juicio de
probabilidad “ex ante”: la conducta peligrosa no deja de serlo porque no cauce un
resultado de lesión. La crítica es prever delitos de peligro que resulten inidóneos para
la protección de bienes jurídicos – penales. No es la eficacia lo susceptible de
discutirse, sino la proporcionalidad en sentido estricto, a la gravedad del hecho, el
cual puede acudir a las sanciones administrativas y no necesariamente al Derecho
penal.
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22°. Que en la descripción típica del actual artículo 318 del Código Penal tras
ser promulgada la ley N° 17.155, que modificó su redacción, en la actualidad además
que se infringiere las reglas higiénicas y la salubridad acordadas por la autoridad en
tiempo de epidemia o contagio, se adicionó la puesta en peligro de la salud pública,
infringiéndose el “principio de lesividad” en la formulación del tipo respectivo. En
efecto, nadie puede ser castigado por un hecho que no ofenda bienes jurídicos de
relevancia constitucional y el principio de lesividad en concreto, consiste en que nadie
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puede ser castigado por un hecho que, aun correspondiendo a un tipo normativo de
delito, no produzca en concreto, al bien por este protegido, algún daño o peligro,
circunstancia que tanto el legislador como el juez requieren en virtud del principio
citado (lesividad), establecer la conducta dañosa o de peligro en una ley ordinaria, en
virtud que las propias garantías constitucionales son un límite o condición sine qua
non de la intervención penal.
23°. Que, por otra parte, la concepción de bien jurídico permite inferir en
términos lógicos, que la cuestión surgida sobre los delitos de peligro implica la
exigencia que para que esté justificado el castigo penal de un comportamiento, como
consecuencia de que esté el bien tutelado efectivamente, susceptible de verse afectado
mediante un peligro. De lo anterior se desprende, en primer término, la exclusión de
la legitimidad de los delitos de peligro abstracto y, en segundo lugar, una precisa y
rigurosa caracterización de los delitos de peligro concreto, dado que el daño como el
peligro eventual, configurados como elementos constitutivos del delito deberán ser
objeto de prueba a cargo de la parte acusadora.
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En resumen, y en relación a este aspecto para que exista una intervención del
Derecho penal deben concurrir tres requisitos: infracción de la medida sanitaria, que
la conducta sea idónea “ex post” atendida las circunstancias necesarias para afectar la
salud pública y, por último, que el sujeto supiera que su conducta era idónea para
afectar efectivamente la salud pública.
27°. Que, los límites en la aplicación de los delitos de los artículos 318 y 318 bis
del Código Penal son el respeto del principio de lesividad, el principio de
antijuridicidad material y, consecuencialmente, no es posible castigar
automáticamente la infracción de las medidas dictadas por la autoridad sanitaria. Se
afecta un elemento subjetivo, el dolo, atendido que para que pueda sancionar por
estos delitos hace falta que el sujeto sepa que está contagiado o tenga indicios de ello,
y con los cambios constantes de la pandemia, las medidas sanitarias no resultan tan
evidentes en este punto lo cual desde el punto de vista de la infracción de medidas
sanitarias es un elemento del tipo, como acaece con los artículos 318 y 318 bis ya
citados.
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X.- CONCLUSIONES
28°. Que atendido lo razonado en los motivos expuestos no cabe más que
acoger el requerimiento deducido a fojas 1 y ss. de estos autos.
Rol N° 9926-20-INA
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