El Imperio Persa
El Imperio Persa
El Imperio Persa
Se formo en de la unión de los pueblos medos y persas, se desarrollaron en la meseta de la que hoy es Irán, hacia el año
1500 a.C. Se expandieron a los largo del Medio Oriente. Dario I fue su principal impulsor a nivel económico y territorial,
aunque su expansión territorial se inició con el reinado de Ciro II.
La expansión del Imperio persa continuó durante los reinados de los inmediatos sucesores de Ciro. Su hijo Cambises
(530-522) conquistó fácilmente Egipto e incorporó Cirene a sus estados; pero al intentar ocupar Nubia y mandar, al
mismo tiempo, una expedición al oasis de Ammán sufrió un doble fracaso; enfurecido, maltrató a los egipcios y a sus
dioses. Un pretendiente que se hacía pasar por su hermano muerto se levantó en Persia, y Cambises murió al ir a sofocar
la rebelión.
Darío I, de otra rama de la familia, ocupó el trono y apaciguó el Imperio. Volvió a Egipto, conquistando el afecto de su
población por su trato moderado (517). La llegada al Egeo le puso en contacto con el mundo helénico. Realizó una
expedición a Escitia (Ucrania), atravesando el Helesponto y el Danubio, en la que tomaron parte los griegos del Asia
Menor, sometidos a su poder (515). Poco después, las ciudades jonias se sublevaron e incendiaron Sardes. Atenas les
ayudó. Este es el motivo de las guerras médicas, lucha entre dos ramas de la gran familia indoeuropea, cada una con
ideales distintos. A pesar de que Persia contaba con la mayor fuerza militar y política, no pudo vencer a los pequeños
estados griegos.
El ejército del imperio persa era un ejercito de campesinos fuertes. Su arma era el arco, que manejaban hábilmente. Su
acción a distancia desconcertaba al enemigo, que se veía en seguida atacado por una caballería muy poderosa. Contaba,
además, con numerosas fuerzas auxiliares de las diversas partes del Imperio. En cambio, su flota tenía que formarse con
un conglomerado de la de los países vencidos: Jonia, Fenicia, Egipto y Cilicia; frente a ella la flota ateniense tenia unidad.
El soldado persa era ágil y sufrido, incansable y sobrio; un puñado de dátiles y un pedazo de duro queso le bastaban.
Darío fue un gran monarca, humano y razonable como Ciro. Con él, llega a su perfección el sistema administrativo que un
Imperio tan vasto requería. Se dividía en veinte provincias, incluyendo el Penjab, en la India, conquistada hacia 510
(veintiuna con Tracia, que después se perdió). Cada provincia tenía a su frente un sátrapa, que dirigía libremente los
asuntos interiores. Cada satrapía pagaba grandes contribuciones a la caja real. El oro del imperio persa se hizo famoso.
Darío fue el primero que acuñó regularmente dicho metal. Sus monedas, con la imagen del rey como arquero, se
llamaban dóricos. La antigua Susa, capital del Imperio, estaba unida con las comarcas más apartadas del mismo por
medio de caminos muy bien conservados.
Los sucesores de Darío
Darío murió en 485 y le sucedió su hijo Jerjes, quien después de sofocar varias revueltas realizó su famosa y fracasada
expedición a Grecia. Convertido en un déspota oriental fue asesinado en 465. El antiguo espíritu de las tribus de Persia
había desaparecido al adoptar las modas orientales. Los persas tenían desarrollado el sentido de la imitación. Tomaron el
vestido de los medos, el lujo de los babilonios, algunas prendas de los egipcios, ritos de los sacerdotes caldeos. Todo ello
acentuó el despotismo de sus monarcas. Sus servidores estaban siempre expuestos a una terrible muerte. Esto explica
que las intrigas fueran constantes, debilitando a la monarquía y poniéndola indefensa en manos de Alejandro de
Macedonia, dos siglos después de haber alcanzado el máximo poder de Oriente.
Durante el largo reinado del hijo de Jerjes, Artajerjes I Longimano (465-424), la monarquía del imperio persa mantuvo aún
su prestigio y su poder, mostrándose el rey tolerante y muy amigo de los judíos. Tuvo que sofocar varias revueltas e
intrigas palatinas y muy serias insurrecciones en Egipto, apoyadas por Grecia. Continuó la lucha con Atenas, pero el
monarca persa supo aprovecharse de las desacuerdos entre los Estados griegos para conseguir mejores condiciones de
lo que los hechos militares permitían esperar
Después de un período de turbias intrigas y asesinatos palatinos, queda afianzado en el trono Darío II Ochos (424-405).
Su reinado está lleno también de intrigas y es interesante en relación con las luchas entre los griegos. Gracias al apoyo
imperio persa, acentuado por Ciro, el ambicioso hijo del Gran Rey, Esparta pudo vencer a Atenas.
A su suerte, en 405, Ciro intentó arrebatar el reino a su hermano Artajerjes II, con la ayuda de un ejército de mercenarios
griegos. En Cunaxa los griegos vencieron, pero Ciro murió, y pasaron grandes penurias para llegar a la costa del Mar
Negro (retirada de los Diez mil). Gracias a las desacuerdos entre los griegos, Artajerjes logró imponer la llamada paz del
Rey, que restablecía su Imperio con la extensión que tuvo en tiempos de Darío I. Tuvo que sofocar peligrosas revueltas
en Chipre y Egipto, complicadas con una gran conjuración de sátrapas. Después de un largo reinado, murió el año 359.
Artajeijes III, su hijo, le sucedió y reconquistó Egipto. Murió asesinado por su favorito Bagoas, que cometió muchos
crímenes hasta ser también asesinado por Darío III (336), el rey vencido por Alejandro y con el que halla su fin el Imperio
persa.