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Tatiana Celume Byrne

196
Agua, Medio Ambiente y
Nueva Constitución Consideraciones
Constitucionales del Agua
Tatiana Celume Byrne1

¿Qué cuestiones relativas al agua se contienen hoy en el texto constitucional?


¿Por qué es importante considerar a las aguas en la Constitución Política? ¿Qué
elementos debiera tener una constitucionalización del agua?

1. Contexto constitucional de las aguas


Creemos que este recurso natural ha sido un olvidado en la Constitución Polí-
tica. Tal vez, porque su previa consideración legal (en el Código Civil, que data
de 1855) y su amplio desarrollo lo dejó relegado en aquella órbita.

El agua es un bien nacional de uso público pero esa declaración, que en sí


es bastante contundente, en el ordenamiento actual, carece de un verdadero
contenido2. Hoy, la Constitución no contiene ninguna declaración afirmando
ni el carácter público de las aguas ni su connotación de bien nacional de uso
público3. Por este motivo, no son explícitos cuáles serían los lineamientos

  Abogada de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Máster en Regulación Económica y Doctora


1

en Derecho por la Universidad de Salamanca. Docente investigadora de la Universidad San Sebastián,


Sede Bellavista. Investigadora principal del Fondecyt N°11180644.
  Para Celume Byrne (2015, p. 39) “[…] el Código de Aguas vigente, no admite consideraciones para la sus-
2

tentabilidad de los acuíferos -evitando el sobreotorgamiento de derechos y su consecuente sobrexplo-


tación-; tampoco vela por asegurar el acceso al recurso para el consumo humano; prescinde de reglas
para promover el uso múltiple de las aguas -olvidando la función ecosistémica del recurso-; condiciona
la actuación de la Administración para intervenir en épocas de sequía; se sustrae en lo que atañe a la
creación de incentivos para reutilizar las aguas; y se aparta de sentar las bases para una planificación
integrada del recurso hídrico a nivel de cuenca.
  Hay algunos autores, como Montt Oyarzún (2009) que sostienen que existiría un verdadero vínculo
3

dominical entre el Estado y los bienes nacionales de uso público.

197
que tal declaración envuelve y sólo queda asumir que las aguas han sido
publificadas por los intereses generales de la nación. Ahora bien, si se revisa
la legislación para extraer, a partir de ella, cuáles son los fundamentos de
por qué las aguas no están en el tráfico jurídico privado, se puede llegar a la
conclusión de que bajo el marco jurídico constitucional y legal de los años
‘80, se pretendió que fuera el mercado el único sujeto con competencias en
la reasignación del recurso4. La Administración quedó relegada a un papel
secundario como un mero asignador de derechos de aprovechamiento sin
cortapisas en su otorgamiento, salvo el cumplimiento básico de condiciones
formales en la presentación y de requisitos de fondo como la disponibilidad
jurídica (y no material) del recurso5.

Cualquier consideración ambiental o de conservación y protección del re-


curso no tuvo cabida en la concepción original del estatuto constitucional y
legal de las aguas, sin perjuicio de que la Constitución, originariamente, con-
templara el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación.

En el texto constitucional vigente se ha privilegiado amparar o proteger el


derecho de aprovechamiento que recae sobre las aguas. Ha existido por
parte del constituyente un excesivo temor de ver este derecho afectado
por la regulación administrativa. No olvidemos que, fruto de la Reforma
Agraria, el derecho de aprovechamiento quedó sometido a una tasa de uso
racional y beneficioso6. Según señala Celume Byrne (2013, p. 73) “Las mo-
dificaciones de la Ley N°16.640 no tuvieron por objeto sanear un vicio de
la legislación anterior, sino a ofrecer una intervención administrativa más
exacerbada e intensa”.

A partir de 1980, se somete al derecho de aprovechamiento al estatuto de


la propiedad resguardada constitucionalmente. Según dispone el artículo 19

4
  Para Celume Byrne (2013, p. 191) […] la finalidad de la afectación [del recurso] es el respeto a la
polifuncionalidad de las aguas y, para sus aprovechamientos extractivos, la asignación eficiente del
recurso hídrico. De este modo, podremos justificar la creación de los mecanismos legales tendientes
a la formación de un mercado de aguas en Chile, o mejor dicho, de un mercado de derechos de apro-
vechamiento”.
5
  Hay autores como Vergara Blanco (2015, p. 155) que sólo pretenden restringir o limitar la actuación de
la Dirección General de Aguas y señalan que “su misión es construir derechos de aguas”
6
  Por su parte, Bauer (2002, p. 67) señala que “El Código de Aguas tenía dos metas principales: facilitar
la redistribución de tierras y aumentar la eficiencia del uso agrícola del agua. Para lograr estas metas el
Código favorecía una intervención estatal más fuerte en vez de la iniciativa privada”.

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N°24, inciso final de a Constitución: “Los derechos de los particulares, cons-
tituidos o reconocidos en conformidad a la ley, otorgarán a sus titulares la
propiedad sobre ellos”. Esta subsunción, se tradujo en una reserva legal que,
implicó lo siguiente:

a) Sólo la ley puede determinar el modo de adquirir los derechos de aprove-


chamiento de aguas, artículo 19 N°24, inciso 2°. Hoy coexisten, parale-
lamente modos de adquirir administrativos regulados y modos de adquirir
que provienen del reconocimiento o de regularizaciones judiciales. Lo
anterior ha contribuido a generar incerteza jurídica y, en sus efectos prác-
ticos, ha conducido a un sobre otorgamiento de derechos de aprovecha-
miento en zonas muy sensibles a la sequía7;

b) Los atributos, las modalidades, la duración y el contenido de los derechos


de aprovechamiento, sólo pueden ser determinados por la ley, de con-
formidad al artículo 19 N°24, inciso 2. La ley ha creado un sistema de
“remates” (subasta) para el otorgamiento de derechos de aprovechamiento
cuando existen dos o más solicitudes en un mismo lugar y en un tiempo
determinado. Ello, ha generado que no se priorice ni el consumo humano
ni el saneamiento en el otorgamiento de derechos;

c) Según dispone el artículo 19 N°24, inciso 2, cualquier limitación al de-


recho de aprovechamiento u obligación impuesta a su ejercicio, debe ser
hecha por la ley y en consideración a la función social de la propiedad.
Esto último significa que las restricciones sólo pueden basarse en los inte-
reses generales de la nación, la utilidad y salubridad pública, la seguridad
nacional o la conservación del patrimonio ambiental. Actualmente, la ley
no contempla ninguna causal de caducidad o de extinción de los derechos
de aprovechamiento. Estos son otorgados indefinidamente a su titular y
tampoco están sujetos a restricciones en su tenencia, como podría ser el

  Encontramos una opinión contraria en Rivera Bravo (2013, p. 205), que dispone que es necesario ajustar
7

o adaptar los derechos preexistentes, con la finalidad de: “a) conciliar todos los derechos de aprovecha-
miento que coexisten tras el cambio normativo del año 1981 […], y b) unificar el marco jurídico aplicable
a dichos derechos, de manera que puedan ser íntegramente regidos por las prescripciones del Código
de 1981”. Discrepamos de esta autora y creemos que las disposiciones transitorias que regularizan,
fijan, ajustan o determinan estos usos debieran haber tenido un plazo para efectuar el acomodo. Ya
han transcurrido más de cuarenta años desde la entrada en vigencia del Código de 1981 y estos pro-
cedimientos sólo han servido para causar incertidumbre jurídica, sobre otorgamiento de derechos y la
sobrexplotación de acuíferos.

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establecimiento de una tarifa por su tenencia. Hoy sólo están gravados
por una patente por no uso, la que ha demostrado ser ineficaz y muy
gravosa para la Administración8;

d) Cualquier privación o expropiación de los derechos de aprovechamiento


(o una parte de ellos o de sus facultades o atributos) sólo podrá hacerse
por una ley, general o especial, que autorice la expropiación por causal
de utilidad pública o de interés nacional, previamente calificada por el
legislador. Ello, según lo dispone el artículo 19 N°24, inciso 3. Lo ante-
rior, con la finalidad de mantener un equilibrio entre los intereses de los
particulares y las necesidades públicas que deben ser satisfechas por el
Estado. Si bien la Constitución permite la expropiación, en Chile, desde
la vigencia de la Carta Fundamental de 1980, nunca se ha expropiado un
derecho de aprovechamiento.

e) La Constitución sólo permite al legislador el establecimiento de restricciones


especiales al ejercicio del derecho de propiedad fundadas en la protección
al medio ambiente, según o dispone el artículo 19 N°8, inciso 29. Por ello,
la protección de las fuentes de aguas, es bastante limitado y la ley sólo con-
templa la existencia de un caudal mínimo ecológico el cual se aplica a los
derechos de aprovechamiento constituidos a partir del año 200510.

f) Los titulares de derechos de aprovechamiento de aguas están garantiza-


dos con el ejercicio de la acción de protección constitucional que ampa-
ra al derecho de propiedad. Por este motivo, no pueden ser amenazados
ni perturbados o privados del libre ejercicio de su derecho. Esta acción,
contemplada en el artículo 20 de la Constitución, puede ser ejercida en
contra de cualquier persona o autoridad y persigue el restablecimiento
del derecho y asegurar la debida protección del afectado.

8
  Para un análisis de la patente por no uso de las aguas, su implementación, la determinación de sus
costos y los efectos que ha tenido, ver Meza Suárez (2014)
9
  Para saber más sobre esta materia, se recomienda leer la obra de Guzmán Rosen (2010)
10
  La figura del caudal ecológico ha sido duramente criticada por la doctrina. A saber, Boettiger Phillips
(2013) señala que produce una desigualdad entre los usuarios, que se puede constituir de manera du-
plicada con el caudal ambiental, que existe una doble revisión administrativa por parte del SEIA y de la
DGA y que genera inconvenientes como carga en la organización de usuarios.

200
g) Cualquier regulación legal al derecho de aprovechamiento no podrá
afectar su contenido esencial ni podrá establecer limitaciones, graváme-
nes o restricciones que impidan su libre ejercicio, de conformidad a la
cláusula constitucional, contenida en el artículo 19 N°26.

2. La importancia de relevar la protección constitucional de las aguas


Como señala Zúñiga (2005, p. 1): “El tema «Constitución y Dominio Público»
guarda estrecha relación con un viejo tema de la Teoría del Estado y las doctri-
nas relativas al vínculo jurídico que el Estado tiene con uno de sus elementos
esenciales, el territorio o espacio”. Uno de aquellos elementos esenciales está
constituido por el agua. Las fuentes naturales de abastecimiento son el espa-
cio de las aguas territoriales. La Constitución no solamente debe consagrar
en su texto qué vínculo tiene el Estado con el agua (como el dominical que
contempla en el caso de la propiedad minera), sino que debe establecer cuá-
les son los lineamientos y los objetivos de dicha declaración.

La connotación pública de las aguas conviene trazarla desde su concepción


constitucional. No debieran existir dudas en cuanto a la naturaleza pública
de las aguas. La duda persiste en qué implicancias ello tiene. Ya es un he-
cho que las aguas constituyen bienes nacionales de uso público11. Sin em-
bargo, es relevante considerar qué papel tiene el Estado en el otorgamiento
de derechos de aprovechamiento y en su reasignación; qué consideraciones
medioambientales tiene el recurso hídrico; cuál es la función social que cum-
plen las aguas y, por lo tanto, cuáles son los límites o restricciones que tienen
sus usuarios.

Tanto la Constitución de 1925 como la de 1980 constituyen textos neutrales


que se limitaron a relegar al legislador todo el estatuto de los aprovechamien-
tos particulares sobre las aguas. Ello ha trascendido en que no han existido
lineamientos claros en cómo debe el Estado planificar las aguas. Depende
del ánimo cambiante del legislador si se opta por un modelo neoliberal en
la reasignación de derechos (como ocurrió en los años 80`) o de un modelo
interventor del recurso (como ocurrió a fines de los años 60`).

  Para un estudio acerca de las connotaciones de los bienes nacionales de uso público, véase Cordero
11

Quinzacara, Eduardo (2019)

201
Tanto la concepción como la realidad del recurso hídrico ha cambiado. Si
antes las propuestas se dirigían a un recurso abundante en cuantía, hoy las
preocupaciones giran en torno a su escasez relativa y a la consideración de
una sequía permanente que azota el territorio. Si hasta ayer, el objetivo del
legislador era la certeza jurídica y la construcción de obras privadas para fo-
mentar la economía, hoy existen grandes preocupaciones en torno al reparto
equitativo de las aguas a los sectores vulnerables de la población y al mante-
nimiento de un equilibrio ecológico en el uso de las aguas.

3. Qué consideraciones debe tener un nuevo texto constitucional en


materia de aguas.
a) Conceptualización Régimen Público de las Aguas: bien nacional de uso
público o bien de dominio público

Una primera cuestión a despejar es que la Constitución debe pronunciar-


se respecto al régimen público de las aguas. Si bien las aguas son bienes
nacionales de uso público, el constituyente puede legítimamente discutir
la posibilidad de estatizar el recurso hídrico. Una propiedad estatal del
recurso no necesariamente solucionaría todas las omisiones que la ac-
tual regulación contiene. Además, estatizar las aguas, inevitablemente,
nos conduciría a discutir la necesidad o no de indemnizar a los actuales
titulares de los derechos de aprovechamiento. Experiencias en torno a esta
última opción existen tanto a nivel nacional (como ocurrió con la nacio-
nalización del cobre), como internacional (como es el caso de las aguas
en Australia)12. Sin perjuicio de ello, cabe destacar que la tradición chile-
na que, arranca desde los albores de la revolución francesa, ha considera-
do las aguas como bienes nacionales de uso público y dicha connotación
es tan amplia que puede proporcionar enormes ventajas al constituyente
al momento de hacer los lineamientos sobre su uso y aprovechamiento.

12
  Para Vergara Blanco (2018, p. 237) la reforma constitucional en materia minera no cambió el estado
anterior de las cosas, sólo constituyó una reafirmación. De esta forma, a su juicio, “Si bien esta reforma
constitucional tuvo otras consecuencias políticas no del todo correctas a la luz de los principios del de-
recho, por haber incluido expropiaciones que no se indemnizaron siempre, […] su contenido jurídico se
presentaba como el mismo que históricamente había detentado el Estado frente a las minas […]”. La ex-
periencia australiana es completamente distinta a la situación chilena. Sin perjuicio de ello, se realiza-
ron expropiaciones y se indemnizaron a los usuarios. Para más información, consultar “The Australian
Water Reform Journey”, disponible en: https://waterpartnership.org.au/wp-content/uploads/2016/08/
AWN-Australian-Water-Reform-Journey.pdf
202
b) Priorización del consumo humano (Derecho humano al agua y al sanea-
miento)

El derecho humano al agua y al saneamiento constituye la reivindicación


más importante en materia constitucional del agua. Esta declaración no
está contenida en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948)
ni en el Pacto Internacional de Derechos Civiles (1966). Sin embargo,
puede desprenderse de:

La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discrimina-


ción hacia la mujer (1979), que establece la necesidad de contar con
condiciones de vida adecuadas, especialmente en vivienda, servicios sa-
nitarios, electricidad, abastecimiento de agua potable, transporte y comu-
nicaciones.

La Convención sobre Derechos del Niño (1989): que proclama el disfrute


al más alto nivel posible de salud.

La Convención sobre derechos de personas con discapacidad (2006): que se


refiere al derecho al acceso con igualdad a los servicios de agua potable.

El reconocimiento del Derecho al agua potable y al saneamiento como un


derecho esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos hu-
manos lo encontramos en la Resolución de la Asamblea General de Naciones
Unidas N°64/292 de 2010 cuyo antecedente es la Observación General N°15
del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (2002)13. Ningu-
na de estas resoluciones tiene valor jurídico vinculante. Como señala Salinas
Arcega (2006, p. 101), “[…] un buen número de los textos internacionales antes
citados son, en realidad, Declaraciones carentes de obligatoriedad jurídicas,
por lo que las menciones que en ellas se hacen al acceso al agua no conlleva-
rían ninguna obligación para los Estados”. Se requiere una convención inter-
nacional o la inclusión en el derecho interno del Estado para hacerla eficaz.
Ahora bien, no basta el sólo reconocimiento constitucional como derecho
fundamental, sino que se debe garantizar el desarrollo de la legislación que
determina su contenido, sentido y alcance, junto con los recursos administra-
tivos y jurisdiccionales para su efectividad (y sancionar su violación).

13
  Para un estudio acabado sobre la evolución del derecho al agua desde una visión histórica al reciente
derecho español, ver Embid (2006)
203
La Constitución debe crear y fortalecer este derecho creando una priorización
para el consumo humano y el saneamiento en la asignación, en la reasigna-
ción y en la limitación de los derechos de aprovechamiento. Además, debe
garantizar este derecho por medio de acciones constitucionales de tutela efec-
tiva, como lo es el recurso (o acción) de protección.

Creemos que especial mención merece el agua potable rural. Los servicios sa-
nitarios rurales constituyen la empresa sanitaria más grande del país. Es nece-
sario que la Constitución fomente el modelo cooperativo en el abastecimiento
del agua potable rural.

c) Respeto y protección a los usos ancestrales y ecológicos del recurso


(principio de la polifuncionalidad del agua)

La actual consideración del uso y aprovechamiento de las aguas tiene


una clara connotación extractiva. El derecho de aprovechamiento está
concebido para su “uso” y “goce” y no deja espacio para que un titular
haga un uso no extractivo de las aguas ya que se expone a sanciones. Jus-
tamente, la modificación al Código de Aguas del año 2005 sanciona con
la aplicación de una patente por no uso de las aguas a aquel usuario que
desee darle un uso no extractivo o ecológico14. Por su parte y, sólo por
excepción, se ha dispuesto que no se constituirán nuevos derechos en
aquellos acuíferos que alimenten vegas y bofedales en la zona norte del
país15. Sin embargo, esta delimitación de acuíferos, no los ha convertido
en sectores no extractivos de aguas16.

La Constitución debe establecer la posibilidad de que el legislador deter-


mine reservas de aguas con fines ecológicos y/o ancestrales. Hay ciertas
porciones de aguas que debieran quedar sustraídas de la posibilidad de
ser otorgadas a particulares puesto que su objetivo de conservación in-
vade y agota completamente la calificación pública de las aguas. Dichas
reservas deben estar fundadas en la no extracción para proteger el uso
ecológico (de restauración de las fuentes) y ancestral (para el uso tradi-
cional de nuestros pueblos originarios).
14
  Ley N°20.017/2005
15
  Artículo 63, inciso segundo, del Código de Aguas.
16
  Para Celume Byrne (2020) estas delimitaciones podrían dar origen a la creación de derechos ecológi-
cos, fundados en el deber estatal de preservación de la naturaleza.

204
d) Establecimiento de un sistema tarifario para el amparo del agua (régimen
económico y financiero)

Los derechos de aprovechamiento no sólo se otorgan de manera gratuita, sino


que también se mantienen sin que su titular deba pagar una tarifa por su te-
nencia. El establecimiento de la tarifa se discutió a propósito de la dictación
del Código de Aguas de 1981. Según Bauer (1960, pp. 74-75) “El impuesto
anual sería un incentivo adicional a vender las aguas sin uso o excedentes,
para rebajar de este modo la carga tributaria”. Sin embargo, no fue posible im-
plementarse debido a la oposición que encontró en los poderes fácticos que
representaban los sectores conservadores de la sociedad quienes aludieron
que el agua se pagaba en el impuesto territorial.

Quien tiene un derecho, tiene un deber. La Constitución debe ordenar que los
titulares de derechos de aprovechamiento de aguas están sometidos al pago
de una tarifa anual, la que determinará el legislador a partir del costo fiscal
del agua. De implementarse esta medida, esta actuaría como un instrumento
disuasivo en el acaparamiento ocioso y en la especulación de los derechos
de aprovechamiento de aguas en la medida en que el gravamen se asemeje al
costo del agua. Además, el Estado podrá planificar el uso de las aguas asignan-
do gravámenes diferenciados a los distintos usos de las aguas17.

La Constitución deberá ordenar que aquellos usos de las aguas que se refieran
al consumo humano y al saneamiento de los servicios sanitarios rurales y a los
usos ancestrales y ecológicos, queden exentos del pago de la tarifa.

e) Establecimiento de fines específicos, temporalidad, limitaciones al ejerci-


cio, caducidades y extinciones del DAA (principio de uso razonable)

El derecho de aprovechamiento se otorga hoy contra disponibilidad y siempre


que no exista perjuicio de terceros. Una vez constituido, este derecho puede
ser utilizado para cualquier uso, puede ser libremente transferido y está con-
cebido como una prerrogativa indefinida en el tiempo, es decir, perpetuo. De
este modo, el derecho de aprovechamiento es un commodity que puede ser

  Para ver la necesidad de incorporar un precio del agua equivalente a su costo, ver Embid Irujo (1996).
17

Para ver la internalización de los costos ambientales en el costo del agua, ver Martín Mateo (1996). Para
conocer acerca de las implicancias de un régimen económico financiero del agua en un mercado del
agua, ver Menéndez Rexach (1996).

205
libremente transado y que bajo la órbita conceptual económica constituye un
derecho de propiedad perfecto18. Actualmente, y bajo la propietarización del
derecho de aprovechamiento, éste se plasma como una titularidad absoluta,
exclusiva y perpetua.

La Constitución, en su tarea de determinar el contenido público de las aguas,


debe determinar el sentido y alcance que deben tener los derechos de apro-
vechamiento de aguas. La limitación temporal y condicional de los derechos
debe estar mandatada constitucionalmente por el hecho de regular el carác-
ter público de las aguas y no reafirmar el carácter patrimonial del derecho de
aprovechamiento. En otras palabras, la Constitución debe “proteger” el régi-
men público de las aguas y delimitar o darle un contorno delimitado, tanto
temporal como espacial, a los derechos de aprovechamiento.

En este sentido, la Constitución podrá ordenarle al legislador que fije un pla-


zo de duración de los derechos de aprovechamiento y que les fije limitacio-
nes a éstos en cuanto a la disponibilidad como en cuanto a la sustentabilidad
de las aguas. Otras limitaciones que pueden tener los derechos de aprove-
chamiento tendrán relación con la priorización para el consumo humano y el
saneamiento y con la protección de espacios protegidos por la biodiversidad.

f) Planificación uso cuencas (principios participativo y solidario)

Chile tiene más de cien cuencas demográficas las cuales están demarcadas
por ríos cortos y torrentosos que corren de oriente a poniente19. Sin perjuicio
de ello, es necesario contar con una institucionalidad que pueda planificar el
desarrollo del recurso tanto a nivel nacional como local. La planificación de
las aguas debe referirse a una administración público-privada que nazca de
las demandas del territorio. Se trata de concebir una administración descen-
tralizada que pueda atender a los requerimientos locales a la vez que cumplir
con los lineamientos públicos generales a nivel país.

Hoy, el Estado tiene muy pocas atribuciones. Su intervención es bastante


escasa y está relegada a las épocas de sequía extrema.

En la nueva planificación, mandatada por la Constitución, deben quedar in-

18
  Ver Celume Byrne (2013)
19
  Ver Atlas del Agua

206
corporados los distintos usuarios de las aguas (tanto productivos como no ex-
tractivos) y los distintos usos que de ellas se hagan. El Estado tiene que hacer
primar la priorización de las aguas para el consumo humano y el saneamien-
to y generar todos los instrumentos necesarios para garantizarlo. Asimismo,
corresponderá al Estado otorgarles preferencia a aquellos usos, tales como los
ecológicos o ancestrales, que deben quedar protegidos. En este sentido cobra
importancia el régimen económico financiero de las aguas ya que el Estado,
a través suyo, podrá ir generando incentivos para que estos usos prefieran a
otros de carácter extractivo.

g) Concebir nuevos usos del agua: AST y desaladas (principio de la unidad


hidrológica)

Uno de los principios más relevantes que reclama la constitucionalización


de las aguas es el principio de la unidad hidrológica. Hoy, existe un estatuto
casi diferenciado entre las aguas superficiales y las subterráneas lo que ha
conducido a que la sobreexplotación de las primeras, haya mermado a las
segundas. La Constitución debe consagrar el principio de la unidad hidrológi-
ca, actualmente, denominado principio de la unidad de la corriente20.

Atendidas las nuevas tecnologías, hoy se pueden depurar las aguas servidas
bajo los estándares que determina la ley. Se crea de este modo una nueva
fuente alternativa de aguas. Sin embargo, se ha generado una gran discusión
en torno a quién es el propietario de las aguas servidas tratadas (AST). Hay
algunos autores que abogan por que dichas aguas sean de propiedad de los
prestadores de servicios sanitarios. Por otro lado, podría estimarse que dichas
aguas pertenecen a los usuarios que han pagado la tarifa por el servicio sani-
tario. Creemos que, esa discusión hoy debiera zanjarse por medio de la cons-
titucionalización del principio de la unidad hidrológica: las aguas son hoy de
la cuenca que las produce. No parece racional ni obvio que los particulares
que han participado en el ciclo sanitario de las aguas se las apropien por ese
sólo hecho como si de un modo de adquirir se tratase21.

  Este principio parece sólo recoger la unidad de las aguas superficiales, por este motivo sugerimos el
20

de la unidad hidrológica.
  Este tema ha sido tratado por Celume y Dasencich (2021), en especial referencia a las AST provenientes
21

del Gran Santiago y su tránsito hacia las sub cuencas de San Antonio. El artículo propone que bajo el
modelo que informa el principio de la unidad hidrológica estas aguas permanezcan en la cuenca de
Santiago ya que no serían de propiedad de las empresas prestadoras de servicios sanitarios.

207
4. Conclusiones.
Según Guastini (2013, p. 24) “Para la filosofía política, el término “Constitu-
ción” es comúnmente utilizados, en su sentido originario, para denotar cual-
quier ordenamiento estatal de tipo liberal (o, si se quiere, liberal-garantista);
un ordenamiento en que la libertad de los ciudadanos en sus relaciones con
el Estado esté protegida mediante oportunas técnicas de división del poder
político”. En otras palabras, una Constitución liberal, estrictamente, consti-
tuye un texto concebido para limitar el poder y para garantizar los derechos
de las personas Pretender que regule cada uno de los espacios de la vida no
sólo es poco producente sino que innecesario. En cuando al agua, ocurre lo
mismo. Creemos que la Constitución debe hacer un esfuerzo por cautelar el
régimen público de las aguas y que, para ello, deberá las limitaciones, con-
diciones y restricciones a los derechos de aprovechamiento. A su vez, deberá
fijar los lineamientos necesarios para proveer a una efectiva protección y
conservación del recurso hídrico, reconociendo los usos ecológicos y an-
cestrales de las aguas. Una deuda que tenemos como país es reconocerle un
verdadero y efectivo derecho al acceso a las aguas a los pueblos originarios.

Una tarea insoslayable de la Constitución es reconocer el derecho humano


al agua y al saneamiento, estableciendo una priorización y adecuaciones
específicas en torno a los servicios sanitarios rurales.

Disponer hoy de un derecho para usar y gozar de las aguas, constituye un ver-
dadero privilegio y deberá existir un régimen económico financiero para efec-
tos de ponerle coto al acaparamiento ocioso y a la especulación de las aguas.

Por último, la Constitución debe incorporar el principio de la unidad hidroló-


gica. Lo anterior no sólo por el hecho de que existen nuevas fuentes alternati-
vas de aguas, como las provenientes de la desalación o de las aguas servidas
tratadas, sino que también por la consideración de las aguas en otros estados
(como los glaciares).

208
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