Cuerpos y Diferencias

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CALÍOPE

COLECCIÓN IBEROAMERICANA DE ESTUDIOS DE GÉNERO Y TEORÍA FEMINISTA

EDITORAS (Editor)
Cristina Sánchez Muñoz (Universidad Autónoma de Madrid) y
M.ª José Guerra Palmero (Universidad de La Laguna)

CONSEJO ASESOR (Advisory Board)


Alison Stone (Universidad de Lancaster, Gran Bretaña)
Alicia Puleo (Universidad de Valladolid, España)
Amelia Valcárcel (UNED, España)
Ángela Sierra (Universidad de La Laguna, España)
Concha Roldán (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, España)
Celia Amorós (UNED, España)
Dora Barrancos (Universidad de Buenos Aires, Argentina)
Eulalia Pérez Sedeño (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, España)
Fina Birulés (Universidad de Barcelona, España)
M.ª Ángeles Durán (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, España)
M.ª Luisa Femenías (Universidad de La Plata, Argentina)
M.ª Xosé Agra (Universidad de Santiago de Compostela, España)
M.ª Teresa López de la Vieja (Universidad de Salamanca, España)
Marcela Lagarde (Universidad Nacional Autónoma de México, México)
Martha Zapata Galindo (Universidad Libre de Berlín, Alemania)
Neus Campillo (Universidad de Valencia, España)
Tuija Pulkkinen (Universidad de Helsinki. Finlandia)
Virginia Maquieira (Universidad Autónoma de Madrid, España)
Marie MacMahon (Universidad de La Laguna)
Kalpana Wilson (London School of Economics, Gran Bretaña)
CUERPOS Y DIFERENCIAS
Rebeca Ibáñez Martín y Eulalia Pérez Sedeño (eds.)
CUERPOS Y DIFERENCIAS

Rebeca Ibáñez Martín


y Eulalia Pérez Sedeño (eds.)
La edición de esta obra ha sido posible gracias al proyecto «Cartografías del Cuerpo»
(FFI2009-07138-FISO) y a la Acción Complementaria (FFI2009-07356-E) ambos fi-
nanciados por el MICINN.

Primera edición: 2012

© Rebeca Ibáñez Martín y Eulalia Pérez Sedeño (eds.), 2012


© Cada uno de los autores por cada uno de sus textos, 2012
© Plaza y Valdés Editores

Derechos exclusivos de edición reservados para Plaza y Valdés Editores. Queda prohibida
cualquier forma de reproducción o transformación de esta obra sin previa autorización escrita de
los editores, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Dere-
chos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta
obra.

Plaza y Valdés, S. L.
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Diseño de cubierta: Fernando Gallo

ISBN: 978-84-15271-27-7 e-ISBN: 978-84-16032-06-8


D. L.:

Impresión:
ÍNDICE

Introducción: cuerpos y diferencias en las prácticas, Rebeca Ibáñez Martín


y Eulalia Pérez Sedeño ................................................................................ 9

PARTE A:
LOS CUERPOS COMO OBJETOS DE LA INVESTIGACIÓN BIOMÉDICA

La «coordinación fenotípica» en los tratamientos de reproducción asistida:


parentesco, inscripción e interacción humana-no humana, Lucía Ariza… .. 27

Cambiar el óvulo manteniendo el fenotipo: la búsqueda de semejanza en la FIV


con donación de óvulos transnacional, Sven Bergmann (traducción de Ana
Sánchez Torres)........................................................................................... 55

Reproducción asistida: la medicalización de la maternidad, Silvia Tubert... 79

Sujetos de pleno derecho: el nacimiento como tema filosófico, Stella Vi-


llarmea y Francisca Fernández Guillén ...................................................... 103

PARTE B: EL CUERPO QUE SE HACE

Ciencias y tecnologías del cuerpo: la práctica de la tecnología de los implantes


mamarios, Eulalia Pérez Sedeño................................................................... 131

Acción encarnada, cuerpos actuados: el ejemplo de la hipoglucemia, Anne-


marie Mol y John Law (traducción de María José Miranda Suárez y Rebe-
ca Ibáñez Martín)................................................................................................ 153

Ciudadanía biológica, medicalización y otros cuidados: en torno a la en-


fermedad celiaca, Ana Toledo Chávarri ...................................................... 179
8 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Elecciones inciertas en tiempos inciertos: «el paciente informado» en el almace-


namiento de células troncales de cordón umbilical y los alimentos funcionales,
Rebeca Ibáñez Martín y Pablo Santoro ...................................................... 193

Los desplazamientos políticos de las categorías médicas: actores, discursos


y relaciones en la controversia «Alteraciones del Desarrollo Sexual» versus
«Intersexualidad», Silvia García Dauder y Carmen Romero Bachiller ...... 213

PARTE C: ESPACIOS LIMINALES DE LA FEMINIDAD

La tiranía del cuerpo, medios de comunicación y trastornos alimentarios,


Olga Bustos Romero ................................................................................... 243

La «posición (blanca) anoréxica del sujeto»: por qué las mujeres de color no hacen
dieta, María González Aguado .................................................................... 259

Medios de comunicación, corporeidad masculina y desigualdad de género


en las democracias occidentales, Iván Sambade Baquerín ........................... 271

El palacio de la cultura física, Valerie Miner (traducción de Ana Toledo


Chávarri)...................................................................................................... 293

Tres mujeres en el río, en un momento o en otro, Valerie Miner (traduc-


ción de Ana Toledo Chávarri) .................................................................... 301

EPÍLOGO

Los determinantes de la diferencia: perspectivas monistas vs. perspectivas pluralis-


tas, Helen Longino (traducción de María González Aguado) .............................. 305

DATOS SOBRE LAS AUTORAS Y LOS AUTORES ............................................ 321


INTRODUCCIÓN: CUERPOS Y DIFERENCIAS EN LAS PRÁCTICAS
REBECA IBÁÑEZ MARTÍN Y EULALIA PÉREZ SEDEÑO

L
as investigaciones sociales de la ciencia y la tecnología han experimen-
tado un acercamiento creciente a la práctica científico-tecnológica real,
en los últimos 30 años. El estudio de la ciencia se ha ido convirtiendo
en el análisis de la cultura y la práctica científicas, gracias a trabajos de carác-
ter cada vez más microsocial que proporcionan una imagen de la actividad
científica ligada íntimamente a los desarrollos instrumentales y conceptuales.
La década de los años 70 del pasado siglo estuvo marcada por la irrupción
del estudio causal y simétrico de la actividad científica, capitaneado por las es-
cuelas de Edimburgo y Bath; los años 80 se caracterizaron por la atención al
detalle, por los estudios de laboratorio, el interés por la tecnología, y la escala-
da relativista. En la última década del siglo XX reaparece la «agencia material»
y la atención se centra en las prácticas científicas y la pluralidad de modos de
hacer ciencia. Estos y otros desarrollos de la filosofía y la sociología de la cien-
cia posibilitan críticas, teóricamente sofisticadas, de los efectos sociales, cultu-
rales y éticos de la ciencia y la tecnología, que generan propuestas de formas
nuevas de gestión de la ciencia y la tecnología y producen una nueva área de-
nominada de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS).
Hoy en día, el impresionante crecimiento del campo y la multiplicidad de
disciplinas y enfoques que concurren en él hacen que sea una tarea arriesgada
10 CUERPOS Y DIFERENCIAS

tratar de señalar las aportaciones fundamentales más recientes aunque sea so-
meramente. Las viejas distinciones disciplinares, o la división entre las «dos
tradiciones» de CTS, una «académica» y otra «activista», son ya claramente
inadecuadas para intentar clasificar los trabajos que se encuentran dentro de
los «estudios sobre ciencia y tecnología». Pero sí se pueden articular algunas
características comunes que ya aparecían en los trabajos desarrollados en las
décadas anteriores y que hacen referencia al modo habitual en que se abordan
los fenómenos científico-tecnológicos: por un lado, hay que dar cuenta de có-
mo se conforman y legitiman; por otro, hay que explicitar y sacar a la luz su
diversidad y heterogeneidad; y, finalmente, hay que hacer hincapié e insistir en
los nexos que relacionan objetos de estudio, actores, instrumentos, disciplinas,
comunidades e instituciones, tanto dentro como fuera de las difusas y evanes-
centes fronteras de la ciencia y la tecnología.
En el contexto de los estudios CTS se han desarrollado con fuerza líneas
de investigación que exploran las intersecciones de la ciencia y la tecnología
con el género. En línea con los enfoques contemporáneos para el análisis de
las prácticas científicas, desde los enfoques de Ciencia, Tecnología y Género
(CTG)1 se ha trabajado en la identificación de sesgos sexistas y androcéntricos
en teorías y prácticas tecnocientíficas específicas. Las ciencias biológicas y so-
ciales han sido el foco de atención preferente por su papel central en la defini-
ción de sexos y géneros, sus relaciones entre ellos y sus implicaciones sociopo-
líticas, en muchos casos. Estas investigaciones se han centrado, sobre todo, en
el papel que desempeñan a la hora de mantener la organización «genérica» de
la sociedad (o estructurada alrededor de los géneros).
Al igual que en las corrientes generales en estudios sobre ciencia y tecnolo-
gía, los enfoques más actuales en CTG subrayan la coproducción frente a la
proyección de valores de género sobre los productos de la ciencia. Esto es, el
orden social y el orden tecnocientífico2 se coproducen mutuamente (Ander-
—————
1 Los estudios de Ciencia, Tecnología y Género (CTG) se ocupan de examinar desde diversas
disciplinas y perspectivas las relaciones existentes entre el sistema sexo/género y las ciencias y las
tecnologías. Aunque heterogéneos, comparten el objetivo de investigación de comprender de qué
modo valores contextuales inciden sobre los contenidos y prácticas de la ciencia y la tecnología, y el
objetivo político de combatir el sexismo y el androcentrismo que se reflejan en ellos.
2 Según Javier Echeverría (2003), la tecnociencia es una forma de practicar la ciencia y la
tecnología, que convive con la ciencia y la tecnología convencionales, pero que tiene una serie
de características propias, algunas de las cuales esbozaremos a continuación. En la tecnociencia,
la investigación y el conocimiento se organizan y gestionan de manera industrial o empresarial.
Así, el conocimiento tecnocientífico no es un fin en sí mismo, tiene una función instrumental
para la realización de intereses y objetivos (por tanto, la búsqueda de la verdad es sólo uno de
los valores en juego) y es una forma, o una fuente, de poder y de riqueza. El conocimiento es
objeto de propiedad y comercio, y la investigación se constituye como un sector económico de-
INTRODUCCIÓN: CUERPOS Y DIFERENCIAS EN LAS PRÁCTICAS 11

son, 2003; Longino, 2002) en complejos entramados de influencias mutuas.


Las ideas preconcebidas acerca de sexos y géneros, sus propiedades y relacio-
nes, condicionan de formas diversas los productos y procesos de las biocien-
cias y biotecnologías y éstas, a su vez, contribuyen a reforzar o modelar los
cuerpos y sus significados sociales y de género.
Como las biociencias y las biotecnologías son las tecnociencias por exce-
lencia de los últimos años, han recibido una especial atención, tanto en los es-
tudios generales sobre ciencia y tecnología como en los estudios específicos de
género. Su papel es fundamental en nuestras sociedades, especialmente si te-
nemos en cuenta que éstas toman el cuerpo como objetivo concreto de estas
prácticas tecnológicas. Su capacidad creciente para comprender y manipular,
su relevancia económica y su influencia sobre la forma en la que entendemos y
aplicamos los conceptos de género, de salud y enfermedad o de identidad ha-
cen de ellas objetos preferentes del estudio de las relaciones entre las tecno-
ciencias y la sociedad. En particular, las investigaciones, interpretaciones e in-
tervenciones tecnocientíficas sobre los cuerpos son ahora centrales para el
estudio social y el análisis de género de la ciencia y la tecnología.
El cuerpo es el entorno primario que habitamos, la frontera física que nos
identifica a un tiempo como lo mismo, como individuos singulares, y como lo
otro, frente a los demás cuerpos. La ciencia y la tecnología se han ocupado de
la tarea de conocer los cuerpos abriéndolos, troceándolos, modificándolos,
ofreciendo descripciones y prescripciones sobre los mismos, que han logrado
alargar la esperanza de vida y mejorar su calidad. Las expectativas del cono-
cimiento formal de los cuerpos no pueden ser más halagüeñas en el mundo
contemporáneo, pero representar los cuerpos e intervenir sobre los mismos es
también una forma de hacer política a través de prácticas de clasificación,
normalización o transformación.
Como ya señalara Michel Foucault (1975), la relación cuerpo-poder es una
relación importante e intrínseca, pues el cuerpo se halla en un campo político
en el que establece relaciones (de poder) con otros cuerpos, de las que no
puede escapar. El cuerpo individual representa un micropoder, en relación con
otros micropoderes que se manifiestan en diversos campos, como el social,
económico, político, religioso, cultural, entre otros. De tales relaciones de los
micropoderes, resulta la creación de normas, contratos, convenios, acuerdos,
formas de propiedad, en fin, diversas relaciones que involucran al cuerpo.
—————
cisivo, como forma de negocio y medio esencial del poder. En la tecnociencia intervienen una
pluralidad de valores: económicos, militares, políticos, epistémicos o técnicos, y también ac-
túan, aunque más en su periferia, los valores jurídicos, sociales, ecológicos, morales, etc., todo
lo cual provoca frecuentes conflictos de valores. Como puede colegirse de lo anterior, el sujeto
de la tecnociencia es híbrido, plural y complejo.
12 CUERPOS Y DIFERENCIAS

El cuerpo ha sido utilizado como objeto y blanco de poder; como objeto en


el sentido en que ha sido visto y valorado como instrumento productivo, exi-
giendo algunos ejercicios y maniobras para tal fin, y como blanco de poder,
porque se ha visto inmerso en un campo político, el cual lo rodea en relacio-
nes de dominio y sumisión. El cuerpo es un elemento que se maneja en rela-
ción con las estrategias que se utilizan para manejar/disciplinar social y eco-
nómicamente las poblaciones, como podemos ver histórica y actualmente: «Es
decir, que puede existir un saber del cuerpo que no es exactamente la ciencia
de su funcionamiento, y un dominio de sus fuerzas que es más que la capaci-
dad de vencerlas: este saber y este dominio constituyen lo que podría llamarse
la tecnología política del cuerpo» (Foucault, 1975, p. 32). La tecnología políti-
ca del cuerpo refiere a ese saber del cuerpo en su inseparable relación con el
poder, es el compendio de situaciones presentadas en las relaciones de poder,
y de las que el cuerpo es el principal protagonista.
Los trabajos que componen este volumen no parten de una idea prefijada de
lo que un cuerpo es y cuáles son sus fronteras: de un cuerpo único, unitario y
coherente que precede al conocimiento y a su regulación. Pretenden analizar, en
cambio, el «cuerpo múltiple» (Mol, 2002), los muchos cuerpos producidos y per-
formados por diferentes prácticas biomédicas y las «conexiones parciales» (Stra-
thern, 1992) entre ellos: los cuerpos de las tecnologías reproductivas, los cuerpos
de las tecnologías terapéuticas, los cuerpos de las tecnologías de reasignación de
sexo, los cuerpos de las tecnologías reparadoras, los cuerpos saludables de los
alimentos funcionales, etc. Lo perfecto, lo bello (sea un cuerpo de mujer/hombre
que se ajusta a lo que es “ser hombre” o “ser mujer” definido tecnomédicamen-
te, un cuerpo para procrear, o un cuerpo sano/saludable que se ajusta a ciertos
cánones), ha pasado de ser un rasgo heredado, de clase o un destino, a ser una
responsabilidad. Los cuerpos pueden ser perfeccionables, moldeables, tratables y
las técnicas o procedimientos han pasado a ser más radicales, pues se dispone de
la tecnociencia adecuada para ello. El cuerpo ya no es algo relativamente estáti-
co, inmutable, sino flexible, reconfigurable y transformable.
Hay que atender no sólo al cuerpo que se tiene (observado por la mirada
científica o experta «desde fuera»), o que se es (autoreflexivo y experimentado
subjetivamente «desde dentro» por los propios pacientes/consumidores), sino
también al cuerpo que va haciéndose en el proceso de articulación de los dife-
rentes elementos que lo van conformando desde ámbitos no sólo médicos sino
también en el hacer cotidiano. Nuestra idea no es privilegiar un tipo de cuer-
po sobre otros, sino analizar las intersecciones entre todos estos cuerpos, y
describir cómo cada «cuerpo» está específicamente conectado a un conjunto
de prácticas, tecnologías y discursos y cómo se relaciona con otros cuerpos
(Berg y Akrich, 2004). Esta consideración del cuerpo afecta también a la pro-
INTRODUCCIÓN: CUERPOS Y DIFERENCIAS EN LAS PRÁCTICAS 13

pia idea de lo «humano» o de la «individualidad»: aquí el ser humano indivi-


dual es entendido como un híbrido complejo y múltiple, muchas veces con-
tradictorio, que implica medidas, números, instituciones, leyes, hábitos, otros
humanos, etc. (Latour, 1991; Jasanoff, 1995). Por ello nos parece especialmen-
te relevante analizar cómo se hace lo humano y la individualidad («el paciente
individual») en: 1) las tecnologías reproductivas (tecnologías relacionadas
fundamentalmente con el cuerpo de las mujeres, pero cuyo centro de atención
se suele desplazar hacia «la pareja», hacia «el embrión» o hacia otras partes
externalizadas del cuerpo) (Casper, 1998; Ploeg, 2004); o en 2) las tecnologías
terapéuticas, donde la «biopolítica molecular» también fragmenta cuerpos en
tejidos transferibles que pueden ser liberados de su origen, movilizados por
clínicas y reutilizados en otros cuerpos (Rose, 2007; Rabinow, 1996), o cuer-
pos que pueden ser perfeccionados a través de la alimentación y otras prácti-
cas; 3) los cuerpos que se hacen quirúrgicamente como humanamente vivibles
a través de la asignación médica de un único sexo dentro de la dicotomía se-
xual (García Dauder y Romero Bachiller, este volumen).
El cuerpo, a simple vista, parece una entidad contenida, coherente, con un
principio y un fin, que se mueve en diferentes espacios y escenarios. Pero
¿cuáles son los límites del cuerpo? La pregunta sobre los límites del cuerpo,
dónde empieza y dónde acaba éste, ha sido tomada en recientes trabajos desde
la geografía (Abrahamson y Simpson, 2011). Los límites del cuerpo, además,
no son tan materiales o evidentes como pudiera parecer a primera vista. Pen-
semos en el cuerpo que habita lugares pero que también produce espacios (el
espacio que producen quienes escriben esto en la cafetería donde teclean in-
sistentemente en su portátil) (Thrift, 2000). O el cuerpo que se extiende más
allá de la epidermis y amplía la capacidad sensorial (el invidente que registra
su entorno sin la percepción visual). Olvidándonos de los límites del cuerpo,
pensemos también en el cuerpo en las prácticas cotidianas, como, por ejem-
plo, cuando comemos: ¿qué significados adquiere el cuerpo cuando comemos,
en qué se convierte? ¿Cuáles son las interferencias filosóficas que resultan del
reflexionar sobre los cuerpos que comen? (Mol, 2008). El cuerpo es, desde
luego, material. Frente a una visión excesivamente discursiva del cuerpo, o
constructivista, los estudios sobre diversidad funcional y el feminismo material
ponen el acento en los intercambios materiales/sociales que se dan entre los
cuerpos y lugares (Alaimo, 2010) y nos recuerdan que el cuerpo no es sólo
discursivo: es material. Y lo material no puede ser dado por sentado, como la
tabula rasa donde se inscriben los discursos, sino que debe ser «desempaque-
tado» teóricamente también (Barad, 2003).
La idea del «cuerpo múltiple» nos introduce necesariamente en las políti-
cas de la diferencia: diferentes problemas de diferentes cuerpos con diferentes
14 CUERPOS Y DIFERENCIAS

actores implicados y diferentes formas de gestionarlos. Tampoco queremos


considerar la diferencia como un concepto dado de antemano, sino como el
resultado de variados procesos que van conformando las diferencias. La dife-
rencia se presenta como un problema en sí mismo que debe ser eliminado o
corregido a través de procesos normativos de estandarización y homogeneiza-
ción: tanto en las prácticas médicas en forma de protocolos, como en los pro-
pios cuerpos en forma de patologías, anormalidades, desviaciones, etc. (por
ejemplo, cuando se habla de «variaciones anormales de la apariencia» que
convierten en «necesaria» una cirugía estética más allá de motivos funcionales)
(Davis, 2007).
Pero también es fundamental analizar la gestión de las diferencias y de las
tensiones entre los diferentes elementos y actores implicados, dentro y fuera
de la medicina, los conflictos y contradicciones, y su coordinación (Mol y
Berg, 1994; Berg y Mol, 1998). Es primordial estudiar cómo se moviliza y arti-
cula la diversidad de diferentes formas y para diferentes propósitos: cómo los
diferentes actores definen sus objetos de trabajo y organizan sus diferentes
prácticas y cómo se generan conexiones y alianzas parciales entre ellos. Esto
nos introduce en el análisis de la democratización del conocimiento y en las
relaciones entre conocimiento experto y conocimiento profano, ya que no to-
dos los participantes parten de la misma capacidad de intervención, si bien
ello no implica que no actúen e influyan (Callon y Rabeharisoa, 2003).
Cuerpos y diferencias, ¿por qué diferencias y no similitudes? Esta apuesta
por buscar las diferencias en lugar de articular las coherencias o similitudes
supone una intervención teórica. Latour (2004) sugiere que, para un abordaje
teórico de los cuerpos, observemos las múltiples formas en las que los cuerpos
participan y cualifican aquello que actúan. Se trata, en palabras de Latour, de
que «el cuerpo hable» (2004). ¿Pero cómo podemos articular de manera legi-
ble un «cuerpo que habla»? Latour sugiere una aproximación al cuerpo como
aquel que está afectado por otros, y afectando a otros cuerpos. Sugiere que el
cuerpo ha de aprender a sentirse afectado, ha de aprender a ser cuerpo. Ser
cuerpo es para Latour entrar en una interminable relación de afectos y efectos,
en una suerte de interminable sucesión de relaciones.
Al privilegiar esta relacionalidad, son los contrastes, son las interferencias y
las diferencias los que generan significados sobre y alrededor de los cuerpos.
Latour nos ofrece el ejemplo de la «nariz» que aprende a discernir aromas. El
cuerpo se convierte en nariz cuando uno está aprendiendo a reconocer aro-
mas. Las diferencias de los distintos aromas contenidos en las pequeñas bote-
llas del perfumista, por virtud de los contrastes entre estos, dan lugar a los
significados y matices que cada aroma produce. Esta centralidad de las inte-
racciones humanas, junto a las mediaciones de los objetos y los materiales en
INTRODUCCIÓN: CUERPOS Y DIFERENCIAS EN LAS PRÁCTICAS 15

la configuración de «lo social», es una de las marcas distintivas de los estudios


sociales de la ciencia y la tecnología. Nuestro cuerpo, el cuerpo que vivimos, el
cuerpo que encarnamos durante cualquier día, como veremos a través de las
siguientes contribuciones, lejos de ser coherente y singular, está continuamen-
te moviéndose en entornos contradictorios o consiguiendo, al menos, cohe-
rencias parciales.
Como la lectora y el lector apreciarán, los contextos y lugares elegidos para
profundizar sobre los «cuerpos y las diferencias» son conocidos por unos po-
cos (una clínica de infertilidad, un centro de donación de sangre de cordón
umbilical, una consulta especializada en la llamada disforia de género), o viejos
conocidos para todos (el supermercado, los anuncios de televisión, la mater-
nidad de un hospital). Sin embargo podemos destacar, por un lado, un interés
especial compartido por todas las autoras y autores en el estudio de determi-
nadas tecnologías (tecnologías terapéutico-reproductivas, tecnologías de asig-
nación y reasignación de sexo y tecnologías de mejora y reforzamiento de los
cuerpos) como entrada para interrogarse sobre la materialidad y el significado
de los cuerpos. Por otro lado, una de las cuestiones que plantean varios de los
textos aquí recogidos, es la de explorar cómo se representan los cuerpos se-
xuados, y en particular los de las mujeres, qué papel desempeñan en la tarea
científica, y cómo estos cuerpos se convierten en receptores y proveedores
privilegiados de biomateriales para ciertas tecnologías, al tiempo que en resul-
tados de los procesos y relaciones promovidos por el uso de éstas. ¿Cómo se
representan los cuerpos? ¿Qué papel desempeñan en la tarea científica los
cuerpos de las mujeres? ¿Cómo aparecen sus cuerpos marcados por estas
ciencias biomédicas? ¿Como meros recipientes de las tecnologías, marcados
por las posibilidades o imposibilidades reproductivas, quizá por las ideas esté-
ticas de perfección y belleza? Como sugiere Anne Balsamo (1992), los cuerpos-
mujer, a pesar de todas las posibilidades tecnológicas y cambios tecnocientífi-
cos acontecidos, aparecen persistentemente marcados y codificados como el
signo cultural de la naturaleza, lo sexual y lo reproductivo.
En este volumen presentamos las investigaciones y reflexiones de un grupo
de investigadoras e investigadores reunidos en Madrid en el V International
Workshop on Science, Technology and Gender: Bodies and Differences, durante
los días 24, 25 y 26 de noviembre de 2009. Para esta edición hemos estructu-
rado los trabajos que allí se presentaron y discutieron en tres partes que pre-
tenden abarcar las similitudes y diferencias, las prácticas biomédicas y los es-
pacios políticos que ocupan los cuerpos.
«La primera parte de este volumen, «Los cuerpos como objetos de la in-
vestigación biomédica», se abre con un texto de Lucía Ariza titulado La «co-
ordinación fenotípica» en los tratamientos de reproducción asistida: parentesco,
16 CUERPOS Y DIFERENCIAS

inscripción e interacción humana — no humana. La autora explora cómo se


ajustan y desajustan los cuerpos, los materiales, y los significados en las clíni-
cas de fertilización. Para ello explora en su trabajo el matching fenotípico du-
rante la donación de óvulos en el tratamiento de alta complejidad de la infer-
tilidad. El matching fenotípico consiste en la coordinación de la apariencia
física entre donantes (hombres o mujeres) y receptoras de gametos. Para ex-
plorar el componente regulativo del matching fenotípico en una clínica de fer-
tilidad en Buenos Aires (Argentina), se examinan primero las interacciones
humano/a no humano/a a través de las cuales se logra la coordinación de los
rasgos fenotípicos entre donantes y receptores. Siguiendo a Latour y Woolgar
(1986), ciertas entidades (fotografías y formularios) se analizan como si fueran
dispositivos de inscripción, a través de los cuales los atributos físicos de una
persona se tornan discretos y contables, y se estabilizan como si fueran un he-
cho dado. Luego se discute la función regulativa de tales inscripciones, que, al
ser asociadas como agencias de observación, garantizan la observancia de las
reglas de parentesco.
En esta misma línea, Sven Bergmann presenta material empírico que tiene
que ver con la búsqueda de la semejanza fenotípica en la fecundación in vitro
(FIV) con óvulos donados en el contexto del turismo de fertilidad que cruza
una y otra vez fronteras en su artículo Parecidos que importan: la performativi-
dad del fenotipo en fertilización in vitro. El material de la investigación que sir-
ve de base a este trabajo parte de un trabajo de campo realizado en clínicas de
fertilidad en España y en la República Checa y de la investigación realizada en
los foros de pacientes de FIV en Internet. Utilizando dos ejemplos de recepto-
ras de óvulos donados, el autor discute la agencia de los pacientes de FIV a
través de las fronteras y cómo imaginan los paisajes reproductivos. Se conside-
ra que el papel del anonimato y la ocultación es un vector en estos procesos
transnacionales emergentes y que sus efectos sobre el parentesco constituyen
un intento de instalar la legitimidad social en la construcción o considerar las
familias «normales» a los ojos de un entorno (hetero) normativo.
Por su parte, Silvia Tubert contribuye con su artículo Reproducción asisti-
da: la medicalización de la maternidad a reflexionar sobre cómo las prácticas
discursivas dominantes en las clínicas de fertilización identifican la feminidad
con la maternidad, entendiéndola fundamentalmente en términos biológicos;
y cómo la ciencia y la tecnología se hacen eco de ello y trabajan para conservar
—paradójicamente— la ilusión de su naturalidad. Así, el discurso de las nue-
vas tecnologías reproductivas, que habitualmente pretende justificarlas ape-
lando al deseo de las mujeres, está marcado por la exigencia de garantizar que
ninguna quede al margen de su función reproductora, que supuestamente de-
finiría su esencia. La fecundación in vitro, en particular, produce efectos de
INTRODUCCIÓN: CUERPOS Y DIFERENCIAS EN LAS PRÁCTICAS 17

alienación al medicalizar el cuerpo de las mujeres, despojándolo de los refe-


rentes subjetivos y sexuales que configuran la corporalidad, entendida como
experiencia del cuerpo, diferenciada de la mera vida orgánica. La ilusión de la
maternidad encubre intervenciones cuyos riesgos no se conocen suficiente-
mente y cuyas tasas de éxito no superan el 25% por tratamiento.
Finalmente, para cerrar esta primera parte, Stella Villarmea y Francisca
Fernández Guillén, desde una perspectiva filosófica, critican la extendida no-
ción del embarazo, parto y nacimiento como procesos no-racionales, más cer-
canos al ámbito de la naturaleza que a los de la objetividad y la ley. En su artí-
culo Sujetos de pleno derecho: el nacimiento como tema filosófico las autoras
reclaman que el sujeto, no por embarazado, es menos sujeto. La Declaración
Universal sobre Bioética y Derechos Humanos ha consagrado el principio de
autonomía, pero algunos procedimientos médicos parecen hacer excepción a
esta regla cuando el ser humano es una mujer embarazada, reafirmando así la
idea de que puede ser tratada como un mero «contenedor de bebés». Huma-
nizar la atención al parto exige asumir que las mujeres embarazadas, las que
paren y las que acaban de dar a luz son plenos sujetos de derecho. Desde la
perspectiva adoptada por las autoras, el conocimiento es no sólo una repre-
sentación de la realidad sino también la respuesta normativa a cómo vivir en
esa realidad. En la noción de embarazo, nacimiento, puerperio y primera in-
fancia se juega nuestra propia concepción del mundo y de los seres humanos.
La segunda parte, titulada «El cuerpo que se hace», se abre con el artículo
de Eulalia Pérez Sedeño titulado Ciencias y tecnologías del cuerpo: la práctica
de la tecnología de los implantes mamarios. Pérez Sedeño reflexiona sobre la
regulación y control de los cuerpos de las mujeres que se efectuará a través de
diferentes tecnologías, a la vez que se objetivizan esos mismos cuerpos para
consumo y deleite sexual por diferentes medios, entre los cuales la cirugía es-
tética es uno de los más importantes en nuestra sociedad actual. A través de la
historia de la regulación de los implantes mamarios y las polémicas suscitadas
por los riesgos que conllevan, la autora se adentra en los valores subyacentes al
supuesto «hecho de ser mujer», en la ideología dominante en las representa-
ciones de la «feminidad» mediada por la tecnología de los implantes mama-
rios.
A continuación, presentamos la traducción al castellano del texto de An-
nemarie Mol y John Law titulado Cuerpos actuados, acciones corporeizadas: el
ejemplo de la hipoglucemia, en el que parten de algo aparentemente obvio: sa-
bemos que tenemos y somos nuestros cuerpos. Pero, valiéndose del estudio de
la hipoglucemia que a veces padecen los pacientes de diabetes, los autores se
plantean si sería posible escapar de esta dicotomía e investigar los modos en
que hacemos nuestros cuerpos. En el lugar en que buscan, el cuerpo, activo en
18 CUERPOS Y DIFERENCIAS

la medición, en sentir y contrarrestar la hipoglucemia, no es un conjunto aco-


tado: sus fronteras permean fugas. Algunas partes del exterior llegan a ser in-
corporadas en el cuerpo activo, mientras que el centro de algunas actividades
corporales está más allá de la piel. El cuerpo actuado no es auto-evidente, ni
coherente. Hay tensiones entre los órganos del cuerpo; entre el control bajo el
que ponemos nuestros cuerpos y el carácter errático de su comportamiento; y
entre las diversas necesidades y deseos que cada cuerpo intenta combinar de
algún modo. Por lo tanto, decir que un cuerpo es un todo excluiría mucho
trabajo. Mantenerse íntegra es algo que cada persona encarnada tiene que ha-
cer. Quien no lo consigue fallece.
A continuación, Ana Toledo Chávarri, en Ciudadanía biológica, medicaliza-
ción y otros cuidados: aprendiendo a ser celiaca, explora cómo los «males» que
aquejan al cuerpo (en su caso los individuos diagnosticados con enfermedad
celiaca) dan lugar a nuevas formas de socialidad surgidas en torno a «lo bioló-
gico», ya que su proyecto parte de algunos supuestos como la necesidad de un
diagnóstico a través de una biopsia para la inclusión en el grupo. Con ello par-
ticipan, junto con otras muchas asociaciones de enfermos, en la reconfigura-
ción de la ciudadanía. Las ciencias sociales de las últimas décadas han analiza-
do cómo surgen y se articulan nuevas formas de ciudadanía relacionadas con
los cambios tecnocientíficos y la autora plantea una revisión crítica de los con-
ceptos surgidos en este sentido, especialmente los de ciudadanía biológica de
Rose y Novas y ciudadanía genética de Heath, Rapp y Taussig.
Por su parte, Rebeca Ibáñez Martín y Pablo Santoro reflexionan en Elec-
ciones inciertas en tiempos inciertos: «elección informada» en el almacenamien-
to de células embrionarias de cordón umbilical y los alimentos funcionales sobre
los problemas que presentan la centralidad del futuro, la conceptualización
del paciente como elector racional y la prevalencia de la idea del paciente in-
formado, a través del estudio comparativo de dos casos en los que encontra-
mos estas dimensiones: el almacenamiento de sangre de cordón umbilical y los
alimentos funcionales. En estas dos tecnologías, y, por tanto, en los procesos
de toma de decisión, las dimensiones de género forman parte constitutiva en
la comercialización. Al analizar el modo en el que los individuos actúan ante
estos dos asuntos, proponen que el marco que evoca la idea del paciente in-
formado debe ser corregido con un análisis de mayor raigambre sociológica,
que comprenda que los modos de obtener información y los actos de decisión
están inevitablemente insertos en redes sociales y constructos simbólicos in-
cluyendo, de forma destacada, las nociones y estereotipos de género.
Para concluir esta sección, Silvia García Dauder y Carmen Romero Bachi-
ller se adentran en cómo se articulan las diferencias y las incoherencias en al-
gunas prácticas médicas en particular. En su trabajo, titulado Los desplaza-
INTRODUCCIÓN: CUERPOS Y DIFERENCIAS EN LAS PRÁCTICAS 19

mientos políticos de las categorías médicas: actores, discursos y relaciones en la


controversia «Alteraciones del Desarrollo Sexual» versus «Intersexualidad», las
autoras analizan la controversia socio-científica generada en torno a la pro-
puesta de sustitución de la categoría médica «estados intersexuales» por la de
«alteraciones del desarrollo sexual» (DSD o Disorders of Sex Development, en
inglés) y su impacto en la constitución de «identidades sociales», teniendo en
cuenta a los actores sociales implicados en la controversia. Para ello parten de
la elaboración de lo que se podría denominar una «cartografía fluida», ras-
treando los diversos actores, discursos y relaciones desplegados en este proce-
so. Particularmente, intentamos identificar cómo todos ellos han sido rearti-
culados y desplazados en el curso de la controversia. Esto les permite
visibilizar la reconfiguración de las posiciones legítimas y autorizadas en la
producción de conocimiento, lo que viene a minar las fronteras entre los de-
nominados «expertos» y «legos»; entre lo que se considera ciencia y lo que se
identifica como política. Los ejercicios de construir «consensos» emergen co-
mo estrategias, que, por un lado, tratan de silenciar e invisibilizar la multipli-
cidad mediante la homogeneización de lo que queda bajo el paraguas del nue-
vo término; y, por otro, expulsan y dejan fuera aquellas voces que son
identificadas como «demasiado políticas». La complejidad de este proceso de
debate y controversia aumenta más aún, si cabe, al estar inmersa en un contex-
to marcado por la aparición de un nuevo ordenamiento biopolítico fundamen-
tado en el despliegue de un horizonte ideológico que se basa, en primer tér-
mino, en el mejoramiento de la vida, especialmente mediante el desarrollo de
la genética molecular (de cuyo lenguaje se han apropiado los médicos que
apoyan el cambio de nombre); y, segundo, en la emergencia de nuevas formas
de «bio-socialidad» y «bio-ciudadanía», que articula identidades y comunida-
des con sus propias agendas políticas y creciente conocimiento bio-médico
mediante el empleo de nuevas tecnologías de comunicación, en particular, el
desarrollo de la Web 2.0.
La tercera parte, titulada «Espacios liminales de la feminidad», presenta
tres trabajos y dos relatos literarios, en los que se reflexiona sobre la naturale-
za e implicaciones políticas de la actuación de/sobre los cuerpos como «feme-
ninos», «masculinos» o «étnicos». Esta sección se abre con el artículo de Olga
Bustos Romero La tiranía del cuerpo, medios de comunicación y trastornos ali-
mentarios. A través de este texto, la autora da cuenta de cómo a lo largo de la
historia ha habido una dictadura sobre los cuerpos, en especial el de las muje-
res, que ha derivado en distintas formas de violencia. Estas diferencias quedan
evidenciadas en los media, tanto impresos como electrónicos, pero más especí-
ficamente en la publicidad, que sigue fomentando el culto a la «belleza» y a la
hiper-delgadez, lo cual tiene una incidencia en los trastornos de la conducta
20 CUERPOS Y DIFERENCIAS

alimentaria como la anorexia y la bulimia. Se señala la importancia de incor-


porar la perspectiva de género en el análisis de estas situaciones, y donde los
medios de comunicación contribuyen al sexismo y mantenimiento de los este-
reotipos de género, específicamente en lo referente a la imagen corporal, im-
poniendo un ideal de cuerpo a alcanzar, para lo cual se cae en una espiral de
consumo de productos que se presentan como muy atractivos y milagrosos a
través de distintas estrategias de mercadotecnia. En este trabajo se presenta
parte de los resultados obtenidos en una investigación realizada en México,
con mujeres y hombres, estudiantes de bachillerato, sobre el tema de género,
publicidad e imagen corporal. La discusión se encamina a varios temas: la
formación de audiencias críticas en la prevención de trastornos alimentarios o
la participación ciudadana donde las audiencias consumidoras de los media
asuman una posición activa/crítica; por otra parte, se plantea la necesidad de
políticas públicas sobre esta cuestión, así como elevar a rango de ley la inicia-
tiva ya existente sobre este tema en México.
Por su parte, María González Aguado continúa añadiendo complejidad a
este panorama a través de su texto La «posición (blanca) anoréxica del sujeto»:
por qué las mujeres de color no hacen dieta. En este trabajo describe los pro-
blemas espistémicos y de aplicación de las actuales categorías diagnósticas de
los trastornos de la conducta alimentaria mediante la visibilización de sus in-
consistencias y de los prejuicios extracientíficos que les sirven de fundamento.
Asimismo, pretende llamar la atención sobre el sesgo racista y de clase subya-
cente tanto al discurso biomédico como al conocimiento público de la anore-
xia, prejuicio que también reproducen los programas de investigación socio-
cultural y feminista de este tipo de patologías.
En la misma línea temática, el trabajo de Ivan Sambade Vaquerín titulado
Medios de comunicación, corporeidad masculina y desigualdad de género en las
democracias occidentales se preocupa por la circulación de conceptos y signi-
ficados en las representaciones de masculinidad y feminidad en las imágenes
culturales transmitidas por algunos medios de comunicación. La diferencia-
ción estética entre los cánones masculino y femenino de belleza proyecta
implícitamente la deseabilidad de cada identidad de género en función del
sexo, al tiempo que encubre la desigualdad social y política en que se cons-
truyen y que perpetúan dichas identidades. Dentro de esta dicotomía, la re-
presentación mediática de la masculinidad, constituida en el dualismo an-
tropológico mente-cuerpo, designa a los varones como los titulares del poder
por derecho propio, reproduciendo así, implícitamente, la retrógrada ideo-
logía de la supremacía masculina. En definitiva, los mass media están perpe-
tuando la socialización de los varones occidentales en la «pragmática del
control»: un conjunto de prácticas de autocontrol históricamente masculinas
INTRODUCCIÓN: CUERPOS Y DIFERENCIAS EN LAS PRÁCTICAS 21

que, en última instancia, se encaminan hacia el control del otro-mujer como


objetivo final.
Como cierre a esta tercera parte, publicamos la traducción al castellano de
dos relatos cortos de la escritora norteamericana Valerie Miner en los que el
cuerpo y ciertas prácticas que los moldean, reconfiguran o interpretan ocupan
un papel principal.
Por último, concluimos este volumen con las ideas que la filósofa de la cien-
cia Helen Longino expuso en el seminario. Se trata de una reflexión epistemo-
lógica sobre los determinantes de la diferencia desde dos posiciones aparente-
mente antagónicas, a saber, el punto de vista pluralista frente al punto de vista
monista. El artículo pretende esclarecer la naturaleza del discutido y difícil-
mente justificable tránsito de la diferencia corporal —diferencias raciales, de
sexo u orientación sexual— a las diferencias comportamentales y de tempera-
mento. La autora se propone dilucidar cuál de las disciplinas y enfoques exis-
tentes en la actualidad es el más adecuado para estudiar la etiología de deter-
minados comportamientos. Con este objetivo, desarrolla un estudio
epistemológico y social de dichos paradigmas de investigación. Dicho análisis
incluye tanto enfoques de factor simple como enfoques integradores; en este
sentido, son examinados el enfoque G+E+N (Genetic + Environmental + Neu-
robiological) y la Teoría de los Sistemas de Desarrollo. El examen de las disci-
plinas que abordan la etiología del comportamiento humano revela que todas
son de una manera u otra inconsistentes aunque generan conocimiento útil y
tienen éxito en la praxis. Para resolver esta incómoda multiplicidad de enfoques
inconmensurables e igualmente válidos, Helen Longino propone examinarlos a
la luz de los presupuestos del monismo, el pluralismo y el pragmatismo.
Como se puede comprobar, este volumen pretende contribuir al actual de-
bate y reflexión empírica sobre el estatuto de los cuerpos que se lleva dando
en los estudios sociales de la ciencia y la tecnología en las últimas décadas (por
ejemplo, Balsamo, 1992, Blackman, 2010, Berg y Akrich, 2004, Brennan,
2004, Haraway, 1991, Laqueur, 1990, Mol, 2008, Thomson, 2007). Sí, somos
un cuerpo, y tenemos un cuerpo, pero ¿cómo hacemos el cuerpo? (Mol y
Law, este volumen). En este libro encontrarán un racimo de incursiones analí-
ticas sobre los cuerpos en contextos particulares de acción. Así pues, quienes
aquí colaboran tienen algo en común: reflexionan en torno a una pregunta
aparentemente sencilla pero inquietante al mismo tiempo: ¿cómo se hacen los
cuerpos? ¿Cómo se modelan en la práctica y cuáles son los significados atri-
buidos en ésta a ciertos cuerpos?
Como ya hemos indicado, este volumen es el resultado de las reflexiones y
discusiones habidas en el V International Workshop on Science,Technology
and Gender: Bodies And Differences. Dicho seminario fue organizado por el
22 CUERPOS Y DIFERENCIAS

equipo del proyecto de investigación «Cartografías del Cuerpo: Biopolíticas


de la Ciencia y la Tecnología». Este proyecto, en sus diferentes fases, ha unido
durante ya más de ocho años a investigadoras e investigadores de diferentes
disciplinas, con el objetivo de analizar, desde una perspectiva de Ciencia,
Tecnología y Sociedad (CTS), las ciencias y tecnologías de los cuerpos. Este
grupo multidisciplinar de investigación, dirigido por Eulalia Pérez Sedeño, es-
tá formado por Esther Ortega Arjonilla, Carmen Romero Bachiller, Silvia
García Dauder, Rebeca Ibáñez Martín, Sven Bergmann, Ana Sánchez, Nuria
Grégori Flor, Maria José Miranda Suárez, María González Aguado, Ana To-
ledo Chávarri, Arantxa Martín Santos, Pablo Santoro, Lorena Ruiz Marcos,
Elvira Villa y Rubén Blanco.
Para terminar, queremos dar las gracias no sólo a quienes colaboran en este
volumen, sino también a muchas personas que han participado de distintas
formas: María José Miranda Suárez, Paula F. Gallego, Esther Ortega Arjoni-
lla, Virtudes Téllez Delgado, Miguel García Sancho y todo el Instituto de Fi-
losofía del CCHS-CSIC donde tuvo lugar íntegramente el seminario; y muy
especialmente a todas aquellas personas que asistieron al seminario y lo hicie-
ron único con su presencia, intervenciones, reflexiones y críticas. Por último,
pero no menos importante, al MICINN, que, a través del Plan Nacional
I+D+I, financia nuestra investigación (FFI2009-07138-FISO) e hizo posible
este encuentro (FFI2009-07356-E).

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PARTE A:
LOS CUERPOS COMO OBJETOS
DE LA INVESTIGACIÓN BIOMÉDICA
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS
DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA: PARENTESCO, INSCRIPCIÓN
E INTERACCIÓN HUMANA-NO HUMANA

LUCÍA ARIZA

INTRODUCCIÓN

T
omando como punto de partida la hipótesis de la imbricación entre el
conocimiento experto y los aspectos normativos que abarcan a una so-
ciedad más amplia, y en el contexto de tecnologías médicas altamente
innovadoras, este trabajo presta atención al dominio del parentesco, para ana-
lizarlo como una instancia en la cual los avances tecnológicos se enfrentan con
realidades previas o alternativas, tales como son las prácticas de vinculación y
familiar y afectiva. Esta situación apunta, por lo tanto, no sólo al grado en el
cual ciertas realidades necesitan ser conceptualizadas como realidades múlti-
ples, tal como ha sugerido Annemarie Mol (2002), sino también a la necesidad
de reconocer la emergencia y sostenimiento de líneas de normatividad que
operan imbricadas con ciertas tecnologías, como es el caso de las tecnologías
reproductivas. Sin embargo, lejos de atribuir a un grupo selecto de identida-
des discrecionales, sólidas y humanas los efectos de estabilidad que son conse-
guidos a través de la operación de las normas sociales, siguiendo la Teoría del
Actor-Red (TAR)1 propongo conceptualizar la emergencia y sostenimiento de
—————
1 En adelante, TAR.
28 CUERPOS Y DIFERENCIAS

normas como el resultado de las capacidades asociativas de muchas formas


distintas de agencia que no se restringen al ámbito de lo humano.
En lo que sigue, me focalizaré en una práctica a través de la cual se realizan
donaciones de gametos y embriones en una clínica de fertilidad de Buenos Ai-
res, Argentina. Tomando en consideración los usos de la TAR, entenderé esta
práctica como una instancia coordinada de muchas realidades diversas. Por lo
tanto, la práctica que exploraré a continuación puede ser evocada por la ima-
gen de un nudo o un nodo, en la cual «la acción no es realizada bajo el control
total de la conciencia [sino que] la acción debería más bien ser sentida como
un nodo, un nudo, o un conglomerado de muchos tipos de agencia distinta
que deben ser lentamente desentrañados»2 (Latour, 2005, p. 44). Las prácticas
que voy a analizar a continuación son por lo tanto acciones, pero acciones en-
tendidas —de acuerdo con el marco metodológico utilizado en este escrito—
como un ensamblaje3 más que como un resultado pre-establecido.
La coordinación fenotípica es una tendencia creciente en las prácticas de
donación reproductiva4, y es de forma cada vez más frecuente ofrecida a nivel
global5. Consiste en la clasificación y la coordinación de ciertas características
de la donante6 y la receptora7 de óvulos, siendo estas características eminen-
—————
2 La traducción es mía. Existe una traducción al español como Reensamblar lo social. Una
introducción a la teoría del actor-red, Buenos Aires: Manantial (2008).
3 A lo largo de este escrito utilizo el término «ensamblaje» (o ensamble) como una traducción
aproximada del término «assemblage». Siguiendo el trabajo de Gilles Deleuze y Félix Guattari,
John Law ha definido «assemblage» como un proceso de anudamiento o de ensamblamiento en el
cual los elementos intervinientes no están fijados en el espacio, ni pertenecen a un todo mayor y
pre-dado, sino que son co-construidos al ser ensamblados conjuntamente (Law, 2004).
4 Utilizo el término «donación reproductiva» para referir a la donación de gametos (óvulos
y espermatozoides) y de embriones con fines reproductivos, es decir, para facilitar un embara-
zo. Se excluye por lo tanto de la donación reproductiva el caso de la donación de gametos o
embriones con fines de investigación.
5 Wade menciona España, el Reino Unido, Israel y Noruega como países donde se realiza co-
múnmente la coordinación fenotípica durante el tratamiento de reproducción asistida (Wade, 2009).
6 Si bien en este trabajo me restrinjo al caso de la donación de óvulos, la coordinación feno-
típica también se realiza en Argentina en el caso de la donación de esperma. Se llama «donante»
a la mujer que, ya sea de forma gratuita o a cambio de un honorario, acepta donar sus óvulos a
una persona o pareja que busca concebir. Además de si existe o no un intercambio monetario,
la donación de gametos (óvulos y espermatozoides) se realiza a través de diferentes modelos
(siendo el caso del intercambio de óvulos el que presenta mayor variabilidad). Una diferencia
saliente entre modelos es, por ejemplo, la existencia de lo que comúnmente se denomina «do-
nantes puras» (que son aquellas mujeres que «sólo» donan), y de «donantes compartidas» (que
son aquellas que donan óvulos como parte de la estimulación hormonal que reciben al estar
realizando tratamientos de reproducción asistida).
7 La receptora de óvulos es una persona (o una pareja) que intenta concebir utilizando
óvulos donados, en general debido a que no puede concebir con sus propios óvulos. Los/as re-
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 29

temente fenotípicas, esto es, «correspondiendo a rasgos observables de un in-


dividuo, resultado de la interacción del genotipo individual con el ambiente»8.
A través de esta práctica se coordinan entre donantes y receptoras rasgos co-
mo el color de los ojos, el cabello y la piel, el grupo sanguíneo y factor Rh, el
origen étnico y la altura, entre otras características9. Ya que en Argentina la
reproducción asistida no está todavía regulada legalmente10, es necesario notar
que la coordinación fenotípica no se realiza en concordancia con una disposi-
ción legal que obligue a coordinar los fenotipos de donantes y receptoras, como

—————
ceptores/as de gametos pueden también recibir una donación de esperma, y en este caso los/as
receptores/as suelen ser tanto personas o parejas infértiles, como parejas de mujeres lesbianas.
8 Oxford English Dictionary, consultado online el 18 de Mayo de 2009; el énfasis es mío.
La distinción entre genotipo y fenotipo se debe al genetista danés Wilhelm Ludvig Johann-
sen, quien introdujo estas expresiones por primera vez en inglés en un artículo publicado en
1911 en la revista especializada The American Naturalist (45: pp. 129-149) (Müller-Wille,
2008, p. 14).
9 Además de éstas, un banco de esperma en Buenos Aires indica que realiza la coordinación
del peso, el «tipo físico» y la «extracción racial» (http://www.cryo-bank.com.ar/principal.htm,
consultado online el 24 de Mayo de 2009). Esta lista no es exclusiva y probablemente haya otros
casos en los que se coordinen también otro tipo de características. Por ejemplo Wade reporta,
para el caso de España, la coordinación de los rasgos faciales, la textura del cabello y el tamaño
corporal (Wade, 2009). Un ginecólogo entrevistado para esta investigación en Buenos Aires
mencionó haber recibido solicitudes para realizar coordinaciones étnicas y religiosas entre do-
nantes y receptoras, para parejas coreanas y judías.
10 Es imposible detenerse en el marco de este texto en los diferentes intentos de regula-
ción de las prácticas de reproducción asistida que se han llevado adelante en Argentina al
menos desde 1991 (Sommer, 1991). El hecho de que la Argentina aún no haya regulado este
campo habla por sí mismo de las dificultades morales, culturales y políticas que estas prácti-
cas tienen para la sociedad argentina en su conjunto. Baste decir aquí que un gran número de
los proyectos legislativos presentados al Congreso Nacional para su evaluación son notorios
por su caracter restrictivo, prohibiendo por ejemplo la reproducción asistida en su conjunto,
o restringiendo seriamente sus formas actuales de realización, como la criopreservación de
embriones y la donación de gametos y embriones. Estos proyectos restrictivos son obviamen-
te resistidos por la comunidad médica, especialmente la que está involucrada en la provision
de servicios reproductivos en el ámbito privado (actualmente la oferta pública de salud en
Argentina no contempla los servicios de reproducción asistida de alta complejidad. Ha habi-
do ejemplos de tratamientos llevados adelante en hospitales públicos, pero éstos son servicios
aislados o discontinuos). Por el contrario, en el Reino Unido la legislación establece que
«donde el tratamiento es provisto conjuntamente para un hombre y una mujer, los centros
médicos deben intentar en todo momento coordinar las características físicas y étnicas del/a
donante [de gametos] con las de la persona infértil (o, en el caso de una donación de em-
briones, con las de ambos miembros de la pareja), a menos que haya buenas razones para
apartarse de esto» (Human Fertilisation and Embryology Authority, citado en Wade, 2009.
La traducción es mía).
30 CUERPOS Y DIFERENCIAS

es el caso de España o el Reino Unido. Por lo tanto, aquí propongo que debe
haber una base diferente para la ocurrencia del matching fenotípico11.

MÉTODOS

El campo en expansión de los estudios sobre ciencia y tecnología (dentro de


los cuales incluyo versiones de la TAR, y el cual tiene interfaces productivas
con las epistemologías feministas) ha producido colectivamente un número de
desviaciones de las formas hegemónicas de comprender las metodologías cua-
litativas (Haraway, 1997; Mol, 2002; Latour, 2005; Law, 2004). En términos
amplios, aquí baso el trabajo que sigue a continuación en el marco de esta crí-
tica metodológica y teórica.
La primera desviación en la cual estoy interesada toma la forma general de
un apartamiento de la prevalencia del constructivismo social como la forma
más común que han adquirido las metodologías cualitativas desde el giro lin-
güístico12. Los estudios sobre la ciencia han propuesto, por el contrario, una
forma de realismo que no apunta a celebrar el «abandono del mundo» (La-
tour, 1999) mientras adscribe al radicalismo textual, sino que, apartándose del
post-estructuralismo, el constructivismo social y la semiótica postmoderna,
afirma la existencia de un mundo más allá de las «construcciones culturales» y
del lenguaje utilizado para describir el mundo. En esto, este nuevo interés en
el mundo en tanto constituido por palabras y por otras cosas que no son pala-
bras no es la actualización contemporánea de un «realismo ingenuo», sino
que, por el contrario, critica y se distancia del giro lingüístico al establecer que
el mundo no está sólo construido por categorías lingüísticas. Este tipo de po-
sición realista, defendida por representantes de la TAR como Latour (1999) y
feministas estudiosas de la ciencia y la tecnología como Haraway (1997), sos-
tiene de hecho el involucramiento de los humanos en la construcción del

—————
11 Más abajo problematizo la relativa incongruencia entre afirmar que existe una base par-
cialmente determinante para la ocurrencia del matching fenotípico, y la afirmación de que las
realidades que se estudian en este caso son alineaciones emergentes.
12 En lo que sigue, refiero al «giro lingüístico» sin problematizar su falta de coherencia in-
terna, lo que puede ser entendido como una forma reductiva de comprender ciertas formas del
quehacer metodológico que están interesadas en la materialidad de los acontecimientos sociales,
y que sin embargo pueden ser subsumidas dentro del giro lingüístico. Contra esta relativamente
razonable crítica, me gustaría indicar que uso el término «giro lingüístico» de una forma con-
trastiva antes que propositiva. Así, busco producir un contraste entre formas de aproximación a
la investigación, antes que explorar la complejidad del giro lingüístico en términos exhaustivos.
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 31

mundo (Latour, 1999), pero también afirma que los humanos no son los úni-
cos actores posibles en esa construcción, y que el mundo no es la proyección
de una «mente-en-una-cuba»13 (Latour, 1999, p. 21).
Al criticar el «construccionismo social», la TAR o los estudios sobre la
ciencia no están diciendo que el mundo no sea en algún sentido «construido».
En efecto, éste es en esencia el planteamiento de libros como Laboratory Life14
(Latour y Woolgar, 1986), donde los autores exploran cómo los hechos cientí-
ficos son construidos a través de prácticas de laboratorio. Y si la realidad de la
ciencia no es el resultado exclusivo de la agencia simbólica humana, el «cons-
truccionismo» utilizado por los estudios sobre la ciencia también trae consigo
la idea de que la realidad de la ciencia es construida a través de acciones lleva-
das a cabo por entidades que no son sólo humanas, sean éstas otras entidades
naturales, artificiales, animadas, inanimadas, etc. A través de este movimiento
epistemológico, los estudios sobre la ciencia reintroducen la cuestión del post-
humanismo y la importancia de la materialidad al apartarse de la apropiación
posmoderna del término «construccionismo», y denuncian así el antropocen-
trismo implicado en el giro lingüístico (Sørensen, 2003).
En efecto, esta clarificación respecto de las implicaciones de los términos
«construcción» o incluso «representación»15 en el contexto de los estudios
sobre la ciencia nos lleva a plantear una segunda desviación de las epistemolo-
gías cualitativas clásicas. Esto es, las críticas producidas por los estudios de la
ciencia a los términos implicados en el giro lingüístico sitúan la pregunta por
el lugar de la práctica, o por la cuestión de la «praxiografía»16 (Mol, 2002), a
través de la cual las realidades clínicas se construyen.

—————
13 La expresión utilizada por Bruno Latour es «mind-in-a-vat» (Latour, 1999). La traduc-
ción es mía. Este texto fue publicado en español como La esperanza de Pandora. Ensayos sobre
la realidad de los estudios de la ciencia, Barcelona: Gedisa (2001).
14 Traducido al español como La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos cientí-
ficos, Madrid: Alianza Editorial (1995).
15 Utilizo aquí el término «representación» como una traducción imperfecta del concepto
«enactment» puesto en uso por varios representantes de la TAR y especialmente por Annema-
rie Mol en su libro The Body Multiple. Ontology in Medical Practice (2002). Mol utiliza el térmi-
no enactment para señalar la importancia de la práctica (en oposición al discurso y las palabras
utilizadas tanto por médicos como por pacientes para describir el contexto médico) en la cons-
titución de las realidades clínicas que ella investiga.
16 Annemarie Mol (2002) define como «praxiográfico» su intento de tomar en considera-
ción otros aspectos de la práctica clínica que no se limitan a las explicaciones y las opiniones de
la enfermedad provistas por médicos y pacientes. En sus palabras, «los roles importantes en es-
tos encuentros son jugados por cosas tanto como por palabras, manos tanto como ojos, tecno-
logías tanto como características organizacionales» (Mol, 2002, p. 53). La traducción es mía.
32 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Pero la incorporación de la práctica como un dominio constitutivo de la


realidad impulsa a pensar qué es lo social después de todo. Cuando uno refie-
re a la práctica, ¿en qué sentido o bajo qué circunstancias llama uno a esas
prácticas sociales? La promoción que la TAR realiza de todo tipo de agencias,
lo que incluye las entidades humanas pero también las no humanas en calidad
de mediadores (Latour, 2005) que hacen posible la asociación, llama la aten-
ción no hacia lo social como un facilitador o un pre-requisito para la existen-
cia de una entidad determinada, sino a lo social en tanto éste transpira como
resultado de la asociación en redes de lo no-humano (Latour, 2005; Law,
2004). Para la TAR, lo que cuenta en tanto entidad, actor, material, humano o
no humano, y lo que es finalmente social es un efecto de la relacionalidad de
diferentes actores y no una condición explicativa tranquilamente establecida al
comienzo de la investigación. Las «practicidades» que Annemarie Mol se pro-
pone estudiar destellan —contra todo pronóstico— una gran cuota de «socia-
lidad», pero esto no es porque retengan una «historia social» que han oculta-
do durante el proceso de su reificación (tal cual lo descifraría, por ejemplo, un
análisis marxista), sino porque están «enredadas» con otras agencias en esce-
narios epistémicos particulares, produciendo por lo tanto diversos tipos de
objetos médicos. Esto es lo mismo a lo que se refiere John Law cuando dice
que «los objetos no existen por sí mismos, sino que son construidos»17 (2004,
p. 54). Para decirlo en términos latourianos, es en las asociaciones que los obje-
tos trazan con otras agencias que aquellos se convierten en sociales, y ésta es la
razón que los define como legítimas áreas de estudio por derecho propio (La-
tour, 2005).
Por lo tanto, la etnografía «anti-humanista»18 de Annemarie Mol ha mos-
trado cómo los objetos no son entidades mudas e incontaminadas que mera-
mente asisten o son intermediarios19 pasivos en la orquestación de la agencia
humana, sino que, por el contrario, los objetos están inevitablemente involu-
crados en la construcción de las realidades clínicas. Estas realidades (o una
realidad que es múltiple) son construidas en y a través de aspectos prácticos,
que incluyen muchas formas distintas de interacción humana-no humana y
que, como el propio término «aspectos prácticos» sugiere, constantemente
—————
17La traducción es mía.
18Aquí valoro el trabajo de Annemarie Mol en tanto significativo esfuerzo de pensar cómo
lo humano se asocia con dispositivos técnicos, reportes, protocolos —en una palabra, con for-
mas de «conocimiento embebido» (Mol, 2002, p. 12) que no son exclusivamente verbales ni
humanas—. Por esto es por lo que la llamo una etnografía anti-humanista.
19 Para Latour, «un intermediario [...] es lo que transporta significado o fuerza sin ser
transformado: definir sus entradas es suficiente para definir sus salidas» (Latour, 2005, p. 39).
La traducción es mía.
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 33

exceden el dominio de la comunicación o representación verbal (Law, 2004).


Estas «practicidades» incluyen procedimientos de laboratorio altamente ruti-
nizados, corporizaciones específicas (como ser una persona infértil), consultas
médicas, etc. Lo cual significa que estas practicidades incluyen muchos otros
tipos de prácticas que no necesariamente se restringen a la expresión de opi-
niones, percepciones o perspectivas (Mol, 2002). Y es precisamente por esta
razón que Mol sugiere dejar de lado una aproximación metodológica20 exclu-
sivamente centrada en las palabras y el significado: «Puede parecer que estu-
diar las “perspectivas” sea una manera de prestar atención, finalmente, a la
“enfermedad en sí misma” —pero no lo es—. Porque al entrar en el reino de la
significación, la realidad física del cuerpo es olvidada, y convertida nuevamente
en una categoría no marcada» (Mol, 2002, p. 11)21.
En contraste, el recurso de Haraway (1997) al término «material-
semiótico» evita explícitamente la dicotomización metodológica de Mol entre
«práctica» y «significado» referida más arriba. El uso de Haraway del cons-
tructo «material-semiótico» está marcado simultáneamente por la indisociabi-
lidad de lo material y lo semiótico en la corporización tecnocientífica, y por la
necesidad de señalar la presencia tanto de fuentes no sólo semióticas como no
sólo materiales en las operaciones de la tecnociencia. Mientras en este texto
quiero preservar parcialmente la viabilidad que encuentra Haraway en distin-
guir entre lo material y lo semiótico como cualidades que son, en algún senti-
do, independientes de la asociación, también quiero introducir una afirmación
más radical propuesta por los académicos de la TAR: ésta es que aquello que
va a considerarse material o semiótico es el resultado de las formas en las cua-
les es «socializado» en un ensamble determinado. Aquí el modelo para descri-
bir qué es lo material y qué es lo semiótico es el de la transmutación, que tiene
lugar a través de la socialización de una agencia en una red específica. Por lo
tanto, las agencias «materiales» (por ejemplo, una fotografía) pueden ser in-
terpretadas como agencias semióticas en relación con el rol particular que son
llamadas a desempeñar. De allí que «material» y «semiótico» no sean ya cuali-
dades intrínsecas de las agencias, sino más bien efectos dejados en tales agen-
cias al ser socializadas de una manera determinada. Por ello aquí uso el térmi-
no «material-semiótico» para nombrar la invasión de lo material en lo
—————
20 En mi lectura, la dicotomía de Mol entre praxiografía y significado es de carácter meto-
dológico antes que ontológico. Esto es, la autora niega un mejor acceso a la «enfermedad» a tra-
vés de las vías tradicionalmente favorecidas, como indagar el «sentido» y los «sentimientos» y
las «opiniones». Sin embargo, Mol reconoce que a nivel ontológico el significado es un elemento
constitutivo de las realidades clínicas tanto como otras prácticas materiales, como el uso de ecó-
grafos, las consultas médicas y la disección venal.
21 El énfasis y la traducción son míos.
34 CUERPOS Y DIFERENCIAS

semiótico, y de lo semiótico en lo material; sus constantes préstamo y traduc-


ción mutuos no los tornan, sin embargo, en indisociables (Latour, 1993). Si-
guiendo los modelos de la TAR, llamo «material-semióticos» a los efectos de
materialización y semiosis que son producidos a través de los enredos transito-
rios atravesados por ciertas agencias.
La tercera desviación de la tradición cualitativa a la que quiero prestar
atención es la renovación de la distinción naturaleza-sociedad en tanto una si-
militud. En efecto, como fue mostrado más arriba, en la base de los estudios
sobre la ciencia hay una nueva concepción acerca de cómo las realidades lle-
gan a ser reales. El realismo específico expresado por los estudios sobre la
ciencia hace pie en los términos «construcción» y «representación»22 como
términos que describen la agencia. Estas teorías han completado la traslación
—iniciada en las ciencias sociales por teorías como la hermenéutica— desde
una posición positivista en la comprensión de la sociedad y la naturaleza, a
una concepción performativa de la naturaleza y la sociedad. Mientras que la
división fundamental entre las disciplinas sociales y naturales establecida en la
tradición sociológica por la filosofía hermenéutica de Dilthey (1988) se basaba
en demostrar cómo el objeto de estudio de las ciencias sociales necesitaba ser
conceptualizado de forma diferente al de las ciencias naturales, aquella divi-
sión no cuestionaba que la naturaleza era un estrato ya dado que podía ser
comprendido a través del uso de métodos positivistas. Ésta es exactamente la
división del trabajo que todavía estructura muchos de los métodos cualitati-
vos, y la que afinca su interés exclusivo en las palabras, el significado y la sub-
jetividad humanas (cf. Hammersley, 1998; David and Sutton, 2004; Bryman,
2001). Con esto, la sociología hermenéutica —de la cual derivan muchas de
las aproximaciones cualitativas actuales— está a mitad de camino entre el po-
sitivismo y la performatividad. La sociología hermenéutica sostenía una con-
cepción ontológica de la naturaleza de raíz positivista, pero argumentaba que
la sociedad no podía ser aproximada como una entidad previa y externa, por-
que tenía un carácter procesual y porque era construida a través de las capaci-
dades interpretativas de sus participantes.
Lo que han hecho las académicas feministas, junto con los estudios de la
ciencia y posteriormente con los representantes de la TAR, es reconocer cómo
la previamente intocada objetividad de la naturaleza también es el resultado de
la práctica, del uso de dispositivos específicos en ensambles locales, y de la
coordinación de agencias disímiles que no se reducen a lo humano (Latour,
1993; Haraway, 1997; Barad, 1998, 2003; Law, 2004). Estos estudios han mos-
—————
22 Estos términos tienen interfaces importantes con el concepto de performatividad de Ju-
dith Butler (1990). Discuto estas interfaces más abajo.
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 35

trado que las mismas tecnologías (como la bomba de aire de Robert Boye) que
instrumentalizan la naturaleza a través de dispositivos que la hacen cognosci-
ble, ajustada a los modernos modos científicos de experimentación y demos-
tración, son las tecnologías que en el mismo momento construyen la naturale-
za como una entidad autónoma, sólida y externa, independiente de la
intervención humana. Sin la convicción de que la naturaleza es una entidad
ahí-afuera, trascendente a la intención y diseño humanos, el experimento de la
bomba de aire de Boyle (que es el paradigma de la operacionalización y la
creación de la naturaleza) no sería creíble. Karen Barad (1998, 2003) es clara
sobre este punto: una cierta visión de la naturaleza emerge en dependencia
con (y no independientemente de) el dispositivo material-conceptual que es
operacionalizado en cada caso. Diferentes dispositivos materiales y concep-
tuales materializan diferentes realidades (o naturalezas)23. La naturaleza que
emerge a través de un dispositivo tecnocientífico tiene una relación fundamen-
tal e intrínseca con ese dispositivo (no sería lo mismo sin él, o probablemente
no existiría). Las productivas interfaces entre el feminismo y los estudios sobre
la ciencia han demostrado esto hace largo tiempo: la naturaleza es construida,
y esta construcción tiene lugar, por ejemplo, en las prácticas tecnocientíficas
(Haraway, 1997; Butler, 1990; Barad 1998, 2003; Latour y Woolgar, 1986).
Enfatizando un tipo diferente de realismo que aquel perteneciente a la tradi-
ción cualitativa, los estudios de la ciencia tanto feministas como no feministas
han problematizado la performatividad de las ciencias sociales (que, en tanto
práctica ontológica, produce sociedad al estudiarla) (Law, 2004; Law y Urry,
2004; Mol, 2002; Latour, 2005) y la performatividad de las ciencias naturales
(que, al localizar determinados dispositivos en redes tecnocientíficas, o al
permitir la corporización de determinados discursos, produce la naturaleza al
experimentar con ella o corporizarla) (Butler, 1990; Haraway, 1997; Barad
1998, 2003).
La cuarta desviación de las metodologías cualitativas dominantes que quie-
ro tratar aquí es el carácter efímero atribuido por la epistemología de los estu-
dios sobre la ciencia a las realidades que se estudian. En efecto, oponiéndose a
—————
23 Expandiendo lo que ella llama el «marco post-newtoniano» (2003, p. 4) de Niels Bohr,
Karen Barad establece que no hay una distinción intrínseca entre el objeto de observación y las
agencias de observación (esto es, entre lo que es conocido y las agencias convocadas para hacer
posible ese conocimiento). Tal «corte» (entre las agencias y los objetos) es siempre el resultado
específico de un proceso de medición particular. En los términos de Barad, «este particular corte
construido resuelve las ambigüedades sólo para un contexto dado» (2003, p. 4). Esto significa
que lo que es «cortado» como naturaleza en un contexto tecnocientífico particular es una reso-
lución temporal de las ambigüedades que rodean la naturaleza en general. «¿Qué es naturale-
za?» es una pregunta general que sólo tiene respuestas particulares.
36 CUERPOS Y DIFERENCIAS

los efectos anquilosantes que las metodologías cualitativas tienden a producir


en la realidad unidimensional que estudian, la epistemología de los estudios
sobre la ciencia señala la ubicuidad de lo fugaz, las cualidades fluidas y en
proceso de lo que es conocido o construido, una característica que es frecuen-
temente reconocida a través del concepto de «ensamble». John Law (2004, p.
42) llama «método ensamble» al movimiento de asociación o auto-asociación
«en el cual los elementos que son puestos unos junto a otros no están fijados
en su forma, no pertenecen a una lista pre-dada, sino que son construidos al
menos parcialmente en tanto son reunidos»24. De acuerdo con Law, un «mé-
todo ensamble» es una reunión (de elementos heterogéneos) que torna a algo
presente (por ejemplo, afirmaciones que describen una enfermedad, prácticas
de coordinación fenotípica), mientras que al mismo tiempo el objeto que es
descrito o construido (y que por esa razón es visible pero ausente en lo que se
hace presente) es contabilizado como un hecho dado, una entidad indisputa-
ble (como una enfermedad, o el parecido físico entre padres e hijos/as), y al
mismo tiempo algo más es tornado un otro, o invisibilizado (por ejemplo, la
contingencia a través de la cual algo adquiere su característica de hecho dado).
Pero los representantes de los estudios de la ciencia también señalan la ne-
cesidad de reconocer la durabilidad de aquello que ha sido constituido a tra-
vés principalmente de eventos contingentes, o que no tiene necesidad de ser25.
Por ejemplo, Latour (2005, p. 34) afirma que «lo que debe ser explicado, las
excepciones perturbadoras, son cualquier tipo de estabilidad en el largo plazo
y a gran escala»26. Intentaré dar cuenta de estas formas de estabilidad recu-
rriendo al concepto de normatividad en las próximas páginas.

UN MÉTODO ARTESANAL

Más arriba he discutido cuatro desviaciones clave a través de las cuales los es-
tudios sobre la ciencia han presentado una epistemología alternativa a aquella
generalmente detentada por la tradición cualitativa en las ciencias sociales. He
hecho este largo recorrido como una manera de introducir mi propio método
artesanal, sobre el cual me detengo en los próximos párrafos. A pesar de que
adscribo la mayoría de las innovaciones traídas por los estudios sobre la cien-
—————
24
La traducción es mía.
25
Agradezco a Celia Lury el haberme señalado la importancia de esta cuestión. Más abajo
problematizo lo que considero es la falta de herramientas conceptuales en algunas versiones de
TAR para estudiar el carácter normativo de los eventos contingentes.
26 La traducción es mía.
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 37

cia al terreno metodológico, me preocupa en particular la cuestión de la nor-


matividad y si la epistemología de los estudios sobre la ciencia y la TAR per-
miten tomar en consideración el aspecto normativo de las prácticas clínicas.
También discuto si es posible entender que existe acción con significado no
como una prerrogativa de lo humano, sino como un efecto emergente de la in-
teracción humano-no humano.
He trabajado en producir este método en concordancia con las realidades
que van a ser estudiadas. Si el espacio clínico que es el foco de esta investiga-
ción es un mundo habitado por palabras, también es un mundo material, co-
producido por artefactos y humanos, por rutina e innovación, por protocolos
y excepciones. Es un mundo en el cual la praxiografía reina, pero ésta está
atravesada y sostenida por formas inherentes de normatividad. Es en respuesta
a estas realidades que aquí propongo una comprensión de lo normativo.

Normatividad

En relación con la cuestión de la normatividad, toma cuerpo una cierta de-


manda de relevancia. En efecto, ¿por qué es importante la normatividad? Mi
respuesta es que la cuestión del parentesco y las tecnologías reproductivas ha
sido referida en la bibliografía relevante como una coyuntura contemporánea
en la cual se dan cita riesgo, cambio e incertidumbre, y por lo tanto la norma-
tividad emerge en este contexto de imprevisibilidad relativo a las nuevas posi-
bilidades contenidas en la tecnología procreativa. Por ejemplo, Marilyn Stra-
thern habla sobre la percepción de una reducción en la libertad de elección
que es un resultado paradójico del aumento de las opciones reproductivas
gracias al surgimiento de las tecnologías de procreación. Strathern también
señala la intensificación de las percepciones culturales acerca de una pérdida
de naturaleza que se refleja en última instancia en la reproducción asistida
como una divisoria de aguas entre modelos reproductivos previos y contem-
poráneos (Strathern, 1992). Sarah Franklin refiere a la incertidumbre moral y
la controversia política surgidas como resultado del alza en la intervención en
la reproducción, enfatizando el desdibujamiento de los límites entre la repro-
ducción humana, vegetal y animal (Franklin, 1995, 2000). Su concepto de
«genealogía artefactual» señala el tipo de transformaciones atravesadas por
«modelos familiares de parentesco y descendencia»27 debido a la manipula-
—————
27 Franklin utiliza el concepto de artefactual genealogy (Franklin, 2000, p. 218). La traduc-
ción de ambas citas es mía.
38 CUERPOS Y DIFERENCIAS

ción de diferentes formas de vida que es posible gracias al uso de nuevas bio-
tecnologías (Franklin, 2000, p. 224).
Es en el marco de estas críticas culturales que aquí me interesa explorar los
significados del concepto de normatividad. Difiriendo el potencial tinte con-
servador de una pregunta acerca de la normatividad, aquí quiero explorar la
valencia del concepto para estudiar las realidades médicas de una clínica de
fertilidad. Más que una pregunta por el control o la cohesión social, aquí sitúo
la cuestión de la pertinencia de la normatividad, especialmente en relación con
lo que considero es su relativo olvido en los estudios sobre la ciencia. En efec-
to, el foco de estos últimos en el carácter transitorio y emergente de los en-
sambles estudiados ha supuesto frecuentemente que la normatividad no haya
sido objeto de suficiente atención. Ya que, para los estudios sobre la ciencia,
los conjuntos o ensamblajes transitorios ocurren al margen de las normas, al-
gunos expositores de la TAR han discutido negativamente la pertinencia de
las normas para analizar cómo tienen lugar ciertos agrupamientos efímeros. Y
este olvido forzado tiene lugar, a su vez, debido a que la normatividad ha sido
frecuentemente pensada de forma estrecha como aquello que predica acerca
de lo bueno o lo malo, confinando lo normativo al rol de preceptos sobre lo
que es bueno de una vez y para todos, es decir, equiparado con decisiones ra-
cionales, estándares trascendentales y universalidad. Y ya que todos estos as-
pectos son desestimados como teniendo alguna importancia para la formación
de los ensambles particulares y las ontologías múltiples que pueblan las reali-
dades estudiadas, entonces la normatividad también es desestimada como un
aspecto relevante.
Apartándome de esta forma de conceptualizar la relación entre contingen-
cia y normatividad, aquí quiero situar un conjunto diferente de preguntas:
¿qué sucede, en efecto, si las normas no son conceptuadas como universales o
racionales, sino simplemente como inmanentes en lo actual? ¿Qué pasa si no
se trata de valores ideales, racionalmente deducidos y por ello separados de la
ontología, que predican universalmente acerca de lo bueno y lo malo, sino que
la normatividad es acerca de lo que es —y de lo que no es— en una situación
empírica particular? ¿Qué sucede si la normatividad es útil para comprender
las formas reales que adquieren las ontologías, así como las potencialidades in-
actualizadas que son dejadas atrás?
En estas preguntas estoy orientada principalmente hacia la teoría de la per-
formatividad de Judith Butler. En efecto, la teoría de la normatividad perfor-
mativa de Butler deja lugar a pensar la norma sin considerarla anclada en nin-
gún nivel trascendental, sea éste el nivel de deducciones (humanas) racionales
respecto de lo que es bueno o malo, o el nivel de estructuras universales, in-
conscientes pero eficaces que predican acerca de lo prohibido y lo permitido.
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 39

Es más, la teoría de la normatividad performativa de Butler también (al igual


que los estudios sobre la ciencia) permite teorizar la apertura, el proceso y el
cambio al des-reificar las normas en tanto inconsciente simbólico28 y pre-
social, al enfatizar la necesaria actualización de aquellas normas para persistir
en tanto tales. De hecho, para Butler, las así llamadas normas sociales «fun-
dantes» (como el tabú del incesto y el complejo de Edipo) no existen más que
en su actualización; no pertenecen a ninguna estructura simbólica fundante y
pre-social. Sin embargo, estas normas tienen una cierta eficacia en sostener
ciertos órdenes culturales. Aquí leo la teoría de la performatividad de Butler
como un esfuerzo por reconocer la eficacia de una ley que sin embargo no
puede ser localizada en ningún otro nivel (real o teórico) que en su manifesta-
ción efímera. Esto es, aquí adscribo la teoría de la performatividad de Butler
como una resolución parcial del frecuente dilema de las ciencias sociales res-
pecto del lugar de la intención y voluntad humanas en relación con las «es-
tructuras» colectivas y las realidades «objetivas». Al reconocer simultánea-
mente la existencia y la inestabilidad de las normas29, la performatividad está a
mitad de camino entre las explicaciones de las ciencias sociales en términos de
estructuras estables (sean éstas manifiestas o ausentes) que constriñen y de-
terminan la acción individual, y las aproximaciones a veces provistas por algu-
nos exponentes de los estudios sobre la ciencia o la TAR, que reifican los en-
samblajes contingentes y a-normativos (es decir, que tienen lugar en un vacío
normativo).
Si los estudios de la ciencia-TAR confluyen con la teoría de Butler en la
afirmación de que las realidades son hechas incesantemente en «procesos con-
tinuos de producción y reproducción, y no tienen estatus, posición o realidad
por fuera de estos procesos»30 (Law, 2004, p. 159), estos aportes divergen en
su tratamiento de la normatividad. Pero, mientras en lo que sigue quisiera re-
tener lo que se dijo antes respecto de la manera distintiva en la cual Butler en-
tiende la normatividad, también quiero producir una desviación de su trabajo.
En efecto, aquí quiero superar un cierto tinte que amenaza la normatividad de
Butler con una preocupación dominante con la identidad de género humana,
y consecuentemente con una interpretación de las normas como aquello que
gobierna en última instancia el devenir humano en identidades generizadas a
—————
28 Y por ello mismo apartándose de versiones estructuralistas o psicoanalíticas de lo sim-
bólico como un orden de normatividad pre-social y fundacional.
29 De hecho, para Butler, la inestabilidad de la norma (el hecho de que puede cambiar) es
parte de sus oportunidades de supervivencia: «Por lo tanto, la norma no necesita ser estática
para sobrevivir; de hecho, no puede ser estática si va a sobrevivir» (Butler, 2002, p. 37). La tra-
ducción es mía.
30 La traducción es mía.
40 CUERPOS Y DIFERENCIAS

través de actos performativos. Lo que se deja de lado en esta teoría de las


prácticas de género es el advenimiento de la materia en tanto cuerpo y de los
cuerpos en tanto «hechos dados» a través de las interacciones con la praxio-
grafía de Mol, o en todo caso con un amplio abanico de entidades cuya propia
emergencia también está atada a la emergencia de los cuerpos humanos. Esto
es, quiero complementar la teoría de la normatividad de Butler con la atención
que los estudios sobre la ciencia han prestado a la interacción humano-no
humano en la formación de redes tecnocientíficas.

Sentido e interpretación

El segundo aspecto que quiero plantear aquí en mi método artesanal es la


cuestión de lo material y lo semiótico, y sus relaciones con el sentido y la in-
terpretación. En efecto, siguiendo a Latour (1999), las realidades emergen a
través de la interacción entre las palabras y la materialidad, donde las palabras
comprenden toda la variabilidad de la significación simbólica, y la «materiali-
dad» encarna no la mudez de la ausencia de significación tout court, sino la
potencialidad de formas de significación no simbólicas. Las palabras textuales
y orales no actúan solas en crear la realidad, sino que actúan coordinadas con
(y también en discordancia con) lo material. Por ejemplo, el término inscripción
propuesto por Latour (1999) es una de las formas en las cuales lo material y el
mundo de las palabras interactúan y producen significado conjuntamente. De
forma congruente con una epistemología que no otorga ningún status creativo
privilegiado a lo humano, las palabras ya no son el medio principal a través del
cual se genera significado, sino una realidad ontológica que produce significa-
do en su encuentro con otras instancias ontológicas, por ejemplo aquellas re-
presentadas por entidades materiales que no pronuncian palabras.
Por lo tanto, no tiene sentido decir que una palabra tiene efectos materiales
(tal como hacen diversas formas de construccionismo social), si esto es esca-
samente verdadero, o improbable, o indemostrable. Lo que sí tiene sentido, al
menos en el contexto clínico, es decir que el (a veces conflictivo) encuentro
entre las palabras y el mundo material tiene efectos de significado. Así, el tér-
mino «significado» ya no es algo que debe ser extraído de la opacidad de la
realidad, sino un efecto de superficie del enredo tecnocientífico de lo humano
y lo no humano, de lo material y lo simbólico. En esta forma de conceptuar la
formación de significado, la diferencia entre palabra y mundo es re-
establecida, no queda duda, pero a la vez se enfatiza una comprensión diferen-
te de aquella provista por el idealismo lingüístico. Ya no hay más un eje crea-
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 41

tivo anclado en lo humano y sus pronunciaciones simbólicos; la capacidad pa-


ra significar es distribuida a lo largo de la división mundo-palabra. Pero si la
materialidad puede ser también una fuente de acción y significación, tal vez
también puede interpretar, tal como ha sugerido Clough en su revisión del in-
fra-empirismo: «Si, no obstante, en el caso del infra-empirismo, la interpreta-
ción también es entendida como parte del mundo empírico, la interpretación
no representa una perspectiva humana privilegiada tal como lo es para el inte-
raccionismo simbólico»31 (Clough, 2009). El infra-empirismo también puede
ser una forma de reconocer, como lo hace Haraway, las capacidades de obser-
vación e interpretación de las entidades no humanas (Haraway, 1997).

LA COORDINACIÓN FENOTÍPICA

La realización de la coordinación fenotípica supone la participación de una


cantidad de agencias diversas que no se restringen al ámbito de lo humano, ni
implican exclusivamente la emisión de palabras con significado simbólico. Por
el contrario, en tanto ensamblaje técnico (Latour, 1999), la coordinación feno-
típica involucra la interacción de artefactos y humanos, ya que se trata de
aquello que pone a los unos junto a los otros más que aquello que separa un
orden de lo humano del dominio de los objetos (Latour, 1999). Así, la coordi-
nación fenotípica adquiere estabilidad e intencionalidad32 en tanto punto de
convergencia de una cantidad de mediadores. Aquí argumentaré que tales
mediadores humanos y no humanos no sólo «transforman, traducen, defor-
man y modifican» (Latour, 2005, p. 39)33 el significado que transportan, sino
que también actúan como relevos de las responsabilidades de otras entidades.
En una clínica de fertilidad, la persona o pareja que busca realizar una do-
nación de gametos o de embriones será primero ingresada en lo que común-
mente se denomina el «Programa de Ovo-Donación»34. Esto significa que a
—————
31 La traducción es mía.
32 De acuerdo con Latour, la acción con sentido y la intencionalidad no son propiedades
de los objetos ni tampoco son propiedades humanas: «Son propiedades de las instituciones, de
los aparatos, de lo que Foucault llamó dispositivos. Sólo los cuerpos corporativos son capaces
de absorber la proliferación de mediadores, regular su expresión y redistribuir las aptitudes,
forzar a las cajas a oscurecerse y cerrarse» (Latour, 1999, p. 192). La traducción es mía.
33 La traducción es mía.
34 Como fue indicado más arriba, en este texto me restrinjo al estudio del caso de la dona-
ción de óvulos, ya que la donación de esperma en Argentina presenta ciertas particularidades, la
principal de las cuales es que generalmente no se realiza exclusivamente en una clínica de ferti-
lidad (como la donación de óvulos), sino entre una clínica de fertilidad y un banco de esperma.
42 CUERPOS Y DIFERENCIAS

partir de este momento los procedimientos que se llevarán a cabo sobre la pa-
reja o persona receptora serán guiados por un protocolo, en este caso el «Pro-
tocolo de Donación de Óvulos». Este hecho da cuenta en sí mismo del grado
en el cual las donación de gametos y embriones es una práctica en proceso de
ser estandarizada y rutinizada.
Una vez que las futuras receptoras han sido ingresadas en el Programa de
Ovo-Donación, comenzará la sincronización de procesos corporales. En efec-
to, como en el término latouriano «cuerpo corporativo»35 (Latour, 1999, p.
192), una cantidad de cuerpos y sus balances hormonales, producción de sus-
tancias y cronología química serán simultáneamente separados en diferentes
fases, y coordinados como si fuesen partes de un mismo cuerpo individual.
Por ejemplo, en el caso de la donación de óvulos, ambos ciclos hormonales
(de la donante y de la receptora) serán suspendidos (lo que suele llamarse
«supresión ovárica»36), y el ciclo de la donante será reiniciado (no así el de la
receptora). Seguidamente, se le darán a la donante drogas de estimulación
ovárica, para estimular la producción de óvulos en mayores cantidades que en
un ciclo natural, cuando normalmente sólo un óvulo se desarrollaría. Mientras
tanto, la futura receptora recibirá medicación con estrógenos, para estimular
el crecimiento de su endometrio, preparándolo para recibir la transferencia
del embrión37. Por lo tanto, los ciclos hormonales de ambas mujeres (donante
y receptora)38 son sincronizados como resultado del uso de medicación para la
estimulación ovárica, aunque esto no significa sin embargo que ambos ciclos
menstruales estén transcurriendo de forma exactamente igual. Dos (o más de
dos) cuerpos femeninos son temporalmente alineados, de una forma que los
torna casi, pero no totalmente, isomorfos. En efecto, los ovarios de la recepto-
ra están «en reposo», pero su endometrio está siendo activamente estimulado
para crecer como si sus ovarios estuvieran trabajando39, mientras que los ova-
—————
35 El término en inglés es body corporate.
36 Tomado de la hoja informativa «Donación de óvulos (Receptoras)», descargada de In-
ternet el 22 de mayo de 2008: http://www.cegyr.com/eng/ovodonacion_receptoras.php.
37 El endometrio es una capa de tejido que recubre el útero de una mujer durante la prime-
ra parte del ciclo hormonal, y es donde el huevo fecundado se anidará.
38 Algunas veces, cuando una misma donante es «compartida» por más de una receptora,
este mismo proceso puede incluir una tercera, cuarta o incluso quinta mujer, cuyos endometrios
serán preparados para la implantación del blastocisto (un huevo fecundado de cinco días).
39 El crecimiento del endometrio es estimulado en un ciclo natural por las hormonas pro-
ducidas por los ovarios durante la maduración del ovocito en la primera parte del ciclo mens-
trual. De ahí que la receptora (cuyos ovarios son inducidos a un periodo de reposo a través de
la medicación supresora) necesite ser estimulada a través de una medicación distinta para pro-
ducir un resultado parcial (el crecimiento de su endometrio sin que sus ovarios estén produ-
ciendo la maduración del ovocito). Las ontologías de la clínica están a este respecto preparadas
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 43

rios de la donante están «trabajando» (y concomitantemente estimulando el


crecimiento de su endometrio, aunque ningún embrión será técnicamente im-
plantado).
Es en el marco de este escenario cooperativo que tendrá lugar la coordina-
ción fenotípica. Es importante tener esto presente, ya que la coordinación fe-
notípica emerge como una instancia entre otras de la producción de naturaleza
(por ejemplo, un ciclo menstrual o el parecido físico entre padres e hijos/as)
que se lleva a cabo a través de la mediación de diferentes tipos de entidades
(entre las cuales la medicación, los ecógrafos, los humanos y los protocolos
son los más importantes) en el laboratorio de fertilidad.
Pero antes de que todas estas estimulaciones y sincronizaciones hormona-
les empiecen a tener lugar, otra cosa sumamente importante ha ocurrido des-
de que la donante y la receptora ingresaron al Protocolo de Ovo-Donación.
Ésta ha sido la entrega al personal técnico responsable del Programa de Ovo-
Donación de una fotografía de la receptora y una de la donante. Después de
que las fotografías han sido entregadas, el personal técnico responsable del
Programa de Ovo-Donación se reúne separadamente tanto con la donante
como con la receptora. Durante la reunión con la donante, su fotografía se
adjunta a su «perfil», contenido en una carpeta que incluye resultados de al-
gunos exámenes médicos y una evaluación psicológica40. Durante esta reunión
y en presencia de la donante, el o la doctor/a encargado/a llenará un formula-
rio detallando las características físicas de la donante, y este formulario será
incluido en la carpeta. Un proceso similar se realizará con la receptora.
Una vez que todas estas carpetas han sido preparadas para cada una de las
personas involucradas, el personal técnico del Programa de Ovo-Donación
llevará adelante la coordinación fenotípica. Basándose en las fotografías y en
los formularios donde fueron registradas las características físicas de la donan-
te y de la receptora, el personal a cargo seleccionará una donante fenotípica-
mente compatible con la receptora, que tenga todos o algunos de los rasgos fí-
sicos (color de piel, ojos o pelo, altura, grupo sanguíneo, masa corporal, etc.)

—————
para imitar lo que se considera es un «ciclo natural». En palabras del Protocolo de Ovo-
Donación de Cegyr, «para preparar el endometrio se utilizan estrógenos imitando lo que natu-
ralmente producen los ovarios durante la primera mitad del ciclo menstrual» (http://www.ce-
gyr.com/eng/ovodonacion_receptoras.php, descargado de Internet el día 22 de mayo de 2008.
El énfasis es mío). Pero, tal como muestra este ejemplo, la naturaleza no es copiada exactamen-
te de la misma forma: sólo se reproduce una parte de un ciclo menstrual natural (el crecimiento
del endometrio), mientras que otra parte (la operación propia de los ovarios) no busca ser imi-
tada.
40 Estos resultados incluyen típicamente pruebas serológicas (VIH, hepatitis, etc.) y gine-
cológicas (papanicolau, colposcopia, etc.).
44 CUERPOS Y DIFERENCIAS

de la persona que recibirá el óvulo donado. Luego de que la coordinación se


ha realizado entre las características físicas de la donante y la receptora (esto
es, que una donante «apropiada» se ha asignado a la receptora), comenzará la
sincronización hormonal descrita más arriba.
En lo que sigue, analizaré el protocolo arriba mencionado como una prác-
tica que sólo puede llevarse adelante gracias a la participación de dispositivos
materiales y simbólicos y de entidades no sociales y no humanas que se de-
sempeñarán de hecho como actores en los ensamblajes de la coordinación fe-
notípica. Una de estas entidades es la fotografía usada para representar tanto
los rasgos físicos de la donante como los de la receptora. Como se indicó más
arriba, la fotografía es llamada a la acción en tanto emblema de fidelidad (en-
tendida como un registro de la realidad «tal cual es»), y en donde los fenoti-
pos a tener en cuenta son registrados con exactitud, es decir, «tal como son».
Por lo tanto, siguiendo a Latour y Woolgar (1986), la fotografía actúa como
un dispositivo de inscripción. Pero ¿qué es lo que hace un dispositivo de ins-
cripción? ¿Hace de hecho algo en concreto? Exploraré las respuestas a estas
preguntas en los párrafos que siguen.

La coordinación fenotípica como una inscripción

De acuerdo con Latour (1999) un mediador es aquello que hace posible el


proceso de inscripción, donde la inscripción es similar a una traducción. Por
lo tanto, un dispositivo de transcripción es un mediador, ya que es el lugar ma-
terial de la inscripción. Sin embargo, otra característica de los mediadores es
que su producto no es nunca igual a sus insumos, o sus salidas jamás idénticas
a sus entradas. Cuando algo es inscrito a través de un mediador, tiene lugar
una cierta traducción. Puede ser que aquello que fue inscrito a través de un
dispositivo de inscripción sea representado en otra escala, por ejemplo, en el
caso de los mapas. Otro ejemplo es la producción de significado: a través de
un dispositivo de inscripción, algo que no era inmediatamente accesible pre-
viamente se torna accesible (comprensible). Un dispositivo de inscripción
también puede señalar el lugar en el cual una afirmación logra ser estabilizada
como un hecho comprobado (Latour y Woolgar, 1986).
La fotografía en la cual son registrados los datos físicos de la donante y de
la receptora opera, como se dijo antes, como un dispositivo de inscripción. A
través del uso de este dispositivo de inscripción, el continuum relativamente
anárquico de las características fenotípicas de una persona (es decir, la dificul-
tad que supone hacer una evaluación clara y distinta sobre las características
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 45

físicas de una persona) es dispuesto y categorizado a través de tipos discretos e


incontaminados entre sí. En efecto, en coordinación con el formulario en el
cual también se registran las características físicas de la donante y la receptora,
la fotografía es una inscripción donde cada característica es etiquetada como
una variable con un número limitado de categorías contenidas en ella (por
ejemplo, el color del pelo puede ser oscuro, rubio o pelirrojo). El continuum
de las características que hacen el total del aspecto físico de una persona es
reducido a unas cuantas variables y sus categorías. El continuum se torna así
discreto. Reformulando a partir de Latour y Woolgar (1986), la fotografía es
una inscripción a través de la cual la materia intrincada y fenotípica es conta-
bilizada como materia «con significado». La fotografía es un dispositivo a tra-
vés del cual un cierto tipo de materia o naturaleza caótica es «descubierta» y
contabilizada como una naturaleza ahora legible e identificable. Como tal, el
dispositivo de inscripción torna la materia pre-fotográfica en un tipo usable,
comparable y categorizable de naturaleza.
Sin embargo, en tanto mediador que hace posible la inscripción, la fotogra-
fía hace algunas cosas al materializar una traducción. En efecto, la fotografía
opera una transmutación esencial entre una valoración subjetiva de la varia-
ción física, y una evaluación objetiva. Esto es, la fotografía es una inscripción
literaria que, al «meramente» registrar los datos de la apariencia fenotípica, es-
tá de hecho transformando una valoración subjetiva (la que realiza la técnica o
la médica respecto de las características físicas de una persona) en una evalua-
ción objetiva, en un hecho dado (Latour y Woolgar, 1986). La fotografía es
por lo tanto asociada como un mediador (Latour, 2005) en los ensamblajes
técnicos de la donación de gametos, contabilizada como un actor capaz de
producir hechos (por ejemplo, transformar valoraciones en hechos indisputa-
bles), reduciendo así disputas potenciales sobre la apariencia física de la futura
descendencia de la persona que recibe una donación de óvulos. La fotografía
—y de hecho también el formulario en el cual la doctora ha coleccionado in-
formación sobre los fenotipos— pueden ser analizados, como lo hace Donna
Haraway, como «observadores [...] quienes no son sólo personas, menos aún
mentes des-corporizadas, sino también entidades no humanas, frecuentemente
llamadas dispositivos de inscripción, a los cuales las personas han delegado la
tarea de la observación, frecuentemente con el objetivo de hacerla “imperso-
nal”» (Haraway, 1997, p. 301)41.

—————
41 La traducción es mía. Hay disponible una traducción al castellano de este texto: Testigo-
[email protected]. HombreHembra _Conoce_Oncoraton. Feminismo y tecnociencia,
Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya.
46 CUERPOS Y DIFERENCIAS

La fotografía es un dispositivo de inscripción, un mediador, una agencia de


observación. Por lo tanto, no es un dispositivo mudo, un punto de pasaje a
través del cual lo que entra sale intacto. Por el contrario, la fotografía organiza
el continuum de la materia o la naturaleza (esto es, la apariencia física de una
persona) en una lista discreta y categorizada, es decir, en un hecho comproba-
do. Al registrar fielmente los rasgos físicos, los torna indisputables (pues están
registrados en una fotografía, no fueron seleccionados y coordinados arbitra-
riamente). Al registrar, la fotografía también funciona como un relevo de la
subjetividad humana, ya que se le delega la importante función de observa-
ción. De hecho, es la fotografía la que observa a las donantes y a las receptoras
y registra sus rasgos, y quien, de una forma más general, garantiza la obser-
vancia de las reglas de parentesco. No es el personal técnico el que observa los
datos físicos y luego decide quién es la donante apropiada para cada recepto-
ra. Es la fotografía, que es más real que la realidad, la que decide y de hecho la
que coordina a la donante con la receptora. En respuesta a la pregunta reali-
zada más arriba, se debería responder que sí, los objetos interpretan, y lo ha-
cen en tanto delegados de los humanos.
Siguiendo el trabajo de otros estudiosos de las prácticas científicas (cf. La-
tour, 1993; Barad, 2003), es posible argumentar que esta particular construc-
ción de naturaleza que tiene lugar dentro de los confines de la clínica de ferti-
lidad no es asumida como tal por los propios actores, midiéndose por el
contrario a sí misma contra una idea particular de naturaleza como un domi-
nio exterior al laboratorio. Éste es de hecho uno de los principios fundantes
de los estudios sobre la ciencia: que en el mismo momento histórico en el cual
la naturaleza se convierte en un objeto de conocimiento comprensible a través
de dispositivos científicos (por ejemplo, a través de la bomba de aire de Bo-
yle), la naturaleza se transforma también en una entidad ontológicamente pre-
via al laboratorio, donde es sólo «reproducida» (y no activamente producida)
(Law, 2004).
Sin embargo, me gustaría complementar esta afirmación respecto de la
producción de naturaleza que tiene lugar a través de la ciencia, con la afirma-
ción de que, en el caso de la clínica de infertilidad, esta producción se alcanza
redoblando las apuestas hechas sobre la propia naturaleza. Esto es, en el con-
texto de los servicios de fertilidad, no sólo la naturaleza es construida como si
fuera una realidad pre-existente al laboratorio, sino que la naturaleza también
se convierte en un ideal que debe ser emulado a cualquier costo en la clínica.
En las prácticas que tienen lugar a lo largo de los corredores y las salas de con-
sulta de la clínica de fertilidad, la naturaleza no sólo es entendida como un
trasfondo ontológico indisputable para la acción, sino también como un ideal
normativo que debe ser reproducido. En este sentido, el objetivo general de la
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 47

clínica y el laboratorio de fertilidad es reducir su presencia lo más posible,


tornar sus prácticas evanescentes y, si es posible, desaparecer completamen-
te42. Este desaparecimiento tiene lugar a través de la actualización de ideas
particulares sobre qué es la naturaleza, ideas que se materializan a través de
prácticas materiales y semióticas que tienen lugar en la clínica de fertilidad, y
que aquí argumento que tienen una función regulativa o normativa. Al mismo
tiempo, esta construcción de naturaleza como un a priori ontológico que debe
ser emulado (como en un «embarazo natural» y en un «hijo/a natural») tiene
lugar a través de lo que arriba se analizó como la eliminación de lo subjetivo y
la construcción de una evaluación objetiva. Más abajo discutiré la dimensión
normativa de la coordinación fenotípica.

El aspecto normativo de la coordinación fenotípica

Discutiendo el pensamiento racial, Peter Wade afirma que «está basado en un


complejo y cambiante grupo de ideas sobre ciertos aspectos de la apariencia
física», donde esta apariencia está «ligada a la ascendencia y la herencia de
rasgos tanto “naturales” como “culturales”» (Wade, 2009, p. 2). Aquí quiero
retener la afirmación de Wade respecto de que la apariencia física, que puede
ser entendida como las «características observables de un individuo» en una
definición estándar del término fenotipo43, es un punto clave del reconoci-
miento racial y familiar, y por lo tanto preguntar: ¿cómo es esta asociación
fundamental entre apariencia física y pensamiento racial y familiar re-
trabajada en el contexto de la coordinación fenotípica?
Una respuesta parcial a esta pregunta es que la coordinación fenotípica es
uno de esos lugares en los cuales se reconoce y representa la importancia de la
apariencia física para el parentesco y el reconocimiento racial. Por lo tanto, la
coordinación fenotípica puede ser entendida como un ensamble o una emer-
gencia relativamente inestable, que no emana de una estructura u orden tras-
cendente o ausente (por ejemplo, de alguna ley inconsciente o racional sobre
el parentesco), pero que sin embargo puede ser entendida como producida
—————
42 En algunas clínicas, se aconseja a las parejas que siguen un protocolo de donación de
gametos tener relaciones sexuales la noche anterior a que se realice la transferencia de los em-
briones. Por lo tanto, si el embarazo tiene lugar, la relación sexual actúa como si fuera el origen
del embarazo. Esta práctica puede ser leída como una de las instancias a través de las cuales las
ontologías de la clínica están orientadas a desaparecer como mediadoras del embarazo.
43 Como se indicó antes, aquí me baso en la definición provista por Oxford English Dictio-
nary, la que he traducido personalmente.
48 CUERPOS Y DIFERENCIAS

por líneas de normatividad. Estas líneas predican que los/as hijos/as y los pa-
dres deben parecerse físicamente, y por lo tanto la coordinación fenotípica
apunta a suplementar o suturar el fracaso en cumplir estas expectativas en las
prácticas de la donación de gametos. En tanto lugar clave del reconocimiento
familiar o de parentesco, el parecido físico entre padres e hijos/as es altamente
significativo, y es precisamente esta importancia la que es reconocida en el ac-
to reparador de la coordinación fenotípica.
Por lo tanto, la coordinación fenotípica es una configuración emergente
porque su forma real no está predicha en ningún nivel estructural o trascen-
dental, pero sin embargo se puede ver en su ocurrencia una cierta normativi-
dad. Aquí analizo la coordinación fenotípica como una respuesta al dilema
propuesto por la cuestión de la «renuncia biológica»44 que suponen las prácti-
cas de donación de gametos. La coordinación fenotípica es realizada de
acuerdo con líneas de normatividad, ya que a través de ella se despliega un
ideal normativo de naturaleza. En este ideal normativo, las relaciones «natu-
rales» entre padres e hijos/as se conciben como si debieran implicar necesa-
riamente un parecido físico entre ellos. En la coordinación fenotípica se imita,
por lo tanto, una noción particular de naturaleza, a la vez que tienen lugar cier-
tas de-naturalizaciones y re-naturalizaciones (Franklin, Lury y Stacey, 2000a,
2000b), a través de las cuales la «apariencia física» que Wade (2009) identificó
como un punto central del reconocimiento familiar y racial viene a codificar la
relación entera entre padres e hijos o, para ponerlo en los términos de Janet
Carsten, la fantasía que estructura la coordinación fenotípica es que la «biolo-
gía encapsula la relación» entre padres e hijos/as (Carsten, 2000, p. 700).
Sin embargo, privado de su arbitrariedad (como la posibilidad contenida
en cada nuevo nacimiento «natural» de que los/as hijos/as no se parezcan en
nada a sus padres), el ideal de naturaleza es re-usado de una forma particular,
esto es, de una forma que parece tomar como un hecho de la naturaleza el he-
cho de que los padres y su descendencia se parezcan físicamente. Tales reglas
normativas sobre cómo debe ser la naturaleza se actualizan en la coordinación

—————
44 El término «renuncia biológica» es un término cuya importancia se ha incrementado en
la última década, frecuentemente usado por discursos expertos (predominantemente en psico-
logía y psicoanálisis) para referirse a la pérdida de continuidad biológica entre (al menos uno
de) los padres y los/as hijos/as producto de la donación de gametos. «Renuncia biológica» re-
fiere al proceso de aceptación psico-social de esa pérdida, un proceso que se espera que el futu-
ro padre o la futura madre atraviesen antes de procrear a través de la donación de gametos. La
pérdida de continuidad biológica es el dilema más prominente en las prácticas de donación de
gametos, tanto para las pacientes como para los médicos. Por ejemplo, una médica entrevistada
comentó que las diferencias en el color de la piel, los ojos y el pelo entre los padres y los/as hi-
jos/as por donación de gametos eran «el núcleo de la preocupación de los pacientes».
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 49

fenotípica, y son cumplidas a través de un ensamble material-semiótico en el


cual ciertas entidades como una fotografía o un formulario son llamadas a la
acción. Si el término «lotería biológica» es una expresión tópica y de sentido
común usada para describir la impredecibilidad contenida en la concepción
de un ser humano (una impredecibilidad de la cual la «apariencia física» es
parte), las prácticas clínicas operan de una manera que borra esta arbitrarie-
dad. Al hacer esto, muestran cómo el vínculo futuro entre padres e hijos/as se
concibe como emanando satisfactoriamente del parecido físico. La «naturale-
za» es reducida a ser «parecido físico» y la unión entre padre o madre y ni-
ño/a es naturalizada como emanando de la semejanza fenotípica. Así, se enfa-
tiza una idea particular de naturaleza (esto es, el parecido físico como un
registro consistente e inevitable de las relaciones entre padres e hijos), en lo
que podría llamarse —siguiendo la Teoría del Actor-Red— la materialización
(es decir, la producción de algo como si fuera un hecho dado o comprobado)
del parentesco. Los caprichos impredecibles del parentesco son así doblemen-
te materializados: son materializados (y naturalizados), ya que son reducidos
de «natural-cultural» a «natural», pero también son materializados (y des-
naturalizados) porque una cierta «naturaleza» (la semejanza fenotípica) es pri-
vada de su arbitrariedad (natural) y contabilizada como un hecho indisputable
de la herencia.

CONCLUSIONES

Las conclusiones de este texto no exceden lo que se ha dicho más arriba. Si-
guiendo las intuiciones de algunos de los representantes de la Teoría del Ac-
tor-Red y de los estudios sobre ciencia respecto de la «política ontológica»
(Law y Urry, 2004) de las ciencias sociales, puede decirse primeramente que
una cierta realidad ha sido producida a través de esta intervención teórica. En
efecto, la coordinación fenotípica es un servicio, una mercancía y un protocolo
en el marco de los servicios médicos para la infertilidad. A través de este escri-
to, la coordinación fenotípica es todo esto, y algo más: una forma particular de
actualizar ciertas ideas acerca de qué constituye naturaleza, de materializar el
parentesco y de representar la unión familiar. Un objeto empírico (la coordi-
nación fenotípica) ha sido creado, al ensamblar prácticas tanto clínicas como
sociológicas.
Pero, sin embargo, una pregunta permanece: si la sociología ha incremen-
tado su porosidad a aquellos métodos que enfatizan el carácter performativo y
procesual de la realidad, ¿significa esto que el consenso sobre los límites del
50 CUERPOS Y DIFERENCIAS

realismo tanto ingenuo como crítico para producir una versión realista del
trabajo de la sociología implica que debemos renunciar de una vez a la posibi-
lidad de comprender formas de normatividad que son inherentes a lo empíri-
co tal cual lo conocemos y lo modificamos? Si los trabajos enmarcados en la
Teoría del Actor-Red, el feminismo y las ciencias sociales han sido instrumen-
tales en mostrarnos cómo la realidad no es singular, cerrada, previa o definiti-
va, esto no significa que la realidad emerge de vacíos normativos, incluso si la
normatividad a través de la cual lo real se constituye es efímera o no opera en
un nivel profundo, ausente, trascendente o inconsciente sino, por el contrario,
en la superficie (Adkins y Lury, 2009). Esta paradoja es, desde mi punto de
vista y para decirlo una vez más, lo que el aplanamiento ontológico facilitado
por el concepto de normatividad de Judith Butler habilita a pensar, ya que es-
te término permite considerar las normas sociales como un poder inmanente
y, por esa misma razón, contingente, que, mientras es eficaz al nivel de la pro-
ducción de identidad, es también fundamentalmente dependiente de ser cita-
do y reafirmado. La norma no está asegurada en un profundo nivel simbólico,
pre-discursivo, inconsciente o fundamentalmente inaccesible, pero, sin em-
bargo, atraviesa las superficies de la vida social, produciendo asociaciones tec-
nocientíficas, y al producir estas asociaciones produce subjetividad. El hecho
de que las realidades clínicas sean dependientes de las redes tecnocientíficas
que se generan en las clínicas de fertilidad no significa que la contingencia
predomina. Adscribirse a la idea de que las realidades clínicas son contingen-
tes no significa admitir que estas realidades sean pura contingencia. Por el
contrario, que tales contingencias existan significa simplemente que estas rea-
lidades son en parte predecibles y en parte impredecibles. Significa que hay
razones para la ocurrencia de ciertos eventos, pero que tales razones no pue-
den ser predichas con exactitud. Por el contrario, lo que una normatividad
contingente no significa es que haya una explicación estructural, inconsciente
o incluso superficial para cada ensamble particular que tiene lugar en una clí-
nica de fertilidad. La interferencia social como una dimensión redescubierta
del trabajo sociológico no debe por lo tanto partir de la «indeterminación de
la acción» (Latour, 2005, p. 45), sino de su determinación parcial.
El recurso a la idea de que la práctica clínica tiene un nivel regulativo que
es actualizado a través de ensambles que tienen la capacidad para emerger,
mutar y desaparecer45, esto es, la articulación metodológica entre una teoría
—————
45 Aquí sería necesario proveer un recuento de la historia de la donación de gametos en
Argentina, y la emergencia y cambio de la coordinación fenotípica, para mostrar cómo los en-
sambles de la donación de gametos son maleables y cambian a lo largo del tiempo. Si esta tarea
no puede realizarse en el espacio provisto aquí, baste decir que la coordinación fenotípica es
una práctica de arribo reciente a la donación de gametos. Las primeras donaciones de óvulos
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 51

de la performatividad normativa (cf. Butler, 1990) y una teoría que apunta a


señalar la contingencia y el proceso en la práctica social (cf. Law, 2004; La-
tour, 2005), muestra cómo, en relación con la coordinación fenotípica, ciertas
emergencias contingentes tienen lugar, pero que en ellas se actualiza una cier-
ta función reguladora de la naturaleza. La coordinación fenotípica es un en-
samblaje material-semiótico de diferentes tipos de prácticas (como el conoci-
miento embriológico sobre la fertilización, la valoración o evaluación técnica
de las características físicas, los discursos psicológicos respecto de la «conti-
nuidad biológica» entre padres e hijos/as, etc.), e involucra la participación de
una cantidad de agencias distintas (médicos, técnicos, pacientes, psicólogos,
fotografías, formularios, etc.). A través de este ensamblaje operan líneas de
normatividad acerca de qué apariencia deben tener los/as niños/as nacidos de
padres infértiles. Esta normatividad no transpira en la superficie emanando de
un lecho secreto desde el cual el parentesco domina a todo lo largo de una so-
ciedad, pero tampoco este dominio social está constituido puramente por en-
sambles contingentes que no pueden ser restituidos a la operatoria de una
cierta normatividad.

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—————
fueron realizadas en Argentina usando óvulos «sobrantes» de pacientes en tratamiento de la in-
fertilidad. Esto es, la figura de las donantes «puras» (mujeres que «sólo» donan) fue una intro-
ducción tardía, fuertemente ligada a la expansión del mercado de la donación de óvulos y por
lo tanto al incremento en la escasez de óvulos disponibles debido a un alza en la demanda. Que
la coordinación fenotípica haga su emergencia en este contexto es significativo. Como ha sido
puesto de manifiesto por el análisis desplegado aquí, la coordinación fenotípica supone parti-
culares naturalizaciones de las relaciones filiales, naturalizaciones que emergen precisamente
cuando la donación de óvulos pierde su ethos «altruista» y es reemplazada por un intercambio
mercantilizado de óvulos. Que la coordinación fenotípica tenga en este contexto una lógica sus-
titutiva que compensa la pérdida de vínculos altruistas entre mujeres infértiles (vínculos que in-
vestían a los propios óvulos intercambiados) es algo que debe ser explorado en otro lado.
52 CUERPOS Y DIFERENCIAS

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CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO:
LA BÚSQUEDA DE SEMEJANZA EN LA FIV CON DONACIÓN
DE ÓVULOS TRANSNACIONAL

SVEN BERGMANN
(Traducción de Ana Sánchez Torres)

1. INTRODUCCIÓN

P
or Internet leí la siguiente entrada en un foro de fecundación in vitro
(FIV) alemán: «16 de abril de 2008. Querida Lily75, mantengo los de-
dos cruzados por ti y por tu nuevo intento, Girasol. Ahora mis gemelos
valencianos tienen tres años y medio y son el resultado positivo de mi segundo
tratamiento FIV»1. En el campo de la infertilidad y la FIV, los foros de Inter-
net juegan un gran papel en la búsqueda tanto de información (sobre diag-
nósticos, tratamientos, clínicas y precios) como de apoyo emocional (de otros
pacientes) para sobrellevar los tratamientos de infertilidad. En este caso, la
participante Girasol anima a la participante Lily75 ante su nuevo tratamiento
con óvulos donados. Tras firmar con el apodo que usa en el fórum, añade una
posdata que contiene información significativa: se refiere a los hijos que con-
cibió por donación de óvulos como los «gemelos de Valencia». ¿Qué significa
esta atribución topográfica de sus hijos? En realidad, estos niños han nacido
en hospitales o maternidades en algún lugar de Alemania. En este caso, Valen-
—————
1 Todos los nombres de los participantes en la investigación y las clínicas son supuestos, in-
cluso los alias de los foros de Internet.
56 CUERPOS Y DIFERENCIAS

cia refiere al origen y la génesis. Pero en el caso de la FIV con óvulos donados
estos hijos no son el resultado de una aventura amorosa en la Costa Blanca. Ni
es valenciano el padre de los hijos, ni Valencia indica su lugar de nacimiento.
Por el contrario, la procreación de estos niños tuvo lugar en el laboratorio de
una de las mayores clínicas de infertilidad de Europa: allí un/a embrióloga/o
usó el esperma del marido alemán y los óvulos de una donante «anonimizada»2.
Como en el caso de otras participantes en foros de Internet que anuncian a sus
hijos como «nuestros valencianos» o «nuestros tres españoles», estas mujeres
lograron una FIV con óvulos donados en España fuera del dominio de las
prohibitivas leyes alemanas sobre donación de óvulos3.
La clave topográfica «Valencia» indica nuevas configuraciones de paisajes re-
productivos transnacionales. En términos de genealogías, «valencianos» o «espa-
ñoles» simplemente es un código especulativo —una alusión topológica: los
óvulos se donaron en Valencia—, pero ¿quién los donó? La donante, en tanto
que aporta una sustancia, puede ser valenciana de origen pero también podría
ser de otra parte de España, o ser una emigrante rusa o una estudiante francesa
de Erasmus que viven en Valencia. Las receptoras nunca podrán saberlo. Aparte
de unos pocos criterios físicos (parámetros como el color de la piel, los ojos, o el
cabello), la nacionalidad de la donante de óvulos no será conocida por la pareja
receptora. Pero, para la madre gestante, Valencia o España son un símbolo del
origen: en tanto que el lugar donde la FIV tuvo éxito por fin, Valencia quedará
incorporada en su paisaje genealógico de procreación entre las cartografías afec-
tivas de la FIV y las economías de la esperanza que ésta entraña. Esta viñeta to-
mada de Internet es muy ilustrativa de los aspectos simbólicamente espaciales y
—————
2 Caracterizo la donación de óvulos o gametos en España y en la República Checa como
«anonimizada». En las clínicas, y también en la ley española, la donación de óvulos se caracteriza
como «anónima», pero de hecho clínicas e instituciones gubernamentales la hacen anónima, pues
recogen información sobre donantes y receptores en sus bases de datos, de tal modo que, si la ley
cambiara o los hijos reclamaran posteriormente información, sigue existiendo la posibilidad de
codificar estos vínculos e información en el futuro (gracias a Skúli Sigurôsson por aportar esta im-
portante argumentación en la categorización del anonimato). Además, al remarcar la «anonimiza-
ción» me apoyo en la práctica de hacer no-relacionalidades: la sustancia se extrae de los cuerpos
de las/os donantes y queda alienada de ellas, de modo que queda cortada cualquier conexión de
parentesco aunque siguen siendo, al menos simbólicamente, lo que Monica Konrad ha descrito
como «relación no genealógica» o «relación sin nombre» (Konrad, 2005).
3 La donación de óvulos está prohibida en Alemania por el Acta de Protección de Embrio-
nes del 13 de diciembre de 1990: «Serán castigados con prisión de hasta tres años o una multa
quienes: 1. transfieran a una mujer un óvulo no fertilizado producido por otra mujer; 2. inten-
ten fertilizar artificialmente un óvulo para cualquier propósito...». Una discusión sobre las bases
sociales, culturales, éticas y políticas de la Ley Alemana de Protección de Embriones va más allá
de los propósitos de este artículo. La figura de la «maternidad fragmentada» que se pretende
evitar es contestada en los debates sobre este tema (véase Hieb, 2005, Scheneider, 2003).
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 57

transnacionales que subyace a la FIV transfronteriza en Europa. El ejemplo de


los «gemelos valencianos», tomado de Internet, y otro que presentaré más ade-
lante sacado de mi trabajo de campo etnográfico, ilustrarán el mapeo que hacen
las pacientes acerca de los paisajes imaginarios y genealógicos de las europeas.
Mientras que el ejemplo de los gemelos valencianos refiere a un vínculo simbóli-
co para con una donante desconocida imaginada como una mujer española, el
último ejemplo mostrará cómo las/los pacientes FIV transfronterizos también
imaginan y mapean la diversidad fenotípica.
Este artículo se basa en mi proyecto de Tesis Doctoral sobre la práctica de
donación de gametos en diversos países europeos, financiado por una beca de la
Fundación de Investigación Alemana (DFG) en el equipo de investigación «El
género como categoría de conocimiento» en la Universidad Humboldt de Berlín.
Trabajo con datos sacados de trabajo de campo etnográfico, más concretamente
por observación participante y entrevistas en profundidad. Mientras hice el tra-
bajo de campo sustancial en una clínica de fecundación in vitro (FIV) española
en 2006 y en una clínica FIV checa en 2007, también visité otras cuatro clínicas
españolas y checas, así como dos bancos de esperma daneses, con el propósito de
realizar entrevistas. En mi trabajo de campo etnográfico en clínicas FIV, bancos
de esperma e Internet me centro en las rutas de circunvención transnacional de
los pacientes que viajan, y en los espacios clínicos y las prácticas emergentes de
donación de óvulos que se realizan de forma anónima.
A las personas que buscan un tratamiento reproductivo en el extranjero se
las puede denominar «pioneros morales» (Rapp, 1999, pp. 306-311) porque a
menudo circunvienen restricciones éticas, legales o de cualquier otro tipo, de
los esquemas regulatorios nacionales FIV. Sus razones para emprender un
viaje reproductivo son muy diferentes: algunos están circunvalando sus «con-
tenedores nacionales» éticos y legales (por ejemplo, alemanas e italianas que
buscan una FIV con óvulos donados) o listas de espera nacionales (como en
España en la sanidad pública), o por nueva legislación (como las pacientes bri-
tánicas por la retirada del anonimato por la Autoridad de Embriología y Fer-
tilización Humana [Human Fertilisation and Embryology Authority, HFEA]
en 2005) o las restricciones de acceso a las parejas lesbianas y a las madres sol-
teras (p. ej., el caso de Francia, Alemania y muchos otros países). La búsqueda
de un tratamiento FIV en el extranjero se ha popularizado como «turismo de
fertilidad» (Ovejero, 2006) o «turismo reproductivo» (Pennings, 2002; Spar,
2005). En lugar de presentar los pros y los contras del debate sobre la etique-
ta, simplemente diré que prefiero el término «tratamiento transfronterizo»4.
—————
4 Algunos encuentran inadecuado e irrespetuoso el concepto de «turismo». Iniciado en un
debate que comenzó el ético belga Guido Pennings (2002, 2005), se han inventado otros térmi-
58 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Este término evita estar sujeto al «nacionalismo metodológico» (Schiller,


2002) que domina el debate de orientación funcionalista, que no tiene en
cuenta la dimensión transnacional de movilidad de los tratamientos médicos
transfronterizos. En lugar de ello, mi argumento señala y construye la autode-
finición de los/as actores/as acerca de lo que están haciendo: para ellos/as, ini-
ciar un tratamiento en el extranjero no depende simplemente de factores de
tira y afloja, su acción tiene múltiples facetas y con impulsos emocionales. Al-
gunas lo intentan en una sola clínica de otro país; otras cambian y prueban
clínicas, países y tratamientos (véase Knoll, 2005).
Mi etnografía comparativa y multisituada (Marcus, 1995) sobre las clínicas
de infertilidad de Europa me permitió entender las clínicas como lugares en los
que interactúan medicina, bio-capital, cuerpos y sustancias corpóreas, donantes
y receptoras de gametos, pero que, debido a la coordinación y sincronización
clínica, a menudo no coinciden personalmente5. Según la etnógrafa estadou-
niense Charis Thompson (2005), estos diferentes actores y dominios, como el
conocimiento y las prácticas médicas, acción, género, heteronormatividad, pa-
rentesco, ley, ética y biopolítica son «coreografiados ontológicamente» en la clí-
nica FIV. Discutiré la donación de óvulos anónima entre rasgos físicos deseados
por una parte, políticas de selección de donantes y regulaciones nacionales por
otra, y el parentesco futuro en el área conflictiva de a lo que se refiere la jurista
Caroline Jones (en su estudio sobre las familias británicas lesbianas que usaron
inseminación con donante) como «parecer una familia» (Jones, 2005). En el si-
guiente párrafo, al analizar un caso de pacientes que se sometieron a FIV con
donación de óvulos, describiré la acción transnacional de pacientes que viajan al
extranjero para realizar un tratamiento FIV con donación de gametos. Su bús-
queda de cierto parecido fenotípico con la donante (y por ello con su futuro
hijo) lleva a supuestos acerca de cómo se distribuyen en Europa «naturalmente»
diferentes colores de ojos y cabello. Subsiguientemente, consideraré el papel de
la anonimización y el ocultamiento —geométricamente hablando— como un
vector de estos procesos transnacionales emergentes. Estos procesos tienen efec-
—————
nos como «exilio reproductivo» (Matorrals, 2005) o «flujo transfronterizo de pacientes » (Soi-
nie et al., 2006). Pero el término más introducido es «cuidados reproductivos transfronterizos»
que, como todos los conceptos, tiene también connotaciones problemáticas y deja también es-
pacios en blanco. De hecho, aunque la práctica con las/los pacientes es diferente de la de las/los
turistas, en el caso europeo utiliza una amplia plataforma de infraestructuras turísticas. Ciuda-
des como Praga o Barcelona se han convertido en tan importantes destinos de viajeros repro-
ductivos debido a sus amplias infraestructuras turísticas y también gracias a nuevas aerolíneas
de bajo coste como Easy Jet o Ryan Air.
5 Además de las visitas a otras clínicas y bancos de esperma, la mayor parte de los datos
materiales procede de trabajo de campo etnográfico en dos clínicas FIV, una en Barcelona, la
otra en Praga.
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 59

tos distintos en el hacer del parentesco con FIV, en tanto que son intentos de
construir (o pasar por) familias «normales» a los ojos de la familia propia, veci-
nos y amigos que más adelante se esforzarán mucho por identificar rasgos físi-
cos de la madre o el padre en el recién nacido.
La antropóloga norteamericana Gay Becker caracteriza esta disposición a
identificar marcas fenotípicas en la descendencia llamándolas «charlas sobre el
parecido» (Becker et al., 2005), muy comunes en el parentesco euroamericano
basado en supuestos acerca de parecidos biogenéticos mediados por la mitad
de la sustancia (véase Schneider, 1980, p. 23), sea la sangre o un conjunto ha-
ploide de cromosomas o genes, y cuyo símbolo es el intercambio heterosexual
(ibidem, pp. 37-40). De hecho, las tecnologías reproductivas han desafiado es-
te vínculo entre sexualidad y procreación. Las tecnologías son indiferentes al
origen social de los gametos (Strathern, 1995, p. 355). La antropóloga Sarah
Franklin observa que la FIV podría transformar concepciones esencializadas
de la naturaleza si, de repente, «el principio de autoridad de los hechos natu-
rales como la esencia irreductible de la formación de la familia heterosexual es
“asistido”. A su vez, esta “asistencia” perturba la capacidad de la naturaleza
para autorizar la unidad conyugal. En lugar de la naturaleza, la conyugalidad
viene a ser definida por la elección, elección de quien consume, al igual que
los ciudadanos emprendedores se sirven de opciones tecnocientíficas para lo-
grar la realización personal» (Franklin, 1997, p. 166).
Por tanto, la dimensión de la elección es fundacional para la paternidad no
heterosexual porque, por el contrario, no existe esta condición estructural en
los sistemas de parentesco heterosexuales (Weston, 1991, pp. 33-42). Mientras
que Kate Weston considera que el parentesco lesbiano y gay desafía el simbo-
lismo biogenético, Cori Hayden (1995) observa que en las familias lesbianas la
biología no desaparece, se moviliza hacia nuevas formas de vínculos biogené-
ticos. Laura Mamo describe estas formas de movilización para las parejas les-
bianas en las que se acoplan los donantes de esperma de modo que la identi-
dad étnica y geográfica deviene central para definir a «los grupos en relación
con “otros”» (Mamo, 2007, p. 208)6. A continuación mostraré que la «red ge-
nealógica» (Weston, 1991, p. 34) y otras formas de renaturalización por ocul-
tación o matching fenotípico siguen siendo muy vívidas, especialmente en las
parejas heterosexuales que recurren a prácticas asistidas como la FIV con
óvulos donados.
—————
6 De hecho, los gametos son mercancías altamente racializadas y generizadas: el esperma de
los bancos de esperma daneses es un superventas en EE. UU., vendido como esperma «vikin-
go» o «nórdico», que deviene en un símbolo de pura «blancura» continental. En la mayoría de
los países europeos las receptoras no pueden elegir por catálogo; las clínicas únicamente com-
binan unas pocas marcas fenotípicas (que en España es algo obligado por Ley).
60 CUERPOS Y DIFERENCIAS

2. ACCIÓN CIRCUNVENTIVA: FOROS DE INTERNET E IMAGINACIÓN


FENOTÍPICA

Arjun Appadurai observa que, con el creciente papel de la imaginación que


desafía los procesos de transnacionalización, la gente corriente «ya no ve sus
vidas como el mero resultado de las cosas dadas, sino a menudo como el com-
promiso irónico entre lo que podrían imaginar y lo que la vida social permiti-
rá» (Appadurai, 1996, p. 54). Esa frase me vino precisamente a la mente
cuando analizaba mis notas de campo tomadas en octubre de 2007 en una clí-
nica de Praga. Allí conocí a Susanne y Bruno Fischer, una pareja casada del
sur de Alemania. Mientras la pareja esperaba la prueba de esperma del marido
en la cafetería de la clínica, me contaron su historia de infertilidad. Los Fis-
cher rondan los cuarenta años y llevan casados diez. Iniciaron el tratamiento
de fertilidad en 2005. Desde entonces, Susanne ha tenido tres fracasos des-
pués de varios tratamientos de FIV con sus propios óvulos. Después del últi-
mo tratamiento FIV al que se sometió sin éxito, los doctores alemanes diag-
nosticaron a la mujer como «de baja respuesta» (a la FIV) y dijeron a la pareja
que cualquier otro tratamiento de infertilidad «no tendría ningún sentido».
Sin embargo, este comentario no marcó un punto final para el tratamiento de
infertilidad de la pareja, sino que disparó su capacidad de actuar. A través de
Internet buscaron el diagnóstico «de baja respuesta» y se enteraron de la po-
sibilidad de sustituir los óvulos de Susanne por óvulos donados. Opción que
no había sido mencionada por los doctores alemanes porque la donación de
óvulos está estrictamente prohibida en Alemania (véase la nota al pie número
3). Al buscar posibilidades de tratamiento fuera de Alemania, los Fischer lle-
garon a la misma plataforma de Internet en la que yo había comenzado mi in-
vestigación, y tomaron, como hice yo, información sobre clínicas FIV españo-
las y checas en las que se permite la donación de óvulos y en las que se
proporcionan donantes a pacientes extranjeros7.
Los foros de Internet son importantes plataformas en las que se constru-
yen, viven y negocian nuevas identidades y sociabilidades. Estas comunidades
de Internet presentan un factor importante en la actual competición de las clí-
nicas de infertilidad, que además es regulada por la rápida acumulación de
conocimiento científico por parte de los pacientes, así como por procesos de
—————
7 En España el tratamiento es más caro: en el Instituto Fontanals de Barcelona, donde hice
trabajo de campo, el precio de una FIV con donación de óvulos es de unos 10.000 euros. A
cambio los pacientes pueden empezar el tratamiento inmediatamente. En la República Checa
los precios difieren: en la Klinik Fertilmed en Praga el precio de una FIV con donación de
óvulos es de unos 4.000 euros, pero los pacientes aguantan una lista de espera de unos 10 me-
ses.
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 61

control a través de redes y foros de Internet por parte de los pacientes-


consumidores. Más aún, el intercambio y discusiones en estos foros muestra
cómo se ha adquirido conocimiento científico, pero que también es interpre-
tado y reorganizado por los pacientes en tanto que personas normales. Algu-
nas autoras han denominado a estos procesos emergentes en los grupos de pa-
cientes como nuevas formas de ciudadanía (Heath et al., 2004). Nikolas Rose
y Carlos Novas mantienen que «un rasgo clave de Internet es que no sólo da
acceso a material diseminado por los profesionales; también vincula al indivi-
duo con autonarrativas escritas por pacientes o cuidadores. [...] De forma
comparable creemos que las nuevas comunidades biosociales que se han for-
mado en la web y fuera de ella son pioneras morales [...] de un nuevo tipo de
ciudadanía biomédica activa» (Rose y Novas, 2005, p. 450). En contraste con
el énfasis que ponen Rose y Novas en la ciudadanía, en mi caso consideraré los
grupos de participantes en foros de Internet como grupos mucho más hetero-
géneos que han instalado un tipo nuevo de intimidad social mediante foros y
blogs anónimos. Más allá de grandes descripciones como las de «ciudadanía»,
yo observé básicamente que la mayoría de los pacientes usaron Internet y fo-
ros de discusión para buscar información sobre tratamientos y clínicas. Algu-
nos entrevistados se describían a sí mismos como lectores pasivos, pero inclu-
so en esa autodescripción se expresaba una ligera distancia de otras personas
en la misma situación. Podría ser que el carácter especial del lenguaje, estilo y
códigos internos de los foros lleve a este distanciamiento en las personas
cuando se está hablando del fenómeno off-line. En los foros, las discusiones
van acompañadas de cantidad de abreviaturas y acrónimos idiosincrásicos
(por ejemplo, SST para test de embarazo), curiosas metáforas (p.ej., «Eisbär-
chen», pequeños osos polares, para embriones criopreservados) y un estilo de
redacción muy cargado emocionalmente. El antropólogo británico Victor
Turner caracterizó comunitas como lo que emerge allí donde hay falta de es-
tructura social (Turner, 1995, p. 131). El grupo particular de personas que
busca una donación de óvulos puede ser considerado como una «subcultura»
entre los pacientes FIV alemanes: una en la que se cruzan fronteras para el tra-
tamiento y en la que las prácticas de ocultación y circunvención de sus miem-
bros expresan su estatus en el pasaje ritual de parejas «sin hijos» que bloquean
su transición a otro estatus social (veasé Franklin, 1997, p. 155).
Volviendo al caso de los Fischer: al final la pareja eligió Praga para su tra-
tamiento. Su ciudad está situada cerca de la frontera checa y las cinco horas de
coche se podían acomodar a su rutina de trabajo cotidiana. Más aún, y más
importante, fueron a la República Checa porque les pareció más probable en-
contrar allí una donante de óvulos que se les pareciera. Susanne Fischer expli-
caba que, dado el anonimato, tenían que confiar en la selección de la clínica, y
62 CUERPOS Y DIFERENCIAS

que creía que en España sólo habría donantes de pelo y ojos castaños —los
Fischer tienen ambos el pelo rubio y los ojos azules—. Bruno Fischer descri-
bía la donación de óvulos como cierta forma de «adopción a medias». Para
evitar la especulación de cualquiera sobre la relacionalidad biológica con el
hijo potencial, la pareja eligió una táctica secreta: nadie cercano a ellos conocía
el viaje. Todos sus tratamientos previos en Alemania también habían sido ca-
muflados. En total, para los Fischer el mayor paso no fue decidir irse fuera pa-
ra el tratamiento sino decidirse a intentar una FIV con óvulos donados y no
con los de Susanne Fischer. Con sus propias palabras: «A nadie le gusta re-
nunciar a sus propios genes».
El caso de los Fischer ilustra dos cuestiones problemáticas de la FIV trans-
fronteriza con sustancia donada. En primer lugar, la agencia transnacional de
los pacientes en busca de tratamientos reproductivos en el extranjero que es
popularizada como «turismo de fertilidad o reproductivo» —esta práctica va
acompañada de una demanda de donantes de óvulos con ciertas característi-
cas fenotípicas de semejanza (por ejemplo, ojos negros o azules)—. Esta de-
manda es convertida en el procedimiento de «matching donante/receptora»
en las clínicas FIV. En segundo lugar, la narrativa de infertilidad de los Fis-
cher apunta al proyecto cultural de ocultación de la «relacionalidad de paren-
tesco no genealógica» (Konrad, 1998, p. 655) vía la donación de gametos anó-
nimos. En su biografía, se ve esta práctica como algo defensivo ante su familia,
cuando declaran que sus padres no aceptarían sus decisiones si lo supieran
porque «la generación mayor es mucho más religiosa y conservadora», como
remarcaban los Fischer. Entre los entrevistados que practicaron la ocultación,
muchos argumentaban que esa forma de actuar en la sombra era un problema
constante para ellos. Estos «juegos serios» (Ortner, 2006, pp. 129-154) son
una característica de la agencia que practican entre las condiciones estructu-
rales en varios ámbitos: en el ámbito laboral, las expectativas de los amigos y
familia y sus oportunidades de circunvenir las restricciones que sienten al via-
jar para un tratamiento en el extranjero, pero llamándolo «unas vacaciones».
Los sujetos usan estas tácticas para acoplar tratamiento y viaje a sus vidas co-
tidianas. Ir a otro país o gran ciudad representa en este caso, material y sim-
bólicamente, anonimato y distancia que, de cualquier modo, ayudan a seguir
haciendo la FIV de modo clandestino (veasé Bestard Camps, 2004, pp. 69-83).
En el caso de los Fischer, la principal razón para ir a Praga, además de razones
de bajos precios y movilidad, fue su presunción de que la clínica de Praga po-
dría proporcionarles con mayor facilidad una donante cuya apariencia física se
acercara más a sus expectativas. Dado que quieren mantener en secreto el tra-
tamiento FIV y la donación, la cuestión de la semejanza física con su hijo es
muy importante para ellos. De otro modo, verían que su proyecto de «com-
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 63

pletar una familia» corría el peligro potencial que entrañan las posteriores
«charlas sobre el parecido». Para los Fischer, la agencialidad en secreto y la
ocultación suponen una posible protección contra su entorno social en el que
siempre hay «detectives del parecido». Para una pareja como los Fischer, fa-
miliares, vecinos y también extraños entrometidos que husmean en el carrito
del bebé para identificar rasgos de parecido son vistos como potencialmente
peligrosos, pues pueden estigmatizar a la descendencia por no estar biológi-
camente relacionada con ellos.
Para los pacientes que buscan donación de óvulos, la evaluación de los cri-
terios o rasgos físicos de los donantes potenciales en países diferentes es un
tema constante. Las especulaciones de Susanne y Bruno Fischer sobre si las
clínicas de España o de Europa Central serían mejores proveedoras de donan-
tes de pelo rubio encuentran su eco en los foros de Internet y en las comuni-
dades on-line de pacientes FIV. Cuando la gente discute marcas fenotípicas
como el color de los ojos o del pelo, se aplica y negocia el conocimiento de la
genética clásica (la herencia del genotipo y el fenotipo). En las entrevistas a
pacientes y en la investigación que hice en los foros de Internet, a veces se re-
ferían a la donante de óvulos como portadora u origen de estos rasgos físicos.
En otras ocasiones, estos rasgos eran disociados del cuerpo de la donante
siendo negociados como una sustancia u objeto. Bruno Latour describe cómo
estos procesos de purificación y traducción producen «mezclas entre tipos de
ser enteramente nuevos, híbridos de naturaleza y cultura» (Latour, 1993, p.
10). Con esta visión, en la FIV los gametos pueden ser entendidos como «cua-
si-objetos» (ibid.). Contienen propiedades fenotípicas potenciales del futuro
niño/a.
Según Henri Lefebvre, cada modo de producción produce cierto espacio:
su propio espacio. Por ello, el espacio es un agente del cambio y tiene un pa-
pel activo en el desarrollo de los acontecimientos: la «producción de espacio»
(Lefebvre, 1991). En las imaginaciones de algunos pacientes acerca de la dis-
tribución fenotípica del color de ojos o pelo, el espacio es construido y produ-
cido alrededor de la dimensión e imaginación de los rasgos corporales físicos
deseados. En muchos casos, este deseo no es alimentado en primera instancia
por la idea de crear una/un niña/o guapa/o, sino que se desea modelar la pro-
pia familia siguiendo leyes naturales. Por ejemplo, las parejas alemanas de ojos
azules —en términos de las leyes mendelianas, ambos dotados de la marca ge-
notípica recesiva (alelo) del color de ojos— se preocupan por encontrar una
donante de ojos azules porque la donación de una donante de ojos castaños
podría generar un niño/a con los ojos castaños. Aunque el óvulo sea sustitui-
do, el fenotipo se mantendrá. Esta búsqueda de fenotipos similares no está
causada solamente por una obsesión por la semejanza sino por la voluntad de
64 CUERPOS Y DIFERENCIAS

ocultarles a los otros la donación. Así que algunas de estas parejas se orientan
más hacia clínicas de Centroeuropa y del este de Europa porque suponen que
será mucho más fácil conseguir allí «ojos azules» (lo cual significa donantes de
ojos azules).
En este supuesto, el «concepto-contenedor» (Pries 2001, pp. 15-17; Verto-
vec, 2000) de nación es representado con trazos que recuerdan a las muñecas
rusas: una nación contiene una ciudad que contiene una clínica que contiene
donantes que contienen ojos azules —todo ello acompañado por la imagina-
ción de un grupo étnico homogéneo con baja variación fenotípica8—. Los pai-
sajes genotípicos y fenotípicos europeos se evocan para representar tales mo-
delos-contenedor de las naciones y regiones europeas: una línea de
demarcación por el color de los ojos corta el paisaje imaginario de Europa en
una esfera de ojos negros del Sur y otra esfera de ojos azules al Norte y al Es-
te9. Susanne y Bruno Fischer suponían que las donantes de las clínicas espa-
ñolas serían españolas, y las imaginaban de tipo mediterráneo, de pelo y ojos
oscuros. No pensaron que una donante española les podría proporcionar las
marcas de identidad adecuadas que ellos pedían: pelo rubio y ojos azules. Las
imaginaciones alinean fantasías étnicas sobre la Europa del Sur y la del Norte
y del Este que oscilan entre lo semiótico y lo material. Mientras que estas imá-
genes definitivamente co-constituyen prácticas recientes como la FIV trans-
fronteriza, la asociación entre las fantasías y percepciones de la gente acerca
de las marcas fenotípicas de las donantes hasta cierto punto se separa de la
«producción» clínica local de óvulos; prácticas transnacionales como la movi-
lidad siguen descentrando el concepto contenedor de espacio.
Las dos clínicas en las que hice observación participante, una en Praga y
otra en Barcelona, tenían dos sistemas muy diferentes para conseguir donan-
tes. La clínica de Praga conseguía a las donantes colaborando con ginecólo-
gos/as de las regiones rurales y más pobres de la República Checa. Por ello, la
clínica checa proporcionaba un conjunto de donantes más homogéneo étni-
camente, en su mayoría de características propias de Europa Central, y ex-
cluían a donantes no checas o de etnia gitana. Por el contrario, la clínica cata-
—————
8 El concepto «contenedor» sigue siendo popular en estudios de migración internacional y
movilidad, además del de «factores de tira y afloja». Al analizar la reproducción asistida trans-
nacional con un diseño de investigación cuantitativo y con modelos de elección racional, hay
también una preferencia por los factores de tira y afloja (véase Crooks et al., 2010), razones
económicas y legales, al tiempo que se descuidan las cuestiones de los afectos, la emoción, la
imaginación y el papel del ambiente clínico (véase Knoll, 2005).
9 Desde luego, la alta variación del color de ojos en la Europa del Norte sigue siendo hoy
un tópico de las publicaciones científicas evolucionistas (véase, por ejemplo, Frost, 2006; o Su-
lem et al., 2007).
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 65

lana consigue un conjunto de donantes bastante más diverso que el de la clíni-


ca checa. La clínica catalana se dirige tanto a mujeres españolas como a muje-
res emigrantes procedentes de Latinoamérica o de Europa del Este (p.ej. Ru-
manía o Rusia). Así que no sólo los pacientes proceden de regiones muy
diferentes (como en la clínica checa), sino que en España las donantes tam-
bién son nacional y étnicamente muy diversas, precisamente para servir a las
necesidades de las/os pacientes internacionales.
La clínica catalana ha establecido un sistema de donantes de repuesto a
través de una campaña publicitaria para atraer a donantes en la que muestra a
una joven mujer urbana con piercing y tatuajes. Como muchas otras clínicas
españolas, la clínica de Barcelona ha instalado un sistema de donación prag-
mático y cosmopolita (transnacional)10. La ley española sobre medicina repro-
ductiva, promulgada en 1988 y 2006, es considerada como una de las legisla-
ciones más liberales de Europa y permite tanto la donación de esperma y
óvulos, como técnicas de diagnóstico como prueba genética preimplantacional
(PGD, Pre-Implantatory Genetic Testing). Al contrario que en países como la
República Checa o Francia, la ley española también permite el acceso de pa-
rejas lesbianas y mujeres solteras a los procedimientos.
Así que, de hecho, los Fischer también se hubieran podido proveer en Es-
paña de rasgos fenotípicos similares, por ejemplo, de una donante rusa que vi-
ve en España o de una estudiante Erasmus de Europa del Norte, si hubieran
elegido Valencia o Barcelona como su destino del turismo de fertilidad. En el
caso de Girasol, del foro de Internet y a quien cité al inicio, ella no pudo ras-
trear el origen de su donante. Respecto de los sistemas para conseguir donan-
tes en las clínicas españolas, el prefijo trans en trans-nacional recupera un ma-
tiz suplementario respecto de lo mero inter-nacional. Aihwa Ong señala:
«Trans denota tanto moverse a través del espacio o cruzando líneas, cuanto
cambiar la naturaleza de algo» (Ong, 1999, p. 4). En el caso de la donación de
óvulos (donante anónima) que cruzan las fronteras nacionales, el prefijo trans
también refiere a la ambigüedad de que, en un sistema de donante anónimo,
las receptoras sabrán algo por anticipado del posible fenotipo de su descen-
dencia, pero nunca sabrán si el óvulo (el esperma, el embrión) podría ser de
una donante española, rusa, danesa o cualquier otra nacionalidad de la que
haya conseguido el material la clínica FIV11.
—————
10 Muchas clínicas españolas pagan 900 euros por donación de óvulos (que haya tenido
éxito). Incluye un régimen hormonal estricto y finalmente un procedimiento operativo por ex-
tracción transvaginal de los folículos. La clínica de Praga paga a sus donantes unos 1.000 euros
por procedimiento.
11 Recurriendo a los relatos de la investigación y la teoría antropológica a partir de 1990,
señalaría que los estudios de emigración transnacional simplemente se pueden usar como un
66 CUERPOS Y DIFERENCIAS

3. GENE/AN/ALOGÍAS: APARENTAR PARENTESCO EUROAMERICANO


CONVENCIONAL

Estudiando las concepciones del parentesco en la Inglaterra del Noroeste,


Jeannette Edwards muestra que las madres y padres conectan con sus hijos/as
«haya o no “relación de sangre” en el proceso de ser padres, porque los rasgos
genealógicos también se insuflan de formas no sustantivas» (Edwards, 2005,
pp. 424-426). Este argumento queda reflejado en mi encuentro con Silja y
Raul Kramer, otra pareja alemana que conocí en Praga. Ellos no creen que los
genes encarnen categorías sociales. Esta pareja me decía que la relación fami-
liar-social siempre es el resultado de alimentar, criar y educar a las criaturas.
El aspecto es lo único —se lamentan ellos— en lo que no pueden influir. Con-
sideran que la apariencia corporal está contenida dentro del óvulo donado.
Por tanto, los Kramer esperaban un buen matching fenotípico. Su ansiedad
por la incertidumbre sobre la semejanza física con la descendencia tiene senti-
do si la conectamos con las prácticas de ocultación anteriormente descritas.
Recurriendo al concepto de Marilyn Strathern de «conexiones merográficas»,
Sarah Franklin esboza el parentesco como un «ámbito de hibridización [...] el
cual contiene dos órdenes distintos de lo social y de lo biológico» (Franklin,
2003, pp. 66-67)12. Los Kramer están separando estrictamente lo social de lo
natural; en su concepción, el parentesco se construye mayormente en la rela-
ción social del estar ahí del niño, pero en esa concepción, que también podría
concebirse para la adopción, sigue faltando un vínculo: la relación biológica,
que a su vez está marcada por la semejanza biogenética. Esta construcción de
la familia como un modelo que va más allá de la comparación es subrayada
por la semejanza física entre padres e hijos. Erasmo ya escribió sobre el fenó-
meno por el que él veía un modelo de solidaridad familiar a través de la repre-
sentación de analogías y similitudes (véase Ariès, 1978, p. 500). Según esta
concepción, los esposos que no están relacionados por la sangre forman un li-
naje de consanguinidad procreando una criatura en la que ambos pudieran
detectar similitudes con ellos.
—————
proyecto de los estudios transnacionales en biomedicina. Aunque hay algunos interfaces como
turismo, movilidad y sexualidad (cf. véase Grewal y Kaplan, 2001), el régimen de movilidad en
biomedicina es bien diferente y hay mucho trabajo por hacer para comparar los dos enfoques.
12 Una «conexión merográfica» describe el acoplamiento sucesivo de diferentes contex-
tos. Marilyn Strathern introduce el concepto en su desafiante libro After Nature poniendo
ejemplos acerca de que las ideas anglosajonas sobre parentesco siempre fueron modificadas
por otros elementos ajenos al parentesco: «El mismo acto de la descripción convierte lo que
está siendo descrito en una parte de otra cosa distinta, p.ej., la descripción» (Strathern, 1992,
p. 204, NP 21).
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 67

Bruno y Susanne Fischer lamentaban sin duda una pérdida de identidad


cuando decían: «A nadie le gusta renunciar a sus propios genes». Sentían una
pérdida de consanguinidad y una falta de vínculos y rasgos de semejanza que
era mediada por su forma de entender el gen. Así que, en su caso, parentesco
y sustancia se traslapan, se contienen uno a otra. Para los Fischer no resultaba
muy dramático cruzar la frontera para un tratamiento que está prohibido en
Alemania, porque consideran que la ley alemana está equivocada y obsoleta.
Optar por una donación ha sido «un cruce de fronteras» mucho más significa-
tivo porque entienden que es una «adopción a medias», como una pérdida de
identidad y parentesco para la madre. Cuando los Fischer se describen final-
mente como «agentes secretos», no sólo se refieren a su práctica de circunve-
nir leyes prohibitivas, sino también a actuar en la sombra. Quieren ocultar su
sustitución de parentesco genético por donación de óvulos a su entorno social.
La combinación fenotípica les permite una forma de parentesco convencional
al ofrecer rasgos físicos incorporados en la sustancia donada. Les ayuda a pa-
recer una familia «natural». Yo caracterizo estos efectos como «pasar por pa-
rientes»: mientras que la procreación es modelada en la cultura del laborato-
rio, la relacionalidad todavía deberá ser modelada «según la naturaleza»
(Strathern, 1992).
La mayoría de los pacientes alemanes a quienes pregunté tenían miedo de
ser rechazados por su entorno e incluso por sus criaturas prospectivas. Por
ello optan por el anonimato y contra el desvelamiento. En este artículo sólo he
hablado de gente como los Kramer y los Fischer, que, en el momento en que
los conocí (antes de que tuviera éxito la FIV), estaban muy preocupados por
el parecido con su descendencia potencial. Desde luego que conocí a otros
que no pensaban en estas consecuencias antes de entrar en la clínica. Además,
debido a que, en primera instancia, todos ellos quieren tener un hijo/a, no to-
dos los pacientes están obsesionados por un buen matching sobre la base de
ocultar las prácticas a su futuro hijo/a —pero a menudo sí a su entorno fami-
liar o social (véase Bestard Camps, 2004, pp. 69-83)—. No obstante, en las dos
clínicas en las que hice observación participante no eximían a pacientes y per-
sonal clínico de acoplar algunos parámetros fenotípicos, entre ellos grupo
sanguíneo, altura, peso, color de piel, ojos y pelo, de acuerdo con una com-
prensión muy básica de la herencia mendeliana de los rasgos físicos.
Las clínicas de FIV ayudan a las/os pacientes a ocultar la donación de ga-
metos insistiendo en el matching de parámetros fenotípicos. Los pacientes
aceptan en su mayoría estos procedimientos de clasificación porque apoyan su
táctica de ocultar la donación. Dado que quieren mantener en secreto el tra-
tamiento FIV y la donación, la cuestión del parecido físico con su descenden-
cia es sumamente importante para ellos. De otro modo verían que su proyecto
68 CUERPOS Y DIFERENCIAS

de «completar una familia» modelado sobre la procreación «natural» con sus-


tancia biogenética propia está potencialmente amenazado por una posterior
«charla sobre el parecido». En el caso de pacientes de Alemania y otros países
en los que la donación de óvulos está estrictamente prohibida, la ocultación
también se ve fuertemente afectada por la circunvención de la ley alemana y
por hacer el tratamiento FIV «en secreto». Aun cuando alguna paciente con-
siderara que su color de pelo no es una marca de identidad importante, no se
vería libre de este régimen de clasificación. En países como España, el perso-
nal clínico es obligado por ley a garantizar la mayor similitud fenotípica entre
donante y receptora. El matching fenotípico permite una forma de parentesco
convencional al ofrecer rasgos corporalmente incorporados en la sustancia
donada: ayuda a las receptoras y a sus parejas a parecer una familia «natural».
Aquí «la apariencia física puede servir de legitimación social» (Mamo, 2007,
p. 218)13. El matching de parecido fenotípico se originó con las prácticas de
adopción. Como la historiadora americana Ellen Herman describe, hasta fi-
nales de 1960 el matching era «el paradigma dominante en adopción, prometía
proporcionar naturalidad y autenticidad [...] Cuanto más se parecieran las fa-
milias, más cerca de la realidad estaba el niño/a» (2008, pp. 122, 125). Sin
embargo, el matching ya no tiene esta importancia en los sistemas de adopción
nacionales, debido al desvelamiento y al discurso de los derechos de los ni-
ños/as; en la adopción internacional y en la reproducción a tres partes con
gametos donados todavía sirve de proyecto dominante.

4. TRAYECTORIAS DE ANONIMATO Y PERFORMATIVIDAD


EN LA IDENTIFICACIÓN DE LA SEMEJANZA

Dado que sólo conocí y hablé con pacientes que estaban iniciando el proceso
clínico, su actitud podría cambiar si llegaran a ser padres. Otras investigacio-
nes etnográficas y discusiones en foros FIV en Internet permiten considerar
esta posibilidad, debido también a la normalización del uso de las tecnologías
reproductivas (Hess, 2007). Algunos de los pacientes ingleses con quienes ha-
blé en la clínica española estaban mucho más abiertos a la discusión sobre el
desvelamiento, una reflexión del discurso relativo a los derechos prospectivos

—————
13 En la mayoría de los países europeos sólo se moviliza la biología (unos pocos parámetros
fenotípicos) en los procedimientos de matching, ya que no existen catálogos de donantes de
óvulos para la elección del paciente, que permitan acoplar rasgos y perfiles sociales como la re-
ligión, tal y como pueden conocer los pacientes de los programas de donantes de USA.
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 69

del niño/a y la política de regulación de la HFEA en el Reino Unido (véase


Franklin, 1993; Klotz, 2007). De hecho, los proyectos culturales de hacer pa-
rentesco de modo convencional (mediante el ocultamiento) son contestados
por lobbys de derechos de los niños/as, que solicitan el desvelamiento y pro-
mueven campañas educativas sobre cómo hablarles de la donación a los ni-
ños/as, así como prácticas que desplacen las definiciones hegemónicas de fa-
milia en favor de «reproducción queer» (Mamo, 2007).
El problema de la observación participante en las clínicas FIV, en un con-
texto de anonimato con pacientes que sólo quieren conceder entrevistas si to-
do se conserva en un estricto anonimato, es que no puedo seguir sus trayecto-
rias para saber si tuvo éxito la FIV, cómo criarán a sus hijas/os, etc. En el
momento de hallarse en un tratamiento, que en la mayoría de los casos no tie-
ne éxito, pueden pensar de forma diferente sobre las prácticas de ocultamien-
to y desvelamiento a como quizá piensen después (si el tratamiento tiene éxi-
to), al criar a un hijo/a propio/a. Así que no todos los pacientes están
obsesionados por el matching fenotípico, y he mostrado que en muchos senti-
dos no se trata de su propia decisión, sino que es regida por las clínicas de
acuerdo con las leyes estatales14.
Dado que mi etnografía se basa en la observación participante de prácticas
clínicas y no está diseñada como un estudio longitudinal de los pacientes, al
final tengo que volver al relato de Girasol, la participante del foro de Internet.
Como hay personas que siguen dentro de estas comunidades de Internet du-
rante años, pueden añadir una perspectiva de ayuda y un correctivo a mi et-
nografía más orientada a la praxis que sea fructífera a la hora de capturar
prácticas emergentes presentes, más que mostrar meros desarrollos biográfi-
cos a largo plazo.
En otra entrada del foro, Girasol les cuenta a otras participantes cómo ha
cambiado su actitud ante el desvelamiento. Primero no quería decirles a sus
hijos cómo habían sido concebidos, aunque en su caso el tema del parecido no
había sido un gran problema. Dado que identifica varios rasgos de parecido y
hábitos sociales similares en sus hijos, sugiere que la clínica española había he-
cho un matching de donante muy bueno o concluye que existe otra fuerza
simbólica desconocida que podría regular el parecido y las marcas familiares.
—————
14 Durante el taller en el que presenté este trabajo, Annemarie Mol, a quien agradezco la
objeción, sugirió el problema de la representación y la estrategia etnográficas que mi trabajo
suscitaba. En mi ponencia me había concentrado en casos que tienen mucho que ver con el pa-
recido genotípico y el buen acoplamiento/matching para reforzar mi argumento. Pero desde
luego que no todos los pacientes tienen esto en su agenda. Por el contrario, observé que las clí-
nicas españolas no eximían a sus pacientes del matching, por lo que hacían casi imposible confi-
gurar escenarios de matching étnica o fenotípicamente mezclados.
70 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Después les dice a otras participantes del foro que, como el modo de dona-
ción de óvulos por el que concibió gemelos ha quedado anticuado, ella les dijo
durante el desayuno que hubo otra mujer que había ayudado a su madre a
quedarse embarazada, y que no había sido para tanto. Concluye que el vínculo
emocional también podría registrarse en las familias de adopción, y que, no
obstante, el embarazo había ayudado mucho. Y Girasol acaba con un mensaje
de ánimo a todas las participantes: en cualquier caso, decidan lo que decidan,
«la paternidad/maternidad procede del corazón, no de los genes».
La ambigua entrada en el foro de Girasol, con su relato sobre el tópico del
parecido, comprende algunos aspectos del «hacer parentesco» y «llegar a ser
padres» que han sido etiquetados como «culturas de relacionalidad» (Cartens,
2000). Girasol considera importante el papel de la maternidad gestacional, in-
dicando la analogía con la adopción, y cuenta su repentino cambio hacia la
apertura y el desvelamiento: reveló el secreto a sus hijos durante un desayuno
rutinario. Muchos otros pacientes FIV que usaron gametos de una tercera par-
te (donante) lo ocultan a sus familias, amigos y vecinos. Incluso entonces la
gente identifica ciertos criterios físicos. Estas atribuciones se basan en la ma-
triz de supuestos culturales acerca de que los hijos se parecen a sus ancestros
en algunos rasgos físicos; que lo familiar es natural y prediscursivo. De acuer-
do con Judith Butler, algo producido y establecido con medios «prediscursi-
vos» «es anterior al significado cultural que adquiere» (Butler 1990, p. 109); es
«una superficie políticamente neutral sobre la que actúa la cultura» (ibidem, p.
7). La performatividad en el hacer-familia, así como en la construcción del se-
xo/género, es la interpelación constante que llama a la subjetividad (en nues-
tro caso, marcas y rasgos son partes de un todo), que es la fabricación de la
subjetividad (Althusser, 1970). Aún más, estos procesos de identificación no
los performa el sujeto (Butler, 1993, p. 15), sino otras personas —aquí las in-
terpelaciones a la semejanza familiar son realizadas por miembros de la fami-
lia, amigos y vecinos, e incluso extraños entrometidos que al mirar al bebé en
el cochecito comentan, siguiendo la constreñida repetición de normas, cómo
se tiene que parecer el recién nacido a sus ancestros—. Los discursos tienen
consecuencias materiales: según lo entiende Butler, las identidades no son
esencias, sino actos performativos y reiterativos. Karen Barad amplía el con-
cepto de performatividad de Butler, más orientado al discurso, hacia el pro-
blema de la materialidad. Barad considera que el enfoque postestructuralista
concede «al lenguaje y otras formas más poder del que merecen para determi-
nar nuestras ontologías» (Barad, 2007, p. 133). Barad objeta que falta en el
análisis de Butler el problema de la materialidad. «La performatividad no se
entiende como citacionalidad iterativa (Butler), sino como intraacción iterativa
[...] Es posible que esta versión revisada de la performatividad nos pueda lle-
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 71

var a una comprensión realista de la materialización de ésta en los cuerpos,


una que tenga por completo en cuenta la materialidad y que, sin embargo, no
la reinstale como un lugar, o una superficie, o una base o roca natural, incon-
testada, de la teoría feminista» (ibidem, pp. 184, 208).
En todas las prácticas de las «charlas sobre el parecido» esta intraactividad
o intraacción iterativa es una práctica constante. La charla sobre el parecido
no es algo estable; es una técnica mundana pero contingente de la vida coti-
diana. Geoffrey Browker y Susan Leigh Star escriben que «clasificar es huma-
no» (Broker y Star, 1999, pp. 1-32), dirigiéndose a estas cualidades cotidianas
de regular y tratar incertidumbres poniéndolas dentro de categorías. Sin em-
bargo, en el caso de Girasol, el uso de la donación de óvulo nunca fue descu-
bierto por los demás. Paradójicamente, en su caso, otras personas y ella misma
observaban muchas semejanzas en el niño, por lo que aún había más iterabili-
dad en el trabajo de identificación que se materializara en vínculos reales de
parecido. Por el contrario, otra participante del foro se lamenta de que apenas
había parecido físico con su hija, aunque se alegra de que su hija sea muy ha-
bladora y coma bien, cosa semejante a sus propios hábitos. Y añade que, a pe-
sar de identificar la semejanza física, estas mismas costumbres a menudo son
reconocidas por su familia. Así que esta madre pone en primer plano estos
hábitos sociales como base para rasgos genealógicos, que «se incardinan de
forma no sustantiva» (Edwards, 2005, p. 426). En el caso de Girasol, todavía
queda cierta noción relativa a la sustancia biológica cuando se pregunta si la
clínica de Valencia hace tan bien el matching o si hay algo más: algo esotérico
dentro del ámbito de los misterios y milagros. Con discursos que saltan de la
genética más reduccionista a la epigenética y que comprenden el cuerpo como
algo flexible y complejo (Beck y Niewöhner, 2006), la performatividad en el
hacer-familia adquiere nuevas oportunidades, también en el área de la imagi-
nación y la fantasía15.
Por un lado, la performatividad en el hacer-familia, junto a las tecnologías
reproductivas, ofrece oportunidades para unas culturas del relato más abier-
tas. Crea nuevas opciones para comprensiones menos reduccionistas del pa-
rentesco como «vínculos de afinidad» y para concebir los rasgos genealógicos
de «un modo no sustantivo». Por el otro, las regulaciones FIV que requieren
—————
15 Según esto, también queda abierta la arena para nuevas, y a menudo oscuras, explicacio-
nes legas, a veces en el ámbito del misterio. En el foro alemán en Internet existe una entrada
bastante nueva sobre la idea de «fragmentos de gen» pasados del embrión a la madre durante la
gestación en el cuerpo. En la discusión, los participantes apuntan la posibilidad de una relación
con el gameto adoptado, aunque también cierta ansiedad sobre la idea de una incierta hibrida-
ción corporal con fragmentos de gen (aquí vuelve a ser considerado el cuerpo como una enti-
dad autónoma).
72 CUERPOS Y DIFERENCIAS

anonimato, al cortar el parentesco genético, se usan mayormente para reparar


el modelo de familia nuclear heterosexual. La dimensión transnacional de la
«relacionalidad sin parientes», al hacer donación de óvulos anónima, tiene tres
trayectorias importantes: (1) performatividad en el hacer-familia posterior en-
tre las prácticas de ocultación y las abiertas, como se describió antes. (2) Las
prácticas de apertura u ocultación son decisiones culturales para crear familias
viejas o nuevas. Si la imagen de la donante se extingue, este proyecto se hace a
menudo para rescatar el proyecto de la vieja familia nuclear (heterosexual). En
su búsqueda de parejas lesbianas que usaran donación de esperma, Laura
Mamo ha descrito prácticas de incorporar una imagen del donante como
«vínculos de afinidad» (Mamo, 2007, pp. 190-223). Aunque en el caso de la
participante Girasol no existe relación con la donante, su imagen se incorpo-
rará simbólicamente a la narrativa familiar como la mujer desconocida que
ayudó a la madre a quedar embarazada. (3) La donación de gametos transna-
cional puede llevar a un seguimiento genealógico prospectivo de los hijos con-
cebidos por donación de gametos. Mientras que los vínculos genéticos quedan
cortados en la donación anónima, seguir genealogías y ancestros es cada vez
más popular: las pruebas de paternidad se establecen como modernos orácu-
los en los programas de televisión basura en la sobremesa, y todo el mundo es
y siempre ha sido un experto en la charla sobre el parecido.

5. CONCLUSIÓN

En la FIV con donación de óvulos las donantes proveen a las clínicas con sus
óvulos. Allí son transferidos a receptoras que los compran como una parte del
tratamiento de infertilidad. Mientras que los óvulos de la paciente son susti-
tuidos y la capacidad reproductiva es desviada a través de las tecnologías, las
donantes son alienadas del posible resultado de su trabajo reproductivo; la
sustancia es separada de su cuerpo. La donación de óvulos es mediada entre
receptora y donante por la clínica, cual broker de óvulos. Tanto en la clínica
checa como en la española esto se regula acoplando algunos criterios físicos:
se deben mantener los rasgos fenotípicos más obvios de la receptora (o de la
pareja receptora). En la mayoría de los escenarios clínicos europeos, las pa-
cientes no tienen la posibilidad de elegir por sí mismas o por catálogo a la do-
nante, como ocurre en los programas de donación de los EE. UU. El matching
y asignación de una donante a una receptora es hecho por las clínicas de for-
ma anónima y es modelado según ciertos parámetros, de acuerdo con un es-
quema mendeliano dominante/recesivo y las impresiones que los empleados
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 73

registran en las bases de datos de la clínica. El personal clínico se aproxima al


resultado de la donación de óvulos como si la descendencia prospectiva hu-
biera sido concebida como un hijo biológico de la madre. Este proceso de re-
naturalización gracias al matching es descrito por un ginecólogo de la clínica
de Barcelona como crear «hijos lógicos». De hecho, en mi definición sugeriría
«plausible» en lugar de «lógico», ya que el matching fenotípico no sólo modela
el parecido según la naturaleza (que es mucho más contingente en rasgos de
parecido), sino que también es un modelo cultural basado en supuestos del
sentido común, como el viejo dicho alemán: «DerApfel fällt nicht weit vom
Stamm» [«La manzana nunca cae lejos del árbol»].
En el caso de la donación de gametos, la anonimización desafía supuestos
«naturales» sobre parentesco y supuestos sobre el parentesco como «natural».
Por tanto, el anonimato no debe llevar necesariamente a prácticas de oculta-
miento por parte de los pacientes, como contradice el ejemplo de la partici-
pante en el foro, Girasol, para quien la práctica de criar a los hijos y vivir con
ellos cambió su actitud hacia el desvelamiento. Pero aun así, sistemas de do-
nación anónimos como el de España y el de la República Checa sirven para fa-
cilitar el corte o la ocultación de las relaciones familiares y las prácticas pro-
creativas que pacientes como los Fischer y los Kramer aprecian porque
desconfían de su entorno normalizador. Aquí, la donación de óvulos «se reali-
za al servicio del parentesco convencional y esto es incontestablemente un
proyecto cultural» (Konrad, 2005, p. 144). La idea predominante sobre la do-
nación de óvulos, al menos, es el poder imaginativo de gestación: la donación
de óvulos es una forma de «parentesco con extraños» (ibd., p. 238) que es na-
turalizado por el matching donante/receptora y por tener un embarazo y un
nacimiento propios como pasos y partes de un proyecto individual de pater-
nidad/maternidad.
En casos de pacientes alemanes como los Kramer o los Fischer, hacer pa-
rentesco es un intento de construir o de pasar por una familia normal ante la
mirada de los demás. Las identificaciones de semejanza familiar son realiza-
das por una serie de personas (miembros de la familia, amigos, vecinos y ex-
traños entrometidos), que repiten estas normas mirando al bebé en el coche-
cito, comentando su aspecto. La gente quiere (ser capaz de) identificar
ciertos rasgos físicos en el niño, siguiendo los supuestos culturales de que los
niños/as se parecen a sus ancestros en términos de al menos algunos detalles
físicos de las generaciones previas. Esta práctica de dirigirse al/la recién na-
cido/a y comentar su aspecto es guiada por el conocimiento del sentido co-
mún de la herencia de marcas de parecido y legitimización social mediante el
parecido (aunque siempre ha habido contingencia). Aun cuando otras sus-
tancias corpóreas pudieran ser transferidas a otro cuerpo sin tener ninguna
74 CUERPOS Y DIFERENCIAS

conexión familiar, los gametos están dotados de información genética, y por


ello la relacionalidad biológica sigue estando vinculada, respecto de las mar-
cas y parecidos genealógicos como el fenotipo: al menos en la medida en que
se conceptualiza que el parentesco euroamericano se genera mediante alguna
sustancia, sea la sangre, los genes o los cromosomas (que tienen un enorme
papel en el origen).

RECONOCIMIENTOS

Estoy muy agradecido a las personas que tan amablemente han ofrecido sus
historias y experiencias para mi investigación durante los últimos años y doy
las gracias al personal administrativo y técnico de las clínicas y bancos de es-
perma que han facilitado mi trabajo. Quisiera dar las gracias al grupo de in-
vestigación Ciencia, Tecnología y Género (CTG) de Madrid, que amablemen-
te me han invitado a sus seminarios y han enriquecido la comunicación
intelectual a través de las fronteras europeas. Por último, pero no por ello me-
nos importante, quisiera dar muchas gracias a las editoras que me incluyen en
este volumen y a la traductora de mi artículo.

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REPRODUCCIÓN ASISTIDA:
LA MEDICALIZACIÓN DE LA MATERNIDAD

SILVIA TUBERT

LA CONCEPCIÓN PATRIARCAL DE LA MATERNIDAD

L
a mayor parte de las culturas, en la medida en que se trata de organiza-
ciones patriarcales, identifican la feminidad con la maternidad. A partir
de una posibilidad biológica, la capacidad reproductora de las mujeres,
se instaura un deber ser, una norma, cuya finalidad es el control tanto de la se-
xualidad como de la fecundidad de aquellas. No se trata de una legalidad explí-
cita, sino de un conjunto de estrategias y prácticas discursivas que, al definir la
feminidad, la construyen y la limitan, de manera tal que la mujer desaparece tras
su función materna, que queda configurada como su ideal.
El desarrollo de las llamadas ciencias sociales o humanas, desde una pers-
pectiva feminista, ha puesto de manifiesto que la ecuación mujer=madre no
responde a una esencia sino que, lejos de ello, es una representación —o con-
junto de representaciones— producida por la cultura. El feminismo ha gene-
rado, históricamente, tres tipos de respuestas a la cuestión de la maternidad:

1. El rechazo de la identificación de lo femenino con lo materno condujo a


la afirmación de una existencia de mujer con exclusión del papel de
madre, como en el caso de Simone de Beauvoir.
80 CUERPOS Y DIFERENCIAS

2. La voluntad de asumir la capacidad generadora del cuerpo femenino


llevó a proponer una «transvaloración» de la maternidad —exaltada en
lo imaginario pero desvalorizada en la práctica social, excluida del espa-
cio público y desalojada de lo simbólico—, a la que se pasó a considerar
como fuente de un placer, conocimiento y poder específicamente feme-
ninos. Adrienne Rich y Julia Kristeva ejemplifican este punto de vista.
3. Desde una perspectiva constructivista, no interesa tanto el cuestiona-
miento de unas representaciones que distorsionarían lo que la mujer es
o no le harían justicia, puesto que es imposible acceder a lo que es más
allá de la representación que pretende dar cuenta de ello. Lo que se
propone es el análisis de la construcción de las representaciones mismas
y el proceso por el que ellas crean o configuran la realidad.

La maternidad es un conjunto de fenómenos de una gran complejidad, que


no podría ser abarcado por una única disciplina: la reproducción de los cuer-
pos es un hecho biológico que se localiza, efectivamente, en el cuerpo de la
mujer, pero, en tanto se trata de la generación de un nuevo ser humano, no es
puramente biológico, sino que integra otras dimensiones. De todos modos,
aun cuando nos limitáramos al terreno de la fisiología, podríamos apreciar que
la construcción histórica de la maternidad como equivalente a la reproducción
de la especie y como único sentido de la existencia femenina entraña una do-
ble falacia, puesto que la categoría de madre no agota totalmente la de mujer
y, por otra parte, la maternidad no incluye la totalidad de la reproducción, por
cuanto la fecundidad de la mujer sólo se actualiza por la intervención del
principio biológico masculino.
Pero, además de las condiciones biológicas de la reproducción sexuada, las
condiciones sociales, económicas y políticas de la reproducción de la vida so-
cial configuran también la función materna: la división sexual del trabajo pro-
pia de toda estructura patriarcal —o al menos de la mayoría— establece que
las mujeres, además de la concepción, gestación, parto y lactancia, se ocupen
casi en exclusiva de la crianza de los niños que, por otra parte, no es reconoci-
da como trabajo social.
Finalmente, el orden simbólico de la cultura crea determinadas representa-
ciones, imágenes o figuras atravesadas por relaciones de poder, de modo que
el orden dominante es el resultado de la imposición de unos discursos y prác-
ticas sobre los otros, articulada con el ejercicio del poder por parte de los
hombres-padres como grupo o colectivo sobre las mujeres como grupo social.
Así, en la medida en que se impone una voz —definición, representación,
ideal— que anula la expresión de otras voces que quedan subordinadas, tal
como lo están las prácticas sociales de las mujeres, se establece el monopolio
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 81

de la producción de sentido, se codifica el significado de características ana-


tómicas y funciones biológicas que, en sí mismas, no significan nada. Por con-
siguiente, las representaciones o figuras de la maternidad, lejos de ser un re-
flejo o un efecto directo de la maternidad biológica, son producto de una
operación simbólica que asigna una significación a la dimensión materna de la
feminidad y, por ello, son al mismo tiempo portadoras y productoras de senti-
do. Además, la mujer es un sujeto y no un mero sustrato corporal de la repro-
ducción, ni una ejecutora de un mandato social, ni la encarnación de un ideal
cultural, por lo que debemos tener en cuenta que las representaciones que
configuran el imaginario social de la maternidad tienen un enorme poder re-
ductor, en la medida en que todos los posibles deseos de las mujeres son susti-
tuidos por uno: el de tener un hijo; y uniformador, en tanto la maternidad
crearía una identidad homogénea de todas las mujeres.
El psicoanálisis ha mostrado que el deseo de hijo no corresponde a la reali-
zación de una supuesta esencia femenina, sino que es propio de una posición a
la que se llega después de una larga y compleja historia, en la que el papel
fundamental corresponde a las relaciones intersubjetivas que la mujer ha esta-
blecido en su infancia, tanto en el plano de la triangulación edípica como en el
de la identificación especular con la madre. Es decir, el deseo de hijo no es na-
tural sino histórico, se ha generado en el marco de las relaciones con los otros,
resulta de una operación de simbolización por la cual el futuro niño represen-
ta aquello que podría hacer feliz o completa a la madre. La aspiración a la ple-
nitud resulta de la constatación de que no somos una unidad ni una totalidad.
Por un lado, el sujeto humano es múltiple y complejo y adolece de incoheren-
cias y contradicciones que lo escinden; por otro, se estructura en torno a la fal-
ta; como afirma Goethe en su Fausto, es imposible no carecer de algo. Frente
al ideal de plenitud y perfección originado en el narcisismo infantil, para el
que el propio Yo es un Yo Ideal, el reconocimiento de la falta impuesto por su
confrontación con el Yo Real conduce al sujeto a anhelar aquello de lo que ca-
rece, es decir, a configurarse como un sujeto deseante. Al mismo tiempo, lo
lleva a asumir como propios los ideales que la cultura propone como respuesta
a los interrogantes que lo acucian: ¿quién soy? ¿Qué significa ser una mujer (o
un hombre)? ¿Qué desea una mujer (o un hombre)?
El ideal de la maternidad proporciona una medida común para todas las
mujeres, que no da lugar a las posibles diferencias individuales con respecto a
lo que se puede ser y desear. La identificación con ese ideal permite acceder a
una identidad ilusoria, que proporciona una imagen falsamente unitaria y to-
talizadora que nos confiere seguridad ante nuestras incertidumbres y angustias
en tanto parece ser la respuesta definitiva a todas las preguntas. La definición
de la identidad femenina en función del ideal maternal es mistificadora en tan-
82 CUERPOS Y DIFERENCIAS

to esa respuesta impide la formulación de todo interrogante y ofrece la ilusión


de ser que aliena al sujeto, encubriendo las carencias que harían posible el de-
seo. De ahí la necesidad de deconstruir los ideales, que obturan ilusoriamente
la singularidad del sujeto, para abrir un espacio donde se pueda situar la ma-
ternidad en relación a la dimensión del deseo —de la multiplicidad de de-
seos—, opuesta a una identidad que no puede sino ser mítica.
Al mismo tiempo, la identificación de la maternidad con la generación
biológica niega que lo más importante en la procreación humana sea el proce-
so de concepción y gestación sino la tarea social, cultural, simbólica y ética de
hacer posible la constitución de un nuevo sujeto humano.
Pero, si bien es reduccionista subsumir la feminidad en la categoría de ma-
ternidad, también existe la posibilidad de la reducción opuesta, que supone la
separación simple e irreductible de ambas categorías. Lo femenino y lo mater-
nal mantienen relaciones lógicas complejas: ni coinciden totalmente ni son
completamente disociables. Es cierto que la maternidad no se reduce a la
transmisión de un patrimonio genético, sino que se sitúa en el plano de la
transmisión simbólica de la cultura, pero no se puede negar que el proceso
biológico de la gestación se realiza según una legalidad que escapa a la volun-
tad de la mujer en cuyo cuerpo tiene lugar.
Si bien hablamos de una maternidad asumida por la mujer como sujeto de-
seante, no podemos ignorar que la gestación requiere la aceptación de una po-
sición de pasividad frente al desarrollo embrionario y fetal. El ejercicio de la
maternidad supone la articulación del cuerpo en la cultura: la autonomía del
sujeto femenino se encuentra limitada en su singularidad cuando su cuerpo
pasa a ser el lugar del origen de otro ser humano; el dominio sobre el propio
cuerpo —la maternidad voluntariamente elegida—, a su vez, se halla limitado
en tanto aquél ha sido construido como cuerpo significante por las prácticas y
discursos dominantes en la sociedad, a través del lenguaje y de los vínculos so-
ciales. La autonomía del sujeto, entonces, sólo puede ser relativa a los límites
que le impone la necesidad, tanto por el hecho de hallarse encarnado en un
cuerpo orgánico como por haberse estructurado como tal en el contexto his-
tórico de unas relaciones sociales, económicas y políticas que han construido
su valor simbólico.
Por otra parte, aunque el deseo de descendencia se presente con frecuencia
como una elección consciente, relativa a los ideales sociales y familiares de ca-
da sujeto, este proyecto es siempre portador de significaciones inconscientes
que habrán de tomar cuerpo en el niño por nacer: el hijo llega a la existencia
en el seno de una red de representaciones preexistentes, reguladas por la ten-
dencia repetitiva del inconsciente, que lo inviste de las vicisitudes libidinales
de la historia de sus padres (quienes siguen siendo, desde este punto de vista,
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 83

hijos) y de su forma de asumir la diferencia entre los sexos. Sin embargo, el


nacimiento del niño da lugar, en el mejor de los casos, a una nueva organiza-
ción que produce una ruptura en la repetición, al articular de una manera úni-
ca las determinaciones de su origen: el niño real nunca coincide con el niño
imaginario del deseo absoluto de la madre, destinado a colmarla completa-
mente. El proyecto consciente de la maternidad se apoya en, o se encuentra
limitado por, la doble vertiente inconsciente del deseo edípico y de la relación
de identificación narcisista con la madre, que, según haya sido la historia in-
fantil de la mujer en cuestión, configuran, enriquecen o perturban la relación
con el hijo. El deseo inconsciente, en otros casos, puede ser el responsable
tanto de una concepción imprevista, no buscada, como de la imposibilidad de
concebir un hijo.
En suma, la representación de la maternidad, en sus múltiples variantes, se
sitúa en el punto de articulación entre el deseo inconsciente —en cuyo origen
se encuentra, precisamente, la madre—, las relaciones de parentesco en unas
condiciones histórico-sociales determinadas, y la organización de la cultura
patriarcal. Esto exige la superación de las oposiciones binarias que son pro-
ducto de esa cultura y proporcionan un acervo de representaciones que coad-
yuva a su perpetuación. Toda nuestra tradición cultural y filosófica ha coloca-
do a la mujer del lado de la naturaleza y al hombre del lado de la cultura,
basándose fundamentalmente en el hecho de que la maternidad se localiza en
el cuerpo de la mujer y, por lo tanto, parece coincidir con lo real de la pro-
creación, en tanto que la función paterna ha de ser construida simbólicamente
(Pater semper incertus...).
Sin embargo, como hemos visto, ya no es posible sostener la existencia de
una función natural que se ejerce como tal de manera universal y ahistórica,
de acuerdo con un instinto o esencia de la mujer. La maternidad no es pura-
mente natural ni exclusivamente cultural; compromete tanto lo corporal como
lo psíquico, ya sea consciente o inconsciente; participa de los registros real,
imaginario y simbólico.
Tampoco se deja aprehender en términos de la dicotomía público-privado:
el hijo nace en una relación intersubjetiva originada en la intimidad corporal,
pero es, o ha de ser, un miembro de la comunidad y, por ello, el vínculo con él
está regido también por relaciones contractuales y códigos simbólicos.
La maternidad, entonces, es una función construida como natural y nece-
saria por un orden cultural y contingente: si bien el cuerpo materno tiene una
realidad biológica, no tiene significación fuera de los discursos sobre la mater-
nidad. La madre, más allá de las diferencias entre sus innumerables represen-
taciones, suele encarnar el misterio de los orígenes, lo impensable, lo que ex-
cede a la racionalidad. Esto explica el carácter contradictorio y ambivalente
84 CUERPOS Y DIFERENCIAS

que revisten sus figuras —polarizadas en el hada buena y la bruja malvada— y


también su función defensiva, por cuanto protegen de temores o realizan los
deseos de quienes las elaboran y transmiten.
Esta construcción cultural de la maternidad como símbolo encubre la suje-
ción del cuerpo femenino, tanto a su propia materialidad y finitud, como a las
relaciones de poder que establecen las condiciones de su existencia. En las re-
presentaciones de la maternidad se articulan, entonces, los tres registros des-
lindados por Lacan: primero, un universo simbólico de categorías y represen-
taciones, que forma parte de un sistema social, político e ideológico
históricamente dado y que constituye el contexto en el que se organiza la sub-
jetividad humana. Segundo, la construcción de la subjetividad maternal, que
integra dos dimensiones: por un lado, si nos situamos en el terreno histórico-
social, podemos apreciar la configuración de lo imaginario colectivo —con sus
distintos ámbitos: grupal, de clase, étnico, religioso, etario, etc.—; por otro, la
literatura y el psicoanálisis son discursos que dan cuenta de la singularidad de
cada sujeto al ofrecer un marco adecuado para el despliegue de lo imaginario
personal. Todo esto genera el sentido que tendrá, para las comunidades y los
individuos, el cuerpo materno. Finalmente, las posibilidades y limitaciones del
cuerpo real, no como mero organismo sino en función de la potencialidad
erógena que subtiende su funcionamiento reproductor y constituye la fuerza
energética que lo anima.

LA FORCLUSIÓN DE LO FEMENINO Y EL CUERPO FRAGMENTADO:


LA REPRESENTACIÓN DE LA MATERNIDAD EN EL DISCURSO
DE LAS TECNOLOGÍAS REPRODUCTIVAS

El nacimiento y la muerte ocupan un lugar central en el imaginario colectivo


de todos los tiempos; una gran cantidad de mitos de diversas culturas asocian
ambos acontecimientos entre sí y, simultáneamente, con la figura femenina. Es
probable que la capacidad de transmitir la vida evoque la posibilidad de qui-
tarla; tanto una como la otra se interpretan habitualmente como expresiones
de una potencialidad de carácter divino o mágico. Quizás por esta razón se
evoca la capacidad generadora de la mujer mediante una imagen omnipotente
e ilimitada; la sexualidad femenina se representa, habitualmente, como una
fuerza devoradora, insaciable, mortal.
Ya en las leyendas griegas encontramos esa noción: un día en que Zeus y
Hera disputaban acerca de quién, el hombre o la mujer, experimentaba mayor
placer en el amor, consultaron a Tiresias, puesto que el célebre adivino era el
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 85

único que había tenido la experiencia de cambiar de sexo. Sin vacilar, Tiresias
afirmó que si el goce del amor se componía de diez partes, nueve le corres-
pondían a la mujer y una al hombre.
Por otro lado, la sexualidad femenina también despierta angustia en tanto
se la erige en significante de la diferencia entre los sexos, de la alteridad, con-
figurándose como una amenaza para el narcisismo masculino; en consecuen-
cia, los discursos imperantes en el orden patriarcal representan —y constru-
yen— a la mujer como madre. La inscripción simbólica de la maternidad
como esencial permite dejar de lado la cuestión de la sexualidad femenina; la
mujer en tanto madre —no sexual, como la virgen María contrapuesta a la pe-
cadora Eva— permite evitar tanto el peligro de la confusión de los sexos como
la angustia ante una diferencia irreductible. Una sola operación, la ecuación
mujer=madre, permite reducir la sexualidad femenina, representada en el
imaginario colectivo como la capacidad de un goce absoluto, y, al mismo
tiempo, desvalorizar la potencialidad generadora de las mujeres, en la medida
en que la maternidad se define como natural y la paternidad como simbólica.
Desde este punto de vista, la esterilidad da cuenta de una resistencia muda
a una función simbólica concebida como natural, a una definición ideológica
del goce, el deseo y los ideales de la feminidad y la felicidad. La mujer que no
es madre perturba, en cierto modo, el orden establecido, pone en cuestión
aquello que regula las relaciones entre hombres y mujeres, atenta contra el sis-
tema de exclusiones que rige el orden jerárquico establecido entre ellos.
La ontologización o esencialización del deseo maternal proporciona una
respuesta al interrogante sobre el deseo de las mujeres e impide que se plantee
no sólo la cuestión de la diferencia entre los sexos, sino también la de la diver-
sidad entre las mujeres en tanto sujetos deseantes. Si en la comparación con
los hombres, desde una perspectiva que confunde lo imaginario con lo simbó-
lico, se encuentran en una situación de inferioridad —lo que se utiliza para
justificar su subordinación social—, se procura que haya al menos paridad,
que no exista un más ni un menos entre ellas.
La ciencia y la tecnología se hacen eco de las prácticas discursivas que
identifican la feminidad con la maternidad, entendiéndola fundamentalmente
en términos biológicos, y crean artificios para conservar paradójicamente la
ilusión de su naturalidad. Así, por ejemplo, las nuevas tecnologías reproducti-
vas, que pretenden justificarse habitualmente en función del «deseo» de las
mujeres, están marcadas por la exigencia de garantizar que ninguna quede al
margen de su función reproductora, que supuestamente definiría su esencia.
De este modo se mantiene la ecuación mujer=madre, se intenta controlar lo
incontrolable, la vida y la muerte, y se evita reconocer la castración y la deuda
simbólica; en suma, nuestra condición de sujetos generados, en tanto tales, no
86 CUERPOS Y DIFERENCIAS

sólo por la reproducción de los cuerpos sino también por los sistemas simbó-
licos, fundamentalmente el lenguaje, que configuran al ser humano como suje-
to hablante, portador y transmisor de cultura.
Si tenemos en cuenta los efectos que produce la exclusión de lo femenino
en este campo, podemos postular que intervienen en él operaciones análogas a
la forclusión, en tanto lo que se deja al margen retorna bajo la forma de inter-
venciones técnicas en los cuerpos reales. Con este término Lacan intentó dar
cuenta del mecanismo defensivo que se encuentra en el origen de la psicosis.
Freud había hecho referencia a una operación diferente de la represión y
de la renegación (específicas, respectivamente, de la neurosis y la perversión) a
la que denominó Verwerfung, aunque este término tiene, en los textos freu-
dianos, varias acepciones. Se puede traducir por rechazo, condenación, recu-
sación, y quizá tenga interés señalar que, en el ámbito de la veterinaria, signifi-
ca «aborto». Desde el comienzo de su trabajo, al hablar de la psicosis
alucinatoria, Freud describe una defensa mucho más enérgica y eficaz que la
represión, «consistente en que el yo rechaza la representación intolerable
conjuntamente con su afecto y se conduce como si la representación no hubie-
se jamás llegado a él». Y añade: «El yo se separa de la representación intolera-
ble, pero ésta se halla inseparablemente unida a un trozo de la realidad y, al
desligarse de ella, el yo se desliga también, total o parcialmente, de la reali-
dad» (Freud, 1894, pp. 175-6).
Años más tarde, en la historia clínica del «hombre de los lobos», insiste en
la diferencia entre ambas operaciones defensivas, que se activan fundamen-
talmente ante la cuestión de la castración, es decir, la diferencia sexual, siendo
la Verwerfung «la más antigua y profunda, que se había limitado a rechazar la
castración sin emitir juicio alguno sobre su realidad»; para él, era como si no
existiera (Freud, 1918, p. 1987). Pero esta exclusión tiene otras consecuencias:
tras retirar la libido de las personas que lo rodean y del mundo exterior en ge-
neral, que llega a serle indiferente y ajeno, con el consiguiente hundimiento
del mundo subjetivo, el psicótico intenta reconstruirlo mediante la elabora-
ción de su delirio; evidentemente, este segundo momento es mucho más «rui-
doso» que el primero. Aunque utiliza en este contexto los términos represión y
proyección, Freud advierte que, hablando con propiedad, lo que está en juego
es algo diferente: lo que había sido excluido del mundo subjetivo retorna des-
de el exterior, bajo la forma de alucinaciones y delirios (Freud, 1918, p. 1987).
El autor describe este rechazo, referido fundamentalmente a los genitales fe-
meninos, fantaseados o «teorizados» por el niño como ausencia, es decir, cas-
trados y, como tales, generadores de angustia, de dos maneras que no son ex-
cluyentes. Por un lado, en términos económicos, como deslibidinización de lo
percibido y pérdida del interés (no-libidinal) en ello, acompañadas de la re-
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 87

tracción narcisista; por otro, como una retirada de la significación, un rechazo


a atribuir un sentido a lo percibido. A partir de estos desarrollos freudianos,
Lacan entenderá la forclusión como «abolición simbólica», imposibilidad de
representar psíquicamente algo que debía haber sido simbolizado, de modo
que lo rechazado retornará, en lo real, como alucinación o como actos.
Las nuevas tecnologías reproductivas representan la culminación de un
proceso de medicalización de la vida que, con las posibilidades que se abren
actualmente de manipulación del genoma humano, puede conducirnos a una
transformación radical de nuestra especie. Sin embargo, este proceso de cap-
tura de los seres vivientes —en el caso que nos interesa particularmente, del
cuerpo de las mujeres— por parte del saber y el poder médico tiene una larga
historia.
En efecto, la medicina se ha hecho cargo del control de la sexualidad fe-
menina desde la antigüedad; las mutilaciones sexuales son prueba de ello.
Galeno refiere que en Egipto se cortaban los labios menores, o ninfas, a todas
las niñas para extinguir su lubricidad (Knibiehler y Fouqué, 1982). Algunos
autores del siglo XVI, como Ambroise Paré, hablan también de ello y mencio-
nan que la ablación de las ninfas se practicaba corrientemente en Francia. Pa-
ré consideraba que un tamaño excesivo de las mismas correspondía a una en-
fermedad del útero. Esta operación no se describe claramente, y se la
confunde a veces con la excisión del clítoris.
En realidad, la enfermedad que se quería curar era el apetito sexual excesi-
vo, la deshonestidad, las tendencias lujuriosas, el riesgo de la homosexualidad.
Algunas citas bastarán para apreciarlo. Papon afirmaba, en 1557: «Dos muje-
res que se corrompen una a la otra sin hombres son condenables a muerte».
Venette, en 1687, sostenía: «Las partes naturales de la mujer [...] son la causa
de la mayoría de nuestras penas y de nuestros placeres, y osaré decir que casi
todos los desórdenes que han ocurrido en el mundo y que suceden aún todos
los días vienen de esas partes» (Knibiehler y Fouqué, 1982). Queda claro que
lo que se rechaza, y no sólo en lo simbólico, puesto que se interviene quirúrgi-
camente en lo real de los cuerpos, son los genitales femeninos, cargados de
significaciones originadas en unos excesivos procesos de metaforización: la
imposibilidad de reconocerlos simbólicamente como uno de los términos de
una diferencia (recordemos, una vez más, que se trata de «lo otro») conduce a
una proliferación de lo imaginario.
Si la anticoncepción, al permitir el control de los nacimientos por parte de
las mujeres, puede suscitar el fantasma de la confusión entre los sexos, las tec-
nologías reproductivas, por su parte, restablecerían la distinción entre ellos al
evitar, al menos imaginariamente, que alguna mujer no se integre en la catego-
ría de madre. Por eso he sugerido que lo temido no es sólo una sexualidad
88 CUERPOS Y DIFERENCIAS

femenina descontrolada y devoradora, sino también la confusión entre los se-


xos, con el consiguiente cuestionamiento de las identidades sexuales estable-
cidas.
No me ocuparé ahora de las diversos métodos que se emplean en el campo
de la reproducción técnicamente asistida; me limitaré a señalar que todos ellos
responden a un deseo que se formula en palabras, bajo la forma de una de-
manda, con una intervención en los cuerpos, y que esas operaciones se susten-
tan, al mismo tiempo que inciden, en los discursos sobre la feminidad y la ma-
ternidad. Para apreciar lo que está en juego en estos procedimientos, veamos
lo que afirma Testart, biólogo que, junto al ginecólogo Frydman, participó en
la concepción de la primera niña que nació en Francia mediante la fertiliza-
ción in vitro y que, por lo tanto, habla con conocimiento de causa:

«La fertilización in vitro ha posibilitado ya desarrollos imprevistos, aunque previ-


sibles, como la conservación del huevo por el frío, la donación de óvulos y em-
briones. Nadie duda de que la extracción del huevo fuera del cuerpo provocará
nuevos artificios tendentes a resolver problemas médicos. Por ejemplo, el diagnós-
tico genético que permita precisar lo antes posible la identidad del individuo y,
después, normalizarlo. Estoy convencido de que las otras hipótesis descritas en es-
te libro, aun las más alocadas, encontrarán tarde o temprano su demostración1. Para
que el pensamiento se convierta en acto basta con que la competencia técnica se
conjugue con dos voluntades, la del experimentador y la del sujeto. La voluntad de
innovar existe en cada investigador porque es la razón misma de su elección profe-
sional. Nadie puede saber a priori si la novedad es inofensiva, porque ese carácter
sólo lo demuestra su utilización. Pero hay ciertos proyectos que aparecen de entrada
como irracionales, incluso dementes. ¿Alguien imagina que todos los científicos y
todos los médicos son razonables? La barricada más segura frente a las tentaciones
provocadas por las ambiciones individuales de los inventores sería que ningún can-
didato se prestara a probar el último artilugio, porque la experiencia demuestra
que la prohibición social, siempre ambivalente, es incapaz de impedirlo. [...] Es
conocida la mutación que introdujo, en nuestras sociedades industrializadas, el re-
ciente desarrollo tecnológico. Al mismo tiempo, y a causa de tal desarrollo, han
cambiado las aspiraciones: ya no se reivindica la satisfacción de necesidades bási-
cas, sino la realización de fantasmas. [...] El código que compila convenciones y
moral corre el riesgo de volverse rápidamente más flexible para que los viejos fan-
tasmas tengan una posibilidad de alcanzar la realidad. [...] Y en este momento co-
mienza el canibalismo del ser humano por el hombre civilizado.» (Testart, 1988. Las
cursivas son mías.)

—————
1 Muchas ya lo han hecho.
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 89

Testart entiende que, si bien la fertilización in vitro se ha desarrollado con


la finalidad de permitir que una pareja estéril pueda tener un hijo, es posible
que los proyectos políticos, económicos o estéticos conduzcan a perversiones,
que hoy nos parecen escandalosas pero que dentro de algunos años serán ad-
mitidas e incluso tratadas con frivolidad. Ejemplo de ello es la fecundación del
óvulo por el óvulo; la autoprocreación femenina, en la que el espermatozoide
sólo juega el papel de activador, siendo retirado su núcleo inmediatamente
después de la fecundación, técnica que ya se ha experimentado con ratones;
bancos de tejidos de recambio, constituidos a partir de la duplicación artificial
del embrión; embarazo masculino; gestación de seres humanos en animales;
gestación en mujeres clínicamente muertas, que podrían ser utilizadas como
madres subrogadas; y, finalmente, ectogénesis, es decir, el útero artificial. De
hecho, ya en 1988 se logró mantener con vida a un embrión durante 52 horas
en el útero de una enferma de cáncer a quien se le había practicado una histe-
rectomía.
Las tecnologías reproductivas revelan, de este modo, su carácter de ins-
trumentos para el control y la gestión de la vida y la sexualidad humanas por
parte de un saber-poder, en términos de Foucault, cuya forma médica, «sanita-
ria», constituye la ficción de una superestructura científica capaz de unificar y
totalizar el conocimiento. El discurso médico, en tanto funciona como una de
las innumerables máscaras del poder, configura la sexualidad como saber y,
simultáneamente, como campo de dominio; en el universo material y concep-
tual de la modernidad, las relaciones de saber-poder se articulan en el cuerpo.
Las ciencias biológicas se ocupan del cuerpo como organismo, produciendo
una «cartografía anatómica del cuerpo humano», pero se puede apreciar que
la proliferación de conocimientos y prácticas de control del cuerpo que consti-
tuyen la base del discurso de la modernidad coincide históricamente con el es-
tallido de la representación social y simbólica de la subjetividad (Foucault,
1987).
En efecto, las ciencias biológicas abordan al cuerpo humano como un
conjunto de piezas separadas y separables, lo que permite recortar arbitraria-
mente las funciones orgánicas, configurando unos «órganos sin cuerpo». Rosi
Braidotti sostiene que la ilusión fundadora del poder médico es la creencia en
la omnipotencia de lo viviente, cuya indestructibilidad sería directamente
proporcional a la posibilidad de reducir al infinito las partes que lo compo-
nen. Así, se niega la existencia de la muerte, en tanto ésta es conjurada fuera
del cuerpo individual. Y esta ilusión ha sido engendrada precisamente por la
transformación del cuerpo en organismo, en fábrica de órganos separables,
desmontables, mensurables e incluso sustituibles. A través de su fragmenta-
ción, el cuerpo desaparece como referente (Braidotti, 1987).
90 CUERPOS Y DIFERENCIAS

La congelación del esperma, los ovocitos y los embriones suspende indefi-


nidamente el tiempo de la reproducción, en tanto la fertilización in vitro no
sólo escinde el cuerpo reproductor, orgánico, del cuerpo libidinal, sino que
además fragmenta el proceso reproductivo mismo en una sucesión de momen-
tos recortados: tratamiento hormonal, extracción de óvulos, fecundación in vi-
tro, división celular in vitro, reimplantación de los embriones en el útero. Al
mismo tiempo, otros fenómenos, de carácter más social que científico, como el
de las madres «de alquiler», disocian los momentos de la gestación, que se
dispersa en diferentes madres: ovular, uterina, social.
Frydman ha propuesto la creación de organismos de control que autoricen a
los laboratorios que conservan el esperma, los óvulos y los embriones humanos
congelados, puesto que «la energía gamética, como la energía atómica, merece
ser dominada», en razón de los peligros potenciales de su manipulación (Fryd-
man, 1986). Testart, sin embargo, advierte, como hemos visto, que la experien-
cia demuestra que la prohibición social, siempre ambivalente, es incapaz de lle-
var a cabo ese control. Asimismo, Braidotti piensa que la legislación, en este
terreno, sería inútil y se tornaría rápidamente caduca en la medida en que los
cuerpos vivientes han entrado en el discurso y en la lógica de la rentabilidad.
En este contexto, los «órganos sin cuerpo», en tanto significantes del orden
del discurso moderno y del triunfo de la técnica que ha llegado a ser constitu-
tiva de lo humano, se prestan a usos que escapan a toda lógica científica e in-
cluso a toda justificación social. Son, más bien, el resultado de una deriva per-
versa que constituye en realidad una negación del espíritu científico. No se
trata, por cierto, de oponerse al progreso científico y técnico, sino de recono-
cer, además de la obscenidad del mercantilismo que obtiene enormes benefi-
cios económicos de la organización social del mercado de la reproducción, lo
que se ha dado en llamar «efectos perversos», pero que quizá tendríamos que
denominar «efectos psicóticos»: la fragmentación infinita y el tráfico de órga-
nos, tejidos y sustancias corporales, que abre la puerta a toda clase de falsas
simetrías, como la que se establece entre la donación de órganos y la donación
de órganos reproductivos o gametos (todos serían iguales); o entre la donación
de esperma y la extracción de óvulos (habría una equivalencia total entre
hombres y mujeres en la procreación). Sin embargo, y precisamente en fun-
ción de la diferencia entre los sexos en la procreación, es el cuerpo de la mujer
el que se convierte en «laboratorio viviente» de la biotecnología; es allí donde
observamos el retorno de lo forcluido, bajo la forma de cuerpos reducidos a la
categoría de organismos, despojados de sus referentes subjetivos e infinita-
mente fragmentados. Aunque la procreación en el ser humano es indisociable
del deseo inconsciente, de la sexualidad y del cuerpo, las técnicas proceden
como si sólo se tratara de órganos o gametos.
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 91

Asistir a los distintos momentos del proceso de fertilización in vitro produ-


ce una impresión extraña e inquietante, en tanto despierta los fantasmas y los
interrogantes propios de la curiosidad sexual infantil, referentes al origen de
los niños, la diferencia entre los sexos, el contenido de los cuerpos, especial-
mente del vientre de las mujeres, la escena primaria. Es cierto que estas cues-
tiones inervan, en última instancia, toda investigación científica, en la medida
en que la curiosidad intelectual tiene sus raíces, como demostró Freud, en la
curiosidad sexual infantil; pero también es cierto que en el terreno de las cien-
cias de la reproducción aparecen menos veladas que nunca, e inducen perma-
nentemente al pasaje al acto, autorizado por la práctica de la investigación.
Ahora se puede mirar dentro del cuerpo de la madre, estimular la producción
de óvulos para luego extraerlos y manipularlos, seleccionar los espermatozoi-
des y facilitar la unión de los gametos. Weil, al referirse a las representaciones
imaginarias de la paternidad y de la filiación en parejas que demandan la do-
nación de ovocitos, refiere que el óvulo aparece como un objeto invisible, mi-
nimizado a favor de la capacidad de la receptora para llevar a término el em-
barazo. Algunos desvalorizan la donación anónima afirmando: «Eso no puede
dar la vida por sí solo, no sirve para nada si no se le hace vivir», lo que les
permite ignorarlo (Weil, 1987).
La lectura de los textos escritos por Testart y Frydman revela con claridad
el goce de aproximarse al misterio de los orígenes, de ser el amo del goce del
otro, de ser capaz de crear, como un dios, la vida. Jean Cohen, uno de los
«pioneros» franceses de la fertilización in vitro, dijo sin rodeos: «En cierto
modo nos transformamos en Dios... Nuestra potencia se vuelve idéntica a la
de quien ha dado la vida» (De Vilaine, 1987). Se repite la operación realizada
por el dios patriarcal de la Biblia, que asumió el control y la gestión de la fe-
cundidad de las mujeres, tal como se aprecia en la historia de Sara, estéril en
su juventud y fértil en la ancianidad. Es frecuente que biólogos y médicos se
refieran a la técnica como un intento de reparar un fallo de la naturaleza (la
«madre» naturaleza...). Si bien el psicoanálisis ha mostrado la universalidad de
estos fantasmas, la novedad consiste en que los desarrollos técnicos ofrecen la
posibilidad de realizar en los cuerpos de las mujeres aquello que se situaba en
lo imaginario y lo simbólico, alimentando la mitología y la literatura.
Actualmente un niño puede nacer con la aportación genética de una terce-
ra persona cuya identidad jamás conocerá; dos gemelos pueden llegar al mun-
do con varios años de intervalo; una mujer puede dar a luz un hijo que no ha
concebido o que ha concebido con el esperma de un hombre muerto; un niño
puede tener hasta cinco progenitores (madre ovular, gestante, social; padre
genético y social); una abuela puede gestar al niño concebido por su hija y su
yerno; una mujer post-menopáusica puede tener hijos. Han surgido, en el
92 CUERPOS Y DIFERENCIAS

mundo entero, centenares de clínicas de fertilización in vitro, muchas más de


las que serían necesarias si se restringiera la aplicación de estas técnicas a los
casos en los que están realmente indicadas; se han creado empresas para ven-
der los servicios de reproducción y partes del cuerpo de las mujeres, como
ovocitos y úteros; proliferan empresas dedicadas a la predeterminación del se-
xo del feto (en la India, como consecuencia de esta información, se abortan 29
de cada 30 fetos femeninos); ha surgido la figura de la madre «de alquiler»
(aunque en España esta práctica está prohibida por la ley, hay clínicas que no
tienen reparos en ofrecer públicamente sus servicios para contratar madres
subrogadas en los Estados Unidos).
La búsqueda del niño a cualquier precio se justifica habitualmente en fun-
ción del deseo de hijo, consigna mágica que parece legitimarlo todo. Frydman
reconoce haber aceptado una medicina del deseo, una clínica que no pregunta
al paciente qué le duele sino qué anhela. Sin embargo, también admite que no
se puede responder a todas las demandas; la función terapéutica no puede re-
ducirse a un self-service de técnicas médicas puestas a disposición de una
clientela cada vez más exigente con respecto a la calidad del producto. El
problema es que se confunde fácilmente, en esta situación, el desear con el ha-
cer; pero el reconocimiento de la singularidad del deseo de cada sujeto es algo
muy diferente del pasaje al acto, de la realización absoluta del fantasma. Como
indica Testart, sólo la ética puede regular nuestros delirios.
Los efectos de la forclusión de la diferencia entre los sexos, encarnada en el
cuerpo de la mujer, no se limitan al retorno de lo forcluido bajo la forma de
pasajes al acto y de la producción de cuerpos reales fragmentados y descom-
puestos en órganos sin referencias subjetivas ni integración en una unidad, si-
no que también se ponen de manifiesto en el derrumbe de las coordenadas
simbólicas referentes a la filiación. Ésta, que articula la diferencia entre los se-
xos con la diferencia entre las generaciones, y por lo tanto es fundamental pa-
ra la constitución del sujeto psíquico, también se encuentra fragmentada, lo
que da lugar a interrogantes de carácter ético, jurídico y social. Se pueden
programar los nacimientos, controlar los cuerpos y su funcionamiento en aras
de una mayor eficacia, pero todo esto conduce necesariamente a la pérdida de
la posición de sujeto, a la alienación, a la ilusión de satisfacer los deseos a es-
cala industrial, a la abolición de la palabra, del símbolo, de la temporalidad, es
decir, de todo aquello que nos define como especie. Como práctica social ge-
neralizada, las tecnologías reproductivas, en tanto suponen la instrumentaliza-
ción del otro y la anulación consiguiente de la alteridad, dan cuenta de un fra-
caso colectivo en el sostenimiento de la dimensión simbólica de la vida
humana. La pasión de la investigación y el control convierte no sólo a los
cuerpos, sino la humanidad como tal en una cosa. Esta reificación de lo huma-
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 93

no, esta abolición de toda metáfora, bajo el pretexto de paliar la esterilidad,


contribuye a encubrir la angustia ante los enigmas que nos plantea la existen-
cia y ante el dolor que implica reconocer las carencias y limitaciones, la de-
pendencia del otro y la mortalidad.

EL DESEO CAPTURADO EN EL DISCURSO DE LAS NTR2

—«Yo creo que no voy a tener suerte, pero voy a seguir haciéndomelo hasta
que me diga la doctora que ya...»
—«Será tu destino, es cuestión de tener suerte.»
—«Cuando me dijeron que tendría dificultades para tener hijos, empecé a de-
cirme: Tengo que, tengo que, tengo que tener un hijo antes de los 30 años. No sé
por qué.»

¿Es el deseo de hijo lo que alienta en estas invocaciones al destino, a la


suerte, o en el imperativo «tengo que», erigido ante las dificultades? ¿Es la fal-
ta de hijo la que hace al mundo incomprensible, carente de sentido?
Las palabras citadas fueron enunciadas por mujeres que comenzaron a visi-
tar diversos servicios de esterilidad después de algunos años de haberse casa-
do. Se les ha propuesto tomar parte en un programa de fertilización in vitro
(FIV) después de períodos que fluctúan entre cuatro y diez años de «análisis,
exploraciones, insuflaciones de trompas, radiografías, laparoscopias, opera-
ciones de trompas, tratamientos hormonales, biopsias». En ningún caso se
pensó en la posibilidad de que el problema pudiera plantearse en otro terreno
—lo que sólo podría descubrirse escuchando la palabra de las interesadas—, a
pesar de que se trata de un grupo de diez mujeres que, según los informes
médicos, no presentan impedimentos anatómicos ni fisiológicos para la con-
cepción.
Se plantea así un doble interrogante: ¿por qué se les indica un programa
FIV? y ¿por qué acceden ellas? ¿Qué quieren? ¿Un niño «a cualquier pre-
cio»? ¿Se trata efectivamente del deseo de hijo?
En el discurso de estas mujeres aparece siempre, en primer plano, la refe-
rencia al cuerpo. Ante el embarazo buscado que no se produce, emerge la
demanda al médico, al hospital, al servicio de planificación familiar, única vía
que la sociedad ofrece. El cuerpo como lugar de gestación se medicaliza. Se
borra la diferencia entre el cuerpo del discurso del sujeto que, como tal, está
—————
2 Esta sección da cuenta de los resultados de una investigación llevada a cabo con mujeres
que estaban en lista de espera para Fertilización in Vitro en la Maternidad de La Paz.
94 CUERPOS Y DIFERENCIAS

abierto al infinito juego de la significación, y el cuerpo del discurso científico.


Las mujeres «infecundas» hablan del cuerpo de la medicina, sus dichos se re-
fieren a la estimulación de la ovulación, a las extracciones de sangre, a óvulos
que no fecundaron, se rompieron o estaban «en mal estado». Se trata del
cuerpo en su peso real, que aparece para el sujeto como obstáculo, como
aquello que se resiste a incluirse en la cadena significante en la que se desliza
el deseo. Hablan una y otra vez de los diferentes tratamientos y de la respuesta
de sus cuerpos, como si buscaran descifrar un enigma, o persiguieran, a través
de la repetición, el sentido de algo imposible de entender, obsesionadas por
localizar en el cuerpo esa imposibilidad:

«Como no me ven nada a simple vista, me van a hacer la laparoscopia, a ver si hay
algo más adentro.» Tal vez esperan encontrar algo allí donde no hay nada, donde
no hay más que vacío, el vacío del que da cuenta la menstruación cada mes: «He
tenido temporadas de llorar y de no querer salir a la calle, porque me falta algo».

Y, como se sabe, «un niño llena mucho». Pero la medicalización del cuer-
po entraña una verdadera desubjetivación. Y, en tanto el sexo es la diferencia
instaurada en el cuerpo, esta desubjetivación equivale a una desexuación que
ignora la diferencia entre los sexos. Los sucesivos intentos de embarazo, con
los consiguientes fracasos, conducen a un retorno de las identificaciones pri-
marias, fundamentalmente de la identificación narcisista madre-hija.3
El deseo de hijo como resultado de la constitución del Ideal del Yo se des-
vanece en favor del Yo Ideal narcisista formado a partir de las identificaciones
primarias. Se desvanece correlativamente la distancia con respecto a la unidad
imaginaria que permitiría al sujeto tener acceso a su propia escisión: de ahora
en adelante, se sacrificará el cuerpo, que habrá de sufrir innumerables escisio-
nes, entregado a las operaciones médicas, al goce del Otro, en aras de recupe-
rar esa unidad ilusoria encarnada en la maternidad biológica como ideal.
Las mujeres, al someterse a estas intervenciones, se sienten exigidas a ade-
cuarse absolutamente a ese ideal; se torna imposible cualquier tipo de sustitu-
ción simbólica; no vale la semejanza (la maternidad social a través de la adop-
ción, por ejemplo), buscan exclusivamente la identidad con el ideal. Pero esta
duplicación narcisista en la maternidad ideal sostiene un enorme potencial
agresivo: su resultado es el sacrificio del cuerpo en favor de la imagen ideal
que aquél se niega a encarnar. El sujeto se borra y deja lugar al cuerpo anató-
—————
3 Los procesos que describo aquí son efecto del ingreso de las mujeres en el discurso médi-
co; de ninguna manera podemos verlos como propios de un «perfil» específico de quienes recu-
rren a estas técnicas.
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 95

mico, a un cuerpo sin referencias subjetivas, sexuales, que será abordado co-
mo ajeno a toda estructura, práctica o discurso que no sea el discurso médico
o el discurso social de la maternidad. La exterioridad del cuerpo lo convierte
en una entidad supuestamente natural a la que hay que hacer funcionar como
debe.
Ese objeto unitario —el cuerpo reproductor de la mujer—, definido exclu-
sivamente por sus propiedades físicas y procreadoras, correspondería supues-
tamente a un sujeto unificado que no puede sino desear la realización de su
función biológica. Pero la desexuación supone una renuncia al propio deseo,
lo que no le deja otro lugar que el de objeto del goce del Otro.
La duplicación narcisista reemplaza la diferencia entre los sexos: donde no
hay tercero, no hay función metaforizante. El cuerpo es insuficiente para ga-
rantizar la diferencia entre los sexos, que no es una mera cuestión anatómica;
la sexuación no es una propiedad del cuerpo natural. Por el contrario, es la
sexualidad la que determina la organización de un cuerpo. ¿Qué pasa en esta
situación con la sexualidad, con el deseo? ¿Qué dicen estos cuerpos en forma
negativa, con su mudez, entrando en el discurso del sujeto sólo como silencio,
como obstáculo, como maldición?
Dominique Grange refiere su «combate inútil» por lograr que «la medicina
hiciera de mí, a cualquier precio, una madre biológica» (Grange, 1985). Ella
considera que la sobrevaloración de la herencia genética arraiga profunda-
mente en el narcisismo, que supone el deseo de reproducirse cueste lo que
cueste. Describe la entrega, como objeto, al goce del Otro: al callar, dejando la
palabra a los especialistas, «me había dejado desposeer de mi deseo», que sólo
cree haber recuperado al recurrir a la adopción. El niño volvió a situarse en-
tonces, para ella, como objeto del deseo y no como «libra de carne», garante
del mantenimiento de su posición narcisista a través de la fusión imaginaria
con el ideal. Pero esto supone ya la intervención de la operación metaforizante
introducida, en el mito edípico, por la función de la castración, entendida co-
mo reconocimiento de la diferencia entre sexos y generaciones y como vertien-
te subjetiva de la ley fundante de la cultura, el tabú del incesto.
Si recurrimos a la representación de los tres registros lacanianos —real,
imaginario y simbólico—, podemos decir que el desanudamiento de lo simbó-
lico (vinculado con la forclusión) deja a la mujer atrapada entre lo real y lo
imaginario. El niño demandado aparece así como el cuarto término que ten-
dría la función de reanudar lo desanudado. Se trata de un niño reparador, del
niño ideal del narcisismo, que permitiría mantener el conjunto (el enlace de
los tres registros), evitando así la desorganización del sujeto.
Pero, al quedar desprendidas de referencias simbólicas, las actuaciones en
lo real pierden el sentido. La función tercera estaría, en estos casos, encarnada
96 CUERPOS Y DIFERENCIAS

por el médico capaz de proporcionar a la mujer un hijo, de hacerla madre,


permitiéndole así encontrar un significante que la nombre. Luego, paradóji-
camente, se intentaría restituir esa función (paterna, lógicamente, en toda so-
ciedad patriarcal) a través del acceso a la maternidad. Se buscaría en lo real,
en el cuerpo gestante de la mujer, la simbolización que falta, la producción de
un significante del que se espera no sólo que funde una cadena genealógica,
sino que garantice el mantenimiento de la estructura subjetiva.
En estos casos, la demanda de ser madre puede responder a la carencia de
símbolos de la feminidad, de metáforas que permitan nombrar a la mujer co-
mo tal. Puesto que no se puede acceder a la maternidad a través de un proce-
so de simbolización, se espera que la gestación del hijo genere una posición de
sujeto sexuado femenino.
La respuesta que proporcionan las nuevas tecnologías reproductivas
(NTR) cristaliza y fija en la reproducción biológica la posibilidad de restitu-
ción del sujeto pero, obviamente, es incapaz de producir efectos de metafori-
zación. Lo real queda desarticulado, y la demanda de un hijo a cualquier pre-
cio supone la exigencia de adecuar el cuerpo rebelde a ese anudamiento de lo
imaginario y lo simbólico sostenido por la alianza de la ideología y la tecnolo-
gía.
Podemos observar, en este sentido, los estragos que produce lo simbólico
en tanto transmisor de la ideología que naturaliza la maternidad dejando de
lado su dimensión simbólica y cultural, ignorando el carácter enigmático de la
diferencia entre los sexos, la falta de respuestas sobre su sentido. Como resul-
tado de esta confusión entre lo simbólico y lo imaginario (significantes de la
diferencia, por un lado; ideal maternal, por otro), si el sujeto no logra una ins-
cripción como madre, tampoco encuentra lugar como sujeto deseante. Si no
puede encarnar el ideal imaginario, deja un lugar vacío, abandonando su
cuerpo al Otro, como objeto despojado de sentido.
Quizá por esta razón encontramos, en los casos de esterilidad «de causa
desconocida» (probablemente psicosomática), una doble enunciación: por
un lado, el intento de lograr una inscripción como sujeto deseante a través
de la demanda del hijo «a cualquier precio», que se va a buscar «al fin del
mundo»; y por otro, la exigencia de un lugar como sujeto deseante fuera de
esa inscripción: reivindicación vehiculizada no sólo por el cuerpo que se nie-
ga a responder a la demanda, sino también por palabras que abren un espa-
cio más allá de ella: «A la naturaleza no hay que obligarla»; «Yo ya he hecho
todo lo posible».
De esta doble enunciación dan cuenta también las contradicciones, nega-
ciones y lapsus que no revelan otra cosa que el anhelo manifiesto de hijo:
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 97

—«Lo veo como la última solución [se refiere a la FIV]. Pienso que por qué no
voy a ser yo una del 10% que se quedan embarazadas y tienen el niño.4 Otras ve-
ces pienso que sólo me va a servir [el fracaso de la FlV] para que me olvide de ni-
ños y ya está.»
—«Lo paso fatal todos los meses, hasta que me baja la regla. Siempre estoy de-
seando que me baje..., que baje o que no me baje. Tengo miedo de que venga...,
tenga poca posibilidad de quedar embarazada.»
—«No sé, quiero pero no quiero. Me da ganas al oír hablar de esto, pero estoy
hecha un lío.»

Entonces, si diferenciamos la demanda del enunciado y la enunciación de-


seante, podemos sugerir que la demanda de hijo puede ser el vehículo, pero
también puede llegar a oponerse diametralmente al deseo de hijo.
El deseo de hijo sería el producto de la configuración edípica, que supone
la función simbólica que, en el desenlace del complejo, conduce a la identifi-
cación con los emblemas del propio sexo, resultando así de la constitución del
Ideal del Yo. Pero la demanda de hijo puede no corresponder a la formulación
de tal deseo, sino ser un vehículo de lo que denomino, con el fin de diferen-
ciarlo, deseo de maternidad. Éste resulta de la exigencia de fusión con el ideal
narcisista, y, en tanto se trata de un deseo alienado al goce del Otro, define
una posición de desubjetivación y representa un intento de recuperar la posi-
ción de sujeto deseante.
Pero es necesario señalar que en el discurso de las mujeres no se pone de ma-
nifiesto una demanda de hijo tan monolítica e incoercible como la que les atribu-
ye el discurso de las NTR para justificar sus actos. Ninguna de ellas da cuenta de
un deseo de maternidad «en estado puro»; quizá sea adecuado decir que oscilan
entre una y otra posición (deseo de hijo-deseo de maternidad). Seguramente
también las mujeres fecundas oscilen entre ambas posiciones. Quizá el análisis de
la imposibilidad de tener hijos pueda enseñarnos algo acerca del deseo de hijo,
cuyas vicisitudes quedan encubiertas cuando aquél se llega a realizar.
Es interesante notar las relaciones de carácter especular que se establecen
entre las mujeres que participan en un programa FIV. Hablan mucho entre
ellas, no sólo en la sala de espera sino también por teléfono, fundamentalmen-
te para intercambiar información, en términos técnicos, acerca de los diversos
momentos del tratamiento y de los procesos que experimentan. Siguen con un
mismo interés los altibajos de las dosis hormonales de cada una de ellas, se de-
cepcionan por igual ante cada fracaso, como si fuera el propio. En este senti-
do, se podría hablar de un «imaginario compartido», que se puso de manifies-
to en las reuniones grupales destinadas a hablar de su experiencia.
—————
4 Ésa era la tasa de éxito en ese momento; hoy ha ascendido a un 20-25%.
98 CUERPOS Y DIFERENCIAS

La identificación especular entre ellas se hace sensible cuando hablan de


«conseguir el niño», como si hubiera un único niño que todas y cada una es-
tuvieran esperando. Del cuerpo como objeto de contemplación, de la imagen
narcisista del propio cuerpo como equivalente de la plenitud imaginaria de la
figura omnipotente de la madre de la infancia, se pasa a la imagen de un niño
identificado con aquello que falta.
«¿Por qué no voy a ser yo?». Todas esperan ser la elegida, la que recibirá el
don, la única. Pero esta imagen convoca de inmediato su negativo: «Si eres de
las primeras, todavía... Pero si eres de las que van viendo los fracasos de las
demás...».
Los fracasos de las demás remiten, por un lado, al propio, pero, por otro,
alientan la ilusión de ser aquélla que lo ha de conseguir. Esto no carece de
riesgos:

—«Yo no pienso que salgan niños anormales, como otras personas.»


—«A mí me han llegado a decir cosas, que yo no sé cómo puede la gente decir
eso. Que al niño lo hacen en una probeta, y después...»
—«Que no es tuyo, vamos.»
—«Es algo no para compadecerte, sino para que te admiren.»
—«La gente se cree que viene uno aquí y meten ahí un niño.»
—«Algunos dicen: no te preocupes, ya lo conseguirás la próxima vez, como si
vienes el mes que viene y te lo... en el momento.»
—«Estoy un poco dudosa, porque el miedo que me da, de que me vaya a salir
mal; si me quedo embarazada al final, me da miedo que me nazca mal. El ver a un
niño con una cosa de ésas me duele muchísimo.»
—«¿Que nazca mal por la FIV?»
—«No, por tanto quererlo, por tanto buscarlo, yo pienso que si no me viene
por mí misma, pues por qué he de buscarlo. A ver si por tanto buscarlo me viene
mal.»

Así se deslizan de la posición de «señaladas», «anormales», diferentes de


las demás mujeres, a la de «heroínas», superiores a las madres biológicas, más
madres que las otras, próximas al goce absoluto del Otro, encarnado por el
médico que puede, o no, hacer el don. Encuentran una «solución» al enigma
de su deseo (ya sea que la figura todopoderosa sea, en el imaginario de cada
una, el padre o la madre). Por eso entregan su cuerpo a la técnica y al fantas-
ma de omnipotencia de la ciencia moderna.
Pero el deseo se desdobla: ¿la «supermujer» es digna de admiración por-
que puede tener finalmente un hijo contra viento y marea, o porque no hay
quien pueda con ella («hacerle» un niño)? ¿Se busca instaurar la diferencia
entre los sexos, o rechazarla para escapar a la dualidad: ni hombre ni madre?
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 99

En diversos momentos afirman que van a continuar con sus intentos hasta
que los médicos digan «no», como si buscaran un límite al sueño narcisista.
De todos modos, el goce tendría sus riesgos: tener un niño anormal como
castigo por su empecinamiento, por su omnipotencia, por la connotación in-
cestuosa de su deseo. ¿Quizás es por algún motivo que el niño no viene es-
pontáneamente?, se preguntan. ¿Se tratará de un castigo? ¿De una prohibi-
ción? Si se pudiera hallar una significación a la infecundidad, ¿se lograría
quizás aceptarla de otro modo? Pero del niño monstruoso al niño maravillo-
so sólo hay un paso:

—«Yo creo que las posibilidades de que te salga mal son menores que si te
quedas por ti misma. Me lo comentó la doctora, porque a los espermatozoides los
arreglan, los lavan, los preparan, solamente entran los que están en buenas condi-
ciones, los óvulos que están en buenas condiciones.»

En efecto, sólo un niño maravilloso podría justificar los sacrificios y esfuer-


zos realizados. Si la imposibilidad de procrear ocasiona una herida narcisista,
el niño será el encargado de restañarla. Si históricamente el hijo ha sido un ca-
pital económico, actualmente es un capital afectivo y narcisista, y en estos ca-
sos se le sobrevalora aun como patrimonio genético y genealógico. Después de
tantos años de búsqueda y de sacrificios, puesto que el niño no vino cuando se
le llamaba, las madres no podrían contentarse con un niño imperfecto. El niño
imaginario, dotado de todas las perfecciones, debe probar la identidad sexual
de su madre, su integridad física, su función social y su control sobre la vida.
En razón de la disociación entre reproducción y sexualidad que operan las
NTR, éstas apoyan el fantasma de partenogénesis: la fecundación se produce
en ausencia de coito parental. La negación del don suscita una idealización de
la capacidad maternal, como ya he señalado. El objetivo ya no es tener un hijo,
sino ser madre.
Aunque las mujeres tienen la impresión de luchar a favor de la naturaleza y
de la vida, sometiendo, con ayuda de los médicos, el cuerpo rebelde a su de-
seo «natural», el fantasma de partenogénesis produce un efecto de transgre-
sión y desafío al orden «biológico» existente. ¿Qué destino como sujeto psí-
quico tendrá el niño que resulte de este milagro? ¿Hasta qué punto esta
fantasmagoría incide en el alto porcentaje de fracasos de la tecnología repro-
ductiva? ¿Qué consecuencias produce en la mujer el atravesar esta situación
límite, cuando no consigue el niño?
¿Y el padre? Su presencia se impone fundamentalmente a través de su si-
lencio. Habitualmente, sólo se hacen presentes en el proceso de la FIV para
aportar el semen en el momento necesario. Suelen considerar la cuestión de la
100 CUERPOS Y DIFERENCIAS

infertilidad como problema de la mujer, ante el que se sitúan casi como obser-
vadores pasivos, plegándose a las iniciativas que toman sus mujeres:

—«Si se ve que no hay posibilidades, no pasa nada. Hay que tomárselo con
tranquilidad, pensando que no es posible.»
—«Puede que haya suerte y se dé bien, el no ya lo tenemos. Esperanzas siem-
pre hay. Yo nunca me he puesto con ella: oye, pues no tenemos hijos y tal... Nos
gusta tenerlos como a todos, pero si no se puede, qué vas a hacer.»

Esta falta de «exigencias», esta renuncia, que se opone a la demanda repe-


titiva de las mujeres, coincide con la esperanza de que «se detecte el proble-
ma» en la mujer. Es más fácil renunciar al hijo que correr el riesgo de verse
cuestionado. En la mayoría de los casos observados, en efecto, los hombres
tenían problemas de oligospermia, hecho que, cuando no es negado, desenca-
dena angustia y depresión. En las pocas entrevistas realizadas, sólo uno habló
explícitamente de ello:

—«Hemos tenido muchas pruebas los dos. Somos incompatibles. No estamos


muy decididos del todo [a la FIV], mayormente por falta de información. Yo esta-
ba bajo de hormonas, me inyectaron hormonas y luego vieron que había incompa-
tibilidad. No penetra el esperma, ella lo rechaza y no hay manera... Parece que en
España somos muy machistas, será la ideología que tenemos, creemos que el hom-
bre debe ser hombre a toda costa. Yo lo he asimilado bastante bien. Me gustan
mucho los niños y si no se puede, no es algo que nos vaya a perjudicar...Mi mujer
está bastante fastidiada, a ella le afecta más.»

Las contradicciones y la ambivalencia que marcan estas afirmaciones dan


cuenta del intento de quedar fuera de la cuestión. El hombre no «exige» un
hijo a la mujer, quizá para evitar que la exigencia revierta sobre sí mismo. Es
mejor no correr riesgos... Entre otros, el de perder a la mujer-madre cediendo
su lugar a otro: «Los chiquillos me gustan, pero habiendo riesgo para ella, pre-
feriría que no se lo haga. Para mí está mi mujer primero, antes que los niños.»
Las mujeres se hacen eco de estas palabras:

—«Mi marido me dice: a ver lo que haces, ¿estás bien segura? Yo no te lo exi-
jo.»
—«El mío es hijo único, no le gustan los niños, se conoce que está acostum-
brado a estar solo.»

Se pueden vislumbrar, tanto en las palabras de las mujeres como en las de


los hombres, las dudas sobre la virilidad, fundadas en la ecuación masculini-
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 101

dad=potencia sexual=fecundidad. Sin embargo, si bien se ha considerado po-


sible la infecundidad psicosomática en la mujer, hasta ahora no se ha tenido
en cuenta que el inconsciente podría producir efectos en la capacidad pro-
creadora de los hombres. Como en el caso de la Yerma de F. García Lorca, a
pesar de que el hombre sea el «responsable» de la infertilidad, es la mujer la
que «pone el cuerpo». Pero Yerma acaba matando a su marido, lo que equi-
vale al eclipse simbólico del hombre en su función paterna, tal como se puede
apreciar en estas observaciones.
Si en el cuerpo de la mujer puede operarse un milagro, el taumaturgo es el
médico. Las pacientes lo perciben como un mago, reclaman su asistencia
permanente. Sus quejas por las menores molestias denuncian, al mismo tiem-
po, su ambivalencia y su hostilidad. Se le solicita, como a un héroe capaz de
corregir las «injusticias» de la naturaleza, pero se le odia como responsable de
los sufrimientos y del fracaso. El equipo médico puede hallarse capturado por
la ilusión de omnipotencia de estas pacientes que parecen desafiar a la vida y a
la muerte aunque, paradójicamente, el desafío puede ser otro: a ver quién
puede con ellas.
Hoy, la ciencia ofrece la posibilidad de realizar concretamente y en los
cuerpos reales aquello que, hasta ahora, se situaba en el campo de lo imagina-
rio. La ciencia y la tecnología pueden hacer realizables los fantasmas de parte-
nogénesis, de embarazo masculino, de procreación entre mujeres, o de pro-
creación sin relaciones sexuales, que desde siempre han alimentado las
mitologías y la literatura. Se aborda el cuerpo como si sólo se estuvieran ma-
nipulando órganos, pero es precisamente en el funcionamiento corporal don-
de están comprometidos el inconsciente y la sexualidad. Es por ello que este
montaje permite creer que es posible tocar el secreto de la vida, e imaginar
que se puede trascender la castración y la muerte.
Si la demanda de hijo puede encubrir, al tiempo que revela, el interrogante:
«¿Quién soy? ¿Soy hombre o mujer? ¿Qué es una mujer?», que, a su vez,
puede asumir también otras formas, como: «¿Qué tengo en el vientre? ¿Por
qué no puedo tener un hijo? ¿Podrás darme un hijo?», el médico asume fá-
cilmente el papel del amo que sabe, que localiza el mal en el terreno ginecoló-
gico, que abre, mira, examina, analiza, promete, aunque en la mayoría de los
casos fracase.
Los mensajes publicitarios no mencionan los riesgos, tanto físicos como
psíquicos, que entrañan estas técnicas. Los laboratorios exhiben las fotos de
los bebés nacidos, pero nada dicen sobre las secuelas de las intervenciones, la
iatrogenia ni las depresiones o sufrimiento de las mujeres que no logran ser
madres. La responsabilidad del fracaso se atribuye habitualmente a la mujer
misma: es su cuerpo el que «no responde».
102 CUERPOS Y DIFERENCIAS

BIBLIOGRAFÍA

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SUJETOS DE PLENO DERECHO:
EL NACIMIENTO COMO TEMA FILOSÓFICO1 2

STELLA VILLARMEA REQUEJO Y FRANCISCA FERNÁNDEZ GUILLÉN

EL EMBARAZO DEL SUJETO

I
maginen que acaban de tomar asiento en una conferencia organizada por un
departamento de Filosofía en una universidad cualquiera del mundo. La
conferenciante comienza y dice que va a hablar sobre el embarazo del suje-
to. Piensen por un momento qué tipo de reacciones podría tener la audiencia.
Por un lado, abordar una reflexión sobre el sujeto es completamente aceptable
desde el punto de vista filosófico. Por otro, ¿no sorprendería el hecho de que,
tratándose de filosofía, se pretenda hablar sobre el sujeto como embarazada?
—————
1 Este ensayo forma parte de la participación de Stella Villarmea en los Proyectos de Inves-
tigación (HUM FFI2010-15975) y (HUM2007-60464) del Plan Nacional I+D del Ministerio de
Educación de España. Es también el resultado de su participación en las siguientes redes de in-
vestigación: (UCM 930664), (UAH CCHH2006/R06), (UAH-Castilla La Mancha PII 1/09-
0062-6073) y (UAH-Franklin 2009-2011). Está previsto que una primera versión en inglés de
este trabajo se publique en la revista Ontology Studies/Cuadernos de Ontología.
2 El contenido de este escrito está inspirado en la experiencia personal, la formación espe-
cializada y las conversaciones con personas muy diversas, muchas de las cuales son socias de El
Parto es Nuestro, de Vía Láctea o de otras asociaciones civiles españolas. Nuestro agradecimien-
to más profundo a cada una de ellas por todo lo aprendido y vivido juntas.
104 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Por nuestra parte, estamos convencidas de que hay temas sobre el embara-
zo del sujeto que merecen una indagación filosófica. En este artículo, en con-
creto, les invitamos a considerar el nacimiento y el parto como actos humanos
y a reflexionar sobre la necesidad de humanizar los partos. Es probable que al
leer sobre la humanización del parto se piense que vamos a abordar la mejora
de las condiciones del parto en países o situaciones de pobreza, subdesarrollo
o carencia de recursos, y que nos vamos a referir a la posibilidad de expandir a
otros lugares el tipo de apoyo, conocimientos, equipamiento y tecnología mé-
dica del que nosotros —es decir, los «occidentales»— disfrutamos. Al fin y al
cabo, los índices de mortalidad y morbilidad de las madres y recién nacidos
varían considerablemente entre países, y las condiciones en las que se realizan
los partos se pueden y se deben mejorar en los llamados países en desarrollo.
Este hecho es tan evidente que podría, por sí mismo, justificar una conversa-
ción filosófica sobre la situación de los derechos humanos en un mundo en
expansión. Sin embargo, no es nuestro deseo escribir aquí sobre los derechos
humanos y las condiciones de parto en los países en desarrollo, sino que el
tema que les queremos proponer como filosóficamente relevante es el desa-
rrollo de los derechos humanos y las condiciones del parto en los países desa-
rrollados. La verdad es que las condiciones de parto pueden llegar a ser injus-
tificables allí donde no lo esperaríamos de antemano. Esto no sucede por la
falta de recursos económicos, intelectuales, científicos o tecnológicos, sino jus-
tamente a pesar de la existencia de todos estos recursos. Los datos, el análisis y
la interpretación de esta situación son en esos momentos objeto de un pro-
fundo debate no sólo en ámbitos profesionales o institucionales sino de mane-
ra especialmente activa en las asociaciones civiles y a nivel interpersonal.
La motivación de este escrito es, pues, doble. Señalar, por un lado, las rela-
ciones, tensiones y contradicciones que existen actualmente entre el universo
simbólico del nacimiento y la realidad de la atención durante el parto en mu-
chos países en zonas bien desarrolladas del mundo. Advertir, por otro, que,
junto al grave problema de los índices de morbilidad y mortalidad asociados a
las condiciones de parto en los países en desarrollo, existe otra tendencia tam-
bién preocupante: la velocidad a la que estos países copian las malas prácticas
sanitarias de los países desarrollados. Lo cual conlleva el aumento de interven-
ciones médicas que generan complicaciones iatrogénicas, la alteración de los
procesos de nacimiento y el descenso dramático de los índices de lactancia
materna a nivel mundial.
Durante los últimos siete años, aproximadamente, los medios de comuni-
cación de nuestro país, España, se han venido haciendo eco de lo que comen-
zó siendo una queja y se ha transformado ya en una enérgica protesta prolija-
mente argumentada: la deshumanización que suele acompañar a tantos partos.
SUJETOS DE PLENO DERECHO 105

Antes de que el problema adquiriera visibilidad social, habían tenido que sur-
gir diversos grupos y asociaciones integrados por mujeres profesionales, usua-
rias de los servicios de salud y madres que luchaban por recuperar la dignidad
y la humanidad que deberían acompañar el tratamiento médico y la atención
durante el embarazo y el parto3. La necesidad de humanizar el parto llegó a
ser reconocida por el propio Ministerio de Sanidad como un asunto absolu-
tamente urgente. Este reconocimiento ha motivado una profunda reestructu-
ración de los protocolos sanitarios vigentes, y se ha traducido en la publica-
ción de la nueva Estrategia de Atención al Parto Normal (Ministerio de
Sanidad y Consumo, 2007), de diversos informes y estudios sobre Maternidad
Hospitalaria (Ministerio de Sanidad y Política Social, 2009), y de la reciente
Guía de Práctica Clínica para la Atención al Parto Normal (Ministerio de Sa-
nidad y Política Social, 2010).

TECNOLOGÍA APROPIADA PARA EL PARTO

Pero, ¿a qué nos referimos, exactamente, cuando decimos que en España y en


muchos otros países desarrollados y por desarrollar es necesario cambiar las
políticas de parto, y que ello es urgente para recuperar sus aspectos humanos?
¿Cuál es, en concreto, la necesidad o la urgencia de recuperar el respeto, la
dignidad y la humanidad de la mujer embarazada, de la mujer que pare y del
bebé recién nacido?
Para contestar estos interrogantes sirve recordar que muchos países, entre
ellos España, sufren un retraso de más de 20 años en la aplicación de las re-
comendaciones generales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) so-
bre la atención al parto. Como se sabe, el brazo sanitario de las Naciones Uni-
das es la organización encargada de liderar los asuntos relativos a la salud a
nivel mundial, definir la agenda de investigación en el ámbito de la salud,
formular normas y estándares, articular opciones políticas basadas en la evi-
dencia, brindar apoyo técnico a los países, y dar seguimiento y evaluar las ten-
dencias en el ámbito de la salud. Se trata, por cierto, de una organización que
—————
3 Entre estos grupos cabe citar: Asociación El Parto es Nuestro (www.elpartoesnuestro.es),
Foro Apoyo Cesáreas (www.elistas.net/listas/apoyocesareas), Hospital Maternidad Acuario
(www.acuario.org/en), Asociación Vía Láctea, Asociación Nacer en Casa (www.nacerencasa.org),
Asociación Comadronas Europeas por un Parto Activo y Natural (www.comadrona.foro.st) y Pla-
taforma pro Derechos del Nacimiento (http://www.pangea.org/pdn/plataforma.html). No por
casualidad, la mayoría de estos movimientos fueron creados y actúan fuera del entorno universi-
tario y académico.
106 CUERPOS Y DIFERENCIAS

no tiene inversión financiera alguna en el desarrollo de un monopolio de aten-


ción y que tampoco posee interés financiero alguno en el parto planificado o
gestionado. En 1985 la Oficina Regional Europea de la OMS, la Organización
Panamericana de Salud y la Oficina Regional de la OMS para las Américas or-
ganizaron una conferencia en Fortaleza, Brasil. De este encuentro surgieron
varias recomendaciones, recogidas en la Declaración de Fortaleza (OMS,
1985). Algunas de estas recomendaciones son:

• La comunidad entera debe ser informada sobre los distintos métodos de


atención al parto, de modo que cada mujer pueda elegir el tipo de parto
que prefiera.
• Debe promoverse la formación de parteras o comadronas profesionales.
La atención durante el embarazo, parto y puerperio normales debe ser
competencia de esta profesión.
• La información sobre las prácticas obstétricas en los diferentes hospita-
les, como la relativa a la tasa de cesáreas, debe estar al alcance del pú-
blico.
• No puede justificarse que ninguna región tenga más de un 10-15% de
partos por cesárea4.
• No hay pruebas de que tras una cesárea anterior sea necesaria una nue-
va cesárea. Normalmente, después de una cesárea debe recomendarse
un parto vaginal, siempre que exista la posibilidad de realizar una inter-
vención quirúrgica de emergencia.
• No existe evidencia de que la monitorización fetal rutinaria tenga un
efecto positivo sobre el resultado del embarazo.
• No hay razones médicas que indiquen la necesidad de rasurar el vello
púbico o administrar un enema antes del parto.
• No se recomienda colocar a la embarazada en posición dorsal de lito-
tomía (tumbada boca arriba) durante la dilatación y la expulsión. Debe
recomendarse caminar durante la dilatación, y cada mujer debe decidir
libremente qué posición adoptar durante la expulsión.
• No está justificado el uso sistemático de la episiotomía (incisión para
ampliar la apertura vaginal).
• No se debe inducir el parto (provocarlo artificialmente) por convenien-
cia, y la inducción del parto debe reservarse para indicaciones médicas
—————
4 Para entender la importancia de esta recomendación, conviene saber que el índice actual
de partos por cesárea en España es de alrededor de un 30%, que en Estados Unidos es superior
al 30%, y que en Reino Unido, con un sistema de comadronas mejor desarrollado, aunque no
óptimo, tiene un 23%, Holanda un 14% y Canadá un 24%. En Chile, el índice general es de un
40% y el índice de cesáreas en mujeres atendidas por obstetras privados oscila entre 57-83%.
SUJETOS DE PLENO DERECHO 107

específicas. Ninguna región debería tener más de un 10% de induccio-


nes.
• Durante el expulsivo debe evitarse la administración rutinaria de anal-
gésicos o anestésicos que no sean específicamente necesarios para co-
rregir o prevenir alguna complicación.
• No está justificada científicamente la rotura precoz artificial de mem-
branas como procedimiento de rutina.
• El recién nacido sano debe permanecer con la madre siempre que sea
posible. La observación del recién nacido sano no justifica la separación
de su madre.
• Debe recomendarse la lactancia inmediata, incluso antes de que la ma-
dre abandone la sala de partos.
• Se deben identificar los servicios de atención obstétrica con una actitud
crítica con la atención tecnológica al parto y respetuosa con los aspectos
emocionales, psicológicos y sociales del parto. Se debe fomentar este ti-
po de servicios y se deben estudiar los procesos que les han llevado a
adoptar tal actitud, de modo que sirvan de modelo para propiciar acti-
tudes similares en otros centros e influir en las opiniones relativas a la
obstetricia a nivel nacional.
• Los gobiernos deben considerar la posibilidad de adoptar normas que
permitan el uso de nuevas tecnologías para el parto sólo tras una cuida-
dosa evaluación.

La Declaración de Fortaleza se adoptó en 1985, pero, según estudios de la


propia OMS, muy poco ha cambiado en la atención al parto desde entonces,
salvo que los índices de intervención se han disparado aún más, sin que se ha-
ya registrado ninguna mejora significativa en el índice de mortalidad perinatal
y materna (Chalmers, 1992). A pesar de la Declaración, y a pesar del creciente
énfasis en el uso de la medicina basada en la evidencia, muchas de las prácti-
cas no recomendadas continúan siendo habituales, sin que se tenga debida-
mente en cuenta su disvalor para las mujeres o los recién nacidos. Pruebe la
lectora o lector a comparar estas recomendaciones con su vivencia de parto, la
de sus amigas o su experiencia como personal sanitario y saque sus propias
conclusiones. En un número demasiado amplio de casos, la atención obstétri-
ca «estándar» consiste en una serie de rituales gestionados y mecánicos, en lu-
gar de un recorrido basado en la evidencia científica y centrado en la fisiología
de la mujer de parto.
108 CUERPOS Y DIFERENCIAS

UN PAPEL CENTRAL EN LA ATENCIÓN PERINATAL

La Declaración de Fortaleza se fundamenta en el siguiente principio, señalado en


su comienzo: «Toda mujer tiene el derecho fundamental a una atención prena-
tal adecuada; toda mujer juega un papel central en todos los aspectos de dicha
atención, lo que implica su participación en la planificación, ejecución y evalua-
ción de la atención; y los factores sociales, emocionales y psicológicos son fun-
damentales para comprender la manera de prestar una atención perinatal ade-
cuada». Queda claro, pues, que, aunque la mayoría de las recomendaciones son
de naturaleza médico-clínica (no usar la oxitocina de rutina o no hacer episio-
tomías de rutina, por ejemplo), el principio que justifica la Declaración es de na-
turaleza moral, psicológica, social y jurídica. Al sentar este principio, la OMS da
por supuesto que el respeto a la autonomía y protagonismo de la mujer es un
índice básico a la hora de juzgar la calidad de la atención al parto.
El respeto a la autonomía y protagonismo de la mujer durante el parto es,
en realidad, un caso particular de los derechos de que disfruta cualquier usua-
rio de los servicios de salud, en general. No en vano, la Declaración Universal
sobre Bioética y Derechos Humanos (UNESCO, 2005) y el Convenio Europeo
sobre los Derechos Humanos y la Biomedicina (Consejo de Europa, 1997) re-
conocen, entre los derechos fundamentales del usuario de los servicios de sa-
lud, los siguientes:

• Derecho a recibir información veraz sobre la naturaleza, indicaciones,


riesgos, consecuencias y alternativas de los procedimientos de diagnós-
tico o terapéuticos que se le propongan.
• Derecho a que se respete su dignidad e intimidad.
• Derecho a decidir libremente entre las distintas alternativas existentes, y
a que se respeten sus decisiones.
• Derecho a que se pida su consentimiento antes de proceder a cualquier
intervención.
• Derecho a no ser incluido en proyectos docentes o de investigación sin
su consentimiento.

En función de esta legislación internacional, defender, tal y como sostenía


la Declaración de Fortaleza, que la mujer juegue «un papel central en todos los
aspectos» de la atención perinatal va más allá de exigir que reciba un trato
cortés y cariñoso por parte del personal sanitario. Implica, más bien, que pue-
da recibir información, elegir entre las distintas opciones disponibles, tomar
decisiones y ejercer el derecho a que esas decisiones sean respetadas. Luego,
reivindicar el papel central para la mujer significa, en realidad, que la única
SUJETOS DE PLENO DERECHO 109

motivación tras las intervenciones médicas habrá de ser la de preservar la sa-


lud de la mujer y la del bebé.
Por contraste, en muchos países desarrollados, como España, ha prospera-
do un modelo de atención denominado «Dirección activa del parto», en el
que todas las actuaciones giran en torno a la figura del ginecólogo y sus inter-
venciones. La parturienta es un objeto pasivo: no se espera de ella que dé a luz
por sí misma ni que participe en el parto, sino que se limite meramente a «co-
laborar», es decir, a estorbar lo menos posible y a obedecer lo que le digan
(Fernández del Castillo, 2005; Olza, 2005; Herrera, 2006). El sistema actual
de atención al parto se ve influido muy negativamente, además, por motivos
relacionados con los intereses económicos en juego, el auge de la medicina defen-
siva, la fuerza coactiva de los resultados o el «imperativo tecnológico» —que es la
creencia de que debemos usar toda la tecnología disponible, por el mero he-
cho de que ésta exista (Johanson, et al., 2002; Wagner, 2006).
Las terribles consecuencias de este modelo de atención no se han tenido en
cuenta durante muchos años y sólo recientemente están empezando a salir a la
luz. Como parte de este objetivo de visibilización, la asociación El Parto es
Nuestro5 ha recogido los testimonios de miles de mujeres de distintas naciona-
lidades que han dado a luz en España y algunos países de América Latina des-
de 2002. Las principales vindicaciones que contienen los testimonios son
(Fernández Guillén, 2004):

• No ser informadas de lo que se les iba a hacer a ellas o a sus bebés.


• No solicitarse su consentimiento para someterlas a los distintos proce-
dimientos y técnicas.

—————
5 El Parto es Nuestro es una asociación dedicada a promover los derechos de las embaraza-
das y los recién nacidos durante la atención al parto. Fue creada para prestar asistencia legal y
apoyo psicológico a mujeres que habían sufrido cesáreas y partos traumáticos. Actualmente co-
laboramos con el Ministerio de Sanidad y otras instituciones para mejorar la atención al emba-
razo, parto y puerperio. Una de las socias fundadoras describe así los motivos que la impulsaron
a involucrarse en esta causa: «La mayoría de nosotras habíamos llegado a la maternidad bien
entrados los treinta, con cierto grado de seguridad económica y profesional y la sensación de
que las luchas feministas (o, al menos, las «verdaderas» luchas feministas, como el acceso al
empleo o a la educación, al aborto o a la igualdad ante la ley) eran logros del pasado consegui-
dos mucho tiempo atrás. Pensábamos que podríamos disfrutar tranquilamente de los frutos del
esfuerzo de nuestras madres y abuelas sin necesidad de seguir esforzándonos o colaborando con
la causa feminista. Creíamos que la discriminación sexista sólo afectaba a las mujeres de las cla-
ses sociales más desfavorecidas. Pero esas creencias se desmoronaron en el momento en que
dimos a luz a nuestros propios hijos y fuimos humilladas, infantilizadas, utilizadas y brutalmen-
te privadas por médicos, enfermeras, e incluso nuestras propias familias, de nuestra dignidad y
de la fantasía de que la igualdad era un logro ya conseguido».
110 CUERPOS Y DIFERENCIAS

• Obtener su consentimiento mediante coacción y amenazas, principal-


mente la de muerte del hijo, cuando los padres muestran oposición a és-
ta o aquélla práctica.
• Estar expuestas a la presencia de estudiantes y sufrir que éstos les reali-
zasen tactos innumerables a fin de aprender y familiarizarse con las téc-
nicas.
• Recibir frases despreciativas o ser objeto de actos vejatorios.
• Sufrir falta de intimidad.

Como exponen los testimonios, a pesar de que la legislación nacional e in-


ternacional aplicable en nuestro país (Ley 41/2002; UNESCO, 2005; Consejo
de Europa, 1997) exige el consentimiento expreso e informado de la mujer, la
mayoría de las mujeres no habían sido informadas sobre cuestiones importantes
como cuál era el contenido de los goteros intravenosos que se les administraron
durante el parto, qué intervenciones o procedimientos se practicaron al bebé
antes, durante e inmediatamente después de su nacimiento, o qué alimentos le
fueron suministrados. En un porcentaje alto, las mujeres ignoraban la verdadera
razón por la que se les había practicado una cesárea o sospechaban que se reali-
zó por conveniencia de los asistentes. En ninguno de los testimonios recogidos
se había pedido permiso a las mujeres para practicarles una episiotomía, rom-
perles la bolsa amniótica o monitorizar al bebé internamente —lo que supone
clavar una aguja curva en la calota fetal—. En general, los asistentes procedieron
de manera mecánica, sin molestarse en informar a la mujer, preguntarle u ofre-
cerle alternativas. Además, en los casos en los que los padres muestran oposi-
ción a determinadas prácticas, llama la atención que el consentimiento se ob-
tenga apelando a la posibilidad de que el bebé fallezca. Esta situación es tan
común que hasta tiene nombre: «la carta del bebé muerto». Los profesionales
saben que, cuando se saca esta carta, se anula la capacidad de los padres para
decidir. Especial consideración merecen los testimonios que denuncian explo-
raciones obstétricas con fines didácticos. Los tactos causan dolor y malestar a la
mujer, son una práctica invasiva y pueden provocar infecciones, al transportar
los gérmenes de la vagina allí donde pueden hacer daño, a saber, el cuello del
útero. Por estas razones, su uso debería limitarse estrictamente a una indicación
médica en beneficio de la mujer, y evitarse en aquellos casos en los que el único
objetivo es enseñar un procedimiento a estudiantes6. También resulta sorpren-

—————
6 Resulta escandaloso que algunos manuales de obstetricia y ginecología incluyan la que
denominan «indicación didáctica» como una de las razones para practicar un fórceps, autori-
zando así una intervención que puede causar lesiones graves en el niño y en los genitales de la
mujer, con el único objetivo de enseñar una técnica a estudiantes.
SUJETOS DE PLENO DERECHO 111

dente el trato despectivo, así como el nulo respeto y cuidado de la intimidad,


lo que explica que las puertas de los paritorios suelan estar abiertas a los pasi-
llos, que el personal sanitario pueda entrar a las habitaciones sin llamar ni pedir
permiso, y que, en muchos casos, se afeitaran los genitales de las mujeres, e in-
cluso se realizaran cesáreas, con las puertas abiertas y delante de personal no
médico.
Hemos contrastado estos testimonios con los recogidos por organizaciones
similares de Canadá, EE.UU., América Latina y distintos países de Europa y,
si bien dentro de Europa existen diferencias regionales muy importantes7, jun-
to con matices culturales propios (por ejemplo, en los países anglosajones
suele haber mayor respeto por la intimidad), en general, estas situaciones apa-
recen, en mayor o menor medida, en países de todo el mundo.
Muchas de las actuaciones que describen los testimonios muestran que el
modelo imperante en las relaciones entre las mujeres y los profesionales que
les atienden es paternalista. Por «paternalismo» nos referimos a la tendencia a
aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia
tradicional a relaciones sociales de otro tipo: políticas, laborales o, en nuestro
caso, médicas. El paternalismo es una forma de dominación que usa muchos
disfraces. Consiste en buscar el bien de otra persona desde una posición de
preeminencia que permite prescindir de la opinión de esa persona. Se trata de
una forma unilateral de responsabilidad y decisión: todo para el paciente pero
sin el paciente. El siguiente testimonio de una parturienta ejemplifica perfec-
tamente este trato paternalista: «Eran amables conmigo, el médico utilizaba el
diminutivo de mi nombre para llamarme y todo lo acababa en “ito”. Las en-
fermeras no se presentaron ni me preguntaron mi nombre, pero me llamaban
«cariño» y «cielo». Cuando yo preguntaba por alguna intervención o por el
progreso del parto, el médico me decía: “Tranquila, yo sé lo que hago”, y no
me respondía. Me infantilizaron, me empequeñecieron. Me sentí como una
disminuida psíquica y no como una mujer de 36 años, hecha y derecha» (M.
F., 36 años, Hospital de Móstoles, Madrid, 2002). En España se han dado ca-
sos de mujeres sometidas a cesárea que han demandado porque el consenti-
miento para esterilizarlas se pidió al marido, estando ellas bajo el efecto de
una anestesia general. Una de las demandas motivó la condena del ginecólogo
responsable por el Tribunal Supremo.
—————
7 Hace décadas que Inglaterra, Holanda, Alemania y los países escandinavos emprendieron
cambios para adecuar la atención materno-infantil a las recomendaciones de la OMS. Los paí-
ses mediterráneos y los que pertenecieron a la antigua Unión Soviética muestran, por el contra-
rio, una atención deficiente, tanto en los aspectos clínicos (inadecuación a la evidencia científi-
ca) como en el respeto a la autonomía de las mujeres y al derecho de los niños hospitalizados al
acompañamiento familiar.
112 CUERPOS Y DIFERENCIAS

A lo largo de la historia, el paternalismo ha sido un arquetipo ideal en las


relaciones humanas, así que muchas de las decisiones de los individuos sobre
la vida, la muerte, la sexualidad y la reproducción estaban gobernadas desde
esta óptica. En el origen de la relación médico-paciente, el médico tenía una
serie de deberes para con el paciente, entre los que no se incluían consultarle
o tener en cuenta su opinión (Sánchez, 2006). Al fin y al cabo, ésta es la idea
que inspira el juramento hipocrático: «Juro [...] ayudar al enfermo según mi
capacidad y recto entender». Según este modelo, las únicas consideraciones
que los profesionales han de tener en cuenta en la toma de decisiones son las
indicaciones y contraindicaciones médicas. Es una manera de actuar que pre-
supone que los profesionales no hacen valoraciones, que hay indicaciones te-
rapéuticas únicas e indiscutibles y que existe un código moral único en donde
el bien, la moral y el valor son universales.
Por el contrario, la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Huma-
nos (UNESCO, 2005) ha consagrado el principio de autonomía, que reconoce
que todo ser humano es libre para decidir sobre su propia salud y cuerpo.
Nadie tiene derecho a decidir por él; sólo la propia persona está autorizada a
decidir qué es lo mejor para sí. El usuario es un sujeto, no un objeto. Los pro-
fesionales de la salud han de respetar la personalidad y opiniones de los usua-
rios, absteniéndose de juzgarles u obstruir sus elecciones, aun cuando el médi-
co o la comadrona piensen que está equivocado. Este principio de autonomía
contrasta con los numerosos casos de autos judiciales en Estados Unidos que
autorizan a los servicios sanitarios a someter a una mujer por la fuerza a una
cesárea, a fin de salvaguardar la salud del feto (American Civil Liberties
Union, 1997). En algunos de estos casos existió no tanto una elección por par-
te de la madre a favor de su vida e integridad física en contraposición con la
del hijo como una disparidad de criterios entre ella y sus asistentes con respec-
to a la necesidad de realizar la operación. En un caso concreto, la mujer se
marchó a otro centro y dio a luz a su hijo con normalidad antes de que pudie-
ra ejecutarse la orden judicial8. Pero incluso si no hubiera tal discrepancia, es
—————
8«Todo indicaba que Amber Marlowe tendría un parto fácil cuando, el 14 de enero de
2004, se puso de parto. Tras una ecografía de rutina, a los médicos del Hospital General
Wilkes-Barre de Pensilvania, EE.UU., les pareció que el bebé que estaban examinando podía
pesar unos 6 kilos, y decidieron que era demasiado grande para nacer vaginalmente. Le dijeron
a Amber que tenía que someterse a una cesárea. La futura madre, sin embargo, no estaba con-
vencida: al fin y al cabo, había parido de forma natural a sus seis hijos anteriores, algunos inclu-
so de gran peso, y la monitorización indicaba que el bebé no daba ningún signo de sufrimiento
fetal. Después de que se negara a someterse a la cesárea, los médicos pasaron horas intentando
hacer que cambiase de opinión y, como no lo consiguieron, acudieron a los tribunales solicitan-
do que se les atribuyese la custodia legal del no nato. Un juzgado autorizó a los médicos a reali-
zar la cesárea “por razones médicas” en contra de la voluntad de la madre, en caso de que vol-
SUJETOS DE PLENO DERECHO 113

decir, si la madre fuera consciente de la necesidad de realizar dicha operación


para salvar al feto, creemos que, a la vista de la Declaración Universal sobre
Bioética y Derechos Humanos, ningún juez puede obligar a un ser humano a
sacrificar su vida o integridad física en beneficio de otro. Sin embargo, parece
que algunos jueces hicieran excepción a esta regla cuando el ser humano en
cuestión es una mujer embarazada, ejemplarizando así la idea de que la mujer
embarazada pueda ser tratada como un mero «contenedor» de bebés.

LAS MUJERES EMBARAZADAS COMO SUJETOS DE DERECHO

La dignidad humana puede definirse, con Kant, como el derecho de toda per-
sona a ser considerada como un fin en sí misma y a no ser convertida en un
instrumento de los otros. Cuando decimos que la dignidad de las mujeres y de
los niños no se respeta durante el embarazo, parto y nacimiento, nos referimos
a que su propia salud y bienestar no es un fin en sí mismo sino que hay otros
intereses en juego (sean dinero, docencia, defensa jurídica u otros); llamamos
la atención sobre que la mujer es privada de su derecho a tomar decisiones li-
bres e informadas sobre su propia salud y su propio cuerpo; denunciamos que
no se le permite ejercer los derechos y obligaciones que le conciernen como ti-
tular de la patria potestad sobre sus hijos; señalamos la violación de los dere-
chos humanos en relación con las aplicaciones de la medicina, recogidos en las
convenciones internacionales sobre derechos humanos y bioética, citadas an-
teriormente; y criticamos, en definitiva, que las mujeres durante el embarazo,
nacimiento y parto no sean plenos sujetos de derecho, tal y como la ley les re-
conoce, sino que se hayan convertido en meros objetos sin derechos.
Para nombrar el hecho de que las mujeres se vean institucional y sistemáti-
camente privadas de la dignidad y libertad que les corresponde durante el
embarazo, parto y nacimiento, el activismo en torno a un parto respetado ha
acuñado el término «deshumanización» en la atención al parto. Humanizar la
atención al parto exige, por el contrario, tomar en serio que las mujeres emba-
razadas, las que paren y las que acaban de dar a luz son, también ellas, plenos
sujetos de derecho. Como dice la médica española Marga Iraburu: «Proteger
—————
viese por el hospital. Entretanto, ella y su marido pidieron el alta voluntaria, en contra del crite-
rio del médico, y se fueron a otro hospital, en donde posteriormente Marlowe dio a luz vagi-
nalmente a una niña sana de 5 kilos de peso. “Cuando supe lo de la orden judicial no me podía
creer que el hospital hubiera hecho algo así. Me quedé atónita y horrorizada”, dijo Marlowe,
“¡Todo por el simple hecho de no aceptar una cesárea!”» (National Advocates for Pregnant
Women, 2005).
114 CUERPOS Y DIFERENCIAS

la dignidad es proteger la salud en el sentido más amplio: físico, espiritual y


social. Ser sujeto (y no objeto) significa poder decidir. En nuestra sociedad,
dominada por una tecnología cada vez más sofisticada, el peligro es que “los
expertos” se apropien de nuestra libertad y decidan por nosotros. Por eso el
primer objetivo de la ética y el derecho es proteger la autonomía personal.
Ello se consigue en primer lugar asegurándonos de que el usuario tiene infor-
mación suficiente para decidir o “derecho a la verdad”» (Iraburu, 2005). En el
caso del parto y nacimiento, el derecho a la verdad, el respeto a la dignidad y el
derecho a la libre elección pasan, precisamente, por reconocer la importancia de
algunos datos básicos en relación con el bienestar de la mujer y del bebé.
Para comunicar algunos de estos datos básicos puede ser útil apelar a la di-
ferencia entre un parto normal y un parto intervenido. Según el European
Network of Childbirth Associations (ENCA)9, el «parto normal» se produce
cuando el proceso de parto se inicia de manera espontánea, la mujer da a luz a
su bebé y expulsa la placenta a su ritmo y por su propio esfuerzo, y el bebé es-
tá a su lado en todo momento. Aunque no parezca que esta definición sea muy
difícil de cumplir en principio, la realidad es que la mayoría de los partos en
los países desarrollados no se producen de esta manera. Intervenciones exter-
nas rutinarias y frecuentes —como la ruptura artificial de membranas, la in-
ducción del parto mediante hormonas como la oxitocina artificial, la acelera-
ción del parto, la anestesia epidural, el empuje asistido durante la expulsión y
la episiotomía y la separación del bebé del cuerpo de la madre— no pertene-
cen a la categoría de parto normal. Cualquiera de estas intervenciones inte-
rrumpe el ritmo normal del parto y puede conducir a más intervenciones, esto
es, a lo que en términos médicos se conoce como «iatrogenia».
Los partos y nacimientos normales resultan beneficiosos para la salud físi-
ca, tanto de la madre como del bebé, y facilitan la lactancia materna. Un me-
nor número de intervenciones produce mejores resultados no sólo desde el
punto de vista de la salud física sino también en relación con el bienestar
emocional y psicológico de la madre y del bebé. Las mujeres que dan a luz por
su propio esfuerzo, y que lo hacen en armonía con sus cuerpos, experimentan
a menudo una inmensa alegría, satisfacción, creatividad, autoestima y empo-
deramiento10. Cuando se obliga a la mujer de parto a permanecer inmóvil
—————
9
La red ENCA fue fundada en 1993 en Frankfurt, Alemania, y agrupa a organizaciones
europeas que están relacionadas con el parto y la atención perinatal a las madres y a los recién
nacidos. Los sanitarios, padres, educadores y activistas que constituyen la red ENCA trabajan
para desarrollar estrategias que mejoren las condiciones del embarazo, el parto y el puerperio
en toda Europa.
10 Una afirmación probada científicamente, por ejemplo, en un estudio médico, entre cu-
yos objetivos figuraba el de investigar las secuelas psicológicas de los procedimientos obstétri-
SUJETOS DE PLENO DERECHO 115

tumbada en la cama, cuando se le administran medicamentos para implemen-


tar partos medicalizados, cuando se le realizan más cesáreas de las necesarias,
los sentimientos que acompañan el nacimiento son a menudo muy distintos.
Por eso no se debe minusvalorar la relación entre el uso de procedimientos al-
tamente invasivos y el aumento del estrés y la ansiedad materna, tanto durante
el embarazo como durante el parto11. En general, continúa siendo necesario
recordar que la mujer que está de parto no es una «paciente» y que el embara-
zo no es una «enfermedad»; al contrario, es un momento muy especial de la
vida y de la biografía humanas. Tratar a la mujer y al bebé como sujetos hu-
manos, en lugar de concebirlos como si meramente fueran un contenedor y su
contenido, es no sólo una necesidad de salud pública imperiosa, sino un dere-
cho y un valor humanos que todavía hay que extender en nuestro mundo.

PARIR: UN ACTO HUMANO

Estamos convencidas de que, en relación con las nociones de parto, nacimien-


to, puerperio y primera infancia se juega nuestra concepción del mundo y del
ser humano. Desde sus raíces griegas, la filosofía se ha concebido a sí misma

—————
cos. La investigación refleja los hallazgos de un estudio prospectivo longitudinal nada menos
que con 272 mujeres embarazadas primíparas. Entre sus resultados se citan los siguientes: «Las
importantes consecuencias adversas de índole psicológica estaban asociadas a la modalidad del
parto. Las mujeres con un parto espontáneo vaginal eran las que más tendencia mostraban a
experimentar una considerable mejora de estado de ánimo, así como un aumento de la autoes-
tima en el intervalo desde la última etapa del embarazo hasta el puerperio inicial. En cambio,
entre las mujeres con un parto por cesárea se registró la tendencia a experimentar un deterioro
de estado de ánimo considerablemente mayor y una disminución de la autoestima [...] Los re-
sultados de este estudio sugieren que la intervención operativa durante el primer parto entraña
importantes riesgos psicológicos que hacen que las mujeres que los experimentan sean más
propensas a sufrir una reacción de tristeza o a experimentar sufrimiento postraumático y depre-
sión» (Fisher, et al., 1997).
11 Distintos estudios abundan en este punto. Citamos aquí uno de los libros más recientes e
importantes sobre el tema: «Nuestro conocimiento de los trastornos mentales que afligen a las
mujeres ha progresado enormemente en los últimos tiempos, con un aluvión de publicaciones
en el mundo entero [...] Gran parte de la literatura moderna se ha ocupado de las consecuen-
cias de los partos difíciles o traumáticos, a los que pueden seguir síntomas persistentes de estrés
o quejas patológicas [...] Por consiguiente, nos enfrentamos en la actualidad a un abanico de
trastornos prenatales y postparto que desafía la capacidad de diagnóstico de los profesionales
de la salud mental, si bien puede conducir también a un arsenal de terapias específicas [...] No
se puede insistir lo suficiente en la importancia de reconocer, evaluar y tratar los trastornos de
humor perinatales» (Brockington, 2008).
116 CUERPOS Y DIFERENCIAS

como parte integral de una vida buena. Para que ello sea cierto, el cultivo de
la filosofía ha de contribuir a la mejora de la vida de las mujeres, al menos en
la misma medida en la que contribuye a mejorar la vida de los varones. Para
esta perspectiva, la crítica del patriarcado es un cometido esencialmente filo-
sófico, pues permite satisfacer la promesa de comprender y mejorar las condi-
ciones de vida del ser humano.
En una de sus caracterizaciones clásicas, la teoría kantiana, la filosofía se
enfrenta a los siguientes interrogantes: «¿qué puedo saber?», «¿qué debo ha-
cer?» y «¿qué me cabe esperar?». Si tenemos en cuenta lo difícil que ha sido
pensar en el sujeto que hay detrás de esas preguntas como siendo una mujer
—hecho de sobra demostrado por las aproximaciones de género que han es-
tudiado la historia de la filosofía—, no debería sorprendernos comprobar lo
casi imposible que resulta pensar en tal sujeto de conocimiento, comporta-
miento e imaginación como siendo una mujer embarazada, que da a luz o que
amamanta. Es un hecho que la invisibilidad de estas configuraciones de la
subjetividad a lo largo de la historia de la filosofía es prácticamente absoluta.
La ausencia en el seno del análisis filosófico de la humanidad de la mujer em-
barazada y de la mujer que da a luz es paralela a la falta de presencia de otros
paradigmas de lo humano, como la niñez, la enfermedad o la vejez, en general.
Es probable que el peso de la tradicional identificación filosófica de lo huma-
no con lo racional haya dejado fuera otros aspectos de lo humano. Pero al
margen de los comentarios que puedan hacerse sobre ésta y otras razones, lo
que sí constatamos es que, a estas alturas de la historia de las ideas, el silencio
de la filosofía en relación con las experiencias del sujeto femenino que tienen
que ver con el embarazo y el parto es demasiado patente para pasarlo por alto.
Por eso nos gustaría decir al menos una cosa, siquiera sea brevemente, sobre
la incapacidad de la historia de la filosofía para describir y asumir experiencias
vitales tan significativamente humanas como la experiencia de vivir con un
cuerpo embarazado, un cuerpo que da a luz y un cuerpo que acaba de parir.
Para ello mencionaremos una de las tesis más extendidas en la historia de
las ideas y de la cultura, en general, a saber, la afirmación en virtud de la cual
la capacidad creadora de la mujer se identifica con el hecho de ser capaz de
dar a luz. Este tópico, la mujer crea al dar a luz, se complementa, además, con
otra idea, nada trivial; la idea según la cual el proceso de dar a luz no requiere
reflexión alguna. El proceso de embarazo es inconsciente, no requiere ser
pensado, no exige pensamiento. Las consecuencias de esta línea de pensa-
miento caen solas: la mujer crea de manera inconsciente, el proceso es natural
y mecánico, y su desarrollo es ajeno a su voluntad, a su capacidad de decisión
o a su libertad de expresión. Quisiéramos aclarar, no obstante, que no estamos
hablando aquí de voluntad, capacidad de decisión o libertad de expresión en
SUJETOS DE PLENO DERECHO 117

relación con la posible interrupción o no del embarazo. Ésta es una cuestión


radicalmente distinta. Lo que aquí estamos diciendo es que el embarazo tien-
de a considerarse como un proceso natural que se desarrolla por sí mismo, de
manera que los aspectos racionales, implicados en la toma de decisiones, en la
voluntad y en el comportamiento, se presentan como si no desempeñaran un
papel relevante en el desarrollo del propio embarazo. Como consecuencia, el
embarazo con frecuencia se concibe como un proceso irracional o, por lo me-
nos, como un proceso no racional.
El argumento que acabamos de describir —según el cual la capacidad
creadora de la mujer es equivalente a su capacidad de dar a luz, y dar a luz no
es un proceso racional— es una tesis de la misoginia y del patriarcado am-
pliamente extendida. Es, por cierto, un tópico que también ha sido incorpo-
rado a la ligera por determinadas corrientes de teoría feminista, así como por
algunas influyentes concepciones del embarazo y parto. De ahí la importancia
de sacarlo a la luz y matizarlo, para no confundir ni ignorar supuestos y con-
clusiones. La filosofía, la teoría feminista y las asociaciones de defensa de los
derechos de las mujeres en el embarazo y en el parto tienen en este punto un
largo camino por retomar. Creemos que un buen punto de comienzo sería
analizar y cuestionar la concepción del embarazo y del parto como un proceso
autónomo o independiente de lo racional.
En nuestra opinión, y en contraste con el prejuicio mencionado, según el
cual parir no necesita ser pensado, parir sí necesita ser pensado. Dicho de otra
manera, para parir sí se necesita pensar. Desde luego, dar a luz requiere una
reflexión en muchos países del llamado mundo occidental, donde las condi-
ciones que rodean los partos pueden llegar a ser lamentables, y donde la trans-
formación de la actual atención al parto se ha vuelto urgente. A comienzos del
siglo XXI, en muchos países desarrollados, una mujer que piense que el emba-
razo es un proceso autónomo e independiente de su capacidad de pensar, un
proceso que se desarrollará, por tanto, al margen de su intervención racional,
es probable que sufra en su propio cuerpo las consecuencias de un protocolo
sanitario que, con una frecuencia alarmante, resulta ser violento, humillante,
alienante e, incluso, cruel, tanto para la madre como para la niña o el niño (así
como también puede serlo para los padres y las parejas).
Quisiéramos aclarar también una segunda cuestión. Cuando sostenemos
que el embarazo, el parto y el nacimiento se deben considerar procesos y
comportamientos racionales, no estamos afirmando que necesitemos reflexio-
nar sobre el embarazo o el parto para que dichos procesos sigan adelante o
para que se desarrollen correctamente. Porque las hembras de diferentes es-
pecies son obviamente capaces de llevar a cabo sus embarazos y sus partos sin
hacer uso de capacidades racionales —esto es, de capacidades de las que no
118 CUERPOS Y DIFERENCIAS

disponen, o no al menos en el mismo grado que las hembras humanas—.


Cuando decimos que el embarazo, el parto y el alumbramiento son procesos
racionales que necesitan ser pensados, estamos diciendo, por consiguiente,
que los anhelos, los deseos, las expectativas, las intenciones, la voluntad, los
pensamientos, los juicios, los puntos de vista, los valores y los posicionamien-
tos del sujeto son parte inherente del proceso de gestación y nacimiento. Es-
tamos diciendo, pues, que el parto y el alumbramiento, como otras muchas
experiencias humanas, no son únicamente procesos naturales, sino acciones y
comportamientos plenamente humanos. Como tales, pueden, o no, ser vividos
por el sujeto de una manera creativa, libre, valiosa, digna y que humanice o,
por el contrario, de una manera sumisa, sometida, inercial, humillante y cosifi-
cadora. El sujeto, no por embarazado, deja de ser un sujeto. Luego sus com-
portamientos, así como los márgenes de actuación de que disfruta, pueden y
deben ser juzgados y valorados de conformidad con la libertad humana y su
ejercicio.
Otro conocido lema kantiano, ¡Sapere aude! [«Atrévete a saber»], puede
resultar también aquí inspirador. La apelación a salir de la minoría de edad y
entrar en la madurez, a lograr una autonomía y lograr la emancipación, repre-
sentaba para él la fuerza motriz de la Ilustración (Kant, 2004). Siglos después,
los humanos seguimos necesitando atrevernos a saber; atrevernos a innovar;
atrevernos a crear. Y las mujeres, muy especialmente, debemos atrevernos a
saber, innovar y crear en relación con nuestros cuerpos y deseos. Los embara-
zos, partos, nacimientos y puerperios son experiencias vitales ideales para que
las mujeres vivamos y desarrollemos nuestra fortaleza, creatividad e ingenio.
Analizar la noción del embarazo y del parto que asumimos y experimentamos
se convierte entonces en una magnífica manera de luchar contra la reproduc-
ción constante de prejuicios ciegos, ignorantes o misóginos. A este respecto,
todavía se requiere realizar un minucioso trabajo de investigación sobre cuál
de las nociones de la subjetividad que a lo largo de su historia ha producido la
filosofía sería más capaz de incorporar el embarazo del sujeto. En sentidos co-
mo éstos, la reflexión filosófica continúa siendo un terreno fértil para romper
nuestros límites, ampliar nuestros horizontes y vivir la individualidad y origi-
nalidad que caracterizan, al menos como límite utópico, una existencia huma-
na lúcida y auténtica12.

—————
12 Los planteamientos existencialistas ofrecen una idea de la libertad humana y su ejercicio
que puede servirnos de referencia aquí. Bastaría recordar la noción de libertad de Kierkegaard
como el acto de elegir y crearse a sí mismo, y aplicarla para evaluar el grado de libertad de que
disfrutan las mujeres que dan a luz en un contexto fuertemente intervenido y medicalizado co-
mo el nuestro.
SUJETOS DE PLENO DERECHO 119

EL SUJETO EMBARAZADO

No cabe duda de que la maternidad se ha convertido en un tema popular en


los círculos sociales, políticos y periodísticos de la actualidad, sobre todo en
relación con los derechos económicos y laborales. Aquí y allá se habla del
permiso de maternidad, de la ampliación del permiso de paternidad, de la
conciliación de la vida laboral y familiar o del reparto de las tareas del hogar.
Huelga decir que todas ellas son cuestiones fundamentales, cuya discusión
pública es bienvenida y necesaria. En campos como la psicología, se sigue in-
vestigando sobre qué implica convertirse en madre o en padre, o sobre el de-
sarrollo evolutivo del comportamiento de la niña o niño. A las reinterpreta-
ciones de las ya clásicas contribuciones del psicoanálisis (Benjamin, 1996;
Gutman, 2003) se suman las aproximaciones y resultados de otras corrientes
más recientes, como la psicología evolutiva del desarrollo (Burgess, et al.,
2004; Ellis, et al., 2005; Geary, 2006) o la teoría del vínculo (Stern, 1995;
Bowlby, 1997; González Rodríguez, 2003; González Uriarte, 2006). Ahora
bien, el tema de la maternidad contemporánea no queda resuelto por la mera
apelación a los contenidos sociales, políticos, económicos, laborales o psicoló-
gicos; requiere también de un planteamiento que haga uso de las herramientas
que ofrecen tanto la filosofía como la teoría feminista y los estudios de género.
En relación con la filosofía, quisiéramos recordar uno de los argumentos más
contundentes utilizados por una de las filósofas más importantes e influyentes
del panorama español, Celia Amorós. Amorós (1997) sostiene que, dado que la
filosofía trata del ser humano y dado que las mujeres constituyen, aproximada-
mente, el cincuenta por ciento de la humanidad, las cuestiones relativas a la mu-
jer son, obviamente, cuestiones filosóficas. A lo cual nosotras añadimos que, se-
gún estadísticas de la OMS, más de 136 millones de mujeres dan a luz cada año
(http://www.who.int/features/factfiles/maternal_health/en/). Luego las cuestio-
nes relacionadas con el parto y la maternidad afectan a un número tan inmen-
so de seres humanos que debieran ser un campo especialmente pertinente pa-
ra el discurso filosófico. Sin embargo, y precisamente porque en la noción de
embarazo, nacimiento, puerperio y primera infancia nos jugamos nuestro con-
cepto del mundo y de los seres humanos, la ausencia por parte de la filosofía
de una reflexión profunda y amplia sobre estos temas llama enormemente la
atención.
En relación con el pensamiento feminista y los estudios de género, sor-
prende también comprobar comparativamente cuán poco espacio y tiempo se
ha dedicado, en general, al análisis del embarazo, parto, puerperio y primera
crianza. Gran parte del feminismo filosófico contemporáneo ha sido construi-
do en torno a nociones tales como el sujeto, la emancipación, la libertad, la au-
120 CUERPOS Y DIFERENCIAS

tonomía y los derechos. Sus análisis nos han ayudado a visualizar los instru-
mentos de cosificación y sumisión en los que se ven envueltas las mujeres, tan-
to en el ámbito privado como en el público. Tal y como lo formula Isabel Al-
er, no cabe duda de que el feminismo nos ha ayudado a parirnos como
mujeres; ya es hora de que también nos ayude a parirnos como madres. Gra-
cias al feminismo, hemos logrado separar la sexualidad de la reproducción.
Ahora podemos elegir ser o no ser madres; no queremos ser madres por obli-
gación. «Parecería que en este sentido el feminismo pudiera morir de éxito, y
sin embargo hoy tiene grandes retos planteados también en torno a la mater-
nidad [...] Se trata de plantearse hoy cómo puede contribuir la maternidad a
la transformación social liberadora de las mujeres y de la sociedad» (Aler,
2006, p. 20). Como se puede apreciar, en relación con la maternidad quedan
todavía muchos aspectos por debatir.

LA REVOLUCIÓN DEL PARTO

Estamos convencidas de que el discurso filosófico de género ofrece herra-


mientas que nos pueden ayudar a comprender mejor, más allá de la mera ex-
periencia individual o personal, en qué consiste este aspecto tan desconocido
de lo humano, en sus dos vertientes complementarias: la madre embarazada
que da a luz y el bebé gestado y alumbrado13. Para alcanzar ese objetivo, el
feminismo filosófico ha de incorporar a su agenda, como una de sus priorida-
des más urgentes, la reflexión sobre la mujer que se hace madre, así como el
análisis de los tipos de madres que podemos y que queremos llegar a ser.
En el transcurso de esa reflexión, sería deseable evitar un prejuicio sutil
muy extendido. Y es que hemos de empezar a pensar en la madre que da a luz
y en el bebé recién nacido como formando un tipo de entidad especial, que
puede llegar a durar los primeros meses de vida. Hay que subrayar que esta

—————
13 Estamos casi tentadas de escribir que, además de la madre embarazada, que «pare» y
que «es parida», hay también un bebé gestado, «parido» y que también «pare». Somos cons-
cientes de que estas construcciones suenan extrañas y artificiosas, pero nuestro deseo sería ex-
plorar formas de expresión que nos ayudaran a describir diferentes etapas y experiencias del
cuerpo femenino durante el proceso de embarazo, parto y puerperio. A este respecto, estamos
convencidas de que deberíamos explorar usos alternativos de los verbos usuales para transmitir
el hecho de que los bebés participan activamente en el nacimiento; que no sólo nacen o son pa-
ridos, sino que también «se dan a luz a sí mismos». Sabemos que suena chocante, pero lo cierto
es que, en cierto sentido, la fisiología del parto demuestra que los bebés también «se paren a sí
mismos».
SUJETOS DE PLENO DERECHO 121

última afirmación no debe interpretarse de manera literal: no queremos que se


nos acuse de jugar con las palabras, ni de pretender refundir los diferentes
sentidos de un término. En sentido literal, es absurdo sostener que el cuerpo
de la madre, tras el parto, no se encuentra separado del cuerpo del bebé al
que ha dado a luz. Hablando en sentido figurado, sin embargo, podríamos
decir que no están estrictamente «separados» ni son «independientes». Por
eso pensamos que, únicamente si aceptamos que la madre y su bebé forman
una suerte de vínculo especial en las últimas etapas del embarazo, durante el
parto y en el puerperio, podremos llegar a entender lo que realmente ocurrre
durante esa etapa tan especial de la vida humana.
Desde luego, no es fácil encontrar descripciones filosóficas precisas que
expliquen en qué consiste este tipo de vínculo o entidad. Hay que reconocer
que la fenomenología al uso no ayuda demasiado para describir lo que signifi-
ca estar embarazada, y que tampoco la filosofía de la identidad, de la mente o
de la acción parecen explorar suficientemente quién o qué soy «yo» (una que
son dos) cuando estoy embarazada. El nacimiento no parece haber suscitado
suficiente interés hermenéutico como para preguntarse por la estructura na-
rrativa de las historias de partos, ni por la razón por la que estos testimonios
siguen estando ausentes del discurso público. Así que, dada la escasez de tex-
tos filosóficos que exploren el tipo de sujeto(s) que subyace(n) al nacimiento,
no resulta sino lógico encontrarse también un vacío conceptual a la hora de
estudiar el tipo de unidad que existe en el estadio temprano de la maternidad.
Son temas desconocidos y sin explorar filosóficamente. Por ejemplo, no se
suele reconocer que la maternidad es parte de la sexualidad; que existe una
suerte de deseo sumamente especial entre las madres y los bebés; y que no
sólo la concepción sino los procesos mismos de gestación, parto, cuidado del
bebé y primera crianza son, todos ellos también, procesos sexuales. En deter-
minadas circunstancias muy relacionadas con el tipo de parto y nacimiento, el
temor de la madre crece y reprime el deseo, negando así un comienzo feliz de
la maternidad o haciéndolo prácticamente imposible.
De estos y otros temas se ocupan mejor las tan desconocidas fisiologías y psi-
cologías del nacimiento, las cuales debieran formar parte esencial de cualquier
planteamiento filosófico de lo humano que aspire a estar menos lastrado por re-
ductivismos. Así, es posible que a la filosofía le interesara conocer e incorporar
resultados del debate científico contemporáneo en torno al nacimiento, como los
siguientes. Por ejemplo, algunas teorías sobre salud básica defienden la impor-
tancia que tiene que la sociedad proteja y cuide a la pareja formada por la madre
y el bebé para la calidad y la sostenibilidad de nuestro desarrollo como especie
(Odent, 2009, 2007; www.birthworks.org/primalhealth). No en vano, «los ci-
clos de vinculación y desvinculación han sido inteligentemente previstos en
122 CUERPOS Y DIFERENCIAS

nuestra evolución filogenética pero malinterpretados culturalmente, devalua-


dos socialmente y desactivados políticamente» (Aler, 2006). Por su parte, nu-
merosos estudios de neonatología y pediatría muestran la voluntad neurobio-
lógica de contacto corporal y las ventajas del contacto piel a piel entre la
madre y su hija o hijo. Lo cual alerta contra las enormes consecuencias que
para la salud materno-infantil tiene el que, con una frecuencia innecesaria, las
incubadoras separen a los bebés de sus madres, privándolos del contacto ne-
cesario. Como sistema alternativo, se ha implantado en los últimos tiempos el
llamado método Madre Canguro (Kangaroo Mother Care), que constituye una
técnica eficaz que permite, en un número altísimo de situaciones, cubrir las
necesidades del bebé de calor, lactancia materna, estimulación, seguridad y
amor (OMS, 2003). En efecto, entender qué tipo de ser humano es un recién
nacido y qué tipo de ser humano es una mujer que acaba de dar a luz puede
ser más sencillo cuando uno atiende y reconoce ciertos comportamientos fi-
siológicos y psicológicos básicos.
El nacimiento de un hijo o una hija es uno de los acontecimientos biográfi-
cos más importantes y de mayor impacto en la vida de una mujer. La mayoría
de las madres se muestran felices, contentas, satisfechas y agradecidas con la
experiencia. Cuando el parto se transforma en un acontecimiento traumático,
sin embargo, las consecuencias para la adaptación psicosocial de la madre, la
lactancia o el vínculo con el bebé pueden pasar desapercibidas (Olza, 2006).
«Diversos estudios clínicos han señalado la existencia de un trastorno que se
desencadena exclusivamente por el parto, y muy especialmente por el parto
traumático, con unas características psicopatológicas y clínicas diferentes de la
depresión postparto. En las dos últimas décadas toda una serie de investiga-
ciones han comprobado que el parto puede ser un evento tan estresante como
para desencadenar un síndrome de estrés postraumático» (Olza, 2007). Otro
factor importante a tener en cuenta es que «el estrés materno parece aumentar
la incidencia de anormalidades perinatales, como la restricción del crecimien-
to intrauterino y los partos prematuros (Cooper et al., 1996; Hobel et al.,
1999), y afectan negativamente al vínculo materno-infantil y al comportamien-
to del feto y de la niña o el niño (Bonari et al., 2004; Davis et al., 2007)» (Spa-
dola, 2008). En este sentido, existen hoy investigaciones que establecen rela-
ciones entre el tipo de embarazo y de parto y el eventual desarrollo de
determinados comportamientos14. Datos e interpretaciones como estos mues-
—————
14 Para ejemplificar algunas de estas relaciones, recogemos aquí las conclusiones de varios
estudios: «Con relación al ser humano existen también pruebas contundentes en la actualidad,
que muestran que si una madre sufre estrés o ansiedad durante el embarazo, su hijo tiene mu-
chas más posibilidades de sufrir problemas emocionales o cognitivos, entre los que figuran un
mayor riesgo de síntomas de déficit de atención/hiperactividad, ansiedad o retraso en el len-
SUJETOS DE PLENO DERECHO 123

tran hasta qué punto es necesario cuestionar nuestra forma de pensar sobre el
nacimiento y sus consecuencias.
Precisamente por estas razones, el excesivo intervencionismo médico y los
procedimientos fuertemente invasivos en relación con el parto y el nacimiento
son formas extremas de invasión y de control de la subjetividad. Estas prácti-
cas médicas no sólo manejan y alteran el nacimiento, sino que también contri-
buyen a redefinir la naturaleza del parto y de la humanidad15. La antropología
médica se refiere al modelo hegemónico, que guía u organiza la atención sani-
taria y el cuidado de la enfermedad en los países del llamado mundo desarro-
llado, como «modelo biomédico» o «biomedicina». Es esencial darse cuenta
de que, tal y como señala María Isabel Blázquez Rodríguez, «en la actualidad
el sistema sanitario funciona como la institución portadora de los conocimien-
tos y de la autoridad necesarios a la hora de regular todo lo concerniente a los
procesos de atención al embarazo, parto y puerperio. Entre sus “objetivos” se
pueden nombrar los de explicar los significados sobre la reproducción o mo-
delar cómo las mujeres y sus parejas deben situarse ante sus embarazos, partos
y puerperios, porque lo que está en juego en el envite no es un asunto perso-
nal de las mujeres y de los hombres, sino la reproducción de la sociedad desti-
nada a conseguir individuos, trabajadores, sujetos de derechos (y de deberes)»
(Blázquez Rodríguez, 2009, p. 18). En realidad, el parto es un auténtico rito
de paso en el que ciertos procedimientos, a veces dañinos e innecesarios, se si-
guen utilizando porque ayudan a promover los valores y creencias científicos y
tecnológicos desde los que esa sociedad se entiende a sí misma (Floyd, 2003;
Maushart, 2000).
—————
guaje (véase Talge, et al., 2007; Van den Berg, et al., 2005) [...] En la actualidad existen pruebas
firmes de numerosos estudios prospectivos independientes que muestran que el estrés prenatal
predice consecuencias adversas a nivel social, emocional y cognitivo, durante la infancia [...]
Otros estudios muestran vínculos entre el estrés o la ansiedad prenatal y problemas de compor-
tamiento o emocionales de la niña o el niño [...] La magnitud de las consecuencias identificadas
en muchos de estos estudios es considerable, aunque es importante subrayar que la mayoría de
las niñas y niños no resultan afectados [...] Estos resultados implican que la cantidad de pro-
blemas de comportamiento atribuibles a la ansiedad prenatal se sitúa en torno a un 15% [...]
Las implicaciones de la investigación son que la ansiedad y el estrés durante el embarazo debe-
rían recibir mayor atención, tanto en beneficio de la propia mujer como con vistas al desarrollo
de su futura hija o hijo [...] Una intervención eficaz para reducir el estrés maternal y/o la ansie-
dad durante el embarazo debería ayudar a disminuir la incidencia de problemas cognitivos y de
comportamiento de los niños [...] Existen pruebas sólidas en la actualidad que muestran que la
ansiedad maternal y el estrés durante el embarazo aumentan considerablemente el riesgo de
consecuencias adversas a largo plazo sobre el desarrollo neurológico de la niña o niño, aunque
la mayoría no resultan afectados» (Glover, et al., 2008).
15 Desde esta perspectiva, quedan todavía muchos capítulos por escribir inspirados por la
Historia de la Sexualidad de Foucault y su planteamiento de las tecnologías del yo.
124 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Creemos llegado el momento de que la filosofía, con la ayuda de las herra-


mientas de género, tenga en cuenta este tipo de investigaciones y resultados, y
preste mayor atención al tipo de ser humano que es una embarazada y un bebé.
Y es que la devaluación de las necesidades, los deseos, las intenciones y los fines
físicos, emocionales, mentales, espirituales, sociales y políticos de las mujeres
transcurre en paralelo con la devaluación de esos mismos aspectos en los bebés.
En nuestra opinión, la filosofía y el pensamiento feministas tienen todavía un
largo camino por recorrer para llegar a una concepción del sujeto embarazado
como sujeto realmente humano. Para empezar, deben cuestionar y criticar la
concepción del embarazo, del parto y del nacimiento como un proceso no ra-
cional que resulta más cómodo situar en el ámbito de la naturaleza que en el de
la subjetividad y la humanidad. Por otra parte, deben alertarnos en contra del
uso de la metáfora del «contenedor» y su «contenido» como una buena forma
de describir la relación entre la mujer embarazada y su bebé. Por último, pue-
den criticar la concepción del bebé como una entidad cuya supervivencia es
preferible promover mediante intervenciones médicas, tecnológicas e institu-
cionales, en vez de facilitando que se disponga del espacio y tiempo libres nece-
sarios para permitir que se establezca el vínculo entre seres humanos.
La revolución del nacimiento continúa estando pendiente. El nacimiento
concierne a todos: todos hemos nacido, y muchos de nosotros nos encontra-
mos de nuevo con el nacimiento cuando nacen nuestros hijos. En este sentido,
el parto es nuestro. El discurso del parto y nacimiento tiene numerosos lugares
ocultos que han sido poco estudiados, analizados o criticados. Estas cuestio-
nes tienen un impacto considerable sobre nuestra visión del mundo y nuestra
forma de vida. La importancia para la filosofía de un tema como la deshuma-
nización del parto merece, sin duda, mayor reflexión.

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PARTE B:
EL CUERPO QUE SE HACE
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO:
LA PRÁCTICA DE LA TECNOLOGÍA
DE LOS IMPLANTES MAMARIOS

EULALIA PÉREZ SEDEÑO

D
ado que el género se asimila convencionalmente al (sexo) cuerpo, és-
te se ha convertido en un locus importante, aunque suponga un desa-
fío al dualismo cartesiano que subordina el cuerpo a la mente. Mien-
tras nuestra tradición epistemológica pretende separar de manera tajante el
racionalismo del sujeto «puro» cartesiano de la corporeidad carnal, el sistema
patriarcal pretende regular y controlar los cuerpos de las mujeres a través de
tecnologías como el aborto o la anticoncepción, a la vez que se objetivizan
esos mismos cuerpos para consumo y deleite sexual por diferentes medios. La
cirugía estética es uno de ellos. En este trabajo, nos centraremos en la tecnolo-
gía de los implantes mamarios (en especial los de silicona), su historia, las po-
lémicas suscitadas en torno a ellos y el público “objetivo” al que se dirige y
ciertos valores subyacentes a las representaciones de la feminidad.
Desde enero de 2007, la cirugía estética es uno de los nuevos ítems que se
computan en el Índice de Precios al Consumo (IPC) español (junto con los
preservativos y en lugar de la leche fresca y la carne de vaca). El IPC es una
medida estadística de la evolución de los precios de los bienes y servicios que
consume la población residente en viviendas familiares en España, se obtiene
132 CUERPOS Y DIFERENCIAS

básicamente del consumo de las familias y la importancia de cada uno de ellos


en su cálculo está determinada por dicho consumo. El hecho de que la cirugía
estética se haya incluido como nuevo ítem del IPC es una buena muestra del
crecimiento e importancia experimentados por esa especialidad en el mundo
occidental. Y prueba de ello es que, según un estudio realizado por la Sociedad
Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE, 2010), el volu-
men económico de las intervenciones de cirugía estética está en torno a los 106
millones de euros anuales, teniendo en cuenta sólo los gastos hospitalarios, sin
contar honorarios profesionales. Ese mismo estudio señala que el coste hospi-
talario medio más elevado corre a cargo de las intervenciones de cirugía corpo-
ral, seguidas de la cirugía de mama, la liposucción y la cirugía facial (aunque en
la gran mayoría de las ocasiones esta última no necesita hospitalización).
La Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SE-
CPRE), que agrupa a la mayoría de los especialistas españoles en cirugía plás-
tica, divide ésta en cirugía plástica reparadora y cirugía plástica estética: «una
especialidad quirúrgica que se ocupa de la corrección de todo proceso congé-
nito, adquirido, tumoral o simplemente involutivo, que requiera reparación o
reposición, o que afecte a la forma o función corporal. Sus técnicas están ba-
sadas en el transplante y la movilización de tejidos mediante injertos y colgajos
o incluso implantes de material inerte»1.
El objetivo de la cirugía plástica reparadora es restaurar o mejorar la fun-
ción y el aspecto físico en piel o partes del cuerpo, como cara, manos y geni-
tales, que han sufrido lesiones causadas por accidentes, quemaduras o enfer-
medades. La cirugía estética, en cambio, se ocupa de pacientes que por lo
general están sanos, para alterar su fisonomía en diferentes aspectos y ade-
cuarla a ciertas normas estéticas que incluyen secuelas producidas por el en-
vejecimiento2. Dicho de otro modo, «la cirugía estética se realiza para mejorar
las estructuras normales del cuerpo con intención de aumentar el atractivo del
paciente y su autoestima»3.
Millones de personas en todo el mundo, sobre todo mujeres, se someten a
operaciones de mayor o menor calado para realizarse liftings faciales, curas de
botox, aumento o elevación y moldeado de senos, reducción de abdomen o li-
posucciones. Los últimos datos de que disponemos provienen del estudio ya
mencionado, promovido por el Capítulo de Estética de la SECPRE (SECPRE,
2010). Dicho estudio se basa en una encuesta realizada entre junio y agosto de

—————
1 Tomado de la página web de dicha Sociedad, fundada en 1956: http://www.secpre.org/
index.html (consultada el 1 de septiembre de 2009).
2 Ibidem (último acceso, mayo de 2011). El subrayado es mío.
3 Ibidem (último acceso, mayo de 2011). El subrayado es mío.
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 133

2010 a unos 300 gerentes de hospitales y clínicas privadas, para valorar cuáles
fueron los tipos de intervenciones más demandadas, el género y edad de los
pacientes que se sometieron a las mismas, así como el coste económico y la in-
fluencia de la crisis en la especialidad durante el año 2009.
Según este estudio, en 2009 se hicieron en España 105.000 intervenciones
de cirugía estética, lo que la «consolida como cuarto país en número de inter-
venciones» (ibidem). La cirugía más demandada es la facial, que incluye dife-
rentes intervenciones como la blefaroplastia, la rinoplastia, la otoplastia y los
liftings o estiramientos. Pero, a nivel individual, la operación de cirugía estéti-
ca más realizada es la liposucción (20.069 operaciones), seguida del aumento
de mamas4 (18.516) y, a bastante distancia, la cirugía de párpados (7.262), de
la nariz (5.701) y la abdominoplastia (4.352). Si tenemos en cuenta que la ci-
rugía de la mama es prácticamente una opción sólo para mujeres, mientras
que la liposucción es demandada por ambos sexos, vemos que es la cirugía es-
tética más demandada por las mujeres y es la preferida en las menores de 30
años: nuestro país «vive el “boom” de los implantes mamarios entre las jóve-
nes» (SECPRE, 2010).
¿Cuál es el significado de estas tecnologías? Podemos considerar que la
tecnología es un producto o la expresión o encarnación de la actividad huma-
na que contiene conceptos, así como estructuras económicas, sociales y políti-
cas (Bell, 1986), y también que son instrumentos que refuerzan significados
(Haraway, 1991). Dicho de otro modo, la tecnología es una manifestación de
la sociedad, el momento histórico hecho material. Además, la tecnología me-
dia en la domesticación de las mujeres, una domesticación que es alimenticia
(qué dietas y alimentos son más saludables y permiten obtener una “mejor” fi-
gura); comercial (ropa o accesorios “imprescindibles” en el fondo de armario,
pero también prótesis o injertos) o estética (maquillajes u otros productos o
implantes para embellecer la cara, lucir mejor bronceado o un cuerpo perfec-
to). Todos estos tipos de domesticación están tecnológicamente mediados y
atravesados de muchos significados políticos, sociales y económicos. La histo-
ria de la tecnología de los implantes mamarios es la historia de la construcción
de esos significados.
Las afirmaciones de Bell y Haraway apuntan a dos opciones diferentes; por
un lado se insiste en la construcción social de la tecnología y, por otro, en el
determinismo tecnológico de la sociedad, pero, ciertamente, el análisis de la
práctica tecnológica de los implantes mamarios apunta a la tensión existente
entre ambas posturas y a una co-construcción tecnología/sociedad. Por ejem-
—————
4 El aumento de mamas supone el 62% de las cirugías de mama, que incluyen reconstruc-
ción tras mastectomía, maxtopexias, etc.
134 CUERPOS Y DIFERENCIAS

plo, podemos considerar que los cirujanos plásticos invirtieron su tiempo y re-
cursos en los implantes mamarios porque había una demanda de esos artefac-
tos, pero también que la propia existencia de dichos implantes y los esfuerzos
de los cirujanos que los desarrollaron promovieron la demanda.
Los implantes mamarios se utilizan en los siguientes procedimientos qui-
rúrgicos: el aumento de un pecho considerado pequeño, la reconstrucción de
un pecho amputado por una mastectomía necesaria por una enfermedad
(fundamentalmente cáncer de mama) o por una mastectomía profiláctica (es
decir, la eliminación de tejido de un pecho saludable y de masas benignas por
la posible amenaza de una enfermedad futura), y como parte de la cirugía de
cambio de sexo. Estos procedimientos difieren, al menos, en cuatro aspectos:
en las indicaciones, en la población de pacientes en los que se utilizan, en la
retórica usada y en la aceptación, mayor o menor según épocas y colectivos.
Pero también tienen muchas cosas en común. Las demandas de cada proce-
dimiento conforman un desarrollo cíclico de esta tecnología, pero según el
procedimiento obtiene popularidad, la aplicación de la tecnología se extiende
a nuevos colectivos, provoca más innovación y modificación e introduce más
oportunidades para la desilusión. Además, estas tecnologías no son usadas en
periodos distintos; por ejemplo, las inyecciones de parafina se usaron hasta fi-
nales de los años 70, los implantes de gel de silicona incorporaron capas de
espuma y, en la actualidad, la cirugía reparadora también mueve tejidos de
una parte del cuerpo a otra.
Sin embargo cada tecnología tiene su momento ascendente y de declina-
ción. Su introducción está acompañada de grandes promesas a las que les si-
gue un periodo de revisión debido a los problemas que plantea su uso. Final-
mente la tecnología pierde su dominio y es suplantada por la siguiente
innovación. Este ciclo de innovación-modificación-desilusión se da muchas
veces en la historia de los implantes mamarios. En este trabajo nos centrare-
mos fundamentalmente en las dos primeras diferencias y en las semejanzas.
Para ello, analizaremos diversas cuestiones que se han planteado a lo largo de
la historia de esta práctica tecnológica, examinando su regulación y los signifi-
cados de la tecnología a lo largo del tiempo, lo que incluye, necesariamente,
los valores implícitos en la idea de feminidad que apoya.
La evolución de la práctica de los implantes mamarios ha seguido la pauta
de otras tecnologías que obran sobre los cuerpos de las mujeres (por ejemplo,
las técnicas de reproducción asistida, fundamentalmente la fecundación in vi-
tro), practicadas sin ensayos en animales, ni clínicos, previos, y sin un segui-
miento continuado, como veremos. La historia del desarrollo de esos implan-
tes y algunos de los debates surgidos en torno a ellos muestran que la
introducción y expansión de esta tecnología no ha estado, ni está, exenta de
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 135

polémica. Para entender todo ello debemos examinar cómo determinados ac-
tores construyeron estos significados. Entre los actores, necesariamente esta-
rán los cirujanos plásticos, los fabricantes de implantes, la Food and Drugs
Administration (FDA) estadounidense o la Agencia Española del Medicamen-
to y Productos Sanitarios (AEMPS5), así como la UE, los medios de comuni-
cación y las propias mujeres.
Los implantes mamarios actuales no surgieron de la nada. Son más bien
una más de una serie de tecnologías que se retrotraen a finales del siglo XIX.
El cirujano austriaco R. Gersuny sugirió que se podría utilizar una mezcla de
parafina y aceite de oliva para inyectarla subcutáneamente en aquellos lugares
que necesitaran reconstrucción, como por ejemplo heridas o cicatrices en la
cara y en el cuello. En 1899, Gersuny injertó parafina en el pecho de una mu-
jer, aunque no se sabe qué problema tenía (Jacobson, 2000). En 1895, el ciru-
jano alemán Vincenz Czerny trató a una cantante de ópera que tenía una mas-
titis y un adenofibroma en el pecho izquierdo, eliminando el tejido afectado y,
para evitar que la mujer tuviera senos asimétricos, le hizo un injerto utilizando
su propio tejido adiposo, obtenido de un lipoma —un tipo de tumor benig-
no— de su espalda (Bondurant, Ernster, y Herdman, 1999; Elizondo Tijerina
et al., 2008). El fracaso de este procedimiento llevó a pensar en otras alternati-
vas, como la ya mencionada parafina, o también cera, bolas de vidrio, marfil o
cartílago, entre otros, en el interior o por debajo de la glándula mamaria. Con
la ayuda de la recién nacida industria química se probaron nuevas sustancias,
como el polietileno, el polivinilo, o el teflón, entre otras, que se injertaban en
forma de virutas o esponjas, pero los casos de intolerancia abundaron y obli-
garon a los fabricantes a retirar todos los implantes colocados. El descubri-
miento de las siliconas hizo renacer nuevas esperanzas. Pero el método de re-
lleno con silicona líquida empleado para su colocación generaba dispersión,
movilidad incontrolable y ocasionaba peligrosos efectos secundarios para el
—————
5 Es un organismo autónomo del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad «res-
ponsable de garantizar a la sociedad, desde la perspectiva de servicio público, la calidad, segu-
ridad, eficacia y correcta información de los medicamentos y productos sanitarios, desde su in-
vestigación hasta su utilización, en interés de la protección y promoción de la salud de las
personas, de la sanidad animal y el medio ambiente». A la Subdirección General de Productos
Sanitarios le corresponden las funciones relativas a la evaluación de la idoneidad sanitaria y de
la conformidad con la reglamentación de los productos sanitarios, cosméticos, productos de hi-
giene y biocidas de uso clínico y personal, las de autorización, certificación CE de conformidad
y registro de dichos productos y de sus empresas fabricantes e importadoras, así como las ac-
tuaciones de vigilancia y control del mercado a realizar sobre los mismos, las de evaluación y au-
torización de investigaciones clínicas con productos sanitarios y autorizaciones expresas de im-
portación y/o utilización de dichos productos en interés de la salud». www.aemps.gob.es
(acceso en abril de 2011).
136 CUERPOS Y DIFERENCIAS

organismo. Como es lógico, este resultado contraindicó su aplicación en forma


líquida o gelatinosa y determinó la elección de las prótesis sólidas (Elizondo
Tijerina et al., 2008; Jacobson, 2000).
En el año 1963, Cronin y Gerow (1964) presentaron un nuevo modelo de
prótesis que consistía en una bolsa de paredes compuestas por una fina lámina
de silicona sólida, rellena con cantidades variables del compuesto en forma
gelatinosa. Dicha presentación anulaba los graves problemas generados por la
silicona líquida y al tiempo permitía reproducir la forma, volumen y consis-
tencia de un seno normal. Este modelo, aunque con modificaciones, aún se
mantiene. Sus «resultados fueron satisfactorios y condujeron al estudio más
profundo de este material sintético. Su combinación con la presentación en
gel, la poca reacción orgánica, consistencia blanda y mejoramiento en las téc-
nicas quirúrgicas para su colocación a través de incisiones cada vez menores y
las disecciones subglandulares y submusculares, hicieron de las prótesis de si-
licona el material por excelencia en la mamoplastia de aumento» (Elizondo
Tijerina et al., 2008, pp. 5-6). Pero las cosas no son tan simples como conside-
ran o presentan muchos cirujanos.
Cuando se comercializaron los implantes mamarios, bien los primeros de
parafina, etc., o los de gel de silicona, no existía ningún organismo que anali-
zara y evaluara su adecuación, seguridad, riesgos o viabilidad. Todo dependía
de las publicaciones de los resultados de los que informaban los médicos ci-
rujanos y de las indicaciones de los fabricantes de implantes. La Food, Drug
and Insecticide Administration, que pasó a denominarse Food and Drug Admi-
nistration (FDA) en 19306, es el organismo encargado de regular los alimen-
tos, fármacos y otros dispositivos o “artefactos” sanitarios. En el año 1976, se
promulga la ley que confiere a la FDA la autoridad de regular los aparatos
médicos y, a partir de entonces, dicho organismo comienza a mostrar interés
por los implantes mamarios. En esos momentos, era tan enorme el volumen de
evaluaciones a realizar, que la agencia permitió que muchos de los dispositivos
siguieran en el mercado hasta que se completaran las revisiones: los implantes
mamarios se consideraban por lo general menos importantes y con menor
prioridad que otros aparatos que podían salvar vidas como, por ejemplo, las
válvulas coronarias.
Los fabricantes y los cirujanos plásticos no eran conscientes de la amenaza
potencial que la regulación gubernamental suponía para los implantes, pues
—————
6 Theodore Roosevelt firma en 1906 la Ley de Alimentos y Fármacos Puros, que autoriza al
gobierno federal de EE.UU. a inspeccionar las empresas de alimentación y obliga a los fabrican-
tes a especificar la lista de ingredientes. En 1927, la «Oficina de Química», encargada de hacer
cumplir dicha ley, se reorganiza en dos entidades y la FDIA se encarga de las regulaciones.
www.fda.gov/AboutFDA/WhatWeDo/History/default.htm (acceso, julio de 2010).
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 137

creían que, como expertos, desempeñarían un papel central en la elaboración


de esa política. Al comienzo fue así, pues hasta finales de los años ochenta la
FDA confió en gran medida en ellos para examinar y evaluar los implantes.
Pero en los años noventa surge, sobre todo en EE.UU., un debate sobre la
desregulación, pues se consideraba que la producción normativa del estado
social e intervencionista era «sobreabundante cuantitativamente hablando,
exageradamente compleja, no orgánica, tecnicista, minuciosa, rígida» (Majone
y La Spina, 1993, p. 199). En este clima anti-regulador se consideraba que man-
tener algunas políticas y agencias reguladoras podía conllevar enormes costes,
una reglamentación económicamente ineficiente y comprometedora de la di-
námica de la competencia (ibidem, p. 200). En la medida en que la propia
existencia de la FDA se veía amenazada, los implantes mamarios se convirtie-
ron en una cuestión mediante la que la agencia podría afirmar su autoridad.
A finales de los años setenta, los científicos y los médicos habían comenza-
do a expresar su preocupación sobre la seguridad de los implantes mamarios
de silicona, que hicieron llegar al comité asesor de la FDA en el año 1978. A
comienzos de los años ochenta ya se conocían o sospechaban la mayoría de los
riesgos que condujeron a eliminar los implantes de gel de silicona del merca-
do, y en 1988 se propuso una norma reguladora7. Diversos estudios indepen-
dientes, tras examinar la efectividad y resistencia de la silicona, habían mos-
trado que estos implantes se desintegran con el tiempo.
Algunas de estas investigaciones advertían del fallo de la mitad de estos
implantes a los 10 años y de que tres cuartas partes de los que pasaban de esa
fecha se rompen antes de los veinte años.
Así pues, los implantes mamarios no duran toda la vida, y las mujeres nece-
sitan operaciones adicionales que reemplacen los implantes defectuosos. La
ruptura de estos implantes es obvia, pero las roturas de los implantes de gel de
silicona a veces son «silentes», es decir, no hay síntomas o signos evidentes de
que se hayan roto. Además, la cirugía que se necesita para quitar los implantes
es más complicada que la que se efectúa para implantarlos por primera vez,
pues, aunque el implante no se haya roto ni gotee, «el estiramiento y la flaci-
dez resultantes que pueden producirse pueden ser estéticamente inacepta-
bles» (Wood y Spear, 2007) y puede que sea necesaria una elevación del pe-
cho o cirugía reconstructiva para que los senos se asemejen a los que había
antes de los implantes. Además, hay otro problema potencial que tiene que
ver con la detección del cáncer de mama, pues las presiones ejercidas en las
mamografías pueden producir rotura de los implantes. Finalmente, hay una
complicación más común y que no es menor, a saber, la contractura capsular,
—————
7 FDA, 1992.
138 CUERPOS Y DIFERENCIAS

esto es, cuando los pechos están duros de forma innatural hasta el punto de
que duelen y tienen una apariencia anormal, exigiendo a veces que se operen
de nuevo y que se quiten los implantes. Además, los implantes empezaron a
asociarse a cánceres, enfermedades autoinmunes, sistémicas, etc. (ibidem).
Una de las cosas que debemos tener en cuenta es que un riesgo desconoci-
do no es lo mismo que la inexistencia de riesgo alguno, y todavía hay muchas
cosas que no conocemos sobre los implantes mamarios. Y lo que es más im-
portante, los estudios clínicos de los implantes mamarios actuales sólo siguen
a las pacientes durante los tres o cuatro primeros años después de la opera-
ción, aunque los implantes pueden durar hasta 10 años. El resultado es que no
sabemos con seguridad cuánto tiempo duran los implantes y cómo afectan al
cuerpo. Sólo sabemos que muchas mujeres necesitarán someterse a nuevas ci-
rugías en pocos años o a cirugías adicionales por complicaciones y roturas.
En un encuentro del comité asesor de la FDA, se comprobó que las adver-
tencias de los años anteriores eran ahora más urgentes, y un abogado, un in-
geniero que había trabajado para la compañía Dow Corning y otros expertos
testificaron que habían visto documentos judiciales protegidos que indicaban
que los fabricantes estaban ocultando información a la FDA y al público. Hu-
bo audiencias públicas y varias mujeres describieron sus terribles experiencias
con los implantes. En noviembre de 1988 el panel asesor de la FDA sobre los
implantes mamarios manifestó serias dudas acerca de su seguridad y reco-
mendó que la FDA estableciera un registro nacional de mujeres que se habían
sometido a implantes mamarios. Esta propuesta tuvo oposición incluso dentro
de la FDA, pues se consideraba demasiado cara, de utilidad dudosa, y estable-
cía un precedente que podría producir problemas en la propia agencia. Ade-
más la FDA también tenía dudas sobre la viabilidad de dicho registro, dado
que la American Society of Plastic and Reconstructive Surgeons no la apoyaba.
El panel también recomendó un programa obligatorio para informar al públi-
co de los riesgos potenciales de los implantes mamarios, lo que incluía el con-
sentimiento informado antes de la cirugía. Sin embargo, como se pensaba que
los cirujanos plásticos y los fabricantes se opondrían a un programa obligato-
rio, se optó por desarrollar un programa voluntario. En enero de 1989, la
FDA anunció que editaría un folleto y vídeos para informar a las mujeres de
los riesgos de los implantes, antes de que se sometieran a esa cirugía. Esos fo-
lletos y vídeos debían distribuirse de manera voluntaria en las consultas de los
cirujanos plásticos e iban a ser elaborados y consensuados por un grupo diverso
de veintitrés personas que incluía representantes de las organizaciones de con-
sumidores y usuarios, fabricantes y profesionales de la salud. Cada uno de ellos
tenía derecho a veto sobre cualquier decisión, por lo que, debido a los desa-
cuerdos acerca de lo que debían decir los materiales, nunca se completaron.
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 139

Hacia 1990 un millón de mujeres se había sometido a implantes mamarios


y ese número aumentaba diariamente, pero la FDA no exigía que los fabrican-
tes evaluaran su seguridad y no se habían publicado estudios empíricos que
consideraran sus efectos sobre la salud humana. Fue en 1991, presionada por
las audiencias que se habían llevado a cabo en el Congreso y el Senado y por
los informes en los medios de comunicación sobre enfermedades y complica-
ciones, cuando la FDA exigió a los fabricantes de implantes mamarios de gel
de silicona que realizaran y les remitieran estudios sobre su seguridad. Los
científicos de la FDA indicaron que los estudios eran inadecuados, pues in-
cluían pocas mujeres, las mujeres que tenían implantes los llevaban desde ha-
cía poco y el seguimiento de estas mujeres dejaba mucho que desear8. La le-
gislación norteamericana exige que los productos que se van a vender en los
Estados Unidos sean seguros y efectivos, pero no se requiere que se pruebe o
demuestre que los productos son seguros para sacarlos del mercado. La FDA
no podía concluir acerca de la seguridad o efectividad debido a los defectos
que presentaban las investigaciones; sin embargo, hubo enormes presiones
por parte de los fabricantes, los cirujanos plásticos y sus representantes en el
Congreso para que se mantuvieran en el mercado los implantes mamarios.
En 1992 se llegó al compromiso de mantener los implantes de gel de sili-
cona como «necesidad de salud pública», limitando su disponibilidad a los
ensayos clínicos, primariamente para mujeres que hubieran sufrido mastecto-
mías, deformidades mamarias o para reemplazar los implantes rotos. Desde
entonces, se exigía que cualquier mujer a la que se le insertaran implantes de
gel de silicona fuera evaluada por su cirujano plástico como parte de un estu-
dio. En el año 1999 la McGhan Medical Corporation (ahora INAMED) puso
diversos anuncios9 en los periódicos buscando mujeres que quisieran partici-
par en un estudio de 10 años para determinar la seguridad de esos implantes
de silicona y que habría sido promovido antes de que la FDA permitiera la
comercialización y la salida al mercado de dichos implantes.
—————
8 FDA, 1992.
9 El texto decía lo siguiente: « McGhan/INAMED Medical Corporation, líder global en la
tecnología de implantes mamarios, busca participantes en un ensayo clínico de implantes mamarios
rellenos de silicona. Usted puede ser candidata si está pensando en someterse a cirugía por:
* Aumento de pechos normales
* Reconstrucción mamaria tras mastectomía
* Sustitución de implantes mamarios existentes
El propósito de este estudio es recoger datos a largo plazo sobre la seguridad y eficacia de
los implantes mamarios rellenos de silicona. La participación exigirá visitas anuales a la oficina
durante diez años.
Se proporcionará una compensación limitada por cada visita (100$ por visita, aumentando
gradualmente hasta los 200$ en la visita del décimo año.»
140 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Según un estudio efectuado con 344 mujeres10, el 67% —que ni siquiera


habían mostrado síntomas de enfermedad o problemas con sus implantes—
tenía al menos un implante roto, lo que se constató merced a las resonancias
magnéticas efectuadas. También se descubrió que los implantes más «moder-
nos» son más frágiles —un 79% de los que tenían entre 11 y 15 años se habían
roto— porque los fabricantes habían pasado de un gel grueso a uno más fino,
con mayor sensación de naturalidad pero también más riesgo de filtración. Pe-
ro el hecho más preocupante es que en un 21% de los casos el gel se salió de
la prótesis y pasó a otras partes del cuerpo sin que exista la seguridad de que
ello no vaya a tener consecuencias más o menos graves.
Los cirujanos plásticos y los fabricantes, para los que los implantes se ha-
bían convertido en un negocio lucrativo y competitivo, tenían prisa por pro-
ducir una nueva generación de implantes. Al igual que los anteriores, estos
implantes no fueron sometidos a ninguna prueba científica antes de que llega-
ran al mercado. Ciertas características de la nueva tecnología, sobre todo sus
envolturas más finas y los geles más flojos, ofrecían las posibilidades necesarias
para que las cosas fueran mal. Justo después de la introducción de estos nue-
vos implantes empezaron a surgir en la literatura médica informes de enfer-
medad sistémica vinculada a estos aparatos.
En enero de 2004, la FDA anunció que no aprobaría los implantes de sili-
cona, dado que no había datos sobre su seguridad a largo plazo. Sin embargo,
en abril de 2005, la FDA se reunió una vez más de forma pública para consi-
derar si se aprobaban los implantes de gel de silicona, teniendo en cuenta los
mismos datos que había rechazado un año antes. En noviembre de 2006,
anunció que se aprobaban los implantes de gel de silicona fabricados por dos
empresas, Allegan y Mentor. Según Daniel Schultz, director del centro de sa-
lud radiológica de la FDA, esta decisión se tomó después de una exhaustiva
investigación clínica en mujeres que habían sido observadas durante más de
cuatro años, en las que se determinaron los beneficios y riesgos de este pro-
ducto. Como los estudios seguían adoleciendo de algunos de los defectos de
los anteriormente realizados, la aprobación estaba condicionada a que cada
uno de los fabricantes efectuara, durante 10 años, un estudio con unas 40.000
mujeres con implantes de gel de silicona. A la vez, la FDA estableció que este
tipo de implantes no se utilizara en mujeres de edad inferior a los 22 años11.
Lo más notorio de la controversia sobre los implantes en la FDA es todo lo
que se discutió en términos de riesgo y de daño. En las noticias de la época se
puede ver a las llorosas víctimas de la silicona, los portavoces de las empresas
—————
10 Publicado en el Journal of Rheumatology, mayo de 2001.
11 www.fda.gov/CDRH/breastimplants (acceso, febrero de 2011).
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 141

negando, informes de investigadores enfrentados y cirujanos plásticos defen-


diéndose (Jacobson, 2000). La impresión que dieron los medios de comunica-
ción, debido a cómo simplificaron las razones que la agencia tenía para su de-
cisión, era que los dispositivos habían sido considerados demasiado peligrosos
para el mercado. En esta atmósfera, los implantes mamarios se convirtieron en
el ejemplo en las discusiones de los límites de la protección social y las vías pa-
ra la compensación individual, lo que nos lleva a reflexionar, como haremos
más adelante, acerca de las necesidades sociales y los deseos individuales.
Desde 1992 el significado de la tecnología se ha reconstruido de nuevo y la
industria ha desembolsado enormes cantidades de dinero para evitar juicios
colectivos. Por ejemplo, Dow Corning, uno de los principales fabricantes de
implantes mamarios de silicona, se declaró en suspensión de pagos en 1995
para protegerse de la acción judicial de casi 200 querellas presentadas por
mujeres afectadas por prótesis defectuosas (Caplan, 1997)12. Finalmente, en
2004 Dow Corning comenzó a indemnizar con más de 2,35 billones de dólares
a las cientos de demandantes por «años de enfermedades, dolor crónico y ci-
rugías correctoras, a las que no se les habían notificado de manera adecuada
los peligros asociados a los implantes mamarios... La publicidad que rodea el
acuerdo ayudará a informar a las mujeres sobre los graves riesgos que implica
la cirugía de los implantes mamarios»13.
Entre 1992 y 2006, los implantes de gel de silicona estuvieron prohibidos
en España y se sustituyeron por los elaborados con aceite de soja e hidrogel,
pero volverían a utilizarse. Alergan es el laboratorio americano pionero en
prótesis mamarias de Macghan y Mentor, las únicas aprobadas en Estados
Unidos y homologadas por la Unión Europea: «Se ha comprobado que las
prótesis de silicona, en caso de romperse, no se desplazan, ya que son cohesi-
vas, no fluidas y además resultan mucho más naturales al tacto. No pierden
volumen con los años y no existe ninguna enfermedad asociada a ellas. De he-
cho, la incidencia de cáncer es la misma en una mujer con prótesis que en otra
sin ellas», puntualiza el cirujano plástico Pedro Arquero14.
«Hoy en día, las prótesis mamarias están rellenas de gel de silicona viscoso,
lo que impide, en la mayoría de los casos, el escape, y, en caso de rotura, que
éste se expanda. Aun así, los datos determinan que son dispositivos muy segu-
ros, ya que el índice de rotura a los cinco años es menor del 2%», asegura el
Dr. Porcuna, ex presidente de la SECPRE15. Las posibilidades de rotura,
—————
12El País, 16 de mayo de 1995.
13www.now.org/issues/health/060104settlement.html y el acuerdo de Dow Corning en
www.dcsettlement.com (último acceso, enero 2011).
14 El Mundo, viernes 14 de Marzo de 2008.
15 Nota de prensa presentando el XLIV Congreso de la SECPRE, 10 de junio de 2009.
142 CUERPOS Y DIFERENCIAS

aunque pocas, pueden producirse, bien por desgaste, por la realización de una
mamografía en donde se aplaste mucho la mama, o por un traumatismo, como
el provocado por el cinturón de seguridad en un accidente de coche, entre
otros. «Realmente, lo normal es que las prótesis actuales duren más de veinte
años; aun así, es importante realizarse las revisiones, ya que el 85% de las
mujeres que han sufrido una rotura no lo saben ni lo notan hasta que se lo
comunican en una prueba diagnóstica. Pueden sentir pequeñas molestias du-
rante algunos días, pero luego se les pasa», explica el Dr. Porcuna. «Desde la
SECPRE, queremos tranquilizar a las pacientes, ya que, en la mayoría de los
casos, la rotura de una prótesis mamaria no es una urgencia quirúrgica. En ca-
so de producirse, se puede organizar la intervención con un cirujano en un
plazo de tiempo determinado, siempre y cuando la paciente tenga cuidado de
no realizar acciones que provoquen el aplastamiento de la mama», concluye el
experto (ibidem).
En el mismo sentido se manifiesta el Dr. Javier Mato Ansorena. En una en-
trevista concedida a DSalud en 2006, afirma que «las prótesis de silicona ac-
tuales que se colocan en nuestro país son trilaminares (es decir, tienen tres lá-
minas en lugar de una) y están texturizadas, por lo que las posibilidades tanto
de filtración como de rotura son muy pequeñas... No hay evidencia alguna de
que incluso en tales casos la silicona provoque daños en el organismo»16. En la
misma entrevista, el Dr. Mato Ansorena niega rotundamente que exista rela-
ción entre la silicona y un posible cáncer, como algunas informaciones —a su
juicio, malintencionadas— han pretendido hacer creer: «Los datos de ese es-
tudio de la FDA deben estar efectuados con mujeres cuyas prótesis tienen más
de diez años y construidas con material de un grosor mucho más fino que las
actuales y de menor calidad. Nosotros hemos realizado nuestros propios estu-
dios y si utilizamos preferentemente las de silicona es porque son las que me-
jor garantía y menores riesgos para la salud tienen entre todas las prótesis exis-
tentes» (ibidem).
Desde 2004, los implantes de mama de silicona pasan las nuevas exigencias
de control de la Agencia Europea del Medicamento (EMEA) y de la AEMPS,
con lo que, desde el punto de vista de la seguridad, tienen el mismo nivel de
requerimiento que, por ejemplo, las prótesis de cirugía cardiaca.
Asimismo, en el año 2000, un estudio realizado por expertos españoles de
la Escuela Nacional de Sanidad (epidemiólogos, oncólogos y expertos en tec-
nologías sanitarias), a petición del Parlamento Europeo, descartaba relación
—————
16
Hay que señalar las controvertidas opiniones sobre la competencia del cirujano en cuestión
que sus pacientes/clientes vierten en algunos foros: http://foro.enfemenino.com/forum/chirurgie/
__f5650_chirurgie-Doctor-mato-ansorena.html (consultado en julo de 2011)
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 143

alguna entre los implantes mamarios de silicona y el cáncer, o las enfermeda-


des autoinmunes y neurológicas, como algunas afectadas denuncian activa-
mente, desde hace años, en todo el mundo. Según afirman, los problemas que
sí provocan estos productos parecen más relacionados con la forma en la que
se realiza la intervención quirúrgica que con la propia prótesis. Este equipo
español ha sido ahora designado por el Parlamento Europeo para averiguar
qué hay detrás de las 2.000 denuncias de mujeres recibidas en esta institución
que achacan sus problemas de salud a los implantes que en su día se hicieron.
Su propósito es que se prohíban en Europa. Al miedo al cáncer se han suma-
do últimamente otras preocupaciones, como problemas neurológicos o reac-
ciones autoinmunes, que las denunciantes, organizadas en asociaciones de au-
toayuda en toda Europa, se aplican en dar a conocer al gran público. A pesar
de las posibles deficiencias metodológicas de las investigaciones analizadas, los
investigadores asumen con rotundidad que el riesgo de cáncer, de enfermeda-
des autoinmunes o del tejido conectivo no aumenta con la silicona, pues estas
enfermedades «aparecen con la misma frecuencia en la población con implan-
tes y en la población sin ellos». Advierten que hay en marcha estudios para
desestimar riesgos a más largo plazo, pero afirman que «parece haber suficien-
tes, consistentes y convincentes estudios que apoyan la conclusión de que no
hay asociación entre el cáncer de mama y los implantes».
Sin embargo, a pesar de todos estos parabienes y alabanzas, la FDA advier-
te, en su página web17, sobre los implantes mamarios: señala que los implantes
mamarios no duran toda la vida; que, cuanto más tiempo se tengan, mayor es
la probabilidad de que haya que eliminarlos, mayor la posibilidad de sufrir
complicaciones locales y resultados adversos, entre los que se encuentran de
forma más común la contractura capsular, reoperación, extracción del implan-
te y ruptura o desinflado del implante, arrugas en los implantes, asimetría, ci-
catrices, dolor e infección en la zona de incisión, por todo lo cual serán nece-
sarias cirugías adicionales (reoperaciones). Además, incluye una larga lista de
riesgos, entre los que destacamos los siguientes: asimetría, dolor de senos,
atrofia del tejido de mama, calcificación o depósitos de calcio, contractura
capsular, deformidad de la pared torácica, deflación, retraso en la curación de
heridas, extrusión, hematomas, lesiones o daños iatrogénicos, infecciones (in-
cluyendo el síndrome de shock tóxico), inflamación o irritación, linfedema o
linfadenopatía, malposición o desplazamiento, necrosis, cambios en la sensibi-
lidad del pezón o la mama, palpabilidad, ptosis, enrojecimiento o hematomas,

—————
17 www.fda.gov/MedicalDevices/ProductsandMedicalProcedures/ImplantsandProsthetics/
BreastImplants/ucm064106.htm Consultado en julio de 2011.
144 CUERPOS Y DIFERENCIAS

ruptura, seroma, erupciones en la piel, tamaño o apariencia insatisfactorio, vi-


sibilidad del implante a través de la piel y arrugas.
De hecho, hace poco han vuelto a surgir problemas, aunque las webs y ex-
pertos consultados los minimizan, si no los ignoran. En marzo de 2010, la
AEMPS indicó a los centros y profesionales sanitarios que debían interrumpir
la implantación de las prótesis mamarias de gel de silicona18 Poly Implant
(PIP), pues su uso conlleva un «posible aumento de casos de rotura e inflama-
ciones locales». La advertencia venía dada por la información procedente de
las autoridades sanitarias francesas19 de que los implantes estaban siendo fa-
bricados con un gel de silicona “diferente” del que había sido evaluado y
aprobado por el organismo correspondiente.
Además, en enero del año 2011 la FDA emitió un comunicado de seguri-
dad sobre el linfoma anaplásico de células grandes (ALCL) en las mujeres que
tenían implantes mamarios. Basándose en la revisión de la literatura científica,
la FDA manifestaba que las mujeres que tienen implantes pueden tener un
riesgo algo mayor de desarrollar esta enfermedad que las mujeres que no los
tienen.
También han experimentado variación y resignificación las indicaciones
para las que se recomiendan estas tecnologías. En las primeras tecnologías de
implantes, las inyecciones de parafina o los trasplantes de tejido, los cirujanos
que realizaban las operaciones raras veces explicitaban para qué estaban indi-
cadas, centrándose en los aspectos técnicos de los procedimientos. Sólo a ve-
ces ofrecían algunas justificaciones remitiendo a la infelicidad e insatisfacción
de las mujeres con sus cuerpos. Con la llegada de los implantes de esponjas
sintéticas, hacia 1950, se amplía el potencial del uso de la tecnología, y las in-
dicaciones se convierten en ciertos síndromes: hipomastia, esto es, pechos pe-
queños (a la que también se llama hipoplasia y micromastia), en los casos de
aumento, y síndrome de post mastectomía en los casos de reconstrucción. Se
consideraba que cada diagnóstico era un complejo psicológico, sentimientos
de feminidad inadecuada resultantes de anatomía inadecuada. Cuando se em-

—————
18 Existen otros dos tipos de implantes mamarios, por ejemplo, los salinos y los de soja. Por
lo general, los expertos europeos han preferido los implantes de gel de silicona a los de suero
salino porque éstos últimas son más duros, suenan, se rompen a su juicio más fácilmente y no
tienen un aspecto tan natural como los de silicona. Los implantes de soja también han suscitado
controversias y en el año 2000 se retiraron del mercado español después de ser estudiados por
un comité del que formaban parte la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y
Estética, la Asociación Española de Cirugía Estética, la Comisión Nacional de Cirugía Plásti-
ca y Reparadora del Consejo Nacional de Especialidades Médicas y el Instituto Nacional de
Toxicología.
19 Estas prótesis son fabricadas por la empresa francesa Poly Implant Prothese.
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 145

pezaron a practicar mastectomías profilácticas, los cirujanos plásticos intenta-


ron construir la necesidad de una indicación física aludiendo a la “enfermedad
fibrocística” cuando, en realidad, ése es un término comodín para los nódulos
y bultos benignos en el pecho; así se podía establecer la mastectomía subcutá-
nea, con la inmediata reconstrucción, como prevención primaria contra el
cáncer de pecho. Según las variaciones en tamaño y forma del pecho se con-
virtieron en «enfermedades», los cirujanos plásticos ofrecieron como trata-
miento los implantes mamarios. Estos intentos por legitimar la tecnología de
los implantes estaban vinculados con los esfuerzos de los cirujanos plásticos
por establecer la legitimidad de su profesión.
En los años 60, la introducción de la nueva tecnología del implante de gel
de silicona, e importantes cambios sociales (incluyendo el aumento del movi-
miento de mujeres en EE.UU. y el bienestar económico, pero también la
irrupción en el mercado de revistas que exhibían en sus portadas mujeres con
grandes pechos, como Playboy20, Penthouse, la británica Maxim o la española
Interviú21) convergieron para proporcionar otras formas de justificación o le-
gitimación.
Cada vez más los cirujanos plásticos promovían la cirugía mamaria estética
como algo plenamente justificado para una serie de indicaciones: psicológicas,
sociales y económicas. En el artículo en que Cronin y Gerow daban cuenta de
su innovación queda claro: «Muchas mujeres que tienen un desarrollo limita-
do de pechos son muy sensibles con respecto a ello, en apariencia sintiendo
que son menos femeninas y, por ello, menos atractivas. Mientras que la mayo-
ría de esas mujeres se sienten satisfechas, al menos en apariencia, con “posti-
zos”, probablemente la mayoría de ellas serían más felices si, en alguna medi-
da, pudieran tener el aumento dentro de ellas, placentero. Este deseo natural
ha provocado durante los últimos 10 o 12 años muchos intentos de lograr au-
mento... Mientras muchos de ellos han provocado resultados que podrían ser
placenteros a los ojos, todos se han caracterizado por la dureza, a veces seme-
jantes a una piedra y en todas las veces de una firmeza innatural» (Cronin y
Gerow, 1963). El único problema era que se les tachara de fomentar la vani-
dad de las mujeres, pero, en los años 70, la vanidad se normalizó, y luego se
glorificó. Los pechos bellos —grandes— se convirtieron sólo en otro bien de
consumo. Según se despatologizó la necesidad, aumentó el número de candi-
datas potenciales. Y, cuantas más mujeres querían hacerse la cirugía, los ciru-
—————
20 Fundada en 1953, es la decana de este tipo de revistas, pero tuvo su esplendor en los
años 70.
21 Ésta última difiere de las anteriores en que surge, en 1976, como semanario de actuali-
dad y con partes de periodismo de investigación, pero tiene en común con las anteriores el pro-
tagonismo de mujeres desnudas o semi-desnudas en sus portadas.
146 CUERPOS Y DIFERENCIAS

janos plásticos exigían nuevos requisitos a la tecnología buscando implantes


que parecieran naturales y suaves al tacto.
La mayor parte de la investigación realizada sobre el significado de los im-
plantes mamarios se ha centrado en determinar por qué las mujeres se some-
ten a esa cirugía y qué dice de nuestra sociedad ese deseo. Podemos distinguir
conceptualmente entre deseo y necesidad. Como señala Jacobson (2000), po-
demos caracterizar el deseo como la internalización individual de la sociedad,
y la necesidad como la forma legitimada del deseo. El deseo puede haber pre-
cedido y ayudado a dirigir el desarrollo de la tecnología de los implantes, y dio
como resultado algo llamado necesidad. La existencia de la tecnología necesi-
taba la legitimización de su uso; así la tecnología definió la necesidad. Concep-
tualizar la necesidad como uno de los significados de la tecnología de los im-
plantes nos proporciona una manera de interpretar la polémica sobre los
implantes, donde la necesidad es una cuestión importante aunque no se le die-
ra demasiada publicidad. Mientras el deseo es privado, la necesidad es públi-
ca. Si bien tenemos bastante evidencia sobre la necesidad, no sucede lo mismo
con el deseo. Y finalmente, como lo que se considera legítimo varía en el
tiempo, la necesidad vincula la tecnología a su historia.
Ante la pregunta por las razones que llevan a mujeres “perfectamente sa-
nas” a someterse a esa cirugía, la bibliografía ha dado dos tipos de explicacio-
nes. La primera considera que el deseo individual es una respuesta a las reglas
y constricciones sociales que definen qué es una mujer (lo que podríamos de-
nominar como «la disciplina de los cuerpos» en términos foucaultianos). En
este sentido, no habría tal elección, sino que ese deseo sería simplemente el re-
flejo del mundo que nos rodea (Pauly Morgan, 1991). La otra postura mantie-
ne que esos análisis no consideran a las mujeres como agentes autónomos y las
convierten en víctimas ingenuas que capitulan ante las presiones sociales sin
una verdadera reflexión. Quienes mantienen esto se han centrado en las expe-
riencias de las mujeres que se someten a estas cirugías y sugieren que para
muchas mujeres los implantes y otras cirugías estéticas se convierten en pode-
rosos y empoderados medios de negociar nuevas relaciones consigo mismas y
con los otros. Es decir, sería una forma más de empoderamiento y libertad de
las mujeres. Una y otra posturas plantean problemas. Por un lado, en ambas
parece ser que el individuo es el locus del cambio. Por otro, la referencia a la
sociedad y a la tecnología como dos ámbitos que se coproducen mutuamente
es muy vaga: ¿qué es la sociedad? ¿Dónde está? Esa “sociedad” lo explica to-
do, con lo cual no explica nada. Y, además, la tecnología desaparece en esta
explicación.
Si nos centramos en la instrumentalidad de los implantes, es decir, en los
implantes como artefactos tecnológicos, se puede prestar menos atención a las
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 147

elecciones individuales y más a los propósitos y procesos de los actores con-


cretos en contextos específicos, que coproducen los diversos significados de la
tecnología. Si examinamos cómo se conformaron los significados de los im-
plantes y con qué propósitos, podemos explorar cómo la tecnología conforma
y es conformada por diferentes grupos e instituciones. Plantear el problema
central de este modo nos permite examinar toda la cuestión de los implantes
de una manera que antes no se había analizado: centrar la atención en las cir-
cunstancias que rodean la construcción de significados específicos, sacándola
de la cuestión demasiado simplista que alude a la elección racional. Puede que
haya una búsqueda de un mayor nivel de aceptación por parte de la sociedad,
pero también intervienen la creciente cantidad de cirujanos y clínicas disponi-
bles y la enorme cantidad de información disponible en Internet y la televi-
sión.
Al indagar en los factores que influyen y la motivación que hay para some-
terse a una operación de cirugía estética, las clínicas y asociaciones suelen
afirmar que son muy personales. Sin embargo, algunas afirmaciones dan pistas
acerca de la ideología de las representaciones de la feminidad y sus valores
subyacentes. Algunos cirujanos afirman que la cirugía plástica puede propor-
cionar resultados positivos a nivel emocional y físico, aumenta la autoestima,
etc. «El pecho femenino ha tenido siempre, y tiene en la actualidad, una gran
importancia en la vida de relación de la mujer. Es por ello que el aumento de
pecho ha adquirido una vital importancia: la buena presencia de un pecho bo-
nito y adecuado en tamaño y forma resalta la figura y la estética femeninas»22.
«Es muy importante que a una mujer le guste su propio pecho, por ello esta
operación es una de las que más se realiza, tanto en España como en el resto
del mundo»23. «El pecho femenino ha sido un símbolo de feminidad a lo largo
de la historia y para la mayoría de las mujeres sus pechos tienen un enorme
efecto en su bienestar y en su sentido de la condición femenina»24. «Las ma-
mas son símbolos de la maternidad y de la belleza femenina... Son sin duda
fuente de placer, seducción y sensualidad, de ahí que su forma y tamaño influ-
yan en la vida sexual, autoestima e imagen corporal de la mujer...»25. Es decir,
los pechos son el símbolo de la feminidad. Yuxtaponen sexualidad y materni-
dad. Son un marcador sexual pero también apuntan a su función materna,
aunque ésta apenas se mencione en las páginas web de las clínicas de estética.
Los pechos son el lugar donde los aspectos atomizados de las mujeres —la

—————
22 www.clinicabarragan.es
23 www.clinicalondres.es
24 www.clinicaestetica.com
25 www.forolacirugiaestetica.com
148 CUERPOS Y DIFERENCIAS

madre y la puta, el bien y el mal, la naturaleza y la tecnología— se mezclan y


combinan.
Por otro lado, el testimonio de una paciente de Corporación Dermoestéti-
26
ca es sumamente revelador: «Tengo varios motivos para aumentarme el pe-
cho: unos son aspectos psicológicos y otros más físicos. Siempre he considera-
do que los senos de una mujer son símbolo de feminidad, sensualidad...
Siempre he sentido un complejillo desde los 15 años que veía que mis amigas
se desarrollaban antes que yo, por verme que mi figura no destacaba tanto con
curvas y poco a poco me he ido planteando el tema de la cirugía. Yo me he
esperado a tener hijos porque lógicamente después de la lactancia el pecho se
deteriora bastante. Considero que para mi profesión es muy importante tener
pecho, puesto que va a reforzar mi autoestima, mi confianza... Hoy en día
nuestra sociedad, además, exige una serie de estereotipos y, aunque cueste re-
conocerlo, una imagen vale más que mil palabras. Para mí la operación va a
significar algo muy importante, que va a ser el sentirme más mujer, el realzar
más mi figura, el renunciar a todos los rellenos que se ponen aparte para real-
zar el pecho..., el valorarse y quererse hace que tu entorno se sienta muchísi-
mo más feliz también»27.
Los valores actuales de nuestra sociedad parecen orientarse hacia la juven-
tud y la belleza corporal, en donde un aspecto físico joven y dinámico es pri-
mordial para poder competir en igualdad de condiciones profesionales. Simi-
lar importancia tiene un buen aspecto físico en las relaciones sociales y
afectivas. Influye también la moda, hoy orientada hacia una mayor exposición
del cuerpo y con un determinado patrón de belleza. Estas consideraciones in-
fluyen negativamente sobre la autoimagen corporal que, en definitiva, es la ra-
zón que impulsa a una persona a someterse a una operación de cirugía estéti-
ca.
En apariencia, estos factores afectan por igual a ambos sexos, pero no es
así. La moda, aunque está variando poco a poco, se enfoca fundamentalmente
a las mujeres. Sólo hay que ver, por ejemplo, lo poco que varían las coleccio-
nes destinadas a varones en un determinado periodo de, pongamos, 20 años, y
lo que varían en el caso de las mujeres. O la imagen femenina de mujeres y va-
rones en los últimos 20 años, por ejemplo. Como señalan numerosos estudios
feministas, la cirugía estética «reproduce ideologías de inferioridad sexual y
enseña a las mujeres que sus cuerpos no son suficientemente buenos: son de-
—————
26 Autoproclamada “compañía líder del sector de las clínicas de cirugía estética”, protago-
nizó una famosa salida a Bolsa en julio del 2005 en la que el presidente de la compañía leyó su
discurso rodeado de 50 modelos «vestidas» de enfermeras con grandes escotes y mínimas mini-
faldas.
27 www.corporaciondermoestetica.com/testimonios.html
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 149

masiado gordos, demasiado planos, demasiado viejos o demasiado “étni-


cos”»28. Dicho de otro modo, se está respondiendo a una determinada ideolo-
gía de la representación de la feminidad.
Ahora bien, ¿cuál es esa ideología? ¿Cuáles los valores subyacentes? A pe-
sar de los diversos intentos realizados desde el feminismo (protestas contra los
concursos de belleza, creación de observatorios de la igualdad en la publici-
dad, etc.), muy poco ha cambiado una ideología que sigue valorando a las
mujeres por su apariencia física, apoyada por toda una parafernalia tecnológi-
ca como sujetadores con realces o rellenos de materiales que simulan el movi-
miento «natural» de los senos, fajas, pestañas postizas, pelucas, implantes
mamarios, pero también revistas de moda o de belleza, etc. Una representa-
ción que o idealiza o denigra a las mujeres a través de sus imágenes en los me-
dios de comunicación y que se ha globalizado en las tres últimas décadas. El
deseo de un cuerpo delgado con unos pechos de la talla 100 se convierte en
un deseo apoyado y animado por las fotografías de moda y por las industrias
de belleza, entre las cuales las clínicas de cirugía estética ocupan un lugar im-
portante. Unas industrias de la belleza que han globalizado y estandarizado el
ideal de belleza, así como el objeto de deseo sexual. Si en la cultura china eran
los pies, en la japonesa la nuca y en la mediterránea las caderas y los glúteos,
los senos son el icono sexual en los países anglosajones. La presión por obte-
ner un cuerpo delgado con unos pechos que no pueden corresponder a ese
peso ha llevado al auge de la cirugía de mamas29.
«La mujer no nace, se hace», decía Simone de Beauvoir. Por eso es un tan-
to problemático qué significa ser mujer. Como señala Haraway (1991, p. 264),
«no existe nada en el hecho de ser “mujer” que una de manera natural a las
mujeres. No existe ni siquiera el estado de “ser” mujer, que, en sí mismo, es
una categoría enormemente compleja construida dentro de contestados dis-
cursos científico-sexuales y de otras prácticas sociales. La conciencia de géne-
ro, raza o clase es un logro forzado en nosotras por la terrible experiencia his-
tórica de las realidades sociales contradictorias del patriarcado, del
colonialismo y del capitalismo». Pero en nuestra sociedad patriarcal las muje-
res son objeto de deseo y se las intenta forzar a construir su identidad en fun-
ción de ese deseo. Una mujer que no reproduzca los cánones estéticos de be-
lleza, es decir, que no sea deseable, apetecible para el hombre, será incompleta
y defectuosa, no natural, no se ajustará a lo que la sociedad espera de ella. La

—————
28 Davis, 2003, p. 81.
29 Y no sólo a ésa, sino que también el botox, los estiramientos, las liposucciónes, etc., son
otras intervenciones que están logrando cada vez más implantación.
150 CUERPOS Y DIFERENCIAS

tecnología permite paliar esas deficiencias. La cirugía estética30 es la solución


tecnológica que se ofrece a las mujeres para calmar su insatisfacción y hacer
uso de su libertad para reestructurar sus cuerpos en función de las demandas
de lo que por su naturaleza exige la sociedad. Esta tecnología se alimenta de la
ideología subyacente de las representaciones de la femineidad, que las propias
mujeres interiorizan y asumen como su propia naturaleza, gracias, entre otros
mecanismos, al ingente aparato publicitario respaldado socialmente (entre
otras cosas, por la idea de que el uso de estas tecnologías es beneficioso y útil
para las mujeres).
Las soluciones que ofrecen estas tecnologías en forma de productos o mer-
cancías conllevan un control de los cuerpos que los somete a tratamientos y
técnicas que precisan de una continua monitorización y medicalización31 de
sus vidas. Éstas se hacen dependientes de las tecnologías en cuanto que nece-
sitan un seguimiento prolongado o una repetición de las mismas intervencio-
nes, como ya hemos comentado. El resultado es que esta tecnología estética ha
creado un deseo de homogeneidad32 racista, clasista y androcéntrica: la mujer
(blanca) sexualmente atractiva para el hombre33. Estas técnicas han logrado
una gran popularidad y se ofrecen como artículos de consumo habitual, como
contribuyendo al bienestar social y personal y que además ayudan a aumentar
la autoestima de aquellas mujeres (aunque también está afectando poco a po-
co a los varones) cuyos cuerpos no son suficientemente buenos: tienen dema-
siadas arrugas o celulitis, labios poco carnosos (considerados poco sensuales),
sus pechos son demasiado pequeños o están caídos.
No se trata aquí de reproducir el debate natural/artificial, ni de desarrollar
un discurso tecnófobo, sino de criticar las formas de perpetuación de la hete-
rodesignación y las identidades androcéntricas asignadas a los cuerpos de las
mujeres. Una crítica que pueda permitir la reapropiación de aquellas tecnolo-
gías que no sean agresivas ni para los cuerpos ni para las identidades, sean
cuales fueren, que las mujeres que opten por ellas quieran asumir o experi-
mentar y permitan escapar de la lógica de dominio.

—————
30Pero también otras tecnologías, como las de reproducción asistida (Pérez Sedeño, 2005).
31Entendiendo por medicalización el proceso en el que cada vez más parte de nuestra vida
cotidiana está bajo dominio, influjo y supervisión médicos (Conrad y Scheiner, 1992), un proce-
so performativo en el que, para que las afirmaciones tengan éxito, han de servir los intereses de
la comunidad médica y de la sociedad en sentido amplio, incluyendo a los grupos que son obje-
to de las afirmaciones (Kohler Riessman, 1988).
32 Artículo de Almudena Grandes en El País Semanal, 17 de julio de 2011.
33 El racismo se aprecia, por ejemplo, en las operaciones que se efectúan las mujeres asiáti-
cas para redondearse los ojos.
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 151

Desde un punto de vista sociocultural y epistémico, se ha prestado poca aten-


ción a estas tecnologías, a pesar de su papel central en la vida humana, pues han
introducido factores de cambio social. Y no son un fenómeno aislado de produc-
ción de conocimiento y práctica tecnológica capaz de ser estudiado como si fuera
una caja negra. Por el contrario, son procesos que están inmersos en el entorno
que los hace posibles y de los que se nutre. Este entorno es científico y tecnológi-
co, pero también es legal, sanitario, social y cultural. Estas tecnologías tienen im-
portantes repercusiones en cómo cambian las concepciones culturales, sociales y
médicas de los cuerpos, especialmente de los cuerpos de las mujeres.
Al analizar las ciencias y tecnologías que se aplican a los cuerpos de las muje-
res desde una perspectiva de género, se sacan a la luz determinados valores y se
critican los discursos que restauran la figura del experto científico como aquel
que habla de forma neutral y objetiva de objetos mediante instrumentos de ins-
cripción. Pero, a la vez, nos permite analizar cómo aquellos cuerpos calificados
de «mujeres» son al mismo tiempo contenedores de acciones médicas (o donan-
tes de interesantes recursos científicos). Así estos cuerpos se erigen en co-
actantes en las prácticas médicas junto con otros actores sociales.

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ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS.
EL EJEMPLO DE LA HIPOGLUCEMIA1

ANNEMARIE MOL Y JOHN LAW2


(Traducción de María José Miranda Suárez y Rebeca Ibáñez Martín)

CUERPOS VIVOS

T
odos sabemos esto: el cuerpo vivo es a la vez un objeto y un sujeto.
Sabemos que el cuerpo es objeto del conocimiento médico. El cuerpo
es un objeto cuando es observado a simple vista y a través de micros-
copios, escáneres de tomografía computerizada y otro tipo de máquinas vi-
suales. Es un objeto en cuanto es medido de maneras distintas: desde contar el

—————
1 Publicado originalmente como Annemarie Mol y John Law, “Embodied Action, Enacted
Bodies. The Example of Hypoglycaemia”, in: Body & Society Vol. 10 (2-3): 2004, 43-62.
2 Agradecemos a las personas con diabetes y a los profesionales que trabajan con ellos, a los
que entrevistamos u observamos en este estudio, y, sobre todo, en los Países Bajos a: Miriam T.,
Edith ter Braak, Yvonne de la Bije, Erkelens Willem y Harold de Valk, y en el Reino Unido al
personal y pacientes de una clínica anónima general en el área de English North West Regional
Health Authority. Gracias a Claar Parlevliet por su entrevista a Alicia Stollmeijer y su análisis
sobre alimentación, a Jeannette Pols, Dick Willems e Ingunn Moser por muchas discusiones
sobre fisicalidades y subjetividades, y a Bernard Kruithof por sus comentarios sobre una versión
anterior. Esta versión anterior se discutió en un taller de «Teoría del Cuerpo» en París y damos
las gracias a todos los participantes, especialmente a Madeleine Akrich, Marc Berg y Brouet
Pascale y, sobre todo, a Kvande Lise.
154 CUERPOS Y DIFERENCIAS

número de pulsaciones hasta determinar los niveles en sangre de hemoglobi-


na, creatinina o calcio. Y el cuerpo-objeto puede también percibirse: cuando
las manos del médico palpan el cuerpo buscando bultos, o cuando se marcan
los puntos de orientación en una operación.
El cuerpo vivo es también un sujeto. Es nuestro, nosotros: somos seres hu-
manos porque está encarnado. Así que el cuerpo es la condición carnal, o,
mejor, la situacionalidad carnal de nuestros modos de vida. Por ser un cuerpo
vivo experimentamos dolor, hambre o agonía, así como satisfacción, éxtasis o
placer. Y mientras que el objeto-cuerpo se expone y despliega públicamente,
el sujeto-cuerpo es privado y está más allá o antes del lenguaje.
Si se quiere escribir sobre los cuerpos vivos, el punto de partida parece ser
éste, esto es, lo dado, por el que tenemos un objeto-cuerpo público y somos un
sujeto-cuerpo privado. Esto ha sido articulado desde la filosofía, la antropolo-
gía y la sociología, así como en la medicina3. Aparece una y otra vez, en los tes-
timonios de experiencias de la vida real. Es lo que todos sabemos. Pero tal vez
es hora de escapar de esta evidencia. Quizás es hora de comenzar a conocer
algo más, o de otra manera.
El cuerpo no ha sido siempre un objeto/sujeto. Michel Foucault sugiere
que es un tropo inventado a principios del siglo XIX4. Antes de ello, las enfer-
medades eran entidades en sí mismas, clasificadas en tablas nosológicas. Los
pacientes que buscasen alivio describirían las dolencias que estaban padecien-
do y los médicos entonces inferirían qué enfermedad estaba habitando el
cuerpo del paciente, y qué ocurriría después. Fue necesario un cambio epis-
témico radical para que las enfermedades llegasen a ser condiciones del cuerpo
humano. Después de este cambio, la verdad acerca de una enfermedad ya no
podía ser detectada escuchando las palabras de los pacientes. En su lugar, se
requería una mirada bien entrenada que examinase los tejidos corporales. Da-
do que los tejidos dañados suelen estar escondidos bajo la piel, el conocimien-
to certero de enfermedades sólo podía ser establecido después de la muerte.
Así se estableció la distinción cuerpo-objeto/sujeto-cuerpo con la que hoy vi-
vimos. En palabras de Mark Sullivan:

«Para Bichat, el sujeto y objeto médico no eran dos sustancias diferentes dentro
del mismo individuo, sino dos individuos diferentes: uno vivo y uno muerto.

—————
3 Una variedad de textos clásicos articularon este conocimiento (ahora común) en una di-
versidad de formas. Véase, por ejemplo, Merleau-Ponty (1962) para un análisis que impacta en
la neurología, donde en ese momento se hablaba de la imagen corporal del sujeto, o Wittgens-
tein (1953) con respecto a la dificultad de hablar sobre el dolor y otras sensaciones corporales.
4 Foucault (1976).
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 155

Conocedor y conocido se distinguen epistemológicamente porque el médico asu-


me la posición del conocedor y el paciente/cadáver la posición del conocido».5

Sullivan señala que esta división genera un dualismo fundamental, proble-


mático para la medicina moderna. No es el dualismo atribuido a Descartes en-
tre dos tipos de sustancia, cuerpo y mente. Es, en cambio, la distinción entre
sustancia y actividad:

«Aquí, la actividad de la autointerpretación o el autoconocimiento se elimina del


cuerpo más que de la sustancia mental. El organismo conocido y curado por la
medicina moderna no es consciente de sí mismo».6

Sullivan y otros muchos tratan de integrar la autoconciencia de las perso-


nas en la medicina moderna7. Pero ¿cómo? La mayoría de autores sugieren la
suma: junto con, o por encima del conocimiento de la patología de los tejidos y
sus variantes, los médicos deberían dejar espacio para la autoconciencia de sus
pacientes. Quieren que la medicina no sólo mire, sino que también escuche;
que garantice la vida a los pacientes, no sólo que los conozca como si estuvie-
ran muertos.
Parece difícil discrepar con el alegato de Sullivan a favor de una medicina
que atienda no sólo a los órganos de sus pacientes, sino también a la autocon-
ciencia. Pero hay un problema: deja intactos los modos de conocimiento invo-
lucrados. Por un lado, hay una manera objetiva, pública y científica de cono-
cer el cuerpo desde el exterior. Por otro lado, hay una manera subjetiva,
privada y personal de conocer el cuerpo desde el interior. Éstos son los modos
de conocimiento inventados en los tiempos de Bichat. Foucault describe cómo
la episteme moderna (de la cual forman parte) está vinculada al nacimiento de
la clínica. La medicina moderna y la mirada hacia los tejidos inertes y sus des-
viaciones nacieron en un tipo específico de hospital, un sistema específico de
preparación médica y un conjunto de prácticas específicas para el tratamiento.
Juntos dieron a la patología la última palabra, mientras que un amplio rango
de técnicas (desde los rayos X a la química de laboratorio) se desarrollaron

—————
5 Sullivan (1986), p. 344.
6 Ibíd, p. 344.
7 Para obtener un ejemplo filosóficamente argumentado, veáse Toombs (1992). Y para un
ejemplo desde la antropología social, véase Good (1994). Cuando la literatura se ocupa de las
historias de la gente, de sus hechos vitales, a veces presta mayor atención a la autoconciencia de
sus cuerpos. En este texto, sin embargo, preferimos no coger este camino demasiado rápida-
mente, sino responder directamente a la preocupación de Sullivan de que el cuerpo conocido por
la medicina moderna no es consciente de sí mismo.
156 CUERPOS Y DIFERENCIAS

para mirar a través de la piel de los cuerpos vivos. Y sólo con este modo de
ordenar el conocimiento médico, se privatizó la autoconciencia de los pacien-
tes8.
Como ya ha pasado bastante tiempo desde principios del siglo XIX, nos
gustaría usar el trabajo de Foucault no como una descripción acabada de la
«modernidad», sino como una inspiración para preguntarnos si todavía vivi-
mos dentro de la misma epistemología moderna. Nos gustaría preguntarnos
por los modos de conocer, qué muestran hoy en día las prácticas médicas y
cómo conocen el cuerpo en la actualidad. Pero el plantear la cuestión de este
modo restringe las posibilidades de desarrollo de ésta, pues asume que lo cen-
tral es el conocimiento. Con el fin de eludir ese supuesto resulta más promete-
dor preguntarnos algo ligeramente diferente: ¿qué es un cuerpo en las condi-
ciones de posibilidad a principios del siglo XXI? Enunciar la pregunta de esta
forma es arriesgado. El peligro radica en que la respuesta repita, simplemente,
lo que ya han dicho los expertos biomédicos o los pacientes. Es decir, que
apenas sea una contribución real. Sería igualmente inútil añadir, o corregir, el
conocimiento de los expertos o de los pacientes con las técnicas de etnografía
que tenemos a nuestra disposición. No, no «conocemos mejor». Merece pues
la pena formular la pregunta «¿qué es un cuerpo?» de forma distinta. Es una
manera de cambiar las bases en las que se puedan apoyar las preguntas sobre la
realidad de los cuerpos. Nos lleva a un lugar donde la recopilación de conoci-
miento —ya sea objetivo o subjetivo— ya no es idolatrada como el medio más
importante de relacionarse y de estar en el mundo.
Tenemos y somos un cuerpo. Hay un modo de salir de esta dicotomía. Co-
mo parte de nuestras prácticas cotidianas, también hacemos (nuestros) cuerpos.
En la práctica, los actuamos. Si el cuerpo que tenemos es el conocido por los
patólogos después de nuestra muerte, y el cuerpo que somos es el que cono-
cemos siendo conscientes de nosotros mismos, entonces, ¿qué pasa con el
cuerpo que hacemos? ¿Qué puede descubrirse y decirse sobre éste? ¿Es posi-
ble investigar el cuerpo que nosotros hacemos? ¿Y cuáles son las consecuen-
cias de privilegiar la acción sobre el conocimiento? Con el fin de analizar esto,
vamos a abordar algunas historias acerca de la hipoglucemia tomadas de un
estudio longitudinal sobre el vivir con diabetes9.
—————
8
Así que en un sentido foucaultiano no aceptamos que sentirse desde el interior haya teni-
do siempre la forma actual, y que fuese “colonizado” y/o desplazado por la medicina moderna.
Por el contrario, los dos (conocimiento subjetivo y objetivo) llegaron a ser a la vez, juntos. Para
un estudio maravilloso que permite a los lectores no sólo comprender, sino también «sentir»
cómo se solían habitar los cuerpos de manera diferente, ver Duden (1991).
9 Para este estudio reunimos y analizamos una amplia gama de «materiales»: libros de me-
dicina, revistas científicas, revistas y folletos de información al paciente, publicidad, textos au-
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 157

CONOCER LA HIPOGLUCEMIA EN LA PRÁCTICA

Entonces, ¿qué es la hipoglucemia? Veamos la referencia de un texto médi-


co10:

«En personas sin diabetes mellitus los niveles de glucosa en plasma varían entre 3 y
8 mmol/l, en función del tiempo que ha transcurrido desde la última comida. En
general, el criterio que determina la hipoglucemia en un paciente con diabetes se
establece con un nivel de glucosa en sangre por debajo de 3,5 mmol/l».11

En esta definición, la hipoglucemia se localiza bajo la piel y es un estado ca-


racterístico de un tejido corporal móvil, la sangre. Se trata de un nivel de glu-
cosa en sangre inferior a 3,5 mmol/l. Esto es, entonces, una definición del ob-
jeto que está en consonancia con la tradición de la patología, y que describe el
cuerpo-que-nosotros-tenemos. Pero el libro de texto localiza la hipoglucemia en
otros lugares también:

«La hipoglucemia es una complicación en el tratamiento de la diabetes mellitus


que se presenta con frecuencia y que es potencialmente seria».12

El tratamiento de la diabetes mellitus no está localizado en el cuerpo, sino


en los hospitales, folletos de información y en los hogares de la gente. Está en

—————
tobiográficos. También hemos observado etnográficamente las clínicas para personas con dia-
betes y las hemos entrevistado, así como a los profesionales pertinentes. El presente trabajo se
centrará especialmente en el tratamiento para las personas con diabetes 1 (diabetes de inicio
temprano, que siempre hace a las personas que la padecen dependientes de la insulina), que es
más difícil de «manejar» que la diabetes 2. La diabetes 1 también tiende a aparecer con una
mayor incidencia de hipoglucemia. Las citas de este artículo no informan al lector de las carac-
terísticas específicas que tienen las personas que hablan. En su lugar, tienen la intención de in-
formarnos acerca de las prácticas de tener diabetes —prácticas que están tan extendidas que son
difíciles de estudiar etnográficamente para un número limitado de investigadores que sólo tie-
nen un tiempo limitado, y prefieren también no inmiscuirse durante largos períodos en la vida
de otras personas, pasando días y días con ellos—. Así que tomamos a los profesionales, así co-
mo a las personas con diabetes, como etnógrafos (legos), siendo nosotros quienes selecciona-
mos, traducimos, combinamos y contrastamos sus historias.
10 Las prácticas de tratamiento de la diabetes no son, de ninguna manera, universales o ge-
nerales, ni siquiera en el «mundo occidental». En una fase posterior de nuestro estudio espera-
mos introducir comparaciones internacionales. Dado que el trabajo de campo y las entrevistas
de este artículo provienen principalmente de los Países Bajos, se utiliza un libro de texto de este
país.
11 Tomado de Van Haeften (1995), p. 142.
12 Loc. cit.
158 CUERPOS Y DIFERENCIAS

la vida diaria de las personas que sufren diabetes mellitus. En la vida cotidiana
la hipoglucemia es algo que puede ocurrir, pasar y completarse. Es una com-
plicación potencialmente grave.
No es difícil encontrarse con frases como ésta en textos médicos y artículos
científicos: frases en las que los fenómenos se presentan inmersos en las prác-
ticas en las que se dan13. Pero no en cualquier lugar. Las prácticas tienden a
aparecer en la sección de materiales y métodos de los artículos científicos, pero
no en las conclusiones. Tienden a surgir en presentaciones clínicas, pero no en
perspectivas epidemiológicas. El conocimiento del cuerpo-que-tenemos y el
conocimiento del cuerpo-que-hacemos tiende a intercambiarse. Así que el
cambio que proponemos es bastante simple a pesar de tener consecuencias de
largo alcance. Consiste en mantener las prácticas en primer plano todo el
tiempo. Sin tomar el atajo de comprender la «hipoglucemia» como algo oculto
en el cuerpo o debajo de la piel, nuestra descripción etnográfica se ocupa con-
sistentemente de las prácticas en las que se está haciendo.
Entonces, ¿cómo se hace la hipoglucemia? Un primer modo es conociéndo-
la. Conocer es una práctica: sólo se puede hablar de «un nivel de azúcar en
sangre inferior a 3,5 mmol/l» si se pincha la piel, se toma una muestra de san-
gre, y se mide el nivel de azúcar. Esto solía hacerse en un laboratorio. Un téc-
nico pincharía la vena, recogería algo de sangre en un tubo pequeño, lo inser-
taría en una máquina y leería el resultado. Esto continúa sucediendo aunque
se le ha añadido otra práctica de medición. Desde que el tamaño de la maqui-
naria necesaria se ha reducido, las personas con diabetes pueden llevarla con
ellos y medir sus niveles de azúcar en la sangre. Se pinchan la yema del dedo y
deslizan una gota de sangre sobre la lámina de medida. La lámina se introduce
en la máquina y en pocos segundos aparece un número. Sin embargo, nada de
esto es fácil. Pinchar el dedo puede ser doloroso, el número puede tardar al-
gún tiempo en aparecer, y así sucesivamente. La medición es exigente y a veces
imposible de sostener en la práctica. He aquí un internista en una entrevista:

—————
13 Por mucho que las personas que trabajan dentro de la tradición fenomenológica enfati-
cen nuestro «ser-en-el-mundo» como cuerpos, ellos sitúan (la comprensión de) tal ser corporal
al lado del conocimiento representacional de los cuerpos. Véase, por ejemplo, Csordas (1994).
Las aportaciones de la tradición de Estudios de la Ciencia nos permiten incluir las «prácticas
representacionales» entre otras muchas prácticas. Cada una de ellas es igualmente trivial. La
apreciación de los laboratorios como un conjunto de practicalidades se la debemos sobre todo a
Latour y Woolgar (1979). La explicación y defensa más bella sigue estando en Latour (1988).
Por supuesto, existen también multitud de estudios que descubren las prácticas cotidianas. Y
otros trabajos, como el que realizamos aquí, se mueven de un lugar a otro. Consultar los ensa-
yos publicados en Les Objects dans l’action. De la Maison au Laboratoire (1993).
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 159

«Entiendo perfectamente que no siempre es fácil. Al igual que este paciente, tengo
a gente que trabaja en la carretera. ¿Te sientas ahí, en una zanja, rodeado de sucie-
dad, con las manos sucias, sin lugar donde ocultarse? Yo tampoco mediría si estu-
viera en esa situación».

Las zanjas sucias son un problema. Pero medir el nivel de azúcar en sangre
también es difícil cuando estás en una reunión de trabajo y no te puedes au-
sentar unos minutos. O si estás comprando en el centro con tus amigos, o si
estás dando una clase a niños. Por otro lado, es posible medir el nivel de azú-
car en sangre en una cocina limpia o en el cuarto de baño; es decir, en lugares
donde las circunstancias estén igual de controladas que en un laboratorio. De
esta manera, la hipoglucemia puede ser actuada como un nivel de azúcar en la
sangre por debajo de 3,5 mmol/l.
Sullivan y otros muchos críticos argumentan que la medicina debería cono-
cer los cuerpos vivos de un modo más rico que el conocimiento que se obtiene
de los cadáveres. Debería apreciar que los pacientes son capaces de actuar.
Pero pedir a la gente con diabetes que sea activa como lo son los técnicos del
laboratorio no es lo que hace falta: eso simplemente los convierte en sus pro-
pios patólogos. No acaba con el dualismo entre el médico que conoce y el pa-
ciente cuyo cuerpo es conocido, sino que simplemente lo desplaza, de modo
que comienza a darse a través de cada individuo. Atender no sólo al cuerpo
que tenemos sino también al cuerpo que somos requiere conocimiento desde
el interior. Y curiosamente, en el manejo del día-a-día (o prevención) de la hi-
poglucemia, la auto-conciencia es al menos tan importante como la medición.
Porque si se es sensible al estado físico desde el interior, se puede sentir cómo
se acerca una hipoglucemia (una «hipo»), y hacer algo para aumentar el nivel
de azúcar en la sangre. Pero ser consciente de sí mismo no es autoevidente.
No es algo que todo el mundo sea capaz de hacer, siempre que la medicina no
les diga algo. Algunas personas son buenas en esto, otras no. Como una en-
fermera de diabetes señala:

«A veces tenemos aquí a gente que nunca siente nada. Simplemente hacen lo que
pone en la lista. Así que tratamos de darles una buena lista, decirles qué hacer,
cuándo, e incluimos algunas medidas adicionales. Pero cuando les sucede algo
inesperado, se encuentran con problemas. Mientras otros, bueno, me dicen que
casi nunca se miden más de una o dos veces a la semana, pero nunca les da hipo-
glucemia. De alguna manera, la sienten venir».

La enfermera de diabetes cree que las personas que «de alguna manera la
sienten venir» están en mejor situación, ya que pueden llevar unas vidas más
flexibles. Son capaces de hacer frente a una hipoglucemia inesperada, que les
160 CUERPOS Y DIFERENCIAS

suceda fuera de sus rutinas habituales. La enfermera describe con entusiasmo


cómo participa en programas donde se conciencia a aquellos que carecen de
esas intuiciones14. En el tratamiento de las personas con diabetes, pues, la
conciencia no es silenciada por la medicina, sino que es utilizada como un re-
curso y extendida donde es posible15.
Puede que exista un dualismo entre conocer objetivamente los cuerpos
desde afuera o subjetivamente desde dentro. Pero si, como estamos sugirien-
do, la práctica está persistentemente en primer plano, entonces parece que la
relación entre la medición e «introspección» de la hipoglucemia es algo más
complejo. Algunas veces y para alguna gente, sentirse mal es una razón sufi-
ciente para actuar. Medir es simplemente innecesario. Pero, en otras circuns-
tancias, la introspección y medición son sometidas a contraste y la última suele
ser más eficaz. Esto se debe a que sentirse mal no está necesariamente relacio-
nado con una «hipo», sino que también puede ser el efecto de una bajada en
el nivel de azúcar en la sangre, digamos, de 15 a 8 mmol/l. Esto significa que
sentirse mal no es necesariamente una razón para incrementarse el nivel de
azúcar en la sangre, sino que debería ser una razón para medirlo. Y hay gente
que no «se siente mal» en absoluto, de modo que siempre tienen que medirse
si quieren evaluar su nivel de azúcar en la sangre. Pero, desde el punto de vista
etnográfico, la relación más interesante entre objetividad y subjetividad se da
en el uso de máquinas de medir para entrenar la sensibilidad interna. En los
programas de formación se les pide a los participantes que adivinen sus nive-
les de azúcar en la sangre, antes de medirlos. El objetivo no es convertirlos en
precisos adivinos-de-números, sino alentarlos a que de vez en cuando se to-
men un momento para sentir sus cuerpos desde el interior. Se trata de sedu-
cirles para practicar la autoconciencia.

—————
14 Una posibilidad que parece ser la más prometedora para aquellos que han enfermado
recientemente; la capacidad de sentir una hipoglucemia también puede deteriorarse como con-
secuencia de la diabetes.
15 La medicina occidental depende en muchos aspectos de la conciencia corporal de sus
pacientes. Con el fin de permitir a los médicos utilizar sus herramientas de diagnóstico adecua-
damente, los pacientes tienen que responder a preguntas como: ¿qué sientes?, ¿dónde te due-
le?, ¿en qué momentos?, ¿es un picor o una sensación similar a un cuchillo?, y así sucesivamen-
te. En todas las críticas al abandono por parte de la medicina de la conciencia del paciente, esta
dependencia ha sido poco estudiada. Por ejemplo, Strauss et al. (1985) presta atención al tra-
bajo de articulación que los pacientes y los médicos elaboran.
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 161

CONTRARRESTAR, EVITAR, PRODUCIR LA HIPOGLUCEMIA

Pero la práctica de la hipoglucemia no es sólo una cuestión de conocerla mi-


diéndola desde fuera, sintiéndola desde dentro o alguna combinación de am-
bas. Cuando le preguntamos a Miriam T., que ha vivido con diabetes durante
años, «¿qué es la hipoglucemia?», Miriam T. nos cuenta una historia diferen-
te:

«Bueno, si en el momento en que me voy a dormir veo un [azúcar en la sangre de]


4 [mmol/l], entonces simplemente sabes que en algún momento corres el riesgo de
sufrir una hipoglucemia durante la noche, porque es demasiado bajo. Debería ser
de 6 o 7, lo que pasa es que, bueno, oh..., mierda, me despierto en medio de la no-
che y tiemblo, tiemblo, tiemblo, y sudo, y entonces tengo que salir de la cama y
comer algo. Contrariamente a si me portara bien, si me descuido, pues sí, entonces
tendré que salir de la cama».

En esta historia hay números (4, 6, 7) y hay temblor y hay sudor. Pero Mi-
riam T. también habla de levantarse en medio de la noche, enfadada consigo
misma por haber sido descuidada. La acción fundamental necesaria es la de
comer.

«Entonces me regaño y voy a la nevera, saco un yogur y le echo algo de azúcar. Y a


veces me siento en el suelo, comiendo, porque eso es todo lo que puedo hacer en
un momento como ése, sentarme en el frío suelo de la cocina y comer mi yogur
con azúcar.
Y luego poco a poco me siento mejor.»

En la vida cotidiana de las personas con diabetes, la hipoglucemia es algo


que conocen, pero la clave de su relación con ella no es reunir conocimiento
sino intervenir. Para Miriam T. el modo más interesante de relacionarse con la
hipoglucemia no es sentir ni medir, sino contrarrestarla. Entonces, cuando le
preguntamos qué es una hipoglucemia, ella habla de levantarse por la noche y
comer un yogur azucarado16. Algunas personas incluso tienen hipoglucemia
sin saberlo. Tratan de evitarla a toda costa. Una enfermera especializada en
diabetes nos informa:

—————
16 Comer, a su vez, se vincula al cuerpo de un modo complejo que, evidentemente, va más
allá de «luchar contra la hipoglucemia». Estudiar esas actividades triviales socio-físicas debería
arrojar luz sobre muchos aspectos de la vida que se muestran en la interesante investigación que
Sutton (2001) hace sobre el entretejido de alimentos y memoria.
162 CUERPOS Y DIFERENCIAS

«También tenemos a una paciente, una mujer mayor que se hizo dependiente de la
insulina hace poco, que tiene tanto miedo de tener una hipoglucemia que, cada vez
que se siente mal, come. Así que come y come. No le gusta medir su azúcar en
sangre, de modo que se siente mal, pero no porque su nivel de azúcar en sangre
sea bajo, sino porque simplemente ha descendido. Era, digamos, 15 y bajó a 8 y
eso le hizo sentirse mal y, como quiere evitar una hipoglucemia a toda costa, pues
no para de comer hasta que su nivel de azúcar alcanza 15 otra vez. Pero se siente
fatal, claro, porque, ya sabes, está engordando».

Estar gordo no es un «signo clínico» de hipoglucemia, pero puede ser un


modo específico de actuarla, que consiste en evitarla. Evitar la hipoglucemia
comiendo cada vez que uno se siente mal no es un modo de acción que alien-
ten las enfermeras. Sin embargo, es comprensible, ya que hay muy buenas ra-
zones para evitar la hipoglucemia. De nuevo Miriam T:

«Con la insulina, después de todo, tienes una droga letal en casa. La gente se mata
con ella. Si te inyectas demasiada y no comes nada, bueno, te mueres».

En las prácticas de tratamiento actuales, la gente con diabetes aprende a


inyectarse su propia insulina, pero no demasiada. Aprenden a contrarrestar la
hipoglucemia, o, preferiblemente, prevenirla para que no se produzca, no sólo
comiendo cuando se sienten mal, sino también cuando es realmente necesario.
Medir y sentir forman sólo una pequeña parte de todas las actividades reque-
ridas de los «pacientes activos», y adquirir conocimiento no es el objetivo de
estas actividades. Equilibrando la ingesta de alimentos, ejercicio e inyecciones
de insulina, las personas con diabetes tratan, en cambio, de evitar hipogluce-
mias, e hiperglucemias también. Deben mantener sus niveles de azúcar en
sangre en un nivel adecuado.
La medicina ha modificado estos niveles durante las últimas décadas. Los
niveles ideales de azúcar en la sangre son inferiores a los que solían ser, ya que
mantenerlos bajos tiende a posponer la aparición de complicaciones secunda-
rias. Estas complicaciones son desagradables: las personas con diabetes, al ha-
cerse mayores, son más propensas que otras a la ceguera, a sufrir neuropatías,
o desarrollar arteriosclerosis. En ensayos clínicos se han hecho comparaciones
entre personas que han sido tratadas a la manera tradicional (con una sola in-
yección de insulina al día y un control de laboratorio cada tres meses en el que
se mide el promedio del nivel de azúcar en sangre) y pacientes cuyos niveles
de azúcar en sangre fueron estrictamente equilibrados en niveles más bajos
(manteniéndose con pequeñas inyecciones diarias de insulina y auto adminis-
trándose tantas medidas de azúcar en sangre como fuesen necesarias). El se-
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 163

gundo grupo resultó tener una mayor probabilidad estadística de mantener


una buena salud a largo plazo. Como dice un internista:

«Hace 12 ó 15 años todavía se podía realizar un ensayo para investigar si una re-
gulación exhaustiva realmente favorece los resultados de los pacientes a largo pla-
zo o no. Pero ahora no sería ético. Ya no puedes hacerlo. Se han reunido suficien-
tes pruebas, a pesar de que los ensayos que se han realizado hace años no siguieron
lo que yo creo que son buenos programas de tratamiento».

La política actual de tratamiento es de regulación estricta siempre que sea


posible. Estadísticamente, mejora el estado de salud de la gente a largo plazo,
pero tiene la desventaja de conducir a una mayor incidencia de hipoglucemia.
Si los niveles a lograr se establecen a la baja, no es sorprendente que se incre-
mente la frecuencia de niveles demasiado bajos de azúcar en sangre. Así,
mientras a los individuos se les enseña a evitar hipoglucemias y contrarrestar-
las lo más rápido posible, los ensayos clínicos recientes —y las normas emana-
das de ellos— producen activamente la hipoglucemia. Esto, por supuesto, no
es algo que se haya buscado, sino que es la contrapartida de posponer las
complicaciones a largo plazo. Resulta, pues, que la práctica médica tampoco
está fundamentalmente interesada en conocer bien la hipoglucemia. En los en-
cuentros clínicos entre profesionales se intenta incrementar esta habilidad en
sus pacientes para evitar o contrarrestar la hipoglucemia, mientras que la in-
troducción de programas de tratamiento más actuales causa el aumento gene-
ral de «incidentes hipoglucémicos» como efecto secundario.

IN-CORPOREIZACIÓN Y EX-CORPOREIZACIÓN

Nos preguntamos «¿qué es la hipoglucemia?» y hemos encontrado que puede


ser: medida como un nivel de azúcar en sangre por debajo de 3,5 mmol/l; sen-
tida como sudoración, temblores o una sensación general de malestar; contra-
rrestada como algo a lo que se responde comiendo azúcar; evitada por miedo
al coma o, peor, la muerte; mientras que también es producida como una solu-
ción con la que posponer complicaciones a largo plazo. Hecha de todas estas
maneras, la hipoglucemia es todas estas cosas17. Pero ¿qué implican éstas para
el cuerpo? La respuesta es doble. En primer lugar, en cuanto actúan la hipo-
—————
17 Para ahondar en una exploración sobre la multiplicidad de los objetos de la medicina
que resultan de la insistencia de poner las prácticas en primer plano, tomando como ejemplo la
arteriosclerosis, véase Mol (2002).
164 CUERPOS Y DIFERENCIAS

glucemia, los cuerpos hacen un montón de cosas: ellos actúan. Y en segundo


lugar, mientras la hipoglucemia está siendo medida, sentida, contrarrestada,
evitada y producida, el cuerpo está siendo actuado, también. Pero no, es más
complicado todavía. Actuar y ser actuado van de la mano. Podemos pregun-
tarnos: mientras está actuando, ¿qué tiene que ser el cuerpo? Ésta es la pre-
gunta de la que nos ocuparemos a continuación.
A los patólogos que observan cadáveres, o a los médicos que utilizan ins-
trumentos con el fin de ver a través de la piel de un paciente vivo, les interesa,
principalmente, mirar. En todo caso, así es como Foucault describió la “mira-
da clínica”, el modo de conocimiento médico dominante que comenzó a prin-
cipios del siglo XIX. El cuerpo del médico es activo en la mirada, pero sólo
parcialmente. Son principalmente los ojos los que realizan la mirada. Las tec-
nologías que ayudan al médico a “ver a través” de la piel de los cuerpos vivos
pueden también referirse a los oídos, o al sentido del tacto del observador, o
incluso al olfato, aunque la metáfora-de-conocimiento dominante siga siendo
la visual18. Cuando Sullivan y otros nos piden que apreciemos la conciencia
del paciente, están haciendo hincapié en la importancia de otra facultad sen-
sorial: la de sentir el grado de bienestar físico desde el interior. Entonces, el
conocimiento de los cuerpos involucra todos los sentidos19. Y el conocimien-
to-en-práctica implica aún más aspectos del cuerpo (como las manos que tie-
nen que intervenir y no pueden temblar). Otras formas de actuar la hipoglu-
cemia dependen no sólo de las manos, sino también de la boca que come, del
aparato digestivo y del metabolismo del azúcar en cada célula individual. Ac-
tuar la hipoglucemia implica a todo el cuerpo. Pero este cuerpo no está bien
definido en su totalidad: no está cerrado, sino que tiene fronteras semipermea-
bles.
Comencemos con la medición. Depende de los ojos que tienen que leer la
pantalla de la máquina de medición. Pero antes que los ojos, las manos han es-
tado activas. Las manos pinchan y son pinchadas. Apuntando bien, cerca de la
yema del dedo, pero no en ella: si más adelante en tu vida te vuelves ciego, ne-
cesitarás las yemas de los dedos para sentir el entorno. Con una mano aprietas
y sacas una gota de sangre de la otra. Las manos también insertan la lámina
que ha absorbido la sangre en la ranura de la máquina de medir. Por ahora,
todo marcha. Una enfermera de diabetes comenta:
—————
18 Todas las prácticas de conocimiento dependen del cuerpo activo, incluso aunque se haya
hecho un gran esfuerzo en eliminar la importancia del cuerpo en algunas de ellas, en particular
las prácticas de conocimiento de la llamada «ciencia». Acerca de esto, y la persistente relevancia
de los cuerpos-que-conocen, ver los ensayos de Lawrence y Shapin (1998).
19 Al igual que otros conocimientos, incluida la etnografía. Véase, para ésta última, Stoller
(1989).
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 165

«A veces, no entiendo a la industria. Mira, intenta, ¿puedes abrir el tapón de esta


botella? Apenas puedo yo. Y muchas personas con diabetes, cuando se hacen ma-
yores, desarrollan problemas para usar sus manos. También ocurre que a las per-
sonas de edad avanzada les tiemblan las manos, tanto que les impide insertar la
lámina en la ranura, aquí, mire esta máquina aquí, ¡es imposible! Luego están las
máquinas con pantallas tan pequeñas que los números son apenas legibles, y mu-
cho menos para alguien con problemas de vista. Pero claro, otro problema es que
algo grande que pudiera usar todo el mundo no gustaría a la gente joven. Ellos
quieren algo que puedan llevar a todas partes, algo pequeño. Y con diseño moder-
no, claro, para que puedan enseñarlo por ahí».

Las manos son activas al medir la hipoglucemia, pero no actúan solas. Inte-
ractúan con la maquinaria. El éxito de esta interacción depende de la medida
en que las manos y las máquinas estén adaptadas y sean adaptables entre sí.
Algunas cosas pueden hacerse sólo si un cuerpo está preparado y capacitado
para hacerlas; otras fallan cuando una máquina no está bien ajustada al cuerpo
al que debe servir. Las máquinas sólo llegan a ser instrumentos si el cuerpo las
puede manipular e incorporar en sus acciones20. Así que la medición depende
de un cuerpo abierto más que de un cuerpo aislado. El cuerpo que mide acti-
vamente emerge con estas máquinas de medida. ¿Qué pasa con el cuerpo que
siente? Miriam T., en medio de la entrevista:

«Bueno, perdón. Tengo que ir a la cocina, debo comer una manzana o algo así».

Miriam T. siente venir una hipoglucemia y coge una manzana —o algo—


con el fin de contrarrestarla. Ella no mide su nivel de azúcar en la sangre: no le
gusta pinchar el dedo y evita hacerlo en la medida de lo posible21. Pero tam-
poco sus sentimientos derivan de un cuerpo aislado y bien-delimitado: incluye
mucho más.

«Yo, bueno, conozco mi cuerpo bastante bien, y si me pinchara y midiera en este


momento, sé que estaría bastante baja, porque me siento un poco, eh, que tengo

—————
20 Como extensión de esto, sería interesante analizar la tecnología médica con el repertorio
teórico que se ha desarrollado en la antropología para el estudio de la cultura material. Véase,
por ejemplo, Arnoldi et al. (1996).
21 La cuestión de la cantidad de dolor involucrado en la medición es interesante por sí
misma. Algunos de nuestros informadores nos cuentan que a ellos no les duele. Una persona
comentó que no le dolía porque no le importaba mucho medirse: mencionó que, cuanta más
aversión tienes a la medición, más dolor sufres. De todas formas, si alguien no siente absoluta-
mente nada de dolor, no es buena señal tampoco: puede indicar que se ha asentado una neuro-
patía que impide la sensibilidad.
166 CUERPOS Y DIFERENCIAS

que comer algo más, porque me he inyectado demasiado. Es decir, íbamos a comer
chile esta noche y lo íbamos a acompañar con judías pintas, lo cual supone muchos
hidratos de carbono, y por eso tiendo a inyectarme dos o tres unidades más para
que no suba demasiado, pero ahora que he estado haciendo cosas en el jardín,
pues, hmm, tengo que comer algo extra porque de lo contrario no estaré bien.
Ahora podemos tomar unos pocos frutos secos, así que me los permito, ajá, frutos
secos.»

En su apreciación de sí misma como estar “baja”, Miriam T. incluye: tablas


de hidratos de carbono y su experiencia con las máquinas de medición; el chile
que se ha comido, las unidades de insulina que se ha inyectado; su trabajo en el
jardín; e incluso el lujo de permitirse unos frutos secos. Ella incorpora lo que le
rodea. El cuerpo consciente de sí mismo tiene fronteras semipermeables. Pero no
sólo hace que entre en su interior lo que estaba afuera, sino que hay también un
movimiento en la otra dirección. Algunas de las actividades corporales tienen lu-
gar más allá de la superficie de la piel. Josef, el marido de Miriam T., por ejem-
plo, es muy bueno detectando las hipoglucemias de Miriam T.:

«De repente [él] me mira y me dice “¿no te parece que estaría bien que comieras
algo?”. O sin mirar, se da cuenta por lo que esté haciendo. Me irrito de un modo
particular, u hostil. Y él sabe cómo estoy, lo que está pasando. Y por lo general,
acierta».

Más tarde Josef entra en la habitación y admite con cierto orgullo que a
menudo es capaz de intuir cuando Miriam T. se empieza a sentir mal. De he-
cho, él no habla de verlo, sino de sentirlo. Así, mientras que un cuerpo-en-la-
práctica puede incorporar algo de sus alrededores, este cuerpo además podrá
—¿cómo decir esto?— excorporeizar algunas de sus acciones. La actividad
misma de la introspección puede tener lugar fuera de su propio cuerpo.
Se necesita acción física para medir y sentir, pero también para contrarres-
tar la hipoglucemia. Para hacer algo sobre esa sensación de estar «baja», Mi-
riam T. debe morder, masticar y tragar. Tiene que hacerlo sola: nadie más
puede hacerlo por ella. Pero no puede hacerlo por sí misma. Necesita una
manzana —o algo— para comer. Si quienes rodean a Miriam T. quisieran
contrarrestar la hipoglucemia físicamente, deberían estar preparados para la
acción. Miriam T:

«Nunca salgo de casa sin comida en el bolso. Nunca. Sin la insulina en el bolso,
sin dextrosa en mi bolso, nunca. No importa el qué, siempre llevo mi bolso con-
migo. Cuando estoy en algún lugar, de pie en alguna parte, y tengo que comer al-
go, bueno, no puedo no tener nada que comer».
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 167

Miriam T. lleva comida cada vez que sale y va a algún sitio, ha distribuido
cuidadosamente dextrosa y galletas a su alrededor. En la guantera de su co-
che, en las alforjas de la bicicleta, en el dormitorio del piso de arriba.

«Esto se ha convertido en algo normal, me pertenece. Es lo que soy.»

Simplemente lo diremos de este modo: además del cuerpo propio, lo que la


rodea tiene que estar listo para la acción. Pero también podemos seguir la su-
gerencia de Miriam T.: los entornos bien preparados forman parte de mi con-
ciencia activa, yo, lo que significa que es mucho mayor que el cuerpo.
Al actuar la hipoglucemia, los cuerpos actúan. Sin embargo, estos cuerpos
activos no están aislados. Sino que sus fronteras son permeables. Ellos interac-
túan y, a veces, se fusionan parcialmente con sus entornos. Esto es aún más
evidente cuando uno se olvida de medir y sentir, y la acción llega demasiado
tarde. Porque, si una hipoglucemia se vuelve realmente seria, el cuerpo co-
mienza a perder la capacidad de actuar correctamente por sí mismo. Con un
nivel de azúcar en la sangre excesivamente bajo, uno empieza a comportarse
de forma extraña, agresiva, como si estuviera ebrio. Miriam T. ha advertido a
sus compañeros.

«Les he dicho, si alguna vez me veis en una situación así, sacadme de la parte prin-
cipal de la tienda y llevadme al almacén o la oficina, donde sea, los aseos, no me
importa, pero me daría mucha vergüenza si me diera una buena hipo en la tienda.»

Una hipoglucemia grave es altamente discapacitante. Primero, el cuerpo


deja de ser fiable y puede resultar en situaciones embarazosas; luego se puede
entrar en estado de coma. En un estado de coma uno no puede ni comer ni
beber, aunque haya azúcar disponible. En su lugar, en este estado es necesaria
una inyección de glucagón: la hormona que induce al cuerpo a liberar parte
del azúcar almacenado en el torrente sanguíneo. Un cuerpo comatoso puede
responder todavía al glucagón, pero alguien tiene que poner la inyección. Jo-
sef y alguno de los amigos del supermercado de Miriam T. han aprendido a
hacerlo. Si las manos y la boca de Miriam T. son incapaces de actuar, ellos serán
los que contrarresten sus hipoglucemias. Una vez más, como con medir y sentir,
las fronteras del cuerpo-en-la-práctica son parcialmente permeables. Un cuerpo
activo incorpora fragmentos y piezas del mundo que lo rodea, mientras que su
acción puede ser desplazada fuera del cuerpo, excorporeizada.
Al situar persistentemente las prácticas en primer plano, cambia nuestra
apreciación del cuerpo, el cuerpo-en-acción. Los ojos que observan siguen
siendo importantes (deben leer los números en la pantalla de la máquina de
168 CUERPOS Y DIFERENCIAS

medición), pero están unidos a las manos que manipulan (que pinchan y sacan
sangre, o llevan azúcar a la boca). La introspección sigue siendo importante,
pero comer y beber parece ser aún más crucial para la supervivencia. De he-
cho, la actividad paradigmática del cuerpo-en-acción no es la observación, si-
no la metabolización. Esta propuesta encaja bien con nuestra observación an-
terior de que el cuerpo activo tiene fronteras semi-permeables. Un cuerpo que
observa no actúa: ve lo que está fuera, y siente lo que está dentro. Uno de los
pasos cruciales en la adquisición de auto-conciencia es la capacidad de dife-
renciar entre el yo y el otro, entre lo que uno es desde el interior y lo que, des-
de afuera, uno no es22. Sin embargo, para el cuerpo metabólico, el interior y el
exterior no son tan estables. El metabolismo, después de todo, se relaciona
con comer, beber y respirar; con defecar, orinar y sudar. Para un cuerpo me-
tabólico, la corporeización y excorporeización son esenciales.

NO / COHERENCIAS

El cuerpo participa activamente en actuar la hipoglucemia; (la amenaza de) la


hipoglucemia, a su vez, ayuda a actuar el cuerpo, de una manera muy específi-
ca. Hay muchas maneras diferentes de actuar los cuerpos23. Por ejemplo, vivir
con asma hace a la gente muy consciente del aire que respiran, como lo hace el
practicar yoga24. Las personas que han perdido la vista han dado descripcio-
nes táctiles de lo opaco, el espacio lleno de obstáculos en el que tienen que
habitar25. La transexualidad se presenta con una abrumadora sensación de vi-
vir en un cuerpo sexuado con genitales que no son apropiados o deseables26.
La gimnasia puede fortalecer los músculos o dar una sensación de no estar en
forma. Quienes tratan de perder peso llegan a habitar una realidad metabólica
en la cual el alimento se compone de calorías y el ejercicio físico es un modo
de perderlas. Y, volviendo a la realidad del día a día de vivir con diabetes,
aquí el cuerpo también se actúa como un sistema metabólico, aunque ahora la
—————
22 Para una investigación experimental sobre cómo se establece la diferencia entre el uno y
el otro al comienzo de la vida, véase Butterworth (1995).
23 Esto puede, con un giro diferente, denominarse «organismos que actúan». Para una de-
fensa del «giro performativo» en filosofía, con el objetivo de analizar las diferencias entre los
sexos, ver Butler (1993).
24 Willems (1998).
25 Golledge (1997).
26 Para una exploración del cuerpo sexuado ilustrada con el ejemplo de la transexualidad,
vea Hirschauer (1993).
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 169

alimentación es una cuestión de calcular los hidratos de carbono y hacer ejer-


cicio es un modo de quemar azúcar. Lo que está en primer plano es mantener
el equilibrio del azúcar a corto plazo más que la acumulación a largo plazo de
grasa corporal.
En el sistema metabólico es pertinente que, para vivir con diabetes, muchas
cosas estén unidas entre sí: alimentos con insulina con ejercicio con un nivel
de azúcar en la sangre. El nivel de azúcar en la sangre, a su vez, aún tiene más
vínculos físicos, ya que, con el tiempo, los niveles altos de azúcar en sangre
causan la obstrucción arterial por arteriosclerosis, un deterioro de la vista, y
una pérdida de sensibilidad debido a la degradación de las neuronas. El cuer-
po está ensamblado de muchas maneras con las que vive la diabetes. Y sin
embargo, no es un todo coherente. Más bien es un conjunto de tensiones. Por
ejemplo, existen tensiones entre los intereses de los diversos órganos. Regular
el azúcar en sangre puede ser bueno para las arterias, los ojos y las neuronas,
pero, dado que incrementa el riesgo de hipoglucemia, es malo para el cerebro.
Un internista comenta:

«Déjame decirte, me preocupa y mucho. Desde que se han publicado estos en-
sayos, la regulación estricta se ha vuelto demasiado popular. Mis colegas más
jóvenes tienden a promoverla, así sin más, sin preguntarse si la gente está real-
mente preparada para ella, si pueden permanecer bajos sin caer en demasiadas
hipoglucemias. Está en las publicaciones, está “¡basado en la ciencia!”. Cuanta
menos experiencia tienen los médicos, más les gusta la “base científica”. Pero
hemos empezado a preguntar a los pacientes de un modo un poco más sistemá-
tico acerca de sus incidentes de hipoglucemia, hacerles completar diarios y esas
cosas, y los números que dan son alarmantes, algo más elevados de lo que ha-
bíamos estimado. Y he indagado un poco en la literatura, ya que cada vez hay
más investigaciones sobre la hipoglucemia, por supuesto, y un informe tras otro
habla de hipos que producen daño cerebral. Pero nadie sabe todavía cuánto
daño cerebral producen».

Una regulación estricta no es ni buena ni mala para el cuerpo entendido


como un todo. Es buena para algunas partes del cuerpo y mala para otras. Así,
hay tensiones, tanto en el cuerpo como en la vida cotidiana de las personas.
¿Cuál es la opción menos mala? ¿Permitir un nivel de azúcar en sangre más al-
to pero a riesgo de padecer arteriosclerosis, ceguera, o falta de sensibilidad
neuronal en veinte años? ¿O mantenerlo bajo, pero con el riesgo de tener hi-
poglucemias, que significa que resulte peligroso conducir o salir con los niños
por la posibilidad de tener un coma? ¿Qué vida vivir, y qué cuerpo? ¿Uno
que pierde la lucidez y tiene manos temblorosas pero que puede sentirlas? ¿O
uno con obstrucción de las arterias que se ha quedado ciego y no puede sentir
170 CUERPOS Y DIFERENCIAS

muy bien, pero al menos está lúcido? Éstas son las opciones a las que se en-
frentan las personas con diabetes27.
Pero no, resulta engañoso hablar de opciones. Porque, si uno pudiera ele-
gir, sería obvio por lo que optar: una combinación ideal equilibrada. Una re-
gulación estricta, un nivel de azúcar en la sangre bajo, y la rápida detección y
lucha por contrarrestar las hipoglucemias. Este ideal, sin embargo, es insoste-
nible. Depende de la capacidad de controlar nuestro nivel de azúcar en la san-
gre, calcular lo que se come, y realizar un seguimiento de la energía que se
consume haciendo ejercicio —sin descanso, momento a momento, sin dete-
nerse nunca—. Pero hay más. Lo más tentador de tratar de mantener un equi-
librio estable de azúcar en sangre es que incluso se puede fallar por mucho
que se intente. A veces los azúcares en sangre se comportan, simplemente, de
modos impredecibles. Miriam T.:

«Nunca sabes de dónde viene. Algo típico son las emociones, que son muy difíciles
de manejar. Puede ser un derroche de energía y, paf, ahí lo tienes, un poco de risa
o llanto, y tienes un bajón. Pero, de repente, te puede provocar una liberación del
azúcar almacenado. Entonces, al hacer una medición, pensaré: pero ¡si no he co-
mido nada hace horas! Así que ¿por qué tengo 13? ¡13!».

El mantenimiento del equilibrio del azúcar es parte del sistema metabólico:


el término sugiere un circuito cerrado, pero algunas variables están ausentes.
Se comportan de forma impredecible o bien no se conocen. Esto significa que
un control constante implica la amenaza de un fracaso inesperado. Nunca sa-
bes de dónde viene. Lo mismo ocurre con las complicaciones a largo plazo.
Los niveles bajos de azúcar en sangre intentan prevenir complicaciones se-
cundarias, pero incluso aquellos que siguen un régimen estricto pueden ser
víctimas de éstas. Como nos dijo un internista:

«La gente viene y me dice: “Oh, doctor, he visto a esta persona en la sala de espe-
ra, le habían amputado una pierna. Me aterra, me asusta muchísimo. Dígame que
si cumplo los controles adecuadamente, y permanezco bajo 10, por favor, promé-
tame que no me va a pasar, que no me amputarán una pierna.” Quieren que les
tranquilice en esos términos. Pero, por supuesto, no puedo prometer nada. Ojala
pudiera, pero no puedo».

Estadísticamente las correlaciones son claras: un azúcar en sangre estre-


chamente regulado produce menos complicaciones a lo largo de la vida que
unos niveles de azúcar en sangre altos, o unos que tengan muchos altibajos.
—————
27 Mol (1998).
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 171

Pero lo que le pase a cada individuo es algo impredecible. Los ojos dejan de
ver, o no. El desarrollo de la neuropatía puede ser pospuesto, o no. La arte-
riosclerosis puede desarrollarse rápidamente, o no —y si se desarrolla rápida-
mente las arterias de las piernas pueden deteriorarse tanto que la amputación
sea la única forma de detener el dolor o prevenir la gangrena y la muerte—.
Ésta es, pues, una segunda tensión que azota el cuerpo que vive con diabetes:
la tensión entre el control y la arbitrariedad. Sin embargo, por muchos cálcu-
los que se hagan, el nivel de azúcar en sangre se comportará de forma errática.
Y estar bajo control también puede arrojar sorpresas angustiantes. El trata-
miento moderno de la diabetes demanda que los pacientes mantengan siem-
pre una contabilidad de todo lo relacionado con su cuerpo, incluso cuando
parece que en este proceso los cuerpos no pueden ser contados.
Una tercera tensión surge del modo en que una variedad de necesidades y
aspiraciones han de ser sostenidas a la vez y encarnadas, en «un-cuerpo-solo»,
podríamos decir. El cuerpo-con-diabetes se presenta con un conjunto de ten-
siones, pero las personas con diabetes no son sólo «personas con diabetes». Es
posible que sufran asma, practiquen yoga, sean ciegos o transexuales, vayan al
gimnasio, o intenten adelgazar. Puede que trabajen en zanjas, o en salas de re-
uniones, o en un aula. Puede que se enamoren o no, tengan una depresión, o
una gripe, se vayan de vacaciones, trabajen en el jardín, vayan de compras o
hagan exámenes. Las especificidades de las otras maneras en que las personas
viven sus cuerpos han de ser combinadas, de alguna manera, con aquellas re-
lacionadas con la diabetes.

Cecilia H.: «Yo era deportista, una verdadera deportista. Me encantaba correr,
nadar, montar en bicicleta, jugar al voleibol, al tenis, un montón de cosas. Esto fue
lo que más me preocupó cuando me enteré de mi diagnóstico, que tendría que re-
nunciar a esa parte de mí. Y al principio, de hecho, me sentí tan mal que pensé
que me sentiría débil para el resto de mi vida. Pero poco a poco me he recupera-
do. Volví al deporte, a practicar deporte con ganas. Lo necesitaba. Simplemente
me apetecía tanto que lo hice. Pero no fue fácil, y aún ahora no lo es. La clave está
en que puedes tener una hipoglucemia cuando los músculos están consumiendo
mucha energía, y no sólo en ese momento, sino incluso horas y horas más tarde.
Así que si corres por la tarde, te arriesgas a tener una hipoglucemia por la noche».

El cuerpo de deportista y el cuerpo de la persona-con-diabetes están en


tensión. Los estallidos de energía del primero no coexisten muy bien con el
precario equilibrio de energía del último. Es una tensión difícil. Algunas per-
sonas son capaces de manejar la situación con éxito y conviven con esta ten-
sión durante mucho tiempo. Los que no pueden tienen que renunciar a «una
parte de sí mismos». Si resulta demasiado complicado lidiar con una hipoglu-
172 CUERPOS Y DIFERENCIAS

cemia por la noche, lo mismo tendrán que dejar el deporte. Pero si hacen de-
porte y tantean los límites, entonces corren el riesgo de que un día superen el
límite y mueran28. Esto sugiere que la suposición de que tenemos un cuerpo
coherente o que somos un conjunto esconde un montón de procesos y nego-
ciaciones. Procesos y negociaciones que alguien tiene que hacer. No tienes, no
eres un cuerpo-que-se-mantiene-unido por sí mismo, de forma natural. Man-
tenerte como un todo es una de las tareas de la vida. No es algo dado, sino que
debe ser alcanzado, tanto debajo de la piel como más allá, en la práctica.

LO QUE SIGUE

En la tradición teórica occidental, «el cuerpo» es característicamente evocado


como el caso ejemplar de lo que es ser un todo. Un «todo orgánico» puede in-
cluso sonar tautológico29. Esto encaja con conocer el cuerpo como algo que
tenemos y algo que somos. El cuerpo-que-tenemos, esperando la mirada del
observador en la mesa de reconocimiento, no se extiende más allá de los bor-
des de la mesa. Permanece pasivamente dentro de su piel. La tarea del obser-
vador consiste en entender cómo se sostiene unido: nunca se cuestiona la
coherencia sistemática del cuerpo-que-tenemos. Pero el cuerpo-que-somos es
también una totalidad, o debería serlo. Se diagnostican como desviadas las
personas cuyas imágenes corporales no son coherentes, las que no sienten que
sus cuerpos se integran. Y se critica enormemente a la medicina moderna, con
su pluralidad de especialidades, por no apreciar nuestra integridad. Si somos
un todo, o por lo menos, eso dice la crítica, ¿por qué no se nos trata en conse-
cuencia?
Ahora bien, si situamos en primer plano las prácticas para hacer frente a la
realidad y lo hacemos persistentemente, la “totalidad orgánica” del cuerpo
—————
28 De hecho, uno de los internistas que observamos y entrevistamos nos describió a una
paciente suya como alguien que no quiere renunciar a practicar buceo —un deporte que es muy
peligroso para alguien con diabetes, porque, si te da una hipoglucemia, es imposible que te sa-
que nadie de ella. De alguna manera, vivir al límite es, para algunas personas, demasiado impor-
tante como para renunciar. Para ver la combinación de deportes de riesgo y discapacidades:
Moser (2003).
29 Lakoff y Johnson, en su ataque al modo en que Occidente intenta olvidarse del «cuer-
po», exploran metáforas fascinantes relacionadas con el cuerpo, como la de «totalidad orgáni-
ca», entre otras. Pero, mientras sitúan el cuerpo dentro de la filosofía, de la que había estado ex-
cluido durante tanto tiempo, sigue siendo un cuerpo que tenemos y somos. Su «cuerpo» sigue
siendo observacional, no es un cuerpo que hacemos ni tampoco un cuerpo metabólico. Cf. La-
koff y Johnson (1999).
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 173

deja de ser auto-evidente. Pero esto no implica que el cuerpo que hacemos esté
fragmentado, lo contrario de ser un todo. Si tuviéramos que hacer nuestros
cuerpos de manera fragmentada, la muerte nos sobrevendría inmediatamente.
El cuerpo que hacemos no es ni un todo, ni está fragmentado. En lugar de es-
to, posee una configuración compleja30. Existen fronteras alrededor del cuer-
po que hacemos: es Miriam T. quien suda por la noche, y no Josef, su marido.
Pero estas fronteras son semi-permeables: Josef puede sentir la hipoglucemia
de Miriam T. por ella, y son los dulces yogures que come los que detienen su
hipoglucemia. Mientras no se desintegre, el cuerpo-que-hacemos se mantiene
unido. Está, sin embargo, lleno de tensiones. Hay tensiones entre los intereses
de sus diversos órganos; tensiones entre la toma de control y el ser errático;
tensiones, también, entre las exigencias de tratar con la diabetes y otras de-
mandas y deseos. En la práctica del día a día de hacer los cuerpos, tales ten-
siones no se pueden evitar. Nos guste o no, simplemente deben ser manejadas.
El cuerpo-que-hacemos no es un todo. Mantenernos íntegros es una de las
tareas de la vida. Esto tiene implicaciones sobre lo que uno puede pedir o es-
perar de la medicina. Sullivan sugiere que la medicina debe activar en sus pa-
cientes «conciencia de sí mismos» con los resultados de su propia mirada clí-
nica (o, más específicamente, patológica). Nuestra sugerencia es diferente. En
lugar de añadir otro nivel de conocimiento, la medicina debe cambiar su auto-
comprensión. La medicina debería reconocer que lo que tiene que ofrecer no
es un conocimiento de cuerpos aislados, sino un rango de intervenciones tera-
péuticas y diagnósticas en los cuerpos vividos, y por tanto, en las vidas coti-
dianas de la gente. Incluso la mirada patológica no es meramente una mirada,
sino que implica también manipulación. Las actividades de la medicina siem-
pre se refieren tanto a lo que hay debajo como a lo que está más allá de la piel.
Pero si todas las operaciones médicas, aunque simplemente parezcan referirse
a los cuerpos, son intervenciones en la vida, entonces deben ser apreciadas en
consecuencia. Así, merece una atención autorreflexiva31 no sólo su eficacia en
la mejora de uno o dos parámetros, sino en la amplia gama de sus efectos. No
debería esperarse que todos estos efectos sean para mejor. En la articulación
de la forma en que lo está haciendo, en la valoración de los efectos de sus acti-
vidades, la medicina debería ser suficientemente sabia para hacer frente a su
trágico carácter: las intervenciones médicas casi nunca producen sólo mejoría
—————
30 Para una variedad de exploraciones acerca de la complejidad, véanse las contribuciones
de Law y Mol (2002).
31 Esto implica que la epidemiología clínica ya no es suficiente para la evaluación de las in-
tervenciones médicas. Un ejemplo que muestra cómo la exploración de los detalles de las inter-
venciones clínicas y sus diversos efectos puede ayudar no sólo a evaluar, sino incluso a mejorar
la clínica, ver Lettinga y Mol (1999).
174 CUERPOS Y DIFERENCIAS

más unos cuantos desafortunados “efectos secundarios”; en vez de eso, intro-


duce un conjunto cambiante de tensiones.
Dicho de esta manera, puede parecer que estamos sugiriendo un giro etno-
gráfico en medicina. Y así es32. Curiosamente, los métodos etnográficos que
privilegian las prácticas y reúnen entidades dispares en una sola historia no
son una novedad para la medicina. En la sección de materiales y métodos de
los artículos de investigación, se explicitan escrupulosamente prácticas de to-
do tipo (el valor de la intervención en cuestión, la tecnología movilizada, las
características del paciente, etc.). Es sólo que en la conclusión tienden a ser
olvidadas. Y escucha a quien hace una entrevista clínica: el médico pregunta
«¿cómo estás?» o «¿qué puedo hacer por usted?» y espera a que el paciente
cuente una historia sobre los acontecimientos de la vida diaria, en la que enti-
dades de todo tipo (judías, sangre, los compañeros de mesa, coches, agujas,
azúcar) coexisten e intervienen en el relato. Una buena historia de caso nos
habla de la situación del paciente en un lenguaje que va desde los niveles de
azúcar en sangre hasta las expectativas en el trabajo, pasando por la dosis de
insulina prescrita y la vida amorosa, llegando a operaciones quirúrgicas del pa-
sado y la ingesta de grasa saturada y ese mal carácter y vuelta otra vez. ¿Por
qué no contar historias de la medicina de modo similar?
La reflexión médica actual tiene un carácter predominantemente epide-
miológico. La epidemiología también une diversas entidades, pero su método
de explicar aísla cada variable de las demás y es incapaz de trazar uniones y
tensiones entre ellas. En esta situación, la narrativa etnográfica se torna en una
técnica prometedora: tiene la capacidad de producir historias enriquecedoras
de los cuerpos vividos en las que la medicina figura como una parte más de la
vida cotidiana. Aquellas narrativas que persigan encontrar una coherencia se
perderán lo importante. Si hay que describir los aspectos trágicos de vivir-en-
tensión e intervenir-para-lo-mejor, se necesitarán líneas de narración abruptas.
Y deberán ser contadas por una variedad de narradores cuyas voces podrán
oírse al unísono o chocar frontalmente. Y ahí es donde los pacientes entran de
nuevo: conscientes, pero no sólo auto-conscientes, sino capaces de contar tan-
to historias de la medicina como historias sobre los efectos de sus intervencio-
nes33. El propósito final de una narrativa multivocal investigativa no tiene por
—————
32
Una medicina reflexiva, que apreciara la amalgama de técnicas distintas que actúan los
cuerpos también ayudaría a, por ejemplo, comprender las profundas diferencias (así como las
posibles similitudes) que existen entre distintas tradiciones médicas, como la «occidental» y la
«china». Ver Kuriyama (1999).
33 Hasta ahora han sido principalmente los pacientes los que han contado historias sobre
sus vidas, las intervenciones médicas y la enfermedad. Otros participantes han sido mucho me-
nos comunicativos. Se podría decir que lo que aquí defendemos es que la vuelta a la práctica
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 175

qué llegar, necesariamente, a conclusiones. La potencia de éstas puede radi-


car, perfectamente, en la capacidad de abrir nuevos interrogantes.
No, aunque la medicina nunca volviera a olvidarse de las practicalidades,
aunque atendiera seriamente al cuerpo-que-hacemos, no se solucionarían todos
sus problemas, ni muchísimo menos los que nos atañen a nosotros, sus pacien-
tes. Pero, aun así, merece la pena intentarlo.

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CIUDADANÍA BIOLÓGICA, MEDICALIZACIÓN
Y OTROS CUIDADOS: EN TORNO A LA ENFERMEDAD CELIACA

ANA TOLEDO CHÁVARRI

INTRODUCCIÓN

L
a Asociación de Celiacos de Madrid define la enfermedad celiaca co-
mo: una intolerancia permanente al gluten que produce, en individuos
predispuestos genéticamente, una lesión grave en la mucosa del intes-
tino delgado, provocando una atrofia de las vellosidades intestinales, lo que
determina una inadecuada absorción de los nutrientes de los alimentos (pro-
teínas, grasas, hidratos de carbono, sales minerales y vitaminas). [...] El único
tratamiento existente a día de hoy consiste en el seguimiento de una dieta es-
tricta sin gluten de por vida, que conlleva la recuperación y normalización tan-
to clínica como funcional, así como la reparación de la lesión histológica vello-
sitaria1.
La celiaquía ocupa una posición particular dentro de la concepción de «en-
fermedad». Por el momento, la celiaquia no está tan medicalizada como otras
enfermedades, pues el diagnóstico aún es difícil ya que los conocimientos y
procedimientos para detectar la enfermedad no están aún muy extendidos en
—————
1 Definición extraída de la página web de la asociación (http://www.celiacosmadrid.org/,
accedida en enero de 2011).
180 CUERPOS Y DIFERENCIAS

el sistema médico. Además, el único tratamiento existente para esta enfermad


es seguir una alimentación sin gluten de forma permanente, por lo que su tra-
tamiento depende de la gestión de la alimentación y no del uso de píldoras, al
menos por el momento, ya que la industria farmacéutica está empezando a in-
vestigar soluciones farmacológicas para la enfermedad.
En este panorama, las asociaciones de pacientes están reconfigurando lo
que significa ser celiaco en la actualidad, tanto a nivel invididual como colecti-
vo, dado que su actuación afecta a la gobernanza de la enfermedad y con ello
se transforma también la noción de ciudadanía. Las demandas de las asocia-
ciones de celiacos han de ser analizadas en el contexto de las configuraciones
actuales de los procesos de medicalización y las diferentes lógicas que se po-
nen en juego. Estas lógicas diversas (cuidado, capital, biomedicina) se relacio-
nan de modo complejo, mientras que los pacientes generan relaciones en las
que se dan alianzas parciales pero también conflictos entre los actores impli-
cados: la industria farmacéutica y alimentaria, la investigación biomédica, los
sistemas de salud y los poderes públicos.

CAMBIOS TECNOCIENTÍFICOS Y TRANSFORMACIONES EN LA CIUDADANÍA

En las últimas décadas se ha tratado de analizar cómo surgen y se articulan


nuevas formas de ciudadanía relacionadas con los cambios tecnocientíficos
(Beck, 1992, 2005). En el caso de la enfermedad celiaca, la biomedicina ha si-
do fundamental en este proceso de transformación identitaria; sólo a partir de
una biopsia intestinal compatible con la enfermedad se puede ser admitido en
las asociaciones de pacientes. Se construye así una forma de identidad defini-
da a través de la ciencia y mediada por la tecnología. Estas relaciones forman
parte de la reconstrucción mutua del orden social y el tecnocientífico, en la
que la biomedicina contribuye a generar nuevas realidades que afectan a con-
ceptos legales, socioculturales y sanitarios. La enfermedad celiaca es un caso
de cómo las tecnologías de representación de la medicina están generando
nuevas formas de ciudadanía e identidad.
Son muchos los autores preocupados por esta relación entre la tecnocien-
cia y la tranformación de la socialidad. Aquí quiero explorar principalmente
las aportaciones y limitaciones de los conceptos de ciudadanía biológica de Ni-
kolas Rose y Carlos Novas (2005) y de ciudadanía genética, formulado por De-
borah Heath, Rayna Rapp y Karen-Sue Taussig (2004). Ambas corrientes teó-
ricas señalan como raíz el concepto de biosocialidades del antropólogo Paul
Rabinow (1992).
CIUDADANÍA BIOLÓGICA, MEDICALIZACIÓN Y OTROS CUIDADOS 181

Rose y Novas utilizan el concepto de ciudadanía biológica para indicar có-


mo algunos supuestos biológicos, implícitos o explícitos, están siendo movili-
zados en muchos proyectos de ciudadanía, modelando las concepciones de lo
que significa ser ciudadano y apuntalando distinciones entre los ciudadanos
actuales, los potenciales, los problematizados y los imposibles. Rose y Novas
usan el término para describir «todos aquellos proyectos de ciudadanía que
han ligado sus concepciones sobre los ciudadanos a creencias sobre la existen-
cia biológica como seres humanos, individuos, familias y linajes, comunidades,
población y razas, y como especie» (Rose y Novas, 2005, p. 2).
Si bien, para Rose y Novas, la historia política tiene una larga trayectoria de
relación con dimensiones biológicas en las que las formas actuales parten de
rápidas innovaciones de la genética, biotecnología y biomedicina, sin que por
ello estemos viviendo una vuelta del determinismo biológico o genético, la
ciudadanía biológica ya no se corta por las ideas de raza, degeneración y eu-
genesia. Se territorializa de manera diferente y en otros ámbitos, como, por
ejemplo, en torno a la biopiratería, el aborto selectivo y la selección de em-
briones, las normas de educación en salud y salud pública o las técnicas inva-
sivas corporales que van desde la cirugía estética a la terapia genética (2005).
Otros autores, sin embargo, están más preocupados porque este retorno a lo
biológico tenga como posible consecuencia una reificación del concepto de
raza a través, por ejemplo, de la investigación genética2.
Para Deborah Heath, Rayna Rapp y Karen-Sue Taussig (2004), la puesta
en marcha del Proyecto del Genoma Humano ha dado lugar a que tanto las
prácticas biomédicas como la percepción pública se hayan «genetizado». Se-
gún estas autoras, lo genético se ha transformado en una fuente de explicación
común, en una forma de comprender las diferencias humanas, creando un
nuevo concepto de identidad al que denominan ciudadanía genética. Así, co-
mo se ve en la definición de enfermedad celiaca citada, nociones como la de
«predisposición genética» forman parte fundamental de la identidad de esta
enfermedad. Esta genetización puede tener como consecuencia una reconfigu-
ración de las demandas sanitarias. A medida que la gente adquiere identidades
basadas en sus características genéticas o familiares, en general específicas y
usualmente raras, dejan de realizar demandas más amplias. Tanto es así que se
han formado algunas alianzas agrupando estas identidades. Además, es una
consecuencia de los avances en las ciencias de la vida que tienen la potenciali-
dad de transformar los límites de la agencia:

—————
2 Estos debates pueden seguirse en Wade, 2006.
182 CUERPOS Y DIFERENCIAS

«Activistas en cuestiones de salud, investigadores biomédicos, instituciones de fi-


nanciación pública y el reciente dramático flujo de capital transnacional invertido
en biotecnología están implicados en la extensión de la genetización, las personas
aprenden a “pensar genéticamente”, a verse a sí mismos en términos de atributos o
límites genéticos —o como posibilidades de inversión» (Heath, Rapp y Taussig,
2004, p. 159).

Uno de los principales focos de atención en los debates sobre las transfor-
maciones de la ciudadanía en torno a la ciencia y tecnología se centra en la re-
configuración de la participación ciudadana en el cuidado de la salud. Heath,
Rapp y Taussig (2004) argumentan que las reconfiguraciones en la ciencia ge-
nética y en la esfera pública han creado una emergente ética del cuidado. Es-
tas prácticas cuestionan las nociones convencionales que dividen a los exper-
tos de los no expertos. Nuevas áreas de la vida cotidiana pueden ser reguladas
y las redes que emergen de ello (entre científicos, activistas, políticos e intere-
ses corporativos) implican nuevas formas de participación democrática y ha-
cen borrosas las fronteras entre el Estado y la sociedad civil y entre los intere-
ses públicos y privados. Callon y Rabeharisoa (2003) analizan por su parte la
transformación en la relación de poder entre expertos y no expertos en la in-
vestigación de nuevos tratamientos para enfermedades.
En este escenario, las asociaciones de pacientes surgen como el actor colec-
tivo fundamental de estas reconfiguraciones de las demandas y del poder, ca-
paces de generar identidades individuales y colectivas. Las asociaciones se
transforman en mediadoras entre los individuos y los actores institucionales y
corporativos. Estos grupos realizan funciones como la difusión de información
sobre la condición, la realización de campañas por derechos o para combatir
estigmas, el desarrollo de un conjunto de técnicas para el manejo cotidiano
que transforman a la ciudadanía (Rose y Novas, 2005). Pero también entran
en interacción con la configuración de la propia ciencia y tecnología en la
búsqueda de formas alternativas de tratamiento (Rose y Novas, 2005), la co-
producción del conocimiento científico y de identidades sociales, o el mante-
nimiento del control del cuidado por parte del paciente (Callon y Rabehari-
soa, 2003).

LA ENFERMEDAD CELIACA Y LAS LÓGICAS COMPLEJAS DE CUIDADO

Existen diferentes lógicas en el ámbito de la salud que funcionan a veces de


forma relacionada, a veces en colaboración y otras en contradicción. Si bien
CIUDADANÍA BIOLÓGICA, MEDICALIZACIÓN Y OTROS CUIDADOS 183

estas lógicas son locales y específicas —dependen de las historias locales, los
sistemas sanitarios, la epidemiología de la enfermedad, etc.—, las prácticas
son, como veremos, significativas en su conjunto (Mol, 2008).
En cuanto a la enfermedad celiaca, la diversidad de lógicas utilizadas pasa,
en primer lugar, por la biomedicalización, pero incluye también otras formas
de cuidado, procesos de mercantilización y, como veremos, otros elementos.
Una primera lógica que atraviesa la enfermedad, aquella que se refiere a la
biomedicina, está adquiriendo mayor relevancia y poder frente a otras formas
de cuidado posibles. Esta profundización tendrá como consecuencia la trans-
formación de la vida de las personas celiacas, pero también implica la profun-
dización de procesos sociales más amplios, como la mercantilización de la sa-
lud o su monitorización por el sistema biomédico o la reconfiguración de
nuevas formas de ciudadanía (transformación de las formas de ciudadanía).
La enfermedad celiaca está interconectada con el proceso general de bio-
medicalización de la sociedad contemporánea, con la interesante particulari-
dad de que algunos aspectos de esta enfermedad están por el momento sub-
medicalizados. El concepto de medicalización surgido de Zola teoriza sobre la
extensión de la jurisdicción, autoridad y práctica médicas hacia áreas cada vez
más amplias de las vidas cotidianas de la gente (citado en Clarke et al., 2003).
Al principio, se trataba de problemas sociales relacionados con la moralidad y
el cuerpo que pasaban de ser mirados desde la ley a serlo desde la medicina
(drogas, alcoholismo, sexualidad...) y más tarde se extendían a otros ámbitos
de vida, como la alimentación, ámbito que explora, entre otros, Mabel Gracia
(2007).
La medicalización supone también la aparición de múltiples innovaciones
clínicas como parte constitutiva de este proceso. Esto es, nuevos diagnósticos,
tratamientos y procedimientos. Y, en parte, es en este sentido en el que la en-
fermedad celiaca está submedicalizada. De este modo, uno de los problemas
más importantes en torno a esta enfermedad es la dificultad del diagnóstico.
Según el Libro Blanco de la Enfermedad Celiaca, «la media de tiempo para
conseguir el diagnóstico definitivo de la enfermedad es de 8 años». Especial-
mente en adultos, el conocimiento médico diagnóstico no está muy extendido
y los síntomas son asociados a otras casuísticas. Tanto es así que se calcula que
el 1% de la población española podría ser celiaco, aunque las personas diag-
nosticadas no llegan al 10% de ese porcentaje.
Sin embargo, como veremos más adelante, se está incidiendo en la biome-
dicalización futura de la enfermedad celiaca, como, de manera más general y
progresiva, en la medicalización de los problemas sociales. Para algunos auto-
res esto supone una paulatina transformación de los individuos en pacientes
perpetuos que además pasan a ser vistos cada vez en mayor medida como con-
184 CUERPOS Y DIFERENCIAS

sumidores, intensificándose la fabricación de productos y servicios relaciona-


dos con ellos, desde los diagnósticos a los productos alimenticios, los sistemas
de control de dolencias crónicas o la prevención de éstas (Dumit, 2002; Clarke
et al., 2003)
Más allá de este proceso de biomedicalización, o al menos mientras éste no
se profundice, los y las celiacas tratan de buscar formas de cuidado que res-
pondan a su cotidianidad. La biomedicina proporciona el diagnóstico, así co-
mo el seguimiento de la enfermedad y sus síntomas. Sin embargo, el sistema
sanitario no tiene capacidad hoy por hoy de posibilitar la adaptación a la dieta
sin gluten que constituye el único tratamiento existente en la actualidad. Este
sistema médico no tiene ni suficientes conocimientos ni tiempo para garanti-
zar el cuidado de los celiacos. La dificultad para estos enfermos reside, pues,
en conseguir una alimentación libre de este elemento, presente en los princi-
pales cereales que componen la dieta occidental (trigo, centeno y cebada). El
gluten no se presenta sólo en sus formas más evidentes (como, por ejemplo,
pan, pasta o repostería), sino que también es un elemento usado como com-
ponente básico en la industria alimentaria en forma de almidones, espesantes,
aromas, proteínas, etc. La ausencia de legislación sobre el uso y etiquetado de
estas sustancias tampoco facilita el camino.
Ante este panorama, las asociaciones de celiacos3 funcionan como grupos
de apoyo que construyen y distribuyen narrativas sobre la enfermedad que
ayudan a los pacientes a aceptarla, comprenderla y manejar mejor sus opcio-
nes de cuidado, buscando formas de convivir con las enfermedades, distribu-
yendo conocimientos prácticos para gestionar el cuerpo y negociando el acce-
so al sistema sanitario (Rose y Novas, 2005). Estas asociaciones cumplen su
papel especialmente en los primeros momentos después del diagnóstico, dan-
do charlas sobre la enfermedad para los principiantes en la dieta sin gluten y
prestando apoyo también ante las dudas, contaminaciones o incumplimientos.
Qué alimentos comer, lugares donde se pueden obtener, cómo salir o viajar, y
qué hacer en caso de «contaminación» constituyen las principales narrativas.
Una de las funciones fundamentales de las asociaciones es la de construir y
distribuir entre sus asociados una lista de los alimentos sin gluten disponibles
en el mercado que permite no restringirse a los productos más evidentes y,
por tanto, ampliar las posibilidades alimentarias y culinarias. Además, distri-
buyen también recetas y consejos prácticos para viajar y salir, momentos en los
que el seguimiento de la dieta se torna más difícil.
—————
3
Las asociaciones de pacientes celiacos del Estado español se reúnen en torno a la Federación
de Asociaciones de Celiacos de España (FACE). FACE está compuesta por 17 miembros, federa-
ciones o asociaciones de las distintas Comunidades Autónomas (http://www.celiacos.org/)
CIUDADANÍA BIOLÓGICA, MEDICALIZACIÓN Y OTROS CUIDADOS 185

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) están siendo


fundamentales, ya que posibilitan formas participativas en la creación de co-
nocimiento en las que la distinción entre sujetos y objetos de estudio se pone
en cuestión constantemente. Internet es el principal medio de comunicación
utilizado por los celiacos, aunque aparecen también otras mediaciones tecno-
lógicas; esta nueva arena política es multivocal, plagada de relaciones densa-
mente imbricadas en las que las demandas ciudadanas hacen borrosas las
fronteras entre exclusión e inclusión, entre experto y profano (Heath, Rapp y
Taussig, 2004). Todos los movimientos a los que se refieren utilizan los recur-
sos tecnocientíficos como iconos y herramientas de sus proyectos políticos.
Plummer (2001) denomina ciudadanía íntima a esta socialidad que se produ-
ce principalmente a través de relaciones mediadas por lo tecnológico en las
redes sociales, foros de autoayuda en Internet, programas de televisión...,
pero que también podríamos encontrar en el ámbito de las asociaciones de
pacientes. Para esta autora, estos espacios que están mediados por tecnolo-
gías para la confesión pueden normalizar los cuerpos patologizados, pero los
reducen a espectáculo, limitando la posibilidad de incorporar la carga rei-
vindicativa.
Las asociaciones transforman la identidad individual y colectiva de los ce-
liacos. Los individuos moldean sus relaciones a través del conocimiento de su
individualidad somática. Aparecen imágenes biológicas, explicaciones, valores
y juicios ligados al “régimen del yo” contemporáneo general. De esta manera
los sujetos establecen nuevas relaciones consigo mismos al describirse a sí
mismos a través de los niveles de gluten, el grado de atrofia intestinal o de la
predisposición genética a la enfermedad. «El lenguaje con el cual los ciudada-
nos se llegan a entender y describir a sí mismos es cada vez más biológico»
(Rose y Novas, 2005, p. 13). Estos conceptos van acompañados de cálculos y
estrategias a la hora de enfrentarse a la carta de un restaurante, las invitaciones
a comer o la preparación de las vacaciones, y los usan para pensar en cómo
pueden o deben actuar en aquello a lo que pueden tener miedo o lo que pue-
den desear.
Rose y Novas insisten en la posibilidad de una elección personal y la res-
ponsabilidad que implica este régimen del yo: «la responsabilidad del yo im-
plica hoy responsabilidad “corporal” y “genética”: una ha sido desde hace
tiempo responsable de la salud y la enfermedad del cuerpo y otra debe tam-
bién conocer y manejar las implicaciones del genoma propio» (Rose y Novas,
2005, p. 5). Así, para Rose y Novas estas comunidades serían pioneras en un
aspecto ético: «[...] son pioneros de una nueva ética del yo informada —una
serie de técnicas para el manejo de la cotidianidad en relación con una condi-
ción y en relación con el conocimiento experto» (2005, p. 21). En el caso de
186 CUERPOS Y DIFERENCIAS

los celiacos, las asociaciones insisten en el mantenimiento estricto de la dieta


sin gluten y se implican en el control de las contaminaciones involuntarias o
«transgresiones». Según la visión de ciudadano activo biológico de Rose y No-
vas, el individuo está obligado a informarse a sí mismo sobre sus enfermeda-
des, pero también sobre sus predisposiciones; está obligado a tomar los pasos
apropiados, es decir, en nuestro caso, a ajustar la dieta y estilo de vida a ellos.
Otros autores ven este régimen del yo de manera más crítica, pues la salud
pasa a recaer, por tanto, en los pacientes, y se transforma así en una meta indi-
vidual, en una responsabilidad moral. El manejo de la enfermedad pasa por
una implicación personal en aumentar el conocimiento, la autovigilancia, la
prevención, el tratamiento de los riesgos, así como el consumo apropiado de
bienes y servicios médicos y de otras formas de cuidado (Clarke et al., 2003).
Para Callon y Rabeharisoa (2000), esos comportamientos responsables se
normalizan, convirtiéndose en rutinarios y esperados, de modo que quienes no
actúan de la misma manera forman un nuevo tipo de persona problemática.

LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA ESPERANZA: CIENCIA, CIUDADANÍA


Y FUTURO

Las colectividades formadas en torno a concepciones biológicas de identidad


compartida tienen una larga historia, especialmente en los grupos de pacien-
tes, y están cobrando cada vez más importancia. No sólo se dedican al apoyo
de sus asociados, sino que se dedican también con intensidad a la reivindica-
ción, creando nuevos espacios de debate público y el acceso a recursos.
Rose y Novas (2005) llaman a esta búsqueda de reconfiguración del futuro
«economía política de la esperanza», y de ellos he tomado el título de este epí-
grafe. La biología no es ya un destino ciego e implacable, es cognoscible, mu-
table, mejorable y manipulable. Existe miedo ante las posibilidades biológicas
del futuro, pero también esperanza. Los cuerpos están cada vez más inmersos
en una economía para la generación de bienestar, la producción de salud y vi-
talidad, la creación de normas y valores sociales. La economía política de la
esperanza incluye posibilidad de futuros tratamientos, e incluye la anticipa-
ción y expectación de los sujetos, no es pasiva. Esta esperanza se liga a las bio-
grafías personales, al sufrimiento, la privación y la desigualdad asociadas a los
recortes en los sistemas de seguridad social, las pérdidas económicas y perso-
nales para el cuidado de los que queremos, la falta de fondos para investiga-
ción y la discriminación de las compañías aseguradoras; y puede convertirse
en una forma de activismo político.
CIUDADANÍA BIOLÓGICA, MEDICALIZACIÓN Y OTROS CUIDADOS 187

Las asociaciones de pacientes organizan sus demandas a través de la apro-


piación o creación de conocimiento científico y médico especializado, estable-
ciendo relaciones complejas con los distintos actores, desde el sistema médico
a las corporaciones alimentarias y farmacéuticas, pasando por el Estado.
Si en la mayoría de los casos las agrupaciones de enfermos tratan de de-
mandar mejores tratamientos, en el caso de la enfermedad celiaca las asocia-
ciones hacen campañas por conseguir mejores (y, sobre todo, más extendidos)
diagnósticos. Asimismo, tratan de ganar acceso a servicios y recursos especia-
lizados. Los colectivos de celiacos buscan transformar las leyes tanto a nivel
nacional como europeo, reformar la industria alimentaria (no sólo incluyendo
el etiquetado del gluten sino, en última estancia, transformando los procesos
de producción), con la que tratan de forjar alianzas. De igual modo, quieren
ser objeto de subvenciones del Estado para cubrir el coste extra que supone la
alimentación sin gluten. Por otro lado, analizan las consecuencias económicas,
simbólicas de la enfermedad celiaca y actúan en consecuencia. Por ejemplo,
demandando ante las administraciones que se consideren los alimentos sin
gluten como medicamentos y puedan ser, de esta manera, subvencionados. O
fomentando la atención adecuada en restaurantes, hospitales y colegios o en
eventos como pueden ser la celebración de cabalgatas de reyes sin gluten para
los niños celiacos. En este sentido, actúan como grupos de presión política y
social frente la administración, sistema educativo y sanitario o el sector de la
restauración. Estas medidas inciden, por tanto, en la vida cotidiana y simbóli-
ca de las personas con enfermedad celiaca.
Además, una novedad reciente de las asociaciones de pacientes es la rela-
ción que establecen con las investigaciones científicas sobre sus enfermedades:
el aumento de la participación es la clave. En el ámbito económico, los con-
sumidores y usuarios toman cada vez más importancia en la definición de la
demanda y de los productos. Si bien es cierto que no todos los consumidores
participan por igual, ya que sólo algunos son consultados. En el ámbito políti-
co, las tomas de decisiones con respecto a la movilización de tecnociencia
también han cambiado. La ciencia, que antes se consideraba no debatible, ca-
da vez se abre a más posibilidades de participación y representación, a la dis-
cusión pública. Para Sheila Jasanoff, lo que entra en juego no es tanto la lógica
de la representación sino la de intervención, lo que permite a los grupos deba-
tir simultáneamente su identidad y sus expectativas y alimentar su proceso de
investigación con su propia experiencia (citado en Callon y Rabeharisoa,
2003).
Las asociaciones de pacientes pueden tener diversas maneras de implicarse
en la innovación en ciencia y tecnología: pueden o bien aliarse de manera
igualitaria con los expertos y buscar la co-producción del conocimiento cientí-
188 CUERPOS Y DIFERENCIAS

fico, o bien oponerse a los especialistas o bien animar a la cooperación entre


profesionales y pacientes. En este último caso entrarían las asociaciones de ce-
liacos, serían lo que Callon y Rabeharisoa (2003) denominan «organizaciones
auxiliares», que parten de la diferenciación entre conocimiento experto y ex-
periencia común. Se transforman en auxiliares, ocupándose de las interven-
ciones técnicas definidas por expertos. Proveen apoyo moral y social. Algunas,
más escépticas con el sistema médico, tratan de adquirir conocimiento experto
comparable al de los especialistas, manteniendo la división formal entre exper-
tos y no expertos4.
La investigación biomédica de la celiaquía trabaja para buscar evidencias
genéticas, así como para encontrar una «solución» farmacéutica al problema.
Según la revista Mazorca (2008), en la actualidad hay en marcha tres ensayos
clínicos para la creación de fármacos que puedan constituir una alternativa
para la dieta sin gluten. También se está llevando a cabo el proyecto de inves-
tigación CD Medicis, financiado por la Unión Europea. Este proyecto trata de
construir un dispositivo diagnóstico y control de la enfermedad. Se trataría de
un laboratorio en un chip, parecido al que usan hoy en día los pacientes en-
fermos de diabetes.
Todos estos avances incidirán en la mercantilización de la salud de los ce-
liacos, así como en otro de los sentidos de la medicalización. La biomedicina
hace el cuerpo visible, inteligible, calculable y capaz de ser intervenido a nivel
molecular, y con ello le hace ser fuente de producción de valor económico, de
acumulación de capital social y económico: las alergias e intolerancias como
un nuevo nicho de mercado y como responsabilidad social corporativa (con la
legitimación de marcas y comercializadoras). La diferencia, la enfermedad se
transforma en mercancía y los pacientes en consumidores (Davis, 2007). En
este caso, podemos claramente identificar dos lógicas opuestas. Por un lado, la
lógica del cuidado atiende a personas concretas en situaciones concretas y,
mientras que la lógica detrás de la farmacéutica atiende sólo a consumidores
agrupados en categorías, deja fuera a quienes no quieran comprar o no vayan
a consumir (Mol, 2008).

—————
4
Los otros tipos de grupos serían la organización partenariado, que trata de establecer pa-
ridad entre especialistas y pacientes. Este tipo de organizaciones tratan de llamar la atención
sobre los vínculos de cooperación entre pacientes y especialistas y los mecanismos de construc-
ción social de la identidad. Y en segundo lugar, la organización oponente: los pacientes recha-
zan que su estado sea definido por la comunidad médica y científica (Callon y Rabeharisoa,
2003). Por ejemplo, los colectivos de sordos que rechazan hacerse implantes, valoran su identi-
dad y rechazan la tecnología.
CIUDADANÍA BIOLÓGICA, MEDICALIZACIÓN Y OTROS CUIDADOS 189

CONCLUSIONES

Los conceptos de ciudadanía biológica y ciudadanía genética suponen aporta-


ciones en el análisis de la reconfiguración de la ciudadanía, señalando, por
ejemplo, la transformación de los sujetos sociales y las relaciones que se esta-
blecen entre ellos. En este nuevo marco, el Estado deja de ser el actor princi-
pal y aparecen nuevas y complejas relaciones con la biomedicina o las corpo-
raciones. Los procesos enmarcados en estos dos conceptos nos permiten, por
una parte, tomar en cuenta el aumento en la democratización del conocimien-
to y en la participación en la toma de decisiones de cuidado y en el desarrollo
futuro de las investigaciones sobre las enfermedades; y, por otra parte, impli-
can también una mayor especificidad en las formas de cuidado y en las de-
mandas que atañen a éste.
Es también interesante constatar cómo estos dos marcos ofrecen una parti-
cular visión de las nuevas identidades individuales y colectivas producidas a
través de procesos tecnocientíficos, aunque son, sin embargo, poco críticos
con lo que supone la reintroducción de conceptualizaciones basadas en la
biología como eje de ciudadanía. Es, pues, necesaria una reflexión sobre las
posibles implicaciones de la renaturalización del acceso a derechos y recursos.
Asimismo, estas propuestas tampoco analizan la dependencia del acceso a
ciertos derechos, especialmente relacionados con los sistemas sanitarios, de las
mediaciones de la ciencia y la tecnología. El acceso se supedita a la capacidad
de la biomedicina para encontrar diagnósticos y superar las controversias que
se plantean en los procesos de investigación y difusión del conocimiento5; co-
mo ocurre en los casos de síndrome de fatiga crónica o de sensibilidad quími-
ca múltiple (Dumit, 2006), o también en casos específicos de celiaquía difíciles
de diagnosticar.
En cuanto al análisis de la reconfiguración de la ciudadanía, Heath, Rapp
y Taussig señalan que ésta estaría influida por la crítica feminista a la ciuda-
danía clásica, en el sentido en que ésta pretendía ser universal cuando gene-
ralmente se refería a una élite masculina. Para estas autoras, las reivindicaciones

—————
5 Para una parte de la tradición en estudios sociales de la ciencia, las controversias científi-
cas son debates cargados de poder que se resuelven por la articulación de las redes sociales en
las que se dirimen. Aquel conocimiento a favor del cual se resuelva el debate «adquirirá valor
de conocimiento público» (Haraway, 1995, p. 134). «La clausura de una controversia es la cau-
sa y no la consecuencia de la representación de la naturaleza» (Latour, 1992). Las controversias
son, entonces, luchas de poder para definir lo real: «Las versiones de un mundo “real” no de-
penden, por lo tanto, de una lógica de “descubrimiento”, sino de una relación social de “con-
versación” cargada de poder» (Haraway, 1995, p. 342).
190 CUERPOS Y DIFERENCIAS

formuladas retoman la crítica feminista y queer en cuanto a que la ciudadanía


implica la lucha por políticas del cuerpo y de la identidad. Puede que esto sea
cierto en el sentido de superar nociones universalistas que borren las diferen-
cias, así como en las formas de cuidado mutuo y autoapoyo que llevan a cabo,
pero siempre en contradicción con otros aspectos defendidos por el feminis-
mo o de otras formas de activismo más amplias. Las capacidades de resistencia
o emancipación están muy limitadas, pues no existe una visión más global de
las lógicas ni de las relaciones de poder que intervienen más allá de sus pro-
pios ámbitos. Estas relaciones invisibilizan la interrelación entre prácticas y
representaciones, críticas con los esquemas sociales hegemónicos que pueden
mostrar sus contradicciones y que permiten anticipar, sugerir, inventar otras
formas de cuidado (Esteban, 2004).
Así, las asociaciones de celiacos y otras asociaciones de pacientes desafían
el monopolio de producción de conocimiento médico al adquirir y diseminar
información científica y demandar acceso inmediato a cuidados innovadores.
Sin embargo, se olvidan de las estratificaciones históricas culturales como la
clase, el sistema de género o raza, que permanecen incuestionadas (Dumit,
2002). Además hay que tener en cuenta las principales conexiones parciales
que se establecen no con otras formas de resistencia o activismo (como po-
drían ser otras asociaciones de pacientes, movimientos feministas...), sino con
la industria alimentaria y farmacéutica y el sistema biomédico, que, lejos de
generar espacios emancipatorios, fomentan la transformación de pacientes-
consumidores perpetuos moralmente responsables del manejo de su enferme-
dad, sin tener en cuenta las especificidades de las personas. Al mismo tiempo,
estas conexiones parciales transforman el cuerpo en un espacio de interven-
ción de la biomedicina y el capital.

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ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS:
EL «PACIENTE INFORMADO» EN EL ALMACENAMIENTO
DE CÉLULAS TRONCALES DE CORDÓN UMBILICAL
Y LOS ALIMENTOS FUNCIONALES

REBECA IBÁÑEZ MARTÍN Y PABLO SANTORO

INTRODUCCIÓN

D
urante la última década, la noción del «paciente informado» ha ido
ganando una importancia creciente en las políticas sanitarias y en las
reflexiones sobre la salud, en tanto modo de conceptualizar y reflejar
toda una serie de tendencias en el ámbito sociomédico, desde la centralidad
actual de Internet entre las fuentes de información social sobre la salud (Ki-
vits, 2004) hasta los procesos de «empoderamiento» del paciente y los retos
que el nuevo protagonismo del enfermo/paciente plantea a las formas tradi-
cionales de autoridad médica (Coulter, 2002), pasando por el impacto del cre-
ciente consumismo de productos sanitarios o de las nuevas formas de gober-
nanza neoliberal sobre una economía sanitaria en la que las fronteras entre
sanidad pública y sanidad privada, cuidado y consumo, Estado y mercado son
cada vez más tenues (Rose, 2007). El paciente informado sería aquel que, con-
tando con una información suficiente y objetiva sobre una situación relacio-
nada con su salud, logra tomar una decisión consecuente y racional entre las
diversas ofertas del mercado de la salud. La decisión informada se plantea así
como un ideal en la relación entre el individuo, el mercado y los sistemas de
194 CUERPOS Y DIFERENCIAS

salud, habiendo éstos últimos de garantizar tanto la provisión de información


fiable como la autonomía de los sujetos.
Sin embargo, la forma objetivista y aproblemática de concebir el conoci-
miento que subyace en la idea del paciente informado ha sido objeto de dife-
rentes críticas desde las ciencias sociales. Uno de los principales problemas
con esa noción objetivista de la información sanitaria —y de manera especial
cuando nos referimos a todo lo que tiene que ver con las ciencias biomédicas
punteras— proviene de las dificultades para obtener un conocimiento fiable,
contrastable y «objetivo» respecto de productos y terapias que se plantean
esencialmente hacia el futuro: como tendencias futuristas, de vanguardia, que
aún están investigándose y llegarán a su plenitud esperada sólo dentro de unos
años. Igualmente, resulta difícil calibrar la objetividad y fiabilidad de muchos
productos de consumo relacionados de una u otra forma con la salud y que, a
través de su supuesta función preventiva, prometen un futuro personal más
saludable.
En este artículo reflexionamos sobre los problemas que esta centralidad
del futuro crea para el ideal de una información «objetiva», indicando cómo
el concepto del paciente informado resulta incapaz de captar la incertidum-
bre esencial a la que se enfrentan tanto pacientes como no pacientes en un
entorno en el que la investigación biomédica avanza a pasos agigantados. El
artículo se apoya en dos casos de estudio de campos biomédicos que se ha-
llan fuertemente determinados por esta orientación futurista: el almacena-
miento privado de células troncales provenientes del cordón umbilical y el
consumo de alimentos funcionales. Abordaremos ambos temas desde una
doble perspectiva. Por un lado, revisaremos la pertinencia de la noción del
paciente informado en la toma de decisiones de consumo en torno a estos
dos casos. En segundo lugar, tomaremos en consideración las dimensiones
de género como parte constitutiva en la comercialización de estas dos tec-
nologías y, por tanto, en los procesos de toma de decisión. Al analizar el
modo en el que los individuos toman decisiones al enfrentarse a estos dos
asuntos, proponemos que el marco neo-liberal que evoca la idea del paciente
informado debe ser corregido con un análisis de mayor raigambre sociológi-
ca y sociocultural, que comprenda que los modos de obtener información y
los actos de decisión individuales están inevitablemente insertos en redes so-
ciales y constructos simbólicos, incluyendo, de forma destacada, las nocio-
nes, roles y estereotipos de género.
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 195

ELECCIONES DIFÍCILES EN ENTORNOS COMPLEJOS

¿Podemos asegurar que, en lo que concierne a nuestra salud, de una mayor


cantidad de información se siguen unas decisiones más adecuadas? ¿Cuanta
más información poseamos a la hora de tomar una decisión sobre nuestra
salud y la de nuestras familias será ésta una mejor elección? La respuesta ins-
tintiva a estas preguntas no puede sino ser positiva. En efecto, la idea de que
la provisión de una información contrastada, fiable y de calidad a los pacien-
tes (y consumidores), que garantice su autonomía en la toma de decisiones,
ha de ser un elemento fundamental en la organización de los sistemas de sa-
lud, ha estado en la base de buena parte de las políticas sanitarias de los úl-
timos años. Por tomar únicamente dos ejemplos de nuestro entorno más
cercano: la ley española 41/2002, que reguló la autonomía del paciente y sus
derechos y obligaciones en materia de información clínica, incluía como uno
de sus principios básicos que «el paciente o usuario tiene derecho a decidir
libremente, después de recibir la información adecuada, entre las opciones
clínicas disponibles»; este principio se concretaba en el artículo 4.2: «La in-
formación clínica forma parte de todas las actuaciones asistenciales, será
verdadera, se comunicará al paciente de forma comprensible y adecuada a
sus necesidades y le ayudará a tomar decisiones de acuerdo con su propia y
libre voluntad». Desde el entorno de la sociedad civil, la Declaración de
Barcelona de 2003, también conocida como «Decálogo de los Pacientes» y
surgida de una reunión en la que participaron profesionales de la salud y re-
presentantes de organizaciones y asociaciones de pacientes y usuarios de to-
do el estado español, indicaba igualmente cómo «el compromiso de una so-
ciedad democrática con el respeto a la dignidad y a la autonomía de sus
miembros aconseja avanzar en el desarrollo de medidas que faciliten la má-
xima adecuación entre las opciones elegidas y las deseadas por los pacientes
correctamente informados».
Un similar ideal de información correcta, completa y objetiva guía los pro-
cesos de regulación de los productos de consumo que se presentan como be-
neficiosos para la salud. La ley del estado español considera que, para garanti-
zar los derechos de los consumidores, éstos han de contar con suficiente
información sobre el producto alimentario a la venta. En este sentido, la ley
reconoce el derecho a la salud y a la información y, para proteger a los com-
pradores, el etiquetado se erige en guía paara el reconocimiento de los pro-
ductos alimentarios: de sus componentes, controles pasados, beneficios pro-
bados, etc. (Quintana, 2008). Así, la etiqueta es la herramienta esencial que,
en teoría, guiará la toma de decisiones lo más adecuadas posible y que, ade-
más, actúa de filtro ante situaciones donde o bien la gama de productos simi-
196 CUERPOS Y DIFERENCIAS

lares es alta, o bien la cantidad de información recibida o buscada por otros


medios de comunicación es desbordante.
Pero no siempre puede cumplirse este ideal de información correcta u ob-
jetiva. En muchos asuntos y entornos clínico-médicos —y esencialmente en
aquellos relacionados con los desarrollos clínicos de vanguardia y las investi-
gaciones punteras—, la información disponible es usualmente incompleta y
parcial, cambiante, contradictoria y controvertida. ¿Qué sucede cuando, ante
una terapia de última generación que aún no ha probado su eficacia o un pro-
ducto sanitario que no suscita una aprobación unánime en el establishment
médico, al paciente se le coloca en la situación de decidir autónomamente?
¿Qué ocurre cuando la información que aparece en una etiqueta o un reclamo
publicitario es confusa o incompleta, tornándose en un elemento más formal y
persuasivo que informativo? Más aún: ¿qué ocurre cuando se presentan ante
el individuo voces diversas que defienden posiciones opuestas, unas resaltan-
do los hipotéticos beneficios, otras recalcando los riesgos posibles?
En este artículo tratamos de analizar cómo, ante una situación donde se
despliegan ante el sujeto una variedad de elecciones excluyentes e informacio-
nes contradictorias sobre cuestiones relacionadas con su salud y la de su fami-
lia, los individuos llegan a tomar decisiones en la práctica. El hecho de que la
citada Declaración del Paciente, teóricamente emanada de la sociedad civil,
fuera patrocinada por Merck, una de las principales industrias farmacéuticas a
nivel global, nos pone sobre la pista de un elemento fundamental en esta his-
toria: la ineludible presencia del mercado1. Los dos casos que presentamos, el
—————
1
El caso de los alimentos funcionales, por ejemplo, pone de manifiesto cómo la investiga-
ción privada y la industria toman la delantera a las instituciones, mostrándose éstas últimas in-
capaces de responder con legislación y regulación ante los avances industriales. Buena prueba
de ello es la inexistencia de una normativa específica que regule estos alimentos en el estado es-
pañol. La situación actual es que la autorización en la comercialización de los alimentos funcio-
nales está regida por la normativa básica estatal contenida en la Ley General de Sanidad de
1986 (AESAN, 2010). Por tanto, los alimentos funcionales llevan en el mercado español desde
hace más de una docena de años sin legislación específica. En 2006, el Parlamento Europeo pu-
blicó el reglamento no. 1924/2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades
saludables en los alimentos. Después de varias correcciones al texto original, se publicó en 2010
otra modificación (Reglamento UE no. 116/2010) por la cual se modificaba la lista de declara-
ciones nutricionales. En España, la lentitud del Estado frente a la velocidad del mercado se
simboliza claramente en el hecho de que hasta 2009 no se redactó un texto adecuado a la ana-
tomía del mercado y la industria, que sustituyera a la anticuada legislación de 1986; el Antepro-
yecto de Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición (LSAN) fue presentado ante el Consejo de
Ministros en octubre de 2009. Por otro lado, merece la pena recordar que fue precisamente
EUFIC (European Food Information Council), un organismo sin ánimo de lucro, el que, a fi-
nales de la década de 1990, empezó a publicar y comunicar información sobre los alimentos
funcionales dirigida a los medios de comunicación, profesionales sanitarios y consumidores y
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 197

almacenamiento de células troncales de sangre de cordón umbilical (en ade-


lante SCU) y la comercialización de alimentos funcionales, son un ejemplo de
la creciente importancia de las relaciones entre consumo, salud, mercado y
prevención. En efecto, la biomedicalización, mediada por el mercado, de di-
versos aspectos de la vida se ha convertido en las últimas décadas en una ca-
racterística principal de nuestras sociedades (Clarke et al., 2003). La medicali-
zación de las prácticas cotidianas como la alimentación, el deporte o la
reproducción, así como la preocupación por generar y mantener hábitos y ac-
titudes saludables, han ido adquiriendo una posición cada vez más privilegia-
da en nuestra vida diaria. Desde la publicidad de alimentos que apelan a una
mejora de la salud, hasta la retórica futurista de nuevos tratamientos efectivos
en la cura de enfermedades, la salud y la enfermedad aparecen unidas al con-
sumo y al individualismo. El binomio enfermedad-salud se filtra de forma in-
sistente fuera de las consultas de los médicos y los pasillos de los hospitales.
Ahora podemos conseguir una salud más robusta que nos mantenga alejados
de enfermedades temibles a través de elecciones de consumo: como veremos,
la disposición al almacenamiento de SCU en bancos privados responde a la
esperanza de que este gesto se torne en el futuro en la única alternativa tera-
péutica, todavía no desarrollada, que curará a nuestra hija/o; igualmente, el
consumo de alimentos funcionales que reducen el colesterol puede ayudarnos
a mantener a raya ese temido colesterol, relacionado, según los estudios cientí-
ficos a los que estos mismos alimentos hacen mención, con la aparición de en-
fermedades cardiovasculares. Pero, en la práctica, ¿qué hace que nos incline-
mos positivamente hacia estas actitudes de consumo? ¿Qué dimensiones
tienen nuestros dos estudios de caso para una mejor comprensión de las rela-
ciones entre ciencia, mercado, sociedad y género?

EL ALMACENAMIENTO PRIVADO DE SANGRE DE CORDÓN UMBILICAL

La sangre del cordón umbilical es una fuente de células troncales hematopo-


yéticas. Las células troncales (stem cells, incorrectamente vertido al castellano
como células madre) son, como es sabido, células primordiales presentes en
diferentes tejidos humanos que conservan la capacidad esencial de diferen-
ciarse y llegar a convertirse, bajo ciertas condiciones, en otras células adultas y,
—————
ciudadanos interesados por su salud. Lo significativo es que EUFIC está financiado, entre otros,
por grandes gigantes de la alimentación y bebida como Barilla, Coca-Cola, Danone, Kraft Fo-
ods, Mars, McDonald’s, Nestlé, PepsiCo o Unilever, por mencionar solamente unos pocos.
198 CUERPOS Y DIFERENCIAS

consecuentemente, en diferentes tipos de tejido. El impresionante potencial


de estas células ha hecho que, desde su caracterización a mediados del siglo
XX, y especialmente desde la primera derivación de una línea celular pluripo-
tente proveniente de células embrionarias (lograda por Thomson y sus colabo-
radores en 1998), se hayan convertido en candidatas perfectas para toda una
serie de hipotéticas terapias regenerativas y celulares, dando pie a prometedo-
ras afirmaciones sobre su potencial para tratar enfermedades hoy por hoy in-
curables, desde las lesiones en la médula espinal hasta diversas enfermedades
regenerativas o incluso distintos tipos de cáncer2. En el caso de la SCU, las
células troncales allí presentes tienen la capacidad de convertirse en células
sanguíneas, por lo que pueden ser usadas para reconstituir el sistema sanguí-
neo frente a enfermedades hematológicas malignas, como las anemias de ori-
gen genético, o tras los tratamientos oncológicos en leucemias, que a través de
radioterapia o quimioterapia destruyen los leucocitos cancerosos, y con ellos,
todo el sistema sanguíneo. El transplante de SCU se ha convertido entonces
en una alternativa plausible al más común transplante de médula ósea, que
contiene células madre hematopoyéticas análogas.
Desde que la hematóloga francesa Elaine Gluckman realizara en 1988 el
primer transplante de células de cordón, la SCU se ha ido incorporando, como
otro tejido más, a los sistemas públicos de almacenamiento de órganos, tejidos y
células para transplantes. Los primeros bancos públicos de SCU —desarrolla-
dos en una forma análoga a los bancos de sangre, órganos y tejidos con los que
cuentan los sistemas sanitarios de todos los países desarrollados— se fundaron
en Estados Unidos y Europa a principios de los años 90 y constituyen hoy en
día una red con sus propios organismos (como la Bone Marrow Donors
Worldwide, que reúne alrededor de 400.000 muestras provenientes de 44 ban-
cos públicos de 26 países diferentes). En España, y coordinados por la Organi-
zación Nacional de Transplantes y los sistemas autonómicos de salud, existen
hoy en día 8 bancos públicos que conservan más de 35.000 muestras.
Pero, al mismo tiempo, desde que el primer banco privado abriera sus puer-
tas en 1992 (Gunning, 2004), se ha desarrollado transnacionalmente un sector
privado que ofrece a futuras madres y padres la posibilidad de almacenar la
sangre de cordón de sus hijos de manera privativa, pensando en un posible uso
futuro en caso de alguna enfermedad del niño o de otro miembro de la familia.
Los bancos privados se han basado en la promesa de todo tipo de futuros tra-
—————
2 Puede consultarse Nombela, 2007, para una clara y detallada explicación de la base cien-
tífica del asunto (aunque resulta necesaria una cierta precaución del lector para relativizar la
hostilidad moral y de principios que el autor —una de las máximas autoridades españolas sobre
el tema y ex-presidente del Comité de Bioética de España— profesa hacia las células embriona-
rias).
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 199

tamientos, desde la regeneración cardiaca a la cura del Alzheimer o el Parkin-


son, terapias actualmente inexistentes pero que los bancos privados de cordón
presentan como frutos probables e inminentes de la investigación biomédica. A
pesar de que la oferta de estos bancos es peculiar y se desarrolla ante todo en lo
imaginario (por lo cual muchos agentes vinculados a los sistemas públicos con-
sideran, junto con el Grupo Europeo de Ética de la Ciencia y la Tecnología, que
«las actividades de estos bancos generan serias dudas éticas» y su «legitimidad
debe ser cuestionada en tanto que venden un servicio que carece de utilidad te-
rapéutica en el presente») (EGE, 2004, p. 20), el sector privado ha experimen-
tado un constante crecimiento. Incluso en España, donde la regulación sobre su
actividad figura entre las más restrictivas de la UE, al ordenar la disponibilidad
de la muestra privada en el caso de que algún paciente del sistema público la
necesitara, el almacenamiento privado resulta una práctica cada vez más común
en el entorno de la sanidad privada (Santoro, 2009).
La comunicación y el marketing de estos bancos privados se han centrado ya
no en los usos actuales de la SCU para un transplante no emparentado (alóge-
no), sino, al contrario, en las hipotéticas posibilidades de que llegue a desarro-
llarse un modo de auto-transplantar esa sangre (transplante autólogo) o de em-
plearla en el tratamiento de algún familiar directo. Actualmente, la utilidad del
autotransplante de células de cordón es prácticamente inexistente. En concreto,
el transplante autólogo cuenta con un alto riesgo de reintroducir las células can-
cerosas en el cuerpo, incluso aunque éstas hayan sido extirpadas con éxito por
la quimioterapia. El transplante interno a la familia, por otro lado, tampoco
cuenta a priori con mayores garantías clínicas de éxito (de compatibilidad in-
munológica) que la utilización de una muestra de SCU proveniente de un banco
público. Dada, pues, la actual inexistencia de protocolos y tratamientos que uti-
licen el transplante autólogo de SCU y la escasa necesidad de contar con una
provisión familiar exclusiva, la oferta de estos bancos es peculiar y se desarrolla
ante todo en la dimensión de lo imaginario y lo futurible. Por un precio que
puede rondar en torno a los 1.500 euros por la recolección, traslado y preserva-
ción del cordón, y normalmente con cuotas anuales mucho más bajas a pagar
por el almacenamiento, una familia puede mantener almacenada durante 20
años una muestra de la SCU de su hijo, participando así de la «promesa» de una
hipotética cura. En línea con esa lógica de lo incierto y lo futurible, metáforas
sobre el ahorro, la inversión, la apuesta, la «oportunidad única» y otras tomadas
tanto del lenguaje bancario como del vocabulario del juego y las apuestas abun-
dan en las publicidades, folletos y páginas web de los bancos privados.3
—————
3 Brown y Kraft (2006) destacan cómo estas empresas han proliferado de forma significati-
va a partir de páginas web, así como su usual carácter transnacional. Resulta curioso observar
200 CUERPOS Y DIFERENCIAS

LOS ALIMENTOS FUNCIONALES

Los alimentos funcionales tienen más de 12 años de comercialización en el es-


tado español, y otros 20 en países como Japón, Australia o EE.UU. La defini-
ción más común y citada de un alimento funcional lo describe como aquel
alimento que forma parte de la dieta cotidiana, pero que ha sido enriquecido
con alguna sustancia de la que carece en su forma original (González e Ibáñez,
2009). Esta sustancia añadida hará que el alimento se convierta en «funcio-
nal», ya que cumplirá dos funciones en el organismo, simultáneamente o por
separado: ayudará a prevenir la aparición de una enfermedad o propiciará una
mejora de las funciones fisiológicas del organismo. Ambas alegaciones, la uti-
lidad preventiva y el aporte nutricional, deben haber sido demostradas de
forma satisfactoria mediante un número suficiente de estudios científicos que
avale tales afirmaciones (Diplock et al., 1999; Juárez et al., 2005). Además, los
alimentos funcionales deben ser parte de una dieta y alimentación normales,
es decir, para que nuestro organismo reciba esos efectos beneficiosos, no debe
ser necesario superar las tomas normales que haríamos del alimento si éste no
fuera etiquetado como funcional. Por último, debe aparecer comercializado
en la forma habitual de este alimento —no en polvo, ni en forma de píldoras,
por ejemplo—.
Un acto tan cotidiano pero extremadamente cultural como el de alimen-
tarnos tiene unas dimensiones económicas, sociales y culturales indiscutibles.
En el caso de los alimentos funcionales, su impacto social y económico es ex-
traordinario. La relevancia de estos alimentos en la vida diaria de los indivi-
duos que los consumen (y también de los que no lo hacen, a través de la insis-
tente publicidad a la que todos nos vemos sometidos cotidianamente), así
como las transformaciones de la industria alimentaria y de las instituciones,
tanto públicas como privadas, dedicadas a la investigación en el desarrollo de
estos nuevos productos, es inaudita. Buena prueba de ello es que los alimentos
funcionales son un sector en crecimiento y una línea de investigación que re-

—————
cómo un servicio que se remite a un terreno clasificado entre los más íntimos (la relación filial)
es ofrecido mediante relaciones abstractas y deslocalizadas. Antes de la regulación legal espa-
ñola implantada en 2007, si se contrataban los servicios de Criocord, una compañía que opera-
ba en el territorio nacional, el trato con la compañía —que enviaba las muestras a un banco de
Bélgica— se realizaba ante todo por medios electrónicos. El procedimiento a seguir tras el par-
to implicaba enviar la SCU a través de servicios postales privados, concertados con Criocord
(DHL, World Courier en caso de suceder el parto durante el fin de semana), a una dirección
desconocida. «Cumplimente el albarán de DHL. Únicamente debe rellenar: dirección de reco-
gida, nombre y firma. El resto será rellenado por el mensajero», según se aclara en su dossier in-
formativo.
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 201

cibe gran cantidad de financiación, tal como demuestra el apoyo sin fisuras
que se le ha proporcionado desde las instituciones europeas: durante el perio-
do 2002-2006, la UE destinó 60 millones de euros para la investigación en
alimentos funcionales; esto es, el 26% del presupuesto contemplado dentro
del Sexto Programa Marco (FP6). Los datos más actualizados los ofrecía la
Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores
y Usuarios (CEACCU) en 2008, en los que se preveía un crecimiento del 16%
para 2009 en este sector.
La comunicación de estos alimentos, a través de campañas publicitarias en
prensa y medios de comunicación, se ha centrado en la combinación de cuatro
significantes de amplísimo alcance simbólico: futuro, ciencia, salud y género. Se
trata de prevenir una enfermedad (ya sea ésta concreta, en el caso de aquellos
productos destinados a controlar el colesterol, o absolutamente genérica, en
aquellos productos que «fortalecen las defensas») a través del consumo de un
alimento mejorado o enriquecido gracias a los avances de las tecnologías ali-
mentarias. El futuro se moviliza no sólo en su dimensión personal, mediante
un marketing que recalca cómo el gesto de consumo en el presente revierte
sobre la condición futura de salud, sino también porque la propia lógica
«evolutiva» de los alimentos funcionales estimula imágenes futuristas de ali-
mentos inteligentes que, por ejemplo, tratarán de manera individualizada y lo-
calizada las necesidades de salud de cada sujeto consumidor. Buena prueba de
ello la encontramos, por ejemplo, en el informe elaborado por la Unión Euro-
pea en 2004 sobre nuevos materiales, innovación y nanotecnología (EU,
2004). En este documento, pleno de ilustraciones coloridas y futuristas, el
apartado titulado Un desayuno con consecuencias en 2020 está dedicado a las
posibilidades hipotéticas de la alimentación funcional del futuro. Basta con ci-
tar un breve fragmento del texto para evidenciar esta exaltación futurista, en
la que la mejora funcional de los alimentos se engarza con toda una lógica ge-
neral de desarrollo científico e innovación tecnológica:

«¿Queda más café? Por supuesto. ¿Y zumo de naranja? Naturalmente. Pero puede
que algo muy especial ocurra en el envase del zumo. Por ejemplo, una “lengua
electrónica” en el interior de éste comprobará que el zumo está en buen estado. O
un sensor en el exterior, al contacto con los dedos que sostienen el enva-
se, determinará cualquier posible deficiencia de calcio o de cualquier otra sustan-
cia en el consumidor, deficiencia que será inmediatamente remediada con alimen-
tos funcionales» (Traducción del original UE, 2004, p. 34).
202 CUERPOS Y DIFERENCIAS

¿A MAYOR INFORMACIÓN MEJOR ELECCIÓN? CRÍTICAS AL PARADIGMA


DE LA DECISIÓN INFORMADA

Tanto ante el almacenamiento de SCU como ante los alimentos funcionales, el


sujeto que se pone en una situación determinada (la mujer o la pareja que co-
mienzan un embarazo, el individuo que recorre con su carro de la compra los
pasillos del supermercado) se encuentra ante la necesidad imperativa de hacer
una elección: guardar el cordón o no guardarlo, donarlo a un banco público o
preservarlo en un banco privado, en el primero de los casos; comprar un pro-
ducto «natural» o uno enriquecido, elegir entre las diferentes marcas, en el se-
gundo. Es necesario hacer notar que, en la mayoría de los casos, encontrarse
en la situación de elegir no es, en sí mismo, algo elegible: en el curso de una
investigación comparativa sobre el almacenamiento de SCU en España y el
Reino Unido (Santoro, 2009), varios padres y madres entrevistados manifesta-
ban cómo actualmente la presencia de los bancos privados es constante e ine-
ludible a lo largo de todo el embarazo, comenzando por el consejo del gine-
cólogo («Yo trabajo con estos servicios...»), pasando por los comerciales que
intervienen en las clases pre-parto («Hoy vamos a tener una charla especial
de...») y llegando hasta la misma conversación informal con otras futuras ma-
dres o con amigos y familiares («Oye, ¿vosotros qué vais a hacer con el cor-
dón...?») y los testimonios y publicidad en revistas para nuevos padres o en los
foros electrónicos dedicados al embarazo y la lactancia.
En el caso de los alimentos funcionales, la interpelación no es menos direc-
ta ni menos insistente. «¿Y tú qué, ya cuidas tu colesterol?», pregunta el actor
de uno de los cientos de spots que pueblan el universo publicitario, mientras
observamos en la pantalla cómo una representación artística del colesterol
bloquea las arterias interrumpiendo el normal flujo de la sangre, hasta que lle-
gan los «esteroles» que devorarán el colesterol acumulado, pequeños círculos
verdes que evocan al clásico videojuego Pacman. «Yo tomo Actimel todas las
mañanas y desde entonces tengo el estómago mucho mejor», te comenta la
compañera de trabajo convencida4.
Pero, si bien la situación de elegir se nos impone, no la decidimos, ¿cómo
se toma una u otra decisión? En los últimos años se han ido perfilando dos
ideas relacionadas en torno a la cuestión de la elección en salud. Por un lado,
la conceptualización del «paciente informado» y, por el otro, la denominada
«fin de la era del paternalismo en la sanidad». Ambas han supuesto un giro en
—————
4
El propio recurso argumentativo de la decisión/elección se torna en una argumentación
baladí en muchas ocasiones, cuando lo cierto es que los alimentos funcionales pueden estar en-
carecidos hasta en un 200% con respecto a la contrapartida no enriquecida (Quintana, 2008).
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 203

las políticas de atención sanitaria, así como en las relaciones entre pacientes y
profesionales de la medicina. Como hemos mencionado, el paciente informa-
do se ha ido convirtiendo en una figura cada vez más central en la configura-
ción de las políticas públicas de sanidad. Dentro de este esquema que con-
templa las variables de información y decisión, se recoge la idea según la cual,
gracias a un mejor y mayor acceso a la información, el paciente se convertirá
en un sujeto activo en la relación con los expertos médicos. Esta nueva situa-
ción modifica el rol pasivo al que el enfermo quedaba tradicionalmente rele-
gado en su relación con las autoridades médicas, como la propia denomina-
ción paciente evidenciaba. Ahora, el paciente/usuario se ve sujeto a dinámicas
de empoderamiento y se convierte en un sujeto con capacidad de elección
propia y que se relaciona con los profesionales sanitarios en un plano horizon-
tal, de igualdad.
La figura del paciente informado y las llamadas al empoderamiento del pa-
ciente comparten una característica: ambas configuran al paciente como una
figura autónoma y racional que busca siempre la mejor opción dentro de una
gama de posibilidades. Se asume una relación positiva entre cantidad de in-
formación y nivel de autonomía: así pues, un sujeto autónomo e informado se-
rá capaz de actuar en contextos de incertidumbre tomando decisiones racio-
nales. Pero, si descendemos desde el ideal a la práctica, esta relación
horizontal y positiva se torna compleja en las redes de conocimientos diversos
y actores heterogéneos, tal como se hace evidente en los dilemas que enfrentan
los protagonistas de nuestros estudios de caso. Quien emprende un embarazo
y desea entender «qué es eso de los bancos de cordón» encuentra un panora-
ma altamente confuso: por un lado, los defensores de los bancos públicos de
SCU afirman que el almacenamiento privado no sirve para nada; por el otro,
los bancos privados ponen continuamente a padres y madres en la situación
de no haber actuado con precaución y arrepentirse en el futuro. Ambos apo-
yan sus afirmaciones con infinidad de datos clínicos, citas de autoridades mé-
dicas, testimonios de otros padres... El problema no es aquí el desconocimien-
to, sino, al contrario, la abundancia de información: como señalaba una madre
entrevistada, al final «tienes que elegir a quién creer» (Santoro, 2009). Si aquí
la decisión no emerge automáticamente del conocimiento disponible, al con-
trario de lo que se desprendería de la concepción objetivista de la informa-
ción, encontramos una situación similar en los alimentos funcionales: por un
lado, los investigadores defienden que el consumidor está mal informado, y,
por ello, no toma ventaja de los beneficios de optar por una alimentación fun-
cional; por el otro lado, las asociaciones de consumidores denuncian que la in-
formación que se proporciona es incompleta, contradictoria o incluso engaño-
sa. En esta dinámica, las instituciones se muestran cautas y nos recomiendan
204 CUERPOS Y DIFERENCIAS

que lo mejor es ser prudentes y leer bien la etiqueta antes de decidirnos a


comprar..., cuando lo cierto es que ni siquiera los organismos públicos son
eficientes a la hora de hacer cumplir su exigencia de un etiquetado «adecua-
do».
Las críticas recientes a la idea de la elección informada recogen tanto ele-
mentos teóricos como empíricos. La trayectoria que pasamos a trazar ahora es
desde luego ampliable, pero nos permitirá comprender esta evolución crítica.
Por un lado, encontramos una perspectiva empírica, que cuestiona la aplica-
bilidad práctica de la elección informada en situaciones vividas y concretas; es
decir, presenta ejemplos concretos en los que el ideal de la elección informada
o bien se diluye o bien no resulta adecuado. Así, Henwood y sus colaborado-
res (Henwood et al., 2003) realizaron en hospitales del Reino Unido un estu-
dio empírico sobre terapias de sustitución hormonal para mujeres con sín-
drome menopaúsico. En ese estudio identificaron resistencias y reservas, tanto
por parte de las pacientes como por parte de los médicos, hacia la experiencia
de la toma de decisiones compartida. Los facultativos se oponían en muchos
casos a involucrar a las pacientes en el proceso de toma de decisión, por con-
siderar que éstas no eran capaces de comprender la información proporciona-
da ni de juzgar correctamente los beneficios e inconvenientes de las diferentes
opciones. Las pacientes, por su parte, se mostraban elusivas y contrarias a
asumir responsabilidades, prefiriendo en muchos casos desentenderse y de-
jando por completo a juicio de los médicos cuál era la elección «correcta», si
emprender o no la terapia. En otro estudio empírico, Kivits (2004) demostró
que no siempre se produce una relación positiva entre la disponibilidad de in-
formación y el aumento de la autonomía de los pacientes. Kivits realizó una
encuesta entre ciudadanos británicos asiduos a buscar información médica y
sobre salud en Internet. En sus resultados se observaba que la búsqueda de in-
formación en la web conducía en muchos casos no a un aumento de la auto-
nomía y de la capacidad crítica de los individuos, sino al contrario, a una cier-
ta reificación y absolutización de la autoridad médica. Así, por ejemplo, una
mayoría de internautas únicamente tomaba en consideración la información
disponible en páginas web sancionadas formalmente por instituciones médicas
reconocidas (sociedades científicas, personalidades célebres relacionadas con
la medicina, etc.). En el año 2003, Hansen y sus colaboradores publicaron un
estudio sobre la aceptación de nuevos alimentos por parte de consumidores.
Mientras que las investigaciones y encuestas sobre aceptación y percepción de
los nuevos alimentos revisadas por estos autores asumían de manera general la
hipótesis de que, a mayor información, mejor aceptación por parte del público
no experto, su estudio mostraba una manera más compleja de comprender la
relación entre información, conocimiento y actitudes. La investigación revela-
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 205

ba que la información se tornaba determinante solamente si iba acompañada


por actitudes de confianza en la fuente de información por parte de los en-
cuestados.
Por otro lado, la misma idea de que el sujeto o actor piensa de hecho en
términos de elecciones a la hora de enfrentarse a prácticas que tienen que ver
con la alimentación y la salud ha sido duramente criticada por Annemarie Mol
(2008). Mol critica lo que denomina la «lógica de la elección» en las ciencias
sociales, a través de un análisis etnográfico sobre los cuidados y atención sani-
taria a diabéticos en Países Bajos. A través de este trabajo empírico, Mol ar-
gumenta que la lógica de la elección concibe al paciente como un consumidor
que tiene como objetivo el escoger el mejor servicio, creando una sensación de
control y de empoderamiento. Esta imagen (la del paciente que «elige») se
asemeja a la imagen de un sujeto aislado frente a la imagen de una compleja
red de actores que son al tiempo necesarios y heterogéneos (el paciente inserto
en lo que ella denomina la «lógica del cuidado»). La teoría política liberal, que
está en la base del paradigma del paciente informado, señala Mol, asume al
consumidor como elector egoísta (Mol, 2009), mientras que la lógica del cui-
dado, de mayor arraigo sociológico, nos permite comprender la complejidad
de las prácticas del cuidado.
Por último, la asunción tradicional en los estudios sobre comprensión públi-
ca de la ciencia espera que «la gente bien informada tendrá una actitud positiva
hacia la ciencia y la tecnología, y por lo tanto aceptará las tecnologías que son
recomendadas por expertos» (Peters Peters, 2003, p. 266). El supuesto implíci-
to es que existe una relación causal y positiva entre el conocimiento y las actitu-
des. Pero, como han demostrado diferentes investigaciones entroncadas con un
proyecto crítico de Comprensión Pública de la Ciencia (cPUS), como el estudio
de Hennen y Peters sobre la catástrofe de Chernobyl, en el que los oponentes a
las centrales nucleares contaban con un conocimiento mucho más profundo
que aquellos que se mostraban indecisos (Peters Peters et al., 1990), la relación
entre comprensión y actitudes es bastante más compleja y desordenada. De he-
cho, en muchas ocasiones lo que aparece en las encuestas sobre percepción pú-
blica de la ciencia es una correlación negativa entre la alfabetización científica y
la aceptación de la autoridad científica en temas controvertidos: quienes más
conocimiento poseen son igualmente quienes más críticos se muestran con
asuntos como los alimentos modificados genéticamente, la biotecnología u otros
temas igualmente debatidos (Muñoz, 2002).
Nuestros dos casos de estudio corroboran todos estos diagnósticos. En
cuanto a la investigación realizada por Santoro sobre el almacenamiento de
SCU, el aspecto que en mayor medida determina la decisión que se tomará,
según afirmaban por igual los ginecólogos y los padres y madres entrevistados,
206 CUERPOS Y DIFERENCIAS

es la decisión adoptada por el entorno inmediato: por otros parientes o cono-


cidos que hubieran guardado o donado la SCU de sus hijos. La información
«objetiva», en efecto, no cumplía aquí más que un papel secundario: varios de
entre los entrevistados reconocían incluso no haber consultado los folletos que
se les habían proporcionado, ni haber llegado más allá de una búsqueda su-
perficial en Internet. La elección de almacenar o no la sangre, entonces, resul-
taba una decisión relacional y sociológica antes que una decisión «racional» en
el sentido del término que evoca el paradigma del paciente informado. La de-
cisión no proviene tanto del conocimiento del que se dispone como de las re-
laciones sociales que la rodean y que, simultáneamente, se ven reforzadas,
rehechas, reconfiguradas: «La verdad es que me da algo de “cosa” contar lo
del cordón según a quien; pero hay un compañero de oficina que también ha
guardado el cordón de su hija y con él sí que lo hemos hablado», declaraba
una madre que había optado por almacenar la sangre del cordón umbilical de
su hijo5.
En lo que respecta a los alimentos funcionales, hemos venido indicando la
insuficiencia del etiquetado —lugar esencial donde se «condensaría» la infor-
mación disponible— para motivar una u otra decisión. En 2009, la Confede-
ración Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usua-
rios (CEACCU) presentó un estudio donde revelaba que el 64,1% de los
encuestados «no entendía la práctica totalidad de la información que aparece
en el etiquetado de los alimentos» (CEACCU, 2009). Y, sin embargo, los en-
cuestados afirmaban que su segunda prioridad a la hora de elegir un alimento
era la información nutricional, y que encontraban esta información especial-
mente importante, sólo por detrás de la fecha de caducidad. La contradicción
es clara. ¿Cómo es posible que los encuestados concedan el segundo puesto
en importancia a algo que reconocen no comprender? La etiqueta, herramien-
ta de seguridad alimentaria para las instituciones, es, al fin y al cabo, un texto
críptico para los encuestados —o más bien, en tanto que manifestación de la
sanción positiva de las autoridades, un elemento persuasivo y tranquilizador;
un elemento, de hecho, que en parte libera de la necesidad de elegir—.
—————
5 La existencia, en las redes sociales de Internet, de páginas promovidas por los bancos pri-
vados ejemplifica igualmente esta dinámica unificadora y «creadora» de relaciones sociales. Por
ejemplo, Secuvita, uno de los principales bancos privados españoles, cuenta con un «Espacio
Secuvita» en Facebook, al que da la bienvenida de la siguiente manera: «Para todos los que os
une un interés común, como es el de conservar la sangre de cordón de vuestros hijos, éste es
vuestro espacio». La noción de «biosocialidad», propuesta por Paul Rabinow y que haría refe-
rencia a colectivos sociales generados por relación a alguna característica biológica o enferme-
dad, y especialmente en el contexto de las nuevas biociencias genéticas (Rabinow, 1999), puede
servir para comprender estas formas novedosas de constitución de relaciones sociales.
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 207

LA DIMENSIÓN DE GÉNERO EN LA ELECCIÓN INFORMADA

Así pues, la elección en entornos biomédicos como a los que venimos hacien-
do alusión resulta más compleja y heterogénea en la práctica que el modelo
idealista que se desprende del paradigma del paciente informado, y no puede
explicarse unilateralmente refiriéndonos a la presencia o ausencia de informa-
ción «objetiva» e impersonal como factor determinante. En cambio, lo que
puede detectarse, sugerimos, es una faceta puramente social, sociológica en la
elección. Es el conocimiento encarnado en las relaciones personales, la in-
fluencia práctica de familiares, amigos y fuentes personales de autoridad mé-
dica la que resultaría central a la hora de orientar una decisión que resulta ne-
cesario tomar en un entorno incierto. La confianza en la fuente de
información y, consecuentemente, la inserción en redes sociales e identitarias de
pertenencia (jóvenes madres, compañeros de trabajo, etcétera) son, en muchos
casos, la fuente de conocimiento práctico que desactiva la incertidumbre. To-
mar decisiones no es algo basado en un conocimiento objetivo e impersonal,
sino que es algo inevitablemente incrustado en las relaciones y redes sociales.
En nuestros dos estudios de caso, estas redes de información y comunica-
ción de esas ciencias biomédicas están fundadas de forma prominente sobre
los valores, ideas y expectativas asociadas al género. La «elección informada»
debe ser entendida en ambos casos como inevitablemente impregnada por los
roles de género asociados a la feminidad y la masculinidad, que son presenta-
dos de forma rígida, repetitiva, inmediatamente reconocible. Para explorar
cómo los sujetos resuelven las encrucijadas de elección en contextos de incer-
tidumbre, la pertenencia de género, o lo que podríamos denominar políticas
de pertenencias de género, se vuelve entonces un elemento fundamental en
nuestro análisis.
Mientras que las fronteras entre investigación privada, sanidad pública,
mercado e industria se hacen cada vez más difusas en la gobernanza de los
asuntos biomédicos, la estricta diferencia y representación dicotómica en los
roles de género apenas sufre erosión alguna. Esta dicotomía entre feminidad y
masculinidad se pone de manifiesto en la construcción de los anuncios y la
comercialización de los bancos privados de SCU y de los alimentos funciona-
les. Las normas, valores sociales y atributos de género resultan una vez más
reificados en una versión semiótico-visual en la que las mujeres aparecen in-
sertas en un entorno familiar como cuidadoras primarias, mientras que los
hombres buscan la eficacia y una mejor relación eficacia-tiempo-inversión.
En ambos casos, la mayor parte de la publicidad se dirige específicamente
a las mujeres, mujeres que se informan, comparan y se enorgullecen de ser
«madres» previsoras. Son mujeres quienes figuran repetidamente en las pági-
208 CUERPOS Y DIFERENCIAS

nas web de los bancos privados de cordón mientras abrazan a un rosado bebé
recién nacido. Las campañas de publicidad de alimentos funcionales también
son particularmente femeninas: «En casa siempre confiamos en Kaiku, ahora
que soy madre siempre tengo Kaiku Actif para reforzar las defensas de los mí-
os. Se escucha de todo pero fíjate bien, Kaiku Actif contiene el fermento pro-
biótico más testado del mundo, a veces no nos damos cuenta pero lo mejor lo
tenemos muy cerca» (http://www.kaikuactif.com/portada/portada.php). Sólo
otro ejemplo más: «Qué bien te sientes [mujer] cuando cuidas de los tuyos
todos los días. De ellos [hijos], porque, aunque se crean unos hombres, son
unos niños que todavía están creciendo. Y de él [hombre] porque, aunque no
lo reconozca, ya es mayorcito. Todos necesitamos más calcio y un poquito más
de ejercicio. Puleva Calcio te va» (eslogan de Puleva Calcio, http://www.pule-
va.es/pf/productos/calcio/comunicacion_calcio.html).
Por su parte, el hombre, sometido al estrés propio de su trabajo en el ámbi-
to público, se ve acorralado por una enfermedad que le sorprende, pero con-
sigue doblegarla de manera eficaz y rápida, confiando en la tecnología y la
ciencia de los alimentos funcionales: «En mi trabajo y en mi vida personal
busco eficacia, por eso elijo Benecol de Kaiku. Pequeño pero concentrado, y con
un potente ingrediente que no encontrarás en otras marcas. Y vaya si funciona,
he reducido mi colesterol un 15%. Ningún alimento reduce más el colesterol.
Benecol de Kaiku, único, concentrado, el experto en colesterol» (eslogan de
Kaiku Benecol, http://www.kaikubenecol.com/es/kaiku-benecol/anuncios).
La información que se está transmitiendo en la comunicación de los bancos
privados de SCU y los alimentos funcionales está altamente cargada de este-
reotipos asociados al cuidado de la familia, y apela de manera insistente a una
mejor eficacia, no sólo del producto, sino también de las decisiones de con-
sumo. Al mismo tiempo, estas imágenes rebotan en la configuración social de
nuestro género. ¿Nos sentimos identificados? ¿Es nuestra decisión de consu-
mo una manera más de configurar nuestro género en la maraña de relaciones
sociales en las que estamos insertos? El caso es que la incertidumbre no sólo
se resuelve con el recurso a la información, sino con el refuerzo identitario: la
pertenencia de género sería así una forma de comunicación que se pone en
práctica en la comercialización de nuestros dos estudios de caso y que permite
«sobreponerse», en su dimensión de certeza tradicional y de cumplimiento en
la práctica, a las incertidumbres e inseguridades suscitadas.
Pues es la práctica la que configura nuestra identidad de género. Judith Bu-
tler ha intentado acercarse a una definición de género calificándolo como un sis-
tema a base de reglas, normas sociales y prácticas —institucionales, cotidianas,
abyectas— que producen de manera performativa aquello que pretenden des-
cribir (Butler, 1993, 1999). En este intento filosófico de entender la normatividad
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 209

del género como pilar de construcción relacional y de regulación social, Butler


entiende el género como una práctica discursiva, performativa, corporal y visual,
a través de la cual adquirimos inteligibilidad en sociedad y, por ende, reconoci-
miento político. Estas prácticas no sólo están reguladas y sancionadas por el en-
torno, sino que son reconocibles en términos de masculinidad y feminidad a tra-
vés de la repetición de posiciones preformativas, posiciones que reconocemos
como propias del género masculino o femenino gracias a nuestro aprendizaje so-
cial. En los dos ámbitos que hemos abordado a lo largo de este artículo, igual-
mente, se pone de manifiesto cómo las decisiones, inscritas en las redes de rela-
ciones sociales, están indiscutiblemente atravesadas por las expectativas de
género y, al mismo tiempo, producidas por éstas, en una suerte de re-actuación o
re-agenciación de la performatividad de género.

CONCLUSIÓN

A lo largo del artículo hemos presentado y discutido dos casos de estudio que
nos han servido para confrontar la noción, dominante en las políticas sanita-
rias de los últimos años y en las discusión recientes sobre la relación de los in-
dividuos con los sistemas de salud, del «paciente informado». Tanto en el al-
macenamiento privado de células troncales de cordón umbilical como en el
consumo de alimentos funcionales intervienen toda una serie de elementos —
orientación futurista o «vanguardista» de las tecnologías empleadas; presencia
dominante de la publicidad y las lógicas de mercado; controversias y debates
internos al campo científico...— que introducen una incertidumbre casi esen-
cial o fundante en la relación que los individuos establecen con ellos, y que
complejizan, hasta el punto de hacerla inoperativa, la idea de que la informa-
ción es un elemento suficiente para fundamentar decisiones. En este contexto
(por lo demás, extrapolable a muchos otros ámbitos relacionados con las in-
novaciones tecnosanitarias y biocientíficas), el ideal de un conocimiento fiable,
único y «objetivo» no logra captar la complejidad real mediante la cual los in-
dividuos logran tomar decisiones en la práctica.
En efecto, tal como se ha evidenciado en ambos casos, las personas no ac-
túan respecto de su salud y la de sus familias de una manera «racional», sope-
sando detalladamente los pros y los contras en función de un conocimiento
adecuado, sino que recurren, en cambio, a sus relaciones personales, a las ex-
periencias de familiares y conocidos y a otras fuentes de legitimidad de con-
fianza (a lo que Lindsay Prior denomina «conocimiento experiencial») (Prior,
2003). Igualmente, como hemos tratado de ejemplificar respecto de la ideolo-
210 CUERPOS Y DIFERENCIAS

gía de género explícitamente convocada por el marketing y la publicidad de


los dos casos, existe todo un conjunto de factores culturales, elementos sim-
bólicos y marcos de significación que la noción del «paciente informado» pasa
por alto y que, sin embargo, han de ser tenidos muy en cuenta si queremos
comprender la forma real en la que las decisiones de los individuos sobre su
salud y la de los suyos toman forma, realidad y cuerpo.

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LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS
MÉDICAS: ACTORES, DISCURSOS Y RELACIONES
EN LA CONTROVERSIA «ALTERACIONES DEL DESARROLLO
SEXUAL» VERSUS «INTERSEXUALIDAD»

SILVIA GARCÍA DAUDER Y CARMEN ROMERO BACHILLER

1. EL ANÁLISIS DE UNA CONTROVERSIA SOCIO-CIENTÍFICA

E
n el verano de 2006, en el curso de una investigación donde analizá-
bamos el impacto del activismo de los colectivos intersex en los proto-
colos y prácticas de diagnóstico y tratamiento médico, supimos a tra-
vés de la lista de correo de la OII —Organización Internacional de Interse-
xuales1— de la publicación de un artículo2 en Archives of Disease in Childho-
od que, firmado por cincuenta especialistas médicos de prestigio internacio-
nal, abogaba por una «Declaración de consenso en la gestión de las
alteraciones intersexuales» («Consensus Statement in the Management of In-
tersex Disorders») (Hughes, et al., 2006). La publicación proponía, como base

—————
1 OII http://www.intersexualite.org/ (última revisión 20/12/2010).
2 Hughes, I. A.; Houk, C.; Ahmed, S. F.; Lee, P. A.; Lawson Wilkins Pediatric Endocrine
Society (LWPES)/European Society for Paediatric Endocrinology (ESPE) Consensus Group
(2006): «Consensus statement on management of intersex disorders», Archives of Disease in
Childhood 91: pp. 554-563. Disponible en http://adc.bmj.com/content/91/7/554.full. (última
revisión 20/12/2010).
214 CUERPOS Y DIFERENCIAS

de una propuesta de cambio en los protocolos de tratamiento médico, un


cambio en el nombre: los «estados intersexuales» pasarían a denominarse «al-
teraciones del desarrollo sexual»3. Frente a nuestros ojos, y en un tiempo muy
breve, las reacciones a dicha propuesta se sucedían en un conjunto de «Cartas
al editor» que no paró de engrosarse a lo largo de aquel verano4. Estábamos
topándonos de bruces con una controversia científica, pero, a diferencia de las
tradicionales controversias analizadas desde los estudios sociales de la ciencia
y la tecnología, el despliegue de actores y el espacio de desarrollo de la misma
tomaban una forma novedosa: no sólo la red se convertía en un escenario
donde los ecos de la publicación se multiplicaban y las respuestas se sucedían
casi en tiempo real, sino que las respuestas y cuestionamientos a la propuesta
de consenso venían de frentes muy diversos —médicos, activistas, afectados,
familiares, etc.—.
Así pues, el objetivo de este artículo es el análisis de esta controversia so-
cio-científica surgida a partir de la propuesta de sustitución de la categoría
médica «estados intersexuales» por «alteraciones del desarrollo sexual», que
se presentaba como «punto de paso obligado» (Callon, 1986) para un «con-
senso» entre médicos, afectados y familiares respecto a cambios en los trata-
mientos. Se trata de un estudio de caso especialmente relevante para analizar
la co-producción de ciencia biomédica y sociedad, el rol de los movimientos
sociales en la construcción de una «mejor» ciencia y práctica médica (Har-
ding, 1996; Epstein, 1996) y, sobre todo, para entender las relaciones entre
poder/saber en la producción de conocimiento y verdades científicas (Fou-
cault, 1976). Analizaremos los diferentes actores, sus discursos y relaciones en
torno al cambio de nombre, sus estrategias para obtener legitimidad y cómo se
han ido re-articulando y desplazando en el curso de la controversia.
Tanto la construcción de la «intersexualidad» como categoría médica co-
mo los discursos que se han generado a favor y en contra del cambio de nom-
bre constituyen ejemplos paradigmáticos para el estudio de los efectos per-
formativos de los nombres y, en concreto, de las clasificaciones y etiquetas
médicas (Butler, 1997; Young, Norman y Humphrey, 2008)5. Este caso nos
—————
3 Aquí aludiremos o bien a las siglas en inglés DSD, disorders of sex development, o bien a
las siglas en castellano ADS, «alteraciones del desarrollo sexual», que es como se ha venido tra-
duciendo desde la literatura médica.
4 http://adc.bmj.com/content/91/7/554.full#responses. (última revisión 20/12/2010).
5 Para un análisis de los efectos performativos de la «retórica» médica en la gestión de los
estados intersexuales, ver Kessler (1998). Para esta autora, formas de mutilación genital que des-
truyen la variabilidad de genitales intactos están institucionalizadas, significadas y legitimadas en
términos médico-científicos como correcciones quirúrgicas de genitales deformes o ambiguos que
crean y desvelan el «sexo verdadero».
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 215

muestra cómo el nombrar en ciencia es un ejercicio político con efectos psico-


sociales. La heterogeneidad de los discursos y prácticas nos permite analizar a
su vez las diferentes «versiones» de la «intersexualidad» o de las «alteraciones
del desarrollo sexual» producidas en la controversia. Bajo categorías únicas o
posiciones creadas a partir de «consensos» se despliega una multiplicidad de
elementos a tener en cuenta.
Frente a los análisis tradicionales en los estudios CTS sobre controversias
entre expertos científicos (Collins, 1985), abordamos una controversia entre
«expertos» y «legos», o, dicho mejor, partimos del cuestionamiento de qué
constituye un conocimiento experto y abordamos los procesos de «expertiza-
ción» (Epstein, 1996). Si en los manuales médicos y en las revistas científicas
los «cuerpos intersexuales» se han utilizado como «objetos exóticos» de inte-
rés científico sin voz, espacios liminares donde se dirimían controversias entre
expertos6, una tecnología como Internet ha permitido que los «objetos de co-
nocimiento médico» objeten (Latour, 2000) y evalúen en tanto sujetos los dis-
cursos y prácticas médicas. A través del intercambio de información en la red,
se colectiviza un conocimiento que deviene experto y a su vez se constituyen
identidades y colectivos con agencia. En un contexto de «ciudadanía digital e
informada» (Rose, 2007), se reconfiguran las relaciones entre profesionales
médicos, grupos políticos y asociaciones de afectados. En el caso que nos
ocupa, ello ha provocado que la controversia que abordamos esté abierta —
como mencionamos con anterioridad— a múltiples actores, voces y
perspectivas, y no sólo a los expertos médicos, en definitiva, a una cierta
rearticulación democratizadora del conocimiento socio-científico.
Junto con esta producción de nuevas «bio-socialidades» (Rabinow, 1999),
destacamos, siguiendo a Rose (2007), un nuevo escenario científico donde so-
bresale lo que se ha denominado una «bio-política molecular»: la gestión de
los «cuerpos intersexuales» no sólo se dirime en un nivel de análisis anatómi-
co-molar posnatal (quirúrgico, endocrino o psicológico), sino que se pretende
situar en un nuevo nivel genético-molecular, aprovechando las nuevas «tec-
nologías de optimización» (Rose, 2007) de diagnóstico e intervención pre-
natal.
Quisieramos puntualizar, por coherencia metodológica, que los referentes
utilizados en nuestro análisis se sitúan mayoritariamente en el contexto esta-
dounidense. Pero, si bien los orígenes de la controversia se gestaron en
EE.UU., sus efectos y respuestas han tenido resonancias globalizadas. No obs-
—————
6 Para un análisis más detallado de las prácticas y discursos médicos en torno al diagnóstico
y gestión de los «estados intersexuales», ver Grégori (2006) y García Dauder, Romero Bachiller
y Ortega (2007).
216 CUERPOS Y DIFERENCIAS

tante, la recepción de la misma responde a especifidades nacionales y locales


que no podemos pasar por alto. Al finalizar este artículo haremos una breve
mención a las particularidades del contexto español, si bien a modo de «apun-
tes» que requerirían de una mayor exhaustividad y de un análisis específico
que excede los límites de este trabajo.
Presentamos a continuación un breve esquema del curso cronológico del
abordaje socio-médico de la intersexualidad, con el objetivo de enmarcar la
emergencia y desarrollo de esta controversia y así facilitar el seguimiento y la
comprensión del análisis:

1950-60 1990’ 2000-05 2005-2006 2008

Cambio de
Medicalización Emergencia del Caso John-
de la Nuevas bio- Movimiento nomenclatura: “First DSD
movimiento Joan y socialidades ISNA cierra
Intersexualidad intersexual/ controversia social y De intersex Symposium”
Intersexual científica cambio de a DSD Gay and y es
como sujeto naturaleza- De “objetos” sustituida
a sujetos de protocolo Lesbian
Protocolo político cultura entre Consensus por la
Money: expertos conocimiento Medical
Crisis: meeting Association, Accord
1993 médicos Alliance
Basado en el Fundación del Money- desconfianza Conferencia oct. 2006
Producción
género ISNA : Diamond de de expertos de Chicago
óptimo de Demandas: (1997) conocimiento pero también (oct. 2005) “Intersex and
crianza, Cambios en los e identidades After”, (GLQ,
protocolos Perspectivas dependencia Controversia
intervención Desestigmatiza críticas y nueva colectivas a Archives of socio- 2009)
quirúrgica y cion literatura
través de la
disease in
secreto red Diferentes científica
Auto- médica y no- estrategias y childhood, DSD versus Un intento
determinatción médica El rol de de cierre
Intersexos del sexo (Kessler, diferentes 2006 intersex
como internet en la relaciones Consensus de la
Preves, emergencia
“objetos” de “Hermaphrodites Dreger) entre grupos statement Cartas al controversia
de nuevos
conocimiento with attitude” grupos políticos , “50 expertos editor:
e intervención (Chase, 1998) The Journal of internacional internacional
médica Clinical Ethics, grupos de Archives of
Movimiento 1998: es (OII, apoyo y la es en el disease in
intersexual Bodies like
“A shifting ours, Mulabi, comunidad campo” childhood
como re- paradigm”
1950-90Æ apropiación de “Surgical
etc.) médica
Amplio una categoría progress is not Consortium
consenso en médica: “Los objetos on the
the answer” objetan:
torno al “proud to be management
protocolo intersex” expertos de
los expertos of DSD,
Money
2006
“Clinical
guidelines”

2. LOS EFECTOS PERFORMATIVOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS:


LA REAPROPIACIÓN POLÍTICA DE UNA CATEGORÍA MÉDICA

El proceso de categorización, y en particular en el ámbito biomédico, resulta


enormemente poderoso: las categorizaciones médicas tienen la capacidad per-
formativa de «hacer aquello que dicen» (Austin, 1994), en este caso, de pro-
ducir o hacer emerger la figura «intersexual» al nombrarla. El establecimiento
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 217

de determinadas categorías médicas genera «figuraciones habitables» (Hara-


way, 1997) que proporcionan espacios de identificación y reconocimiento (au-
to y hetero-designados) y, eventualmente, la posibilidad de formación de iden-
tidades y posiciones de sujeto más allá del diagnóstico médico. Posiciones que,
si bien están «sujetadas» y constreñidas por la propia categorización, están do-
tadas por ésta de existencia: al tiempo las constriñe y las posibilita, las dota de
capacidad de agencia. Siguiendo a Foucault (1976) —y su relectura por Butler
(2001)—, nos estamos refiriendo a los efectos constitutivos de los mecanismos
de sujeción, reguladores y productivos. A través del proceso de medicalización
de la intersexualidad, la sujeción al poder médico por medio del nombramien-
to de una enfermedad y los tratamientos que moviliza, paradójicamente, habi-
lita a su vez un proceso de devenir sujeto. Y así, en el caso de la intersexuali-
dad, nos encontramos con que un concepto que nace de la práctica clínica
acaba habilitando un sujeto y movimiento político.
En 1998, Cheryl Chase, la promotora de la ISNA (Intersex Society of North
America)7, publicaba el ya clásico «Hermafroditas con actitud» (Chase,
1998a)8, un artículo que tiene categoría fundacional en el movimiento interse-
xual, y donde explicaba la emergencia de la asociación a partir de una necesa-
ria fase personal y colectiva de «reconocimiento», «encuentro» y «empodera-
miento» de las personas intersexuales más allá de los procesos de
estigmatización y patologización. De esta forma, no sólo se producía un pro-
ceso de resignificación política de una categoría médica como es «interse-
xual», sino también de un término socialmente peyorativo como el de «herma-
frodita» (una estrategia que se asemeja a la resignificación de términos como
«queer», «bollera» o «marica» en el movimiento LGTB).
La emergencia del activismo intersexual nació de la necesidad de buscar
una comunidad para enfrentar colectivamente el secretismo y la vergüenza in-
dividuales, y para permitir «la transformación del silencio en lenguaje y ac-
ción» (Lorde, 1984). Así, y grosso modo, las primeras demandas en la agenda
de la ISNA y de otros colectivos que fueron articulando este activismo —co-

—————
7 En sus orígenes la ISNA se constituyó como la primera asociación intersexual con una
orientación identitaria y política, a diferencia de grupos médicos de apoyo de pacientes y fami-
liares asociados a alguno de los diversos «síndromes intersexuales». Debido al giro radical que
la asociación y su creadora estaban dando a sus estrategias, en 2008 la ISNA cerró y fue susti-
tuido por la Accord Alliance. Gran parte de los materiales de su página, http://www.isna.org
(última revisión 20/12/2010), han sido recogidos por esta nueva asociación, http://www.accord-
alliance.org/ (última revisión 20/12/2010).
8 Este artículo ha sido traducido al castellano en el libro colectivo El eje del mal es hetero-
sexual. Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer (Romero Bachiller, García Dauder
y Bargueiras Martínez, eds., 2005).
218 CUERPOS Y DIFERENCIAS

mo la OII (Organización Internacional de Intersexuales) o Bodies Like Ours9,


por citar dos de los más activos a escala internacional— fueron las siguientes:
1) la transformación en los protocolos médicos, dirigida a evitar cirugías irrever-
sibles y médicamente innecesarias, especialmente en el caso de menores; 2) la
desestigmatización, acabar con los secretos y mentiras recomendados incluso
en los protocolos o con los «desfiles» —parades— de científicos fotografiando
y tocando los cuerpos intersexuales; y 3) la autodeterminación, el derecho de
toda persona a determinar su propia identidad sexual una vez que pueda y
quiera, sin ninguna interferencia médica o gubernamental. Dichas demandas
se basaban en una crítica al protocolo médico de gestión de «los estados inter-
sexuales» que John Money (1955) estableció en la década de los 50 y que se
extendió con un amplio consenso hasta la década de los 90 (Kessler, 1998).
Dicho protocolo se basaba en 1) la implementación del «género óptimo de
crianza»; 2) la intervención quirúrgica temprana; y 3) el secretismo en la ges-
tión de la información con el paciente.
La voz de estos colectivos en su defensa de derechos, la divulgación de una
nueva literatura crítica con el protocolo Money (Kessler, 1998; Dreger, 1998;
Fausto-Sterling, 2000; Preves, 2003) y, sobre todo, la sonada controversia en
el seno de la comunidad médica entre John Money y Milton Diamond en tor-
no al caso John-Joan10 y el peso de la naturaleza y la cultura en la asignación
de un sexo, provocaron el fin de este periodo de «ciencia normal» (Kuhn,
1962) y la aparición de una crisis que demandaba un «cambio de paradigma»
(Wilson y Reiner, 1998).
En este contexto es donde la propuesta de cambio de nomenclatura por
parte de un auto-llamado grupo de consenso se presenta como «punto de pa-
so obligado» para obtener un acuerdo entre afectados, médicos y padres en
una nueva gestión centrada en el paciente de los «antes llamados» estados in-
tersexuales. Bajo este nuevo entramado, analizaremos cómo se reconfiguran
las posiciones y las alianzas en movimientos por marcar qué actores resultan
relevantes y cuáles no.

—————
9 Ver http://www.intersexualite.org (última revisión 20/12/2010), http://www.bodieslike-
ours.org/forums/ (última revisión 20/12/2010).
10 Esta controversia supuso el cuestionamiento del, hasta el momento, amplio consenso en
torno al protocolo establecido por Money en los años 50 para el tratamiento de personas inter-
sexuales. Emergió como efecto de la publicación por parte de Milton Diamond y H. Keith Sig-
mundson del artículo «Sex Reassignment at Birth: A Long Term Review and Clinical Implica-
tions» (Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine, nº. 151, marzo, 1997), (ver
http://www.hawaii.edu/PCSS/biblio/articles/1961to1999/1997-sex-reassignment.html, última
revisión 20/12/2010). En él se hacía una demoledora revisión del caso John/Joan, el «experi-
mento perfecto» en el que Money había asentado su propuesta.
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 219

3. LOS EFECTOS POLÍTICOS DEL CAMBIO DE NOMENCLATURA MÉDICA (I).


LA DEFENSA DEL CAMBIO

De nuevo, con este cambio de nomenclatura, y los argumentos generados a fa-


vor y en contra del mismo, se evidencia cómo el nombrar en medicina tam-
bién es un ejercicio socio-político; no sólo eso, cómo la terminología puede
afectar a los individuos. En palabras de Milton Diamond, en una carta al edi-
tor de Archives of Disease in Childhood escrita junto con Hazel Beh en res-
puesta al «Consensus Statement» (Hughes, et al., 2006) y publicada el 27 de
julio de 2006:

«Es innegable que las etiquetas médicas tienen un poder que trasciende el trata-
miento médico. Aquellos que pueden influir en cómo la medicina clasifica a los
individuos deberían ser sensibles al poder transformador potencial de las etiquetas
que asignan. La categorización médica afecta al orden social y legal. Más impor-
tante, la categorización afecta a los individuos. Mientras la medicina reconsidera
cada cierto tiempo su terminología, las etiquetas asignadas a las personas que na-
cen hoy con características sexuales fuera de la norma estadística pueden conver-
tirse en símbolos estáticos de su inferioridad que tendrán que soportar a lo largo
de su vida».

Comenzaremos, en primer lugar, por analizar los argumentos en defensa


del cambio de terminología. No obstante, vamos a separar los discursos de las
personas activistas (la mayoría miembros de la ISNA en sus orígenes y hoy
miembros de la Accord Alliance) de los discursos presentes en el llamado
«grupo de consenso», constituido fundamentalmente por médicos. Nuestro
objetivo con ello es marcar las diferencias dentro de una de las posiciones que
se presenta como «consensuada» de cara a obtener una mayor legitimidad en
sus reivindicaciones.
Uno de los primeros movimientos a favor del cambio fue un artículo publi-
cado en 2005 por varios autores, dos de ellas Dreger y Chase, activistas de la
ISNA, bajo el título «Cambiando la nomenclatura/taxonomía para intersex».
A pesar del título, más que la sustitución del término intersex, se resaltaba la
necesidad de abandonar términos como «hermafrodita verdadero» o «pseu-
dohermafrodita masculino y femenino», con el argumento de que dicha ter-
minología seguía basándose en el «rol privilegiado de la anatomía gonadal», lo
cual tenía problemas «científicos, clínicos y retóricos» (Dreger, Chase, Sousa,
Gruppuso y Frader, 2005). Se aludía, por tanto, a la necesidad práctica de
utilizar un término que no fuera confuso para pacientes y médicos, no estig-
matizara, evitara referencias a la identidad de género y etiquetara la condición
más que la persona (Dreger, Chase, Sousa, Gruppuso y Frader, 2005). Es de
220 CUERPOS Y DIFERENCIAS

resaltar que en este primer artículo, los/as autores/as señalaban que la refe-
rencia al «cariotipo» en la terminología tendría la misma tendencia de con-
fundir a médicos y pacientes. Por ello proponían la denominación «paraguas»
Disorders of Sexual Differentiation, o bien aludir a los síndromes concretos ba-
sados en la etiología.
En el 2006, la ISNA publica la Clinical guidelines for the management of di-
sorders of sex development in childhood, una guía que se presenta como pro-
ducto de un «consorcio» entre los principales actores implicados o «stakehol-
ders»: médicos, adultos afectados, familiares y grupos de apoyo. El título
asume una nueva terminología, disorders of sex development, y en el texto se
argumenta que se sustituye la palabra «intersexual» por motivos prácticos: por
su «imprecisión» y porque es un movimiento necesario para cambiar las prác-
ticas médicas hacia una atención multidisciplinar centrada en el paciente11.
Como ya hemos señalado, ese mismo año se publica un artículo científico en
Archives of Disease in Childhood, firmado por un llamado «grupo de consen-
so» constituido por cincuenta expertos mayoritariamente médicos y dos aso-
ciaciones internacionales pediátricas, donde se presenta una nueva gestión de
los «desórdenes intersexuales» basada en la nueva terminología (Hughes,
Houk, Ahmed, Lee, LWPES/ESPE Consensus Group, 2006). El artículo des-
tapa la controversia y comienza todo un debate a través de la sección electró-
nica de «cartas al editor» de dicha revista, donde se despliegan los argumentos
a favor y en contra de la nueva nomenclatura.
Dentro de los argumentos a favor del cambio, se vuelve a esgrimir la nece-
sidad de un término que no sea percibido como peyorativo o estigmatizante —
intersexual se considera como un heredero de los antiguos hermafrodita y
pseudo-hermafrodita—, algo que según estas posturas se consigue todavía más
con el uso del acrónimo DSD. Se argumenta que la nueva terminología, o el
nuevo acrónimo, promueve el hecho de nombrar algo que la persona «tiene» o
«padece», y no algo que la persona «es» como, se entiende, sí hacía (o hace) el
término «intersexual» (Chase, 2006a). En relación con lo anterior, junto a la
defensa de una nomenclatura no identitaria, se propone un término que no
aluda a la identidad de género. Se alega que mucha gente nacida con condicio-
nes intersexuales no se considera (ni anatómica ni psicológicamente) «entre»
mujer o varón, sino simplemente mujeres o varones con una «condición de
nacimiento». Igualmente los padres se niegan a aceptar que sus bebés puedan
ser «inter», y sólo aceptan hablar en términos de los nombres de los síndro-
—————
11
En los agradecimientos, se señala también que tres activistas que han participado en la
redacción de la guía, David Cameron, Esther Morris y Peter Trinkl, no apoyan el cambio de
nombre.
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 221

mes específicos (hiperplasia suprarrenal congénita, síndrome de insensibilidad


a los andrógenos, etc., especialmente acudiendo a los acrónimos).

«Algunos individuos con este trastorno genético tienen identidad de género de


mujer, otros de varón, y de hecho, algunos tienen una más compleja y menos co-
mún identidad de género. Precisamente por el amplio espectro de posibles identi-
dades, y porque la gente no experimenta su identidad de género como un trastor-
no, es imperativo que la nomenclatura para la denominación de la causa de la
anatomía sexual atípica no implique ninguna identidad de género» (Chase, 2006a.
Traducción propia).

En otro espacio, la que fuera fundadora de la ISNA defiende el uso «DSD»


frente a «intersexual» aludiendo a que no está tan cargado políticamente:

«“Intersexual” ha sido adoptado por grupos con una variedad de agendas sociales
no enfocadas a mejorar la atención médica. Tanto si se apoyan como si no estas
agendas, es confuso categorizar la condición médica de un paciente con una cate-
goría que implica una agenda de cambio social radical. Algunos de estos grupos
incluyen a: personas que quieren que desaparezcan las distinciones entre los géne-
ros; personas que quieren probar que la homosexualidad o la transexualidad son
una variación normal; personas que quieren probar que las diferencias biológicas
entre varones y mujeres son irrelevantes; personas que quieren reclamar que las
condiciones intersexuales no sean tratadas en absoluto en contextos médicos»
(Chase, 2006b. Traducción propia).

De esta forma, observamos cómo uno de los argumentos para defender el


cambio se basa en una demarcación clara que separa lo médico de lo político;
se pretende desprender de contenido político al nuevo término a la vez que, a
través de una estrategia que no deja de ser «política», se va definiendo lo que
es político frente a lo que no lo es, así como los actores legítimos en el proce-
so. Lo que nos interesa subrayar es que «ciencia» y «política», más que aprio-
ris, son productos contingentes que se van construyendo a través de la contro-
versia.
A pesar de este intento por de-politizar el nuevo término, en 2009, Alice
Dreger defiende el cambio de nombre en una revista claramente política, Gay
and Lesbian Quaterly: A Journal of Lesbian and Gay Studies (la misma en la
que Chase publicó «Hermaphrodites with Attitude»), dentro de un monográ-
fico llamado Intersex and after. Bajo el título «Progress and Politics in the In-
tersex Rights Movement», Dreger y Herndon (2009) delinean una genealogía
particular del movimiento intersexual donde el cambio de terminología se
presenta como un signo de «progreso» que viene a «cerrar» una etapa en el
222 CUERPOS Y DIFERENCIAS

mismo. Un intento de cierre de la controversia que parece apuntar a un inten-


to de cierre de movimiento. En él argumentan que, debido a la diversidad de
experiencias de personas etiquetadas como «intersexuales», las políticas iden-
titarias ya no tienen sentido y la estrategia re-significativa «in your face» —«en
tu cara»— que implicaba «hermafroditas con actitud» ya no es irónica y polí-
ticamente efectiva (p. 209). Se defiende «alteraciones» —«disorders»— frente
a «variaciones»12 porque «variaciones no atiende a los problemas de salud
asociados a algunas condiciones intersexuales» y «describiría a todo humano,
no sólo a la gente que [...] puede ser tratada como problemáticamente de sexo
atípico» (p. 211). Es curioso que, en el contexto de una revista política, estas
autoras reconozcan ahora el uso estratégico de DSD, y su preferencia por in-
tersex, pero insisten en que hubiera sido imposible llegar a un acuerdo (entre
médicos y diferentes grupos de apoyo) sobre las prácticas, en concreto avan-
ces en un cuidado más centrado en el paciente, si no hubiera habido un
acuerdo sobre la terminología (p. 211). Añaden que, si bien «alteraciones»
—«disorders»— re-medicaliza, es un término con el que los pacientes se sien-
ten cómodos porque «simultáneamente nombra, cientifiza e identifica lo que
ocurre» (p. 212).
Resulta interesante la aparición de otro argumento en el artículo: la necesi-
dad de un término que no se confunda con la transexualidad. En un momento
en que algunos transexuales se definen en términos de «intersexualidad» co-
mo estrategia que legitima su enfermedad (y la financiación de las operaciones
de cambio se sexo) y otros crean alianzas políticas con el movimiento interse-
xual, según estas autoras el cambio de nombre es útil para evitar la amenaza
de confusión. En relación con lo anterior, señalan, siguiendo a Chase, que la
«obsesión por la cuestión de género es lo que ha hecho daño a la gente inter-
sex», «se trata de un problema de estigma y trauma, no de género» (p. 216).
Critican esta «obsesión» porque provoca que los médicos evalúen el éxito de
sus tratamientos en función de la correspondencia entre la identidad de géne-
ro del paciente y el sexo diagnosticado. Y añaden que la asignación errónea de
género no es el problema fundamental del sufrimiento de la gente. Curiosa-
mente, éste es un argumento que comparten los defensores del uso político de
«intersexual»: la defensa de que se traten temas de salud concretos asociados
(pérdida salina, intervenciones sobre testículos con riesgo de cáncer, etc.) y
que no se regule médicamente la identidad de género (Hinkle, 2006b). La dis-
crepancia entre estas posiciones está en la estrategia adoptada: un cambio de
—————
12A diferencia de la primera propuesta de Dreger y Chase en el 2005, Disorders of sexual
differenciation, Dreger ahora descarta «sexual» porque implica sexualidad y «differenciation»
porque no hay un acuerdo médico sobre lo que significa diferenciación.
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 223

nombre que no tenga referencia al género o la des-medicalización de la inter-


sexualidad.
Pero ¿hasta qué punto la aparición del nuevo término influye en una «nue-
va gestión médica» no obsesionada con el género? Para responder a esto, va-
mos a analizar los discursos de los médicos especialistas que constituyeron el
llamado «grupo de consenso» y publicaron en 2006 el «Consensus Statement
on Management of Intersex Disorders» (Hughes et al., 2006). En el artículo,
las razones aludidas para replantearse el término «intersexual» son las ya ana-
lizadas: se considera que las etiquetas diagnósticas basadas en el género son
controvertidas, peyorativas y confunden a médicos y pacientes. Pero, junto
con las demandas de un cuidado centrado en el paciente, aparecen nuevos
motivos que justifican re-examinar la nomenclatura: «los avances en la identi-
ficación de las causas genéticas moleculares del sexo anormal y la conciencia
de nuevos temas éticos» (Hughes et al., 2006, p. 554). Se insiste en la necesi-
dad de un «léxico moderno» que, además de ser sensible a las preocupaciones
de los pacientes y entendible, «integre el progreso en la genética molecular del
desarrollo sexual» (p. 554). Se propone la siguiente definición de las «altera-
ciones del desarrollo sexual»: «condiciones congénitas en las cuales el desa-
rrollo del sexo cromosómico, gonadal o anatómico es atípico» (p. 554). De es-
ta forma se incide en el carácter «congénito» y en el «desarrollo atípico del
sexo», pero lo que no se explica es «atípico» respecto a qué criterios y si en
todos los casos «atípico» implica un problema de salud.
Si Dreger y Chase (2005) habían señalado que las referencias al cariotipo
en la terminología tenían los mismos problemas de confusión que las que se
referían a la anatomía gonadal, el grupo del «Consensus statement» señala que
es necesario que «los términos sean descriptivos y reflejen la etiología genética
y se acomoden al espectro de variación fenotípica» (p. 554). En la nueva no-
menclatura proponen, por ejemplo, la etiqueta 46XY-DSD para nombrar el
síndrome de insensibilidad a los andrógenos, lo cual tendría los mismos pro-
blemas de confusión ya referidos por Dreger y Chase (2005) respecto a la an-
tigua terminología de «pseudo-hermafrodita masculino». Este énfasis en los
cromosomas —que en muchos casos no se correlacionan simplemente con el
fenotipo o la identidad de género, generando confusión en pacientes— se re-
fuerza cuando se nombran las futuras líneas de investigación en el campo: el
«progreso en estudios moleculares y en estudios con animales» (p. 560).
En la genealogía de Dreger y Herndon (2009) se señala que la mayoría de
los médicos especialistas que habían aplicado el protocolo Money se estaban
adaptando perfectamente a esta «nueva gestión de los DSD centrada en el pa-
ciente». Prueba de ello es que muchos de los expertos que firman el artículo
del grupo de consenso ya venían escribiendo sobre el diagnóstico y el trata-
224 CUERPOS Y DIFERENCIAS

miento de los estados intersexuales según el protocolo clásico. No obstante,


más allá del cambio de nombre, si atendemos a las prácticas concretas de
diagnóstico y gestión quirúrgica, hormonal y psicológica, no existen muchos
cambios salvo los que tienen que ver con la gestión de la información, la rup-
tura del secretismo y el consentimiento informado. Si bien se reconocen las
inconsistencias en los resultados sobre las bondades de la cirugía, ésta no se
deja de recomendar. Y en cuanto a la «gestión psicosocial», sorprendentemen-
te bien acogida por la comunidad médica, sigue centrándose en la adecuación
de la identidad de género al sexo asignado. Si bien se señala que la «insatisfac-
ción de género no es un índice de un mal diagnóstico» (p. 554), no se hace pa-
ra quitar peso al género y dejar de regularlo, sino probablemente para quitar
responsabilidad a los médicos ante posibles demandas de los pacientes por
errores. El artículo sigue insistiendo en el control del comportamiento del gé-
nero atípico hasta el punto de promover estudios (con especies «humanas y no
humanas») para clarificar los determinantes de los «trastornos de la identidad
sexual» en DSD. «Estudios futuros requieren muestras representativas para
conceptualizar y medir cuidadosamente la identidad de género» (p. 560). Así,
errores médicos en el diagnóstico del sexo son traducidos a casos de «trastor-
nos de la identidad sexual» en personas con DSD cuya etiología hay que estu-
diar13. Bajo el acrónimo aparentemente neutro DSD no sólo se sigue hablando
y controlando el género, se refuezan y estabilizan las posiciones de género
normativas, ampliando el ámbito de indagación y regulación de género tam-
bién a la transexualidad.
Aparte de compartir el cambio de nomenclatura, existen bastantes diferen-
cias entre «el modelo de gestión centrado en el paciente» que se deduce de es-
te artículo y el que se describe en las guías clínicas elaboradas por la ISNA.
Diferencias respecto al tratamiento quirúrgico y respecto a lo que se considera
una atención psicológica adecuada que, en el caso del «grupo de consenso» y
al igual que en el protocolo Money, se centra fundamentalmente en la vigilan-
cia de género.

—————
13
Si bien en el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders IV (DSM-IV) los
«trastornos de la identidad sexual» (en inglés «gender identity disorders», GID) se definían de
forma excluyente a la intersexualidad, en el nuevo borrador que se está gestando para la elabo-
ración definitiva del DSMV aparece un nuevo sub-tipo dentro de las nuevas «incongruencias de
género» (término propuesto para sustituir a los GID) que hace alusión a las personas con DSD.
Ver http://www.dsm5.org/ProposedRevisions/Pages/proposedrevision.aspx?rid=482 (última revi-
sión 20/12/2010).
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 225

4. LOS EFECTOS POLÍTICOS DEL CAMBIO DE NOMENCLATURA MÉDICA (II).


LA OPOSICIÓN AL CAMBIO

A pesar de ser presentado bajo el respaldo de un «consenso», el cambio de


nomenclatura no ha recibido una respuesta positiva unánime, abriéndose así
una controversia en torno al mismo. Una controversia en la que, como ya he-
mos señalado, no sólo han tenido voz los expertos médicos, sino también acti-
vistas y personas representantes de diversos grupos de apoyo, movilizados to-
dos ellos tanto a favor como en contra del cambio.
Los diferentes actores contrarios a la terminología DSD han argumentado
tanto en contra de los contenidos que la defienden, como en contra de las
formas del proceso. Respecto a esto último, han criticado la ausencia de una
consulta amplia que incluya no sólo a otros colectivos intersexuales —más allá
de la ISNA—, sino también a otros grupos internacionales no estadounidenses
(Simmonds, 2006; O’Brien, 2006). De cara a analizar los discursos desarrolla-
dos en contra del cambio de nombre, vamos a centrarnos en varias de las car-
tas al editor enviadas a la revista Archives of Disease in Childhood en respuesta
al «Consensus statement» (Hughes et al., 2006) y en diversas publicaciones
generadas por la OII (escritas en su mayoría por su fundador, Curtis Hinkle).
Frente al argumento de que «intersexual» es una palabra que estigmatiza y
es rechazada por muchos pacientes y médicos, se sostiene que el término em-
podera porque dota de sentido de comunidad y en torno a él se ha desarrollado
una cultura particular y un espacio de conciencia política (Morris, 2006). Ante
la propuesta de un nombre que aluda a una condición que la persona tiene y
no etiquete lo que la persona es, se ha objetado aludiendo a las consecuencias
de deshacerse precisamente de ese logro «identitario» (o comunitario si se
quiere) de la palabra «intersex», resignificada por los propios activistas inter-
sexuales, y que ha conseguido movilizar un movimiento y una agenda de dere-
chos humanos (Simmonds, 2006; Morris, 2006). Es precisamente la despoliti-
zación que implicaría el cambio de nomenclatura, y su consiguiente
reinscripción en la escena de las patologías, lo que es cuestionado desde estos
colectivos, que interpretan el cambio de nomenclatura como un golpe de efec-
to para silenciarles como actores relevantes precisamente ahora que se empe-
zaba a articular el término como parte de la historia de un movimiento políti-
co. En este sentido ahonda el siguiente extracto:

«Muchos, si no la mayoría de estos adultos, han adoptado y prefieren continuar


identificándose con el término “intersexual” como una forma de clasificar sus
condiciones y de hablar de sus cuerpos y sus experiencias. Encuentran la palabra
“intersexual” empoderadora porque provee un sentido de comunidad y permite a
226 CUERPOS Y DIFERENCIAS

personas con condiciones muy diferentes unirse para trabajar en pro de una mejor
atención médica y justicia social. [...] DSD incluye la noción de que la morfología
triunfa sobre la identidad, y que la intersexualidad es una patología» (Sherri G. Mo-
rris, Carta al editor, Archives of Disease in Childhood, 22 de agosto de 2006)14.

La principal crítica a la nueva terminología es que «alteraciones» —«disor-


ders»— es un referente que patologiza y, con ello, individualiza y despolitiza.
Los que se oponen a la terminología sostienen que «los niñ*s no son desórde-
nes» (Baechler, 2006; Hinkle, 2006a) y el uso del acrónimo invisibiliza esa
concepción también estigmatizante (Simmonds, 2006). Se argumenta, además,
que las nuevas clasificaciones basadas en el cariotipo siguen siendo confusas
(ej. «46XX DSD») (Damiani, 2006; Sieldberg, 2006).
Como ya se ha indicado, defendiendo ambas posiciones del debate, han in-
tervenido en una revista científica tanto representantes de asociaciones médi-
cas o grupos políticos como expertos médicos. Uno de ellos ha sido Milton
Diamond, el que protagonizara la controversia con John Money sobre el caso
John-Joan. Frente al concepto de «alteraciones» —«disorders»—, Diamond
propone un nuevo término: «variaciones del desarrollo sexual» (VDS), una
iniciativa que será respaldada en posteriores cartas al editor:

«La medicina moderna continúa viendo un rango de variaciones en el desarrollo


sexual como errores biológicos y esta percepción ha sido utilizada tanto para justi-
ficar como para requerir intervención médica [...] La medicina, ciertamente, no es
estática. Sólo hay que recordar las luchas en contra y la eliminación definitiva de la
homosexualidad del DSM para darnos cuenta de que conceptos como enfermedad
o trastorno están tan influidos por construcciones sociales y políticas como por la
ciencia, y que las construcciones sociales, la política y la ciencia no son entes está-
ticos. Es por ello que debemos reconsiderar cada cierto tiempo qué etiquetas se
asignan al cuerpo humano» (Diamond y Beh, Carta al editor, Archives of Disease
in Childhood, 27 de julio de 2006).

Lo que se viene a señalar es que «alteraciones» —«disorders»— normativiza


y naturaliza la idea del dimorfismo sexual y marca una pauta única de desarro-
llo «correcto» de los cuerpos sexuados. «Variaciones», en cambio, sitúa en el
plano de lo social la dualidad sexual e incide en la multiplicidad «natural» del
desarrollo sexual y de las configuraciones de los cuerpos sexuados (Diamond
y Beth, 2006; Cameron, 2006; Hinkle, 2006a). Es por ello que, mientras «alte-
—————
14
Sherri Morris, además de ser abogada de pacientes intersexuales, fue miembro del Board
of Director of the Intersex Society of North America (ISNA) y fundadora de la rama estadouni-
dense del AIS Support Group.
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 227

raciones» —«disorders»— permiten hablar de «errores de la naturaleza» o


«desarrollos atípicos del sexo», «variaciones» no presupone a priori una valo-
ración de los mismos por plegarse o no al modelo del dualismo sexual. Hablar
de «errores», «alteraciones» o «desarrollos atípicos» sólo sería, según los de-
tractores del término, un reflejo de prejuicios sociales.

«No es simple corrección política lo que exige un cambio de “Alteración” (“Di-


sorder”) a “Variación”, como ha sido propuesto por el Dr. Diamond y el Profesor
Beh. Por el contrario, tal cambio representa un primer paso hacia la consecución
de la reorientación del pensamiento médico sobre la validez y aceptabilidad de los
cuerpos intersexuales en su estado natural» (Morris, Carta al editor, Archives of
Disease in Childhood, 22 de agosto de 2006).

Esto está relacionado con el argumento de Chase o Dreger de que el pro-


blema para muchas personas es de «estigma y trauma, y no de género». La
OII también se opone a la existencia de categorías médicas que regulen el gé-
nero, pero ello implica también su oposición a los tratamientos (Hinkle,
2006a). Mientras la regulación de la sexuación humana se siga considerando
una condición médica, se seguirá tratando sobre el género. Si se deja el género
fuera del debate, pero se sigue interviniendo sobre «desarrollos y anatomías
sexuales atípicas», no se cuestiona que se mantengan fijos los géneros sociales
y los dos sexos biológicos: habría una forma correcta de desarrollo sexual sin
otra posibilidad, con lo que se mantendría como base la dualidad sexual de la
especie humana (Hinkle, 2006a). Pero hasta qué punto desvincular el análisis
de género del tratamiento médico contribuye a obviar la crítica y la interven-
ción psicosocial sobre las rigideces de médicos, padres y de la sociedad en ge-
neral respecto a la variabilidad de los cuerpos sexuados e identidades de géne-
ro. Quizá otra formación en género, distinta a la que se defiende en el
protocolo Money o en el «consensus group», sí pueda ayudar a desestigmati-
zar.
Por último, otro argumento contrario al cambio de nombre es que DSD
promueve la inclusión de los síndromes reconocidos bajo este epígrafe en el
listado de enfermedades congénitas. Al tratarse de «problemas de desarrollo»
se puede plantear una gestión médica de los mismos muy diferente: de situar
el énfasis en el tratamiento posnatal (quirúrgico, endocrino o psicológico) a
incidir en la importancia del diagnóstico e intervención prenatal. Como más
adelante señalaremos, esto está ligado al auge de la investigación (y financia-
ción) en genética molecular, presentada como «un progreso» cuyos problemas
bio-éticos no se señalan abiertamente.
228 CUERPOS Y DIFERENCIAS

5. DESPLEGANDO LA CONTROVERSIA: DESPLAZAMIENTOS


Y REARTICULACION DE ACTORES Y RELACIONES

La controversia sobre el cambio de nombre vino precedida de otra controver-


sia «tradicional» entre dos expertos científicos, John Money y Milton Dia-
mond, planteada en términos de ambientalismo social versus innatismo bioló-
gico, y que surgió a partir de un caso particular de dramáticas consecuencias:
el famoso caso «John/Joan» (Brenda/David Reimer). Se trataba del «experi-
mento perfecto» para probar las teorías ambientalistas de adquisición de gé-
nero de Money: dos gemelos monocigóticos, a uno de los cuales se le había
amputado el pene a temprana edad a causa de un error médico y al que, si-
guiendo las directrices de Money, se había criado como a una niña. En dife-
rentes escritos y durante décadas, Money había utilizado «el éxito» de este ca-
so como prueba de sus teorías sobre la importancia de la crianza en la gestión
de los estados intersexuales, más allá de la biología pre-natal. Cuando Dia-
mond descubrió que, lejos de vivir satisfactoriamente con su sexo asignado,
Brenda había cambiado de sexo y vivía como varón con el nombre de David,
lo utilizó para criticar el protocolo Money e incidir en el peso de la biología en
la identidad de género (Diamond y Sigmundson, 1997). Pero más allá de la
controversia naturaleza-cultura, se trataba de un caso dramático (por sus con-
secuencias, ambos hermanos terminaron suicidándose) y paradigmático de
cómo los cuerpos y las vidas de personas intersexuales se venían utilizando
como «objetos exóticos» codiciados por su potencial de prestigio médico y
como recursos de interés científico para dirimir controversias.
Para los primeros colectivos intersexuales, la potencia del artículo de Dia-
mond y Sigmundson (1997) no venía de sus tesis biologicistas, sino de su ca-
pacidad para cuestionar un protocolo que, sorprendentemente, había recibido
durante décadas una aceptación acrítica por parte de la comunidad médica
(Kessler, 1998). La difusión mediática de la rivalidad entre científicos fue
aprovechada para romper años de silencio en torno al tratamiento de los esta-
dos intersexuales (Colapinto, 2000). Un año después, en 1998, Chase escribía
«Hermafroditas con actitud» y se publicaba un monográfico en The Journal of
Clinical Ethics que demandaba un «cambio de paradigma» (Wilson y Reiner,
1998) e incidía en que «el progreso quirúrgico no era la respuesta a la interse-
xualidad» (Chase, 1998b). Lo interesante de este número especial en una re-
vista clínica es que participaban en él tanto diferentes médicos especialistas
(entre ellos Diamond) y científicos sociales, como activistas intersexuales de la
ISNA y miembros de otros grupos de apoyo (HELP, EEUU-AIS Support
Group, etc.). También se aprovechó la controversia desde posiciones feminis-
tas para denunciar la violencia de la vigilancia constante de género (a través de
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 229

pruebas, tests, etc.) sobre las personas intersexuales, a las que se les exigía un
plus de feminidad y masculinidad, así como de respuesta heterosexual, para
muchos insostenible15. Junto a ello se criticaban las asunciones dualistas y es-
táticas de los sexos y géneros presentes en las dos posturas de la controversia
(sólo se puede ser varón o mujer y ello no puede variar a lo largo del tiempo)
(Kessler, 1998; Fausto-Sterling, 2000; Butler, 2006). Lo interesante en todos
estos movimientos es que médicos, científicos sociales, activistas y miembros
de grupos de apoyo estaban trabajando conjuntamente en la defensa de un
cambio de paradigma.
Por otro lado, gracias a la mediación tecnológica de Internet, comienza a
crearse un sujeto colectivo intersexual que demanda derechos, frente al sujeto
médico individualizado, patologizado y estigmatizado. Al igual que con otras
enfermedades «raras» o estigmatizadas, Internet se convierte en un foro colec-
tivo que posibilita el encuentro al margen de la distancia física-geográfica y
permite hablar desde el anonimato. Además crea un espacio de generación y
divulgación de conocimientos más allá de los proporcionados por los propios
médicos; es un escenario donde se pueden compartir experiencias, transmitir
saberes, discutir dudas, buscar información, etc. Si, como ya hemos señalado,
en los manuales médicos y en las revistas científicas, las personas intersexuales
aparecían como casos patológicos de interés científico, receptores silentes de
intervenciones y experimentos médicos, una tecnología como Internet va a
posibilitar que los «objetos de conocimiento médico» objeten, deviniendo ac-
tores relevantes (Latour, 2000). Se produce un desplazamiento de «pacientes»
o «víctimas» a «agentes» que evalúan y se resisten a los discursos y protocolos
médicos, que intercambian conocimientos y generan una identidad colectiva
y/o politizada. Se trata de una nueva «bio-ciudadanía» digital que maneja in-
formación médica y reclama derechos (Rose, 2007).
Ello ha implicado una re-configuración de las relaciones sujeto-objeto de
conocimiento, hasta el punto de que los propios «objetos de conocimiento»
(los colectivos intersexuales) se han convertido en auténticos «expertos» de
los «sujetos de conocimiento» (los médicos), es decir, en «expertos de los ex-
pertos». La creación de diferentes páginas web, foros de debate, chats o blogs
ha posibilitado una articulación de los diferentes actores implicados, generan-
do nuevos conocimientos y alianzas, produciendo cambios tanto en los colec-
tivos intersexuales como en los grupos de afectados y familiares y en la comu-
—————
15 La controversia también sirvió para un ejercicio de autocrítica respecto a las primeras
alianzas del movimiento feminista con John Money (Kate Millett le cita en Política Sexual y la
propia Kessler colaboró con él) sin cuestionar su práctica médica, ya que sus tesis sobre el cons-
truccionismo social y la maleabilidad del género eran una herramienta muy útil para un movi-
miento que quería demostrar que la biología no era destino.
230 CUERPOS Y DIFERENCIAS

nidad médica, diversificando voces y perspectivas en torno a cuestiones so-


ciales, médicas y jurídicas, y generando controversias y debates esta vez abier-
tos a múltiples actores y no sólo a los expertos médicos. En definitiva, a través
de esta nueva tecnología, se ha producido una cierta rearticulación democrati-
zadora del conocimiento socio-científico.
Se trata de un caso similar al «proceso de expertización» teorizado por
Epstein (1996) en las controversias socio-científicas sobre el tratamiento del
VIH entre expertos médicos y grupos «legos». Los mecanismos mediante los
cuales se establece y reconoce quién se convierte en un «experto intersexual»
se han transformado, y se han ampliado los espacios de legitimidad y credibi-
lidad más allá del ámbito médico. Como señala este autor, aparece una nueva
clase de «expertos-legos» con nuevas formas de conocimiento experto. Se tra-
ta de «biosocialidades» (Rabinow, 1999) o ciudadanos bio-sociales activos
(Rose, 2007) que se organizan en torno a una categoría médica (a través de
grupos de apoyo o políticos), intercambian información y «establecen su cre-
dibilidad como gente que puede hablar legítimamente en el lenguaje de la
ciencia médica» (Epstein, 1996, p. 9). «No son anti-ciencia sino pro-
conocimiento: re-evalúan formas de conocimiento que la ciencia profesional
ha excluido» (Epstein, 1996, p. 13). Ello ha proporcionado las bases para
que la nueva controversia en torno al cambio de nombre no se establezca
sólo entre expertos médicos, como en el caso de la controversia Money-
Diamond. Como consecuencia, se difuminan las fronteras entre lo externo y
lo interno a la ciencia, entre «lo científico» y «lo político»: los grupos de
apoyo y los colectivos políticos también están implicados en los procesos de
«hacer ciencia».
Al igual que ocurriera con los cambios de protocolos para el tratamiento
del VIH, podemos interpretar que un movimiento social, el movimiento inter-
sexual, está influyendo en el conocimiento y en las prácticas científicas. Ello
nos permite reflexionar sobre el papel de los movimientos sociales en la cons-
trucción de una «mejor ciencia» médica (Haraway, 1995; Harding, 1996), pe-
ro también sobre cómo el encuentro con la ciencia afecta a los movimientos o
colectivos sociales (por ejemplo, los riesgos de cooptación en las negociacio-
nes para conseguir mejoras) (Epstein, 1996). También podemos analizar, si-
guiendo a Epstein (1996) y el trabajo pionero de Callon (1986/1995), los mo-
vimientos y las estrategias de los diferentes actores en la controversia
(«expertos» y «legos») para «enrolar» a grupos que apoyen sus argumentos y
les den credibilidad, o para establecer cuáles son los circuitos de reconoci-
miento «autorizados». No sólo eso, examinar cómo el propio cambio de nom-
bre se ha definido estratégicamente como «un punto de paso obligado» para
el cambio en los tratamientos (Dreger y Herndon, 2009).
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 231

Lo que ha puesto en evidencia la «controversia intersex-DSD» ha sido la


heterogeneidad y complejidad del movimiento intersexual y de su «sujeto», y
las diferentes estrategias y alianzas que diferentes actores han llevado a cabo
para reclamar sus derechos y demandas. Ello ha supuesto distintas relaciones
estratégicas entre la comunidad médica, los grupos de apoyo y los grupos polí-
ticos. Callon y Rabeharisoa (2003) han distinguido tres tipos de organizacio-
nes en función de estas relaciones: «organizaciones auxiliares», que basan sus
acciones partiendo del reconocimiento de una diferencia clara entre el modo
de conocer experto y la experiencia lega; «organizaciones oponentes», donde
los afectados rechazan cualquier definición de su estado por parte de la co-
munidad médica y científica, y cuestionan su propia identidad en tanto «pa-
cientes»; y «organizaciones socias», que tratan de establecer cierta paridad en-
tre especialistas y afectados, sobre todo a través de la colaboración en la
investigación. Lo interesante de este caso es que se pueden apreciar diferentes
tipos de estrategias en la misma controversia. Siguiendo a otros autores que se
han centrado en el movimiento intersexual, podemos hablar de estrategias de
«aceptación» (Engel, 1997) o de «evolución» (Davidson, 2009): movimientos
de grupos de apoyo o de colectivos como la ISNA/Accord Alliance que buscan
crear alianzas —de tipo «auxiliar» o «socios»— con la comunidad médica pa-
ra cambiar cómo es medicalizada la intersexualidad trabajando desde dentro
del paradigma médico y desde la normalización; y estrategias de «desestabili-
zación» (Engel, 1997) o de «revolución» (Davidson, 2009): movimientos de
grupos políticos, como la OII, que reclaman la desmedicalización de la inter-
sexualidad (sin desatender las necesidades específicas de salud de los indivi-
duos) y luchan por revocar las expectativas sociales en torno a la dualidad se-
xual y por el reconocimiento de la diversidad y variabilidad de los cuerpos
sexuados (sin términos médicos que impliquen «ambigüedad» sexual). Si bien
existen objetivos comunes como la des-estigmatización y la eliminación de
operaciones quirúrgicas a niños, los marcos de referencia sobre los que cons-
truyen sus argumentos a favor y en contra del cambio de nombre, y los dife-
rentes actores movilizados para obtener legitimidad, son diferentes. De hecho,
como ya hemos señalado, más allá de consensos, podemos analizar cómo des-
de diferentes posiciones se va construyendo y actualizando «una intersexuali-
dad múltiple» o «un DSD múltiple» (Mol, 2002).
232 CUERPOS Y DIFERENCIAS

6. LAS IMPLICACIONES DE UNA NUEVA GESTIÓN BIO-POLÍTICA MOLECULAR


Y DE ELECCIÓN

En la controversia sobre el cambio de nombre también podemos analizar una


nueva tendencia en la gestión bio-política del tratamiento de los «estados in-
tersexuales» hacia una «bio-política molecular» (Rose, 2007). Hablar de «alte-
raciones del desarrollo sexual» implica reordenar el marco de referencia de la
intersexualidad en el ámbito de las enfermedades congénitas. Por otro lado, la
preeminencia de los cromosomas X e Y al comienzo de la identificación de los
diferentes síndromes en la propuesta de cambio es un reflejo de la nueva re-
genetización en la gestión (recordemos que la referencia al cariotipo fue criti-
cada en un primer momento por Dreger y Chase, al ser tan confusa como la
referencia gonadal). De esta forma, nos encontramos ante un nuevo escenario
donde los «avances científicos» y el «progreso» ya no se orientan tanto a las
tecnologías quirúrgicas u hormonales sobre cuerpos ya nacidos, sino a la in-
vestigación en biología molecular de la determinación sexual. Este cambio se
puede apreciar claramente en el artículo del «grupo de consenso» ya analiza-
do, pero también en uno de los artículos del monográfico «Intersex and after»
de GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies, dedicado a la biología mole-
cular del sexo (Rosario, 2009). Siguiendo a Rose (2007), la gestión de los
«cuerpos intersexuales» ya no sólo se dirime en un nivel de análisis anatómi-
co-molar posnatal (quirúrgico, endocrino o psicológico), sino que se pretende
situar en un nuevo nivel genético-molecular, que a su vez viene avalado por las
nuevas «tecnologías de optimización» de diagnóstico e intervención pre-natal
(Rose, 2007). Como señala este autor, las nuevas tecnologías de optimización
suponen un cambio, de hablar de «tecnologías de la salud» a hablar de «tec-
nologías de vida»: «No buscan solamente curar enfermedades una vez se han
manifestado, ni promover la salud, [...] sino cambiar lo que es considerado un
organismo biológico, haciendo posible refigurar los propios procesos vitales
de cara a maximizar su funcionamiento» (pp. 17-18). Estas tecnologías de vida
buscan reconformar el futuro vital, actuar en el presente para diseñar orga-
nismos biológicos vivibles y deseables (y erradicar los no deseables), generan-
do a su vez nuevos planteamientos bio-éticos no explicitados de forma abierta
en la controversia16. El objetivo es promover la investigación para poder diag-
—————
16 Prueba de esta asociación entre la gestión de «los estados intersexuales» o «DSD» y las
«tecnologías de vida» y «optimización» fueron los resultados de la investigación reseñada en la
nota 1, particularmente los referidos a la representación de la intersexualidad en los medios de
comunicación en general y en la prensa médica especializada. Un grupo de noticias sobre la in-
tersexualidad hacía referencia al diagnóstico e intervención pre-natal sobre «anomalías genéti-
cas» y, curiosamente, otras noticias aludían al incremento de «embriones hermafroditas» como
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 233

nosticar e intervenir a nivel genético y evitar así «problemas» futuros en la di-


ferenciación sexual. De nuevo la controversia está en determinar qué constitu-
ye un problema de diferenciación sexual y hasta qué punto no está definido
por una norma socio-médica que no asume la variabilidad biológica humana.
Por otro lado, la retórica del «progreso» a través de los «avances en genética
molecular» devuelve una legitimidad y autoridad exclusiva al conocimiento
médico, a lo cual contribuyen un lenguaje y unos conocimientos muy especia-
lizados y difícilmente comprensibles por los grupos «legos». Se trata de un
lenguaje científico y cientificista que les reinstala como únicos expertos autori-
zados y les aleja de los lenguajes comunes con los grupos sociales (Machado,
2009).
Por otro lado, otra cuestión a tener en cuenta en las afirmaciones del
«Consensus statement» (Hughes, et al., 2006), que parece alinearse pero al
tiempo se distancia de lo propuesto en la Clinical Guidelines for the Manage-
ment of Disorders of Sex Development in Childhood (Consortium for the Ma-
nagement of DSD, 2006), tiene que ver con la demanda de una atención cen-
trada en el paciente. Las afirmaciones del «Consensus statement» emplean
una retórica que parece más dirigida a evitar demandas por mala praxis que a
un cambio concluyente sobre las prácticas requeridas. En este sentido, se si-
gue hablando en particular de intervenciones quirúrgicas, prácticas que en la
«Guía de tratamiento» publicada por la ISNA aparecen preferiblemente pos-
puestas y minimizadas, con un énfasis en evitar intervenciones irreversibles.
La atención centrada en el paciente parece quedar así reducida a un requeri-
miento de «consentimiento informado», en una lógica que identifica «pacien-
tes» como «clientes». Están, por tanto, apelando al nuevo modelo de «ciuda-
dano biológico»/«consumidor responsable» descrito por Rose (2007), un
ciudadano imbuido en la retórica de la «elección» del sujeto liberal que es ca-
paz de realizar elecciones racionales libremente. Pero ¿cuáles son las dinámi-
cas del modelo de la elección? ¿Hasta qué punto el consentimiento resulta su-
ficientemente informado, esto es, se dispone de información adecuada,
comprensible y alternativa? Y ¿hasta qué punto la lógica de la elección garan-
tiza un buen cuidado —en términos de Annemarie Mol (2008)—? Esto resulta
especialmente relevante si consideramos el funcionamiento de diferentes sis-
temas sanitarios en el mundo. Si bien en el contexto del estado español la Se-
guridad Social garantiza una atención universal que, sin embargo, deja poca
capacidad de «elección», en otros sistemas sanitarios, como en EE.UU., el ni-
vel de intervención y elección de los pacientes puede ser mayor, pero esta ca-
pacidad de intervención/elección dependerá del tipo de seguro médico y las
—————
productos no deseados de las nuevas tecnologías reproductivas y terapéuticas.
234 CUERPOS Y DIFERENCIAS

garantías y prestaciones del mismo, esto es, se transforma en una cuestión in-
dividual marcada por la capacidad de consumo.

7. CONCLUSIONES

Si bien a lo largo de este trabajo hemos intentado cartografíar y rastrear la


forma en que se ha desarrollado la controversia en torno al cambio de nombre
de «estados intersexuales» a «alteraciones del desarrollo sexual», deteniéndo-
nos en mostrar la multiplicidad que se encerraba bajo la apariencia de un con-
senso uniforme, y en analizar sus implicaciones, hemos dejado hasta el mo-
mento fuera del análisis algunas cuestiones que requerirían de nuestra
atención.
En primer lugar, tal como discutíamos, el intento de cierre de controversia
—y de alguna manera también, de cierre de un cierto activismo intersexual—
que parece englobarse en el monográfico del GLQ:A Journal of Lesbian and
Gay Studies «Intersex and after», en particular en el artículo de Dreger y Her-
non (2009), constituye, en gran medida, un ejercicio genealógico plegado so-
bre sí mismo que atiende fundamentalmente a los desarrollos de la ISNA y a la
atención medicalizada de la intersexualidad desde los Estados Unidos. Apenas
hay unas pocas referencias que proporcionen un marco más amplio a lo que,
sin embargo, parece aspirar a convertirse en genealogía universalizante. Como
venimos criticando a lo largo de este trabajo, qué queda fuera de esta narrativa
es enormemente significativo: queda relegado por «demasiado político».
Esta primera ausencia implica a todas aquellas personas que desde el acti-
vismo pregonan otra concepción de la intersexualidad y defienden la existen-
cia de una cierta «comunidad intersexual polítizada» —por laxa y heterogénea
que ésta pudiera ser—. Pero habría otra segunda ausencia, probablemente
mucho menos consciente, pero no por ello menos significativa. La centralidad
hegemónica del relato centrado en los Estados Unidos y sus pretensiones uni-
versalistas excluyen, en su globalización, otras voces, vivencias, formas de ges-
tión de la intersexualidad, modelos de activismo y demandas de las que no se
hacen eco Dreger y Hernon, pero tampoco gran parte de las intervenciones
del Consorcio y del «Grupo de consenso». En este sentido, no nos queda sino
hacer un ejercicio de autocrítica, por cuanto nuestro trabajo no deja de caer
en la paradoja de apuntar a las carencias de la genealogía al tiempo que acude
a ésta para analizarla.
Pero, en gran medida, el proceso de globalización del cambio de nombre y
de los debates surgidos en el marco de la controversia nos informan de los
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 235

efectos colonizadores inscritos en las gestiones biomédicas de los cuerpos y en


la configuración del propio «consenso». Podríamos hablar, tal vez, de la exis-
tencia de diversas densidades multiescalares en el impacto del cambio de
nombre, la modificación de los protocolos de intervención y la extensión de la
controversia, cuyo espectro geopolítico no es ajeno a ordenamientos y legiti-
midades globalizadas. En este sentido, ciertos grupos activistas, teóricos y per-
sonas intersex son hechos «otros»: la OII, activistas de Europa, Latinoamérica
y otros países no anglosajones han quedado fuera de la elaboración del «con-
senso» en torno a la gestión de los «estados intersexuales»17.
Excluidos de la elaboración del consenso, pero ¿igualmente excluidos de
su recepción? Quizá no en el mismo modo. Centrándonos, a la manera de un
breve apunte, en la recepción de la controversia en el estado español, nos en-
contramos con una situación particular: los circuitos del activismo y los circui-
tos de intervención médica y gestión de pacientes en el estado español no es-
tán en diálogo. Así, la recepción de la controversia y del cambio de nombre
parecen circular en espacios paralelos escasamente conectados: si el discurso
intersex «más polítizado» está ligado a colectivos trans, de corte queer y/o
transfeminista —que en algunos casos han añadido la I a LGTB—, tiene, sin
embargo, escasa conexión con los colectivos médicos y con las asociaciones de
afectados. De hecho, muchas personas diagnosticadas con algún síndrome in-
tersexual en este contexto sienten extraños y alejados a estos colectivos, perci-
bidos como demasiado radicales o ligados a prácticas transgresoras de género
con las que no necesariamente se identifican18. Las posiciones aparecen desle-
gitimadas por ambas partes, marcando un antagonismo de difícil resolución.
Así, por ejemplo, el cambio de nomenclatura ha sido acogido mayoritariamen-
te por la comunidad médica en el estado como un «avance» no cuestionado,
—————
17 Es por ello que queremos resaltar, entre otros, los trabajos del colectivo Mulabi en Lati-
noamérica, por ejemplo, la publicación del monográfico Interdicciones. Escrituras de la interse-
xualidad en castellano, coordinado por Mauro Cabral en 2009. O los escritos de Diana Maffía y
Mauro Cabral (2008) en el libro Sexualidades migrantes. Género y transgénero; o el libro Un
cuerpo: mil sexos. Intersexualidades, de 2010 (compilado por Raíces Montero), donde colaboran
activistas estadounidenses, como Curtis Hinkle, junto con latinoamericanos. Desde Europa, en
concreto Francia, queremos destacar la publicación del monográfico sobre intersexualidad en la
revista Nouvelles Questions Féministes en 2008, y la diferente narrativa del activismo intersexual
a través de la OII en Europa descrita por Vicent Guillot (2008) o, como ya hemos señalado, el
trabajo de Nuria Grégori (2009) en el contexto español. Se tratan, todos ellos, de excelentes
análisis sobre la intersexualidad como realidad social situada, pero que apenas han tenido
resonancias en el contexto hegemónico estadounidense por su escasa receptividad hacia lo no-
anglosajón y su afán universalizador.
18 En este sentido destaca especialmente el trabajo que viene realizando en estos últimos
años Nuria Grégori (2009).
236 CUERPOS Y DIFERENCIAS

sin atención expresa a la controversia generada en su entorno, ni a las críti-


cas a la intervención desarrolladas por colectivos activistas. Sin embargo, ca-
bría destacar cómo la propia controversia, y el conocimiento creciente de la
existencia de otros grupos con posiciones más radicales (fundamentalmente
a través de Internet), probablemente esté empezando a causar algún cambio
en algunas asociaciones de afectados tradicionalmente en diálogo exclusivo
con los médicos. En cualquier caso no se puede hacer una definición general
que apunte en una determinada tendencia. Para ello sería necesario hacer un
análisis concreto de cada asociación en particular, puesto que en muchos ca-
sos las derivas de los colectivos dependen de dinámicas internas dotadas de
especificidad. Cabría constatar, como señala Nuria Grégori (2009), que por
parte de los colectivos activistas no sólo no hay diálogo con los médicos, sino
tampoco con los grupos de afectados. Sin embargo, sí que se mantienen
diálogos y colaboraciones con diferentes grupos intersex fuera del estado es-
pañol.
Como hemos venido mostrando a lo largo de este artículo, la complejidad y
heterogeneidad de las posiciones que se articulan bajo el paraguas de un con-
senso en torno a un cambio de nombre son enormemente amplias y requieren
de una indagación concreta que permita dar cuenta de sus discontinuidades,
sus líneas de ruptura y sus potenciales aperturas a aquello que ha sido posi-
cionado fuera de la línea que delimita el consenso. Al mismo tiempo hemos
incidido en la transformación de los actores legitimados para intervenir en la
controversia, y en cómo parte del propio ejercicio de estabilización de un con-
senso constituye un esfuerzo por delimitar qué cuenta como ciencia y qué
queda descartado por un exceso de implicación política. Pero, como hemos
visto, justamente ese trabajo de fijación y delimitación de fronteras constituye,
sin duda, un ejercicio profundamente político.

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PARTE C:
ESPACIOS LIMINALES DE LA FEMINIDAD
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS1

OLGA BUSTOS ROMERO

HISTORIA SOBRE LA TIRANÍA DE LA BELLEZA O LA DICTADURA DEL CUERPO


HACIA LAS MUJERES

L
a importancia y concepción que se le ha dado al cuerpo, el lugar que
ocupa en la sociedad, su presencia en el imaginario y en la realidad, en
la vida cotidiana y en momentos específicos han tenido cambios a lo
largo de la historia. Esto es importante señalarlo, ya que por mucho tiempo
imperó la idea de que el cuerpo pertenecía a la naturaleza y no a la cultura.
Más bien, el cuerpo ha sido construido, reconstruido, reconocido u ocultado,
dependiendo del momento histórico.
El énfasis que se ha dado al cuerpo de las mujeres, en la gran mayoría de
las culturas es superior al asignado al cuerpo de los hombres. La belleza física
de la mujer recibe una consideración más relevante que la del hombre. Gene-
ralmente, el atractivo de ellos se asocia más con sus habilidades y poderes que
con su complexión o aspecto físico. En tanto que, para las mujeres, sus fun-
—————
1 Este trabajo forma parte de una investigación más grande que se titula: Género, publici-
dad e imagen corporal. La formación de audiencias críticas en la prevención de trastornos alimen-
tarios, que la autora de este trabajo realiza como académica de la Facultad de Psicología, de la
UNAM.
244 CUERPOS Y DIFERENCIAS

ciones procreadoras y alimentadoras, así como las sociosexuales, representan


los cimientos de tal relevancia corporal. El mismo cuerpo destinado a engen-
drar, parir y amamantar debe contar con suficiente atractivo sexual e interper-
sonal para conseguir su integración en el medio sociocultural en el que se de-
senvuelve su vida (Toro, 1999).
El estudio de Ford y Beach (1951), que realizaron en 190 sociedades tri-
bales, demostraba que, en la casi totalidad de estas sociedades, el atractivo y
las características físicas de las mujeres recibían mucha más importancia social
que los manifestados por los hombres. En ellos contaban más sus demostra-
ciones de valor.
Sin embargo, la excepción a la regla anterior la constituyó la Grecia clásica,
donde el cuerpo varonil fue objeto de admiración pública y considerado más
atractivo que el femenino, tal vez porque el concepto de belleza, referida al
cuerpo, se refería a lo saludable, al estar en forma, e incluso las cualidades in-
ternas, lo que se atribuía más al varón. Eso era una consecuencia de la con-
cepción de la unidad cuerpo-mente vigente en la Grecia clásica, que fue muy
diferente a la que posteriormente fue defendida por el cristianismo (Fallon,
1990). En Grecia, la belleza del cuerpo era un concreción del culto al equili-
brio, y lo extremoso, lo extraño no podía ser perfecto.
Por su parte, la Roma antigua discrepó de la Grecia clásica en una parte de
sus criterios estéticos corporales. Aquí había más interés por las peculiarida-
des y rarezas de rostros y personas (Fallon, 1990). Se valoraba la delgadez o, al
menos, evitaban el sobrepeso. Como bien se sabe, aunque en los banquetes la
ingesta de comida era exagerada, utilizaban el vómito como medio para regu-
lar el peso. Había una aceptación de los atracones y el vómito, que estaban
plenamente integrados en la cultura, por lo que, como señala Josep Toro
(1999, p. 58), eso «...impide —¿o no?— que nos refiramos a esas prácticas
como si de trastornos bulímicos se tratara». En Roma se apreciaba a la mujer
sobre todo por su condición de madre, puesto que debía dar muchos hijos al
Estado; y esto entraba en contradicción con el culto a la delgadez.
En la Edad Media, el cuerpo de las mujeres debía mostrar corpulencia; la
mujer reproductora y su respectiva figura constituyeron el patrón dominante. El
vientre de la mujer debía ser ostensiblemente redondeado como símbolo de fer-
tilidad. Hay que recordar aquí que las deidades femeninas, sobre todo las aso-
ciadas con la fertilidad, en la mayoría de las culturas están representadas como
mujeres regordetas. Engordar no sólo era un signo de riqueza, sino también de
salud. Resulta muy significativo que a la aristocracia dirigente se la denominara
popolo grasso, mientras que a la clase popular se la llamaba popolo magro (Con-
treras, 1993). En otras palabras, al apreciar la gordura se rechazaba la delgadez,
lo que implicaba huir del hambre, la enfermedad y la pobreza. Al hablar de se-
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 245

xualidad en la Edad Media, se establece que la copulación sólo se permite den-


tro del matrimonio y debe darse con el único fin de procrear. Esta sexualidad
reprimida llega a situaciones de violencia contra las mujeres al considerarlas
como objetos o propiedad: «El marido es dueño del cuerpo de su mujer, tiene
su usufructo» (Le Goff y Truong, 2005, p. 39). Todo intento contraceptivo es
una falta mortal para los teólogos.
Con respecto a las imposiciones sobre los cuerpos, Michel Foucault argu-
menta que en el siglo XVIII se establece en Europa una tecnología política del
cuerpo; y más específicamente este autor, en su obra Vigilar y Castigar (1975),
interroga la manera en que el cuerpo se sumerge directamente en un terreno
político. Integra el cuerpo en una «microfísica de los poderes» mencionando
que: lo cercan, lo marcan, lo enderezan, lo torturan, lo obligan a trabajos, ce-
remonias, exigen de él signos.
Como puede verse, en la mayoría de las sociedades ha habido más exi-
gencias en cuanto a la belleza de las mujeres que en los hombres. Esta belle-
za puede estar asociada con gordura o delgadez, pero siempre como un de-
ber ser. Algunos casos de culturas que asocian belleza con gordura en las
mujeres pueden encontrarse en Mauritania (Shack, 1971), donde las mujeres
gruesas son consideradas bellas, o en Egipto, donde la gordura es conside-
rada una bendición, o en Nigeria, donde es deseable llegar gruesa a las nup-
cias, o por último en Samoa, donde son las mujeres que han dado a luz a va-
rios hijos o hijas y han ganado peso las que son realmente admiradas por la
comunidad.
No obstante, también existe una pequeña minoría de pueblos en África
que muestran preferencias por las mujeres delgadas, por ejemplo, las massais,
dobuanas, tonganas y gurages.
En su obra sobre El cuerpo como delito, Josep Toro (1999) refiere que las
mujeres, mucho más que la mayoría de los hombres, tienden a construir su au-
toestima en lo que ellas piensan de su propio cuerpo y en lo que creen que
piensan las demás personas acerca del mismo. Por otra parte, el autoconcepto
femenino suele fundarse significativamente en su atractivo corporal.
Aquí vale la pena detenerse un momento para señalar que la autoestima es
la valoración, positiva o negativa, que hacemos acerca de lo que consideramos
que somos y hacemos. La antropóloga feminista Marcela Lagarde (2000) refie-
re que la autoestima significa la estima del yo: ¿en qué grado y de qué manera
se experimenta esta estima?, ¿prevalecen en nosotras afanes de autocuidado,
ganas de hacer cosas para nosotras mismas, pensamientos apegados a una vi-
sión profunda y concienzuda sobre nuestra vida, actitudes y comportamiento
afines?, ¿son nuestras las explicaciones complejas y basadas en nuestro saber y
en nuestra autoridad?, ¿qué esperamos cada una de sí misma y qué de las
246 CUERPOS Y DIFERENCIAS

otras y los otros en cuanto a nuestra propia realización?, ¿somos justas con
nosotras mismas?

PUBLICIDAD, GÉNERO Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS

La construcción subjetiva del cuerpo de las mujeres, en tanto sexuado, esta-


blece una serie de imposiciones, restricciones y atributos que están sobre todo
determinados por la cultura y el momento histórico por el que se atraviesa.
Del prototipo de una Marilyn Monroe, con curvas, en la década de los cin-
cuenta, hubo un gran cambio en la década de los sesenta con la Twiggy porta-
dora de un cuerpo delgado acercándose más a la anorexia, para instaurarse
desde los años setenta la cultura de la delgadez, con exceso de ejercicio, adic-
ción por los gimnasios, fármacos, cirugías, productos «milagrosos», a partir de
estrategias de mercadotecnia que inducen al consumo excesivo, como fórmula
mágica para alcanzar el «ideal» de belleza, establecido culturalmente, y que es
ampliamente promovido por los medios de comunicación.
El problema se presenta cuando la cultura impone ciertos valores y normas
en relación al cuerpo, y quienes forman parte de esa cultura no se ajustan a ese
modelo impuesto. Lo que sucede actualmente y en nuestro mundo occidental
es lo siguiente:

«... podemos ver que la cultura establece la norma (un cuerpo delgado); la biología
individual suministra razones para la inadecuación a la limitación (por ejemplo, un
cuerpo grueso); la cultura proporciona el procedimiento aceptable para modifi-
carla (comer menos), y el estatus como miembro del grupo cultural (esto es, ser
mujer y poseer una autoestima dependiente de los atributos físicos) influye en el
vigor con que el individuo persigue los procedimientos de modificación» (Fallon,
1990, p. 81).

En las sociedades «occidentales», principalmente, la belleza femenina se ha


convertido en un deber ser: una mujer deber ser bella y, si no lo es, debe hacer
todo para lograrlo. Al respecto, Vigarello (2005) destaca que en este momento
histórico, donde se atraviesa por una crisis de las instituciones y los meta-
relatos regresan la responsabilidad a las personas acerca de su propia vida, el
cuerpo, su apariencia y su belleza, estos aspectos se constituyen como los
principales objetos a dominar, es decir, ellas y ellos son responsables de sus
maneras de ser, de sus imágenes. Lo anterior se vuelve un imperativo en el ca-
so de las mujeres, ya que «no ser bella» se traduce en un estigma social.
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 247

El cuerpo de las mujeres se ha concebido a través del reconocimiento y la


palabra de los otros. Lourdes Ventura (2000) recupera a John Berger, quien
señala: «Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a sí
mismas siendo miradas. Este hecho determina no sólo la relación entre hom-
bres y mujeres, sino también la relación de la mujer con ella misma. Como
bien destaca la filósofa Susan Bordo (1993), la persistencia de esta suposición
representa un esquema de género. La mujer se vive atrapada en su cuerpo, en
su deseo de entregarse y en el temor del escrutinio ajeno, mientras que el
hombre, de acuerdo con Simone de Beauvoir (1949), «puede renegar de la
carne», separarse bruscamente de una fusión amorosa, «volver a ser un cuerpo
íntegro», neutralizar lo fisiológico, transformarse en idea.
Las sociedades marcan diferencias en cuanto a la concepción de mujeres y
hombres, lo cual incide por supuesto en la construcción de los cuerpos, de las
identidades y las subjetividades, dando como resultado la construcción de los
géneros.
Por género entendemos la dimensión construida socioculturalmente que,
tomando como referente las diferencias de sexo biológico (y más específica-
mente los genitales) de la persona recién nacida, asigna arbitrariamente a
cuerpos de mujeres y de hombres una serie de características, atributos o ras-
gos con una fuerte carga simbólica que van a incidir en la psique, derivando
todo ello en la conformación de la llamada feminidad como propia de las mu-
jeres, y la masculinidad como «propia» de los hombres. Esta división conlleva
relaciones sociales de poder diferentes entre mujeres y hombres, otorgándose
en la mayoría de las sociedades un mayor prestigio, estatus y reconocimiento a
lo realizado por los varones, en comparación con lo que realizan las mujeres,
que en general es desvalorizado e inferiorizado (Bustos Romero, 2003).
Esta división en géneros promueve prácticas diferenciadas entre mujeres y
hombres, incidiendo en la formación de la identidad y subjetividad de género,
que conlleva y remite al sexismo y otras formas de discriminación y exclusión
que marcadamente van en detrimento de las mujeres. Los agentes de sociali-
zación, donde uno de ellos son los medios de comunicación, se encargan de
difundir estas prácticas sexistas y discriminatorias, así como una serie de ca-
racterísticas y atributos asignados a lo femenino y lo masculino, como un de-
ber ser, dando como resultado los estereotipos de género.
Dentro de los múltiples estereotipos de género que difunden los medios de
comunicación, y específicamente la publicidad, consistentemente se encuentra
el relacionado con una imagen de mujer seductora, objeto de decoración u obje-
to sexual, donde es valorada sobre todo por características como belleza, «buen
cuerpo», juventud; y donde el mensaje es que su función es agradar a los demás,
o bien que puede obtener y lograr cosas a través de estos atributos (para lo cual
248 CUERPOS Y DIFERENCIAS

debe consumir una cantidad desmesurada de productos de «belleza», convir-


tiéndose en «blanco» perfecto de la publicidad). De este modo, pasan a segun-
do término otras características como inteligencia, iniciativa, autonomía, liber-
tad, asertividad, toma de decisiones, etc. (Bustos Romero, 2001, 2003, 2004).
La publicidad, como instrumento de comunicación social, influye en la
formación de modelos colectivos de valores y comportamientos, ofreciendo,
además de productos, ciertas actitudes, formas de vida e imágenes paradigmá-
ticas que dirigen las «necesidades» y deseos de las personas, con grandes re-
percusiones en la imagen corporal que tienen de sí mismas. Los estereotipos
de género en la publicidad presentan a mujeres bellas, seductoras y muy del-
gadas, como formas de ser valoradas, especialmente por los hombres. Aunque
ellos no escapan a esto, fundamentalmente son valorados por éxitos en: tra-
bajos, deportes, mujeres. Algunos «pseudocambios» en publicidad proyectan
a mujeres autónomas, respetadas, con poder y estatus, pero lográndolo sólo a
través de la belleza, consumiendo cada vez más productos.
En ese sentido, puede decirse que las mujeres están siendo sometidas a un
permanente acoso publicitario (Ventura, 2000), a través de la televisión, las
revistas femeninas, y suplementos correspondientes de diarios que tienen co-
mo objetivo principal incitar al consumo masivo de productos y servicios rela-
cionados con la belleza. El término acoso se ha utilizado con toda intención,
porque se trata de un abuso psicológico letal, sistemático y continuado, que
no es tan diferente del acoso moral que propone Mary France Hirigoyen
(1999), quien sostiene que se trata de atropellos psicológicos que ocurren cada
día, que no dejan heridas visibles ni cadáveres, pero que ejercen un profundo
daño en quienes los sufren. Pero todo esto se puede resolver por la vía del
consumo. Así, la publicidad se aprovecha de esta situación y se erige como
protagonista. En otras palabras, las mujeres han logrado liberarse de ciertas
prisiones, pero se han encerrado en la prisión estética.
El gran problema con toda esta industria del consumo es que la tiranía de
la perfección (Ventura, 2000) resulta aparentemente llevadera, porque las
propuestas de belleza en la sociedad de la imagen se atomizan y llegan a adap-
tarse a una multiplicidad de personalidades que se perciben como logros indi-
viduales. Aún más, la posibilidad de elegir entre múltiples opciones se vive
como una conquista de la modernidad.
Siempre ha existido una relación estrecha entre modas, belleza y cuerpo; es
decir, la interiorización de la preocupación por las formas de vestir, la silueta y
el cuerpo es tan cercana que frecuentemente se pierden los contornos que las
separan.
Recientemente, estudiar la imagen corporal y los factores relacionados con
ella ha adquirido especial importancia, debido a su papel en la incidencia y
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 249

desarrollo de trastornos alimentarios. Entre los factores que pueden influir en


la imagen corporal y en el grado de satisfacción con ésta, están el bombardeo
de publicidad en los medios que muestra cuerpos idealizados y estilizados, así
como la valorización diferencial de los cuerpos de mujeres y hombres, basada
en la estructura de géneros de la sociedad que notablemente valora a las muje-
res a través del cuerpo y la belleza.
Resulta pertinente mencionar que la imagen corporal es la representación
que cada persona se forma de su propio cuerpo, de la cara, de los ojos, del ca-
bello, de la estructura somática global. Es el conjunto de representaciones,
percepciones, sentimientos y actitudes que la persona ha elaborado con res-
pecto a su cuerpo durante su existencia y a través de diversas experiencias. La
imagen corporal es casi siempre una representación subjetiva, ya que se evalúa
respecto a ciertas normas de belleza y los roles que son impuestos por la so-
ciedad (Bruchon-Schweitzar, 1992).
Al hablar de imagen corporal como la representación mental que tenemos
del cuerpo, se destacan varios componentes (Roman Ferri et al., 2001):

1. Nivel perceptivo. Aquí existen dos criterios de valoración: una percep-


ción de las dimensiones corporales y una percepción del propio cuerpo
en relación al de los demás.
2. Nivel cognitivo y afectivo. Una vez que la persona percibe su cuerpo,
hace una interpretación (cognición) respecto a lo que percibe, y con ba-
se en ella la persona tiene unas emociones o afectos determinados, que
pueden variar en un continuo que abarca desde una gran satisfacción
por su imagen corporal hasta el otro extremo del continuo, que sería
una gran ansiedad o miedo a tal valoración.
3. Nivel conductual. Como consecuencia de lo realizado en los niveles an-
teriores, la persona actúa o se comporta de muy diversas formas: puede
desarrollar hábitos adecuados o inadecuados de alimentación, puede
afrontar o por el contrario evitar determinadas situaciones sociales y
puede, entre otras muchas conductas, comprobar de forma reiterada su
peso corporal, mirarse en el espejo, etc.

De acuerdo con Gómez Pérez-Mitré (1995), investigadora pionera en Mé-


xico sobre los trastornos de la conducta alimentaria, la imagen corporal se re-
fiere a una representación psicosocial, es como una fotografía dinámica, en
movimiento, producto de una elaboración que finalmente puede tener muy
poco que ver con el objeto de la realidad que le dio origen. Pérez-Mitré ha
realizado investigación desde hace más de una década en México sobre la
imagen corporal y su relación con trastornos alimentarios como la bulimia y la
250 CUERPOS Y DIFERENCIAS

anorexia. Al igual que en otros países donde se viene realizando investigación


alrededor de este tema, los estudios llevados a cabo en México señalan que
hay una insatisfacción con la imagen corporal, observándose diferencias entre
la imagen real y la imagen ideal. En buena parte de los casos, se observa una
distorsión en la imagen corporal, ya que, sobre todo, las mujeres (desde la
etapa infantil hasta la adulta) se perciben con mayor peso del que tienen (aun
en mujeres muy delgadas), eligiendo como imagen ideal a figuras mucho más
delgadas. Por lo que respecta a los hombres, se observa específicamente en la
etapa preadolescente o de la adolescencia que ellos reportan querer una ima-
gen ideal más robusta que la que tienen.

ALGO ACERCA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA (TCA)

Aunque los TCA se clasifican en: anorexia, bulimia y obesidad, aquí sólo ha-
remos referencia a los dos primeros. La anorexia y la bulimia nerviosas se re-
fieren a desórdenes en la percepción de la imagen corporal. Tales desórdenes
son producto de una construcción sociocultural del cuerpo que se impone
como ideal a alcanzar. Ambos trastornos son multifactoriales, y en ellos inter-
vienen factores de orden psicológico, personal, familiar, biológico, social y
cultural (Gómez Pérez-Mitré, 2001).
Es vasta la literatura que existe en cuanto a las definiciones de estos TCA.
Aquí retomaremos lo que señala Josep Toro (1999) al respecto:

«Anorexia nerviosa: Es un TCA donde hay una pérdida significativa del peso cor-
poral (superior al 15%), habitualmente fruto de la decisión voluntaria de adelga-
zar. El adelgazamiento se consigue reduciendo o suprimiendo el consumo de ali-
mentos, especialmente “los que engordan”, pudiendo recurrir a vómitos
autoinducidos, uso indebido de laxantes, ejercicio físico desmesurado, consumo
de anorexígenos y diuréticos, etc. Las personas anoréxicas presentan un intenso
miedo al aumento de peso, sin importar si están bajando drásticamente de peso.
La distorsión de la imagen corporal es una constante, sobrevalorándose las dimen-
siones de la silueta corporal, lo que “obliga” a mantener la restricción alimentaria.
Bulimia nerviosa: En este TCA se presentan episodios críticos en los que la perso-
na afectada ingiere cantidades de alimento muy superiores a lo que generalmente
ingiere en circunstancias similares. Esta ingestión alimentaria desmedida produce
la sensación de pérdida de control sobre la misma. En principio, la persona bulí-
mica no desea incurrir en el atracón. Pero una vez que ocurre éste, se experimen-
tan prácticas destinadas a compensar sus efectos sobre el peso. En ese sentido, los
vómitos autoinducidos son el recurso más frecuente, así como el uso desordenado
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 251

de laxantes, diuréticos, etc. También ocurren ayunos compensatorios o ciertas res-


tricciones alimentarias».

Estos TCA se presentan generalmente en mujeres y en una proporción de 9


mujeres por cada hombre. Y en ocasiones puede ser un 95% de casos de mu-
jeres vs. un 5% de hombres. En México, al igual que en otros países, se ha ob-
servado un incremento de estos TCA en mujeres principalmente, pero tam-
bién en hombres.
Adicionalmente a los anteriores, existen otros dos TCA (Toro 1999):

Ortorexia: Se la conoce también como la «enfermedad de las estrellas de Hollywo-


od». Se caracteriza por una obsesión hacia los alimentos sanos. Esta se manifiesta en
una preferencia por productos ecológicos, bajos en grasas y azúcares. Puede suceder
que tengan prejuicios sobre las propiedades de algunos productos; es común que
sientan fobia a los alimentos normales y las personas que los comen, así como angus-
tia, irritabilidad, etc.

Vigorexia: A diferencia de los anteriores TCA, éste afecta mayoritariamente a hom-


bres. Aquí hay una obsesión por conseguir un cuerpo musculoso, por lo que invierten
entre 4 y 8 horas en el gimnasio, ingieren anabolizantes, etc. Por lo general está rela-
cionado con problemas de timidez, baja autoestima y tendencias obsesivas.

TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA


EN AMÉRICA LATINA Y ESPAÑA

Según Colombo (2006), hasta 1979, estos trastornos eran inexistentes en paí-
ses en desarrollo, porque todavía no se los había descrito. Sigue habiendo po-
cas cifras, porque no existe una sistematización de los datos. Sin embargo, al-
guna de la información es la siguiente:
Argentina está en segundo lugar, después de Japón, en relación con la inci-
dencia de anorexia nerviosa y bulimia nerviosa en todo el mundo. El porcen-
taje de quienes la padecen es tres veces mayor que en los Estados Unidos. El
8% de las adolescentes argentinas padece de anorexia o bulimia, y el mayor
riesgo de contraerlas está entre los 12 y 25 años. El 10% de los hombres ar-
gentinos consulta por trastornos alimentarios; y el 2% sufre bulimia o anore-
xia. En 2001, el hospital Carlos Durand de la ciudad de Buenos Aires reportó
un 11% de pacientes con anorexia, con edades entre 12 y 31 años, con mayor
incidencia en los 19 años. Hoy la patología se presenta más cerca de la puber-
tad y en todas las clases sociales.
252 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Colombia aporta cifras señalando que, según un estudio de la Universidad


de Antioquia y la Universidad Nacional de Colombia, al menos dos de cada
cien adolescentes, más de 800 jóvenes entre 14 y 19 años, padecen anorexia o
bulimia. Se detectó también que hacer dieta para adelgazar fue un factor pre-
vio al inicio de estos trastornos en cinco de cada diez casos. También se men-
cionan los resultados de una investigación donde se observó el alto impacto de
la industria textil y de la moda al imponer un ideal de belleza ligado a la del-
gadez, que a su vez ha incidido en los casos de anorexia.
Perú realizó un análisis de las historias clínicas de 58 pacientes con ano-
rexia nerviosa, a quienes se les atendió entre 1982 y 1998, con edades entre
12 y 18 años, encontrándose que el 91.4% eran mujeres. Sin embargo, el
temor patológico a engordar se encontró prácticamente en la totalidad de
los pacientes.
En Bolivia, según estudios realizados con adolescentes, se detectó un 1.6%
de jóvenes con anorexia y un 2.84% con bulimia nerviosa.
En Brasil, la mayor incidencia de los casos de bulimia se produce a los 13,
16 o 17 años. En relación con la anorexia, las edades de mayor incidencia son
entre los 10 y 14 años. En una muestra de 130 mujeres con trastornos alimen-
tarios, el 18% se diagnosticó con anorexia y el 64% con bulimia.
En México, desde hace varias décadas se viene haciendo investigación en la
Facultad de Psicología de la UNAM y en otras universidades estatales, y se
han estudiado diferentes poblaciones de distintos rangos de edad, incluso en
preescolar. El porcentaje de anorexia y bulimia fluctúa entre 3.5 y 5%. En los
casos severos, se ha observado que muere el 10% y un 30% sufre de enferme-
dades crónicas.
En España, el 8% presenta síntomas de trastornos alimentarios como ano-
rexia o bulimia. El 1.6% de escolares de 14 a 16 años tiene riesgo de bulimia y
anorexia. Y el Servicio Vasco de Salud atiende cada año una media de 600
nuevos casos de jóvenes que sufren anorexia y bulimia, que en los últimos
años han registrado un importante incremento.
En el mundo en general, se ha observado que la anorexia se presenta casi
exclusivamente en las mujeres.
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 253

ANÁLISIS DE ALGUNOS RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN REALIZADA


EN MÉXICO SOBRE: «GÉNERO, PUBLICIDAD E IMAGEN CORPORAL:
PREVENCIÓN DE TRASTORNOS ALIMENTARIOS A TRAVÉS DE LA FORMACIÓN
DE AUDIENCIAS CRÍTICAS»

En lo que sigue se hace referencia, brevemente, a algunos resultados de esta


investigación, que fue producto del análisis y reflexión de la literatura produ-
cida en México y en otros países en torno a la influencia que pueden tener los
medios de comunicación en el grado de satisfacción con la imagen corporal,
así como su incidencia en los trastornos alimentarios.
La primera etapa se orientó a indagar en la relación que existe entre la iden-
tificación o aprobación de los estereotipos de género proyectados en la publi-
cidad y el grado de satisfacción o insatisfacción con la imagen corporal de las y
los participantes, a fin de identificar grupos con vulnerabilidad a caer en TCA
como anorexia y bulimia.
En la segunda etapa, los grupos detectados como de alto riesgo para caer en
dichos trastornos se incorporarán a un programa de formación de audiencias
críticas hacia los medios de comunicación con enfoque de género. El éxito de es-
te programa reflejaría una imagen corporal más satisfactoria y menor identifi-
cación con estereotipos de género en la publicidad, disminuyéndose el riesgo
ante la problemática señalada.
Participaron estudiantes de bachillerato de ambos sexos de la Ciudad de Mé-
xico. La información se recolectó por medio de tres instrumentos de medición: 1)
para indagar hábitos de consumo de revistas; 2) para detectar qué tanto se identi-
ficaban o aprobaban las características de las y los modelos muy delgadas/os que
aparecían en los anuncios de publicidad, ajustados a los estereotipos de género, y
que tenían a la vista durante el tiempo en que elaboraban sus respuestas; 3) para
identificar el grado de satisfacción/insatisfacción con la imagen corporal.

Algunos resultados derivados de la primera etapa de esta investigación

El 70% de las alumnas de bachillerato manifestaron estar insatisfechas con su


cuerpo y les gustaría ser dos figuras y media más delgadas (esto se explica así:
en dos de las preguntas del tercer instrumento de medición, se les presentaba
un conjunto de 9 siluetas; en una de las preguntas tenían que elegir la que co-
rrespondía a su imagen real; y en la otra elegían aquella figura que idealmente
les gustaría tener. La diferencia entre una y otra nos daba el grado de insatis-
facción con su imagen corporal).
254 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Por lo que respecta a los alumnos de bachillerato, solamente el 11% resul-


tó insatisfecho con su cuerpo, y deseaban ser únicamente una figura más del-
gados.
Cuando se les preguntó qué características o rasgos de las modelos de los
anuncios publicitarios les gustaría tener, el 45% de las mujeres dijeron que
ciertas características físicas como: delgadez, piernas largas, abdomen plano,
cara; en cambio, sólo el 30% de los hombres expresó que le gustaría tener el
abdomen, brazos y cara del modelo, pero no hicieron alusión a la delgadez.
El 42% de las mujeres mencionó haber hecho dieta y ejercicio para pare-
cerse a la modelo de los anuncios observados. Y únicamente el 35% de los
hombres dijo haber hecho ejercicio, pero no dieta.
En términos generales, el 64% de las y los estudiantes dijo que en su fami-
lia han hecho dietas para controlar el peso. Y el 40% señaló que hay o ha ha-
bido sobrepeso en su familia; y un 15% que hay o ha habido obesidad.
El 75% de mujeres y el 58% de hombres consideran que la apariencia físi-
ca es importante para tener éxito con los hombres y con las mujeres, respecti-
vamente.

REFLEXIONES FINALES

El análisis realizado en este trabajo muestra que sigue persistiendo una tiranía
o dictadura sobre los cuerpos de las mujeres, en comparación con el de los
hombres. Las formas de someter o castigar al cuerpo en épocas antiguas, aho-
ra se han sofisticado o han tomado nuevas formas, si bien ya no con la misma
crueldad, pero sí con serios daños. Ya no existen el corsé o el cinturón de cas-
tidad, pero ahora la cultura, y específicamente los medios de comunicación,
tanto impresos como electrónicos, y la publicidad en particular, al promover
el culto a la delgadez, imponen otro tipo de castigos, como las las cirugías, los
vendajes, los alimentos «milagrosos» o las dietas restrictivas, lo que ha deriva-
do en trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia, que
tienen serias repercusiones en la salud. Hay estudios que muestran que una de
cada cinco anoréxicas fallece, y el 30 por ciento corre el riesgo de quedar con
problemas serios de riñones, hígado, estómago o del tracto digestivo2.
Algunos de los resultados que aquí se presentaron, relacionados con la in-
vestigación que estamos desarrollando sobre «Género, Publicidad e Imagen
—————
2 “Una de cada cinco anoréxicas fallece a causa de los efectos de la desnutrición”. El País,
España, julio 2006.
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 255

Corporal: Prevención de Trastornos Alimentarios a través de la Formación de


Audiencias Críticas», realizada con mujeres y hombres que cursan el bachille-
rato en la ciudad de México, muestran que la publicidad que promueve el cul-
to a la delgadez y los estereotipos de género incide más en las mujeres que en
los hombres, como puede verse en las cifras del apartado anterior. Asimismo,
se observó que sí hay una relación entre el grado de insatisfacción con la ima-
gen corporal y la identificación o aprobación de modelos de anuncios publici-
tarios que promueven el culto a la delgadez y reproducen los estereotipos de
género, colocando en situación de vulnerabilidad para caer en TCA como
anorexia y bulimia a los grupos donde se observó esta correlación.
Algunos datos sobre imagen corporal, así como la forma en que aparecen
las modelos en la publicidad de los medios, señalan lo siguiente: a) las mujeres
en revistas están un 23% por debajo de su peso; b) algunos factores relevantes
asociados con la insatisfacción de la imagen corporal son: los estereotipos de
género y la baja autoestima; c) estar a dieta aumenta hasta 18 veces la posibili-
dad de caer en trastornos como bulimia y anorexia; d) erróneamente se asocia
el bajar de peso con: buena apariencia, triunfo, aceptación social, belleza; e)
quienes están muy delgadas se perciben como: guapas, exitosas, felices, con
prestigio y poder; f) más del 68% de las mujeres en secundaria y prepa3 hacen
dietas restrictivas; g) generalmente no se baja de peso para mejorar la salud,
sino por presiones de la imagen corporal; h) algunos factores asociados con
comer de más o poco o no comer son: ansiedad, miedo, enojo, tristeza.
Con base en lo anterior, resulta importante incidir tanto en los medios de
comunicación como específicamente en la publicidad, para lo cual habría que
rescatar los tratados y convenciones internacionales que México ha suscrito,
entre los que destacan la Plataforma de Beijing, China, producto de la Confe-
rencia Mundial de las Mujeres, organizada por la ONU en 1995, concreta-
mente en el Apartado J, que está relacionado con la incidencia en los medios
de comunicación, con objeto de erradicar el sexismo, los estereotipos y la vio-
lencia de género que en ellos se difunde.
Asimismo, se hace necesario diseñar y poner en práctica programas para
formar audiencias activas/críticas hacia los medios de comunicación, con
perspectiva de género, pero que puedan insertarse como parte de las políticas
públicas o gubernamentales, donde permeen la equidad de género y el respeto
a la diversidad, en este caso, la diversidad de los cuerpos, como elementos
centrales dentro del marco de los derechos humanos, que sin lugar a dudas
redundarán en una mayor justicia y relaciones democráticas en nuestro país.
—————
3 La escuela preparatoria, conocida popularmente como «la prepa» equivale aproximada-
mente al bachillerato español y consta de tres años después de otros tres de escuela secundaria.
256 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Los observatorios ciudadanos de medios de comunicación resultan ser una es-


trategia efectiva.
Por otra parte, hay que señalar que, así como en otros países se están pro-
poniendo reglamentos y leyes para regular lo que atañe al tema de los TCA y
su relación con los medios de comunicación, también en México esta preocu-
pación ya ha sido retomada por el Senado de la República y la Cámara de Di-
putados, por lo que existen ya comisiones especiales para abordar este pro-
blema y hay ya también una propuesta de iniciativa de ley, a fin de que se
pueda incidir también en los medios de comunicación; pero, por parte de la
sociedad civil y las instituciones de educación superior, queda el compromiso
de impulsar acciones y capacitación orientadas a la participación y acción ciu-
dadanas, con el objeto de asumir una actitud activa/crítica en relación con los
medios y más concretamente lo que transmite la publicidad.

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LA «POSICIÓN (BLANCA) ANORÉXICA DE SUJETO»:
POR QUÉ LAS MUJERES DE COLOR NO HACEN DIETA

MARÍA GONZÁLEZ AGUADO

L
a organización teórica y la práctica actual de las ciencias biomédicas
conciben cada patología como una entidad nosológica monolítica y rí-
gidamente delimitada, como si éstas fueran una mónada de fronteras
impermeables. Semejante conceptualización del estado de enfermedad tiene
como consecuencia el aislamiento del contexto social que le ha dado lugar y la
invisibilización de sus manifestaciones subclínicas, a la vez que obstaculiza el
estudio histórico de su evolución y posibles antecedentes. La biomedicina, pa-
ra justificar dicho proceso de depuración, aduce que estas simplificaciones
tienen como objetivo agilizar y aumentar la fiabilidad del diagnóstico y, con
ello, el desarrollo de tratamientos más eficaces. Sin embargo, la evaluación y
medida de este mecanismo de optimización de la praxis clínica es muy difícil.
Por otro lado, la eliminación de la genealogía de la enfermedad, la minimiza-
ción de la influencia ambiental en su origen y desarrollo y el alto grado de va-
riabilidad de muchos trastornos convierten a las categorías diagnósticas en
verdades científicas inmutables y las blindan ante cualquier crítica desfavora-
ble, lo que ahonda más, si cabe, en la falta de correspondencia entre categorías
médicas y síntomas reales, a la vez que reduce el éxito de los tratamientos.
260 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Dicha manera de concebir las categorías diagnósticas está basada en la creen-


cia de una separación clara entre el estado de salud y el de enfermedad. La
construcción de disciplinas como la medicina, la psiquiatría y la psicología ha
necesitado del mantenimiento, a veces forzado, de esa frontera. El funciona-
miento de este conjunto de saberes sería el siguiente: en primer lugar, se to-
man rasgos, pensamientos o comportamientos de la realidad que se supone
son desviados o «patológicos». Después, se clasifican y ordenan para depu-
rarlos de toda particularidad y, finalmente, son agrupados en «categorías
diagnósticas» con los objetivos de, por un lado, aumentar al máximo su poder
universalizador, es decir, su capacidad de unificar y dar una explicación co-
mún al mayor número de desórdenes humanos posible y, por otro, facilitar el
diagnóstico al experto. Las definiciones médicas aspiran a describir la realidad
de manera objetiva y despojarla de todo rasgo individual, hecho que invisibili-
za la interacción entre el discurso, los objetos y las representaciones biomédi-
cas con la sociedad en general, los pacientes diagnosticados y las poblaciones
de riesgo.
La legitimidad científica del concepto de «categoría diagnóstica» se basa
en su conceptualización como la máxima expresión de la objetividad y neu-
tralidad científicas al servicio de la salud y del bienestar humano. Esta repre-
sentación aséptica —y también ingenua— de la enfermedad se corresponde
con la descripción médica de los Trastornos de la Conducta Alimentaria
(TCA) que ofrece la serie de manuales diagnósticos más usada por los profe-
sionales de la biomedicina, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Di-
sorders (DSM). Puede que la mencionada descripción médica de los TCA fun-
cione de manera satisfactoria si tratamos dichas patologías de una manera
abstracta y vertical, pero cuando se introduce la perspectiva y el conocimiento
aportados por los pacientes, cuando se cuestiona la frontera entre salud y en-
fermedad, las categorías diagnósticas del DSM, en lugar de servir a la curación
de determinadas patologías, las enquistan y radicalizan, pues pueden ser usa-
das por pacientes y personas afectadas a modo de guía o decálogo para enfer-
mar y adquirir síntomas nuevos, agravando cuadros clínicos previos. Y los
TCA1 son, quizá, el ejemplo paradigmático de esta conversión.
El objetivo del presente texto es analizar la influencia de las categorías
diagnósticas de la anorexia y la bulimia nerviosas descritas en las dos últimas
versiones del DSM (DSM IV y DSM IV-TR) en el aumento de la prevalencia
de estos trastornos y en la emergencia de comunidades on-line en torno a ellas.
—————
1
A pesar de que bajo el epígrafe de «Trastornos de la Conducta Alimentaria» son inclui-
dos otros cuadros como el trastorno por atracón, la vigorexia o la ortorexia, en el texto harán
referencia a la anorexia y la bulimia nerviosas.
LA «POSICIÓN (BLANCA) ANORÉXICA DE SUJETO» 261

Para ello, dichas categorías diagnósticas serán concebidas como un tipo de


biopoder capaz de generar «posiciones de subjetividad» que preconizan de-
terminados modos de encarnar la corporalidad, cuyo atractivo y alta deseabi-
lidad se deben a prerrogativas sexistas, racistas y de clase subyacentes al con-
texto cultural occidental. Para ello, es imprescindible entender las categorías
diagnósticas como construcciones biomédicas no neutrales susceptibles de in-
teractuar y verse reforzadas por estereotipos previamente existentes y que, por
lo tanto, pueden estar mediatizadas por todo tipo de prejuicios ajenos a lo pu-
ramente científico y cognitivo. En este sentido, el presente texto también ana-
lizará cómo los trastornos de la conducta alimentaria han sido el sustrato de la
rearticulación de asunciones de género y racistas para denunciar que, aunque
el análisis feminista de la anorexia y de la bulimia arroja algo de luz sobre el
origen de estos trastornos, ha permanecido ajeno a dicha rearticulación, invi-
sibilizando el origen racista de los modelos de feminidad subyacentes a este
género de trastornos.
En las últimas décadas, los TCA han alcanzado una considerable presencia
y visibilidad en Internet. Las páginas que informan sobre sus síntomas y tra-
tamientos se mezclan con aquéllas otras que (supuestamente) persiguen su
desmedicalización y su conversión en «estilos de vida». Las usuarias de éstas
últimas se definen a sí mismas como anoréxicas o bulímicas —o transitando
entre ambos cuadros— y sus blogs y páginas web han sido objeto de contro-
versia pública a ambos lados del Atlántico desde hace más de un lustro.
La comunidad pro-anorexia y bulimia adquirió presencia pública por pri-
mera vez en el año 2004 en los Estados Unidos en el conocido programa de la
presentadora Oprah Winfrey —The Oprah Winfrey Show—, y generó auto-
máticamente una oleada de titulares sensacionalistas y un llamamiento público
para la detección y denuncia de este tipo de contenidos digitales, entre las que
destacan la campaña de ANAD (National Assotiation of Anorexia Nervosa and
Associated Dissorders) (Campos Rodríguez, 2007, p. 128). En España, la alar-
ma estalló un año más tarde. La asociación dedicada a la lucha contra la por-
nografía infantil Protégeles incluyó entre sus objetivos denunciar los riesgos y
falsedades de este tipo de páginas y organizó el primer congreso sobre TCA en
la red (p. 129).
Los contenidos digitales de los sitios pro-Ana y Mía fueron descritos como
una amenaza para la salud de las mujeres, como catalizadores de una supuesta
epidemia de este tipo de trastornos, y sus usuarias2 como un virus capaz de in-
—————
2 Este texto trata la comunidad pro-anorexia y bulimia como una comunidad femenina y
feminizada, dado que en la controversia se obvia la presencia masculina. Sin embargo, es nece-
sario señalar que entre los usuarios de este tipo de contenidos también encontramos varones,
262 CUERPOS Y DIFERENCIAS

fectar a mujeres saludables y convertirlas en «demonios» demacrados. Dicha


conceptualización está en consonancia con la etiología de los trastornos de la
conducta alimentaria propuesta por la psiquiatría y psicología normativas, dis-
ciplinas que tienden a ignorar la influencia de la cultura de la delgadez en el
desarrollo de estos síndromes, para localizar su origen en el cuerpo de las pa-
cientes o en su entorno y familias. La alarma social que éstas provocaron de-
muestra que el cuerpo femenino emaciado, sus prácticas corporales y alimen-
tarias y los valores simbólicos que éste encarna solamente son percibidos
como amenaza cuando aparecen en este tipo de páginas, no cuando ese mismo
modelo de corporalidad, sus prácticas corporales y valores asociados son re-
producidos y preconizados en otras esferas.
Esta apresurada descripción omitió la existencia previa y la influencia de
una «posición anoréxica de sujeto» a la que desean unirse las mujeres afecta-
das y aquéllas que están en riesgo de desarrollar la enfermedad o que presen-
tan estadios subclínicos. En este sentido, compartimos el argumento de Jodie
Allen, según el cual la persona afectada de TCA construye su propia «posición
de sujeto» a partir de fuentes accesibles como los medios de comunicación
(Allen, 2008, p. 592). El modelo de subjetividad anoréxica está conformado
por dos tipos de fuente. Por un lado, se basa en los estereotipos occidentales
de feminidad, en sus prácticas corporales y alimentarias, así como en sus
ideales de belleza y, por otro, en la interiorización de las definiciones médicas
de anorexia y de bulimia, cuyos criterios diagnósticos son transformados en
una especie de «decálogo para enfermar». Es bien conocido que la anorexia
posee un «aura dorada» que presupone la existencia de un sujeto disciplinado
capaz de controlar los impulsos fisiológicos, y su modelo corporal es garantía
de una feminidad controlada y no amenazante. Semejante idealización tam-
bién afecta a los terapeutas, como sucedió en el caso de Hilde Bruch, una de
las primeras y más prominentes expertas en este tipo de patologías. Bruch
admiraba la disciplina de sus pacientes anoréxicas y los esfuerzos y padeci-
mientos que soportaban para no aumentar de peso; por el contrario, criticaba
a las mujeres afectadas de bulimia por tratar de participar del «prestigio de la
anorexia» al intentar conseguir un cuerpo delgado haciendo «trampas» me-
diante la práctica del vómito autoinducido (Selvini, 1998).
Sin embargo, antes de ahondar en las implicaciones de la existencia a priori
de posiciones de subjetividad en torno a los TCA, es necesario señalar que el

—————
aunque, cuantitativamente, su presencia es muy inferior a la de mujeres. Con ello, no se preten-
de invisibilizar su existencia, ni sus aportaciones y experiencia de los TCA, al contrario, no se
profundiza en esta cuestión porque su análisis y compresión exige el desarrollo de una investi-
gación ulterior y específica.
LA «POSICIÓN (BLANCA) ANORÉXICA DE SUJETO» 263

interés científico de las comunidades pro-Ana y Mía, más allá de la controver-


sia que generan, radica en que en ellas se evidencian los problemas nosológi-
cos y la existencia de valores contextuales en el saber biomédico acerca de es-
tas patologías. La correspondencia entre los problemas de aplicación y las
inconsistencias de las categorías diagnósticas de los TCA con los debates y
asuntos tratados en los foros y sitios pro-Ana y Mía es apabullante y, proba-
blemente, explique la condena y demonización de este tipo de sitios por parte
de la comunidad de expert@s.
Los síntomas de la anorexia y la bulimia pueden ser entendidos como una
radicalización de prácticas corporales socialmente bien aceptadas en Occiden-
te: el cuerpo delgado es siempre un cuerpo saludable, la dieta es un hábito ex-
tendido, el ejercicio es una manera de controlar el peso y el cuerpo delgado
transmite poder y agencia. Por ello, las personas anoréxicas y bulímicas conci-
ben sus cuerpos de forma prospectiva, su cuerpo es un continuo «proyecto»
que requiere vigilancia y trabajo para poder disfrutar con total merecimiento
de las prerrogativas de tener un cuerpo normativo. Por lo tanto, las pautas
corporales y de alimentación occidentales presentan la anorexia como algo en
cierto modo deseable, no solamente como una patología. La difusión de los
criterios diagnósticos de la anorexia —y también de la bulimia— ha tenido
como consecuencia su conversión en una «guía para enfermar» en lugar de
servir de prevención.
El DSM IV establece como uno de sus criterios más relevantes que el peso
de la paciente sea menor del ochenta y cinco por ciento del peso que se supo-
ne le corresponde o, dicho de otra manera, el cumplimiento de ese criterio
diagnóstico exige la pérdida de un quince por ciento del peso inicial presenta-
do por la paciente (American Psychiatric Association, 1994). Los criterios
diagnósticos recogidos en el DSM conceden demasiada importancia al peso y
a la restricción alimentaria; el primero, de hecho, es el criterio más relevante
para la hospitalización y dada de alta en España. Una de las principales preo-
cupaciones de la heterogénea comunidad pro-Ana y Mía es controlar los lími-
tes de la comunidad para evitar las injerencias de usuari@s ajen@s e impedir el
acceso a las denominadas wannabes, quienes podrían ser definidas como usua-
rias que se ven atraídas por el universo Ana y Mía, pero que aún no han desa-
rrollado ninguno de estos trastornos en su fase clínica. Con este objetivo, y al
igual que sucede en la práctica clínica para el diagnóstico de anorexia, el peso
es el criterio decisivo para poder ingresar en la comunidad como una verdade-
ra «Ana». Jodie T. Allen afirma lo siguiente en relación con la re-significación
y re-apropiación del contenido del DSM por parte de dicha comunidad:
«Dentro del dominio de los desórdenes alimenticio, no hay ninguna otra pu-
blicación que tenga tan enorme capacidad de influir en la relación del individo
264 CUERPOS Y DIFERENCIAS

femenino aneróxico con ella misma, con otros y con el yo que ella quiere ser, a
través de sus construcciones discursivas».
Y continúa: «(...) Para los individuos que aspiran a adquirir la posición de
sujeto anoréxico, es justificable considerar que el DSM-IV es un manual para
medir su progreso en el logro de ese fin» (Allen, 2008, p. 593) . Las usuarias de
sitios pro-anorexia y bulimia tratan de cumplir esta suerte de «decálogo», es de-
cir, los criterios diagnósticos del DSM, adquiriendo síntomas que originalmente
no presentaban para llegar a ser «auténticamente» anoréxicas o bulímicas, y el
criterio de la pérdida de peso corporal, por su carácter cuantitativo y objetiva-
mente medible, es probablemente el mejor indicador de haber alcanzado dicho
«estatus». Allen describe así la influencia de este criterio en el desarrollo y man-
tenimiento de la enfermedad en la comunidad pro-Ana: «en estas mujeres ya
diagnosticadas, los criterios del DSM-IV pueden reforzar e impulsar sus esfuer-
zos por la auto-inanición, si consideran que “el criterio del 15 por ciento” de-
marca el peso mínimo anoréxico: el “objeto” de perfección» (Allen, 2008, p.
594). La existencia de las wannabe confirma, en cierto modo, la de una «posi-
ción anoréxica de sujeto» anterior al desarrollo de la enfermedad. En este senti-
do, todo parece indicar que el «aura dorada» de la anorexia ha excedido la
frontera de la clínica para convertirse en fascinación cultural por el ayuno.
Sin embargo, como ya se ha apuntado, la información más relevante que
podemos extraer del papel de estas usuarias en el universo pro-anorexia es
que comparte la misma preocupación por la inestabilidad nosológica de los
trastornos de la alimentación; su existencia compromete la plausibilidad de la
anorexia como una «condición» independiente al margen de la bulimia. En
palabras de David Giles: «las wannabes desagradan especialmente por que
dañan potencialmente la credibilidad del punto de vista pro-ana. Se percibe a
las wannabes como una amenaza importante porque desdibujan los límites en-
tre “ana” como estado de pureza y disciplina y como «condición» biológico-
médica impotente» (Giles, 2006, p. 472). Este autor enfatiza la preocupación
de las usuarias por parecer reales anoréxicas, no falsas (phony), como si exis-
tiera algo parecido a la auténtica anorexia en estado puro. Las usuari@s pro-
anorexia, como la terapeuta Hilde Bruch, conciben la anorexia como el tras-
torno de la conducta alimentaria con mayor «estatus»; Gilles lo describe así: «
Así pues, parecería que las “anas” consideran que ellas ocupan un lugar moral
superior dentro de esta comunidad, mientras “mia” se construye como una
opción más fácil» (ibidem).
Llegados a este punto, podemos argumentar que la interacción entre las
prácticas e ideales corporales occidentales y la definición de los TCA realizada
por el DSM ha trasformado la anorexia nerviosa en una suerte de biopoder,
cuya influencia sobrepasa los límites de las comunidades pro-Ana y Mía. Rabi-
LA «POSICIÓN (BLANCA) ANORÉXICA DE SUJETO» 265

now y Rose definen este término mediante la descripción de sus dimensiones


u objetivos; según estos autores, la estructura del biopoder estaría conformada
por tres tipos de discursos. En primer lugar, contiene un «verdadero discur-
so» acerca de los seres vivos y un elenco limitado de autoridades o expertos
competentes para hablar de ese discurso; además, dispone de estrategias de in-
tervención colectiva en nombre de la vida y de la salud y, finalmente, «modos
de subjetivación» a partir de los cuales los individuos trabajan sobre sí mismos
(Rabinow y Rose, 2006, p. 197). La biomedicina ha asociado la enfermedad al
sobrepeso y la gordura, de manera que el cuerpo obeso se ha convertido en
una «entidad» sospechosa. Por el contrario, ha minimizado e invisibilizado los
riesgos médicos de la delgadez extrema. La fascinación cultural por el ayuno y
el cuerpo disciplinado ha tenido como consecuencia que lo establecido como
bello, la delgadez, se asocie con lo moralmente bueno, la contención y la dis-
ciplina. Asimismo, el cuerpo delgado es el cuerpo que representa el espíritu de
las clases acomodadas y su posesión está relacionada con éxito y ascenso so-
cial. En este sentido, las normas e ideales corporales alimentarios occidentales
constituirían el «verdadero discurso» acerca de los cuerpos en la triple defini-
ción de biopoder que ofrecen los citados autores. La dieta y el ejercicio, prin-
cipales medios de disciplinamiento corporal, han devenido en «modos de
subjetivación» a consecuencia de la carga simbólica que el cuerpo normativo
posee. La anorexia ha sido definida como una radicalización de esos «modos
de subjetivación» (Gordon, 1994); si a esto unimos el halo soterrado de pres-
tigio y admiración que le rodea, no resulta tan extraño que muchas mujeres
deseen literalmente parecer o ser anoréxicas, todo ello sin entrar a considerar
en detalle los réditos y beneficios que acarrea la posesión de un cuerpo delga-
do.
Las rígidas definiciones médicas de la anorexia y la bulimia que ofrece la
serie de manuales DSM no es susceptible de representar la variabilidad de es-
tos trastornos; la práctica clínica nos informa de la existencia de un alto núme-
ro de pacientes cuyos trastornos no se ajustan a dichos criterios. Ambas en-
fermedades comparten la mayoría de sus síntomas, con la excepción de la
práctica del atracón y de la autoinducción del vómito, que se asocian con la
bulimia, y del mencionado criterio de la pérdida de peso, que, junto con la
amenorrea, se relaciona en exclusiva con la anorexia (López-Ibor, 2002, pp.
653-655). Sorprendentemente, la pérdida de peso sólo se vincula a la anorexia,
aunque en la bulimia también es frecuente la pérdida acusada de masa corpo-
ral; la práctica de autoprovocarse el vómito, por su parte, puede ser usada
también como medio para perder peso en el caso de afectadas y pacientes de
anorexia, hecho que se omite o tiende a ignorarse en la práctica médica. Am-
bas patologías comparten la fobia a la obesidad y al aumento de peso, el uso
266 CUERPOS Y DIFERENCIAS

de la dieta y el ejercicio compulsivo para reducir la forma corporal, junto


con el uso de fármacos o laxantes, además de los dos citados síntomas, sola-
mente la pérdida de la menstruación las diferenciaría. A pesar de las simili-
tudes, ambas enfermedades continúan siendo entidades diagnósticas enfren-
tadas; lo que demuestra, por un lado, que las fronteras entre ambas
patologías —y por supuesto entre anorexia purgativa y restrictiva— son difí-
ciles de distinguir y, por otro, que dichas definiciones nosológicas no res-
ponden a criterios científicos.
Josep Toro, junto con Mabel García Arnaiz y Vicente Turón, uno de los
expertos en trastornos de la conducta alimentaria más representativos en Es-
paña, apoya la denominada hipótesis del continuum, según la cual la plurali-
dad de las manifestaciones de este tipo de patologías no puede ser subsumida
en el binomio anorexia-bulimia. Al contrario, éstas pueden ser representadas
mediante una línea de puntos cuyos extremos serían el trastorno por atracón y
la anorexia restrictiva. Esta representación de los TCA implica la existencia de
una multiciplicidad de estados patológicos intermedios que se ajusta a la va-
riabilidad real de las formas de presentación de estos trastornos. Refleja, ade-
más, de manera más adecuada el tránsito entre patologías alimentarias caracte-
rístico de la evolución de los pacientes y personas afectadas, pues el paso de
anorexia purgativa a bulimia es muy frecuente. La aplicación de las descrip-
ciones médicas del DSM-IV-TR exigiría, en este caso, un cambio en el diag-
nóstico, lo que no sería necesario en la hipótesis del continuum. Asimismo,
anularía la creación de nuevas y dudosas patologías como, por ejemplo, la bu-
limarexia. Si los trastornos de la alimentación fueran tratados de modo holista,
no existiría este inconveniente ni tampoco sería necesario un cambio en el tra-
tamiento, hecho que redundaría en una mayor profundización y entendimien-
to de los problemas y malestares individuales que conducen a una persona a la
adopción de la «posición anoréxica de sujeto» para darles salida.
La hipótesis del continuum está en consonancia con la crítica del dualismo
anorexia-bulimia llevada a cabo por Maree Burns. Burns analiza este binomio
desde la teoría feminista postestructuralista con el objetivo de describir cómo
ambas enfermedades se definen recíproca y jerárquicamente en diferentes
contextos de producción de conocimiento, como las narrativas de pacientes, la
práctica médica o textos divulgativos de psicología (Burns, 2004, p. 270). Su
análisis constructivista pone de manifiesto que, en general, los terapeutas im-
plicados en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria están
mediatizados por los estereotipos occidentales de feminidad normativa. Este
colectivo identifica inconscientemente la anorexia con el estereotipo de la
mujer débil, casta y virtuosa. Por el contrario, las mujeres afectadas de bulimia
son identificadas con una feminidad fuera de control, y por tanto peligrosa,
LA «POSICIÓN (BLANCA) ANORÉXICA DE SUJETO» 267

cuyos principales atributos son la lujuria y la promiscuidad. La mediatización


de dichos modelos de feminidad en la división nosológica entre bulimia y ano-
rexia se deja notar en el contenido de las descripciones estereotípicas de la
«anoréxica» y la «bulímica» (p. 271). Aunque Burns no hace hincapié en ello,
es cuanto menos extraño que la definición médica de un trastorno refuerce un
estereotipo de género y que, a partir de su diagnóstico, se infieran una serie de
atributos sexistas, la posesión de una serie de gustos y valores morales y unos
determinados comportamientos y, todavía más extraño, que esa conceptuali-
zación prejuiciosa de la enfermedad sea conocida y asumida por terapeutas,
personas afectadas y por el común de la población.
La citada autora también subraya las convergencias existentes entre ambas
patologías y critica tanto la asociación de la anorexia con el control como la de
la bulimia con comportamientos como el atracón o el vómito autoinducido,
percibidos claramente como pérdidas del mismo. Así, la «enferma» tipo de
anorexia se caracteriza por el perfeccionismo, la obediencia e, incluso, la ex-
celencia académica; mientras que el comportamiento de la bulímica es descri-
to como repugnante y anormal (ibidem). La similitud entre ambos cuadros no
se corresponde con la disparidad existente entre estos estereotipos, lo que po-
ne en duda su plausibilidad.
Sin embargo, la detección y análisis feminista de los valores extra-
científicos en las descripciones médicas de la anorexia y de la bulimia nervio-
sas no debe estancarse en este punto. Por el contrario, la aplicación de las des-
cripciones médicas de los trastornos de la conducta alimentaria revela nuevas
articulaciones entre prejuicios sexuales, raciales y de clase. Para dar cuenta de
ellas es necesario comenzar por trazar el origen y la evolución del estereotipo
de feminidad subyacente a la anorexia.
En su artículo «To Make the Facts Known: Racial Terror and the Cons-
truction of White Femininity», Vron Ware describe la influencia de la práctica
del linchamiento en la sexualización de las mujeres y hombres de color y tam-
bién en la creación de una feminidad blanca, casta y virtuosa, garante de los
límites de la comunidad y, por lo tanto, como un bien a proteger (Ware, 2003,
pp. 103-135). Por el contrario, la corporalidad de las mujeres de color ha sido
el punto de confluencia de los abusos patriarcales y racistas, como llama la
atención Bell Hooks: «Los cuerpos de las mujeres de color se enmarcan casi
siempre en un contexto de sexualización racializada, pornográfica y patriar-
cal» (Hooks, 2003, p. 207). Como consecuencia, muchas mujeres de color, en
un intento de proteger la integridad de sus cuerpos, asumen los comporta-
mientos y prácticas corporales solapados del estereotipo blanco de feminidad
para evitar los peligros de su erotización. Ellas son conscientes de la sexualiza-
ción colonial y patriarcal a la cual su corporalidad está sometida; por ello,
268 CUERPOS Y DIFERENCIAS

adoptan un estereotipo de feminidad que, en principio, no les corresponde. Se


les plantea, de esta manera, la dificultad de conjugar dos estereotipos raciales
y de género contradictorios, lo que resulta una relación de conflicto con sus
propios cuerpos al percibirlos como peligrosos y vulnerables a la vez, relación
que Hooks describe como «la vergüenza ante sus propios cuerpos desnudos»
(ibidem). Esta problemática vivencia de la corporalidad, obviamente, ha de in-
fluir en el desarrollo de los trastornos que nos ocupan, sin embargo, aparece
de manera poco frecuente en la investigación de la anorexia y la bulimia en di-
chas comunidades.
El modelo explicativo sociocultural de los trastornos de la conducta ali-
mentaria recurre a su baja prevalencia en otras culturas para demostrar la in-
fluencia del estereotipo occidental de feminidad blanca en el desarrollo de la
anorexia. Este trastorno, en principio, tendría una baja prevalencia en comu-
nidades como la afro-americana, lo que se relaciona con la existencia de mo-
delos corporales de feminidad más curvilíneos y sensuales, repitiendo, así, la
conceptualización colonial del cuerpo de las mujeres de color. De esta mane-
ra, se asume que éstas tienen menor riesgo de desarrollar anorexia, siendo más
proclives a padecer bulimia y trastorno por atracón. El prejuicio racista es evi-
dente si recordamos la ya citada asociación de la bulimia con una feminidad
fuera de control realizada por Maree Burns, de lo que podemos deducir que la
«posición anoréxica de sujeto» está relacionada con las prerrogativas de la fe-
minidad blanca o, dicho de otra manera, la anorexia es la encarnación de di-
cho modelo racial de feminidad.
Stephanie Gilbert ha puesto de manifiesto que el concepto de «asimila-
ción» ha vertebrado el estudio de la influencia de la cultura en el desarrollo de
los trastornos de la conducta alimentaria en poblaciones inmigrantes (Gilbert,
2003, p. 445). En este sentido, las mujeres que hayan emigrado a países occi-
dentales desde otros donde la anorexia y la bulimia son prácticamente inexis-
tentes incrementan su riesgo de padecer anorexia o bulimia debido a la inter-
nalización de los valores de la cultura dominante, como es el caso de los
ideales corporales, de lo que se deduce que vivir en lugares donde la delgadez
no es el modelo corporal dominante inhibe el riesgo de desarrollar trastornos
alimentarios. El enfoque explicativo sociocultural aplica esta asunción a co-
munidades como la afro-americana, equiparando minoría racial a población
inmigrante. Tal y como Gilbert pone de manifiesto, hay una distinción que el
programa de investigación sociocultural de los TCA ignora: no es lo mismo
ser un inmigrante en un país extranjero, que pertenecer a una minoría en un
país del así llamado Primer Mundo. En este último caso, la hipótesis de la in-
ternalización de modelos estéticos y corporales de la cultura dominante como
factor predisponente difícilmente puede ser aplicada. Las mujeres afro-
LA «POSICIÓN (BLANCA) ANORÉXICA DE SUJETO» 269

americanas buscan perder peso, en muchas ocasiones, para evitar o minimizar


la discriminación racial ajustando su modelo corporal al de la comunidad do-
minante, en este caso, el modelo de belleza de la delgadez (ibidem).
Asimismo, Gilbert afirma que la baja tasa de prevalencia de los trastornos
de la conducta alimentaria no es tal, sino que es el resultado de investigaciones
diseñadas de manera errónea. El error más común es la reducción de diferen-
tes identidades raciales en el par raza negra/raza blanca (ibidem). Según la ci-
tada autora, los datos de prevalencia únicamente hacen referencia a los casos
que reciben tratamiento, lo que significa obviar el acceso desigual al sistema
sanitario en función de la comunidad a la que se pertenece. De la misma ma-
nera, se invisibiliza el hecho de que los terapeutas tienden a no diagnosticar
anorexia a mujeres afroamericanas al asumir que su negritud las «inhibe» de
desarrollar este trastorno (p. 446).
Los hábitos alimentarios están estratificados en función de la clase social.
Así, en el pasado, la abundancia y consumo de alimentos calóricos, así como el
exceso de peso, estaban asociados a las clases altas. Al contrario, en nuestros
días lo hacen con la delgadez y la práctica de la dieta. Es necesario ir más allá
de esta observación para poner de manifiesto que los hábitos corporales, las
prácticas alimentarias y los modelos corporales tienen un marcado componen-
te de raza. En otras palabras, éstos son determinantes en la movilidad a lo lar-
go de la escala social, por lo que la obesidad y la delgadez se convierten en in-
dicadores de clase.
Es bien sabido que en el contexto estadounidense se tiende a asociar a las
comunidades latina y afroamericana con el abuso de la denominada comida
rápida y con una mayor tasa de obesidad y sobrepeso, lo que, en lugar de rela-
cionarse con el bajo precio de este tipo de alimentos y el menor estatus eco-
nómico del grueso de estas comunidades, se relaciona de nuevo con falta de
control, glotonería y menor nivel educacional. Ésa es la razón de que la inves-
tigación de los TCA en afroamericanos y latinos se centre en el trastorno por
atracón, peor considerado, si cabe, que la bulimia.
Los valores extra-científicos presentes en la investigación de los TCA ha-
cen de esta familia de trastornos el lugar de cristalización no sólo de prejuicios
sexistas, sino también racistas y clasistas. Por ello, la anorexia no es meramen-
te un desorden mental, es un icono occidental. Todo el mundo tiene una idea
de cómo ha de ser el aspecto de una persona afectada por anorexia, así como
de su comportamiento y gustos, ¿a nadie resulta extraño que el conocimiento
público de la anorexia no redunde en una disminución de su prevalencia? La
causa de esta paradoja es la relación esquizofrénica de las sociedades occiden-
tales para con la anorexia. La difusión de su iconografía y del cuerpo emacia-
do fascina, mientras que se condena a las comunidades on-line (principalmen-
270 CUERPOS Y DIFERENCIAS

te femeninas) por debatir acerca de estos trastornos, obtener apoyo mutuo y,


de acuerdo con el discurso cultural que relaciona anorexia, delgadez y femini-
dad, reivindicar estos trastornos como «estilos de vida». La anorexia está vin-
culada con el poder económico, con imperativos patriarcales, pero también
con la opresión de raza. Dicho lo cual, quizá no solamente las mujeres blancas
hagan dieta.

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MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA
Y DESIGUALDAD DE GÉNERO EN LAS DEMOCRACIAS
OCCIDENTALES

IVÁN SAMBADE BAQUERÍN

E
n las sociedades occidentales globalizadas, los medios de comunica-
ción de masas han proyectado una imagen-modelo de la realidad so-
cial que sugieren ciertas normas que conforman las sociedades huma-
nas concretas. Los media generan y transmiten un continuo ilimitado de re-
presentaciones sobre lo real que comprende prácticamente la plenitud de la
información a la que acceden los ciudadanos occidentales. De este modo, lo
representado por los media instituye implícitamente la normalidad social (Se-
garra, 2000), al tiempo que lo no representado deja de existir, a pesar de su
tan habitual presencia (López y Gauli, 2000). Es decir, la realidad representa-
da crea su propia dinámica de poder convirtiéndose en un dispositivo estruc-
tural de discriminación social. Dentro de esta dinámica, la representación del
cuerpo y sus cánones de belleza se encuentra entreverada por las ideologías,
prácticas e intereses de los grupos sociales hegemónicos, por lo que, como sos-
tienen Marian López F. Cao y Juan Carlos Gauli Pérez en su artículo «El
cuerpo imaginado», el cuerpo se ha convertido en el reflejo del modelo social
excluyente configurado en los media.
En lo que refiere a la discriminación social de las mujeres, Alicia Puleo
(Puleo, 1995) ha explicado cómo, en las modernas sociedades occidentales,
272 CUERPOS Y DIFERENCIAS

los medios de comunicación de masas incitan, convencen y persuaden a las


personas mediante distintos mecanismos de seducción para que deseen identi-
ficarse con los modelos socioculturales de femineidad y masculinidad que
proponen. En este sentido, Puleo caracteriza a las sociedades occidentales del
presente como «patriarcados de consentimiento», distinguiéndolas analítica-
mente respecto de lo que denomina «patriarcados de coerción»: sociedades
que «estipulan por medio de leyes o normas consuetudinarias sancionadas con
la violencia aquello que está permitido y prohibido a las mujeres» (Puleo,
1995, p. 31). Por lo tanto, siguiendo el análisis de Alicia Puleo, entiendo que,
por lo general, los mass media se han instituido en las modernas sociedades
occidentales como un dispositivo desde donde se vehiculan, yuxtaponen y en-
cubren las nuevas y distintas formas de discriminación de las mujeres.
En este texto, en primer lugar, vamos a examinar las imágenes estereotipa-
das de los varones y de las mujeres que los medios de comunicación de masas
proyectan, con el objetivo de esclarecer cuáles son las identidades de género
latentes en las mismas y qué posiciones inducen y estimulan estos modelos de
masculinidad y femineidad en relación con la desigualdad social y política de
los sexos. Posteriormente, analizaremos los modelos de masculinidad que los
mass media proyectan generalizadamente, llegando a la conclusión de que to-
dos ellos convergen en una identidad masculina definida en torno a la idea de
la titularidad neta del poder. Desde esta perspectiva, observaremos cómo, a lo
largo de la historia de Occidente, distintos discursos filosóficos han legitimado
a los varones en el ejercicio de un conjunto de prácticas de autocontrol del
cuerpo y de la emotividad que en última instancia constituyen estrategias para
el gobierno del Otro-diferente. Estas tecnologías disciplinarias de poder gene-
ran una serie de consecuencias en la subjetividad de los individuos varones
que los induce al desarrollo de un conflicto social y existencial en relación con
el ideal de convivencia justa y equitativa que rige las sociedades democráticas.
La violencia de género o violencia masculina contra las mujeres encarna la más
terrible manifestación de este proceso de subjetivación. Por último, analizare-
mos los mecanismos sociales e ideológicos1 mediante los cuales se han perpe-
tuado históricamente estos modelos injustos e inequitativos de masculinidad y
expondremos algunas conclusiones sobre las consecuencias que los modelos de
masculinidad proyectados por los media generan tanto en la subjetividad mas-
culina como en la estructura social de discriminación de las mujeres.
—————
1 Analizo los mecanismos sociales e ideológicos de la estructura patriarcal a partir del con-
cepto de «dispositivo de saber-poder» desarrollado por Michel Foucault. Es decir, como pro-
ducciones históricas, culturales y materiales que se articulan dentro de un mismo régimen de
producción de la «verdad», encubriendo y perpetuando así la circulación y los efectos del po-
der. Véase Foucault, 1999.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 273

1. LA PROYECCIÓN DE LAS IDENTIDADES DE GÉNERO A TRAVÉS DE LOS


MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS: PERPETUANDO LA IDEOLOGÍA
DE LA SUPREMACÍA MASCULINA Y LA DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO

López F. Cao y Gauli Pérez (López y Gauli, 2000) sostienen que, mediante la
representación estereotipada y dicotómica de los hombres y las mujeres que
los mass media proyectan, se construye un sujeto universal que sigue siendo un
varón blanco, occidental y heterosexual. Este hecho se confirma si observamos
las conclusiones a las que llega Pilar López Díez (López, 2006) en el 2.º infor-
me de la investigación: representación de género en los informativos de radio y
televisión, Instituto Oficial de Radio y Televisión (RTVE) e Instituto de la
Mujer (MTAS), donde, a partir de una amplia muestra estadística, se observa
que, incluso en este marco realista, los varones son representados en una pro-
porción superior a las mujeres de tres frente a uno, así como que, mientras
que éstos son representados en función de su actividad en la esfera social pú-
blica, siendo los futbolistas y los políticos varones los dos colectivos más re-
presentados, las mujeres lo siguen siendo fundamentalmente en función de su
estatus vicario.
En este mismo sentido, López F. Cao y Gauli Pérez nos muestran un ejem-
plo de la representación mediática del varón genérico como actor de la esfera
social pública que carece de equivalente femenino: el estereotipo del «exper-
to», representado en los media por una voz masculina; un hombre sin cuerpo,
un hombre que es todo mente.
Por lo tanto, la representación dicotómica de los sexos proyectada por los
media excluye a las mujeres del concepto de «sujeto». En su obra El contrato
sexual, Carol Pateman (Pateman, 1995) explica cómo, originariamente, los
teóricos del contrato definieron el concepto de «sujeto» de modo que sólo
hacía referencia a los varones en tanto que sujetos del pacto social por el cu-
al se instituye el estado y el derecho civil. En la filosofía política del siglo
XVII, tanto la categoría de «contrato» como la de «individuo universal» se
construyeron basándose en la división sexual de las esferas pública y priva-
da. De este modo, el pacto entre «individuos» libres e iguales fue definido
no como el contrato social sino como el contrato sexual-social. Simultánea-
mente, el derecho civil se dividía a su vez en dos: el derecho político y el de-
recho patriarcal o sexual. Mediante el primero se reconocían los derechos y
las libertades de los ciudadanos libres e iguales: los varones. Mientras que,
por el segundo, éstos consumaban la sujeción particular de las mujeres en el
contrato de matrimonio. Pateman apunta críticamente que la teoría política
del siglo XX ha ignorado que la teoría del contrato social fue construida den-
tro de la división sexual entre las esferas pública y privada. Asimismo, señala
274 CUERPOS Y DIFERENCIAS

que este hecho habría encubierto la interdependencia política de las esferas


pública y privada, denotando las categorías de «contrato» e «individuo»
como conceptos neutros e impidiendo que se perciba la vinculación de los
varones con la esfera social pública y de las mujeres con la esfera social pri-
vada. Considero así que la representación dicotómica y estereotipada de los
sexos que proyectan los media constituye un elemento sistémico para la ex-
clusión de las mujeres de la ciudadanía de un modo análogo a como Pate-
man analiza la teoría política del siglo XX. Pues, siendo la categoría de «suje-
to» aparentemente neutra, son generalmente los varones quienes aparecen
representados por los media como ciudadanos o actores de la esfera social
pública, mientras que las mujeres lo son fundamentalmente en función de su
relación familiar con algún varón, siendo vinculadas en su modelo estereoti-
pado con la esfera social privada.
En cuanto a la representación del cuerpo masculino y su ideal de belleza, el
modelo de identificación masculina proyectado por los media es el del «atle-
ta», modelo que perdura desde la antigüedad clásica hasta nuestros días (Ló-
pez y Gauli, 2000). Ahora bien, no debemos olvidar que en la Antigüedad clá-
sica los varones eran preparados mediante la gimnasia para el desarrollo de las
artes de la guerra. Por lo tanto, en última instancia, el modelo del atleta refiere
a la mística heroica de la masculinidad. El héroe guerrero era el varón que dis-
ciplinaba su cuerpo tanto para el desprecio estoico del dolor como para el li-
bre ejercicio de la violencia, bajo los objetivos de la defensa de lo propio y la
conquista de lo ajeno. Esta legitimación del ejercicio de la violencia se entien-
de si consideramos que, como ha apuntado el psicoterapeuta Luis Bonino
(Bonino, 2000), el mito masculino del héroe se instala dentro de la ideología
de eliminación/satanización del Otro-diferente.
En lo que refiere a la representación generalizada en los media del cuer-
po femenino, López F. Cao y Gauli Pérez apuntan que éste es representado
fundamentalmente mediante un modelo de complexión ectomorfa extrema
que refiere al estereotipo tradicional de la femineidad como debilidad esen-
cial. Una imagen de las mujeres necesaria para la definición tradicional de la
masculinidad, pues, como apunta Pilar López (López, 2005), «sin ellas, los
personajes masculinos no podrían derrochar todas las características que se
asocian a la masculinidad: la protección y la salvación de los personajes fe-
meninos». Pero, en este punto, es necesario señalar que la expectativa pa-
triarcal de protección de las mujeres no es en definitiva sino una concreción
de la expectativa más general de control-sujeción de las mujeres, por lo que,
en la medida en que la protección no conlleve la sujeción, las mujeres se
convierten en el Otro-diferente que controlar-sujetar mediante la violencia
masculina.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 275

López F. Cao y Gauli Pérez muestran, asimismo, cómo los rasgos identita-
rios de la femineidad y la masculinidad tradicionales se siguen representando
en los media a través de los matices del contexto y del espectro cromático de-
signado para cada identidad de género:

«Los tonos rosados y cálidos —de masa, de carne y materia blanda— de las imá-
genes de cuerpos femeninos son aquí sustituidas por el gris acerado, por los azules
agrisados, por los bitonos oscuros y brillantes. El paralelismo hombre-máquina es
una constante» (López y Gauli, 2000, p. 55).

Por último, en lo que refiere a la representación del cuerpo femenino, Pilar


López (López, 2005) ha señalado la proliferación de una representación alta-
mente sexualizada del cuerpo de la mujer: las modelos publicitarias que en-
carnan el ideal estético de femineidad son mujeres de aspecto juvenil, extre-
madamente delgadas y con una cadera y un pecho exuberantes. Estas mujeres
aparecen representadas con una actitud pasiva en contextos cálidos y estimu-
lantes, lo que hace que tomen la apariencia de seres débiles y vulnerables que
constituyen no sólo el objeto del deseo sexual masculino sino también de su
violencia sexual. De este modo, el sesgo androcéntrico de la representación de
las identidades de género de los media termina victimizando de nuevo a las
mujeres.
En síntesis, los medios de comunicación de masas proyectan fundamen-
talmente dos modelos de masculinidad: el del actor por excelencia de la esfera
pública y el del héroe guerrero, mientras que las mujeres son representadas
principalmente como seres esencialmente débiles y sexuales que dependen
afectiva y materialmente de los varones de su entorno. Una representación
asimétrica y jerárquicamente complementaria de los sexos que induce implíci-
tamente la idea de la superioridad física y mental del varón y, por ende, legi-
tima la división sexual de funciones.
Tradicionalmente, la idea de la superioridad del varón era transmitida por
la ideología de la supremacía masculina o ideología patriarcal (Marqués,
1991). Esta ideología fundamenta la división sexual del trabajo y legitima la
desigualdad social y política de hombres y mujeres a partir de la creencia de
que existen diferencias naturales entre los sexos biológicos que hacen de ellos
dos entidades sustantivas esencialmente desiguales. En función del dimorfis-
mo sexual, los hombres, sujetos libres y racionales, estarían capacitados para
el trabajo productivo y la deliberación política, por lo que les correspondería
el monopolio de la esfera social pública; mientras que las mujeres, sujetos
emocionales y dependientes, estarían esencialmente capacitadas para el tra-
bajo reproductivo y de cuidado de los varones, por lo que les correspondería
276 CUERPOS Y DIFERENCIAS

la permanencia en la esfera social privada. La desigualdad entre hombres y


mujeres se fundaría en la pertenencia natural de cada sexo a esferas desiguales
en cuanto al acceso a los recursos de poder político, económico, social y reli-
gioso.
La ideología de la supremacía masculina es hoy en día criticada y conside-
rada políticamente incorrecta por la opinión pública de las sociedades occi-
dentales (Marqués, 1991). Ahora bien, si consideramos los modelos de mas-
culinidad y femineidad proyectados por los mass media, ellos representados
como actores de la esfera social pública en tanto que políticos, héroes, traba-
jadores o delincuentes, ellas representadas ya sea por su estatus vicario ya sea
mediante una debilidad y una sexualidad naturalizadas, entonces podemos
sostener que desde los media se reproducen implícitamente tanto la división
sexual del trabajo como la ideología de la supremacía masculina, incitando así
a mujeres y a varones a identificarse con modelos patriarcales de género que
perpetúan la desigualdad social entre los sexos.

2. LA REPRESENTACIÓN DICOTÓMICA DEL VARÓN MODERNO EN RELACIÓN


CON LA VIOLENCIA: CONSTRUYENDO EL SUJETO DE PODER EN EL DUALISMO
ANTROPOLÓGICO ESPÍRITU-CUERPO

Si nos centramos exclusivamente en las representaciones de la masculinidad,


podemos observar que existe una aparente dicotomía entre los dos modelos
de masculinidad en relación con el ejercicio de la violencia. El modelo del hé-
roe guerrero se define por los valores (contravalores) del honor y la fuerza y
legitima al varón en el ejercicio de la violencia, mientras que los sujetos que
actúan en la moderna sociedad civil se definen por su capacidad racional para
la deliberación tanto en la actividad mercantil como en la arena política. Por
lo tanto, ¿qué tienen en común estos dos modelos de masculinidad? ¿Existe
algún elemento ideológico que les relacione sistemáticamente, disolviendo su
aparente dicotomía? Si es así, ¿qué tipo de estructura subyace en ellos en rela-
ción con la desigualdad social entre los sexos?
El psicoterapeuta y director del Centro de Estudios de la Condición Mas-
culina de Madrid, Luis Bonino (Bonino, 2000), explica que la masculinidad
hegemónica se sustenta en dos ideologías constitutivas: el individualismo mo-
derno y la satanización/eliminación del otro distinto, en las cuales se entreveran
a su vez cuatro creencias matrices de la masculinidad.
El individualismo moderno, heredero de los ideales de la Grecia clásica,
sustenta la idea de un sujeto autosuficiente que se construye a sí mismo me-
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 277

diante el libre uso de la razón. En los últimos siglos, ha incorporado el valor


protestante-capitalista de la eficacia, originando, así, la creencia matriz de la
autosuficiencia triunfante del hombre moderno (Gil, 1997).
La ideología de la satanización/eliminación del otro distinto, originaria
también de la antigüedad grecolatina, produjo el ideal del héroe guerrero al
que ya nos hemos referido. Habría que añadir que, puesto que el héroe mas-
culino es el defensor de lo propio y el conquistador de lo ajeno, se encuentra
siempre sujeto al código de honor patrio y a la subordinación jerárquica del
ejército. De este modo, explica Bonino que de la ideología de la sataniza-
ción/eliminación del Otro-diferente derivan dos creencias matrices de la mas-
culinidad hegemónica: la de la belicosidad heroica y la del respeto a la jerar-
quía.
Por último, Bonino señala la existencia de una cuarta creencia matriz de la
masculinidad hegemónica: la ideología de la supremacía masculina sobre las
mujeres, desde donde, como acabamos de ver, se legitima la dominación mas-
culina de las mujeres a partir de la naturalización de las identidades de sexo-
género construidas socio-culturalmente en los patriarcados occidentales du-
rante la modernidad.
Consecuentemente, los dos modelos de masculinidad representados por
los media no son sino las dos caras de una misma moneda: la definición social
del varón genérico como sujeto de poder. La filósofa española Cèlia Amorós
(Amorós, 2005) desarrolla esta idea de la masculinidad a partir de su concepto
nominalista de «patriarcado». El patriarcado es definido por Amorós como el
conjunto de pactos implícitos entre varones por los cuales éstos mantienen su
hegemonía social y política. El pacto fundamental será la valoración de la viri-
lidad por parte de todos los varones y el subsiguiente reconocimiento recípro-
co inter pares de cada varón como sujeto de poder en tanto que concreción del
arquetipo genérico. A su vez, para su constitución como estructura pragmáti-
ca, el patriarcado precisa de un reverso ontológico donde proyectar su tensión
sintética. Esa unidad ontológica es «la mujer», concepto por medio del cual
las mujeres son heterodesignadas, pre-interpretadas y confinadas en los espa-
cios codificados para ellas por los varones. Luego la propia constitución de las
sociedades patriarcales es violencia constituyente para las mujeres. Señala
Amorós que, además, cuando las bases de esta lógica-simbólica son irraciona-
lizadas por las mujeres y el poder patriarcal es puesto en entredicho, entonces
aparece la violencia masculina represiva para restituir el supuesto «orden na-
tural». De este modo, tanto el reconocimiento mutuo de los varones entre sí
como actores de la esfera social pública como su legitimación en el ejercicio de
la violencia represiva constituyen ambas facetas de su autodesignación como
sujetos de poder, como sujetos que pueden poder en la jerarquía socioeconó-
278 CUERPOS Y DIFERENCIAS

mica y política y que, en el rango más bajo de esta jerarquía, detentan colecti-
vamente el control sobre las mujeres.
Para explicar cómo estos dos modelos de masculinidad se subjetivan en la
identidad masculina, examinaremos brevemente lo que he denominado «la
pragmática masculina del control» (Sambade, 2008): un conjunto de prácticas
masculinas de autocontrol y gobierno de sí que han sido legitimadas por dis-
tintos discursos filosóficos a lo largo de la historia de la cultura occidental y
que, a su vez, son prácticas encaminadas hacia el objetivo del gobierno del
Otro-diferente, fundamentalmente del Otro-mujer.
Los orígenes de esta pragmática se remontan a los pilares de nuestra cultu-
ra occidental. Michel Foucault (Foucault, 1994) ha explicado cómo, en la filo-
sofía clásica, las prácticas del cuidado de sí estaban encaminadas hacia el auto-
gobierno, hacia el gobierno de los propios impulsos, como condición
necesaria para el gobierno de los otros.
Para Foucault, el cuidado de sí habría constituido la forma pragmática con
la que el mundo greco-romano problematizó éticamente la libertad cívica. En
primer lugar, el concepto «el cuidado de uno mismo» (épiméleia/cura sui) ha-
ce referencia a un cierto modo de actuar o comportarse que se ejerce sobre
uno mismo, a través del cual uno se hace cargo de sí transformándose o acce-
diendo a un cierto modo de ser. Es decir, este concepto refiere a un conjunto
de prácticas de autoconstrucción del sujeto.
¿Qué forma adquirió la preocupación por uno mismo en el mundo clásico?
Foucault señala cómo el cuidado de sí encuentra su forma hegemónica en el
«conócete a ti mismo» socrático (gnothi seaeutòn). Paradójicamente, el cono-
cimiento que el sujeto debía adquirir para conocerse a sí mismo no venía dado
por un saber centrado en uno mismo, sino por un saber que tiene como objeto
las cosas, los hombres, el mundo y los dioses. Un saber por medio del cual el
sujeto accede a la verdad. Este conocimiento estaba dotado simultáneamente
de un carácter asertivo y de un carácter prescriptivo. Es decir, es un discurso
en el que se dice simultáneamente lo que es verdadero y lo que se ha de hacer,
un conocimiento que desvela la verdad y, a su vez, impone normas. Y en vir-
tud de este carácter, es un discurso que produce y transforma el modo de ser
del sujeto, el ethos del sujeto: es, por lo tanto, un discurso ethopoiético. A tra-
vés del acceso a la verdad, el sujeto conoce lo que existe de divino en sí mismo
y, conforme a esta realidad, habrá de ejercer su autogobierno.
Por lo tanto, la práctica de la libertad en la antigüedad clásica implicaba
una transformación del ethos que lo dotase de una forma buena, bella, hono-
rable... Pues el ethos conlleva una serie de relaciones complejas con el otro y
es, en sí mismo, perceptible a la mirada del otro. Desde esta perspectiva, el
cuidado de uno mismo implica una preocupación ética que recae sobre el
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 279

otro. Ahora bien, el cuidado del otro es secundario respecto del cuidado de
uno mismo, es una consecuencia de éste último, dado que la relación a uno
mismo es ontológicamente primera. De este modo, el hombre libre que cuida-
ba de sí mismo se encontraba, por esta razón, en posición de conducirse debi-
damente en sus relaciones con los otros, de ocuparse de los otros. El hombre
libre que cuidaba de sí sabría gobernar a su mujer, a sus hijos, su hogar, etc.
Luego la condición primera para el gobierno de los otros es el gobierno de
uno mismo.
En la sociedad clásica, el buen gobierno, el gobierno justo, estaba delimi-
tado inferiormente por la esclavitud y superiormente por la tiranía. La libertad
se entiende como no-esclavitud, y en este sentido otorga una condición social:
el esclavo, frente al hombre libre, no tiene ética. En el vértice opuesto nos en-
contramos con su recíproco inverso: el abuso de poder o la tiranía. En la tira-
nía, uno impone sus deseos y fantasías a los demás, desbordando así el ejerci-
cio legítimo de su poder. Pero, para los filósofos griegos, el tirano es en
realidad un esclavo de sus apetitos. Por lo tanto, el buen soberano será aquel
que, ejerciendo el poder, lo ejerce primeramente sobre sí mismo. Es más, pre-
cisamente el hecho de que este hombre se autogobierne es lo que le capacita
para el gobierno de los otros. De este modo, el cuidado de sí constituye la con-
dición ontológica, ética y pedagógica para llegar a ser un buen gobernante.
Foucault señaló cómo las prácticas del cuidado de sí se originan en un con-
texto donde se problematiza éticamente la libertad cívica en tanto que gobier-
no legítimo de los otros. Pero la estigmatización social de la esclavitud en la
Grecia clásica pone de manifiesto que, desde una perspectiva democrática
ilustrada, la legitimidad del gobierno del hombre libre griego sobre los otros
estaría cuestionada de principio por la estructura social jerárquica y desigual
en que se desarrolla. Este hecho se puede observar de manera paradigmática
en la filosofía de Platón, a la que él mismo considera la práctica general del
gobierno. En La República, Platón lleva al extremo la estratificación social en
tanto que distribución justa y ecuánime de poderes y funciones. Esta jerarquía
social estaría naturalmente establecida por los distintos arquetipos de indivi-
duos existentes en relación con el predominio del alma concupiscible, irasci-
ble o racional en su persona. Así, para Platón, el gobierno del hombre (varón)
libre ateniense quedaría reducido al gobierno de aquellos hombres en cuya
alma tripartita predomine el dominio de la Razón y que, en virtud de esta na-
turaleza y su cultivo en la práctica de la episteme, podrían acceder al conoci-
miento de la Verdad y el Bien. En definitiva, el gobierno de la república ha-
bría de ser competencia exclusiva de los filósofos.
En la modernidad, la pragmática masculina del control va a conllevar la
comprensión del propio cuerpo y de la emotividad como mecanos que se de-
280 CUERPOS Y DIFERENCIAS

ben controlar desde la mente en cuanto núcleo racional. Esta instrumentaliza-


ción del propio cuerpo y de la emotividad halla su justificación en el paradig-
ma epistemológico de la ciencia moderna y en la cosmovisión mecanicista de
la realidad que le subyace. Con el desarrollo de la ciencia moderna, y más en
concreto de las ciencias de la mente como la psicología o la psiquiatría, las
prácticas de autocontrol no son ya concebidas como una condición política
que los «ciudadanos» pueden desarrollar de acuerdo con la finalidad de la ex-
celencia del gobierno, sino como leyes naturales (normas) que todo sujeto
(masculino) debe desarrollar de acuerdo con su naturaleza humana (Foucault,
1994). Simultáneamente, de modo complementario, otros discursos desempe-
ñaron la función de exclusión de las mujeres de la plenitud de la condición
humana. Por otro lado, la dramática escisión dualista espíritu-cuerpo se inten-
sifica con la cosmovisión mecanicista de la realidad, donde se explica todo lo
real como producto de dos categorías ontológicas: la extensión y el movimien-
to; la materia y la causa u origen del movimiento. Véase, en este sentido, cómo
Descartes (Descartes, 1982), en sus Meditaciones metafísicas, sostiene que el
alma y el cuerpo, el pensamiento y la extensión, son substancias independien-
tes y autónomas. La prueba de su autonomía la encuentra Descartes en la cer-
teza con que el entendimiento las percibe: con claridad y distinción a cada una
por sí misma. Análogamente, en Las pasiones del alma (Descartes, 1963) defi-
ne las pasiones como aquellas percepciones o sentimientos que hay en noso-
tros y que afectan al alma sin tener su origen ella (sino en el cuerpo). Por lo
que la tarea del alma en relación con las pasiones consistirá en someterlas y
ordenarlas conforme al dictamen de la razón.
En conclusión, la pragmática del control representa al varón como pleni-
tud de la humanidad a partir de la posibilidad de control de la naturaleza; de
la naturaleza interna mediante el control disciplinario de sí mismo y de la na-
turaleza externa mediante el control del mundo y del resto de los seres natu-
rales. Las mujeres, definidas por los discursos científico y filosófico como se-
res determinados por las vicisitudes de su naturaleza, quedan excluidas de la
plenitud de la naturaleza humana (Fraisse, 1991) y, por ende, sometidas a la
sujeción masculina.
En la medida en que la identidad del varón como sujeto de poder precisa
de la construcción de la identidad femenina en tanto que seres esencialmente
vulnerables que proteger/sujetar, y que este proceso se ha desarrollado me-
diante los discursos de deshumanización de las mujeres, fundamentalmente
mediante su identificación con el mundo natural, la crítica ecofeminista nos
resultará fundamental para comprender las implicaciones globales de la prag-
mática masculina de control. Así, desde su epistemología se señala que los
modelos hegemónicos de masculinidad han ocasionado tanto las sociedades
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 281

de dominación masculina de las mujeres como el modelo económico de explo-


tación de la naturaleza.
En su obra Feminism and the Mastery of Nature, Val Plumwood (Plumwo-
od, 1993) intenta articular un ecofeminismo no esencialista para constituir un
esquema teórico dirigido simultáneamente hacia la crítica de la dominación de
los seres humanos y hacia la crítica de la dominación de la naturaleza.
Val Plumwood caracteriza la cultura occidental por la preeminencia histórica
de las siguientes premisas: 1) lo femenino y la mujer=la naturaleza; lo masculino
y el hombre=la razón, la cultura; 2) inferioridad de la naturaleza y de la mujer;
superioridad de la razón y del hombre; 3) naturaleza y mujer como opuestos a
razón y humano; naturaleza como opuesto a cultura. Según Plumwood, esta ló-
gica dualista se apoya en la conceptualización de la naturaleza como inerte, me-
cánica y pasiva, y en la identificación de la mujer con esta concepción de natu-
raleza. Para superar esta lógica de dominación, debe asumirse que tanto
hombres como mujeres somos parte integrante de la naturaleza y de la cultura.
Así, Plumwood ejerce la crítica de la lógica del dominio. Esta lógica encuentra
sus raíces en la filosofía platónica, el cristianismo y el cartesianismo y sostiene un
profundo dualismo naturaleza/razón que implica el rechazo de aquello que se
considera como mera naturaleza. Plumwood determina dos operadores funda-
mentales a través de los que la lógica del dominio opera su colonización: 1) negar
la dependencia con respecto a lo oprimido (sea la mujer o la naturaleza); y 2)
negar que esa naturaleza sea un ser independiente y que tenga fines propios. Su
finalidad es determinada exteriormente por el amo a partir de su definición ins-
trumental. Por otro lado, Plumwood no propone un rechazo abierto de la ra-
zón, sino reemplazar su forma, históricamente estructurada mediante la lógica
del dominio, por otra más democrática, menos jerárquica y que incluya lo afecti-
vo y lo corporal. Tal y como manifiesta la realidad de la crisis ecológica, la lógica
de la dominación, con su instrumentalización colonizadora y su racionalidad
economicista de explotación, se ha manifestado claramente irracional como es-
trategia ecológica de supervivencia.
Alicia Puleo (Puleo, 2000a) valora positivamente la perspectiva de Val
Plumwood, pues considera que integra la crítica de dos sesgos fundamentales
de la manera en que se comprende a sí misma la especie humana: el androcen-
trismo y el antropocentrismo. Por otro lado, entiende que Plumwood realiza
una interpretación excesivamente simplificadora de la Ilustración, en la que
ésta queda reducida exclusivamente a la razón instrumental. Y señala a este
respecto que la razón instrumental es un producto de la Ilustración, pero que
también lo son las democracias modernas, la abolición de la esclavitud, la apa-
rición del pensamiento feminista o el pensamiento dialéctico desenmascarador
de metafísicas del dominio como el que emplea la propia Plumwood.
282 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Puleo sostiene que el antropocentrismo y el androcentrismo se habrían li-


gado en su desarrollo histórico a partir de sus dualismos conceptuales consti-
tuyentes, naturaleza/cultura y mujer/hombre. En primer lugar, define el andro-
centrismo como un sesgo patriarcal presente en la filosofía y las ciencias
humanas que consiste en la confusión de lo masculino con lo propiamente
humano o superior. Simultáneamente, el androcentrismo implica la concep-
ción de lo femenino como la diferencia, la alteridad o el alejamiento respecto
de la normalidad (masculina). A su vez, el antropocentrismo fuerte se define
como el prejuicio según el cual sólo tiene valor lo propiamente humano. Este
prejuicio se origina en el dualismo jerarquizado naturaleza/cultura y niega to-
do respeto moral a los seres no humanos. Pero el antropocentrismo tiene tam-
bién implicaciones de género, pues, a partir de la relación de identificación de
la categoría mujer con la categoría naturaleza, se concibe a las mujeres como
seres más próximos a la naturaleza que a la cultura, luego diferentes e inferio-
res respecto de los varones.
Alicia Puleo (Puleo, 2005) encuentra fundamental para el análisis de los
sesgos androcéntrico y antropocéntrico de la cultura occidental partir del he-
cho de que el concepto de naturaleza se origina en una definición político-
filosófica. La naturaleza, concepto integrante del dualismo jerarquizado natu-
raleza/cultura, designa en el discurso filosófico occidental aquello que no tiene
finalidad en sí mismo, lo que es un medio para un fin determinado desde su
exterior y, en consecuencia, lo que puede ser apropiado como objeto por el
hombre (varón) racional y productor. Asimismo, durante toda la historia de
Occidente, este dualismo ha estado estrechamente ligado con el dualismo de
género mujer/varón, naturalizando la diferenciación de roles sexuales, las
identidades sexuadas y la desigualdad de estatus sociopolítico entre mujeres y
varones.
Puleo (Puleo, 2005) hace hincapié en el hecho de que la ética instrumental
economicista se corresponde con la identidad de varón dominador desarrolla-
da en los patriarcados occidentales durante la modernidad. Y describe la au-
toimagen del varón dominador, en palabras de Cèlia Amorós, como un «suje-
to inverosímil» o «desmadrado», una fantasía de sujeto «inengendrado y
generador absoluto de sentido» (Amorós, 1997, pp. 21-22). Esta identidad se
constituiría fundamentalmente durante la adolescencia, etapa de ruptura de la
dependencia afectiva respecto de la madre que el varón internalizará como
negación y devaluación de todo lo que ella representa: suelo nutricio, cuidado,
afectividad, apertura y compromiso hacia el otro. Y la identificación por opo-
sición de la madre, lo femenino y la naturaleza, implica el distanciamiento
afectivo y la instrumentalización de lo otro diferente como huellas propias del
carácter masculino.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 283

Según Puleo (Puleo, 2005), bajo este imaginario subyace una dinámica de
género que exige la separación y el dominio de lo que se entiende como natu-
raleza. La emoción, la benevolencia o la empatía son consideradas poco cientí-
ficas, pasionales más que racionales, femeninas más que masculinas y, conse-
cuentemente, son reprimidas como naturaleza inferior. Así, la represión de la
propia naturaleza es medio y fin para el dominio de toda aquello que se con-
cibe como naturaleza. Pero, como señala Puleo, la consecuencia de esta in-
trumentalización de la naturaleza será la instrumentalización del propio
anthropos dominador2, quien se ve obligado a reprimir una parte importante
de su potencialidad humana.
De este modo, la pragmática del control, dentro de la cual el cuerpo es ca-
tegorizado como naturaleza que se ha de dominar e instrumentalizado para
dominar al Otro-diferente (naturalizado), deja una serie de consecuencias en
la subjetividad de los varones en tanto que candidatos «natos» al poder.
Podemos señalar como alguna de las consecuencias de la pragmática del
control en la subjetividad masculina:

— Un hondo recelo de la intimidad, la afectividad y de la exteriorización


de sus emociones (Clare, 2000) (disciplinamiento de la emotividad).
— El desprecio del dolor físico y la asunción de comportamientos físicos
de riesgo (Badinter, 1993) (disciplinamiento del cuerpo).
— La superficialidad, competitividad y homofobia3 como aspectos caracte-
rísticos de las relaciones entre varones (Clare, 2000; Badinter, 1993).
— Y finalmente, frente a la sensación de pérdida de control, la violencia
como mecanismo para la recuperación del mismo.

Entiendo, por lo tanto, que en el desencadenamiento de la conducta vio-


lenta masculina subyace la subjetivación del control de lo Otro-diferente (na-
turaleza, mujeres y pueblos no occidentales) como fuente de autocontrol. Se
—————
2 «Así, la hiperseparación y denegación impiden reconocer nuestro parentesco y depen-
dencia de la naturaleza. La reducción de las cualidades del oprimido a unas pocas funcionales a
la opresión (incorporación) y la instrumentalización (por la que se niegan los fines propios del
dominado) termina instrumentalizando al propio anthropos dominador. Como productores mal
informados y desprotegidos, sufrimos enfermedades profesionales debidas a la contaminación;
convertidos en consumidores, manipulados por los media y regidos por la ley del mercado, en-
fermamos alimentándonos con carne repleta de hormonas y antibióticos de pobres seres ator-
mentados por la ganadería intensiva; y como ciudadanos incapaces de hacer cumplir los Dere-
chos Humanos de tercera generación, asistimos impotentes al cambio climático y a las guerras
por el dominio de los recursos. [...]» (Puleo, 2005, p. 207).
3 Considérese, como señala Elisabeth Badinter (1993), que la heterosexualidad deviene
obligatoria en la masculinidad.
284 CUERPOS Y DIFERENCIAS

produce así una inversión de los términos de la pragmática del control, pues si
en un principio el autocontrol de sí mismo era la condición de posibilidad pa-
ra el gobierno del Otro-diferente, a posteriori parece que sólo mediante el con-
trol del Otro-diferente consigue la sensación de seguridad y autocontrol el va-
rón socializado en la pragmática del control.

3. LA PERPETUACIÓN SOCIO-HISTÓRICA DE LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA


EN LAS DEMOCRACIAS MODERNAS

López F. Cao y Gauli Pérez (López y Gauli, 2000) realizan una descripción de
la imagen de la masculinidad que proyectan los medios de comunicación en la
que, a mi entender, se puede observar cómo el dualismo mecanicista mente-
cuerpo queda plasmado en la identidad masculina, conformando la exigencia
del autocontrol de la propia naturaleza como condición necesaria para la do-
minación/sujeción de la naturaleza exterior y las mujeres. Esta descripción se
basa en las similitudes que López F. Cao y Gauli Pérez encuentran entre el
modelo de masculinidad vigente en los media y el modelo de masculinidad
que Klaus Theweleith (Theweleith, 1987) representa en su obra Fantasías
Masculinas, al respecto de la construcción de la identidad masculina de siete
oficiales de la Freikorps alemana:

«En ella el imaginario masculino se empeña en disciplinar su cuerpo —y de paso


su mente— como una máquina dura, vertical, impenetrable, ordenada, en forma-
ción constante. Como contraste, el pueblo —los bolcheviques, los judíos, las muje-
res— es blando, viscoso —son los órganos blandos del interior del cuerpo humano
frente al exterior duro y simétrico—, desagrupado, desordenado. Representa el
caos externo que hay que domeñar y el caos que vive agazapado dentro del cuerpo
masculino y que hay que disciplinar diariamente dentro de sí (es también la metá-
fora del pecado cristiano). El mundo es la metáfora del caos que hay que someter,
como al pueblo y las mujeres» (López y Gauli, 2000, p. 55)

Pero ¿cómo se ha articulado histórica y socialmente en las democracias oc-


cidentales una identidad masculina erigida sobre el dualismo mente-cuerpo y
que dispone el recurso a la violencia como forma de poder y autocontrol?
¿Cómo se ha perpetuado este modelo de masculinidad desde el principio de la
modernidad hasta la actualidad cuando en nuestras sociedades, fundamenta-
das por los valores democráticos de libertad e igualdad, existe un manifiesto
rechazo de la violencia por parte de su opinión pública?
El historiador Peter Stearns (Cit. Badinter, 1993) ha señalado cómo el capi-
talismo industrial y su nueva y estricta división sexual de funciones conlleva-
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 285

ron una redefinición de la masculinidad tradicional, en la que la fuerza física y


el honor fueron reemplazados por el éxito, el dinero y el trabajo como fuentes
de identificación y reconocimiento social para los varones. Por lo tanto, el
modelo de varón que hemos denominado «actor por excelencia de la esfera
social pública» habría surgido en los albores del capitalismo. Ahora bien, si de
hecho el nuevo modelo de masculinidad sustituyó valores añejos como la fuer-
za y el honor por el éxito económico y el estatus sociolaboral, los primeros no
fueron enajenados de la masculinidad hegemónica, sino que pervivieron en el
inconsciente cultural masculino y fueron y siguen siendo vehiculados en la so-
cialización de los varones a través de la competición en los deportes de equi-
po. Como ha señalado el sociólogo Norbert Elías (Elías, 1992), los deportes
colectivos se han convertido en un símbolo subliminal de la guerra al que tras-
cienden sus valores. Nos encontramos aquí de nuevo con la creencia matriz de
la belicosidad heroica, encarnada ahora por deportistas profesionales que se
han convertido en los ídolos mediáticos de millones de jóvenes en todo el
mundo. Estos deportistas, varones en la mayor parte de los casos, constituyen
el modelo de virilidad de los varones púberes que, mediante su socialización
en los deportes correspondientes, son, parafraseando a Kate Millett (Millett,
1975), preparados tanto social como psicológicamente en el ejercicio de la
violencia. En el deporte, la virilidad se gana a término de combate, aguantan-
do el dolor físico y exhibiendo las heridas. Así, en los deportes competitivos
de equipo, los varones adolescentes demuestran públicamente su desprecio
por el dolor, el control disciplinario de su cuerpo y su voluntad de ganar. Pero
la ideología de estos deportes no sólo sostiene que aguantar el dolor es un sín-
toma de valentía y virilidad, sino que el cuerpo es una herramienta, incluso
una máquina o un arma, que se emplea para derribar a quienes se le opongan,
los cuales son reducidos a la categoría de objetos. En este sentido, Elisabeth
Badinter ha observado la analogía existente entre los modelos deportivos de
masculinidad y los modelos de hipervirilidad representados por el cine esta-
dounidense como Rambo o Terminator, ambos héroes de guerra.
Estos modelos representan asimismo el arquetipo del hombre duro, tal y
como lo definieron David y Brannon (David y Brannon, 1976): un varón que
tiende a la huida, al aislamiento para no estar ligado a nada que pueda hacerle
vulnerable. El personaje del pistolero, prolífico en el cine estadounidense de
este recién pasado siglo XX, ha encarnado esta subjetividad de modo ejempla-
rizante. Considero que, en este modelo, el alejamiento y la distancia emocional
se originan en la definición de la masculinidad como fortaleza física y mental
frente a la «connatural» debilidad femenina. El distanciamiento emocional
tiene por objetivo el desmarque respecto de cualquier tipo de dependencia
que pudiera debilitar al individuo en el sentido en que las mujeres son conce-
286 CUERPOS Y DIFERENCIAS

bidas como personas débiles. Pero lo cierto es que los varones reales no vivi-
mos solos, sino con mujeres de las cuales dependemos tanto afectiva como
materialmente, y que las prácticas de autocontrol, distanciamiento e indepen-
dencia emocional constituyen en última instancia prácticas de control emo-
cional para con las mismas, quienes por lo general han desarrollado una moral
más empática y una ética del cuidado. Estos hechos se pueden corroborar en
las múltiples y diversas tiranías emocionales que los agresores de mujeres ma-
nifiestan ante la desesperación y el daño emocional de sus víctimas, quienes en
la mayor parte de las ocasiones suelen ser también sus parejas. El silencio, el
descrédito, la ausencia de comunicación verbal, de atención, la minimización
de los hechos..., son, entre otras, formas de maltrato emocional desarrolladas
por los varones que ejercen violencia contra sus parejas (Hirigoyen, 1999).
De lo hasta aquí expuesto se puede deducir que la misoginia y la homofo-
bia son dos sentimientos latentes en el arco ideológico que conforma la mística
de la masculinidad y en la subsiguiente socialización de los varones en su iden-
tidad de género. En su obra XY. La identidad masculina, Elisabeth Badinter
(Badinter, 1993) defiende la tesis de que tanto la misoginia como la homofo-
bia son el resultado de una masculinidad que se define por oposición a las
mujeres y a lo femenino. Esta oposición es especialmente frustrante para los
varones porque lo femenino, aquello que la sociedad patriarcal ha definido
como propio de las mujeres, es una potencialidad de la propia personalidad
humana y, por ende, de la personalidad de cualquier sujeto, varón o mujer.
Los humanos somos bisexuales en este sentido. De hecho, Badinter considera
que las «actitudes femeninas» no sólo son potencialidades que los varones evi-
tan cultivar, sino conductas aprendidas en una primera etapa de femineidad,
la crianza con la madre, que posteriormente los varones se ven obligados a
amputar, inhibir y reprimir en su proceso de identificación masculina. Es más,
al tiempo que reprimen las conductas de género femenino (ser amado, comu-
nicar emociones y sentimientos, ser pasivo...), se ven inducidos a desarrollar
las contrarias entendidas como masculinas (amar, ser autocontrolado y acti-
vo...). Por lo tanto, para Badinter, el varón que ensalza la masculinidad hege-
mónica es un hombre mutilado, fragmentado. Y la misoginia y la homofobia
son las consecuencias de reprimir y frustrar sus deseos de expresión de e iden-
tificación con lo femenino.
Comparto la idea de que los roles de sexo-género son potencialidades de
todo ser humano, así como que unas actitudes son reprimidas y otras poten-
ciadas en el proceso de socialización de género. Pero entiendo que el odio a
las mujeres no se origina sólo en un deseo fetichista de identificación con lo
reprimido, sino en el proceso previo de deshumanización e infravaloración de
las personas que encarnan lo sometido. El odio a las mujeres se origina en el
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 287

miedo fundado a compartir con ellas aquello por lo que justifico mi odio y
dominación. El discurso médico del siglo XIX definió a las mujeres como seres
débiles y próximos a la naturaleza (Pérez, 2001), el discurso filosófico de este
mismo siglo las caracterizó como la trampa metafísica de la especie para la
perpetuación del sufrimiento humano (Puleo, 1992) y, en la tradición judeo-
cristiana, han encarnado tradicionalmente el mal metafísico y moral (García,
1992)... Discursos que justifican, todos ellos, la dominación masculina de las
mujeres por sus supuestas no humanidad e inferioridad. Y en este sentido, la
misoginia incardinada en el inconsciente masculino no es sino el fruto de toda
una cultura histórica de dominación. El varón debe ser fuerte; luchar y rebe-
larse contra toda dominación. Cooperar, rendirse, resignarse o someterse es
cosa de débiles, de mujeres. Y así como el colonizador odia al colonizado por
someterse (Memmi, 1971), por no seguir luchando, en definitiva, por su debi-
lidad, el varón odia a las mujeres. Pero, en el fondo, este odio se origina en el
miedo a ser identificado con lo sometido, a traspasar esa sutil línea definitoria
que pone a unos de un lado y otras de otro. Ya que, como aseveró Hobbes,
dentro de la naturaleza humana, cualquiera puede someter a cualesquiera
otros, todos tenemos la fuerza o la inteligencia necesaria para someter y para
todos existe la posibilidad de ser sometidos. De este modo, en realidad, la lu-
cha que el varón ejerce durante su proceso social de construcción tiene como
objetivo final la no-identificación con el oprimido.
Análogamente, la homofobia también halla sus raíces en el odio a lo feme-
nino. En el lenguaje cotidiano, el homosexual no es la persona que tiene rela-
ciones sexuales con otra persona de su mismo sexo, sino la «marica», «la lo-
ca», es decir, la encarnación de la feminidad en un varón. Y un varón
«femenino» representa la desviación de la norma, la anormalidad, hasta las úl-
timas décadas del siglo XX incluso la enfermedad, por lo que, como conse-
cuencia, es marginado por la sociedad patriarcal, en general, y por sus homó-
logos varones, en particular. Esta norma se puede observar en la cotidiana y
frecuente frase «eres una niña», con la que se socializa a los jóvenes varones en
el odio hacia lo femenino mediante un acto de humillación y escarnio. Como
consecuencia, el sentimiento homófobo es tan fuerte en el proceso patriarcal
de socialización que muchos homosexuales lo experimentan primeramente en
la forma de odio hacia sí mismos (Thompson, 2000).
Pero no todos los varones son competitivos, misóginos, homófobos y agresi-
vos. La socialización patriarcal se encuentra condicionada por las circunstancias
sociales, psicológicas y biográficas que vive el varón en cuestión. En este sentido,
cada varón tiene una personalidad única y, así, se habla de masculinidades en
tanto que diferentes concreciones de los modelos hegemónicos de masculinidad.
Además, el proceso de la socialización patriarcal no siempre resulta exitoso, la
288 CUERPOS Y DIFERENCIAS

participación de los varones en entornos más igualitarios, la referencia positiva


de otros varones, la cercanía emocional y empática con mujeres, o la propia ca-
pacidad reflexiva individual pueden desviar al varón respecto de la masculinidad
hegemónica. Pero, sin duda, nuestra socialización de género y los modelos desi-
guales de masculinidad y femineidad representados por los mass media siguen
induciéndonos prácticas tanto simbólicas como reales que perpetúan la desi-
gualdad social y política entre hombres y mujeres.
Pilar López (López, 2006) ha señalado la necesidad de que los medios de
comunicación erradiquen definitivamente una representación de las mujeres
basada fundamentalmente en los estereotipos patriarcales de femineidad. Los
medios de comunicación de masas deben informar al conjunto de la sociedad
de que la violencia de género, además de constituir una lacra social que pade-
cen muchas mujeres como víctimas concretas, conlleva estructuralmente el
objetivo de perpetuar la discriminación social y política de las mujeres en tan-
to que colectivo. Asimismo, las víctimas deben ser representadas como sujetos
potenciales de emancipación y no revictimizadas a partir de una representa-
ción social que, al tiempo que las designa como personas débiles, indefensas y
dependientes que precisan de un héroe masculino para dotar de sentido a su
existencia, les induce el deseo de identificación con dicho modelo4. Las mujeres
occidentales han encarnado probablemente el principal sujeto de emancipación
del pasado del siglo XX y esta realidad también debe ser justamente representa-
da por los medios de comunicación. En este sentido, la visibilización de las mu-
jeres que ocupan posiciones sociales y políticas de poder no sólo constituye un
reconocimiento justo y necesario de las mismas, sino también un proceso que
contribuirá a erradicar la victimización social de todas las mujeres.
Entiendo que, dada la constitución relacional de las identidades de género,
la eliminación de los estereotipos patriarcales de femineidad debería contri-
buir a deconstruir una identidad masculina articulada en torno a la desigual-
dad y el objetivo implícito o explícito de detentar posiciones de poder. En
principio, los media deberían ampliar el campo de representación de los varo-
nes, incluyendo a aquellos que desarrollan una relación equitativa e igualitaria
con sus parejas, a los que encuentran en el cuidado una posibilidad de proyec-
to vital, a los que rehúsan vivir su vida obsesionados por el poder y el presti-
gio, a los que condenan la violencia masculina contra las mujeres... Varones
que existen, aunque todavía sea en una proporción minoritaria.
—————
4 En el artículo 14 de la ley 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia
de Género, queda recogido en lo que refiere a los medios de comunicación que «fomentarán la
protección y salvaguarda de la igualdad entre hombre y mujer, evitando toda discriminación en-
tre ellos». Esta orden se encuentra dentro del marco de las medidas de prevención y sensibiliza-
ción que incluye la ley.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 289

En definitiva, los medios de comunicación de masas deben contribuir a la


erradicación de la desigualdad entre mujeres y varones por medio de una re-
presentación crítica y responsable tanto de sus relaciones sociales como de sus
identidades de género. En la medida en que este proceso no se produzca, la
perspectiva de género, en cuanto filtro crítico de la información proyectada
por los media, constituye la principal herramienta para el distanciamiento per-
sonal y la lucha colectiva contra los mecanismos patriarcales de subjetivación
de varones y mujeres en aquellas identidades que perpetúan la desigualdad
social y política entre los sexos.

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EL PALACIO DE LA CULTURA FÍSICA1
VALERIE MINER
(Traducción de Ana Toledo Chávarri)

M
e encanta ver mujeres desnudas. Disfrutaría viendo hombres tam-
bién, pero no se les permite el paso a los vestuarios femeninos. Mi-
rar es la mejor parte del día en Y. Por supuesto, la mirada ha de ser
discreta, para que la gente no piense que tienes alguna intención ni con res-
pecto a ellas, ni con respecto a los bolsos que dejan mientras se duchan. En
realidad, la mayoría de las mujeres son curiosas: comparando, contrastando,
inquietándose, admirando. En esta reunión de exilios, que han estado larga-
mente separados por civilizadas vestiduras, decido que la asamblea desnuda
promueve la democracia pues, después de todo, casi todas nosotras tenemos el
mismo equipamiento básico. Observamos en qué nos convertiremos, qué fui-
mos una vez: culos grandes, culos pequeños, barrigas embarazadas, cicatrices
quirúrgicas, muslos en plena forma, estrías plateadas, piernas depiladas, axilas
peludas, tatuajes, juanetes, pezones rosas, pezones rojos, pezones marrones,
pezones perforados.
—————
1 Publicado originalmente como Miner, Valerie (2004), «The Palace of Physical Culture»
en The Night Singers, Nottignham, Five Leaves Publications.
294 CUERPOS Y DIFERENCIAS

***

Mi querido hermano me dio un pase de verano para el Y este junio cuando


cumplí cuarenta. Un regalo complicado. Sí, tenía pensado hacer ejercicio en
cuanto encontrara tiempo. Pero, ¿quería decirme que estaba gorda? ¿Había
notado cómo se agarrotaban mis piernas al ver sentada una película larga?
¿Era un ultimátum, ahora o nunca? No, honestamente, insistió. Él también
hacía ejercicio y pensaba que lo disfrutaría. Qué regalo tan atento. A lo mejor
quería que tuviera una larga vida.

***

En julio, cada vez que entro en los vestuarios, ya anticipo el olor familiar, cu-
riosamente acogedor, mezcla de desinfectante, sudor, crema hidratante, deso-
dorante y polvos de talco. Hoy he visto a la señora Hanson subiéndose despa-
cio medias reforzadas sobre la forma asombrosamente irregular de su rodilla
izquierda. Espero a que se las suba hasta la cintura para saludarla.
«Y ¿qué tal va la nueva cadera?» (Hace un mes me hubiera parecido una
pregunta macabra, pero ahora me suena tan natural como la habitual «¿qué
pulso tienes?»).
«Bien, bien», asiente con placer la mujer mayor. «He superado la parte de
las patadas y los pasos».
Saboreo el olor del jabón mentolado de la señora Hanson.
«Y también los ejercicios en el agua. Todo», sonríe.
A primera vista, la señora Hanson tiene una figura curiosamente diáfana:
un halo menudo de rizos en lo alto de unos hombros gruesos y blancos; cade-
ra y muslo empaquetados como queso ricota; pechos que caen como un pavo
desplumado. ¿Quién me asignó una taquilla enfrente de esta enorme mujer?
No es exactamente lo que considero una musa del fitness. Durante un rato, es-
toy molesta, ya que toda la clase de Aqua Senior usurpa el espacio del banco,
el espacio de silencio, el espacio de duchas al mediodía, mientras que los co-
rredores y levantadores de peso necesitan entrar y salir en sus estrechas pausas
de comida. ¿No pueden los peces acuáticos reprogramarse a las tres de la tar-
de? ¿O acaso es la hora de la siesta, la hora de la canasta, la hora perfecta del
día para un burbujeante gin o un poco de sexo virtual? La verdad es que me
ponen de mal humor.
Después, estudio a la señora Hanson desnuda. Dignidad es la única pala-
bra para definir el movimiento de la noblemente conseguida carne de sus pá-
lidos brazos y piernas. Su andar es ligero y grácil pese a la cojera que imagino
será consecuencia de la segunda sustitución de su cadera. He conocido mucho
EL PALACIO DE LA CULTURA FÍSICA 295

sobre la señora Hanson este mes, cómo sigue yendo a pescar en el hielo del la-
go Minnetonka en febrero, cómo vive sola pero le encanta visitar a las «viejas
damas» de la residencia cercana, cómo piensa caminar a la perfección cuando
llegue septiembre para visitar a su nieto en San Francisco por su ochenta
cumpleaños. Normalmente hablamos un largo rato, pero en este momento la
señora Hanson se está apresurando para «llevar a una querida amiga al médi-
co».

***

La clase de hoy es «Estirar y Fortalecer». Rodeada por los espejos —tanto de


cristal como humanos— del estudio, disfruto de la respiración profunda y del
levantamiento inicial de brazos, pero pronto me siento como una decrépita
bailarina de dibujos animados. Cuarenta años, ¿qué hago aquí? Cuando era
niña pensaba que cuarenta significaba vejez. Me recuerdo diciéndome a mí
misma que no tendría sentido visitar la biblioteca después de los cuarenta
porque, de todos modos, estaría casi muerta para entonces. Hoy, dirijo una
sucursal de biblioteca y voy al gimnasio cada día a la hora de la comida.
Al principio, la clase parece fácil —balancear pequeñas pesas rosas de
adelante atrás, de arriba abajo—, me he apuntado para aumentar la confianza
en mí misma y porque me gusta la música, es salsa.
Dos semanas después, estoy usando las pesas verdes, de tres libras. Una
vez, un día de doble expreso, usé las de cinco libras.
Una instructora nueva se me queda mirando.
«La señora de la última fila», me llama, «no balancee sus pesas. Concéntre-
se en subirlas y bajarlas. Siguiendo el ritmo».
La música de hoy es un rap rápido.
«Así», dice ella, «ahora lo puede sentir. Suba y baje. Casi lo tiene».
¿Casi?
Me duelen los brazos. Perlas de sudor en mi frente. Mi peinado pierde su
compostura. Olorosos regueros de pelo mojado alrededor de mi cabeza for-
man ristras de humillación.
«Sólo ocho más», exhorta Brunhilda-La-Forzuda.
Desafiante, hago una pausa para echar un trago de agua.
«Sólo siete más», invita con esa voz alentadora y condescendiente, mientras
levanta sin esfuerzo sus diez libras. «Siete, eso es. Seis. Vamos, cinco...»
Cada vez que me salto una sesión de gimnasio, siento ese viejo remordi-
miento infantil de perderse la misa dominical. Y cuando mantengo el nuevo
programa de ejercicios, imagino el Sacramento de la Penitencia borrando los
pecados de pereza y gula. Enfermiza, sé que es enfermiza la transferencia de la
296 CUERPOS Y DIFERENCIAS

culpa de la escuela femenina católica a la salud menopáusica. Pero primero


me encargaré del cuerpo, después me enfrentaré a la mala actitud.

***

Marta, la Nutria, y su madre Rosa se están riendo en el vestuario cuando vuelvo


exhausta de la clase. Por suerte nunca es difícil continuar mi conversación con
Marta, que ansiosamente me mantiene informada de su progreso en el Equipo
de Natación de las Nutrias. Esta niña ágil de seis años tiene la forma tirante, an-
drógina, de un arco, y —mientras inspecciona informalmente los cuerpos mayo-
res como si estuviera comprándose un traje para la pubertad— Marta me cuen-
ta que ya domina el crol, aprenderá a tirarse de cabeza esta semana.
Callada, contenida, Rosa es el espejo de su hija. Delgada y oscura como
Marta, pero casi completamente silenciosa cada tarde mientras ayuda a Marta
a meterse en su traje de baño con rayas amarillas y su gorro de baño morado.
Ahora, Rosa se ha retirado al rincón para estudiar un texto de ciencias infor-
máticas.
«Mamá va a ser una ejecutiva de negocios», me cuenta Marta.
Rosa pone en blanco sus sabios ojos de veinticinco años. «Me graduaré. Un
trabajo de oficina, tal vez».
Desde junio, he descubierto muchas cosas sobre Marta y pocas sobre su
madre, sé que Rosa nació en Cuba y nunca aprendió a nadar. Ahora, cada día,
se marchita en el vapor clorado de las gradas mirando a su hija sumergirse en
la gran piscina. No puedo imaginar cómo, siendo una mujer soltera, Rosa con-
sigue trabajar como conserje, ir a la universidad y llevar a Marta al gimnasio.
Pero tengo la impresión de que Rosa y Marta consideran nadar tan importante
como comer.

***

A principios de agosto, empiezo una clase de Circuito. Mi hermano me avisa


de que es sólo para deportistas serios. Entiendo por qué en los primeros cinco
minutos con una truculenta rotación de calvarios de un minuto: abdominales,
levantamientos de pesas, saltos estrella, bíceps, sentadillas, tríceps. El momen-
to de respiro después de siete de estas rutinas se traduce en esprintar de un
lado al otro del gimnasio cinco veces. Después seguimos el circuito de la tor-
tura en el otro lado de la habitación —agacharse, girar hacia a atrás, abdomi-
nales dobles—... El único placer aquí es el ritmo vibrante de la música reggae.
Pese a las virtudes de este vigorizante ejercicio, se me va la mirada hacia el
desfile de moda. Hacia la rubia rellenita con sujetador deportivo de encaje ne-
EL PALACIO DE LA CULTURA FÍSICA 297

gro y pesqueros ajustados a rayas. La joven mujer islámica que salta con su
camiseta enorme y su pañuelo negro. ¿No se estará asando dentro? Además,
está el bravo y solitario hombre vestido con los pantalones cortos de su anti-
gua universidad y su camiseta raída. Concéntrate, me reprendo, haz zen hasta
un estado alternativo. Actitud. Tú en tu cuerpo. Tú eres tu cuerpo.

***

Cuando vuelvo de la clase de Circuito, Marta está de pie junto a la taquilla ha-
ciendo pucheros, dejando caer sus rayas amarillas al suelo.
Mi primer pensamiento no es sobre la pequeña, sino sobre la señora Han-
son, a quien no he visto ni ayer ni hoy. ¿Estará bien? Es demasiado pronto pa-
ra su viaje a San Francisco, ¿no?
Pronto el estado plomizo de Marta invade la habitación.
¿Qué pasa? Le pregunto.
«Nada», murmulla retorciendo su gorro de natación morado entre sus pe-
queñas fuertes manos.
La madre de Marta se encoge de hombros y vuelve a su pesado libro de
texto.
«¿No has tenido un buen baño hoy?», pruebo de nuevo.
De repente me acuerdo. «¿Lo conseguiste? ¿Cruzaste la piscina de un lado
al otro sin parar?»
Bajando la cabeza, Marta se mira sus uñas turquesas de los pies.
«Contesta a la señora», le manda Rosa amablemente.
«¡Estúpida!», exclama Marta, «¿Qué sentido tiene cruzar toda la piscina?
Tendrías que volver nadando».
Sonriendo, Rosa la anima: «Es el siguiente paso para aprender».
«Tú no puedes hablar», dice con brusquedad, «ni siquiera meterías ni un
pie en el agua».
A menudo recibo recordatorios gratis como éste que me dicen que suspen-
dería en maternidad. ¿Cómo responderá ella?
Rosa no tiene que hacerlo pues una mujer alta y pelirroja acaba de salir de
la ducha con una toalla blanca en su cintura. A todas nos sorprende el lado iz-
quierdo de su torso, una larga cicatriz roja, su pecho ausente. Marta continúa
mirándola y, cuando me giro, la mujer se ha dado cuenta. Se agacha hasta ella
y le guiña un ojo. Marta le pone la mano sobre su corazón y le guiña también.
Ambas comienzan a sonreír ampliamente.

***
298 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Es el último día de agosto y estoy echada sobre el mostrador de entrada reno-


vando mi tarjeta de socia. La señora Hanson cojea detrás de mí para registrar-
se.
«¡Hola! Estaba preocupada», digo forzadamente, y después me doy cuenta
del bastón. «¡Oh! ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?».
Una pequeña caída, me explica, mientras andamos con cautela hasta el ves-
tuario. Le sujeto la puerta, estremeciéndome de su andrajoso andar. Así, no
podrá llegar a San Francisco.
«Tu nieto», pregunté, «¿le visitaste?».
Hábilmente, se desliza dentro de su traje de baño. «Bueno», suspira, «hay
buenas y malas noticias».
Odio esta expresión, pero nunca la había oído pronunciar con la encanta-
dora fuerza de la señora Hanson.
«La mala noticia es, por supuesto, la caída. He tenido que posponer mi vi-
sita hasta diciembre».
Asiento, esperando.
«Las buenas noticias son que me llevará a Disneylandia por Navidad».
«Maravilloso», le digo, eso y otras frases vacías, mientras camina con de-
terminación con su bastón hacia la piscina.

***

Mi clase preferida es step aeróbico. Tal vez porque la profesora pone Aretha y
Bonnie Rait y La Belle. Nunca me había sentido grácil. Aquí logro hacer le-
vantamientos de rodilla, fortalecimiento del tendón, levantamientos laterales
de pierna, pasos en V, diagonales, pasos en L, arremetidas hacia atrás y giros.
Antes de empezar en el gimnasio, vivía en mi cabeza, que parecía un espacio
suficiente para el ayer, el hoy y el mañana, pero no podría volver a residir allí a
tiempo completo. No ahora que he localizado todos estos huesos y músculos,
algunos de los cuales conozco hasta por sus apodos.
Aunque la rapidez y fuerza de mis compañeros de clase puede ser increí-
ble, lo más impresionante son las personas de goma. Miro alucinada mientras
se levantan rectos, doblan su cintura y ponen sus manos en el suelo. Algunas
mujeres se sientan en la colchoneta, mantienen sus piernas muy separadas y
ponen sus brazos planos en el suelo entre sus rodillas. Luego están los estira-
dores de cuello. ¿Cómo consiguen que sus orejas toquen sus hombros ergui-
dos? Se podría pensar que la cabeza de una bibliotecaria es lo suficientemente
pesada como para cooperar con la gravedad. Nunca seré la señora Pretzel, pe-
ro soy bastante buena en la rutina levantarse-sobre-una-pierna-y-dobla-la-otra-
hacia-tu-trasero.
EL PALACIO DE LA CULTURA FÍSICA 299

***

Después del estupendo step, me merezco una larga ducha. Derritiéndome


bajo el agua caliente, tarareando una nueva canción de Queen Latifah, estoy
felizmente sola, aunque rodeada por otras mujeres lavándose y depilándose,
por madres limpiando las orejas de niñas, adolescentes gritando cotilleos por
encima del sonido de las cañerías. Ducharse es un placer simple, perfecto. Pa-
raíso... Ah, el calor masajea mis viejos y nuevos músculos; el agua limpiadora
se lleva los posos de la menstruación, el sudor de la ansiedad y el ejercicio. Me
enjabono mi pelo rubio ceniza y siento la cara, los hombros y el cuerpo relaja-
do y alerta. Una repentina imagen de mamá en su madurez —enfisema, artri-
tis, migrañas, una completa colección de dentaduras postizas no ajustadas—.
¿Fue esa memoria la que provocó el regalo de cumpleaños de mi hermano?

***

«¡Hola!»
Una pequeña voz interrumpe el secado de mis extremadamente limpios
diez dedos del pie.
«Hola a ti también», digo, «¿cómo va?».
Marta espera expectante. Finalmente subo la mirada, encuentro a Rosa de
pie al lado suyo en un traje de baño rojo brillante.
«Me prometió que cuando lograra cruzar la piscina entera, vendría a na-
dar».
«Dije», le corrige Rosa nerviosa, «que metería el pie en el agua...».
Empiezo a felicitarla, a decir algo motivador, y entonces me doy cuenta de
que no puedo decir nada porque estoy a punto de romper en lágrimas.
Rosa me salva, «Eh, supongo que a mi edad ya es hora».
TRES MUJERES EN EL RÍO, EN UN MOMENTO O EN OTRO1
VALERIE MINER
(Traducción de Ana Toledo Chávarri)

E
lsie Joy Piper, 24 años, del sur de Ohio. Se puede decir por su segun-
do nombre (significa «alegría») que esperaban algo de ella, para ella.
En la década de 1870 podía significar que terminara secundaria. O
que se convirtiera en sombrerera. Pero para Elsie Joy, significaba casarse con
Nelson Piper y dirigirse al Oeste por el Camino de Oregón.
María Lourdes Ortega. Su segundo nombre predecía milagros. Me encanta
la pronunciación en español —«Lourdes»— con sus letras redondas con es-
quinas. Mucho más rica que la brusca «Lourdes» francesa, donde lo líquido
de la primera sílaba se seca en la rápida entrada de la segunda. Apuesto que
María Lourdes fue la primera guarda forestal de su familia. Los periódicos de
la semana pasada no lo decían, pero estoy casi segura.
Patricia Helen Buckley. Helen, por supuesto, significa «luz». No estoy se-
gura de que ilumine la UCI donde soy enfermera; hay mucha competencia de
los que juegan con las pelotas de colores. La luz necesita combustible, de mo-
do que disfruto de estas salidas de fin de semana a los parques regionales —a
—————
1 Publicado originalmente como Miner, Valerie (2004), «Three Women by the river, at one
time or another», Abundant Light, Michigan State University Press.
302 CUERPOS Y DIFERENCIAS

veces paso la noche de acampada, otras, como hoy, sólo para un picnic y hus-
mear por ahí—.
Elsie Joy Piper, 1850-1875, murió dando a luz a su hija, Eleanor Ruth Pi-
per. Justo aquí, en esta orilla del río en Idaho. No me puedes decir que esa ni-
ña tuvo una vida fácil: Ruth, la seguidora. Pero la verdad es que es por Elsie
Joy por la que estoy aquí, y por María Lourdes. He leído sobre ambas.
Tres balas en la hermosa cabeza de María Lourdes. Un francotirador desa-
pareció entre la maleza. Uno de la serie de asesinatos de mujeres guardabos-
ques en parques regionales en el área interprovincial, según el artículo —el
sospechoso, un hombre alto, con barba blanca, entre veinte y cuarenta—.
(¿Tal vez el pobre y apenado señor Piper se quedó todos estos años para ron-
dar la tumba de su esposa?). Los periódicos y la radio avisaban a las mujeres
de que no visitaran el parque a solas.
Una alegre y luminosa tarde —el aire seco dando la bienvenida tras un ma-
yo lluvioso que se filtró hasta bien entrado junio—. Desacostumbradamente
húmedo para la parte alta del desierto. Tranquilamente aquí ante la mesa de
picnic frente al río. Silencio, salvo el siseo eléctrico de las abejas y la extrac-
ción de la amarga salvia por las polillas. Aquellas flores parecían azules o la-
vanda, pero eran moradas, tal vez sólo era el mito del Oeste que requería salvia
morada. Me gustaría preguntarle a María Lourdes.
Desenvuelvo mi pavo en pan con alto contenido en fibra y una bolsa de
zanahorias enanas. María Lourdes probablemente no tuvo que preocuparse
nunca por su peso, si pasaba el día dando vueltas por las hectáreas de parque.
Su especialidad eran las plantas del desierto poco comunes. El periódico del
domingo decía que le gustaba hacer largas distancias en bicicleta durante sus
vacaciones.

***

Esta mañana temprano, cuando conducía entrando en el parque, la directora


del Museo del Camino de Oregón se ha sorprendido al verme. No han tenido
muchos visitantes desde el tiroteo. Me aseguró que la sala de exhibiciones es
segura, el Servicio del Parque ha enviado un guardia armado. La mujer me
pregunta si soy historiadora y le digo que sí. Hace muchos años, me enteré de
que dejan a los historiadores entrar en habitaciones secretas de los museos re-
gionales, les enseñan documentos, periódicos, cartas. De modo que tengo una
carrera de amplio espectro en Vanderbilt, la Universidad de Colorado y —por
qué no— Berkeley.
Me enseña el diario de Elsie Joy, un libro encuadernado en cuero rojo con
páginas amarillentas. No puedo dejar de sentarme dos horas a leer la despedi-
TRES MUJERES EN EL RÍO, EN UN MOMENTO O EN OTRO 303

da de Cincinnati, la emocionante primera semana de su viaje, las calamidades


por las que pasa el grupo por las ruedas rotas, los niños enfermos y el duro
clima. Su camino hacia el Oeste se hace mucho más lento de lo esperado. Elsie
Joy nunca pensó en dar a luz antes de estar seguros en Oregón. Me pregunto
que nuevo mundo anticipaba. ¿Creyó que el océano iba a ser realmente pacífi-
co? ¿Había oído hablar de los árboles gigantes? ¿Creyó que el final del conti-
nente era una especie de culminación? El entusiasmo en los ojos de Elsie Joy
se hace evidente en sus descripciones de alces, búfalos, lobos, osos, garzas, y
flores que no sabía nombrar. En otra vida tal vez habría sido María Lourdes.
Pescando en el museo y prometiéndole a la directora —otra Patricia— que
le enviaría una copia de mi artículo, recojo mi mochila y me dirijo hacia el río.
Patricia viene corriendo tras de mí, lanzando advertencias sobre el francotira-
dor de la semana. A lo mejor se le ha olvidado que ya lo habíamos hablado
cuando llegué. El asesinato de su amiga María Lourdes la ha traumatizado.
La escucho con respeto y le digo que estaré bien —que he quedado con
amigos en el río para comer—.
Patricia mira alrededor dudando.
«Llegan tarde», digo encogiéndome de hombros.
Una furgoneta llena de visitantes se detiene y, ansiosa, se excusa para dar-
les la bienvenida.

***

Estos sándwiches no estarían mal si les añadiese tomate y una ola de mostaza.
Las zanahorias están dulces y crujientes. Levanto mi botella de agua pasándo-
sela a Elsie Joy y María Lourdes. Como Patricia, se preocupan de que esté allí.
Sola.
«Pero no estoy sola», digo burlonamente.
María Lourdes se ríe.
Pienso que entiende a qué he venido.
«Así que lo sabes todo de nosotras». María alcanza la botella de agua, da
un sorbo.
«La próxima vez», digo, mirando el reloj y calculando el camino de regreso
a Twin Falls.
Elsie Joy lo intenta otra vez: «Éste no es un lugar seguro».
«Cambiaremos las cosas», le digo, preguntándome por qué la sangre que
corre por mis venas me otorga algún poder o sabiduría especial.
«Cambiaremos las cosas», repito.
Es algo que las tres hemos creído en un momento o en otro.
EPÍLOGO
DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA:
PERSPECTIVAS MONISTAS VS. PERSPECTIVAS PLURALISTAS1

HELEN LONGINO
(Traducción de María González Aguado)

C
iertas diferencias corporales se han interpretado como señales de una
cualificación diferencial para participar en la sociedad de manera ple-
na (al menos así ocurre en los Estados Unidos, pero también en otros
lugares). Aquí, pienso particularmente en las diferencias que constituyen la di-
ferencia sexual y racial, diferencias que han sido asociadas a habilidades dife-
renciales de tipo cognitivo e intelectual (habilidades matemáticas y verbales), a
diferentes disposiciones temperamentales y de comportamiento (agresión vs.
cuidado, búsqueda del riesgo vs. su evitación) y a diferentes orientaciones
afectivas y eróticas. Las diferencias corporales no son estudiadas simplemente
como signos, sino como la causa de diferencias de comportamiento y tempe-
ramento. El grueso del debate se centra en determinar cuándo las diferencias
—externas o internas al cuerpo, pero que ejercen influencia sobre él— son los
—————
1 Este texto está basado en mi ensayo «Theoretical Pluralism and the Scientific Study of
Behavior», publicado en el volumen Scientific Pluralism, editado por Stephen Kellert, Helen
Longino y C.K. Waters, University of Minnesota Press, 2006.
306 CUERPOS Y DIFERENCIAS

factores causales responsables de la generación de estas supuestas diferencias


temperamentales y de comportamiento causantes de las diferencias en las
oportunidades de vida.
He estado desarrollando un análisis epistemológico de carácter comparati-
vo y también social. En este estudio —basado en la asistencia a seminarios y
conferencias, en el análisis de artículos en revistas de investigación y de inte-
racciones polémicas entre investigadores y en el meta-análisis de las represen-
taciones de la investigación y de sus implicaciones en el espacio público— he
atendido, en primer lugar, a lo que podría ser denominado como «formas
próximas de investigación», después de la distinción de Ernst Mayer; es decir,
he excluido los enfoques evolucionistas del comportamiento. Entre esas «for-
mas próximas de investigación» he investigado tanto los enfoques de factor
simple —el genético, neurobiológico y socio-ambiental— como los enfoques
integradores —lo que se conoce como teoría de los sistemas de desarrollo, así
como enfoque G+E+N— , recientemente introducidos por Avshalom Caspi y
Terrie Moffit.

La genética del comportamiento se divide en genética cuantitativa de poblacio-


nes y genética molecular. Ambas buscan identificar las contribuciones de los
genes al comportamiento. La genética clásica de poblaciones intenta correlacio-
nar las variaciones en la expresión de algunos rasgos en una población dada con
la variación genética de dicha población. Busca dar respuesta a la siguiente cues-
tión: ¿qué proporción de un comportamiento (B) de interés es heredable?; eso
da lugar a la pregunta: ¿qué proporción de la diferencia en la expresión de B en
una población está correlacionada con la diferencia genética en esa población?
Su método se basa en la búsqueda de concordancias y variaciones entre indivi-
duos biológicamente relacionados, intentando separar la influencia genética de
la ambiental mediante el estudio de personas adoptadas y de gemelos separados
al nacer o poco después. La genética clásica de poblaciones enriquece sus mé-
todos con una variedad de técnicas entre las que se incluyen análisis longitudi-
nales que señalan el problema de la estabilidad y mutabilidad de la influencia
genética en un comportamiento con el paso del tiempo. Una de las virtudes de
la genética de poblaciones es que, cuando las concordancias familiares insinúan
alguna influencia genética, el comportamiento se convierte en objeto de análisis
de la genética molecular, disciplina que busca asociaciones entre rasgos fenotí-
picos y grupos de genes específicos o regiones de genes. Las cuestiones plantea-
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 307

das por la genética molecular se centran en cuándo los marcadores genéticos


—que son regiones de genes multialélicos cuya frecuencia puede ser medida de
una manera relativamente fácil— pueden ser asociados con la incidencia de B
en un pedigrí o en un linaje familiar dado. Idealmente, las mutaciones genéticas
pueden ser identificadas a través de estos procesos que pueden ser relacionados
causalmente con la incidencia de B.
La neurofisiología y la neuroanatomía están interesadas en identificar el
papel de las estructuras y procesos neuronales que intervienen en el com-
portamiento B. Un elemento de la neurofisiología estudiado intensamente
ha sido el sistema serotonérgico: el conjunto de procesos implicados en la
difusión y reabsorción del neurotransmisor denominado serotonina. La va-
riación de la concentración de serotonina en el número y la distribución de
sus receptores y en su reabsorción ha sido asociada con un número de fe-
nómenos psicológicos y comportamentales que van desde la depresión al
suicidio y la agresión.
Este enfoque de investigación también aborda otro tipo de cuestiones,
entre otras, determinar cuándo los procesos neuronales —distribuidos o lo-
cales— asociados a B interactúan con otros procesos neuronales y orgáni-
cos, etc.
Los enfoques socio-ambientales aspiran a dilucidar el papel del entorno
y de otros factores exógenos en el comportamiento B. ¿Pueden estos enfo-
ques investigar el papel de variables macrovariables (clase social, etnia, raza
e identidad cultural, población urbana/población rural, inmigrante/nativo,
etc.) en la expresión y frecuencia de un comportamiento de interés? ¿Pue-
den investigar la influencia en la expresión de B de microvariables como la
familia, la escuela, el grupo de iguales, la exposición a los medios? ¿Predo-
mina alguno de ellos en la expresión de B? Otras cuestiones que aborda es-
te tipo investigación serían las siguientes: ¿interactúan las variables macro y
micro en la expresión de B? ¿Cómo? ¿Cómo intervienen las diferencias
dentro de una familia en la expresión de B entre sus miembros?
La mayoría de los investigadores asumen que los comportamientos ob-
servables son el resultado de las interacciones entre los mencionados facto-
res. No se discute si éstos son reales o no, o si desempeñan un papel u otro,
sino cuál de ellos predomina y cómo cuantificar su contribución relativa a
las manifestaciones comportamentales. De ahí que los investigadores no ne-
cesiten justificar si éste o aquel factor influye sobre el comportamiento, sino
la manera de medir y calcular sus valores relativos. Tanto la validez como la
duda acerca de estos enfoques se traducen en si alguno de ellos posee las
herramientas para calcular los factores señalados por los demás. El debate,
entonces, versa menos sobre ontología que sobre metodología: dado que
308 CUERPOS Y DIFERENCIAS

todos los factores identificados por estos enfoques tienen alguna influencia,
¿qué enfoque será el que nos dé más información acerca de la etiología del
comportamiento?

II

Es necesario que todos los enfoques asuman que los rasgos sometidos a inves-
tigación son rasgos bien definidos. Por esto quiero decir que los rasgos tienen
claros criterios de identificación, de operabilidad y de medida. En algún otro
lugar he mostrado que esta asunción no está demostrada en el caso de la agre-
sión y de la orientación sexual, dos tipos de comportamiento que han sido ex-
tensamente estudiados2.
Pero, en relación con el tema que nos ocupa, tomaremos un elenco de po-
sibles tipos de causa que puede ser representado en una gráfica como la de la
Figura 1.

Espacio Causal
Genotipo 1 Genotipo 2 Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno Estatus so-
[pares de [todo el trauterino (patrones compartido compartido cio-
alelos genoma] de secre- (orden de (intra- económico
ción hor- nacimiento; familiar) (ingresos
monal; me- diferente (actitudes parentales;
tabolismo atención parentales; nivel edu-
neuro- parental; disciplina; cativo; ra-
transmisor) grupo de estilos co- za/
Anatomía pares) municati- etnia)
(estructura vos; abusi-
cerebral) vo/no
abusivo)
FIGURA 1.

La especificidad de los supuestos que integran y configuran los enfoques indi-


viduales de investigación y los métodos de observación y medida que éstos
emplean significa que este elenco (se supone implícitamente que todos sus
componentes desempeñan algún papel) es activado en un enfoque dado, so-
lamente de manera parcial.

—————
2 Longino (2001, y futuras publicaciones).
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 309

La genética del comportamiento maneja los siguientes supuestos:

1. Las contribuciones causales de los genes en la inculcación de una dispo-


sición comportamental son separables de otros factores causales que de-
terminan dicha inculcación; es decir, dado que hay una interacción en-
tre factores genéticos y no genéticos, es posible distinguir sus
respectivas contribuciones al desarrollo de la disposición a presentar al-
gún comportamiento particular.
2. Los efectos de los genes son separables de los efectos de otros factores,
es decir, es posible distinguir a nivel fenotípico qué y cuánto de un ras-
go es debido a factores genéticos y qué y cuánto a factores no genéticos.
3. La herencia es una medida apropiada de la influencia de los genes, es
decir, los estudios de la variación de la expresión de un comportamien-
to en poblaciones determinadas, diseñados adecuadamente, revelarán la
influencia de la genética en el desarrollo de ese comportamiento3.

Otros supuestos que incorporan los métodos de los estudios sobre la he-
rencia (estudios de gemelos y de adoptados que intentan diferenciar el influjo
de la similitud de la estructura genética de la similitud del entorno de creci-
miento) serían los siguientes:

4. El espacio causal disponible puede representarse mediante la inclusión


de determinantes genéticos y ambientales (incluyendo un factor de
error en la ecuación).
5. El entorno es susceptible de ser dividido en entorno compartido y en-
torno no compartido; por lo tanto, también lo será la variabilidad esti-
mada producida por factores genéticos y por factores ambientales com-
partidos.

De dichos supuestos se infiere que los métodos de la genética clásica del


comportamiento abren un espacio causal a la investigación que toma la si-
guiente forma:

—————
3 Hay cierto nivel de error en la representación de las conclusiones de los estudios de he-
rencia: de pensar en la contribución de la genética en la diferencia de la expresión de un rasgo
en una población determinada se pasa a la expresión de un rasgo simpliciter. (Subrayado de la
autora).
310 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Espacio causal de la genética del comportamiento:

Genotipo 1 Genotipo 2 Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno Estatus so-


(pares de (todo el trauterino (patrones compartido compartido cio-
alelos) genoma) de secre- (orden de (intra- económico
ción hor- nacimiento; familiar) (ingresos
monal; me- diferente (actitudes parentales;
tabolismo atención parentales; nivel edu-
neuro- parental; disciplina; cativo; ra-
transmisor) grupo de estilos co- za/
Anatomía pares) municati- etnia)
(estructura vos; abusi-
cerebral) vo/no
abusivo)
Líneas diagonales = espacio activo (aunque, en principio, podría incluir rasgos de un entorno com-
partido [intra-familia], en la práctica no se tienen en cuenta o son incluidos en las categorías SES)
Espacio liso = espacio inactivo (vacío; distribuido arbitrariamente o efecto de genotipo)
FIGURA 2.

Los genetistas moleculares, en primer lugar, identifican una población que


comparta un rasgo X y que probablemente comparta configuraciones genéti-
cas (a través de análisis de linajes). A continuación buscan la presencia de va-
riaciones alélicas compartidas mediante el uso de indicios aportados por el
análisis X. Sus supuestos serían:

1. Se puede determinar la tasa base de un rasgo en la población general (y


es lo suficientemente alta o baja para poder verificar la variación alélica
detectada en el marcador de interés).
2. El tamaño de la muestra es siempre suficiente para la detección de va-
riaciones alélicas relevantes en cualquier estudio dado.
3. El espacio causal de interés es la variación de los posibles alelos y/o el
genoma total.
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 311

Lo que da lugar a la siguiente selección de la gráfica.

Espacio causal de la genética molecular del comportamiento:


rejilla

Genotipo 1 Genotipo 2 Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno Estatus so-


(pares de (todo el trauterino (patrones compartido compartido cio-
alelos) genoma) de secre- (orden de (intra- económico
ción hor- nacimiento; familiar) (ingresos
monal; me- diferente (actitudes parentales;
tabolismo atención parentales; nivel edu-
neuro- parental; disciplina; cativo; ra-
transmisor) grupo de estilos co- za/
Anatomía pares) municati- etnia)
(estructura vos; abusi-
cerebral) vo/no
abusivo)
Líneas diagonales= espacio activo
Enrejado= posibles interacciones con factores en el espacio activo
Liso= espacio inactivo
FIGURA 3.

Los investigadores socio-ambientales pretenden identificar qué factores de


los entornos de los individuos pueden conducirles a desarrollar un patrón de
comportamiento y no otro. Éstos son sus supuestos:

1. Los factores sociales y familiares son causalmente independientes de los


sujetos para quienes éstos constituyen un entorno.
2. O los sujetos son lo suficientemente uniformes de manera endógena o
bien la variación genética se distribuye de manera arbitraria en sus suje-
tos y de manera general en la población, lo que facilita la correlación de
la variación en el comportamiento con la variación en el entorno.
3. El espacio causal de interés es la variedad de los factores ambientales
que pueden incidir en el comportamiento y el desarrollo de disposicio-
nes.
312 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Esta asunción genera esta selección de la gráfica bastante diferente:

Espacio causal potencial de los enfoques socio-ambientales:

„„„„„„„„„

Genotipo 1 Genotipo 2 Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno Estatus so-


(pares de (todo el trauterino (patrones compartido compartido cio-
alelos) genoma) de secre- (orden de (intra- económico
ción hor- nacimiento; familiar) (ingresos
monal; me- diferente (actitudes parentales;
tabolismo atención parentales; nivel edu-
neuro- parental; disciplina; cativo; ra-
transmisor) grupo de estilos co- za/
Anatomía pares) municati- etnia)
(estructura vos; abusi-
cerebral) vo/no
abusivo)
Líneas verticales y diagonales= espacio activo
Liso: espacio inactivo (rasgo como herencia uniforme; variación distribuida arbitrariamente)
FIGURA 4.

Los enfoques neurobiológicos también se sirven de supuestos propios de


las metodologías de investigación que tienen a su disposición. Estas suposi-
ciones asumen, por ejemplo, que las zonas del cerebro que muestran un mayor
metabolismo de glucosa durante un proceso concreto de pensamiento están
causal o constitutivamente implicadas en dicho proceso de pensamiento, tam-
bién que los correlatos anatómicos conductuales están funcionalmente rela-
cionados con las conductas con las que están vinculados y, en algunos casos,
que el desarrollo de ese correlato anatómico precede, en vez de suceder, a las
conductas de interés. Estos dos supuestos operan dentro de una estructura
concreta del espacio causal.
Como ilustran las gráficas, cada enfoque se sitúa en un diferente universo
causal, lo que hace imposible una evaluación comparativa. Las mediciones de un
mismo fenómeno que hayan sido tomadas según un supuesto sobre la estructura
del espacio causal no necesitan ser consistentes con todos los enfoques. Los
factores no susceptibles de ser medidos dentro de un enfoque determinado
pueden hacer que las estrategias de medida no sean capaces de tomar o de
atribuir a diferentes categorías. Los efectos uterinos, por ejemplo, pueden ser
considerados efectos ambientales para un enfoque genético y efectos genéticos
para un enfoque ambiental. Y tanto el enfoque genético como el ambiental
pueden decir uno del otro que no consideran relaciones causales que el con-
trario puede identificar. Dado que todos aceptan la interacción de múltiples
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 313

factores causales en la inculcación de una disposición comportamental, un en-


foque más integral parece más plausible. Pero aquí se presentan diferentes di-
ficultades.

Espacio causal potencial de la investigación fisiológica y anatómica:

Genotipo 1 Genotipo 2 Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno Estatus so-


(pares de (todo el trauterino (patrones compartido compartido cio-
alelos) genoma) de secre- (orden de (intra- económico
ción hor- nacimiento; familiar) (ingresos
monal; me- diferente (actitudes parentales;
tabolismo atención parentales; nivel edu-
neuro- parental; disciplina; cativo; ra-
transmisor) grupo de estilos co- za/
Anatomía pares) municati- etnia)
(estructura vos; abusi-
cerebral) vo/no
abusivo)
Líneas diagonales= espacio activo
Enrejado= posibles determinantes del espacio activo
Liso= inactivo (aunque algunos estudios lo consideran determinante para entornos compartidos
intra e inter-familiares)
FIGURA 5.

La Teoría de los Sistemas de Desarrollo (DST)4 es el nombre dado a un au-


daz conjunto de afirmaciones sobre el desarrollo de los organismos, incluyendo
el desarrollo de las disposiciones de comportamiento, que se postula como un
desafío a la teoría evolutiva ortodoxa, así como a la genética del desarrollo. La
unidad de desarrollo y evolución es el «sistema de desarrollo», un conjunto de
factores que interactúan de manera compleja, que coinciden en el organismo
individual, pero que no están contenidos dentro de su piel. Los interrogantes
que plantea este enfoque serían: ¿cómo un comportamiento dado (B) puede
expresarse en los individuos? ¿Puede determinarse qué trayectorias de desarro-
llo culminarán en B? ¿Está mediatizada la disposición a B? Si es así, ¿cómo? ¿A
qué niveles de integración y organización orgánica son relevantes los procesos
causales o de desarrollo para que B ocurra? ¿Cómo se desarrolla la complejidad
de organización y especialización de funciones en un organismo individual?
Dado que los diferentes tipos de factores causales no pueden ser separados,
¿cómo pueden ser estudiadas las interacciones intra e internivel?

—————
4 Por sus siglas en inglés, Developmental Systems Theory (nota de la traductora).
314 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Los supuestos de este enfoque son:

1. La interacción de causas significa que nunca es posible su separación.


2. La única cuestión biológica de interés es la cuestión del desarrollo.
3. Se encontrarán los métodos para poder observar la interacción causal
de factores.
4. La unidad de análisis ha de ser el sistema de desarrollo.

Dado el supuesto 1, el espacio causal de la Teoría de los Sistemas de Desa-


rrollo abarca todos los tipos de factores, es decir, la gráfica entera, y lo que
cambia el supuesto 4 no es realmente una propiedad simple o una propensión
del organismo, sino el conjunto completo de factores que están interactuando;
ambos, causa y efecto, pertenecen al mismo universo y se distinguen por ser
estados diferentes del mismo.

Teoría de los sistemas de desarrollo


Genotipo Genotipo Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno compar- Estatus socio-
1 2 trauterino (patrones compartido tido (intra- económico (in-
[pares de [todo el de secre- (orden de na- familiar) gresos paren-
alelos genoma] ción hor- cimiento; dife- (actitudes paren- tales; nivel edu-
monal; me- rente atención tales; disciplina; cativo; raza/
tabolismo parental; estilos comunica- etnia)
neuro- grupo de pares) tivos; abusivo/no
transmi- abusivo)
sor)
Anatomía
(estructura
cerebral)

Genotipo Genotipo Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno compar- Estatus socio-
1 2 trauterino (patrones compartido tido (intra- económico (in-
[pares de [todo el de secre- (orden de na- familiar) gresos paren-
alelos genoma] ción hor- cimiento; dife- (actitudes paren- tales; nivel edu-
monal; me- rente atención tales; disciplina; cativo; raza/
tabolismo parental; estilos comunica- etnia)
neuro- grupo de pares) tivos; abusivo/no
transmi- abusivo)
sor)
Anatomía
(estructura
cerebral)
Representación parcial de las relaciones causales. Cada tipo de factor puede afectar a los demás
e influir en el modo en el que otro tipo de factor afecta a estados orgánicos de nivel superior.
FIGURA 6.
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 315

Probablemente tiene algún sentido afirmar que esto, o algo que se le parez-
ca, es el panorama correcto, pero esto no es un análisis del espacio causal que
se preste a la investigación empírica; además, para poder ser analizado en rela-
ción con cualquiera de los enfoques de factor simple de forma empírica, los
valores de todos sus factores y la intensidad de sus mutuas interacciones y
modificaciones tendrían que ser medidos de manera simultánea. Incluso si se
pudiera construir simulaciones informáticas que mostraran cómo funciona, la
determinación empírica superaría las capacidades de los actuales sistemas de
medida. Por lo tanto, aunque éste fuera el panorama correcto, no estaríamos
legitimados para afirmar tal cosa a tenor de la evidencia empírica.
Recientemente un enfoque integracionista más estricto ha conseguido una
considerable atención. El equipo de Avshalom Caspi, Terri Moffit y sus colabo-
radores ha ideado un modelo específico que representa la interacción entre genes
y factores ambientales en la etiología de comportamientos y desórdenes psicoló-
gicos específicos5. Su modelo postula un sustrato neuronal para cualquier desor-
den dado en el que intervengan tanto genes como estímulos medioambientales.
Las cuestiones de la investigación en este enfoque serían: para un desorden psi-
quiátrico específico DP, ¿cuál es el sustrato neurológico, N, del desorden psiquiá-
trico DP? ¿Cuál es el desorden específico DN subyacente a DP? ¿Cómo interac-
túan G y E al provocar que N induzca DN? La información empírica sobre la que
se basa el modelo se compone de, por un lado, investigación en genética del de-
sarrollo y del comportamiento que muestre una correlación entre DP (p. ej. de-
presión) y alguna configuración alélica y, por otro, de investigación ambiental
que muestre, a su vez, alguna correlación entre DP y la exposición a un estresor
ambiental (p. ej. muerte del cónyuge). Caspi, Moffit y su equipo han conseguido
mostrar que los individuos caracterizados porque en ellos coinciden el alelo y el
estresor medioambiental muestran una mayor incidencia del desorden de com-
portamiento particular y problemático que los individuos que presentan sólo
uno de los dos factores. Todo ello, junto con el supuesto de la implicación neu-
ronal, les conduce a proponer el modelo de la página siguiente.
La esperanza es que un desorden psiquiátrico específico pueda ser ligado
con algún déficit o desorden neurobiológico y que, a su vez, el desorden neu-
robiológico pueda ser ligado con una configuración genética. La contribución
neurobiológica podrá ser identificada mediante algún tipo de triangulación
que relacione genes (identificados mediante estudios de herencia y análisis de
marcadores de ADN) y entornos susceptibles de ser estudiados mediante mé-
—————
5 Katheleen Merikangas y sus colegas han publicado recientemente un meta-análisis que arroja
algunas dudas sobre la conexión entre gen y depresión, que ha sido uno de los principales apoyos
empíricos del enfoque integracionista de Caspi y Moffit (Risch, Herrell, Lehner, et al., 2009).
316 CUERPOS Y DIFERENCIAS

1 Desorden ligado a un sustrato


neuronal N
+
2 Entorno N que afecta Variación genética en respuestas
+ [(G x E)]
al sustrato N del neurosistema al entorno
+
3 Genotipo que afecta al sustrato
neuronal N
FIGURA 7.

todos socio-ambientales. La aplicación del modelo implica que los genes para un
determinado desorden moderan el efecto de ambientes patógenos (es decir, que
una mayor influencia de la coincidencia de la configuración genética y el estresor
ambiental es interpretada como una sensibilidad a los estresores ambientales in-
ducida genéticamente), que esta neurociencia experimental puede determinar el
papel de la reactividad del sistema nervioso en la interacción entre gen y ambien-
te (esto es, será capaz de identificar la naturaleza de este incremento de la sensi-
bilidad) y que es posible superar el desafío que supone el reducido tamaño de las
muestras, por ejemplo, mediante idealizaciones y analogías.
Con estas asunciones, el espacio causal potencial es, de alguna manera, re-
configurado:

Espacio causal para el enfoque G+E+N:

Genotipo 1
(pares de alelos)

Fisiología (patrones de Entorno no compartido Entorno compartido


secreción hormonal; (intra-familiar)
metabolismo neuro- (orden de nacimiento;
transmisor) + diferente atención paren- (actitudes parentales,
tal; disciplinas, estilos
Anatomía pares) comunicativos de crian-
(estructura cerebral) Experiencia de pérdida za)

└────┬────┘
Desorden
Dp
Solamente se estudia una selección de factores que interactúan produciendo un desorden particular.
FIGURA 8.
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 317

El análisis de las presuposiciones causales y los métodos de estos enfoques


revela, pues, que cada uno de ellos opera en un universo causal diferente6. La
filosofía ofrece diferentes maneras de responder a esta situación, pero limité-
monos a un solo registro epistemológico de expresión para una mejor consi-
deración. El monismo sostiene que hay una única explicación correcta y com-
prensible y que es posible establecer una evaluación comparativa para
identificarla. El pluralismo, por su parte, sostiene que puede haber múltiples
explicaciones correctas, admite también que ninguna de ellas es totalmente
comprensible y que es posible establecer una evaluación comparativa dentro
de los límites de un enfoque (entre enfoques que cumplan algunos requisitos
empíricos mínimos), pero no entre enfoques. El pragmatismo sugiere que es-
tos enfoques deben ser juzgados según el cumplimiento satisfactorio de los
objetivos prácticos de la investigación. Cada uno de estos enfoques tiene ven-
tajas y desventajas.
El monismo cumple con el deseo de unidad y comprehensión que parece
guiar a muchos investigadores, especialmente a los teóricos. Está encaminado
hacia una epistemología relativamente simple (verdadero o falso, correcto o
incorrecto) y dota de sentido a los debates entre los partidarios de aproxima-
ciones a un fenómeno o tipo de fenómenos diferentes e incompatibles. Sin
embargo, presupone que los datos usados para elegir un enfoque pueden ser
descritos de manera única y completa. En el caso que nos ocupa, uno tiene
que preguntarse: ¿está la investigación centrada en el análisis del espacio cau-
sal adecuado para asignar valores a los componentes de los demás? Espero
que las anteriores ilustraciones del espacio causal, presupuestas por un enfo-
que de factor simple, sean suficientes para responder negativamente a esta
cuestión; aunque uno puede suponer que un análisis diferente, uno que inclu-
ya todos los factores relevantes, debe ser mejor. De los dos enfoques integra-
cionistas, uno —el enfoque de la Teoría de los Sistemas de Desarrollo— no
puede ser analizado de manera empírica, mientras que el otro está limitado a
su propio ámbito de desórdenes, no al comportamiento en general. El monis-
mo, que rige los debates que se arremolinan en la investigación y los círculos
filosóficos acerca del dualismo entre lo heredado y lo adquirido, requiere de
condiciones que no son satisfechas por los enfoques que actualmente se usan.
El pluralista estará de acuerdo, pero hará hincapié en que cada uno de los
enfoques de factor simple ha generado una investigación productiva y útil.
Cada uno de ellos puede reunir evidencias que prueben sus afirmaciones, al
—————
6 Y, cuando digo «universo causal diferente», espero que esté claro que no quiero decir
que existan esferas de causalidad ontológicamente distintas, sino que son esferas de investiga-
ción construidas conceptualmente.
318 CUERPOS Y DIFERENCIAS

igual que los factores integracionistas. El pluralismo objetará que nuestra tarea
como filósofos no es participar en debates sobre cuál de estos enfoques es el
correcto, sino entender y ayudar a articular su ámbito de acción, sus requisitos
de evidencia y sus limitaciones. Pero el pluralismo tiene otro tipo de proble-
mas: ¿en qué sentido son correctos? ¿Es la conformación —que yo había pro-
puesto como un término paraguas para el éxito epistémico o semántico— una
forma de evaluación demasiado tosca? ¿Cómo podríamos determinar qué en-
foque aplicar en situaciones prácticas si varios de ellos son correctos? ¿No
presupone la aplicación de determinados modelos y teorías científicas su su-
perioridad epistémica respecto a otras alternativas?
A mi juicio, éste es el lugar apropiado para el pragmatismo, como proce-
dimiento de clasificación de orden superior que cumple el estándar de con-
formación exigido por el pluralista. El pragmatismo es frecuentemente acusa-
do de promover la aceptación de hipótesis y teorías solamente basándose en
su utilidad, lo que trae a la memoria imágenes y recuerdos de una ciencia ra-
cista y defectuosa; pero éste, unido al tipo de requisitos empíricos central en el
pluralismo, puede ayudar a encauzar el problema de la aplicabilidad de enfo-
ques incompatibles pero empíricamente igual de válidos. El pragmatismo,
como proceso de clasificación de segundo orden, recomienda que evaluemos
las teorías y modelos en relación con las cuestiones específicas que éstos plan-
tean resolver y con los tipos de intervención que su respuesta hace posible.
Cada uno de estos enfoques desarrolla tipos de trabajo específicos, revela fa-
milias de dependencias causales particulares. El conocimiento de cada uno de
ellos conducirá a logros de utilidad. La genética del comportamiento propor-
ciona indicios sobre la función de genes concretos o conjuntos de genes y es-
trecha la búsqueda de procesos fisiológicos intermediarios (esta capacidad se
explica en el trabajo de Caspi y Moffit, entre otros). La neuroanatomía del
comportamiento y la neurofisiología dan claves para entender la interrelación
de procesos y estructuras neuronales. Esto es, si no reparamos en lo limitado
de la explicación de la expresión de un comportamiento dado, es probable
que la investigación llevada a cabo con estos paradigmas tenga resultados
cognitivos y prácticos útiles. La investigación desarrollada en el enfoque socio-
ambiental posibilita comparar el grado de efectividad de las diferentes in-
fluencias ambientales en la modificación del comportamiento. El enfoque de
los Sistemas de Desarrollo ayuda, al menos, a poner freno a la aplicación apre-
surada de modelos explicativos de factor simple y alienta la investigación que
intenta identificar interacciones específicas (la mayoría pareadas), aunque no
la investigación que mide directamente el conjunto completo de las interac-
ciones en un caso dado. Finalmente, el valor obvio del enfoque G+E+N es
que, cuando consigue obtener resultados, contribuye a identificar causas
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 319

aproximadas de desórdenes psiquiátricos identificables (en aquellos casos que


concuerden con el modelo) y, por lo tanto, también una estrategia terapéutica.
La respuesta a la pregunta «¿en que enfoque debemos confiar para que sea
aplicado en la práctica y en la política?» ha de ser: depende del tipo de inter-
vención que se necesite y de la política requerida.
El enfoque de análisis de la presente investigación ha sido guiado por una
orientación pluralista; así lo sugirió una investigación preliminar que reveló
que el esfuerzo investigador merecía la pena en todos los enfoques, siempre y
cuando pudieran esgrimirse éxitos empíricos. El pluralismo es una forma de
intentar dotar de sentido filosófico a esta situación. He tratado de mostrar
cómo todos estos enfoques pueden tener éxito, señalando que no hay un crite-
rio común de evaluación, aunque los métodos propios de cada enfoque son
válidos para separar lo adecuado de lo inadecuado empíricamente; pero el
pluralismo está incompleto sin el tipo de pragmatismo de segundo orden ex-
plicado más arriba.

BIBLIOGRAFÍA

LONGINO, Helen (2001), «What Do We Measure When We Measure Aggres-


sion?», Studies in History and Philosophy of Science 32A(4), pp. 685-704.
LONGINO, Helen (2006), «Theoretical Pluralism and the Scientific Study of
Behavior», en Kellert, Stephen, Longino, Helen y Waters, C.K. (eds.), Sci-
entific Pluralism. Minnesota studies in Philosophy of Science, Vol. XIX, Uni-
versity of Minnessota Press.
LONGINO, Helen (próxima publicación), A Comparative Analysis of Ap-
proaches in the Sciences of Human Behavior (título provisional, manuscrito
en preparación).
RISCH, Neil; Richard HERREL y Thomas LEHNER et al. (2009), «Interaccion
Between the Serotonin Transporter Gene (5-HTTLPR), Stressful Life
Events, and Risk of Depression: A Meta-analysis», Journal of the American
Medical Association, vol. 301, n.º 23, pp. 2462-71.
DATOS SOBRE LAS AUTORAS Y LOS AUTORES

Ariza, Lucía ([email protected])


Es candidata a doctora en el Departamento de Sociología de Goldsmiths,
University of London. Su investigación doctoral explora la donación de game-
tos y embriones en el contexto del tratamiento de la infertilidad en Argentina.
Posee un título de Magister en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural
(IDAES, Universidad Nacional de San Martín), y ha participado en varias in-
vestigaciones sobre estudios de género, sexualidad, y humanidades médicas.
Su investigación doctoral ha recibido el apoyo del Programa Al an, Programa
de Becas de Alto Nivel de la Unión Europea para América Latina, beca n.º
E07D403209AR, y ha sido depositaria del Overseas Research Student Award
Scheme, y del Central Research Fund of the University of London en el Reino
Unido. La autora desea agradecer la generosa ayuda financiera provista por
estas instituciones durante el curso de sus estudios.

Bergmann, Sven ([email protected])


Sven Bergmann es antropólogo cultural (M.A.) y candidato doctoral por la
Fundación General Alemana de Investigación (DFG) (German Research
Foundation) dentro del programa «Género como una categoría de Cono-
cimiento» en la Universidad de Humboldt, Berlín. Sven Bergmann es
miembro de la Collaboratory Social Anthropology of the Life Sciences (C:
SL) en el departamento de Etnología Europea en la Univesidad de Hum-
boldt, Berlín. Actualmente su investigación se centra en la significación de
las prácticas y economías en torno a la donación de gametos en Europa. Sus
322 CUERPOS Y DIFERENCIAS

áreas de interés incluyen la antropología médica, los estudios sociales de la


ciencia y la tecnología, la antropología feminista, antropología de migracio-
nes y la etnografía urbana. Sven forma parte del grupo de investigación
«Ciencias y Tecnologías del Cuerpo desde una Perspectiva CTS» (Madrid,
CSIC) y del recientemente formado grupo «Economies of Reproduction»
(http://economies-of-reproduction.org).
Algunas de sus publicaciones más recientes incluyen: «Resemblance that
Matters: On Transnational Anonymized Egg Donation in Two European
IVF Clinics» En: Knecht, Michi, Maren Klotz & Stefan Beck: Reproductive
Technologies as Global Form: Ethnographies of Knowledge, Practices, and
Transnational Encounters. Frankfurt/Main: Campus, 2011; «Fertility Tourism:
Circumventive Routes That Enable Access to Reproductive Technologies
and Substances» En: Signs: Journal of Women in Culture and Society, 2011.

Bustos, Olga ([email protected])


Psicóloga por la UNAM, México. Maestría en Psicología Educativa por la
Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania, EUA. Especialidad en Estudios de
Género del PIEM-COLMEX. Estudios concluidos de Doctorado en Psicolo-
gía Social por la UNAM. Es profesora titular a tiempo completo en la Facul-
tad de Psicología de la UNAM. Premio Sor Juana Inés de la Cruz, UNAM
2007. Premio de la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las
Mujeres, 2011. Líneas de investigación: 1) género, socialización, y medios de
comunicación; 2) género, educación superior y ciencia. Fundadora y coordi-
nadora del Centro de Estudios de la Mujer, en la Facultad de Psicología de la
UNAM (1984-1990). Actualmente es presidenta del Colegio de Académicas
Universitarias de la UNAM (CAU). Ha sido asesora y consultora en institu-
ciones como: SEP, IFE, UNICEF, PNUD, INMUJERES, IESALC-UNESCO.
Ha sido invitada en múltiples ocasiones, a nivel nacional e internacional,
para impartir cursos, seminarios, talleres, conferencias y ponencias. Pertenece
a 5 asociaciones profesionales, nacionales e internacionales. Ha publicado 78
artículos en revistas arbitradas o capítulos de libros, así como 9 libros como
autora o coautora: Perspectivas socioculturales de la violencia sexual en México
y otros países, 2010 (en coautoría con Miriam Gutiérrez); Académicas Pioneras.
Perspectivas y Contribuciones en la UNAM, 2008 (en coautoría con Norma
Blázquez); Cómo Incorporar la Perspectiva de Género en la Comunicación,
2005; Construyendo la Equidad de Género en la Escuela Primaria, 2004; Qué
dicen las Académicas Acerca de la UNAM, 2003 (en coautoría con Norma
Blázquez); Educación Superior, Género y Techo de Cristal, 2001; Ni Tan Fuer-
tes ni tan Frágiles, 1998 (en coautoría con Gabriela Delgado y Rosario Novoa);
Estudios de Género y Feminismo. Vol. II, 1993 (en coautoría con Patricia Be-
DATOS SOBRE LAS AUTORES Y LOS AUTORES 323

dolla, Gabriela Delgado, Blanca García y Lorenia Parada); Estudios de Género


y Feminismo. Vol. I, 1989 (en coautoría con Patricia Bedolla, Fátima Flores y
Blanca García).

Fernández Guillén, Francisca ([email protected])


Francisca Fernández Guillén es licenciada en Derecho por la Universidad
Complutense y máster en Práctica Jurídica y Asesoría de Empresas por el
Centro de Estudios Financieros de Madrid. Miembro del Colegio de Aboga-
dos de Madrid desde 1994, es especialista en Oratoria y Comunicación Públi-
ca, y ha realizado estudios de postgrado en Práctica Procesal Civil, Medio
Ambiente y Derecho Sanitario.
Desde hace siete años es asesora legal de la asociación El Parto es Nuestro
en derechos de la mujer en la asistencia sanitaria, y consultora habitual en esta
materia del Ministerio de Sanidad, de asociaciones profesionales de comadro-
nas y de otros grupos de interés relacionados con el feminismo y la materni-
dad. Ha escrito artículos sobre mujer, salud y derecho sanitario, y ha imparti-
do charlas en seminarios y talleres especializados sobre bioética y derechos de
las usuarias en la atención al parto. Realiza también colaboraciones docentes
en cursos y jornadas dirigidos a profesionales de la salud, organizados por di-
ferentes universidades e instituciones sanitarias.

García Dauder, Silvia ([email protected])


Doctora en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. En la ac-
tualidad es profesora titular en la Universidad Rey Juan Carlos en el área de
Psicología Social. Ha participado en diversos proyectos de investigación sobre
Ciencia, Tecnología y Género, en concreto sobre la regulación biomédica y
psicológica de los cuerpos sexuados. Tiene diversas publicaciones sobre los
discursos y prácticas médicas en el diagnóstico y tratamiento de los «estados
intersexuales» y sobre la representación de la intersexualidad en los medios de
comunicación. Además, ha publicado varios artículos sobre las pioneras psi-
cólogas y científicas sociales (en las revistas Historia de la Psicología, 2010;
REIS, 2010; Trabajo Social Hoy, 2009; Athenea Digital, 2008 y 2005) y sobre
las relaciones entre la psicología y el feminismo (ha editado el monográfico
«Desigualdades de género en “tiempos de igualdad”. Aproximaciones desde
dentro y fuera de la psicología» en la revista Quaderns de Psicología. Interna-
tional Journal of Psychology, 2010, con M. Pujal). Es autora de Psicología y
Feminismo. Historia olvidada de mujeres pioneras en Psicología (2005, ed. Nar-
cea) y co-editora de El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y
prácticas feministas queer (2005, ed. Traficantes de sueños).
324 CUERPOS Y DIFERENCIAS

González Aguado, María ([email protected])


María G. Aguado es licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma de
Madrid. Recibió el Diploma de Estudios Avanzados DEA en la Universidad
Complutense de Madrid con el trabajo «Política Sexual de los Trastornos de
la Conducta Alimentaria», dirigido por Eulalia Pérez Sedeño. Ha sido estu-
diante internacional en el programa de doctorado del departamento de Estu-
dios de las Mujeres de la Universidad de California en Los Ángeles. Como in-
vestigadora, ha participado en varios proyectos de investigación, entre los que
destacan «Cartografías del Cuerpo. Biopolíticas de la Ciencia y la Tecnología»
(FFI 2009-07138-FISO) y «Percepción Social de las Biotecnologías del Cuer-
po» (CCT005-06-00380). Ha sido editora de la revista Mester, revista del de-
partamento de Español y Portugués de UCLA, y miembro de la coordinación
de los seminarios «Ciencia, Tecnología y Género» y «Ciencia, Género y Bio-
tecnologías del Cuerpo».

Ibáñez Martín, Rebeca ([email protected])


Rebeca Ibáñez Martín es licenciada en Historia por la Universidad Complu-
tense de Madrid, máster en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología por
la U. de Oviedo, y en Teoría Crítica Feminista, por la UCM. Actualmente es
candidata doctoral en el Departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad del
Instituto de Filosofía, CCHS, CSIC, Madrid. Ha cursado estancias de investi-
gación predoctorales en las Universidades de Sussex (Reino Unido), Davis,
California (Estados Unidos), Aarhus (Dinamarca) y Amsterdam (Países Ba-
jos). Realiza una investigación en distintos espacios (cocinas urbanas, labora-
torios de alta cocina, productores) sobre la diversidad de prácticas en torno a
las grasas y la ingesta (o no) de éstas, centrándose en las epistemologías alre-
dedor de estas prácticas.
Colabora en el proyecto «Eating Bodies in Western Theory and Practice»,
dirigido por Annemarie Mol, y forma parte activa de los equipos de investiga-
ción «Cartografías del cuerpo» (MICINN, 2010-2012), del grupo «Concepto
y Dimensiones de la Cultura Científica» (FFI2008-06054/FISO) y del grupo
«Eating Bodies in Western Theory and Practice». Rebeca forma parte de la
Red de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología del Estado Español
(http://redescts.wordpress.com/) y organizó junto a otros compañeros el pri-
mer encuentro de esta red, celebrado en Madrid: «Haciendo Visible lo Invisi-
ble» (http://medialab-prado.es/). Ha publicado junto con Marta González
García «Conocer, creer y comprar: el papel de la cultura científica en las acti-
tudes hacia los alimentos funcionales y el medio ambiente», en: Apropiación
social de la ciencia, ed. Jose Antonio López Cerezo, Biblioteca Nueva, Madrid,
2008. También, junto a Marta González García, «Una alimentación de cuida-
DATOS SOBRE LAS AUTORES Y LOS AUTORES 325

do: la biomedicalización y la persistencia de la performatividad de género en


la comercialización de los alimentos funcionales» en la Revista KORE, vol. 2,
2010.

Law, John ([email protected])


John Law es profesor de Sociología en la Universidad Open University, Reino
Unido. Law es co-director del CRESC (ESRC Centro para La Investigación del
Cambio Socio Cultural). Law es autor de los libros: John Law (2004), After
Method: Mess in Social Science Research, London, Routledge; John Law (2002),
Aircraft Stories: Decentering the Object in Technoscience, Durham, North Caro-
lina, Duke University Press; John Law (1994), Organizing Modernity, Oxford
and Cambridge: Blackwell; John Law and Peter Lodge (1984), Science for Social
Scientists, London: Macmillan. Y de gran número de artículos.

Longino, Helen ([email protected])


Es profesora Clarence Irving Lewis en Filosofía en Stanford, EE.UU. Sus áreas
de interés son la filosofía de la ciencia, la filosofía de la biología, la epistemo-
logía social y la filosofía feminista. Actualmente, Longino está completando un
monográfico en el que analiza las estructuras de evidencia y los marcos de in-
vestigación que sirven de referencia en el estudio del comportamiento huma-
no. Helen Longino se graduó en estudios literarios y posteriormente se docto-
ró en Lógica y Filosofía del Lenguaje, interesándose por la filosofía de la
ciencia y del conocimiento. Longino fue una activa militante contra la guerra y
en el movimiento de liberación de las mujeres durante las décadas de los 60 y
70, contribuyendo a establecer los programas de estudios de las mujeres en al-
gunas de las instituciones en las que enseñó durante aquella época. Helen es la
presidenta del comité «American Philosophical Association’s Committee on
the Status of Women in the Profession». Algunos de los libros que ha publi-
cado son: The Fate of Knowledge: Toward a Hybrid Epistemology. Princeton
University Press (1998) y Science as Social Knowledge: Values and Objectivity
in Scientific Inquiry. Princeton Univ. Press (1990). Además, editó junto con
Evelyn Fox Keller el libro Feminism and Science en 1996.

Miner, Valerie ([email protected])


No sé si soy primero una escritora o una viajera, pero sí sé que me interesé
muy temprano por explorar y por contar historias. En la cocina, escuchaba a
mi madre contar anécdotas de sus memorias de infancia en Edimburgo, de sus
memorias de Princes Street, de los recados en la tienda de la esquina donde
compraba fruta y el periódico The News of the World. En el jardín de atrás de
nuestra casa, disfrutaba sentada en el césped mientras escuchaba a mi padre,
326 CUERPOS Y DIFERENCIAS

marino, contar historias sobre telas que había visto en Argentina, o algas sa-
brosas que había probado en Japón, mientras enderezaba las ramas de sus to-
mates. Durante los largos meses que mi padre pasaba en el océano, esperaba
su regreso, excitada con la previsión de escuchar más historias y, sobre todo,
por la muñeca en trajes exóticos que me traería. Aquellas muñecas de Japón y
de Corea, de Holanda y de Jamaica, de la República Dominicana, están ahora
acomodadas juntas en mi librería. Siempre supe que cada una tenía una per-
sonalidad única, y siempre supe que esa personalidad estaba estrechamente
relacionada con su lugar de origen. Ya de adulta pasé 10 años de mi vida entre
Inglaterra, Australia, India, Canadá, y también viajé a otros países en Asia,
África y América Latina. Hoy en día, tengo mis inquietudes éticas y espiritua-
les sobre la diferencia de visitar y traspasar, describir y apropiarse. Estos viajes
hicieron que «volver a casa» se convirtiera en algo mucho más fascinante, ya
que conocía otros lugares (contextos) con respecto a los cuales comparaba la
comida, las costumbres y las voces a las que estaba acostumbrada. «Casa» se
convirtió en algo pequeño y gigante al mismo tiempo, bastante más complica-
do que aquel lugar del que partí por primera vez. Y así, nunca fui capaz de
pensar en casa sin echar mano de un mapa —el contexto—. Así, «casa» ya no
era el centro del mundo, sino que formaba parte del mundo, por fin.

Mol, Annemarie ([email protected])


Annemarie Mol, filósofa empírica, es profesora del Cuerpo en el Departamen-
to de Antropología de la Universidad de Amsterdam (UVA) (Países Bajos).
Mol, después de completar su proyecto «Good Food, good information», se
ha embarcado en el proyecto «Eating Bodies in Western Theory and Practice»
(http://eatingbodiesfluidnetwork.wordpress.com/people/), financiado por el
ERC. Esta nueva línea de investigación se concentra en las prácticas relacio-
nadas con la alimentación. ¿Qué es comer? ¿ Cuáles son las peculiaridades de
la alimentación en contextos ordinarios o extraordinarios? Annemarie Mol es
autora de los libros: The Body Multiple: Ontology in Medical Practice, 2002.
Duke Univ. Press. 196 págs; del libro publicado en 2008 The Logic of Care:
Health and the Problem of Patient Choice London: Routledge. También editó
en 2010 el volumen Care in Practice: On Tinkering in Clinics, Homes and
Farms. Annemarie Mol, Ingunn Moser, Jeannette Pols (eds.) Annermarie Mol
es autora, además, de numerosos artículos.

Pérez Sedeño, Eulalia ([email protected])


Profesora de investigación en Ciencia, Tecnología y Género en el Departamento
de Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto de Filosofía del CSIC (España).
Ha sido profesora o investigadora en la Universidad de Barcelona, U. Complu-
DATOS SOBRE LAS AUTORES Y LOS AUTORES 327

tense de Madrid, Universidad del País Vasco, Cambridge (Reino Unido) y en la


de California en Berkeley, entre otras. Ha sido Directora General de la Funda-
ción Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT, 2006-2008). Presidenta
de la Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España
(2000-2006), Vicepresidenta de AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y
Tecnólogas, 2001-2006), Coordinadora Adjunta del área de Filología y Filosofía
de la ANEP (2005-2006). Es miembro de diversos Consejos y comités científicos
de diversos organismos y revistas nacionales e internacionales y ha participado en
diversas comisiones evaluadoras y de expertos, dentro y fuera de España. Tam-
bién ha dirigido diversos proyectos de investigación nacionales e internacionales.
Ha publicado y editado diversos libros y artículos, entre los que destacan El
rumor de las estrellas, Madrid, Siglo XXI, 1986; Ciencia y género, con VVAA,
Madrid, Ed. Complutense, 2000; Las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología.
Estudios De casos, Madrid, Cuadernos de Iberoamérica, 2001; Ciencia, tecnología
y valores desde una perspectiva de género, Madrid, 2005; Igualdad y equidad en
ciencia y tecnología: el caso iberoamericano, con A. Gómez, Madrid, 2008; Cono-
cimiento e innovación, con M. Cimoli, Madrid, 2009; Un universo por descubrir:
Género y astronomía en España, con A. Kiczkowski, Madrid-México, 2010; Len-
guaje y ciencia, con P. Lorenzano, 2011.

Romero Bachiller, Carmen ([email protected])


Carmen Romero Bachiller es doctora en Sociología por la Universidad Com-
plutense de Madrid y actualmente trabaja como profesora contratada doctora
en el Dpto. de Sociología V (Teoría Sociológica) de la Universidad Complu-
tense de Madrid. Ha realizado estancias en diversos centros internacionales de
prestigio, como la Universidad de Kent en Canterbury (R.U.), la Universidad
de California, Santa Cruz (EE.UU.), la Universidad de Lancaster (R.U.) y la
Universidad de Utrecht (Holanda). Ha participados en diversos proyectos de
investigación sobre migraciones transnacionales y reestructuracción de los es-
pacios urbanos y sobre los discursos y prácticas bio-médicos en la producción
de cuerpos sexuados, en particular en la asignación y re-asignación de sexo en
personas intersexuales y transexuales, respectivamente. Ha publicado diversos
artículos y participado en varios libros que recogen su interés en ámbitos que
intercalan las perspectivas feministas interseccionales, los estudios postcolo-
niales, los estudios culturales, los estudios sociales de la tecnociencia y la teo-
ría queer, sobre los que viene trabajando en diversas investigaciones. En la ac-
tualidad está trabajando sobre diásporas queer y homonacionalismo, y sobre la
reconfiguración de hogares transnacionales y reconfiguración de las posicio-
nes de sexo/género en personas migrantes procedentes de Ecuador y Senegal
asentadas en el barrio de Lavapiés (Madrid).
328 CUERPOS Y DIFERENCIAS

Sambade, Iván ([email protected])


Iván Sambade es miembro de la Cátedra de Estudios de Género de la Univer-
sidad de Valladolid. Especializado en los estudios de la masculinidad y de
violencia de género, coordina el módulo «La violencia de género como pro-
blema social» en el Máster en Estudios de Género y Políticas de Igualdad de
la Universidad de Valladolid e imparte docencia en el Postgrado Agente de
Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres en esta misma Univer-
sidad. En relación con los efectos de los medios de comunicación en la sociali-
zación de género, ha publicado el artículo «Medios de Comunicación, Demo-
cracia y Subjetividad masculina.», en Puleo, A. (coord.), El reto de la igualdad
de género (2008). Otras publicaciones: «Cèlia Amorós: claves filosóficas para
el análisis de la identidad masculina.», en Límites y Fronteras. XLVI Congreso
de Filosofía Joven, VV.AA (2009). Su línea fundamental de investigación se
centra en las relaciones entre la filosofía política occidental y la construcción
socio-histórica de la masculinidad.

Santoro, Pablo ([email protected])


Pablo Santoro Domingo es doctor en Sociología por la Universidad Complu-
tense de Madrid en donde es profesor asociado en el Dpt. de Sociología. Pa-
blo ha cursado una estancia postdoctoral en la Science and Technology Stu-
dies Unit (SATSU) de la Universidad de York (Reino Unido). Su tesis,
presentada en el Departamento de Sociología V (Teoría Sociológica) de la
UCM, trató de las relaciones históricas entre los relatos de ciencia-ficción y el
desarrollo de la tecnociencia contemporánea, prestando especial atención a los
problemas de sociología del tiempo. Actualmente su trabajo se centra en el es-
tudio social de las nuevas tecnologías biomédicas, y, más concretamente, en
las percepciones, expectativas y nuevas formas de vinculación sociopolítica
que están desarrollándose alrededor de las células madre y las promesas de la
medicina regenerativa. Ha publicado también artículos, en revistas españolas y
extranjeras, sobre teoría sociológica y sobre sociología de la literatura.

Toledo Chávarri, Ana ([email protected])


Es licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y doc-
tora en Antropología Social por la Universidad Autónoma de Madrid. Desde
el principio de su carrera investigadora se interesó por los Estudios Sociales
de Ciencia y Tecnología, cuyos desarrollos teóricos aplicó en un ámbito muy
distinto, el desarrollo social, a través de un trabajo de campo en comunidades
campesinas de la región de Oaxaca (México). En la actualidad está interesada
en el análisis de cuestiones relacionadas con salud y alimentación. Cuenta con
diversas publicaciones en revistas y libros, y su tesis doctoral será publicada en
DATOS SOBRE LAS AUTORES Y LOS AUTORES 329

la editorial SEPHA con el título Antropólogos, caciques e indígenas: cartogra-


fías del desarrollo en el Papaloapan (2011).

Tubert, Silvia ([email protected])


Doctora en Psicología, especialista en Psicología Clínica. Ha publicado los li-
bros La muerte y lo imaginario en la adolescencia, Saltés (1982); La sexualidad
femenina y su construcción imaginaria, El Arquero (1988); Mujeres sin sombra.
Maternidad y tecnología, Siglo XXI (1991); Figuras de la madre (Editora), Cáte-
dra (1996); Figuras del padre (Editora), Cátedra (1997); Malestar en la palabra.
El pensamiento crítico de Freud y la Viena de su tiempo, Biblioteca Nueva
(1999); Sigmund Freud. Fundamentos del psicoanálisis, EDAF (2000); Un ex-
traño en el espejo. La crisis adolescente, Ludus (2000); Deseo y representación.
Convergencias de psicoanálisis y teoría feminista, Síntesis (2001); Del sexo al
género. Los equívocos de un concepto (Editora), Cátedra (2003); y colaboracio-
nes en libros colectivos y revistas.
Además ha sido profesora titular de Teoría Psicoanalítica en el Centro de
Estudios Universitarios Cardenal Cisneros, Universidad Complutense de Ma-
drid, 1993-2005. Ha dictado cursos de doctorado y máster sobre identidad
femenina, maternidad y cuestiones de género en las universidades Compluten-
se de Madrid, Autónoma de Madrid, UNED, Barcelona, Valencia, Málaga,
Oviedo, Zaragoza, Vigo, Gran Canaria, La Laguna y Buenos Aires.
Co-fundadora, directora y psicoterapeuta del primer Centro de Psicotera-
pia de la Mujer, Madrid, 1981-1990. Colaboró en diversos proyectos de inves-
tigación del Instituto Universitario de Estudios de la Dona, Universidad de
Valencia, 1996-2002.

Villarmea Requejo, Stella ([email protected])


Stella Villarmea es profesora titular en el Departamento de Historia I y Filoso-
fía, Universidad de Alcalá, y doctora en Filosofía por la Universidad Complu-
tense de Madrid. Ha sido International Visiting Scholar en Saint John’s Colle-
ge, Oxford, y becaria de investigación en University of Notre Dame, Indiana;
University of California, en Santa Bárbara y Los Ángeles. También ha impar-
tido docencia universitaria en la Universidad Complutense de Madrid, Uni-
versity of Saint Louis, Humboldt Universität y Lunds Universitet. Actualmen-
te es miembro investigador del proyecto «Normatividad y praxis. El debate
actual después de Wittgenstein» (HUM2007-60464) del Ministerio de Educa-
ción.
La justificación epistémica y moral de nuestras creencias y la relación entre
el conocimiento y la acción emancipadora vertebran la mayoría de sus investi-
gaciones. En los últimos años, intenta abordar los conceptos y experiencias de
330 CUERPOS Y DIFERENCIAS

maternidad, cuerpo y alteridad desde distintos planteamientos filosóficos. Al-


gunas publicaciones suyas se pueden encontrar en: http://dspace.uah.es/ dspa-
ce/browse?type=author&order=ASC&rpp=20&value=Villarmea+Requejo%2
C+Stella

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