Cuerpos y Diferencias
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Cristina Sánchez Muñoz (Universidad Autónoma de Madrid) y
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ÍNDICE
PARTE A:
LOS CUERPOS COMO OBJETOS DE LA INVESTIGACIÓN BIOMÉDICA
La «posición (blanca) anoréxica del sujeto»: por qué las mujeres de color no hacen
dieta, María González Aguado .................................................................... 259
EPÍLOGO
L
as investigaciones sociales de la ciencia y la tecnología han experimen-
tado un acercamiento creciente a la práctica científico-tecnológica real,
en los últimos 30 años. El estudio de la ciencia se ha ido convirtiendo
en el análisis de la cultura y la práctica científicas, gracias a trabajos de carác-
ter cada vez más microsocial que proporcionan una imagen de la actividad
científica ligada íntimamente a los desarrollos instrumentales y conceptuales.
La década de los años 70 del pasado siglo estuvo marcada por la irrupción
del estudio causal y simétrico de la actividad científica, capitaneado por las es-
cuelas de Edimburgo y Bath; los años 80 se caracterizaron por la atención al
detalle, por los estudios de laboratorio, el interés por la tecnología, y la escala-
da relativista. En la última década del siglo XX reaparece la «agencia material»
y la atención se centra en las prácticas científicas y la pluralidad de modos de
hacer ciencia. Estos y otros desarrollos de la filosofía y la sociología de la cien-
cia posibilitan críticas, teóricamente sofisticadas, de los efectos sociales, cultu-
rales y éticos de la ciencia y la tecnología, que generan propuestas de formas
nuevas de gestión de la ciencia y la tecnología y producen una nueva área de-
nominada de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS).
Hoy en día, el impresionante crecimiento del campo y la multiplicidad de
disciplinas y enfoques que concurren en él hacen que sea una tarea arriesgada
10 CUERPOS Y DIFERENCIAS
tratar de señalar las aportaciones fundamentales más recientes aunque sea so-
meramente. Las viejas distinciones disciplinares, o la división entre las «dos
tradiciones» de CTS, una «académica» y otra «activista», son ya claramente
inadecuadas para intentar clasificar los trabajos que se encuentran dentro de
los «estudios sobre ciencia y tecnología». Pero sí se pueden articular algunas
características comunes que ya aparecían en los trabajos desarrollados en las
décadas anteriores y que hacen referencia al modo habitual en que se abordan
los fenómenos científico-tecnológicos: por un lado, hay que dar cuenta de có-
mo se conforman y legitiman; por otro, hay que explicitar y sacar a la luz su
diversidad y heterogeneidad; y, finalmente, hay que hacer hincapié e insistir en
los nexos que relacionan objetos de estudio, actores, instrumentos, disciplinas,
comunidades e instituciones, tanto dentro como fuera de las difusas y evanes-
centes fronteras de la ciencia y la tecnología.
En el contexto de los estudios CTS se han desarrollado con fuerza líneas
de investigación que exploran las intersecciones de la ciencia y la tecnología
con el género. En línea con los enfoques contemporáneos para el análisis de
las prácticas científicas, desde los enfoques de Ciencia, Tecnología y Género
(CTG)1 se ha trabajado en la identificación de sesgos sexistas y androcéntricos
en teorías y prácticas tecnocientíficas específicas. Las ciencias biológicas y so-
ciales han sido el foco de atención preferente por su papel central en la defini-
ción de sexos y géneros, sus relaciones entre ellos y sus implicaciones sociopo-
líticas, en muchos casos. Estas investigaciones se han centrado, sobre todo, en
el papel que desempeñan a la hora de mantener la organización «genérica» de
la sociedad (o estructurada alrededor de los géneros).
Al igual que en las corrientes generales en estudios sobre ciencia y tecnolo-
gía, los enfoques más actuales en CTG subrayan la coproducción frente a la
proyección de valores de género sobre los productos de la ciencia. Esto es, el
orden social y el orden tecnocientífico2 se coproducen mutuamente (Ander-
—————
1 Los estudios de Ciencia, Tecnología y Género (CTG) se ocupan de examinar desde diversas
disciplinas y perspectivas las relaciones existentes entre el sistema sexo/género y las ciencias y las
tecnologías. Aunque heterogéneos, comparten el objetivo de investigación de comprender de qué
modo valores contextuales inciden sobre los contenidos y prácticas de la ciencia y la tecnología, y el
objetivo político de combatir el sexismo y el androcentrismo que se reflejan en ellos.
2 Según Javier Echeverría (2003), la tecnociencia es una forma de practicar la ciencia y la
tecnología, que convive con la ciencia y la tecnología convencionales, pero que tiene una serie
de características propias, algunas de las cuales esbozaremos a continuación. En la tecnociencia,
la investigación y el conocimiento se organizan y gestionan de manera industrial o empresarial.
Así, el conocimiento tecnocientífico no es un fin en sí mismo, tiene una función instrumental
para la realización de intereses y objetivos (por tanto, la búsqueda de la verdad es sólo uno de
los valores en juego) y es una forma, o una fuente, de poder y de riqueza. El conocimiento es
objeto de propiedad y comercio, y la investigación se constituye como un sector económico de-
INTRODUCCIÓN: CUERPOS Y DIFERENCIAS EN LAS PRÁCTICAS 11
BIBLIOGRAFÍA
LUCÍA ARIZA
INTRODUCCIÓN
T
omando como punto de partida la hipótesis de la imbricación entre el
conocimiento experto y los aspectos normativos que abarcan a una so-
ciedad más amplia, y en el contexto de tecnologías médicas altamente
innovadoras, este trabajo presta atención al dominio del parentesco, para ana-
lizarlo como una instancia en la cual los avances tecnológicos se enfrentan con
realidades previas o alternativas, tales como son las prácticas de vinculación y
familiar y afectiva. Esta situación apunta, por lo tanto, no sólo al grado en el
cual ciertas realidades necesitan ser conceptualizadas como realidades múlti-
ples, tal como ha sugerido Annemarie Mol (2002), sino también a la necesidad
de reconocer la emergencia y sostenimiento de líneas de normatividad que
operan imbricadas con ciertas tecnologías, como es el caso de las tecnologías
reproductivas. Sin embargo, lejos de atribuir a un grupo selecto de identida-
des discrecionales, sólidas y humanas los efectos de estabilidad que son conse-
guidos a través de la operación de las normas sociales, siguiendo la Teoría del
Actor-Red (TAR)1 propongo conceptualizar la emergencia y sostenimiento de
—————
1 En adelante, TAR.
28 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
ceptores/as de gametos pueden también recibir una donación de esperma, y en este caso los/as
receptores/as suelen ser tanto personas o parejas infértiles, como parejas de mujeres lesbianas.
8 Oxford English Dictionary, consultado online el 18 de Mayo de 2009; el énfasis es mío.
La distinción entre genotipo y fenotipo se debe al genetista danés Wilhelm Ludvig Johann-
sen, quien introdujo estas expresiones por primera vez en inglés en un artículo publicado en
1911 en la revista especializada The American Naturalist (45: pp. 129-149) (Müller-Wille,
2008, p. 14).
9 Además de éstas, un banco de esperma en Buenos Aires indica que realiza la coordinación
del peso, el «tipo físico» y la «extracción racial» (http://www.cryo-bank.com.ar/principal.htm,
consultado online el 24 de Mayo de 2009). Esta lista no es exclusiva y probablemente haya otros
casos en los que se coordinen también otro tipo de características. Por ejemplo Wade reporta,
para el caso de España, la coordinación de los rasgos faciales, la textura del cabello y el tamaño
corporal (Wade, 2009). Un ginecólogo entrevistado para esta investigación en Buenos Aires
mencionó haber recibido solicitudes para realizar coordinaciones étnicas y religiosas entre do-
nantes y receptoras, para parejas coreanas y judías.
10 Es imposible detenerse en el marco de este texto en los diferentes intentos de regula-
ción de las prácticas de reproducción asistida que se han llevado adelante en Argentina al
menos desde 1991 (Sommer, 1991). El hecho de que la Argentina aún no haya regulado este
campo habla por sí mismo de las dificultades morales, culturales y políticas que estas prácti-
cas tienen para la sociedad argentina en su conjunto. Baste decir aquí que un gran número de
los proyectos legislativos presentados al Congreso Nacional para su evaluación son notorios
por su caracter restrictivo, prohibiendo por ejemplo la reproducción asistida en su conjunto,
o restringiendo seriamente sus formas actuales de realización, como la criopreservación de
embriones y la donación de gametos y embriones. Estos proyectos restrictivos son obviamen-
te resistidos por la comunidad médica, especialmente la que está involucrada en la provision
de servicios reproductivos en el ámbito privado (actualmente la oferta pública de salud en
Argentina no contempla los servicios de reproducción asistida de alta complejidad. Ha habi-
do ejemplos de tratamientos llevados adelante en hospitales públicos, pero éstos son servicios
aislados o discontinuos). Por el contrario, en el Reino Unido la legislación establece que
«donde el tratamiento es provisto conjuntamente para un hombre y una mujer, los centros
médicos deben intentar en todo momento coordinar las características físicas y étnicas del/a
donante [de gametos] con las de la persona infértil (o, en el caso de una donación de em-
briones, con las de ambos miembros de la pareja), a menos que haya buenas razones para
apartarse de esto» (Human Fertilisation and Embryology Authority, citado en Wade, 2009.
La traducción es mía).
30 CUERPOS Y DIFERENCIAS
es el caso de España o el Reino Unido. Por lo tanto, aquí propongo que debe
haber una base diferente para la ocurrencia del matching fenotípico11.
MÉTODOS
—————
11 Más abajo problematizo la relativa incongruencia entre afirmar que existe una base par-
cialmente determinante para la ocurrencia del matching fenotípico, y la afirmación de que las
realidades que se estudian en este caso son alineaciones emergentes.
12 En lo que sigue, refiero al «giro lingüístico» sin problematizar su falta de coherencia in-
terna, lo que puede ser entendido como una forma reductiva de comprender ciertas formas del
quehacer metodológico que están interesadas en la materialidad de los acontecimientos sociales,
y que sin embargo pueden ser subsumidas dentro del giro lingüístico. Contra esta relativamente
razonable crítica, me gustaría indicar que uso el término «giro lingüístico» de una forma con-
trastiva antes que propositiva. Así, busco producir un contraste entre formas de aproximación a
la investigación, antes que explorar la complejidad del giro lingüístico en términos exhaustivos.
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 31
mundo (Latour, 1999), pero también afirma que los humanos no son los úni-
cos actores posibles en esa construcción, y que el mundo no es la proyección
de una «mente-en-una-cuba»13 (Latour, 1999, p. 21).
Al criticar el «construccionismo social», la TAR o los estudios sobre la
ciencia no están diciendo que el mundo no sea en algún sentido «construido».
En efecto, éste es en esencia el planteamiento de libros como Laboratory Life14
(Latour y Woolgar, 1986), donde los autores exploran cómo los hechos cientí-
ficos son construidos a través de prácticas de laboratorio. Y si la realidad de la
ciencia no es el resultado exclusivo de la agencia simbólica humana, el «cons-
truccionismo» utilizado por los estudios sobre la ciencia también trae consigo
la idea de que la realidad de la ciencia es construida a través de acciones lleva-
das a cabo por entidades que no son sólo humanas, sean éstas otras entidades
naturales, artificiales, animadas, inanimadas, etc. A través de este movimiento
epistemológico, los estudios sobre la ciencia reintroducen la cuestión del post-
humanismo y la importancia de la materialidad al apartarse de la apropiación
posmoderna del término «construccionismo», y denuncian así el antropocen-
trismo implicado en el giro lingüístico (Sørensen, 2003).
En efecto, esta clarificación respecto de las implicaciones de los términos
«construcción» o incluso «representación»15 en el contexto de los estudios
sobre la ciencia nos lleva a plantear una segunda desviación de las epistemolo-
gías cualitativas clásicas. Esto es, las críticas producidas por los estudios de la
ciencia a los términos implicados en el giro lingüístico sitúan la pregunta por
el lugar de la práctica, o por la cuestión de la «praxiografía»16 (Mol, 2002), a
través de la cual las realidades clínicas se construyen.
—————
13 La expresión utilizada por Bruno Latour es «mind-in-a-vat» (Latour, 1999). La traduc-
ción es mía. Este texto fue publicado en español como La esperanza de Pandora. Ensayos sobre
la realidad de los estudios de la ciencia, Barcelona: Gedisa (2001).
14 Traducido al español como La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos cientí-
ficos, Madrid: Alianza Editorial (1995).
15 Utilizo aquí el término «representación» como una traducción imperfecta del concepto
«enactment» puesto en uso por varios representantes de la TAR y especialmente por Annema-
rie Mol en su libro The Body Multiple. Ontology in Medical Practice (2002). Mol utiliza el térmi-
no enactment para señalar la importancia de la práctica (en oposición al discurso y las palabras
utilizadas tanto por médicos como por pacientes para describir el contexto médico) en la cons-
titución de las realidades clínicas que ella investiga.
16 Annemarie Mol (2002) define como «praxiográfico» su intento de tomar en considera-
ción otros aspectos de la práctica clínica que no se limitan a las explicaciones y las opiniones de
la enfermedad provistas por médicos y pacientes. En sus palabras, «los roles importantes en es-
tos encuentros son jugados por cosas tanto como por palabras, manos tanto como ojos, tecno-
logías tanto como características organizacionales» (Mol, 2002, p. 53). La traducción es mía.
32 CUERPOS Y DIFERENCIAS
trado que las mismas tecnologías (como la bomba de aire de Robert Boye) que
instrumentalizan la naturaleza a través de dispositivos que la hacen cognosci-
ble, ajustada a los modernos modos científicos de experimentación y demos-
tración, son las tecnologías que en el mismo momento construyen la naturale-
za como una entidad autónoma, sólida y externa, independiente de la
intervención humana. Sin la convicción de que la naturaleza es una entidad
ahí-afuera, trascendente a la intención y diseño humanos, el experimento de la
bomba de aire de Boyle (que es el paradigma de la operacionalización y la
creación de la naturaleza) no sería creíble. Karen Barad (1998, 2003) es clara
sobre este punto: una cierta visión de la naturaleza emerge en dependencia
con (y no independientemente de) el dispositivo material-conceptual que es
operacionalizado en cada caso. Diferentes dispositivos materiales y concep-
tuales materializan diferentes realidades (o naturalezas)23. La naturaleza que
emerge a través de un dispositivo tecnocientífico tiene una relación fundamen-
tal e intrínseca con ese dispositivo (no sería lo mismo sin él, o probablemente
no existiría). Las productivas interfaces entre el feminismo y los estudios sobre
la ciencia han demostrado esto hace largo tiempo: la naturaleza es construida,
y esta construcción tiene lugar, por ejemplo, en las prácticas tecnocientíficas
(Haraway, 1997; Butler, 1990; Barad 1998, 2003; Latour y Woolgar, 1986).
Enfatizando un tipo diferente de realismo que aquel perteneciente a la tradi-
ción cualitativa, los estudios de la ciencia tanto feministas como no feministas
han problematizado la performatividad de las ciencias sociales (que, en tanto
práctica ontológica, produce sociedad al estudiarla) (Law, 2004; Law y Urry,
2004; Mol, 2002; Latour, 2005) y la performatividad de las ciencias naturales
(que, al localizar determinados dispositivos en redes tecnocientíficas, o al
permitir la corporización de determinados discursos, produce la naturaleza al
experimentar con ella o corporizarla) (Butler, 1990; Haraway, 1997; Barad
1998, 2003).
La cuarta desviación de las metodologías cualitativas dominantes que quie-
ro tratar aquí es el carácter efímero atribuido por la epistemología de los estu-
dios sobre la ciencia a las realidades que se estudian. En efecto, oponiéndose a
—————
23 Expandiendo lo que ella llama el «marco post-newtoniano» (2003, p. 4) de Niels Bohr,
Karen Barad establece que no hay una distinción intrínseca entre el objeto de observación y las
agencias de observación (esto es, entre lo que es conocido y las agencias convocadas para hacer
posible ese conocimiento). Tal «corte» (entre las agencias y los objetos) es siempre el resultado
específico de un proceso de medición particular. En los términos de Barad, «este particular corte
construido resuelve las ambigüedades sólo para un contexto dado» (2003, p. 4). Esto significa
que lo que es «cortado» como naturaleza en un contexto tecnocientífico particular es una reso-
lución temporal de las ambigüedades que rodean la naturaleza en general. «¿Qué es naturale-
za?» es una pregunta general que sólo tiene respuestas particulares.
36 CUERPOS Y DIFERENCIAS
UN MÉTODO ARTESANAL
Más arriba he discutido cuatro desviaciones clave a través de las cuales los es-
tudios sobre la ciencia han presentado una epistemología alternativa a aquella
generalmente detentada por la tradición cualitativa en las ciencias sociales. He
hecho este largo recorrido como una manera de introducir mi propio método
artesanal, sobre el cual me detengo en los próximos párrafos. A pesar de que
adscribo la mayoría de las innovaciones traídas por los estudios sobre la cien-
—————
24
La traducción es mía.
25
Agradezco a Celia Lury el haberme señalado la importancia de esta cuestión. Más abajo
problematizo lo que considero es la falta de herramientas conceptuales en algunas versiones de
TAR para estudiar el carácter normativo de los eventos contingentes.
26 La traducción es mía.
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 37
Normatividad
ción de diferentes formas de vida que es posible gracias al uso de nuevas bio-
tecnologías (Franklin, 2000, p. 224).
Es en el marco de estas críticas culturales que aquí me interesa explorar los
significados del concepto de normatividad. Difiriendo el potencial tinte con-
servador de una pregunta acerca de la normatividad, aquí quiero explorar la
valencia del concepto para estudiar las realidades médicas de una clínica de
fertilidad. Más que una pregunta por el control o la cohesión social, aquí sitúo
la cuestión de la pertinencia de la normatividad, especialmente en relación con
lo que considero es su relativo olvido en los estudios sobre la ciencia. En efec-
to, el foco de estos últimos en el carácter transitorio y emergente de los en-
sambles estudiados ha supuesto frecuentemente que la normatividad no haya
sido objeto de suficiente atención. Ya que, para los estudios sobre la ciencia,
los conjuntos o ensamblajes transitorios ocurren al margen de las normas, al-
gunos expositores de la TAR han discutido negativamente la pertinencia de
las normas para analizar cómo tienen lugar ciertos agrupamientos efímeros. Y
este olvido forzado tiene lugar, a su vez, debido a que la normatividad ha sido
frecuentemente pensada de forma estrecha como aquello que predica acerca
de lo bueno o lo malo, confinando lo normativo al rol de preceptos sobre lo
que es bueno de una vez y para todos, es decir, equiparado con decisiones ra-
cionales, estándares trascendentales y universalidad. Y ya que todos estos as-
pectos son desestimados como teniendo alguna importancia para la formación
de los ensambles particulares y las ontologías múltiples que pueblan las reali-
dades estudiadas, entonces la normatividad también es desestimada como un
aspecto relevante.
Apartándome de esta forma de conceptualizar la relación entre contingen-
cia y normatividad, aquí quiero situar un conjunto diferente de preguntas:
¿qué sucede, en efecto, si las normas no son conceptuadas como universales o
racionales, sino simplemente como inmanentes en lo actual? ¿Qué pasa si no
se trata de valores ideales, racionalmente deducidos y por ello separados de la
ontología, que predican universalmente acerca de lo bueno y lo malo, sino que
la normatividad es acerca de lo que es —y de lo que no es— en una situación
empírica particular? ¿Qué sucede si la normatividad es útil para comprender
las formas reales que adquieren las ontologías, así como las potencialidades in-
actualizadas que son dejadas atrás?
En estas preguntas estoy orientada principalmente hacia la teoría de la per-
formatividad de Judith Butler. En efecto, la teoría de la normatividad perfor-
mativa de Butler deja lugar a pensar la norma sin considerarla anclada en nin-
gún nivel trascendental, sea éste el nivel de deducciones (humanas) racionales
respecto de lo que es bueno o malo, o el nivel de estructuras universales, in-
conscientes pero eficaces que predican acerca de lo prohibido y lo permitido.
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 39
Sentido e interpretación
LA COORDINACIÓN FENOTÍPICA
partir de este momento los procedimientos que se llevarán a cabo sobre la pa-
reja o persona receptora serán guiados por un protocolo, en este caso el «Pro-
tocolo de Donación de Óvulos». Este hecho da cuenta en sí mismo del grado
en el cual las donación de gametos y embriones es una práctica en proceso de
ser estandarizada y rutinizada.
Una vez que las futuras receptoras han sido ingresadas en el Programa de
Ovo-Donación, comenzará la sincronización de procesos corporales. En efec-
to, como en el término latouriano «cuerpo corporativo»35 (Latour, 1999, p.
192), una cantidad de cuerpos y sus balances hormonales, producción de sus-
tancias y cronología química serán simultáneamente separados en diferentes
fases, y coordinados como si fuesen partes de un mismo cuerpo individual.
Por ejemplo, en el caso de la donación de óvulos, ambos ciclos hormonales
(de la donante y de la receptora) serán suspendidos (lo que suele llamarse
«supresión ovárica»36), y el ciclo de la donante será reiniciado (no así el de la
receptora). Seguidamente, se le darán a la donante drogas de estimulación
ovárica, para estimular la producción de óvulos en mayores cantidades que en
un ciclo natural, cuando normalmente sólo un óvulo se desarrollaría. Mientras
tanto, la futura receptora recibirá medicación con estrógenos, para estimular
el crecimiento de su endometrio, preparándolo para recibir la transferencia
del embrión37. Por lo tanto, los ciclos hormonales de ambas mujeres (donante
y receptora)38 son sincronizados como resultado del uso de medicación para la
estimulación ovárica, aunque esto no significa sin embargo que ambos ciclos
menstruales estén transcurriendo de forma exactamente igual. Dos (o más de
dos) cuerpos femeninos son temporalmente alineados, de una forma que los
torna casi, pero no totalmente, isomorfos. En efecto, los ovarios de la recepto-
ra están «en reposo», pero su endometrio está siendo activamente estimulado
para crecer como si sus ovarios estuvieran trabajando39, mientras que los ova-
—————
35 El término en inglés es body corporate.
36 Tomado de la hoja informativa «Donación de óvulos (Receptoras)», descargada de In-
ternet el 22 de mayo de 2008: http://www.cegyr.com/eng/ovodonacion_receptoras.php.
37 El endometrio es una capa de tejido que recubre el útero de una mujer durante la prime-
ra parte del ciclo hormonal, y es donde el huevo fecundado se anidará.
38 Algunas veces, cuando una misma donante es «compartida» por más de una receptora,
este mismo proceso puede incluir una tercera, cuarta o incluso quinta mujer, cuyos endometrios
serán preparados para la implantación del blastocisto (un huevo fecundado de cinco días).
39 El crecimiento del endometrio es estimulado en un ciclo natural por las hormonas pro-
ducidas por los ovarios durante la maduración del ovocito en la primera parte del ciclo mens-
trual. De ahí que la receptora (cuyos ovarios son inducidos a un periodo de reposo a través de
la medicación supresora) necesite ser estimulada a través de una medicación distinta para pro-
ducir un resultado parcial (el crecimiento de su endometrio sin que sus ovarios estén produ-
ciendo la maduración del ovocito). Las ontologías de la clínica están a este respecto preparadas
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 43
—————
para imitar lo que se considera es un «ciclo natural». En palabras del Protocolo de Ovo-
Donación de Cegyr, «para preparar el endometrio se utilizan estrógenos imitando lo que natu-
ralmente producen los ovarios durante la primera mitad del ciclo menstrual» (http://www.ce-
gyr.com/eng/ovodonacion_receptoras.php, descargado de Internet el día 22 de mayo de 2008.
El énfasis es mío). Pero, tal como muestra este ejemplo, la naturaleza no es copiada exactamen-
te de la misma forma: sólo se reproduce una parte de un ciclo menstrual natural (el crecimiento
del endometrio), mientras que otra parte (la operación propia de los ovarios) no busca ser imi-
tada.
40 Estos resultados incluyen típicamente pruebas serológicas (VIH, hepatitis, etc.) y gine-
cológicas (papanicolau, colposcopia, etc.).
44 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
41 La traducción es mía. Hay disponible una traducción al castellano de este texto: Testigo-
[email protected]. HombreHembra _Conoce_Oncoraton. Feminismo y tecnociencia,
Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya.
46 CUERPOS Y DIFERENCIAS
por líneas de normatividad. Estas líneas predican que los/as hijos/as y los pa-
dres deben parecerse físicamente, y por lo tanto la coordinación fenotípica
apunta a suplementar o suturar el fracaso en cumplir estas expectativas en las
prácticas de la donación de gametos. En tanto lugar clave del reconocimiento
familiar o de parentesco, el parecido físico entre padres e hijos/as es altamente
significativo, y es precisamente esta importancia la que es reconocida en el ac-
to reparador de la coordinación fenotípica.
Por lo tanto, la coordinación fenotípica es una configuración emergente
porque su forma real no está predicha en ningún nivel estructural o trascen-
dental, pero sin embargo se puede ver en su ocurrencia una cierta normativi-
dad. Aquí analizo la coordinación fenotípica como una respuesta al dilema
propuesto por la cuestión de la «renuncia biológica»44 que suponen las prácti-
cas de donación de gametos. La coordinación fenotípica es realizada de
acuerdo con líneas de normatividad, ya que a través de ella se despliega un
ideal normativo de naturaleza. En este ideal normativo, las relaciones «natu-
rales» entre padres e hijos/as se conciben como si debieran implicar necesa-
riamente un parecido físico entre ellos. En la coordinación fenotípica se imita,
por lo tanto, una noción particular de naturaleza, a la vez que tienen lugar cier-
tas de-naturalizaciones y re-naturalizaciones (Franklin, Lury y Stacey, 2000a,
2000b), a través de las cuales la «apariencia física» que Wade (2009) identificó
como un punto central del reconocimiento familiar y racial viene a codificar la
relación entera entre padres e hijos o, para ponerlo en los términos de Janet
Carsten, la fantasía que estructura la coordinación fenotípica es que la «biolo-
gía encapsula la relación» entre padres e hijos/as (Carsten, 2000, p. 700).
Sin embargo, privado de su arbitrariedad (como la posibilidad contenida
en cada nuevo nacimiento «natural» de que los/as hijos/as no se parezcan en
nada a sus padres), el ideal de naturaleza es re-usado de una forma particular,
esto es, de una forma que parece tomar como un hecho de la naturaleza el he-
cho de que los padres y su descendencia se parezcan físicamente. Tales reglas
normativas sobre cómo debe ser la naturaleza se actualizan en la coordinación
—————
44 El término «renuncia biológica» es un término cuya importancia se ha incrementado en
la última década, frecuentemente usado por discursos expertos (predominantemente en psico-
logía y psicoanálisis) para referirse a la pérdida de continuidad biológica entre (al menos uno
de) los padres y los/as hijos/as producto de la donación de gametos. «Renuncia biológica» re-
fiere al proceso de aceptación psico-social de esa pérdida, un proceso que se espera que el futu-
ro padre o la futura madre atraviesen antes de procrear a través de la donación de gametos. La
pérdida de continuidad biológica es el dilema más prominente en las prácticas de donación de
gametos, tanto para las pacientes como para los médicos. Por ejemplo, una médica entrevistada
comentó que las diferencias en el color de la piel, los ojos y el pelo entre los padres y los/as hi-
jos/as por donación de gametos eran «el núcleo de la preocupación de los pacientes».
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 49
CONCLUSIONES
Las conclusiones de este texto no exceden lo que se ha dicho más arriba. Si-
guiendo las intuiciones de algunos de los representantes de la Teoría del Ac-
tor-Red y de los estudios sobre ciencia respecto de la «política ontológica»
(Law y Urry, 2004) de las ciencias sociales, puede decirse primeramente que
una cierta realidad ha sido producida a través de esta intervención teórica. En
efecto, la coordinación fenotípica es un servicio, una mercancía y un protocolo
en el marco de los servicios médicos para la infertilidad. A través de este escri-
to, la coordinación fenotípica es todo esto, y algo más: una forma particular de
actualizar ciertas ideas acerca de qué constituye naturaleza, de materializar el
parentesco y de representar la unión familiar. Un objeto empírico (la coordi-
nación fenotípica) ha sido creado, al ensamblar prácticas tanto clínicas como
sociológicas.
Pero, sin embargo, una pregunta permanece: si la sociología ha incremen-
tado su porosidad a aquellos métodos que enfatizan el carácter performativo y
procesual de la realidad, ¿significa esto que el consenso sobre los límites del
50 CUERPOS Y DIFERENCIAS
realismo tanto ingenuo como crítico para producir una versión realista del
trabajo de la sociología implica que debemos renunciar de una vez a la posibi-
lidad de comprender formas de normatividad que son inherentes a lo empíri-
co tal cual lo conocemos y lo modificamos? Si los trabajos enmarcados en la
Teoría del Actor-Red, el feminismo y las ciencias sociales han sido instrumen-
tales en mostrarnos cómo la realidad no es singular, cerrada, previa o definiti-
va, esto no significa que la realidad emerge de vacíos normativos, incluso si la
normatividad a través de la cual lo real se constituye es efímera o no opera en
un nivel profundo, ausente, trascendente o inconsciente sino, por el contrario,
en la superficie (Adkins y Lury, 2009). Esta paradoja es, desde mi punto de
vista y para decirlo una vez más, lo que el aplanamiento ontológico facilitado
por el concepto de normatividad de Judith Butler habilita a pensar, ya que es-
te término permite considerar las normas sociales como un poder inmanente
y, por esa misma razón, contingente, que, mientras es eficaz al nivel de la pro-
ducción de identidad, es también fundamentalmente dependiente de ser cita-
do y reafirmado. La norma no está asegurada en un profundo nivel simbólico,
pre-discursivo, inconsciente o fundamentalmente inaccesible, pero, sin em-
bargo, atraviesa las superficies de la vida social, produciendo asociaciones tec-
nocientíficas, y al producir estas asociaciones produce subjetividad. El hecho
de que las realidades clínicas sean dependientes de las redes tecnocientíficas
que se generan en las clínicas de fertilidad no significa que la contingencia
predomina. Adscribirse a la idea de que las realidades clínicas son contingen-
tes no significa admitir que estas realidades sean pura contingencia. Por el
contrario, que tales contingencias existan significa simplemente que estas rea-
lidades son en parte predecibles y en parte impredecibles. Significa que hay
razones para la ocurrencia de ciertos eventos, pero que tales razones no pue-
den ser predichas con exactitud. Por el contrario, lo que una normatividad
contingente no significa es que haya una explicación estructural, inconsciente
o incluso superficial para cada ensamble particular que tiene lugar en una clí-
nica de fertilidad. La interferencia social como una dimensión redescubierta
del trabajo sociológico no debe por lo tanto partir de la «indeterminación de
la acción» (Latour, 2005, p. 45), sino de su determinación parcial.
El recurso a la idea de que la práctica clínica tiene un nivel regulativo que
es actualizado a través de ensambles que tienen la capacidad para emerger,
mutar y desaparecer45, esto es, la articulación metodológica entre una teoría
—————
45 Aquí sería necesario proveer un recuento de la historia de la donación de gametos en
Argentina, y la emergencia y cambio de la coordinación fenotípica, para mostrar cómo los en-
sambles de la donación de gametos son maleables y cambian a lo largo del tiempo. Si esta tarea
no puede realizarse en el espacio provisto aquí, baste decir que la coordinación fenotípica es
una práctica de arribo reciente a la donación de gametos. Las primeras donaciones de óvulos
LA «COORDINACIÓN FENOTÍPICA» EN LOS TRATAMIENTOS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA 51
BIBLIOGRAFÍA
—————
fueron realizadas en Argentina usando óvulos «sobrantes» de pacientes en tratamiento de la in-
fertilidad. Esto es, la figura de las donantes «puras» (mujeres que «sólo» donan) fue una intro-
ducción tardía, fuertemente ligada a la expansión del mercado de la donación de óvulos y por
lo tanto al incremento en la escasez de óvulos disponibles debido a un alza en la demanda. Que
la coordinación fenotípica haga su emergencia en este contexto es significativo. Como ha sido
puesto de manifiesto por el análisis desplegado aquí, la coordinación fenotípica supone parti-
culares naturalizaciones de las relaciones filiales, naturalizaciones que emergen precisamente
cuando la donación de óvulos pierde su ethos «altruista» y es reemplazada por un intercambio
mercantilizado de óvulos. Que la coordinación fenotípica tenga en este contexto una lógica sus-
titutiva que compensa la pérdida de vínculos altruistas entre mujeres infértiles (vínculos que in-
vestían a los propios óvulos intercambiados) es algo que debe ser explorado en otro lado.
52 CUERPOS Y DIFERENCIAS
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CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO:
LA BÚSQUEDA DE SEMEJANZA EN LA FIV CON DONACIÓN
DE ÓVULOS TRANSNACIONAL
SVEN BERGMANN
(Traducción de Ana Sánchez Torres)
1. INTRODUCCIÓN
P
or Internet leí la siguiente entrada en un foro de fecundación in vitro
(FIV) alemán: «16 de abril de 2008. Querida Lily75, mantengo los de-
dos cruzados por ti y por tu nuevo intento, Girasol. Ahora mis gemelos
valencianos tienen tres años y medio y son el resultado positivo de mi segundo
tratamiento FIV»1. En el campo de la infertilidad y la FIV, los foros de Inter-
net juegan un gran papel en la búsqueda tanto de información (sobre diag-
nósticos, tratamientos, clínicas y precios) como de apoyo emocional (de otros
pacientes) para sobrellevar los tratamientos de infertilidad. En este caso, la
participante Girasol anima a la participante Lily75 ante su nuevo tratamiento
con óvulos donados. Tras firmar con el apodo que usa en el fórum, añade una
posdata que contiene información significativa: se refiere a los hijos que con-
cibió por donación de óvulos como los «gemelos de Valencia». ¿Qué significa
esta atribución topográfica de sus hijos? En realidad, estos niños han nacido
en hospitales o maternidades en algún lugar de Alemania. En este caso, Valen-
—————
1 Todos los nombres de los participantes en la investigación y las clínicas son supuestos, in-
cluso los alias de los foros de Internet.
56 CUERPOS Y DIFERENCIAS
cia refiere al origen y la génesis. Pero en el caso de la FIV con óvulos donados
estos hijos no son el resultado de una aventura amorosa en la Costa Blanca. Ni
es valenciano el padre de los hijos, ni Valencia indica su lugar de nacimiento.
Por el contrario, la procreación de estos niños tuvo lugar en el laboratorio de
una de las mayores clínicas de infertilidad de Europa: allí un/a embrióloga/o
usó el esperma del marido alemán y los óvulos de una donante «anonimizada»2.
Como en el caso de otras participantes en foros de Internet que anuncian a sus
hijos como «nuestros valencianos» o «nuestros tres españoles», estas mujeres
lograron una FIV con óvulos donados en España fuera del dominio de las
prohibitivas leyes alemanas sobre donación de óvulos3.
La clave topográfica «Valencia» indica nuevas configuraciones de paisajes re-
productivos transnacionales. En términos de genealogías, «valencianos» o «espa-
ñoles» simplemente es un código especulativo —una alusión topológica: los
óvulos se donaron en Valencia—, pero ¿quién los donó? La donante, en tanto
que aporta una sustancia, puede ser valenciana de origen pero también podría
ser de otra parte de España, o ser una emigrante rusa o una estudiante francesa
de Erasmus que viven en Valencia. Las receptoras nunca podrán saberlo. Aparte
de unos pocos criterios físicos (parámetros como el color de la piel, los ojos, o el
cabello), la nacionalidad de la donante de óvulos no será conocida por la pareja
receptora. Pero, para la madre gestante, Valencia o España son un símbolo del
origen: en tanto que el lugar donde la FIV tuvo éxito por fin, Valencia quedará
incorporada en su paisaje genealógico de procreación entre las cartografías afec-
tivas de la FIV y las economías de la esperanza que ésta entraña. Esta viñeta to-
mada de Internet es muy ilustrativa de los aspectos simbólicamente espaciales y
—————
2 Caracterizo la donación de óvulos o gametos en España y en la República Checa como
«anonimizada». En las clínicas, y también en la ley española, la donación de óvulos se caracteriza
como «anónima», pero de hecho clínicas e instituciones gubernamentales la hacen anónima, pues
recogen información sobre donantes y receptores en sus bases de datos, de tal modo que, si la ley
cambiara o los hijos reclamaran posteriormente información, sigue existiendo la posibilidad de
codificar estos vínculos e información en el futuro (gracias a Skúli Sigurôsson por aportar esta im-
portante argumentación en la categorización del anonimato). Además, al remarcar la «anonimiza-
ción» me apoyo en la práctica de hacer no-relacionalidades: la sustancia se extrae de los cuerpos
de las/os donantes y queda alienada de ellas, de modo que queda cortada cualquier conexión de
parentesco aunque siguen siendo, al menos simbólicamente, lo que Monica Konrad ha descrito
como «relación no genealógica» o «relación sin nombre» (Konrad, 2005).
3 La donación de óvulos está prohibida en Alemania por el Acta de Protección de Embrio-
nes del 13 de diciembre de 1990: «Serán castigados con prisión de hasta tres años o una multa
quienes: 1. transfieran a una mujer un óvulo no fertilizado producido por otra mujer; 2. inten-
ten fertilizar artificialmente un óvulo para cualquier propósito...». Una discusión sobre las bases
sociales, culturales, éticas y políticas de la Ley Alemana de Protección de Embriones va más allá
de los propósitos de este artículo. La figura de la «maternidad fragmentada» que se pretende
evitar es contestada en los debates sobre este tema (véase Hieb, 2005, Scheneider, 2003).
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 57
tos distintos en el hacer del parentesco con FIV, en tanto que son intentos de
construir (o pasar por) familias «normales» a los ojos de la familia propia, veci-
nos y amigos que más adelante se esforzarán mucho por identificar rasgos físi-
cos de la madre o el padre en el recién nacido.
La antropóloga norteamericana Gay Becker caracteriza esta disposición a
identificar marcas fenotípicas en la descendencia llamándolas «charlas sobre el
parecido» (Becker et al., 2005), muy comunes en el parentesco euroamericano
basado en supuestos acerca de parecidos biogenéticos mediados por la mitad
de la sustancia (véase Schneider, 1980, p. 23), sea la sangre o un conjunto ha-
ploide de cromosomas o genes, y cuyo símbolo es el intercambio heterosexual
(ibidem, pp. 37-40). De hecho, las tecnologías reproductivas han desafiado es-
te vínculo entre sexualidad y procreación. Las tecnologías son indiferentes al
origen social de los gametos (Strathern, 1995, p. 355). La antropóloga Sarah
Franklin observa que la FIV podría transformar concepciones esencializadas
de la naturaleza si, de repente, «el principio de autoridad de los hechos natu-
rales como la esencia irreductible de la formación de la familia heterosexual es
“asistido”. A su vez, esta “asistencia” perturba la capacidad de la naturaleza
para autorizar la unidad conyugal. En lugar de la naturaleza, la conyugalidad
viene a ser definida por la elección, elección de quien consume, al igual que
los ciudadanos emprendedores se sirven de opciones tecnocientíficas para lo-
grar la realización personal» (Franklin, 1997, p. 166).
Por tanto, la dimensión de la elección es fundacional para la paternidad no
heterosexual porque, por el contrario, no existe esta condición estructural en
los sistemas de parentesco heterosexuales (Weston, 1991, pp. 33-42). Mientras
que Kate Weston considera que el parentesco lesbiano y gay desafía el simbo-
lismo biogenético, Cori Hayden (1995) observa que en las familias lesbianas la
biología no desaparece, se moviliza hacia nuevas formas de vínculos biogené-
ticos. Laura Mamo describe estas formas de movilización para las parejas les-
bianas en las que se acoplan los donantes de esperma de modo que la identi-
dad étnica y geográfica deviene central para definir a «los grupos en relación
con “otros”» (Mamo, 2007, p. 208)6. A continuación mostraré que la «red ge-
nealógica» (Weston, 1991, p. 34) y otras formas de renaturalización por ocul-
tación o matching fenotípico siguen siendo muy vívidas, especialmente en las
parejas heterosexuales que recurren a prácticas asistidas como la FIV con
óvulos donados.
—————
6 De hecho, los gametos son mercancías altamente racializadas y generizadas: el esperma de
los bancos de esperma daneses es un superventas en EE. UU., vendido como esperma «vikin-
go» o «nórdico», que deviene en un símbolo de pura «blancura» continental. En la mayoría de
los países europeos las receptoras no pueden elegir por catálogo; las clínicas únicamente com-
binan unas pocas marcas fenotípicas (que en España es algo obligado por Ley).
60 CUERPOS Y DIFERENCIAS
que creía que en España sólo habría donantes de pelo y ojos castaños —los
Fischer tienen ambos el pelo rubio y los ojos azules—. Bruno Fischer descri-
bía la donación de óvulos como cierta forma de «adopción a medias». Para
evitar la especulación de cualquiera sobre la relacionalidad biológica con el
hijo potencial, la pareja eligió una táctica secreta: nadie cercano a ellos conocía
el viaje. Todos sus tratamientos previos en Alemania también habían sido ca-
muflados. En total, para los Fischer el mayor paso no fue decidir irse fuera pa-
ra el tratamiento sino decidirse a intentar una FIV con óvulos donados y no
con los de Susanne Fischer. Con sus propias palabras: «A nadie le gusta re-
nunciar a sus propios genes».
El caso de los Fischer ilustra dos cuestiones problemáticas de la FIV trans-
fronteriza con sustancia donada. En primer lugar, la agencia transnacional de
los pacientes en busca de tratamientos reproductivos en el extranjero que es
popularizada como «turismo de fertilidad o reproductivo» —esta práctica va
acompañada de una demanda de donantes de óvulos con ciertas característi-
cas fenotípicas de semejanza (por ejemplo, ojos negros o azules)—. Esta de-
manda es convertida en el procedimiento de «matching donante/receptora»
en las clínicas FIV. En segundo lugar, la narrativa de infertilidad de los Fis-
cher apunta al proyecto cultural de ocultación de la «relacionalidad de paren-
tesco no genealógica» (Konrad, 1998, p. 655) vía la donación de gametos anó-
nimos. En su biografía, se ve esta práctica como algo defensivo ante su familia,
cuando declaran que sus padres no aceptarían sus decisiones si lo supieran
porque «la generación mayor es mucho más religiosa y conservadora», como
remarcaban los Fischer. Entre los entrevistados que practicaron la ocultación,
muchos argumentaban que esa forma de actuar en la sombra era un problema
constante para ellos. Estos «juegos serios» (Ortner, 2006, pp. 129-154) son
una característica de la agencia que practican entre las condiciones estructu-
rales en varios ámbitos: en el ámbito laboral, las expectativas de los amigos y
familia y sus oportunidades de circunvenir las restricciones que sienten al via-
jar para un tratamiento en el extranjero, pero llamándolo «unas vacaciones».
Los sujetos usan estas tácticas para acoplar tratamiento y viaje a sus vidas co-
tidianas. Ir a otro país o gran ciudad representa en este caso, material y sim-
bólicamente, anonimato y distancia que, de cualquier modo, ayudan a seguir
haciendo la FIV de modo clandestino (veasé Bestard Camps, 2004, pp. 69-83).
En el caso de los Fischer, la principal razón para ir a Praga, además de razones
de bajos precios y movilidad, fue su presunción de que la clínica de Praga po-
dría proporcionarles con mayor facilidad una donante cuya apariencia física se
acercara más a sus expectativas. Dado que quieren mantener en secreto el tra-
tamiento FIV y la donación, la cuestión de la semejanza física con su hijo es
muy importante para ellos. De otro modo, verían que su proyecto de «com-
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 63
pletar una familia» corría el peligro potencial que entrañan las posteriores
«charlas sobre el parecido». Para los Fischer, la agencialidad en secreto y la
ocultación suponen una posible protección contra su entorno social en el que
siempre hay «detectives del parecido». Para una pareja como los Fischer, fa-
miliares, vecinos y también extraños entrometidos que husmean en el carrito
del bebé para identificar rasgos de parecido son vistos como potencialmente
peligrosos, pues pueden estigmatizar a la descendencia por no estar biológi-
camente relacionada con ellos.
Para los pacientes que buscan donación de óvulos, la evaluación de los cri-
terios o rasgos físicos de los donantes potenciales en países diferentes es un
tema constante. Las especulaciones de Susanne y Bruno Fischer sobre si las
clínicas de España o de Europa Central serían mejores proveedoras de donan-
tes de pelo rubio encuentran su eco en los foros de Internet y en las comuni-
dades on-line de pacientes FIV. Cuando la gente discute marcas fenotípicas
como el color de los ojos o del pelo, se aplica y negocia el conocimiento de la
genética clásica (la herencia del genotipo y el fenotipo). En las entrevistas a
pacientes y en la investigación que hice en los foros de Internet, a veces se re-
ferían a la donante de óvulos como portadora u origen de estos rasgos físicos.
En otras ocasiones, estos rasgos eran disociados del cuerpo de la donante
siendo negociados como una sustancia u objeto. Bruno Latour describe cómo
estos procesos de purificación y traducción producen «mezclas entre tipos de
ser enteramente nuevos, híbridos de naturaleza y cultura» (Latour, 1993, p.
10). Con esta visión, en la FIV los gametos pueden ser entendidos como «cua-
si-objetos» (ibid.). Contienen propiedades fenotípicas potenciales del futuro
niño/a.
Según Henri Lefebvre, cada modo de producción produce cierto espacio:
su propio espacio. Por ello, el espacio es un agente del cambio y tiene un pa-
pel activo en el desarrollo de los acontecimientos: la «producción de espacio»
(Lefebvre, 1991). En las imaginaciones de algunos pacientes acerca de la dis-
tribución fenotípica del color de ojos o pelo, el espacio es construido y produ-
cido alrededor de la dimensión e imaginación de los rasgos corporales físicos
deseados. En muchos casos, este deseo no es alimentado en primera instancia
por la idea de crear una/un niña/o guapa/o, sino que se desea modelar la pro-
pia familia siguiendo leyes naturales. Por ejemplo, las parejas alemanas de ojos
azules —en términos de las leyes mendelianas, ambos dotados de la marca ge-
notípica recesiva (alelo) del color de ojos— se preocupan por encontrar una
donante de ojos azules porque la donación de una donante de ojos castaños
podría generar un niño/a con los ojos castaños. Aunque el óvulo sea sustitui-
do, el fenotipo se mantendrá. Esta búsqueda de fenotipos similares no está
causada solamente por una obsesión por la semejanza sino por la voluntad de
64 CUERPOS Y DIFERENCIAS
ocultarles a los otros la donación. Así que algunas de estas parejas se orientan
más hacia clínicas de Centroeuropa y del este de Europa porque suponen que
será mucho más fácil conseguir allí «ojos azules» (lo cual significa donantes de
ojos azules).
En este supuesto, el «concepto-contenedor» (Pries 2001, pp. 15-17; Verto-
vec, 2000) de nación es representado con trazos que recuerdan a las muñecas
rusas: una nación contiene una ciudad que contiene una clínica que contiene
donantes que contienen ojos azules —todo ello acompañado por la imagina-
ción de un grupo étnico homogéneo con baja variación fenotípica8—. Los pai-
sajes genotípicos y fenotípicos europeos se evocan para representar tales mo-
delos-contenedor de las naciones y regiones europeas: una línea de
demarcación por el color de los ojos corta el paisaje imaginario de Europa en
una esfera de ojos negros del Sur y otra esfera de ojos azules al Norte y al Es-
te9. Susanne y Bruno Fischer suponían que las donantes de las clínicas espa-
ñolas serían españolas, y las imaginaban de tipo mediterráneo, de pelo y ojos
oscuros. No pensaron que una donante española les podría proporcionar las
marcas de identidad adecuadas que ellos pedían: pelo rubio y ojos azules. Las
imaginaciones alinean fantasías étnicas sobre la Europa del Sur y la del Norte
y del Este que oscilan entre lo semiótico y lo material. Mientras que estas imá-
genes definitivamente co-constituyen prácticas recientes como la FIV trans-
fronteriza, la asociación entre las fantasías y percepciones de la gente acerca
de las marcas fenotípicas de las donantes hasta cierto punto se separa de la
«producción» clínica local de óvulos; prácticas transnacionales como la movi-
lidad siguen descentrando el concepto contenedor de espacio.
Las dos clínicas en las que hice observación participante, una en Praga y
otra en Barcelona, tenían dos sistemas muy diferentes para conseguir donan-
tes. La clínica de Praga conseguía a las donantes colaborando con ginecólo-
gos/as de las regiones rurales y más pobres de la República Checa. Por ello, la
clínica checa proporcionaba un conjunto de donantes más homogéneo étni-
camente, en su mayoría de características propias de Europa Central, y ex-
cluían a donantes no checas o de etnia gitana. Por el contrario, la clínica cata-
—————
8 El concepto «contenedor» sigue siendo popular en estudios de migración internacional y
movilidad, además del de «factores de tira y afloja». Al analizar la reproducción asistida trans-
nacional con un diseño de investigación cuantitativo y con modelos de elección racional, hay
también una preferencia por los factores de tira y afloja (véase Crooks et al., 2010), razones
económicas y legales, al tiempo que se descuidan las cuestiones de los afectos, la emoción, la
imaginación y el papel del ambiente clínico (véase Knoll, 2005).
9 Desde luego, la alta variación del color de ojos en la Europa del Norte sigue siendo hoy
un tópico de las publicaciones científicas evolucionistas (véase, por ejemplo, Frost, 2006; o Su-
lem et al., 2007).
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 65
Dado que sólo conocí y hablé con pacientes que estaban iniciando el proceso
clínico, su actitud podría cambiar si llegaran a ser padres. Otras investigacio-
nes etnográficas y discusiones en foros FIV en Internet permiten considerar
esta posibilidad, debido también a la normalización del uso de las tecnologías
reproductivas (Hess, 2007). Algunos de los pacientes ingleses con quienes ha-
blé en la clínica española estaban mucho más abiertos a la discusión sobre el
desvelamiento, una reflexión del discurso relativo a los derechos prospectivos
—————
13 En la mayoría de los países europeos sólo se moviliza la biología (unos pocos parámetros
fenotípicos) en los procedimientos de matching, ya que no existen catálogos de donantes de
óvulos para la elección del paciente, que permitan acoplar rasgos y perfiles sociales como la re-
ligión, tal y como pueden conocer los pacientes de los programas de donantes de USA.
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 69
Después les dice a otras participantes del foro que, como el modo de dona-
ción de óvulos por el que concibió gemelos ha quedado anticuado, ella les dijo
durante el desayuno que hubo otra mujer que había ayudado a su madre a
quedarse embarazada, y que no había sido para tanto. Concluye que el vínculo
emocional también podría registrarse en las familias de adopción, y que, no
obstante, el embarazo había ayudado mucho. Y Girasol acaba con un mensaje
de ánimo a todas las participantes: en cualquier caso, decidan lo que decidan,
«la paternidad/maternidad procede del corazón, no de los genes».
La ambigua entrada en el foro de Girasol, con su relato sobre el tópico del
parecido, comprende algunos aspectos del «hacer parentesco» y «llegar a ser
padres» que han sido etiquetados como «culturas de relacionalidad» (Cartens,
2000). Girasol considera importante el papel de la maternidad gestacional, in-
dicando la analogía con la adopción, y cuenta su repentino cambio hacia la
apertura y el desvelamiento: reveló el secreto a sus hijos durante un desayuno
rutinario. Muchos otros pacientes FIV que usaron gametos de una tercera par-
te (donante) lo ocultan a sus familias, amigos y vecinos. Incluso entonces la
gente identifica ciertos criterios físicos. Estas atribuciones se basan en la ma-
triz de supuestos culturales acerca de que los hijos se parecen a sus ancestros
en algunos rasgos físicos; que lo familiar es natural y prediscursivo. De acuer-
do con Judith Butler, algo producido y establecido con medios «prediscursi-
vos» «es anterior al significado cultural que adquiere» (Butler 1990, p. 109); es
«una superficie políticamente neutral sobre la que actúa la cultura» (ibidem, p.
7). La performatividad en el hacer-familia, así como en la construcción del se-
xo/género, es la interpelación constante que llama a la subjetividad (en nues-
tro caso, marcas y rasgos son partes de un todo), que es la fabricación de la
subjetividad (Althusser, 1970). Aún más, estos procesos de identificación no
los performa el sujeto (Butler, 1993, p. 15), sino otras personas —aquí las in-
terpelaciones a la semejanza familiar son realizadas por miembros de la fami-
lia, amigos y vecinos, e incluso extraños entrometidos que al mirar al bebé en
el cochecito comentan, siguiendo la constreñida repetición de normas, cómo
se tiene que parecer el recién nacido a sus ancestros—. Los discursos tienen
consecuencias materiales: según lo entiende Butler, las identidades no son
esencias, sino actos performativos y reiterativos. Karen Barad amplía el con-
cepto de performatividad de Butler, más orientado al discurso, hacia el pro-
blema de la materialidad. Barad considera que el enfoque postestructuralista
concede «al lenguaje y otras formas más poder del que merecen para determi-
nar nuestras ontologías» (Barad, 2007, p. 133). Barad objeta que falta en el
análisis de Butler el problema de la materialidad. «La performatividad no se
entiende como citacionalidad iterativa (Butler), sino como intraacción iterativa
[...] Es posible que esta versión revisada de la performatividad nos pueda lle-
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 71
5. CONCLUSIÓN
En la FIV con donación de óvulos las donantes proveen a las clínicas con sus
óvulos. Allí son transferidos a receptoras que los compran como una parte del
tratamiento de infertilidad. Mientras que los óvulos de la paciente son susti-
tuidos y la capacidad reproductiva es desviada a través de las tecnologías, las
donantes son alienadas del posible resultado de su trabajo reproductivo; la
sustancia es separada de su cuerpo. La donación de óvulos es mediada entre
receptora y donante por la clínica, cual broker de óvulos. Tanto en la clínica
checa como en la española esto se regula acoplando algunos criterios físicos:
se deben mantener los rasgos fenotípicos más obvios de la receptora (o de la
pareja receptora). En la mayoría de los escenarios clínicos europeos, las pa-
cientes no tienen la posibilidad de elegir por sí mismas o por catálogo a la do-
nante, como ocurre en los programas de donación de los EE. UU. El matching
y asignación de una donante a una receptora es hecho por las clínicas de for-
ma anónima y es modelado según ciertos parámetros, de acuerdo con un es-
quema mendeliano dominante/recesivo y las impresiones que los empleados
CAMBIAR EL ÓVULO MANTENIENDO EL FENOTIPO 73
RECONOCIMIENTOS
Estoy muy agradecido a las personas que tan amablemente han ofrecido sus
historias y experiencias para mi investigación durante los últimos años y doy
las gracias al personal administrativo y técnico de las clínicas y bancos de es-
perma que han facilitado mi trabajo. Quisiera dar las gracias al grupo de in-
vestigación Ciencia, Tecnología y Género (CTG) de Madrid, que amablemen-
te me han invitado a sus seminarios y han enriquecido la comunicación
intelectual a través de las fronteras europeas. Por último, pero no por ello me-
nos importante, quisiera dar muchas gracias a las editoras que me incluyen en
este volumen y a la traductora de mi artículo.
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76 CUERPOS Y DIFERENCIAS
SILVIA TUBERT
L
a mayor parte de las culturas, en la medida en que se trata de organiza-
ciones patriarcales, identifican la feminidad con la maternidad. A partir
de una posibilidad biológica, la capacidad reproductora de las mujeres,
se instaura un deber ser, una norma, cuya finalidad es el control tanto de la se-
xualidad como de la fecundidad de aquellas. No se trata de una legalidad explí-
cita, sino de un conjunto de estrategias y prácticas discursivas que, al definir la
feminidad, la construyen y la limitan, de manera tal que la mujer desaparece tras
su función materna, que queda configurada como su ideal.
El desarrollo de las llamadas ciencias sociales o humanas, desde una pers-
pectiva feminista, ha puesto de manifiesto que la ecuación mujer=madre no
responde a una esencia sino que, lejos de ello, es una representación —o con-
junto de representaciones— producida por la cultura. El feminismo ha gene-
rado, históricamente, tres tipos de respuestas a la cuestión de la maternidad:
único que había tenido la experiencia de cambiar de sexo. Sin vacilar, Tiresias
afirmó que si el goce del amor se componía de diez partes, nueve le corres-
pondían a la mujer y una al hombre.
Por otro lado, la sexualidad femenina también despierta angustia en tanto
se la erige en significante de la diferencia entre los sexos, de la alteridad, con-
figurándose como una amenaza para el narcisismo masculino; en consecuen-
cia, los discursos imperantes en el orden patriarcal representan —y constru-
yen— a la mujer como madre. La inscripción simbólica de la maternidad
como esencial permite dejar de lado la cuestión de la sexualidad femenina; la
mujer en tanto madre —no sexual, como la virgen María contrapuesta a la pe-
cadora Eva— permite evitar tanto el peligro de la confusión de los sexos como
la angustia ante una diferencia irreductible. Una sola operación, la ecuación
mujer=madre, permite reducir la sexualidad femenina, representada en el
imaginario colectivo como la capacidad de un goce absoluto, y, al mismo
tiempo, desvalorizar la potencialidad generadora de las mujeres, en la medida
en que la maternidad se define como natural y la paternidad como simbólica.
Desde este punto de vista, la esterilidad da cuenta de una resistencia muda
a una función simbólica concebida como natural, a una definición ideológica
del goce, el deseo y los ideales de la feminidad y la felicidad. La mujer que no
es madre perturba, en cierto modo, el orden establecido, pone en cuestión
aquello que regula las relaciones entre hombres y mujeres, atenta contra el sis-
tema de exclusiones que rige el orden jerárquico establecido entre ellos.
La ontologización o esencialización del deseo maternal proporciona una
respuesta al interrogante sobre el deseo de las mujeres e impide que se plantee
no sólo la cuestión de la diferencia entre los sexos, sino también la de la diver-
sidad entre las mujeres en tanto sujetos deseantes. Si en la comparación con
los hombres, desde una perspectiva que confunde lo imaginario con lo simbó-
lico, se encuentran en una situación de inferioridad —lo que se utiliza para
justificar su subordinación social—, se procura que haya al menos paridad,
que no exista un más ni un menos entre ellas.
La ciencia y la tecnología se hacen eco de las prácticas discursivas que
identifican la feminidad con la maternidad, entendiéndola fundamentalmente
en términos biológicos, y crean artificios para conservar paradójicamente la
ilusión de su naturalidad. Así, por ejemplo, las nuevas tecnologías reproducti-
vas, que pretenden justificarse habitualmente en función del «deseo» de las
mujeres, están marcadas por la exigencia de garantizar que ninguna quede al
margen de su función reproductora, que supuestamente definiría su esencia.
De este modo se mantiene la ecuación mujer=madre, se intenta controlar lo
incontrolable, la vida y la muerte, y se evita reconocer la castración y la deuda
simbólica; en suma, nuestra condición de sujetos generados, en tanto tales, no
86 CUERPOS Y DIFERENCIAS
sólo por la reproducción de los cuerpos sino también por los sistemas simbó-
licos, fundamentalmente el lenguaje, que configuran al ser humano como suje-
to hablante, portador y transmisor de cultura.
Si tenemos en cuenta los efectos que produce la exclusión de lo femenino
en este campo, podemos postular que intervienen en él operaciones análogas a
la forclusión, en tanto lo que se deja al margen retorna bajo la forma de inter-
venciones técnicas en los cuerpos reales. Con este término Lacan intentó dar
cuenta del mecanismo defensivo que se encuentra en el origen de la psicosis.
Freud había hecho referencia a una operación diferente de la represión y
de la renegación (específicas, respectivamente, de la neurosis y la perversión) a
la que denominó Verwerfung, aunque este término tiene, en los textos freu-
dianos, varias acepciones. Se puede traducir por rechazo, condenación, recu-
sación, y quizá tenga interés señalar que, en el ámbito de la veterinaria, signifi-
ca «aborto». Desde el comienzo de su trabajo, al hablar de la psicosis
alucinatoria, Freud describe una defensa mucho más enérgica y eficaz que la
represión, «consistente en que el yo rechaza la representación intolerable
conjuntamente con su afecto y se conduce como si la representación no hubie-
se jamás llegado a él». Y añade: «El yo se separa de la representación intolera-
ble, pero ésta se halla inseparablemente unida a un trozo de la realidad y, al
desligarse de ella, el yo se desliga también, total o parcialmente, de la reali-
dad» (Freud, 1894, pp. 175-6).
Años más tarde, en la historia clínica del «hombre de los lobos», insiste en
la diferencia entre ambas operaciones defensivas, que se activan fundamen-
talmente ante la cuestión de la castración, es decir, la diferencia sexual, siendo
la Verwerfung «la más antigua y profunda, que se había limitado a rechazar la
castración sin emitir juicio alguno sobre su realidad»; para él, era como si no
existiera (Freud, 1918, p. 1987). Pero esta exclusión tiene otras consecuencias:
tras retirar la libido de las personas que lo rodean y del mundo exterior en ge-
neral, que llega a serle indiferente y ajeno, con el consiguiente hundimiento
del mundo subjetivo, el psicótico intenta reconstruirlo mediante la elabora-
ción de su delirio; evidentemente, este segundo momento es mucho más «rui-
doso» que el primero. Aunque utiliza en este contexto los términos represión y
proyección, Freud advierte que, hablando con propiedad, lo que está en juego
es algo diferente: lo que había sido excluido del mundo subjetivo retorna des-
de el exterior, bajo la forma de alucinaciones y delirios (Freud, 1918, p. 1987).
El autor describe este rechazo, referido fundamentalmente a los genitales fe-
meninos, fantaseados o «teorizados» por el niño como ausencia, es decir, cas-
trados y, como tales, generadores de angustia, de dos maneras que no son ex-
cluyentes. Por un lado, en términos económicos, como deslibidinización de lo
percibido y pérdida del interés (no-libidinal) en ello, acompañadas de la re-
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 87
—————
1 Muchas ya lo han hecho.
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 89
—«Yo creo que no voy a tener suerte, pero voy a seguir haciéndomelo hasta
que me diga la doctora que ya...»
—«Será tu destino, es cuestión de tener suerte.»
—«Cuando me dijeron que tendría dificultades para tener hijos, empecé a de-
cirme: Tengo que, tengo que, tengo que tener un hijo antes de los 30 años. No sé
por qué.»
«Como no me ven nada a simple vista, me van a hacer la laparoscopia, a ver si hay
algo más adentro.» Tal vez esperan encontrar algo allí donde no hay nada, donde
no hay más que vacío, el vacío del que da cuenta la menstruación cada mes: «He
tenido temporadas de llorar y de no querer salir a la calle, porque me falta algo».
Y, como se sabe, «un niño llena mucho». Pero la medicalización del cuer-
po entraña una verdadera desubjetivación. Y, en tanto el sexo es la diferencia
instaurada en el cuerpo, esta desubjetivación equivale a una desexuación que
ignora la diferencia entre los sexos. Los sucesivos intentos de embarazo, con
los consiguientes fracasos, conducen a un retorno de las identificaciones pri-
marias, fundamentalmente de la identificación narcisista madre-hija.3
El deseo de hijo como resultado de la constitución del Ideal del Yo se des-
vanece en favor del Yo Ideal narcisista formado a partir de las identificaciones
primarias. Se desvanece correlativamente la distancia con respecto a la unidad
imaginaria que permitiría al sujeto tener acceso a su propia escisión: de ahora
en adelante, se sacrificará el cuerpo, que habrá de sufrir innumerables escisio-
nes, entregado a las operaciones médicas, al goce del Otro, en aras de recupe-
rar esa unidad ilusoria encarnada en la maternidad biológica como ideal.
Las mujeres, al someterse a estas intervenciones, se sienten exigidas a ade-
cuarse absolutamente a ese ideal; se torna imposible cualquier tipo de sustitu-
ción simbólica; no vale la semejanza (la maternidad social a través de la adop-
ción, por ejemplo), buscan exclusivamente la identidad con el ideal. Pero esta
duplicación narcisista en la maternidad ideal sostiene un enorme potencial
agresivo: su resultado es el sacrificio del cuerpo en favor de la imagen ideal
que aquél se niega a encarnar. El sujeto se borra y deja lugar al cuerpo anató-
—————
3 Los procesos que describo aquí son efecto del ingreso de las mujeres en el discurso médi-
co; de ninguna manera podemos verlos como propios de un «perfil» específico de quienes recu-
rren a estas técnicas.
REPRODUCCIÓN ASISTIDA 95
mico, a un cuerpo sin referencias subjetivas, sexuales, que será abordado co-
mo ajeno a toda estructura, práctica o discurso que no sea el discurso médico
o el discurso social de la maternidad. La exterioridad del cuerpo lo convierte
en una entidad supuestamente natural a la que hay que hacer funcionar como
debe.
Ese objeto unitario —el cuerpo reproductor de la mujer—, definido exclu-
sivamente por sus propiedades físicas y procreadoras, correspondería supues-
tamente a un sujeto unificado que no puede sino desear la realización de su
función biológica. Pero la desexuación supone una renuncia al propio deseo,
lo que no le deja otro lugar que el de objeto del goce del Otro.
La duplicación narcisista reemplaza la diferencia entre los sexos: donde no
hay tercero, no hay función metaforizante. El cuerpo es insuficiente para ga-
rantizar la diferencia entre los sexos, que no es una mera cuestión anatómica;
la sexuación no es una propiedad del cuerpo natural. Por el contrario, es la
sexualidad la que determina la organización de un cuerpo. ¿Qué pasa en esta
situación con la sexualidad, con el deseo? ¿Qué dicen estos cuerpos en forma
negativa, con su mudez, entrando en el discurso del sujeto sólo como silencio,
como obstáculo, como maldición?
Dominique Grange refiere su «combate inútil» por lograr que «la medicina
hiciera de mí, a cualquier precio, una madre biológica» (Grange, 1985). Ella
considera que la sobrevaloración de la herencia genética arraiga profunda-
mente en el narcisismo, que supone el deseo de reproducirse cueste lo que
cueste. Describe la entrega, como objeto, al goce del Otro: al callar, dejando la
palabra a los especialistas, «me había dejado desposeer de mi deseo», que sólo
cree haber recuperado al recurrir a la adopción. El niño volvió a situarse en-
tonces, para ella, como objeto del deseo y no como «libra de carne», garante
del mantenimiento de su posición narcisista a través de la fusión imaginaria
con el ideal. Pero esto supone ya la intervención de la operación metaforizante
introducida, en el mito edípico, por la función de la castración, entendida co-
mo reconocimiento de la diferencia entre sexos y generaciones y como vertien-
te subjetiva de la ley fundante de la cultura, el tabú del incesto.
Si recurrimos a la representación de los tres registros lacanianos —real,
imaginario y simbólico—, podemos decir que el desanudamiento de lo simbó-
lico (vinculado con la forclusión) deja a la mujer atrapada entre lo real y lo
imaginario. El niño demandado aparece así como el cuarto término que ten-
dría la función de reanudar lo desanudado. Se trata de un niño reparador, del
niño ideal del narcisismo, que permitiría mantener el conjunto (el enlace de
los tres registros), evitando así la desorganización del sujeto.
Pero, al quedar desprendidas de referencias simbólicas, las actuaciones en
lo real pierden el sentido. La función tercera estaría, en estos casos, encarnada
96 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—«Lo veo como la última solución [se refiere a la FIV]. Pienso que por qué no
voy a ser yo una del 10% que se quedan embarazadas y tienen el niño.4 Otras ve-
ces pienso que sólo me va a servir [el fracaso de la FlV] para que me olvide de ni-
ños y ya está.»
—«Lo paso fatal todos los meses, hasta que me baja la regla. Siempre estoy de-
seando que me baje..., que baje o que no me baje. Tengo miedo de que venga...,
tenga poca posibilidad de quedar embarazada.»
—«No sé, quiero pero no quiero. Me da ganas al oír hablar de esto, pero estoy
hecha un lío.»
En diversos momentos afirman que van a continuar con sus intentos hasta
que los médicos digan «no», como si buscaran un límite al sueño narcisista.
De todos modos, el goce tendría sus riesgos: tener un niño anormal como
castigo por su empecinamiento, por su omnipotencia, por la connotación in-
cestuosa de su deseo. ¿Quizás es por algún motivo que el niño no viene es-
pontáneamente?, se preguntan. ¿Se tratará de un castigo? ¿De una prohibi-
ción? Si se pudiera hallar una significación a la infecundidad, ¿se lograría
quizás aceptarla de otro modo? Pero del niño monstruoso al niño maravillo-
so sólo hay un paso:
—«Yo creo que las posibilidades de que te salga mal son menores que si te
quedas por ti misma. Me lo comentó la doctora, porque a los espermatozoides los
arreglan, los lavan, los preparan, solamente entran los que están en buenas condi-
ciones, los óvulos que están en buenas condiciones.»
infertilidad como problema de la mujer, ante el que se sitúan casi como obser-
vadores pasivos, plegándose a las iniciativas que toman sus mujeres:
—«Si se ve que no hay posibilidades, no pasa nada. Hay que tomárselo con
tranquilidad, pensando que no es posible.»
—«Puede que haya suerte y se dé bien, el no ya lo tenemos. Esperanzas siem-
pre hay. Yo nunca me he puesto con ella: oye, pues no tenemos hijos y tal... Nos
gusta tenerlos como a todos, pero si no se puede, qué vas a hacer.»
—«Mi marido me dice: a ver lo que haces, ¿estás bien segura? Yo no te lo exi-
jo.»
—«El mío es hijo único, no le gustan los niños, se conoce que está acostum-
brado a estar solo.»
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SUJETOS DE PLENO DERECHO:
EL NACIMIENTO COMO TEMA FILOSÓFICO1 2
I
maginen que acaban de tomar asiento en una conferencia organizada por un
departamento de Filosofía en una universidad cualquiera del mundo. La
conferenciante comienza y dice que va a hablar sobre el embarazo del suje-
to. Piensen por un momento qué tipo de reacciones podría tener la audiencia.
Por un lado, abordar una reflexión sobre el sujeto es completamente aceptable
desde el punto de vista filosófico. Por otro, ¿no sorprendería el hecho de que,
tratándose de filosofía, se pretenda hablar sobre el sujeto como embarazada?
—————
1 Este ensayo forma parte de la participación de Stella Villarmea en los Proyectos de Inves-
tigación (HUM FFI2010-15975) y (HUM2007-60464) del Plan Nacional I+D del Ministerio de
Educación de España. Es también el resultado de su participación en las siguientes redes de in-
vestigación: (UCM 930664), (UAH CCHH2006/R06), (UAH-Castilla La Mancha PII 1/09-
0062-6073) y (UAH-Franklin 2009-2011). Está previsto que una primera versión en inglés de
este trabajo se publique en la revista Ontology Studies/Cuadernos de Ontología.
2 El contenido de este escrito está inspirado en la experiencia personal, la formación espe-
cializada y las conversaciones con personas muy diversas, muchas de las cuales son socias de El
Parto es Nuestro, de Vía Láctea o de otras asociaciones civiles españolas. Nuestro agradecimien-
to más profundo a cada una de ellas por todo lo aprendido y vivido juntas.
104 CUERPOS Y DIFERENCIAS
Por nuestra parte, estamos convencidas de que hay temas sobre el embara-
zo del sujeto que merecen una indagación filosófica. En este artículo, en con-
creto, les invitamos a considerar el nacimiento y el parto como actos humanos
y a reflexionar sobre la necesidad de humanizar los partos. Es probable que al
leer sobre la humanización del parto se piense que vamos a abordar la mejora
de las condiciones del parto en países o situaciones de pobreza, subdesarrollo
o carencia de recursos, y que nos vamos a referir a la posibilidad de expandir a
otros lugares el tipo de apoyo, conocimientos, equipamiento y tecnología mé-
dica del que nosotros —es decir, los «occidentales»— disfrutamos. Al fin y al
cabo, los índices de mortalidad y morbilidad de las madres y recién nacidos
varían considerablemente entre países, y las condiciones en las que se realizan
los partos se pueden y se deben mejorar en los llamados países en desarrollo.
Este hecho es tan evidente que podría, por sí mismo, justificar una conversa-
ción filosófica sobre la situación de los derechos humanos en un mundo en
expansión. Sin embargo, no es nuestro deseo escribir aquí sobre los derechos
humanos y las condiciones de parto en los países en desarrollo, sino que el
tema que les queremos proponer como filosóficamente relevante es el desa-
rrollo de los derechos humanos y las condiciones del parto en los países desa-
rrollados. La verdad es que las condiciones de parto pueden llegar a ser injus-
tificables allí donde no lo esperaríamos de antemano. Esto no sucede por la
falta de recursos económicos, intelectuales, científicos o tecnológicos, sino jus-
tamente a pesar de la existencia de todos estos recursos. Los datos, el análisis y
la interpretación de esta situación son en esos momentos objeto de un pro-
fundo debate no sólo en ámbitos profesionales o institucionales sino de mane-
ra especialmente activa en las asociaciones civiles y a nivel interpersonal.
La motivación de este escrito es, pues, doble. Señalar, por un lado, las rela-
ciones, tensiones y contradicciones que existen actualmente entre el universo
simbólico del nacimiento y la realidad de la atención durante el parto en mu-
chos países en zonas bien desarrolladas del mundo. Advertir, por otro, que,
junto al grave problema de los índices de morbilidad y mortalidad asociados a
las condiciones de parto en los países en desarrollo, existe otra tendencia tam-
bién preocupante: la velocidad a la que estos países copian las malas prácticas
sanitarias de los países desarrollados. Lo cual conlleva el aumento de interven-
ciones médicas que generan complicaciones iatrogénicas, la alteración de los
procesos de nacimiento y el descenso dramático de los índices de lactancia
materna a nivel mundial.
Durante los últimos siete años, aproximadamente, los medios de comuni-
cación de nuestro país, España, se han venido haciendo eco de lo que comen-
zó siendo una queja y se ha transformado ya en una enérgica protesta prolija-
mente argumentada: la deshumanización que suele acompañar a tantos partos.
SUJETOS DE PLENO DERECHO 105
Antes de que el problema adquiriera visibilidad social, habían tenido que sur-
gir diversos grupos y asociaciones integrados por mujeres profesionales, usua-
rias de los servicios de salud y madres que luchaban por recuperar la dignidad
y la humanidad que deberían acompañar el tratamiento médico y la atención
durante el embarazo y el parto3. La necesidad de humanizar el parto llegó a
ser reconocida por el propio Ministerio de Sanidad como un asunto absolu-
tamente urgente. Este reconocimiento ha motivado una profunda reestructu-
ración de los protocolos sanitarios vigentes, y se ha traducido en la publica-
ción de la nueva Estrategia de Atención al Parto Normal (Ministerio de
Sanidad y Consumo, 2007), de diversos informes y estudios sobre Maternidad
Hospitalaria (Ministerio de Sanidad y Política Social, 2009), y de la reciente
Guía de Práctica Clínica para la Atención al Parto Normal (Ministerio de Sa-
nidad y Política Social, 2010).
—————
5 El Parto es Nuestro es una asociación dedicada a promover los derechos de las embaraza-
das y los recién nacidos durante la atención al parto. Fue creada para prestar asistencia legal y
apoyo psicológico a mujeres que habían sufrido cesáreas y partos traumáticos. Actualmente co-
laboramos con el Ministerio de Sanidad y otras instituciones para mejorar la atención al emba-
razo, parto y puerperio. Una de las socias fundadoras describe así los motivos que la impulsaron
a involucrarse en esta causa: «La mayoría de nosotras habíamos llegado a la maternidad bien
entrados los treinta, con cierto grado de seguridad económica y profesional y la sensación de
que las luchas feministas (o, al menos, las «verdaderas» luchas feministas, como el acceso al
empleo o a la educación, al aborto o a la igualdad ante la ley) eran logros del pasado consegui-
dos mucho tiempo atrás. Pensábamos que podríamos disfrutar tranquilamente de los frutos del
esfuerzo de nuestras madres y abuelas sin necesidad de seguir esforzándonos o colaborando con
la causa feminista. Creíamos que la discriminación sexista sólo afectaba a las mujeres de las cla-
ses sociales más desfavorecidas. Pero esas creencias se desmoronaron en el momento en que
dimos a luz a nuestros propios hijos y fuimos humilladas, infantilizadas, utilizadas y brutalmen-
te privadas por médicos, enfermeras, e incluso nuestras propias familias, de nuestra dignidad y
de la fantasía de que la igualdad era un logro ya conseguido».
110 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
6 Resulta escandaloso que algunos manuales de obstetricia y ginecología incluyan la que
denominan «indicación didáctica» como una de las razones para practicar un fórceps, autori-
zando así una intervención que puede causar lesiones graves en el niño y en los genitales de la
mujer, con el único objetivo de enseñar una técnica a estudiantes.
SUJETOS DE PLENO DERECHO 111
La dignidad humana puede definirse, con Kant, como el derecho de toda per-
sona a ser considerada como un fin en sí misma y a no ser convertida en un
instrumento de los otros. Cuando decimos que la dignidad de las mujeres y de
los niños no se respeta durante el embarazo, parto y nacimiento, nos referimos
a que su propia salud y bienestar no es un fin en sí mismo sino que hay otros
intereses en juego (sean dinero, docencia, defensa jurídica u otros); llamamos
la atención sobre que la mujer es privada de su derecho a tomar decisiones li-
bres e informadas sobre su propia salud y su propio cuerpo; denunciamos que
no se le permite ejercer los derechos y obligaciones que le conciernen como ti-
tular de la patria potestad sobre sus hijos; señalamos la violación de los dere-
chos humanos en relación con las aplicaciones de la medicina, recogidos en las
convenciones internacionales sobre derechos humanos y bioética, citadas an-
teriormente; y criticamos, en definitiva, que las mujeres durante el embarazo,
nacimiento y parto no sean plenos sujetos de derecho, tal y como la ley les re-
conoce, sino que se hayan convertido en meros objetos sin derechos.
Para nombrar el hecho de que las mujeres se vean institucional y sistemáti-
camente privadas de la dignidad y libertad que les corresponde durante el
embarazo, parto y nacimiento, el activismo en torno a un parto respetado ha
acuñado el término «deshumanización» en la atención al parto. Humanizar la
atención al parto exige, por el contrario, tomar en serio que las mujeres emba-
razadas, las que paren y las que acaban de dar a luz son, también ellas, plenos
sujetos de derecho. Como dice la médica española Marga Iraburu: «Proteger
—————
viese por el hospital. Entretanto, ella y su marido pidieron el alta voluntaria, en contra del crite-
rio del médico, y se fueron a otro hospital, en donde posteriormente Marlowe dio a luz vagi-
nalmente a una niña sana de 5 kilos de peso. “Cuando supe lo de la orden judicial no me podía
creer que el hospital hubiera hecho algo así. Me quedé atónita y horrorizada”, dijo Marlowe,
“¡Todo por el simple hecho de no aceptar una cesárea!”» (National Advocates for Pregnant
Women, 2005).
114 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
cos. La investigación refleja los hallazgos de un estudio prospectivo longitudinal nada menos
que con 272 mujeres embarazadas primíparas. Entre sus resultados se citan los siguientes: «Las
importantes consecuencias adversas de índole psicológica estaban asociadas a la modalidad del
parto. Las mujeres con un parto espontáneo vaginal eran las que más tendencia mostraban a
experimentar una considerable mejora de estado de ánimo, así como un aumento de la autoes-
tima en el intervalo desde la última etapa del embarazo hasta el puerperio inicial. En cambio,
entre las mujeres con un parto por cesárea se registró la tendencia a experimentar un deterioro
de estado de ánimo considerablemente mayor y una disminución de la autoestima [...] Los re-
sultados de este estudio sugieren que la intervención operativa durante el primer parto entraña
importantes riesgos psicológicos que hacen que las mujeres que los experimentan sean más
propensas a sufrir una reacción de tristeza o a experimentar sufrimiento postraumático y depre-
sión» (Fisher, et al., 1997).
11 Distintos estudios abundan en este punto. Citamos aquí uno de los libros más recientes e
importantes sobre el tema: «Nuestro conocimiento de los trastornos mentales que afligen a las
mujeres ha progresado enormemente en los últimos tiempos, con un aluvión de publicaciones
en el mundo entero [...] Gran parte de la literatura moderna se ha ocupado de las consecuen-
cias de los partos difíciles o traumáticos, a los que pueden seguir síntomas persistentes de estrés
o quejas patológicas [...] Por consiguiente, nos enfrentamos en la actualidad a un abanico de
trastornos prenatales y postparto que desafía la capacidad de diagnóstico de los profesionales
de la salud mental, si bien puede conducir también a un arsenal de terapias específicas [...] No
se puede insistir lo suficiente en la importancia de reconocer, evaluar y tratar los trastornos de
humor perinatales» (Brockington, 2008).
116 CUERPOS Y DIFERENCIAS
como parte integral de una vida buena. Para que ello sea cierto, el cultivo de
la filosofía ha de contribuir a la mejora de la vida de las mujeres, al menos en
la misma medida en la que contribuye a mejorar la vida de los varones. Para
esta perspectiva, la crítica del patriarcado es un cometido esencialmente filo-
sófico, pues permite satisfacer la promesa de comprender y mejorar las condi-
ciones de vida del ser humano.
En una de sus caracterizaciones clásicas, la teoría kantiana, la filosofía se
enfrenta a los siguientes interrogantes: «¿qué puedo saber?», «¿qué debo ha-
cer?» y «¿qué me cabe esperar?». Si tenemos en cuenta lo difícil que ha sido
pensar en el sujeto que hay detrás de esas preguntas como siendo una mujer
—hecho de sobra demostrado por las aproximaciones de género que han es-
tudiado la historia de la filosofía—, no debería sorprendernos comprobar lo
casi imposible que resulta pensar en tal sujeto de conocimiento, comporta-
miento e imaginación como siendo una mujer embarazada, que da a luz o que
amamanta. Es un hecho que la invisibilidad de estas configuraciones de la
subjetividad a lo largo de la historia de la filosofía es prácticamente absoluta.
La ausencia en el seno del análisis filosófico de la humanidad de la mujer em-
barazada y de la mujer que da a luz es paralela a la falta de presencia de otros
paradigmas de lo humano, como la niñez, la enfermedad o la vejez, en general.
Es probable que el peso de la tradicional identificación filosófica de lo huma-
no con lo racional haya dejado fuera otros aspectos de lo humano. Pero al
margen de los comentarios que puedan hacerse sobre ésta y otras razones, lo
que sí constatamos es que, a estas alturas de la historia de las ideas, el silencio
de la filosofía en relación con las experiencias del sujeto femenino que tienen
que ver con el embarazo y el parto es demasiado patente para pasarlo por alto.
Por eso nos gustaría decir al menos una cosa, siquiera sea brevemente, sobre
la incapacidad de la historia de la filosofía para describir y asumir experiencias
vitales tan significativamente humanas como la experiencia de vivir con un
cuerpo embarazado, un cuerpo que da a luz y un cuerpo que acaba de parir.
Para ello mencionaremos una de las tesis más extendidas en la historia de
las ideas y de la cultura, en general, a saber, la afirmación en virtud de la cual
la capacidad creadora de la mujer se identifica con el hecho de ser capaz de
dar a luz. Este tópico, la mujer crea al dar a luz, se complementa, además, con
otra idea, nada trivial; la idea según la cual el proceso de dar a luz no requiere
reflexión alguna. El proceso de embarazo es inconsciente, no requiere ser
pensado, no exige pensamiento. Las consecuencias de esta línea de pensa-
miento caen solas: la mujer crea de manera inconsciente, el proceso es natural
y mecánico, y su desarrollo es ajeno a su voluntad, a su capacidad de decisión
o a su libertad de expresión. Quisiéramos aclarar, no obstante, que no estamos
hablando aquí de voluntad, capacidad de decisión o libertad de expresión en
SUJETOS DE PLENO DERECHO 117
—————
12 Los planteamientos existencialistas ofrecen una idea de la libertad humana y su ejercicio
que puede servirnos de referencia aquí. Bastaría recordar la noción de libertad de Kierkegaard
como el acto de elegir y crearse a sí mismo, y aplicarla para evaluar el grado de libertad de que
disfrutan las mujeres que dan a luz en un contexto fuertemente intervenido y medicalizado co-
mo el nuestro.
SUJETOS DE PLENO DERECHO 119
EL SUJETO EMBARAZADO
tonomía y los derechos. Sus análisis nos han ayudado a visualizar los instru-
mentos de cosificación y sumisión en los que se ven envueltas las mujeres, tan-
to en el ámbito privado como en el público. Tal y como lo formula Isabel Al-
er, no cabe duda de que el feminismo nos ha ayudado a parirnos como
mujeres; ya es hora de que también nos ayude a parirnos como madres. Gra-
cias al feminismo, hemos logrado separar la sexualidad de la reproducción.
Ahora podemos elegir ser o no ser madres; no queremos ser madres por obli-
gación. «Parecería que en este sentido el feminismo pudiera morir de éxito, y
sin embargo hoy tiene grandes retos planteados también en torno a la mater-
nidad [...] Se trata de plantearse hoy cómo puede contribuir la maternidad a
la transformación social liberadora de las mujeres y de la sociedad» (Aler,
2006, p. 20). Como se puede apreciar, en relación con la maternidad quedan
todavía muchos aspectos por debatir.
—————
13 Estamos casi tentadas de escribir que, además de la madre embarazada, que «pare» y
que «es parida», hay también un bebé gestado, «parido» y que también «pare». Somos cons-
cientes de que estas construcciones suenan extrañas y artificiosas, pero nuestro deseo sería ex-
plorar formas de expresión que nos ayudaran a describir diferentes etapas y experiencias del
cuerpo femenino durante el proceso de embarazo, parto y puerperio. A este respecto, estamos
convencidas de que deberíamos explorar usos alternativos de los verbos usuales para transmitir
el hecho de que los bebés participan activamente en el nacimiento; que no sólo nacen o son pa-
ridos, sino que también «se dan a luz a sí mismos». Sabemos que suena chocante, pero lo cierto
es que, en cierto sentido, la fisiología del parto demuestra que los bebés también «se paren a sí
mismos».
SUJETOS DE PLENO DERECHO 121
tran hasta qué punto es necesario cuestionar nuestra forma de pensar sobre el
nacimiento y sus consecuencias.
Precisamente por estas razones, el excesivo intervencionismo médico y los
procedimientos fuertemente invasivos en relación con el parto y el nacimiento
son formas extremas de invasión y de control de la subjetividad. Estas prácti-
cas médicas no sólo manejan y alteran el nacimiento, sino que también contri-
buyen a redefinir la naturaleza del parto y de la humanidad15. La antropología
médica se refiere al modelo hegemónico, que guía u organiza la atención sani-
taria y el cuidado de la enfermedad en los países del llamado mundo desarro-
llado, como «modelo biomédico» o «biomedicina». Es esencial darse cuenta
de que, tal y como señala María Isabel Blázquez Rodríguez, «en la actualidad
el sistema sanitario funciona como la institución portadora de los conocimien-
tos y de la autoridad necesarios a la hora de regular todo lo concerniente a los
procesos de atención al embarazo, parto y puerperio. Entre sus “objetivos” se
pueden nombrar los de explicar los significados sobre la reproducción o mo-
delar cómo las mujeres y sus parejas deben situarse ante sus embarazos, partos
y puerperios, porque lo que está en juego en el envite no es un asunto perso-
nal de las mujeres y de los hombres, sino la reproducción de la sociedad desti-
nada a conseguir individuos, trabajadores, sujetos de derechos (y de deberes)»
(Blázquez Rodríguez, 2009, p. 18). En realidad, el parto es un auténtico rito
de paso en el que ciertos procedimientos, a veces dañinos e innecesarios, se si-
guen utilizando porque ayudan a promover los valores y creencias científicos y
tecnológicos desde los que esa sociedad se entiende a sí misma (Floyd, 2003;
Maushart, 2000).
—————
guaje (véase Talge, et al., 2007; Van den Berg, et al., 2005) [...] En la actualidad existen pruebas
firmes de numerosos estudios prospectivos independientes que muestran que el estrés prenatal
predice consecuencias adversas a nivel social, emocional y cognitivo, durante la infancia [...]
Otros estudios muestran vínculos entre el estrés o la ansiedad prenatal y problemas de compor-
tamiento o emocionales de la niña o el niño [...] La magnitud de las consecuencias identificadas
en muchos de estos estudios es considerable, aunque es importante subrayar que la mayoría de
las niñas y niños no resultan afectados [...] Estos resultados implican que la cantidad de pro-
blemas de comportamiento atribuibles a la ansiedad prenatal se sitúa en torno a un 15% [...]
Las implicaciones de la investigación son que la ansiedad y el estrés durante el embarazo debe-
rían recibir mayor atención, tanto en beneficio de la propia mujer como con vistas al desarrollo
de su futura hija o hijo [...] Una intervención eficaz para reducir el estrés maternal y/o la ansie-
dad durante el embarazo debería ayudar a disminuir la incidencia de problemas cognitivos y de
comportamiento de los niños [...] Existen pruebas sólidas en la actualidad que muestran que la
ansiedad maternal y el estrés durante el embarazo aumentan considerablemente el riesgo de
consecuencias adversas a largo plazo sobre el desarrollo neurológico de la niña o niño, aunque
la mayoría no resultan afectados» (Glover, et al., 2008).
15 Desde esta perspectiva, quedan todavía muchos capítulos por escribir inspirados por la
Historia de la Sexualidad de Foucault y su planteamiento de las tecnologías del yo.
124 CUERPOS Y DIFERENCIAS
BIBLIOGRAFÍA
D
ado que el género se asimila convencionalmente al (sexo) cuerpo, és-
te se ha convertido en un locus importante, aunque suponga un desa-
fío al dualismo cartesiano que subordina el cuerpo a la mente. Mien-
tras nuestra tradición epistemológica pretende separar de manera tajante el
racionalismo del sujeto «puro» cartesiano de la corporeidad carnal, el sistema
patriarcal pretende regular y controlar los cuerpos de las mujeres a través de
tecnologías como el aborto o la anticoncepción, a la vez que se objetivizan
esos mismos cuerpos para consumo y deleite sexual por diferentes medios. La
cirugía estética es uno de ellos. En este trabajo, nos centraremos en la tecnolo-
gía de los implantes mamarios (en especial los de silicona), su historia, las po-
lémicas suscitadas en torno a ellos y el público “objetivo” al que se dirige y
ciertos valores subyacentes a las representaciones de la feminidad.
Desde enero de 2007, la cirugía estética es uno de los nuevos ítems que se
computan en el Índice de Precios al Consumo (IPC) español (junto con los
preservativos y en lugar de la leche fresca y la carne de vaca). El IPC es una
medida estadística de la evolución de los precios de los bienes y servicios que
consume la población residente en viviendas familiares en España, se obtiene
132 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
1 Tomado de la página web de dicha Sociedad, fundada en 1956: http://www.secpre.org/
index.html (consultada el 1 de septiembre de 2009).
2 Ibidem (último acceso, mayo de 2011). El subrayado es mío.
3 Ibidem (último acceso, mayo de 2011). El subrayado es mío.
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 133
2010 a unos 300 gerentes de hospitales y clínicas privadas, para valorar cuáles
fueron los tipos de intervenciones más demandadas, el género y edad de los
pacientes que se sometieron a las mismas, así como el coste económico y la in-
fluencia de la crisis en la especialidad durante el año 2009.
Según este estudio, en 2009 se hicieron en España 105.000 intervenciones
de cirugía estética, lo que la «consolida como cuarto país en número de inter-
venciones» (ibidem). La cirugía más demandada es la facial, que incluye dife-
rentes intervenciones como la blefaroplastia, la rinoplastia, la otoplastia y los
liftings o estiramientos. Pero, a nivel individual, la operación de cirugía estéti-
ca más realizada es la liposucción (20.069 operaciones), seguida del aumento
de mamas4 (18.516) y, a bastante distancia, la cirugía de párpados (7.262), de
la nariz (5.701) y la abdominoplastia (4.352). Si tenemos en cuenta que la ci-
rugía de la mama es prácticamente una opción sólo para mujeres, mientras
que la liposucción es demandada por ambos sexos, vemos que es la cirugía es-
tética más demandada por las mujeres y es la preferida en las menores de 30
años: nuestro país «vive el “boom” de los implantes mamarios entre las jóve-
nes» (SECPRE, 2010).
¿Cuál es el significado de estas tecnologías? Podemos considerar que la
tecnología es un producto o la expresión o encarnación de la actividad huma-
na que contiene conceptos, así como estructuras económicas, sociales y políti-
cas (Bell, 1986), y también que son instrumentos que refuerzan significados
(Haraway, 1991). Dicho de otro modo, la tecnología es una manifestación de
la sociedad, el momento histórico hecho material. Además, la tecnología me-
dia en la domesticación de las mujeres, una domesticación que es alimenticia
(qué dietas y alimentos son más saludables y permiten obtener una “mejor” fi-
gura); comercial (ropa o accesorios “imprescindibles” en el fondo de armario,
pero también prótesis o injertos) o estética (maquillajes u otros productos o
implantes para embellecer la cara, lucir mejor bronceado o un cuerpo perfec-
to). Todos estos tipos de domesticación están tecnológicamente mediados y
atravesados de muchos significados políticos, sociales y económicos. La histo-
ria de la tecnología de los implantes mamarios es la historia de la construcción
de esos significados.
Las afirmaciones de Bell y Haraway apuntan a dos opciones diferentes; por
un lado se insiste en la construcción social de la tecnología y, por otro, en el
determinismo tecnológico de la sociedad, pero, ciertamente, el análisis de la
práctica tecnológica de los implantes mamarios apunta a la tensión existente
entre ambas posturas y a una co-construcción tecnología/sociedad. Por ejem-
—————
4 El aumento de mamas supone el 62% de las cirugías de mama, que incluyen reconstruc-
ción tras mastectomía, maxtopexias, etc.
134 CUERPOS Y DIFERENCIAS
plo, podemos considerar que los cirujanos plásticos invirtieron su tiempo y re-
cursos en los implantes mamarios porque había una demanda de esos artefac-
tos, pero también que la propia existencia de dichos implantes y los esfuerzos
de los cirujanos que los desarrollaron promovieron la demanda.
Los implantes mamarios se utilizan en los siguientes procedimientos qui-
rúrgicos: el aumento de un pecho considerado pequeño, la reconstrucción de
un pecho amputado por una mastectomía necesaria por una enfermedad
(fundamentalmente cáncer de mama) o por una mastectomía profiláctica (es
decir, la eliminación de tejido de un pecho saludable y de masas benignas por
la posible amenaza de una enfermedad futura), y como parte de la cirugía de
cambio de sexo. Estos procedimientos difieren, al menos, en cuatro aspectos:
en las indicaciones, en la población de pacientes en los que se utilizan, en la
retórica usada y en la aceptación, mayor o menor según épocas y colectivos.
Pero también tienen muchas cosas en común. Las demandas de cada proce-
dimiento conforman un desarrollo cíclico de esta tecnología, pero según el
procedimiento obtiene popularidad, la aplicación de la tecnología se extiende
a nuevos colectivos, provoca más innovación y modificación e introduce más
oportunidades para la desilusión. Además, estas tecnologías no son usadas en
periodos distintos; por ejemplo, las inyecciones de parafina se usaron hasta fi-
nales de los años 70, los implantes de gel de silicona incorporaron capas de
espuma y, en la actualidad, la cirugía reparadora también mueve tejidos de
una parte del cuerpo a otra.
Sin embargo cada tecnología tiene su momento ascendente y de declina-
ción. Su introducción está acompañada de grandes promesas a las que les si-
gue un periodo de revisión debido a los problemas que plantea su uso. Final-
mente la tecnología pierde su dominio y es suplantada por la siguiente
innovación. Este ciclo de innovación-modificación-desilusión se da muchas
veces en la historia de los implantes mamarios. En este trabajo nos centrare-
mos fundamentalmente en las dos primeras diferencias y en las semejanzas.
Para ello, analizaremos diversas cuestiones que se han planteado a lo largo de
la historia de esta práctica tecnológica, examinando su regulación y los signifi-
cados de la tecnología a lo largo del tiempo, lo que incluye, necesariamente,
los valores implícitos en la idea de feminidad que apoya.
La evolución de la práctica de los implantes mamarios ha seguido la pauta
de otras tecnologías que obran sobre los cuerpos de las mujeres (por ejemplo,
las técnicas de reproducción asistida, fundamentalmente la fecundación in vi-
tro), practicadas sin ensayos en animales, ni clínicos, previos, y sin un segui-
miento continuado, como veremos. La historia del desarrollo de esos implan-
tes y algunos de los debates surgidos en torno a ellos muestran que la
introducción y expansión de esta tecnología no ha estado, ni está, exenta de
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 135
polémica. Para entender todo ello debemos examinar cómo determinados ac-
tores construyeron estos significados. Entre los actores, necesariamente esta-
rán los cirujanos plásticos, los fabricantes de implantes, la Food and Drugs
Administration (FDA) estadounidense o la Agencia Española del Medicamen-
to y Productos Sanitarios (AEMPS5), así como la UE, los medios de comuni-
cación y las propias mujeres.
Los implantes mamarios actuales no surgieron de la nada. Son más bien
una más de una serie de tecnologías que se retrotraen a finales del siglo XIX.
El cirujano austriaco R. Gersuny sugirió que se podría utilizar una mezcla de
parafina y aceite de oliva para inyectarla subcutáneamente en aquellos lugares
que necesitaran reconstrucción, como por ejemplo heridas o cicatrices en la
cara y en el cuello. En 1899, Gersuny injertó parafina en el pecho de una mu-
jer, aunque no se sabe qué problema tenía (Jacobson, 2000). En 1895, el ciru-
jano alemán Vincenz Czerny trató a una cantante de ópera que tenía una mas-
titis y un adenofibroma en el pecho izquierdo, eliminando el tejido afectado y,
para evitar que la mujer tuviera senos asimétricos, le hizo un injerto utilizando
su propio tejido adiposo, obtenido de un lipoma —un tipo de tumor benig-
no— de su espalda (Bondurant, Ernster, y Herdman, 1999; Elizondo Tijerina
et al., 2008). El fracaso de este procedimiento llevó a pensar en otras alternati-
vas, como la ya mencionada parafina, o también cera, bolas de vidrio, marfil o
cartílago, entre otros, en el interior o por debajo de la glándula mamaria. Con
la ayuda de la recién nacida industria química se probaron nuevas sustancias,
como el polietileno, el polivinilo, o el teflón, entre otras, que se injertaban en
forma de virutas o esponjas, pero los casos de intolerancia abundaron y obli-
garon a los fabricantes a retirar todos los implantes colocados. El descubri-
miento de las siliconas hizo renacer nuevas esperanzas. Pero el método de re-
lleno con silicona líquida empleado para su colocación generaba dispersión,
movilidad incontrolable y ocasionaba peligrosos efectos secundarios para el
—————
5 Es un organismo autónomo del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad «res-
ponsable de garantizar a la sociedad, desde la perspectiva de servicio público, la calidad, segu-
ridad, eficacia y correcta información de los medicamentos y productos sanitarios, desde su in-
vestigación hasta su utilización, en interés de la protección y promoción de la salud de las
personas, de la sanidad animal y el medio ambiente». A la Subdirección General de Productos
Sanitarios le corresponden las funciones relativas a la evaluación de la idoneidad sanitaria y de
la conformidad con la reglamentación de los productos sanitarios, cosméticos, productos de hi-
giene y biocidas de uso clínico y personal, las de autorización, certificación CE de conformidad
y registro de dichos productos y de sus empresas fabricantes e importadoras, así como las ac-
tuaciones de vigilancia y control del mercado a realizar sobre los mismos, las de evaluación y au-
torización de investigaciones clínicas con productos sanitarios y autorizaciones expresas de im-
portación y/o utilización de dichos productos en interés de la salud». www.aemps.gob.es
(acceso en abril de 2011).
136 CUERPOS Y DIFERENCIAS
esto es, cuando los pechos están duros de forma innatural hasta el punto de
que duelen y tienen una apariencia anormal, exigiendo a veces que se operen
de nuevo y que se quiten los implantes. Además, los implantes empezaron a
asociarse a cánceres, enfermedades autoinmunes, sistémicas, etc. (ibidem).
Una de las cosas que debemos tener en cuenta es que un riesgo desconoci-
do no es lo mismo que la inexistencia de riesgo alguno, y todavía hay muchas
cosas que no conocemos sobre los implantes mamarios. Y lo que es más im-
portante, los estudios clínicos de los implantes mamarios actuales sólo siguen
a las pacientes durante los tres o cuatro primeros años después de la opera-
ción, aunque los implantes pueden durar hasta 10 años. El resultado es que no
sabemos con seguridad cuánto tiempo duran los implantes y cómo afectan al
cuerpo. Sólo sabemos que muchas mujeres necesitarán someterse a nuevas ci-
rugías en pocos años o a cirugías adicionales por complicaciones y roturas.
En un encuentro del comité asesor de la FDA, se comprobó que las adver-
tencias de los años anteriores eran ahora más urgentes, y un abogado, un in-
geniero que había trabajado para la compañía Dow Corning y otros expertos
testificaron que habían visto documentos judiciales protegidos que indicaban
que los fabricantes estaban ocultando información a la FDA y al público. Hu-
bo audiencias públicas y varias mujeres describieron sus terribles experiencias
con los implantes. En noviembre de 1988 el panel asesor de la FDA sobre los
implantes mamarios manifestó serias dudas acerca de su seguridad y reco-
mendó que la FDA estableciera un registro nacional de mujeres que se habían
sometido a implantes mamarios. Esta propuesta tuvo oposición incluso dentro
de la FDA, pues se consideraba demasiado cara, de utilidad dudosa, y estable-
cía un precedente que podría producir problemas en la propia agencia. Ade-
más la FDA también tenía dudas sobre la viabilidad de dicho registro, dado
que la American Society of Plastic and Reconstructive Surgeons no la apoyaba.
El panel también recomendó un programa obligatorio para informar al públi-
co de los riesgos potenciales de los implantes mamarios, lo que incluía el con-
sentimiento informado antes de la cirugía. Sin embargo, como se pensaba que
los cirujanos plásticos y los fabricantes se opondrían a un programa obligato-
rio, se optó por desarrollar un programa voluntario. En enero de 1989, la
FDA anunció que editaría un folleto y vídeos para informar a las mujeres de
los riesgos de los implantes, antes de que se sometieran a esa cirugía. Esos fo-
lletos y vídeos debían distribuirse de manera voluntaria en las consultas de los
cirujanos plásticos e iban a ser elaborados y consensuados por un grupo diverso
de veintitrés personas que incluía representantes de las organizaciones de con-
sumidores y usuarios, fabricantes y profesionales de la salud. Cada uno de ellos
tenía derecho a veto sobre cualquier decisión, por lo que, debido a los desa-
cuerdos acerca de lo que debían decir los materiales, nunca se completaron.
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 139
aunque pocas, pueden producirse, bien por desgaste, por la realización de una
mamografía en donde se aplaste mucho la mama, o por un traumatismo, como
el provocado por el cinturón de seguridad en un accidente de coche, entre
otros. «Realmente, lo normal es que las prótesis actuales duren más de veinte
años; aun así, es importante realizarse las revisiones, ya que el 85% de las
mujeres que han sufrido una rotura no lo saben ni lo notan hasta que se lo
comunican en una prueba diagnóstica. Pueden sentir pequeñas molestias du-
rante algunos días, pero luego se les pasa», explica el Dr. Porcuna. «Desde la
SECPRE, queremos tranquilizar a las pacientes, ya que, en la mayoría de los
casos, la rotura de una prótesis mamaria no es una urgencia quirúrgica. En ca-
so de producirse, se puede organizar la intervención con un cirujano en un
plazo de tiempo determinado, siempre y cuando la paciente tenga cuidado de
no realizar acciones que provoquen el aplastamiento de la mama», concluye el
experto (ibidem).
En el mismo sentido se manifiesta el Dr. Javier Mato Ansorena. En una en-
trevista concedida a DSalud en 2006, afirma que «las prótesis de silicona ac-
tuales que se colocan en nuestro país son trilaminares (es decir, tienen tres lá-
minas en lugar de una) y están texturizadas, por lo que las posibilidades tanto
de filtración como de rotura son muy pequeñas... No hay evidencia alguna de
que incluso en tales casos la silicona provoque daños en el organismo»16. En la
misma entrevista, el Dr. Mato Ansorena niega rotundamente que exista rela-
ción entre la silicona y un posible cáncer, como algunas informaciones —a su
juicio, malintencionadas— han pretendido hacer creer: «Los datos de ese es-
tudio de la FDA deben estar efectuados con mujeres cuyas prótesis tienen más
de diez años y construidas con material de un grosor mucho más fino que las
actuales y de menor calidad. Nosotros hemos realizado nuestros propios estu-
dios y si utilizamos preferentemente las de silicona es porque son las que me-
jor garantía y menores riesgos para la salud tienen entre todas las prótesis exis-
tentes» (ibidem).
Desde 2004, los implantes de mama de silicona pasan las nuevas exigencias
de control de la Agencia Europea del Medicamento (EMEA) y de la AEMPS,
con lo que, desde el punto de vista de la seguridad, tienen el mismo nivel de
requerimiento que, por ejemplo, las prótesis de cirugía cardiaca.
Asimismo, en el año 2000, un estudio realizado por expertos españoles de
la Escuela Nacional de Sanidad (epidemiólogos, oncólogos y expertos en tec-
nologías sanitarias), a petición del Parlamento Europeo, descartaba relación
—————
16
Hay que señalar las controvertidas opiniones sobre la competencia del cirujano en cuestión
que sus pacientes/clientes vierten en algunos foros: http://foro.enfemenino.com/forum/chirurgie/
__f5650_chirurgie-Doctor-mato-ansorena.html (consultado en julo de 2011)
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 143
—————
17 www.fda.gov/MedicalDevices/ProductsandMedicalProcedures/ImplantsandProsthetics/
BreastImplants/ucm064106.htm Consultado en julio de 2011.
144 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
18 Existen otros dos tipos de implantes mamarios, por ejemplo, los salinos y los de soja. Por
lo general, los expertos europeos han preferido los implantes de gel de silicona a los de suero
salino porque éstos últimas son más duros, suenan, se rompen a su juicio más fácilmente y no
tienen un aspecto tan natural como los de silicona. Los implantes de soja también han suscitado
controversias y en el año 2000 se retiraron del mercado español después de ser estudiados por
un comité del que formaban parte la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y
Estética, la Asociación Española de Cirugía Estética, la Comisión Nacional de Cirugía Plásti-
ca y Reparadora del Consejo Nacional de Especialidades Médicas y el Instituto Nacional de
Toxicología.
19 Estas prótesis son fabricadas por la empresa francesa Poly Implant Prothese.
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 145
—————
22 www.clinicabarragan.es
23 www.clinicalondres.es
24 www.clinicaestetica.com
25 www.forolacirugiaestetica.com
148 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
28 Davis, 2003, p. 81.
29 Y no sólo a ésa, sino que también el botox, los estiramientos, las liposucciónes, etc., son
otras intervenciones que están logrando cada vez más implantación.
150 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
30Pero también otras tecnologías, como las de reproducción asistida (Pérez Sedeño, 2005).
31Entendiendo por medicalización el proceso en el que cada vez más parte de nuestra vida
cotidiana está bajo dominio, influjo y supervisión médicos (Conrad y Scheiner, 1992), un proce-
so performativo en el que, para que las afirmaciones tengan éxito, han de servir los intereses de
la comunidad médica y de la sociedad en sentido amplio, incluyendo a los grupos que son obje-
to de las afirmaciones (Kohler Riessman, 1988).
32 Artículo de Almudena Grandes en El País Semanal, 17 de julio de 2011.
33 El racismo se aprecia, por ejemplo, en las operaciones que se efectúan las mujeres asiáti-
cas para redondearse los ojos.
CIENCIAS Y TECNOLOGÍAS DEL CUERPO 151
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ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS.
EL EJEMPLO DE LA HIPOGLUCEMIA1
CUERPOS VIVOS
T
odos sabemos esto: el cuerpo vivo es a la vez un objeto y un sujeto.
Sabemos que el cuerpo es objeto del conocimiento médico. El cuerpo
es un objeto cuando es observado a simple vista y a través de micros-
copios, escáneres de tomografía computerizada y otro tipo de máquinas vi-
suales. Es un objeto en cuanto es medido de maneras distintas: desde contar el
—————
1 Publicado originalmente como Annemarie Mol y John Law, “Embodied Action, Enacted
Bodies. The Example of Hypoglycaemia”, in: Body & Society Vol. 10 (2-3): 2004, 43-62.
2 Agradecemos a las personas con diabetes y a los profesionales que trabajan con ellos, a los
que entrevistamos u observamos en este estudio, y, sobre todo, en los Países Bajos a: Miriam T.,
Edith ter Braak, Yvonne de la Bije, Erkelens Willem y Harold de Valk, y en el Reino Unido al
personal y pacientes de una clínica anónima general en el área de English North West Regional
Health Authority. Gracias a Claar Parlevliet por su entrevista a Alicia Stollmeijer y su análisis
sobre alimentación, a Jeannette Pols, Dick Willems e Ingunn Moser por muchas discusiones
sobre fisicalidades y subjetividades, y a Bernard Kruithof por sus comentarios sobre una versión
anterior. Esta versión anterior se discutió en un taller de «Teoría del Cuerpo» en París y damos
las gracias a todos los participantes, especialmente a Madeleine Akrich, Marc Berg y Brouet
Pascale y, sobre todo, a Kvande Lise.
154 CUERPOS Y DIFERENCIAS
«Para Bichat, el sujeto y objeto médico no eran dos sustancias diferentes dentro
del mismo individuo, sino dos individuos diferentes: uno vivo y uno muerto.
—————
3 Una variedad de textos clásicos articularon este conocimiento (ahora común) en una di-
versidad de formas. Véase, por ejemplo, Merleau-Ponty (1962) para un análisis que impacta en
la neurología, donde en ese momento se hablaba de la imagen corporal del sujeto, o Wittgens-
tein (1953) con respecto a la dificultad de hablar sobre el dolor y otras sensaciones corporales.
4 Foucault (1976).
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 155
—————
5 Sullivan (1986), p. 344.
6 Ibíd, p. 344.
7 Para obtener un ejemplo filosóficamente argumentado, veáse Toombs (1992). Y para un
ejemplo desde la antropología social, véase Good (1994). Cuando la literatura se ocupa de las
historias de la gente, de sus hechos vitales, a veces presta mayor atención a la autoconciencia de
sus cuerpos. En este texto, sin embargo, preferimos no coger este camino demasiado rápida-
mente, sino responder directamente a la preocupación de Sullivan de que el cuerpo conocido por
la medicina moderna no es consciente de sí mismo.
156 CUERPOS Y DIFERENCIAS
para mirar a través de la piel de los cuerpos vivos. Y sólo con este modo de
ordenar el conocimiento médico, se privatizó la autoconciencia de los pacien-
tes8.
Como ya ha pasado bastante tiempo desde principios del siglo XIX, nos
gustaría usar el trabajo de Foucault no como una descripción acabada de la
«modernidad», sino como una inspiración para preguntarnos si todavía vivi-
mos dentro de la misma epistemología moderna. Nos gustaría preguntarnos
por los modos de conocer, qué muestran hoy en día las prácticas médicas y
cómo conocen el cuerpo en la actualidad. Pero el plantear la cuestión de este
modo restringe las posibilidades de desarrollo de ésta, pues asume que lo cen-
tral es el conocimiento. Con el fin de eludir ese supuesto resulta más promete-
dor preguntarnos algo ligeramente diferente: ¿qué es un cuerpo en las condi-
ciones de posibilidad a principios del siglo XXI? Enunciar la pregunta de esta
forma es arriesgado. El peligro radica en que la respuesta repita, simplemente,
lo que ya han dicho los expertos biomédicos o los pacientes. Es decir, que
apenas sea una contribución real. Sería igualmente inútil añadir, o corregir, el
conocimiento de los expertos o de los pacientes con las técnicas de etnografía
que tenemos a nuestra disposición. No, no «conocemos mejor». Merece pues
la pena formular la pregunta «¿qué es un cuerpo?» de forma distinta. Es una
manera de cambiar las bases en las que se puedan apoyar las preguntas sobre la
realidad de los cuerpos. Nos lleva a un lugar donde la recopilación de conoci-
miento —ya sea objetivo o subjetivo— ya no es idolatrada como el medio más
importante de relacionarse y de estar en el mundo.
Tenemos y somos un cuerpo. Hay un modo de salir de esta dicotomía. Co-
mo parte de nuestras prácticas cotidianas, también hacemos (nuestros) cuerpos.
En la práctica, los actuamos. Si el cuerpo que tenemos es el conocido por los
patólogos después de nuestra muerte, y el cuerpo que somos es el que cono-
cemos siendo conscientes de nosotros mismos, entonces, ¿qué pasa con el
cuerpo que hacemos? ¿Qué puede descubrirse y decirse sobre éste? ¿Es posi-
ble investigar el cuerpo que nosotros hacemos? ¿Y cuáles son las consecuen-
cias de privilegiar la acción sobre el conocimiento? Con el fin de analizar esto,
vamos a abordar algunas historias acerca de la hipoglucemia tomadas de un
estudio longitudinal sobre el vivir con diabetes9.
—————
8
Así que en un sentido foucaultiano no aceptamos que sentirse desde el interior haya teni-
do siempre la forma actual, y que fuese “colonizado” y/o desplazado por la medicina moderna.
Por el contrario, los dos (conocimiento subjetivo y objetivo) llegaron a ser a la vez, juntos. Para
un estudio maravilloso que permite a los lectores no sólo comprender, sino también «sentir»
cómo se solían habitar los cuerpos de manera diferente, ver Duden (1991).
9 Para este estudio reunimos y analizamos una amplia gama de «materiales»: libros de me-
dicina, revistas científicas, revistas y folletos de información al paciente, publicidad, textos au-
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 157
«En personas sin diabetes mellitus los niveles de glucosa en plasma varían entre 3 y
8 mmol/l, en función del tiempo que ha transcurrido desde la última comida. En
general, el criterio que determina la hipoglucemia en un paciente con diabetes se
establece con un nivel de glucosa en sangre por debajo de 3,5 mmol/l».11
—————
tobiográficos. También hemos observado etnográficamente las clínicas para personas con dia-
betes y las hemos entrevistado, así como a los profesionales pertinentes. El presente trabajo se
centrará especialmente en el tratamiento para las personas con diabetes 1 (diabetes de inicio
temprano, que siempre hace a las personas que la padecen dependientes de la insulina), que es
más difícil de «manejar» que la diabetes 2. La diabetes 1 también tiende a aparecer con una
mayor incidencia de hipoglucemia. Las citas de este artículo no informan al lector de las carac-
terísticas específicas que tienen las personas que hablan. En su lugar, tienen la intención de in-
formarnos acerca de las prácticas de tener diabetes —prácticas que están tan extendidas que son
difíciles de estudiar etnográficamente para un número limitado de investigadores que sólo tie-
nen un tiempo limitado, y prefieren también no inmiscuirse durante largos períodos en la vida
de otras personas, pasando días y días con ellos—. Así que tomamos a los profesionales, así co-
mo a las personas con diabetes, como etnógrafos (legos), siendo nosotros quienes selecciona-
mos, traducimos, combinamos y contrastamos sus historias.
10 Las prácticas de tratamiento de la diabetes no son, de ninguna manera, universales o ge-
nerales, ni siquiera en el «mundo occidental». En una fase posterior de nuestro estudio espera-
mos introducir comparaciones internacionales. Dado que el trabajo de campo y las entrevistas
de este artículo provienen principalmente de los Países Bajos, se utiliza un libro de texto de este
país.
11 Tomado de Van Haeften (1995), p. 142.
12 Loc. cit.
158 CUERPOS Y DIFERENCIAS
la vida diaria de las personas que sufren diabetes mellitus. En la vida cotidiana
la hipoglucemia es algo que puede ocurrir, pasar y completarse. Es una com-
plicación potencialmente grave.
No es difícil encontrarse con frases como ésta en textos médicos y artículos
científicos: frases en las que los fenómenos se presentan inmersos en las prác-
ticas en las que se dan13. Pero no en cualquier lugar. Las prácticas tienden a
aparecer en la sección de materiales y métodos de los artículos científicos, pero
no en las conclusiones. Tienden a surgir en presentaciones clínicas, pero no en
perspectivas epidemiológicas. El conocimiento del cuerpo-que-tenemos y el
conocimiento del cuerpo-que-hacemos tiende a intercambiarse. Así que el
cambio que proponemos es bastante simple a pesar de tener consecuencias de
largo alcance. Consiste en mantener las prácticas en primer plano todo el
tiempo. Sin tomar el atajo de comprender la «hipoglucemia» como algo oculto
en el cuerpo o debajo de la piel, nuestra descripción etnográfica se ocupa con-
sistentemente de las prácticas en las que se está haciendo.
Entonces, ¿cómo se hace la hipoglucemia? Un primer modo es conociéndo-
la. Conocer es una práctica: sólo se puede hablar de «un nivel de azúcar en
sangre inferior a 3,5 mmol/l» si se pincha la piel, se toma una muestra de san-
gre, y se mide el nivel de azúcar. Esto solía hacerse en un laboratorio. Un téc-
nico pincharía la vena, recogería algo de sangre en un tubo pequeño, lo inser-
taría en una máquina y leería el resultado. Esto continúa sucediendo aunque
se le ha añadido otra práctica de medición. Desde que el tamaño de la maqui-
naria necesaria se ha reducido, las personas con diabetes pueden llevarla con
ellos y medir sus niveles de azúcar en la sangre. Se pinchan la yema del dedo y
deslizan una gota de sangre sobre la lámina de medida. La lámina se introduce
en la máquina y en pocos segundos aparece un número. Sin embargo, nada de
esto es fácil. Pinchar el dedo puede ser doloroso, el número puede tardar al-
gún tiempo en aparecer, y así sucesivamente. La medición es exigente y a veces
imposible de sostener en la práctica. He aquí un internista en una entrevista:
—————
13 Por mucho que las personas que trabajan dentro de la tradición fenomenológica enfati-
cen nuestro «ser-en-el-mundo» como cuerpos, ellos sitúan (la comprensión de) tal ser corporal
al lado del conocimiento representacional de los cuerpos. Véase, por ejemplo, Csordas (1994).
Las aportaciones de la tradición de Estudios de la Ciencia nos permiten incluir las «prácticas
representacionales» entre otras muchas prácticas. Cada una de ellas es igualmente trivial. La
apreciación de los laboratorios como un conjunto de practicalidades se la debemos sobre todo a
Latour y Woolgar (1979). La explicación y defensa más bella sigue estando en Latour (1988).
Por supuesto, existen también multitud de estudios que descubren las prácticas cotidianas. Y
otros trabajos, como el que realizamos aquí, se mueven de un lugar a otro. Consultar los ensa-
yos publicados en Les Objects dans l’action. De la Maison au Laboratoire (1993).
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 159
«Entiendo perfectamente que no siempre es fácil. Al igual que este paciente, tengo
a gente que trabaja en la carretera. ¿Te sientas ahí, en una zanja, rodeado de sucie-
dad, con las manos sucias, sin lugar donde ocultarse? Yo tampoco mediría si estu-
viera en esa situación».
Las zanjas sucias son un problema. Pero medir el nivel de azúcar en sangre
también es difícil cuando estás en una reunión de trabajo y no te puedes au-
sentar unos minutos. O si estás comprando en el centro con tus amigos, o si
estás dando una clase a niños. Por otro lado, es posible medir el nivel de azú-
car en sangre en una cocina limpia o en el cuarto de baño; es decir, en lugares
donde las circunstancias estén igual de controladas que en un laboratorio. De
esta manera, la hipoglucemia puede ser actuada como un nivel de azúcar en la
sangre por debajo de 3,5 mmol/l.
Sullivan y otros muchos críticos argumentan que la medicina debería cono-
cer los cuerpos vivos de un modo más rico que el conocimiento que se obtiene
de los cadáveres. Debería apreciar que los pacientes son capaces de actuar.
Pero pedir a la gente con diabetes que sea activa como lo son los técnicos del
laboratorio no es lo que hace falta: eso simplemente los convierte en sus pro-
pios patólogos. No acaba con el dualismo entre el médico que conoce y el pa-
ciente cuyo cuerpo es conocido, sino que simplemente lo desplaza, de modo
que comienza a darse a través de cada individuo. Atender no sólo al cuerpo
que tenemos sino también al cuerpo que somos requiere conocimiento desde
el interior. Y curiosamente, en el manejo del día-a-día (o prevención) de la hi-
poglucemia, la auto-conciencia es al menos tan importante como la medición.
Porque si se es sensible al estado físico desde el interior, se puede sentir cómo
se acerca una hipoglucemia (una «hipo»), y hacer algo para aumentar el nivel
de azúcar en la sangre. Pero ser consciente de sí mismo no es autoevidente.
No es algo que todo el mundo sea capaz de hacer, siempre que la medicina no
les diga algo. Algunas personas son buenas en esto, otras no. Como una en-
fermera de diabetes señala:
«A veces tenemos aquí a gente que nunca siente nada. Simplemente hacen lo que
pone en la lista. Así que tratamos de darles una buena lista, decirles qué hacer,
cuándo, e incluimos algunas medidas adicionales. Pero cuando les sucede algo
inesperado, se encuentran con problemas. Mientras otros, bueno, me dicen que
casi nunca se miden más de una o dos veces a la semana, pero nunca les da hipo-
glucemia. De alguna manera, la sienten venir».
La enfermera de diabetes cree que las personas que «de alguna manera la
sienten venir» están en mejor situación, ya que pueden llevar unas vidas más
flexibles. Son capaces de hacer frente a una hipoglucemia inesperada, que les
160 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
14 Una posibilidad que parece ser la más prometedora para aquellos que han enfermado
recientemente; la capacidad de sentir una hipoglucemia también puede deteriorarse como con-
secuencia de la diabetes.
15 La medicina occidental depende en muchos aspectos de la conciencia corporal de sus
pacientes. Con el fin de permitir a los médicos utilizar sus herramientas de diagnóstico adecua-
damente, los pacientes tienen que responder a preguntas como: ¿qué sientes?, ¿dónde te due-
le?, ¿en qué momentos?, ¿es un picor o una sensación similar a un cuchillo?, y así sucesivamen-
te. En todas las críticas al abandono por parte de la medicina de la conciencia del paciente, esta
dependencia ha sido poco estudiada. Por ejemplo, Strauss et al. (1985) presta atención al tra-
bajo de articulación que los pacientes y los médicos elaboran.
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 161
En esta historia hay números (4, 6, 7) y hay temblor y hay sudor. Pero Mi-
riam T. también habla de levantarse en medio de la noche, enfadada consigo
misma por haber sido descuidada. La acción fundamental necesaria es la de
comer.
—————
16 Comer, a su vez, se vincula al cuerpo de un modo complejo que, evidentemente, va más
allá de «luchar contra la hipoglucemia». Estudiar esas actividades triviales socio-físicas debería
arrojar luz sobre muchos aspectos de la vida que se muestran en la interesante investigación que
Sutton (2001) hace sobre el entretejido de alimentos y memoria.
162 CUERPOS Y DIFERENCIAS
«También tenemos a una paciente, una mujer mayor que se hizo dependiente de la
insulina hace poco, que tiene tanto miedo de tener una hipoglucemia que, cada vez
que se siente mal, come. Así que come y come. No le gusta medir su azúcar en
sangre, de modo que se siente mal, pero no porque su nivel de azúcar en sangre
sea bajo, sino porque simplemente ha descendido. Era, digamos, 15 y bajó a 8 y
eso le hizo sentirse mal y, como quiere evitar una hipoglucemia a toda costa, pues
no para de comer hasta que su nivel de azúcar alcanza 15 otra vez. Pero se siente
fatal, claro, porque, ya sabes, está engordando».
«Con la insulina, después de todo, tienes una droga letal en casa. La gente se mata
con ella. Si te inyectas demasiada y no comes nada, bueno, te mueres».
«Hace 12 ó 15 años todavía se podía realizar un ensayo para investigar si una re-
gulación exhaustiva realmente favorece los resultados de los pacientes a largo pla-
zo o no. Pero ahora no sería ético. Ya no puedes hacerlo. Se han reunido suficien-
tes pruebas, a pesar de que los ensayos que se han realizado hace años no siguieron
lo que yo creo que son buenos programas de tratamiento».
IN-CORPOREIZACIÓN Y EX-CORPOREIZACIÓN
Las manos son activas al medir la hipoglucemia, pero no actúan solas. Inte-
ractúan con la maquinaria. El éxito de esta interacción depende de la medida
en que las manos y las máquinas estén adaptadas y sean adaptables entre sí.
Algunas cosas pueden hacerse sólo si un cuerpo está preparado y capacitado
para hacerlas; otras fallan cuando una máquina no está bien ajustada al cuerpo
al que debe servir. Las máquinas sólo llegan a ser instrumentos si el cuerpo las
puede manipular e incorporar en sus acciones20. Así que la medición depende
de un cuerpo abierto más que de un cuerpo aislado. El cuerpo que mide acti-
vamente emerge con estas máquinas de medida. ¿Qué pasa con el cuerpo que
siente? Miriam T., en medio de la entrevista:
«Bueno, perdón. Tengo que ir a la cocina, debo comer una manzana o algo así».
—————
20 Como extensión de esto, sería interesante analizar la tecnología médica con el repertorio
teórico que se ha desarrollado en la antropología para el estudio de la cultura material. Véase,
por ejemplo, Arnoldi et al. (1996).
21 La cuestión de la cantidad de dolor involucrado en la medición es interesante por sí
misma. Algunos de nuestros informadores nos cuentan que a ellos no les duele. Una persona
comentó que no le dolía porque no le importaba mucho medirse: mencionó que, cuanta más
aversión tienes a la medición, más dolor sufres. De todas formas, si alguien no siente absoluta-
mente nada de dolor, no es buena señal tampoco: puede indicar que se ha asentado una neuro-
patía que impide la sensibilidad.
166 CUERPOS Y DIFERENCIAS
que comer algo más, porque me he inyectado demasiado. Es decir, íbamos a comer
chile esta noche y lo íbamos a acompañar con judías pintas, lo cual supone muchos
hidratos de carbono, y por eso tiendo a inyectarme dos o tres unidades más para
que no suba demasiado, pero ahora que he estado haciendo cosas en el jardín,
pues, hmm, tengo que comer algo extra porque de lo contrario no estaré bien.
Ahora podemos tomar unos pocos frutos secos, así que me los permito, ajá, frutos
secos.»
«De repente [él] me mira y me dice “¿no te parece que estaría bien que comieras
algo?”. O sin mirar, se da cuenta por lo que esté haciendo. Me irrito de un modo
particular, u hostil. Y él sabe cómo estoy, lo que está pasando. Y por lo general,
acierta».
Más tarde Josef entra en la habitación y admite con cierto orgullo que a
menudo es capaz de intuir cuando Miriam T. se empieza a sentir mal. De he-
cho, él no habla de verlo, sino de sentirlo. Así, mientras que un cuerpo-en-la-
práctica puede incorporar algo de sus alrededores, este cuerpo además podrá
—¿cómo decir esto?— excorporeizar algunas de sus acciones. La actividad
misma de la introspección puede tener lugar fuera de su propio cuerpo.
Se necesita acción física para medir y sentir, pero también para contrarres-
tar la hipoglucemia. Para hacer algo sobre esa sensación de estar «baja», Mi-
riam T. debe morder, masticar y tragar. Tiene que hacerlo sola: nadie más
puede hacerlo por ella. Pero no puede hacerlo por sí misma. Necesita una
manzana —o algo— para comer. Si quienes rodean a Miriam T. quisieran
contrarrestar la hipoglucemia físicamente, deberían estar preparados para la
acción. Miriam T:
«Nunca salgo de casa sin comida en el bolso. Nunca. Sin la insulina en el bolso,
sin dextrosa en mi bolso, nunca. No importa el qué, siempre llevo mi bolso con-
migo. Cuando estoy en algún lugar, de pie en alguna parte, y tengo que comer al-
go, bueno, no puedo no tener nada que comer».
ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 167
Miriam T. lleva comida cada vez que sale y va a algún sitio, ha distribuido
cuidadosamente dextrosa y galletas a su alrededor. En la guantera de su co-
che, en las alforjas de la bicicleta, en el dormitorio del piso de arriba.
«Les he dicho, si alguna vez me veis en una situación así, sacadme de la parte prin-
cipal de la tienda y llevadme al almacén o la oficina, donde sea, los aseos, no me
importa, pero me daría mucha vergüenza si me diera una buena hipo en la tienda.»
medición), pero están unidos a las manos que manipulan (que pinchan y sacan
sangre, o llevan azúcar a la boca). La introspección sigue siendo importante,
pero comer y beber parece ser aún más crucial para la supervivencia. De he-
cho, la actividad paradigmática del cuerpo-en-acción no es la observación, si-
no la metabolización. Esta propuesta encaja bien con nuestra observación an-
terior de que el cuerpo activo tiene fronteras semi-permeables. Un cuerpo que
observa no actúa: ve lo que está fuera, y siente lo que está dentro. Uno de los
pasos cruciales en la adquisición de auto-conciencia es la capacidad de dife-
renciar entre el yo y el otro, entre lo que uno es desde el interior y lo que, des-
de afuera, uno no es22. Sin embargo, para el cuerpo metabólico, el interior y el
exterior no son tan estables. El metabolismo, después de todo, se relaciona
con comer, beber y respirar; con defecar, orinar y sudar. Para un cuerpo me-
tabólico, la corporeización y excorporeización son esenciales.
NO / COHERENCIAS
«Déjame decirte, me preocupa y mucho. Desde que se han publicado estos en-
sayos, la regulación estricta se ha vuelto demasiado popular. Mis colegas más
jóvenes tienden a promoverla, así sin más, sin preguntarse si la gente está real-
mente preparada para ella, si pueden permanecer bajos sin caer en demasiadas
hipoglucemias. Está en las publicaciones, está “¡basado en la ciencia!”. Cuanta
menos experiencia tienen los médicos, más les gusta la “base científica”. Pero
hemos empezado a preguntar a los pacientes de un modo un poco más sistemá-
tico acerca de sus incidentes de hipoglucemia, hacerles completar diarios y esas
cosas, y los números que dan son alarmantes, algo más elevados de lo que ha-
bíamos estimado. Y he indagado un poco en la literatura, ya que cada vez hay
más investigaciones sobre la hipoglucemia, por supuesto, y un informe tras otro
habla de hipos que producen daño cerebral. Pero nadie sabe todavía cuánto
daño cerebral producen».
muy bien, pero al menos está lúcido? Éstas son las opciones a las que se en-
frentan las personas con diabetes27.
Pero no, resulta engañoso hablar de opciones. Porque, si uno pudiera ele-
gir, sería obvio por lo que optar: una combinación ideal equilibrada. Una re-
gulación estricta, un nivel de azúcar en la sangre bajo, y la rápida detección y
lucha por contrarrestar las hipoglucemias. Este ideal, sin embargo, es insoste-
nible. Depende de la capacidad de controlar nuestro nivel de azúcar en la san-
gre, calcular lo que se come, y realizar un seguimiento de la energía que se
consume haciendo ejercicio —sin descanso, momento a momento, sin dete-
nerse nunca—. Pero hay más. Lo más tentador de tratar de mantener un equi-
librio estable de azúcar en sangre es que incluso se puede fallar por mucho
que se intente. A veces los azúcares en sangre se comportan, simplemente, de
modos impredecibles. Miriam T.:
«Nunca sabes de dónde viene. Algo típico son las emociones, que son muy difíciles
de manejar. Puede ser un derroche de energía y, paf, ahí lo tienes, un poco de risa
o llanto, y tienes un bajón. Pero, de repente, te puede provocar una liberación del
azúcar almacenado. Entonces, al hacer una medición, pensaré: pero ¡si no he co-
mido nada hace horas! Así que ¿por qué tengo 13? ¡13!».
«La gente viene y me dice: “Oh, doctor, he visto a esta persona en la sala de espe-
ra, le habían amputado una pierna. Me aterra, me asusta muchísimo. Dígame que
si cumplo los controles adecuadamente, y permanezco bajo 10, por favor, promé-
tame que no me va a pasar, que no me amputarán una pierna.” Quieren que les
tranquilice en esos términos. Pero, por supuesto, no puedo prometer nada. Ojala
pudiera, pero no puedo».
Pero lo que le pase a cada individuo es algo impredecible. Los ojos dejan de
ver, o no. El desarrollo de la neuropatía puede ser pospuesto, o no. La arte-
riosclerosis puede desarrollarse rápidamente, o no —y si se desarrolla rápida-
mente las arterias de las piernas pueden deteriorarse tanto que la amputación
sea la única forma de detener el dolor o prevenir la gangrena y la muerte—.
Ésta es, pues, una segunda tensión que azota el cuerpo que vive con diabetes:
la tensión entre el control y la arbitrariedad. Sin embargo, por muchos cálcu-
los que se hagan, el nivel de azúcar en sangre se comportará de forma errática.
Y estar bajo control también puede arrojar sorpresas angustiantes. El trata-
miento moderno de la diabetes demanda que los pacientes mantengan siem-
pre una contabilidad de todo lo relacionado con su cuerpo, incluso cuando
parece que en este proceso los cuerpos no pueden ser contados.
Una tercera tensión surge del modo en que una variedad de necesidades y
aspiraciones han de ser sostenidas a la vez y encarnadas, en «un-cuerpo-solo»,
podríamos decir. El cuerpo-con-diabetes se presenta con un conjunto de ten-
siones, pero las personas con diabetes no son sólo «personas con diabetes». Es
posible que sufran asma, practiquen yoga, sean ciegos o transexuales, vayan al
gimnasio, o intenten adelgazar. Puede que trabajen en zanjas, o en salas de re-
uniones, o en un aula. Puede que se enamoren o no, tengan una depresión, o
una gripe, se vayan de vacaciones, trabajen en el jardín, vayan de compras o
hagan exámenes. Las especificidades de las otras maneras en que las personas
viven sus cuerpos han de ser combinadas, de alguna manera, con aquellas re-
lacionadas con la diabetes.
Cecilia H.: «Yo era deportista, una verdadera deportista. Me encantaba correr,
nadar, montar en bicicleta, jugar al voleibol, al tenis, un montón de cosas. Esto fue
lo que más me preocupó cuando me enteré de mi diagnóstico, que tendría que re-
nunciar a esa parte de mí. Y al principio, de hecho, me sentí tan mal que pensé
que me sentiría débil para el resto de mi vida. Pero poco a poco me he recupera-
do. Volví al deporte, a practicar deporte con ganas. Lo necesitaba. Simplemente
me apetecía tanto que lo hice. Pero no fue fácil, y aún ahora no lo es. La clave está
en que puedes tener una hipoglucemia cuando los músculos están consumiendo
mucha energía, y no sólo en ese momento, sino incluso horas y horas más tarde.
Así que si corres por la tarde, te arriesgas a tener una hipoglucemia por la noche».
cemia por la noche, lo mismo tendrán que dejar el deporte. Pero si hacen de-
porte y tantean los límites, entonces corren el riesgo de que un día superen el
límite y mueran28. Esto sugiere que la suposición de que tenemos un cuerpo
coherente o que somos un conjunto esconde un montón de procesos y nego-
ciaciones. Procesos y negociaciones que alguien tiene que hacer. No tienes, no
eres un cuerpo-que-se-mantiene-unido por sí mismo, de forma natural. Man-
tenerte como un todo es una de las tareas de la vida. No es algo dado, sino que
debe ser alcanzado, tanto debajo de la piel como más allá, en la práctica.
LO QUE SIGUE
deja de ser auto-evidente. Pero esto no implica que el cuerpo que hacemos esté
fragmentado, lo contrario de ser un todo. Si tuviéramos que hacer nuestros
cuerpos de manera fragmentada, la muerte nos sobrevendría inmediatamente.
El cuerpo que hacemos no es ni un todo, ni está fragmentado. En lugar de es-
to, posee una configuración compleja30. Existen fronteras alrededor del cuer-
po que hacemos: es Miriam T. quien suda por la noche, y no Josef, su marido.
Pero estas fronteras son semi-permeables: Josef puede sentir la hipoglucemia
de Miriam T. por ella, y son los dulces yogures que come los que detienen su
hipoglucemia. Mientras no se desintegre, el cuerpo-que-hacemos se mantiene
unido. Está, sin embargo, lleno de tensiones. Hay tensiones entre los intereses
de sus diversos órganos; tensiones entre la toma de control y el ser errático;
tensiones, también, entre las exigencias de tratar con la diabetes y otras de-
mandas y deseos. En la práctica del día a día de hacer los cuerpos, tales ten-
siones no se pueden evitar. Nos guste o no, simplemente deben ser manejadas.
El cuerpo-que-hacemos no es un todo. Mantenernos íntegros es una de las
tareas de la vida. Esto tiene implicaciones sobre lo que uno puede pedir o es-
perar de la medicina. Sullivan sugiere que la medicina debe activar en sus pa-
cientes «conciencia de sí mismos» con los resultados de su propia mirada clí-
nica (o, más específicamente, patológica). Nuestra sugerencia es diferente. En
lugar de añadir otro nivel de conocimiento, la medicina debe cambiar su auto-
comprensión. La medicina debería reconocer que lo que tiene que ofrecer no
es un conocimiento de cuerpos aislados, sino un rango de intervenciones tera-
péuticas y diagnósticas en los cuerpos vividos, y por tanto, en las vidas coti-
dianas de la gente. Incluso la mirada patológica no es meramente una mirada,
sino que implica también manipulación. Las actividades de la medicina siem-
pre se refieren tanto a lo que hay debajo como a lo que está más allá de la piel.
Pero si todas las operaciones médicas, aunque simplemente parezcan referirse
a los cuerpos, son intervenciones en la vida, entonces deben ser apreciadas en
consecuencia. Así, merece una atención autorreflexiva31 no sólo su eficacia en
la mejora de uno o dos parámetros, sino en la amplia gama de sus efectos. No
debería esperarse que todos estos efectos sean para mejor. En la articulación
de la forma en que lo está haciendo, en la valoración de los efectos de sus acti-
vidades, la medicina debería ser suficientemente sabia para hacer frente a su
trágico carácter: las intervenciones médicas casi nunca producen sólo mejoría
—————
30 Para una variedad de exploraciones acerca de la complejidad, véanse las contribuciones
de Law y Mol (2002).
31 Esto implica que la epidemiología clínica ya no es suficiente para la evaluación de las in-
tervenciones médicas. Un ejemplo que muestra cómo la exploración de los detalles de las inter-
venciones clínicas y sus diversos efectos puede ayudar no sólo a evaluar, sino incluso a mejorar
la clínica, ver Lettinga y Mol (1999).
174 CUERPOS Y DIFERENCIAS
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—————
que señala esta literatura debe también contar con las reflexiones de los profesionales. Véase,
por ejemplo, Frank (1995), Murphy (1990), y, por una fascinante mezcla de historias de la vida
diaria y análisis cultural, Stacey (1997).
176 CUERPOS Y DIFERENCIAS
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ACCIÓN ENCARNADA, CUERPOS ACTUADOS 177
INTRODUCCIÓN
L
a Asociación de Celiacos de Madrid define la enfermedad celiaca co-
mo: una intolerancia permanente al gluten que produce, en individuos
predispuestos genéticamente, una lesión grave en la mucosa del intes-
tino delgado, provocando una atrofia de las vellosidades intestinales, lo que
determina una inadecuada absorción de los nutrientes de los alimentos (pro-
teínas, grasas, hidratos de carbono, sales minerales y vitaminas). [...] El único
tratamiento existente a día de hoy consiste en el seguimiento de una dieta es-
tricta sin gluten de por vida, que conlleva la recuperación y normalización tan-
to clínica como funcional, así como la reparación de la lesión histológica vello-
sitaria1.
La celiaquía ocupa una posición particular dentro de la concepción de «en-
fermedad». Por el momento, la celiaquia no está tan medicalizada como otras
enfermedades, pues el diagnóstico aún es difícil ya que los conocimientos y
procedimientos para detectar la enfermedad no están aún muy extendidos en
—————
1 Definición extraída de la página web de la asociación (http://www.celiacosmadrid.org/,
accedida en enero de 2011).
180 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
2 Estos debates pueden seguirse en Wade, 2006.
182 CUERPOS Y DIFERENCIAS
Uno de los principales focos de atención en los debates sobre las transfor-
maciones de la ciudadanía en torno a la ciencia y tecnología se centra en la re-
configuración de la participación ciudadana en el cuidado de la salud. Heath,
Rapp y Taussig (2004) argumentan que las reconfiguraciones en la ciencia ge-
nética y en la esfera pública han creado una emergente ética del cuidado. Es-
tas prácticas cuestionan las nociones convencionales que dividen a los exper-
tos de los no expertos. Nuevas áreas de la vida cotidiana pueden ser reguladas
y las redes que emergen de ello (entre científicos, activistas, políticos e intere-
ses corporativos) implican nuevas formas de participación democrática y ha-
cen borrosas las fronteras entre el Estado y la sociedad civil y entre los intere-
ses públicos y privados. Callon y Rabeharisoa (2003) analizan por su parte la
transformación en la relación de poder entre expertos y no expertos en la in-
vestigación de nuevos tratamientos para enfermedades.
En este escenario, las asociaciones de pacientes surgen como el actor colec-
tivo fundamental de estas reconfiguraciones de las demandas y del poder, ca-
paces de generar identidades individuales y colectivas. Las asociaciones se
transforman en mediadoras entre los individuos y los actores institucionales y
corporativos. Estos grupos realizan funciones como la difusión de información
sobre la condición, la realización de campañas por derechos o para combatir
estigmas, el desarrollo de un conjunto de técnicas para el manejo cotidiano
que transforman a la ciudadanía (Rose y Novas, 2005). Pero también entran
en interacción con la configuración de la propia ciencia y tecnología en la
búsqueda de formas alternativas de tratamiento (Rose y Novas, 2005), la co-
producción del conocimiento científico y de identidades sociales, o el mante-
nimiento del control del cuidado por parte del paciente (Callon y Rabehari-
soa, 2003).
estas lógicas son locales y específicas —dependen de las historias locales, los
sistemas sanitarios, la epidemiología de la enfermedad, etc.—, las prácticas
son, como veremos, significativas en su conjunto (Mol, 2008).
En cuanto a la enfermedad celiaca, la diversidad de lógicas utilizadas pasa,
en primer lugar, por la biomedicalización, pero incluye también otras formas
de cuidado, procesos de mercantilización y, como veremos, otros elementos.
Una primera lógica que atraviesa la enfermedad, aquella que se refiere a la
biomedicina, está adquiriendo mayor relevancia y poder frente a otras formas
de cuidado posibles. Esta profundización tendrá como consecuencia la trans-
formación de la vida de las personas celiacas, pero también implica la profun-
dización de procesos sociales más amplios, como la mercantilización de la sa-
lud o su monitorización por el sistema biomédico o la reconfiguración de
nuevas formas de ciudadanía (transformación de las formas de ciudadanía).
La enfermedad celiaca está interconectada con el proceso general de bio-
medicalización de la sociedad contemporánea, con la interesante particulari-
dad de que algunos aspectos de esta enfermedad están por el momento sub-
medicalizados. El concepto de medicalización surgido de Zola teoriza sobre la
extensión de la jurisdicción, autoridad y práctica médicas hacia áreas cada vez
más amplias de las vidas cotidianas de la gente (citado en Clarke et al., 2003).
Al principio, se trataba de problemas sociales relacionados con la moralidad y
el cuerpo que pasaban de ser mirados desde la ley a serlo desde la medicina
(drogas, alcoholismo, sexualidad...) y más tarde se extendían a otros ámbitos
de vida, como la alimentación, ámbito que explora, entre otros, Mabel Gracia
(2007).
La medicalización supone también la aparición de múltiples innovaciones
clínicas como parte constitutiva de este proceso. Esto es, nuevos diagnósticos,
tratamientos y procedimientos. Y, en parte, es en este sentido en el que la en-
fermedad celiaca está submedicalizada. De este modo, uno de los problemas
más importantes en torno a esta enfermedad es la dificultad del diagnóstico.
Según el Libro Blanco de la Enfermedad Celiaca, «la media de tiempo para
conseguir el diagnóstico definitivo de la enfermedad es de 8 años». Especial-
mente en adultos, el conocimiento médico diagnóstico no está muy extendido
y los síntomas son asociados a otras casuísticas. Tanto es así que se calcula que
el 1% de la población española podría ser celiaco, aunque las personas diag-
nosticadas no llegan al 10% de ese porcentaje.
Sin embargo, como veremos más adelante, se está incidiendo en la biome-
dicalización futura de la enfermedad celiaca, como, de manera más general y
progresiva, en la medicalización de los problemas sociales. Para algunos auto-
res esto supone una paulatina transformación de los individuos en pacientes
perpetuos que además pasan a ser vistos cada vez en mayor medida como con-
184 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
4
Los otros tipos de grupos serían la organización partenariado, que trata de establecer pa-
ridad entre especialistas y pacientes. Este tipo de organizaciones tratan de llamar la atención
sobre los vínculos de cooperación entre pacientes y especialistas y los mecanismos de construc-
ción social de la identidad. Y en segundo lugar, la organización oponente: los pacientes recha-
zan que su estado sea definido por la comunidad médica y científica (Callon y Rabeharisoa,
2003). Por ejemplo, los colectivos de sordos que rechazan hacerse implantes, valoran su identi-
dad y rechazan la tecnología.
CIUDADANÍA BIOLÓGICA, MEDICALIZACIÓN Y OTROS CUIDADOS 189
CONCLUSIONES
—————
5 Para una parte de la tradición en estudios sociales de la ciencia, las controversias científi-
cas son debates cargados de poder que se resuelven por la articulación de las redes sociales en
las que se dirimen. Aquel conocimiento a favor del cual se resuelva el debate «adquirirá valor
de conocimiento público» (Haraway, 1995, p. 134). «La clausura de una controversia es la cau-
sa y no la consecuencia de la representación de la naturaleza» (Latour, 1992). Las controversias
son, entonces, luchas de poder para definir lo real: «Las versiones de un mundo “real” no de-
penden, por lo tanto, de una lógica de “descubrimiento”, sino de una relación social de “con-
versación” cargada de poder» (Haraway, 1995, p. 342).
190 CUERPOS Y DIFERENCIAS
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ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS:
EL «PACIENTE INFORMADO» EN EL ALMACENAMIENTO
DE CÉLULAS TRONCALES DE CORDÓN UMBILICAL
Y LOS ALIMENTOS FUNCIONALES
INTRODUCCIÓN
D
urante la última década, la noción del «paciente informado» ha ido
ganando una importancia creciente en las políticas sanitarias y en las
reflexiones sobre la salud, en tanto modo de conceptualizar y reflejar
toda una serie de tendencias en el ámbito sociomédico, desde la centralidad
actual de Internet entre las fuentes de información social sobre la salud (Ki-
vits, 2004) hasta los procesos de «empoderamiento» del paciente y los retos
que el nuevo protagonismo del enfermo/paciente plantea a las formas tradi-
cionales de autoridad médica (Coulter, 2002), pasando por el impacto del cre-
ciente consumismo de productos sanitarios o de las nuevas formas de gober-
nanza neoliberal sobre una economía sanitaria en la que las fronteras entre
sanidad pública y sanidad privada, cuidado y consumo, Estado y mercado son
cada vez más tenues (Rose, 2007). El paciente informado sería aquel que, con-
tando con una información suficiente y objetiva sobre una situación relacio-
nada con su salud, logra tomar una decisión consecuente y racional entre las
diversas ofertas del mercado de la salud. La decisión informada se plantea así
como un ideal en la relación entre el individuo, el mercado y los sistemas de
194 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
cómo un servicio que se remite a un terreno clasificado entre los más íntimos (la relación filial)
es ofrecido mediante relaciones abstractas y deslocalizadas. Antes de la regulación legal espa-
ñola implantada en 2007, si se contrataban los servicios de Criocord, una compañía que opera-
ba en el territorio nacional, el trato con la compañía —que enviaba las muestras a un banco de
Bélgica— se realizaba ante todo por medios electrónicos. El procedimiento a seguir tras el par-
to implicaba enviar la SCU a través de servicios postales privados, concertados con Criocord
(DHL, World Courier en caso de suceder el parto durante el fin de semana), a una dirección
desconocida. «Cumplimente el albarán de DHL. Únicamente debe rellenar: dirección de reco-
gida, nombre y firma. El resto será rellenado por el mensajero», según se aclara en su dossier in-
formativo.
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 201
cibe gran cantidad de financiación, tal como demuestra el apoyo sin fisuras
que se le ha proporcionado desde las instituciones europeas: durante el perio-
do 2002-2006, la UE destinó 60 millones de euros para la investigación en
alimentos funcionales; esto es, el 26% del presupuesto contemplado dentro
del Sexto Programa Marco (FP6). Los datos más actualizados los ofrecía la
Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores
y Usuarios (CEACCU) en 2008, en los que se preveía un crecimiento del 16%
para 2009 en este sector.
La comunicación de estos alimentos, a través de campañas publicitarias en
prensa y medios de comunicación, se ha centrado en la combinación de cuatro
significantes de amplísimo alcance simbólico: futuro, ciencia, salud y género. Se
trata de prevenir una enfermedad (ya sea ésta concreta, en el caso de aquellos
productos destinados a controlar el colesterol, o absolutamente genérica, en
aquellos productos que «fortalecen las defensas») a través del consumo de un
alimento mejorado o enriquecido gracias a los avances de las tecnologías ali-
mentarias. El futuro se moviliza no sólo en su dimensión personal, mediante
un marketing que recalca cómo el gesto de consumo en el presente revierte
sobre la condición futura de salud, sino también porque la propia lógica
«evolutiva» de los alimentos funcionales estimula imágenes futuristas de ali-
mentos inteligentes que, por ejemplo, tratarán de manera individualizada y lo-
calizada las necesidades de salud de cada sujeto consumidor. Buena prueba de
ello la encontramos, por ejemplo, en el informe elaborado por la Unión Euro-
pea en 2004 sobre nuevos materiales, innovación y nanotecnología (EU,
2004). En este documento, pleno de ilustraciones coloridas y futuristas, el
apartado titulado Un desayuno con consecuencias en 2020 está dedicado a las
posibilidades hipotéticas de la alimentación funcional del futuro. Basta con ci-
tar un breve fragmento del texto para evidenciar esta exaltación futurista, en
la que la mejora funcional de los alimentos se engarza con toda una lógica ge-
neral de desarrollo científico e innovación tecnológica:
«¿Queda más café? Por supuesto. ¿Y zumo de naranja? Naturalmente. Pero puede
que algo muy especial ocurra en el envase del zumo. Por ejemplo, una “lengua
electrónica” en el interior de éste comprobará que el zumo está en buen estado. O
un sensor en el exterior, al contacto con los dedos que sostienen el enva-
se, determinará cualquier posible deficiencia de calcio o de cualquier otra sustan-
cia en el consumidor, deficiencia que será inmediatamente remediada con alimen-
tos funcionales» (Traducción del original UE, 2004, p. 34).
202 CUERPOS Y DIFERENCIAS
las políticas de atención sanitaria, así como en las relaciones entre pacientes y
profesionales de la medicina. Como hemos mencionado, el paciente informa-
do se ha ido convirtiendo en una figura cada vez más central en la configura-
ción de las políticas públicas de sanidad. Dentro de este esquema que con-
templa las variables de información y decisión, se recoge la idea según la cual,
gracias a un mejor y mayor acceso a la información, el paciente se convertirá
en un sujeto activo en la relación con los expertos médicos. Esta nueva situa-
ción modifica el rol pasivo al que el enfermo quedaba tradicionalmente rele-
gado en su relación con las autoridades médicas, como la propia denomina-
ción paciente evidenciaba. Ahora, el paciente/usuario se ve sujeto a dinámicas
de empoderamiento y se convierte en un sujeto con capacidad de elección
propia y que se relaciona con los profesionales sanitarios en un plano horizon-
tal, de igualdad.
La figura del paciente informado y las llamadas al empoderamiento del pa-
ciente comparten una característica: ambas configuran al paciente como una
figura autónoma y racional que busca siempre la mejor opción dentro de una
gama de posibilidades. Se asume una relación positiva entre cantidad de in-
formación y nivel de autonomía: así pues, un sujeto autónomo e informado se-
rá capaz de actuar en contextos de incertidumbre tomando decisiones racio-
nales. Pero, si descendemos desde el ideal a la práctica, esta relación
horizontal y positiva se torna compleja en las redes de conocimientos diversos
y actores heterogéneos, tal como se hace evidente en los dilemas que enfrentan
los protagonistas de nuestros estudios de caso. Quien emprende un embarazo
y desea entender «qué es eso de los bancos de cordón» encuentra un panora-
ma altamente confuso: por un lado, los defensores de los bancos públicos de
SCU afirman que el almacenamiento privado no sirve para nada; por el otro,
los bancos privados ponen continuamente a padres y madres en la situación
de no haber actuado con precaución y arrepentirse en el futuro. Ambos apo-
yan sus afirmaciones con infinidad de datos clínicos, citas de autoridades mé-
dicas, testimonios de otros padres... El problema no es aquí el desconocimien-
to, sino, al contrario, la abundancia de información: como señalaba una madre
entrevistada, al final «tienes que elegir a quién creer» (Santoro, 2009). Si aquí
la decisión no emerge automáticamente del conocimiento disponible, al con-
trario de lo que se desprendería de la concepción objetivista de la informa-
ción, encontramos una situación similar en los alimentos funcionales: por un
lado, los investigadores defienden que el consumidor está mal informado, y,
por ello, no toma ventaja de los beneficios de optar por una alimentación fun-
cional; por el otro lado, las asociaciones de consumidores denuncian que la in-
formación que se proporciona es incompleta, contradictoria o incluso engaño-
sa. En esta dinámica, las instituciones se muestran cautas y nos recomiendan
204 CUERPOS Y DIFERENCIAS
Así pues, la elección en entornos biomédicos como a los que venimos hacien-
do alusión resulta más compleja y heterogénea en la práctica que el modelo
idealista que se desprende del paradigma del paciente informado, y no puede
explicarse unilateralmente refiriéndonos a la presencia o ausencia de informa-
ción «objetiva» e impersonal como factor determinante. En cambio, lo que
puede detectarse, sugerimos, es una faceta puramente social, sociológica en la
elección. Es el conocimiento encarnado en las relaciones personales, la in-
fluencia práctica de familiares, amigos y fuentes personales de autoridad mé-
dica la que resultaría central a la hora de orientar una decisión que resulta ne-
cesario tomar en un entorno incierto. La confianza en la fuente de
información y, consecuentemente, la inserción en redes sociales e identitarias de
pertenencia (jóvenes madres, compañeros de trabajo, etcétera) son, en muchos
casos, la fuente de conocimiento práctico que desactiva la incertidumbre. To-
mar decisiones no es algo basado en un conocimiento objetivo e impersonal,
sino que es algo inevitablemente incrustado en las relaciones y redes sociales.
En nuestros dos estudios de caso, estas redes de información y comunica-
ción de esas ciencias biomédicas están fundadas de forma prominente sobre
los valores, ideas y expectativas asociadas al género. La «elección informada»
debe ser entendida en ambos casos como inevitablemente impregnada por los
roles de género asociados a la feminidad y la masculinidad, que son presenta-
dos de forma rígida, repetitiva, inmediatamente reconocible. Para explorar
cómo los sujetos resuelven las encrucijadas de elección en contextos de incer-
tidumbre, la pertenencia de género, o lo que podríamos denominar políticas
de pertenencias de género, se vuelve entonces un elemento fundamental en
nuestro análisis.
Mientras que las fronteras entre investigación privada, sanidad pública,
mercado e industria se hacen cada vez más difusas en la gobernanza de los
asuntos biomédicos, la estricta diferencia y representación dicotómica en los
roles de género apenas sufre erosión alguna. Esta dicotomía entre feminidad y
masculinidad se pone de manifiesto en la construcción de los anuncios y la
comercialización de los bancos privados de SCU y de los alimentos funciona-
les. Las normas, valores sociales y atributos de género resultan una vez más
reificados en una versión semiótico-visual en la que las mujeres aparecen in-
sertas en un entorno familiar como cuidadoras primarias, mientras que los
hombres buscan la eficacia y una mejor relación eficacia-tiempo-inversión.
En ambos casos, la mayor parte de la publicidad se dirige específicamente
a las mujeres, mujeres que se informan, comparan y se enorgullecen de ser
«madres» previsoras. Son mujeres quienes figuran repetidamente en las pági-
208 CUERPOS Y DIFERENCIAS
nas web de los bancos privados de cordón mientras abrazan a un rosado bebé
recién nacido. Las campañas de publicidad de alimentos funcionales también
son particularmente femeninas: «En casa siempre confiamos en Kaiku, ahora
que soy madre siempre tengo Kaiku Actif para reforzar las defensas de los mí-
os. Se escucha de todo pero fíjate bien, Kaiku Actif contiene el fermento pro-
biótico más testado del mundo, a veces no nos damos cuenta pero lo mejor lo
tenemos muy cerca» (http://www.kaikuactif.com/portada/portada.php). Sólo
otro ejemplo más: «Qué bien te sientes [mujer] cuando cuidas de los tuyos
todos los días. De ellos [hijos], porque, aunque se crean unos hombres, son
unos niños que todavía están creciendo. Y de él [hombre] porque, aunque no
lo reconozca, ya es mayorcito. Todos necesitamos más calcio y un poquito más
de ejercicio. Puleva Calcio te va» (eslogan de Puleva Calcio, http://www.pule-
va.es/pf/productos/calcio/comunicacion_calcio.html).
Por su parte, el hombre, sometido al estrés propio de su trabajo en el ámbi-
to público, se ve acorralado por una enfermedad que le sorprende, pero con-
sigue doblegarla de manera eficaz y rápida, confiando en la tecnología y la
ciencia de los alimentos funcionales: «En mi trabajo y en mi vida personal
busco eficacia, por eso elijo Benecol de Kaiku. Pequeño pero concentrado, y con
un potente ingrediente que no encontrarás en otras marcas. Y vaya si funciona,
he reducido mi colesterol un 15%. Ningún alimento reduce más el colesterol.
Benecol de Kaiku, único, concentrado, el experto en colesterol» (eslogan de
Kaiku Benecol, http://www.kaikubenecol.com/es/kaiku-benecol/anuncios).
La información que se está transmitiendo en la comunicación de los bancos
privados de SCU y los alimentos funcionales está altamente cargada de este-
reotipos asociados al cuidado de la familia, y apela de manera insistente a una
mejor eficacia, no sólo del producto, sino también de las decisiones de con-
sumo. Al mismo tiempo, estas imágenes rebotan en la configuración social de
nuestro género. ¿Nos sentimos identificados? ¿Es nuestra decisión de consu-
mo una manera más de configurar nuestro género en la maraña de relaciones
sociales en las que estamos insertos? El caso es que la incertidumbre no sólo
se resuelve con el recurso a la información, sino con el refuerzo identitario: la
pertenencia de género sería así una forma de comunicación que se pone en
práctica en la comercialización de nuestros dos estudios de caso y que permite
«sobreponerse», en su dimensión de certeza tradicional y de cumplimiento en
la práctica, a las incertidumbres e inseguridades suscitadas.
Pues es la práctica la que configura nuestra identidad de género. Judith Bu-
tler ha intentado acercarse a una definición de género calificándolo como un sis-
tema a base de reglas, normas sociales y prácticas —institucionales, cotidianas,
abyectas— que producen de manera performativa aquello que pretenden des-
cribir (Butler, 1993, 1999). En este intento filosófico de entender la normatividad
ELECCIONES INCIERTAS EN TIEMPOS INCIERTOS 209
CONCLUSIÓN
A lo largo del artículo hemos presentado y discutido dos casos de estudio que
nos han servido para confrontar la noción, dominante en las políticas sanita-
rias de los últimos años y en las discusión recientes sobre la relación de los in-
dividuos con los sistemas de salud, del «paciente informado». Tanto en el al-
macenamiento privado de células troncales de cordón umbilical como en el
consumo de alimentos funcionales intervienen toda una serie de elementos —
orientación futurista o «vanguardista» de las tecnologías empleadas; presencia
dominante de la publicidad y las lógicas de mercado; controversias y debates
internos al campo científico...— que introducen una incertidumbre casi esen-
cial o fundante en la relación que los individuos establecen con ellos, y que
complejizan, hasta el punto de hacerla inoperativa, la idea de que la informa-
ción es un elemento suficiente para fundamentar decisiones. En este contexto
(por lo demás, extrapolable a muchos otros ámbitos relacionados con las in-
novaciones tecnosanitarias y biocientíficas), el ideal de un conocimiento fiable,
único y «objetivo» no logra captar la complejidad real mediante la cual los in-
dividuos logran tomar decisiones en la práctica.
En efecto, tal como se ha evidenciado en ambos casos, las personas no ac-
túan respecto de su salud y la de sus familias de una manera «racional», sope-
sando detalladamente los pros y los contras en función de un conocimiento
adecuado, sino que recurren, en cambio, a sus relaciones personales, a las ex-
periencias de familiares y conocidos y a otras fuentes de legitimidad de con-
fianza (a lo que Lindsay Prior denomina «conocimiento experiencial») (Prior,
2003). Igualmente, como hemos tratado de ejemplificar respecto de la ideolo-
210 CUERPOS Y DIFERENCIAS
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LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS
MÉDICAS: ACTORES, DISCURSOS Y RELACIONES
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SEXUAL» VERSUS «INTERSEXUALIDAD»
E
n el verano de 2006, en el curso de una investigación donde analizá-
bamos el impacto del activismo de los colectivos intersex en los proto-
colos y prácticas de diagnóstico y tratamiento médico, supimos a tra-
vés de la lista de correo de la OII —Organización Internacional de Interse-
xuales1— de la publicación de un artículo2 en Archives of Disease in Childho-
od que, firmado por cincuenta especialistas médicos de prestigio internacio-
nal, abogaba por una «Declaración de consenso en la gestión de las
alteraciones intersexuales» («Consensus Statement in the Management of In-
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214 CUERPOS Y DIFERENCIAS
Cambio de
Medicalización Emergencia del Caso John-
de la Nuevas bio- Movimiento nomenclatura: “First DSD
movimiento Joan y socialidades ISNA cierra
Intersexualidad intersexual/ controversia social y De intersex Symposium”
Intersexual científica cambio de a DSD Gay and y es
como sujeto naturaleza- De “objetos” sustituida
a sujetos de protocolo Lesbian
Protocolo político cultura entre Consensus por la
Money: expertos conocimiento Medical
Crisis: meeting Association, Accord
1993 médicos Alliance
Basado en el Fundación del Money- desconfianza Conferencia oct. 2006
Producción
género ISNA : Diamond de de expertos de Chicago
óptimo de Demandas: (1997) conocimiento pero también (oct. 2005) “Intersex and
crianza, Cambios en los e identidades After”, (GLQ,
protocolos Perspectivas dependencia Controversia
intervención Desestigmatiza críticas y nueva colectivas a Archives of socio- 2009)
quirúrgica y cion literatura
través de la
disease in
secreto red Diferentes científica
Auto- médica y no- estrategias y childhood, DSD versus Un intento
determinatción médica El rol de de cierre
Intersexos del sexo (Kessler, diferentes 2006 intersex
como internet en la relaciones Consensus de la
Preves, emergencia
“objetos” de “Hermaphrodites Dreger) entre grupos statement Cartas al controversia
de nuevos
conocimiento with attitude” grupos políticos , “50 expertos editor:
e intervención (Chase, 1998) The Journal of internacional internacional
médica Clinical Ethics, grupos de Archives of
Movimiento 1998: es (OII, apoyo y la es en el disease in
intersexual Bodies like
“A shifting ours, Mulabi, comunidad campo” childhood
como re- paradigm”
1950-90Æ apropiación de “Surgical
etc.) médica
Amplio una categoría progress is not Consortium
consenso en médica: “Los objetos on the
the answer” objetan:
torno al “proud to be management
protocolo intersex” expertos de
los expertos of DSD,
Money
2006
“Clinical
guidelines”
—————
7 En sus orígenes la ISNA se constituyó como la primera asociación intersexual con una
orientación identitaria y política, a diferencia de grupos médicos de apoyo de pacientes y fami-
liares asociados a alguno de los diversos «síndromes intersexuales». Debido al giro radical que
la asociación y su creadora estaban dando a sus estrategias, en 2008 la ISNA cerró y fue susti-
tuido por la Accord Alliance. Gran parte de los materiales de su página, http://www.isna.org
(última revisión 20/12/2010), han sido recogidos por esta nueva asociación, http://www.accord-
alliance.org/ (última revisión 20/12/2010).
8 Este artículo ha sido traducido al castellano en el libro colectivo El eje del mal es hetero-
sexual. Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer (Romero Bachiller, García Dauder
y Bargueiras Martínez, eds., 2005).
218 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
9 Ver http://www.intersexualite.org (última revisión 20/12/2010), http://www.bodieslike-
ours.org/forums/ (última revisión 20/12/2010).
10 Esta controversia supuso el cuestionamiento del, hasta el momento, amplio consenso en
torno al protocolo establecido por Money en los años 50 para el tratamiento de personas inter-
sexuales. Emergió como efecto de la publicación por parte de Milton Diamond y H. Keith Sig-
mundson del artículo «Sex Reassignment at Birth: A Long Term Review and Clinical Implica-
tions» (Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine, nº. 151, marzo, 1997), (ver
http://www.hawaii.edu/PCSS/biblio/articles/1961to1999/1997-sex-reassignment.html, última
revisión 20/12/2010). En él se hacía una demoledora revisión del caso John/Joan, el «experi-
mento perfecto» en el que Money había asentado su propuesta.
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 219
«Es innegable que las etiquetas médicas tienen un poder que trasciende el trata-
miento médico. Aquellos que pueden influir en cómo la medicina clasifica a los
individuos deberían ser sensibles al poder transformador potencial de las etiquetas
que asignan. La categorización médica afecta al orden social y legal. Más impor-
tante, la categorización afecta a los individuos. Mientras la medicina reconsidera
cada cierto tiempo su terminología, las etiquetas asignadas a las personas que na-
cen hoy con características sexuales fuera de la norma estadística pueden conver-
tirse en símbolos estáticos de su inferioridad que tendrán que soportar a lo largo
de su vida».
resaltar que en este primer artículo, los/as autores/as señalaban que la refe-
rencia al «cariotipo» en la terminología tendría la misma tendencia de con-
fundir a médicos y pacientes. Por ello proponían la denominación «paraguas»
Disorders of Sexual Differentiation, o bien aludir a los síndromes concretos ba-
sados en la etiología.
En el 2006, la ISNA publica la Clinical guidelines for the management of di-
sorders of sex development in childhood, una guía que se presenta como pro-
ducto de un «consorcio» entre los principales actores implicados o «stakehol-
ders»: médicos, adultos afectados, familiares y grupos de apoyo. El título
asume una nueva terminología, disorders of sex development, y en el texto se
argumenta que se sustituye la palabra «intersexual» por motivos prácticos: por
su «imprecisión» y porque es un movimiento necesario para cambiar las prác-
ticas médicas hacia una atención multidisciplinar centrada en el paciente11.
Como ya hemos señalado, ese mismo año se publica un artículo científico en
Archives of Disease in Childhood, firmado por un llamado «grupo de consen-
so» constituido por cincuenta expertos mayoritariamente médicos y dos aso-
ciaciones internacionales pediátricas, donde se presenta una nueva gestión de
los «desórdenes intersexuales» basada en la nueva terminología (Hughes,
Houk, Ahmed, Lee, LWPES/ESPE Consensus Group, 2006). El artículo des-
tapa la controversia y comienza todo un debate a través de la sección electró-
nica de «cartas al editor» de dicha revista, donde se despliegan los argumentos
a favor y en contra de la nueva nomenclatura.
Dentro de los argumentos a favor del cambio, se vuelve a esgrimir la nece-
sidad de un término que no sea percibido como peyorativo o estigmatizante —
intersexual se considera como un heredero de los antiguos hermafrodita y
pseudo-hermafrodita—, algo que según estas posturas se consigue todavía más
con el uso del acrónimo DSD. Se argumenta que la nueva terminología, o el
nuevo acrónimo, promueve el hecho de nombrar algo que la persona «tiene» o
«padece», y no algo que la persona «es» como, se entiende, sí hacía (o hace) el
término «intersexual» (Chase, 2006a). En relación con lo anterior, junto a la
defensa de una nomenclatura no identitaria, se propone un término que no
aluda a la identidad de género. Se alega que mucha gente nacida con condicio-
nes intersexuales no se considera (ni anatómica ni psicológicamente) «entre»
mujer o varón, sino simplemente mujeres o varones con una «condición de
nacimiento». Igualmente los padres se niegan a aceptar que sus bebés puedan
ser «inter», y sólo aceptan hablar en términos de los nombres de los síndro-
—————
11
En los agradecimientos, se señala también que tres activistas que han participado en la
redacción de la guía, David Cameron, Esther Morris y Peter Trinkl, no apoyan el cambio de
nombre.
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 221
«“Intersexual” ha sido adoptado por grupos con una variedad de agendas sociales
no enfocadas a mejorar la atención médica. Tanto si se apoyan como si no estas
agendas, es confuso categorizar la condición médica de un paciente con una cate-
goría que implica una agenda de cambio social radical. Algunos de estos grupos
incluyen a: personas que quieren que desaparezcan las distinciones entre los géne-
ros; personas que quieren probar que la homosexualidad o la transexualidad son
una variación normal; personas que quieren probar que las diferencias biológicas
entre varones y mujeres son irrelevantes; personas que quieren reclamar que las
condiciones intersexuales no sean tratadas en absoluto en contextos médicos»
(Chase, 2006b. Traducción propia).
—————
13
Si bien en el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders IV (DSM-IV) los
«trastornos de la identidad sexual» (en inglés «gender identity disorders», GID) se definían de
forma excluyente a la intersexualidad, en el nuevo borrador que se está gestando para la elabo-
ración definitiva del DSMV aparece un nuevo sub-tipo dentro de las nuevas «incongruencias de
género» (término propuesto para sustituir a los GID) que hace alusión a las personas con DSD.
Ver http://www.dsm5.org/ProposedRevisions/Pages/proposedrevision.aspx?rid=482 (última revi-
sión 20/12/2010).
LOS DESPLAZAMIENTOS POLÍTICOS DE LAS CATEGORÍAS MÉDICAS 225
personas con condiciones muy diferentes unirse para trabajar en pro de una mejor
atención médica y justicia social. [...] DSD incluye la noción de que la morfología
triunfa sobre la identidad, y que la intersexualidad es una patología» (Sherri G. Mo-
rris, Carta al editor, Archives of Disease in Childhood, 22 de agosto de 2006)14.
pruebas, tests, etc.) sobre las personas intersexuales, a las que se les exigía un
plus de feminidad y masculinidad, así como de respuesta heterosexual, para
muchos insostenible15. Junto a ello se criticaban las asunciones dualistas y es-
táticas de los sexos y géneros presentes en las dos posturas de la controversia
(sólo se puede ser varón o mujer y ello no puede variar a lo largo del tiempo)
(Kessler, 1998; Fausto-Sterling, 2000; Butler, 2006). Lo interesante en todos
estos movimientos es que médicos, científicos sociales, activistas y miembros
de grupos de apoyo estaban trabajando conjuntamente en la defensa de un
cambio de paradigma.
Por otro lado, gracias a la mediación tecnológica de Internet, comienza a
crearse un sujeto colectivo intersexual que demanda derechos, frente al sujeto
médico individualizado, patologizado y estigmatizado. Al igual que con otras
enfermedades «raras» o estigmatizadas, Internet se convierte en un foro colec-
tivo que posibilita el encuentro al margen de la distancia física-geográfica y
permite hablar desde el anonimato. Además crea un espacio de generación y
divulgación de conocimientos más allá de los proporcionados por los propios
médicos; es un escenario donde se pueden compartir experiencias, transmitir
saberes, discutir dudas, buscar información, etc. Si, como ya hemos señalado,
en los manuales médicos y en las revistas científicas, las personas intersexuales
aparecían como casos patológicos de interés científico, receptores silentes de
intervenciones y experimentos médicos, una tecnología como Internet va a
posibilitar que los «objetos de conocimiento médico» objeten, deviniendo ac-
tores relevantes (Latour, 2000). Se produce un desplazamiento de «pacientes»
o «víctimas» a «agentes» que evalúan y se resisten a los discursos y protocolos
médicos, que intercambian conocimientos y generan una identidad colectiva
y/o politizada. Se trata de una nueva «bio-ciudadanía» digital que maneja in-
formación médica y reclama derechos (Rose, 2007).
Ello ha implicado una re-configuración de las relaciones sujeto-objeto de
conocimiento, hasta el punto de que los propios «objetos de conocimiento»
(los colectivos intersexuales) se han convertido en auténticos «expertos» de
los «sujetos de conocimiento» (los médicos), es decir, en «expertos de los ex-
pertos». La creación de diferentes páginas web, foros de debate, chats o blogs
ha posibilitado una articulación de los diferentes actores implicados, generan-
do nuevos conocimientos y alianzas, produciendo cambios tanto en los colec-
tivos intersexuales como en los grupos de afectados y familiares y en la comu-
—————
15 La controversia también sirvió para un ejercicio de autocrítica respecto a las primeras
alianzas del movimiento feminista con John Money (Kate Millett le cita en Política Sexual y la
propia Kessler colaboró con él) sin cuestionar su práctica médica, ya que sus tesis sobre el cons-
truccionismo social y la maleabilidad del género eran una herramienta muy útil para un movi-
miento que quería demostrar que la biología no era destino.
230 CUERPOS Y DIFERENCIAS
garantías y prestaciones del mismo, esto es, se transforma en una cuestión in-
dividual marcada por la capacidad de consumo.
7. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
L
a importancia y concepción que se le ha dado al cuerpo, el lugar que
ocupa en la sociedad, su presencia en el imaginario y en la realidad, en
la vida cotidiana y en momentos específicos han tenido cambios a lo
largo de la historia. Esto es importante señalarlo, ya que por mucho tiempo
imperó la idea de que el cuerpo pertenecía a la naturaleza y no a la cultura.
Más bien, el cuerpo ha sido construido, reconstruido, reconocido u ocultado,
dependiendo del momento histórico.
El énfasis que se ha dado al cuerpo de las mujeres, en la gran mayoría de
las culturas es superior al asignado al cuerpo de los hombres. La belleza física
de la mujer recibe una consideración más relevante que la del hombre. Gene-
ralmente, el atractivo de ellos se asocia más con sus habilidades y poderes que
con su complexión o aspecto físico. En tanto que, para las mujeres, sus fun-
—————
1 Este trabajo forma parte de una investigación más grande que se titula: Género, publici-
dad e imagen corporal. La formación de audiencias críticas en la prevención de trastornos alimen-
tarios, que la autora de este trabajo realiza como académica de la Facultad de Psicología, de la
UNAM.
244 CUERPOS Y DIFERENCIAS
otras y los otros en cuanto a nuestra propia realización?, ¿somos justas con
nosotras mismas?
«... podemos ver que la cultura establece la norma (un cuerpo delgado); la biología
individual suministra razones para la inadecuación a la limitación (por ejemplo, un
cuerpo grueso); la cultura proporciona el procedimiento aceptable para modifi-
carla (comer menos), y el estatus como miembro del grupo cultural (esto es, ser
mujer y poseer una autoestima dependiente de los atributos físicos) influye en el
vigor con que el individuo persigue los procedimientos de modificación» (Fallon,
1990, p. 81).
Aunque los TCA se clasifican en: anorexia, bulimia y obesidad, aquí sólo ha-
remos referencia a los dos primeros. La anorexia y la bulimia nerviosas se re-
fieren a desórdenes en la percepción de la imagen corporal. Tales desórdenes
son producto de una construcción sociocultural del cuerpo que se impone
como ideal a alcanzar. Ambos trastornos son multifactoriales, y en ellos inter-
vienen factores de orden psicológico, personal, familiar, biológico, social y
cultural (Gómez Pérez-Mitré, 2001).
Es vasta la literatura que existe en cuanto a las definiciones de estos TCA.
Aquí retomaremos lo que señala Josep Toro (1999) al respecto:
«Anorexia nerviosa: Es un TCA donde hay una pérdida significativa del peso cor-
poral (superior al 15%), habitualmente fruto de la decisión voluntaria de adelga-
zar. El adelgazamiento se consigue reduciendo o suprimiendo el consumo de ali-
mentos, especialmente “los que engordan”, pudiendo recurrir a vómitos
autoinducidos, uso indebido de laxantes, ejercicio físico desmesurado, consumo
de anorexígenos y diuréticos, etc. Las personas anoréxicas presentan un intenso
miedo al aumento de peso, sin importar si están bajando drásticamente de peso.
La distorsión de la imagen corporal es una constante, sobrevalorándose las dimen-
siones de la silueta corporal, lo que “obliga” a mantener la restricción alimentaria.
Bulimia nerviosa: En este TCA se presentan episodios críticos en los que la perso-
na afectada ingiere cantidades de alimento muy superiores a lo que generalmente
ingiere en circunstancias similares. Esta ingestión alimentaria desmedida produce
la sensación de pérdida de control sobre la misma. En principio, la persona bulí-
mica no desea incurrir en el atracón. Pero una vez que ocurre éste, se experimen-
tan prácticas destinadas a compensar sus efectos sobre el peso. En ese sentido, los
vómitos autoinducidos son el recurso más frecuente, así como el uso desordenado
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 251
Según Colombo (2006), hasta 1979, estos trastornos eran inexistentes en paí-
ses en desarrollo, porque todavía no se los había descrito. Sigue habiendo po-
cas cifras, porque no existe una sistematización de los datos. Sin embargo, al-
guna de la información es la siguiente:
Argentina está en segundo lugar, después de Japón, en relación con la inci-
dencia de anorexia nerviosa y bulimia nerviosa en todo el mundo. El porcen-
taje de quienes la padecen es tres veces mayor que en los Estados Unidos. El
8% de las adolescentes argentinas padece de anorexia o bulimia, y el mayor
riesgo de contraerlas está entre los 12 y 25 años. El 10% de los hombres ar-
gentinos consulta por trastornos alimentarios; y el 2% sufre bulimia o anore-
xia. En 2001, el hospital Carlos Durand de la ciudad de Buenos Aires reportó
un 11% de pacientes con anorexia, con edades entre 12 y 31 años, con mayor
incidencia en los 19 años. Hoy la patología se presenta más cerca de la puber-
tad y en todas las clases sociales.
252 CUERPOS Y DIFERENCIAS
REFLEXIONES FINALES
El análisis realizado en este trabajo muestra que sigue persistiendo una tiranía
o dictadura sobre los cuerpos de las mujeres, en comparación con el de los
hombres. Las formas de someter o castigar al cuerpo en épocas antiguas, aho-
ra se han sofisticado o han tomado nuevas formas, si bien ya no con la misma
crueldad, pero sí con serios daños. Ya no existen el corsé o el cinturón de cas-
tidad, pero ahora la cultura, y específicamente los medios de comunicación,
tanto impresos como electrónicos, y la publicidad en particular, al promover
el culto a la delgadez, imponen otro tipo de castigos, como las las cirugías, los
vendajes, los alimentos «milagrosos» o las dietas restrictivas, lo que ha deriva-
do en trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia, que
tienen serias repercusiones en la salud. Hay estudios que muestran que una de
cada cinco anoréxicas fallece, y el 30 por ciento corre el riesgo de quedar con
problemas serios de riñones, hígado, estómago o del tracto digestivo2.
Algunos de los resultados que aquí se presentaron, relacionados con la in-
vestigación que estamos desarrollando sobre «Género, Publicidad e Imagen
—————
2 “Una de cada cinco anoréxicas fallece a causa de los efectos de la desnutrición”. El País,
España, julio 2006.
LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 255
BIBLIOGRAFÍA
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LA TIRANÍA DEL CUERPO, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS 257
L
a organización teórica y la práctica actual de las ciencias biomédicas
conciben cada patología como una entidad nosológica monolítica y rí-
gidamente delimitada, como si éstas fueran una mónada de fronteras
impermeables. Semejante conceptualización del estado de enfermedad tiene
como consecuencia el aislamiento del contexto social que le ha dado lugar y la
invisibilización de sus manifestaciones subclínicas, a la vez que obstaculiza el
estudio histórico de su evolución y posibles antecedentes. La biomedicina, pa-
ra justificar dicho proceso de depuración, aduce que estas simplificaciones
tienen como objetivo agilizar y aumentar la fiabilidad del diagnóstico y, con
ello, el desarrollo de tratamientos más eficaces. Sin embargo, la evaluación y
medida de este mecanismo de optimización de la praxis clínica es muy difícil.
Por otro lado, la eliminación de la genealogía de la enfermedad, la minimiza-
ción de la influencia ambiental en su origen y desarrollo y el alto grado de va-
riabilidad de muchos trastornos convierten a las categorías diagnósticas en
verdades científicas inmutables y las blindan ante cualquier crítica desfavora-
ble, lo que ahonda más, si cabe, en la falta de correspondencia entre categorías
médicas y síntomas reales, a la vez que reduce el éxito de los tratamientos.
260 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
aunque, cuantitativamente, su presencia es muy inferior a la de mujeres. Con ello, no se preten-
de invisibilizar su existencia, ni sus aportaciones y experiencia de los TCA, al contrario, no se
profundiza en esta cuestión porque su análisis y compresión exige el desarrollo de una investi-
gación ulterior y específica.
LA «POSICIÓN (BLANCA) ANORÉXICA DE SUJETO» 263
femenino aneróxico con ella misma, con otros y con el yo que ella quiere ser, a
través de sus construcciones discursivas».
Y continúa: «(...) Para los individuos que aspiran a adquirir la posición de
sujeto anoréxico, es justificable considerar que el DSM-IV es un manual para
medir su progreso en el logro de ese fin» (Allen, 2008, p. 593) . Las usuarias de
sitios pro-anorexia y bulimia tratan de cumplir esta suerte de «decálogo», es de-
cir, los criterios diagnósticos del DSM, adquiriendo síntomas que originalmente
no presentaban para llegar a ser «auténticamente» anoréxicas o bulímicas, y el
criterio de la pérdida de peso corporal, por su carácter cuantitativo y objetiva-
mente medible, es probablemente el mejor indicador de haber alcanzado dicho
«estatus». Allen describe así la influencia de este criterio en el desarrollo y man-
tenimiento de la enfermedad en la comunidad pro-Ana: «en estas mujeres ya
diagnosticadas, los criterios del DSM-IV pueden reforzar e impulsar sus esfuer-
zos por la auto-inanición, si consideran que “el criterio del 15 por ciento” de-
marca el peso mínimo anoréxico: el “objeto” de perfección» (Allen, 2008, p.
594). La existencia de las wannabe confirma, en cierto modo, la de una «posi-
ción anoréxica de sujeto» anterior al desarrollo de la enfermedad. En este senti-
do, todo parece indicar que el «aura dorada» de la anorexia ha excedido la
frontera de la clínica para convertirse en fascinación cultural por el ayuno.
Sin embargo, como ya se ha apuntado, la información más relevante que
podemos extraer del papel de estas usuarias en el universo pro-anorexia es
que comparte la misma preocupación por la inestabilidad nosológica de los
trastornos de la alimentación; su existencia compromete la plausibilidad de la
anorexia como una «condición» independiente al margen de la bulimia. En
palabras de David Giles: «las wannabes desagradan especialmente por que
dañan potencialmente la credibilidad del punto de vista pro-ana. Se percibe a
las wannabes como una amenaza importante porque desdibujan los límites en-
tre “ana” como estado de pureza y disciplina y como «condición» biológico-
médica impotente» (Giles, 2006, p. 472). Este autor enfatiza la preocupación
de las usuarias por parecer reales anoréxicas, no falsas (phony), como si exis-
tiera algo parecido a la auténtica anorexia en estado puro. Las usuari@s pro-
anorexia, como la terapeuta Hilde Bruch, conciben la anorexia como el tras-
torno de la conducta alimentaria con mayor «estatus»; Gilles lo describe así: «
Así pues, parecería que las “anas” consideran que ellas ocupan un lugar moral
superior dentro de esta comunidad, mientras “mia” se construye como una
opción más fácil» (ibidem).
Llegados a este punto, podemos argumentar que la interacción entre las
prácticas e ideales corporales occidentales y la definición de los TCA realizada
por el DSM ha trasformado la anorexia nerviosa en una suerte de biopoder,
cuya influencia sobrepasa los límites de las comunidades pro-Ana y Mía. Rabi-
LA «POSICIÓN (BLANCA) ANORÉXICA DE SUJETO» 265
BIBLIOGRAFÍA
E
n las sociedades occidentales globalizadas, los medios de comunica-
ción de masas han proyectado una imagen-modelo de la realidad so-
cial que sugieren ciertas normas que conforman las sociedades huma-
nas concretas. Los media generan y transmiten un continuo ilimitado de re-
presentaciones sobre lo real que comprende prácticamente la plenitud de la
información a la que acceden los ciudadanos occidentales. De este modo, lo
representado por los media instituye implícitamente la normalidad social (Se-
garra, 2000), al tiempo que lo no representado deja de existir, a pesar de su
tan habitual presencia (López y Gauli, 2000). Es decir, la realidad representa-
da crea su propia dinámica de poder convirtiéndose en un dispositivo estruc-
tural de discriminación social. Dentro de esta dinámica, la representación del
cuerpo y sus cánones de belleza se encuentra entreverada por las ideologías,
prácticas e intereses de los grupos sociales hegemónicos, por lo que, como sos-
tienen Marian López F. Cao y Juan Carlos Gauli Pérez en su artículo «El
cuerpo imaginado», el cuerpo se ha convertido en el reflejo del modelo social
excluyente configurado en los media.
En lo que refiere a la discriminación social de las mujeres, Alicia Puleo
(Puleo, 1995) ha explicado cómo, en las modernas sociedades occidentales,
272 CUERPOS Y DIFERENCIAS
López F. Cao y Gauli Pérez (López y Gauli, 2000) sostienen que, mediante la
representación estereotipada y dicotómica de los hombres y las mujeres que
los mass media proyectan, se construye un sujeto universal que sigue siendo un
varón blanco, occidental y heterosexual. Este hecho se confirma si observamos
las conclusiones a las que llega Pilar López Díez (López, 2006) en el 2.º infor-
me de la investigación: representación de género en los informativos de radio y
televisión, Instituto Oficial de Radio y Televisión (RTVE) e Instituto de la
Mujer (MTAS), donde, a partir de una amplia muestra estadística, se observa
que, incluso en este marco realista, los varones son representados en una pro-
porción superior a las mujeres de tres frente a uno, así como que, mientras
que éstos son representados en función de su actividad en la esfera social pú-
blica, siendo los futbolistas y los políticos varones los dos colectivos más re-
presentados, las mujeres lo siguen siendo fundamentalmente en función de su
estatus vicario.
En este mismo sentido, López F. Cao y Gauli Pérez nos muestran un ejem-
plo de la representación mediática del varón genérico como actor de la esfera
social pública que carece de equivalente femenino: el estereotipo del «exper-
to», representado en los media por una voz masculina; un hombre sin cuerpo,
un hombre que es todo mente.
Por lo tanto, la representación dicotómica de los sexos proyectada por los
media excluye a las mujeres del concepto de «sujeto». En su obra El contrato
sexual, Carol Pateman (Pateman, 1995) explica cómo, originariamente, los
teóricos del contrato definieron el concepto de «sujeto» de modo que sólo
hacía referencia a los varones en tanto que sujetos del pacto social por el cu-
al se instituye el estado y el derecho civil. En la filosofía política del siglo
XVII, tanto la categoría de «contrato» como la de «individuo universal» se
construyeron basándose en la división sexual de las esferas pública y priva-
da. De este modo, el pacto entre «individuos» libres e iguales fue definido
no como el contrato social sino como el contrato sexual-social. Simultánea-
mente, el derecho civil se dividía a su vez en dos: el derecho político y el de-
recho patriarcal o sexual. Mediante el primero se reconocían los derechos y
las libertades de los ciudadanos libres e iguales: los varones. Mientras que,
por el segundo, éstos consumaban la sujeción particular de las mujeres en el
contrato de matrimonio. Pateman apunta críticamente que la teoría política
del siglo XX ha ignorado que la teoría del contrato social fue construida den-
tro de la división sexual entre las esferas pública y privada. Asimismo, señala
274 CUERPOS Y DIFERENCIAS
López F. Cao y Gauli Pérez muestran, asimismo, cómo los rasgos identita-
rios de la femineidad y la masculinidad tradicionales se siguen representando
en los media a través de los matices del contexto y del espectro cromático de-
signado para cada identidad de género:
«Los tonos rosados y cálidos —de masa, de carne y materia blanda— de las imá-
genes de cuerpos femeninos son aquí sustituidas por el gris acerado, por los azules
agrisados, por los bitonos oscuros y brillantes. El paralelismo hombre-máquina es
una constante» (López y Gauli, 2000, p. 55).
mica y política y que, en el rango más bajo de esta jerarquía, detentan colecti-
vamente el control sobre las mujeres.
Para explicar cómo estos dos modelos de masculinidad se subjetivan en la
identidad masculina, examinaremos brevemente lo que he denominado «la
pragmática masculina del control» (Sambade, 2008): un conjunto de prácticas
masculinas de autocontrol y gobierno de sí que han sido legitimadas por dis-
tintos discursos filosóficos a lo largo de la historia de la cultura occidental y
que, a su vez, son prácticas encaminadas hacia el objetivo del gobierno del
Otro-diferente, fundamentalmente del Otro-mujer.
Los orígenes de esta pragmática se remontan a los pilares de nuestra cultu-
ra occidental. Michel Foucault (Foucault, 1994) ha explicado cómo, en la filo-
sofía clásica, las prácticas del cuidado de sí estaban encaminadas hacia el auto-
gobierno, hacia el gobierno de los propios impulsos, como condición
necesaria para el gobierno de los otros.
Para Foucault, el cuidado de sí habría constituido la forma pragmática con
la que el mundo greco-romano problematizó éticamente la libertad cívica. En
primer lugar, el concepto «el cuidado de uno mismo» (épiméleia/cura sui) ha-
ce referencia a un cierto modo de actuar o comportarse que se ejerce sobre
uno mismo, a través del cual uno se hace cargo de sí transformándose o acce-
diendo a un cierto modo de ser. Es decir, este concepto refiere a un conjunto
de prácticas de autoconstrucción del sujeto.
¿Qué forma adquirió la preocupación por uno mismo en el mundo clásico?
Foucault señala cómo el cuidado de sí encuentra su forma hegemónica en el
«conócete a ti mismo» socrático (gnothi seaeutòn). Paradójicamente, el cono-
cimiento que el sujeto debía adquirir para conocerse a sí mismo no venía dado
por un saber centrado en uno mismo, sino por un saber que tiene como objeto
las cosas, los hombres, el mundo y los dioses. Un saber por medio del cual el
sujeto accede a la verdad. Este conocimiento estaba dotado simultáneamente
de un carácter asertivo y de un carácter prescriptivo. Es decir, es un discurso
en el que se dice simultáneamente lo que es verdadero y lo que se ha de hacer,
un conocimiento que desvela la verdad y, a su vez, impone normas. Y en vir-
tud de este carácter, es un discurso que produce y transforma el modo de ser
del sujeto, el ethos del sujeto: es, por lo tanto, un discurso ethopoiético. A tra-
vés del acceso a la verdad, el sujeto conoce lo que existe de divino en sí mismo
y, conforme a esta realidad, habrá de ejercer su autogobierno.
Por lo tanto, la práctica de la libertad en la antigüedad clásica implicaba
una transformación del ethos que lo dotase de una forma buena, bella, hono-
rable... Pues el ethos conlleva una serie de relaciones complejas con el otro y
es, en sí mismo, perceptible a la mirada del otro. Desde esta perspectiva, el
cuidado de uno mismo implica una preocupación ética que recae sobre el
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 279
otro. Ahora bien, el cuidado del otro es secundario respecto del cuidado de
uno mismo, es una consecuencia de éste último, dado que la relación a uno
mismo es ontológicamente primera. De este modo, el hombre libre que cuida-
ba de sí mismo se encontraba, por esta razón, en posición de conducirse debi-
damente en sus relaciones con los otros, de ocuparse de los otros. El hombre
libre que cuidaba de sí sabría gobernar a su mujer, a sus hijos, su hogar, etc.
Luego la condición primera para el gobierno de los otros es el gobierno de
uno mismo.
En la sociedad clásica, el buen gobierno, el gobierno justo, estaba delimi-
tado inferiormente por la esclavitud y superiormente por la tiranía. La libertad
se entiende como no-esclavitud, y en este sentido otorga una condición social:
el esclavo, frente al hombre libre, no tiene ética. En el vértice opuesto nos en-
contramos con su recíproco inverso: el abuso de poder o la tiranía. En la tira-
nía, uno impone sus deseos y fantasías a los demás, desbordando así el ejerci-
cio legítimo de su poder. Pero, para los filósofos griegos, el tirano es en
realidad un esclavo de sus apetitos. Por lo tanto, el buen soberano será aquel
que, ejerciendo el poder, lo ejerce primeramente sobre sí mismo. Es más, pre-
cisamente el hecho de que este hombre se autogobierne es lo que le capacita
para el gobierno de los otros. De este modo, el cuidado de sí constituye la con-
dición ontológica, ética y pedagógica para llegar a ser un buen gobernante.
Foucault señaló cómo las prácticas del cuidado de sí se originan en un con-
texto donde se problematiza éticamente la libertad cívica en tanto que gobier-
no legítimo de los otros. Pero la estigmatización social de la esclavitud en la
Grecia clásica pone de manifiesto que, desde una perspectiva democrática
ilustrada, la legitimidad del gobierno del hombre libre griego sobre los otros
estaría cuestionada de principio por la estructura social jerárquica y desigual
en que se desarrolla. Este hecho se puede observar de manera paradigmática
en la filosofía de Platón, a la que él mismo considera la práctica general del
gobierno. En La República, Platón lleva al extremo la estratificación social en
tanto que distribución justa y ecuánime de poderes y funciones. Esta jerarquía
social estaría naturalmente establecida por los distintos arquetipos de indivi-
duos existentes en relación con el predominio del alma concupiscible, irasci-
ble o racional en su persona. Así, para Platón, el gobierno del hombre (varón)
libre ateniense quedaría reducido al gobierno de aquellos hombres en cuya
alma tripartita predomine el dominio de la Razón y que, en virtud de esta na-
turaleza y su cultivo en la práctica de la episteme, podrían acceder al conoci-
miento de la Verdad y el Bien. En definitiva, el gobierno de la república ha-
bría de ser competencia exclusiva de los filósofos.
En la modernidad, la pragmática masculina del control va a conllevar la
comprensión del propio cuerpo y de la emotividad como mecanos que se de-
280 CUERPOS Y DIFERENCIAS
Según Puleo (Puleo, 2005), bajo este imaginario subyace una dinámica de
género que exige la separación y el dominio de lo que se entiende como natu-
raleza. La emoción, la benevolencia o la empatía son consideradas poco cientí-
ficas, pasionales más que racionales, femeninas más que masculinas y, conse-
cuentemente, son reprimidas como naturaleza inferior. Así, la represión de la
propia naturaleza es medio y fin para el dominio de toda aquello que se con-
cibe como naturaleza. Pero, como señala Puleo, la consecuencia de esta in-
trumentalización de la naturaleza será la instrumentalización del propio
anthropos dominador2, quien se ve obligado a reprimir una parte importante
de su potencialidad humana.
De este modo, la pragmática del control, dentro de la cual el cuerpo es ca-
tegorizado como naturaleza que se ha de dominar e instrumentalizado para
dominar al Otro-diferente (naturalizado), deja una serie de consecuencias en
la subjetividad de los varones en tanto que candidatos «natos» al poder.
Podemos señalar como alguna de las consecuencias de la pragmática del
control en la subjetividad masculina:
produce así una inversión de los términos de la pragmática del control, pues si
en un principio el autocontrol de sí mismo era la condición de posibilidad pa-
ra el gobierno del Otro-diferente, a posteriori parece que sólo mediante el con-
trol del Otro-diferente consigue la sensación de seguridad y autocontrol el va-
rón socializado en la pragmática del control.
López F. Cao y Gauli Pérez (López y Gauli, 2000) realizan una descripción de
la imagen de la masculinidad que proyectan los medios de comunicación en la
que, a mi entender, se puede observar cómo el dualismo mecanicista mente-
cuerpo queda plasmado en la identidad masculina, conformando la exigencia
del autocontrol de la propia naturaleza como condición necesaria para la do-
minación/sujeción de la naturaleza exterior y las mujeres. Esta descripción se
basa en las similitudes que López F. Cao y Gauli Pérez encuentran entre el
modelo de masculinidad vigente en los media y el modelo de masculinidad
que Klaus Theweleith (Theweleith, 1987) representa en su obra Fantasías
Masculinas, al respecto de la construcción de la identidad masculina de siete
oficiales de la Freikorps alemana:
bidas como personas débiles. Pero lo cierto es que los varones reales no vivi-
mos solos, sino con mujeres de las cuales dependemos tanto afectiva como
materialmente, y que las prácticas de autocontrol, distanciamiento e indepen-
dencia emocional constituyen en última instancia prácticas de control emo-
cional para con las mismas, quienes por lo general han desarrollado una moral
más empática y una ética del cuidado. Estos hechos se pueden corroborar en
las múltiples y diversas tiranías emocionales que los agresores de mujeres ma-
nifiestan ante la desesperación y el daño emocional de sus víctimas, quienes en
la mayor parte de las ocasiones suelen ser también sus parejas. El silencio, el
descrédito, la ausencia de comunicación verbal, de atención, la minimización
de los hechos..., son, entre otras, formas de maltrato emocional desarrolladas
por los varones que ejercen violencia contra sus parejas (Hirigoyen, 1999).
De lo hasta aquí expuesto se puede deducir que la misoginia y la homofo-
bia son dos sentimientos latentes en el arco ideológico que conforma la mística
de la masculinidad y en la subsiguiente socialización de los varones en su iden-
tidad de género. En su obra XY. La identidad masculina, Elisabeth Badinter
(Badinter, 1993) defiende la tesis de que tanto la misoginia como la homofo-
bia son el resultado de una masculinidad que se define por oposición a las
mujeres y a lo femenino. Esta oposición es especialmente frustrante para los
varones porque lo femenino, aquello que la sociedad patriarcal ha definido
como propio de las mujeres, es una potencialidad de la propia personalidad
humana y, por ende, de la personalidad de cualquier sujeto, varón o mujer.
Los humanos somos bisexuales en este sentido. De hecho, Badinter considera
que las «actitudes femeninas» no sólo son potencialidades que los varones evi-
tan cultivar, sino conductas aprendidas en una primera etapa de femineidad,
la crianza con la madre, que posteriormente los varones se ven obligados a
amputar, inhibir y reprimir en su proceso de identificación masculina. Es más,
al tiempo que reprimen las conductas de género femenino (ser amado, comu-
nicar emociones y sentimientos, ser pasivo...), se ven inducidos a desarrollar
las contrarias entendidas como masculinas (amar, ser autocontrolado y acti-
vo...). Por lo tanto, para Badinter, el varón que ensalza la masculinidad hege-
mónica es un hombre mutilado, fragmentado. Y la misoginia y la homofobia
son las consecuencias de reprimir y frustrar sus deseos de expresión de e iden-
tificación con lo femenino.
Comparto la idea de que los roles de sexo-género son potencialidades de
todo ser humano, así como que unas actitudes son reprimidas y otras poten-
ciadas en el proceso de socialización de género. Pero entiendo que el odio a
las mujeres no se origina sólo en un deseo fetichista de identificación con lo
reprimido, sino en el proceso previo de deshumanización e infravaloración de
las personas que encarnan lo sometido. El odio a las mujeres se origina en el
MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CORPOREIDAD MASCULINA Y DESIGUALDAD DE GÉNERO... 287
miedo fundado a compartir con ellas aquello por lo que justifico mi odio y
dominación. El discurso médico del siglo XIX definió a las mujeres como seres
débiles y próximos a la naturaleza (Pérez, 2001), el discurso filosófico de este
mismo siglo las caracterizó como la trampa metafísica de la especie para la
perpetuación del sufrimiento humano (Puleo, 1992) y, en la tradición judeo-
cristiana, han encarnado tradicionalmente el mal metafísico y moral (García,
1992)... Discursos que justifican, todos ellos, la dominación masculina de las
mujeres por sus supuestas no humanidad e inferioridad. Y en este sentido, la
misoginia incardinada en el inconsciente masculino no es sino el fruto de toda
una cultura histórica de dominación. El varón debe ser fuerte; luchar y rebe-
larse contra toda dominación. Cooperar, rendirse, resignarse o someterse es
cosa de débiles, de mujeres. Y así como el colonizador odia al colonizado por
someterse (Memmi, 1971), por no seguir luchando, en definitiva, por su debi-
lidad, el varón odia a las mujeres. Pero, en el fondo, este odio se origina en el
miedo a ser identificado con lo sometido, a traspasar esa sutil línea definitoria
que pone a unos de un lado y otras de otro. Ya que, como aseveró Hobbes,
dentro de la naturaleza humana, cualquiera puede someter a cualesquiera
otros, todos tenemos la fuerza o la inteligencia necesaria para someter y para
todos existe la posibilidad de ser sometidos. De este modo, en realidad, la lu-
cha que el varón ejerce durante su proceso social de construcción tiene como
objetivo final la no-identificación con el oprimido.
Análogamente, la homofobia también halla sus raíces en el odio a lo feme-
nino. En el lenguaje cotidiano, el homosexual no es la persona que tiene rela-
ciones sexuales con otra persona de su mismo sexo, sino la «marica», «la lo-
ca», es decir, la encarnación de la feminidad en un varón. Y un varón
«femenino» representa la desviación de la norma, la anormalidad, hasta las úl-
timas décadas del siglo XX incluso la enfermedad, por lo que, como conse-
cuencia, es marginado por la sociedad patriarcal, en general, y por sus homó-
logos varones, en particular. Esta norma se puede observar en la cotidiana y
frecuente frase «eres una niña», con la que se socializa a los jóvenes varones en
el odio hacia lo femenino mediante un acto de humillación y escarnio. Como
consecuencia, el sentimiento homófobo es tan fuerte en el proceso patriarcal
de socialización que muchos homosexuales lo experimentan primeramente en
la forma de odio hacia sí mismos (Thompson, 2000).
Pero no todos los varones son competitivos, misóginos, homófobos y agresi-
vos. La socialización patriarcal se encuentra condicionada por las circunstancias
sociales, psicológicas y biográficas que vive el varón en cuestión. En este sentido,
cada varón tiene una personalidad única y, así, se habla de masculinidades en
tanto que diferentes concreciones de los modelos hegemónicos de masculinidad.
Además, el proceso de la socialización patriarcal no siempre resulta exitoso, la
288 CUERPOS Y DIFERENCIAS
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EL PALACIO DE LA CULTURA FÍSICA1
VALERIE MINER
(Traducción de Ana Toledo Chávarri)
M
e encanta ver mujeres desnudas. Disfrutaría viendo hombres tam-
bién, pero no se les permite el paso a los vestuarios femeninos. Mi-
rar es la mejor parte del día en Y. Por supuesto, la mirada ha de ser
discreta, para que la gente no piense que tienes alguna intención ni con res-
pecto a ellas, ni con respecto a los bolsos que dejan mientras se duchan. En
realidad, la mayoría de las mujeres son curiosas: comparando, contrastando,
inquietándose, admirando. En esta reunión de exilios, que han estado larga-
mente separados por civilizadas vestiduras, decido que la asamblea desnuda
promueve la democracia pues, después de todo, casi todas nosotras tenemos el
mismo equipamiento básico. Observamos en qué nos convertiremos, qué fui-
mos una vez: culos grandes, culos pequeños, barrigas embarazadas, cicatrices
quirúrgicas, muslos en plena forma, estrías plateadas, piernas depiladas, axilas
peludas, tatuajes, juanetes, pezones rosas, pezones rojos, pezones marrones,
pezones perforados.
—————
1 Publicado originalmente como Miner, Valerie (2004), «The Palace of Physical Culture»
en The Night Singers, Nottignham, Five Leaves Publications.
294 CUERPOS Y DIFERENCIAS
***
***
En julio, cada vez que entro en los vestuarios, ya anticipo el olor familiar, cu-
riosamente acogedor, mezcla de desinfectante, sudor, crema hidratante, deso-
dorante y polvos de talco. Hoy he visto a la señora Hanson subiéndose despa-
cio medias reforzadas sobre la forma asombrosamente irregular de su rodilla
izquierda. Espero a que se las suba hasta la cintura para saludarla.
«Y ¿qué tal va la nueva cadera?» (Hace un mes me hubiera parecido una
pregunta macabra, pero ahora me suena tan natural como la habitual «¿qué
pulso tienes?»).
«Bien, bien», asiente con placer la mujer mayor. «He superado la parte de
las patadas y los pasos».
Saboreo el olor del jabón mentolado de la señora Hanson.
«Y también los ejercicios en el agua. Todo», sonríe.
A primera vista, la señora Hanson tiene una figura curiosamente diáfana:
un halo menudo de rizos en lo alto de unos hombros gruesos y blancos; cade-
ra y muslo empaquetados como queso ricota; pechos que caen como un pavo
desplumado. ¿Quién me asignó una taquilla enfrente de esta enorme mujer?
No es exactamente lo que considero una musa del fitness. Durante un rato, es-
toy molesta, ya que toda la clase de Aqua Senior usurpa el espacio del banco,
el espacio de silencio, el espacio de duchas al mediodía, mientras que los co-
rredores y levantadores de peso necesitan entrar y salir en sus estrechas pausas
de comida. ¿No pueden los peces acuáticos reprogramarse a las tres de la tar-
de? ¿O acaso es la hora de la siesta, la hora de la canasta, la hora perfecta del
día para un burbujeante gin o un poco de sexo virtual? La verdad es que me
ponen de mal humor.
Después, estudio a la señora Hanson desnuda. Dignidad es la única pala-
bra para definir el movimiento de la noblemente conseguida carne de sus pá-
lidos brazos y piernas. Su andar es ligero y grácil pese a la cojera que imagino
será consecuencia de la segunda sustitución de su cadera. He conocido mucho
EL PALACIO DE LA CULTURA FÍSICA 295
sobre la señora Hanson este mes, cómo sigue yendo a pescar en el hielo del la-
go Minnetonka en febrero, cómo vive sola pero le encanta visitar a las «viejas
damas» de la residencia cercana, cómo piensa caminar a la perfección cuando
llegue septiembre para visitar a su nieto en San Francisco por su ochenta
cumpleaños. Normalmente hablamos un largo rato, pero en este momento la
señora Hanson se está apresurando para «llevar a una querida amiga al médi-
co».
***
***
***
gro y pesqueros ajustados a rayas. La joven mujer islámica que salta con su
camiseta enorme y su pañuelo negro. ¿No se estará asando dentro? Además,
está el bravo y solitario hombre vestido con los pantalones cortos de su anti-
gua universidad y su camiseta raída. Concéntrate, me reprendo, haz zen hasta
un estado alternativo. Actitud. Tú en tu cuerpo. Tú eres tu cuerpo.
***
Cuando vuelvo de la clase de Circuito, Marta está de pie junto a la taquilla ha-
ciendo pucheros, dejando caer sus rayas amarillas al suelo.
Mi primer pensamiento no es sobre la pequeña, sino sobre la señora Han-
son, a quien no he visto ni ayer ni hoy. ¿Estará bien? Es demasiado pronto pa-
ra su viaje a San Francisco, ¿no?
Pronto el estado plomizo de Marta invade la habitación.
¿Qué pasa? Le pregunto.
«Nada», murmulla retorciendo su gorro de natación morado entre sus pe-
queñas fuertes manos.
La madre de Marta se encoge de hombros y vuelve a su pesado libro de
texto.
«¿No has tenido un buen baño hoy?», pruebo de nuevo.
De repente me acuerdo. «¿Lo conseguiste? ¿Cruzaste la piscina de un lado
al otro sin parar?»
Bajando la cabeza, Marta se mira sus uñas turquesas de los pies.
«Contesta a la señora», le manda Rosa amablemente.
«¡Estúpida!», exclama Marta, «¿Qué sentido tiene cruzar toda la piscina?
Tendrías que volver nadando».
Sonriendo, Rosa la anima: «Es el siguiente paso para aprender».
«Tú no puedes hablar», dice con brusquedad, «ni siquiera meterías ni un
pie en el agua».
A menudo recibo recordatorios gratis como éste que me dicen que suspen-
dería en maternidad. ¿Cómo responderá ella?
Rosa no tiene que hacerlo pues una mujer alta y pelirroja acaba de salir de
la ducha con una toalla blanca en su cintura. A todas nos sorprende el lado iz-
quierdo de su torso, una larga cicatriz roja, su pecho ausente. Marta continúa
mirándola y, cuando me giro, la mujer se ha dado cuenta. Se agacha hasta ella
y le guiña un ojo. Marta le pone la mano sobre su corazón y le guiña también.
Ambas comienzan a sonreír ampliamente.
***
298 CUERPOS Y DIFERENCIAS
***
Mi clase preferida es step aeróbico. Tal vez porque la profesora pone Aretha y
Bonnie Rait y La Belle. Nunca me había sentido grácil. Aquí logro hacer le-
vantamientos de rodilla, fortalecimiento del tendón, levantamientos laterales
de pierna, pasos en V, diagonales, pasos en L, arremetidas hacia atrás y giros.
Antes de empezar en el gimnasio, vivía en mi cabeza, que parecía un espacio
suficiente para el ayer, el hoy y el mañana, pero no podría volver a residir allí a
tiempo completo. No ahora que he localizado todos estos huesos y músculos,
algunos de los cuales conozco hasta por sus apodos.
Aunque la rapidez y fuerza de mis compañeros de clase puede ser increí-
ble, lo más impresionante son las personas de goma. Miro alucinada mientras
se levantan rectos, doblan su cintura y ponen sus manos en el suelo. Algunas
mujeres se sientan en la colchoneta, mantienen sus piernas muy separadas y
ponen sus brazos planos en el suelo entre sus rodillas. Luego están los estira-
dores de cuello. ¿Cómo consiguen que sus orejas toquen sus hombros ergui-
dos? Se podría pensar que la cabeza de una bibliotecaria es lo suficientemente
pesada como para cooperar con la gravedad. Nunca seré la señora Pretzel, pe-
ro soy bastante buena en la rutina levantarse-sobre-una-pierna-y-dobla-la-otra-
hacia-tu-trasero.
EL PALACIO DE LA CULTURA FÍSICA 299
***
***
«¡Hola!»
Una pequeña voz interrumpe el secado de mis extremadamente limpios
diez dedos del pie.
«Hola a ti también», digo, «¿cómo va?».
Marta espera expectante. Finalmente subo la mirada, encuentro a Rosa de
pie al lado suyo en un traje de baño rojo brillante.
«Me prometió que cuando lograra cruzar la piscina entera, vendría a na-
dar».
«Dije», le corrige Rosa nerviosa, «que metería el pie en el agua...».
Empiezo a felicitarla, a decir algo motivador, y entonces me doy cuenta de
que no puedo decir nada porque estoy a punto de romper en lágrimas.
Rosa me salva, «Eh, supongo que a mi edad ya es hora».
TRES MUJERES EN EL RÍO, EN UN MOMENTO O EN OTRO1
VALERIE MINER
(Traducción de Ana Toledo Chávarri)
E
lsie Joy Piper, 24 años, del sur de Ohio. Se puede decir por su segun-
do nombre (significa «alegría») que esperaban algo de ella, para ella.
En la década de 1870 podía significar que terminara secundaria. O
que se convirtiera en sombrerera. Pero para Elsie Joy, significaba casarse con
Nelson Piper y dirigirse al Oeste por el Camino de Oregón.
María Lourdes Ortega. Su segundo nombre predecía milagros. Me encanta
la pronunciación en español —«Lourdes»— con sus letras redondas con es-
quinas. Mucho más rica que la brusca «Lourdes» francesa, donde lo líquido
de la primera sílaba se seca en la rápida entrada de la segunda. Apuesto que
María Lourdes fue la primera guarda forestal de su familia. Los periódicos de
la semana pasada no lo decían, pero estoy casi segura.
Patricia Helen Buckley. Helen, por supuesto, significa «luz». No estoy se-
gura de que ilumine la UCI donde soy enfermera; hay mucha competencia de
los que juegan con las pelotas de colores. La luz necesita combustible, de mo-
do que disfruto de estas salidas de fin de semana a los parques regionales —a
—————
1 Publicado originalmente como Miner, Valerie (2004), «Three Women by the river, at one
time or another», Abundant Light, Michigan State University Press.
302 CUERPOS Y DIFERENCIAS
veces paso la noche de acampada, otras, como hoy, sólo para un picnic y hus-
mear por ahí—.
Elsie Joy Piper, 1850-1875, murió dando a luz a su hija, Eleanor Ruth Pi-
per. Justo aquí, en esta orilla del río en Idaho. No me puedes decir que esa ni-
ña tuvo una vida fácil: Ruth, la seguidora. Pero la verdad es que es por Elsie
Joy por la que estoy aquí, y por María Lourdes. He leído sobre ambas.
Tres balas en la hermosa cabeza de María Lourdes. Un francotirador desa-
pareció entre la maleza. Uno de la serie de asesinatos de mujeres guardabos-
ques en parques regionales en el área interprovincial, según el artículo —el
sospechoso, un hombre alto, con barba blanca, entre veinte y cuarenta—.
(¿Tal vez el pobre y apenado señor Piper se quedó todos estos años para ron-
dar la tumba de su esposa?). Los periódicos y la radio avisaban a las mujeres
de que no visitaran el parque a solas.
Una alegre y luminosa tarde —el aire seco dando la bienvenida tras un ma-
yo lluvioso que se filtró hasta bien entrado junio—. Desacostumbradamente
húmedo para la parte alta del desierto. Tranquilamente aquí ante la mesa de
picnic frente al río. Silencio, salvo el siseo eléctrico de las abejas y la extrac-
ción de la amarga salvia por las polillas. Aquellas flores parecían azules o la-
vanda, pero eran moradas, tal vez sólo era el mito del Oeste que requería salvia
morada. Me gustaría preguntarle a María Lourdes.
Desenvuelvo mi pavo en pan con alto contenido en fibra y una bolsa de
zanahorias enanas. María Lourdes probablemente no tuvo que preocuparse
nunca por su peso, si pasaba el día dando vueltas por las hectáreas de parque.
Su especialidad eran las plantas del desierto poco comunes. El periódico del
domingo decía que le gustaba hacer largas distancias en bicicleta durante sus
vacaciones.
***
***
Estos sándwiches no estarían mal si les añadiese tomate y una ola de mostaza.
Las zanahorias están dulces y crujientes. Levanto mi botella de agua pasándo-
sela a Elsie Joy y María Lourdes. Como Patricia, se preocupan de que esté allí.
Sola.
«Pero no estoy sola», digo burlonamente.
María Lourdes se ríe.
Pienso que entiende a qué he venido.
«Así que lo sabes todo de nosotras». María alcanza la botella de agua, da
un sorbo.
«La próxima vez», digo, mirando el reloj y calculando el camino de regreso
a Twin Falls.
Elsie Joy lo intenta otra vez: «Éste no es un lugar seguro».
«Cambiaremos las cosas», le digo, preguntándome por qué la sangre que
corre por mis venas me otorga algún poder o sabiduría especial.
«Cambiaremos las cosas», repito.
Es algo que las tres hemos creído en un momento o en otro.
EPÍLOGO
DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA:
PERSPECTIVAS MONISTAS VS. PERSPECTIVAS PLURALISTAS1
HELEN LONGINO
(Traducción de María González Aguado)
C
iertas diferencias corporales se han interpretado como señales de una
cualificación diferencial para participar en la sociedad de manera ple-
na (al menos así ocurre en los Estados Unidos, pero también en otros
lugares). Aquí, pienso particularmente en las diferencias que constituyen la di-
ferencia sexual y racial, diferencias que han sido asociadas a habilidades dife-
renciales de tipo cognitivo e intelectual (habilidades matemáticas y verbales), a
diferentes disposiciones temperamentales y de comportamiento (agresión vs.
cuidado, búsqueda del riesgo vs. su evitación) y a diferentes orientaciones
afectivas y eróticas. Las diferencias corporales no son estudiadas simplemente
como signos, sino como la causa de diferencias de comportamiento y tempe-
ramento. El grueso del debate se centra en determinar cuándo las diferencias
—externas o internas al cuerpo, pero que ejercen influencia sobre él— son los
—————
1 Este texto está basado en mi ensayo «Theoretical Pluralism and the Scientific Study of
Behavior», publicado en el volumen Scientific Pluralism, editado por Stephen Kellert, Helen
Longino y C.K. Waters, University of Minnesota Press, 2006.
306 CUERPOS Y DIFERENCIAS
todos los factores identificados por estos enfoques tienen alguna influencia,
¿qué enfoque será el que nos dé más información acerca de la etiología del
comportamiento?
II
Es necesario que todos los enfoques asuman que los rasgos sometidos a inves-
tigación son rasgos bien definidos. Por esto quiero decir que los rasgos tienen
claros criterios de identificación, de operabilidad y de medida. En algún otro
lugar he mostrado que esta asunción no está demostrada en el caso de la agre-
sión y de la orientación sexual, dos tipos de comportamiento que han sido ex-
tensamente estudiados2.
Pero, en relación con el tema que nos ocupa, tomaremos un elenco de po-
sibles tipos de causa que puede ser representado en una gráfica como la de la
Figura 1.
Espacio Causal
Genotipo 1 Genotipo 2 Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno Estatus so-
[pares de [todo el trauterino (patrones compartido compartido cio-
alelos genoma] de secre- (orden de (intra- económico
ción hor- nacimiento; familiar) (ingresos
monal; me- diferente (actitudes parentales;
tabolismo atención parentales; nivel edu-
neuro- parental; disciplina; cativo; ra-
transmisor) grupo de estilos co- za/
Anatomía pares) municati- etnia)
(estructura vos; abusi-
cerebral) vo/no
abusivo)
FIGURA 1.
—————
2 Longino (2001, y futuras publicaciones).
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 309
Otros supuestos que incorporan los métodos de los estudios sobre la he-
rencia (estudios de gemelos y de adoptados que intentan diferenciar el influjo
de la similitud de la estructura genética de la similitud del entorno de creci-
miento) serían los siguientes:
—————
3 Hay cierto nivel de error en la representación de las conclusiones de los estudios de he-
rencia: de pensar en la contribución de la genética en la diferencia de la expresión de un rasgo
en una población determinada se pasa a la expresión de un rasgo simpliciter. (Subrayado de la
autora).
310 CUERPOS Y DIFERENCIAS
—————
4 Por sus siglas en inglés, Developmental Systems Theory (nota de la traductora).
314 CUERPOS Y DIFERENCIAS
Genotipo Genotipo Entorno in- Fisiología Entorno no Entorno compar- Estatus socio-
1 2 trauterino (patrones compartido tido (intra- económico (in-
[pares de [todo el de secre- (orden de na- familiar) gresos paren-
alelos genoma] ción hor- cimiento; dife- (actitudes paren- tales; nivel edu-
monal; me- rente atención tales; disciplina; cativo; raza/
tabolismo parental; estilos comunica- etnia)
neuro- grupo de pares) tivos; abusivo/no
transmi- abusivo)
sor)
Anatomía
(estructura
cerebral)
Representación parcial de las relaciones causales. Cada tipo de factor puede afectar a los demás
e influir en el modo en el que otro tipo de factor afecta a estados orgánicos de nivel superior.
FIGURA 6.
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 315
Probablemente tiene algún sentido afirmar que esto, o algo que se le parez-
ca, es el panorama correcto, pero esto no es un análisis del espacio causal que
se preste a la investigación empírica; además, para poder ser analizado en rela-
ción con cualquiera de los enfoques de factor simple de forma empírica, los
valores de todos sus factores y la intensidad de sus mutuas interacciones y
modificaciones tendrían que ser medidos de manera simultánea. Incluso si se
pudiera construir simulaciones informáticas que mostraran cómo funciona, la
determinación empírica superaría las capacidades de los actuales sistemas de
medida. Por lo tanto, aunque éste fuera el panorama correcto, no estaríamos
legitimados para afirmar tal cosa a tenor de la evidencia empírica.
Recientemente un enfoque integracionista más estricto ha conseguido una
considerable atención. El equipo de Avshalom Caspi, Terri Moffit y sus colabo-
radores ha ideado un modelo específico que representa la interacción entre genes
y factores ambientales en la etiología de comportamientos y desórdenes psicoló-
gicos específicos5. Su modelo postula un sustrato neuronal para cualquier desor-
den dado en el que intervengan tanto genes como estímulos medioambientales.
Las cuestiones de la investigación en este enfoque serían: para un desorden psi-
quiátrico específico DP, ¿cuál es el sustrato neurológico, N, del desorden psiquiá-
trico DP? ¿Cuál es el desorden específico DN subyacente a DP? ¿Cómo interac-
túan G y E al provocar que N induzca DN? La información empírica sobre la que
se basa el modelo se compone de, por un lado, investigación en genética del de-
sarrollo y del comportamiento que muestre una correlación entre DP (p. ej. de-
presión) y alguna configuración alélica y, por otro, de investigación ambiental
que muestre, a su vez, alguna correlación entre DP y la exposición a un estresor
ambiental (p. ej. muerte del cónyuge). Caspi, Moffit y su equipo han conseguido
mostrar que los individuos caracterizados porque en ellos coinciden el alelo y el
estresor medioambiental muestran una mayor incidencia del desorden de com-
portamiento particular y problemático que los individuos que presentan sólo
uno de los dos factores. Todo ello, junto con el supuesto de la implicación neu-
ronal, les conduce a proponer el modelo de la página siguiente.
La esperanza es que un desorden psiquiátrico específico pueda ser ligado
con algún déficit o desorden neurobiológico y que, a su vez, el desorden neu-
robiológico pueda ser ligado con una configuración genética. La contribución
neurobiológica podrá ser identificada mediante algún tipo de triangulación
que relacione genes (identificados mediante estudios de herencia y análisis de
marcadores de ADN) y entornos susceptibles de ser estudiados mediante mé-
—————
5 Katheleen Merikangas y sus colegas han publicado recientemente un meta-análisis que arroja
algunas dudas sobre la conexión entre gen y depresión, que ha sido uno de los principales apoyos
empíricos del enfoque integracionista de Caspi y Moffit (Risch, Herrell, Lehner, et al., 2009).
316 CUERPOS Y DIFERENCIAS
todos socio-ambientales. La aplicación del modelo implica que los genes para un
determinado desorden moderan el efecto de ambientes patógenos (es decir, que
una mayor influencia de la coincidencia de la configuración genética y el estresor
ambiental es interpretada como una sensibilidad a los estresores ambientales in-
ducida genéticamente), que esta neurociencia experimental puede determinar el
papel de la reactividad del sistema nervioso en la interacción entre gen y ambien-
te (esto es, será capaz de identificar la naturaleza de este incremento de la sensi-
bilidad) y que es posible superar el desafío que supone el reducido tamaño de las
muestras, por ejemplo, mediante idealizaciones y analogías.
Con estas asunciones, el espacio causal potencial es, de alguna manera, re-
configurado:
Genotipo 1
(pares de alelos)
└────┬────┘
Desorden
Dp
Solamente se estudia una selección de factores que interactúan produciendo un desorden particular.
FIGURA 8.
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 317
igual que los factores integracionistas. El pluralismo objetará que nuestra tarea
como filósofos no es participar en debates sobre cuál de estos enfoques es el
correcto, sino entender y ayudar a articular su ámbito de acción, sus requisitos
de evidencia y sus limitaciones. Pero el pluralismo tiene otro tipo de proble-
mas: ¿en qué sentido son correctos? ¿Es la conformación —que yo había pro-
puesto como un término paraguas para el éxito epistémico o semántico— una
forma de evaluación demasiado tosca? ¿Cómo podríamos determinar qué en-
foque aplicar en situaciones prácticas si varios de ellos son correctos? ¿No
presupone la aplicación de determinados modelos y teorías científicas su su-
perioridad epistémica respecto a otras alternativas?
A mi juicio, éste es el lugar apropiado para el pragmatismo, como proce-
dimiento de clasificación de orden superior que cumple el estándar de con-
formación exigido por el pluralista. El pragmatismo es frecuentemente acusa-
do de promover la aceptación de hipótesis y teorías solamente basándose en
su utilidad, lo que trae a la memoria imágenes y recuerdos de una ciencia ra-
cista y defectuosa; pero éste, unido al tipo de requisitos empíricos central en el
pluralismo, puede ayudar a encauzar el problema de la aplicabilidad de enfo-
ques incompatibles pero empíricamente igual de válidos. El pragmatismo,
como proceso de clasificación de segundo orden, recomienda que evaluemos
las teorías y modelos en relación con las cuestiones específicas que éstos plan-
tean resolver y con los tipos de intervención que su respuesta hace posible.
Cada uno de estos enfoques desarrolla tipos de trabajo específicos, revela fa-
milias de dependencias causales particulares. El conocimiento de cada uno de
ellos conducirá a logros de utilidad. La genética del comportamiento propor-
ciona indicios sobre la función de genes concretos o conjuntos de genes y es-
trecha la búsqueda de procesos fisiológicos intermediarios (esta capacidad se
explica en el trabajo de Caspi y Moffit, entre otros). La neuroanatomía del
comportamiento y la neurofisiología dan claves para entender la interrelación
de procesos y estructuras neuronales. Esto es, si no reparamos en lo limitado
de la explicación de la expresión de un comportamiento dado, es probable
que la investigación llevada a cabo con estos paradigmas tenga resultados
cognitivos y prácticos útiles. La investigación desarrollada en el enfoque socio-
ambiental posibilita comparar el grado de efectividad de las diferentes in-
fluencias ambientales en la modificación del comportamiento. El enfoque de
los Sistemas de Desarrollo ayuda, al menos, a poner freno a la aplicación apre-
surada de modelos explicativos de factor simple y alienta la investigación que
intenta identificar interacciones específicas (la mayoría pareadas), aunque no
la investigación que mide directamente el conjunto completo de las interac-
ciones en un caso dado. Finalmente, el valor obvio del enfoque G+E+N es
que, cuando consigue obtener resultados, contribuye a identificar causas
EPÍLOGO: DETERMINANTES DE LA DIFERENCIA 319
BIBLIOGRAFÍA
marino, contar historias sobre telas que había visto en Argentina, o algas sa-
brosas que había probado en Japón, mientras enderezaba las ramas de sus to-
mates. Durante los largos meses que mi padre pasaba en el océano, esperaba
su regreso, excitada con la previsión de escuchar más historias y, sobre todo,
por la muñeca en trajes exóticos que me traería. Aquellas muñecas de Japón y
de Corea, de Holanda y de Jamaica, de la República Dominicana, están ahora
acomodadas juntas en mi librería. Siempre supe que cada una tenía una per-
sonalidad única, y siempre supe que esa personalidad estaba estrechamente
relacionada con su lugar de origen. Ya de adulta pasé 10 años de mi vida entre
Inglaterra, Australia, India, Canadá, y también viajé a otros países en Asia,
África y América Latina. Hoy en día, tengo mis inquietudes éticas y espiritua-
les sobre la diferencia de visitar y traspasar, describir y apropiarse. Estos viajes
hicieron que «volver a casa» se convirtiera en algo mucho más fascinante, ya
que conocía otros lugares (contextos) con respecto a los cuales comparaba la
comida, las costumbres y las voces a las que estaba acostumbrada. «Casa» se
convirtió en algo pequeño y gigante al mismo tiempo, bastante más complica-
do que aquel lugar del que partí por primera vez. Y así, nunca fui capaz de
pensar en casa sin echar mano de un mapa —el contexto—. Así, «casa» ya no
era el centro del mundo, sino que formaba parte del mundo, por fin.