Ejercicios Sistemicos

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EJERCICIOS SISTEMICOS

VISUALIZACION : EL PRIMER PASO

Estar en la fuerza

Llevo la mirada a lo lejos y me abro a algo más grande.

Espero y me dejo llenar, con los ojos abiertos hacia algo más grande.

Siento mi cuerpo.

Tomo conciencia de mis células, moléculas y átomos.

Estoy hecha de átomos, soy más vacío que materia.

Algo más grande habita el vacío, habita mi vacío, me habita.

Me abro a algo más grande en cada uno de mis átomos, mis moléculas, mis células.

Con paz

Veo todo lo que compone mi vida: personas, situaciones, eventos, emociones, objetos.

Digo SÍ a cada uno.

Miro la vida, el mundo, la naturaleza, todos los acontecimientos.

Digo SÍ a cada uno.

Todo lo que rechazo, por compensación, vivirá en mí.

Me miro, como soy, exactamente como soy y me digo SÍ, asiento a como soy, asiento a mi
carácter y mis limitaciones.

Soy como tengo que ser.

Vivir con alegría

Veo todo lo que compone mi vida: personas, situaciones, eventos, emociones, objetos.

Digo a cada uno “gracias por ser como eres”.

Miro la vida, el mundo, la naturaleza, todos los acontecimientos.

Digo a cada uno “gracias por ser como eres”.

Me miro, como soy, exactamente como soy y me digo “gracias por ser como soy”.

EJERCICIOS SISTEMICOS

Los ejercicios a continuación y la visualización han sido creados por Brigitte Champetier de
Ribes y son una propuesta para un trabajo individual o en pequeños grupos, sobre temas
esenciales e importantes de asimilar e integrar.
Es aconsejable que las personas hayan tenido un primer contacto con las Constelaciones
Familiares, en algunos talleres grupales, que hayan experimentado el centramiento y
recogimiento necesarios para la constelación. Cada persona tendrá su modo específico de
alcanzar este centramiento: con una visualización, con la respiración, con una actitud corporal,
ojos abiertos o cerrados…preparación que dejará el camino libre para la percepción de las
sensaciones y movimientos que se revelarán dentro del cuerpo.

Un ejercicio tiene una duración entre 5 y 10 minutos, se lo puede repetir dejando pasar unos
días o semanas, se lo puede interrumpir en cuanto uno nota que ya perdió impulso el
movimiento. Cada uno irá sintiendo cual es el ritmo apropiado.

Si se trabaja de a varias personas, cada una tiene la posibilidad de hacer todos los papeles.
Recordamos que respetamos el silencio, que lo que nos mueve es el Campo, que nadie puede
obligar a nada, ni forzar movimiento alguno. Nos movemos únicamente por el impulso que
viene del cuerpo, y no por pensarlo.

Es mejor renunciar a comentar después del ejercicio, salvo si la persona que hace de mí tiene
una información importante que no se haya visto.

LA MIRADA SANADORA

De dos en dos.

Tengo un tema que me duele o me preocupa. Lo veo, lo imagino y lo siento delante de mí.
Luego me pongo en él, hasta sentir lo que provoca en mí.

Ahora salgo del problema, vuelvo a mí.

Llevo la mirada a lo lejos y me abro a algo más grande, más allá de lo que pueda entender.

Me abro a lo inasequible al ser humano, me abro a la Nada. Me abro al Vacío.

Espero y me dejo llenar, con los ojos abiertos.

Dirijo la mirada a mi cuerpo.

Tomo conciencia de que estoy hecho de energía, que mis células son energía.

Soy más vacío que materia. Soy Vacío, soy energía. Soy vacío creador de nuevas posibilidades.

Me dejo sentir, sin pensamientos ni intención.

Me pongo frente a mi compañero.


Cuando estamos los dos frente a frente decimos juntos “yo soy yo, tú eres tú”.

Mirándonos, sin intención, sin juicio, sin querer hacer nada, sólo mirarnos a los ojos si es
posible. Me dejo guiar por mi cuerpo.

Puedo mirar al otro como si mis ojos estuvieran en mi corazón.

Puedo sentir agradecimiento por el otro, sentir “gracias por ser como eres”.

No hago nada.

Acepto todo lo que surja sin preguntarme nada.

Pase lo que pase no tengo intención. Ni siquiera ayudar o consolar.

Puede que uno inicie un movimiento hacia el suelo. Cada uno se deja llevar por el movimiento.

Sin interpretar nada.

Estamos los dos en una interacción muy profunda. Nuestras energías se están potenciando
mutuamente y del campo creado por nuestra resonancia va a salir una gran sanación.

Al cabo de un tiempo más o menos largo nos dirigiremos juntos hacia la vida.

Sin hablar cada uno vuelve a su primer lugar y recuerda su tema para observar en qué se ha
transformado.

Es mejor seguir en silencio.

No introducimos la noción de ancestros ni de muertos. Aquí todo ocurre en el momento


presente, entre las dos personas vivas. Aunque uno vaya al suelo o mire hacia abajo.

Querer ayudar o consolar, son maneras de QUITARLE FUERZA a la otra persona. Tocar a la otra
persona, sin que lo haya sugerido ella, es una invasión que le quita fuerza.

Desear que el otro cambie es despreciarlo como es y en el fondo es desear que desaparezca tal
como es.

Querer mandar energía a la otra persona es pensar YO TENGO, ÉL NO TIENE. Y nuestra


pretendida superioridad atenta a su dignidad y le quita fuerza: potencio la polaridad en la que
está la persona (y en la que estoy yo también), mientras que si tomo a la otra persona tal como
es, la hago salir de la polaridad.

Tengo la creencia de que yo sé lo que ella necesita en vez de asentir al hecho de qué es como
tiene que ser, que está en la etapa en la que tiene que estar, en el movimiento que le
corresponde y que la decisión está en ella. Su decisión no me incumbe.
La decisión del otro es un asunto entre él y el Gran Campo, él y el Vacío, él y sus fidelidades.

Uno no cambia porque otro se lo pida o lo desee. Uno cambia cuando le toca. Si siente que es
respetado como es y respetado en su proceso, el mismo proceso se acelera.

LA FUERZA ESTA EN LA SINTONIA

Si tenemos costumbre de ello, hacemos una meditación o una visualización.

Nos centramos, mejor con los ojos abiertos, mirando hacia la lejanía.

Tomamos conciencia que estamos rodeados por todos los demás seres humanos. Basta con
pensarlo una vez.

Nuestra intención es mirarlos. A los ojos. Sin intención. Sin juicio. Tal y como son. Mirar a
todos. Una vez pronunciada nuestra intención internamente, dejamos hacer nuestro cuerpo.

No imaginamos a nadie voluntariamente, dejamos hacer.

Como en constelación dejamos que nuestro cuerpo esté dirigido por un movimiento
involuntario, muy lento. Estamos sin intención, en nuestro movimiento también.

Nos dejamos guiar unos minutos, hasta que el mismo movimiento nos lleve de nuevo a nuestra
vida y nos haga saber que el ejercicio se ha terminado.

Disfrutaremos entonces de una inmensa fuerza, muy serena, y de un profundo sentimiento de


amor y respeto hacia todos los seres humanos.

Acabamos de practicar la mirada de ”El amor del espíritu”, como nos lo dice Bert Hellinger.

También habremos vivido una profunda sanación, gracias al “movimiento puro” que hemos
permitido.

A veces, nos vendrán a la mente, involuntariamente, personas concretas. Las incluimos y las
miramos, sean quienes sean, por extraño que nos parezca. Nuestro inconsciente, o algo más
grande, o el Campo, nos están pidiendo que incluyamos también a estas personas.

La sintonía entre las personas es una gran herramienta de armonización y sanación para todos.

Todos juntos en la vida.

TOMAR A LA MADRE

Dos personas (Pedro y María), el sexo es secundario.


Pedro: tú haces de mí y yo hago de mi propia madre en toda su grandeza de madre

Se ponen el uno enfrente del otro a unos dos o tres metros de distancia. la madre no se mueve
y espera a que su hijo (representado por María) se le pueda acercar. si el hijo se siente
bloqueado o más grande que su madre o que va muy rápidamente hacia su madre, deberá
ponerse de rodilla, con la cabeza en el suelo, incluso quizás tumbado bocabajo, hasta poder
acercarse y abrazarla.

cuando el abrazo, la madre se dará cuenta de si la cabeza de su hijo se recuesta en su hombro


derecho, entonces con firmeza lo volverá a alejar pues este hombro es el de los iguales, para
que de nuevo la honre y pueda abrazarla espontáneamente con la cabeza en el hombro
izquierdo.

Después, el representante del hijo, muy centrado, le dice en una o dos frases lo que ha vivido.
El representante de la madre no habla. se recogen unos minutos y vuelven a empezar
cambiando los papeles, esta vez Pedro hace de María y ella representa a su propia madre.

Es mejor que este ejercicio sea corto, 10 minutos, no mas. la interrupción dinamizará esta
relación. y se puede retomar dejando pasar un mínimo de diez días. También es muy
recomendable hacer seguidos los dos ejercicios, tomar a la madre y tomar al padre.

Es un ejercicio potente e importante. Tomar a la madre es un proceso largo de purificación,


supone mucha renuncia del ego y es el punto de partida del desarrollo espiritual. Es muy útil
repetir este ejercicio a menudo, dando cada vez nuevos pasos.

TOMAR AL PADRE

Es el mismo ejercicio que el anterior sólo que Pedro dice: tú haces de mí y yo hago de mi
propio padre en toda su grandeza de padre.

El final necesita un paso más. Después del abrazo, lo que realmente necesita el padre es que su
hijo o hija se gire hacia la vida y eche a andar hacia delante.

LO QUE RECHAZO DE MI MISMO

Dos personas.

Una vez centrados, uno dice “soy lo que rechazo de mi mismo, y tú haces de mi”.

Y cada uno se deja llevar, muy centrado, por lo que surge de su cuerpo.

Si uno de los dos mira el suelo se coloca un cojín dónde tiene la mirada, o si se tumba se coloca
el cojín a su lado, en sustitución de un muerto.

Si la situación se estanca, se detiene la constelación, descansan unos segundos y retoman.

Nadie puede forzar o hacer daño al otro.


No es oportuno que dure más de veinte minutos.

Esta constelación es muy poderosa.

ENCONTRAR NUESTRO LUGAR

Si estás solamente tú

Imaginas que te colocas frente a tus padres. Tu padre está a la derecha de tu madre. Puedes
colocar una hoja de papel en el suelo para cada uno.

Ahora, te pones en tu madre y luego en tu padre para sentir cómo te ven. Si uno de los dos te
siente igual o más grande es que no estás en tu sitio.

Entonces colocas otra hoja, cerca de los padres, para el excluido al que reemplazas. Te pones
encima para sentir.

Luego vuelves a tu lugar, te conectas con la mirada con ese excluido y le dices “estoy ocupando
tu lugar, pero sólo soy su hija.” Esperas un poco.

Una vez hecho, te pones de nuevo en tu madre y tu padre para ver cómo te perciben. Si uno
de ellos te sigue sintiendo igual o más grande que él, colocas una nueva hoja para otro
excluido al que reemplazas también, y haces y dices lo mismo que antes.

Y repites esto hasta que tus padres te perciban más pequeña que ellos mismos. Y verás que el
abrazo a los padres ya no tiene obstáculos.

A veces los padres te ven pequeño, pero uno de ellos o tú, está mirando al suelo. Entonces
también colocas una hoja para este muerto excluido u olvidado y le dices “estoy ocupando tu
lugar, pero tú estás muerto y yo estoy vivo”. Si no es suficiente es que hay más muertos,
añades otra hoja y dices lo mismo a ese otro muerto.

Si sóis varios: cuatro personas

Tú haces de ti mismo. Alguien hace de tu madre, otra persona de tu padre. Y la cuarta persona
es un comodín, que va representar a cada excluido al que tú reemplazas.

Te colocas frente a tus padres, y el “comodín” aparte.

Los padres dicen cómo te sienten. Si la mirada de uno de ellos va por encima de tus ojos, es
que te ve más pequeña, si la mirada va a tus ojos es que te ve como un igual, si la mirada va
debajo de tus ojos es que te ve más grande que él.
Si uno de tus progenitores te ve igual o más grande que él, el “comodín” se coloca detrás de
los padres, o a su lado. Tú te conectas con la mirada con ese excluido y le dices “estoy
ocupando tu lugar, pero sólo soy su hija.”

Esperas a que el comodín se retire o desvíe la mirada.

Entonces los padres vuelven a mirar cómo te sienten y lo seguís haciendo hasta que tus padres
te vean más pequeña que ellos.

Es bueno volver a hacer este ejercicio cada vez que ha ocurrido algo difícil en tu vida, pues no
sabemos cuándo se hacen activos los vínculos con los excluidos, y posiblemente la dificultad
surgida es para ver a este excluido y liberarle.

CUANDO NOS INDIGNAMOS POR UNA INJUSTICIA O UN COMPORTAMIENTO

Para realizar entre dos personas, una hace de ti y tú haces de lo que te indigna,

o en visualización.

Haces una expiración larga y profunda y después vas respirando como si tuvieras los pulmones
en el vientre.

Están las dos personas frente a frente.

La que te representa a ti mira más allá del otro, a lo lejos, un tiempo largo. Después dice: "Sí,
asiento a todo".

La persona que te representa mira ahora al otro y le dice "en ti me encuentro a mi mismo". Y
después le dice "te deseo lo mejor".

BERT HELLINGER

EL AMOR DEL ESPIRITU

Bert HELLINGER

¿Cómo se distingue el amor del espíritu del amor ciego e instintivo?

El amor del espíritu es una actitud. Acepta todo tal cual es, simplemente porque existe.

El amor del espíritu desconoce el juicio que decide si algo debe existir o no. El hecho de que
algo existe significa que fue pensado por un espíritu creador, tal y como es, y así es amado.

El amor del espíritu, cuando nos abarca, se alegra de todo lo que existe y de cómo existe.

El amor del espíritu es en el fondo una actitud que promueve todo tal como es. Está a favor de
todo.
El amor del espíritu es un amor creador que permite que todo tome el lugar que le
corresponde y que lo defiende. Quiere que todo esté presente, así tal cual es.

El amor del espíritu no se pregunta si algo tiene el derecho de existir. Para él, todo y todos
forman parte de la totalidad, incluido nosotros, tal y como somos.

¿Cuáles son las consecuencias del amor del espíritu en cuanto a nuestra actitud hacia todo?

Asentimos a todo.

Le dejamos el tiempo indicado a todo. No queremos ni extenderlo ni acortarlo.

A nada le queremos quitar ni agregar algo, en el sentido de querer mejorarlo. Fue creado por
otra instancia y existe gracias a ella, tal y como es.

¿Se puede sentir este amor? ¿O tal vez es sólo pura existencia, un estar presente? Una
existencia que asiente, incluso a nosotros, tal como somos y asiente al tiempo asignado a
nuestra existencia. Para el amor del espíritu no existe ni más ni menos pertenencia. Para él no
existe ningún derecho mayor o menor de pertenecer. Para él, nada va más allá del existir
presente.

El amor del espíritu siempre se mantiene en movimiento. Se mantiene en un movimiento


creador. De acuerdo con él, asentimos a este movimiento. Nos incluimos y nos dejamos llevar
adonde sea que nos lleve, a nosotros y a los demás. En este movimiento siempre está presente
con todo y en todo momento.

La consciencia espiritual

¿Cómo podemos saber si nos estamos moviendo en sintonía con el amor del espíritu?

Cuando nos calmamos internamente y hasta el extremo último.

Nos sentimos intranquilos si queremos otra cosa que este movimiento.

Al perder la calma, sentimos que el amor del espíritu nos abandona. Nuestro viaje creador con
él se detiene, por lo menos en nuestro sentimiento. Sin embargo, no es posible que podamos
caer, ni nosotros ni nada que esté presente junto con nosotros.
En el amor del espíritu estamos sostenidos por una consciencia propia que nos permite
percibir en todo momento si estamos en sintonía con él. A diferencia de la consciencia que
percibimos como culpa e inocencia, la conciencia espiritual se siente como calma o inquietud.

A veces esta inquietud la sentimos dolorosamente. El dolor va creciendo, conforme nos


alejamos de la entrega hacia todo tal y como es. Esta consciencia nos mantiene en el sendero.

A pesar de que no sentimos de ninguna manera el amor del espíritu en nosotros como amor,
ya que es espiritual, los demás lo perciben como si fuera un amor benevolente. Se sienten
aceptados y bien en presencia de aquellos que lo irradian. A su alrededor, todo puede ser así
como es.

”La sanación. Un manifiesto para la salud y la vida en siglo XXI. Sanar y mantenerse sano.”

Bert HELLINGER

Ed. Grupo CUDEC; México 2011

pp. 51 a 54

LOS LAZOS ANTERIORES PERMANECEN

Revista Hellinger

Hoy en día consideramos como normal - y nos comportamos en consecuencia- que la relación
de pareja sólo abarque a un hombre y a una mujer. Los dos se quieren, se atraen mutuamente
y forman pareja. Pero fácilmente perdemos de vista que cada uno viene de una familia en
particular, cada uno de ellos tiene otros padres y otros antepasados. En cada familia ha pasado
algo distinto y estas realidades se prolongan en la relación de pareja. Ambas partes de la
pareja provienen de un campo energético propio, de un sistema familiar distinto del cual, en
muchos aspectos, se hacen cargo. Por lo tanto ninguno de ellos es libre.

Cuando a esto se agrega el que uno, o incluso los dos, ha estado comprometido anteriormente
a otra pareja, con la cual tal vez ha habido hijos, y este pasado se junta al presente de mil
maneras. Se junta a los niños y al padre o a la madre de los niños.

Precisamos considerar que cada participante en estas relaciones anteriores quiere y debe
poder permanecer en el sistema de una forma determinada. Ninguno puede exigirle al otro, en
el nuevo lazo, que ignore aquellas relaciones previas. Esto se comprueba a veces cuando la
pareja no consigue vivir junta a pesar de desearlo.

Los campos del alma

En una familia considerada aquí en su sentido amplio, es decir incluyendo a los antepasados,
todos están vinculados como si tuvieran una sola alma grande. La podemos nombrar también
“un campo del alma”. En éste alma grande están presentes todos los que, en otros momentos,
han formado parte de ella, también los muertos, todos los muertos.

Por ejemplo, forman parte los niños abortados y los niños precozmente muertos. Pertenecen
también a este campo del alma los que han sido apartados y de los cuales se ha ignorado todo.
En este campo permanecen presentes. Todos están allí con todos, en resonancia recíproca.

Al mismo tiempo, se da en este campo un movimiento que exige con insistencia reunir a los
separados. A raíz de éste, dos movimientos distintos sirven aquel propósito: uno de ellos es el
que lleva a un vivo hacia los muertos, uniéndolos en la muerte. A menudo es éste un
movimiento del amor y sin embargo, en lugar de la vida, lleva hacia la muerte.

Pero a la vez se da aquí el otro movimiento, el otro tipo de amor, que nos mantiene en vida.
Puedo por ejemplo acoger en mí a un excluido, acogerlo dentro de mi alma, con amor. Como
consecuencia, en vez de atraerme hacia la muerte, por ser reconocido me brinda protección
en mi vida. Esto es el movimiento contrario, un movimiento sanador.

Estando nosotros intrincados de tantas maneras, es obvio que nuestras ilusiones con respecto
a una existencia plena y feliz no logran hacerse realidad. Justamente porque estamos
intrincados. Pero en cuanto consentimos a estos vínculos del destino, cosa que ellos nos piden,
ganamos una profundidad especial, una profundidad lograda a través de la renuncia.

En aquel instante, obviamente, crecemos. Nos hacemos más humanos, nos relacionamos con
la totalidad y tenemos otra fuerza.

ASENTIR PARA VIBRAR EN SINTONÍA

Revista Hellinger Sciencia (Junio 2008)

Pregunta: Experimentamos nuestro propio ser a través de los sentimientos. O sea, me siento
humano gracias a mis sentimientos, primariamente. ¿Verías un peligro en que, por tu filosofía,
las exigencias por parte de la gente vayan aumentando y que, por consecuente, nosotros
corramos el riesgo de apartar nuestros sentimientos por un tiempo, con la idea de volvernos
más espirituales aunque no lo seamos aún?

Hellinger: Voy a abordar esto desde otro contexto.

Cuando nos movemos o nos dejamos mover en el ámbito del espíritu, entramos en un estado
de sintonía. Tú por ejemplo, asientes a ti mismo cuando entras en aquel ámbito. Y alcanzas
una sintonía con otras personas, tu madre quizá, o cualquier otra. Así, asentimos.

La sintonía está en el espíritu pero se mueve algo en el alma. Y por lo tanto es percibida,
sentida. Gracias a esta sintonía en el espíritu, alcanzo una vibración. Lo puedes comprobar.

Tomemos un ejemplo: el asentimiento a tu madre. Se crea una vibración de sintonía con tu


madre y esta sintonía alcanza a tu madre en forma de vibración. El movimiento se origina en el
espíritu, luego se propaga como vibración en el alma y el cuerpo y más lejos, alcanza al otro. Es
decir que el otro también empieza a vibrar y te responde. Esta vibración te llega. ¿Me sigues?

Si, perfectamente.

Hellinger:

Eso es un ejemplo fácil. Cualquiera lo puede comprobar. Abordemos algo más complejo ahora.

Imagina a alguien del que opinas: ¡uy, qué tipo! Pero a nivel del espíritu, entras en sintonía con
él, tal y como es. Exactamente tal y como es. Te entregas a esta vibración, que luego le alcanza
a él y él responde a su vez. En este intercambio de vibraciones se produce lo siguiente: un poco
de ti se hace parte de él y, en su respuesta vibratoria algo de él se hace tuyo.

Bueno, he tomado un camino indirecto. ¿He contestado tu pregunta?

Gracias, si.

Hellinger:
Algo más. Claro, esto no tiene nada que ver con seguir mi sentimiento. A menudo el
sentimiento esta fuera del blanco. En cambio, cuando el movimiento se inicia a nivel del
espíritu y de ahí abarca el sentimiento, entonces éste se encuentra transformado de
inmediato, espiritualizado.

Lo podemos comprobar incluso con alguien que viene a buscar nuestra ayuda. Tenemos a
veces la sensación que aquello es demasiado para nosotros. Nos encontramos en una
vibración extraña, y la persona lo nota en seguida.

Pero si te acercas a ella con tu asentimiento a ella como es, y no sólo a ella sino incluso a sus
padres, a su situación, pues es un proceso espiritual. De pronto empiezas a vibrar y ella te
sigue. Con eso, las puertas del éxito se te abren.

Pregunta: ¿Puedes decir algo acerca de la nada? Me obsesiona ese tema desde que oí la
historia del mercader y del monje. Entiendo todo lo demás en ese cuento pero la nada me
resulta inexplicable.

Hellinger:

Es una pregunta difícil. Pero bueno. Se trata de la nada, y hemos de diferenciarlo de lo nada.

Son dos nociones totalmente distintas.

Puedes observar con facilidad lo siguiente: Todo lo que es, está rodeado por algo que no es.
Supongamos: tu saber está rodeado por un no-saber. El no-saber, tu no-saber, comparado con
tu saber, es infinito. Eso vale para todos. Haré un ejercicio contigo y los demás, para que veáis
lo que esto significa.

Imagina un objeto delante tuyo, cualquier cosa, y de este objeto sabes todo, absolutamente
todo. ¿Cómo te sientes respecto a ello? ¿Te sientes más grande o más pequeño?

Más pequeño.

Hellinger:
Eso es, porque falta el no-saber. Es decir, la nada le da a lo que es, una plenitud. Si considero lo
mismo en términos teológicos, y pregunto a alguien: ¿crees en Dios?, esto significa: ¿crees en
algo? ¿crees entonces en algo grande o algo pequeño?

En algo pequeño.

Hellinger:

Exactamente, porque todo lo que es, es pequeño. Lo esencial, que nos permanece oculto, eso
está en la nada. Nuestro anhelo más profundo no se dirige hacia el existir, por más que sea la
vida eterna, sino hacia la nada. En la nada, nos disolvemos en algo infinito. Recién entonces,
alcanzamos nuestra meta.

Me he alejado del tema. Lo voy a reducir ahora a un asunto más banal, algo habitual. ¿Estás
casado?

Sí.

Hellinger:

¡Me lo haces fácil! Cierra los ojos. Mira a tu mujer y a lo que sabes de ella, a lo que también
intuyes de ella, y te alegras por aquello. Por supuesto.

Ahora y al mismo tiempo, miras a su nada, aquello que no conoces y no intuyes. Y la miras
también con tu nada, que ella no intuye y que tú tampoco puedes intuir.

Cuando la llames, dentro de un rato, serás distinto. ¿Está bien?

Sí.

AYUDA PARA VIVIR

Revista Hellinger Sciencia (Diciembre 2008)


La espera

“¿Qué esperas?” decimos a veces a alguien que está vacilando.

Tal vez espera una intuición, tal vez un apoyo, y a menudo anhela el amor inspirador.

Casi siempre, lo que esperamos es el buen momento. A veces tarda. ¿Qué hacemos
entretanto? Pues, nos centramos, y juntamos nuestras fuerzas para actuar en el buen
momento, cuando ese finalmente llega.

En ese sentido, la espera es un tiempo de plenitud, dirigido hacia delante, siempre hacia
delante hasta que aparezca lo que hace el actuar posible y necesario.

También ocurre que esperemos en vano. Esperamos algo que deseamos, sin que ello se pueda
aproximar. Pero lo que se puede acercar, se acerca. Es cuestión de esperar.

Todo lo que tiene que venir viene, con o sin nuestro deseo. Viene porque no hay otra opción.
Así es como llega nuestro fin, sin siquiera que tengamos que esperar. Con toda certeza, llega.

Entonces, ¿qué esperamos? Pues, más que todo, esperamos la felicidad. Esperamos su venida,
pero tal vez ya está. Cuando esperamos la felicidad, es frecuente que se haga desear. Lo que ya
hay, ¿por qué esperarlo? Lo que está muy lejos nos exige más paciencia. No sabemos cuándo
llega. Pero lo que se halla cerca, ya está al alcance, incluso la felicidad cercana.

Inesperadamente aquí está, totalmente. ¿Cuándo? En cuanto la amamos.

Más

Todo desarrollo está orientado hacia el “más”: más vida, más amor, más felicidad, más éxito,
más posibilidades, más conocimiento y comprensiones. En el “más”, podemos ver un
movimiento creativo a la obra. Siendo un movimiento de creación, sólo conoce el “más”.
¿Cómo podría ir menguando un impulso creativo?

Sin embargo, nos limitamos a nosotros mismos, en el servicio del “más”. En el proceso de
enfardelar las fuerzas, desatendemos otras cosas y las dejamos atrás: el “más” entonces se
vuelve ”menos”. El “más” es en realidad distinto del “mucho”, es mucho más que el “mucho”.
Es más de aquello que sirve la vida.

Por ejemplo, la disciplina es por una parte “menos” y por otra “más”, porque hace posible
más. El recogimiento es también “más” y “menos”. Alcanza más porque es un menos, menos
de los aspectos accesorios que reducen el avance en lugar de aumentarlo. Incluso en el amor,
el menos es a veces “más”, menos expectativas y menos sueños. Y, claro, menos errores,
menos engaño y menos desgaste son “más”.

El poder “menos” no es nunca un “más”, tampoco el saber “menos” o el comprender “menos”.

Pero sobretodo, algo se vuelve “menos” cuando hay exclusión. La ilusión que logramos recibir
más y alcanzamos más cuando le quitamos algo a otro, nos lleva casi siempre a “menos” en vez
de “más”.

El “más” es inclusivo, incluyendo cada vez más. Se enriquece y se completa gracias a lo otro.
Este “más” reunifica en vez de separar, siendo un “más” de amor hacia todo tal y como es,
hacia todo tal y como se mueve y se expande. En ese sentido, es necesario un “más” en la
oposición, para llevar a todos hacia delante. En esta oposición se encuentra el conocimiento, y
crece con ella. Por supuesto, sólo cuando esta oposición permite la inclusión y renuncia a la
exclusión.

El movimiento hacia “más” se dirige a todo y a lo último. Aquí se transforma en un movimiento


del espíritu que nos lleva hacia aquel espacio donde todo ya está incluido y que nos abarca.
Aunque nosotros empezamos apenas a tomar consciencia de ello.

Para el espíritu que todo lo crea en acorde con su pensar amoroso, no existe ni “más” ni
“menos”. Sólo hay el todo.

Nos quedamos abiertos a ese todo, en nuestro movimiento hacia “más”. Con ese todo
presente a nuestra mirada, con todos, cada vez más presentes a todo, con amor.

Feliz

Ser feliz significa ser extenso. Al sentirnos feliz, nos estiramos, respiramos hondo y con más
libertad. Cuando nos sentimos feliz, brillan nuestros ojos. Perciben mejor y con mayor
amplitud lo que ante ellos se presenta y lo capturan para volcarlo en nuestro foro interno,
donde se hace aún más vasto y más abundante.
Cuando estamos feliz, nos encontramos relacionados con lo mucho, y unido a ello. Cuando
estamos feliz, nuestro yo baja sus fronteras, porque estamos en la felicidad con muchos otros.

Al ser felices, estamos más libres. Dejamos atrás lo del pasado, somos optimistas y miramos
hacia el futuro.

A veces, disfrutamos los recuerdos en silencio, los recuerdos de una hermosa fiesta quizá, pero
probablemente, más que todo, los recuerdos felices de nuestra infancia. En un momento de
bajón, con sólo traer esos recuerdos a la superficie, se ilumina nuestro rostro.

¿Pueden esos recuerdos alejarnos de nuestra situación actual? O quizás, en el momento


presente nos permiten conectar con la alegría, y el buen humor nos impulsa a mirar hacia
delante, hacia lo que hay ahora para estar feliz.

Más que todo, se es feliz en el espíritu. Al ser feliz, nos sentimos parte integrante de un
movimiento que nos alza hacia arriba y hacia lo lejos. Abandonamos en ello lo difícil de nuestra
vida, lo que nos arrastra y nos retiene, lo dejamos atrás. Se trata ahí de un movimiento del
espíritu.

Somos felices estando en ese movimiento, un movimiento potente, juntos con muchos otros.
Como cuando bailamos. Felices, entramos en una vibración que contagia todas las fibras de
nuestro cuerpo, haciéndolo cantar con nosotros.

Sobre todo, la gente feliz canta, canta al unísono, vibrando en una gran melodía, en un canto
de los planetas, en un ritmo infinito, en el pulso de la vida, en el pulso de toda vida y de todo
amor.

CÓMO LOGRAR LAS RELACIONES

Revista Hellinger Sciencia (Junio 2008)

La mayoría de los problemas son de relaciones. Nuestros problemas, casi siempre, tienen que
ver con relaciones. El problema surge porque existen fuerzas actuando en la relación. Son
movimientos de la consciencia que desembocan sobre dificultades. Aquí, distingo tres
consciencias diferentes, las cuales están todas al servicio de la relación y al servicio del amor.
Los problemas surgen cuando, dentro de una consciencia, se da una desviación del amor.
Alejamiento

Gracias a nuestra consciencia, percibimos rápidamente cómo nos debemos comportar para
poder seguir en la pertenencia. Por ejemplo, si nos dirigimos a nuestro padre, nos
comportamos de otra forma que cuando nos dirigimos a nuestra madre, y si nos dirigimos a
nuestra madre, lo hacemos distintamente que con el padre. Con la ayuda de nuestra
consciencia, adaptamos en un santiamén nuestro comportamiento, de modo a permanecer en
sintonía con cada uno de ellos. Si acaso desviamos de ello, la reacción de los padres es extraña:
“¿Qué te pasa, pues?” dicen. Como consecuencia, nos sentimos con mala consciencia y
modificamos nuestro modo de ser, con el propósito de volver a sentirnos aceptados.

La culpa, en este caso, es vivida como un alejamiento del amor, y por lo tanto, como un miedo
a perder la pertenencia, arraigado en esta culpa. Al revés, al percibirnos seguros de nuestra
participación al grupo, nos sentimos bien e inocentes, y tenemos buena consciencia. La
inocencia aquí significa: Sé que estoy en el amor. En el fondo, es muy sencillo.

No obstante, como hemos podido ver en el ejemplo del padre y de la madre, la consciencia
cambia constantemente, en función de la gente y de los grupos a los que queremos o debemos
pertenecer. Es decir que en cada grupo, el alejamiento del amor es otro. Y por lo tanto, en
cada grupo, los problemas cambian. En cada grupo, nuestro amor debe orientarse de otra
manera.

El vínculo

Nuestra consciencia está esencialmente al servicio de nuestro vínculo al grupo, por encima de
todo al servicio del vínculo a nuestra familia, que representa el grupo más importante en
términos de sobrevivencia. Por eso, hacemos todo por pertenecer a ese grupo en particular.
Incluso, a veces, estamos dispuestos a morir para seguir en la pertenencia. En realidad, el
vínculo a este grupo va más allá de la muerte e incluye aquellos que han muerto hace mucho
ya. Ellos siguen en el grupo. Lo sentimos en nuestra consciencia, y nos comportamos con el
objetivo de permanecer vinculados a ellos.

Un ejemplo de eso son los perpetradores suicidas. Matan a otros y a ellos mismos para
conseguir una mayor pertenencia en sus familias en las que, a pesar de su muerte, son
admirados como héroes. Lo principal, en su caso, es pertenecer incluso después de morir.

El rechazo
En realidad, es todo muy sencillo, lo podemos comprender sin dificultad. Por otra parte, al
sentirnos vinculados a nuestra familia, nos sentimos separados de otros. Y para seguir en el
vínculo hacia la familia, es frecuente que tengamos que rechazar a otros. ¿Por qué lo
hacemos? Por amor a nuestro grupo. Aquí, la concepción del amor es muy estrecha y da
nacimiento a problemas. Al descartar a otro, al alejarse del amor, los problemas surgen.

¿Cómo solucionarlos? Pues, cuando los rechazados son reintegrados en nuestro amor.

Ayudar con amor

Si alguien se nos acerca y nos dice, supongamos, que tiene dificultades con su madre y que no
la aguanta, ¿qué hace él? Rechaza a esta persona y la excluye de su amor. Esto es un
problema.

Si le hacemos caso y le pedimos que nos cuente más acerca de su madre, tal vez acabemos
también rechazándola, y nos encaramos con el mismo problema que él, por despreciar a
alguien, por apartarnos del amor a otro.

¿Qué podemos hacer luego? ¿Podemos ayudarle a resolver su problema?

¿Qué importa más aquí? En primer lugar, que renunciemos a alejarnos del amor. Por ejemplo,
dándole a su madre un lugar en nuestro corazón. Él lo notará en seguida. Sentirá que tomo a
su madre en mi corazón. A continuación, intento traerlos lentamente a encontrarse de nuevo.
Yo me quedo en el amor y él accede al amor.

La exclusión y sus efectos

La causa común de muchos problemas son las personas rechazadas o excluidas a las que no se
mira. Casi siempre están al origen del problema. Pero es frecuente que no sólo el individuo
que padece el problema sino que su familia también excluye a alguien. Es cierto que a veces la
exclusión es una decisión personal, pero en la mayoría de los casos, la ha decidido otro
miembro familiar y no se sabe más quién fue ni quién es la víctima. Entonces, el excluido se
apodera de uno u otro y lo utiliza para obtener su reintegración.

¿Cómo acontece esta “toma de poder” sobre alguien? Pues, en muchos casos, a través de una
enfermedad. ¿Cuál es nuestra actitud, cuando estamos enfermos? Nos queremos deshacer de
la enfermedad. Un impulso de exclusión frente a ella se manifiesta en nosotros, recordando la
expulsión de un individuo.
Por lo tanto, ayudamos al enfermo si vamos con él en busca de alguien rechazado por él
mismo o por otros en su familia. Al encontrar esta persona y al aceptarla de nuevo en el seno
familiar, se da un increíble efecto sanador.

El movimiento fundamental de la sanación está al opuesto de lo que creemos: en lugar de


deshacernos de algo, lo aceptamos y lo integramos. Esto es el retorno, si lo entendemos. Si los
terapeutas supieran el buen efecto de esta acción, podrían ayudar con mayor eficiencia.

Ejercicio: el amor infinito

Cerrad los ojos e imaginad a alguien que os pide ayuda y que os necesita.

Lo imaginad, junto a todos los que se relacionan con él y con los cuales, tal vez, tiene
problemas.

Entonces vemos que ninguno de ellos pudo ser de otra forma que lo que es, que ninguno pudo
actuar de otra manera. Al mismo tiempo, vemos que, así como son, están amados y escogidos
para un servicio noble.

Nos vemos entonces con ellos, en el mismo nivel.

Miramos a todos con respecto y benevolencia, y nos mantenemos reservados.

Más que todo, contenemos nuestra curiosidad porque aquí se da algo mucho más grande.

E inmediatamente sentimos el efecto en nuestra alma, cuánto más maduros nos encontramos,
más llenos de amor, más humanos, y en armonía con nosotros mismos.

EL AMOR A SEGUNDA VISTA

Revista Hellinger Sciencia (Septiembre 2005)


Cuando un hombre encuentra a una mujer hacia la cual se siente particularmente atraído y
cuando esta mujer encuentra a este hombre hacia el cual se siente igualmente atraída, fluye y
los atraviesa un nuevo sentimiento de sorprendente felicidad y un anhelo que toman plena
posesión de sus dos seres. Ellos perciben esta felicidad y este anhelo como amor. Cuando
entonces el hombre le dice a la mujer: “te amo” y la mujer le contesta “te amo”, se unen y
forman pareja.

Sin embargo ¿es este amor que sienten y que se confiesan mutuamente suficiente fuerte como
para mantenerles juntos a largo plazo? ¿Aún cuando, al cabo de un tiempo, tal vez se
demuestre que los caminos distintos que andaban inicialmente sólo por un tiempo los han
reunido en un plano íntimo?

O tal vez estos caminos de vida los asocia por mucho tiempo, sobre todo si además de ser
pareja se convierten en padres. Pero si más tarde estas mismas sendas llevan a cada uno por
otros parajes, ¿se mantendrá el lazo? ¿Qué saben ambos del otro en la euforia del primer
amor? ¿Qué saben de la sombra de sus orígenes, de su destino particular y de sus vocaciones
individuales? La cuestión se plantea: a la hora de brotar a la luz lo oculto, ¿qué puede ayudar
su amor a mantenerse firme y superar esta realidad?

Nuestra percepción es que, al confesar “te amo”, se debe añadir algo que prepara la pareja
para la amplitud de esta experiencia y que la guía hacia lo abierto y lo profundo, donde este
primer amor puede llegar a madurar. Una frase que incluye esta amplitud y predispone a
ambos a vivirla sería: “Te amo y amo aquello que nos guía tú y yo”.

¿Qué acontece cuando el hombre y la mujer se ofrecen mutuamente esta frase: “te amo y amo
aquello que nos guía tú y yo”? Pues de repente no dirigen más la mirada hacia ellos mismos y
sus anhelos sino hacia algo mayor que los sobrepasa.

Aún si no pueden tomar consciencia de los significados e implicaciones de esta frase, ni del
destino común o individual que más tarde les toque, es una frase que prepara y hace posible la
transmutación del amor a primera vista en un amor a segunda vista.

EL ORDEN DE ANTECEDENCIA

Revista Hellinger Sciencia (Marzo 2008)

En los sistemas de relaciones, cada cual tiene su sitio. El sitio depende del momento en que la
persona entró en el sistema. Es decir que depende de la duración de la pertenencia. Por
ejemplo, es así cómo los primogénitos tienen antecedencia sobre los segundogénitos, y los
padres precedencia sobre los hijos. Todos los que llegaron antes tienen precedencia sobre los
que llegaron después.

Este orden de antecedencia está continuamente lastimado en nuestra cultura. Por ejemplo en
la forma de concursos en empresas y entre las empresas. ¿Cuándo aparecen los problemas en
una empresa? Cuando alguien que está subordinado se quiere colocar ante otro que le
precede en el orden de antecedencia. La mayoría de los conflictos que llevan empresas a la
quiebra surgen por una violación de este orden de precedencia.

Lo mismo vale cuando una empresa quiere comprar otra empresa que, por el rango, le
precede. La otra empresa le precede porque en su país está dentro de un orden de
antecedencia que no se le puede disputar, tan sólo por razones históricas. Los ejemplos por
ello son: BMW y Rover, Mercedes y Chrysler. Estos eran casos de transgresiones del orden de
precedencia, con consecuencias de amplio alcance. Llevan a la quiebra.

Cuando en el seno de una empresa, una sección quiere imponerse en el primer lugar, aunque
le cabe el segundo lugar, se trata de una violación del orden de antecedencia y esto lleva a
consecuencias serias, a conflictos y con frecuencia, a la quiebra. También en el caso de una
clínica donde los psicólogos, por ejemplo, quieren ocupar el primer lugar, antes que los
médicos. Aquí también las consecuencias siguen el incumplimiento del orden de antecedencia.

LA PALABRA

Revista Hellinger Sciencia (Septiembre 2005)

Originalmente la palabra se habla. La palabra se pronuncia. Con ella se comunica algo, se


nombra y se describe algo. La palabra sirve el intercambio, sirve el dar y el tomar. Revela al
otro lo que le era velado. Le permite participar en algo personal y fomenta lazos y confianza. Y
sin embargo, no se trata sólo de lo que se dice sino también del cómo se dice, el tono, la
expresión, la mirada, el ademán. Gracias a todo ello, la palabra no sólo se escucha sino que
también se contempla en el otro.

Ciertas palabras tienen peso. En ellas adquiere volumen un evento, un acontecer, una realidad
extendida al compás del tiempo. Por ejemplo en la palabra “madre” o “padre” o “hijo”. La
palabra con peso provoca un movimiento en el alma, la conmueve, desencadena un impulso,
como el llamado “¡socorro!” o simplemente “por favor” o “gracias”. También las palabras
“vida” o “muerte”, “adiós” u “hogar” nos emocionan y ponen algo en movimiento.
Algunas palabras nos impactan y, en función de la manera cómo son dichas, nos transportan
en el concepto que describen. Como por ejemplo la palabra ”hálito”. Con la palabra ”árbol”
percibimos un movimiento interior involuntario que la mano reproduce al imitar la redondez
de su corona.

En la palabra hablada vibra algo que le falta a la palabra leída. De ahí que la palabra hablada
necesita tiempo, y sólo así llega a desarrollar su efecto. En la lectura puede uno apresurarse e
incluso sobrevolar el texto, pescando tal vez sólo la información pero no el sentido pleno. Para
comprender la palabra leída, es imprescindible articularla en voz alta y concederle el tiempo de
una palabra hablada. Percibimos intensamente este matiz cuando leemos un poema.

A menudo es preciso, al decir algo consistente, darle tiempo al otro de sentirlo resonar en él
hasta que interiormente lo haya podido repetir. Sólo así llega a tocar su alma, a ser saboreado
y a desplegar su valor.

Hablar de esta manera nos es posible cuando la palabra ha cumplido ya en nosotros su obra,
cuando al pronunciarla revela ser un eco de lo que ya en nosotros mismos ha resonado.

Hablando por sí solas, tales palabras son pocas, sin afectación, directas, generosas y un regalo
para los otros.

LA REVERENCIA

Revista Hellinger Sciencia (Diciembre 2005)

En las constelaciones familiares juega la reverencia un papel importante. Ella cambia algo en el
alma.

Podemos percibirlo cuando, por ejemplo, nos imaginamos inclinando levemente la cabeza.
¿Qué movimiento nace entonces en el alma? Surge algo de la profundidad, sube a la cabeza y
de allí fluye hacia la otra persona. Es un movimiento de suma atención, de deferencia. En él
nos relacionamos con alguien. Parece como si, a través de la inclinación, nos hiciéramos
pequeños. Pero, por lo contrario, nos une a otro al mismo nivel de humanidad.

La inclinación profunda en cambio tiene un efecto completamente distinto. En ella me siento


ser pequeño ante alguien. Le miro con consideración y le digo: “Tu eres el grande y yo el
pequeño”. En esta inclinación nos abrimos a lo que es grande, o a aquel, a aquella que nos
brinda algo grande.
Esta inclinación se actúa frente a nuestros padres. Frente a nuestros antepasados. Frente al
misterio de la vida. En esta actitud del cuerpo podemos ensanchar nuestro corazón para
abarcar lo que nos es ofrecido.

Luego nos enderezamos, nos damos la vuelta y ofrecemos más lejos lo que hemos recibido.
Después de haber sido pequeños al recibir, nos hacemos grandes al dar. Pues la inclinación es
un requisito a cambio de poder dar más lejos lo grande, no lo nuestro sino lo que de otros
hemos tomado.

Así es como nos situamos en el caudal de la vida. ¿Qué significa “el caudal de la vida”? Recibir y
dar más lejos. En este acto, somos todos los humanos iguales.

Existe aún la prosternación, cuando nos arrodillamos y nos inclinamos hasta tocar el suelo con
la frente, los brazos estirados hacia adelante y las palmas mirando al cielo. Es una prolongación
de la inclinación profunda. La efectuamos cuando llevamos una culpa con respecto a alguien.
Ella es como un ruego profundo: “Por favor, no dejes de verme”. A menudo la debemos a
nuestros padres, cuando hemos sido injustos con ellos. Igual que el hijo pródigo, inclinándose
ante su padre, le dice:” No merezco más que me llames tu hijo. Por favor considérame como
uno entre tus escuderos”.

¿Cuál es el efecto de este gesto de honra sincera y de este ruego surgido de lo hondo del
corazón? El padre se inclina, toma a su hijo y lo atrae hacia él, elevándolo.

Esto sería también el movimiento de un perpetrador hacia su víctima. Esto lleva a la


reconciliación. Aquí, reconciliación quiere decir:” Lo dejamos con el pasado”. Este movimiento
llega a cabo principalmente – así lo veo yo – ante el reino de los muertos, cuando víctimas y
perpetradores fallecidos yacen por fin juntos. Entonces hay paz.

Aún existe una extensión de esta inclinación, cuando nos tumbamos boca abajo, estirando los
brazos hacia delante. Esta es la mayor inclinación de todas. La actuamos a veces ante personas
que han sufrido una injusticia nuestra, tratándose de algo muy grave.

La actuamos también ante Dios o ante el misterio que con esta palabra nombramos, sin
conocerlo. Ante este misterio se da asimismo otro movimiento: nos inclinamos
profundamente extendiendo los brazos a los lados. Esta inclinación es amplia. Deja de ser
personal. Está al unisóno con muchos otros. En ella nos abandonamos, nos vemos integrados
en la comunidad de los humanos – y llevados más allá de ella.
NECESITAMOS AL OTRO

Revista Hellinger Sciencia (Junio 2007)

En la pareja, ¿quién de los dos necesita menos al otro?

Es una pregunta importante. La relación de pareja es exitosa cuando ambos se necesitan. Esto
contradice el concepto moderno de autonomía y de “cada uno dispone de su propia vida y lo
puede”, pero somos humanos porque necesitamos a otro.

Somos humanos solamente en la medida en que necesitamos a otro – y lo admitimos. Aquí


acaba la libertad y comienza la felicidad.

La relación de pareja como relación de grupo

No existe la relación de a dos.

¿Habéis acaso ya visto una relación de a dos? No existe, es una ilusión. En cada persona
encontramos a muchas personas. Una vez dije a modo de chiste: cada individuo es un grupo.

En realidad se trata, en la relación de pareja, de una relación de grupo, una relación entre dos
grupos, dos grupos potentes. Uno de los grupos está al servicio del otro. Cada grupo se busca a
otro grupo para solucionar algo propio. A veces se da bien.

NIÑOS ABORTADOS

Revista Hellinger Sciencia (Septiembre 2007)

Para muchas parejas y muchas familias, los hijos abortados traen un destino particular. Si
logramos coincidir con su vibrar, y ellos con el nuestro, se ven acogidos y recibidos en la
familia. Entonces, en vez de originar un destino difícil, lo que a veces acontece, ellos nos
brindan un buen destino.

En relación con esto hay que reflexionar en algo importante. Lo peor no es al aborto en si. Lo
peor para el niño no es el aborto. Lo peor es que ha sido objeto de rechazo.
Si nos detenemos a mirar el curso de la vida, no sólo la nuestra sino la vida como una totalidad,
entonces vemos esto: la vida sigue porque otros se mueren. Los que se mueren se entregan al
servicio de la vida. También un niño abortado se ofrece a servir la vida, desde su alma- porque
claro, tiene un alma.

Rilke ha escrito un hermoso soneto, el segundo soneto a Orfeo. Estos sonetos están dedicados
a una joven bailarina, precozmente fallecida. Así va el poema:

Ya partida de aquí siendo aún niña,

Lejos de esta suerte de canto y lira,

Resplandeciendo tras su velo de primavera,

Su lecho se hizo en mi oreja.

Orfeo canta, y esta muerta vibra en el oído de Rilke. Ella oye gracias a él y duerme, ausente al
mundo. Rilke cuenta de si mismo en este soneto: todo lo que me pasa, todo lo que siento y
percibo, ella lo percibe a través de mí. Luego cuestiona: ¿dónde está su muerte? Mirad. Ella
resucitó y se durmió. Durmiendo, vive el mundo.

Ella vibra al unisóno, vibra con todo lo que pasa. ¿Acaso le falta algo? ¿Acaso le puede faltar
algo?

Si nosotros a nuestra vez podemos dejar reposar en nuestra oreja los niños abortados o
abandonados y si escuchamos el canto de Orfeo, nos unimos a ellos y ellos no se pierden nada.

Aquí no sólo miro al padre y la madre de un niño abortado. Miro a mucho más y vibro junto a
mucho más. De esto resulta una alegría diferente, una alegría plena en la cual los vivos y los
muertos vibran juntos en la vida, en su totalidad.

PENSAMIENTO DEL MES

en web Hellinger Internacional 2007


La bondad

Bondad viene de bueno. Quien bondadoso es, desea lo bueno para el otro, sin exigir ni pedir
nada a cambio. La bondad respeta cierta distancia, alumbra de lejos y no se acerca mucho. Es
indulgente, allende de la moral y en este sentido es a-moral. La bondad no quiere cambiar
nada. Acepta al otro tal y como es, sin necesidad de palabras. Está presente, sencillamente.

En la cercanía de gente bondadosa nos sentimos a gusto. Su benevolencia nos hace mansos,
más humanos, simplemente por su presencia. La bondad es como suave luz al atardecer que
deja esfumarse los perfiles. No es milagro si encontramos esta bondad más que todo en la
gente mayor, que hace mucho ha dejado atrás sus expectativas y sus sueños de antaño. Que
supo esperar a que pasara mucho de lo que parecía amenazador en un principio. Que sabe
sentir agradecimiento por lo que realmente fue amenaza y que también pasó.

Por esta razón la bondad es sobre todo desprendimiento, asentimiento al pasado y al futuro.
Es hermana de la sabiduría.

SÓLO EL AMOR TIENE UN FUTURO

Revista Hellinger Sciencia ( Junio 2008)

Alguien contó que había oído a dos personas conversando lo siguiente: ¿Como habría
reaccionado Jesús si, al dirigirse a un enfermo diciéndole « levántate, camina y vete a casa », el
enfermo le hubiera contestado « no quiero »?

El primero sugirió que, para empezar, Jesús se habría callado para luego girarse hacia sus
discípulos y comentarles « Aquél le da mas honra a Dios que yo ».

A veces recuerdo esta historia, cuando me doy cuenta que no me resulta siempre fácil cuando
alguien me pide ayuda. Ignoro si estoy en armonía con él, no se si tengo permiso para ayudarle
o si una fuerza de otra envergadura desea otra cosa para él que lo que yo me imagino. Si lo
dejo sin más, ¿es eso amor? Pues, es otro amor. Hoy os hablaré de este otro amor.

Amor y vida
Os saludo a todos en esta velada, con el tema siguiente: « Sólo el amor tiene un futuro ». La
pregunta es, ¿qué amor? Y ¿qué es el amor, en realidad?

El amor es vida y la vida es amor. Vivir significa estar en relaciones duraderas. Nacemos de una
relación de amor, la de nuestros padres. Este amor está al principio de nuestra vida.

Luego, crecemos y nos desarrollamos en relaciones, todas relaciones de amor. Cuando


tenemos problemas, ¿cual es la causa de nuestros problemas? Casi siempre es una relación.
Casi siempre es un problema de amor.

Pero todos hemos hecho la experiencia de que no todo amor tiene un futuro. Entonces, ¿cual
de ellos lo tiene?

Existe un lindo poema de Rilke, que introduce su Libro de Horas.

Vivo mi vida en círculos crecientes

Que van ampliándose a pesar de los eventos..

Tal vez no consiga llevar el último a cabo

Pero sí, intentar lo quiero.

El crecer en círculos crecientes es, para Rilke, circular en torno a Dios, en torno al más
profundo conocimiento de Dios. Es un circundar con amor. También podríamos ponerlo así:

Vivo mi vida en círculos crecientes

Que van ampliándose a pesar de los eventos.

Tal vez no consiga llevar el último a cabo, aquel amor

Que abarca todo en su corazón sin discriminar,


Pero si, intentar lo quiero.

El primer círculo del amor: tomar con amor

¿Qué significa para nosotros el primer círculo del amor? Pues, representa aquel amor que nos
ha hecho nacer, el amor de nuestros padres antes de nuestra concepción, antes de nuestro
nacimiento. Es un amor del cual sólo tomamos. Los padres dan con amor y nosotros lo
tomamos todo.

Haré una meditación con vosotros, a modo de ejercicio.

Podéis cerrar los ojos, si os apetece.

Nos imaginamos a nuestros padres como una pareja de enamorados.

Nos imaginamos cómo se han encontrado, con amor.

Cómo nos concibieron, con amor.

Luego nuestra madre quedó embarazada.

Los padres se han preocupado, ansiosos por nuestro bienestar.

Y durante nueve meses se han alegrado.

Antes mismo de que hayamos percibido la luz del mundo, nos han cobijado continuamente en
sus pensamientos.

Nuestra madre nos ha sentido, dedicada a nuestro ser con amor, con esperanza, tal vez incluso
con angustia ante el parto.

Luego hemos nacido.


Hemos entrado en el espacio del mundo y nuestros padres nos han visto.

Se han mirado a los ojos, luego a nosotros y han dicho: « nuestro hijo ».

Y nos han aceptado como tal.

Así es cómo se han transformado en nuestros padres y nosotros en su hijo.

Han buscado un nombre para darnos y nos han brindado el suyo.

Ahora, les miramos con amor, así como ellos nos han mirado con amor.

Aceptamos la vida de ellos con todo lo que esto incluye.

La tomamos al precio completo, al precio que les costó y que nos cuesta.

Les decimos « sí » y « gracias ».

Observamos y sentimos lo que esto provoca en nuestra alma, lo que esto provoca cuando los
aceptamos simplemente como son.

A través de ellos, aceptamos también un destino determinado, porque ellos también tienen
padres que a su vez tienen padres.

La vida ha fluido por todas estas generaciones, hasta alcanzarnos a nosotros.

Ninguno de ellos pudo agregarle algo a la vida.

Ninguno pudo quitarle algo a la vida.

Todos lo han hecho bien.


En el tomar y dar la vida, todos han sido perfectos.

Todos han sido buenos.

Abrimos nuestro corazón a esta vida que nos llega, gracias a estos padres.

Sentimos el amor, el suyo y el nuestro.

Esto es el comienzo del amor, el primer circulo del amor.

Errores de los padres

Algunos querrán comentar que los padres también tienen sus defectos. Que no lo han hecho
todo bien. Que habrían también podido y debido ser de otra forma. En el momento en que
pensamos esto, perdemos a nuestros padres. El amor que existe a raíz de nuestra existencia,
que la ha hecho posible y que la ha llevado adelante, no puede más fluir.

Únicamente aquel amor que ve a los padres tal y como son, y consiente a ellos tal y como son,
que acepta la vida así como ha fluido de ellos hacia nosotros, sólo aquel amor puede crecer.

De lo contrario, nos quedamos discapacitados en el amor, sin posibilidad de progresar en él.

Querida madre

Hace un tiempo, le escribí a mi madre una carta, en el pensamiento. Hacía rato que había
muerto.

La miré con amor y le dije:

Querida madre,
Eres una mujer corriente, como miles de otras mujeres. Te quiero como a una mujer corriente.
Y como una mujer corriente, has hecho errores, muchos errores. Tus errores me han hecho así
como soy en el día de hoy, porque los he aceptado y porque te quiero con todos tus errores.

¿Qué sería yo sin tus errores? ¿Qué pobre infeliz sería, sin fuerzas? Te quiero así como eras,
una mujer corriente. De esta manera, te tomo en mi corazón. Así te quiero. Eres la correcta
para mí.

Ahora te ofrezco algo, algo muy particular. Me desprendo de mis expectativas hacia ti, las que
van más allá de lo que se puede exigir de una mujer corriente. He recibido todo lo que
necesitaba, y está bien para mí. Tú puedes ser la que eres, simplemente.

Yo también puedo ser el que soy, tal y como soy. También soy corriente, igual que tú. De esta
forma estamos tú y yo unidos en el amor.

Lo imperfecto, una fuerza

Numerosos adultos se quejan de su madre o de su padre y sugieren que habrían tenido que ser
distintos. ¿Qué ocurre en ellos entonces? Se vivencian desconectados del verdadero y
profundo amor.

Lo notable es que estas personas tienen expectativas con respecto a los padres como sólo las
podemos tener con respecto a Dios. Como si nuestra madre y nuestro padre debieran ser
iguales a Dios, es decir perfectos. Pero aun Dios no es perfecto.

¿Tal vez me pasé con lo que digo? Dios es imperfecto. La fuerza motora detrás de todo lo que
se mueve es imperfecta. La fuerza creadora es imperfecta. Lo perfecto deja de ser creador.

Hasta en Dios existe este movimiento, eternamente creciendo. Sólo así me lo puedo imaginar.
¿Y tendrían que ser nuestros padres perfectos?

Para mí, pueden ser como son, los acepto tal como son.

El segundo círculo del amor


Contemplo mi infancia y todo lo que he vivido durante aquel tiempo: lo bueno y lo difícil. Y
asiento a todo lo que pasó, tal y como fue. Gracias a ello, pude crecer, por ser todo así como
fue. Crecí gracias a que pude aceptarlo. Esto es el segundo círculo del amor: tomar,
sencillamente tomar.

Con frecuencia, nos rebelamos contra nuestros padres, o tal vez nos hacemos cargo de algo en
su lugar, pensando que les debemos ayudar. Frente a ellos nos vemos como los grandes, y en
nuestro sentimiento y ante nuestra mirada les achicamos.

Quien ante sus padres se rebela, lo consigue porque ellos le están continuamente dedicados.
Sólo pueden rebelarse los que tienen un hogar. El “sin hogar” no lo puede. La presunción que a
veces se perfila en esta rebelión es, en el fondo, debilidad y mediocridad.

¡Pues no! ¡Quedemos en nuestro lugar de hijos y tomemos de los padres todo lo que nos dan!
Así logramos crecer en el segundo círculo del amor, hasta alcanzar el punto de sentir el
impulso para dar más lejos lo que hemos recibido.

El tercer círculo del amor: dar con amor a la pareja y a los hijos

Entonces, nos separamos de los padres, pero colmados con todo lo que, con su amor, nos han
brindado. Sólo entonces estamos capacitados para una relación de pareja y para relaciones en
que se trata de dar y de tomar en la misma medida, relaciones basadas en un intercambio
equivalente.

Cuando la pareja llega a tener hijos y a ser padres, logran dar más lejos lo que han recibido de
sus propios padres. Son capaces de dar porque antes han tomado. Esto sería el tercer círculo
del amor, el camino de crecimiento en el amor.

Haré un ejercicio con vosotros, podéis cerrar los ojos.

Mirad a vuestra pareja, a la que estáis vinculado o casado desde hace muchos anos, quizás.

O quizá, estáis aún buscando una pareja, hombre o mujer, con la cual deseáis crear una
familia. Imaginad lo que a menudo ocurre.

Dos personas que se enamoran, potentemente flechadas como quien dice, totalmente ciegos.
Es una sensación hermosa.

Ahora bien, ¿contribuyen al amor o esperan algo de él?

¿Están maduros para dar y tomar o están llevados por su enamoramiento a juntarse y, ¡ojalá!
más tarde a crecer y a ver al otro tal y como es?

Con esto empieza el amor verdadero entre hombre y mujer, el amor « a segunda vista ».

Pero observamos también que muchas relaciones de pareja fracasan.

Una de las razones es que uno u otro en la pareja, o ambos, no han cruzado completamente
los dos primeros círculos del amor, no han tomado todo de los padres.

A veces, a la mujer quejándose por no encontrar a un hombre, le digo esta frase provocadora:
« Sin madre, no hay hombre ».

La persona que no ha tomado a su madre sólo puede amar en la superficie, no consigue amar
profundamente.

Ahora miremos a nuestra pareja y volvamos a nuestra infancia. Miremos a nuestros padres y a
lo que nos han dado a lo largo de los años.

Les decimos « Gracias. Ahora tomo de vosotros todo lo que me habéis ofrecido, así como me
lo habéis dado. Acepto todo, incluso lo difícil. Lo tomo todo en mi corazón. Todo lo que fue
tiene la posibilidad de ser así como fue ».

De repente sentimos cómo nos fortalecemos con esta aceptación.

Una vez tomado de los padres, miramos a nuestra pareja y percibimos el cambio que toma
posesión de nosotros, realizamos cuánto mas capaces somos de amar.
Con menos expectativas, menos ilusiones, pero los dos pies en el suelo y con la fuerza
necesaria para lo que esta relación nos brinda a lo largo del tiempo, así como lo que nos exige.

Habiendo tomado de ellos, podemos volcar hacia los hijos nacidos de nuestra pareja todo el
amor que nos ha venido de nuestros padres.

Si no tenemos hijos, volcamos este amor hacia algo que hacemos al servicio de la vida.

Las pruebas del amor

Alguien podría argumentar: « Todo esto suena muy ideal. ¿Pero que tiene que ver con la
realidad? Mi mujer es así o asa, su familia es así o asa, etc. ».

Pues sí, estas son las pruebas del amor. El amor profundo tiene que recorrer un camino, un
sendero de purificación.

Tengo un amigo en Polonia, es psicoterapeuta. Me contó que juntó a jóvenes de muchas


culturas distintas. A judíos y a palestinos, a musulmanes y a cristianos. Después de un tiempo,
se llevaban muy bien. En el Cáucaso, donde existen comunidades en conflicto, fue a buscar a
jóvenes de diferentes pueblos. Ellos también, al cabo de poco tiempo, simpatizaron.

Le pregunté cómo había procedido para llevarlos hacia esta armonía. Me contestó que había
sido muy fácil, había hecho con ellos un ejercicio. Y ahora lo hago con vosotros.

Meditación: El amor puro

Cerrad ahora los ojos.

Imaginad que tenéis un nombre, vuestro nombre y vuestro apellido.

Luego dejadlo de lado, abandonadlo…

¿Acaso falta algo? ¿Os sentís disminuido por eso? O, a lo mejor, este nombre resulta
irrelevante frente a lo esencial.
Habéis también tenido éxito en vuestras vidas.

Pues dejadlo de lado, y comprobad si algo le falta a lo esencial.

Mirad luego vuestra religión o vuestro idioma, vuestros deseos y expectativas.

Dejadlos de lado, y comprobad si algo cambia por eso, si habéis perdido algo con eso.

Más que soltamos aquí una cosa tras la otra, más se profundiza nuestra concentración en lo
esencial, en el núcleo de nuestro ser.

En aquel lugar, somos realmente « yo » y realmente presentes.

Recogidos de esta manera, recogidos en nuestro ser esencial, miramos a nuestra pareja.

Hacemos lo mismo con respecto a ella.

Desviamos la mirada de lo accidental, de lo que nos hace topar contra ella, un


comportamiento quizá, o cualquier otra cosa.

Lo soltamos todo, a su familia también, sea como sea, hasta conseguir percibirle en el núcleo
de su ser, ahí donde está completo, y presente.

De núcleo a núcleo, se da una relación totalmente otra, y un amor de diferente índole.

¿Qué es pues, lo que impide este amor?

Lo irrelevante, lo accidental.

¿Qué abre la puerta al amor profundo? Lo esencial.


Llegar ahí necesita una purificación.

Y ahí encontramos un amor puro.

En la pureza de este amor, todo lo que nos alegra encuentra su lugar.

La alegría que surge de este núcleo del ser es la alegría perfecta, plena.

El cuarto circulo del amor: un amor que lo abarca todo

Quisiera ir con vosotros a otro nivel más del amor.

Existe un cuarto círculo, totalmente distinto. Habitualmente, cuando amamos a alguien,


algunos aspectos de él nos gustan. Otros aspectos no nos gustan y los rechazamos. Igual que
para nosotros mismos, algunas partes de nosotros nos complacen e incluso las ostentamos.
Otras partes nos molestan y las negamos, las reprimimos. Nos gustaría deshacernos de ellas.

Sin embargo, somos completos únicamente cuando cada aspecto puede obtener su lugar. Para
explicar esto, os leeré una pequeña historia. Mientras escucháis, podéis sacar alguna
conclusión respecto a su significado.

El parador

Un hombre pasea por las calles de su tierra. Todo aquí le suena conocido y un sentimiento de
seguridad le acompaña – así como una pizca de tristeza. Porque mucho le quedó ocultado y
numerosas veces se topó con puertas cerradas. Estuvo tentado de dejar todo por detrás de él y
mudarse lejos, muy lejos de allí. Pero algo lo retuvo siempre con firmeza, como si estuviera
luchando con algún desconocido, sin lograr soltarse antes de recibir su bendición. Así pues, se
siente preso entre avanzar y retroceder, entre quedar y marcharse.

Llega a un parque, se sienta en un banco, sintiendo el respaldo, respira profundamente y cierra


los ojos. Deja que sea, su largo combate, y abandonándose a la fuerza interior, siente
descender la calma en él y afloja, como un junco en el viento, en sintonía con la diversidad, el
amplio espacio, el largo tiempo.
Se ve a él mismo como una casa abierta. Cualquiera que lo desea puede entrar, y el que entra
trae algo con él, queda un rato… y luego se marcha. En aquel parador es un continuo entrar,
traer, quedar… y marcharse. El nuevo visitante trae consigo algo nuevo, y con el tiempo se
hace viejo. Y llega el momento en que se va.

A aquel parador llegan muchos desconocidos que, hace tiempo, se olvidaron o se excluyeron.
Ellos también traen algo, permanecen un momento… y se van. Cualquiera de ellos, al llegar, se
encuentra con los que llegaron antes que él y los que llegan después de él. Ya que son muchos,
todos deben compartir. El que tiene un lugar, conoce sus límites. El que quiere algo debe
acomodarse con lo que hay. El que ha venido tiene la posibilidad de desarrollarse, mientras
queda. Pudo entrar porque otros se fueron, y se marchará en cuanto otros lleguen. De esta
forma, en aquella casa hay sitio y tiempo para todos.

Mientras la persona está ahí sentada, se siente como en su casa, en confianza con todos, los
que vinieron y siguen viniendo, los que trajeron algo y aún traen algo, los que quedaron y aún
están, los que ya se fueron y los que ahora se marchan. Esta persona percibe cómo lo
incompleto de antes se siente ahora entero, percibe cómo la lucha llega a su término y cómo la
despedida se vuelve posible. Espera aún el momento oportuno. Luego abre los ojos, hecha un
vistazo al rededor, se incorpora… y se marcha.

TE TOMO EN MI CORAZÓN

Revista Hellinger Sciencia (Diciembre 2008)

Hellinger: ¿De qué se trata?

Mujer: Hace un año me diagnosticaron un línfoma altamente maligno, y desde noviembre


pasado estoy con quimioterapia. Por eso he venido. Mi marido también se encuentra aquí.

H: Que venga a sentarse aquí él también. ¿Tenéis hijos?

M: No tenemos hijos.

H: ¿Cuánto tiempo lleváis casados?

M: Tres años.
H: ¿Tienes esperanza?

M: Sí.

H: No, no tienes esperanza.

Después de un rato: ¿Cómo te suena esto, cuando lo digo?

M: No es la verdad.

H: ¿Qué le voy hacer? Configuraremos ahora la enfermedad y tú. Escoge a alguien para la
enfermedad y colócala. Y luego te colocas en relación a ella.

La mujer coloca a la representante de la enfermedad detrás de ella. Ambas permanecen


mucho tiempo sin mover. Cuando la mujer gira la cabeza hacia Hellinger, este le dice: »
Quédate recogida y sigue el movimiento interior, así como te lleva ».

Después de un momento, la mujer estira los brazos detrás de ella y coge a la enfermedad de
las manos. La enfermedad retrocede un poco pero la mujer la mantiene sujeta con la mano
izquierda. Al rato, suelta también esa mano. Entonces, la enfermedad coloca sus dos manos en
la espalda de la mujer. A partir de ahí, la mujer avanza dos, luego tres pasos hacia delante, se
da la vuelta y mira la enfermedad.

Después de unos momentos más, la enfermedad se gira y se aleja. Cuando está un tanto lejos,
la mujer viene a sentarse en el lugar donde había estado.

H, al cabo de un rato: Levántate. Si la enfermedad es una persona que conoces, ¿quién puede
ser?

M: Mi madre.

H: Tu madre, ¿qué pasó con ella?


M: Ella tuvo, antes de yo nacer, dos malpartos, uno a los seis meses de embarazo, y otro en
que el niño llegó a nacer pero murió en seguida después. Hasta que yo viera tu video sobre
cáncer, me he percibido siempre como primogénita, y me di cuenta sólo después de ver el
video que no lo soy.

H: Has hablado de otros en lugar de tu madre.

Escoge y luego coloca a una representante para la madre, dando la vuelta a la hija.

¡Céntrate y observa lo que pasa!

La mujer queda mucho tiempo sin mover. Entonces, Hellinger la lleva cerca de su madre. Ella
se acerca más, deposita una mano en el hombro de la madre. Ésta se gira y las dos se abrazan
tiernamente. Se mecen ligeramente en el abrazo. Después de un rato, se sueltan y se miran.
Luego la madre retrocede dos pasos.

H: Bueno, ya está.

La mujer se sienta otra vez con Hellinger.

Su marido, que está al lado, le coloca un brazo en los hombros. Hellinger la coge de la mano.

H: Cierra los ojos y di a tu madre: » Te tomo en mi corazón ».

M: Te tomo en mi corazón.

H: ¿Está bien así?

M: Me hace bien.

H: Te quiero decir algo sobre las enfermedades. Ellas son a veces embajadoras del amor. Si les
permites llegar, tal vez se vuelven amistosas. ¿Entiendes?

M: Sí.
H: Así lo dejamos.

VIVIR CON NUESTRAS LIMITACIONES

Revista Hellinger Sciencia (Junio 2007)

Nuestro tiempo de vida es, obviamente, preestablecido. Nadie puede alargar el que le es
otorgado. Tampoco lo puede acortar.

Cuando alguien se preocupa por otro, por ejemplo por una pareja, se puede imaginar
simplemente, a modo de imagen interior: ¿Cuánto tiempo le queda?

Cuando alguien está enfermo, incluso si es un niño, uno se puede imaginar: ¿Cuánto tiempo de
vida tiene por delante aún? Entonces surge una sensación particular al respecto. A veces, el
tiempo que queda es corto. Sin embargo, no se debe emprender nada. No tenemos el poder
de cambiar el destino del otro.

En cambio podemos inclinarnos ante el tiempo corto, igual que para nosotros. No ayuda
resistirse. Asentamos a nuestro tiempo limitado.

A veces existe la ilusión de que el tiempo es limitado, sin que sea así. Entonces nos esperan
sorpresas. Alguien vive más de lo que se esperaba. Es bonito cuando se da esto. Para nosotros
se trata en realidad de una actitud interior. Al conseguir abstenernos de inmiscuirnos en el
destino de una pareja nuestra, ganamos en fuerza y quedamos centrados.

Puede que alguno haya cargado con una culpa. Esta culpa tiene consecuencias. La
consecuencia de la culpa puede ser una separación. Está determinada por la culpa. Las
consecuencias son parte de la culpa. No podemos interferir para ahorrarle al otro las
consecuencias de su culpa ni debemos cargar con ellas, como lo hacen a veces las parejas.

He observado lo siguiente: cuando una persona cree que debe morir, su pareja le dice “muero
en tu lugar”. Para el que quiere morir, esto representa por una parte un alivio y por otra un
fardo. Naturalmente, estos movimientos están vinculados a algo mayor. Aquí sólo hablo de lo
aparente.
Cuando insistimos en exigirle a alguien asumir las consecuencias de su culpa, por ejemplo su
culpa hacia nosotros, o cuando nos proponemos asumir las consecuencias de nuestra culpa
hacia él, tal como él lo hace, entonces aflora un sosiego en la relación, y ésta se alza a un nivel
superior. Ella exige una renuncia a la vez que la penetra algo del espíritu, que antes no estaba.
Porque el espíritu es imparcial frente a todo. Entramos entonces en un movimiento con el
espíritu creador. Él está dedicado a todo de modo igual y libre de todo también. Es una faz del
amor que se brinda a todo sin estar encadenado.

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