Tema 6 El Teatro A Partir Del 36

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TEMA 6: EL TEATRO A PARTIR DE 1936 (hasta 1975) 2020/21

La Guerra Civil agravó la situación de crisis que se vivía en los escenarios en los años que precedieron a
la contienda. Los dramaturgos renovadores murieron (Valle-Inclán, Lorca) y otros se exiliaron (Max Aub,
Alejandro Casona). A todo ello hay que unir las difíciles condiciones económicas que vive el país en la
posguerra, la instauración de una férrea censura que limitaba la libertad expresiva y la competencia del
cine.
Desde los años cuarenta, el teatro burgués, heredero de la alta comedia de Jacinto Benavente, es el que
goza de éxito comercial. Está formado por obras bien construidas que tienen elegantes diálogos y
personajes que pertenecen a la clase media burguesa, cuyas formas de vida y costumbres retrata, a
veces con alguna crítica, pero nunca con acritud. El amor, los celos, la infidelidad o los conflictos entre
padres e hijos suelen ser los temas predilectos. Dramaturgos representativos de este teatro de
entretenimiento, muy poco innovador, con final feliz y siempre alejado de la crueldad de la vida son,
entre otros, José María Pemán, Ignacio Luca de Tena (¿Dónde vas, Alfonso XII?), Joaquín Calvo-Sotelo (La
muralla), Edgar Neville y José López Rubio. Esta tendencia fue cultivada durante toda la segunda mitad
del siglo XX por autores como Jaime Salom, Alfonso Paso (autor de enorme éxito, fue el más prolífico y
representado), Jaime de Armiñán o Juan José Alonso Millán.
En el teatro de humor sí hay renovación gracias a Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. El primero
escribe comedias de humor inverosímil y disparatado con dos objetivos: presentar una caricatura de la
sociedad de la época y romper con las formas tradicionales de lo cómico, sujetas hasta entonces al
chiste fácil y lo verosímil. Dos de sus obras más recordadas son Eloísa está debajo de un almendro
(1940) y Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1946). Miguel Mihura, el otro renovador,
distorsiona la realidad proponiendo situaciones ilógicas y absurdas con un lenguaje ingenioso y crítico
contra las convenciones burguesas. Su obra maestra, Tres sombreros de copa, la estrena en 1952, pero
fue escrita veinte años atrás. En ella refleja el fracaso vital del protagonista.
Dos estrenos marcan un cambio de rumbo en el teatro: Historia de una escalera (1949), de Antonio
Buero Vallejo, y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Con el primero comienza el drama realista,
que también se ha llamado realismo social o testimonial. Se caracteriza por la combinación de la
preocupación existencial (el sentido de la vida, el destino, la condición humana...) con el testimonio o la
crítica social (denuncia las injusticias y desigualdades sociales). Las inquietudes existenciales derivan
pronto hacia el teatro social, es decir, de testimonio y compromiso, que será la tendencia predominante
durante las décadas de 1950 y 1960. Buero y otros autores utilizan el drama y un lenguaje realista y
crítico para abordar la falta de libertad, la marginación y la desigualdad social. El objetivo es provocar en
el espectador una toma de conciencia y una reflexión crítica. El teatro de Buero, considerado por la
crítica el mejor dramaturgo español de la segunda mitad del siglo XX, se suele dividir en varias etapas: la
existencial (Historia de una escalera, En la ardiente oscuridad), la social o histórica (El tragaluz, El
concierto de San Ovidio) y la etapa experimental (La fundación, La detonación). Casi todas sus obras dan
testimonio de la lucha que sostienen los personajes para vencer la angustia producida por la consciente
mediocridad de su vida cotidiana. Al no poder escapar de dicha mediocridad, se sienten frustrados o
fracasados.
Por otro lado, el teatro de Alfonso Sastre pretende reflejar de modo directo el malestar del individuo,
que siempre acaba derrotado (La mordaza, Guillermo Tell tiene los ojos tristes). Su intención fue
concienciar a los ciudadanos y transformar la sociedad con su teatro comprometido de signo
antifranquista, pero la censura prohibirá dos de sus mejores obras, La sangre y la ceniza y La taberna
fantástica
En la década de 1960, influidos por Buero y Sastre, un grupo de dramaturgos continúa el teatro realista
y social que da testimonio de la situación injusta de la época con un tono desgarrado y una visión a
menudo cercana al esperpento valleinclanesco. Temas frecuentes en estos dramas son la intolerancia, la
insolidaridad, la explotación de los trabajadores, la necesidad de emigrar, la pobreza o el desarraigo de
un personaje angustiado dentro de una atmósfera social opresiva. Algunas de las obras más
representativas de este grupo, caracterizado por la denuncia y la protesta, son La camisa, de Lauro
Olmo, El tintero, de Carlos Muñiz, y Las salvajes de Puente Genil, de José Martín Recuerda.
Además del teatro realista y social, se representa con éxito otra corriente distinta: el drama simbólico de
Alejandro Casona. Este autor volvió del exilio y reestrenó con mucho éxito obras escritas años atrás
como La dama del alba y La barca sin pescador. En esta misma década también comienza su producción
Antonio Gala, que se convertirá en uno de los dramaturgos más populares en los años setenta y
ochenta. Mezcla en sus obras el realismo y el lirismo para abordar sus tres temas principales: la soledad,
el amor y la libertad. Es autor, entre otras obras, de Los verdes campos del Edén y Anillos para una
dama.
Hacia 1970 surge, influido por las vanguardias europeas, un teatro renovador y experimental en el que
pierde importancia la acción y el texto literario en favor de otros elementos del lenguaje escénico: la luz,
la expresión corporal, la escenografía, el sonido, el vestuario, el maquillaje expresionista. Algunos de los
autores más destacados son, entre otros, Manuel Martínez Mediero (Las hermanas de Búfalo Bill),
Miguel Romero Esteo (Pasodoble), José Ruibal (La máquina de pedir) y Luis Riaza (Retrato de dama con
perrito). Con tono pesimista y a través de figuras simbólicas tratan el tema del poder opresor, la
injusticia social, la pobreza, la incomunicación, la soledad, la violencia física y verbal. Bajo el simbolismo,
la farsa alegórica, lo grotesco, el absurdo y el uso de la parábola suele haber una crítica al régimen
franquista. Ahora bien, no consiguieron llegar al gran público.
En el teatro de renovación tienen protagonismo los grupos de teatro independiente, que realizan
espectáculos de gran impacto social en su momento y se rebelan contra el teatro comercial. Entre los
grupos sobresalen el TEI (Teatro Experimental Independiente), Tábano, La Cuadra o los catalanes Teatre
Lliure, Els Comediants o Els Joglars. En ellos la creación colectiva de la obra, la improvisación y la ruptura
de las convenciones escénicas de espacio y tiempo desempañan un papel importante. Otros dos autores
que son influidos por las vanguardias son Fernando Arrabal y Francisco Nieva. Este pretende provocar la
catarsis liberadora en el espectador y mostrar la esencia del hombre. Será más conocido tras el fin de la
dictadura.
Arrabal, su obra fue revolucionaria para la escena española y aunque es uno de los dramaturgos más
representados en todo el mundo, en España ha sufrido la indiferencia. Evoluciona hacia un teatro que
busca el escándalo y la provocación mezclando lo absurdo con lo cruel e irónico “El cementerio de los
automóviles”.
A partir de 1975, con el fin de la dictadura, el panorama teatral experimentó un cambio en las políticas
públicas, en el enfoque de las obras, que se abrieron a un mayor número de innovaciones temáticas y
técnicas. Destacamos a Sanchis SInisterra con títulos como ¡ Ay Carmela ¡ o Jose Luis Alonso de Santos
con obras como “ La estanquera de Vallecas” o “ Bajarse al moro”.

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