Reseña Porque El Mundo No Existe de Markus Gabriel

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“Por qué no existe el mundo” Markus Gabriel

Luis Gabriel Mateo Mejía1

Resumen: Desde el ámbito de la filosofía, Markus Gabriel, pretende demostrar los


fundamentos del nuevo realismo, explicando la metafísica que subsiste de forma
sistemática en la dependencia y relación del sujeto. El sujeto es entonces un referente
obligado, dentro y fuera del campo del conocimiento. Inserto en la actividad y hecho de
conocer, el sujeto es pieza fundamental de aquello que se denomina como realidad.

Palabas Calve: Nuevo realismo, metafísica, materialismo, constructivismo, campo de


sentido, nihilismo, cientificismo, fetichismo, naturalismo, y ambivalencias.

Abstract: Since de field of the philosophy, Markus Gabriel, expects to prove the fundaments
of new realism, to get it, the fundaments and metaphysics of its realims it´s expleined. The
sistematic relation and dependency of subjetct it´s present inside and outside of field of
knowledge. In additiion, any person it´s fundamental piece of reality.

Key Words: New realism, materialism, metaphysics, constructivism, fields of sense,


nihilism, scientism, fetishism, naturalism, and ambivalences.

En esta ocasión, el filósofo Markus Gabriel, aborda los fundamentos del realismo desde la
más cruenta de todas las realidades: la inexistencia del mundo. Para ello, en este tratado, y a
lo largo de siete capítulos, se elabora la demostración racional y conceptual de su tesis. El
orden en que se aborda dicha temática, es el siguiente: el replanteamiento de la filosofía de
la realidad, ¿qué es el mundo?, ¿qué es la existencia?, ¿por qué el mundo no existe?, la
imagen del mundo según las ciencias naturales, el sentido de la religión, el sentido del arte,
y finalmente, epilogo: televisión.

A manera de notas introductorias, el autor justifica la necesidad de replantear el sentido y


significado de la filosofía, especialmente su carácter utilitario que permite reflexionar sobre

1
Licenciado en Filosofía. Ingeniero en Desarrollo de Software y Maestro en Tecnologías del Aprendizaje.
Docente en línea en el IF y del I.T.S.P.

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la realidad y las cosas. Para ello, alude a la fundamentación que hace la metafísica sobre la
existencia del ser, el cual, según diversas corrientes de pensamiento, como es el caso del
constructivismo, pretende construir los hechos, no por si mismos, sino por nuestra
capacidad científica y racional de definirlos o entenderlos. En este sentido, el nuevo
realismo, parte de una propuesta no constructivista, pero si posicionada en la ontología. Es
decir, da cabida a la existencia y realidad de formas distintas ante los diferentes entes.

Partiendo así, se considera entonces una multiplicidad de los mundos, puesto que los
posibles significados del mundo caben dentro del universo, incluyendo tanto de objetos
como de conceptos. El nuevo realismo escapa así al sentido univoco del significado mundo,
sin embargo, se adentra al trabajo arduo de resaltar las distintas concepciones, acepciones y
descripciones del significado ‘mundos’, puesto que se presenta una amplitud de contenidos
en el término ‘mundo’. Vale la pena señalar que la misma filosofía ha incursionado en esta
noble tarea desde los albores de la historia.

Al momento de hablar sobre lo qué es el mundo, se tiene una pregunta sobre la misma
realidad. Por tanto, surgen una serie de cuestionantes que hacen referencia a los prejuicios,
a la historia y a las mismas interpretaciones narrativas sobre lo que versa la existencia.
Desde una reflexión crítica y analítica sobre aquello qué es la realidad, el autor se pregunta
dónde sucede todo, a lo que se aprecia como primera respuesta el concepto universo. Sin
embargo, dicha respuesta también puede tener diferentes connotaciones con respecto a la
realidad, por lo que la respuesta más apropiada es la consideración del ámbito de objetos.
En otras palabras, contamos con distintos campos de sentido o provincias ontológicas, que
dan pie a la explicación e interpretación de los hechos y las cosas.

Así es como el fisicalismo, intentando materializar la realidad, objetiva y proyecta las


distintas ciencias en función de demostrar, explicar e interpretar el objeto mundo. No
obstante, dicha objetivación y dicho objeto, no son posibles en una existencia unánime o
racional, debido a que la diversidad de objetos que contiene nuestro mundo, implica una
agrupación ontológica segmentada, tanto para la realidad como para la misma forma de
conocerlos. Es decir, las diferentes provincias ontológicas dependen de los distintos
ámbitos del habla, razón por la cual, los distintos reduccionismos fenomenológicos que se
hacen para desglosar y esquematizar, caen en distintas teorías del error.

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Estas teorías del error, como es el caso del constructivismo, han generado un enorme debate
entre físicos y filósofos. Los primeros abordan el conocimiento científico y experimental,
los segundos, abordan el conocimiento conceptual. Por tanto, considerando esta distinción,
nos encontramos en dos ámbitos o campos distintos del saber, lo que nos lleva a
comprender la realidad como acontencimientos diferenciados en una misma realidad. Este
problema de la filosofía de la ciencia ha caracterizado a la existencia humana, dentro de
muchos errores y fanatismos psicológicos equivocados.

De entrada, la existencia implica los distintos campos de sentido como unidades de


ontología básica, solo requieren su definición precisa y un conocimiento inequívoco. Aquí
se distingue una principal diferencia entre el realismo planteado por este autor y otros tipos
de realismos. Puesto que se vale de la metafísica como herramienta medular para se parar el
objeto y aquello que engloba a los objetos. Tal es el caso del mundo, que en realidad es un
superobjeto, puesto que engloba la realidad de la existencia de todos los objetos,
incluyendo la propia existencia humana. Ahora bien, otras teorías del error son el monismo,
y el dualismo. El primero, porque formula en una sustancia, que en todo caso es el mundo
como superobjetjo. En el segundo, porque señala la existencia de dos sustancias, la corporal
y la pensante, haciendo del mundo un cierto determinismo entre lo material y lo espiritual,
situación que termina generando un problema mayor para la demostración cognitiva del
objeto mundo. Por otra parte, el pluralismo, siendo una corriente que puede caer en cierto
error, es el más atinado con su concepción de monadas, es decir, muchas sustancias. Esta
corriente, más difícil de refutar, considera que hay una diversidad de objetos particulares
que tienen parte o relación con el todo. Esta idea, concerniente a la mereología, forma una
sumatoria diferenciada que facilita el entendimiento de la realidad.

Esta situación nos arroja a una serie de diferencias, tanto absolutas como relativas. Pero
estas diferencias, pueden ser absolutas en el campo de la ontología, generando entonces,
diferencias absolutas y diferencias relativas. Lo que concierne a una diferenciación
ontológica de los seres, según su contexto conceptual, real, material o lingüístico. Estos
contextos se denominan campos de sentido. Esto nos da pauta para asimilar una de las tesis
principales del realismo de este autor, a saber, lo que acontece en el mundo, aparece en un

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campo de sentido y da como resultado la existencia de dicho objeto que pretende ser
reconocido y comprendido.

La ontología de los campos de sentido, es entonces la afirmación por la que existe algo y no
más bien nada, es decir, lo que aparece y acontece es el sentido de los objetos, y por ende,
la justificación de su existencia. El mundo como tal, es pues el campo de sentido de todos
los campos de sentido, por consiguiente, no puede existir como objeto tal, sino como un
superobjeto que engloba todos los sentidos en que aparecen los objetos. Queda así
demostrada la inexistencia del mundo por este autor. Siendo así este planteamiento, en el
mismo texto se consideran otras posturas que pretenden reforzar la tesis principal, como es
el caso del superpensamiento. Para explicarlo, se propone la tesis de la inexistencia del
mundo como un principio de ontología negativa, a la que se le contrapone el principio de
ontología positiva. En este último principio, el positivo, se debe considerar la existencia de
un infinito número de campos de sentido, lo que lleva a formularlos como ciertos y sendos
objetos, lo que nos permitiría a firmar que el mundo es uno de estos objetos. Pero como
esto es imposible, dicho principio mentalista también cae en el error y se justifica aún más
la inexistencia del mundo. Debido a que el superpensamiento reflexiona al mismo tiempo
sobre el mundo como totalidad y sobre sí mismo, se pierde la objetividad y todo atisbo de
verdad. Caemos en un sinsentido al pensar que el mundo es un objeto al cual dar referencia
con el solo hecho de pensarlo como tal. Para el autor, rayaríamos en el idealismo absoluto.

Siguiendo con el nihilismo y la no-existencia, se concluye que ambos casos son


completamente refutables. Puesto que no hay un solo o único mundo, sino muchos mundos
pequeñitos, copias de cada uno de ellos, además de una inconmensurable cantidad de cosas
que existen tanto en el universo material como en el imaginable. A este hecho se le
denomina ontología fractal. Siguiendo el ejemplo de las figuras geométricas que se
componen por numerosas copias de si mismas.

Aún el nihilismo moderno es completamente absurdo. Se dice moderno para separarlo del
premoderno que solamente criticó los fundamentos de la metafísica. El actual y moderno
hace una crítica a todos los fundamentos racionales, por lo que cae en un fuerte relativismo.
Si bien este aspecto es cuestionable y debatible, se rescata la oportunidad de ubicar aquello
que se da en la imaginación, de aquello que existe realmente como determinado por la

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naturaleza. Con esta diferenciación, se obtiene una vía de acceso a las verdaderas ciencias
naturales, que separan lo que acontece en el mundo interior y subjetivo del individuo, del
mundo exterior y objetivo. De hecho, una de las principales criticas que se hacen a las
ciencias naturales, es la falsa concepción que proponen de la imagen del mundo.

Se asienta así otra de las tesis principales del autor, a saber, ni el hombre es la mesura de las
cosas, ni las mismas ciencias son principio de mesura de la realidad. Ambos son una
construcción dinámica y continua en un sinfín de realidades que atañen a cada uno de los
dos. El cientificismo y en general las ciencias, han logrado grandes hazañas para la
conquista del mundo y de la misma naturaleza humana, pero no podemos caer en una
disolución de la teoría del conocimiento y la ontología como fundamentos del saber
humano.

El naturalismo y su justificación científica de la imagen del mundo fracasan, así como sus
principales expositores, puesto que la objetividad de la razón, persiste por si sola. No se
trata de buscar antídotos para la solución de los problemas de la existencia humana, sino de
evitar fetichismos o teísmos absurdos que solamente justifican posturas de intereses
particulares. En este sentido, caer en el creacionismo o justificación de lo sobrenatural, para
defender la existencia mundana o de lo que consideramos es objeto de ser en el mundo,
quedan muy lejos de una atinada reflexión filosófica. El monismo materialista puede ser
entonces un gran peligro para diferenciar la realidad de sus verdaderos campos de sentido.

Las identidades lógicas son entonces elementos de base y estructuras clave para entender el
libro de mundo, pero sin perder contacto con el universo de lo real en su diversidad de
niveles conceptuales y materiales. El realismo conoce las cosas por si mismas y no
solamente contiene un realismo científico, el cual, conoce mediante teorías, métodos y
experimentos. Es importante recordar que el realismo que se propone, no es un
nominalismo. De hecho, el nominalismo solo generaliza el conocimiento mediante nombres
y conceptos, dejando a un lado las estructuras que contienen una diversidad de sentidos
ónticos y, por tanto, materiales. En consecuencia, la realidad es así, tanto modelada como
estructurada. En otras palabras, la realidad para este autor es pensada, hablada y
comprendida, como un hecho y suceso innegable.

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El autor defiende así su postura realista, alejando toda posibilidad de representacionalismo
mental. Este realismo no descuida la veracidad y su conjunción con el tipo de existencia de
los objetos. Mantiene a una mano los conocimientos ciertos y en la otra, aquello que es
verdadero en la razón y el intelecto. Si bien estos argumentos contienen un debate
metodológico, se aproximan a un cierto sentido común, al diferenciar las verdades objetivas
de las subjetivas. Siendo las segundas, las más proclives en el comportamiento humano.
Con esta forma de argumentar, se salvan los predicados subjetivos y se esclarece la realidad
de un predicado que busca evitar el error. Por cierto, Markus Gabriel señala que el
constructivismo es una fuente de continuos errores, razón por la cual, contamos con una
imagen de mundo tan errada. En suma, no podemos contar con una teoría del todo y mucho
menos con una teoría del mundo. Para nuestro autor, es falso que todo este conectado con
todo, pues en algún momento, los conocimientos y los objetos, muestra y externan sus
límites, diferencias y discrepancias. Por tanto, debido a que esto último es lo real y
verdaderamente factico, se opone al constructivismo filosófico y científico.

Queda entonces un cumulo de realidades que son relativas a un cierto sistema epistémico.
Para explicar esto último, podrían señalarse tanto posturas de un constructivismo
hermenéutico, como posturas de un neuroconstructivismo. Sin embargo, en estas dos
perspectivas, se tiene una universalización del realismo de la razón que pretende esclarecer
las cosas, sin salir de un bucle iterativo o circulo vicioso, significado-significante. La
propuesta de este autor, se acerca a ser más objetiva, pues considera que es más sano
mantener la aceptación de los límites de la razón y del conocimiento.

En el caso de las aplicaciones de esta manera de pensar, por ejemplo, tanto en el arte como
en el caso de la religión, se aplica la tesis de la inexistencia del mundo, con la finalidad de
replantear la teoría del arte y la filosofía de la religión, buscando su verdadero sentido en la
misma naturaleza y condición humana. Promoviendo así, la reconstrucción y búsqueda del
humanismo que requerimos al comienzo de este nuevo siglo. Se atina así, a la critica ante el
consumismo y duplicación tanto de las cosas como de las experiencias, consideradas ciertas
o verdaderas por sus marcas y no por sus sentidos profundos que contiene la belleza y la
apreciación de lo infinito.

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La búsqueda fáctica del sentido de la existencia, sobrepuja en todo caso a la vida humana.
Lo que nos catapulta más allá de una simple filosofía de la existencia a una verdadera
existencia. Tarea inigualable de toda vida humana. Esta es la verdadera expresión del
espíritu y la función de Dios para con los seres humanos. Nuestro trabajo deberá consistir
en quitar el pensamiento turbio de un espíritu errado. La modernidad tiene mucha culpa de
ello, debido a la gran cantidad de ambivalencias que ha generado en torno a lo bueno, lo
justo o lo bello, por lo que es urgente entender las diferencias entre el sentido y la
referencia de todas las cosas o entes que existen en el universo. Hasta este punto de la
lectura, el autor utiliza ciertos elementos de la teoría hermenéutica, sin embargo, no los
señala o no los hace evidentes en este tratado.

En este último aspecto, debemos ser cuidadosos con el demonio de la analogía. Se


considera como demonio puesto que es capaz de confundir lo que existe de aquello que
solamente es un referente del conocimiento. La analogía como tal, implica reflexividad en
el pensamiento, especialmente en aquel pensar que configura el arte. De igual manera,
necesitamos comprender la diversidad de circunstancias, perspectivas y puntos de vista,
para mantener un diálogo abierto y asertivo. Como epilogo, se hace una severa crítica a la
televisión, que ha fungido en la actualidad como dador de sentido y generador de
ideologías. Dados los muchos sentidos de vida que se muestran en la televisión, es fácil
caer en el irracionalismo, en el subjetivismo y en el irrealismo.

La lectura de este texto, es un referente obligado para debatir con las concepciones
modernas de la filosofía. Desde un balance crítico, la lectura nos sumerge en el debate
actual y contemporáneo que nos ofrece los medios masivos de comunicación, el internet y
la televisión. Contribuye a replantear el verdadero sentido de la enseñanza de la filosofía,
así como esclarece una de las teorías fundamentales de la ciencia moderna: el realismo.

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Bibliografía:

Gabriel Markus. Por qué no existe el mundo. México: Océano; 2016.

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