Libro Redactar para Convencer

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Roberto Ruiz Báez

REDACTAR PARA CONVENCER

Teoría y práctica
de la redacción jurídica
expositiva y argumentativa
Cuarta edición, revisada
Redactar para Convencer: Teoría y práctica de la redacción jurídica expositiva
y argumentativa.
© Roberto Ruiz Báez.
Cuarta edición, revisada. 2018.
Diseño de carátula: Isabel Valdivieso.

Todos los derechos reservados. No se permite reproducir, almacenar en


sistemas de reproducción de la información, ni transmitir esta publicación o
alguna de sus partes, cualquiera sea el medio empleado tanto electrónico,
mecánico, fotocopia, grabación ni de ninguna otra índole, sin el permiso previo
del autor o titulares de la propiedad intelectual.
A la memoria de mi
padre, Rafael Ruiz
Carrillo.
A mis hijos:
Juan Rafael,
José Manuel
y Ana Cristina.
INDICE GENERAL
Presentación
Prólogo a la cuarta edición,
revisada. Prólogo y
agradecimientos.
Objetivo y justificación
1. Objetivo de Redactar para Convencer.
2. Justificación de Redactar para Convencer. El abogado
como escritor.

INTRODUCCIÓN
Comunicar y convencer
1. Importancia de la comunicación.
2. La palabra como medio de comunicación.
3. El abogado y la comunicación. El uso del idioma.
4. “Principios del escritor”.
4.1. El norte de todo escrito es el
lector. 4.2. El estilo es la persona.
4.3. El lenguaje del abogado asesor.
4.4. Piense: ¿Qué pretendo con este
escrito? 4.5. Primero pensar; luego
escribir.

PRIMERA PARTE
El proceso de redactar
Introducción
I. Principios orientadores de todo escrito
expositivo y argumentativo y de cada una de sus
partes.
1. Unidad. Todo escrito debe tratar un tema y sólo uno.
2. Autocontención: todo escrito debe ser autoexplicativo.
3. Coherencia: todo escrito debe seguir un esquema.
4. Concatenación: en todo escrito cada idea debe llevar a
la siguiente.
5. Estilo apropiado.
II. Cómo redactar párrafos unitarios: coherentes y fluidos
1. El párrafo es la unidad de redacción del razonamiento en
un escrito expositivo y argumentativo.
2. Coherencia.
2.1. Introduzca el tema.
2.2. Desarrolle el tema del párrafo.
¿Cómo desarrollar el párrafo?
¿Cuánto apoyo debe tener un
párrafo? Mantenga la ruta.
2.3. Métodos para desarrollar los párrafos expositivos
y argumentativos.
A. Ejemplo.
B. Causa y efecto.
C. Análisis del proceso.
D. Definición.
a. Definiciones nominales y reales.
b. Definiciones formales o informales.
c. Definiciones consensuales, especializadas,
ad hoc e ideales.
d. Definiciones por sinónimos.
e. Definiciones por negativos.
f. Definiciones por metáforas y símiles.
E. Comparación y contraste.
F. Clasificación.
2.4. Otros métodos de desarrollo de los párrafos.
A. Desarrollo por analogía.
B. Desarrollo del principio legal.
C. Resumen de lo anterior.
D. Calificación
2.5. Párrafos expositivos y párrafos argumentativos.
Diferencias.
2.6. Ideas prácticas para aplicar los métodos de
desarrollo de párrafos.
2.7. Ubicación alternativa de la oración
tema. 2.8. Párrafos sin oración tema
expresa.
2.9. Resumiendo el principio de unidad del
párrafo. 2.10. Mantenga el orden de los párrafos.
2.11. Evite el desorden.
3. Fluidez.
3.1. Palabras de conexión.
3.2. Frase de resonancia de la
anterior. 3.3. Frase resumen.
3.4. Los pronombres.
3.5. Las oraciones correctamente construidas.
3.6. La puntuación ayuda a la fluidez.
4. Ejercicios.
III. Cómo construir oraciones con poder persuasivo
1. ¿Qué es una oración?
2. Cómo redactar oraciones convincentes.
2.1. Siga el orden normal de las oraciones: sujeto, verbo
y complementos.
2.2. Aproveche los principales elementos de la oración.
2.3. Diga una idea después de la otra y no una idea
dentro
de la otra.
2.4. Ordene sus oraciones complejas.
2.5. Evite las construcciones largas y enredadas
2.6. Ponga el modificador junto a la palabra o la
frase modificada.
2.7. Ponga la idea principal en la oración principal.
2.8. Mientras más difíciles sean los conceptos que
quiere explicar, use oraciones más cortas con
menos ideas en cada una.
2.9. Para ganar contundencia ponga las palabras
importantes al principio y al final de la
oración.
3. Tipos estilísticos de oraciones compuestas.
3.1. Oraciones de valor limitado para la redacción
jurídica expositiva y argumentativa.
A. Yuxtapuestas segregadas
B. Estilo llamado de tren de carga y el
de coordinación múltiple.
C. La tríada.
D. La oración balanceada
3.2. Oraciones de mayor utilidad para los escritos expositivos
y argumentativos.
A. Oraciones acumulativas
B. Oraciones periódicas.
C. Construcciones paralelas.
4. Varíe el uso de los recursos de
redacción. 5. Repertorio de oraciones.
IV. Precisión: escoger la palabra correcta.
1. Objetivo: ser preciso con un idioma
potencialmente impreciso.
2. Causas de imprecisión de las palabras.
2.1. Una palabra puede ser imprecisa por ser general
y ambigua.
2.2. Otras veces la ambigüedad se debe a la falta
de definición de la palabra.
2.3. La ambigüedad de una palabra también se
puede deber a su posible doble interpretación.
2.4. Cuidado con las palabras equívocas.
2.5. Denotación y connotación.
2.6. Cuidado con los adjetivos y los adverbios:
son imprecisos.
2.7. Usar pronombres unas veces ayuda a la
precisión, otras crea ambigüedad.
3. Cómo expresarse con precisión.
3.1. Escoja la palabra
adecuada. 3.2. Use el
diccionario.
3.3. No tema repetir la palabra
precisa. 3.4. Cumpla las reglas de
redacción.
4. Cuidado con algunas palabras.
V. Concisión: decir sólo lo que hay que decir
1. Objetivo: decir sólo lo que hay que decir.
2. Elimine las palabras innecesarias.
3. Elimine la palabrería introductoria o “de calentamiento”.
4. Evite las palabras sin sentido.
4.1. No defina lo conocido por el lector
4.2. Elimine lo que está claramente implícito
4.3. No abra temas que no desarrollará
4.4. Las palabras como “así sucesivamente” suelen sonar
fuera de lugar y a menudo chocantes.
5. Evite la repetición innecesaria.
6. No toda repetición es defectuosa.
7. Reescriba.
8. Ejercicios.
VI. Sencillez: la palabra cotidiana lo dice mejor
1. Objetivo: comunicar. La palabra cotidiana comunica mejor.
2. Cuatro principios para ganar sencillez.
2.1. Prefiera la palabra familiar a la rebuscada.
2.2. Prefiera la palabra concreta a la abstracta.
2.3. Prefiera la palabra simple a la
circunlocución. 2.4. Prefiera la palabra o frase
corta a la larga.
3. Evite el exceso de sustantivos.
4. Evite sustantivar verbos u otras palabras.
5. Prefiera las expresiones directas a las
evasivas. 5.1. Palabras acuñadas y
muletillas.
5.2. Palabras aparentemente refinadas.
5.3. Eufemismos.
5.4. Jerga.
6. Cuando tenga a mano una palabra castellana, evite
la palabra extranjera.
7. El lenguaje sencillo escrito es diferente del
lenguaje sencillo hablado.
8. Límite de la sencillez.
9. El maestro equilibra sencillez y madurez.
10. Simplificar es podar.
11. Ejercicios.
VII. Claridad: Cuidar las expresiones
1. Objetivo: que el escrito se entienda fácilmente a
la primera lectura.
2. Si las ideas son confusas la redacción será
confusa. 3. Evite la ambigüedad por asociación.
4. Asegúrese de que sus pronombres tengan antecedentes.
5. Cuidado con los negativos dobles.
6. Distinguir entre conjuntivo y disyuntivo.
7. Cuidado con “el primero” y “el último”; con “éste”
y “aquél”.
8. Cuidado con las fechas, términos y
plazos. 9.La voz pasiva puede ser ambigua.
10. La puntuación afecta la claridad.
11. Una preposición cambia el significado.
12. Evite “castigar” al lector con alardes innecesarios
de sabiduría.
13. Ejercicios.
14. Cuando uno no quiere ser claro.
VIII. Contundencia I. Poder persuasivo.
I. Objetivo: convencer.
II. Motivaciones de fondo que mueven a
las personas a decidir.
1. Motivaciones racionales.
1.1. Jurídicas.
1.2. Extrajurídicas.
1.3. Informar objetivamente convence más al
lector culto que presionar abiertamente.
2. Motivaciones no racionales.
2.1. Ordenar o indicar abiertamente puede ser
contraproducente. En ocasiones puede ser
más efectivo sugerir.
2.2. El escritor convence más si logra que el lector
encuentre que lo que se le propone se conecta
con sus verdades, principios y valores ya
sabidos.
2.3. Convence más lo que se dice con seguridad
y convencimiento.
2.4. Si el escrito está llamado a convencer y
provocar acciones, puede ser conveniente
incluirle entusiasmo y pasión.
2.5. La opinión de la
mayoría. 2.6. Lo que dice la
autoridad.
2.7. El tono amable convence más que
el enfrentamiento y la pelea.
2.8. La forma de preguntar puede inducir la
respuesta. 2.9. El escritor debe tomar en cuenta los
afectos y los
sentimientos personales del destinatario.
IX. Contundencia II. El estilo convincente
III. Motivaciones de forma. El estilo convincente.
1. Cómo no ser convincente.
1.1. Con medios mecánicos.
1.2. Con afirmaciones, adjetivos y
adverbios extremos o exagerados.
1.3. Con falsos enfatizadores.
2. Escoja la palabra o expresión convincente.
2.1. Use verbos.
2.2. Exprésese en forma afirmativa, no negativa.
2.3. Use palabras concretas y específicas en vez
de generales y abstractas.
2.4. No califique innecesariamente.
2.5. Use figuras literarias.
2.6. Cuidado con los clichés y las
perogrulladas. 2.7. Reiterar para convencer.
X. Un toque artístico
1. Motiva mejor lo que se lee con gusto.
2. Ritmo y métrica.
3. Evite las rimas, la cacofonía y los sonidos chocantes.
4. Aliteración.

SEGUNDA PARTE
Estructura de la opinión jurídica
Explicación necesaria
I. Objeto y partes de la opinión jurídica. La pregunta, los
hechos, la respuesta y el razonamiento legal.
1. Objeto de la opinión jurídica.
2. Partes de la opinión
jurídica. 2.1. La pregunta.
A. Primera tarea: precisar la pregunta.
B. Al precisar la pregunta, el abogado debe
determinar el tipo de respuesta que espera el
cliente.
C. Atención a las finalidades secundarias de
la consulta.
D. ¿Debemos siempre dar una respuesta escrita?
E. Ubicación de la pregunta.
F. Forma de enunciar la pregunta.
2.2. Los hechos.
A. Determinación de los hechos.
B. Narración de los hechos.
C. Ubicación de los hechos.
2.3. La respuesta.
A. El criterio legal estricto.
B. El destinatario de la opinión.
II. Objeto y partes de la opinión jurídica (continuación).
El razonamiento jurídico 1.
2.4. El razonamiento jurídico.
2.4.1. Principios generales
A. Formas de razonar aplicables a toda
investigación en las ciencias humanas.
a. Observación.
b. Análisis.
c. Síntesis.
d. Deducción.
e. Inducción.
B. Notas sobre nuestras habilidades para pensar
y razonar.
a. Las habilidades de pensamiento según
Benjamín Bloom.
b. Pensamiento estratégico.
c. La inteligencia emocional.
d. Pensamiento sistémico.
e. Pensamiento crítico.
f. Adquisición y desarrollo de estas habilidades por
el abogado.
C. Aplicación de los principios generales a
la investigación jurídica.
a. Al estudiar unos hechos determinados a la luz
del derecho, el razonamiento del abogado
debe ser al mismo tiempo inductivo y
deductivo.
b. El pensamiento del abogado al redactar
una opinión no es sólo lógico. Es
práctico.
c. El abogado no puede proceder como el
investigador científico: por ensayo y error.
d. Razonamiento al estudiar y razonamiento
al exponer.
2.4.2. El razonamiento del abogado en una opinión legal
consiste específicamente en manejar y aplicar
las fuentes de derecho.
A. Cubrir todas las fuentes.
B. Usar el recto juicio y la hermenéutica jurídica.
C. Tener una actitud crítica frente a las
soluciones dadas.
2.4.3. Alcance y madurez del razonamiento jurídico
A. Método de razonamiento seguido hasta
ahora.
B. Razonamiento del abogado frente a la deficiencia
de la norma jurídica, de la práctica administrativa
o del entorno político.
a. Razonamiento jurídico y política.
b. Razonamiento legal y patología del derecho.
i. La injusticia.
ii. Otras patologías:
inconstitucionalidad, ilegalidad,
arbitrariedad.
iii. La inconveniencia.
C. Razonamiento jurídico y creación del derecho.
a. El proceso de razonamiento al redactar para
crear derecho es inverso al utilizado para
aplicar o interpretar el derecho existente.
b. El redactor debe considerar la utilidad y la
fuerza del derecho como instrumento
constructivo de estructuras y relaciones
sociales.
c. Razonamiento legal y redacción de la
primera constitución o, según Kelsen, de la
“norma supuesta”.
III. Objeto y partes de la opinión jurídica (continuación).
El razonamiento jurídico 2.
2.4.4. El razonamiento al estudiar la consulta.
A. Errores comunes de enfoque del problema y
de organización del pensamiento.
a. Precipitarse a responder.
b. El abogado “no se
puede”.
c. Buscar la respuesta en la práctica
administrativa. d. La rutina: “Aquí siempre lo
hemos hecho así”. e. Tener la conclusión y luego
forzar el apoyo.
f. Escribir sin digerir.
B. El proceso de organización del pensamiento al
estudiar la respuesta de una consulta jurídica.
IV. El estilo en los escritos expositivos y argumentativos
1. Cada escrito exige un estilo determinado.
2. El estilo de la opinión
jurídica. 2.1. Principio
general.
2.2. Recomendaciones particulares sobre el estilo.
3. Notas sobre el estilo en los escritos persuasivos.
4. El estilo que los jueces
prefieren. V. CONCLUSIÓN
APÉNDICE 1. ¿Qué podemos comunicar con la palabra?
APÉNDICE 2. Tendencia de las personas a seguir las opiniones
dadas y lo establecido por la autoridad.
APÉNDICE 3. El uso de palabras extranjeras.
Bibliografía
Índice de personas citadas
PRESENTACIÓN
Con gran satisfacción colocamos en manos de los lectores una obra de
gran valor académico escrita por el profesor Roberto Ruiz Báez. Para la
Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello, y para mí en lo
personal, es motivo de orgullo publicar un estudio que recoge largos años de
reflexión y de trabajo científico basados en la experiencia acumulada por el
autor en su desempeño profesional como asesor de importantes escritorios
jurídicos y empresas nacionales e internacionales. El acicate fundamental para
su culminación fue la incorporación del Dr. Ruiz Báez en el cuerpo docente de
nuestra Facultad, en los cursos de redacción jurídica que hace tres años
incluimos en el plan de estudios de la carrera de Derecho. Desde su ingreso a
nuestro personal docente quedó de manifiesto su voluntad de volcar en los
estudiantes todo lo aprendido en los más de treinta años de actividad
profesional, en lo concerniente a las destrezas requeridas para comunicarse por
escrito nítida y eficazmente y con mayor poder de persuasión.
La revisión del libro que presentamos patentiza el enorme vacío que
tradicionalmente han dejado los planes de estudio de la carrera de Derecho en
lo que atañe al adecuado uso de uno de los instrumentos fundamentales para el
ejercicio de la profesión: la palabra escrita. Pese a arrastrar errores expresivos
consolidados por la reiteración, muchos abogados han llegado a afinar su
redacción y han alcanzado la claridad, coherencia y contundencia que facilitan
la tarea de persuadir con base en el Derecho. En los últimos años ha crecido,
sin embargo, la preocupación por la sistematización de los criterios que pueden
ser de utilidad para mejorar la redacción jurídica y el libro que hoy ve la luz así
lo prueba. Su gran virtud es que además de formular consejos para el
perfeccionamiento de la redacción en lengua castellana, se nutre de las
peculiaridades de la redacción de documentos legales de diversa índole y de las
máximas de la argumentación jurídica, y se afinca en el objetivo preponderante
en el razonamiento jurídico: convencer al destinatario o destinatarios del
discurso.
Mediante una sabia combinación de sencillez y agudeza, el autor explica
directrices que permiten el dominio de la palabra y una mayor libertad para la
manifestación del pensamiento; en el desarrollo de cada tema acude a ejemplos
concretos y al análisis de textos. Sus metas van más allá de la pureza estilística
y se orientan al sometimiento del lenguaje a los fines comunicativos del
redactor, tomando en cuenta el propósito del escrito, su destinatario y su
contexto. Ello lo
consideramos esencial para la formación de nuestros estudiantes, que no sólo
cargan con deficiencias gramaticales provenientes de los niveles educativos
previos, sino que además evidencian serias debilidades a la hora de expresar
por escrito, de manera ordenada y coherente, una idea que comprenden de
manera cabal.
La relevancia que ha adquirido la oratoria en el medio jurídico, en virtud
del mandato constitucional de establecer la oralidad en todos los procesos, la
cual también se ha visto reflejada en el diseño curricular de la carrera, en modo
alguno resta significación a los esfuerzos que en este libro desembocan. No
sólo porque existe un amplio espectro del trabajo jurídico que seguirá
discurriendo a través de textos, compuesto por dictámenes, contratos, leyes,
reglamentos y sentencias o laudos arbitrales, entre otros, sino también porque
aun dentro del proceso oral la escritura seguirá presente, para la
formalización de ciertas alegaciones o actuaciones e incluso como paso
previo ineludible para la buena preparación de la exposición y el mejor
aprovechamiento del limitado tiempo asignado.
Redactar para Convencer es una obra pionera en la materia en la
literatura venezolana e incluso en la de lengua castellana, que colmará las
necesidades de formación de los estudiantes y profesionales del Derecho.
Esperamos que la continuidad en la labor docente permita al profesor Ruiz
Báez el constante enriquecimiento y ampliación de este brillante estudio.
Jesús M. Casal H.
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN, REVISADA.
Con mucho gusto pongo a disposición de los estudiosos de la redacción
jurídica, expositiva y argumentativa, esta nueva edición de Redactar para
Convencer, en la cual he incorporado algunas mejoras derivadas de la
experiencia de doce años de docencia utilizando su texto. Algunas mejoras son
de maquillaje; cambié algunas palabras o frases por otras más precisas o claras;
incorporé, además, nuevos ejemplos por su valor demostrativo. Otras son
ampliaciones, como en el tema del razonamiento jurídico, que perfeccioné con
algunas ideas nuevas, con el deseo de que puedan ser útiles a los lectores.
Espero que con estos retoques Redactar para Convencer siga siendo un
instrumento adecuado para la docencia y para ayudar a optimizar la calidad de
la redacción profesional.
Quiero agradecer a la doctora Irma Behrens de Bunimov, Directora de la
Escuela de Derecho de la Universidad Central de Venezuela, por haber
incorporado a la oferta docente de la Escuela el seminario Redactar para
Convencer, que dicté en sus aulas mientras la salud me lo permitió. A las
Doctoras Virginia Tenías de López y Eliana Pardi, Directoras (saliente y
entrante) de la Escuela de Derecho de la Universidad Monteávila, por impulsar
los cursos de redacción expositiva y argumentativa en su Escuela. Y a los
doctores Mario Eugui y Ernesto Fronjosa por su invitación para adecuar el
contenido de Redactar para Convencer a la materia "Redacción Comercial" en
los cursos a distancia programados por la Universidad Metropolitana de
Caracas.
Agradezco al doctor Alfredo Parés, Director de la Escuela de Derecho de
la Universidad Católica Andrés Bello, por su constante apoyo.
Una palabra de agradecimiento y reconocimiento para todos y cada uno
de los estudiantes de derecho de la Universidad Católica Andrés Bello y de la
Universidad Central de Venezuela, que escogieron la materia de redacción
como parte de su formación profesional. Sé del esfuerzo de cada uno por
adquirir la destreza de redactar profesionalmente a fuerza de entender cada
principio de redacción y aplicarlo adecuadamente, hasta lograr una opinión
jurídica impecable.
Agradezco de corazón la lealtad y la paciencia de mis amigos, excelentes
profesionales y profesores, que han apoyado este trabajo con sus ideas sabias y
oportunas: Pedro Paúl Bello, Paciano Padrón Valladares y Arlán Narváez. Y
un
agradecimiento particular a Dirk ter Horst, que insistió en impartir un taller de
redacción a ingenieros, economistas y administradores. Adaptar los principios
de redacción a otros profesionales fue una experiencia útil y valiosa para los
participantes.
Y a mi querida esposa, Montserrat Marigó de Ruiz, quiero agradecerle las
horas de dedicación dirigidas a garantizar el éxito de esta edición revisada,
particularmente en lo relacionado con su calificación profesional, como
psicólogo, en las áreas de gerencia, inteligencia, motivación y comunicación
humanas.
Enseñar a redactar profesionalmente puede llegar a ser un objetivo central
de la educación universitaria. Porque aprender a escribir, en definitiva, es
aprender a pensar y a comunicar. Es desarrollar y madurar el pensamiento
crítico, autónomo, de cada profesional, en cualquier especialidad que estudie.
Podemos estar seguros de esto: un estudiante que puede obtener un título
universitario, tiene la capacidad para convertirse en un escritor ordenado y
profesional. Para lograrlo, debemos proporcionarle los principios de redacción
y entrenarlo con la metodología adecuada.
Aprender a redactar requiere dedicarle un esfuerzo enfocado a
comprender los principios de redacción y a practicarlos. Para alcanzar la
maestría este esfuerzo debe ser continuado por mucho tiempo, consciente,
paciente, perseverante. Y para que tenga resultados óptimos, usualmente debe
hacerse con gusto. Como Mario Vargas Llosa cuando escribe o Fernando
Botero cuando pinta. Nadie los obliga a escribir o a pintar.
Cuentan que en una visita de la campeona de tenis Martina Navratilova a
un colegio de niñas, una niñita le preguntó: “¿Si yo quiero llegar a ser
campeona de tenis tengo que practicar cada día tantas horas como tú?” Martina
le respondió: “Si te haces esa pregunta nunca llegarás a ser campeona.”
PRÓLOGO Y AGRADECIMIENTOS
El año 1978 trabajé como abogado asociado al bufete Baker & McKenzie.
Durante ese año los directivos del bufete me asignaron casi exclusivamente a la
tarea de redactar opiniones. Para ayudarme a hacer esta tarea profesionalmente,
el doctor Malcolm Caplan dedicó muchas horas de su tiempo a mi
entrenamiento. Me dio material de lectura invalorable, utilizado por la firma
para entrenar a sus abogados en el arte de escribir. Pero, además, se sentó
conmigo para indicarme cómo escribir. Revisó mis borradores, tachó sin
clemencia los párrafos y las oraciones inconsistentes, me indicó como
reorganizar mis pensamientos hasta asegurar que el producto final fuera una
opinión clara, concisa y convincente. Considero ese entrenamiento uno de los
privilegios que he tenido en la vida.
Desde que recibí ese entrenamiento pensé que lo aprendido debía estar al
alcance de todos los abogados y de los estudiantes de derecho en Venezuela y,
en realidad, de todos los escritores en lengua castellana. Aprender a escribir
tiene que ver con aprender a pensar y a comunicar. Esas son tareas
fundamentales de todo abogado, y particularmente del abogado asesor.
La ocasión se presentó cuando los licenciados y amigos Nelly Ballesteros
y Gustavo Hidalgo, organizadores incansables de cursos de entrenamiento para
profesionales, me propusieron preparar un curso de redacción de opiniones
legales. Inmediatamente acepté la propuesta y me dediqué con entusiasmo a
trabajar: a) ordenar el material que había ido recopilando durante los 23 años
siguientes al entrenamiento recibido; y b) darle coherencia en una armazón
consistente en castellano. Fruto de ese trabajo es este libro.
Quiero agradecer al doctor Caplan por su paciencia y enseñanzas. A los
doctores Clarence Mann y Hope Camp, consultores jurídicos internacionales
de Sears, Roebuck and Co., quienes me enseñaron cómo ser abogado consultor
de la gerencia. A mis amigos y colegas que me apoyaron para redactar este
libro: al Dr. Otto Carrasquero Martínez, abogado municipalista y, además,
asiduo estudioso de nuestro idioma y de otras lenguas, quien se tomó el trabajo
de leer una y otra vez los borradores, suministrarme bibliografía de apoyo y
hacerme innumerables sugerencias; a los doctores José Antonio Pérez Osuna,
Enrique ter Horst y Bernardo Loreto Yanes por sus invalorables comentarios al
texto de este escrito y por su lealtad desde la época de estudios en la
Universidad Central de Venezuela; al Dr. Lorenzo Eduardo Fernández
Escobar, por haber insistido en
que aceptara impartir los cursos de redacción de opiniones legales y por su
constante ayuda. A mis amigos el sacerdote y antropólogo Ignacio Castillo
Sosa, S.J., José Manuel Arregui, empresario e inspirado escritor, al Dr.
Santiago Ortega Córser, a mi apreciada colega Irma Bontes Calderón y a
Guadalupe Vargas, integrante de la primera promoción de estudiantes de
“Técnicas de Redacción Legal”, quienes me hicieron críticas sabias y
oportunas al borrador de este trabajo. A mi amigo, el Dr. Elías Reif,
Vicepresidente de Sears, Roebuck de Venezuela, S.A., y luego asesor en
mercadeo, quien me orientó atinada y generosamente en el enfoque de mi
profesión hacia el mercado.
Como asesor gerencial tuve la oportunidad de trabajar con profesionales
y empresarios que motivaron mi inteligencia y mi creatividad y con quienes
aprendí cada día. Entre ellos tengo el gusto de señalar a los señores John M.
Werner, Presidente de Alimentos Heinz, C.A., Fred C. Eaton, Presidente de
Sears, Roebuck de Venezuela, S.A., Jorge Menéndez, Director de Mercadeo y
Ventas de Alimentos Heinz, C.A., Bernardo Nouel Couput, fundador y
Presidente de Nouel Ingenieros Consultores, C.A., Rómulo Carrizo Abreu,
José Rafael Malpica, Miguel Ignacio Purroy, María Teresa Vilima y Ronald
Ortega López, los colegas Lucía Eva Ramos de Pérez Osuna, Eduardo
Machado Iturbe, Teresa María Sanabria de Lozano, y a los ingenieros
Leonardo Alcalá Guevara, Andrés Olavarría, Luis Eduardo González Mujica,
Antonio Guzmán Parés, Carlos Hail y Manuel Porras, a quienes estoy
permanentemente agradecido.
Agradezco al Dr. Ricardo Márquez por invitarme a integrar el equipo
profesoral de la Universidad Católica Andrés Bello. Y particularmente al Dr.
Jesús María Casal, Decano de la Facultad de Derecho, y a los miembros del
Consejo de Facultad, por iniciar el seminario “Técnicas de Redacción Legal”,
cuyo objeto es el contenido de Redactar para Convencer. También agradezco
al Dr. Emilio Píriz Pérez, Director de Biblioteca y Publicaciones, y a la
profesora Ana Teresa Rodríguez, correctora de pruebas. Ellos han hecho
posible esta publicación.
Cuando pienso en el aprendizaje de la lengua, desde la escuela primaria,
vienen a mi memoria las clases de los profesores del Colegio San Ignacio de
Loyola. Veo a la Madre Múzquiz, nuestra maestra de tercer grado, dibujando
en el pizarrón, con sus tizas de todos los colores, las clasificaciones de los
sustantivos y de los adjetivos. Recuerdo las explicaciones de los Padres José
Ignacio Urquijo y Luis Molina, así como del profesor Críspulo Ocando, que
incentivaron en sus alumnos el amor por la lengua y la literatura. Y, por
supuesto, tengo presentes los consejos del Padre Pedro Pablo Barnola,
Presidente
de la Academia Venezolana de la Lengua. Es el equipaje que se lleva en el
morral espiritual.
En este ejercicio de recuerdos y agradecimientos, mi memoria me
remonta hasta la primera infancia: entre la penumbra de los años, veo a mi
papá, Rafael Ruiz Carrillo, leyéndonos cada noche un capítulo de “Dos Años
de Vacaciones”, de Julio Verne, para adentrarnos en el amor a la lectura. De
sus labios también oí las palabras de Andrés Eloy Blanco que aún resuenan en
mi mente: “A Dios que me dé tormentos, a Dios que me dé quebrantos, pero
que no me dé un hijo de corazón solitario”.
Y por último, quiero agradecerte, Montse, por las innumerables horas que
generosamente dedicaste a ayudarme con este trabajo.
OBJETIVO Y JUSTIFICACIÓN
1. Objetivo de Redactar para Convencer
Escribir es una práctica, como manejar un carro o tocar guitarra. Como
toda práctica, requiere principios teóricos que la orienten. El objetivo de este
libro es dotar a los estudiosos del derecho de instrumentos que los ayudarán a
mejorar su propio estilo y a redactar opiniones y escritos cada vez más claros y
precisos. El lector comenzará a conseguir sus metas de inmediato; pero siempre
tendrá el reto y el campo para perfeccionar su estilo. Mejorar el estilo requiere
un ejercicio permanente y disciplinado, pues la práctica hace al maestro.
Además de una práctica, escribir tiene mucho de ciencia y de arte. De
ciencia, porque uno debe dominar la materia de la que escribe; y de arte,
porque podemos comunicar la materia más árida con palabras y expresiones
armónicas. En este libro hablaremos de la escritura legal como práctica, como
ciencia y como arte.
Para lograr nuestro objetivo, el libro tiene dos partes. La primera se
refiere al proceso de redactar. Veremos cómo redactar párrafos coherentes y
fluidos; cómo construir oraciones con poder persuasivo; qué palabras escoger;
cómo mejorar el lenguaje y el estilo de escribir. Conoceremos ciertas normas
que nos ayudarán a redactar ordenada y claramente. En la segunda parte
presentaremos la estructura de forma y de fondo de una opinión legal. Al
estudiar la estructura de una opinión legal veremos cómo plantear el problema,
cómo razonar y llegar a las conclusiones y recomendaciones y cómo organizar
el pensamiento para redactar la respuesta. Las normas estudiadas también nos
servirán para redactar cualquier escrito expositivo y argumentativo, legal o no,
e incluso nos beneficiarán en la expresión oral.

2. Justificación de Redactar para Convencer. El abogado como


escritor
El abogado que ejerce su profesión es, en la mayoría de los casos, un
escritor profesional. Así dice el autor William Prosser, quien una vez escribió:
“El derecho es una de las principales profesiones literarias. Uno podría
atreverse a suponer que el abogado promedio en el curso de su vida escribe
más que un novelista”. “Sin embargo”, comentó el profesor de redacción legal
Steven D. Stark, “nosotros los abogados usualmente no nos consideramos
escritores profesionales”. [1] Tal vez por esa causa el entrenamiento del
abogado en el arte
de escribir deja bastante que desear en todos los países y en todas las culturas.
Y tal vez a eso se deba la fama de los abogados como escritores complicados,
al punto que un autor afirmó: “Cuando leo algo y no lo puedo entender, se que
fue escrito por un abogado” [2]. El extremo de la autocrítica profesional lo
logró humorísticamente Robert D. White, cuando en su libro Trials and
Tribulations: Appealing Legal Humor [3], nos regaló las diez desafortunadas
características de la escritura legal:
1. Nunca diga con una palabra lo que puede decir con diez.

2. Nunca use una palabra cotidiana cuando lo pueda decir


con una complicada.

3. Nunca haga una afirmación sencilla cuando aparezca


una de substancialmente mayor complejidad que logrará
objetivos comparables.

4. Nunca use el castellano cuando, mutatis mutandis,


pueda decir lo mismo en latín.

5. Califique virtualmente todo.

6. No tema repetir. No tema repetir.

7. Preocúpese por la diferencia entre “que” y “el cual”.

8. En los escritos procesales, lo que es defendible debe


escribirse; lo que es indefendible pero usted desea que
fuera, debería simplemente sugerirse.

9. Nunca se refiera a los “argumentos” del abogado


contrario; él sólo hace “aseveraciones” que, por cierto,
siempre son “aventuradas”.

10. Si una persona ordinaria puede leer un


documento de principio a fin sin quedarse dormida,
reescriba. [4]

Una de las causas de la desventurada fama de escritores complicados es la


complejidad de los conceptos que los abogados debemos manejar. Las
filigranas
mentales que usualmente hacemos para distinguir un supuesto de otro, una
consecuencia de otra, imperceptiblemente nos van llevando a utilizar muchas
palabras para definir, distinguir, matizar, aclarar. Además, en nuestro
aprendizaje hemos utilizado usualmente libros escritos por grandes maestros
del derecho de siglos pasados, que escribieron en un medio literario rebuscado
y con hábitos culturales hoy en desuso. Los autores de libros de derecho
reconocen que en las últimas décadas la escritura y la expresión han cambiado
radicalmente en el mundo. Hay una tendencia unánime al lenguaje directo,
sencillo, claro, que pueda ser entendido fácilmente por cualquier persona a la
primera lectura. Esta tendencia se aplica a la gerencia, a la administración, a la
publicidad, al periodismo, a la literatura y, por supuesto, al derecho. Ya las
cartas comenzadas con “muy señor mío” quedaron en el olvido, y las
expresiones: “obra en mi poder”, o “pláceme informarle” nos recuerdan
documentos amarillentos y llenos de polvo. El reto del abogado es conjugar la
precisión y la técnica profesionales con un lenguaje adecuado al mundo en que
vivimos.
Hoy en día el abogado no puede conformarse con ser autodidacta de la
escritura y confiar sólo en su intuición y buen tino. La civilización, que ha
analizado, tecnificado y sistematizado toda actividad humana, ha creado
herramientas que nos ayudan a redactar y a convencer. Los profesores de las
universidades más avanzadas han estudiado el proceso de escribir
profesionalmente y han desarrollado sistemas de redacción que nos
simplifican el aprendizaje y nos aseguran resultados inmediatos. En Europa y
Estados Unidos existen escuelas destinadas a estudiar y sistematizar el arte y
la técnica para redactar leyes, reglamentos y contratos, así como para redactar
profesionalmente otro tipo de documentos. Al menos en inglés existe literatura
abundante sobre redacción legal.
Las reglas deben ser aprendidas y practicadas, y los escritores, como
todos los creadores, saben que la maestría se adquiere solamente con la
práctica sistemática, día tras día, por muchos años. Los escritores también
saben que las reglas se hacen para ser violadas a discreción del creador. Pero
sólo los que dominan las reglas, los que han aprendido la técnica después de
mucha práctica y estudio, pueden darse el lujo de prescindir de ellas y ser
magistrales por su propia iniciativa, como hicieron en sus campos Beethoven
y Picasso. El escritor que ignora las reglas o descuida su manejo, las romperá
siempre y hará un pobre trabajo.
Las normas de redacción son sencillas de entender y aprender; al
practicarlas y familiarizarnos con ellas nos damos cuenta de su increíble
utilidad: nos ayudan a ordenar las ideas y planificar la redacción; a escribir
coherentemente, con claridad, precisión y fuerza persuasiva. Con toda
seguridad mejorarán nuestras opiniones legales y otros escritos expositivos y
argumentativos de derecho, como trabajos académicos o de investigación y los
escritos persuasivos, como libelos y contestaciones de demanda, escritos de
informes judiciales, o recursos e informes administrativos. Pero su alcance va
más allá de la redacción jurídica. Dominar las normas de redacción nos ayuda
para toda redacción expositiva y argumentativa en cualquier materia, como
historia o literatura, economía o política, filosofía o administración, o para una
presentación gerencial. El método es aprovechable, incluso, para hablar en
público. Los principios son los mismos.
Aprender a escribir ordenadamente también ayuda a leer. El escritor
entrenado detecta más fácilmente las ideas centrales de lo que lee, sus ideas de
apoyo e, incluso, los desórdenes en la redacción.
El presente libro tiene como objeto la redacción expositiva y
argumentativa. Aun cuando su objeto no es la gramática, ni la sintaxis, ni la
psicología, ni la lógica, ni el razonamiento jurídico, ni la gerencia, haremos
referencias a estas materias de cuando en cuando, porque están
inseparablemente vinculadas con nuestro objetivo: redactar para convencer.
Pensando en los lectores interesados en ampliar los conceptos básicos, en
algunos capítulos he añadido un Apéndice con información no esencial pero
útil y complementaria.
En las notas al pie de página se indica el primer apellido del autor, la
fecha de la publicación consultada y la página de la cita. Si hubiera dos autores
con el mismo apellido, se indica el nombre o los dos apellidos del autor
citado. Información completa sobre cada obra citada se encuentra en la
bibliografía.
Para facilitar la lectura y la comprensión de los ejemplos, utilizamos letra
cursiva para los ejemplos de una redacción errada o viciosa, a diferencia de la
letra redonda para los ejemplos de la misma redacción escrita de acuerdo con la
norma explicada. La letra cursiva también se puede usar para resaltar, dentro
de una oración, las palabras que uno quiere destacar y para identificar las obras
citadas.
Tengo sumo gusto en compartir la técnica y los principios aprendidos con
excelentes profesores y métodos. Deseo que pueda ser de utilidad y placer para
el lector como ha sido para mí.
INTRODUCCIÓN
COMUNICAR Y CONVENCER
1. Importancia de la comunicación
El punto de partida, el fundamento y el resumen de todo lo que diremos
en este libro son dos ideas: comunicar y convencer. Comunicación es la base y
fundamento de toda la actividad consultora de un abogado. Comunicar
significa ser capaz de oír, de escuchar calmada y atentamente, de entender y
digerir lo que a uno le dicen; comunicar también es percibir cómo se lo dicen
y lo que le callan; comunicarse, en fin, es expresarse, hacer llegar a la otra
persona las ideas (y sentimientos) directamente, con precisión, claridad y
contundencia. Comunicación es la idea subyacente que debe tener todo
abogado cuando se sienta a escribir una opinión legal o cualquier otro escrito
expositivo o argumentativo. Cuando tenga una duda sobre qué decir o cómo
redactar, el abogado debe buscar la solución a través de la lupa de estos dos
conceptos: Qué comunica y qué convence mejor.
Todo el conocimiento académico y profesional del abogado tendrá
expresión práctica sólo en la medida en que el abogado sea capaz de
comunicarlo eficientemente: al cliente, al socio del cliente en una negociación,
a la contraparte, al funcionario, al juez. Es inconcebible un abogado en
ejercicio encerrado en su torre de marfil, como un científico investigador o un
filósofo solitario.
El abogado asesor vive y se desenvuelve en una sociedad
intercomunicada como nunca antes en la historia de la humanidad. La
intercomunicación es la característica predominante de la sociedad mundial
globalizada. La prensa, el cine, la televisión, la radio, la publicidad, Internet,
han creado un sistema global de comunicaciones directas, ágiles y
convincentes y han habituado a las personas a enviar y recibir comunicaciones
directas, ágiles y convincentes. Y mientras la persona sea más culta, más
involucrada en la vida social, cultural, económica y política de la comunidad,
más habituada estará a la comunicación clara, directa y efectiva.
La comunicación es esencial al ser humano, como observó Aristóteles
cuando lo definió como un ser político, es decir, capaz de comunicarse. Esa
definición ha sido confirmada y desarrollada por la psicología de nuestros
días. “Donde hay al menos dos personas, necesariamente hay comunicación”,
y “hasta el no querer comunicarse es una forma de comunicarse”, nos dice la
doctora Alcira Teixeira de Cerrada en el curso de inducción a nuevos
profesores de la Universidad Católica Andrés Bello. La comunicación, añade,
necesariamente genera empatía o conflicto entre quienes se comunican. La
psicología entrena a las personas para fomentar las habilidades de relación y la
empatía y para prevenir y resolver los conflictos. Curiosamente, todo el
Derecho está construido para aumentar la empatía, la convivencia y la
cooperación entre los seres humanos y para resolver los conflictos por vías
cada vez más civilizadas.
La comunicación es particularmente importante en gerencia. En el Taller
de Presentaciones Gerenciales Efectivas, dado por el IESA, por ejemplo, el
profesor Gustavo Romero cita varios principios básicos estudiados por la
psicología en toda comunicación: “No podemos no comunicarnos” y “Toda
comunicación tiene propósitos persuasivos”. Ser gerente es ser buen
comunicador, dicen los especialistas en gerencia. La capacidad de
comunicarse positivamente con otras personas y la habilidad para convencer a
los demás es, hoy en día, una cualidad esencial exigida en la selección de
personal gerencial y ejecutivo. Entrevistas sostenidas en Estados Unidos
revelan que los Presidentes de grandes compañías dedican entre el 50% y el
80% de su tiempo a comunicar; la asesora gerencial Mary Shaefer dice:
“Ejecutivo eficiente, comunicador eficiente”. El Presidente de U.S. West
Communications dice que “no está claro para mí qué otra cosa puede ser mi
trabajo sino comunicar.” [5]
El abogado y sus clientes forman parte de ese medio intercomunicado. El
abogado consciente de su papel dentro de un mundo en que las
comunicaciones se hacen cada vez más eficientes, directas y destinadas a
convencer, está mejor capacitado para ejercer su profesión exitosamente.
2. La palabra como medio de comunicación
El idioma es el medio de comunicación por excelencia, al punto que el
profesor Henry Weihofen, lo llama “la más grande de las invenciones
humanas”. En efecto, el idioma es el medio de comunicación de mayor
alcance, porque los seres humanos lo utilizamos diariamente en nuestra vida:
en forma verbal o escrita; depurada o chabacana; en verso o en prosa; científica
o dialogal.
En el APÉNDICE 1 incluimos algunas reflexiones sobre el uso y el
alcance de la palabra.
Algunas veces la comunicación con otras personas es verbal. Cuando
habla, la persona cuenta con dos instrumentos de comunicación: Las palabras
con que expone sus ideas y la llamada comunicación no verbal. Al hablar con
alguien, ya sea en público o en privado, el hablante comunica, por una parte,
las palabras que pronuncia, pero también transmite un mensaje con la persona:
la postura, los
gestos, el tono y el volumen de la voz, la velocidad con que habla, manifiestan
algo al oyente. La persona que escucha se hace una idea de si quien habla es
tímido o tiene confianza en sí mismo, si es sincero o engañoso. La gente se fija
en la apariencia: el pelo, la ropa, la presentación. El oyente percibe si quien
habla luce presuntuoso o descuidado, acartonado o informal, agresivo o
indeciso, falso o auténtico.
La Programación Neuro Lingüística (PNL), corriente de la psicología
iniciada a finales de la década de los 70 por el lingüista John Grinder y el
terapeuta de la Gestalt Richard Bandler, tiene como uno de sus principales
objetos de estudio la comunicación verbal humana. Dentro de esos estudios de
la comunicación verbal destaca una investigación llevada a cabo por el
profesor Albert Mehrabian, de la Universidad de California, cuya conclusión es
ya clásica en la psicología: “El impacto y la credibilidad de cualquier
comunicación se derivan principalmente del lenguaje corporal del presentador,
seguido de cerca por la calidad de la voz. Las palabras concretas sólo ocupan
un mediocre tercer lugar. Sus cifras para el impacto y la sinceridad percibida
de una comunicación son las siguientes: un 55 por ciento el lenguaje corporal,
un 38 por ciento el tono de voz, y un 7 por ciento las palabras”. [6]
Al referirse a los expositores públicos, los autores Joseph O’Connor y
John Seymour [7] recuerdan que “cuando estos tres aspectos se refuerzan
mutuamente, la comunicación es congruente. Si existe discrepancia entre las
palabras y el lenguaje corporal, el oyente presta atención sobre todo a la parte
no verbal, a menudo sin ser consciente de ello. Las habilidades de presentación
versan sobre cómo da usted vida a sus palabras; es decir, versan sobre cómo
maneja usted el 93 por ciento de la presentación. Por consiguiente, son mucho
más importantes que aprenderse las palabras de memoria.”
Cuando se trata de un diálogo privado aplican el mismo principio: “La
buena comunicación surge de una buena sintonía y de apreciar la realidad
singular de la otra persona. La sintonía puede lograrse adaptando el lenguaje
corporal, el tono y las palabras a los de la otra persona.” Y continúan: “Dada
una sintonía inicial, la PNL tiene un modelo sencillo en el núcleo de la buena
comunicación: 1. Sepa lo que quiere, cuál es su objetivo en cualquier situación,
de manera que la comunicación tenga un propósito. 2. Esté alerta a las
respuestas que recibe. Manténgase alerta para ver, oír y sentir cómo reaccionan
las otras personas. 3. Tenga la flexibilidad necesaria para ir cambiando lo que
hace o lo que dice hasta conseguir lo que quiere.” [8]
Cuando se comunica verbalmente, el abogado debe tomar en cuenta la
comunicación no verbal si quiere convencer.
Cuando el abogado se comunica por escrito, su vehículo exclusivo de
comunicación es la palabra. El estilo que elija, las palabras que use y la forma
como las presente, substituirán al lenguaje no verbal en la comunicación oral.
De ahí la importancia de escribir bien. Un viejo proverbio latino, aplicable al
abogado más que a la mayoría de las personas, dice: “El que sabe pero no
puede expresar lo que sabe se equipara al ignorante.”

3. El abogado y la comunicación. El uso del idioma


Para los abogados dominar el idioma y los recursos de la comunicación
escrita es indispensable por varias razones: en primer lugar, porque trabaja sólo
con ideas, y el idioma es el medio de comunicación de las ideas; además,
porque gran parte de su función implica algo más que conocer la respuesta
correcta. El abogado tiene que convencer: a otro abogado, a un cliente, a un
juez o a la contraparte en la negociación de un contrato para llegar a un
acuerdo favorable. Su conocimiento profesional debe necesariamente
expresarse en una comunicación efectiva de las ideas, que motive a otros, que
los lleve al convencimiento de que sus afirmaciones son verdaderas. El
ejercicio de la profesión de abogado se asemeja en esto a la del líder
comunitario y a la del vendedor: ellos también deben convencer. Y, por último,
el abogado debe dominar el idioma y ser maestro en la escritura porque
frecuentemente su medio de comunicación único o predominante es la palabra
escrita.
4. “Principios del escritor”
4.1. El norte de todo escrito es el lector
El punto de partida del mercadeo es el consumidor. Si un productor o un
comerciante quieren tener éxito deben partir de lo que el cliente quiere y
necesita. El fin de todo industrial, comerciante y de quien presta un servicio,
es satisfacer las necesidades del consumidor. [9]
Con la misma lógica, el punto de partida de todo escrito es el lector; y de
toda opinión legal el cliente. El escritor que piensa sólo en sí mismo para
escribir está condenado al aislamiento. J. J. Rousseau dijo: “Para hacer
escuchar lo que decimos, es menester ponernos en el lugar de aquéllos a
quienes nos dirigimos”. El buen escritor tiene lo que Herbert Spencer llamó
“simpatía intelectual”, esto es, una intuición o percepción del estado mental
de su lector.
Cuando uno piensa en el estado mental y emocional de su lector, uno podrá
escoger mejor las palabras y las frases adecuadas para presentar las ideas. Y
podrá cumplir el objetivo de comunicar un mensaje preciso a ese lector
determinado. La simpatía intelectual también incluye el primer gran principio
de escribir: economizar esfuerzo mental al lector.[10]
El periodista Abelardo Raidi mantuvo por más de sesenta años la
columna “La Pantalla de los Jueves”, probablemente la más leída de la prensa
venezolana. Cuando un entrevistador le preguntó cuál era el secreto de su
éxito, Raidi contestó: “Yo escribo como lector; y yo le doy al lector lo que
quiere leer.” [11]
Todo escrito tiene un destinatario. [12] Cada escritor, ya sea un novelista,
un articulista de periódico, un escritor de farándula, o un redactor científico,
cuando se sienta a escribir, debe imaginar las personas para quienes escribe. Y
adecuar toda su escritura (el fondo y la forma) al lector.
Un abogado casi siempre conoce a la persona a quien escribe o, al menos,
tiene referencias de ella. Usualmente sus escritos van dirigidos a una o varias
personas determinadas. Si el abogado quiere ser efectivo es indispensable que
al escribir una opinión (un contrato, una carta, un testamento, o cualquier otro
escrito), tenga presente a la persona específica para quien escribe.
Una opinión escrita a un comerciante cuya lengua materna es extranjera,
que quiere saber si puede vender papitas fritas en bolsitas en las plazas de
Caracas, no puede tener el mismo estilo de una opinión solicitada por un
Tribunal Superior. El vocabulario usado en un testamento debe ser distinto al
de un contrato colectivo de trabajo. Un contrato para la construcción de una
planta procesadora de hierro o para la compra de un trasatlántico, debe ser
redactado teniendo en mente la posible lectura e interpretación por tribunales,
en caso de presentarse inconvenientes en su aplicación. Si uno utiliza un tipo
de lenguaje inapropiado para cada caso, el escrito será deficiente. Aunque
pueda parecer difícil al principio, el abogado debe ser capaz de escribir con
distintos estilos. La escritura y el lenguaje, al fin y al cabo, son su instrumento
de trabajo y debe constantemente perfeccionar su dominio. [13]
4.2. El estilo es la persona
El estilo no es una salsa, un aderezo, algo accesorio al lenguaje. No son
unos mecanismos o unos trucos más o menos artificiosos para presentar algo.
El estilo es la persona, el estilo es uno mismo comunicándose. El estilo es el
fondo
de lo que se comunica y cómo se comunica.
El escritor francés Buffon decía: “El estilo es el hombre mismo”. El
estilo de escribir revela a quien escribe, es una manifestación de su
personalidad. En la medida en que un escritor se desarrolla y madura su
personalidad, cambia y madura su estilo. Si uno parte de este principio no
intentará copiar a nadie, ni adornar sus escritos con determinados recursos;
más bien desarrollará un estilo de escribir espontáneo, personal y auténtico. El
escritor profesional debe trabajar en una doble dirección: por una parte,
aprender las reglas de redacción y practicarlas hasta dominarlas;
simultáneamente, debe encontrar y perfeccionar su propio estilo día a día, esto
es, aplicar las normas convenientemente, a su propio entender.
“La originalidad del estilo radica casi exclusivamente en la sinceridad”
dice el autor Gonzalo Martín Vivaldi, y añade: “El estilo es el reflejo del
corazón, del cerebro y del carácter.” [14] Y Rafael Tomás Caldera dice: “El
estilo es el alma, la personalidad del escrito.” Y cita a Azorín: “El estilo es
escribir de tal modo que quien lea piense: Esto no es nada. Que piense: Esto lo
hago yo. Y que, sin embargo, no puede hacer eso tan sencillo - quien así lo
crea - ; y que eso que no es nada, sea lo más difícil, lo más trabajoso, lo más
complicado” [15]
“Cualquiera que sea el lenguaje que usemos, nunca lograremos decir otra
cosa que lo que somos”, [16] dijo Emerson. La primera pregunta que el escritor
debe hacerse para perfeccionar su estilo es evidente: ¿Cómo influye mi
personalidad en mis escritos? Cada escritor debe revisar si es tímido, cuando
debería ser agresivo, o acartonado y formal, cuando debería ser informal y
relajado. La madurez, el equilibrio y la adaptabilidad de cada persona
favorecerán su capacidad de comunicar.
Cuando una persona era contratada para un cargo ejecutivo en la
compañía Sears, Roebuck de Venezuela, S.A., debía presentar el Executive
Battery Test (test para ejecutivos), constante de unas 800 preguntas, cuya
respuesta tomaba algo así como 4 horas. Al evaluar el resultado del test que un
abogado presentó, el Director de Personal le comentó que debía esforzarse por
ser más vendedor. “Por tus respuestas revelas que tú vives tu vida y dejas vivir
a los demás, sin inmiscuirte en sus ideas y costumbres. Al contrario, disfrutas
la vida independiente y dejas a los otros vivir a su manera. En tu trabajo serás
más efectivo si te entrenas para vender, es decir, para convencer a otros”. El
abogado contaba que al principio la sugerencia lo sorprendió. “Yo soy
abogado, no vendedor,” me dijo. “Pero paulatinamente fui comprendiendo la
recomendación:
Ante un problema, yo primero debo convencerme de la solución y luego
utilizar todos los recursos intelectuales y humanos a mi alcance para
convencer a los otros ejecutivos de la vía a seguir. Al principio la
recomendación me llamó la atención y me resultó casi chocante. Era como
obligarme a cambiar mi manera de ser. Con el tiempo comprendí que pocas
veces me han dado una recomendación tan oportuna.”
En la búsqueda de un estilo personal se debe tomar en cuenta lo siguiente:
a. Para que un escrito sea convincente, el primer requisito es el propio
convencimiento. [17] Sólo cuando uno está convencido de la verdad y la
necesidad de decir algo, podrá comunicarlo efectivamente. Y encontrará más
fácilmente las palabras y el estilo apropiado para decirlo. Horacio dijo: “No
busquemos las palabras sino hechos e ideas y las palabras vendrán
abundantes.”
b. Un estilo convincente debe cumplir, además, dos extremos: conocer
bien el tema expuesto y saber exponerlo con palabras “transparentes”. “La
meta”, dice el profesor Weihofen, “es ser capaz de expresar los pensamientos
y las ideas más difíciles y complejas con un lenguaje sencillo y simple, que el
lector entienda con el menor esfuerzo.”
Más adelante añade:
El estilo ideal es aquél que el lector menos note. Esto es
verdad incluso en escritos estrictamente literarios. Y es
más verdad en escritos legales, que son leídos por personas
que buscan su contenido y no están inclinadas a gastar
tiempo admirando arte. Lo que los lectores apreciarán en
un escrito es que les permita comprender la substancia sin
notar la forma... Igualmente, si el estilo mismo llama la
atención al lector, aunque no lo confunda ni tenga errores,
lo desviará del centro del mensaje. [18]
Cuando vamos al cine debemos ver la película sin notar la pantalla.
Gonzalo Martín Vivaldi dice: “En la prosa los vocablos han de ser simple
vehículo del pensamiento... las palabras, en suma, transparentes.” Y cita a J. P.
Sartre: “La prosa es por esencia, utilitaria; y yo definiría gustosamente al
prosista como un hombre que se sirve de las palabras... hay prosa cuando... la
palabra pasa a través de nuestra mirada como el sol a través del vidrio.” [19] Es,
sin duda, una meta difícil de lograr.
c. El estilo no se encuentra, se cultiva. Escribir cada vez que se pueda es
una práctica indispensable para conseguir y mejorar el estilo personal. Escribir
disciplinadamente, aplicando consciente y deliberadamente los principios que
vamos a revisar en este libro. Releer cada escrito con visión autocrítica,
desarrolla en el escritor el hábito de ser preciso, sencillo, claro y organizado.
Si escribimos una frase enmarañada es probablemente porque nuestras ideas
están enmarañadas. Tratar de escribir claro nos aclarará nuestros propios
pensamientos. Escribir una y otra vez, nos conducirá al dominio de la escritura
y también al de la materia sobre la que escribimos. “De hecho, la expresión es
una parte esencial de la verdad, y el arte de la expresión es la parte práctica del
arte de pensar”. [20]
El autor Thomas S. Kane, en su libro The New Oxford Guide to Writing,
[21]
recomienda a quien quiera escribir bien dos prácticas para ejercitar y
mejorar el estilo: La primera es el diario, es decir, un cuaderno o un archivo en
la computadora en el que simplemente uno pone la fecha del día y escribe lo
que se le ocurre. Descripciones, narraciones, reflexiones, sentimientos o
razonamientos sobre cualquier tema, profesional o de la vida diaria, caben
perfectamente en un diario. El diario no necesita un programa o guion previo
que seguir. Al contrario. En él se incluye la escritura espontánea; el autor no
espera que alguien lo lea, pues el diario, en principio, no tiene destinatarios.
La segunda práctica recomendada es el cuaderno de ideas. Uno puede
habituarse, por ejemplo, a resumir todo libro que lea, o las películas
interesantes, o a comentar alguna idea oída en una conversación. Al contrario
del diario, que ejercita la escritura espontánea, el cuaderno de ideas entrena al
escritor en el arte de planificar, sintetizar y analizar, es decir, a presentar sus
pensamientos en forma ordenada.
4.3. El lenguaje del abogado asesor
Tras largos años de formación, estudiando libros de texto, obras de
consulta, legislación y jurisprudencia, el abogado adquiere un lenguaje técnico
profesional apropiado para expresarse en medios jurídicos. El lenguaje
profesional aprendido es idóneo para comunicarse con un juez en un proceso
judicial, o para escribir un libro de texto o de consulta. Sin embargo, el
abogado con frecuencia debe trabajar y relacionarse con personas no
abogadas, particularmente cuando asesora empresas públicas y privadas y
personas naturales. Cuando actúa como gerente o como asesor de la gerencia,
el abogado debe entender que el lenguaje procesal o académico es una cosa y
el lenguaje
gerencial es otra. El abogado asesor debe ser capaz de expresar en castellano
ordinario conceptos profesionales a un público culto, pero desconocedor del
derecho y urgido de comunicaciones breves, claras y precisas.
Expliquemos este concepto. Cada día más abogados trabajan como
asesores independientes o consultores jurídicos de empresas públicas o
privadas. En los países desarrollados de Europa y en Estados Unidos, el 60%
de los abogados en ejercicio nunca pisa un tribunal. Los abogados son en su
mayoría consultores independientes o trabajan como asesores en industrias,
comercios, banca, compañías financieras y de seguros, y en oficinas del
gobierno y la administración pública. Aunque en menor grado, lo mismo
ocurre en América Latina; cada día hay más abogados consultores y cada día
se dictan más cursos de gerencia para abogados.
Cuando un abogado comienza a trabajar como asesor para una empresa
pública o privada, se integra a la cultura de la empresa. Cada empresa, y
particularmente las empresas eficientes, con alta tecnología y larga historia,
tienen su propia cultura, sus propios sistemas y procedimientos, su propio
lenguaje común. En ellas trabajan personas de distinta procedencia y
formación: ingenieros, arquitectos, economistas, médicos, administradores,
industriales, comerciantes, psicólogos, relacionistas públicos, industriólogos,
comunicadores sociales, publicistas, y quién sabe cuántos profesionales más,
dependiendo de la naturaleza de la empresa. Todos deben integrarse al equipo,
aportar lo específico de cada profesión y comunicarse en un lenguaje común,
diferente al lenguaje profesional de cada uno. La integración al equipo y el
conocimiento de las especificaciones de cada trabajo usualmente requieren de
un período de inducción que puede llevar varios meses y que se debe repetir
cada vez que el ejecutivo es rotado de un cargo a otro dentro de la empresa.
El esfuerzo por conseguir un lenguaje común efectivo no siempre es
fácil. La empresa Procter & Gamble, por ejemplo, dedicó cuarenta años a
diseñar y perfeccionar un sistema de comunicaciones entre los ejecutivos. Su
conclusión es: ninguna carta debe pasar de una página. Ellos piensan que es
muy fácil escribir un informe de setenta páginas y cinco anexos. Toma mucho
más esfuerzo decir lo mismo en tres párrafos. A uno de los Presidentes de
Procter, Richard Deuprée, se le oyó rechazar un informe largo con esta orden:
“Redúzcalo a algo que yo pueda entender. Yo no entiendo problemas
complicados. Solamente comprendo los sencillos”. Cuando un periodista lo
interrogó acerca de esto, dio esta explicación: “Parte de mi trabajo consiste en
enseñar a la gente a dividir una cuestión complicada en una serie de asuntos
simples. Entonces todos podemos actuar inteligentemente.” La tradición dice
que para llegar a la perfección de la redacción breve y clara, el primer
memorándum de un nuevo gerente de marca requiere por lo menos quince
borradores. [22] Procter & Gamble no es una excepción; es una tendencia
universal.
Una empresa pública o privada solicita los servicios profesionales de un
abogado como consultor jurídico interno o independiente para que el abogado
prevea y resuelva todos los aspectos legales del negocio o de la actividad
pública del cliente. El consultor se convierte en los ojos y las manos legales de
la empresa y debe comunicarse con su cliente en un lenguaje fácilmente
comprensible para el cliente.
Cuando un abogado comenzó a trabajar como consultor jurídico para una
multinacional líder en el mercado, el Presidente de la Compañía le dijo: “Tu
trabajo es ayudar a mantener a la compañía funcionando, sin interferencias. Tú
debes hacer ‘medicina preventiva’, es decir, ayudar a desarrollar el negocio
dentro de la ley, en paz y sin sorpresas. Para lograrlo debes conocer en detalle
nuestro trabajo y detectar las áreas vulnerables, para poder anticiparte al
surgimiento de problemas. Tu trabajo es de bajo perfil: serás exitoso si evitas
que los problemas aparezcan. No te felicitaremos porque ganes los juicios,
sino porque los evites.” La inducción de este abogado duró seis meses, en los
cuales se dedicó a conocer uno a uno todos los cargos que se ejercían en la
compañía. Cada ejecutivo le informó detalladamente lo que hacía. Y así el
abogado conoció las operaciones de su cliente y los problemas que podrían
ocasionarse en cada área. Este consultor jurídico debe tomar la iniciativa y
dirigirse al Presidente y a los gerentes de la compañía para prevenir riesgos, y
sugerir medidas prácticas que eviten la aparición de problemas. Sus escritos
deben ser escuetos, directos, redactados en lenguaje cotidiano. Para este
abogado, redactar opiniones es parte de su actividad como consultor y
complementa sus reuniones con los ejecutivos de la compañía. Su trabajo es
conjuntamente legal y gerencial.
Al asesor gerencial se le aplican expresamente las palabras del profesor
Clarence Morris: “El abogado que triunfa en su carrera debe anticiparse a la
mayor parte de los problemas antes de que sea imperativa su intervención para
resolverlos.” [23]
El reto del abogado consultor y, en realidad, de todo gerente, es obtener
resultados por la actividad de personas libres, a quienes no puede dar órdenes.
Aunque tenga algún personal de línea, operativo, a su cargo, el objetivo del
abogado es motivar las decisiones de personas autónomas. Esas personas
pueden ser ejecutivos de su misma jerarquía en una empresa pública o privada.
O también sus superiores en la organización: el Presidente, la Junta Directiva
o la Asamblea de Accionistas. O pueden ser extraños: clientes independientes,
los socios de su cliente o la contraparte en una negociación. Para trabajar en
equipo con estas personas independientes, el abogado, al igual que el gerente,
tiene que ser buen comunicador. El abogado asesor de la gerencia tiene éxito
si logra comunicar y convencer.
Un par de días después del ataque terrorista que destruyó las torres del
World Trade Center en Nueva York, un periodista entrevistó al antiguo
Director, ya jubilado, de la dirección de aviación civil en Estados Unidos
(Federal Aviation Administration). El ex funcionario estaba moralmente
devastado. Declaró que durante su gestión al frente de la FAA había detectado
la vulnerabilidad de los aeropuertos en Estados Unidos. Había previsto que un
ataque terrorista de grandes dimensiones se podría ejecutar utilizando aviones
civiles. También había estudiado técnicamente y con especialistas todo el
sistema. Y había diseñado medidas para solucionar la debilidad existente. Y
luego había comunicado sus criterios al Secretario de Transporte, a
gobernadores, a congresistas y a otros altos funcionarios. Había informado
pormenorizadamente su diagnóstico y recomendaciones. Sus interlocutores le
habían oído con atención y habían ofrecido hacer algo al respecto. Pero el
proceso, desgraciadamente, no había concluido en acciones concretas. En
resultados. El hombre se sentía responsable por no haber vendido la idea. “Yo
lo veía claro,” dijo, “pero fracasé en mi misión. No los convencí.”
En consecuencia, el abogado consultor independiente, o miembro de la
consultoría jurídica interna de una institución, debe ser líder y comunicador.
Aquí la palabra líder no se usa con sentido político. El líder no tiene que dar
un discurso a la multitud desde una tarima. Tiene, más bien, que motivar a su
cliente o a las personas que deben decidir, para que voluntaria e
inteligentemente se convenzan de la conveniencia de seguir sus
recomendaciones.
El liderazgo del abogado asesor es profesional y respetuoso, adecuado al
nivel intelectual de sus clientes. En una ocasión el Consultor Jurídico de una
compañía estaba almorzando con el Presidente de la empresa. En la
conversación salió casi incidentalmente el tema impositivo. El Consultor
Jurídico le preguntó al Presidente: - ¿Cómo estamos manejando los impuestos?
-
Bueno, dijo el Presidente, nuestros contadores preparan anualmente la
declaración del impuesto y lo pagamos. Entonces el Consultor Jurídico sugirió
hacer una planificación fiscal. De esa conversación informal surgió una
planificación que produjo a la compañía ganancias netas significativas por
varios años.
En conclusión, el abogado gerente, y el asesor de la gerencia, deben tener
presente que, para tener éxito en su trabajo, en medio de personas cultas y
educadas, es indispensable adecuar su lenguaje y su estilo al medio gerencial.
Un lenguaje y un estilo diferentes a los aprendidos en la universidad, con los
cuales pueda comunicar los conceptos jurídicos a profesionales en castellano
claro, preciso y accesible a no abogados.
4.4. Piense: ¿Qué pretendo con este escrito?
El abogado debe tomar en cuenta el objetivo específico de cada escrito
para escoger el estilo, el contenido y el vocabulario adecuados. El contenido,
el estilo y el vocabulario son sólo medios para obtener el fin buscado por el
abogado con el escrito. Veamos esto con un ejemplo. Una mujer mayor, viuda,
a quien llamaremos NN, consulta a su abogado para saber quién es la
propietaria de la casa en donde vive. Nunca ha visto algún documento de
propiedad, pues su marido, recién fallecido, se ocupó de todos los asuntos
legales y ella no sabe nada de derecho. Y le cuenta su estrechez económica
desde que falleció su esposo. Después de leer el documento de propiedad, el
abogado comprueba que la casa es propiedad exclusiva de NN. La respuesta es
muy sencilla: “Usted es la única propietaria de la casa”. Pero en este caso, la
opinión del abogado no puede reducirse a definir la situación legal de la
propiedad. No incurrirá en “ultra petita” si recomienda a NN algunas
alternativas de acción, como, por ejemplo, vender la casa y comprar un
apartamento pequeño, o alquilar la casa y a su vez, mudarse a un apartamento
alquilado, etc. De la pregunta de la cliente, se desprende que ella no quería
sólo una respuesta técnica legal, sino solucionar su problema económico.
Es decir, después de encontrar la respuesta estrictamente legal, el
abogado debe preguntarse: ¿El cliente está esperando sólo una respuesta legal,
o está esperando de mí una alternativa práctica de acción? En el caso del
ejemplo:
¿Debo sugerir a la cliente vender la propiedad? ¿O sinceramente creo que debe
conservarla? ¿Cómo hago para convencerla de una u otra posición? ¿Debo
procurar convencerla o simplemente informarle las alternativas con sus pros y
sus contras y dejarla que decida?
Si un abogado está redactando algo tan rutinario y aparentemente tan
impersonal como una carta de cobranza extrajudicial, puede preguntarse:
¿Quién es el deudor? ¿Qué lenguaje debo utilizar? ¿Debo darle un ultimátum,
por tratarse de un conocido estafador, o, por el contrario, uso un lenguaje de
altura, tratándose de una persona honorable, generalmente cumplidora de sus
obligaciones, atrasada excepcionalmente en el pago de esta deuda? Si lo que
quiero es que el deudor pague: ¿Cuál es el lenguaje más apropiado? No
necesariamente es el más agresivo y amenazador. Puede ser que la cobranza
no se logre en el primer intento. Podría obtener del deudor un reconocimiento
escrito de su deuda, o que firme unos giros, o que constituya una hipoteca, con
lo cual habré adelantado la posibilidad de cobrar. Además de firme, el estilo
del abogado puede ser negociador, cordial o diplomático. Estas alternativas de
estilo dependerán también de los instrumentos que tenga el cliente para hacer
efectiva su cobranza. Si cobra un crédito ya garantizado con hipoteca puede
ser más firme que si maneja un simple crédito quirografario.
En gran medida los escritos del abogado son redactados para convencer.
Convencer exige el mérito intrínseco del argumento, pero también una forma
de presentación adecuada.
4.5. Primero pensar; luego escribir
Uno debe comenzar siempre por ordenar las ideas. Y sólo cuando tenga
las ideas en orden, debe planificar el escrito. Creer que puede crear un orden a
paso que va escribiendo es una ilusión. Los escritos profesionales expositivos y
argumentativos deben programarse al detalle antes de comenzar a escribir.
[24 ]
Barbara Minto explica este principio con ejemplos.
Si lo que vamos a decir es sencillo, pensar y escribir es un proceso
simultáneo. Sin problema:
Déjeme hoy El Nacional y El
Universal. Llama a tu esposa.
La reunión es a las 11:00 a.m.

Cada uno de estos escritos tiene un solo pensamiento.


El problema comienza si tenemos que decir varias ideas.
Juan Gómez telefoneó para decir que él no podrá estar
presente en la reunión de las 3:00. Dionisio Estévez dice
que a él no le importa hacer la reunión más tarde, o incluso
mañana, pero no antes de las 10:30. Y la secretaria de
Rafael Díaz dice que su jefe no volverá de Valencia hasta
mañana en la tarde. El salón de conferencias estará
ocupado mañana, pero libre el jueves. El jueves a las
11:00 a.m. luce apropiado. ¿A ti te viene bien?
El autor de esas líneas hizo lo que la mayoría de la gente hace cuando
escribe: a paso que redactaba iba pensando qué escribir. Como el redactor no
ordenó sus ideas, el lector debe ir excavando entre la información desordenada
para terminar entendiendo la conclusión. Hubiera sido más fácil de leer si el
escritor hubiera entendido el mensaje y ordenado la exposición:
¿Podrías cambiar la reunión para el jueves a las 11:00
a.m.? El salón de conferencias estará disponible y,
además, Gómez, Estévez y Díaz podrán asistir.
Este sistema es más claro de leer pero al mismo tiempo más trabajoso
para el redactor; en la pequeña nota se aprecia la diferencia del esfuerzo de
ordenar, aunque es un orden sencillo. La situación cambia cuando se trata de
documentos expositivos y argumentativos. Un escrito de dos páginas, por
ejemplo, suele tener entre ochenta y cien oraciones.
PRIMERA PARTE
EL PROCESO DE REDACTAR
INTRODUCCIÓN
La redacción profesional del abogado es una actividad compleja, que se
puede descomponer y estudiar en varios pasos:
1. Cómo planificar el escrito, cómo preparar el esquema, cómo
razonar y organizar las ideas. Esta tarea incluye cómo comprender
el problema, cómo encontrar el derecho aplicable, cómo diseñar la
respuesta y las recomendaciones prácticas. (Lo veremos en la
Segunda Parte, al estudiar la Opinión Jurídica).

2. Cómo redactar párrafos. El párrafo es la unidad de expresión de


un razonamiento en un escrito expositivo y argumentativo.

3. Cómo redactar oraciones. La oración es la unidad de expresión de


un pensamiento o un juicio. Redactar oraciones incluye la
comprensión de los tipos de oraciones y su utilidad.

4. Qué palabras escoger. La palabra es la unidad de expresión de una


idea. Precisión, Concisión y Sencillez.

5. Cómo asegurar claridad en las expresiones.

6. Cómo lograr poder persuasivo. Recursos específicos para


convencer.

7. Un toque artístico.

En el desarrollo del trabajo hemos seguido los siguientes principios:


A. Las ideas están expuestas para abogados porque ese es el objeto
de Redactar para Convencer. Son aplicables, en primer lugar, a la
redacción de opiniones legales y trabajos de investigación
jurídica. Pero los principios de redacción expuestos también son
útiles para redactar cualquier escrito expositivo y argumentativo,
sea de derecho o de cualquier otra materia.

B. Precisión, concisión, sencillez, claridad y contundencia, son


cualidades de la escritura profesional expositiva y argumentativa.
Su división para el estudio obedece a la necesidad de nuestra
mente
de parcelar los objetos complejos para facilitar su análisis y
comprensión; pero en la realidad todas estas cualidades están
interconectadas y forman parte de un todo único. En
consecuencia, lo que se diga para sencillez influye en la claridad,
lo que digamos para precisión afecta la contundencia de la
exposición, y así con lo demás. Aunque les den distintos nombres
y los enfoquen desde diversas perspectivas, casi todas estas
cualidades son consideradas de una forma o de otra por los
tratadistas y sistematizadores de las técnicas de redacción.

En “El proceso de redactar” estudiaremos tres tipos de unidades de


expresión: la palabra, unidad de expresión de una idea; la oración, unidad de
expresión de un pensamiento o de un juicio; y el párrafo, unidad de expresión
de un razonamiento completo en un escrito expositivo y argumentativo. Cada
una de ellas, la palabra, la oración y el párrafo, son unidades, como son
unidades en la biología la célula, el tejido y el órgano. Se pueden definir,
analizar y estudiar una a una, pues cada una cumple una función específica y
tiene sus propias reglas. La gramática y la sintaxis estudian la palabra y la
oración, y consideran a la oración como una unidad de expresión psicológica,
lógica y gramatical. [25] Cuando trabajamos con los párrafos o con el discurso,
estamos yendo más allá de la gramática y la sintaxis, pero debemos apoyarnos
en ellas. Excedemos también los límites de la lógica formal, que estudia el
concepto, el juicio y el raciocinio desde la perspectiva de su racionalidad
formal. Redactar para Convencer tiene que ver con gramática, con sintaxis y
con lógica, pero también con la elocuencia, definida por el Diccionario
Webster’s como “poder persuasivo”, y con el liderazgo y la gerencia, que
podríamos definir como “el arte de hacer que las cosas pasen”.
I. PRINCIPIOS ORIENTADORES DE TODO ESCRITO
EXPOSITIVO Y ARGUMENTATIVO Y DE CADA UNA DE
SUS PARTES
Antes de comenzar a redactar el escritor debe tener en cuenta cuatro
principios básicos de todo escrito expositivo y argumentativo. Estos principios
tienen por objeto ayudar a obtener un escrito mentalmente ordenado y se
aplican a cada escrito y a cada unidad dentro del escrito: a cada capítulo, título,
subtítulo o párrafo.

1. Unidad. Todo escrito debe tratar un tema y sólo uno


El primer paso para redactar un escrito expositivo y argumentativo
exitoso es entender el principio de la unidad del escrito: “Todo escrito
expositivo y argumentativo debe tratar un tema y sólo uno”. Ese tema se debe
enunciar en el título del escrito: “La inteligencia emocional”, “Cómo piensan
los abogados”, “Derecho Civil I. Personas.” Además, se debe poder resumir y
presentar al principio del escrito en una oración, aunque pueda requerir uno o
varios párrafos para su presentación completa. El resto del escrito se dedica a
desarrollar el tema.
El principio de unidad del escrito tiene sus derivaciones relacionadas con
el desarrollo:
A. Todo capítulo debe tratar un tema y sólo uno. Ese tema se debe
resumir y anunciar al comienzo del capítulo. Y el resto del
capítulo se dedica a desarrollarlo. (Lo mismo podemos decir de
los títulos y subtítulos dentro de cada capítulo).

B. Todo párrafo debe tratar un tema y sólo uno. Ese tema se debe
resumir y presentar en la primera oración del párrafo. Y el resto
del párrafo lo desarrolla.

El tema del escrito, evidentemente, es amplio y comprende los temas de


todos sus capítulos. El tema de cada capítulo es menos amplio que el del
escrito, pero abarca los temas de todos sus títulos y subtítulos. Y el de cada
título o subtítulo abarca el de cada uno de sus párrafos.
Hacer la oración resumen del escrito, capítulo, título o párrafo requiere:
A. Definir la idea básica, central, que será desarrollada en el escrito
(y en cada una de sus partes); y

B. Organizar el pensamiento y ordenarlo en un esquema claro de


desarrollo antes de comenzar a escribir.

2. Autocontención: todo escrito debe ser autoexplicativo [26]


El autor Bryan Garner dice: “Procure que todo lo que usted escriba - y
cada una de sus partes – sean autocontenidos. Sus lectores no tendrán que
recordar otros documentos o secciones, o volver a ellos, para poder
comprender lo que usted dice.” [27] Cada escrito, cada capítulo, título o párrafo
deben explicarse por sí mismos, esto es, no deben necesitar de otras fuentes
para expresar plenamente todo lo que quieren decir. Deben dejar en el lector la
sensación de que no sobran ni faltan ideas ni palabras.
Una forma de desorden es no redactar la idea completa en cada párrafo,
capítulo o escrito y dejar la impresión en el lector de que para comprender lo
escrito debe acudir a puntos ya tratados o que se tratarán después; o, peor aun,
que el escritor está dando por sentado que el lector conoce temas, noticias o
conceptos que no conoce; o que tiene acceso a fuentes de información que no
puede consultar, al menos inmediatamente. Algunos escritores se aficionan
tanto a vincular un tema con otro que terminan sin explicar ninguno
independientemente y dejan al lector siempre en el aire. Van a explicar las
sucesiones testamentarias y comienzan: “Como ya vimos al tratar las
sucesiones intestadas...” O hablando de contratos dicen: “Aquí aplicamos la
doctrina del Proyecto Franco Italiano de las Obligaciones”, sin explicar cuál es
esa doctrina.
El escritor, no obstante, puede remitir al lector a otra parte del libro o del
escrito en dos situaciones: a) cuando para conocer lo que se está explicando se
requiere conocer previamente una información ya dicha; b) si el tema tratado
tangencialmente en un sitio es tratado profundamente antes o después. Incluso
en los casos de remisión justificada a otros sitios, el redactor debe suministrar
ideas completas, autónomas y autocontenidas en cada ocasión y cuidar que al
lector le sea fácil recurrir al sitio remitido. Así pues, si el escritor se encuentra
en una de estas situaciones: a) remitiendo al lector a otro sitio, b) incluyendo
una idea ajena al esquema del escrito o a la parte de él que redacta; o c)
suponiendo que el lector conoce temas que no tiene por qué conocer; entonces
debe preguntarse si esa referencia o remisión podría ser consecuencia de
desorden en el esquema o en la redacción. Si fuera así, el escritor deberá
hacer un alto y reordenar las
ideas. Hemos encontrado escritores tan habituados a la constante remisión de
un lado a otro, que hacen imposible leer un párrafo completo sin tener que
recurrir a otras páginas del libro o a otras obras del autor, a las cuales el lector
no tiene acceso: “Una situación tan primitiva nos colocaría en similitud de
circunstancias a los pueblos regidos por el derecho quiritario que ya expusimos
en nuestra obra Prolegómenos del derecho”.
3. Coherencia: todo escrito debe seguir un esquema
El escritor que haga un esquema de desarrollo tomando en cuenta los tres
primeros principios de redacción enunciados, pondrá las bases para redactar un
escrito coherente. Al hacer el esquema, por tanto, el escritor debe cuidar la
unidad, la autocontención y la concatenación.
El esquema es la espina dorsal de cualquier escrito expositivo y
argumentativo. El esquema equivale a la estructura en un edificio. Hacer un
esquema significa ordenar toda la información que irá en la opinión. El
esquema debe contener todo el hilo de la exposición. Antes de poner la primera
palabra, la estructura del escrito debe estar lista al detalle.
El profesor Weihofen advierte que si uno intenta escribir sin haber hecho
todo el razonamiento legal previo y sin un esquema detallado, se encontrará
tratando de decidir tres cosas a la vez con cada detalle que venga a la mente: 1)
si se incluye o no; 2) en caso afirmativo, cómo y dónde ponerlo; y 3) cuán
extensamente desarrollarlo. Ahora bien, pedirle a la mente tomar todas estas
decisiones en el curso del proceso de escribir es injusto y casi seguramente
frustrante. Probablemente desarrollaremos un punto mucho más allá de su
importancia relativa en el caso, y descuidaremos otro punto de mayor
importancia. Madurar las ideas previamente y hacer un esquema lo mantiene a
uno en línea; nos ayuda a fijar la mente en cada punto en discusión y balancear
su importancia en relación con el todo.
El tiempo que lleve hacer un esquema será tiempo ahorrado más tarde. Un
esquema es un bosquejo, una especie de mapa, en el cual uno puede ver la
coordinación y relación de las partes del material de trabajo. Una opinión de
1000 palabras, o un dictamen de 5000 palabras no se pueden mirar fácilmente
como un todo. No es fácil tener una visión de conjunto de todo el problema y
de sus elementos, con sus puntos ubicados en orden lógico, con los más
importantes resaltados y los menos importantes subordinados. [28]
El autor Gonzalo Martín Vivaldi dice: “Piense despacio y podrá escribir de
prisa. No tome la pluma hasta que no vea el tema con toda claridad.”
Un esquema puede ser hecho con oraciones completas o simplemente con
palabras claves o frases. Oraciones completas serán útiles a veces para expresar
realmente lo que uno quiere decir. Un simple encabezamiento o subtítulo
llamado “procedimiento”, “responsabilidad del comerciante”, o “posible
arbitraje” no siempre ayuda, pues es muy abstracto y general y cuando uno
vuelve sobre el punto podría sólo recordar el tema, pero pasar por alto los
detalles de enfoque y desarrollo previstos originariamente. Un esquema hecho
de frases muy generales e indefinidas no es de mucha ayuda. Cuando las ideas
de un escritor están un poco difusas y no sabe precisamente lo que quiere decir,
escribir es una tarea insatisfactoria. Lo mismo sucede con el esquema. Primero
tiene que saber qué pondrá, y luego escribirlo. Así tendrá un recordatorio
efectivo.
Al desarrollar el esquema, poner títulos es común en la escritura legal
para encabezar los puntos más importantes, como “Hechos”, o “Fundamento
legal de la respuesta” u “Obligaciones del comprador”. Además, cada punto
dentro de esos encabezamientos puede tener su subtítulo.
El escritor debe evaluar si le conviene evitar títulos o subtítulos generales
que puedan cuadrar con muchos supuestos diferentes y en su lugar utilizar una
frase concreta y declarativa. Por ejemplo, en vez de decir: “Análisis de la
legislación” (aplicable a muchos supuestos), precisar: “La legislación prohíbe
instalar plantas industriales en los parques nacionales.”
El momento de elaborar el esquema es el más apropiado para hacer las
correcciones y ajustes. Corregir un esquema es más fácil y ahorra más tiempo
que corregir una redacción completa.

4. Concatenación: en todo escrito cada idea debe llevar a la


siguiente
Según el principio de concatenación “en todo escrito expositivo y
argumentativo cada capítulo debe llevar al siguiente, cada párrafo debe llevar
al siguiente y cada idea debe llevar a la siguiente”.
Si el escritor se plantea su trabajo en torno a ideas centrales y
concatenadas, su escrito tendrá una columna vertebral, será ordenado y
coherente. Y su mensaje llegará al lector.
Si observamos los métodos para comprender y aprovechar la lectura,
veremos que indican al lector, como tarea fundamental para entender lo leído,
identificar la idea central del escrito y las ideas secundarias que apoyan la idea
central. Si el redactor construye el escrito sobre ideas centrales, como
naturalmente debe ser, facilitará la lectura y garantizará la comprensión.
Al abogado le toma mucho esfuerzo redactar un escrito profesional. Para
“armar” una opinión, por ejemplo, tiene que precisar la pregunta del cliente y
comprender su alcance; determinar los hechos y las normas legales aplicables;
luego, estudiar la relación de los hechos con las fuentes del derecho hasta
llegar a una conclusión; finalmente, debe diseñar recomendaciones prácticas.
Cuando expone todo ese proceso al cliente debe ir paso a paso.
El profesor Weihofen razona así:
El escritor puede presentar a su lector sólo una palabra y
un párrafo a la vez; y el ojo y la mente del lector no
pueden ir más rápido. Un pintor presenta su óleo todo de
una vez y el espectador, al pararse desde cierta distancia,
obtiene la impresión completa. El trabajo del escritor es
más parecido al del director de cine, que debe presentar un
cuadro tras otro en rápida sucesión. Ambos deben enviar
sus mensajes en tal orden que la audiencia pueda seguir. El
orden de presentación de las ideas es de importancia vital.
[29]

El escritor Robbins puso ese pensamiento de esta forma: El escritor tiene


que pasar un conjunto de ideas de su mente a la mente del lector. Pero este
conjunto de ideas sólo puede ir pasando muy poco a poco: idea por idea.
Imaginemos por un momento que a un regimiento de soldados formados en un
cuadrado, se le ordena pasar de un patio del cuartel a otro y quedar en la misma
formación. Pero el paso de un patio a otro es muy estrecho, de manera que los
soldados sólo podrán pasar de uno en uno. Así van pasando las ideas de la
mente de uno a la mente del lector. El expositor debe descomponer la
formación que las ideas tienen en su mente, pasarlas de una en una a la mente
del otro y lograr que vayan quedando en el mismo orden que tenían
originalmente. Así, cuando el proceso se complete, el lector tendrá las mismas
ideas que uno tenía, igualmente ordenadas. [30]
Usualmente los temas objeto de los escritos legales son complejos. El
autor Enrique Herrera nos advierte el cuidado que debemos tener al
exponerlos:
El hecho de haber vencido las dificultades en pacientes
horas de estudio no implica sin más que los mismos o
peores problemas tenga el lector. Por ese motivo, el autor
deberá señalar las dificultades halladas y los mecanismos
del razonamiento que permitieron superarlas.
Desaconsejamos los “excesos de síntesis”, en virtud de lo
cual se ofrece al lector el “producto terminado” sin
mayores detalles del procedimiento. [31]
Si una oración o un párrafo interrumpen la línea de desarrollo, o si no
tienen relevancia para lo que precede o lo que sigue, se pierde la coherencia. El
esquema nos ayuda a ir paso a paso. Luego, al redactar, debemos cuidarnos de
decir una sola idea cada vez. [32]

5. Estilo apropiado
A este tema le dedicamos todo el Capítulo IV de la Segunda Parte.
II. CÓMO REDACTAR PÁRRAFOS UNITARIOS:
COHERENTES Y FLUIDOS
1. El párrafo es la unidad de redacción del razonamiento en un
escrito expositivo y argumentativo
¿Cómo nos expresamos? La unidad de expresión de una idea es la
palabra. La unidad de expresión de un juicio es la oración. La unidad de
expresión de un razonamiento en un escrito expositivo y argumentativo es el
párrafo. Este es el punto de partida para entender que el párrafo no puede ser
considerado como una serie inconexa de oraciones, sino como la presentación
de una unidad de razonamiento que gira en torno a una idea central. Por eso
dice Thomas Kane que “un párrafo expositivo es esencialmente un desarrollo
de un patrón sujeto/predicado...” [33]
El párrafo es visto por los autores como la unidad de expresión de un
razonamiento en un escrito expositivo y argumentativo porque así es el
desarrollo natural del pensamiento. Así se construye todo escrito expositivo,
como puede ser una opinión legal, un trabajo monográfico, un manual de
derecho o un tratado. En estos escritos nuestros pensamientos requieren más de
una oración para expresarse completos. El pensamiento inicial del párrafo de
alguna manera equivale al sujeto en una oración, es decir, es la idea sobre la
que afirmaremos o negaremos algo. Por ejemplo, un párrafo expositivo puede
comenzar: “Los bienes del deudor son la prenda común de sus acreedores”.
Ese pensamiento inicial es una oración completa. Y el predicado de ese
pensamiento, es decir, lo que afirmaremos o negaremos sobre ese sujeto, es un
conjunto de oraciones. El resto del párrafo debe estar dedicado a explicar el
principio enunciado en el encabezamiento. Si lo vemos así, entendemos
fácilmente el concepto de unidad del párrafo. [34]
El sencillo párrafo siguiente está coherentemente escrito; lo encabeza una
oración tema que nos indica su objeto, y el resto del párrafo la desarrolla (los
números se ponen para facilitar el análisis):
(1) Al menos desde finales de los años ochenta, cada
vez mayor cantidad de venezolanos coincidimos en que
la democracia venezolana necesita un profundo
remozamiento. (2) Muchos estamos conscientes de que
es necesario desarrollar nuevos mecanismos de
participación de la ciudadanía en la gestión pública; (3)
se necesita renovar a los partidos políticos, muchos de
los cuales han devenido en simples maquinarias
clientelares; (4) hace falta reformar al Estado para
hacerlo más eficiente; (5) el modelo económico y las
pautas culturales asociadas a él requieren cambios
drásticos para incrementar de manera sostenida el
empleo productivo y la capacidad de competir
internacionalmente; (6) los patrones de distribución del
ingreso deben ser rectificados puesto que cada vez se
han hecho más inequitativos; (7) es imperativo
transformar a la educación formal para hacerla más
eficiente y para incrementar su calidad. [35]
La oración (1) presenta la idea básica que el párrafo desarrollará y las
restantes oraciones la desarrollan o apoyan.
Un párrafo es, como hemos visto, el desarrollo de una idea básica.
Aunque su objeto puede ser muy variado, en un escrito legal un párrafo suele
tener como objeto particular: definir un concepto, explicar la definición,
comparar el objeto de estudio con otro objeto, exponer un argumento, rebatir
una afirmación, analizar un problema... distinguir, clasificar, criticar, discutir,
ampliar, ilustrar, interpretar, esbozar, repasar, resumir... o responder
preguntas, como ¿qué?
¿quién? ¿por qué? ¿cómo? ¿dónde? ¿cuándo? Cualquiera que sea su objeto, el
párrafo unitario debe ser construido con la misma perspectiva y estructura.
Si queremos definir qué es un párrafo, según lo dicho hasta ahora,
podemos afirmar que un párrafo es un conjunto de oraciones que desarrolla la
idea contenida en una oración inicial, llamada oración tema.
El enfoque inicial que hemos visto sobre la estructura de los párrafos,
aunque esencial, debe ser tomado con amplitud, “con un poquito de sal”, como
decían los antiguos. Un párrafo usualmente está compuesto por varias
oraciones: una oración tema, que contiene la idea principal y un grupo de
oraciones de apoyo, que desarrollan esa idea. Pero ocasionalmente nos
convendrá redactar párrafos de una sola oración, e incluso de una sola palabra.
Con eso el escrito puede ganar variedad y énfasis.
Evidentemente.
El párrafo anterior está compuesto por una sola palabra, un adverbio, que
ni
siquiera forma una oración. Esto es posible y conveniente hacerlo de vez en
cuando. Y no altera el principio general, de la unidad del párrafo, enunciado
para comenzar este capítulo.
Los especialistas dicen que un párrafo expositivo y argumentativo es un
ensayo en miniatura. [36] Sus estructuras son idénticas: se inician con la
afirmación de un principio general que a continuación se desarrolla y se apoya
con ideas, detalles y ejemplos. Por eso decíamos en el capítulo anterior que
todo escrito expositivo y argumentativo debe ser el desarrollo de una idea,
igual que todo capítulo y todo párrafo. De manera que la base para aprender a
redactar opiniones, ensayos y escritos expositivos, está en aprender a redactar
párrafos: su estructura es la misma.
Aprender a desarrollar párrafos unitarios es, además, una vía para
aprender a pensar coherentemente, porque sólo podemos expresar
organizadamente lo que concebimos organizadamente. Si cuando estamos
redactando no logramos producir párrafos unitarios, es probablemente porque
nuestro pensamiento todavía no está maduro. Entonces debemos volver atrás y
madurar las ideas para poder expresar un pensamiento coherente en párrafos
unitarios. El abogado logrará comunicar y convencer con una redacción
efectiva sólo si la armazón de su exposición se basa en párrafos unitarios. [37]
Estudios realizados sobre la eficiencia de la escritura y la redacción
indican que para comunicar y convencer eficientemente, un párrafo debe
cumplir dos requisitos: a) ser coherente; y b) ser fluido. La coherencia se
refiere al fondo; la fluidez a la forma. El párrafo es coherente si está
constituido por una oración tema, que indica la idea que el párrafo se propone
desarrollar, y por oraciones que efectivamente desarrollan esa idea principal. Y
es fluido si se lee con facilidad, si sus oraciones están entretejidas de tal
manera que llevan al lector de la mano, suavemente y sin tropiezos. [38]
¿Cómo lograr coherencia y fluidez en los párrafos?
Todo lo que diremos en los capítulos siguientes de alguna manera nos
ayudará a mejorar nuestros párrafos. En la medida en que nuestro lenguaje sea
más preciso, sencillo, claro, conciso y contundente, nuestros párrafos
comunicarán y convencerán más. Ahora veremos algunas normas específicas
que nos ayudarán a construir párrafos coherentes y fluidos.

2. Coherencia
El escritor logra coherencia cuando redacta una oración tema que
contenga una idea básica y oraciones de apoyo que desarrollen esa idea básica.
2.1. Introduzca el tema
La primera oración de cada párrafo debe introducir o al menos sugerir el
tema del párrafo. Algunos autores la llaman oración tema; otros la denominan
oración introductoria, oración principal, oración tópico, oración resumen e,
incluso, oración paraguas.
El siguiente párrafo está encabezado por una oración tema que nos indica
su objeto y el resto del párrafo la desarrolla (los números se ponen para
facilitar el análisis):
(1) Todas las profesiones liberales tienen que ver con la
moral desde el momento en que toda actividad humana
está regida por principios morales. (2) No basta que el
ingeniero conozca a fondo su ciencia y la sepa aplicar en
los casos concretos que se le plantean, ya se trate de la
construcción de una carretera, de un puente o de una casa;
se requiere, además, que proceda con honradez al ejecutar
sus obras, que sea leal a sus clientes y no los explote
traicionando la confianza que han depositado en él. (3)
Otro tanto cabe decir del médico, de quien se exige que
tenga ciencia y conciencia, así como verdadero espíritu de
caridad para sus pacientes. (4) Pero en el abogado, aparte
de que su profesión debe ejercerla con honradez y lealtad,
el conocimiento de su disciplina no es completo, si no
relaciona el derecho con la moral. (5) La palabra misma
“derecho” implica la idea de rectitud y este concepto no se
explica satisfactoriamente si no se relaciona con los
principios racionales de la conducta humana, con los
principios éticos. (6) No basta ni interesa
fundamentalmente la solución legal de un caso, sino la
solución justa; (7) y es claro que quien se satisface con la
primera, frecuentemente ni siquiera acierta con el
verdadero punto legal. (8) En cambio, quien trata de que la
solución legal coincida con la solución justa, insistiendo y
prolongando el estudio de un asunto, casi siempre alcanza
el objetivo propuesto y, (9) de paso, descubre que el
primer punto de vista legal
considerado, ni siquiera representaba una estricta solución
legal. [39]
El párrafo anterior está encabezado por la oración tema (1) que indica el
principio que va a desarrollar. Siguen ejemplos que ilustran el principio
enunciado en la oración tema (2) y (3). Esos principios culminan con el punto
objeto del párrafo (4), que es la moral del abogado. La moral del abogado es
desarrollada más detenidamente, mediante una explicación conceptual (5) y
luego por la exposición de las consecuencias de quien procede motivado por la
moral y quien procede motivado exclusivamente por la solución legal formal
(6) y (7). Detrás de esa afirmación hay una teoría de la necesidad de la moral y
también una experiencia práctica enunciada al principio, indicada en la
conclusión del párrafo (8) y (9).
Para comprobar la coherencia de un párrafo, revisemos si las oraciones
del párrafo desarrollan su oración tema. Si uno no puede establecer una clara
relación entre las oraciones, el párrafo será confuso.
Weihofen nos enseña que “en la redacción legal, la oración tema puede a
menudo ser la declaración de un enunciado legal y el resto del párrafo se
dedica a su ampliación, o a explicación de las razones que lo apoyan”. [40]
Cuando el señor López prendió un cigarrillo en el depósito
de petróleo, incumplió gravemente su contrato de trabajo.
(El resto del párrafo explica la base legal de la
afirmación).
De acuerdo con la ley, el arrendatario puede solicitar la
regulación del apartamento aunque el contrato diga lo
contrario. (El resto del párrafo explica la base legal de la
afirmación).
Una forma lógica de organizar los párrafos en las opiniones legales y en
otros escritos de argumentación legal es enunciar un tema en la primera
oración, seguido de su demostración por la base constitucional, legal,
reglamentaria, pruebas documentales, ejemplos u otros datos.
Ahora bien, toda persona que ejerza una actividad
industrial o comercial en jurisdicción de un municipio
debe pagar el impuesto sobre las actividades económicas.
En efecto, la Constitución... (el párrafo expone el principio
constitucional).
Por su parte, la Ley Orgánica de Régimen Municipal... (el
párrafo explica la base legal del impuesto).
En cumplimiento de las disposiciones anteriores, la
Ordenanza de Impuesto sobre las Actividades
Económicas...
La oración tema puede ser una pregunta:
La pregunta es: ¿cuáles son los privilegios establecidos
por la ley para los créditos de los trabajadores?
El primer paso de su consulta debe ser resolver la siguiente
cuestión: ¿Puede la Compañía terminar unilateralmente el
contrato antes de la fecha de terminación natural prevista
en la Cláusula Diez?
La oración tema puede referirse a un argumento que el párrafo propone
contestar. Tal oración puede comenzar: “Sus asesores les han
recomendado...”, “Hasta ahora la jurisprudencia reiterada ha sostenido que...”.
Si el escritor enuncia las oraciones tema de todos sus párrafos de una
manera evidente y tosca, puede convertir el estilo en monótono o mecánico.
La práctica irá enseñando cómo disimular la oración tema de manera que
resulte natural y ligera sin perder el orden necesario en los párrafos.
La oración tema debe llevar la llamada “idea controladora del párrafo”.
Esta idea es más que un simple titular, que informa de manera general el tema
del párrafo. La oración tema debe presentar el punto específico que va a
desarrollar. En el párrafo utilizado como ejemplo al iniciar este punto, el tema,
podría decirse, es “derecho y moral”. Sin embargo, ese enunciado general,
abstracto, no es la oración tema. La oración tema es más específica, tal y como
indica su encabezamiento: “Todas las profesiones liberales tienen que ver con
la moral desde el momento en que toda actividad humana está regida por
principios morales.” Esa es la idea precisa que va a desarrollar el párrafo. Si
repasamos las oraciones tema indicadas hasta ahora, comprobaremos cómo se
cumple este principio. En consecuencia, comprender la diferencia entre
“tema” y “oración tema” es un paso importante para redactar párrafos
exitosos.
Veamos el siguiente ejemplo:
1. Terminación anticipada del contrato.
2. El primer paso de su consulta debe ser resolver la siguiente
cuestión: ¿Puede la compañía terminar unilateralmente el
contrato antes de la fecha de terminación natural prevista en la
Cláusula Diez?

La frase 1 es un simple tema del párrafo. No da información precisa del


contenido del párrafo. El tema enunciado tan ampliamente podría ser enfocado
de distintas maneras. Podrían indicarse, por ejemplo, todas las causas previstas
en la ley o en el contrato para terminarlo anticipadamente. La oración tema,
indicada en el número 2, lleva al lector de la mano; le indica exactamente el
punto que el párrafo va a tratar: la terminación unilateral anticipada del
contrato por la compañía, de acuerdo con la Cláusula Diez. Si tenemos que
decir más sobre las posibles causas de terminación anticipada, redactaremos
otros párrafos. Esos párrafos podrían ser: “El contratista también podría
terminar anticipadamente el contrato, si...” “Una decisión del Ministerio que
prohibiera la importación de los productos, también podría ocasionar la
terminación anticipada del contrato.”
Obtener una buena oración tema es, por tanto, la primera tarea al redactar
un párrafo expositivo o argumentativo. En consecuencia, se recomienda no
comenzar a redactar un párrafo hasta no tener claros su tema y su oración
tema. Si uno tiene sólo el tema y no la idea controladora del párrafo, corre el
peligro de comenzar a divagar sin dirección precisa.
2.2. Desarrolle el tema del párrafo
Al redactar la oración tema el escritor enuncia un tópico y asume un reto
y un compromiso: desarrollar el principio enunciado en la oración tema a
satisfacción del lector. Para lograrlo dispone del resto del párrafo. El objeto
del desarrollo del párrafo es, pues, satisfacer las expectativas abiertas al lector
explicándole a cabalidad el principio enunciado en la oración tema. Este
principio del desarrollo del párrafo es expuesto por A Franklin Parks y sus
colegas coautores: [41] un párrafo deberá tener tantas oraciones como requiera
el desarrollo y la demostración satisfactoria de la idea planteada en la oración
tema.
Históricamente se consideraba que un párrafo promedio debía tener entre
cien y trescientas palabras, aunque se pensaba que si tuviera más o menos
palabras no significaba que el párrafo fuera inaceptable. [42] Sin embargo,
Bryan Garner observa que durante el Siglo XX se dio un proceso
progresivo de
reducción del largo de los párrafos tanto en número de oraciones como de
palabras. Al revisar las obras de eminentes escritores legales en Estados
Unidos, Garner constató que para fines del siglo el promedio oscilaba entre
setenta y cinco y ciento quince palabras por párrafo. [43] Conviene variar el
largo de los párrafos y el número de sus oraciones para vitalizar la exposición.
Un párrafo de una sola oración, por ejemplo, enfatiza la idea.
¿Cómo desarrollar el párrafo?
Si ya logramos una buena oración tema, debemos desarrollarla
eficientemente. Para lograrlo debemos diseñar oraciones de apoyo de la idea
principal. Algunos autores analizan al detalle las posibles estructuras del
párrafo, e identifican ideas de apoyo de primer nivel y de segundo nivel, e
incluso más. [44] Las de primer nivel apoyan directamente la oración tema, las
de segundo nivel apoyan las de primer nivel, y así sucesivamente. La oración
tema es la más general, las oraciones de apoyo de primer nivel son menos
generales y las de segundo nivel más específicas.
En el siguiente párrafo examinemos la oración tema, las oraciones de
apoyo primario y de apoyo secundario:
(1) Otra característica del derecho de protección al
consumidor es su universalidad. (2) Esta universalidad
tiene varias vertientes. (3) En primer lugar, por los sujetos
a quienes afecta: nos afecta a todos, porque todos somos
consumidores. (4) En realidad no se trata de proteger a una
minoría, sino de proteger a toda la población y
particularmente a la familia que es la unidad de consumo.
(5) En julio de 1972 se hizo un estudio en Inglaterra sobre
protección al consumidor conocido como Molony Report
(por su Director Joseph Molony). (6) En dicho informe se
destacaba la importancia del ser humano como
consumidor y se decía que consumidor es todo el mundo
todo el tiempo (“consumer is everybody all the time”). (7)
El derecho de protección al consumidor también es
universal por el alcance ilimitado de sus normas en las
distintas fases del proceso económico, desde la producción
de insumos, pasando por la manufactura de productos
terminados hasta los procesos de almacenaje, distribución,
importación y venta al mayor y al detal de los
productos. (8) Abarca,
además, innumerables actividades inherentes al proceso de
producción y venta de bienes y servicios, tales como
operaciones de crédito, publicidad, garantías, instrucciones
sobre el uso, funcionamiento o utilidad de los productos;
(9) porque consumidor es el tarjetahabiente y el turista,
quien va al mercado o al restaurante, quien habla por
teléfono o prende la luz, quien va a la barbería o pide un
crédito, quien compra un carro o un apartamento. (10) El
derecho de protección al consumidor interviene en todo el
proceso económico.” [45]
La número (1) identifica a la oración tema; la número (2) completa la
oración tema y la enlaza con la explicación. Las números (3) y (7) son
oraciones de apoyo primario. Las oraciones (4), (5) y (6) son apoyo
secundario de la oración (3); las oraciones (8), (9) y (10) son apoyo secundario
de la oración (7). La oración (10), además, cierra y resume el párrafo.
En el capítulo “Los contrasentidos originarios del municipalismo
tradicional”, el autor Fernando Albi se propone rebatir “la supuesta prioridad
cronológica del Municipio respecto al Estado”. Su primer punto es “su
imposibilidad lógica”:
(1) Para el municipalismo jusnaturalista - lo hemos dicho
reiteradamente - es criterio básico que el Municipio, en su
origen, es anterior, cronológicamente, al Estado, siendo
este último una mera consecuencia de aquél; (2) pero esto
constituye, con toda evidencia, un imposible lógico y un
absurdo jurídico, (3) como nos hace ver, con la máxima
concisión y sencillez, el postulado de Kelsen: “si la
comunidad parcial hoy existente como Municipio hubiera
precedido al Estado, es que el Estado habría coincidido
con el Municipio, es decir, el Municipio habría sido
Estado”. (4) Ello resulta irrebatible, porque si por Estado
se entiende un poder dotado de plena soberanía, que se
produce y actúa con absoluta independencia, sin
sometimiento a ninguna otra voluntad superior, es evidente
que siempre que nos encontremos con una entidad en estas
circunstancias será un Estado, y no otra cosa, cualquiera
que sea su determinación territorial, que no influye para
nada en su naturaleza jurídica. (5) Es decir, que
llegaremos, de modo inexorable,
a una situación diametralmente opuesta a la que los
jusnaturalistas pretenden establecer cuando dicen que cabe
concebir un Municipio sin Estado, pero no un Estado sin
Municipios; (6) porque - decimos nosotros - si bien puede
darse el caso de un Estado reducido a su más estricta y
mínima expresión territorial, resultaría absurdo denominar
Municipio a un poder plenamente soberano por la única
circunstancia de que tuviese una superficie reducida, o que
estuviese constituido por una sola agrupación residencial.
(7) Ello equivaldría a negar el carácter de Estados a
Liechtenstein (157 kilómetros cuadrados), a Mónaco (1,54
kilómetros cuadrados) o al Vaticano (40 hectáreas),
simplemente porque son mucho más reducidos en su
extensión y mucho más concentrados en su población, que
los Municipios españoles de Cáceres (1.768 kilómetros
cuadrados), Badajoz (1.547 kilómetros cuadrados) o
Córdoba (1.245 kilómetros cuadrados) y muchísimos más.
[46]

La oración número (1) es la oración tema: enuncia el principio que


pretende rebatir. La oración (2) indica su posición contraria, que es enunciada
en la oración (3). El principio propuesto es tan contundente que las oraciones
(4) y (5) indican de una vez la conclusión diametralmente opuesta al principio
rebatido. La oración (6) desarrolla la conclusión y las oraciones finales (7)
proveen ejemplos probatorios.
Cuando prepara el plan de redacción, el abogado debe tener una idea de
la estructura de sus párrafos, al menos los principales. Prever la estructura
significa definir la oración tema de cada párrafo y las ideas que formarán sus
oraciones de apoyo. La posibilidad de redactar párrafos coherentes será una
prueba de la claridad del plan y de las ideas del abogado. Si el abogado no
puede apoyar las oraciones tema de cada párrafo con buenos argumentos y
oraciones de soporte, podría ser que no tiene suficientes razones de fondo para
probar sus puntos y que su planteamiento es débil. Entonces debe volver atrás
y revisar el plan.
¿Cuánto apoyo debe tener un párrafo?
Cuánto apoyo debe tener el párrafo no se puede predeterminar. Sin
embargo, podríamos decir que el párrafo debe tener tanto apoyo como se
necesite para convencer al lector de la idea enunciada en la oración tema. El
redactor adquiere un compromiso con el lector de convencerlo de la idea
presentada en la oración tema; lo cumplirá si apoya la oración tema con
argumentos, ejemplos y pruebas de lo que afirma, de manera que el lector
quede satisfecho de haber comprendido y aceptado la idea enunciada en la
oración tema.
En ocasiones, la oración principal nos permite anticipar el número de
apoyos que el párrafo tendrá:
Del principio expuesto se derivan tres consecuencias
Si el contratista viola la cláusula siete incurrirá en
responsabilidad civil y también en responsabilidad penal
El plan sugerido nos permitirá reducir costos y aumentar
la producción.
“En nuestro Código Civil, el legislador distingue dos
grandes categorías de error, a saber: el error de derecho y
el error de hecho, y éste último es a su vez subclasificado
en error en la sustancia y error en la persona.” [47]
En cada una de las oraciones citadas, el redactor le anticipa al lector los
apoyos que vendrán en el desarrollo del párrafo (las palabras claves con que
anticipa el desarrollo se indican en cursiva). Ahora le corresponde organizar el
párrafo de acuerdo con lo anunciado.
Mantenga la ruta
Cuando hemos logrado una buena primera oración, que introduce con
propiedad el nuevo punto, la siguiente oración debe proceder a ampliar o
discutir ese punto. Weihofen nos dice que no debemos traicionar la
expectativa que hemos creado en el lector en la primera afirmación cambiando
a otro punto. La forma más fácil de perder la unidad es distraerse del
pensamiento principal y dedicarse a un asunto diferente, con el resultado de un
párrafo que introdujo un tema de discusión y luego se desvió para divagar por
temas menores y colaterales.
Decidir que el Presidente de una compañía puede con su
sola firma vender el activo social, es contrario al Código
de Comercio. En opinión del Doctor Juan Pérez el
Presidente
está facultado para vender con su sola firma una parcela
propiedad de la compañía. Al decidir la demanda de
Pedro González contra Guanaguana, C.A., el Juzgado XX
estableció que el Gerente General actuó conforme a la ley
al vender un inmueble. Pero en 18 sentencias (11 de
Tribunales de Primera Instancia y 7 de Juzgados
Superiores), se declara el principio asentado claramente
en la ley: que el activo social sólo puede ser vendido con
la autorización previa de la Asamblea de Accionistas, con
voto de la mayoría calificada prevista en el Artículo 280
del Código de Comercio.
Aquí, el punto de la primera oración hace suponer al lector que el tema
del párrafo será: “el Presidente de una compañía con su sola firma no puede
vender el activo social, pues es contrario al Código de Comercio”; pero el
escritor, sin ningún aviso, cambia de dirección y empieza a mencionar las
opiniones y decisiones en contra. Al empezar a leer “En opinión del Doctor
Juan Pérez el Presidente está facultado para vender con su sola firma“,
esperamos que nos confirme que el autor Pérez apoyó el criterio del título del
párrafo. Pero al final de la oración, uno encuentra que no. Entonces, uno
vuelve a empezar a leer, pensando que no entendió. Sólo después de leer todo
el párrafo vemos lo que el escritor ha hecho: nos sacó del camino que
llevábamos al dejar colar las excepciones antes de confirmarnos el principio
general enunciado en el título. No es objetable la vía que el escritor tomó para
desarrollar su punto. Pero debió haber aclarado al lector el camino que estaba
siguiendo. Pudo haber hecho esto fácilmente, iniciando la segunda oración con
“Es verdad que”. Esto nos hubiera dado una señal de que lo que sigue es una
excepción o limitación que el escritor quiere quitar de su camino antes de
llegar el punto principal.
2.3. Métodos para desarrollar los párrafos expositivos y
argumentativos
Un párrafo expositivo y argumentativo teóricamente se puede desarrollar
de múltiples formas, a criterio del escritor. Sin embargo, estudiosos de la
comunicación han revisado los párrafos escritos por los mejores escritores por
varios siglos. Y se han preguntado cuáles comunican y convencen más. Como
conclusión de sus estudios han identificado seis modos particularmente
eficientes de desarrollar los párrafos. La eficiencia de los párrafos se debe a
que están construidos en la forma como nuestra mente actúa naturalmente
cuando quiere comunicar información y apoyar sus puntos de vista. Esos seis
modos de
desarrollo de párrafos son: 1. Ejemplo. 2. Causa y efecto. 3. Análisis del
proceso. 4. Definición. 5. Comparación y contraste. 6. Clasificación. [48]
A. Ejemplo
Cuando se desarrolla un párrafo con uno o varios ejemplos, se debe tener
en cuenta:
1. Que los ejemplos sean apropiados, es decir, que se refieran
precisamente al principio expuesto.

2. Que sean específicos y claros. No deben ser generales o vagos.

3. Que sean suficientes para convencer al lector. Algunas veces


bastará con un ejemplo importante, detallado; otras veces
convendrá dar varios ejemplos presentados someramente.

B. Causa y efecto
Según A. Franklin Parks y sus colegas este método es particularmente
usado en los escritos contemporáneos porque encuadra con nuestra mentalidad
racional y científica. Causa y efecto son dos caras de la misma moneda. La
causa precede, indica el por qué, mientras el efecto continúa e indica
consecuencias. Dentro de esta categoría también se pueden ubicar los párrafos
que tengan que ver con relaciones del objeto tratado en el párrafo. Cuando se
indiquen causas o efectos, se debe tener en cuenta dos factores: a) que sean
relevantes; y b) que sean realmente causas o efectos y no meras condiciones o
circunstancias. Confundir causas o efectos con circunstancias destruye el valor
demostrativo del párrafo.
C. Análisis del proceso
En muchas oportunidades debemos exponer cómo funciona algo. Para
otras profesiones se trata de procesos físicos, químicos, biológicos o
mecánicos. Los abogados tenemos que describir muchos procesos
administrativos o judiciales previstos en alguna norma legal general; otros
procedimientos pueden ser creados por contrato. Cuando se presenten
procesos deben cuidarse dos aspectos: a) la estricta relación progresiva del
mismo; y b) que los hechos sucesivos sean repetitivos, para que constituyan
un proceso y no simplemente una serie irrepetible u ocasional de actos.
Los procesos que debe enfrentar un abogado no sólo son en esencia
judiciales o administrativos. Para redactar una ley o un contrato, muchas veces
el abogado debe entender el desarrollo de un proceso industrial, comercial o
social. En una ocasión se encomendó a un abogado redactar un contrato que
celebrarían una compañía minera, que proveía mineral de hierro en bruto, tal
como era extraído de la mina, y un consorcio que construiría una planta
industrial para la purificación del mineral hasta la obtención de briquetas de
hierro. El abogado debió conocer al detalle el proceso industrial para poder
redactar el contrato. Cuando se trata de regular la relación entre un industrial,
proveedor de productos y un distribuidor de esos productos, el abogado debe
ayudar a diseñar y definir con exactitud el proceso de producción, la
oportunidad y lugar de las entregas, la recolección de los productos, los
mecanismos y zonas de distribución, la oportunidad de los pagos, indicando la
moneda de pago y el lugar de los pagos, así como los mecanismos alternativos
en caso de falla de algunos de los pasos previstos originalmente. También
debe prever los recursos que tiene cada una de las partes en caso de
incumplimiento de la otra.
Cuando analiza un proceso, el abogado debe asegurarse de obtener el
panorama completo, es decir, de cubrir todos los pasos que integran el
proceso. Su habilidad abarcará al menos dos aspectos: a) describir cada paso
convenientemente; y b) prever la solución para los problemas que se puedan
presentar por incumplimientos o fallas que puedan ocurrir en cada uno de los
pasos del procedimiento. En el ejemplo del contrato de distribución de
productos, el abogado se debe preguntar: ¿Qué hacer si al industrial no le llega
la materia prima? ¿Qué hacer en caso de entregas tardías? ¿Se debe fijar un
área exclusiva de distribución? ¿Se deben regular los precios de reventa? ¿Qué
pasa si el distribuidor cambia unilateralmente el área de distribución, o cambia
los precios? El abogado debe agotar las preguntas antes de redactar el
procedimiento. Y, por supuesto, debe discutirlas y madurar cada respuesta con
el cliente.
D. Definición
Definir literalmente significa poner límites. Definir es explicar el
significado de un concepto. Aun cuando el abogado está familiarizado con el
manejo de definiciones, definir con precisión es a menudo complicado,
particularmente cuando tratamos de objetos abstractos y generales, que pueden
tener varios significados. A continuación veremos algunos tipos de definiciones.
a. Definiciones nominales y reales
La definición nominal atiende al significado de la palabra. Usualmente
encontramos definiciones nominales en los diccionarios.
Matrimonio es la unión de un hombre y una mujer para
hacer vida común, con arreglo a derecho. [49]
Si la definición atiende al origen de la palabra puede ser: (i) etimológica,
si atiende al significado de la raíz; o (ii) semántica, si atiende a los cambios en
la historia de la palabra. A este respecto, la observación de Thomas Kane es
pertinente:
Aun cuando es relativamente fácil de obtener, definir
ateniéndose sólo a significados etimológicos y arcaicos de
una palabra tiene sus limitaciones. Uno debe usar los
diccionarios cautelosamente. La etimología de una palabra
no necesariamente es su sentido propio. Los significados
de las palabras cambian y no puede argüirse que el sentido
contemporáneo de una palabra es de alguna forma
incorrecto porque se ha distanciado del original. Ni las
definiciones de los diccionarios nos cuentan toda la
historia. Aunque sean muy atentos y detallados, tienen que
excluir muchas sutilezas en los significados.[50]
La definición también puede ser real, si atiende no al concepto sino a la
institución que hay detrás de la palabra. Veamos esta definición de
matrimonio producida por el ensayista G. K. Chesterton:
El matrimonio no es una simple cadena que apresa el
amor, como dicen los anarquistas; ni es una mera
coronación del amor, como dicen los sentimentalistas. El
matrimonio es un hecho, una relación real humana, como
la maternidad, que tiene hábitos y lealtades verdaderos,
excepto en unos pocos casos monstruosos, en los que se
vuelve una tortura por la locura y el pecado de las
personas. Un matrimonio no es ni un éxtasis ni una
esclavitud; es una sociedad que busca el bien común; es un
ente independiente de trabajo y de esfuerzo, como una
nación. [51]
La definición citada dista mucho de la definición de matrimonio que
encontraríamos en un texto de derecho de familia. No va al concepto, sino a la
realidad subyacente.
b. Definiciones formales o informales
Las definiciones formales se logran al dar lo que llamaba Aristóteles el
género próximo y la última diferencia. El género próximo es la clase o
categoría a que pertenece el concepto que se define. Por ejemplo, si vamos a
definir “novación” debemos comenzar por indicar a qué clase pertenece:
“novación es un modo de extinción de las obligaciones”. Una vez que tenemos
la clase a que pertenece, damos la diferencia de los otros conceptos de la
misma clase. En el caso de la novación, diríamos: “que consiste en extinguir la
obligación existente suplantándose por otra nueva.” [52] Cuando se dé una
definición formal debe cuidarse que tanto la clase a la que se alude como la
última diferencia sean precisas.
La definición informal presenta el significado de un concepto de un
modo menos estructurado. Si en un contexto informal decimos: “la novación
es un medio de quitarse la hipoteca de encima”, no estamos literalmente
definiendo la novación. Simplemente queremos decir que al novar en este caso
concreto cambiamos la obligación garantizada con hipoteca por otra libre de
esa garantía. Para utilizar definiciones informales debemos considerar el
contexto y el tono del párrafo. En los escritos legales usualmente preferiremos
las definiciones formales. Pero en un medio informal y de confianza una
definición informal podría aligerar la redacción. Las definiciones informales
pueden dar lugar a malos entendidos; por esta razón se recomienda usarlas
sólo si el escritor está seguro de que el lector la interpretará únicamente con la
intención prevista por él.
c. Definiciones consensuales, especializadas, ad hoc e ideales
Esta clasificación atiende no al fondo de la definición, sino al propósito
buscado. Las definiciones consensuales dan el significado común y corriente
de la palabra definida. Es el significado encontrado usualmente en el
diccionario general.
Las definiciones especializadas indican el significado técnico de una
palabra para una ciencia o una profesión determinada. Por ejemplo, la palabra
“corredor” en castellano significa “persona que corre” (definición consensual);
en derecho significa “en general, intermediario; quienquiera que intervenga en
ajustes o convenios, y de modo más concreto en compras y en ventas
mercantiles.” [53]
Las definiciones ad hoc son creadas y utilizadas para un fin determinado.
Por ejemplo, en un contrato se definen palabras con un significado preciso
sólo para ese contrato y para ningún caso más: “El Vendedor”, “El
Comprador”, “La Parcela”, definidos en un contrato identifican a personas o
cosas particulares de ese contrato.
Por último, las definiciones ideales establecen lo que debería ser, en
oposición a lo que es. En la definición ad hoc el escritor dice: “Por
conveniencia llamaré X a tal cosa”; en la definición ideal el escritor dice:
“Usaré el término Y para significar tal cosa, el cual es el propio sentido de la
palabra y el que todo el mundo debería usar”. [54]
A pesar de que la Constitución de 1999 consagró el derecho de rebelión
popular contra los gobiernos que “violen la constitución o menoscaben los
derechos humanos”, se sigue confundiendo rebelión popular constitucional y
golpe de estado. El intérprete, entonces, está obligado a precisar mediante
definiciones ideales:
¿Qué diferencia hay entre golpe de estado, grado máximo
de la rebelión, y el derecho de rebelión legítima para
restaurar la vigencia de la Constitución?
Un golpe de estado es una cosa y el ejercicio del derecho
de rebelión es otra. El golpe de estado es un acto arbitrario
de fuerza ejecutado “porque me da la gana”, porque un
grupo no está de acuerdo con el gobierno de turno. Es un
acto delictivo contra la Constitución, contra un gobierno
legítimo, es decir, en el que se cumplen dos requisitos
establecidos en la Constitución: a) electo por el pueblo
conforme a la Constitución y b) cumplidor de la
Constitución y respetuoso de los derechos humanos. Los
golpistas violan la Constitución y son delincuentes, actores
del delito de rebelión tipificado en el Código Penal.
El derecho de rebelión es todo lo contrario: es el ejercicio
de la potestad, consagrada en la Constitución, de
desconocer a la autoridad ilegítima, que gobierna contra la
Constitución y viola los derechos humanos. El ejercicio
del derecho de rebelión está dirigido a restaurar la vigencia
de la Constitución. No sólo no es un delito; según las
palabras de la Constitución es “un deber”. Es requisito
indispensable para que se justifique el derecho de
rebelión, que el
gobierno sea ilegítimo. Por tanto, es indispensable
sustentar la acción en argumentos irrebatibles que
demuestren la ilegitimidad del gobierno.
d. Definiciones por sinónimos
Consisten en explicar una palabra complicada con palabras sencillas. Se
utilizan especialmente al exponer un término técnico o especializado a un
lector que suponemos lo desconoce. O cuando un escritor va a utilizar una
palabra con un sentido determinado, que hemos llamado ad hoc. Si en un
momento dado el escritor se está refiriendo a un escrito en que aparece citado
“lo dispuesto en la Carta Magna”, puede aclarar: “es decir, en la
Constitución”, y así asegura que el lector entienda exactamente su significado
y no vaya a pensar que se trata de la Carta Magna histórica firmada en
Inglaterra en 1215.
e. Definiciones por negativos
En ocasiones puede ser conveniente definir lo que algo no es. Un maestro
de la escritura, G.K. Chesterton, nos suple un ejemplo apropiado, al definir la
miseria, diciendo lo que es su antítesis, prosperidad:
Ahorrar es el camino para progresar; y el miserable es el
hombre que no progresa. En su sentido integral progresar
significa lograr el máximo de cada cosa; y el miserable no
logra nada de nada. El miserable es el hombre en quien el
proceso, desde la semilla hasta la cosecha, se detiene en el
estadio intermedio del dinero. No cultiva cosas para
alimentar a la humanidad; ni para alimentar a un hombre;
ni siquiera para alimentarse a sí mismo. El miserable es el
hombre que muere de hambre y por quien morirían de
hambre todos los demás, en una especie de adoración del
bienestar en su forma muerta, a diferencia del bienestar en
su forma viva. [55]
f. Definiciones por metáforas y símiles
Mientras más abstracto e incomprensible es el concepto definido más
debe el escritor apelar a símiles y metáforas. La experiencia humana más
sublime, y a la vez más misteriosa, es la experiencia mística. Uno de los más
grandes místicos de la humanidad, San Juan de la Cruz, describe, con su
lenguaje del siglo XVI, su experiencia de la comunicación y el amor de
Dios, fenómeno
desconocido a ese nivel para la mayoría de los mortales:
Comunícase Dios en esta interior unión al alma con tantas
veras de amor, que no hay afición de madre que con tanta
ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano ni amistad
de amigo que se le compare. Porque aún llega a tanto la
ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala
y engrandece a esta humilde y amorosa alma... que se
sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si
él fuese su siervo y ella fuese su señor. Y está tan solícito
en la regalar, como si él fuese su esclavo y ella fuese su
Dios:
¡tan profunda es la humildad y dulzura de Dios! [56]
Una persona creyente, de cualquier religión, que no haya tenido una
experiencia tan profunda de Dios, difícilmente definirá el amor de Dios con
palabras similares a las citadas.
E. Comparación y contraste
Se comparan dos objetos que son en parte iguales y en parte distintos.
Los especialistas en redacción se refieren a comparación (en sentido estricto)
cuando el redactor habla de parecidos o semejanzas entre dos o más objetos y
de contraste cuando habla de las diferencias. Cuando un escritor compara o
contrasta dos objetos puede tomar varias decisiones: a) puede decidir si tratará
sólo con las similitudes, sólo con las diferencias o con ambas. b) puede tratar a
los dos términos comparados en igualdad de condiciones o darle preferencia a
alguno sobre el otro. Si está hablando de la cesión de créditos, por ejemplo,
puede, en un momento determinado, decir: “La cesión de créditos tiene ciertas
semejanzas con la novación por cambio de acreedor...”, con lo cual mantiene
el foco de la redacción sobre su tema principal. c) puede considerar las
circunstancias objetivas que los haga similares o diferentes; pero también debe
considerar las circunstancias subjetivas: lo que uno quiera destacar.
Cualquiera que sea la decisión, debe anunciarla claramente en la oración tema
y desarrollarla coherentemente.
El desarrollo por comparación o contraste es ilustrado por el siguiente
párrafo del Magistrado Black, al salvar su voto en la decisión de Dennis vs.
Los Estados Unidos, que comienza:
Para empezar quiero dejar claro qué crimen se cometió en
este caso y qué crimen no se cometió. Los demandados no
fueron acusados de intentar derrocar al gobierno. Ni
fueron acusados con actos encubiertos de ningún tipo
dirigidos a derrocar al gobierno. Ellos ni siquiera fueron
acusados de decir alguna cosa o escribir algo destinado a
derrocar al gobierno. La acusación fue que ellos
convinieron en reunirse para hablar y ver si publicaban
unas ideas en una fecha posterior. [57]
Al explicar los tipos de simulación, el Doctor Luis Loreto expone, con un
lenguaje magistral, dirigido a abogados:
...encubierto por el negocio simulado puede encontrarse un
negocio disimulado, comprendiéndose en la doctrina esta
forma particular bajo el nombre de simulación relativa
(Ferrara, Pestalozza). En esta manifestación del fenómeno
jurídico se enseña desde la formación postclásica que el
negocio simulado es nulo, y válido, en principio, el
negocio disimulado, lo que expresa la rúbrica del Codex:
Plus valere quod agitur, quam quod simulate concipitur
(Cod IV, 22). La simulación, en sí, no vicia el acto
disimulado, o, en otros términos, la simulación no es causa
de nulidad del negocio encubierto (Josserand, Les mobiles
dans les actes juridiques, n. 194). Tanto en la simulación
absoluta como en la relativa, el negocio simulado es
absolutamente nulo; pero mientras en aquélla se muestra
un colorido sin sustancia jurídica (colorem habet,
substantiam vero nullam), en ésta se muestra un colorido
con sustancia jurídica distinta (colorem habet, substantia
vero alteram). En la simulación relativa se simula la
apariencia y la realidad se disimula (quae non sunt,
simulo, quae sunt, ea dissimulantur). Mientras que en la
simulación absoluta el proceso simulatorio se dirige a
fingir fraudulentamente (mas no necesariamente) la
existencia de una relación o situación jurídica que no
existe; en la relativa, bajo este fingimiento se oculta una
relación o situación jurídica en todo o en parte distinta de
la ostensible. De ahí que la acción encaminada a declarar
la simulación relativa tenga un doble alcance: positivo el
uno, negativo el otro. Negativo por lo que respecta al acto
simulado; positivo, por lo que
toca al acto disimulado. [58]
F. Clasificación
Para clasificar un objeto de estudio es necesario considerar las partes de
que está compuesto y analizar cada una por separado. Clasificar es analizar e
incluye en primer lugar identificar cada una de las partes que componen el
objeto de estudio. Y luego analizar cada una por separado. Para hacer una
clasificación apropiada el escritor debe considerar: a) un criterio básico para la
clasificación preciso y relevante; tal criterio debe ser formulado y escrito antes
de comenzar a escribir el párrafo. b) las categorías construidas deben ser
mutuamente excluyentes. Si uno de los ítems calza dentro de dos o más
categorías, oscurece la explicación y la clasificación resulta fallida. Y c) la
clasificación debe abarcar todos los ítems componentes del objeto clasificado.
Jorge Luis Borges en Nuevas Inquisiciones, menciona la vieja
enciclopedia china llamada Emporio Celestial de Conocimientos Benévolos
que divide a los animales así: “a) Pertenecientes al Emperador, b)
Embalsamados, c) Amaestrados, d) Lechones, e) Siameses, f) Fabulosos, g)
Perros sueltos, h) Incluidos en esta clasificación, i) Que se agitan como locos,
j) Innumerables, k) Dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l)
Etcétera, m) Que acaban de romper el jarrón, n) Que de lejos parecen
moscas.” [59] Esa, evidentemente, es una clasificación humorística e irracional,
en la cual no se cumplen los requisitos expuestos arriba para una clasificación
apropiada.
Veamos, en cambio, esta clasificación precisa del autor del Siglo XIX,
Luis Sanojo:
La sustitución es una disposición testamentaria por la cual
una persona es llamada a una herencia o a un legado a falta
de otra. Divídense las sustituciones en directas e indirectas
o fideicomisarias y en vulgares, pupilares y ejemplares. Es
directa cuando al heredero instituido o al legatario se
sustituye otra persona para el caso en que ellos no quieran
o no puedan aceptar la herencia o el legado y se llama
directa porque el sustituto recibe directamente del
disponente la liberalidad testamentaria; esta sustitución
recibe el nombre especial de recíproca, cuando los
coherederos y legatarios son sustituidos entre sí. La
sustitución es fideicomisaria cuando el heredero o
legatario recibe el encargo de conservar y restituir a una
tercera persona la herencia o el
legado y se llama indirecta porque el sustituto recibe la
liberalidad por el intermedio del favorecido en primer
lugar. Llámase vulgar aquella por la cual se da un sustituto
a cualquier heredero o legatario que no llegue a aceptar la
liberalidad: es pupilar la institución que hace el padre o la
madre sobre los bienes de su hijo que no ha llegado
todavía a la edad de hacer testamento; y ejemplar la
institución que hacen las mismas personas sobre los bienes
del hijo que por defecto intelectual no puede otorgar
testamento. Estas dos últimas no pueden llamarse
propiamente sustituciones, siendo más bien la ordenación
de la última voluntad del hijo incapaz; pero la
jurisprudencia siempre la ha conocido con el nombre de
sustitución y por tal razón el Código trata de ellas en el
presente título. [60]
2.4. Otros métodos de desarrollo de los párrafos
Además de los métodos examinados, hay otras vías para desarrollar cada
párrafo: a) por analogía; b) por desarrollo del principio legal; c) por resumen
de lo anterior; y d) por calificación. [61] Ilustremos estos métodos con ejemplos.
A. Desarrollo por analogía
Esta es en realidad una forma especial de desarrollo por comparación.
Hay un objeto principal y un objeto analógico secundario. El objeto analógico
usualmente es diferente o contrastante con el principal. El foco se mantiene
sobre el sujeto principal, mientras la analogía sirve para enfatizar, clarificar o
persuadir al lector. El sujeto analógico muchas veces es familiar y concreto y
sirve para explicar conceptos más abstractos y desconocidos para el receptor de
la comunicación.
Proponer castigar y reformar a la gente en la misma
operación, es exactamente como si usted fuera a tomar a
un hombre que sufre neumonía e intenta combinar
tratamiento punitivo y curativo. Arguyendo que un
hombre con neumonía es un peligro para la comunidad,
que adquirió la enfermedad por no haber cuidado su salud
y que puede contagiar a otros, usted puede concluir que él
recibirá una adecuada lección, al castigársele por haber
permitido el deterioro de sus pulmones y por propiciar que
otros sigan su ejemplo y contraigan la enfermedad.
Entonces, lo deja
desnudo toda la noche en la nieve. Pero al mismo tiempo
usted admite que restablecerle la salud es posible, y
contrata un doctor que supervise el castigo y le administre
algunos jarabes amargos, para no mimar al delincuente. [62]
En el párrafo anterior la analogía sirve para facilitar la comprensión de un
criterio abstracto y complejo al mostrarlo con un ejemplo visual. Por ser la
analogía una especie de comparación con un objeto de naturaleza diferente a la
del objeto principal, tiene poco efecto lógico, pero sí efecto ilustrativo y
persuasivo.
Dentro de la analogía podemos ubicar un sinnúmero de anécdotas y
cuentos que el abogado va encontrando en su camino y que ayudan a ilustrar
puntos de difícil comprensión y explicación. A los inversionistas extranjeros y
a sus abogados procedentes de Norte América, Europa o Japón, les resulta casi
incomprensible un fenómeno cultural venezolano (y latinoamericano) que
consiste en la superabundancia de normas legales para casi todas las
actividades humanas imaginables. Para cada insignificante actividad hay una
ley, un decreto, una ordenanza, un reglamento... que casi nadie cumple y no
pasa nada. En Venezuela se llama “permisología”. Explicar este fenómeno era
arduo, hasta que oí un cuento que lo aclaró:
Un señor sube a un autobús y le pregunta al conductor:
- ¿Puedo fumar?
El conductor le contesta:
- No. ¿No está viendo el letrerote que dice “PROHIBIDO
FUMAR”? El pasajero insiste:
- ¿Y por qué el señor que está al lado mío tiene un tabaco prendido?
- Porque él no preguntó.
El chiste es una analogía llevada al extremo de desaparecer al objeto
principal y dejar sólo el analógico.

B. Desarrollo del principio legal [63]


En un informe legal un párrafo típico está encabezado por la enunciación
del principio de derecho seguido de su fundamento legal. Si el fundamento
legal es complejo y requiere citar la Constitución, una Ley Orgánica, una o
varias resoluciones ministeriales, y jurisprudencia, cada una de estas fuentes
puede requerir un párrafo particular.
Las sociedades de economía mixta son compañías anónimas
en las cuales participan como accionistas en forma
decisiva el Estado o las demás entidades de carácter
estatal. En ellas aparecen asociados el capital público con
el capital privado. Lo que caracteriza a las sociedades de
economía mixta es la participación de los sectores público
y privado, tanto en la integración del capital social, como
en la administración de la empresa. Son frecuentemente
empleadas como un modo de gestión de los servicios
públicos de carácter industrial o comercial. Sin embargo,
la sociedad de economía mixta no es necesariamente un
modo de gestión de los servicios públicos. Puede ser
utilizada para permitir al Estado participar financieramente
en una empresa privada, sin que ésta llegue a ser un
servicio público. Puede constituir un medio de contribuir
el Estado a promover o ampliar actividades en el campo de
la producción nacional o emprender servicios de interés
económico y social. Finalmente, así como las empresas
privadas de la administración, la sociedad mixta puede
constituir sólo un medio de obtener el Estado ganancias
pecuniarias. Aquellas compañías cuyas acciones
pertenecen al Estado, reciben la denominación de
“empresas del Estado”, y son frecuentemente utilizadas
para la prestación de servicios públicos de carácter
industrial o comercial. [64]
Cuando se cita abundante jurisprudencia o doctrina, se debe considerar
presentarlos en un orden: 1) del menor al mayor, para crear un clímax; 2) del
general al particular (deducción); 3) del particular al general (inducción); 4) del
familiar al desconocido.
C. Resumen de lo anterior
Después de dedicar unas 12 páginas a describir la estructura del proceso
civil, el Dr. Arístides Rengel Romberg resume lo tratado así:
Resumiendo los diversos caracteres formales del proceso
civil venezolano, que le dan su estructura peculiar, se
puede decir: que el proceso civil venezolano es un proceso
escrito, fraccionado en multitud de fases o etapas
preclusivas, cuya secuencia asegura la ley; en el cual una
vez citado el
demandado para la contestación, ya no tienen necesidad de
ser citadas de nuevo las partes para ningún otro acto del
proceso, debiendo el juez atenerse, exclusivamente, a lo
alegado y probado por las partes, a quienes corresponde
también, exclusivamente, cuidar del adelanto y desarrollo
del proceso, sin que el Juez pueda proceder sino a
instancia de las mismas, pero estando obligado a mantener
la igualdad de las partes y la publicidad de la causa, siendo
el Juez responsable de las faltas, delitos y violaciones de la
ley que cometa en el ejercicio de sus funciones. [65]
D. Calificación
La palabra “calificación” tiene dos significados: objetivo y subjetivo. La
calificación objetiva es la “cualidad, habilidad, conocimiento o experiencia que
debe tener una persona para ocupar un puesto”. Si un escritor, por ejemplo,
quiere definir qué personas pueden ejercer determinado cargo, califica o limita
el universo de las personas: mayores de dieciocho años, que sepan leer y
escribir el castellano correctamente. Esa es una calificación objetiva. La
calificación subjetiva consiste en “limitar o modificar el significado de una
palabra o de un concepto”. Este es el sentido de la palabra cuando
hablamos de adjetivos calificativos, que modifican el significado de un
substantivo, indicando una cualidad. La calificación, objetiva o subjetiva,
puede ser hecha con una palabra, con varias palabras, e incluso con una o
varias oraciones.
Las calificaciones subjetivas indican una apreciación de la persona. Con
estas calificaciones el escritor debe ser particularmente cauto y prever que la
calificación no siempre será verdadera o aplicable, o podrá ser debatida o
cuestionada por otros. En estas calificaciones corre el riesgo de ser impreciso y
perder credibilidad. Supongamos, por ejemplo, que un escritor redacta esta
oración:
Los redactores de la Constitución desconocían su trabajo.
Esa es una afirmación clara y extrema. Sin matices. La verdad podría no
ser tan simple. Entonces el escritor matiza su calificación:
Muchos de los redactores de la Constitución desconocían
su trabajo.
Con esa limitación el redactor se protegió de la imprecisión derivada de
una
afirmación absoluta, que no podría probar. Si quiere cuidar más su afirmación,
entonces se recomienda subordinar la afirmación:
Expertos constitucionalistas hicieron aportes importantes
para la redacción de artículos básicos, aunque muchos de
los redactores de la Constitución desconocían su trabajo.
Si todavía quiere suavizar más la oración, puede colocar la excepción al
principio y dejar el pensamiento principal para el final:
Aunque muchos de los redactores de la Constitución
desconocían su trabajo, expertos constitucionalistas hicieron
aportes importantes para la redacción de artículos básicos.
Supongamos que el escritor piensa que debe suavizar más la calificación.
Entonces puede utilizar nuevos calificativos:
Aunque algunos de los redactores de la Constitución
desconocían su trabajo, expertos constitucionalistas hicieron
aportes importantes para la redacción de artículos básicos.
Cuando la calificación deba redactarse en una oración separada, o en
varias oraciones, debe dejarse en claro lo que es definitivo, irrebatible, y
distinguirse de lo que está sujeto a discusión. Esta distinción se logra con
palabras como “evidentemente”, “admitimos que”, “obviamente”, para iniciar la
oración segura. Y la segunda oración, la menos segura, puede iniciarse con
“pero”, “sin embargo”, “no obstante”.
Admitimos que expertos constitucionalistas hicieron aportes
importantes para la redacción de artículos básicos de
nuestra Constitución. Pero algunos de los redactores
desconocían su trabajo.
Con esas precauciones y delimitaciones el redactor puede continuar su
párrafo e incluir más oraciones, protegiéndose de la imprecisión:
Admitimos que expertos constitucionalistas hicieron aportes
importantes para la redacción de artículos básicos de
nuestra Constitución. Por ejemplo, los artículos referentes
a tal y tal... Pero algunos de los redactores desconocían su
trabajo. Las comisiones de XX estaban integradas por un
grupo de personas que desconocían la materia y fueron
electos como diputados a la Asamblea Constituyente por
haber sido simpatizantes de un grupo político que
circunstancialmente obtuvo más votos de los
originalmente previstos.
2.5. Párrafos expositivos y párrafos argumentativos. Diferencias
Los párrafos expositivos y los argumentativos tienen, en principio, la
misma estructura analizada hasta ahora: una oración tema encabezándolos y un
desarrollo. Existe, sin embargo, una diferencia apreciable entre ellos: en los
párrafos expositivos el redactor prevé la buena disposición del lector a aceptar
las ideas expuestas. En el párrafo argumentativo el abogado escribe a un lector
que rechaza sus ideas o que, al menos, duda de ellas. Entonces el abogado está
más presionado a convencer. En muchos casos los abogados deben exponer sus
ideas en ambiente de rechazo o de duda. En consecuencia:
a. La oración tema debe presentar más urgentemente, o con más
fuerza, la idea central del párrafo.

b. Las ideas de apoyo deben redactarse previendo la posible


refutación de lo que plantea. Y debe prever la posible respuesta.

c. El razonamiento debe ser contundente.

El entrenamiento universitario y profesional del abogado y todas las


normas que se tratan en este trabajo están dirigidos a prepararlo para redactar
párrafos expositivos y también argumentativos. Sobre el tema de razonamiento
y argumentos tratamos en “Razonamiento Legal”. A continuación citamos un
ejemplo de párrafo argumentativo, en el cual el redactor insta amistosamente a
sus colegas a tomar ciertas decisiones:
Si deseamos lograr una legislación eficiente como
instrumento del desarrollo armónico del país, si queremos
que el derecho sea aplicado con justicia y equidad, es
menester dar varios pasos, entre los cuales sugiero: crear
las cátedras de redacción de leyes en nuestras
universidades; mejorar los cursos de postgrado;
incrementar los estudios jurídicos a todos los niveles,
integrándolos con las ciencias sociales afines; remunerar
adecuadamente a los magistrados encargados de impartir
la justicia; constituir los organismos aptos para redactar
técnicamente las normas jurídicas y para
asesorar al legislador en materias complejas y
especializadas. Estos organismos deben consultar a los
interesados, escuchar las opiniones y analizar los
planteamientos y problemas respecto de cada caso. Las
ejecutorias de los poderes públicos deberán corresponder a
una concepción ideal de proceder. Así lo hicimos cuando
se inició hace 40 años la histórica acción legislativa en
materia laboral venezolana. Debemos, pues, revivir
nuestra sana tradición. Es una tarea nacional que por su
trascendencia, debemos todos fortalecer. [66]
2.6. Ideas prácticas para aplicar los métodos de desarrollo de párrafos
Hasta ahora hemos visto en qué consiste un párrafo expositivo o
argumentativo. Dijimos que un párrafo consiste en una serie ordenada de
oraciones que debe ser construido con una oración tema que lo encabeza y un
desarrollo de la oración tema. Y vimos ejemplos y alternativas para redactar
una oración tema y vías para desarrollar el párrafo.
A. A. Franklin Parks y sus colegas [67] estudian el proceso de redacción e
identifican cuatro pasos en la redacción de cualquier párrafo: a) escoger un
tema; b) escoger una idea controladora; c) expresar esa idea en una oración
tema; y d) desarrollar la idea y apoyarla en el cuerpo del párrafo. Ahora bien,
estos autores nos indican que lo aprendido sobre los métodos de desarrollo de
los párrafos nos puede ser particularmente útil cuando vamos a redactar, en
dos situaciones diferentes:
a. Si uno tiene el tema pero tiene dificultad para encontrar la
oración tema.

b. Si uno ya tiene la oración tema, pero no sabe cómo desarrollar el


párrafo.

Si uno tiene el tema del párrafo, pero no logra diseñar una buena oración
tema, puede revisar las vías de desarrollo de los párrafos; a través de ellas
puede precisar el enfoque del párrafo y concebir una idea controladora que le
oriente el sentido del párrafo. Si uno, por ejemplo, quiere redactar un escrito
sobre “la acción de la sociedad civil en la toma de decisiones políticas”, puede
dedicar un párrafo a definir la acción de la sociedad civil en la toma de
decisiones políticas, o buscará ejemplos de actuaciones efectivas de la
sociedad civil, o indicará el
procedimiento utilizado por la sociedad civil para lograr los objetivos
propuestos, o distinguirá el objeto de estudio de otras acciones diferentes,
como podrían ser acciones no políticas (de beneficencia, deportivas,
culturales), o estudiará si hay diferentes clases de participación política
(nacional, regional, municipal).
En otras ocasiones uno puede tener una idea de lo que quiere decir, pero
no sabe cómo decirlo. Echar un vistazo a los modos de desarrollo de los
párrafos puede ayudar. Supongamos, por ejemplo, que uno está redactando el
tema de la acción de la sociedad civil en la toma de decisiones políticas, y
tiene una oración tema: “La sociedad civil tiene derecho a actuar para
provocar decisiones políticas”, pero encuentra dificultad en desarrollar la idea.
Echar un vistazo a los métodos de desarrollo de los párrafos nos puede
orientar. Podríamos continuar diciendo en qué consiste ese derecho
(definición), o podríamos distinguirlo de otros derechos, o identificar distintas
situaciones en que puede ejercerse el derecho (clasificación).
B. Para adquirir el dominio en la redacción de párrafos, al escritor se le
recomienda practicar una y otra vez cuidando las reglas, como hace el
estudiante de piano. Si no lo hace, sus párrafos correrán el peligro de ser
inconexos. Una vez que adquiere dominio, no tendrá que hacer un ejercicio
intelectual específico para planificar cada párrafo que redacte. Con soltura irá
destinando un párrafo a definir, otro a comparar, otro a poner ejemplos, o a
otro fin coherente, según lo requiera el tema y su desarrollo. En cada párrafo
colocará una oración tema y la desarrollará naturalmente, porque ha creado
disciplina mental para entender los puntos y para exponerlos. Como su
escritura es ordenada, al lector también le será fácil seguir el hilo de la
redacción.
C. Si un párrafo es demasiado largo y se hace tedioso leerlo, aun cuando
esté bien hilvanado, debemos considerar dividirlo. En ese caso debemos
buscar una nueva oración introductoria para el segundo párrafo que indique la
relación con el primero.
En su libro Las obligaciones en moneda extranjera, [68] el doctor James
Otis Rodner resuelve elegantemente lo que pudo ser un párrafo largo:
Para el cumplimiento de las obligaciones en moneda
extranjera se debe distinguir si la moneda extranjera está
expresada como moneda de cuenta (moneda de contrato o
moneda alternativa), o como moneda de pago. Cuando la
moneda se fija como moneda de cuenta, ella fija un medio
para definir el ‘quantum’ de la obligación en una moneda
extranjera, pero el deudor se puede liberar entregando el
equivalente de la moneda extranjera en moneda de curso
legal en el lugar de pago. Por ejemplo, en una obligación
pagadera en Venezuela, si se expresa el objeto de la
obligación en dólares en Estados Unidos ($100), el deudor
se libera entregándole a su acreedor la suma de Bs. 1.326 o
la suma de US$100. [69] Cuando la moneda extranjera se
fija como moneda de cuenta se establece para el deudor
una obligación alternativa; el deudor se puede liberar
entregando la moneda extranjera o su equivalente en
moneda de curso (C.C. 1.216). En estos casos tanto la
moneda extranjera, como la moneda de curso legal están
in obligationem, pero una sola de ellas está in solutionem,
ya que el deudor se libera entregando una sola de ellas (ya
sea la moneda de curso o la moneda extranjera).
Ahora el autor va a continuar el mismo desarrollo, pero como el tema es
largo, acertadamente comienza un nuevo párrafo:
Cuando la moneda extranjera se establece como moneda
de pago, el deudor sujeto a las normas de control de
cambio de su domicilio, sólo se libera entregando la suma
en moneda extranjera; así en el ejemplo expresado,
entregando la suma de $100. En estos casos el deudor no
puede pretender liberarse entregando el equivalente en
moneda de curso legal.
Y termina la idea con un tercer párrafo:
Cuando el deudor se obliga en moneda extranjera como
moneda de pago, estamos frente a una obligación simple
ya que la moneda extranjera está tanto in obligationem, o
sea, el deudor está obligado a cumplir su obligación en la
moneda extranjera; así como in solutionem, el deudor sólo
se libera entregando precisamente el monto en moneda
extranjera fijado.
En el ejemplo citado, los tres párrafos guardan una relación de
continuidad perfecta, y mantiene cada uno su materia precisa. Todos están
encabezados por la primera oración paraguas del primer párrafo: “Para el
cumplimiento de las
obligaciones en moneda extranjera se debe distinguir si la moneda extranjera
está expresada como moneda de cuenta (moneda de contrato o moneda
alternativa), o como moneda de pago.”
2.7. Ubicación alternativa de la oración tema
El principio general de una oración tema encabezando el párrafo tiene
sus variantes, que el escritor puede dosificar para enriquecer el escrito.
Veamos algunas:
a. La oración introductoria se puede diluir en todo el párrafo; de tal
manera, el párrafo mantiene su unidad sin tener que ser anunciado en una
oración. En el párrafo transcrito a continuación, la oración introductoria podría
ser redactada más o menos así: “Aunque las garantías constitucionales de
libertad personal no siempre son absolutas, el gobierno no puede ir tan lejos
como para obligar a hacer declaraciones públicas que violen la conciencia
religiosa”. Pero esa oración realmente no aparece. En su lugar, la idea es
desarrollada desde el principio hasta el fin.
Admitimos que las garantías constitucionales de libertad
personal no siempre son absolutas. El Gobierno tiene el
derecho de sobrevivir y de actuar, y los poderes que se le
confieren no son frustrados por las expresas prohibiciones
de la Declaración de Derechos Humanos. El Gobierno
puede declarar la guerra y organizar ejércitos. Con ese fin
puede exigir a los ciudadanos a prestar servicio militar, y
obligarlos al entrenamiento militar a pesar de sus
objeciones religiosas. Puede suspender prácticas religiosas
peligrosas a la moral, y aquéllas que presumiblemente
puedan ser contrarias a la seguridad y al orden públicos.
Pero es dar un paso más allá, y un paso que yo no quiero
dar, decir que el Gobierno puede, como una supuesta
medida educacional, y como medio de disciplinar a los
jóvenes, exigir hacer declaraciones públicas que violen su
consciencia religiosa...
[70]

b. Hay casos en que la primera parte del párrafo prepara una oración
sintetizante principal, que se coloca en el medio del párrafo. Y el resto del
párrafo desarrolla la oración sintetizante. Véase el ejemplo siguiente:
En Estados Unidos, los profesores universitarios apenas
tienen ya biblioteca privada. La constante movilidad de
sus destinos docentes, la pequeñez de sus apartamentos y,
sobre todo la inmensa facilidad para manejar, en cada
caso, y en servicio de préstamo, los libros de la
Universidad que necesitan para sus trabajos, hacen
aparecer como absurda la biblioteca personal de unos
miles de ejemplares. Lo mismo ocurre entre el profesorado
de la Unión Soviética. Quiere esto decir que, en ambos
casos asistimos a una cierta socialización de la cultura y
que, en el futuro, producirá cierta irritación la posición de
una biblioteca muy nutrida, así como el atesoramiento
egoísta de una pinacoteca excepcional. Pongamos, casos
como ejemplo límite, la reacción que experimentaríamos
si supiéramos que “Las Meninas”, “El Entierro del Conde
de Orgaz” o “Los fusilamientos de la Moncloa” se
encontraban en la mansión de un prócer para su personal y
exclusivo deleite. [71]
c. En el siguiente párrafo redactado por el Doctor José Muci Abraham,
vemos varias oraciones secundarias (1), (2) y (3) que preparan una oración
tema (4), seguida de una segunda oración tema (5), que reafirma y amplía el
alcance de la oración anterior y cierra el párrafo (numeración nuestra):
(1) La letra de cambio se crea por medio de la emisión y,
al crearla, el librador asume la obligación de pagar la
deuda cambiaria. (2) También el aceptante, al avenirse en
dar cumplimiento a la orden de pago contenida en el título,
contrae la misma obligación de pagar la deuda cambiaria.
(3) El endosante, al transmitir los derechos derivados de la
cambial, queda igualmente obligado, en principio, a
satisfacer esa misma deuda. (4) De lo anterior se concluye
que a todos los signatarios de una letra de cambio, ya sean
libradores, aceptantes, endosantes, o avalistas, les incumbe
la misma responsabilidad: garantizar el pago de la
cambial.
(5) Todos esos sujetos cambiarios, por ministerio de la ley,
garantizan solidariamente frente al portador el pago de la
letra de cambio (Artículos 436 y 455 del Código de
Comercio). [72]
d. Un buen sistema para lograr énfasis es convertir todo el párrafo en una
preparación para una fuerte oración final de resumen y clímax.
Si eliminamos meros detalles de simple procedimiento, la
operación y efecto de la ley propuesta es, en substancia,
que las autoridades públicas puedan llevar al dueño de un
periódico o revista o a su director ante un juez con la
denuncia de haber escandalizado o difamado a alguien,
particularmente a funcionarios públicos. Al ser denunciado
el dueño del periódico debe probar con suficientes
evidencias para satisfacer el criterio del juez que las
denuncias no son verdaderas y lo que se publicó se hizo
por buenos motivos y por fines justificables. Mientras dura
la investigación, el periódico o revista permanecen
cerrados. Esta es la esencia de la censura. [73]
e. Además de la oración introductoria encabezando el párrafo, se puede
terminar el párrafo con una oración complementaria de la oración tema que
cierra lo expuesto. Un ejemplo lo vemos en este párrafo escrito por el Dr.
Allan- Randolf Brewer Carías:
En los países libremente regidos, toda actividad individual
o gubernativa ha de mantenerse necesariamente
circunscrita a los límites que le señala la Carta
Fundamental, cuyas prescripciones, como expresión
solemne de la voluntad popular en la esfera del derecho
público, son normas de ineludible observancia para
gobernantes y gobernados, desde el más humilde de los
ciudadanos hasta el más alto de los Poderes del Estado. De
los principios consagrados en la Constitución, de las
normas por ella trazadas, así en su parte dogmática como
en su parte orgánica, deben ser simple desarrollo las leyes
y disposiciones que con posterioridad a la misma se
dicten, y tan inconstitucionales y, por consiguiente,
abusivas, serían éstas si de tal misión se excedieran, como
inconstitucionales y también abusivos lo serían
cualesquiera otros actos de los Poderes Públicos que
abiertamente contravinieren lo establecido en la Ley
Fundamental. Así lo ha señalado la Corte Suprema de
Justicia. [74]
2.8. Párrafos sin oración tema expresa
Algunos párrafos pueden ser coherentes sin contener una oración tema
expresa.
a. En este párrafo el Dr. José Román Duque Sánchez explica un
procedimiento previsto en el artículo 12 de la Ley de Minas:
Para obtener un permiso de exploración exclusiva, el
interesado presentará la solicitud al Ministerio de Minas e
Hidrocarburos. El Ministro, al recibir la solicitud, ordenará
su publicación en la Gaceta Oficial, dos veces por lo
menos durante un mes. El solicitante deberá, dentro del
mismo lapso y también dos veces por lo menos, hacer
igual publicación en un periódico de la localidad
correspondiente a la zona donde vayan a realizarse las
exploraciones, o de la más cercana en que lo hubiere y
enviará al Ministerio los periódicos en que haya hecho la
publicación. [75]
b. Un párrafo narrativo:
El primer antecedente conocido de una disciplina de
iniciación a los estudios jurídicos se halla en el siglo XIII
con la obra “Speculum Iuris” de Guglielmo Durante.
Posteriormente, las cátedras de derecho natural, existentes
en las principales universidades europeas a partir del siglo
XVII, se proponían exponer una visión sistemática del
mismo en sus diferentes ramas. Pero fue en el siglo XIX
cuando apareció la disciplina que ofrecía un cuadro
completo del mismo a través del estudio de sus nociones
fundamentales: en 1808 el profesor Carré, Decano de la
Facultad de Derecho de Rennes, publica una “Introducción
General al Estudio del Derecho”; en 1819 aparece la obra
de Lerbette “Introducción al Estudio Filosófico del
Derecho”. Por fin, en 1840, el filósofo Víctor Cousin crea
la primera cátedra de Introducción al Derecho en la
Universidad de París. [76]
En los párrafos transcritos no hay oración tema, al menos físicamente.
Son unas cadenas de oraciones principales que narran una sucesión de hechos.
Tienen una estructura lineal. Podríamos decir, sin embargo, que ambos
párrafos tienen una oración tema tácita: en el primer párrafo sería: “El
procedimiento es el siguiente”. La oración tema del segundo párrafo citado es
el título del apartado: “Antecedentes”, que podría ser expresada más
ampliamente así: “Los
antecedentes a la cátedra de Introducción al Derecho son los siguientes”.
2.9. Resumiendo el principio de unidad del párrafo
El principio de unidad del párrafo es resumido por Carrera y sus colegas
así:
La colocación de la oración principal dentro del párrafo no
es uniforme. Puede estar al comienzo, en medio o al final
del mismo. Cuando la oración principal está ubicada al
comienzo del párrafo todas las demás oraciones
constituyen un desarrollo lógico o una explanación de lo
que en ella se ha dicho. Cuando está situada en el medio,
la primera parte del párrafo será como un preámbulo de la
oración principal, en tanto que la segunda parte será como
una prolongación de dicha oración en forma de aclaración,
confirmación o consecuencia. Cuando la oración principal
está ubicada al final del párrafo ella vendrá a ser como la
afirmación definitiva o la conclusión general de todo el
párrafo. [77]
En conclusión, hay tantas formas de desarrollar un párrafo como el escritor
imagine, siempre que asegure la coherencia mediante un pensamiento
principal y un desarrollo de ese pensamiento. Todas las formas son idóneas.
La forma más usual, sin embargo, y que al mismo tiempo luce como la más
lógica y natural para desarrollar un párrafo en un escrito expositivo y
argumentativo, incluyendo las opiniones legales, es colocar la oración
principal al principio y a continuación desarrollarla.
2.10. Mantenga el orden de los párrafos
Comenzar un nuevo párrafo es dar una señal al lector de que un punto en
el desarrollo ha terminado y que el próximo va a empezar. Por el contrario, si
uno se mantiene en el mismo párrafo está dando por supuesto que está todavía
hablando del mismo punto.
En 1498, la República de Venecia otorgó a Demócrito
Terracina el monopolio para imprimir todos los libros en
árabe, morisco, sirio, armenio, indio y lenguajes bárbaros,
por un período de veinticinco años. En 1518, el Sacro
Emperador Romano Maximiliano le dio a John Shoeffer el
derecho exclusivo de imprimir los trabajos de Livy por un
período de diez años.
En los primeros años del inicio de defensa de los derechos
de autor, se desarrolló otra forma de protección que
podemos llamarla protección “institucional”... [78]
Las palabras introductoras del segundo párrafo indican que el escritor va
a moverse a otro punto, en su desarrollo del tema, de “los primeros años”.
Pero ahí es donde estábamos en el primer párrafo. Lo que él quiso decir es:
“Otra forma de protección de los derechos de autor desarrollada durante los
primeros años del inicio de su defensa, fue la que podemos llamar protección
‘institucional’.”
2.11. Evite el desorden
Weihofen nos advierte que si uno no se cuida en dar coherencia al párrafo
con una oración introductoria, corre el peligro de desordenar la exposición.
Cuando uno está escribiendo después de haber estudiado un punto
ampliamente, suelen agolparse las ideas en la mente. Si nos descuidamos al
redactar, tenemos la tendencia de intentar decir dos o tres ideas a la vez. El
resultado es una expresión incomprensible o enmarañada. Si esto sucede,
debemos desenmarañar nuestro pensamiento, identificando las ideas que
queremos decir. Luego dividirlas y exponerlas una por una.
A continuación veremos ejemplos de párrafos desordenados, constituidos
por oraciones que intentan decir dos cosas al mismo tiempo:
A menos que las leyes de este país sobre la materia (y las
regulaciones administrativas emitidas en su
cumplimiento) sean inválidas, en cuyo caso un rechazo
por los tribunales de este país para restringir la
suspensión de Lizarraga será revertida eventualmente por
la Corte Suprema, lo cual no será hecho por las razones
expresadas arriba, el tribunal del país estaba enteramente
dentro de sus poderes al suspender el permiso de
Lizarraga y su consiguiente autorización para comerciar
mercancías dentro del país.
Este párrafo podría rehacerse así:
El tribunal de este país estaba enteramente dentro de sus
poderes al suspender el permiso de Lizarraga y su
consiguiente autorización para comerciar mercancías dentro
del país. Dicha suspensión permanecerá vigente y no será
revertida por la Corte Suprema, a menos que las leyes
sobre la materia (y las regulaciones administrativas
emitidas en su cumplimiento) sean inválidas.
Otro ejemplo:
En la mayoría de los casos, a un policía se le permite
arrestar a un hombre sin garantía - y no hay evidencia de
que alguna garantía hubiera podido obtenerse en este
caso
- sólo cuando tiene razón para creer que un crimen está
siendo cometido en su presencia.
Aquí no sólo se interrumpe un pensamiento con otro, sino que se hace en
un punto donde el fragmento interrumpido aparentemente dice algo bastante
diferente de lo que el escritor intenta.
Su redacción ordenada podría ser:
En la mayoría de los casos a un policía se le permite
arrestar a un hombre sin garantía cuando tiene razón para
creer que un crimen está siendo cometido en su presencia.
No hay evidencia de que alguna garantía hubiera podido
obtenerse en este caso.
El desorden también se presenta en la falta de conexión de un título con el
párrafo que lo desarrolla. Hemos leído esto:
Capítulo 3: Auge y crisis de la modernización petrolera.
Y el primer párrafo del capítulo empieza a tratar otro tema:
El patrón de movilización social que entra en crisis a
finales de los setenta y que para los noventa luce no
sólo exhausto, sino...

3. Fluidez
Todo escrito coherente tiene un principio de fluidez natural; se mueve de
un punto a otro a lo largo de un camino ordenado; sus partes calzan unas con
otras. La fluidez se logra, además, con el uso de recursos que ayudan a nuestro
escrito a pasar suavemente de una oración a otra y de un párrafo a otro.
Una buena transición es como una bisagra: conecta suave y fluidamente
una oración con otra, o un párrafo con otro. Une lo que pasó con lo que vendrá.
Hay varias formas de hacerlo:
3.1. Palabras de conexión
Se las conoce también como expresiones de transición. En los párrafos
expositivos y argumentativos son indispensables. Pueden ser:
a. De resultado o conclusión: en conclusión, por lo tanto, finalmente,
de ahí, en resumen, para concluir, en pocas palabras,
consecuentemente, en consecuencia, en definitiva.

b. De orden en la enumeración o en el tiempo: primero, segundo,


finalmente, en primer lugar, por último, antes, después,
anteriormente, previamente, ahora, entonces, posteriormente,
subsecuentemente, seguidamente, a continuación, entretanto,
mientras, al mismo tiempo, para ese momento, hasta ahora, por
ahora, por otra parte, hasta el presente.

c. De ejemplo y especificación de lo dicho anteriormente:


Ocasionalmente, de vez en cuando, usualmente, a menudo,
frecuentemente, constantemente, a saber, especialmente,
específicamente, principalmente, por ejemplo, para ilustrar, en
particular, en general, al menos, sobre todo.

d. De excepción, negación o contraste con lo ya dicho: pero, sin


embargo, no obstante, por el contrario, contrariamente, en contraste,
aunque, por una parte, por otra parte, al mismo tiempo, en
oposición, en sentido contrario.

e. De adición a lo dicho: además, también, adicionalmente, primero,


segundo, tercero, siguiente, otro, similarmente, finalmente, en
primer (segundo, tercer) lugar, es más, al final, por fin, ahora bien.

f. De causa y efecto: por lo tanto, así, en consecuencia, como


resultado.

g. De comparación: similarmente, como, tan - como, al mismo


tiempo, igualmente, de la misma forma.
h. De concesión: sin duda, seguramente, con seguridad, ciertamente,
es verdad, aunque puede ser cierto, concedamos, admitamos.

i. De repetición: como se dijo, como dijimos, repitamos, reiteremos,


en otras palabras, en pocas palabras, en resumen, esto es, dicho de
otra forma.

j. De resultado o conclusión: en conclusión, por lo tanto, finalmente,


de ahí, en resumen, para concluir, en pocas palabras,
consecuentemente, en consecuencia, en definitiva.

Con las palabras de conexión y transición el escritor provee señales que


capacitan al lector para seguir el pensamiento mientras se mueve de un punto a
otro; le va diciendo al lector: ahora voy a poner un ejemplo, o voy a indicar
una excepción, o una consecuencia, o una conclusión de lo que vengo
exponiendo.
Recomendaciones para el uso de las palabras de conexión:
a. Dosificarlas. Úselas sólo cuando luzcan espontáneas y naturales.
Si fueran mal usadas, en lugar de facilitar impiden el progreso del
pensamiento: “Esto nos conduce a nuestro segundo asunto...”
“Habiendo probado nuestro primer punto vayamos ahora ...”

b. Evaluar: si las quiere resaltar, colóquelas al comienzo de la


oración; pero si quiere resaltar el pensamiento principal de la
oración, las debe colocar dentro de la oración. Usualmente
quedan mejor dentro de la oración, pues resaltan el pensamiento
principal.

3.2. Frase de resonancia de la anterior


Una palabra o frase de la oración o del párrafo anterior puede repetirse
como un eco en la nueva. Así si la última oración del párrafo anterior terminó
con “un sentimiento de poder en la sociedad civil”, el próximo párrafo puede
comenzar: “Este sentimiento de poder...”
3.3. Frase resumen
En vez de repetir la palabra o frase ya dicha, el nuevo párrafo puede
comenzar con una breve frase resumen de la materia ya discutida. Estas
últimas dos herramientas son aplicadas usualmente con adjetivos
demostrativos, como “este” o “estos”.
Este ideal de perfección democrática
A pesar de estos antecedentes delictivos
Si aplicamos este razonamiento a nuestro caso
Estos recursos deben dosificarse para evitar volver al estilo monótono.
Las mejores expresiones de transición son las que no lucen artificiales, sino
que surgen del desarrollo natural de las ideas.
3.4. Los pronombres
La función del pronombre es substituir al nombre. Cumpliendo su
función pueden ayudar a la fluidez. Mal usados pueden crear ambigüedad (ver
capítulo Precisión). Muchas veces los escritores inadvertidos usan los
pronombres sin antecedentes (ver Capítulo Claridad), confunden al lector,
crean ambigüedad y hacen la lectura pesada.
3.5. Las oraciones correctamente construidas
La correcta construcción de las oraciones facilita la lectura. En el capítulo
siguiente veremos cómo construir oraciones convincentes y examinaremos
distintos tipos de oraciones particularmente apropiadas para convencer. Y en
el capítulo Claridad veremos cómo ordenar las construcciones dentro de las
oraciones. Baste ahora mencionar que tales oraciones correctamente
construidas contribuyen también a la coherencia y a la fluidez de los párrafos.
3.6. La puntuación ayuda a la fluidez
Dice el profesor Weihofen que cuando dos oraciones tienen una conexión
lógica, el escritor puede hacer una de las siguientes tres cosas: 1) puede
escribirlas como dos oraciones separadas por un punto; 2) las puede expresar
juntas, conectándolas con una “y” o con otra palabra de conexión; o 3) puede
reemplazar la palabra de conexión con un punto y coma. Esta última
posibilidad es muy poco utilizada. Algunos escritores novatos nunca utilizan
un punto y coma; su puntuación se limita a comas y puntos. Esto lleva a un
estilo que parece simple y vigoroso por poco tiempo, pero pronto se hace
monótono.
El punto y coma es por sí mismo un tipo de conexión o enlace. Usarlo en
lugar de un punto le dice al lector que hay una conexión entre las dos
oraciones. Sir Ernest Gowers dijo: el punto le dice al lector: “¿Ya entendiste
eso? Muy bien; ahora te voy a decir algo más”. Un punto y coma le dice: “¿Ya
entendiste
eso? Ahora te voy a añadir algo más que tiene algo que ver con lo que acabo de
decir.”
Quien hizo la promesa no tiene Quien hizo la promesa no tiene
una obligación legal para el una obligación legal para el
tercero, pero para todos los fines tercero; para todos los fines el
el tercero estaría recibiendo una tercero estaría recibiendo una
donación. donación.
Las palabras citadas no son la
sentencia de la Corte Suprema, Las palabras citadas no son la
sino sólo una decisión de sentencia de la Corte Suprema;
instancia. sólo una decisión de instancia.

Los dos puntos son otro signo de puntuación cuya utilidad algunas veces
no es totalmente apreciada. Lo utilizamos generalmente antes de una cita
textual. Es un signo de anticipación, sugiere también otro tipo de secuelas: una
lista, una especificación o una amplificación.
Tiene una sola cosa que hacer: renunciar.
Esto es cierto: nunca nos rendiremos.
El derecho internacional privado es producto de una necesidad
experimental: existen relaciones jurídicas que se extraterritorializan.
[79]

Al hablar del contenido del contrato colectivo de trabajo, el Dr. Alberto


Arria Salas dice:
Una primera consecuencia nos sale al paso: el contrato
colectivo no puede consagrar normas que establezcan
disminución o lesión, de cualquier género, a las
disposiciones legales aplicables... [80]
La autora Hilda Basulto dice que los dos puntos pueden suplir las
palabras de conexión. Y nos da este ejemplo:
El negocio no prospera: convendría venderlo.
Los dos puntos suplen “por consiguiente”, “de modo que”, o cualquier
otra frase consecutiva. [81]
Belkys Vethencourt Velasco dice que los dos puntos se pueden utilizar
para separar la conclusión de la premisa:
En los negocios hay algo más que permuta, cambio,
precio, pago: hay una fe sagrada de hombre a hombre. [82]
Los paréntesis interrumpen deliberadamente la continuidad de la
exposición con una idea contrastante o con un comentario explicativo o al
margen. Como los paréntesis interrumpen el flujo de la exposición, el redactor
legal debe usarlos solo excepcionalmente, cuando la interrupción sea
deliberada para obtener un fin deseado.
La no transferibilidad de la acción del fondo mutual de
capital variable y la prohibición de que el título se inscriba
en bolsa (prohibición esta última innecesaria, pues ni en
las Bolsas de Valores ni fuera de ellas puede negociarse
títulos intransferibles), pretende acercar el modelo
venezolano de sociedad de capital variable al open and
mutual fund norteamericano. [83]
Salvo casos excepcionalmente claros como el anterior, las interposiciones
deben evitarse, porque suelen interrumpir el flujo normal del pensamiento y
del ritmo. Insertar toda una oración dentro de otra oración generalmente es
mala práctica.
En el siguiente ejemplo el paréntesis crea un suspenso y prepara una
conclusión impactante:
Encontraron al occiso atado de pies y manos, amordazado
y apuñalado por la espalda; y el fiscal consideró (para
sorpresa de todos) que era un suicidio.
Hemos visto cómo la puntuación ayuda a la fluidez. En el capítulo
Claridad veremos cómo influye también en la claridad.

4. Ejercicios
4.1. En el desarrollo del párrafo siguiente encontramos conceptos,
historia, contraste y conciliación de criterios opuestos, en una enumeración
densa pero fácil de leer hasta el final. El ejercicio consiste en: a) ubicar la
oración tema; b) identificar las principales oraciones secundarias y ver cómo
se desarrollan; y c) comprobar cómo logra la fluidez.
El ejercicio de un derecho no puede ser ilimitado. Un
antiguo aforismo sostenía que “quien usa de su derecho a
nadie daña” (“qui iure suo utitur neminem laedit”); pero ya
la jurisprudencia romana determinó que “el ejercicio
rígido de un derecho puede ser la mayor injusticia”
(“Summum ius, summa injuria”) dando lugar, como
sabemos, a la equidad. Hoy día, la doctrina ve el abuso del
derecho muy diversamente: algunos autores la encuentran
en el mismo ejercicio del derecho, cuando se hace con
intención de dañar (teoría subjetivista); otros, simplemente
en su ejercicio “anormal”, contrario al bien jurídico, o sea,
a los fines económicos y sociales del mismo (teoría
objetivista): en realidad, no hay oposición entre ambos
criterios, pues todo abuso de derecho implica
necesariamente la confrontación entre el acto de una
voluntad (aspecto subjetivo) y la función social de un
derecho (aspecto objetivo). Otros niegan sencillamente
esta teoría por considerar que descansa en una
“logomaquia”, es decir en una “discusión en que se atiende
a las palabras y no al fondo del asunto” (Diccionario de la
Real Academia Española); otros, finalmente, estiman que
no se trata sino de un “simple capítulo de la dulcificación
del derecho por la equidad”. [84]
4.2. En el párrafo siguiente identifique la oración - tema. ¿Dónde
comienza el desarrollo? ¿Cómo es el desarrollo del tema? ¿Usted piensa que el
desarrollo es claro y efectivo? ¿Por qué sí o por qué no?
El sistema legal interactúa con e influencia los sistemas
político, económico y social de cada sociedad civilizada.
Cuando una sociedad funciona pacífica, eficiente y
prósperamente, su sistema legal es una causa primaria.
Cuando una sociedad parece resquebrajarse puede ser el
resultado del abuso, corrupción o mal funcionamiento de
su sistema legal, pues toda sociedad civilizada está basada
en el derecho y ninguna ha sobrevivido sin el derecho o
sin un eficiente sistema legal. De allí que el principio de
todo progreso y desarrollo de cualquier sociedad debe
estar basado en la comprensión del propósito y la
necesidad del
derecho, del conocimiento de sus principios fundamentales
y del entendimiento de los procesos por los cuales las
leyes se formulan y se hacen efectivas. El derecho es
envolvente. Permite, prohíbe y regula o modera
prácticamente todas las actividades humanas conocidas, y
afecta a todas las personas directa o indirectamente. Sin
derecho no hay garantía de libertad y progreso para la
persona y para la sociedad. [85]
4.3. En el párrafo siguiente: a) ubique las palabras de transición que unen
a las oraciones; b) identifique la continuidad de la exposición lograda con los
signos de puntuación.
En efecto, Merkl establece que la división tripartita
tradicional de los Poderes del Estado, entendida como tres
tipos de actividad del mismo, independientes y
coordinados, se reduce, bajo la mirada crítico - jurídica, a
dos campos de funciones jurídicas dependientes de la
Constitución y escalonadas: Por un lado la Legislación,
entendida como ejecución de la Constitución; por otro
lado, la Ejecución entendida como ejecución de la
Legislación. La Ejecución vuelve a subdividirse en
Justicia y Administración, resultando en definitiva, en
lugar de la tríada tradicional de los Poderes, una tríada de
funciones jurídicas que se comportan mutuamente de una
manera considerablemente diferente a la de los Poderes del
Estado que, al menos originalmente, fueron concebidos
con sentido oposicional. Los dos sectores de ese complejo
de funciones designado como Ejecución, filiales ambas
con respecto a la Legislación y hermanas, por tanto, entre
sí, son, como hemos dicho, la Justicia y la Administración.
De ello se deduce, en definitiva, que la Legislación es
ejecución inmediata, en primer grado, de la Constitución,
y la Administración y Jurisdicción son ejecución inmediata
de la Legislación y mediata, en segundo grado, de la
Constitución.
Por tanto, lo que es legalidad para los actos de la
Administración y de la Justicia, es constitucionalidad para
la Legislación. [86]
4.4. El siguiente párrafo argumentativo es coherente: lleva un hilo de
pensamiento del principio al fin. Ubique su oración principal e indique cómo
actúan las oraciones secundarias.
Rechazamos anticipadamente las críticas que se hicieren
de que el problema de la vulgarización sea de carácter
experimental, o un estudio in vitro, o que pertenezca al
campo de las especulaciones puramente doctrinarias o de
una rama superespecializada del derecho. Igualmente es
rechazable la objeción de quienes consideran tal instituto
como una arbitraria importación de conceptos jurídicos
extranjeros, porque la vulgarización de la marca es un
problema vivo. El uso que se hace de términos como
“vaselina”, “flit”, “celofán”, “dictáfono”, “aspirina”,
“thermos”, “frigidaire”, “chicle”, “gillete”, “jeep”,
“creolina”, “sanforizado”, “lanolina”, “yoghurt”, “D.D.T.”,
demuestran nuestra última afirmación. Estos vocablos
están en los labios de todos; pero no para identificar un
producto fabricado o vendido por una empresa
determinada, sino que han pasado a ser sustantivos
comunes de libre utilización. Ellos no indican, en
consecuencia, un origen o una procedencia industrial o
comercial, sino genéricamente todos los artículos que en la
mente del consumidor han sido asociados a un producto
único. [87]
4.5. En el siguiente párrafo ubique la oración tema y el desarrollo del
principio expuesto. Determine si es coherente, si desarrolla la idea enunciada
en la oración tema. Diga si es totalmente autocontenido o no.
La lucha por la autonomía resume la lucha por la
democracia en muchos países de Europa y América.
Autonomía Municipal es la antípoda de la Dictadura. La
intervención del pueblo significa el fracaso de las
dictaduras. Dondequiera que un régimen de fuerza ha
querido implantarse, la víctima primordial es la autarquía
comunal. Así hemos visto desaparecer el municipio de la
tierra proverbial de la ciudad - estado, Italia, en la forma
anacrónica del podestá fascista; así ha desaparecido el
sufragio en Alemania, la tierra clásica de las ciudades
libres. Ya no en su función política innegable, sino en su
naturaleza administrativa, pierde el gobierno de la ciudad,
al confundirse en la férrea maquinaria de los sistemas
totalitarios, aquellas características encerradas por Posada,
por Wilcox, por Rowe, por Azcárate, por todos los
maestros de la ciencia municipal en axiomas jurídico -
sociales de exacto contenido genérico. Y la lucha de lo
nuevo contra lo arcaico, el incesante batallar de la
democracia contra los sistemas violatorios del derecho a la
vida, se continúa en las ciudades de hoy, con los mismos
elementos del gremio y organizaciones, como expresión de
un fuero de naturaleza contra la voluntad descomedida de
dominio. [88]
4.6. El siguiente párrafo es desordenado y tiene, incluso, fallas
gramaticales y sintácticas. Reordene el pensamiento expresado: identifique el
pensamiento central y redacte la oración tema y las oraciones de apoyo
principales y secundarias. Deseche el material sobrante.
Para contribuir al desarrollo de las cooperativas, los
gobiernos, aparte de señalar normas en su legislación de
derecho interno, como nuestra ley ZZ, y su reglamento a
dictarse y demás modificaciones y ampliaciones que
orienten y canalicen el desarrollo cooperativo nacional, es
necesario igualmente establecer normas en la legislación
interna con el fin de que busquen su orientación a la
integración internacional, lo que es fundamental necesario
preconizar se busque como necesidad la revisión del
derecho internacional, pues la doctrina cooperativa, como
tercera fuerza económica del mundo, tiende a rebasar las
fronteras y entablar sus relaciones financieras técnicas y
culturales, no ya de pueblo a pueblo, o de Estado a Estado,
sino de continente a continente, por lo que ya no es posible
convencer a los pueblos con el arte diplomático de los
siglos XVII al XIX, envuelto en la capa de la hipocresía,
sino hablar con la franqueza y sencillez que demuestra la
personalidad característica de todo cooperativista. Por ello
es necesario y urgente revisar el viejo derecho
internacional e introducir la nueva doctrina de avanzada en
el campo económico, técnico y educacional. Porque
debido a la escasez de recursos económicos en los pueblos
de economía
en vías de desarrollo es necesaria una planificación de
nuestras operaciones internas primero a base de la
integración internacional. Para ello es necesario estar
preparado en el campo del derecho cooperativo interno y
preparados para orientar y conseguir se plasme en normas
legales del derecho internacional las relaciones
contractuales en el campo cooperativo, pues es necesario
buscar que los países, más avanzados económica y
científicamente, no sólo nos ofrezcan o nos den asistencia
técnica, sino que debe buscarse en lo posible que esa
superioridad financiera y técnica se traslade a nuestro
medio, creándose centrales de planificación económica,
técnica y administrativa, donde la responsabilidad y
participación sea directo copartícipe el movimiento
cooperativo, para cuyo objeto es necesario, una vez más lo
sostengo, revisar la legislación del derecho internacional y
concordarlo con el derecho interno privado, para introducir
la nueva corriente ideológica, el nuevo concepto
financiero, la nueva técnica científica que se llama
cooperativismo.
4.7. En el siguiente párrafo, intente identificar la oración tema y las
oraciones secundarias. Si en su opinión el párrafo está enmarañado, intente
detectar sus pensamientos principales y redactarlo de nuevo coherentemente.
El régimen socioeconómico de la República Bolivariana de Venezuela se
fundamenta en los principios de justicia social, democratización, eficiencia,
libre competencia, protección del ambiente, productividad y solidaridad, a los
fines de asegurar el desarrollo humano integral y una existencia digna y
provechosa para la colectividad. El Estado conjuntamente con la iniciativa
privada promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin
de generar fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, elevar el nivel de
vida de la población y fortalecer la soberanía económica del país, garantizando
la seguridad jurídica, solidez, dinamismo, sustentabilidad, permanencia y
equidad del crecimiento de la economía, para garantizar una justa distribución
de la riqueza mediante una planificación estratégica democrática, participativa
y de consulta abierta.[89]
III. CÓMO CONSTRUIR ORACIONES CON PODER
PERSUASIVO
1. ¿Qué es una oración?
La gramática española considera a la oración como “la verdadera unidad
lingüística”, [90] con tres vertientes: psicológica, lógica y gramatical. [91] Unidad
psicológica porque expresa una unidad de dicción y de sentido para un
hablante; la oración vista como unidad psicológica “tiene su expresión
fonética, comprensible siempre para el oyente, en una curva melódica del
lenguaje”; [92] unidad lógica, porque expresa un juicio, es decir, “la relación
entre dos conceptos: sujeto y predicado”; [93] y unidad gramatical, porque es
una unidad sintáctica que gira en torno a un verbo en forma personal. [94] Desde
el punto de vista gramatical, Gili dice que “todos los elementos, palabras,
frases y oraciones enteras que se relacionen de modo inmediato o mediato con
un verbo en forma personal, forman con él una oración”. [95]
Los principios básicos sobre oraciones los aprendimos en la escuela
primaria y secundaria; además los encontramos en toda gramática. Las
oraciones simples, que se definían como una palabra o conjunto de palabras
que expresan un pensamiento completo: “el perro come carne”. La idea gira
alrededor del verbo. Una oración completa podría consistir de una sola
palabra: “Despiértate”, “llueve”. En las oraciones compuestas hay más de un
verbo y pueden ser: a) Coordinadas, cuando unimos dos o más oraciones
simples de la misma importancia mediante una conjunción: “María llegó y
Pedro se fue”. b) Yuxtapuestas, cuando están colocadas una al lado de la otra
sin otra ligazón que puntos, puntos y comas o comas. Las siguientes son
oraciones yuxtapuestas, excepto las dos últimas, que son coordinadas: “Como
cada mañana Julia llevó los niños al colegio. Fue al mercado. Compró para
toda la quincena. Lavó la ropa. Tendió las camas. Preparó la comida. Escribió
una nota. Se fue al casino y perdió los ahorros de toda su vida.” c)
Subordinadas, cuando hay un pensamiento principal y otro secundario: “Dijo
que fuéramos”. “Dijo” es el pensamiento principal y “que fuéramos” el
subordinado.
Aquí no vamos a repetir toda la gramática y la sintaxis. A nosotros nos
interesa la oración por dos razones: a) porque es el medio de expresión de un
pensamiento completo y debemos asegurar que ese pensamiento esté bien
concebido y expresado; y b) porque ese pensamiento completo forma parte de
una unidad expresiva mayor que es el párrafo. Como vimos al comenzar el
capítulo de los párrafos, en los escritos expositivos y argumentativos como los
que escribe un abogado, el redactor requiere de un párrafo para expresar un
razonamiento completo. Un razonamiento está constituido por varios
pensamientos concatenados, es decir, por varias oraciones concatenadas.
Asegurar que nuestras oraciones sean precisas, ordenadas y claras es, pues, una
vía para asegurar que el párrafo sea coherente.
El punto de partida para entender las oraciones en el proceso de redactar,
es comprender que ellas giran en torno a un verbo en forma personal. Si
observamos lo que podemos decir en torno a un verbo en forma personal,
veremos que podemos construir oraciones de una sola palabra: “Sentenciaron”,
“triunfamos”; o con muchas palabras: “Le dije a María que queremos ir a la
playa porque tenemos mucho tiempo estudiando sin descanso y necesitamos
unos días de sol y agua”.
Los abogados usualmente debemos expresar pensamientos complejos y
requerimos construir oraciones con varios verbos en forma personal:
El capital social es un requisito esencial para la
constitución de una sociedad anónima, puesto que los
acreedores sólo cuentan con el patrimonio de la sociedad
para la satisfacción de sus créditos. [96]
La oración anterior es relativamente sencilla y perfectamente ordenada e
inteligible. La siguiente es más compleja, por su número de verbos e incisos,
pero igualmente inteligible:
Propiedad Industrial es el nombre genérico con el cual se
designa la institución o las normas jurídicas que regulan
los derechos que una persona adquiere sobre un nombre,
figura o símbolo usado para distinguir los productos que
fabrica, con los cuales comercia, los que produce como
resultado de su actividad agropecuaria, los que extrae de la
tierra o su establecimiento o empresa. [97]
La fuerza persuasiva de una oración radica en el fondo de lo expuesto y
en su forma. Sobre el fondo hablaremos en el capítulo Contundencia I. A
continuación daremos algunas pautas que nos facilitarán construir oraciones
claras, ordenadas y, en definitiva, persuasivas.
2. Cómo redactar oraciones convincentes
2.1. Siga el orden normal de las oraciones: sujeto, verbo y
complementos
¿Cuál es el orden normal de las oraciones? Es el orden normal del
pensamiento: 1) sujeto, 2) verbo, 3) complementos: directo, indirecto y
circunstancial (de tiempo, modo, compañía, lugar, etc.). La primera regla para
conseguir claridad es redactar las oraciones en ese orden, excepto cuando
deliberadamente uno quiera apartarse del orden para conseguir un efecto
particular, como sería un énfasis en una cierta palabra o frase.
Un viejo manual de la United Press para sus reporteros daba este sencillo
consejo:
El enfoque directo es la mejor manera de comenzar una
historia; no comience las oraciones con partículas, con
oraciones subordinadas, ni similares. Haga sus
afirmaciones en su orden natural: primero el sujeto, luego
el verbo, etc.
En los ejemplos siguientes si el escritor hubiera seguido el orden normal
de las oraciones comenzando con el sujeto, en vez de con “Ha habido” o
“Porque”, se hubiera resuelto su dificultad:

Ha habido algunos jueces Algunos jueces han disentido de


disidentes de esa opinión. esa opinión.
Porque venga del Director esa Esa decisión no es conveniente
decisión, no indica su sólo porque venga del Director.
conveniencia.

Este principio se puede aplicar al redactar oraciones compuestas: “En lo


posible, ordene las oraciones compuestas como si fueran oraciones simples.”
[98]
Veamos algunos ejemplos.
En ocasiones el sujeto es una oración completa:
Los ciudadanos mayores de 30 años que aspiren a
ser Presidentes del club, deberán inscribirse en esta
lista.
En otras ocasiones los complementos pueden ser oraciones completas:
Complemento directo:
El Club Atlético promoverá a los practicantes que hayan
sobresalido por su rendimiento y por su espíritu de equipo.
Complemento indirecto:
Entregue los comprobantes de inscripción a los
estudiantes que vengan a reclamarlos.
Complementos circunstanciales:
Entregue los comprobantes a los estudiantes, en la sala
de reuniones que la Dirección usa para las graduaciones
y entregas de premios.
2.2. Aproveche los principales elementos de la oración
La siguiente oración tiene palabras innecesarias:
La circunstancia de la firma retrasada del contrato tuvo
el efecto de demorar el inicio de la obra.
En la oración anterior el sujeto de la oración es la circunstancia, el verbo
tuvo y el complemento directo el efecto. El escritor desperdició los principales
elementos de la oración; el sujeto, el verbo y el complemento directo
verdaderos quedaron escondidos. El lector se cansa al leer semejante
construcción; debe hacer un esfuerzo adicional por encontrar el pensamiento
verdadero: “El retraso en la firma del contrato demoró el inicio de la obra”.
Cuando al redactar uno se dé cuenta de haber escrito una oración muy
larga, enredada y dispersa, se debe preguntar: ¿Cuál es la principal idea que
quiero decir? Entonces, debe volver a la oración, para identificar su sujeto, su
verbo y su predicado. Y luego debe reconstruir una oración simple con la
principal idea. Veamos este espécimen, no peor que muchos otros:
El factor más influyente en provocar la subida de los
precios del petróleo, fue el hecho de que uno de los
grandes países productores había salido repentinamente
del mercado.
El sujeto de esa oración es “el factor”, el verbo “fue” y el predicado “el
hecho”. Entonces, la principal idea es: “El factor fue el hecho”.
Eso no dice nada. Uno no puede construir una buena oración alrededor de
una afirmación principal que no dice nada. ¿Qué estoy tratando de decir? La
respuesta dependerá del contexto. ¿El principal punto es la subida de los
precios del petróleo? Entonces, la idea principal tendría que ser: “La salida del
mercado de uno de los países grandes productores provocó la subida de los
precios del petróleo”.
El testador que nombra a un heredero le deja toda la
herencia o una porción alícuota de ella. El testador que
nombra a un legatario le deja uno o varios bienes
particulares identificados.
Quien redactó las dos oraciones anteriores no pensó cuáles eran sus
sujetos. En ambas puso como sujetos a “el testador”. Si observamos de qué
está hablando pondremos los verdaderos sujetos: el heredero y el legatario.
El heredero recibe toda la herencia o una porción alícuota
de ella. El legatario recibe uno o varios bienes
particulares.
2.3. Diga una idea después de la otra y no una idea dentro de la otra
Muchas veces ocurre que, sin proponérselo, uno intenta decir en una sola
oración ideas que podrían formar dos o tres (o incluso más) oraciones bien
estructuradas. En ese caso, se deben identificar y aislar todas las ideas que se
quiere decir, y comenzar de nuevo a construir una por una las oraciones
deseadas, más sencillas, con su orden natural: sujeto, verbo y complementos.
Vimos este procedimiento aplicado a los párrafos cuando hablamos del orden
en su construcción; podemos examinar el mismo principio para las oraciones
complicadas. Supongamos que uno se encuentra con esta oración interminable:
La defensa de los derechos de los administrados, en su
mayoría establecidos en la Constitución, pero muchos de
ellos previstos en las leyes e incluso en ordenanzas
municipales, es, según la doctrina más pura del derecho
administrativo, siempre que se consagren soluciones
rápidas y eficaces como el recurso de amparo y otros
recursos judiciales y administrativos, un baluarte
indiscutible en la vigencia y fortalecimiento del Estado de
derecho.
El desorden de la oración se corrige al reordenar los pensamientos y
expresarlos en varias oraciones más sencillas. En el proceso de reordenación
también desaparecen las palabras innecesarias.
La vigencia y el fortalecimiento del Estado de Derecho
exigen establecer los derechos de los administrados. Pero
no basta su formulación teórica. Es preciso consagrar
defensas eficaces y rápidas de esos derechos, tales como el
recurso de amparo y otros recursos judiciales y
administrativos.
La siguiente oración fue escrita por el insigne profesor Niceto Alcalá
Zamora y Castillo en su introducción al “Manual de Derecho Procesal Civil”
de Adolf Wach (1843 - 1926). [99] Está escrita con el estilo propio de la época,
en el que se intercalan incisos interminables.
Si Francesco Carrara (1805 - 1888), el insigne penalista,
figura señera de la escuela clásica en su patria, cuyo
nombre evoco con la nostalgia de haber estudiado como
alumno a la vez madrileño y matritense, en el lejano curso
académico 1926-27, su famoso Programa, fue llamado el
sumo Maestro de Pisa, con iguales o mejores títulos, por
haber sido, a mi entender, todavía mayor la proyección de
su pensamiento y de su escuela, cabría también denominar
a Adolf Wach el sumo Maestro de Leipzig.
La herencia de intercalar incisos interminables nos llega del castellano
antiguo que, a su vez, heredó del latín las construcciones largas y enredadas.
En la redacción latina era usual reservar para el final de la oración el verbo, lo
que obligaba a distorsionar el pensamiento. En la actualidad preferimos el
pensamiento directo, sin distorsiones, salvo que excepcionalmente queramos
alterar el orden normal del pensamiento para obtener un efecto persuasivo
específico, como veremos al tratar las oraciones periódicas.
Como ejercicio redacte de nuevo la oración escrita por Niceto Alcalá
Zamora con un estilo directo, cumpliendo los principios básicos de la
redacción de oraciones. Decida si incluye todo el material o si debe desecharse
parte. Justifique su decisión.
2.4. Ordene sus oraciones complejas
Usualmente el abogado debe escribir oraciones complejas, con varios
elementos y modificadores. No es extraño que nos encontremos redactando
oraciones pesadas, en las cuales se aglomeran demasiadas afirmaciones en una
sola oración compuesta.
Si uno encuentra una oración confusa, debe examinar el escrito en dos
pasos:
a. Identificar cuántos pensamientos principales uno está tratando de
decir en la oración u oraciones.

b. Una vez que hemos identificado los pensamientos independientes,


los separamos y le dedicamos a cada uno una oración
independiente, redactada con su orden natural: sujeto, verbo y
complementos (directo, indirecto y circunstanciales), con sus
correspondientes modificadores. Entonces ordenamos las oraciones
en su disposición lógica.

Por ejemplo:
Cuando hay disturbios callejeros, afirmó el defensor, es
correcto decir que el alcalde puede, en cumplimiento de la
ley y a fin de restaurar el orden público alterado, dirigir
la policía municipal.
Al analizar el escrito anterior detectamos varios pensamientos, es decir,
varios verbos: “afirmó”, “hay”, “decir”, “puede”, “restaurar” y “dirigir”. Son
muchas ideas para tratar de comprimirlas todas en una sola oración
compuesta. Podemos separarlas en oraciones más simples, ordenadas y fáciles
de leer:
El defensor sostuvo un principio legal que servirá para
juzgar la actuación del Alcalde: Cuando hay disturbios
callejeros, el Alcalde puede dirigir la policía municipal
para restaurar el orden público.
2.5. Evite las construcciones largas y enredadas
En ocasiones construimos oraciones innecesariamente largas.
Un escritor redactó una oración originalmente así:
Para ser conciso se deben desechar muchas alternativas
posibles, y finalmente se debe haber escogido la forma
más corta de decir el resumen de cada idea.
Tenía la idea, pero la redacción era verbosa. Después de tachar varias
palabras innecesarias, la oración quedó mejor:
Ser conciso es decir cada idea en la forma más corta.
Encontramos esta oración en un texto jurídico:
No hay duda de que no se puede abordar en forma
rigurosamente científica ningún problema positivo del
derecho si no se ha dominado y deslindado previamente la
esfera de sus problemas lógicos.
En una sola oración hay cuatro negativos. Esta redacción afecta la
claridad y la concisión. La oración hubiera sido más clara redactada en
positivo:
Indudablemente, para abordar en forma rigurosamente
científica cualquier problema positivo del derecho,
debemos dominar y deslindar previamente la esfera de sus
problemas lógicos.
Ahora vemos que la oración todavía puede ser más concisa:
El estudio científico de cualquier problema de derecho
positivo exige identificar y entender previamente sus
problemas lógicos.
2.6. Ponga el modificador junto a la palabra o la frase modificada
La colocación inadecuada de modificadores crea ambigüedad:
Se venden sombreros para niños de fieltro.
El principio para colocar las palabras en la oración es: las palabras
relacionadas en el pensamiento deben estar juntas. El sujeto con los
modificadores del sujeto, el verbo con los modificadores del verbo y cada
complemento con sus modificadores.
La razón es facilitar al lector la conexión de las ideas relacionadas. Si
separamos las ideas relacionadas, forzamos al lector a mantener un suspenso
mental hasta que consigue la conexión. Ese suspenso cansa al lector y dificulta
la comprensión. El modificador, por tanto, se debe poner junto a la palabra
modificada: “Se venden sombreros de fieltro para niños”.
Hay ciertas palabras que suelen ser colocadas indebidamente: “Sólo”,
“incluso”, “al menos”, “meramente”, y similares. Usualmente el mejor lugar
para ellas es junto a la palabra que modifican.
Veamos la diferencia en el significado de las siguientes
oraciones: El convino solamente en jugar la próxima
semana.
El convino en jugar la próxima semana solamente.
En la primera “solamente” modifica a “convino”. Es decir, lo único que
convino fue en jugar la próxima semana. En la segunda modifica al tiempo en
que jugaría. Pero pudo haber otros convenios.
Cuando se deban poner frases o incluso oraciones modificadoras o
complementarias de la oración principal, se recomienda:
a. Colocar los modificadores del sujeto junto al sujeto, evaluando en
cada caso si convienen más antes o después del sujeto. Si se
colocan después del sujeto, quedan entre el sujeto y el predicado
y pueden dificultar la lectura.

b. Colocar los modificadores del predicado junto al predicado,


evaluando en cada caso si convienen antes o después del
predicado; usualmente se recomienda ponerlos al final.

c. Evitar colocar los modificadores entre el verbo y el complemento


directo.

Los aspirantes al cargo están, En opinión de los encuestados,


tanto intelectual los aspirantes al cargo están
como moralmente, en plenamente capacitados tanto
opinión de los encuestados, intelectual como moralmente.
plenamente
capacitados.
Los vecinos de Cocorote
Una solicitud por los vecinos de introdujeron en la Alcaldía una
Cocorote referente a la solicitud referente a la
pavimentación de las calles fue pavimentación de las calles.
introducida en la Alcaldía.

Usualmente las oraciones que el abogado debe redactar son más


complejas. Supongamos que en un contrato de distribución de mercancías, El
Fabricante deba entregar a El Distribuidor mercancías los días 15 de cada mes;
pero algunas veces es previsible que tenga la mercancía lista antes de esa
fecha. Entonces una cláusula del contrato prevé las entregas anticipadas,
sujetas a
ciertas reglas:
Cuando vaya a entregar mercancías antes de la
oportunidad prevista en la cláusula anterior, El
Fabricante deberá avisar a El Distribuidor con no menos
de veinticuatro horas de anticipación para que El
Distribuidor pueda disponer de áreas en los depósitos
para colocar la mercancía adecuadamente.
En la redacción de la cláusula citada, la oración modificadora del sujeto
(cuando vaya a entregar mercancías antes de la oportunidad prevista en la
cláusula anterior) se colocó antes del sujeto; la oración modificadora del
predicado (para que El Distribuidor pueda disponer de áreas en los depósitos
para colocar la mercancía adecuadamente) se colocó después del predicado. El
flujo de la oración principal no se interrumpe, sino que permite su fácil
lectura. Cualquier otra colocación de los modificadores hubiera dificultado la
lectura.
Un orden enrevesado sería:
A fin de que El Distribuidor pueda disponer de áreas en
los depósitos para colocar la mercancía adecuadamente,
El Fabricante deberá, con no menos de veinticuatro horas
de anticipación, avisar a El Distribuidor, cuando vaya a
entregar mercancías antes de la oportunidad prevista en
la cláusula anterior.
Con seguridad hemos visto más de una construcción así.
En el lenguaje de las leyes es frecuente encontrar modificadores
colocados entre el verbo y el complemento directo:
Una vez que haya sido establecida su filiación, el hijo
nacido y concebido fuera del matrimonio tiene, en la
sucesión del padre y de la madre, en la de los ascendientes
y demás parientes de éstos, los mismos derechos que el
hijo nacido o concebido durante el matrimonio. [100]
Como una excepción a la regla anterior, si los modificadores son cortos,
pueden colocarse entre el sujeto y el verbo o entre el verbo y complemento
directo sin problema:
Las modificaciones mayores, si las hubiera, deberán ser
autorizadas en cada caso por el propietario.
El supervisor deberá visitar diariamente a los obreros en
la planta.
Ahora veamos otra excepción: un complemento indirecto corto puede
quedar bien entre el verbo y un complemento directo largo:

El vendedor entregó todos los El vendedor entregó al comprador


equipos de computación, todos los equipos de computación,
incluyendo plantas, pantallas, incluyendo plantas, pantallas,
discos duros y periféricos, discos duros y periféricos,
disquetes, altavoces disquetes, altavoces y micrófonos,
y micrófonos tal tal como se especificaba en la
como se especificaba en la factura
factura, al comprador.
Si hubiera muchos modificadores, las oraciones se harán pesadas; en ese
caso, el redactor debe plantearse la conveniencia de redactar varias oraciones
más cortas, con menos ideas en cada una.
Los modificadores que precedan o siguen a una serie de nombres crean
ambigüedad, porque no se sabe exactamente a cuál modifican. Supongamos
que un escrito haga referencia a “todas las sociedades civiles y a las personas
naturales con un patrimonio superior a un millón de bolívares”. ¿La oración
se refiere a “todas las sociedades civiles” o a “todas las sociedades civiles con
un patrimonio superior a un millón de bolívares”?
La redacción debe evitar esa ambigüedad. Si el redactor quiere que
ambos sujetos tengan más de un millón de bolívares, debe decirlo
inequívocamente: “nos referimos a las sociedades civiles y a las personas
naturales, siempre que unas u otras tengan un patrimonio superior a un millón
de bolívares”.
Lo mismo sucede con un adjetivo colocado junto a varios nombres: La
frase ”las escuelas y hospitales públicos” no es exacta. El lector no sabe si
“públicos” incluye a escuelas. Si el redactor quiere incluir ambas debe decir:
“Las escuelas públicas y los hospitales públicos”. Si quiere referirse sólo a los
hospitales públicos pero incluir a las escuelas, públicas o privadas, debe
decirlo claramente: “A las escuelas, públicas o privadas, y a los hospitales
públicos”.
Los verbos mal ubicados también pueden crear confusiones. Una
cláusula de un contrato podría decir:
El vendedor acepta reemplazar la mercancía encontrada
defectuosa si ella no ha sido modificada fraudulentamente
dentro de veintiocho días... [101]
El término veintiocho días es ambiguo: no se sabe si se cuenta después
de la venta, después de encontrado el defecto o después de la modificación
fraudulenta. Una redacción más precisa sería:
El vendedor garantiza que reemplazará la mercancía
defectuosa que no haya sido modificada fraudulentamente
después de la venta. Esta garantía se aplicará a la
mercancía cuyos defectos se le notifiquen al vendedor
dentro de los veintiocho días siguientes a la fecha de
venta.
Ejemplos de modificadores colocados incorrectamente:
Un juez opinó así de un escrito de informes emitido por un abogado:
*Es doloroso encontrar tanto argumento correcto en una
opinión que me parece tan fundamentalmente errada.
Casi con toda seguridad lo que le resultaba doloroso al juez no fue
encontrar tanto argumento correcto. Probablemente lo que le afectaba era
encontrar una conclusión tan fundamentalmente errada: “Es doloroso
encontrar una opinión que me parece fundamentalmente errada, a pesar de
contener tantos argumentos correctos“.
Además de dificultar la lectura, la errada colocación del orden de las
palabras puede dejar el sentido ambiguo:
Cuando el ciudadano Juan Bermúdez fue arrestado por el
distinguido Zamora, el 10 de mayo, el distinguido declaró
en el tribunal que le comunicó a Bermúdez la razón de su
arresto.
¿El distinguido declaró el 10 de mayo?
Desafortunadamente, los industriales aprovecharon las
ventajas de esta legislación, pero los comerciantes no.
Probablemente lo desafortunado no es que los industriales hayan
aprovechado las ventajas de la legislación. Probablemente lo que quiso decir
es:
“Los industriales aprovecharon las ventajas de esta legislación, pero,
desafortunadamente, los comerciantes no.”
*Los funcionarios policiales sospecharon que un crimen
había sido cometido por el olor a aguardiente.
Aunque sea muy desagradable, el olor de aguardiente no puede ser
sospechoso de cometer un delito.
El complemento colocado al comienzo de la oración, se entiende que
modifica al sujeto de la oración.
*A pesar de sus muchas deficiencias, este tribunal adoptó
el criterio antiguo.
Redactada así, la deficiencia parece del tribunal y no del criterio antiguo.
Otro sería el significado si se pusiera: “A pesar de las muchas deficiencias del
criterio antiguo, este tribunal lo adoptó”. O se puede convertir al criterio
antiguo en sujeto de la oración: “El criterio antiguo tiene muchas deficiencias,
pero fue adoptado por este tribunal”.
*Abrumados por la emoción, los ojos de los espectadores
se llenaron de lágrimas.
Los abrumados por la emoción no eran los ojos. Eran los espectadores.
Los ejemplos se pueden multiplicar en la medida en que haya más
modificadores y más palabras u oraciones modificadas. Si se encontrara
dificultad para colocar modificadores en oraciones complicadas, lo
recomendable es hacer oraciones cortas asegurando que cada modificador se
aplique a una sola palabra o frase, sin confusiones posibles.
2.7. Ponga la idea principal en la oración principal
Poner la idea principal en la oración principal significa poner las ideas
subordinadas en cláusulas subordinadas.
Los peatones observaban atónitos mientras el pintor del
edificio caía desde su andamio.
La idea principal de esta oración seguramente no es la observación de los
peatones, sino la caída del pintor.
Al cambiar el orden de las oraciones la redacción queda así:
El pintor del edificio caía de su andamio mientras los
peatones observaban atónitos.
2.8. Mientras más difíciles sean los conceptos que quiere explicar,
use oraciones más cortas con menos ideas en cada una
Este principio le permite al escritor identificar los pensamientos
principales y ordenarlos, y al lector recibirlos pausada y progresivamente.
Ejemplo: Un escrito trata de la acción de estado civil; y comienza un
nuevo punto bajo este subtítulo:
La no tenencia, la suspensión, el fenecimiento, el
resurgimiento y el no fenecimiento de la acción.
Y su primer párrafo consta de una sola oración:
Así como en la prescripción se configuran, entre otras,
estas situaciones, en el sentido de que ella no corre - no
puede comenzar a computarse hasta tanto no llegue el
momento para el inicio -, o se suspende - aun comenzada,
el cómputo se detiene para continuarlo cuando
desaparezca la causa de estancamiento -, o se consuma -
al fin del término previsto -, o se interrumpe - se
borra lo transcurrido y se inicia un nuevo cómputo -, o no
rige - en los casos de imprescriptibilidad -, valga el símil,
en el Derecho Venezolano, observamos para la acción de
estado estas modalidades: no se tiene - algunas veces -, se
suspende - en un caso -, fenece - en otros -, resurge - en
pocos - y no fenece - en muchos -.
En la oración transcrita hay demasiadas ideas. Para ser claro hubiera sido
preciso dedicar una o varias oraciones independientes a cada uno de los
supuestos comentados.
2.9. Para ganar contundencia ponga las palabras importantes al
principio y al final de la oración
Dice el profesor Weihofen:
El énfasis en gran medida se logra por la colocación de las
palabras dentro de la oración, y de las oraciones dentro del
párrafo. Las posiciones que llevan más énfasis son 1) el
final y 2) el principio. Al principio estamos atentos para
ver si el nuevo pensamiento promete ser interesante; según
vamos llegando al final esperamos ver cómo lo llevan a su
culminación. El profesor Barrett Wendell, intentando
expresar este punto escribió: “Asegúrese de que sus
oraciones terminen con palabras que merezcan la
distinción que usted les da”. Sólo después de escribir la
oración notó que su oración violaba la regla que
expresaba; colocaba en posiciones de distinción las
palabras sin importancia “asegúrese” y “les da”. ¿Cuáles
eran las palabras más importantes? Claramente “terminar”
y “distinción”. Así arregló su oración y puso esas palabras
al principio y al fin, respectivamente: “Termine con
palabras que merezcan distinción.” [102]
El idioma castellano permite ordenar libremente las palabras en la
oración. Esta es una ventaja en relación con otros idiomas de estructura más
rígida. Algunas veces cambiar el orden de las palabras es imposible sin
distorsionar su significado; pero en muchos casos con habilidad podemos
construir oraciones enfáticas poniendo las palabras que queremos enfatizar al
principio y al fin de las oraciones.
En su libro Legal Writing Style, el profesor Henry Weihofen sistematiza
magistralmente la aplicación del sencillo principio de colocación de las
palabras en la oración para enfatizar. Comienza por poner el ejemplo: “Fe,
esperanza y caridad, y la más grande de ellas es la caridad.” El énfasis se
hubiera perdido al escribir la frase así: “Y la caridad es la más grande de
ellas”. Veamos las aplicaciones del principio:
a. En una oración construida con palabras paralelas de distinto valor, [103]
las palabras deben arreglarse de manera que progresen de la menor a la mayor.

*El es un asesino, un El es un mentiroso, un ladrón y


mentiroso y un ladrón. un asesino.
*Su única alternativa era Su única alternativa era
morir u obedecer. obedecer o morir.

b. La parte de la oración que lleve el menor énfasis es el área entre el


principio y el fin. Ese es el sitio para poner términos como “sin embargo”, “no
obstante”, “por ejemplo” y “por supuesto”. Si usted quiere enfatizar esos
términos póngalos al principio; si no, póngalos en algún lugar intermedio.
Sin embargo, los menores Los menores, sin embargo,
entran gratis. entran gratis.
No obstante, el obrero continuó El obrero, no obstante,
su trabajo. continuó su trabajo.
Por ejemplo, la vivienda La vivienda principal, por
principal está exenta. ejemplo, está exenta.
*Por supuesto, esta regla Esta regla, por supuesto, tiene
tiene excepciones. excepciones.

c. El medio es también el lugar para enterrar los pensamientos


subordinados, y aquéllos que no queremos resaltar. La presentación de la
oración resalta la palabra final.

Enfática Débil

Toda revolución concebida con el Toda revolución concebida con el


criterio del Che Guevara tiene una criterio del Che Guevara tiene
característica esencial, que una característica esencial, la
podemos deducir sin necesidad de violencia, que podemos deducir
muchas luces intelectuales: la sin necesidad de muchas luces
violencia. intelectuales.

d. Una oración subordinada puede no obstante contener el pensamiento


que usted quiere destacar. Si es así, póngala al final. Compare el cambio en
énfasis en las siguientes dos oraciones. ¿Cuál es más optimista y cuál es más
dudosa?

*Esto, si el jurado lo cree así, Esta es una defensa perfecta, si el


es una defensa perfecta. jurado así lo cree.

e. Una frase o proposición restrictiva, como las que empiezan con “al
menos”, casi seguro harán un final debilitado.

*Tal interpretación de la ley la Al menos en algunos casos, tal


volverá grotescamente injusta, interpretación de la ley la volverá
al menos en algunos casos. grotescamente injusta.
f. Frases o proposiciones que comienzan con “no” hacen finales débiles:

La ordenanza que pedimos al La ordenanza que pedimos al


Concejo adoptar promoverá Concejo adoptar no estimulará la
responsabilidad comunitaria, no la indiferencia de la gente, como
indiferencia de la gente, como plantean los opositores, más bien
plantean los opositores. promoverá la responsabilidad
comunitaria.

Como muestra la ilustración anterior, al finalizar con una proposición


“no”, uno estaría ocultando la propia argumentación y resaltando la del
contrario.
g. Palabras débiles hacen finales débiles. Una monosílaba o un adverbio
son usualmente palabras débiles.

Como resultado, los empleados Como resultado, los empleados


amparados pueden recibir su amparados hoy pueden recibir su
bono hoy. bono.
Un estudiante extranjero puede Un estudiante extranjero también
conseguir una beca también. puede conseguir una beca.
No hemos visto las ganancias Todavía no hemos visto las
todavía. ganancias.
Nos han desilusionado desde Desde entonces nos han
entonces. desilusionado.

h. Para enfatizar un modificador, póngalo después de la palabra


modificada:

*Cometió deliberadamente Cometió el crimen


el crimen. deliberadamente.
No hemos logrado por No hemos logrado nuestros
ahora nuestros objetivos. objetivos, por ahora.

i. Palabras no enfáticas al principio de la oración producen un comienzo


débil. ventas.
*Con esa norma, la ley pudo *Porque la sentencia fue
establecer los medios para que afirmativa no se sigue que esta
los comerciantes puedan saber reclamación particular fue
sus derechos de anular ciertas
sólida.

Esta regla capacitará a los


comerciantes para saber sus
derechos de anular ciertas
ventas.

La sentencia afirmativa no
significa que esta reclamación
particular fue sólida.

j. Comenzar oraciones con palabras como “Hay” o “Había”, debilitan la


proposición, porque no crean empatía, y porque a menudo llevan a un uso
excesivo de nombres y verbos débiles. En el Capítulo V, Concisión,
apuntamos que esas palabras suelen ser innecesarias y a menudo se pueden
eliminar.

*Hay más personas asesinadas Más personas son asesinadas por


por familiares y relacionados familiares y relacionados que por
que por extraños. extraños.
Es la aspiración El demandante aspira.
del demandante.
k. En una oración de dos partes, el énfasis natural recae en la parte que va
al final. Ese es el lugar para poner la proposición más importante. Un abogado
puede minimizar los argumentos de su oponente y resaltar los suyos poniendo
la proposición contraria como oración subordinada y terminando con la
limitación o principio opuesto que quiere enfatizar. Consideremos estos dos
arreglos de las mismas palabras:

*La demandante, aunque Aunque la demandante no pudo dar


declaró como testigo que su ninguna descripción de los rasgos
asaltante llevaba un sweater de su asaltante, y fracasó al intentar
azul, no pudo dar ninguna identificar al demandado en la
descripción de sus rasgos y policía, ella declaró que llevaba un
fracasó al intentar identificar al sweater azul.
demandado en la policía.
La redacción de la izquierda es obviamente más favorable para la defensa.
La versión de la derecha enfatiza en el sweater, y sería apropiada para introducir
un argumento que muestre, por ejemplo, que el demandado estaba usando un
sweater azul al momento del asalto.
Suponga que su oponente ha argumentado en un escrito que cierta regla
de derecho establecida en el caso A (en el cual usted confía como precedente)
ha sido debilitada si no totalmente descartada por la decisión B. Usted quiere
refutar esa afirmación y argumentar que los casos pueden ser reconciliados.
¿Cuál de las tres formas siguientes de decirlo servirá mejor para sus propósitos?
*Los dos casos pueden ser reconciliados, aunque de
alguna manera difieran en los hechos.
Aunque difieran de alguna manera en los hechos, los dos
casos pueden ser reconciliados.
Aunque los dos casos puedan ser reconciliados, difieren de
alguna manera en los hechos.
l. La inversión del orden natural de la oración es una vía efectiva para
ganar énfasis por la posición. El orden gramatical normal de la oración es 1) el
sujeto, precedido o seguido de sus modificadores; 2) el verbo; 3) el objeto (y
los complementos); y 4) los modificadores del predicado. Cambiar este orden
enfatiza las palabras removidas de su posición normal. Como el lugar normal
del sujeto es al comienzo, dejarlo ahí no le da énfasis especial. Lo enfatizamos
poniéndolo al final:
El guitarrista más inspirado que he conocido es Alirio Díaz.
Por el contrario, si el final de la oración es el lugar natural para una
palabra, no se la enfatiza dejándola allí, sin usar algún artilugio como
interpolando frases u oraciones para mantener suspenso. Se la puede enfatizar
moviéndola al principio:
*La libertad que busca.
*El coraje sostiene a un hombre.
m. Se puede enfatizar las frases de la misma manera:
Con malicia hacia ninguno; con caridad para todos; con
firmeza en lo correcto, según Dios le fue dando luz, la
Madre Teresa continuó...
Como sucede con otros recursos, éste no debe ser usado en exceso. Si se
abusa de su uso, da la impresión de afectación y no logra su propósito.
n. El énfasis puede dársele a una palabra separándola de las demás
mediante una interpolación.
*Usted, como hombre de negocios, reconoce mejor que la
mayoría de las personas el valor del buen crédito.
Si no se le quiere dar ese acento a la palabra “usted”, es pobre usarla en
el medio, por relleno:
Como hombre de negocios, usted reconoce mejor que la
mayoría de las personas el valor del buen crédito.
Enfatizar la condición de hombre de negocios sobre “usted”, minimiza la
condición del interlocutor. Incluye al ser humano en una categoría, con todos
sus valores y todos sus prejuicios. Es sutilmente impropia, grosera y
humillante. Algo equivalente ocurre cuando le dicen a un abogado: “Como
abogado al fin, usted es...”
ñ. Incluso las oraciones subordinadas pueden ser mejoradas poniéndoles
las palabras importantes en posiciones importantes:

*Como no se muestra la Como no se muestra que la


naturaleza esencial de la información que usted solicita es
información que usted solicita, esencial,

o. Aunque la voz pasiva es usualmente menos enfática que la voz activa,


puede algunas veces proveernos de una vía para ganar énfasis cuando lo
queremos. Podríamos querer enfatizar el nombre del autor poniéndolo al final
de la oración:
Algunos logros han sido obtenidos por la legislación, pero
los más importantes han sido por el esfuerzo constante de
los ciudadanos.
El revólver sólo pudo ser disparado por este hombre.
Podría ser que queramos resaltar el hecho más que el actor o el receptor:
Muchos son llamados, pero pocos escogidos.
Hubo varios acusados, pero sólo uno fue condenado.
Cuando queramos resaltar el objeto o receptor, y no podemos ponerlo al
final, podemos ensayar si viene bien en la segunda más importante posición en
la oración, el principio:
*La falacia del argumento del demandado se señala en
este escrito.
En la oración anterior la palabra que se desea enfatizar es “falacia”, pero
no se puede poner al final, porque está seguida de “del argumento del
demandado”. Con la ayuda del pasivo, se pone al principio.
3. Tipos estilísticos de oraciones compuestas
Desde el punto de vista gramatical las oraciones pueden ser simples o
compuestas. Desde el punto de vista estilístico, los autores describen hasta
siete tipos diferentes de oraciones. [104] Cada uno de estos siete tipos de
oraciones estilísticas son oraciones compuestas (yuxtapuestas, coordinadas o
subordinadas) pero con una utilidad expresiva diferente. Algunas de ellas son
más útiles para describir o para narrar, otras son más apropiadas para exponer y
argumentar. El abogado debe disponer de todas en su repertorio y, como
cualquier otro escritor, administrarlas equilibradamente, dependiendo de la
efectividad que tengan para cada ocasión.
3.1. Oraciones de valor limitado para la redacción jurídica expositiva
y argumentativa
A. Yuxtapuestas segregadas
Las construcciones con oraciones yuxtapuestas llamadas segregadas están
integradas por oraciones cortas, simples, las cuales, en su forma más pura,
tienen una idea cada una.
Diego llegó con su carro. Se estacionó frente a la casa.
Apagó el motor. Se bajó lentamente. Caminó todo el
trecho de jardín hasta la puerta. La abrió. Vio al dueño.
Sacó su revólver y le disparó a quemarropa.
Todas las oraciones anteriores, excepto las dos últimas, que son
coordinadas, pertenecen a las yuxtapuestas segregadas.
Las oraciones yuxtapuestas segregadas suelen ser cortantes. Pueden ser
efectivas para expresar ideas fuertes, valiéndonos de su naturaleza cruda, a
veces chocante. En general, son más útiles para narrar cuando lo narrado es
monótono y repetitivo. Pueden ser apropiadas para narrar los hechos en una
acusación penal y obtener un efecto dramático, como en el ejemplo anterior.
Una sola oración yuxtapuesta corta, colocada al final de una oración
larga, sugiere una conclusión evidente:
En la campaña electoral el Presidente prometió renunciar
si el pueblo se lo pedía. Ya se lo pidió.
Es un hecho incontrovertible que en el pasado, cuando los
métodos anticonceptivos eran desconocidos, las mujeres
pasaban gran parte de su corta vida embarazadas, o
criando niños traídos al mundo con poca ayuda médica. Y
no digan que esa es una vida natural y saludable,
simplemente porque los animales viven así. Porque no lo
es. [105]
Las oraciones yuxtapuestas no son útiles para argumentar, porque no se
prestan para combinar ideas y matizarlas; no sirven para indicar causas,
consecuencias, excepciones... en ellas no se utilizan expresiones como “por lo
tanto”, “en consecuencia”, “por ejemplo”.
Las oraciones yuxtapuestas segregadas deben ser usadas con cuentagotas.
Su abuso cansa rápidamente al lector. Y su mal uso hace lucir la escritura
como de escuela primaria: “La vaca come pasto. La vaca nos da leche. La
vaca vive en el campo.”
B. Estilo llamado de tren de carga y el de coordinación múltiple
Ambos estilos están compuestos por oraciones cortas e independientes,
pero combinadas de manera de armar una secuencia más larga. La
combinación puede lograrse mediante conjunciones, en cuyo caso se llaman
“estilo de tren de carga”, o mediante comas o puntos y comas, que forman la
coordinación múltiple. Cualquiera de estos dos tipos de unión hace la
redacción más fluida y seguida que en las oraciones simplemente
yuxtapuestas. T. Kane nos recuerda el ejemplo bíblico: [106]
Y cayeron las lluvias y se desbordaron los ríos, y soplaron
los vientos y se arrojaron contra esa casa: la casa se
derrumbó y todo fue un gran desastre.
Son útiles para relacionar una serie de hechos, ideas, impresiones o
percepciones sin juzgar su valor relativo y sin imponer una estructura lógica en
ellos. Dan una visión inocente, casi infantil e ingenua. Son útiles para narrar el
espontáneo fluir de la imaginación. Describen una experiencia que tiene lugar
dentro de la mente, de donde brotan como un manantial inagotable. No hay
censura, no hay análisis:
Cuando seas mi novia te tomaré de la mano; y
caminaremos sin prisa por la playa y nos mojaremos los
pies con el agüita de las olas; y chapotearemos y nos
reiremos; y tomaremos cocada y nos sentaremos en el
acantilado; y miraremos juntos los colores del cielo
mientras se pone el sol.
Estas oraciones son inapropiadas para párrafos expositivos, porque no
manejan la sutileza de la idea, sólo refieren pensamientos, ideas, emociones o
hechos de igual importancia. No muestran causa ni efecto, condiciones,
concesiones o excepciones. Tampoco tienen una forma previa; son vagas, con
una terminación indefinida y abierta. Dan la impresión de que pudieran
continuar si se les da rienda suelta. En alguna oportunidad podrían ser útiles
para describir los pensamientos, ideas o emociones de una persona, en un caso
que envuelva la conducta humana.
C. La tríada
La tríada está constituida por tres oraciones que sí tienen una coherencia
interna y un cierre definido. Exponen tres aspectos de una misma situación y,
si están bien diseñadas, transmiten una descripción completa, como un
paquetico bien armado y compacto:
Vine, vi y vencí.
El Presidente era torpe, los ministros corruptos y los
empleados ignorantes.
El hotel era limpio, la atención impecable y la comida
exquisita.
La tríada requiere buena armazón, de tres elementos distintos pero
complementarios, que dejan la impresión de cubrirlo todo. Pueden ser
utilizadas para enfatizar una argumentación en un escrito persuasivo:
Abandonó a los niños en el campo, envió provisiones
insuficientes y entregó las medicinas a una persona
incorrecta.
La tríada parece haber descubierto que tres es un número mágico con
efecto elocuente.
D. La oración balanceada
La oración balanceada es común en la cultura anglosajona; consta de dos
partes más o menos equivalentes en largo y significación, divididas por una
pausa central. La oración balanceada puede buscar varios efectos: reiterar la
misma idea, contrastar ideas (es un tipo de antítesis)[107], mostrar causa y
efecto, o cualquier otro buscado por el escritor.
Vota por cualquier candidato; todos ellos son demócratas.
Lo importante de las oraciones balanceadas es su colocación una junto a
la otra, complementándose. La pausa central puede hacerse con puntos, puntos
y comas o comas:
Un poco de gobierno y un poco de suerte son necesarios en
la vida; pero sólo el necio confía en ésta o en aquél. [108]
La oración balanceada transmite un equilibrio que place a la vista y al
entendimiento. Es formal y reflexiva, demuestra pensamiento y elaboración.
El vencido siempre será tu enemigo. El convencido será al
menos tu aliado.
Kane dice que en la oración balanceada está implícito el sentido de
objetividad, control y proporción. El balance en sí mismo no significa nada,
pues el significado lo llevan las palabras; el balance, sin embargo, es la
presentación adecuada que refuerza y enriquece los juicios y pensamientos
asentados.
La democracia no garantiza igualdad; sólo igualdad de
oportunidades. [109]
La motivación te hace arrancar. El hábito te hace permanecer. [110]
Sé tolerante con todo el mundo; extremadamente paciente
contigo mismo. [111]
Las oraciones balanceadas parecen ser el pedestal típico para la ironía y el
humor anglosajones:
Para aristócratas y aventureros Francia era dinero en
grande; para la mayoría de los ingleses llegó a ser una
costosa extravagancia.[112]
No es mi intención despotricar contra la señora Proudie,
pero no puedo imaginar que todas sus virtudes añadan algo
a la felicidad de su marido. [113]
Usar oraciones balanceadas y, en general, estructuras rígidas del arte de
escribir, era común en escritores de lengua inglesa de los siglos XVIII y XIX,
reflejo, tal vez, de una época de rigidez moral y cultural. Hoy en día el estilo
tanto de vida como de expresiones culturales suele ser más suelto, personal y
espontáneo que en las culturas que diseñaron tales estructuras formales. Sin
embargo, conocer y dominar estas estructuras es útil para quien quiere
sobresalir en el arte y la técnica de escribir profesionalmente. Quien las
domina siempre conseguirá usarlas en el momento oportuno.
3.2. Oraciones de mayor utilidad para los escritos expositivos y
argumentativos
Vamos a revisar tres tipos de oraciones particularmente apropiadas para
expresar pensamientos complejos, como sucede al redactar opiniones legales y
otros escritos expositivos y argumentativos. Todas son oraciones compuestas:
Son las oraciones acumulativas, las oraciones periódicas y las construcciones
paralelas.
A. Oraciones acumulativas
La oración acumulativa es una oración compuesta en la cual la primera
de ellas es la principal e independiente, pues dice un pensamiento completo, y
las demás que la siguen van ampliando la oración original con oraciones
subordinadas, frases, detalles, formando un todo coherente.
La oración acumulativa se asemeja a la forma como hablamos
normalmente. Primero decimos la idea principal y luego vamos añadiendo
detalles y especificaciones.
Las oraciones acumulativas son fáciles de construir y más fáciles de leer.
Pero deben ser organizadas. No deberían consistir en una mera cadena de
oraciones empatadas como un tren. La primera oración es una afirmación
general, que se va completando con el resto de las oraciones. Son muy
utilizadas en descripciones:
El riachuelo venía corriendo torrentoso por entre las rocas
al final de la quebrada, hasta llegar al valle, donde se
pacificaba y comenzaba su apacible serpenteo por entre los
sembradíos de caña, reverdeciendo todo el paisaje y dando
de beber a los miles de garzas blancas y corocoras rojas
que lo adornaban cada tarde hasta la hora del crepúsculo.
También son utilizadas en redacción legal:
Concluida la primera conflagración mundial, la Asamblea
de la Sociedad de Naciones del Tratado de Versailles creó
la Corte Permanente de Justicia Internacional (C.P.J.I.) y
estableció el arbitraje como sistema obligatorio, para
aquellas situaciones que sean susceptibles de una solución
arbitral y no puedan arreglarse pacíficamente por la vía
diplomática. [114]
El artículo 701 del Código Civil es una larguísima oración acumulativa:
Nadie puede construir cerca de una pared ajena o
medianera, aljibes, pozos, cloacas, letrinas, acueductos,
hornos, fraguas, chimeneas, establos o caballerizas,
depósitos de materias corrosivas, artefactos que se muevan
por vapor u otra fuerza, fábricas destinadas a usos
peligrosos o nocivos, ni poner establecimientos
industriales o de cualquiera otra especie que causan ruido
que exceda la medida de las comodidades ordinarias de la
vecindad, sin guardar las distancias exigidas por los
Reglamentos y usos del lugar, o sin construir las obras de
resguardo necesarias, y sujetándose en el modo de
construirlas a todas las condiciones que los mismos
Reglamentos ordenen.
Un recurso útil para ayudarnos a evitar oraciones interminables es
pararnos y pensar cómo expresaríamos la idea en una simple conversación. No
podemos “escribir como hablamos”, pero el recurso de pensar cómo lo
hubiéramos dicho en una conversación, nos puede ayudar a expresar las ideas
más fluidamente en oraciones mejor organizadas. Cuando conversamos
usamos frases más cortas, hacemos más pausas, ponemos más puntos y signos
de parada que al escribir. Las calificaciones, los ejemplos y los modificadores
los dejamos para otras oraciones. Tratar de meter todo en una sola oración
larga y complicada origina enrevesadas oraciones que dificultan el lenguaje
de los abogados. Uno puede
evitar las excepciones si encuentra la categoría precisa que no requiera
excepciones. Así, en vez de decir “Todos los votantes inscritos, excepto los
que lo hicieron antes de 1998,” decir: “Todos los votantes inscritos después
del 31 de diciembre de 1997”.
La oración acumulativa se puede construir invertida: las oraciones
subordinadas y los añadidos se ponen al principio y se reserva el final para la
oración principal:
Administrar escrupulosamente los exiguos recursos del
patrimonio familiar, mantener la casa ordenada y limpia
con una dedicación diaria, cuidar a los niños con la ternura
y la paciencia de una madre, estas fueron las tareas que
Mercedes cumplió por diez años como tía y tutora
amorosa.
B. Oraciones Periódicas
La oración periódica mantiene el pensamiento en suspenso hasta el fin de
la oración. [115]
La oración periódica, llamada también “suspendida”, distorsiona
intencionalmente el orden normal de la oración para lograr énfasis. El orden
normal de la oración, como vimos, es: sujeto, verbo, complemento directo,
complemento indirecto, complementos circunstanciales. En la oración
periódica se interrumpe el orden normal de la oración, pues el pensamiento
iniciado al principio de la oración queda suspendido, mediante oraciones
subordinadas, modificadores adverbiales y frases con participios o adjetivos,
hasta el desenlace. El desenlace da coherencia a todo lo que se venía diciendo.
Para redactar una oración periódica uno puede comenzar con el sujeto y
luego añade ideas subordinadas hasta concluir con el verbo y los
complementos al final.
Tú, hija mía, que desde la escuela primaria te levantabas
temprano para llegar a tiempo a clase, que estudiabas
cuidadosamente todos tus programas de cada curso, que
trabajaste arduamente para pagarte la universidad, que
tienes claras tus metas sobre tu futuro y lo que puedes hacer
por tu país, con toda seguridad serás una profesional exitosa
y ayudarás a tu comunidad con lo mejor de tu sabiduría.
La oración anterior comienza con el sujeto “Tú, hija mía…” e
inmediatamente interrumpe el orden normal de las oraciones pues intercala
una serie de incisos que van creando un suspenso hasta el desenlace al final de
la oración: “serás una profesional exitosa y ayudarás…”.
Las oraciones periódicas pueden también comenzar con construcciones
subordinadas, y dejar la oración principal para el final.
Si la naturaleza se opone a nuestra independencia,
lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca.
(Simón Bolívar).
Alterar el orden normal de la oración se justifica cuando el escritor quiere
crear un suspenso que lleva a un desenlace. El desenlace es la idea principal
que guarda para el final. Veamos el ejemplo en estas tres oraciones periódicas
seguidas en San Pablo:
Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los
ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o
campana que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los
misterios y el saber más elevado, aunque tuviera tanta fe
como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy.
Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi
cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de
nada me sirve. [116]
Las oraciones anteriores ordenadas naturalmente perderían su impacto:
Yo sería como el bronce que resuena o campana que retiñe
si me faltara amor, aunque hablara todas las lenguas de los
hombres y de los ángeles.
No soy nada si me falta amor, aunque tuviera el don de
profecía y descubriera todos los misterios y el saber más
elevado y aunque tuviera tanta fe como para trasladar
montes.
De nada me sirve no tener amor aunque repartiera todo lo
que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo para recibir
alabanzas.
Las oraciones periódicas tienen una cadencia, una curva fonética: la
tensión de la oración va creciendo hasta llegar a un clímax que se resuelve en
el desenlace. El énfasis de las oraciones periódicas se obtiene con el desarrollo
de un buen oído que nos ayude a crear oraciones con ritmo. Al observar la
cadencia de las oraciones, el escritor sabe cómo el lector espera el desenlace
de la acción del verbo y provoca la expectativa. La clave es la colocación
precisa de las palabras importantes.
El medio para ganar énfasis es moverse hacia un clímax. Arreglar las
palabras, frases, oraciones en una serie ascendente, causa un continuo aumento
del interés.
Y cuando esta pesadilla haya terminado, cuando nos
hayamos recuperado de las agresiones de un ejército de
terroristas armados y entrenados por el gobierno corrupto
y asesino, contra un pueblo, como Gandhi, desarmado, no
olvidemos lo principal: reconstruir la patria para todos,
especialmente para los desheredados dueños del petróleo.
[117]
Otros ejemplos de oraciones periódicas.
a. La oración principal se pone al final (en negrita):

A pesar de la lluvia cegadora, de la selva tupida y del


peligro de los animales salvajes, el equipo continuó su
marcha.
b. El razonamiento se pone por adelantado antes de afirmar la idea
principal (en negrita):

Porque en sus 18 temporadas en las Ligas Mayores


estableció records como short stop con más juegos (2.581),
asistencias (8.016), oportunidades aceptadas (12.564) y
doble plays (1.553); por lograr más outs en la Liga
Americana, (4.548), por haber encabezado la Liga en
fildeo en 8 ocasiones, en bases robadas durante sus
primeras 9 temporadas, y por haber sido Novato del Año
en 1956, Luis Aparicio fue elevado al Salón de la Fama.
[118]

c. Este ejemplo termina con la idea que el escritor quiso destacar y


esa idea, a su vez, termina con la palabra que el escritor quiso
destacar (en negrita):

Con dos ampollas en carne viva y sin poder cargar el


morral debido a una costilla y la clavícula rotas, me quedé
mirando mi teléfono muerto con el corazón suplicante.
Las oraciones periódicas son usadas apropiadamente en redacción legal.
En ellas el impacto no es dramático, sino intelectual: se reserva la palabra
importante para el final:
Si tratamos de precisar las características del matrimonio a
través de las distintas épocas y civilizaciones de la
humanidad; o si analizamos la institución tal como aparece
consagrada en diferentes sistemas legales que coexisten en
un mismo momento; o más aún, si observamos los
caracteres del vínculo en uniones particulares nacidas de
un mismo período de tiempo y al amparo de idéntica
legislación; encontraremos tales contrastes y tantas
variaciones, que nos veremos obligados a concluir que lo
único común en todo matrimonio ha sido y es la diversidad
de sexos entre sus partes. [119]
Tulio Ascarelli comienza su libro “Los Títulos de Crédito” con una
oración periódica:
Si nos preguntasen cuál es la contribución del derecho
comercial en la formación de la economía moderna, tal vez
no podríamos apuntar otra que haya influido más
típicamente en esa economía que la institución de los
títulos de crédito. [120]
El profesor Weihofen nos dice que el suspenso creado por las oraciones
periódicas puede aprovecharse para crear un anticlímax, es decir, un fin
intencionadamente ramplón, inesperado o incongruente:
*“El juez fulano”, dijo un crítico, “era rico, ambicioso
e infame”.
También puede ser utilizada para efecto humorístico:
*Él la hubiera violado, si ella, con su oportuno
consentimiento, no lo hubiera evitado.
Dice Weihofen:
Las oraciones periódicas deben ser usadas con
discriminación y estructuradas con cuidado. Comenzar una
idea, y luego mantenerla sin completarse, hace que el
lector tenga que guardar el sujeto en la mente y además
absorber una serie de detalles subordinados hasta que al
final se le da la clave que completa el pensamiento.
Mientras el proceso sucede, el lector está bajo lo que se ha
llamado tensión gramatical. Someterlo a esta tensión se
justifica si uno quiere enfatizar una idea poniéndola al
final, o si quiere sostener el interés para construir un
clímax. Pero si no hay clímax no hay razón para
mantenerlo en suspenso, imponiéndole una tensión
innecesaria. Una de las razones por las que mucha
escritura legal es difícil de leer es que está estructurada de
muchas oraciones largas que no tienen punto de cierre
hasta que llegan al final. [121]
Una muestra de oración periódica sin énfasis, como hemos visto muchas:
Cuando alguien haya empleado materia, en parte propia y
en parte ajena, para formar una cosa de nueva especie, sin
que ninguna de las dos materias se haya transformado
enteramente, pero de manera que la una no pueda
separarse de la otra sin grave inconveniente, la cosa se
hará común a los dos propietarios, en proporción, respecto
al uno, del valor de la materia que le pertenecía, y respecto
al otro, de la materia que le pertenecía y del valor de la
obra de mano.
[122]

En la redacción legal no es extraño ver oraciones periódicas aparentes; las


llamamos así porque tienen en común con las oraciones periódicas correctas
que distorsionan el orden normal de las oraciones y dejan el pensamiento
principal para el final; pero al carecer de ritmo y estar privadas del desenlace
enfático, son oraciones periódicas espurias:
Según el contrato objeto de la consulta, que sin duda
alguna es el elemento fundamental que norma la relación
entre las partes, toda vez que en la materia regulada priva
el principio de autonomía de la voluntad, cualquiera de las
partes, habiendo transcurrido el primer año de vigencia,
tenía derecho, si da un aviso a la otra con no menos de
treinta días de anticipación, de poner fin a la relación
contractual.
En este caso no se justifican las construcciones periódicas aparentes.
Preguntamos si con estas palabras sencillas y directas se dice menos:
Después del primer año de vigencia, cualquiera de las
partes puede terminar el contrato que ustedes nos
consultan; bastaría con avisar a la otra con no menos de
treinta días de anticipación.
Muchas normas legales están redactadas como oraciones periódicas sin
énfasis, seguidas de modificadores o de oraciones acumulativas:
Las hipotecas de los inmuebles de la herencia, otorgadas
en favor de los acreedores del heredero y las enajenaciones
de aquellos inmuebles, aunque estén registradas, no
perjudican los derechos de los acreedores del de cujus ni
los de los legatarios, siempre que unos y otros hayan
llenado los requisitos establecidos en este parágrafo y en
los plazos expresados en el mismo. [123]
En el artículo citado no se busca enfatizar al final ni crear clímax. No se
justifica, por tanto, la oración periódica. Sería más natural y comprensible
seguir el orden normal de las oraciones, y crear una oración aparte con el
añadido:
No perjudican los derechos de los acreedores del de cujus
ni los de los legatarios: a) las hipotecas de los inmuebles
de la herencia, otorgadas en favor de los acreedores del
heredero;
b) las enajenaciones de dichos inmuebles, aunque estén
registradas.
Para ejercer sus derechos, los acreedores del de cujus o los
legatarios, según el caso, deberán llenar los requisitos
establecidos en éste parágrafo dentro de los plazos
expresados en el mismo.
La redacción del artículo anterior se aclaró, además, al quitar “aquellos”,
“los unos” y “los otros”; se requeriría, también, precisar el sitio exacto donde
se establecen los requisitos y los plazos.
El encabezamiento de muchos decretos y resoluciones es una oración
periódica sin énfasis larguísima:
La Junta Parroquial de la Parroquia _ _ _ del Municipio _ _
_ del Estado _ _ _ , en su sesión celebrada en fecha _ _ _ ,
en esta ciudad de _ _ _ , en la sede de la Junta, ubicada en
_
_ _, y presidida por _ _ _ , la cual fue debidamente
convocada por _ _ _ conforme consta de_ _ _, y habiendo
constatado el quórum correspondiente por encontrarse
presentes los señores _ _ _ , en uso de sus atribuciones
legales establecidas en _ _ _ y de conformidad con _ _ _ ,
en concordancia con _ _ _ eiusdem, tomando en cuenta _ _
_ y considerando : 1°_ _ _, 2° _ _ _, 3° _ _ _ , Resuelve:
Los encabezamientos de los contratos suelen ser oraciones periódicas sin
énfasis:
Yo, (identificación completa), actuando en mi carácter de _
_ _, y debidamente facultado para este acto según consta
de documento de poder debidamente otorgado _ _ _ , por
el presente documento declaro:
La redacción de las normas penales también se complica. Una norma
penal podría ser así:
* La persona que (comete tal o cual acto) será penada con
(tal y cual pena).
Pero con mucha frecuencia, el sujeto, la prohibición y las penas tienen
tantos modificadores y calificadores, con tantas palabras para describirlos, que
terminamos leyendo un artículo así:
* La persona (mayor de _ _ _), que en abuso de su
condición de (_ _ _), por medio de _ _ _ , o de alguna
manera cometa (tal y cual acto), o quien (haga algo más)
con la intención de (lograr esto o aquello) sin el
consentimiento de (tal o cual persona o personas)
mientras... O con la ayuda de _ _ _ , o en conjunción con _
_ _ , para realizar alguno o todos los actos anteriormente
descritos, será castigado con ...
La tendencia legislativa actual es dividir las normas en oraciones más
cortas, cada una referida a una idea. [124] La primera oración, por ejemplo, puede
definir el tipo delictivo básico. Y luego otras oraciones sencillas van aludiendo
a cada variante, ya sea introduciendo sujetos distintos, acciones diferentes,
atenuantes, agravantes o cualquier modificación del tipo básico.
Si el escritor no ordena sus pensamientos antes de redactar un escrito
expositivo, corre el riesgo de redactar oraciones periódicas sin énfasis.
Comienza a escribir una idea y en vez de continuarla hasta el final, la
interrumpe con cambios que intercala entre el sujeto y el verbo. Deja en
suspenso la idea comenzada y el resultado involuntario es una oración
periódica sin énfasis ni ritmo.
La oración periódica correctamente construida tiene un tono literario y
formal, por lo que debe reservarse para ocasiones especiales. Su uso repetido
puede acartonar la redacción.
En conclusión, si el escritor distorsiona el orden de la oración sin crear
un ritmo ni lograr un énfasis final, solo construirá una oración periódica
aparente; la falsa oración periódica refleja desorden del pensamiento,
interfiere la atención y cansa al lector. Por el contrario, las oraciones
periódicas oportunamente colocadas pueden ser un instrumento de redacción
eficaz.
Ejercicios:
1. Construya oraciones acumulativas sobre el siguiente tema:

La función de los abogados en el desarrollo de un país.


2. Construya oraciones periódicas sobre el siguiente tema:

Trascendencia del derecho constitucional.


3. El Artículo 703 del Código de Procedimiento Civil, transcrito a
continuación, es una sola oración periódica larga. ¿Podría
redactarlo de nuevo:

a. Usando oraciones más sencillas, principales, que sigan el


orden normal del pensamiento?

b. Como oración acumulativa?

Artículo 703: Podrá cualquier persona, haciéndose


responsable de las resultas del juicio, y dando caución
o garantía de las previstas en el Artículo 590,
presentarse por el poseedor o por aquel a quien se
atribuya la perturbación o el despojo, aún sin poder, e
intervenir en la articulación de que trata el Artículo
701.
C. Construcciones Paralelas
Oraciones con estructura paralela son aquéllas en las que dos o más
palabras o construcciones permanecen en una relación gramatical idéntica con
otra palabra.
Corresponde al Presidente:
a. Convocar y presidir las Asambleas...

b. Representar a la compañía...

c. Nombrar apoderados...

d. Dirigir las operaciones...

Cada una de las construcciones iniciadas con los literales a, b, c y d son


paralelas con la construcción: “Corresponde al Presidente”.
La construcción paralela es ordenada y armoniza el lenguaje con los
pensamientos.
Ejemplos de paralelismo:
i. Con sustantivos, como sujetos de la oración:

Juan y José escalaron la montaña.


ii. Con sustantivos, como complemento directo de la oración:

El comprador pagará el precio del inmueble y los


derechos de registro.
iii. Con adverbios:

La acusada respondió impulsiva, nerviosa y


torpemente.
iv. Agrupar varios verbos después de un sólo sujeto es una de las
formas más usadas de paralelismo. En el siguiente ejemplo son
verbos en infinitivo que modifican la palabra “campaña”:

La asociación de educadores comenzó una campaña


vigorosa para alfabetizar adultos, para constituir
organizaciones no gubernamentales de defensa de la
educación libre y para involucrar a los padres en la
educación de sus hijos.
Los escritores frecuentemente descuidan usar el paralelismo, quizás porque
su atención nunca ha sido llamada a esta forma de expresarse. Oraciones
escritas como en la columna de la izquierda se pueden mejorar con forma
paralela, como en la derecha.

Las mercancías debieron Las mercancías debieron


entregarse a tiempo y tenían que entregarse en buen estado y a
estar en buen estado. tiempo.
La decisión administrativa La decisión administrativa
favoreció al consumidor, pero favoreció al consumidor; la
en la sentencia judicial la judicial a la empresa.
empresa salió triunfadora.

El trabajador alega que no era El trabajador alega que el deber


él quien tenía el deber de de notificar no era de él, sino
notificar, sino que quien debía del patrono.
avisar era el patrono.

Una forma frecuente que observamos de construir oraciones es:


Con este plan buscamos no sólo... sino también...
Gana en contundencia si se mejora el paralelismo:
Con este plan buscamos: a) ... ; y b) ...
Al crear oraciones paralelas debe cuidarse la corrección gramatical. La
corrección se logra poniendo todas las palabras paralelas en la misma forma
gramatical. En una opinión un abogado va a analizar varios puntos y dice:
A continuación expondré los siguientes puntos:
a. Objeto de la compañía.

b. Derechos de los accionistas minoritarios.

c. Si el Presidente y el Gerente General pueden con sus firmas


conjuntas vender inmuebles propiedad de la compañía.

d. ¿Quién convoca al Comité Asesor?

Aquí a y b consisten en meros encabezamientos de las materias; c


introduce una pregunta indirecta con la palabra “Si”, y d es una pregunta
directa. La enumeración se debe hacer consistente. Una alternativa es poner c
y d como encabezamiento: “c. Facultad para vender inmuebles. d.
Convocatoria del Comité Asesor.” Si fueran a conformarse como c, todos los
puntos deberían comenzar con “si”. Y si fueran a conformarse con d, todos
deberían ser preguntas directas.
El Art. 1 de la Ley de Protección al Consumidor y al Usuario[125] tiene
una construcción paralela errada:
La presente Ley tiene por objeto la defensa, protección y
salvaguarda de los derechos e intereses de los
consumidores y usuarios, su organización, educación,
información y orientación, así como establecer los ilícitos
administrativos y penales y los procedimientos para el
resarcimiento de los daños sufridos por causa de los
proveedores de bienes y servicios y para la aplicación de
las sanciones a quienes violenten los derechos de los
consumidores y usuarios.
Después de “La presente Ley tiene por objeto” viene una enumeración
paralela de esos objetos (indicados en cursiva en la cita) que debieron ponerse
en la misma forma gramatical. Podría ser poniendo todas las palabras paralelas
como verbos:
...tiene por objeto defender, proteger y salvaguardar los
derechos e intereses de los consumidores y usuarios,
organizarlos, educarlos, informarlos y orientarlos, así
como establecer...
En vez de verbos, ha podido escoger sustantivos, pero pierde
fuerza:
...tiene por objeto la defensa, protección y salvaguarda de
los derechos e intereses de los consumidores y usuarios, su
organización, educación, información y orientación, así
como la creación de los ilícitos administrativos...
Arreglar palabras, frases y oraciones en grupos de dos o tres, a veces
ayuda a construir un efecto emocional. Lincoln pudo haber dicho “gobierno
de, por y para el pueblo”, o, incluso más concisamente, “gobierno del pueblo”,
y decir la misma idea que “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo”. Pero él no estaba simplemente tratando de ser conciso. El usó las
frases paralelas innecesarias para profundizar las reacciones emocionales con
cada repetición.
La construcción paralela ayuda al énfasis, a la coherencia y al ritmo. Al
oído le gusta oír el patrón de una oración o frase repetido en otra. Como con
otros recursos es preciso cuidarse del abuso de la construcción paralela; pero
para una conclusión, o para un clímax puede ser muy efectiva.
Antítesis
El Diccionario de la Real Academia define antítesis como la “figura que
consiste en contraponer una frase o una palabra a otra de contraria
significación”. Colocar juntas ideas opuestas en antítesis las resalta, y por tanto
impactan más al lector, tiene un efecto elocuente. [126]
Es difícil mejorar nuestra condición humana con la mejor
de las leyes, pero es fácil arruinarla por malas leyes. T.
Roosevelt.
La religión no ha civilizado al hombre. El hombre ha
civilizado a la religión. Dios mejora según el hombre
avanza. R. Ingersoll.
El efecto es mayor si la oposición se hace con construcciones paralelas,
mientras más concisas, mejor:
Un especialista es una persona que cada vez sabe más y
más sobre menos y menos hasta que acaba por saber casi
todo sobre casi nada.
Es tan corto el amor y tan largo el olvido. P.
Neruda. Errar es humano; perdonar, divino. Pope.
En las antítesis mientras más concisas sean las palabras mayor será el
impacto; separar las ideas contrastantes con puntos es usualmente más fuerte
que usar una palabra, como “pero” o “por tanto”. Si el último ejemplo de
antítesis fuera escrita en el estilo verboso usual de muchos, diría: “Errar es
consustancial al ser humano, mientras que perdonar evidentemente es de la
naturaleza divina”.
La antítesis puede ser usada eficientemente como contraste negativo -
positivo. Se dice primero el aspecto negativo de la idea y luego el positivo.
Puede ser una forma sutil de reiteración.
¿Esa revolución es democracia? La respuesta es obvia: No
es democracia. Es exactamente lo contrario. Es la
revolución marxista.
Según Schökel “la antítesis puede condensarse en dos palabras y gobernar
párrafos y aun capítulos”. [127]
El proceso de integración de América Latina no es un
proceso de generación espontánea. No es el resultado de
una convergencia de economías y de políticas que
proviene de Estados florecientes. La idea de constituir el
Mercado Común Latinoamericano es una fórmula
sugerida por diversos dirigentes latinoamericanos para
crear en los diversos países que componen el continente
latinoamericano condiciones de desarrollo y progreso
general que les permita participar, con voz y con voto, en
las grandes decisiones de alcance mundial que se adopten
en materia económica, financiera, científica y tecnológica,
política y militar. [128]
Ventajas del paralelismo
Las construcciones paralelas tienen varias ventajas:
1. Impresionan y agradan al leerlas y oírlas. Llevan un ritmo y un
orden, siguiendo un plan maestro, con un lugar para cada cosa.
2. Son económicas, pues usan un elemento de la oración para servir
a varios otros.

3. Enriquecen el significado al enfatizar o revelar sutiles


conexiones entre las palabras. El siguiente ejemplo de George
Bernard Shaw, sobre Juana de Arco, es elocuente:

Juana de Arco, una campesina de los Vosgos, nació hacia


1412, fue quemada por herejía, brujería y hechicería en
1431, rehabilitada después de una temporada en 1456,
designada venerable en 1904, declarada beata en 1908 y
finalmente canonizada en 1920. [129]
Limitaciones del paralelismo
Sólo se aplica a ideas que son lógicamente paralelas: varios efectos de la
misma causa, por ejemplo, o a tres o cuatro condiciones de un mismo hecho.
Cuando los escritores tratan de forzar paralelismo en ideas que no son
lógicamente paralelas, no aclaran, sino oscurecen el significado.
Ejercicios
1. Corrija los paralelismos defectuosos en cada una de las siguientes
oraciones:

Estos libros no son primariamente para leer, sino que son


usados para referencia.
El novato debe trabajar más lentamente, él debe
trabajar más conscientemente.
El acto en referencia no solamente viola el Código de
Comercio, sino que también implica una transgresión
a la Ley de Aduanas.
Las principales objeciones son que la Ley regula toda
la materia y no deja campo al Reglamento, y que el
Reglamento contradice las previsiones de la Ley.
2. Construya oraciones paralelas sobre estos temas:

Ética del abogado.


Ventajas de mi trabajo.
Errores que cometemos al escribir.
3. Analice el siguiente párrafo a fin de determinar:

a. Las oraciones periódicas.

b. Las oraciones paralelas.

c. La continuidad con la puntuación.

d. Las palabras de conexión.

La ubicación de las palabras que se quiere resaltar en las oraciones.


Cuando una empresa tiene instalada su planta en un
municipio y allí fabrica, y además, en otro municipio tiene
oficina de ventas de productos, es decir, ejerce actos de
comercio, es contribuyente de los dos municipios: En el
primero como industrial y en el segundo como
comerciante. Al primer municipio le pagará calculando el
impuesto sobre las ventas totales de productos fabricados
en la planta; al segundo le pagará sobre las ventas totales
efectuadas desde la oficina de ventas.
4. Varíe el uso de los recursos de redacción
Con la práctica de escribir y buen olfato, el escritor va adquiriendo
maestría en el arte de dosificar los recursos de redacción disponibles. Y sabrá
cuándo usar oraciones simples, con su orden normal (sujeto, verbo,
complementos), cuando invertir el orden de las palabras en las oraciones
simples, cuándo usar oraciones compuestas de un tipo o de otro. Y también
cómo favorecer la redacción variando el largo de las oraciones.
Thomas Kane nos aporta, además, dos conceptos útiles: recurrencia y
variedad. “Recurrencia significa repetir un patrón básico de oraciones.
Variedad significa cambiar el patrón. Aunque suene paradójico, el buen estilo
de redacción debe usar ambas. Oraciones del mismo patrón dan la impresión
de unidad; oraciones variadas crean interés”. [130]
La práctica dirá cuándo ser recurrente y cuándo variar. Aun cuando variar
es el principio válido para la redacción general, recurrir, en ocasiones
específicas, contribuye a crear énfasis. Al redactar oraciones paralelas o
periódicas, la recurrencia crea unidad en el grupo de oraciones. Véanse los
ejemplos de oraciones paralelas y periódicas arriba.
En el siguiente párrafo las construcciones recurrentes dan impresión de
bloque:
Cuando la Junta Directiva se encargó de la compañía,
encontró la empresa saqueada por los administradores
anteriores. Tuvo que comenzar desde abajo. El Contador
auditó las cuentas para determinar la situación financiera.
El Gerente de Planta revisó las maquinarias y los equipos.
El Gerente de Mercadeo contactó a los distribuidores y las
agencias publicitarias. El Gerente de Ventas llamó a los
principales compradores. El Consultor Jurídico revisó los
contratos y los juicios pendientes. Y el Presidente
comenzó a diseñar un plan para desarrollar el potencial de
la compañía en cinco años.
5. Repertorio de oraciones
A continuación se incluyen ejemplos de varios tipos de oraciones.
1. Oración simple sencilla. El señor Pérez propuso un convenio
internacional para combatir las drogas.

2. Oración simple con varios complementos. Ayer en la tarde el


señor Pérez propuso a los participantes de la Asamblea de las
Naciones Unidas en Nueva York un convenio internacional para
combatir las drogas.

3. Oración compuesta subordinada. El señor Pérez dijo que él y


González iban a proponer un convenio internacional para
combatir el narcotráfico.

4. Oración compuesta coordinada. El señor Pérez propuso un


convenio internacional y la señora Gómez lo apoyó.

5. Oración compuesta yuxtapuesta. El señor Pérez propuso un


convenio internacional. La señora de Pérez se opuso.
6. Oración compuesta con oraciones modificadoras del sujeto y
del predicado. Cuando se discuta el proyecto de tratado
internacional sobre drogas en las Naciones Unidas, el Señor
Pérez supervisará a los demás participantes internacionales con
suma atención, para asegurar que las discusiones se mantengan
dentro de límites racionales.

7. Oración acumulativa. El señor Pérez pasó diez años estudiando


la situación internacional de la producción, tráfico y consumo de
drogas, cuando el problema de las drogas era incipiente y sólo
interesaba a algunos teóricos, que se reunían en las salas de
conferencia de las universidades para revisar las noticias de la
prensa y los informes enviados por algunos hospitales en los que
reportaban los casos tratados y los tratamientos diseñados para
curar a los fármaco dependientes.

8. Oración periódica. Cuando el señor Pérez revise la legislación


internacional sobre producción, transporte y consumo de drogas,
cuando se reúna con sus colegas estudiosos para redactar y
corregir una propuesta de tratado internacional, cuando los
dirigentes latinoamericanos convengan que el proyecto es viable
y resuelve el problema de las drogas a pesar de los intereses
políticos, económicos y sociales que enfrentará en los países
productores, en los de paso y en los consumidores, entonces
podremos concluir que tenemos una propuesta seria para llevar a
las Naciones Unidas.

9. Oración paralela. El señor Pérez estudió la legislación sobre


drogas, revisó los expedientes médicos en los hospitales, se
reunió con todos los profesionales interesados y conocedores del
problema de la droga, asistió a congresos, viajó por toda
Latinoamérica y redactó un proyecto de tratado internacional
para combatir la producción, el transporte y el consumo de
drogas.
IV. PRECISIÓN: ESCOGER LA PALABRA CORRECTA
1. Objetivo: ser preciso con un idioma potencialmente impreciso
Nuestro idioma es un instrumento potencialmente impreciso. Todo idioma
lo es. Esto es evidente, debido a su origen: los idiomas son el producto del
habla popular, espontánea, de uno o varios pueblos. Se han formado, moldeado
y modificado continuamente por cientos de años. Y en los últimos años, en la
medida en que se enriquece la cultura y se globalizan las comunicaciones,
están sujetos a la acometida de neologismos y de palabras provenientes de todo
el mundo. Podemos comprobar la potencial imprecisión del idioma fácilmente
si, por ejemplo, observamos el diccionario. Al revisar las páginas del
diccionario comprobaremos que la mayoría de las palabras tienen varios
significados. Especialmente las palabras más usadas. Y si se nos ocurre revisar
un buen diccionario bilingüe, constataremos que una palabra en nuestro idioma
puede ser traducida por varias palabras de significado diferente en otro idioma;
y a la inversa: a una sola palabra en el otro lenguaje corresponden varias en
nuestro idioma. Nuestra sorpresa será mayor si observamos el significado y uso
de las preposiciones, los adverbios y las conjunciones en dos idiomas.
Comprobaremos los diferentes usos de palabras sencillas, que utilizamos
inconscientemente a diario; usamos palabras con varios significados, y
sólo cuando intentamos traducirlas a otro idioma caemos en la cuenta de su
variedad.
Veamos, por ejemplo, el significado de la primera palabra del diccionario:
la letra “a”. En el diccionario Oxford Spanish Dictionary (Español - Inglés,
Inglés - Español), la letra “a” en castellano, considerada solamente como
preposición, tiene las siguientes funciones:
1. En relaciones de espacio:

a. Indicando dirección: voy a México; dobla a la derecha, se


cayó al río.
b. Indicando posición: estaban sentados a la mesa; a orillas
del Ebro.
c. Indicando distancia: está a diez kilómetros de aquí; queda
a cinco minutos.

2. En relaciones de tiempo:

a. Señalando hora, momento, fecha: abren a las ocho, ¿a qué


hora vengo? A eso de las dos; el bebé caminó a los diez meses.
b. Señalando circunstancia: Se cayó al bajar del autobús; al
verla me di cuenta de que ya no la quería.
c. Indicando distancia en tiempo: a escasos minutos de su
llegada; trabajan de lunes a viernes.

3. En relaciones de proporción, equivalencia; tres veces al día;


iban a cien kilómetros por hora; nos ganaron cinco a tres.
4. Indicando modo, estilo: fuimos a pie, a caballo; ilustraciones
a todo color.
5. En complementos verbales:

a. Introduciendo el complemento directo de persona: ¿Viste


a José? He leído a Freud.
b. Introduciendo el complemento indirecto: le escribió una
carta a su padre; suave al tacto.
c. Indicando procedencia: Se lo compré a una gitana.

6.

a. En complementos de finalidad: enséñale a nadar; fue a


preguntar; voy a hacerme un chequeo;
b. Familiar, para: ¿a qué viene tanta ceremonia?
c. (En España) Voy a por los niños.

7. Señalando una acción que ha de realizarse: Los puntos a


tratar en la reunión; es una idea a tener en cuenta; total a
pagar.

8.

a. En órdenes: ¡A la cama, niños! ¡Vamos a trabajar!


b. Con valor condicional: a decir verdad, a juzgar por lo
que dice.
c. En cuanto a (familiar): a tozudo no hay quien le gane.
d. Indicando causa: A petición del interesado. Al no conocer
el idioma está en desventaja.
e. Expresando desafío: ¿A qué no sabes qué nota me puso?
¡A que no puedes!
La posible imprecisión de un idioma significa simultáneamente riqueza y
versatilidad expresiva. Un poeta, un novelista, un místico, pueden insinuar,
sugerir, dejar parte del mensaje a la libre interpretación, fantasía y creatividad
del lector; en esa ambigüedad intencional puede consistir su arte y su
habilidad. El escritor dispone de un material manejable a su antojo, muchos
matices de colores y distintos tonos de grises, que le permiten jugar con las
palabras a fin de que el lector entienda e interprete el escrito como el escritor
quiere, motivando los propios pensamientos, sentimientos y experiencias del
lector. La descripción incompleta puede ser parte del arte del novelista. Igual
que hace el pintor impresionista, que con unas pinceladas de colores nos hace
ver un campo florido, su ambiente, su luz, su temperatura y hasta la
transparencia del aire.
El abogado está en el otro extremo. Tiene que tomar el diamante en bruto
del idioma y, como buen joyero, convertirlo en brillante. Esto es, debe
defenderse de la imprecisión natural del lenguaje y ser más preciso en sus
escritos que casi cualquier otro profesional; debe prever que otros (la
contraparte en un contrato, los herederos, un tercero de mala fe) busquen
cualquier imprecisión para interpretarla en su propio beneficio y sacar
conclusiones contrarias a lo que el abogado buscó originalmente. En muchos
casos la interpretación del escrito puede suceder meses o años después de
redactado. Pensemos en la constitución, en leyes o sentencias, en contratos u
opiniones, o cualquier documento; se aplican y se interpretan mucho tiempo
después de escritos, probablemente sin la intervención del abogado redactor.
Al escribir, pues, el abogado debe escoger, entre innumerables posibilidades, la
redacción que no necesite aclaratoria y que incluso la persona más maliciosa y
de peor fe no pueda tergiversar.
El diccionario define precisión, tratándose del lenguaje, como “exactitud
rigurosa”. Por tanto, ser preciso al escribir es más difícil que ser impreciso.
Para ser preciso el escritor debe, en primer lugar, asegurar la exactitud de cada
palabra elegida. Pero, además, debe atender a la conexión de las palabras entre
sí. Muchas imprecisiones se deben a construcción defectuosa: al orden
impropio de las palabras, a palabras modificadoras mal colocadas y a
puntuación inadecuada. En este capítulo examinaremos la imprecisión
resultante de la incorrecta escogencia de las palabras. En el capítulo Claridad
trataremos la imprecisión derivada de la defectuosa construcción de las
oraciones.
2. Causas de imprecisión de las palabras
2.1. Una palabra puede ser imprecisa por ser general y ambigua
Una palabra es ambigua si no tiene un significado exacto, inequívoco.
Puede ser interpretada de varias maneras, incluso leyéndola de buena fe. Entre
las palabras ambiguas por su significado inexacto están las palabras abstractas.
Justicia, equidad, democracia, derecho, patriotismo, deber, consentimiento,
revolución, libertad, son palabras que pueden tener significados totalmente
opuestos. En la época de la cortina de hierro, los países de la Europa Oriental
se autodenominaban “democráticos”. Para un “demócrata” de Occidente, la
democracia equivale a un régimen político en el cual hay separación auténtica
de poderes, elección libre de las autoridades, participación plural de corrientes
ideológicas y políticas en las elecciones, existencia de partidos políticos,
libertad de pensamiento, de reunión, religiosa, etc. Todos estos elementos
faltaban en las llamadas “democracias” orientales. Cuando una persona se
refiere a la revolución del siglo XX aludiendo a la “revolución tecnológica”,
está muy lejos de los revolucionarios de Lenin, Stalin y Fidel Castro.
La imprecisión de las palabras abstractas va en proporción directa a su
amplitud. Un escritor que use una de estas palabras, debe hacer una pausa para
pensar qué está significando en este caso concreto, primero para él y luego
para el lector. Si encuentra que es precisa, entonces puede continuar usándola.
Si el abogado se descuida al redactar, puede caer en la tentación de hablar
con palabras abstractas, incluso para dar información concreta. En vez de
decir: “El programa incluye cuatro conciertos en la plaza del pueblo”, dirá: “El
programa incluye toda una serie de actividades musicales.” Hablar o escribir
con términos abstractos requiere menos esfuerzo mental que precisar los
pensamientos. Como las palabras generales son vagas pueden ser usadas sin un
significado preciso. En consecuencia, ofrecen una vía de escape fácil para el
pensador flojo y enredado. Usar una y otra vez palabras rebuscadas y
abstractas, sin decir nada, con la intención de apabullar artificiosamente al
lector, es una muestra de ignorancia y un irrespeto para el lector. El lector
inteligente capta inmediatamente el cascarón vacío de las palabras generales; y
se da cuenta de que el escritor muchas veces ni siquiera comprende el
significado de las palabras usadas.
Las palabras abstractas son altisonantes, y han sido frecuentemente
integrantes del vocabulario usado en los mítines políticos. Los políticos
ramplones suelen apelar a ellas porque mucho impresionan, poco significan y
nada comprometen. El oyente educado entiende cuando el orador está
generalizando sin decir nada y cuándo habla concretamente.
Grados de abstracción. Hemos visto que una palabra es abstracta
cuando no puede ser percibida directamente con los sentidos: Honor, justicia,
democracia. Ahora bien, los nombres concretos, que pueden percibirse con los
sentidos, admiten un significado gradual de concreta a abstracto.

Concreto: En sus manos tenía su viejo libro de


Obligaciones, subrayado y anotado por años.

Menos concreta: Su biblioteca tenía miles de libros.

Abstracta: El libro se masificó con la aparición de la


imprenta.

Las descripciones pueden ser generales o concretas. Podemos decir:


Sobre la mesa había varios objetos
En forma general. La descripción puede ser más específica, si decimos:
Sobre la mesa había varios útiles de oficina y de trabajo
Y aún más específicos:
Sobre la mesa había dos bolígrafos azules, una lupa con un
lente de diez centímetros de diámetro y un Diccionario
Larousse.
Podemos hablar de “emoción”, concepto aplicable a varios sentimientos
diferentes; si queremos ser más precisos podemos decir “miedo”, o puntualizar
un tipo de miedo más específico: “pánico”, “terror”.
Es un error común escoger palabras que significan mucho, porque
nombran la clase o categoría completa, cuando se quiere significar la especie:
[131]

Al dispararle al vigilante en el pecho, dejó de ser un


simple intruso y se convirtió en un delincuente. (Más
preciso: en un asesino).
El acreedor, cansado por la mora del deudor, le pidió que
le pagara. (Más preciso: le exigió, lo conminó a)
La multitud le decía al tirano: ¡Fuera! (Más preciso: le
gritaba, le vociferaba).
Thomas Kane explica la ventaja de escribir con palabras concretas:
No suponga que la escritura abstracta es necesariamente
una falta. Si usted maneja ideas, la abstracción es
inevitable. Ahora bien, los escritores experimentados, aun
cuando estén tratando sobre conceptos abstractos, no
permanecen por mucho tiempo en altos niveles de
abstracción, especialmente si se dirigen a lectores que no
comparten su experticia. Ellos saben que a muchos
lectores se les dificulta entender o disfrutar palabras que
no puedan ser “vistas” y “oídas”. Ocasionalmente, nos
hacen ver y oír las ideas mediante imágenes en la forma de
ejemplos, analogías, símiles o metáforas. [132]
Cuando redacta, el abogado debe lograr un equilibrio entre dos extremos:
si maneja conocimientos abstractos y generales debe expresarlos; y, por otra
parte, necesita comprender y expresar la realidad única e irrepetible, y adecuar
los principios generales a esa realidad.
En conclusión:
a. Utilice la palabra adecuada, abstracta o concreta, según la
ocasión lo exija;

b. Cuando necesariamente deba utilizar palabras abstractas, defina


o explique el significado preciso y el alcance de las palabras
abstractas;

c. “Aterrice” los temas necesariamente abstractos y elevados, con


ejemplos, metáforas y palabras concretas; y

d. Prefiera, en igualdad de circunstancias, la palabra concreta a la


abstracta, con dos finalidades: ser preciso y ser fácilmente
comprendido.

2.2. Otras veces la ambigüedad se debe a la falta de definición de la


palabra
No sólo palabras abstractas, sino palabras concretas, podrían necesitar
definición en aras de la precisión de nuestra redacción, y para evitar disputas y
malos entendidos sobre su alcance. Por ejemplo, si decimos “citación” o
“notificación” de una de las partes en un contrato, será conveniente precisar
cuándo se considera la parte citada o notificada. Se puede especificar que “se
entenderá notificada la parte si es entregada la correspondiente información
escrita en la siguiente dirección_________y es recibida por una de las
siguientes
personas: _ _ _ _ _ _.” En materia laboral, por ejemplo, toda la terminología
relacionada con los pagos y beneficios otorgados al trabajador debe precisarse.
Muchos términos parecidos aluden a la idea de pago del patrono al trabajador:
Salario, sueldo, prima, sobresueldo, bono, prebenda, canonjía, remuneración,
dietas, viáticos, paga, gastos de representación, comisiones, aguinaldos,
utilidades, vacaciones Las leyes a veces complican más el panorama,
hablando
de salario base, salario normal, salario integral. Cuando un abogado trata estos
temas debe prever el alcance de cada palabra que usa. Debe saber de antemano
cuáles cantidades constituyen salario y cuáles no, si las hubiera. Y cuáles pagos
influyen en la determinación de otros. Ser preciso exige en algunos casos
definir el alcance de cada palabra en el propio documento.
Las opiniones y otros escritos legales exigen usualmente definiciones
concretas aplicadas a casos concretos. Esto requiere del escritor pensar
minuciosamente la respuesta, las circunstancias, los hechos, los distintos
supuestos legales y llegar a una conclusión precisa. Si el cliente pregunta:
¿Cuál es el máximo interés que puedo cobrar en este préstamo? No podemos
decirle: “Un interés equitativo”, o “un interés no usurario”. Se espera que
digamos: “20%”, o “10%” o “no puedes exceder del 14% porque si te
excedieras, tendrías las siguientes consecuencias posibles: a) penales...; b)
civiles...” Si se nos pregunta: ¿Puedo importar computadoras? la respuesta
debe ser: sí o no. Y en qué casos, y bajo qué circunstancias. Otra pregunta
puede ser: “¿Puedo hacer esta publicidad comparativa, mostrando mi producto
A al lado del producto B del competidor, y decir: Compre A. Es mejor que B y
cuesta menos?” El cliente espera un sí o un no. No se conformará con toda la
filosofía del derecho que podamos comunicarle. Las conclusiones precisas se
deben exponer con palabras precisas, que no dejen lugar a dudas.
2.3. La ambigüedad de una palabra también se puede deber a su
posible doble interpretación
Esta ambigüedad es difícil de precisar para el escritor, porque palabras
aparentemente inocentes y unívocas pueden tener interpretaciones diferentes.
En un caso judicial una granja fue vendida a tres personas. El texto del contrato
decía así: “A Francis Lucas, hombre soltero, y a José Lucas y Matilda Lucas,
su esposa.” El vendedor murió y las partes disputaban qué porción de la
granja
correspondía a Francis. José y Matilda sostenían que la tercera parte, pues la
granja se vendió a tres personas. Francis, por su parte, decía que la mitad de la
granja se le vendió a él y la otra mitad a la pareja casada. El caso fue resuelto
por un tribunal. Después de muchas consideraciones en uno y otro sentido, el
tribunal consideró que la “y” colocada entre el nombre de Francis y el de José
y Matilda, indicaba que el vendedor hizo dos bloques iguales: uno lo vendió a
Francis y el otro a José y Matilda. Nunca se supo cuál fue la voluntad
verdadera del vendedor. [133]
2.4. Cuidado con las palabras equívocas
Para el escritor que quiere ser preciso las palabras equívocas son un
escollo. Las palabras equívocas son las que tienen más de un significado en
castellano. Cuando uno las use debe tener cuidado de dejar claro cuál es su
sentido.
Ejemplos:
La palabra Estado puede referirse a la Nación, a una de sus divisiones
político - territoriales, o a una condición de la persona (estado civil, estado de
gravidez, de embriaguez, etc.).
Especular. Tiene varios significados. a) “Meditar”, “reflexionar”: Estamos
especulando sobre las consecuencias que tendría el incumplimiento del
contrato por la contraparte. En ese mismo sentido, el Diccionario define
“especulativo”: “que procede de la mera especulación o reflexión, sin haberse
reducido a práctica”. b) “Comerciar, traficar”. En este sentido una actividad
especulativa es cualquier actividad comercial lícita. c) En nuestra legislación
“especulación” es, además, un delito constituido por la acción de vender
bienes declarados de primera necesidad por precios superiores a los fijados
por la autoridad competente.
El autor argentino Rafael Bielsa nos advierte sobre la palabra gravamen:
Gravamen es género, es decir, todo lo que grava
legalmente una cosa, un acto jurídico, y a veces una
situación jurídica. Gravamen es la hipoteca, la
servidumbre y ambos son derechos reales... Pero
gravamen se llama también al impuesto, y a otras
contribuciones fiscales. [134]
Cuando el abogado redacte, debe tener cuidado de definir qué sentido
exacto se está dando a las palabras que puedan tener más de un significado.
Ilegal no debe indicar simultáneamente una falta administrativa aquí,
más adelante un delito y luego una violación de la ley que acarrea sólo
responsabilidad civil, sin ser falta ni delito.
Algunas veces la doble significación de una palabra equívoca existe en el
castellano general, no especializado. La palabra “vaso”, por ejemplo, se refiere
a un envase para beber y también a un conducto sanguíneo.
No sólo los sustantivos y los verbos pueden ser equívocos. En el centro de
Caracas hace algunos años leíamos estos letreros en las calles:
CRUCE SOLO POR LAS ESQUINAS
Si interpretamos el aviso literalmente, tendríamos que cruzar por las
esquinas sin acompañante; o sea, podríamos cruzar acompañados por otra parte
de la calle. Esta interpretación, evidentemente, no es la buscada por la
autoridad de tránsito. “Solo” en este caso no quería significar “sin compañía”,
sino “solamente”. Entonces viene la discusión gramatical. Según la gramática
de la lengua castellana, se debe acentuar “sólo” cuando significa “solamente”,
y no acentuar cuando significa “sin compañía”. La ambigüedad se hubiera
evitado con la siguiente redacción: “Cruce solamente por las esquinas”.
El lenguaje técnico de un medio, profesión u oficio puede ser fuente de
equívocos. En el vocabulario comercial una transacción es un negocio. Una
“transacción comercial” es una venta. En psicología también se usa la palabra
“transacción” para significar la comunicación específica de dos personas. Hay
una escuela psicológica fundada por Eric Berne llamada “Análisis
Transaccional”. Para un abogado “transacción es un contrato por el cual las
partes, mediante recíprocas concesiones, terminan un litigio pendiente o
precaven un litigio eventual.” [135]
En el comercio se utiliza la expresión documento registrado para
indicar que fue pasado por la máquina registradora.
Si hablamos de una depresión, un economista, un geólogo y un
psicólogo pensarán en un concepto diferente.
En conclusión, al escribir se deben usar palabras que el lector entienda de
una sola forma: la deseada por el escritor. Para lograrlo debe usar palabras
unívocas. Y en caso de usar palabras equívocas, la oración debe estar
construida de tal forma que no se preste a confusión.
2.5. Denotación y connotación
Denotación y connotación son dos aspectos del significado de las
palabras, relacionados pero distintos. Denotación es el significado primario,
específico de la palabra. Así “rojo” significa primariamente un color.
Connotación es el sentido secundario, asociado, pero diferente de la
denotación. “Rojo”, por ejemplo, tiene distintas connotaciones: “peligro”,
“rabia”, “vergüenza” y “comunista”, entre otros. El uso de una palabra se
entenderá según su sentido original o su connotación por la forma y el contexto
en que se utilice.
La denotación de una palabra es fácil de conseguir: se encuentra
usualmente en el diccionario. La connotación depende del uso y del contexto
en que una palabra sea colocada. Muchas veces las connotaciones de las
palabras son pasajeras; obedecen a usos impuestos por las modas, o son
significaciones puntuales de palabras usadas por personajes de la política o el
espectáculo, que las imponen en el vocabulario general. Después pasan, y
nadie recuerda la connotación.
La palabra “chiripa” en castellano significa, según el diccionario,
“casualidad”, particularmente hacer carambolas por casualidad en el juego de
billar. Aun cuando el diccionario no la registra, en Venezuela también significa
un tipo pequeño de cucarachas que suelen aparecer en las cocinas desaseadas y
son muy molestas. Un chiripero es un conjunto de chiripas, y tiene una
connotación de asco y repugnancia. Cuando el candidato Rafael Caldera
abandonó al partido Copei, del cual había sido cofundador y competía para la
Presidencia de la República, en 1993, fue apoyado por un grupo de pequeños
partidos políticos y personas de la más variada y desconcertante procedencia.
Entonces un comentarista dijo que Caldera estaba rodeado por un “chiripero”.
La palabra quedó acuñada y en adelante significó cualquier persona que
apoyaba al candidato, que luego resultó electo Presidente. Con el tiempo la
connotación política de la palabra quedó sólo como un vestigio del pasado.
El escritor, por tanto, debe usar palabras con un sólo significado, esto es,
debe asegurarse de que cada palabra que usa sea entendida por el lector,
quienquiera que fuese, de una sola manera: la querida por el escritor. Si,
excepcionalmente, quisiera enviar palabras con un doble significado, debe
asegurar que el doble sentido sea el deseado. Si no, corre el peligro de malos
entendidos. Como el gerente que le comunicó a su asistente recién nombrado:
“Hay que liquidar al empleado González”. Y el asistente, cumpliendo
fielmente las instrucciones de su jefe, buscó dos pistoleros y lo mató.
2.6. Cuidado con los adjetivos y los adverbios: son imprecisos
Si quiere ser preciso evite los adjetivos calificativos y los adverbios. Los
adjetivos calificativos y los adverbios son imprecisos porque pueden ser
entendidos de distinta forma por una persona u otra. Si decimos: “Una montaña
alta” un habitante de Los Andes y uno de los llanos tendrán imágenes distintas.
La expresión “hacía mucho frío”, será entendida de distinta forma por un
esquimal y un caribeño. Para ser preciso se deben usar expresiones objetivas;
“una montaña de 4500 metros de altura”, o “hacía cinco grados bajo cero”, o
“las personas debían usar guantes y bufandas.” [136]
2.7. Usar pronombres unas veces ayuda a la precisión, otras crea
ambigüedad
El derecho de los trabajadores a sindicalizarse fue
reconocido tanto por la doctrina antes de la aprobación de
la Ley del Trabajo como por los tribunales después de la
promulgación de los textos legales sobre derecho social.
Aquí el redactor pasó de la “aprobación” a la “promulgación” y de la
“Ley del Trabajo” a “Textos legales sobre derecho social”. Mejor hubiera
sido: “Después de su aprobación”. El pronombre simplifica.
Pero hay que tener cuidado. En castellano el uso del pronombre posesivo
“su” puede ser particularmente desorientador. “Su” se aplica a usted (segunda
persona del singular), a él o ella (tercera persona del singular), a ustedes
(segunda persona del plural) y a ellos o ellas (tercera persona del plural).
El Vendedor entregará a El Comprador Los Equipos a
puerta de fábrica. El Comprador pagará el precio a El
Vendedor en el momento de recibir la mercancía. Será su
responsabilidad embalar debidamente Los Equipos.
¿Quién debe embalar los equipos?
Si en la construcción del párrafo hay varias personas, cuando hablamos
de “su propiedad” o “su responsabilidad” no se podrá determinar a quién se
refiere.
Andrés Bello dedica el Capítulo 35 de su Gramática de la Lengua
Castellana a la “Ambigüedad que debe evitarse en el uso de varios
pronombres”. Nos advierte sobre “la referencia de pronombres demostrativos,
relativos o posesivos a la persona o cosa que corresponde”. [137]
Algunos ejemplos: ambiguo

Oración con pronombre La testigo entregó su declaración


escrita y el acusado, ofendido, la
quemó.
Comentario
El pueblo estaba irritado contra el
alcalde por las perniciosas
influencias que lo dominaban. No se sabe si quemó a la
declaración escrita o a la testigo.
Si el pueblo no ama al alcalde es
porque se deja llevar de
perniciosas influencias. ¿A quién dominaban: al pueblo
o al alcalde?
La madre de Rosa, a
quien
secuestraron. El pronombre “él” es tácito y no
se sabe a quién se refiere.
El poder que le había granjeado la
victoria.
¿A quién secuestraron: a la
madre o a la hija?

No se sabe si el poder le granjeó


la victoria o viceversa.

Bello indica que “en la mayor parte de los casos bastará el contexto para
remover toda duda; pero conviene que esto se efectúe sin producir embarazo o
perplejidad que obligue a suspender la lectura. Además, en circunstancias
parecidas a las del último ejemplo, podrá determinarse perfectamente el
sentido colocando el verbo en seguida del sujeto, cuando el que es acusativo:
‘El poder que la victoria le había granjeado’.” [138] Siguiendo a Bello, el
abogado redactor debe evitar usar pronombres ambiguos que puedan
confundir al lector.
3. Cómo expresarse con precisión
3.1. Escoja la palabra adecuada
Hasta ahora hemos visto algunas alternativas para escribir con precisión:
Usar en lo posible palabras concretas, definir los términos usados, evitar las
palabras equívocas que puedan ser mal interpretadas, estar atentos a la
denotación y a la connotación de las palabras. Ahora veremos algunas acciones
directamente encaminadas a escoger la palabra adecuada.
Palabras de significado parecido tienen matices que las distinguen. El
abogado debe escoger entre ellas la que satisfaga su necesidad al redactar un
escrito específico.
Entre dos palabras casi sinónimas, una puede ser aceptada favorablemente
y la otra puede sonar ridícula, pomposa o desagradable.

Corriente Pomposa

Ayuda Coadyuva

Señal, Señalar Señalización, Señalizar

Incomprensible Abstruso

Explicar Elucidar

Agua H2O, Preciado líquido

Infantil Pueril, impúber

Papá Progenitor

Colar Percolar, permear

Carro Vehículo automotor

Abrir (una cuenta bancaria) Aperturar (una cuenta bancaria)


(He oído: “Aperturar un salón”)

Enmarcar Contextualizar

Dirigir Direccionar

Bombero Efectivo bomberil

Influir Influenciar
Tragar Deglutir

Dentro de nuestro vocabulario profesional también se dan equivalencias de


palabras corrientes y rebuscadas:
(contrato) bilateral (contrato) sinalagmático

(testamento) abierto (testamento) nuncupativo

Beneficio prebenda, canonjía

(cónyuge) sobreviviente (cónyuge) supérstite

Si en un momento particular necesitamos usar una palabra más pomposa


porque es más precisa, debemos utilizarla. Pero llamar a la Cordillera de la
Costa “Arco Orográfico Centro Norte Costero”, como decía el texto de
geografía que mis hijos estudiaron en primaria, suena afectado y pretencioso.
Muchas veces el escritor deberá elegir entre palabras de significado
parecido, para decir su idea precisa. No es exactamente lo mismo “desear”,
“pedir”, “querer”, “solicitar”, “requerir” y “demandar”. Ni es lo mismo una
“parcela”, un “lote”, un “solar” o “un inmueble”. Y hay matices de significado
entre “una granja”, una “finca”, “una hacienda” y “un predio rústico”. Cada
ocasión exigirá una palabra y rechazará otras.
G. Bernard Shaw creó los comparativos irregulares: “Yo soy firme. Tú
eres testarudo. El es terco como una mula.” “Yo negocié un convenio. Tú te
transaste. A él lo embaucaron.” Decía un político inglés: “Nuestro propósito es
liberar a los cautivos detrás de la cortina de hierro. El de ellos es crear el
desorden y fomentar disturbios.” “Ellos usan espías. Nosotros oficiales de
contra inteligencia.” [139]

3.2. Use el diccionario


Teóricamente el diccionario se puede consultar en tres situaciones:
a. Como auxiliar de la lectura. La lectura es un medio idóneo para
ampliar el vocabulario, pues se aprenden las palabras en su contexto, de
manera que el lector asimila la denotación y la connotación de cada palabra.
La persona interesada en ampliar su vocabulario no debe dejar pasar dos
ocasiones: una, cuando no se conoce el significado de una palabra. La otra,
cuando se duda de su significado preciso. En ambos casos se debe consultar el
diccionario. Si no se tiene el diccionario a mano, se recomienda anotar la
palabra para buscarla después. Crear el hábito de la consulta sistemática del
diccionario como
complemento a la lectura, imperceptiblemente mejora nuestro vocabulario y
amplía nuestra capacidad expresiva.
b. Al escribir también es útil el diccionario para encontrar la palabra
precisa. Ejemplos: diatriba, arenga, invectiva, discurso, filípica, perorata,
declaración... cada palabra tiene su matiz.
c. La consulta del diccionario para memorizar palabras es útil, pero no
tan efectiva como cuando se consulta como complemento de la lectura o la
escritura, porque se aprenden las palabras fuera de contexto y su significado
no se asimila tan definitivamente; usualmente se aprende la denotación, pero
no la connotación.
El profesor y escritor Alexis Márquez Rodríguez dice que nuestro
idioma, al igual que otros, rebasa con mucho la limitada cobertura y
explicación de cualquier diccionario, por muy actualizado que sea. Además,
nos advierte sobre el verdadero alcance del diccionario y el significado de las
palabras:
No debe usarse el diccionario como una especie de
alcabala, donde se decide lo que puede entrar o no en el
lenguaje que hablamos o escribimos. El diccionario sólo es
un registro de vocablos en uso, pero el que una palabra,
o... una acepción, no figuren en sus páginas no quiere decir
que no existan o que no puedan usarse.
Por más que una palabra o una acepción no aparezcan en
el diccionario, si son de uso general pueden usarse sin
temor, y si ese uso general continúa por un tiempo más o
menos prolongado y se arraiga, el vocablo o la acepción
acabarán por entrar al DRAE. [140]
Debemos, por supuesto, combatir el uso de palabras y
acepciones impropias, inadecuadas, espurias. Pero si, por
encima de ese esfuerzo, el uso se impone, generaliza y
arraiga, no hay más remedio que aceptarlo. Y nos queda
sólo el derecho a no usar la palabra o la acepción que nos
chocan, pero sin censurar a quienes sí las usen. [141]
Thomas Kane dice:
El diccionario tiene autoridad, pero especial y limitada. No
le dice a uno cómo debería ser escrita, o hablada o usada
una palabra; sólo nos dice cómo esa palabra es escrita,
hablada o usada. Las formas y los significados de las
palabras dependen de quienes hablan y escriben... [142]
El Diccionario de la Lengua Española editado por la Real Academia
y otros diccionarios
En castellano hay numerosos diccionarios generales y especializados. La
Real Academia Española de la Lengua publica su Diccionario de la Lengua
Española (DRAE) y lo actualiza constantemente.
En la opinión de algunos comentaristas calificados el DRAE siempre ha
estado un poco a la zaga de la necesidad de los usuarios. Gabriel García
Márquez comentó que “la Real Academia es el mausoleo donde finalmente
yacen las palabras.” [143] Y se cuenta que una vez dijo el eminente escritor
colombiano Rufino José Cuervo: “Cuando quiero aprender castellano consulto
el Webster’s”. A pesar de las críticas, el DRAE ha recogido el significado
histórico de las palabras y en las últimas ediciones se ha visto actualizado, por
lo cual es un instrumento útil de consulta. Sin embargo, se debe complementar
con otros diccionarios.
Además del DRAE, en nuestro idioma existen numerosos diccionarios.
Sólo a modo de ejemplo, enumeremos algunos recomendados. Entre los
diccionarios generales: el Diccionario de uso del Español, de María Moliner, o
el Diccionario Ideológico de la Lengua Española, de Julio Casares, de la Real
Academia, que tiene una sección de sinónimos y antónimos; el Larousse; el
Diccionario Español de Sinónimos y Antónimos, de Federico Carlos Sainz de
Robles; el Diccionario de Sinónimos de Fernando Corripio; entre los
diccionarios bilingües: el “Spanish”, de Oxford, tiene más de 450.000
significados traducidos del español al inglés y viceversa, e incluye los
significados y acepciones particulares de cada país de habla hispana; son
clásicos el Appleton’s inglés - español, español - inglés, el Larousse, español -
francés, francés - español, y el Diccionario de Términos Legales inglés -
español, español - inglés, de Louis Robb.

3.3. No tema repetir la palabra precisa


La exactitud a veces requiere repetir una palabra para expresar la misma
idea. En la redacción jurídica, no tema usar la misma palabra una y otra vez.
Más oraciones se destruyen y más problemas se causan por evitar la repetición
que por repetir. La repetición podrá afectar la estética de su trabajo, pero
algunas veces hay que sacrificar belleza por precisión.
Si uno duda en usar una u otra palabra que parecen casi sinónimos, debe
constatar si una es más amplia que la otra. Por ejemplo: “Lote”, “solar”,
“terreno” y “parcela”. El escritor debe escoger y usar una sola: la más
adecuada para el caso concreto; no se debe hablar de “lote” aquí y más
adelante de “parcela”. La imprecisión puede contener un error jurídico, como
en el ejemplo, porque parcela, por definición de la ley, es parte de una
urbanización y tiene servicios y permisos legales y el lote no. [144]
Si uno cambia de palabra cuando quería decir lo mismo, puede sugerir
que está queriendo decir otra cosa:
Dos de los siete miembros permanentes son mujeres,
mientras todos los miembros temporales son damas.
El escritor simplemente quiso evitar repetir la palabra “mujeres”, pero
terminó sugiriendo que los miembros femeninos permanentes eran algo menos
que damas.
Eso recuerda la confusión del viejo chiste:
- Te vi con una dama. - No era una dama. Era mi mujer.
Al utilizar una variación inapropiadamente, uno puede sugerir que está
haciendo una distinción donde no quiso hacerla.
Yo le dejo el caballo a mi hermano Enrique. Si él hubiera
muerto antes que yo, la propiedad será de mi hermana
Camila.
¿Qué propiedad hereda Camila? ¿El caballo u otra?
Gonzalo Martín Vivaldi dice: “tenga en cuenta que, a veces, es preferible
la repetición al sinónimo rebuscado.” [145]
La autora Belkys Vethencourt Velazco recomienda:
Se debe evitar el uso de sinónimos. Dos palabras casi
nunca tienen exactamente el mismo significado. El
significado siempre las sobrepasa. El redactor debe
encontrar la palabra y “quedarse” con ella. Si el redactor
pretende el mismo significado, debe usar siempre la
misma palabra. [146]
3.4. Cumpla las reglas de redacción
El singular incluye el plural. [147] Diga “cualquier persona”. No
“cualesquiera personas”. El masculino incluye al femenino. Diga “él” y no “él
o ella”. Cuando se dice: “el ciudadano”, se incluye a la ciudadana. [148]
En castellano es correcto decir “el juez” y “la juez”; “el presidente” y “la
presidente”; “el ministro” y “la ministro”. “Juez”, “presidente” y “ministro”
son cargos, y no indican sexo. También se aplica a roles, como cuando
decimos “el líder” y “la líder”. También se puede decir “la presidenta”, “la
ministra” y “la jueza”.
Sin embargo, aunque sea gramaticalmente correcto, en la actualidad se
recomienda evitar expresiones discriminatorias de cualquier tipo.
Históricamente se ha dicho “el hombre” para incluir al hombre y la mujer.
Cuando se dice: “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”, “los
derechos del hombre”, “el hombre conquistó la luna”, se incluye al hombre y a
la mujer. Dice Weihofen: “¿El uso del género masculino para incluir el
femenino sugiere superioridad masculina? Algunos de nosotros estamos
convencidos de que sí. El lenguaje no sólo refleja la realidad; también
influencia nuestras percepciones de la realidad. Experimentos han demostrado
que afirmaciones genéricas acerca del “hombre” evocan en un alto índice
estadístico sólo imágenes masculinas, mientras que afirmaciones
correspondientes que evitan usar la palabra “hombre” evocan imágenes tanto de
hombres como de mujeres”. [149]
La sugerencia de varios autores es utilizar un término más universal,
como por ejemplo “los seres humanos”, o “las personas”, que son inclusivos
de ambos, sin ser discriminatorios ni rimbombantes. Podemos hablar de
“derechos humanos” o “todas las personas fueron creadas iguales”. Podemos
decir: “una persona razonable”, en vez de “un hombre razonable”. También se
puede hablar de “nosotros”, “ustedes”, “yo”, “tú” o “usted” en la redacción, y
se evitan las expresiones sexistas. La expresión “Si uno compra una casa”,
incluye a todos.
Nuestro idioma no tiene pronombres de género común. Por excepción,
algunos pronombres en plural son de género común. Por ejemplo “les”. Pero
normalmente usamos el masculino para incluir masculino y femenino. “El que
haya cometido...” Si uno intenta poner: “Si él o ella cometieren...” resulta
forzado y antinatural. En el caso anterior podría decirse: “Quien...” y resuelve
el problema.
Se deben proscribir: a) expresiones que impliquen que una virtud o un
defecto son propios del hombre o de la mujer. “Enfrentó el peligro con
virilidad”, “su cobardía lo hacía parecer una niña”; b) expresiones de burla o
discriminación de determinados grupos humanos, como suele suceder con los
chistes en todos los idiomas.
Las normas legales deben ser expuestas en presente, no en futuro. (Esta
recomendación se refiere tanto a la redacción de opiniones legales como a la
redacción de contratos u otros documentos). Diga: “es contrario a derecho...” y
no: “será contrario a derecho...” Diga: “Son atribuciones del Gerente” y no
“Serán atribuciones del Gerente”. La redacción en presente tiene varias
ventajas:
a) transmite la idea de que la norma ya está vigente. Evita, por tanto, la
pregunta:
¿desde cuándo será contrario a derecho?; b) da la impresión al lector de que la
redacción le habla en el momento en que la lee. “Es contrario a derecho” en el
momento en que el escritor la redactó y también en el momento posterior en
que el lector la leyó. Transmite permanencia.

4. Cuidado con algunas palabras


Abocar y avocar. El Diccionario define abocar así: “Asir con la boca. ||
Acercar, aproximar. || Transvasar, o verter el contenido de un cántaro, costal,
etc., en otro. || Reunirse unas personas con otras.” En cambio, avocar es
“atraer o llamar a sí un juez o un tribunal superior la causa que correspondía a
otro inferior.” (Viene de “vocare”, en latín llamar).
En su libro “Los Conceptos Jurídicos y su Terminología”, el profesor
argentino Rafael Bielsa precisa la significación jurídica:
Con frecuencia se lee que el magistrado X se aboca al
estudio o al conocimiento de tal causa o asunto, y eso no
sólo es un error gramatical, sino de lógica. Lo que hace es
avocarse, es decir, llamarse al estudio o llamar (pedir) el
asunto.
Para considerar o juzgar la procedencia de una petición, la
autoridad debe conocer de ella, y para eso se avoca a su
conocimiento y decisión. Abocarse significa ponerse al
habla dos o más personas; dos personas se abocan; dos o
más funcionarios se abocan, es decir, se encuentran o
juntan para hablar.
En suma, el juez recto siempre se avoca al estudio del
asunto, o se llama (de ad-vocare) a un asunto. De ahí
abogado, que proviene de ad-vocatus, el que era llamado
para defender un asunto (o para declarar). Ad-vocatus se
romanceó hacia el siglo XII y se hizo abogado (Monlau,
Diccionario Etimológico). [150]
Prever y proveer. Prever es “ver con anticipación, conjeturar lo que va a
suceder.” Se conjuga igual que ver. Se dice “la ley prevé”, no “prevee”.
Proveer es “prevenir y acopiar todas las cosas necesarias para un fin. ||
Decidir, resolver un negocio. || Dar o conferir una dignidad, empleo, etc.
Abastecer de lo necesario para un fin. || Dictar un juez o un tribunal una
decisión que no sea definitiva. || Desembarazar, evacuar el vientre.” Se
conjuga: Proveo, provees, provee, etc.
A y B convienen en celebrar un contrato de XX contenido en las
cláusulas siguientes... Esta expresión común nos podría dejar en la duda de si
ya celebraron el contrato o lo van a celebrar. Una vez hubo un litigio por esa
ambigüedad. No hubo sentencia porque el caso fue transado. Para evitar la
ambigüedad es mejor añadir: “como en efecto celebran por el presente
documento”. O, mejor aún, y más sencillo: “A y B celebran por el presente
documento el contrato de XX contenido en las cláusulas siguientes...”
Bimensual y bimestral. Bimensual es dos veces al mes y bimestral es
cada dos meses.
Compromiso de compraventa y opción de compra. Son dos contratos
de los llamados preparatorios del contrato de compraventa. Su naturaleza y sus
consecuencias son totalmente distintas. El compromiso de compraventa obliga
a ambas partes a comprar y a vender, respectivamente. Como la compraventa
es un contrato consensual, que se perfecciona con el mutuo consentimiento, la
doctrina y la jurisprudencia nos dicen que al haber mutuo consentimiento hay
venta. La opción de compra es una oferta de vender un bien determinado que
hace el propietario a un posible comprador. En la opción se prevé el precio y
la forma y oportunidades de pago que se mantendrán firmes por un plazo
determinado en caso de aceptación de la oferta por parte del receptor. En la
opción no hay consentimiento y, en consecuencia, no hay venta. En muchos
documentos se confunden las dos alternativas.
“En relación a” o “en relación con”. Con frecuencia vemos en
documentos y opiniones la expresión: “En relación a la cláusula quinta”, “En
relación a las vacaciones del trabajador”. En opinión del Padre Pedro Pablo
Barnola, uno se relaciona con algo o con alguien, nunca a algo o a alguien. En
consecuencia, la forma correcta es: “En relación con la cláusula quinta” y “en
relación con las vacaciones del trabajador”.
Dicho o antes dicho. Mencionado o antes mencionado. Son palabras
castellanas correctas, aunque podría pensarse que si es dicho o mencionado
necesariamente fue “antes”. Además, “dicho” o “mencionado”, como se
refieren a algo o alguien de quien ya hemos hablado, podemos ser imprecisos
en dejar indefinido a quien nos referimos. Muchas veces la redacción queda
bien suprimiendo el “dicho” o el “mencionado”. Una alternativa válida es
definir los conceptos al principio y usar siempre la misma palabra.
Cuyo. “Cuyo” es definido por el Diccionario como “pronombre relativo y
posesivo que precede inmediatamente al nombre y concierta no con el
poseedor, sino con la persona o cosa poseída.” Está bien dicho: “Este es el
contrato en cuya cláusula cuarta se establece el pago en euros”. Hemos leído
esta redacción incorrecta: “Ambas partes han celebrado un contrato, cuyo
contrato se refiere...”
Por el presente, En el presente. Aclarar si se refiere al artículo o a todo
el documento.
Condición y término. En muchos contratos leemos: “de acuerdo con los
términos y condiciones del presente contrato”. Y cuando uno lee el contrato no
aparece ninguna obligación sujeta a condición o a término. De la lectura del
contexto uno asume que se trata de “término” en el sentido de “vocablo” y
“condiciones” en el sentido general de “estipulaciones”. Pero, según el
diccionario, “condición” también se refiere a la “naturaleza o calidad de las
cosas”, o “estado en que se halla una cosa”. Como en derecho uno no debe
dejar lagunas para que los intérpretes tengan que asumir qué se dijo, la
ambigüedad debe ser aclarada. La frase se podría sustituir por “de acuerdo con
lo establecido en el presente contrato” o, simplemente, “de acuerdo con el
presente contrato”.
Mayoría. Hay varios tipos de mayorías: a) Absoluta: Algunos la definen
como “la mitad más uno”. Otros, como “más de la mitad”. Esta última
expresión es más precisa si la decisión se tomara por un número impar de
votantes. ¿Cuál sería la mitad más uno en una junta directiva de cinco
miembros? b) Simple: es la opción que tiene más votos entre varias, aunque
esa mayoría no alcance a la mitad. Por ejemplo, hay cinco opciones, la que
obtiene más votos sólo alcanza al 34% del total de votos. No llega a la mitad,
pero tiene mayoría simple. c) Calificada: la mayoría con un porcentaje mayor
que la absoluta, que se debe tomar en cuenta para ciertas decisiones
importantes. Por ejemplo, la establecida
en el Art. 280 del Código de Comercio. Cuando no se especifica de qué
mayoría se trata, ¿cómo se interpreta? Si uno está redactando debe definir con
exactitud de qué mayoría se trata en cada caso. Y si uno está estudiando un
punto ambiguo, debe detectar la ambigüedad.
Cuando se trata de mayoría de votos, por ejemplo, ¿sabemos si se trata de
todos los votos posibles? O ¿sólo de los presentes? ¿O puede haber alguna
persona presente que no pudiera votar en este caso específico (por ejemplo,
por no estar solvente con el Club, o porque las decisiones se refieren a su
actuación)?
Y/O. Estas pequeñas palabras ocasionan grandes ambigüedades.
“El Presidente y el Gerente podrán autorizar actos de disposición”. ¿Se
entiende conjunta o separadamente? No está claro. Si la redacción fuera: “El
Presidente o el Gerente podrán autorizar actos de disposición”, estaría más
claro. Pero si la alternativa que queremos lograr es que uno u otro
individualmente o ambos conjuntamente lo puedan hacer, deberíamos decirlo
expresamente: “El Presidente o el Gerente, actuando conjunta o
separadamente, podrán...”
La dificultad con estas palabras viene de varias fuentes:
a. Que conectan palabras, o frases u oraciones. En el ejemplo del juicio de
los Lucas, citado arriba, en el número 2.3. de este tema, había dos “y”: la
primera “y” unía dos oraciones y creaba dos grupos; la segunda unía dos
palabras y agrupaba a las dos personas del segundo grupo. El tribunal debió
escoger una de las alternativas de interpretación, en vista de la ambigüedad.
b. Que pueden tener varios significados diferentes. La “o” puede ser
inclusiva o exclusiva. Si decimos “el anteojo o lente”, incluimos; si decimos
“Te vas o te quedas”, excluimos. Incluso puede haber una tercera posibilidad:
estimativa o imprecisa. Si decimos: “Son quince o veinte personas” no
sabemos cuántas personas son; es una conjetura.
En consecuencia, cuando utilicemos “y” u “o” debemos precisar con la
oración completa el significado de lo que queremos decir. O crear varias
oraciones, una para cada alternativa.
Caso. La palabra “caso” es muy usada en nuestro idioma. Es correcto
decir “en caso de necesidad” o “éste es un caso difícil”. Tan usada, que
muchas veces tiene un significado ambiguo o verboso.
En muchos casos A menudo, frecuentemente

A menudo se da el caso de A menudo

En el caso de que tanto el Si el hombre y la mujer


hombre como la mujer
Hay otras palabras tan ambiguas como caso, usadas como muletillas y no
significan nada: “cosa”, “asunto”, “cuestión”, “algo”. Debemos usarlas sólo
cuando tengan un significado preciso.

Exponga las cosas Exponga los hechos como


como sucedieron sucedieron
Esta revista trae Esta revista trae un reportaje
algo interesante interesante

Una sola cosa ocupa su mente Una sola idea ocupa su mente

En este artículo de la ley En este artículo de la ley hay un


hay una cuestión que no párrafo que no entiendo.
entiendo

Muchas veces la oración gana si los quitamos:

La decisión del tribunal fue La decisión del tribunal fue


algo sorprendente sorprendente.

O en voz activa:

La decisión del tribunal


sorprendió a todos.
La computadora es una La computadora es indispensable
cosa indispensable para el para el abogado.
abogado
V. CONCISIÓN: DECIR SÓLO LO QUE HAY QUE DECIR
1. Objetivo: decir sólo lo que hay que decir
Dice el profesor Weihofen: “El primer objetivo al escribir es comunicar
nuestras ideas con precisión. El segundo es hacerlo con prontitud.” [151] Y cita a
Antoine de Saint Exupery: “La perfección finalmente se logra no cuando no
hay más nada que añadir, sino cuando no hay más nada que quitar, cuando el
texto está completamente despojado de todo hasta su desnudez”.
Este principio es totalmente opuesto a aquella vieja recomendación que
nos daban en bachillerato: “Si no sabes muy bien lo que te preguntan, rellena
con bastante palabrerío para impresionar.” Hay algo de esto en nuestra cultura.
Pío Baroja dice en su obra La intuición y el estilo: “En español todavía no
hay más que dos estilos: uno, el arcaico y castizo, y el otro el modernista, un
poco de confitería. Ninguno de los dos tiene exactitud y precisión; los dos
tienden al adorno y la jerigonza... En eso creo yo que está la perfección del
estilo: en no decir ni más ni menos que lo que se debe decir y en decirlo con
exactitud. En el castellano actual, todas las fórmulas que se han aceptado en
estos cincuenta años no han dado precisión al idioma; no han hecho más que
sustituir la jerigonza arcaica por la modernista.” [152]
Pío Baroja comprendió su época. Nació en 1872 y presenció las
transformaciones tecnológicas del siglo XX: la luz eléctrica, el automóvil, el
radio, la televisión... Coligió que la vida cada vez más dinámica y cambiante
tenía que modificar la cultura frente a la comunicación escrita: Se debe
despojar de lo prescindible y centrarse en lo indispensable. Este principio es
particularmente exigible en la redacción legal profesional.
Ser conciso es respetar al lector. El cliente del abogado usualmente es una
persona ocupada; dispone del tiempo exacto para cada tarea. Es una virtud del
abogado comunicarle la información necesaria en el menor tiempo posible y
evitarle esfuerzos para comprender. La concisión es, hoy en día, una virtud
apreciada por los lectores. Mientras más culto e inteligente es el lector, más
aprecia la concisión, pues le demuestra el conocimiento y la inteligencia del
escritor.
Para ser conciso el escritor debe atender dos aspectos: a) De fondo: saber
exactamente lo que quiere decir; esto es, antes de comenzar a escribir debe
madurar las ideas y llegar al meollo de los problemas y de las soluciones. La
persona que domina la materia, dice lo que quiere directamente, de una vez, sin
rodeos, preámbulos innecesarios, ni postdatas. b) De forma: ser conciso es
decir cada idea en la forma más corta.
Dar rodeos para decir lo que uno finalmente dice, hace la lectura lenta y
pesada; crea interferencias que nublan el mensaje. En cambio, la forma breve
es más viva y fuerte y se fija más en nuestra memoria. La escritura concisa nos
da la idea directamente.
En resumen: Vaya al punto. Sea tan directo y rápido como pueda.

2. Elimine las palabras innecesarias


Un profesor de escritura dijo: “Una oración no debe contener palabras
innecesarias, ni un párrafo oraciones innecesarias, por la misma razón que una
pintura no debe tener líneas innecesarias ni una máquina piezas innecesarias.”
[153]

Ser conciso significa decir exactamente las palabras necesarias, sin


sobrantes ni excesos y sin ser telegráfico. Para lograrlo se deben eliminar las
palabras que desordenen el camino. Al releer lo escrito con la intención de
eliminar palabras sobrantes, encontraremos mucho que cortar. El resultado
debe ser un escrito limpio y directo.
Ejemplos de palabras innecesarias:
En este sentido. “El Alcalde dijo que se propone a mejorar el aseo
público. En este sentido y para lograrlo contratarán cien personas para barrer
las calles.” Podría decirse simplemente: “Para lograrlo...”
Hecho. Es el hecho. Es el caso... Muchas veces pueden eliminarse o
cambiarse para simplificar la redacción:

Debido al hecho de que... Porque

A pesar de la circunstancia Aunque


consistente en que

El hecho de que el La negligencia del demandado


demandado fue negligente
Es el caso que este contrato Este contrato ignora
ignora

Que. Muchas veces la palabra “que” puede ser substituida por una
expresión más directa.
Si estos fondos manda la ley El comité ignoró que la ley manda
que deben ser retenidos era una retener estos fondos
cuestión que el comité ignoró.

Esta interpretación no es la que Esta interpretación no es acogida


acoge el tribunal. por el tribunal.

O más directa:
El tribunal no acoge esta
interpretación.

Hay, haber. Comenzar una oración con hay o haber puede ser un
desperdicio de palabras.

Hay una serie de autores Muchos autores piensan...


que piensa...

No puede haber duda en Indudablemente...


relación con...

Ha sido sustentado por la La mayoría de los tribunales


mayoría de los tribunales sostiene...
Hay pruebas contundentes Pruebas evidentes apoyan esta
para apoyar esta conclusión...
conclusión...

Quien, el cual, que es, que eran... Las frases con los pronombres
relativos “que”, “quien” y “el cual” usualmente pueden ser acortadas. Estas
palabras a menudo pueden ser eliminadas como innecesarias.

Los decretos que fueron Los decretos dictados por el


dictados por el Presidente... Presidente...
Este caso, que fue el primero Este caso, el primero decidido en
decidido en la materia, la materia,
Juan Pérez, quien fue el último El demandante apeló la sentencia,
testigo en declarar, que le había sido adversa.

Campobello, C.A., es una Encontró que la decisión tenía


compañía que está dedicada al argumentos inconsistentes.
procesamiento de...
Juan Pérez, el último testigo El demandante apeló la sentencia
en declarar, adversa.

Campobello, C.A., es una


compañía dedicadaal Encontró argumentos
procesamiento...(o, inconsistentes en la decisión.
simplemente, procesa)

Nuestras frases con muchas palabras a veces consisten en expresiones


compuestas. A menudo estas expresiones compuestas pueden ser reemplazadas
por una sola palabra:

En el tiempo presente Ahora


Para el tiempo durante el cual Cuando
Ser de utilidad para Ayudar a
Por medio de Por
Durante el curso de Durante
Durante el tiempo de Mientras
Para los fines de Para
Tiene el deseo de Desea
En la parte de atrás de Detrás de
En favor de Pro o Por o Para
Con miras a Para
La manera en que Como
Con posterioridad a Después de
Con la excepción de Excepto
Dedicarse a resolver Resolver
Mayor cantidad de Más

Muchos escritores piensan que usar frases complicadas y terminología


impresionante, puede hacerlos pasar como mejores abogados. Sin embargo, los
verdaderos conocedores de su trabajo no necesitan acudir al lenguaje
complicado para ser más sabios. Normalmente es lo contrario. Los artistas y
atletas que dominan su arte o su disciplina, aparecen más espontáneos y
naturales a los ojos del espectador. Esa puede ser la meta de un escritor. Un
lenguaje recargado provoca sospecha de desconocimiento de la materia y de
querer impresionar artificiosamente.
Ya es clásica la frase verbosa pronunciada por el asistente a una
exposición, que exclamó al ver una pintura: “Exhibe una ordenada y armoniosa
yuxtaposición de patrones de color”. Parecía estar diciendo una gran cosa. Pero
lo que decía era: “colores armónicos”.
[154]
Weihofen sistematiza vías para lograr concisión:
A veces una frase puede ser substituida por un adjetivo o un adverbio:

El declarante los acusó de El declarante los acusó


una manera injusta. injustamente.

En ocasiones una frase puede ser substituida por un signo de puntuación.

Los consumidores enfrentan Los consumidores enfrentan ahora


ahora un nuevo reto, que un nuevo reto: crear una
consiste en crear una confederación nacional.
confederación nacional.

Algunas oraciones son tan recargadas de grasa verbal que en vez de


intentar eliminar palabras superfluas uno debe comenzar de nuevo y
reconstruir lo que se dijo:

La debilidad particular del El argumento del proponente es


argumento del proponente débil porque su premisa básica es
radica en relación con su falsa. El asume que el objetivo
premisa básica relativa al principal de la Asamblea era...
objetivo principal de la
Asamblea consistente en...

Otras veces, es mejor eliminar dos oraciones y fundirlas en una, o incluirla


como una oración subordinada:

El primer caso en considerarse fue En el caso de Pérez vs.


el de Pérez vs. González. En ese González, el primero en
caso la sentencia dispuso... considerarse, la sentencia
dispuso...
Cambiar de un nombre o adjetivo por un verbo muchas veces hace la
construcción más concisa y convincente:

Tienen la necesidad de Necesitan


Está en colisión Colide
Hace el intento de Intenta
Toma la decisión de Decide
Toma en consideración Considera
Llega a la conclusión Concluye

Algunas veces se usan excesivas palabras por no haber encontrado la


palabra adecuada:

Realiza más operaciones de las Excede


permitidas

Lleva a la parte exterior Saca

Capacidad de aguante Resistencia

En esta novela, parte del tema se expone directamente con muchas


palabras y parte no es dicho en palabras específicas, sino más o menos
insinuado.
Si el escritor hubiera encontrado las palabras adecuadas, hubiera
escrito: En esta novela, parte del tema es explícito y parte
implícito.
En una ocasión oí decir esto:
El cantante dará un concierto y a cambio no quiere ganar
un centavo; entregará todo el dinero recogido para obras
humanitarias.
Más conciso hubiera sido:
[155]
El cantante dará un concierto benéfico.
El siguiente es un maravilloso ejemplo de pensamiento sintético, concisión
y precisión. Me pregunto si se puede decir más de Bolívar con menos palabras:
Con solo 47 años de edad peleó 472 batallas siendo derrotado
sólo 6 veces, participó en 79 grandes batallas, con el gran
riesgo de morir en 25 de ellas, liberó 6 naciones, cabalgó 123
mil kilómetros, más de lo navegado por Colón y Vasco de
Gama combinados, fue Jefe de Estado de 5 naciones, cabalgó
con la antorcha de la libertad la distancia lineal de 6500
kilómetros, esa distancia es aproximadamente media vuelta a la
Tierra, recorrió 10 veces más que Aníbal, 3 veces más que
Napoleón, y el doble de Alejandro Magno, sus ideas de libertad
fueron escritas en 92 proclamas y 2632 cartas, lo más increíble
que muchas de ellas fueron dictadas de forma simultánea y en
diferentes idiomas a distintos secretarios, lo más importante es
que el ejército que comandó nunca conquistó... Solo liberó...
Lo anterior fue el argumento con que la BBC de Londres eligió al
Libertador Simón Bolívar como el Americano más prominente del siglo XIX.
[156]

La concisión más depurada se obtiene cuando una sola palabra o una frase
substituyen un largo argumento: “La muchedumbre solitaria” o “La aldea
global”, en dos palabras cada una resumen un amplio significado. Cuando el
poeta Thoreau dijo: “el hombre promedio vive una vida de quieta
desesperación”, expresó un pensamiento complicado en una sola oración. Jean
Paul Sartre, filósofo existencialista, con un resabio de pesimismo causado por
las guerras mundiales, criticó y popularizó la definición heideggeriana del
hombre como un “ser para morir”.
Podemos glosar otro ejemplo de concisión, “Una imagen vale mil
palabras” y decir: “Una frase concisa vale mil palabras”.

3. Elimine la palabrería introductoria o “de calentamiento”


Este es uno de los usos más enraizados en nuestra cultura. Y los abogados
somos particularmente aficionados a ellas. Largas listas de palabras
introductorias irrelevantes y sin ninguna otra utilidad que pretender una
artificiosa cortesía. Palabras inútiles se usan tanto al comienzo de las
opiniones, escritos y cartas, como al comienzo de nuevos párrafos o puntos.
Ese palabrerío hace pesada e insulsa la escritura y puede ser substituido por
una palabra o ser
omitido.
Ejemplos:
“Tengo el agrado de dirigirme a usted en la ocasión de...”
Hemos visto otras más extravagantes:
“Cúmpleme en dirigirme a usted...”
La próxima cuestión que debe ser discutida
es Es importante también tener en cuenta
que
Otro punto de trascendencia que traeremos a la consideración de ustedes
es
Debería darse atención a la idea
de En este sentido debe notarse
que
Ambas partes en este contrato convienen y así lo expresan claramente
Es innecesario puntualizar cuán importante es (y sin embargo lo
puntualizan)
Otra materia capital para ser dilucidada en este respecto es la cuestión de
si
Muchas de estas frases pueden ser substituidas por una palabra u omitidas.
Esto se aplica también a párrafos completos sin ningún sentido:
Puede con toda seguridad establecerse, sin temor de que pueda
existir una contradicción exitosa, que aunque la parte
contraria ha argumentado oponiéndose a las varias materias
en disputa, el conflicto aparente en la filosofía y el enfoque
en relación con el concepto de las prerrogativas del gerente,
permanece totalmente sin resolverse.
Si de la lectura de lo escrito uno observa una palabra, una frase o un
párrafo
completo débil o flojo, uno debe considerar si lo puede reducir o eliminar
totalmente.
La recomendación de los maestros en redacción para quienes les gusta las
frases de calentamiento, es: olvide el calentamiento y vaya directamente a la
materia; puede hacerlo, por ejemplo, exponiendo un hecho significativo o
afirmando un principio básico para construir el argumento principal.

4. Evite las palabras sin sentido


[157 ]
Thomas Kane da estos consejos:
4.1. No defina lo conocido por el lector:
“Los contadores algunas veces actúan como auditores (personas ajenas a
la contabilidad de la institución que revisan los libros llevados por los propios
contadores internos).” Si el lector es un economista, un abogado, o una persona
entendida en el manejo institucional, conoce el significado de la palabra
“auditor”. Explicarla no sólo dilapida el tiempo, sino que ofende la inteligencia
del lector.
Muy distinto sería el caso del naturalista que escribe en una revista de
difusión general y explica los términos: “Se han encontrado escorpiones
fosilizados en la época Siluria o Devonia, es decir, hace unos trescientos
millones de años.”
4.2. Elimine lo que está claramente implícito:
Hay considerable peligro envuelto.
La tienda almacena muchos productos para la venta.
Cada pieza tiene su propósito cuando se usa.
Muchos países del mundo tienen su propia moneda.
Ella fue una niña de un tipo muy inusual.
4.3. No abra temas que no desarrollará:
Esos inmigrantes vinieron buscando libertad en varios
campos y en su lugar habían encontrado injusticia.
Abrir temas innecesarios, que uno no desarrollará muestra desorden en la
planificación del escrito y deja al lector en el aire. Puede suceder que el autor
se descuide al planificar el escrito, y comienza a recordar ideas y temas afines
y las va incluyendo en su escrito sin meditar si vienen al caso o no. Y el escrito
resultante es desordenado, en detrimento de los principios de unidad,
concatenación y autocontención. Parte sustancial del esfuerzo del abogado al
escribir es determinar qué viene al caso y es necesario mencionar y qué debe
omitir.
Supongamos que el comprador de un inmueble otorgó un contrato de
compromiso mutuo de compraventa, mediante documento auténtico y le consulta
a su abogado qué bienes muebles de los que el propietario actualmente tiene en
el apartamento están incluidos en la venta, pues el contrato no los especifica.
El abogado debe informarle al cliente cuáles bienes muebles están
incluidos en la venta por disposición de la ley y cuáles no; qué bienes debe
entregarle y qué bienes se puede llevar al mudarse.
Antes de responder el abogado debe aclarar con el cliente cuál es la
consulta específica y, en consecuencia, cuál es la expectativa del cliente. Si el
cliente sólo quiere saber qué bienes incluye la venta del apartamento, no
vienen al caso consideraciones sobre las acciones que podría tener el
comprador si el vendedor no le entregara los bienes incluidos en la venta.
Entonces, el abogado no debe abrir temas que no va a desarrollar relacionados
con las alternativas en caso de incumplimiento del vendedor, incluyendo los
recursos extrajudiciales y judiciales; ni debe mencionar algo sobre la duración
y costos estimados de un juicio, ni debe incluir una descripción detallada de
todo el proceso y sus posibles alternativas y complicaciones, así como de las
pruebas necesarias para triunfar en el juicio. De su conclusión, el abogado
deberá decidir cuáles temas abrir y con qué extensión y cuáles no. Y cuáles
podría simplemente sugerir, para que sean objeto de otra opinión posible. Los
temas desechados no se deben dejar desarrollados a medias o abiertos sin
desarrollar.
4.4. Las palabras como “así sucesivamente” suelen sonar fuera de
lugar y a menudo chocantes
“América aportó a Europa la papa, el tomate, la caña
de azúcar, el cacao, y así sucesivamente.”
Al enumerar una serie de nombres o asuntos se debe terminar la oración
en seco, inmediatamente después del último nombre de la lista. Cuando uno
escriba expresiones como “etcétera” o “y así sucesivamente”, debe preguntarse
si tales expresiones podrían ser consideradas por los lectores como
subterfugios premeditados para hacerles creer que uno sabe más de lo que
expresa; o como desgano del expositor en averiguar toda la información.
Ambos extremos son indeseables.
La siguiente expresión es chocante: “podría estar hablando de este tema
durante horas y horas”.

5. Evite la repetición innecesaria


“Si ya lo dijo no lo repita”. Con ese principio en mente evitaremos
incurrir en repetición viciosa. Salvo que se quiera por un fin deliberado, la
repetición suele ser inconveniente; denota desorden del pensamiento, hace
pesada la lectura y es fuente de errores.
¿Cuándo hay repetición viciosa? Cuando se usan dos o más palabras para
decir lo mismo:
Autorizado, facultado y con poder
para Confiesa y reconoce
Declara y manifiesta
De ningún modo ni manera
Da en venta, cede y traspasa la propiedad total
de Nulo y sin ningún valor ni efecto
Ratifica y consiente en que
Hace constar públicamente y declara
Muchas repeticiones innecesarias están en el uso común: “Nunca jamás”.
“Por los siglos de los siglos”. “Lo vi con mis propios ojos”. Algunas veces
tienen cierta utilidad de reforzar lo que se quiere decir, pero la mayor parte de
las veces estorban. Por eso es preciso evaluar en definitiva qué palabras o
frases se pueden eliminar para ganar concisión.
Todos hemos visto testamentos que disponen pomposamente: “Por el
presente testamento anulo, cancelo, revoco, y dejo sin ningún efecto de
naturaleza alguna, todos y cada uno de los testamentos, legados,
manifestaciones de última voluntad y disposiciones que pudieran
equiparárseles, las cuales quedan absolutamente derogadas y sin valor...” Si el
abogado se encuentra redactando algo así, debe plantearse qué palabras son
necesarias o convenientes para la recta expresión de la voluntad y cuáles son
excesivas. Si, por ejemplo, podría decir, sin perder fuerza: “El presente
testamento anula cualquier disposición anterior en contrario.”
Algunas veces se utilizan las frases largas por mera costumbre, o porque
han sido usadas exitosamente por muchas personas. En los contratos de venta,
por ejemplo, se suele decir: “doy en venta, pura y simple, perfecta e
irrevocable...” Un ilustre profesor de contratos hizo esta pregunta en clase: ¿Hay
alguna diferencia si se dice simplemente: “doy en venta...” o “vendo”?
Algunas redundancias son el resultado de descuido en notar que la
palabra o la idea ya aparece en la oración:
Queremos lograr no sólo la estabilización de la economía,
sino, en una democracia floreciente, lograr que los
industriales se sientan atraídos por un mercado estable.
A fin de asignar las competencias de los distintos órganos
administrativos, el legislador debe examinar las funciones
que realiza cada uno para realizar cada asignación.
En ocasiones la redundancia ocurre a lo largo del texto. Si en el
encabezamiento del contrato se dijo: “Ambas partes celebran el presente
contrato contenido en las siguientes cláusulas”, es redundante que se diga una
y otra vez: “El comprador declara y acuerda, y así lo manifiesta
expresamente...” “Ambas partes convienen en...” “Es disposición expresa del
presente contrato...”
Son viciosas las expresiones “vuelva a empezar de nuevo”, “acérquese
más acá”, “subir para arriba”, “porque en efecto”. Existen redundancias más
disimuladas, como al decir “una hazaña muy importante”, “difícil reto” o
“absolutamente repleto de gente”, “totalmente imposible”.
Tautologías
El diccionario (DRAE) define tautología como la “repetición viciosa o
inútil de un mismo pensamiento expresado de distinta manera.”
“Planificación anticipada”. Toda planificación es para el futuro y, por
ende, anticipada.
“Consenso de opiniones”. Todo consenso es un acuerdo de opiniones.
“De la anterior explicación precedente...”
“Factor contribuyente”. Todo factor contribuye a un resultado. Otra cosa
muy distinta sería “factor determinante”, en cuyo caso no hay tautología.
“Hecho real”. Si es un hecho es necesariamente real.
“Amigos mutuos”.
“Una panacea para toda enfermedad”. Por definición una panacea es un
remedio para toda enfermedad.
“Las circunstancias que rodean...”
“El consecuente resultado”
“Es el caso, por ejemplo”
“Además, como requisito adicional”
“Daremos toda la posible ayuda que
podamos” “Falleció de una herida mortal”
“Muchos casos similares, de la misma naturaleza”
“Por otra parte, sin embargo,”
“La excepción está limitada solamente a”
“La razón es porque”
“Mientras en el mismo momento”
“Joven de edad”
“Pocos en número”
“Invisible a los
ojos”
Excepto para enfatizar o por otras buenas razones, es un desperdicio de
palabras decir la idea positiva y la negativa al mismo tiempo: “Es positivo y
no negativo”; “es legítimo más bien que ilegítimo”.
Hay frases completas repetitivas:
Nos trasladaremos a Lima para entrevistarnos con los
abogados constitucionalistas en la capital del Perú.
La intención de las partes se encuentra al mirar el
documento para constatar lo que se intentó.
Hay repeticiones engañosas bajo la apariencia de solemne manipulación
de las palabras:
Toda dilación indebida en el cumplimiento de una
obligación es mora, salvo que haya una justificación
legal.
El Consejo Nacional Electoral aprobó el Reglamento de
Elecciones para Nacionales en Países Extranjeros, para
normar los procesos electorales de compatriotas
residenciados fuera del país.
Puede suceder que, mientras escribe descuidadamente, el autor redacte
una idea de una forma. Luego se le ocurre una idea mejor, para decir lo mismo
con otros matices, y la pone a continuación de la primera. Si eso sucede, no se
deben mantener las dos oraciones. Se debe buscar una única oración, ya sea
una de las dos u otra nueva, para decir la idea sin repetir.
6. No toda repetición es defectuosa
Hasta ahora hemos hablado de la repetición defectuosa. Repetir, sin
embargo, puede ser conveniente en varios casos:
a. Por precisión. En el capítulo Precisión mencionamos que al redactar el
abogado debe escoger una palabra para definir un concepto y quedarse con
ella. No importa repetir una y otra vez la misma palabra. En la redacción legal
la precisión priva sobre la estética.
b. Por elocuencia. En el Capítulo Contundencia II, veremos las ventajas
de la reiteración inteligente, en el subtítulo Reiterar para convencer, y daremos
algunas formas de reiterar. [158]
c. Por protección legal o práctica. El abogado puede deliberadamente
incluir una cláusula en el testamento que indique que se deberán pagar las
deudas de la herencia; el redactor muy bien sabe que las deudas de la herencia
se deberán pagar aun sin disposición testamentaria expresa. Pero el abogado
puede prever que el cliente, que ha visto otros testamentos con esa cláusula,
espera que su abogado se la incluya. Si el abogado no la incluyera, podría
quedar ante el cliente como ignorante, más que como sabio.
Muchas veces los documentos tienen la finalidad de orientar la actuación
del cliente. En el documento constitutivo de una compañía, por ejemplo, se
pueden incluir cláusulas que repitan normas supletorias del Código de
Comercio, aunque no sea necesario: “Los administradores durarán dos años en
el ejercicio de sus funciones y serán reelegibles”. Esta cláusula repite el
Artículo 267 del Código de Comercio. Pero el cliente probablemente no lo
sabía y le será
útil tenerla en su documento.
En la redacción de poderes también puede convenir ser minucioso y
específico en la descripción de facultades del apoderado. Aun cuando en
estricto derecho una frase amplia bastaría para un abogado (por ejemplo, si
dice “poder general de administración y disposición de todos mis bienes y
derechos”) podría ser que alguna persona que deba leer y aceptar el poder sea
excesivamente minuciosa. Para evitarle trabas al cliente, el abogado puede
enumerar intencionalmente una serie de facultades del apoderado (“en
consecuencia, podrá comprar, vender, permutar, enajenar a título oneroso o
gratuito, dar o recibir en arrendamiento…”), a sabiendas de que es un ejercicio
teóricamente innecesario, pues bastaría con la anterior enunciación amplia de
facultades.
A veces para ser inequívoco la redacción puede lindar en redundancia:
“El Arrendador da en arrendamiento a El Arrendatario y El Arrendatario recibe
en arrendamiento de El Arrendador el inmueble...”
7. Reescriba
Ningún escrito sale perfecto al primer intento. El primer intento siempre
debe considerarse un primer borrador, sujeto a cambios. Aunque el escritor
haya hecho su mejor esfuerzo por expresar las ideas concisa y claramente, al
volver a leer el escrito necesariamente notará fallas: palabras imprecisas,
oraciones pobremente construidas, calificativos innecesarios. Entonces el
redactor debe desprenderse de su legítimo sentimiento de padre (o madre) del
escrito y cortar lo sobrante. Para cortar debe ser despiadado y objetivo. Si otra
persona lee el escrito, debe aceptar las críticas.
Ser conciso, en resumen, es cortar la verborrea innecesaria, sin llegar a
ser telegráfico. El equilibrio lo da el sentido común y la práctica. El objetivo
final de la escritura, según Martín Vivaldi es “que lo dicho... no pueda decirse
de otra manera; que las palabras empleadas sean las insustituibles, si no las
únicas, y que el conjunto resulte tan acabado, tan perfecto, tan armónico,
como una sinfonía...” [159]

8. Ejercicios
1. Reescriba las siguientes oraciones para eliminar las redundancias:
El tribunal decidió que el alcance del Artículo 44 de la Ley no se
extendía meramente a la protección de terceros solamente.
La comisión redactó el proyecto de ley en el sentido de requerir que todo
contrato de venta de bienes con garantía debería ser efectuado por escrito.
La razón para la complejidad y especificidad de la legislación laboral es
debida a la complejidad de los problemas modernos de las relaciones de hoy
entre patronos y trabajadores.
Aunque ambos delegados pertenecían a diferentes partidos, ellos se
conocían bien el uno al otro.
Algunos abogados van dejando pasar las cosas hasta que la exigencia
del tribunal los impele a actuar. Y actúan a última hora y precipitadamente.
En realidad, no hay excusa verdadera para tal dejadez.
2. Reescriba las siguientes oraciones para hacerlas más concisas:
Pero un nuevo equipo ha sido diseñado para combatir los incendios.
Este equipo es el de bomberos voluntarios.
La organización de la pequeña industria puede ser descrita de una
manera breve.
La señora González es una persona cuidadosa y paciente.
Ella prefiere los vinos que tengan un origen francés.
La exploración de la Gran Sabana fue considerada por los grupos
excursionistas como un objetivo atractivo para ellos.
Ella no siguió el consejo que le dio su
doctor. El trabajo debe ser hecho por ella
mañana.
Ellos salieron victoriosos.
La comunidad estuvo muy dedicada a apoyar a los conservacionistas.
3. Reescriba el siguiente párrafo para hacerlo más conciso. El siguiente
párrafo es unitario y coherente, pues tiene un hilo conductor compuesto por
una idea básica y material de apoyo. Pero es verboso. ¿Podría decir lo mismo
en forma más concisa y efectiva?
Tengo el gusto de dirigirme a ustedes en la oportunidad de hacer
referencia a un tema de vital importancia para todos en estos
momentos de evolución acelerada de la sociedad. Se trata de la
consecuencia necesaria de todo el sistema de producción en una
sociedad que ha sido llamada “de consumo”, por ser el consumo
su más resaltante e identificable característica. Esa consecuencia
es el producto final de todo el proceso, lo que queda después del
consumo: la basura. Ante el fenómeno de la basura nos
preguntamos: ¿Qué hacer con las ingentes cantidades de basura
que todos producimos cada día? ¿Qué decisiones debe tomar el
país nacional, el país político y el país social, si cabe tal
expresión, para abocarse a resolver tan acucioso problema? Lo
que han hecho las sociedades salvajes, sin educación ni cultura,
es apilarla, mantenerla merodeando alrededor de las viviendas,
de los comercios, en las calles y avenidas, en los parques y
playas. El resultado de este primer sistema está a la vista de todos
y no necesita explicación: enfermedades, malos olores, un paisaje
desagradable y deteriorado, suciedad por doquier. Cuando se
tiene un poquito de organización social la basura se recoge y se
deposita en sitios exclusivos para la disposición final. Son los
famosos basureros municipales. Estos basureros, aunque
representan un avance en relación con la primera alternativa, es
el hecho de que sólo logran resolver el problema parcialmente.
La basura queda ahí expuesta al aire libre y se mantiene la
contaminación, pero reducida a un área determinada. Hoy en día
disponemos de una alternativa más técnica y científica, que
pasamos a examinar sin más pérdida de tiempo. Vayamos al
grano. Se trata, nada más y nada menos que del sistema científico
tecnológico de disposición final de la basura. Este sistema
aprovecha los recursos que nos brindan los adelantos científicos
y tecnológicos. Consiste en dos pasos: En primer lugar tenemos
la posibilidad de aprovechar gran parte de la basura. Todos los
metales, por ejemplo, como las latas de refrescos, que son de
aluminio, o el vidrio de las botellas y frascos, e incluso el papel y
el cartón y los tejidos se pueden reciclar y aprovechar. Desechos
orgánicos pueden ser convertidos en abonos excelentes. Pasemos
a ver el segundo aspecto. La basura se puede enterrar, como lo
han hecho en Europa y Estados Unidos, y sobre ella, bien aislada
por toneladas de tierra, se pueden construir hermosos bosques y
parques. Aprovechemos, pues, este reto, para comenzar a
trabajar.
VI. SENCILLEZ: LA PALABRA COTIDIANA LO DICE
MEJOR
1. Objetivo: comunicar. La palabra cotidiana comunica mejor
La misión del lenguaje es comunicar el pensamiento. Las palabras
sencillas, cotidianas, son el medio adecuado para comunicar y para convencer;
son más fáciles de comprender que las extrañas o rebuscadas. La palabra
sencilla se percibe como espontánea, auténtica, sincera. La rebuscada como
pomposa y artificiosa. El lenguaje sencillo convence porque el lector capta
directamente el fondo de lo que lee: el argumento, la conclusión, el riesgo, la
propuesta. El lenguaje enrevesado detiene al lector en las palabras y no le
permite llegar al fondo de la idea. El lenguaje sencillo y directo es agua clara y
transparente. El lenguaje sencillo, como la obra limpia, revela su solidez.
Lograr un estilo sencillo no es una tarea sencilla. Por el contrario, es el
extremo de la maestría. Cuando vemos y oímos a un virtuoso del violín
interpretar a Paganini con dominio y sin esfuerzo, deducimos que detrás de esa
aparente facilidad hay años de práctica disciplinada. Escribir sobre materias
complejas y difíciles, como las jurídicas, con lenguaje cotidiano, requiere
conocerlas y dominarlas, entender los problemas en su justa dimensión y haber
estudiado las alternativas detenidamente. Sólo cuando se domina la materia se
puede exponer con sencillez.
Muchas veces la palabra rebuscada es el ropaje de la ignorancia y el
lenguaje ampuloso disfraza la imprecisión. Por el contrario, “la sencillez es el
sello de la verdad.” Y se logra “adaptando la forma al fondo.” “Lo contrario de
lo sencillo es lo artificioso; lo contrario de lo natural es lo afectado.” [160] Rafael
Tomás Caldera recomienda que al escribir “los términos empleados han de ser
usuales, esto es, bien conocidos, moneda de curso legal, de valor aparente para
el usuario. Si el mayor número de los posibles lectores de un texto desconoce
el ‘estío’, es preferible hablarles del ‘verano’.” [161]
Escribir con palabras sencillas tiene, pues, una doble ventaja: a) Para el
escritor, es una prueba de que domina la materia. Cuando uno domina la
materia es capaz de ir al grano y expresar las ideas en lenguaje cotidiano. Si
uno al escribir no logra ir al grano y exponer ideas simple y directamente, con
palabras sencillas, debe preguntarse si sabe realmente lo que está diciendo. b)
Para el lector, pues entenderá fácilmente el mensaje recibido. Cuando uno lee
un escrito sencillo, las palabras comunican las ideas. En cambio, cuando uno
lee un escrito
complicado, las palabras son un obstáculo entre el lector y el fondo del mensaje.
Cuando un lector se topa con un escrito ampuloso o enrevesado, puede
terminar entendiendo; pero también puede suceder una de las siguientes
consecuencias:
a. El lector se aburre y se desconecta de la lectura; tal como sucede con
los oyentes al escuchar un discurso pesado. A continuación veamos un
característico párrafo enredado, como hemos leído muchos, que trata sobre “el
lenguaje legal”:
Sin embargo, la inteligibilidad no es una ley física de
expresión exacta, sino un principio comunicativo de la
cultura, susceptible de diversos grados de realización; por
eso podemos plantear la necesidad de un buen lenguaje
legal, a fin de fijar un ideal normativo y, al mismo tiempo,
de significar que, en el momento presente, la práctica de
este lenguaje no satisface adecuadamente dicha
pretensión. Y planteada así la cuestión, cómo lograr que
el lenguaje legal sea mejor, un jurista no debe resistir la
tentación de preguntarse si el propio derecho ampara de
algún modo una pretensión de esta clase. Adelantamos
que creemos que sí: las cláusulas del Estado democrático
y del Estado de cultura y el principio de seguridad
jurídica algo tienen que ver con eso.
Palabras y frases enredadas producen en el lector lo que Stuart Chase
llamó “lagunas semánticas”. Lo que termina llegándole al lector es algo así:
Sin embargo la inteligibilidad bla, bla, bla, bla, bla, de la
cultura bla, bla, bla, bla, pretensión bla, bla, bla...
b. El lector se siente ofendido y resentido, porque el escrito no explica lo
que debería explicar, con las palabras adecuadas. Dice Weihofen: “Lanzarle al
lector palabras que no comprende, sin explicación, implica que uno piensa que
él debería ser capaz de comprenderlas. Si no las entiende se ofende su
autoestima. Y un lector herido en su orgullo, aunque la herida sea sutil, será un
lector resentido.” [162] Deleitarse usando palabras rebuscadas puede transmitir la
impresión de que el escritor está más interesado en lucir su conocimiento de un
lenguaje preciosista que en comunicar. Y eso es precisamente lo que logra: no
comunicar. Thomas Kane llama a este fenómeno “profundidad verbal” y lo
define como “la falacia de que las palabras que lucen impresionantes significan
mucho”. [163]
c. El lector puede pensar que él es incapaz de entender el escrito por su
propia deficiencia. Cuántos estudiantes de derecho han sacado bajas
calificaciones en algunas materias porque los libros guías están redactados en
un lenguaje confuso, enrevesado, difícil de entender. El resultado de la
redacción enmarañada es el contrario al buscado: el estudiante no aprende y se
desincentiva. Algunos estudiantes pensarán: “Este libro está mal redactado”;
pero otros dirán: “Esta materia es muy difícil para mí”.
Algunos escritores legales intentan ser oscuros con la ilusión de que sus
palabras pretenciosas y rebuscadas manifiesten unas ideas más difíciles y
estudiadas. Lo que en realidad sucede es que al mostrar un vocabulario
ostentoso sacrifican la claridad, el énfasis y la convicción. Además, hablar o
redactar con lenguaje ininteligible obstaculiza la comunicación real y crea
problemas contrarios al que pretende solucionar. Hace algunos años en Estados
Unidos se realizaron varios estudios sobre la comprensibilidad de los contratos
colectivos de trabajo. Su conclusión fue que el 90% de su vocabulario era
comprensible para personas con nivel de educación secundaria o superior. Sin
embargo, sólo el 14% de los adultos en ese país tenía educación universitaria y
sólo 24% había completado su educación secundaria. Es decir, para la mayoría
de los trabajadores amparados por contratos colectivos era difícil entenderlos.
Los estudios concluyeron que los contratos colectivos redactados en un
lenguaje no comprensible para la mayoría de sus beneficiarios, pueden ser
fuente de malos sentimientos, mayores reclamos, disputas y enfrentamientos
que los que pretenden prevenir. Aun cuando no hemos conseguido cifras
equivalentes para nuestro país y para otros países hermanos de habla hispana,
no es difícil imaginar que entre nosotros la desinformación jurídica debe ser
más dramática.
Sencillez de estilo no significa irse al otro extremo: empobrecer las ideas
presentadas, o utilizar lenguaje o expresiones infantiles. No se trata de bajar el
nivel intelectual al dirigirse a un lector, quien quiera que sea, a varios
magistrados de una corte o un cliente sin mucho nivel educativo. “Bajar el
nivel intelectual” sería simplificar las ideas propias para hacerlas
comprensibles a una persona de menor nivel de inteligencia. Esta actitud es
percibida por el lector y también es interpretada como ofensiva. No se trata de
eso. Una persona normal es capaz de entender conceptos legales complejos si
le son explicados en castellano de todos los días. Si uno no puede hacerlo,
probablemente es porque uno tampoco los entiende bien.
Dice el profesor argentino Rafael Bielsa que “Si bien el lenguaje jurídico
puede considerarse como técnico (en la división tripartita de vulgar, técnico y
literario), lo cierto es que el pueblo necesariamente debe conocerlo puesto que
expresa la norma jurídica, ya que se aplica un principio general, según el cual
nadie puede ignorar la ley.” [164]
En resumen, al abogado se le recomienda redactar en lenguaje sencillo
por dos razones: a) es una exigencia de la comunicación efectiva privada del
abogado con su cliente; y b) es una necesidad del desarrollo nacional. El
pueblo que conoce y entiende sus leyes las podrá cumplir, criticar, mejorar,
integrar a la cultura y a la manera de ser. La comprensión del derecho por
todos los ciudadanos es un pilar fundamental en el desarrollo de toda
civilización.

2. Cuatro principios para ganar sencillez


2.1. Prefiera la palabra familiar a la rebuscada
Ejemplos de palabras rebuscadas y sus equivalentes sencillos.

En vez de decir Decir

Estoy enterado, estoy informado Se

Con posterioridad, a posteriori Después

Sinalagmático Bilateral

Sustancia medicamentosa Medicina, remedio

Festividades carnestolendas Carnaval

Comercializar Comerciar

Extralimitación Exceso

Utilización Uso

Algunos estudiantes podrían asumir que la escritura legal debería apelar a


palabras importantes y rebuscadas. Y lo creen de buena fe, pensando que el
ropaje de la verbosidad rebuscada es la vestimenta adecuada del derecho. Lo
mismo sucede en otras profesiones. Un amigo de la infancia comenzó a
estudiar medicina y para decir que a una persona le dolía la cabeza,
manifestaba
solemnemente: “Sufre de cefalalgia”; y cuando a un familiar lo operaron de
apendicitis, dijo: “Le practicaron una apendicetomía”. Para decir crecimiento
anual, algunos economistas dicen “Incremento interanual”. Cuando a un amigo
ingeniero le mencioné un pilar, me corrigió: “Eso es una columna”. Según
esto, las palabras diarias le quitarían dignidad al lenguaje profesional. La
realidad es que el abogado debe mantener al mismo tiempo la dignidad y la
sencillez, la precisión y la comunicación real con sus lectores.
Pío Baroja nos indica su perspectiva:
El escritor que emplea las palabras que ha oído sobre todo
de niño, les da un sabor especial de verdad, de
autenticidad, que no tienen casi nunca cuando las toma del
diccionario. Yo no escribiré nunca “por ende”, “a mayor
abundamiento”, “enterizo”, “señero”, “reciedumbre”,
“mañero”, “madruguero”, no hablaré de la “besana” o de
los “albaranes” de las casas, porque estas y otras palabras
las leo pero no las oigo. Sobre todo no las he oído. Esto
me basta para no usarlas. Son para mí que no añaden un
matiz nuevo a una idea. Todo ello constituye un léxico que
a mí me parece una moda modernista muy próxima a la
trivialidad y a la cursilería. Tampoco me gusta emplear
esas palabras de hace pocos años, como “propugnar”,
“posibilitar”, “estructurar”, que tienen un sabor de
pedantería de academia jurídica y que no sé si añaden algo
a las ideas viejas. [165]
Algunos abogados podrían sospechar que si usan un lenguaje sencillo su
prosa no lucirá profesional. Steven D. Stark dice: “Un estilo personal
complejo es más lo que esconde que lo que revela sobre el autor”, y recuerda a
E. B. White, quien dijo: “El estilo resulta más de lo que una persona es que de
lo que sabe”. Para ganar en sencillez nos recomienda fijarnos en el lenguaje
que usamos para dar una dirección a quien nos la solicita en la calle. También
nos remite a las instrucciones de los juegos de mesa y las recetas de cocina.
Nos dan instrucciones sencillas y directas, para que todos las entiendan. Pero
principalmente nos remite a los maestros de la comunicación: Los publicistas.
Además, Stark recomienda seguir el consejo de Aldous Huxley, quien
comenzó su carrera literaria como escritor de cuñas publicitarias:
Cualquier huella de lenguaje literario en un aviso es fatal
para los escritores de cuñas publicitarias. Los escritores
publicitarios no deben ser líricos u oscuros o misteriosos.
El escritor publicitario debe ser universalmente inteligible.
Una buena cuña tiene esto en común con el drama y la
oratoria, que debe ser inmediatamente comprensible y
directamente motivadora. [166]
2.2. Prefiera la palabra concreta a la abstracta
En igualdad de circunstancias no diga “un vehículo automotor”. Diga:
“Un Fiat Uno azul”. No diga: “Un árbol”. Prefiera decir: “Una mata de
mango”. No diga: “La testigo estaba emocionada”. Mejor: “La testigo tenía
pánico”.
2.3. Prefiera la palabra simple a la circunlocución
Circunlocución Palabra

Interponer una objeción Objetar


Darle la oportunidad de Permitirle
Con anterioridad a Antes de
Con posterioridad a Después de
Dar parte a Informar
Expresar sus interrogantes Preguntar
En el caso de que Si

Con frecuencia las circunlocuciones son un verbo, un nombre y una


preposición:

Coadyuva al propósito de Contribuye a, Ayuda a


Muestra una predisposición a Tiende a
Hace un ajuste de Ajusta
Provee evidencia de la verdad del Prueba
alegato
En nuestra profesión es frecuente oír “por cuanto”, o “toda vez que”, en
vez de decir “porque”. He oído decir “obra en mi poder” para significar
“tengo”.
2.4. Prefiera la palabra o frase corta a la larga.
Prefiera “uso” a “utilización”; “ver” a “visualizar”; “abundar” a
“proliferar”.

3. Evite el exceso de sustantivos


Gane sencillez (claridad y elocuencia) reduciendo el exceso de sustantivos
y usando más verbos.

El escrito obtiene mejora en la Gane sencillez (claridad y


sencillez por la reducción del elocuencia) reduciendo el exceso
exceso de sustantivos y por el de sustantivos y usando más
aumento en el uso de verbos verbos.
Ha habido una falta absoluta de Algunos accionistas minoritarios
interés por parte de algunos no se han interesado en asistir a
accionistas minoritarios en la las asambleas.
asistencia a las asambleas.

Los grupos violentos intentaron Los grupos violentos intentaron


realizar agresiones contra los agredir a los manifestantes.
manifestantes.

La empresa planifica la La empresa planifica abrir nuevas


apertura de nuevas tiendas para tiendas para aumentar las ventas.
conseguir el aumento de las
ventas.

4. Evite sustantivar verbos u otras palabras


Sustantivar los verbos complica la redacción y la hace menos inteligible.
Weihofen dice: “Para sustantivar se añade la terminación “ción” o “ización” al
verbo. Así, “capitalizar” se convierte en “capitalización”, “considerar” se
convierte en “consideración”, “implicar” en “implicación”, etc. Al hacer estos
cambios se priva la oración de su verbo central y se sustantiva, y queda como
sujeto de la oración. Para el escritor y para el lector, se hace difícil la relación
sujeto - verbo - predicado.” [167]

La aceptación del programa El programa fue aceptado


se logró

La integración de las Las provincias se integraron en el


provincias sucedió en el 2001 2001.
La reducción de los costos es Nuestro objetivo es reducir los
nuestro objetivo costos.
Un nombre con calificativo puede ser sustituido por un simple adjetivo o
un adverbio:

De importancia Importante
De naturaleza indefinida Indefinido
De un tipo poco usual Inusual
De manera negligente Negligentemente
La cuestión que está en duda La cuestión dudosa
Los aficionados complican las preposiciones, añadiéndoles nombres:

Con el objetivo de Para


A fin de Para
Por medio de Por
En la eventualidad de Si

Ninguna de las expresiones formales citadas es errónea. Algunas veces,


por una razón u otra, el término más simple no servirá. Pero si uno cae en el
hábito de escoger siempre la palabra formal sin una razón válida e incluso sin
pensar, sufrirá nuestro estilo haciéndose más pesado. Algunas personas tienen
este hábito tan interiorizado, que incluso cuando tengan una palabra sencilla a
la mano acuden a la más pomposa. Rechazan “ver” y utilizan “visualizar”, o
usan “barruntar” por “imaginar”, y en vez de decir “vender” dicen “transmitir
la propiedad a título oneroso”.
5. Prefiera las expresiones directas a las evasivas
5.1. Palabras acuñadas y muletillas
El Diccionario de la Real Academia define muletilla como “voz o frase
que se repite mucho por hábito”. La muletilla es un recurso fácil, pero flojo,
hace pesada la redacción y dificulta la comprensión. Si el escritor se descuida
al pensar, tenderá a utilizar muletillas.

La votación se hizo a nivel La votación se hizo en los


de municipios municipios
La situación en relación con La escasez de ingresos es
los ingresos es alarmante. alarmante
Algunas veces las muletillas y las palabras acuñadas se introducen en el
lenguaje social por modas. Fernando Lázaro Carreter [168] nos advierte sobre la
costumbre de decir “ese punto del debate es como muy importante”, “pero eso
está como bastante lejos, ¿verdad?” Y una persona no quería tomar el café,
“porque estaba como muy caliente”. Entre los jóvenes se oye mucho decir:
“esta película está demasiado buena”, o “ese carro es demasiado fino”, para
significar que les gusta mucho su modelo, su motor o su apariencia. Hasta
ahora no he logrado averiguar si “una situación de rehenes” es algo diferente a
un secuestro.
Hablar con frases hechas puede convertirse en un hábito; algunos
redactores llegan al extremo de usar frases completas acuñadas altisonantes (y
hasta erradas) para decir ideas sencillas:
A objeto de abocarse a resolver los ingentes problemas
derivados de la alta incidencia hamponil desatada,
los organismos de seguridad han diseñado e
implementado un dispositivo y un operativo ad hoc.
Lo mismo hubiera podido decirse con palabras sencillas:
La policía está aplicando un plan para combatir y reducir
la delincuencia.
El lenguaje político y administrativo oficial suele recargarse de
fraseología grandilocuente para identificar objetos nombrados con palabras
comunes. Una vivienda, según algunos textos legales, es una “solución
habitacional” y una escuela es una “unidad educativa”. Pero ese defecto no
ocurre sólo en Venezuela. El escritor Álex Grijelmo denuncia la misma
tendencia en la Madre Patria, en la que a un alumno se le ha llamado “unidad
de módulo educacional”, a una ciudad “núcleo poblacional” y a un paciente de
un hospital ”unidad elemental de atención sanitaria”.
El citado escritor cuenta que un diputado en una declaración a la prensa
hizo referencia a un paciente como “titular pasivo de la acción administrativa
en materia de sanidad”. Al oír semejante denominación para un ser humano
enfermo, el periodista preguntó: “¿Por qué no “objeto receptario de la acción
ejerciente de la sanidad?” Y el diputado le contestó: “Eso sería demasiado,
pero sí creo que, dada la complejidad que nos rodea, es suficiente con que lo
entiendan los técnicos, que tampoco ocurre siempre”. [169]
5.2. Palabras aparentemente refinadas
Con frecuencia esas marañas se deben a palabras refinadas que provienen
de una supuesta mejor educación. Kane las llama “falsa elegancia” y “dicción
pretenciosa”, como cuando se dice: “El instrumento medidor del tiempo nos
proveía de una impecable ejecución de su trabajo”, para decir que el reloj
estaba ajustado. [170] Muchos son formalismos que quedan de épocas de moral
victoriana. Un “hombre” y una “mujer” serían poco elegantes para referirse a
personas de la especie humana; para ellos sólo se puede hablar de un
“caballero” y una “dama”. En ese tiempo uno no “empezaría a trabajar en una
empresa”, sino “aceptaría una posición en una firma”. Para estas personas sólo
los animales “sudan”, porque los caballeros “transpiran”, y las damas “se
fatigan”. Estas personas nunca van al “baño” sino a la “toilette”. Y si son
llevados totalmente borrachos a su casa, fueron “atendidos por intoxicación
etílica”. [171] En esa época se escribiría algo así: “El refinado Lord Plantaginet,
preso de estupor, le profirió con verbo inflamado una zahiriente invectiva al
lacayo que lo había vejado: - ¡Eres un vástago de cortesana mercenaria!”.
Algunas de estas expresiones van pasando de moda, conforme quedó
atrás la era victoriana. Pero los resabios permanecen y algunas personas son
aficionadas a ellas. A estas expresiones se les critica que 1) son rebuscadas y
quitan tiempo en hallarlas para decirlas y dificultad para entenderlas cuando se
las oye; a menudo el oyente debe traducirlas mentalmente de nuevo al
lenguaje original. Y 2) de alguna manera maquillan la realidad, tratando de
mejorar la imagen, pero haciéndola parecer insincera.
La búsqueda de términos novedosos puede ocasionar que compliquemos
el lenguaje, al punto de cometer errores por querer exagerar la pomposidad.
Un profesor dijo una vez en clase: “Este tema no lo estudiaremos en
profundidad. Sólo les daré un vistazo a Matto Grosso” (quería decir “grosso
modo”). Un estudiante de arquitectura dijo: “En esta pared vamos a abrir una
pequeña obertura” (¿Sería como la de Guillermo Tell?). Y un dirigente local
acusó al gobierno de cometer delitos “de necia humanidad”.
El rebuscamiento cambia el sentido de la palabra: de medio transparente
para comunicar ideas, se la coloca en un papel protagónico. Como decía
Tagore, nos deja en las redes y perdemos el pez.
5.3. Eufemismos
Dentro de este grupo de palabras artificiosas entran los eufemismos. El
diccionario define eufemismo como el “modo de decir o sugerir con disimulo
o decoro ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”.
Llamar
“ajuste o rectificación de precios” a una subida de precios luce insincero e
impreciso. También es eufemismo llamar “reestructuración de la gerencia de
operaciones” al despido de varios trabajadores. Después de una reunión
tirante, en la que los participantes estuvieron a punto de irse a las manos, el
representante oficial declaró ante la prensa: “Tuvimos un franco intercambio
de puntos de vista”.
5.4. Jerga
La jerga profesional también puede ser un obstáculo para la comprensión.
“Jerga”, según el diccionario, es la “variedad de lengua que usan entre sí las
personas pertenecientes a un mismo grupo profesional o social”. Así podemos
hablar de la jerga de los periodistas, la jerga de los médicos, o la de los
abogados. Desde este punto de vista el significado de la palabra jerga no es
peyorativo, sino positivo. Una segunda acepción también equivale a “argot”,
definido por el diccionario como “el lenguaje que usan ciertos grupos sociales
con intención de no ser entendidos por los demás o de diferenciarse de ellos.”
[172]
Este significado, “argot” también coincide con el inglés. En inglés
“jargon” se entiende como “lenguaje técnico mal usado” [173] Dice Thomas
Kane que “El lenguaje técnico... es necesario cuando los expertos se
comunican entre sí. Se convierte en ‘jargon’ cuando se aplica fuera de los
límites del discurso técnico. El ‘jargon’ es realmente una especie de
pedantería, un lenguaje misterioso diseñado para impresionar al no experto”.
[174]

De lo anterior inferimos que usar la jerga profesional entre abogados es


deseable, pero frente a terceros puede lucir pedante e impedir la comunicación
efectiva. Lo mismo se podría decir de cualquier otro profesional respecto de su
lenguaje técnico. El cliente de un ingeniero o de un médico espera que estos
profesionales le expliquen los conceptos propios de sus profesiones en
lenguaje accesible.
Es posible explicar conceptos técnicos y científicos a los legos. Los
programas de divulgación científica que transmiten los canales culturales de
televisión son un buen ejemplo para constatar cómo expresar conceptos
científicos a desconocedores sin caer en jergas ni conceptos específicos que no
interesan al lego. Todos hemos aprendido sobre la evolución del universo y las
galaxias, o la exploración del sistema solar, o el origen del hombre o las
partículas subatómicas, con un lenguaje accesible al gran público. Al ver esos
programas el espectador queda con la sensación de comprender la materia
explicada, sin necesidad de debatirse en los complicados problemas
matemáticos, físicos, astronómicos o paleontológicos que los investigadores
tuvieron que enfrentar y que, en realidad, constituyeron el fondo de las
actividades desarrolladas para lograr los resultados que nos muestran. La
habilidad del abogado, por tanto, consistirá en explicar conceptos técnicos con
un lenguaje accesible al destinatario. La mayoría de las veces el abogado
puede explicar conceptos legales a sus lectores no abogados sin usar la jerga
profesional. Sin embargo, hay ocasiones en que prácticamente es inevitable
usar la palabra técnica. En esos casos puede definirla de una forma cortés con
el cliente, sin perder altura. Por ejemplo, “...la obligación sólo nacerá si se
cumple la condición suspensiva prevista en el contrato. Por el contrario, si la
condición suspensiva no se cumple, se entenderá que la obligación nunca
nació ni existió.”
6. Cuando tenga a mano una palabra castellana, evite la palabra
extranjera
Palabra extranjera Palabra castellana

Performance Ejecutoria
Target Blanco (de tiro), objetivo
A fortiori Necesariamente
A priori Antes
A posteriori Después
Display Exhibición
Stock Inventario
Propela (Propeller) Hélice
Guachimán (Watchman) Vigilante
Hit Éxito
Mall Centro Comercial
Toilette Baño
Accountability Responsabilidad

En el Apéndice 3 se exponen algunos criterios sobre el uso de las palabras


extranjeras en castellano.

7. El lenguaje sencillo escrito es diferente del lenguaje sencillo


hablado
El lenguaje sencillo escrito no es igual al lenguaje sencillo hablado. De
manera que al escribir no debemos intentar “hablar por escrito”. Veamos las
razones:
a. El lenguaje escrito se redacta para permanecer. Por lo tanto, es más
cuidado, hay tiempo para corregirlo y para ordenar las ideas. El lenguaje oral
es más espontáneo, va surgiendo paulatinamente a paso que se va pensando.
No suele ser tan organizado como el escrito.
b. El lenguaje hablado se acompaña con gestos: movimientos de las
manos, del cuerpo, de la cara; el tono e inflexión de la voz, la rapidez o
lentitud con que se pronuncian las palabras, le dan entonación, énfasis o
desgano a ciertas palabras, imposibles de conseguir en el lenguaje escrito. Por
lo tanto, el lenguaje escrito debe suplir la calidez del lenguaje oral con
precisión y cuidado en las palabras y en la conexión entre ellas.
c. Usualmente en el lenguaje hablado hay una conversación, con
respuestas y aclaratorias inmediatas. En el lenguaje escrito ese proceso, si lo
hay, es más lento. En algunos casos no lo hay, como sucede muchas veces en
los escritos jurídicos. Un contrato, una demanda, un testamento, un escrito de
informes, probablemente no tienen posibilidad de rehacerse.
d. Ciertas palabras que constituyen el vocabulario coloquial son usadas al
hablar, pero no las usaríamos al escribir. Al referirse a una persona simpática
casi cualquiera de nosotros diría que es “chévere”, pero es difícil imaginar una
referencia personal diciendo: “Por la presente hago constar que conozco desde
hace muchos años a Paulita López y por ese conocimiento que de ella tengo
doy fe de que se trata de una ciudadana cumplidora de sus deberes cívicos y en
su trato personal es muy chévere”.
Si uno escucha hablar a un orador brillante, probablemente sigue sus
palabras con mucha atención. Pero si lee al día siguiente lo que dijo, no le
parecerá tan elocuente. ¿Por qué? Esto es simplemente porque al escrito le
falta el magnetismo de la persona pronunciando las palabras personalmente. A
pesar de las diferencias entre el lenguaje oral y el escrito, las características de
ambos deben ser las mismas: precisión, concisión, sencillez, claridad, y
contundencia. Sin embargo, cuando escribimos debemos pensar que el único
medio de comunicación con el lector es la escritura. Por eso debemos tener
mucho cuidado al escribir. Lo escrito, escrito queda.

8. Límite de la sencillez
La regla básica, preferir las palabras simples, de uso diario, en el lenguaje
expositivo y argumentativo, tiene tres excepciones:
a. Cuando los destinatarios son precisamente profesionales en la
materia,

b. Cuando se define el término técnico y se usa consistentemente en


el resto del documento; [175] y

c. Cuando es la única palabra correcta y precisa para decir lo que


uno quiere. [176]

9. El maestro equilibra sencillez y madurez


El objetivo de la sencillez, facilitar al lector la rápida comprensión del
escrito, debe armonizarse con el objetivo fundamental del escrito que es
convencer. Para convencer el abogado debe transmitir seriedad y madurez.
Esto es verdad en una opinión, por supuesto, pero también en el borrador de
un contrato, en todo el lenguaje procesal, incluso al redactar leyes. El lenguaje
jurídico debe llevar cierta autoridad, debe reflejar la capacidad para enfocar,
comprender y resolver los problemas tratados. Es inimaginable una opinión
legal plagada de chistes al tratar sobre problemas relacionados con un contrato
para comprar un trasatlántico.
El escritor debe crearse el hábito de no ser ni rebuscado ni chabacano, y
ser capaz de adecuar el estilo a la naturaleza del escrito en particular y al
destinatario. El estudiante de música repite los ejercicios una y otra vez para
obtener la excelencia y terminar tocando a su antojo Mozart o una conga. De
la misma manera encontramos la perfección cuando dominamos el lenguaje al
punto de poder ser más o menos formales a voluntad, dependiendo del
objetivo y de la circunstancia.
8. Simplificar es podar
Lograr un estilo sencillo es fruto del trabajo. Revise los borradores;
cambie las palabras rebuscadas por palabras cotidianas, conceptos abstractos
enmarañados por palabras concretas, palabrerío innecesario por redacción
directa. Elimine los adjetivos y los adverbios inútiles. Corte todo el material
sobrante.
Recuerde: a) cada pequeño cambio puede parecer insustancial, pero el
efecto acumulativo de varios cambios pequeños es apreciable. b) La palabra
precisa no necesariamente viene a la mente en la primera redacción. Con
paciencia, la relectura y el diccionario ayudan a encontrarla.
9. Ejercicios
a. En el capítulo II, sección 2.3 E se cita un párrafo del Dr. Luis
Loreto sobre los tipos de simulación. Ese párrafo está escrito en
lenguaje jurídico, pues se dirige a abogados. Suponga que usted, a
propósito de una consulta, debe explicarle esos conceptos a un
cliente ingeniero, ocupado, inteligente y no particularmente
interesado en aprender derecho, salvo el indispensable para
resolver su problema particular. En consecuencia, redacte los
mismos principios en lenguaje cotidiano.

b. Tome un texto profesional de su especialidad, escrito con lenguaje


técnico, y con palabras especializadas, propias de la profesión, y
redáctelo en palabras cotidianas, como si le explicara el texto a un
lego en la materia. Mantenga la altura intelectual del texto, porque
lo explica a una persona inteligente y culta.
VII. CLARIDAD: CUIDAR LAS EXPRESIONES
1. Objetivo: que el escrito se entienda fácilmente a la primera
lectura
El principio rector de la claridad es: un escrito es claro si se puede
entender fácilmente a la primera lectura. Para un abogado es conveniente tener
presente este principio siempre que escriba, y particularmente cuando redacte
escritos profesionales o técnicos dirigidos a desconocedores del lenguaje
especializado.
Al revisar los borradores nos debemos preguntar: ¿Esta oración está tan
clara que se entiende fácilmente a la primera lectura? Si la respuesta es no, o si
tenemos duda, debemos redactarla de nuevo, hasta conseguir la oración fluida,
fácilmente comprensible. Lo que hemos visto hasta ahora nos ayuda a ser
claros: cómo armar los párrafos, cómo crear oraciones ordenadas, cómo
escoger la palabra precisa, cómo utilizar un lenguaje conciso y sencillo. Ahora
enfocaremos la lupa en algunos vicios frecuentes en la construcción de las
oraciones y las frases. Vamos a revisar algunas oraciones oscuras y algunas
expresiones que causan ambigüedad y veremos cómo aclararlas; examinaremos
la incorrecta colocación de las palabras que ocasiona ambigüedad por
asociación, el uso de pronombres sin antecedentes o sin sentido y el lenguaje
inútil. Aunque a primera vista parezcan vicios aislados, son muy frecuentes,
entorpecen la redacción y dificultan la lectura. Al corregir esos vicios, nuestras
oraciones serán más exactas y comunicarán mejor; además, ayudaremos al
lector a seguir el hilo de nuestro pensamiento con el mínimo esfuerzo.
2. Si las ideas son confusas la redacción será confusa
“Todo aquello que puede ser pensado, puede ser pensado claramente.
Todo aquello que puede ser expresado, puede ser expresado claramente,” dijo
Ludwig Wittgenstein. [177]
Aunque el escritor conozca la materia, si no piensa lo que dice puede
resultar un escrito enredado.
Juan Gómez es propietario de derechos proindiviso montantes a la tercera
parte de un inmueble y recibe una carta oferta que le propone:
Carlos González ofrece comprarle la tercera parte a Juan
Gómez
No se sabe si es la tercera parte del inmueble o la tercera parte de los
derechos de Juan Gómez, es decir, la novena parte del inmueble.
*El término “tercero beneficiario” se refiere a ese tipo
de contratos en el cual dos personas acuerdan una
prestación en beneficio de una tercera persona.
Un “tercero beneficiario” no es un “tipo de contrato”.
Una redacción descuidada origina que uno diga cosas que no quiere decir:
*El testigo aseguró que estaba en el vestíbulo del
hotel cuando vio entrar a una mujer joven llevando de
brazos una bebita y a su esposo.
Hay otros más graves:
De acuerdo con el documento constitutivo, la Junta
Directiva debe aprobar los bonos recomendados por
el Gerente.
La palabra “debe” se puede malinterpretar. Parecería que la Junta
Directiva tiene que aprobar los bonos recomendados por el Gerente. Una
redacción más apropiada de lo que realmente se quiso decir es: “Para que un
bono recomendado por el Gerente sea efectivo, requiere la previa aprobación
de la Junta Directiva.”
La Constitución de 1999 dice en su Artículo 333:
Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de
observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada
por cualquier otro medio distinto al previsto en ella.
En tal eventualidad, todo ciudadano investido o
ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de
colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia.
Al no pensar lo que escribían, los redactores incurrieron en un acto de
discriminación sexual, contrario a los postulados de la propia Constitución. El
deber de colaborar en el restablecimiento de la vigencia de la Constitución es
para “los ciudadanos investidos de autoridad”, pero el mismo deber
corresponde a “las ciudadanas investidas o no de autoridad”. Si se quiere
mantener la escabrosa distinción entre los ciudadanos y las ciudadanas, la
redacción correcta
hubiera sido: “todos los ciudadanos o ciudadanas, investidos o no de autoridad”.
A veces, tras una aparente claridad gramatical, se esconden ideas
absurdas. La Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de
Trabajo sanciona económica y penalmente a los empleadores por la muerte,
incapacidad, enfermedad y accidentes sufridos por los trabajadores. Sin
embargo, de acuerdo con el Artículo 33, Parágrafo 5°, de dicha Ley, puede
estar exonerado:
El empleador queda exonerado de toda responsabilidad,
cuando concurran las siguientes situaciones de los
hechos:
1. Que el accidente hubiere sido provocado intencionalmente
por la víctima.

2. Que el accidente sea debido a fuerza mayor extraña al


trabajo, si no se comprobare la existencia de un riesgo
especial.

La exoneración ocurriría si, por ejemplo, un trabajador de la construcción


se suicidara tirándose desde el piso 40 de una obra y al mismo tiempo le
cayera un rayo; pero todo eso tendría que suceder en un día azul. ¿Pueden
concurrir la intención y la causa extraña no imputable? ¿Sería esa la verdadera
intención del legislador? ¿O estamos ante una norma clara pero injusta?
Probablemente hubiera sido más equitativo poner las situaciones no
concurrentes, sino alternativas. Si la intención del legislador hubiera sido
nunca exonerar al empleador, ha debido suprimir el Parágrafo 5°.
Estos ejemplos de pensamientos mal expresados muestran lo que suele
ocurrirnos en nuestros primeros borradores. El redactor debe corregirlos antes
de darles salida.

3. Evite la ambigüedad por asociación

La colocación accidental de dos palabras seguidas, puede insinuar al


lector una relación falsa.
La discusión de la ley para el control de la inseguridad
personal iniciada por la Asamblea Nacional, continuará
la próxima semana.
Al colocar “inseguridad personal iniciada” justo antes de “Asamblea
Nacional”, se hace detener al lector y volver atrás para entender la oración. El
lector entenderá al final que lo que inició la Asamblea Nacional no fue la
inseguridad personal, sino la discusión de la ley para controlarla. Pero perdió
tiempo y esfuerzo. Probablemente estamos en un caso de muchas ideas
amontonadas. Para aclarar las ideas hubiéramos tenido que redactar dos
oraciones distintas:
La Asamblea Nacional inició la discusión de la ley para el
control de la inseguridad personal. La discusión continuará
la próxima semana.
Algunas veces las palabras unidas pueden ser entendidas en dos sentidos
diferentes:
El asalto bancario
No se sabe si asaltaron al banco o si el banco fue el sujeto activo del asalto.
La misma ambigüedad sucede en muchos casos de unión confusa de
palabras. Si decimos: El homicidio de López, podríamos preguntarnos si
López fue el sujeto pasivo o el activo del homicidio. Si decimos el libro de
Gallegos, queda la duda de si nos referimos al libro escrito por Gallegos o el
libro propiedad de Gallegos. Leí la crítica de Kant, podría ser la obra de Kant
o una crítica sobre la obra de Kant. [178]

4. Asegúrese de que sus pronombres tengan antecedentes


Los pronombres pueden simplificar la redacción. Pero deben ser usados
con discernimiento: el uso descuidado de pronombres puede enturbiar el texto.
En los escritos legales vemos con frecuencia esta imprecisión: tras un
largo párrafo el escritor comienza uno nuevo diciendo: “Esto es verdadero
si...” “De ello se desprende...” y cuando miramos arriba no sabemos a qué se
refiere: si a todo el párrafo anterior o a una afirmación particular dentro del
párrafo. Algunas veces parece que el pronombre se refiere a algo
absolutamente ajeno a lo precedente.
No hay que olvidar, pues, que aunque los hechos que
justifiquen la inasistencia al trabajo no hayan sido
contemplados por el legislador, son los jueces los que en
cada caso se encargarán de calificar si tales hechos
constituyen o no causas justificadas de la referida
inasistencia; pero es el trabajador quien debe probar que el
hecho o los hechos que alega como causales de
justificación
se realizaron y no el patrono.
Esto tiene importancia, para el caso de que como
consecuencia de una inasistencia del trabajador, el patrono
proceda a rescindir unilateralmente el contrato de trabajo...
¿Qué tiene importancia? 1) Que los hechos que justifican la inasistencia al
trabajo no han sido contemplados por el legislador... 2) Que son los jueces los
que califican... 3) Que el trabajador debe probar el hecho... Parece que todo
junto. Si es así, no hay exactamente un error, pero sí una ambigüedad; el lector,
para estar seguro de que entendió el texto, debe hacer el ejercicio de
desmenuzar el párrafo y constatar cuál es el antecedente del pronombre. La
lectura se hace pesada.
Aunque sean gramaticalmente correctos, los pronombres usados sin
necesidad hacen la lectura pesada y dispersan la atención del lector.
El derecho debe estudiarse asiduamente. Ello es
importante porque sólo el continuo estudio crea el criterio
jurídico.
Las oraciones transcritas son gramaticalmente correctas. La primera
oración es el antecedente de “ello”. Pero convertir a “ello” en sustituto de toda
una oración y sujeto de la segunda oración le hace perder definición. Las
mismas oraciones se pueden conectar más eficientemente si se suprimen las
palabras de relleno innecesarias y se sustituyen por un punto y seguido o por
dos puntos.
El derecho debe estudiarse asiduamente: sólo el continuo
estudio crea el criterio jurídico.
El artículo 320 del Código de Procedimiento Civil contiene una oración
larga con un final oscuro:
Casación sobre los hechos. En su sentencia del recurso de
casación, la Corte Suprema de Justicia se pronunciará
sobre las infracciones denunciadas, sin extenderse al fondo
de la controversia, ni al establecimiento ni apreciación de
los hechos que hayan efectuado los tribunales de instancia,
salvo que en el escrito de formalización se haya
denunciado la infracción de una norma jurídica expresa
que regule el establecimiento o valoración de los hechos, o
de las pruebas, o que la parte dispositiva del fallo sea
consecuencia de una suposición falsa por parte del juez,
que atribuyó a instrumentos o actas del expediente
menciones que no contiene, o dio por demostrado un
hecho con pruebas que no aparecen en autos o cuya
inexactitud resulta de actas e instrumentos del expediente
mismo. (Cursivas nuestras)
La oración compuesta larga, con muchos incisos, complica su redacción
y su comprensión. La expresión final “cuya inexactitud” no se sabe si se
refiere al hecho o a las pruebas. [179]
[180 ]
Weihofen trae estos dos ejemplos:
Ha habido insatisfacción con lo que aparece ser una
tendencia de parte del tribunal en no contrariar los
resultados de la investigación del Comité. Esto ha sido
verdad a pesar de que tales resultados se basan en
conclusiones que combinan el derecho con los hechos.
El escritor quería decir que la tendencia es verdadera, que existía, a pesar
de... Pero lo que parece decir es que la insatisfacción es verdadera. Una
manera de evitar la falta de claridad es convertir al pronombre en adjetivo, así:
“Esta tendencia” o “Esta insatisfacción”.
En un libro sobre derecho se arguye así:
Es una lástima que muchas personas, incluso
justificadamente, consideren a los abogados como
“esclavos de la verborrea”. De hecho, éste no debería ser
el caso.
¿Cuál no debería ser “el caso”? Hay varias alternativas: 1) No debería ser
una lástima (¿podría ser algo positivo, quizá?) que los abogados sean esclavos
de la verborrea; 2) los abogados no deberían ser esclavos; 3) que muchas
personas los consideren esclavos. La confusión se deriva del mal uso del
pronombre “éste”.
En un reportaje periodístico se narraban unos acontecimientos relacionados
con un secuestro:
Los plagiarios se llevaron a Nicolás contra su
voluntad hace una semana.
¿Contra la voluntad de quién? ¿De los plagiarios? ¿Del
secuestrado? Pero el reportaje continuó:
Los familiares piden que les den una fe de vida.
Funcionarios policiales investigan los hechos. Ellos
ruegan a Dios por la salud y la devolución de Nicolás.
¿Quiénes ruegan a Dios? Pensamos que los familiares; pero como la
oración está a continuación de la afirmación sobre los funcionarios policiales,
podría ser que los funcionarios policiales, además de investigar el caso, ruegan
a Dios por la devolución de Nicolás.
Obsérvese esta perla con el uso de varios pronombres personales y uno
posesivo:
El demandado asesinó al occiso cuando él pensó que
el otro estaba sacando su revólver para matarlo.
¿Quién pensó que quién iba a matar a quién cuando quién sacó el revólver
de quién?
También vemos un nombre con su adjetivo demostrativo sin referencia
anterior.
*De la decisión del tribunal se puede colegir que la obra
escrita por el autor reclamante podía ser registrada como
obra original. Pero esta esperanza fue rápidamente
desechada.
No se ha mencionado “esta esperanza”.
Un tribunal superior podría citar la decisión de un tribunal de instancia y
decir:
El criterio de la decisión del Tribunal de Primera Instancia
del Estado YY es... Este tribunal piensa que...
No sabemos si “este tribunal” es el superior o el de instancia.

5. Cuidado con los negativos dobles

En castellano es frecuente usar negativos dobles en nuestro lenguaje


cotidiano: “No viste nada.” “No me costó nada.” “La niña no quiere comer
nada”. En esos ejemplos “no hay ninguna duda” (doble negativo) del
significado negativo de las oraciones.
Pero el doble negativo puede tener un significado positivo. En una
ocasión un psicólogo afirmó: "Un niño a quien sus padres agreden y
desprecian no puede no sufrir". Al invitado a la fiesta le preguntan: "¿Con tu
diábetes debes ayunar o comer?" Y el invitado contesta: "No puedo no
comer."
Dependiendo de la redacción, el negativo doble también puede tener un
significado ambiguo:
No negamos que los trabajos inmorales no deberían
recibir protección registral.
La expresión “no negamos” dificulta la comprensión de la oración. Y al
final a uno le queda oscuro si el redactor se abstiene o si afirma.
En ocasiones el doble negativo obstruye la comprensión del texto. El
Artículo 530 de nuestro Código de Comercio dispone:
No se deben intereses sobre intereses mientras que, hecha
liquidación de éstos, no fueren incluidos en un nuevo
contrato como aumento de capital. También se deben
cuando de común acuerdo, o por condenación judicial, se
fija el saldo de cuentas incluyendo en él los intereses
devengados.
En el artículo citado vemos un negativo doble que se convierte en un
trabalenguas por la adición de un “también”. Uno debe leerlo varias veces para
saber qué significa.
¿Cómo se podría redactar este Artículo en forma más clara?
Sólo se puede cobrar intereses sobre intereses en los
supuestos siguientes:
a. Si se liquidan los intereses y se incluyen en un nuevo
contrato como aumento de capital; o
b. Si de común acuerdo, o por condenación judicial, se
fija el saldo de cuentas incluyendo en él los intereses
devengados.
Si al redactar uno piensa que el lector puede dudar sobre el significado
afirmativo, negativo o ambiguo de un doble negativo, es preferible redactar las
oraciones en forma positiva.
6. Distinguir entre conjuntivo y disyuntivo

Si cualquiera de los factores A o B es suficiente para obtener un resultado


legal, es incorrecto decir que la ley requiere A y B. Puesto en esta forma pura
resulta obvio. En la realidad ocurre más veladamente, pero con el resultado
igualmente incorrecto.
En un caso famoso decidido en el Estado de Nueva York, el tribunal
instruyó al jurado que una falsa creencia no excusaría a una mujer acusada de
asesinar a su hijo, “salvo que fuera el resultado de una enfermedad mental que
le impidiera conocer la naturaleza y cualidad del acto y que era injusto.” En la
apelación, el tribunal de alzada sostuvo que el criterio del tribunal inferior era
erróneo, pues debió dejar en claro “que un defecto en la razón que impidiera
conocer o la naturaleza y cualidad del acto o que el acto era injusto excusaría a
una persona de la responsabilidad penal.”
En algunos casos puede ser difícil decidir si usar la conjunción “y” o la
conjunción “o”. Suponga que una ley que afecta a lavanderías y tintorerías
define a una lavandería como “cualquier establecimiento donde se presta el
servicio de lavandería y tintorería”. La palabra “y” indica que ambos servicios
deben prestarse. Si utilizamos la conjunción “o” abarcaríamos a los
establecimientos que prestan uno u otro servicio, pero quedaría la duda si
estamos cubriendo a los establecimientos que prestan conjuntamente ambos
servicios. La vía más segura para cubrir todas las posibilidades es decir:
“cualquier establecimiento donde se preste el servicio de lavandería, o
tintorería o ambos”.
7. Cuidado con “el primero” y “el último”; con “éste” y “aquél”

“El primero” y “el último”, “este” y “aquél” son usados algunas veces
para distinguir entre dos nombres mencionados previamente. Se recomienda
evitarlos, porque obscurecen la redacción.
Las dos fechas significativas son 1498 y 1811, la primera
porque es la fecha del descubrimiento y la última porque
es la fecha de la independencia.
Una redacción más clara sería:
Las dos fechas significativas son 1498, del
descubrimiento, y 1811, de la independencia.
El Artículo 98 del Código de Comercio dispone:
Se prohíbe a los factores y dependientes traficar por su
cuenta y tomar interés en nombre propio o ajeno, en
negociaciones del mismo género del establecimiento en
que sirven, a menos que fueren expresamente autorizados
para ello. En caso de contravención, se aplicarán al
principal las utilidades que produzcan las negociaciones,
quedando las pérdidas por cuenta de aquéllos.
¿Por qué en la primera parte del artículo se llama “establecimiento en que
sirven” y en la segunda “principal”? ¿Será que no son lo mismo? Y si el
empleador es un comerciante persona natural ¿se puede considerar un
“establecimiento”? ¿Cómo determinar quiénes son “aquéllos”? Este artículo,
como muchos otros de nuestra legislación, sufre de falta de claridad y puede
dar origen a problemas de aplicación.
Una solución práctica para evitar el molesto uso de “éste” y “aquél”, “el
primero” y “el último” a lo largo de toda la opinión, es definir al principio las
palabras que se usarán con frecuencia en el texto. Si los conceptos definidos
son pocos, se puede hacer cuando uno usa por primera vez el nombre que se
va a definir, poniendo entre paréntesis las definiciones que se usarán adelante:
Ustedes me han consultado si Inversora Manapiare, C.A.,
una compañía constituida en el Estado Amazonas (en
adelante LA COMPAÑÍA) puede terminar unilateralmente
el contrato de asesoría (EL CONTRATO) celebrado con el
señor Gumersindo Paredes (EL ASESOR) para la
instalación de equipos de computación y entrenamiento
del personal de LA COMPAÑÍA en el uso de los
programas (LOS SERVICIOS).
Si los nombres definidos se utilizan siempre en el resto de la opinión se
obtienen dos ventajas: a) simplificar el escrito y facilitar la lectura; b) asegurar
la precisión, porque no tendremos que ir buscando cada vez una forma u otra
de nombrar los conceptos ya definidos.
En los contratos es cada vez más usado incluir una cláusula al principio
para definir los conceptos básicos. En los contratos complejos es casi una
necesidad hacerlo. Esto ocurre, por ejemplo, en los contratos de obra, en los
que hay varias partes: EL PROPIETARIO (de la parcela), LA
CONSTRUCTORA, LA INVERSORA, LOS COMPRADORES. Pero
también hay varias obligaciones definidas desde el principio: LA OBRA, LA
INVERSION. Y nos encontraremos con LA ENTREGA PROVISIONAL, LA
ENTREGA DEFINITIVA, LA RETENCIÓN (en garantía), y quién sabe
cuántos más. Si definimos bien estos conceptos al principio del contrato, la
redacción de obligaciones complejas se nos hace manejable y precisa; y al
lector le resulta fácilmente comprensible.
8. Cuidado con las fechas, términos y plazos

Una ley en Iowa, Estados Unidos, castigaba actos lascivos cometidos


contra “niños de dieciséis años de edad o menos”. Se presentó un caso de un
hombre que cometió un acto lascivo contra un muchacho de dieciséis años. La
Corte Suprema de Justicia de Iowa sostuvo que no estaba cubierto por la ley.
La edad de dieciséis años se tiene exactamente el día del 16° cumpleaños.
Después de ese día tendrá más de dieciséis años. Si quien redactó la ley
hubiera querido incluir a los que no hayan cumplido diecisiete años ha debido
decirlo así.
Si una cláusula en un contrato colectivo de trabajo se aplica incluso a las
personas de cincuenta años de edad, se podría presentar la duda de si se
incluye quien cumplió cincuenta pero no ha cumplido cincuenta y uno. Lo
mismo podría ocurrir en un contrato de seguro. Sería más claro redactar:
“Menores de cincuenta y un años”, o de cincuenta, dependiendo de lo que se
quiera.
En Venezuela el Artículo 12 del Código Civil establece las reglas para
computar los lapsos. Pero el mismo artículo permite a los particulares al
regular sus “obligaciones y demás actos”.
En consecuencia, los particulares deben tener cuidado al establecer
términos y lapsos. Si, por ejemplo, un contrato de arrendamiento celebrado en
una fecha determinada prevé el comienzo de su vigencia en una fecha
posterior; pero, a su vez, crea la posibilidad de prórrogas sujetas a ciertos
avisos mutuos. En ese supuesto no se debe dejar la expresión ambigua: “El
contrato se prorroga por un año”. Es más claro: “El contrato se prorroga por
un año. En consecuencia, terminará el día 31 de marzo del año XX. En esa
fecha el arrendatario devolverá al arrendador el inmueble arrendado...” Lo
mismo puede ocurrir con un contrato de prestación de servicios o suministro
de productos y
con cualquiera de los llamados de tracto sucesivo.

9. La voz pasiva puede ser ambigua

En el capítulo de Contundencia indicaremos que la voz pasiva es más


débil para expresar ideas que la activa. Pero también puede ser menos clara.
Cuando uno dice que algo fue hecho, en vez de decir que alguien hizo algo,
está quedando oscuro quién lo hizo. Una opinión legal dice:
*...en este caso el copropietario puede desarrollar la
propiedad él mismo, o forzar a otros copropietarios a
unirse a él para arrendarla u operarla. Primero
discutiremos los problemas que surgirían si él decide
desarrollar la propiedad unilateralmente y luego las
circunstancias bajo las cuales se ordena el arrendamiento o
la operación.
Por la redacción no sabemos quién ordena: ¿la ley? ¿un contrato? ¿una
sentencia? ¿el sentido común?
Un contratista demandó el pago de una obra de plomería ejecutada. En el
libelo argumentó que
*el trabajo había sido autorizado porque era del interés
pecuniario inmediato del propietario disponer de agua
para iniciar las operaciones del restaurante.
¿El demandante está alegando que el trabajo fue autorizado por el
demandado?
No se debe saltar sin razón de la voz activa a la pasiva o viceversa.

*El asesor firmó el contrato el El asesor firmó el contrato el dos


dos de marzo y fue enviado a la de marzo y lo envió a la
compañía el mismo día. compañía el mismo día.

Un sindicato solicitó a la empresa le suministrara cierta información


financiera de la empresa. El Presidente de la empresa consultó a su abogado,
quien le escribió una opinión que incluía el siguiente párrafo:
*El sindicato le ha manifestado a usted que la
información requerida es necesaria para administrar el
contrato colectivo existente y para negociar de buena fe.
Para estos fines, ellos necesitan saber sus beneficios
netos el año
pasado, el número de horas trabajadas por cada
trabajador y el pago total a cada uno.
La intención de la segunda frase fue exponer la opinión del sindicato, no
la del abogado. Pero el cliente puede leer la frase literalmente, y pensar que su
abogado le está recomendando exactamente lo que él quiere evitar.

10. La puntuación afecta la claridad


Una escena en el Evangelio narra la visita que hizo María Magdalena al
sepulcro, al tercer día después de la muerte de Jesús. Dice el evangelista que
María encontró al vigilante y no vio el cuerpo de Jesús. Al preguntarle al
vigilante, éste le contestó: “Resucitó. No está aquí.” Quienes objetan la
resurrección de Jesús aducen que en aquella época no se utilizaban signos de
puntuación en los escritos. Por eso, las mismas palabras podrían ser traducidas
así: “¿Resucitó? No. Está aquí.” Es decir, gracias a los signos de puntuación,
usando las mismas palabras podemos decir una cosa o todo lo contrario.
Este problema nos puede pasar a menudo en nuestras redacciones.
Véanse las siguientes oraciones:
Los niños que estaban vestidos de azul entraron a clase.
Los niños, que estaban vestidos de azul, entraron a
clase.
La oración “que estaban vestidos de azul” tiene distinta significación en
uno y otro caso. En la primera oración es un complemento especificativo, es
decir, determina qué niños entraron a clase. Da a entender que había otros
niños, no vestidos de azul, que se quedaron afuera. En la segunda oración
estamos ante un complemento explicativo: todos los niños estaban vestidos de
azul y entraron a clase. Es como si hubiéramos dicho: “Los niños, que por
cierto, estaban vestidos de azul, entraron a clase.” [181] Ahora bien, aclarar el
alcance de estas oraciones toma tiempo y esfuerzo. Y siempre nos quedaremos
dudando si la contraparte o el juez van a coincidir con nuestra interpretación.
Por esta razón es preferible utilizar una redacción que aclare de una vez.
Podría ser:
Sólo entraron a clase los niños vestidos de azul.
Los demás se quedaron afuera.
Todos los niños entraron a clase.
Por cierto, estaban vestidos de
azul.
Dos abogados que ocupaban altas posiciones en el gobierno habían sido
acusados de malversación de fondos públicos. Un político declaró:
Presidente: saque del gobierno a los abogados que están acabando con el
erario.
Como el declarante hizo una pequeña pausa después de abogados, la
afirmación podría entenderse:
Presidente: saque del gobierno a los abogados, que están acabando con el
erario.
La oración con coma hubiera insultado a todos los abogados, pues los
aludía a todos, incluyendo a la mayoría de abogados honestos que trabajaban
para el gobierno. Con seguridad esa no era la intención del declarante, pero la
ambigüedad de la afirmación se prestaba a confusión. La confusión se hubiera
evitado si el declarante hubiera añadido una palabra: “...saque del gobierno a
los dos abogados...”.
El principio lo da Belkys Vethencourt Velasco: “En general, si el
significado de una oración puede cambiar si se altera la puntuación de esa
oración, simplemente rehaga la oración”. [182] El viejo adagio latino dice: “La
redacción es clara cuando no hay que interpretarla”.

11. Una preposición cambia el significado


La autora Hilda Basulto nos alerta sobre la incidencia de pequeñas
preposiciones en el significado de los verbos:
No es lo mismo: Que:

Perder a un amigo (arruinarlo Perder un amigo (quedarse sin


moralmente)

Busco a una persona él) Busco una persona


(determinada)

Debe de venir (supongo que (cualquiera) Debe venir (tiene


vendrá)

que venir)

Trabaja de balde (gratuitamente) Trabaja en balde


(infructuosamente)
Viaja de pie (parado) Viaja a pie (caminando) [183]

Los pequeños matices del castellano de un país a otro e, incluso, de una


región a otra dentro de un país, pueden crear confusiones en el significado
exacto de algunas de estas expresiones. Algunas veces decimos “sentarse en la
mesa” (sobre la mesa) queriendo decir “sentarse a la mesa” (junto a ella). Si
uno tiene duda de que será entendido en un sentido determinado, es
conveniente cambiar la expresión por otra inequívoca.

12. Evite “castigar” al lector con alardes innecesarios de sabiduría


Hablando de las revoluciones contra el régimen constitucional, un escritor
dice:
La legitimidad ética es la justificación del movimiento
revolucionario conforme a un programa antihegemónico (en
sentido gramsciano).
Si el escritor no explica qué es “sentido gramsciano”, el lector que no
conozca a Gramsci ni sepa cuál era su pensamiento se siente ignorante de algo
que tenía que saber (¡¿quién no sabe lo que es el sentido gramsciano?!), u
ofendido por la falta de explicación del concepto usado. Como resultado de su
lectura lector no enriqueció sus conocimientos y el escritor no comunicó
información útil.
Hemos leído esto:
…las Constituciones surgidas de dichos movimientos
fueron el trasunto político - jurídico de los valores de la
Aufklärung, valores cuya validez universal había sido
proclamada por el derecho natural clásico.
Valdría la pena hacer una encuesta para determinar cuántos de los lectores
del texto transcrito saben cuáles son los valores de la Aufklärung.
Esos alardes de sabiduría molestan al lector y además violan el principio
de autocontención.

13. Ejercicios
1. Algunos pronombres hacen las siguientes oraciones pesadas.
Redáctelas sin el pronombre, utilizando métodos para asegurar la fluidez de las
oraciones, o
construyéndolas de nuevo.
a. El Comisario tiene derecho a revisar los libros, los
documentos y la contabilidad de la empresa. Ello se
basa en lo previsto en el artículo...

b. Todos hemos nacido libres e iguales y tenemos los


mismos derechos según la Constitución. Por eso las
leyes no pueden establecer ningún tipo de
discriminación basada en la ideología o el credo de las
personas.

c. A las cuentas de ahorro cuyo saldo a la fecha de cierre


mensual sea superior a quinientos mil bolívares se les
depositará un punto adicional de interés. Esto
incentivará a los titulares a mantener saldos altos.

2. En los siguientes párrafos algunos pronombres y también otras


palabras, como algunos “qué”, hacen la redacción pesada. ¿Se podrían
redactar los párrafos más directa y concisamente, sin tanta palabra ambigua?
Si encuentra palabras, frases u oraciones que no tienen sentido, explique por
qué y suprímalas.
Aprender todo aquello que los escritores han descubierto
con su experiencia para dar mayor eficacia al empleo del
idioma, es una ventaja. Y esto tiene que ser sistemático, si
bien se ve, como el manejo de cualquier herramienta. Lo
que es decir que requiere aprendizaje. Quien quisiera
eximirse de alcanzar así lo que ya está logrado, para
hacerlo tan sólo a fuerza de talento, perdería en tan recio
antojo mucho tiempo que habría dedicado a crear.
Pues bien, esto es lo que pretenden en suma todos cuantos
- y muchos son - protestan de la gramática por fastidiosa
y la condenan por inútil...
Lo que hay es que no sólo se escribe bien mediante el
aprendizaje de la gramática. Como se trata de un arte,
ello requiere también modelos (es decir, imitación) y
experiencia propia (o sea, práctica). Pero todo esto es
gramática, como se ve: arte aplicado y analítico de
escribir
[184]
correctamente.
3. Una persona quiere comprar un fundo, propiedad común de la Sucesión
A, en 25% y de la Señora B, en 75%. En la carta oferta de compra propone:
El comprador desea adquirir el 25% de los derechos que
le corresponden a la Sucesión A sobre el fundo más un
25% de los derechos que corresponden a la Señora B.
En consecuencia, la Sucesión A me dará en venta el 25%
de los derechos y la Señora B un 25% de los mismos.
Posteriormente compraré el otro cincuenta por ciento.
¿Usted detecta alguna ambigüedad en la redacción? ¿Cuáles serían las
consecuencias de la ambigüedad o ambigüedades existentes? Si observa
alguna ambigüedad, redacte de nuevo la oferta en forma inequívoca.
Compare su respuesta con los siguientes comentarios.
La redacción presenta varias ambigüedades:
a. El lector no sabe si el comprador ofrece comprar “la totalidad de
los derechos propiedad de la Sucesión A, montantes al 25% de
la propiedad del fundo” o “el 25% de sus derechos”, es decir, la
cuarta parte de la cuarta parte.

b. La misma duda se presenta en la oferta de compra a la Señora B.


Parecería que le quiere comprar el 25% de sus derechos y no la
totalidad de los mismos.

c. El segundo párrafo complica más la ambigüedad, porque prevé


que la Señora B le venderá “un 25% de los mismos”, y uno se
pregunta si serán los mismos derechos que le vende la Sucesión
A.

d. La última frase complica más el trabalenguas, porque a estas


alturas nadie sabe cuál es el otro cincuenta por ciento.

Una alternativa de redacción sería:


Ofrezco comprarles el fundo en dos partes, así:
a. Primero les compro el cincuenta por ciento (50%)
de la totalidad de los derechos proindiviso de
propiedad sobre el fundo, correspondiendo de
este cincuenta por ciento (50%) la mitad a cada
uno de los vendedores; es decir, la Sucesión A me
vendería la totalidad de los derechos proindiviso
de propiedad que tiene sobre el fundo, montantes
al 25% de la propiedad total del fundo; y la
Señora B me venderá la tercera parte de los
derechos que tiene sobre el fundo, es decir, el
25% de la propiedad total del fundo. Una vez
hecha esta primera compra, quedaremos como
propietarios del fundo la Señora B y yo por partes
iguales.

b. Posteriormente le compraré el restante 50% a


la Señora B.

Ya han sido aclaradas las ambigüedades. Pero ahora queda una


ambigüedad final. No hay oferta de compra sobre el 50% restante, por lo cual
los propietarios podrían aceptar la oferta tal y como estaba redactada y no
convenir en la venta del restante 50%. En consecuencia, el oferente podría
quedar en comunidad con la Señora B. Si la intención del oferente era adquirir
la totalidad de la propiedad, la oferta debió también abarcar el segundo 50%.
4. Redactar de nuevo el Art. 320 del CPC (pag. 205) con oraciones
cortas, con una idea en cada oración. Apoyar la claridad con la puntuación.

14. Cuando uno no quiere ser claro


Ser oscuro o ambiguo intencionalmente puede ser un recurso deseado por
un abogado en situaciones específicas. El abogado puede ser intencionalmente
ambiguo cuando no quiere revelar sus planes o los pasos que dará, o no quiere
comprometerse o definir su acción y prefiere mantener su información e
intenciones prudentemente ocultas, o simplemente insinuar, pero no definir.
Igual sucede a los políticos de todas las épocas y lugares, que nos pueden dar
lecciones en esta materia. A un jefe de personal le pidieron una referencia
sobre la inteligencia de un empleado y dijo: “Es tan inteligente como puede.”
Probablemente Cantinflas es el mejor ejemplo de ambigüedad intencional,
pues se valió de la falta de claridad para lograr muchos de sus chistes, como
cuando dijo: “Perdóneme, eso se debe a mi falta de ignorancia.”
Decía un viejo profesor: “El abogado inexperto es ambiguo cuando
quiere ser claro y claro cuando quiere ser ambiguo.”
Un grupo poderoso negociaba con un accionista minoritario y lo
presionaba para que aceptara un contrato con unas cláusulas redactadas por el
mayoritario e inconvenientes para el minoritario. En el momento de la
negociación el minoritario no tenía posibilidades de presionar por una salida
diferente a la propuesta por el grupo poderoso. El accionista minoritario sabía,
sin embargo, que en el futuro cercano podrían cambiar las circunstancias y que
podría tener más posibilidad de presionar en la negociación. Entonces el
abogado del accionista minoritario sugirió una redacción que fue aceptada por
el grupo poderoso: “En el transcurso de los tres meses siguientes ambas partes
se comprometen a suscribir un contrato inspirado en el texto siguiente:” Y
copiaron la propuesta del grupo poderoso. A los treinta días la situación había
cambiado y negociaron y firmaron un texto “inspirado” en el texto propuesto
por el grupo originalmente poderoso; el texto aprobado y firmado estaba muy
lejos de ser el originalmente propuesto, aunque nadie podía negar que estuviera
inspirado en él. La palabra clave en el documento de compromiso fue
“inspirado”, intencionalmente ambigua, que permitió, en definitiva, la
redacción de un texto diferente.
Principios que guían la redacción ambigua:
A. Una vía para ser ambiguo es seguir el camino opuesto para
ser preciso:
a. Podemos usar palabras generales, que impresionan,
pero no comprometen;

Nuestro propósito es luchar por la justicia y por la


reivindicación de los oprimidos.
b. O podemos indicar acciones generales, sin precisarlas:

Si usted insiste en el incumplimiento de normas de


convivencia, nos veremos obligados a tomar las acciones
pertinentes en beneficio de nuestro cliente.
Esta afirmación no indica en qué consiste el
incumplimiento de las normas de convivencia, ni explica
cuáles serán las acciones a tomar. Parece ser una última
invitación al cumplimiento voluntario, antes de que las
relaciones se amarguen.
c. Podemos utilizar el tiempo condicional para no afirmar
enfáticamente:

El procedimiento seguido por la policía podría ser violatorio


de los derechos humanos
d. Una interrogación es aún menos comprometedora que
sugerir una respuesta, incluso en tiempo condicional:

¿Será que en el procedimiento seguido por la policía se


violaron algunos derechos humanos?
e. La voz pasiva puede ser útil para ser indefinido:

Han circulado ciertos rumores... El arma fue disparada a


corta distancia.
B. El abogado puede elegir entre ser más preciso o más
ambiguo en sus afirmaciones. Supongamos que narra unos hechos:
En el curso del juicio se evidenció cómo los asaltantes
agredieron a la víctima repetidamente, cómo la golpearon
con la culata de sus armas, cómo la patearon una y otra
vez, mientras la víctima yacía en el suelo inerme e
indefensa. También se demostró cómo los testigos
presenciaron cuando el jefe de la banda finalmente golpeó
con una piedra en la cara de la víctima. Al retirarse los
asaltantes, la víctima estaba muerta.
Ahora el abogado tiene que razonar sobre los hechos narrados. Si quiere
ser enfático y acusar, debe usar el tiempo presente:
Esos hombres son asesinos y no se puede alegar que
estaban drogados para exculparlos. Ni se puede argüir que
no se puede determinar qué golpe asesinó a la víctima.
Todos actuaron agavillados y son homicidas.
El abogado podría ser menos directo y usar el tiempo condicional:
El juez debería considerar la persona asesinada como
cuerpo del delito para todos los pistoleros. No cabría la
posibilidad de condenar a algunos y liberar a otros, porque
no se pueda determinar qué golpe le causó la muerte.
Debería sostenerse que todos concurrieron, agavillados, y
actuando conjuntamente dieron muerte a la víctima.
El abogado tiene una tercera alternativa más indirecta y sutil: plantear el
razonamiento como una pregunta, dejando la respuesta en manos del lector.
Esta vía salva al abogado de afirmar directamente algo contra alguien. El
resultado puede ser igualmente devastador.
Si quedó demostrado que los tres asaltantes golpearon con
sus armas y patearon a la víctima que yacía en el suelo
indefensa, ¿se puede considerar que no hay delito de
homicidio aduciendo que no se puede determinar qué
golpe terminó por quitar la vida a la víctima? ¿Es válido el
razonamiento de la defensa, que alega que no hay prueba
del golpe definitivo y, en consecuencia no hay homicidio?
¿Quién, entonces, asesinó a la víctima?
C. Los supuestos mencionados son diferentes al supuesto en
que el abogado en una opinión concluye que la respuesta es
ambigua; en esos casos el redactor debe ser claro diciendo que la
conclusión no es clara:
La legislación ambigua y la jurisprudencia contradictoria
en el caso estudiado nos llevan a pensar que serían inútiles
nuestros esfuerzos para anticipar cuál podría ser una
decisión judicial en este caso. Existen razones en favor y
en contra de ambas posiciones. Veámoslas a
continuación...
En este caso el abogado podría anticipar su opinión personal, pero debe
advertirle al cliente que, por la ambigüedad de la materia, esa opinión no
necesariamente será compartida por el sentenciador. [185]
La ambigüedad puede ser usada por cortesía. En algunos casos debemos
decir “no” a la contraparte, pero también a clientes y amigos. La mayoría de
las veces queremos hacerlo cortésmente para no herir los sentimientos de las
personas, o porque al menos queremos mantener la relación en un nivel
tolerable, o evitar que la tensión precipite un litigio.
Un editor fue poco cuidadoso con un aspirante a publicar una obra: “No
perderé mi tiempo leyendo su manuscrito”. Dicen que Abraham Lincoln era
hábil para aparentar un sí cuando decía no. En una ocasión lo importunaban al
solicitarle una recomendación para un libro que él no quería recomendar.
Finalmente aceptó, y escribió: “Este es justamente el libro apropiado para
aquellas personas que les guste este tipo de libros”.
Cartas o comunicaciones “diplomáticas”
Ocasionalmente tenemos que enviar comunicaciones llamadas
“diplomáticas”. En ellas no queremos ser directos. No vamos a probar nada ni
demostrar que tenemos la razón en algo. Queremos ganarnos la buena
voluntad de una persona extraña para establecer un clima de comunicación
fluida en un asunto delicado. O queremos resolver un problema de mutuo
acuerdo. O aclarar un malentendido de nuestro cliente. O salir de una situación
embarazosa. Pero, al mismo tiempo, no queremos incurrir en adulaciones ni
exageraciones. En estos casos:
a. La voz activa y la primera persona del singular puede sonar muy
directa y chocante en una carta de reclamo:
“Usted no me ha enviado el informe que necesito para...”
“El Sr. González no tiene los detalles a su disposición”,
El plural y la voz pasiva son más difusos e institucionales, evitan el tono
acusatorio y pueden ser más diplomáticos:
“Hasta ahora no hemos recibido el informe que
necesitamos para...”
“Los detalles no están disponibles”.
b. El lenguaje directo puede sonar ofensivo, como si estuviera ordenando.
Las sugerencias y el tiempo condicional es más diplomático. En vez de decir:
“Deberán proceder a...”
Decir:
“Quizá sea oportuno proceder a...”,
c. El uso del “usted” y el “yo” puede sonar muy directo e irrespetuoso. El
nosotros es más institucional. En vez de “Lamento decirle”, usar
“Lamentamos
informarle”.
d. Una oración de preparación o intencionadamente larga, puede suavizar
las afirmaciones duras o las negativas. “No puede imaginarse cuánto nos ha
contrariado este incidente, máxime cuando se trataba de su primera transacción
con nuestro cliente”. O frases de cierre que dejen la puerta abierta: “Le
reiteramos nuestra disposición a continuar conversando sobre este delicado
asunto en el momento que usted desee...”
Un “no” directo puede ser substituido por una circunlocución, para
quitarle fuerza. “Hasta ahora me ha sido imposible encontrar una vía para...”
“En este momento no estamos preparados para...”
A veces la fórmula usada puede sonar estereotipada o insincera. La mejor
solución puede ser explicar en la opinión la causa de la negativa con cierto
detalle, que muestre a la persona nuestro genuino interés en su caso, pero la
justificación del rechazo:
Estimado Señor Díaz:
Hemos estudiado cuidadosamente el expediente suyo en el
Seguro Social, y los recibos que usted nos envió probando
algunos aportes ocasionales que usted efectuó. En nuestra
opinión en su caso no existen suficientes elementos de
prueba que hagan previsiblemente exitosa una reclamación
administrativa o judicial de una pensión de retiro.
En estas circunstancias, pensamos que una buena
recomendación sería continuar trabajando y aportando al
Seguro hasta completar XX aportes que exige la ley para
reclamar la pensión de retiro con el éxito asegurado.
La solución que le recomendamos tomará un tiempo
adicional de trabajo para usted. Pero le ahorrará costos
procesales y le garantizará la pensión de retiro mientras
viva.
Reciba nuestros mejores deseos. Estamos a su orden para
atenderlo en otros asuntos en el futuro.
Atentamente,
El tiempo condicional, llamado pospretérito por Andrés Bello, es menos
dogmático y asertivo que el presente. “Parecería”, “Se podría pensar”, son
expresiones de extremo cuidado. Puede ser que esto sea precisamente lo que
queremos decir en algún momento.
También puede ocurrir que queramos manifestar nuestro desacuerdo con
alguien pero dejar la puerta abierta para futuras negociaciones. O al menos no
precipitar el litigio. Una forma de ayuda es comenzar con algún punto en que
podamos estar de acuerdo, para ir después al punto de desacuerdo. Mientras
más amargo y duro sea el desacuerdo, más razones hay para comenzar con los
puntos de acuerdo. Si se trata de una negociación en que hay varios puntos en
juego, se pueden negociar primero los menos importantes, en los que puede
haber acuerdo. Incluso en casos extremos, se puede manifestar una disposición
a cumplir con todas las obligaciones que se deban según la ley, para mostrar
buena fe y no aparecer frente a la otra persona como testarudos. O, en medio
de la total negativa, podemos dejar una posibilidad de continuar hablando si se
encontraran salidas aceptables.
Unas palabras adicionales de cortesía, no necesarias, muestran a la otra
parte nuestra preocupación por sus asuntos, y hacen menos doloroso el
rechazo. En todos estos casos es importante para el abogado ser cuidadoso
para sonar sincero.
Al redactar la Constitución y leyes programáticas, usualmente se debe ser
general y, por consiguiente, ambiguo. Las normas de carácter general
contienen enunciados de derechos y de principios que deben ser desarrollados
por otras leyes y por reglamentos. En la actualidad, en un mundo dinámico y
rápidamente cambiante, los cuerpos legisladores suelen crear cada vez más
normas generales y dejan amplio margen a la actividad reguladora de los
órganos administrativos y judiciales del Estado. Este principio tiene la ventaja
de flexibilizar y agilizar la creación de normas legales. Pero tiene el riesgo de
crear inseguridad jurídica y cierto grado de arbitrariedad, al dejar en manos de
una sola persona (el Presidente, un Ministro, el Director del Instituto de
Ferrocarriles, el Director de Aduanas, etc.) la creación y modificación
constante de normas jurídicas de carácter general.
Cuando redactan proyectos de leyes y de ordenanzas municipales, los
redactores pueden ser ambiguos intencionalmente. Es usual que la redacción y
aprobación de las leyes sean objeto de negociaciones de varias tendencias
dentro del cuerpo legislador. En ocasiones hay consenso para aprobar un
grupo
de normas, pero hay serias discrepancias en algunos puntos del proyecto de
ley. En estos casos, las partes negociadoras deberán buscar redacciones no
comprometidas con ningún extremo en disputa para que el proyecto pueda ser
sancionado. En esos casos la solución puede ser una redacción general y, en
cierta forma, ambigua.
Puede ser que el legislador no quiera anticiparse a abarcar todos los
supuestos de hecho que preverá una norma. Sino que redacta una frase general
que cubra varios supuestos.
El Artículo 1° de la Ley Sobre Propaganda Comercial (G.O. N° 21503
del 6 de septiembre de 1944) establecía:
Queda prohibida, en cuanto contraríe las disposiciones de
esta Ley, toda propaganda comercial con el fin de
establecer competencia para otros productores o
distribuidores de mercancías o efectos de igual o similar
naturaleza.
Ese artículo estuvo vigente por varias décadas y trajo numerosos
problemas de interpretación. Parecía prohibir toda propaganda comercial que
estableciera competencia. Es decir: toda la propaganda comercial. Pero la frase
entre comas “en cuanto contraríe las disposiciones de esta Ley”, la salvó. La
Ley se refería sólo a sistemas de bonificación al consumidor, con lo cual su
aplicación estaba restringida sólo a los casos de bonificaciones. Es una
redacción bastante general y ambigua. Podría haberse mejorado con una
redacción más directa.
En la negociación de contratos colectivos de trabajo se suelen dar
situaciones en las que se pone en juego la buena relación de las partes
contratantes al discutir algunas cláusulas específicas. Ninguna de las partes
quiere ir a una definición exacta, porque comprometería a todas las personas
que cada una representa. Y si no llegan a un acuerdo, se traba la relación y se
afecta el prestigio de las personas envueltas en el contrato. En esos casos se
suelen encontrar definiciones ambiguas y un poco de principios, y se dejan los
detalles sin resolver, quizá esperando que no provoquen conflictos durante la
aplicación del contrato. Alguna de estas frases ambiguas son: “en casos
justificados”, “si hubiera causa suficiente”, “por razones económicas de
peso”...
VIII. CONTUNDENCIA I. PODER PERSUASIVO
I. Objetivo: convencer
Para convencer a otra persona el abogado debe ilustrarle su mente, de
manera que el lector acepte la verdad que lee. Pero particularmente debe
motivar su voluntad para que por su propia iniciativa y con sus propios medios
el lector haga (o permita hacer) lo que el abogado propone. El objeto de un
escrito contundente es, pues, obtener una decisión voluntaria del lector. Un
cliente podría decir: Qué bien escrita está esta opinión. Pero no la sigue. Los
miembros de una asociación de vecinos podrían decir: Nos parece correcto lo
que dice el abogado en este escrito, pero vamos a actuar de otra manera. Si el
abogado quería provocar una actuación determinada y sólo obtiene una
aceptación intelectual de lo dicho y no una acción concreta, sólo logró una
parte y falló en su intento.
¿Cómo convencer? ¿Por qué el presidente de una compañía, un gerente,
un alcalde, un ingeniero, una asamblea, un concejo municipal o una comunidad
de vecinos se convencen de una idea que un abogado le propone?
Todo lo que hemos dicho hasta ahora influye directamente en la
capacidad de un escrito para convencer. Un escrito redactado con párrafos
coherentes y fluidos, y con oraciones correctamente construidas, y cuyo estilo
es preciso, conciso, sencillo y claro, tiene todas a su favor para convencer al
lector.
En el presente capítulo trataremos algunos aspectos de la redacción
destinados directamente a convencer. Para convencer a una persona influyen
elementos de fondo y de forma, racionales e irracionales, que analizaremos a
continuación. Previamente observaremos la actitud anímica que debe tener la
persona que desea convencer.
Para disponerse a convencer a otro, el escritor debe cumplir con tres
requisitos previos:
a. Estar convencido de la verdad que expone. Este convencimiento es
mayor si al convencimiento intelectual se le añade la fuerza moral, de saber
que se está exponiendo una verdad justa, conveniente o necesaria. [186]
b. Estar convencido de la necesidad imperiosa de convencer al
receptor de la comunicación de la verdad que expone. De que no basta con
que yo sepa que es verdad y que es justo o conveniente lo que sé. Sino que el
conocimiento
del otro y su compromiso con la causa expuesta (o al menos su tolerancia y
permisividad) es indispensable para el éxito de la verdad.
Los esposos Maurice y Katia Kraft fueron unos vulcanólogos franceses
que hicieron en su vida lo que amaron: Estudiar los volcanes in situ. Con todas
las dificultades e incomodidades, desde que estudiaban en la universidad se
dedicaron a visitar volcanes. Con sus expediciones y estudios pudieron
comprobar cómo en algunos casos podían anticipar las erupciones volcánicas y
advertir a los habitantes de los alrededores del volcán que evacuaran la zona
para salvarse.
En una oportunidad les informaron que había movimientos extraños en el
Nevado del Ruiz, un volcán en Colombia, durmiente desde hacía muchos años,
cuya cumbre excedía los cinco mil metros de altura. Inmediatamente se
trasladaron al sitio y vieron su cima cubierta por una inmensa capa de nieve. A
45 kilómetros de distancia, quedaba la población de Armero. Los vulcanólogos
previeron que el volcán estaba a punto de explotar. Y notaron que un
recalentamiento de la cumbre derretiría la nieve y produciría un inmenso
deslave; y que el pueblo de Armero quedaba en la ruta que seguiría el deslave.
Inmediatamente advirtieron a las autoridades locales que evacuaran a la
población hacia una colina cercana, donde estarían a salvo. Las autoridades
subestimaron el consejo y no avisaron a la población. El volcán explotó, la
nieve se derritió y produjo una inmensa avalancha de nieve, agua y tierra que
arrasó todo lo que encontró a su paso, montaña abajo, incluyendo la población
de Armero. Murieron 22.000 personas.
Los Kraft pensaron: “Si los hubiéramos convencido no hubieran muerto
tantas personas. Tenemos que crear un material que convenza a las personas
del peligro de los volcanes.” Dedicaron el resto de sus vidas a crear material
fílmico y revistas de educación al público y a los gobiernos sobre la posibilidad
de detectar anticipadamente las erupciones volcánicas para evitar tragedias
como las de Armero.
c. Ser proactivo. La palabra “proactivo” es un neologismo que se refiere
a la actitud de iniciativa en detectar los campos de acción posibles y diseñar y
llevar a cabo soluciones a los problemas antes de que surjan. Ser proactivo
tiene que ver con anticiparse a los hechos, con detectar los síntomas existentes
en el ambiente, el sentido de la historia y de las circunstancias para crear
soluciones e innovaciones. Más que una conducta particular, ser proactivo se
refiere a la actitud mental y volitiva del profesional ante la vida. Muchas
personas tienen
una actitud pasiva y conformista frente al cosmos, frente al entorno,
incluyendo la realidad social: “las cosas son así y no las puedo cambiar”. O
una actitud indiferente: “Vive y deja vivir”. O una actitud reactiva: sólo actúan
frente a iniciativas de otros. La actitud proactiva toma la iniciativa: “Las cosas
son así porque hubo una causa que las colocó así y que las mantiene así: pero si
se modifican las causas, los efectos pueden cambiar. En mis manos está
cambiarlas”. Esa es la actitud del gerente, del estadista, del líder comunitario,
del líder político. La conciencia de la posibilidad de modificar la realidad es
importante para los que trabajamos con las ciencias humanas, y
particularmente cierto para los abogados. Los abogados creamos y aplicamos
las reglas de juego social, somos los responsables de diseñar y aplicar las
normas de convivencia humana. El abogado asesor tendrá éxito si es proactivo.
Es decir, su profesión tiene varios aspectos: por una parte, es un intelectual, un
estudioso, que debe comprender la norma; pero igualmente es un crítico, un
motor, un gerente social, que debe comprender el porqué de las normas, su
objetivo y justificación, y detectar cuándo las instituciones son injustas, o
cuándo las normas son inoportunas o inconvenientes y cómo deben corregirse.
Y debe saber qué hacer para corregirlas y dar los pasos para corregirlas. Una
alternativa para el trabajo del abogado asesor es conocer este potencial de su
trabajo y disponerse anímicamente para realizarlo. La experiencia diaria del
abogado asesor de la gerencia de una empresa, pública o privada, enseña que
su labor constante es escuchar, ver, entender, dialogar, sugerir, motivar, mover,
empujar, convencer, presionar, corregir, y, en definitiva, hacer que las cosas
pasen.
II. Motivaciones de fondo que mueven a las personas a decidir
1. Motivaciones racionales
1.1. Jurídicas
La consistencia jurídica de lo expuesto. El escrito será más convincente
en la medida en que el razonamiento y las pruebas sean más consistentes desde
el punto de vista jurídico. Esta respuesta es prácticamente de Perogrullo y no
debemos añadir nada aquí. Toda la carrera del abogado se dedica a aprender a
razonar profesionalmente; también a este fin se ha dedicado todo el libro hasta
el presente. Todo lo demás que diremos en adelante es complementario y
presupone la consistencia del razonamiento jurídico. Ahora bien, a pesar de la
importancia del razonamiento jurídico, debemos atender a otras motivaciones
determinantes para la decisión de las personas.
1.2. Extrajurídicas
Una argumentación jurídica consistente sería perfecta y completa si la
aceptación de las personas se guiara sólo por la lógica y la consistencia de los
razonamientos y las pruebas jurídicas. Pero los razonamientos jurídicos son
sólo un componente dentro del conjunto de razones que un cliente tomará en
cuenta para decidir. El abogado asesor debe tomar en cuenta otros
razonamientos lógicos y valederos que mueven al cliente a decidir. La
oportunidad, la conveniencia, la posibilidad real de llevar a cabo una
sugerencia, los costos, la rentabilidad, los riesgos, los valores morales del
cliente... son elementos importantes en la decisión del cliente. Si el abogado
trabaja en equipo con otros profesionales, tendrá que combinar su aporte con el
aporte de otros integrantes del equipo para buscar una respuesta integral. En las
grandes compañías o en los trabajos complejos, el abogado suele trabajar con
ingenieros, administradores, economistas, comerciantes, industriales, publicistas,
médicos, militares, políticos y quién sabe cuántos profesionales más, cuyas
opiniones deben formar parte de la solución. Cada día es más importante
integrar la respuesta legal a la respuesta interdisciplinaria. Por muy lógica y
consistente que sea, una respuesta legal desvinculada de los otros aspectos
racionales de la decisión, será una respuesta inútil: no convencerá. La
conclusión de este principio es: antes de redactar la versión final de su opinión
o escrito, el abogado debe evaluar si el cliente le está pidiendo una opinión
estrictamente legal, desvinculada de otros componentes, o si debe integrar su
opinión a otros determinantes extrajurídicos que motivarán la decisión del
cliente. Los mismos principios se aplican en los escritos dirigidos a otras
personas no clientes, como puede ser la contraparte en una negociación, una
comunidad de vecinos o un órgano de la administración pública.
1.3. Informar objetivamente convence más al lector culto que presionar
abiertamente
Para convencer el escritor debe entender el hilo del pensamiento y de las
emociones del lector y sintonizar con él, de manera que el lector
espontáneamente, por su propia iniciativa y con sus propias ideas, coincida con
lo que lee. El abogado usualmente se relaciona con personas cultas,
profesionales o de negocios, a quienes debe dirigirse con un lenguaje y un tono
adecuados a su cultura. En la medida en que el abogado progresa en su
profesión, el entorno cultural y profesional en el que se desenvuelve va siendo
más exigente. En ese entorno el abogado debe hablar con madurez, buscando
los medios destinados a motivar la aceptación de un interlocutor inteligente y
educado. Las personas de alto nivel académico y gerencial desarrollan lo que
los
psicólogos han llamado un estadio de aprendizaje permanente o aprendizaje
generativo. El aprendizaje generativo es la actitud de la persona
intelectualmente desarrollada de adquirir constantemente nuevos
conocimientos e integrarlos a la propia cultura. Los adultos intelectualmente
desarrollados integran lo recibido a su propia experiencia y conocimientos,
“dirigen su propio aprendizaje y no toleran el aprendizaje pasivo desprovisto
de responsabilidad”. [187] En consecuencia, el abogado debe evitar expresiones
que suenen a órdenes o guías directas; en su lugar es más conveniente dar
información objetiva y precisa de la cual el lector sabrá sacar sus propias
conclusiones. Si en la consulta, por ejemplo, se están evaluando varias
alternativas de acción, se puede indicar: “Si se sigue la alternativa A los costos
serían tales y cuales, pero la tasa impositiva aplicable sería del 30%. La
alternativa B aumentaría ligeramente los costos tales, pero le correspondería
una tasa impositiva del 20%.” Con la información objetiva, el cliente podrá
determinar qué alternativa seguir. Este es el principio rector de las opiniones
legales.
2. Motivaciones no racionales
Una de las afirmaciones más impactantes que he leído sobre las
motivaciones no racionales del pensamiento legal proviene del Presidente de la
Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, el Magistrado Oliver
Wendell Holmes, quien le comentó al Magistrado Douglas:
Al nivel constitucional, donde nosotros trabajamos,
noventa por ciento de cualquier decisión es emocional. La
parte racional de nosotros suple las razones para apoyar
nuestras predilecciones.
El Magistrado Douglas, al oír semejante afirmación pensó, como
probablemente pensamos todos los que leímos una afirmación tan osada, que
lo dicho por el Presidente de la Corte Suprema era exagerado; “pero - afirmó
Douglas - con los años probó ser verdadero.” [188]
Al comenzar su explicación sobre el Common Law, el mismo
Magistrado Holmes afirmó:
La vida del derecho no ha sido la lógica; ha sido la
experiencia. [189]
Esas afirmaciones confirman la tesis de que el componente no lógico es
probablemente mayor en el razonamiento legal de lo que originariamente
quisiéramos pensar. “Incluso fuera de los dominios elevados de la Corte
Suprema, la atracción intuitiva de un argumento es primordial”. [190] Si
aplicamos el principio a nuestra vida privada constataremos que la mayor parte
de las decisiones de nuestra vida ordinaria las tomamos por acumulación de
experiencia vivida, expresada intuitivamente y no por procesos lógicos,
racionales, formales. Recibimos y luego creamos nuestros propios filtros
experienciales que se expresan en los talantes y estilos personales. [191]
“El diablo sabe por diablo, pero más sabe por Freud”, dijo el poeta y
cantautor Facundo Cabral. La psicología ha aprendido mucho sobre las
motivaciones inconscientes y emocionales de la conducta humana. Los
abogados debemos aprovechar lo que nos enseñan los psicólogos para
optimizar nuestro trabajo.
Veamos qué nos dicen la experiencia y la psicología sobre el arte de
convencer:
2.1. Ordenar o indicar abiertamente puede ser contraproducente. En
ocasiones puede ser más efectivo sugerir
En la mayoría de las opiniones legales el abogado debe informar
objetivamente al cliente, como hemos indicado antes en este libro,
particularmente en el punto anterior, numerado 1.3. En ocasiones la función del
abogado es diferente; el abogado estima que debe proponer, convencer, llevar a
la persona a concluir con él y a actuar de determinada forma, a escoger una
alternativa entre varias. En estos casos el abogado actúa como vendedor y
puede aprovechar todo lo aprendido por la psicología para el arte de la
publicidad y las ventas. La ciencia y el arte de vender es la ciencia y el arte de
sugerir. La publicidad es sugerencia, atracción, seducción, tentación.
La psicología ha comprobado una verdad muy simple: la inmensa
mayoría de nuestros criterios y nuestras opiniones, nuestros hábitos y
conductas inveteradas, no la adquirimos por convencimiento lógico y racional,
sino como consecuencia de sugerencias de otras personas. Los primeros en
enseñarnos los principios básicos fueron nuestros padres. Luego aprendimos
cómo pensar y cómo actuar en el entorno familiar, en la escuela primaria, en el
medio social y cultural, a través de los medios de comunicación, hasta
conformar una serie de principios y actitudes que nos parecen naturales pero no
necesariamente son universales. Casi todo lo que hacemos lo hemos aprendido
por imitación y por sugerencia del medio y de la cultura. El razonamiento, si
viene, llega después. La mayoría de las veces, para justificar nuestra propia
conducta.
Nuestras ideas, actitudes y conductas nos dan seguridad, estabilidad,
confianza de vivir en un entorno conocido, coherente y manejable. Cuando nos
viene una idea nueva, instintivamente la integramos en nuestra cosmovisión.
Pero si la contradice tendemos a rechazarla. Así, en el curso de nuestras vidas
hemos ido aceptando la computadora, Internet con sus correos electrónicos, los
teléfonos celulares, los equipos de sonido y video cada vez más complejos e
interactivos.
Tendemos a aceptar las propuestas nuevas como buenas si no tenemos
una idea contraria a la proposición. El arte de vender se aprovecha de este
principio para cerrar el negocio rápido: “Llame ya”, dice la cuña televisiva y el
vendedor astuto nos recomienda comprar el producto que examinamos en
la tienda, “porque es el último que nos queda”. Aunque a los abogados se nos
hace más difícil presionar para la aceptación inmediata de la propuesta, porque
nuestro trabajo está más sujeto a la negociación, es conveniente tener este
principio en mente para sugerir. Este principio es aplicable en la negociación,
en la oferta para contratar, en el trabajo de venta de ideas.
La sugerencia como medio para convencer es el objeto de numerosos
estudios, particularmente en publicidad y ventas. El abogado interesado en este
tema puede consultar los manuales de venta, en los cuales se analizan aspectos
del arte de vender: cómo despertar el interés y crear el deseo en el receptor de
la oferta, cómo estimular los sentidos y los deseos, la imaginación y las
ilusiones, cómo superar sus resistencias, cómo manejar determinado tipo de
receptores, hasta lograr la aceptación de la propuesta. [192]
2.2. El escritor convence más si logra que el lector encuentre que lo
que se le propone se conecta con sus verdades, principios y valores ya
sabidos
Dice Dale Carnegie [193] que al lector inteligente no lo podemos presionar
para que acepte una posición determinada con palabras y frases que puedan ser
recibidas como órdenes o guías de un superior. Todo lo contrario. A la persona
inteligente probablemente se le aplica más literalmente la expresión de Pascal,
que dijo: “Quedamos más fácilmente persuadidos en general, por las razones
que descubrimos de nuestra propia cuenta, que por las que nos vienen
sugeridas de otros”. [194] Esto significa que las personas se convencen más
fácilmente por lo que encuentran como sus propias verdades sabidas de
siempre que por conceptos nuevos que destruyen o cuestionan los principios
tradicionalmente aceptados como verdaderos o correctos. Las personas
particularmente educadas, con una visión de la vida, de los negocios y de
sus actividades, tienen ya criterios
formados sobre qué es bueno y qué es malo, sobre qué les conviene y qué
rechazan, incluso en las actividades relacionadas con la consulta. De manera
que nuestra primera habilidad debe consistir en identificar cómo piensa y
siente nuestro cliente, o el destinatario del escrito, para dirigirnos a él de tal
manera que la información suministrada se integre dentro de su pensamiento y
sus motivaciones y no le resulte chocante o frontalmente contraria a sus
valores, criterios y sentimientos. [195]
En otras palabras, el escritor debe presentar al lector sus postulados como
algo que ya el lector sabe, y que va a confirmar o ampliar con lo propuesto. El
escritor logrará el asentimiento del lector y sobre ese asentimiento podrá seguir
construyendo su argumentación. Dale Carnegie nos aporta varios ejemplos
elocuentes. Uno es tomado de la pluma de Shakespeare en la tragedia Julio
César. Cuando Bruto y sus cómplices asesinaron a César, a Marco Antonio le
es permitido subir a la tribuna del foro romano y pronunciar un discurso frente
al cadáver de César y sus asesinos. Marco Antonio comenzó diciendo: “Bruto
es un varón muy honorable, todos ellos lo son, todos muy honorables...” Y más
adelante dice: “Yo sólo os digo lo que ya sabéis.” Si leemos el discurso
completo, veremos cómo sobre ese principio se ganó la tolerancia y el
asentimiento del público, incluyendo a Bruto y sus cómplices. Marco Antonio
fue inteligentemente volteando la argumentación de manera que el público, al
final, estaba enardecido contra Bruto y sus cómplices, “todos muy
honorables”...
[196]

Otro ejemplo que trae Carnegie es el del Rector Paley, a quien un ateo
retó en público a demostrar que Dios existía. Paley muy tranquilamente sacó su
reloj, lo abrió y mostró al incrédulo todas las piezas y mecanismos internos.
“Si yo le dijera que todas estas piezas y engranajes se pusieron aquí por pura
casualidad, y que funcionan a la perfección sin necesidad de relojero, por su
propia cuenta,
¿qué diría usted? ¿No dudaría de mi inteligencia? Por supuesto que sí. Bueno,
mire usted las estrellas, el universo que tenemos a nuestro alrededor, con qué
perfección camina y se mueve como un mecanismo armónico, días tras día...
etc. El expositor logró el asentimiento de su interlocutor sobre una verdad
incontrovertible que le sirvió de apoyo para demostrar la verdad debatida. Muy
diferente hubiera sido el resultado de la conversación, si la respuesta hubiera
venido del orgullo: “¡¿Cómo se le ocurre a usted negar la existencia de Dios?!”
Tal respuesta hubiera provocado una posición radical por parte del interlocutor
y la conversación no hubiera llegado a nada. [197]
Usualmente los discursos y las exposiciones escritas que más nos gustan
son las que nos dicen algo que forma parte de nuestra carne y nuestra sangre.
Muchas veces aprobamos lo que dice un líder político no por lo novedoso de su
planteamiento, sino porque coincide con lo que siempre hemos pensado
nosotros.
2.3. Convence más lo que se dice con seguridad y convencimiento
El escritor debe transmitir la seguridad de que conoce la materia, de haber
encontrado la verdad y de estar diciendo la verdad. Si, además de la certeza, el
escritor transmite la fuerza del convencimiento moral, de defender una causa
justa, tendrá aún más fuerza expresiva. Según este principio, la verdad no es
sólo la concordancia fría de las palabras entre sí y con la realidad. La persona
convencida de la verdad y de la justicia de su posición, transmite una energía
especial que mueve al lector a aceptar. Los líderes comunitarios, los
comunicadores sociales y los asesores exitosos, transmiten seguridad y verdad
en lo que dicen. Aun cuando la presentación y el estilo no sean perfectos, la
seguridad y convencimiento de la verdad y la justicia de una causa, es la fuerza
básica que ayuda a la comunicación. Recordemos las palabras del filósofo José
Antonio Marina:
...la inteligencia tiene que aprovechar todos los recursos de
la evidencia para... distinguir el espejismo y la realidad,
para no morir de sed en un viaje alucinado por el desierto.
Tiene que verificar sus afirmaciones. Necesita asegurarse,
confirmar - es decir, hacer firme -, corroborar - es decir,
hacer fuerte como un roble -. Esto lo comprendieron muy
bien las lenguas semíticas para las cuales “verdad” se dice
“emvuah”, lo que aguanta, lo que permite construir
encima, lo que no se olvida, la roca. En Occidente hemos
insistido mucho en el aspecto de concordancia con lo real
y hemos olvidado el aspecto energético, de fuerza y
consistencia, que tiene la verdad. La palabra
“satyagrapha”, tan querida por Gandhi, significa “el poder
de la verdad”, la eficacia de lo verdadero, y es una bella
noción. [198]
Este “poder de la verdad” cobra particular fuerza en la defensa del débil
contra el fuerte, en la reparación de la injusticia flagrante cometida contra el
inocente, en la lucha de la sociedad civil contra el gobierno autoritario, en la
protección de los derechos humanos, en la lucha por la libertad. La seguridad
de tener la verdad y la autoridad del apoyo moral dan a la exposición una
energía
especial y una fuerza demoledora.
Por el contrario, la persona insegura, que duda de lo que afirma, aunque
adorne su escrito con artificios y recursos de forma sutiles, transmite
inseguridad y duda. La seguridad o inseguridad del escritor usualmente es
captada, incluso intuitivamente, por el lector, especialmente si es un lector
educado y entrenado.
Evidentemente, siempre se darán excepciones. Jesús los llamaba falsos
profetas, sepulcros blanqueados, pulidos por fuera, carroña por dentro. La
historia cuenta de escritores y oradores excepcionales que se las ingeniaron
para adornar la mentira con apariencia de realidad y lograron engañar por un
tiempo. Hitler es un ejemplo: llegó al poder mediante el voto popular. Cuentan
de un famoso estafador que logró vender la Torre Eiffel y el Big Ben, pero fue
apresado cuando estaba a punto de cerrar el negocio por la Estatua de la
Libertad. La regla general, sin embargo, es que el lector (y el oyente) captan si
el escritor (o el orador) le está mintiendo o diciendo la verdad. Por eso
decíamos al principio del libro que el estilo es el fondo de lo que se dice y
cómo se dice.
El abogado es un diseñador y constructor de la sociedad, es un arquitecto
y un ingeniero social. Su oficio es más que construir argumentaciones
sofisticadas en el sentido griego de la palabra, armazones conceptuales
artificiosas pero insustanciales, falsas. El argumento verdadero es el que sale
del fondo, como agua cristalina, con la energía de lo auténtico, lo sincero y lo
real.
Los grandes líderes, los grandes predicadores, quienes tienen un poder
casi magnético para comunicar, son personas que sacan sus verdades desde el
fondo de su alma, conceptos que han comprendido, digerido y convertido en
parte de su carne y sangre y los comunican con convicción, dejando traslucir
la fuerza interna, como el karateca que transmite una energía superior
proveniente de las profundidades de la persona.
2.4. Si el escrito está llamado a convencer y provocar acciones, puede
ser conveniente incluirle entusiasmo y pasión
En los escritos motivadores el redactor debe enfatizar o insistir en una
alternativa, o sugerir una vía de acción determinada. El abogado debe evaluar
atentamente cuál es el estilo más adecuado en cada caso. Si se trata sólo de
informar, el estilo será sobrio e institucional. Si se trata de convencer para que
el lector adopte una posición concreta, debe ser más enfático. En estos casos, la
convicción que muestre el escritor es factor importante para convencer. En
ocasiones, el escritor deberá poner pasión y entusiasmo en sus palabras y en el
tono, para mover al lector a aceptar sus ideas. Unamuno recordaba que él decía
lo mismo que muchas personas habían dicho antes. Pero que él convencía por
el tono en que las decía. La Rochefoucauld decía: “El hombre más sencillo
persuade mejor que el más elocuente, si aquél está entusiasmado y éste no lo
está” [199]. Imaginemos por un momento un vendedor promoviendo la venta de un
producto en el que no cree. Nadie le compra.
Lo expuesto se resume en esta frase de Bryan: “Es menester algo más que
el simple conocimiento del tema. Es menester vestirlo de vehemencia. Es
menester estar convencido de que sabemos algo que la gente debe
imprescindiblemente conocer”.[200]
2.5. La opinión de la mayoría
Experimentos científicos reiterados demuestran la tendencia de las personas
a seguir la opinión de la mayoría y lo establecido por la autoridad. Las
personas tienden a aceptar y a hacer lo que haga la mayoría y lo que establezca
la autoridad aun en contra de sus propios criterios y preferencias personales.
[201]

2.6. Lo que dice la autoridad


Apoyarse en lo considerado como autoridad por el receptor de la
comunicación fortalece su poder para convencer. Los libros sagrados de las
grandes religiones contienen mucha sabiduría, que va más allá de lo
estrictamente sagrado. Recordemos, por ejemplo, a Moisés, quien libera a su
pueblo después de cuatrocientos años de esclavitud. Moisés dirige a la
muchedumbre y pasa el Mar Rojo; ahora se encuentra en medio de un desierto
interminable de rocas y arena amarillenta, frente a la inmensa multitud de
miles de libertos. ¿Cómo sería la cultura y la organización social de una gente
que había sido esclava por generaciones? ¿Qué bienes de fortuna tendrían los
esclavos que huían para que los soldados del Faraón no los exterminaran?
¿Qué organización, qué instituciones, qué normas comunitarias tendrían? No
tenían una constitución, ni un cuerpo de policía entrenado, ni bomberos, ni
leyes, ni asambleas legislativas, ni jueces, ni calles, ni casas, ni nada. La
organización social de esa multitud de hombres, mujeres, niños y ancianos, con
casi total seguridad, era un caos. ¿A dónde dirigirse? ¿Cómo ordenar ese caos
y crear cierto orden y respeto? Entonces Moisés se retira a meditar al Monte
Sinaí. ¿Y con que vuelve? No vuelve con buenos deseos, ni con la
convocatoria a una constituyente. Viene nada menos que con los
mandamientos de Dios. Con las órdenes entregadas personalmente por el
propio Creador. Independientemente de
la fe que tenga o no tenga el lector, el recurso de Moisés fue magistral. El
propio Dios, creador y señor del cosmos, que se definió como “Soy el que
soy”, le dictó las normas que pondrían orden en el caos social. Y tuvo efecto.
Creó un código de conducta individual y social para su pueblo. Un código que,
tres mil años después, todavía forma parte importante de la cultura de la
humanidad.
Si la mayoría de la población es cristiana, podríamos traer a colación
algunas citas bíblicas. Si fuera musulmana, más bien del Corán. En estos
ejemplos no estamos trayendo a colación las referencias religiosas por razones
religiosas, ni siquiera legales, sino psicológicas. Las citas religiosas, si son
aceptadas como autoridad por los receptores, unen la conducta general a la
autoridad de la cita. Lo mismo sucede con las figuras de los padres de la patria.
Una cita de Simón Bolívar en un país bolivariano, o de José de San Martín en
Argentina, o de Benito Juárez en México, serán de gran apoyo frente al pueblo.
Personalidades respetadas por la mayoría, como Nelson Mandela, o Gandhi, o,
incluso, héroes deportivos como Pelé o los escaladores del Everest, pueden
apoyar efectivamente una propuesta determinada. El abogado deberá evaluar
qué autoridad citar para lograr el apoyo psicológico a su escrito. Usualmente la
cita de jurisprudencia y doctrina, como dijimos antes, tiene un efecto legal
pero, además, da seguridad al escrito. Desde el punto de vista psicológico lo
hace más convincente.
2.7. El tono amable convence más que el enfrentamiento y la pelea
Cuando redacta para convencer, el abogado debe cuidar el tono del escrito
y las expresiones usadas. No es lo mismo decir: “Usted está equivocado al
afirmar que el precio de costo fue XX”, que decir: “Hemos revisado el precio
de costo y comprobamos que era YY”. En vez de decir: “Sus afirmaciones
sobre la responsabilidad de mi cliente son gratuitas, malintencionadas y sin
prueba alguna”, se puede decir: “Mi cliente no debió cumplir esa obligación,
pues no estaba prevista en el contrato.”
El principio práctico es: una palabra amable pacifica las emociones duras,
mientras que las palabras duras provocan rabia. Es más fácil provocar una
pelea que reconstruir una relación tirante. Dice el autor Steven D. Stark,
profesor de redacción legal en la Facultad de Derecho de Harvard:
En mis entrevistas con abogados, muchos han confesado que algunos
de sus momentos más embarazosos en el ejercicio profesional
ocurrieron cuando han enviado a otra persona una carta agresiva en
un momento de rabia; al revisar luego el escrito se arrepienten de
lo
dicho. Siempre me ha sorprendido que los abogados nunca hubieran
imaginado decir verbalmente las cosas que escriben libremente en
una carta. Una vez enviada, la carta puede ser mostrada a un juez,
fotocopiada, o simplemente fijada en una pared... [202]
Cuando se escribe una carta en medio de sentimientos de rabia, por muy
justificados que sean, no se tiene al receptor enfrente. Entonces la carta se
convierte en un medio de desahogo. Conclusión: escribir libremente con rabia
puede servir de catarsis, pero no crea un vehículo de comunicación apropiado.
2.8. La forma de preguntar puede inducir la respuesta
Dale Carnegie nos recuerda que la forma de plantear una pregunta o una
propuesta puede inducir la respuesta. Y trae el ejemplo de la persona que se
está proponiendo dejar el café como parte de su dieta diaria. Si durante el
almuerzo el mesonero le pregunta: “¿No quiere café, verdad?”, al cliente le
será fácil responder “No, gracias.” Pero si el mesonero preguntara: “¿Le
provoca un cafecito?” estaría induciendo la respuesta afirmativa; el cliente, si
se descuida, responderá que sí. Una tercera alternativa envolverá más presión:
“¿Le traigo el café ahora, o después del postre?” El mesonero está asumiendo
que el cliente va a tomar café y sólo pregunta sobre el momento para traerlo.
Para dar una respuesta negativa, el cliente tendrá que hacer un esfuerzo contra
su propia inclinación a tomar café y deberá reformular la pregunta del
mesonero. Es más probable que en este caso la respuesta del cliente sea
afirmativa.
Se cuenta que en la época en que no se habían detectado las
consecuencias nocivas del tabaco para la salud, algunos sacerdotes católicos
adquirieron la costumbre de fumar. Como la costumbre rayaba en vicio en
algunos de ellos, y llegó el momento en que no podían dejar de fumar, incluso
en las horas de oración exigidas por sus reglas, sacerdotes y monjes de varias
denominaciones acudieron al Papa y le preguntaron: ¿Mientras hacemos
oración podemos fumar? La respuesta del Papa fue indefectiblemente la
misma: ¡El momento de la oración no puede ser relajado por algo tan banal
como fumar! Entonces los religiosos comisionaron a un jesuita, orden conocida
por su formación meticulosa para el debate y la elocuencia, para presentar la
ponencia al Papa. El jesuita le preguntó: ¿Mientras un sacerdote fuma puede
orar? Al Papa le pareció maravilloso.
2.9. El escritor debe tomar en cuenta los afectos y los sentimientos
personales del destinatario
Estimular el orgullo de las personas positivamente puede ser un factor
favorable. Un líder de la conservación del medio ambiente estará más inclinado
a aceptar una propuesta que contribuye a mejorar el clima y la naturaleza que
otra que sea indiferente. En el ejemplo citado en el subtítulo “Nunca
subestimar la importancia de un argumento” (Capítulo IV de la segunda parte,
sección 3.) damos un ejemplo concreto de un caso en el que los sentimientos
del juzgador fueron determinantes en la decisión.
IX. CONTUNDENCIA II. EL ESTILO CONVINCENTE
III. Motivaciones de forma. El estilo convincente
Antes de considerar cómo podemos ser convincentes, aclaremos cómo no
serlo.
1. Cómo no ser convincente
1.1. Con medios mecánicos
William Empson, reconocido autor en estilo, enunció el principio básico
de la contundencia: “Una oración bien construida debe ser capaz de llevar
suficiente énfasis en todas sus palabras para mostrar por sí misma su
contundencia.” En consecuencia, la fuerza de una expresión no se logra
simplemente por subrayar una palabra, o ponerla entre comillas, en letra
cursiva, o usando otra forma de estímulo mecánico. Según Empson utilizar
estos recursos es vulgar.
Como se dirige exclusivamente a abogados, Henry Weihofen no concede
excepciones en este punto. El contenido de una opinión legal y su redacción
debe tener suficiente información, claridad y fuerza en su presentación para
convencer.
Thomas S. Kane en su libro sobre escritura para todo público matiza la
afirmación anterior al indicarnos que en publicidad es usual y deseable resaltar
mecánicamente las palabras que queremos enfatizar. Pero añade: “En
composición, sin embargo, estos resaltadores actúan menos efectivamente. Un
escritor experimentado no usa admiraciones o subraya a menudo. Estos
mecanismos rápidamente pierden su valor, revelando que uno no sabe cómo
crear énfasis y por eso grita.” [203]
1.2. Con afirmaciones, adjetivos y adverbios extremos o exagerados
Tales como absolutamente, completamente, perfectamente y otras
afirmaciones extremas dan la impresión más de un énfasis sólo emocional y
subjetivo, que de un maduro convencimiento. Cualquier efecto intensificador
es sólo aparente, rápidamente se desvanece, y deja más bien la impresión de
debilidad que de fortaleza. El lector desarrollado intelectual y emocionalmente,
un alto funcionario, un profesional, un industrial o un comerciante, percibe en
esos resaltadores una presión subjetiva e indebida que no lo convencerá; él sólo
se convencerá y motivará por el fondo de la exposición y por la expresión
serena y mesurada. Voltaire decía que el adjetivo puede ser el enemigo del
nombre.
Un abogado escribió:
*Encuentro el argumento de la opinión terriblemente sin
importancia.
“Terrible” es una pobre palabra para modificar “importancia”. Es peor
para modificar “sin importancia.” ¿Estaba el escritor realmente aterrorizado
por la poca importancia del argumento? Tratando de salvar la frase, podríamos
pensar que un lector sensible podría considerar que el escritor no estaba usando
la palabra “terrible” para mostrar “terror”. Pero, incluso en este caso, el lector
se acostumbrará a entender que el autor no siempre quiere decir lo que de
hecho dice. Y es preferible tratar de construirse la reputación opuesta.
Un alto funcionario del gobierno de Venezuela fue entrevistado por
numerosos periodistas sobre la posición de otro país. El funcionario dijo:
La posición de ese país es profundamente superficial.
En otra oportunidad oímos:
La situación del país es excesivamente normal.
Cuidado con las afirmaciones extremas:
Los tres diputados del partido NN entrevistados afirmaron
que toda la oposición estaba conteste en que todas las
afirmaciones del Ministro eran completamente erradas.
Una afirmación tan extrema hace levantar la sospecha del lector. ¿Los
tres diputados del partido NN realmente afirmaron que toda la oposición
estaba conteste? ¿No hubo ningún disenso? Y ¿será verdad que todas las
afirmaciones del Ministro eran completamente erradas? Si lo declararon así,
¿estarían exagerando? Nos podremos preguntar si los declarantes estaban
siendo “totalmente” exactos en todos sus testimonios.
Los superlativos temerarios y las generalizaciones desmedidas destruyen
la confianza del lector no sólo en el asunto particular exagerado, sino en todo
lo demás que el abogado dice. La exageración proyecta una imagen de poco
balance al apreciar la realidad. Un abogado tiene especial responsabilidad de
ser creíble y confiable. Si tiene la intención de ganar el respeto de los demás,
debe
cuidadosamente ser mesurado y objetivo en sus juicios y afirmaciones. Si peca
de exagerado, se estará mostrando como una persona cuyo juicio no es maduro
y cuya veracidad no es confiable.
Cuando uno piense que el nombre que está usando no es suficientemente
contundente, en vez de intentar intensificarlo mediante un adjetivo, debe
encontrar un nombre más fuerte. Si “accidente” no parece suficientemente
fuerte, no lo debemos llamar “terrible accidente”. Busquemos un sinónimo
más fuerte que “accidente”, tal como “desastre”, “catástrofe”, “calamidad”, o
“tragedia”. Así también:

En vez de decir Decir

Grave error Disparate, aberración, desatino,


chapuza, locura.

Gran malicia Alevosía, odio, malevolencia,


crueldad, vileza, veneno.

Gran dolor Tormento, tortura, agonía.

Gran incorrección Iniquidad, villanía, vergüenza,


perversidad.

Mucha negligencia Inconsciencia, desconsideración,


irresponsabilidad, abandono,
insensatez.

La misma regla se puede aplicar cuando queremos enfatizar un verbo.


Podríamos hacerlo con un adverbio. Si estamos diciendo: “El hombre
maltrataba a su mujer”, y queremos expresar más fuerza, podríamos decir: “El
hombre maltrataba mucho a su mujer”. Es pobre. Mejor enfatizamos con un
verbo más fuerte: “El hombre vejaba a su mujer”, “la apaleaba”, “la ultrajaba”,
“la torturaba”, “la martirizaba”...
1.3. Con falsos enfatizadores
El profesor Weihofen dice que la atención de un lector no se lleva a un
asunto particular si le decimos: “Es importante recordar”, “Queremos
puntualizar”, “Es de notarse”, y otras similares. Entre estos enfatizadores falsos
podemos incluir adjetivos o adverbios como “muy”, “claramente”, o
“ciertamente”. Los adjetivos y los adverbios son partes indispensables de la
oración y pueden darle carácter y color. Ellos son valiosos incluso necesarios
cuando uno quiere caracterizar la naturaleza de las cosas de que uno habla,
pero no cuando uno simplemente quiere intensificar el grado de la afirmación.
Es apropiado referirnos a una “crisis financiera” o a “un problema de
procedimiento”, pero cuando nos encontramos escribiendo acerca de una
“grave crisis” o “un muy importante problema de procedimiento”, es el
momento de empezar a tachar. [204]
Veamos, por ejemplo, el adverbio “muy”.
Cuando nos encontremos usándolo, debemos parar y
preguntarnos si al borrarlo echaremos algo de menos. La
respuesta será casi siempre negativa. Decir que un punto
es “muy claro”, un discurso “muy bueno”, o “muy
convincente”, y sus defectos “muy pocos”, no añade nada
a las mismas afirmaciones sin el “muy”. Al contrario, es
más fuerte decir, “claro”, “convincente”, “bueno” y
“pocos” sin adverbio calificador. [205]
La apreciación subjetiva del adjetivo se vuelve más subjetiva e indefinida
si se le añade un adverbio que la relativiza más: “relativamente importante”,
“más bien peligroso”.
Hasta ahora hemos visto falsos enfatizadores, es decir, palabras que
teóricamente enfatizan, pero realmente no lo logran. Otro grupo de palabras y
frases aparentemente enfatizadoras pueden tener un significado engañoso:
aparentan ser enfatizadores y logran el resultado contrario.
“Muy” puede llegar a decir lo contrario de lo que aparentemente significa.
Si uno oye decir: “el tanque está muy vacío”, piensa que todavía le queda algo
de agua; más agua que si oye decir simplemente: “el tanque está vacío”. [206]
Lo mismo sucede con “bastante”, que dependiendo de su uso puede
significar “no bastante”:
“Las citaciones fueron bastante completas” quiere decir que no fueron
completas. Si hubieran sido completas se hubiera omitido el “bastante”. “El
deudor pagó bastante” indica que aún debe algo. “Las críticas son bastante
infundadas” deja la impresión de que tienen algo de fundamento, más que si
dijéramos “Las críticas son infundadas”. “Estoy bastante satisfecho” dice
menos
que “Estoy satisfecho”.
Otros enfatizadores pueden tener un significado subyacente distinto al
textual:
“Para decirte la verdad” provoca en el oyente o en el lector la pregunta:
“¿Y hasta ahora qué ha dicho?”. “Vamos a ser honestos”, “Para serte franco”
hace dudar si hasta entonces el interlocutor o el escritor lo han sido.
Alguien puede decir: “Fuimos literalmente botados del salón”, cuando no
quiere decir “literalmente”. Sería más cercano a la verdad: “Fuimos
figurativamente botados del salón” o “Debido a la actitud hostil del
funcionario, abandonamos el salón”.
“Yo estoy absolutamente seguro de...”, puede dejar la impresión de que
otros no lo están; y que, por tanto, podrían tener sus razones para no estar tan
seguros. Esa introducción puede transmitir falsa seguridad, o seguridad sólo
emocional, o intuitiva, o sólo parcialmente racional, o puede implicar una
presión irracional en el lector o en el oyente. Si el expositor está seguro de lo
que afirma y quiere que el lector llegue a la misma conclusión, debe darle los
hechos objetivos y las razones que lo llevaron a concluir con seguridad, de
manera de provocar en el lector o el oyente la aceptación espontánea de lo
expuesto.
“La demanda es claramente infundada”, da la impresión de un juicio
subjetivo. Si se dice: “La demanda es infundada” y se dan las razones, la
información transmitida se percibe objetiva.
“La multa está prácticamente anulada”, indica que todavía está vigente.
“Con todo el debido respeto” podría llevar este mensaje subyacente: “Me
estoy conteniendo porque no puedo decirle con la rabia que quiero lo
equivocado que está usted.”
Cuando son expresadas verbalmente, muchas de estas frases van
acompañadas de un tono de voz y unos gestos que apoyan el significado no
verbal velado. El escritor debe tener en cuenta que al leer estos falsos
enfatizadores el lector puede, aun inconscientemente, percibir los sentimientos
e insinuaciones veladas del escritor.
“No hay razón para estar indebidamente alarmados”, es una frase confusa
y sugiere que hay razón para estar algo alarmados. “Una sentencia
condenatoria es impensable”; al decirlo lo está pensando.
“Su actitud no fue demasiado amistosa” quiere decir que fue inamistosa.
“No debemos tomar la amenaza demasiado a la ligera” quiere decir que la
debemos tomar un poco en serio.
Algunas personas sin pensar dicen que una cosa es “incomparablemente
mejor” (o peor) que otra, y entonces proceden a compararla.
Algunas veces hemos oído a un animador de televisión decir: “De verdad
los queremos mucho”, o “de verdad sean bienvenidos”. La expresión “de
verdad” es usada como un aparente enfatizador, pero logra efectos contrarios.
Un simple “te quiero” dicho por una novia a su novio luce sincero y
verdadero. Cuando un amigo recibe a su amigo entrañable de la infancia le
dice: “Bienvenido”. Los enfatizadores artificiales sugieren que se quiere
insistir en lo que no se siente “de verdad”. Lo mismo ocurre cuando el
entrevistador le pregunta a un artista cómo le va en su nueva novela, y el
artista responde: “De verdad estoy muy contento”. En el mejor de los casos se
percibe como un “de verdad” de compromiso, pero no del corazón.
Los comparativos pueden debilitar las afirmaciones sin comparación.
“Luchemos para que nuestra patria sea más libre” es más débil, no más fuerte,
que “Luchemos para que nuestra patria sea libre”. Un grupo de escaladores
está subiendo la montaña. Unos dicen: “Queremos llegar hasta más arriba”.
Otros son más ambiciosos y dicen: “Queremos llegar hasta arriba”.
De todo lo anterior se sigue que ser comedido es más efectivo que ser
exagerado. Cuando tengamos la intención de escribir un calificativo, un
adverbio u otro enfatizador, debemos preguntarnos si sólo estamos añadiendo
consideraciones subjetivas o emocionales a la afirmación. Si es así, debemos
desecharlas, pues el lenguaje del abogado debe ser objetivo y mesurado; el
abogado debe proveer hechos, pruebas e ideas al lector de tal manera que, por
su propia inteligencia, dé la respuesta intelectual, emocional y volitiva que el
abogado espera.
Veuillot dice: “Es preciso escribir con la convicción de que sólo hay dos
palabras en el idioma: el verbo y el sustantivo. Pongámonos en guardia contra
las otras palabras”. Y Gonzalo Martín Vivaldi: “No pondere demasiado. Los
hechos narrados limpiamente convencen más que los elogios y
ponderaciones”.
[207]
Y Stark afirma: “Mientras más calificaciones subjetivas se usa menos se
dice.” [208]
Hemos desechado algunos recursos errados. Ahora veamos algunas vías
efectivas para ganar contundencia.
2. Escoja la palabra o expresión convincente
Todo lo que hemos dicho hasta ahora en “El proceso de redactar” tiene
que ver con escoger la palabra o expresión convincentes. Redactar párrafos
coherentes, escoger la palabra precisa, decir sólo lo que hay que decir, usar
palabras cotidianas, construir oraciones y expresiones claras, son medios que
nos ayudan a comunicar nuestras ideas directa y eficientemente. Ahora
veremos otros recursos de redacción destinados a convencer.
2.1. Use verbos
El verbo es el músculo de la oración. El verbo da acción, vida y fuerza a
la redacción. Si sus verbos son fuertes, sus oraciones serán fuertes; si sus
verbos son débiles, sus oraciones serán débiles.
Ahora bien, ¿cuáles son los verbos débiles y cuáles los verbos fuertes?
Verbos débiles son los que Martín Vivaldi llama “verbos fáciles”, [209] y
Weihofen llama “pequeños verbos incoloros en funciones auxiliares”. [ 2 1 0 ] Entre
ellos enumeran: “Ser”, “Estar”, “Hacer”, “Dar”, “Tener” y “Tomar”. Cuando
el escritor usa los verbos débiles se siente inclinado a usar nombres derivados
de verbos y la oración pierde la vitalidad: “examinar” se convierte en “hacer
un examen”; “actuar” en “tomar acción”; “animar” en “dar ánimo”; y
“aparecer” en “hacer una aparición”. Se debe usar el verbo activo
directamente. Así también,
En vez de decir Decir

Estar en conocimiento de Conocer


Sostener una reunión Reunirse
Es obligante para Obliga
Tomó una decisión Decidió
Hizo un pago Pagó
Dio parte a Informó
Tomó noticia Notó
Puso en orden Ordenó
Es conveniente Conviene
Tiene pensado Piensa
Estos verbos débiles tienen un significado tan amplio que, si nos
descuidamos, los usamos como muletillas. Cuando nos descubramos usándolos
pensemos si podemos sustituirlos por verbos más precisos y significativos.
Para que los verbos cumplan su misión vitalizadora de la redacción se
recomienda lo siguiente:
a. Los verbos transitivos, por recaer en un objeto, son más fuertes
que los intransitivos.

b. “Los verbos que usted quiere usar”, dice Flesch, “son los que
están en la actividad de hacer funcionar las cosas”.

c. Un profesor de estilo legal dijo: “La primera virtud, la piedra de


toque de un estilo vigoroso es el uso del verbo activo y el
nombre concreto”.

d. Otro especialista dijo: “Una excelente regla, especialmente


diseñada para el estilo legal es: voz activa, modo indicativo,
tiempo presente”.

e. La voz activa es normalmente más concisa y convincente que la


pasiva. Gonzalo Martín Vivaldi dice: “El idioma español
prefiere la voz activa”.

En el capítulo Claridad vimos como la voz pasiva puede dejar


incierto al actor (“Este hombre fue asesinado a corta distancia”).
Incluso cuando aparezca el actor, la voz pasiva aleja el foco de
atención de él y lo deja en la sombra:

El examen fue aprobado González aprobó el examen con


por González con la la máxima calificación.
máxima calificación.

f. La voz pasiva puede ser sustituida por un infinitivo, ganando


fuerza:

Una vez que la demanda fue Después de introducir la


introducida, el abogado llamó demanda, el abogado llamó al
al demandado. demandado.
g. Los efectos de la voz pasiva también se encuentran en las
expresiones impersonales: “Se dice”, “Se espera” “Es de notar”.
[211]
A veces se acumulan pasivos e impersonales para producir
expresiones insípidas como las siguientes:

Se esperaba que entre los participantes se creara una


atmósfera favorable.
Se intentaría que el caso fuera llevado al
Tribunal Supremo.
La cuestión que se propone sea discutida.
Si uno ha incurrido en redactar una oración así, debe
reformularla, identificar el autor (no nombrado en dos de los ejemplos
anteriores), y comenzar la oración de nuevo con el autor como sujeto:
Los participantes esperaban crear una atmósfera favorable.
Los demandantes intentarían llevar el caso al Tribunal
Supremo
[212]
Nosotros proponemos discutir la cuestión
2.2. Exprésese en forma afirmativa, no negativa
Afirmar convence más que negar. Negar rechaza algo, pero no propone
nada. Los estudios de motivación humana y la publicidad han comprobado
que el sí tiene más efecto en el oyente que el no. En consecuencia, el abogado
debe evitar usar “no”, excepto para negar o rechazar algo. Incluso ideas
negativas se pueden expresar en forma positiva, con lo que ganan fuerza.

En vez de decir Decir

No recordaron Olvidaron
No tuvieron cuidado Descuidaron
No importante Trivial, insignificante
No muy a menudo Ocasionalmente, raras veces
No relevante Irrelevante
No incluyeron Excluyeron
No manifestaron Ocultaron
No fueron diligentes Fueron negligentes
No cumplieron Incumplieron

Frases negativas también se pueden expresar en positivo:

Este beneficio no se aplica Este beneficio se aplica sólo a


a estudiantes que no hayan estudiantes que hayan aprobado
aprobado tercer año. tercer año.
No queremos un Queremos un administrador
administrador ladrón. honesto.

En ocasiones al abogado no le conviene usar un lenguaje convincente o


positivo, que daría fuerza, sino uno ambiguo o negativo, que reste fuerza o
definición. En ese caso tendrá razón para decir “no legal”, en vez de decir
“ilegal”, o, al contrario, “no ilegal” en vez de “legal”.
2.3. Use palabras concretas y específicas en vez de generales y
abstractas
Una dificultad evidente que tenemos los abogados al escribir es usar
palabras concretas en vez de abstractas. La formación profesional nos habitúa
a referirnos constantemente a conceptos abstractos con palabras generales;
probablemente pensamos que las palabras generales son el medio natural para
expresarse. Pero los que saben de comunicación y psicología nos dicen que las
palabras concretas son más precisas, más claras, se entienden más fácilmente
y, además, son más convincentes.
El profesor Weihofen es definitivo al afirmar:
La ineficiencia de las palabras generales no radica en
alguna incorrección. Lo que ellas dicen es verdad, pero es
también verdad para otra serie de cosas que no nos dicen
nada de mucha ayuda acerca de su materia en particular.
Por eso no hay vida ni fuerza en palabras como grande,
pequeño, lento, rápido, bueno o malo, adecuado,
razonable, suficiente. Otras palabras son vagas
principalmente porque son casi totalmente subjetivas:
interesante, atractivo, inspirador. Las palabras abstractas
son vagas por su amplitud: comprenden tantos supuestos
que no tienen
fronteras precisas: ley, derecho, idea, equidad,
razonabilidad, justicia. Los escritos con palabras tan
amplias y generales son pesados para leer, principalmente
porque tales nombres suelen carecer de color y vida. Ellos
también tienden a buscar compañía con verbos igualmente
descoloridos. Ellos nunca corren, saltan, agarran o rayan;
ellos producen, comprenden, se refieren a. Lo que es peor,
estas palabras exigen más esfuerzo mental del lector, que
debe trasladar las generalidades a proposiciones concretas.
El lector que no invierte todo ese esfuerzo traslativo,
encuentra que sus ojos se están moviendo a través de
palabras que no le impresionan. Las materias que tratan los
abogados son complejas, sin necesidad de que las hagamos
más difíciles de entender envolviéndolas en verborrea
enredada.[213]
El abogado requiere practicar y esforzarse conscientemente para expresar
conceptos abstractos con palabras específicas y concretas. Podemos utilizar
ejemplos, detalles, metáforas y símiles que provoquen vívidas y bien
delimitadas imágenes en la mente del lector. En vez de “medios de
transporte”, podemos hablar de automóviles o camiones y, si queremos ser
más precisos, deberíamos hablar de un Fiat Uno azul. Cuando queramos
describir un bosque, hablar de árboles o, más bien, de apamates y bucares. No
simplemente de un traidor, sino de un Judas.
Gonzalo Martín Vivaldi dice: “Mostrar lo que se quiere decir es más vivo
que explicarlo”. [214]
Argumentando contra la pena de muerte, un abogado citó este ejemplo:
Una niña le preguntó a su papá: Papá, ¿para demostrar que
matar es malo, ustedes matan al que mata?
Herbert Spencer dijo que deberíamos evitar escribir algo así:
*En la medida en que la educación, las costumbres y las
diversiones de una nación sean crueles y bárbaras, las
regulaciones de su código penal deberán ser severas.
En su lugar, recomienda escribir:
En la medida en que los hombres se deleiten en batallas,
invasiones, y combates de gladiadores, serán condenados
al potro, a la horca o fusilados.
Una frase famosa de J. Holmes ilustra este aviso:
*La más rigurosa protección de la libre expresión no
protegerá a un hombre que en falso grite “fuego” en un
teatro lleno y cause pánico.
Veamos dos discursos: el primero, similar a muchos que hemos oído,
redactado con palabras generales; comunican y motivan poco:
Nosotros estamos en contra de la injusticia y marginación
de los seres humanos. Todo ser humano tiene
derecho fundamental al alimento, a la vivienda, al justo
salario, a la recreación, al descanso. Y también a la
educación y desarrollo físico, emocional y espiritual de su
prole. Los más elevados principios de toda religión y de
toda ética, así como también del derecho, imponen sobre
la comunidad el deber ineludible de solucionar las
necesidades pendientes con un gran sector de la
población. Nosotros estamos comprometidos a elevar
nuestra bandera en defensa de estos principios que
consideramos justos y democráticos.
El segundo está escrito con palabras concretas:
Yo he caminado por los barrios. He visto las paredes de
cartón y los techos de lata. He visto los niñitos desnudos y
barrigoncitos correteando por entre las cloacas hediondas.
He visto a una mujer rodeada de hijos tosiendo y
escupiendo sangre, sin tener un jarabe que la calme. He
visto muchachos de dieciocho años con una pistola
quitándole la bolsa del mercado a una anciana. He visto
una muchacha casi niña preñada por un fornicador de
ocasión que nunca conocerá a su hijo. He visto llorar a un
hombre porque no tiene qué llevarle de comer a su familia.
He visto casas desplomarse bajo el torrente de la lluvia.
Yo odio la pobreza.
En la medida en que el abogado escoja redactar con palabras concretas
ganará en elocuencia.
2.4. No califique innecesariamente [215]
Las afirmaciones absolutas y las calificaciones absolutas son muy
efectivas:
Toda revolución concebida con el criterio del Che Guevara
tiene una característica esencial, que podemos deducir sin
necesidad de muchas luces intelectuales: la violencia.
Ninguna sociedad va a permitir ser desmantelada por
extraños sin ofrecer resistencia. Desde la Rusia zarista,
pasando por la China de Mao, la Cuba de Fidel, o los
intentos revolucionarios frustrados en Angola y Bolivia,
todos los movimientos revolucionarios empiezan o
desembocan en la violencia. La violencia es consustancial
a la revolución, incluso en los casos de sociedades muy
deterioradas y corrompidas como la Rusia de 1917 o la
Cuba de Batista. El único intento que conoce la historia de
un movimiento hacia el marxismo sin violencia,
exclusivamente por la vía democrática, fue el chileno de
Salvador Allende, quien terminó derrocado y muerto en un
golpe de fuerza. En consecuencia, uno de los pasos
fundamentales de la revolución es destruir la fuerza
armada formada y entrenada bajo el sistema capitalista que
mantiene y defiende las estructuras existentes. Por eso
Mao creó su ejército campesino y el Che creó toda su
doctrina de la guerra de guerrillas. El principio es muy
simple: Hay que crear un ejército popular revolucionario y
hay que destruir al ejército del sistema.
Desafortunadamente, los hechos y principios que un abogado usualmente
maneja, lo llevan a acostumbrarse a cuidar sus expresiones y matizar sus
afirmaciones con frases como “el presunto,” “supuestamente”, “parece que,”
“aparentemente”, es decir, pocas veces en la práctica puede hacer una
afirmación o calificación absoluta. El abogado, sin embargo, debe cuidarse de
mantener esta costumbre dentro de márgenes razonables. Porque el exceso de
cuidado lo pueden llevar a decir cosas como esta:
Un trabajador había sido despedido hacía dos meses, y el abogado afirma:
Parece que el trabajador ya no continúa trabajando para la
empresa.
Se podría quitar el “parece que”. El excesivo cuidado al afirmar lo que es
o lo que no es le resta vigor a la afirmación.
Fernando Lázaro Carreter nos advierte sobre la expresión “la práctica
totalidad”, como si hubiera una totalidad teórica. [216] Y del uso (más bien
periodístico) del condicional o pospretérito, para suavizar la posibilidad: “El
detenido habría sido torturado”, para indicar que se trata de un rumor o una
presunción. [217] En el habla cotidiana oímos la expresión “Ese problema es
como difícil”, en vez de decir, simplemente, “difícil”.
*Se ha ganado la impresión, sin embargo, de cómo las
cosas no deberían continuar. Esta se refiere a la manera
en las que las organizaciones comunitarias han tenido la
peligrosa tendencia a ver al hombre y sus problemas de
una manera fragmentada, sobre especializada y
celosamente institucionalizada.
El autor de esas líneas no estaba tratando fría e imparcialmente de narrar
hechos. El está abogando por un programa. ¿Por qué, entonces, no pone su
argumento de una manera positiva y convincente? En vez de decir, impersonal
y pasivamente que “se ha ganado la impresión”, debería decirnos de una
manera directa lo que quiere que creamos o hagamos:
Una cosa sabemos, sin embargo: deberíamos dejar de
hacer algunas cosas que actualmente hacemos. Debemos
dejar de ver al hombre y a sus problemas de una manera
fragmentada, sobre especializada y celosamente
institucionalizada.
Las últimas palabras, “de una manera fragmentada, sobre especializada y
celosamente institucionalizada”, deberían también rehacerse para decir más
vívidamente lo que el autor quiere decir. No lo podemos hacer porque las
palabras son tan amorfas, que no podemos traducirlas en algo más específico.
Los estudiantes de derecho pueden dudar de ser positivos, porque piensan
que las circunlocuciones palabreras son más formales y dignas que las
palabras sencillas. Pero la dignidad no exige una verbosidad debilitadora.
2.5. Use figuras literarias
Dice Weihofen: “La forma más viva de mostrar algo es mediante una
figura literaria. Símiles, metáforas y otras figuras son una especie de
taquigrafía
y nos permiten decir más en pocas palabras y decirlo con vitalidad y color”. [218]
Ilustrar una idea abstracta con un símbolo sensorial es un recurso efectivo.
¿Cómo explicar en clase que la distinción entre hechos ilícitos intencionales y
no intencionales viene desde el derecho primitivo? Alguien podría acudir a los
conceptos generales. Un profesor lo explicó así:
Hasta un perro distingue entre un tropezón y una patada.
Cuando el Dr. Ramón Escobar Salom, en una entrevista televisada,
recomienda utilizar “la musculatura de la Constitución”, [219] nos presenta la
Carta Magna como un texto vivo, fuerte, capaz de resolver los problemas que
trataban en la entrevista; pero al mismo tiempo la metáfora nos indica que la
musculatura la mueven los ciudadanos.
El lenguaje figurado es diferente al lenguaje literal. El lenguaje literal
utiliza las palabras en su sentido original para exponer conceptos. El lenguaje
figurado amplía el sentido original de los términos para aplicarlos a objetos
diferentes de aquéllos a los cuales normalmente se aplican, con los cuales el
expositor encuentra una semejanza o analogía. En derecho y en negocios se
usa el lenguaje figurado; hablamos, por ejemplo, de la “ley paraguas”, o de las
industrias “aguas abajo” o “aguas arriba”, o empresas “costa afuera” (“off
shore”).
Las figuras literarias nos muestran objetos visuales, auditivos, táctiles,
para transmitirnos ideas abstractas. Reflejan que el expositor entiende
exactamente el significado de lo expuesto y que es capaz de explicarlo original
y eficientemente. Las figuras literarias vuelven fácil lo difícil, aterrizan
conceptos elevados con palabras concretas que el lector entiende
inmediatamente.
Las figuras literarias, además, proveen en la comunicación escrita el calor
humano y la sal que en la conversación transmite la relación personal directa.
Son agradables de escuchar o leer. Impresionan más al lector que las
afirmaciones genéricas y abstractas.
Además de eximio poeta, político y orador, Andrés Eloy Blanco fue un
dedicado municipalista. Defendió una y otra vez la autonomía municipal como
base de la democracia y del desarrollo de los países. En Temas Municipales se
recopilan artículos y discursos suyos sobre materias municipales jurídicas,
administrativas y políticas. Su lenguaje es ejemplar: preciso, sencillo, claro y
contundente. En el momento oportuno echa mano de su creatividad para
ilustrar lo expuesto con figuras literarias, como en los siguientes ejemplos:
“La municipalidad es una familia de familias anterior a toda
reglamentación.” [220]
Critica la falta de autonomía municipal:
“Los ignorantes en la materia han llegado a creer que nosotros estamos
descubriendo una especie de nuevo ejemplar en la fauna jurídica: la autonomía
municipal”. [221]
Alguien propuso crear un Ministerio de Municipalidades. A. E. Blanco
dijo: Eso sería “decapitar la autonomía municipal”. [222]
Llamó al Distrito Federal (que dependía del Ejecutivo Nacional) “una
morisqueta política”. [223] Mientras Caracas no tenga autonomía municipal, dice,
“seguirá siendo lo que históricamente es: la niña secuestrada de las
constituciones pseudo - federales.” [224] Y “El Concejo era un rebaño de
hombres al servicio de la gobernación.“ [225]
Refiriéndose a la historia del municipio criollo, dice: “El municipio
español vino, pues, más que en las leyes, en la sangre de los conquistadores,
porque el municipio, que es la segunda naturaleza del ente social, es la
sustancia política del español y tenía que ser la esencia de las colectividades
nuevas, que se formaban a base de pequeños núcleos de defensa y de
irradiación”. [226]
“El municipio es esto: un muerto que no ha de morir nunca... Un muerto
como las ordenanzas de presupuesto, que terminan con el año y renacen al día
siguiente...” [227]
El siguiente párrafo está escrito con un bello lenguaje figurado; un símil,
una metáfora, una imagen tras otra, brotan de una mente y un corazón llenos de
amor por la patria; forma parte de su ponencia en el Primer Congreso
Panamericano de Municipios, celebrado en La Habana, del 14 al 19 de agosto
de 1938:
Cuando una ley va a nacer se la siente venir; está
presentida en la necesidad que va a llenar; su primera
condición es la falta que hace. Por ello, el pueblo ama su
ley, la que le sirve a él; la ve salir a la calle y la acompaña
y la regala con su disciplina y la mima con su acatamiento,
porque esa ley se parece a él, él está contenido en ella y
ella en él; ella toma la forma de su pueblo como un guante
la forma de su mano y como un licor la forma de su vaso.
La ley del venezolano
ha de tomar su forma como el agua de los jagüeyes se hace
a la totuma del llanero cansado. De allí que le sobresalte
tanto no verse todo él en el espejo de su principio
codificado. Por eso va a la calle a que le enmienden su Ley
de Orden Público y su Constitución y su Ley del Trabajo,
porque la primera que debe estar dentro de la Ley es la ley.
Y eso lo hace el pueblo en estado genésico de ley infusa y
hecha carne en él y se ofrece a la calle y a la plaza
pidiendo a sus legisladores que le miren y le conozcan...
De allí surgieron leyes sin raíz, hechas con los nervios y
salpicadas de pequeñas angustias... [228]
Mariano de Cavia defiende el uso del lenguaje figurado:
Si se despojara al lenguaje del sentido figurado, ese
altísimo atributo de la humanidad iría reduciéndose a la
expresión primitiva de las bestias. [229]
Las figuras literarias son fáciles de usar; con un poco de imaginación se
simplifica la explicación complicada y se presenta un razonamiento en forma
agradable.
Dos advertencias para asegurar su uso eficiente:
i. La figura debe comparar o identificar objetos que sean comparables o
identificables. El lector las debe comprender inmediatamente, directamente, sin
peligro de desviar la intención del expositor a un punto diferente del deseado.
Ihering usa una figura literaria cuando dice que “la prueba es el precio del
pleito”, al querer indicar que el juez da el triunfo al que ofrece mejor prueba.
Cuando el autor Rafael Bielsa comenta estas palabras de Ihering, aclara: “claro
está que no se trata del valor económico, sino jurídico, de la prueba.” [230]
Deben evitarse las figuras que puedan ser mal interpretadas.
Un profesor dijo una vez: “la libertad de expresión no protegerá a un
hombre de gritar en falso fuego en un teatro”, para indicar que la libertad de
expresión no da derecho a una persona a causar daños a los demás. Pero tal
afirmación podría ser llevada al extremo de justificar la censura, o la
persecución de los opositores al gobierno.
ii. Las figuras literarias no sustituyen al razonamiento. Bielsa opina sobre
los límites del lenguaje figurado:
No debe eludirse con expresiones figuradas la explicación
y el análisis del concepto. Dar rienda suelta a la
imaginación y a los tropos sería inconveniente y peligroso
en la literatura jurídica, y más aún en la ciencia jurídica,
que no admite novelerías, ocurrencias ni frases vivaces
como sustitutivas de nociones precisas. [231]
En resumen, el lenguaje figurado no puede sustituir al razonamiento,
pero impacta al entendimiento y ayuda a la elocuencia.
¿Qué figuras usar? Las figuras literarias más frecuentes y útiles en el
lenguaje expositivo y argumentativo son el símil y la metáfora. Ambas tienen
que ver con comparación de un objeto real con un objeto figurado; difieren en
el grado de relación del objeto real con el comparado, así:
En el símil (o comparación) se compara un objeto abstracto con
uno semejante concreto por lo que tienen en común. “El
proyecto de ley sobre libertad de expresión es como una
mordaza para los ciudadanos”.

En la metáfora se suprime el término de comparación (“es


como”) y se identifican el objeto real con el comparado. “La
ley mordaza será discutida”.

En la imagen, grado extremo del lenguaje figurativo, se


suprime el elemento real y se designa el objeto únicamente con
un término figurado. “Quien se quite la mordaza irá a prisión.”

Símiles. El símil efectivo debe comparar dos objetos llamativamente


diferentes, que causen un ligero shock al lector:
El estado de emergencia es como un arma cargada en
manos de las autoridades para salvaguardar la paz y el
orden público en momentos de crisis.
El cerebro es como un músculo: crece con el uso.
El doctor Luis Loreto dijo:
[232]
Toda causa, como la enfermedad, tiene sus crisis.
Un magistrado de la Corte Suprema de los Estados Unidos se expresó así:
No hay tal cosa como una lograda libertad; como la
electricidad, no puede guardarse en grandes cantidades, y
debe generarse a medida que se usa, o se nos va la luz. [233]
“La comparación debe brotar espontáneamente, sin esfuerzo aparente,
como brota el agua del manantial”, dice Gonzalo Martín Vivaldi. [234] La
comparación debe hacerse directamente, sin decir “como si fuera” o “para
decirlo así” o “si ustedes me permiten”.
Metáforas. La metáfora es más contundente que el símil, porque
identifica el concepto real con el metafórico. El símil es más racional, la
metáfora más intuitiva.
José María Cabodevilla dijo:
El dogmatismo es un terrorismo intelectual.
La habilidad de crear metáforas, decía Aristóteles, es el signo más seguro
de originalidad. Jorge Luis Borges alaba la metáfora “por la precisión que hay
en ellas, por su algebraica forma de correlacionar lejanías”. Es un instrumento
tan útil para el abogado como para cualquier otro escritor.
Abraham Lincoln dijo que el sistema de patentes “añadía el combustible
del interés al fuego del genio”. En nuestro medio podemos decir: “El amparo
es un escudo que protege al ciudadano contra la violación de sus derechos
constitucionales”.
La metáfora puede ir por varias vías. Una de las más comunes son: tomar
la parte por el todo (“la fuerza aérea es el ala del ejército”), la cosa por su uso
(“la pluma es más poderosa que la espada”) o el efecto por la causa (“la batalla
de Waterloo se ganó en los campos de juego de Eton”).
Las metáforas se pueden reducir a una palabra o dos: “La garra de la ley
está en su aplicación”; “la cuesta resbalosa del proceso legal”; alguien dijo que
una ley enredada era “un rompecabezas de detalles”.
Antonio Herrera Vaillant, Presidente de Venamcham, en declaraciones a
Unión Radio, [235] advirtiéndole a los delincuentes sobre la imprescriptibilidad
de los delitos de lesa humanidad y a su perseguibilidad en cualquier país del
mundo, dijo: “Ahora la justicia tiene buena la memoria y el brazo largo.”
Las metáforas se deben usar con mesura. Una figura acertada es mejor
que varias mediocres. Demasiadas imágenes sucesivas podrían deslumbrar al
lector y
cansarlo. Albalat cita la siguiente: “Ella tenía frente de marfil, ojos de zafiro,
cejas y cabellos de ébano, mejillas de rosa, boca de coral, dientes de perla y
cuello de cisne”. No se sabe si se refería a una mujer o a un robot.
Al usar símiles y metáforas debemos prestar atención a su significado
literal. Si el sentido literal falla, podrían crearse figuras risibles o absurdas.
Nuestro mayor cuello de botella.
Al terminar la fiesta, se retiraron los invitados y la casa
quedó como un cementerio.
Descuido en mantener el significado literal también conduce a ridículas
mezclas de metáforas, como la del orador que dijo: “Construimos castillos en
el aire, la burbuja reventó y no nos quedó nada sino cenizas en nuestras
manos”.
Para provocar efecto elocuente las metáforas deben ser originales.
Muchas metáforas que alguna vez fueron originales y en su momento
llamativas, con el uso se desvanecen y pierden impacto. “Abrumado por los
problemas” no inspira imagen de bruma, “luchando con el caso” no impacta
por la idea de lucha. Para producir sentimientos fuertes se necesitan metáforas
fuertes y novedosas.
Imágenes. La imagen es el grado máximo del lenguaje figurado; va más
allá de la metáfora, pues prescinde del objeto real y sólo se refiere al figurado.
Para decir que iban a producirse cambios radicales en un partido político, un
dirigente dijo: “Viene una tormenta que va a arrasar con varios pescaditos”. La
imagen debe entenderse en el contexto y en redacción expositiva y
argumentativa, si no es usada con sumo cuidado, podría acarrear el riesgo de
ser mal interpretada.
El profesor Eduardo Blanco advierte: “Para redactar imágenes se necesita
cierto entrenamiento... Su uso no es recomendado para los escritos que
requieran claridad. Por el contrario, el vigor, la claridad y la energía que puede
aportar la metáfora al lenguaje, hacen de ella un medio de expresión
imprescindible para cualquier comunicador.” [236]
2.6. Cuidado con los clichés y las perogrulladas
Un cliché es una expresión devaluada por el uso. Originalmente los
clichés tuvieron buena acogida pero gustaron tanto que se popularizaron y
perdieron su impacto y su frescura para convertirse en expresiones desvaídas e
insulsas. La persona que usó por primera vez la expresión “hacer el
sacrificio supremo”,
probablemente estaba a punto de entregar su vida por una causa justa. Hoy en
día podemos oír la misma expresión para cualquier decisión insignificante.
Una perogrullada es definida por el diccionario como “verdad o especie que
por notoriamente sabida es necedad o simpleza el decirla”. Una perogrullada es
simplemente una observación aburrida o insípida. Si un cliché tuvo un impacto
original la perogrullada nunca lo tuvo.
El escritor debe cuidarse de escribir clichés y perogrulladas. Algunos son
refranes que pueden tener un valor popular y costumbrista, pero no producen
impacto al lector. Un humorista los llamó “sabiduría de telenovela” o “filosofía
de bodega”. Usar clichés y perogrulladas puede indicar flojera o falta de
profundidad. A continuación se dan algunos ejemplos de clichés:

Ocasión propicia Primero muerto que


Armados hasta los dientes Brillar por su ausencia
Ciego guiando otro ciego Al pan pan y al vino
vino Construir sobre arena Cuestión explosiva
Piedra de tranca Pura y simplemente
Vuelvo y repito Poner todos los huevos en una
canasta
El pináculo de la gloria Mentira blanca
Matar dos pájaros con De primera magnitud
una piedra
Nos asiste la razón Ni una sombra de duda
Incontrovertible hecho No necesita
presentación Desde el fondo de mi corazón Más muertos
que vivos Lejos de mí Asunto de vida o muerte

Hay expresiones comunes sin sentido, ni siquiera en su versión original:


“Ahí torció la puerca el rabo”, “la gata se subió a la batea”, “fresco como una
lechuga”, “feliz como una lombriz”.
Algunos escritores apelan a estos clichés sin pensar lo que están
diciendo. Quieren decir “fresco” y continúan “como una lechuga”, quieren
decir “pompa” y dicen “y circunstancia”. Por hábito traen a la mente la misma
respuesta con el mínimo esfuerzo y sentido. El escritor debe estar alerta para
evitar estos deslices de usar palabras o frases gastadas.
Algunas palabras de moda deslumbran a las personas por hacerles creer
que son el último logro de la ciencia o del pensamiento; pero pueden
convertirse en clichés. El uso excesivo les ha quitado la frescura que en un
principio pudieron tener. En nuestro idioma algunos términos de moda son
castellanos: sustentable, sostenible, negocios ganar - ganar; otros extranjeros:
biofeedback, team work, outsourcing.
Un recurso inteligente es darle un nuevo giro a un viejo dicho, para
renovarlo. Miguel de Unamuno, en su argumentación contra los conformistas
y pusilánimes, dijo:
... Y sólo sintiendo así se siente uno vivir en una creación
continua, y en vez de repetir con el de ¡Vanidad de
vanidades, todo vanidad!, que no hay nada nuevo bajo el
sol, - nihil novum sub sole - sacaremos del ¡Plenitud de
plenitudes y todo plenitud! que “todo es nuevo bajo el sol”
- omnia nova sub sole - y cada momento de una visión,
una visión nueva. [237]
De dos frases hechas creó dos frases renovadas y significativas.
El escritor Wayne Dyer, volteó el viejo “ver para creer”, y acuñó “creer
para ver”, para indicar: “Sólo quien cree en algo tendrá la energía necesaria
para llevarlo a cabo”. Y Andrés Eloy Blanco, insistiendo a sus colegas
concejales que no habían entendido el texto de la ley que discutían, dijo: “No
hay peor ciego que el que no quiere leer”. [238]
2.7. Reiterar para convencer
Una de las vías más obvias de lograr énfasis es repetir una palabra o frase
que uno quiere recalcar. “La repetición”, dijo Sir Walter Raleigh (profesor de
inglés de Oxford, de 1861-1922, no el pirata, 1552-1618), “es el más fuerte
generador de énfasis conocido en el lenguaje.”
Dos premios Nobel recomiendan reiterar. André Gide: “todo está dicho
pero, como nadie atiende, hay que repetir todo cada mañana”. Camilo José
Cela: “La repetición es un arte necesario y una de las claves de la eficacia...”
Hay una reiteración viciosa: la tautología, a la cual hicimos referencia en
el capítulo Concisión. Otra forma chocante de reiterar es decir: “Vuelvo y
repito”, como insinuando que el oyente es terco y no quiere entender.
Reiteración hay en la enseñanza evangélica: “Pedid y se os dará, buscad y
hallaréis, tocad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca
encuentra y al que toca se le abrirá.” (Lc 11, 9)
Abraham Lincoln escribió una carta a Horacio Greeley en 1862,
bosquejando las estrategias que perseguía al conducir la Guerra Civil. En el
curso de la carta dijo:
*Mi objetivo primordial en esta lucha es salvar la Unión, y
no es ni salvar ni destruir la esclavitud. Si pudiera salvar la
Unión sin liberar ningún esclavo, lo haría; si pudiera
salvarla liberando algunos y dejando a otros solos, también
lo haría. Lo que hago por la esclavitud y la raza de color,
lo hago porque creo que ayuda a salvar la Unión; y de lo
que me abstengo, lo que dejo de hacer porque no creo que
ayudaría a salvar la Unión. Haré menos cuando crea que lo
que hago hiere la causa; Y haré más cuando crea que
haciendo más ayudaré a la causa. Trataré de corregir
errores cuando aparezca que son errores, y adoptaré
nuevos puntos de vista tan pronto como aparezcan como
verdaderos.
Ejemplos del uso de la reiteración para lograr énfasis:
Toda democracia requiere de un Poder Ejecutivo que sea
el motor del país. Toda democracia requiere de un Poder
Legislativo que invente soluciones. Toda democracia
requiere de un Poder Judicial que resuelva los conflictos
entre poderes. Pero, sobre todo, la democracia no puede
ser tal si no muestra una prensa libre de ataduras. (José
Antonio Pérez Osuna) [239]
Charles R. Forbes fue a prisión. Albert B. Fall fue a
prisión. El Custodio de la Propiedad Thomas W. Miller
fue a prisión. (Samuel Hopkins Adams)
En la vida puedes hacer dos tipos de sacrificios:
sacrificarte para lograr lo que quieres, o sacrificarte para
vivir sin lo que quieres. (Un inmigrante venezolano en
USA).
Recordamos una reiteración famosa en la poesía de Antonio Machado:
Caminante: son tus huellas
el camino y nada más.
Caminante: no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace
camino, y al volver la
vista atrás se ve la senda
que nunca se ha de
volver a pisar.
Caminante: no hay camino;
sólo estelas en la mar.
Algunos relacionan reiteración con usar varias palabras en vez de una.
Eliminar las palabras innecesarias es una virtud, pero determinar si ciertas
palabras son necesarias puede depender del contexto. Las tres palabras “pero
sólo si” no dicen más que la palabra “si” sola. Sin embargo, “si” es una palabra
muy corta y no lleva énfasis. En una oración donde nos parecería que podría
ser pasada por alto, la podemos subrayar para el lector si usamos “pero sólo
si”. Asimismo, en vez de “pero” podemos usar “sin embargo” para añadir
énfasis, simplemente porque es una palabra más larga.
X. UN TOQUE ARTÍSTICO
1. Motiva mejor lo que se lee con gusto
Al introducir este trabajo dijimos que escribir tiene algo de práctica, algo
de ciencia y algo de arte. Lo indicado hasta ahora nos puede ayudar en las tres
direcciones. A continuación daremos algunas ideas sobre el arte de escribir.
El abogado usualmente no aspira que sus opiniones y sus escritos sean
obras de arte, destinadas especialmente a procurar disfrute espiritual al lector.
Si el lector se entretiene en lo bello de los escritos legales, probablemente se
estará alejando del fin profesional buscado. Sin embargo, un toque artístico
puede justificarse en la medida en que contribuya a mejorar el producto
profesional escrito, esto es, a comunicar y a convencer.
La obra artística transmite algo de magia. Crear una obra artística tiene
que ver con intuir, inspirarse, sintonizar el alma y el corazón del lector y
comunicarle una belleza indefinible. Escribir es como practicar gimnasia,
cocinar o tocar violín. Hay un punto, un toque personal, que diferencian al
maestro del simple ejecutor. Muchas veces ese toque personal es intangible,
pero claramente apreciable.
Dos violinistas interpretan la misma partitura con perfección matemática.
Uno no transmite nada y el otro arranca del público ovaciones delirantes.
“La materia”, dice Ortega y Gasset, “no salva nunca a una obra de arte y
el oro de que está hecho no consagra a la estatua. La obra de arte vive más de
su forma que de su material y debe la gracia esencial que de ella emana a su
estructura, a su organismo”. [240]
A continuación: unas sugerencias de puro arte.

2. Ritmo y métrica
Gonzalo Martín Vivaldi dice que la armonía “es el arte de producir una
sensación agradable por la sonoridad de las palabras y el ritmo de las frases”.
[241]
Para Albalat la armonía radica “en el sentido musical de las palabras y de
las frases y en el arte de combinarlas de un modo agradable para el oído.” Y
también dice: “Que no se diga que los libros están destinados a ser leídos con
los ojos y no escuchados por el oído. Los ojos también oyen los sonidos. Lo
mismo que el músico oye la orquesta al recorrer la partitura, de análogo modo
basta leer una frase para gustar su cadencia.” El buen sonido de las palabras es
la eufonía, definida por el diccionario [242] como “calidad de sonar bien; grata
armonía de los sonidos y de las palabras”.
Aristóteles definió la prosa como la no posesión de métrica ni la
indigencia de ritmo. Isócrates dijo: “Que la prosa no sea totalmente prosa,
porque sería seca; pero tampoco métrica, porque atraería mucho la atención.”
Robert Louis Stevenson dijo, “La prosa debe ser rítmica, pero no métrica”.
El impacto de una oración depende de las palabras usadas para expresar
el pensamiento, pero también del efecto total creado por su arreglo.
Hay ritmo en las últimas palabras de la novela Doña Bárbara:
Llanura venezolana, propicia para el esfuerzo, como lo fue
para la hazaña. Tierra de horizontes abiertos, donde una
raza buena ama, sufre y espera.
El ritmo es una cadencia que acompaña el sentido de la frase, lo aumenta
y lo refuerza. El ritmo puede ser intangible, pues no tiene reglas. La selección
y el orden de las palabras, la distribución de los acentos, la cadencia producida
por la variación del largo de las frases y oraciones y la puntuación adecuada,
contribuyen al ritmo y hacen agradable la lectura. El lector, incluso, puede no
darse cuenta de que la oración tiene ritmo, ni siquiera saber por qué le gusta,
ni qué recursos se utilizaron para lograrlo, pero como suena armónicamente se
lleva la impresión de que está leyendo algo bien dicho.
Las últimas palabras del Padre de la Patria, Simón Bolívar, escritas en su
lecho de muerte en la Quinta de San Pedro Alejandrino, impactan por su
contenido y por la ocasión en que las redactó; pero las inmortalizó su forma:
Colombianos: mis últimos votos son por la felicidad de la
patria. Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y
se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
El suspenso se prepara en la primera oración, hasta el punto. Y se
desarrolla con la oración periódica, que la lleva al clímax en el desenlace final.
La figura literaria de la última frase (bajaré tranquilo al sepulcro) apoya el
efecto dramático, que cierra en una despedida. El ritmo se eleva gradualmente,
apoyando el sentido de las palabras, llega a su máxima expresión en la palabra
“unión”, y luego baja (casualmente con la palabra “bajaré”), en cadencia
rítmica hasta la última palabra.
Con estas ideas sobre ritmo en mente, leamos estas palabras de Antonio
Sánchez de Bustamante:
Los Estados coexisten por necesidad, y por necesidad
tienen reglas a que deben someterse todas las fases de su
coexistencia. No deben fundarlas ni en la cortesía, que es
arbitraria; ni en el interés, que es parcial; ni en la
reciprocidad, que lleva en definitiva al aislamiento. Su
sociedad les impone el derecho, y tiene que ser de orden
jurídico la norma de sus relaciones... [243]
Además del valor jurídico de sus afirmaciones, no podemos negar el
dominio en el uso del idioma; el ritmo de su redacción acompaña cada una de
las afirmaciones. Las construcciones paralelas avivan la expresión.

3. Evite las rimas, la cacofonía y los sonidos chocantes


Las rimas, la cacofonía y los sonidos chocantes nublan la transparencia
de las palabras, es decir, desvían la mente del lector del fondo de la lectura
hacia los sonidos que llamen su atención. En la medida en que interfieran la
atención exclusiva en el fondo de lo escrito, tales sonidos deben evitarse. Esta
interferencia ocurre, por ejemplo, cuando en la misma oración hay varios
sonidos parecidos juntos:
Su comunicación a la Administración lleva la connotación
¿Cuál contracción contractual actual?
Se presume que si consume asume
También interfiere la lectura una rima involuntaria:
La nación debe acabar la corrupción
Las palabras muy parecidas son tan notorias como las que riman:
La Corte sentó el precedente de limitar al Presidente
Son también chocantes al oído palabras repetidas varias veces; palabras
que dan problema son: “en”, “de” y “que”:
La esencia de muchas de las decisiones de la Corte de
Apelaciones de Inquilinato de Caracas en materia de
desalojo
El afirmó que éste era el director que dijo que quería que
fueras
Violenta el ritmo y la comprensión usar la misma palabra equívoca con
varios significados seguidos:
Él ha estado en estado ebrio en el Estado Falcón

4. Aliteración
El diccionario Sopena define aliteración como “la figura que consiste en
emplear, en una cláusula, voces en que se repiten frecuentemente unas mismas
letras.” [244] Modernamente no ha sido muy utilizada por los escritores, pero
algunos sabios oradores y escritores han apelado a ella ocasionalmente con
buenos resultados.
Julio César hizo famosa su frase: “Vini, vidi, vici”. Vine, vi y vencí.
Churchill dijo en inglés: “I have nothing to offer but blood, toil, tears and
sweat”, que ha sido traducida como: “No tengo nada que ofrecer sino sangre,
sudor y lágrimas.”
Albalat dice: “Hay que abstenerse de toda rudeza en el sonido, de todo
tropiezo, de toda disonancia marcada, salvo que, para mantener estos sonidos
o palabras, haya razones de relieve, de originalidad y otros motivos de belleza
literaria.”
Rubén Darío nos habla de “los claros clarines”. Cabrera Infante acuñó
varias: “El cine y el cinismo”, “tanto con los famosos como con los infames”,
“un Estado totalitario y un fracaso total”. [245] Gonzalo Martín Vivaldi trae este
ejemplo de Espronceda:
...Y extático ante ti me atrevo a hablarte. [246]
Un comentarista político dijo:
El Presidente se equivocó; la decisión del Tribunal Supremo
no se ataca: se acata.
Ante las elecciones en que participaba un grupo totalitario, un demócrata
dijo:
Todavía tenemos libertad de elegir para elegir la libertad
La aliteración puede usarse ocasionalmente para efecto mnemotécnico y
para enfatizar una idea. Hay algunas aliteraciones de uso común: “Distinto y
distante”, “de cabo a rabo”, “sano y salvo”. Su uso exagerado es terrible, y
sonaría como “Pablito clavó un clavito.”
SEGUNDA PARTE
ESTRUCTURA DE LA OPINIÓN
JURÍDICA
EXPLICACIÓN NECESARIA
Esta segunda parte tiene por objeto estudiar la estructura y la forma de
una opinión jurídica. Redactar opiniones jurídicas es una tarea importante y
permanente en el ejercicio de la profesión de abogado.
Escoger ese objeto me resultó particularmente atractivo por varias
razones: en primer lugar, por su valor objetivo. Aprender a redactar opiniones
jurídicas tiene que ver con aprender a pensar y a comunicar. Además, tiene
que ver con la teoría jurídica, pero en la misma medida con la gerencia; con el
derecho puro y con la solución de problemas individuales, reales, prácticos, de
empresarios, de hombres y mujeres de negocios, de industriales y
comerciantes y de instituciones de la administración pública. Redactar
opiniones jurídicas es parte del trabajo creador e imaginativo de asesorar, y
puede contribuir a la construcción de una sociedad más justa y organizada.
Como existe poco material escrito en castellano en esta materia, al interés
teórico se añade una necesidad real. Pero, además, había una razón subjetiva:
el entrenamiento específico recibido para redactar opiniones y la experiencia
obtenida en ese campo por más de veinte años de trabajo como asesor de
empresas nacionales y transnacionales. Escribir este trabajo es pasar la
antorcha, compartir lo aprendido.
Redactar opiniones jurídicas es probablemente la forma más frecuente
para un abogado de practicar los principios estudiados en la primera parte: “El
Proceso de Redactar”.
I. OBJETO Y PARTES DE LA OPINIÓN JURÍDICA. LA
PREGUNTA, LOS HECHOS, LA RESPUESTA Y EL
RAZONAMIENTO LEGAL
1. Objeto de la opinión jurídica
Aunque podríamos discutir la diferencia entre las palabras “opinión”,
“dictamen” e “informe”, en este trabajo las usaremos como sinónimas. Y las
entendemos como la respuesta de un abogado a la consulta de un cliente sobre
un punto particular de derecho. Una consulta obedece a una necesidad
específica de un cliente para cuya solución necesita el apoyo de su abogado. El
objetivo final de la opinión es práctico: suministrar al cliente información
jurídica que lo ayudará a mantener el flujo normal de sus operaciones. [247]
Para estudiar la estructura y redacción de la opinión legal es irrelevante
quién la pide: puede ser una entidad administrativa, una empresa pública, una
compañía anónima o un particular. Veamos estos ejemplos: a) la Alcaldía para
la cual el abogado trabaja pregunta qué medios legales puede implementar para
controlar los incendios de vegetación; b) una empresa mercantil desea saber si
puede hacer publicidad comparativa; c) un banco consulta sobre el límite de los
intereses activos; d) una persona natural tiene un problema de evicción con un
terreno que compró y nos pregunta qué hacer; e) un tribunal pide la opinión de
un abogado especialista para decidir. Es irrelevante también si se trata de un
cliente que se dirige a un abogado independiente, o un patrono que solicita una
opinión al abogado miembro de una consultoría jurídica.
Resolver una necesidad precisa de un cliente es, pues, el propósito que
nos va a guiar al redactar una consulta. En esto se diferencia la opinión legal de
otros escritos que un abogado redacta. Cuando redacta una demanda, por
ejemplo, el objetivo del abogado es convencer a un juez de los derechos de su
representado. Si lo que redacta es la contestación de una demanda, se propone
desvirtuar las pretensiones del demandante. En estos escritos procesales está
abogando por alguien; en ellos el abogado no es imparcial, objetivo, sino
persuasivo y motivador. Resalta los argumentos en favor del cliente y desdeña,
minimiza o destruye los argumentos opuestos. Una monografía escrita para una
revista especializada, por el contrario, trata extensivamente un punto específico
de derecho con un enfoque objetivo, expositivo, neutral; si la monografía
considera argumentos en favor o en contra de las posibles posiciones teóricas,
probablemente evalúa ambas posiciones, sin abogar por ninguna. Su
conclusión
es objetiva y académica. Cuando el abogado escribe una opinión está
respondiendo la consulta de un cliente. El cliente quiere saber qué hacer o qué
no hacer y necesita la opinión profesional para decidir. Es decir, una opinión
legal tiene un punto de partida legal; pero no se agota ahí; la opinión es un
medio con un fin práctico específico: apoyar la decisión de un cliente.

2. Partes de la opinión jurídica


Nuestra legislación nada dice en relación con la estructura y el contenido
de las opiniones legales. El abogado, en consecuencia, tiene entera libertad de
redactarlas conforme a su criterio personal. Esa libertad, sin embargo, está
enmarcada por la lógica y el sentido común. Si analizamos la estructura de toda
opinión legal, constatamos que, en esencia, todas las opiniones constan de las
mismas partes, que podemos resumir así:
2.1. La pregunta o consulta del cliente.
2.2. Los hechos relacionados con la consulta.
2.3. La respuesta. Conclusión jurídica y recomendaciones.
2.4. El razonamiento legal.
Al observar las partes de una opinión notamos que hay ciertas semejanzas
y diferencias entre una opinión y una sentencia. En las sentencias y en las
opiniones se analizan unos hechos determinados a la luz del derecho para
determinar sus consecuencias legales. El juez o el abogado consultor, cada uno
en su caso, deben seguir varios pasos: a) determinar el objeto de la demanda o
la pregunta, b) conocer los hechos, y c) hacer el ejercicio intelectual de
relacionar el derecho con los hechos particulares de cada caso. El juez, por su
parte, crea derecho con la sentencia. El abogado consultor, en cambio, debe
anticipar cuáles pueden ser las consecuencias legales de los hechos
relacionados con la consulta e indicar alternativas prácticas de acción para
asegurar la legalidad y el mejor resultado práctico de la acción del cliente.
Hay sentencias de mero derecho al igual que opiniones legales sobre
consultas de mero derecho. En ambos casos el ejercicio intelectual es similar.
La diferencia está en las consecuencias legales de uno y otro trabajo.
La sentencia debe ceñirse a una forma rígida, ordenada por la ley. La
opinión legal no tiene forma predeterminada por la ley, pero debe seguir una
estructura sugerida por la lógica y el sentido común.
En fin, podemos decir que la sentencia es fuente directa de derecho,
mientras que la opinión puede ser ubicada dentro de la doctrina, como fuente
indirecta de derecho. Si el criterio asentado en la opinión es sólido, guiará la
decisión del cliente. Y, además, por su valor moral, profesional y doctrinario
podría ir más allá y orientar las decisiones de la comunidad. Una opinión puede
ser trascendente “no sólo por quien la dice sino por cómo se dice,” afirma el
Dr. Carlos Leáñez Sievert, en las palabras introductorias a 20 años de Doctrina
de la Procuraduría General de la República. Y continuando el préstamo de sus
palabras podríamos decir que una opinión acertada es “menos que una orden”,
pero puede llegar a ser “más que un consejo.” [248]
A continuación recorreremos las partes formales de la opinión y
analizaremos su contenido.
2.1. La pregunta
La pregunta motiva la opinión, es su punto de partida. Por lo tanto, es
indispensable saber exactamente qué quiere el cliente, y asegurar que la
pregunta esté correctamente formulada. De ahí dependerá que todo nuestro
trabajo tenga sentido y valor. Una pregunta formulada deficientemente dará
lugar a una respuesta errónea o deficiente.
A. Primera tarea: precisar la pregunta
El abogado debe estar seguro de que la pregunta contenga el problema
real del cliente, esto es, no debe tener una actitud pasiva de limitarse a
responder la pregunta tal y como le es presentada originalmente por el cliente.
La experiencia nos enseña que en algunas ocasiones los clientes pueden tener
una idea precisa de su problema y nos formulan una pregunta clara y
definitiva. Pero es usual que el cliente no sepa cómo hacer la pregunta, o haga
una pregunta imprecisa o incompleta. Esto sucede porque no conoce
suficientemente el derecho; o porque no conoce todos los problemas legales
envueltos en la pregunta. En consecuencia, el abogado ante la pregunta
siempre debe preguntarse: ¿Cuál es el verdadero objeto de la consulta?
Una vez un paciente acudió a un médico y le pidió que le pusiera una
curita en una pequeña herida que tenía en el brazo. Cuando el médico lo
examinó se dio cuenta que el paciente tenía cáncer en la piel. Si el médico
hubiera hecho caso al paciente sin revisar la solicitud original, no hubiera
solucionado el problema verdadero de su cliente. Este ejemplo es verdadero y
nos ilustra cómo debe actuar el profesional.
Algunas veces nos pasa como con el paciente de la curita. El gerente de
recursos humanos de una industria llama al abogado para consultarle cómo
liquidar al motorizado que tenía cuatro meses trabajando para la compañía.
Cuando el abogado se entrevista con el cliente para ver los pormenores de la
liquidación, detecta que el motorizado trabajaba en realidad para un
“camionero contratista independiente” que transportaba productos de la
compañía desde la fábrica a comercios ubicados en todo el país. En esa misma
situación había unos veinte camioneros llamados “independientes”, cuya
relación con la compañía era en realidad laboral. Los gerentes de la compañía
ignoraban esto y no pagaban a los “camioneros independientes” ningún
beneficio establecido en la ley. En ese caso, el deber del abogado es precisar el
alcance de la consulta. La liquidación del motorizado era un problema casi
irrelevante. El problema de fondo, como en el caso de la curita, era la relación
laboral con todos los transportistas de la empresa. El cliente apreciará que su
abogado haya detectado y resuelto los problemas mayores, potencialmente
explosivos, desconocidos para el cliente.
En una oportunidad una compañía de ingenieros constructores llamó a un
abogado para consultarle qué hacer con un comprador de una casa que no
pagaba puntualmente. Al leer el contrato de compromiso de compraventa, el
abogado detectó que todos los contratos similares contenían cláusulas que
perjudicaban notablemente a la constructora. La compañía tenía 150 casas en
venta y en caso de aplicar el modelo de contrato consultado podría ser llevada
a la quiebra. El abogado debió asesorar a su cliente en el problema más
importante de la redacción de todos los contratos.
A menudo sucede que el cliente llama al abogado por un problema y en la
entrevista el abogado detecta que hay cinco o seis problemas más. Por ejemplo,
un cliente llama para consultar sobre una cláusula del contrato de distribución
de mercancías que encuentra incómoda o problemática. Cuando el abogado se
entrevista con el cliente, se da cuenta que no pagan impuestos, no tienen
patente de industria y comercio y, además, violan las normas de seguridad
industrial. El abogado debe advertir esto al cliente.
Otras veces el cliente sí conoce el verdadero problema, pero no sabe
consultarlo con precisión. Nos pregunta cuánto tiene que pagar de impuesto
sobre la renta al vender una casa. Ese sí es su problema, porque está vendiendo
su casa. Pero nosotros no podemos limitarnos a responderle entregándole la
tarifa. Debemos precisar si la casa es su vivienda. Si la tiene declarada como
vivienda principal, si él es mayor de setenta años..., etc. Con esto estaremos
precisando el alcance de la pregunta.
En todos los casos anteriores, el abogado debió modificar la pregunta
inicial del cliente para poder resolverle su problema real. El abogado debe
tener una actitud inquisitiva, creativa, atenta ante la pregunta inicial del cliente.
Debe hacerse la pregunta: ¿Cuál es el verdadero problema de mi cliente? El me
está llamando por el problema A. Pero, ¿es realmente A su problema? Incluso,
siendo A el problema, ¿es como él lo plantea? ¿O hay otros problemas que él
no conoce? ¿Cuál es el verdadero alcance de la pregunta?
B. Al precisar la pregunta, el abogado debe determinar el tipo de
respuesta que espera el cliente
Del conocimiento de la pregunta, el abogado también deberá saber qué
tipo de respuesta pide y necesita el cliente. Si espera una respuesta general y
amplia, sin muchos detalles (que podrán ser objeto de una consulta posterior),
o una respuesta minuciosa, que agote el tema. O una respuesta intermedia, que
detalle los aspectos de derecho sustantivo, pero no precise la información de
derecho adjetivo.
El propósito y el alcance de la consulta varían en cada caso.
El cliente quiere sólo una primera información general como
punto de partida para futuras decisiones. Por ejemplo, un
ingeniero propietario de una pequeña compañía constructora nos
pregunta qué porcentaje aproximado sobre el salario se debe
reservar en la contabilidad de la empresa para pagos adicionales
del personal.

En este caso el cliente sólo quiere una primera información general. En la


respuesta no será necesario, por tanto, analizar la base constitucional de los
beneficios de los trabajadores, ni su naturaleza legal, ni investigar todo el
procedimiento si hubiera reclamos, ni los recursos del patrono. El cliente está
esperando una respuesta más o menos por este estilo:
Antonio: La ley exige a los patronos pagar vacaciones,
utilidades y otros beneficios a cada trabajador cualquiera
que sea su empleo. Por regla general, el monto de estos
pagos asciende al XX % del monto del salario anual. Los
trabajadores de la constructora, además, están amparados
por el contrato colectivo de la construcción, que tiene otros
beneficios. En general, estos beneficios ascienden al YY
% de lo pagado anualmente por salario. Si quieres,
podríamos hablar más en detalle sobre el asunto. Saludos,
Un cliente quiere conocer varias alternativas de acción para
evaluarlas después en detalle. Ejemplo: un potencial inversionista
extranjero quiere una información inicial sobre las zonas del país
en donde podría instalar una planta ensambladora de vehículos. En
este caso bastará con informarle las zonas en donde podrá instalar
la planta con una indicación general sobre las ventajas y
desventajas de cada una. Probablemente el cliente completará
nuestra información con opiniones de ingenieros, economistas,
administradores, analistas financieros y otros profesionales antes
de pedir más detalles legales.

Un cliente quiere que agotemos la información sobre una materia.


Una vez un laboratorio extranjero que exportaba productos a
Venezuela quería conocer todas las normas legales que de alguna
manera influyeran en la información que debía imprimir en las
etiquetas de los productos cosméticos.

El cliente quiere la recomendación de una vía a seguir. ¿Existe


una forma de contratar algunos servicios para la empresa mediante
contratos mercantiles y no laborales? ¿Cómo lo debería hacer?

El cliente quiere una información precisa y puntual: ¿Cuál es el


máximo interés que puedo cobrar en préstamos? ¿Puedo cobrar
otras cantidades? ¿Cuánto?

La consulta es un punto de mero derecho: El Alcalde de su ciudad


quiere saber de quién es la competencia para prevenir los
incendios de vegetación en los parques: del Ministerio del
Ambiente, del Instituto de Parques, de la Gobernación, del
Alcalde, o el Concejo Municipal. Cualquiera que sea la respuesta,
quieren saber si él puede hacer algo por prevenir y ayudar a
controlar los incendios en los parques de la ciudad.

El propósito de la consulta determinará cómo debe ser escrita, cuán


extensa deba ser, cuán detallada, qué profunda y minuciosa deberá ser la
investigación y qué tan técnica deberá ser.
C. Atención a las finalidades secundarias de la consulta
Al hacer una consulta, el cliente puede buscar varios propósitos. El objeto
directo y natural es el enunciado en la pregunta: resolver un problema
particular de derecho: ¿Puedo lograr alguna reducción en el impuesto sobre la
renta por tales gastos? ¿Existirá alguna responsabilidad civil si dejo de pintar la
pared de la fachada de la tienda en el centro comercial? ¿Puedo reclamar el
pago del seguro en este caso?
Simultáneamente, el cliente puede buscar otros propósitos, que Weihofen
llama secundarios. [249] El cliente puede querer utilizar la opinión como apoyo
en su negociación o en una disputa con una contraparte, que podría ser un
competidor comercial, un sindicato o una oficina del gobierno. Puede quererla
utilizar en sus relaciones con la Junta Directiva o en la Asamblea de
Accionistas. Puede quererla para apoyar su posición en una declaración de
prensa. En una gran empresa la opinión del departamento legal puede ser
requerida para guiar o proteger al Presidente o al Gerente que debe tomar una
decisión. Cómo debe escribirse la opinión en gran medida depende del
propósito para el que se solicita.
D. ¿Debemos siempre dar una respuesta escrita?
Una vez entendida la pregunta, una de las primeras cuestiones que
debemos considerar es si realmente debemos dar una opinión escrita al cliente.
Supongamos que la pregunta es si cierta práctica comercial de nuestro cliente
viola alguna ley, como por ejemplo, la Ley de Impuesto Sobre la Renta, la
Ordenanza de Impuesto sobre Inmuebles Urbanos, el Contrato Colectivo de
Trabajo suscrito con el sindicato, la Ley de Protección al Consumidor y al
Usuario, la Ley Antimonopolios, o cualquier otra que lo afecte. Nuestro
criterio puede ser que alguna acción del cliente efectivamente viola alguna ley.
Y que de esa violación se deriven serias sanciones o consecuencias legales para
nuestro cliente. Si en la opinión legal se exponen francamente todas las
debilidades del cliente, estaremos corriendo el riesgo de que la opinión pudiera
caer en manos de alguien que la utilizara contra el cliente. Podría, por ejemplo,
ser usada en un juicio por la parte interesada en perjudicar al cliente. Este
riesgo debe ser sopesado por el abogado contra la conveniencia de tener una
constancia escrita de haber prevenido al cliente.
E. Ubicación de la pregunta
La pregunta definitivamente establecida se debe colocar al comienzo de la
opinión. Esta es una verdad evidente. Si vamos a contestar una pregunta
debemos empezar por indicar cuál es la pregunta. Indicar claramente la
pregunta objeto de la consulta, cumple con dos fines:
a. Para el cliente. Él sabrá exactamente qué pregunta está
contestando el abogado. Determinará si, desde su punto de vista,
el abogado supo precisar y comprender el problema con
exactitud. Si el cliente está de acuerdo con el enunciado de la
pregunta, podrá seguir leyendo seguro de ir por buen camino: la
opinión responde a mi necesidad concreta. Si, por el contrario,
no entiende la pregunta o encuentra que la pregunta no refleja
exactamente su problema, volverá al abogado para precisarla.

b. Para el abogado, pues determina el objeto y alcance de su


opinión y, en consecuencia, limita su responsabilidad
profesional. No se le podrá exigir responsabilidad profesional
sobre puntos ajenos al objeto de la consulta. El abogado debe
tener presente que está cobrando al cliente por un trabajo; en
consecuencia, debe ser ético en su relación con el cliente. Por
una parte, debe advertirle al cliente los problemas legales que
detecte más allá de la consulta originaria. Pero, al mismo tiempo,
debe ser cuidadoso en no excederse haciendo trabajos no
solicitados, en los cuales el cliente perciba una ambición
irregular del abogado. Por eso el abogado debe limitarse en
definitiva a responder la consulta del cliente y no incurrir en
“ultrapetitas”, que posteriormente serán cobradas sin la
aprobación del cliente. La claridad en el alcance de la consulta
tiene una función preventiva: evita fricciones innecesarias y
asegura una relación armónica con el cliente.

F. Forma de enunciar la pregunta


La pregunta se debe poner al principio de la opinión. La forma de iniciar
la opinión es variable. Dependerá de la persona a quien se envíe, de la
importancia de la materia, de la urgencia del caso, de nuestra relación con el
cliente, de otras personas involucradas.
Si la relación del abogado con el cliente es de mucha confianza, es
razonable una opinión en que la pregunta esté implícita en la respuesta.
Carlos, al demandar a los asociados morosos la asociación
sí puede cobrar algunas cantidades adicionales además del
capital adeudado. Los estatutos prevén intereses
moratorios y una cláusula penal que debemos revisar antes
de actuar. Antes de demandar a los asociados morosos
debemos
determinar con precisión las cantidades que podemos cobrar
para lograr dos objetivos: cobrar toda la deuda y evitar
caer en cobros usurarios.
La relación de este abogado con su cliente es de amistad, casi informal.
La pregunta fue hecha probablemente verbalmente, y pedía al abogado sólo
una primera respuesta orientadora. Seguramente después puntualizarán los
detalles. El abogado cumplió con la necesidad inmediata del cliente. El cliente
se sentirá satisfecho y pagará honorarios proporcionados a la respuesta
solicitada. Si el abogado hubiera entendido mal la pregunta, se hubiera
extendido en detalles superfluos más allá de la pregunta y de la necesidad
inmediata del cliente.
Una forma conveniente de iniciar la mayoría de las opiniones legales es
algo así:
“La presente tiene por objeto responder a su consulta siguiente:” O “Esta
es en respuesta a su consulta sobre la posibilidad de...” E inmediatamente se
indica la pregunta.
Puede ser que, debido a las costumbres de la empresa, o del organismo
administrativo para el que el abogado trabaja, las consultas se emitan en forma
de memorándum. Entonces, el encabezamiento debe ser el acostumbrado para
memorándums. Una observación: Algunas veces vemos que a continuación de
la palabra “Asunto”, algunas personas suelen escribir: “En el texto”, lo cual no
tiene ningún sentido. El asunto debe precisarse. “Impuesto por venta de
inmueble”, o “Situación legal de camioneros”, o “liquidación de motorizado”...
Si se utiliza el modelo de carta, es ilustrativo para el cliente que
inmediatamente después del nombre y dirección del destinatario, se indique:
“Asunto:”, o “Referencia:” y se exponga en dos o tres palabras la materia de la
consulta. Esta información en el encabezamiento de los informes y
memorándums tiene un doble fin: a) facilita la lectura al destinatario y b) sirve
para orientar la ubicación en el archivo del propio abogado.
2.2. Los hechos
Inmediatamente a continuación de la pregunta se recomienda narrar los
hechos relacionados con la consulta.
Son muy escasas las consultas referidas a puntos de mero derecho.
Usualmente nuestros clientes nos consultan sobre aspectos legales relacionados
con sus actividades comerciales, industriales o civiles. Si el cliente es una
entidad de la administración pública, las consultas se refieren a las actividades
relacionadas con la competencia del ente administrativo. En estos casos, las
consultas siempre van relacionadas íntimamente con los hechos que las
motivan. Conocer con exactitud los hechos relacionados con la consulta es,
pues, indispensable para opinar. Desde este punto de vista una opinión
legal se asemeja a una sentencia y conocer los hechos equivale a instruir un
expediente. Nuestro dictamen no tendrá un efecto vinculante para el cliente,
pero determinará su acción e involucra nuestra responsabilidad profesional.
A. Determinación de los hechos
Las consultas que se refieren a hechos o circunstancias específicas del
cliente (y en la práctica casi todas lo son), deben partir de un conocimiento
pormenorizado de los hechos y circunstancias jurídicamente relevantes para el
caso particular consultado. Si la consulta se basara en hechos falsos,
tergiversados o insuficientes, los resultados podrían ser funestos para el cliente.
El cliente que fundamente su pretensión judicial en una opinión basada en
hechos falsos corre el riesgo de que la contraparte aporte hechos verdaderos y
arruine sus pretensiones. La primera tarea del abogado, una vez conocida la
pregunta, su alcance y las necesidades específicas del cliente, es, pues,
averiguar los hechos y determinar cuáles son importantes para la respuesta y
cuáles no.
Al plantear la consulta, algunos clientes espontáneamente informan al
abogado todos los hechos jurídicamente relevantes. En la práctica lo contrario
es más frecuente; los clientes suelen omitir hechos importantes. Podemos
distinguir varias situaciones:
i. El cliente no sabe cuáles hechos son relevantes jurídicamente y
cuáles no. El Presidente de una compañía quiere realizar una
planificación impositiva y llama al abogado especialista para que
lo ayude. La primera tarea del asesor es obtener una descripción
detallada de todas las operaciones del cliente que afecten el pago
de impuesto sobre la renta. Determinar los hechos puede requerir
del abogado un trabajo minucioso de investigación dentro de la
compañía.

ii. El cliente cree conocer los hechos pero los tergiversa. Un


ingeniero volvía de vacaciones con su esposa y dos hijos
pequeños en el carro. Repentinamente, otro vehículo los choca.
El carro se desvía, da media vuelta, y queda momentáneamente
atravesado.
Afortunadamente el ingeniero lo puede enderezar y recupera su
canal. Constatan que el carro funciona bien; como era de noche y
la zona peligrosa, decidieron continuar el viaje. En el camino, los
dos esposos víctimas del choque, hacían un recuento de lo
sucedido. Él decía que el carro que los chocó era rojo. Ella decía
que era marrón. Él decía que el choque había sido por detrás.
Ella que el impacto había sido lateral. La versión de ambos era
de buena fe, pero estaba matizada por la sorpresa, la oscuridad y
la tensión del momento. Todos hemos visto testigos presenciales
perder su testimonio por exponer los hechos como no fueron.
Para responder una consulta, el abogado debe asegurarse de que
los hechos son ciertos. O, al menos, cuando responda, debe
aclarar que la respuesta se basa en determinados hechos como
fueron expuestos.

iii. El cliente por desconocimiento detalla datos irrelevantes y omite


los relevantes.

iv. El cliente distorsiona los hechos. Intenta manipular nuestra


respuesta, para hacerla favorable a él; este intento puede ser del
todo consciente o más o menos inconsciente; quiere tener la
razón y trata de “vendernos” su opinión parcializada, buscando
una respuesta favorable a su causa, sin darse cuenta de que, en
definitiva, se perjudica. El abogado debe estar alerta del proceder
del consultante y debe, cuidadosamente, obtener la verdad.

v. En otras ocasiones el cliente deja de dar algunos datos porque su


memoria selecciona lo favorable y desdeña lo perjudicial, o
porque siente vergüenza y omite algunas violaciones de la ley, o
incumplimientos de cláusulas de contratos - cobros indebidos,
faltas de pago oportunos - o actos que le resulte penoso narrar:
maltratos a los hijos, o comisión de hechos punibles.

En los casos (iv) y (v) el abogado debe desentrañar la verdad,


conversando con el cliente. En la conversación el abogado debe ser
cuidadoso. Por una parte, debe respetar los sentimientos de la
persona, pero, simultáneamente, tiene que ser asertivo y exigirle que
le cuente los hechos tal y como sucedieron.
Determinar los hechos puede ser un proceso complejo y paulatino. Un
cliente consulta sobre la liquidación de un trabajador que prestó sus servicios
cuatro años en Venezuela, fue trasladado a otro país por ocho años y luego
traído de nuevo a Venezuela por seis años más, donde terminó su relación de
trabajo. Le pregunta: ¿Cómo liquidarlo? Al oír la pregunta del cliente, el
abogado, familiarizado con la materia laboral, entiende que, en principio, debe
determinar dos cosas: Primera, si hubo una sola relación de trabajo durante
todos los años de servicio o, por el contrario, hubo varias relaciones de trabajo
independientes. Segunda, cualquiera que sea la respuesta a la primera pregunta,
debe determinar el monto de la liquidación. A fin de determinar los hechos
relevantes para el primer punto, comienza a preguntar: ¿Quién fue el patrono
mientras trabajaba en el extranjero? ¿Fue la misma empresa para la que trabajó
en Venezuela? ¿Fue la casa matriz de la empresa para la que trabajó en
Venezuela, u otra filial de una casa matriz común a ambas, o una filial de la
empresa para la que trabajó en Venezuela? ¿O fue una compañía en la cual la
casa matriz tiene sólo un pequeño porcentaje de acciones? ¿O una compañía
extraña? ¿Qué contratos firmó? ¿Con quién o con quiénes? ¿Hubo interrupción
de sus servicios, o fue un servicio ininterrumpido? ¿Lo habían liquidado en
algún momento? Supongamos que las respuestas recibidas le permiten al
abogado sospechar con cierto fundamento legal que hubo una única relación de
trabajo por todo el tiempo. Por eso continúa preguntando: ¿Los aumentos de
salario que le fueron dando, continuaron cuando salió del país y luego al
volver, como un continuo? ¿Le dieron botón o reconocimiento cuando cumplió
cinco o diez años con la compañía, aun cuando cambiara de país? ¿Los aportes
a la caja de ahorros, continuaron de país en país?
¿Hubo alguna manifestación del patrono o reconocimiento, directo o indirecto,
de la antigüedad del trabajador con la empresa? Pensando en el segundo punto,
hace otras preguntas: ¿Cómo era su remuneración? ¿Ganaba una cantidad fija,
o tenía otros pagos? ¿Qué pagos se le hacían y en qué oportunidades? ¿Tenía
otros beneficios además de pagos en efectivo, como casa, vehículo, primas
escolares, viáticos o gastos de representación? ¿Se le había pagado algo a
cuenta de su liquidación final durante su período de servicios? ¿Por qué
conceptos? ¿Quién puso fin a la relación de trabajo? ¿Por qué causa? ¿Le avisó
a la otra parte con alguna anticipación? ¿Cuándo ocurrió la terminación de la
relación de trabajo?
¿Dónde ocurrió la terminación del contrato? Todas esas preguntas lo ayudan a
determinar el salario del trabajador, concepto sobre el que se deberá calcular su
liquidación. Las respuestas a cada una de las preguntas le dieron información
relevante para la consulta.
Es recomendable, especialmente en los casos complejos, dejar la puerta
abierta con el cliente para futuras reuniones destinadas a determinar nuevos
hechos relevantes para la consulta. Esto le permitirá al abogado ir madurando
su respuesta en la medida que va conociendo los hechos y precisando el
derecho aplicable. El abogado experimentado es particularmente hábil para
mantener la comunicación abierta con el cliente y al mismo tiempo transmitirle
la seguridad de que va por buen camino. El proceso paulatino de conocimiento
de los hechos y del derecho también se le presenta al abogado especialista,
porque en derecho se puede decir que rara vez hay dos casos iguales; o alguna
legislación, jurisprudencia o doctrina reciente cambia o matiza el marco de
razonamiento jurídico.
La investigación legal nos puede ir orientando sobre nuevas preguntas que
el abogado debe hacer al cliente en reuniones siguientes en relación con hechos
relevantes para la respuesta. En el ejemplo anterior, el abogado consultor
puede hacer una nueva pregunta al cliente: ¿Cuáles eran las funciones del
trabajador? Esta pregunta no fue hecha en la primera reunión, pero al estudiar
la ley, el abogado detectó que si el trabajador era de dirección o de confianza,
o representante del patrono, podría estar en una situación legal diferente que si
no lo era. Esta pregunta la debe hacer el abogado en el proceso de estudio de la
opinión y antes de la redacción de la respuesta definitiva.
Puede ser que además de los datos proporcionados por el propio cliente
debamos acudir a otras fuentes de información. Y puede ser que las
informaciones no estén disponibles por un tiempo y que el cliente exija una
opinión provisional. En esos casos el abogado debe redactar su opinión y dejar
claro que se están realizando investigaciones para determinar hechos que
podrían ser relevantes para llegar a una opinión final en esta materia. La
opinión del abogado será entonces, orientadora y no concluyente. Y debe dejar
claras las posibles alternativas.
Si todos los hechos relevantes para la conclusión no pudieran obtenerse y
el cliente requiere la opinión, el abogado debe dejar claro que las
consecuencias legales dependerán de que tales hechos se pudieran probar y
cuáles serían las variaciones si las cosas sucedieron de una forma o de otra.
Los hechos no se deben reducir sólo al ámbito físico. También pueden
incluir circunstancias de derecho. Como vimos en el ejemplo anterior, es
relevante la persona jurídica que contrató al trabajador. Recordemos que
investigar los hechos es equivalente a instruir un expediente. Al redactar una
opinión legal, el abogado debe investigar por propia iniciativa. Debe hacer
como el médico que evalúa a un paciente para diagnosticar. O como el
detective que
busca los hechos relacionados con su investigación. El estudio atento, el
esfuerzo, la imaginación para encontrar alternativas lo ayudarán a hacer un
buen trabajo. Y lo irán especializando y dando seguridad en su profesión.
La claridad y precisión en la exposición de los hechos tiene el mismo fin
que la claridad en la pregunta. El cliente sabrá si el abogado entendió todos los
hechos relacionados con el caso y podrá seguir leyendo tranquilo. O deberá
hacer alguna corrección porque se dio cuenta de que no había dicho algo
relevante, o porque el abogado no entendió o cambió alguna circunstancia. Por
su parte, el abogado está advirtiéndole al cliente que esos hechos y no otros son
los tomados en cuenta para su opinión. La claridad en la exposición de los
hechos ajustará su opinión y limitará su responsabilidad profesional.
B. Narración de los hechos
El principio orientador en relación con cuáles hechos incluir y cuáles
excluir es: Los hechos son la base sobre la cual se opina y deben ser expuestos
en su totalidad. Maticemos esta afirmación:
a. El detalle con que los hechos deban ser narrados dependerá de si
la conclusión legal depende de ellos o no.

b. Los hechos deben ser incluidos aunque el cliente los conozca


perfectamente.

c. Si los hechos son parcialmente conocidos o si están en duda o en


disputa, debe decirse claramente.

d. La información irrelevante debe ser omitida, pero decidir qué es


relevante y significativo en un caso dado es materia de criterio.
Datos concretos, aunque pudieran no ser estrictamente necesarios,
podrían ser útiles para clarificar e ilustrar ideas abstractas.

e. Durante el proceso de estudio y redacción de una opinión, es


imposible anticipar cuáles hechos son relevantes y cuáles no. En
la versión final uno puede decidir si un hecho es prescindible en la
exposición.

f. Si hay duda sobre la importancia de algunos hechos, deben


incluirse.
Principios para exponer los hechos:
Nárrelos en tiempo pasado;

Organícelos y preséntelos en forma fácil de leer;

Salvo que resulte excepcionalmente ventajoso resaltar un


hecho al principio, preséntelos en orden cronológico.

Cuando narra hechos, el escritor debe comenzar por ubicar al lector en el


contexto en que suceden; a continuación narrar los hechos específicos y por
último los detalles. Al abogado probablemente le llevó algún tiempo armar
toda la trama de los hechos y debe ser ordenado al exponerlos. Si el escrito es
desordenado y comienza a narrar uno tras otro hechos, datos, cifras y
estadísticas, sin haber “puesto la escena”, le exige al lector armar la trama de
los hechos y da impresión de desorden mental del redactor. Similarmente, al
enmarcar los problemas teóricos presentados, se debe poner la cuestión en
contexto, esto es, comenzar con el principio más general a que se refiere el
punto y luego ir a lo más específico.
C. Ubicación de los hechos
Los hechos deben ser expuestos inmediatamente después de la pregunta.
Una fórmula para hacerlo es: “A fin de contestar a su consulta, entiendo que
los hechos que la motivan son los siguientes:”
2.3. La respuesta
Inmediatamente después de los hechos se recomienda dar la respuesta
definitiva a la pregunta en una forma simple y clara.
Nuestra respuesta debe tomar en cuenta dos elementos:
A. El criterio legal estricto.

B. El destinatario del informe.

A. El criterio legal estricto


a. El producto de la opinión es la respuesta. La respuesta es la
información legal y la sugerencia profesional que espera el cliente de su
abogado para tomar una decisión concreta. La conclusión, por tanto, debe ser
tan definida y clara
como uno pueda hacerla. Debe ser lo más cercana posible a un “sí” o un “no”.
Y, por supuesto, no debe ser susceptible de diferentes interpretaciones.
Si el banco para el que trabajo me pregunta cuál es el interés máximo que
puede cobrar en los préstamos a sus clientes, no le puedo responder: “un
interés justo”, o “una tasa razonable”. El cliente espera una respuesta definida:
10%, 25% o cualquier otra fórmula determinada, según exija la ley, como
podría ser: “Un interés que no exceda el 50% sobre la tasa de los seis bancos
principales.”
Ahora bien, debemos estar conscientes de dos circunstancias que siempre
enmarcarán la respuesta:
i. Algunas consultas sólo buscan una respuesta estrictamente
legal. Pero en la mayoría de los casos redactar una opinión
legal no es simplemente recitar el derecho: es evaluar
alternativas prácticas y sugerir vías de acción concretas.
Entender el derecho aplicable al caso consultado es la primera
parte de la opinión. La segunda parte, la que le da forma final a
la opinión y cumple con las expectativas del cliente, es
proponerle alternativas de acción. El primer paso es teórico. El
segundo, práctico. En la primera parte el redactor es
jurisconsulto. En la segunda: gerente.

ii. Cuando el abogado analiza un problema legal y da una opinión


profesional, aunque intente ser objetivo e imparcial, sólo estará
dando su visión del problema. Aunque vea la respuesta muy
clara y objetiva, el abogado consultor nunca podrá dar la visión
del tercero que tomará una decisión sobre el problema, ya sea
un órgano de la administración pública, un juez, un tribunal
superior o el Tribunal Supremo. Por esa circunstancia, debe ser
cauto al recomendar al cliente una acción determinada. La
recomendación debe ser tan clara y lógica que la acción del
cliente deberá superar la interpretación más estricta de la ley.
Muchas veces no es fácil sugerir una vía segura de acción. Si
hubiera alguna alternativa riesgosa, el abogado debe advertirla
al cliente, igual que hace el médico cuando recomienda
operarse a un paciente que tiene tensión alta y diabetes.

El profesor Weihofen recuerda que “los avatares de la justicia, los


prejuicios y la simple ignorancia son tales que nosotros no podemos asegurar
que incluso la opinión más estudiada y lógica será seguida por un tribunal. Por
tanto debemos ser cuidadosos en ofrecer al cliente total seguridad de que ‘él no
puede perder’.” [250] Y cita un principio del Código de Ética de la Asociación de
Colegios de Abogados de Estados Unidos que advierte sobre el cuidado que
deben tener los abogados al asesorar a sus clientes. Su lectura puede ser
oportuna:
Los extravíos a que está sujeta la justicia, por razón de
sorpresas y decepciones en pruebas y testigos, y por los
errores en los jurados y en los tribunales, aunque sean sólo
ocasionales, advierten a los abogados de cuidarse de dar
una temeraria y exageradamente confiada seguridad a sus
clientes, especialmente cuando su empleo pueda depender
de tal seguridad.
La precaución, por supuesto, no puede llevar al abogado a ser ambiguo e
indefinido. Su sabiduría está en dar una respuesta precisa, que resuelva el
problema del cliente y que se desenvuelva dentro de los parámetros legales, sin
riesgos. Si hubiera riesgos, el abogado debe anticiparlos y advertirlos.
Resumiendo: como consecuencia del estudio, el abogado debe llegar a
una conclusión. Esta conclusión es igual a la que hace un juez para sentenciar,
excepto dos aspectos: a) porque en la opinión no hay consideraciones sobre un
proceso (salvo que sea una consulta sobre derecho procesal). La opinión sólo
va al fondo de la materia, al fondo de la consulta. Y b) porque aunque podamos
considerar que la opinión del abogado puede formar parte de la doctrina
jurídica, al redactar una opinión legal el abogado no crea derecho; el abogado,
tomando en cuenta las conclusiones legales, debe encontrar y sugerir al cliente
alternativas prácticas de acción.
b. Ubicación de la conclusión. La práctica casi uniforme en los bufetes
multinacionales que producen continuamente opiniones legales y tienen años
de experiencia en el trato con clientes de todo tipo, es comenzar la respuesta
con la conclusión y dejar el razonamiento para después. La razón es evidente:
Lo primero que el cliente quiere ver es la respuesta. Esta práctica es diferente a
la forma de presentarse las sentencias y decisiones administrativas, en las
cuales el razonamiento viene primero y la decisión al final. En sentencias y
decisiones administrativas es lógico que sea así. El órgano judicial o
administrativo que decida debe presentar el problema, indicar los hechos,
analizar los hechos a la luz de la ley y concluir. Ese es el orden en que procedió
el razonamiento de la persona que decidió. Al redactar una opinión la
situación es diferente, porque
priva el interés y la necesidad del cliente.
Los cobros que ustedes han estado efectuado están de
acuerdo con el texto de la ley y han sido específicamente
aprobados por la Superintendencia.
Al dejar de entregarles a ustedes la mercancía en 1° de
agosto, los proveedores incumplieron el contrato.
La pretensión de la Dirección de Hacienda Municipal de
cobrar un impuesto por permitir que la mercancía sea
transportada en camiones a través del municipio es
inconstitucional y contraria a la ley.
El cliente está interesado en conocer la conclusión; saber cuáles son sus
derechos y qué esperar de la situación consultada. Secundariamente, le
interesará saber las razones legales de esa conclusión. Si la conclusión se deja
para el final y la carta tuviera varias páginas de argumentos en uno y otro
sentido y citas de legislación, jurisprudencia y doctrina, lo más probable es que
el cliente irá pasando por encima rápidamente toda la argumentación hasta que
encuentra la conclusión varias páginas más adelante. Después de ver la
conclusión entonces volverá al principio de la argumentación para leerla con
más detenimiento. En algunos casos, dependiendo del carácter del cliente, ni
siquiera leerá la argumentación en profundidad.
Poner la conclusión al principio exige al abogado ordenar sus ideas y
presentarlas organizadamente desde la perspectiva e interés del lector. El
abogado, al presentar la respuesta, procede inversamente a como procedió al
elaborar la consulta: primero vino el razonamiento y luego la conclusión.
Presentar la conclusión primero transmite al lector orden y seguridad en la
respuesta.
Ahora bien, si la conclusión es desfavorable para las expectativas del
cliente, es posible que uno tema que el cliente se impaciente o moleste:
Haber contraído matrimonio por segunda vez sin haber
disuelto el vínculo matrimonial existente constituye delito
de bigamia y está penado con XX años de prisión.
La molestia se acrecienta, si la explicación que sigue es contundente y
poco delicada con el cliente:
En efecto, la acción cometida es contraria al orden público
y las buenas costumbres y amerita ser castigada con todo
el peso de la ley.
En esos casos de respuestas desfavorables, el abogado debe evaluar la
forma más prudente de ir preparando al lector con unas pocas oraciones para
la inevitable conclusión, que puede venir después.
Dijimos que la respuesta debe ser lo más próximo a un “sí” o a un “no”.
Si no fuera posible una respuesta tan sencilla, la respuesta debe decir con
claridad en qué consiste la ambigüedad de la situación.
Por ejemplo, si un cliente comerciante nos pregunta si puede vender
papitas fritas en bolsas por las plazas de Caracas, una respuesta podría ser:
“Sí puedes vender papitas fritas en bolsas en las plazas de Caracas
siempre que cumplas con los siguientes requisitos: a)...; b)...; c)... Sin embargo,
la Plaza Bolívar es una excepción, porque la ley prohíbe...”
Otras respuestas podrían ser:
La planta de ensamblaje de vehículos que ustedes
planifican instalar en Venezuela sí podría ubicarse en la
Zona Industrial de Valencia. Además, tendrían otros
lugares alternativos para instalarla: a)...; b)...; c)... Deben
desechar la alternativa de La Gran Sabana, mencionada
por algunos de sus asesores, por ser La Gran Sabana un
Parque Nacional, y estar expresamente prohibido por la
ley instalar industrias en los Parques Nacionales.
c. El abogado debe advertir al cliente que la respuesta es para el caso
particular, referente a los hechos determinados en el texto y dentro del marco
legal vigente para la fecha de la opinión. Esa aclaratoria le indicará al cliente
que si en el futuro cambia la normativa legal y los hechos son diferentes, la
respuesta tendrá que ser necesariamente otra. Si el cliente guarda la opinión
deberá tener cuidado de no repetir la conclusión y la recomendación en un caso
futuro, aunque pueda parecerle de alguna manera similar.
d. En algunos casos como consecuencia de la opinión debe escribirse una
cláusula de un contrato, o un contrato completo, o una carta dirigida al socio o
a la contraparte, en cuyo contenido se discutan o analicen asuntos legales de
interés para el cliente. Si ese es su caso, no debe dejar al cliente redactar
documentos por su cuenta. El abogado debe redactar todos los textos para los
cuales se precise el conocimiento profesional del derecho. Si el documento
que se deba redactar es largo, y requerirá trabajo adicional y honorarios
adicionales, es recomendable que el abogado lo advierta al cliente y llegue a
un acuerdo previo con él.
e. ¿Qué hacer frente a la ambigüedad? Hemos dicho que la respuesta debe ser
lo más próxima a un “sí” o a un “no”. El abogado debe esforzarse para lograr
una respuesta definitiva en un sentido o en otro y superar la tentación que
muchos tienen de escudarse con palabras como “en principio”, “el punto es
relativamente claro”, “la ley parece indicar”, con lo cual pretenden escurrir de
una forma diplomática dar una respuesta definitiva. Esa ambigüedad no es
objetiva, sino personal de quien redacta la opinión y debe ser erradicada. El
cliente necesita tomar una decisión y requiere una respuesta clara.
Cuando hablamos de ambigüedad nos referimos a la ambigüedad objetiva,
la que se origina porque el derecho, los hechos o ambos son confusos. En esos
casos, después de estudiar detenidamente la consulta, vemos que es imposible
responder “sí” o “no”.
La primera recomendación es: la respuesta debe decir claramente en qué
consiste la ambigüedad; además, debe presentar y analizar cuáles pueden ser
sus consecuencias. Frente a la ambigüedad el abogado debe ser particularmente
cuidadoso, porque de su consejo el cliente podrá acertar o incurrir en ilícitos,
podrá cobrar o tener que pagar, hacer un buen negocio o ir preso.
En la práctica profesional la ambigüedad se presenta en consultas
extrajudiciales y judiciales. Conceptualmente encontramos varias situaciones
ambiguas:
i. Por imprecisión o indefinición de la norma. Por ejemplo, cuando
la ley define el delito de usura como la acción de recibir, a
cambio de la prestación que realiza, “una contraprestación
notoriamente desproporcionada”. [251]

ii. Por la dificultad para ubicar unos hechos dentro de un supuesto u


otro;

iii. Porque los conceptos manejados son de difícil interpretación. Por


ejemplo:
En derecho civil: la buena fe en el cumplimiento de los
contratos, o probar la costumbre, o la imprudencia o
negligencia en una situación concreta, o la procedencia del
error o de la violencia como vicios del consentimiento.

En derecho penal: La existencia del dolo en los delitos que lo


exigen, la preterintencionalidad en un homicidio.

En derecho administrativo: demostrar la práctica


administrativa; probar la racionalidad del acto administrativo,
o la incompetencia relativa o no manifiesta de un órgano de la
administración para un acto determinado; la proporcionalidad
de una sanción.

En derecho tributario: La proporcionalidad de una multa.

Frente a la ambigüedad, la actitud del abogado redactor de una opinión


legal es diferente al abogado que actúa en otros supuestos.
Si el abogado está redactando una norma legal (una ley, un
reglamento o un contrato), debe revisar el origen de la
ambigüedad de la norma que redacta. La revisión, en
consecuencia, podría: a) definir los principios éticos y filosóficos
que orientan la norma; b) establecer la política legislativa (o de la
norma que redacta), es decir, los fines prácticos que se persiguen
con la norma; c) analizar los supuestos fácticos que regulará la
norma con miras a obtener un principio general aplicable a la
mayor cantidad previsible de casos;

Si el abogado es defensor o acusador y actúa frente a hechos


cumplidos, buscará todos los recursos y argumentos en favor de
su cliente e intentará destruir o minimizar los argumentos del
otro; para lograr su objetivo, el abogado litigante, defensor o
acusador, deberá tener primero un conocimiento objetivo y real
del caso; pero luego, al desarrollar su argumentación, debe ser
persuasivo e intencionalmente parcializado.

Si el abogado es consultor y está redactando una opinión, debe


ser siempre objetivo y analítico, esto es, debe entender
concienzudamente en qué consiste la ambigüedad, determinar si
existen alternativas de acción, y estudiar los pros y los contras de
cada una. Con ese cuadro en mente, podrá hacer una sugerencia
objetiva y práctica a su cliente.

El abogado consultor se puede encontrar en una de dos situaciones:


La consulta se refiere a hechos cumplidos. No puede cambiar la
realidad. La primera operación que debe hacer el abogado es
definir la situación ambigua con la mayor precisión conceptual
posible. Seguidamente debe diseñar alternativas de acción y
presentarlas al cliente, indicando objetivamente los pros y los
contras, riesgos y ventajas de cada una. Si se tratara de un caso
judicial, puede sugerir no litigar, o transar, o buscar una salida
intermedia. En cada alternativa debe indicar al cliente con toda
honestidad, los riesgos y posibilidades de éxito.

Si la consulta es para programar una actividad del cliente, y el


abogado encuentra una situación ambigua o, incluso, negativa
para su cliente, en la forma como el cliente piensa actuar, el
abogado debe dirigir su primer esfuerzo a investigar si se pueden
lograr los objetivos buscados con el cliente por otras vías de
acción seguras. Frecuentemente se consiguen. Si la acción
planeada era riesgosa porque se trataba de una compañía
anónima, buscar la vuelta con una fundación; si en este
municipio cobraban un impuesto elevado, planear la acción en el
vecino.

Si no hubiera alternativas claras y seguras, y la acción del cliente debiera


necesariamente ubicarse dentro de un supuesto de derecho ambiguo, el
abogado debe advertir al cliente los pros y los contras de la situación para que
el cliente finalmente decida. El abogado no debe decidir por él.
Ampliemos este razonamiento. Decidir en una situación ambigua
significa necesariamente correr un riesgo. El abogado asesor debe saber que el
riesgo es del cliente, no del abogado. El abogado puede ser comprensivo y dar
apoyo a su cliente, que probablemente puede ser también su amigo. Pero debe
mantener objetividad e independencia profesional frente al caso. El principio
general es ser solidario con el cliente, evitando dos extremos: involucrarse
excesivamente con el caso, al punto de que lo hagan “pagar los platos rotos” o,
por el contrario, mantener una posición indecisa frente a la ambigüedad. La
inseguridad del abogado transmite inseguridad al cliente. El abogado no debe
decir: “No sé”,
aunque esa pudiera ser su primera inclinación. Tampoco debe adoptar una
doble posición indefinida. El abogado debe estar seguro de cuál es la
ambigüedad y tener una posición definida de sus consecuencias.
Pero supongamos que el cliente no quiere decidir y le pide al abogado
tomar la decisión por él. El profesor John Bradway nos ha dado
probablemente el mejor consejo:
Si en este punto el cliente insiste que el abogado tome la
decisión, o demuestra que él no tiene la posibilidad de
decidir por sí mismo, coloca al abogado en una posición
en que no puede triunfar. Si tiene éxito, el cliente
seguramente pensará que los resultados se deben a la
fortaleza del caso mismo. Pero si el asunto se desarrolla de
manera desfavorable, el cliente tenderá a culpar al
abogado por haber tomado la decisión fatal. Naturalmente,
habrá casos en los que un abogado tendrá que asumir este
tipo de responsabilidad. Al menos, en este caso debe
decirle al cliente que está dispuesto a trabajar con él en las
soluciones A, B o C, pero no en las soluciones X o Y. El
abogado no debería dejarse presionar y terminar aceptando
estas últimas decisiones, pero debe protegerse a sí mismo
frente a un ataque irrazonable. [252]
Cuando de un argumento se derivan varias alternativas y a su vez,
generan argumentos con nuevas alternativas, hay que irlas presentando una por
una con claridad.
B. El destinatario de la opinión
Al redactar un informe legal debemos tener en cuenta el destinatario, sus
necesidades y la razón de su consulta. Esto nos ayudará a determinar si la
consulta deberá limitarse a exponer una respuesta estrictamente legal, o si el
cliente está esperando que su abogado analice, o al menos enuncie, algunas
alternativas de acción.
En la inmensa mayoría de los casos el cliente no quiere aprender derecho.
Probablemente lo que quiere es realizar un proyecto, resolver un problema para
hacer su negocio o continuar con sus actividades normales. El derecho es un
accidente, un obstáculo o un instrumento para su actividad. El quiere que su
abogado le diga cómo hacer lo que quiere hacer.
Para un cliente es importante que el abogado no le responda
automáticamente la primera respuesta que le viene a la mente: “Ud. no puede
hacer esto o aquello”. O “la ley prohíbe...” En muchos casos, el cliente necesita
y quiere que le recomendemos una alternativa de acción. De manera que no
habremos hecho gran cosa si sólo damos una conclusión legal a una pregunta y
no presentamos estrategias, alternativas y recomendaciones al cliente.
Debemos averiguar si el cliente quiere que le digamos: “Lo que usted quiere se
puede hacer así:” Para dar esa respuesta el abogado debe dominar la materia y
pensar creativamente, convertirse en diseñador de fórmulas legales adecuadas
para resolver problemas prácticos. Diseñar formas nuevas de actuar y de
resolver los problemas es uno de los aspectos más difíciles pero al mismo
tiempo más retadores y estimulantes de la profesión del abogado consultor.
Si debemos incluir alternativas de acción y, en caso afirmativo, cuán larga
y detallada deberá ser la exposición y discusión de estas alternativas,
dependerá de lo que el cliente espera. Eso lo debemos averiguar en el proceso
de entender la consulta.
Tener en mente a cada destinatario nos ayudará también a organizar las
ideas y a seleccionar las palabras con que presentemos nuestras conclusiones.
Veamos un ejemplo. La Junta Directiva del Banco para el cual trabaja un
abogado quiere una exposición de las normas legales que regulan los intereses
que se pueden cobrar en las distintas operaciones que realiza el Banco. Es
evidente que la opinión debe ser exhaustiva y minuciosa. Debe examinar todas
las fuentes de derecho, y evaluarlas detalladamente, incluso en sus puntos
potencialmente ambiguos y riesgosos. En los casos ambiguos o riesgosos,
probablemente el destinatario de la opinión querrá conocer exactamente los
riesgos y también alternativas de acción, con una evaluación de las ventajas y
de los posibles riesgos en cada una. La opinión deberá conocer todas las
operaciones que el Banco realiza y cubrirlas todas. Si el abogado es creativo,
probablemente también abarcará las operaciones que el Banco no realiza en
este momento pero pudiera realizar en el futuro. Esas posibilidades dependerán
de las prácticas novedosas de la competencia, de nuevos métodos que se
apliquen en otros países, y en campos nuevos de acción que abra la ley. El
abogado redactor de la opinión debería aclarar esto con el destinatario de la
opinión en el momento en que comienza a hacer el estudio.
Antes de escribir una opinión sobre una consulta de un cliente, es bueno
discutir el asunto con él. Después de una completa explicación de su problema,
uno puede decidir contestar en una u otra forma. Por ejemplo, si hay riesgos de
algún litigio, puede ser que el cliente quiera una explicación detallada de las
alternativas, de las posibilidades de éxito, de los costos y de su posible
duración.
II. OBJETO Y PARTES DE LA OPINIÓN JURÍDICA
(CONTINUACIÓN). EL RAZONAMIENTO JURÍDICO 1
2.4. El razonamiento jurídico
El razonamiento jurídico es probablemente el aspecto más difícil de toda
opinión. El pensamiento lógico, profesional y coherente es consecuencia de un
riguroso entrenamiento universitario. Aprender a pensar y juzgar
objetivamente es, además, fruto del proceso de maduración como seres
humanos. Aprender a razonar correctamente es una tarea de años que excede el
alcance de este trabajo. Sin embargo, a continuación indicamos algunas ideas
que pueden ser útiles al abogado cuando se sienta a escribir una opinión legal.
Estas ideas pueden aprovecharse también para redactar cualquier escrito
jurídico expositivo y argumentativo.
El filósofo Jacques Maritain dice que “el razonamiento es la operación
más compleja de nuestro espíritu; razonando vamos de lo que ya conocemos a
lo que aún no conocemos...” [253]
Clarence Morris dice: “El razonamiento es una forma de aprender.
Pensamos cuando tropezamos con algo nuevo que requiere una acción o
decisión oportunas, y cuando nuestra experiencia anterior no es adecuada para
determinar esta acción o decisión.” [254]
El Diccionario de la Real Academia, al mencionar la palabra “razón”
distingue entre “...2. Acto de discurrir el entendimiento. 3. Palabras o frases
con que se expresa el discurso. 4. Argumento o demostración que se aduce en
apoyo de alguna cosa.” El Diccionario Webster’s define razonamiento como
“1. Sacar inferencias o conclusiones de hechos conocidos o asumidos; uso de
la razón; 2. Las pruebas o razones resultantes de esto.” [255] El Diccionario
Larousse, a la vez, entre otros significados de “razón” incluye: “Facultad de
conocer, de juzgar... Argumento...” [256]. Todos estos significados tienen su
origen en la palabra latina: Ratio, rationis, en latín significa “la razón, la mente,
el uso de razón que distingue al hombre de los brutos... Método de razonar...”
[257]

Siguiendo el significado de la palabra, cuando nos referimos al


razonamiento en una opinión legal podemos distinguir dos aspectos: a) el acto
de discurrir, de pensar adecuadamente para encontrar la respuesta y b) el acto
de expresar los pensamientos y argumentos que soportan la respuesta.
En el presente capítulo nos referiremos a ambos sentidos del concepto:
cómo razonar y cómo expresar lo razonado. Además, toda la primera parte del
libro, que hemos denominado “El Proceso de Redactar”, se refiere a la acción
de redactar, íntimamente ligada al arte de razonar. En este capítulo seguiremos
el siguiente orden: Primero veremos algunos principios generales: cómo
procede el pensamiento en el estudio de las ciencias humanas en general.
Luego aplicaremos esos principios al estudio del derecho. Finalmente
seguiremos el proceso particular de razonar para redactar una opinión legal.
2.4.1 Principios generales
Formas de razonar aplicables a toda investigación en las ciencias
A.
humanas
Desde la antigüedad los filósofos y más recientemente los psicólogos y
otros científicos han estudiado desde varias perspectivas cómo procedemos
cuando pensamos y estudiamos. A continuación veremos algunos de los
procedimientos utilizados por nuestra mente para conocer, comprender,
desentrañar la verdad escondida en los objetos de nuestro estudio. Utilizamos
estos procedimientos al practicar las llamadas ciencias sociales y son
particularmente útiles cuando vamos a investigar el derecho.
a. Observación
La observación es el punto de partida de toda actividad intelectual,
artística, científica y creativa. Uno observa con los ojos, pero también con los
oídos, con los otros sentidos y con la mente. Observar es prestar atención a la
realidad cuidadosamente, conscientemente, sin interferir en ella, sin provocar
cambios. Se observa para percibir totalmente, y entender más allá de la
superficie, de la apariencia.
Ser racional comienza por ser capaz de observar y entender lo observado.
Por eso todo progreso humano parte de la observación. Usualmente la
diferencia entre un genio y un simple mortal está en que el genio ve donde el
simple mortal no ve. Platón observó que nuestras ideas no se hallan en la
realidad física externa, sino que pertenecen a otra realidad. Newton formuló la
ley de la gravedad al observar la manzana caer. Darwin descubrió la evolución
de las especies al ver los animales en su medio natural en las Islas Galápagos.
Claude Monet vio la luz matizar los colores de la fachada de la Catedral de
Ruan y los plasmó en inmortales pinturas impresionistas. Adam Smith
entendió el mecanismo del mercado observando “la mano invisible” dirigir
la economía.
Sigmund Freud observó la existencia del inconsciente para crear su teoría y
cambió la cultura humana. Y Gandhi observó las posibilidades de su pueblo
para independizarse y lo libertó de la todopoderosa Inglaterra sin un disparo.
En materia de derecho la observación ha sido el punto de partida de la
creación. Los romanos observaron las necesidades de desarrollo de su pueblo y
diseñaron los conceptos de propiedad y de hipoteca. Nuestros contemporáneos
observaron las necesidades sobrevenidas de la población y modificaron el
concepto romano, creando la propiedad horizontal y la división de la hipoteca.
Más recientemente, empresarios imaginativos han observado la necesidad de
vacacionar [258] de la mayoría de las personas de clase media y adaptaron el
concepto de propiedad creando el principio de tiempo compartido.
La observación es también una cualidad exigida al abogado en el ejercicio
diario de su profesión. Para comprender la realidad la primera operación que
debe ejercer el abogado es la observación atenta, con espíritu crítico, de la
realidad sobre la cual tiene que actuar. Observar le permitirá al abogado
entender lo que le dicen, cómo se lo dicen y lo que le callan. Podrá percibir el
mensaje de la comunicación no verbal. Observar le permitirá detectar el
problema real del cliente tras su pregunta imprecisa. Y qué hechos relevantes
faltan para comprender una situación determinada; y encontrar los problemas
jurídicos existentes tras los hechos, diseñar las alternativas de respuestas
legales a la consulta y vislumbrar las consecuencias de las posibles vías de
acción.
b. Análisis
Consiste en separar las distintas partes que integran un objeto unitario
investigado para estudiar sus elementos más simples por separado. Requiere
esforzarse para comprender que un objeto que se nos presenta como un bloque
unitario puede ser descompuesto en unidades menores para entenderlas
aisladamente, una a una. La segunda parte de este libro, descomponer la
opinión legal en sus partes para comprenderla, es trabajo de análisis. Dentro de
la capacidad de análisis está la de definir, clasificar y calificar. Sobre estos tres
puntos hablamos en el capítulo de los párrafos. [259]
c. Síntesis
Es lo contrario del análisis. Consiste en encontrar los elementos unitarios
que conceptualmente existen en varios objetos que se nos presentan por
separado, con el fin de crear una nueva categoría que los abarque a todos
juntos. Mientras el análisis descompone, la síntesis integra. [260] Según
Huxley, la
síntesis es el principio de toda filosofía y de toda ciencia. [261]
d. Deducción
El autor Enrique Herrera la define como “el procedimiento racional por el
cual se sacan consecuencias derivadas de un principio, proposición o supuesto
superior que le sirve de premisa.” [262] La deducción va de lo general a lo
particular. La deducción es utilizada en lógica y en matemáticas, pero se usa en
el razonamiento jurídico con igual eficiencia, cuando se aplica un principio
legal general a unos hechos particulares.
El razonamiento deductivo típico es el silogismo, que se aplica en el
siguiente razonamiento:
La ley dispone: “Quien intencionalmente da muerte a otra
persona será penado con doce a dieciocho años de presidio”;

Es el hecho que el ciudadano NN dio muerte al ciudadano DD


intencionalmente;

Luego NN debe ser condenado con una pena que oscile entre
doce y dieciocho años de presidio.

La deducción puramente lógica opera perfectamente en los


razonamientos puramente formales o conceptuales. Sin embargo, en derecho
hay que tener cuidado. Enrique Herrera explica que:
Si el jurista se aferra al principio deductivo puro, podría
hacer una construcción lógica impecable como si fuera de
orden geométrico, pero su conclusión puede resultar inútil,
anacrónica o jurídicamente falsa. Lo expresado implica
decir que, al interpretar un principio jurídico mediante
deducción, debe inquirir sobre el “sentido” que vivifica la
norma... sabemos que en derecho, para que las
proposiciones sean verdaderas, no sólo requieren que se
ajusten a una norma o principio, sino que deben resultar la
conclusión razonada del derecho vigente entendido como
unidad. [263]
Cuando en 1955 inauguraron la autopista Caracas La Guaira, la
Dirección de Tránsito reguló la velocidad de los vehículos así: Canal
izquierdo, velocidad
fija: 80 kilómetros por hora. Canal derecho, velocidad máxima: 60 kilómetros
por hora. Todavía recuerdo a mi papá explicándonos que el derecho no se
puede interpretar literalmente, pues siempre que un carro pasara del canal
derecho al izquierdo tendría que ir a una velocidad mayor de 60 kph, máxima
permitida para el canal derecho, e inferior a 80 kph, velocidad fija para el
canal izquierdo. Nunca pudo ser la voluntad del legislador que todos los
vehículos que cambiaran de canal violaran la ley. La interpretación
exclusivamente lógica de la norma hubiera sido injusta.
e. Inducción
Inducir consiste en obtener principios o reglas generales no conocidos,
partiendo de hechos o datos particulares conocidos. Es la operación intelectual
opuesta a la deducción y la vía utilizada por la jurisprudencia para crear
principios de derecho. La jurisprudencia analiza casos particulares y obtiene
principios generales. Una jurisprudencia reiterada en un sentido determinado
indica que los tribunales han derivado principios generales de situaciones
particulares que han ido conociendo.
La jurisprudencia cumple este papel cuando decide sobre puntos
ambiguos, oscuros de la fuente directa de derecho positivo, o en las llamadas
lagunas legales. El juez debe decidir todos los casos presentados a su
consideración, dentro de su competencia, utilizando una u otra fuente, según
las normas de interpretación y aplicación de las leyes. Y en los casos
ambiguos, oscuros o no previstos en la ley formal, después de agotar el
significado de las palabras, debe acudir al “espíritu de la ley”, a los principios
establecidos en leyes análogas y a los principios generales del derecho; el
Código de Procedimiento Civil prevé incluso la posibilidad de las decisiones
de equidad. El juez, pues, al decidir un caso concreto ejerce una doble
función: por una parte resuelve el caso “sub iudice”, objeto particular de la
decisión; pero, simultáneamente, establece un criterio de interpretación,
alcance y aplicación de una norma determinada, o de la relación entre varias
normas. En los casos citados la jurisprudencia crea derecho (como fuente
directa o indirecta, según el sistema jurídico) partiendo de los casos
específicos. Estamos ante un caso típico de inducción.

B. Notas sobre nuestras habilidades para pensar y razonar [264]

a. Las habilidades de pensamiento según Benjamín Bloom


Bloom investigó el aprendizaje de personas sobresalientes por su
maestría, y encontró que la dotación innata no necesariamente lleva al éxito,
sino más bien
el trabajo duro, enfocado y continuo. Sus estudios mostraron que las personas
más exitosas en sus campos resultaban ser aquéllas que dedican al menos diez
años de esfuerzo enfocado antes de lograr un reconocimiento significativo. El
trabajo de Bloom destacó que el logro es un producto del aprendizaje. [265]
Las habilidades del pensamiento humano, según Bloom, varían
dependiendo de lo que pueda hacer la persona con el conocimiento adquirido
sobre una materia. En un primer nivel de “conocimiento” la persona sólo tiene
una idea superficial de qué se trata la materia estudiada. Conoce algunas ideas
principales y es capaz de recordar y repetir la información recibida en la misma
forma en que la aprendió. En un segundo nivel la persona comprende, capta el
significado; puede trasladar el conocimiento a nuevos contextos; puede
comenzar a interpretar hechos, comparar, contrastar, ordenar, inferir las causas
y predecir las consecuencias. Si la habilidad para manejar el conocimiento
sigue aumentando, la persona será capaz de aplicar el conocimiento adquirido
a situaciones nuevas, completar una tarea o solucionar problemas nuevos con
la información disponible. Estos tres primeros niveles, conocer, comprender y
aplicar, son de orden inferior. La persona dispone de una habilidad superior
para manejar el conocimiento cuando es capaz de analizar, sintetizar y
evaluar. Para hacer uso de estas habilidades, la persona debe tener mayor
conocimiento de la materia y, además, capacidad mental suficiente que le
permita encontrar patrones, organizar las partes, reconocer significados
ocultos, crear hipótesis, clasificar, separar, ordenar, conectar, dividir,
comparar, explicar, categorizar; en estos niveles la persona puede utilizar ideas
viejas para crear otras nuevas, generalizar a partir de datos suministrados,
relacionar conocimientos de áreas diversas, generar nuevas ideas, integrar y
combinar ideas en un nuevo producto; también podrá crear nuevas teorías,
verificar el valor de la evidencia, reconocer la apreciación subjetiva de la
objetiva, y evaluar su objeto de estudio. [266]
En algunas materias ajenas a su especialización profesional, un abogado
puede tener un conocimiento somero, ubicado dentro de las tres primeras
categorías de Bloom. Por ejemplo, yo puedo conocer de la existencia del
Telescopio Espacial Hubble, que puede ser manejado desde la Tierra y
aprovechado permanentemente los 365 del año, libre de las interferencias y
deformaciones producidas por la atmósfera y enfocado en puntos específicos
de observación por tiempo prolongado. El Hubble ha permitido conocer en
detalle el espacio, las galaxias, incluso las más remotas, los agujeros negros y
otros fenómenos del universo, como nunca antes en la historia la humanidad
había logrado conocer. Pero esos conocimientos elementales no serían ni
remotamente
suficientes para enfocar el telescopio en un objetivo determinado, ni para
detectar posibles fallas en su funcionamiento, o para diseñar futuros
telescopios espaciales con la experiencia adquirida por el uso prolongado del
Hubble.
El razonamiento del abogado en su profesión, para ser efectivo, debe
moverse necesariamente dentro de los tres niveles superiores de Bloom. Un
conocimiento somero del derecho que sólo permita identificar algunas normas
y comprender superficialmente una aplicación sencilla de las mismas, no es
suficiente para resolver problemas legales reales que se le presentan al abogado
en su ejercicio, o para crear alternativas eficientes de acción para sus clientes.
La preparación y el entrenamiento del abogado deben llevarlo al fondo de los
problemas; a las causas; a los principios utilizados en la redacción de leyes; a
la filosofía y a la política legislativa; al por qué de las cosas. Simultáneamente,
al estudio de casos. Sólo así podrá entender realmente los problemas legales,
diseñar alternativas y crear y evaluar distintas soluciones. El trabajo enfocado
con el tiempo lo llevarán a ser un maestro en la materia de su especialización.
b. Pensamiento estratégico
El pensamiento estratégico es el más desarrollado de todos, pues los
incluye simultáneamente a todos (observación, análisis, síntesis, deducción,
inducción) y los supera. La persona que utiliza el pensamiento estratégico es
capaz de entender la realidad como un todo interactuante, del cual sabe extraer
los datos relevantes y desechar lo irrelevante para decidir. El pensamiento
estratégico toma información de la realidad, no sólo la que viene
empaquetadita en la consulta, sino la que viene aparentemente inconexa de la
vida misma, del ambiente político, económico y social; entiende la realidad
psicológica y las circunstancias personales y sociales del cliente y de su
entorno, comprende sus necesidades y prioridades. De todos esos elementos
cambiantes y muchas veces individuales e irrepetibles, escoge lo importante y
desecha lo insignificante y arma un cuadro general de la situación con cada
elemento en su lugar. Esta armazón le permitirá llegar a conclusiones
específicas, adecuadas al aquí y al ahora, y podrá cambiarlas si fuera
necesario, en la medida en que las circunstancias y los supuestos cambien.
Para Spencer Lyle la persona con pensamiento estratégico logra
comprender una situación o problema juntando las piezas que se encuentran en
el cuadro general. Esta comprensión incluye identificar los aspectos claves o
subyacentes en las situaciones complejas. El pensador estratégico usa su
razonamiento creativo, conceptual o inductivo para aplicar conceptos
existentes
o para definir conceptos nuevos. [267]
Personas con pensamiento estratégico desarrollado son los mejores líderes
políticos, los llamados estadistas, los empresarios, planificadores y gerentes
exitosos, las personas que tienen un conocimiento amplio de la realidad, no
sólo de las materias que han estudiado, sino de lo que comprenden por
intuición. A este nivel pertenecen filósofos, historiadores, legisladores con
visión integral de las materias que tratan; las personas con altos niveles de
influencia e impacto en las relaciones interpersonales y organizacionales y las
personas orientadas al logro en actividades innovadoras o empresariales.
Al pensamiento estratégico también se le llama: Uso de conceptos,
reconocimiento de patrones, pensamiento crítico, capacidad de definición de
problemas o habilidad para generar teorías.
A menudo el comportamiento de los pensadores estratégicos incluye:
i. Capacidad para intuir o actuar “a pepa de ojo”, o por sentido
común, o usar apropiadamente la experiencia de casos pasados
para entender problemas o situaciones presentes.

ii. Capacidad para ver diferencias cruciales entre la situación


presente y situaciones aparentemente similares que han ocurrido
antes.

iii. Capacidad para aplicar y modificar apropiadamente conceptos y


métodos complejos aprendidos.

iv. Capacidad para identificar relaciones útiles entre elementos de


información recibidos de áreas no relacionadas.

v. Habilidad para buscar información anterior o concurrente con


cierto grado de iniciativa intelectual o cognoscitiva.

vi. Capacidad para relacionar su trabajo con otras áreas de actividad.

vii. Capacidad para evaluar y canalizar la información. Y

viii. Capacidad para elegir consciente y oportunamente las vías de


acción para el logro de soluciones adecuadas; para lograr este
fin, abarca en su conjunto las múltiples necesidades prácticas
del
cliente.

c. La inteligencia emocional
Tradicionalmente los psicólogos desvincularon la inteligencia de las
emociones: “Cuando se trata del trabajo es conveniente dejar las emociones en
casa”, decía el viejo consejo. Hoy en día la posición de los psicólogos es
contraria. Comenzaron por notar que la personalidad contribuye más que la
inteligencia al éxito en la vida. En la década de los 90 se acuñó el concepto de
inteligencia emocional para indicar que el rendimiento intelectual de la persona
es más que la simple habilidad de resolver problemas teóricos, ya sea de
naturaleza abstracta, matemática, verbal y escrita, o espacial. El cociente
intelectual mide la capacidad de la persona de resolver problemas intelectuales
aislados, pero no mide la capacidad de triunfar en la vida, de mantener
relaciones interpersonales productivas, de detectar y resolver los problemas
principales en la realidad. Existen personas intelectualmente brillantes que son
incapaces de resolver los problemas elementales de su supervivencia. O genios
de la investigación incapaces de asesorar a un gerente. Actualmente los
psicólogos piensan que la inteligencia es la combinación de habilidad mental y
equilibrio emocional. La combinación de estos dos factores tiene un efecto
sinérgico; potencia el rendimiento de la persona en ambos campos, pues
aunque en el cerebro se pueden identificar separadamente las áreas que
corresponden a las emociones y las que corresponden al pensamiento
puro, ambas actúan coordinadamente. De manera que el equilibrio emocional
de las personas y su integración con su área intelectual resultan en un mejor
rendimiento profesional. Este equilibrio es un factor que toda persona debe
tener en cuenta para optimizar su rendimiento intelectual. [268]
En su proceso de crecimiento, el escritor (como toda persona) también
debe aprender a aprovechar las funciones específicas de los dos hemisferios
cerebrales. El hemisferio izquierdo es lógico, racional, metódico, científico; el
derecho es intuitivo, artístico, creativo. La persona que se entrena para actuar
con los dos hemisferios cerebrales aumenta su creatividad y efectividad
profesionales.
La inmadurez, el desequilibrio emocional o la neurosis ocasionan el
efecto contrario a la madurez. Destacados psicólogos y psiquiatras afirman que
la persona inmadura o neurótica es incapaz de apreciar la realidad adecuada y
objetivamente, pues la matiza y acomoda a sus necesidades distorsionadas.
Una persona inmadura o neurótica en el ejercicio de una actividad
profesional,
incluyendo la actividad jurídica, carece de la objetividad necesaria para evaluar
en su justa dimensión los problemas profesionales. Aunque profundizar este
tema escapa del alcance del presente trabajo, es importante advertirlo, para
mencionar todos los factores que influyen en la optimización del razonamiento.
Usualmente los abogados en ejercicio deben trabajar en equipo con otros
profesionales: economistas, ingenieros, administradores, publicistas, médicos,
gerentes, comerciantes, industriales, políticos... Trabajar en equipo exige la
habilidad para comprender el lenguaje y el aporte de otros profesionales y la
capacidad para dirigirse a ellos en un lenguaje a la vez técnico pero accesible.
El abogado maduro emocionalmente puede con facilidad crear relaciones
cooperativas, fluidas y productivas con el equipo.
d. Pensamiento sistémico
Fritjof Capra (La Trama de la Vida) dice que durante el siglo XX ocurrió
un cambio de paradigmas entre los científicos que estudiaban la vida en la
Tierra. El cambio comenzó porque los científicos se dieron cuenta de que todos
los seres vivos que conocemos están enmarcados en una de estas tres
categorías: O son seres vivos que forman parte de otros seres vivos, o son seres
vivos compuestos de muchos seres vivos, o son seres vivos que forman redes
con otros seres vivos. Es decir, cayeron en la cuenta de que la ciencia no puede
seguir considerando a los seres vivos objeto de su estudio como seres aislados,
unidos con otros por una simple yuxtaposición o coexistencia irrelevante u
ocasional. La interdependencia, la conexión de unos seres vivos con otros es
esencial y determina la existencia y el modo de vida de cada uno. Por tanto, los
científicos comenzaron a estudiar redes de seres que actúan como sistemas
interconectados, interdependientes. Cuando cambiaron el enfoque de su
estudio, se dieron cuenta de que la vida en la Tierra está totalmente
interconectada, y que cada uno de los seres vivos forma parte de una inmensa
malla de relaciones en las cuales cada ser juega un papel importante en el
equilibrio de todo el sistema.
El cambio de paradigma en el estudio de la vida tuvo sus derivaciones.
Una de ellas es el concepto de ecología profunda. Actualmente la ciencia
concibe a todo el planeta, particularmente la biosfera, como un sistema
complejo que se ha ido gestando y ha evolucionado durante los 4.500 millones
de años de su historia, de los cuales los últimos 3.500 millones de años ha
llevado la vida en su seno. Las relaciones de los seres vivos en el sistema son
dinámicas, están en constante evolución. Cada ser vivo es un ser actuante, que
crea relaciones, toma del sistema su alimento y bota los desechos al medio.
Por todo el tiempo de
duración de la vida, la red de seres vivos ha logrado sobrevivir y progresar.
Gran parte del progreso se debe a que todo el sistema procede armónicamente.
El desenvolvimiento armónico del sistema de vida no es lineal ni uniforme.
Los científicos han aguzado su mirada para entender cómo un sistema
aparentemente caótico puede mantenerse en orden y evolucionar, con sus
avances y sus retrocesos, sus altos y sus bajos, pero cuyo resultado, en
definitiva, es la supervivencia de la vida y su progreso hacia seres y redes más
complejas y perfeccionadas. Parte de los descubrimientos de los científicos ha
sido constatar que la mayor parte de los avances de la vida en la Tierra se debe
a mecanismos de asociación y cooperación de los seres vivos. Cada uno de
nosotros, por ejemplo, es el resultado del trabajo en equipo de millones de
células. La vida se las ha ingeniado para aprovechar sus recursos conjuntos,
para progresar unida, manteniendo un equilibrio constantemente cambiante y
aparentemente frágil. La ecología profunda ha caído en la cuenta de que para
comprender cada ser ha tenido que entender el sistema en que vive, pero el
sistema cada vez se ha ido agrandando hasta comprender toda la Tierra; y, si
vemos a la Tierra como formando parte de un universo que la afecta, debemos
entender el universo en la medida en que nos afecte, para entender la vida. Al
final los científicos llegan a una conclusión increíble: “O entendemos todo o no
hemos entendido nada”.
Ante esta conclusión, los científicos se preguntan de nuevo: “¿Entonces,
nunca entenderemos nada?” Y la respuesta es: “Ahí está el reto”. La
comprensión cabal de los problemas busca respuestas por la totalidad para
entender la totalidad. Esta respuesta emparenta a la ciencia con los principios
de la espiritualidad de las religiones místicas, que atienden las relaciones de las
personas con la Totalidad, y buscan entender la realidad del Ser.
Para los científicos de la vida ya no existen límites estrictos entre la física,
la química, la biología, la psicología y la sociología, ni entre otras ciencias
relacionadas, porque las leyes de unas y otras se aplican conjuntamente al
estudiar los seres vivos y sus relaciones. El reto de la ciencia es comprender el
funcionamiento del sistema de la vida y su conservación y desarrollo.
El pensamiento sistémico y ecológico cambia totalmente el enfoque de la
ciencia en siglos anteriores. Comprender la totalidad es comprender un mundo
no lineal, no predecible totalmente; un mundo complejo, en el que el todo es
superior a la suma de las partes. Las reglas que se aplicarían a un ser
individual, separado del sistema, no sirven para entender ni resolver los
problemas de la totalidad. Ni la suma de las reglas de todos los seres
individuales entiende la realidad total. Hoy en día el reto de la ciencia y, en
realidad, de la humanidad
completa, es comprender el sistema de vida completo y sus interrelaciones,
para asegurar la supervivencia de los seres humanos y de la totalidad de la vida
en la Tierra.
El enfoque sistémico y ecológico afecta todas las ciencias y las
actividades humanas. La política local, regional, nacional, internacional y
mundial, por ejemplo, no puede plantearse problemas de simple competencia y
confrontación de unos con otros. Por primera vez en la historia de la
humanidad, la idea de la aldea global es un hecho con consecuencias prácticas
inminentes. O entendemos que todos formamos un sistema interconectado, o
más temprano que tarde vamos al fracaso colectivo. La solución del problema
de la pobreza de unos no corresponde sólo a los pobres: es la supervivencia de
la humanidad. La superpoblación o el subdesarrollo de unos llevan al colapso
de todos. El problema de la tenencia de armas nucleares no es un tema de
discusión de un club de selectos. Los recursos naturales, los recursos
financieros, la tecnología para producir, para transportar o para curar, deben
disponerse para resolver los problemas de todos. Mantener desequilibrios
sustanciales en el planeta, creará necesariamente problemas no sólo para los
afectados, sino para todos.
Una primera conclusión del enfoque sistémico de la ciencia es que todo
pensamiento, toda actividad de los seres humanos en la Tierra debe tener como
norte el pensamiento sistémico y ecológico para asegurar la supervivencia de la
humanidad y de la vida. Nuestras relaciones con el medio no pueden ser de
dominación y explotación, sino de miembros participantes del sistema. Ya no
podemos continuar agotando los recursos naturales irresponsablemente, ni
botando los desechos tóxicos donde nos plazca, ni organizando la vida, en
general, sin considerar los efectos de cada acto en el equilibrio total. Si somos
consistentes con la historia biológica del planeta, debemos enfocar las
soluciones desde la perspectiva de la cooperación, la asociación y el equilibrio.
No de la confrontación y el odio. Cooperar y asociarse para sobrevivir y
progresar es la enseñanza de la vida en la Tierra y la exigencia de nuestra
generación.
El pensamiento sistémico también afecta las organizaciones humanas
intermedias, las empresas industriales, de comercio y de servicio, las
organizaciones no gubernamentales, las religiones, los clubes deportivos…
Llegó la hora para la humanidad de revisar sus valores y sus instituciones, sus
actitudes y su conducta, con el fin de ordenar todas sus actividades dentro del
contexto global.
Ahora nos podemos preguntar: ¿Por qué citar el pensamiento sistémico y
ecológico en un libro de redacción? La respuesta, a mi manera de ver, es
evidente. Aprender a pensar y a razonar es aprender a resolver problemas en el
contexto de la vida. La información de que disponemos hoy en día nos exige
resolver los problemas parciales atendiendo a la solución global. Como seres
humanos debemos revisar nuestros valores actuales y reeducarnos para ajustar
todos nuestros actos dentro del contexto sistémico. Todo problema que
analicemos, de cualquier profesión, debe enfocarse tomando en cuenta el
panorama general de la supervivencia y mantenimiento de la vida en la Tierra.
Formamos parte de la gran sinfonía del universo y todas nuestras notas deben
contribuir a la armonía total.
A menor escala, el pensamiento sistémico nos enseña a entender los
problemas específicos dentro de su contexto. Cuando el abogado estudia las
consecuencias legales del despido de un ejecutivo de una empresa, debe
pasearse por los efectos del despido en el desarrollo de las operaciones de la
empresa, en el impacto financiero del despido, en la integración del equipo sin
el ejecutivo despedido, en las consecuencias fuera de la empresa por el despido
de esa persona determinada, que tenía relaciones e influencia en el medio.
Podría ser importante analizar por qué se produjo el despido; si las relaciones
entre los directivos son tensas o fluidas. Ninguno de los elementos que
acabamos de mencionar forma parte de la consulta, pero deben ser
considerados. El pensamiento sistémico nos enseña a entender los hechos
aislados dentro del contexto en que suceden. Sólo así podemos entenderlos
cabalmente y diseñar soluciones adecuadas.
e. Pensamiento crítico
La siguiente es una definición de pensamiento crítico inspirada en la
definición de Francis Bacon, redactada hacia 1605:
Razonar con pensamiento crítico significa disponer
nuestro entendimiento permanentemente para encontrar y
estudiar la verdad dondequiera que se encuentre; observar
atentamente para captar las semejanzas de las cosas; y para
distinguir sus sutiles diferencias; y al mismo tiempo, tener
curiosidad y voluntad para buscar, sensatez para dudar,
disponibilidad para meditar, calma para evaluar, paciencia
para considerar, cuidado para disponer y poner en orden; y
ecuanimidad para no dejarse seducir por lo nuevo, para no
aferrarse a lo viejo y para rechazar todo tipo de impostura.
[269]

Para razonar con pensamiento crítico se requiere madurez emocional.


Dirigir la mente objetiva y permanentemente a la consecución de la verdad
exige tener la capacidad y el discernimiento para desechar, si fuera necesario,
lo que hemos considerado como verdadero; y para aceptar, si fuera el caso, lo
que ignorábamos o rechazábamos como falso. No todo el mundo está
capacitado para emprender esa tarea. Si nos descuidamos en la tarea de buscar
la verdad donde se encuentre, viviremos aferrados a los principios, valores y
creencias que hemos ido adquiriendo paulatinamente desde pequeños, sin
someter nuestros aprendizajes al tamiz de la crítica. Buscar la verdad, aceptarla
donde esté y seguirla, requiere disposición y amplitud de la razón y, en la
misma medida, desprendimiento y generosidad en el corazón.
La persona que piensa críticamente no se adhiere a fanatismos
irreductibles; puede hallar verdades parciales dentro de posiciones
fundamentalmente erradas y errores e imprecisiones en posiciones
predominantemente verdaderas. Puede aceptar la duda sin entrar en crisis, pues
sabe que su conocimiento es limitado y perfectible y su pensamiento siempre
es capaz de conocer aspectos de la realidad que aún no conoce.
La persona que ha desarrollado el pensamiento crítico respeta al
interlocutor; no lo etiqueta, no lo califica ni lo descalifica, expone su criterio
sin exagerar ni quedarse corto; es tolerante y comprensivo, no se aprovecha del
caído ni adula al poderoso, ni se deja llevar por la moda. La persona que ha
desarrollado el pensamiento crítico es flexible: puede dialogar adecuadamente
con quien sustenta una posición distinta; y sabe aceptar, comunicar y defender
la verdad una vez hallada, con precisión, claridad y asertividad para persuadir y
convencer.
Podríamos glosar la máxima evangélica “La verdad os hará libres” [270] y
decir: La libertad de nuestro espíritu y la apertura de nuestro corazón nos
llevarán a la verdad.
Si atendemos cuidadosamente los comentarios anteriores sobre el
pensamiento crítico, veremos que más que una forma específica de pensar,
estamos hablando en gran medida de una actitud vital de la persona madura.
[271]

f. Adquisición y desarrollo de estas habilidades por el abogado


El abogado en ejercicio de su profesión no puede limitarse a repetir
normas y principios jurídicos aprendidos, con un conocimiento superficial y
acrítico.
Tomando en cuenta los criterios aportados por la ciencia, podemos resumir que
el abogado debe esforzarse por desarrollar cinco cualidades para razonar en su
profesión y particularmente en sus escritos:
a. Un conocimiento profesional con capacidad crítica dentro de las
categorías superiores de Bloom, con habilidad para analizar,
sintetizar, comparar y evaluar.

b. Madurez emocional para actuar integral y coherentemente con


las emociones y la mente; incluye, además, la habilidad de usar
la capacidad estrictamente racional, del hemisferio izquierdo del
cerebro, con la capacidad intuitiva y creativa del hemisferio
derecho.

c. Capacidad para enfocar los problemas con pensamiento


estratégico; esto es, integrar los conocimientos profesionales,
teóricos, al conocimiento y a los aportes de otros profesionales;
aún más, comprender la realidad presente individual e
irrepetible, pudiendo apreciar la interconexión de todos los
factores que influyen en los objetos de estudio. Debe entender el
lenguaje y la forma de pensar y de actuar de sus clientes; debe
entender sus necesidades, objetivos e inquietudes, el medio en
que se desarrollan; podría ser su familia, o su gremio; o la
competencia, los proveedores y los clientes; así como las
circunstancias políticas, económicas y sociales que afecten o
puedan afectar la actividad del cliente. Debe entender lo que
cada caso tiene de único e irrepetible. Debe saber cuándo aplicar
las normas aprendidas y cuándo las excepciones. Debe diseñar
imaginativamente alternativas de acción, y anticipar y evaluar las
ventajas y los riesgos de cada alternativa diseñada.

d. Capacidad para ver cada problema dentro de su contexto


particular, dentro de las circunstancias que lo provocan, y dentro
de su contexto general, del sistema de la ecología global de la
Tierra.

e. Capacidad para buscar y estudiar la verdad en donde se


encuentre, pudiendo superar sus propios prejuicios o
aprendizajes inveterados, con la mente inquisitiva y el corazón
abierto.
C. Aplicación de los principios generales a la investigación jurídica [272]

Al redactar opiniones legales y otros trabajos expositivos y


argumentativos el abogado puede utilizar una o varias de las formas de
proceder del pensamiento que hemos indicado. Podría ser que para exponer los
alcances de un texto legal recién aprobado por el legislativo, baste con un uso
discreto del pensamiento analítico y deductivo. O si uno considera un caso
aislado al que aparentemente no le corresponde una norma de derecho positivo,
podría utilizar el método inductivo para encontrar la norma general aplicable.
En su libro ¿Cómo Piensan los Abogados? el autor Clarence Morris
diserta sobre lo específico del pensamiento de los abogados. Algunas ideas
importantes del profesor Morris son las siguientes:
a. Al estudiar unos hechos determinados a la luz del derecho, el
razonamiento del abogado debe ser al mismo tiempo inductivo y deductivo
Inductivo, porque debe ir de lo particular a lo general; ¿por qué este acto
es justo o injusto, legal o ilegal? ¿Qué regla podría sacarse de esta relación
humana concreta, de estos hechos concretos? Pero, al mismo tiempo, el
razonamiento del abogado es deductivo: tiene que buscar la aplicación de
principios generales a un caso particular: ¿A qué caso particular puedo aplicar
esta norma o la otra?
Pero el abogado no termina su actuación cuando utiliza el razonamiento
inductivo, “porque la inducción termina con la derivación de generalidades y
los abogados raramente se dedican a presentar principios. Los clientes tienen
problemas específicos y desean soluciones concretas”. [273]
En el estudio de los casos los abogados también aplican principios
generales. Pero el razonamiento del abogado tampoco se agota en la aplicación
de los principios generales. “No hay un cuerpo completo de principios
generales inmutables que decida adecuadamente cualquier estado de cosas que
pueda ocurrir.” [274]
En realidad, en el proceso de elaboración de la consulta, el pensamiento
del abogado va alternando de lo inductivo a lo deductivo, en la medida que va
averiguando nuevos hechos y determinando las normas que pueden regir esos
hechos. “Ningún hecho es importante sin la teoría; ninguna teoría es pertinente
sin los hechos.” Dice Morris que lo particular del pensamiento del abogado es
que “no hay nada en los libros de lógica que trate del proceso mediante el cual
los hechos importantes y las teorías pertinentes entran en el campo del
pensamiento. El que profesa la lógica obra sobre proposiciones ‘dadas’ de
hecho o de teoría.”[275]
b. El pensamiento del abogado al redactar una opinión no es sólo
lógico. Es práctico
La lógica, como parte de la filosofía, tiene por objeto exclusivo estudiar
los conceptos, las ideas, y la relación entre ellas en los juicios y en el
raciocinio. [276] El abogado debe entender hechos, que son parte de la realidad
cambiante, individual e irrepetible de cada día. Sólo después de conocidos los
hechos, el pensamiento del abogado es lógico, cuando convierte los hechos en
conceptos y luego relaciona conceptos abstractos entre sí. Pero al plantear las
soluciones a los problemas, el abogado vuelve a distanciarse de la lógica
(entendida como rama de la filosofía), pues sus soluciones deben ser
eminentemente prácticas. El pensamiento del abogado es, por tanto, peculiar:
una mezcla curiosa de lógica abstracta y de visión práctica de la realidad. La
visión práctica de la realidad incluye un conocimiento del ser humano y de su
conducta, sus motivaciones y sus emociones. Y también una sensibilidad
especial para entender sus negocios, los aspectos económicos, sociales y
políticos de las decisiones de sus clientes.
El pensamiento del abogado, pues, debe participar de la lógica, para ser
coherente. Pero debe ser práctico, para ser eficaz. El abogado debe ampliar su
mente para comprender los aspectos no jurídicos de los problemas que se le
presentan, con el fin de encontrar soluciones reales y creativas. El abogado
asesor de la administración pública, debe comprender los problemas de la
administración y de los administrados. Si es asesor de negocios, debe
comprender el negocio y la mente de su cliente.
Al comenzar su explicación sobre el Common Law, el Juez Holmes
explica este enfoque del derecho:
El objeto de este libro es presentar una visión general del
Common Law. Para lograr este propósito, necesitamos
otras herramientas, además de la lógica. Mostrar que un
sistema es consistente si de un supuesto determinado se
derivan resultados particulares, es parte de la enseñanza,
pero no toda. La vida del derecho no ha sido la lógica; ha
sido la experiencia. [277]
Una compañía comercial tenía un abogado que constantemente prevenía
al Presidente y a los gerentes de los riesgos de las operaciones que efectuaban.
El
Presidente le dijo: “Parte importante de tu trabajo, como consultor jurídico de
la empresa, es advertir, como lo haces, todos los riesgos legales que la
compañía pueda correr en sus operaciones. Te agradeceré que siempre cumplas
tu función fielmente, al pie de la letra. Ahora bien, también te pediré que
comprendas que algunas veces te haremos caso y otras no. Nosotros
diariamente hacemos miles de transacciones comerciales, basados la mayor
parte de las veces en la palabra y en la buena fe de las partes. La inmensa
mayoría de las veces la gente con las que tratamos cumple su palabra y los
negocios marchan bien para todos. Una que otra vez nos equivocamos y es
preciso buscar correctivos legales y prácticos. Si para cada operación
comercial que hacemos tuviéramos que pasar por el escrutinio y la auditoría
del abogado, se paralizarían nuestras operaciones y la empresa no cumpliría
sus objetivos. En consecuencia, tu labor se cumplirá fijando algunos
lineamientos generales que deba seguir todo gerente para contratar. Muchas
veces seguiremos tus recomendaciones; otras, nos guiaremos por nuestra
intuición y experiencia comercial, a sabiendas de que corremos algún riesgo no
cubierto. En todo caso, te agradeceremos tus indicaciones.”
Este abogado conocía muy bien a su “jefe”. Lejos de su pensamiento
estaba suponer que el Presidente de la compañía iba a cometer alguna
ilegalidad deliberada. El temor del abogado era que el Presidente o algún
gerente de la compañía descuidaran algún flanco o ignoraran alguna norma al
negociar, con el consiguiente riesgo legal y económico para la empresa. Pero el
Presidente conocía sobradamente su negocio, y por experiencia podía predecir
que los riesgos serían prácticamente mínimos.
El pensamiento práctico, realista, del abogado, se muestra en el análisis de
las alternativas de solución de los negocios y los conflictos. Veamos este caso:
Un abogado era asesor de una fundación sin fines de lucro, cuyo objeto era
atender médica y quirúrgicamente a enfermos cardíacos. En una ocasión, un
médico de la fundación estaba practicando un cateterismo, examen que
consiste en introducir un catéter, es decir, un tubito plástico muy flexible, por
alguna arteria o vena del paciente, para llevarlo hasta el corazón e inyectar a
través de él una substancia contrastante, a fin de detectar, con rayos X, posibles
problemas cardíacos. El procedimiento se complicó porque el plástico del
catéter estaba vencido, y se deshizo dentro del cuerpo del paciente. Partes del
catéter comenzaron a circular por los vasos sanguíneos del paciente sin
posibilidad de control por los médicos. El paciente presentó lo que conocen los
médicos como fibrilación ventricular, una pulsación excesivamente acelerada,
que puso en riesgo su vida. Los médicos lograron recuperar los trozos rotos
de catéter y
salvar la vida al paciente, tras una operación complicada. La fundación
consultó al abogado sobre qué reclamo hacer a la compañía fabricante del
catéter. Lo primero que hizo el abogado fue determinar si el catéter tenía
indicada en su empaque la fecha de vencimiento y las condiciones de cuidado
y mantenimiento (por ejemplo: manténgase en lugar fresco, a la sombra, o a
tantos grados de temperatura). El catéter no lo tenía; es decir, no había
negligencia ni incumplimiento por parte de la fundación en el cuidado y
mantenimiento del catéter. Existía, en principio, responsabilidad civil del
fabricante de catéteres. Una alterativa era, en consecuencia, demandarlo con el
objeto de buscar la indemnización estricta de carácter económico de todos los
daños y perjuicios causados, incluyendo daño emergente, lucro cesante, y
daños a la imagen del médico y de la fundación, tras un litigio que significaría
uno o varios procesos largos y complicados, en los cuales hubiera tenido que
probar la relación de causalidad entre el defecto del catéter y el monto de los
daños sufridos por el paciente, por el médico y por la fundación.
Entonces el abogado, de acuerdo con los directivos de la fundación,
contactó al fabricante de los catéteres. Tras exponerles el caso, lograron, de
mutuo acuerdo, que la empresa fabricante de catéteres hiciera varias cosas: a)
pagar toda la operación y restablecimiento del paciente afectado; b) donar a la
fundación unos costosos e importantes equipos para detección y tratamiento de
enfermedades cardiológicas y coronarias; y c) en el futuro, colocaría en todos
sus catéteres la fecha de vencimiento y las normas sobre su conservación. Fue
una solución equitativa para todos.
El abogado que tenga una visión sólo teórica de la profesión, el que utilice
sólo la lógica, o tenga una mentalidad rígida o poco creativa, podría ser
posiblemente un buen investigador aislado en una torre de marfil. Pero tendrá
dificultades para resolver los problemas prácticos que se le presentan
diariamente al asesor.
c. El abogado no puede proceder como el investigador científico: por
ensayo y error
En primer lugar, porque el método de ensayo y error es aplicable sólo a
las ciencias naturales. En conexión con esto dice el autor Enrique Herrera que:
“en derecho, como en las demás ciencias humanas, las
conclusiones de la investigación no pueden verificarse
experimentalmente en razón de la propia naturaleza de la
materia investigada, como ocurre, por el contrario, en las
ciencias experimentales y exactas. Por ello, su verdad,
aunque relativa, es permanente, y su falsedad también, lo
que implica decir que sus conclusiones son esencialmente
contingentes.”[278]
Pero también hay una razón ética: el abogado debe encontrar la solución
para su cliente en cada caso. No puede someterlo al azar de la adivinanza, o del
ensayo incierto. El cliente debe saber exactamente cuál es el derecho aplicable
a su situación y conocer cuáles son sus alternativas y posibilidades de acción
en un sentido o en otro. Debe conocer los riesgos, las fortalezas y debilidades
de cada una de sus alternativas, para decidir con conocimiento de la situación.
Y el abogado debe asistirlo y asesorarlo en la mejor elección.
Además de los puntos analizados por el autor Morris, debemos distinguir:
d. Razonamiento al estudiar y razonamiento al exponer
Al estudiar, el razonamiento del abogado asesor debe ser objetivo, debe
desentrañar la verdad donde quiera que se encuentre independientemente de
sus consecuencias, favorables o desfavorables para el cliente o para la posición
que se quisiera defender. Al investigar, el abogado no debe tener criterios
preconcebidos, ni debe retorcer la realidad, los hechos o el derecho, con la
ilusa esperanza de favorecer al cliente. Al contrario: debe llevar la mente
abierta a lo que indique el derecho, los hechos y la realidad que investiga. Si el
abogado basara sus conclusiones o su recomendación en una premisa
distorsionada, dará una respuesta errada y las consecuencias para su cliente
podrían ser funestas. Simultáneamente, el abogado, ubicado en la realidad,
debe ser creativo, imaginativo, inquisitivo, para encontrar la respuesta más
favorable al cliente. Esto es, debe prever todos los supuestos y todas las
consecuencias posibles y enfocar la consulta concreta desde varias perspectivas
distintas, encontrar todas las alternativas posibles, detectar los puntos fuertes y
los puntos débiles de cada una. Sólo basado en la realidad podrá recomendar la
mejor vía de acción al cliente.
Cuando expone el derecho a su cliente, el abogado está explicando una
materia técnica a una persona que no la conoce, a quien le interesa solucionar
un problema para continuar con el curso normal de sus operaciones. La
experiencia nos dirá cuánto derecho le interesa saber a cada cliente y cómo
exponérselo. Usualmente debe exponérselo con palabras sencillas, en
castellano correcto pero comprensible a la primera leída por un desconocedor
del derecho. De la exposición del derecho al cliente y del razonamiento en los
escritos persuasivos
hablaremos en detalle más adelante, al referirnos al estilo de la opinión.
2.4.2. El razonamiento del abogado en una opinión legal consiste
específicamente en manejar y aplicar las fuentes de derecho
Como hemos visto hasta ahora, en la mayoría de las consultas la respuesta
debe evaluar la relevancia jurídica de hechos; el objeto del razonamiento
consistirá en evaluar esos hechos a la luz de las normas legales aplicables y
llegar a una conclusión: ¿Cuáles son las consecuencias legales de esos hechos?
Además, es usual que el cliente espere recomendaciones prácticas de su
abogado.
También se dan casos de respuestas a consultas de mero derecho, cuyo
objeto es exponer sistemáticamente el derecho aplicable a circunstancias
generales solicitadas por el cliente. Es frecuente que al abogado especialista los
clientes le pidan una explicación de las nuevas leyes que vayan apareciendo en
materia de su especialidad. Vimos, además, dos ejemplos de esta última
posibilidad: El cliente que quiere instalar una planta de ensamblaje de
automóviles y el banco que pide nuestro informe sobre las normas legales que
afectan los intereses.
Cualquiera que sea el punto de partida, el fondo de la opinión deberá
cumplir con un requisito fundamental: aplicar las fuentes del derecho.
En nuestro sistema jurídico existe un estricto inventario y jerarquización
de las normas legales. Como estudiamos en Introducción al Derecho, las
normas legales provienen de las fuentes del derecho. Estas se dividen en
fuentes directas y fuentes indirectas de derecho. Las primeras son las que crean
las normas. Las segundas ayudan a entenderlas, a interpretarlas, a precisar su
alcance. Las fuentes directas están agrupadas en la conocida Pirámide de
Kelsen. En la cúspide de la Pirámide está la constitución; luego vienen, en
orden descendiente, las leyes orgánicas, las leyes ordinarias y los decretos -
leyes, los reglamentos, las resoluciones ministeriales y, por último, en la base
de la Pirámide, los actos individuales, como los contratos, las sentencias y los
testamentos. Hay otras fuentes directas de derecho, como las ordenanzas
municipales, los actos parlamentarios sin forma de ley y otros, cuya jerarquía
todos conocemos.
Las fuentes indirectas de derecho son la jurisprudencia, la costumbre, la
doctrina y el derecho comparado. Se incluyen aquí también los diarios de
debates del Congreso, ahora Asamblea Nacional, y las exposiciones de
motivos de las leyes; los principios generales del derecho y los aforismos.
Todos conocemos las fuentes, cuyo significado y aplicación sabemos
como abogados y no viene al caso repetir aquí. Simplemente quería hacer
algunos comentarios sobre el manejo de las fuentes al estudiar una consulta
legal.
A. Cubrir todas las fuentes
Al emitir una opinión el abogado debe estar seguro de revisar todas las
fuentes de derecho. El abogado consultor debe tener acceso a toda la
información actualizada que necesita. La Constitución, un buen índice de leyes
vigentes, jurisprudencia hasta las últimas decisiones, doctrina abundante y
variada relacionada con el tema de su especialidad. Debe revisar diariamente la
Gaceta Oficial. Toda la información sobre las fuentes de derecho debe ser
consultada exhaustivamente cada vez que uno va a redactar una opinión.
Conozco un abogado especialista en Derecho Administrativo que siempre
llevaba consigo una recopilación de leyes. Y las consultaba sin cerciorarse de
que estuvieran vigentes. Llegó a consultar muchas veces leyes derogadas.
B. Usar el recto juicio y la hermenéutica jurídica
En su razonamiento y evaluación de la consulta, el abogado debe aplicar
exactamente las normas legales, con recto juicio, dándole a cada una su justo
valor.
Aunque la pregunta sea meramente expositiva de la normativa aplicable a
un caso concreto, no siempre es fácil conseguir la respuesta. Veamos esto con
un ejemplo. En una oportunidad un laboratorio consultó a un abogado sobre las
normas legales que afectaban las etiquetas de los productos cosméticos. La
consulta provenía del Consultor Jurídico de la casa matriz, ubicada en el
extranjero. Cuando el abogado investigó el derecho aplicable, entre otras cosas
descubrió que existía una Comisión Asesora en Productos Cosméticos, creada
por resolución ministerial, cuya finalidad era simplemente asesorar al Ministro
en la detección de los posibles problemas que surgieran en el ámbito de los
cosméticos, y sugerirle al Ministro normas correctivas o preventivas.
Evidentemente, esta Comisión Asesora no tenía facultades para dictar normas.
La Comisión después de sus reuniones emitía unos informes, que distribuía
multigrafiados entre los interesados, normalmente personas del mismo
Ministerio. Ahora bien, funcionarios del Ministerio informaron al abogado que
el Ministerio nunca aprobaba un producto cosmético que no cumpliera con
todas las recomendaciones hechas por la Comisión en sus informes
multigrafiados.
Al evaluar los “informes multigrafiados emitidos por Comisiones
Asesoras”, cualquiera de nosotros puede concluir que no son fuentes directas
de derecho. ¿Qué decirle al Gerente, o al Consultor Jurídico del laboratorio en
el extranjero?
Al redactar la opinión el abogado dejó en claro que los informes
multigrafiados no constituyen fuente de derecho. Pero previno al cliente que el
Ministerio debe aprobar los productos cosméticos de distribución masiva, y
que no aprobaría ningún producto que violara esas normas. De manera que era
prudente conocer los informes multigrafiados para conocer anticipadamente
cuál sería la práctica administrativa que afectaría sus productos.
C. Tener una actitud crítica frente a las soluciones dadas
Uno de los puntos más delicados con que debemos enfrentarnos los
abogados al escribir una opinión legal es: ¿Cómo manejar los criterios ya
sentados por la jurisprudencia y la doctrina? Y más particularmente: ¿Cómo
manejar los criterios sentados por la jurisprudencia y la doctrina, cuando
vemos que son errados y son contrarios a nuestro cliente?
El problema no es sencillo de responder. En nuestra manera de ver, tiene
dos aspectos íntimamente relacionados pero diferentes. Uno es el estrictamente
legal: el valor intrínseco de la argumentación: ¿Cómo razonar correctamente,
con argumentos convincentes? Pero el otro es igualmente importante, pues
tiene que ver con el receptor del mensaje, y con las más enraizadas tendencias
psicológicas del ser humano relacionadas con el aprendizaje y con la creación
de patrones de conducta y de pensamiento: ¿Cuándo y por qué una persona se
convence? La psicología nos advierte sobre la dificultad de los seres humanos
para cambiar patrones de pensamiento y de conducta inveterados. Y para
contrariar lo establecido por la sociedad y por lo que consideremos
“autoridad”.
Para ponernos en escena sigamos el razonamiento del Dr. Clarence
Morris, en su libro Cómo piensan los abogados. [279] El Dr. Morris dice que los
seres humanos en general (y los abogados no somos una excepción) tomamos
prestadas de otros casi todas nuestras creencias. Dichas creencias nos han sido
enseñadas desde pequeños en la familia y en el colegio. En muchos casos ya no
nos acordamos de su procedencia, y aunque sean sólo culturales, nos parecen
consustanciales al ser humano. En nuestra vida adulta llevamos con nosotros
muchas creencias pre elaboradas que nunca hemos sometido al bisturí de la
crítica. Pensemos, por ejemplo, que la gran mayoría de las personas profesan la
religión que les enseñaron de niños, y no se sientan a analizar una por una
todas
las religiones para determinar objetivamente cuál es la mejor. Salvo algunas
excepciones, las personas se adhieren a la religión que les enseñaron, y la
defienden como la verdadera.
Añade el autor citado que en general los seres humanos tendemos a ser
más crédulos que hipercríticos. Nosotros podemos comprobar que esto es
cierto, pues hace falta una buena dosis de fe y de confianza en el mundo que
nos rodea para vivir en paz. En nuestra vida diaria creemos que el auto y el
avión en que vamos están debidamente revisados, nos montamos en un
ascensor que vemos por primera vez y subimos al piso 15 de un edificio sin
siquiera pensar que se puede caer; y entramos en un cine o en un túnel seguros
de que el techo no se desplomará.
Cuando leemos las decisiones de la Corte Suprema de Justicia (hoy
Tribunal Supremo de Justicia), y de otros altos tribunales, o las opiniones de
reputados autores, consagrados nacional o internacionalmente por su recto
juicio, psicológicamente estamos frente a lo “ya establecido”; es decir, nos
colocamos con una actitud de respeto frente a lo decidido por personas sabias o
conocedoras o por instituciones importantes, que se tomaron el trabajo de
pensar detenidamente sobre el asunto para fijar un criterio. Por un impulso
natural nos resulta más fácil aceptar lo ya establecido que diseñar una opinión
de disenso. Es incómodo corregir a los maestros. Lo mismo les sucede a los
jueces, seres humanos iguales que nosotros, a quienes les resulta más fácil y
seguro aceptar la jurisprudencia establecida (y más seguro si es reiterada) que
ser la voz disonante.
Obviamente lo expuesto no sucede siempre y vemos cómo los principios
generalmente aceptados pueden estar equivocados. Desgraciadamente, las
equivocaciones de los principios dados como ciertos suceden con cierta
frecuencia y la sociedad los acepta pasivamente. Sólo mediante un sensato
escepticismo podremos descubrir el error en donde se encuentre, incluso en las
fuentes más acreditadas y dadas por inmutables.
En el extremo opuesto la dificultad está en aplicar la recta mesura a
nuestra actitud crítica. Porque si llevamos demasiado lejos nuestra crítica, dice
el autor Morris, “nuestros problemas se extenderán tan rápidamente que nos
encontraremos contemplando la naturaleza del universo, y nuestro objetivo
original de resolver un problema inmediato se convertirá en una divagación
metafísica”. Nuestro razonamiento debe estar orientado “por el propio
problema y por el propósito de resolverlo.”
La conclusión del Dr. Morris es que “la opinión autorizada es como
máximo una ayuda para solucionar los problemas actuales... su empleo es a
menudo una parte útil y esencial del proceso de razonamiento reflexivo;” pero
su aceptación ciega puede representar “la perpetuación del error.”
Esa es la respuesta a la primera pregunta de nuestro enunciado. La
segunda pregunta tiene que ver con nuestro manejo de la situación: ¿Cómo
lograr que el lector se convenza y acepte nuestros argumentos? El lector puede
ser el cliente, la contraparte en una negociación, un superior en la organización
para la que el abogado trabaja, o un juez, un funcionario administrativo, o una
comunidad entera cuando la propuesta del abogado es para un cambio social.
Supongamos que constatamos que la jurisprudencia reiterada está errada o es
ilógica y perjudica a nuestro cliente. La respuesta a esta pregunta es más
difícil, porque tenemos que tomar en cuenta, en primer lugar, el mérito de
nuestros argumentos y de nuestra lógica en contra del criterio establecido. Si el
valor de nuestros argumentos es contundente, debemos decidir: a) si vamos a
enfrentar la situación dada, con la expectativa de lograr un cambio de
jurisprudencia. Si ese es el caso, debemos prever la forma de vencer la
resistencia natural que hallaremos en los sentenciadores, en los funcionarios,
en la contraparte o, incluso, en nuestro propio cliente, para contrariar lo
establecido por “la autoridad”. b) Si, por el contrario, vamos a buscar una
alternativa práctica e imaginativa para solucionar el problema del cliente, por
otra vía que nos evite enfrentar la jurisprudencia o la doctrina contrarias.
Para ampliar este análisis, en el Apéndice 2 se refieren algunos
descubrimientos de la psicología sobre la forma de decidir de las personas.
2.4.3. Alcance y madurez del razonamiento jurídico
Examinar y evaluar unos hechos determinados a la luz de las fuentes de
derecho es parte sustancial del razonamiento legal. Pero necesariamente no lo
agota. Al abogado le es posible profesionalmente hacer otras consideraciones
válidas. Veamos por qué.
A. Método de razonamiento seguido hasta ahora
Todo el razonamiento que hemos seguido hasta aquí obedece
estrictamente a un punto de vista pragmático. Hemos partido del supuesto del
cliente que acude a un abogado en busca de una respuesta legal
eminentemente práctica, que le permita resolver un problema o tomar una
decisión que le garantice continuar con el flujo normal de sus operaciones y
maximizar sus resultados. Hemos enfocado el razonamiento legal siguiendo la
llamada Escuela de Viena,
cuyo representante más importante fue Hans Kelsen, quien expuso sus
criterios principalmente en La Teoría Pura del Derecho. Según la Escuela de
Viena, o Escuela Dogmática, no existe otro derecho que el sancionado por la
autoridad políticamente constituida que ejerce el poder. El derecho, desde este
punto de vista, es una técnica social, “es simplemente un instrumento para el
logro de algunas finalidades y, como todo instrumento, se puede juzgar con
referencia a su eficacia, esto es, a su capacidad para garantizar un orden
(cualquiera que sea) de la sociedad.” [280] Examinar las fuentes de derecho,
agrupadas y jerarquizadas en la famosa pirámide, obedece a este
planteamiento.
En la mayoría de los casos presentados al dictamen del profesional,
bastará con un examen de las fuentes de derecho para satisfacer la necesidad
inmediata, pragmática, del cliente. Las fuentes de derecho tienen suficientes
normas de interpretación y de conexión que permitirán al intérprete hallar una
solución adecuada. Según el principio de integralidad del derecho, “no todo el
derecho se halla en las fuentes formales, por lo que el jurista preocupado
podrá incursionar sin mayores problemas en temas carentes de específica
regulación positiva.”[281] Como consecuencia del principio de integralidad del
derecho los jueces no pueden dejar de juzgar bajo pretexto de silencio,
oscuridad o insuficiencia de las leyes. Ese principio está consagrado en el
Artículo 19 del Código de Procedimiento Civil de Venezuela, y tiene sus
equivalentes en otras legislaciones. [282] Si el juez para decidir tiene que
razonar en ausencia de disposición expresa, o frente a disposiciones oscuras o
insuficientes, el abogado asesor debe hacer lo mismo. En consecuencia, el
derecho positivo debe ser capaz de resolver todos los casos presentados a su
examen y solución.
El principio de integralidad del derecho da seguridad al intérprete, pues
garantiza dos cosas: a) que para cada problema jurídico debe haber una
respuesta jurídica; y b) que dicha respuesta jurídica se encuentra dentro del
ordenamiento legal vigente. El principio de integralidad del derecho al mismo
tiempo significa reconocer que la realidad es más rica y compleja que la
capacidad del ser humano de anticiparse y crear normas claras e inequívocas
para cada caso; por muy previsivo, racional y minucioso que sea un
ordenamiento jurídico, siempre dejará por fuera de su previsión expresa
numerosos hechos y circunstancias. En consecuencia, el derecho crea normas
de interpretación, de evaluación y de razonamiento que permitirán al juez (y al
intérprete, que debe anticipar la decisión judicial) obtener respuestas jurídicas
justas para resolver todos los problemas que se presenten a su examen,
evaluación y decisión. El estudio del derecho, por tanto, está muy lejos de
consistir o agotarse en un aprendizaje y memorización de infinidad de normas
expresas de derecho positivo. El juez y el abogado al interpretarlo y aplicarlo
deben ejercitar su razón en su grado más elevado, es decir, en su capacidad de
determinar el alcance e interpretación de cada norma, de entender la
interconexión del cuerpo jurídico en su totalidad, de precisar en casos
concretos conceptos tan abstractos e inasibles como justicia, equidad, buena
fe, orden público, buenas costumbres, espíritu de la ley, justa compensación,
intención de las partes, voluntad interna contra voluntad declarada, dolo,
culpa, racionalidad, proporcionalidad, la conducta de un buen padre de familia
y tantos otros con los que los abogados nos debemos enfrentar cada día, pero
cuyo alcance preciso sólo conocen los sabios. [283]
A este nivel profundo que, por cierto, es el único real y verdadero del
derecho, el abogado requiere, como vimos al comenzar a hablar del
razonamiento, una buena dosis de ética y de madurez. En manos inexpertas o
inescrupulosas, el derecho puede ser un instrumento de la torpeza o de la
maldad, de la manipulación y la triquiñuela. El verdadero abogado, el sabio, es
quien tiene en su mente y en su corazón el ideal de justicia que se refleja en
cada uno de sus actos.
B. Razonamiento del abogado frente a la deficiencia de la norma
jurídica, de la práctica administrativa o del entorno político
A pesar de lo dicho hasta ahora, podría ser que en ocasiones el abogado
perciba que la consulta rebasa los límites de la pirámide de Kelsen, como si el
ordenamiento jurídico positivo no bastara para solucionar un problema real. El
derecho positivo es, en realidad, la concreción de una filosofía, la expresión de
valores morales o la puesta en práctica y funcionamiento de una política.
Además, el derecho positivo recoge la experiencia de la civilización milenaria
y geográficamente diversa. Y en algunos casos el estudioso puede detectar: a)
que la norma de derecho positivo no expresa debidamente la filosofía, los
valores morales o la política que le sirven de base, guía e inspiración; b) que
los principios filosóficos, morales o políticos que inspiran la norma legal son
errados, inmorales, irracionales o inconvenientes; c) que la aplicación de las
normas jurídicas tiene alguna deficiencia institucional por la jurisprudencia o
la práctica administrativa desviadas; d) que la experiencia recogida por el
derecho es insuficiente, por la novedad de las materias reguladas, y en
consecuencia, las normas tantean la materia regulada, son imprecisas,
insuficientes o erradas. En ese momento al profesional se le plantearán en la
práctica las viejas discusiones teóricas de los filósofos del derecho sobre el
alcance y los límites verdaderos del
concepto de derecho. Parecería a primera vista que existe una contradicción
entre el principio de integralidad del derecho positivo y la necesidad de
recurrir al derecho natural, a la escuela del derecho racional, o a otras escuelas
del derecho. Pero esa contradicción es sólo aparente, pues la experiencia nos
enseña que una u otra visión son sólo enfoques diferentes de la misma y única
realidad. Esa única realidad se puede resumir así: El derecho positivo vigente
es integral, es decir, debe dar respuestas jurídicas a todos los problemas
presentados a su conocimiento y decisión; pero siempre, al final del camino, lo
encontramos informado, inspirado e iluminado por principios éticos,
filosóficos y políticos, que originan su creación, propósito y razón.
La explicación a esta aparente contradicción nos la puede dar el propio
Kelsen. En su Teoría Pura del Derecho, Kelsen distingue entre normas
“puestas” y normas “supuestas”:
A una norma creada por un acto cumplido en el espacio y
en el tiempo la denominamos positiva, y se distingue de
todas las otras normas que no han sido creadas de esta
manera, que no han sido “puestas”, sino solamente
“supuestas” por un acto puramente intelectual. [284]
Y aclara:
Toda norma es la expresión de un valor, de un valor moral
si se trata de una norma moral, de un valor jurídico si se
trata de una norma jurídica. Si comprobamos que la
conducta de un individuo corresponde o no a una norma
positiva, emitimos un juicio de valor, pero tal juicio no
difiere esencialmente de una verificación de hecho (o
juicio de realidad), puesto que se relaciona con una norma
positiva y, mediante ella, con el hecho que la ha creado.
Por el contrario, una norma que no ha sido “puesta”, sino
solamente “supuesta”, no pertenece al dominio de la
realidad. [285]
Y al llegar a la “norma fundamental”, a la primera constitución, de la
cual depende todo el ordenamiento jurídico, se enfrenta a una realidad que no
puede eludir y dice:
La Teoría pura del derecho atribuye a la norma fundamental
el papel de una hipótesis básica. [286] …Es, pues, en último
análisis, en la norma fundamental donde encontramos la
fuente de la significación normativa de todos los hechos
que constituyen un orden jurídico. Solo la hipótesis de una
norma fundamental permite conferir un sentido jurídico a
los materiales empíricos que se presentan al examen del
jurista y considerarlos como formando un sistema de
normas. [287] …La norma fundamental es así la hipótesis
necesaria de todo estudio positivista del derecho. Al no
haber sido creada según un procedimiento jurídico, no es
una norma del derecho positivo; dicha norma no es
“puesta” sino “supuesta”. Es la hipótesis que permite a la
ciencia jurídica considerar al derecho como un sistema de
normas válidas. [288] …La Teoría pura muestra que la
hipótesis de la norma fundamental se encuentra en la base
de todos los juicios jurídicos, ya se refieran a la
competencia de un órgano o a los deberes,
responsabilidades y derechos subjetivos de un sujeto de
derecho; es decir, que todos los juicios que atribuyen un
carácter jurídico a una relación entre individuos sólo son
posibles con la condición general de suponer la validez de
una norma fundamental. Así, la validez que la ciencia
jurídica puede atribuir al derecho no es absoluta, sino
condicional y relativa. [289]
Kelsen, en definitiva, al crear la Teoría pura del derecho, identifica las
normas de derecho que forman parte del derecho positivo y, en consecuencia,
del objeto de estudio para la ciencia del derecho. La construcción intelectual y
científica del derecho logra aislar al derecho de interferencias ajenas con el
mismo éxito y siguiendo el mismo riguroso proceso de cualquier científico
con su objeto de estudio. Ese estudio también implica reconocer la diferencia
de origen entre las ciencias naturales y la ciencia del derecho. Las ciencias
naturales tienen su origen en hechos reales. Pero la ciencia jurídica llega a un
límite final y relativo de su objeto en la “norma fundamental”, que soporta y
determina todo el cuerpo jurídico, y que siempre, necesariamente, será una
norma “supuesta”.
Recapitulando: En la inmensa mayoría de los casos presentados al
dictamen del abogado bastará con revisar las fuentes del derecho positivo,
pues los problemas son estrictamente técnicos. Tal sucedería, por ejemplo,
en una
consulta sobre la liquidación de un trabajador, sobre el modo de cálculo de
unos impuestos o sobre las cláusulas de un contrato de fabricación de insumos
para la industria. Pero en otros casos el abogado encuentra que el problema no
se resuelve examinando los hechos objeto de la consulta a la luz de normas
jurídicas concretas, sino que debe enfrentar deficiencias en el derecho mismo,
en los principios filosóficos, morales o políticos que lo informan, o en la
práctica institucional de su aplicación.
Este comentario nos remite a los textos de filosofía del derecho y de
introducción al derecho, que los tratan exhaustivamente. [290] Además, es
oportuno advertir sobre estos puntos.
a. Razonamiento jurídico y política
El razonamiento del abogado en una opinión legal debe tomar en cuenta
la realidad política en la que actúa. [291] Dice el autor Enrique Herrera que “el
análisis jurídico, por muy neutro que parezca, tiene siempre contenido
político. La política, como arte y como ciencia, se vincula con el gobierno de
los hombres, uno de cuyos instrumentos es justamente el derecho.
Consecuentemente, todo tema jurídico está directamente relacionado con
principios políticos a los que corresponde y le sirven de sustento.” [292] Y
añade: “Tienen connotación política todas las instituciones del derecho en que
se manifieste un principio jerárquico”. La consecuencia evidente de la
interconexión política - derecho es que “las instituciones jurídicas, sin
excepción, están sujetas a cambios, no por razones técnicas que los justifiquen,
sino por el contenido político de las instituciones superiores que las
enmarcan.”
[293]
De manera que la posibilidad de un abogado que quisiera permanecer
aséptico a la política y quedarse en el campo puramente técnico, es meramente
teórica, ajena a la realidad.
¿Cómo funciona la conexión derecho - política?
En las sociedades altamente estructuradas, - afirma Herrera
- la vida política real y la jurídicamente institucionalizada
tienden a coincidir... en esas sociedades no se cuestiona la
legitimidad de las instituciones fundamentales, por lo que,
en principio, el análisis ‘puramente político’, tendrá un
carácter reformista. Las consideraciones fundamentalmente
jurídicas, es decir, ‘intrasistémicas’, prevalecerán sobre las
estrictamente ideológicas o políticas, en tanto se admite
tácitamente la estabilidad de las bases constitucionales de
[294]
las instituciones de derecho.
En las sociedades desorganizadas, o en las que pierden el consenso sobre
lo fundamental de su organización política, económica y social, se producen
cuestionamientos extrasistémicos, es decir, propuestas de cambios sustanciales
y ajenos a la propia organización fundamental del Estado. Esos
cuestionamientos deben hacerse por la vía institucional, y las constituciones
deben prever la salida organizada a las crisis que se presenten en la sociedad
para asegurar la continuidad del sistema democrático y la paz.
A pesar de verse involucrado en la turbulencia de la discusión de los
problemas fundamentales de orientación política, económica y social de un
país, el abogado debe mantener la serenidad, la madurez y el equilibrio
exigidos a quien debe ser objetivo, líder y diseñador de las instituciones.
b. Razonamiento legal y patología del derecho
El razonamiento legal también puede acometer la patología del derecho,
es decir, las imperfecciones y vicios en su creación y aplicación. Los vicios
pueden provenir: a) del propio Estado, que sanciona y aplica normas injustas,
inconstitucionales, ilegales, arbitrarias o inadecuadas para solucionar los
problemas y lograr los objetivos para los cuales se dictan, o b) de los
particulares que en su pugna por obtener beneficios se pueden colocar al
margen de las normas. Retomemos la orientación de Enrique Herrera:
La vida misma del derecho se compone de acciones y
reacciones en las que, por un lado, se aspira a la
implantación de un orden justo basado en la moral y la
justicia, y, por el otro, se manifiestan las resistencias
individuales o colectivas a su implantación en tanto puede
afectar intereses legítimos y no tan legítimos de los
ciudadanos. Este aspecto de patología permanente da al
derecho su dinamismo, lo que se manifiesta tanto en el
cambio de la normativa como en las decisiones de la
jurisprudencia y las posiciones de la doctrina, gracias a lo
cual - o a pesar de ello - el derecho va logrando, en el
terreno político, algunas victorias contra la injusticia en
sus múltiples formas. [295]
i. La injusticia
Definir cuándo una norma es justa o injusta no es sencillo, porque el
concepto “justicia” es un término impreciso; para distintas personas puede
tener significados y alcances diferentes. Según la escuela iusnaturalista,
además del derecho positivo existe un derecho natural “que se funda en la
naturaleza humana, se conoce por la luz de la razón y se impone a los hombres
por fuerza de la misma naturaleza.” [296] Para el iusnaturalismo “la ciencia
jurídica no puede agotarse en el simple análisis de la normativa positiva y la
comprobación de que ha sido sancionada por autoridad legítima, sino que debe
inquirir sobre la sustancial justicia que le da validez a sus postulados.” [297]
Acudir al derecho natural puede ayudar en casos en que sea necesario
apelar a principios de justicia por encima del derecho positivo. Expresiones
concretas de la apelación al derecho natural son la desobediencia civil, la
resistencia pacífica y el derecho de rebelión constitucional. Sin hacer juicios
de valor sobre la validez del derecho natural, a primera vista prevemos dos
escollos para aplicarlo: En primer lugar, la dificultad de precisar el
contenido del derecho natural para casos concretos. Un derecho no escrito,
universal e inmutable es difícil de encontrar en la práctica, debido a las
múltiples y contradictorias normas humanas en el espacio y en el tiempo, en
cualquier actividad imaginable. Actos que en una cultura pueden aparecer
como aberrantes y contrarios a la naturaleza, pueden ser permitidos y aupados
en otra. Matar, por ejemplo, que en nuestro medio es contrario a derecho, es
lícito en países que actualmente permiten la pena de muerte y el aborto. Lo
mismo se puede decir de la poligamia, del matrimonio entre homosexuales o
del tráfico y consumo de drogas. En segundo lugar, porque es un arma de
doble filo. Si en algunos casos alegar que la justicia está por encima del
derecho nos beneficia, en manos de un dictador o de un juez venal el principio
es devastador, fuente de toda arbitrariedad. Lo que en teoría puede parecer
muy justo, en la práctica puede dar origen al atropello de los derechos
humanos y a la violación flagrante del estado de derecho.
Otro recurso posible para el intérprete es acudir al enfoque de la Escuela
Histórica. Savigny, su principal propulsor, ve al derecho como el “producto
cultural formado gradualmente en la práctica de las relaciones jurídicas de
cada pueblo, sin que el legislador intervenga como factor creador y generador,
sino como mero formalizador.” La ley, según esta escuela, “no es un producto
de la razón, sino el resultado de la aceptación formal de los sentimientos y
juicios de la comunidad.” [298] En el espíritu de la comunidad, en sus
costumbres y tradiciones legales inveteradas, en los profundos principios
morales y
filosóficos de un pueblo, pueden encontrarse respuestas a asuntos dudosos.
Los comentarios que hicimos a propósito del análisis iusnaturalista son
plenamente aplicables a la escuela histórica del derecho.
Para Kelsen, como hemos visto, la dificultad fundamental en la
aplicación de los principios iusnaturalistas e históricos a la solución de casos
concretos es la subjetividad. Kelsen considera que las opiniones de los seres
humanos divergen en cuanto a los valores que han de considerarse evidentes y
naturales. Los juicios que se hagan como consecuencia de “normas supuestas”
tendrán carácter subjetivo, serán de imposible verificación. En cambio, las
normas de derecho positivo incluidas en la pirámide son objetivas y, en
consecuencia, brindan seguridad e igualdad para todos.
La propuesta de Kelsen da seguridad al derecho. Pero también sabemos
que un derecho que se agote en la norma positiva es pura técnica desprovista
de espíritu. Aunque el espíritu sea inasible, indeterminable, nutre y da vida y
sentido a las normas de derecho positivo. Y todo ordenamiento jurídico
positivo es la expresión organizada de principios filosóficos y culturales, de
valores superiores del ser humano, y de políticas y estrategias para
desarrollarlos. Tal vez sea oportuno recordar las palabras del autor Rafael
Preciado Hernández:
En el hombre es preciso cultivar y desarrollar
armónicamente el cuerpo y el alma, y otro tanto cabe hacer
con el derecho: en el equilibrio está la perfección. Un
hombre que sólo cultiva sus músculos y descuida el
desarrollo de su espíritu, acaba por convertirse en un
magnífico ejemplar de animal. Un sistema que se reduce a
pura técnica y desprecia el espíritu de los fines y principios
racionales que rigen la vida social, no merece el nombre
de derecho, es más bien la expresión cabal de la violencia,
o la opresión organizada. [299]
Ante la injusticia flagrante del sistema legal, o frente a la autoridad que
viola la constitución y los derechos humanos, se plantea el derecho de
resistencia, la desobediencia civil, e incluso la llamada rebelión constitucional,
consagrada en Venezuela en los artículos 333 y 350 de la Constitución. Sobre
las actitudes frente a la norma injusta y a los riesgos y consecuencias de su
desobediencia, remitimos a los textos recomendados.
ii. Otras patologías: inconstitucionalidad, ilegalidad, arbitrariedad
Dentro de las llamadas patologías del derecho el razonamiento del
abogado debe tener presente la inconstitucionalidad, la ilegalidad, la
arbitrariedad, según los actos o normas consideradas contraríen
respectivamente la constitución, la ley o cualquier otra norma jurídica.
Podemos ubicar aquí también el abuso de poder, la extralimitación de
funciones, la incompetencia del órgano o funcionario administrativo, la
irracionalidad, la falta de proporción de las decisiones y actos administrativos
y otros vicios similares.
iii. La inconveniencia
Por último, el abogado debe estar pendiente de otro vicio jurídico
frecuente: la inconveniencia. Una ley, un acto administrativo o cualquier
norma jurídica de cualquier jerarquía puede ser impecable desde el punto de
vista formal; pero puede resultar inoportuna, inconveniente o dañina por no
resolver los problemas que pretende atacar o no lograr los objetivos buscados.
En caso de normas inconvenientes, el abogado tiene una doble acción posible:
actuar como crítico de la norma y sugerir las correcciones oportunas y
advertirle al cliente al redactar una opinión y recomendarle acciones a seguir.
C. Razonamiento jurídico y creación del derecho
En ocasiones las consultas tienen que ver con redacción de fuentes de
derecho. Cuando el abogado trabaja en la redacción de fuentes de derecho
(Constitución, tratados, leyes, decretos, reglamentos, ordenanzas, contratos,
testamentos) debe tener en cuenta:
a. El proceso de razonamiento al redactar para crear derecho es
inverso al utilizado para aplicar o interpretar el derecho existente
Aplicar el derecho consiste en entender y probar la conexión de una
norma con hechos específicos de la vida real. Mientras que crear derecho es
redactar la norma que consistirá en supuestos de derecho que podrán aplicarse
a un indefinido número de hechos específicos futuros de la vida real. Al
aplicar la norma general de derecho a casos concretos el razonamiento es
predominantemente deductivo; pero si para crear derecho fuera preciso partir
del conocimiento de casos particulares para obtener la norma general, el
razonamiento será predominantemente inductivo.
El redactor de una norma jurídica debe tener en cuenta los siguientes
principios:
El redactor, en primer lugar, debe entender los principios
generales que conducirán su pensamiento, es decir: la filosofía,
los principios éticos que regirán la norma que redactará, los
valores rectores de la norma, la política que quiere aplicar y la
conveniencia tanto del conjunto de normas como de cada artículo
y párrafo. El ejercicio de entender principios generales incluye
comprender el sentido y el propósito de la norma que redacta
dentro del cuerpo jurídico, entendido como un todo orgánico.

Además, el abogado debe recoger la experiencia nacional e


internacional en la materia sobre la cual trabaja para crear
derecho. Como el derecho es, en gran medida, el fruto de la
experiencia, para legislar y crear normas de derecho locales, es
indispensable conocer la experiencia humana acumulada sobre la
materia. Si descuidamos este principio, estaremos siempre
comenzando de cero en materias en que otros países han
recorrido un buen trecho. Ciertas materias del derecho acumulan
una experiencia milenaria. En Derecho Civil, por ejemplo, todas
las instituciones relacionadas con el derecho de personas,
familia, bienes y obligaciones, han sido estudiadas y
desarrolladas en detalle desde la antigüedad. Por el contrario, en
otras materias, como protección al consumidor, trasplantes de
órganos o el derecho de la integración, son más recientes. En
ambos supuestos, la consulta y estudio de experiencias anteriores
de la humanidad, son fundamentales para realizar un trabajo de
redacción jurídica serio con miras a un resultado eficiente.

Por último, el abogado debe conocer suficientemente la materia


regulada para poder prestar un servicio útil; es ideal que el
abogado redactor tenga experiencia personal en el tratamiento y
resolución de muchos casos particulares. Si el redactor de leyes
no conoce casos particulares, podría ser que su acceso a los
principios generales sea meramente teórico y, por ende, falto de
sustento real. El derecho está basado en la experiencia
acumulada para organizar y regular actividades humanas
(científicas, sanitarias, políticas, económicas, industriales,
comerciales, deportivas, comunitarias, educativas y quién sabe
cuántas más). Probablemente a su experiencia personal deberá
integrar la experiencia de otros profesionales expertos en
materias objeto de la regulación específica, con quienes deberá
trabajar en equipo.
b. El redactor debe considerar la utilidad y la fuerza del derecho como
instrumento constructivo de estructuras y relaciones sociales
Una de las verdades fundamentales que aprendí trabajando con maestros
conocedores del derecho práctico, gerencial y empresarial, es la utilidad del
derecho como facilitador de la cooperación entre las personas e instituciones,
de promotor de vías de desarrollo, de creador de estructuras y procedimientos
que aseguren el logro de los propósitos de las personas y las instituciones.
Dicho de otra forma, el abogado asesor de instituciones públicas o privadas o
de personas naturales que quiere ayudar a sus clientes a lograr la realización de
determinados fines, debe ver al derecho más que como un instrumento para
castigar las conductas que infrinjan una norma. Debe ver al derecho como una
herramienta para diseñar claramente el objetivo buscado y para crear las
instituciones y los procedimientos que ayuden a lograrlos.
Lo afirmado en el párrafo anterior parecería contradecir lo que
aprendimos todos los abogados al comenzar a estudiar derecho: la esencia de
la norma jurídica es, como nos dicen Kelsen y otros maestros, la sanción a la
conducta que infringe la norma. Sin consecuencia jurídica, dicen los maestros,
no hay norma jurídica. Pero tan cierto como eso, es que el derecho puede ser
instrumento idóneo para facilitar el cambio social, para promover acciones
directamente positivas, para crear instituciones de progreso y desarrollo, que
favorezcan la libertad y la creatividad personal y colectiva, para señalar el
camino, crear las estructuras de acción y formular los procedimientos para
lograr los objetivos deseados.
Puede ser conveniente analizar este planteamiento. Si examinamos la
totalidad del derecho, veremos que, en realidad, tiene dos fines, igualmente
importantes y, en consecuencia, crea dos tipos de normas, jurídicas ambas,
pero con consecuencias diferentes. Veamos:
1. Un grupo de normas jurídicas tiene como objetivo evitar la
realización de actos lesivos a las personas, a los bienes o a los
valores de la sociedad que el derecho debe proteger. Para
lograrlo, castiga la comisión del hecho contrario a la conducta
que se desea promover.

2. Otro grupo de normas jurídicas tiene como objetivo promover la


cooperación y el desarrollo humanos por medios cada vez más
dinámicos y efectivos. Veamos algunos casos:
Crear tratados internacionales sobre cooperación bilateral
o multilateral, incluyendo la creación de instituciones
supranacionales y de integración.

Crear instituciones y mecanismos destinados a asegurar el


respeto y protección de los derechos humanos en todo el
planeta y en cada uno de los países.

Crear constituciones para sociedades cada vez más


complejas, con minorías étnicas y geográficas, con
regiones autónomas, con diversas lenguas y costumbres.

Planificar el desarrollo nacional, regional y local.


Organizar la distribución geográfica de territorios cada
vez más complejos y diversos. Planificar el desarrollo de
las ciudades, del campo, de las costas y del mar. Crear
estructuras de fomento de sectores de la economía:
industrial, comercial, y sus subsectores, como ganadero,
agrícola, pesquero, banca, seguros, comunicaciones,
turismo.

Crear mecanismos para solucionar pacíficamente los


conflictos internacionales o internos, para combatir los
delitos internacionales, como el tráfico ilegal de personas,
de armas o de drogas, para asegurar el mantenimiento del
planeta como hábitat adecuado para toda la humanidad;
para asegurar la producción de alimentos, viviendas,
medicinas y crear trabajo para todos; para incentivar
mecanismos para facilitar el acceso a los capitales y al
dinero para cada vez mayor número de personas.

Crear y mejorar las instituciones y los mecanismos para


proteger a los débiles jurídicos (los menores, los ancianos,
los enfermos o minusválidos, a los consumidores,
perseguidos políticos, refugiados y desplazados).

Crear consorcios, alianzas de negocios (joint ventures) y


sociedades para diseñar y ejecutar la construcción de
grandes obras, (como pueden ser la construcción del
Canal
de Panamá o el de Nicaragua), o la extracción y
procesamiento del hierro de los grandes yacimientos…

Redactar contratos y normas para la prestación de


servicios públicos (de derecho público) o servicios para el
púbico (de derecho privado, como servicios bancarios, de
seguros, de tarjetas de crédito, urbanizadoras,
constructoras de edificios y obras de ingeniería).

A menor escala, redactar contratos para producir,


transportar, distribuir, almacenar, vender bienes
destinados al consumo masivo.

Redactar contratos destinados a ejecutar obras o prestar


servicios privados.

Redactar contratos para crear y operar ONGs para


protección de los derechos humanos.

Redactar contratos de trabajo (colectivos e individuales),


contratos para operar centros comerciales, uso de áreas
públicas, documentos de condominio y todos los contratos
que establezcan obligaciones que deban ser ejecutadas en
el tiempo, o que rijan situaciones repetitivas.

Diseñar reglamentaciones destinadas a la promoción del


deporte, a fomentar la educación, la salud o la
construcción de viviendas.

Los casos mencionados se pueden multiplicar en la medida en que


nuestro pensamiento creativo se enfoque en cada actividad humana perfectible
que requiera la cooperación entre varios actores. En todos esos casos el
derecho cumple una función promotora, estimulante de la acción constructiva
y cooperativa de los seres humanos. El derecho crea el marco de la estructura
social, política y económica. Evidentemente, en esa actividad jurídica,
encontraremos normas que sancionan conductas indeseadas, pero
fundamentalmente encontraremos normas que diseñan un rumbo a seguir, un
marco de organización de la conducta humana. Esos casos de organización de
instituciones (leyes orgánicas) y de promoción de conductas positivas, cada
día son más, porque de una u otra forma la creatividad y el deseo de
progresar y
crear estructuras productivas y eficientes, motivan al ser humano a mejorar sus
instituciones constantemente. La creación de un orden jurídico global para una
civilización cada vez más intercomunicada e integrada, es una exigencia de
todos los que debemos diseñar las vías institucionales para lograrlo y es
particular ocupación de los juristas.
A un nivel más reducido, en la redacción de numerosos contratos, por
ejemplo, se cumplen los dos objetivos del derecho: Uno es el positivo, el que
señala una “hoja de ruta”, que crea unas obligaciones de hacer, de no hacer o
de dar, que podemos considerar como reglas de juego que las partes
usualmente quieren cumplir voluntaria y gustosamente para lograr un fin de
provecho común. La sanción negativa sólo sucedería si hubiera un
incumplimiento de las normas previstas en la “hoja de ruta” y la parte afectada
exige exitosamente ser compensada. En los contratos sencillos la “hoja de
ruta” es sencilla. Pero en los contratos complejos las hojas de ruta
necesariamente deben ser complejas. Pongamos un ejemplo: Un contrato
celebrado por una compañía minera, que extrae mineral de hierro en una mina
propiedad del Estado, con un consorcio de varias empresas privadas de
distintas nacionalidades, que van a diseñar, ejecutar, instalar y poner en
marcha “llave en mano” una planta procesadora del mineral de hierro para
convertirlo en briquetas o en cabillas, tiene necesariamente que abarcar el
procedimiento previsto para llevar a cabo toda la operación. El abogado
redactor deberá conocer al detalle todos los pasos del proceso de extracción,
transporte y depósito de la materia prima, así como todo el proceso industrial
necesario para la transformación de la materia prima en el producto refinado
final. También deberá conocer y familiarizarse con las actividades y procesos
relacionados con el objeto del contrato, como financieros, administrativos,
operativos o de recursos humanos y las regulaciones administrativas e
impositivas, nacionales, estadales o municipales que las afecten. Y tiene que ir
previendo todos los tropiezos, demoras e incumplimientos que pudieran
ocurrir en cada paso del camino. Entonces, el contrato termina cumpliendo dos
fines simultáneamente: El principal de ellos es crear la “hoja de ruta”, es decir,
definir y expresar claramente todas las obligaciones de cada una de las partes,
en su interconexión necesaria para llevar a cabo el contrato a satisfacción de
las partes involucradas, que con frecuencia suelen ser varias. Este es,
evidentemente, el fin principal, natural, más importante del contrato. Cuando
contratan, las partes quieren lograr el objetivo buscado por todas, quieren
realizar un negocio ganar-ganar, fluidamente y sin tropiezos. La ejecución
ideal del contrato es aquélla en la que no existe ninguna reclamación, ninguna
mora, ningún daño para nadie. Al final, todos los
involucrados pactaron obligaciones claras y las cumplieron a cabalidad tal y
como fueron contraídas.
El papel del abogado, en consecuencia, es principalmente el de facilitador
de la obtención de los fines del contrato voluntaria y gustosamente para las
partes. La definición de las obligaciones de cada una y la creación de los
medios para facilitar su cumplimiento, sirve para que las partes sepan
exactamente cuáles son los objetivos comunes, cuáles los pasos que cada una
deberá dar y a qué se obliga cada una, cuáles son las prestaciones y
contraprestaciones de cada una de ellas. Conocer y definir exactamente las
obligaciones de cada parte no es necesariamente una tarea fácil. Significa
convertir una idea general, más o menos ambigua, en un mapa preciso y
detallado de acción y acuerdos. Requiere reflexionar, estudiar, analizar y
discutir con el cliente el fondo de las relaciones que se crean con el contrato y
plasmar el resultado de esa reflexión en definiciones precisas de las
obligaciones de cada una de las partes. Una hoja de ruta clara produce
confianza y claridad en las relaciones y contribuye a asegurar la buena marcha
del contrato. Muchos contratistas profesionales y serios insisten en este aspecto
positivo del contrato más que en los necesarios recursos y remedios que
puedan utilizar en caso de contravención de la otra parte. Por supuesto, al final
el abogado debe prever el necesario segundo aspecto del contrato, el de las
compensaciones e indemnizaciones en caso de incumplimiento de la otra parte.
Pero esas son consecuencias no deseadas al contratar. Son sólo remedios cuya
aplicación esperan no sea necesaria.
Existe una diferencia sutil, pero sustancial, entre el enfoque meramente
punitivo del derecho y el enfoque constructivo del derecho. El primero se
limita a crear normas con una consecuencia punitiva para el caso de su
incumplimiento. Tiene un carácter perseguidor y potencialmente contencioso. El
segundo tiene un carácter gerencial y constructivo. Facilita la cooperación y
los negocios ganar-ganar.
Enfatizar en el primero puede provocar la creación de relaciones
pugnaces, de mutua desconfianza entre las partes. Partir desde el segundo
enfoque puede estimular la creación y mantenimiento de relaciones
cooperativas y constructivas.
Contribuir a la creación de normas que promuevan la cooperación y la
creación puede ser una vía para formar la apreciación de los ciudadanos hacia
el derecho y las normas que rigen la conducta social. En los países
subdesarrollados con frecuencia las normas jurídicas son vistas como
obstáculos
que cada ciudadano debe esquivar para conseguir sus fines. En los países
desarrollados las normas jurídicas se suelen ver como instrumentos para crear
y mantener una sociedad exitosa. Se consideran como una creación de la
voluntad popular para asegurar la convivencia y el progreso. Por eso, en la
inmensa mayoría de los casos son apreciadas por el pueblo, y la gente las
cumple voluntaria y gustosamente.
En los países desarrollados cada día es más frecuente para las partes en
los contratos acudir a la solución no judicial de los conflictos, buscar arreglos
extrajudiciales, utilizando procedimientos de arbitraje y de negociación y de
solución pacífica de conflictos. Estas técnicas se desprenden de una visión más
constructiva del derecho y de las relaciones humanas. Las soluciones
negociadas y pacíficas de los conflictos suelen ser menos agotadoras y más
económicas que los litigios frontales. La vía judicial queda para los casos que
realmente no se pueden arreglar por la vía extrajudicial.
Como principio inspirador de este enfoque, podemos citar las palabras de
Smith y Robertson:
… toda sociedad civilizada está basada en el derecho y
ninguna ha sobrevivido sin el derecho o sin un eficiente
sistema legal. De allí que el principio de todo progreso y
desarrollo de cualquier sociedad debe estar basado en la
comprensión del propósito y la necesidad del derecho, del
conocimiento de sus principios fundamentales y del
entendimiento de los procesos por los cuales las leyes se
formulan y se hacen efectivas. El derecho es envolvente.
Permite, prohíbe y regula o modera prácticamente todas
las actividades humanas conocidas, y afecta a todas las
personas directa o indirectamente. Sin derecho no hay
garantía de libertad y progreso para la persona y para la
sociedad.
La razón es sencilla:
Cuando una sociedad funciona pacífica, eficiente y
prósperamente, su sistema legal es una causa primaria.
Cuando una sociedad parece resquebrajarse puede ser el
resultado del abuso, corrupción o mal funcionamiento de
su sistema legal, pues toda sociedad civilizada está basada
en el derecho y ninguna ha sobrevivido sin el derecho o
sin un
eficiente sistema legal.[300]
Desarrollar estos temas excede el objeto del presente trabajo. Baste
mencionarlos e indicarlos como interesantes campos de estudio específico. [301]
c. Razonamiento legal y redacción de la primera constitución o, según
Kelsen, de la “norma supuesta”
Redactar una constitución es algo muy serio y complejo y excede el
alcance de este trabajo. Sin embargo, podemos aprovechar el razonamiento de
Kelsen para analizar algunas exigencias de la redacción y el razonamiento de
la primera constitución. Entendemos por primera constitución la que no
reforma ni enmienda una constitución preexistente; la primera constitución es
producto exclusivo de la elaboración intelectual, pues, según Kelsen, no tiene
una norma jurídica jerárquicamente superior que la determine ni la regule. [302]
Al ser una “norma supuesta”, según define Kelsen, “producto exclusivo
de elaboración intelectual”, la redacción de la primera constitución requiere de
sus redactores, como primer paso, definir los principios filosóficos, éticos y
políticos (incluyendo los jurídicos y económicos) que la iluminarán y guiarán
(en adelante Los Principios). Los Principios expresarán la identidad del pueblo
que los redacta, definirán el país que los constituyentes quieren y que el
pueblo quiere y necesita, establecerán los derechos y garantías de sus
ciudadanos, concretarán sus ideales organizativos, estructurarán la
organización del Estado y de los entes políticos que lo integran y definirán los
poderes públicos, sus facultades y su relación entre sí y con los ciudadanos.
El reto inicial de toda comunidad nacional cuando va a redactar su
primera constitución es, pues, determinar Los Principios. Ese mismo reto lo
tienen las comunidades supranacionales para determinar las normas que las
unan y, si lo vemos con cierta amplitud, podemos aplicar el mismo
razonamiento para crear las normas aplicables a la organización jurídica de la
comunidad mundial globalizada.
De la recta escogencia de Los Principios dependerá la viabilidad y la
racionalidad de la comunidad regida por la norma supuesta. Si Los Principios
que orientan la redacción de la primera constitución son racionales y humanos,
y alientan la libertad, la cooperación, la solidaridad y el desarrollo, veremos
una sociedad ordenada, articulada, eficiente, productiva, pacífica; pero si Los
Principios abierta o veladamente fueran parcializados, dogmáticos, falsos o
destructivos, veremos el funcionamiento de la sociedad alterado por sus
funestas
consecuencias.
Para redactar la “norma supuesta”, la primera pregunta que deben hacerse
los miembros de una comunidad nacional es: ¿Cuáles deben ser Los Principios
que deberán servir de fundamento e inspiración a esa constitución? O, dicho
de otra forma: ¿Quién los define y cómo se definen? La pregunta es esencial a
la vida jurídica de un país y es particularmente difícil de responder, porque no
tiene, ni puede tener, una respuesta científica o jurídica irrebatible, ni
autoridad alguna hay que pueda juzgar ni decidir sobre su verdad o
racionalidad, ni siquiera sobre su conveniencia o inconveniencia. Y, sin
embargo, es la norma básica del contrato social y el fundamento de la
convivencia, la paz y el progreso de un pueblo. [303]
Conceptualmente existen dos vías para crear la “norma supuesta”, la
primera constitución: la imposición por el más fuerte o el consenso. El más
fuerte puede ser el líder militar, o el religioso, o el económico, o un partido
político fuerte amparado por una ideología no compartida por otros; o el
resultado de la alianza de varios grupos con intereses comunes en oposición a
la
(s) minoría (s). Los demócratas debemos desechar la imposición por la fuerza,
pues la única vía democrática para crear la “norma supuesta”, la primera
constitución, es el consenso, el acuerdo entre ciudadanos iguales con ideas y
creencias divergentes.
De manera que el consenso es el punto de partida indispensable para tener
éxito en la redacción de la primera constitución y para asegurar su vigencia
real, su adecuación al pueblo al cual se aplica, su perdurabilidad en el tiempo,
y la construcción de una sociedad pacífica y desarrollada. Entendemos por
consenso el acuerdo básico abrumadoramente mayoritario (idealmente
unánime) del pueblo y de los constituyentes sobre Los Principios que
orientarán la redacción de la primera constitución. Esos principios
necesariamente deben ser inclusivos de todos los habitantes de un país de cuyo
destino son responsables todos y cada uno de los ciudadanos.
Crear consenso sobre la organización social y sobre las decisiones
comunes no es un trabajo sencillo. En realidad es el reto fundamental para
asegurar la paz, la cohesión y el progreso de la sociedad.
La historia nos enseña palpablemente que la vía para organizar las
sociedades no ha sido frecuentemente el consenso. Al contrario, ha sido la
violencia física o la imposición del más poderoso.
La capacidad para crear consensos básicos sobre el funcionamiento de
una sociedad diferencia a las sociedades modernas de las sociedades primitivas
y de las absolutistas, en las que una autoridad, a la vez religiosa y política,
tenía la facultad para determinar cuáles eran los principios verdaderos únicos
que debían regir toda la vida social, religiosa y jurídica. Sobre esos principios,
los únicos verdaderos aceptables para esa sociedad específica, la autoridad
tenía también poder ilimitado para legislar, ejecutar, administrar, juzgar y
castigar severamente la divergencia de la organización social y de los
principios que la regían. Así se regía el antiguo Egipto, en el cual el faraón se
consideraba hijo de Ra (el dios supremo), así actuaba el emperador en la vieja
Roma, o el Rey Luis XVI en la Francia absolutista, en la cual llegó a afirmar:
“l’état c’est moi”, el estado soy yo. En los regímenes totalitarios modernos y
en algunas dictaduras de extrema derecha o de extrema izquierda, quien
detenta la autoridad también se autoerige en determinador de los principios que
regirán la organización social, y se constituye en legislador, ejecutor y juez de
todas las normas, basadas en lo que al dictador (persona o grupo) se le antoje
verdadero o conveniente. Hitler, por ejemplo, podría haber dicho “l’état c’est
moi” en alemán: “Der Staat ist mir”; y Lenin, Mao o Fidel Castro pudieran
decir el equivalente revolucionario: “La révolution c’est moi”. En una pirámide
de Kelsen distorsionada, el faraón, el rey, el dictador o la revolución, por
supuesto, están por encima de la constitución y de toda la legislación que de
ella se deriva. Por eso vemos al dictador con frecuencia tomar decisiones
ejecutivas, legislativas o judiciales por encima de la constitución, sin que nadie
pueda pedirle cuenta.
En las sociedades teocráticas primitivas, en los regímenes totalitarios y
en las dictaduras, como hemos visto, una autoridad decide qué es verdad y
cuáles son los principios que regirán la sociedad y que deben ser aceptados
como buenos por todas las personas. En ellas no es concebible el disenso, ni la
libertad de pensamiento u opinión, pues todas las ideas las suple la autoridad y
todas las decisiones también. Todos los ciudadanos quedan sometidos al
régimen.
Ahora bien, cabe distinguir conceptualmente la diferencia de grado en el
sometimiento de los ciudadanos al régimen en los regímenes totalitarios y en
las dictaduras. Las dictaduras que no llegan a ser regímenes totalitarios suelen
dejar cierto margen a la libertad individual. Este sería el caso de los gobiernos
de Juan Vicente Gómez o de Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela. En el
campo político las dictaduras ejercían arbitraria y totalmente el poder y no
daban campo a la libertad individual ni al disenso. Sin embargo, las
personas tenían ciertas libertades que podían ejercer en la medida en que no
irrumpieran en el campo
político. Podían transitar más o menos libremente por el país o viajar al
exterior, ejercer actividades económicas de su preferencia, profesar su religión
y educar a sus hijos en escuelas más o menos libres. En los regímenes
totalitarios, en cambio, el gobierno ocupa y domina todos los ámbitos. En la
Alemania de Hitler, en la China de Mao o en la Cuba de Fidel Castro, sólo
existe un pensamiento para todos: el pensamiento del gobierno; sólo un
empleador: el gobierno (o trabajas para el estado o te mueres de hambre); sólo
una educación, la impartida por el estado, con los criterios establecidos como
verdad por el régimen; de manera que la “educación” no forma hombres y
mujeres libres sino adoctrina a la población para uniformar sus mentes en la
obediencia absoluta del régimen. El libre tránsito y el ejercicio de la libertad
religiosa quedan suprimidos. Y, en realidad, quedan suprimidos los derechos
humanos y las garantías, pues los regímenes totalitarios ocupan todos los
espacios y convierten a los ciudadanos en esclavos, sometidos a su poder
absoluto. Si las dictaduras niegan la libertad fundamentalmente política y de
expresión, el totalitarismo aniquila al ser humano en su expresión individual y
lo somete como un instrumento totalmente alienado al servicio de un partido y
del estado.
A través de la historia diferentes ideologías han sido usadas como punto
de partida para organizar la sociedad. El cristianismo en la Edad Media, el
islamismo en las sociedades islámicas teocráticas, el comunismo en los países
de la cortina de hierro, el nazismo en la Alemania de Hitler. Toda ideología es
un lente coloreado a través del cual vemos la realidad. Las ideologías tienen la
ventaja de que dan a sus afiliados la impresión de un universo ordenado
conforme a la formulación ideológica. Para el partidario de la ideología, su
creencia es la verdad en torno a la cual se organiza la vida personal y
comunitaria. Pero para el no afiliado, la ideología es una imposición, es una
forma parcial de ver y organizar la vida. Cuando en una misma sociedad hay
dos ideologías opuestas, la convivencia se dificulta o se hace imposible.
Aunque sean muy valoradas para sus partidarios, las ideologías no pueden ser
la plataforma sobre la cual se construyan las sociedades democráticas y
pluralistas del siglo XXI. En nuestro tiempo, la globalización y la
intercomunicación de todos los seres humanos nos ha impuesto convivir
creyentes y no creyentes de todas y cada una de las ideologías imaginables.
Ninguna de esas ideologías se puede imponer al otro. Porque, en definitiva,
nadie puede demostrar a satisfacción de todos, que “mi ideología es mejor que
la tuya”.
A pesar de la imposibilidad de encontrar una verdad absoluta de
aceptación obligatoria para todos, el consenso para crear la norma “supuesta”
necesariamente no deberá partir de la nada. Al contrario, puede tener un marco
de referencia aceptado por todos. Ese marco son dos pilares. Uno conceptual:
los derechos humanos; y otro espiritual, anímico y pragmático: la conciencia
de pertenecer a una unidad nacional, es decir, de que somos un mismo pueblo
y corremos la misma suerte, así que debemos enfrentar el presente y construir
el futuro para todos, por encima de las diferencias.
a. Los derechos humanos suplen un marco conceptual, de principios,
porque su definición y alcances ya está acordada por la normativa jurídica
nacional y supranacional preexistente y es aceptada por la comunidad mundial
y los organismos supranacionales como inherentes a la naturaleza humana.
Los derechos humanos pueden ser un punto de partida aceptable para todos de
buen grado, sin importar las posiciones ideológicas, religiosas o económicas
de los ciudadanos. Los derechos humanos aseguran un clima de convivencia y
de respeto igualitario para todos. Por eso se dice: “En nuestro tiempo el
nombre de la democracia es ‘derechos humanos’ ”. De los derechos humanos
puede arrancar el consenso de los constituyentes en cualquier sociedad que
quiera estabilizarse y progresar.
b. Una “norma supuesta” coherente, es decir, una constitución coherente,
debe necesariamente ser fruto del consenso popular. Parafraseando a Andrés
Eloy Blanco, el pueblo debe sentirse retratado en su norma supuesta, en su
constitución. El pueblo debe estar consciente y orgulloso de que la
constitución que lo rige es suya y de más nadie, que es el reflejo de su
identidad y sus costumbres, de sus aspiraciones y de su forma de ser. Si un
pueblo consigue crear una constitución que sienta que es su obra, libre y
gustosamente elaborada para beneficio de todos, tiene echadas las bases para
su convivencia pacífica, armoniosa y creativa. En caso contrario, el derecho
siempre será visto y apreciado por la población (o por parte de ella) como una
imposición, como un obstáculo que cada uno tiene que sortear para lograr sus
fines particulares, contra la voluntad opresora de quienes en determinado
momento detentan el poder. Además, si el orden jurídico, partiendo de la
“norma supuesta”, no es fruto de la voluntad popular, si no es visto y
apreciado por la población como un medio necesario para la convivencia
pacífica y armoniosa y para la integración y el desarrollo del pueblo, todo
razonamiento legal será incoherente. Porque será un esfuerzo vano por buscar
la justicia donde no la hay, la armonía en el desorden, y la paz en la opresión o
en la violencia. El derecho podrá, a lo sumo, ser un instrumento para resolver
problemas particulares, aislados, dentro de un conjunto incoherente e
irracional. O para resolver problemas de un grupo
dominante frente a un grupo discriminado.
Evidentemente, esta consciencia de pertenencia debe iluminar la correcta
aplicación de los principios del Derecho Constitucional, que recogen toda la
experiencia humana en la redacción de constituciones democráticas, en la
organización del Estado, en la redacción de los derechos y garantías de los
ciudadanos y en las relaciones de unos y otros. Pero debemos aclarar que,
aunque indispensables, los principios de organización deben estar iluminados
por el consenso y por los derechos humanos. El riesgo de no hacerlo es la
creación de constituciones que se conviertan en instrumento de dominación y
conflictos, y no de libertad, paz y progreso.
En conclusión, la imposibilidad de encontrar verdades objetivas,
aceptables para todos puede ser una dificultad, pero también un reto para lograr
el progreso en libertad. Necesariamente tenemos que aprender a convivir con
personas de criterios diferentes y a progresar trabajando juntos en un clima de
respeto, entendimiento y cooperación. El bienestar de todas y cada una de las
personas que integran una comunidad debe ser un vínculo de unión de todos,
superior a los vínculos parciales de las ideologías. Ese es el reto de la sociedad
mundial globalizada. Y en particular de los juristas, quienes tenemos la
hermosa tarea de contribuir a construirla.
III. OBJETO Y PARTES DE LA OPINIÓN JURÍDICA
(CONTINUACIÓN). EL RAZONAMIENTO JURÍDICO 2
2.4.4. El razonamiento al estudiar la consulta
Para comprender mejor cómo estudiar y razonar la respuesta, veamos
primero algunos errores comunes que suelen cometerse al aprender.
A. Errores comunes de enfoque del problema y de organización del
pensamiento
Si uno es mentalmente desorganizado o inexperto, equivocará el enfoque
del problema, sacará conclusiones erradas y asesorará al cliente
deficientemente. Veamos algunos errores comunes:
a. Precipitarse a responder
El aprendiz puede tener la tentación de precipitarse a responder de
inmediato, con la primera idea que le venga a su mente. Esta práctica no es
recomendable, aunque intuya que la respuesta es correcta. En su primer día de
trabajo para una prestigiosa firma, un abogado joven recibió una encomienda
del socio más antiguo del bufete: debía preparar una opinión sobre una difícil
consulta de un cliente. Tan pronto como oyó la pregunta, el abogado nuevo,
motivado por su sano deseo de impresionar, comenzó a responder con algunas
ideas que le vinieron a la mente. El veterano socio lo interrumpió
amablemente, y le dijo: “Mira chico, lo que tú y yo hablemos en este momento
son sólo especulaciones. Para ahorrar tiempo y esfuerzo, plantéate primero el
problema, estudia todas las leyes, la jurisprudencia y la doctrina aplicables,
redacta un borrador de la opinión. Luego lo corriges. Y cuando lo tengas
totalmente listo, preséntamelo para discutirlo. Así trabajaremos
eficientemente.” Fue una lección oportuna.
La tendencia a encontrar rápidamente la respuesta a un problema es
natural en los seres humanos. Nuestra necesidad instintiva de sentirnos
seguros y conocedores del medio en que nos movemos nos inclina a responder
inmediatamente. No tener una respuesta es aceptar el desconocimiento, la
inseguridad. Dice el autor Clarence Morris que el abogado puede proceder por
intuición, y aclara que
Las soluciones se intuyen cuando el proceso completo del
pensamiento reflexivo no ha sido llevado hasta el final; o
cuando no tenemos tiempo suficiente para proceder
cuidadosamente. En estos casos, si se nos ocurre una sola
idea para solucionar el problema, lo más probable es que
la aceptemos inmediata e impulsivamente.
En este sentido, “la intuición es el razonamiento reflexivo abreviado y no
sometido a crítica.” [304] La intuición es equivalente al “ojo clínico” de los
médicos. El médico más intuitivo debe asegurar su diagnóstico inicial con las
pruebas clínicas y de laboratorio. Aunque la intuición de un experto tiene más
probabilidades de ser acertada, por la reflexión acumulada previa al acto
intuitivo, la actuación profesional no puede orientarse sólo por la actuación
intuitiva. El abogado debe proceder por reflexión madura y completa,
especialmente si el caso es complejo. El doctor Julio Blanco, con quien trabajé
en mis primeros años de ejercicio, solía decir: “Aunque la pregunta sea sobre el
artículo que has leído cien veces, vuélvelo a leer con el problema nuevo en
mente. Muchas veces encontrarás aspectos escondidos que nunca habías
descubierto.”
El Doctor Luis Loreto decía: “A veces la precipitación causa más daño
que la negligencia”. [305]
b. El abogado “no se puede”
Una precipitación común es la del abogado que al ser consultado por un
cliente recuerda un principio legal o un artículo de una ley y responde
automáticamente al cliente: “Eso que usted quiere no se puede, porque va
contra tal o cual norma legal”. La actitud mental del abogado experto es
entender bien la intención del cliente y sus intereses, y luego devanarse los
sesos para encontrar una vía imaginativa, creativa, de ayudar al cliente a
realizar sus proyectos dentro de la ley. En muchos casos aparentemente
imposibles hay soluciones legales perfectas, siempre que uno se tome la tarea
de diseñar salidas imaginativas y creativas. Desafortunadamente, la universidad
no siempre entrena suficientemente a los alumnos en este aspecto creativo de la
profesión.
En los últimos años se han ido desarrollando en nuestro país los conceptos
de planificación impositiva y planificación sucesoral. En Estados Unidos y en
Europa, estas especialidades jurídicas se practican desde hace años, por la
necesaria previsión que las empresas mercantiles y las personas naturales
deben tener frente a la acometida de los impuestos. El impacto impositivo es
tan importante que exige a los contribuyentes programar y organizar sus
actividades
civiles y mercantiles para defender sus patrimonios. El abogado planificador
fiscal o sucesoral debe aprovechar todos los recursos que le brinda la ley para
minimizar el impacto impositivo a sus clientes. Para tener éxito, el abogado
planificador y, en general, todo abogado asesor, debe conocer minuciosamente
la ley y ejercitar toda su imaginación y creatividad.
c. Buscar la respuesta en la práctica administrativa
En su trabajo como asesor, el aprendiz a menudo pierde la perspectiva de
la función del abogado. Comúnmente vemos estudiantes decir: “Hay que
hacerlo de esta manera, porque en el Ministerio tal lo hacen así”, o “porque en
el Registro me dijeron que había que hacerlo así.” El aprendiz obtuvo una
información de un funcionario subalterno, probablemente no abogado, sobre
una práctica administrativa determinada, en un sitio determinado. Esa no puede
ser la norma que oriente la decisión de un abogado, particularmente si afecta
los intereses del cliente y le impide lograr su objetivo. Lo que el abogado debe
preguntarse es: ¿Qué quiere mi cliente? ¿Qué dice la ley? ¿Cómo puede hacer
mi cliente lo que quiere dentro de la ley? Cuando tiene la respuesta, evalúa la
práctica administrativa y decide cómo actuar con la práctica administrativa
existente. Muchas veces deberá acudir al funcionario y buscar la alternativa
viable. Otras veces deberá confrontar la práctica administrativa adversa; otras
veces deberá impugnar la jurisprudencia errada. El abogado no debe guiarse
por “lo que hacen en tal o cual oficina”, sino por la ley. En nuestro país, así
como en otros países, la historia de autoritarismo y de falta de asertividad y de
organización de los ciudadanos, influye negativamente en “dejar las cosas
como están”, en aceptar las decisiones de la autoridad, sin preguntarse por su
legalidad. Muchas veces no estamos ante un problema de derecho, sino
cultural, de pasividad ante la situación establecida. La conciencia de los
ciudadanos se ha fortalecido con la práctica de la democracia por más de
cuarenta años; los abogados, en particular, tenemos el deber ético de luchar por
lo que es justo y correcto, a pesar de la voluntad contraria de quien en un
momento determinado detente el poder. Tal vez por eso le oí decir al doctor
Caplan que la abogacía es “ingeniería social”.
d. La rutina: “Aquí siempre lo hemos hecho así”
La propia rutina es otro enemigo de la correcta redacción de opiniones
legales. “Esto siempre lo he (hemos) hecho así”, dificulta la posibilidad de
cambiar. Muchas veces la rutina proviene de una probada rectitud y eficacia de
una práctica. Pero siempre hay el peligro de que la actuación rutinaria nos
impida ver una salida imaginativa mejor para el problema particular del cliente.
En estos casos debemos tener presentes las palabras de Clarence Morris:
“...Cuando los hábitos impiden el razonamiento eficaz o bloquean la solución
de los problemas, entonces los hábitos deben examinarse y modificarse”. [306]
e. Tener la conclusión y luego forzar el apoyo
Algunos abogados pueden caer en la tentación de llegar a una conclusión
primero y luego ver cómo la defienden. Buscan argumentos y apoyos para su
posición ya tomada. Algunos filósofos, teólogos, políticos y otros pensadores
también lo hacen. Concluyen primero y argumentan después. Conocemos
filósofos creyentes en Dios que se pasan la vida buscando argumentos para
probar su existencia. Igual sucede con filósofos ateos, pero en sentido
contrario.
En nuestra profesión esa práctica puede ser muy peligrosa. Suele suceder
porque muchas veces el cliente presiona al abogado para que lo apoye en una
decisión determinada, que al abogado le luce ilegal o, al menos, dudosa. El
abogado puede caer en la trampa de buscar argumentos enrevesados con la
creencia engañosa de ayudar a solucionar un problema a un cliente, y el
resultado puede ser nefasto. Al investigar el abogado debe partir de una
posición objetiva, desprejuiciada, con la mente abierta a encontrar la verdad a
través del proceso de investigación y de reflexión. Esta actitud le permitirá
encontrar la verdad, sea adversa o propicia para los intereses del cliente. Una
vez encontrada la verdad, el abogado podrá también buscar alternativas y
recomendaciones. Algunas veces nuestra ayuda al cliente será buscar los
medios para lograr lo que él quiere en la forma original como nos lo presentó.
Otras veces será indicarle que de esa manera no se puede, pero que podemos
darle una vuelta para lograrlo. Eso es más sabio. Podemos sugerirle también
llegar a un arreglo oportuno en vez de litigar, o litigar con miras a llegar a una
transacción.
f. Escribir sin digerir
El error más común, y probablemente el más grave, es intentar escribir la
versión final de la opinión tan pronto como se reúne la información básica y se
cree haber entendido el problema, sin tomar el tiempo para primero digerir,
procesar y pensar todas las implicaciones del material disponible. El tiempo
que uno dedique a pensar antes de si quiera comenzar a preparar un primer
bosquejo de la opinión, es un tiempo bien utilizado. Puede ser el tiempo mejor
utilizado de todo el proyecto. No hay una ilusión más patética que creer que las
ideas comenzarán a venir tan pronto comencemos a escribir.
El profesor Weihofen dice que escribir sin perspectiva es, por ejemplo,
exponer acríticamente las disposiciones de una ley que afectan la actividad
desarrollada por el cliente. Copiar citas legales textuales, o traducidas a un
lenguaje accesible al cliente, es un producto deficiente. Es una operación
semejante a la manera como un intérprete traduce literalmente de un idioma a
otro. Esa es una operación simple y no analítica, que exige sólo capacidad de
leer y comprender en un nivel superficial y relajado, permitiéndole a la mente
ser conducida donde quiera que la lleven las palabras escritas. La función del
abogado es no sólo traducir el vocabulario técnico legal en palabras comunes.
Su tarea requiere pensar reflexivo, controlado por un propósito, el propósito de
darle al lector particular la solución que necesita. [307]
Las ideas en el Artículo 11 de la Ley de Impuestos sobre Sucesiones y
Donaciones [308] no están organizadas. Veamos qué dice:
Artículo 11: Se concede una reducción en el monto del
impuesto que recaiga sobre la cuota líquida del heredero
o legatario, siempre que ésta no exceda de cien unidades
tributarias (100 U.T.) en la forma que a continuación se
expresa:

1. Al cónyuge sobreviviente 40%

2. A los incapacitados total y 30%


permanentemente para trabajar y ganarse la
vida
3. A los incapacitados parcial 25%
y permanentemente para ganarse la vida.

4. A los hijos menores de 21 años. 40%

5. A los mayores de 60 años. 30%

6. Por cada hijo, aún adoptivo, menor de 21 5%


años que tenga a su cargo el heredero o
legatario.
7. A quienes se les conceda ayuda o 30%
gratificación por años de servicios prestados al
causante, siempre que la cantidad deferida a
cada beneficiario no exceda de veinte unidades
tributarias (20 U.T.)
... Parágrafo Segundo: Las reducciones previstas en los
seis primeros ordinales sólo se acordarán si la cuota
líquida recibida por el heredero o legatario fuere inferior
o igual a doscientos cincuenta unidades tributarias (250
U.T.). Si fuere superior pero no mayor de quinientas
unidades tributarias (500 U.T.), las reducciones se
aplicarán de por mitad.
El parágrafo segundo contradice al encabezamiento.
B. El proceso de organización del pensamiento al estudiar la respuesta
de una consulta jurídica
El proceso de organización de toda opinión jurídica comienza por
entender la pregunta real del cliente; y sigue por recabar los hechos relevantes.
Como dijimos en el Capítulo I de la Segunda Parte, Estructura de la
Opinión Jurídica, el proceso de determinación de la pregunta real del cliente y
de investigación de los hechos y el derecho aplicable, a menudo requiere dar
varios pasos[309], que podríamos resumir así:
a. El abogado recibe una información inicial del cliente. Esa
información se refiere a la pregunta original tal como la concibe
el cliente y a los hechos que considera relevantes.

b. La información inicial le permite al abogado hacer algunas


preguntas al cliente con dos objetivos: i) precisar la pregunta y
determinar sus verdaderos problemas y necesidades; ii) conocer
los hechos relevantes desde la perspectiva profesional del
abogado para resolver la consulta.

c. Con esa información el abogado hace una primera investigación


de las fuentes de derecho aplicables.

d. El estudio puede generar nuevas preguntas relacionadas con el


problema y la necesidad de conocer otros hechos, no conocidos
en la primera entrevista con el cliente.

e. Como consecuencia de varias entrevistas con el cliente y de su


estudio inicial, el abogado llega a un momento en que identifica
con precisión los problemas legales por resolver y conoce todos
los hechos relevantes.

f. En ese momento, el abogado diseña una hipótesis inicial de


trabajo. La hipótesis consiste en un esquema de los problemas
principales, de las posibles respuestas y un esbozo de las
alternativas de acción.

Por supuesto, no todas las consultas legales tienen el mismo proceso


inicial. Existen opiniones de mero derecho, en las cuales la pregunta legal es
enunciada claramente en la primera oportunidad, incluso por escrito, y no se
necesita determinar hechos. En algunos casos el cliente refiere al abogado
exactamente su pregunta y los hechos relevantes en la primera entrevista. Pero
la experiencia enseña que en muchas oportunidades el proceso es paulatino, y
es bueno estar preparado para seguirlo y hacerlo saber al cliente, si fuera
necesario.
g. Una vez que diseñamos la hipótesis inicial de trabajo, comienza
el trabajo legal de fondo. La primera parte de esta etapa consiste
en acopiar todas las normas legales relacionadas con el caso.
Aquí usamos las palabras “normas legales” en sentido material,
es decir, normas de conducta obligatorias de carácter general, e
incluyen la constitución, las leyes orgánicas, los decretos leyes,
los simples decretos, los reglamentos, las ordenanzas
municipales, las resoluciones ministeriales, y todas las normas
que puedan considerarse jurídicas. También debemos revisar la
jurisprudencia, leer las colecciones año tras año; y luego los
autores que tratan el tema. Como consecuencia de nuestra
investigación, concluimos con una recopilación de normas
legales, de decisiones judiciales de varias instancias y de
distintas opiniones de autores sobre nuestro objeto de estudio.

Este momento es crucial en el estudio de la opinión. Tenemos el material,


pero nuestro pensamiento no lo ha procesado. No podemos limitarnos a repetir
una tras otra las normas, las sentencias, las opiniones. La enumeración de
normas, decisiones y opiniones sería un caletre, que no aporta realmente nada
al problema nuevo, único, objeto de la consulta. El escritor Álex Grijelmo
critica a los profesionales que repiten caletres aprendidos en cada caso que
atienden. Para el caletrero no hay casos concretos, sino repetición genérica e
irreflexiva de lo aprendido mecánicamente, por muy ampulosas que sean las
palabras utilizadas.
Llega a decir que estos profesionales no hablan, sino que “son hablados”, [310]
que no deciden, sino que “son decididos” por quienes escribieron los libros que
repiten. En una palabra, no están conectados con la realidad.
h. El proceso de maduración y aprendizaje real está por iniciarse.
¿En qué consiste este proceso?

Inspirados en las recomendaciones del profesor Weihofen indicamos:


Consiste en ir leyendo pausadamente, detenidamente, cada uno de los
documentos y notas que tenemos enfrente. No se trata de aprender al caletre lo
que leímos. Ni siquiera de entender superficialmente. La lectura nos debe
permitir entender realmente, profundamente, lo que leemos. El fruto de la
lectura y el estudio detenido y concienzudo de los documentos, los hechos y
las fuentes, es entender realmente el significado y alcance de cada elemento del
todo: lo aprendido se irá haciendo parte de nuestra carne y nuestra sangre. Este
proceso necesariamente debe tener un tiempo para entender, fijar, relacionar e
integrar. Debemos conocer cada detalle, cada aspecto del problema,
identificarlo, escudriñarlo y digerirlo. Estudiar cada elemento aisladamente,
uno por uno. Cuando estamos leyendo y estudiando nos encontramos en el
bosque y los árboles no nos permiten disponer de una visión de conjunto.
Entonces viene el momento de comenzar a entender la relación de cada uno de
los elementos con los otros. Tenemos que llegar al momento en que podamos
salir del bosque y ver desde lo alto, en perspectiva, todo el conjunto. En ese
momento, el abogado conoce el conjunto y al mismo tiempo conoce
detenidamente los detalles que lo integran. Es entonces cuando está preparado
para comenzar a diseñar el esquema de la respuesta, o de las respuestas.
Cualquier respuesta que intentemos antes de completar este proceso,
necesariamente será incompleta y fallida.
En el proceso de investigación llega un momento en que la persona que
investiga siente que calzaron las piezas, que todo es coherente. Para muchos
escritores se da la sensación de poseer el asunto por completo, que ya todo
cuadró. Por eso dice Albalat que “no se escribe bien más que lo que se siente
bien”. [311]
El proceso de entender cada norma, cada sentencia y cada opinión
revisada en su justo alcance nos permitió saber qué peso real puede tener cada
norma en el caso concreto que analizamos. Pudimos determinar si este caso es
igual o diferente al estudiado. También podremos determinar en qué medida el
caso concreto, con los hechos que conozco, puede estar regulado por otras
normas que hasta ahora no he considerado, o si se aplica una excepción en
la que no
había pensado. O si se le debe dar una vuelta total al problema y enfocarlo
desde un punto de vista completamente distinto. Y seremos capaces de definir
cómo nuestro cliente puede resolver su problema a pesar de la jurisprudencia
en contra a su planteamiento original. ¿Qué alternativas puedo sugerir para
actuar conforme a derecho? Sólo cuando ya uno digirió y procesó todo ese
material, puede comenzar a pensar en un esquema de solución.
La experiencia de un abogado, su especialización, su entrenamiento, lo
ayudarán a completar el proceso más rápida y ágilmente. Pero incluso el
abogado entrenado debe tomarse su tiempo. No un tiempo pasivo, de simple
observación. Se trata de un tiempo de maduración, de decantación, de pensar y
conectar, de ensayar una relación y desecharla, de ver distintas aristas del
problema, de considerar relaciones de los hechos con las leyes que los regulan,
de buscarle otras salidas al aparente atolladero.
El razonamiento debe prestar particular atención en las debilidades, a los
argumentos que podrían utilizar quienes adversen la posición que se piensa
recomendar. El abogado debe hacer de “abogado del diablo”, es decir, agotar
los argumentos para cuestionar y destruir todo lo que propone. Se debe
preguntar: si yo tuviera que destruir esta argumentación, ¿cómo lo haría? La
legislación, la jurisprudencia y otras fuentes del derecho que podrían
interpretarse en contra deben ser cuidadosamente analizadas. Esa será la vía
más idónea para ser realista y llegar a una conclusión acertada. Descuidar los
argumentos en contra, crearía una seguridad y un optimismo ingenuo, puede
indicar al cliente una acción equivocada, provocar la comisión de actos
contrarios a derecho o hacer fracasar la posición del cliente en una negociación
o en un eventual juicio.
Al analizar y discutir las fuentes de derecho, la opinión debe cuidar la
verdadera aplicación de los principios generales que se citen al caso concreto.
Hay que vincular realmente el principio general al caso específico.
Recordemos el aforismo que dice: “Principios generales solos no deciden casos
concretos”.
Parte de la maduración en la comprensión del problema es determinar qué
es esencial y qué es accesorio, qué es importante y permanece en primer plano,
y qué es secundario y queda relegado como detalle menos relevante. Una vez
que uno capta el corazón del problema, y los medios principales para
resolverlo, podrá enfocar la atención en lo importante y organizar el esquema
de la opinión coherentemente.
En este momento, el abogado puede hacer el esquema de la opinión. El
resultado del esquema de una opinión legal es algo así:
a. La pregunta o preguntas del cliente, redactadas en su expresión
definitiva.

b. Los hechos que hemos encontrado en nuestra investigación.


Deben estar expuestos ordenadamente.

c. La conclusión. Si hay varias conclusiones, ordenadas


lógicamente, o de más importante a menos importante.

d. Las recomendaciones prácticas.

e. El razonamiento legal. Se debe comenzar por dividir los


problemas, buscando la relación de unos con otros, de más
importantes a menos importantes. Si hay que exponer fuentes de
derecho, debemos comenzar por la constitución, y luego ir
bajando la Pirámide de Kelsen.

Si observamos el esquema anterior, veremos que el orden de nuestro


estudio y preparación fue diferente. Una vez que tuvimos la pregunta y los
hechos, hicimos todo el razonamiento legal. Terminado el razonamiento legal,
sacamos las conclusiones y diseñamos las recomendaciones. En nuestra
presentación, las conclusiones y las recomendaciones van primero. Pero no
podemos pensar en ellas mientras no hayamos concluido el razonamiento.
Y finalmente podrá exponer claramente las ideas. Así el lector seguirá la
exposición suavemente, en vez de dispersar su atención en detalles sin
importancia. Esto es lo que Robert Louis Stevenson quiso decir cuando afirmó:
“Si un hombre puede agrupar sus ideas, es un buen escritor”.
IV. EL ESTILO EN LOS ESCRITOS EXPOSITIVOS Y
ARGUMENTATIVOS
1. Cada escrito exige un estilo determinado
“El estilo es la persona”, decía Buffon para enfatizar que el escritor debe
escribir con su propia personalidad y no imitar a nadie. No obstante, la
experiencia enseña a los escritores ciertas normas que los pueden ayudar a ser
eximios en el arte de escribir, sin perder su espontaneidad. A continuación
señalamos algunos principios útiles a la hora de escribir opiniones legales y
escritos persuasivos.
2. El estilo de la opinión jurídica
2.1. Principio general
El punto de partida para definir el estilo de la opinión jurídica lo
obtenemos al aplicar principios expuestos en el Capítulo I: “El norte es el
lector” y “piense en el objetivo del escrito”. El lector es el cliente y en la
opinión el abogado le está prestando un servicio profesional para el cual el
cliente ha contratado al abogado; y el objeto del escrito es informarle sobre
aspectos de derecho que él desconoce para orientar su decisión. La redacción
mejor será la que le informe con mayor objetividad, claridad y sencillez. La
que le facilite tomar su decisión.
Al redactar una opinión, el abogado debe evitar al máximo utilizar
verborrea legalista innecesaria y en su lugar, exponer sus ideas en términos
claros como el cristal. Supongamos que un cliente le solicita asesoría a su
abogado para redactar un testamento, le da los hechos y le dice que tiene dos
hijos pero quiere dejarle la casa a su esposa; el abogado podría escribirle algo
en lenguaje técnico así: “Después de liquidar la comunidad conyugal, y además
de la legítima que corresponde a su cónyuge, le puede dejar la casa en legado,
si no se menoscaban los derechos de otros legitimarios.” El cliente no
entendería nada. Lo mismo se podría decir en lenguaje accesible al lego:
“Como usted es casado, lo primero que hay que hacer es liquidar la comunidad
conyugal. A su esposa le toca el 50% de dicha comunidad. El resto de los
bienes suyos son su activo sucesoral. Usted puede disponer por testamento sólo
el 50% del activo sucesoral, porque, según la ley, el otro 50%, es la legítima; la
legítima debe dividirse en tres partes iguales: una para su esposa y una para
cada uno de sus dos hijos. Como usted me mencionó su deseo de que la
casa le quede a su
esposa, puede hacerlo dejándosela como legado, siempre que no afecte las
cantidades que no puede disponer. Si usted quisiera, podríamos reunirnos para
conversar varias alternativas para desarrollar esto en detalle.”
Al escribir una opinión debemos cuidarnos de los extremos viciosos:
a. Usar un lenguaje demasiado técnico, como se habla entre
abogados. Por ejemplo, decir que el contrario podría acogerse a
la excepción “non adimpleti contractus”. Si ese fuera el caso
podría decirle al cliente: “Si usted no cumple, el otro podría,
conforme a la ley, abstenerse de cumplir.”

b. Bajar el nivel intelectual, insinuando al lector que es incapaz de


entender los conceptos profesionales.

c. Expresarse con lenguaje ordinario o chabacano.

2.2. Recomendaciones particulares sobre el estilo


Tono del escrito. Escriba como si estuviera hablando en una
conversación con una sola persona sentada al otro lado de la
mesa. No dando un mitin en una plaza pública. El destinatario
leerá el escrito en privado y recibirá los argumentos y propuestas
personalmente, concentrado en lo que lee. Cuando uno habla de
tú a tú con otra persona, utiliza el estilo y las palabras que
convencen, sin penachos retóricos. Stark apela a los publicistas,
maestros en el arte de persuadir, citando a Bill Bernbach:
“Nuestro trabajo es vender la mercancía de nuestro cliente... no a
nosotros. Nuestro trabajo es dejar de lado la inteligencia que nos
hace brillar para que brille el producto anunciado.” [312] Y añade:
“Los mejores argumentos son los que nos convencen sin que nos
demos cuenta de que nos están convenciendo”.

Bryan Garner dice:


Generalmente, la mejor perspectiva para escribir es desde
un estado de ánimo relajado y natural. Así se transmite
confianza. Muestra que usted está cómodo con su voz
escrita... Para el lector legal, pocas cosas son más
placenteras que sentir que el escritor le está hablando
directamente a él, un ser inteligente a otro. Esto es tan
poco
[313]
usual que puede ser genuinamente refrescante.
Lenguaje impersonal. En general, las opiniones legales deben
ser objetivas, redactadas en un lenguaje institucional, impersonal.
Deben predominar frases en tercera persona: “Si esta fuera la
interpretación correcta de la ley, se podría concluir que...“ “De
acuerdo con la ley, es salario todo pago que...” “Los pactos sobre
sucesiones futuras son nulos, según dispone...” “El derecho
protege al comprador que...” “Sería aconsejable...”

Cuánto razonamiento incluir en la opinión y cómo citar las


fuentes. El razonamiento expuesto en una opinión legal tiene por
objeto demostrar al lector la racionalidad y la juridicidad de las
conclusiones y de las propuestas de acción. Y deberá extenderse
y profundizarse sólo en la medida en que sea necesario o querido
por el cliente. En una opinión legal no siempre hay que agotar el
razonamiento legal como si se tratara de un escrito de informes,
una sentencia o un examen final en la Facultad de Derecho. El
abogado redactor debe determinar cuánto razonamiento será
necesario para cada cliente en cada opinión. Al cliente que nos
pidió nuestra opinión sobre la posibilidad de vender papitas fritas
en bolsas en las plazas de la ciudad, no vamos a contestarle con
los principios constitucionales y doctrinarios sobre la libertad
económica. El nos pide solamente las normas precisas que
regulen esa actividad específica. En cambio, el consultor jurídico
del banco que le informa a su cliente - patrono sobre los límites
de los intereses en operaciones activas, deberá ser minucioso en
la exposición de las normas legales que regulan la materia. El
razonamiento legal en la consulta debe, pues, extenderse sólo en
la medida en que el cliente lo necesite.

En la mayoría de las consultas el cliente está más interesado en saber qué


puede hacer y cómo hacerlo, que en los intríngulis y vericuetos interpretativos
que los técnicos juristas hacemos para sacar nuestras conclusiones. El cliente
probablemente quiere saber la razón básica por la cual puede hacer o no puede
hacer algo. No le interesa convertirse en un especialista legal, ni está haciendo
un examen final al abogado. En las consultas sobre derecho sustantivo
usualmente no le interesa saber los detalles envueltos de derecho adjetivo.
Un exceso de argumentaciones podría incluso ser contraproducente y
fastidioso para el cliente, pues desvían su atención de los puntos relevantes
para él. El abogado debe sopesar el carácter de cada cliente y sus expectativas,
y adecuarse a ellas. Pensemos en lo que le pasa al padre de familia que lleva a
su pequeño hijo con fiebre y tos al pediatra. Su preocupación básica es curarle
la tos al niño. Hay padres de familia a quienes les gusta que el pediatra les
explique con lujo de detalles en qué consiste la afección, por qué le recetan tal
o cual jarabe, cuáles son los efectos de la medicina, incluyendo el proceso
bioquímico, y, por supuesto, las posibles contraindicaciones y efectos
secundarios no deseados. A otros padres les basta saber que la medicina curará
a su hijo en los próximos 3 días. Lo mismo sucede con los clientes del abogado
que solicitan su asesoría.
El principio indicado es diferente al aprendido y practicado usualmente
por los abogados. Debido a su formación universitaria y al entrenamiento
profesional, el abogado tiende a incluir todo el razonamiento legal en sus
escritos y citar todas las fuentes. Este principio general, incuestionable y
saludable, debe ser sopesado al redactarse una opinión legal.
En un escrito expositivo de principios legales usualmente se citan todas
las fuentes de derecho, comenzando por la constitución y descendiendo en la
pirámide por todas las leyes orgánicas, leyes formales, decretos, reglamentos,
decisiones judiciales, práctica administrativa, doctrina, derecho comparado, y
otras, si las hubiera. En un escrito dirigido a un tribunal, el abogado deberá
indicar algo así: “La Ley de Metrología, en su Artículo XX dispone que ‘---‘,
y en concordancia con ella, el Artículo NN de la Resolución Número NN del
Ministerio de CC, establece que ‘---‘. Ahora bien, en sentencia de fecha ÑÑ el
Tribunal Superior de BB, interpretó que… etc. Véanse, además, las siguientes
jurisprudencias concordantes...“ Ahora bien, si el escrito es para una persona a
quien sólo le interesan los resultados prácticos y que no está en absoluto
interesada en saber todos los intríngulis legales que lo llevaron a uno a sacar
una conclusión, poner en la opinión toda la argumentación legal puede ser
inadecuado. ¿El escritor realmente espera que el cliente, un comerciante
interesado en la buena marcha de su negocio, a quien en absoluto le importa el
derecho, y que sólo quiere una solución práctica para un problema, va a leer
las jurisprudencias concordantes? Entonces, ¿para qué decirle que las “vea”?
Referir las fuentes de derecho puede ser útil, incluso en este caso, pero la larga
lista de referencias legales en nada ayudará al cliente. El abogado debe
prescindir de citas generales y abstractas y evaluar si vale la pena incluir la
cita o citas particulares de evidente relevancia para el caso particular.
Un consultor jurídico de una empresa transnacional me comentó: “En mi
trabajo tenía, a grandes rasgos, dos tipos de consultas: para la vida diaria de la
compañía, mis compañeros de trabajo, los directivos y gerentes, todos
profesionales, ninguno abogado, acudían a mí cuando necesitaban la opinión o
el apoyo del abogado para tomar decisiones. Básicamente lo que esperaban era
que les indicara por escrito breve y sucintamente, en cartas de uno o dos
párrafos, las alternativas legales para desarrollar sus planes y resolver sus
problemas. Casi nunca pedían el fundamento legal; incluso más de uno resintió
que lo incluyera. Confiaban en el criterio profesional de su abogado, como el
paciente en su médico (además sabían que los platos rotos por un posible error
legal los pagaría el abogado y no ellos). Estaban interesados en realizar su
trabajo específico, no en aprender derecho. La responsabilidad del abogado era
averiguar el derecho y discutir con ellos las alternativas. La de ellos, ejecutar
sus planes y llevar a cabo las operaciones de la compañía. Otro tipo de
consultas ocurría en casos que excedían los pequeños problemas de la vida
diaria, que afectaban la política o las operaciones de la empresa. En esos casos
las opiniones debían tener todo el razonamiento legal. Usualmente estos casos
se analizaban con un equipo de abogados. Como consultor jurídico debía
juzgar en cada caso cuánto razonamiento incluir en mis escritos y opiniones.”
Ahora bien, si la opinión es solicitada por el consultor jurídico de la casa
matriz de una empresa multinacional, o si el caso es muy complejo, o si la
opinión va a ser mostrada a otros y discutida en grupos de personas con
conocimientos legales, a quienes la cita de las fuentes podría ayudar a
convencer, tendremos razón en apoyar nuestras conclusiones y razonamientos
con toda la enjundia legal. He visto casos en los que un abogado entrega al
cliente dos documentos: uno es la opinión escueta, con la pregunta, los hechos
y las conclusiones, en la cual va sólo una mención sucinta de los argumentos
legales; y un segundo documento, como anexo, con toda la argumentación
legal en detalle. Esto facilita al cliente la lectura y cuando quiera profundizar
más, puede acudir a la discusión completa en su anexo.
Si el abogado piensa que debe tener todo lo investigado en un sólo
documento, incluyendo las citas, los razonamientos, los pros y los contras de
cada argumento o alternativa considerados, la jurisprudencia y la doctrina
consultada y desechada, puede hacerlo. Pero no necesariamente en el
documento que le enviará al cliente. Una cosa es la necesidad del cliente y la
respuesta a su opinión y otra diferente el interés personal del abogado como
investigador. El abogado puede hacerse un memo a sí mismo, conocido como
“memo al archivo”, o un documento personal, debidamente indexado en la
computadora, en el que incluya toda la información que a él le parezca
relevante para futuras consultas o para su propio acervo de conocimientos.
Pero no debe contaminar la consulta del cliente con información innecesaria o
exagerada, que en nada favorecerá la respuesta.
Si el abogado juzga conveniente incluir en la opinión dirigida a clientes
no abogados citas textuales de fuentes de derecho, se le recomienda escoger
sólo las palabras necesarias, y no sobreabundar en textos irrelevantes. El
lenguaje de las leyes, reglamentos y otras fuentes de derecho puede resultar
pesado e incluso molesto para la mayoría de las personas. Una alternativa
sabia para el abogado es resumir el sentido de la ley o exponerlo en palabras
llanas, fácilmente accesibles al cliente, y citar sólo las palabras claves, que
juzgue conveniente mantener en su lenguaje original.
En su forma de argumentar y presentar las razones una
opinión es diferente de los escritos persuasivos (libelo de
demanda, contestación de la demanda, informes judiciales,
recursos administrativos), de los escritos académicos y de los
destinados a preparar legislación. Hemos dicho que el
razonamiento en una opinión es objetivo y debe anticipar y
evaluar las consecuencias de las recomendaciones. Los escritos
persuasivos no son objetivos. Intentan convencer al juez o al
funcionario para que decida en favor del cliente. Por tanto,
necesariamente enfatizan los puntos fuertes del cliente y
destruyen o minimizan los puntos fuertes de la posición
contraria. Los escritos académicos generalmente disertan sobre
temas generales, sin aplicación práctica inmediata para un cliente
particular. No se refieren a hechos concretos, y si lo hacen, su
enfoque es inductivo. Los escritos destinados a preparar una
legislación intentan cubrir todos los supuestos previsibles, con
el fin de regular lo más ampliamente la materia tratada.

Una opinión legal debe anticipar cuáles podrían ser los argumentos
contrarios a la posición que el autor sustenta. Debe, además, evaluar la fuerza
de dichos argumentos y exponerlos con claridad. Al analizar y discutir las
fuentes de derecho, la opinión debe cuidar la verdadera aplicación práctica al
caso concreto de los principios generales que se citen. Siempre hay que
vincular fehacientemente el principio general al caso específico.
El enfoque del razonamiento debe ser objetivo al evaluar los
pros y contras de cada punto tratado. El razonamiento
presenta el análisis de los hechos a la luz de las fuentes legales
que nos han llevado a las conclusiones y recomendaciones. La
opinión legal debe hacer su análisis con un estilo objetivo,
expositivo y descriptivo, analizar las fortalezas y debilidades de
cada aspecto de la situación planteada y de las alternativas
posibles.

Si la pregunta que se nos hizo es de mero derecho, la exposición debe ser


imparcial y descriptiva. Si hace referencia a hechos, se deben evaluar los pros
y los contras de una u otra posición. Es importante prestar particular atención a
las debilidades, a los argumentos que podrían utilizar quienes adversen la
posición recomendada. El abogado debe hacer de “abogado del diablo”, es
decir, agotar los argumentos para cuestionar y destruir todo lo que propone. Se
debe preguntar: Si yo tuviera que destruir esta argumentación, ¿cómo lo haría?
La legislación, la jurisprudencia y otras fuentes de derecho que podrían
interpretarse en contra deben ser cuidadosamente analizadas. Esa será la vía
más idónea para ser realistas y llegar a una conclusión acertada. Descuidar los
argumentos en contra, crearía un optimismo ingenuo, y la posición del cliente
se puede estrellar cuando negocie basado en la recomendación; o cuando vaya
a un juicio en donde la parte contraria esgrimirá con detalles los argumentos
contrarios.
Si tiene varios argumentos a favor o en contra de un punto,
ponga primero los puntos más fuertes en uno u otro sentido.
Y luego, los argumentos en forma descendiente, de más
importante a menos importante. Si es posible, indique la fuerza
relativa de cada argumento. Esto da más claridad y fuerza a su
exposición.

Conviene hacer una lista de chequeo. Hacer una lista de


chequeo es una práctica recomendada para las actividades que
deban realizarse repetitivamente y que tienen muchos
pormenores que cuidar. Al planificar, ejecutar y revisar la
actividad, la lista de chequeo orienta al ejecutante y asegura que
todos los aspectos importantes estén cubiertos.

Al redactar una opinión legal, al abogado le ayuda hacerse su propia lista


de chequeo, que cubra todo el proceso de la consulta. Por ejemplo:
i. ¿Está la pregunta bien formulada? ¿Ese es realmente el problema
legal que debe resolver el cliente? ¿Está enfocado también el
problema práctico que debe resolver el cliente? ¿O hay un error de
enfoque?
ii. ¿Están todos los hechos relevantes incluidos? ¿Deben investigarse
más?
iii. ¿La argumentación es consistente? ¿Revisé todas las fuentes del
derecho: Legislación, Jurisprudencia, Doctrina...? ¿Falta algo por
investigar?
iv. ¿Están claras las conclusiones? ¿Las recomendaciones son
realmente aplicables? ¿Toman en cuenta todos los factores en
juego? ¿Si hay otros elementos que deben tomarse en cuenta,
como factores económicos, financieros, administrativos,
políticos, se lo hago saber al cliente?
v. ¿Si yo fuera el destinatario de la opinión, estaría conforme con la
opinión tal y como está? ¿La opinión tal como está contribuye
realmente a resolverle el problema al cliente?
vi. ¿Debo enviar la opinión, o será mejor hablar primero con el
cliente y evaluarla?
vii. ¿La redacción es clara? ¿Es ordenada? ¿Es concisa?

Cada abogado debe ajustar la lista de chequeo a su medida.


Las citas de las decisiones de los tribunales deben ser claras:
si hubo una sola decisión judicial en un caso citado, debe
precisarse en pasado: “En fecha XX, el tribunal YY decidió...”
Pero si hay jurisprudencia reiterada, debe decirse: “En varios
casos similares los tribunales han decidido...” o “la
jurisprudencia unánime o uniforme indica que...” Si ha habido
jurisprudencia contradictoria, también debe indicarse, estudiando
minuciosamente por qué existe la contradicción; si hay
ambigüedad o incertidumbre en relación con una posible futura
decisión; y qué influencia pueden tener las decisiones contrarias
en el caso sobre el cual se opina.

Como la exposición del derecho debe ser institucional y en


tercera persona, usualmente no se escribe: “En mi
opinión...”, “Yo pienso que...” Sin embargo, un toque personal
puede darle cierto calor a la carta en algún punto concreto,
cuando se trata de asuntos en los que el cliente espera una
opinión personal y no institucional del abogado.
Se deben evitar otras expresiones subjetivas o especulativas
del escritor: “Yo creo”, “yo siento”, “me imagino”, debilitan
la opinión. “Creo” lleva el tema al campo religioso, “siento” al
emocional, y “me imagino” al fantasioso. Ninguna de esas
perspectivas es profesional y objetiva. Excepcionalmente, en
asuntos diferentes a la exposición del derecho, podría
considerarse el uso aislado de alguna de ellas. Si, por ejemplo, se
piensa pedir una entrevista con una persona importante, uno
podría decir “yo creo que la entrevista podría ser útil si
lográramos...”

Con la expresión “me inclino a pensar” Weihofen tiene una


posición definida:

Es legítima, cuando uno quiere dar una opinión tentativa,


indicando que todavía está considerando la materia y que
la conclusión final podría ser de otra manera. Pero como
todas las frases vagas, ésta podría crear hábito. No
debemos dejarnos seducir por ella y utilizarla cuando el
cliente tenga derecho a esperar nuestra conclusión
definitiva, y no sólo una indicación de por dónde va
nuestro pensamiento. La frase no debe servir para evitar
dar una respuesta directa, cuando se exige y se espera una
respuesta directa. Si uno no está capacitado o listo para dar
una respuesta definitiva, debe decirlo y explicar por qué.
Si uno no tiene una buena excusa, está en una posición
embarazosa. Pero si es por nuestra flojera o descuido, y
uno quiere evitar el reclamo que uno merece, no
resolvemos nada dando una excusa falsa que molestará al
cliente igual o más que si decimos la verdad franca. Quizá
la táctica más adecuada en esos casos pudiera ser la
admisión honesta de que no se tiene la respuesta todavía.
[314]

Humor, sarcasmo, insultos o ironía no suelen tener cabida en


opiniones legales. Estos recursos suelen ser más dañinos que de
ayuda, salvo en muy contadas ocasiones y en dosis muy
medidas.

Usar subtítulos puede guiar la lectura si la exposición de


argumentos es larga. El subtítulo bien escogido ubica al lector
dentro de los temas tratados y orienta la lectura. La primera
oración de un subtítulo debe indicar exactamente de qué se va a
hablar en el subtítulo.

Recordemos que deben evitarse subtítulos generales que pudieran cuadrar


con muchos supuestos diferentes. El subtítulo debe ser una frase concreta y
declarativa, un traje a la medida del caso único tratado en el escrito específico.
Hacerse preguntas puede ayudar ocasionalmente para
orientar la argumentación. Las preguntas llamadas “retóricas”
son aquéllas que tienen una sola respuesta posible y evidente. Se
pueden usar en un momento determinado para buscar la
respuesta afirmativa del lector.

El funcionario aplicó el Reglamento por encima de la


Constitución. Entonces, ¿quién tiene mayor jerarquía, el
Reglamento o la Constitución?
Notas al pie de página. En los trabajos de investigación la
mayoría de las veces es necesario usar notas al pie de página. Las
notas son útiles para dar ciertas informaciones específicas,
principalmente sobre la procedencia de las citas textuales, o el
significado de alguna palabra extranjera, o alguna referencia
sobre libros mencionados o relacionados con el texto, y para dar
algún otro dato aislado en la exposición. Debemos reconocer, sin
embargo, que estas notas incomodan: interrumpen abruptamente la
concentración del lector para hacerlo atender algo ajeno; el
lector, después de leer la nota o, al menos, de echarle un vistazo,
debe retomar la lectura y concentrarse de nuevo. Las notas son
particularmente pesadas cuando están al final del capítulo o del
libro, porque la interrupción de la lectura no es sólo psicológica,
sino física. Algunos escritores son aficionados a incluir largas las
notas al pie de página consistentes en exposiciones y
comentarios extensos. Cuando nos planteemos la posibilidad de
escribir esas largas notas, debemos pensar si podrían estar en el
texto del escrito; estas largas exposiciones pueden sugerir
desorganización del pensamiento del escritor o un esquema
deficiente. A veces da la impresión de que el autor no supo
colocar las ideas en el texto principal. Así como abusar de las
notas al pie de página entorpece la suave lectura de la opinión,
dosificarlas sabiamente permitirá al lector enfocar su atención en
las ideas principales del escrito.
En las opiniones legales se recomienda reducir las notas al mínimo.
Usarlas sólo para citar alguna ley o reglamento, o datos de publicación de
algún libro. La exposición del razonamiento debe ir en el texto principal, sin
interrupciones.
Martín Vivaldi lo dice a su manera: “Poner una cosa después de otra y no
mirar a los lados... es superfluo todo lo que dificulte la marcha del pensamiento
escrito.” Y cita a Azorín, quien recomienda “huir de los incisos, porque la
atención del lector se cansa.” [315]
El abogado debe ser cuidadoso en la precisión y exactitud de
las afirmaciones. Debe estudiar lo que va a decir, entenderlo
bien y expresar las ideas asertivamente. No es lo mismo decir
que la jurisprudencia ha decidido casos “muy parecidos” que
decir “idénticos”. No debe exagerar por más, pero tampoco
quedarse corto. El abogado conocedor, como el buen artesano, se
expresa por los detalles en los acabados.

3. Notas sobre el estilo en los escritos persuasivos


En los escritos persuasivos, especialmente los escritos para procesos
judiciales y administrativos, la estrategia de redacción difiere de la estrategia
de redacción de las opiniones legales. Al describir los hechos y presentar los
argumentos legales en los escritos persuasivos se debe tomar en cuenta lo
siguiente:
El lector a la primera lectura debe saber: cuál es el caso, cuál
es el propósito del escrito, y cuál es la razón principal por la
que debe decidir a su favor. Para lograrlo, Stark nos propone el
siguiente razonamiento: la persona que lee el escrito (un juez, un
funcionario administrativo, otro abogado, un cliente o la
contraparte en una negociación) está habituada a leer;
probablemente debe leer constantemente escritos similares al
nuestro. Le haremos un gran favor si le hacemos saber
inmediatamente qué es lo particular de nuestro caso, lo que lo
diferencia de todos los demás, y cuál es la idea clave por la cual
debe decidir a nuestro favor, o aceptar nuestra propuesta.
Supongamos que le preguntáramos al funcionario de la Alcaldía
ante quien el abogado expuso un escrito, de qué se trata el
escrito. El responderá en dos o tres frases: “Es una apelación de
una multa por ilegal. Según la apelación a la recurrente se le
multó por ser
una empresa mercantil y es una empresa civil.”

En los escritos dirigidos a autoridades que deban decidir, el


redactor puede sacar grandes ventajas al presentar los
hechos. El juez o el funcionario administrativo que decidirá el
caso, generalmente conoce el derecho aplicable, conoce la ley, la
jurisprudencia y la doctrina, pues los maneja una y otra vez en
los casos sometidos a su decisión. Lo novedoso para el juzgador
en cada caso son los hechos. El relato es lo que va a atraer su
atención. El redactor de los hechos debe esforzarse por
presentarlos de tal manera que el juzgador, al leerlos, antes de
leer los argumentos legales, llegue por sí mismo a las
conclusiones deseadas por el redactor, o, al menos, esté
preparado para aceptar el razonamiento legal presentado a
continuación. Naturalmente, los casos no siempre son claros, y
muchas veces el abogado debe hacer filigranas argumentales
para inclinar la balanza de la decisión a su favor. Cualquiera que
sea el caso, la presentación adecuada de los hechos puede atraer
la atención del lector y preparar los argumentos para una
conclusión favorable. El principio es: “Gane desde que presente
los hechos”.

Evidentemente, los hechos en que se va a insistir son aquéllos que se


puedan probar, siguiendo el consejo del Dr. Loreto: “Como quiera que el juez
conoce el derecho, vale más una buena prueba que una buena argumentación.”
[316]

Antes de comenzar a narrar los hechos el redactor debe


haber estudiado exhaustivamente el caso y asegurado su
conclusión legal. Tener la conclusión le permitirá ordenar los
hechos de una manera determinada; enfatizar algunos y ponerlos
en primer plano y dejar otros en segundo plano.

El orden en que se exponen los hechos no necesariamente


debe ser el cronológico. Puede y debe comenzarse con los
hechos más relevantes, que ilustren desde un principio la mente
del lector. Si el abogado va a acusar al marido que mató a su
esposa, no va a comenzar a relatar la historia de cuando se
conocieron de adolescentes y comían helados en la plaza. Puede,
con toda propiedad, comenzar: “El día 18 de mayo del año NN, a
las 8:10 p.m., Benito Rodríguez asesinó a su esposa, Marta
Morales,
disparándole en la cabeza con su revólver Magnum 357.” Más
adelante se cuentan los pormenores que condujeron al asesinato.
El primer hecho que se cuenta quedará grabado en la mente del
juez como lo más relevante, y estará predispuesto a la
conclusión. Evidentemente, si el escrito es un recurso fiscal, no
tendrá el dramatismo del ejemplo anterior, pero igualmente
podrá comenzarse por lo más relevante: “Inversiones La
Alameda, C.A., declaró y pagó el impuesto sobre la renta cada
año, con toda puntualidad y de acuerdo con la ley.”

La narración debe ser interesante. En la medida de lo posible


debe describir algunos detalles, relatar los hechos como lo haría
un novelista o un cuentista. Lo que más atrae la atención del
lector es una historia viva. Es lo que más ha interesado a todos
los lectores de todos los tiempos.

Una vez atraída la atención del lector, el abogado redactor


debe dirigir el juicio del lector hacia donde quiere, antes de
exponer el derecho. El juez, con casi total seguridad, mientras
lee los hechos, se va haciendo una idea de por donde va el
derecho aplicable, antes de leer la argumentación jurídica. La
situación ideal para el abogado redactor sería que el juez, al
terminar de leer los hechos, por su propia cuenta y sin necesidad
de leer la exposición del derecho, haya llegado a la conclusión
que el abogado quiere.

Aunque tenga una intención persuasiva, la sección de


narración de hechos debe destinarse exclusivamente a narrar
hechos; se deben omitir calificaciones subjetivas, juicios de
valor y argumentaciones legales.

No argüir en exceso. El redactor debe buscar “la gran idea” y


exponerla con claridad y sencillez. Pocos jueces se quejan de no
tener suficiente información para decidir. La queja mayoritaria es
que tienen demasiada información enrevesada, de la cual tienen
que ir escogiendo qué es importante y qué no es. Si uno fuera el
juez o el receptor de la oferta; ¿qué preferiría leer: un escrito
largo y tedioso, lleno de argumentos de distinta importancia,
latinazos y citas, o uno breve, que en pocas palabras le diga el
meollo del
problema y la razón básica por la que debe decidir en un sentido?
Si es posible, se debe buscar la idea clave que sintetice toda la
posición, una idea que se fije indeleblemente en la mente del
lector, una especie de slogan publicitario que venda su idea.

Stark nos dice que algunos escritores persuasivos son como los mesoneros
en las fiestas formales. Llevan en la bandeja una serie de pasapalos para que
los invitados escojan los de su preferencia. Estos escritores no logran su
cometido, pues el abogado no debe dejarle la escogencia al receptor. En su
lugar debe directamente entregarle las razones por las cuales debe decidir en
una forma o en otra, llevándolo de la mano. De lo contrario, lo hará perder
tiempo y energía entre una multitud de argumentos, unos buenos y otros malos,
para que él haga el trabajo que el escritor no hizo por él: definir qué es
importante y qué no es.
Cuando un escrito flirtea con varios argumentos, o cuando se pierde
dando más importancia a un argumento que el que lógicamente debe tener, da
la impresión al lector de que no evaluó bien el peso de cada argumento, o que
está ante un caso perdido, e intenta salvarlo con un “pataleo” artificioso.
Stark recomienda dedicarle al argumento principal el 50% de la
argumentación. Al segundo argumento en importancia el 30% y el resto de las
ideas el 20%. Dice: “Razonamientos sencillos son razonamientos ganadores.
Razonamientos enrevesados son píldoras para dormir.” [317]
Nunca subestimar la importancia de un argumento, por débil
que parezca. A primera vista, este principio parecería
contradictorio con el expuesto en el punto anterior. Pero no es
así. Se debe simultáneamente destacar la idea principal y no
menospreciar las otras. La habilidad del abogado está en evaluar
los dos principios y dosificarlos equilibradamente. Una vez un
experimentado litigante de la antigua Corte Suprema de Justicia
tenía que presentar un escrito de informes y le pidió a su
asistente recién graduado que redactara un borrador. El viejo
litigante le dio al asistente casi toda la información necesaria para
la redacción. El asistente redactó y revisó el escrito, al punto que
creía que estaba listo, y se lo entregó al abogado experto. Al
leerlo, el viejo abogado le preguntó al asistente: “¿Por qué
omitiste el artículo de la Ley de Llanos del Estado XX que se
refería al punto?” El asistente contestó: “En realidad no le di
mucha importancia, porque su referencia al objeto de la
demanda no era central, sino
tangencial.” El viejo insistió: “Incluye ese argumento, de todas
maneras. El guerrero nunca debe despreciar un arma que pueda
ayudar a ganar la batalla”. Tiempo después salió la sentencia
favorable. El magistrado ponente le comentó al abogado: “Lo
que definitivamente me inclinó a decidir en favor de ustedes, fue
la cita de la Ley de Llanos del Estado XX. Muy oportuna. Por
cierto, yo redacté el borrador de esa Ley y nunca la había visto
citada.”

4. El estilo que los jueces prefieren


El autor Bryan Garner dice humorísticamente que nuestro cerebro tiene
dos lados totalmente diferentes. Uno lo utilizamos para leer y el otro lo
utilizamos para escribir. El que utilizamos para escribir está lleno de reglas:
gramaticales, de sintaxis, de redacción, de “haz esto” y “no hagas aquello”. El
lado lector es intuitivo y emocional, simplemente reacciona positiva o
negativamente sobre lo que lee; a menudo la reacción ocurre a un nivel
subconsciente o semiconsciente.
Uno de los secretos para aprender a escribir, según Garner, es habituarse a
monitorear el propio lado lector mientras uno escribe. “¿Qué me gustó y qué
me desagradó del argumento que acabo de escribir?” Si uno logra escribir
apoyándose en el lado lector confiará en sus propios instintos, y podrá sacar
beneficios de los mensajes más profundos de su mente.
Durante varios años como profesor de redacción legal en Estados Unidos,
Garner se ha dedicado a la tarea de preguntar a los jueces qué les agrada y qué
les desagrada de los escritos presentados por los abogados en sus tribunales.
Dice que las respuestas son sorprendentemente consistentes a través del tiempo
y de las diferencias geográficas. Y nos muestra un ejemplo: los resultados de la
encuesta hecha entre 42 jueces del Estado de Delaware, participantes en un
seminario.
Qué les agrada Qué les desagrada

Brevedad. Verborrea.

Claridad. Oscuridad.

Flujo lógico de la exposición. Ideas abarrotadas.

Puntos claros. Encuadre defectuoso de


los temas.
Escrito interesante. Párrafos largos.

Fluidez. Repetición.
Encabezamientos. Exceso de notas al pie.

Buena presentación. Apariencia limpia. Oraciones largas.

Párrafos bien estructurados. Estilo desorganizado.

Van directo al punto. Material innecesario.

Presentan el problema y la solución en Intenciones no claras.


el primer párrafo.

Escritos prácticos. Escritura aburrida.

Transmiten confiabilidad. Lenguaje técnico; vocablos en


latín.

Concisión. Citas en cadena.

Prosa fluida; buenas transiciones. Errores gramaticales.

Clara división de las ideas. Exageración; hipérbole.

Explicaciones. Voz pasiva: ¿Quién hizo qué?

Precisión. Decisiones largas.

Se perciben honestos y sinceros. Escritura complicada.

Racionalidad del apoyo. Discurso filosófico o


muy remontado.

Ausencia de notas al pie de página. Citas exageradas.

Contundencia. Que estén incompletos.

Originalidad en la presentación de Presentación de hechos


ideas. testigo por testigo.
Oraciones breves. Citas de precedentes
con propósitos
incorrectos.

Exposición de los hechos breve y clara. Largas notas al pie.

Estilo esquemático. Palabras largas.

Palabras cortas. Oraciones largas.

Conclusiones claras. Largos.

Manifiestan un sentido profundo de Falta de conclusiones.


justicia.

Claridad instantánea. Escritura complicada.

Narración interesante de los hechos . Palabras mal

deletreadas. Estilo directo y al grano. Ideas desarticuladas.

Oraciones sencillas. Lenguaje refinado o


no profesional.

Frases inteligentes. Detalles innecesarios.

Frases bien armadas. Bailotean alrededor de


los puntos.

Inspiran confianza al presentar las Escritos poco informativos.


cuestiones con precisión.

Lenguaje comprensible. Exceso de etiquetas


de procedimiento.

Sentido común. Escritos que se deben releer.

Identificación inmediata de los Letra demasiado pequeña.


problemas.

Organización lógica. Habladera.

Son entretenidos. Distorsión de los hechos o de la


ley.

Notas al pie breves para las citas. Excesivamente contenciosos.

Comprensibilidad. Oraciones cortadas por


las citas.

Las ideas complejas expuestas en Escritos con flojera.


forma sencilla y directa.

Uso apropiado de notas al pie. “Claramente”.

Tono civil.

El autor observa que “casi todas las cualidades mencionadas en la


columna de la izquierda se refieren a la entrega inmediata de la información;
casi todas las características enumeradas en la columna derecha, de una u otra
manera demoran o dificultan la entrega de información”. [318]
V. CONCLUSIÓN
Nuestro idioma es rico y maduro. Probablemente la jerigonza aludida por
Pío Baroja no se debe al instrumento, sino a su uso deficiente. Si aprendemos a
pensar ordenadamente y a hablar y escribir español correctamente, practicando
los principios de redacción y expresión hasta lograr la maestría, podemos
convertir al idioma en un instrumento preciso. Escribir con precisión es un reto
de quien quiere comunicar y convencer. Y lograrlo es tan difícil como lograr la
perfección en cualquier profesión, arte u oficio.
Si alguna vez hemos sentido nostalgia por la posible y negada deficiencia
de nuestro idioma, echemos un vistazo a la ventana de enfrente; otros idiomas
tienen deficiencias mayores. Para poner sólo un ejemplo, leamos a George
Bernard Shaw, quien en su conocida obra teatral Pygmalion, llevada al cine
como My fair lady, dice: “Los ingleses no tienen respeto por su lengua y no les
enseñan a sus hijos a hablarla. No la pueden deletrear porque no tienen nada
para deletrear sino un viejo alfabeto extranjero del cual sólo las consonantes, y
no todas ellas, tienen un valor fonético aceptado. En consecuencia, ningún
hombre puede aprender cómo debe pronunciarse una palabra sólo por
leerla; y es imposible para un inglés abrir su boca sin provocar el desprecio de
otros.” [319]
En este libro estudiamos dos cosas: “el proceso de redactar” y la
estructura de la opinión legal, es decir, técnicas. Igual que para los tenistas, los
escultores y los músicos, para los escritores el dominio de la técnica es el
primer paso hacia la perfección.
Escribir tiene algo de artesanía, dice Schökel, y define: “Artesanía es
saber hacer: está suspendida entre teoría y práctica, pero más inclinada a la
práctica. Una práctica que se puede codificar en reglas, pero que se asimila
con el ejercicio... La artesanía se aprende con el ejercicio personal, mejor si
guiado y corregido. No se recibe como don infuso (salvo geniales
excepciones), ni por sola información intelectual”. [320]
Nuestro primer paso es, por tanto, practicar hasta dominar la técnica.
Pero el sólo dominio de la técnica no nos asegura la perfección. La perfección
se logra cuando al dominio de la técnica se añade la creación personal. “El
maestro hace las reglas”, dicen, “pero las reglas no hacen al maestro.”
Después de enseñarnos las reglas y su dominio, Gonzalo Martín Vivaldi
nos recomienda acudir a ellas sólo en momentos de duda. Y da este consejo:
“Recuerde siempre que escribir es pensar y que no debe constreñirse al
pensamiento, encerrándolo en la cárcel del leguleyismo gramatical o
lingüístico... pues en todo gran escritor hay siempre un autodidacta.” [321]
Además, el maestro sabe cuándo romper las reglas. Mario Vargas Llosa dedica
La Tía Julia y el Escribidor a “Julia Urquidi Illanes, a quien tanto debemos yo
y esta novela.” ¿Quién va a enmendarle la plana?
“Cuando se domina la técnica se actúa con seguridad. Y así es más fácil
ser audaz, y sobre todo, que la audacia sea fructífera.” [322] En una entrevista
televisada, el cantante Phill Collins confesó ser autodidacta. Reveló que
cuando era niño, una tía, profesora de piano, le enseñaba música; pero él
memorizaba la partitura a la primera lectura, y nunca aprendió a leer. En el
colegio asistía a clases de música; pero no las tomó en serio. Comenzó a cantar
como autodidacta y el éxito le llegó sin saber música. Entonces se dedicó a
estudiar. “Conocer las reglas me dio seguridad. Es bueno aprender las reglas y
después decidir si las sigues o no. Ahora sé lo que tengo que hacer y si quiero
no lo hago.” [323]
Todos los grandes creadores de la historia en música, filosofía, ciencia,
arte, literatura, han sido pioneros. Pero pioneros a partir de los aportes de sus
predecesores. Para romper las reglas y superarlas, es necesario primero
dominarlas.
¿Y cómo se adquiere la perfección? Los escritores nos dan alguna guía.
Tolstoy escribió siete veces La Guerra y la Paz. De Horacio se dice que “Los
versos mal torneados los mandaba devolver al yunque”. Paul Valéry: “El
primer verso nos lo dan los dioses. Los restantes los hacemos nosotros”. [324]
García Lorca aclaraba: “Si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios - o
del demonio -, también lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo”. [325]
Y si le preguntamos a Gabriel García Márquez, nos dirá que Cien Años
de Soledad le tomó quince años de espera y maduración, El Otoño del
Patriarca diecisiete y Crónica de una Muerte Anunciada treinta; [326] entonces
entenderemos en qué consiste madurar una idea. Escribió El Coronel no Tiene
Quien le Escriba nueve veces. [327]
Aunque los escritos citados no son jurídicos, sus principios se aplican por
analogía al abogado escritor. A los abogados nos habla el profesor Weihofen:
“La clave para mejorar el estilo es escribir y escribir” [328]. Releer lo escrito, y
cuando encontremos un “muy” o muchos adjetivos, buscar el sustantivo que lo
substituya y mejore. Cuando estemos a punto de comenzar una oración con
“Hay” buscar otra construcción más contundente. Cuando una palabra no nos
satisfaga, buscar el diccionario de sinónimos y encontrar una más precisa.
Cuando una oración no nos guste, redactarla de nuevo para que gane fuerza. Y
podríamos añadir: Cuando nos encontremos redactando con palabras
abstractas, aterrizarlas con ideas concretas y ejemplos.
Y después de mucho esfuerzo, veremos con orgullo el fruto de nuestro
trabajo: un escrito ordenado, claro y contundente, una obra limpia, de la que
han desaparecido todas las trazas de nuestro sudor.
Entonces, finalmente, el escritor se encuentra frente a su obra acabada
como el excursionista al coronar la montaña. Observa el infinito desde lo alto
y siente aflorar en su corazón y en su mente un sentimiento de plenitud
y agradecimiento.
Para cerrar, un pensamiento de Luis Alberto
Machado: Hay escritores y escribientes.
Escritor es el que, estableciendo nuevas relaciones,
transforma las realidades y las palabras.
Escribiente es el que copia de otro, de sí mismo o de la
realidad, por perfecta y meritoria que pueda ser la copia de
esta última...
El escribiente comprende las leyes del lenguaje; el
escritor, las de la vida. [329]
APÉNDICE 1. ¿Qué podemos comunicar con la palabra?
La palabra, como vimos, es el instrumento de trabajo del abogado. Y en
sus escritos es el medio de comunicación exclusivo. Comprender el alcance y
los límites de la palabra es conocer nuestra herramienta.
La palabra es un símbolo que representa uno o varios conceptos. Un
símbolo no es la realidad misma, sino una representación de la realidad. De
manera que será un medio efectivo de comunicación en la medida en que el
símbolo utilizado signifique exactamente lo mismo para el emisor y para el
receptor. La experiencia del sabor del “chocolate” o de sentir “alergia” es
incomunicable, a menos que quien oye haya probado el chocolate o sentido
alergia. Si la persona que escucha nunca ha probado chocolate o sufrido
alergia, podremos ayudar a entender diciendo dulce, postre, o dolor y molestia,
con la esperanza de que el oyente supla con sus propias experiencias la
deficiencia de las palabras.
Con la palabra podemos simbolizar y comunicar casi todo lo
comunicable. En un extremo de lo comunicable están las verdades misteriosas
del mundo místico y profético, casi inaccesible al entendimiento humano. El
lenguaje místico y profético revela lo más oculto y profundo (o elevado) a
donde puede llegar el ser humano; con él se han transmitido los mensajes de
todas las religiones, como el Apocalipsis, el último libro de la Biblia, o las
poesías de San Juan de la Cruz, la Cábala, los Vedas y los Upanishads de la
vieja India y también las profecías privadas, como las de Nostradamus.
Cuando se lee el lenguaje profético o místico las palabras casi no alcanzan
para simbolizar una realidad que rebasa ampliamente la capacidad del autor de
expresar y la nuestra de conocer.
A propósito del alcance y limitación de la palabra, el maestro, filósofo y
literato bengalí Rabindranath Tagore dice, en su libro El Camino Espiritual:
...hemos de recordar que el hombre no expresa nunca
literalmente sus ideas, salvo cuando se trata de cuestiones
banales. Las palabras del hombre no suelen constituir en
modo alguno un lenguaje, sino una especie de
gesticulación verbal del mismo orden que los gestos de un
mudo. Nuestras palabras pueden indicar nuestros
pensamientos, pero no los expresan. Cuanto más
fundamentales son nuestras ideas, más requieren ser
explicadas a la luz del
contexto que les da nuestra vida. Quienes tratan de
descifrar el sentido de nuestras palabras con ayuda del
diccionario, nunca llegan más que hasta los umbrales de
nuestros pensamientos, quedándose ante las puertas que le
cierran el acceso al interior. De ahí que las enseñanzas de
nuestros mayores profetas originen interminables discusiones
cuando ensayamos descifrarlas mediante el simple estudio
de sus palabras y sin tratar de darles realidad en nuestra
propia vida. Aquellos a quienes aflige el espíritu de
interpretación literal son unos desgraciados, que no se
ocupan más que de las redes, sin pensar nunca en el pez...
...Para liberarnos de la servidumbre de las palabras hemos
de desembarazarnos del avidya, de nuestra ignorancia, y
entonces nuestro espíritu halla su libertad en la idea
interior. Pero sería ridículo pretender que nuestra
ignorancia de una lengua se disiparía destruyendo sus
palabras. Cuando alcanzamos el conocimiento perfecto, cada
palabra ocupa su lugar; pero las palabras, en vez de
encadenarnos, nos dejan pasar a través de ellas para
conducirnos a la idea emancipadora. [330]
Los principios enunciados por Tagore son aplicados, por ejemplo, en
estas excelsas palabras de San Agustín, quien encuentra a Dios después de
llevar una vida desordenada. Agustín describe su experiencia de Dios así:
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te
amé! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y
por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba
sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas
conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti
aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y
resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume
y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti; y siento hambre y
sed, me tocaste, y me abrasé en tu paz. [331]
Y ¿qué es lo que amo cuando yo te amo? No belleza de
cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan
amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda
clase de cantinelas, no fragancia de flores, de ungüentos y
de aromas; no manás ni mieles, no miembros gratos a los
abrazos de la carne; nada de esto amo cuando amo a mi
Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta
fragancia, y cierto alimento, y cierto abrazo, cuando amo a
mi Dios, luz, voz, fragancia, alimento y abrazo del hombre
mío interior, donde resplandece a mi alma lo que no se
consume comiendo y se adhiere lo que la saciedad no
separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios. [332]
Al nivel más profundo de la sabiduría humana parecería que las palabras
se quedan cortas para expresar el significado que se quiere comunicar. Por eso
un sabio decía que si las palabras dijeran todo, bastaría a cualquier persona
con buena memoria recordar las palabras de un sabio para alcanzar su
sabiduría. La verdadera pregunta será cómo alcanzar la sabiduría interior que
le permitió al sabio pronunciar tales palabras.
Recogiendo esta misma idea, Rafael Tomás Caldera dice: “Al fin y al
cabo, toda palabra ha de culminar en el silencio. Y el trabajo del intelecto en
la contemplación.” [333]
Y nos da la causa:
La escritura, toda palabra, nace en la lucha por traducir en
unos pocos signos el vasto océano de lo observado, de lo
sentido, de lo pensado, de lo concebido. Por eso ha podido
decirse, sin demasiada hipérbole, que es una acción
utópica. Y todo escritor ha sentido siempre el duro límite
del idioma, que parece oponerse a la expresión, cuando en
verdad la está haciendo posible. Además, lo esencial es
inefable. Podemos darnos por satisfechos si nuestras
palabras conducen allí en forma inequívoca, esto es, si
ponen al lector en condiciones de verlo. O, al menos, de
entreverlo.
[334]

De lo dicho hasta ahora concluimos: a) que la realidad es más vasta y


compleja que nuestra capacidad de entenderla; b) que, además, unos seres
humanos la entienden más que otros; c) que no todos la entendemos de la
misma forma; y d) que los símbolos que utilizamos para comunicarnos son,
por esencia, limitados e imperfectos.
Al comparar dos idiomas se hace particularmente patente la relatividad
del significado de las palabras. En el capítulo “Distinguir significación de
sentido”, del libro Iniciación a la Traducción, Jean Delisle y Georges L.
Bastin, dicen que “las palabras pierden su significación en el discurso y
adquieren un sentido único según su contexto”. [335] Y exponen “el principio de
la traductología, según el cual nunca se traducen lenguas, sino siempre textos.
El texto tiene el poder de multiplicar infinitamente las acepciones de las
palabras”. [336]
Más adelante dicen:
...el diccionario no da todas las equivalencias... el
diccionario resulta una herramienta útil para salvar las
lagunas en el conocimiento del léxico de las lenguas, y por
ello no se deben desconocer sus méritos. Sin embargo,
sólo proporciona información acerca de las significaciones de
las palabras, no su sentido contextual. De algún modo, el
diccionario cumple el papel de orientar, de dar indicios, de
apuntar hacia el sentido. Aquél que traduce a punta de
diccionarios y que busca a toda costa equivalencias
consignadas en obras lexicográficas confunde
significación y sentido. Ignora o subestima el efecto
transformador del contexto sobre las significaciones. Para
hacer surgir el sentido de un texto, el diccionario no puede
nunca reemplazar la interpretación, que es el razonamiento
analítico y sintético característico de la traducción. Si bien
conviene enseñar a los estudiantes de traducción a emplear
correctamente los diccionarios bilingües generales o
especializados, es aún más importante enseñarles a
prescindir de ellos. El diccionario no tiene respuesta para
todas las dificultades de traducción, no tiene siempre la
última palabra... [337]
En realidad, el alcance y significado verdadero de la palabra ha sido uno
de los temas fundamentales de la filosofía en la historia. En la Grecia antigua,
el problema de los universales hizo devanar los sesos a Platón, a Aristóteles y
a sus sucesores: ¿Qué relación tienen los conceptos de nuestra mente con la
realidad? Intentando responder esta pregunta la filosofía lleva más de dos mil
años y los estudiosos no han llegado a una solución unánimemente aceptada.
La duda metódica de Descartes, con su “pienso, luego existo”, las “Críticas”
de la razón pura y de la razón práctica, de Kant y las tesis de Hegel, por citar
sólo tres
prominentes filósofos, están dedicadas a comprobar la validez de nuestro
pensamiento y la certeza de la ciencia. Entender el significado real del idioma
es un tema tan crucial, que el autor José Ferrater Mora, en su libro La
Filosofía Actual, después de recorrer en detalle todas las tendencias filosóficas
de la actualidad, concluye que la corriente de la filosofía más importante hoy
en día es la que tiene por objeto el estudio de las palabras. [338] Además, cada
idioma es una armazón específica de símbolos de comunicación y en
cierta manera determina el modo de pensar y de expresarse del hablante. [339]
Para volver a la raíz, lo que dice Tagore frente a los textos religiosos lo
dice Unamuno frente a la filosofía:
El poeta es el que nos da todo un mundo personalizado, el
mundo entero hecho hombre, el verbo hecho mundo; el
filósofo sólo nos da algo de esto en cuanto tenga de poeta,
pues fuera de ello no discurre él, sino que discurren en él
sus razones o, mejor, sus palabras. Un sistema filosófico,
si se le quita lo que tiene de poema, no es más que un
desarrollo puramente verbal; lo más de la metafísica no es
sino metalógica, tomando lógica en el sentido que se
deriva de logos, palabra. Suele ser un concierto de
etimologías. Y hasta tal punto es esto así, que cabe
sostener que hay tantas filosofías como idiomas y tantas
variantes de éstas como dialectos, incluso lo que podemos
llamar el dialecto individual. Si hay una filosofía alemana,
no es más que la filosofía del idioma alemán, y así con los
demás. La lengua francesa es la que explica a Descartes.
Y ello es natural. Cada pueblo ha ido asentando en su
lenguaje su concepción abstracta del mundo y de la vida, y
en la extensión y comprensión que da cada vocablo va
implícita su filosofía... El filósofo no hace sino sacar del
lenguaje lo que el pueblo todo había metido en él durante
siglos. Y por ello, a poco afinar se llega a convertir en
tautologías los axiomas filosóficos.
Pero el filósofo no da el grito con que se pronunciaron las
palabras, ni el gesto que las acompañó... Ni puede el
filósofo decir lo que es de mí y lo que yo soy cuando,
después de haberme puesto de acuerdo racionalmente con
el
heraldo del vanidad de vanidades y todo vanidad, se
recoge mi alma y reza: “¡Plenitud de plenitudes y todo
plenitud!” Porque esto es una jaculatoria, y no una
proposición lógica; es un estrumpido de mi espíritu, y no
una expresión de mi inteligencia... [340]
El conocimiento de la realidad y su expresión en palabras es también
preocupación fundamental de las disciplinas orientales, como el budismo, el
vedanta y el yoga. Para los orientales, con la palabra no conocemos la
realidad, saber que agua es H2O no nos quita la sed y nadie se quema con la
palabra “fuego". Quizá esto lo dijo poéticamente Shakespeare: “What’s in a
name? That which we call a rose by any other name would smell as sweet.”
(“¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa por cualquier otro nombre
olerá tan suave”).
[341]
Para las disciplinas orientales, sólo la liberación interior soluciona el
problema, pues permite el conocimiento directo, intuitivo de la realidad.
Pero el estudio de la filosofía excede los propósitos de este libro, pues
para redactar opiniones legales y otros escritos expositivos y argumentativos
sólo debemos enfrentar problemas más terrenales y usualmente nuestro
razonamiento legal tiene sus propios caminos y no requiere remontarse tan
alto. Baste esta referencia tangencial, como signo de advertencia en el camino,
pues alguna que otra vez podría presentarse a un abogado algún problema que
requiriera transitar los campos de la filosofía y escudriñar el meollo del
pensamiento.
Los literatos también utilizan el idioma como medio de expresión. Un
novelista, un ensayista, un poeta, tienen en el idioma el modo de expresión de
sus ideas y sentimientos. ¿Cómo lo hacen? Creativamente, utilizando su
fantasía, apoyándose en figuras literarias, en imágenes... Exponen ideas,
narran hechos, describen paisajes y escenas de la realidad o de la ficción,
relatan reacciones humanas, y exploran los intersticios de sus conciencias, en
la forma más lúcida, coherente y sugerente posible, con la libertad del creador.
Esto se debe a que su fin probablemente es entretener y con una sugerencia les
basta para incentivar la imaginación del lector, que completa la narración con
su propia fantasía. Gabriel García Márquez, por ejemplo, en El Amor en los
Tiempos del Cólera, dedica más de 400 páginas a contar el amor de un hombre
por una mujer. Y uno recorre ávidamente las 400 páginas esperando qué va a
pasar con esa relación humana, aparentemente siempre inconclusa. El genio
del escritor hace disfrutar al lector cada página de la historia.
A continuación se transcribe un párrafo en el cual el laureado autor hace
gala del dominio absoluto del idioma. Nos describe una escena y nos hace
vivir lo descrito. El hecho se produce cuando Florentino Ariza ve en la calle a
Fermina Daza, la muchacha que amaba cuando sólo era una colegiala y
descubre que ya es una mujer que se desenvuelve sola. La sigue a paso que
ella recorre los recovecos del mercado de la ciudad. La descripción nos deleita
por varias páginas:
Era ella. Atravesaba la Plaza de la Catedral acompañada
por Gala Placidia, que llevaba los canastos para las
compras, y por primera vez iba vestida sin el uniforme
escolar. Estaba más alta que cuando se fue, más perfilada e
intensa, y con la belleza depurada por un dominio de
persona mayor...
...No prestó atención a los apremios de los culebreros que
le ofrecían el jarabe para el amor eterno, ni las súplicas de
los mendigos tirados en los zaguanes con sus llagas
humeantes, ni al indio falso que trataba de venderle un
caimán amaestrado. Hizo un recorrido largo y minucioso,
sin rumbo pensado, con demoras que no tenían otro
motivo que el deleite sin prisa en el espíritu de las cosas.
Entró en cada portal donde hubiera algo que vender y en
todas partes encontró algo que aumentaba sus ganas de
vivir. Gozó con el hálito de vetiver de los paños de los
arcones, se envolvió en sedas estampadas, se rió de su
propia risa al verse disfrazada de manola con una peineta y
un abanico de flores pintadas, frente al espejo de cuerpo
entero de El Alambre de Oro. En la bodega de
ultramarinos destapó un barril de arenques en salmuera
que le recordó las noches del nordeste, muy niña, en San
Juan de la Ciénaga. Le dieron a probar una morcilla de
Alicante que tenía un sabor de regaliz, y compró dos para
el desayuno del sábado, y además unas pencas de bacalao
y un frasco de grosellas en aguardiente. En la tienda de
especies, por el puro placer del olfato, estrujó hojas de
salvia y orégano en las palmas de las manos, y compró un
puñado de clavos de olor, otro de anís estrellado, y otros
dos de jengibre y de enebro, y salió bañada en lágrimas de
risa de tanto estornudar por los vapores de la pimienta de
Cayena. En la botica francesa, mientras compraba jabones
de Reuter y agua de benjuí, le
pusieron detrás de la oreja un toque del perfume que
estaba de moda en París, y le dieron una tableta de
desodorante para después de fumar. [342]
La anterior cita es un maravilloso ejemplo de una descripción que nos
sumerge en el mercado con una superabundancia de imágenes sensoriales que
nos apabullan la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
El maestro en el uso de la palabra nos advierte:
La desmesura forma parte también de nuestra realidad.
Nuestra realidad es desmesurada y con frecuencia nos
plantea a los escritores problemas muy serios, que es el de
la insuficiencia de las palabras. Cuando hablamos de un
río, lo más grande que puede imaginar un lector europeo
es el Danubio, que tiene 2.790 kilómetros de largo. ¿Cómo
podría imaginarse el Amazonas, que en ciertos puntos es
tan ancho que desde una orilla no se divisa la otra? [343]
La palabra es, pues, un vehículo de comunicación útil y maleable. Su
alcance es profundo e ilimitado como profunda e ilimitada puede ser la
experiencia humana. Conocer otros usos de la palabra y otros estilos de
redacción, nos ayuda a precisar, por contraste, el estilo profesional del
abogado; igual que al visitar otros países conocemos mejor el propio.
En conclusión, en el mundo místico y profético la palabra es un
instrumento insuficiente para comunicar una realidad inefable; la palabra es un
gesto que sólo sugiere. En filosofía la palabra es objeto de estudio; los filósofos
la examinan para indagar su relación con el conocimiento, con la realidad y
con la creación de ideas y de culturas; la palabra, de alguna manera, determina
el conocimiento. En literatura la palabra es protagonista; busca la belleza tanto
en la forma como en el fondo de lo comunicado. En el derecho y en todos los
escritos expositivos y argumentativos, la palabra es un medio transparente para
comunicar ideas. El protagonista es el contenido, el mensaje, pues el
profesional del derecho con su escritura no pretende deleitar; su propósito es
redactar para convencer.
APÉNDICE 2. Tendencia de las personas a seguir las opiniones
dadas y lo establecido por la autoridad
La tendencia a aceptar las opiniones autorizadas de otras personas,
incluso frente a nuestro propio criterio, ha sido comprobada por vía
experimental. Un estudio efectuado por The Ogilvy Center for Research and
Development titulado Why people say “yes” (Por qué la gente dice “sí”), [344]
recapitula experimentos de psicología social destinados a determinar si las
personas prefieren seguir la opinión mayoritariamente aceptada o lo que le
dicen sus propios ojos.
Dicho estudio dice:
La mayoría de nosotros quisiera pensar que somos
pensadores autónomos e independientes. Mientras
consideramos las opiniones de los demás como un aporte
más a nuestro proceso de decisión, en el fondo confiamos
en nuestro propio juicio para determinar qué es bueno y
qué es malo; qué es correcto e incorrecto; qué compra es
sabia y qué compra es tonta.
Así quisiéramos pensar.
Desafortunadamente, hay una gran cantidad de evidencia
en la literatura psicológica que prueba que esa imagen
idealizada de nosotros mismos es en gran medida ilusoria.
[345]

De los múltiples experimentos citados en el estudio, a continuación


presentamos cuatro, por considerarlos ilustrativos de cómo procede la mayoría
de las personas.
Un típico experimento para medir la conformidad social, fue demostrado
por Asch. [346]
Los experimentadores hacen pasar a ocho personas a una sala y las
sientan frente a un pizarrón; el experimentador les dice que se trata de una
prueba de agudeza visual. A la izquierda del pizarrón colocan una cartulina
grande con una línea dibujada en ella. A la derecha colocan otra cartulina de
igual tamaño que la primera, con tres líneas de diferente longitud dibujadas en
ella.
La tarea era fácil. Simplemente decir cuál de las tres líneas de la derecha es
igual a la línea de la izquierda. El procedimiento se repetía 18 veces con
diferentes cartulinas y líneas.
Una a una, las personas anunciaban sus respuestas. Las líneas eran
claramente diferentes y cada uno estaba de acuerdo con su antecesor por la
primera y la segunda prueba. Pero en la tercera prueba, ocurre algo diferente.
La primera persona anuncia su respuesta. La respuesta es claramente errada,
pero la segunda persona concurre con la respuesta y así la tercera hasta la
séptima persona.
Lo que no conoce el octavo participante, es que los siete primeros están
de acuerdo con el experimentador y aceptan dar unánimemente respuestas
erradas en 12 de los 18 intentos.
Para sorpresa de los experimentadores, y a pesar de la evidencia física de
que las respuestas estaban equivocadas, los octavos participantes se adecuaban
a la opinión de la mayoría entre cuatro y cinco veces de las 12 respuestas
intencionalmente erradas.
Los experimentos se repitieron cientos de veces entre diferentes tipos de
personas y distintos tipos de pruebas. Los resultados son invariablemente los
mismos. La conclusión de los estudiosos es que “estamos bajo tremenda
presión para conformar nuestra opinión a la opinión de la mayoría y a menudo
lo haremos a pesar de la evidencia clara de que el juicio es incorrecto”.
Algunos observadores objetaron que estos experimentos coartaban la
libertad de respuesta del último individuo, porque tendría que enfrentarse de
viva voz a los siete precedentes. Entonces permitieron dar respuestas escritas.
El porcentaje bajó levemente, pero en la mayoría de los casos las personas
aceptaban la opinión de los precursores.
Otros investigadores fueron más lejos. Un experimento partió del hecho
ampliamente conocido que nos sucede a todos si contemplamos fijamente por
unos segundos un color determinado, y luego fijamos la vista en una pantalla
blanca, veremos el color complementario del que antes veíamos.
Se le pidió a un grupo de siete personas que vieran por unos segundos un
cuadro de color azul puesto sobre un pizarrón blanco. Unánimemente los seis
primeros en responder estaban de acuerdo con el experimentador y respondían
“verde”. En la mayoría de los casos el último en responder concordaba con la
respuesta de la mayoría y decía: “verde”.
Pero lo más dramático del experimento era la segunda pregunta. A los
participantes se les pedía poner por escrito y sin conocimiento de los otros, el
color que veían al quedarse viendo el pizarrón blanco inmediatamente después
de ver el color mostrado. Si la persona ve el color azul, deberían ver el color
complementario: amarillo/naranja. Si en realidad vieron un cuadro verde, al ver
la pizarra blanca, deberían ver su complementario: rojo/morado. En la mayoría
de los casos, los ingenuos participantes también vieron el color
complementario del verde. Para sorpresa de los experimentadores, la
aceptación de la opinión de la mayoría también afectó la percepción física del
objeto observado. [347]
Una gran variedad de experimentos han demostrado también que las
personas están más inclinadas a adecuar su opinión a la opinión del grupo
cuando ellos respetan a los otros miembros del grupo, o cuando el grupo está
compuesto por iguales o pares vs. un grupo variado de personas de distintas
vocaciones y modos de vida. Además, como diría el sentido común, mientras
más ambiguo sea el estímulo, más proclives son las personas a adecuarse al
sentido de la mayoría.
A pesar de las constantes detectadas, siempre hay un pequeño grupo de
personas que nunca se adecuan al pensamiento erróneo de otros. Algunas
personas son más plegables al pensamiento mayoritario, otras menos. Según
los investigadores, los altos grados de autoestima están relacionados con un
menor grado de conformidad.
Estos últimos casos, sin embargo, son minoritarios, y la conclusión de los
estudios es que la mayoría de las personas tiende a adecuar su pensamiento al
pensamiento mayoritario, aun en contra de su propia percepción. La
conformidad es el comportamiento predominante. [348]
Cuando se trata de obediencia a la autoridad, los experimentos son
sorprendentes.
El experimentador llama a un hospital y se identifica como un doctor. Le
dice a la enfermera que administre una cierta medicina a un paciente
determinado. La medicina, disponible para la enfermera en su gabinete, no es
una medicina estándar y la dosis prescrita es dos veces el máximo
recomendado, según aparece claramente en el frasco. Además, la orden es dada
por teléfono, en violación de la política del hospital, y la enfermera jamás ha
visto, conocido o hablado antes con el supuesto médico.
¿Qué hicieron las enfermeras?
Un sorprendente 95% cumplió la solicitud telefónica; iban en camino a la
habitación del paciente cuando fueron detenidas por el asistente del
experimentador.
Se han hecho experimentos más dramáticos dirigidos a comprobar hasta
dónde una persona puede seguir las instrucciones de la “autoridad” incluso
contra sus propias apreciaciones, sentimientos y normas morales. Los
experimentadores ponían a la persona objeto del experimento, que llamaremos
“conejillo”, frente a una ventana transparente pero sellada. Detrás de la ventana
había un supuesto paciente amarrado con correas a una silla y conectado a una
serie de cables eléctricos. El “conejillo” tenía ante sí 30 botones que, según se
le informó, producirían descargas eléctricas en el cuerpo del paciente que tenía
enfrente. El botón de la extrema izquierda ocasionaría una pequeña descarga,
el siguiente hacia la derecha produciría una descarga 15 voltios más fuerte y
progresivamente los botones ubicados a la derecha producirían descargas cada
vez mayores, hasta el último botón, que ocasionaría una descarga de 450
voltios. Evidentemente, en la realidad no sucedía nada, y el supuesto paciente
era un actor que sabía indicar con sus gestos, gritos y contorsiones, el grado de
molestia o tortura que le estarían causando las supuestas descargas eléctricas.
Al lado del “conejillo” se paraba un aparente doctor, con sus lentes y su bata,
que le indicaba lo que debía hacer. Con su libro de notas en la mano, el
supuesto doctor ordenaba conectar el primer botón. El “conejillo” obedecía y,
ante sus ojos, el paciente comenzaba a sufrir el dolor del corrientazo. El doctor
decía nuevamente: “Conecte el siguiente botón” y el “conejillo” obedecía, a
pesar de que estaba viendo al paciente sufrir, quejarse y contorsionarse más. El
doctor daba una nueva orden, y el “conejillo” continuaba obedeciendo, a pesar
de los gritos del paciente por la tortura que la corriente le infligía. El proceso
continuaba por varios pasos más y el “conejillo” seguía obedeciendo.
¿Hasta dónde llegaron los “conejillos”?
Un grupo de psiquiatras leyeron este escenario y la mayoría predijo que
sólo una persona en cien podría conectar todos los botones, hasta el final.
Cuando se condujo el experimento, dos tercios de los cuarenta sujetos
conectó uno a uno los 30 botones, a pesar del aparente dolor del paciente que
rogaba que se parara el experimento y finalmente colapsó ante lo que parecía
un mudo estupor. Ninguno de los participantes renunció al experimento, a
pesar de su obvia libertad de abandonar.
El experimento se repitió bajo una variedad de condiciones con resultados
similares. Los sujetos fueron seleccionados de una comunidad universitaria
típica. Estudios de seguimiento mediante test psicológicos revelaron perfiles
normales en todos ellos. A pesar de que manifestaron algunas alteraciones de
su respiración acelerada y manos temblorosas, todos ellos demostraron cuán
obedientes a la autoridad podemos ser, particularmente si se nos absuelve de
responsabilidad por nuestras acciones. [349]
Muchos otros experimentos demuestran empíricamente cómo nuestra
conducta tiende a adecuarse a la de la mayoría y a obedecer acríticamente las
indicaciones de la autoridad. Esto sucede en países de alto grado de educación
y de extendida tradición democrática.
Se conocen los casos, especialmente en momentos de guerra y de
conflictos sociales, de numerosos subalternos militares, soldados y
funcionarios policiales que cometen actos crueles, incluso delictivos, por
obediencia al superior y porque “todos lo hacen”. Las mismas personas en su
vida ordinaria nunca hubieran imaginado cometer los actos que hacen por
obediencia y siguiendo a la mayoría. En la actualidad la “obediencia debida”
no exime de la responsabilidad penal a quien haya cometido un delito contra
las personas. La protección de los derechos humanos y la defensa de los
pueblos contra el genocidio privan sobre la tendencia humana a obedecer y
sobre las sanciones disciplinarias que el superior jerárquico le pueda imponer
al subalterno por la desobediencia. En consecuencia, los subalternos deben
medir bien las consecuencias de sus actos en obediencia de órdenes de
regímenes absolutistas y dictatoriales.
Como hemos visto, las investigaciones psicológicas reseñadas también
dan cuenta de un número minoritario de personas que mantiene su criterio
incluso frente a la opinión opuesta de la mayoría. Aunque la mayoría puede ser
arrolladora, los grandes líderes de la humanidad con frecuencia comienzan por
ser la opinión de disenso. La siguiente cita es de Mark Twain: "Cada vez que te
des cuenta que estás en el lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y
reflexionar.” Esta es de Gandhi: “En materia de conciencia la ley de la mayoría
no cuenta.” Y Anthony De Mello dijo: “Nadie puede decir que ha alcanzado el
pináculo de la Verdad hasta que un millar de personas sinceras lo hayan
denunciado por blasfemia.”
Esta desviación hacia campos de la psicología ha sido intencional, pues
aunque aparentemente nos distrae del tema estrictamente legal, nos ilumina el
camino ilustrándonos cómo funciona en la práctica la conducta humana a la
hora de tomar decisiones, incluyendo a nuestro cliente, a la contraparte, al
juez y a
cada uno de nosotros.
APÉNDICE 3. El uso de palabras extranjeras
El principio enunciado, prefiera la palabra castellana a la extranjera, es
fácil de explicar y de entender, pero puede tener su complicación práctica, por
la abundancia de palabras extranjeras que diariamente se nos presentan como
alternativas al escribir. Para dar alguna luz, a continuación analizamos el
problema y vislumbramos soluciones.
La globalización de las comunicaciones ha traído como consecuencia una
avalancha de términos extranjeros para todos los países; continuamente se
incorporan al vocabulario de los habitantes del mundo palabras provenientes de
una y otra parte, conforme las culturas se van entremezclando. Si nos sirve de
consuelo, el fenómeno de internacionalización o transculturización que nos
sucede a nosotros en castellano les sucede a todos los idiomas; los franceses,
por ejemplo, tan orgullosos de su lengua y tan celosos de su pureza, dicen
“shopping center” y “week end”. En ese proceso de intercambio lingüístico, en
el que normalmente percibimos las palabras venidas de fuera, el castellano
también aporta palabras a otras lenguas; por eso en otros idiomas hablan de
torero, guerrilla, salsa (ritmo musical), macho, enchiladas, piñata y tantas otras.
De tal manera que los límites entre los idiomas van perdiendo definición y no
sería extraño que en un futuro cercano los habitantes del planeta terminemos
hablando una especie de jerigonza universal.
Recibir palabras de otros idiomas ha sido un fenómeno común a través de
la historia. El castellano se ha nutrido del latín, que le dio la base fundamental,
pero a lo largo de sus diez siglos de existencia se ha enriquecido con palabras
provenientes de otros idiomas. Así encontramos en nuestro idioma palabras:
a. Vascuences: izquierda, boina, aquelarre, kiosco, cachorro, chaparro,
cencerro, pizarra, zurdo;

b. Celtas: gancho, greña, losa, álamo, berro, bota;

c. Godas: tregua, arenga, espía, banda, ganar;

d. Catalanas: anguila, calamar, rape, anís, paella, escalfar, entremés,


escarola, vinagre, barraca, delantal, reloj, galera, capicúa (cap,
cabeza y cúa, cola) timonel, oferta, cartel, cordel, prensa, papel,
imprenta;
e. Griegas: baño, cuchara, cuerda, espada, espuerta, sábana, estopa,
saco, bodega, cal, piedra, plaza, espárrago, olivo, además de las
conocidas diariamente, como geografía, Biblia, coro, estómago,
catarro, ántrax, diarrea, cardíaco, cólico, pronóstico y muchas
otras;

f. Portuguesas: carabela, ostra, mejillón, buzo, pleamar, chubasco,


vigía, virar;

g. Italianas: soneto, barítono, tenor, mandolina, piano, violín, batuta,


cantata, concierto, compositor, madrigal, libreto, ópera, brújula,
corsario, escopeta, escolta, mosquete, fragata, zarpar;

h. Francesas: jamón, blandir, jardín, jefe, corcel, galopar, trotar,


capellán, cotizar, endosar, finanzas, financiero, garantía, aviación,
aterrizaje, camión, garaje, autobús, burocracia, comité, parquet,
chalet, quinqué, consomé, paté, coñac, champaña, escalope,
carnet, gripe, turista, élite, chofer.

i. Indígenas (diversas lenguas): papa (patata), tomate, chocolate,


canoa, butaca (palabra cumanagota), cacao, petaca, cancha, maíz,
maní, sabana, yuca, puma, tiburón, coyote, hule.

j. Japonesas: todas las relacionadas con las artes marciales


provenientes de ese país, como karate, judoca, sensei, kimono,
tatami, dan; suhsi, kamikaze, harakiri.

k. Chinas: taichí, kung-fú, chop suey, feng shui.

En menor cuantía hemos adoptado palabras de otras procedencias, como


“sauna” del finlandés, “safari” del suajili, “yogur” del búlgaro, “vodka” del
ruso y “tabú” del maorí.
El idioma que a través de la historia ha aportado más palabras al
castellano es el árabe: unas cuatro mil. Aunque muchas de las palabras
castellanas provenientes del árabe hoy están en desuso, un sorprendente
número de ellas forma parte de nuestro vocabulario cotidiano. El Doctor
Álvaro Silva Álvarez investigó detalladamente mil trescientas sesenta y dos de
ellas en su Léxico árabe de uso corriente en el idioma español. En este
importante trabajo de investigación, fechado en su casa de campo de Villa del
Cristo, Valle El Titiaral, Estado Lara, en marzo de 2003, nos muestra
palabras que usamos a diario,
probablemente sin sospechar su origen árabe. Con algunas nombramos a
nuestros alimentos más comunes tal como nos llegan a la casa: café, azúcar,
arroz, naranja, toronja, lima, limón, aceite, aceituna, zanahoria, berenjena,
acelga, alcachofa, espinaca, sandía, albaricoque, tamarindo, ajonjolí,
albahaca; y también los preparados: jarabe, elíxir, sorbete, almíbar,
escabeche, acemita, albóndigas; y también palabras relacionadas: taza, jarra,
balde, y anafe. En nuestro hogar encontramos: rincón, azotea, alcoba, zaguán,
aldaba, tabique, argolla, batea, albañal. Nos sentamos en un sofá azul o en un
diván añil, adornamos la sala con la alfombra y con la cenefa color ámbar, las
paredes con azulejos, o con adobes carmesí; colocamos la guitarra en el
anaquel y no en la alacena. En el jardín cultivamos alelíes, azucenas y
azahares. Y nos recuerda que en los armarios conseguimos palabras tan
familiares como alfiler, ajuar, babucha, gabán, alhaja, abalorio, y con
nuestros amigos hablamos de hola, fulano, mengano, jeta, muna, naipe,
ajedrez, dados, talco, zábila, alcohol, alboroto (y alborozo), algarabía,
alcancía, olé. Y a diario usamos verbos como encaramarse, engarzar,
acicalarse, alardear, atracar, zafar, azotar. En el castellano más corriente
decimos aldea, barrio, arrabal, acequia, adoquín, matraca, arrecife, dársena,
daga, cerbatana, mezquino, avería, tarima, laúd, hazaña, resma, marfil,
nácar, jinete, alazán, zaina, alforja, alcaraván, marrano, recua, jabalí,
gacela, zalamero, nuca, almanaque, maroma, jaqueca, algarrobo, almácigo,
nenúfar, zafra, almirante, alférez, albañil, asesino, azafata, barragana,
caimacán, haragán, zagaletón, tahúr, mazmorra, momia, ataúd, achaque,
arsenal, quintal, hasta, alquimia, alambique, alquitrán, auge, noria, atarraya.
En matemáticas nos aportaron, además de los números, las palabras cero,
cifra, guarismo y álgebra. Los nombres de varias estrellas vienen del árabe:
Betelgeuse, Rigel, Altaír, Aldebarán. Relacionadas con el derecho
encontramos: Alcabala, alquiler, aduana, tarifa, alcalde, albacea, alguacil,
azar, rehén, almoneda.
La mayor influencia reciente sobre el castellano proviene del inglés, del
cual se han incorporado a nuestro idioma en los últimos cincuenta años tantas
palabras como del árabe en ocho siglos de ocupación de la península ibérica.
[350]

Las palabras indicadas arriba pertenecen al idioma español por haber


formado parte de él desde su origen, hace diez siglos, o porque las ha ido
incorporando e integrando paulatinamente a través de la historia. El proceso de
integración de esas palabras es espontáneo, ha sido decidido por el pueblo
hablante natural y soberanamente, de abajo hacia arriba, es decir, el uso diario
ha precedido a la consagración formal. Su incorporación se ha debido a la
comunicación de una cultura con otra y a la necesidad de los usuarios. En la
mayoría de los casos las palabras incorporadas a la lengua ha tenido como
misión llenar un vacío, nombrar un concepto nuevo, específico, no conocido
antes de la llegada de la palabra. Otras veces ha sustituido a una palabra
preexistente, por razones que los lingüistas analizan caso por caso, como
cuando “perro” sustituyó al “canis, canis” latino, o “guerra” a “bellum, belli”;
o más dramático aún: por qué el “caeruleus” latino fue substituido por el árabe
“azul”.
[351]

La llegada de las palabras extranjeras al castellano no es uniforme. En


algunos casos se castellaniza la palabra extranjera, como espagueti, champaña
y mitin; en esos casos la castellanización es aceptada; con otras palabras ha
costado más conseguir la palabra castellanizada equivalente, como cuando se
ha intentado decir güisqui o bluyín, sin mucho éxito. En otros casos se diseña
una palabra castellana equivalente a la extranjera, como cuando tomamos el
concepto de feed back y decimos retroalimentación; o el del double play
beisbolero y decimos doble matanza. En muchos casos se acepta la palabra
extranjera tal cual. Esta aceptación es cada vez mayor, por la acometida de
palabras provenientes de Internet, el cine, la prensa, la ciencia y la tecnología,
y en distintas áreas de la vida cultural. Por ejemplo, los lenguajes técnicos y de
administración traen sus palabras específicas: outsourcing o benchmarking, en
gerencia; by pass en medicina; close up y flash en fotografía; y conocemos
maquinarias por su palabra original: un payloader, un jeep o un trailer.
En este fenómeno de recepción de palabras extranjeras, podemos hacer
algunas distinciones:
a. Algunos términos extranjeros incorporados a nuestro idioma identifican
objetos únicos provenientes de otras culturas; por tanto no hay palabra
castellana equivalente que compita con el término extranjero. Estas palabras
extranjeras enriquecen nuestros conocimientos y son bienvenidas
unánimemente por los críticos. A esta categoría pertenecen pizza, chop suey,
sushi, champaña, vodka, entre los alimentos y bebidas; blue jeans, espardeñas,
shorts, bikinis, tangas, en la ropa; sauna, yoga, brújula, imprenta, avión, en
otras áreas. Muchas palabras vienen en grupo: los deportes, como el béisbol, el
tenis o las artes marciales, traen consigo un lenguaje técnico completo y
preciso, que se va haciendo familiar a los practicantes y aficionados. Muchas
de estas palabras adquieren carta de naturaleza, y así decimos en correcto
castellano: pasticho, fútbol, estándar y set.
b. Otras palabras identifican objetos o ideas definidas por el castellano,
pero aportan una especificidad o un giro particular: el entrenador de karate es
el sensei y no cualquier entrenador; un combate de karate es un kumite y una
patada un mángueri o mawashi gueri, dependiendo de si es frontal o lateral.
Una postura de yoga es un asana; y la energía que el yogui aspira al respirar es
el prana del universo. Esas palabras de alguna manera también enriquecen el
idioma, pues definen objetos particulares, o con una perspectiva particular. Tal
vez por eso la cuña de televisión nos insistía que “una cosa es un cachito y otra
cosa es un croissant, una cosa es un sostén y otra cosa es un brassière”.
c. Un tercer grupo de palabras provenientes del extranjero identifica
objetos para los cuales existen palabras castellanas y coexiste con ellas. La
psicología nos enseña insight, concepto para el cual existe una palabra
castellana: introspección. [352] En algunos casos la palabra extranjera se impone
sobre la castellana. En Venezuela llamamos sánduche - de sandwich - al
emparedado o bocadillo español, o torta mexicana, y cloche - de clutch - al
pedal de embrague en los automóviles. En Puerto Rico y entre los
hispanohablantes que viven en los Estados Unidos este fenómeno es mayor, al
extremo que en algunas comunidades se oye hablar spanglish. Una secretaria
en Sears me dijo: “Esta tarde me monto en la troca (por truck, camión) y voy
por el expreso (por express way, autopista) al otro bildin (por building,
edificio) a pagar la insuransa (por insurance, seguro)”. Y cuando alguien
telefoneaba al jefe y no estaba en la oficina, le prometía: “él lo llamará para
atrás” (por he will call you back). Este medio de comunicación permite a las
personas entenderse, pero ya no es español.
d. Un cuarto grupo de palabras extranjeras es evidentemente
problemático, pues da nuevos significados a palabras existentes. Es decir,
convierte a palabras unívocas castellanas en equívocas: uno de los sentidos de
la palabra equívoca es castellano, natural e histórico; el otro es recién llegado y
choca con la estructura filológica y semántica del castellano. Estas palabras son
llamadas clones por el autor Álex Grijelmo, en su libro Defensa apasionada
del idioma español. [353] Son particularmente chocantes porque tienen un efecto
desintegrador del idioma. Es decir, las palabras clones tienen un triple efecto
devastador: a) dejan en desuso la palabra castellana apropiada; b) utilizan una
palabra castellana con un significado preciso para nombrar otro objeto; y c)
destruyen la armazón lingüística del castellano, lo que Grijelmo llama los
genes del castellano. Las llama palabras clones porque hacen trampa a la
naturaleza.
Al citado autor le preocupa que estas palabras intrusas degeneren nuestro
idioma. A continuación se enumeran algunas de estas palabras con su
significado español original en una columna y el significado “clonado”, es
decir, adoptado del significado de la palabra inglesa en la otra columna.

Palabra española Significado español Significado “clonado”


original

Evento Acto o hecho probable Acontecimiento real


o imprevisto (del latín (un evento social o
eventus; eventual, deportivo)
eventualidad, a todo
evento)

Ignorar Desconocer, no saber algo Despreciar, soslayar.


(latín: ignorare; ej. (La vio y la ignoró)
ignorante, ignoto)

Agresivo Violento, provocador Emprendedor, asertivo


hostil. (una campaña
publicitaria agresiva)

Serio Adusto, respetable, severo Grave (un problema


serio).

Nominado Nombrado Candidato

Contemplar Recrearse con la vista Considerar

Convencional Fruto de un acuerdo Tradicional, común

Confrontar Enfrentar Comparar

Encuentro Acto de coincidir en Reunión


un punto

Crimen Delito grave Cualquier delito

Informal Incumplido Carente de


formalidades
Casual Fortuito, aleatorio Diario, no de etiqueta
(Ropa casual)

Severa Rigurosa, estricta Grave (una severa


crisis)

Sofisticado Adulterado, falseado (de Moderno, complejo,


los sofistas) desarrollado (un equipo
sofisticado)

Doméstico hogareño (del latín domus) local (vuelos


domésticos)

Copia (de un disco) Grabación adicional. Se Ejemplar original (El


editan “ejemplares” cantante vendió 100
copias)

Muchas de las palabras citadas son usadas con frecuencia en el lenguaje


jurídico, con el consiguiente riesgo de imprecisión. El problema, según
Grijelmo, es grave (estuve a punto de escribir: serio). Por ser elocuentes sus
palabras, transcribo literalmente parte de su argumentación:
Todas estas intromisiones... hacen daño al idioma y a
nuestras posibilidades de expresión. Lejos de enriquecer el
acervo, lo empobrecen porque anulan los matices que ha
ido adquiriendo el español durante los siglos y nos quitan
las palabras... Esa pérdida de conceptos y de sutilezas no
supone ninguna evolución del idioma como pretenden los
defensores del descuido y la dejadez, sino una regresión.
Las palabras del árabe, o del griego, o del francés, o del
inglés, o del aimara que han entrado realmente en el
Diccionario de los hispanohablantes sirvieron para
conceptos nuevos que no definían antes otras voces, o bien
se aceptaron porque las existentes quedaron superadas por
ellas. Y además, ese proceso - nunca insistiremos lo
suficiente - se produjo con suma lentitud y por propia
decisión de los hablantes, que construyeron así una serie
de signos inequívocos, un vehículo fundamental para el
entendimiento y la riqueza de las ideas. Pero ahora
estamos, de nuevo, ante la influencia empobrecedora que
emana de
las malas traducciones de las películas y de los teletipos de
agencia en los periódicos. Estos clones carecen de todas
las riquezas del mestizaje, precisamente porque en esencia
no se mezclan: se trasladan miméticamente, para convertirse
en un ente igual siendo distinto, un número de identidad
repetido para dos personas diferentes. Su efecto, al ritmo
con que los medios de comunicación de masas imponen
hoy en día el vocabulario general, puede resultar
devastador. [354]
El autor insiste con más ejemplos, y trae a colación una palabra
particularmente sensible para los abogados: “crédito”. Una vez los productores
y guionistas de una película estaban discutiendo un problema de créditos; un
abogado oyente desprevenido pensó que estaban buscando financiamiento. En
realidad, estaban decidiendo sobre la mayor o menor relevancia que llevaría
cada nombre en la publicidad de la película. Muchos de los problemas de
palabras clonadas se derivan de traducciones defectuosas de palabras inglesas.
Hemos visto más de una vez traducir la palabra inglesa “actually” por
“actualmente”, cuando su verdadero significado es “en realidad”; y
“eventually” por “eventualmente”, cuando el diccionario nos indica que debe
ser traducido por “finalmente”, “al final” [355], o “tarde o temprano”. Las
traducciones impropias llevan a extremos, como el locutor que presentó la
canción “Strangers in the night” como “Extranjeros en la noche”, pensando,
tal vez, que era la música de una película de espionaje, y no la canción
romántica “extraños en la noche”. Y añadió, con aires de sabiduría: “Esa
canción fue un suceso”. Tradujo la palabra success por “suceso”, cuando
significa “éxito”; este es un paso para clonar nuestra palabra castellana
“suceso”, que sólo significa “acontecimiento”. La incorporación incorrecta al
castellano de palabras extranjeras desfigura el idioma y la percepción de la
realidad. [356]
Al observar la estructura del castellano después de diez siglos de
existencia, a pesar de esas pequeñas manchas (como las del sol), los estudiosos
de la lengua concluyen que se trata de un idioma maduro y desarrollado. Lo
hablan más de cuatrocientos millones de personas en veintiún países. Nuestro
idioma es rico en historia, en palabras y conceptos y con múltiples
posibilidades expresivas, desarrolladas por sus escritores, poetas, novelistas y
ensayistas, varios de ellos galardonados con el premio Nobel. Recientemente
un estudio internacional declaró a El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha el libro más importante de la historia de la humanidad.
Según los lingüistas el castellano es un idioma unitario, es decir, a pesar de
las diferencias locales, mantiene la estructura básica y su capacidad de ser un
instrumento efectivo de comunicación entre sus hablantes. Este fenómeno no
sucede en otros idiomas. El francés de Francia tiene más diferencias con el
francés de Bélgica y el de Canadá que el español de la península con cada una
de las modalidades del idioma en Latinoamérica. A pesar de ser el mismo
idioma, el portugués hablado en Portugal tiene diferencias importantes con el
portugués de Brasil, de Angola o Mozambique. La unidad del idioma español
se ha mantenido por decisión voluntaria y entusiasta de los países hablantes. La
unidad y riqueza del idioma castellano es un activo precioso de todos. De su
conservación sólo obtenemos beneficios.
El castellano es un vínculo de unión y de identidad entre los pueblos.
Todo hispanohablante siente como propio a cualquier escritor español o
latinoamericano, pues sus libros circulan profusamente en todos los países de
habla hispana por igual; los cantantes en nuestro idioma tienen fácil acceso a
los oyentes de los otros países del área, pues reflejan una cultura común; y las
telenovelas, películas y otros programas de televisión y radio producidos en
uno de estos países se pueden ver y entender en cualquier otro sin traducciones
ni manuales. Si aceptamos que hemos sido poco efectivos para integrarnos
económica y políticamente, debemos convenir en que hemos sido muy exitosos
en la integración lingüística y cultural. Gabriel García Márquez, José Angel
Buesa, Pablo Neruda, Andrés Bello, Octavio Paz, Rubén Darío, Miguel de
Unamuno y José Ortega y Gasset, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes,
Gustavo Adolfo Bécquer, Lope de Vega, Arturo Uslar Pietri, Jorge Luis
Borges, por citar sólo algunos, son constructores de una cultura colectiva,
familiar, patrimonio común de todos y cada uno. Y los cantantes Carlos
Gardel, Alfredo Sadel, Olga Guillot, Lucho Gatica, Celia Cruz, Pedro Vargas,
Agustín Lara, Estela Raval (Los Cinco Latinos), Tito Rodríguez, Pedro Infante,
Julio Jaramillo, son ídolos de la generación anterior; y, entre los más actuales:
Plácido Domingo, Juan Luis Guerra, Julio Iglesias, Joan Manuel Serrat, Luis
Miguel, Shakira, Ricardo Arjona, Paulina Rubio, Ricardo Montaner, Juan
Gabriel, Franco de Vita, Gustavo Serati, Gloria Estefan y tantos más,
construyen la cultura iberoamericana. Todos son expresión de nuestro idioma.
Además, al castellano se traducen las obras de todo tipo escritas en otros
idiomas, fenómeno que no sucede en idiomas hablados por pocas personas.
En conclusión, todo idioma se enriquece con la adopción de palabras
extranjeras, y el nuestro no escapa a ese principio. Simultáneamente se debe
cuidar la musculatura y vitalidad del idioma, manteniendo las palabras
castellanas cuyo significado es preciso y claro y desechando las palabras
extrañas que interfieran o destruyan esa precisión y claridad. La educación y la
firmeza de los usuarios es la base de la defensa del idioma.
Cuándo aceptar, integrar o rechazar palabras extranjeras es una decisión
que excede la redacción legal. Estas preguntas deben ser respondidas por
lingüistas, escritores, académicos, periodistas, filólogos, editores, directores de
cine y de telenovelas, productores y directores de televisión y radio, guionistas,
medios de comunicación social en general y educadores. A todos nos incumbe
proteger, mantener y enriquecer nuestra lengua.
El abogado con frecuencia debe manejar términos en lenguas extranjeras,
principalmente en latín. Pero en los últimos años se han comenzado a utilizar
palabras e instituciones de procedencia anglosajona como el leasing y el time
sharing (traducido como tiempo compartido), oímos hablar de una compañía
holding, de empresas off shore, del pago de un royalty y de un copyright.
Algunas tienen equivalente castellano, como derecho de autor para copyright;
pero si la operación es internacional, aunque exista la palabra española, podría
convenir usar la palabra inglesa en un caso concreto.
El abogado, particularmente, debe preferir la palabra castellana a la
extranjera siguiendo los siguientes principios:
a. Preferir la palabra castellana por precisión. La precisión se obtiene
al utilizar las palabras castellanas originarias y las que han
adquirido carta de naturaleza, según vimos en las tres primeras
categorías descritas arriba.

b. Desechar las palabras extranjeras que indican conceptos para los


cuales existen palabras castellanas. Preferir “ejecutoria” a
“performance”, “objetivo” a “target”, “sí” a “okey”.

c. Ubicar y desechar los significados “clonados” de las palabras


castellanas a las cuales se les ha “añadido” un falso significado
extranjero. Son las indicadas arriba, en la cuarta categoría.
Detectar estas categorías no siempre es fácil, pues la clonación ha
sido paulatina y sutil, como los virus. Cuidar la palabra castellana
en esta categoría es asegurar la precisión, la claridad y la sencillez,
factores importantes en la comunicación efectiva.

d. Utilizar la palabra extranjera sólo cuando no haya una palabra


castellana para expresar un concepto determinado. Si se va a
hablar del practicante budista que a través de la meditación y otros
ejercicios ha alcanzado un alto grado de iluminación y atiende a
los demás para ayudarlos a llegar al nirvana, la palabra adecuada
será el término sánscrito “bodhisattva”. En tales casos puede ser
conveniente definir el término al utilizarlo.

e. En ocasiones la palabra extranjera tiene equivalente en castellano,


pero podría ser mal interpretada por el lector, o ser entendida
distintamente por varios lectores. Por ejemplo, cuando hablamos
de la institución legal del time sharing (tiempo compartido),
creada para definir una modalidad de la propiedad y del uso de
bienes inmuebles y de servicios vacacionales relacionados, podría
no bastar con indicar la traducción literal de las palabras, sino
habría que definir el alcance del concepto y explicarlo
detalladamente: “A los efectos de la presente opinión (o del
presente contrato) se entenderá por tiempo compartido...“ Si existe
una ley que defina y regule los “tiempos compartidos”, entonces
se hace referencia a la ley reguladora.

f. Muchos defensores de nuestro idioma añaden otro principio para


preferir la palabra castellana: es la defensa de la propia cultura, de
la propia historia y, en definitiva, de la propia identidad. Utilizar
nuestro idioma en la comunicación tiene que ver con la
autoestima. Esa es la tesis del autor Álex Grijelmo en el citado
libro Defensa apasionada del idioma español.

Podríamos preguntarnos si la norma del Artículo 9 de la Constitución de


1999, “el idioma oficial es el castellano” [357] en algo cambia la legislación, la
jurisprudencia y la doctrina tradicionales en la materia. Pensamos que no, pues
reproduce el Artículo 6 de la Constitución de 1961. Según el Artículo 13 del
Código Civil “El idioma legal es el castellano. Las oficinas públicas no podrán
usar otro en sus actos; y los libros de cuentas de los comerciantes, banqueros,
negociantes, empresarios y demás industriales deben llevarse en el mismo
idioma.” La jurisprudencia ha interpretado esta norma así: a) “la prohibición
de usar otro idioma rige exclusivamente para las oficinas públicas y en cuanto
a los particulares sólo para los libros de cuentas y éstos no pueden ser otros
que los libros que el Código de Comercio ordena llevar a los comerciantes”.
[358]
b) La aplicación del artículo 13 del Código Civil “no puede ser otra que
ignorar, en
asuntos legales, las locuciones de otros idiomas, no traducidos al castellano. El
Juez no puede aseverar que las menciones en idioma extranjero tengan
determinado significado.” [359] c) “El uso de esta lengua (castellana) es
obligatorio en todo acto de carácter oficial o en los que se realicen como
consecuencia de las relaciones entre particulares y el Estado; no tiene facultad
el Tribunal para intervenir en los asuntos internos de las compañías de
comercio ni en los de los comerciantes en general en cuanto al idioma usado
por ellos en sus relaciones particulares y que, aun cuando el castellano es el
idioma legal, los otros no son de prohibido uso, y, por otra parte, las
exigencias de la ley estarían cumplidas vertiendo al castellano cualquier
documento redactado en otro idioma, cuando sea el caso de hacerlo valer ante
cualquier autoridad o funcionario del Estado.” [360]
Además, algunas leyes especiales ordenan el uso del castellano para fines
específicos: la Ley Orgánica del Trabajo, en su Artículo 19, establece que “Las
órdenes, instrucciones y, en general, todas las disposiciones que se
comuniquen a los trabajadores, se harán en idioma castellano.” La Ley de
Protección al Consumidor y al Usuario establece: Artículo 61: “Los manuales
o las instrucciones concernientes al uso, ensamblaje, funcionamiento, empleo
de los bienes y servicios, así como la garantía ofrecida se redactarán en
castellano, en forma completa, clara e inteligible y conforme al sistema métrico
decimal...” El Artículo 62 reitera la obligación de entregar certificados de
garantía redactados en castellano.
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[1]
Stark, 2000, pag. 11.
[2] Stark, 2000, pag. xii.
[3] Tribunales y Tribulaciones: Apelación al Humor Legal (traducción libre).
[4] Citado por Stark, 2000, pag. xii.
[5] Taller de Presentaciones Gerenciales Efectivas, ya citado.
[6] O’Connor, Joseph y Seymour, John, 1996, pag. 129.
[7] Ibidem.
[8] O’Connor, Joseph y Seymour, John, 1996, pag. 58.
[9] Este principio ya era expresado en 1784 así: “El consumo es el único fin y propósito de toda
producción, y el interés del productor debe tenerse en cuenta sólo en la medida en que sea necesario para
favorecer al consumidor. El principio es tan evidente que sería absurdo intentar demostrarlo. Pero en el
sistema mercantil, el interés del consumidor se sacrifica de forma casi constante al interés del productor; y
parece considerarse la producción y no el consumo el fin último y el objeto de toda la industria y el
comercio...” Adam Smith, padre del liberalismo económico y autor de la famosa expresión “la mano
invisible”. La Riqueza de las Naciones, citado en Ruiz Báez, 1980, pag. 2.
[10] Véase Weihofen, 1980, pag. 5.
[11] Entrevista transmitida por Globovisión, el día 28 de enero de 2002.
[12] Esto es cierto hasta en los diarios íntimos. El escritor Angel Rama, en su estudio introductorio del
diario de Rufino Blanco Fombona dice que cuando un autor escribe un diario íntimo, tiene la secreta
expectativa de que ese diario pueda ser leído por terceras personas. Y cuida la redacción con la consciente
o inconsciente ilusión de proyectar una imagen preconcebida de sí mismo. Rama apoya su afirmación en
párrafos que se suelen encontrar en los diarios que sugieren la posibilidad de que el diario caiga en manos
de terceros. Rufino Blanco Fombona incluso llega a decir que él hubiera podido escribir un diario
diferente, basado en experiencias muy reales de su vida. Pero había querido darle un giro particular,
porque pensaba que esos hechos, pensamientos y sentimientos volcados en el diario tendrían una especial
significación para él si el diario fuera publicado. Blanco Fombona, 1991, pag. 14.
[13] Barrera y Fraca, 1999, dicen que al estudiar el fenómeno de la lengua y la comunicación, los
lingüistas distinguen entre el texto y el contexto. El texto es todo lo escrito, considerado como una unidad
comunicacional. Es todo escrito que tiene una unidad, ya sea un artículo de prensa, un poema, o un
tratado. El contexto se refiere a “todos aquellos aspectos exteriores al texto mismo que inciden en los
mecanismos de su producción y comprensión. Es decir, que hacen que un acto de habla cumpla con el
cometido propuesto por el emisor. Lo más importante de esta concepción estribaría en que el significado
de un texto depende principalmente del contexto en el que el mismo hace su aparición: el texto es un
integrante del ámbito o contexto en el cual aparece, en tanto que éste último determina su
funcionamiento, su significado y su operatividad comunicacional. Puesto que todo mensaje verbal ha sido
elaborado con una función específica, dirigido a un receptor particular (individual o colectivo, conocido o
desconocido) y para desenvolverse dentro de un contexto situacional determinado, resulta casi obvio que
la forma misma del enunciado implique a todos estos elementos en su estructura”. Pag. 20.
[14]
Martín, 2000, pag. 303.
[15] Caldera, 2001, pag. 60.
[16] Citado por Carnegie, 2000, p. 124.
[17] De los niveles de convencimiento hablaremos más en Contundencia I.
[18] Weihofen, 1980, pag. 5.
[19]
Martín, 2000, pag. 297.
[20]
Diario Amiel, 27-3-1854, citado por Weihofen, 1980, pag. 7.
[21]
Kane, 1998, pag. 18.
[22]
Información extractada de Peters & Waterman, Jr., 1984, pag. 148.
[23]
Morris, 1999, pag. 48.
[24] Texto de los ejemplos inspirados en Minto, 1992, Prefacio.
[25]Véase Gili, 2000, pags. 18 y ss. y 325. Gili dice: “El discurso se divide en unidades intencionales a las
que hemos llamado oraciones. Hasta ahora hemos tratado de exponer cómo se expresa gramaticalmente la
relación interna que guardan los elementos de la oración. Fuera de la oración psíquica no existe
concordancia, no hay relación preposicional ni subordinaciones, cesan las agrupaciones fonéticas de
intensidad y entonación. Cada oración es, por consiguiente, una entidad lingüística autónoma y completa.

Sin embargo, las oraciones se suceden guardando entre sí una relación de coherencia representativa,
lógica o afectiva, una trabazón psíquica de orden superior. Si esta relación de continuidad no se revela,
decimos que el discurso es incoherente. La unidad total del discurso, a la cual sirven las oraciones que lo
componen, obedece a leyes psicológicas, y según ellas percibe el oyente o el lector la coherencia o
incoherencia del discurso que se le dirige. Su estudio excede de los límites de la Sintaxis, la cual sólo
puede operar en presencia de medios formales de relación lingüística. Como quiera que estos medios
formales de enlace quedan en su mayor parte confinados dentro de la oración, nuestro estudio habrá de
ceñirse a los recursos de que el idioma pueda valerse para dar expresión gramatical a relaciones que van
más allá de la oración. (Gili, 2000, pag. 325).
[26] Probablemente “autocontenido” sea la palabra más adecuada para traducir la palabra inglesa “self-
contained”, uno de cuyos significados en el Diccionario Webster’s es: “Que tiene dentro de sí o en sí todo
lo que es necesario; autosuficiente, como una comunidad” (“Having within oneself or itself all that is
necessary; self-sufficient, as a community”). La palabra “autosuficiente” puede tener en castellano una
connotación de “pretencioso”; por eso adopté la traducción literal “autocontenido”, advirtiendo que no se
refiere a control emocional; otra palabra que probablemente traduce fielmente el significado de la palabra
original inglesa sería “autoexplicativo”.
[27]
Garner, 2001, pag. 96.
[28]
Weihofen, 1980, pags. 138 y 139.
[29] Weihofen, 1980, pag. 137.
[30] An Approach to Composition Through Psychology, p. 84-85 (1929)
[31] Herrera, Enrique, 1998, pag. 130.
[32] El expositor debe tener particular cuidado en exponer las ideas complejas en forma sencilla y
ordenada para asegurar la recepción más perfecta posible por parte del lector. Recogiendo los resultados
de investigaciones lingüísticas, la autora Hilda Basulto dice: “La comunicación ideal produciría en el
receptor una copia exacta de lo que el emisor pensó, sintió y quiso decir. No ocurre nunca en la realidad
con tal rigorismo. Hay interferencias de mayor o menor validez que impiden la perfección del proceso:
pueden ser mentales o físicas, personales o ambientales. Estas interferencias que opacan la claridad del
mensaje son llamadas por eso mismo, efecto de ruido o de bruma.” Basulto, 2001, pag. 19
[33]
Kane, 1998, pag. 67.
[34] Como dice Rafael Tomás Caldera, “El párrafo es como la unidad a partir de la cual hacemos el
artículo. Aunque, a su vez, está compuesto de proposiciones.” Caldera, 2001, pag. 55.
[35] Carvajal, 2002, pag. 19.
[36] Parks, Levernier y Hollowell, 1991, pag. 149.
[37] Sobre la redacción de párrafos véanse, por ejemplo, los siguientes trabajos: Structuring
Paragraphs, A Guide to Effective Writing, de A. Franklin Parks, James Levernier e Ida Masters
Hollowell; Legal Writing Style, de Henry Weihofen; The New Oxford Guide to Writing, de Thomas Kane;
y Técnicas de Redacción e Investigación Documental, de Liduvina Carrera, Mireya Vázquez Tortolero y
María Elena Díaz J.
[38] Barrera y Fraca, distinguen dos tipos de coherencia: la coherencia local, que debe tener un párrafo
aisladamente considerado; y la coherencia global, que debe tener todo el texto entre sí. Barrera y Fraca,
1999, pág. 22.
[39] Preciado, 1960, pag. 33.
[40] Weihofen 80, pag. 154.
[41] Parks, Levernier y Hollowell, 1991, pag. 16.
[42] Véase Parks, Levernier y Hollowell, 1991, pag. 2.
[43] Véase Garner, 2001, pag. 72.
[44] Véase, por ejemplo, Carrera, Vázquez y Díaz, 1999. Parks, Levernier y Hollowell, 1991, que
hablan de apoyos primarios y apoyos secundarios.
[45] Ruiz Báez, 1980, pag. 5.
[46] Albi, 1966. Pag. 173. Los siguientes párrafos continúan la interesante argumentación, incluyendo
referencia a las Ciudades - Estado griegas y la opinión de Tocqueville, sobre los municipios en las
colonias inglesas en América del Norte. En el párrafo citado hay varias notas al pie de página, que hemos
omitido para facilitar la lectura.
[47]
Maduro, 1967, pag. 537.
[48] Véase Parks, Levernier y Hollowell, 1991, pags. 44 y ss.
[49] Casares, 1969.
[50]
Kane, 1998, pag. 104.
[51] Citado por Kane, 1998, pag. 99.
[52] Definición de Maduro, 1967, pag. 376.
[53] Cabanellas, 1974, pag. 531
[54] Véase Kane, 1998, pag. 99.
[55] Citado por Kane, 1998, pag 103.
[56] San Juan de la Cruz, 1991. Cántico Espiritual, Canción 26. Tomo 2, pag. 164.
[57] Citado por Weihofen, 1980, pag. 159.
[58] Loreto, 1987, pag. 122. El lenguaje utilizado por el eminente Profesor Luis Loreto es técnico y
magistral, pues se dirige a abogados. Si esas mismas ideas fueran a incluirse en una opinión dirigida a no
abogados, se debería adecuar el lenguaje al destinatario, respetando su inteligencia, pero asumiendo su
desconocimiento técnico jurídico.
[59] Borges, 1989, Tomo 2, pag. 86.
[60]
Sanojo, 1977, pag. 22.
[61] Conceptualmente puede haber párrafos descriptivos, narrativos, dialogales o de fantasía; no los
incluimos por no corresponder a escritos expositivos y argumentativos.
[62] Weihofen, 1980, pag. 160.
[63] Este principio fue enunciado en la pág. 57.
[64]
Lares, 1978, pag. 245.
[65]
Rengel, 1965, pág. 161.
[66] Ruiz Carrillo, 1975, pag. 140
[67] Véase Parks, Levernier y Hollowell, 1991. Capítulo 2, pags. 9 y ss.
[68]
Rodner, 1983, pag. 89.
[69] A la tasa de cambio vigente para la fecha del libro citado. Nota nuestra.
[70] Weihofen, 1980, pag. 156.
[71]Carrera, Vázquez Díaz, 1999. La cita es de Guillermo Díaz Plaja, EL libro ayer, hoy y mañana. Pag.
172.
[72] Muci-Abraham, 1978, pag. 158.
[73]Cita del Magistrado Huges, en el juicio Near vs. Minnesota, 283 U.S. 697, 713, 51 S. Ct. 625, 75, L.
Ed., 1357 (1931). Ver Weihofen, 1980, pag. 163.
[74] Brewer-Carías, 1964, pag. 30.
[75]
Duque, 1967, pag. 122.
[76] Olaso, 1970. Tomo 1, pag. 1.
[77] Carrera, Vázquez y Díaz, 1999, pag. 178.
[78] Weihofen, 1980, pag. 157.
[79] Herrera Mendoza, 1960, pag. 1.
[80] Arria, 1987. Volumen 1, pag. 44.
[81] Basulto, 2001, pag. 84.
[82] Vethencourt, 1993, pag. 97.
[83]
Morles, 1979, pag. 123
[84] Olaso, 1970. Tomo IV, pag. 58.
[85] Traducción libre de Smith y Robertson, 1977, pag. 1.
[86] Brewer-Carías, 1964, pag. 24
[87] Sansó y Rondón de Sansó, 1965, pag. 122
[88] A. E. Blanco , 1976, Tomo 2, pag. 119. (Fue escrito el 30-10-44, en plena Guerra Mundial).
[89] Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Artículo 299. Dicho artículo es el primero
del Título VI, Del Sistema Socioeconómico, y de su Capítulo I: Del Régimen Socioeconómico y del papel
del Estado en la Economía.
[90]
Gili, 2000, pag. 17.
[91]
Véase Gili, 2000, pags. 17 y ss.
[92]
Gili, 2000, pags. 18 y 20.
[93]
Gili, 2000, pag. 21. Sobre los aspectos puramente lógicos del razonamiento legal, véanse los estudios
citados en la nota 276.
[94]
Gili, 2000, pag. 22.
[95]
Gili, 2000, pag. 23.
[96] Morles, 1986, Tomo II, pag. 600.
[97] Palacios, 1968, pag. 15.
[98] Este principio es adaptado de Eduardo Blanco, 1971, pag. 106.
[99] Wach, 1977. Introducción.
[100] Artículo 826 del CC:
[101]Ejemplo inspirado en Stanley Robinson: Drafting. Its application to conveyancing and commercial
documents, citado por Vethencourt, 1993, pag. 65.
[102] Weihofen, 1980, pag. 125.
[103] Véase paralelismo, pag. 119.
* Se señalan con un asterisco los ejemplos tomados de Weihofen.
[104] Estos siete tipos de oraciones están descritos detalladamente, con subdivisiones y numerosos
ejemplos en The New Oxford Guide to Writing, de Thomas Kane.
[105] Elizabeth Janeway. Citado por Kane, 1998, pag. 149. Traducción libre.
[106]
Mt, 7,27
[107] Ver capítulo III de la primera parte, sección 3.2 E.
[108] P. J. O’Rourke, citado en Selecciones del Reader’s Digest de abril de 1992, pag. 97.
[109] Irving Kristol. Reader’s Digest, Diciembre de 1991.
[110] Jim Ryun. Reader’s Digest, febrero de 1992.
[111] San Francisco de Sales. Reader’s Digest. Diciembre de 1991.
[112] Geoffrey Hindley. Citado por Kane, 1998, pag. 132.
[113] Anthony Throllope. Citado por Kane, 1998, pag. 131.
[114] Giménez, 1994, pag. 4.
[115] Idea tomada de Lockwood and Emerson, Composition and Rhetoric (1902), citado por Richard
Nordquist en Periodic Sentence, http://grammar.about.com /od/pq/g/periodicsenterm.htm
[116] 1 Corintios 13, 1-3.
[117] Ejemplos inspirados en http://www.grammar-monster.com/glossary/periodic _sentence.htm
[118] Información tomada del texto de la Placa de Luis Aparicio en el Salón de la Fama del Béisbol en
Cooperstown, Nueva York, USA.
[119]
López, 1978, pag. 141.
[120] Editorial Jus, México, 1947, pag. 3.
[121] Weihofen, 1980, pag. 145.
[122] Código Civil, Artículo 577.
[123] Código Civil, Artículo 1056.
[124]Sobre redacción legislativa puede verse el Manual de Técnica Legislativa de Belkys Vethencourt
Velazco. Banco Central de Venezuela, Colección de Estudios Jurídicos. Caracas, 1993.
[125] Gaceta Oficial N° 37.930, del 4-5-04.
[126] Véase abundante información sobre la antítesis, su clasificación y variantes en Schökel, 1994, pag.
127 y ss.
[127]
Schökel, 1994, pag. 127.
[128]
Godoy, 1969, pag. 620.
[129]
Citado por Kane, 1998, pag. 127.
[130]
Kane, 1998, pag. 171.
[131]
Kane, 1994, pag. 192.
[132]
Kane, 1994, pag. 191.
[133]
Caso señalado por Weihofen, 1980, pag. 8.
[134]
Bielsa, 1987, pag. 22.
[135] Código Civil, Artículo 1713.
[136] Los adjetivos y los adverbios también pueden restar contundencia. Véase Contundencia II, pags.
241 y 243.
[137]
Bello, 1984, pag. 287.
[138] Ibídem. Los ejemplos son inspirados en los de Bello, excepto el último, que es textual.
[139] Citado por Weihofen, 1980, pag. 13.
[140] Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española de la Lengua.
[141] Alexis Márquez Rodríguez, Columna “Con la Lengua”, Diario El Nacional, Caracas.
[142] Traducción libre de Kane, 1998, pag. 243.
[143] Citado por Grijelmo, 2001, pag. 364.
[144] Según la Ley de Venta de Parcelas.
[145]
Martín, 2000, pag. 326.
[146] Vethencourt, 1993, pag. 68.
[147] Bello, 1984. Capítulo V, número 107, Pag. 64. Bello dice que el “singular significa unidad
absoluta, v. gr.: ‘Existe un Dios’, y unidad distributiva, v. gr.: ‘El hombre es un ser dotado de razón’,
donde el hombre quiere decir, cada hombre, todo hombre. El singular significa también colectivamente la
especie, v. gr.: ‘El hombre señorea la tierra’”.
[148] Bello, 1984. (Pag. 72, Capítulo VII, números 137 y 142) dice que en “los cargos públicos que
puedan ser ejercidos por mujeres (hoy en día prácticamente todos. Nota nuestra) la desinencia femenina
significa también o únicamente el cargo, como reina, priora, abadesa.” Más adelante (número 142) dice:
“Cuando hay dos formas para los dos sexos, nos valemos de la masculina para designar la especie,
prescindiendo del sexo; así hombre, autor, poeta, león, se adaptan a todos los casos en que se habla de
cosas que no conciernen particularmente a la mujer o a la hembra, v. gr. ‘el hombre es el más digno
estudio de los hombres’, ‘no se tolera la mediocridad en los poetas’, ‘el león habita en las regiones más
ardientes del Asia y del África’. Pero esta regla no es universal, pues a veces se prefiere la forma
femenina para la designación de la especie, como en paloma, gallina, oveja... bien que se dice los padres
por el padre y la madre, los reyes por el rey y la reina, los abuelos paternos o maternos por el abuelo y la
abuela en una de las dos líneas; los esposos por el esposo y la esposa. Muchas otras observaciones
pudieran hacerse sobre esta materia; pero los ejemplos anteriores darán alguna luz para facilitar el estudio
del uso, que es en ella bastante vario y caprichoso.”
[149] Weihofen, 1980, pag. 19. Cita a Collins, Lenguaje, Historia y el Proceso Legal: Un perfil del
Hombre Razonable, 1977.
[150]
Bielsa, 1987, pag. 46.
[151]
Weihofen, 1980, pag. 41.
[152]
Martín, 2000, pag. 306.
[153] Strunk and White, 2000, pag. 23.
[154] Véase Weihofen, 1980, pag. 49.
[155] Podría ser que en un caso concreto el escritor quiera enfatizar la idea; entonces intencionalmente
puede escoger la redacción más verbosa, para dejar claro que el cantante no cobrará un centavo, y que
entregará todo el dinero recogido para obras humanitarias.
[156] Desconozco el autor del escrito citado. Lo cito por su valor como ejemplo de concisión.
[157]
Kane, 1998, pag. 208.
[158]
El diccionario distingue dos tipos de repetición o pleonasmo: a) el pleonasmo figura de construcción,
“que consiste en emplear en la oración uno o más vocablos innecesarios para el recto y cabal sentido de
ella, pero con los cuales se da gracia o vigor a la expresión”. Y b) el pleonasmo defectuoso, entendido
como “demasía o redundancia viciosa de palabras”.
[159]
Martín, 2000, pag. 246.
[160] Martín 2000, pag 299.
[161] Caldera, 2001, pag. 66.
[162] Weihofen, 1980, pag. 62.
[163]
Kane, 1998, pag. 203.
[164]
Bielsa, 1987, pag. 42.
[165]
Citado por Martín, 2000, p. 307.
[166]
Stark, 2000, p. 45.
[167]
Weihofen, 1980, pag. 70.
[168]
Lázaro, 1998, pag. 178.
[169]
Grijelmo, 2001, pag. 297.
[170]
Ver Kane, 1998, pag. 203.
[171] Weihofen, 1980, pag. 75.
[172] Diccionario Clave de uso del Español Actual. Este diccionario hace referencia a una tercera acepción
de la palabra “jerga”: “Aunque la Real Academia Española lo registra también como sinónimo de
jerigonza, en la lengua actual no se usa como tal”.
[173] Véase Kane, 1998, pag. 199.
[174] Ibidem.
[175] Vethencourt, 1993, pag. 63.
[176] Ibidem. La autora cita a Leslie Williams Melville: The Draftsman’s handbook. Oyez Longman
Publishing Limited. 1ª. Edición. Londres 1985.
[177] Logisch Philosophysche Abhandlung. Viena, 1918.
[178] Este concepto es explicado por Moreno, 1992, pag. 399.
[179] La Gramática Española de Larousse dice que cuyo “se comporta morfológicamente como adjetivo”
por acompañar a un sustantivo; pero “funciona sintácticamente como pronombre” pues introduce
oraciones subordinadas adjetivas. Larousse, 2001, pag. 67.
[180] Weihofen, 1980, pag. 92.
[181] Sobre la definición y características de complementos especificativo y explicativo véase Bello, 1984,
números 306 y 307, pág. 123.
[182] Vethencourt, 1993, pag. 98.
[183] Basulto, 2001, pag. 82.
[184] Tomado de Basulto, 2001, pag. 17.
[185] Véase Qué hacer frente a la ambigüedad, pag. 293
[186] El propio convencimiento tiene varios niveles, descritos por la psicología. La Programación Neuro
Lingüística (PNL), por ejemplo, sostiene que el expositor (verbal o escrito) que intenta convencer a otro
será más efectivo en la medida en que sea congruente. La congruencia se logra mediante la alineación de
los niveles neurológicos del aprendizaje. En todo aprendizaje influyen, en primer lugar, los niveles
exteriores, comenzando por el entorno, el contexto, el medio ambiente y las demás personas con las que
nos relacionamos. El segundo nivel es el comportamiento, es decir, las acciones concretas que llevamos a
cabo (las técnicas de exposición, como poner un ejemplo o utilizar recursos audiovisuales). El tercer nivel
es el de las capacidades y habilidades que la persona puede desarrollar: la opinión de una persona
calificada convence más que la del lego. El cuarto nivel es el de las creencias y valores (una persona es
más congruente en la medida en que cree en lo que está diciendo como un valor a conseguir: aumentar la
productividad de una empresa, mejorar la comunidad o disminuir la delincuencia). El quinto nivel es el de
la propia identidad: el sentido básico de uno mismo, la misión en la vida. Por último, señalan un nivel
espiritual; la mayoría de las personas están vinculadas a fines superiores a la propia persona. Cualquier
comunicación será más congruente en la medida en que muestre una alineación desde los niveles más
profundos. Transmitirá fuerza y energía desde dentro, igual que el karateca que contacta la energía
interior para romper una gruesa tabla de madera. (O’Connor y Seymour, 1996, pag. 50 y ss. El modelo
fue elaborado por Robert Dilts).

La psicología tradicional sostiene que motiva más la persona que logra sintonizar los niveles
inconscientes de los interlocutores. Los líderes carismáticos, los dirigentes comunitarios, empresariales u
obreros y los estadistas que han dirigido a otros seres humanos, transmiten una energía, unos principios y
unos valores que entroncan con principios y valores inconscientemente aceptados como buenos y
deseables por los interlocutores. En la medida en que dichos principios sean más profundos, tendrán más
fuerza y permanencia, como los contenidos en el inconsciente colectivo, descrito por Carl G. Jung.
[187] O’Connor y Seymour, 1996, pag. 47.
[188]
Stark, 2000, pag. 62.
[189]
Stark, 2000, pag. 46.
[190]
Stark, 2000, pag. 62
[191] En materia electoral, por ejemplo, es ampliamente conocida la tendencia de los pueblos a votar por
motivaciones emocionales e irracionales, más que por convencimiento racional e intelectual. Los candidatos
que más aceptación tienen entre la población, incluso en los países más desarrollados y educados, son los
que motivan los sentimientos más profundos de las personas, más que los que motivan la razón y la
coherencia lógica.
[192] La exposición minuciosa de estos temas excede el alcance de este trabajo, pero puede ser
conseguida en los manuales sobre venta, de los cuales el abogado puede obtener beneficios. También se
recomienda ver trabajos sobre cómo negociar, como Getting to yes, de Fisher, Roger y Ury, William,
citado en la Bibliografía.
[193] Carnegie, 2000.
[194] Carnegie, 2000, pag. 352.
[195] Es la aplicación, para el receptor de la comunicación, del principio de congruencia expuesto por la
PNL. Véanse, sección 3 de la introducción y nota 186.
[196] Carnegie, 2000, pag. 245.
[197] Carnegie, 2000, pag. 305.
[198]
Marina, 2001, pag. 43.
[199] Carnegie, 2000, pag. 117.
[200] Carnegie, 2000, pag. 156.
[201] En el Apéndice 2, se citan y resumen algunos de esos experimentos y sus resultados.
[202]
Stark, 1999, pag. 238.
[203]
Kane, 1998, pag. 162.
[204] Véase Weihofen, 1980, pag. 105.
[205] Weihofen, 1980, pag. 107.
[206] Se podría discutir si la expresión “muy vacío” es gramaticalmente correcta o no. Su incorrección
se apoyaría en el principio enunciado en el número 225 de la Gramática de Bello, según el cual, “Hay
gran número de adjetivos que no admiten la inflexión superlativa... porque en su significado no cabe más
ni menos (y en tal caso es claro que tampoco puede tener uso la frase superlativa formada con el adverbio
muy grandemente u otra expresión análoga). En contra de esa interpretación podría argüirse que en este
caso sí caben grados, y que, en consecuencia, podría decirse “un poco vacío”, “medianamente vacío” o
“bastante vacío”. Aun aceptando su posible incorrección gramatical, es posible ver u oír esa expresión en
la práctica,
como sucede diariamente en el ejercicio profesional.
[207]
Martín, 2000, pag. 325.
[208]
Stark, 2000, pag. 29.
[209] Ver Martín, 2000, pag. 325.
[210] Weihofen, 1980, pag. 110.
[211]Schökel las identifica en muchos casos. Por ejemplo: “Se graduó de abogado” es voz pasiva, y no
reflexivo, porque él mismo no se gradúa. Da otros ejemplos: “Se oyen las campanas”, “los árboles se
podan en otoño”.
[212] Estos tres ejemplos tomados de Weihofen, 1980, pag. 111.
[213] Weihofen, 1980, pag. 113.
[214]
Martín, 2000, pag. 251.
[215]
Véase el concepto de “calificación”, pag. 93.
[216]
Lázaro, 1999, pag. 328.
[217]
Lázaro, 1999, pag. 386.
[218] Weihofen, 1980, pag. 116.
[219] Declaración al periodista Oscar Yanes, en el programa La Guataca, el día 3 de abril de 2002.
[220] A. E. Blanco, 1976, Tomo 2, pag. 20.
[221] A. E. Blanco, 1976, Tomo 1, pag. 40.
[222] A. E. Blanco, 1976, Tomo 2, pag. 96.
[223] A. E. Blanco, 1976, Tomo 2, pag. 28.
[224] A. E. Blanco, 1976, Tomo 2, pag. 64.
[225] A. E. Blanco, 1976, Tomo 2, pag. 20.
[226] A. E. Blanco, 1976, Tomo 2, pag. 47.
[227] A. E. Blanco, 1976, Tomo 1, pag. 35.
[228] A. E. Blanco, 1976, Tomo 1, pag. 91.
[229] En su libro Limpia y Fija. Citado por Bielsa, 1987, pag. 28.
[230]
Bielsa, 1987, pag. 28.
[231]
Bielsa, 1987, pag. 29.
[232]
Loreto, 1999, pag. 18.
[233]
Weihofen, 1980, pag. 117.
[234]
Martín, 2000, pag. 252.
[235]
El 17-1-03.
[236] Blanco, Eduardo, 1971, pag. 125.
[237] Unamuno, 1970, pag. 96.
[238] A. E. Blanco, 1976, Tomo 1, pag. 169.
[239] Pérez Osuna, 1979, pag. 161.
[240] Citado por Martín, 2000, pag. 479.
[241]
Martín, 2000, pag. 247.
[242] Diccionario Sopena.
[243] Citado por Herrera Mendoza, 1960, pag. 29.
[244] Teóricamente la aliteración como figura se distingue de la aliteración viciosa, que, según el DRAE,
es
la “repetición de sonidos producida contra la voluntad del escritor o la que no tiene por objeto producir una
armonía imitativa”.
[245] Ver Schökel, 1994, pag. 150.
[246]
Martín, 2000, pag. 248.
[247] La expresión “opinión jurídica” es más precisa que “opinión legal”, porque su alcance es más
amplio: conforme a derecho vs. conforme a la ley. Sin embargo, como en el lenguaje ordinario se usa
frecuentemente el término “opinión legal”, en adelante usaremos las dos expresiones indistintamente,
considerando la palabra “legal” en su sentido material: “norma de derecho de carácter obligatorio”.
[248]Cita de las palabras introductorias del Dr. Carlos Leáñez Sievert a 20 años de Doctrina de la
Procuraduría General de la República. Procuraduría General de la República, 1984. Pag. IX.
[249] Weihofen, 1980, pag. 195.
[250] Weihofen, 1980, pag. 198.
[251] Ley de Protección al Consumidor y al Usuario, Artículo 126.
[252] Weihofen, 1980, pag. 202.
[253] Maritain, 1967, pag. 14.
[254]
Morris, 1999, pag. 31.
[255] “Reasoning. 1. The drawing of inferences or conclusions from known or assumed facts; use of reason.
2. The proofs or reasons resulting from this.”
[256] “Raison. Faculté de connaitre, de juger... Argument.” Larousse de Poche, París, 1965.
[257] Valbuena Diccionario Latino - Español y Español - Latino, 1939.
[258] Palabra utilizada en los prospectos publicitarios de las compañías promotoras de tiempos
compartidos. La uso por considerarla más precisa que “tomar vacaciones”.
[259] Véase: Definición y Clasificación, capítulo II sección 2.3; y Calificación, capítulo II sección 2.4.
[260] Abbagnano, 1963, pag. 1078, distingue hasta cuatro significados filosóficos de la palabra “síntesis”.
Considero que exceden el alcance de este trabajo. En la práctica profesional del abogado el significado
importante de “sintetizar” es el de “integrar”, como se describe en el texto.
[261] “Es de la intuición más o menos oscura de la unidad que existe en el medio y principio de toda
multiplicidad que la filosofía toma su origen. Y no sólo la filosofía, sino también la ciencia natural. Toda
ciencia, en la frase de Meyerson, es la reducción de multiplicidades a identidades. Descubriendo el Uno
dentro y más allá de los muchos, nosotros encontramos una verosimilitud intrínseca en cualquier
explicación de lo diverso en términos de un principio unitario.” Traducido de Huxley, 1970, pag. 5.
[262] Herrera, Enrique, 1998, pag. 217.
[263] Herrera, Enrique, 1998, pag. 218.
[264] Los criterios incluidos a continuación se exponen siguiendo el pensamiento de cada autor, aun
cuando puedan coincidir y solaparse en varios casos, con matices personales.
[265] http://www.newworldencyclopedia.org/entry/Benjamin_Bloom
[266] Información sobre Bloom tomada de las clases de la Dra. Zulma Cirigliano, de la Facultad de
Humanidades y Educación de la Universidad Católica Andrés Bello, en el Curso de Inducción para
nuevos profesores.
[267] Información sobre el pensamiento estratégico extractada de Lyle, 1993. Pags. 68 a 73.
[268] Información extractada de Goleman, 1995; Segal, 1997; y Weisinger, 1998.
[269] La definición original de Bacon dice: "En cuanto a mí, me di cuenta de que no estaba preparado para
nada tan bien como para el estudio de la Verdad; por tener una mente ágil y lo suficientemente versátil
como para captar las semejanzas de las cosas ... y al mismo tiempo lo suficientemente firme como para
fijar y distinguir sus diferencias más sutiles; por estar dotado por la naturaleza con el deseo de buscar,
paciencia
para dudar, afición para meditar, calma para afirmar, disposición a considerar, esmero para disponer y
poner en orden; y por ser un hombre que no le afecta lo nuevo ni admira lo que es viejo, y que odia todo
tipo de impostura.” (Traducción libre). El texto original se puede ver en http://austhink.com/critical/

[270]
Jn 8, 32.
[271] La psicología ha definido esta persona que llamamos “madura” en diversas oportunidades.
Abraham Maslow (Toward a Psychology of being) la llamó persona “autorrealizada” o “plenamente
humana”, Eric Berne, fundador de la escuela del Análisis Transaccional, la llamó “adulto integrado” y
Carl Rogers (El proceso de convertirse en persona) “la persona que funciona integralmente”. Cada uno
de estos autores y los estudios que se han derivado de sus pensamientos, describen minuciosamente las
características de las personas maduras. Aunque les den distintos nombres están hablando básicamente de
lo mismo. Anteriormente, Carl G. Jung había acuñado el término “individuación” para referirse al proceso
de convertirse en un individuo; y dice: “en la medida en que la ‘individualidad’ abarca nuestra más
íntima, última e incomparable singularidad, también implica ser uno mismo. Por tanto, podríamos traducir
individuación como ‘venir a la individualidad’, o ‘auto-realización’.” (Jung, Collected Works, Tomo 7,
parágrafo 266).
[272] Ver amplia información sobre la metodología de la investigación jurídica en Herrera, Enrique, 1998.
[273]
Morris, 1999, pag. 54.
[274] Ibidem.
[275] Ambas citas de Morris, 1999, pag. 57.
[276]Sobre los aspectos exclusivamente lógicos del razonamiento legal existen excelentes trabajos en
castellano. Véase, por ejemplo, Lógica Jurídica, de Ulrich Kluj, que trata de lógica simbólica. Sobre
lógica formal puede verse el libro de Lógica del Dr. Lorenzo Fernández Gómez, y el clásico El Orden de
los Conceptos, del filósofo Jacques Maritain. Sobre la forma particular de pensar de los abogados véase
Cómo Piensan los Abogados, de Clarence Morris.
[277] Citado por Stark, 1999, pag. 46.
[278] Herrera, Enrique. 1998, pag. 2.
[279] Morris, 1999, pags. 21 y ss.
[280] Abbagnano, 1966, pag. 304.
[281] Herrera, Enrique, 1998, pag. 16.
[282] Código de Procedimiento Civil de Venezuela, Artículo 19: “El juez que se abstuviere de decidir so
pretexto de silencio, contradicción o deficiencia de la ley, o de obscuridad o ambigüedad en sus términos,
y asimismo, el que retardare ilegalmente dictar una providencia, será penado como culpable de
denegación de justicia.” El Artículo 15 del Código Civil Argentino establece que “los jueces no pueden
dejar de juzgar bajo el pretexto de silencio, oscuridad o insuficiencia de las leyes.” Igual sentido tiene el
Artículo 7 del Código Civil de Puerto Rico y también las leyes del cual proceden, el Código Civil
Español, Artículo 6 y el Código Civil del Estado de Luisiana, Art. 21.
[283]Sobre la discusión doctrinaria relacionada con el principio de integralidad del derecho y la posible
competencia o incompetencia del juez para sentenciar en caso de lagunas legales, véase Alchourrón y
Bulygin, 1998, pag. 201 y ss.
[284]
Kelsen, 1941, pag.18.
[285]
Kelsen, 1941, pag. 18 y 19.
[286]
Kelsen, 1941, pag. 138.
[287]
Kelsen, 1941, pag. 139.
[288]
Ibídem.
[289]
Kelsen, 1941, pag. 140.
[290] Sobre Derecho y Política puede verse Herrera, Enrique, 1998; Duverger, 1962. Sobre Derecho
Natural Olaso, 1969; Zambrano, 1963; Frías, 1941; Azpúrua, 1969; Preciado, 1960. Sobre desobediencia
civil Zambrano, 1963; Reyna, 1986 y Del Vecchio, 1964. Y sobre legitimidad de la guerra Luypen, 1968.
Sobre la ética del poder y la filosofía perenne, puede verse Huxley, 1970, pag. 121 y ss. y 193 y ss.
[291] Sobre el derecho positivo como instrumento para mantener el poder político y para controlarlo,
puede verse Duverger, 1962, pag. 47 y ss.
[292] Herrera, Enrique, 1998, pag. 65.
[293] Ibídem.
[294] Herrera, Enrique, 1998, pag. 69.
[295] Herrera, Enrique, 1998, pag. 18.
[296] Olaso, 1970, Tomo 1, pag. 14.
[297] Herrera, Enrique, 1998, pag. 9.
[298] Ibídem.
[299] Preciado, 1960, Pag. 254.
[300] Smith y Robertson, 1977, p 1.
[301] Véase, por ejemplo, Vethencourt, 1993.
[302] El principio de Kelsen de una norma producto exclusivo de la razón, sin sujeción alguna a otra
norma jurídica, hoy en día debe ser limitado. Los tratados internacionales vigentes pueden privar sobre la
constitución de un país; y el derecho supranacional, derivado de los procesos de integración de estados,
puede limitar la soberanía de los países integrados y su posibilidad de crear constituciones sin sujeción
alguna a normas superiores preexistentes.
[303]La filosofía y la ciencia han llegado a la conclusión de la imposibilidad para la razón humana de
conocer y comprender la realidad total desde un punto de vista objetivo. Salvador Pániker lo resume
brillantemente: “Una descripción objetiva del mundo no es posible. Toda observación es relativa al punto
de vista del observador (Einstein); toda observación afecta al fenómeno observado (Heisenberg); ningún
sistema puede probar los axiomas en que se basa (Gödel); sólo lograríamos saber algo del mundo en su
totalidad si pudiéramos salir fuera de él (Wittgenstein). Ninguna observación posee valor absoluto. En la
medida en que todo observador es un organismo viviente, la biología tiene algo que decir en una teoría
de la observación. Pero el propio biólogo que teoriza, en tanto que organismo viviente, no puede
separarse a sí mismo de sus formulaciones teóricas. Se ha llegado a defender la idea de que la vida y la
capacidad de observación no son meros accidentes de la evolución; entre todos los universos posibles no
sólo el que observamos es real; lo que ocurre es que llamamos ‘real’ al que es observable. Es lo que en
cosmología se llama ‘principio antrópico’, una versión fantástica del principio leibniziano de los
‘infinitos mundos posibles’”. Pániker, 1989, pags. 13 y 14. La realidad del universo continúa siendo tan
desconocida para los seres humanos que el científico inglés John Haldane una vez dijo: “Mi sospecha es
que el universo no sólo es más misterioso de lo que suponemos, sino más misterioso de lo que podemos
suponer”. En materia moral y filosófica la dificultad para encontrar una verdad unánimemente aceptada
es, evidentemente, mayor. Lo que puede ser una verdad irrefutable para unos es un disparate para otros.

[304]
Morris, 1999, pag. 29.
[305]
Loreto, 1999, pag. 16.
[306]
Morris, 1999, pag. 64.
[307] Ver Weihofen, 1980, pag. 137.
[308] Gaceta Oficial Extraordinaria Número 5.391, de fecha 22 de octubre de 1999.
[309] Sobre determinación de la pregunta ver capítulo II de la segunda parte, sección 2.1 A, y de los
hechos, sección 2.1 C del mismo capítulo.
[310] Grijelmo, 2001, pag. 307. La frase es original de Juan José Millás.
[311] Dos reflexiones sobre la madurez de la respuesta: 1. Luis Alberto Machado expresa una idea
formulada por los psicólogos y apropiada para el proceso de pensar y elaborar la respuesta: “El escritor no
escribe solamente cuando se encuentra frente al papel. Es mucho lo que llega a escribir estando dormido.
El subconsciente está despierto las veinticuatro horas del día”. Luis A. Machado, 1975, pag. 68. 2.
Cuando Plinio Apuleyo Mendoza le preguntó a Gabriel García Márquez “¿Qué es para tí la inspiración?
¿Existe?”, el novelista le respondió: “Es una palabra desprestigiada por los románticos. Yo no la concibo
como un estado de gracia ni como un soplo divino, sino como una reconciliación con el tema a fuerza de
tenacidad y dominio. Cuando se quiere escribir algo, se establece una especie de tensión recíproca entre
uno y el tema, de modo que uno atiza al tema y el tema lo atiza a uno. Hay un momento en que todos los
obstáculos se derrumban, todos los conflictos se apartan, y a uno se le ocurren cosas que no había soñado,
y entonces no hay en la vida nada mejor que escribir. Eso es lo que yo llamaría inspiración.” García
Márquez, 1982, pag. 46.
[312]
Stark, 2000, pags. 38 y 123.
[313]
Garner, 2001, pag. 48.
[314]
Weihofen, 1980, pag. 200.
[315]
Martín, 2000, pag. 301.
[316]
Loreto, 1999. Pag. 15.
[317]
Stark, 2000, pag. 135.
[318] Comentarios sobre el libro Legal Writing in Plain English, de Bryan Garner, pags. 143 y 144.
Las listas y la cita son traducción libre del texto.
[319] Traducción libre del Prefacio de Pygmalyon, por G. B. Shaw.
[320] Schökel, 1994, pag. 68.
[321]
Martín, 2000, pag. 327 y 330.
[322] Luis A. Machado, 1975, pag. 92.
[323] Programa “Operación Triunfo 2”, de Televisión Española.
[324] Ver Martín, 2000, pag. 71.
[325] Ibidem, pag. 74.
[326] García Márquez, 82, pag. 38.
[327] García Márquez, 82, pag. 88.
[328] Weihofen, 1980, pag. 325.
[329] Luis A. Machado, 1975, pag. 93
[330] Tagore, Rabindranath, 1999, pags. 101, 102 y 105.
[331] San Agustín. 1968, Libro X, Cap. VI, N° 8.
[332] San Agustín. 1968. Capítulo XXVI, al final.
[333] Caldera. 2001, pag. 37.
[334] Caldera. 2001, pag. 71.
[335] Delisle y Bastin, 1997, pag. 153.
[336] Delisle y Bastin, 1997, pag. 150.
[337] Delisle, 1997, pag. 151. Si esto no bastara, continúan: “...es preciso leer todo el texto, una o varias
veces, antes de traducirlo. Para efectuar la integración de cada una de las palabras y de cada uno de los
enunciados de un discurso, es indispensable partir de un nivel superior. Al tiempo que visualiza el texto,
línea por línea, el traductor moviliza sus conocimientos tanto lingüísticos como extralingüísticos para
aprehender el sentido a través de los enlaces orgánicos de su arquitectura conceptual. La lectura de todo
un
texto presenta otra utilidad: descubrir sus idiosincrasias, es decir, sus particularidades formales como
redundancias, repeticiones de palabras del título, deformaciones de palabras, alusiones, aliteraciones,
juegos de palabras, ritmos inusitados, construcciones paralelas, etc.” (pag. 151) Lo afirmado
anteriormente se refiere a la palabra. Pero los autores van incluso más allá, a “la oración, eslabón que une
la palabra al contexto. ¿Acaso la oración es una unidad autónoma del discurso? ¿Acaso basta con traducir
cada oración separadamente para transmitir el sentido de un mensaje? La textología bilingüe puede darnos
una respuesta a estas preguntas.” Para demostrar que las oraciones se deben entender dentro del contexto,
preparan unos ejercicios, en los que proponen a los estudiantes traducir oraciones aisladas. Una vez que
las han traducido literalmente, les muestran el contexto para mostrar que el sentido en el contexto es
diferente al sentido literal aislado. (pag. 153)
[338] Después de dedicar más de cien páginas al análisis de las principales corrientes de la filosofía
actual, el autor José Ferrater Mora descarta los temas que pueden ser objeto de la filosofía y dice: “¿Qué
queda, pues, que podamos estimar como tema aceptable de investigación filosófica? No hay más remedio
que concluir que lo filosófico no es ‘aquello de que se trata’, sino el modo de tratarlo. La filosofía se
convierte así en un ‘modo de ver’ y en un ‘punto de vista’... Este punto de vista es el de un examen, que
es las más de las veces crítico y analítico, pero que puede ser en ocasiones harto imaginativo, de las
estructuras conceptuales en que van envueltas las diversas ciencias, las múltiples actividades humanas y
los lenguajes de que tales ciencias y actividades echan mano.” Ferrater, 1973, pags. 120 y 122.
Ludwig Wittgenstein (1889-1951), por ejemplo, dedicó su Tratado Lógico Filosófico (1921) a responder
las preguntas: ¿cómo es posible el lenguaje? y ¿cuáles son sus límites? Y en las Investigaciones
Filosóficas (1953) se dedicó a estudiar la naturaleza del lenguaje, en particular, la vinculación entre los
conceptos, las acciones y las reacciones. Es considerado por algunos como uno de los más importantes
pensadores del siglo XX.
[339] Aldous Huxley, por ejemplo, dice: “El mundo como aparece ante nuestro sentido común consiste
de un indefinido número de hechos sucesivos y presumiblemente conectados por la causalidad, que
envuelven un indefinido número de cosas separadas e individuales, vidas y pensamientos, todos
constituyentes de un cosmos presumiblemente ordenado. A fin de describir, discutir y administrar este
universo de sentido común, es que se han desarrollado los lenguajes humanos.
Cuando, por cualquier razón, nosotros deseamos pensar del mundo, no como aparece al sentido común,
sino como un continuo, encontramos que nuestra sintaxis y vocabulario tradicionales son bastante
inadecuados.” Traducción de Huxley, 1970, pags. 34 y 35.
[340] Unamuno. ¡Plenitud de plenitudes y todo plenitud!, Ensayo escrito en 1904, publicado en
Unamuno, 1970, pag. 98.
[341] Traducción libre de Romeo y Julieta, 2° Acto, Escena II.
[342] García Márquez, 1985, pags. 139 y 140.
[343] García Márquez, 1982, pag. 85.
[344]The Ogilvy Center for Research & Development, 535 Pacific Avenue. San Francisco, California
94133, USA.
[345] The Ogilvy Center for Research & Development, 1987, pag 1.
[346] Asch, S.E. Effects of group pressure upon modification and distortion of judgments. En H.
Guetzkow (Ed.), Groups Leadership and Men. Pittsburg: Carnegie Press, 1951.
Asch, S.E. Sudies of independence and conformity; A minority of one against a unanimous majority.
Psychological Monographs, 1956, 70 (9 Whole N° 416).
Asch, S.E. Effects of group pressure upon modification and distortion of judgments. En E. Maccoby,
rd
T.M. Newcomb & E.D. Hartley (Eds.) Readings in social Psuchology (3 edition). New York: Holt,
Rinehart & Winston, 1958.
[347]Moscovici, S. Toward a theory of conversion behavior . En S.L. Berkowitz (Ed.), Advances in
Experimental Social Psychology. Vol 13. New York: Academic Press, 1980, 209-239.
Maass, A. & Clark III, R.D.. Hidden impact of minorities: fifteen years of minorities research.
Psychological Bulletin. 1984, 95, 428-450.
[348] The Ogilvy Center for Research & Development, pag. 5.
[349]The Ogilvy Center for Research & Development, 1987, pag. 7. Cita a Milgram, S. Obedience to
Authority. New York: Harper ando Row, 1974. Y a Hofling, C.K., Brotzman, E., Dalrymple, S., Graves,
N. & Pierce, C.M. An experimental stody of nurse-physician relationships. J. Of Nervous and Mental
Disease, 1966, 143, 171-80.
[350] Véase Grijelmo, 2001, pag. 173.
[351] Casi todas las palabras indicadas como ejemplos en la primera enumeración han sido tomadas del
libro Defensa apasionada del idioma español, de Álex Grijelmo, quien a su vez las cita de la obra del
hispanista Ralph Penny (1988) Gramática histórica del español, Barcelona, Ariel Lingüística, 1993.
[352]Aunque etimológicamente las dos palabras tienen un significado similar (“ver hacia adentro”), los
psicólogos distinguen introspección de insight. La introspección es la “observación interior de los propios
actos o estados de ánimo o de conciencia” (DRAE) y el insight ocurre cuando como consecuencia de la
introspección la persona logra un conocimiento o un descubrimiento de un punto particular.
[353] Todo el capítulo 9 del libro, Los clones del lenguaje, lo dedica a esta categoría de palabras.
[354] Grijelmo, 2001, Pag. 126.
[355] The Oxford Spanish Dictionary.
[356] El uso y la costumbre han llevado a varios diccionarios a aceptar las palabras “actually”,
“eventually” y “success” con sus significados clonados. “Eventually, en inglés significa “tarde o
temprano”, es decir, que necesariamente sucederá. En castellano eventualmente es casual, puede suceder
como no suceder. Las versiones defectuosas de las películas del idioma inglés en castellano traducen
incorrectamente “eventually” por “eventualmente” y desfiguran el sentido de la oración traducida.
[357]Así dice, al menos, la versión de la Constitución de 1999 que yo tengo. Esta es una de las cuatro
versiones de la Constitución que circulan, sin que hasta ahora sepamos cuál es la vigente.
[358] Sentencia de La Corte Superior del Trabajo, de fecha 25-4-72, citada por Pereira, 1978, pag. 28.
[359] Gaceta Forense número 19, pag. 44. Citada por Arcaya, 1971, Tomo 1, pag. 96. Arcaya cita
jurisprudencia reiterada en el mismo sentido.
[360] JTR 15-1-57, V. VI. Citada por Pereira, 1978, pag. 29.

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