Franz JALICS - Ejercicios de Contemplación. Introducción A La Vida Contemplativa y A La Invocación de Jesús-Sígueme (2017)
Franz JALICS - Ejercicios de Contemplación. Introducción A La Vida Contemplativa y A La Invocación de Jesús-Sígueme (2017)
Franz JALICS - Ejercicios de Contemplación. Introducción A La Vida Contemplativa y A La Invocación de Jesús-Sígueme (2017)
EJERCICIOS DE
CONTEMPLACIÓN
EDICIONES
SIGUEME
Franz Jalics
Nace en Budapest el año 1927. Tras la Se-
gunda Guerra Mundial ingresa en la Compa-
ñía de Jesús. A finales de los años cincuenta
trabaja com o profesor de teología dogmática
y teología fundamental en Chile y Argentina.
Desde 1963 se dedica a dirigir Ejercicios es-
pirituales, primero en Argentina, después en
Estados Unidos y Alemania.
Jalics se propone enseñar a llevar una vida
contemplativa. En particular, considera que la
oración de Jesús es el camino accesible para
llegar a la contemplación en la vida cotidiana.
Entre sus obras podemos citar Aprendiendo a
orar, Aprendiendo a compartir la fe, Cambios
en la fe y El encuentro con Dios, publicados
en 1984, y Der kontemplative Weg, 2006.
NUEVA ALIANZA
142
FRANZ JALICS
EJERCICIOS
DE CONTEMPLACIÓN
Introducción a la vida contemplativa
y a la invocación de Jesús
CUARTA EDICIÓN
EDICIONES SÍGUEME
SALAMANCA
2017
I m a g e n d e c u b i e r t a : A c u a r e l a d e J o s é M a r í a d e la T o r r e , 1 9 7 1
ISBN: 978-84-301-1330-9
Depósito legal: S. 356-2017
Impreso en España / Unión Europea
Imprenta Kadmos, Salamanca
CONTENIDO
Introducción .................................................................................. 9
2. Esta división hunde sus raíces en las sagradas Escrituras y ya fue expuesta por
santo Tomás de Aquino (Swn. theol. II, q. 24. 9). Mi exposición sobre las tres fases del
«camino espiritual» se basa en el conocido manual sobre la vida espiritual de A. Tan-
querey. Compendio de teología ascética y mística, París 1931, 405ss. Cf. F. Jalics,
Aprendiendo a orar, Buenos Aires91990.
3. A. Tanquerey, Compendio de teología ascética y mística, 405-563.
4. Ibid., 622-645.
Introducción II
5. Ib id., 820-884.
12 Introducción
2. La dificultad de la tarea
3. Hijo de la experiencia
4. El maestro de ejercicios
8. ¿Meditación o contemplación?
Tenemos que aclarar la palabra meditación. En la Edad Media
se usaba el término meditación en el sentido de consideración dis-
cursiva: dejar actuar un texto sobre uno, pensarlo a fondo, enten-
derlo, clasificarlo, relacionarlo con uno mismo y en consecuencia
cambiar formas de vida. En este sentido hoy en día se usa a me-
nudo el término meditación en el ámbito eclesiástico como medita-
ción frente a un cuadro, un escrito, la pintura o la música. Asi en
la Edad Media se hablaba de una trilogía: «lectio» era la lectura,
«meditado» era la consideración del texto, y «contemplatio» corres-
pondía al acto que hoy llamamos contemplación.
Hace unas décadas, bajo la influencia de la espiritualidad orien-
tal, aparece la palabra meditación en un sentido totalmente diferen-
18 Introducción
9. Petición de comprensión
Este libro trata del cambio arduo y radical de la oración pre-
contempiativa a la contemplativa. Lo comparo con la conversión
de san Pablo al encontrarse con Jesucristo. Era un fariseo muy vir-
tuoso y erudito. Llevaba el Antiguo Testamento en la sangre. Era
su patria. Después de su encuentro con Jesús tuvo una relación
discrepante con el Antiguo Testamento. Por una parte lo conside-
raba la revelación genuina de Dios y la preparación para el Nuevo
Testamento. Por otra, de vez en cuando vivenciaba el Antiguo Tes-
tamento como el polo opuesto a la luz de Cristo. Lo describió en
términos despectivos, sobre todo en relación con la ley y la aspi-
ración a la salvación por medio del esfuerzo humano.
La comparación con san Pablo es acertada, además, porque en
él, al igual que en nosotros, se realiza este mismo cambio del «ha-
cer» a la acción directa de la «gracia». Denomina a las virtudes
«obras» y a la vida con Jesucristo «gracia». En nuestro caso también
se trata del giro de nuestras aspiraciones personales al desprendi-
miento radical de todo «hacer» humano. En este sentido la compa-
ración es válida.
En otro sentido la comparación, por supuesto, no es exacta.
Porque en nuestro caso no se trata de una conversión del pre-
cristianismo al cristianismo. La «vía purgativa» y la «vía ilumi-
nativa» son parte del camino cristiano, aunque el volverse hacia
Cristo se radicalice con el comienzo de la contemplación. La gracia
actúa igualmente en el ámbito pre-contemplativo.
Para hacer resaltar este cambio, san Pablo no ve otra alternativa
que interpretar de vez en cuando el Antiguo Testamento en forma
Introducción 19
El prim er tiem po
a) La fuerza de la naturaleza
se las puede separar. No hay encuentro con Dios que no sea simul-
táneamente un encuentro con uno mismo. Tampoco puede haber
experiencia con uno mismo que no brinde simultáneamente un cre-
ciente conocimiento de Dios.
A nivel social ocurre lo mismo: cuando Moisés saca a los israe-
litas de Egipto, todavía no son un pueblo, no constituyen una uni-
dad ni tienen identidad étnica propia. A raíz de los encuentros con
Dios al pie del Sinai, que culminaron en el pacto, se transforman
en un pueblo. Desde ese momento tienen una conciencia étnica,
una unidad, fundada en la ley que tienen en común, un país, una
esperanza y sobre todo un Dios, al cual han prometido lealtad y
de cuya protección están seguros.
San Juan Bautista vivió en el desierto. La gente de Jerusalén
acudía a él, porque percibía que hablaba distinto de los sacerdotes
y escribas de Jerusalén. San Juan Bautista predicaba con la fuerza
del Espíritu. Los sacerdotes en el templo también hablaban de Dios,
pero generalmente sin fuerza y en forma indirecta. Hablaban de
leyes, de moral y de costumbres y de atenerse a la liturgia. San
Juan Bautista hablaba desde el encuentro directo con Dios. Por eso
sus palabras eran tan impactantes.
Jesucristo también fue al desierto. ¿En qué se ocupaba Jesucris-
to allí? No estudiaba, no preparaba sermones, sino que buscaba en
la soledad el encuentro con su Padre. Al volver del desierto supo
lo que tenía que predicar.
San Pablo asimismo pasó un tiempo en el desierto. El mismo
describió su conversión. Por eso no nos sorprende que descubramos
en su caso un nuevo elemento en el desarrollo de su encuentro con
Dios. Jesucristo se le aparece en el camino de Damasco. Esta vi-
vencia lo transforma en una persona consagrada totalmente a Jesu-
cristo, y ya sólo vive para él. Al llegar a Damasco se hace bautizar.
Después del bautismo -y eso es lo singular— no va a Jerusalén
para hablar con todos los que habían conocido a Jesucristo. En
cambio, se dirige directamente a Arabia, o sea, al desierto. Se esti-
ma que allí pasó un periodo bastante prolongado, probablemente
algunos años. Cuando volvió del desierto era el gran apóstol de los
paganos. Sólo diez años más tarde fue a Jerusalén para hablar con
los apóstoles. Es notable cómo están relacionados en san Pablo el
encuentro con Jesucristo y la permanencia en el desierto. Su orien-
tación total hacia Jesús, producida por su vivencia en el camino
hacia Damasco, lo lleva al desierto.
San Agustín fue por camino parecido. Se convirtió en Milán a
raíz del sermón de san Ambrosio. Poco después se dirigió a Africa
28 Ejercicios de contemplación
3. Diálogo
Bárbara
MAESTRO DE EJERCICIOS (desde ahora M E): Bárbara, hace un momento
estuviste algunas horas fuera, en la naturaleza. ¿Cómo te fue?
B á r b a r a : Todavía no he «aterrizado». La última semana aún resuena
en mi cabeza. Me siento muy intranquila. Pasé corriendo, pero no oí ni
vi nada. Discutía interiormente con otros.
ME: Todavía estás alterada.
bárbara : E so es.
Andrés
Adelaida
ADELAIDA: Estuve mucho tiempo fuera. Primero marchaba como un
soldado. Luego fui a paso más lento y por momentos me detenia. Seguida-
mente daba de nuevo algunos pasos y me ponía en contacto con mi alre-
dedor. Miraba al cielo y fijaba mi atención en las nubes que pasaban.
Luego observaba durante largo tiempo una flor rara. Era simplemente
bella. Después de un rato me vinieron diferentes pensamientos. En mi
interior se levantaban voces. De repente toda la intranquilidad de las últi-
mas semanas apareció de nuevo. Empecé a hacer planes. En relación con
mi trabajo se me ocurrieron algunas buenas ideas.
ME: Te quedaste c o n estas ideas.
ADELAIDA: Sí, pensar hasta el final. ¿O son tan malos los pensamien-
tos?
ME: No importa si son malos o no. Una respuesta nos induciría nueva-
mente a pensar y reaccionar con nuevos pensamientos.
Aprende a volver en seguida. No persigas tus pensamientos hasta el
final. Eso nunca acabaría. El gran cambio que debemos lograr aquí en
los ejercicios es ganar la convicción interior de que los pensamientos, en
El primer tiempo SS
Félix
F é l i x : Salí y miré muchas cosas. Después de un rato me enojé. Vine
aquí para aprender a rezar. En lugar de ello debo mirar flores. Tengo mu-
cha responsabilidad en mi quehacer cotidiano y mi tiempo es valioso.
Sobre mi escritorio me esperan pilas de cartas. Podría hacer miles de co-
sas útiles. Y en cambio debo ir a contemplar las flores. Todavía estoy
furioso y lamento haber venido.
ME: No le e n c u e n tr a s s e n ti d o a lo q u e h a c e m o s .
ME: Estás in d ig n a d o .
Claudia
CLAUDIA: Sí, porque sin libro me siento más indefensa, como si estu-
viera mucho más confrontada conmigo misma. Pero igualmente salí. Tuve
muchos pensamientos. Cuando vi a pocos metros un árbol reseco, me sentí
profundamente emocionada.
ME: Te has identificado con ese árbol.
CLAUDIA: Sí, bastante, luego me sobrevino tristeza, mucha tristeza. Me
veía en ese árbol. Me sentía como un tronco seco, sin vida, muerto y
destrozado. Luego volví a una forma de oración que hace mucho que no
practicaba: dejar todo como está y mirar cómo es.
ME: Entonces te tranquilizaste.
Juanito
Sabina
S a b i n a : Por s u p u e s to .
ME: Vuelve a la alambrada y haz las paces con ella. Prueba a acari-
ciarla.
s a b i n a : (Sonríe pensativa) Una tarea rara. Pero bueno, lo intentaré.
m e : (Al d ía s ig u ie n te ) ¿Y c ó m o te fu e ?
David
Andrea
Verónica
M a rcela
Ó scar
ME: Te cansaste.
ÓSCAR: Sí, pero ese cansancio no provenía del pequeño paseo. Traje
ese cansancio a los ejercicios. Antes estaba encubierto por muchas acti-
vidades. Y ahora, cuando tuve la posibilidad de estar más tranquilo, aflo-
ró nuevamente. Me tuve que mover más para que no me venciera el can-
sancio.
m e : Querías vencer instintivamente el cansancio por medio del movi-
miento.
Ó s c a r : S í , eso es cierto.
ME: Mira. Óscar, hoy es el primer día de ejercicios. Tratemos ahora
tu cansancio de manera diferente. Primero observa tu cansancio. Puede
estar ahí. No luches contra él. Pregúntate cómo sientes este cansancio.
El cansancio es algo que se puede percibir. Incluso está más cerca de ti
que un árbol. Duerme bien y acto seguido sal nuevamente a la naturaleza.
Trata de permanecer en la percepción.
M aría
ME: Fue un buen paso haber convivido con algo lan diferente. Así uno
olvida sus problemas y relativiza las propias dificultades. Eso también
puede traer tranquilidad.
¿Existe para ti una diferencia entre observar y contemplar?
MARÍA: No, hasta ahora para mí era lo mismo.
ME: Pero existe una gran diferencia. Si uno observa quiere saber y
obtener información. Uno quiere conseguir algo, por ejemplo conocimien-
to. En cambio el mero contemplar no pretende conseguir nada. Contem-
plando se llega al amor por lo contemplado. La contemplación es desinte-
resada y libre de intereses propios. Así, nunca desearíamos que Dios nos
observara, pero somos felices cuando nos contempla bondadosamente...
En la vida eterna tampoco observaremos a Dios, sino que lo contemplare-
mos y por eso lo amaremos.
MARÍA: Yo he observado a las hormigas, no las he contemplado.
Lisa
M artin
MARTÍN: Bueno, yo diría que la razón tiene que clasificar todo, para...
(Pensativo) que todo quede claro.
ME: La claridad te da seguridad.
M a r t í n : No me gusta relacionar la claridad con la seguridad.
me : E s o n o te g u s ta .
Vihna
VILMA: Esta mañana no me fue tan bien con la percepción. Tenía tan-
tos pensamientos... también muy negativos. Todavía me preocupa mi res-
friado... Si, estoy pensando en cómo voy a aguantar los ejercicios con
este resfriado...
ME: Tu resfriado te preocupa.
v i l m a : Si, el resfriado me preocupa mucho. Lo tengo y me molesta.
Mi atención está dirigida por necesidad a estos estornudos constantes.
ME: Tú ves en esto una necesidad.
VILMA: N o p u e d o e v i ta r l o . E s to y r e s f r ia d a .
44 Ejercicios de contemplación
Rafael
RAFAEL: Pensé: ¡justo ahora tienen que estar ahí, ahora que siento
cosas tan hermosas y que me va tan bien! ¿Por qué aparecen precisamente
ahora?
ME: Rechazas tus agresiones.
RAFAEL: ¡Claro!
ME: Acéptalas. Pueden estar. Mira, Dios deja salir el sol sobre justos
y pecadores. Junto a él puede estar todo.
Acuérdate de la tentación de Job en el Antiguo Testamento. Cuando
le fue muy bien, Lucifer pidió poder tentarlo, para que quedara en eviden-
cia si realmente era tan bueno como aparentaba en su prosperidad. Noso-
tros seguramente le habríamos contestado a Lucifer que de ninguna mane-
ra debería tentarlo. Según nuestra opinión el mal no debe tocar al buen
Job. Dios lo permitió. Él no tenía miedo. Para Dios el mal puede estar.
Mientras excluimos una parte de la realidad, necesariamente debemos
vivir en tensiones y luchas. Esta parte reprimida por nosotros quiere rein-
tegrarse al conjunto. Cuando lo que llamamos el mal se puede integrar
nuevamente en el universo, será bueno. Sólo entonces cesará la tensión
entre el bien y el mal. En Dios no existe esa dualidad entre el bien y el
mal. En él sólo fluye el amor eterno que surge de sí mismo. No lu-
ches contra tus agresiones. Déjalas estar en amor y se disolverán solas.
Toni
i
2
El segundo tiem po
con él. Nos hacemos la ilusión de que solamente nuestra libre in-
tención determina nuestra relación con Dios. Nuestra intención de
amar a Dios, en primera instancia, nos hace creer que lo amamos
realmente. Si aceptamos los testimonios arriba mencionados del
evangelio tenemos que aceptar que no es así. El subconsciente de-
termina tanto nuestra relación con Dios, como influye también en
la relación con los seres humanos.
La única forma de reconocer con seguridad nuestra relación con
Dios es reunir y revisar todas nuestras relaciones humanas. Lo que
existe en estas relaciones, también existe en nuestra relación con
Dios.
Dicho de una forma aún más concreta: Si, por ejemplo, en mi
vida tengo relación con cien personas, de las cuales quiero real-
mente a veinte, a veinte las rechazo y con sesenta tengo una rela-
ción relativamente «normal» pero también superficial, entonces se
manifiesta la relación con Dios de la misma manera, o sea: veinte
por ciento de amor, veinte por ciento de desestimación de Dios y
sesenta por ciento de superficialidad, o bien normalidad en la rela-
ción. Esto se manifiesta de tal forma, que aunque la existencia de
Dios en este sesenta por ciento es indiscutible para mí, lo vivencia
de modo tan distanciado que prácticamente está ausente en mi vida.
Mientras menosprecie a una sola persona, desprecio también a
Dios. La dimensión de este menosprecio depende de qué lugar ocu-
pa la persona rechazada entre todas mis relaciones. Por ejemplo,
la relación de un niño con su madre puede constituir un cuarenta,
un cincuenta por ciento o incluso más de sus relaciones. Mientras
yo esté furioso con una sola persona, estoy furioso con Dios. Mien-
tras ignore o envidie a una sola persona, ignoro o envidio también
a Dios. Mientras tenga miedo a una sola persona, le tengo miedo a
Dios. Si soy celoso, también lo soy frente a Dios.
Esta identificación de las relaciones entre los hombres y Dios
es la única forma de saber cómo la fe está o no plenamente arraiga-
da en la vida. Muchas personas valoran más su amor a Dios que
sus relaciones con los hombres. Esto es un engaño claro. Se juzgan
mucho más creyentes de lo que son. Muchas veces me han pregun-
tado: «¿Cómo puedo trasladar mi fe a mi vida?». Detrás de esta
pregunta se esconde la impresión de que se tiene una fe grande,
pero que no puede concretarse en hechos. Yo siempre he contesta-
do: «No necesitas transferir tu fe a la vida cotidiana. Puedes dedu-
cir de tu vida cotidiana cómo es de grande tu fe». Antes de transfe-
rir nuestra presunta fe a la vida cotidiana, tendríamos que poder
medir, a través de nuestro amor al prójimo, si realmente tenemos
El segundo tiempo 51
a) La postura
3. Diálogos
Miguel
MIGUEL: Yo todo lo h a g o rá p id o .
m e:¿Qué s e n s a c ió n tu v is te a l h a c e r lo ?
MIGUEL: ¿Qué sensación?... Probablemente la misma que tengo en mi
trabajo. Cumplo rápidamente con mi deber. En seguida puedo pasar a la
próxima tarea.
ME: Esta buena disposición y facilidad en el cumplimiento del deber
te hace sentir bien. ¿No es cierto?
MIGUEL: Así es.
E ster
ESTER: Sí, in c lu s o m e d io ra b ia .
ME: Querías sentir esta región.
M arcos
MARCOS: Si, tenía que luchar contra ellos, porque me impedían realizar
mi tarea.
ME: Mira, Marcos, yo ahora te mostraré otro camino. No tenemos que
luchar contra: los pensamientos. Esto no hace más que multiplicarlos. El
rechazo y la lucha traen consigo una dualidad entre lo que queremos y
la realidad. Esta contraposición produce una tensión que genera y multi-
plica pensamientos. Oriéntate hacia la percepción, sin luchar contra los
pensamientos. Son visitas bien vistas que pueden venir a la casa. Les está
pennitido permanecer allí o retirarse. El propietario puede decirles: «¡Sién-
tanse cómodos! ¡Siéntanse a gusto! Yo ahora me dedico a mi trabajo y
cuando tenga tiempo me volveré a reunir con ustedes». Cuando tratas de
comprometerte por completo con la percepción, los pensamientos poco a
poco se retiran y puedes estar en ella durante mucho tiempo.
MARCOS: Entonces, ¿no he de reparar en los pensamientos?
ME: Exacto, no has de prestar atención a los pensamientos, y en cambio
has de contemplar un instante tus sentimientos.
MARCOS: No tenia sentimientos.
ME: ¿No sentiste nada?
MARCOS: No.
ME: ¿No estabas insatisfecho con tu ejercicio?
MARCOS: Sí, a s í fu e.
Verónica
ME: El renunciar a este querer lograr algo seria una gran liberación
para ti. En la esfera material es posible acumular bienes. El espíritu es
diferente. En la esfera espiritual no es posible ni poseer algo ni pueden
manipularse los procesos. Quien puede desprenderse, brindar y brindarse
experimenta el fluir del amor. Si alguien intenta retener algo se le escapa
de entre las manos.
Lam berlo
Sandra
R odolfo
RODOLFO: No estoy completamente satisfecho conmigo mismo. Respi-
raba con demasiada rapidez y yo quería respirar más lentamente. Pero esto
El segundo tiempo 65
Godofredo
Jacobo
j a c o b o : Seguro, es m i fuerte.
ME: Sí, y es muy importante para nuestro camino. Hoy en día se habla
mucho de la imagen divina. Se aconseja que el hombre la revise y la mo-
difique en sentido positivo. Se afirma que quien tiene un padre estricto
padece un Dios igualmente estricto, y que su imagen divina no responde
al Dios verdadero. Se le recomienda que intente modificarla. Esta imagen
de Dios es un concepto, una representación.
El segundo tiempo 67
Berta
b e r t a : Creo haber hecho una experiencia muy importante. Al princi-
pio pude sentir todo con gran precisión y nitidez. Pero entre la parte supe-
rior de la nariz y la región detrás de la cavidad bucal no me era posible
sentir nada. Como lo deseaba, me concentré intensamente a fin de percibir
algo. Durante un rato estuve de lleno volcada a este esfuerzo por sentir.
De pronto descubrí la diferencia entre concentrarse y escuchar. Me di
cuenta de que la voluntad de concentrarme me procuraba grandes tensio-
nes, que desaparecieron como por arte de magia apenas tomé conciencia
de ella. Era todo oídos. No tenía ya que hacer nada. Me pareció que no
tenía importancia que pudiera o no percibir algo. Ya no era preciso lograr
nada, y me sentía muy despierta en el presente. Fue algo que se dio solo,
un estado totalmente nuevo para mí. Apareció de pronto, sin manipulacio-
nes de mi parte. Creo incluso que en ese momento no tenía pensamientos,
pero no estoy absolutamente segura de esto.
68 Ejercicios de contemplación
Germán
GERMÁN: Durante un buen rato pude rastrear las vias respiratorias y
permanecer en las diversas sensaciones que se presentaban. Fue hermoso.
Luego, en un momento dado, algo empezó a estorbarme. No tengo idea
de qué pudo haber sido. Fui poniéndome cada vez más tenso. A esto se
sumó cierta irritabilidad, y de pronto comprendí algo. Vi tan claro como
el agua lo perfeccionista que soy y hasta qué punto deseo hacer todo bien.
No soporto que algo no esté perfecto. Después de comprender esto se me
presentaron imágenes del pasado sobre situaciones en las que deseaba
hacer las cosas con insuperable perfección.
m e: Esto fu e u n shock p a r a ti.
Paula
Gerardo
GERARDO: S í, n o q u ie r o s e r u n p e rd e d o r.
ME: Te sientes perdedor.
GERARDO: S í, y m e e n f r e n to im p o te n te a e s ta re a lid a d .
ME: Impotente.
GERARDO: A s í es.
ME: Sientes una excesiva tensión entre lo que deseas ser y lo que real-
mente eres.
GERARDO: S í, y n o le v e o s a lid a a e s te d ile m a .
Martina
Hernies
R egina
Emilia
Damián
Iván
i v á n : Suele irme bien con este ejercicio. Una vez, al principio, tuve
un calambre en el pie y el tobillo y pensé para mis adentros: «¡Qué me
espera! ¡Si apenas comencé con la meditación!». Luego se me ocurrió:
«Dejaré que venga lo que venga, y no me ocuparé más que de mi respira-
ción». Poco a poco el calambre fue pasando. Incluso tuve la impresión
de que estos dolores me ayudaban a no divagar. Aumentaban mi recogi-
miento.
ME: Sí, lo que relatas es muy posible. Puede darse. Hay dolores físicos
que evidentemente provienen de una mala postura. En este caso hay que
sentarse bien. También pueden aparecer dolores cuyo origen no es fácil
establecer. Si pese a ellos centramos toda nuestra atención en la respira-
ción, es frecuente que dejemos de percibirlos y cesen. En este caso, nos
ayudan a lograr el recogimiento, como tú pudiste experimentar.
Si las molestias son excesivas podemos cambiar de posición, aunque
no es conveniente hacerlo a cada momento. Normalmente el cuerpo se
aquieta hasta tal punto durante la meditación que uno ya no siente la ne-
cesidad de moverse. También pueden aparecer muchos dolores de distinto
tipo que no se deben a la postura ni a achaques físicos, sino que más bien
obedecen a causas psíquicas. Habrá que sobrellevarlos.
D on
DORi: Empiezo los ejercicios con interés, pero al cabo de unos minutos
me invade un cansancio que me hace bostezar y adormilarme. Al rato
incluso empiezo a cabecear. Lucho contra esto pero en vano. Me quedo
dormida.
74 Ejercicios de contemplación
Guillermo
G u i l l e r m o : Pude mantener bien la atención en lo que hacía. Al llegar
al abdomen senti una presión que se transmitió al tórax. Poco después
sentí tensiones en la espalda. Tenía contraída la parte del medio por enci-
ma de los omóplatos. Se me hizo intolerable. Me dio calor, luego frío,
y hubiese querido interrumpir la meditación. De pronto recordé tus pala-
bras de que no prestásemos atención a los dolores y tensiones, sino que
volviésemos a la percepción. Lo intenté. Al principio no lo conseguí. Una
y otra vez traté de mantenerme firme en ella con todos mis sentidos. De
repente, no sé cómo, pude estar bien presente en lo que hacía y dejé de
sentir tensiones. Habían desaparecido de golpe. Nunca había experimenta-
do algo así.
ME: Por cierto una experiencia muy útil. Es así. Si intentamos mante-
nemos en la percepción con todos nuestros sentidos, cesan inesperadamen-
te los dolores y las tensiones. Pero no debemos andar controlándolos si
persisten, pues en ese caso no estaremos centrados en la respiración sino
en las tensiones, y entonces generalmente vuelven.
Teófilo
TEÓFILO: Ayer estaba furioso. Había estado conversando contigo y
quería pasar al tiempo siguiente. Pero me dijiste que no lo hiciera, que
El segundo tiempo 75
El tercer tiem po
b) La vivencia de la referencia al yo
d) El egoisla devoto
e) La referencia al yo en la eucaristía
f) La referencia a! yo en la meditación
3. Diálogos
C a ta lin a
CATALINA: S í, primero las sentí como totalidad, sentí que estaban allí.
Luego sentí el calor. Era agradable y yo estaba relativamente bien conec-
tada.
ME: También habrás sentido el centro de las palmas de las manos.
CATALINA: Más bien las manos como totalidad. Ya me sentí satisfecha
por poder sentir mis manos en sí. No le presté atención al centro de las
palmas de las manos.
m e : Vuelve a comenzar del mismo modo e n que ya lo hiciste. Luego
aproxímate más y más al centro de las palmas de las manos.
c a t a l i n a : ¿Allí donde estaban las heridas de Jesús?
ME: Precisamente allí. Allí fluye una fuerza de la que uno no es cons-
ciente mientras no se repara en ello con atención y reposo. También se
puede tardar cierto tiempo hasta que uno aprenda a percibirlo. Si uno no lo
siente, resulta igualmente eficaz demorarse en la pura atención.
88 Ejercicios de contemplación
Juan
JUAN: No m e fue bien. No sentí nada, y tampoco sé qué es lo que ten-
go que sentir. Por eso casi no estuve conectado, estuve en todas partes
y en ninguna, y sentí enojo porque no sé qué significa todo esto.
m e : Sientes resistencia frente a este ejercicio.
ME: Quédate un poco en esto... Ves, eso es todo. Ahora pon una palma
de la mano sobre la otra y «escucha» hacia ella. Quédate en esto. Trata de
permanecer en esta percepción.
María
MARÍA: En las últimas meditaciones hubo muchos más pensamien-
tos que antes. He escuchado hacia dentro de mis manos. A la vez per-
cibo algo en el plexo solar. Luego, después de la meditación, mientras
estaba paseando, noté un fuerte rechazo que es extraño en mí.
ME: Sentiste resistencia.
ME: Y ¿ q u é h ic is te c o n e s te r e c h a z o ?
Quise superarlo.
M a ría :
Oliver
OLIVER: Intenté escuchar varias veces dentro de mis manos. Siento
las palmas de las manos y el dorso de las manos. Luego traté de percibir
cada dedo y también pude permanecer varias veces un rato en esto.
ME: Fuiste recorriendo las diferentes partes de tus manos.
eso de recorrer tus dedos. Pero ahora vamos más allá y permanecemos
en un lugar, a saber, en el medio de las palmas de las manos. Escucha
y oye qué viene hacia ti desde allí. Vuelve allí una y otra vez.
Esteban
Cristina
CRISTINA: Me fue sorprendentemente bien. Pude hacer dos experien-
cias. Pude permanecer en la percepción, y además me resultó muy intere-
sante. El escuchar fue algo muy vivo y atractivo. Fue hermoso reposar
en la simple percepción del centro de las palmas de las manos. La segun-
da vivencia fue que mis manos me trajeron de vuelta de mis pensamien-
tos. Sin notarlo, me sumi a menudo en pensamientos. De repente volví
a sentir las manos y estaba en contacto intenso con ellas. No fue que vol-
viera desde mí. Fue la percepción de las manos lo que me convocó.
ME: Eso da ánimo para seguir. Comprométete aún más con esta per-
cepción de las palmas de tus manos. Quédate en ello con todos tus senti-
dos. Verás lo que todavía te llega desde allí.
A propósito, ¿puedo preguntarte algo?
CRISTINA: Por supuesto.
ME: ¿Fías renovado antes del retiro el propósito de la entrega, del ser-
vicio o de la alabanza?
CRISTINA: La primera vez renové conscientemente mi propósito, di-
ciéndome que valía para todo el día.
El tercer tiempo 91
Ricardo
Olga
Lucas
LUCAS: Pude sentir bien dentro lo de las palmas de las manos. Estaban
como fusionadas. No las sentí ya como dos palmas, sino como una esfera.
Entonces me volví consciente de cómo yo me repetía a mí mismo: «Siente
ahora dentro de las manos. ¿Qué sientes ahora? Ahora estuviste distraído
¡regresa, mantente en esto!». Y así siempre estaba presente una voz, y la
meditación transcurría en un doble sentido: por una parte estaban mis
esfuerzos y por otra la evaluación.
ME: Esto te molestó.
Ana
a n a : Cuando hoy percibí mis manos por primera vez, brotó dentro de
mí una profunda gratitud. Se manifestó a través de lágrimas. Luego a me-
diodía sentí dolores en las rodillas. Simplemente traté de volver a lo mío. A
pesar de ello se hicieron cada vez más intensos.
ME: Tuviste que soportar mucho.
a n a : Me dieron ganas de salir corriendo.
estar sentada media hora sin sentir dolores. Si, a pesar de ello, surgen
dolores en meditaciones posteriores, casi siempre provendrán de tensiones
internas.
Si el dolor no es excesivo y uno está dispuesto a seguir meditando,
a menudo se fortalece el recogimiento. Se está más despierto al hacerlo.
Si uno se mantiene firme en la meditación, el dolor a menudo desaparece
de golpe.
En cuanto al dolor de rodillas, todavía se puede prestar atención a si
persiste o no después de la meditación. Los dolores que provienen de
tensiones o de un esfuerzo tolerable desaparecen dos o tres minutos des-
pués de la meditación. Pero si persisten más de media hora es signo de
que están orgánicamente condicionados. En tal caso deberían sobrecargar-
se menos las rodillas, para evitar daños posteriores.
Gema
g e m a : Sentí mis manos como un campo magnético, como si una fuer-
za las mantuviera unidas. En el plexo solar... o quizá en la región del
corazón, no lo sé... Sentí algo así como una conexión con este campo
magnético. Se extendió por todo el cuerpo.
ME: Pudiste permanecer en esto.
GEMA: Sí, pero después de un rato había desaparecido. Quise volver
a sentirlo. Seguí intentándolo cierto tiempo. Entonces noté que quería
lograrlo a la fuerza. De golpe me di cuenta de cómo quiero hacerlo todo,
intervenir en todo y manipular todo. Experimenté dolorosamente cómo
este querer hacer y lograr cosas me impide la percepción actual. En segui-
da surgieron también escenas de mi vida diaria, en las que quería lograr
algo a la fuerza. Me sentí afectada, por no decir que me asusté de mí
misma. En la meditación siguiente tuve una vivencia muy central. Desde
primera hora de la tarde sentí alegría por la sensación de no tener que
hacer ni alcanzar nada. Fue una liberación increíble y la sigo sintiendo.
Me sentí amparada por la existencia y el no estar obligada a hacer nada.
Simplemente puedo estar. Hago la experiencia de cómo estoy sostenida
por la existencia. No tengo que luchar por mi propia seguridad. No tengo
que dar cuenta de nada y me siento mucho más libre frente a la opinión
de los demás. Mi seguridad se apoya en la existencia. Estoy amparada
por la existencia y gracias a esto puedo desprenderme de mi afán de
rendimiento.
Más tarde volvieron a aparecer los pensamientos. Cuando fui conscien-
te de mis distracciones, volví a la percepción. Me sorprendió no haber
experimentado absolutamente ningún sentimiento de culpa o tristeza. Sim-
plemente me dije a mí misma: «Estuviste así y simplemente es así».
ME: Pues sigue así.
El tercer tiempo 95
Osvaldo
ME: No tienes que llegar. Por todos los medios quieres llegar a tus
manos a través de la percepción. Lo vas a lograr. Pero no necesitas llegar.
Deja que tus manos lleguen a ti. Interésate por lo que te llega de las pal-
mas de tus manos. Es un giro de 180 grados en tu actitud básica.
Eres sacerdote y los sacerdotes tenemos demasiadas veces la siguiente
manera de proceder en la predicación del evangelio: Creemos que en todo
momento debemos dirigimos a los hombres para acercarles el evangelio.
Si no lo logramos y los hombres nos rechazan, opinamos que el mundo
está perdido y falto de fe.
OSVALDO: Es exactamente así. A menudo siento eso.
ME: Podemos aprender a mirar qué llega de los hombres mismos. Es-
cuchar qué quieren decirnos, cómo entienden el evangelio, descubrir cómo
experimentan a Jesucristo en su vida diaria. Es posible prestar atención
a cómo suena para nosotros el mensaje de los hombres. Si nos compro-
metemos con ello, surge la relación, surge un contacto profundo que
nos puede ayudar a ser más conscientes de la acción de Dios en nosotros,
seres humanos. Sin duda, llega hasta nosotros todo su dolor, pero por
otra parte tenemos un contacto con la realidad.
Este giro hacia la relación con la realidad también es necesario res-
pecto de Dios. Queremos llegar a Dios, queremos acercarnos más a Jesu-
cristo. El está ahí. Él se manifiesta a sí mismo, sólo tenemos que escu-
char. Habla en el silencio, pero no a través de palabras humanas. Habla a
través de la realidad. Se revela en nuestro ser más profundo, en nuestra
conciencia. Sólo tenemos que escuchar serenamente.
La percepción de las manos es importante. Pero todavía más impor-
tante es la receptividad que subyace a ella. Ella nos permite relacionamos
con la realidad.
Andrea
a n d r e a : (Se le ofreció un puesto importante que, al mismo tiempo,
significa para ella un gran desafio. Hay mucho a favor y en contra respec-
96 Ejercicios de contemplación
Tecla
TECLA: Todavía estoy muy cansada. El calor aquí es terrible. Por su
culpa no puedo sentir nada.
ME: El c a l o r te im p id e p e r c ib ir .
El tercer tiempo 97
ME:Mira, Tecla, ahí hay dos cosas diferentes. Por una parte está el
aire sofocante que molesta y oprime. Es algo desagradable, lo admito.
Por otra parte está tu rechazo frente a este calor. Esto significa más de
un cincuenta por ciento de tu malestar. Si estás dispuesta a soportar el
calor y padecerlo, desaparece más de la mitad de la incomodidad. Si en
cambio va en aumento tu rechazo del calor, aumentarán tu irritabilidad
e impaciencia.
Luis
LUIS: H o y y a te n g o m u c h a s m e n o s d is tr a c c io n e s y p e n s a m ie n to s q u e
a y e r. P u e d o e s ta r e n e l c e n tr o d e la s p a lm a s d e la s m a n o s . P e ro e s a lg o
tan tr a n q u ilo y s e c o , ta n s in m o m e n to s c u l m in a n te s ...
ME:Estás decepcionado por no experimentar momentos culminantes.
LUIS:Sí, simplemente tengo el recuerdo de otros años en que esto se
ponía muy interesante.
ME: Deseas que esto se repita.
LUIS: Sí, ese deseo existe.
Adrián
Gregorio
Walter
ME: Mira. Walter, ahí nos topamos con algo esencial. Yo te quito el
peso de tener que modificar algo. Colocamos esta carga en las manos de
Jesucristo. Ocúpate de él y él se ocupará de ti. Dile: «Señor, quiero estar
para ti; pero no me es posible. Tú. Señor, lo puedes todo, tú puedes brin-
darme en cada momento la falta de propósitos».
Si rezas de este modo, has renovado tu propósito de servirle. Al mis-
mo tiempo te liberas del peso de tener que cambiar. Esta es precisamente
la diferencia entre las formas de oración pre-conlemplativas y la contem-
plación. No tenemos que hacer nada. Basta con que confiemos en que Dios
nos brinde todo.
WALTER: Empiezo a comprender.
m e : Avancemos un paso más. Tú has cometido el error de ocuparte
demasiado de ti mismo. Te propusiste destruir primero tu referencia al
yo y llegar a continuación a Dios. De este modo estabas totalmente cen-
trado en ti mismo. Ocúpate de Dios. Contémplalo. El se ocupa de ti.
w a l t e r : (Risueño). Esto es lo que quisiera hacer, pero tú me lo impi-
des haciéndome prestar atención a mis manos.
El tercer tiempo
101
León
Estefanía
ESTEFANÍA: (Llega en un estado de tensión visible). Medito y cumplo
también con los tiempos recomendados, pero la cosa no funciona en abso-
luto y tengo que forzarme para estar sentada. Quiero meditar. Todo en
conjunto me parece que es un teatro. Me siento como corresponde, pero
tengo que obligarme a hacerlo y no estoy en absoluto conectada.
ME: Sientes resistencias frente a la meditación.
Estefanía : Sí, es como una representación teatral. Quiero meditar y
no quiero hacerlo. No tiene sentido para mí. Todo esto aquí me parece
bastante absurdo. Pero ya que estoy aquí, me digo: «Bueno, pon manos
a la obra y hazlo». Así lo intento una y otra vez, pero al hacerlo me da
rabia y me sublevo interiormente. Cuanto más quiero meditar, tanto más
imposible se vuelve.
ME: Te fuerzas a pesar de tu resistencia.
El tercer tiempo 103
ESTEFANÍA: S í, m e fu e r z o a h a c e r lo .
ME: Trata una vez de no forzarte. Interrumpe la meditación, sal a la
naturaleza y escucha dentro de ti. Escucha qué es lo que interiormente
quieres de verdad. Abrete a tu interioridad, para saber qué es lo que te
gusta. Libérate de esta presión.
ESTEFANÍA: Pero eso es una derrota.
ME: ¿Una derrota?
ESTEFANÍA: Sí, una derrota, porque renuncio a la meditación.
ME: No es ninguna derrota, sino una búsqueda de lo que viene en for-
ma auténtica desde ti misma. Para ti en este momento la meditación está
como impuesta desde fuera. No puede llegar hasta dentro, porque bien
dentro de ti hay otra cosa. Por eso surge en ti la impresión de un teatro.
Intentaremos los dos liberarte de esta presión externa, para que descubras
tu libertad interna. Deja que tenga validez lo que te hace libre.
Sal a la naturaleza, distráete, escucha qué surge dentro de ti, qué es
lo que deseas, qué te gusta. No vayas a meditar ahora. Tampoco tienes
que asistir a la celebración de la eucaristía, si no lo deseas. Has de sentirte
libre. Ven mañana y cuéntame cómo le ha ido.
ESTEFANIA: (Al día siguiente). Ayer, cuando salí después de hablar
contigo, me puse a llorar. Lloré casi toda la noche. Tuve conciencia de
que había estado bajo una presión tremenda.
También fui consciente de la presión de rendimiento a la que estoy
sometida en la parroquia. Aquí ocurrió exactamente lo mismo. Me entu-
siasmo con mi trabajo, me meto en él apasionadamente, pero en un segun-
do plano percibo siempre mi incapacidad. Aquí ocurrió lo mismo. Llegué,
quería empezar sin más a meditar, pero al mismo tiempo senti la presión
de no alcanzar la meditación. Tengo la impresión de calzar un zapato que
me queda grande.
En la parroquia trabajo con los padres de los niños que se preparan
para tomar la primera comunión. Ellos son mayores que yo y a menudo
me critican por detrás. Cuando por casualidad me entero de esto me siento
muy herida. Me siento una vez más incapaz para esta tarea.
(Viene a continuación una larga charla acerca de que está en su primer
año de trabajo y que además no es fácil vérselas con la parroquia. Es
consciente de que en el primer año es normal que surjan dificultades, etc.
Antes de renunciar a su trabajo, podría aprender a tener más paciencia
o cambiar de puesto. Cuenta extensamente que también tiene experiencias
muy hermosas y éxitos).
Ahora me siento mucho más tranquila.
m e: ¿Tienes ganas ahora de recomenzar con la meditación?
E s t e f a n í a : Sí, a h o r a te n g o v e r d a d e r a s g a n a s d e h a c e rlo .
ME: Entonces vuelve a comenzar, pero al principio poco a poco. No
vuelvas a meterte en ello con todas tus fuerzas. Intenta siempre quedar
104 Ejercicios de contemplación
en contacto con tu centro y sentir qué viene desde dentro. Cuando vuelvas
a sentir presión, trata de contemplarla y de decirte a ti misma: «Sí, ahora
vuelve a acercarse esta presión mía que conozco. Le doy la bienvenida.
Ahora voy a ver qué hace esta presión dentro de mí». Si la presión no
desaparece o vuelve de inmediato, interrumpe la meditación. Sal otra vez
a la naturaleza, hasta que te sientas libre de la presión. Pero no te sometas
a una presión de liberarte pronto para poder volver a retomar sin más la
meditación.
ESTEFANÍA: Creo que lo entendí.
ME: Y te digo una cosa más, Estefanía. Esta presión se vio provocada
en ti por una sobreexigencia y acrecentada al máximo. Puedes dejar que
esta tendencia a la presión se disuelva por completo si la tratas tal como
hemos dicho en nuestra conversación. Así esta tensión desaparecerá en
un tiempo limitado y no volverá más. Entonces serás completamente libre
y podrás volverte contemplativa en tu vida diaria.
Estefanía: Gracias.
a) Vida y muerte
cia. Era una evidencia absoluta. Pero yo tenía diecisiete años y, por
ende, no elaboré mayormente esta experiencia. Tampoco me pre-
guntaba si esta presencia era evidente para todos o no.
Al abandonar el sótano noté un cambio en mí. En medio de las
ruinas, los escombros y la ceniza, en medio de la apatía, la depre-
sión y el nerviosismo generalizados, me sentía feliz y dispuesto a
ayudar. De tal modo que pude participar con todas mis fuerzas y
mi amor en las tareas de salvamento.
La experiencia fue muy importante para mí. Al principio recor-
daba con frecuencia estos momentos, luego más esporádicamente.
Pasadas algunas semanas, desaparecieron los sentimientos relacio-
nados con ella. En una palabra, se esfumó la vivencia arrolladora
que la acompañaba. Pero quedó ese atisbo, esa nostalgia por lo
absoluto, por el Cristo resucitado que todo lo contiene, la concien-
cia de nuestro verdadero hogar.
Esto cambió mi relación con nuestro mundo perecedero y tuvo
una influencia decisiva en mi vida. Me fue concedido enfrentarme
cara a cara con la muerte y esto me permitió tomar conciencia de
la vanidad de este mundo. A esto me referiré a continuación.
Daré unos ejemplos más de cómo esta ley del vaciarse desempe-
ña un papel preponderante, tanto en circunstancias cotidianas como
en momentos cruciales de la vida.
En primer lugar está el escuchar. Quien escucha realmente a un
semejante, se vacía mientras lo hace. Se desprende de su propia
ideología, sus intereses, sus urgentes tareas, su deseo de ayudar,
pero principalmente de sus pensamientos y sentimientos. Se abre
completamente al otro. Entendámonos, esto sólo vale para el periodo
de tiempo en que se escucha. Luego podrán darse otras fases del
diálogo, pero mientras recibe lo que el otro le transmite, el que
escucha debe olvidarse por entero de sí mismo y entregarse de lle-
no al otro. Me pregunto si nosotros, que nos dedicamos a la cura
de almas, no estamos excesivamente inmersos en lo que es organi-
zar, disponer, reclamar, corregir y aconsejar, y si no nos está fal-
tando esa modesta capacidad de vaciamos para escuchar al prójimo.
El vaciarse cumple otra función importante en la asistencia espi-
ritual. En lo esencial podríamos formularlo de la siguiente manera:
¿confia el asistente espiritual en su propia capacidad o, por el con-
trario, en la gracia que le permite transformarse en instrumento de
Dios? Esta confianza se manifiesta particularmente en la preparación
para la asistencia espiritual. Cuando una persona sólo confía en sí
misma, pone el acento en el estudio intelectual, la investigación y
la organización. Difícilmente tendrá tiempo para la quietud que su-
pone vaciarse en presencia de Dios. Si, por el contrario, confía en
la gracia, pondrá todo el peso de su preparación en el silencioso
proceso de vaciarse y persistir en la presencia de Dios. Sentirá que
se vuelve más permeable a la gracia divina y así podrá ser un mejor
instrumento en las manos de Dios. No significa esto que deba des-
¡16 Ejercicios de contemplación
g) La contemplación y el vacío
Si es cierto que Dios llena el vacío, que toda pobreza e impo-
tencia atrae la presencia de Dios, que las bienaventuranzas evánge-
El cuarto tiempo 117
3. Diálogos
Elias
ELÍAS: Un día antes de los ejercicios me resfrié. Me dio fastidio, pues
no puedo meditar cuando estoy resfriado, y deseaba meditar a toda costa.
Durante todo el año no dispongo más que de esta semana. Acudí al médi-
co y me prescribió antibióticos para librarme del resfriado. Los medica-
mentos no me ayudaron mucho y sigo luchando contra este malestar.
ME: Luchas contra el resfriado.
ELIAS: Si deseo meditar, no me queda otra alternativa.
ME: El resfriado no entra en tus proyectos.
ELIAS: No, ansio estar con Dios. Deseo concentrarme por entero en
mis ejercicios.
ME: Mira, Elias, cuando deseas obtener algo a toda costa, eliminas lo
que se interpone en tu camino. En nuestro primer diálogo te hacía notar
cómo desplazas determinados sentimientos en tu trabajo, porque te estor-
ban en el logro de tus objetivos. Ayer te quejabas de que tenias demasia-
dos pensamientos. Analizamos cómo en esta lucha contra tus pensamientos
quizás estés reprimiendo algo. Ahora me dices que has venido a hacer
tus ejercicios intentando bloquear tu resfriado con antibióticos, porque
éste no entra en tus proyectos. Mira, estabas agotado por el trabajo, y con
el resfriado tu cuerpo quiso darte una señal de que estás sobrecargado de
tensiones reprimidas. Intentaba descargarlas a través del resfriado. El can-
sancio y las tensiones necesitaban expresarse y tú los bloqueaste con anti-
bióticos.
120 Ejercicios de contemplación
Borja
BORJA: Mi meditación marcha muy bien. Me concentro en las palmas
de mis manos y mantengo la concentración. Tampoco me persiguen dema-
siados pensamientos. Hace cierto tiempo que ando así. Siento gran deter-
minación y entrega dentro de mí, y confio en que sea lo correcto. Me
siento tranquilo. Puedo afirmarlo con certeza, ya que experimento algo pa-
recido en mi vida cotidiana y en mi trabajo.
ME: Me alegra, Borja. Pero cuando te observo me hago una pregunta.
BORJA: ¿ C u á l?
BORJA: Podría ser que me vuelque en mis tareas con cierto encarniza-
miento...
ME: (Silencio).
BORJA: Más de una vez me dijeron, supongo que en broma, que soy
un hueso duro de roer.
ME: La oración contemplativa es algo delicado. Es como una flor que
crece si se la rodea con cariño y se contempla cómo se va desarrollando.
Podrá regársela y ponerla al sol, pero no se la puede urgir a que crezca.
Así como la flor se va desarrollando, también se manifiesta el ser y la
presencia de Dios. Todos nosotros, tan acostumbrados como estamos a
una mentalidad de rendimiento, corremos el peligro de querer intervenir
en exceso.
Me pregunto si, al estar sentado, estás distendido y relajado. Acabas
de decir que te concentras en tus manos.
El cuarto tiempo 121
Lucía
LUCÍA: N o s é s i a q u í, m i e n tr a s h a g o lo s e je r c ic io s e s p ir itu a le s , d e b o
c o n tin u a r o n o c o n m i d ia r io ín tim o . H a s ta a h o r a s ie m p r e s o lía a n o t a r lo
q u e s u c e d ía c a d a d ía . P e ro a h o r a te n g o m is d u d a s a l r e s p e c to .
ME: D u d a s s i e s lo c o r r e c t o .
LUCÍA: P o r u n la d o , d e s e a r í a d e j a r s e n ta d o s m is p e n s a m ie n to s e s e n c i a -
les p a ra p o d e r le e r lo s lu e g o p e r o , p o r o tr o , m e d o y c u e n ta d e q u e « v iv ir
en el p r e s e n te » s ig n if i c a r e n u n c i a r a e s to .
ME: N o h a y n a d a q u e o b j e t a r si d e n o c h e a p u n ta s b r e v e m e n te lo q u e
s u c e d ió d u r a n te e l d ía , a u n q u e n o ta n to lo s p e n s a m ie n to s q u e te h a n tr a s -
m itid o o h a s c r e a d o tú m i s m a , s in o lo q u e h a s u c e d i d o d e n t r o d e ti. P o -
d ría s ir ta n te a n d o tu in t e r io r , p a r a v e r si n o a p u n ta s to d o p o r u n im p u ls o
á v id o d e p o s e s ió n .
LUCÍA: B ie n p o d r ía s e r.
ME: T o d o lo q u e te s u c e d e q u e d a d e n tr o d e ti y s e in t e g r a a tu v id a .
N o h a c e f a lta q u e n e c e s a r ia m e n te lo v u e l v a s a p o n e r s o b r e e l p a p e l. E l
q u e tie n e e x p e r i e n c i a n o n e c e s i ta a n o t a r lo to d o .
Inés
ME: Esto suele estar ausente en nuestras relaciones con los hombres.
Todos desean obtener algo del otro, convencerlo o modificarlo. No pue-
den, pues, recibirlo y dejarlo ser tal cual es. El mismo problema lo tene-
mos en nuestra relación con Dios. Nos creamos una determinada imagen
de Dios: creemos saber cómo es él y qué es lo que él quiere. Por eso,
esperamos que reaccione exactamente como lo previmos. Pero Dios es
diferente. Está ahí. No lo encontramos, porque estamos llenos de prejui-
cios y no nos abrimos sin reservas a su presencia.
Sara
SARA: Me fue muy bien durante la meditación. No tardé en sentir mis
manos. Primero se calentaron. En seguida las senti como un todo, y al
mismo tiempo percibí las plantas de mis pies. Luego sentí un cosquilleo
en las manos y, a continuación, una sensación de bienestar. También pude
sentir algo esférico en las manos. Luego se enfriaron completamente y
tuve una sensación extraña, como si estuvieran totalmente separadas de
mí. Luego volví a sentirlas muy cerca.
ME: Una rica variedad de sensaciones.
El cuarto tiempo 123
Francisco
FRANCISCO: Me encuentro en el cuarto día de mis ejercicios. Me he
apaciguado, y durante las meditaciones «escucho hacia adentro» de mis
manos, por así decirlo. La cosa marcha bien. Ahora me pregunto si no
me convendría leer algo al mismo tiempo. Tengo conmigo un libro muy
importante, que me ha inspirado muchas veces en la vida y al que siempre
recurro cuando estoy en un trance difícil o cuando busco profundizar la
fe. ¿No podría ser útil reforzar el ejercicio de escuchar con algunas refle-
xiones de este libro?
ME: Tienes ganas de leer.
FRANCISCO: Sí, tengo ganas. Pero no se trata sólo de eso: la lectura
podría ser un complemento de la meditación.
ME: La complementaría con pensamientos, sentimientos, devociones
y recuerdos.
FRANCISCO: Te refieres a que la complementaría con aquello que en
realidad queremos superar.
ME: Exacto. Tratamos de deshacernos de lo que está a nivel mental,
los sentimientos y las ocupaciones. La lectura te proporciona precisamente
estos elementos. En sí son muy buenos, pero nosotros pasamos ahora a
un nivel más profundo: al ser, al ser consciente. Para ello es más conve-
niente centrarse por entero en el presente y dedicarse a indagar en la exis-
tencia, pues es lo que conduce en forma más directa a la presencia de
Dios. No se trata de tener pensamientos acerca de Dios ni sentimientos
devotos, sino de un contacto directo con él. El presente mismo es el libro
abierto en el que leemos.
124 Ejercicios île contemplación
Jorge
Brígida
B r í g i d a : Estoy muy desanimada. Ya en otras ocasiones también perdí
la esperanza por no avanzar. No puedo concentrarme en la meditación.
La abandoné varias veces. No tiene sentido continuar. No puedo percibir
mis manos y, si llego a percibirlas, no será más que por pocos segundos.
En seguida me distraigo. Los pensamientos me acosan de tal manera, que
me siento impotente en mi esfuerzo por deshacerme de ellos. Esto no es
de ahora. Hace cierto tiempo que me viene sucediendo. A menudo me
pregunto qué es lo que hago mal. Además, esta intranquilidad es una tor-
tura para mí. Constantemente estoy a punto de abandonar.
m e : Abandonas porque no puedes meditar en paz.
B r í g i d a : Sí, el a s u n to n o a n d a .
ME: ¿Qué e s lo q u e d e b e r í a a n d a r?
BRÍGIDA: Naturalmente la meditación.
no tengas éxito. Los resultados no son importantes. No hay nada que de-
bamos lograr, es suficiente realizar el esfuerzo con seriedad y con per-
severancia.
En el curso de los ejercicios, algo se moviliza una y otra vez en tu
interior. En tu caso se trata de intranquilidad y resignación. Mientras esto
no se afloje, ejerce una presión sobre tu cuerpo, tu estado de ánimo, tus
pensamientos, y no te permite meditar tranquila; pero no significa que
tu meditación no sirva.
¿Puedo hacerte una pregunta?
BRÍGIDA: Por supuesto.
me: ¿Renuevas el propósito de ofrendar cada media hora a Dios, y
haces después de cada meditación un examen de conciencia, para compro-
bar si realmente ofrendaste ese tiempo a Dios?
BRÍGIDA: (Titubeando) En realidad no lo hago. Lo hice el primer día
después de que tú nos recomendaras que lo hiciésemos, pero luego ya no
lo he hecho.
me: Vuelve a hacerlo y permanece fiel a esto. Vale para cada día y
cada meditación.
Ginés
GINÉS: Medito en paz, pero cuando me estorba un ruido exterior me
fastidio tremendamente. Me inquieto cada vez más, y no logro zafarme
de estos ruidos. Hubo hace poco una obra en construcción frente a nuestra
casa. Durante horas enteras trabajaban con un martillo neumático. A cada
rato lo ponían en movimiento y lo paraban. Me ponía frenético.
O cuando alguien se queda en la puerta conversando, no puedo dejar
de atender a eso. Y más fastidio que las voces mismas me da la desconsi-
deración de los demás. También ruidos más leves pueden desviar mi aten-
ción. Mi vecino en las meditaciones respira tan pesadamente que me irrita,
y así no puedo meditar.
ME: Te fastidian los ruidos.
GINÉS: Desvían mi atención.
me: No son los ruidos los que desvían tu atención, sino tu fastidio.
Vuélvete de los factores perturbadores hacia tu sentimiento presente. De-
tente un instante en tu desazón.
A continuación, lleva todos tus sentidos hacia la percepción de tus
manos. No prestes más atención a los ruidos e interésate únicamente por
tu tarea. El hombre con el martillo neumático realiza su tarea, y tú con-
céntrate en la tuya. Si no lo logras, trata de percibir partes aisladas de
tu cuerpo. Será más fácil que eso capte tu atención. Por ejemplo, presta
126 Ejercicios de contemplación
Joñas
JONÁS: Después de algunos minutos de meditación me vienen dudas
sobre si realmente estoy centrado en lo que hago o si estoy dando vueltas
en tomo a mí mismo. Me pregunto si hay algo que hago mal. No me es
fácil deshacerme de esta duda. Mientras no estoy seguro de estar meditan-
do en la forma correcta, no encuentro tranquilidad. Naturalmente se agre-
ga el factor de que soy del tipo de personas que se controlan mucho y
siempre desean saber si hacen bien las cosas.
ME: Te sientes inseguro en tu interior.
JONÁS: Sí, a s í e s .
Juan
Ronaldo
ro n ald o : En los últimos años he meditado en paz y recogimiento.
Hoy, en cambio, me han surgido infinidad de pensamientos e imágenes.
Me siento intranquilo. Me acordaba de ciertos programas de televisión.
Por todos lados hay muerte, miseria e injusticias. Me resultaba deprimen-
te. Mi niñez fue feliz y no me siento abrumado por el pasado. Solía parti-
cipar en grupos juveniles y así aprendí a asumir responsabilidades. Tam-
bién actué políticamente en grupos tercermundistas. La injusticia del mun-
do me afecta mucho. Tengo claro que en cierto sentido soy responsable
de los demás. Pero este sentimiento me volvió a invadir con tal fuerza,
que no he podido concentrarme en la percepción de mis manos. ¿Puedo
estar sentado aquí mientras tantas personas sufren hambre, persecuciones
y destierro, reciben trato injusto, son asesinadas? ¿Puedo estar sentado
como si esto no tuviera que ver conmigo? ¿No sería mejor que luchara
en pro de una mayor justicia y cambios en las estructuras? Estos pensa-
mientos me torturan. Por eso no encuentro la paz.
ME: Sientes una tensión entre tu responsabilidad frente a los hombres
y el hecho de estar sentado aquí, inactivo.
RONALDO: Sí, y me destroza ver al vivo en televisión todas estas esce-
nas de injusticia y miseria, tan dolorosas y deprimentes. Me tira abajo y
me llena de sentimiento de culpa, pues pienso que debería ayudar más, o
al menos siento la responsabilidad humana de hacer algo. Todo esto me
invade con una fuerza tremenda.
ME: Mira, Ronaldo, al comienzo de los ejercicios expliqué de qué ma-
nera constituyen la mejor escuela para servir al ser humano. Te habías
El cuarto tiempo 129
Hugo
C a s ia n o
esto?
ME: Tú esperas que la puerta se abra.
CASIANO: Sí, y nada ocurre.
ME: ¿Puedes concentrar tu atención en tu impaciencia?
CASIANO: ¿En mi impaciencia?
ME:Sí, en tu impaciencia. En lugar de pensar cómo solucionar el asun-
to de la puerta cerrada, vuelve tu atención sobre ti mismo y la impacien-
cia que hay en ti. En vez de maquinar cómo podrías derrumbar la puerta
con la barra de hierro, detente a ver qué ocurre en tu interior: «¿Cómo
y dónde siento esta impaciencia en mi cuerpo? ¿Cómo se me manifiesta
este afán de querer alcanzar algo?». Renuncia a que se abra la puerta.
Nada debe abrirse. Todo está aquí. Todo está dado en el presente.
Y luego recuerda que has venido para servir a Dios, se abra la puerta
o no. No es Dios quien debe servirte al abrirte la puerta, eres tú quien
desea servir a Dios, o al menos ese es tu propósito, sin que tengas que
alcanzar o aspirar a algo determinado. Trata de ofrendar tu tiempo a Dios,
dejando de lado toda expectativa puntual.
E s tr e lla
Alicia
ME: Puede ser. Pese a ello, trata d e «llegar» a tus manos y a través
de ellas al presente. Observa lo que proviene de Dios, lo que proviene
del presente. Lo que proviene d e ti ya lo conocemos: bloqueo, afán de
rendimiento, deseos de hacer. Pero repara en tus manos, «escucha» hacia
132 Ejercicios de contemplación
dentro de ellas, fíjate en lo que viene de ellas y en lo que viene del pre-
sente. De allí no viene el afán de rendimiento. Repara en lo que pro-
viene de allí.
ALICIA: (Al día siguiente). Todavía no me va bien del todo. Estoy más
en el presente, pero la cosa podría andar mejor.
ME: Todavía no estás satisfecha.
ALICIA: Sí, estoy satisfecha, pero...
ME: Pero no del todo.
ALICIA: (Sonríe). Es cierto, no del todo. Tuve un sueño. Quería viajar
a un lugar. Habia una cola delante del autobús y tardé una eternidad en
subir. Cuando finalmente lo logré y el autobús se puso en movimiento,
avanzaba muy lentamente. Estaba enervada, porque hacia rato que debía
haber llegado. De pronto me di cuenta de que el autobús iba en otra direc-
ción. Me invadió una rabia terrible, pero el autobús no se detenía y no
podía bajarme. Con esta tremenda irritación me desperté.
ME: Y te habrás alegrado.
ALICIA: ¿Alegrado? Por e l contrario, estaba furiosa.
ME: Pero el sueño te acercó a tu sentimiento. Eso era lo que tú que-
rías.
ALICIA: Lo que yo quería eran otros sentimientos.
ME:Esta experiencia te será de gran utilidad. Ahora podrás ver bien
cómo tú misma te bloqueas. Quieres determinar tú misma los sentimientos
que habrás de tener y, de este modo, te cierras herméticamente a ellos.
No permites que se presenten, sino que pretendes dictar cuáles habrán de
surgir. De este modo no te abres a la realidad, a lo que realmente existe,
y de ahí el bloqueo. Deja que tus sentimientos se manifiesten, sin tachar-
los de buenos y malos. Deja que sea lo que es. Entonces desaparecerá el
bloqueo, se derrumbará esa «pared» que tú misma te has puesto delante.
Ciertamente puedes influir en tus acciones, pero a tus sentimientos debes
dejarlos fluir libremente.
Amelia
Es, por así decirlo, la vivencia del contenido de la Escritura. ¿Cómo po-
dría centrarse una persona en el Cristo resucitado y ahora presente, si no
albergase ya dentro de si la buena nueva del evangelio?
AMELIA: Entiendo, pero esta atención que debo prestar a mis manos
no me lleva a la devoción tanto como las palabras de los salmos.
ME: Me alegra. Al orar, buscamos alivio, recogimiento, sentimientos
elevados y mucho más, porque nos acercan a Dios. Pero los sentimientos
religiosos son cambiantes por naturaleza. Son religiosos, pero no son más
que sentimientos. La contemplación, en cambio, pretende llevamos a nivel
del ser. Es más profunda. Para poder profundizar, debemos libramos de
nuestros sentimientos religiosos. Ellos no son Dios. Para llegar a Dios
recorremos el camino que va hacia lo más profundo.
a m e l i a : Pero es u n camino penoso.
Judit
JUDIT: Me distraigo mucho en la meditación. Casi no logro «llegan)
a mis manos. Pasa un buen rato hasta que tomo conciencia de que me he
distraído. Es como si no tuviese fuerzas para «volver» a mis manos. Aun
si me doy cuenta de mi distracción, tardo mucho en volver a ellas. Es
como si la meditación no me interesase. Pero sí me interesa, sólo que mi
voluntad flaquea. Tal vez debería fortalecer mi voluntad.
ME: Te sientes con falta de voluntad e indecisa.
JUDIT: No sé.
JUDIT: Algo a s í.
te... ahora lo veo... (Habla largo y tendido sobre las personas y los proble-
mas que la absorben y luego vuelve a permanecer en silencio durante
largo rato).
ME: La meditación sólo se profundiza cuando, al menos en el momento
en que se practica, Dios está en primer lugar. Todo lo demás deberás
descartarlo. La meditación está atada a la posibilidad de descartar. Da lo
mismo que un pájaro tenga atadas las patas con una cadena o con una
cuerda fina. De una u otra manera, no puede volar. Lo mismo sucede en
la contemplación. Mientras tu corazón esté adherido a algo que no es
esencial, lo esencial, lo abarcador, lo auténtico no puede captar tu aten-
ción, que está sujeta a otra cosa. Echa fuera esa otra cosa. Verás como no te
vas a arrepentir.
Loren
LOREN: Medito mucho mejor al aire libre. Si medito en mi habitación,
en la sala de meditaciones o en la capilla, me resulta dificultoso hacerlo,
encuentro cierta resistencia interior. No logro el recogimiento. Me muevo
como en un pantano. Cada minuto me resulta laborioso y agotador. Por
otra parte, si medito en la naturaleza, todo me resulta fácil. Me recreo
y, a la vez, estoy mucho más presente. Últimamente he pasado mis perío-
dos de meditación casi siempre fuera.
ME: Al aire libre le concentras mejor.
LOREN: Sí, pero no dejo de tener ciertas dudas. Cuando medito dentro
lo hago con esfuerzo. Si después salgo, me siento más relajada y más
alerta. Pero si medito largo tiempo en la naturaleza, no logro un recogi-
miento satisfactorio. Sobre todo en la vida diaria mi meditación es muy
dispersa y. sin embargo, me siento mejor afuera.
ME: No hay duda de que la naturaleza es una gran maestra de la con-
templación. Pero creo que pasas por alto una cosa. Si hallas resistencia
y estás tensa en tu meditación, es porque probablemente deseas alcanzar
algo. Puede ser que tengas pensamientos tales como: «Ahora estoy medi-
tando; ahora tendría que avanzar; ahora desearía lograr un recogimiento
más profundo». Deseas lograr algo y eso te provoca tensiones. Luego,
sales a la naturaleza y te sientes libre de la tensión de tener que lograr
algo. Por eso crees que es mejor meditar afuera.
LOREN: Ahora noto, efectivamente, que al estar sentada me encuentro
presionada por mi afán de rendimiento y en la naturaleza no. Es verdad.
ME: Pero en la naturaleza hay muchas distracciones. La hermosa natu-
raleza no es el desierto genuino donde nada te aparta de lo tuyo. Sentada
en la sala de meditaciones o en tu rincón de meditaciones estás más en
el desierto. Es un camino más directo para lograr el recogimiento. Por
eso, aprende a despojarte de tu afán de rendimiento.
136 Ejercicios de contemplación
Conrado
CONRADO: Las últimas meditaciones me parecieron interminables. Te-
nia la impresión de que nunca acabarían. Con frecuencia miraba el reloj.
El tiempo se prolongaba, interminable y monótono. Me pareció que nunca
pasaría esa media hora.
ME: Te aburrías.
I. Alocución: Ia redención
a) El secuestro
c) El pecado
Estos aspectos sombríos son el verdadero pecado. Muchos cris-
tianos creen que sólo es pecado el acto realizado en forma culposa.
Este último se llama pecado personal, y no constituye más que una
parte insignificante del verdadero pecado. Podríamos calificarlo
como el pecado más inofensivo. Podemos arrepentimos de las ac-
ciones realizadas libremente y renunciar a ellas. En la confesión
se nos perdona la culpa, podemos tener esperanza de que nos alcan-
ce la misericordia divina y olvidar nuestras malas acciones.
Otra cosa muy distinta ocurre con las tendencias negativas cró-
nicas en nuestro interior. Sus raíces son tan profundas que fácil-
144 Ejercicios de contemplación
f) A imitación de Jesucristo
Estamos en la tierra para ser redimidos. El pecado, lo oscuro
dentro de nosotros, nos separa de Dios y los hombres. Sólo cuando
148 Ejercicios de contemplación
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2. Indicaciones para la meditación
3. Diálogos
Olga
O l g a : Este «sí» me da que hacer. Me esfuerzo y no dejo caer los bra-
zos, pero me cansa mucho.
ME: Te agota el «sí».
ME: En el f o n d o n o q u e r ía s d e c ir le « s í» a to d o e s to .
m e: ¿Y p o r q u é n o h a b r ía s d e h a c e r lo ?
OLGA: Interpreto el «no» como un «no» a mi vida, y yo quiero decir
«sí» a mi vida.
ME: Ya veo, pero con tu «sí» no puedes subirte al tranvía, pues tu
«no» todavía está dentro. Sé amable y deja que salga. Di «no» hasta que
cese por sí mismo.
OLGA: ¿Cesará?
ME: No tienes por qué meterte demasiado en tu «no». Simplemente
mantente alerta a lo que pugna por salir. Cuando tu pasajero se haya baja-
do del tranvía, llegará un sí. Pero no digas «sí» ni «no» a algo en particu-
lar. Atiende únicamente a la palabra y a su sonido.
OLGA: Lo intentaré.
Daniela
DANIELA: Hace ya algunos días que toda mi atención confluye en el
centro de las palmas de mis manos. Estoy ligada de tal manera al presen-
te, que me costó decidirme por el sí. Finalmente lo hice hace dos días.
Al principio fue difícil. Me parecía demasiado combinar las manos con
154 Ejercicios de contemplación
Margarita
MARGARITA: Estos últimos días fueron muy difíciles. Han empezado
a surgir tantas cosas del pasado y de mis ataduras interiores que me siento
agotada. No se trata de aspectos sombríos del momento. Es mi propia
estructura interior, pervertida y pecaminosa. Nunca había podido ver tan
hondo dentro de mí.
ME: Te ha perturbado.
ME: ¿Al menos intentaste volver una y otra vez a la percepción de tus
manos?
MARGARITA: N o lle g u é a h a c e r lo .
Gabriel
Victor
VÍCTOR: Tengo dificultad en concentrarme. Cierto es que repetidamente
vuelvo a mis manos y al «sí», pero al instante estoy en otra parte. Estoy
muy distraído, y la culpa la tiene mi escasa fuerza de voluntad. No puedo
obligarme a concentrarme como desearía.
ME: Tienes escasa capacidad de concentración.
Amaldo
a r n a l d o : ¿Dejarlos estar?
Manuela
M a n u e l a : Me cuesta esto del sí. También llegar a la percepción de
mis manos me resultó una tarea dificultosa. En los últimos dias pude fi-
nalmente centrarme en ellas... ¿y ahora deberé pasar a otra cosa?
ME: Hm.
MANUELA: Lo intenté, pero sin demasiado éxito.
MANUELA: Sí, lo sentí como una carga. Por otra parte, sé que se trata
de una introducción. Siento que es necesario recorrer algunos tramos difí-
ciles para encontrar el camino.
ME: Estás dispuesta a recorrerlos.
Benito
BENITO: No sé qué me sucede. Empecé los ejercicios muy bien. Estaba
lleno de alegría y expectativa. Pero hace dos días estoy como desorienta-
do. A cada rato me pregunto de qué me sirve estar sentado aquí como
un tonto. También siento dudas y fastidio por la pérdida de tiempo y la
inactividad.
ME: Te sientes como perdido.
BENITO: Sí .
me : Espero que no trates de responder a estas preguntas sobre el senti-
do de lo que haces.
benito : Los dos primeros días no lo hice. Ahora a cada momento me
sorprendo discutiendo conmigo mismo sobre el sentido de la meditación.
ME: Cuando lo notas, ¿vuelves sin vacilación a tus manos y al «sí»?
BENITO: No siempre.
ME: Las preguntas sobre el sentido de las cosas se urden en la cabeza,
es decir, en el plano mental. Con este plano nada tenemos que ver por
el momento. No lo permitas conscientemente ni por un instante.
BENITO: Sí, pero no sé por qué he de meditar. No estoy motivado.
ME: Ahora no tienes por qué saberlo. Las preguntas sobre el sentido
de esto van surgiendo, es algo natural. Por eso le pregunté al iniciar los
ejercicios, si deseabas que te introduzca en la oración contemplativa y
si estabas dispuesto a que te guíe. Tú deseabas hacer ese experimento y,
por lo tanto, te pedí que renunciaras a las preguntas sobre el sentido de
las cosas hasta concluir los ejercicios. Por propia experiencia sé que estas
preguntas surgen inevitablemente, y que se deberá renunciar a ellas si se
desea recorrer este camino. Ahora no podrás responder a esta pregunta.
Lo único que puedo hacer es volver a invitarte a recorrer juntos este tra-
mo del camino. Mientras tú mismo no hayas recorrido este trecho de diez
días de duración, no podrás juzgar si la meditación podría o no ser tu ca-
mino. Al cabo de estos días te ruego, sí, que hagas una evaluación de tu
experiencia, para ver si estos ejercicios te han aportado algo. Si no es así,
podrás olvidarte definitivamente de la meditación. Pero en esta etapa es
imposible que puedas emitir un juicio, pues te falta la experiencia.
La meditación lleva inevitablemente a través de crisis, en las que no
se ve sentido a lo que se está haciendo.
Los ejercicios tienen mucho que ver con la confianza. Pones tu con-
fianza en un hombre porque piensas que puede llevarte un paso más allá.
Esta confianza se limita a los días que duren los ejercicios. Durante este
período no es necesario que tengas seguridad propia. Tu seguridad reside
en la confianza. Tu motivación consiste en que sigas a alguien al que has
160 Ejercicios de contemplación
Renata
RENATA: Estuve muy inquieta durante la meditación. Trataba de tran-
quilizarme diciéndome: «¡Tranquilízate!» y «estoy tranquila». Y efec-
tivamente me tranquilizaba y podía entonces sentir mis manos. En forma
parecida procedo cuando estoy muy distraída. Digo: «Me mantengo en el
presente» o cuando empiezo a adormilarme: «Estoy despierta».
ME: Te has sometido a un entrenamiento autógeno.
R e n a t a : Sí, y m e h a a y u d a d o .
ME: El entrenamiento autógeno se realiza en base a un método muy
bueno. Damos órdenes al inconsciente y éste las acoge. De este modo,
podemos llegar a tranquilizamos o a alcanzar otros estados. Es una espe-
cie de autohipnosis. Tiene un efecto práctico concreto y bien definido.
RENATA: Nosotros hacemos casi lo mismo.
ME: La oración contemplativa es otra cosa. Los dos procedimientos
son aparentemente parecidos, ya que ambos nos llevan fácilmente a tran-
quilizamos, pero representan actitudes opuestas. En la contemplación esta-
mos convencidos de que la verdadera vida duerme en el fondo del alma.
Está aquí, sólo hace falta que se manifieste. Partiendo de esto, nuestra
tarea consiste únicamente en dejar que suceda lo que sucede y prestar
atención a lo que nos llega de nuestra verdadera naturaleza. De allí pro-
viene la claridad, la unidad, la fuerza y el amor. De allí nos llega la vi-
vencia de la presencia de Dios. Partiendo de esta convicción, renunciamos
a todo lo que sea «hacer» y «lograr». Nos entregamos a lo que se nos
brinda, a lo que sucede, a lo que se muestra, a lo que se manifiesta. En
cambio, en el entrenamiento autógeno enviamos órdenes. Queremos pro-
vocar algo. Queremos forzamos a alcanzar lo que es bueno. En la contem-
plación nos cuidamos bien de evitar toda intervención desde fuera y per-
mitimos que se muestre por sí solo nuestro ser más profundo, que se nos
manifieste la Trinidad latente. La contemplación es un proceso de toma
de conciencia.
El quinto tiempo ¡61
Heriberto
HERIBERTO: En la meditación encuentro una profunda paz, aunque
muchas cosas se muevan dentro de mí. De noche, por el contrario, tengo
muchos sueños y duermo más intranquilo que cuando no estoy haciendo
los ejercicios.
Anoche, por ejemplo, soñé que estaba en un enorme castillo. En el
piso superior estaba sentado el jefe, en una oficina elegantísima, delante
de un escritorio inmenso con muchos teléfonos. Yo estaba en el sótano,
oscuro y maloliente. Quería llegar a donde estaba el jefe, para decirle que
pensaba comprar un barco y fundar una empresa. Pero no podía acceder
al piso de arriba, o sea, al jefe. Lo intenté varias veces sin éxito. En una
ocasión me cortó el paso un perro y en otra me perdí. Siempre surgían
contratiempos. Al fin, me encontré delante de la puerta, llamé y entré.
Y en ese momento me desperté.
ME: ¿Cómo interpretas el sueño?
HERIBERTO: Detrás del sueño veo un problema con mi padre. Era muy
estricto conmigo y todavía hoy le tengo miedo. En comparación con él
estoy como en el sótano. Quiero estar a su altura y no lo consigo.
ME: Se ve que estás familiarizado con tus sueños.
heriberto : Sí, siempre los analizo.
ME: Es de gran ayuda tomar conciencia del mensaje de los sueños.
Reflejan con exactitud lo que sucede en el terreno emocional. Pero no
debe confundirse la interpretación de los sueños con la oración o la con-
templación. En la meditación y mientras duren los ejercicios, no conviene
dar a los sueños una interpretación ni analizarlos. Está bien que por la
mañana mientras nos duchamos o nos limpiamos los dientes rastreemos,
por así decirlo, el sueño que acabamos de tener, para entender lo que
quiso transmitir. Pero durante los ejercicios no deberíamos detenernos
mucho en los sueños ni perder el tiempo interpretándolos. Los sueños no
son Dios. Por eso, en el contexto de los ejercicios habría que dejarlos de
lado y orientarse hacia Dios.
162 Ejercicios de contemplación
Eladio
ELADIO: Durante la meditación siento una especie de rebelión contra
la autoridad. Incluso llego a sentir agresión hacia los «dignatarios» y to-
dos esos «figurones». Luego me da mala conciencia y tengo la sensación
de que mi rendimiento es insuficiente. Me siento como un perdedor. Es
como si no tuviera derecho a la vida, cuando no puedo demostrar que he
hecho grandes cosas. O sea, que dependo mucho de la opinión de los
demás.
ME: No encuentras basamento propio bajo tus pies que te haga posible
independizarte de otros.
ELADIO: Así es, me enfrento impotente y furioso a la autoridad, ex-
puesto sin esperanzas a mi rebelión.
ME: No te mantengas en estos pensamientos. Escucha hacia el interior
de tus manos, atiende el presente. Escucha lo que te llega de allí.
Lo que proviene del mundo de tus pensamientos ya lo conoces: es
este conflicto con la autoridad. Lo que es producto de la comparación de
tu persona con otras no te resulta de gran ayuda. Escucha hacia el inte-
rior de tus manos, del presente y de su ser más recóndito. Fíjate en lo
que te llega de allí. De allí no provienen sentimientos como ésos. Allí
experimentas que tú eres, haces la experiencia de tu verdadero ser. Eso
te dará un sentimiento de autovaloración que no podrán arrebatarte los
El quinto tiempo 163
ME: S i, e s e v i d e n te q u e « to d a v ía » n o lo e n c u e n tra s .
ME: Es posible.
ME: No puedes decir el «sí» porque todavía hay demasiado «no» den-
tro de ti.
ELADIO: ¿Y qué puedo hacer?
ME: D i e s e « n o » .
ME: No. Eladio, así no. Céntrate en tus manos, y una vez que hayas
logrado mantenerte en la percepción de ellas, mira hacia el interior de
ti mismo para ver si de lo más hondo surge un «no» o un «sí». Mientras
lo haces, no pienses en tus problemas con la autoridad, sino atiende a lo
que viene de dentro y dale curso libre. Una vez que haya disminuido la
primera oleada de negación, trata de ver si sale un «sí» con naturalidad.
Recuerda que en todo momento puedes volver al «no», si sientes la urgen-
cia interior de hacerlo.
ELADIO: Lo in te n ta ré .
Norberto
n o r b e r t o : Me va óptimamente. También la meditación anda bien.
Estoy bien centrado en ella. De vez en cuando, eso sí, temo estar meditan-
do poco.
ME: Poco.
NORBERTO: Sí, no deseo meditar presionado por un afán de rendimien-
to. Normalmente me autopresiono para rendir más. Pero desde hace un
tiempo estoy tomando conciencia de lo inútil que es, y trato de librarme
de esto. He reflexionado mucho sobre esta presión y sé que se origina
en mi madre. Siempre me exigió demasiado. Yo debía cumplir todos sus
deseos con exactitud y al instante. Si me oponía, me reprochaba que no la
amaba, que no me jugaba nada por ella y que ella sí lo hacía por mí.
Con estas exigencias y reproches me extorsionaba constantemente, sin
tomar conciencia de lo que estaba haciendo. Siempre tengo esta presión
pisándome los talones. Estoy empeñado en quitármela de encima.
ME: Ya h a s p u e s to m a n o s a la o b ra .
Angela
ÁNGELA: Mientras meditaba sentí un ansia enorme de Dios. Estaba
tan cautivada por este sentimiento que traté de sentir su presencia.
ME: Y la s e n tis te .
AIfonso
ALFONSO: Ayer preguntaste a la mujer sentada a mi lado a qué estaba
apegada. Eso me tocó muy de cerca. Luego, al ir a pasear, la pregunta
me seguía rondando por la cabeza. Descubrí muchas cosas que, entiendo,
debo dejar de lado si deseo buscar lo esencial. Cuando reparé en mi falta
de libertad con respecto a las cosas a las que estoy apegado, tomé con-
ciencia de que son las mismas que una y otra vez se me presentan cuando
medito y que me ocupan más tiempo. Aunque es cierto que hay momentos
en que muchos pensamientos inconexos me rondan por la cabeza, las dis-
tracciones que más me absorben giran alrededor de estas dependencias.
Trato de deshacerme de ellas. Me tomó tiempo experimentar la posibili-
dad de librarme de ellas. Mientras tanto también surgieron temores de
perder algo muy preciado. Sentí alivio cuando también de esto pude des-
pedirme en mis pensamientos. Después me fue mucho mejor en mis medi-
taciones. De pronto habían desaparecido mis dolores físicos. Sentía la
espalda libre y mi respiración fluía sin trabas a la cavidad abdominal.
Nunca hubiera pensado que estas dos experiencias pudiesen estar tan en-
trelazadas.
ME: Te sorprendiste.
ALFONSO: Sí, y mi pregunta del principio, «¿A qué estoy apegado?»,
provocó otro efecto más. Me pregunté, y volví a hacerlo afuera al dar el
paseo, si Dios me ama. Por supuesto me ama, me respondí. Ya al formu-
larla me di cuenta de lo teórico de la respuesta. Nuevamente sondeé en
mi interior para saber si Dios realmente me amaba. Espontáneamente esto
despertó en mí una increíble ansia de amor divino. Era algo indescriptible-
mente nuevo. Estaba conmovido hasta las lágrimas... (Pausa) Vuelvo a
sentir ahora ese pasmo... (Pausa).
ME: Este ansia de Dios es el amor de Dios por ti. Dios mismo la des-
pierta en ti para revelarte, por medio de este anhelo, que está aquí y en
tu interior. Este ansia es su amor por ti.
El quinto tiempo 167
Micaela
Joaquín
Heraclio
heracli O: Hago meditación hace años y en ella encontré mi camino.
No puedo ni quiero vivir sin espacios de tiempo para la meditación. La
contemplación hace que me sienta más «yo mismo», y sé que éste es el
camino que me conviene. Pero en la última época me he sentido algo
oprimido. La meditación me tira abajo. Cuando la practico tengo la impre-
sión de que dentro de mí hay una piedra que quiero quebrar y no puedo.
Sé que el problema es mío. Es el pecado original; son las capas oscuras
que debo ir desmontando. Son sentimientos penosos y estados de ánimo
depresivos. No es que me resista a padecer estos aspectos sombríos hasta
superarlos. Pero me oprimen, y muchas veces me queda el temor de hun-
dirme en ellos.
ME: La meditación te deprime.
HERACLIO: Asi es.
ME: Me dices que tienes que desmontar las capas oscuras de tu inte-
rior, y así exacerbas tus sentimientos depresivos. Este estado va en au-
mento hasta que terminas ocupándote más de los aspectos sombríos en tu
interior que de Dios. Contémplalo a él. Él disolverá el pecado original
dentro de ti. Mantente en la percepción, en las manos. Mantente en el
«sí». Contempla lo que viene de allí. Percibir los sentimientos significa
contemplarlos únicamente hasta haberlos aceptado. Una vez que se alcan-
za este estado, ya no nos interesan, aunque sigan molestando. Pasa de
inmediato a la percepción. Céntrate por entero en Dios. Deja en sus manos
tus pecados. Ocúpate de él y él se ocupará de ti.
Nicolás
NICOLÁS: Más de una vez claudico durante la meditación. No logro
avanzar. No puedo evitar distraerme y ya he estado a punto de abandonar.
No encuentro el camino hacia el interior de mis manos. Cuando siento
algo, es sólo durante pocos segundos. De inmediato, vuelvo a estar con
mi mente en otra parte. También me fastidia no darme cuenta cuando me
aparto de la meditación. Me rondan pensamientos y no puedo zafarme
de mí mismo. Hace tiempo que estoy en este estado. Me pregunto seria-
mente qué es lo que estoy haciendo mal y qué debo modificar. Mi inquie-
tud me enerva. No avanzo.
ME: Estás molesto.
El quinto tiempo 169
Máximo
doy cuenta de cómo luchaba contra ellos y los rechazaba antes. El centro
de gravedad de mi meditación se ha desplazado hacia otra cosa.
me : Hacia otra cosa.
MÁXIMO: Sí... ¿Cómo decirlo? Estoy aquí y el estar aquí capta mi aten-
ción hasta tal punto que los pensamientos pasan a segundo plano. Con
o sin pensamientos estoy aquí. Es como si fuera yo el que piensa, o como
si los pensamientos no me concernieran. He perdido interés por ellos. Al
iniciar la meditación y en otras ocasiones, puede darse que aún no esté
reconcentrado y entonces los pensamientos todavía me molestan. También
pueden ser muy agradables. Otras veces estoy asentado firmemente en
el presente, de modo que los pensamientos no ocupan el centro de mi
atención.
me : Te has vuelto más independiente de tus pensamientos.
MÁXIMO: Sí, ya no me fastidian y tampoco les presto atención.
Laura
Cornelia
CORNELIA: Hace varios días que estoy dispersa. Me distraigo mucho
y no puedo hacer más que presenciar, impotente, todo lo que anda dando
vueltas por mi cabeza.
ME: No logras centrarte en lo que haces.
b) Dos recuerdos
e) ¿Padecer o rechazar?
que madre e hijo han establecido durante los nueve meses de ges-
tación se modifica de manera sustancial después del nacimiento, la
madre sigue siendo instintivamente la primera persona de referencia
del niño.
En toda madre y en toda mujer se manifiesta la maternidad de
Dios, y en la Madre de Dios se manifiesta de manera particular.
En este sexto tiempo le invito, pues, a pasar del «sí» al nombre
de María en la meditación. Renueve, como lo ha hecho hasta ahora,
el propósito de estar aquí para Dios, de ofrendarle este tiempo co-
mo entrega, servicio o alabanza. Deténgase en la percepción de su
cuerpo hasta llegar al presente. Escuche hacia el interior de sus
manos. Sienta sus manos, repita algunas veces «sí» y pase luego
al nombre de María.
Si es posible, diga su nombre con gran reverencia. Ahora bien,
la reverencia no es algo que se pueda atraer sin más ni más, como
por arte de magia. Si usted no siente reverencia, dígalo como pue-
da. Dígalo como el «sí», con una resonancia interior. Trate de oír-
lo, más que de decirlo. No tendrá que pronunciar el nombre en voz
alta. Tampoco debería relacionar el nombre con ninguna representa-
ción ni fantasía, sino escuchar cómo resuena, sin más. Dígalo con
cada espiración y escuche atentamente cómo llega hasta las palmas
de sus manos.
No debería ser una llamada de auxilio ni un ruego, sino una
simple salutación a María, con atención callada e interior hacia su
persona. Lo que importa es únicamente esta atención y presencia
espiritual, no las imágenes e historias que se relacionan con ella;
tampoco los sentimientos piadosos ni las consideraciones de tipo
espiritual.
Si siente resistencia a pronunciar el nombre de la Madre de
Dios, pongamos por caso, por ser usted evangélico, aténgase al
nombre de su propia madre; diríjase a ella como está acostumbrado
a hacerlo. Es posible que esto también genere resistencia en su in-
terior. Intente permanecer en él, a pesar de todo.
Podría ser que al principio tenga la impresión de que debe aten-
der a demasiadas cosas a la vez: la postura, las manos, la respira-
ción, el nombre, la resonancia, el presente. Son dificultades de
principiantes, que pueden compararse con el aprendizaje en una
escuela de conductores. Cuando se aprende a conducir un automó-
vil, en un primer momento se tiene la impresión de que le sobrepa-
sa a uno la gran cantidad de cosas a las que hay que atender al
mismo tiempo: acelerador, freno, embrague, volante, cambio, luces
de control, intermitentes, limpiaparabrisas y faros, y además la ca-
El sexto tiempo 183
3. Diálogos
Úrsula
Úrsula : N o s é c ó m o m a n e ja r m e c o n el n o m b r e d e M a ría . E s d e m a s ia -
d o p a ra m í. E l n o m b r e n o m e d ic e m u c h o . L o re p e tí u n a s p o c a s v e c e s
y c o m o la c o s a n o a n d a b a lo a b a n d o n é .
ME: N o e n c o n tr a s te a c c e s o a él.
ÚRSULA: N o m e s ig n if i c a m u c h o e l n o m b re d e la M a d r e d e D io s .
ME: P o r e s o lo a b a n d o n a s t e .
ÚRSULA: S í, p o r q u e n o h a c ía m á s q u e m o le s ta r m e .
ME: ¿ Y a s ie n t e s e l c e n tr o d e la s p a l m a s d e tu s m a n o s d u r a n te la m e d i-
ta c ió n ?
Úrsula : S í, la s s ie n t o b ie n .
ME: ¿ C u á l fu e tu e x p e r i e n c i a c o n e l « s í» ?
Úrsula : T am poco me d ij o m u c h o .
ME: T e r e c o m ie n d o e n t o n c e s q u e r e t o m e s a l « s í» . C o n c a d a a s p ir a c ió n
d i u n « s í» s u a v e y r e s o n a n t e h a c ia e l c e n tr o d e la s p a lm a s d e tu s m a n o s
y m a n te n te e n e s to e n lo s p r ó x im o s d ía s .
ÚRSULA: ¿ Y s i n o s ie n t o n a d a ?
ME: A u n q u e e s c u c h e s h a c ia e l in t e r io r d e e s te « s í» d u r a n t e a ñ o s , n o
e s ta r á s p e r d i e n d o e l tie m p o . T e tr a e r á a l p r e s e n te .
/84 Ejercicios de contemplación
Adán
ADÁN: Hace unos días me sucedió algo importante. Sentí que meditaba
bajo presión, según un horario minuciosamente establecido. Medio incons-
cientemente tuve la impresión de que Dios debía hacer por mí exactamente
tanto como yo invertía en él. Sin tomar conciencia, quería obligarle. «De-
bes pagarme las horas de meditación». Si habían sido cuatro horas, deseaba
ser recompensado por esas cuatro horas. Si habían sido seis, inconsciente-
mente esperaba una contraprestación de seis horas. Pensándolo ahora, es
como si pretendiera poner a Dios un puñal en la garganta. Por esa razón
mis meditaciones eran forzadas. Pero ayer aflojé considerablemente. Ya
no me prescribo en forma tan absoluta cuántas horas y con cuánta energía
habré de meditar. La presión disminuyó y me siento más libre. Parece que
hubiera cambiado mi motivación. En lugar de meditar presionado por un
afán de éxito, siento crecer en mí algo como una evidencia de que éste
es mi camino y de que deseo recorrerlo. Gradualmente se va manifestando
una especie de convicción, más que un deseo de lograr algo.
ME: La presión cesó y meditas más a partir de tu centro.
ADÁN: Soy más yo mismo.
ME: Eres más una sola cosa contigo mismo.
ADÁN: Sí, más libre, más seguro. En este momento, puedo dejarme
ser como soy y dejar a Dios que sea como es.
ME: Eso da calma.
adán : Con este cambio también se me hizo la luz sobre otra cosa.
Descubrí que había buscado el sufrimiento. Si las piernas me dolían por
la posición en que estaba, me alegraba y me decía que así me parecía más
a Jesucristo y que de esta manera purificaría más rápidamente mis aspec-
tos sombríos. Me forzaba y, costara lo que costara, soportaba los dolores.
Para no perder la oportunidad de lograr una rápida redención meditaba
aún más en estos momentos. Ahora esto pasó. Creo que me estoy compor-
tando en forma algo más bondadosa conmigo mismo. Parece mentira que
me sometiera involuntariamente a tanta presión.
ME: Comprendiste cosas importantes.
adán : Comprendí algo más. Antes, cuando meditaba bajo presión, sólo
por la fuerza apartaba mis distracciones. Cuando una y otra vez sentía que
me llenaba de ira durante la meditación, me di cuenta de que mi vuelta
a ella era siempre tormentosa. Mi conciencia me dictaba indefectiblemente
la orden de volver a la meditación presta y violentamente. Ahora com-
prendo que era demasiado duro conmigo mismo y que con mi severidad
reprimía mi ira. No fui lo bastante amable con ella. Se me hace cada vez
más evidente que con esta vuelta sin dilación pretendía borrar mi ira. Ahora
puedo ser amable con este rechazo mío y dejar que se me acerque. Siento
El sexto tiempo 185
Carolina
C a r o l i n a : Fue maravilloso meditar con el nombre de la Madre de
Dios. Antes nunca había encontrado acceso a ella. Me repelían las repre-
sentaciones cursis y sentimentales de María. Pero ahora, con todos mis
sentidos centrados en ella y repitiendo su nombre con reverencia, empecé
a sentir una gran alegría. Se abrió una puerta. Por primera vez viví positi-
vamente mi relación con María. Esta unión con ella duró una media hora.
Fue de mucha importancia para mí. En las meditaciones siguientes quise
sentir lo mismo pero no lo logré.
ME: Sentías nostalgias de esta experiencia.
CAROLINA: Durante un tiempo quise lograrla, pero luego tomé concien-
cia de que no hay nada que lograr y abandoné el intento. A partir de ese
momento ya no me era tan importante si la sentía o no. Repetía el nombre
con reverencia y escuchaba atentamente su resonancia. No me sentía re-
confortada, pero sentía que todo está bien como está. Me hallaba presente
en la repetición del nombre, que se volvía cada vez más lenta, a medida
que aumentaba la sensación del presente.
ME: Estás en armonía.
Catalina
C a t a l i n a : N o estoy muy conforme. Es cierto que me siento tranquila,
puedo estar sentada durante bastante tiempo y me centro bien en la medi-
tación, aunque no siempre ni del todo. Pero tengo la sensación de estar
frente a una muralla. Como si tuviera que producirse una apertura que
no se da. Algo está cerrado.
ME: Te sientes bloqueada.
c a t a l i n a : Sí , ahora me voy dando cuenta. Es como si estuviera senta-
da impacientemente delante de esa muralla. Sí... tú hablaste de que debía-
mos estar dispuestos a sufrir. Ahora estoy dispuesta y por eso pienso que
debería soltarse lo que está en mi subconsciente detrás de esa pared.
186 Ejercicios de contemplación
R om án
Inés
INÉS: Las meditaciones me cuestan mucho. Con frecuencia me pregun-
to por qué todo es tan dificultoso. Doy vueltas alrededor de mí misma
y no consigo salir de mi propia órbita.
ME: Tienes muchos pensamientos.
INÉS: Sí, muchas veces me vienen recuerdos de mi madre. Era una
personalidad muy fuerte. Creo que todavía sufro por eso. Cuando regreso
al presente se me cruza por la cabeza el curso en el que estoy dictando
clases. ¡Los alumnos son tan molestos este año! Todos los días llego a
casa agotada y me pregunto por qué tengo que soportar todo esto. A veces
me inquieta pensar qué pocas amigas tengo y por qué me dejan tan sola
las pocas que me quedan. También me vienen recuerdos de mis exámenes
universitarios cuando recibí calificaciones injustas. Luego me inquieto al
pensar el tiempo que hace que busco vivienda y no la encuentro.
ME: Sufres mucho.
INÉS: Sí, tengo mucho que soportar. Eso me dificulta la vida y todo
se me hace patente en la meditación. (Llora).
ME: (Sólo escucha).
INÉS: (Llora un poco más y luego tranquiliza). Sí, muchas veces me
pregunto por qué me pasa todo esto.
ME: ¿Sabes cómo se llama el sentimiento que has tenido en los últimos
minutos?
INÉS: ¿Dolor?
ME: ¿No se llama autocompasión?
INÉS: ¿Autocompasión?... (Pausa). Nunca lo había entendido así.
ME: Tu problema no consiste en que sufres, sino en que te quejas de
tu sufrimiento. Dices: mi madre fue así y así y aún debo sufrir las conse-
cuencias de esto. Te autocompadeces por los alumnos que tienes en el
curso y los exámenes pasados. Te quejas de tus amigas y te lamentas por
la búsqueda infructuosa de vivienda. Ves, eso se llama autocompasión.
Pasas tu tiempo de meditación lamentándote.
No es importante que cambien las circunstancias exteriores de tu vida,
sino tu enfoque de ellas. ¿No sería distinto si soportases lo inevitable con
buena disposición? ¿No lo sería si agradecieses a Dios las dificultades que
tienes? Todo infortunio nos es dado para que nos purifiquemos y acerque-
mos a lo esencial. Renueva fu disposición para el sufrimiento y serás una
imitadora de Cristo. Participarás en tu propia redención y en la de los
demás.
Así es como tus lamentos echan a perder tu meditación, destruyen la
relación con tu medio. Cuando alguien no hace más que quejarse de sus
188 Ejercicios de contemplación
h e r i d a s s e tr a n s f o r m a e n u n a c a rg a p a r a s u s s e m e ja n te s . Y m á s a ú n , a la
m a y o r ía d e la s p e r s o n a s lo s la m e n to s d e s u s in te r lo c u to r e s le s lle g a n c o m o
u n r e p r o c h e d e q u e n o le s a y u d a n . D e ja d e la m e n ta r te y la g e n te te q u e r r á
y te a y u d a rá .
INÉS: ¿ T a m b ié n te n d r é q u e d e j a r la m e d ita c ió n ?
ME: P u e d e s d e ja r la c u a n d o q u ie ra s . P e ro n o h e d ic h o e s o .
INÉS: ¿ Q u é q u is is te d e c ir?
ME: M ira , In é s , d e c ía s q u e n o p o d ía s e v i ta r d a r v u e l ta s a lr e d e d o r d e
ti m is m a . T u a te n c ió n n o s e a p a rta b a d e la s p e r s o n a s y s itu a c io n e s p o r
la s q u e te la m e n ta s in te r io r m e n te . E f e c tiv a m e n te e s ta b a s e n u n a ó rb ita
m u y a le ja d a d e ti m is m a . N i s iq u ie r a to m a b a s c o n c ie n c i a d e q u e n o h as
p e r c ib id o tu s s e n tim ie n to s . D e tr á s d e lo s p e n s a m ie n t o s q u e s e re p ite n
c o n s ta n te m e n te s ie m p r e a c e c h a n s e n tim ie n to s d e lo s q u e a ú n n o to m a m o s
c o n c ie n c ia .
INÉS: S í, e n tie n d o .
ME: A p r e n d e a e s c u c h a r tu s s e n tim ie n to s . A p r e n d e a c o n t e m p l a r tu
a u to c o m p a s ió n h a s ta p o d e r d e c ir: « A s í s o y . M e a u t o c o m p a d e z c o p o rq u e
n o q u ie r o s u frir. C u lp o a D io s y e l m u n d o p o r q u e n o m e v a b ie n . Y p u e d o
s e g u ir te n ie n d o e s to s s e n tim ie n to s » . S i r e c o n o c e s el e s ta d o e n q u e te h a -
lla s y p u e d e s d e ja r q u e p e rs is ta , c o m ie n z a la fa s e c o n s tru c tiv a : tra ta de
p r e p a r a r te p a r a el s u f r im ie n to . D ile a J e s u c r is to q u e q u ie r e s s e r s u d is c íp u la
y q u e e s tá s d is p u e s ta a lle v a r la c r u z c o n él.
S i h a s lle g a d o a e s e p u n to p u e d e s c o m e n z a r c o n la m e d ita c ió n . A b ó c a -
te a la p e r c e p c ió n d e tu s m a n o s y al n o m b r e , y m a n te n te e n e s to c o n to -
d o s tu s s e n tid o s .
INÉS: L o in te n ta r é .
Enrique
ENRIQUE: H ic e u n a e x p e r i e n c i a f a b u lo s a . F u e c o m o a b r i r u n a b r e c h a .
E s tu v e s e n ta d o la rg o ti e m p o e n m e d ita c ió n . C r e o q u e f u e r o n d o s h o ra s
y m e d ia . C a d a v e z ib a lo g r a n d o m a y o r r e c o g i m i e n to . M e s e n tía m u y a l e n -
ta d o , m u y c e n tr a d o y r e p e t ía e l n o m b r e d e la M a d r e d e D io s . H a b r ía p o d i-
d o q u e d a r m e a s í e t e r n a m e n te . N o te n ía d o lo r e s c o r p o r a l e s y c a s i n i s e n tía
m i c u e r p o . T o d o e r a m u y c o n c re to . E s ta b a m u y d e s p ie r to , in te n s a m e n te
e n el p r e s e n t e y c e n tr a d o e n e l n o m b r e . D e p r o n to m e d i c u e n ta d e q u e
n o te n ía te m o r e s y q u e m e a b r ía h a c ia to d o s c o n s in c e r a b e n e v o le n c ia y
m u c h o a m o r , s in p r o p o n é r m e lo o h a c e r lo e x p r e s a m e n te .
El sexto tiempo 189
Gerardo
GERARDO: Hace quince años que medito regularmente. Todos los dias
me levanto temprano y dedico sistemáticamente mis mejores momentos
a la oración contemplativa. Siento que es mi camino y no me disgusta.
Todos los años hago ejercicios espirituales. Durante la meditación me
mantengo firmemente en el nombre. Estoy satisfecho, pero no del todo.
Tengo la impresión de estar meditando con los frenos puestos.
ME: No sabes qué te frena.
GERARDO: No, de una u otra forma hay algo que impide que la cosa
funcione.
ME: ¿Sientes lo mismo con respecto a tu vida diaria? Me refiero a tus
actividades y relaciones personales.
GERARDO: En realidad, no. En mi trabajo actúo con claridad y deci-
sión. Sé hacerme respetar y sé hacer frente a tensiones; creo ser eficiente
y confiable.
ME: Eres capaz de mucho rendimiento.
190 Ejercicios de contemplación
GERARDO: P u e d e d e c ir s e q u e sí.
ME: ¿ N o te e n d u r e c e s u n p o c o c u a n d o s e tr a ta d e a f ir m a r te ?
GERARDO: E s m u y p o s ib le . S in c a p a c id a d d e r e s is te n c ia y s in
d u r e z a n o p o d r ía s a ti s f a c e r la s e x i g e n c ia s d e la lu c h a p o r la v id a .
ME: S ie n te s q u e te e n d u r e c e s p a r a p o d e r h a c e r f r e n te a la s s itu a c io n e s .
GERARDO: S í, c o n s id e r o n e c e s a r ia s c i e r ta r e s o lu c ió n y r e a c c io n e s fir-
m e s.
GERARDO: N o m e h a b ía ll a m a d o la a t e n c ió n , p e r o p o d r ía se r.
ME: ¿ S ie n te s te n s i o n e s e n tu c u e rp o ?
GERARDO: S í, f r e c u e n te m e n te te n g o c o n t r a c tu r a s , e n e s p e c ia l e n la z o n a
d e l c u e llo y lo s h o m b r o s .
ME: ¿ C ó m o r e a c c io n a s a n t e el m i e d o d e q u e te h ie r a n ?
GERARDO: ¿ Q u e c ó m o r e a c c io n o ? H m . . . m e c ie rro in te r io r m e n te y
m u e s t r o in d if e r e n c ia .
ME: T e e n c ie r r a s .
GERARDO: S í.
ME: E l c o n t r a a ta q u e n o ta r d a e n lle g a r.
GERARDO: C u a n d o m e s ie n to a t a c a d o r e a c c io n o c o n d u r e z a .
ME: H m . . . ( P a u s a ) .
GERARDO: ¿ A q u é v ie n e n e s ta s p r e g u n t a s ?
ME: U n o d e lo s p e o r e s e n e m ig o s d e la c o n t e m p l a c ió n e s la d u r e z a
in te r io r . E s c o m o u n v ir u s o c u l to , q u e n o s e d e s c u b r e f á c i lm e n te y b lo -
q u e a la m e d ita c ió n .
GERARDO: ¿ T a n d u r o s o y ?
ME: N o te s ie n te s a s í.
GERARDO: C ie r ta m e n te r e a c c io n o c o n d u r e z a e n s itu a c io n e s q u e r e q u ie -
r e n u n e s f u e r z o d e r e n d i m ie n to y c u a n d o m e s ie n t o a g r e d i d o .
ME: P o d r ía s to m a r m á s c o n c ie n c i a d e la d u r e z a s i te p r e g u n t a r a s , p o r
e j e m p l o , c u á n d o r e a c c io n a s c o n d u r e z a , c u á n to ti e m p o d u r a , q u é e f e c to s
ti e n e s o b r e tu v id a e n g e n e ra l y c ó m o te s ie n t e s c u a n d o e s tá a u s e n te .
M ie n t r a s lo h a c e s , p r e s ta a t e n c ió n a la s te n s i o n e s e n tu c u e r p o . P o d r ía n
s e r v ir t e c o m o u n b a r ó m e tr o d e tu d u r e z a in te r io r .
GERARDO: ¿ T a m b i é n s o y m u y d u r o e n la m e d ita c ió n ?
El sexto tiempo 191
Daniel
DANIEL: Me siento inseguro en relación a mis sentimientos. Por un
lado debo dejar que se muestren y, por otro, no debo ocuparme de ellos.
Hace algunos días traté de contemplar más de cerca los sentimientos rela-
cionados con mi niñez, que de pronto se hicieron presentes. Decías que
no debía ocuparme de ellos, sino volver a la percepción de mis manos
y mantenerme en el «ahora» y en el nombre. Otras veces sueles repetir
que no hay que reprimir los sentimientos. ¿Debo, pues, reprimirlos y no
reprimirlos al mismo tiempo?
ME: Me pides que te dé una explicación precisa.
D a n i e l : Eso es.
ME: Efectivamente se trata de algo parecido a un paseo por las altas
cumbres. De la percepción del presente y del nombre nos viene la salva-
ción. Si estamos en ellos todo se da por sí solo. Este es el criterio más
elevado, una de las caras de la medalla.
192 Ejercicios de contemplación
ME: Si nos apoyamos firmemente en estos dos polos, el paseo por las
altas cumbres trascurrirá sin riesgos. Se diluirán los conflictos ocultos
dentro de nosotros, que son un obstáculo en el camino hacia Dios, y sale
a relucir nuestra verdadera naturaleza: amor y paz.
Emilia
de culpa. Dirige tu atención hacia Aquel que transforma todos los senti-
mientos de culpa en su amor. En el verdadero ser, en tu centro más pro-
fundo, sólo resplandece el amor. Dirígete hacia Jesucristo, que tomó sobre
sí toda la culpa. No hace falta que desmontes uno a uno tus sentimientos
de culpa, sino únicamente que busques refugio en la luz. Allí los senti-
mientos de culpa no existen.
Ernestina
A Ifredo
ALFREDO: S í, la s im p l e p a l a b r a « e n t r e g a » m e d a a le r g ia . H a c e u n o s
c u a n to s a ñ o s u n s a c e r d o t e m e d ijo q u e y o te n ía v o c a c ió n s a c e r d o t a l. Y o
e r a m u y j o v e n y , m o v i d o p o r e s to , in g r e s é e n u n s e m i n a r io m e n o r , a u n q u e
n o te n ía c o n c ie n c i a d e h a b e r a c tu a d o p o r u r g e n c i a in te r io r . P a s a r o n a ñ o s
a n t e s d e q u e m e d ie r a c u e n ta d e q u e e n r e a l id a d n o q u e r í a e s o .
El sexto tiempo 195
Dorotea
DOROTEA: Estando sumida en meditación tuve una visión interior. Vi
a una mujer africana. Estaba vestida a la usanza europea y llevaba a un
niñito de la mano. Yo caminaba por la misma calle en dirección a no sé
dónde. Ella se me acercó y me entregó un mensaje, no sé bien cuál. Le
pregunté por su niño y me contó que era huérfano. Lo había adoptado
y lo amaba mucho. De pronto, estábamos en un túnel. Entonces se acer-
có un auto y frenó. El conductor nos invitó a viajar con él hasta la ciudad
más cercana. Parecía muy amable. Me inspiró confianza y subimos. Du-
rante el viaje nos contó de su familia. Luego el niño empezó a llorar y la
mujer africana me urgió a que bajásemos.
ME: Y todo esto ocurrió durante la meditación.
DOROTEA: Sí.
ME: Mira, Dorotea, cuando dormimos, como cuando estamos en estado
de vigilia, los sueños pueden revelarnos muchas cosas relacionadas con
nuestro subconsciente. De esto se ocupan la psicoterapia y la interpretación
de los sueños, y pueden resultar de gran ayuda. Pero nuestro camino difiere
un poco de aquél. Nosotros vamos hacia Dios por un camino directo. Los
sueños se presentan a nivel mental y psíquico. Nosotros abandonamos ese
nivel y buscamos el nivel del ser. Allí no hay historias ni sucesos, allí nada
se mueve. Dios es la paz que descansa en sí misma eternamente. Dios no
piensa ni actúa. Ningún pensamiento, ninguna acción pueden rozarlo. Es
el amor eterno, el ser intemporal e inmutable. En él reina el silencio como
en el fondo del mar. Da origen a todo, de modo que se produzca a partir
de sí mismo, sin modificarlo ni rozarlo. Abandona estas imágenes de fanta-
sía y sueños de vigilia, y sitúate en el presente inmediato.
Dorotea : Sí, pero estas ensoñaciones me vienen espontáneamente
cuando medito.
El sexto tiempo 197
ME: Sí, s o n b u e n a s , p e r o n o s o tr o s v a m o s p o r o tr o c a m in o .
Nuria
NURIA: Durante la meditación siento dolores detrás de los ojos, en la
parte posterior de la cabeza y en el cuello. Otras veces tengo además do-
lor de espalda y de piernas, pero es más tolerable. Los dolores de cabeza,
en cambio, casi no los soporto.
ME: La meditación te significa una tortura.
NURIA: Sí, vine con la esperanza de que deje de serlo.
Tomás
TOMÁS: Disfruto mucho de la meditación. Cuando llegué estaba agota-
do. Después de los primeros cinco días, me he tranquilizado y puedo per-
manecer sentado, en paz conmigo mismo. Descubro cuánto me reconforta
la oración contemplativa.
ME: Estás satisfecho.
Berta
F e lip e
FELIPE: Sí, p e r o n o lo p u e d o c a m b ia r .
Carlota
CARLOTA: Largo tiempo hallé paz y recogimiento en la meditación.
Luego aparecieron los pensamientos y se acabó la paz. No me sentía bien
y, de pronto, noté que me dolía la espalda. Al principio los pensamientos
eran muy confusos. Luego fueron concentrándose cada vez más en mi
futuro. Soy asistente parroquial y pronto empezaré en una nueva parroquia.
Mis pensamientos giraban en torno a este trabajo futuro.
ME: ¿Te cuesta el cambio?
como una inútil. Me esfuerzo, pero en vano. Termino por tener sentimien-
tos de inferioridad, de los que no logro zafarme.
ME: Eso de compararte es una necesidad interior tuya, una presión
intema.
CARLOTA: Es mi problema. Me guste o no, siempre lo tengo.
Ernesto
ERNESTO: Durante días enteros sentí grandes tensiones en el pecho.
Sólo se relajaron cuando entendí, y fue toda una conmoción, que siempre
había tenido graves sentimientos de culpa. No había tomado conciencia
de esto.
Al mismo tiempo descubrí que hasta ese momento siempre había me-
ditado mal. Sólo buscaba la paz que me liberara de los sentimientos de
culpa que me torturan. Mil veces te oí decir que debemos ofrendar el
tiempo a Dios. Quería cumplir con esto y renovaba mi compromiso de
servir a Dios con mi meditación. Pero a nivel más profundo siempre me-
ditaba para mí. Me asusto de mí mismo y de mi egocentrismo... (Larga
pausa).
m e : (Le mira a los ojos y calla).
ERNESTO: (Después de una pausa bastante larga). Duele verlo. Pero
también es curativo, porque así estoy un poco más conmigo mismo y mi
realidad.
El sexto tiempo 203
Alfredo
ALFREDO: Pude entender lo que significa ofrendar tu tiempo a Dios.
Antes siempre lo afirmaba, pero el hacerlo no cambiaba casi nada en mi
meditación. Ayer recordaba cómo mi mujer a veces me pide que me ocu-
pe de los chicos. Entonces, si puedo, voy un rato a su habitación. En estos
casos, suelo tener una sensación distinta respecto a los niños, como si
percibiera más de cerca sus necesidades, deseos y preocupaciones. Puedo
dejar de lado mis propios desvelos y volcarme por entero a ellos. Desapa-
204 Ejercicios de contemplación
rece toda la tensión del dia. No hay que lograr nada ni hay prisa por nada.
Simplemente estoy con ellos y puedo aceptarlos más como son, me intere-
so por ellos y los puedo escuchar. Estoy para ellos.
Al recordar esto vi un paralelo con la meditación. Me dije: «Ahora
no hace falta que hagas nada. Puedes estar sencillamente con Dios y
para él. Puedes interesarte por él». Este pensamiento me resultó liberador
y pude centrarme mejor. Ahora comprendo que no podemos percibir a
Dios porque no nos centramos por completo en él y no dejamos de lado
todo lo demás. No lo aceptamos tal como es, sino como queremos que
sea para nosotros.
ME: Puedes estar para Dios y tus hijos sin propósitos ulteriores.
ALFREDO: Sí, vislumbro la alegría que puede sentirse estando sólo para
Dios.
es decir, por el Padre. Los que no los dan son podados. El núcleo
de la metáfora alude a la necesidad de orientarse hacia Jesús.
¿Cuál es la función del sarmiento? Debe producir la uva, lo cual
significa que toda su fuerza irá dirigida en esa dirección. Teme no
dar suficientes frutos en el debido tiempo; se preocupa por su su-
pervivencia. Ante este temor se lanza a la producción de uvas, lo
que implica una fuerte presión por rendir cada vez más. Sometida
a ella, no hace más que ocuparse día y noche por rendir frutos. En
invierno, cuando aún no ha llegado el momento de hacerlo, se halla
absorbido en la planificación de sus uvas. Se representa una y mil
veces cómo habrán de ser, cómo podrán crecer mejor y con mayor
rapidez y cómo logrará un zumo más dulce. Y cuando se van for-
mando los primeros frutos, trata de inducir másjugo en ellos. Com-
para sus uvas con las de otros sarmientos y se convence de que
aquellas son más grandes. Se lamenta de que, por falta de lluvias,
no podrá obtener uvas más jugosas. Vuelve a compararlas con las
del vecino y se queja, pues le parece que el sol brilla sobre aque-
llas más que sobre las propias. Cuanto más teme por sus frutos,
cuanto más ronda en torno a sus problemas, cuanto más se esfuerza
por aumentar su jugo, tanto menor es la fuerza vital que penetra
en las pequeñas uvas.
Jesús también afirma la necesidad de que las uvas crezcan, pero
ve cómo los sarmientos se someten a presión, llenos de inquietudes,
temores y problemas, y se atormentan por avanzar en una dirección
equivocada. El sentido de la parábola consiste en decir a los pám-
panos: «¡Basta! ¡No es así! Tenéis que dar un giro de ciento ochen-
ta grados. En lugar de concentraros en las uvas, comunicaos con
la vid. Así la fuerza de ésta correrá a través de vosotros y podréis
dar buenos frutos. Seréis liberados de la presión por rendir cada
vez más y compararse con los demás, y las tensiones cederán. Todo
lo que hacéis es ocuparos de vosotros mismos, vuestras penas y
éxitos. ¡Volveos atrás, comunicaos con la vid! Manteneos unidos
a ella con todos los sentidos y todas las fuerzas. Ella se ocupará
de que deis buenos frutos. Estando tan absortos en lo propio, no
os dais cuenta de que hace mucho tiempo que se ha cortado la co-
municación con la vid y ya no fluye fuerza vital dentro de vosotros.
Volveos hacia la fuente y todo os será dado. Recibiréis sol, lluvia,
fuerza de vida y una abundante cosecha sin necesidad de dar nada
a cambio. Os equivocáis cuando pensáis que las uvas crecen por
la eficacia de vuestros esfuerzos. Es la fuerza de la vid la que actúa
por medio de vosotros. Basta la estrecha unión con ella. Apartad la
atención de las uvas y dirigidla hacia la vid».
208 Ejercicios de contemplación
g) El deseo de inmediatez
Centrarse en Dios significa para muchos afirmar el propósito
de concederle el rango supremo en la vida. Es el fin último. Pero
lo que ocupa el primer lugar en cuanto a propósito, ocupa el úl-
timo en cuanto a realización. Si tengo el propósito de viajar a una
ciudad, primero tendré que tomar los medios de transporte para
llegar allí. La ciudad es primera en cuanto a mis propósitos, pero
es última en cuanto al hecho de llegar allí. Por eso muchos creen
que Dios existe a una distancia inconmensurable, en la vida eterna,
y siempre están en peligro de dirigir su atención a los medios y no
a Dios mismo.
Este problema suele darse en el seno de la Iglesia y debe preo-
cupamos. Los escritos religiosos que se publican y los criterios
espirituales en que a menudo se sustentan procuran dirigir la aten-
ción hacia un medio que, se supone, nos llevará a Dios, en lugar
de dirigirla hacia Dios mismo. Cierto es que Dios o Jesucristo
serán los destinatarios últimos, pero siempre lo serán indirecta-
mente. Por lo general, la atención se dirigirá directamente hacia la
transformación propia y del mundo. Centramos la atención en un
texto que habla de Dios, contemplamos una imagen que nos re-
cuerda a Dios, nos dedicamos a un problema que deseamos resol-
ver con la ayuda de Dios, proyectamos actividades que queremos
realizar con la mente puesta en Dios.
Las imágenes, textos y símbolos son, en efecto, medios para
llegar a la presencia de Dios. Como tales, nos ayudan en el camino
hacia él hasta el momento en que ya no los necesitamos. Entonces
empiezan a volverse un obstáculo. Pero el relacionamos directa-
mente con Dios es un paso arriesgado. Por eso, con demasiada
El séptimo tiempo 213
seguir los pasos recomendados, diga cada vez que espire «Jesús»
hacia el interior de sus manos, dándole resonancia interior, y cada
vez que inspire diga «Cristo». Al principio podrá decir el nombre
cada dos aspiraciones y también podrá decir únicamente «Jesús».
Pero pronto, acostúmbrese a decir «Jesús» cada vez que espire y
«Cristo» cada vez que inspire. Cuando el movimiento de aire aún
ocupa el primer plano de la atención, suele pensarse que sería más
natural decir «Jesús» al inspirar. Pero al profundizar la conciencia
del fluir de la respiración, se reconoce la espiración como primer
período. Por ello es conveniente que desde un principio se acos-
tumbre a decir el nombre al espirar. Al hacerlo, escuche cómo llega
a las palmas de sus manos y dígalo con una resonancia interna,
como lo había hecho con el nombre de María. No lo adorne con
representaciones, imágenes ni recuerdos; manténgase en la mera
repetición.
Diríjase con él a Jesucristo mismo. Verá que su nombre y su
persona se transforman en una sola cosa. No deberá ser una llama-
da de auxilio ni una petición, sino un contacto amoroso y atento.
Vuélvase con veneración al Cristo presente. Todo está fundado en
él. Todo perdura en él. También usted perdura en él. Él se hace
presente en usted. Él está presente en el fondo más recóndito de
su alma, en su conciencia. Vive en la vigilia de su atención. Por
eso basta que preste atención a lo que está presente, pues también
estará prestando atención a él. El nombre de Jesucristo podrá des-
pertar cierta devoción, pero ésta deberá purificarse luego sometién-
dolo a usted a un período de aridez. En estos «tiempos oscuros»
usted creerá que ya no queda nada de su unión con él. Pero mien-
tras preste atención al instante presente el contacto estará dado,
aunque usted no lo sienta. Si, por el contrario, tiene sentimientos
tales como superficialidad o rutina, es que ya no está en la percep-
ción. En lugar de abandonar la repetición del nombre vuelva al
presente a través de una percepción más intensa de las manos. El
Hijo omnipresente de Dios lo acogerá en su amor.
3. Diálogos
Hilda
h i l d a : Siento resistencia con respecto al nombre. La meditación mar-
cha mucho mejor si no lo digo. Es demasiado para mí. Lo decía de vez
en cuando, pero luego poco a poco lo fui dejando.
E! séptimo tiempo 215
Federico
FEDERICO: Logro mayor recogimiento que de costumbre en la medita-
ción. Siempre tengo presentes mis manos. Me vienen pensamientos, pero
no son demasiados, y me mantengo firme en el nombre. Escucho con
interés, esperando lo que vendrá. Estoy centrado en esto con viva curiosi-
dad. De vez en cuando me siento decepcionado porque no pasa nada.
216 Ejercicios de contemplación
Cuanto menos aparezca lo que normalmente nos ocupa y ata, tanto más
pasa a ocupar el centro el presente y, con ello, la presencia de Cristo resu-
citado, que todo lo penetra con su bondad. Te haces cada vez más uno con
la presencia del Resucitado. Esto no se da a consecuencia de la percepción,
sino en ella. Pero en su trascurso no sucede nada nuevo, sólo tomas con-
ciencia de lo que ya estaba y de que todo estuvo aquí desde siempre. Por
eso no tienes que esperar nada nuevo, meramente contemplar tu interior.
Cuando estés con el Resucitado se te manifestará la paz que eternamente
descansa en sí misma y el amor que eternamente fluye de sí.
Luis
LUIS: He tratado de decir «Jesús» cada vez que espiraba y «Cristo»
cada vez que aspiraba. Pero no me sale bien y me siento violento al tener
que decir el nombre cada vez que espiro e inspiro. Me embarullo con esto
de la respiración. A veces se hace más rápida y por momentos me siento
inclinado a manipularla. También me resulta largo el nombre porque mi
respiración es más bien corta. Me pongo frenético. En una palabra, la cosa
no va conmigo, por eso la dejé.
me : La dejaste.
LUIS: Sí, la dejé porque me pongo inquieto.
ME: ¿Es preciso que la cosa funcione desde el principio? ¿No hará fal-
ta un proceso de aprendizaje?
LUIS: Lo probé varias veces, pero lo que logro es ponerme nervioso.
ME: Estamos aprendiendo algo nuevo, que todavía no conoces y con
lo que no tienes experiencia. Hay que tener paciencia.
LUIS: ¿No puedo decir otro nombre?
me : (Silencio).
LUIS: Bien, seguiré intentando.
ME: Vuelve a empezar. Sólo di «Jesús» al espirar. Dilo con una reso-
nancia interior hacia el centro de tus manos. Dilo cada vez más bajo hasta
que, más que decirlo, oigas el nombre. No es necesario que muevas los
labios, haz como si hablaras mentalmente. Mientras repites el nombre,
escucha con gran atención hacia el interior de las palmas de tus manos
y siente si el nombre llega con el hálito de tu espiración. No trates de
cambiar el ritmo de la respiración, sino adapta el ritmo del nombre a tu
respiración. Lleva tiempo lograr esta sincronización. Luego se te volverá
algo natural y armónico. Cuando te hayas familiarizado más con esto, y
no antes, pronuncia «Cristo» al aspirar. Repite el nombre con cada movi-
miento de espiración e inspiración. Vuelve únicamente a la percepción
de las manos si estás muy distraído.
218 Ejercicios de contemplación
Clara
Cotardo
GOTARDO: La meditación anda bastante bien, pero no estoy satisfecho
con mi evolución. Tendría que haber progresado más. Sigo teniendo pen-
El séptimo tiempo 219
ME: Hay una presión que viene de fuera y otra de dentro. Todos vivi-
mos con obligaciones y exigencias exteriores. La vida cotidiana requiere
rendimiento, requiere un compromiso frente a los demás, desea estimular-
nos para que seamos creativos.
Él hombre suele aguantar las exigencias de rendimiento. A menudo
le ayudan a descubrir y desplegar sus potencialidades adormecidas.
220 Ejercicios de contemplación
Dionisio
DIONISIO: Frecuentemente tengo deseos sexuales. Muchas mujeres me
atraen. Me enamoro fácilmente. Siento deseos de mantener relaciones
sexuales con ellas. Es cierto que me refreno, pero me provoca una gran
El séptimo tiempo 221
Mauricio
M a u r i c i o : Me resulta muy difícil concentrarme en mis manos. Me
cansaba mucho, y al terminar la meditación estaba totalmente sudado. Ha-
bía requerido un esfuerzo increíble.
222 Ejeivicios de contemplación
me :
Te sientes agotado y tenso.
MAURICIO:Es posible, pero de tan agotado que estoy no siento siquiera
mis tensiones.
ME: Mira, Mauricio, te esfuerzas mucho y te concentras en la tarea
impuesta, comprometiéndote de lleno con ella. Pero nosotros asociamos
la concentración con una actitud demasiado dura para la meditación. Su-
pone un esfuerzo y esto cansa. Te recomendé que escucharas, en lugar
de concentrarte. El escuchar distiende y no fatiga. Al escuchar se orientan
las «antenas». Uno se dispone a captar lo que está aquí, lo que proviene
del presente. Sólo hace falta escuchar, sin esfuerzos ni tensiones. La aten-
ción pura es un solaz y no una carga para nosotros. Nos cansamos única-
mente cuando realizamos esfuerzos innecesarios, por ejemplo, cuando
subliminalmente deseamos lograr algo. No es el escuchar y contemplar
mismo, sino el esfuerzo de voluntad lo que nos agota.
MAURICIO: Me he concentrado en exceso.
ME: Sí, ponte a escuchar. La contemplación no te fatigará, pues es
atención pura. Así como la contemplación nos solaza, todo auténtico solaz
lleva a la contemplación.
Trata de descubrir esta atención distendida y verás que no te agota
la meditación.
Sonia
SONIA: Tuve muchos pensamientos durante la meditación y, de pronto,
tomé conciencia de un montón de cosas. Siempre ando criticando a todos
y todo. Tengo objeciones constantes contra mí y los demás. De pronto
me vinieron a la mente muchas escenas concretas, en las que reprendo
y corrijo a otros. Sentí rechazo hacia mí misma, pues reconocí mi insatis-
facción. Siempre proyectaba todo sobre los demás, los colocaba en una
luz desfavorable, en lugar de reconocer mi propia insatisfacción. De pron-
to me invadió el desaliento y sentí cómo bloqueaba los sentimientos que
deseaban manifestarse. Me sentí desanimada y furiosa conmigo misma,
pero no podía admitirlo.
Después de la meditación salí. Me senté en el césped y me puse a
contemplar las flores que se mecían con la brisa. Poco a poco me sentí
tocada por su belleza. Me llené de asombro. Me había liberado de mí
misma y había sentido el presente. Al mismo tiempo sentí despertar con-
fianza y esperanza en mi interior y el sentimiento se intensificó durante
la celebración de la eucaristía. Casi sin pensamientos, viví una reconcilia-
ción conmigo misma, con Dios y el mundo.
ME: Todo se dio por sí solo.
Primero comprendiste algo. Esto te llevó a obstinarte en un autorrecha-
zo y, en contacto con la naturaleza, pudiste liberarte de él.
El séptimo tiempo 223
José
Irma
IRMA: Durante mucho tiempo me fue mal en la meditación. Mal no
es la palabra adecuada. Digamos que me costaba trabajo. Pero anteayer
por la noche sentí la presencia de Jesús con gran intensidad. Este senti-
miento me duró durante la celebración de la eucaristía en la capilla, al
irme a dormir e incluso en la meditación matinal. Después del desayuno
sentí de pronto espasmos en el vientre y la vivencia de la presencia había
desaparecido. Pero por primera vez en mi vida comprendí que Dios está
presente, ya sea que lo sienta o no. Me di cuenta de que es necesario
pasar por este estado. El hecho de no sentirlo es parte del camino. Es una
purificación.
m e : ¿Qué es lo que quedó de la presencia después de esfumarse la
vivencia?
IRMA: ¿Que qué es lo que quedó?... No entiendo la pregunta.
ME: Hiciste la experiencia de su presencia. Después aparentemente
desapareció. Sin embargo, percibiste con lucidez interior que Dios está
presente aunque no puedas sentirlo. Contempla tu interior para reconocer
lo que ha quedado, pese a la ausencia de sentimientos. Al vivir la presen-
cia, ¿no fuiste tocada de alguna forma por el ser, de modo que este con-
tacto perdura aunque el sentimiento haya desaparecido?
i r m a : Dejaré que tu pregunta obre en mí. Todavía no estoy en condi-
ciones de responderla.
Rosa
ROSA: No me va bien en la meditación. Debería irme mejor. Veo que
otros están mucho más adelantados que yo. Me empeño en avanzar, pero
no lo consigo. Algo parecido me pasa cuando pienso en mi marido. Tengo
mala conciencia con respecto a él, porque es tan bueno conmigo. Pienso
que tendría que hacer mucho más por él. (Pausa). Con frecuencia me río
de mí misma y me digo: «Te esfuerzas por redimir a todo el mundo para
que Dios esté satisfecho contigo. Y al fin de cuentas sigues con mala con-
ciencia, porque el mundo no está redimido del todo y tienes la sensación
de que deberías haber redimido mucho más de él. Aun si hubieses redimido
al mundo entero es posible que Dios siguiera insatisfecho contigo».
m e: Siempre te haces reproches.
El séptimo tiempo 225
bido tiempo todo te será dado. Por propia cuenta no podrás lograr este
estado, pues volverías a tener sentimientos de culpa si no lo lograses. El
que está en camino está en su lugar, sin importar que esté al comienzo,
en el medio o al final.
ROSA: ¿Y cuál es el camino?
me : Es el que comenzamos a andar: escucha hacia el interior de tus
manos y di el nombre. Mantente en la percepción de tu ser y serás condu-
cida hacia lo esencial.
Verónica
VERÓNICA: Me va muy bien. Me gusta meditar y puedo permanecer
largo tiempo haciéndolo. Me siento tranquila y tengo la sensación de estar
en casa. Rápidamente caigo en una especie de ensimismamiento. Cuando
estoy en ese estado, no puedo decir dónde estoy... (Pausa)... No sé.
No siento mi cuerpo en absoluto. Al terminar la meditación, estoy muy
apaciguada. Estos momentos me hacen bien.
ME: Estás satisfecha.
v e r ó n i c a : Sí , por cierto.
ME: Todo el tiempo estás bien atenta al presente.
Humberto
HUMBERTO: Por mucho tiempo me sentí impaciente y descontento du-
rante la meditación. No sabía por qué. Se trataba de una insatisfacción
insidiosa y pennanente. La sentía claramente y la contemplaba, pero no
sabia cómo librarme de ella. No había penetrado en lo que había detrás.
Ayer, de pronto, comprendí que siempre espero algo de Dios. Espero que
me dé algo: consuelo, esperanza o claridad acerca de mi vida, un cambio
en mi carácter, supresión de mis defectos, de mi impaciencia, de mi cóle-
ra, mis penas, que me dé la sensación de que progreso, etc. Me doy cuenta
de que a causa de estos deseos me acerco a Dios con una actitud muy
egocéntrica. Comprendí que, sin tomar mucha conciencia de ello, busco
la relación con Cristo principalmente para conseguir algo de él.
Al instante se me hizo patente que en muchas situaciones de mi vida
caigo en este mismo esquema. Los problemas que tengo con mi mujer se
relacionan en gran parte con el hecho de que siempre estoy esperando algo
de ella. Espero que se dedique a mí; es más, que me dé amor y sea cariño-
sa conmigo. Lamentablemente, a veces mi amor y cariño por ella brillan
por su ausencia. Algo parecido me pasa en el trabajo. Bueno, no será ésta
mi única actitud, pero ayer comprendí de pronto todo lo que exijo de los
demás y cuán egocéntrico soy. Se me hizo la luz sobre esto, al darme
cuenta de mi actitud hacia Dios. Estoy impresionado al ver cómo giro alre-
dedor de mí mismo. Aun si doy la impresión de estar con Dios y las perso-
nas por ellos mismos, con frecuencia lo estoy por propio interés.
ME: Es un descubrimiento importante.
HUMBERTO: Sí, me afectó mucho. No se trató de descubrimientos aisla-
dos, sino que me parece haber percibido la raíz común de mis actitudes
egocéntricas. Quedé consternado.
ME: Hm. (Pausa).
HUMBERTO: ¿Y a h o r a q u é h a g o c o n e s to ?
ME: Nada.
Enrique
ENRIQUE: Estaba centrado en mi meditación y súbitamente se me pre-
senta una escena con mi madre. Se trata de una pelea que tuve con ella
hace diez años y que creía totalmente superada. Sentí una rabia terrible
hacia ella y, de puro furioso, no podía percibir mis manos. Este sentimien-
to tan violento me asustó.
ME: No pensabas que fuera posible tenerlo.
E n r i q u e : No, no me creía capaz de eso. Me invadió cierto pánico al
pensar lo que podría ir apareciendo, tomándome por sorpresa. Sentí que
esta rabia se asienta bien hondo en mi vientre.
ME: Miedo y rabia en el vientre.
ENRIQUE: Al principio no pude contemplar mi cólera, pero luego sí
pude. Pude admitir que sentía rabia y miedo y permitirles permanecer allí.
A continuación intenté volver a centrarme en mis manos. Me pregunté
qué percibía en ellas. Pero no logré la percepción.
ME: Seguiste intentándolo.
ENRIQUE: Sabía que era tanta la rabia que temía que me impediría
percibir mis manos. Admití la rabia y el miedo con amor o, digamos, al
menos con resignación y, pese al fracaso, puse paciencia y perseverancia
en volver a la percepción.
m e : Te mantuviste firme.
de afirmarlo con certeza. Pero no hay duda de que estuve tan alerta en
el presente como nunca antes. Sentí que se calentaban mi sacro y mi vér-
tebra lumbar. Tuve una lucidez de conciencia que nunca hubiera creído
posible. Mi corazón se abrió ilimitadamente y sentí que de él fluía con
calidez un amor por toda la humanidad.
ME: En este amor estuvo presente Jesucristo.
ENRIQUE: Sin duda.
Armtlfo
ARNULFO: La cosa anda a tirones. Sigo tus indicaciones y trato de
hacer todo correctamente, pero no se da con fluidez. Frecuentemente ten-
go la impresión de que algo se frena y me bloquea. Ayer fui a dar un
paseo y me senté sobre un tronco tendido cerca del camino. Después de
un rato noté qué seco y muerto estaba. Me puse muy triste y me dije: «Tú
estás tan muerto como él».
ME: Y te pusiste a llorar.
ARNULFO: Me hubiese gustado hacerlo, pero no puedo... (Pausa) Hace
años que no lloro... Ni siquiera lloré en el entierro de mi madre.
ME: No puedes llorar. (Pausa).
ARNULFO: Cuando era niño solian decirme: «¡No llores!».
ME: No podías expresar tu dolor.
ARNULFO: No, aunque tuviera un nudo en la garganta tenía que repri-
mirme.
ME: (Pausa).
ARNULFO: No quería que otros cargaran con mi dolor.
me : Y asi el dolor y la tristeza quedaron dentro de ti sin poder mos-
trarse. (Pausa).
ARNULFO: Probablemente.
ME: Ahora vuelven y quieren mostrarse. (Pausa de diez minutos).
arnulfo : (Poco a poco, las lágrimas comienzan a rodar por sus meji-
llas. Luego empieza a sollozar. Después de un cuarto de hora, deja de
llorar; permanece un rato más en silencio).
Florión
FLORIÁN: Si vuelvo la vista sobre las últimas jomadas de ejercicios
puedo darme por satisfecho. Se manifestaron varios sentimientos: duelo
230 Ejercicios de contemplación
por una amistad que se hizo trizas el año pasado, tensiones con mi madre
y cierta insatisfacción con mi jefe. También me aclaré sobre algunos as-
pectos de mi futuro. Todo el tiempo me trabajan los más diversos asuntos,
y esto también se expresa en dolores físicos. Durante un tiempo sentí una
presión en el pecho, como si una gran piedra pesara sobre él.
ME: Suceden muchas cosas.
FLORIÁN: Sí, s e m u e v e n m u c h a s c o s a s .
Magdalena
MAGDALENA: Fue extraño. Estaba como siempre en meditación. Mis
pensamientos iban y venían, pero siempre podia volver a ella. Luego im-
perceptiblemente fui notando que hacía esfiierzos por irme. Quería levan-
tarme y alejarme sin importar a dónde. Quería esconderme debajo de una
colcha y echarla por encima de la cabeza. Sentía urgencia por escapar de
la situación, sin importar cómo, con tal de huir de mí misma.
ME: Querías escaparte.
Simona
S im o n a : Me puse furiosa por la forma en que se canta aquí durante
los ejercicios. No soporto este canto tan lento ni este estilo. Me gusta
cantar y tocar instrumentos, y creo tener sentido para la música. Y la for-
ma en que se canta aquí hiere mi sentido musical.
ME: Sufres al escucharlo.
S im o n a : No es sólo que sufra... Me indigna, no lo aguanto.
232 Ejercicios de contemplación
Esteban
ESTEBAN: Estaba convencido de meditar sin propósitos ulteriores. Lue-
go, cuando me pediste que ofrendara este tiempo a Dios sin esperar ni
desear alcanzar nada, el requerimiento me resultó nuevo y sorpresivo.
Ofrendé mi tiempo expresamente a Dios y sigo haciéndolo a conciencia.
Después de la meditación evalúo consecuentemente si estoy satisfecho
o no. Me quedé pasmado al descubrir que en realidad no estoy meditando
desinteresadamente, sino que sigo deseando alcanzar algo. Puedo renovar
mi propósito de ofrendarle mi tiempo a Dios, pero no sin un objeto. Al
final compruebo que me siento algo insatisfecho si la meditación no trans-
currió como me la había representado.
ME: Te consideras insatisfecho.
que nos impulsa a ello. Pero es importante no pretender plasmar este an-
helo en representaciones concretas, sino limitarse a contemplarlo. Si escu-
chamos hacia su interior y permanecemos ahí, el anhelo se hace más pre-
sente, más sustentador. Lleva directamente a la presencia de Dios. Es
posible fijar la atención en él sin propósito ulterior alguno. El anhelo y
el presente están aquí, sin representaciones ni expectativas concretas de
cómo se harán realidad. De qué manera seguirá el camino y qué saldrá
de él es algo que dejamos en manos de Dios. Descansamos en esta unión
con él y con eso nos basta. Esto es entrega, servicio y adoración. Es anhe-
lo y consumación a la vez.
1. Alocución: el perdón
a) Un recuerdo
b) La necesidad de perdonar
c) La enseñanza de Jesucristo
d) De todo corazón
Jesús nos insta a que perdonemos de corazón. No es fácil. Si
alguien, pongamos el caso, me ha despojado de gran parte de mi
herencia, es natural que le guarde rencor. Podré repetirme cien
veces que le perdono, pero el rencor subsistirá, especialmente si la
herencia sigue en manos del otro. Sólo se perdona de corazón
cuando el rencor, el odio y el dolor se transforman en amorosa
reconciliación con el ofensor. Eso no se da por sí solo. Por eso
debemos aprender a perdonar de todo corazón.
El primer paso consiste en tener la intención de perdonar, di-
ciéndose: «Perdono a esta persona». El perdón que es fruto de un
propósito no debe tenerse en poco. Para muchos es imposible
pronunciar esta breve frase. No se deciden a dar el perdón. So-
mos libres de hacer el propósito de perdonar, ya sea que el rencor
subsista o no.
El segundo paso consiste en reconocer el rencor que aún anida
en nosotros y contemplarlo: «He perdonado, pero el rencor todavía
está en mí. Sigo sintiéndolo. Está aquí y puedo aceptarlo».
Nunca debemos tratar de cambiar los sentimientos. Toda inter-
vención directa en ellos los reprime. Pero sí podemos cambiar
nuestros actos, sin por ello infligimos daño psíquico alguno. Si en
mi rabia y enojo, digamos, tomo conciencia de que fantaseo con la
idea de matar a la persona que me hirió, no debería decirme que
El octavo tiempo 239
f) Otro recuerdo
en parte. Día a día rezaba por estas personas y rogaba a Dios que
mi calvario les trajera algún beneficio. Lo hacía con determina-
ción, con el propósito de perdonarles; pese a que al mismo tiempo
tenía sentimientos totalmente contrapuestos.
Después de mi liberación viajé a Norteamérica. Durante dos
años procuré dar publicidad a los hechos para lograr mi rehabilita-
ción. Tenía en mi poder más de treinta documentos escritos que
demostraban palmariamente los atropellos contra los derechos hu-
manos cometidos contra nosotros. Pero fue en vano, pues todas las
puertas se mantuvieron cerradas.
Al cabo de un año y medio abandoné el propósito de regresar
a la Argentina y me fui a Alemania. A partir de este momento ro-
gué a todos los involucrados que dejaran de abogar por el esclareci-
miento de las injusticias cometidas. Ya no lo necesitaba. Mi rabia
e impotencia habían disminuido y sólo esporádicamente volvían
a aparecer. Mi modo de manejarme con mis sentimientos siguió
siendo el mismo. Los contemplaba una y otra vez y oraba a Dios
por los culpables. También me ayudaron la distancia y el hecho
de no necesitar ya la rehabilitación. Un factor que me resultaba
doloroso, empero, era que pese a la distancia no cesaban las menti-
ras, calumnias y acciones injustas contra mi persona.
Cuatro años después de mi secuestro la orden me encomendó
que dirigiera el llamado «terceronado» para un grupo de compañe-
ros. Se trata de la última fase de formación espiritual de los jóve-
nes sacerdotes. Para prepararme, yo mismo hice ejercicios durante
treinta días. El último día, mientras paseaba por el bosque, me pre-
gunté qué rectificaciones o cambios convenía que hiciera en mi
vida. Súbitamente tomé conciencia de que, si bien perdonaba una
y otra vez a mis perseguidores, seguía guardando en el armario los
documentos de prueba de su delito. Aparentemente seguía con la
secreta intención de utilizarlos alguna vez contra ellos. Volví a casa
y los quemé. Fue un paso importante.
En esta época pensaba a menudo en san Juan de la Cruz, por
quien siempre sentí profunda veneración. Sus compañeros lo retu-
vieron en prisión durante meses. También comprendí que Jesucristo
nunca había sido rehabilitado. Sus apóstoles y los demás creyentes
reconocieron la verdad, pero para la opinión pública siguió siendo
un delincuente ajusticiado por acciones dignas de castigo.
Ocho años después de mi secuestro tuve que viajar a Roma para
participar en un encuentro de maestros de tercerones europeos. En
un intervalo, el superior mayor de nuestra orden jesuítica me pre-
guntó si finalmente todo estaba arreglado. Pensé que al dirigirse
El octavo tiempo 243
3. Diálogos
Emilio
EMILIO: Esta mañana me desperté con una desgana terrible. Lo conoz-
co, pues me sucede en la vida diaria. En esos casos suelo abalanzarme
sobre el trabajo y dejo de sentirlo. Supongo que el precio que pago por
esto es mi desazón. Debo mantenerme ocupado y activo porque, de lo
contrario, vuelve la desgana. En lugar de lanzarme sobre el trabajo, aquí
lo hago sobre la meditación. «Arranqué» con gran energía para no sentir
esta desgana y quizá mi soledad. Me «enganché» en ella, concentrándome
con empeño y firmeza, tanto que luego me sentí agotado. No había toma-
do conciencia antes de esta relación entre la desgana y mi actividad.
ME: Ahora se te hizo la luz sobre esto.
EMILIO: Así es. De pronto me di cuenta de que mi agotamiento se debe
al esfuerzo de voluntad con el que trato de pasar por encima de mi desga-
na y mi soledad. Me siento como un adolescente que pretende tapar la
soledad con música atronadora. Solía hacerlo con la actividad y aquí lo
hago concentrándome con saña, forzadamente.
m e : Pudiste penetrar tu mecanismo de huida.
EMILIO: Primero me asusté. Luego recordé lo que habías dicho sobre
nuestra relación con los sentimientos. Pude contemplar mi interior y decir-
me: «Bueno, estoy desganado. Es desagradable, pero así es. Me siento
solo y me permito sentirme así». Pude permanecer en el sentimiento de
mi desgana. Fue una experiencia extraña. Por primera vez realmente pude
distanciarme de mi desgana. Le permití estar ahí, y yo también lo estaba.
Sentí que estaba ahí y que yo era más que mi desgana. Por primera vez
dejaba de ser una amenaza. Pude dejar que permaneciera. Fue una expe-
riencia liberadora. A continuación pude meditar con menos tensión y ma-
yor libertad.
Diego
m e : Ella tuvo miedo de que así tendrías menos tiempo y fuerza para
ella y los chicos.
DIEGO: Sí, pero ni siquiera quiso hablar de eso.
ME: No es que las flores sean importantes en sí, pero pueden ser un
indicio de que le prestas atención.
Ponía una y otra vez conscientemente en el centro. Por ejemplo, nunca
salgas de casa sin haber estado para ella al menos dos minutos, tomándola
en cuenta y despidiéndote cariñosamente. Cuando vuelvas, dedícale tu
atención en primer lugar, hasta percibir cómo se encuentra. Mantente
alerta para darte cuenta si tiene algo que decir, si algo la agobia o si desea
comunicarte algo. También en otros momentos bríndale tiempo y aten-
ción. Permanece un rato con ella sin propósito determinado.
d i e g o : Ella no dice lo que la agobia.
Gracia
g r a c i a : En las últimas meditaciones no pude zafarme de una cosa.
Tengo una erupción en la frente y la nariz. No me resulta fácil tolerar
que la gente la note y se me ponga a mirar fijamente. A veces también
me preguntan, porque es muy llamativa. Desearía esconderme. Se me pasa
el tiempo cavilando qué pensarán. Hoy me paré frente al espejo y me di
cuenta con horror de que había vuelto a empeorar. Voy regularmente al
dermatólogo, pero no es seguro que pueda ayudarme. Esta enfermedad
no me deja en paz y el problema vuelve a aparecer en la meditación.
m e: Te da vergüenza tener esta erupción. Crees que la gente se b u r la
de ti.
GRACIA: Sí, me temo que se ríen de mí... no en mi cara, pero s í a m is
espaldas. Me imagino que se sonríen e intercambian opiniones sobre mi
enfermedad, preguntándose si tendrá un origen psíquico. Por mi profe-
sión estoy muy cara al público y vivo esta erupción como una amenaza
constante.
ME: Una amenaza constante.
GRACIA: Me siento inhibida.
Roberto
ROBERTO: Me esfuerzo por mantenerme alerta y al principio lo consi-
go. Luego caigo en un sopor. Estoy como aletargado. Luego me adormilo,
y después de la meditación ya no sé si estuve consciente o no.
ME: No te s i e n t e s d e s p e ja d o .
ROBERTO: Así es; lo mismo me sucedió esta mañana en la meditación.
Al principio estaba centrado, pero poco a poco mi estado iba cambiando.
No sé cómo describirlo. Empecé a sentir sopor y me quedé dormido.
24S Ejercicios de contemplación
ROBERTO: Sí, te n g o m ie d o d e n o p o d e r te r m in a r m is e s tu d i o s p o r s e r
ta n d e s m e m o r ia d o .
Félix
FÉLIX: Sí, me deja agotado. Me siento oprimido, con una terrible pre-
sión en el pecho. Tengo que defenderme, deslindarme de esto.
ME:Debes ponerte a la defensiva.
Sí, m e s ie n to p r e s io n a d o p o r la s e x i g e n c ia s .
FÉLIX:
FÉLIX: Sí, por tus exigencias de que sea perfecto y esté orientado de
lleno hacia Dios, ame de corazón a mis enemigos, me vacíe; deje que todo
aflore, permanezca siempre en el presente y padezca todo. Son ideales
inalcanzables para mí, metas demasiado elevadas que me tiran abajo y
empequeñecen.
ME: Sientes lo que digo como una exigencia, un reclamo. Te amenaza,
pues te sientes presionado por tener que estar a la altura de todo esto.
El octavo tiempo 249
FÉLIX: También dices que no hay nada que lograr, pero luego viene
ese «debes». Debes estar orientado hacia Dios, debes vaciarte y todo eso.
ME: Félix, no sé si has notado que nunca o casi nunca uso la palabra
«debes». Jamás dije que debías ser perfecto ni exigí que estuvieras orien-
tado hacia Dios. Lo que digo es que el ser humano ha sido creado con
esta orientación hacia Dios, y si vuelve a ella es feliz. No hago más que
señalar la dirección, para que tomemos conciencia de nuestro estado y
veamos dónde estamos situados, no dónde debemos estar. También hablo
de plenitud y vacío. Cuando alguien se vacía lo llena Dios. Pero esto no
significa que debas vaciarte. Puedes dejar el vaciarte para un momento
futuro. Entonces Dios te llenará más tarde.
Te invité a dejar todo como está. Renuncia a estos ideales y empéñate
por traerte al presente. Todo te será dado a su debido tiempo.
Trata de permitirte ser así como eres.
¿Puedes imaginar ahora que la presión que sientes se origina en ti
mismo?
FÉLIX: Todavía me cuesta. Lo que sí es seguro es que siempre me fijo
muchas exigencias.
Pablo
Dora
DORA: En general me va bien, pero hoy ya no sabía qué hacer. Me
encontraba como perdida e impotente en la meditación. Nada funcionaba.
Tampoco podía sentir mis manos. Si no sé cómo reaccionar en estos ca-
sos, me siento muy insegura.
ME: Insegura.
d o r a : N o sabía cómo seguir meditando. Quería preguntar a alguien,
pero en el momento no pude. De modo que me sentí perdida.
ME: En momentos como ése vuelve a la percepción de tu cuerpo. Esto
te pondrá nuevamente los pies sobre la tierra. Te traerá de vuelta aquí.
También puedes prestar atención al hecho de existir. De esta manera esta-
rás en el presente.
DORA: Después de un rato empecé a familiarizarme con esta situación.
Nada funciona, pero tampoco es tan terrible, me dije. En el mismo mo-
mento volví a percibir mis manos.
m e : E s o está muy bien. «Nada funciona pero estoy aquí, existo». Sí
en ese instante contemplas el presente, te contemplas a ti misma, vuelves
a estar contigo, en tu realidad. De la percepción del «soy» o «estoy aquí»
derivas seguridad. Entonces ya no estarás perdida. Estás aquí. La percep-
ción del ser nos brinda seguridad y protección.
Buscamos seguridades exteriores, pero éstas no nos procuran más que
un alivio momentáneo. Cuando cesan vuelve la inseguridad. La certeza
verdadera reside en el ser. No te la pueden quitar. A partir del ser pode-
mos actuar con sentimiento seguro. Siempre podemos permanecer en el
ser, o volver a él. A medida que se nos hace más consciente, se va trans-
formando en un permanecer en la presencia de Dios. Allí las amenazas
externas podrán tocamos cada vez menos.
El octavo tiempo 251
Carlos
Elena
ELENA: Tuve una experiencia interesante. Estaba muy despierta y aten-
ta en la percepción de mis manos y en el nombre. Al rato empecé a sentir
dolor en las rodillas. Mi recogimiento file en aumento y los dolores tam-
bién. Cuando mi recogimiento disminuía se hacían más tolerables. Cuanto
más profundizaba en la percepción de las manos, más fuertes se hacían.
¿Puede ser esto?
ME: Sí , hay algo que busca redimirse. El proceso se da mejor si estás
de lleno en el presente. Es importante que no prestes atención a este do-
lor, sino que sigas con todos tus sentidos en el presente.
No es necesario que te tortures intencionadamente. Siéntate de modo
que no te duelan las rodillas. Si puedes darte cuenta claramente de que
252 Ejercicios de contemplación
Susana
SUSANA: Mis últimas meditaciones fueron muy movidas. Todo comen-
zó con una gran tristeza. Me comparaba con otros y me sentía desvalori-
zada y envidiosa. Son sentimientos que conozco desde hace mucho. Ela-
boré gran parte de ellos hace cierto tiempo en una terapia. Además, a
veces sentía desprecio. Se sumaron otros estados emocionales parecidos.
Por miedo a que fuera a reprimirlos, los contemplé durante un tiempo,
deteniéndome en cada sentimiento. Algunos se disolvieron pronto, otros
permanecieron más tiempo.
ME: Muchas cosas se mueven dentro de ti.
SUSANA: En cierto sentido estoy contenta de que sea así. Frecuente-
mente me parece que se mueven más cosas en la meditación que en la
terapia. ¿O hay algo que no hago bien?
ME: Está bien que no desees reprimir nada. Pero quieres elaborar acti-
vamente tus sentimientos y por eso te alegras cuando añoran. Inconscien-
temente los sacas a relucir, los conjuras para que se muestren y te detie-
nes mucho en ellos porque tu interés está allí.
Interésate por Dios, por la percepción del presente. Interésate por lo
sustancial, por tu ser esencial, donde Dios es tu fundamento. Lo decisivo
no son los sentimientos, sino Dios.
En consecuencia, debería decir que nuestros sentimientos no deben
interesamos. Pero debido a que todos tendemos a reprimir lo propio, les
recomiendo que brevemente los contemplen. Eso sí, solamente lo nece-
sario para tomar conciencia de que tenemos este o aquel sentimiento y
poder darle una buena acogida. No suele llevar más que unos pocos se-
gundos. Acto seguido deberíamos volver sin pérdida de tiempo al presen-
te, a las manos y al nombre. Permaneciendo en el nombre abandonamos
nuestro egocentrismo.
Alma
a l m a : Durante la meditación me doy cuenta de que caigo en dos esta-
dos distintos de distracción. Hay ratos en que me pongo a pensar. Le sigo
el hilo a mis pensamientos y preocupaciones hasta que me sorprendo ha-
ciéndolo y vuelvo a la meditación. En estos casos recuerdo mis pensa-
El octavo tiempo 253
Engracia
ME: Permítete sentir estas heridas. No las reprimas. Pero trata también
de sentir el interior de ti misma, para ver si puedes perdonarle, primero a
partir de tu propósito de hacerlo y luego quizá con el corazón.
ENGRACIA: Podría intentarlo.
Pía
Rut
RUT: No sé qué me pasa. A veces me sorprendo ahí sentada, sin cobrar
aliento, suspendiendo la respiración. Me asusto pues es peligroso, mejor
dicho, imposible dejar de respirar.
ME: En este caso no es peligroso. Cuando corremos o realizamos un
trabajo físico pesado consumimos mucho oxígeno, que el cuerpo recupera
respirando más. Al caminar no consumimos tanto, y menos todavía cuan-
do estamos sentados o acostados. Cuando se realiza un trabajo intelectual
intenso, como resolver problemas matemáticos, el cerebro necesita mucho
oxígeno. Pero la mera atención no consume mucho oxígeno, pues es más
una cosa del espíritu que del cerebro. El espíritu no necesita oxigeno. Si
la atención es muy intensa, puede ser que suspendamos la respiración por
unos instantes y entonces tenemos la impresión de que nos hemos olvida-
do de respirar. También decimos que algo nos quita el aliento, cuando
estamos fascinados por una persona o un asunto. En la meditación, la
ausencia de respiración es indicio de intensa atención. Decimos que nos
recogemos. Esto siempre va unido a una conciencia muy fuerte de la pro-
pia existencia. No atiendas al ritmo de tu respiración. Permanece con to-
dos tus sentidos en esta profunda sensación del presente. A su tiempo el
cuerpo cobrará el aliento que le hace falta.
Juan
JUAN: Me duelen las rodillas y la espalda mientras medito. Ayer tuve
miedo, porque me pareció que estaba a punto de resfriarme. Me sentía
febricitante. Muchas veces me pregunto si medito bien o si me esfuerzo
demasiado. Hoy una mosca andaba revoloteando a mi alrededor y no lo-
graba espantarla. Me fastidiaba. Hacía un tiempo muy sofocante y no
podía quedarme quieto. Y me venían a la mente pensamientos que quería
anotar. Trato de resituarme en el presente, pero en seguida vuelvo a estar
distraído.
ME: Siempre h a y algo que se interpone.
JUAN: Sí, yo también tengo esa sensación.
Guido
GUIDO: Estuve corriendo al aire libre y me di cuenta de cosas que no
había percibido antes, cosas sencillas como las plantas, las flores, los rui-
dos, los árboles, los animales y las nubes. Pude percibirlas como nunca
antes lo había hecho. Todo existía intensamente o, mejor dicho, por pri-
mera vez yo existía intensamente. Adquiría vida todo lo que contemplaba.
Con total naturalidad pude permanecer largo tiempo junto a todo esto.
Nada me urgía. Me sentía conectado con todo y no cesaba de asombrar-
me. Luego dejé de sentirme rodeado por diversas plantas y animales; me
rodeaba la naturaleza misma. Acaso la vida misma. Sentí que existo. Sentí
la realidad misma. Quedé atónito y me puse a llorar. Hacía años que no
lloraba así. Lloraba de asombro. No había tristeza ni autocompasión, sólo
admiración y alegría mezcladas con perplejidad. No sé cuánto tiempo
estuve así. Seguí paseando, y detrás de la primera colina encontré una
atalaya, de las que usan los cazadores. Me subí a ella. El día estaba tem-
plado, un profundo silencio reinaba en mí y en los alrededores. Sentía
una amplitud increíble, me sentía uno con la naturaleza. Creo que nunca
había sentido de esta manera la presencia de Dios como allí. Era libre y
me invadía una serena felicidad.
ME: Fue hermoso.
Elena
ELENA: En la meditación me siento constreñida, como si estuviese
enfundada en un estrecho corsé que me aprieta el tórax. No sé qué es.
258 Ejercicios de contemplación
ELENA: Ahora es una carga que debo llevar... (Cinco minutos de silen-
cio). Siento esta carga y estoy dispuesta a llevarla... (Otro silencio pro-
longado). El corsé sigue aquí, y me pregunto cómo debo manejarme con
él... (Otra pausa). Sí, ¿cómo debo manejarme con él?
ME: ¿Perdonaste a tu madre?
ELENA: Nada cambiaría con e s o .
ME: Eso no importa. Perdónala primero. Piensa que ella también tenía
sus limitaciones, que ella quería amar, pero no estaba aún en condiciones
de amarte sin egoísmo. Y trata de perdonarla. Eso no cambiará tus senti-
mientos, pero es el primer paso para perdonar de todo corazón. Después
de que lo hagas hablaremos.
ELENA: (Al día siguiente). Después de la conversación que tuvimos
ayer, salí y lloré amargamente. Luego sentí por momentos rabia por tener
El oclavo tiempo 259
Federico
FEDERICO: Durante la meditación me ocupo mucho de mi trabajo y
de mi futuro. Aunque vuelvo en seguida a la meditación, un instante des-
pués mis pensamientos están nuevamente en mis actividades.
ME: Estás muy apegado a tu trabajo.
término, para Dios. Pero Dios no quiere tus pensamientos, él ansia estar
contigo sin más. Desea que le brindes tu atención. En tus manos están
tu trabajo y tu futuro. Trata de poner a Dios en primer lugar también de
esta manera.
a) Dos decisiones
e) El nombre de Jesucristo
3. Diálogos
Marcos
MARCOS: Esta mañana pude estar bastante bien conectado. Sentí una
gran armonía entre la sensación en mis manos y la de la respiración. Des-
pués estuve más disperso. Pero nunca sé si estoy orientado o giro alrede-
dor de mí mismo. Cuando siento las manos estoy conmigo. ¿No es esto
acaso estar orientado hacia mí?
ME: Hay una gran diferencia entre el girar alrededor de sí mismo y
el estar con uno mismo. Giramos alrededor de nosotros cuando estamos
pensando: «¿Soy lo suficientemente bueno? ¿Hice algo mal? ¿Cómo hago
para adelantar? ¿Acaso no debería haber adelantado mucho más? ¿Me he
vuelto culpable por algo que he hecho?». Detenerse en estas preguntas
significa girar alrededor de uno mismo. Nos llevan a orientamos hacia
nosotros mismos.
El llegar a sí mismo siempre está vinculado a la percepción. Si se per-
manece en la percepción, necesariamente surge la conciencia de uno mis-
mo. Por allí sigue el camino. El evangelio afirma que el reino de Dios está
en nosotros. Cuando contemplamos nuestro yo y estamos centrados en esto,
desaparece en primer término todo lo relacionado con el yo. Lo que queda
es la percepción del «yo» o, dicho de otro modo, del «uno mismo». Si
seguimos escuchando esta conciencia, ya no percibimos el yo, y queda la
percepción del ser. Pero éste es un largo camino. Luego en estas profundi-
dades del alma percibimos cómo nosotros estamos en Dios y cómo Dios
está en nosotros. Nos damos cuenta de que somos hijos de Dios. Pero ésta
es una gracia muy especial que no puede lograrla uno mismo. Lo digo sólo
para que te des cuenta por dónde va el camino y que el llegar a uno mismo
no es algo secundario. Quien llega a la percepción y se vuelve consciente
del «yo soy» está orientado hacia Dios, por ser sólo él el centro más pro-
fundo y el último fundamento de nuestro «uno mismo».
Lola
LOLA: Estuve muy centrada en la meditación, muy despierta y orienta-
da por completo hacia dentro. Estaba completamente conmigo y no sé
270 Ejercicios de contemplación
bra viviente de Dios, está dentro de ti. Puedes leer y estudiar las Escritu-
ras, eso no te resultará imposible. Pero cuando quieras rezar, ya no nece-
sitarás trabajar en forma activa y discursiva con un texto, como lo ha-
cías antes en la meditación. Esto ha concluido definitivamente para ti. Tu
contacto con Jesucristo se ha vuelto más directo.
LOLA: Entonces, ¿no tengo que esforzarme más?
Rulilio
RUTILIO: Estaba bien centrado en la meditación. Entonces escuché de
repente cómo mi vecino empezaba a estar inquieto. Se movía y su respira-
ción se oía más. Sentí cómo irradiaba inquietud. Me sentí perturbado y,
como esto no terminaba, sentí enojo. En un primer momento me pareció
una señal positiva el haber pasado de la inquietud de mi vecino a mi pro-
pio enojo. En este sentido él no fue más que la ocasión para un enojo para
el que en realidad no había motivo. A continuación pensé en disculparme
frente a él.
ME: Querías demostrarte que no tenías motivo para el enojo.
RUTILIO: Sí, b u s q u é a r g u m e n to s p a ra v e r p o r q u é m is s e n ti m ie n to s e r a n
in f u n d a d o s .
ME: Sí, pero de este modo la razón se interpone entre ti y tus senti-
mientos, y quedas separado de ellos. Ya no los sentirás, tampoco en el
caso de que sigan estando allí en forma inconsciente. Quieres dominar
tus sentimientos a través de la razón. Sientes enojo y quieres librarte de
él mediante una racionalización.
RUTILIO: Sí, e x i s t e u n p a r a l e li s m o c o n m i v id a c o t id ia n a . A m e n u d o
c o n tr o lo m is s e n ti m ie n to s m e d ia n t e a r g u m e n to s .
ME: Esto debe de costarte un gran esfuerzo.
Así es, ¿pero de qué otra manera he de vérmelas con ellos?
RUTILIO:
Lucio
LUCIO: M e v a b ie n c o n la m e d ita c ió n .
ME:Estás satisfecho.
LUCIO:Bueno, tampoco estoy muy satisfecho. A menudo siento que
no consigo lo que quiero. Deseo que me vaya mejor. Simplemente quisie-
ra estar sentado, no tener que hacer nada y estar ahí sin traba alguna.
Ayer surgieron muchas ideas e imágenes. Eran como sueños diurnos. Eran
imágenes agradables. En todas me iba muy bien. Y precisamente eso es
lo que a veces echo de menos en la meditación. Deseo para mí una exis-
tencia agradable y no quiero que me perturben. Tengo recuerdos de que
ya a menudo me sentí feliz en la meditación. Pero esto es cada vez menos
frecuente o, más exactamente, no ocurre en absoluto en los últimos tiem-
pos. De ahi viene una sensación de pérdida de tiempo, desilusión e insa-
tisfacción.
ME: Quisieras estar tranquilo y sin que te molesten.
LUCIO: S í, y e s to lo e c h o d e m e n o s e n la m e d ita c ió n .
ME: (Calla).
LUCIO: Creo que ahí hay también una conexión con mi miedo a los
dolores... Ya muchas veces me llamó la atención tener horror al sufri-
miento. Me resisto al sufrimiento. Pero no sabía que esto se vincula con
mi afán de lograr goce y bienestar.
ME: Entrégate a Dios. Trata de servir a Dios, de alabar a Dios. De ahí
proviene la verdadera felicidad. Sumérgete tanto en la atención de aquello
que está, que te olvides de ti mismo. Mantente totalmente en la percep-
ción. El estar continuamente alerta frente a la luz del presente te apartará
del estado en el que te encuentras.
Rosa
r o s a : Durante varios dias me mantuve en la meditación muy tranqui-
la, despierta y casi sin pensamientos. De repente surgió un gran temor
dentro de mí. Mi pulso se aceleró, empecé a sudar y me asaltó un susto
parecido al pánico.
ME: Sentiste miedo.
ROSA: Sí, pensé en mi madre. De repente me puse a pensar qué pasa-
ría si ella muriera. Esto me afectó en lo más profundo y me sentí fuera
de mí. En realidad no encontré muchos motivos por los que temer por
ella, pues está mucho más sana y vital que hace dos años. Quise volver
a la percepción, pero no resultó. La idea de que mi madre podría morirse
volvía a hacerse presente de modo persistente.
me : Y también el miedo.
ROSA: Sí , por lo general estaba ahí. La idea de su muerte flotaba en
la habitación en forma amenazadora y yo no sabía si podia admitirla por
completo. Súbitamente surgió el interrogante de lo que pasaría con mi
hijo Andy si yo moría. Es mi único hijo y tiene doce años. Me sentí aún
más horrorizada. Senti lástima por él.
me : ¿Se trataba sólo de él?
r o s a : (Pausa larga). No puedo admitir la idea de que yo misma he
de morir.
ME: Es un tabú para ti.
ROSA: Si, por eso vuelvo a sentir pánico una y otra vez.
me : Hm... Dejémoslo así por el momento.
ROSA: (Al día siguiente). Seguí meditando. Ahora hay más tranquili-
dad dentro de mí, pero sigo sin poder mirar la muerte.
ME: Todavía no puedes hacerlo. El miedo es demasiado intenso.
274 Ejercicios de contemplación
ro sa: ¿De u n a f a n ta s ía ?
ME: Mira, estamos a mediados de agosto. Imagínate que Jesucristo te
dijera: «Rosa, para el año próximo te necesito en otra parte. Por eso deseo
que abandones la tierra. Podrías seguir viviendo, pero te necesito ahora. Si
estás de acuerdo, dejo que en septiembre enfermes de cáncer. A fines de
septiembre te enteras de que es maligno. En octubre te sometes a una
operación que no tiene mucho éxito. A finales de diciembre vas a morir».
Piensa si puedes decir que sí a esto. Imagínate cómo te irá en este proceso
en septiembre, octubre y diciembre, y qué sentimientos afloran dentro de
ti. También puedes imaginarte a tu madre, marido e hijo en tu entierro.
¿Quieres tratar de hacerlo?
r o s a : En fin, puedo intentarlo.
r o s a : (Al cabo de diez días). Desde hace diez días estoy concurriendo
diariamente a dialogar. El quinto o sexto día mis sentimientos de miedo
comenzaron a aflorar de verdad. Sigo muy conmocionada por dentro, pero
estoy contenta de haberme atrevido a imaginar la muerte. Es cierto que
sigo sin poder vérmelas de verdad con mi muerte. Sin embargo, vislum-
bro ya que existe una salida de este pánico.
Sospecho que también en mi relación con Dios ha ocurrido algo im-
portante. Vislumbro ahora lo que puede significar relativizar el mundo,
y colocar mi fundamento y mi seguridad en Dios y no en este mundo.
El noveno tiempo 275
Bernardo
Gabriela
GABRIELA: Cuando alcanzo un mayor recogimiento surge el miedo
dentro de mí. Me asusto de lo que todavía podría aparecer. No sé con qué
puedo toparme en esta tierra virgen. Bien podría ser que estuviera ante
un abismo y no debería avanzar.
m e : Te sientes amenazada por lo desconocido.
GABRIELA: Así es. No sé todo lo que hay dentro de mí. Podría ser que
surja algo que no pudiera tolerar o que no pueda regresar de allí. Siento
miedo y bajo la persiana.
m e : En tal caso tú también quedas cerrada.
G a b r i e l a : No lo sé y eso me da inseguridad.
ME: Gabriela, si no te conociera tendría que decir que este miedo po-
dría ser una señal de alarma que indica que en efecto no deberías avanzar
más. Tendrías que interrumpir la meditación y aproximarte a este abismo,
y ayudada por conversaciones. Pero como te conozco, te puedo asegurar
que este abismo no es tan peligroso.
GABRIELA: ¿No es peligroso?
pasado significaba todavía un problema grave para ti. Llevas una vida
equilibrada y estás satisfecha en términos generales, ¿no es así?
GABRIELA: S í.
ME: Esto es una garantía de que el abismo sólo es una especie de zona
gris donde todavía quedan algunos sentimientos y tinieblas no aclaradas.
Allí puedes encontrar algunas dificultades, pero puedes atravesar esta zona
oscura.
GABRIELA: ¿Piensas q u e puedo hacerlo?
ME: Cierto que sí. Puedes seguir sintiendo miedo, pero eso no debería
hacerte desistir de seguir avanzando. Debajo de esta zona gris, de donde
surge el miedo, está la presencia de Dios. Allí encuentras la presencia de
la santísima Trinidad. Tienes la impresión de que cuanto más profundices,
tanto peor será. Pero no es así. No es más que un sentimiento de temor.
En tu mismo centro, en el fondo de tu alma, se encuentra Dios y te está
esperando.
Además te intemas en la profundidad con el nombre de Jesús. Enton-
ces no puede pasarte nada. En el nombre de Jesucristo hay salvación y
seguridad. El te protege. Mantente fiel a su nombre y te llevará por enci-
ma de todos los abismos.
Si sigues teniendo miedo, percíbelo en forma manifiesta: «¡Otra vez
tengo miedo!». Contempla este miedo hasta que puedas decir: «El miedo
está. Pero yo también estoy. Yo no soy el miedo, él simplemente me
acompaña. Puede quedarse». Así puedes relativizarlo. Luego vuelve al
presente y al nombre. Confíate al nombre de Jesús. Si el miedo es excesi-
vo, también puedes interrumpir brevemente y esperar hasta que disminuya.
Pero luego ve otra vez animosamente a la quietud con el nombre. Enfrenta
el miedo con serenidad. No puede pasarte nada. Estás en buen camino.
Gustavo
GUSTAVO: (Gustavo es un sacerdote muy apreciado, que irradia mucho
amor y gran bondad, de una gran madurez espiritual). Me va bien y estoy
satisfecho. Pero es una época muy dura para mí. En la meditación no
siento nada. Está bien. Sé que no tengo que forzarme para sentir algo.
Pero sobre mí pesa un sinsentido general como una espesa cortina de nu-
bes. Nada me interesa. Simplemente estoy sentado, sigo sentado y tampo-
co quiero marcharme. Pero lo que siento es muy pesado, muy desconsola-
dor. No tengo dudas de que Dios está ahí. Pero no lo siento. Bien en lo
profundo dentro de mi hay probablemente cierta serenidad o quietud, pero
al mismo tiempo me siento perdido y sin salida. No sé cómo tengo que
meditar, simplemente estoy sentado tratando de acceder al presente. Estoy
alerta, pero no podría decir qué es lo que ocurre durante la meditación.
27S Ejercicios de contemplación
ME: Sí, Gustavo, hay que pasar por esto. Estás sostenido por la gracia.
Catalina
C a ta lin a : (Empieza a llorar).
ME: (La acompaña bien atento, pero sin decir nada. El llanto dura ca-
si cinco minutos).
CATALINA: No quiero meditar más... (Llora).
ME: No lo v a s a h a c e r n u n c a m á s.
CATALINA: (Ya no llora, pero sólo comienza a hablar al cabo de una
larga pausa). Desde niña sentí amor a Dios... (Habla lentamente)... Tam-
bién a Jesucristo y a la Madre de Dios... Mis padres me educaron así y
nunca me rebelé contra Dios... No he tenido motivos para hacerlo. Tuve
una niñez feliz. Siempre me gustó ir a la iglesia y rezaba también por
propia motivación... Al ingresar en la Orden sabía que eso estaba bien.
Sentí desde dentro que Dios me llamaba. Estoy en la Orden desde hace
treinta años y nunca me arrepentí. Mi trabajo me gusta y llevo a la gente
hacia Dios por propia convicción... (Pausa). Pero loque pasó ahora es
terrible.
ME: Experimentaste algo muy terrible.
c a t a l i n a : ¡Fue espantoso! Nunca v o y a poder pronunciarlo.
c a t a l i n a : ¡N o lo diré ja m á s !
m e : Hm. (Pausa).
CATALINA: Sí, fue terrible. Creo que esta palabra no se la dije jamás
a nadie.
ME: Eran in s u lto s .
El noveno tiempo 279
CATALINA: (Llora).
ME: Te pareció una blasfemia.
CATALINA: Sí, fue eso, pero yo no lo quise, de algún modo surgió
dentro de mí desde lo profundo.
m e : Tú no lo querías, pero simplemente estaba ahí.
Lorenzo
Gabina
GABINA: Estoy triste en la meditación. Cuando empiezo a meditar, al
cabo de un rato me siento mal y me dan ganas de llorar. Le pido a Dios
que me ayude, pero tengo la impresión de que no me socorre. Rezo en
vano. Él no me escucha. No parece importarle cómo me siento. Luego,
cuando voy a mi cuarto, lloro noches enteras. (Rompe a llorar).
ME: Te va mal.
GABINA: Nadie se ocupa de mí.
m e : Lloras mucho.
g a b i n a : Sí , cuando pienso en todo lo que tengo que sufrir surge den-
tro de mí mucha tristeza y mucho dolor.
ME: Estás triste p o r el estado e n que te encuentras.
G a b i n a : Sí , e s o m e h a c e s u frir.
ME: Se te hace difícirsufrir.
g a b i n a : Sí .
m e : Creo que ése podría ser tu problema.
El noveno tiempo 281
ME: Empieza por aceptarte allí donde estás. Deja de darle importancia
a tus lágrimas y no te ocupes de tus heridas. Oriéntale por completo hacia
Dios. Interésate por él. Permanece sin cejar en la percepción de las manos
y de su nombre, prescindiendo de tu propio estado. Cuanto más te intere-
ses por él, tanto menos interesantes se volverán tus propias heridas y lá-
grimas. Entonces podrás ir al encuentro de Dios, de los hombres y de ti
misma con libertad y alegría.
Deja de ocuparte todo el tiempo de tu llanto. Eso no te sirve de nada.
Asume tu destino y apréstate a padecer todo lo que la vida te impone como
sufrimiento.
GABINA: Esto es nuevo para mí. Siempre pensaba que el llanto me era
útil. Ahora tengo que dejar que esto actúe sobre mí.
A m e lia
AMELIA: No puedo decir gran cosa. Ya dije muchas veces que me iba
bien. A mí no me pasa mucho. Estoy aquí presente con las manos, la res-
piración y el nombre. Como ya medito hace bastante tiempo y he pasado
también momentos más difíciles, estoy contenta de poder vivir una época
más tranquila y serena. El nombre se me brinda con amor y veneración.
Si bien no experimento sentimientos, a menudo hay claridad y alegría
dentro de mí. Aunque no fuera así, me siento bien dispuesta. Las cosas
están bien así como están. En los últimos años mi meditación se ha vuelto
muy sencilla.
2S2 Ejercicios de contemplación
A m e l i a : Sí, d e l la d o d e re c h o .
ME: ¿Donde está la herida de Jesús?
AMELIA: Sí, ahora reparo en que la herida de Jesús está del lado dere-
cho de su corazón. ¿Debo pasarlo por alto?
ME: No, puedes quedarte en eso.
AMELIA: ¿He de permanecer siempre a llí?
Tobías
TOBÍAS: Cuando estoy sentado así en medio del grupo meditando, a
menudo me comparo con otros. Hay une que ya está más adelantado que
yo, hay otro que tiene que esforzarse mucho menos que yo, respecto de
un tercero parece que yo estoy más adelantado, etc. Soy consciente de
que a menudo me evalúo comparándome con otros. La impresión de que
otros están más avanzados me provoca mal humor, envidia, celos, porque
a mí las cosas me cuestan. Se me hace presente que estoy empezando
ahora. Si me percibo como más adelantado que otros, surge en mí una
forma de pensar competitiva, la crítica y el desprecio.
ME: Te experimentas siempre en relación con los demás.
Alberto
ALBERTO: Hice un descubrimiento sorprendente en la meditación. Esta-
ba centrado en el fluir del corazón, y pronunciaba o escuchaba con cada
aliento el nombre de Jesucristo. Desde hace meses me iba muy bien en
esto y estaba conectado en forma muy intensa. Hace algunos días, mien-
tras estaba en esto del nombre, me llamó la atención que, si bien pronun-
cio el nombre de Jesucristo, todavía lo imagino a él como estando fuera
de mí. Me llamó la atención que esta orientación se refiere en mí a una
representación exterior de Cristo. No puedo explicarlo bien. Sentí que
estaba por sobrevenir un cambio y que se me proponía que me despren-
diera de la representación que tenía de él. Jesucristo está aquí. Está dentro
de mí, me dije. De algún modo logré mirar dentro de mí, como si prestara
atención a cómo él está dentro de mí. Entonces me he mirado a mí y lo
he mirado a él al mismo tiempo. Podía prestar atención respecto de si él
está dentro de mí y respecto de cómo está.
ME: El c o n t e m p l a r lo a é l y e l c o n t e m p l a r te a ti s e h a n v u e lto u n a s o la
cosa.
ALBERTO: Sí, de vez en cuando le rezaba a él: «Puedes mostrarme
cómo estás en mí». No hubo más palabras, sólo esta mirada hacia mi pre-
sencia con el interés de percibir su presencia en la mía.
Dionisio
DIONISIO: Estoy consternado por mi orgullo. Me he dado cuenta de
repente de que siempre me considero superior a los demás. Pienso que
todo lo entiendo mejor, y que medito mejor, y que estoy más adelantado
que los demás. Me demoro en mi autocomplacencia. Me he dado cuenta de
284 Ejercicios de contemplación
m e : El o r g u ll o y la a r r o g a n c ia ta n s ó lo p u e d e n d e s a p a r e c e r p o r o b r a d e
la g r a c i a p u ra .
Eleuteria
e l e u t e r i a : Desde ayer no pasa nada en la meditación. No puedo sen-
tarme, y si me siento no puedo quedarme, y si me quedo no puedo reco-
germe. Estoy muy inquieta.
me : N o p u e d e s s o p o r ta r t e .
Es cierto, y sé por qué pasa esto... Sé que esta semana
e le u te ria :
me viene el período. Eso me pone nerviosa.
El noveno tiempo 285
ME: Lo rechazas.
ELEUTERIA: Sí, no quiero que venga, ya que entonces me siento mal.
Me tengo que recostar, vomito y eso me da asco... (Pausa). No, no quiero
que venga.
ME: Con ello rechazas tu femineidad.
Clemente
c l e m e n t e : Me gusta ir a la capilla, pero afuera en la naturaleza medi-
to mejor. Estoy más relajado, me siento más presente y me siento mejor.
La naturaleza me eleva y llego más a la presencia de Dios. ¿Está bien
si medito al aire libre?
ME: La naturaleza es, en efecto, un lugar excepcional para el encuentro
con Dios. Los campesinos, que todavía trabajaban tranquilamente al aire
libre sin muchas máquinas y sin grandes desafíos financieros, se volvieron
contemplativos. Los padres del desierto se retiraron por completo a la
naturaleza y al desierto. De este modo se volvían contemplativos.
286 Ejercicios de contemplación
El décim o tiempo
3. Diálogos de despedida
Migue!
MIGUEL: En estos últimos meses me fue muy bien. Todo está en orden
en casa, con mi familia, y nos queremos. Me da mucha alegría. No siem-
pre fue así. Trabajo con entusiasmo y lo cotidiano se ha llenado de vida.
ME: Te va muy bien.
ME: E n to n c e s y a n o te h a c e n fa lta lo s m o m e n to s d e q u ie tu d .
MIGUEL: ¿ N o e s a s í?
ME: S i lo s ie n te s a s í . . .
MIGUEL: S í, lo s e n tí a s í y p o r e s o d e c id í c o n s c i e n te m e n te a b a n d o n a r la
m e d ita c ió n .
ME: L o ú n ic o q u e n o e n tie n d o e s p o r q u é m e d ita b a s a n te s . C u a n d o
te ib a m a l, a ñ o a a ñ o d e d ic a b a s tie m p o a D io s . L a m e d ita c ió n e r a m u y
im p o r ta n t e p a r a ti. Y a h o r a q u e te v a b ie n y a n o e s im p o r ta n te . M e p r e -
g u n to si n o h a b r á s m e d ita d o p a ra s e n tirte b ie n . E n to n c e s lo q u e te lle v a b a
a m e d ita r n o s e r ía e n p r im e r lu g a r la b ú s q u e d a d e D io s , c o m o s o lía s d e c ir ,
s in o la b ú s q u e d a d e tu s a tis f a c c ió n . L a e n c o n tr a s te y d e ja s , p u e s , d e b u s -
c a r lo s m o m e n to s d e q u ie tu d . N o te in te r e s a D io s , s in o tu b ie n e s ta r , tu
b u e n a d is p o s ic i ó n d e á n im o .
MIGUEL: S í, p e ro h a y e n m i v id a m u c h a a l e g r ía y fu e rz a . C o n s id e r o
q u e m i v id a m i s m a e s m i p le g a r ia . P o r e s o n o m e e s p re c is o to m a r m e
h o ra s e x tra p a ra eso.
ME: E s e e s p r e c i s a m e n t e el p r o b le m a : tu fu e r z a y a le g r ía p r o v ie n e n
d e D io s . S o n d o n e s d iv i n o s , p e ro n o s o n D io s m is m o . D io s m is m o y a n o
te in te r e s a . Y a n o te q u e d a tie m p o p a ra él.
MIGUEL: Q u ie r e s d e c ir q u e b u s c o lo s d o n e s d iv in o s e n v e z d e a D io s
m is m o .
ME: E l q u e r e a l m e n t e b u s c a a D io s y n o s ó lo el p r o p io b ie n e s ta r , n u n -
c a d e ja d e t o m a r s e u n p o c o d e tie m p o p a ra la q u ie tu d y p a r a e s ta r ú n ic a
y e x c lu s iv a m e n te p a r a D io s . S i e f e c tiv a m e n te lo g r a s te u n m a y o r a c e r c a -
m ie n to al C r e a d o r , s e n ti r á s u n f u e rte im p u ls o in t e r io r h a c ia la q u ie tu d ,
d o n d e p o d r á s d e d i c a r te s ó lo a D io s . S i n o lo s ie n te s , to d a v ía te e s tá s b u s -
c a n d o a ti m is m o .
MIGUEL: R e f l e x io n a r é s o b r e tu s p a la b ra s .
Herminio
HERMINIO: Temo estar meditando de una manera muy egocéntrica.
Renuevo mi propósito de estar aquí para Dios, pero a este propósito le
falta consistencia. No es totalmente auténtico. Si contemplo con since-
ridad lo que hay en mi interior, debo reconocer que deseo ser feliz y que
medito por esa razón.
ME: Te sientes egoísta.
HERMINIO: Sí, hago permanentes esfuerzos por meditar bien, pero la
verdad es que no medito para Dios, sino para mí mismo.
296 Ejeœicios de contemplación
ME: Tu r e a l id a d in t e r io r n o c o i n c id e c o n tu p r o p ó s ito .
ME: Basta que renueves tu propósito de estar para Dios y que trates
de mantenerte junto a él. Tu deseo de dicha no tiene por qué desaparecer.
Se volverá una misma cosa con tus ansias de Dios.
HERMINIO: ¿Se volverá una misma cosa con el amor de Dios?
Eugenio
EUGENIO: En las meditaciones luché largo tiempo con cierta somnolen-
cia y sensación de debilidad. Quería centrarme, pero no lo lograba más
que por pocos segundos. Por el contrario, mis distracciones eran intermi-
nables. Siempre pensé que tenía dificultad para concentrarme y sufría de
falta de vigor interior. Cuando acudí a ti casi nada cambió, salvo que
rechazaba esto de escuchar el interior de mis manos. Estaba fastidiado
por el «sobredimensionamiento» de las manos y confundido por la diversi-
dad: las manos, la respiración, el nombre. Ahora, en los recientes ejerci-
cios, experimenté un gran cambio. Sentí claramente el centro de las pal-
mas de mis manos. Primero fue un cosquilleo. Después de unos días se
transformó en una corriente que se propagó a todo mi cuerpo. Al decir
el nombre se hizo mucho más intensa. En el comienzo mismo de la medi-
tación siento una gran fuerza, que me mantiene bien despierto. Casi sin
esfuerzo estoy permanentemente en la percepción. Esta fuerza me mantie-
ne fresco y alerta. Puedo atender a la presencia de Cristo. Antes sólo me
era posible con ayuda de una representación de la persona de Jesús. Mien-
tras fluye esa fuerza en mí puedo prestar atención a la presencia misma
El décimo tiempo 297
Elisa
ELISA: Puse fin a mis diez días de meditación. Me costó gran esfuerzo,
tuve que soportar fuertes dolores y luchar con sentimientos de frustración,
porque no sentía casi nada durante los ejercicios. Sin embargo, me dedica-
ba plenamente a ellos, porque quería probar seriamente este camino y
estoy contenta de haberme mantenido firme hasta el final.
ME: A duras penas lograste llevar a término la empresa.
ELISA: Sí, a duras penas. No lograba sentirme cómoda en este tipo de
oración y no creo que sea mi camino. Después de los ejercicios volveré
a mi forma de orar acostumbrada. Me siento más a gusto con las palabras
de los salmos, que repito durante días, con el evangelio y la lectura de
libros que me dan nuevos estímulos.
ME: Estos te llevan a Dios a tu manera.
Enrique
ENRIQUE: En los últimos tiempos mi meditación mejoró un poco. Lo-
gré mayor recogimiento, estoy más atento y tranquilo, y me siento mucho
más libre. Esto influye favorablemente en mi vida diaria. Estoy más suelto
y me parece que también más tolerante. Hace unos días me sucedió algo
que antes me habría mantenido alterado durante varios días. Pero en contra
de lo esperado mantuve el equilibrio.
298 Ejercicios de contemplación
ENRIQUE: ¿ Q u é e s ?
ME: No, Enrique, aún no haces lo mismo. Si te entendí bien, diría que
tu atención, por ahora, se dirige indirectamente a Dios. Hablaste de los
progresos que hiciste. Te sientes más recogido, más libre, más tranquilo.
E! décimo tiempo 299
Estás más equilibrado. Todo esto está bien, más aún, muy bien, pero si-
gues siendo tú. Por eso me atrevo a indicarte otro paso más que puedes
dar. Este paso consiste en el ansia fervorosa de atender siempre solamente
a Dios, escuchar únicamente su presencia, colocarlo y mantenerlo perma-
nentemente en el centro de tu atención, ya sea en la meditación o en la
vida diaria.
Justina
J u s t i n a : Sí, y e n t o n c e s m e p o n g o a e s p e r a r lo s p r ó x im o s e je r c ic io s .
ME: ¿Podría ser que, a la par que dispuesta a servir a otros, estés hu-
yendo un poco de ti misma o busques reconocimiento y amor?
JUSTINA: Si, y a p e n s é e n e s t o . . . n o m e e s fá c il d e c ir « n o » .
Wenceslao
WENCESLAO: (Titubeando). Bueno... hoy, en nuestro último diálogo,
deseo confesarte que nunca estuve muy conforme con tu conducción y
siempre me tomé la libertad de incursionar por otros caminos. No siempre
seguí tus indicaciones.
ME: Sentías resistencia contra mí.
ME: ¿No es ésta una especie de dependencia negativa? Tener que opo-
nerse a toda autoridad es una actitud tan dependiente como sentirse anula-
do por ella. En el fondo es lo mismo, aunque con signo contrario.
WENCESLAO: Deberíamos seguir la inspiración divina y no las directi-
vas de los hombres.
ME: ¿Cómo se reconoce esta inspiración?
W e n c e s l a o : ¿Cómo?
ME: La relación con Dios corre paralela con la relación con los hom-
bres. Quien puede volcarse a los hombres también puede volcarse a Dios
y viceversa. El que tiene una capacidad muy reducida para relacionarse
con los hombres debe saber que también se relacionará rara vez con Dios.
Todos tienen libertad de elegir con quién se relacionan y con quién no.
Referido a nuestro caso, esto significa que cualquiera puede elegir con
qué maestro de ejercicios se ha de relacionar. Si tomó la decisión en liber-
tad y aun así no puede hacer caso al guía elegido, es señal de que tampo-
co sigue, sin más, la inspiración de Dios.
WENCESLAO: Con eso quieres decirme que tampoco me he relacionado
con Dios.
ME: No, no voy tan lejos. Pero digo que, tomando como pauta tu dis-
posición para relacionarte en los últimos días con la conducción de los
ejercicios, puedes medir cuánto sueles relacionarte con Dios.
WENCESLAO: Entonces las cosas no se ven bien dentro de mí.
Sofía
SOFÍA: El año pasado participé en ejercicios. Desde entonces medito
casi regularmente tres cuartos de hora por día. Se me ha hecho una nece-
sidad. Si por alguna razón debo prescindir de estos momentos de quietud,
los extraño. Ahora, después de un año, quisiera abordar los ejercicios con
este libro. Cuando mencioné el tema a mis amigas, algunas quisieron par-
ticipar. Se agregó también un sacerdote. Los cinco estamos firmemente
decididos a retirarnos para hacerlos. Tenemos ocho días libres y dispone-
mos de una casa apartada en un lugar tranquilo. ¿Cuál es la mejor forma
de encarar la meditación?
ME: Ustedes tienen coraje.
SOFÍA: Sí, estamos decididos y desearíamos que nos orientes.
SOFÍA: S í.
Irene
Rolando
Fabián
FABIÁN: Mis experiencias con los ejercicios son variadas. Tuve que
poner mucha fuerza de voluntad para hacerlos. Los primeros días quería
escaparme a cada rato. La naturaleza me hacía bien, pero la meditación
me resultaba ajena e insatisfactoria. La prolongada quietud me aportó
tranquilidad interior, pero no sé si fue la naturaleza la que me apaciguó
más o la meditación.
ME: Todavía no ves claro.
FABIÁN: No, tengo sentimientos encontrados. Hay algo en la oración
contemplativa que me atrae, pero hasta el día de hoy no tengo claro si es
mi camino... Pasé la tarde en contacto con la naturaleza para reflexionar
sobre los días pasados. Después del paseo pude ver más claro.
ME: Más c l a r o .
FABIÁN: Ahora en casa no meditaré... (Pausa, luego pensativamente)
Sospecho que más adelante la oración contemplativa podría llegar a ser mi
camino. Ahora seguramente no. Por eso, no descarto que en algunos años
vuelva a hacer ejercicios contemplativos. Sí, presiento que puede llegar a
ser mi camino. Más no puedo decir por el momento. Además, deberá asen-
tarse la experiencia que adquirí en estos ejercicios. Posiblemente en unos
meses vea con mayor claridad lo que sucedió aquí.
ME: Vuelve a la forma de orar acostumbrada y trata de olvidar la me-
ditación. Lo auténtico no se pierde. Volverá a llamarte y no te dejará en
paz. Si puedes olvidarte de la oración contemplativa es porque no es tu
camino.
Armando
ARMANDO: Esta mañana me sentía como un plomo, como si llevase
una pesada carga encima. Fue difícil dedicarme a la meditación. Estaba
furioso, desesperado y triste. No puedo explicarlo bien. A pesar de esto.
306 Ejercicios de contemplación
ARMANDO: No, y e s p e r o h a b e r a p r e n d i d o a p la n ta r m e u n p o c o m á s
f r e n te a e s to s e s ta d o s a n í m ic o s y a n o s a li r c o r r ie n d o .
ME: En la meditación y en los ejercicios aprendemos actitudes básicas
que valen en igual medida para la vida cotidiana. Hay mucha gente senci-
lla que nunca oyó hablar de ejercicios ni de contemplación y, no obstante,
padece y supera instintivamente sus aspectos sombríos. Aun sin meditar
encuentran el camino a la contemplación. En estas personas la redención
se opera en la vida diaria porque no reprimen sus aspectos sombríos, sino
que admiten sus sentimientos y estados anímicos.
No percibimos más que una fracción de estos aspectos nuestros. Si pa-
decemos con buena disposición todo lo que nos llega, somos purificados y
redimidos: el proceso de purificación no sólo avanza en los ejercicios. Si
únicamente durante diez días de ejercicios al año admitiéramos la purifica-
ción de nuestro pecado original, tardaríamos décadas en recorrer el camino
que otros, entregados sin cesar a este proceso, recorren en un año. La me-
ditación sólo tiene sentido si esta actitud básica pasa a la vida cotidiana.
Vivir en la realidad y no escapar de uno mismo lleva a la contemplación.
Sebastián
SEBASTIÁN: Medito una hora todas las mañanas. Esta hora es muy
importante para mí. Casi nunca prescindo de ella y da el tono a mis días.
Sí, determina mis acciones. Busco la voluntad de Dios. Me pregunto a
diario qué es lo que Dios quiere que haga o reconozca.
ME: Buscas la voluntad de Dios para el día.
m e : Sigue por el camino que hasta ahora has recorrido, pero reserva
la meditación para permanecer sin propósito alguno. Dedícate a ella para
ofrendar este tiempo a Dios gratuitamente, sin relacionarla con tus obliga-
ciones ni actividades. Y no trates de dar una utilidad siquiera indirecta a
este tiempo que dedicas a la meditación. Deberá pertenecer a Dios sin
retribución alguna. No deberá tener nada que ver con las transformaciones
de este mundo. Deberá bastar en sí y para sí. Con Dios solo basta.
Mientras no descubras esta permanencia en actitud amorosa y desin-
teresada ante y para Dios, no pasarás el umbral de la contemplación.
La contemplación es una gracia. Nadie puede alcanzarla por sí mismo.
El ansia por permanecer de esta manera desinteresada ante Dios es la
señal de que él ha comenzado a concederte la gracia de la contemplación.
Benito
BENITO: Se me hizo la luz sobre algo. Estaba como de costumbre en la
meditación y de pronto me sentí más en el presente y en la existencia. Lo
sentí en forma muy intensa, como nunca antes. No puedo describirlo. Me
di cuenta de que existo plenamente. Tuve una vivencia del «ahora», este
instante único en el que soy. No puedo explicarlo. Tomé conciencia de lo
que es la «realidad». Fui retenido largo tiempo en este estado. Sí, digo que
fiii retenido: yo no hubiese podido provocarlo ni mantenerme en él. Antes
solía ocurrirme que quería mantenerme en un estado intenso y en el
mismo instante se esfumaba. Ahora me fue dado que ni siquiera pensé en
mantenerlo. Estaba sumido en el asombro. Sólo existía.
De manera muy extraña experimenté que no tenía que hacer nada.
Todo me era dado. Sentía un amor muy sereno y entrañable. Tampoco
sé cómo se dio esto, pero ahí estaba. Todo era tan sencillo y claro, tan
sin problemas y real... Era bueno existir así.
M E : Existir.
BENITO: Sí, existir sin más. Lo sorprendente fue que en este estado
experimenté por primera vez que no tenía que hacer nada. Desde hace
tiempo venía repitiéndome que no debo hacer ni lograr nada. Lo tenía claro,
El décimo tiempo 309
b e n i t o : No, no pienso eso. Sólo creo que debemos dejar en sus manos
nuestras inquietudes. En efecto, nuestro trato-con él cambia por completo.
No puedo imaginar que en la oración nos esforcemos por reflexionar sobre
textos, nos analicemos o proyectemos el futuro. En el trato con él sólo
conservamos el asombro por el hecho de existir. En el trabajo todo se da
solo, sin desvelos.
310 Ejercicios de contemplación
Opinas, pues, que habría que dejar las reflexiones sobre los textos.
ME:
BENITO: Sí, eso pienso. Pero no para todos. Ocuparse de los textos
reflexionando acerca de las Escrituras es imprescindible antes de la con-
templación. Aun en estado contemplativo podemos recurrir una y otra vez a
algún texto. Entendí que la oración «Tomad, Señor» nos introduce en un
modo de orar en el que debería estar ausente todo lo relativo a pensamiento,
recuerdo, voluntad, planificación, autoperfeccionamiento. Todo eso queda
reemplazado por la amante permanencia en el ser. He descubierto un nuevo
sentido a esta oración. Para mí es el fundamento ignaciano de la vida
posterior a los ejercicios, de la vida contemplativa en actividad.
ME: No puedo más que coincidir con lo que has dicho.
Lina
LINA: (No participa de los ejercicios, sino que entabla un diálogo pre-
vio a sus próximos ejercicios). Desde mis últimos ejercicios del verano
pasado medito regularmente. Me he mantenido en este tipo de oración
y digo el nombre de Jesucristo unido a la percepción de mis manos. De-
searía repetir este tipo de ejercicios contemplativos, pero no sé si son
adecuados en este momento, pues debo tomar una decisión importante.
(Habla extensamente de esta decisión).
ME: ¿Es urgente que la tomes o no?
Eulogio
EULOGIO: Lo que deseo contarte no tiene relación directa con la me-
ditación, aunque después influyó mucho en ella. Una vez vi a una per-
sona escuchando plenamente a otra. Es casi imposible de describir. Es-
taba sumergida en el otro. No escuchaba sus palabras, sino que se había
puesto en su lugar en cuerpo y alma. La atmósfera en aquel grupo se fue
haciendo intensa. De pronto reconocí que yo nunca había escuchado
así. Siempre escucho críticamente lo que dice mi interlocutor y guardo las
distancias, para poder evaluar «objetivamente» sus afirmaciones.
ME: Descubriste lo que significa escuchar a la persona misma y no
lo que dice.
EULOGIO: Eso es. Luego descubrí el paralelismo que hay con la medi-
tación. Nunca escuché a Dios. Analicé textos para examinar lo que po-
drían significar. También busqué con frecuencia la quietud, pero más bien
para cultivar mis intereses mentales. Escuchar a Dios realmente, como
312 Ejercicios de contemplación
lo viví en este coloquio grupal, fue algo nuevo para mí. Por primera vez
descubrí lo que significa escuchar atentamente. No significa informarse
de algo manteniéndose ajeno, sino sentir lo imperceptible con amor atento
y delicado. Ser lodo oídos, estar presente con todo el ser. Escuchar no
sólo con el entendimiento, sino con todo el cuerpo, con toda el alma.
Escuchar significa penetrar con mucho respeto la unicidad de mi interlo-
cutor, hasta sentirme uno con él.
ME: Sí , es eso. Sólo el amor sabe escuchar. Únicamente aquel que diri-
ge su atención hacia el otro más allá de las palabras puede recibirlo como
es. Sólo el que está tocado por la esencia del otro lo escucha. El que des-
pués de escuchar toma conciencia de que se ha olvidado por entero de sí
mismo ha logrado escuchar auténticamente.
Lo que dices vale tanto para el acto de escuchar a los hombres como a
Dios. La oración contemplativa supone escuchar atentamente en este sen-
tido. Esta capacidad de escuchar tiene un gran poder sanador. Despier-
ta en el interlocutor claridad y reconocimiento de sí. Se siente compren-
dido y aceptado. Esto le da renovada autoestima y fuerza para vivir.
En la meditación el poder sanador que se deriva de escuchar atenta-
mente vuelve a la persona, que sanará por dentro.
Rufino
Noelia
n o e l i a : Llegamos al final de los ejercicios. Se me abrió con ellos un
mundo nuevo. Hasta ahora buscaba orientación, y ahora la encontré. Hallé
mi camino. Por eso estoy muy satisfecha. Pero me siento como si estuvie-
ra apenas al comienzo. Esto empaña mi satisfacción y siento cierto desa-
liento. Ante mí se extiende un trayecto interminable que se pierde en el
infinito y me oprime. ¿Cuándo habré recorrido este camino?
ME: Desearías estar ya al final.
NOELIA: Siento que estoy muy al inicio. Aún no estoy en ninguna parte.
ME: Y te da miedo.
n o e l i a : Sí , n e c e s a r ia m e n te .
m e : La ayuda siempre está. Confia en que Dios te guiará. También
hasta ahora estuvo a tu lado y condujo con amor toda tu vida. ¿Por qué
no tienes fe en que seguirá cuidando de ti?
NOELIA: Sí , debo aprender a confiar en Dios. Muchas veces lo logro,
pero ahora tengo la sensación de encontrarme muy al comienzo.
ME: Puede ser un sentimiento muy bueno.
NOELIA: ¿Por q u é ?
ME: Mira, Noelia, como dijiste, estos ejercicios te señalaron un camino
de vida. O sea, estarás en camino mientras vivas. No es posible formarse en
el amor a Dios en diez días. No es una tarea que se vaya finiquitando y
punteando como una lista de obligaciones realizadas. Cuanto más avance-
mos en este camino, más tendremos la sensación de estar en el comien-
zo. Así pasa con los santos: a medida que Dios los atrae hacia sí, más se
ven como pobres, impotentes y en el punto de partida.
n o e l i a : ¿Y de dónde proviene entonces esta necesidad de ayuda?
ME: No es malo que la sientas. Incluso es muy sano. Pero el error con-
siste en que la esperas de fuera. Te comparas con otros que, según crees,
están más adelantados que tú. Espera que la ayuda te venga de dentro, del
316 Ejercicios de contemplación
m e : Naturalmente.
NOELIA: Jesucristo sea loado.
m e : Por toda la eternidad. Amén.
INDICE GENERAL
I n t r o d u c c ió n ................................................................................................................
1. Desde la oración pre-contemplativa hacia la contemplativa.
2. La dificultad de la tarea. 3. Hijo de la experiencia. 4. El maes-
tro de ejercicios. 5. Un manual que hace de maestro de ejercicios.
6. Las sagradas Escrituras. 7. Una espiritualidad activa. 8. ¿Medi-
tación o contemplación? 9. Petición de comprensión. 10. ¿Quié-
nes son los destinatarios de este libro? 11. El marco exterior de
los ejercicios. 12. La estructura del libro.
2. E l s e g u n d o ti e m p o : l a r e l a c i ó n t r i p l e .................................................
Estuve enfermo y me visitaste. La salida de una crisis. La mejor
escuela para el encuentro con seres humanos.
3. E l t e r c e r ti e m p o : l a r e f e r e n c i a a u n o m is m o y l a r e f e r e n -
c i a d e D i o s .................................................................................................................
El estado original y la caída. La vivencia de la referencia al yo.
El cambio de la referencia al yo a la referencia a Dios. El egoísta
devoto. La referencia al yo en la eucaristía. La referencia al yo
en la meditación. La ejercitación de la existencia para Dios.
5. El q u i n t o ti e m p o : l a r e d e n c i ó n .................................................................. 139
6. El s e x t o ti e m p o : l a d i s p o s i c i ó n p a r a e l s u f r i m i e n t o .................. 173
La condición para llegar a ser imitadores de Cristo. Dos recuer-
dos. ¿Qué debemos hacer? Mantener viva la disposición para
el sufrimiento. ¿Padecer o rechazar? Ser más y más Cristo en
la tierra.
7. E l s é p t im o t ie m p o : la o r ie n t a c ió n h a c ia D io s .................................. 205
El contacto visual y la distracción. El sarmiento y su afán de
rendimiento. La pena de nuestros pecados. La orientación del
hombre hacia Dios en las Escrituras. El ejemplo de los santos. El
error más frecuente en la meditación. El deseo de inmediatez.
9. El n o v e n o ti e m p o : e l n o m b r e d e J e s u c r i s t o ...................................... 261
Dos decisiones. De Jesús de Nazaret al Cristo resucitado. La
unión mística en el evangelio de san Juan. El «misterio» en las
cartas paulinas. El nombre de Jesucristo.
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