Review of Santiesteban Oliva Hector Trat
Review of Santiesteban Oliva Hector Trat
Review of Santiesteban Oliva Hector Trat
México,
Afortunadamente, los últimos años han sido fecundos en lo que a estudios sobre monstruos se
refiere, cubriéndose así un tema de gran importancia en la literatura del Siglo de Oro. Si hace
poco Reichenberger publicaba el libro de Elena del Río Parra, ahora la editorial mexicana Plaza
y Valdés da a la luz un Tratado de monstruos que brilla con virtudes diferentes, y tal vez
complementarias, a las del trabajo de Elena del Río. Para empezar, Héctor Santiesteban delimita
el alcance de su libro a “la Edad Media y los principios del Renacimiento”, por considerar esta
época un punto culminante “en cuanto a la historia de los monstruos” (15). Sin embargo, el autor
no teme adentrarse en otras épocas diversas, y en culturas alejadas de la occidental, si con ello
ilumina algunos aspectos de los monstruos que toca. De ese modo, el trabajo adquiere una
fecunda y erudita variedad que hace amena su lectura, y que lo convierte en un auténtico Tratado
de monstruos.
anormalidades físicas” como las que trataba el libro de Elena del Río, y decide ocuparse tan sólo
“de anomalías anatómicas con significación expresiva” (14). De este modo, sitúa su trabajo
dentro de una perspectiva semiótica y literaria, utilizando una metodología que denomina
ecléctica y que en verdad incluye la semiótica, pero que también utiliza la técnica “psicológica,
Santiesteban persigue una definición coherente de la esencia del monstruo (no en vano califica su
libro de Ontología teratológica), definición que adquiere forma a lo largo de los diferentes
compara los monstruos con otros portentos, maravillas o milagros (38). El monstruo comparte
palabra, cuidadosamente analizada por el autor (61-62; 81). Como refiere muy claramente en un
pasaje, “los engendros son portavoces y expresiones de una suprarrealidad” (99). Este signo
extraordinario puede tener muchos sentidos: negar el orden natural (41), castigar la desmesura o
hubris de un personaje (70), o disuadir a los hombres de ejecutar algún acto, que es la función
propia de los monstruos llamados apotrópeos (54). Dentro de estas páginas brillan con especiales
méritos las dedicadas a la historia de la definición de monstruo, en las que Santiesteban recorre
diversas autoridades desde la Antigüedad clásica hasta los siglos XIX y XX. De este modo, el
autor alcanza su propia definición de monstruo, compuesta por tres “teratinos” (o cualidades
Otro capítulo destacable por su utilidad para los estudiosos de la literatura es el dedicado
a las funciones y usos de los monstruos, en el que Santiesteban trata los tipos de monstruo según
su uso en la obra literaria. Así, el autor toca los monstruos apotrópeos, entre los que destaca el
monstruo guardián (102), los monstruos expiatorios (104), los antídotos (105), los psicopompos
o transportadores de almas (106), etc. Merecen destacarse los pasajes que tratan el monstruo
como fenómeno mnemotécnico, cuya rareza funciona como ayuda a la memoria. Santiesteban
demuestra en estas páginas su dominio de la pintura medieval y renacentista italiana, así como de
la bibliografía sobre la mnemotecnia. Sin embargo, olvida citar, al lado del estudio clásico de
medieval y, por tanto, a las representaciones extrañas y monstruosas. Otro capítulo de igual
interés para los estudios literarios es el que trata de la relación simbiótica entre el monstruo y el
héroe. Aquí Santiesteban estudia novedosamente ciertas características del héroe, declarando que
(entre los que el autor cuenta con buen criterio los emblemas heráldicos) y, especialmente, de la
famosa furia guerrera que domina en ocasiones completamente a héroes clásicos como Aquiles,
teratología: el que monstruos semejantes aparezcan en culturas diversas que no han mantenido
ningún contacto. El autor enumera y analiza las diferentes soluciones que los estudiosos han
ofrecido para este problema: el innatismo de las características del monstruo en la mente humana
En suma, Tratado de monstruos resulta un libro completo y erudito, cuyo autor maneja
con soltura una bibliografía ingente, en la que caben tanto los clásicos, como los más modernos
realizar una clasificación exhaustiva de los monstruos que aparecen en la Edad Media y
Renacimiento europeos. El lector aceptará prontamente este sacrificio a cambio del propósito
ontológico y universal del libro, que excluye por naturaleza este tipo de enumeraciones. Sin
embargo, el autor podría quizás haber mejorado su creación incluyendo un índice de monstruos
citados, con su correspondiente referencia bibliográfica. Asimismo, el lector echa en menos más
páginas dedicadas al estudio detallado de ciertos monstruos particulares, más reflexiones sobre la
relación de los monstruos con los géneros literarios, y algunas conclusiones sobre cuáles son los
pequeñeces no entorpecen el gran valor general de la obra de Santiesteban que, repito, resulta
provechosa y amena, y adornada de un estilo elegante, en ocasiones brillantemente epigramático.
En suma, Tratado de monstruos merece un lugar propio entre los libros del más exigente
estudioso de la literatura medieval y áurea, e incluso entre los del aficionado a los buenos
ensayos literarios.