Copia de STC6975-2019 (Tolosa 1)

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LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

Magistrado ponente

STC6975-2019
Radicación n.° 11001-02-03-000-2019-00591-00
(Aprobado en sesión de veintinueve de mayo de dos mil diecinueve)

Bogotá, D. C., cuatro (4) de junio de dos mil diecinueve (2019)

Se decide la tutela promovida por Aurora del Carmen Neira Patiño


frente a la Sala Civil Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Cúcuta, integrada por los magistrados Ángela Giovanna Carreño
Navas, Manuel Antonio Flechas Rodríguez y Gilberto Galvis Ave, con
ocasión del juicio de declaratoria de unión marital de hecho nº 2018-
00168 adelantado por Benjamín Flórez García a la aquí quejosa.

1. ANTECEDENTES

1. La gestora del auxilio demanda el amparo de las prerrogativas


al debido proceso, acceso a la administración de justicia e igualdad,
presuntamente vulneradas por la autoridad accionada.
2. De la lectura del libelo constitucional y la revisión de las pruebas
adosadas al plenario, se desprenden como hechos base de la presente
salvaguarda los descritos a continuación:

Ante el Juzgado Cuarto de Familia de Cúcuta cursó el litigio nº


2018-00168, emprendido por Benjamín Flórez García para la
declaratoria de existencia de la unión marital de hecho surgida entre el
actor y Aurora del Carmen Neira Patiño.
Como causa petendi, narró en el libelo que la convivencia inició el
26 de febrero de 2001 y finalizó por voluntad de la demandada el 27 de
febrero de 2018, cuando “expulsó a su pareja del hogar común”.

Al contestar el escrito genitor, la ahora gestora, en ese declarativo


arguyó la salida voluntaria de Flórez García de la casa familiar y solicitó
la fijación de alimentos alegando, depender económicamente de su
antiguo compañero permanente, y padecer episodios psiquiátricos que
requieren de la atención médica brindada por la EPS a la cual se
encuentra afiliada como su beneficiaria.

El 9 de julio de 2018, el juez cognoscente emitió sentencia


estimatoria de las pretensiones; empero, impuso a Benjamín Flórez
García el pago de una contribución mensual en beneficio de Aurora del
Carmen Neira Patiño. El obligado apeló la última determinación
argumentando la improcedencia de la condena por alimentos a su cargo.

En proveído de 31 de octubre pasado, la Sala Civil Familia del


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cúcuta revocó lo atacado.

La aquí accionante, critica el fallo fustigado porque i) resolvió sobre


aspectos distintos a los expuestos por el recurrente al impugnar la
postura del a quo, pues aquel nada adujo para desestimar la aplicación
del numeral 1 de la norma 411 del Código Civil, e ii) infirmó el deber de
este a brindar una subvención en beneficio de la querellante por haber
cesado la convivencia.

3. En últimas, clama invalidar la tesis del ad quem nugatoria del


aporte alimentario decretado en su favor, y en su lugar, disponer el
restablecimiento de esa prestación instituida por el fallador de primer
grado.

I.1. Respuesta del accionado

La magistratura encartada guardó silencio.


2. CONSIDERACIONES

1. La quejosa objeta la tesis adoptada por el tribunal, pues, según


su dicho: i) resolvió sobre puntos no replicados por el apelante único
porque este no atacó la aplicación del numeral 1º de la regla 411 del C.C.
en el asunto auscultado y ii) la interpretación de ese postulado,
condicionándolo a la convivencia de los compañeros permanentes.

1.2. Delanteramente debe recordarse que la sentencia es el acto


jurisdiccional asignado por excelencia al juez 1, cuya característica
definitoria es zanjar el fondo una controversia, proveyendo sobre la
sustancia o lo principal de ésta 2, pero ante todo, dispensando justicia
material.

Justamente, la Corte, en fallo proferido en las postrimerías del Siglo


XIX, luego de transcribir apartes del artículo 672 del extinto, Código
Judicial, para ese entonces, del Estado de Cundinamarca, pronunció:

“(…) La simple lectura de esta definición deja comprender que no puede haber
sentencia propiamente dicha sino cuando hay una decisión judicial que pone fin
a una controversia ó pleito entre partes que pretenden cada una hacer efectivo
un derecho ó extinguir una obligación (…)”3.

Un fallo agota, a través de su ejercicio pleno, el derecho de acción,


que es de orden general, no sólo por la necesidad de la asistencia
jurisdiccional para proteger la tranquilidad y paz pública, sobre la base
de las garantías subjetivas reconocidas por el ordenamiento, sino
también para el logro definitivo de los valores fundantes de la sociedad,
en lo concerniente al acatamiento y fuerza vinculatoria perdurable de las
decisiones de la justicia4.

De tal modo que a la resolución de la cuestión constitucional


arriba expuesta, corresponde a éste órgano límite sentenciarla, pues
1
CSJ. SC. Sentencia de 22 de octubre de 1935.
2
Cfr. CSJ. SC. Sentencia de 17 de diciembre de 1935; auto de 23 de septiembre de 1937; fallo de 14 de junio de
1967.
3
CSJ. SC. Sentencia de 9 de noviembre de 1895.
4
CSJ. SC. Sentencia de 27 de marzo de 1958.
responde a una atribución propia asignada por el ordenamiento, y para
el efecto, lo hará desde dos ópticas: (i) Una primera, en el ámbito de la
dogmática del C.C. desde la estructura del Estado Constitucional y
Social de Derecho como marco para resolver los asuntos relacionado con
el derecho alimentario de la familia; y (ii) la segunda, en la perentoria
perspectiva de encauzar el análisis a partir de una orientación de género.

1.3. En lo relativo a la interpretación dogmática C.C. y Estado


Constitucional

Los códigos civiles contemporáneos con independencia de su época


de expedición, y el nuestro con más de una centuria (26 de mayo de
1873) de vigencia reclama una epistemología acompasada a los tiempos
que corren y al sistema político imperante ahora, el Estado
Constitucional y social de derecho. Por ello, frente a la interpretación de
la Ley (parte preliminar), las personas (libro primero), la propiedad (libro
segundo), las sucesiones en vida o por causa de muerte (libro tercero), y
las obligaciones y los contratos (libro cuarto), las cinco ideas
estructurales del C.C. colombiano, la Sala desde 1936 a hoy, ha sido
consciente de su tarea para forjar una hermenéutica que responda a la
solución de los problemas de justicia material que incesantemente agita
la ciudadanía. En este nuevo siglo, plenamente percatada del tránsito del
Estado Legislativo al Estado Constitucional y Social de Derecho, y desde
una visión apuntalada en la Constitución de 1991, e imbuida de la
necesidad de proteger los derechos fundamentales, evacuará la solución
de esta causa constitucional en éste nuevo contexto.

El fallo judicial en el Estado de Derecho, como no puede ser


arbitrario, sino motivado y con observancias del debido proceso, se halla
integrado por las declaraciones de hechos que, en mérito de la
apreciación de las pruebas legalmente allegadas y practicadas en el
juicio, estima probadas el juzgador; por las definiciones jurídicas que de
ellas, como verdad legal, se deriven, y por la consiguiente, declaración
del derecho discutido en la controversia 5.
5
CSJ. SC. Sentencia de 2 de octubre de 1956.
Su fundamento es la totalidad del material procesal 6, por tratarse
del acto del juez que satisface la obligación de proveer 7 y hacer justicia,
no tanto de administrar, porque la justicia se construye, no se
administra. No puede ir más allá ni fuera de las peticiones de la
demanda, so pena de incurrirse en causales de inconstitucionalidad, de
ilegalidad o de incongruencia, éstas últimas, previstas en el artículo 281
del Código General del Proceso:

“(…) La sentencia deberá estar en consonancia con los hechos y las pretensiones
aducidos en la demanda y en las demás oportunidades que este código
contempla y con las excepciones que aparezcan probadas y que hubieren sido
alegadas si así lo exige la ley”.

“No podrá condenarse al demandado por cantidad superior o por objeto distinto
del pretendido en la demanda ni por causa diferente a la invocada en ésta”.

“Si lo pedido excede de lo probado se le reconocerá solamente esto último (…)”.

Esos motivos de disonancia, amplia y con frecuencia estudiados en


sede de casación por la jurisprudencia, se cifran, (i) cuando se otorga
más de lo pedido por el actor (ultra petita); (ii) se resuelve sobre aquello
que no fue impetrado (extra petita); o (iii) cuando al decidir, se omite
pronunciarse, en todo o en parte, acerca de la demanda o las
excepciones del reo, tornando diminuto el pronunciamiento (cifra o
mínima petita)8. No obstante, estos hitos conceptuales, los jueces pueden
resolver superando sus fronteras cuando se afrentan principios y
derechos fundamentales, nervio y esencia del Estado democrático.

La congruencia en la providencia judicial mira la armonía entre la


decisión y la pretensión-excepción, cuál lo explica la clásica y decantada
postura del profesor, Devis Echandía:

“(…) Los hechos que las partes aducen en la demanda configuran no solo el
objeto de la pretensión sino la causa jurídica de donde se pretende que emane el
derecho para perseguir tal objeto, lo que delimita exactamente el sentido y
alcance de la resolución que deba adoptarse en la sentencia (…). La máxima
judex judicare debet secundum alligata et probata significa en materia de
6
Cfr. MORALES MOLINA, Hernando. Curso de Derecho Procesal Civil. Parte General. 1978. Pág. 458.
7
ECHANDÍA, Devis. Tratado de Derecho Procesal Civil. Parte General. Tomo III. 1963. Pág. 346.
8
Sobre las causales de inconsonancia de los fallos judiciales, véanse: CSJ. SC. Sentencias de 30 de noviembre de
1935; de 16 de agosto de 1938; 13 de junio de 1946; de 30 de marzo de 1949; de 30 de abril de 1952; de 30 de
agosto de 1954; de 8 de febrero de 1955; de 2 de diciembre de 1958; de 13 de agosto de 1964; de 3 de diciembre
de 1975; 25 de noviembre y 13 de octubre de 1993. Entre muchísimas otras.
congruencia que el juez debe atenerse a los hechos de la demanda y de las
excepciones, probados en el juicio, pero no que el juez no pueda tener iniciativa
para buscar esas pruebas, como debiera tenerla (…)”9.

1.3.1. La sentencia también debe encarar los medios de convicción


aportados por las partes. Uno de sus principios es el concerniente a la
carga de la prueba, cuya génesis normativa se halla en el centenario
artículo 1757 del Código Civil, precepto que por regla general asigna al
demandante el deber onus probando incumbit actori10, pero también lo
asigna al demandado, cuando excepciona con relación a los
fundamentos de su defensa, pues funge de actor, por virtud del principio
reus in excipiendo fict actor. Tan caro postulado fue explicado en 1938,
cuando la Corte, con maestría, señaló:

“(…) Prescribe el artículo 1751 (hoy 1757) del Código Civil que “incumbe probar
las obligaciones o su extinción al que alega aquéllas o éstas”.”

“De este principio legal, trasunto de la equidad y de la justicia abstractas,


resulta entonces que todo demandante que intente una acción debe acreditar el
fundamento en que se apoya; y todo demandado que, sin negar el hecho mismo
alegado contra él, invoque otro hecho que destruya el efecto del primero, debe
aducir la prueba correspondiente.

“De consiguiente, al demandado corresponde probar los hechos en los que se


funda su acción. Actori incumbit probatio. Como el actor propónese introducir un
cambio en la situación jurídica presente, pretendiendo el reconocimiento de un
vínculo de derecho obligatorio contra él y el demandado, en fuerza del cual el
segundo tiene a su cargo una prestación, lo racional es que acredite ese vínculo,
y mientras no lo haga, el demandado está libre por la presunción de que no es
deudor. Por tal razón el demandado que se limita a negar los hechos alegados
por el demandante, no tiene que presentar prueba alguna en apoyo de su
negación. Incumbit probatio qui dicir, non qui negata.

“Por el contrario, cuando el actor prueba la exactitud de los hechos en que se


apoya, es decir prueba la obligación, la situación primaria se invierte, debido a
que la presunción originaria queda destruida. De esta manera si el demandado
opone medios de defensa, pretendiendo que las consecuencias jurídicas de los
hechos alegados se paralicen por otros hechos, por ejemplo, si sostiene que es
propietario por prescripción adquisitiva, o que ha cumplido la obligación, etc., es
a él a quien incumbe aducir las pruebas de estos medios de defensa. Reus
excipiendo fict actor (…)”11.

1.3.2. No obstante, como la misión de la justicia en el Estado


constitucional es lograr la demostración de la verdad real para
restablecer derechos agredidos, respecto del juzgamiento de los intereses

9
ECHANDÍA, Devis. Tratado de Derecho Procesal Civil. Parte General. Tomo III. 1963. Pág. 352.
10
CSJ. SC. Sentencia de 4 de diciembre de 1945. En idéntico sentido: CSJ. SC. Sentencias de 13 de febrero de
1936; 12 de febrero de 1980; 25 de enero de 2008; 21 de febrero de 2012.
11
CSJ. SC. Sentencia de 29 de abril de 1938.
en conflicto, ha dicho la Corte, que cuando los litigios ofrecen deficiencia
probatoria, es obligación del juzgador emplear los poderes oficiosos para
decretar todos los elementos de convicción que, a su juicio, considere
convenientes para verificar los hechos alegados por las partes 12, ante
todo, cuando se afectan los derechos fundamentales o el orden público.

A esa filosofía responde el canon 170 del C.G.P. cuando reza:

“(…) El juez deberá decretar pruebas de oficio, en las oportunidades probatorias


del proceso y de los incidentes y antes de fallar, cuando sean necesarias para
esclarecer los hechos objeto de la controversia (…)”.

Sin embargo, la obligación de decretar pruebas oficiosamente no es


dictatorial, obedece a hipótesis precisas. En las demás, la ley concede al
juzgador la potestad o facultad de hacerlo según su razonable y prudente
arbitrio, y la instrucción compela.

Es excepcional, proceder de esa forma:

“(…) [E]s obligatorio ordenarlas y practicarlas, como por ejemplo la genética en


los procesos de filiación o impugnación; la inspección judicial en los de
declaración de pertenencia; el dictamen pericial en los divisorios; las
indispensables para condenar en concreto por frutos, intereses, mejoras o
perjuicios, etc. (…) so pena que una omisión de tal envergadura afecte la
sentencia (…)”13.

1.3.3. Las particularidades propias de los procesos que involucran a


la familia, los destinatarios de protección reforzada, y las solicitudes
alimentarias, se hallan en esa línea por los fines que persiguen y los
intereses que protegen. En los alimentos de menores, de discapacitados,
adultos mayores y otro tipo de controversias conexas con el debate de
esta vital prestación, al estar comprometidos fines de orden público y la
dignidad humana, compete al juez actuar con especial celo.

El numeral 3º del canon 397 del Código General del Proceso, clara y
terminantemente le impone al fallador la obligación de decretar, aun
12
CSJ. SC. Sentencia de 7 de septiembre de 1978. En sentido similar: CSJ. SC. Sentencia de 29 de noviembre de
2004.
13
CSJ. SC. Sentencias 26 de julio de 2004; de 15 de julio de 2008; de 28 de mayo de 2005; de 21 de octubre de
2010; de 17 de mayo de 2011; de 21 de febrero de 2012; de 20 de septiembre de 2013; y de 14 de noviembre de
2014.
oficiosamente, “(…) las pruebas necesarias para establecer la capacidad
económica del demandado y las necesidades del demandante, si las
partes no las hubieren aportado”.

Pero además, el Estado constitucional obliga al juez, en la


sustanciación de causas familiares contaminadas con déficit de
derechos, atemperar el rigor del principio de consonancia. En ese
contexto, el C. G. del P., prevé:

“(…) En los asuntos de familia, el juez podrá fallar ultra y extra petita, cuando
sea necesario para brindarle protección adecuada al niño, la niña o adolescente,
a la persona con discapacidad mental o de la tercera edad, y prevenir
controversias futuras de la misma índole (…)” (Pár. 1, art. 281 C.G.P.).

Estas autorizaciones no devienen únicamente por disposición


procesal, sino también por preceptos materiales, por imperio del bloque
de constitucionalidad y todo el cuerpo jurídico internacional de los
derechos humanos.

1.3.4. Aplicando las nociones anteriores al primer reparo formulado


por la tutelante a la decisión del tribunal, la disonancia entre los
argumentos del apelante único y lo decido por la Corporación fustigada,
se advierte el éxito de la pretensión constitucional, puesto que además
de incongruencia, la decisión ejecutó una interpretación constitucional
equivocada del numeral 1° del artículo 411 del C.C.

Nótese, al sustentar los motivos de la alzada ante la autoridad


ahora cuestionada, el apoderado actor dijo:

“(…) El numeral 1º del art. 411 [C.C.] habla: (…) se le deben alimentos al
cónyuge entendiéndose que cubre a los compañeros permanentes siempre
[y cuando] la unión siga vigente pues una vez disuelta (…), ya se perdería
el título de cónyuge o compañero permanente (…)” (minuto 6, CD).

1.3.5. Hubo una interpretación restrictiva del nº 1 del artículo 411


del C.C., pues no siempre, la finalización de la relación entre los
excompañeros en disputa, puede dar al traste con la pretensión
alimentaria del desamparado.
Ciertamente, la providencia hace un recuento de la evolución del
contenido de la memorada disposición, y de cómo el derecho alimentario
en debate reguló inicialmente los vínculos matrimoniales para extender
finalmente sus efectos a las hoy denominadas “uniones maritales de
hecho” como la surgida entre Aurora del Carmen Neira Patiño y
Benjamín Flórez García, por disposición de la Corte Constitucional en
sentencia C-1033 de 2002 (minuto 17, CD).

Con apoyo en esta decisión, destacó que la carga obligacional de


prestar auxilio económico obedecía a la “solidaridad y mutua ayuda”
entre los cónyuges o compañeros, mientras persistiera la “unión”, pues
finalizada esta, se extinguía la prerrogativa.

Bajo tales derroteros, el ad quem puntualizó:

“(…) [A]l evidenciarse que la unión marital de hecho entre demandante y


demandada tuvo vigencia entre el 27 (sic) de febrero de 2001 y 27 de febrero de
2018, para la Sala resulta fácil concluir (…) en el caso que nos ocupa no estaban
dadas todas condiciones de orden fáctico y jurídico para la imposición de la
obligación alimentaria en los términos en que se profirió dicha orden, en virtud a
que la solidaridad que se pregona entre los compañeros permanentes para la
imposición de la obligación alimentaria había fenecido para el momento en que
se profirió la decisión objeto de impugnación (…)” (minuto 21, CD).

No obstante, el juzgador criticado sustrajo los alcances del precepto


en cuestión desde la textura constitucional, desde los principios, valores
y derechos que inspiran la tarea de subsunción de la ley y de
adjudicación de derechos en el Estado Constitucional.

1.3.6. Igualdad jurídica entre Matrimonio y Unión Marital de Hecho.


Dos estados civiles con pleno vigor, admitidos en plano de igualdad por
la doctrina de esta Sala:

Esta Corte no halla fundada la distinción sustancial en materia de


derechos y obligaciones entre cónyuges y compañeros permanentes en
punto de las obligaciones alimentarias regladas por el canon 411 del
C.C., en especial, tratándose de mujeres u hombres, en situación de
debilidad e incapacidad para prodigarse sus propios alimentos, ante el
advenimiento de la ruptura y finalización del vínculo consensual o
solemne.

En el ordenamiento interno, la Constitución Política de 1991


introdujo varios cánones aplicables a la materia, tales como los derechos
a la igualdad, a la familia, la homogeneidad entre hombre y mujer y la
protección reforzada de los niños, adolescentes y personas de la tercera
edad (arts. 13, 42, 43 y 4414).
Es necesario ir cerrando las brechas a la iniquidad, a la
desigualdad y a la discriminación que aún subsisten en la sociedad y en
la familia, amoldando los códigos decimonónicos con la historia, para
ponerla a tono al presente y al futuro, ante todo, en instituciones tan
caras para el derecho, como la unión marital de hecho, para personas de
igual o diverso sexo, etc.

14
“(…) Art. 13. Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las
autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones
de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica”.
“El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas en favor de
grupos discriminados o marginados”.
“El Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se
encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se
cometan (…)”.
“(…) Art. 42. La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por
la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla”.
“El Estado y la sociedad garantizan la protección integral de la familia. La ley podrá determinar el patrimonio
familiar inalienable e inembargable”.
“La honra, la dignidad y la intimidad de la familia son inviolables”.
“Las relaciones familiares se basan en la igualdad de derechos y deberes de la pareja y en el respeto recíproco
entre todos sus integrantes”.
“Cualquier forma de violencia en la familia se considera destructiva de su armonía y unidad, y será sancionada
conforme a la ley”.
“Los hijos habidos en el matrimonio o fuera de él, adoptados o procreados naturalmente o con asistencia científica,
tienen iguales derechos y deberes. La ley reglamentará la progenitura responsable”.
“La pareja tiene derecho a decidir libre y responsablemente el número de sus hijos, y deberá sostenerlos y
educarlos mientras sean menores o impedidos”.
“Las formas del matrimonio, la edad y capacidad para contraerlo, los deberes y derechos de los cónyuges, su
separación y la disolución del vínculo, se rigen por la ley civil”.
“Los matrimonios religiosos tendrán efectos civiles en los términos que establezca la ley”.
“Los efectos civiles de todo matrimonio cesarán por divorcio con arreglo a la ley civil”.
“También tendrán efectos civiles las sentencias de nulidad de los matrimonios religiosos dictadas por las
autoridades de la respectiva religión, en los términos que establezca la ley”.
“La ley determinará lo relativo al estado civil de las personas y los consiguientes derechos y deberes (…)”.
“(…) Art. 43. La mujer y el hombre tienen iguales derechos y oportunidades. La mujer no podrá
ser sometida a ninguna clase de discriminación. Durante el embarazo y después del parto gozará de especial
asistencia y protección del Estado, y recibirá de este subsidio alimentario si entonces estuviere desempleada o
desamparada”.
“El Estado apoyará de manera especial a la mujer cabeza de familia (…)”.
“(…) Art. 44. Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social,
la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y
amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma
de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos
riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la Constitución, en las leyes y en los tratados
internacionales ratificados por Colombia”.
“La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo
armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente
su cumplimiento y la sanción de los infractores”.
“Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás (…)”.
“(…) Art. 45. El adolescente tiene derecho a la protección y a la formación integral”.
“El Estado y la sociedad garantizan la participación activa de los jóvenes en los organismos públicos y privados que
tengan a cargo la protección, educación y progreso de la juventud (…)”.
La Corte Suprema en su Sala de Casación Civil es el órgano por
excelencia que por su función nomofiláctica investida, hace más de una
centuria y es la autoridad judicial que debe hacer tal reajuste, a pesar de
que la controversia tenga que ver con una acción de tutela, porque el
juicio sometido ahora en sede constitucional, no es asunto con respecto
al cual proceda la casación en el estado procesal actual del problema
jurídico planteado, y por otra parte, tampoco puede aducirse que pueda
ser agitado en sede de revisión extraordinaria.

En efecto, el punto que constituye el quid jurídico, escapa por


diversas razones, a cualquiera de las causales o medios de defensa
eficaces, previstos por el legislador para el pertinente juicio rescindente.
Ontológicamente reviste, muy por el contrario, un problema
eminentemente constitucional, tocante con la reclamación de los
derechos materiales alimentarios en un Estado constitucional y social de
derecho. En consecuencia, el amparo, en esta ocasión resulta idóneo
para abordar el análisis de la denunciada infracción iusfundamental.

Los alimentos en su esencia reflejan la naturaleza de un derecho


fundamental, y como tales, rebasan cualquier consideración legal de
carácter restrictivo para amilanarlos, dentro del modelo del Estado
constitucional y social, edificado en el tríptico de principios, valores y
derechos. Emergen como categoría intangible, legitimando con todo rigor
su reclamo válido a través de los mecanismos de protección
constitucional.

Constituyen una prerrogativa y derecho subjetivo que facultan para


exigir a otro sujeto de derecho, una determinada conducta, no solamente
como deber jurídico, sino como obligación, en cuanto tiene que
ejecutarse una prestación concreta a favor de otra persona urgida por
una necesidad vital.

Dentro de esta institución confluyen plurales y multiformes


prerrogativas como el derecho a la vida, su existencia y su calidad,
porque los alimentos componen un elemento vital determinante para la
subsistencia y coexistencia de cada ser humano en particular, y como
secuela de la misma comunidad. También se edifican en los principios y
derechos de solidaridad social y familiar, en el derecho a la dignidad
humana de un ser y de todos los miembros de la familia; además, en el
innominado del mínimo vital (lo necesario para la subsistencia de quien
no está en capacidad de procurársela por sus propios medios), en la
igualdad, y en el principio de respeto del mejor interés de los sujetos
vulnerables.

Si la sentencia C-238/12, extendió los beneficios patrimoniales y de


seguridad social, al compañero o compañera permanente del otro o del
mismo sexo, en el análisis de constitucionalidad de la palabra “cónyuge”,
para subsanar la omisión legislativa relativa a parejas homosexuales y
heterosexuales; fulge como obligada, igual reflexión en el marco del
derecho alimentario.

El artículo 13 de la Carta Política con carácter perentorio prevé que


“[t]odas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma
protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismo derechos,
libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de
sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o
filosófica”, panorama en el cual, el Estado deberá promover “(…) las
condiciones para que la igualdad sea real y efectiva (…)”.

En fin, no puede sostenerse frente a la Constitución que las parejas


sin vínculo solemne no tengan derechos similares al de quienes se hallan
atadas por un nexo obligacional solemne, y con mayor razón, con
relación a los derechos básicos, mínimos y elementales de las personas,
como los correspondientes a las prestaciones alimentarias.
Una situación discriminatoria para quienes también se hallan
protegidos en la constitución, como ocurre para las diferentes clases de
familia previstas en el artículo 42 de la Carta y el Corpus iuris
internacional de la familia, de las conquistas de género, de las minorías,
de las personas de orientación diversa, afecta los derechos
fundamentales a la igualdad, a la vida, a la libertad, a formar un familia,
al mínimo vital, a la dignidad humana, al acceso a la tutela judicial
efectiva; en fin, un número plural de derechos fundamentales, de modo
que tras comprobarse su infracción, son fundamento para deprecar y
disponer protección constitucional por esta Corte.

Los principios y valores que postula la ética democrática, y por


supuesto, el principio de solidaridad social, en adición, también impone
análoga conclusión como piedra angular para abordar el problema de las
parejas de hecho o convivientes sin vínculo solemne. Aunque “(…) cada
persona debe velar por su propia subsistencia y por la de aquellos a
quienes la ley le obliga, con fundamento en el principio de solidaridad,
según el cual los miembros de la familia tienen la obligación de procurar la
subsistencia a aquellos integrantes de la misma que no están en
capacidad de asegurársela por sí mismos. Considera entonces esta Corte
que la obligación alimentaria tiene su fundamento tanto en el principio
constitucional de protección a la familia, en la solidaridad 15, y en el
principio de equidad, en la medida en que  “cada miembro es obligado y
beneficiario recíprocamente”16.

El derecho de exigir y la obligación de dar alimentos tienen su base,


además, en el principio de solidaridad social y familiar enunciado. La
solidaridad desde esta perspectiva es un vínculo, un compromiso
perdurable en el tiempo y en el espacio, por cuanto “(…) la solidaridad,
es un principio, una norma y un derecho, con esencia ética, que endereza
una relación horizontal de igualdad y que incorpora a cada sujeto en el
cumplimiento de tareas colectivas internalizando el deber de ayuda y
protección por el otro. Y si se trata de la solidaridad familiar se justifica de
conformidad con las reglas 42, 13 y 5 de la Carta, que un integrante de la
familia exija a sus parientes más cercanos asistencia y protección cuando
se hallen en peligro sus derechos fundamentales17.

Precisamente, la misma Corte Constitucional ha destacado las


formas de manifestación o de aplicación de la solidaridad: “(…) se puede
presentar en tres facetas, a saber, (i) como una pauta de comportamiento
15
Corte Constitucional, sentencias C-174/96 M.P. Jorge Arango Mejía, C-237/97 M.P. Carlos Gaviria Díaz y C-
657/97 M.P. José Gregorio Hernández Galindo, entre otras.
16
Corte Constitucional, sentencia C-156 del veinticinco (25) de febrero de dos mil tres (2003), Mg. Pon. Dr.
Eduardo Montealegre Lynett.  
17
Ídem.  
conforme a la cual deben obrar las personas en determinadas ocasiones;
(ii) como un criterio de interpretación en el análisis de las acciones u
omisiones de los particulares que vulneren o amenacen los derechos
fundamentales; (iii) como un límite a los derechos propios”18.

En ese contexto, según se esbozó ut supra, si están demostrados,


todos los elementos de la obligación alimentaria en los casos concretos,
brota diamantino el fundamento, para que el juez del Estado
Constitucional pueda disponer la protección de alguno de los integrantes
de la pareja, como emanación directa del propio Código Civil que protege
a la persona y a la familia, los derechos subjetivos, y por supuesto del
programa constitucional inserto en la Constitución de 1991, consonante
con el bloque de constitucionalidad. La Corte Constitucional en 1994,
analizando la cuestión expuso:

“(…) El derecho de alimentos puede entenderse como el poder de voluntad de


una persona (alimentario), otorgado por el ordenamiento jurídico positivo, de
exigir a otra (alimentante) los medios para su subsistencia cuando carece de
ellos (…)”.

“(…) El fundamento constitucional del derecho de alimentos es el principio de


solidaridad social (Arts. 1º y 95, Núm. 2). En el interior de la familia, por ser ésta
la institución básica de la sociedad (Art. 5º) o el núcleo fundamental de la misma
(Art. 42), por lo cual, por regla general, una de sus condiciones es el parentesco
de consanguinidad o civil entre alimentario y alimentante, en los grados
señalados en la ley, o la calidad de cónyuge o divorciado sin su culpa (…)”19.

En un pronunciamiento más reciente, enunció las “características


de las obligaciones alimentarias”:

“(…) a. La obligación alimentaria no es una que difiera de las demás de


naturaleza civil, por cuanto presupone la existencia de una norma jurídica y una
situación de hecho, contemplada en ella como supuesto capaz de generar
consecuencias en derecho. b. Su especificidad radica en su fundamento y su
finalidad, pues, la obligación alimentaria aparece en el marco del deber de
solidaridad que une a los miembros más cercanos de una familia, y tiene por
finalidad la subsistencia de quienes son sus beneficiarios. c. El deber de
asistencia alimentaria se establece sobre dos requisitos fundamentales: i) la
necesidad del beneficiario y ii) la capacidad del obligado, quien debe ayudar a la
subsistencia de sus parientes, sin que ello implique el sacrificio de su propia
existencia. d. La obligación de dar alimentos y los derechos que de ella surgen
tiene unos medios de protección efectiva, por cuanto el ordenamiento jurídico
contiene normas relacionadas con los titulares del derecho, las clases de
alimentos, las reglas para tasarlos, la duración de la obligación, los alimentos
provisionales (arts. 411 a 427 del Código Civil); el concepto de la obligación, las
vías judiciales para reclamarlos, el procedimiento que debe agotarse para el
18
Corte Constitucional, sentencia T- 1096 de 6 de noviembre de 2008.
19
Corte Constitucional, sentencia C-994 de 2004.
efecto, (arts. 133 a 159 del Código del Menor), y el trámite judicial para reclamar
alimentos para mayores de edad (arts. 435 a 440 Código de Procedimiento Civil),
todo lo cual permite al beneficiario de la prestación alimentaria hacer efectiva su
garantía, cuando el obligado elude su responsabilidad (…)”20 (subrayas fuera de
texto).

En decisión reciente, esta Sala analizando un asunto de alimentos


entre cónyuges, para hacer justicia, expuso:

“La obligación alimentaria tiene algunos preceptos sustantivos que sirven de


venero para las declaraciones judiciales correspondientes. En efecto, el Código
Civil centenariamente enuncia a quienes se debe alimentos, a saber:

“(…) Al cónyuge; a los descendientes; a los ascendientes; (…) al cónyuge


divorciado o separado de cuerpo sin su culpa; a los hijos naturales, su
posteridad y a los nietos naturales; a los ascendientes naturales; a los hijos
adoptivos; a los padres adoptantes; a los hermanos legítimos; [y] [a]l que hizo
una donación cuantiosa si no hubiere sido rescindida o revocada (…)” (Art. 411
Código Civil).

“A renglón seguido, en el canon 412 se define que las pautas previstas en el


Título XXI de esa preceptiva se aplican genéricamente para esa prestación sin
distingos de ninguna índole, como el mismo texto enseña: “(…) sin perjuicio de
las disposiciones especiales que contiene este Código respecto de ciertas
personas (…)”.

“En consecuencia, los alimentos, sean congruos o necesarios (art. 413 ejúsdem),
provisionales o definitivos (art. 417 ibídem), pueden ser reconocidos con las
medidas correspondientes a que haya lugar a favor de todos los enlistados en el
canon 411 reseñado.

“Adicionalmente, son otorgados cuando se acreditan los elementos axiológicos


de la obligación alimentaria: “(…) i) la necesidad del alimentario; ii) la existencia
de un vínculo jurídico, ya de afinidad, ora de consanguinidad o de naturaleza
civil, para el caso de los adoptivos, o en las hipótesis del donante; y iii)
capacidad del alimentante (…)” (resaltado de la Sala) 21.

“Como los tres elementos axiológicos de la obligación alimentaria deben concurrir


simultáneamente, la falta de todos o de alguno de ellos torna nugatoria la
respectiva acción.

“Es pertinente reseñar que en el régimen de alimentos el único correctivo es el


previsto en el artículo 414 ibídem 22, aplicable en los casos en los cuales el
acreedor alimentario incurre en injuria respecto del alimentante, caso en el cual,
se exime al ofendido de suministrar los alimentos congruos cuando el ataque es
“grave” o, si es “atroz”, “cesará enteramente la obligación de prestar alimentos”,
en otras palabras: “(…) el alimentario puede cometer contra el alimentante (…)

20
Corte Constitucional, sentencia C-727 de 2015.
21
CSJ. Civil, sentencia STC1314 de 7 de febrero de 2017, exp. 2016-00695-01.
22
“(…) Art. 414. Se deben alimentos congruos a las personas designadas en los números 1o, 2o, 3o, 4o y 10 del
artículo 411, menos en los casos en que la Ley los limite expresamente a lo necesario para la subsistencia; y
generalmente en los casos en que el alimentario se haya hecho culpable de injuria grave contra la persona que le
debía alimentos”.
“Se deben asimismo alimentos congruos en el caso del artículo 330”.
“En el caso de injuria atroz cesará enteramente la obligación de prestar alimentos”.
“Para los efectos de este artículo, constituyen injuria atroz los delitos graves y aquellos delitos leves que entrañen
ataque a la persona del que debe, alimentos. Constituyen injuria grave los demás delitos leves contra cualquiera de
los derechos individuales de la misma persona que debe alimentos (…)”.
una injuria atroz que lo priva de alimentos, o una injuria grave que los reduzca a
lo necesario (…)”23.

“Debe recordar esta Sala que de la hermenéutica de los preceptos 411 y 414 no
puede inferirse naturaleza indemnizatoria en la obligación alimentaria para ser
asimilada como una prestación ligada al daño contractual o extracontractual.
Los cánones mencionados refieren la prestación por causa de las distintas
fuentes obligacionales que le dan nacimiento a la misma o para extinguirla.
Analizan los congruos y los necesarios, frente a los cuales las ofensas graves o
atroces provenientes del acreedor inciden para su cuantificación o
determinación, según sean unos u otros, pero de ninguna manera para edificar
el nacimiento de una prestación indemnizatoria, esta última como ya se ha
explicado tiene su fuente en el derecho de daños que difiere sustancialmente del
vínculo obligacional que surge en materia de alimentos”24.
Por tanto, tratándose de compañeros o de cónyuges al margen de la
culpabilidad o del elemento subjetivo que puede imputarse a su
conducta para efectos de la terminación de su vida de pareja, así esa
extinción se surta con respecto al vínculo solemne o meramente
consensual; sin duda, pueden reclamarse alimentos entre sí, cuando uno
de los compañeros o cónyuges se encuentre en necesidad demostrada,
salvo las limitaciones que imponen los casos de “injuria grave o atroz”.

De tal forma que los alimentos postruptura conyugal, marital,


conviviente; postdivorcio o postcesación matrimonial para la pareja que
sin distingos de raza, color, sexo, religión, constituyó una familia,
corresponden a un régimen excepcional, el cual de ningún modo puede
ser ajeno el juez en el Estado de Derecho Constitucional y Social. Por
supuesto, que en el caso, de las uniones de hecho, ante las
intermitencias y veleidades de algunas de ellas, el juez debe analizar los
tiempos de permanencia de la convivencia (por ejemplo, la del caso
concreto superó los veinte años), esto es, su duración; los roles de la
pareja, la situación patrimonial, el estado de salud o enfermedades
graves, la edad de las partes, las posibilidades de acceso al mercado
laboral del necesitado, la colaboración prestada a las actividades del
otro, las responsabilidades en la economía del hogar, etc.

Se trata también de la solidaridad posterminación, que mediante


juicios de inferencia analiza en cada situación de hecho el juez, sin que
se trate de una indemnización por daños o de enriquecimiento injusto, o

23
VÉLEZ, Fernando, “Estudio sobre el Derecho Civil Colombiano, Tomo II, De las Personas”, París, Imprenta París-
América, p. 60.
24
CSJ. Sala de Casación Civil, STC10829-2017, Radicación n. º 11001-02-03-000 2017-01401-00, de 25 de julio
de 2017.
de la construcción de un régimen sancionatorio o culpabilístico, como
consecuencia de actos antijurídicos, como los tocantes con la regla 411
del numeral 4 del C.C. colombiano vigente.

Incumbe a un tratamiento singular y extraordinario, “no común ni


habitual” de las prestaciones alimentarias entre la pareja que da por
terminada su convivencia, coherente con el concepto de Estado
Constitucional y social de derecho, que defiende la familia, el socorro, la
ayuda mutua, la ética social y familiar en las relaciones familiares de
pareja y en la buena fe en la celebración de los negocios o actos jurídicos
familiares como los concernientes a los acuerdos de una pareja que
edificara una familia, frente a la regla general de la cesación de toda
obligación recíproca entre excompañeros o excónyuges. No emerge, por
consiguiente, se itera, como sanción o castigo, ni como fuente de
enriquecimiento para el necesitado; sino que brota de las entrañas del
Estado Constitucional fincado en valores, principios y derechos, anclado
en una axiología desde la estructura jurídica y ética de la familia, ante la
fragilidad, la debilidad, el desamparo o la incapacidad vital, como puede
quedar uno de los convivientes, que por tanto, reclama una
hermenéutica humanitaria y fraterna, desde la óptica de la solidaridad
familiar, de la equidad y de la ética.

Por consiguiente, para la determinación de la cuota alimentaria, tal


cual se anticipó, el juez debe entonces, observar elementos tales como la
posibilidad de la reinserción laboral del cónyuge o compañera
alimentario, su edad, el número de hijos, la calificación laboral que se
posea, la dignidad humana, acorde con las condiciones que se tenían
antes de la ruptura o terminación de la unión; y por supuesto, la
capacidad económica del obligado y sus propias necesidades y
obligaciones alimentarias frente a quienes dependen de él; sin que ahora
se predique que se trata de la continuación de la unión postdisolución, o
del surgimiento de una carga prestacional eterna, sino dependiente de la
permanencia o vigencia de la necesidad del alimentario y de la capacidad
del obligado; pues puede extinguirse porque si se prueba la desaparición
de la necesidad del acreedor o la capacidad del deudor, en fin, reviste
una naturaleza diferente a la erigida con fundamento en la relación
inocencia-culpabilidad, encofrado y detonante de la causal 4 del art. 411
del C.C., citado.

Ahora bien, en todo caso, esa obligación alimentaria reclama


axiológicamente, demostrar: 1. La presencia de un vínculo jurídico sea
de carácter legal (el parentesco) o de naturaleza convencional, 2. La
demostración de la necesidad del alimentario, en cuanto quien los pide
no tiene lo necesario para su subsistencia; y 3. La correspondiente
capacidad del alimentante; de modo que si están demostrados estos
elementos estructurales, reclamar otras exigencias o requisitos
diferentes, se obstaculiza el ejercicio de tan esencial derecho subjetivo.

Dentro de este esquema, el acreedor o alimentario es quien no está


en capacidad de procurarse por sus medios la propia subsistencia; el
deudor o alimentante es la persona que debe sacrificar parte de su
patrimonio para garantizar el desarrollo y supervivencia del alimentario.

El vínculum o nexo en el caso de los compañeros o cónyuges, es por


regla general de carácter legal o consensual, solemne o no, con
raigambre en la Constitución y en el Corpus iuris internacional, por
cuanto toda clase de familia tiene protección constitucional. Si los
códigos decimonónicos discriminan y dejan en desventaja a los
compañeros frente al matrimonio, resulta paradójico en el Estado actual
de estirpe constitucional y social no equipararlos integralmente, máxime
si cuanto se reivindica es un derecho de alcurnia eminentemente
fundamental. Para el caso de los compañeros, parejas no casadas de
diferente o igual sexo, caracterizadas por una protección deficitaria que
demanda ahora progresividad y equidad frente a diferencias
injustificadas con el matrimonio, y que, en lo tocante con los derechos
civiles como el derecho alimentario, es aún mayor.

1.3.7 La indignidad y la violencia intrafamiliar en el marco


alimentario en la arquitectura del numeral 4 del art. 411 del C.C.
colombiano.
Anteriormente se razonó que una cosa son los alimentos y otra muy
diferente la reparación que pueda surgir del daño, los cuales son
inconfundibles, a pesar de sus múltiples relaciones e interferencias.

La Corte Suprema de Justicia no es ajena a esta problemática. De


vieja data ha censurado la violencia generalizada en la sociedad, en la
familia, en las uniones maritales o en los matrimonios, o cuando por
causa de esta sobreviene la ruptura contractual solemne o consensual, o
el desentendimiento de la solidaridad familiar o de los deberes al interior
de la familia frente a los niños y las mujeres, o frente a las personas de
diferente orientación sexual. Si la familia es cenáculo y fundamento de la
construcción de la sociedad y de la democracia, no puede cohonestarse
la insensibilidad ni mucho menos el ejercicio de la fuerza física o moral
de cualquier miembro de ella, o de terceros, contra la parte más débil o
en discapacidad física, moral o jurídica para repelerla o resistirla.

Esas prácticas merecen todo el rechazo, por cuanto, en lugar de


dignificar al hombre lo tornan en villano y miserable, de vuelta a la
barbarie, materializando las formas preestatales y bárbaras que Hobbes
describe sentencioso bajo el paradigma “homo homini lupus” cuando
reiteró a Plauto (Asinaria). Los jueces del Estado social democrático no
podemos excusar el ejercicio de la arbitrariedad y de la fuerza. Y a
fortiori, esta Corte que históricamente en su función judicial ha venido
adoctrinando y luchando contra todas las formas de violencia y
especialmente la moral.

Conviene memorar la siempre y viva doctrina de la Sala, con el


siguiente segmento jurisprudencial que reprueba la indolencia y el
desamor en el marco y estructura de las causales de la ruptura de la
vida familiar de la pareja:

“(…) [U]n ultraje leve, un trato cruel ocasional, sin gravedad ni importancia o un
maltratamiento de la misma calidad, pueden no alcanzar a justificar el divorcio,
pero indudablemente basta uno de esos desplantes, si es muy grave, ofensivo o
peligroso”.

“En verdad no es correcta la interpretación de la regla 5ª (artículo 154 [hoy


numeral 3º del mismo canon del Código Civil]) al entenderla en el sentido de
que para producir el efecto jurídico allí previsto se necesita que concurran
ultrajes, trato cruel y maltratamientos materiales, y que además sean
frecuentes. Puede que el marido nunca haya agraviado a la mujer sino de
palabra, sin maltrato físico o, a la inversa, que sin pronunciar palabra alguna
ofensiva o injuriante, llegue al hogar y por disgustarle algo, silenciosa pero
torpemente maltrate de obra a la mujer. Cualquiera de esas actitudes bastaría
para hacer imposibles la paz y el sosiego domésticos, lo que justificaría el
divorcio. Por otra parte, la norma en cuestión no exige que para el efecto,
ultrajes, trato cruel o maltratamiento de obra sean frecuentes. La interpretación
del Tribunal implicaría que la mujer está obligada a soportar sin queja varios
insultos y más de dos palizas. Pero [¿] Cuántas? [¿] Cinco, diez o quince? Esa
discriminación resulta absurda e inhumana (…)”25.

Por tanto, en esta otra arista, se trata de circunstancias diferentes,


mediadas por el numeral 4 del art. 411 del C.C., que escapan a la
interpretación constitucional y teleológica de la ética familiar desde el
numeral 1 del mismo artículo, pues enarbolan hipótesis diferentes.
Mientras las hipótesis del numeral 1 se apoyan en la existencia misma
de la familia, en los fines de su prolongación, permanencia y ánimo de
hacerla duradera en la ayuda, el socorro y la solidaridad familiar y
social; las circunstancias del numeral 4 son otras muy diferentes porque
ventilan la relación inocencia-culpabilidad, que por circunstancia de
violencia intraconviviente, intraconyugal o simplemente intrafamiliar
frustran la continuación de la vida de la pareja y de los proyectos vitales
y comunitarios conjuntos que dan pie a la ruptura definitiva.

Así, partiendo del supuesto de que toda relación de pareja con


ánimo de permanencia “(…) es un contrato (…) por el cual [dos personas]
se unen con el fin de vivir juntos, de procrear y de auxiliarse mutuamente
(…)” (art. 113 del C.C.), su finalización por motivos personales morales o
económicos puede ocasionar la prolongación de diferentes obligaciones,
entre ella las alimentarias, según se viene razonando, a pesar de la
extinción del vínculo familiar; o puede engendrar perjuicios de diversa
índole; y con mayor razón a quien deba soportar la consecuencia sin
haber buscado o querido ese resultado, pero en escenarios diferentes.

25
CSJ. Civil, fallo de 19 de febrero de 1957, Gaceta Judicial N° 2138 y 2139, pp. 44 a 47.
La tesis no resulta arbitraria frente al derecho nacional y
continental. En Argentina26, Chile27, España28 y Perú29 se ha previsto la
“compensación económica” a favor del consorte cuando hay terminación
de la relación jurídica de pareja; permitiendo, con diferentes matices, la
aplicación de medidas compensatoria o alimentarias a través del pago de
una única suma o por conducto de una “pensión” periódica.

El Código Civil Español reglamenta en los artículos 97 y 98:

“(…) Artículo 97. El cónyuge al que la separación o el divorcio produzca un


desequilibrio económico en relación con la posición del otro, que implique un
empeoramiento en su situación anterior en el matrimonio, tendrá derecho a una
compensación que podrá consistir en una pensión temporal o por tiempo
indefinido, o en una prestación única, según se determine en el convenio
regulador o en la sentencia.

“A falta de acuerdo de los cónyuges, el Juez, en sentencia, determinara su


importe teniendo en cuenta las siguientes circunstancias:

1. Los acuerdos a que hubieren llegado los cónyuges.


2. La edad y el estado de salud.
3. La cualificación profesional y las probabilidades de acceso a un empleo.
4. La dedicación pasada y futura a la familia.
5. La colaboración con su trabajo en las actividades mercantiles, industriales
o profesionales del otro cónyuge.
6. La duración del matrimonio y de la convivencia conyugal.
7. La pérdida eventual de un derecho de pensión.
8. El caudal y los medios económicos y necesidades de uno y otro cónyuge.
9. Cualquier otra circunstancia relevante.

“En la resolución judicial o en el convenio regulador formalizado ante el


secretario judicial o el Notario se fijarán la periodicidad, la forma de pago, las

26
En Argentina, el 9 de febrero de 2017 fue noticia la emisión de una sentencia en la cual la Cámara de
Apelaciones en lo Civil, Comercial, Laboral y de Minería de la Segunda Circunscripción Judicial de General Pico
(La Pampa), resolvió condenar a la esposa a indemnizar a su marido por daños morales tras acreditarse que había
sido infiel, arguyendo que “(…) el daño moral ocasionado por la conducta del cónyuge que no respeta los principios
en los que se basa el matrimonio debe repararse (…)”. Providencia disponible en el siguiente link:
http://www.saij.gob.ar/jurisprudencia/NV6180-v_a_divorcio-tierra_del_fuego-2013.htm
27
La Ley 19947 de 2004 “Ley de Matrimonio Civil”, ha estatuido la “compensación económica” en los siguientes
términos:
“(…) Art. 61. Si, como consecuencia de haberse dedicado al cuidado de los hijos o a las labores propias del hogar
común, uno de los cónyuges no pudo desarrollar una actividad remunerada o lucrativa durante el matrimonio, o lo
hizo en menor medida de lo que podía y
quería, tendrá derecho a que, cuando se produzca el divorcio o se declare la nulidad del matrimonio, se le compense
el menoscabo económico sufrido por esta causa (…)”.
“(…) Art. 62. Para determinar la existencia del menoscabo económico y la cuantía de la compensación, se
considerará, especialmente, la duración del matrimonio y de la vida en común de los cónyuges; la situación
patrimonial de ambos; la buena o mala fe; la edad y el estado de salud del cónyuge beneficiario; su situación en
materia de beneficios previsionales y de salud; su cualificación profesional y posibilidades de acceso al mercado
laboral, y la colaboración que hubiere prestado a las actividades lucrativas del otro cónyuge”.
“Si se decretare el divorcio en virtud del artículo 54 [causales de divorcio], el juez podrá denegar la compensación
económica que habría correspondido al cónyuge que dio lugar a la causal, o disminuir prudencialmente su monto
(…)”.
28
En el artículo 345A del Código Civil Español se establece la posibilidad de una “ indemnización por perjuicio”
cuando la causal de divorcio invocada sea la “separación de hecho”, a saber: “(…) Art. 345A. (…) El juez velará por
la estabilidad económica del cónyuge que resulte perjudicado por la separación de hecho, así como la de sus hijos.
Deberá señalar una indemnización por daños, incluyendo el daño personal u ordenar la adjudicación preferente de
bienes de la sociedad conyugal, independientemente de la pensión de alimentos que le pudiera corresponder (…)”.
29
El Tribunal Constitucional Peruano mediante sentencia de 25 de marzo de 2015, exp. 00782-2013-PA/TC, fijó
la “(…) indemnización al cónyuge perjudicado en los procesos de divorcio por causal de separación de hecho (…)”.
bases para actualizar la pensión, la duración o el momento de cese y las
garantías para su efectividad.

“Artículo 98. El cónyuge de buena fe cuyo matrimonio haya sido declarado nulo
tendrá derecho a una indemnización si ha existido convivencia conyugal,
atendidas las circunstancias previstas en el artículo 97 (…)”30.

El Código Civil y Comercial de la Nación de Argentina, aprobado por


la Ley 26.994 del 8 de octubre del 2014, en el precepto 434, establece:

“(…) Artículo 434.- Alimentos posteriores al divorcio. Las prestaciones


alimentarias pueden ser fijadas aun después del divorcio:

“a) a favor de quien padece una enfermedad grave preexistente al divorcio que le
impide autosustentarse. Si el alimentante fallece, la obligación se trasmite a sus
herederos;

“b) a favor de quien no tiene recursos propios suficientes ni posibilidad razonable


de procurárselos. Se tiene en cuenta los incs. B), c) y e) del art. 433.

“La obligación no puede tener una duración superior al número de años que duró
el matrimonio y no procede a favor del que recibe la compensación económica del
art. 441.

“En los dos supuestos previstos en este artículo, la obligación cesa si:
desaparece la causa que la motivó, o si la persona beneficiada contrae
matrimonio o vive en unión convivencial, o cuando el alimentado incurre en
alguna de las causales de indignidad.

“Si el convenio regulador del divorcio se refiere a los alimentos, rigen las pautas
convenidas“(…)”31.

A su vez, el Código Civil Alemán (BGB), hoy vigente, en los artículos


1361 y 1576, responde a la misma tendencia sobre los alimentos al
cónyuge:

“(…) §1361 Alimentos en caso de vida separada.

(1) Si los cónyuges viven separados, uno puede exigir del otro una prestación
de alimentos adecuada a las condiciones de vida de los cónyuges y a su
situación patrimonial y profesional; si se aplica el §1610 a los gastos derivados
de los daños corporales o a la salud. Si entre los cónyuges pende un proceso de
divorcio, se incluyen también en la prestación de alimentos, desde el momento
de la litispendencia, los costes de un seguro adecuado de vejez y de reducción
de la capacidad laboral”32.

“(…)

Ҥ1576. Alimentos por razones de equidad.


30
DE BLASCO GASCÓ, Francisco. Código Civil. 20° edición anotada y concordada. Editorial Tirant Lo Blanch.
Valencia, 2016.
31
Argentina, Código Civil y Comercial de la Nación Ley 26.994. Vigencia según ley 27.077. Edición textual.
Editorial Lajouane. Buenos Aires 2015.
32
Alemania. Código Civil Alemán. Traducción Albert Lamarca Marqués y otros. Editorial Marcial Pons. Madrid,
Barcelona y Buenos Aires. 2008. Página 363.
“Un cónyuge divorciado puede reclamar alimentos del otro si, y en la medida que
por motivos especialmente gravosos, no puede esperarse de él el ejercicio de una
actividad económica y la denegación de los alimentos seria gravemente contraria
a la equidad en atención a las necesidades de ambos cónyuges. Los motivos
especialmente gravosos no deben ser contemplados solo porque han conducido
al fracaso del matrimonio (…)”33.

Esta tesis, halla entonces venero, no solamente en la interpretación


del sistema jurídico nacional, también en el bloque de constitucionalidad
y se acompasa con las tendencias modernas del derecho alimentario de
los cónyuges o compañeros. De tal modo, no es únicamente cuando haya
culpabilidad de uno de los consortes, sino también, por razones de
solidaridad, de equidad, de apoyo y por razones éticas; razones de
enfermedad, de edad, etc.; las que fuerzan acceder al auxilio demandado.
1.3.8. Así las cosas, los juzgadores de instancia se encuentran
facultados a adoptar disposiciones ultra y extra petita, bajo una
interpretación amplia del numeral primero del artículo 411, dado los
altos fines de la familia, la pareja y la solidaridad familiar y social, así
como de la ética, contemplando los elementos axiológicos de la obligación
alimentaria, o escrutando la relación de culpabilidad prevista en el
numeral 4 del mismo precepto, conforme se autoriza en el parágrafo 1º
de la regla 281 del Código General del Proceso, según el cual:

“(…) En los asuntos de familia, el juez podrá fallar ultrapetita y extrapetita,


cuando sea necesario para brindarle protección adecuada a la pareja, al niño, la
niña o adolescente, a la persona con discapacidad mental o de la tercera edad, y
prevenir controversias futuras de la misma índole (…)”.

1.3.9. Esta Corte no puede avalar que, so pretexto de la autonomía


de la voluntad de los consortes, para iniciar o finiquitar su relación, se
deje desamparado a uno de ellos, máxime cuando han convivido por más
de dos décadas, y cualquiera de los dos, para el caso la mujer, ayudó a la
construcción económica de la familia con su entrega al hogar, que si bien
éste aporte no es remunerado, si implica un elemento de gran
importancia para la pareja, pues tal actividad coadyuva a la consecución
del patrimonio social o para la estimación de la pensión ahora devengada
por el aportante financiero principal, y al sostén del hogar común.

33
Op. Cit. Página 328.
1.4. Sobre la necesidad de encauzar el análisis a partir de una
perspectiva de género

El estudio y la decisión de la problemática familiar hoy en


Colombia, o en cualquier otro lugar, no puede dejar de lado los
problemas de género.

En efecto, el tribunal querellado al revocar la prestación alimentaria


concedida por el a-quo a favor de la accionante, no solo prescindió la
interpretación constitucional del numeral 1° del canon 411 del C.C.,
reduciendo sus alcances únicamente a la circunstancia espacio-temporal
anterior a la ruptura, desestimando una exégesis postruptura definitiva.
También omitió examinar la situación fáctica a la luz de la causal 4° del
citado artículo, por cuanto el fundamento de la obligación económica se
daba igualmente en el contexto de la ruptura de la unión marital y no
durante su vigencia, pudiendo para tal caso establecer la culpa o no del
excompañero permanente para provocar la disolución; subsunción
normativa que para el subjúdice reclama una perspectiva de género.

Relacionado con la orientación de género, aparentemente


resultaban evidentes categorías sospechosas de discriminación y
violencia económica padecidos por una mujer en el entorno de una
relación de subordinación respecto de su pareja, pues la tutelante sufre
problemas de salud mental y depende económicamente de su exconsorte,
según se infiere de la foliatura.

Tales circunstancias ameritaban por la corporación accionada


encauzar el análisis del asunto desde las garantías específicas propias de
la perspectiva de género, relacionadas con (i) la cláusula de igualdad y no
discriminación, donde la condición de mujer es un factor dudoso de
exclusión; (ii) el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias; y
(iii) el debido proceso con enfoque de género.

1.4.1. Sobre la cláusula de igualdad y no discriminación, donde


la condición de mujer es un factor dudoso de exclusión , la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en aplicación del artículo
1.1. de la Convención Americana, reiteró que en toda actuación que
obedezca a “(…) factores o categorías sospechosas (…)” como raza, color,
sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole,
resultan temerosas y suspicaces de invalidez e ilegalidad y deberán
soportar un criterio de escrutinio fuerte, labor desarrollada
particularmente por los jueces.

Los axiomas vinculantes del derecho a la igualdad y no


discriminación representan el fundamento axial del Sistema
Interamericano de los Derechos Humanos, como se itera, la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, la Declaración de los Derechos y
los Deberes del Hombre, la Convención Belém Do Para y la Convención
sobre la “Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la
mujer” -CEDAW34, cuyo propósito es promover la igualdad de iure y de
facto entre géneros en el ejercicio de sus prerrogativas fundamentales.

La abundante normativa internacional y jurisprudencia de la Corte


Constitucional, en el marco del derecho a la igualdad (art. 13 C.P.) ha
diferenciado tres tipos de derechos y obligaciones: el primero, relativo a
la igualdad ante la ley; el segundo, la igualdad de trato y de protección,
procurando garantizar el goce de los mismos derechos y oportunidades; y
el tercero, la salvaguarda debida a los grupos discriminados o
marginados.

En este último se edifica y cobra poder el principio de protección


especial a la mujer, el cual, según la mencionada colegiatura, se
concreta de alguna manera, en la siguiente doctrina:

“(…) La exclusión de la discriminación por razón de sexo contenida en el art. 13


de la Constitución Política no se detiene en la mera prohibición sino que abarca
el propósito constitucional de terminar con la histórica situación de
inferioridad padecida por la población femenina; esa decisión autoriza
dentro de un principio de protección la toma de medidas positivas
dirigidas a corregir las desigualdades de facto, a compensar la
relegación sufrida y a promover la igualdad realidad y efectiva de las
mujeres en el orden económico y social (…)” (se destaca)35.

34
Por sus siglas en inglés: “Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer”.
35
Sentencia C-410 de 1994.
Tratándose del análisis de cualquier clase disposición jurídica, la
demostración de la discriminación se hará del simple cotejo de sus
supuestos normativos con la finalidad legítima de tal regulación y la
conexión directa que los instrumentos contenidos en ella tienen en la
consecución de tal propósito36.

Pero correspondiendo a un hecho acusado de segregador, la


situación probatoria cambia de manera ostensible, teniendo en cuenta
que no será en sí misma la situación fáctica la prueba de la
discriminación, sino la motivación para realizarla (vgr. en la esfera
laboral, la discriminación se ejemplifica en actos como escogencia,
ascenso, aumento salarial, acoso, despido, etc.).

De ese modo, al subsistir una evidente dificultad demostrativa que


implica esta clase de situaciones y teniendo en cuenta la debilidad de la
parte supuestamente discriminada, como el caso de la mujer, el principio
de su especial protección se activa al invertirse la carga de la prueba, al
punto que será la parte acusada de discriminar, quien deberá acreditar
que su comportamiento no se fundó en el género de la persona afectada,
o si éste predominó, fue un criterio utilizado legítimamente (bona fide
criteria), según los derroteros fijados por la doctrina constitucional 37.

Frente al caso, realizando un análisis interseccional 38, el cual


permite identificar las múltiples opresiones padecidas por mujeres como
la tutelante mediante la intersección de aspectos como salud y condición

36
Vgr., la Ley 581 de 2000, conocida popularmente como “ley de cuotas”, establece que mínimo el 30% de los
altos cargos públicos deben ser ejercidos por mujeres. Dicha norma constituye una forma de discriminación
positiva y legal en favor de la mujer, pues busca superar la segregación histórica de la mujer en el acceso a los
altos cargos del Estado.
37
En dicho sentido se ha pronunciado la jurisprudencia de la Corte Constitucional, quien en sentencia T-098 de
1994 (entre otras), expuso: “(…) Los actos discriminatorios suelen ser de difícil prueba. De ahí que sea apropiado
que la carga de probar la inexistencia de discriminación recaiga en cabeza de la autoridad que expide o aplica una
disposición jurídica, no así en quien alega la violación de su derecho a la igualdad, especialmente cuando la
clasificación que se hace de una persona es sospechosa por tener relación con los elementos expresamente
señalados como discriminatorios a la luz del derecho constitucional (…)”.
38
La interseccionalidad es una teoría feminista de la investigación, cuya metodología es utilizada comúnmente
para dirimir litigios con enfoque de género. Dicha herramienta supone que la gente vive identidades múltiples,
moldeadas por varias capas, provenientes de las relaciones sociales, la historia y la interacción de las estructuras
del poder. De esa manera, los sujetos, al mismo tiempo, pertenecen a más de una comunidad, pudiendo sufrir
opresiones o recibir privilegios simultáneamente (vgr., una mujer puede ser una juez respetada pero padecer
violencia intrafamiliar). De ahí que el análisis interseccional busca develar las diversas identidades, explicar los
distintos tipos de discriminación y desventaja producto de la mezcla de identidades. (Ver “An Intersectional
Approach to Discrimination: Addressing Multiple Grounds in Human Rights Claims”, Ontario Human Rights
Commission, Discussion Paper, Policy and Education Branch. (2001) [Disponible en línea en:
http://www.ohrc.on.ca/English/publications]).
económica, se infiere que el tribunal accionado profirió un trato
discriminatorio a la accionante al negarle alimentos, limitándose a
establecer su improcedencia por no ajustarse a la causal primera del
artículo 411 del C.C.

A propósito, desde la óptica interseccional se visualizan los


escenarios de referencia utilizados por la colegiatura al momento de
decidir negativamente sobre la prestación dineraria a favor de la gestora,
los cuales se concretan simplemente en negarle una manutención sin
reparar en su condición siquiátrica y dependencia económica.

En efecto, soslayó que la actora, por causa de sus dolencias


mentales, según consta en el plenario, continuamente requiere de
atención médica especializada, aspecto prima facie revelador de cierto
grado de discapacidad, hallándose imposibilitada de realizar actividades
plenas y efectivas en la sociedad en igualdad de condiciones con las
demás personas.

Así mismo, no tuvo en cuenta que la evidente situación de


subordinación económica sufrida por la promotora respecto de su
excompañero, constituía per sé una práctica simbólica de
discriminación, basada en una relación desigual de poder que ubica a la
mujer en desventaja con el varón.

En consecuencia, la accionante resultó doblemente discriminada


porque se soslayó su condición de mujer en situación de indefensión por
razones de salud y económicas, y la omisión del tribunal en advertir tal
condición.

Esta doble discriminación, esto es, conferir un trato desigual no


justificado a la querellante, la deja al margen de cualquier posibilidad
de protección en el marco de un escenario judicial, por cuanto según los
parámetros determinados por la conducta del tribunal accionado, o se es
presunto discriminador económico y susceptible de no responder por esa
situación o víctima mujer en condiciones desfavorables para llevar
adelante un proyecto de vida.
1.4.2. En relación con la segunda garantía de análisis en la
perspectiva de género concerniente al derecho de las mujeres a una
vida libre de violencias, este se halla definido en el artículo 7 de la Ley
1257 de 2008:

“(…) Artículo 7: Además de otros derechos reconocidos en la ley o en tratados y


convenios internacionales debidamente ratificados, las mujeres tienen derecho
a una vida digna, a la integridad física, sexual y psicológica, a la intimidad, a no
ser sometidas a tortura o a tratos crueles y degradantes, a la igualdad real y
efectiva, a no ser sometidas a forma alguna de discriminación, a la
libertad y autonomía, al libre desarrollo de la personalidad, a la salud, a la
salud sexual y reproductiva y a la seguridad personal (…)” (se resalta).

Igualmente, las normas y tratados internacionales propios del


bloque de constitucionalidad y ratificados por Colombia en materia de
los derechos de las mujeres, como la Convención sobre la “Eliminación
de todas las Formas de Discriminación contra la mujer” –CEDAW, señala:

“(…) Artículo 2: Los Estados Partes condenan la discriminación contra la mujer


en todas sus formas, convienen en seguir, por todos los medios apropiados y sin
dilaciones, una política encaminada a eliminar la discriminación contra la
mujer y, con tal objeto, se comprometen a: (…) b) Adoptar medidas adecuadas,
legislativas y de otro carácter, con las sanciones correspondientes, que prohíban
toda discriminación contra la mujer; c) Establecer la protección jurídica de
los derechos de la mujer sobre una base de igualdad con los del hombre
y garantizar, por conducto de los tribunales nacionales o competentes y
de otras instituciones públicas, la protección efectiva de la mujer contra
todo acto de discriminación; d) Abstenerse de incurrir en todo acto a
práctica de discriminación contra la mujer y velar porque las
autoridades e instituciones públicas actúen de conformidad con esta
obligación; e) Tomar todas las medidas apropiadas para eliminar la
discriminación contra la mujer practicada por cualesquiera personas,
organizaciones o empresas” (…)” (se subraya).

Así mismo, el mencionado instrumento jurídico dispone en sus


cánones 5 y 11, respectivamente:

“(…) Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para:

a) Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y


mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las
prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados
en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o
en funciones estereotipadas de hombres y mujeres;

“(…)

“Los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar la
discriminación contra la mujer en la esfera del empleo a fin de asegurar a la
mujer, en condiciones de igualdad con los hombres, los mismos derechos, en
particular:

“(…)

“El derecho a la seguridad social, en particular en casos de jubilación,


desempleo, enfermedad, invalidez, vejez u otra incapacidad para
trabajar, así como el derecho a vacaciones pagadas (...)” (destacado propio).

Finalmente, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar


y Erradicar la Violencia contra La Mujer “Convención de Belem do Para”,
dispone:

“(…) Artículo 4: Toda mujer tiene derecho al reconocimiento, goce, ejercicio


y protección de todos los derechos humanos y a las libertades
consagradas por los instrumentos regionales e internacionales sobre
derechos humanos.  Estos derechos comprenden, entre otros:

f. El derecho a igualdad de protección ante la ley y de la ley;

“g. El derecho a un recurso sencillo y rápido ante los tribunales


competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos (…)” (se
resalta).

Los antelados mecanismos jurídicos reflejan que la violencia contra


la mujer también es económica. Dicho ataque, aunque difícil de advertir,
se encuadra en escenarios sociales donde usualmente los hombres
tienen mayor control sobre la mujer. Así, en la violencia patrimonial el
hombre utiliza su poder económico para controlar las decisiones y
proyecto de vida de su consorte.

En esta clase de agresión, el perpetrador gobierna todo cuanto


ingresa al patrimonio común, sin importarle quién realice la
contribución. Además, manipula el dinero, lo administra y en él recae,
tradicionalmente, la titularidad de los bienes sociales. La característica
particular de este tipo de violencia se presenta frecuentemente en el
ámbito privado, donde sus efectos se hacen más notorios.

Así mismo, los abusos económicos generalmente resultan ignorados


por la mujer y en su entorno social, pues ocurren bajo una fachada de
cooperación de pareja. Esto, porque culturalmente predomina el
estereotipo del hombre como proveedor por excelencia, aspecto que
funciona como maniobra de opresión.
Otro efecto peculiar de esta arremetida, lo constituye la forma como
la mujer resulta relegada de las decisiones económicas del hogar, donde
es obligada a rendirle cuentas de todo tipo de gastos, incluyendo, los
personales. Igualmente, el hombre le impide estudiar o laborar para
evitar que la mujer logre su independencia económica, al punto de
convencerla que sin él, ella no podría sobrevivir.

Es importante destacar que los alcances de esta clase de violencia


se revelan cuando tiene lugar la ruptura de relación, pues es ahí, cuando
la mujer reclama sus derechos económicos, pero, como ocurrió durante
la vigencia de la convivencia marital, es el hombre quien se beneficia en
mayor medida con estas disoluciones.

En el caso, al prescindir el tribunal del análisis sobre la


procedencia o no de los alimentos en favor de la actora bajo la causal 1°
del artículo 411 del Código Civil, teniendo en cuenta las circunstancias
de indefensión e incapacidad del integrante de la pareja necesitado, debe
pasar el juez a estudiar la causalidad de la ruptura para disponer la
solución de la reclamación alimentaria desde la indagación del numeral
4 del art. 411 del C.C.

En esta perspectiva del numeral 4, por ejemplo, una conducta


pasiva e indiferente puede generar, vitalizar o reproducir los riesgos de
violencia económica representada en una situación concreta, por cuanto
ratifica la relación de dominación patrimonial a la que se halla expuesta
una mujer, o el otro integrante de la unión, durante y después de la
convivencia con su expareja.

La decisión censurada en esta sede de alguna manera corroboró el


estereotipo de la cultura de la discriminación contra la mujer, como un
destino que las mujeres deben soportar por el hecho de ser mujeres.

Lo antelado conlleva a afirmar que la corporación querellada


contribuyó de alguna forma a continuar sometiendo a la tutelante a una
situación de atropello económico ininterrumpido y sistemático por su
excompañero, perpetuando la institucionalización de la cultura de la
discriminación contra las mujeres en la actividad judicial 39.

Así las cosas, como si se tratara de un experimento más de Stanley


Milgram sobre obediencia burocrática en la ejecución del mal 40, el
tribunal, sin ningún interés en abordar el asunto de los alimentos de la
tutelante desde la perspectiva de género, ejerció una violencia simbólica,
institucional y estructural, ajustada, sin rastros de humanidad, para
consolidar una omisión y desprecio de trato frente a las mujeres
colombianas víctimas de violencia económica por sus parejas,
reafirmando la cultura de discriminación hacia ellas, y vulnerando su
derecho a la dignidad en su dimensión de llevar una vida libre de toda
agresión.

1.4.3. La tercera prerrogativa desconocida por el tribunal


convocado, hace referencia al debido proceso41 con enfoque de género.

A propósito, recientemente la Corte Constitucional en la sentencia


T-338 de 2018, reiteró el compromiso de la “Administración de Justicia
con Perspectiva de Género” como la obligación de sancionar y reparar la
violencia estructural contra la mujer, señalando:

“(…) Son los [funcionarios]42 judiciales del país quienes deben velar por su
cumplimiento. En efecto, es necesario que dichas autoridades apliquen
una perspectiva de género en el estudio de sus casos, que parta de las
reglas constitucionales que prohíben la discriminación por razones de
género, imponen igualdad material, exigen la protección de personas en
39
A propósito, la CIDH al resolver el denominado asunto del “campo algodonero” (un feminicidio ocurrido en
Ciudad Juárez), realizó un análisis sobre la cultura de la discriminación contra la mujer, el cual se edifica “ en
una concepción errónea de su inferioridad” que afecta el proceso judicial al producir inacción (discriminación en el
acceso a la justicia al descalificar la credibilidad de la víctima) , limitar o reducir al máximo las investigaciones que
involucran los derechos de las mujeres (impunidad) y postergar las acciones inmediatas y contundentes por parte
de las autoridades competentes (actuación reproductora de la violencia que se busca atacar). Al respecto,
concluyó: “(…) Esta influencia también puede afectar en forma negativa la investigación de los casos y la valoración
de la prueba subsiguiente, que puede verse marcada por nociones estereotipadas sobre cuál debe ser el
comportamiento de las mujeres en sus relaciones interpersonales (…)” (“Caso González y otras (“Campo
Algodonero”) vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas”. Sentencia de 16 de noviembre de
2009. Serie C No. 205).
40
Stanley Milgram fue un psicólogo de la Universidad de Yale. En 1961 realizó una serie de experimentos cuya
finalidad era medir la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad, incluso cuando
estas órdenes ocasionaban un conflicto con su sistema de valores y su conciencia. El punto de las investigaciones
se limitaba a responder los siguientes interrogantes: ¿Hasta qué punto somos totalmente conscientes de las
consecuencias de nuestros actos cuando tomamos una decisión dura por obedecer a la autoridad? ¿Qué
complejos mecanismos intervienen en la obediencia actos que van en contra de nuestra ética? [Disponible en
línea en: https://psicologiaymente.com/social/experimento-milgram-crimenes-obediencia-autoridad].

41
El debido proceso es un derecho constitucional fundamental de aplicación inmediata, consagrado expresamente
en el artículo 29 de la Constitución Política, el cual lo hace extensivo “a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas”.
42
Cambiamos la expresión “operadores” por “funcionarios”, por virtud del carácter mecanicista que significa la
misma, siendo más humanista la de “funcionarios” o “servidores estatales”, cual lo propone la Constitución de
1991.
situación de debilidad manifiesta y por consiguiente, buscan combatir la
desigualdad histórica entre hombres y mujeres, de tal forma que se
adopten las medidas adecuadas para frenar la vulneración de los
derechos de las mujeres, teniendo en cuenta que sigue latente la
discriminación en su contra en los diferentes espacios de la sociedad
(…)” (resaltado propio).

Lo anterior impone, siguiendo una visión doctrinal de la perspectiva


de género, realizar un reexamen del clásico derecho al debido proceso,
invitando al juzgador a no reproducir las prácticas patriarcales de
desigualdad entre géneros existentes en la sociedad, el proceso y la
decisión judicial, vale decir, combatir la normalización de la violencia
contra la mujer y destruir los estereotipos de género.

En conclusión, ninguna de las anotadas herramientas, propias de


la orientación de género en la justicia fue analizada por el tribunal
tutelado cuando revocó la prestación alimentaria en favor de Aurora del
Carmen Neira Patiño, al prescindir abordar el caso desde la perspectiva
de género, en tanto que los antecedentes fácticos del mismo, esto es, la
evidente discapacidad física y dependencia económica de la tutelante a
su excompañero, sugerían inevitablemente realizar dicho enfoque.

1.5. Aplicados al asunto los lineamientos anunciados con


antelación, se insiste, refulge que el tribunal olvidó dilucidar si las
circunstancias especiales del subexámine, en el cual se arguyó como
báculo del reclamo alimentario el abandono de la morada por el
compañero en mejor posición económica, de quien la hoy gestora
dependía enteramente para su subsistencia, permitían adoptar una
decisión en ese sentido a favor de la tutelante.

Luego ante la referida omisión, emerge diamantina la vía de hecho,


imperando la necesidad de revocar el proveído atacado, abogando por
una familia que respete el género y la diferencia.

En consecuencia, se abrirá paso a la protección incoada por virtud


del control legal y constitucional que atañe en esta sede al juez,
compatible con el necesario ejercicio de control convencional, siguiendo
el Pacto de San José de Costa Rica de 22 de noviembre de 1969 (art. 8º
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), a fin de
garantizar el debido proceso.

El convenio citado es aplicable por virtud del canon 9 de la


Constitución Nacional, cuando dice:

“(…) Las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía


nacional, en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el
reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por
Colombia (…)”.

Complementariamente, el artículo 93 ejúsdem, señala:

“(…) Los tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que


reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los estados de
excepción, prevalecen en el orden interno”.

“Los derechos y deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de


conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos
ratificados por Colombia (…)”.

El mandato 27 de la Convención de Viena, sobre el Derecho de los


Tratados de 196943, debidamente adoptada por Colombia, según el cual:
“(…) Una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno
como justificación del incumplimiento de un tratado (…)”44, impone su
observancia en forma irrestricta cuando un Estado parte lo ha suscrito o
se ha adherido al mismo.

1.6. Aunque podría argumentarse la viabilidad del control de


convencionalidad sólo en decursos donde se halla el quebranto de
garantías sustanciales o cuando la normatividad interna es contraria a la
internacional sobre los derechos humanos, se estima trascendente
efectuar dicho seguimiento en todos los asuntos donde se debata la
conculcación de prerrogativas iusfundamentales, así su protección
resulte procedente o no.

Lo aducido porque la enunciada herramienta le permite a los


Estados materializar el deber de garantizar los derechos humanos en el
ámbito doméstico, a través de la verificación de la conformidad de las
normas y prácticas nacionales, con la Convención Americana de

43
Suscrita en Viena el 23 de mayo de 1969.
44
Aprobada por Colombia mediante la Ley 32 de 1985.
Derechos Humanos y su jurisprudencia, ejercicio que según la Corte
Interamericana se surte no sólo a petición de parte sino ex officio45.

No sobra advertir que el régimen convencional en el derecho local


de los países que la han suscrito y aprobado, no constituye un sistema
opcional o de libre aplicación en los ordenamientos patrios; sino que en
estos casos cobra vigencia plena y obligatoriedad con carácter impositivo
para todos los servidores estatales, debiendo realizar no solamente un
control legal y constitucional, sino también el convencional; con mayor
razón cuando forma parte del bloque de constitucionalidad sin quedar al
arbitrio de las autoridades su gobierno.

El aludido control en estos asuntos procura, además, contribuir


judicial y pedagógicamente, tal cual se le ha ordenado a los Estados
denunciados –incluido Colombia-46, a impartir una formación
permanente de Derechos Humanos y DIH en todos los niveles jerárquicos
de las Fuerzas Armadas, jueces y fiscales 47; así como realizar cursos de
capacitación a funcionarios de la rama ejecutiva y judicial y campañas
informativas públicas en materia de protección de derechos y garantías 48.

Insistir en la aplicación del citado control y esbozar el contenido de


la Convención Interamericana de Derechos Humanos en providencias
como la presente, les permite no sólo a las autoridades conocer e
interiorizar las obligaciones contraídas internacionalmente, en relación
con el respeto a los derechos humanos, sino a la ciudadanía informarse
en torno al máximo grado de salvaguarda de sus garantías.

Además, pretende contribuir en la formación de una comunidad


global, incluyente, respetuosa de los instrumentos internacionales y de

45
Corte IDH. Caso Gudiél Álvarez y otros (“Diario Militar”) contra Guatemala. Sentencia de noviembre 20 de 2012.
Serie C No. 253, párrafo 330
46
Corte IDH, Caso Vélez Restrepo y familiares Vs. Colombia, Excepción preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 3 de septiembre de 2012. Serie C No. 248, párrs. 259 a 290, criterio reiterado Caso Masacre de
Santo Domingo Vs. Colombia, Excepciones preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de
noviembre de 2012. Serie C No. 259, párrs. 295 a 323.
47
Corte IDH, Caso de la Masacre de Las Dos Erres Vs. Guatemala, Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 24 de noviembre de 2009. Serie C No. 211, párrs. 229 a 274.
48
Corte IDH, Caso Furlan y familiares Vs. Argentina, Excepciones preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 31 de agosto de 2012. Serie C No. 246, párrs. 278 a 308.
la protección de las prerrogativas fundamentales en el marco del sistema
americano de derechos humanos.

2. En conclusión, se accederá a la salvaguarda.

3. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de


Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la ley,

RESUELVE:

PRIMERO: CONCEDER la tutela solicitada por Aurora del


Carmen Neira Patiño frente a la Sala Civil Familia del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Cúcuta, con ocasión del juicio para la
declaratoria de la unión marital de hecho adelantada por Benjamín
Flórez García a la aquí quejosa.

SEGUNDO: En consecuencia, se le ordena a la Colegiatura


convocada que en el término de diez (10) días contados a partir de la
notificación de esta decisión, se pronuncie dentro del proceso declarativo
de existencia de unión marital del hecho radicado bajo el nº 2018-00168,
sobre la procedencia o no de imponer un aporte alimentario al allá actor,
en favor de la entonces demandada, ahora accionante, siguiendo para
ello los lineamientos sentados en la parte motiva de este proveído. Por
secretaría, envíesele copia de este pronunciamiento.

TERCERO: Comuníquese lo así resuelto, mediante telegrama, a


todos los interesados. De no ser impugnada envíese oportunamente el
expediente a la Corte Constitucional para su eventual revisión.

Notifíquese y cúmplase
OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE
Presidente de Sala

MARGARITA CABELLO BLANCO

ÁLVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO


Con salvamento de voto

AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

LUIS ALONSO RICO PUERTA


Con salvamento de voto

ARIEL SALAZAR RAMÌREZ


Con Aclaración de voto

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA


ACLARACIÓN DE VOTO

Comparto el criterio expuesto por la Sala en


la sentencia emitida en el asunto objeto de estudio, en
cuanto a la procedencia del amparo constitucional
rogado por la tutelante, pero no por las razones que
allí se expusieron, sino porque en el proceso de
declaración de unión marital de hecho donde se
origina la queja, la autoridad judicial accionada no
valoró adecuadamente las pruebas que acreditaban
su necesidad de recibir alimentos de parte de su
ex compañero permanente, cuya capacidad
económica para brindárselos también se demostró
y, en virtud del principio de solidaridad, era
necesario proteger a la reclamante.

En efecto, se tiene que el proceso de declaración de


unión marital de hecho y disolución y
liquidación de la sociedad patrimonial
correspondiente, fue iniciado por el compañero de la
quejosa, bajo el argumento de que ella había
abandonado el hogar; sin embargo, en la
contestación de la demanda, ella clarificó que
fue él quien la dejó pese a haber sido
diagnosticada con "trastorno depresivo-episodio
moderado-con medicación", el cual se le agudizó
con la partida de su pareja. Así mismo, ambas
partes coincidieron en que la convivencia perduró
por diecisiete (17) años, que no procrearon hijos
ni adquirieron bienes diferentes a varios muebles y
enceres que el demandante relacionó en su
demanda' y que plantaron unas

Correspondientes a 2 juegos de alcoba, 4 tendidos acolchonados, 2


ruanas térmicas, 2 juegos de sala, 1 mecedora, 2 closets, 2
estantes de mandera, 2 neveras, 1 televisor, 1 lavadora, 1
comedor, 1 vitrina, 1 molino eléctrico, un molino manual, 2
bombas de gas, 1

mejoras sobre un inmueble que no era de


propiedad de ninguno de los dos.

En su contestación, la tutelante solicitó


una cuota alimentaria a su favor, con
fundamento en que depende económicamente del
demandante dada su edad y delicado estado de
salud mental y que él devenga pensión gracia y de
invalidez, cuyas asignaciones mensuales
ascienden a algo más de cinco millones de pesos;
que él se fue del hogar desatendiendo su
manutención y dejándola desamparada.

El juzgador de la primera instancia accedió a


aquella pretensión al momento de dictar la
sentencia reclamada por los litisconsortes, en
virtud del derecho a la igualdad, el deber de
solidaridad entre la pareja, la satisfacción del
numeral 1° del artículo 411 del Código Civil, en
concordancia con lo señalado por la Corte
2
Constitucional en sentencia C 1033 de 2002 y la
especial situación de la demandada.

Apelada esa determinación, el Tribunal


Superior de Cúcuta, mediante providencia de 31 de
octubre de 2018, la revocó con soporte en que, si
bien la Corte Constitucional extendió los efectos
del numeral 1° del artículo 411 del Código Civil
a los

compañeros permanentes, tal carga fi...solo existe


cuando la unión marital de hecho se mantiene vigente,
esto es mientras perdure la convivencia, más no cuando
la misma se extiende por virtud de la separación por
cualquier causa, pues en esta última hipótesis no hay lugar
a exigirlos. Luego entonces entratándose de la figura de
la unión marital, si no hay estufa,

1 mesa de planchar de madera, 4 sillas plásticas, herramienta de


construcción y una cortina de sala.
convivencia entre los compañeros tampoco habrá lugar al reconocimiento de
la cuota alimentaria.»

2. De manera acertada, la decisión objeto de esta aclaración,


resolvió acceder al amparo invocado por la tutelante y, en

consecuencia, ordenarle al Ad quem n... se pronuncie dentro del proceso


declarativo de existencia de unión marital de hecho (...) sobre la procedencia
o no de imponer un aporte alimentario al allá actor, en favor de la entonces
demandada, ahora accionante, siguiendo para ello los lineamientos sentados
en la parte motiva de este proveído.»

Para arribar a tal conclusión, puso de presente la


equiparación que, en punto de algunos derechos, existe hoy en
día entre la institución del matrimonio y la unión marital de
hecho, como es el caso del deber alimentario entre los integrantes
de la pareja, según lo ha decantado la jurisprudencia de la Corte
Constitucional y el deber de solidaridad previsto en la Carta
Política; sin embargo, también trajo a colación algunas
consideraciones que no guardan ningún tipo de relación con la
situación fáctica expuesta en el caso concreto, lo cual se presta
para equívocos y/o erradas interpretaciones acerca de los
supuestos de hecho que dan lugar a la fijación de una cuota
alimentaria en este tipo de litigios.

Así, la providencia analiza los derechos de las mujeres desde


una perspectiva de género y del derecho internacional, dando a
entender que a la mujer, por su condición de tal, se le deben
alimentos por regla general, dado su histórico sometimiento a la
violencia del hombre, al punto que se tilda a éste de "villano y
miserable", cuando en el caso objeto de estudio ninguna de las
partes alegó la existencia de maltratamientos de obra ni morales
en contra de la tutelante.

En esa dirección, se indicó que el juzgador accionado debió


estudiar la solicitud de alimentos desde una perspectiva de
género, entre cuyas aristas debió tomar en consideración la
condición de mujer de la peticionaria, pues ella constituye un
factor dudoso de exclusión, a la luz del derecho internacional
humanitario, cuyo contenido remembró.

No obstante, se insiste, por ninguna parte se observa que la


accionante hubiese señalado haber sufrido maltratamientos de
obra ni palabra durante la convivencia que sostuvo con el allí
demandante, al punto que lo único que reprochó al contestar la
demanda fue que no fue ella sino el conviviente quien abandonó
el hogar y, por consiguiente, dejó de sostenerla.

Dicha precisión es importante para explicar que la fijación


de una cuota alimentaria a cargo del ex compañero permanente
no obedece al enfoque de género, como se sugiere en la
providencia, ni al papel de "villano miserable" con el que se ha
calificado en muchos casos al hombre, sino al deber de
solidaridad que debe existir entre una pareja, máxime cuando
han convivido por espacio de tantos años y uno de ellos, en este
caso, la mujer, queda desamparado con la decisión de separarse,
bien porque carece de los recursos necesarios para proveer su
propia subsistencia, padece alguna enfermedad o avanzada edad
que le impide ejercer alguna actividad económica o porque los
bienes del haber social conformado no son suficientes para suplir
aquellas deficiencias..
Exactamente, aquellas circunstancias y no otras, eran las
que imponían el estudio de la procedencia o no de la protección
de la accionante para velar porque su ex pareja, quien,
adicionalmente, cuenta con capacidad económica para brindarle
un soporte para su manutención, sea solidario con ella en
atención a las casi dos décadas de convivencia que sostuvieron,
a las graves afecciones mentales que le impiden satisfacer su
propia subsistencia y a la ausencia de bienes de los que la
quejosa pueda derivar alguna renta para sobrevivir por cuenta
propia.

En esas condiciones, en el caso que se analiza, resultaba


plausible el estudio de la concesión de la protección invocada,
pero por las especiales condiciones fácticas arriba expuestas y no
porque la mujer, por el hecho de ser mujer, siempre deba ser
beneficiada con la fijación de una cuota alimentaria a su favor,
pues pueden existir eventos en que sea el hombre quien requiera
de la solidaridad de su compañera para proveerse los medios
necesarios para subsistir, cosa que debe ser establecida de
acuerdo al contexto particular del asunto de que se trate.

Por aquellas razones, no debió imponerse al juez de la causa


un estudio del asunto desde los lineamientos que se expusieron
en la providencia -enfoque de género-, sino desde los
presupuestos fácticos en que realmente se suscitó la solicitud de
alimento.
derechos esenciales de las personas.

La figura a la que se hace referencia, en mi criterio, no tiene


aplicación general en todas las controversias que involucren
derechos fundamentales; su utilidad estaría restringida a los
eventos de ausencia de regulación, déficit de protección a nivel
de las normas nacionales, o una manifiesta disonancia entre
estas y los tratados internacionales que ameriten la
incorporación de los últimos.

En materia de alimentos al cónyuge o compañero


permanente, la constitución nacional y la ley civil colombiana, así
como la jurisprudencia, otorgan suficientes herramientas
jurídicas para asegurar la protección de quien demuestre el
derecho a recibirlos, sea hombre o mujer, por lo que no existe
déficit alguno que suplir con un control de convencionalidad.

En los términos que preceden, aclaro mi voto.

ARIEL SALAZAR RAMÌREZ

MAGISTRADO

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