Danza de Los Concheros
Danza de Los Concheros
Danza de Los Concheros
De acuerdo con estas ideas debió ser suprimida en la danza que nos acupa
toda alusión a "algún misterio de su religión" y sustituirse por las alabanzas que
cantan actualmente dentro del templo; y la misma casi podrían tener las cruzes
que forman los danzantes como una de las principales figuras del baile general,
que es como si se dijera, derivar todo lo que posteriormente se ejecuta del
signo con que se da principio a todo acto solemne de carácter religioso y
cristiano. No pretendemos que esta danza sea la genuina representante del
famoso "solemne mitote", con el que solo algunos puntos de contacto tiene, o
en especial de algunas de las que ejecutaban los naturales; parece más bien
por las numerosas figuras que en ésta se ejecutan y por las ceremonias que le
preceden, que es un resumen, por así decirlo, de varia danzas con las cuales
no se puede indentificar ahora en la parte que les corresponde, por la
parquedad de nuestros antiguios cronistas al hablar de ellas, como se ve por el
último párrafo de la transcripción que hacemos del historiador P. Clavijero.
Siguen los dos Sargentos: de mesa y de campo; aquél encargado del altar o
mesa que se levanta en la casa del Capitán de Conquista, y en el que se velan
las imágenes religiosas de la predilección del grupo, y éste, encargado de velar
por el orden y buena ejecución de la danza. Hay también dos capitanes que
cuidan de las mujeres y dos malinches, una abanderada que cuida de los
estandartes, y otra del somador o incensario.
De este recogimiento le saca voz del "director" que canta una alabanza:
Viva la Guadalupana!
Viva su santo estandarte!
Prosigue la voz del director, coreado por todo su grupo; y terminado este himno
salen del templo, andando hacia atrás para no dar la espalda al altar.
Ya fuera del templo da comienzo la danza con el baile general, para lo cual se
colocan en círculo que dividen en cuatro secciones, separadas cada una por un
alférez, con su estandarte, y él es quién encabeza las evoluciones de cada
armonía perfecta.
La primera consiste en marchar todas las secciones hacia la derecha hasta que
cada alférez ocupa el lugar del siguiente, y después en sentido contrario para
volver a su lugar primitivo, terminando con dos marchas circulares completas, a
la derecha primero, y luego a la izquierda. Después, cada alférez seguido de su
sección se dirige al centro, entrando por un radio del círculo, formando así el
conjunto una cruz, pues las cuatro secciones han ocupado los cuatro radios, y
por medio de contramarchas la deshacen para formarla cuatro veces, pero
ocupando en cada una un lugar distinto cada sección; lo que consiguen
avanzando un cuarto de círculo hacia la derecha entre cada una de estas
marchas; pero la última cruz no se deshace y las secciones que la forman
cambian de sitio de dos en dos, pasando a ocupar el lugar de las otras por
medio de una doble marcha y sus contramarchas.
Que pensarán estas gentes sencillas cuando hora tras hora bailan con la
mirada casi extraviada?... De estas reflexiones nos saca un enérgico rasgueo
de una sencilla melodía que rompen el breve silencio que siguió la última
evolución con que terminó el baile general.
Un conchero se adelanta del lugar que ocupaba, y con aire satisfecho, inicia
bailando un recorrido al derredor del círculo, luciendo las prendas de su vistosa
indumentaria a la que ha enriquecido con nuevos adornos: una nueva hilada de
chaquira o lentujuela en su enagüilla de tela brillante o de gamuza: una flor
más, bordada en la capa que prende de su cuello y cubre su camiseta de color
y cuyas mangas rematan en un manguillo de piel de largos pelos; las medias
blancas o de color pálido estrenadas en esta ocasión, los huaraches a los que
ha aplicado un nuevo baño de tinta plateada o dorada; unas plumas más en el
penacho de su dorada diadema. Cualquiera de estas cosas es motivo del pueril
anhelo de ser admirado por sus compañeros.
El paso que ejecuta y la melodía que toca son también nuevos; durante largos
días ha estado ensayándolos para presentarlos como una invención que
merezca la aprobación del grupo, al que pone la muestra para que al volver a
su sitio todos lo imiten. Y uno tras otro, todos tienen la oportunidad de bailar
individualmente y de lucir sus trajes y sus habilidades, y durante este torneo su
rostro toma otra expresión menos austera, y su mirada es casi radiante; ya no
es el severo ejecutante de un rito religioso; ahora es el humilde artista que
busca el lucimientos bailando con un poco más de desenvoltura y gracia.
En el centro del círculo el capitán general con los capitanes y sus alféreces
portando estandartes, ejecutan los pasos que han ido marcando los del círculo;
pero en este pequeño grupo hay todavía más lucimiento; el capitán suele, a
fuerza de dedicación y entusiasmo, llegar a ser habilísimo bailarín y no
desperdicia esta ocasión para hacer gala de su arte así como de sus prendas
con que va ataviado, mucho mejores, a veces, que las de los otros danzantes,
por la delicadez y la profusión de sus bordados. Entre este grupo y el círculo
de danzantes suele andar en estos momentos uno que lleva en una mano un
animal disecado, generalmente una ardilla, haciendo bufonadas para distraer a
los expectadores.
El traje de los concheros no es el mismo para los diversos grupos que bailan
esta danza; en algunas regiones lo usan de gamuza con adornos porograbados
o pintados al óleo; en el Bajio camisa y calzón blanco pero bordados con
figuras geométricas o flores, sombrero de palma de anchas alas y copa baja,
un paño que llaman patío cubriendo la entrepierna, y como calzado huaraches.