095 - Hofstede 2001 Paramo Ecuador Impacto
095 - Hofstede 2001 Paramo Ecuador Impacto
095 - Hofstede 2001 Paramo Ecuador Impacto
Robert Hofstede
INTRODUCCIÓN
tes de bosque ya han sido talados, los pantanos drenados y el resto del pá-
ramo transformado en potreros degradados y cultivos sin mayor rendimien-
to. A este nivel, el tercer beneficio del páramo (el espacio para actividades
agrícolas) ha perjudicado a los otros dos beneficios (hidrología y diversi-
dad) e inclusive se está afectando a sí mismo.
En este capítulo se presenta cómo funciona la degradación del pára-
mo con ciertos usos de la tierra. Este conocimiento puede ser la base para
lograr que estos usos sean más sustentables y no afecten negativamente a
las funciones hídricas y ecológicas del páramo.
LA BASE ECOLÓGICA
lylepis). Un vello blanco (en el frailejón o los chochos) o una cutícula grue-
sa (en la achupalla) son adaptaciones a la gran cantidad de radiación. Gra-
cias a estas adaptaciones existe un gran número de especies de plantas que
pueden crecer en el páramo, pero estas especies ya no crecen en otros luga-
res. Son especies con su equipo de montaña puesto. Por esto es tan única la
flora del páramo, con un endemismo para el ecosistema de un 60% (Hed-
berg y Hedberg 1979, Luteyn 1992).
La fauna del páramo es un poco menos exclusiva, porque los anima-
les se pueden mover. En su distribución natural, la mayoría de las especies
que está presente en el páramo también está presente en los bosques andi-
nos. Ambos ecosistemas ofrecen servicios a los animales, como área de ca-
cería y alimentación en los páramos vs. área de abrigo y escondite en los
bosques andinos. También dentro del páramo, la fauna nativa visita diferen-
tes unidades de paisaje para diferentes actividades. Va a los pantanos para
tomar agua o para comer insectos, va a los arbustales para comer mortiño,
va al pajonal para hacer un nido por debajo de la paja o para cazar un ave
que tiene allá su nido (DIVA 1997).
EL IMPACTO DE LA QUEMA
por rayos u otras causas, como sí ocurrió en las praderas secas de Nortea-
mérica y las sabanas del África (Horn 1991). Esto se explica porque las re-
lativamente escasas tormentas eléctricas en el páramo solamente ocurren en
época de lluvias, cuando el pajonal está demasiado húmedo como para que
se puedan producir quemas de grandes extensiones.
Sin embargo, la actividad de quema en el páramo ya data de mucho
tiempo atrás. Se supone que los primeros colonizadores de los páramos, los
indígenas preincaicos, lo utilizaban por razones religiosas, para la caza o
posiblemente para mantener hatos de camélidos en forma semisilvestre. Pa-
ra todos estos usos es probable que usaran la quema, pues todavía se usa la
quema para estos fines, aunque en estas épocas la quema para fines ganade-
ros probablemente se utilizó solamente para aumentar la superficie de pajo-
nal ya que los camélidos se alimentan bien en paja seca (Lægaard 1992).
La colonización más fuerte del páramo empezó en tiempos colonia-
les, cuando los españoles comenzaron a utilizarlo para mantener grandes
hatos de animales introducidos como caballos, reses y ovejas. Estos anima-
les son más críticos en su dieta y los españoles, que conocieron el uso de la
quema para “mejorar” el pastizal en su tierra natal, empezaron a quemar
grandes extensiones de páramo con el fin de ofrecer rebrotes frescos al ga-
nado.
Una consecuencia directa de las quemas extensivas fue que el pára-
mo se extendió mucho más allá de lo natural. Por las quemas, y también por
la tala, desaparecieron grandes extensiones de bosque andino. El espacio
que quedó abierto después de una quema ya no tenía las condiciones micro-
climáticas del bosque, sino las del páramo (alta insolación, mucho viento,
congelación frecuente, etc.) y por esto fue colonizado por especies del pá-
ramo que cubren el suelo con una capa gruesa de paja, limitando así la re-
generación del bosque natural. Esta regeneración está más limitada todavía
porque la gente ya tiene la costumbre de quemar el páramo y esto afecta
más a las plantas leñosas que a la paja. A las alturas donde el páramo au-
mentó de esta manera artificial su extensión hacia abajo ya no podemos
hablar de un ecosistema estrictamente natural (Lægaard 1992).
Entonces, como consecuencia del uso de la quema, existen dos zonas
de páramo: el páramo por encima del límite de bosque original, que es natu-
ral, con vegetación clímax primaria, y el páramo entre el límite original y el
limite actual que bajó artificialmente. En ambos sistemas se encuentran
fragmentos de bosque, pero por razones muy distintas: por encima del lími-
te de bosque original se encuentran bosquetes en lugares protegidos donde
el microclima es un poco más favorable que en el páramo abierto: en cam-
Hofstede
Gracias a esto, unos meses después de una quema, el suelo entre la paja en
regeneración está casi totalmente descubierto, aunque directamente después
de la quema todavía estaba cubierto. En el suelo descubierto y con mayores
temperaturas existe una mayor evaporación y el suelo tiende a secarse
(Hofstede 1995a).
En otros ecosistemas existe un efecto de fertilización por las cenizas
originadas en la vegetación quemada. Por esto existe un crecimiento muy
elevado de la vegetación después de una quema en, por ejemplo, las saba-
nas africanas. En el páramo la historia es distinta: los suelos volcánicos po-
co desarrollados, como los que encontramos en la mayoría de los páramos,
tienen una gran capacidad de retener nutrientes. Estos suelos funcionan co-
mo un imán de minerales, específicamente del fósforo. Existen estudios que
dicen que después de una quema no se encuentra ningún efecto sobre la
química del suelo, y, aunque algunos estudios reportan una leve elevación
de la concentración de fósforo, es improbable que la nueva vegetación sea
fertilizada por las cenizas (Suárez y Medina 2001). Esta puede ser la razón
de por qué la vegetación en regeneración no crece más rápido después de
quema (Hofstede 1995b).
El efecto de la quema sobre la fauna del páramo ha sido mucho me-
nos estudiado. Por supuesto, en una quema intensiva mueren muchos ani-
males, especialmente los menores, mientras que los mayores probablemente
huyen del área. Sin embargo, la fauna nativa también aprovecha de la ma-
yor disponibilidad de hojas verdes después de una quema y es probable que
la población se pueda recuperar. Lo que sí se requiere para esta recupera-
ción es que la quema no haya sido tan grande e intensa como para destruir
también las áreas de protección de los animales. Un ejemplo claro fue en-
contrado en un ecosistema semejante al páramo, los zacatonales de México,
donde el conejo de volcán, una especie endémica, se veía beneficiado por la
quema porque iba a áreas quemadas para alimentarse, pero necesitaba un
área natural al lado para esconderse entre la paja alta (Velázquez 1992).
El ecosistema necesita varios años para recuperarse de una quema.
Aunque al año ya se nota que la paja ha alcanzado su altura original, toda-
vía demora muchos años más hasta encontrar su estructura natural, con la
gran cantidad de hojas muertas. Se estima que apenas después de ocho a 10
años este nivel sería alcanzado. Por supuesto, se necesitan también varios
años hasta que los arbustos que desaparecieron en la quema se regeneren
por completo. El suelo, que recibió un impacto leve, no obstante necesita
probablemente más tiempo para su recuperación. Desapareció una mayor
proporción de materia orgánica por la descomposición acelerada y, además,
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Ecuador. Esto tuvo como consecuencia que la vegetación nativa de los pá-
ramos no estuviera adaptada a la herbivoría o al pisoteo. En las praderas
que evolucionaron con la presencia de herbívoros existen muchas plantas
que toleran bien el consumo o el pisoteo por medio de adaptaciones como
estolones, raíces profundas con buena capacidad de rebrote o espinas. Al-
gunas especies hasta se ven beneficiadas por el consumo y aumentan su
productividad. En el páramo no es así, y la mayoría de las plantas no resiste
bien cuando se le pisa o cuando se le quita una parte. La excepción son al-
gunas formas de crecimiento que, igual que con la quema, están adaptadas a
condiciones climáticas extremas y esta adaptación les funciona también pa-
ra tolerar pisoteo o consumo. Un ejemplo de esto es el tultul o cunimaqui
(Lachemilla orbiculata) que para resistir el frío forma estolones bajo el sue-
lo. También las rosetas terrestres, como la achicoria (Hypochaeris sessili-
flora), que tiene una raíz como de zanahoria, resiste muy bien el pisoteo
(Verweij y Budde 1992).
Cuando los incas llegaron al Ecuador, probablemente fueron ellos los
que introdujeron los camélidos a gran escala, aunque antes de esta época tal
vez ya estuvieron presentes algunos. No hay mucho conocimiento sobre la
forma de manejo de los hatos de llamas en la Sierra en épocas incaicas, ni
se sabe con exactitud si los mantenían en los páramos, pero se supone que
los utilizaron cotidianamente como animal de carga y para la lana, y que
mantenían hatos en forma semisilvestre en los páramos (White 2001).
Fueron los españoles los que introdujeron la ganadería intensiva, con
caballos, ovejas y vacas. Los páramos fueron ocupados inmediatamente pa-
ra tener ovejas y toros de lidia. Además, mandaron los caballos viejos sin
uso a los páramos, donde se reprodujeron y formaron hatos silvestres que
todavía están presentes en, entre otros, los páramos de Cotopaxi, Antisana y
Cotacachi. Hoy en día todavía se usan los páramos para este tipo de ganade-
ría, a la que se suman las reses para la carne y, en el caso de campesinos
que tienen su vivienda en los páramos, el ganado de leche.
En general, el ganado consume la vegetación verde. Especialmente
los rumiantes tienen una capacidad grande de encontrar las hojas más tier-
nas; buscan y arrancan mucho material vegetal para encontrar estas hojas.
Como la mayoría de la vegetación del páramo no tiene un valor nutritivo
muy alto y ya que los animales necesitan mucha energía para su metabolis-
mo en estos climas fríos, comen relativamente mucho. La paja, al ser una
gramínea, sí resiste el consumo de sus hojas ya que tiene un meristema infe-
rior que puede regenerar longitudinalmente la hoja. Sin embargo, su capa-
cidad de rebrote es mucho menor que la de gramíneas estoloníferas como el
Hofstede
otros tienen que ver con la utilización del espacio, la rotación de ganado e
inclusive con la sanidad de los animales.
El efecto del ganado es distinto en distintos tipos páramos sobre te-
rreno distinto. En general, el pajonal que no está demasiado seco, teniendo
así suficiente productividad para garantizar la regeneración pero no siendo
tampoco demasiado húmedo como para hacer más frágil el suelo, puede te-
ner una carga animal mayor que áreas más secas o muy húmedas. En un pá-
ramo dominado por bambúes o por pantanos, es muy difícil mantener gana-
do sin causar degradación; igual en los páramos más secos o en los más al-
tos, donde la productividad de la vegetación no es suficiente para ofrecer
forraje a los animales y para regenerarse después de ser consumida.
También dentro de la misma área hay diferencias. En general, un área
en pendiente es más vulnerable, especialmente por pisoteo, que un área en
planicie. Pero esto solo sucede cuando en la planicie no se ha formado una
turbera, porque éstas son las más vulnerables y, además, no tienen mucha
productividad que ofrecer al ganado.
Si el ganado es dejado libre en el área, sin rotación adecuada, los
animales mismos buscan su área de permanencia, y, especialmente en áreas
muy grandes, se concentran alrededor de la hacienda, cerca a áreas de tomar
agua o saladeros. Así, la carga animal no está distribuida uniformemente
sobre el área y, aunque la cantidad de animales por superficie pueda ser re-
lativamente baja, dentro del área puede haber ciertas zonas donde hay so-
brepastoreo. Un factor que determina mucho la presencia de ganado en un
área es cuando se quema una parte. Por supuesto, los animales entran direc-
tamente a esta área, causando así una carga animal mucho mayor y proba-
blemente antes de que la vegetación se haya regenerado lo suficiente (Hofs-
tede 1995b).
Otro factor que influye en el impacto es la presencia o no de potreros
sembrados, donde el ganado puede tener un forraje más nutritivo en un área
menor, y así no requerir de forraje del páramo de alta calidad. También in-
fluye una buena sanidad de los animales, para que tengan un metabolismo
mejor y no necesiten tanto forraje para el mismo producto.
bargo, es muy limitante tener la situación de solo una cosecha con varios
años de barbecho, porque la gente que se ve obligada a cultivar el páramo
tiene poco espacio y para sobrevivir necesita cultivar esta pequeña área casi
constantemente. Por esto, el cultivo es la actividad que más impacto negati-
vo tiene sobre el páramo y necesita de un muy cuidadoso manejo para ser
sustentable. Existen alternativas en buenos barbechos, combinación de cul-
tivos y árboles o arbustos sembrados para conservación de suelos y en la
mayor utilización de cultivos andinos (tubérculos) que necesitan menos fer-
tilizantes y químicos para su éxito (Dehn 1995).
EL IMPACTO DE LA FORESTACIÓN
uso del agua también causa algo de sequedad en el suelo, con todas sus
consecuencias (Bosch y Hewlett 1982, Fahey y Jackson 1997).
El efecto directo de la plantación sobre la fertilidad del suelo es me-
nos claro. Hay estudios que no indican mucho efecto negativo, pero otros sí
notan una pérdida de fertilidad y, principalmente, menos actividad biológi-
ca. Esto parece que depende mucho de la situación anterior antes de la im-
plantación del pino, es decir, si fue un pajonal en estado natural o si ya tenía
algo de degradación por pastoreo.
Los bosques de especies exóticas de rápido crecimiento tienen mucha
influencia sobre la vegetación nativa. El ejemplo más directo es el eucalipto
(Eucalyptus spp.), que son especies alelopáticas que dejan caer una hojaras-
ca con fenoles que inhiben el crecimiento de otras especies (Lima 1996).
Esto quiere decir que, inclusive en los mejores sitios, no se desarrolla mu-
cho sotobosque bajo una copa de eucaliptos. Bajo plantaciones de pino mu-
chas veces tampoco puede crecer mucho sotobosque. Las razones para esto
son la falta de luz, más que todo en plantaciones densas sin manejo donde
las copas de los pinos no dejan pasar ni un rayo solar al piso (Ohep y Herre-
ra 1985), y la gran producción de hojarasca que queda casi sin descomposi-
ción en el piso y ahoga a la vegetación del sotobosque (Cortés et al. 1990,
Hofstede 1997).
Sin embargo, hay ejemplos en plantaciones de pino en el Ecuador
donde la cantidad de especies de plantas aumentó en comparación con el
páramo natural. Esto tenía que ver con el hecho de que en el bosque había
plantas exóticas, pero también algunas especies de bosque andino que no
aparecían naturalmente en el páramo (Ohep y Herrera 1985, Hofstede
1997). Esto soporta la hipótesis de que con una plantación, aunque sea de
una especie exótica, se crea un microclima de bosque en un páramo y así se
puede ayudar a la regeneración de bosque nativo. Esto, sin embargo, de-
pende mucho del estado y manejo del bosque. Si bien se puede observar, en
algunos casos, una regeneración de arbustos y árboles andinos nativos, esto
no quiere decir que una plantación de este tipo sea un catalizador ideal para
tener regeneración. La regeneración que se observa no es similar a la rege-
neración de sotobosque en un bosque andino. Además, en plantaciones vie-
jas donde había vegetación de sotobosque se nota que los árboles nativos
están muriéndose nuevamente conforme avanza la edad de la plantación.
Finalmente, la poca regeneración que se desarrolla en una plantación de es-
pecies exóticas, probablemente se destruya fácilmente con el corte final
(Kuper 1998). Si una plantación forestal ayuda a la regeneración de espe-
cies leñosas nativas, no es tanto por la plantación sino más bien porque la
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gente dejó de quemar el pajonal. Con una buena campaña antiquemas tam-
bién se nota una buena regeneración de arbustos y árboles.
La plantación de especies exóticas es una actividad que puede ser de
mucho beneficio tanto para la industria maderera como para las comunida-
des rurales. Sin embargo, como todo cultivo monoespecífico, tiene impacto
sobre el ecosistema. Hasta el momento no hay absoluta claridad sobre el
impacto de estas plantaciones sobre ecosistemas naturales mientras que sí
hay más indicaciones de deterioro que de recuperación. Siendo éste el caso,
es mejor aplicar el principio de precaución. El impacto negativo de las plan-
taciones comerciales sobre la hidrología, comprobado en un sinnúmero de
estudios, es realmente lo más preocupante, pero también el efecto sobre la
fertilidad del suelo y sobre la diversidad de una región debe mantenernos en
alerta. Por el hecho de que la actividad forestal en los páramos es relativa-
mente nueva, no se sabe todavía con claridad cuáles son sus efectos, y me-
nos cuáles son los efectos después del corte, la actividad que, según varias
experiencias en otros países, es la más impactante sobre el suelo y la hidro-
logía. Es obvio que muchos de los estudios no se hicieron en el páramo
mismo si no en otros países o continentes, pero no hay mucha razón para
esperar que un efecto negativo encontrado en la mayoría de los casos sea
positivo en el páramo (Hofstede 2000).
Es tiempo de dejar atrás la justificación de las plantaciones comercia-
les como medida ecológica. En los países con mucho más tecnología fores-
tal que el Ecuador, es reconocido por los forestales que el pino tiene su im-
pacto ambiental y que, en vez de poner esfuerzo en negarlo, deberían poner
más bien un esfuerzo en mitigarlo. Goyoso (1996) demostró que en Chile,
para mitigar los efectos ambientales y para mantener la fertilidad del suelo
(se debe notar que no se habla de biodiversidad o servicios hídricos) se de-
be invertir entre 1.200 y 2.500 dólares por ha por rotación extra. La certi-
dumbre en países como Nueva Zelanda y Sudáfrica sobre el impacto de las
plantaciones forestales industriales sobre la hidrología es tal que ya ni si-
quiera es tema de discusión sino tema de manejo: en ambos países existen
grandes programas, con apoyo del gobierno, de recuperación de pajonales y
aumento de caudales por medio de corte de plantaciones forestales (Van
Wilgen et al. 1998).
El impacto de la forestación probablemente es menor que la del cul-
tivo agrícola típico. Por esto, si se compara el sistema de una plantación fo-
restal con un pajonal alterado por cultivos o por pastoreo fuerte, la planta-
ción parece bastante favorable. Pero, también la forestación con fines de
producción tiene características de un cultivo agrícola y tiene que ser trata-
El impacto de las actividades humanas sobre el páramo
da así. En vista del alto valor ecológico, hidrológico y paisajístico del pá-
ramo, no es recomendable plantar especies exóticas a la altitud del páramo,
con excepción de áreas degradadas, alteradas (no cubiertas por pajonales,
arbustales o humedales) y de áreas limitadas en posesión de comunidades
campesinas, donde las plantaciones servirán como sustento económico y
doméstico, complementando las otras actividades productivas de la familia
campesina, lo que disminuiría la presión sobre el bosque natural y, además,
podría ayudar a recuperar tierras degradadas o conservar suelo en sistemas
agroforestales (Hofstede 2000).
dina piensa que es un animal nativo que merece protección. Pero, a pesar de
que la trucha conlleva muchas ventajas en cuanto a la alimentación y las fi-
nanzas de las comunidades andinas y, además, es un buen indicador de ca-
lidad de agua, vale destacar que es un elemento foráneo que probablemente
ha desplazado a elementos de la fauna nativa en ríos y lagunas.
El impacto de los usos domésticos que dan los habitantes de las co-
munidades andinas incluye la recolección de flora en forma de leña, hierbas
medicinales y frutas. Aunque se puede especular que inclusive una activi-
dad tan humilde como la recolección de mortiños para la colada morada o
de sunfo para aguas aromáticas puede tener cierto impacto sobre la vegeta-
ción (diversidad, distribución, dispersión natural, etc.) en realidad casi no es
medible. Además, son actividades tan importantes cultural y socialmente,
que a nadie se le ocurriría cuestionar su sustentabilidad. La recolección de
leña ya es un tema más polémico. Una familia campesina necesita una pe-
queña cantidad de leña por año (entre 5 y 15 m3). Esta cantidad, correspon-
diente a unos 25 a 50 troncos de yagual o quishuar, es fácilmente recogida
cuando permanecen bosques extensos, con densidades de árboles de dos o
tres mil individuos por hectárea. Es difícil que el bosque desaparezca por el
solo aprovechamiento de la leña. Si existe un plan para el uso de este bos-
que, aprovechando solamente árboles viejos y los que crecen cerca a los
bordes, el centro del bosque va a quedar sin intervención y solamente en el
borde existiría algo de disturbio de la estructura del bosque. Este leve dis-
turbio es probablemente preferible sobre la alternativa que consiste en traer
gas o madera de plantaciones de áreas lejanas, lo que implica contamina-
ción y necesidad de más recursos económicos.
El problema de la recolección de madera para uso doméstico está en
la situación de que hoy, en la mayoría de los páramos, ya no hay remanen-
tes de bosques de mediano o gran tamaño. Si en una comunidad hay apenas
uno u dos remanentes presentes, cubriendo 2 ó 3 hectáreas, y donde cada
familia extrae 25 a 50 troncos por año y encima de vez en cuando algunos
troncos para cubrir otras necesidades (postes, construcción, cabos, etc.), es-
tos bosques pueden desaparecer rápidamente. Una vez desaparecido el úl-
timo árbol, la gente sin capacidad de compra de gas doméstico empieza a
usar cualquier otra parte de la vegetación para combustible, en todos los ca-
sos algo menos eficiente, por lo que se necesita sacrificar más material con
el mismo fin. En la Sierra ecuatoriana se usan arbustos, pantano seco y has-
ta paja como combustible para la cocina. Por esto, el impacto de la recolec-
ción de madera para uso doméstico depende mucho del grado de deforesta-
ción.
El impacto de las actividades humanas sobre el páramo
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