Romanos 7

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Romanos 7

La lucha del cristiano (7:1-25) Parte I


Propósito: Ayudar al creyente a depender de la ayuda divina en su propia batalla personal frente a la
carne. Si se mantiene espiritualmente alerta y depende del Señor, caminará en victoria sobre el
pecado.
Introducción: El cristiano experimentará oposición de la carne en el proceso de la santificación. El
pecado en su carne se levantará y querrá mantener el control que tuvo antes de que recibamos a Cristo.
El hombre que ha creído en Cristo ha muerto al pecado y ha resucitado para andar en vida nueva. Pero
a pesar de ser una nueva criatura, el cristiano no es capaz de vivir la vida cristiana en sus propias
fuerzas y capacidad. Es por ello que es necesario depender de la presencia y del poder de Cristo y del
Espíritu Santo. El creyente que aprende la Palabra de Dios y depende de ella llegará a agradar a Dios
en todo, pero aquel que no se deja guiar por el Espíritu Santo sucumbirá bajo el poder de la carne.
Hechos concretos:
1. El cristiano ha sido liberado del poder de la ley y del pecado para servir a Cristo.
2. La vieja naturaleza en la carne está en guerra constante con la nueva vida en Cristo.
3. La victoria sobre el pecado se experimenta mediante la obediencia y la fe en el Cristo resucitado.
4. El cristiano debe dejarse guiar por el Espíritu y no cederse a los deseos carnales.
I. Nuestra unión con Cristo nos ha librado del poder de la ley (7:1-25)
a. Nuestra unión con Cristo nos ha librado del poder legal de la ley (7:1-6).
b. Nuestra unión con Cristo nos ha dado una nueva capacidad para agradar a Dios (7:7-25).
7:1 La ley sólo puede gobernar o controlar o enseñorearse de personas que están vivas. Un delincuente
muerto nunca es llevado a los tribunales para ser juzgado.
7:2 Si el marido muere, la ley que obligaba a la esposa a estar unida o atada a él es anulada o hecha
inoperante. La muerte anula el poder de la ley.
7:4 Se extrae una inferencia consecuentemente con lo dicho anteriormente con respecto al
matrimonio y luego se aplica a la vida del creyente en relación con la ley. Hemos muerto a la ley. En lo
que respecta a la ley, el creyente ha sido puesto a muerte mediante la muerte de Cristo. El propósito
de la muerte del creyente con Cristo es para que pertenezca a otro, es decir, al que resucitó de entre
los muertos. El creyente está unido ahora a Alguien que nunca morirá, a fin de que llevemos fruto para
Dios. Nuestra unión con Cristo es para que se produzca o lleve fruto para la gloria de Dios.
7:5 Esta expresión “estar en la carne” se refiere a vivir habitualmente en la carne, es decir, en esa esfera
de la vieja naturaleza humana que es controlada por el pecado. Las pasiones pecaminosas obraban de
manera continua en los miembros de la persona produciendo fruto para muerte.
7:6 Aquí hay un cambio. Es una referencia a la nueva condición de quien ha creído en Cristo. Ahora
estamos libres de la ley. La ley ha sido hecha inoperante, anulada y cancelada en nuestras vidas.
Fuimos liberados de la ley o hechos inoperantes con respecto a ella. La unión del creyente con Cristo
ha hecho que los reclamos de la ley sobre él queden anulados por completo. Hemos sido librados de
las ataduras de la ley y del pecado, y ahora tenemos el poder para servir a Dios bajo un nuevo régimen
y dentro de la nueva esfera del Espíritu. La santificación por gracia nos libra del principio del
legalismo. Al ser incorporados al Cuerpo de Cristo, quedamos libres del principio legal que nos ataba.
7:7 Una vez que una persona se identifica con Cristo, es hecho libre de la ley para que sirva a Dios en
el Espíritu. Si aquel que ha creído en Cristo sigue viviendo bajo la ley, el resultado será una constante
derrota espiritual. La ley no es pecado ni pecaminosa. Ella revela la pecaminosidad del hombre y
muestra los pecados específicos que el hombre comete constantemente.

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7:8 Pablo describe su experiencia, primero como niño, luego como un judío bajo la ley, y luego como
un cristiano bebé o carnal. La ley no es pecado pero el pecado en su carne se aprovechó de la ley. La
palabra “ocasión” significa aquí “un punto de partida”, “una base de operaciones” o “un pretexto para
emprender una acción”. El pecado en la carne ha hecho uso del mandamiento como una base de
operaciones. Obró y produjo en Pablo toda clase de malos deseos. La naturaleza pecaminosa en la
carne se activa y la persona termina actuando de manera contraria a la voluntad de Dios. La ley hace
que el pecado actúe como un principio activo.
7:9 Se refiere a la época de la niñez de Pablo, antes de recibir el conocimiento de la ley. Pero cuando
vino el conocimiento de la ley, el pecado en su carne revivió.
7:10 Pablo relata su propia experiencia de muerte espiritual. Allí descubrió cómo el pecado se
aprovechó del mandamiento para matarlo. El mandamiento que tenía como fin señalarle el camino o
guiarlo a la vida, a él le resultó para muerte.
7:11 El pecado en la carne se aprovechó del mandamiento y lo usó para operar en contra de Pablo. Lo
engaño totalmente, lo desvió del camino. Aquí Pablo en su descripción personaliza al pecado como un
agente de muerte y comenta, “no sólo me engañó, sino que además me mató”.
7:12 La ley fue, es y siempre será santa. Pablo quiere dejar por sentado su convicción tocante a la ley
llamándola santa y relacionándola con Su autor divino, tal como Dios es santo. Pablo usa tres adjetivos
para describir el mandamiento: santo (apartado de todo lo malo), justo (recto) y bueno (con un
propósito benéfico). La ley es sin culpa.
7:13 El pecado en la carne, produjo en Pablo la muerte por medio de lo que es bueno. El pecado utilizó
lo bueno como medio. “Lo bueno” tenía como fin conducir a la vida, pero el pecado lo utilizó como
vehículo para conducirlo hacia la muerte. Observemos que el pecado para mostrar su propia
naturaleza no utiliza lo que es malo, sino que usa lo bueno. Es así que el pecado es reconocido o puesto
en evidencia. La muerte es la culminación del pecado.
7:14 Aquí vemos un claro y marcado contraste entre la naturaleza de la ley y la naturaleza del pecado
en la carne. La ley es espiritual, esto es, de origen sobrenatural y vino de parte de Dios. Pablo, por otro
lado, se llama a sí mismo “carnal”. Sabemos que Adán nos vendió al pecado y debido a su desobediencia
todos caímos en esa condición de pecadores, carentes de poder sobre el pecado. EL hombre quedó
preso por el pecado y sólo la intervención sobrenatural de Dios nos liberta de él.
Pablo, habiendo nacido de nuevo y estando muerto al pecado y a la ley, aún era “carnal”, bebé o niño
espiritual, y estaba a punto de descubrir el poder del Espíritu que lo llevaría a experimentar victoria
sobre la carne y el pecado.
7:15 Pablo explica su experiencia como nacido de nuevo, estando ya justificado, pero carnal. Lo que él
tuvo que pasar sirve de aliento y esperanza a todos los que empezamos nuestro caminar espiritual y
encontramos luchas. Contrasta su deseo interior y su acción exterior, lo que obraba, practicaba y hacía
habitualmente.
7:17 Pablo descubre que no es él (como nueva criatura en Cristo) (se refiere a su hombre interior o
espíritu) el que hace lo malo, sino que es el pecado que mora en su carne. Pablo reconoce el poder y la
influencia que el pecado ejerce en su propia vida desde su carne. La presencia constante del pecado
en la carne del hombre es una realidad. Sólo cuando nuestro cuerpo sea glorificado, seremos
completamente librados de la presencia del pecado en la carne de una vez por todas.
7:18 “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”. El problema está en nuestra carne. En
nuestro espíritu mora el bien por causa de Cristo (Filemón 1:6). Pablo hace referencia directa a la
naturaleza pecaminosa en el cuerpo humano, comúnmente llamada “la carne”.
“Porque el querer el bien está en mí (en mi espíritu), pero no el hacerlo”. Pablo relata el conflicto que
tuvo y que caracteriza a todos los creyentes: Dos fuerzas opuestas tratando de influenciarnos, una
interna—hacia lo bueno, y otra externa—hacia lo malo.
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7:19-20 Pablo claramente identifica el origen de lo malo en nosotros: El pecado que mora en nuestra
carne. Ante este hecho, no debemos eludir nuestra responsabilidad sino más bien estar conscientes
del potencial para pecar que está en nuestra carne. El hombre carnal aún vive bajo el control de la
carne.
7:21 Las buenas intenciones no son suficientes. La clave es el poder del Espíritu fortaleciéndonos
desde adentro para sobreponernos a la influencia de la carne. Pablo vuelve a reconocer que el mal
estaba en él (en su carne). Ya hemos visto que la ley es santa, buena y espiritual; el mandamiento de
Dios es santo, justo y bueno. El problema no estaba en la ley, sino en el hombre.
7:22 El hombre interior renacido, recreado y regenerado está unido con el Espíritu Santo, y se deleita
en la Palabra de Dios. Aquí el hombre interior es contrastado con la naturaleza pecaminosa en la carne.
El hombre interior se deleita en la ley de Dios, mientras que la carne se deleita con el pecado.
7:23 Se refiere a otra ley diferente que contrasta con la ley de Dios. Esa ley está en nuestros miembros
y hace guerra contra la ley interior. Pablo la llama “la ley del pecado”. La intención de esta ley
pecaminosa es cautivarnos, esclavizarnos, someternos o sujetarnos bajo su dominio.
La ley o autoridad del pecado se aprovecha de la debilidad de la carne en el hombre para llevarlo
cautivo y esclavizarlo. La ley del pecado procede del pecado y lo promueve. La ley del pecado en la
carne estimula al hombre a pecar.
7:24 Pablo, en su condición de cristiano carnal, niño espiritual, se sentía miserable debido a que la
carne lo estaba dominando. En esta etapa estaba angustiado y frustrado. El pecado en su carne lo
estaba dominando. Aún no había descubierto la libertad gloriosa del Espíritu en esa área. Debido a que
aún no tenía su mente renovada totalmente con respecto a los gloriosos hechos de la redención, era
aún una mente carnal. Y la mente carnal no puede vencer al pecado en la carne.
Pablo claramente identifica al enemigo y lo llama “cuerpo de muerte”, y clama para ser librado de él y
de su dominio. Definitivamente el creyente será librado del pecado en la carne cuando reciba un
cuerpo glorificado el día del rapto.
7:25 A pesar de la angustia que experimentó durante esa etapa, Pablo reconoce la obra de la gracia de
Dios a su favor y le da las gracias por la victoria.
Nuevamente reconoce el conflicto entre el hombre interior y el exterior, en el cual la ley del pecado
pretendía ejercer su hegemonía sobre él. Esa es una verdadera guerra espiritual: El espíritu versus la
carne. Sólo el depender de Cristo y del poder del Espíritu Santo llevan al creyente a experimentar la
victoria sobre la carne.
No se trata ya de ocuparse de uno mismo, sino de ocuparse de Cristo. Ya no cuenta lo que soy en mí
mismo, sino lo que soy en Cristo.
Pablo en el capítulo 8 relata la experiencia que tuvo al descubrir por revelación del Espíritu las
tremendas verdades que lo llevaron a experimentar una victoria rotunda y una libertad completa.
Conclusión: Pablo termina el capítulo 6 con la declaración de que la vida eterna viene sólo por medio
de Jesucristo (6:23), y concluye el capítulo 7 afirmando que la vida victoriosa sólo se alcanza por medio
de Cristo Jesús (7:25).
Aunque el creyente tiene en Cristo la capacidad para servir a Dios, también tiene en su carne la vieja
naturaleza de pecado y, por lo tanto, el potencial para pecar. Ahora el cristiano tiene dos capacidades
o naturalezas: la nueva, internamente en su hombre interior (espíritu humano renacido) y la vieja,
externamente en el hombre exterior (el cuerpo).
El Espíritu Santo obra a través de Su unión con la nueva naturaleza para formar en el creyente la
imagen de Cristo. Él obra en nosotros a través de la Palabra de Dios para producir santidad en nuestra
vida. Estar en el Espíritu y andar en el Espíritu no significa en modo alguno que el cristiano ya no
pueda pecar, sino que la atención por las cosas espirituales ocupa el primer lugar en su vida.
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