A.R. Brewer Carias. Derecho y Accion de Amparo Constitucional. Con Portada 2 2021

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DERECHO DE AMPARO Y ACCIÓN DE

AMPARO CONSTITUCIONAL
ALLAN R. BREWER-CARÍAS
Profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela
Individuo de Número de la Academia de
Ciencias Políticas y Sociales

DERECHO DE AMPARO
Y ACCIÓN
DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Academia de Ciencias Políticas y Sociales


Serie Estudios No. 129

Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal


Constitucional

Editorial Jurídica Venezolana

Caracas/2021
B758
Brewer-Carías, Allan
Derecho de amparo y acción de amparo constitucio-
nal / Allan Brewer-Carías; prólogo Héctor Fix-Zamudio. --
Caracas: Academia de Ciencias Políticas y Sociales; Edito-
rial Jurídica Venezolana, 2021.
742 pp.
Serie Estudios, 129
ISBN: 978-1-63625-519-4

1. AMPARO 2. AMPARO CONSTITUCIONAL 3. ACCIÓN


AUTÓNOMA DE AMPARO 4. DERECHO COMPARADO I. Tí-
tulo II. Héctor Fix-Zamudio

© Allan R. Brewer-Carías
Email: [email protected]
www.allanbrewercarias.com

Editorial Jurídica Venezolana


Avda. Francisco Solano López, Torre Oasis, P.B., Local 4,
Sabana Grande,
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Panamá, República de Panamá.
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Book Antiqua 11, Interlineado Exacto 12, Mancha 11.5 x 18
A la memoria del profesor Héctor Fix-Zamudio,
y a su discípulo el profesor Eduardo Ferrer Mac Gregor,
por cuyas obras todos hemos aprendido tanto
sobre el derecho procesal constitucional
y sobre el amparo constitucional

EDUARDO FERRER MAC-GREGOR, HÉCTOR FIX-ZAMUDIO, ALLAN R. BREWER-CARÍAS


MÉXICO 2017
CONTENIDO

NOTA DEL AUTOR ................................................................................... 23

A MANERA DE PRÓLOGO
LA TEORÍA DE ALLAN R. BREWER CARÍAS SOBRE EL
DERECHO DE AMPARO LATINO AMERICANO Y
EL JUICIO DE AMPARO MEXICANO
Héctor Fix-Zamudio

I. INTRODUCCIÓN ............................................................................ 35
II. LA DOCTRINA DE BREWER CARÍAS SOBRE EL DERE-
CHO DE AMPARO LATINOAMERICANO ............................... 37
III. UNA OJEADA SOBRE EL DERECHO DE AMPARO EN
LATINOAMÉRICA Y ESPAÑA .................................................... 40
IV. EL DERECHO DE AMPARO EN LOS INSTRUMENTOS
INTERNACIONALES ..................................................................... 52
V. EL AMPARO MEXICANO COMO PARADIGMA ORIGI-
NAL Y SU EVOLUCIÓN ................................................................ 56
VI. COMPLEJIDAD ACTUAL DEL AMPARO MEXICANO .......... 64
VII. NATURALEZA ................................................................................ 76
VIII. DERECHOS PROTEGIDOS ............................................................ 82
IX. PERSONAS TUTELADAS .............................................................. 90
X. ORGANISMOS JURISDICCIONALES DE PROTECCIÓN ....... 92

INTRODUCCIÓN .............................................. 97
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

PRIMERA PARTE
EL RÉGIMEN CONSTITUCIONAL DEL
PROCESO DE AMPARO

I. LA REGULACIÓN CONSTITUCIONAL .............................................. 107


II. EL DERECHO DE AMPARO EN LA DECLARACIÓN UNI-
VERSAL DE DERECHOS HUMANOS DE LAS NACIONES
UNIDAS Y EN EL PACTO INTERNACIONAL DE DERECHOS
CIVILES Y POLÍTICOS DE NACIONES UNIDAS .............................. 110
III. EL DERECHO DE AMPARO EN LA CONVENCIÓN AME-
RICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS Y EL CONTROL DE
CONVENCIONALIDAD ........................................................................... 116
IV. EL CONTRASTE ENTRE LA UNIVERSALIDAD DEL AM-
PARO EN LA CONVENCIÓN AMERICANA Y EN EL RÉGI-
MEN VENEZOLANO, Y LAS REGULACIONES LEGALES EN
LOS DIVERSOS PAÍSES LATINOAMERICANOS .............................. 129
1. El derecho de amparo frente a todos los actos estatales ........ 130
2. Amparo contra actos legislativos .............................................. 133
A. El amparo contra decisiones de cuerpos parlamen-
tarios y sus comisiones ....................................................... 133
B. El amparo contra las leyes .................................................. 134
3. El amparo contra las actuaciones ejecutivas y actos admi-
nistrativos ..................................................................................... 140
A. El amparo contra actos del Poder Ejecutivo .................... 140
B. La acción de amparo y las cuestiones políticas ............... 142
C. La acción de amparo y el funcionamiento de los servi-
cios públicos ......................................................................... 146
4. El amparo contra las sentencias y actos judiciales .................. 147
5. El amparo contra actos de otros órganos constitucionales ..... 152

SEGUNDA PARTE
LA CONFIGURACIÓN JURISPRUDENCIAL DEL DERECHO Y
DE LA ACCIÓN DE AMPARO A PARTIR DE LA
CONSTITUCIÓN DE 1961

I. EL RÉGIMEN DE LA CONSTITUCIÓN (1961) Y LA SITUA-


CIÓN ANTES DE LA PROMULGACIÓN DE LA LEY ORGÁ-
NICA DE AMPARO DE 1988 .................................................................... 159

10
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

1. El criterio de la antigua Corte Suprema de Justicia en 1970:


El carácter programático de la norma constitucional (El
amparo como “acción” y no como un derecho constitu-
cional) ............................................................................................ 161
2. El acuerdo de la antigua Corte Suprema de 1972: la
restricción del procedimiento transitorio de hábeas corpus
solo para proteger la libertad personal ..................................... 163
3. El amparo en las Convenciones Internacionales a partir de
1977: El derecho de amparo mediante vías judiciales ............ 164
4. Los cambios jurisprudenciales en los Tribunales Civiles de
Instancia en 1982: La admisibilidad de la acción autónoma
de amparo respecto a todos los derechos constitucionales ... 165
5. El nuevo criterio de la antigua Corte Suprema de 1983: El
amparo como un derecho y no sólo como una garantía
procesal ......................................................................................... 168
6. El criterio de la Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo en 1984: El carácter “subsidiario” de la acción
autónoma de amparo .................................................................. 171
7. El amparo frente a las actuaciones de particulares ................. 176
II. LOS PRINCIPIOS JURISPRUDENCIALES RELATIVOS A LA
ACCIÓN AUTÓNOMA DE AMPARO ANTES DE LA LEY
ORGÁNICA DE 1988 .................................................................................. 177
1. La ausencia de la Ley especial reguladora del derecho de
amparo no impedía el ejercicio de la acción autónoma de
amparo .......................................................................................... 177
2. La competencia para conocer de la acción de amparo
correspondía a todos los tribunales de acuerdo a su com-
petencia natural y específica ...................................................... 181
3. El carácter subsidiario de la acción autónoma de amparo ........ 186
4. El carácter breve y sumario del procedimiento ....................... 194
5. Los poderes del juez de amparo ................................................ 198
6. Los jueces contencioso administrativos como jueces de
amparo .......................................................................................... 201
A. El amparo contra las actuaciones o vías de hecho de la
Administración y la competencia de los Tribunales
Contencioso-Administrativos ............................................ 202
B. El derecho de amparo contra actos administrativos y
el recurso contencioso administrativo de anulación
como vía judicial de amparo .............................................. 208

11
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

a. El restablecimiento inmediato del derecho infrin-


gido a través de la acción contencioso-adminis-
trativa de anulación ...................................................... 209
b. La peligrosa e inadmisible tesis de la violación
directa de la Constitución para la procedencia de
la acción contencioso administrativo de anulación
y amparo ....................................................................... 211
c. El derecho de amparo contra las conductas omi-
sivas de la administración violatorias de derechos
constitucionales y la acción contencioso-adminis-
trativa contra las mismas como vía judicial de
amparo .......................................................................... 216

TERCERA PARTE
LA CONFIGURACIÓN LEGAL DEL DERECHO Y DE LA ACCIÓN
DE AMPARO EN LA LEY ORGÁNICA DE AMPARO DE 1988

I. PRINCIPIOS QUE CONDICIONARON LA SANCIÓN DE LA


LEY ORGÁNICA DE AMPARO DE 1988 .............................................. 225
II. EL AMPARO COMO DERECHO A UN MEDIO JUDICIAL DE
PROTECCIÓN .............................................................................................. 232
III. LA “ACCIÓN DE AMPARO” COMO VÍA JUDICIAL AUTÓ-
NOMA ............................................................................................................. 236
IV. EL CARÁCTER EXTRAORDINARIO (EN REALIDAD SUBSI-
DIARIO) DE LA ACCIÓN AUTÓNOMA DE AMPARO .................. 239
V. LA NECESARIA CONCILIACIÓN DE LA ACCIÓN DE AMPA-
RO CON LOS OTROS MEDIOS JUDICIALES DE AMPARO EN
LAS REGULACIONES DE LA LEY ORGÁNICA ............................... 253
1. El planteamiento del problema ................................................. 253
2. La “matización” del carácter subsidiario, en general, de la
acción de amparo ........................................................................ 263
3. La tesis de procedencia de la acción autónoma de amparo
contra actos administrativos en caso de insuficiencia de la
vía contencioso administrativa .................................................. 270
4. La vía contencioso-administrativa de anulación como vía
judicial de amparo y el régimen de la Ley Orgánica .............. 273

12
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

CUARTA PARTE
LA COMPETENCIA JUDICIAL EN MATERIA DE AMPARO

I. EL PRINCIPIO LEGAL DE LA COMPETENCIA JUDICIAL: LOS


TRIBUNALES DE PRIMERA INSTANCIA ........................................... 282
II. LA COMPETENCIA EXCEPCIONAL DE CUALQUIER JUEZ DE
LA LOCALIDAD CON COMPETENCIA EN PRIMERA INS-
TANCIA ......................................................................................................... 284
III. LA COMPETENCIA DE LAS SALAS DEL TRIBUNAL SUPRE-
MO DE JUSTICIA EN MATERIA DE AMPARO ................................. 285
1. Competencia de la Sala Constitucional .................................... 289
2. La competencia de la Sala Electoral como tribunal de única
instancia en materia de amparo de contenido electoral ......... 293
3. Otros criterios interpretativos aplicados por la antigua
Corte Suprema de Justicia en el pasado ................................... 293
4. El criterio de la afinidad para la distribución de la
competencia entre las Salas del Tribunal Supremo ................. 298
IV. EL PRINCIPIO RECTOR DE LA AFINIDAD ENTRE LA COM-
PETENCIA JUDICIAL Y EL DERECHO O GARANTÍA VIO-
LADO O AMENAZADO DE VIOLACIÓN .......................................... 300
1. Evolución del principio .............................................................. 300
2. El principio rector de la afinidad a partir de 1988 .................. 312
3. La distribución de la competencia en materia de amparo
en la jurisdicción contencioso-administrativa ......................... 327

QUINTA PARTE
EL CARÁCTER EXTRAORDINARIO DE LA
ACCIÓN AUTÓNOMA DE AMPARO .................. 329

SEXTA PARTE
EL OBJETO DE LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL:
TODOS LOS DERECHOS Y GARANTÍAS CONSTITUCIONALES

I. EL RÉGIMEN GENERAL EN VENEZUELA: LA PROTECCIÓN


DE TODOS LOS DERECHOS Y GARANTÍAS ..................................... 335
II. LA SITUACIÓN DE LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS
CONSTITUCIONALES EN EL DERECHO COMPARADO: EL
CONTRASTE CON EL DERECHO VENEZOLANO ......................... 341
1. El amparo y hábeas corpus para la protección de todos los
derechos constitucionales ........................................................... 342

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ALLAN R. BREWER-CARÍAS

2. El amparo y hábeas corpus para la protección de sólo


algunos derechos constitucionales ............................................ 347
A. La acción de protección chilena para determinados
derechos ................................................................................ 347
B. La acción de “tutela” colombiana para la protección
de derechos fundamentales ............................................... 348
III. LA CUESTIÓN DE LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS EN
SITUACIONES DE EMERGENCIA ......................................................... 350
IV. EL TEMA DE LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL DE LOS
DERECHOS SOCIALES ............................................................................. 353
V. ALGUNAS SOLUCIONES EN MATERIA DE PROTECCIÓN
DEL DERECHO CONSTITUCIONAL A LA SALUD ......................... 355
1. La protección del derecho a la salud como derecho colectivo ... 360
2. La protección del derecho a la salud en relación con el
derecho a la vida y las obligaciones del Seguro Social ........... 361
3. La protección limitada del derecho a la salud y los recur-
sos financieros del Estado .......................................................... 365

SÉPTIMA PARTE
CARÁCTER Y RANGO CONSTITUCIONAL DE LA VIOLACIÓN
A LOS DERECHOS (LA VIOLACIÓN DIRECTA) ...... 367

OCTAVA PARTE
PRINCIPIOS DE LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL RESPECTO
DE TODAS LAS PERSONAS EN EL MARCO DEL DERECHO
COMPARADO: LAS PERSONAS PROTEGIDAS

I. LA PERSONA AGRAVIADA Y LA CUESTIÓN DE LA LEGITI-


MACIÓN ACTIVA ...................................................................................... 376
II. LAS PERSONAS NATURALES: LEGITIMACIÓN ACTIVA AD
CAUSAM Y AD PROCESSUM ................................................................ 378
III. PERSONAS JURÍDICAS: LEGITIMACIÓN ACTIVA AD CAU-
SAM Y AD PROCESSUM .......................................................................... 382
IV. LEGITIMACIÓN ACTIVA Y LA PROTECCIÓN DE DERE-
CHOS CONSTITUCIONALES COLECTIVOS Y DIFUSOS .......... 386

14
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

NOVENA PARTE
LA UNIVERSALIDAD DEL AMPARO Y LAS CAUSAS DE LA
LESIÓN O AMENAZA DE LESIÓN DE DERECHOS Y
GARANTÍAS CONSTITUCIONALES
I. EL RÉGIMEN EN EL DERECHO VENEZOLANO .......................... 393
1. El amparo contra autoridades y contra particulares .............. 393
2. El amparo contra leyes y demás actos normativos .................. 399
A. La naturaleza suspensiva de la acción de amparo
contra normas ...................................................................... 400
B. La amplitud del control en la Ley Orgánica y la
tendencia restrictiva de la jurisprudencia de la antigua
Corte Suprema ..................................................................... 402
C. La tergiversación jurisprudencial del amparo contra
normas .................................................................................. 411
D. El tema de los actos de ejecución o aplicación de las
leyes y la evolución jurisprudencial y la negativa del
amparo contra leyes ............................................................ 413
E. El amparo contra normas frente a la amenaza de
violación de derechos constitucionales y la restricción
jurisprudencial ..................................................................... 418
3. El amparo respecto de los actos administrativos y contra
conductas omisivas de la Administración ............................... 423
A. El amparo contra actos administrativos ........................... 424
B. El amparo contra conductas omisivas de la Adminis-
tración ................................................................................... 430
C. Amparo con motivo de la prestación servicios pú-
blicos ..................................................................................... 441
4. El amparo contra sentencias y demás actos judiciales ........... 443
A. La actuación judicial lesiva ................................................ 445
B. El tema del amparo contra sentencias de amparo .......... 455
II. LOS PRINCIPIOS DEL AMPARO EN EL DERECHO COM-
PARADO EN RELACIÓN CON LOS AGRAVIANTES Y LA
PROTECCIÓN CONTRA AUTORIDADES Y PARTICULARES ... 463
III. EL DEMANDADO EN LA DEMANDA DE AMPARO: LAS
AUTORIDADES Y LOS PARTICULARES .......................................... 471
1. El amparo contra las autoridades públicas: entidades pú-
blicas y funcionarios públicos .................................................... 472
2. El amparo contra individuos o personas particulares ............ 476

15
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

IV. EL ALCANCE DE LA UNIVERSALIDAD DEL AMPARO EN


VENEZUELA RESPECTO DE LA PERSONA AGRAVIANTE .... 479

DÉCIMA PRIMERA
DAÑOS Y AMENAZAS DE VIOLACIÓN PROTEGIBLES EN
MATERIA DE AMPARO: PRINCIPIOS GENERALES Y
DERECHO COMPARADO

I. EL CARÁCTER PERSONAL Y DIRECTO DE LOS DAÑOS ........ 485


II. EL CARÁCTER ACTUAL Y REAL DE LOS DAÑOS ..................... 487
III. EL DAÑO MANIFIESTAMENTE ARBITRARIO, ILEGAL E
ILEGITIMO ................................................................................................... 491
IV. EL CARÁCTER EVIDENTE DE LOS DAÑOS ..................................... 493
V. EL CARÁCTER NO CONSENTIDO DE LOS DAÑOS ...................... 494
1. El consentimiento expreso ......................................................... 495
2. El consentimiento tácito ............................................................. 495
3. Excepciones a la regla del consentimiento tácito .................... 498
VI. EL CARÁCTER REPARABLE DE LOS DAÑOS Y EL CA-
RÁCTER RESTABLECEDOR DEL PROCESO DE AMPARO ........ 501
1. El carácter restaurador del proceso amparo en relación con
los daños ....................................................................................... 501
2. La condición específica del daño: su carácter reparable ........ 502
VII. EL CARÁCTER PREVENTIVO DEL PROCESO DE AMPARO
CONTRA LAS AMENAZAS DE CARÁCTER INMINENTE ......... 508

DÉCIMA SEGUNDA PARTE


LAS FORMAS DE EJERCICIO DEL DERECHO CONSTITUCIONAL
DE AMPARO: COMO ACCIÓN AUTÓNOMA Y COMO
PRETENSIÓN FORMULADA JUNTO CON OTRAS
VÍAS PROCESALES IDÓNEAS

I. LOS DIVERSOS MECANISMOS PROCESALES DE AMPARO ....... 515


1. La acción autónoma de amparo ................................................ 518
2. El ejercicio acumulado de la acción de amparo ...................... 518
3. La distinción entre los dos mecanismos procesales de
amparo .......................................................................................... 520
4. Antecedentes y secuelas del caso Tarjetas Banvenez ............. 523

16
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

II. LA FORMULACIÓN DE LA PRETENSIÓN DE AMPARO


CONJUNTAMENTE CON LA ACCIÓN POPULAR DE IN-
CONSTITUCIONALIDAD Y LA PROTECCIÓN CAUTELAR
MEDIANTE LA SUSPENSIÓN DE EFECTOS DE LA NORMA
IMPUGNADA .............................................................................................. 527
1. La exigencia del carácter normativo del acto impugnado
mediante acción popular ante la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo ....................................................................... 528
2. La exención del cumplimiento del procedimiento de la Ley
de Amparo .................................................................................... 528
3. Carácter cautelar de la decisión y la suspensión inter
partes de la aplicación de la norma .......................................... 529
III. LA FORMULACIÓN DE LA PRETENSIÓN DE AMPARO
CONJUNTAMENTE CON LAS ACCIONES CONTENCIOSO
ADMINISTRATIVAS ................................................................................. 533
1. Algunos antecedentes de la decisión de la antigua Corte
Suprema en el caso Tarjetas Banvenez (1991) ......................... 534
2. Formalidades de la interposición y el objeto de las
pretensiones ................................................................................. 536
3. Carácter subordinado y accesorio del amparo ........................ 538
4. El carácter cautelar ...................................................................... 539
5. Las modalidades de las condiciones de admisibilidad en el
ejercicio conjunto de la acción de amparo con una acción
contencioso-administrativa ........................................................ 548
6. La apelación de la decisión de amparo .................................... 555
7. El régimen de las medidas cautelares en la Ley Orgánica
de la Jurisdicción Contencioso Administrativo y los casos
de amparo cautelar en los juicios de nulidad contra actos
administrativos ............................................................................ 556
IV. LA FORMULACIÓN DE LA PRETENSIÓN DE AMPARO CON
OTROS MEDIOS JUDICIALES ................................................................. 558
1. El régimen general a partir de la sentencia del caso
Tarjetas Banvenez de 1991 ......................................................... 559
2. El nuevo régimen establecido por la Sala Constitucional
para la protección cautelar en los casos de formulación de
la pretensión de amparo con otros medios judiciales ............ 570
V. EL LLAMADO “AMPARO INCIDENTAL” Y UN CASO ESPE-
CÍFICO DE LA FORMULACIÓN DE LA PRETENSIÓN DE
AMPARO CON OTRAS VÍAS PROCESALES IDÓNEAS: LA
SOLICITUD DE NULIDAD ABSOLUTA DE ACTUACIONES
PROCESALES POR VIOLACIÓN DE GARANTÍAS CONSTI-
TUCIONALES (“AMPARO PENAL”) .................................................... 572

17
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

DÉCIMA TERCERA PARTE


SOBRE LAS CONDICIONES DE ADMISIBILIDAD DE LA
ACCIÓN DE AMPARO
I. LA LEGITIMACIÓN ACTIVA ................................................................. 585
1. La condición de agraviado ......................................................... 586
2. El amparo respecto de derechos colectivos y difusos ............ 589
3. La legitimación activa del Defensor del Pueblo ...................... 591
II. LEGITIMACIÓN PASIVA: LA CONDICIÓN DE AGRAVIANTE .. 592
III. LAS CONDICIONES DE LA LESIÓN .................................................... 595
IV. LA INEXISTENCIA DE UN RECURSO JUDICIAL PARALELO
YA INTENTADO ......................................................................................... 601
VI. LA INEXISTENCIA DE OTROS MEDIOS JUDICIALES BREVES,
SUMARIOS Y EFICACES PARA LA PROTECCIÓN CONSTITU-
CIONAL ......................................................................................................... 603
VI. LA AUSENCIA DE COSA JUZGADA ................................................... 609

DÉCIMA CUARTA PARTE


EL PROCEDIMIENTO EN EL PROCESO DE
LA ACCIÓN DE AMPARO

I. ALGUNAS CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL PROCEDI-


MIENTO EN MATERIA DE AMPARO EN EL DERECHO
COMPARADO .............................................................................................. 612
1. El carácter bilateral del procedimiento ..................................... 612
2. El carácter breve y sumario del procedimiento ....................... 616
3. El carácter preferente del procedimiento y la función de
los tribunales ................................................................................ 618
4. El rol activo del juez en el proceso de amparo ........................ 619
5. La preeminencia de la ley sustantiva ........................................ 620
II. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL PROCEDIMIENTO DE
AMPARO EN LA LEY ORGÁNICA ........................................................ 620
1. El principio de la bilateralidad y el principio inquisitivo ...... 620
2. Brevedad, informalidad y gratuidad ........................................ 624
3. Carácter de orden público .......................................................... 628
III. EL ITER PROCESAL EN EL PROCESO DE AMPARO DE
ACUERDO CON LA LEY ORGÁNICA DE 1988 Y LA JURIS-
PRUDENCIA ANTERIOR A 2000 ........................................................... 628
1. Legitimación ad causam y ad procesum ....................................... 630

18
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

2. Formalidades del libelo de la acción ......................................... 631


3. Notificación al Ministerio Público ............................................. 632
4. Admisión de la acción ................................................................ 633
5. Solicitud de informe al presunto agraviante o imputado ...... 633
6. Medidas cautelares ...................................................................... 634
7. La audiencia pública y oral ........................................................ 634
8. Oportunidad de la decisión ....................................................... 634
IV. LOS PRINCIPIOS DE LA REFORMA CONSTITUCIONAL DE
1999 Y LAS NORMAS PROCESALES EN MATERIA DE AMPA-
RO ESTABLECIDAS POR LA SALA CONSTITUCIONAL EN
2000 .................................................................................................................. 635
1. Principios generales del procedimiento no sujeto a forma-
lidades ........................................................................................... 637
2. La derogación de la exigencia legal del informe del
agraviado, la citación del agraviante y la creación de la
audiencia constitucional ............................................................. 638
3. La reforma del régimen de la audiencia constitucional
pública y oral ............................................................................... 638
4. Régimen de la oportunidad de la sentencia de amparo ......... 641
5. Apelación y consulta ................................................................... 641
6. El procedimiento en la acción de amparo contra sentencias .. 642
V. LA POTESTAD CAUTELAR DEL JUEZ DE AMPARO ..................... 643
1. El régimen general ...................................................................... 643
2. El nuevo régimen establecido por la Sala Constitucional ...... 645

DÉCIMA QUINTA PARTE


EL SENTIDO DE LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL Y
LA DECISIÓN EN MATERIA DE AMPARO

I. EL SENTIDO Y ALCANCE DE LA PROTECCIÓN CONSTI-


TUCIONAL EN EL DERECHO COMPARADO .................................. 651
II. LA SENTENCIA DE AMPARO EN LA LEY ORGÁNICA ............... 654
III. ASPECTOS GENERALES SOBRE LA NATURALEZA DE LA
DECISIÓN DE AMPARO: APROXIMACIÓN COMPARATIVA .... 666
1. La naturaleza preventiva y restitutoria del amparo ............... 666
2. La regla del contenido no anulatorio del amparo ................... 668
3. El carácter no indemnizatorio de la decisión de amparo ....... 671
4. El pago de las costas procesales ................................................ 674
5. Los efectos de la sentencia de amparo ...................................... 674

19
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

A. El efecto inter partes y sus excepciones ............................ 674


B. La cuestión del alcance de los efectos de la cosa juz-
gada ....................................................................................... 677
6. El carácter obligatorio de las sentencias de amparo y la
sanción al desacato judicial ........................................................ 681

DÉCIMA SEXTA PARTE


LA ACCIÓN DE AMPARO A LA LIBERTAD
O SEGURIDAD PERSONAL (HABEAS CORPUS) ......... 683

DÉCIMA SÉPTIMA PARTE


SOBRE LA ACCIÓN DE HABEAS DATA

I. LA DOCTRINA JURISPRUDENCIAL DE LA SALA CONSTI-


TUCIONAL EN MATERIA DE HABEAS DATA ................................. 691
1. Sobre el derecho de habeas data .................................................. 691
2. La determinación del procedimiento para los procesos de
habeas data ..................................................................................... 696
A. La doctrina establecida en 2003 ......................................... 696
B. La doctrina establecida en 2009 ......................................... 697
II. EL PROCEDIMIENTO TRANSITORIO EN LAS DEMANDAS
DE HABEAS DATA ...................................................................................... 701
1. El derecho de habeas data y el proceso ...................................... 701
2. Condición de admisibilidad de la acción: la abstención de
respuesta ....................................................................................... 702
3. Requisitos de la demanda y competencia de los tribunales
municipales contencioso administrativos ................................ 702
4. Principio de publicidad en el procedimiento .......................... 700
5. Las notificaciones ......................................................................... 702
6. Informe del agraviante y su contradicción .............................. 702
7. Medidas cautelares....................................................................... 703
8. Audiencia pública y la decisión ................................................ 703
9. Apelación ....................................................................................... 704

DÉCIMA OCTAVA PARTE


LA REVISIÓN DE LA DECISIÓN EN LOS
PROCESOS DE AMPARO .......................... 705

20
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

DÉCIMA NOVENA PARTE


SOBRE EL DESACATO EN MATERIA DE AMPARO

I. EL RÉGIMEN DEL DESACATO DE LAS SENTENCIAS DE


AMPARO ESTABLECIDO EN LA LEY ORGÁNICA DE AMPA-
RO Y EL INICIO DE SU TRASTOCAMIENTO POR LA SALA
CONSTITUCIONAL ................................................................................... 711
II. LA ASUNCIÓN POR LA SALA CONSTITUCIONAL DE LA
COMPETENCIA PARA IMPONER LA SANCIÓN PENAL POR
DESACATO DE SENTENCIAS DE AMPARO EN CONTRA DE
LO PREVISTO EN LA LEY ORGÁNICA DE AMPARO Y EN EL
CÓDIGO PENAL ......................................................................................... 714
III. LA “INTERPRETACIÓN VINCULANTE” DE 2014 DEL AR-
TÍCULO 31 DE LA LEY ORGÁNICA DE AMPARO EXCLU-
YENDO LA APLICACIÓN DE LAS “REGLAS DEL PROCESO
PENAL Y DE LA EJECUCIÓN PENAL” EN CASO DE DESA-
CATO DE SENTENCIAS DE AMPARO, ATRIBUYÉNDOLE A
LOS PROPIOS JUECES DE AMPARO LA COMPETENCIA
PARA DECIDIR EN LA MATERIA ......................................................... 722
IV. LA NUEVA “INTERPRETACIÓN VINCULANTE” DE 2019
EMITIDA [POR LA SALA CONSTITUCIONAL. MODIFICA-
TORIA DE LA ANTERIOR, PARA ASEGURAR QUE LA SALA
CONSTITUCIONAL ................................................................................... 724

ANEXOS

I. LEY ORGÁNICA DE AMPARO SOBRE DERECHOS Y


GARANTÍAS CONSTITUCIONALES 1988 .................................... 729
II. COMPETENCIA JUDICIAL ............................................................. 746
III. NORMAS DE PROCEDIMIENTO .................................................... 753

ÍNDICE ALFABÉTICO DEL ARTICULADO DE LA LEY ORGÁNICA


DE AMPARO SOBRE DERECHOS Y
GARANTÍAS CONSTITUCIONALES DE 1988 ............ 759

21
NOTA DEL AUTOR

Desde cuándo estudie en 1985, desde una perspectiva de dere-


cho comparado, la institución del amparo en Venezuela,1 llegué a
la conclusión de que en la Constitución de 1961, al contrario de lo
que era y sigue siendo la tendencia general en América Latina, el
amparo a los derechos fundamentales se había consagrado como
un derecho fundamental en sí mismo, que tienen todas las perso-
nas a ser amparadas judicialmente en sus derechos y garantías
constitucionales, y no solo como una acción o recurso específico de
amparo, protección o tutela.2 Es decir, la Constitución reguló un
derecho de amparo constitucional, que puede ejercerse mediante
una acción de amparo constitucional autónoma y, además, median-
te múltiples otros medios procesales existentes acordes con la pro-
tección constitucional.
Esta característica la había captado igualmente Héctor Fix-
Zamudio quien, en 1970, al estudiar comparativamente la institu-
ción del amparo en Venezuela y México, ya había expresado que la
Constitución venezolana había consagrado “definitivamente el
derecho de amparo como instrumento procesal para proteger todos
los derechos fundamentales de la persona humana consagrados

1 Esto fue con ocasión de preparar el Curso que dicté en el LLM de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Cambridge, UK, en 1985-1986 sobre “El
control de la constitucionalidad en el derecho comparado.” Véase el texto en:
Allan R. Brewer-Carías, Judicial Review in Comparative Law, Cambridge Studies
in International and Comparative Law. New Series, Cambridge University
Press, Cambridge 1989.
2 Lo que plasmé ese mismo año 1985 en el estudio: Allan R. Brewer-Carías, “El
derecho de amparo y la acción de amparo,” en Revista de Derecho Público, No.
22, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, abril-junio 1985, pp. 51-61.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

constitucionalmente,” en lo que calificó como “uno de los aciertos


más destacados en la avanzada Carta Fundamental de 1961.”3
El esfuerzo por que esa característica del amparo en Venezuela
como derecho constitucional, y no solo como una acción o recurso,
quedara plasmado en la legislación que debía regularlo, lo comen-
cé a desplegar entre 1985 y 1987, mediante sendas comunicaciones
que dirigí a la Cámara de Diputados cuando en la misma se discu-
tía el Proyecto de Ley reguladora de la materia;4 Proyecto que fue
aprobado en dicha Cámara en noviembre de 1987, y el cual, poste-
riormente, luego de mi intervención como Senador suplente en la
sesión del 19 de noviembre de 1987, fue modificado por el Senado,
sancionándose definitivamente la Ley Orgánica de Amparo sobre
derechos y garantías constitucionales el 18 de diciembre de 1987,
ampliándose su contenido, de manera que el amparo no quedó
reducido a una sola “acción del amparo” sino que quedó consa-
grado como “el derecho a ser amparado” establecido en la Consti-
tución, previéndose además la posibilidad de la formulación de la
pretensión de amparo mediante otras vías judiciales existentes. El
sentido de la regulación fue luego interpretado y precisado por la
jurisprudencia de la Sala Político Administrativa de la antigua Cor-
te Suprema de Justicia, sobre todo a partir de la sentencia que dictó
el 10 de julio de 1991 (Caso: Tarjetas Banvenez)”5 en un juicio que
precisamente me correspondió llevar junto con otros destacados
abogados, y en el cual el tema se había discutido.6

3 Véase Héctor Fix Zamudio, “Algunos aspectos comparativos del derecho de


amparo en México y Venezuela,” Libro Homenaje a la Memoria de Lorenzo He-
rrera Mendoza, UCV, Caracas, 1970, Tomo II, pp. 333–390. Véase además, Héc-
tor Fix Zamudio, “La teoría de Allan R. Brewer-Carías sobre el derecho de
amparo Latinoamericano y el juicio de amparo mexicano,” en El derecho pú-
blico a comienzos del siglo XXI. Estudios en homenaje al Profesor Allan R. Brewer-
Carías, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2002, Tomo I, pp. 1125 y ss.
4 Véase mis estudios sobre “Observaciones críticas al Proyecto de Ley de la
Acción de Amparo de los Derechos Fundamentales (1985)”; “Proyecto de Ley
Orgánica sobre el Derecho de Amparo (1987);” y “Propuestas de reforma al
Proyecto de Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitu-
cionales (1987),” en Allan R. Brewer-Carías, Estudios de Derecho Público, Tomo
III Labor en el Senado 1985-1987), Ediciones del Congreso de la República, Ca-
racas 1989, pp. 71-186; pp. 187-204; y pp. 205-229.
5 Véase sentencia No. 140 del 10-06-1992, en Revista de Derecho Público, Nº 50,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, pp. 183–184.
6 El caso lo llevé junto con otros abogados, habiendo acogido la Sala el criterio
que alegamos. Véase sobre el caso y la sentencia: Allan R. Brewer-Carías

24
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

De allí que Héctor Fix-Zamudio, el más destacado expositor


sobre el amparo en América Latina, se haya referido en un estudio
publicado en 2013 a lo que denominó “La teoría de Allan R. Brewer
Carías sobre el derecho de amparo latinoamericano y el juicio de
amparo mexicano;7 estudio que, por su importancia e interés, he
decidido publicar en este libro “A manera de Prólogo,” como ho-
menaje a su memoria y a todo lo que todos los juristas latinoameri-
canos aprendimos de su obra en la materia.
Los contornos de la institución del amparo como derecho fun-
damental en los términos antes analizados, y que es precisamente
el objeto de estudio de este libro, quedaron sentados con toda cla-
ridad durante la vigencia de la Constitución de 1961 por la juris-
prudencia sobre todo de la antigua Corte Suprema de Justicia y de
la Corte primera de lo Contencioso Administrativo. En la materia,
en la Constitución de 1999, afortunadamente nada se varió, de ma-
nera que la labor jurisprudencial de la Sala Constitucional del Tri-
bunal Supremo de Justicia lo que ha hecho es reiterar la doctrina
jurisprudencial anterior. Solo se destacan las sentencias de la Sala
Constitucional mediante las cuales, como legislador positivo, y en
forma evidentemente inconstitucional, “reformó” las previsiones
de la Ley Orgánica estableciendo interpretaciones que ha calificado
como vinculantes en materia de competencia de los tribunales para
conocer de juicios de amparo (sentencia No. 1 de 20 de enero de
2000, Caso: Emery Mata Millán vs. varios);8 en materia de procedi-
miento en el juicio de amparo (sentencia No. 7 de 1º de febrero de
2000, Caso: José A. Mejía B. y otros vs. Juzgado de Control Vigésimo
Sexto de Primera Instancia del Circuito Judicial Penal del Área Metropo-

(Editor) et al., El caso del Banco de Venezuela. Tomo I. La acción de amparo, Colec-
ción Opiniones y Alegatos Jurídicos No. 4, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas 1993. El texto de la sentencia está en pp. 397 ss.
7 Publicado en el libro El derecho público a comienzos del Siglo XXI. Estudios en
Homenaje al Profesor Allan R. Brewer-Carías (Coordinador: Jesús Caballero Or-
tíz), Thomson Reuter, Civitas, Aranzadi, Madrid 2003, Tomo I, pp. 1125-1163.
8 Véase en Revista de Derecho Público, No. 81, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 2000, pp. 225-229. Véase los comentarios a esta sentencia en Allan R.
Brewer-Carías, “El juez constitucional como legislador positivo y la inconsti-
tucional reforma de la Ley Orgánica de Amparo en Venezuela mediante sen-
tencias interpretativas,” en Eduardo Ferrer Mac-Gregor, Arturo Zaldívar Le-
lo de Larrea (Coordinadores), La ciencia del derecho procesal constitucional. Es-
tudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta años como investigador
del derecho, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, México 2008, Tomo V, pp. 63-80.

25
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

litana de Caracas),9 y en materia de aplicación de sanciones penales


en casos de desacato de decisiones de amparo (sentencia No. 145
de 18 de junio de-2019, Caso: Joe Taouk, Jajaa),10 mediante la cual la
Sala, al variar una interpretación vinculante establecida previa-
mente en mediante sentencia No. 245 el día 9 de abril de 2014,
sobre la aplicación de la sanción penal prevista en el artículo 31
de la Ley Orgánica de Amparo por los tribunales ordinarios, esta-
bleció que éstos debían previamente someter el asunto a la Sala
Constitucional.
Debe mencionarse, sin embargo, que después de la entrada en
vigencia de la Constitución de 1999, y asentada la institución del
amparo como derecho constitucional en los términos que se habían
definido en la Ley Orgánica de 1988, y en la jurisprudencia tanto
de la antigua Corte Suprema como del Tribunal Supremo de Justi-
cia, en 2013, un grupo de diputados, sin conocimiento alguno de la
materia, hicieron aprobar en primera discusión una reforma de la
Ley Orgánica de Amparo eliminando el carácter de derecho consti-
tucional del amparo y la posibilidad de que la pretensión de ampa-
ro se pudiese formular a través de variados medios judiciales, re-
duciendo el amparo a una sola y única acción, desconociendo la
esencia de la regulación constitucional. Afortunadamente la “re-
forma” no pasó de la primera discusión.11
Sin duda, sobre el amparo me he ocupado desde hace muchos
años en múltiples libros, y artículos desde que traté por primera

9 Véase en Revista de Derecho Público, No. 81, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2000, pp. 246-251. Véase los comentarios en el trabajo citado en nota
anterior.
10 Véase en Revista de Derecho Público, No. 158-159, enero-junio 2019, Editorial
Jurídica Venezolana, 2019, pp. 332 ss. Véase los comentarios en Allan R. Bre-
wer-Carías, “Procedimiento para la aplicación de la sanción de prisión en ca-
sos de desacato de las sentencias de amparo, establecido como “interpreta-
ción vinculante” por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia
en 2014 y 2019, en contra de lo establecido en la Ley Orgánica de Amparo,”
en Revista de Derecho Público, No 158-159, julio-diciembre 2019, Editorial Jurí-
dica Venezolana. Caracas 2019, pp. 329-339.
11 Véase los comentarios en Allan R. Brewer-Carías, “De nuevo sobre el derecho
de amparo y la acción de amparo en el ordenamiento venezolano (Con oca-
sión del “Proyecto de Reforma de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales” de octubre de 2013),” en Revista de Dere-
cho Público, No. 136 (octubre-diciembre 2013), Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas 2013, pp. 113-141.

26
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

vez el tema en 1976,12 pasando por los comentarios a la Ley Orgá-


nica de 1988,13 y otros múltiples estudios en la materia que han
quedado recopilados en tres voluminosas obras de 199814 y de
2017.15
Tenía pendiente, en todo caso, componer una obra que englo-
bara todos los aspectos centrales del tema del amparo como dere-
cho fundamental y como una acción de amparo, con un volumen
que fuera adecuado para un libro (no un Tratado), siendo este el
resultado.
Considero que el tema, en todo caso, es de importancia expo-
nerlo una y otra vez por la especificidad del sistema venezolano,
pues la incomprensión por interés o por ignorancia de este y de la
gama de protección constitucional que ofrece al poder ejercerse el
amparo, además de mediante una acción autónoma de amparo, a
través de los recursos judiciales preexistentes en el ordenamiento
jurídico, puede llegar a traducirse en injusticia e, incluso, en dene-
gación de justicia.
Ello ya ocurrió, por ejemplo, en el caso Allan R. Brewer-Carías
vs. Venezuela desarrollado ante la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, la cual mediante sentencia de fecha 26 de mayo de

12 Véase Allan R. Brewer-Carías, “Les garanties constitutionelles des droits de


l’homme dans les pays de l’Amérique Latine,” Rapport presenté aux IXème
Journées juridiques Franco Latino-Américaines, Société de Législation Comparé,
Bayonne, 21-23 mai 1976, en Revue Internationale de Droit Comparé, Ni. 1, Paris
1977, pp. 25-102.
13 Apenas la Ley Orgánica salió publicada en 1988 edité el libro: Allan R. Bre-
wer-Carías y Carlos Ayala Corao, Ley Orgánica de amparo sobre derechos y ga-
rantías constitucionales, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1988. La última
edición, con un trabajo adicional de Rafael Chavero Gazdik, Séptima edición
corregida, aumentada y actualizada, se publicó igualmente por la Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 2016.
14 Véase Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales. Tomo V:
Derecho y Acción De Amparo, Universidad Católica del Táchira-Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas-San Cristóbal 1998, 577 pp.
15 Véase Allan R. Brewer-Carías, Derechos y garantías constitucionales y la acción
de amparo, Colección Tratado de Derecho Constitucional, Tomo X, Fundación
de Derecho Público, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2017, 1196 pp., y
El derecho y la acción de amparo en el derecho constitucional comparado, Colección
Tratado de Derecho Constitucional, Tomo XI, Fundación de Derecho Público,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2017, 1150 pp.

27
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

2014,16 se abstuvo de decidir sobre las graves denuncias de viola-


ción de mis garantías judiciales que se habían denunciado, deci-
diendo archivar el expediente por supuesta falta de agotamiento de
los recursos internos, ignorando no solo la propia y más sólida ju-
risprudencia de la propia Corte Interamericana (caso Velázquez
Rodríguez vs. Honduras, 1988) sino, lo más grave, el hecho específico
de que yo sí había efectivamente ejercido y agotado el único recur-
so interno que tenía disponible en 2005 al formularse la acusación
para defenderme frente a la masiva violación de mis garantías ju-
diciales por parte de la Fiscal acusadora, precisamente mediante el
ejercicio de la solicitud de nulidad absoluta de todas sus actuacio-
nes violatorias del debido proceso regulada en el Código Penal, y
denominado “amparo penal,” y que ejercí los días 4 y 8 de no-
viembre de 2005 ante el Juez competente apenas se formuló la acu-
sación en mi contra por el supuesto delito de conspirar para cam-
biar violentamente la Constitución.17
La mayoría de la Corte Interamericana, bajo la ponencia del
Juez Humberto Sierra Porto quien se presumía que debía haber
sabido algo sobre la materia, decidió ignorar el efectivo ejercicio
del recurso de nulidad o amparo penal por parte de mis represen-
tantes, y penosamente, lo más seguro bajo presión política por par-
te del régimen de H. Chávez,18 pretendiendo desconocer que en
Venezuela el amparo no sólo se puede intentar ejerciendo la acción

16 Véase el texto de la sentencia y mis comentarios críticos sobre la misma en


Allan R. Brewer-Carías, El Caso Allan R. Brewer-Carías vs. Venezuela ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Estudio del caso y análisis crítico de la
errada sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos Nº 277 de 26 de
mayo de 2014, Colección Opiniones y Alegatos Jurídicos, Nº 14, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas 2014, 500 pp.
17 El escrito del recurso de nulidad o amparo penal fue lo suficientemente ex-
tenso (más de 500 páginas), de manera que el Juez de la Causa no tuviera la
excusa de que había falta de argumentación. El texto de la solicitud de nuli-
dad o amparo penal fue publicado en el libro Allan R. Brewer-Carías, En mi
propia defensa. Respuesta preparada con la asistencia de mis defensores Rafael
Odreman y León Henrique Cottin contra la infundada acusación fiscal por el supues-
to delito de conspiración, Colección Opiniones y Alegatos Jurídicos No. 13, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas 2006, 606 pp.
18 Véase Allan R. Brewer-Carías, “Los efectos de las presiones políticas de los
Estados en las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Un caso de denegación de justicia internacional y de desprecio al derecho,”
en Revista Ars Boni Et Aequi (año 12 n°2), Universidad Bernardo O’Higgins,
Santiago de Chile 2016, pp. 51-86.

28
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

autónoma de amparo, sino también formulando la pretensión de


amparo a través de los medios judiciales existentes acordes con la
protección constitucional requerida, como en ese caso fue el ampa-
ro penal oportunamente ejercido y nunca decidido, resolvió afir-
mar falsamente que yo no había ejercido el recurso disponible.
Ante tal injusticia, e ignorancia, los distinguidos jueces Eduar-
do Ferrer Mac Gregor y Manuel Ventura Robles formularon un
Voto Conjunto Negativo a la sentencia, –lo único decente de la
misma–, llamándole la atención a la mayoría sentenciadora, entre
otros aspectos fundamentales, sobre el hecho de que
“en el presente caso, los representantes del señor Brewer-
Carías utilizaron los medios de impugnación previstos en la
legislación venezolana –recursos de nulidad absoluta– para
poder garantizar sus derechos fundamentales en el procedi-
miento penal;”
indicando además que el Estado
“ni siquiera dio trámite a los recursos de nulidad de actua-
ciones —de 4 y 8 de noviembre de 2005— por violación a dere-
chos fundamentales .”19
Sé que esta obra le hubiera gustado mucho verla a mi querido
amigo Héctor Fix-Zamudio, quien no sólo siempre se interesó por
el acontecer del derecho venezolano, sino específicamente por mis
trabajos, y quien, sobre la sentencia dictada en mi caso por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (de la cual había sido Juez
en el pasado), en 2016 escribió que:
“los recursos de nulidad formulados por el profesor Bre-
wer-Carías ante el tribunal de la causa fueron presentados el 4
y 8 de noviembre de 2005, es decir, bastantes años atrás, y los
mismos no fueron tramitados y menos resueltos por dicho tri-
bunal, por lo que se incurrió en un retraso excesivo en la trami-
tación del proceso, lo que no fue tomado en cuenta por la ma-
yoría de los jueces de la Corte Interamericana, que considera-
ron que dicho retraso no era imputable al Estado;”

19 Véase Voto Conjunto Negativo, en el libro: Allan R. Brewer-Carías, El Caso


Allan R. Brewer-Carías vs. Venezuela ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. Estudio del caso y análisis crítico de la errada sentencia de la Corte Inter-
americana de Derechos Humanos Nº 277 de 26 de mayo de 2014, Colección Opi-
niones Y Alegatos Jurídicos, Nº 14, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas
2014.

29
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

agregando:
“Por ello me duele que la Corte Interamericana haya sido
incapaz de hacer justicia a uno de sus juristas más distingui-
dos, a quien un gobierno arbitrario y autoritario ha perseguido
injustamente y obligado a defender precariamente sus dere-
chos desde el exilio. 20
Sobre ello, el propio Eduardo Ferrer Mac Gregor en el acto que
tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el 13 de no-
viembre de 2019, con ocasión de mi cumpleaños, concluyó sus co-
mentarios indicando, por último, que:
“no lo hago como presidente de la Corte Interamericana,
sino tal vez como el Juez autor del voto disidente en la senten-
cia del caso Allan R. Brewer-Carías vs. Venezuela, de que el Pro-
fesor Allan Brewer-Carías es víctima no declarada por parte de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Las víctimas
son víctimas, estén o no declaradas en la sentencia. Yo salvé mi
voto; pero si quisiera decir que es una víctima; y que, como víc-
tima, le expreso mis mayores respetos y comparto sus angus-
tias por todo lo que ha sufrido fuera de su querido país.” 21
Por todo ello, no puedo menos que dedicar este libro con todo
gusto y respeto, no solo a la memoria del querido amigo Héctor
Fix-Zamudio, sino a su discípulo más destacado, el profesor
Eduardo Ferrer Mac Gregor. Amigos como ellos son los que hay
que tener en la vida.
Y sobre amigos, no puedo cerrar esta nota sin referirme a mi
entrañable amigo el profesor Pedro Nikken a quien siempre tengo
en mi memoria, quien sobre lo ocurrido en la Corte Interamericana,
ante la cual fue mi abogado destacado, en el que puede considerar-
se como su discurso de despedida académica, dado en el mismo

20 Véase Héctor Fix-Zamudio, Universitario de vida completa. Memorias académicas


y recuerdos personales, Editorial Porrúa, Universidad Nacional Autónoma de
México, México 2016, pp. 371- 373.
21 Véase Eduardo Ferrer Mac Gregor, “Palabras de Presentación” en el libro:
Luciano Parejo Alfonso y León Henrique Cottin (editores), Allan R. Brewer-
Carías. Proyección de su obra en Iberoamérica. Jornada Académica celebrada en el
Círculo de bellas Artes de Madrid, 13 de noviembre 2015. Bajo los auspicios de la Cá-
tedra de Estudios Jurídicos Iberoamericanos de la Universidad Carlos III de Madrid,
Editorial Jurídica venezolana International, Caracas / Nueva York / Madrid
2020, p. 24.

30
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

acto celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, solo unas


semanas antes de su fallecimiento, expresó sobre mí persona y mis
circunstancias, entre otras cosas, lo siguiente:
“Tu posición valiente y crítica contra el régimen despótico
venezolano no fue tolerada por los abanderados de la idea úni-
ca. La certeza de tus juicios, tu lucidez y tu prestigio fueron
tomados como una amenaza. Y tal vez lo eran.
La consigna oficial fue la de neutralizarte a través de una
conjura calumniosa que contó con la complicidad de las instan-
cias que estaban llamadas a proteger tus derechos.
Destaco la intervención en este acto de Eduardo Ferrer Mac
Gregor, Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos, cuyas palabras son la mejor evidencia de la gran injusticia co-
metida por esa Corte al negarte protección porque no te entregaste
a tus verdugos.
Recuerdo los nombres de los ilustres juristas que defendieron
tu caso, cuya coordinación me confiaste y quienes son figuras reco-
nocidas en los sistemas interamericano y universal de derechos
humanos, como lo son Juan Méndez, Claudio Grossman, Helio
Bicudo, Douglas Cassel, Héctor Faúndez y Carlos Ayala. Moral-
mente, su criterio avasalla lo decidido por jueces condicionados
por la aspiración de uno de ellos a la Secretaría General de la OEA.
Lo mismo cabe decir de los votos disidentes de los jueces Ferrer
Mac Gregor y Ventura Robles.
Por intereses personales, por intereses políticos, por envi-
dia o por perfidia pura y simple, te viste compelido a partir a
un largo exilio para preservar tu libertad. Has sido luchador y
víctima por la democracia venezolana y has soportado esa pe-
na con el estoicismo de los grandes hombres y sin hacer jamás
concesión alguna a tus verdugos. Tu ejemplo perdurará.”22

22 Véase Pedro Nikken “Venezuela y Allan Brewer-Carías. Su lucha por el dere-


cho en democracia,” en el libro: Luciano Parejo Alfonso y León Henrique
Cottin (editores), Allan R. Brewer-Carías. Proyección de su obra en Iberoamérica.
Jornada Académica celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, 13 de noviem-
bre 2015. Bajo los auspicios de la Cátedra de Estudios Jurídicos Iberoamerica-
nos de la Universidad Carlos III de Madrid, Editorial Jurídica venezolana In-
ternational, Caracas / Nueva York / Madrid 2020, pp. 277-278.

31
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Y tampoco podría cerrar esta Nota sin recordar lo que también


dijo mi entrañable amigo León Henrique Cottin, en el mismo acto
del Círculo de Bellas Artes de Madrid en noviembre de 2019, con
alusión a los hechos referidos, pues él fue mi abogado en Venezue-
la en el caso en mi contra, quien preguntándose “¿Por qué un libro
sobre ABC?,”23 diciendo:
“A. Hace aproximadamente 10 años, en una clase de Prue-
bas en cuarto año de derecho, explicando el documento auten-
tico cité al notario público español Rafael Núñez Lagos y a una
colaboración estudiantil del entonces bachiller ABC publicada
en 1960 en la Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
Central de Venezuela sobre el documento público o auténtico.
Una alumna levantó la mano y preguntó “Profesor en que año
murió el Dr. Brewer”…es inmortal….
B. Años después, en enero de 2005, ABC fue imputado y
acusado por “conspiración para cambiar violentamente la
constitución” y luego para justificar el arresto por la Interpol
de “intento de magnicidio “¿Será que el presidente Chávez te-
mió que le clavara la pluma?
C. Vivimos intensamente esa persecución. No se respetó el
derecho a la defensa. Copiamos a mano el voluminoso expe-
diente…, fue perseguido, le dictaron orden de detención, le
negaron tener documento de identidad venezolano, le prohi-
bieron el otorgamiento de pasaporte.
Para mí, ABC era algo más que un precozmente fallecido y
algo más que un acusado del gobierno para sacarlo de Vene-
zuela.” 24
Quiero por último agradecer muy especialmente a mi querido
amigo, Humberto Romero Muci, Presidente de la Academia de Cien-
cias Políticas y Sociales, y al mismo querido amigo Eduardo Ferrer
Mac Gregor, Presidente del Instituto Iberoamericano de Derecho proce-

23 Se refería al libro de Sergio Dahbar, Allan Brewer-Carías. Una Vida, Ed. Dah-
bar, Madrid 2019, presentado en el mismo acto del Círculo de Bellas Artes de
Madrid, 13 de noviembre de 2019.
24 Véase León Henrique Cottin, “Presentación del libro: Allan R. Brewer-Carías.
Una Vida,” en el libro: Luciano Parejo Alfonso y León Henrique Cottin (edi-
tores), Allan R. Brewer-Crías. Proyección de su obra en Iberoamérica. Jornada Aca-
démica celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, 13 de noviembre 2015. Ba-
jo los auspicios de la Cátedra de Estudios Jurídicos Iberoamericanos de la
Universidad Carlos III de Madrid, Editorial Jurídica venezolana Internatio-
nal, Caracas / Nueva York / Madrid 2020, pp. 277-278.

32
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

sal Constitucional, por la generosidad que han tenido en haber acep-


tado que las dos renombradas instituciones auspicien la edición de
esta obra, con la que espero llenar el vacío que por mi parte tenía
pendiente llenar.
Nueva York, 6 de febrero de 2021

33
A MANERA DE PRÓLOGO
LA TEORÍA DE ALLAN R. BREWER CARÍAS
SOBRE EL DERECHO DE AMPARO
LATINO AMERICANO
Y EL JUICIO DE AMPARO MEXICANO
Héctor Fix-Zamudio
Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Jurídicas
de la Universidad Nacional Autónoma de México
Para el muy distinguido jurista venezolano
Allan R., Brewer-Carías,
como homenaje a su impresionante
y fecunda producción jurídica.

I. INTRODUCCIÓN
1. En el muy merecido homenaje a uno de los más destacados
juristas latinoamericanos, nos centraremos en alguna de sus mu-
chas aportaciones, que es la relativa al penetrante análisis compara-
tivo del derecho de amparo latinoamericano, en el cual establece
un conjunto de lineamientos que son de gran utilidad para estudiar
con profundidad esta institución tutelar de los derechos humanos
en nuestra región, pero que ha tenido repercusiones en otros orde-


Publicado en el libro El derecho público a comienzos del Siglo XXI. Estudios en
Homenaje al Profesor Allan R. Brewer-Carías (Coordinador: Jesús Caballero Or-
tíz), Thomson Reuter, Civitas, Aranzadi, Madrid 2003, Tomo I, pp. 1125-1163.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

namientos, especialmente de Europea Continental, y además con


trascendencia a varios instrumentos internacionales.
2. Debemos destacar que los estudios del jurista venezolano
son impresionantes y abarcan prácticamente todo el enorme campo
del derecho público contemporáneo, ya que ha incursionado en los
campos de los derechos administrativo, constitucional, procesal
internacional, y sería temerario siquiera intentar una simple des-
cripción de una obra extremadamente prolífica. Por ello únicamen-
te podemos señalar algunos de sus estudios más extensos, como
son los contenidos en su obra Instituciones Políticas y Constituciona-
les, en VII volúmenes (Caracas-San Cristóbal, 1996-1997)1, la minu-
ciosa y muy documentada obra Judicial Review in Comparative Law
(Cambridge, Inglaterra, Cambridge University Press, 1989), como
resultado de los cursos que dictó en esa Universidad como titular
de la Cátedra Simón Bolívar durante los años 1985-1986; y más re-
cientemente ha aparecido una recopilación muy extensa de sus
estudios publicados en los idiomas inglés y francés (ya que tam-
bién ha sido profesor de las Universidades francesas París II y de
Aix-en-Provence, y en la Universidad Internacional de Derecho
Comparado de Estrasburgo). Esta última obra, Études de Droit Pubic
Comparé, ha sido patrocinada por la Academia Internacional de
Derecho Comparado, de la que es Vicepresidente, y publicada por
la prestigiada editorial Bruylant (Bruselas, 2001, 1182 pp.)2.
3. De la simple descripción anterior, que es únicamente ejem-
plificativa, podemos observar la gran extensión y profundidad de
la obra del profesor Brewer-Carías. Pero por nuestra parte, como
hemos dicho, nos limitaremos a comentar sus ideas en relación con
el derecho de amparo que tienen su génesis en un breve pero muy
penetrante estudio, con motivo de su participación en el XI Curso
Interdisciplinario de Derechos Humanos, organizado por el Institu-
to Interamericano de Derechos Humanos en la ciudad de San José,

1 Los títulos específicos de esta monumental obra son: Tomo I, El régimen cons-
titucional del Estado; Tomo II, El régimen del poder público y su distribución verti-
cal: el poder nacional, el régimen federal y municipal; Tomo III, La distribución ho-
rizontal del poder público: el sistema de gobierno; Tomo IV, Los derechos y garantías
constitucionales; Tomo V, El derecho y acción de amparo; Tomo VI, La justicia
constitucional; y Tomo VII, La justicia administrativa.
2 Como el sumario de esta voluminosa obra es muy extenso, únicamente nos
limitamos a destacar que comprende cuatro secciones: I. Derecho administrati-
vo comparado; II. Derecho constitucional comparado; III. Derecho constitucional de
la integración, y XIV Justicia constitucional comparada.

36
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Costa Rica, en el año de 1993, intervención que se publicó con el


nombre El amparo a los derechos humanos y a las libertades constitucio-
nales (Una aproximación comparativa) (Caracas, Editorial Jurídica
Venezolana, 1993).
II. LA DOCTRINA DE BREWER CARÍAS SOBRE EL DERE-
CHO DE AMPARO LATINOAMERICANO
4. En primer lugar, el distinguido jurista venezolano establece
un concepto genérico del amparo como derecho constitucional de los
ciudadanos derivado del derecho de supremacía de la Constitución a obte-
ner la protección judicial a sus derechos y libertades por todos los tribuna-
les. Este concepto sirve de punto de partida al autor para establecer
varias categorías del amparo: A) En primer término analiza la pro-
tección por conducto de medios judiciales ordinarios, y como
ejemplos cita los llamados writs angloamericanos, entre ellos el
hábeas corpus, el mandamus, la injunction y la prohibition; el référé
francés, y el procedimiento especial de urgencia italiano3.
5. B) En segundo lugar se sitúa al amparo como pretensión consti-
tucional a través de múltiples instrumentos jurisdiccionales ordinarios,
pero específico para la protección de los derechos y libertades fundamenta-
les. En este sector se citan como ejemplos el juicio de amparo mexi-
cano, que agrupa cinco instrumentos procesales, como son la tutela
de la libertad personal equivalente al hábeas corpus; el procedimien-
to equivalente al proceso administrativo; la reclamación contra las
normas generales; la impugnación de las resoluciones judiciales
por medio de un recurso de casación federal; y la protección de los
campesinos sujetos a la reforma agraria; el derecho de amparo de
Venezuela, según la anterior Carta Fundamental de 1961, que
comprende no sólo la acción de amparo propiamente dicha sino
que incluye también la libertad e integridad personales (hábeas
corpus), así como otras acciones y recursos establecidos en el orde-
namiento jurídico, de acuerdo con lo dispuesto por la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales en vigor a
partir del 22 de enero de 1988 (situación actual). Dentro de esta
categoría se comprende también la acción de tutela establecida por
la Carta colombiana de 1991, ya que además de este instrumento
específico, la protección de los derechos fundamentales se ejerce

3 El amparo a los derechos humanos y a las libertades constitucionales (Una aproxima-


ción comparativa), Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1993, pp. 15-51.

37
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ante los tribunales mediante otras acciones o recursos que puede


establecer el legislador.
6. C). Un tercer sector comprende una garantía jurisdiccional es-
pecífica (acción o recurso) para la protección de los derechos y libertades
fundamentales, que puede considerarse como el amparo en sentido
estricto. Dentro de esta categoría, el profesor Brewer-Carías señala
varias hipótesis: a) la primera se refiere al amparo como una acción o
recurso que se ejerce ante un organismo jurisdiccional especializado (Tri-
bunal o Corte Constitucional): Como ejemplos el autor cita al recurso
de amparo español, la Verfassugnsbeschwerde alemana y la Beschwe-
rde austríaca, que literalmente pueden traducirse como queja cons-
titucional, pero la doctrina española los califica como recurso de
amparo4.
7. b) Una segunda hipótesis comprendería el amparo específico
que se hace valer ante el organismo judicial supremo de la jurisdicción
ordinaria (Corte o Tribunal Supremo). Aquí el autor cita como ejem-
plos al recurso de derecho público de Suiza (Staatrechtliche Beschwe-
rde) y el recurso de amparo de Costa Rica (el cual se ejerce a partir
de 1989 ante la Sala Constitucional de la Corte Suprema).
8. c) El amparo como una acción o recurso ejercido ante una globali-
dad de tribunales. En esta categoría, el profesor Brewer comprende el
recurso de amparo en Argentina, que surgió primero en la juris-
prudencia de la Corte Suprema y en las Constituciones de las Pro-
vincias, pero que fue constitucionalizado en las reformas de agosto
de 1994; el recurso de amparo en Perú ( previsto en las Constitu-
ciones de 1979 y 1993); el recurso de protección de Chile ( consa-
grado en la Constitución de 1980, reformada por el plebiscito de
1989); así como las acciones de tutela colombiana y la de amparo
venezolana, ambas en sentido propio; el derecho de amparo en
Guatemala y en Uruguay (en este último país no fue consagrado
expresamente en la Constitución de 1966, sino únicamente en la ley
de 1988).
9. d) Un lugar especial está reservado a la Constitución Federal
brasileña de 1988, en la cual se establecieron varios instrumentos
específicos para la tutela de un sector de los derechos fundamenta-

4 Cf., Häberle, Peter, “El recurso de amparo en el sistema germano-federal de


jurisdicción constitucional”, trad, de Ruiz Miguel, Carlos en la obra coordi-
nada por García Belaúnde, Domingo y Fernández Segado, Francisco, La juris-
dicción constitucional en Iberoamérica, Dykinson, Madrid 1997, pp. 225-282.

38
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

les, tales como el mandado de segurança colectivo, el hábeas data, y el


mandado de injunçâo. Como se verá más adelante, el instrumento
protector calificado de hábeas data ha trascendido a varios ordena-
mientos latinoamericanos recientes.
10. En la segunda parte de su estudio comparativo, Brewer-
Carías clasifica el derecho de amparo de acuerdo con los derechos y
libertades protegidos, y con este enfoque distingue varios sectores: a)
En primer lugar el relativo a la protección de todos los derechos
fundamentales (que incluye a las llamadas garantías, de acuerdo
con la denominación tradicional que comprende a ciertos derechos
instrumentales, pero de carácter sustantivo, y en esta categoría
comprende al ordenamiento venezolano de 1961 y la ley de 1988);
b) en segundo término sitúa a los ordenamientos constitucionales
que distinguen el amparo en sentido estricto de la acción o recurso
de hábeas corpus (este último para proteger la libertad e integridad
personales, como ocurre en los ordenamientos de Costa Rica; Ar-
gentina con anterioridad a la reforma de 1994; Uruguay y Guate-
mala); c) en tercer lugar señala el derecho de amparo que única-
mente tutela ciertos derechos esenciales, los que de acuerdo con el
criterio de la Ley Fundamental de Alemania son considerados fun-
damentales (Grundrechte) y se enumeran específicamente. Este mis-
mo criterio es seguido por las Constituciones española de 1978,
chilena de 1980, y de cierta manera, la colombiana de 1991, ya que
incluye también el hábeas corpus.
11. La tercera parte del estudio del destacado jurista venezo-
lano se refiere a las personas protegidas, que divide el derecho de
amparo que procede respecto tanto de las personas físicas como las
colectivas (éstas últimas con la denominación tradicional de perso-
nas morales); del amparo solicitado por algunas personas de dere-
cho público, que en general está limitado a ciertos entes, ya que
para este sector debe utilizarse la diversa acción de inconstituciona-
lidad o los conflictos de atribución.
12. Finalmente, se aborda la cuestión de los motivos de la protec-
ción, que también abarca varias categorías, como: a) el llamado am-
paro contra particulares, en realidad contra los grupos de presión,
que ahora se conocen también como poderes privados, que surgió
en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Argentina a partir del
conocido caso Samuel Kot (1957), pero que se ha extendido en va-
rios ordenamientos latinoamericanos, y reconocido expresamente
en la reforma constitucional de la Carta Argentina en agosto de

39
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

1994, pero también, como regla general, en las Leyes Fundamenta-


les de Venezuela, Uruguay, Chile, Perú, con restricciones en Costa
Rica, Guatemala y Colombia; b) el amparo que sólo procede contra
actos de autoridades públicas en España, Alemania, Austria y Mé-
xico.
13. c) Una tercera categoría está constituida por los ordena-
mientos que admiten el derecho de amparo contra actos de leyes y
disposiciones generales, y desde este punto de vista señala la ac-
ción o recurso de amparo contra leyes en Venezuela, México, Perú,
Guatemala, y de cierta manera en Costa Rica, ya que en este último
ordenamiento el promovente del amparo debe solicitar su conver-
sión en una acción de inconstitucionalidad de las disposiciones
generales en las cuales se apoyen los actos impugnados. En otras
legislaciones no se admite por conducto del amparo la impugna-
ción de las disposiciones legislativas, o bien se limitada sólo a las
calificadas como autoaplicativas, y entre los ordenamientos que es-
tablecen dicha limitación, el autor señala a Argentina (si bien esta
situación se modificó posteriormente en las reformas de 1994), Bra-
sil, Uruguay, Colombia y España. Una mención especial se refiere
al amparo contra actos y hechos administrativos y contra conduc-
tas omisivas de la administración, cuando los mismos afectan dere-
chos e intereses legítimos en el ámbito de la legalidad.
14. d) El aspecto final que examina el profesor Brewer-Carías es
el relativo al amparo contra sentencias y otras resoluciones judicia-
les, que se admite con modalidades en el derecho de amparo en
Venezuela, Perú, Colombia (aun cuando se limitó por la Corte de
Constitucionalidad en un fallo de primero de octubre de 1992), así
como en España, ordenamiento en el cual procede en gran parte
contra resoluciones judiciales, y en la legislación mexicana, en la
cual posee una gran amplitud, inclusive por violaciones a la legali-
dad, por lo que se ha transformado en un recurso de casación fede-
ral, como se señalará más adelante (ver infra párrafo 90-91).
III. UNA OJEADA SOBRE EL DERECHO DE AMPARO EN
LATINOAMÉRICA Y ESPAÑA
15. En este apartado pretendemos elaborar una visión del dere-
cho de amparo en Latinoamérica y su adopción por el ordenamien-
to constitucional español de 1931 y 1978, con el objeto de poder
situar al amparo mexicano en este esquema general, y posterior-

40
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

mente abordarlo de acuerdo con los criterios elaborados por el ilus-


tre profesor Brewer-Carías.
16. En primer término cabe destacar que el amparo mexicano
en sus lineamientos originales fue el paradigma de numerosos or-
denamientos latinoamericanos, en los cuales, aun cuando con mati-
ces y modalidades, tiene el significado original de instrumento
procesal sencillo y rápido para proteger los derechos humanos
consagrados constitucionalmente, el cual incluyó también en sus
orígenes la tutela de la libertad e integridad personales, que en
varios ordenamientos de la Región corresponden al hábeas corpus.
17. De acuerdo con este modelo histórico, desde fines del siglo
XIX se introdujo en el derecho de amparo en algunos ordenamien-
tos latinoamericanos. Así, se puede constatar que el primer país
que introdujo el amparo con posterioridad a su consagración en la
Constitución Federal mexicana de 1857, fue El Salvador en su Carta
Fundamental de 13 de agosto de 1836, y lo siguieron Honduras y
Nicaragua en sus Constituciones y Leyes de Amparo, expedidas en
los dos países en el año de 1894; Guatemala en la reforma constitu-
cional de 11 de marzo y Argentina en la Carta de la Provincia de
Santa Fe de 13 de agosto, ambas de 1921; posteriormente se exten-
dió a otros ordenamientos constitucionales, hasta llegar a la situa-
ción actual que se describe en el párrafo siguiente5.
18. Considerado el derecho de amparo en sentido estricto de
acuerdo con el pensamiento del profesor Brewer-Carías, y además
con la misma denominación de acción, recurso, proceso o juicio de
amparo, la institución ha sido establecida en las siguientes consti-
tuciones latinoamericanas, citadas por orden alfabético: Argentina
(1853-1860, texto reformado en agosto de 1994), artículo 43, prime-
ro y segundo párrafos, y consagrado también en varias constitu-
ciones provinciales; Bolivia (1967), artículo 19; Costa Rica (1949, re-
formada en 1989), artículo 48; Ecuador (1978, texto revisado en
1998), artículo 95; El Salvador (1983), artículo 247; Guatemala (1985),
artículo 265; Honduras (1982), artículo 183; México (1917), artículos
103 y 107; Nicaragua (1987), artículo 188; Panamá (1972-1983), artícu-

5 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “Diversos significados jurídicos del amparo en el


derecho Iberoamericano”, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado de México,
Nº 52, enero-abril de 1965, pp. 119.132, reproducido en la Rivista di diritto
agrario, Milano, julio-septiembre de 1967, pp. 502-518, e incorporado poste-
riormente al libro del mismo autor, Latinoamérica: Constitución, proceso y dere-
chos humanos, UDUAL-Miguel Ángel Porrúa, México 1988, pp. 131-154.

41
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

lo 50; Paraguay (1992), artículo 128; Perú (1993), artículo 200.2; Uru-
guay (1966), implícitamente artículos 7º y 72; y Venezuela (1999),
artículo 276.
19. Además debe tomarse en consideración que el derecho de
amparo fue consagrado, por influencia del modelo mexicano, en la
Constitución Republicana española de 9 de diciembre de 1931 (artículos
105 y 121, inciso b)7, y restablecido en la Constitución de 1978, some-
tida a referéndum el 29 de diciembre de ese año (artículos 53.2,
161.1 y 162)8. Por influencia del derecho español, el amparo fue
establecido con el nombre de recurso de amparo, en el Territorio de
Macau, antigua colonia portuguesa que recientemente fue incorpo-
rado a la República Popular de China, pero con un estatuto de au-
tonomía, en el artículo 17 de la Ley número 112, de 29 de agosto de
1991, que establece las bases de la organización judicial, y también
en el artículo 19 de la Constitución de 1992 del Archipiélago de Cabo
Verde, también colonia portuguesa, pero actualmente país inde-
pendiente9.

6 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “El derecho de amparo mexicano y su proyección


en los ordenamientos latinoamericanos. Instituciones similares y equivalen-
tes”, en Estudios de derecho y ciencias sociales, Revista de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo. Morelia,
México, 2002, pp. 7-38.
7 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “El derecho de amparo en México y en España, su
influencia recíproca”, publicado primeramente en Revista de Estudios Políticos,
Madrid, enero-febrero de 1979, pp. 283-309, y reproducido en el libro del
mismo autor, Ensayos sobre el derecho de amparo, 2ª ed., Porrúa-UNAM, México
1999, pp. 285-328; Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, “Significado y funciones
del Tribunal de Garantías Constitucionales” en la obra del mismo autor En-
sayos de derecho procesal civil, penal y constitucional, Revista de Jurisprudencia Ar-
gentina, Buenos Aires 1944, pp. 524-526; García Ruiz, José Luis, El recurso de
amparo en el derecho español, Editora Nacional, Madrid 1980, pp. 51-56; Ferrer
Mac-Gregor, Eduardo, La acción constitucional de amparo en México y en España.
Estudio de derecho comparado, Porrúa, México 2000, pp. 19-42.
8 La bibliografía es muy amplia, por lo que citaremos sólo algunas obras espe-
cíficas: Cascajo Castro, José Luis y Gimeno Sendra, Vicente, El recurso de am-
paro, primera reimpresión de la primera edición, Tecnos, Madrid 1985; Gi-
meno Sendra Vicente y Garberi Llobregat, José, Los procesos de amparo (Ordi-
nario, constitucional e internacional), Editorial Colex, Madrid 1994.
9 Cf., Cardinale, Paulo, “O amparo de direitos fundamentais o direito compa-
rado e no ordenamiento jurídico de Macau”, en Revista Jurídica de Macau (bi-
lingüe portugués-chino), pp. 51-92.

42
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

20. Además del derecho de amparo en sentido estricto y con es-


te nombre, se han establecido instrumentos similares, es decir que
también tienen como objeto la protección de los derechos humanos
establecidos en las Cartas Fundamentales latinoamericanas, con
excepción de la libertad e integridad personales que están tuteladas
por el hábeas corpus. Dichos mecanismos procesales no utilizan la
misma denominación, pero sí nombres que pueden considerarse
como sinónimos10.
21. El primero en aparecer de dichos instrumentos equivalentes
al amparo es el llamado mandado de segurança (que algunos autores
traducen al castellano, por su semejanzas con el primero, como
mandamiento de amparo), creado en la Constitución federal brasileña
de 1934, que hoy día se encuentra regulado por el actual artículo 5,
parágrafo LXIX, de la vigente Carta federal de 5 de octubre de
1988. Este mecanismo procede esencialmente contra los actos in-
constitucionales o ilegales de autoridades administrativas, y en
general contra actos administrativos de cualquier autoridad que
afecten los derechos de los gobernados. Sólo de manera excepcio-
nal puede promoverse contra resoluciones judiciales. En principio
tampoco puede interponerse directamente en contra de las disposi-
ciones legislativas que se consideren inconstitucionales, ya que
únicamente pueden impugnarse los actos o resoluciones adminis-
trativas que se apoyen en dichos ordenamientos11.
22. B) El llamado recurso de protección fue consagrado por el Ac-
ta Institucional número 3, expedida por el gobierno militar chileno
y publicada el 13 de septiembre de 1976. Fue reglamentado por el
Auto Acordado de la Corte Suprema de 2 de abril de 1977. Este
mismo instrumento fue incorporado al artículo 20 de la Constitu-
ción aprobada por plebiscito de septiembre de 1980. De acuerdo
con dichos ordenamientos, el citado recurso tiene por objeto prote-

10 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “Amparo y tutela”, en Memoria de El Colegio Nacio-


nal, 1996, México 1997, pp. 61-92, reproducido en su libro Ensayos sobre el de-
recho de amparo, y cit. supra nota 7, pp. 695-726.
11 La doctrina sobre este instrumento brasileño es muy amplia, por lo que cita-
mos sólo algunos estudios recientes: Sidou, José Oton, Habeas corpus, mandado
se segurança, mandado de injunçâo, habeas data, acción popular. As garantías ativas
dos direitos coletivos, 5ª ed., Forense, Río de Janeiro 1998; Flaks, Milton, Do
mandado de segurança. Pressupostos de impetraçâo, Forense, Río de Janeiro 1980;
Barbi, Celso Agrícola, Do mandado de segurança, 3ª ed., Forense, Río de Janeiro
1980; Da Silva, José Afonso, Curso de direito constitucional positivo, 9ª ed., 3ª re-
impresión, Sao Paulo, Mlaheiros 1993, pp. 390-391.

43
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ger los derechos estimados como fundamentales, consagrados


constitucionalmente contra los actos violatorios que provengan de
autoridades públicas, con excepción de la libertad personal tutela-
da por el hábeas corpus (que también se conoce como recurso de
amparo), este último consagrado en el artículo 21 de la mencionada
Carta Fundamental.
23. Como puede observarse, se trata en realidad de un proceso
de amparo con una denominación similar y que únicamente se le
llamó recurso de protección, debido a que se había utilizado con
anterioridad el nombre de amparo como equivalente al hábeas cor-
pus12. En la actualidad prevalece esta última denominación con
respecto del procedimiento consagrado en los artículos 16 de la
Carta anterior de 1925 y 21 de la vigente de 1980, como sinónimo
de hábeas corpus. Con la restauración del orden constitucional de-
mocrático, en virtud del plebiscito de 30 de julio de 1989, el recurso
de protección inició un desarrollo sobre bases más firmes13.
24. C) La llamada acción de tutela establecida por la Constitu-
ción colombiana de 7 de julio de 1991, posee funciones similares a
las del amparo en el ámbito latinoamericano, por lo que se propuso
la denominación de derecho de amparo en el proyecto presentado por
el gobierno ante la Asamblea Constituyente14. De acuerdo con el
artículo 86 de la citada Carta Fundamental, este instrumento puede
hacerse valer:

12 El constitucionalista chileno Estévez Gasmuri, Carlos, Elementos de derecho


constitucional. Editorial Jurídica de Chile, Santiago 1949, pp. 143-144, se refie-
re a la institución anterior calificándola de amparo o de hábeas corpus. Utiliza
las mismas denominaciones Caffarena de Giles, Elena, El recurso de amparo
frente a los regímenes de emergencia, Santiago 1957, pp. 152 y 187; Verdugo Ma-
rinkovic, Mario; Pfeffer Urquiaga, Emilio, y Nogueira Alcalá, Humberto, De-
recho constitucional, Editorial Jurídica de Chile, Santiago 1994, Tomo I, pp.
330-337.
13 Cf., Soto Kloss, Eduardo, El recurso de protección. Orígenes, doctrina y jurispru-
dencia, Editorial Jurídica de Chile, Santiago 1989; Lira Herrera, Sergio, El re-
curso de protección. Naturaleza jurídica, doctrina y jurisprudencia, Santiago de
Chile 1990; Verdugo Marinkovic, Mario; Pfeffer Urquiaga, Emilio, y Noguei-
ra Alcalá, Humberto, Derecho Constitucional, cit., en la nota anterior, Tomo I,
pp. 337-346.
14 Cf., Proyecto de Acto Reformatorio de la Constitución Política de Colombia, Presi-
dencia de la República, Bogotá, febrero de 1991, p. 203, que se refiere al “De-
recho de amparo”.

44
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

(...) por cualquier persona en todo momento y lugar ante


los órganos jurisdiccionales, mediante un procedimiento prefe-
rente y sumario, con el objeto de obtener la protección inme-
diata de sus derechos constitucionales fundamentales, cuando
los mismos sean vulnerados o amenazados por la acción o por
la omisión de cualquier autoridad. Dicha acción sólo procede
cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judi-
cial, salvo cuando aquélla se utilice como un mecanismo transi-
torio para evitar un perjuicio irreparable. La protección debe
consistir en una orden para aquel respecto de quien se solicite,
actúe o se abstenga de hacerlo. El fallo será de inmediato cum-
plimiento y puede impugnarse ante juez competente, pero en
todo caso dicho juzgador debe remitirlo a la Corte Constitucio-
nal para su eventual revisión15.
25. En el derecho latinoamericano, a partir de la entrada en vi-
gor de la Constitución brasileña de octubre de 1988, se introdujeron
varios instrumentos protectores de ciertos derechos humanos de
carácter específico, mecanismos que pueden considerarse com-
prendidos dentro de un concepto amplio del derecho de amparo,
de acuerdo con las ideas del profesor Brewer-Carías (ver supra pá-
rrafo 9).
26. A) El primero de ellos fue el mandado de segurança colectivo
consagrado actualmente por el artículo 5º, parágrafo LXX, de la
citada Carta Federal brasileña y que constituye la ampliación de la
misma institución en su ámbito individual que, como hemos seña-
lado anteriormente, sólo puede interponerse por los particulares
afectados por la violación de sus derechos fundamentales (ver su-
pra párrafo 21). El nuevo instrumento protege derechos de carácter
colectivo por medio del procedimiento breve y sencillo que carac-
teriza al mandamiento de amparo individual, ya que ahora puede
ser interpuesto por partidos políticos con representación en el
Congreso Nacional, por organizaciones sindicales, por entidades
gremiales o por asociaciones legalmente constituidas y en funcio-
namiento, que tengan cuando menos un año, en defensa de los
intereses de sus miembros o asociados16.

15 Cf., entre otros, Arenas Salazar, Jorge, La tutela. Una acción humanitaria, 2ª ed.,
Ediciones Doctrina y Ley, Santa Fe de Bogotá 1992.
16 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “Avances y perspectivas de la protección procesal
de los derechos humanos en Latinoamérica”, en Memorias del VI Congreso Ibe-

45
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

27. B) Con toda razón la doctrina ha estimado que tanto en el


caso de esta institución como de otras establecidas por vez primera
en la Carta brasileña, aun cuando no se expida de inmediato ley
reglamentaria, deben aplicarse directamente las normas fundamen-
tales. Concretamente en el caso brasileño para facilitar esta aplica-
ción, poco tiempo después de publicada la Ley Suprema, el Tribu-
nal Federal de Recursos (en la actualidad Tribunal Superior de Jus-
ticia), expidió el Auto (acordado), número 1245 de 13 de diciembre
de 1988, que establece las directrices del procedimiento tanto del
hábeas data como del mandado de injunçâo, y les otorgan preferencia
sobre los actos judiciales, con exclusión del mandamiento de ampa-
ro y del hábeas corpus17.
28. Debido a los problemas que puede generar la informática
en los derechos de los gobernados, el hábeas data ha tenido, con esa
denominación, una amplia repercusión en los ordenamientos cons-
titucionales posteriores a la Carta brasileña de 1988 que creó esta
institución. En este sentido fue consagrada en las Constituciones de
Paraguay de 1992, de Perú de 1993, en la reforma constitucional
argentina de 1994, así como en los textos de la Ley Fundamental de
Ecuador revisado en 1998 y de la Constitución de Venezuela de
1999.
29. a) El artículo 135 de la Carta Fundamental de Paraguay de ju-
nio de 1992, establece al respecto:
Del hábeas data. Toda persona puede acceder a la informa-
ción y los datos que sobre sí misma o sobre sus bienes obren en
registros oficiales o privados de carácter público, así como co-
nocer el uso que se haga de los mismos y de su finalidad. Po-
drá solicitar ante el magistrado competente la actualización de
la rectificación o la destrucción de aquéllos, si fueren erróneos
o afectaran ilegalmente sus derechos.

roamericano de Derecho Constitucional, Universidad Externado de Colombia,


Tomo II, Santa Fe de Bogotá 1998, pp. 805-858, reimpreso en el libro del mis-
mo autor, Protección jurídica de los derechos humanos. Estudios comparativos, 2ª
ed., Comisión Nacional de Derechos Humanos, México 1999, pp. 413-434.
17 Cf., Sidou, Othon, J.M., “Las nuevas figuras del derecho procesal constitucio-
nal brasileño: mandado de injunçâo y hábeas data”, trad. de Héctor Fix-
Zamudio, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado, Nº 70, enero-abril de
1991, pp. 179-186; Da Silva, José Afonso, “Mandado de injunçâo e hábeas da-
ta”, Revista dos Tribunais, Sâo Paulo 1989, pp. 53-69.

46
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

30. b) El artículo 200, inciso 3, de la Constitución Peruana de


1993, inspirándose en la institución brasileña, establece como ga-
rantía constitucional la acción de hábeas data que procede contra el
hecho u omisión, por parte de cualquier autoridad, funcionario o
persona que vulnere o amenace los derechos a que se refiere el ar-
tículo 2º, incisos 5), 6) y 7) de la Constitución. Sin embargo, me-
diante la ley 26,470 del 12 de junio de 1995, se suprimió de la pro-
tección del hábeas data, lo dispuesto por el citado inciso 7 del artícu-
lo 2º, de la Carta, por lo que los preceptos fundamentales que que-
dan comprendidos en la tutela de esta institución jurídica disponen
en la parte conducente que:
Artículo 2º. Toda persona tiene derecho (...) 5) A solicitar
sin expresión de causa la información que requiera y recibirla
de cualquier entidad pública, en el plazo legal, con el costo que
suponga el pedido. Se exceptúan las informaciones que afectan
la intimidad personal y las que expresamente se excluyan por
ley o por razones de seguridad nacional (...) 6) A que los servi-
cios informáticos computarizados o no, públicos o privados, no
suministren informaciones que afecten la intimidad personal y
familiar.
31. Como lo señala correctamente el constitucionalista peruano,
Víctor Julio Ortecho Villena, el objeto de este procedimiento es la
exigencia de que los registros, archivos y centros de información
contengan datos verdaderos, actualizados y dignos de credibilidad
y además, la protección del honor, de la buena reputación, así co-
mo la intimidad personal y familiar18. Se consideró tan importante
este nuevo mecanismo tutelar, que el mismo Congreso Constitu-
yente expidió el 2 de mayo de 1994, una ley provisional para esta-
blecer el procedimiento que debía seguirse al tramitarlo. Así, en su
artículo 3º, dispuso la aplicación supletoria de la Ley de Amparo y
Hábeas Corpus19.

18 Cf., Jurisdicción constitucional. Procesos constitucionales, Fondo Editorial de la


Universidad Atenor Orrego de Trujillo, Trujillo, Perú 1998, p. 193.
19 Cf., Ortecho Villena, Víctor Julio, op. ult. cit., pp. 191-206; Rodríguez Domín-
guez, Elvito, Derecho procesal constitucional, Grijley, Lima 1997, pp. 151-165;
Abad Yupanqui, Samuel B., “Hábeas data y conflicto entre órganos constitu-
cionales. Dos nuevos procesos constitucionales”, en La Constitución de 1993.
Análisis y comentarios, I, Comisión Andina de Juristas, Lima 1994, pp. 265-272.

47
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

32. c) El tercer ordenamiento que acogió esta institución de ori-


gen brasileño fue la Carta Federal argentina en su texto reformado
en agosto de 1994. Al efecto establece el penúltimo párrafo del ar-
tículo 43 constitucional:
Hábeas data. Toda persona podrá interponer esta acción pa-
ra tomar conocimiento de los datos a ella referidos y de su fina-
lidad, que consten en registros o bancos de datos públicos o los
privados destinados a proveer informes y en caso de falsedad o
discriminación, para exigir la supresión, rectificación, confi-
dencialidad o actualización de aquéllos. No podrá afectarse el
secreto de las fuentes de información periodística.
33. La doctrina considera que dicho instrumento tutela esen-
cialmente el derecho a la intimidad frente al desarrollo vertiginoso
de la informática. Aun cuando se estima que debe expedirse una
ley reglamentaria de la disposición constitucional transcrita (se han
presentado varias iniciativas al Congreso Nacional), en tanto esto
no ocurra se sostiene que después de hacerse las gestiones previas
para solicitar la información o las rectificaciones pertinentes, si no
se obtiene una reparación satisfactoria, puede acudirse a la acción
de amparo20.
34. d) En la Constitución ecuatoriana, de acuerdo con su texto
codificado en 1998, Título III, Capítulo VI, De las garantías de los
derechos, Sección II, Del Hábeas Data, artículo 94, se establece:
Toda persona tiene derecho a acceder a los documentos,
bancos de datos e informes que sobre sí misma o sobre sus bie-
nes consten en entidades públicas o privadas, así como a cono-
cer el uso que se haga de ellos y su propósito. Podrá solicitar
ante el funcionario respectivo la actualización de los datos o su
rectificación, eliminación o anulación, si fueren erróneos o afec-
taren ilegítimamente sus derechos. Si la falta de atención cau-
sare perjuicio, el afectado podrá demandar indemnización. La

20 Cf., Ekmekdjian, Miguel Angel y Pizzolo, Cologero, hijo, Habeas Data. El


derecho a la intimidad frente a la revolución informática; Depalma, Buenos Aires
1996, pp. 95-115; Sagüés, Nestor Pedro, Derecho procesal constitucional, 3, Ac-
ción de amparo, 4ª ed., Editorial Astrea, 1995, Capítulo XXVII, “Amparo y
hábeas data en la reforma constitucional de 1994”, pp. 663-687; Seisdedos, Fe-
lipe, “Amparo, Hábeas Data y Hábeas Corpus en la reforma de 1994, en la
obra Derecho constitucional de la reforma de 1994, Instituto Argentino de Estu-
dios Constitucionales y Políticos, Ediciones Depalma, Tomo I, Mendoza 1995,
pp. 445-448.

48
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ley establecerá un procedimiento especial para acceder a los


datos personales que consten en los archivos relacionados con
la defensa nacional21.
35. C) El tercer instrumento novedoso introducido por la Cons-
titución brasileña de octubre de 1988, recibe el nombre equívoco de
mandado de injunçâo. Tal denominación tiene similitud aparente con
el writ of injunction angloamericano, el cual posee un significado
diverso e inclusive contrario, pues en tanto que este último consti-
tuye un mandato judicial prohibitivo, ya sea provisional o definiti-
vo, la institución brasileña regulada por el artículo 5º, fracción
LXXI constitucional, procede cuando la ausencia de una norma
reglamentaria impida el ejercicio de los derechos y libertades cons-
titucionales o de las prerrogativas que se refieren a la nacionalidad,
la soberanía y la ciudadanía, lo que implica que se trata de un me-
canismo para lograr que se supere la omisión en que incurre una
autoridad con facultades legislativas para dictar disposiciones re-
glamentarias22.
36. D) Finalmente, hacemos una breve mención de la llamada
acción de cumplimiento, que como garantía constitucional fue esta-
blecida por el artículo 200.6 de la Constitución peruana de 1993, de
la siguiente manera: “La acción de cumplimiento procede contra
cualquier autoridad o funcionario renuente a acatar una norma
legal o un acto administrativo, sin perjuicio de las responsabilida-
des de ley”. Este instrumento procesal fue reglamentado, conjun-
tamente con la acción de hábeas data, por la ley 26, 301, promulgada
el 2 de mayo de 1994 y expedida por el mismo Congreso Constitu-
yente con la denominación de Ley de Hábeas Data y de Acción de
Cumplimiento, y como se ha mencionado tiene aplicación supleto-
ria de la Ley de Amparo y Hábeas Corpus. (ver supra párrafo 30).
Esta institución tiene cierta similitud con el llamado writ of manda-
mus del derecho angloamericano, que significa la petición de una

21 Cf., Salgado Pesantes, Hernán, “La jurisdicción constitucional en el Ecuador”,


en la obra editada por García Belaúnde, Domingo y Fernández Segado, Fran-
cisco, La jurisdicción constitucional en Iberoamérica, Dykinson, Madrid 1997, pp.
586-587.
22 Cf., Sidou, Othon, J.M., Las nuevas figuras del derecho procesal constitucional
brasileño: Mandado de Injunçâo y Hábeas Data, y Da Silva, José Afonso, Mandado
de injunçâo y hábeas data, ambos estudios citados supra nota 17, pp. 169-179, y
9-52, respectivamente.

49
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

orden judicial para obligar a una autoridad remisa a que cumpla


con una obligación legal23.
37. E) Las acciones populares como instrumentos de garantía
constitucional han asumido diversos significados en el derecho
Latinoamericano. En una visión panorámica y de resumen pode-
mos señalar varias categorías: a) como medio para ejercer una ac-
ción abstracta de inconstitucionalidad; b) como una acción para
reclamar la inconstitucionalidad o la ilegalidad contra reglamentos,
normas y disposiciones generales de carácter administrativo; y c)
como instancia para tutelar derechos o intereses difusos o trascen-
dentales, y en general, de carácter colectivo. Es en esta última di-
rección que las acciones populares tienen similitud con el derecho
de amparo en sentido amplio, por lo que sólo nos referiremos a
este sector y no a los otros que hemos señalado.
38. El citado tercer sector de las acciones populares de carácter
constitucional se integra con las consagradas en los ordenamientos
constitucionales de Brasil y Colombia, las que están dirigidas a la
protección de los llamados intereses difusos o trascendentales, que
asumen cada vez mayor importancia en esta época de intenso
desarrollo tecnológico y económico, en el que con frecuencia se
afecta la esfera jurídica de un número indeterminado de personas,
cuyos derechos no pueden ser tutelados de manera eficaz por me-
dio de los instrumentos procesales tradicionales24.
39. a) Los primeros ordenamientos que establecieron la acción
popular con ese significado, lo fueron las Constituciones Federales
brasileñas de 1946 y 1967, misma que fue regulada por la Ley 4717
de 29 de junio de 1965, que amplió la esfera de las normas constitu-
cionales para comprender la tutela de los intereses difusos de sec-
tores sociales indeterminados y no organizados. Dicha acción po-
pular está regulada actualmente por el artículo 5º, fracción LXXIII,
de la Carta federal vigente de 1988, de la siguiente manera:

23 Cf., Allen, Richard B., “Mandamus, quo warranto, prohibition and ne exeat”,
en The University of Illinois Law Forum, primavera de 1960, pp. 102 y ss.; Law-
son, F.H., Remedies of English Law, Middlesex, Inglaterra 1972, pp. 205-210.
24 La bibliografía sobre los intereses difusos es muy amplia, por lo que nos
limitamos a citar dos obras recientes; Lozano-Higuero y Pinto, Manuel, La
protección procesal de los intereses difusos, Madrid 1983; Hernández Martínez,
María del Pilar, Mecanismos de tutela de los intereses difusos y colectivos, UNAM,
México 1997.

50
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Cualquier ciudadano es parte legítima para proponer la


acción popular que pretenda anular un acto lesivo para el pa-
trimonio público o de una entidad en el que el Estado partici-
pe, para la moralidad administrativa, para el medio ambiente o
para el patrimonio histórico y cultural, quedando las costas a
cargo del actor, salvo las de carácter procesal, al vencido25.
40. La Constitución colombiana de 1991 regula la acción popular
constitucional de manera más amplia en su artículo 88, según el
cual:
La ley regulará las acciones populares para la protección
de los derechos e intereses colectivos, relacionados con el pa-
trimonio, el espacio, la seguridad y la salubridad públicos, la
moral administrativa, el ambiente, la libre competencia eco-
nómica y otros de similar naturaleza que se definen en ella.
También regulará las acciones originadas en los daños ocasio-
nados a un número plural de personas, sin perjuicio de las co-
rrespondientes acciones particulares26.
41. b) Aun cuando no corresponda a este sector de las acciones
colectivas, el artículo 43 de la Constitución argentina reformada en
agosto de 1994, recogió esa evolución sobre la tutela de los intere-
ses difusos, pero en lugar de encomendarla a una acción específica,
comprendió dicha acción expresamente en la acción de amparo, ya
que el segundo párrafo de dicho precepto dispuso:
(...) Podrán interponer esta acción (de amparo) contra cual-
quier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos
que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al
consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en
general, el afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones
que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la
que determinará los requisitos y formas de su organización.

25 Cf., Barbosa Moreira, José Carlos, “Legitimación para la defensa de los intere-
ses difusos”, en la obra Congreso Nacional de Derecho Procesal, Tomo II, La Pla-
ta, Argentina 1981, pp. 1240-1288; Neves, Celso, “Legitimaçâo processual e a
nova Constituçâo”, en Revista de Processo, Nº 56, octubre-diciembre de 1989,
pp. 1-40; Da Silva, José Afonso, Curso di direito constitucional positivo, cit., supra
nota 11, pp. 400-408.
26 Cf., Sáchica, Luis Carlos, Nuevo derecho constitucional colombiano, 10ª, ed., Te-
mis, Santa Fe de Bogotá 1992, pp. 213-222.

51
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

42. Si bien no se legitima a cualquier persona por medio de una


acción popular, se extiende de manera considerable dicho precepto
para facultar al Ombudsman así como a las asociaciones que tienen
por objeto la defensa de dichos derechos colectivos, para interpo-
ner la acción de amparo. Debido a lo anterior, la doctrina considera
que estas reformas constitucionales, al lado del derecho de amparo
clásico, han creado un amparo colectivo27.
43. Toda esta variedad de instrumentos protectores de los de-
rechos humanos que pueden comprenderse dentro del concepto
elaborado por el destacado jurista venezolano Brewer-Carías como
derecho de amparo en sentido amplio (ver supra nota 4), se ha
desarrollado de manera impresionante en el ámbito de los orde-
namientos constitucionales latinoamericanos debido a la trágica
experiencia de las dictaduras y gobiernos autoritarios de carácter
militar que ha padecido nuestra Región durante varias décadas y si
bien esta etapa trágica se ha superado de manera paulatina con el
establecimiento de gobiernos tendencialmente democráticos, no se
han podido desterrar por completo las infracciones a los derechos
humanos de un sector importante de sus habitantes. Sin embargo,
podemos destacar que ha sido significativa la labor protectora tan-
to de los organismos jurisdiccionales ordinarios, como de manera
especial, de los Tribunales, Cortes y Salas Constitucionales que se
han establecido en varios ordenamientos latinoamericanos, ya que
una de sus atribuciones más importantes ha sido la de última ins-
tancia tutelar de los derechos fundamentales28.
IV. EL DERECHO DE AMPARO EN LOS INSTRUMENTOS
INTERNACIONALES
44. El paradigma original del derecho de amparo mexicano,
como instrumento sencillo y breve para tutelar los derechos fun-
damentales de la persona humana, fue promovido por los diplo-
máticos de nuestro país en las reuniones internacionales en las cua-

27 Cf., Gozaíni Osvaldo Alfredo, El derecho de amparo. Los nuevos derechos y garan-
tías del art. 43 de la Constitución Nacional, 2ª ed., Depalma, Buenos Aires 1998,
pp. 86-100: Id. Derecho procesal constitucional. Amparo. Doctrina y jurisprudencia,
Rubinzal-Culzoni Editores, Buenos Aires 2002, pp. 254-256; Natale, Alberto,
Comentarios sobre la Constitución. La reforma de 1994, Depalma, Bueno Aires
1995, pp. 66-69.
28 Cf., al respecto Ferrer Mac-Gregor, Los tribunales constitucionales en Iberoaméri-
ca, FUNDAP, México 2002.

52
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

les se aprobaron varias declaraciones y tratados de derechos hu-


manos, pero con exclusión de la protección de la libertad e integri-
dad personales, que se confirió al hábeas corpus, consagrado en di-
chos documentos de carácter internacional.
45. La doctrina ha puesto de relieve la influencia del amparo
mexicano en dichos instrumentos internacionales en los cuales se
ha consagrado el establecimiento de un recurso efectivo, sencillo y
breve, ante los tribunales y organismos internos, como requisito
previo para acudir a las instancias supranacionales, para el cual se
conservó el nombre de amparo en las versiones oficiales en caste-
llano de los propios instrumentos29.
46. A) En esta dirección pueden enorgullecerse los juristas me-
xicanos, al haber aportado sus esfuerzos para la consagración de
los artículos XVIII,30 y 8º,31 respectivamente, de las Declaraciones
Americana y Universal de los Derechos del Hombre, suscritas en las
ciudades de Bogotá y en París, en mayo y diciembre de 1948, en las
cuales se establece el reconocimiento de un juicio sencillo y breve
que ampare (como lo consignan los textos oficiales en castellano), el
cual pueden interponer los particulares afectados por las violacio-
nes de sus derechos fundamentales reconocidos en los ordena-
mientos nacionales.

29 Cf., entre otros, Martens, Pierre, Le droit de recours effectif devant las instancies
nationales en cas de violation d'un droit de l'homme, Université de Bruxelles,
Bruxelles 1973, pp. 2-23, 3-46.
30 El citado precepto dispone: “Toda persona puede ocurrir a los tribunales
para hacer valer sus derechos. Asimismo debe disponer de un procedimiento
sencillo y breve por el cual la justicia la ampare contra actos de la autoridad
que viole en su perjuicio, alguno de los derechos fundamentales consagrados
constitucionalmente”. Cf., Fernández del Castillo, Germán, “La Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre”, en el volumen México en la
IX Conferencia Internacional Americana, Secretaría de Relaciones Exteriores,
México 1948, pp. 149-166.
31 Dicha norma establece: “Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo
ante los tribunales competentes que la ampare contra actos que violen sus
derechos fundamentales reconocidos por la Constitución o por la ley”. Cf.,
Tena Ramírez, Felipe, “El aspecto mundial del amparo. Su experiencia inter-
nacional”, en la obra México ante el pensamiento jurídico-social de Occidente, Jus,
México 1955, pp. 120-152; Id. “El amparo mexicano medio de protección de
los derechos humanos”, en el volumen El amparo mexicano y los derechos hu-
manos (Dos ensayos), Suprema Corte de Justicia, México 1975, pp. 61-75.

53
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

47. B) El artículo 2, inciso segundo, del Pacto Internacional de los


Derechos Civiles y Políticos, aprobado por las Naciones Unidas el 16
de diciembre de 1966, en vigor el 23 de enero de 1978, establece en
lo conducente:
2. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se
compromete a garantizar que: a) Toda persona cuyos derechos
y libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido viola-
dos podrá interponer un recurso efectivo, aun cuando la viola-
ción hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejer-
cicio de sus funciones oficiales; b) La autoridad competente,
judicial, administrativa o legislativa, o cualquier otra autoridad
competente prevista por el sistema legal del Estado, decidirá
sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso,
y a desarrollar las posibilidades de recurso judicial; c) Las au-
toridades competentes cumplirán toda decisión en que se haya
estimado procedente el recurso.
48. C) El artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, suscrita en San José de Costa Rica el 22 de noviembre de
1969 y vigente a partir del 18 de julio de 1978, con el epígrafe de
Protección Judicial tiene una redacción similar a la del Pacto de las
Naciones Unidas mencionado en el párrafo anterior, pero utiliza
expresamente el vocablo amparo en su versión oficial en castellano:
Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo, rápido o a
cualquier recurso efectivo ante los jueces o tribunales competen-
tes que la ampare contra actos que violen sus derechos funda-
mentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
Convención (es decir que la tutela se extiende también a los de-
rechos consagrados en dicho instrumento internacional), aun
cuando su violación sea cometida por personas que actúen en
ejercicio de sus funciones oficiales.- 2. Los Estados Partes se
comprometen: a) a garantizar que la autoridad competente
prevista por el sistema legal del Estado decidirá sobre los dere-
chos de toda persona que interponga tal recurso; b) a desarro-
llar las posibilidades de recurso judicial, y c) a garantizar el
cumplimiento por las autoridades competentes de toda deci-
sión en que se haya estimado procedente el recurso.
49. D) Aun cuando no existe una influencia directa del amparo
mexicano y latinoamericano, el artículo 13 de la Convención Europea
para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamen-
tales, suscrita en Roma el 4 de noviembre de 1950, en vigor el 3 de

54
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

septiembre de 1953, dispone que: “Toda persona cuyos derechos y


libertades reconocidos en la presente Convención hubiesen sido
violados, tienen derecho a que se conceda un recurso efectivo ante
una autoridad nacional, incluso cuando la violación hubiese sido
cometida por personas que actúen en ejercicio de sus facultades
oficiales32.
50. Si bien no puede afirmarse que los recursos constitucionales
que se han establecido con el nombre genérico de Beschwerde (lite-
ralmente, queja), en los ordenamientos de la República Federal de
Alemania, de Austria y de Suiza, se hubiesen apoyado en el cum-
plimiento del citado artículo 13 de la Convención de Roma, debe
destacarse que estos instrumentos realizan una función tutelar de
los derechos fundamentales similar a la del amparo latinoameri-
cano e iberoamericano33.
51. No pretendemos hacer un análisis de dichos instrumentos
tutelares de los derechos humanos, que se interponen en última
instancia ante el Tribunal Federal Constitucional alemán, la Corte
Constitucional austríaca o el Tribunal Federal de Suiza, pero sí po-
demos destacar que el que tiene mayor aproximación con el recur-
so de amparo latinoamericano y el español, es la Verfassungsbesch-
werde alemana (literalmente, queja o recurso constitucional)34, y por
ese motivo los juristas españoles traducen al castellano dicho voca-
blo como recurso de amparo35.

32 Se ha destacado la responsabilidad de los gobiernos que han suscrito la men-


cionada Convención europea cuando los ordenamientos respectivos no regu-
len adecuadamente esa instancia procesal interna. Cf., Martens, Pierre, Le
droit de recours effectif devant les instances nationales en cas de violation d'un droit
de l´homme, cit., supra nota 29, pp. 47-98.
33 Cf., Schuler, Andrea Hans, Der Verfassungsbeschwerde in der Schweiz, der Bun-
desrepublik Deutischland und Österreich (El recurso constitucional en Suiza, la
República Federal de Alemania y de Austria), Zürich 1968.
34 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “El juicio de amparo mexicano y recurso constitu-
cional federal alemán (Breves reflexiones comparativas)”, en Boletín Mexicano
de Derecho Comparado, Nº 71, mayo-agosto de 1993, pp. 461-468, reproducido
en el libro del mismo autor, Ensayos sobre el derecho de amparo, cit., supra nota
7, pp. 667-694.
35 Como ejemplo podemos citar a Helmut, Simón, “La jurisdicción constitucio-
nal. Recursos de amparo de los ciudadanos”, en la obra colectiva de Benda,
Ernesto y otros, Manual de derecho constitucional, trad. castellana, Marcial
Pons, Madrid 1996, pp. 834-835; Häberle, Peter, “El recurso de amparo en el
sistema germano-federal de jurisdicción constitucional”, trad. de Ruiz Mi-

55
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

V. EL AMPARO MEXICANO COMO PARADIGMA ORIGI-


NAL Y SU EVOLUCIÓN

52. Para comprender la institución mexicana es necesario expli-


car muy brevemente las influencias externas que motivaron su
creación, esta última en varias etapas, hasta su consagración en la
Carta Federal de 5 de febrero de 1857, en la cual se configuró el
modelo original de instrumento procesal sencillo y breve para la
tutela de los derechos fundamentales (entonces exclusivamente de
carácter individual), que a partir de entonces experimentó un desa-
rrollo gradual pero sustancial, hasta llegar a su regulación actual,
en la cual sus fines de protección se han extendido por conducto
del llamado control de legalidad, a la tutela, en última instancia, de
todo el ordenamiento jurídico nacional36.
53. El juicio de amparo mexicano fue el resultado de una lenta
y dolorosa evolución en que se combinaron elementos externos y
factores nacionales37. La influencia externa puede dividirse en tres
grandes corrientes: norteamericana, española y francesa.
54. A) La más ostensible es la que proviene del derecho público
de los Estados Unidos, como ocurrió también en la mayoría de los
países latinoamericanos en los primeros años de su independencia
de España y de Portugal,38 ya que los creadores del amparo mexi-
cano pretendieron introducir los principios esenciales de la revi-
sión judicial de las leyes de los Estados Unidos, pero entendiéndola
en la forma en que la había divulgado la obra clásica de Alexis de

guel, Carlos, en la obra Jurisdicción constitucional en Iberoamérica, cit. supra nota


4, pp. 227-282.
36 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “Breve introducción al juicio de amparo mexi-
cano”, en la obra del mismo autor, Ensayos sobre el derecho de amparo, cit., supra
nota 7, pp. 11-18; Soberanes, José Luis y Martínez Martínez Faustino José,
Apuntes para la Historia del juicio de amparo, Porrúa, México 2002, pp. 273-299.
37 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “El juicio de amparo mexicano y el derecho consti-
tucional comparado”, en el libro Ensayos sobre el derecho de amparo, cit. supra
nota anterior, pp. 425-466.
38 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “Influencia del derecho angloamericano en la pro-
tección de los derechos humanos en América Latina”, en Festschrift für Karl
Loewenstein (Libro de homenaje a Karl Loewenstein), J.C. B Mohr (Paul Siebeck),
Tübingen 1971, pp. 485-508, reproducido en el libro del mismo autor, Lati-
noamérica: Constitución, proceso y derechos humanos, México, cit. Supra nota 5,
pp. 131-154.

56
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Tocqueville, La democracia en América del Norte39. La traducción cas-


tellana de dicha obra por D.A. Sánchez de Bustamante aparecida
en París en 1836, se conoció en México al año siguiente y además se
hizo una reimpresión de la misma en nuestro país en 1855, año de
convocatoria para la elección de los miembros del Congreso Cons-
tituyente del cual emanó la Carta federal de 1857, que consagró
definitivamente el amparo40. También debe señalarse la influencia
de la clásica institución angloamericana del hábeas corpus, que se
incorporó al juicio de amparo mexicano pero sin el nombre tradi-
cional con el cual se le conoce en los demás países latinoamericanos
y actualmente en España41. Además, el modelo angloamericano
tuvo gran ascendiente en la adopción del régimen federal en Méxi-
co y en la organización de los tribunales federales, a los cuales se
encomendó el conocimiento del juicio de amparo42.
55. B) Aún cuando la influencia española fue menos evidente,
tras tres siglos de dominación cultural y política en la Nueva Espa-
ña, el nombre del amparo tiene antecedentes castellanos y aragone-
ses43. También tuvo trascendencia el régimen centralista que pre-

39 La primera edición en francés de esta obra fue publicada en París en 1835,


mismo año en que apareció una traducción al inglés por Reeve, Henry, De-
mocracy in America, Saunders and Oley, Londres. De esta última se han hecho
múltiples reimpresiones en diferentes épocas, tanto en Inglaterra como en los
Estados Unidos.
40 De la Democracia en América del Norte, trad. de Sánchez de Bustamante, D.A., 2
vols., Imprenta de Ignacio Cumplido, México, 1855.
41 Cf., el clásico estudio de Eder, Phanor J., “Habeas corpus disemboided. Latin
American Experience”, en la obra XXth Century Comparative and Conflicts
Laws. Legal Essays in Honor of Hessel E. Yntema, Leyden, 1961, pp. 473 y ss.
42 En efecto, la primera Carta Fundamental de la época independiente expedida
el 4 de octubre de 1824 recibió el nombre de Constitución Federal de los Es-
tados Unidos Mexicanos, que conserva nuestra Ley Suprema vigente, y el ar-
tículo 123 de la primera estableció: “El poder judicial de la Federación residi-
rá en una Corte Suprema de Justicia, en los tribunales de circuito y en los de
distrito”, lo que recibió la influencia directa de la organización judicial fede-
ral de los Estados Unidos, y que en esencia todavía subsiste en México.
43 Mucho se ha escrito sobre los antecedentes hispánicos sobre el juicio de am-
paro mexicano, pero nos limitamos a señalar como el más importante, el del
derecho de Castilla, que se aplicaron directamente a las colonias españolas en
América, como lo expuso Lira González, Andrés, El amparo colonial y el juicio
de amparo mexicano, Fondo de Cultura Económico, México 1972. De manera
indirecta también se invocaron los procesos forales aragoneses, como lo seña-
ló el jurista e historiador español Fairén Guillén, Víctor, Antecedentes aragone-
ses de los juicios de amparo, UNAM, México 1971; Soberanes, José Luis y Martí-

57
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

dominó en la época colonial, que trajo como efecto la concentración


de todos los asuntos judiciales del país en nuestra Suprema Corte
de Justicia, por medio del juicio de amparo contra resoluciones
judiciales, lo que debe considerarse como opuesto al régimen de
doble jurisdicción del sistema federal norteamericano que nos sir-
vió de modelo44.
56. C) Advertimos un influjo del derecho francés, en una triple di-
rección: en primer término, por conducto de las declaraciones de
los derechos del hombre, calificados en nuestras constituciones
como garantías individuales,45 que en principio se estimaron como el
contenido esencial de la protección por medio del juicio de ampa-
ro;46 en segundo lugar, en cuanto se pretendió implantar una copia
del Senado Conservador de la Constitución francesa del año VIII
(1799);47 y en una tercera dirección, que estimamos como la más
trascendente, es la influencia de varios elementos de la casación
francesa en el juicio de amparo contra resoluciones judiciales, que
por ello se le ha calificado como amparo-casación48.

nez Martínez, Faustino José, Apuntes para la Historia del Juicio de Amparo, cit
supra nota 36, pp. 75-122.
44 Cf., Noriega Cantú, Alfonso, “El origen nacional y los antecedentes hispáni-
cos del juicio de amparo”, en Jus, México, septiembre de 1942, pp. 151-172; Id.
Lecciones de Amparo, 5ª ed., revisada por Soberanes, José Luis, Tomo I, Porrúa,
México 1997, pp. 59-86.
45 Cf., Burgoa Orihuela, Ignacio, Las garantías individuales, 18ª ed., Porrúa, Méxi-
co 1984, pp. 154-200.
46 La Constitución Federal de 1857, estableció en la fracción I, de su artículo 101,
que el juicio procederá únicamente contra la violación de las garantías indi-
viduales por leyes o actos de cualquier autoridad, y una redacción similar se
contiene en la fracción I, del artículo 103, de la Carta Federal vigente de 1917,
no obstante que en ella se elevaron a rango fundamental los derechos eco-
nómicos, sociales y culturales, que desde entonces también se tutelan por el
derecho de amparo.
47 La bibliografía es amplia, por lo que citamos algunos autores, Noriega Cantú,
Alfonso, El pensamiento conservador y el conservadurismo mexicano, Tomo I, Mé-
xico 1972, pp. 207-248; Moreno, Daniel, “El Supremo Poder Conservador”, en
Revista de la Facultad de Derecho de México, Nº 69-70, enero-junio de 1968, pp.
255-296, Fix-Zamudio, Héctor, “Tres instituciones francesas revolucionarias y
el derecho constitucional mexicano”, en la obra Bicentenario de la Revolución
francesa, UNAM, México 1991, pp. 60-64.
48 Esta última influencia ha sido reconocida ampliamente por la doctrina mexi-
cana, especialmente por el jurista Vega, Fernando, en su artículo “El juicio de
amparo y el recurso de casación francés”, que apareció originalmente en la

58
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

57. Por lo que se refiere a los factores de carácter nacional, los


juristas y los políticos mexicanos propusieron de manera paulatina
una serie de instrumentos derivados de los modelos externos, que
en un principio se apoyaron en organismos políticos como el Con-
greso Federal y el Senado Conservador, pero que se orientaron
hacia procedimientos de carácter judicial, de acuerdo con el mode-
lo generalizado en Latinoamérica de la revisión judicial norteame-
ricana,49 y según con esta tendencia, el amparo mexicano se creó de
manera paulatina en tres etapas sucesivas, por conducto de las cuales
se perfiló y evolucionó la institución.
58. A) En primer término, el amparo surgió, inclusive con ese
nombre, en la Constitución del Estado de Yucatán de 11 de marzo de
1841, según el proyecto elaborado en el mes de diciembre de 1840
por Manuel Crescencio García Rejón estimado, con toda razón,
como uno de los creadores de la máxima institución procesal mexi-
cana. El motivo por el cual el amparo mexicano fue introducido en
el ordenamiento de una entidad federativa, se debe a que en esa
época se libraba una lucha encarnizada entre los partidarios del
restablecimiento del sistema federal, que eran los miembros de la
corriente liberal, y los conservadores que sostenían el régimen uni-
tario consagrado en las Siete Leyes Constitucionales de 1836, en-
tonces en vigor, ya que en esos momentos dominaba en el estado
de Yucatán un gobierno local partidario de la unión federal50.
59. B) En el ámbito nacional, el amparo fue establecido en el
documento denominado Acta Constitutiva y de Reformas expedido el
18 de mayo de 1847, que introdujo modificaciones a la Constitución
Federal de 1824, cuya vigencia fue restablecida. Este documento se
inspiró de manera indiscutible en el proyecto redactado por el dis-
tinguido jurista y político mexicano Mariano Otero, considerado
como el segundo padre del amparo, si se toma en cuenta que el

Revista de Legislación y Jurisprudencia, México 1989, pp. 69-86, reimpreso en la


Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, México, julio-septiembre de
1946, pp. 221-238.
49 Cf., Eder, Phanor E., “Judicial Review in Latin America”, en Ohio State Law
Journal, 1960, pp. 571 y ss.
50 Cf., el volumen publicado por la Suprema Corte de Justicia, Homenaje a don
Manuel Crescencio Rejón, México 1960. Fix-Zamudio, Héctor, “Algunos aspec-
tos de la obra jurídica de Manuel Crescencio García Rejón”, en Edición Con-
memorativa. Medio Siglo de la Revista de la Facultad de Derecho de México,
UNAM, México 1991, pp. 488-501.

59
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

artículo 25 de dicho ordenamiento introdujo la redacción calificada


como fórmula Otero, que todavía subiste,51 de acuerdo con la cual
la sentencia que otorgue el amparo no debe contener declaracio-
nes generales, de manera que cuando se combate la constituciona-
lidad de una ley, dicha tutela se traduce en la desaplicación de las
disposiciones impugnadas, exclusivamente en beneficio de la par-
te reclamante52.
60. El texto del citado artículo 25 del Acta de Reformas de 1847,
establecía lo siguiente:
Los tribunales de la federación ampararán a cualquier habi-
tante de la República en el ejercicio y conservación de los derechos
que le concede esta Constitución y las leyes constitucionales, contra
todo ataque de los Poderes Legislativo y Ejecutivo, ya de la Fe-
deración, ya de los Estados, limitándose dichos tribunales a impar-
tir su protección en el caso particular sobre que verse el proceso sin
hacer ninguna declaración general respecto de la ley o acto que la mo-
tivare.

51 En efecto, la parte relativa de la fracción II, del artículo 107 constitucional en


vigor, dispone: “La sentencia será siempre tal, que sólo se ocupe de indivi-
duos particulares, limitándose a ampararlos y protegerlos en el caso especial
sobre el que verse la queja, sin hacer una declaración general respecto de la ley o
del acto que la motivare”.
52 La bibliografía de la obra de Otero es muy amplia, por lo que nos limitamos a
las obras más conocidas. Entre los estudios principales se encuentra el “Estu-
dio Preliminar, redactado por Reyes Heroles, Jesús, a la obra por él recopila-
da, Otero. Obras, Porrúa, México, pp. 74-82 y 349-383, respectivamente; Fix-
Zamudio, Héctor, Acta Constitutiva y de Reformas de 1847, Instituto de Estu-
dios Constitucionales Carlos Restrepo Piedrahita, Universidad Externado de
Colombia, Temas de Derecho Público Nº 43, Santa Fé de Bogotá 1997, pp. 46-60,
estudio reproducido en el libro compilado por Galeana, Patricia, México y sus
Constituciones, Archivo General de la Nación-Fondo de Cultura Económica,
México 1999, pp. 229-240; Sánchez Vázquez, Rafael, “La impronta de don
Mariano Otero en el Acta de Reformas de 1847”, en el volumen La actualidad
de la defensa de la Constitución. Memoria del Coloquio Internacional en la celebra-
ción del Sesquicentenario del Acta de Reformas Constitucionales de 1847 origen fede-
ral del juicio de amparo mexicano, Suprema Corte de Justicia de la Nación-
UNAM, México 1997, pp. 309-341; Oñate, Santiago, “El Acta de Reformas de
1847”, en la obra Derechos del Pueblo Mexicano. México a través de sus Constitu-
ciones, 3ª ed., Cámara de Diputados-Miguel Ángel Porrúa, Tomo III, México
1985, pp. 142-150; González Oropeza, Manuel, (Estudio introductorio y com-
pilación). La reforma del Estado Federal. Acta de Reformas de 1847, UNAM, Méxi-
co 1998.

60
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

61. C) Apoyándose en los antecedentes mencionados, los


miembros del Congreso Constituyente de 1856-1857, entre los cua-
les sobresalieron en esta materia Ponciano Arriaga, Melchor
Ocampo y León Guzmán, establecieron en los artículos 101 y 102
de la Constitución Federal de 5 de febrero de 1857 los lineamientos
fundamentales del juicio de amparo en su concepción original, al-
gunos de los cuales han llegado hasta nuestros días. Ésta debe con-
siderarse como la etapa final en el nacimiento de la institución y el
punto de partida de su desarrollo posterior hasta alcanzar el alto
grado de complejidad con el cual se le conoce actualmente53.
62. Es preciso destacar que en esta tres etapas de formación del
juicio de amparo mexicano, tanto Manuel Crescencio García Rejón
como Mariano Otero y los Constituyentes de 1856-1857, señalaron
expresamente, ya sea por escrito o en los debates respectivos, que
la institución que pretendían establecer estaba inspirada en la revi-
sión judicial de la constitucionalidad de las leyes de los Estados
Unidos, tal como la había divulgado Alexis de Tocqueville en su
clásica obra La Democracia en América del Norte54.
63. A partir de la Constitución de 1857 advertimos un notable
desarrollo del juicio de amparo, que no obstante haber nacido ex-
clusivamente como un instrumento procesal para la tutela de las
llamadas garantías individuales o derechos individuales clásicos,
amplió su ámbito protector de manera paulatina. Para explicar
brevemente esta evolución es preciso señalar las siguientes etapas:
64. a) El amparo se perfeccionó en los diversos ordenamientos
reglamentarios que se expidieron con apoyo en los citados artículos

53 Cf., Zarco, Francisco, Historia del Congreso Extraordinario Constituyente (1856-


1857), El Colegio de México, México 1956, pp. 988-989.
54 Conviene transcribir el texto de los citados artículos 101 y 102 de la Carta
Federal de 1857, para comprender mejor el punto de partida de la evolución
el derecho de amparo mexicano: “Artículo 101. Los tribunales de la Federa-
ción resolverán toda controversia que se suscite: I. Por leyes o actos de cual-
quier autoridad que violen las garantías individuales;- II. Por leyes o actos de
autoridad federal que vulneren o restrinjan la soberanía de los Estados, -II.
Por leyes o actos de las autoridades de éstos, que invadan la esfera de la au-
toridad federal.- Artículo 102. Todos los juicios de que habla el artículo ante-
rior se seguirán a petición de parte agraviada, por medio de procedimientos
y formas del orden jurídico, que determinará una ley. La sentencia será
siempre tal que sólo se ocupe de individuos particulares, limitándose a pro-
tegerlos y ampararlos en el caso especial sobre que verse el proceso, sin hacer
ninguna declaración general respecto de la ley o acto que la motivare”.

61
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

101 y 102 constitucionales, como lo fueron las Leyes de Amparo de


1861, 1869 y 1882, y en los preceptos reglamentarios que se incor-
poraron posteriormente a los Códigos de Procedimientos Civiles
Federales de 1897 y 190855, ordenamientos que recogieron las ense-
ñanzas de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia, la que
transformó este medio de impugnación de un instrumento sin con-
tornos precisos, en un verdadero proceso contra las autoridades
infractoras; ello, para proteger entonces de manera predominante,
la vida y la libertad de los gobernados, ya que con frecuencia se
utilizó para arrancar de los pelotones de fusilamiento a los conde-
nados a muerte por delitos políticos, o bien evitó, así sea con limi-
taciones, el servicio forzado de las armas o las detenciones indebi-
das, lo que otorgó a la institución el prestigio popular que conserva
actualmente56.
65. De acuerdo con las citadas leyes reglamentarias y las dispo-
siciones relativas de los códigos mencionados, a partir de 1869 el
juicio de amparo se tramitaba por medio de un procedimiento de
doble instancia, la primera, ante los jueces de distrito, la segunda,
de oficio ante la Suprema Corte de Justicia, con independencia de
los actos que se reclamaran y de las partes que intervinieran.
66. b) Pero la transformación más importante fue la introduc-
ción del juicio de amparo contra sentencias judiciales por incorrecta
aplicación de la ley secundaria. Esto ocurrió debido a una serie de
causas de carácter social y político, que presionaron a la Suprema
Corte para aceptar una interpretación sumamente discutible del
artículo 14 de la citada Constitución Federal de 185757.

55 Cf., el documentado estudio de Soberanes Fernández, José Luis, Evolución de


la Ley de Amparo, Instituto de Investigaciones Jurídicas-Comisión Nacional de
Derechos Humanos, UNAM, México 1994, en el cual se hace el cotejo, artícu-
lo por artículo de la actual Ley de Amparo, con los ordenamientos anteriores
de la materia.
56 Los orígenes, los debates y el desarrollo de las primeras leyes de amparo han
sido analizadas por el jurista mexicano Barragán Barragán, José, Primera Ley
de Amparo de 1861 y Proceso de discusión de la Ley de Amparo de 1869, UNAM,
ambas publicadas en México, 1980 y reimpresas en 1987, así como Proceso de
discusión de la Ley de Amparo de 1882, UNAM, México 1993.
57 El citado artículo 14, disponía: “No se podrá expedir ley retroactiva. Nadie
puede ser juzgado ni sentenciado sino por leyes dadas con anterioridad al hecho y
exactamente aplicadas a él, por el tribunal que previamente haya establecido la ley”.
Dicho precepto, como se ha demostrado por la doctrina, sólo consagraba el
derecho al debido proceso legal, pero se le interpretó indebidamente como si

62
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

67. En efecto, debido a tres siglos de centralismo judicial en la


época colonial española, que a su vez provocó la concentración de
los abogados en las ciudades de México y de Guadalajara, en las
cuales residían las únicas Audiencias (tribunales de apelación), con
posterioridad a la independencia fue preciso integrar los tribunales
superiores de las entidades federativas, creados por la Constitución
Federal de 1824, con magistrados improvisados, con la consiguien-
te falta de confianza de los justiciables en dichos tribunales locales,
los que también quedaron sujetos a la influencia política de las
propias entidades federativas.
68. Debido a los factores anteriores, los abogados mexicanos
acudieron a todos los medios, inclusive a la mencionada interpre-
tación del artículo 14 constitucional, para sustraer los asuntos judi-
ciales de manos de los tribunales locales, aún tratándose de la apli-
cación de las leyes de los Estados, para llevarlos a los tribunales
federales por conducto del juicio de amparo, sin mediar una cues-
tión de inconstitucionalidad, sino exclusivamente la discusión so-
bre la legalidad de la aplicación de la ley respectiva por el juez de
la causa, y debido a la revisión de oficio, todos los casos llegaban
en última instancia ante la Suprema Corte de Justicia, la que con-
centró así todos los asuntos judiciales del país, con lo que se trans-
formó en un tribunal federal de casación.
69. c) La Constitución vigente, promulgada el 5 de febrero de
1917, recogió la regulación anterior en sus artículos 103 (muy simi-
lar al 101 de la Carta Federal anterior de 1867), y 107, que estableció
de manera minuciosa los lineamientos esenciales de la tramitación
del juicio de amparo. Debe llamarse la atención sobre el hecho de
que el Constituyente de Querétaro de 1916-1917, después de acalo-
rados debates, consagró expresamente en el artículo 14 de la Carta
Federal vigente la procedencia del amparo contra sentencias judi-
ciales por la violación de las leyes secundarias. Si se toma en cuen-
ta, además, el principio de legalidad del artículo 16 constitucional, 58

estableciera un derecho constitucional a la legalidad en los procesos judicia-


les. Cf., Rabasa, Emilio, El juicio constitucional. El artículo 14, Porrúa, México
1955, obra aparecida originalmente en 1906.
58 El citado artículo 14 constitucional dispone en su parte conducente: (...). En
los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por simple analogía
y aun por mayoría de razón, pena alguna que no esté decretada por una ley
exactamente aplicable al delito de que se trata.- En los juicios del orden civil,
la sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra o a la interpretación ju-
rídica de la ley, y a falta de esta se fundará en los principios generales del de-

63
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

la esfera del amparo se ha extendido a tal grado, que a partir de


entonces y salvo los casos limitados que la Constitución Federal y
la ley reglamentaria señalan, en los cuales no procede la impugna-
ción, el amparo protege todo el orden jurídico nacional, lo que ex-
plica la complejidad que asumido la institución en nuestros días59.

VI. COMPLEJIDAD ACTUAL DEL AMPARO MEXICANO


70. De una manera muy esquemática podemos afirmar que en
la actualidad el derecho de amparo mexicano comprende cinco sec-
tores: A) el hábeas corpus; B) la impugnación de la inconstitucionali-
dad de las leyes; C) el amparo contra resoluciones judiciales; D) el
amparo contra actos y resoluciones de la administración pública
federal y local; E) el amparo en materia social agraria.
71. A) El sector del amparo que puede asimilarse al hábeas cor-
pus y que por ello puede calificarse como amparo de la libertad e inte-
gridad personales, que está regulado de manera autónoma en la ma-
yoría de las legislaciones contemporáneas, o al menos, por medio
de un procedimiento específico, en nuestro país se considera como
una modalidad del amparo, pero con las características clásicas de
la institución, ya que procede contra actos u omisiones que afectan
la libertad y la dignidad personales fuera de procedimiento judicial
(o sea, respecto de detenciones realizadas por autoridades formal-

recho”. La llamada garantía de legalidad se consagra en la parte relativa del


artículo 16 de la Carta Federal, que ordena: “(...) Nadie puede ser molestado
en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de
mandamiento escrito de autoridad competente, que funde y motive la causa
legal del procedimiento”. Cf., Ovalle Favela, José, Garantías constitucionales del
proceso, 2ª ed., Oxford University Press, México 2002, pp. 271-300.
59 En efecto, el juicio de amparo mexicano tutela todo el orden jurídico nacio-
nal, con excepción de algunas hipótesis, ya que la Carta Federal y la Ley de
Amparo establecen escasas limitaciones a la procedencia del propio juicio de
amparo. Entre las restricciones podemos mencionar la expulsión de extranje-
ros indeseables sin previo juicio por parte del Ejecutivo Federal (artículo 33
constitucional), que ha sido objeto de críticas doctrinales; las resoluciones en
materia electoral (artículo 73, fracciones VII y VIII, de la Ley de Amparo), que
actualmente se pueden combatir ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación (artículo 100 constitucional reformado en 1996) y sobre la
procedibilidad del enjuiciamiento de los altos funcionarios y locales, por deli-
tos comunes (artículo 11 constitucional), o sobre la responsabilidad política
de los mismos funcionarios (artículo 111 de la misma Carta Federal). Sobre
esta materia puede consultarse a Burgoa Orihuela, Ignacio, El juicio de ampa-
ro, 21ª ed., Porrúa, México 1984, pp. 451-499.

64
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

mente administrativas, policíacas o del ministerio público); puede


interponerse por cualquier persona, inclusive un menor de edad,
por escrito o de manera oral (y en casos urgentes ante los jueces
locales, que deben iniciar el procedimiento en tanto se envía el ex-
pediente ante el juez federal competente, que conoce de la primera
instancia), así como por telegrama y, en la actualidad, por otros
medios electrónicos de comunicación; el juez debe hacer las gestio-
nes necesarias para lograr la presencia del afectado y dictar las me-
didas precautorias eficaces para evitar daños graves o irreparables;
el procedimiento es teóricamente muy breve y sin formalismos; no
existe plazo preclusivo para presentar la demanda, etcétera (artícu-
los 17; 22, fracción I; 23, segundo párrafo; 38, 39, 40, 117 y 119 de la
Ley de Amparo).
72. B) Un segundo sector ha sido calificado amparo contra leyes,
y se traduce en el procedimiento para combatir las disposiciones
legislativas por medio del amparo. Existen dos modalidades: a) la
que podemos calificar de acción de inconstitucionalidad (de carácter
concreto) que es la interpuesta por los particulares afectados con
los actos de expedición y promulgación de las mencionadas nor-
mas generales (entendidas en sentido material, es decir, leyes, re-
glamentos y tratados internacionales, aprobados estos últimos por
el Senado Federal). En esta modalidad del derecho de amparo de-
ben señalarse como autoridades demandadas a las que hubiesen
intervenido en el procedimiento legislativo, o sea el Congreso de la
Unión, las legislaturas locales, la Asamblea Legislativa del Distrito
Federal, así como el Presidente de la República, los Gobernadores
de los Estados o el Jefe de Gobierno del propio Distrito Federal, y
sólo a los últimos cuando se trata de la expedición de los reglamen-
tos respectivos. La primera instancia se sigue ante los jueces federa-
les de distrito y, el segundo grado, por medio del llamado recurso
de revisión (en realidad, apelación), ante la Suprema Corte de Jus-
ticia (artículos 107, fracciones VII y VIIII, de la Constitución Fede-
ral; 83, fracción IV, 84, fracción I, incisos a) y c), de la Ley de Ampa-
ro, así como 10, fracciones II, inciso c) y III; 51, fracción I; 52, frac-
ción III; 54, fracción II, y 55, fracción II, según la materia, de la Ley
Orgánica del Poder Judicial de la Federación de mayo de 1995).
73. b) El segundo aspecto del amparo contra leyes se puede
denominar recurso de inconstitucionalidad, que se caracteriza por la
vía incidental o prejudicial, es decir, por el planteamiento de la in-
constitucionalidad de la ley aplicada en una resolución judicial
impugnada en el juicio de amparo de una instancia (equivalente a

65
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

un recurso de casación) ante los tribunales colegiados de circuito,


los que deben decidir en el fallo la citada cuestión de inconstitucio-
nalidad de manera incidental, y la sentencia respectiva puede
combatirse, únicamente en este aspecto, por medio del recurso de
revisión (apelación) ante la Suprema Corte de Justicia, la que úni-
camente debe resolver sobre la cuestión de inconstitucionalidad, ya
que si ésta se considera improcedente o infundada, el fondo sobre
la ilegalidad de la aplicación, si también se invoca, corresponde al
tribunal colegiado respectivo (artículos 107, fracciones V, VI y IX,
de la Carta Federal; 83, fracción V; 84, fracción II; 93, 159-169 y 166,
fracción IV, segundo párrafo de la Ley de Amparo, así como 10,
fracción III, y 37, fracción I, de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de la Federación)60.
74. Respecto de la acción concreta de inconstitucionalidad que
hemos señalado anteriormente, es preciso mencionar que la sen-
tencia estimativa dictada en esta materia por la Suprema Corte de
Justicia se traduce exclusivamente en la desaplicación de las disposi-
ciones normativas impugnadas en beneficio del promovente, sin
hacer una declaración general, con apoyo en la tradición estableci-
da desde 1847, por medio de la llamada fórmula Otero (ver supra
párrafo 59), que subsiste en nuestra Constitución vigente y en la
Ley de Amparo.
75. Este precepto ha sido objeto de un agudo debate doctrinal,
en virtud de que en la mayoría de los ordenamientos latinoameri-
canos predominan los efectos erga omnes de las sentencias de in-
constitucionalidad pronunciadas por los tribunales constituciona-
les o supremos, aún cuando subsiste la desaplicación en cada caso
concreto en las impugnaciones en vía incidental. Por ello, se ha
propuesto que se introduzca la declaración general en los juicios de
amparo en los cuales se reclame la inconstitucionalidad de normas
generales en la vía directa de acción61. Esta solución se ha propues-

60 La bibliografía sobre el amparo contra leyes, además de las obras generales


sobre el juicio de amparo, comprende un número amplio de estudios especí-
ficos. Sobre estos últimos citados la reciente obra de Aguilar Älvarez y De
Alba, Ernesto, El amparo contra leyes, México, Trillas 1989.
61 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “La declaración general de inconstitucionalidad y
el juicio de amparo”, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado, Nº 10-11,
enero agosto de 1971, pp. 51-98, reproducido en el libro del mismo autor, En-
sayos sobre el derecho de amparo, cit. supra nota 7, pp. 183-256.

66
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

to en los proyectos elaborados por la Suprema Corte de Justicia de


reforma constitucional y de nueva Ley de Amparo.
76. En efecto, en el proyecto de reforma constitucional aproba-
do por la Suprema Corte de Justicia en el mes de mayo del año
2001, se propone agregar un segundo párrafo a la fracción II, del
artículo 107 de la Carta Federal, ya que el primer párrafo conserva
la disposición relativa a los efectos particulares de las sentencias de
amparo cuando se impugna la inconstitucionalidad de normas ge-
nerales, de acuerdo con lo que hemos calificado como fórmula Otero
(ver supra párrafo 59). Dicho segundo párrafo establece la siguiente
disposición normativa:
Sin embargo, cuando la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, en los juicios de amparo indirecto (acción de inconsti-
tucionalidad, ver supra párrafo 72), establezca jurisprudencia
por reiteración en la cual se determine la inconstitucionalidad o
se determina la interpretación conforme de una norma general
respecto de esta Constitución, procederá a emitir la declaratoria
general correspondiente, en la cual se fijarán sus alcances y condicio-
nes en los términos de la ley reglamentaria.
77. Este precepto recoge la corriente doctrinal predominante
sobre la necesidad de la declaración general de inconstitucionali-
dad en el juicio de amparo contra normas generales, al menos por
lo que respecta a la acción de impugnación de dichas normas, doc-
trina que se apoyó en dos argumentos esenciales: De acuerdo con
el primero, la aplicación exclusiva de los efectos particulares cuan-
do se impugnan normas legislativas infringe uno de los principios
básicos del régimen del Estado Democrático de Derecho, que des-
cansa en la igualdad de los gobernados ante la ley, el que se afecta con
la subsistencia de disposiciones normativas que han sido declara-
das inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia, ya que si
bien algunas personas o entidades que cuentan con recursos eco-
nómicos pueden acudir al asesoramiento profesional de distingui-
dos abogados para que interpongan oportunamente la demanda de
amparo respectiva, el resto de la población que no cuenta con ese
asesoramiento, está obligado a cumplir con el ordenamiento con-
trario a la Carta Federal. La declaración general que se traduce en
la invalidez de las normas inconstitucionales impide que se sigan
aplicando en perjuicio de un grupo mayoritario de gobernados, y
por ello se ha impuesto el régimen de la declaración general, que

67
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

no es absoluto, en una gran parte de los ordenamientos contempo-


ráneos62.
78. En segundo lugar, el dictado de sentencias caso por caso
apoyadas en los mismos razonamientos y con mayor razón cuando
existe jurisprudencia obligatoria, tratándose de la impugnación de
normas legislativas en el juicio de amparo, retrasa considerable-
mente la labor de la Suprema Corte de Justicia, y por ello fue nece-
sario que dicho alto tribunal expidiera recientemente acuerdos ge-
nerales, a fin de encomendar a los tribunales colegiados de circuito,
el conocimiento los juicios de amparo en revisión contra normas
generales, respecto de las cuales ya se hubiere establecido juris-
prudencia por la propia Suprema Corte, lo cual constituye única-
mente un paliativo al enorme problema del rezago 63.
79. Los razonamientos anteriores fueron acogidos en el citado
proyecto de reforma constitucional, en cuya parte pertinente se
afirma:
El tema de los alcances de las sentencias de amparo es tras-
cendental en este proyecto. La sociedad se ha pronunciado en
el sentido de que el juicio de amparo sea más accesible para to-
dos, que no nada más sirva a gente con los suficientes recursos co-
mo para contratar un abogado especializado que pueda impugnar ac-
tos o normas contrarias a la Constitución. Ésta, como Ley Suprema,
debe ser aplicada a todos por igual. Su supremacía no puede depender
de la capacidad económica de los individuos para acudir al juicio de
amparo.
80. Además de la introducción de la declaración general en el
juicio de amparo, tanto el proyecto de modificaciones a la Carta
Federal como el de una Nueva Ley de Amparo proponen, al lado
de dicha declaración general, la institución que se conoce como

62 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “La declaración general de inconstitucionalidad, la


interpretación conforme y el juicio de amparo mexicano”, en Revista del Insti-
tuto de la Judicatura Federal, Nº 8, México 2001, pp. 145-155.
63 Entre los autores que han apoyado la necesidad de introducir la declaración
general de inconstitucionalidad en el juicio de amparo contra normas legisla-
tivas, podemos citar a Castro y Castro, Juventino V., Hacia el amparo evolucio-
nado, 2ª ed., Porrúa, México 1977, pp. 34-44; Vallarta Plata, José Guillermo,
“El poder judicial y el sistema de declaración general de inconstitucionalidad
en Latinoamérica” en Función del poder judicial en los sistemas constitucionales
latinoamericanos, UNAM, México 1977, pp. 169-186; Aguilar Álvarez y De Al-
ba, Horacio, El amparo contra leyes, cit. supra nota 60, 109-128.

68
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

interpretación conforme, de acuerdo con la denominación que se es-


tableció en la doctrina y en la jurisprudencia alemanas con el nom-
bre original de verfassungskonforme Auslegung von Gezetzen64. Esta
ha tenido una importante divulgación en la justicia constitucional
contemporánea, en ocasiones con denominaciones diferentes (entre
ellas las de sentencias interpretativas), debido a que resuelve un
problema que se plantea con la declaración general de inconstitu-
cionalidad, en cuanto a que la misma se traduce en la anulación de
las disposiciones legislativas, que en todo caso produce una con-
moción jurídica, ya que es necesario llenar el vacío que se deja en el
ordenamiento que se considera inválido, el que no siempre es susti-
tuido por la legislación anterior y requiere de la intervención del
legislador para subsanar las infracciones a la Ley Fundamental.
81. Como lo ha señalado certeramente el destacado jurista es-
pañol, Eduardo García de Enterría, la interpretación conforme tiene
su origen en dos principios establecidos por la jurisprudencia de
los Estados Unidos, es decir que todas las normas deben interpre-
tarse in Harmony with the Constitution, a la que debe agregarse la
regla que ha seguido la Corte Federal de ese país sobre la presun-
ción de la constitucionalidad de las leyes, de acuerdo con la cual una
norma general no debe declararse inválida, aún cuando lo sea con
efectos particulares, como ocurre con el sistema americano, cuando
pueda ser interpretada en consonancia con la Constitución, con
mayor razón cuando la declaración de inconstitucionalidad produ-
ce efectos generales65.
82. De lo anterior se concluye que la declaración general de in-
constitucionalidad está estrechamente vinculada con la interpreta-
ción conforme, ya que ambas instituciones permiten el equilibrio y
la moderación en las funciones de los organismos jurisdiccionales
especializados en la solución de conflictos constitucionales, cuando

64 Cf., Volker, Haak, Normenkontrolle und verfassungskonforme Gezetsauslegund des


Richters (Control normativo e interpretación judicial de la conformidad cons-
titucional), Ludwig Röhrscheid Verlag, Bonn 1963, pp. 184-213; Hesse, Kon-
rad, Grundzüges des Verfassungsrecht der Bundesrepublik Deutschland (Elemen-
tos de derecho constitucional de la República Federal de Alemania), 16ª ed.,
Heildelberg, C.F., Müller Juristische Verlag, 1988, pp. 29-32, pp. 29-32, Id., Es-
critos de derecho constitucional (Selección), trad. de Cruz Villalón, Pedro, Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid 1983, pp. 53-57.
65 La Constitución como norma y El Tribunal Constitucional, Civitas, Madrid 1981,
pp. 95-103.

69
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

dichos organismos conocen y deciden respecto de la impugnación


de las normas legislativas.
83. En los proyectos de la Suprema Corte de Justicia de México,
tanto de reformas constitucionales como de una Nueva Ley de
Amparo, no se proponen modificaciones audaces o a menos al ni-
vel de numerosos ordenamientos contemporáneos, en los que es
suficiente un solo fallo de inconstitucionalidad con efectos genera-
les, para que se produzca la invalidez de las normas legislativas
que se estiman contrarias a la Carta Suprema. Debido a que ha sido
tradicional en nuestro país la aplicación absoluta de la fórmula Ote-
ro, no se propone su supresión, sino exclusivamente su revisión,
pero de manera prudente y moderada, de manera que pudiera cali-
ficarse de conservadora, para no cambiar radicalmente ese régimen
casi sacramental.
84. En primer, lugar la declaración general de inconstituciona-
lidad únicamente procedería tratándose de la segunda instancia del
amparo promovido por conducto de la que hemos calificado de
acción de inconstitucionalidad (ver supra párrafo 72), y por tanto no se
aplicaría a las decisiones pronunciadas respecto de la cuestión de
inconstitucionalidad planteadas en la impugnación de las resolu-
ciones judiciales en el juicio de amparo de una sola instancia (recur-
so de inconstitucionalidad, ver supra párrafo 73). Lo que significa que
se conserva la fórmula Otero de desaplicación de la normas incons-
titucionales en los casos concretos, es decir, en los juicios de ampa-
ro contra resoluciones judiciales. En la parte relativa de la exposi-
ción de motivos del proyecto de reformas constitucionales antes
mencionadas se señala:
(...) Cabe destacar que en el esquema que se propone úni-
camente tratándose de amparo indirecto (de dos instancias), en
revisión en los que fueron oídas las autoridades que expidieron
y promulgaron las normas generales, sólo nuestro Tribunal
funcionando en Pleno, puede hacer la declaratoria con efectos
generales. Ni las Salas ni los tribunales colegiados de circuito,
ni los juzgados de distrito contarían con tan importante facul-
tad (...).
85. En segundo lugar, para que pueda tener efectos la declara-
ción general de inconstitucionalidad, se requiere que se conforme
jurisprudencia obligatoria por parte de la Suprema Corte de Justicia.
De acuerdo con la legislación actual (artículo 194 de la Ley de Am-
paro modificado por la disposición décima quinta transitoria de la

70
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación de mayo de 1995),


la jurisprudencia del Tribunal en Pleno se forma con cinco resolu-
ciones en el mismo sentido aprobadas al menos por ocho ministros.
La innovación que se propone respecto de la citada jurisprudencia
obligatoria consiste en reducir de cinco a tres el número de resolu-
ciones de la Suprema Corte, de manera que para que la declaración
de inconstitucionalidad produzca efectos generales debe pronun-
ciarse en tres resoluciones aprobadas por el Tribunal en Pleno en
tres sesiones distintas. En la parte relativa de la exposición de mo-
tivos del Proyecto de la Nueva Ley de Amparo, se explica con toda
claridad el cambio:
(...) Otra modificación significativa consiste en la reducción
de cinco a tres del número de tesis necesarias para constituir
jurisprudencia. El cambio no es caprichoso ni se reduce a una
mera cuestión numérica. En realidad, de lo que se trata es de
encontrar un adecuado equilibrio entre los sistemas de prece-
dentes que se siguen en otros ordenamientos o en los procesos
de controversias constitucionales y acciones de constitucionali-
dad y la reiteración de criterios que se prevé para la Ley de
Amparo. Lo importante es encontrar una solución intermedia
entre ambos extremos. Esto puede obtenerse disminuyendo el
número de casos a tres a efecto de que los órganos competen-
tes, puedan, con mayor facilidad, lograr que sus criterios sean
obligatorios para dar certeza a nuestro orden jurídico. Sin em-
bargo, para que la reiteración cumpla con su finalidad, se pro-
pone que los criterios deben fijarse al resolver los asuntos en
tres sesiones distintas. Es importante destacar que cuando se trate
de interpretación respecto de la constitucionalidad de normas genera-
les, además deberá contarse con el voto aprobatorio de ocho Ministros
(...).
86. Además de lo anterior, se exige que la tesis jurisprudencial
respectiva sea aprobada por el Tribunal en Pleno, y posteriormen-
te, o sea, dentro del plazo de treinta días hábiles contados a partir
de dicha aprobación, la Suprema Corte de Justicia formulará la
declaración de inconstitucionalidad o de interpretación conforme,
declaratoria que debe ser separada de las sentencias judiciales y en
ningún caso podrá modificar el sentido de la jurisprudencia que le
da origen. Dicha declaratoria será obligatoria, tendrá efectos generales, y
deberá contener la fecha a partir de la cual surtirá sus efectos, los
alcances y las condiciones de la declaratoria de inconstitucionali-
dad o de la declaración conforme. Además, los efectos de esas de-

71
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

claratorias no serán retroactivos, salvo en materia penal en los tér-


minos del artículo 14 constitucional, o sea, cuando tenga carácter
favorable, como ya se ha establecido respecto de las sentencias con
efectos generales en las controversias y en las acciones de inconsti-
tucionalidad (artículos 231 y 232 del Proyecto de Nueva Ley de
Amparo).
87. Debido a la importancia de las declaratorias de inconstitu-
cionalidad o de interpretación conforme, las mismas deben publi-
carse tanto en el Diario Oficial de la Federación como en el órgano
oficial de la entidad, que en su caso hubiera emitido la norma res-
pecto de la cual se hace la declaración (artículo 233 del mencionado
Proyecto).
88. En cuanto a la declaración de la interpretación conforme ya
hemos explicado anteriormente la extensa aplicación que tiene en
los ordenamientos contemporáneos y los beneficios que produce
(ver supra párrafos 80-81), además que ya se ha utilizado por la
Suprema Corte de Justicia de México en sus fallos, aun sin un reco-
nocimiento formal de esta institución, pero de cualquier manera
conviene transcribir la parte relativa de la exposición de motivos
del proyecto de Nueva Ley de Amparo, sobre esta materia:
(...) La declaratoria de interpretación conforme, por su parte,
tiene la ventaja de permitir a la Corte establecer aquella inter-
pretación mediante la cual sea factible salvar la constituciona-
lidad de la norma impugnada, para, de esa forma, garantizar la
supremacía constitucional y, simultáneamente, permitir una
adecuada y constante aplicación de nuestro orden jurídico (...).
89. Para otorgar eficacia a la obligatoriedad de la declaratoria
general de inconstitucionalidad o de interpretación conforme, en el
Proyecto se establece un mecanismo procesal ágil para evitar que
se infrinja la declaración respectiva. En efecto, se propone que el
afectado con la aplicación de la norma inconstitucional o en un
sentido diverso del establecido por la interpretación conforme,
puede denunciar el hecho ante el juez de distrito respectivo. Dicho
juzgador debe dar vista a las partes en un plazo de tres días para
que expongan lo que a su derecho convenga, y dentro de otro pla-
zo de tres días deberá dictar resolución. Si la misma es en el sentido
de que la autoridad involucrada realizó el acto infractor, el juez
federal ordenará a dicha autoridad aplicadora que deje sin efecto el
acto denunciado, y si no lo hace en un plazo de tres días se elevará
el expediente a la Suprema Corte de Justicia para que determine la

72
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

responsabilidad que corresponda. Si la misma autoridad incurre en


repetición de la infracción denunciada, el afectado puede acudir
ante el juez de distrito para denunciar la repetición del acto recla-
mado (artículo 208 del citado Proyecto)66.
90. c) El sector cuantitativamente más importante lo ocupa el
amparo contra resoluciones judiciales, que se ha calificado como ampa-
ro judicial o amparo-casación que, sin recibir esa denominación, debe
considerarse como un recurso de casación federal, por medio del
cual pueden combatirse todas las resoluciones judiciales del país,
tanto federales como locales y de las distintas materias, en una sola
instancia actualmente ante los tribuales colegiados de circuito, que
son ahora de casación, pero con la posibilidad de que las Salas de la
Suprema Corte puedan determinar el criterio obligatorio que debe
imponerse cuando existen contradicciones de tesis entre los citados
tribunales colegiados.
91. Este es un sector que ha crecido de manera constante, ya
que en 1936 se le incorporaron las sentencias de los tribunales del
trabajo (denominados juntas de conciliación y arbitraje); en 1968 las
de los tribunales administrativos, y finalmente en 1992, los fallos de
los tribunales federales agrarios creados en esa época. Además, la
Suprema Corte de Justicia tiene facultad de atracción sobre los am-
paros judiciales del conocimiento de los tribunales colegiados,
cuando considere que por su trascendencia así lo ameriten, ya sea
de oficio, a petición fundada del correspondiente tribunal colegia-
do o del Procurador General de la República (artículos 107, fraccio-
nes V y VI, 158-165 y 185 de la Ley de Amparo y 37, fracción I, de la
Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación).
92. d) El aspecto del juicio de amparo que ha decrecido es el de
la impugnación de los actos y resoluciones de las autoridades ad-
ministrativas federales por conducto directo del juicio de amparo,
que puede calificarse como un proceso de lo contencioso administrati-
vo. Este sector se tramita en un procedimiento de dos instancias, la
primera ante los jueces federales de distrito y la segunda (salvo que
en la sentencia dictada por dichos jueces se haga una interpretación
directa de la Constitución Federal, ya que en este últimos supuesto
la segunda instancia se tramita ante la segunda Sala de la Suprema
Corte de Justicia), por medio del recurso de revisión interpuesto

66 Cf., Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, Hacia una nueva Ley de Amparo, UNAM,
México 2002, pp. 107-123.

73
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ante los tribunales colegiados de circuito. Dicho proceso se ha re-


ducido de manera paulatina debido a la creación creciente de tri-
bunales administrativos tanto de la Federación, como del Distrito
Federal y de los Estados.
93. En la esfera nacional se estableció en el año de 1937 el Tri-
bunal Fiscal de la Federación, que aumentó paulatinamente su
competencia a cuestiones, en principio, relacionadas con el derecho
tributario, pero posteriormente a otras materias administrativas,
hasta que por reforma de diciembre del año 2000, a través de la
modificación de la Ley Orgánica de dicho Tribunal de 1995, se
transformó dicho organismo jurisdiccional en Tribunal de Justicia
Fiscal y Administrativa, de competencia genérica, por lo que que-
daron muy pocos casos de impugnación en doble instancia por
conducto del juicio de amparo. Como en el año de 1968, por refor-
ma constitucional y legal se estableció el amparo de una sola ins-
tancia contra las sentencias de los tribunales administrativos, cada
vez más numerosos, se ha aumentado de manera constante la casa-
ción en materia administrativa y, por el contrario, se ha restringido
la función contenciosa administrativa de los tribunales de amparo
en la misma proporción, por lo que puede afirmarse que es un
campo que tiende a desaparecer67 (artículos 107, fracciones VII y
VIII último párrafo, de la Constitución Federal; 85, fracción II, y 114
fracción II, de la Ley Amparo, así como 52, fracción II, de la Ley
Orgánica del Poder Judicial Federal).
94. Finalmente, en el año de 1963 y con apoyo en la reforma
constitucional de 1962, se introdujeron en la Ley de Amparo un
conjunto de modificaciones para establecer ventajas procesales en
beneficio de los campesinos sujetos al régimen de la reforma agra-
ria (ejidatarios y comuneros y sus respectivas poblaciones) que
permitieran equilibrar su situación frente a los propietarios agríco-
las y ganaderos y las autoridades administrativas federales encar-
gadas de desarrollar dicha reforma agraria, en virtud de que se
consideró que dichos campesinos carecían en numerosos casos de

67 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, Introducción a la justicia administrativa en el ordena-


miento mexicano, El Colegio Nacional, México 1983, pp. 111-121; Id. “La justi-
cia administrativa en México”, en la obra Conferencias Magistrales, Poder Judi-
cial de la Federación, Instituto de la Defensoría Pública, México 2002, pp. 98-
105; González Pérez, Jesús, Derecho procesal administrativo, 2ª ed., con la cola-
boración de Vázquez Alfaro, José Luis, UNAM-Porrúa, México 1997, pp. 709-
799.

74
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

asesoramiento jurídico para intervenir en las controversias agra-


rias. Con esta reforma se estableció un quinto proceso que se puede
denominar amparo social agrario. Debido a la importancia que se
otorgó a dichas reglas procesales, en el año de 1976 se dividió la
Ley de Amparo en dos libros que antes no existían, uno sobre el
amparo en general y otro sobre el amparo en materia agraria, pero
sin abarcar todas las controversias en esta materia (artículo 107,
fracción II, párrafos tercero y cuarto de la Carta Federal y 242 a 234
de la Ley de Amparo)68.
95. Sin embargo, en nuestros días este sector del juicio de am-
paro también tiende a desaparecer, debido a que en el año de 1992
se modificó el artículo 27 constitucional para establecer los tribuna-
les federales agrarios, integrados por un Tribunal Superior de cinco
magistrados y varios tribunales unitarios establecidos en diversas
regiones del país, que se encargan en la actualidad de conocer de
los conflictos que con anterioridad competían a las autoridades
administrativas federales (Leyes Agraria y Orgánica de los Tribu-
nales Agrarios, ambas publicadas el 26 de febrero de 1992).
96. Contra las sentencias de dichos organismos jurisdiccionales
procede el amparo de una sola instancia ante los tribunales cole-
giados de circuito, con lo cual se incorpora esta materia al amparo
contra resoluciones judiciales o amparo-casación (ver supra párrafo
91), de manera que el procedimiento específico, que era de doble
instancia, sólo se promueve de manera excepcional.
97. Por tanto, debemos concluir, que de acuerdo con la tenden-
cia que se observa en el amparo mexicano, si bien todavía com-
prende de manera formal cinco procesos diversos, en realidad la
tendencia se dirige a conservar sólo tres sectores en un futuro pró-
ximo, es decir, hábeas corpus, amparo contra leyes y amparo judicial
o de casación. Por otra parte, el amparo en sentido estricto, es decir
aquel que de manera predominante está dirigido en los ordena-
mientos latinoamericanos a la protección de los derechos funda-

68 La bibliografía es amplia pero citamos sólo algunos estudios relativamente


recientes; Fix-Zamudio, Héctor, “El juicio de amparo en materia agraria”, en
Revista de la Facultad de Derecho de México, Nº 116, mayo-agosto de 1980, pp.
439-463, reproducido en el libro Ensayos sobre el derecho de amparo, cit. supra
nota 7, pp. 329-358; Lanz Cárdenas, Fernando, El juicio de amparo en materia
agraria, Jus, México 1977; Ponce de León, Armenta, Luis M., Derecho procesal
agrario, México, Trillas 1988; García Ramírez, Sergio, Elemento de derecho proce-
sal agrario, 2ª ed., Porrúa, México 1997.

75
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

mentales de la persona humana, con exclusión de la libertad e inte-


gridad personales, que mayoritariamente están tutelados por el
hábeas corpus, no está regulado en la legislación mexicana por me-
dio de un procedimiento específico en la actual ley reglamentaria,
ya que queda comprendido dentro de la impugnación de la con-
ducta de cualquier autoridad, cuando la misma afecte directamente
un derecho consagrado en la Carta Federal, por lo que estimamos
conveniente establecer una tramitación especial que podría integrar
un futuro cuarto proceso.
98. En nuestro concepto, también debe quedar comprendida en
este cuarto sector la violación de los derechos establecidos en los
instrumentos internacionales y los tratados ratificados por el Ejecu-
tivo Federal y aprobados por el Senado de la República de acuerdo
con el artículo 133 constitucional, como lo proponen los proyectos
de reforma constitucional y de una Nueva Ley de Amparo aproba-
dos por la Suprema Corte de Justicia en mayo del año 2001 (ver
infra párrafo 124-125).

VII. NATURALEZA
99. El derecho de amparo en Latinoamérica y España posee
una naturaleza procesal variable, y por ello se le califica como ac-
ción o como recurso, ya sea que proceda como un proceso autónomo
contra la conducta violatoria de los derechos humanos de las auto-
ridades públicas, y en algunos ordenamientos también contra par-
ticulares (en realidad grupos de presión) y excepcionalmente con-
tra sentencias judiciales, pero en otras legislaciones cuando se pue-
den impugnar resoluciones administrativas en forma de juicio o
bien de decisiones judiciales, se tramita como un verdadero recur-
so, como ocurre claramente en el ordenamiento español con el am-
paro constitucional, que debe considerarse como la segunda instan-
cia del amparo ordinario, que se interpone ante los tribunales ordina-
rios69.
100. Debido a su complejidad procesal, en la doctrina mexicana
se ha discutido, en ocasiones con apasionamiento sobre la natura-
leza jurídica del juicio de amparo, y con este motivo se elaboraron
varios conceptos para explicar la institución. No es esta la oportu-
nidad para examinar dichos planteamientos, ya que se elaboraron

69 Cf., Brewer-Carías, Allan R., El amparo a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales, cit., supra nota 3, pp. 15-52.

76
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

algunas ideas que concibieron al propio derecho de amparo como


interdicto constitucional, como institución política, como proceso en
todos sus aspectos, como cuasiproceso, como control, y de carácter
mixto, de proceso impugnativo y como recurso70.
101. Esta diversidad de criterios se deben, desde nuestro punto
de vista, a que el derecho de amparo mexicano se ha examinado
más desde el punto de vista de su contenido y de sus objetivos, que
de su verdadera naturaleza procesal. En efecto, durante mucho
tiempo se tomó en cuenta su contenido original de institución tute-
lar de los derechos fundamentales, pero no su evolución posterior
que como hemos dicho (ver infra párrafos 117-118) incorporó otros
instrumentos procesales relativos al control de legalidad, o bien se
reflexionó sobre la finalidad, también original, de tutelar exclusi-
vamente normas constitucionales relativas a los derechos humanos
y en cierta manera, el equilibrio de las competencias entre las esfe-
ras de la Federación y las de las Entidades Federativas.
102. Pero las corrientes doctrinales más recientes han tomado
en cuenta esencialmente la estructura procesal del propio derecho
de amparo, que es el enfoque predominante en la actualidad. Pero
aún desde el ángulo procesal, al considerarse la institución como
un juicio, de acuerdo con la terminología que adoptaron las leyes
reglamentarias, es decir, como equivalente al proceso, imperó du-
rante muchos años una corriente doctrinal que partió de la función
original del juicio de amparo como instrumento de protección de
los derechos fundamentales y por su conducto también el equili-
brio de las competencias federales y locales, de acuerdo con la cual
la institución debía considerarse como un proceso autónomo de cons-
titucionalidad.
103. Desde este punto de vista, que fue dominante durante la
vigencia de la Constitución de 1857, se afirmó que aún en el sector
de la impugnación de las resoluciones judiciales que se le incorpo-
ró con posterioridad a la función originaria, según se ha dicho (ver
supra párrafo 66-68), el amparo se constituía como una controversia
independiente de la que se planteaba ante la jurisdicción ordinaria,
si se tomaba en consideración que en el amparo se discute, en todo

70 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “Reflexiones sobre la naturaleza procesal del am-


paro”, publicado originalmente en Revista de la Facultad de Derecho de México,
Nº 56, octubre-diciembre de 1964, pp. 959-112, y reproducido en el libro del
mismo autor, Ensayos sobre el derecho de amparo, cit., supra nota 7, pp. 97-154.

77
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

caso, un problema de constitucionalidad, pues cuando se examina


la legalidad de un fallo judicial, debe estudiarse si se ha respetado
el derecho subjetivo público consagrado por el artículo 14 de la
Carta Federal de 1857, que se calificaba como garantía de justicia.
104. Por ese motivo, las Leyes de Amparo de 1869 y 1882, y los
Códigos de Procedimientos Civiles de 1897 y 1908, regularon la
tramitación del juicio de amparo por conducto de un procedimien-
to de doble instancia, la primera ante los jueces federales de distrito
y la segunda, de oficio, ante la Suprema Corte de Justicia, con in-
dependencia de la materia que se debatía en los diversos procesos
de amparo.
105. Sin embargo, fue el ilustre jurista mexicano Emilio Rabasa,
quien sin haber cultivado el procesalismo científico (surgido en
Alemania en la segunda mitad del siglo XIX, y posteriormente di-
vulgado en Italia y España en las primeras décadas del siglo XX),
señaló por primera vez con precisión la verdadera naturaleza pro-
cesal del derecho de amparo mexicano. Debe tomarse en conside-
ración que la obra clásica de Emilio Rabasa denominada El artículo
14. Estudio Constitucional, se publicó originalmente en el año de
1906, es decir, escasamente tres años después de la conocida Lec-
ción Inaugural del insigne Giusseppe Chiovenda en la Universidad
de Bolonia, que se considera como el inicio del procesalismo cientí-
fico italiano, pero que se conoció en nuestro país mucho tiempo
después71.
106. En la obra mencionada, el destacado constitucionalista
mexicano señaló que si bien los mencionados ordenamientos re-
glamentarios habían establecido en todos los supuestos de tramita-
ción del juicio de amparo, un procedimiento de doble instancia, en
su concepto no debería dársele el mismo tratamiento a la protec-
ción de los derechos fundamentales, que fue el objetivo original del
derecho de amparo, que a la revisión de los fallos judiciales, espe-
cialmente los interpuestos en materia civil72. En su concepto se jus-
tificaba el procedimiento de doble instancia en los sectores del am-
paro en el cual se discutían violaciones directas de los preceptos
constitucionales, pero debía seguirse una tramitación diversa en

71 Lección Inaugural intitulada “La acción en el sistema de los derechos”, in-


corporada a la obra del mismo autor, Ensayos de derecho procesal, trad. de Sen-
tís Melendo, Santiago, Buenos Aires 1949, vol. I, pp. 3 y ss.
72 El artículo 14, cit. supra nota 57, pp. 95-102.

78
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

relación con la impugnación de las resoluciones judiciales, en las


que se planteaba la infracción de normas secundarias, y por lo tan-
to constituía un control de legalidad, ya que en este último supues-
to, el amparo debía considerarse como un simple recurso similar a la
casación73.
107. Estas ideas de Rabasa, aún cuando no participó en los de-
bates del Constituyente de Querétaro de 1916-1917, se tomaron en
consideración por los autores del proyecto presentado por don
Venustiano Carranza al citado Congreso el primero de diciembre
de 1916, pues sin reconocer expresamente dicha influencia en el
artículo que fue aprobado con el número 107 (fracciones VIII y IX),
se establecieron dos diversos procedimientos, uno de doble instan-
cia, denominado indirecto, la primera ante los jueces federales de
distrito, y la segunda, a petición de parte por conducto del llamado
recurso de revisión (en estricto sentido, apelación), entonces ante la
Suprema Corte de Justicia, para los procesos diversos del amparo
judicial, y un procedimiento de una sola instancia, calificado de
directo, también entonces ante la Suprema Corte de Justicia, cuando
se tratara de la impugnación de resoluciones judiciales. Esta doble
tramitación se conserva actualmente (fracciones VII y VII actuales
del artículo 107 constitucional, así como artículos 114-157 y 83-94
de la Ley de Amparo vigente), si bien la competencia de los tribu-
nales federales se ha modificado, como se explicará más adelante
(ver infra párrafos 145-146).
108. En la actualidad ya no se discute que el juicio de amparo
mexicano posee una doble naturaleza procesal, como proceso im-
pugnativo y como recurso de nulidad, que puede asimilarse a un re-
curso de casación federal. Sin embargo, tanto la legislación como la
jurisprudencia incurren constantemente en confusiones derivadas
del peso de la tradición de la función original del amparo, que se
ha transformado de manera paulatina, hasta incorporar también el
control de legalidad, como se ha sostenido en varias ocasiones,
pues con frecuencia se califica al amparo como juicio constitucional o
juicio de garantías, y se señalan como violaciones a las normas cons-
titucionales, que en realidad son infracciones a la legalidad secun-
daria, por considerarse de manera artificial que se afectan los ar-
tículos 14 y 16 de la Carta Federal, que constituyen únicamente la

73 Op. ult. cit., p. 102.

79
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

vía formal para interponer el amparo, con valor puramente ins-


trumental.
109. a) El amparo como proceso impugnativo autónomo se tramita,
como se ha dicho, en un procedimiento de doble instancia o indirec-
to. El primer grado se hace valer ante los jueces federales de distri-
to, por conducto de una verdadera demanda que debe presentar el
afectado (con la excepción del amparo-hábeas corpus, en que se
puede interponer por cualquier persona e inclusive oralmente)
(artículos 114-121). Una vez admitida dicha demanda, se corre tras-
lado a la autoridad o autoridades demandas (que se califican como
responsables) (artículos 145-148), las que deben contestarla en un
término corto (cinco días) por conducto de un documento que se
ha denominado informe justificado (cuya presentación extemporá-
nea o incompleta, produce los mismos efectos de la rebeldía del
demandado en el proceso civil, es decir, se tienen presuntivamente
reconocidos los hechos señalados en la citada demanda) (artículo
149). Las pruebas se discuten en audiencia pública en que deben
comparecer las partes, se formulan alegatos en ella, y en un plazo
corto debe dictarse la sentencia de fondo (artículos 150-155). Dicho
fallo de fondo se eleva ante la Suprema Corte cuando se discuten
cuestiones directas de inconstitucionalidad (artículo 84, fracción I,
a), y cuando se plantean violaciones a la legalidad, ante el tribunal
colegiado respectivo (artículo 85, fracción II). Cuando la parte afec-
tada interpone el llamado recurso de revisión, se inicia la segunda
instancia, en la cual se pronuncia la sentencia firme correspondien-
te (artículos 88-94). En principio este doble procedimiento debe
utilizarse respecto de los sectores del amparo en el cual se plantean
cuestiones de constitucionalidad74.
110. b) El amparo de una sola instancia como recurso de casa-
ción. Como hemos dicho con anterioridad (ver supra párrafo 90-91),
este sector que se refiere a la impugnación de las resoluciones judi-
ciales es el que abarca el mayor número de juicios de amparo que
se promueven en la práctica, y salvo los casos muy restringidos en
los cuales se interponen cuestiones de inconstitucionalidad por la
vía incidental, de manera predominante se discuten exclusivamen-

74 Fix-Zamudio, Héctor, “El amparo mexicano como instrumento protector de


los derechos humanos”, en la obra colectiva Garantías jurisdiccionales para la
defensa de los derechos humanos en Iberoamérica, UNAM, México 1992, pp. 253-
301, reproducido en su libro Ensayos sobre el derecho de amparo, cit. supra nota
7, pp. 619-666.

80
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

te aspectos de la aplicación de disposiciones legales, ordinarias, ya


sea de carácter procesal o de fondo, que actualmente se someten al
conocimiento de los tribunales colegiados de circuito, a partir de
las reformas constitucionales y legales que entraron en vigor en
enero de 1988, salvo la facultad de atracción que corresponde a la
Suprema Corte de Justicia (artículo 107, fracción V, del artículo 107
de la Carta Federal) (ver infra 145).
111. La Ley de Amparo todavía conserva algunos resabios de
las funciones originales del amparo como instrumento para tutelar
los derechos fundamentales, en cuanto el artículo 166 de dicho or-
denamiento califica la instancia de demanda, a pesar de que en es-
tricto sentido carece de este carácter, pues significa la interposición
de un recurso, y de manera artificial se pretende conferir al juez o
tribunal que dictó la resolución impugnada el carácter de autoridad
demandada (responsable en la terminología de dicha Ley reglamen-
taria) (artículo 167), y en un principio se le exigía la presentación de
un informe justificado (similar a la contestación de la demanda en
el amparo de doble instancia), pero en la práctica se limitaba al
envío de los autos respectivos, que es la situación actualmente re-
gulada por los artículos 168 y 169 de la Ley reglamentaria.
112. La tramitación que se sigue es la que corresponde a un re-
curso y no a un proceso autónomo, ya que constituye la continua-
ción del proceso ordinario ante el juez o tribunal de la causa (aun
cuando formalmente se invoca la violación de los artículos 14 y 16
constitucionales), ya que el único acto de parte se reduce a la for-
mulación de alegatos por escrito al tribunal colegiado respectivo, y
corresponde al llamado tercero perjudicado (en estricto sentido,
interesado), que es la contraparte del promovente del amparo en el
citado proceso ordinario, así como al ministerio público que hubie-
se intervenido en el proceso penal (artículo 180 de la Ley).
113. Subsisten todavía algunas hipótesis en las cuales algunas
resoluciones judiciales se impugnan por medio del amparo de do-
ble instancia (artículos 107, fracción VII y 114, fracciones III, IV y V
de la Ley de Amparo)75, pero en la mayoría de los supuestos la

75 Se ha disminuido paulatinamente este sector, que ahora se reduce, según el


citado artículo 114 de la Ley de Amparo, a las resoluciones dictadas fuera de
juicio (jurisdicción voluntaria) o después de concluido (ejecución de senten-
cia, fracción III); contra las resoluciones dentro de juicio que tengan sobre las
personas o las cosas una ejecución que sea de imposible reparación (fracción
IV), y respecto de decisiones judiciales pronunciadas fuera o dentro del pro-

81
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

primera instancia carece verdaderamente de objeto, ya que excep-


cionalmente se requiere la presentación de medios de prueba dis-
tintos a los ofrecidos ante la jurisdicción ordinaria, por lo que con
el tiempo se reducirá todavía más esta tramitación76.
114. Como ya lo hemos sostenido, el amparo contra resolucio-
nes judiciales constituye un verdadero recurso de casación federal, tal
y como lo había señalado Emilio Rabasa desde principios del siglo
XX (ver supra párrafo 107), y en virtud de que la sentencia de fondo
(ya que la que se otorga por violaciones procesales siempre implica
el reenvío) cuando es estimatoria, se envía al juez o tribunal de la
causa para que dicte un nuevo fallo sujetándose a los lineamientos
de la decisión del tribunal de amparo puede afirmarse, como lo
señaló el constitucionalista mexicano Fernando Vega también a
principios del siglo (XX), que se ha seguido, con ciertas modalida-
des, el sistema francés de la casación77.

VIII. DERECHOS PROTEGIDOS


115. Debido a la redacción inalterable de los artículos 101 y 102
de la Carta Federal de 1857 y el 103 de la Constitución vigente de
1917, tal pareciera que los únicos derechos fundamentales protegi-
dos son los individuales clásicos que se califican como garantías
individuales. La doctrina y la jurisprudencia de la Suprema Corte de
Justicia durante la vigencia de la citada Constitución de 1857, esti-
mó que debían considerarse como derechos tutelados por el dere-

ceso, que afecten a personas extrañas a él, cuando la ley procesal no les otor-
gue un recurso o medida de defensa legal (fracción V).
76 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “Reflexiones sobre la naturaleza procesal del am-
paro”, cit. supra nota 7, pp. 130-141.
77 Son numerosos los autores mexicanos que han señalado las similitudes del
amparo contra sentencias judiciales con el recurso de casación, y entre ellos
podemos señalar, Fix-Zamudio, Héctor, “Presente y futuro de la casación ci-
vil a través del juicio de amparo”, publicado originalmente en la Memoria de
El Colegio Nacional, 1978, México 1979, pp. 91-138, e incorporado posterior-
mente al libro Ensayos sobre el derecho de amparo, cit. supra nota 7, pp. 237-284;
Alatriste de la Fuente, Miguel, El juicio de amparo y el recurso de casación civil,
México 1948; Olea y Leyva, Teófilo, “Genealogía jurídica de la casación y el
amparo en materia penal”, en Problemas Jurídicos y Sociales de México, México
1955, pp. 41-90; Ríos Espinosa, Alejandro, Amparo y casación, México 1960, y
Palacios, Ramón, en varios artículos entre los que destaca “El mito del ampa-
ro”, en Revista de la Facultad de Derecho de México, Nº 24, octubre-diciembre de
1956, pp. 275-301 y en su libro, Instituciones de amparo, Puebla 1963.

82
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cho de amparo, los establecidos en el primer título de dicha Carta


considerados como derechos del hombre. El artículo primero de dicha
Ley Fundamental se iniciaba con la declaración de que El pueblo de
México reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto de las
instituciones sociales (...)78.
116. A pesar de su orientación iusnaturalista, la Carta Federal
de 1857, no consagró una disposición similar al artículo IX de la
Constitución Federal de los Estados Unidos,79 que estableció los
llamados derechos implícitos, las cuales fueron introducidos por in-
fluencia de este precepto en varias Constituciones latinoamericanas
expedidas el siglo XIX, pero que todavía se conservan en las Cartas
Fundamentales vigentes80. Sin embargo, la doctrina mexicana de
esa época consideró que la tutela del derecho de amparo se exten-
día también a otros derechos individuales establecidos en otros
preceptos de dicha Constitución Federal, cuando estaban relacio-
nados o vinculados con los consagrados expresamente en los pri-
meros veintiocho artículos constitucionales (el veintinueve se refe-
ría a la suspensión y limitación de dichos derechos en caso de
emergencia)81.

78 Al respecto, la Suprema Corte de Justicia estableció el principio de que el


juicio de amparo únicamente procedía contra los derechos establecidos como
“garantías individuales” consagrados expresamente por la Constitución, pe-
ro no respecto de otros principios de equidad que otras leyes consagraban y
que algunos autores enumeraban entre dichas garantías. Cf., Vallarta, Ignacio
L., Votos, Tomo III, edición de Antonio J. Lozano, Imprenta y Litografía de
Ireneo Paz, México 1896, pp. 1-35.
79 Dicho precepto dispuso: Art. IX Constitución de Estados Unidos.
80 Fix-Zamudio, Héctor, “Algunos aspectos de la influencia de la Constitución
de los Estados Unidos en la protección de lo derechos humanos en América
Latina”, en el volumen Constitución y democracia en el Nuevo Mundo. Una vi-
sión panorámica de las instituciones políticas en el Continente Americano, Univer-
sidad Externado de Colombia, Bogotá 1988, pp. 131-167, Id. “Algunos aspec-
tos de la influencia del constitucionalismo de los Estados Unidos en la pro-
tección de los derechos humanos en el derecho mexicano”, en la obra editada
por James Frank Smith, Derecho constitucional Comparado México-Estados Uni-
dos, Tomo I, UNAM, México 1991, pp. 133-190.
81 Cf., Lozano, José María, Estudio del Derecho Constitucional Patrio en lo relativo a
los derechos del hombre, publicado originalmente en (Lozano), México 1876,
Imprenta del Comercio de Dublán y Lozano, y posteriormente, 3ª ed, Porrúa,
México 1987. Montiel y Duarte, Isidro, Estudios sobre garantías individuales,
publicado originalmente en Imprenta del Gobierno, en Palacio, a cargo de Jo-
sé María Sandoval, México 1873, actualmente, 2ª ed., facsimilar, Porrúa, Mé-
xico 1972.

83
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

117. Es notorio, la Constitución federal vigente cuyo texto ori-


ginal fue promulgado el 5 de febrero de 1917, inició la tendencia
que se fortaleció en la primera posguerra sobre el llamado constitu-
cionalismo social, es decir, que elevó a rango fundamental los dere-
chos de carácter social, especialmente de los sectores marginados,
como los campesinos (artículo 27) y de los trabajadores (artículo
123)82, que paulatinamente se han incrementado con la incorpora-
ción de otros derechos económicos y culturales, pero la redacción
del artículo 103 de dicha Carta Fundamental quedó prácticamente
idéntica a la del artículo 101 de la Constitución de 1857, es decir, se
refirió exclusivamente a las garantías individuales, concepto que to-
davía predomina entre los tratadistas mexicanos83.
118. No obstante esta tradición, se ha iniciado un cambio en la
doctrina mexicana, que aborda recientemente el concepto de dere-
chos humanos, para sustituir el anticuado de garantías individuales,
que por inercia todavía conserva el texto constitucional; cambio
que no sólo implica una modificación en la terminología, sino tam-
bién de perspectiva para abarcar de manera integral a los derechos
de la persona humana en el ordenamiento mexicano, que posee
una dimensión cada vez más amplia, y que pretende extenderse
también a los nuevos derechos de solidaridad o de la tercera gene-
ración84.
119. Pero lo más trascendente, después de muchos años de ais-
lamiento, es la propensión de la incorporación cada vez más inten-
sa en el ámbito interno, de los derechos consagrados por los trata-
dos internacionales, para complementar y perfeccionar los estable-
cidos en el ordenamiento constitucional. Esta proyección ha sido
vigorosa en los ordenamientos latinoamericanos, que han recono-
cido de manera paulatina la jerarquía superior de los tratados in-

82 La bibliografía es muy amplia, pero citamos la obra reciente de Rabasa, Emi-


lio O., El pensamiento político y social del Constituyente de 1916-1917, UNAM,
México 1996.
83 Las obras más conocidas sobre la materia conservan esta terminología ana-
crónica, como la de Burgoa Orihuela, Ignacio, Las garantías individuales, 30ª
ed., Porrúa, México 1998, y la de Castro, Juventino V., Garantías y amparo, 12ª
ed., Porrúa, México, 2002; Rojas Caballero, Ariel Alberto, Las garantías indivi-
duales en México. Sin embargo estos autores examinan no sólo los derechos
individuales clásicos, sino también los económicos, sociales y culturales que
se han incrementado de manera paulatina en nuestro texto constitucional.
84 Como ejemplo podemos citar el libro de Lara Ponte, Rodolfo, Los derechos
humanos en el constitucionalismo mexicano, 3ª ed., Porrúa, México 2002.

84
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ternacionales, particularmente los de derechos humanos, en el ám-


bito interno, y algunos ordenamientos, entre los cuales podemos
citar las Constituciones peruana de 1979, argentina reformada en
1994, y venezolana de 1999, que expresamente otorgan a dichos
tratados de derechos humanos jerarquía constitucional85.
120. Un sector importante de la doctrina mexicana ha sostenido
de manera creciente, que el amparo debe proceder, como en otros
ordenamientos latinoamericanos, contra la violación de los dere-
chos fundamentales establecidos por los tratados internacionales
ratificados por el Ejecutivo Federal y aprobados por el Senado Fe-
deral de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 133 constitucio-
nal86, que al incorporarse al ámbito interno según este precepto
fundamental, deben considerarse como derechos fundamentales
nacionales pero de fuente internacional. Sin embargo, los jueces fe-

85 Son numerosos los estudios sobre la creciente jerarquía de los tratados inter-
nacionales de los derechos humanos en el ámbito interno de los países lati-
noamericanos, por lo que citaremos sólo los más recientes: Fix-Zamudio,
Héctor, “El derecho internacional de los derechos humanos en las constitu-
ciones latinoamericanas y en la Corte Interamericana de Derechos Humanos”
en el libro The Modern World of Human Rights. El mundo moderno de los derechos
humanos. Essays in Honor, Ensayos en honor de Thomas Buergenthal, Instituto In-
teramericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica 1996, pp. 159-
207; Dulitzky, Ariel E., “Los tratados de derechos humanos en el constitucio-
nalismo iberoamericano” en la obra Estudios especializados de derechos humanos,
I, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica
1996, pp. 129-166; Ayala Corao, Carlos, “La jerarquía constitucional de los
tratados relativos a derechos humanos y sus consecuencias”; Carmona Tino-
co, Jorge Ulises, “La aplicación judicial de los tratados internacionales de los
derechos humanos”; Manili, Pablo Luis, “La recepción del derecho interna-
cional de los derechos humanos por el derecho constitucional iberoameri-
cano”, y Ortíz Ahlf, Loretta, “Integración de las normas internacionales en
los ordenamientos estatales de los países de Iberoamérica”, estos cuatro últi-
mos estudios en la obra Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Memo-
ria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional, coordinado por
Méndez Silva, Ricardo, UNAM, México 2002, pp. 37-90; 181-209; 371-410, y
447-467, respectivamente.
86 Este precepto que se inspira claramente en lo dispuesto por el artículo VI de
la Constitución de los Estados Unidos, y que se incorporó con un texto simi-
lar en el artículo 126 de la Constitución Federal de 1857, dispone en lo condu-
cente: “Esta Constitución, la leyes del Congreso de la Unión que emanen de
ella y todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se ce-
lebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Su-
prema de toda la Unión (...)”. Cf., Carpizo, Jorge, “La interpretación del artículo
133 constitucional” en su libro Estudios constitucionales, 6ª ed., Porrúa-UNAM,
México 1999, pp. 22-24.

85
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

derales han ignorado en un porcentaje importante estos derechos


de fuente internacional cuando conocen de los juicios de amparo, y
se han limitado a conocer de las violaciones de los derechos fun-
damentales establecidos expresamente en el texto constitucional.
121. Esta restricción se ha apoyado en el criterio anacrónico de
la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia, la que por mu-
cho tiempo sostuvo que los tratados internacionales en general, sin
hacer referencia expresa a los de derechos humanos, tenían el ca-
rácter de leyes federales de acuerdo con el citado artículo 133 cons-
titucional. Sin embargo, el más alto tribunal de la República no ha
podido sustraerse a la evolución que se observa actualmente sobre
el creciente reconocimiento de la jerarquía superior de los tratados
internacionales, y especialmente los que consagran derechos hu-
manos, y estableció una nueva tesis en el sentido de que los tratados
internacionales se ubican jerárquicamente por encima de las leyes federa-
les y en un segundo plano respecto de la Constitución Federal87.
122. Todo este desarrollo nos indica que los derechos estableci-
dos en los tratados internacionales ratificados por el Presidente de
la República y ratificados por el Senado, al incorporarse en el orde-
namiento mexicano, de acuerdo con la tendencia contemporánea
del carácter progresivo del derecho internacional de los derechos
humanos88, no contradicen o restringen los consagrados en nuestro
ordenamiento fundamental, sino por el contrario, toda vez que los
complementan y perfeccionan, al establecer condiciones más favo-
rables a los establecidas en nuestra Carta Federal mexicana, deben
considerarse al mismo nivel jerárquico de los preceptos de nuestra
Ley Suprema que consagran los derechos fundamentales, aun
cuando no exista un reconocimiento expreso89.

87 Este criterio se estableció por unanimidad de diez votos, al resolver el Tribu-


nal en Pleno el 11 de mayo de 1999, el amparo en revisión 1475/98, promovi-
do por el Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo, Tesis
LXXVII/99, publicada en el Informe de Labores de la Suprema Corte de Justicia,
1999, Anexo de Jurisprudencia, pp. 841-843.
88 Cf., Nikken, Pedro, La protección internacional de los derechos humanos. Su desa-
rrollo progresivo. Civitas-Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Ma-
drid 1987.
89 Cf., Algunos juristas mexicanos han señalado la creciente influencia del dere-
cho internacional de los derechos humanos en el derecho constitucional me-
xicano, y entre ellos podemos citar a Sánchez Bringas, Enrique, Los derechos
humanos en la Constitución y en los tratados internacionales, Porrúa, México
2001, y Corcuera Cabezut, Santiago, Derecho constitucional y derecho internacio-
nal de los derechos humanos, Oxford University Press, México 2002.

86
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

123. Aún cuando no resultaba necesario señalar de manera ex-


presa que los jueces federales mexicanos están obligados a aplicar
los derechos humanos de fuente internacional, en los proyectos de
reforma constitucional y de nueva Ley de Amparo aprobados por la
Suprema Corte de Justicia, a los cuales nos hemos referido con ante-
rioridad, se consideró conveniente establecer que dichos derechos
debían comprenderse entre los tutelados por el derecho de amparo
mexicano.
124. Resultó difícil la redacción de un nuevo texto tanto para el
artículo 103 de la Carta Federal como del artículo primero de la Ley
de Amparo, debido a que esencialmente el precepto fundamental y
en menor medida el de la Ley Reglamentaria sólo mencionaban
como ámbito de protección, según se ha dicho (ver supra párrafo
115), el relativo a las garantías individuales, no obstante la amplitud
mayor que adquirió el objeto de la institución. Además, la dificul-
tad se incrementó debido a que, como hemos señalado reiterada-
mente, el juicio de amparo mexicano comprende también la tutela
de los derechos establecidos en las disposiciones legislativas ordi-
narias, es decir, abarca también el llamado control de la legalidad.
Debido a lo anterior, el citado proyecto propuesto como texto cons-
titucional, es el siguiente:
Los tribunales de la Federación resolverán toda controver-
sia que se suscite por normas generales o actos de autoridad
que violen las garantías (en estricto sentido, derechos) que con-
sagra esta Constitución o los derechos humanos que protegen los
instrumentos internacionales generales en la materia que estén de
acuerdo con la propia Constitución, celebrados y que se celebren por
el Presidente de la República con aprobación del Senado90.
125. En el anteproyecto redactado por la comisión designada
por la misma Suprema Corte de Justicia para elaborarlo, se precisó
que estos instrumentos generales de carácter internacional eran las
Declaraciones Americana y Universal de los Derechos Humanos;
los Pactos de las Naciones Unidas sobre Derechos Civiles y Políti-
cos y sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y la Con-

90 El artículo primero del Proyecto de Nueva Ley de Amparo tiene una redac-
ción ligeramente diversa, pero con el mismo significado: “El juicio de amparo
tiene por objeto resolver toda controversia que se suscite por normas genera-
les o actos de autoridad que violen las garantías que consagra la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos o los derechos humanos que protegen
los instrumentos internacionales generales en la materia que estén de acuerdo con
aquélla, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación
del Senado”.

87
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

vención Americana sobre Derechos Humanos, pero en la redac-


ción final el Tribunal en Pleno del más alto tribunal estimó que
debía redactarse un texto menos específico pero con el mismo
contenido91.
126. También debe señalarse que el Proyecto de nueva Ley de
Amparo que hemos citado con frecuencia, extiende la tutela no sólo
respecto de los derechos subjetivos públicos, que habían sido aco-
tados por la jurisprudencia como aquellos que implicaban la exis-
tencia de un interés jurídico actual y directo. En efecto, al referirse
al promovente del amparo se incluyen además de dichos derechos
también los intereses legítimos, ampliamente desarrollados por la
doctrina europea, especialmente la española y la italiana, que com-
prende también el interés indirecto, que se apoya en una situación
de carácter jurídico, lo que significa que sin llegar al establecimien-
to de acciones populares, como los establecidos en otros ordenamien-
tos latinoamericanos (ver supra párrafos 37-41), amplían la protec-
ción respecto de los derechos colectivos, entre ellos los que se apo-
yan en los llamados intereses difusos o transpersonales92.
127. Así sea con cierta inseguridad y tímidamente, se ha inicia-
do una corriente jurisprudencial, en especial entre algunos tribuna-
les colegiados de circuito, que reconocieron la posibilidad de pro-
teger los derechos colectivos derivados del interés legítimo y no
exclusivamente por conducto del ejercicio de derechos subjetivos
públicos, entre ellos los apoyados en los calificados como intereses
difusos, lo cual implica la posibilidad de establecer un derecho de
amparo de carácter colectivo protector del derecho al ambiente y
otros similares93.
128. El Proyecto de nueva Ley Reglamentaria, al modificar el
concepto tradicional de la autoridad para efectos del amparo, per-
mite la posibilidad de introducir, aun en forma acotada, el derecho

91 Cf., Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, Hacia una nueva Ley de Amparo, cit. supra
nota 66, pp. 28-40.
92 Cf., op. ult. cit., pp. 41-64.
93 Cf., Cabrera Acevedo, Lucio, El amparo colectivo protector del derecho al ambiente
y de otros derechos, Porrúa, México 2000; Id., “Pasado y futuro del amparo co-
lectivo”, y Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, “El acceso a la justicia de los intere-
ses de grupo. (Hacia un juicio de amparo colectivo en México”, estos dos úl-
timos trabajos en el libro Derecho procesal constitucional, 3ª ed., Porrúa-Colegio
de Secretarios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Tomo I, México
2002, pp. 301-309 y 345-385, respectivamente.

88
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de amparo contra personas privadas, que ha sido reconocido por


varios ordenamientos latinoamericanos (ver supra párrafo 12). En
efecto, la jurisprudencia tradicional de la Suprema Corte de Justicia
había establecido un concepto clásico de autoridad como aquella
que podía disponer de la fuerza pública para imponer sus decisio-
nes, con lo cual restringió el amparo exclusivamente contra las de-
pendencias centralizadas de la administración pública federal o de
las entidades federativas, y de manera muy limitada respecto de
organismos descentralizados, exclusivamente cuando se les confe-
ría la facultad de determinar contribuciones tributarias.
129. Recientemente la jurisprudencia de la misma Suprema
Corte modificó ese criterio tradicional y consideró que debía su-
perarse ese concepto clásico de autoridad, para adoptar uno más
moderno que tomase en cuenta la facultad de crear, modificar o
extinguir situaciones jurídicas de manera unilateral y obligatoria,
con lo que extendió el ámbito protector respecto de organismos
descentralizados.
130. En el citado Proyecto se modifica aún más dicho concepto
de autoridad, para efectos del amparo, ya que el artículo 40, frac-
ción II, dispone que debe considerarse como autoridad responsable
(demandada), aquélla que con independencia de su carácter formal,
“(...) dicta, ordena, ejecuta o trata de ejecutar el acto que crea, mo-
difica o extingue situaciones jurídicas en forma unilateral u obligato-
ria; u omita el acto que de realizarse crearía, modificaría o extingui-
ría dichas situaciones jurídicas (...)”94. Lo anterior, además de com-
prender como demandados a organismos descentralizados del Es-
tado, podría abarcar también la conducta de algunos particulares,
cuyo número ha aumentado recientemente con las privatizaciones
de servicios públicos que se encomienda a empresas privadas, o
bien respecto de grupos de presión de carácter económico o social
que pueden afectar la esfera jurídica de los gobernados, lo que im-
plica la protección de los derechos humanos en las relaciones entre
particulares (Drittwirkung), es decir, lo relativo a aquellos sectores
que recientemente se han calificado como poderes privados95.

94 Cf., Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, Hacia una nueva Ley de Amparo, cit. supra
nota 66, pp. 65-79.
95 Cf., Entre otros, los estudios recientes de Estrada, Alexei Julio, “La eficacia
entre particulares de los derechos fundamentales, (Una presentación del caso
colombiano)”, y Vega García, Pedro de, “La eficacia frente a particulares de
los derechos fundamentales de los derechos fundamentales (La problemática

89
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

IX. PERSONAS TUTELADAS


131. El carácter de las personas tuteladas está relacionada con
la amplitud protectora del derecho de amparo mexicano, el cual,
como lo hemos sostenido anteriormente (ver supra párrafo 52), en
sus orígenes contempló exclusivamente a individuos particulares,
ya que se pretendía tutelar exclusivamente derechos individuales
de carácter clásico. Posteriormente, como se ha dicho, al introducir-
se el amparo contra resoluciones judiciales, la protección se exten-
dió prácticamente a todos los habitantes del país, en relación con
los derechos de carácter ordinario, pero siempre de carácter indivi-
dual.
132. El liberalismo individualista que se impuso en nuestro
país a partir del triunfo del sector liberal radical, predominante en
la redacción de la Constitución de 1857, pero que ascendieron al
gobierno al terminar la llamada Guerra de Reforma (1857-1861), y
posteriormente con la restauración de la República respecto del
Imperio de Maximiliano (1867), se discutió por varios años, prácti-
camente hasta la primera década del siglo XX, sobre la posibilidad
de que las llamadas personas morales, es decir, las personas jurídicas
colectivas, pudiesen interponer el juicio de amparo.
133. Otro obstáculo para el reconocimiento de la legitimación
de las personas jurídicas colectivas se apoyó en la llamada Ley de
Desamortización de 1856, que con mucho retraso respecto de la
conocida Ley Chapelier francesa, desconoció la personalidad de las
corporaciones civiles y religiosas, de manera que, por ejemplo, se
negó la personalidad jurídica de las comunidades indígenas para
interponer el amparo contra los actos de privación de sus propie-
dades o posesiones que habían sido reconocidas desde las Leyes de
Indias, ya que la jurisprudencia de la Suprema Corte sólo admitió
la posibilidad de que los afectados pudiesen promover el juicio de
amparo como personas individuales, lo que fue una de las causas
de la concentración de la tierra, por la indefensión de las citadas

de la Drittwirkung der grundreche)”, ambos trabajos aparecidos en la obra


coordinada por Carbonell, Miguel, Derechos fundamentales y Estado, Memo-
ria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional, UNAM, México
2002, pp. 267-687-707, respectivamente.

90
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

comunidades96. Sin embargo, para efectos prácticos, y debido a que


uno de los postulados del liberalismo individualista era el respeto
irrestricto a la propiedad privada, se aceptó la legitimidad de las
sociedades mercantiles y civiles para solicitar el juicio de amparo,
de acuerdo con la tesis doctrinal de la ficción, en el sentido de que
la afectación a dichas personas colectivas se traducían en la de sus
integrantes particulares.
134. No obstante, que como es evidente, la Constitución vigen-
te de 5 de febrero de 1917 fue la primera al elevar a nivel de pre-
ceptos fundamentales a los derechos de carácter social, que se ha
enriquecido posteriormente con la consagración de numerosos de-
rechos económicos y culturales, quedó prácticamente invariable el
texto del artículo 107, fracción II, de dicha Carta Federal, respecto
de la redacción del artículo 102, de la Ley Fundamental anterior de
1857, y se refiere exclusivamente a individuos particulares, no obs-
tante que se ha ampliado considerablemente la tutela no sólo a las
que todavía se califican como personas morales de carácter mer-
cantil y civil, sino también a los diversos grupos sociales, e inclusi-
ve a algunas autoridades públicas.
135. En este sentido varios preceptos de la Ley de Amparo vi-
gente regulan expresamente esta ampliación de las personas legi-
timadas para interponer el juicio de amparo. Así el artículo 8º. se
refiere a las personas morales privadas, el 9º a las personas morales
de carácter público cuando reclamen sus intereses patrimoniales, y
el 76, al consagrar los efectos particulares de las sentencias de am-
paro a que nos hemos referido anteriormente, establece en su parte
relativa que: “Las sentencias que se pronuncien en los juicios de
amparo sólo se ocuparán de los individuos particulares, o de las perso-
nas morales privadas u oficiales que lo hubiesen solicitado (...)”
136. Debido a la incorporación del control de constitucionali-
dad, la jurisprudencia admitió la posibilidad de que autoridades
públicas pudiesen interponer el juicio de amparo ya sea en defensa
de sus intereses patrimoniales o bien cuando actuasen al mismo
nivel de los particulares, de acuerdo con la doctrina, actualmente
superada de la doble personalidad del Estado. Todo ello se recogió por
la jurisprudencia no siempre de manera precisa, debido a la ausen-

96 En relación de la jurisprudencia de la Suprema Corte que no reconoció la


personalidad de las comunidades indígenas, Cf., Vallarta, Ignacio L., cit. su-
pra nota 78, Paz, Irineo, 1896, Tomo IV, pp. 1-51 y 323-340.

91
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cia de procedimientos adecuados para la tutela de las atribuciones


de las diversas autoridades públicas que resultaran afectadas por la
conducta de otras. Afortunadamente se amplió la esfera de las lla-
madas controversias constitucionales, reguladas actualmente, de
acuerdo con las reformas constitucionales y legales de 1995, por el
artículo 105 de la Constitución Federal y de su Ley Reglamentaria,
que inclusive introdujeron en las reformas constitucionales y lega-
les de 1995 los llamados conflictos de atribución, entre los diversos
órganos del Estado, lo que ha permitido plantear las controversias
que sólo artificialmente se pretendía dirimir por conducto del juicio
de amparo97.
137. En el Proyecto de la nueva Ley de Amparo se pretende
precisar este aspecto tan difícil de la procedencia del juicio de am-
paro promovido por autoridades públicas, en cuanto su artículo 6º
dispone que: “La Federación, los Estados, el Distrito Federal, los
municipios o cualquier persona moral pública podrán solicitar am-
paro por conducto de los servidores públicos o representantes que
señalen las disposiciones aplicables cuando una norma general o
acto los afecten encontrándose en un plano de igualdad con los particu-
lares”. El amparo solicitado por las autoridades públicas se explica
por el control de la legalidad, ya que cuando se debaten cuestiones
constitucionales los conflictos deben plantearse por conducto de las
controversias constitucionales reguladas por la fracción I, del ar-
tículo 105 de la Carta Federal.

X. ORGANISMOS JURISDICCIONALES DE PROTECCIÓN


138. Desde la consolidación el juicio de amparo mexicano en
los artículos 101 y 102 de la Constitución Federal de 1987, el prime-
ro de dichos preceptos otorgó la competencia para conocer de este
instrumento protector a los tribunales federales. Si bien el artículo
126 de dicha Carta Suprema, inspirada, como se ha dicho, en el
artículo VI de la Constitución de los Estados Unidos, dispuso en su
segundo párrafo: “(...) Los jueces de cada Estado se arreglarán a
dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en
contrario que pueda haber en las constituciones o leyes de los Es-

97 La bibliografía sobre las controversias constitucionales y su relación con el


juicio de amparo es muy amplia, debido a la la Suprema Corte ha resuelto a
partir de 1995 varios conflictos importantes, por lo que nos limitamos a citar,
por su amplitud, la obra de Castro, Juventino, V., El artículo 105 Constitucio-
nal, 3ª ed., Porrúa, México, 2000, pp. 55-122.

92
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tados”, la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia, desde sus


primeros años, consideró que los jueces locales no podían interve-
nir en la tramitación del juicio de amparo, ya que los tribunales
federales tenían el monopolio del conocimiento de este instrumento pro-
tector.
139. No obstante el tiempo transcurrido e innumerables deba-
tes de carácter doctrinal98, nuestro más alto tribunal ha reiterado
recientemente su criterio en el sentido de que no existe posibilidad
de un control difuso de la inconstitucionalidad de las leyes, el que
sólo puede plantearse por medio del amparo contra leyes, y exclu-
sivamente ante los tribunales federales99.
140. La integración de los tribunales de la Federación estable-
cida por el artículo 123 de la Constitución Federal de 1824, por jue-
ces de distrito, tribunales de circuito y Suprema Corte de Justicia,
de acuerdo con el modelo norteamericano, no ha variado sustan-
cialmente en su estructura, pero se ha modificado esencialmente en
su composición. Hemos señalado anteriormente, que al introducir-
se el derecho de amparo para revisar la legalidad de las resolucio-
nes judiciales de los tribunales del país, tanto locales como federa-
les, se centralizó en estos últimos, y en última instancia en la Su-
prema Corte de Justicia, la decisión final de todos los asuntos judi-
ciales (ver supra párrafo 68), lo cual fue calificado certeramente por
el ilustre jurista mexicano Emilio Rabasa en los primeros años del
siglo XX, como tarea imposible100.
141. El Constituyente de Querétaro que expidió la Carta Fede-
ral vigente de 1917, consideró necesario reiterar el mismo sistema
que se había practicado durante la vigencia de la Constitución an-
terior, aun cuando con algunas limitaciones, como la reducir a una
sola instancia (en lugar de las dos anteriores), la tramitación del
juicio de amparo contra resoluciones judiciales (ver supra párrafo

98 Cf., el clásico estudio del ilustre constitucionalista mexicano Martínez Baéz,


Antonio, “El indebido monopolio del Poder Judicial de la Federación para
conocer de la constitucionalidad de las leyes”, en Revista de la Escuela Nacional
de Jurisprudencia, Nº 15, México, julio-septiembre de 1942, pp. 243-253.
99 Cf., tesis jurisprudencial de la Suprema Corte de Justicia, con el título “Con-
trol difuso de la inconstitucionalidad de las normas generales. No lo autoriza
el artículo 133 constitucional”, publicada en la Novena época del Seminario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo X, agosto de 1999, tesis 74/99, p. 5.
100 El artículo 14, cit. supra nota 57, Capítulo XIII, “la imposible tarea de la Corte”,
pp. 103-110.

93
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

90). Por ello, la Suprema Corte de Justicia conservó su competencia


de decidir en último grado la legalidad del procedimiento y del
fondo de todos los asuntos judiciales del país. La evolución poste-
rior hasta las modificaciones constitucionales y legales de 1988 y
1995, se destacó por el esfuerzo permanente, sin éxito apreciable,
para reducir el rezago esencialmente en materia de amparo, que
afectó a la Suprema Corte de Justicia de México.
142. En un principio se confió al Tribunal en Pleno del más alto
tribunal el conocimiento del juicio de amparo, pero en pocos años,
en las reformas constitucionales y legales de 1928 y 1934, se dividió
la Suprema Corte primero en tres y posteriormente en cuatro Salas
según la materia (penal, administrativa, civil y laboral), y se incre-
mentó el número de sus magistrados, de los once originales a vein-
tiuno, pero ello resultó insuficiente con el tiempo, y las modifica-
ciones posteriores se orientaron esencialmente a la reducción del
rezago, que como lo había previsto Emilio Rabasa, hacía imposible
la tarea del más alto tribunal de la República.
143. Las modificaciones más importantes se efectuaron en 1951,
al crearse los tribunales colegiados de circuito para auxiliar a la
propia Suprema en el conocimiento del juicio de amparo, espe-
cialmente el relativo a la impugnación de las resoluciones judicia-
les, y se crearon varios circuitos en diversas regiones. Además, se
estableció una Sala auxiliar de cinco magistrados, con lo cual el
número de integrantes aumentó a veintiséis, pero únicamente los
miembros de las cuatro Salas numerarias podían integrar el Tribu-
nal en Pleno101. En pocos años esa modificación fue insuficiente, fue
necesario cambiar los preceptos constitucionales y legales, en 1968,
para realizar una nueva distribución de competencias, con el objeto
de mantener en la Suprema Corte los asuntos judiciales de mayor
importancia jurídica, económica y social, trasladando los demás a

101 Los citados tribunales colegiados integrados por tres magistrados se inspira-
ron en los tribunales de circuito de apelación establecidos en los Estados
Unidos en el año de 1891, también con el propósito de auxiliar a la Corte Su-
prema Federal en el conocimiento de los asuntos de competencia federal. Cf.,
Brent Swisher, Carl, El desarrollo constitucional de los Estados Unidos, trad. de
Charny, Hugo, Tomo I, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires 1958,
pp. 437-438.

94
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

los tribunales colegiados de circuito, cuyo número aumentó para


ser distribuidos en las regiones más importantes del país102.
144. Esta evolución culminó con dos importantes reformas
constitucionales y legales sobre la estructura del poder judicial fe-
deral, particularmente en cuanto su conocimiento de los juicios de
amparo. En efecto, el 15 de enero de 1988 se modificó sustancial-
mente el conocimiento del derecho de amparo, de tal suerte que se
atribuyó a la Suprema Corte de Justicia las competencia para cono-
cer del segundo grado de los juicios de amparo en los cuales se
planteara una cuestión estrictamente constitucional. Todos los de-
más asuntos en los cuales se discutiera un problema de legalidad,
es decir aplicación de disposiciones legales ordinarias se traslada-
ron a los tribunales colegiados de circuito y cuyo número se incre-
mentó de manera considerable lo mismo el número de circuitos, y
se inició la especialización por materias de algunos de ellos. Lo
anterior modificó la tradición implantada desde el siglo anterior en
el sentido de que la Suprema Corte de Justicia funcionaba esen-
cialmente como un tribunal federal de casación y sólo en algunos co-
nocía cuestiones directas de constitucionalidad. Debido a este cam-
bio sustancial, aún cuando conservó su nombre tradicional, la Su-
prema Corte se transformó en un verdadero tribunal constitucional
desde el punto de vista material103.
145. Las reformas constitucionales y legales de 1995 consolida-
ron la naturaleza de la Suprema Corte de Justicia como tribunal
constitucional, ya que por medio de ellas se redujo el número de
magistrados de dicho alto tribunal, de veintiséis (veintiún numera-
rios y cinco supernumerarios) a once, número más próximo al de
los integrantes de la mayoría de los organismos jurisdiccionales
especializados en la resolución de conflictos constitucionales. Por
otra parte la Corte conservó como función principal la de conocer
en segundo grado de los juicios (la primera corresponde a los jue-

102 Cf., Fix-Zamudio, Héctor, “Ochenta años de evolución del juicio de amparo
mexicano”, en la obra Ochenta años de vida Constitucional en México, UNAM,
Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, México 1998, pp. 371-430,
reproducido en el libro del autor, Ensayos sobre el derecho de amparo, cit. supra
nota 7, pp. 727-793.
103 Entre otros, Fix-Zamudio, Héctor, “La Suprema Corte como Tribunal Consti-
tucional”, en los libros Las nuevas bases constitucionales y legales del sistema me-
xicano. La reforma judicial de 1967, y Reformas constitucionales de renovación na-
cional, ambos publicados en México, Porrúa, México 1987, pp. 345-390 y 495-541,
respectivamente.

95
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ces de distrito y en casos excepcionales a los tribunales colegiados


de circuito), en los cuales se plantearan cuestiones estrictamente
constitucionales, y además se amplió la esfera de las llamadas con-
troversias constitucionales, para comprender no sólo los conflictos de
competencia entre las entidades federales, locales y municipales,
sino también los llamados conflictos de atribución entre los órganos
del Estado en sus diversos niveles, y además de introdujo una ac-
ción abstracta de inconstitucionalidad que pueden interponer el 33%
de los integrantes de las legislaturas federales, locales y del Distrito
Federal en sus respectivas esferas, y el Procurador General de la
República en todos los casos (artículo 105 Constitucional, fraccio-
nes I y II, y su Ley Reglamentaria de 11 de mayo de 1995104.
146. En forma muy resumida podemos afirmar que actualmen-
te el conocimiento del juicio de amparo se divide en dos grandes
sectores. El primero que podemos considerar como estrictamente
constitucional corresponde en exclusiva a la Suprema Corte de Jus-
ticia en segunda instancia y el segundo relativo al control de la lega-
lidad secundaria, que en su mayor parte implica la impugnación de
las resoluciones judiciales de todos los tribunales del país, que se
atribuye a los tribunales colegiados de circuito, distribuido en las
ciudades más importantes del país, cuyo número se ha incremen-
tado de manera considerable, y además un buen número de ellos
se ha especializado por materias105.
México, 2013
Héctor Fix-Zamudio

104 La bibliografía es muy amplia, por lo que citamos únicamente la obra recien-
te de Castro, Juventino V., El artículo 105 constitucional, cit., supra nota 97, pp.
123-144.
105 El número actual de juzgados de distrito, tribunales colegiados y circuitos,
242 Juzgados de Distrito y 165 Tribunales Colegiados.

96
INTRODUCCIÓN

En todos los sistemas judiciales propios de un Estado constitu-


cional de derecho, el derecho ciudadano más clásico es el derecho
de acceso a la justicia para poder obtener la tutela judicial de los
derechos e intereses de las personas. Para ello es que, fundamen-
talmente, se organizan los sistemas judiciales o tribunalicios. Por
tanto, la garantía genérica judicial de los derechos fundamentales
es, justamente, la organización de un sistema judicial autónomo e
independiente con la función esencial de proteger los
Por ello, en las Constituciones se establece, como es el caso en
Venezuela, el derecho de toda persona “de acceso a los órganos de
administración de justicia para hacer valer sus derechos e intereses,
incluso colectivos o difusos; a la tutela efectiva de los mismos y a
obtener con prontitud la decisión correspondiente” (art. 26); agre-
gándose en la Constitución de 1999 que “el proceso constituye un
instrumento fundamental para la realización de la justicia,” para lo
cual “las leyes procesales establecerán la simplificación, uniformi-
dad y eficacia de los trámites y adoptarán un procedimiento breve,
oral y público” de manera que “no se sacrificará la justicia por la
omisión de formalidades no esenciales” (art. 257).
Este derecho general de acceso a la justicia para la protección
de los derechos e intereses de las personas, por supuesto incluye
los de rango constitucional, dando siempre origen a la garantía del
amparo de los derechos y libertades constitucionales, sin que para
ello necesariamente en los ordenamientos jurídicos se establezcan
medios procesales específicos o tribunales especiales tendientes a
garantizar tal protección.
En efecto, en todos los ordenamientos jurídicos procesales, se
han establecido mecanismos adjetivos que pueden servir de ampa-
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ro a los derechos de las personas dentro del procedimiento civil o


penal ordinario. Es el caso, por ejemplo, de los writs del sistema
de derecho angloamericano; de las medidas de urgencia del sis-
tema francés e italiano, entre otros; y, en general, de las medidas
cautelares.
La palabra “writ” que viene de la palabra “written” (escrito), que
si bien procesalmente es el acto de introducción de la instancia,130
en la práctica, sobre todo desde el ángulo de los estudios compara-
dos, significa toda orden o mandamiento emanado de una autori-
dad judicial en ejercicio de sus funciones públicas, dirigida a quien
está obligado a cumplir la ley, sea una autoridad o una persona
natural o jurídica. Así, desde la Carta Magna, los writs desempeñan
en el derecho inglés el papel más importante en la protección de los
derechos fundamentales de las personas, pues son los mecanismos
judiciales ordinarios utilizados para ello.
Entre los writs más importantes utilizados en el derecho anglo-
americano, por supuesto, está el writ of habeas corpus para la protec-
ción de la libertad y seguridad personales; el mandamus, que es el
writ del common law, consistente en el mandamiento u orden diri-
gido a una autoridad para que realice determinado acto al cual está
obligado legalmente; el writ of prohibition, utilizado como instru-
mento de corrección de actuaciones judiciales para impedir que
órganos judiciales inferiores actúen fuera de su competencia, usado
también en materia de incompetencias de autoridades administra-
tivas; el writ quo warrante, especie de acción popular intentada en
nombre del interés colectivo, para salvaguarda pública contra los
abusos o ilegalidades cometidos en ejercicio de funciones públicas;
el writ of error, tendiente, en el derecho norteamericano, a la revi-
sión de cualquier acto de autoridad judicial por motivos de incons-
titucionalidad; y el writ of injunction, que tiene por objeto impedir o
asegurar que se practique o ejecute determinado acto en beneficio
del titular de un derecho subjetivo para impedir que se le cause un
daño irreparable.”131

130 Véase J. A. Jolowicz y otros, Droit Anglais, París 1986, p. 145.


131 Véase, por ejemplo, Diomar Ackel Filho, Writs Constitucionais, Sao Paulo,
1988, pp. 8-10.

98
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Cuando se identifican writs para la protección de derechos


fundamentales, estos se han calificado como civil rights injun-
ctions. 132
En el derecho francés tampoco no existen mecanismos judicia-
les especiales para la protección de los derechos y garantías consti-
tucionales, sino que en general, son las jurisdicciones ordinarias
judiciales y administrativas las encargadas de proteger y amparar
los derechos a través de los medios ordinarios, entre los cuales está
la institución denominada del “référé” consagrada en el Código de
Procedimiento Civil, y que le permite al juez judicial adoptar deci-
siones (órdenes o prohibiciones) en casos de urgencia para la pro-
tección de dichos derechos.
El artículo 809 de dicho Código, en efecto, autoriza al juez para
“incluso en presencia de una oposición seria, prescribir en référé las
medidas conservativas o de restablecimiento que se impongan, sea
para prevenir un daño inminente, sea para hacer cesar un trastorno
manifiestamente ilícito.” Agrega la norma que “en los casos en que
la existencia de la obligación no sea seriamente objetable, puede
acordar una provisión al acreedor u ordenar la ejecución de la obli-
gación, incluso si se trata de una obligación de hacer.”
Con base en esta facultad, el juez francés no sólo tiene poderes
cautelares, sino que tiene poderes para resolver un conflicto en
casos de urgencia, con poderes restitutorios para prevenir un daño
inminente (medidas conservativas) o en caso de trastorno manifies-
tamente ilícito. Con fundamento en esta facultad judicial, una muy
amplia jurisprudencia ha puesto en evidencia la utilización de este
medio procesal como instrumento para la protección inmediata de
derechos y libertades constitucionales en materias tales como la
protección al honor y a la propia imagen.133 La característica de la
decisión judicial, en todo caso, es que es de carácter provisional, en
el sentido de que no tiene en lo principal autoridad de cosa juzga-
da, por lo que no afecta la facultad de los jueces del fondo para
conocer con autoridad plena sobre el asunto. La provisionalidad,
sin embargo, puede producir efectos permanentes si la parte agra-
viada no intenta otra acción de fondo.

132 Véase Owen M. Fiss, The Civil Rights Injunction, Indiana University Press,
1978, p. 12.
133 R. Lindon, «Le juge des référés et la presse,» Dalloz 1985, Chroniques, 61.
Véase los comentarios en Enrique Paillas, El recurso de protección ante el dere-
cho comparado, Santiago de Chile, 1990, pp. 19-26.

99
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En el sistema italiano, en el cual a pesar de que existe una Cor-


te Constitucional no se estableció un recurso de amparo similar al
de los sistemas alemán o español, sin embargo, en el Código de
Procedimiento Civil puede identificarse un procedimiento ordina-
rio de urgencia que al igual que los writs de los sistemas angloame-
ricanos y del référé francés, sirve de medio efectivo de protección de
los derechos y libertades constitucionales. Se trata de un procedi-
miento regulado en el artículo 700 del Código de Procedimiento
Civil italiano que establece:
“Fuera de los casos regulados en las secciones precedentes
de este capítulo, quien tenga motivo fundado para temer que
durante el tiempo necesario para hacer valer su derecho en vía
ordinaria éste se halle amenazado por un perjuicio inminente e
irreparable, puede solicitar por escrito al juez las providencias
de urgencia que, según las circunstancias parezcan más idó-
neas para asegurar provisionalmente los efectos de la decisión
sobre el fondo.”
Si bien este procedimiento ha sido de uso escaso y esporádico,
en materia de derechos constitucionales ha sido utilizado, entre
otros, para la protección del derecho al nombre y a la propia ima-
gen.134
Por último, debe mencionarse la progresividad que se ha veni-
do observando en materia de protección de los derechos humanos,
mediante la aplicación en los procesos ordinarios e, incluso, con-
tencioso administrativos, del régimen de las medidas cautelares
innominadas, cada vez más amplio.
Así, a título de ejemplo, puede mencionarse que en el Código
de Procedimiento Civil de Venezuela (arts. 585 y 588, Parágrafo
primero), además de regular las medidas preventivas tradicionales
(embargo, por ejemplo), dispone que cuando exista riesgo mani-
fiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo y siempre que se
acompañe prueba que constituya presunción grave de esta circuns-
tancia y del derecho que se reclama, “el Tribunal podrá acordar las
providencias cautelares que considere adecuadas, cuando hubiere
fundado temor de que una de las partes pueda causar lesiones gra-
ves o de difícil reparación al derecho de la otra. En estos casos, para
evitar el daño, el Tribunal puede autorizar o prohibir la ejecución

134 Véase O. Satta, Diritto proccesuale civile, Padova, 1957, p. 589.

100
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de determinados actos, y adoptar las providencias que tengan por


objeto hacer cesar la continuidad de la lesión.” Con una disposición
de esta naturaleza, los poderes del juez ordinario son amplísimos
para la protección de los derechos constitucionales.
Sin embargo, aparte de todas estas garantías genéricas de ca-
rácter judicial para la protección de los derechos de las personas,
incluyendo los derechos fundamentales, en muchos países y, en
particular, en los de América Latina, desde el siglo XIX se han ve-
nido desarrollando un conjunto de garantías judiciales específicas,
expresamente destinadas a la protección de los derechos constitu-
cionales, tal como es la institución del amparo, de la tutela, de la
protección constitucional o del mandado de segurança.135
Esta garantía judicial, aun cuando con denominaciones diver-
sas, puede decirse que es una institución latinoamericana que se
desarrolló en nuestros países y que existe en casi todos ellos, 136
incluso en ausencia de previsiones constitucionales expresas.137
Así, además del hábeas corpus como mecanismo de protección de
la libertad personal, las Constituciones de casi todos los países de
América Latina han regulado el recurso o la acción de amparo, en
general, para la protección de todos los otros derechos constitu-
cionales e, incluso, en algunos países de la propia libertad per-
sonal.
El amparo constitucional, en esta forma, no sólo es un medio
adjetivo o acción judicial específica para la protección de los dere-
chos fundamentales, sino básicamente, un derecho fundamental en

135 Véase en general Allan R. Brewer-Carías, El amparo a los derechos y garan-


tías constitucionales (una aproximación comparativa), Caracas 1993.
136 Véase Allan R. Brewer-Carías, “The Amparo as an Instrument of a Ius Consti-
tutionale Commune,” en Armin von Bogdandy, Eduardo Ferrer Mad-Gregor,
Mariekla Morales Antoniazzi, Flávia Piovesan and Ximena Soley (Editrors),
Transformative Constitutionalism In Latin America. The Emergence of a New Ius
Commune, Oxford University Press 2017, pp. 171-190.
137 Como fue el caso de Argentina y más recientemente de la República Domini-
cana. Véase, Juan De La Rosa, El recurso de amparo. Estudio Comparativo. Su
aplicación en la República Dominicana, Santo Domingo 2001; Allan R. Brewer-
Carías, “La admisión jurisprudencial de la acción de amparo, en ausencia de
regulación constitucional o legal en la República Dominicana» en Revista
IIDH, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, N° 29, San José,
enero-junio 1999, pp. 95-102; y en Iudicium et vita, Jurisprudencia en Derechos
Humanos, Nº 7, Edición Especial, Tomo I, Instituto Interamericano de Dere-
chos Humanos, San José, 2000, pp. 334-341.

101
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

sí mismo que se garantiza a todas las personas para ser protegidas


judicialmente en el goce y ejercicio de sus derechos y garantías
constitucionales.
Por ello, por ejemplo, el artículo 27 de la Constitución venezo-
lana de 1999, siguiendo la orientación de la norma que inicialmente
se había incorporado en la Constitución de 1961 (art. 49), garantiza
a todas las personas, el:
“derecho a ser amparada por los tribunales en el goce y
ejercicio de los derechos y garantías constitucionales, aun de
aquellos inherentes a la persona que no figuren expresamente
en esta Constitución o en los instrumentos internacionales so-
bre derechos humanos.”
Se estableció así expresamente, en Venezuela, el “derecho de am-
paro,” como una de las vías para materializar el ejercicio de la justi-
cia constitucional a cargo de los tribunales de la jurisdicción ordi-
naria138 destinada a proteger los derechos y garantías establecidos
en la Constitución, en los tratados e instrumentos internacionales
sobre derechos humanos, o que sean inherentes al ser humano aun
cuando no figuren expresamente es esos textos; ante cualquier vio-
lación o amenaza de violación por parte de las autoridades públi-
cas o de los particulares. En el proceso constitucional de amparo,
además, los jueces competentes, cuando sea necesario, pueden
aplicar, para decidir el caso, el método difuso de control de consti-
tucionalidad de las leyes y demás actos normativos desaplicándo-
las cuando las juzgue inconstitucionales al decidir el caso concreto
(artículo 334 de la Constitución).139
La consagración con rango constitucional de los derechos de
las personas, en efecto, no tendría efectividad alguna si no se esta-
bleciera en el propio texto constitucional la mencionada garantía

138 Véase en general sobre las formas de ejercicio de la justicia constitucional,


Allan R. Brewer-Carías, La Justicia Constitucional (Procesos y Procedimientos
Constitucionales), Editorial Porrúa/Instituto Mexicano de Derecho procesal
Constitucional, México 2007; Derecho Procesal Constitucional. Instrumentos para
la Justicia Constitucional, Tercera Edición, Centro de Derecho Procesal Consti-
tucional, Universidad Monteávila, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas
2014.
139 Véase Allan R. Brewer-Carias, “El método difuso de control de constituciona-
lidad de las leyes en el derecho venezolano,” en Víctor Bazán (coord.), Dere-
cho Procesal Constitucional Americano y Europeo, Edit. Abeledo-Perrot, dos
tomos, Buenos Aires, Rep. Argentina, 2010, Tomo I, pp. 671-690

102
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

judicial específica de dichos derechos, que en Venezuela no se re-


dujo a ser una única “garantía judicial” o acción o recurso de am-
paro sino a regular el derecho de todas las personas a ser amparadas por
los tribunales en el goce y ejercicio de los propios derechos constitu-
cionales; garantía que se puede ejercer, por supuesto, mediante el
ejercicio de una acción autónoma de amparo regulada en la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales
de 1988,140 pero también, como se regula en la Ley Orgánica, me-
diante la formulación de una pretensión de amparo conjuntamente
con otras vías judiciales idóneas y efectivas para la protección cons-
titucional, es decir, para enervar las lesiones constitucionales adu-
cidas, como son la acción de inconstitucionalidad de las leyes, la
acción contencioso administrativa de anulación contra los actos
administrativos, y las acciones y recursos ordinarios, de apelación
o casación e incluso solicitudes judiciales como por ejemplo, las de
nulidad absoluta por violación de garantías constitucionales en
materia penal (“amparo penal”). Precisamente por ello, la Consti-
tución en Venezuela, al contrario de lo que sucede en la mayoría de
los países de América Latina,141 no reguló una única y sola “acción

140 Véase en Gaceta Oficial de la República de Venezuela número 34.060 del 27 de


septiembre de 1988. Véase sobre la Ley nuestros estudios “Introducción Ge-
neral al régimen del derecho de amparo a los derechos y garantías constitu-
cionales (El proceso de amparo),” en Allan R. Brewer-Carías, Carlos Ayala
Corao y Rafael J. Chavero Gazdik, Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, Colección Textos Legislativos Nº 5, Editorial Jurídi-
ca Venezolana (primera edición, 1988), Séptima edición corregida, aumenta-
da y actualizada, Caracas 2016, pp. 9-329. La Ley fue reformada mediante
Ley sancionada por la Asamblea Nacional en 2014, pero la reforma nunca fue
promulgada ni publicada, a pesar de que incluso la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo declaró la constitucionalidad de su carácter orgánico con-
forme con la Constitución. Véase sobre dicha fallida reforma véase Allan R.
Brewer-Carías, “Sobre las diversas formas de ejercicio del derecho constitu-
cional de amparo en Venezuela: Comentarios a la fallida reforma de la Ley
Orgánica de Amparo de 1988, sancionada en 2014,” en el libro: El proceso
constitucional de amparo. Balance y Reforma, del Centro de Estudios Constitu-
cionales, Lima 2015.
141 Véase en general, nuestros trabajos comparativos: Judicial Review in Compara-
tive Law, Cambridge Studies in International and Comparative Law. New Se-
ries, Cambridge University Press, Cambridge 1989; Constitutional Protection of
Human Rights in Latin America. A Comparative Study of the Amparo Proceedings,
Cambridge University Press, New York 2008; El proceso de amparo en América
Latina, Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional, Ed. Po-
rrúa, México 2016 y Gaceta Judicial, Lima 2016; “El amparo a los derechos y
libertades constitucionales y la acción de tutela a los derechos fundamentales

103
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

de amparo,” sino el derecho de todos a ser amparados, es decir, el


“derecho de amparo,” incluso mediante una acción específica de
amparo, siendo este uno de los signos distintivos del amparo vene-
zolano cuando se lo compara con la misma institución en América
Latina.142
Precisamente pero ello, en Venezuela, al regular la Constitu-
ción este derecho de todos a ser amparados (art. 29) en sus dere-
chos, la acción de amparo no agota el ejercicio de dicho derecho, en
el sentido de que como lo observó la Sala Constitucional del Tribu-
nal Supremo de Justicia en sentencia Nº 1215 de 25 de julio de 2011,
adicionalmente, “el ejercicio de la tutela constitucional por parte de
todos los jueces de la República, a través de cualquiera de los cana-
les procesales dispuestos por el ordenamiento jurídico, es una carac-
terística inmanente al sistema judicial venezolano”;143 razón por la cual,
como se dijo, el derecho de amparo se puede ejercer, además de me-
diante la acción de amparo, a través de otros medios o vía procesales
idóneas y efectivas para la protección constitucional.
Por supuesto, la vía procesal por excelencia para dicha protec-
ción constitucional de los derechos y garantías constitucionales es
la acción de amparo, que ha sido definida por la Sala Constitucio-
nal del Tribunal Supremo de Justicia, como:

en Colombia: una aproximación comparativa,” en Manuel José Cepeda (edi-


tor), La Carta de derechos. Su interpretación y sus implicaciones, Editorial Temis,
Bogotá 1993, pp. 21-81, y en La protección jurídica del ciudadano. Estudios en Ho-
menaje al Profesor Jesús González Pérez, Tomo 3, Editorial Civitas, Madrid 1993,
pp. 2.695-2.748; El amparo a los derechos y libertades constitucionales. Una aproxi-
mación comparativa, Cuadernos de la Cátedra Allan R. Brewer-Carías de Dere-
cho Público, n° 1, Universidad Católica del Táchira, San Cristóbal 1993, 138
pp., también publicado por el Instituto Interamericano de Derechos Huma-
nos (Curso Interdisciplinario), San José, Costa Rica, 1993, (mimeo), 120 pp.
142 Véase Allan R. Brewer-Carías, “El derecho de amparo y la acción de ampa-
ro,” en Revista de Derecho Público, Nº 22, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, abril-junio 1985, pp. 51-61. Véase sobre nuestro criterio: Héctor Fix Za-
mudio, “La teoría de Allan R. Brewer-Carías sobre el derecho de amparo La-
tinoamericano y el juicio de amparo mexicano,” en El derecho público a comien-
zos del siglo XXI. Estudios en homenaje al Profesor Allan R. Brewer-Carías, Edito-
rial Thomson Civitas, Madrid, 2002, Tomo I, pp. 1125 y ss.
143 Véase la sentencia Nº 1215 de 25-7-2011, en Revista de Derecho Público, Nº 127,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2011, pp. 174-176.

104
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“una garantía de restablecimiento de la lesión actual o in-


minente a una ventaja esencial, producto de un acto, actuación
u omisión antijurídica, en tanto contraria a un postulado en
cuyo seno se encuentre reconocido un derecho fundamen-
tal.”144
Por ello, dicha acción de amparo, que siempre origina el ejerci-
cio de la justicia constitucional, se desarrolla, en principio, ante
cualquier juez de primera instancia de la jurisdicción ordinaria, es
decir, ante los tribunales civiles, mercantiles, laborales, penales, de
menores, agrarios o de cualquier otra materia, y de los tribunales
de la jurisdicción contencioso administrativa; o ante cualquier juez
de la localidad si no hubiere uno de primera instancia.
La misma Sala Constitucional del Tribunal Supremo señaló en
sentencia No. 1229 de 5 de abril de 2013, que si bien “la acción de
amparo constitucional es un medio judicial breve y expedito, a tra-
vés del cual se protegen los derechos fundamentales que la Consti-
tución reconoce […] cuando se puede acudir a la vía procesal ordi-
naria, sin que la lesión a la situación jurídica se haga irreparable, es
precisamente el trámite o el medio procesal ordinario, el instru-
mento para reparar la lesión y no la acción de amparo y, por tanto,
no habría posibilidad de interponer la acción de amparo si estuvie-
se prevista otra acción o un recurso para dilucidar la misma cues-
tión.”145 De allí el carácter extraordinario de la acción de amparo,
conforme a lo cual, de acuerdo a lo expresado por la misma Sala
Constitucional del Tribunal Supremo, en sentencia Nº 1189 de 30
de septiembre de 2009, estando concebida la acción de amparo:
“como una acción destinada al restablecimiento de un de-
recho o una garantía constitucional lesionados, sólo es admisi-
ble como una medida extraordinaria destinada a evitar que el
orden jurídico quede lesionado, ante la inexistencia de una vía
idónea que, por su rapidez y eficacia, impida la lesión de un
derecho constitucional. La admisibilidad de la acción de ampa-
ro surge cuando los medios ordinarios son insuficientes para
restablecer la situación infringida, o cuando su procedimiento,

144 Véase sentencia Nº 460 de 6-4-2001 (Caso: Only One Import, C.A. vs. Guardia
Nacional), en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas 2001, p. 437.
145 Véase la sentencia Nº 1229 de 5-4-2013, en Revista de Derecho Público, Nº 134,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2013, pp. 149-152.

105
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

dada la naturaleza de la lesión alegada, no cumple con la fina-


lidad de lograr la protección de inmediato o, en todo caso, sus
efectos vienen a ser retardados o diferidos, de modo que no
permiten reparar el daño sufrido, cuando el derecho constitu-
cional está conculcado.”146
En todo caso, tratándose de un proceso constitucional que se
puede iniciar mediante una acción autónoma de amparo, o me-
diante una petición de amparo formulada conjuntamente con otras
acciones, solicitudes o recursos judiciales, además de ser una de las
garantías constitucionales, es un derecho constitucional en sí mis-
mo: el derecho de amparo o el derecho a ser amparado. 147

146 Véase la sentencia Nº 1189 de 30-9-2009, en Revista de Derecho Público, Nº 119,


Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2009, pp. 135-137.
147 Véase Allan R. Brewer–Carías, El Derecho y la Acción de Amparo, Tomo V,
Instituciones Políticas y Constitucionales, Editorial Jurídica Venezolana, Univer-
sidad Católica del Táchira, Caracas–San Cristóbal, 1998; y antes: “El derecho
de amparo y la acción de amparo,” en Revista de Derecho Público, Nº 22, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, abril-junio 1985, pp. 51-61.

106
PRIMERA PARTE
EL RÉGIMEN CONSTITUCIONAL DEL
PROCESO DE AMPARO

I. LA REGULACIÓN CONSTITUCIONAL

Como se ha dicho, el artículo 27 de la Constitución venezolana


de 1999,148 siguiendo la orientación del artículo 49 de la Constitu-
ción de 1961, reguló el proceso de amparo constitucional como la vía
procesal para el ejercicio de un derecho constitucional, es decir, el derecho
de toda persona a ser amparado judicialmente en sus derechos y garantías
constitucionales,149 el cual como se ha explicado se puede ejercer a

148 Véase en general, Hildegard Rondón de Sansó, “La acción de amparo consti-
tucional a raíz de la vigencia de la Constitución de 1999,” en Revista de la Fa-
cultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UCV, Nº 119, Caracas, 2000, pp. 147–
172; Richard D. Henríquez Larrazábal, “El problema de la procedencia del
amparo constitucional en el Derecho venezolano,” en Bases y principios del sis-
tema constitucional venezolano (Ponencias del VII Congreso Venezolano de Derecho
Constitucional realizado en San Cristóbal del 21 al 23 de Noviembre de 2001), Vo-
lumen II, pp. 403-475; Víctor R. Hernández–Mendible, “El amparo constitu-
cional desde la perspectiva cautelar,” en El Derecho Público a comienzos del si-
glo XXI. Estudios homenaje al Profesor Allan R. Brewer–Carías, Tomo I, Edit. Ci-
vitas, Madrid, 2003, pp. 1219–1301.
149 Véase en general sobre el amparo en Venezuela: Hildegard Rondón de Sansó,
La acción de amparo contra los Poderes Públicos, Editorial Arte, Caracas 1994;
Hildegard Rondón de Sansó, Amparo constitucional, Editorial Arte, Caracas
1998; Gustavo Linares Benzo, El proceso de amparo, Universidad central de
Venezuela, Caracas 1999; Rafael J. Chavero Gazdik, El nuevo régimen del ampa-
ro constitucional en Venezuela, Edit. Sherwood, Caracas 2001; Miguel Ángel
Martín Tortabú, El amparo constitucional, Editorial Jurídica Venezolana Inter-
national, 2020.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

través de múltiples medios o recursos judiciales de protección, in-


cluyendo la acción de amparo.
A tal efecto, el artículo 27 de la Constitución dispone:
“Artículo 27: Toda persona tiene derecho a ser amparada
por los tribunales en el goce y ejercicio de los derechos y garan-
tías constitucionales, aun de aquellos inherentes a la persona
que no figuren expresamente en esta Constitución o en los ins-
trumentos internacionales sobre derechos humanos.
El procedimiento de la acción de amparo constitucional se-
rá oral, público, breve, gratuito y no sujeto a formalidad, y la
autoridad judicial competente tendrá potestad para restablecer
inmediatamente la situación jurídica infringida o la situación
que más se asemeje a ella. Todo tiempo será hábil y el tribunal
lo tramitará con preferencia a cualquier otro asunto.
La acción de amparo a la libertad o seguridad podrá ser in-
terpuesta por cualquier persona, y el detenido o detenida será
puesto bajo la custodia del tribunal de manera inmediata, sin
dilación alguna.
El ejercicio de este derecho no puede ser afectado, en modo
alguno, por la declaración del estado de excepción o de la res-
tricción de garantías constitucionales.”
Las reformas más importantes que introdujo esta norma res-
pecto de lo que se había establecido en el artículo 49 de la Constitu-
ción de 1961,150 fueron las siguientes:
En primer lugar, en forma expresa se estableció el amparo como
un “derecho” constitucional de toda persona, “a ser amparada por
los tribunales en el goce y ejercicio de los derechos y garantías
constitucionales.”
En segundo lugar, se trata de un derecho que corresponde a “to-
da persona” en el sentido de toda persona natural que se encuentre
en el territorio nacional o de toda persona jurídica domiciliada o
que tenga intereses en el mismo.

150 El artículo 49 de la Constitución de 1961 dispuso: “Los Tribunales ampararán


a todo habitante de la República en el goce y ejercicio de los derechos y ga-
rantías que la Constitución establece, en conformidad con la ley. / El proce-
dimiento será breve y sumario, y el juez competente tendrá potestad para
restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida.

108
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En tercer lugar, en cuanto a los derechos amparables, se esta-


bleció que no sólo son los que la Constitución establece, sino aque-
llos inherentes a la persona que no figuren expresamente, no sólo
en la Constitución sino en los instrumentos internacionales (trata-
dos, pactos, convenciones suscritos y ratificados por la República)
sobre derechos humanos, los cuales, además, conforme a la propia
Constitución, tienen rango constitucional y prevalecen incluso so-
bre el orden interno si contienen regulaciones más favorables (ar-
tículo 23). Por tanto, todos los derechos constitucionales y funda-
mentales son justiciables por la vía del amparo.
En cuarto lugar, es un derecho, el de ser amparado, que puede
ejercerse para buscar protección judicial contra cualquier violación
o amenaza de violación de esos derechos o garantías constituciona-
les, provengan de actos, hechos u omisiones de funcionarios, órga-
nos o entidades públicas o de otros particulares.
En quinto lugar, para que proceda el ejercicio del derecho a ser
amparado ante los tribunales, se requiere que el derecho o garantía
constitucional sea directamente lesionado en su goce o ejercicio, sea
que con ello se viole directamente la Constitución, los instrumentos
internacionales o las leyes que conforme a la Constitución regulan
o garantizan el derecho.
En sexto lugar, la Constitución atribuye competencia judicial
para conocer de las pretensiones de amparo a “los tribunales,” con
lo cual la Constitución expresamente se apartó de los sistemas que
regulan el amparo como un medio adjetivo único que debe ejercer-
se ante un solo órgano jurisdiccional (Tribunal Constitucional).
Además, la protección del amparo puede pedirse, ya sea conjun-
tamente con el ejercicio de las acciones o recursos ordinarios o ex-
traordinarios previstos en el ordenamiento procesal que sean idó-
neos y efectivos para la protección constitucional, o mediante una
acción autónoma de amparo. Adicionalmente, se establece que todo
tiempo es hábil y el tribunal debe tramitar el amparo con preferencia
a cualquier otro asunto.
En séptimo lugar, en cuanto al procedimiento, en lugar de esta-
blecer sólo que debía ser “breve y sumario” como lo hacía la Cons-
titución de 1961, se indica que debe ser “oral, público, breve, gra-
tuito y no sujeto a formalidad,” y agregando, además, que “todo
tiempo será hábil y el tribunal lo tramitará con preferencia a cual-
quier otro asunto,” a lo que debe agregarse que sea efectivo, “para

109
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida o la si-


tuación que más se le asemeje.”
Y en octavo lugar se precisó expresamente que “el ejercicio de
este derecho no puede ser afectado, en modo alguno, por la declara-
ción del estado de excepción o de la restricción de garantías consti-
tucionales.”
Como puede observarse de dicha norma del artículo 27 de la
Constitución, en ella no sólo se recogieron todos los principios
fundamentales en materia de amparo que la Constitución de 1961
había establecido, sino los que se habían desarrollado jurispruden-
cialmente antes y después de la sanción de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales de 1988,151
estableciéndose por tanto, no sólo una acción de amparo sino en
forma más amplia, el derecho constitucional a ser amparado; prin-
cipios que se complementa con las previsiones de los instrumentos
internacionales en materia de derechos humanos.
II. EL DERECHO DE AMPARO EN LA DECLARACIÓN UNI-
VERSAL DE DERECHOS HUMANOS DE LAS NACIONES
UNIDAS Y EN EL PACTO INTERNACIONAL DE DERE-
CHOS CIVILES Y POLÍTICOS DE NACIONES UNIDAS
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Na-
ciones Unidas, que fue sancionado en Venezuela mediante Ley
aprobatoria de 1978,152 en efecto, en nuestro criterio estableció el
derecho de amparo, siendo su antecedente inmediato, la Declara-
ción Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Asam-
blea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948.
Dicha Declaración, en efecto, además de establecer la garantía
del debido proceso (Art. 12), puede decirse que consagró también
como derecho de todas las personas, el derecho de amparo a los
derechos fundamentales, en los siguientes términos:

151 Véase Allan R. Brewer-Carías, “La reciente evolución jurisprudencial en


relación a la admisibilidad del recurso de amparo,” en Revista de Derecho Pú-
blico, Nº 19, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, julio-septiembre 1984, pp.
207-217; y “El derecho de amparo y la acción de amparo,” en Revista de Dere-
cho Público, Nº 22, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, abril-junio 1985,
pp. 51-61.
152 Véase en Gaceta Oficial Nº 2146 Extra de 29 de enero de 1978.

110
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“Artículo 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efec-


tivo, ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconoci-
dos por la constitución o la ley.”
Este derecho fundamental establecido en la Declaración se
puede considerar como un derecho que tiene toda persona a dis-
poner de un recurso efectivo para la protección judicial de sus de-
rechos fundamentales, es decir, que estos puedan ser amparados
judicialmente mediante un recurso efectivo, lo que en el mundo
contemporáneo ha dado lugar al desarrollo de la acción o recurso
de amparo, consagrado incluso después de la segunda post guerra
en Alemania y en España. Como se dijo, dicho derecho se estable-
ció separado del derecho al debido proceso que el artículo 12 de la
Declaración consagró en los siguientes términos:
“Artículo 12. Toda persona tiene derecho, en condiciones
de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por el
tribunal independiente e imparcial, para la determinación de
sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acu-
sación contra ella en materia penal.”
El derecho de amparo puede decirse que también se recogió en
la “Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión” presentado
como anexo al Proyecto de la Constitución Europea de 2003 (art.
II,47, párrafo primero), en forma separada respecto del derecho
fundamental que tiene toda persona en el ejercicio de sus derechos
e intereses legítimos, a que se le asegure el acceso a la justicia y a
obtener una tutela judicial efectiva por parte de los jueces, con ga-
rantía del debido proceso y del derecho a la defensa (art. II,47, pá-
rrafos segundo y tercero).153
Entre uno y otro derecho podría establecerse una relación de
género a especie: el derecho a la tutela judicial efectiva general se-
ría el género, vinculado al derecho al debido proceso y a la defensa
en relación con todos los derechos (y no sólo los fundamentales) e

153 Véase Allan R. Brewer-Carías, “El derecho al debido proceso y el derecho de


amparo en el proyecto de Constitución Europea,” en Juan Pérez Royo, Joa-
quín Pablo Urías Martínez, Manuel Carrasco Durán, Editores), Derecho Cons-
titucional para el Siglo XXI. Actas del Congreso Iberoamericano de Derecho Consti-
tucional, Tomo I, Thomson-Aranzadi, Madrid 2006, pp. 2151-2162. Véase el
Proyecto en https://www.pfizer.es /docs/pdf/salud/Proyecto_de_Consti-
tucion_de_la_UE.pdf.

111
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

intereses legítimos de las personas; y el derecho de amparo o a la


tutela judicial efectiva individual, se refiere en concreto al derecho
de las personas a disponer específicamente de “un recurso efecti-
vo” ante los tribunales, que las amparen contra actos que particu-
larmente violen sus derechos fundamentales reconocidos no sólo
en la Constitución sino en las leyes. Se trata, sin duda, del derecho
de amparo que se traduce en el derecho a un recurso efectivo para
la específica protección de los derechos fundamentales.
Casi 20 años después de adoptada la Declaración Universal, en
el mencionado Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
adoptado en el seno de las Naciones Unidas el 19 de diciembre de
1966, también se estableció como un compromiso de los Estados
Parte en el Pacto, además de garantizar el derecho al debido proce-
so en una detallada norma (Art. 14), el garantizar que:
“Art. 2.3.a. Toda persona cuyos derechos y libertades reco-
nocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá inter-
poner un recurso efectivo, aún cuando tal violación hubiera si-
do cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus fun-
ciones oficiales;
b) La autoridad competente, judicial, administrativa o le-
gislativa, o cualquiera otra autoridad competente prevista por
el sistema legal del Estado, decidirá sobre los derechos de toda
persona que interponga tal recurso, y a desarrollar las posibili-
dades de recurso judicial;
c) Las autoridades competentes cumplirán toda decisión en
que se haya estimado procedente el recurso.”
En esta norma del Pacto, en la misma línea de la Declaración
Universal, de nuevo se garantizó internacionalmente el derecho de
amparo de los derechos fundamentales y no sólo el derecho al de-
bido proceso o a la tutela judicial en general, perfeccionándose in-
cluso su consagración, al otorgarse a toda persona el derecho de
interponer un recurso efectivo cualquiera que sea la causa de la
violación a los derechos y libertades reconocidos en el Pacto, y no
sólo ante las violaciones provenientes de “actos,” como señalaba la
Declaración Universal. Además, se precisó que dicho recurso pro-
cede contra cualquiera que sea el agraviante o sujeto activo de la
violación, incluso si se tratase de funcionarios públicos o, en gene-
ral, de personas que actúan en ejercicio de sus funciones oficiales.
El derecho de amparo que consagró el Pacto Internacional, sin em-

112
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

bargo, sólo se refiere a la protección de los derechos y libertades


reconocidos en el mismo, sin hacer alusión a los que se establecen
en las Constituciones y leyes de los Estados.
Ahora, ateniéndonos a las regulaciones contenidas en la Decla-
ración Universal de los Derechos Humanos y en el Pacto Interna-
cional de los Derechos Civiles y Políticos, como se ha dicho, en esos
instrumentos internacionales, independientemente del derecho a la
tutela judicial efectiva, se ha establecido el derecho de toda persona
a un recurso efectivo ante los jueces o tribunales nacionales compe-
tentes para que la amparen contra las violaciones a sus derechos y
libertades fundamentales reconocidos en las respectivas Constitu-
ciones, en las leyes y en la propia Declaración Universal y en el
Pacto Internacional.
De estas normas internacionales puede decirse que se derivan
los contornos de lo que debería ser este derecho de amparo de los
derechos fundamentales en el derecho interno de los países, deli-
neados, por lo demás, en forma mucho más amplia de la que existe
en los sistemas alemán y español, y que podrían identificarse con
base en los siguientes principios:
En primer lugar, tanto la Declaración Universal como el Pacto
Internacional conciben el amparo como un derecho fundamental.
Estimamos que ello deriva de la indicación de que toda persona
“tiene derecho” a un recurso efectivo o a un derecho a interponer
un “recurso efectivo” para obtener el amparo judicial a sus dere-
chos; de lo que resulta, incluso, que no sólo se trata de que toda
persona tenga una garantía adjetiva concretizada en un solo recur-
so o a una acción específica de amparo, tutela o protección, sino
que toda persona tiene derecho a la protección o al amparo judicial
de sus derechos constitucionales.
En segundo lugar, conforme a la Declaración Universal y al Pac-
to Internacional, el derecho de amparo que en ellos se regula se le
debe garantizar a “toda persona” sin distingo de ningún tipo, por
lo que corresponde a las personas naturales y a las personas jurídi-
cas o morales; a las personas nacionales y a las extranjeras; a las
hábiles y no hábiles; a las personas de derecho público y a las de
derecho privado. Es decir, corresponde a toda persona en el senti-
do más universal.
En tercer lugar, el “recurso efectivo” de protección de los dere-
chos y libertades fundamentales de carácter judicial a los que se

113
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

refieren tanto la Declaración Universal como el Pacto Internacional,


puede ser de cualquier clase. Por ello, en realidad, consideramos
que puede tratarse de cualquier medio judicial de protección efec-
tivo, y no necesariamente de una sola y única específica “acción de
amparo.” Es decir, ni la Declaración Universal ni el Pacto Interna-
cional necesariamente se refieren a un solo medio adjetivo de pro-
tección, sino que puede y debe tratarse de un conjunto de medios
de protección siempre que sean idóneos para la protección consti-
tucional, lo que puede implicar, incluso, la posibilidad de utilizar
los medios judiciales ordinarios si estos garantizan la efectividad
de la protección constitucional.
Por tanto, no se trata de que cualquier medio judicial pueda
asegurar derecho de amparo, sino que por sobre todo tiene que
tratarse de un recurso idóneo y “efectivo,” es decir, que permita
obtener la protección constitucional al derecho violado en forma
rápida y con el resultado protectivo deseado, o que enerve las le-
siones constitucionales.
En cuarto lugar, la Declaración Universal y el Pacto Internacio-
nal señalan que el recurso judicial de protección o amparo puede
interponerse ante los tribunales nacionales competentes, de lo que
resulta que la intención de las regulaciones es que no sólo se trate
de un solo y único tribunal competente, como sucede en el caso
alemán y español, o en América Latina, de Costa Rica, donde la
competencia para conocer de la acción de amparo se atribuye al
Tribunal Constitucional o a la Corte Suprema. Ello, por supuesto,
se puede regular en el ordenamiento constitucional interno, pero el
fundamento de la regulación de la Declaración Universal y del Pac-
to Internacional es que ésta sea esencialmente la función del Poder
Judicial.
En quinto lugar, conforme a la Declaración Universal y al Pacto
Internacional este derecho a un recurso efectivo de protección ante
los tribunales, se establece para la protección de todos los derechos
y libertades fundamentales que estén en la Constitución, en la ley o
en los propios instrumentos internacionales, los cuales se denomi-
nan derechos fundamentales o constitucionales; y no sólo de ciertos
derechos constitucionales, como los específicamente denominados
“derechos fundamentales” o libertades individuales en Constitu-
ciones como las de Alemania y España, y en América Latina, de
Colombia.

114
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En sexto lugar, la protección que regula el Pacto Internacional es


contra cualquier violación o amenaza de violación a los derechos
fundamentales, la cual puede provenir de cualquier acto, omisión,
hecho o actuación que viole los derechos y libertades y, por su-
puesto, también que amenace violarlos, porque no tendría sentido
esperar que la violación se produzca para poder acudir a interpo-
ner el recurso efectivo de protección. Es decir, este recuro efectivo
para obtener amparo o protección tiene que poder interponerse
antes de que la violación se produzca, frente a la amenaza efectiva
de la violación y, por supuesto, frente a toda violación o amenaza
de violación provenga de quien sea.
En séptimo lugar, el recurso efectivo que regula tanto la Decla-
ración Universal como el Pacto Internacional se puede interponer
contra cualquiera que sea el sujeto activo de la violación, por lo que
no puede ni debe haber acto ni actuación alguna excluidas de la pro-
tección del amparo, así emane de los particulares o de los órganos y
entes del Estado y de sus poderes públicos. Por ello, la aclaratoria
que formula el Pacto Internacional de que el recurso efectivo de pro-
tección o amparo también se puede intentar cuando la violación a
los derechos y libertades hubiera sido cometida por personas que
actúen en ejercicio de sus funciones oficiales, es decir, por funciona-
rios públicos, lo que hace es dejar por sentado que la acción de am-
paro también puede interponerse contra particulares, lo cual sin em-
bargo está excluido en muchos países como Alemania y España.
Por último, en octavo lugar, en los casos de violaciones que sean
cometidas por personas que actúan en ejercicio de sus funciones
oficiales, ni la Declaración Universal ni el Pacto Internacional indi-
can específicamente en ejercicio de cuál Poder Público aquellos
actúan, por lo que el recurso efectivo de protección o amparo po-
dría interponerse contra cualquier acto que emane de cualquier
funcionario público o persona actuando en ejercicio de poderes
estatales, sea una ley, un acto administrativo, una sentencia judi-
cial, una vía de hecho, en fin, contra cualquier actuación u omisión
realizada en ejercicio de la función pública.
Esto implica, por otra parte, que la acción o pretensión de am-
paro se podría interponer directamente contra el acto lesivo, sin
que se tengan que agotar otras vías judiciales, es decir, sin que
tenga que tener un carácter subsidiario como sucede en Alemania
y en España, donde en definitiva el recurso siempre se tiene que
interponer contra la decisión judicial que agote las vías ordinarias
previas.

115
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Ese es, en realidad, el marco que establecen la Declaración


Universal y el Pacto Internacional de Naciones Unidas, y es ese el
que debería prevalecer en los derechos internos de los países que
han ratificado esos instrumentos. Ese parámetro, por otra parte,
quizás fue el tomado en cuenta para la consagración en el Proyecto
de Constitución Europea de 2003 de este derecho de amparo, más
allá del derecho a la tutela judicial efectiva general.
III. EL DERECHO DE AMPARO EN LA CONVENCIÓN AME-
RICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS Y EL CONTROL
DE CONVENCIONALIDAD
En la misma línea de regulación del Pacto Internacional de De-
rechos Civiles y Políticos debe mencionarse el texto de la Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos adoptada por la Confe-
rencia Especializada sobre Derechos Humanos el 22 de noviembre
de 1969, aprobado por Ley en Venezuela en 1977,154 la cual también
estableció tanto el derecho al debido proceso con todas sus garan-
tías judiciales en una detalladísima norma (Art. 8), como el derecho
de amparo; este último, delineándolo con mayor precisión incluso
como institución latinoamericana, establecida como la garantía
judicial por excelencia de los derechos humanos, tanto de los regu-
lados en las Constituciones y otras normas del derecho interno,
como de los enumerados en los instrumentos internacionales.155 En
tal sentido, el artículo 25 de la Convención Americana establece:

154 Véase en Gaceta Oficial Nº 31256 de 14 de junio de 1977. Venezuela que fue
Estado Miembro de la Convención desde los años noventa, la denunció en
2012, contrariando la Constitución. Véase Carlos Ayala Corao, “Inconstitu-
cionalidad de la denuncia de la Convención Americana sobre Derechos Hu-
manos por Venezuela” en Revista Europea de Derechos Fundamentales, Instituto
de Derecho Público, Valencia, España, No. 20/2º semestre 2012; en Estudios
Constitucionales, Centro de Estudios Constitucionales de Chile, Universidad
de Talca, año 10, No. 2, Chile, 2012; en la Revista Iberoamericana de Derecho
Procesal Constitucional, Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal Consti-
tucional y Editorial Porrúa, No. 18, Julio-Diciembre, 2012; en la Revista de De-
recho Público, No. 131, Caracas, julio-septiembre 2012; en el Anuario de Derecho
Constitucional Latinoamericano 2013, Anuario 2013, Konrad Adenauer Stiftung:
Programa Estado de Derecho para Latinoamérica y Universidad del Rosario,
Bogotá 2013.
155 Véase Allan R. Brewer–Carías, “El amparo en América Latina: La universali-
zación del régimen de la Convención Americana sobre los Derechos Huma-
nos y la necesidad de superar las restricciones nacionales” en Ética y Jurispru-
dencia, 1/2003, Enero–Diciembre, Universidad Valle del Momboy, Facultad

116
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“Art. 25,1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo


y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o
tribunales competentes, que la ampare contra los actos que vio-
len sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitu-
ción, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación
sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus fun-
ciones oficiales.”
Esta consagración del derecho de amparo en la Convención
Americana, a pesar de que Venezuela haya denunciado la Conven-
ción en 2012,156 es importante destacarla pues conforma una doc-
trina enriquecedora de la institución del amparo como derecho tal
como se ha consagrado la Constitución de 1999, pudiéndose decir,
incluso que la institución venezolana del derecho de amparo, en
comparación con el resto de los países de América latina, es la más
parecida a la regulación de la Convención Americana en la materia.
En efecto, de la norma del artículo 25.1 de la Convención, re-
sulta que el derecho de amparo que encuentra su fundamento en la
misma, no sólo es un derecho aplicable en todos los Estados miem-
bros, sino que del mismo resulta la obligación internacional que les
ha sido impuesta a los mismos con el objeto de asegurarle a todas
las personas, no sólo la existencia sino la efectividad de ese recurso
efectivo, sencillo y rápido para la protección de sus derechos. Para
ello, la propia Convención dispuso que los Estados Parte se com-
prometen “a garantizar que la autoridad competente prevista por
el sistema legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda per-
sona que interponga tal recurso” (artículo 25.2.a). Ello lo puntuali-
zó la Corte Interamericana en innumerables sentencias al recordar:
“El deber general del Estado de adecuar su derecho interno
a las disposiciones de dicha Convención para garantizar los de-
rechos en ella consagrados, establecido en el artículo 2, incluye
la expedición de normas y el desarrollo de prácticas conducen-
tes a la observancia efectiva de los derechos y libertades consa-
grados en la misma, así como la adopción de medidas para su-
primir las normas y prácticas de cualquier naturaleza que en-

de Ciencias Jurídicas y Políticas, Centro de Estudios Jurídicos “Cristóbal


Mendoza,” Valera, Estado Trujillo, 2004, pp. 9–34.
156 La denuncia de la Convención se materializó por comunicación dirigida por
el entonces Ministro de Relaciones Exteriores al Secretario General de la
OEA, en fecha 6 de septiembre de 2012.

117
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

trañen una violación a las garantías previstas en la Conven-


ción. Este deber general del Estado Parte implica que las medi-
das de derecho interno han de ser efectivas (principio del effet
utile), para lo cual el Estado debe adaptar su actuación a la
normativa de protección de la Convención.”157
Ahora bien, es bien sabido que la Corte Interamericana de De-
rechos Humanos desde sus primeras Opiniones Consultivas identi-
ficó el recurso previsto en el artículo 25.1 de la Convención con la
institución latinoamericana del amparo. Así lo expuso en su Opi-
nión Consultiva OC-8/87 del 30 de enero de 1987, El habeas corpus
bajo suspensión de garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6 Convención America-
na sobre Derechos Humanos), en la cual señaló que el artículo 25.1 de
la Convención era “una disposición de carácter general que recoge
la institución del amparo, entendido como el procedimiento judi-
cial sencillo y breve que tiene por objeto la tutela de todos los dere-
chos reconocidos por las constituciones y las leyes de los Estados
partes y por la Convención.”158 Y también en la Opinión Consultiva
OC-9/87 del 6 de octubre de 1987, Garantías judiciales en estados de
emergencia (arts. 27.2, 25 y 8, Convención Americana sobre Derechos
Humanos), donde la Corte precisó que “para que tal recurso exista,
no basta con que esté previsto por la Constitución o la ley o con
que sea formalmente admisible, sino que se requiere que sea real-
mente idóneo para establecer si se ha incurrido en una violación a
los derechos humanos y proveer lo necesario para remediarla;” al
punto de establecer que su falta de consagración en el derecho in-
terno, es decir, “la inexistencia de un recurso efectivo contra las
violaciones a los derechos reconocidos por la Convención constitu-
ye una transgresión de la misma por el Estado Parte en el cual se-
mejante situación tenga lugar.”159

157 Véase sentencia en el caso Yatama Vs. Nicaragua de 23 de Junio de 2005, (Párr.
170), en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_127_esp. pdf
158 Véase Opinión Consultiva OC-8/87, del 30 de enero de 1987, El habeas corpus
bajo suspensión de garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6 Convención Americana sobre De-
rechos Humanos, en http://www.corteidh.or.cr/docs/opiniones/seriea_08_
esp.pdf
159 Véase Opinión Consultiva OC-9/87 del 6 de octubre de 1987, Garantías judi-
ciales en estados de emergencia (arts. 27.2, 25 y 8, Convención Americana sobre De-
rechos Humanos (Párr. 24), en http://www.corteidh.or.cr/docs/opiniones/
seriea_09_esp.pdf

118
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Es bien sabido igualmente que en sus decisiones posteriores y


luego de una larga evolución, la Corte Interamericana ha variado
su interpretación, indicando que el artículo 25.1, al consagrar el
derecho al recurso efectivo como derecho de amparo, lo hace en el
sentido más amplio, de derecho humano a la “protección judicial”
efectiva, incluyendo el derecho de acceso a la justicia, siguiendo la
orientación fijada inicialmente por el juez Antonio Cançado Trin-
dade en su Voto al caso Genie Lacayo Vs. Nicaragua de 29 de enero
de 1997 cuando consideró que la norma era, no sólo uno de los pi-
lares básicos de la Convención, sino “de todo el Estado de derecho
en una sociedad democrática según el sentido de la Conven-
ción;”160 concepto que se reiteró con posterioridad en la jurispru-
dencia de la Corte Interamericana a partir de la sentencia del caso
Castillo Páez vs. Perú de 3 de noviembre de mismo año.161
En este contexto, por supuesto más amplio, el derecho de am-
paro no es más que una de las piezas de ese pilar básico de la de-
mocracia que es el derecho humano a la protección judicial, y no lo
agota; de manera que la acción de amparo se subsume en dicho
sistema de recursos judiciales rápidos, sencillos y eficaces (con el
signo en este caso de la inmediatez de la protección por tratarse de
derechos humanos) a los cuales las personas tienen derecho de
acceder (acceso a la justicia) con las garantías del debido proceso
que derivan del artículo 25.1 en conexión con el artículo 8 sobre
garantías judiciales, los cuales en conjunto son los que constituyen
el pilar de la democracia.162 Como lo dijo la Corte Interamericana
en la sentencia del caso de La Masacre de las Dos Erres vs. Guatemala

160 Voto Disidente de Antonio Augusto Cançado Trindade en la sentencia del


Caso Genie Lacayo vs. Nicaragua (Solicitud de Revisión de la Sentencia de Fondo,
Reparaciones y Costas) de 13 de septiembre de 1997 (Párr. 18), en
http://www.corteidh.or.cr/docs/ casos/articulos/seriec_21_esp.pdf
161 Véase sentencia del caso Castillo Páez vs. Perú de 3 de noviembre de 1997
(Párr. 82), en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_34_
esp.pdf.
162 Por ello, Anamari Garro Vargas considera que “no es lo mismo afirmar que el
sistema de recursos judiciales eficaces es uno de los pilares de la Convención
y del Estado de Derecho en un sistema democrático, que sostener que uno de
esos pilares es un recurso sencillo y eficaz para proteger los derechos funda-
mentales.” Véase Anamari Garro Vargas, La improcedencia del recurso de ampa-
ro contra las resoluciones y actuaciones jurisdiccionales del Poder Judicial a la luz de
la Constitución costarricense y del artículo 25 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, Tesis para optar al grado de Doctor en Derecho, Universi-
dad de los Andes, Santiago de Chile 2012 (Versión mimeografiada), p. 213.

119
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

de 24 de noviembre de 2009, luego de expresar que “el recurso de


amparo por su naturaleza es el procedimiento judicial sencillo y
breve que tiene por objeto la tutela de todos los derechos reconoci-
dos por las constituciones y leyes de los Estados partes y por la
Convención;” que “tal recurso entra en el ámbito del art. 25 de la
Convención Americana, por lo cual tiene que cumplir con varias
exigencias, entre las cuales se encuentra la idoneidad y la efectivi-
dad.”163
La consecuencia de ello es que independientemente de que el
artículo 25.1 de la Convención no se agote en una única acción de
amparo, ni se lo considere ahora por la jurisprudencia de la Corte
Interamericana solamente como la consagración de un recurso de
amparo, lo cierto es que dicha norma al establecer el “derecho de
amparo” como derecho humano, ha fijado los parámetros mínimos
conforme a los cuales los Estados miembros deben cumplir la obli-
gación de asegurarle a todas las personas no sólo la existencia sino
la efectividad de ese o esos recursos efectivos, sencillos y rápidos
para la protección de sus derechos, lo que debe asegurarse en par-
ticular cuando regulen y establezcan la “acción de amparo” para la
protección de los derechos previstos en la Constitución y en la pro-
pia Convención.
Ese artículo 25.1 es, por tanto, en nuestro criterio, el marco que
establece la Convención Americana conforme al cual tanto la Corte
Interamericana como los jueces y tribunales nacionales, deben ejer-
cer el control de convencionalidad164 en relación con los actos y

163 Véase la sentencia del caso La Masacre de las Dos Erres vs. Guatemala de 24 de
noviembre de 2009 C211/2009 (Párr. 107) en http://www.corteidh.or.cr
/docs/casos/articulos/seriec_211_esp.pdf
164 Véase sobre el control de convencionalidad lo que hemos expuesto en el
libro: Allan R. Brewer-Carías y Jaime Orlando Santofimio, Control de Conven-
cionalidad y Responsabilidad del Estado, Universidad Externado de Colombia,
Bogotá, 2013. Véase además, Ernesto Rey Cantor, Control de Convencionalidad
de las Leyes y Derechos Humanos, México, Editorial Porrúa-Instituto Mexicano
de Derecho Procesal Constitucional, 2008; Juan Carlos Hitters, “Control de
constitucionalidad y control de convencionalidad. Comparación,” en Estudios
Constitucionales, Centro de Estudios Constitucionales de Chile, Universidad
de Talca, Año 7, Nº 2, 2009, pp. 109-128; Susana Albanese (Coordinadora), El
control de convencionalidad, Buenos Aireas, Ed. Ediar, 2008; Eduardo Ferrer
Mac-Gregor, “El control difuso de convencionalidad en el Estado constitu-
cional,” en Fix-Zamudio, Héctor, y Valadés, Diego (Coordinadores), Forma-
ción y perspectiva del Estado mexicano, México, El Colegio Nacional-UNAM,
2010, pp. 151-188; Eduardo Ferrer Mac-Gregor, “Interpretación conforme y

120
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

decisiones de los Estados para asegurar el derecho de amparo para


la protección de los derechos humanos, con el objeto de superar las
restricciones nacionales a la institución del amparo que todavía
persisten en muchos países. Así se deriva, por ejemplo, de lo que la
Corte Interamericana consideró como “el sentido de la protección
otorgada por el artículo 25 de la Convención” consistente en:
“la posibilidad real de acceder a un recurso judicial para
que la autoridad competente y capaz de emitir una decisión
vinculante determine si ha habido o no una violación a algún
derecho que la persona que reclama estima tener y que, en caso
de ser encontrada una violación, el recurso sea útil para resti-
tuir al interesado en el goce de su derecho y repararlo.”165
Por ello hemos sostenido que de dicha norma de la Conven-
ción, al consagrar el “derecho de amparo,” no permite que se pue-
dan establecer restricciones al mismo, lo que es particularmente
importante cuando se trata de regular en el ámbito interno una
“acción de amparo” para precisamente asegurar la protección de
los derechos humanos, de cuyo ámbito, por tanto, no pueden que-
dar excluidos de protección determinados derechos, ni pueden
determinados actos estatales quedar excluidos de control, ni pue-
den quedar personas que no estén protegidas, ni pueden quedar
agraviantes que no puedan ser juzgados por sus violaciones me-
diante el recurso sencillo rápido y eficaz. Otra cosa, por supuesto,
es que la regulación que exista en el derecho interno sobre el proce-
so de amparo, cuando se establece con una amplitud inusitada,
convierta a la institución llamada a proteger los derechos humanos
en una técnica procesal que en la práctica impida asegurar la pro-
tección efectiva, sencilla y rápida de los derechos.
Debe destacarse que la Corte Interamericana, en este aspecto,
ha ejercido un importante control de convencionalidad en la sen-
tencia del caso de La Masacre de las Dos Erres vs. Guatemala de 24 de
noviembre de 2009, en la cual, a pesar de que estimó que en Gua-
temala el recurso de amparo era “adecuado para tutelar los dere-

control difuso de convencionalidad el nuevo paradigma para el juez mexi-


cano,” en Derechos Humanos: Un nuevo modelo constitucional, México, UNAM-
IIJ, 2011, pp. 339-429; Carlos Ayala Corao, Del diálogo jurisprudencial al control
de convencionalidad, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2013, pp. 123 ss.
165 Véase la sentencia en el caso Jorge Castañeda Gutman vs. México de 6 de agosto
de 2008 (Párr. 100) en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/se-
riec_184_ esp.pdf

121
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

chos humanos de los individuos,”166 observó sin embargo, que su


“uso indebido,” su “estructura actual” y las “disposiciones que lo
regulaban,” aunado a “la falta de debida diligencia y la tolerancia
por parte de los tribunales al momento de tramitarlo, así como la
falta de tutela judicial efectiva, han permitido el uso abusivo del
amparo como práctica dilatoria en el proceso,”167 de manera que
“su uso indebido ha impedido su verdadera efectividad, al no ha-
ber permitido que produzca el resultado para el cual fue concebi-
do.”168 La Corte, en dicho caso, constató además, que si bien al
momento de dictar la sentencia el Estado había informado que es-
taba en curso de discusión una reforma a la Ley de Amparo, consi-
deró que “aún no han sido removidos los obstáculos para que el
amparo cumpla con los objetivos para los cuales ha sido creado.”169
De lo anterior, la Corte Interamericana concluyó su control de con-
vencionalidad indicando que:
“De acuerdo a lo expuesto la Corte considera que, en el
marco de la legislación vigente en Guatemala, en el presente
caso el recurso de amparo se ha transformado en un medio pa-
ra dilatar y entorpecer el proceso judicial y en un factor para la
impunidad. En consecuencia, este Tribunal considera que en el
presente caso el Estado violó los derechos a las garantías judi-
ciales y a la protección judicial, que configuran el acceso a la
justicia de las víctimas, reconocidos en los artículos 8.1 y 25.1
de la Convención, e incumplió con las disposiciones contenidas
en los artículos 1.1 y 2 de la misma.”170 (Párr. 124)
En consecuencia, no sólo la deficiente regulación del amparo
cuando es restrictiva, sino también cuando es excesivamente per-
misiva pueden hacer inefectiva, complicada y lenta la protección
judicial, de lo cual en este caso de La Masacre de las Dos Erres vs.
Guatemala la Corte consideró que en Guatemala el Estado también
tenía el deber general de “adecuar su derecho interno a las disposi-
ciones de la Convención Americana para garantizar los derechos

166 Véase la sentencia del caso La Masacre de las Dos Erres vs. Guatemala de 24 de
noviembre de 2009 C211/2009 (Párr. 121) en http://www.corteidh.or.cr/
docs /casos/articulos/seriec_211_esp.pdf
167 Ídem. Párr. 120
168 Ídem, Párr. 121
169 Ídem. Párr. 123
170 Ídem. Párr. 124

122
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

en ella consagrados,” considerando que precisamente en materia


del recurso de amparo, “la expedición de normas y el desarrollo de
prácticas conducentes a la efectiva observancia de dichas garan-
tías”171 de manera que en el caso, incluso, las partes habían “coin-
cidido en considerar abusivo el uso del recurso de amparo como
práctica dilatoria.”172
Pero regular adjetivamente la acción de amparo para hacerla
real y efectivamente un medio rápido y sencillo de protección judi-
cial de los derechos humanos, tarea que corresponde a los Estados
en el marco de la regulación del artículo 25.1 de la Convención
Americana, no puede conducir a restringir o limitar los aspectos
sustantivos del instrumento de protección. Por ello no comparti-
mos la expresión utilizada por la Corte Interamericana en otra sen-
tencia dictada en el caso Jorge Castañeda Gutman vs. México de 6 de
agosto de 2008, al aceptar que los Estados pueden establecer límites
a la admisibilidad del “recurso de amparo,” y estimar “que no es
en si mismo incompatible con la Convención que un Estado limite
el recurso de amparo a algunas materias.”173
Ante todo, debe observarse que excluir del recurso de amparo
en “algunas materias” no puede considerarse como un tema de
“admisibilidad,” pues no es un tema adjetivo. Excluir el derecho de
amparo, por ejemplo, la protección de un derecho o el control de
determinados actos estadales, son aspectos sustantivos que no ad-
miten exclusión conforme al artículo 25.1 de la Convención Ameri-
cana. Otra cosa distinta es la legitimidad que puedan tener los Es-
tados para establecer condiciones adjetivas de admisibilidad de las
acciones judiciales. Como lo ha dicho la Corte Interamericana en el
caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) v. Perú
de 24 de noviembre de 2006, en el orden interno de los Estados,
“pueden y deben establecerse presupuestos y criterios de admisibi-
lidad de los recursos internos, de carácter judicial o de cualquier
otra índole.” 174 Sin embargo, ello no puede nunca significar la ne-

171 Ídem. Párr. 122


172 Ídem. Párr. 122
173 Véase sentencia en el caso Jorge Castañeda Gutman vs. México de 6 de agosto
de 2008 (Párr. 92) en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/se-
riec_184_esp.pdf
174 Véase sentencia en el caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y
otros) vs. Perú de 24 de noviembre de 2006, Serie C Nº 158, (Párr. 126), en
http:// www.cor-teidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_158_esp.pdf .

123
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

gación del propio derecho a la protección judicial o específicamente


al amparo respecto de determinados derechos humanos o actos
estatales que los violen.
En todo caso, la afirmación de la Corte Interamericana, aún
cuando se refiera a límites a un “recurso de amparo,” por ser for-
mulada en relación con una norma de la Convención que lo que
regula es el “derecho de amparo,” la consideramos esencialmente
contraria a la Convención; lo que por otro lado se confirma con la
“aclaratoria” que la misma Corte hizo en la misma sentencia, a
renglón seguido de esa frase, indicando que la restricción que se
pudiera establecer por los Estados no sería incompatible con la
Convención “siempre y cuando provea otro recurso de similar na-
turaleza e igual alcance para aquellos derechos humanos que no
sean de conocimiento de la autoridad judicial por medio del ampa-
ro.”175 Ello, lo que confirma es que no es posible restringir el dere-
cho de amparo, pues si no está garantizado en las normas procesa-
les que regulan una específica “acción de amparo” debe estar ga-
rantizado en otras normas adjetivas relativas a otros recursos, los
cuales, si son “de similar naturaleza e igual alcance,” son medios
judiciales de amparo.
La aclaratoria de la Corte, en todo caso, a lo que obliga, al rea-
lizar el control de convencionalidad, al igual que obliga a los jueces
y tribunales nacionales, es a que tienen que hacer el escrutinio de
todo el orden procesal para determinar si restringida en la ley na-
cional la admisibilidad de una específica “acción de amparo,” en el
ordenamiento procesal del Estado se establece “otro recurso de
similar naturaleza e igual alcance” para la protección del derecho,
es decir, otro medio judicial de amparo como vía procesal idónea y
efectiva para enervar las lesiones constitucionales. Por ello, preci-
samente, en el caso Jorge Castañeda Gutman vs. México de 6 de agos-
to de 2008, la Corte interamericana concluyó, por ejemplo, que para
la protección del derecho político a ser electo, “dado que el recurso
de amparo no resulta procedente en materia electoral,” no habien-
do en México otro recurso efectivo para la protección, consideró
que el Estado no ofreció a la víctima “un recurso idóneo para re-
clamar la alegada violación de su derecho político a ser elegido, y

175 Véase sentencia en el caso Jorge Castañeda Gutman vs. México de 6 de agosto
de 2008 (Párr. 92) en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos /se-
riec_184_esp.pdf

124
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

por tanto violó el artículo 25 de la CADH, en relación con el art. 1.1


del mismo instrumento.”176
Le faltó a la Corte Interamericana en esta sentencia, sin embar-
go, completar el control de convencionalidad y ordenarle al Estado
mexicano la reforma de la Ley de Amparo para que en ausencia de
ese inexistente “otro recurso idóneo de protección” de los derechos
electorales, procediera a eliminar la restricción de admisibilidad de
la acción de amparo contra decisiones de autoridades en materia
electoral. En esta materia la Corte Interamericana, en realidad, se
limitó a recordar que “La obligación contenida en el artículo 2 de la
Convención reconoce una norma consuetudinaria que prescribe
que, cuando un Estado ha celebrado un convenio internacional,
debe introducir en su derecho interno las modificaciones necesarias
para asegurar la ejecución de las obligaciones internacionales asu-
midas.”177 Pero, sin embargo, se abstuvo en realidad de ejercer el
control de convencionalidad.
Ahora bien, considerando entonces que el artículo 25 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, cuya redacción
y lenguaje sigue los del Pacto Internacional de los Derechos Civiles
y Políticos,178 establece un derecho de amparo de los derechos hu-
manos, sea mediante una acción de amparo o mediante otro recur-
so sencillo, idóneo, rápido y eficaz para la protección de los mis-
mos, es posible derivar de dicho artículo los contornos fundamen-
tales que debe tener la institución de la acción de amparo, de tutela
o de protección de los derechos fundamentales en los derechos
internos, cuyo sentido179 se puede conformar por los siguientes
elementos:

176 Ídem, Par 131


177 Ídem, Párr. 132
178 Véase Allan R. Brewer-Carías, “El derecho al debido proceso y el derecho de
amparo en el proyecto de Constitución Europea,” en Juan Pérez Royo, Joa-
quín Pablo Urías Martínez, Manuel Carrasco Durán, Editores), en Derecho
Constitucional para el Siglo XXI. Actas del Congreso Iberoamericano de Derecho
Constitucional, Tomo I, Thomson-Aranzadi, Madrid 2006, pp. 2151-2162.
179 Véase Allan R. Brewer-Carías, Mecanismos nacionales de protección de los dere-
chos humanos (Garantías judiciales de los derechos humanos en el derecho constitu-
cional comparado latinoamericano), Instituto Interamericano de Derechos Hu-
manos (IIDH), Costa Rica, San José 2005; Constitutional Protection of Human
Rights in Latin America. A Comparative Study of the Amparo Proceedings, Cam-
bridge University Press, New York, 2008; “El amparo en América Latina: La

125
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En primer lugar, la Convención Americana concibe al amparo


como un derecho fundamental180 en sí mismo y no sólo como una
garantía adjetiva, en una concepción que, sin embargo, no se ha
seguido generalmente en América Latina. En realidad, sólo en Ve-
nezuela el amparo ha sido concebido en la Constitución como un
derecho humano, más que como una sola garantía adjetiva.181 Se
indica en la Convención, en efecto, que toda persona “tiene dere-
cho” a un recurso, lo que no significa que solamente tenga derecho
a una específica garantía adjetiva que se concretiza en un solo re-
curso o en una acción de amparo, de tutela o de protección especí-
fica. El derecho se ha concebido más amplio, como derecho a la
protección constitucional de los derechos o al amparo de los mis-
mos. Por eso, en realidad, estamos en presencia de un derecho fun-
damental de rango internacional y constitucional de las personas, a
tener a su disposición medios judiciales efectivos, idóneos, rápidos
y eficaces de protección. Y uno de ellos, es precisamente la acción
de amparo, de tutela o de protección
Por ello, en segundo lugar, los mecanismos judiciales de protec-
ción de los derechos humanos a los que se refiere la Convención
Americana pueden ser variados, y lo que deben ser es efectivos,
idóneos, rápidos y sencillos. Pueden ser de cualquier clase, a través
de cualquier medio judicial y no necesariamente una sola y única
acción de protección o de amparo. Es decir, la Convención no nece-
sariamente se refiere a un solo medio adjetivo de protección, sino

universalización del régimen de la Convención Americana sobre los Dere-


chos Humanos y la necesidad de superar las restricciones nacionales,” en Éti-
ca y Jurisprudencia, 1/2003, enero-diciembre, Universidad Valle del Momboy,
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Centro de Estudios Jurídicos “Cris-
tóbal Mendoza,” Valera, Estado Trujillo, 2004, pp. 9-34
180 Véase en general, Héctor Fix-Zamudio, Ensayos sobre el derecho de amparo,
Porrúa, México 2003; y Héctor Fix-Zamudio and Eduardo Ferrer Mac-Gregor
(Coordinadores), El derecho de amparo en el mundo, Porrúa, México 2006
181 Véase Allan R. Brewer-Carías, “El derecho de amparo y la acción de ampa-
ro,” en Revista de Derecho Público, Nº 22, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, abril-junio 1985, pp. 51-61; e Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol.
V, Derecho y Acción de Amparo, Universidad Católica del Táchira - Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas - San Cristóbal 1998. Véase además, Héctor Fix
Zamudio, “La teoría de Allan R. Brewer-Carías sobre el derecho de amparo
latinoamericano y el juicio de amparo mexicano,” en El derecho público a co-
mienzos del Siglo XXI. Estudios en homenaje al profesor Allan R. Brewer-Carías,
Ed. Civitas, Universidad Central de Venezuela, Madrid 2003, Tomo I, pp.
1125-1163.

126
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

que puede y debe tratarse de un conjunto de medios de protección,


lo que puede implicar, incluso, la posibilidad de utilizar los medios
judiciales ordinarios cuando sean efectivos como recursos rápidos
y sencillos de protección.
En tercer lugar, debe destacarse que la Convención regula un
derecho que se le debe garantizar a “toda persona” sin distingo de
ningún tipo, por lo que en el derecho interno corresponde a las
personas naturales y jurídicas o morales; nacionales y extranjeras;
hábiles y no hábiles; de derecho público y derecho privado. Es de-
cir, corresponde a toda persona en el sentido más universal.
En cuarto lugar, la Convención señala que el medio judicial de
protección o amparo puede interponerse ante los tribunales compe-
tentes, de manera que no se trata de un solo y único tribunal com-
petente, sino de una función que esencialmente corresponde al
Poder Judicial o a los órganos que ejercen la Jurisdicción Constitu-
cional aún ubicados fuera del Poder Judicial.
En quinto lugar, conforme a la Convención, este derecho a un
medio efectivo de protección ante los tribunales se establece para la
protección de todos los derechos humanos que estén en la Consti-
tución, en la ley, en la propia Convención Americana o que sin es-
tar en texto expreso, sean inherentes a la persona humana, por lo
que también son protegibles aquellos establecidos en los instru-
mentos internacionales. Por ello, aquí adquieren todo su valor las
cláusulas enunciativas de los derechos, que los protegen aun cuan-
do no estén enumerados en los textos, pero que siendo inherentes
al ser humano y a su dignidad, deban ser objeto de protección
constitucional. La garantía del artículo 25.1 de la Convención, en
todo caso, en el derecho interno, se refiere a la protección de los
derechos constitucionales sin que quepa distinguir en estos, unos
que sean “fundamentales” y otros que no lo son. La expresión “de-
rechos fundamentales” en el artículo 25.1 de la Convención, en el
ámbito interno, equivale a derechos constitucionales, o que inte-
gran el bloque de constitucionalidad.
En sexto lugar, la protección que regula la Convención es con-
tra cualquier acto, omisión, hecho o actuación de cualquier funcio-
nario, autoridad, órgano, ente o entidad estatal que viole los dere-
chos y, por supuesto, también, que amenace violarlos, porque no
hay que esperar que la violación se produzca para poder acudir al
medio judicial de protección. Es decir, este medio de protección
tiene que poder existir antes de que la violación se produzca, frente

127
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

a la amenaza efectiva de la violación y, por supuesto, frente a toda


violación o amenaza de violación que provenga del Estado y de sus
autoridades. Es decir, no puede ni debe haber acto ni actuación
pública alguna excluida del amparo, en cualquier forma, sea una
ley, un acto administrativo, una sentencia, una vía de hecho, una
actuación o una omisión.
Y en séptimo lugar, la protección que consagra la Convención es
también contra cualquier acto, omisión, hecho o actuación de cual-
quier persona jurídica o natural, es decir, también, la de los indivi-
duos, instituciones, entidades o empresas de cualquier naturaleza,
que violen o amenacen violar los derechos fundamentales.
Este es, en realidad, en nuestro criterio, el parámetro que esta-
blece la Convención Americana sobre el derecho de amparo, y es
ese el que debería prevalecer en los derechos internos de los países
cuando se establece la acción o recurso de amparo, como es el caso
de Venezuela, a pesar de haber denunciado la Convención. En
otros países de América Latina, en cambio, aún queda por realizar
un importante esfuerzo de adaptación para superar el cuadro de
restricciones constitucionales o legislativas que en algunos aspectos
ha sufrido la institución del amparo; que teniendo una concepción
tan amplia en el texto de la Convención Americana, en muchos
casos ha sido restringida.
Por lo demás, no hay que olvidar que en la mayoría de los paí-
ses latinoamericanos la Convención tiene rango constitucional o
rango supra legal, e incluso, en algunos tiene rango supra constitu-
cional,182 lo que implica la necesidad jurídica de que la legislación

182 En relación a la clasificación de los sistemas constitucionales de acuerdo con


el rango de los tratados internacionales, véase Rodolfo E. Piza R., Derecho in-
ternacional de los derechos humanos: La Convención Americana, San José 1989;
Carlos Ayala Corao, “La jerarquía de los instrumentos internacionales sobre
derechos humanos,” en El nuevo derecho constitucional latinoamericano, IV
Congreso venezolano de Derecho constitucional, Vol. II, Caracas, 1996 y La
jerarquía constitucional de los tratados sobre derechos humanos y sus consecuencias,
México, 2003; Florentín Meléndez, Instrumentos internacionales sobre derechos
humanos aplicables a la administración de justicia. Estudio constitucional compara-
do, Cámara de Diputados, México 2004, pp. 26 ss.; y Humberto Henderson,
“Los tratados internacionales de derechos humanos en el orden interno: la
importancia del principio pro homine,” en Revista IIDH, Instituto Interamericano
de Derechos Humanos, Nº 39, San José 2004, pp. 71 y ss. Véase también, Allan
R. Brewer-Carías, Mecanismos nacionales de protección de los derechos humanos,
Instituto Internacional de Derechos Humanos, San José, 2004, pp. 62 ss.

128
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

interna se adapte a la misma. Además, la amplitud de la regulación


de la Convención Americana sobre Derechos humanos, así como el
proceso de constitucionalización de sus regulaciones que ha ocu-
rrido en América Latina, plantean tanto a la propia Corte Interame-
ricana como a los jueces y tribunales nacionales, en ejercicio del
control de convencionalidad y en ausencia de reformas legales, el
reto de procurar adaptar las previsiones de la legislación interna a
las exigencias de la Convención, cuyo contenido constituye, en de-
finitiva, un estándar mínimo común para todos los Estados.
IV. EL CONTRASTE ENTRE LA UNIVERSALIDAD DEL AM-
PARO EN LA CONVENCIÓN AMERICANA Y EN EL RÉ-
GIMEN VENEZOLANO, Y LAS REGULACIONES LEGA-
LES EN LOS DIVERSOS PAÍSES LATINOAMERICANOS
Lo anterior implica, si nos adentramos en las regulaciones de
derecho interno de muchos de nuestros países, la necesidad, por
ejemplo, de que se amplíe la protección constitucional de manera
que la pueda acordar cualquier juez o tribunal y no sólo un Tribu-
nal Constitucional o Sala Constitucional del Tribunal Supremo;
mediante el ejercicio de todas las vías judiciales y no sólo a través
de un sólo recurso o acción de amparo como sucede en la gran ma-
yoría de los países; en relación con todas las personas y para la pro-
tección de absolutamente todos los derechos constitucionales, y no
sólo algunos; y contra todo acto u omisión provenga de quién pro-
venga, incluyendo de particulares, superando las restricciones que
en este aspecto existen en muchos de nuestros países.
El reto del control de convencionalidad en esta materia de am-
paro, en particular, se plantea, en particular en los siguientes aspec-
tos en los cuales la Convención no establece distinción alguna, y
que a pesar de que Venezuela se adapta a los principios derivados
de la Convención, para reafirmar el alcance de la institución de
nuestro derecho de amparo, aquí queremos analizar: en primer lu-
gar, el tema del ámbito del derecho de amparo en los países lati-
noamericanos, en el sentido de asegurar que todos los derechos
constitucionales o que integren el bloque de constitucionalidad
encuentren protección; en segundo lugar, el tema del universo de las
personas protegidas, de manera que el derecho de amparo proteja
a toda persona agraviada en sus derechos humanos; en tercer lugar,
el tema del universo de los agraviantes, es decir, de las personas
que causen la violación, de manera de asegurar que el derecho de
amparo se pueda ejercer en contra de todos los agraviantes, así

129
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

sean particulares; en cuarto lugar, el tema del control de los actos


lesivos de los derechos, de manera de amparar o asegurar la pro-
tección de los derechos contra todo acto lesivo de los mismos, cual-
quiera sea su naturaleza, incluyendo todos los actos lesivos estatales.

1. El derecho de amparo frente a todos los actos estatales


Ahora bien, limitándonos a considerar ahora la protección ju-
dicial vía amparo contra los actos u omisiones de las autoridades
públicas, uno de los aspectos que genera uno de los grandes retos
para el control de convencionalidad en relación con el artículo 25.1
de la Convención Americana es asegurar que el derecho de amparo
se pueda ejercer para la protección de los derechos establecidos en
la Convención y en las Constituciones, contra todo acto u omisión
lesivo de los mismos, cualquiera sea su naturaleza, materia en la
cual la Convención no establece distinción alguna.
En efecto, en virtud de que originalmente la acción de amparo
se estableció y desarrolló para la defensa de los derechos constitu-
cionales frente a violaciones infringidas por el Estado y las autori-
dades, la parte agraviante más comúnmente regulada en las leyes
relativas a amparo en Latinoamérica ha sido, desde luego, las auto-
ridades públicas o los funcionarios públicos cuando sus actos u
omisiones (sean legislativos, ejecutivos o judiciales) violen a ame-
nacen violar los derechos. Por ello, la Convención Americana sobre
de Derechos Humanos por ejemplo, al regular el amparo, como
protección judicial, le da una configuración universal de manera
que no indica acto alguno del Estado que escape del ámbito del
amparo. Si el amparo es un medio judicial de protección de los
derechos fundamentales constitucionales, ello es y tiene que serlo
frente a cualquier acción de cualquier ente público o funcionario
público; por lo que no se concibe que frente a esta característica
universal del amparo, pueda haber determinadas actividades del
Estado que puedan quedar excluidas del ámbito de la protección
constitucional. Es decir, conforme a la Convención Americana, to-
dos los actos, vías de hecho y omisiones de las autoridades públi-
cas pueden ser objeto de la acción de amparo, cuando mediante
ellos se violen o amenacen derechos constitucionales, sea que ema-
nen de autoridades legislativas, ejecutivas o judiciales.
Es en este sentido que, por ejemplo, la Ley de Amparo de Gua-
temala dispone el principio general de universalidad indicando
que “no hay ámbito que no sea susceptible de amparo” siendo ad-

130
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

misible contra cualesquiera “actos, resoluciones, disposiciones o


leyes de autoridad [que] lleven implícitos una amenaza, restricción
o violación a los derechos que la Constitución y las leyes garanti-
zan.” (art. 8).
Estos son en general los mismos términos utilizados en la Ley
Orgánica de Amparo de Venezuela la cual establece que la acción
de amparo puede ser intentada contra amenazas o violaciones de
derechos y garantías constitucionales infligidas “por hechos, actos
u omisiones de los órganos, entes y misiones que ejercen el Poder
Público; así como de las organizaciones del Poder Popular, perso-
nas naturales y jurídicas o grupos u organizaciones de cualquier
naturaleza” (art.2); lo que significa que la tutela constitucional
puede ser incoada contra cualquier acción pública, es decir, cual-
quier acto formal del Estado, sus órganos, entidades o instituciones
o cualquier actividad o vías de hecho; así como contra cualquier
omisión de las entidades públicas. Es por esto también que los tri-
bunales en Venezuela han decidido que “no puede existir ningún
acto estatal que no sea susceptible de ser revisado por vía de ampa-
ro, entendiendo ésta, no como una forma de control jurisdiccional
de la inconstitucionalidad de los actos estatales capaz de declarar
su nulidad, sino –como se ha dicho– un remedio de protección de
las libertades públicas cuyo objeto es restablecer su goce y disfrute,
cuando alguna persona natural o jurídica, o grupo u organizacio-
nes privadas, amenace vulnerarlas o las vulneren efectivamente”
admitiendo, por lo tanto, que el recurso constitucional de amparo
puede ser intentado aun contra actos excluidos del control consti-
tucional cuando un daño o violación de derechos o garantías cons-
titucionales haya sido alegado. 183

183 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia del 31 de enero de


1.991, caso Anselmo Natale, en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas 1991, p. 118; sentencia de la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo de 18 de junio de 1992, en Revista de Derecho Pú-
blico, Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1991, p. 125. De acuerdo
con las cortes venezolanas, este carácter universal del amparo respecto de los
actos u omisiones de las autoridades públicas implica que La lectura del ar-
tículo 2 de la Ley Orgánica de Amparo evidencia que no hay prácticamente
ningún tipo de conducta, independientemente de su naturaleza o carácter, así
como de los sujetos de los cuales provenga, del cual pueda predicarse que es-
tá excluido per se de su revisión por los jueces de amparo, a los efectos de de-
terminar si vulnera o no algún derecho o garantía constitucional”; Decisión
de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo del 11 de noviembre
de 1.993 en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Editorial Jurídica Venezolana,

131
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

No obstante este principio general de universalidad del ampa-


ro, pueden encontrarse una serie de excepciones en muchas leyes
de amparo latinoamericanas184 en relación con algunos actos parti-
culares y específicos del Estado o actividades que están expresa-
mente excluidas de los procedimientos de amparo, sean de natura-
leza legislativa, ejecutiva, administrativa, electoral o judicial, lo
cual al ser contrario a la Convención Americana, constituyen un
campo propicio para el control de convencionalidad.

Caracas, 1993, p. 284. En otra sentencia del 13 de febrero de 1.992, la Corte


Primera decidió: “Observa esta Corte que la característica esencial del régi-
men de amparo, tanto en la concepción constitucional como en su desarrollo
legislativo, es su universalidad... por lo cual hace extensiva la protección que
por tal medio otorga, a todos los sujetos (personas físicas o morales que se
encuentran en el territorio de la nación) así como a todos los derechos consti-
tucionalmente garantizados, e incluso aquéllos que sin estar expresamente
previstos en el texto fundamental, son inherentes a la persona humana. Este
es el punto de partida para entender el ámbito del amparo constitucional. Los
únicos supuestos excluidos de su esfera son aquéllos que expresamente seña-
la el artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales y, desde el punto de vista sustantivo, no hay limitaciones
respecto a derechos o garantías específicas.” Véase Revista de Derecho Público,
Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1992, pp. 120–121.
184 Las leyes de amparo en América latina, y a las cuales hacemos referencia en
este libro, sólo mencionando el país son: Argentina: Ley 16.986. Acción de
Amparo, 1966; Bolivia: Ley Nº 254, Código Procesal Constitucional, 2012;
Brasil: Lei Nº 1.533. Mandado De Segurança, 1951; Colombia: Decretos Ley
N° 2591, 306 y 1382. Acción de Tutela, 2000; Costa Rica: Ley Nº 7135. Ley de
la Jurisdicción Constitucional, 1989; Chile: Auto Acordado de la Corte Su-
prema de Justicia sobre tramitación del Recurso de Protección de Garantías
Constitucionales, 1992- 2007; Ecuador: Ley Orgánica de Garantías Constitu-
cionales y Control Constitucional, 2009; El Salvador: Ley de Procedimientos
Constitucionales, 1960; Guatemala: Decreto Nº 1-86. Ley de Amparo. Exhibi-
ción Personal y Constitucionalidad, 1986; Honduras: Ley sobre Justicia Cons-
titucional, 2004; México: Ley de Amparo reglamentaria de los artículos 103 y
107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 2012; Nica-
ragua: Ley Nº 49. Amparo, 1988 y reformas de 1995; PANAMÁ: Código Judi-
cial, Libro Cuarto: Instituciones de Garantía, 1999; Paraguay: Ley Nº 1337/88.
Código Procesal Civil, Titulo II. El juicio de amparo, 1988; Perú: Ley Nº
28237. Código Procesal Constitucional, 2005; República Dominicana: Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional y de los Procedimientos Constituciona-
les, 2011; Uruguay: Ley Nº 16.011. Acción de Amparo, 1988; Venezuela: Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, 1988.
Véase el texto de dichas leyes en Allan R. Brewer-Carías, Leyes de Amparo de
América Latina, primera edición: Guadalajara, México 2008; segunda edición:
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2016.

132
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

2. Amparo contra actos legislativos


En efecto, la primera cuestión en esta materia se refiere a la po-
sibilidad de intentar acciones de amparo contra actos u omisiones
legislativas cuando causan daños a los derechos constitucionales de
las personas. Las violaciones en estos casos pueden ser causadas
por leyes o por otras decisiones tomadas, por ejemplo, por comi-
siones parlamentarias.
A. El amparo contra decisiones de cuerpos parlamenta-
rios y sus comisiones
En relación con actos de los Congresos o Asambleas y de las
comisiones parlamentarias (incluyendo los consejos legislativos
regionales o municipales) cuando lesionan derechos y garantías
constitucionales, en principio, es posible impugnarlos mediante la
acción de amparo ante los tribunales competentes.185 Esto es expre-
samente admitido, por ejemplo, en Argentina,186 Costa Rica187 y
Venezuela.188

185 En los Estados Unidos, los actos del Concejo Municipal pueden ser impug-
nados mediante injunctions. Véase Stuab v. City of Baxley, 355 U.S. 313 (1958),
en M. Glenn Abernathy and Barbara A. Perry, Civil Liberties under the Consti-
tution, University of South Carolina Press, 1993, pp. 12-13.
186 En Argentina fue el caso de las interpelaciones parlamentarias desarrolladas
en 1984 en relación con los hechos ocurridos durante el gobierno de facto an-
terior, en el cual una comisión parlamentaria ordenó allanar la oficina de una
firma de abogados y confiscar documentos. En las decisiones de la Corte Su-
prema de Justicia en el caso Klein en 1.984, sin cuestionar las facultades de las
comisiones parlamentarias para hacer pesquisas, se sentenció que ellas no
pueden, sin disposiciones legales formales, válidamente restringir los dere-
chos individuales, en particular, allanar el domicilio personal de las personas
y decomisar sus documentos personales. En el caso, por tanto, fue decidido
que la orden solo podía tomarse basándose en disposiciones legales y no en
la sola decisión de las comisiones y, eventualmente, fundados en una orden
judicial. Véase los comentarios en la sentencia de Primera Instancia de 1.984
(1ª. InstCrimCorrFed, Juzg Nº 3, 10-9-84, ED 110-653), en Néstor Pedro Sa-
güés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, Acción de amparo, Editorial Astrea
Buenos Aires 1988, pp. 95–97; Joaquín Brague Camazano, La Jurisdicción cons-
titucional de la libertad (Teoría general, Argentina, México, Corte Interamericana de
Derechos Humanos), Editorial Porrúa, México 2005, p. 98; José Luis Lazzarini,
El juicio de amparo, Editorial La Ley, Buenos Aires 1987, pp. 216–216.
187 Véase Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal Constitucional, Editorial Juri-
centro, San José 2001, pp. 211-214.
188 En Venezuela, similarmente, la Corte Suprema, aun reconociendo la existen-
cia de atribuciones exclusivas de los cuerpos legislativos, los cuales de acuer-

133
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En contraste, en México, el artículo 73, VIII de la Ley de ampa-


ro expresamente excluye del recurso de amparo, las resoluciones y
declaraciones del Congreso federal y sus Cámaras, así como las de
los cuerpos legislativos estadales y sus comisiones respecto de la
elección, suspensión o remoción de funcionarios públicos en casos
donde las constituciones correspondientes les confieran el poder
para resolver el asunto de una manera soberana o discrecional.189
Las decisiones tomadas por la Cámara de Diputados o del Senado,
en juicios políticos, que sean declaradas inatacables190 (Constitu-
ción, art. 110) también están excluidas del recurso de amparo. Ello,
sin duda, contraría la Convención Americana la cual no excluye
acto lesivo alguno para asegurar la protección o amparo de los de-
rechos humanos. Estas exclusiones, por tanto, son campo propicio
para el ejercicio de convencionalidad tanto por la Corte Interameri-
cana como por los jueces y tribunales nacionales.

B. El amparo contra las leyes


Ahora bien, aparte de los actos de las comisiones o cuerpos le-
gislativos, uno de los aspectos más importantes del procedimiento
de amparo latinoamericano se refiere a la posibilidad de intentar la
acción de amparo contra las leyes. Si bien es cierto que en algunos
países está expresamente admitido como es el caso de Guatemala,
Honduras y México; en la mayoría de los países latinoamericanos
aún está expresamente excluido como es el caso en Argentina, Bo-
livia, Brasil, Colombia, Chile,191 Costa Rica, República Dominicana,

do con la constitución de 1.961 (art. 159) no estaban sujetos al control juris-


diccional, admitió la protección del amparo contra ellas para la inmediata
restauración de los derechos constitucionales lesionados del accionante; y
admitió la acción de amparo contra actos legislativos. Sentencia de 31 de
enero de 1.991 (caso Anselmo Natale). Véase en Revista de Derecho Público, Nº
45, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1991, p. 118.
189 Véase Richard D. Baker, Judicial Review in México. A Study of the Amparo Suit,
Texas University Press, Austin 1971, p. 98.
190 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-
co y España. Estudio de derecho comparado, Editorial Porrúa, México 2002, p.
378.
191 Véase Humberto Nogueira Alcalá, “El derecho de amparo o protección de los
derechos humanos, fundamentales o esenciales en Chile: evolución y pers-
pectivas,” in Humberto Nogueira Alcalá (Editor), Acciones constitucionales de
amparo y protección: realidad y perspectivas en Chile y América Latina, Editorial
Universidad de Talca, Talca 2000, p. 45.

134
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Ecuador, El Salvador,192 Panamá, Perú, Paraguay, Nicaragua y


Uruguay.
Con respecto a los países donde la acción de amparo es admi-
tida contra las leyes, la interposición de la acción, por ejemplo en
México, está limitada a solo las leyes de aplicación directa (las que
pueden lesionar los derechos constitucionales sin necesidad de
ningún otro acto del Estado que la ejecute o aplique), o a los solos
actos que aplican la ley en particular, como lo interpretó la antigua
Corte Suprema de Justicia en Venezuela. Solamente en Guatemala
y Honduras, es que el recurso de amparo es admitido directamente
contra las leyes.
En efecto, en México, el artículo 1.I de la Ley de amparo esta-
blece que el amparo puede intentarse contra leyes de aplicación
directa o leyes auto-aplicables cuando causen un daño directo a las
garantías constitucionales del accionante sin requerirse un acto
judicial o administrativo adicional para su aplicación.193 En tales
casos, la acción se intenta directamente contra la ley dando lugar al
control de constitucionalidad de la misma. Por ello el amparo con-
tra las leyes en México está considerado como un medio judicial
para el control constitucional directo de las mismas (aun cuando la
acción no se intente en forma abstracta debido a que el accionante
debe haber sido lesionado directamente y sin necesidad de otro
acto adicional del Estado para la aplicación de la ley). Por el contra-
rio, cuando la ley, por sí misma, no causa un daño directo y perso-
nal al accionante (porque no es de aplicación directa), la acción de
amparo es inadmisible al menos que sea intentada contra los actos
del Estado que aplican dicha ley a una persona especifica.194

192 Véase Edmundo Orellana, La Justicia Constitucional en Honduras, Universidad


Nacional Autónoma de Honduras, Editorial Universitaria, Tegucigalpa 1993,
p. 102, nota 26.
193 Véase Garza Flores Hnos., Sucs. case, 28 S.J. 1208 (1930). Véase la referencia en
Richard D. Baker, Judicial Review in México. A Study of the Amparo Suit, Texas
University Press, Austin 1971, p. 167. En estos casos la acción debe ser inten-
tada dentro de los treinta días siguientes a su ejecución. En dichos casos, los
demandados son las instituciones supremas del estado que intervinieron en
la redacción de la ley, es decir, el Congreso de la Unión o las legislaturas de
los estados que sancionaron la ley, el presidente de la república o estado, go-
bernadores que ordenaron su ejecución y las secretarías ejecutivas que la san-
cionaron y ordenaron su promulgación.
194 Como se dispone expresamente en el artículo 73,VI, el juicio de amparo es
inadmisible “contra leyes, tratados y reglamentos que, por su sola vigencia,

135
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En Venezuela, dado el carácter universal del sistema de con-


trol de constitucionalidad establecido en la Constitución de 1961 y
consolidado en la Constitución de 1.999, debe recordarse que una
de las más destacadas innovaciones de la Ley Orgánica de Ampa-
ro de 1.988 fue la de haber establecido la acción directa de amparo
contra las leyes y otros actos normativos, complementando el sis-
tema general mixto de control constitucional.195 Considerábamos
que cuando se intentaba directamente la acción contra leyes, el
propósito de la disposición legal era asegurar la inaplicabilidad de
la ley al caso particular con efectos inter partes.196
Sin embargo, a pesar de las disposiciones de la Ley Orgánica
de Amparo, lo cierto es que la jurisprudencia de la antigua Corte

no causen perjuicio al quejoso, sino que se necesite un acto posterior de apli-


cación para que se origine tal perjuicio.” En estos casos de leyes que no son
de aplicación directa, la acción de amparo debe ser interpuesta dentro de los
quince días siguientes a la producción del primer acto que las ejecute o apli-
que. Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en
México y España. Estudio de derecho comparado, Editorial Porrúa, México, 2002,
p, 387. El principal aspecto a resaltar, desde luego, es la distinción entre leyes
que son de aplicación directa de las leyes que no lo son. Siguiendo la doctrina
asentada en el caso de Villera de Orellana, María de los Ángeles et al., aque-
llas son las que obligan inmediatamente y en cuyas disposiciones las perso-
nas a quienes aplica son clara e inequívocamente identificadas, siendo ipso
facto sujetas a una obligación que implica el cumplimiento de actos no reque-
ridos previamente, resultando en una modificación perjudicial de los dere-
chos de la persona. Suprema Corte de Justicia, 123 S.J. 783 (1955). Véase co-
mentarios en Richard D. Baker, Judicial Review in México. A Study of the Am-
paro Suit, Texas University Press, Austin 1971, p. 168–173.
195 De acuerdo con el artículo 3 de la ley de amparo, son dos las formas estable-
cidas mediante las cuales puede conducirse una pretensión de amparo ante
la corte competente: de una manera autónoma o ejercida en conjunto con la
acción popular de inconstitucionalidad de las leyes. En el último caso, la pre-
tensión de amparo está subordinada a la acción principal de control jurisdic-
cional, permitiendo a la corte solamente la posibilidad de suspender la apli-
cación de la ley mientras se resuelve la acción por inconstitucionalidad.
Véase Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol. V,
Derecho y Acción de Amparo, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1998, pp.
227 ss.
196 Véase Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol. V,
Derecho y Acción de Amparo, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1998, pp.
224 ss., y “La acción de amparo contra leyes y demás actos normativos en el
Derecho venezolano,” en Liber Amicorum. Héctor Fix-Zamudio, Volumen I, Se-
cretaría de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. San José, Costa
Rica 1998, pp. 481-501; y Rafael Chavero, El nuevo régimen del amparo constitu-
cional en Venezuela, Editorial Sherwood, Caracas 2001, pp. 553 ss.

136
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Suprema rechazó tales acciones imponiendo la necesidad de inten-


tarlas solo contra los actos del Estado dictados para aplicar las le-
yes y no directamente en contra de las mismas.197 La antigua Corte
Suprema, en sus decisiones a partir de 1993, aun admitiendo la
diferencia que existe entre las leyes de aplicación directa de aque-
llas que no lo son,198 concluyó declarando la imposibilidad de que
un acto normativo pueda lesionar directa y efectivamente, por sí
mismo, los derechos constitucionales de una persona. El tribunal
también consideró que una Ley, a los efectos de la acción de ampa-
ro no podría ser una amenaza a derechos constitucionales, en razón
de que para intentar una acción de amparo, esta tiene que ser “in-
minente, posible y realizable,” condiciones que se considera no se
dan respecto de las leyes.
Ahora bien, en contraste con esta orientación jurisprudencial,
que se aparta de la doctrina de la Convención Americana la cual no
excluye acto alguno de la protección o amparo; el amparo contra
las leyes está previsto en Guatemala bajo la modalidad directa,
estando la Corte de Constitucionalidad facultada “para que se de-
clare en casos concretos que una ley, un reglamento, una resolución
o acto de autoridad, no obligan al recurrente por contravenir o res-
tringir cualesquiera de los derechos garantizados por la Constitu-
ción o reconocidos por cualquiera otra ley” (Ley de Amparo de
Guatemala, art. 10.b). Esta misma facultad judicial, pero solo relati-
va a los reglamentos del poder ejecutivo, está establecida en Hon-
duras (Ley sobre Justicia Constitucional, art. 41.b). En ambos casos,
las sentencias en los procedimientos de amparo tienen el efecto de
suspender la aplicación de la ley o reglamento del Ejecutivo respec-
to del recurrente y, si fuese pertinente, el restablecimiento de la
situación jurídica lesionada o la cesación de la medida (Ley de am-
paro, art. 49.a).199
Aparte de estos casos de México, Guatemala y Honduras, como
se ha dicho, en los otros países latinoamericanos el amparo contra
las leyes está expresamente excluido, siendo este, sin duda, como se
dijo, un campo propicio para el control de convencionalidad.

197 Véase decisión del 24 de mayo de 1993, la Sala Político-Administrativa de la


Corte Suprema de Justicia, en Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas 1993, pp. 287–288.
198 Sentenciando que las leyes de aplicación directa imponen, con su promulga-
ción, una inmediata obligación a las personas para quienes se dicta; y, por el
contrario, aquellas leyes que no son de aplicación directa requieren de un ac-
to para su aplicación, en cuyos casos su sola promulgación no puede produ-
cir una violación constitucional. Véase en Revista de Derecho. Público, Nº 55-56,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1993, p. 285
199 Véase Edmundo Orellana, La justicia constitucional en Honduras, Universidad
Nacional Autónoma de Honduras, Tegucigalpa 1993, p. 102, nota 26.

137
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En efecto, en Argentina, aun contando con la larga tradición


del control de constitucionalidad de las leyes mediante la aplica-
ción del método difuso de control, el amparo contra las leyes no se
admite.200 Sin embargo, si en el ejercicio de una acción de amparo
contra actos del estado, se considera inconstitucional la ley en la
cual el acto impugnado esté basado, el juez de amparo, mediante el
método difuso de control de constitucionalidad, podría decidir
acerca de la inaplicabilidad de la ley en ese caso.201
En Brasil, el mandado de segurança también está excluido contra
las leyes o disposiciones legales cuando éstas no han sido aplicadas
a través de actos administrativos.202
En Uruguay, en sentido similar, aun siendo un país con un sis-
tema concentrado de control constitucional, el amparo contra las
leyes está excluido en relación con las leyes y actos del Estado de
similar rango (Ley Nº 16.011, art. 1,c). En Uruguay, en efecto, el
único medio para lograr la declaratoria de la inconstitucionalidad
de una ley, es mediante el ejercicio de un recurso ante la Corte Su-
prema, la cual sólo puede decidir sobre la inconstitucionalidad con
efectos limitados al caso concreto. En el caso de una acción de am-
paro donde se plantee la cuestión de inconstitucionalidad de una
ley, la decisión del juez competente sólo tendría efectos suspensi-
vos respecto de la aplicación de la ley en relación con el recurrente,
quedando sujeta a la decisión de la Corte Suprema en cuanto a la
inconstitucionalidad de la ley.203 Por su parte, la ley reguladora del

200 Véase José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, Editorial La Ley, Buenos Aires
1987, p. 214; Néstor Pedro Sagüés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, “Ac-
ción de amparo,” Editorial Astrea, Buenos Aires, 1988, p. 97.
201 En este respecto, el artículo 2,d de la Ley de amparo dispuso que la acción de
amparo no es admisible “cuando la determinación de la eventual invalidez
del acto requiriese […] la declaración de inconstitucionalidad de leyes […].”
Esto se ha tomado como no vigente porque contradice el artículo 31 de la
constitución (ley suprema de la nación). Véase Néstor Pedro Sagüés, Derecho
procesal Constitucional, Vol. 3, Acción de amparo, Editorial Astrea Buenos Aires,
1988, p. 243–258. Adicionalmente, el artículo 43 de la Constitución de 1.994,
que ahora rige la acción de amparo, ha expresamente resuelto la situación
disponiendo que “En el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad
de la norma en que se funde el acto u omisión lesiva.”
202 Véase José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, La Ley, Buenos Aires 1987, pp.
213–214.
203 Véase Luis Alberto Viera, Ley de Amparo, Ediciones Idea, Montevideo 1993,
pp. 23.

138
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

amparo en el Paraguay también dispone que cuando para una de-


cisión en un procedimiento de amparo sea necesario determinar la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley, el tribunal
debe enviar los expedientes a la Sala Constitucional de la Corte
Suprema a fin de decidir sobre su inconstitucionalidad. Esta inci-
dencia no suspendería el procedimiento en el tribunal inferior, el
cual debe continuarlo hasta antes de su decisión (art. 582).
En Costa Rica, la Ley de la Jurisdicción Constitucional también
dispone la inadmisibilidad de la acción de amparo contra las leyes
o contra otras disposiciones reglamentarias, con la excepción de
cuando son impugnadas junto con los actos que las aplican indivi-
dualmente, o cuando se relacionan con normas de aplicación direc-
ta o automática, sin necesidad de otras normas o actuaciones que
las desarrollen o hagan aplicables al recurrente (Ley de la Jurisdic-
ción Constitucional, art. 30.a). Sin embargo, en estos casos, el am-
paro contra una la ley de aplicación directa no es directamente re-
suelto por la Sala Constitucional, sino que debe ser convertido en
una acción de inconstitucionalidad de la ley impugnada.204 En di-
chos casos, el presidente de la Sala Constitucional debe suspender
el procedimiento de amparo y dar al recurrente quince días para
formalizar una acción directa de inconstitucionalidad contra la ley
(Ley de la Jurisdicción Constitucional de Costa Rica, art. 48). Así
que solo después que la ley es anulada por la Sala Constitucional,
es que la acción de amparo debe ser decidida.
En el Perú, de manera similar a la solución argentina y después
de discusiones que surgieron conforme a la legislación anterior, 205
el Código Procesal Constitucional dispone que cuando se invoque
la amenaza o violación de actos que tienen como sustento la aplica-
ción de una norma incompatible con la Constitución, la sentencia
que declare fundada la demanda dispondrá, además, la inaplicabi-
lidad de la citada norma (art. 3). En este caso también, para decidir,
el tribunal debe utilizar sus facultades de control jurisdiccional a
través del método difuso.

204 Véase Rubén Hernández, Derecho Procesal Constitucional, Editorial Juricentro,


San José 2001, pp. 45, 208–209, 245, 223.
205 Particularmente y respecto de las acciones de amparo contra leyes de aplica-
ción directa, Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El proceso constitucional de am-
paro, Gaceta Jurídica, Lima 2004, pp. 352-374.

139
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

También en Colombia, la acción de tutela está excluida respec-


to de todos los “actos de carácter general, impersonal y abstracto”
(art. 6.5); y en Nicaragua, la acción de amparo no es admisible “en
contra del proceso de formación de la ley desde la introducción de
la correspondiente iniciativa hasta la publicación del texto definiti-
vo (Ley de Amparo, art. 7)
3. El amparo contra las actuaciones ejecutivas y actos admi-
nistrativos
A. El amparo contra actos del Poder Ejecutivo
Con respecto a las autoridades del Poder Ejecutivo, el principio
general es que la acción de amparo es admisible respecto de los
actos administrativos, hechos u omisiones de los órganos e entida-
des públicas que integran la Administración Pública, en todos sus
niveles (nacional, estadal y municipal), incluyendo las entidades
descentralizadas, autónomas, independientes y desconcentradas; y
en el caso de Venezuela, incluso contra los actos, hechos y omisio-
nes de las entidades del llamado “Poder Popular.” La acción de
amparo, por supuesto, también procede contra los actos dictados
por la cabeza del poder ejecutivo, es decir, por el Presidente de la
Republica.
No obstante, en relación con actos administrativos y en general
del Poder Ejecutivo, algunas restricciones específicas se han esta-
blecido en América Latina, por ejemplo, en México, donde el acto
presidencial específico de expulsión de un extranjero del territorio
(art. 33) 206 que no puede ser impugnado por medio de la acción
de amparo y, en Uruguay, contra los reglamentos del ejecutivo.207
En relación con los actos administrativos, como se dijo antes,
todos los países latinoamericanos admiten la posibilidad de la in-
terposición de acciones de amparo contra dichos actos; y, aun en
algunos países, como en Venezuela, la Ley Orgánica de Amparo
(art. 14) dispone la posibilidad de ejercer el derecho de amparo de
dos maneras: mediante los medios procesales ordinarios, que en

206 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-


co y España. Estudio de derecho comparado, Editorial Porrúa, México 2002, p.
377.
207 Véase Luis Alberto Viera, Ley de Amparo, Ediciones Idea, Montevideo, 1993,
p. 99.

140
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

este caso es el recurso contencioso de anulación; y sólo cuando este


se haya agotado o no resulta adecuado para restituir o salvaguar-
dar el derecho lesionado, excepcionalmente en forma autónoma
cuando fuere procedente (art. 14).208
La diferencia principal entre las dos vías está, primero, en la
naturaleza del alegato: en el sentido de que en el segundo caso, la
violación alegada respecto del derecho constitucional debe ser una
violación directa, inmediata y flagrante; en el primer caso, lo que
tiene que ser probado es la existencia de una grave presunción de
la violación del derecho constitucional.209 Y, segundo, hay también

208 Cuando se formula la pretensión de amaro con el medio procesal existente


que es el recurso contencioso de anulación, la antigua Corte Suprema de Jus-
ticia en sentencia de 10 de julio de 1.991 (caso Tarjetas Banvenez), aclaró que
en dicho caso, la acción no es una acción principal sino subordinada a la ac-
ción principal al que se le ha adjuntado y está sujeta a la decisión final anula-
toria de la decisión que tiene que ser dictada en la acción principal. Véase tex-
to en la Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1991, pp. 169–174 y comentarios en Revista de Derecho Público, Nº 50, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas 1992, pp. 183–184. Es por esto que en es-
tos casos la pretensión del amparo (que debe estar fundamentada en una
presunción grave de la violación del derecho constitucional) tiene un carácter
preventivo y temporal que consiste en la suspensión de los efectos del acto
administrativo impugnado mientras se produce la decisión final en el recurso
de nulidad. Este carácter cautelar de la protección del amparo mientras se re-
suelve la acción está, por tanto, sujeto a la decisión final a ser dictada en el
proceso contencioso-administrativo de nulidad contra el acto impugnado.
Véase en Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas 1991, pp. 170–171.
209 La principal diferencia entre ambos procedimientos según la Corte Suprema
de Justicia es que, en el segundo caso del recurso autónomo de amparo con-
tra actos administrativos, el recurrente debe alegar una violación directa, in-
mediata y flagrante del derecho constitucional, el cual por sí mismo eviden-
cia la necesidad de la orden de amparo como medio definitivo para restaurar
la situación jurídica lesionada. En el primer caso y dada la naturaleza sus-
pensiva de la orden de amparo, la cual solo tiende a detener temporalmente
los efectos del acto lesivo hasta que el recurso contencioso-administrativo
que confirme o anule dicho acto sea decidido, las violaciones inconstituciona-
les alegadas de disposiciones constitucionales pueden ser formuladas junto
con las violaciones de disposiciones legales, o correspondientes a una ley,
que desarrollan disposiciones constitucionales; y porque es un recurso de
control constitucional contra actos administrativos que persiguen la nulidad
de éstos, pueden también dichos recursos fundamentarse en textos legales.
Lo que la corte no puede hacer en estos casos de acciones conjuntas con el fin
de suspender los efectos del acto administrativo impugnado, es fundamentar
su decisión solamente en las alegadas violaciones de la ley porque esto signi-

141
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

una diferencia en cuanto al objetivo general del procedimiento: en


el segundo caso, la sentencia pronunciada es una sentencia defini-
tiva de tutela constitucional, de carácter restauradora; en el primer
caso, la sentencia sólo tiene carácter cautelar de suspensión de los
efectos del acto impugnado, que queda sujeta a la decisión de la
causa principal de nulidad.210
De manera similar a la solución venezolana, el artículo 8 de la
Ley de tutela colombiana establece la posibilidad de interponer “la
tutela como mecanismo transitorio” contra actos administrativos en
conjunción con el recurso contencioso-administrativo de nulidad.

B. La acción de amparo y las cuestiones políticas


Un tema importante en relación al amparo contra actos del Po-
der Ejecutivo es el relacionado con los llamados actos políticos o las
llamadas cuestiones políticas, lo cual, sin embargo, en materia de
control judicial, en América Latina solo es relevante en Argentina y
Perú.
En efecto, de acuerdo con la doctrina que se originó en los Es-
tados Unidos con relación al control jurisdiccional de constitucio-
nalidad, siempre se ha considerado como exentos de control judi-
cial a los actos de naturaleza política, todo ello, en el marco de la
“separación de los poderes” y de las relaciones que deben existir
“entre la rama judicial y las agencias coordinadas del gobierno fe-
deral.”211 En estos casos se considera que la Corte Suprema ha con-
siderado que la solución de las controversias constitucionales co-
rresponde a las ramas políticas del gobierno, quedando excluidos
de control judicial. Esas cuestiones políticas, en general, son las
relativas a las relaciones exteriores que impliquen definición de
“política general, consideraciones de extrema magnitud y, cierta-
mente, por entero fuera de la competencia de una corte de justi-

ficaría anticipar la decisión final en el recurso principal (de control constitu-


cional de nulidad). Ídem, pp. 171–172.
210 Ídem, p. 172. Véase t. respecto de la nulidad del artículo 22 de la Ley Orgánica
de amparo, la decisión de la anterior Corte Suprema del 21 de mayo de 1.996
en Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol. V, Dere-
cho y Acción de Amparo, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1996, pp. 392 ss.
211 Véase Baker v. Carr, 369 U.S. 186 (1962),en M. Glenn Abernathy and Barbara
A. Perry, Civil Liberties under the Constitution, Sixth Edition, University of
South Carolina Press, 1993, pp. 6–7.

142
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cia.”212 En todos estos casos, desde luego, aun cuando pueda elabo-
rarse una lista de “cuestiones políticas” que no sean justiciables, la
responsabilidad última en determinarlas corresponde a la Corte
Suprema.213
Siguiendo esta doctrina, e igualmente sin ninguna base consti-
tucional expresa, la Corte Suprema en Argentina y el Tribunal
Constitucional en Perú214 también han desarrollado la misma exi-
mente para el control judicial y para el ejercicio de las acciones de
amparo en materias políticas.
La excepción argentina se refiere principalmente a los denomi-
nados “actos de gobierno” o “actos políticos” referidos, por ejem-
plo, a las declaraciones de guerra y de estados de sitio; a las inter-
venciones del gobierno central en las provincias, a la “conveniencia
pública” con fines de expropiación, a la emergencia para aprobar
determinados tributos impositivos directos; y a los actos relativos a
las relaciones exteriores como son el reconocimiento de nuevos

212 Véase Ware v. Hylton, 3 Dallas, 199 (1796). Las decisiones sobre relaciones
exteriores por lo tanto y como declaró el magistrado Jackson en Chicago and
Southern Air Lines v. Waterman Steamship Co. (1948): “Están enteramente con-
finadas por nuestra constitución a los departamentos políticos del gobierno
… Son decisiones de una naturaleza para la que el poder judicial no tiene ap-
titudes, facilidades ni responsabilidad y que, desde mucho tiempo, ha sido
considerada pertenencia del dominio del poder político, no sujeto a la intro-
misión o cuestionamiento judicial.” Chicago and Southern Air Lines v. Water-
man Steamship Co., 333 US 103 (1948), p. 111. Aunque desarrollada principal-
mente para materias de asuntos exteriores, la Corte Suprema también ha con-
siderado como cuestiones políticas determinadas materias relacionadas con el
manejo de los asuntos interiores, los cuales son por lo tanto no enjuiciables
jurisdiccionalmente; como, por ejemplo, la decisión de si un estado debe te-
ner una forma republicana de gobierno y la cual en Luther v. Borden (1849)
fue considerada una “decisión vinculante para cada uno de los departamen-
tos del gobierno y que no podía ser cuestionada en un tribunal judicial.” Lut-
her v. Borden 48 U.S. (7 Howard), 1, (1849). Ídem, pp. 6–7.
213 Como dijo la corte en Baker v. Carr 369 U.S. 186 (1962): “Decidir si una mate-
ria ha sido, en cualquier medida, atribuida por la constitución a otra rama del
gobierno o si la acción de esa rama excede la autoridad cualquiera que se le
haya atribuido -dijo la corte, es en sí mismo un ejercicio delicado de interpre-
tación constitucional y es responsabilidad de esta corte decidirlo como intér-
prete último de la constitución.” Ídem, p. 6-7.
214 Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El proceso constitucional de amparo, Gaceta
Jurídica, Lima 2004, pp. 128 ss.

143
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Estados o gobiernos extranjeros, o la expulsión de extranjeros.215


Todos estos actos son considerados en Argentina como asuntos de
carácter político, que son dictados por los órganos políticos del
Estado de acuerdo con las atribuciones que les han sido atribuidas
exclusiva y directamente en la Constitución; razón por la cual se los
considera fuera del ámbito de la acción de amparo.
En esta materia, también debe mencionarse en argentina, la
restricción establecida en la Ley de amparo, al establecer la inadmi-
sibilidad de la acción de amparo contra actos dictados en aplica-
ción expresa de la Ley de Defensa Nacional (Ley Nº 16.970, art.
2,b).216
En el Perú, el tema de las cuestiones políticas en cierta forma se
consideró en la sentencia de la Corte Interamericana donde se
realizó el control de convencionalidad de la decisión adoptada por
el Congreso en el Perú, mediante la cual se removió de sus cargos a
los magistrados del Tribunal Constitucional, sin las debidas garan-
tías de protección judicial. En efecto, en el conocido caso Tribunal
Constitucional vs. Perú, de 31 de enero de 2001, la Corte Interameri-
cana. luego de reiterar su criterio de que para que el Estado cumpla
con lo dispuesto en el artículo 25.1 de la Convención, “no basta con
que los recursos existan formalmente, sino que los mismos deben
tener efectividad, es decir, debe brindarse a la persona la posibili-
dad real de interponer un recurso que sea sencillo y rápido,”217
consideró que “la institución procesal del amparo reúne las carac-
terísticas necesarias para la tutela efectiva de los derechos funda-
mentales, esto es, la de ser sencilla y breve;218 pasando luego a ex-

215 Para que esta excepción sea aplicada, se ha considerado que el acto impug-
nado debe en forma clara y exacta basarse en las disposiciones de dicha ley.
Véase José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, La Ley, Buenos Aires 1987, p.
190 ss.; Néstor Pedro Sagüés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, “Acción
de amparo,” Editorial Astrea, Buenos Aires 1988, pp. 270 ss.; Alí Joaquín Sal-
gado, Juicio de amparo y acción de inconstitucionalidad, Astrea, Buenos Aires
1987, p. 23.
216 Véase caso Diario El Mundo c/ Gobierno nacional, CNFed, Sala 1 ContAdm, 30
de abril de 1.974, JA, 23-1974-195. Véanse los comentarios en Néstor Pedro
Sagüés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, Acción de amparo, Editorial As-
trea, Buenos Aires 1988, pp. 212–214.
217 Véase la sentencia en el caso Tribunal Constitucional vs. Perú, de 31 de enero
de 2001 (Párr. 90) en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/Se-
riec_71_esp.pdf
218 Idem, Párr. 91

144
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

plicar que “en lo que concierne al debido proceso legal,” los actos
del proceso de “destitución de los magistrados del Tribunal Consti-
tucional seguido ante el Congreso, que se hallan sometidos a nor-
mas legales que deben ser puntualmente observadas,” pueden ser
recurribles en amparo, considerando sin embargo que el proceso
de amparo “no implica valoración alguna sobre actos de carácter
estrictamente político atribuidos por la Constitución al Poder Le-
gislativo.”219
La Corte Interamericana en el caso, analizó la decisión que ha-
bía adoptado el propio Tribunal Constitucional peruano al decidir
los recursos de amparo intentado por los magistrados destituidos
considerando que “el ejercicio de la potestad de sanción, específi-
camente la de destitución de altos funcionarios, no puede ser abier-
tamente evaluada en sede jurisdiccional, pues constituye un acto
privativo del Congreso de la República, equivalente a lo que en
doctrina se denomina ‘Political Questions’ o cuestiones políticas no
justiciables;”220 destacando sin embargo, que el propio Tribunal
había establecido que:
“tal potestad no es ilimitada o absolutamente discrecional
sino que se encuentra sometida a ciertos parámetros, uno de
ellos y quizás el principal, el de su ejercicio conforme al princi-
pio de razonabilidad, pues no sería lógico ni menos justo, que
la imposición de una medida de sanción, se adopte tras una si-
tuación de total incertidumbre o carencia de motivación. De
allí que cuando existan casos en los que un acto de naturaleza
política, como el que se cuestiona en la presente vía de amparo,
denote una manifiesta transgresión de dicho principio y por
extensión de otros como el del Estado Democrático de Derecho
o el Debido Proceso Material, es un hecho inobjetable que este
Colegiado sí puede evaluar su coherencia a la luz de la Consti-
tución Política del Estado.” 221
En el caso, sin embargo, a pesar de que el Tribunal Constitu-
cional estimó posible la revisión judicial de actos vinculados con un
juicio político a efecto de evaluar si en aquéllos se había cumplido
con las garantías propias del debido proceso legal, consideró que se
habían respetado tales garantías, declarándose el recurso de ampa-

219 Idem, Párr. 94


220 Idem, Párr. 95
221 Idem, Párr. 95

145
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ro como infundado222 la Corte Interamericana estimó “que el fraca-


so de los recursos interpuestos contra la decisión del Congreso que
destituyó a los magistrados del Tribunal Constitucional” se debió a
apreciaciones “no estrictamente jurídicas” afirmando que “la deci-
sión de los amparos en el caso en análisis no se reunieron las exi-
gencias de imparcialidad por parte del Tribunal que conoció los
citados amparos” violándose el derecho a la protección judicial, en
perjuicio de las víctimas. 223
En todos estos casos de exclusión de la acción de amparo res-
pecto de las actuaciones del Poder Ejecutivo que se consideren co-
mo cuestiones políticas, sin duda contrarias a los parámetros fija-
dos en el artículo 25.1 de la Convención Americana para el derecho
a la protección o amparo judicial, es también campo propicio para
el ejercicio del control de convencionalidad.
C. La acción de amparo y el funcionamiento de los ser-
vicios públicos
Finalmente y en relación con los actos administrativos, también
en Argentina la Ley de amparo establece la inadmisibilidad de la
acción de amparo en casos en los cuales la intervención judicial
comprometa directa o indirectamente “la regularidad, continuidad
y eficacia de la prestación de un servicio público, o el desenvolvi-
miento de actividades esenciales del Estado” (art. 2,c). La misma
disposición se establece respecto de la acción de amparo en el Có-
digo de Procedimiento Civil de Paraguay (art. 565,c).
Dado la forma de redacción y la utilización de conceptos inde-
terminados (comprometer, directo, indirecto, regularidad, conti-
nuidad, eficacia, prestación, servicio público) y debido al hecho
que cualquier actividad administrativa del Estado puede siempre
relacionarse con un servicio público,224 esta disposición ha sido
altamente criticada en Argentina, considerando que con su aplica-
ción materialmente sería difícil que un amparo se decida contra el
Estado.225

222 Idem, Párr. 95


223 Idem, Párrs. 96, 97
224 Idem, pp. 226 ss.
225 Véase José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, La Ley, Buenos Aires 1987, p.
231.

146
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En todo caso la decisión final corresponde a los tribunales y si


bien es verdad que en la práctica la excepción no ha sido casi nunca
utilizada,226 en algunas materias importantes sí se ha alegado.227
En todo caso, la exclusión de la acción de amparo en los men-
cionados casos de cuestiones políticas y de afectación de servicios
públicos, en nuestro criterio, también resultan contrarias a lo dis-
puesto en el artículo 25.1 de la Convención Americana para el de-
recho a la protección o amparo judicial, constituyendo igualmente
campo propicio para el ejercicio del control de convencionalidad.

4. El amparo contra las sentencias y actos judiciales


En contraste con la admisión general de la acción de amparo
contra actos administrativos y en general, contra los actos del Po-
der Ejecutivo, lo mismo no puede decirse respecto de las decisiones
judiciales, las cuales en muchos casos se han excluido del ámbito
de la acción de amparo. En otras palabras, si bien la acción de am-

226 Idem, p. 233; Néstor Pedro Sagüés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, Ac-
ción de amparo, Editorial Astrea, Buenos Aires 1988, p. 228.
227 Pasó, por ejemplo, en las acciones de amparo interpuestas en 1.985 contra la
decisión del Banco Central de la República suspendiendo, por algunos meses,
el plazo de los pagos de depósitos en moneda extranjera. Aunque algunos
tribunales rechazaron las acciones de amparo en el asunto (v. CFed BBlanca
case, 13 de agosto de 1.985, ED, 116-116, en Alí Joaquín Salgado, Juicio de am-
paro y acción de inconstitucionalidad, Editorial Astrea 1987, p. 51, note 59), en el
caso Peso, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso-
Administrativo Federal de Buenos Aires decidió rechazar los argumentos
que pedían el rechazo de la acción de amparo basados en el concepto de que
el caso es uno relativo a un “servicio público,” considerando que las activi-
dades del Banco Central no posee los elementos para ser considerado un ser-
vicio público como tal. Véase CNFedConAdm, Sala IV, 13 de junio de 1.985,
ED, 114-231in Alí Joaquín Salgado, Juicio de amparo y acción de inconstituciona-
lidad, Editorial Astrea 1987, p. 50, nota 56. Algunos años mas tarde y respecto
de una decisión similar del Banco Central de Venezuela sobre los impagos de
los depósitos en moneda extranjera, en los casos referidos como Corralito, no
hubo alegato alguno que considerara esas decisiones del Banco Central (que
fueron tomadas en un estado nacional de emergencia económica) como acti-
vidades correspondientes a un servicio público. En tales casos, las acciones
de amparo fueron admitidas y declaradas con lugar, pero con múltiples inci-
dentes judiciales. Véase, por ejemplo, los casos Smith y San Luis, 2.002, en
Antonio María Hernández, Las emergencias y el orden constitucional, Universi-
dad Nacional Autónoma de México, México, 2003, pp. 71 ss., 119 ss. En di-
chos casos, las leyes y decretos de emergencia económica fueron declarados
inconstitucionales.

147
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

paro está admitido en muchos países de América Latina contra los


actos judiciales, en la mayoría de los países han sido expresamente
excluidos y considerados inadmisibles, específicamente cuando las
decisiones judiciales son pronunciadas en ejercicio del poder juris-
diccional,228 lo que sin duda también se configura como un campo
propicio para el control de convencionalidad por contrariar lo dis-
puesto en el artículo 25.1 de la Convención Americana, el cual no
excluye acto estatal lesivo de derechos humanos alguno de la pro-
tección judicial.
Respecto de los países que admiten el recurso de amparo para
la tutela de los derechos constitucionales contra decisiones judicia-
les, puede decirse que ello ha sido la tradición en México (el ampa-
ro casación);229 admitiéndose además, en general, en Guatemala
(art. 10.h), Honduras (art. 9,3 y 10,2,a), Panamá (art. 2.615),230 Perú
y Venezuela.
El principio general en estos casos, según lo dispone el Código
Procesal Constitucional peruano, es que el amparo es admitido
contra resoluciones judiciales firmes dictadas con manifiesto agra-
vio a la tutela procesal efectiva, que comprende el acceso a la justi-
cia y el debido proceso (art. 4).231 En el caso de Venezuela, de ma-
nera similar a como estaba establecido en la legislación de Perú
antes de la sanción del Código, el artículo 4 de la Ley Orgánica de
Amparo dispone que la acción de amparo procede “cuando un
Tribunal de la República, actuando fuera de su competencia, dicte
una resolución o sentencia u ordene un acto que lesione un derecho
constitucional” (art. 4). En estos casos, la acción de amparo debe
interponerse por ante un tribunal superior al que emitió el pronun-
ciamiento, el cual debe decidir en forma breve, sumaria y efectiva.
El caso de Colombia también debe mencionarse, especialmente
debido al hecho que el artículo 40 del decreto Nº 2.591 de 1.991 que

228 Por consiguiente, los actos administrativos dictados por los tribunales pue-
den ser impugnados mediante el amparo. Véase, por ejemplo, en relación con
Argentina a Néstor Pedro Sagüés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, Ac-
ción de amparo, Editorial Astrea, Buenos Aires 1988, pp. 197 ss.
229 Véase Richard D. Baker, Judicial Review in México. A Study of the Amparo Suit,
Texas University Press, Austin 1971, p. 98.
230 En este caso, sin ningún efecto suspensivo. Véase Boris Barrios González,
Derecho Procesal Constitucional, Editorial Portobelo, Panamá 2.002, p. 159.
231 Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El proceso constitucional de amparo, Gaceta
Jurídica, Lima 2004, p. 326.

148
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

reguló la acción de tutela apenas sancionada la Constitución, admi-


tió la acción de tutela contra decisiones judiciales, lo que por lo
demás, no estaba excluido en la Constitución. Por consiguiente, el
Decreto expresamente estableció la posibilidad de intentar la ac-
ción de tutela contra actos judiciales cuando éstos infligieran daños
directos a los derechos fundamentales. En esos casos, la tutela debía
ser interpuesta junto con el recurso apropiado, es decir, el recurso de
apelación. No obstante esta admisibilidad establecida por una ley
de la tutela contra decisiones judiciales, en 1992 fue declarada in-
constitucional por la Corte Constitucional, la cual anuló la norma
considerándola contraria al principio de intangibilidad de los efec-
tos de la cosa juzgada.232
En esa forma fue eliminada en Colombia la acción de tutela
contra las decisiones judiciales, pero no por mucho tiempo. Un año
después de la decisión anulatoria de la Corte Constitucional, y lue-
go de numerosas decisiones judiciales, la misma Corte Constitu-
cional readmitió la acción de tutela contra las decisiones judiciales
cuando constituyeren vías de hecho,233 es decir, cuando fuesen
pronunciadas como consecuencia de un ejercicio arbitrario de la
función judicial, violando los derechos constitucionales del de-
mandante.234 De manera que, de acuerdo con esta doctrina, la cual
es aplicable a casi todos los casos en que la acción de amparo es
incoada contra decisiones judiciales, éstas, para que sean impug-
nadas por vía de la acción de tutela deben haber sido pronunciadas
en violación grave y flagrante de las garantías al debido proceso
legal, constituyéndose en una decisión ilegítima o arbitraria sin
soporte legal ninguno.
Aparte de los casos antes mencionados, sin embargo, puede
decirse que la tendencia general en los países de América Latina es
el rechazo de la acción de amparo contra las decisiones judiciales,

232 Véase Decisión C-543 del 1 de octubre de 1.992 en Manuel José Cepeda Espi-
nosa, Derecho Constitucional jurisprudencial. Las grandes decisiones de la Corte
Constitucional, Legis, Bogotá 2001, pp. 1009 ss.
233 Véase Decisión S-231 del 13 de mayo de 1.994, Idem, pp. 1022 ss.
234 Véase Decisión US-1218 del 21 de noviembre de 2.001. Véase en Juan Carlos
Esguerra, La protección constitucional del ciudadano, Legis, Bogotá 2004, p. 164.
Véase Eduardo Cifuentes Muñoz, “Tutela contra sentencias (El caso colom-
biano),” en Humberto Nogueira Alcalá (Ed.), Acciones constitucionales de am-
paro y protección: realidad y perspectivas en Chile y América Latina, Editorial Uni-
versidad de Talca, Talca 2000, pp. 307 ss.

149
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

como es el caso en Argentina (art. 2.b),235 Bolivia (art. 96.3), Brasil


(art. 5.II), Costa Rica (art. 30.b),236 Chile,237 República Dominicana
(art. 3.a),238 Ecuador,239 Nicaragua (art. 51.b) Paraguay (art. 2.a) y
Uruguay (art. 2.a).240
En El Salvador y Honduras la exclusión está limitada a los ac-
tos judiciales “puramente civiles, comerciales o laborales, y respec-
to de sentencias definitivas ejecutoriadas en materia penal.” (El
Salvador, art. 13; Honduras, art. 46.7). También, en Brasil el manda-

235 Véase Joaquín Brague Camazano, La Jurisdicción constitucional de la libertad


(Teoría general, Argentina, México, Corte Interamericana de Derechos Hu-
manos), Editorial Porrúa, México 2005, p. 98. José Luis Lazzarini, El juicio de
amparo, Editorial La Ley, Buenos Aires, 1987, pp. 218–223; Alí Joaquín Sal-
gado, Juicio de amparo y acción de inconstitucionalidad, Astrea, Buenos Ai-
res 1987, p. 46.
236 Véase Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal Constitucional, Editorial Juri-
centro, San José 2001, pp. 45, 206, 223, 226. El único caso en el cual se ha plan-
teado a nivel internacional la cuestión de la inconvencionalidad del artículo
31.b de la Ley de la Jurisdicción Constitucional costarricense fue declarado
inadmisible por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque el
derecho que se había alegado como violado por el Estado no era un derecho
establecido en la Convención Americana sino de orden interno (derecho a ju-
bilación de un funcionario público). Véase el Informe 85/98. caso 11.417, Gil-
bert Bernard Little vs. Costa Rica, punto resolutivo 2. Véase la referencia en
Anamari Garro, La improcedencia del recurso de amparo contra las resoluciones y
actuaciones jurisdiccionales del Poder Judicial a la luz de la Constitución costarri-
cense y del artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Tesis
para optar al grado de Doctor en Derecho, Universidad de los Andes, Santia-
go de Chile 2012 (Versión mimeografiada), p. 271, Nota 983.
237 Véase Juan Manuel Errazuriz G. y Jorge Miguel Otero A., Aspectos procesales
del recurso de protección, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1989, p. 103. No
obstante, algunos autores consideran que el recurso de tutela es admisible
contra decisiones judiciales cuando son pronunciadas en forma arbitraria y
en violación de los derechos al debido proceso. Véase Humberto Nogueira
Alcalá, “El derecho de amparo o protección de los derechos humanos, fun-
damentales o esenciales en Chile: evolución y perspectivas,” en Humberto
Nogueira Alcalá (Editor), Acciones constitucionales de amparo y protección: reali-
dad y perspectivas en Chile y América Latina, Editorial Universidad de Talca,
Talca 2000, p. 45.
238 Véase Eduardo Jorge Prats, Derecho Constitucional, Vol. II, Gaceta Judicial,
Santo Domingo 2005, p. 391.
239 Véase Hernán Salgado Pesantes, Manual de Justicia Constitucional Ecuatoriana,
Corporación Editora Nacional, Quito 2004, p. 84.
240 Véase Luis Alberto Viera, Ley de Amparo, Ediciones Idea, Montevideo 1993,
pp. 50, 97.

150
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

do de segurança está excluido contra decisiones judiciales cuando de


acuerdo con las normas procesales, existe contra ellas un recurso
judicial o cuando tales decisiones pueden ser modificadas por otros
medios (art. 5.II).
El artículo 25.1 de la Convención Americana al garantizar el
derecho de amparo o protección judicial lo estableció en forma ge-
neral contra las violaciones por parte de los órganos del Estado de
los derechos humanos, cualquiera que sea la fuente de la violación,
amparo contra un específico acto estatal que viole los derechos,
como son las sentencias y actos judiciales, sin duda, contraría la
Convención, siendo igualmente campo propicio para el ejercicio
del control de convencionalidad, por parte de la Corte Interameri-
cana y de los jueces y tribunales nacionales.
Sin embargo, en esta materia, puede decirse que la Corte Inter-
americana dejó pasar la oportunidad de realizar el control de con-
vencionalidad respecto de la inconvencional negación de la acción
de amparo contra decisiones de los órganos judiciales en Ecuador.
El tema se planteó específicamente en la sentencia del caso Acosta
Calderón vs. Ecuador de 24 de junio de 2005, ante el alegato de los
representantes de las víctimas de que en Ecuador, aún “con las
reformas constitucionales de 1996 y 1998, el ejercicio de la garantía
del amparo no se encuentra asegurado en concordancia con la
norma del [artículo] 25 de la Convención, pues prohíbe de manera
expresa que se interpongan acciones de amparo en contra de las
providencias judiciales.”241 La Corte Interamericana, sin embargo,
en lugar de entrar a realizar el control de convencionalidad en este
importante aspecto, se limitó a señalar que no se pronunciaba so-
bre las alegaciones de los representantes pues “dichas reformas no
se enmarcan dentro de los presupuestos del presente caso.”242
El tema del amparo contra decisiones judiciales, en todo caso,
requiere que el amparo esté configurado como un amparo difuso
en el sentido de que los tribunales llamados a conocer de las accio-
nes de amparo sean en general los de todo el orden judicial, de
manera que el amparo se pueda intentar ante el juez superior a
aquél que dicta el acto lesivo, como se regula en la Ley Orgánica de

241 Véase sentencia del caso Acosta Calderón vs. Ecuador de 24 de junio de 2005,
Serie C 129 (Párr. 87.f), en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/se-
riec_129_esp1.pdf
242 Ídem. Párr. 98

151
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Venezuela (art. 4). En sistemas de amparo concentrado en un solo


tribunal, como es el caso de la Sala Constitucional del Tribunal Su-
premo de Justicia de Costa Rica, que es la que tiene competencia
exclusiva para conocer de las acciones de amparo, sería práctica-
mente imposible implementar el amparo contra decisiones judicia-
les (en la actualidad excluida en la Ley de la jurisdicción Constitu-
cional), pues de hacerse sin descentralizar el amparo colapsaría
completamente la Sala Constitucional.

5. El amparo contra actos de otros órganos constitucionales


Aparte de los actos de las ramas legislativa, ejecutiva y judicial,
el principio de la separación de los poderes ha dado origen en el
derecho constitucional latinoamericano contemporáneo a otros
órganos del Estado independientes de dichas clásicas tres ramas
del Poder Público. Este es el caso de los cuerpos u órganos electora-
les encargados de dirigir los procesos electorales; de las oficinas de
Defensoría del Pueblo o de los Derechos Humanos; de las entida-
des fiscalizadoras o Contralorías Generales; y de los Consejos de la
Judicatura o de la Magistratura establecidos para la dirección y
administración de las cortes y tribunales.
Debido a que dichos órganos emanan actos estatales, los mis-
mos, al igual que sus hechos y omisiones, pueden ser objeto de
acciones de amparo cuando violen derechos constitucionales. No
obstante, algunas excepciones también han sido establecidas para
negar la admisibilidad de acciones de amparo, por ejemplo, contra
los cuerpos electorales como sucede en Costa Rica (art. 30.d),243
México (art. 73.VII),244 Nicaragua (art. 51.5), Panamá (art. 2.615),245

243 Véase Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal Constitucional, Editorial Juri-
centro, San José 2001, pp. 228–229. Otras materias decididas por el Tribunal
Supremo de Elecciones como nacionalidad, capacidad o estado civil son ma-
terias sujetas al control jurisdiccional mediante el amparo. Véase José Miguel
Villalobos, “El recurso de amparo en Costa Rica,” en Humberto Nogueira Al-
calá (Editor), Acciones constitucionales de amparo y protección: realidad y perspec-
tivas en Chile y América Latina, Editorial Universidad de Talca, Talca 2000, pp.
222–223.
244 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en
México y España. Estudio de derecho comparado, Editorial Porrúa, México
2002, p. 378; Véase Richard D. Baker, Judicial Review in México. A Study of
the Amparo Suit, Texas University Press, Austin 1971, pp. 98, 152.
245 Véase Boris Barrios González, Derecho Procesal Constitucional, Editorial Porto-
belo, Panamá 2002, p. 161.

152
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

y Uruguay (art. 1.b). Esta exclusión, igualmente, es campo propicio


para el ejercicio del control de convencionalidad, para adecuar es-
tas normas a la Convención Americana.
Ello por lo demás, fue lo que ocurrió en el Perú, respecto del
artículo 5.8 del Código Procesal Constitucional que excluía la ac-
ción de amparo contra las decisiones del Juzgado Nacional de Elec-
ciones. Esta norma fue objeto de control de convencionalidad por
parte del Tribunal Constitucional el cual la anuló invocando el ca-
rácter vinculante de la jurisprudencia de la Corte Interamericana,
incluidas sus opiniones consultivas.246
Sin embargo, en el México y en el Perú subsiste otra exclusión
respecto de los recursos de amparo cuando se ejerzan contra actos
del Consejo de la Magistratura. En el Perú, respecto de los actos
mediante los cuales se destituya o ratifique a los jueces (art. 5,7)
dictados en forma debidamente motivada y con previa audiencia
del interesado.247
En esta materia, en todo caso, debe mencionarse el ejercicio del
control de convencionalidad que ejerció la Corte Interamericana
respecto de la exclusión del recurso de amparo o protección judi-
cial efectiva contra actos de algunas autoridades electorales en Ni-
caragua. Se trata del caso Yatama vs. Nicaragua de 23 de junio de
2005, en el cual la Corte Interamericana, después de constatar que
el Consejo Supremo Electoral de Nicaragua en un proceso electoral
de 2000 no había respetado las garantías del debido proceso del
partido Yatama al rechazarle la presentación de candidatos a las
elecciones, afectando el derecho a la participación política de los
candidatos (párr. 160-164), constató que el Estado había violado el

246 Véase sentencia del Tribunal Constitucional del Perú de 19 de junio de 2007
dictada en el caso Colegio de Abogados del Callao vs. Congreso de la República,
(00007-2007-PI/TC-19); citada por Carlos Ayala Corao, “El diálogo jurispru-
dencial entre los Tribunales internacionales de derechos humanos y los Tri-
bunales constitucionales,” Boris Barrios González (Coordinador), Temas de
Derecho Procesal Constitucional Latinoamericano, Memorias I Congreso pana-
meño de Derecho Procesal Constitucional y III Congreso Internacional Proce-
so y Constitución, Panamá 2012, p. 176. Antes De la anulación, sin embargo,
la acción de amparo se admitía si la decisión del Jurado Nacional de Elecciones
no tenía una naturaleza jurisdiccional o, teniéndola, violaba la efectiva pro-
tección judicial (el debido proceso). Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El pro-
ceso constitucional de amparo, Gaceta Jurídica, Lima 2004, pp. 128, 421, 447
247 Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El proceso constitucional de amparo, Gaceta
Jurídica, Lima 2004, p. 126.

153
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

derecho a la protección judicial o amparo establecido en el artículo


25.1 por impedirse en el orden interno la recurribilidad de los actos
del Consejo Nacional Electoral. La Corte Interamericana consideró,
en esencia, que “la inexistencia de recursos internos efectivos colo-
ca a las personas en estado de indefensión” de manera que “la
inexistencia de un recurso efectivo contra las violaciones de los
derechos reconocidos por la Convención constituye una transgre-
sión de la misma por el Estado Parte,”248 para lo cual reiteró su doc-
trina de que la existencia de la garantía prevista en el artículo 25.1
de la Convención consistente en “la posibilidad real de interponer
un recurso,” en los términos de dicha norma, “constituye uno de
los pilares básicos, no sólo de la Convención Americana, sino del
propio Estado de Derecho en una sociedad democrática en el sen-
tido de la Convención.”249
Pasó luego la Corte Interamericana, al analizar la situación en
Nicaragua, a constatar que de acuerdo con la Constitución Política,
contra los actos del órgano de mayor jerarquía del Poder Electoral,
el Consejo Supremo Electoral (artículo 129), “no habrá recurso al-
guno, ordinario ni extraordinario” (artículo 173.14), lo que recoge
la Ley de Amparo al disponer que el recurso de amparo no procede
“contra las resoluciones dictadas en materia electoral” (artículo
51.5), admitiéndose sólo conforme a la ley Electoral el recurso de
amparo contra las “resoluciones definitivas que en materia de par-
tidos políticos dicte el Consejo Supremo Electoral” (artículo 76).250
Por tanto, intentado como fue el caso sometido a su conocimiento
un recurso de amparo contra una decisión del Consejo Supremo
Electoral, la Sala de lo Constitucional de Nicaragua resolvió decla-
rarlo “improcedente in limine litis con fundamento en que no tenía
competencia para conocer en materia electoral.”251
En esta situación la Corte Interamericana comenzó por afirmar
que si bien la Constitución de Nicaragua establecía la irrecurribili-
dad de las resoluciones del Consejo Supremo Electoral en materia
electoral, ello no puede significar “que dicho Consejo no deba estar

248 Véase sentencia en el caso Yatama Vs. Nicaragua de 23 de Junio de 2005 (Párr.
167, 168), en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_127_
esp.pdf
249 Idem, Párr. 169
250 Idem, Párr. 171
251 Idem, Párr. 172

154
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

sometido a controles judiciales, como lo están los otros poderes del


Estado;” afirmando, con razón, que “las exigencias derivadas del
principio de independencia de los poderes del Estado no son in-
compatibles con la necesidad de consagrar recursos o mecanismos
para proteger los derechos humanos.”252 De manera que, puntuali-
zó la Corte, “independientemente de la regulación que cada Estado
haga respecto del órgano supremo electoral, éste debe estar sujeto a
algún control jurisdiccional que permita determinar si sus actos
han sido adoptados al amparo de los derechos y garantías mínimas
previstos en la Convención Americana, así como las establecidos en
su propia legislación, lo cual no es incompatible con el respeto a las
funciones que son propias de dicho órgano en materia electoral.”
De la carencia en ese caso, del recurso sencillo y rápido, tomando
en cuenta las particularidades del procedimiento electoral, conclu-
yó la Corte “que el Estado violó el derecho a la protección judicial
consagrado en el artículo 25.1 de la Convención Americana, en
perjuicio de los candidatos propuestos por Yatama para participar
en las elecciones municipales de 2000, en relación con los artículos
1.1 y 2 de la misma.”253
El control de convencionalidad efectuado por la Corte Inter-
americana ante la irrecurribilidad mediante la acción de amparo de
los actos del Consejo Supremo Electoral, lo que consideró como
una violación del artículo 25.1 de la Convención, en relación con
los artículos 1.1 y 2 de la misma, condujo a la Corte a requerir del
Estado:
“que adopte, dentro de un plazo razonable, las medidas
legislativas necesarias para establecer un recurso judicial senci-
llo, rápido y efectivo que permita controlar las decisiones del
Consejo Supremo Electoral que afecten derechos humanos, ta-
les como los derechos políticos, con observancia de las garan-
tías legales y convencionales respectivas, y derogue las normas
que impidan la interposición de ese recurso.”254
Debe mencionarse que en este aspecto, el juez Alejandro Mon-
tiel Argüello en un Voto Disidente de la misma sentencia, mate-
rialmente se limitó a constatar que la inconvencional exclusión de
los “recursos de amparo en cuestiones electorales” en el ordena-

252 Idem, Párr. 174


253 Idem, Párr. 175, 176
254 Idem, Párr. 254

155
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

miento jurídico de Nicaragua, ocurría “al igual que lo hacen las


legislaciones de muchos otros países y también son muchos los
países que al igual que Nicaragua excluyen del recurso de amparo
las resoluciones judiciales por considerar que los recursos ordina-
rios son suficientes para garantizar los derechos humanos.”255
Ello, en lugar de legitimar la restricción nicaragüense lo que
pone en evidencia es que en esos otros países la normativa también
es violatoria de la Convención Americana, debiendo corregirse
mediante el control de convencionalidad.
De lo anterior resulta que entre todas las instituciones del dere-
cho constitucional de América Latina, el derecho o la acción de
amparo256 puede considerarse como la más característica de todas,
al punto de que bien se la puede calificar como una institución
propiamente latinoamericana,257 por lo demás, de origen mexi-
cano,258 la cual ha incluso influido en su adopción en otras latitu-
des.259
En la actualidad en los países latinoamericanos el amparo está
regulado en expresas normas constitucionales; y en todos, excepto

255 Idem, Voto Disidente, Párr. 7


256 Entre las denominaciones empleadas para la regulación de la institución de
amparo en los países de América latina, se destacan las siguientes: Amparo
(Guatemala), Juicio de amparo, (México), Proceso de amparo (El Salvador, Perú),
Acción de amparo (Argentina, República Dominicana, Ecuador, Honduras, Pa-
raguay, Uruguay y Venezuela), Recurso de amparo (Bolivia, Costa Rica, Nica-
ragua, y Panamá), Acción de tutela (Colombia), Recurso de protección (Chile),
Mandado de segurança y mandado de injunçao (Brasil),
257 Véase en general lo que hemos expuesto en Allan R. Brewer-Carías, Constitu-
cional Protection of Human Rights in Latin America. A Comparative Law Study on
the Amparo Proceeding, Cambridge University Press, New York, 2008.
258 Véase Héctor Fix-Zamudio, Ensayos sobre el derecho de amparo, Editorial Po-
rrúa, México 2003; Francisco Fernández Segado, “Los orígenes del control de
la constitucionalidad y del juicio de amparo en el constitucionalismo mexi-
cano de la primera mitad del siglo XIX. El impacto del Voto particular de don
mariano Otero,” en Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional,
Nº 5, Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional, Ed. Po-
rrúa, México 2006, pp. 67 ss.
259 La más reciente, por ejemplo en Filipinas, en la resolución de la Corte Su-
prema de ese país, “The Rule of the Writ of Amparo” dictadas en 2007. Véase
Allan R. Brewer-Carías, “The Latin American Amparo Proceeding and the
Writ of Amparo in The Philippines,” en City University of Hong Kong Law Re-
view, Volume 1:1 October 2009, pp 73–90.

156
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

en Chile, el proceso de amparo está regulado en textos legislativos


específicos.260 Estas leyes, en algunos casos han sido específicamen-
te sancionadas para regular la “acción de amparo” como sucede en
Argentina, Brasil, Colombia, México, Nicaragua, Uruguay. En otros
casos, la legislación dictada también contiene regulaciones en rela-
ción con otros medios judiciales de protección de la Constitución,
como las acciones de inconstitucionalidad y las acciones de habeas
corpus y habeas data, como es el caso Bolivia, Guatemala, Perú,
Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras y República Domini-
cana, y en cierta forma de Venezuela. Sólo en Panamá y en Para-
guay el proceso de amparo está regulado en un Capítulo especial
en los respectivos Códigos de Procedimiento Civil o judicial.
Sin embargo, y a pesar de toda esta expansión legislativa y tra-
dición constitucional, en muchos aspectos y en muchos países la
institución del amparo, como hemos destacado, no se adapta a los
parámetros del derecho humano a la protección judicial para am-
parar los derechos humanos tal como se recogió en el artículo 25.1
de la Convención Americana sobre derechos Humanos. El amparo,
por tanto, siendo tan viejo casi como el mismo constitucionalismo
latinoamericano,261 todavía requiere de ajustes, los cuales se han
venido realizando a nivel continental gracias precisamente al con-
trol de convencionalidad desarrollado por la Corte Interamericana
de Derechos Humanos y por los jueces y tribunales nacionales en el
orden interno con base a ese marco común que ha sido el citado
artículo 25 de la Convención.
Hemos analizado la situación de la acción de amparo contra
acciones u omisiones lesivas provenientes de autoridades y funcio-
narios, y si bien en la mayoría de los países se establece como un
medio general de protección sin ningún tipo de distinciones como
sucede en Bolivia, Colombia, El Salvador, Guatemala, Perú, Nica-
ragua, Uruguay y Venezuela; en México, se limita la posibilidad de
intentarla sólo contra “autoridades responsables” que tengan el

260 Véase Allan R. Brewer-Carías, Leyes de Amparo de América Latina (Compila-


ción y Estudio Preliminar), Instituto de Administración Pública de Jalisco y
sus Municipios, Instituto de Administración Pública del Estado de México,
Poder Judicial del Estado de México, Academia de Derecho Constitucional de
la Confederación de Colegios y Asociaciones de Abogados de México, Jalisco,
2009. 2 Vols. 419 pp. y 405 pp.
261 Véase Allan R. Brewer-Carías, “Ensayo de síntesis comparativa sobre el
régimen del amparo en la legislación latinoamericana,” en Revista Iberoa-
mericana de Derecho Procesal Constitucional, Nº 9 enero-junio 2008, Editorial
Porrúa, Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional, México
2008, pp. 311-321.

157
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

poder de decidir, de ejecutar o de imponer decisiones. En otros paí-


ses se excluye la acción de amparo respecto de ciertas autoridades,
como son los cuerpos electorales, tal como sucede en Costa Rica,
México, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay; o el Consejo de la
Magistratura, como es el caso de Perú. En cuanto a la acción de am-
paro ejercida contra autoridades y funcionarios, el tratamiento de los
actos estatales que pueden ser objeto de la acción de amparo tampo-
co es uniforme, en el sentido de que en muchos casos se establecen
exclusiones puntuales, lo que también contraría el espíritu de uni-
versalidad del amparo. Por ejemplo, en cuanto a actos ejecutivos, en
México se excluyen de la acción de amparo ciertos actos presidencia-
les, y en Uruguay se excluyen los reglamentos ejecutivos; en Argen-
tina y Perú se excluyen de la acción de amparo los actos estatales en
los cuales se decidan cuestiones políticas, y en Argentina, además,
los actos relativos a la defensa nacional. Igualmente, en Argentina y
en Paraguay se excluyen de la acción de amparo los actos que afec-
ten el funcionamiento de los servicios públicos.
En cuanto a los actos legislativos, en México se excluyen de la
acción de amparo ciertos actos del Congreso; y en cuanto al ampa-
ro contra leyes, la mayoría de los países lo excluyen, como sucede
en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador,
El Salvador, Nicaragua, Perú, Panamá, Paraguay, Republica Domi-
nicana y Uruguay. En realidad, el amparo contra leyes sólo se ad-
mite en Honduras, donde sólo se aplica el método concentrado de
control de constitucionalidad de las leyes; y en Guatemala y Méxi-
co, que han adoptado el sistema mixto de control de constituciona-
lidad de las leyes.
En cuanto a los actos judiciales, también en la mayoría de los
países de América Latina se excluye la acción de amparo contra los
mismos, como es el caso de Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica,
Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, República Do-
minicana, y Uruguay. En otros países, sin embargo, se admite la
acción de amparo contra sentencias, como sucede en Colombia,
Guatemala, Honduras, México, Panamá, Perú y Venezuela; aun
cuando en algunos de ellos se excluye expresamente respecto de
decisiones de las Cortes Supremas (México, Panamá, Perú, Vene-
zuela) o de las decisiones dictadas en los juicios de amparo (Hon-
duras, México).
Todo este panorama lo que nos muestra es un campo muy am-
plio y propicio para el ejercicio del control de convencionalidad en
nuestros países, para darle a la institución del amparo su dimen-
sión universal, como en muchas sentencias lo ha venido realizando
progresivamente la Corte Interamericana, y los propios jueces y
tribunales nacionales. El camino está iniciado, como lo muestra el
análisis que hemos efectuado, lo que no significa que no falte mu-
cho por recorrer.

158
SEGUNDA PARTE
LA CONFIGURACIÓN JURISPRUDENCIAL DEL
DERECHO Y DE LA ACCIÓN DE AMPARO A
PARTIR DE LA CONSTITUCIÓN DE 1961

La norma del artículo 27 de la Constitución venezolana de


1999, tiene su antecedente en el texto del artículo 49 de la Constitu-
ción de 1961, que fue conforme al cual, el derecho y acción de am-
paro se configuraron en el país, primero jurisprudencialmente y
luego a partir de 1988 en la ley Orgánica de Amparo sobre dere-
chos y Garantías Constitucionales.
I. EL RÉGIMEN DE LA CONSTITUCIÓN (1961) Y LA SITUA-
CIÓN ANTES DE LA PROMULGACIÓN DE LA LEY OR-
GÁNICA DE AMPARO DE 1988
La Constitución de 1961, en efecto, estableció en su artículo 49,
como uno de los derechos fundamentales, lo siguiente:
Los Tribunales ampararán a todo habitante de la República
en el goce y ejercicio de los derechos y garantías que la Consti-
tución establece, en conformidad con la Ley. El procedimiento
será breve y sumario, y el juez competente tendrá potestad pa-
ra restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida.
Con ello, la Constitución de 1961 dio entrada en el ordena-
miento jurídico venezolano al amparo, no sólo respecto a la liber-
tad personal como lo había previsto la Constitución de 1947,262 sino

262 Véase artículo 32 de la Constitución de 1947. Véase en general sobre la acción


de amparo en la perspectiva histórica, Ramón Escovar Salom. El amparo en
Venezuela, Caracas, 1971; Esteban Agudo Freites “Situación actual de la ac-
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

respecto de todos derechos y garantías “que la Constitución esta-


blece.” La previsión constitucional, sin embargo, supeditó el ejerci-
cio del recurso de amparo a lo que la ley estableciera, por lo que “a
fin de no dejar en suspenso su eficacia hasta la promulgación de la
ley respectiva, se consagra en las Disposiciones Transitorias, el de-
recho de hábeas corpus reglamentándolo de manera provisional.”263
En esta forma, la Disposición Transitoria Quinta reguló el
“amparo a la libertad personal, hasta que se dicte la ley especial,”
norma que estuvo vigente hasta 1988, cuando se sancionó la pro-
metida -constitucionalmente- ley reglamentaria de la acción. El
resultado de esta situación fue, evidentemente, que con la sola ex-
cepción de la libertad personal mediante la transitoria regulación
del hábeas corpus, los demás derechos y garantías constitucionales
carecieron, hasta 1988, de un efectivo instrumento de protección
mediante la acción de amparo, por lo que, por la ausencia de legis-
lación, un precioso medio de control judicial de las arbitrariedades
de la Administración, hasta 1988 no siempre pudo ser utilizado
efectivamente.
Las disposiciones de la Constitución, en el sentido de prever
directamente sólo el amparo a la libertad personal,264 sin embargo,
no fueron obstáculo para que algunos jueces de instancia, por las
insuficiencias constitucionales, hacia finales de la década de los
sesenta, comenzaran a admitir recursos de amparo para proteger
otras libertades o garantías distintas de la libertad individual.265

ción de amparo en Venezuela” Estudios sobre la Constitución. Libro Homenaje a


Rafael Caldera, UCV, Caracas, 1979, Tomo II, pp. 736-760.
263 Véase, Exposición de Motivos del Proyecto de Constitución en Revista de la
Facultad de Derecho, UCV, Nº 21 Caracas, 1961, p. 381.
264 En este sentido fue tradicional el criterio de la Procuraduría General de la
República. Véase por ejemplo doctrina de 14-10-65 en Doctrina PGR, 1965,
Caracas, 1966, pp. 20 y ss.; y doctrina de 23-2-66. En Doctrina PGR, 1966, Ca-
racas, 1967, pp. 267 y ss.
265 Por sentencia del 13-9-68 del Juez Séptimo de Primera Instancia en lo Penal
del Distrito Federal, confirmada por fallo de 4-10-68 de la Corte Superior Se-
gunda en la Penal del Distrito Federal, se otorgó amparo a un ciudadano con-
tra un acto administrativo que ordenó la detención de su automóvil en virtud
de que el mismo no había sido importado regularmente al país. (Véase R. Es-
cala Zerpa, Recurso de Amparo contra arbitrariedad de Funcionario Público, Cara-
cas, 1968). Asimismo, con fecha 14-4-89 otro Juez de Primera Instancia en lo
Civil del Distrito Federal, acordó recurso de amparo, confirmado por deci-
sión de 14-7-69 de la Corte Superior Segunda en lo Civil y Mercantil del Dis-

160
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En todos esos casos, los jueces de instancia habían aplicado,


para conceder el amparo que se les había solicitado, el procedi-
miento previsto en la Disposición Transitoria Quinta de la Consti-
tución, destinada al recurso de hábeas corpus. Ello, por supuesto,
produjo graves problemas interpretativos, que marcaron la evolu-
ción jurisprudencial posterior, desarrollada en ausencia de una Ley
sobre el derecho de amparo.
1. El criterio de la antigua Corte Suprema de Justicia en 1970:
El carácter programático de la norma constitucional (El
amparo como “acción” y no como un derecho constitucio-
nal)
El problema interpretativo,266 sin embargo, pronto habría de
ser resuelto por la antigua Corte Suprema de Justicia a finales de
1970,267 al señalar, en relación a la Disposición Transitoria Quinta,
que “la protección de cualquier otro derecho —establecido o no en

trito Federal, contra un acto de la Policía Técnica Judicial que detuvo a un


particular y se le obligó a reconocer como padre de un menor y a pagar una
pensión alimentaria. Estas decisiones, tomadas de referencias contenidas en
la publicación periódica Síntesis Jurídica (Escritorio Santana Mujica) fueron
comentadas por dicha publicación en los siguientes términos: “Como un pa-
so formativo del lento avance de nuestro país hacia un eficiente estado de de-
recho, ha de apuntarse las iniciales sentencias, derivadas de jueces penales y
civiles, donde se derrota la tesis restrictiva, que se sostuvo inicialmente de
que el amparo no era aplicable en el país, pese a su consagración en la Cons-
titución porque carecía de reglamentación. Ahora se sostiene que cualquier
juez es competente para conocer y decidir el amparo, que el fallo dictado no
tiene consulta, que la ausencia de procedimiento no impide la procedencia
del amparo, porque la Constitución dice: “la falta de la ley reglamentaria en
estos derechos no menoscaba el ejercicio de los mismos.” (Art. 50 CN), y se
otorga ante cualquier acto público o privado, que desconozca, disminuya a
menoscabe las garantías constitucionales.” Véase además, Jesús R. Quintero
“Recursos de Amparo, La cuestión central en dos sentencias y un voto salva-
do,” en Revista de la Facultad de Derecho, Nº 9, UCAB, Caracas, 1969-1970, pp.
157 a 206.
266 Véase lo expuesto en Allan R. Brewer-Carías. “La reciente evolución juris-
prudencial en relación a la admisibilidad del recurso de amparo.” Revista de
Derecho Público, Nº 19, Caracas, 1984, pp. 207 y ss.
267 En la sentencia de la Corte Suprema de Justicia en Sala Político Administrati-
va de 11-11-70, en G.O. Nº 1.447, Extraordinaria de 15-12-70, pp. 27 y 28, ya se
vislumbra la interpretación que posteriormente se adoptaría: “A diferencia
de otras situaciones en relación a las cuales el Congreso, aún no ha determi-
nado por Ley, cuál es el juez competente y el procedimiento a seguir a fin de
obtener amparo judicial...”

161
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

la Constitución— queda excluida del campo de aplicación de esa


norma, por ser evidente la intención del constituyente de limitar su
alcance al caso expresamente previsto por ella,” calificando las de-
cisiones adoptadas por Jueces de instancia en lo penal amparando
otros derechos distintos a la libertad personal, como “extralimitación
de atribuciones.”268
Para llegar a esta conclusión, la antigua Corte Suprema de Jus-
ticia calificó a la norma del artículo 49 de la Constitución de 1961,
como una norma de carácter programático. La Corte señaló, en
efecto, que esa norma
“no es una norma directa e inmediatamente aplicable por
los jueces, sino un precepto programático, sólo parcialmente
reglamentada para la fecha en que la Constitución fue promul-
gada, y dirigido particularmente al Congreso, que es el órgano
al cual compete la reglamentación de las garantías constitucio-
nales, en conformidad can los artículos 136, ordinal 24, y 139 de
la Constitución. Tal es la interpretación que da la Corte al ar-
tículo 49 al analizar sus previsiones aisladamente con el fin de
desentrañar la mente del constituyente del lenguaje usado por
éste para expresar su voluntad. Pero esta interpretación grama-
tical se robustece con la observación adicional de que el consti-
tuyente se habría abstenido de regular el procedimiento de há-
beas corpus, si hubiera considerado que para hacer efectivo el
amparo bastaba lo dicho en el artículo 49 respecto al procedi-
miento, no siendo indispensable su reglamentación legal para
determinar el fuero competente y el modo de proceder.”
De consiguiente, agregó la Corte.
“el constituyente supone la existencia de una ley anterior al
hecho o acto que afecte el derecho cuya protección se solicite;
que autorice a determinados jueces para obrar en el sentido
que pretenda el actor; y que establezca un procedimiento ade-

268 Véase sentencia de la Corte Suprema de Justicia en Sala Político Administra-


tiva de 14-12-70 en G.O. N° 29.434 de 6-2-71 pp. 219.984 y 219.985, y en GF,
N° 70, 1970, pp. 179 y ss. Esta decisión fue ratificada por sentencia de la mis-
ma Corte de 26-4-71 en G.O. Nº 1.478, Extraordinaria de 16-7-71, p. 31 y en
Repertorio Forense, Nº 1.741 de 12-871, pp. 4 y ss.; y por Acuerdo de 24-4-72 en
G.O. Nº 29.788 de 25-4-72, p. 222.865. El criterio de la Corte había sido tam-
bién el de la Procuraduría General de la República. Véase Doctrina PGR, 1970.
Caracas, 1971, pp. 37 y ss.

162
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cuado a la finalidad que se persiga. Dado el número y variedad


de las situaciones jurídicas, en que pueda estar comprometido
un derecho o una garantía constitucional, era forzoso que el
constituyente dejara al legislador ordinario la potestad de esta-
blecer las reglas conforme a las cuales los tribunales deben am-
parar el goce y ejercicio de los derechos y garantías constitu-
cionales, teniendo en cuenta no sólo las previsiones ya existen-
tes que es necesario apreciar para atribuir a un determinado
tribunal el conocimiento de un asunto, y establecer el procedi-
miento a seguir en cada situación.”269
Con base en esta situación, en 1970, la acción de amparo a la li-
bertad personal o hábeas corpus, era el único ámbito del amparo que
podía ejercerse en Venezuela con cierta efectividad.
2. El acuerdo de la antigua Corte Suprema de 1972: la restric-
ción del procedimiento transitorio de hábeas corpus solo
para proteger la libertad personal
Con posterioridad, la antigua Corte Suprema de Justicia en Sa-
la Político-Administrativa con base en el artículo 148 de la Ley Or-
gánica del Poder Judicial dictó, el 24 de abril de 1972, un Acuerdo en
el cual declaró formalmente que:
“la competencia de los Tribunales de Primera Instancia y
Superiores en lo Penal de la República, a que se refiere la Dis-
posición Transitoria Quinta de la Constitución, se limita exclu-
sivamente al conocimiento del recurso de hábeas corpus previsto
en dicha norma; y que en consecuencia, toda decisión que no
esté apoyada en la competencia específica de dichos Tribunales
o que invada la atribuida por la Constitución y las Leyes, a
otros órganos judiciales, constituye una usurpación o extralimi-
tación de atribuciones.”270
Quedaba, así, declarado fuera de la competencia de los Tribu-
nales Penales conocer de acciones de amparo respecto de derechos
civiles o cuyo conocimiento no formase parte de su competencia
específica. Para dictar dicho Acuerdo, la antigua Corte Suprema

269 Véase la sentencia de la Corte Suprema de Justicia en Sala Político Adminis-


trativa de 14-12-70 en GF, Nº 70, pp. 179 y ss.
270 Véase el texto en Gaceta Oficial N° 29.788 de 25-4-72. Véase, así mismo en
Ministerio Público, Nº 19, Caracas 1972, pp. 105-107.

163
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

dio por reproducidos los fundamentos de la mencionada sentencia


de 14 de diciembre de 1970, conforme a los cuales, de
“conformidad con el artículo 206 de la Constitución, co-
rresponde solamente a esta Corte y demás Tribunales de lo
Contencioso-Administrativo, conocer de la nulidad de los actos
de la Administración Pública Nacional, Estadal o Municipal, y
eventualmente suspender los efectos del acto administrativo
impugnado, por vía de previo pronunciamiento.”
De acuerdo, por tanto, a la sentencia de 1970 y al Acuerdo de
1972 la situación definida jurisprudencialmente por la antigua Cor-
te Suprema en relación a la acción de amparo era la siguiente: Pri-
mero: los Tribunales penales sólo tenían competencia para conocer
de las acciones de hábeas corpus (amparo a la libertad personal); Se-
gundo: los Tribunales penales no podían conocer de acciones de
amparo intentados respecto de otros derechos y garantías constitu-
cionales, cuyo conocimiento escapaba de la competencia específica
de dichos Tribunales, por lo que toda decisión adoptada en esos
casos estaría viciada de usurpación o extralimitación de atribucio-
nes; y Tercero: sólo los órganos de la jurisdicción contencio-
so-administrativa podrían conocer de los recursos de nulidad con-
tra actos administrativos y eventualmente suspender sus efectos.
Sin duda, el Acuerdo de 1972 había atenuado las conclusiones
de la sentencia de 1970: no se trataba de considerar que era indis-
pensable una ley que regulara expresamente la acción de amparo
para que éste pudiera ser interpuesto, sino de establecer una limi-
tación a la competencia en materia de amparo de los Tribunales
Penales, la cual quedaba materialmente reducida al hábeas corpus.
3. El amparo en las Convenciones Internacionales a partir de
1977: El derecho de amparo mediante vías judiciales
Con posterioridad, como antes se ha analizado, el Congreso
aprobó por Ley la Convención Americana sobre Derechos Huma-
nos en 1977; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Socia-
les y Culturales, en 1978; y el Pacto Internacional de Derechos Civi-
les y Políticos el mismo año 1978, en cuyas textos se establece la
obligación de los Estados Partes de garantizar el ejercicio de los
derechos humanos, y el derecho de toda persona a un recurso sen-
cillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los Tribunales

164
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

competentes que lo amparen contra actos que violen los derechos


humanos.271
En particular, la Convención Americana dispone en materia de
Protección Judicial lo siguiente:
“Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o
a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la pre-
sente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales (Art.
25, 1).”
Con base en ese derecho, la Convención establece los siguien-
tes compromisos de los Estados Parte, entre ellos Venezuela:
a. A garantizar que la autoridad competente prevista por el
sistema legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda
persona que interponga tal recurso.
b. A desarrollar las posibilidades de recurso judicial.
c. A garantizar el cumplimiento, por las autoridades compe-
tentes, de toda decisión en que se haya estimado procedente
el recurso.
Estas disposiciones internacionales, que constituyen ley en Ve-
nezuela a partir de 1977, fueron apreciadas por los Tribunales, co-
mo reguladoras de la acción de amparo, motivo por lo cual tam-
bién comenzó a cambiar la jurisprudencia.
4. Los cambios jurisprudenciales en los Tribunales Civiles de
Instancia en 1982: La admisibilidad de la acción autónoma
de amparo respecto a todos los derechos constitucionales
En efecto, con base en estos antecedentes, en 1982 comenzó a
modificarse la rigidez interpretativa que en materia de acciones de
amparo se había enunciado en 1970, y ello se produjo con una sen-
tencia del Juzgado Cuarto de Primera Instancia en lo Civil de la
Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda el
24 de noviembre de 1982, (Caso Rondalera), dictada con motivo de
una acción de amparo del derecho constitucional a la educación,

271 Véase en G.O. Nº 31.256 de 14-6-77 y Nº 2.146 Extra. de 28-1-78.

165
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

interpuesto por una asociación civil de carácter educativo. En el


caso concreto, si bien el Juez decidió declarar sin lugar la acción de
amparo, ello lo hizo admitiendo su procedencia en los siguientes
términos:
“Considera, pues, el Tribunal, como lo ha hecho en ante-
riores oportunidades, que cualquier Juez con excepción de los
señalados en el Acuerdo de la Corte Suprema de Justicia, men-
cionado en estos autos, puede conocer del recurso de amparo,
porque la Constitución confirió esta atribución a “los Tribuna-
les” en forma genérica y hasta tanto se dicte la ley que esta-
blezca una competencia específica, cualquier Juez, so pena de
incurrir en denegación de Justicia, debe atender a la solicitud
de amparo. Considerar que el Constituyente creó, a través del
artículo 49 de la Constitución, una norma o principio solamen-
te programático y que en veintiún años de vigencia de esa
Constitución no ha podido promulgarse una ley que desarrolle
y haga posible la aplicación de ese recurso, sería admitir que la
demagogia alcanzó, en este particular, niveles sublimes, inau-
ditos; lo cual sería absurdo. Cabe por tanto repetir, que el sis-
tema de legalidad, el Estado de Derecho implantado en nuestro
país y que ha sido modelo de otros Estados ganados a la de-
mocracia posteriormente a la vigencia de nuestra Constitucio-
nal, requiere de la aplicación del recurso de amparo. Su reco-
nocimiento y aplicación debe ser propósito del régimen que,
durante casi veinticinco años, ha demostrado respeto a la ley y
a las garantías ciudadanas.”272
Este criterio fue ratificado por el Juzgado Superior Octavo en lo
Civil y Mercantil de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal
y Estado Miranda en sentencia de 10 de febrero de 1983,273 el cual,
al decidir la apelación interpuesta contra la sentencia antes men-
cionada, decretó el amparo solicitado para lo cual, al referirse al
problema de la competencia, señaló:
“En lo atinente a la incompetencia del Tribunal Cuarto de
Primera Instancia en lo Civil para conocer de la decisión pro-
puesta, ya que conforme al Decreto 384 de 16 de octubre de
1968 publicado en Gaceta Oficial Nº 25.787 de la misma fecha,

272 Véase René Moina Galicias, El Amparo a Rondalera, Ediciones, Síntesis Jurídi-
ca, Caracas, 1984, p. 80.
273 Idem, pp. 106 a 169.

166
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

sólo tiene competencia en materia de derecho familiar y no


ninguna otra, cabe señalar que el mandato del Constituyente
de amparar, está dirigido a todos los Jueces, y que si bien la ju-
risprudencia de la Corte Suprema de Justicia ha definido la in-
competencia de los Tribunales Penales para conocer de juicios
de amparo distintos a las que tengan por objeto la privación o
restricción de la libertad humana, pues de ellos corresponde
conocer a la Jurisdicción Penal con exclusividad, persiste en
cuanto al recurso de amparo la competencia genérica que esta-
blece el artículo 49 de la Constitución, lo que hace competente
a dicho Tribunal, como Tribunal Civil para conocer en primer
grado de este recurso de amparo que evidentemente pretende
obtener la protección de un derecho civil como son el de edu-
car, mediante el ejercicio de la actividad docente y el de recibir
educación en plantel escogido por los padres.”274
El Tribunal Superior, para llegar a esta conclusión, al referirse a
la sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia de 1970, ya
comentada, y a los cambios legislativos posteriores, expuso lo si-
guiente:
“Como se ve de dicha sentencia dictada, como se dijo, en
1970, el criterio de la Corte se ha mantenido cerrado en cuanto
a la admisión de una acción de amparo constitucional deduci-
da en protección y defensa de los derechos humanos que la
Constitución Nacional reconoce y garantiza, en base a la inter-
pretación restringida que se hace del artículo 49 de la Constitu-
ción Nacional, es decir, que su posición es la misma que guar-
dó la Corte Suprema Argentina hasta 1957 cuando en el caso
Ángel Siri, hizo una apertura a la acción de amparo, hasta que
el 18-10-66 se dictó la Ley Nº 16.986 sobre amparo.
Ha transcurrido un cuarto de siglo de vida democrática, cele-
brado con euforia y un análisis de los logros, pero la situación de
los derechos humanos sigue siendo la misma, pues no se ha regla-
mentado ese recurso efectivo, rápido y eficaz, para desentrañar las vio-
laciones, salvo el amparo de la libertad personal y las restricciones
de que ella pueda ser objeto, mediante el Hábeas Corpus, reglamen-
tado por el Constituyente en la Disposición Transitoria Quinta. Son
ya leyes vigentes en Venezuela los Tratados Internacionales cuya
normativa transcribimos en materia de derechos humanos, políti-

274 Ibídem, pp. 152 a 163.

167
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cos, civiles y penales, la que nos lleva a la conclusión de que la si-


tuación jurídica en Venezuela no es la misma de 1970, y la juris-
prudencia favorable a la admisión a la acción de amparo a nivel de
instancia se ha incrementado con los problemas de competencia,
por ser llevados a la jurisdicción penal, aun cuando se trate de ma-
terias civiles, por la experiencia que se reconoce a dicha jurisdic-
ción en el Manejo de Hábeas Corpus.”275
En esta forma, sin duda, la vigencia de la Convención Ameri-
cana sobre Derechos Humanos en Venezuela provocó el cambio
jurisprudencial mencionado en los Tribunales de Instancia Civil,
admitiéndose el ejercicio de las acciones de amparo en materia de
derechos civiles ante los mismos, quedando reducida la competen-
cia de los Tribunales Penales a la protección de la libertad personal
y a otros derechos humanos vinculados al ejercicio de dicha juris-
dicción.
5. El nuevo criterio de la antigua Corte Suprema de 1983: El
amparo como un derecho y no sólo como una garantía pro-
cesal
Esta interpretación jurisprudencial fue acogida posteriormente
por la antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Políti-
co-Administrativa, al decidir sobre una solicitud de amparo intro-
ducida por un candidato presidencial contra una decisión del Con-
sejo Supremo Electoral, relativa “al espacio en los canales de televi-
sión oficiales para los candidatos electorales a la Presidencia de la
República, que sólo beneficiaba a los respaldados por los partidos
políticos que tenían representación en el Consejo Supremo Electo-
ral.” La antigua Suprema en ese caso (Andrés Velázquez), mediante
sentencia de 20 de octubre de 1983, comenzó por admitir la posibi-
lidad del ejercicio de acciones de amparo de derechos distintos al
de hábeas corpus, al señalar respecto del artículo 49 de la Constitu-
ción, lo siguiente:
“La norma transcrita ha sido objeto de divergente interpre-
tación tanto por parte de la doctrina como de la jurisprudencia
nacionales, pues mientras algunos consideran que se trata de
una norma simplemente programática cuya aplicación —salvo
lo dispuesto en la Disposición Transitoria Quinta— queda dife-
rida hasta que se dicte la ley especial que regule la materia,

275 Ibídem, p. 149.

168
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

otros estiman que la ausencia de este instrumento legal no im-


pide el ejercicio del recurso de amparo, y en apoyo de este úl-
timo criterio se invoca especialmente el aporte del artículo 50 de
la propia Constitución, que establece:
“La falta de ley reglamentaria de estos derechos no menos-
caba el ejercicio de los mismos.”
Considera la Corte que con esta declaración el Constitu-
yente ha reafirmado su voluntad en el sentido de mantener la
integridad de los derechos humanos y de ponerlos a cubierto
de cualquier intento o acto que pudiese vulnerarlos, ya que, en
su concepto, la diferencia que ha pretendido hacerse entre de-
rechos y garantías es inadmisible, desde el momento que haría
de aquéllos nuevas declaraciones retóricas sin contenido
real.”276
En esta forma, la antigua Corte Suprema de Justicia admitió la
posibilidad de ejercicio de la acción de amparo en Venezuela, con
lo cual abandonó su criterio sostenido en 1970 de que la norma del
artículo era programática; carácter que, por otra parte, los Tribuna-
les de Instancia consideraron superado desde el momento en que
por Ley se habían aprobado Convenciones Internacionales sobre
derechos humanos que exigían la garantía del amparo.
En todo caso, la antigua Corte Suprema advirtió, sobre el ejer-
cicio de la acción de amparo, en su sentencia de 1983, lo siguiente:
“Al admitir la posibilidad del ejercicio actual del recurso
de amparo, no puede la Corte dejar de advertir que los Tribu-
nales de la República deben hacer un uso prudente y racional
de la norma contenida en el artículo 49 de la Constitución, tra-
tando de suplir por medio de la analogía y demás instrumentos
de interpretación de que los provee el sistema jurídico venezo-
lano, la lamentable ausencia de una ley reglamentaria de la ma-
teria.”
Al efecto, deben limitar su facultad para admitir recursos de
amparo de acuerdo con la afinidad que con su competencia natural
tengan los derechos que se pretendan vulnerados, en razón de que

276 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 11, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1983, pp. 169 y 170. Véase el comentario sobre esta sentencia del
Magistrado ponente del fallo. René De Sola, “El Recurso de Amparo en Ve-
nezuela” en Revista SIC, N° 472, Caracas, febrero 1985, pp. 74 y ss.

169
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

el propio artículo 49 de la Constitución da a entender claramente


que si el deber de amparo corresponde a todos los Tribunales de la
República, habrá una distribución de competencias entre los mis-
mos, según se desprende del aparte que se refiere al Juez compe-
tente, y porque el propio Constituyente inició esta distribución de
competencias al otorgarla a los Jueces de Primera Instancia en lo
Penal en lo referente al amparo de la libertad personal (Disposición
Transitoria Quinta).”277
En esta forma la Corte continuó exigiendo el criterio de la afi-
nidad de competencia que en el acuerdo de 1972 ya había estable-
cido. Por ello, en el caso concreto sometido a su conocimiento y
decidido en la sentencia de 1983, la antigua Corte Suprema se de-
claró competente en virtud de que la Resolución impugnada ema-
naba del Consejo Supremo Electoral, “y el amparo no podía ser
sino la derivación de la nulidad manifiesta del acto administrativo
emanado de dicho órgano” y “ello” en virtud de la atribución que
le otorga el Ordinal 12 del artículo 42 de la Ley Orgánica de la Cor-
te Suprema de Justicia, y porque corresponde a la Corte la función
primordial de controlar la constitucionalidad y legalidad de los
actos del Poder Público.”278
Ahora bien, en el caso concreto sometido a la antigua Corte
Suprema y resuelto en su decisión de 1983, la Corte declaró sin
lugar el recurso de amparo al considerar que no era manifiesto el
alegato de inconstitucionalidad de la Resolución impugnada del
Consejo Supremo Electoral, “y en razón de que no puede esta Cor-
te hacer un pronunciamiento al respecto sino de acuerdo con los
procedimientos establecidos para la tramitación y decisión de los
respectivos recursos de nulidad,”279 con lo cual se estableció otro
principio básico en materia de amparo, y era que el Tribunal no
puede entrar a decidir los recursos de amparo si existe un recurso
de amparo paralelo o idóneo, como en materia de actos administra-
tivos eran los recursos contencioso-administrativos de anulación.

277 Idem, p. 170.


278 Ibídem, p. 170. La atribución 12 del artículo 42, asigna competencia a la Corte
Suprema en Sala Político Administrativa para “declarar la nulidad cuando
sea procedente por razones de inconstitucionalidad o de ilegalidad, de los ac-
tos administrativos generales o individuales del Consejo Supremo Electoral o
de otros órganos del Estado de igual jerarquía a nivel nacional.”
279 Ibídem, p. 170.

170
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

6. El criterio de la Corte Primera de lo Contencioso Adminis-


trativo en 1984: El carácter “subsidiario” de la acción au-
tónoma de amparo

Este criterio fue claramente expuesto por la Corte Primera de lo


Contencioso Administrativo en sentencia de 25 de enero de 1984, al
considerar que la acción de amparo resulta improcedente contra los
actos administrativos, “por cuanto esta acción es un medio extra-
ordinario de protección que sólo puede ser utilizado cuando no
existan vías a través de las cuales pueda obtenerse el restableci-
miento de los derechos subjetivos”280. En el caso concreto sometido
a conocimiento de la Corte Primera, se trataba de un acto adminis-
trativo formal definitivo y firme de un Consejo de Facultad de una
Universidad Nacional, que no había sido objeto de recursos, ni
administrativos ni contencioso-administrativos y, por tanto, no se
trataba de “una actitud fáctica de la autoridad administrativa, so-
bre la cual no hubiera existido ninguna otra vía jurídica para im-
pugnarlo.” En otras palabras, como lo dijo la Corte Primera,
“la actuación en concreto del Consejo de la Facultad no es
una vía de hecho o un acto material que no estuviese respalda-
do por un acto administrativo, frente al cual el interesado hu-
biera carecido de algún tipo de protección, sino que por el con-
trario, consiste en una decisión de carácter jurídico, que de ser
arbitraria o ilegal, ha podido invalidarse por la vía del recurso
jerárquico administrativo, y que en el supuesto de que también
hubiera sido confirmado por el Consejo Universitario, también
la protección de sus derechos violados por dicho acto ha podi-
do conseguir el recurrente por la vía del recurso contencioso-
administrativo de anulación.”281
Este criterio de la Corte Primera de lo Contencioso Administra-
tivo se desarrolló en la misma sentencia de 25 de enero de 1984, en
la siguiente forma:
“En efecto, cuando frente a determinada actuación de la
Administración se prevea un medio específico para controlar
su constitucionalidad o ilegalidad, para obtener el restableci-
miento de un derecho o garantía violado, la acción de amparo
es inadmisible, porque aparte de que los efectos que se aspiran

280 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 17, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1984 pp. 182 a 185.
281 Idem, p. 182.

171
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

conseguir con el recurso de amparo es posible obtenerlos con el


medio específica de impugnación, la aceptación general e ilimi-
tada de tal acción haría inútil e inoperante los remedios jurídi-
cos y judiciales que la Constitución y las leyes prevén ordina-
riamente. Tal sucede con los recursos administrativos, la acción
de inconstitucionalidad y los recursos contencioso-administra-
tivos de anulación que, de admitirse la acción de amparo, sin
que el recurrente haya ejercido tales medios de impugnación,
se eliminaría de un solo golpe todo el sistema de control de la
legalidad contemplado en el ordenamiento jurídico venezo-
lano. En efecto, ¿de qué serviría seguir manteniendo los recur-
sos administrativos y la jurisdicción contencioso-adminis-
trativa, si los particulares pudieran intentar directamente la ac-
ción de amparo frente a los actos administrativos? ¿Para qué
continuar regulando los recursos administrativos y las acciones
de nulidad por inconstitucionalidad e ilegalidad de los actos de
los poderes públicos y la tramitación de los juicios de tales ac-
ciones si su anulación pudiera obtenerse principalmente por la
vía del amparo? La consagración absoluta e ilimitada del am-
paro sacudiría los cimientos mismos del sistema jurídico del
país, hasta el punto de que, ante una decisión firme de cual-
quier autoridad, que ha causado estado, ya no habría seguri-
dad y certeza alguna, ni mucho menos estabilidad. Piénsese en
aquellos procedimientos como el de despidos injustificados o
de protección de la inamovilidad laboral, si después de acor-
dado un reenganche por una Comisión Tripartita o por un Ins-
pector de Trabaja, en lugar de ejercer la apelación ante la Co-
misión de Segunda Instancia o ante el Ministro del Trabajo, el
patrono acudiera directamente ante esta Corte por la vía del
amparo constitucional a solicitar su anulación. Además de la
indefensión que se causaría al beneficiado con el reenganche,
se estarían eliminando instancias ordinarias y los trámites
normales que deben seguir los órganos naturales para revisar
las actuaciones de sus subalternos y sus propias decisiones,
creándose como regla general un régimen de excepción en ma-
teria jurisdiccional, representado por un juicio breve y sumario
y por una acción extraordinaria.
Pero por otra parte, la consagración ilimitada y absoluta de
la acción de amparo, convertirá a los Tribunales en órganos or-
dinarios de la actividad y actuación administrativa, es decir, en
órganos de alzada, al que constantemente acudirían los parti-
culares para que se les restableciera sus derechos, perdiéndose
de este modo uno de los fundamentos del principio de la lega-
lidad administrativa cual es la potestad o poder de autocontrol,
de la propia Administración y, en concreto, de su facultad de
revisión de la actividad de las órganos administrativos. Tal po-

172
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

testad y facultad, además de inútiles, serían innecesarias y ter-


minarían siendo erradicadas del ordenamiento. De este modo
operaría en la práctica una derogación de la Ley Orgánica de
Procedimientos Administrativos y de la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia, en lo atinente a la jurisdicción con-
tencioso-administrativa, trastocándose el régimen normal y or-
dinario de los procedimientos administrativos y de los juicios
de nulidad, de un modo tal que lo corriente sería entonces los
juicios sumarios y las jueces se convertirían en jueces de excep-
ción y no en jueces naturales.
Por las razones anteriores, la propia jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia consagró el carácter extraordinario
de la acción de amparo, cuando en sentencia de su Sala Políti-
co-Administrativa de fecha 26 de abril de 1971, asentó que, ca-
lificada de acto administrativo determinada medida de una au-
toridad, “es obvio que el interesado puede recurrir ante la Cor-
te si considera que el acto es nulo por inconstitucionalidad o
ilegalidad” y que, por lo tanto, los Tribunales no pueden cono-
cer de recursos de amparo contra tales actos (Gaceta Oficial N°
1.478 Extraordinario de 16-07-71). Además, en sentencia de fe-
cha 14 de diciembre de 19707 cuyos fundamentos se reprodu-
cen en el Acuerdo con fuerza obligatoria dictado por la Sala
Político-Administrativa, en fecha 24 de abril de 1972, el Máxi-
mo Tribunal señaló que constituye grave extralimitación de
atribuciones de los Tribunales el que éstos sustancien y deci-
dan, por el procedimiento breve y sumario del amparo, la in-
constitucionalidad e ilegalidad de los actos administrativos. Es-
ta significa, agrega esta Corte, que sólo por la vía de los recur-
sos de anulación puedan los Tribunales Contencioso-Adminis-
trativos anular tales actos y restablecer las situaciones jurídicas
lesionadas, conforme lo ordena el artículo 206 de la Constitu-
ción y no por la vía de la acción constitucional a que se contrae
el artículo 49 del mismo texto constitucional. En consecuencia,
como lo estableció el Máximo Tribunal, en la citada sentencia
de su Sala Político-Administrativa de fecha 14 de diciembre de
1970:
“Pero el derecho de obtener la actuación de los Tribunales
mediante las acciones o recursos que establece la ley, debe ser
ejercido con arreglo a las disposiciones de ésta, pues aunque
todas las Cortes y Juzgados de la República están investidos de
jurisdicción, su competencia y actuación está limitada a deter-
minados casos y regulada por procedimientos que varían de

173
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

acuerdo con la naturaleza de la acción y que, en su conjunto,


constituyen la garantía procesal por excelencia del derecho de
defensa que la Constitución consagra. En razón de ello, el dere-
cho de utilizar los órganos de la administración de justicia para
la defensa de sus derechos e intereses,” debe necesariamente
ser ejercido por todos “en los términos y condiciones estableci-
dos por la Ley” (artículo 68 ejusdem), o lo que es lo mismo, en
los Tribunales, en las oportunidades y conforme al modo de
proceder instituido en cada caso por el legislador.”
En congruencia con lo expuesto, no puede esta Corte, por
la vía del amparo, revocar o anular la medida dictada por el
Consejo de Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, por tra-
tarse de un acto administrativa frente al cual el interesado dis-
ponía de los recursos administrativos y de las acciones de nu-
lidad, siendo por esta razón improcedente la acción de amparo
frente a la decisión dictada por dicho Consejo de fecha 14 de
septiembre de 1983, y que le fuera comunicada al accionante en
fecha 19 del mismo mes y año. En efecto, siendo como es el re-
curso de amparo una acción no prevista en el ordenamiento
constitucional de nuestro país como un medio sustitutivo de
control de la legalidad de los actos administrativos por la vía
de los recursos administrativos o por la vía del contencioso
administrativo, la acción de amparo en contra de la citada me-
dida resulta improcedente, y así se declara.282
Conforme a lo anterior, y existiendo frente a los actos adminis-
trativos los recursos contencioso-administrativos de anulación, se
entiende por qué la propia Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo en sentencias de 1982 consideró, en concreto, la decisión
de suspensión de los efectos de los actos administrativos conforme
al artículo 136 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia,
como “el ejercicio de un recurso de amparo contra una actuación
de la Administración cuya ilegalidad es discutida por el adminis-
trado.”283
Por tanto, la acción de amparo no es el único medio jurisdic-
cional de protección y amparo de los derechos constitucionales

282 Ibídem, pp. 182 a 184. Véase la crítica a esta sentencia (crítica que no comparti-
mos) en H. Rondón de Sansó “El amparo constitucional en Venezuela,” Revista
de Derecho Público, Nº 26, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 57.
283 Véase Sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de
27-5-82, 7-6-82 y 21-7-82 en Revista de Derecho Público, Nº 11, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1982, pp. 170 a 172.

174
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

contra actos arbitrarios de la Administración, por lo que aun cuan-


do no existía una ley reglamentaria del recurso, ello no significaba
que, frente a actos administrativos violatorios de derechos indivi-
duales, los afectados se encontrasen desasistidos. Al contrario, és-
tos debían utilizar las vías ordinarias284 o las vías de control juris-
diccional de la legalidad de los actos administrativos ante la juris-
dicción contencioso-administrativa.285 Es más, en caso de regularse
legalmente la acción de amparo, considerábamos que habría que
excluirlo en los supuestos en que estuviesen previstas otras vías de
amparo o protección jurisdiccional en el ordenamiento jurídico,
como era el recurso contencioso-administrativo286 o las acciones
posesorias. En todo caso, hasta que no se dictase dicha ley, frente a
violaciones de derechos y garantías constitucionales cometidas por
la Administración por vías de hecho, es decir, mediante actos ma-
teriales en los cuales la actuación arbitraria de la Administración
no estaba respaldada en un acto administrativo, quedaba abierta la
posibilidad de ejercer la acción de amparo, pero ante los Tribunales
con competencia en materia contencioso-administrativa, respetán-
dose, sin embargo, la afinidad de la competencia.

284 En los casos en que la “acción esté dirigida a la defensa de derecho definidos
y protegidos por el derecho común,” como los que serían objeto de acciones
posesorias, siempre que no estén expresamente prohibidas. Véase Sentencia
de la Corte Suprema de Justicia en Sala Político Administrativa de 11-11-70,
en G.O. Nº 1.447 de 15-12-70, p. 27.
285 En tal sentido, la Corte Suprema señaló frente a un acto administrativo de
expulsión de un extranjero del país respecto del cual se solicitó amparo, que
“calificado como ha sido de acto administrativo la medida de expulsión en
referencia, es obvio que el interesado puede recurrir ante la Corte, si conside-
ra que el acto es nulo por inconstitucionalidad o ilegalidad,” por lo que deci-
dió que la sentencia del Juez de Primera Instancia en lo Penal que otorgó el
amparo “carecía de jurisdicción para conocer y decidir sobre el mismo, ya
que su competencia se limita a conocer del recurso de hábeas corpus.” Véase
Sentencia de la Corte Suprema de Justicia en Sala Político Administrativa de
26-4-71 en G.O. N° 1.478, Extraordinaria de 16-7-71. Véase en general, J. G.
Sarmiento Núñez, “El amparo contra los actos administrativos,” en Ministerio
Público, Caracas, enero-abril 1971, pp. 127 a 132.
286 Cfr. Hildegard Rondón de Sansó. El Sistema contencioso-administrativo de la
Carrera Administrativa, Caracas, 1974, p. 350. Debe señalarse, en todo caso,
que la acción de amparo no está prevista en el ordenamiento constitucional
venezolano, como una institución comprensiva o sustitutiva del control de la
legalidad de los actos administrativos por la vía contencioso-administrativa,
como podría serlo en otros sistemas jurídicos, como el mexicano (Véase en
particular, H. Fix Zamudio, “Algunos aspectos comparativos del derecho de
amparo en México y Venezuela,” en Libro Homenaje a Lorenzo Herrera Mendo-
za, Facultad de Derecho, UCV, Caracas, 1970, Tomo II, pp. 333 a 389), por lo
que su regulación legal debía diferenciar los supuestos en que procedan am-
bas vías de protección jurisdiccional.

175
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

7. El amparo frente a las actuaciones de particulares


Por último, debe señalarse que la institución de la acción de
amparo era concebida en el ordenamiento constitucional venezo-
lano, al menos por la regulación parcial que la Disposición Transi-
toria Quinta de la Constitución hace del hábeas corpus, como un
medio jurídico de protección contra actuaciones públicas que lesio-
nasen o menoscabasen los derechos y garantías constitucionales,
por lo que se había estimado que no procedería contra actos de
particulares que afectasen a otros particulares.287 Las vías judiciales
ordinarias estaban precisamente abiertas en estos casos, aun cuan-
do se estimaba que, en la ley reguladora de la acción de amparo,
podía extenderse la protección frente a actividades de particula-
res.288 Sin embargo, estimábamos que era evidente que, si no podía
obtenerse protección por las vías ordinarias, podía proceder el am-
paro solicitado por particulares frente a acciones de otros particula-
res. En base a ello es que los tribunales competentes en materia
laboral habían acordado el amparo solicitado por trabajadores,
frente a empresas, que habían incumplido la orden contenida en
actos administrativos emanados del Inspector del Trabajo. Los jue-
ces laborales habían estimado que el incumplimiento por parte de
las empresas de dichas órdenes constituía una violación de los de-
rechos laborales previstos en la Constitución, y en consecuencia
habían ordenado a las mismas a reenganchar a los obreros en los
términos del acto administrativo incumplido289. Asimismo, se debe
mencionar la decisión del Juzgado Cuarto de Primera Instancia en
lo Civil de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado
Miranda de 15 de febrero de 1985, en la cual se acordó un amparo
solicitado por particulares conforme a los artículos 49, 59 y 66 de la
Constitución, contra otros particulares, ordenándose la ocupación
de una publicación anónima que atentaba contra el honor de los
recurrentes.290

287 Cfr. Guaicaipuro Martínez, M., “Acción de Amparo. Legitimación Pasiva” en


Doctrina PGR. 1971, Caracas, 1972, pp. 9 y ss.
288 Véase Ramón Escovar Salom, El amparo en Venezuela, Caracas, 1971, p. 101.
289 Véase las decisiones del Juzgado Segundo de Primera Instancia del Trabajo
de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, de
25-4-84, de 15-12-84, en El Nacional p. D-21 y el comentario de E. Agudo Frey-
tes, “Nuevo caso de amparo en materia laboral” en El Nacional, Caracas,
8-11-84, p. A-4.
290 Véase la información en El Universal, Caracas, 6-3-86, pp. 1-31.

176
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

II. LOS PRINCIPIOS JURISPRUDENCIALES RELATIVOS A


LA ACCIÓN AUTÓNOMA DE AMPARO ANTES DE LA
LEY ORGÁNICA DE 1988

Como resultado de la evolución jurisprudencial antes reseñada


sobre la admisibilidad de la acción de amparo, como acción autó-
noma y subsidiaria, puede señalarse que antes de 1988 y aún en
ausencia de la Ley reguladora del derecho de amparo, ésta podía
ejercerse ante todos los Tribunales, según su competencia, para
proteger y asegurar el goce y ejercicio de todos los derechos y ga-
rantías que establece la Constitución o que fueran inherentes a la
persona humana, frente a cualquier perturbación pública o privada
que se hiciera respecto de los mismos, mediante un procedimiento
que debía ser breve y sumario en el cual el juez tenía potestad para
restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida.
La jurisprudencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, de
la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativa y de los Tribu-
nales de Instancia en los años anteriores a 1988 fue delineando las
características de esta acción de amparo con base en a los siguien-
tes principios: en primer lugar, quedó claramente establecido que
la ausencia de la ley especial de la materia no impedía el ejercicio
de la acción de amparo; en segundo lugar, se estableció que la
competencia de los Tribunales para conocer la acción de amparo se
distribuía de acuerdo a su competencia natural y específica; en ter-
cer lugar, se precisó el carácter subsidiario de la acción autónoma
de amparo; en cuarto lugar, se determinó el carácter breve y suma-
rio del procedimiento; y en quinto lugar, se fueron delineando los
poderes del Juez al amparar derechos constitucionales.
1. La ausencia de la Ley especial reguladora del derecho de
amparo no impedía el ejercicio de la acción autónoma de
amparo
Ya hemos señalado el cambio radical de criterio adoptado por
la antigua Corte Suprema de Justicia en 1983, en relación al soste-
nido en 1970, en cuanto a que la ausencia de la Ley especial previs-
ta en el artículo 49 de la Constitución reguladora del derecho de
amparo, no impedía el ejercicio de la acción autónoma de amparo
En efecto, en sentencia de 14 de diciembre de 1970, la antigua
Corte Suprema de Justicia en Sala Político Administrativa, al anali-
zar el artículo 49 de la Constitución y la Disposición Transitoria

177
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Quinta del mismo texto fundamental, que regula “el juez compe-
tente y el procedimiento a seguir en el caso de que una persona sea
objeto de privación o restricción de su libertad, con violación de las
garantías constitucionales291, concluyó señalando que este proce-
dimiento de hábeas corpus se estableció única y exclusivamente para
proteger la libertad personal, y que “por tanto, la protección de
cualquier otro derecho —establecido o no en la Constitución—
queda excluida del campo de aplicación de esa norma, por ser evi-
dente la intención del Constituyente de limitar su alcance al caso
expresamente previsto por ella.”292
Esta, en realidad, fue la doctrina establecida en el Acuerdo de
fecha 24 de abril de 1972 en la cual la antigua Corte Suprema de
Justicia declaró que “la competencia de los Tribunales de Primera
Instancia y Superiores en lo Penal de la República, a que se refiere
la Disposición Transitoria Quinta de la Constitución, se limita ex-
clusivamente al conocimiento del recurso de hábeas corpus previsto
en dicha norma.”293
Por supuesto, este criterio de la Corte era inobjetable. Sin em-
bargo, en el Acuerdo de 1972 la antigua Corte, dio por reproduci-
dos los fundamentos de la sentencia mencionada de 14 de diciem-
bre de 1970, en los cuales la Corte fue más allá en sus razonamien-
tos y estimó que mientras no se dictara la legislación especial pre-
vista en el artículo 49 de la Constitución, no era posible el ejercicio
del derecho de amparo respecto de otros derechos y garantías
constitucionales mediante una acción autónoma, sino sólo median-
te los recursos y acciones que existían en el derecho positivo.
En efecto, en cuanto a la acción autónoma de amparo, la anti-
gua Corte Suprema consideró que se trataba del “ejercicio de una
acción cuyo conocimiento no ha sido atribuido por el legislador a
un determinado juez y para cuya tramitación aún no se ha estable-
cido el procedimiento previsto en el artículo 49 de la Constitución
Nacional,” razón por la cual estimó indirectamente que mientras
esa legislación no se dictara, dicha acción de amparo no podía ser
ejercida, para lo cual la Corte siguió el siguiente razonamiento vin-
culado al contenido del artículo 68 del texto fundamental:

291 Véase en Gaceta Oficial, Nº 29.434 de 6-2-71, pp. 219.983 y 219.984. Véase tam-
bién en Allan R. Brewer-Carías, Jurisprudencia de la Corte Suprema 1930-1975 y
Estudios de Derecho Administrativo, Tomo V, Vol. 1, Caracas, 1978, p. 93.
292 Ibídem.
293 Véase en Gaceta Oficial Nº 30.513 de 30-9-74.

178
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“...el derecho de obtener la actuación de los tribunales me-


diante las acciones o recursos que establece la ley, debe ser
ejercido con arreglo a las disposiciones de ésta, pues aunque
todas las Cortes y Juzgados de la República están investidos de
jurisdicción, su competencia y actuación está limitada a deter-
minados casos y regulada por procedimientos que varían de
acuerdo a la naturaleza de la acción, y que en su conjunto,
constituyen la garantía procesal, por excelencia, del derecho de
defensa que la Constitución consagra. En razón de ello, el dere-
cho de “utilizar los órganos de la administración de justicia pa-
ra la defensa de sus derechos e intereses” debe necesariamente
ser ejercido por todos “en los términos y condiciones estableci-
dos por la ley” (artículo 68 ejusdem) o lo que es lo mismo, ante
los tribunales, en las oportunidades y conforme al modo de
proceder instituido en cada caso por el legislador.”294
La Corte, por tanto, confundió el contenido del artículo 49 de la
Constitución, que consagra un derecho fundamental, con el ejercicio
de unas acciones judiciales (garantías), por lo que señaló que el am-
paro de los derechos constitucionales en ese momento sólo se po-
día obtener mediante las acciones que en ese momento regulaba el
derecho positivo (aparte del procedimiento de hábeas corpus). La
Corte dijo:
“ . . . la intención del constituyente al sancionar el artículo
49, fue formular un principio general, cuya aplicación hubiera
quedado en suspenso, aun respecto de las garantías que prote-
gen la libertad personal, hasta que el Congreso sancionara la
correspondiente Legislación reglamentaria; lo que no significa,
como se dijo, que los jueces dejen de amparar a los habitantes
de la República que a ellos ocurran cuando sean infringidos
sus derechos o garantías constitucionales, siempre que puedan
hacerlo “en conformidad con la Ley.”
“En nuestro ordenamiento jurídico hay previsiones espe-
cialmente en el campo de los derechos patrimoniales que por
las características de las acciones y recursos que crean, de los
procedimientos que establecen y de las atribuciones que con-
fieren a los tribunales, sirven al propósito que movió al Consti-
tuyente a incorporar a la Constitución vigente las normas con-
tenidas en el artículo 49. Al sancionar dichas previsiones, el le-

294 Idem.

179
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

gislador ordinario se adelantó al constituyente del 61, y creó un


sistema de garantías jurisdiccionales para amparar, breve y
sumariamente, situaciones jurídicas subjetivas que tiene como
fundamento derechos garantizados o no directamente por la
Carta Fundamental.”295
En consecuencia, en dicha decisión de 1970, la antigua Corte
Suprema reconoció que el texto del artículo 49 de la Constitución,
al consagrar el derecho de amparo, no regulaba una acción única
de amparo, sino que éste podía obtenerse por las acciones y recur-
sos existentes en el derecho positivo; pero estimó además, por el
carácter programático que le atribuía, que cuando esas acciones o
recursos no existían respecto de ciertos derechos, sin embargo, la
acción de amparo autónoma no podía ejercerse por falta de regula-
ción legal, lo cual evidenciaba, al decir de la propia Corte, “las la-
gunas de que adolece el sistema por no estar aún reglamentadas,
legalmente, las normas constitucionales...”296
En 1983, como se ha dicho, este criterio de la necesidad de la
ley especial reguladora del derecho de amparo, para ejercer la ac-
ción autónoma de amparo, fue modificado radicalmente por la
antigua Corte Suprema, al dejar de considerar el contenido del ar-
tículo 49 como regulador sólo de garantías (acciones o recursos) y
más bien, como regulador de un derecho constitucional el cual,
como todos, conforme al artículo 50 de la Constitución no requiere
de ley reglamentaria para poder ser ejercido.
En efecto, en la sentencia de la antigua Corte Suprema de Justi-
cia en Sala Político Administrativa de 20 de octubre de 1983, tam-
bién antes comentada, la Corte se apoyó en la consideración del
contenido del artículo 49 como un “derecho constitucional” y no
sólo como una norma reguladora de una garantía judicial, por lo
que es aplicable la previsión del artículo 50 de la Constitución en el
sentido de que la ausencia de ley reglamentaria del derecho “no
menoscaba el ejercicio del mismo.” Consideró la Corte en esa deci-
sión que
“con esta declaración (Art. 50) el Constituyente ha reafir-
mado su voluntad en el sentido de mantener la integridad de
los derechos humanos y de ponerlos a cubierto de cualquier in-

295 Idem.
296 Idem.

180
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tento o acto que pudiese vulnerarlos, ya que, en su concepto, la


diferencia que ha pretendido hacerse entre derechos y garan-
tías es inadmisible, desde el momento que haría de aquéllos
meras declaraciones retóricas sin contenido real.”297
En esta forma, la Corte cambió su jurisprudencia de 1970,
admitiendo abiertamente la posibilidad del ejercicio de la acción
autónoma de amparo298 pero quedando incólume el criterio del
Acuerdo de 1972 en relación a la competencia de los tribunales
penales para conocer del recurso de hábeas corpus previsto en la
Disposición Transitoria Quinta de la Constitución, y la competen-
cia exclusiva de los Tribunales contencioso-administrativos para
anular actos administrativos, incluso con base en pretensiones de
amparo.
2. La competencia para conocer de la acción de amparo co-
rrespondía a todos los tribunales de acuerdo a su compe-
tencia natural y específica
El problema interpretativo derivado de la aplicación del artícu-
lo 49 de la Constitución a finales de la década de los sesenta y co-
mienzos de los ochenta, estuvo motivado básicamente por el pro-
blema de la competencia jurisdiccional para conocer de las acciones
de amparo. Los Tribunales penales, que conforme a la Disposición
Transitoria Quinta de la Constitución tenían competencia para co-
nocer de la acción de hábeas corpus, cuyo procedimiento se regulaba
transitoriamente hasta que se dictara la ley del derecho de amparo,
sin embargo, habían comenzado a conocer de acciones de amparo
relativas a otros derechos constitucionales, aplicando sin embargo,
el procedimiento transitorio del hábeas corpus, lo cual estaba provo-
cando un desquiciamiento en la distribución de competencias judi-
ciales.299

297 Véase en Revista de Derecho Público Nº 11, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1983, pp. 169-170.
298 Idem.
299 Véase las referencias a esas decisiones de E. Agudo Freites, “Estado actual de
la acción de amparo en Venezuela.” Estudios sobre la Constitución. Libro Home-
naje a Rafael Caldera, UCV, Caracas, 1979, Tomo II pp. 687-708.

181
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Ello llevó al Fiscal General de la República, quien sostenía la


tesis del carácter programático del artículo 49 de la Constitución300
a plantear a la antigua Corte Suprema de Justicia en comunicación
de 22 de abril de 1972, la “gravísima duda” que le surgía:
“de si también los Jueces Penales de Primera Instancia de
la República son competentes para conocer de las acciones o
recursos de amparo, en general, o sea de aquéllos que tienden a
lograr el amparo de cualquier otro derecho establecido en la
Constitución o inherentes a la persona humana; pero distinto al
de la libertad personal.”301
La comunicación del Fiscal General a la antigua Corte Suprema
tuvo por objeto instar a la Sala Político-Administrativa de la Corte
para que conforme a lo previsto en el artículo 148 de la Ley Orgá-
nica del Poder Judicial, “resuelva por medio de un acuerdo con
fuerza obligatoria la duda existente en algunos jueces y ciudadanos
sobre la competencia de los Jueces Penales de Primera Instancia y
Superiores en lo Penal de la República, para conocer de esta clase
de acciones.''302
La Sala Político-Administrativa, dos días después, el 24 de abril
de 1972 dictó el Acuerdo requerido en el cual declaró:

“que la competencia de los Tribunales de Primera Instancia


y Superiores en lo Penal de la República, a que se refiere la
Disposición Transitoria Quinta de la Constitución, se limita ex-
clusivamente al conocimiento del recurso de hábeas corpus pre-
visto en dicha norma; y que en consecuencia, toda decisión que
no esté apoyada en la competencia específica de dichos Tribu-

300 La tesis restrictiva del amparo por tener el artículo 49 de la Constitución


carácter programático, la sostuvo la Corte Suprema de Justicia en la decisión
de 14 de diciembre de 1970, G. F. Nº 70, 1970, p. 179. Esta tesis restrictiva era
también sostenida, entre otros, por E. Agudo Freites, “Algunos casos de Am-
paro y Habeas Corpus.” Anuario 1969. Colegio de Abogados del Estado Lara, Bar-
quisimeto, pp. 252-256; J. A. De Miguel. “Amparo y Hábeas Corpus en la Cons-
titución de 1961,” Revista del Colegio de Abogados del Distrito Federal, Nº 130.
Caracas, 1965; A. Oropeza “Conferencia,” Boletín de la Academia de Ciencias Po-
líticas y Sociales Nº 27, Caracas, 1964, p. 29; C. Naranjo Osty, en Consejo de la
Judicatura. El recurso de amparo, p. 4.
301 Véase el texto de la comunicación en Ministerio Público Nº 19, Caracas 1972,
pp. 103-104.
302 Idem., p. 104.

182
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

nales o que invada la atribuida por la Constitución y las leyes,


a otros órganos judiciales, constituye una usurpación o extra-
limitación de atribuciones.”303
Aún cuando en los considerandos del Acuerdo se mencionaba
la sentencia de la Corte de 14 de diciembre de 1970 “cuyos funda-
mentos” daba “por reproducidos íntegramente,” y que sostenía el
carácter programático del artículo 49 de la Constitución al conside-
rar que consagraba una garantía procesal y no un derecho constitu-
cional, lo cierto es que el texto del Acuerdo de 1972, de carácter
obligatorio,304 se limitó a precisar las competencias de los tribunales
penales en materia de libertad personal, al conocimiento de la ac-
ción hábeas corpus, y a considerar que toda decisión que adoptasen
apoyada en su competencia específica o que invadiera la atribuida
a otros tribunales, constituía una extralimitación de atribuciones.
Este criterio, aun cuando fue desconocido por algunos Tribunales
penales,305 fue el que orientó el desarrollo de la acción de amparo
en la jurisprudencia y el que se ratificó en la sentencia de la antigua
Corte Suprema de 23 de octubre de 1983.306 Por eso, el Acuerdo de
1972 no se modificó formalmente.
En efecto, conforme al Acuerdo de 1972, los Tribunales Pena-
les, al aplicar la Disposición Transitoria Quinta de la Constitución,
sólo podían acordar el amparo a la libertad personal, y no podían
amparar otros derechos constitucionales con base en esa Disposi-
ción Transitoria, que regulaban sólo el hábeas corpus.307 Sin embar-
go, el Acuerdo regulaba el principio de que los Tribunales penales
podrían “apoyados en su competencia específica” amparar otros de-
rechos constitucionales distintos a la libertad personal, pero siem-

303 Véase en Gaceta Oficial Nº 29.788 de 25-4-72- y en Ministerio Público Nº 19,


Caracas, 1972, pp. 105-107.
304 Véanse los comentarios sobre el alcance de la obligatoriedad del Acuerdo y la
base legal (Art. 148 LOPJ) que se utilizó en H. Rondón de Sansó. “El amparo
constitucional en Venezuela,” Revista de Derecho Público, N° 26, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 1986, pp. 33 y ss.
305 Véase E. Agudo Freites. “Estado actual de la acción. . . ,” loc. cit., pp. 767-771.
306 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 16, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1983, p. 170.
307 Esta tesis había sido sostenida entre otros, por V. M. Álvarez, “El recurso de
Amparo y el Hábeas Corpus en la legislación venezolana,” Boletín de la Acade-
mia de Ciencias Políticas y Sociales, Nº 39, Caracas, 1969, p. 14; L. E. Zerpa Díaz,
“El amparo constitucional” en Temas de Derecho, Mérida, 1977, p. 11.

183
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

pre que no invadieran la competencia atribuida por la Constitución


y las leyes a otros Tribunales, de lo contrario, la decisión que adop-
tasen constituía “usurpación o extralimitación de atribuciones.”
De ello resultaba el criterio, luego expresamente sostenido en
la decisión de la Corte de 1983 en la cual se abandonó la tesis del
carácter programático del artículo 49 de la Constitución,308 de que
el amparo, como derecho, podía dar origen a una acción subsidia-
ria y autónoma de amparo, que podía ser ejercida ante todos los
Tribunales, quienes eran competentes, según la “afinidad de su
competencia” jurisdiccional específica, con el derecho constitucio-
nal violado y cuyo amparo se solicitaba.
La antigua Corte Suprema en 1983, en efecto, señaló que los
Tribunales:
“deben limitar su facultad para admitir recursos de ampa-
ro de acuerdo con la afinidad que con su competencia natural tengan
los derechos que se pretendan vulnerados, en razón de que el
propio artículo 49 de la Constitución da a entender claramente
que si el deber de amparo corresponde a todos los Tribunales
de la República, habrá una distribución de competencias entre
los mismos, según se desprende del aparte que se refiere al
juez competente, y porque el propio Constituyente inició esta
distribución de competencias al otorgarla a los Jueces de Pri-
mera Instancia en lo Penal en lo referente al amparo a la liber-
tad personal” (Disposición Transitoria Quinta).”309
De acuerdo con este criterio, por tanto, quedó definitivamente
aceptado el carácter del amparo previsto en el artículo 49 de la
Constitución, como un derecho constitucional, que podía ejercerse
aún en ausencia de ley reglamentaria como lo prescribe el artículo

308 La tesis amplia relativa al amparo, basada en el artículo 50 de la Constitución


había sido sostenida, entre otros, por M. Sierralta, De los Recursos de Amparo y
Hábeas Corpus en el Derecho Constitucional Venezolano, Caracas, 1961, pp. 28-29;
R. Escala Zerpa, Recurso de Amparo contra arbitrariedad de funcionarios públicos.
Caracas, 1968; J. R. Quintero “Recurso de amparo. La cuestión central en dos
sentencias y un voto salvado” en Revista de la Facultad de Derecho, UCAB, Nº
9, (Caracas, 1969-1970 pp. 161-169; R. Escovar Salom, El amparo en Venezuela,
Caracas 1971 pp. 59-61; J. G. Sarmiento Núñez, Temas Jurídicos, Caracas, 1972,
pp. 139-142; J. R. Mendoza Mendoza, Casos de Jurisprudencia o de nuevas inter-
pretaciones, Barquisimeto, 1973, p. 329.
309 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 16, Editorial Jurídica Venezolana.,
Caracas 1983, p. 170.

184
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

50 del texto fundamental, y que implicaba la obligación de todos


los tribunales de amparar dichos derechos, de acuerdo a la afinidad
de la competencia natural que tenían asignada, con el derecho
constitucional violado.
Fue precisamente con base en esa doctrina, que en el caso con-
creto (Andrés Velásquez) debatido, al tratarse de un amparo solicita-
do por un candidato presidencial contra un acto administrativo del
Consejo Supremo Electoral, la Corte consideró que como
“el amparo no podría ser sino la derivación de la nulidad
manifiesta del acto administrativo emanado de dicho órgano,
esta Sala se declara competente para resolver la solicitud pre-
sentada, en virtud de la atribución que le otorga el ordinal 12
del artículo 42 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Jus-
ticia, y porque corresponde a la Corte la función primordial de
controlar la constitucionalidad y legalidad de los actos del Po-
der Público (artículo 2 ejusdem).”310
Así, la Corte aceptó el criterio de que la afinidad de la compe-
tencia en caso de solicitudes de amparo que implicaran juzgar con-
ductas de entes administrativos atraía la competencia de los Tribu-
nales Contencioso-Administrativos. En relación al mismo aspecto
de la afinidad de la competencia, por ejemplo, aun siendo compe-
tentes los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa
para conocer de las demandas contra empresas del Estado, el ejer-
cicio de una acción de amparo contra una actuación de esas em-
presas violatoria de un derecho laboral debía realizarse ante los
Tribunales del Trabajo y no ante la jurisdicción contencioso ad-
ministrativa.311
Por tanto, correspondiendo el conocimiento de la acción de
amparo a todos los Tribunales, con razón la antigua Corte Suprema
recomendó en su decisión de 1983,
“que los Tribunales, de la República deben hacer un uso
prudente y racional de la norma contenida en el artículo 49 de
la Constitución, tratando de suplir por medio de la analogía y

310 Idem, p. 170.


311 Este fue el criterio sentado por la Corte Primera de lo Contencioso-Adminis-
trativa en sentencia de 3-10-85 (Caso CADAFE). Véase en Revista de Derecho
Público, Nº 24, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, p. 134.

185
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

demás instrumento de interpretación de que los provee el sis-


tema jurídico venezolano, la lamentable ausencia de una ley
reglamentaria de la materia.”312

3. El carácter subsidiario de la acción autónoma de amparo


En los considerandos del Acuerdo de la antigua Corte Suprema
de Justicia de 22 de abril de 1972, antes comentado, y frente a la
pretendida asunción de competencia de los Tribunales penales
para conocer de acciones de amparo contra los actos administrati-
vos,313 la Corte expresó lo siguiente”:
“Que en sentencia dictada el 14 de diciembre de 1970, cu-
yos fundamentos se dan por reproducidos íntegramente en el
presente Acuerdo, este Alto Tribunal decidió que en conformi-
dad con el artículo 206 de la Constitución, corresponde sola-
mente a esta Corte y demás Tribunales de lo Contencioso-
Administrativo, conocer de la nulidad de los actos de la Admi-
nistración Pública Nacional, Estadal o Municipal, y eventual-
mente, suspender los efectos del acto administrativo impugna-
do, por vía de previo pronunciamiento.”314
Con ello quedó definitivamente establecido el criterio de la
competencia exclusiva de los órganos de la jurisdicción contencio-
so-administrativa para conocer de la nulidad de actos administra-
tivos, incluso en solicitudes de amparo, por lo que si la violación de
un derecho constitucional era provocada por un acto administrati-
vo, sólo los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa
podían anular dicho acto y conceder el amparo requerido, incluso
mediante la suspensión de efectos del acto administrativo que pro-
vocaba la violación del derecho. La Corte ratificó, en esta forma, la
motivación de su decisión del 14 de diciembre de 1971, producida

312 Idem., p. 170. Este mismo criterio fue expuesto por la Sala Político Adminis-
trativa de la Corte Suprema en su decisión de 2-7-85 (Caso Hevensa) en la cual
señaló respecto del amparo que “su aplicación racional y prudente constituye
la mejor defensa de la institución de amparo.” Consultada en original, p. 6.
313 Lo cual había sido defendido por J. G. Sarmiento Núñez “El amparo contra
actos administrativos,” en Ministerio Público, Caracas, 1971, pp. 127-131 quien
sostuvo que “contra un acto administrativo se pueden intentar dos acciones:
a) la acción de amparo, ante la jurisdicción penal; y b) la acción de nulidad en
la jurisdicción contencioso-administrativa, mediante el recurso de ilegalidad,
ante los Tribunales que para esa jurisdicción determine la ley,” p. 130.
314 Véase en Gaceta Oficial Nº 29.788 de 25-4-72.

186
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

en un proceso originado con motivo de una acción de amparo in-


tentada ante un juez penal, contra un acto administrativo de un
Concejo Municipal que había suspendido una licencia. La Corte
sostuvo en esa sentencia su competencia para “anular los actos
contrarios a derechos emanados de autoridad nacional, estadal o
municipal” y que al ejercer esa atribución, la Corte podría revocar
lo decidido por el Concejo Municipal y restablecer la situación ju-
rídica infringida... también podría suspender provisionalmente los
efectos del acto, por vía de pronunciamiento previo, como ya lo ha
hecho, excepcionalmente, en otras oportunidades315 siempre y
cuando concurran circunstancias que, a juicio de la Corte, hagan
indispensable tales medidas, antes de que termine el procedimien-
to respectivo.316
En esta forma, desde comienzos de 1970, la antigua Corte Supre-
ma se declaró competente para anular actos administrativos en vía
contencioso-administrativa, no pudiendo ejercerse una acción autó-
noma de amparo contra actos administrativos. Este criterio fue lue-
go ratificado en la sentencia de la Sala Político-Administrativa de
20 de octubre de 1983, adoptada con motivo del ejercicio de un
recurso de amparo contra un acto administrativo del Consejo Su-
premo Electoral, “cuya constitucionalidad debe presumirse —dijo
la Corte— mientras no haya sido declarado lo contrario por el ór-
gano jurisdiccional competente y por las vías legales establecidas
para el ejercicio del tipo de recursos” (de inconstitucionalidad o con-
tencioso-administrativo). En tal virtud, la Corte concluyó señalando
que “no puede esta Corte hacer un pronunciamiento al respecto
sobre la inconstitucionalidad alegada, sino de acuerdo con los pro-
cedimientos establecidos para la tramitación y decisión de los res-
pectivos recursos de nulidad” por lo que declaró improcedente la
acción de amparo para dirimir la cuestión planteada.317

315 En 1970 aún no se había consagrado en el derecho positivo esta facultad que
había sido creación de la jurisprudencia. En 1976 se consagró en la Ley Orgá-
nica de la Corte Suprema de Justicia (Art. 136).
316 Véase en Gaceta Oficial N° 29.434 de 6-2-71, pp. 219-985. La Corte concluía
declarando que conforme al derecho positivo en 1970, no tenía competencia
para “conocer de una acción autónoma de amparo” contra actos administra-
tivos.
317 Véase en Revista de Derecho Público Nº 16, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1983, p. 170.

187
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por tanto, cuando la perturbación a un derecho constitucional


la causaba un acto administrativo, el derecho de amparo debía
ejercerse mediante el recurso contencioso-administrativo de anula-
ción, no siendo procedente el ejercicio de una acción de amparo
autónoma y paralela al recurso contencioso-administrativo de anu-
lación. Por tanto, la acción de amparo como acción autónoma, co-
mo hemos dicho, se consideró como una acción subsidiaria que
procedía siempre que no existiera una vía judicial a través de la
cual se pudiera ejercer el derecho de amparo318, siendo por tanto
improcedente el ejercicio de la acción autónoma de amparo frente a
los actos administrativos, los cuales sólo podían ser impugnados en
vía contencioso-administrativa. Tal como lo señaló la Corte Prime-
ra de lo Contencioso Administrativo en sentencia de 25 de enero de
1984:
“La acción de amparo resulta improcedente contra... (un
acto administrativo), por cuanto esta acción es un medio extra-
ordinario de protección, que sólo puede ser utilizada cuando
no existan otras vías a través de las cuales pueda obtenerse el
restablecimiento de los derechos subjetivos violados.”319
En el caso concreto se trataba de una acción de amparo contra
un acto administrativo de la Universidad de Los Andes, y la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo declaró improcedente la
acción de amparo concluyendo su decisión en la siguiente forma:

318 El carácter subsidiario de la acción autónoma de amparo que atribuimos a la


misma (Véase Allan R. Brewer-Carías, “El derecho de amparo y la acción de
amparo,” Revista de Derecho Público, Nº 22, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1985, p. 53), y que la jurisprudencia había venido desarrollando no era
como lo entendió (mal interpretado el criterio) H. Rondón de Sansó, como si
la acción de amparo “sólo es ejercitable cuando hubiesen sido agotados todos los
recursos ordinarios que para el caso específico el sistema jurídico prevé” (H.
Rondón de Sansó. “El amparo constitucional en Venezuela.” Revista de Dere-
cho Público, Editorial Jurídica Venezolana, N° 26, Caracas, 1986, p. 56). Esto
sería, en estricto derecho, atribuir carácter “extraordinario” a la acción.
Cuando hablamos del carácter subsidiario de la acción de amparo era y es en
el sentido de que sólo procedía y procede cuando no haya otra vía judicial de
amparo efectiva prevista, como es el “recurso contencioso-administrativo de
anulación y amparo.”
319 Caso A. I. León Avendaño vs. Universidad de Los Andes (Ponente J. R. Duque
Corredor). Véase en Revista de Derecho Público, Nº 17, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1984, p. 182.

188
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“En congruencia con lo expuesto, no puede esta Corte, por


la vía del amparo, revocar o anular la medida dictada por el
Consejo de Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, por tra-
tarse de un acto administrativo frente al cual el interesado dis-
ponía de los recursos administrativos y de las acciones de nu-
lidad, siendo por esta razón improcedente la acción de amparo
frente a la decisión dictada por dicho Consejo... y que le fuera
comunicada al accionante... En efecto, siendo como es el recur-
so de amparo una acción no prevista en el ordenamiento cons-
titucional de nuestro país como medio sustitutivo de control de
la legalidad de los actos administrativos por la vía de los recur-
sos administrativos o por la vía del contencioso-administrativo,
la acción de amparo en contra de la citada medida resulta im-
procedente, y así se declara.”320
Y la Corte, en dicha sentencia precisó su razonamiento seña-
lando lo siguiente:
“¿De qué serviría seguir manteniendo los recursos admi-
nistrativos y la jurisdicción contencioso-administrativa, si los
particulares pudieran intentar directamente la acción de ampa-
ro frente a los actos administrativos?
La consagración absoluta e ilimitada del amparo sacudiría
los cimientos mismos del sistema jurídico del país, hasta el
punto que ante una decisión firme de cualquier autoridad, que
ha causado estado, ya no habría seguridad y certeza alguna, ni
mucho menos estabilidad. Piénsese en aquellos procedimientos
como el de despidos injustificados o de protección de la

320 Idem., p. 184. La Corte Primera se apoyó para sostener este criterio en senten-
cia de la Corte Suprema de Justicia, en esta forma: “..la propia jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia ha consagrado el carácter extraordinario de
la acción de amparo, cuando en sentencia de su Sala Político-Administrativa
26-4-71, asentó que calificado de acto administrativo determinada medida de
una autoridad, “es obvio que el interesado pueda recurrir ante la Corte, si
considera que el acto es nulo por inconstitucionalidad o ilegalidad,” y que
por lo tanto los Tribunales no pueden conocer de recursos de amparo contra
tales actos (Gaceta Oficial N° 1.478 Extra. de 16-7-71).” Idem., p. 183. Además,
al comentar la sentencia de la Corte Suprema de 14-12-70, la Corte Primera
señaló que “sólo por la vía de los recursos de anulación, pueden los Tribuna-
les Contencioso-Administrativos anular tales actos y restablecer las situacio-
nes jurídicas lesionadas, conforme lo ordena el artículo 206 de la Constitución
y no por la vía de la acción de amparo constitucional a que se contrae el ar-
tículo 49 del mismo Texto Constitucional.” Idem., pp. 183-184.

189
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

inamovilidad laboral, si después de acordado un reenganche


por una Comisión Tripartita o por un Inspector del Trabajo, en
lugar de ejercer la apelación ante la Comisión de Segunda Ins-
tancia o ante el Ministerio del Trabajo, el patrono acudiera di-
rectamente ante esta Corte por vía de amparo constitucional a
solicitar su anulación. Además de la indefensión que se causa-
ría al beneficiado con el reenganche, se estarían eliminando
instancias ordinarias y los trámites normales que deben se-
guir los órganos naturales para revisar las actuaciones de sus
subalternos y sus propias decisiones, creándose como regla
general un régimen de excepción en materia jurisdiccional,
representado por un juicio breve y sumario y por una acción
extraordinaria.”321.
Por tanto, de acuerdo con ese criterio jurisprudencial, la acción
autónoma de amparo antes de la sanción de la Ley de 1988, era de
carácter subsidiario, y sólo procedía para proteger el goce y ejerci-
cio de derechos constitucionales, cuando no existieran otras vías
judiciales a través de las cuales pudiera obtenerse la protección
necesaria y el restablecimiento de los derechos subjetivos lesiona-
dos,322 criterio que era de particular importancia en materia conten-
cioso-administrativa y de amparo frente a los actos administrati-
vos. De ello resultaba por supuesto, no que se negase el derecho de

321 Véase en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia Corte Primera de lo Conten-


cioso Administrativo 1977-1992, Amparo Constitucional, Caracas 1994, pp.
131-132.
322 La Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo insistió en el carácter del
amparo como “recurso subsidiario, que cede ante uno principal, y que por
ello, no puede constituir el medio normal de dilucidar controversias respecto
a la legalidad de los poderes públicos. “ Véase sentencia de 14-8-85 caso D. L.
de Gutiérrez vs. Asamblea Legislativa del Estado Lara (Ponente: J. R. Duque Co-
rredor) (consultada en original). En sentencia de al Corte Primera de lo Con-
tencioso-Administrativa de 17-1-85, caso, Veneformas vs. INH (Ponente P. M.
Reyes), de 17 de enero de 1985, este criterio se expuso también en forma ter-
minante, en los siguientes términos:
“...es característica y requisito de procedencia del recurso de amparo, que frente a
la situación fáctica que lesiona a la persona en el goce y ejercicio de sus dere-
chos constitucionales, no debe existir recurso paralelo que salvaguarde la si-
tuación jurídica infringida; de allí deviene, como se indicó anteriormente, su
condición de extraordinario; porque de existir otros recursos, la persona afec-
tada debe hacer uso de tales vías, ciertamente, el amparo exclusivamente
procede ante la inexistencia de otras posibilidades procesales.” Véase en Re-
vista de Derecho Público, Nº 21, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, p.
140.

190
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

amparo constitucional ante los actos administrativos, sino que fren-


te a éstos, el recurso contencioso-administrativo de anulación podía
ser considerado como un medio judicial de amparo constitucional.
Por supuesto, en casos excepcionales que el juez contencio-
so-administrativo debía apreciar, si el recurso “contencio-
so-administrativo resultaba insuficiente o no constituía un medio lo
suficientemente rápido y reparador,”323 el mismo, juez contencioso-
administrativo podía admitir la acción de amparo, como acción
autónoma, pero en nuestro criterio, no para anular el acto adminis-
trativo que violase el derecho constitucional, sino para amparar la
situación jurídica subjetiva lesionada en forma temporal. Este fue el
criterio sostenido por la Corte Primera de lo Contencioso Administra-
tivo en sentencia de 14 de agosto de 1985, en la cual frente a un acto
administrativo de destitución de una funcionaria de una Asamblea
Legislativa en estado de gravidez, la Corte admitió la procedencia
de la pretensión de amparo temporal, en los siguientes términos:
“ . . . cuando los medios ordinarios no pueden reparar los
posibles perjuicios causados por los efectos inmediatos de una
actuación administrativa, tratándose de derechos constitucio-
nales como en el presente caso, en el cual la recurrente solicitó
el amparo para que se le garantizara la protección que le reco-
noce la Constitución por su estado de gravidez, si se espera a
que finalice la vía administrativa, para que se extinga el acto
que la afectó y luego que culmine el respectivo juicio conten-
cioso-administrativo que declare su nulidad, no sería posible
proteger derecho alguno derivado del embarazo, que por ra-
zones naturales y biológicas tiene un período determinado, en
razón del tiempo transcurrido. Por esta causa, en casos como el
presente, para la protección de la madre embarazada, es pro-
cedente solicitar un amparo constitucional no para que se anule
un acto supuestamente ilegal, sino para que hasta tanto se resuel-
va definitivamente acerca de la ilegalidad de la actuación administra-
tiva impugnada, se proteja la maternidad. En efecto, el medio
ordinario en el caso presente, los recursos administrativos y
dentro de ellos la suspensión en vía administrativa de la deci-
sión cuestionada e inclusive la acción de nulidad, no podrían
proteger el derecho constitucional reclamado por la recurrente,
por cuanto el proceso de embarazo es un hecho biológico que

323 R. Escovar Salom, El amparo en Venezuela, Caracas, 1971, p. 76.

191
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

no admite suspensiones o interrupciones, y mucho menos es-


perar, y por ello, aquellos recursos ya no pueden calificarse
de ordinario, porque no pueden reparar de inmediato el per-
juicio que sufre una madre embarazada si es separada de su
empleo.”324
Por tanto, si bien el principio general de que el medio de am-
paro frente a actos administrativos era el recurso contencioso ad-
ministrativo, en casos como el indicado, cuando éste, como medio
ordinario no podía dar la protección requerida, el juez podía admi-
tir el amparo, no para anular el acto administrativo que violase el
derecho, sino para proteger el mismo mientras se dilucidaba su
ilegalidad. En el caso mencionado, el amparo o protección conce-
dida a la funcionaria en estado de gravidez, dijo la Corte Primera,
“cesa al terminar el período postnatal,” y en todo caso, “no produ-
ce cosa juzgada respecto a la validez o no del acto impugnado.”325
Esta doctrina posteriormente se recogió de nuevo, por la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo en sentencia de 13 de
febrero de 1986, en el sentido de que si bien en principio, “el ampa-
ro es un recurso subsidiario que cede ante uno principal, y que por
ello no puede constituir el medio normal de dilucidar controversias
respecto a la legalidad de la actuación de los Poderes Públicos,”
ello no obstaba para que se admitiera la procedencia de la acción
autónoma de amparo ante “la insuficiencia de los medios principa-
les, y la no posibilidad de restablecer la situación jurídica infringi-
da de inmediato, como lo ordena el Constituyente, o sea, la elimi-
nación de un daño inminente, actual, e irreparable.” Incluso, dijo la
Corte, “el agotamiento de todos los medios pertinentes sin que
haya sido posible obtener la protección o el respeto de la garantía o
el derecho violado, a juicio de esta Corte, hacen procedente el am-
paro como medio de protección especial.”326

324 Sentencia de 14-8-86 (Caso D. Luna de Gutiérrez) (consultada en original). Este


criterio ha sido ratificado por la misma Corte Primera en sentencia de
17-12-85 y 20-2-86 (Consultadas en original). Véase en Revista de Derecho Pú-
blico, Nº 25, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1986 pp. 117-122.
325 Idem.
326 Véase sentencia de 13-2-86 (Ponente R. J. Duque Corredor), caso Federación
Venezolana de Tiro (consultada en original). Véase en Revista de Derecho Públi-
co, N° 25, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 114.

192
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Toda esta doctrina de la subsidiariedad de la acción de amparo


fue incluso resumida por la propia Corte Primera de lo Contencio-
so Administrativo en sentencia de 20 de febrero de 1986, en al cual
se expuso lo siguiente:
“De acuerdo a la sentencia de esta Corte de fecha 10-8-85,
el carácter excepcional y residual del amparo como acción judi-
cial especial, “sólo se atenúa en los casos en los cuales existe
imposibilidad de obtener la satisfacción del derecho lesionado
por las vías normales que el orden jurídico establece.” Igual-
mente manifestó esta misma Corte en sentencia de fecha
17-12-85, que “si bien el amparo tiene naturaleza extraordina-
ria, sin embargo, ante la circunstancia específica que obliga a la
protección inmediata del derecho lesionado cuyo daño se
transformaría en irreparable si no se le otorgase en tal forma la
tutela, se admite su procedencia.” Estas dos decisiones, y espe-
cialmente la última, precisaron la jurisprudencia de esta Corte
que consagró el carácter subsidiario de dicha acción, en senten-
cias de fecha 17-1-85 y 26-9-85. Ahora bien, en esta oportuni-
dad la Corte precisa aún más su doctrina respecto a la proce-
dencia del amparo, en el sentido de aclarar que por el fin que
persigue la Constitución en su artículo 49, de la inmediata pro-
tección de las garantías constitucionales, y en concreto de lo-
grar el restablecimiento oportuno de las situaciones jurídicas
infringidas, cuando los medios ordinarios que existen contra
los actos inconstitucionales o ilegales, sean insuficientes para
reparar el perjuicio, o no idóneos para evitar el daño a la lesión
causada, por tales actos, la acción autónoma de amparo, enton-
ces resulta procedente. Y si a esta inidoneidad o insuficiencia
se agrega la incertidumbre en que se coloca al interesado res-
pecto al ejercicio de un derecho, por la no operatividad inme-
diata del recurso ordinario o normal contra el acto ilegal, está
plenamente justificado el amparo como pretensión procesal au-
tónoma, que busca precisamente la protección judicial para que
se evite un daño existente, o se impida uno ciertamente inmi-
nente o irreparable.”327
En definitiva, esta doctrina del carácter subsidiario de la acción
de amparo, entendido en el sentido de que la acción autónoma de

327 Véase sentencia de 20-2-86 (Ponente R. J. Duque Corredor), caso H. Romero


Muci vs. Municipalidad del Distrito Sucre del Estado Miranda. Véase en Revista,
de Derecho Público, Nº 25, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 122.

193
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

amparo procedía siempre que no hubiese otra vía judicial idónea


para la protección inmediata del derecho lesionado, la resumió la
Corte Primera en sentencia del 21-1-88 dictada el día anterior a la
entrada en vigencia de la Ley Orgánica de Amparo, en la siguiente
forma:
“Para que sea dable la concesión de un mandamiento de
amparo, el Juez que conoce de la solicitud verificará los si-
guientes aspectos:
1. Que la situación jurídica infringida por el acto, hecho u
omisión de la autoridad pública o del particular, sea violatoria
en forma directa, manifiesta o incontestable de un derecho o
garantía constitucionalmente tutelado.
2. Que no exista para el restablecimiento de esa situación
jurídica lesionada ningún otro medio procesal adecuado, y
3. Que la lesión o el derecho o garantía afectados sean de
tal naturaleza que no podrían ser reparados mediante la utili-
zación de ese otro medio procesal.328
Ahora bien, esta característica de la acción autónoma de ampa-
ro, de ser, en estos términos subsidiaria, en el sentido de que sólo
procedía cuando no hubiera otra vía procesal que permitiera ejer-
cer el derecho de amparo, fue de particular importancia para confi-
gurar el recurso contencioso-administrativo de anulación, también,
como una vía judicial de amparo, sobre lo cual insistiremos más
adelante. Antes sin embargo, y para concluir las referencias a los
criterios jurisprudenciales sobre la acción autónoma de amparo,
antes de 1988, debemos comentar los aspectos procesales de la
misma.

4. El carácter breve y sumario del procedimiento


De acuerdo al artículo 49 de la Constitución, al regularse el de-
recho de amparo se estableció expresamente que “el procedimiento
será breve y sumario,” por lo que en ausencia de la Ley de Ampa-
ro, a los efectos de aplicar esa norma constitucional, los Jueces de-
bieron aplicar por vía analógica, procedimientos breves y sumarios
previstos en el ordenamiento. Sobre estas expresiones, la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo señaló lo siguiente: El

328 Caso CADAFE, en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, op. cit., p. 200.

194
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

procedimiento debe ser breve, “en el sentido de tener por sí la con-


dición de ser urgente, en tal condición, será tramitado con celeri-
dad y debe ser resuelto en el menor tiempo posible”: además, debe
ser sumario, en el sentido de que “implica que su procedimiento
debe ser simple, sencillo, despojado de incidencias, carente de for-
malidades complejas y se debe desarrollar en una relación procesal
sin partes, limitada en principio, a la actuación del solicitante y del
Juez que va a conocer del asunto.”329
Ahora bien, ante la ausencia de la legislación específica que re-
gulase los aspectos procesales del ejercicio y desarrollo de la acción
de amparo la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo con-
sideró acertado aplicar para la tramitación de las acciones de am-
paro, el procedimiento previsto en los artículos 215 a 217 del Códi-
go Orgánico Tributario, que tienen por objeto “amparar a los con-
tribuyentes de tributos nacionales ante demoras excesivas de la
Administración Tributaria en resolver sus peticiones.”330 Estas
normas, en efecto, que regulan la allí llamada “acción de amparo,”
aplicadas a la acción autónoma de amparo, daban lugar a los si-
guientes elementos adjetivos:
1. El escrito de la acción debía ser presentado por la persona
afectada, o su representante legal, ante el Tribunal competente, y en
el mismo debían especificarse las situaciones de hecho que provoca-
ban la violación del derecho cuyo amparo se solicitaba, así como las
gestiones realizadas para impedir o reclamar las violaciones.
2. Si la acción apareciere razonablemente fundada, el Tribunal
debía requerir informes sobre la causa de la violación y fijar un
término breve y perentorio para la respuesta, por parte del funcio-
nario o entidad que causa la violación.
3. Vencido el lapso, el Tribunal debía dictar una decisión “que
corresponda al amparo del derecho lesionado” dentro de los cinco
días hábiles. En dicha decisión, si era el caso, debía fijar un término
a quien hubiera violado el derecho amparado para que cumpliera
la decisión de hacer, de no hacer, de dar o de deshacer que contu-
viera el amparo, según los casos, o si era el caso, restablecer direc-
tamente la situación jurídica lesionada.

329 Véase la sentencia citada de 17-1-85. Revista de Derecho Público, N° 21 Editorial


Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, p. 140.
330 Idem. Código Orgánico Tributario (COT) de 1994, Gaceta Oficial Nº 4.724 Extra
de 27-5-94.

195
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Las normas del Código Orgánico Tributario que mutatis mutan-


dis debían dar origen a los mencionados aspectos adjetivos, en cri-
terio de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, “reco-
gen y desarrollan sabiamente el recurso procesal contenido en el
artículo 49 de la Constitución, y que ante la cierta falta de regula-
ción legislativa ad hoc del amparo, la aplicación de esas normas
procesales de forma subsidiaria por la Corte ha sido, sin duda,
acertada y cumple satisfactoriamente la exigencia de brevedad en
el trámite de los recursos de amparo.” Adicionalmente, la Corte
Primera, al comentar la aplicación del procedimiento mencionado
en un caso concreto de amparo, señaló que ello se hizo “en una
actitud definida de impedir que el mismo se transformara en una
situación procesal compleja, confusa, limitada en el tiempo a resol-
ver las múltiples y variadas impugnaciones opuestas como puntos
previos; y ello lo logró, difiriendo el conocimiento de tales impug-
naciones al momento y a la oportunidad de resolver de manera
definitiva el mérito de la solicitud.”331
Por último, en relación a los aspectos procesales de la acción de
amparo, debe mencionarse la doctrina desarrollada por la juris-
prudencia de las Salas de Casación de la antigua Corte Suprema de
Justicia en el sentido de la improcedencia del recurso de casación
contra las decisiones de última instancia que se adoptasen en jui-
cios de amparo. Esta doctrina se expuso inicialmente en 1971, por
la Sala de Casación Penal, en la cual simplemente se señaló que
siendo el recurso de casación “de carácter extraordinario, debe es-
tar previsto expresamente en la Ley y la enumeración de los casos
en que procede es, necesariamente, taxativa,” y por cuanto “ni el
artículo 49 de la Constitución, ni la Disposición Transitoria Quinta
de la misma, ni los artículos 333, 58, primera parte y 62 del Código
de Enjuiciamiento Criminal, ni ninguna otra disposición legal, es-
tablecen que se admitirá recurso de casación contra las decisiones
de los Tribunales Superiores que resuelvan hacerse del recurso de
amparo,” lo consideró inadmisible.332
Por su parte, la Sala de Casación Civil de la antigua Corte Su-
prema, en sentencia de 14 de diciembre de 1983 basada en argu-

331 Véase la sentencia citada de 17-1-85, Revista de Derecho Público, Nº 21, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas 1985, p. 140..
332 Sentencia del 13-5-71. Véase en Repertorio Forense, Nº 1.761. 26-8-71, pp. 4-6.
Igual criterio lo sentó la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justi-
cia en decisión de 12-8-71, Repertorio Forense, N° 1.864 de 28-1171, pp. 4-6.

196
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

mentos formales, también negó la admisibilidad del recurso de


casación contra decisiones adoptadas con motivo de acciones de
amparo, considerando que el procedimiento de las acciones de
amparo no constituía un “juicio civil o mercantil” siendo que la
admisibilidad del recurso de casación, conforme al artículo 418 del
Código de Procedimiento Civil (Art. 312 del vigente), sólo esta
prevista en éstos. La Sala de Casación, en efecto, señaló que el re-
curso de casación “no se le concibe sin la existencia de la relación
procesal denominada juicio,” que esa Sala había definido como “las
controversias judiciales suscitadas por conflicto intersubjetivos de
intereses que el órgano judicial debe resolver por sentencia, previa
sustanciación de la causa a través de las formas procesales previs-
tas por la Ley.” Ahora bien, al analizar los aspectos subjetivos de la
acción de amparo, la Sala de Casación Civil señaló que:
“...en manera alguna se trata de una acción a seguirse den-
tro del procedimiento ordinario ni dentro de los procedimien-
tos especiales, destinada a obtener pronunciamiento, o senten-
cia que decida una controversia suscitadas entre partes.” 333
Esta doctrina se ratificó por la misma Sala de Casación Civil en
sentencia de 31 de enero de 1985, en la cual se insistió en que como
“las actuaciones o procedimientos seguidos para acordar o negar
un mandamiento de amparo constitucional no constituyen juicio en
los términos señalados por el artículo 418 del Código de Procedi-
miento Civil, ... ninguna actuación procesal que directa o indirec-
tamente se relacione con el amparo constitucional estaría sometida
al recurso de casación.”334.
Frente a esta doctrina formalista, en nuestro criterio, en la legis-
lación del derecho de amparo, precisamente por el carácter de me-
dio de protección constitucional de los derechos fundamentales
que tiene el amparo, debió preverse el recurso de casación contra
las decisiones de última instancia adoptadas como resultado de
acciones de amparo.335 Siendo el recurso de casación un medio de

333 Sentencia de 14-12-83 transcrita y ratificada en su doctrina por sentencia de la


misma Sala de Casación Civil de 31-1-85 (consultada en original). (Art. 312
del Código vigente).
334 Idem. En el Código de Procedimiento Civil de 1985, el artículo 312 utiliza las
mismas expresiones “juicios civiles o mercantiles.”
335 En este sentido la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia establece que
corresponde a la Corte, “conocer del recurso de casación en los juicios civiles,

197
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

control de la constitucionalidad y legalidad de las decisiones judi-


ciales, dada la importancia y repercusiones de las decisiones en
materia de amparo, éstas debieron ser sometidas al recurso de ca-
sación, que a su vez debía servir de vía judicial de amparo contra
las decisiones de los Jueces superiores violatorias de los derechos y
garantías constitucionales De acuerdo con el artículo 2 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, a ésta corresponde ejercer
el control de “la constitucionalidad y legalidad de los actos del Po-
der Público,” por lo que el recurso de casación en cuanto a las deci-
siones judiciales en materia de amparo es precisamente el medio
judicial que debe estar abierto para el ejercicio de dicho control. La
Ley Orgánica de Amparo de 1988, sin embargo, no acogió esta tesis.

5. Los poderes del juez de amparo


Por último, dentro de los elementos que fueron configurando
la acción de amparo en Venezuela antes de la entrada en vigencia
de la Ley Orgánica de Amparo de 1988 y que se deducen de las
múltiples decisiones de los Tribunales en la materia, deben men-
cionarse los relativos a los poderes del juez de amparo, quizás los
más importantes para asegurar el derecho de todos a ser ampara-
dos por los Tribunales, como lo indica la Constitución.
En esta materia, por supuesto, la labor de los jueces estuvo
guiada por el mandato constitucional del artículo 49: “Los Tribuna-
les ampararan a todo habitante de la República, en el goce y ejercicio
de los derechos y garantías. . . “ para lo cual “el juez competente
tendrá potestad para restablecer inmediatamente la situación jurídica
infringida.” Por ello, en definitiva, la acción de amparo siempre se
traduce en una condena336 restablecedora pronunciada contra quien
produjo la violación del derecho constitucional, que puede ser de
dar, de hacer, de no hacer o de deshacer, según los casos, o puede

mercantiles, del trabajo y en cualquiera otros en que se consagre dicho recurso


por ley especial” (Arts. 42, numeral 33).
336 La Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo, por ejemplo, en una
sentencia de 3-10-85 señaló respecto de una acción de amparo interpuesta por
un trabajador a fin de que una empresa diera cumplimiento a la orden de re-
enganche dictada por una Comisión Tripartita Laboral así como al pago de
salarios caídos, que “la acción de amparo se traduce en una condena a una
obligación de hacer (reenganche) y otra de dar (pagar sumas de dinero) en
contra de una empresa en participación estadal decisiva. Véase en Revista de
Derecho Público, Nº 24, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985.

198
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ser una decisión de restablecer directamente la situación jurídica


infringida, si ello es posible con la sola decisión judicial.337 Por ello,
en sentencia de 13-2-86, la Corte Primera señaló que el juez de am-
paro “tiene una competencia amplia para restablecer inmediata-
mente la situación infringida,” por lo que “para evitar la lesión y el
daño que produce la violación del derecho fundamental, aquél
puede adoptar las medidas que crea necesarias para restablecer
inmediatamente la situación jurídica infringida.”338
El efecto judicial de la acción de amparo, por supuesto, es el
aspecto más importante de la misma, pues según los poderes atri-
buidos al juez, la protección en el goce y ejercicio de los derechos
constitucionales será efectiva. Por ello, las amplias posibilidades
judiciales que la norma del artículo 49 de la Constitución abre a los
jueces de amparo, permiten señalar que éstos se encuentran, al
igual que los Jueces norteamericanos e ingleses339 con una amplia
gama de “remedios” judiciales que pueden utilizar para hacer efec-
tivo el amparo de los derechos fundamentales. Por tanto, y las múl-
tiples sentencias de Tribunales de instancia en materia de amparo
que se fueron produciendo lo confirman, la decisión del Juez podía
y puede consistir, en mandamientos de dar, de hacer o de deshacer
(órdenes) o en mandamientos de no hacer (prohibiciones). En cuan-
to a los mandamientos de dar, podría tratarse de una condena a
restituir un bien, por ejemplo, cuando se ampara el derecho de
propiedad, o podía consistir en la condena de pago de una suma de
dinero compensatoria del valor del mismo. Por su parte, los man-
damientos de hacer se traducen en órdenes dadas a quien ha viola-
do el derecho amparado, de realizar actos en sentido positivo 340
necesarios para restablecer el derecho infringido. En cuanto a los

337 Como lo ha señalado H. Rondón de Sansó, “la informalidad del amparo


faculta al juez para darle el contenido que juzgue necesario. El eventual con-
tenido del amparo puede ser: acordar un plazo para obtener una respuesta;
obligar a la destrucción de una obra; prohibir la difusión o representación;
impedir la realización de un acto; dispensar de un trámite. Véase en “El am-
paro constitucional en Venezuela,” loc. cit., p. 61.
338 Véase en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 155.
339 Véase F. H. Lawson, Remedies of English Law, Londres, 1980, p. 175; B. Sch-
wartz y H.W. R. Wade, Legal control of government, Oxford, 1978, p. 205.
340 Por ejemplo, equivalentes a las mandatory injunctions del derecho inglés.
(Véase F. H. Lawson, op. cit., p. 198); o los writ of mandamus del derecho nor-
teamericano. (Véase L. J. Jaffe, Judicial control of Administrative Action. Boston,
1965, p. 176).

199
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

mandamientos de deshacer, pueden consistir en la orden u obliga-


ción impuesta a un sujeto, cuando ello sea posible, de destruir algo,
o cancelar o deshacer una actividad realizada cuando ello es nece-
sario para restablecer el derecho infringido. Por último, los man-
damientos de no hacer se traducen normalmente en prohibicio-
nes341 u órdenes negativas, es decir de abstención dadas a quien ha
violado un derecho, para impedir otras violaciones o para restable-
cer el derecho violado.
Pero los poderes del juez de amparo van más allá, pues no sólo
está facultado para dar órdenes o imponer prohibiciones a quien ha
violado un derecho constitucional para ampararlo, sino que está
facultado para restablecer directamente, cuando ello es posible con
la sola decisión judicial, el derecho infringido, sustituyendo con su
decisión cualquier actividad adicional por parte de otro sujeto de
derecho o autoridad.342
Como ejemplo de estos poderes del juez de amparo de pro-
nunciar órdenes de hacer y eventualmente sustituirse a la Adminis-
tración en el cumplimiento de un acto, dispensando al particular de
obtenerlo, puede citarse la sentencia de la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo de 20 de febrero de 1986, en la cual con
motivo de un amparo solicitado por un contribuyente municipal,
ante la negativa de una Municipalidad de expedirle el certificado
de solvencia del impuesto inmobiliario urbano, requisito indispen-
sable para poder registrar el documento de venta del inmueble, la
Corte decidió lo siguiente: primero, ordenó al funcionario compe-
tente a fijar y liquidar el impuesto respectivo en un plazo de 30
días; segundo, ordenó que cumplido lo anterior y una vez pagado
el impuesto por el contribuyente, en un plazo de tres días el fun-
cionario debía expedir la solvencia de pago del impuesto; y tercero,
advirtió a la Municipalidad que vencido el término de 30 días “sin
que hubiere cumplido con lo ordenado” en la sentencia, se dispen-

341 Por ejemplo, equivalentes a las prohibitory orders o injunctions del derecho
inglés. Véase F. H. Lawson, op. cit., p. 179; o las injunctions del derecho norte-
americano. Véase B. Schwartz y H. W. R. Wade, op. cit., p. 221; L. L. Jaffe, op.
cit., p. 193.
342 Por ejemplo, cuando el juez directamente decide la incautación de publica-
ciones que vulneran el derecho al honor. Caso Cisneros. Sentencia del Juzgado
Cuarto de Primera Instancia en lo Civil de la Circunscripción Judicial del Dis-
trito Federal y Estado Miranda de 16-2-85 (consultada en original).

200
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

saba al contribuyente del trámite de presentación de la solvencia


municipal para protocolizar la venta del inmueble.343
6. Los jueces contencioso administrativos como jueces de
amparo
Hemos señalado que la Constitución establece el derecho de
amparo como derecho fundamental de todos a ser protegidos por
los Tribunales en el goce y ejercicio de los derechos constituciona-
les. Este derecho de amparo, así concebido, se puede ejercer a tra-
vés de diversas vías judiciales que aseguren esa protección o a
través de la vía subsidiaria de la acción autónoma de amparo que,
como lo tiene dicho la Corte Primera de lo Contencioso Adminis-
trativo, “solamente puede acordarse ante el supuesto concreto de
la inexistencia de otros recursos administrativos judiciales, ordi-
narios o especiales, que pueden alcanzar el fin perseguido con el
amparo.”344
Por tanto, antes de la promulgación de la Ley Orgánica de
Amparo de 1988, sostuvimos345 que frente a actos administrativos,
cuando mediante éstos se violasen los derechos garantizados en la
Constitución, la vía judicial de amparo establecida contra ellos de-
bía ser el recurso contencioso-administrativo de anulación, pues de
acuerdo al artículo 206 de la constitución, sólo los órganos de la
jurisdicción contencioso-administrativa son competentes para anu-
lar actos administrativos. En esta forma, el recurso de anulación,
cuando un acto administrativo era inconstitucional por violatorio
de derechos fundamentales, debía ser el medio judicial de ejercicio
del derecho de amparo constitucional, no siendo procedente el
ejercicio paralelo de una acción autónoma de amparo frente a actos
administrativos.
Este carácter del recurso contencioso-administrativo de anula-
ción de constituir un medio o vía judicial de amparo, por supuesto,

343 Véase sentencia de 20-2-86 (ponente R. J. Duque Corredor), Caso H. Romero


Muci vs. Municipalidad del Distrito Sucre del Estado Miranda. Véase en Revista de
Derecho Público, Nº 25, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p.
122-123.
344 Véase sentencia de 17-1-85 en Revista de Derecho Público, Nº 21, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 1984, p 140
345 Véase Allan R. Brewer-Carías, Estado de Derecho y Control Judicial, Madrid
1985, pp. 639 y ss.

201
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

tenía y tiene una enorme importancia tanto por las implicaciones


en relación al régimen de la jurisdicción contencioso-adminis-
trativa, como por la importancia que tenía el establecer un efectivo
medio de amparo frente a las acciones u omisiones de las autorida-
des administrativas que violasen derechos constitucionales. Aun
cuando el amparo, como derecho, puede ejercerse contra perturba-
ciones a los derechos fundamentales realizadas por particulares, es
evidente que las más de las veces el amparo es un derecho para
asegurar protección frente a las actuaciones de las autoridades pú-
blicas, y en particular, de las autoridades administrativas.
Por tanto, la relación entre el amparo y el contencioso-
administrativo se planteaba en diversa forma, según que la pertur-
bación al derecho constitucional se produjera por una actuación de
hecho de la Administración, por un acto administrativo, o por el
retardo o negativa de la Administración a actuar. En el primer caso,
la acción autónoma de amparo se debía intentar, en principio, ante la
jurisdicción contencioso-administrativa; en los dos últimos casos, el
recurso contencioso-administrativo de anulación y el recurso con-
tencioso-administrativo contra las conductas omisivas administra-
tivas eran las vías judiciales de amparo.
A. El amparo contra las actuaciones o vías de hecho de
la Administración y la competencia de los Tribuna-
les Contencioso-Administrativos
El primer aspecto de interés a destacar es que los Tribunales
Contencioso-Administrativos, en general, debían considerarse co-
mo jueces de amparo cuando las perturbaciones al goce y ejercicio
de derechos fundamentales cuyo amparo se pretendía, fueran pro-
vocados por actuaciones administrativas, que no configurasen ac-
tos administrativos. En efecto, dado el principio de distribución de
la competencia judicial en materia de amparo definido por la anti-
gua Corte Suprema de Justicia, vinculado al criterio de la afinidad
de la competencia natural del juez con el derecho constitucional
violado, la primera cuestión a dilucidar, en relación a esa distribu-
ción de competencias, cuando la perturbación al derecho constitu-
cional la causaba una actuación de hecho de la Administración (vía
de hecho), era establecer si el respectivo Tribunal competente era el
órgano respectivo de la jurisdicción contencioso-administrativa o el
Tribunal cuya competencia fuera afín con el derecho violado. En
otras palabras en caso de actuaciones administrativas que no eran
actos administrativos, el principio de la afinidad de la competencia

202
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

¿debía determinarse por el sujeto (Administración) que producía la


lesión del derecho constitucional, fuera cual fuera; o debía deter-
minarse por el derecho cuyo amparo se solicitaba, fuera quien fue-
ra el sujeto que provocaba la lesión?
La cuestión a dilucidar era por tanto, si la competencia de la ju-
risdicción contencioso-administrativa resultaba o no atraída cuan-
do se producía una lesión a cualquier derecho constitucional pro-
vocada por una autoridad administrativa. El problema estaba ex-
presamente resuelto a nivel constitucional en relación a la libertad
personal: aun cuando la violación de ésta se produjera por vías de
hecho de la Administración, los Tribunales Penales de Primera
Instancia eran los componentes en materia de hábeas corpus346 y no
los Tribunales Contencioso-Administrativos. Pero en relación a los
otros derechos y garantías constitucionales no había solución regu-
lada en el derecho positivo.
Por tanto, si una actuación de hecho de una autoridad adminis-
trativa lesionaba el derecho a la educación ¿era competente para
conocer del amparo el Juez Civil de Primera Instancia? Uno de los
más importantes casos de amparo resueltos por Tribunales de ins-
tancia competentes en materia civil confirmaban esta tesis.347 Si se
trataba de una violación de un derecho laboral ¿la competencia era
de los Tribunales del Trabajo? Los más importantes casos de ampa-
ro resueltos por los Tribunales Laborales confirmaban esta tesis.348

346 Disposición Transitoria Quinta de la Constitución.


347 Por ejemplo, fue resuelto por un Juzgado de Primera Instancia en lo Civil un
recurso de amparo por violación del derecho a la educación (Caso Rondalera,
decisión del Juzgado Cuarto de Primera Instancia en lo Civil de la Circuns-
cripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, revocada por el Juez
Superior Octavo en lo Civil y Mercantil de la misma Circunscripción de fecha
10-2-83 —consultada en original— Exp. 4.110). En otros casos de derechos ci-
viles como el derecho al honor o el derecho asociación, los recursos de ampa-
ros fueron resueltos por Tribunales Civiles pero las violaciones no fueron
cometidas por autoridades administrativas. Por ejemplo, por violación del
derecho al honor (Caso Cisneros, decisión del Juzgado Cuarto de Primera Ins-
tancia en lo Civil de la misma Circunscripción, de 15-2-82 —consultada en
original—); y por violación del derecho de asociación con fines lícitos (Caso
Tradición, Familiar y Propiedad —TFP—, decisión del Juzgado Superior Sexto
en lo Civil y Mercantil de la misma Circunscripción de 18-7-85 —consultada
en original—. Véase El Universal 23-7-85 pp. 1-29.
348 Por ejemplo, fueron resueltos por Tribunales del Trabajo, recursos de amparo
para la protección de derechos laborales. Por ejemplo, en relación al derecho
de huelga (Caso Hevensa, decisión del Juzgado de Primera Instancia de Tran-

203
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En todo caso, el asunto se planteó en los Tribunales en múlti-


ples ocasiones y puede decirse que no sólo no había jurisprudencia
uniforme, sino que la había contradictoria.
Debe destacarse, por ejemplo, la situación planteada en accio-
nes de amparo del derecho o la estabilidad laboral, y que origina-
ron conflictos de competencia entre diferentes Tribunales.
El primer caso se refirió a una acción de amparo intentada por
un empleado de una Universidad Nacional Experimental contra un
acto de destitución. La acción fue intentada ante un Juez Penal, éste
se consideró incompetente porque su competencia en la materia se
reducía a las acciones de hábeas corpus y porque se trataba de la
nulidad de un acto administrativo y declinó la competencia en el
Juzgado Superior Contencioso-Administrativo de la Región Nor-
Oriental. Para ello siguió el criterio de “si estos Juzgados son los
componentes para conocer de la nulidad de los actos administrati-
vos de efectos particulares, también han de conocer los recursos de
amparo constitucionales cuando se transgrede un derecho por una
decisión administrativa.” A su vez, el Juzgado Superior contencio-
so-administrativo de la Región Nor-Oriental se declaró incompe-
tente con base en el argumento de la ausencia de reglamentación el
artículo 49 de la Constitución y que la competencia de los juzgados
contencioso-administrativos “no implica en modo alguno que les
incumba conocer del recurso de amparo,” constatando además que
el solicitante de amparo en el caso concreto, no había propuesto “nin-
gún recurso contencioso-administrativo de anulación que, por razo-
nes de ilegalidad, alegara contra el acto administrativo de destitu-
ción.” El conflicto de competencia fue sometido a la decisión de la
Sala de Casación Civil de la antigua Corte Suprema de Justicia y
ésta, luego de ratificar la doctrina de la Sala Político-Admi-
nistrativa establecida en la sentencia comentada de 20 de octubre

sito y Trabajo de la Circunscripción Judicial de Estado Bolívar de 22-10-84, re-


ferida en decisión de la Sala Político Administrativa de la Corte Suprema de
Justicia de 2-7-85, Nº 193 —consultada en original—. Véase El Nacional,
3-7-85, p. D-4); y en relación al derecho a la inamovilidad por la cláusula sin-
dical (Caso Galletas La Favorita C. A., decisión del Juzgado Segundo de Prime-
ra Instancia del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y
Estado Miranda de 25-4-84 —consultada en original— y referida en E. Agudo
Freytes, “Nuevo caso de amparo en materia laboral,” El Nacional, 8-11-84, p.
A-4, y Caso Cinema Norte C. A. decidido por el mismo Juzgado en 10-12-84 —
consultada en original—).

204
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de 1983349 en e] sentido de que la ausencia de la Ley especial pre-


vista en el artículo 49 de la Constitución no impedía el ejercicio de
la acción de amparo, resolvió el conflicto de competencia, deci-
diendo que el competente era el Juzgado Contencioso-Adminis-
trativo. Para ello, señaló que resultaba “manifiesto que el Tribunal
Penal no era el competente para conocer del presente recurso de
amparo que no versa sobre la privación o restricción de la libertad
personal, ya que de conformidad con la Disposición Transitoria
Quinta de la Constitución la competencia del Juez Penal en esa
materia queda limitada al conocimiento del amparo de dicha ga-
rantía.” Agregó la Sala de Casación que el planteamiento y la peti-
ción del solicitante, basada en la destitución por un acto adminis-
trativo con transgresión de normas legales y la indefensión alega-
da, “conforman una cuestión de derecho administrativo que, por
su afinidad con la competencia que en lo contencioso-adminis-
trativo tiene el Juzgado Superior requerido, debe ser conocida y
resuelta por éste en ejercicio de ese fuero especial que tiene.”350 En
esta forma, la Sala de Casación de la antigua Corte Suprema esta-
bleció otro criterio en relación al principio de la afinidad de la
competencia, en el sentido de que las “cuestiones de derecho ad-
ministrativo” envueltas en una acción de amparo, atraían la com-
petencia de los Tribunales Contencioso-Administrativos.
Este criterio fue seguido en otro caso decidido por el mismo
Juzgado Superior Contencioso-Administrativo de la Región
Nor-Oriental, ante el cual un Tribunal de Primera Instancia en lo
Civil declinó la competencia para conocer de una acción de ampa-
ro. El caso fue el siguiente: Un trabajador de una Corporación de
Desarrollo Regional (Corporiente) fue despedido injustificadamen-
te por lo que solicitó de la Comisión Tripartita Laboral el reengan-
che y pago de salarios conforme a la Ley contra Despidos Injustifi-
cados. La Comisión Tripartita acordó lo solicitado, pero la Corpo-
ración se resistió a cumplir la decisión, razón por la cual el intere-
sado intentó acción de amparo. Ahora bien, siendo las Comisiones
Tripartitas órganos administrativos y sus decisiones actos adminis-
trativos, el Juzgado Superior Contencioso-Administrativo aplicó el
criterio de la afinidad de competencia para resolver la declinatoria

349 Véase en Revista de Derecho Público, N° 16, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1983, p. 170.
350 Sentencia de la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia de
8-4-84 (consultada en original) (Caso G. J. León vs. Universidad de Oriente).

205
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

de la misma, en la siguiente forma: si Corporiente hubiera impug-


nado el acto administrativo de la Comisión Tripartita, “el Tribunal
competente sería sin duda la Corte Primera de lo Contencioso Ad-
ministrativo, y en modo alguno este Juzgado Superior, ni ningún
otro, aunque todos pertenezcan a la misma jurisdicción genérica...
De lo contrario, si prospera la tesis de la afinidad lata para deter-
minar la competencia en los recursos de amparo constitucionales,
todo órgano de la administración de justicia luciría apto y sin dis-
tingos para conocer de dichos recursos extraordinarios.” La deci-
sión del Juzgado Superior Contencioso-Administrativo, por tanto,
planteó el conflicto de competencia ante la Sala de Casación, pero
considerando que el Tribunal competente era la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo.351 El criterio de la afinidad de la com-
petencia, en este caso, también seguía el criterio de la cuestión de
derecho administrativo, por la naturaleza del acto que debió haber
sido recurrido y el Tribunal competente para conocer de los juicios
de nulidad de los actos administrativos.
Pero en un caso similar, planteado como conflicto positivo de
competencia directamente ante la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo en un procedimiento de amparo intentado ante un
Juzgado de Primera Instancia en materia del trabajo, iniciado por
una acción de amparo contra la negativa de una empresa del Esta-
do (CADAFE) de cumplir una decisión de una Comisión Tripartita
Laboral de reenganche de unos trabajadores y pago de salarios
caídos, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo ante la
solicitud de la mencionada empresa del Estado, se consideró in-
competente para conocer de la acción de amparo en virtud de que
el derecho violado era un derecho laboral, correspondiendo el
asunto a los Tribunales del Trabajo. La afinidad de la competencia
alegada se basaba en que correspondía a la Corte Primera conocer
de las demandas contra las Empresas del Estado, y entre ellas CA-
DAFE; la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, sin em-
bargo, argumentó que esa competencia no abarcaba las “materias
especiales,” y dentro de ellas la laboral que eran ajenas a la compe-
tencia de los órganos contencioso administrativos.352 Por tanto, “si

351 Acta del Juzgado Superior de la Región Nor-Oriental de 24-5-85 (Caso A.


López Zarpa vs. Corporiente). Consultada en original.
352 Se ratifico así la doctrina sentada por la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativa en sentencia de 11-7-85. Véase las referencias en sentencia de
la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativa de 3-10-85, Revista de De-
recho Público, N° 24, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, p. 135.

206
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

los derechos que se dicen violados cabe plenamente en la materia


laboral, el amparo corresponde a los Tribunales del Trabajo.”353
Como se puede observar de todos los casos referidos, no sólo
algunos de ellos habían sido mal planteados y admitidos en vía de
amparo, existiendo de por medio un acto administrativo contra el
cual debió recurrirse en vía contencioso-administrativo, sino que
en cuanto al criterio de la “afinidad de la competencia” no había
uniformidad jurisprudencial. Particularmente, en los casos en los
cuales la violación de un derecho constitucional se producía por
una autoridad administrativa mediante cualquier actuación fáctica
o vía de hecho (que no fuera acto administrativo) dos criterios con-
tradictorios se manejaron por la jurisprudencia: la afinidad de la
competencia con el derecho violado y la afinidad de la competencia
con la cuestión de derecho administrativo envuelta en el asunto.
Esta divergencia no fue expresamente resuelta en la Ley de 1988, y
ha sido la jurisprudencia de la antigua Corte Suprema la que la ha
resuelto, optando por el segundo criterio. En efecto, en 1986 seña-
lábamos lo siguiente:
“En todo caso, nuestro criterio es que se debe optar por el
criterio de la afinidad de la competencia vinculada a las “cues-
tiones de derecho administrativo,” para delimitar la competen-
cia de los Tribunales Contencioso-Administrativos para cono-
cer de acciones de amparo cuando la violación al derecho se
produzca por una autoridad administrativa, cualquiera que sea
el derecho, siempre que específicamente el asunto no se atribu-
ya a otro Tribunal. Este criterio tiene fundamento constitucio-
nal en el artículo 206 que atribuye a los órganos de la jurisdic-
ción contencioso-administrativa competencia para “disponer lo
necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas
subjetivas lesionadas por la actividad administrativa,” y sin
duda, el objeto del amparo frente a actividades administrativas
es precisamente, “el restablecimiento inmediato de la situación
jurídica lesionada,” como lo indica el artículo 49 de la Consti-
tución.”354

353 Sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativa de 3-10-85


en Revista de Derecho Público, N° 24, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1985, p. 134.
354 Véase en Allan R. Brewer-Carías, Estado de Derecho y Control Judicial, cit., p.
644.

207
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por tanto, siempre que la perturbación a los derechos constitu-


cionales la produzca una actuación de la Administración Pública, y
que ésta no sea un acto administrativo, la competencia para cono-
cer de las acciones de amparo, sea cual fuera el derecho vulnerado,
con excepción del derecho a la libertad personal, debía correspon-
der a los Tribunales contencioso-administrativos, según la distribu-
ción de competencias prevista en la Ley Orgánica de la Corte Su-
prema de Justicia: si la actuación provenía de una autoridad nacio-
nal, la Sala Político-Administrativa era la competente; si la actua-
ción provenía de Institutos Autónomos, establecimientos públicos
u órganos nacionales desconcentrados, la competencia correspon-
día a la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo; y si la
actuación provenía de autoridades de los Estados o Municipios, la
competencia correspondía a los Tribunales Superiores con competen-
cia Contencioso-Administrativa en las regiones del país.
Ahora, si la violación del derecho constitucional la producía un
acto administrativo, el recurso contencioso-administrativo de anu-
lación era la vía jurídica de amparo de los derechos constituciona-
les. Por ello, frente a actos administrativos estimábamos que no era
que no existiera derecho de amparo, lo que no existía era la acción
autónoma de amparo, pues el derecho de amparo debía ejercerse ante
los Tribunales Contencioso-Administrativo los cuales estaban obliga-
dos a amparar a todos en el goce y ejercicio de esos derechos, me-
diante el recurso de anulación.355
B. El derecho de amparo contra actos administrativos y
el recurso contencioso administrativo de anulación
como vía judicial de amparo
Tal como lo hemos venido señalando, en nuestro criterio, antes
de la entrada en vigencia de la Ley de 1988, cuando la violación de
un derecho constitucional la producía un acto administrativo, el
derecho de amparo previsto en el artículo 49 de la Constitución, se
debía ejercer a través del recurso contencioso-administrativo de
anulación, y no mediante la acción autónoma de amparo, que como
hemos señalado, se consideraba que tenía carácter subsidiario. Sólo
los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa tienen
competencia constitucional para declarar la nulidad de actos admi-

355 Idem.

208
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

nistrativos,356 por lo que sólo éstos podían y pueden dar amparo a


derechos fundamentales cuando resulten violados por actos admi-
nistrativos, pues ello debe implicar necesariamente la declaración
de nulidad del acto por inconstitucionalidad.
a. El restablecimiento inmediato del derecho infrin-
gido a través de la acción contencioso-adminis-
trativa de anulación
Tal como lo indicó la muchas veces citada sentencia de la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo de 25 de enero de 1984,
“cuando frente a determinada actuación de la Administración se
prevea un medio específico para controlar su constitucionalidad o
ilegalidad, para obtener el restablecimiento de un derecho o garan-
tía violado, la acción de amparo es inadmisible, porque... los efec-
tos que se aspiran conseguir con el recurso de amparo es posible
obtenerlos con el medio específico de impugnación.”357 Consecuen-
cialmente, como la misma Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo lo indicó, en sentencia de 17 de enero de 1985, la proce-
dencia de la acción autónoma de amparo “solamente puede acor-
darse ante el supuesto concreto de la inexistencia de otros recursos
administrativos o judiciales, ordinarios o especiales, que puedan
alcanzar el fin perseguido con el amparo.” Por tanto, concluía la
Corte Primera en esta misma decisión, “por vía del recurso de am-
paro no se puede suspender ni revocar un acto administrativo, con-
tra el cual la solicitante dispone de vías específicas para impugnar-
los y de ser procedente puede lograr además la suspensión de sus
efectos temporal.”358
Se confirmaba así nuestro criterio de que el recurso contencio-
so-administrativo de anulación era la vía judicial del ejercicio del
derecho de amparo previsto en el artículo 49 de la Constitución,
cuando la violación del derecho constitucional cuyo amparo se

356 Art. 206 de la Constitución. La única excepción constitucional está en la Dis-


posición Transitoria Quinta que al atribuir a los jueces penales el conocimien-
to del recurso de hábeas corpus, si la violación de la libertad personal la pro-
duce un acto administrativo, ello implica la declaración de la inconstituciona-
lidad del acto para otorgar el amparo.
357 Véase la sentencia de 25-1-84 (Ponente R. J. Duque Corredor), Revista de Dere-
cho Público, N° 17, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1984, p. 183.
358 Sentencia de 17-1-85, en Revista de Derecho Público, Nº 21, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1985, p. 140.

209
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

buscaba la producía un acto administrativo. Quedaban a salvo, por


supuesto, los casos excepcionales en los cuales la protección del
derecho constitucional no podía ser amparado por los recursos
ordinarios, en cuyo caso se abría la acción de amparo, pero sin que
por dicha vía se pudieran anular actos administrativos, tal como ya
lo hemos señalado y argumentado al analizar el carácter subsidia-
rio que tenía la acción autónoma de amparo. En todo caso, para
que pudiera ser completamente efectiva la protección y amparo de
derechos constitucionales por vía del recurso contencioso-admi-
nistrativo de anulación, estimábamos, en 1985, que algunos correc-
tivos debían establecerse en el procedimiento del mismo:
“por ejemplo, ampliando la procedencia de la suspensión
de efectos de los actos impugnados en forma más expedita,
cuando se alegase violación de un derecho constitucional, es
decir, la nulidad absoluta del acto recurrido; eliminando el lap-
so de caducidad de 6 meses y el requisito del agotamiento de la
vía administrativa para la impugnación de los actos adminis-
trativos violatorios de derechos y garantías constitucionales
que son nulos, de nulidad absoluta, conforme lo establece el ar-
tículo 46 de la Constitución; y atribuyendo al juez poderes más
amplios para resolver como casos de urgencia, abreviando lap-
sos, en los supuestos en los cuales junto con la pretensión de
anulación de un acto administrativo se plantee la pretensión de
amparo.”359
En particular, debe insistirse en relación a la existencia del re-
quisito legal del lapso de caducidad para la admisibilidad del re-
curso contencioso-administrativo de anulación que, en nuestro
criterio, si se trataba de actos administrativos nulos de nulidad
absoluta, violatorios de derechos constitucionales, no podría haber
caducidad del recurso contencioso-administrativo360 por tratarse
precisamente de una vía de amparo. Por tanto, el “recurso conten-
cioso-administrativo de anulación y amparo” se podía intentar
contra el acto administrativo inconstitucional y nulo en los térmi-
nos del artículo 46 de la Constitución en cualquier tiempo. Sin em-

359 Véase Allan Brewer-Carías, Estado de Derecho y Control Judicial, cit. pp. 647 y
648.
360 Véase Allan R. Brewer-Carías, El Derecho Administrativo y la Ley Orgánica de
Procedimientos Administrativos. Caracas 1982, p. 186. La propia Constitución.
Art. 46 considera estos actos violatorios de derechos individuales como actos
nulos, los que conforme al artículo 19,1 de la LOPA acarrean nulidad absoluta

210
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

bargo, si se interpretaba rígidamente el artículo 134 de la Ley Or-


gánica de la Corte Suprema de Justicia en relación al lapso de ca-
ducidad, si ya estaba vencido respecto de un acto administrativo
inconstitucional por violación de un derecho constitucional, y se
argumentaba que no era admisible el recurso contencioso-adminis-
trativo de anulación, entonces la acción autónoma y subsidiaria de
amparo debía proceder, precisamente por no ser admisible otra vía
judicial de amparo.361 Lo mismo se podía señalar respecto de actos
administrativos como los de trámite, que por no agotar la vía ad-
ministrativa, no eran ni son recurribles en vía contencioso-adminis-
trativa, pero que si eran violatorios de derechos constitucionales
contra ellos procedía precisamente por su carácter subsidiario, la
acción autónoma de amparo.
En todo caso, nuestros planteamientos fueron acogidos en el
artículo 5 de la Ley Orgánica de amparo de 1988, en el sentido de
que formulada una pretensión de amparo conjuntamente con la
acción contencioso-administrativa de anulación, no tenían aplica-
ción las causales de inadmisibilidad del lapso de caducidad y del
agotamiento de la vía administrativa.
En definitiva, frente a los actos administrativos, el amparo de
los derechos constitucionales debía lograrse a través del recurso
contencioso-administrativo de anulación, que era el medio judicial
de amparo, resultando, en nuestro criterio, inadmisible intentar
contra ellos la acción autónoma de amparo.
b. La peligrosa e inadmisible tesis de la violación
directa de la Constitución para la procedencia de
la acción contencioso administrativo de anula-
ción y amparo
Debe decirse, sin embargo, que si bien la doctrina clara estable-
cida por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, si-
guiendo los criterios de la antigua Corte Suprema de Justicia esta-
blecidos a principios de los setenta362 era la procedencia del recurso

361 La objeción formulada por H. Rondón de Sansó en el sentido de que “no


puede interponerse el amparo contra el acto que no llene los requisitos de
admisibilidad para ser objeto del contencioso-administrativo de anulación”
(Véase en “El amparo constitucional en Venezuela,” loc. cit.), no tendría fun-
damento.
362 La comentada sentencia de la Corte Primera de lo contencioso-administrativo
de 25-1-84 (Revista de Derecho Público, N° 17, Editorial Jurídica Venezolana,

211
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

contencioso-administrativo como vía judicial de amparo contra los


actos administrativos violatorios de derechos constitucionales, de-
bemos señalar que en la sentencia de la Sala Político Administrati-
va de la antigua Corte Suprema de Justicia de 20 de octubre de
1983, se utilizó una frase que podía dejar alguna duda, cuando al
declararse improcedente el amparo solicitado por un candidato
presidencial contra un acto administrativo del Consejo Supremo
Electoral, se expresó lo siguiente:
“No siendo por tanto manifiesta la alegada inconstitucio-
nalidad de la Resolución impugnada del Consejo Supremo
Electoral y en razón de que no puede esta Corte hacer un pro-
nunciamiento al respecto sino de acuerdo con los procedimien-
tos establecidos para la tramitación y decisión de los respecti-
vos recursos de nulidad, se declara la improcedencia del recur-
so de amparo para dirimir la cuestión planteada por el recu-
rrente.”363
¿Qué significaba, en efecto, la primera frase de este párrafo?
¿Acaso significaba que procedía la acción autónoma de amparo si
resultaba manifiesta la inconstitucionalidad de un acto administra-
tivo, no siendo necesario acudir a la vía contencioso-administrativa
de anulación (recurso de nulidad en ese caso)? En otras palabras,
¿significaba que el recurso contencioso-administrativo como vía
judicial de amparo no procedía cuando hubiera violación directa
de la Constitución y sólo procedía cuando hubiera violación indi-
recta de la Constitución? La respuesta a estos interrogantes no se
podía encontrar en el texto de la sentencia, del cual sólo podía de-
ducirse el criterio que hemos expresado en el sentido de que la nu-
lidad de los actos administrativos sólo puede declararse en vía con-
tencioso-administrativa (recursos de nulidad, como lo califica la
sentencia). Sin embargo, el Magistrado Ponente de esa decisión,
René de Sola, en un comentario a dicha sentencia364 fue mucho más
allá en la interpretación de la misma, y en nuestro criterio, distor-

Caracas 1984, pp. 182-185), por ejemplo cita en su apoyo la decisión de la Sala
Político-Administrativa de 26-4-71 (Gaceta Oficial, Nº 1.478 Extra de 16-7-71) y
el Acuerdo de 24 de abril de 1972 (Gaceta Oficial N° 29.788 de 25-4-72).
363 Sentencia de 20-10-83, Revista de Derecho Público, N° 16, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1983, p. 170.
364 Véase R. De Sola, “Vida y vicisitudes del Recurso de Amparo en Venezuela,”
Revista del Instituto Venezolano de Derecho Social, Nº 47, Caracas, marzo 1985,
pp. 49-50; publicado también en Revista SIC, Nº 472 Caracas, 1985, pp. 74-77.

212
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

sionó su texto en el aspecto que estamos considerando. En efecto,


De Sola en su comentario, al reseñar los “positivos pasos de avance
jurídico que se derivan del fallo,” señaló los siguientes:
“... c) Se dejó implícitamente establecido que la existencia
de recursos ordinarios no es obstáculo para el ejercicio del re-
curso constitucional de amparo. Sin que ello signifique descar-
tar el empleo prioritario de los recursos ordinarios siempre que
el hecho no constituya violación directa de la norma constitu-
cional, o que las demoras legales a que están sometidos no apa-
rejen la irreparabilidad de la lesión denunciada.
No se me escapa la necesidad de fijar reglas precisas, en es-
te aspecto, preferentemente por el legislador, pero en su defec-
to por la bien meditada, racional y prudente labor integradora
de nuestros Tribunales.
d) Se fortalece la reiterada jurisprudencia de la Corte en
cuanto a la violación directa de la Constitución, trasladándola
al recurso de amparo.
Al desestimarse en definitiva en el caso concreto el recurso
intentado, quedó así establecido —en principio— cuando se
fundamenta la lesión en la aplicación de una norma intermedia
de inferior jerarquía, necesario es ejercer las acciones ordinarias
de nulidad consagradas en nuestra legislación.
e) Igualmente quedó tácitamente admitido que cuando un
acto administrativo infrinja directamente un derecho constitu-
cional, existen —según las circunstancias que rodean el caso—,
o el recurso contencioso-administrativo de anulación, o el ex-
traordinario de amparo.”365
Ante todos estos comentarios debe destacarse la que ya hemos
calificado de “peligrosa tesis” de la necesidad de violación directa
de la Constitución para que proceda la acción autónoma de ampa-
ro, la que dicho sea de paso, no aparece afortunadamente expresa
en la Sentencia comentada, salvo que se deduzca de la frase desta-
cada anteriormente en el párrafo de la sentencia sobre la “manifies-
ta inconstitucionalidad.” Esa tesis, desarrollada justificadamente en
materia de acción de inconstitucionalidad de las leyes y demás ac-

365 R. De Sola, loc. cit., pp. 58 y 77.

213
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

tos normativos,366 no tiene sentido alguno “trasladarla” a la acción


de amparo pues como ya lo hemos argumentado suficientemente
con anterioridad, en la Constitución venezolana la gran mayoría de
los derechos y garantías fundamentales, por requerimiento del
mismo Constituye, están sometidos a regulaciones, limitaciones y
restricciones establecidas en las leyes, y tan derecho de amparo hay
cuando se viole “directamente” la Constitución como cuando se
violen las leyes reguladoras de los derechos fundamentales. Re-
cuérdese que en la Constitución materialmente sólo existen tres
derechos fundamentales “absolutos” que no admiten regulación
legal ni restricción o suspensión por el Ejecutivo: el derecho a la
vida; el derecho a no ser incomunicado ni sometido a tortura o a
otros procedimientos que causen sufrimiento físico o moral, y el
derecho a no ser condenado a penas perpetuas o infamantes o a
penas restrictivas de la libertad por más de 30 años.367 Todos los
demás derechos, en una u otra forma, pueden ser objeto de regula-
ción legal o restricción o suspensión por el Ejecutivo, y su violación
implicaría casi siempre, la violación de las leyes que los regula.
¿Que significaría esto, si acudimos a la “peligrosa tesis” de la nece-
saria violación directa de la Constitución para que proceda la ac-
ción autónoma de amparo? Pues que en definitiva, sólo los men-
cionados derechos “absolutos” podrían ser objeto de protección
por la vía de acción de amparo, y los demás, como son generalmen-
te regulados por normas “intermedias” de carácter legal, no po-
drían ser protegidos por la acción de amparo, pues una violación
“directa” de la Constitución materialmente sería imposible. Esta
tesis, debe ser rechazada, y su aceptación atentaría contra el carác-
ter progresista de la sentencia comentada en materia de amparo.368

366 Véase Allan R. Brewer-Carías, El control de la constitucionalidad de los actos


estatales, Caracas, 1977, pp. 131-138.
367 Arts. 58; 60,3; 60,7 y 241 de la Constitución.
368 H. Rondón de Sansó la calificó de “tesis muy rígida” que “no puede ser ad-
mitida” en “El amparo constitucional en Venezuela,” loc. cit. Por eso la Corte
Primera de lo Contencioso-Administrativa en sentencia de 13 de febrero de
1986 ha establecido expresamente que “el amparo como acción especial, exi-
ge para su admisión y procedencia, que se requiera como protección frente a
una violación de una norma constitucional o legal, que desarrolle un derecho
fundamental de progenie constitucional. De modo que el derecho que se dice
infringido puede estar consagrado en una Ley o en la Constitución” (Ponente
R. J. Duque Corredor), Caso Federación Venezolana de Tiro. Véase en Revista de
Derecho Público, Nº 25, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 111-
112.

214
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En realidad, la única tesis admisible sobre el carácter de la viola-


ción que da lugar al amparo constitucional es que debe tratarse de
una violación directa a un derecho o garantía establecido en la Consti-
tución, sea cual sea la norma directamente violada, la Constitución o las
leyes que en virtud de la propia Constitución, regulan el derecho.
Pero aparte de rechazar la tesis de la “violación directa” de la
Constitución para determinar la procedencia o no de la acción de
amparo, el otro aspecto de esa tesis según la expuso el Magistrado
Ponente de la sentencia, era su repercusión en la delimitación que
debía hacerse entre la acción autónoma de amparo y el recurso
contencioso-administrativo de anulación. La “peligrosa” tesis men-
cionada parecía ser entonces el elemento clave para delimitar frente
a actos administrativos violatorios de derechos fundamentales,
cuándo procedía la acción de amparo y cuándo el recurso conten-
cioso-administrativo de anulación: si había violación directa de la
Constitución, dijo el Magistrado De Sola, cabían ambas acciones
contra el acto administrativo; si no había violación directa de la
Constitución, sólo procedía el recurso contencioso-administrativo
de anulación, y no procedía la acción de amparo. Esto no sólo no se
decía en la sentencia, sino que de nuevo implicaba un desorden
jurisdiccional inadmisible y que resultaba de la pregunta ya formu-
lada: ¿cuándo había violación directa de la Constitución? ¿cuándo
no habían leyes “intermedias”' que regulasen el derecho? y ¿cuán-
do sucedía esto?.369 Ya hemos visto que la mayoría de los derechos
constitucionales se regulan por leyes “intermedias,” por lo que de
haberse admitido y de admitirse esa tesis materialmente nunca
procedería el amparo, lo cual significaría un retroceso en relación a
lo que la sentencia resolvió (el carácter no programático del dere-
cho de amparo), sobre todo porque ni la sentencia ni el Magistrado
De Sola calificaban el recurso contencioso-administrativo de anula-
ción como vía de amparo, como debía ser. Ahora bien, si lo que
quería significar el Magistrado De Sola, era que en ciertos casos en
los que el recurso contencioso administrativo de anulación, por las
circunstancias que los rodean, no servía de medio efectivo de pro-

369 En una sentencia de 18-6-83, la Sala Político Administrativa de la Corte Su-


prema de Justicia, siendo ponente el mismo Magistrado R. De Sola señaló
que “existe recurso por violación directa de la Carta Fundamental, cuando
sea factible llegar a la solución positiva o negativa del problema planteado
con la exclusiva aplicación de las normas constitucionales invocadas,” Revista
de Derecho Público, Nº 15, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1983, pp.
155-158.

215
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

tección frente a actos administrativos violatorios de derechos cons-


titucionales, en ellos debía admitirse la acción de amparo, ello era
indudable, y así se había resuelto por los Tribunales, pero sin que
la acción autónoma de amparo fuera un medio para lograr una
nulidad de actos administrativos, sustitutiva de los recursos con-
tencioso-administrativos de anulación.370
c. El derecho de amparo contra las conductas omi-
sivas de la administración violatorias de dere-
chos constitucionales y la acción contencioso-
administrativa contra las mismas como vía judi-
cial de amparo
Por último, en relación al carácter de los jueces contencioso-
administrativos como jueces de amparo, antes de la promulgación
de la Ley Orgánica de Amparo de 1988, debe mencionarse que les
estaba atribuida la competencia para proteger el goce y ejercicio de
los derechos constitucionales no sólo contra las actuaciones de he-
cho de los funcionarios públicos y los actos administrativos, sino
también, y además, contra las conductas omisivas de la Adminis-
tración, es decir, contra la abstención o negativa de los funcionarios
a cumplir determinados actos a que estaban obligados por las le-
yes. Cuando dicha negativa o abstención constituía una violación
de un derecho constitucional, porque, por ejemplo, ello impedía el
ejercicio del mismo, considerábamos que el recurso contencio-
so-administrativo contra la carencia administrativa era la vía de
amparo contra la misma.
Este recurso contencioso-administrativo está previsto en los ar-
tículos 42, ordinal 23 y 182.1 de la Ley Orgánica de la Corte Supre-
ma de Justicia y tiene su fundamento, por una parte, en el incum-
plimiento por parte de la Administración de una obligación legal
concreta de decidir o de cumplir determinados actos, y por la otra,
en el derecho, de un particular a que la Administración cumpla los
actos a que está obligada legalmente. Por tanto, para que proceda
este recurso contencioso-administrativo debe existir una relación

370 Como lo sostenía R. Escovar Salom en 1971: “El amparo puede ser una pro-
tección en donde el contencioso-administrativo sea insuficiente o no consti-
tuya un medio lo suficientemente rápido y reparador,” op. cit., p. 76. A esta
posición es a la que llega en definitiva, cuando critica el carácter subsidiario
de la acción de amparo, H. Rondón de Sansó, “El amparo constitucional en
Venezuela,” loc. cit.

216
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

jurídica específica, que se concreta en una obligación específica de


la Administración de actuar, frente a una situación jurídica, asi-
mismo específica, de poder, de un sujeto de derecho, que se confi-
gura como un derecho subjetivo a la actuación administrativa.371
Este recurso tenía y tiene especial importancia en materia de
derechos constitucionales pues es muy frecuente que por la inter-
vención y regulación del legislador sobre los mismos, su goce y
ejercicio se encuentre sometido a permisos, licencias o autorizacio-
nes. Por ejemplo, el ejercicio de las actividades lucrativas industria-
les y comerciales sólo es posible si se tiene la Patente Municipal de
Industria y Comercio (licencia), prevista en las Ordenanzas Muni-
cipales; el derecho a salir del país sólo es posible si se tiene un Pa-
saporte expedido por el Ministerio de Relaciones Interiores; el de-
recho a enseñar sólo es posible si se obtiene el Registro del Plantel
en el Ministerio de Educación; el derecho de asociarse en partidos
políticos sólo es efectivo si el partido se registra en el Consejo Su-
premo Electoral; el ejercicio del derecho de propiedad mediante la
construcción de inmuebles (uso), sólo es posible si se obtiene una
autorización de construcción (Constancia de Variables Urbanas
Fundamentales) por las autoridades municipales; y el goce de la
propiedad construida sólo es posible si se obtiene una constancia
de terminación de la obra (habitabilidad) por la misma autoridad
municipal; el disfrute de la propiedad inmobiliaria, mediante la
percepción de alquileres sólo es posible si se obtiene una regula-
ción de los mismos por la Dirección de Inquilinato del Ministerio
de Fomento o las autoridades municipales, etc. La lista es intermi-
nable, pues materialmente casi todos los derechos individuales y
todos los derechos económicos, sociales y políticos están sometidos
a alguna intervención previa de la autoridad administrativa. Por
tanto, la negativa de la autoridad a otorgar la licencia, autorización
o permiso, o la abstención o retardo en hacerlo por parte de la Ad-
ministración, configura una violación del derecho constitucional
respectivo, cuya garantía judicial, como medio de protección y am-
paro, está precisamente en este recurso contra la carencia adminis-

371 Sobre la necesidad de que exista una carga u obligación legal que pese sobre
la Administración recurrida, a la cual la misma no haya dado cumplimiento,
para que proceda el recurso, véase a sentencia de la Corte Suprema de Justi-
cia en Sala Político-Administrativa de 28-2-85, Revista de Derecho Público, N°
21, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, pp. 170-175; y la sentencia
de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de 6-12-84, Revista de
Derecho Público, N° 20, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1984, p. 173.

217
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

trativa, y no en la garantía procesal establecida en el ordenamiento


jurídico de poder recurrir frente al silencio administrativo cuando
hay retardo por parte de la Administración de dar oportuna res-
puesta al particular solicitante de un asunto, presumiéndose la
existencia de un acto administrativo tácito denegatorio.372 En los
casos en los cuales el ejercicio o goce de un derecho constitucional
se ha violado por la conducta omisiva de la Administración, el am-
paro del derecho constitucional del individuo está en la garantía de
que puede efectivamente gozar o ejercer su derecho, y no en que se
presuma negada la autorización o permiso requerida como garan-
tía objetiva.373 Por ello, el recurso contencioso-administrativo con-
tra la carencia de la Administración, no persigue que sólo se decla-
re la ilegalidad de la omisión o negativa de la Administración, o la
sola obligatoriedad de la Administración de decidir,374 sino que lo
que persigue como medio judicial de amparo es que formalmente
se ordene a la Administración a adoptar determinados actos o si
ello no es suficiente para amparar el derecho, que el juez restablez-
ca por sí mismo la situación jurídica violada, por ejemplo relevan-
do al particular de la obligación de obtener la licencia o permiso
previo para ejercer su derecho constitucional.
Una solución de esta naturaleza se ha regulado expresamente
en el Código Orgánico Tributario375 en la figura procesal que se
denomina “acción de amparo” a la cual ya nos hemos referido, y
que se prevé contra las demoras excesivas de la Administración
Tributaria. En estos casos, cuando la Administración Tributaria
incurre en “demoras excesivas en resolver sobre peticiones de los

372 Véase Allan R. Brewer-Carías, “Consideraciones en torno a la figura del si-


lencio administrativo consagrado a los efectos del recurso contencioso-
administrativo de anulación,” Revista de Control Fiscal, Nº 96, Caracas 1980,
pp. 11-38; y “El sentido del silencio administrativo negativo en la Ley Orgá-
nica de Procedimientos negativos en la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos,” Revista de Derecho Público, Nº 8, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1981, pp. 27-34.
373 Cf. Allan R. Brewer-Carías, El Derecho Administrativo y la Ley Orgánica de Pro-
cedimientos Administrativos, Caracas, 1982, p. 230.
374 En este recurso, como lo ha dicho la Corte Primera de lo Contencioso-
Administrativo, la acción no se agota en un simple pronunciamiento del juez,
“sino que presupone la realización de actuaciones tendientes a satisfacer la
pretensión deducida por el administrado,” sentencia de 6-12-84. Revista de
Derecho Público, N° 20, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1984, p. 174.
375 Código Orgánico Tributario (COT ) de 1994, Gaceta Oficial Nº 4.724 Extra. de
27-5-94.

218
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

interesados y ellas causen perjuicios no reparables por los medios


procesales ordinarios,”376 “cualquier persona afectada”377 puede
intentar ante los Tribunales Contencioso-Tributarios esta “acción
de amparo,” y éstos pueden dictar “la resolución que corresponda
al amparo del derecho lesionado,” fijando un término para que la
Administración realice el trámite o diligencia a que está obligada
(mandamientos de hacer), o dispensando de dicho trámite o dili-
gencia al recurrente, en cuyo caso, evidentemente, el juez se susti-
tuye a la Administración.378
Así pues, si bien es cierto que no siempre la demora excesiva
de la Administración Tributaria viola derechos constitucionales,
por lo que en general, no siempre este recurso contra la demora
excesiva es realmente una “acción de amparo,” es indudable que
si es un medio de amparo cuando hay un derecho constitucional
cuyo goce o ejercicio resulta lesionado, por la demora excesiva. Es
el caso por ejemplo, de la demora en el otorgamiento de “solven-
cias” que a la vez son requisito previo legal para, por ejemplo,
disponer de la propiedad. El no otorgamiento a tiempo de la
“solvencia” puede lesionar directamente el ejercicio del derecho
de propiedad, por lo que en casos de amparo resueltos por los
Tribunales Contencioso-Tributarios, la propia sentencia ha decla-
rado solvente al contribuyente, dispensándolo de obtener la sol-
vencia.379 También ha sido el caso, por ejemplo, de las demoras de
la Administración Tributaria en otorgar un certificado de libera-
ción de derechos sucesorales (por la prescripción alegada), sin el
cual los herederos no podrían, por ejemplo, enajenar inmuebles.
En estos casos, el juez contencioso-fiscal ha dispensado a los he-
rederos de presentar ante las autoridades respectivas el certifica-
do de liberación correspondiente.380
Esta misma situación se planteó ante los Tribunales Conten-
cioso Administrativos, al decidir, por ejemplo, el amparo al dere-
cho de propiedad lesionado por la negativa de la Administración

376 Art. 215 COT.


377 Art. 216 COT.
378 Art. 217 COT.
379 Sentencia de 10-11-83 del Tribunal Superior Primero de lo Contencioso Tribu-
tario (Caso A. Baumeister Toledo), consultada en original.
380 Sentencia (Nº 39) del Tribunal Sexto de lo Contencioso-Tributario de 26-6-85
(Caso Sucesión P. V. Ramírez Guaramato), consultada en original.

219
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Municipal a otorgar a un contribuyente la solvencia del impuesto


inmobiliario urbano, indispensable para poder registrar el título
de venta del inmueble. Ante la negativa del funcionario munici-
pal de otorgar la solvencia, basada en razones de índole fiscal que
impedían la determinación de la base imponible, el contribuyente
solicitó y obtuvo el amparo de su derecho ante los Tribunales
Contencioso-Administrativos, aún cuando no había agotado los
medios judiciales ordinarios de impugnación, el ejercicio de los
cuales a juicio de la Corte Primera, “no hubiera impedido la le-
sión a la propiedad”; razón por la cual en sentencia de 20 de fe-
brero de 1986, sostuvo que:
“la abstención de la Municipalidad lesiona gravemente la
facultad del recurrente como contribuyente a disponer del
inmueble de su propiedad, porque por esa negativa ilegal se
ve impedido de cumplir a su vez su obligación tributaria de
cancelar el derecho sobre su inmueble, lo cual le impide obte-
ner la respectiva solvencia, que le permita protocolizar el do-
cumento de venta respectivo, manteniéndolo, por tanto, inde-
finidamente en esa situación de no poder transferir su (pro-
piedad).”381
Como consecuencia, al acordar el amparo del derecho de pro-
piedad, la Corte Primera ordenó a la Municipalidad a fijar y liqui-
dar el impuesto, y una vez pagado, a otorgar la solvencia del mis-
mo, fijando un plazo, vencido el cual, “se dispensará al recurrente...
del trámite de la presentación de la solvencia municipal para pro-
tocolizar la venta que tiene pactada...”382
Por último debe advertirse que en los casos de recurso conten-
cioso administrativo y amparo contra la carencia administrativa, en
muchas ocasiones el derecho lesionado y amparado es directamen-
te el derecho de petición y a obtener oportuna respuesta previsto
en la Constitución,383 y el cual en caso de abstención de la Adminis-

381 Sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de 20-2-86


(Ponente R. J. Duque Corredor. Caso H. Romero Muci vs. Municipalidad del Dis-
trito Sucre del Estado Miranda (consultada en original). Véase en Revista de De-
recho Público, Nº 25, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 120 y ss.
382 Idem.
383 Establecido en el artículo 67 de la Constitución, así: “Todos tienen el derecho
de representar o dirigir peticiones ante cualquier entidad o funcionario pú-
blico, sobre los asuntos que sean de la competencia de éstos y a obtener opor-
tuna respuesta.”

220
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tración de decidir una petición o un recurso, resultaría lesionado.


Esto lo había admitido la Corte Primera de la Contencioso-Admi-
nistrativo, aún en los casos en los cuales podían haberse ejercido
recursos contencioso-administrativos por haberse operado el bene-
ficio adjetivo del silencio administrativo.
En efecto, en una decisión de amparo frente a la carencia ad-
ministrativa, que fue solicitada por un interesado en virtud de que
al no decidir la entidad respectiva un recurso de reconsideración,
no sólo se violaba su derecho constitucional a obtener oportuna
respuesta de sus peticiones, sino que se le colocaba en una situa-
ción de indefensión por no poder ejercer los recursos ordinarios, la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo en sentencia de 17
de diciembre de 1985, estableció el deslinde del beneficio del silen-
cio administrativo respecto del derecho constitucional de petición,
al exponer lo siguiente:
“ . . . el objetivo que origina la normativa sobre el derecho
de petición, que no puede ser otro que el de obtener a través
del mismo la satisfacción de la pretensión, una declaración re-
querida de la Administración, o bien las razones por las cuales
ella no otorga ninguna de las peticiones antes aludidas según
el caso. Con el silencio-rechazo no se obtiene la pretensión y si
bien puede obtenerse la declaración no se satisface la garantía
constitucional. De allí que... la no respuesta de la Administra-
ción lesiona directamente una garantía constitucional, la con-
templada en el artículo 67 relativa al derecho de petición, sin
que pueda alegarse que el administrado podía seguir adelante
con la interposición de los recursos subsiguientes; ya que sólo a
él le corresponde la escogencia, por cuanto siendo una facultad
libre poseía esta libertad de decisión.
Por el hecho de haber llegado a la conclusión anterior, se
lleva también a la afirmación de que el ciudadano, que no ob-
tiene respuesta de la Administración y sufre por ello la lesión de
un derecho constitucionalmente garantizado, en forma presente y di-
recta está protegido por la norma contenida en el artículo 49 de
la Constitución, esto es, por la vía del amparo y puede ocurrir a
ella a fin de que se le restablezca en el goce del derecho lesio-
nado que, en el caso presente, es el derecho de petición, por lo
cual podrá exigir que se cumpla el contenido de tal derecho, a
saber, que se le confiera la pretensión deducida ante la admi-
nistración; que se dicte la declaración que pretende, o bien que

221
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

se le señalen los motivos por los cuales no puede la Adminis-


tración acceder a ninguna de las actuaciones precedentemente
señaladas.”384
Esta doctrina se ratificó por la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo en sentencia de 13 de febrero de 1986, en la cual
dejó claramente expuesto que intentado por un particular un recur-
so de reconsideración, por el transcurso del plazo para decidir, no
deja de estar obligado el órgano administrativo, “de pronunciarse
sobre la reconsideración que le ha sido solicitada, y que tampoco
porque los interesados no optaron por el beneficio del silencio ad-
ministrativo negativo, precluyó para ellos el derecho a obtener
oportuna respuesta sobre su recurso y a intentar posteriormente los
recursos que crean pertinentes.”385 Por ello, concluyó la Corte con-
siderando:
“ . . . que en verdad como el silencio administrativo negati-
vo no libera a la autoridad de su obligación de decidir, cuando
los interesados no hacen uso del derecho que se deriva del si-
lencio negativo, de poder ejercer de inmediato el recurso perti-
nente siguiente, éstos no pueden quedar sujetos a una incerti-
dumbre indefinida en el tiempo, de modo que si no se evita tal
situación, no sólo el derecho de peticionar, sino incluso el
mismo derecho de defensa, a que se contrae el artículo 68 de la
Constitución, se ve también seriamente afectado, por la espera
ilimitada de una decisión. Por otra parte, sería un expediente
muy fácil para las autoridades no decidir a tiempo y esperar la
reacción de los particulares, para que si éstos no se acogen a la
figura del silencio, no decidir nunca, y mantener, entonces, a
los particulares en una espera infinita. Por tanto, en esta situa-
ción ciertamente que el amparo cumple su finalidad de prote-
ger los derechos y garantías constitucionales, de petición y de de-
fensa, por lo que es procedente que este Tribunal así lo acuerde
en beneficio de los recurrentes.386

384 Sentencia de 17-12-85 citada en sentencia de 13-2-86 (Ponente R. J. Duque


Corredor), caso: Federación Venezolana de Tiro (consultada en original). Véase
en Revista de Derecho Público, Nº 25, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1986, p. 114 y ss. y 117 y ss.
385 Sentencia de 13-2-86. Idem.
386 Idem.

222
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En conclusión, por tanto, frente a la carencia administrativa ha


quedado claramente establecido que el silencio administrati-
vo-rechazo es sólo un beneficio adjetivo que se concede al interesa-
do para poder recurrir contra un acto administrativo tácito, pero
que ello ni libera a la Administración de su obligación de decidir,
ni impide al interesado, aún sin haber utilizado el beneficio adjeti-
vo de recurrir por las vías ordinarias, de solicitar amparo cuando la
abstención administrativa lesiona un derecho fundamental, que no
resulta satisfecho en caso alguno por el acto tácito denegatorio re-
sultante del silencio administrativo.

223
TERCERA PARTE
LA CONFIGURACIÓN LEGAL DEL DERECHO Y
DE LA ACCIÓN DE AMPARO EN LA LEY ORGÁNICA
DE AMPARO DE 1988

I. PRINCIPIOS QUE CONDICIONARON LA SANCIÓN DE


LA LEY ORGÁNICA DE AMPARO DE 1988

El derecho de amparo, como antes se dijo, fue establecido por


primera vez en Venezuela en el artículo 49 de la Constitución de
1961, en el cual, como lo afirmó Héctor Fix-Zamudio, “consagró
definitivamente el derecho de amparo como instrumento procesal
para proteger todos los derechos fundamentales de la persona hu-
mana consagrados constitucionalmente,” en lo que calificó como
“uno de los aciertos más destacados en la avanzada Carta Funda-
mental de 1961.”387 Como se ha dicho, esta orientación se acentuó
en el texto de la Constitución de 1999.
En efecto, como antes hemos insistido, el gran aporte del texto
constitucional con relación a la protección de los derechos funda-
mentales fue la consagración del amparo como un derecho funda-
mental más, y no sólo como una garantía judicial específica. Ello
resulta, además, de la configuración jurisprudencial del derecho

387 Véase Héctor Fix Zamudio, “Algunos aspectos comparativos del derecho de
amparo en México y Venezuela,” Libro Homenaje a la Memoria de Lorenzo He-
rrera Mendoza, UCV, Caracas, 1970, Tomo II, pp. 333–390. Véase además, Héc-
tor Fix Zamudio, “La teoría de Allan R. Brewer-Carías sobre el derecho de
amparo Latinoamericano y el juicio de amparo mexicano,” en El derecho pú-
blico a comienzos del siglo XXI. Estudios en homenaje al Profesor Allan R. Brewer-
Carías, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2002, Tomo I, pp. 1125 y ss.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

del amparo, conforme a la cual puede sostenerse que la Constitu-


ción no consagró solamente una “acción de amparo” para proteger
los derechos constitucionales, sino que lo que previó fue “un dere-
cho fundamental al amparo” con la consecuente obligación de to-
dos los tribunales de amparar a las personas en el goce y ejercicio
de los derechos y garantías consagrados en la Constitución, o que
sin estar enumerados en el texto, sean inherentes a la persona hu-
mana.388
Como hemos señalado, hasta 1988, este derecho de amparo ha-
bía carecido de una ley reglamentaria que lo regulase, y su ejercicio
sólo había sido posible por la aplicación que de la norma constitu-
cional habían hecho los Tribunales de instancia, la Corte Primera de
lo Contencioso Administrativo y las Salas de la antigua Corte Su-
prema de Justicia.389 Múltiples intentos se habían realizado para
elaborar proyectos de ley reguladoras de la institución del amparo
en Venezuela, pero todos390 esos proyectos habían adolecido de
una falla fundamental: su desadaptación a la institución prevista
en la Constitución, pues habían tenido por objeto regular “una ac-
ción de amparo” y no el derecho de amparo constitucional que es
lo que prevé nuestro Texto Fundamental, a diferencia de las accio-

388 Véase Allan R. Brewer–Carías, Estado de derecho y Control Judicial, Madrid


1987, pp. 587 a 657. Véase también el libro El amparo constitucional en Venezue-
la, Instituto de Estudios Jurídicos del Estado Lara, 2 Tomos, Barquisimeto,
1987, en los que se recogen una serie de artículos y estudios sobre el amparo
constitucional y de decisiones judiciales sobre la admisibilidad del amparo en
nuestro país. Véase además Gustavo J. Linares Benzo “El Proceso de Amparo
en Venezuela,” Revista de la Fundación Procuraduría General de la República, Nº
2, 1987, pp. 27 a 110.
389 Véase Allan R. Brewer-Carías, Estado de Derecho y Control Judicial, Caracas
1987, pp. 587 a 657. Véase también El amparo constitucional en Venezuela, Insti-
tuto de Estudios Jurídicos del Estado Lara, 2 Tomos, Barquisimeto, 1987, en
los que se recogen una serie de artículos y estudios sobre el amparo constitu-
cional y de decisiones judiciales sobre la admisibilidad del amparo en nues-
tro país. Véase además Gustavo J. Linares Benzo “El Proceso de Amparo en
Venezuela,” Revista de la Fundación Procuraduría General de la República, Nº 2,
1987, pp. 27 a 110.
390 Véase la enumeración y análisis de varios de los Proyectos relativos al ampa-
ro elaborados en Venezuela en E. Angulo Freytes, “Situación actual de la ac-
ción de amparo en Venezuela,” Estudios sobre la Constitución. Libro Homenaje a
Rafael Caldera, UCV, Caracas, 1979, Tomo II, pp. 736-760. Véase el Proyecto de
Ley de la Acción de Amparo en R. Escovar Salom, El amparo en Venezuela,
1971, pp. 101-107. Véase el “Proyecto de Ley de Amparo de los derechos fun-
damentales,” Cámara de Diputados 10-4-85.

226
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

nes y recursos de amparo existentes en varios países de América


Latina y en España, a cuyas Legislaciones se ha acudido, con fre-
cuencia, como fuente de inspiración de esos documentos. Hasta
cierto punto, lo mismo sucedió con el “Proyecto de Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales”391 que
aprobó en noviembre de 1987 la Cámara de Diputados, pero que
modificada por el Senado antes de ser sancionada definitivamente
el 18 de diciembre de 1987, puede decirse que amplió su contenido,
de manera que no reduce “el derecho a ser amparado” previsto en
la Constitución, a una sola “acción del amparo.”392 En consecuen-
cia, dicha Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales en vigencia a partir del 22 de enero de 1988,393
reguló esta institución en el marco de la norma constitucional, pu-
diendo considerarse, sin duda, entre las leyes más importantes que
se han dictado en el país, después de la propia Constitución de
1961.394

391 Véase su texto en el libro editado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas,


Colegio de Abogados del Estado Lara, El Amparo Constitucional en Venezuela,
cit. Tomo I, pp. 339 y ss.
392 Véase nuestras observaciones al Proyecto y nuestras propuestas de modifica-
ción en el Senado, en Allan R. Brewer-Carías, Estudios de Derecho Público, To-
mo III Caracas 1989 pp. 205 y ss.
393 Véase en Gaceta Oficial Nº 33.891 de 22 de enero de 1988. La Ley Orgánica fue
reformada en 27–9–88, publicada en Gaceta Oficial Nº 34.060 de 27–9–88.
Véase sobre el proyecto de dicha Ley Orgánica: Allan R. Brewer-Carías, “Ob-
servaciones críticas al Proyecto de Ley de la Acción de Amparo de los Dere-
chos Fundamentales (1985), y “Proyecto de Ley Orgánica sobre el Derecho de
Amparo (1987)” y “Propuestas de reforma al Proyecto de Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales (1987) ,” en Allan R.
Brewer-Carías, Estudios de Derecho Público, (Labor en el Senado 1985-1987), To-
mo III, Ediciones del Congreso de la República, Caracas 1989, pp. 71-186; pp.
187-204. y pp. 205-229. Véase sobre la Ley mi primer comentario sobre la
misma en, Allan R. Brewer-Carías, “Introducción General al régimen del de-
recho de amparo a los derechos y garantías constitucionales” en Allan R.
Brewer-Ca-rías y Carlos Ayala Corao, Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
V Garantías Constitucionales, Caracas, 1988.
394 Véase los comentarios sobre la Ley Orgánica que hemos publicado en el
exterior: “Comentarios a la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales (1988) de Venezuela,” en Revista IIDH, Instituto In-
teramericano de Derechos Humanos, n° 6, San José, julio-diciembre 1987, pp.
135-178; “Comentarios a la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales (1988) de Venezuela,” en Boletín Mexicano de Derecho
Comparado, Año Nº 63, Año XXI, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Uni-
versidad Nacional Autónoma de México, México, septiembre-diciembre

227
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por eso la Sala Político Administrativa de la antigua Corte Su-


prema de Justicia en sentencia de 31 de enero de 1991, al referirse al
amparo como remedio judicial extraordinario para la defensa de
los derechos y garantías constitucionales desarrollado en la Ley
Orgánica, señaló que ello:
“Constituye un logro importante y trascendente para la
plena vigencia del Estado de derecho existente en el país hace
ya más de tres décadas, y se erige como un instituto fundamen-
tal, de rango superior sobre cualquier otra norma que pudiera
oponérsele dentro del propio ordenamiento constitucional ve-
nezolano.”395.
Ahora bien, la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales de 1988, al regular y consagrar la acción de
amparo reconoció expresamente que el ejercicio del derecho de
amparo no se agota ni se contrae exclusivamente a dicho medio
procesal, sino que puede ejercerse también a través de otras accio-
nes o recursos establecidos en el ordenamiento jurídico. Quedó así,
definitivamente resuelta la discusión doctrinal sobre si el amparo
que consagraba la Constitución de 1961 (como lo hace la de 1999)
es en sí mismo un derecho fundamental o si sólo es una garantía
adjetiva de los derechos fundamentales. La Ley de 1988 optó por la
primera posición, pues si bien reguló la acción de amparo como un
medio adjetivo autónomo de protección de los derechos fundamen-
tales, sin embargo, estableció expresamente que el derecho de ampa-
ro de dichos derechos puede ejercerse, también, mediante otras vías
procesales consagradas en el ordenamiento jurídico. En palabras de
la antigua Sala Constitucional:

1988, pp. 1.107-1.159; “Situación actual del derecho de amparo en Venezue-


la,” en Estudios en Homenaje al Dr. Héctor Fix-Zamudio, Tomo III, Derecho Pro-
cesal, Universidad Nacional Autónoma de México, México 1988, pp. 1.703-
1.759; “El poder judicial en Venezuela y la justicia constitucional: Control de
la constitucionalidad y amparo a los derechos fundamentales,” en Elementos
para una reforma de la Constitución, Congreso Internacional sobre la Reforma
de la Constitución, Consejo para la Consolidación de la Democracia, Buenos
Aires, 1988, pp. 47-135; “El derecho de amparo en Venezuela,” en Revista de
Derecho, n° 1, año V, Facultad de Derecho, Universidad Central, Santiago de
Chile 1991, pp. 151-178, y en Garantías jurisdiccionales para la defensa de los dere-
chos humanos en Iberoamérica, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universi-
dad Nacional Autónoma de México, México 1992, pp. 7-53.
395 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1991, p. 117.

228
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“Resulta así congruente con lo que se ha venido analizan-


do, que la específica acción de amparo constitucional consa-
grada en el inciso segundo del artículo 27 de la Carta Magna,
constituya un medio adicional a los ordinarios en la tarea de
salvaguardar los derechos fundamentales. Al contrario de có-
mo ha venido siendo concebida, dicha acción no entraña un
monopolio procesal en cuanto al trámite de denuncias respecto
a violaciones a la regularidad constitucional –tal tesis la descar-
ta el sistema de garantías procesales de que disponen los tribu-
nales en el ejercicio ordinario de su función.”396
Por ello, en el artículo 3° de la Ley Orgánica estableció la posi-
bilidad de ejercer la acción de amparo contra leyes junto con la ac-
ción popular de inconstitucionalidad de las leyes ante la Sala Cons-
titucional del Tribunal Supremo de Justicia; en el artículo 5º se es-
tableció expresamente que la pretensión de amparo contra actos
administrativos y contra las conductas omisivas de la Administra-
ción puede ejercerse conjuntamente con el recurso contencioso ad-
ministrativo de anulación; y el artículo 6.5, al establecer las causales
de inadmisibilidad de la acción de amparo, reconoció implícita-
mente que se puede formular la pretensión de amparo mediante
otras “vías jurídicas ordinarias” o “medios judiciales preexisten-
tes,” en los cuales puede “alegarse la violación o amenaza de viola-
ción de un derecho o garantía constitucional.”
Así lo reconoció la antigua Corte Suprema de Justicia en Sala
Político Administrativa en sentencia de 10 de julio de 1991 (Caso:
Tarjetas Banvenez), la cual al ser citada en sentencia de la misma
Corte de 10 de junio de 1992, la llevó a señalar lo siguiente:
“El texto de la Ley Orgánica de Amparo prevé fundamen-
talmente dos mecanismos procesales: la acción autónoma de
amparo y la acumulación de ésta con otro tipo de acciones o
recursos, modalidades que difieren sustancialmente en cuanto
a su naturaleza y consecuencias jurídicas. Por lo que respecta a
la segunda de las modalidades señaladas, es decir, la acción de
amparo ejercida conjuntamente con otros medios procesales, la
referida ley regula tres supuestos: a) la acción de amparo
acumulada a la acción popular de inconstitucionalidad de las
leyes y demás actos estatales normativos (artículo 3°); b) la

396 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2001, p. 448.

229
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

acción de amparo acumulada al recurso contencioso adminis-


trativo de anulación contra actos administrativos de efectos
particulares o contra las conductas omisivas de la Adminis-
tración (artículo 5º); c) la acción de amparo acumulada con
acciones ordinarias (artículo 6º, ordinal 5°).”397
La Sala sostuvo, además, “que la acción de amparo en ninguno
de estos casos es una acción principal sino subordinada, accesoria a
la acción o al recurso al cual se acumula, sometido al pronuncia-
miento jurisdiccional final que se emita en la acción acumulada.
Tratándose de una acumulación de acciones, debe ser resuelta por
el juez competente para conocer de la acción principal.”398
Por tanto, como lo señaló el Informe de la Comisión de Política In-
terior del Senado de fecha 9 de diciembre de 1987, al estudiar el Pro-
yecto de Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y garantías
Constitucionales:
“el artículo 49 de la Constitución, más que un medio adje-
tivo procesal, consagra un derecho fundamental, el derecho a
ser amparado. De manera que la Constitución no consagra una
acción de amparo o un medio adjetivo, sino un derecho fun-
damental, el derecho a ser amparado... tan fundamental como
aquéllos que van a ser objeto de amparo. Y ese derecho puede
materializarse, sin duda, a través del ejercicio de múltiples ac-
ciones y recursos.”
Sin embargo, estimó la misma Comisión que también “era ne-
cesario desarrollar el mandato constitucional en una Ley que con-
sagre que la acción de amparo puede ser ejercida por todo habitan-
te del país y ser resuelta de manera sumaria, breve y efectiva para
evitar lesiones o daños y restablecer inmediatamente la situación
jurídica infringida,”399 para lo cual precisamente, se sancionó la Ley

397 Véase sentencia Nº 140 del 10-06-1992, en Revista de Derecho Público, Nº 50,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, pp. 183–184. El caso lo llevé jun-
to con otros abogados, habiendo acogido la Sala el criterio que alegamos.
Véase sobre el caso y la sentencia: Allan R. Brewer-Carías (Editor) et al, El ca-
so del Banco de Venezuela. Tomo I. La acción de amparo, Colección Opiniones y
Alegatos Jurídicos No. 4, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1993. El texto
de la sentencia está en pp. 397 ss.
398 Idem.
399 Véase el “Informe que presenta la Comisión Permanente de Política Interior
del Senado referente al Proyecto de Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales,” de 9–12–87, considerado en la sesión del Se-

230
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Orgánica de Amparo, que reguló al amparo fundamentalmente


como un derecho constitucional, lo que resulta del mismo enuncia-
do de su artículo 1º :
“Toda persona natural habitante de la República o persona
jurídica domiciliada en ésta, podrá solicitar ante los Tribunales
competentes el amparo previsto en el artículo 49 de la Constitu-
ción, para el goce y el ejercicio de los derechos y garantías cons-
titucionales, aun de aquellos derechos fundamentales de la per-
sona humana que no figuren expresamente en la Constitución,
con el propósito de que se restablezca inmediatamente la situa-
ción jurídica infringida o la situación que más se asemeje a ella.
La garantía de la libertad personal que regula el hábeas cor-
pus constitucional, se regirá por esta Ley.”
Se consagra, sin duda, aquí, el derecho a ser amparado, el cual,
si bien puede ejercerse mediante la acción autónoma de amparo
que regula la Ley, no se reduce a ella. Como se ha dicho, tato la
Constitución de 1961, como luego la Constitución de 1999, no esta-
bleció “una” sola y específica acción o recurso de amparo, como un
particular medio de protección judicial, sino un “derecho de ampa-
ro” o “derecho a ser amparado.” Este carácter del amparo, como un
“derecho constitucional,” en nuestro criterio, como lo hemos insis-
tido, es el elemento clave para identificar la institución venezola-
na;400 derecho fundamental que se puede materializar y de hecho se
materializa, a través de diversas acciones y recursos judiciales, in-
cluso a través de una “acción autónoma de amparo” que regula la
Ley Orgánica.
Sin embargo, no debe olvidarse que la no consideración consti-
tucional del amparo como una sola acción o recurso, sino como un
derecho, fue lo que justificó el cambio de criterio sentado por la
antigua Corte Suprema de Justicia en 1983, respecto de su tesis an-
tes sustentada en 1970, sobre la posibilidad del ejercicio de la ac-
ción de amparo aun en ausencia de la ley reglamentaria prevista en
la Constitución de 1961. Si la norma del artículo 49 hubiera consa-

nado de 14–12–87. Véase nuestros estudios sobre el Proyecto de Ley en Allan


R. Brewer-Carías, Estudios de Derecho Público (Labor en el Senado 1985–1987),
Tomo III, Caracas, 1989, pp. 71 a 230.
400 Véase Allan R. Brewer-Carías, “El derecho de amparo y la acción de ampa-
ro,” Revista de Derecho Público, Nº 22, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1985, pp. 51 y ss.

231
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

grado exclusivamente “una acción o recurso” de amparo, el artícu-


lo 50 del texto constitucional de 1961 le hubiera sido inaplicable; 401
en cambio, como el artículo 49 de la Constitución de 1961, como el
de la de 1999, consagra un derecho fundamental, como en efecto
sucede, se aplicaba el texto de dicho artículo 50 de dicha Constitu-
ción al disponer que “la falta de ley reglamentaria” de los derechos
constitucionales enunciados en el texto, no menoscaba el ejercicio
de los mismos.402 Este fue el criterio dominante de la jurisprudencia
y que se acogió en la Ley Orgánica de 1988.
II. EL AMPARO COMO DERECHO A UN MEDIO JUDICIAL
DE PROTECCIÓN
En efecto, la consideración del amparo constitucional como un
derecho fundamental a un medio de protección judicial trajo como
consecuencia que el amparo no era, precisamente, ni una “acción”
ni un “recurso,” pues la Constitución no identificaba ni identifica el
“derecho de amparo” con ninguna vía o medio judicial concreto. a
pesar del que se regula en la Ley Orgánica. Por tanto, tal como es-

401 Como lo sostenía la Procuraduría General de la República en 1970: “el ampa-


ro, más que un derecho, constituye una garantía de protección de los dere-
chos, y de acuerdo con la letra de la Ley sólo los derechos pueden ser ejerci-
dos, aun antes de promulgada la Ley reglamentaria respectiva.” Véase Doc-
trina de la Procuraduría General de la República 1970, Caracas, 1971. p. 35.
402 Este criterio del amparo como un derecho lo destacó en 1970, Jesús Ramón
Quintero, cuando al comentar una decisión de la Corte Superior Cuarta en lo
Penal en torno a un recurso de amparo de 22 de diciembre de 1969 señaló:
Existe pues, según el fallo de la Corte. un derecho de los individuos, de am-
paro, y un deber u obligación de los Tribunales de concederlo cuando sea
procedente. Tal derecho y tal obligación tienen una base en la propia Consti-
tución la cual a su vez, y de un modo terminante que no admite ningún tipo
de duda, establece que su solo texto es suficiente para que los Tribunales
concedan el amparo, pues la falta de Ley reglamentaria de los derechos, aun-
que no deseable, no puede convertirse en un obstáculo para el cabal y com-
pleto goce y disfrute de esos derechos que la Constitución establece y aun de
aquellos que no están establecidos en forma expresa, pero que sean inheren-
tes a la persona humana.” Véase “Recurso de amparo. La cuestión central en
dos sentencias y un voto salvado” en Revista de la Facultad de Derecho. Univer-
sidad Católica Andrés Bello, Nº 9, Caracas, 1969–1970, pp. 161 y 162. En las
páginas 166 y siguientes refuerza el mismo argumento. El texto de la senten-
cia que comenta y del voto salvado a la misma puede verse en pp. 180 a 206.
Véase asimismo el texto del voto salvado en Otto Marín Gómez, Protección
procesal de las garantías constitucionales de Venezuela. Amparo y Hábeas Corpus,
Caracas, 1983, pp. 229–250.

232
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

taba y está concebido tanto en la Constitución como en el artículo


1º de la Ley Orgánica, el amparo puede materializarse en un recur-
so, en sentido estricto, de revisión de decisiones administrativas o
judiciales, o puede configurarse como un proceso o “una acción
autónoma” que no consista necesariamente en la revisión de de-
terminado acto jurídico. Por eso, el amparo puede indistintamente
consistir en un “recurso” o en una “acción” autónoma. Depende
del objeto de la protección y de la regulación legal.
Pero, además, tal como lo concebía el artículo 49 de la Consti-
tución (y ahora el artículo 27 de la Constitución de 1999) como el
artículo 1º de la Ley Orgánica, el amparo no sólo se establece como
un “derecho” de los habitantes de la República a ser amparados en
el goce y ejercicio de los derechos y garantías que la Constitución
establece, sino que, en realidad, además se configura como un deber
de “los Tribunales” de amparar a todo habitante de la República en
el goce y ejercicio de tales derechos. Por eso el artículo 49 de la
Constitución de 1961 iniciaba afirmando: “Los Tribunales ampara-
rán...”; lo que ya implicaba que en el texto constitucional, no que-
daba reducido a una acción única y autónoma, necesariamente
independiente de todas las otras acciones o recursos judiciales pre-
vistos para la defensa de los derechos y garantías constitucionales,
sino que la Constitución era lo suficientemente amplia y flexible
como para permitir diversos sistemas judiciales de amparo de los
derechos y garantías constitucionales, fuera a través de acciones o
recursos judiciales tradicionales o mediante la vía general de acción
de amparo regulada en la Ley Orgánica.
Por tanto, puede haber y hay muchos medios judiciales de pro-
tección que permiten a los particulares ser amparados en el goce y
ejercicio de sus derechos constitucionales, mediante un procedi-
miento breve y sumario, en el cual el Juez tiene competencia para
restablecer inmediatamente las situaciones jurídicas infringidas por
cualquiera. En estos casos, no es que esas vías judiciales ya previs-
tas sustituyan el derecho de amparo (o lo desmejoren), sino que
sirven como medios judiciales de amparo.
Es el sentido, en definitiva, de la previsión del artículo 25,1 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1977, ya
analizado que dispone en materia de protección judicial, que:
“Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o
a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales com-
petentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos

233
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la pre-


sente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.”403
Ahora bien, a pesar de la multiplicidad de vías de protección
judicial de los derechos y garantías constitucionales que aseguran
el “derecho de amparo” previsto en la Constitución, era indudable
que dado el carácter omnicomprensivo de la protección que “en
conformidad con la ley” establecía el Texto Fundamental de 1961,
para que aquél derecho de amparo fuera realmente efectivo, como
lo había delineado la jurisprudencia, resultó indispensable regular
en la Ley Orgánica de 1988 una “acción de amparo,” que procede
sólo si el interesado no ha optado por recurrir a otros medios judi-
ciales de protección y amparo de los derechos y garantías constitu-
cionales legalmente previstos (Art. 6, Ord. 5º) o cuando frente a actos
administrativos o carencias de la Administración, los previstos for-
malmente en las leyes no sean suficientemente acordes con la pro-
tección jurisdiccional, es decir, no constituyan un medio breve, su-
mario y efectivo, acorde con la protección constitucional (Art. 5º).
Por ello, el numeral 5º del artículo 6 de la Ley Orgánica esta-
blece dentro de las causales de inadmisibilidad de la acción de am-
paro, los casos en los cuales “el agraviado haya optado por recurrir
a las vías judiciales ordinarias o hecho uso de los medios judiciales
preexistentes,” en cuyo caso al alegarse la violación o amenaza de
violación de un derecho a garantía constitucionales, el juez debe
acogerse al procedimiento y a los lapsos previstos en la Ley Orgá-
nica para la protección inmediata y ordenar la suspensión provi-
sional de los efectos del acto cuestionado.
Asimismo, y en particular, tratándose del derecho de amparo
frente a actos administrativos o conductas omisivas de la Adminis-
tración, conforme al artículo 5° de la Ley, la acción autónoma de
amparo no procede “cuando exista un medio procesal breve, su-
mario y eficaz, acorde con la protección constitucional” y éste es el
que regula precisamente el mismo artículo 5º de la Ley, al establecer
que el recurso contencioso-administrativo de anulación es un medio
breve, sumario y eficaz, y plantear que conjuntamente con el mis-
mo puede formularse la pretensión de amparo, en cuyo caso, no
sólo no es necesario agotar la vía administrativa, sino que el recur-
so puede intentarse en cualquier tiempo, pudiendo. además, el juez

403 Véase la Ley aprobatoria en Gaceta Oficial N° 31.256 de 14-6-77.

234
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

suspender los efectos del acto administrativo recurrido como ga-


rantía del derecho constitucional violado, mientras dure el juicio de
nulidad, conforme al procedimiento establecido en la propia Ley
Orgánica (Arts. 5 y 6, Ord. 5º).
Por tanto, si bien el “derecho de amparo” puede asegurarse a
través de múltiples vías (acciones o recursos) judiciales preexisten-
tes, en cuyo caso, el “derecho de amparo” no se identifica con nin-
gún recurso o acción judicial concreto, por tanto, se diferencia de
ellos; en el caso de “la acción de amparo” que regula la Ley Orgá-
nica, ésta procede en todo caso, salvo cuando se haya optado por
otro medio de protección o de amparo previsto en el ordenamiento
jurídico. En materia de amparo contra actos administrativos, la
acción autónoma de amparo sólo procede cuando la vía contencio-
so-administrativa no sea un medio efectivo acorde con la protec-
ción constitucional.
Por tanto, en Venezuela el derecho de amparo que preveía el
artículo 49 de la Constitución (y ahora el artículo 27 de la Constitu-
ción de 1988), y que regula la Ley Orgánica, como hemos indicado,
también permite asegurar la protección de los derechos fundamen-
tales infringidos por actos estatales, a través de la acción de incons-
titucionalidad de las leyes (acción popular) o de la desaplicación de
una ley por cualquier juez (el denominado control difuso de la cons-
titucionalidad); a través del recurso de casación respecto de senten-
cias, y mediante el recurso contencioso-administrativo de anulación
de los actos administrativos. Asimismo, permite asegurar la protec-
ción de los derechos fundamentales vulnerados por otros particula-
res a través de las vías judiciales del proceso ordinario.
Por supuesto, para que estas vías judiciales sirvan de medio de
amparo constitucional, el legislador ha perfeccionado sus meca-
nismos de protección: por ejemplo, en el recurso de inconstitucio-
nalidad de las leyes, cuando ésta se fundamente en la violación de
un derecho o garantía constitucional, en virtud de la nulidad abso-
luta que ello implica, se ha provisto en la Ley Orgánica la potestad
de la antigua Corte Suprema de desaplicar los efectos de la ley im-
pugnada respecto del caso concreto mientras se decide el recurso (Art.
3º); en el recurso de casación, cuando la denuncia de la sentencia
recurrida consista en el alegato de la violación por la misma de un
derecho o garantía constitucional; y en el recurso contencio-
so-administrativo, cuando el motivo del mismo sea la violación de
un derecho constitucional por el acto recurrido, se ha eliminado la

235
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

exigencia de agotamiento de la vía administrativa y del lapso de


caducidad, dada la nulidad absoluta alegada, y se permite al juez
recurrir en forma más expedita a los procedimientos de urgencia y
abreviación de lapsos, así como a la suspensión de efectos del acto
recurrido (Arts. 5 y 6, Ord. 5º).
III. LA “ACCIÓN DE AMPARO” COMO VÍA JUDICIAL AU-
TÓNOMA
Pero, además, hemos dicho, el derecho de amparo conforme a
la Ley Orgánica permite lograr la adecuada protección de los dere-
chos y garantías constitucionales, a través de una “acción de ampa-
ro” autónoma, la cual, por supuesto, aparece en el ordenamiento
como absolutamente diferenciada de la acción o recursos de in-
constitucionalidad de las leyes, del recurso de casación, de las ac-
ciones contencioso administrativas y de otros medios judiciales
como el llamado “amparo penal.” En este caso, la acción de ampa-
ro se nos presenta como una acción mucho más amplia, de protec-
ción de absolutamente todos los derechos y garantías constitucio-
nales, incluyendo, como hemos señalado, el goce y ejercicio de la
libertad personal, que la Exposición de Motivos de la Constitución
califica como “derecho de hábeas corpus,” regulado transitoriamente
en la Disposición Transitoria Quinta de la Constitución, y ahora
regulado en detalle en la Ley Orgánica.
Ahora bien, una de las características de esta acción judicial au-
tónoma de amparo, es que no presupone el que se hayan agotado vías
judiciales previas para poder intentarse, lo que hace que la institución
de la acción de amparo de nuestro país se diferencie con el recurso
de amparo que se ha desarrollado en Europa y, particularmente, en
Alemania y España. En estos países, en realidad, el recurso de am-
paro es un auténtico “recurso extraordinario” que se intenta, en
principio, contra decisiones judiciales. En Alemania, por ejemplo,
el recurso de amparo constitucional que se intenta ante el Tribunal
Constitucional Federal, exige el agotamiento previo de la vía judi-
cial ordinaria, por lo que, en definitiva, se traduce en un recurso
contra una decisión judicial respectiva, aun cuando excepcional-
mente procede una acción directa de amparo en ciertos casos espe-
cíficos y respecto a un número muy limitado de derechos constitu-

236
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cionales.404 En España, el recurso de amparo que se intenta ante el


Tribunal Constitucional, también exige el agotamiento previo de
las vías judiciales y, particularmente, si se trata de un amparo en
relación a actividades administrativas, en definitiva se requiere
siempre el agotamiento previo a la vía judicial contencioso-
administrativa. Por eso, en España, el recurso de amparo se confi-
gura como un recurso revisor de sentencias de los Tribunales Con-
tencioso-Administrativos.405
En el caso venezolano, en cambio, la acción autónoma de am-
paro no exige el agotamiento previo de las vías judiciales ni se configu-
ra, por tanto, como un recurso extraordinario contra sentencias
judiciales. Se trata, sí, de una acción judicial autónoma que sólo
procede cuando no se opte por otros recursos o acciones judiciales
que permitan mediante procedimientos breves y sumarios, obtener
amparo y protección de los derechos y el restablecimiento inmedia-
to de los mismos (Art. 6, Ord. 5º) o en materia de amparo contra
actos administrativos o conductas omisivas de la Administración,
cuando la vía contencioso-administrativa no sea un medio efectivo
de protección constitucional.406 En estos casos, no es que la acción
de amparo requiere el agotamiento previo del recurso contencio-
so-administrativo de anulación, cuando la violación del derecho
constitucional la produce un acto administrativo, sino que el recur-

404 R. Schlaich, “Procedures et techniques de protection des droits fondamen-


taux. Tribunal Constitutionnel Fédéral Allemand” en L. Favoreu (ed.), Cours
constitutionnelles Européenes et Droits Fondamentaux, París, 1982, pp. 105-164.
405 Véase J. L. García Ruiz, Recurso de Amparo en el Derecho Español, Madrid, 1980;
F. Castedo Álvarez, “El recurso de amparo constitucional” en Instituto de Es-
tudios Fiscales, El Tribunal Constitucional, Madrid, 1981 Tomo I, pp. 179-208.
406 Este carácter subsidiario que le habíamos atribuido a la acción autónoma de
amparo en materia de amparo contra actos administrativos y que la jurispru-
dencia había confirmado, no significaba, como lo señaló H. Rondón de Sansó,
que “sólo es admisible cuando hubiesen sido agotados todos los recursos or-
dinarios que para el caso específico el sistema jurídico prevé” (Véase en “El
amparo constitucional en Venezuela,” Revista de Derecho Público, Nº 25 Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 56). Al contrario, como ya lo habíamos
explicado (Véase Allan R. Brewer-Carías, “El derecho de amparo y la acción de
amparo, Revista de Derecho Público, Nº 22, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1985, pp. 53-54) la subsidiariedad de la acción autónoma de amparo contra
actos administrativos derivaba de que procedía cuando el “recurso contencio-
so-administrativo de anulación y amparo” no era un medio efectivo de protec-
ción Véase además, Allan R. Brewer-Carías. Estado de Derecho y Control Judicial,
cit., pp. 628 y ss. Cf. Gustado J. Linares loc. cita., pp. 61 y ss.

237
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

so contencioso-administrativo puede ser en sí mismo el medio de


amparo. Por ello, en el caso de actos administrativos, cuando el
recurso contencioso-administrativo no sirva efectivamente como
medio de amparo dadas las particulares circunstancias del caso
concreto, es que la acción autónoma de amparo procede (Art. 5º).
Por otra parte, debe señalarse que el derecho de amparo, de
acuerdo a la Constitución y la Ley Orgánica, se puede ejercer ante
“los Tribunales” en conformidad con la Ley, por lo que de acuer-
do a la organización del sistema judicial y procesal, no existe una
única acción judicial ante un sólo tribunal, prevista para garanti-
zar el ejercicio y goce de los derechos constitucionales. Hemos
dicho que de acuerdo a la Constitución no se prevé el derecho de
amparo como una sola acción o recurso, que se intenta ante un
solo Tribunal, con el objeto de amparar el goce y ejercicio de los
derechos constitucionales, por lo que el ordenamiento regula, a
través de recursos y acciones tradicionales sistemas de amparo de
los derechos y garantías constitucionales, mediante procedimien-
tos breves y sumarios con poderes para el juez, para restablecer
en forma inmediata situaciones jurídicas subjetivas infringidas.
Por eso, insistimos, en Venezuela, el amparo de los derechos
puede obtenerse a través de diversas acciones o recursos que re-
gula el ordenamiento jurídico, por lo que, en definitiva, el dere-
cho de amparo no se traduce en una sola acción o recurso, lo que
diferencia nuestro amparo de los recursos de amparo europeos,
particularmente el recurso de amparo en Alemania y en España,
donde el recurso de amparo es una sola acción que se intenta ante
un solo Tribunal, y que sirve como mecanismo para la protección
de algunos derechos y garantías constitucionales.407 Al contrario,
en el caso venezolano, el derecho de amparo se presenta, en reali-
dad, como una vía judicial multiforme que se puede ejercer ante
todos los Tribunales, conforme a la Ley, sea mediante las acciones
o recursos preexistentes que pueden servir de amparo, siempre
que se prevea un procedimiento breve y sumario, con poderes
para el juez para restablecer las situaciones jurídicas subjetivas
infringidas; sea mediante la acción autónoma de amparo prevista
en la Ley Orgánica.

407 H. Fix Zamudio, “El derecho de amparo en México y en España. Su influen-


cia recíproca,” Revista de Estudios Políticos, Nº 7, Madrid, 1979, pp. 254-255.

238
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

IV. EL CARÁCTER EXTRAORDINARIO (EN REALIDAD SUB-


SIDIARIO) DE LA ACCIÓN AUTÓNOMA DE AMPARO

Como se ha señalado y a pesar de algunas variaciones juris-


prudenciales, dado que en la Constitución de 1961 se reguló el am-
paro como un derecho constitucional y no sólo como una garantía
específica (acción o recurso), el amparo puede lograrse mediante el
ejercicio de los recursos judiciales ordinarios, incluso cuando a los
mismos se acumula una pretensión de amparo, y además, median-
te el ejercicio de la acción autónoma de amparo.
Esta multiplicidad de vías de protección y amparo, como se ha
visto, ha provocado discusión en torno al carácter de la acción au-
tónoma de amparo. ¿Esta debe intentarse sólo si se han ejercido
previamente las acciones y recursos judiciales ordinarios? ¿La ac-
ción de amparo puede intentarse a pesar de que existan medios
judiciales ordinarios que permitan restablecer el derecho constitu-
cional en forma efectiva y rápida?
Como hemos señalado, antes de que se promulgara la Ley Or-
gánica de Amparo a comienzos de 1988, la discusión se centraba en
torno al carácter subsidiario o no de la acción de amparo, pero en la
forma siguiente: si existía en el ordenamiento jurídico un medio
procesal que permitiera el restablecimiento inmediato de un dere-
cho constitucional violado, no procedía la acción autónoma de am-
paro, y había que acudir a dicho medio. Esto era lo que se entendía
al indicarse que la acción autónoma de amparo era subsidiaria.
Ahora bien, subsidiario, según el Diccionario de la Real Aca-
demia, es la acción que suple o robustece a otra principal; y ésta es
la misma noción que se encuentra en cualquier diccionario jurídico.
Esta noción, en nuestro criterio y a pesar de las vacilaciones juris-
prudenciales, se aplica perfectamente a la acción autónoma de am-
paro. En efecto, el artículo 68 de la Constitución establece el princi-
pio fundamental de que los Tribunales de Justicia se establecen
para la defensa de los derechos e intereses de las personas, consa-
grando el derecho constitucional de acceso a la justicia; y el artículo
49 de la misma Constitución establece la obligación de todos los
tribunales de amparar a todo habitante de la República en el goce y
ejercicio de los derechos y garantías constitucionales, consagrando
el derecho constitucional al amparo. Por tanto, la organización de la
Justicia y de los medios judiciales tiene por objeto esencial prote-
ger, defender y amparar los derechos de las personas, sean éstos de
rango constitucional o no. Los medios principales de protección de

239
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

los derechos son, por tanto, los que prevé el ordenamiento proce-
sal, procediendo la acción autónoma de amparo cuando esos me-
dios no sean suficientes para la protección efectiva e inmediata de
los derechos constitucionales.
Este es el sentido del carácter subsidiario que se ha atribuido a
la acción autónoma de amparo. Sin embargo, a pesar de lo claro del
término, la jurisprudencia, en su afán de no llamar las cosas por su
nombre, distorsionó el sentido de la expresión “subsidiaria” apli-
cada a la acción autónoma de amparo, y le atribuyó las mismas ca-
racterísticas pero calificándola algunas veces como “especial” y otras
veces como “extraordinaria” o “excepcional.”
Esto comenzó a ocurrir en la víspera de la promulgación de la
Ley Orgánica de Amparo. En efecto, en mayo de 1987 la Corte Pri-
mera de lo Contencioso Administrativo, atribuyó a la acción de
amparo carácter “excepcional” en lugar de subsidiario, al razonar
así en sentencia de 7 de mayo de 1987:
“El carácter excepcional o extraordinario del amparo lo de-
termina la circunstancia de que no exista ningún otro medio
procesal idóneo para impedir que se produzca la lesión al de-
recho constitucionalmente garantizado, o que el efecto de la
misma continúe afectando la esfera subjetiva del accionante.
No puede estimarse que el carácter excepcional se identifique
con la subsidiariedad del medio, ni tampoco puede interpre-
tarse en forma restringida la exigencia de la actualidad de la le-
sión. Por lo que atañe a la subsidiariedad la jurisprudencia so-
bre la materia estimó originariamente que, sólo a falta de un
recurso o de una acción específicos podría válidamente proce-
derse por la vía de amparo. Esta posición ha sido modificada
ante la evidencia de que, aún existiendo un medio expreso con-
tra la actuación u omisión que acarrea la lesión, éste puede re-
sultar inoperante dadas las circunstancias. Es justamente en la
esfera contencioso-administrativa en la cual ha de descartarse
la exigencia absoluta de la subsidiariedad, por cuanto la misma
llevaría a la negativa del amparo en tal campo, ya que por sí
mismo el recurso contencioso-administrativo de nulidad con-
templado por la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
tiene tal carácter dentro del sistema, por lo cual, sostener que
en todo caso tal vía ha de ser agotada necesariamente, implica-
ría el riesgo de que la decisión jurisdiccional resultase tardía.
Por otra parte el amparo protege contra la lesión directa de un

240
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

derecho constitucional, situación por la cual, controlar la ilega-


lidad, que es lo que persigue el contencioso-administrativo,
puede constituir suficiente garantía del ciudadano. En base a
los razonamientos que anteceden la subsidiariedad ha sido sus-
tituida por la exigencia del carácter excepcional de la situación,
en el sentido de que la misma y sus efectos rebasen los paráme-
tros normales que, en posiciones análogas se plantearían a
otros sujetos. Lo excepcional alude a todo aquello que sale de
la esfera de la normalidad, por sus proporciones o por sus efec-
tos, o bien por la imposibilidad de repercusión de sus conse-
cuencias.”408
Meses más tarde, la misma Corte Primera en sentencia de 17 de
diciembre de 1987, señalaba que “le subsidiariedad es la exigencia
de que si existen acciones o recursos ordinarios, el amparo es
inadmisible” en cambio “el carácter extraordinario es la posibilidad
de que exista un recurso ordinario que no sea idóneo para impedir
el daño o amenaza de daño.'' La Corte Primera, para adoptar este
criterio distorsionador del significado de la expresión “subsidia-
rio,” citó la sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia en
Sala Político Administrativa de 6 de agosto de 1987 (Caso RAP), en
la cual se dejó sentado el principio de que la acción autónoma de
amparo era siempre procedente, cuando los medios ordinarios que
existen contra los actos inconstitucionales o ilegales sean insuficien-
tes para reparar el perjuicio o no sean idóneos para evitar el daño o
la lesión causada por tales actos.409
En efecto, en esta sentencia de la antigua Corte Suprema en el
Caso RAP, de 6 de agosto de 1987, dictada meses antes de la san-
ción de la Ley Orgánica se puntualizaron aspectos esenciales de la
acción de amparo, entre ellas, el carácter subsidiario de la acción en
su sentido correcto, es decir, que procede la acción de amparo
“cuando se hayan agotado, no existan, o sean inoperantes otras
vías procesales que permitan la reparación del daño” o; “en ausen-
cia de una vía judicial o procedimental específica prevista en el
ordenamiento jurídico y aplicable al caso.” Esta tesis, dijo la Corte
en esa sentencia, “es de vieja data en Venezuela,” y consiste en de-

408 Véase en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia. Amparo Constitucional Corte


Primera de lo Contencioso-Administrativo 1977-1992, Caracas 1994 pp. 117 y
118.
409 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 33, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas 1987, p. 107.

241
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

finitiva en que si un medio ordinario “permite la protección del


derecho constitucionalizado, el amparo no será procedente. Por el
contrario, si no hay proceso idóneo para salvaguardarlo, se abre la
vía del amparo.” En otras palabras, dijo la antigua Corte Suprema
“la acción de amparo resulta improcedente cuando existan medios
procesales que permitan obtener los mismos efectos procesales
perseguidos por el amparo solicitado.” En definitiva, la Corte en
esa sentencia del Caso RAP, concluyó señalando que:
“para que sea dable la concesión de un mandamiento de
amparo, el juez que conoce de la solicitud respectiva debe con-
cretar su examen a la verificación de los siguientes aspectos:
1) Que la situación infringida por el acto, hecho u omisión
de la autoridad pública o del particular, sea violatorio
en forma directa, manifiesta e incontestable de un dere-
cho o garantía constitucionalmente tutelado;
2) Que no exista para el restablecimiento de esa situación
jurídica lesionada ningún otro medio procesal ordina-
rio adecuado; y
3) Que la lesión o el derecho o garantía afectados sean de
tal naturaleza que no podrían ser reparados mediante
la utilización de ese otro medio procesal.”410
En sentido contrario, el amparo autónomo es subsidiario por-
que como lo indicó la Corte Primera, en sentencia de 12 de mayo
de 1988:
“Cuando el accionante tenga medios procesales ciertamen-
te eficaces, breves e idóneos, los cuales constituyen para ello
garantías suficientes y apropiadas para el caso de ser jurídica-
mente procedentes, tal circunstancia hace inadecuada, esta vía
jurisdiccional (acción de amparo autónoma) para la obtención
de lo solicitado.”411

410 En Revista de Derecho Público, Nº 31, 1987, pp. 81, 83, 86, 87 y 88. En igual
sentido la sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo,
de 21-1-88, Revista de Derecho Público, Nº 33, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1988, p. 110.
411 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1988, p. 104.

242
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En definitiva, lo subsidiario de la acción de amparo autónoma


no es que no proceda cuando haya vías ordinarias, ni que para que
proceda hay que agotar las que existan, sino que procede cuando
éstas no son idóneas, operantes, eficaces y breves acordes con la
protección constitucional. En este sentido, a lo sumo, lo que se pro-
dujo en relación a la consideración de la acción autónoma como de
carácter subsidiario fue que sus efectos se han mitigado. Así lo se-
ñaló la antigua Corte Suprema en Sala Político Administrativa en
sentencia de 6 de diciembre de 1989:
“el carácter subsidiario que originalmente le fuera atribui-
do como esencial, ha sido mitigado por la jurisprudencia, al
considerar que, aun cuando existan otras vías para la defensa
del derecho, la misma (acción autónoma de amparo) es proce-
dente cuando éstas no sean suficientemente eficaces para obte-
ner los resultados señalados, esto es, el restablecimiento del de-
recho o la protección contra la amenaza.”412
Este carácter subsidiario mitigado de la acción autónoma de
amparo fue luego precisado por la antigua Corte Suprema en Sala
Político Administrativa en sentencia de 14 de agosto de 1990, al
calificar dicha acción como “especial” así:
“Tal como lo ha establecido este Máximo Tribunal reitera-
damente, la acción de amparo resulta ser de carácter especial,
en el sentido de que no puede sustituir los recursos y acciones
establecidos para reclamar algún derecho constitucional, si sus
respectivos procedimientos son a su vez breves y sumarios, o
eficaces, para lograr su rápido restablecimiento. Así lo ha ma-
nifestado esta Sala en sentencia de fecha 23-5-88, cuando aclaró
que no es posible utilizar la acción de amparo, “como sustitu-

412 Véase en Revista de Derecho Público, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, Nº


41, 1989 p. 41. En igual sentido la sentencia de la misma Corte Suprema de
Justicia -Sala Político Administrativa de 23-5-88 señaló que procede la acción
de amparo “cuando se hayan agotado, no existan o sean inoperantes otras
vías judiciales que permitan la reparación del daño.” En el caso resuelto se
trataba de una acción de amparo intentada contra un acto de negativa del re-
gistro de la propiedad de un inmueble y la Corte resolvió que a dicha negati-
va de registro podía darse satisfacción mediante los procedimientos adminis-
trativos y judiciales previstos, agregando que “no puede la brevedad, efecti-
vidad y sumariedad del procedimiento de amparo sustituir lapsos y plazos
que el legislador estimó conveniente establecer especialmente en materia de
registro de la propiedad inmobiliaria.” Véase en Revista de Derecho Público, Nº
35, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 125.

243
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

toria de los recursos precisa y específicamente arbitrados por el


legislador —en desarrollo de normas fundamentales— para
lograr de esta manera el propósito que se pretende en autos. Si
tal sustitución se permitiere, el amparo llegaría a suplantar no
sólo esa, sino todas las vías procesales establecidas en nuestro
sistema de derecho positivo, situación en modo alguno desea-
ble ni deseada por el legislador del amparo.” En ese mismo
sentido se ha pronunciado la Sala de Casación Civil de esta
Suprema Corte, cuando en sentencia de fecha 27-4-88, asentó
que el actor tiene la carga procesal de “utilizar el procedimien-
to normal preestablecido por la ley adecuado a su pretensión,
carga que de incumplirse, produce la inadmisión del amparo
instaurado.” En esa misma sentencia la Sala de Casación Civil,
precisó, que el numeral 5 del artículo 6° de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, debe in-
terpretarse en el sentido de que “no puede entenderse nunca
como una facultad libre de acudir o no a las vías establecidas,
sino como la carga procesal del actor de utilizar el procedimien-
to normal preestablecido por la Ley (omissis).” En concreto,
pues, que si existe “un medio procesal, breve, sumario y eficaz
acorde con la protección constitucional,” como lo exige el ar-
tículo 5º de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales, la acción de amparo en contra de los
actos administrativos, actuaciones materiales, vías de hecho,
abstenciones u omisiones de la Administración Pública, resulta
ser inadmisible, por no darse el presupuesto general de dicha
acción cual es su carácter extraordinario.”413.
La atribución del carácter “especial” en lugar del carácter sub-
sidiario también se le indicó respecto de la acción de amparo autó-
noma en otra sentencia de la misma fecha (14-8-90), así:
“Tiene la acción de amparo en Venezuela un carácter “es-
pecial,” derivado de su extraordinariedad, concepto distinto al
“subsidario,” atribuido en principio a los iniciales pronuncia-
mientos de la jurisprudencia nacional. En consecuencia, si bien
aquélla prospera entre nosotros aun cuando existan vías judi-
ciales ordinarias, es sólo de revelarse ineficaces o inidóneas és-
tas para restablecer el derecho constitucional lesionado, o para

413 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, p. 134.

244
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

impedir su vulneración frente a una amenaza cierta, efectiva y


real; pero, en principio, son las últimas las adecuadas y, por
tanto, las procedentes y, así mismo, las prevalentes sobre el
amparo.
Tal concepción ha venido siendo lentamente configurada, y
pacíficamente reiterada, por la jurisprudencia de este Máximo Tri-
bunal. Responde al propósito de colocar el amparo en justo sitio,
como manera de convertirlo, a la vez, en un verdadero instrumento
de defensa y protección de los derechos y garantías constituciona-
les, más sin trastocar toda la trama de nuestro sistema recursorio
(véase, entre otras decisiones de la Sala, la de 23-5-88, caso Fincas
Algaba).”414
En realidad aún cuando se empleen los calificativos de espe-
cial, excepcional o extraordinario, la jurisprudencia apunta al ca-
rácter subsidiario en el sentido que se ha anotado: que si existe otro
medio judicial efectivo, operante, breve e idóneo para la protección
constitucional, no es procedente el amparo. Este procede, en cam-
bio, “cuando se hayan agotado, no existan o sean inoperantes otras
vías que permitan la reparación.”415
Así lo ha precisado la antigua Corte Suprema en Sala Político
Administrativa en sentencia de 8 de marzo de 1990:
“El carácter subsidiario de la acción de amparo ha sido in-
terpretado razonablemente en reiteradas ocasiones por la pro-
pia jurisprudencia de este Alto Tribunal. En tal sentido, ha pre-
cisado la Sala que el amparo procede aún en los casos de que,
existiendo vías ordinarias para restablecer la situación jurídica
infringida, éstas no sean idóneas, adecuadas o eficaces para
restablecer dicha situación de manera inmediata.

414 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, pp. 135-136.
415 Véase sentencia de la Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrati-
va 11-12-90, en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1990, p. 112. Esta frase tiene su antecedente en la sentencia de la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 13-2-86, en FUNEDA, 15
años de Jurisprudencia op. cit., p. 93.

245
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En el caso de autos, aprecia la Corte que se requiere de la


inmediatez para restablecer la situación infringida y, por ello, se
justifica la utilización de este medio sobre cualquier otro.” 416
En sentido similar en sentencia de, 11 de diciembre de 1990, la
Sala Político Administrativa de la antigua Corte Suprema precisó:
“Ha sido el criterio reiterado de la jurisprudencia de este
Máximo Tribunal, así como de la doctrina, que la acción de
amparo es un remedio judicial extraordinario o especial que
sólo procede cuando se hayan agotado, no existan, o sean
inoperantes otras vías procesales que permitan la reparación
del daño. Igualmente, el artículo 5 de la Ley Orgánica de Am-
paro sobre Derechos y Garantías Constitucionales señala que la
acción de amparo procede cuando no exista un medio procesal
breve, sumario y eficaz acorde con la protección constitucional.
Tal requisito procesal objetivo para la admisibilidad de la
acción hace del amparo un medio o instrumento judicial que
sólo puede ser admitido por el juez una vez verificado que los
otros medios ordinarios no son los eficaces o idóneos para res-
tablecer la situación jurídica denunciada. Si existen esos me-
dios, el juez debe abstenerse de admitir la acción de amparo
propuesta.
En efecto, la naturaleza extraordinaria o especial del ampa-
ro constitucional, tiene como objetivo lograr que dicha institu-
ción no sea sustitutiva de los medios ordinarios; igualmente
alerta sobre la necesidad de su uso prudente y racional como
medio de defensa extremo de los derechos constitucionales
admisible sólo cuando sea la única vía idónea y eficaz para el
restablecimiento de las libertades públicas o cuando los otros
medios sean inoperantes para lograr dicho objetivo.”417
De todo lo anteriormente dicho resulta que el carácter de la ac-
ción autónoma de amparo es subsidiaria en el sentido de:

416 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 42, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, pp. 107-108. Véase sentencia de la Corte Primera de lo Conten-
cioso Administrativo de 5-9-91 en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, op. cit.,
p. 130.
417 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1991, p. 112.

246
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“que procede en la medida que no exista otro medio para


restablecer, de manera idónea y eficaz, la situación jurídica in-
fringida. En consecuencia, uno de los presupuestos de la pro-
cedencia de la acción de amparo es que no exista otra vía más
eficaz para el restablecimiento de los derechos lesionados. Si
esta vía es idónea para resolver tal situación, no hay por qué
recurrir a la acción especial de amparo. Aún más, existiendo
dicha vía, si ella no logra el restablecimiento inmediato de la
garantía constitucional, también se justifica la utilización del
medio de protección jurisdiccional de amparo.”418
Por ello, como lo señaló la antigua Corte Suprema en Sala Polí-
tico Administrativa en sentencia de 18 de junio de 1992:
“el juez constitucional de amparo no puede admitir la ac-
ción cuando existan otros medios procesales ordinarios, a me-
nos que de los propios recaudos resultare la ineficacia para el
caso concreto, de los medios idóneos procesalmente previs-
tos.”419
De acuerdo a esta doctrina jurisprudencial, en consecuencia,
por ejemplo, en casos de protección de la maternidad y de derechos
derivados del embarazo, por la inmediatez que requiere la protec-
ción siempre se ha entendido que el medio idóneo es la acción au-
tónoma de amparo. Así lo entendió la antigua Corte Suprema en
Sala Político Administrativa en sentencia de 4 de diciembre de 1990
(Caso Mariela Morales de Jiménez):
“De lo expuesto se concluye que la acción de amparo cons-
titucional propuesta debe prosperar, en virtud de que ha que-
dado demostrado que la situación denunciada es lesiva al de-
recho constitucional, a la protección de la maternidad y a la
protección especial que merece la mujer trabajadora. Conviene
precisar igualmente que este medio procesal constituye la úni-
ca vía idónea y eficaz para la protección constitucional invoca-
da, pues si bien existen vías ordinarias en sede administrativa
y contencioso-administrativa para obtener el restablecimiento
de situaciones jurídicas de esta naturaleza, aparece evidente

418 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa


12-6-90, Revista de Derecho Público Nº 43, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1990, p. 78.
419 Véase en Revista de Derecho Público, N° 50, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1992, p. 152.

247
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

que en el caso concreto se requiere de un restablecimiento in-


mediato de la situación denunciada, ya que se precisa una de-
cisión urgente, que se produzca antes de que desaparezca el
supuesto de aplicabilidad de la garantía constitucional, y así se
declara.”420
En consecuencia, en sentido contrario, cuando en el ordena-
miento jurídico exista una vía idónea, eficaz y operante que permi-
ta el restablecimiento inmediato de la situación jurídica infringida,
acorde con la protección del derecho constitucional, la acción autó-
noma de amparo es improcedente. Así lo resolvió la antigua Corte
Suprema, por ejemplo, en relación al amparo tributario regulado
en el Código Orgánico Tributario: existiendo esta vía para reparar
los perjuicios derivados de la abstención administrativa, la acción
autónoma de amparo se ha considerado improcedente.421 En senti-
do similar la antigua Corte Suprema de Justicia en sentencia de 11
de diciembre de 1990 resolvió en relación al retardo u omisión de
los jueces en dictar alguna providencia judicial. En esos casos, dijo
la Corte:
“nuestro ordenamiento jurídico positivo consagra una se-
rie de mecanismos que serían los idóneos y eficaces para resta-
blecer la situación jurídica señalada como infringida.
Dichas vías no sólo tienen como objetivo imponer sancio-
nes correctivas a fin de que el juez actúe conforme a su deber,
sino sanciones disciplinarias y la posibilidad de exigir la res-
ponsabilidad civil de los jueces que incurran en denegación de
justicia.”
La Corte, en esa sentencia se refirió a lo previsto en el artículo
19 del Código de Procedimiento Civil (sanción a la denegación de
justicia), a los artículos 829 y siguientes de dicho Código (respon-
sabilidad de los jueces) y a las normas sancionatorias de la Ley de
Carrera Judicial. Sobre ello, señaló:

420 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1991, p. 115. En igual sentido Corte Suprema de Justicia - Sala Políti-
co Administrativa de 5-12-91 (Caso Reina Henríquez de Peña), en Revista de De-
recho Público, Nº 48, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 133.
421 Sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 14-8-90
(Caso Grespais), Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1990, p. 135.

248
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“Todos estos medios son instrumentos ordinarios, idóneos


y eficaces, aún no agotados, que le ofrece el ordenamiento jurí-
dico al actor a fin de restablecer la situación jurídica que él de-
nuncia como vulnerada. En tal virtud, la acción de amparo
ejercida resulta inadmisible, pues lo contrario sería contravenir
la naturaleza extraordinaria o especial de esta acción, tal como
ha sido razonado supra y, en particular, visto que el artículo 5º
expresamente la consagra, es decir que la procedencia de la ac-
ción es cuando no exista un medio procesal acorde con la pro-
tección constitucional.”422
De todo lo anteriormente señalado, puede concluirse entonces
que de acuerdo con las regulaciones de la Ley Orgánica de Ampa-
ro, y conforme a las orientaciones jurisprudenciales establecidas
antes y después de su entrada en vigencia, la acción autónoma de
amparo procede en forma subsidiaria, cuando no existan medios
judiciales efectivos, idóneos y operantes que permitan el restable-
cimiento inmediato del derecho constitucional lesionado, acorde
con la protección constitucional.
Este carácter subsidiario de la acción de amparo, atendiendo al
significado del término, sin embargo, ha sido cambiado por la ju-
risprudencia a veces por el de “especial,” “extraordinario” o “ex-
cepcional,” pero con igual significado de subsidiario, es decir, que
suple o robustece a las acciones ordinarias cuando éstas no son
idóneas, breves, efectivas y operantes para la protección constitu-
cional.
Toda esta evolución jurisprudencial que ha venido reafirman-
do el carácter subsidiario de la acción autónoma de amparo, en el
sentido de que procede su interposición cuando no existan otros
medios procesales ordinarios o los que existan no sean eficaces e
idóneos para lograr los fines pretendidos, acordes con la protección
constitucional, ha sido resumida y precisada por la antigua Corte
Suprema de Justicia en varias sentencias de la Sala Político Admi-
nistrativa dictadas en 1993,423 particularmente en la de 2 de diciem-

422 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1991, p. 112.
423 Véanse sentencias de 27-10-93 (Caso Silio Romero y Ana Drossos) de 24-11-93
(Caso Simón Hebert Faull) en Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1993, pp. 313-316.

249
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

bre de 1993 (Caso Tribunal Superior de Salvaguarda), en la cual esta-


bleció lo siguiente:
“Establecido lo anterior, debe la Sala dilucidar, no obstan-
te, si la situación planteada por los actos y demostrada en el
expediente se constituye en lesiva de sus derechos o garantías
constitucionales, si es posible satisfacer sus pretensiones por
vía de amparo, la cual consiste, como se transcribió anterior-
mente, en que se “ordene al agraviante la ejecución de presu-
puesto autorizado por el Congreso de la República para el ejer-
cicio fiscal de 1993 correspondiente al Tribunal Superior de
Salvaguarda del Patrimonio Público; y le ordene tomar las dis-
posiciones pertinentes y necesarias, para que se ejecute dicho
presupuesto, de conformidad con la distribución presupuesta-
ria hecha y asignada a este Tribunal por el Congreso de la Re-
pública.”
Para ello, hay tres aspectos determinantes para la proce-
dencia de la acción extraordinaria de amparo constitucional in-
coada, que deben ser considerados especialmente en el caso de
autos: a) si existe algún medio judicial ordinario o preexistente,
idóneo y eficaz, para satisfacer la pretensión del solicitante; b)
si la violación denunciada de derecho y garantías fundamenta-
les se produce realmente en forma directa e inmediata contra la
Carta Magna; y, en definitiva, c) si existe algún verdadero de-
recho subjetivo constitucional de los accionantes que pueda
verse vulnerado por la abstención o negativa del Consejo de la
Judicatura.
En relación con la primera cuestión por resolver, se observa:
a) Antes de la promulgación de ley sobre la materia del
amparo constitucional, la doctrina y la jurisprudencia habían
atribuido entre las principales características del amparo el he-
cho de ser remedio judicial extraordinario o especial que sólo
procede cuando se haya agotado, no existan o sean inoperantes
otras vías procesales que permitan la reparación del daño (Vid.
decisión del 6-8-97, caso: Registro Automotor Permanente).
Consecuente con esa característica, el artículo 6, ordinal 5°,
de la Ley Orgánica de Amparo contempló, como un supuesto
para declarar la inadmisibilidad de esta acción, “cuando el
agraviado haya optado por recurrir a las vías judiciales ordina-
rias o hecho uso de los medios judiciales preexistentes.”

250
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Aun cuando pareciera existir cierto margen de discreciona-


lidad hacia el particular -posibilidad de acudir originariamente
a la vía judicial mediante el amparo constitucional, o mediante
los medios ordinarios- la jurisprudencia de la Sala de Casación
Civil, acogida por la Sala Político-Administrativa, ha interpre-
tado el ordinal transcrito concatenadamente con el primer pá-
rrafo del artículo 5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales, evitando dejar al particular
cualquier posibilidad de elección. De manera que si mediante
otra vía judicial distinta al amparo se puede reparar o restable-
cer la alegada situación jurídica infringida, debe ser esa la utili-
zada y no aquélla (véase decisión Nº 497 del 14-8-90, caso: Pe-
dro Francisco Crespán Muñoz).
Este carácter extraordinario es indispensable para evitar
que el amparo sustituya todo el ordenamiento procesal de de-
recho positivo, el cual ha sido considerado por el legislador
como los medios o procedimientos idóneos y eficaces para ga-
rantizar tanto los derechos en el cumplimiento de los deberes,
por parte de los particulares y del propio Estado.
Por este motivo, el juez constitucional de amparo no debe
admitir esta acción cuando existan otros medios procesales ordina-
rios, a menos que éstos no sean eficaces e idóneos para lograr
los fines pretendidos.
Y para verificar esa situación, conforme se sostuvo en la
misma sentencia del 6-8-87 y se ha reiterado seguidamente “el
análisis determinante (que debe hacer el juzgador), para cata-
logar como paralelo a un medio procesal, se concentra en sus
efectos”; lo cual se traduce generalmente en el medio especial
de los recursos contencioso-administrativos previstos en el ar-
tículo 206 del Texto Fundamental en que, a diferencia de éstos,
la acción de amparo permite al solicitante la obtención del res-
tablecimiento a la situación jurídica lesionada de una forma
inmediata.
Este ha sido el criterio de la Sala, como puede desprender-
se de la decisión del 8 de marzo de 1990, caso: “Luz Magaly Ser-
na Rogeles,” donde se precisó:
“El carácter subsidiario de la acción de amparo ha sido in-
terpretado razonablemente en reiteradas ocasiones por la pro-
pia jurisprudencia de este Alto Tribunal. En tal sentido ha pre-

251
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cisado la Sala que el amparo procede, aun en los casos que


existiendo vías ordinarias para restablecer la situación jurídica
infringida, éstas no son idóneas, adecuadas o eficaces para res-
tablecer dicha situación de manera inmediata. En el caso de au-
tos, aprecia la Corte que se requiere de la inmediatez para resta-
blecer la situación infringida y por ello se justifica la utilización
de este medio sobre cualquier otro. Así se declara” (subrayados
añadidos).
Y en el mismo sentido resulta pertinente citar la sentencia,
también de esta Sala, del 3 de diciembre de 1990, recaída sobre
la acción de amparo interpuesta por la ciudadana Mariela Mo-
rales de Jiménez contra el acto del Ministro de Justicia que la
removió del cargo que desempeñaba estando en estado de gra-
videz, ya que en esa oportunidad se sostuvo que la acción de
amparo “constituye la única vía idónea y eficaz para la protec-
ción constitucional invocada (artículos 74, 76, 84 y 93), pues si
bien existen otras vías ordinarias en sede administrativa y con-
tencioso- administrativa para obtener el restablecimiento de si-
tuaciones jurídicas de esta naturaleza, parece evidente que en
el caso concreto se requiere de un restablecimiento inmediato de
la situación denunciada, ya que se precisa una decisión urgente
que se produzca antes de que desaparezca el supuesto de apli-
cabilidad de la garantía constitucional, y así se declara” (véase
además decisión del 5-12-91, caso: Reina de Jesús Henríquez).
De manera que si bien la procedencia de la acción de am-
paro constitucional está acondicionada por la existencia de otra
vía judicial para lograr el restablecimiento de la situación jurí-
dica infringida denunciada, sin embargo la jurisprudencia ha
admitido que aunque existan medios procesales para tal fin, és-
tos pueden resultar inadecuados, inidóneos e ineficaces cuando
se exige, por las condiciones de cada caso concreto, un resta-
blecimiento inmediato que sólo mediante el amparo constitu-
cional, por su procedimiento breve y sumario, es capaz de al-
canzarse.
En el asunto planteado, puede observarse que no existe
ningún otro medio judicial previsto en nuestro ordenamiento
procesal que resultare operante e idóneo para satisfacer la peti-
ción de los solicitantes, y además que, aún existiéndolo, la de-
mostrada urgencia en la decisión requerida convierte en apto al
amparo constitucional.

252
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En efecto, además de la ineficacia de los medios judiciales


ordinarios existentes, resulta evidente en el caso planteado, la
necesidad de un restablecimiento de la situación denunciada
por los accionantes, ya que, como ellos lo manifiestan, “de con-
formidad con lo establecido en la normativa presupuestaria si
no se compromete el total del presupuesto del Tribunal Supe-
rior de Salvaguarda, la parte no comprometida, que como se-
ñalamos corresponde al 47% del presupuesto total del Tribunal
Superior de Salvaguarda, será reintegrarla al Fisco Nacional,
sin que se puedan satisfacer las exigencias de ajustes de suel-
dos y salarios solicitadas por el personal del Tribunal Superior
de Salvaguarda. Además el Congreso en vista de esta realiza-
ción presupuestaria, procederá a reducir el presupuesto de este
Tribunal para el próximo período correspondiente al ejercicio
fiscal del año 1994. Todo lo cual causará un daño muy grande
al funcionamiento de este Tribunal.”
Por tanto, estando presente el requisito de inmediatez, no
resultan idóneos ni eficaces en el caso concreto las vías judicia-
les ordinarias existentes para resolver los cotidianos conflictos
de intereses entre los particulares y la Administración. 424
En todo caso, en materia de amparo contra actos administrati-
vos este carácter subsidiario ha sido más desarrollado por la juris-
prudencia, por la previsión expresa del artículo 5º de la Ley Orgá-
nica que establece su procedencia “cuando no exista un medio pro-
cesal breve, sumario y eficaz, acorde con la protección constitucio-
nal.” Sobre ello nos referiremos al analizar en particular la acción
de amparo contra actos administrativos.
V. LA NECESARIA CONCILIACIÓN DE LA ACCIÓN DE
AMPARO CON LOS OTROS MEDIOS JUDICIALES DE
AMPARO EN LAS REGULACIONES DE LA LEY ORGÁ-
NICA

1. El planteamiento del problema

Hemos señalado que la Constitución desde 1961 estableció un


derecho de amparo que se materializa, en su ejercicio, a través de la

424 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, pp. 311-313.

253
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

acción de amparo prevista en la Ley Orgánica o a través de otros


medios judiciales de amparo. Por ello, como hemos visto, todos los
Tribunales pueden ser jueces de amparo.
Ahora bien, y particularmente cuando se trata de ejercicio del
derecho de amparo frente a entes estatales, surgía la necesidad de
conciliar la acción de amparo con los medios judiciales de impug-
nación de los actos estatales, que también podían ser vías judiciales
de amparo. Esta preocupación fue la que motivó mi intervención
en el Senado del Congreso de la República, en la sesión del 19 de
noviembre de 1987 cuando se discutió el Proyecto de Ley de Am-
paro que ya había sido aprobado en la Cámara de Diputados, en la
cual planteé lo que estimé era el problema central de dicho instru-
mento jurídico. Dije en efecto en aquella ocasión, que:
“Mediante el establecimiento de una acción de amparo no
puede, ni debe sustituirse el orden judicial y procesal; no debe
sustituirse el control de la constitucionalidad que se ejerce por
las vías que existen; no debe sustituirse el control contencio-
so-administrativo que se desarrolla por las vías que existen; ni
los otros recursos. Al contrario, todas esas vías deben perfec-
cionarse para que sirvan de instrumentos de amparo, y sólo si
no pueden ser medios efectivos de protección constitucional,
entonces, que proceda la acción de amparo en forma “extraor-
dinaria” como lo ha venido estableciendo la jurisprudencia de
la Corte Suprema de Justicia.
Por tanto, el principio debe ser que ese derecho a ser am-
parado —”Los tribunales ampararán,” como dice la Constitu-
ción—, debe ejercerse por todos los medios procesales posibles,
muchos de los cuales hay que perfeccionar, y si no se logra la
efectividad a través de esos medios, entonces, que proceda la
acción de amparo.
De esta forma, técnicamente, quizás no políticamente, el
amparo es un derecho, por lo que desde el punto de vista jurí-
dico y procesal es una pretensión más. Por tanto, más que una
acción en concreto, el amparo es una pretensión que debe for-
mularse con las acciones y recursos que están establecidos en el
ordenamiento jurídico, y si éstos no son efectivos para la pro-
tección constitucional, entonces, debe formularse a través de
una acción autónoma de amparo que es la que estamos bus-
cando regular en esta Ley. Inclusive, ha sido el criterio de la
Corte Suprema de Justicia, en una sentencia muy reciente, del 6

254
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de agosto de 1987, en la cual la Corte señaló: “Lo relevante es


que los efectos que se obtengan por la vía de los recursos ordi-
narios o principales sean los mismos que se pretendan derivar
del ejercicio de la acción de amparo. La acción de amparo bus-
ca proteger el derecho constitucional y restablecer la situación
jurídica infringida.”
Por tanto, lo relevante, como dice la Corte, es que los me-
dios sean efectivos en cuanto al restablecimiento del derecho
violado. Y se refiere la Corte en esa sentencia, que fue la dicta-
da en el célebre caso del RAP, a los llamados medios paralelos
como medios procesales, en cuyo caso el problema se concentra
en los efectos de dichos medios: “Si permiten... (dice la Corte)
...la protección del derecho constitucional, el amparo (como ac-
ción autónoma) no será procedente,” porque se logrará el ampa-
ro por la vía judicial que permita efectivamente el restableci-
miento. Si no hay un proceso idóneo para salvaguardar el dere-
cho constitucional, entonces, —dice la Corte— “se abre el recur-
so o la acción de amparo,” y eso es, justamente, lo que nosotros
tenemos que lograr al regular el derecho de amparo en esa Ley.
Esa es, pienso yo, establecida por la Corte, la doctrina clave
en materia de amparo: que es una pretensión que puede y debe
formularse a través de todos las mecanismos y acciones judi-
ciales que existan, y si éstos no son efectivos para la protección
constitucional, entonces, debe proceder la acción autónoma de
amparo...
Este problema se plantea, con carácter relevante, en mate-
ria de amparo frente a los actos de los órganos estatales (y éste
es el punto que debe preocupar a la Cámara al discutir este
Proyecto de Ley), cuando se trata de hechos, vías de hecho o
acciones materiales de los órganos del Estado, de la Adminis-
tración si son de los particulares, en mi criterio, el Proyecto no
tiene objeción. Las protecciones frente a vías de hecho y actos
materiales de particulares que puedan dar origen al amparo
pueden perfectamente estar regulados y el Proyecto, insisto, no
tendría ninguna observación.
El problema se plantea, por tanto, particularmente frente a
actos estatales, y en concreto, frente a los actos formales del Es-
tado: a las leyes, a los actos de gobierno, a los actos administra-
tivos y a las sentencias. Y esos son, básicamente, los cuatro con-
juntos de actos estatales. Así que quiero referirme muy rápi-
damente a estos aspectos.

255
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

El primero es el tema del “amparo contra leyes,” y vamos a


utilizar la expresión mexicana porque aparentemente, esto es lo
que se deriva del texto del Proyecto de Ley en consideración.
En los países en los cuales no existe el control constitucio-
nal, es decir, donde no existe el control por la vía de recurso o
acción popular de inconstitucionalidad, o por la vía de control
difuso de la constitucionalidad, como sí existe en el caso de
Venezuela; en países donde no existen —insisto— esos contro-
les de constitucionalidad, el “amparo contra leyes” ha venido
desarrollándose. Ese es el caso mexicano, y es también el caso
peruano. Esta norma que en el Proyecto regula el “amparo con-
tra leyes” es una traslación de la ley peruana; pero ¿Por qué eso
está en la ley peruana?, porque en Perú no hay un control de la
constitucionalidad de las leyes tan completo como en nuestro
país, no hay un recurso de inconstitucionalidad como acción
popular, ni hay un control difuso de la inconstitucionalidad tan
generalizado y absoluto como el que se establece en el Artículo
20 del Código de Procedimiento Civil.
Por tanto, la situación es radicalmente distinta en los países
que inspiraron el Proyecto a lo que existe en Venezuela en ma-
teria de control de la constitucionalidad de las leyes y de —va-
mos a decirlo en esa expresión— “amparo contra leyes.”
En Venezuela, de acuerdo al artículo 215 de la Constitu-
ción, se atribuye a la Corte Suprema de Justicia la potestad de
declarar la nulidad de las leyes inconstitucionales, correspon-
diendo el monopolio de la declaratoria de inconstitucionalidad
a la Corte Suprema de Justicia; es el llamado “control concen-
trado de la constitucionalidad” que los países europeos co-
mienzan a descubrir ahora, después de la Segunda Guerra
Mundial. Pero además, en Venezuela existe otro medio de con-
trol de la constitucionalidad, el control llamado “difuso,” regu-
lado en el artículo 20 del Código de Procedimiento Civil y que
permite a cualquier Juez, de cualquier nivel, el considerar una
ley inaplicable en el caso concreto que decide, dando aplicación
preferente a la Constitución. Es el llamado “control difuso de la
constitucionalidad de las leyes.” Ello hace que en nuestra país,
la mezcla del control concentrado con el control difuso sea una
mezcla única en el derecho comparado, y quizás sólo seguida
tal cual en Colombia; pero en ningún otro país de América La-
tina y de Europa existe un control tan amplio de la constitucio-
nalidad de las leyes.

256
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Sin embargo, el Proyecto soslaya la consideración de esta


situación y establece una especie de “amparo contra leyes”
frente a lo cual debe preguntarse: ¿Se quiere sustituir el control
de la constitucionalidad por vía de acción popular que tene-
mos? ¿Se le quieren dar al Juez otros poderes adicionales a los
que establece el artículo 20 del Código de Procedimiento Civil?
Yo, en realidad creo que la regulación correcta en Venezuela
del “amparo frente a leyes,” tendría que lograr en primer lu-
gar, perfeccionar el recurso de inconstitucionalidad para per-
mitir que la Corte Suprema de Justicia, por ejemplo, cuando
conozca de un recurso de inconstitucionalidad de una ley, el
que pueda suspender los efectos de esa ley, en relación al recu-
rrente. Este es el gran descubrimiento del amparo mexicano: la
suspensión de los efectos del acto recurrido por vía de amparo.
Eso es lo que tendríamos que hacer acá, perfeccionar el sistema
existente de acción popular y atribuirle a la Corte la posibili-
dad de suspender los efectos del acto estatal de efectos genera-
les recurrida, en su aplicación al recurrente, para restablecer
inmediatamente la situación jurídica infringida, mientras se
discute la inconstitucionalidad de la ley.
Lo mismo se puede plantear con el “control difuso” de la
constitucionalidad. Si cualquier persona en cualquier juicio,
puede plantearle al Juez una cuestión de inconstitucionalidad,
para que el Juez pueda —en el caso concreto— desaplicar la ley
si la estima inconstitucional, esa pretensión de amparo en cual-
quier juicio debe permitirle al Juez poder también suspender
los efectos de la ley, en el caso concreto, como medida para res-
tablecer la situación jurídica infringida en forma inmediata,
mientras se resuelve el juicio, pues en definitiva cuando el Juez
decida, lo va a hacer sobre la inconstitucionalidad de la ley, pe-
ro para el caso concreto, porque en ese caso, el efecto de su de-
cisión es “inter partes.”
El segundo problema que nos plantea el Proyecto tal como
está, aparte del “amparo contra Leyes,” se refiere al amparo
contra decisiones judiciales. Pienso que debe quedar claro, y en
mi criterio no está claro en el Proyecto, que la pretensión de
amparo de los derechos y garantías contra actos judiciales debe
buscarla el interesado en primer lugar, a través de los recursos
de apelación y vías ordinarias; así en la apelación debe plan-
tearse la pretensión de amparo como tal, y la apelación per se,
salvo expresa disposición, debe tener efectos suspensivos. Pero

257
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

el “amparo contra decisiones judiciales” ya se ha dado en nues-


tro Foro, particularmente en materia de amparo al derecho de
propiedad y ha habido amparo contra medidas de embargo y
amparo contra ejecuciones de hipotecas. Son medidas judicia-
les, por lo que hay que exigir, en primer lugar, que la persona
plantee la pretensión de amparo por las vías de recurso ordina-
rio. Si éstas no existen, o si por cualquier razón se dejaron ven-
cer, entonces, puede recurrirse a la acción autónoma de ampa-
ro, pero hay que plantear la necesidad de que la pretensión de
amparo se formule, ante todo, en las vías ordinarias.
Por otra parte, se plantea el problema de la competencia.
¿Quién conoce de la acción de amparo contra actos judiciales?
De acuerdo al Proyecto de Ley, el Juez de Primera Instancia.
Pienso que tratándose de actos judiciales, en este caso debería
modificarse en algo la competencia y atribuirse la competencia
para conocer de la acción de amparo contra actos judiciales, al
juez que debería haber tenido la posibilidad de revisar la deci-
sión del inferior, de manera de no violentar las jerarquías judi-
ciales.
El tercer aspecto que plantea la ley, aparte del “amparo
contra leyes,” y el “amparo contra actos judiciales,” es el aspec-
to —yo diría también fundamental— del amparo contra los ac-
tos administrativos. Sobre esto hubo una advertencia formula-
da por la Procuraduría General de la República, en una comu-
nicación dirigida hace poco a la Cámara de Diputados, a su
Comisión de Política Interior, de la cual me voy a permitir leer
un párrafo, con la venia del señor Presidente, (Asentimiento).
Dice la Procuraduría, refiriéndose a la disposición del Proyec-
to, que exige un medio procesal breve y sumario —y no efecti-
vo— para la protección, sino breve y sumario pura y simple-
mente, la siguiente: (Lee): “Se acabaría con el ordenamiento
procesal venezolano. De acuerdo con el Proyecto, el amparo
procede siempre —dice la Procuraduría— excepto si la ley
ofrece un medio procesal breve y sumario capaz de proteger el
derecho. Entonces si una pretensión cualquiera en la que esté
involucrado un derecho fundamental, lo que ocurre casi siem-
pre —dice la Procuraduría—...” (Y en efecto es muy difícil por
ejemplo, en materia contencioso-administrativa, que no se
plantee la violación de un derecho constitucional) “no puede
satisfacerse breve y sumariamente, puede utilizarse el amparo
para obtener lo que se pide.” Y concluye un poco apocalípti-

258
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

camente la Procuraduría —apocalipsis el cual no comparto to-


talmente— diciendo: “Ello haría inútil —dice— todas las vías
comunes que establecen las leyes, tales como: El juicio de nuli-
dad de actos administrativos, etc. .”
Esto es particularmente grave en materia administrativa y
creo que esto debe llamar la atención a los señores Senadores.
¿Qué se persigue con el amparo? Restablecer inmediatamente
una situación jurídica infringida. Así nos lo dice el articulo 49
de la Constitución y lo dice el Artículo Primero del Proyecto de
Ley que estamos considerando. ¿Qué se persigue con el recurso
contencioso administrativo contra los actos administrativos?
Lo dice la propia Constitución, artículo número 206: El Juez
puede —y es la pretensión la que va a guiar la decisión del
Juez— restablecer la situación jurídica infringida. Este es el ob-
jeto del juicio contencioso. No podemos soslayar esto.
De manera que si hay un acto administrativo envuelto, el
problema del Proyecto se plantea en cuanto a la compatibilidad
de las vías contencioso-administrativa y de amparo. Insisto, el
problema no se plantea, las dudas que yo quiero traer a las
Cámaras no se plantean, cuando estamos frente a una vía de
hecha, una acción material —el Proyecto es inobjetable en este
campo—; en cambio, el problema se plantea cuando estamos
en presencia de un acto formal, de carácter administrativo, con
todas las formalidades que tiene un acto administrativo de
acuerdo a la Ley de Procedimientos Administrativos.
Si vamos a plantear una pretensión de amparo frente a un
acto administrativo, necesariamente en algún momento tene-
mos que juzgar la legalidad o ilegalidad del acto. No se puede
amparar dejando el acto incólume, porque se está rompiendo
el orden jurídico; en definitiva hay que anular el acto para po-
der amparar efectivamente; no se puede restablecer la situación
jurídica y dejar el acto administrativo como si no hubiera pasa-
do nada. Por eso el artículo 206 de la Constitución habla de la
nulidad del acto y del restablecimiento de las situaciones jurí-
dicas infringidas.
Por tanto, tratándose de amparo contra acto administrati-
vo, no podemos obviar el principio de que el Juez de Amparo,
en primer lugar, tiene que ser el Juez Contencioso-Admi-
nistrativo, no el Juez de Primera Instancia. Ha costado mucho
en nuestro país desarrollar un sistema de control contencio-

259
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

so-administrativo, lo que ha ocurrido durante los últimos trein-


ta o cuarenta años; no tiremos esa experiencia por la borda, uti-
licémosla, aprovechémosla, hagamos del contencioso-adminis-
trativo un efectivo medio de amparo cuando la violación de un
derecho constitucional provenga de un acto administrativo, pe-
ro no acabemos simplemente con el contencioso-adminis-
trativo, buscando establecer el amparo. Vayamos a la acción de
ampara, incluso, frente a actos administrativos, pero cuando no
sea efectivo el medio procesal contencioso-administrativo. Allí
sí, el Proyecto sería inobjetable, pero de entrada no tenemos
por qué poner de lado el sistema contencioso-administrativo.
Esto se plantea particularmente, donde no haya un Tribunal
Contenciosa-Administrativo. En ese caso, si el sistema conten-
cioso no es efectivo para la protección, entonces, se puede acu-
dir a la acción de amparo. Pero donde sí es efectivo y existen
dichos Tribunales, démosle al Juez Contencioso la potestad de
amparar, o si se quiere, perfeccionémosle al Juez Contencioso,
la potestad de amparar, porque esa la tiene en la actualidad, de
manera que con el recurso de anulación se plantee la preten-
sión de amparo.
El problema de la relación entre el amparo y el Contencio-
so-Administrativo, no es nuevo; al contrario, se ha venido
planteando desde hace años; basta recordar una expresión que
utilizaba el doctor Ramón Escovar Salom en el año 1971, en un
libro suyo que se intitula El Juicio de Amparo: “Que habría que
concebir de modo más nítido y preciso la acción de amparo
frente a la Administración, para aquellos casos en que pueda
servir la vía contencioso-administrativa ordinaria y seguir esta
vía, pudiera ocasionar daños irreparables.” Es decir, cuando la
vía contencioso-administrativa ordinaria no sea efectiva para la
protección, entonces, el instituto del amparo debería proceder.
Y señalaba: “El instituto del amparo y el instrumento Conten-
cioso-Administrativa deben por tanto ser complementarios.” Si
se logra la protección y es suficiente por la vía contencio-
so-administrativa, el Juez de Amparo debe ser el Juez Conten-
cioso Administrativo. Si no es suficiente o no es posible, enton-
ces el instituto de amparo, como acción, tal coma está en el
Proyecto de Ley, es la vía adecuada.
Lo dicho, plantea la necesidad y es otra propuesta de ca-
rácter general que formulo, de conciliar el Recurso Contencio-
so-Administrativo con la acción de amparo y hacer que, efecti-

260
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

vamente, la vía contenciosa, sea un medio de amparo. La vía


contencioso-administrativa, de acuerdo a la Constitución, sirve
para el restablecimiento de las situaciones jurídicas infringidas
por los actos administrativos —así lo dice el Texto Constitucio-
nal— y el instrumento para hacer efectivo ese restablecimiento
inmediato de la situación jurídica infringida, es lo que se de-
nomina “la suspensión de efectos de los actos administrativos.”
Lo que tenemos es que, para que sean efectivos los medios de
amparo, agilizar ese mecanismo y perfeccionarlo.
La propia jurisprudencia que se ha venido desarrollando,
ha venido delineando este mecanismo de la suspensión de
efectos de los actos administrativos, como un efectivo medio de
amparo. En efecto, en una sentencia del año 1985, la Corte Pri-
mera de lo Contencioso Administrativo, al hablar de la suspen-
sión judicial de los efectos de los actos administrativos, decía:
“En virtud de su carácter de incidencia breve y sumaria y no
contenciosa, la medida de suspensión jurisdiccional de los efec-
tos de los actos administrativos —dice— participa de la natura-
leza de la acción de garantía y amparo de los derechos ciuda-
danos, y por ello los Jueces de lo Contencioso-Administrativo
también tienen las funciones de protegerlos y por tanto, dentro
de su competencia, asumen estos Jueces la de velar por la pro-
tección de aquellas garantías fundamentales. De modo que si
no se acuerda dicha medida oportunamente, la de la suspen-
sión de efectos y con sumariedad, se desvirtuarían los fines de
protección y de amparo ciudadano que también tienen los re-
cursos de anulación, frente a los actos administrativos.”
En esta forma, la suspensión de efectos en vía administrativa es
el instrumento de amparo para el restablecimiento inmediato de
una situación jurídica infringida. No acabemos con esta institución,
perfeccionémosla, permitamos que el Juez Contencioso, efectiva-
mente, sea un Juez de Amparo; y si no puede efectivamente serlo,
por alguna razón, entonces, que proceda la acción de amparo que
está en el Proyecta de Ley, pero no sustituyamos una por la otra.
Hagamos —insisto— del contencioso-administrativo un efectivo
medio de amparo. De lo contrario, si se aprueba el Proyecto de la
Ley tal como está, en materia contenciosa se plantearía lo que la
propia Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, en otra
sentencia precedente del 26 de enero de 1984, señalaba, y que voy a
comentar con la venia del Presidente. (Asentimiento). Dice: (Lee):
“Cuando frente a una determinada actuación de la Administración

261
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

se prevea un medio específico para controlar la inconstitucionali-


dad o ilegalidad, para obtener el restablecimiento de un derecho a
garantía violado, la acción de amparo —dice— es inadmisible,
porque aparte de los efectos que se aspira conseguir con el Recurso
de Amparo, es posible obtenerlos por las medios específicos de
impugnación, la aceptación general e ilimitada de tal acción haría
inútil e inoperante los remedios jurídicos y judiciales que la Consti-
tución y la Ley prevén oportunamente, y tal sucede —dice la Cor-
te— precisamente con los recursos contencioso-administrativa de
anulación, que de admitirse la acción de amparo sin que el recu-
rrente haya ejercido tales medios, se eliminaría de un solo golpe
todo el sistema de control de la legalidad contemplado en el orde-
namiento jurídico venezolano.” Y la Corte pregunta: “¿De qué ser-
viría mantener los recursos de la jurisdicción contencioso-adminis-
trativa, si los particulares pudieran intentar directamente la acción
de amparo frente a los actos administrativos y no recurrir a la vía
contenciosa, para lograr el amparo?.”
Este es el problema concreto que tenemos por delante y
que creo debe ser considerado por la Cámara. El amparo, como
acción autónoma, tal como lo regula el Proyecto que está en
consideración, debería seguir siendo un medio subsidiario. Si
no hay un medio ordinario o como están funcionando no son
suficientes para proteger el derecho constitucional, debe acu-
dirse a la acción de amparo, pero no debemos regular una ac-
ción de amparo que sustituya de un golpe todos los medios ju-
rídicos, sino todo lo contrario —insisto—; perfeccionar los exis-
tentes, que sigan siendo medios efectivos, y si no lo son, que lo
sean, y si llegan a serlo, que proceda la acción de amparo
En definitiva, lo que se persigue con estas ideas, es ampliar
un poco más la protección y, como lo decía al inicio, hacer más
democrático el Proyecto para que sirva aún más de protección
de los derechos que lo que está previsto en el mismo.”425
A raíz de los anteriores planteamientos, los artículos 3, 4 y 5 del
Proyecto de Ley fueron modificados por el Senado, en particular al
preverse expresamente en el artículo 3º que la acción popular de
inconstitucionalidad de las leyes y actos normativos también puede
ser una vía judicial de amparo; y en el artículo 5°, que el recurso
contencioso-administrativo de anulación contra los actos adminis-

425 Véase Diario de Debates, Senado, sesión del 19-11-87.

262
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

trativos y contra las conductas omisivas de la Administración,


también puede ser una vía judicial de amparo, y hasta cierto punto,
en las localidades donde funcionen tribunales contencioso-admi-
nistrativos, debe ser la vía judicial de amparo.
Todos estos problemas de conciliación de la acción de amparo
con las otras acciones de nulidad de actos estatales, por supuesto,
tienen relación con el carácter subsidiario que se atribuía a la ac-
ción de amparo antes de la sanción de la nueva Ley, y que continúa
teniendo con posterioridad.
2. La “matización” del carácter subsidiario, en general, de la
acción de amparo
Hemos señalado que el carácter subsidiario de la acción autó-
noma de amparo significa que sólo procede si no existen otras vías
procesales que garanticen la protección constitucional o si las que
existen no garantizan efectivamente dicha protección.426
Este carácter subsidiario de la acción de amparo, como antes se
señaló, lo resumió la Sala Político-Administrativa de la antigua
Corte Suprema de Justicia en la sentencia del 6 de agosto de 1987,
dictada con ocasión de revocar la decisión del Tribunal Superior Sex-
to de lo Contencioso-Tributario de 13 de mayo de 1987, relativo al
Caso Registro Automotor Permanente (RAP), al señalar dentro de “los
elementos constitutivos del derecho y de la acción de amparo,” el
siguiente:
“Que el amparo es un remedio extraordinario, que sólo pro-
cede cuando se hayan agotado, no existan, o sean inoperantes
otras vías procesales que permitan la reparación del daño.”427
A pesar de que posteriormente se sancionó la Ley Orgánica de
Amparo, ello no ha cambiado el carácter de subsidiariedad que
atribuimos, no al amparo, sino a la acción autónoma de amparo,
que estimábamos procedía siempre que no se hubieran establecido
legalmente acciones y recursos mediante un procedimiento breve y
sumario con poderes para el juez de amparar derechos fundamen-
tales y restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida,
o que las existentes no fueron adecuadas para tal fin.

426 Véase Allan B. Brewer-Carías, Estado de Derecho y Control Judicial, cit., pp. 628
y ss.
427 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 31, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1987, pp. 83 y ss.

263
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Este carácter subsidiario, se insiste, no es del derecho de ampa-


ro, sino de uno de los medios adjetivos que permite su actualiza-
ción: la acción autónoma de amparo, y que implica que ésta sólo
puede ejercerse cuando las vías procesales ordinarias que existen
no sean suficientes para ello. La subsidiariedad derivaba, por tanto,
del hecho de que la acción autónoma de amparo no era ni es el úni-
co medio adjetivo para ejercer el derecho de amparo, sino que éste
podía y puede ejercerse a través de otros medios o recursos que
establece el ordenamiento jurídico.
Lo subsidiario, procesalmente, por tanto, no es lo mismo que
extraordinario: un medio procesal extraordinario, sólo procede
cuando se han agotado previamente los medios ordinarios, y es
evidente que en este sentido, el derecho de amparo o el amparo
pura y simplemente no pueden tener carácter de remedio extraor-
dinario. Como hemos dicho, el derecho de amparo se puede actua-
lizar a través de muchos medios ordinarios, por lo que se estimaba
que la acción autónoma de amparo sólo se debía ejercer si los me-
dios ordinarios previstos en el ordenamiento no existían o no eran
suficientes para garantizar el derecho. De ello se derivaba que en
realidad, a pesar de que se consideraba a la acción autónoma de
amparo como de carácter subsidiario, la misma en realidad era y es
un medio ordinario de protección de los derechos fundamentales.
Por ello creemos que en realidad, cuando la sentencia comen-
tada y la jurisprudencia hablaban del “amparo como un remedio
extraordinario que sólo procede cuando se hayan agotado... otras
vías procesales” estaba incurriendo en una impropiedad jurídica,
pues eso no era lo que en realidad se había decidido.
En efecto, en la sentencia antes señalada, la Sala Político-Admi-
nistrativa, al comentar la sentencia del Tribunal Superior Conten-
cioso-Tributario que revocó, y que había declarado que “todos los
propietarios de vehículos automotores... no están obligados a pagar
contribuciones por concepto de registro de vehículos de motor,”
señaló que dicha decisión virtualmente dejaba “sin efecto” un acto
administrativo de efectos generales dictado por el Ministerio de
Transporte y Comunicaciones, con carácter erga omnes. Ello, consi-
deró la Corte, constituía una “extralimitación de atribuciones, ya
que el único órgano jurisdiccional en Venezuela constitucional-
mente investido del poder de anular los actos de efectos generales
del Poder Público es la Corte Suprema de Justicia en Pleno (por
inconstitucionalidad) y esta Sala Político-Administrativa cuando
sean tachados de ilegalidad y emanen del Ejecutivo Nacional.”

264
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

El alegato de los apelantes en el caso concreto era que no pro-


cedía la acción autónoma de amparo cuando existía un “recurso
paralelo,” en este caso, el recurso de nulidad.
Sin embargo, frente a ello la Sala decidió que:
“el amparo contemplado en el artículo 49 de la Constitu-
ción si cabe como acción autónoma, a pesar de la existencia de los re-
cursos de nulidad por inconstitucionalidad o ilegalidad, pero para
que sea procedente y no colida con los presupuestos de los re-
cursos de anulación que conducen a la declaratoria de nulidad
del acto cuestionado, la acción de amparo está sometida a es-
pecíficos requisitos y opera dentro de ciertos parámetros.”
Estos los analizó la Sala en la forma siguiente:
“En el capítulo anterior la Corte dejó establecido que la ac-
ción de amparo resulta improcedente cuando existan medios
procesales que permitan obtener los mismos efectos persegui-
dos por el amparo solicitado. Pero, tiene razón el actor To-
rres-Rivero cuando afirma que de acogerse el criterio de que el
amparo no cabe cuando haya acción de nulidad por inconstitu-
cionalidad o ilegalidad, se haría nugatorio el amparo y las per-
sonas quedarían desprotegidas de todo cuanto hagan los Pode-
res del Estado atentando contra el orden jurídico constitucional
y legal, constituyendo el amparo la única vía para remediar rá-
pidamente los daños y perjuicios que se verifiquen en base al
acto cuestionado. En efecto, de aplicarse el principio de la ex-
traordinariedad de la acción de amparo en forma absoluta, se-
ría letra muerta el derecho al amparo consagrado por el constitu-
yente, pues es difícil concebir una situación fáctica que no ten-
ga un medio procesal ordinario de impugnación previsto en el
ordenamiento jurídico.
Es precisamente por esta circunstancia y en aras de atenuar el
rigor de tal principio, que la jurisprudencia se ha encargado de
aclarar que:
“...cuando los medios ordinarios que existen contra los ac-
tos inconstitucionales o ilegales sean insuficientes para reparar el
perjuicio, o no idóneos para evitar el daño o la lesión causada
por tales actos, la acción autónoma de amparo entonces resulta
procedente. Y si a esta idoneidad e insuficiencia se agrega la
incertidumbre en que se coloca al interesado, respecto al ejerci-
cio de un derecho, por la no operatividad inmediata del recur-

265
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

so ordinario o normal contra el acto ilegal, está plenamente jus-


tificado el amparo como pretensión procesal autónoma, que
busca precisamente la protección judicial para que se evite un
daño existente, o se impida uno ciertamente inminente e irre-
parable” (CPCA, 20-2-1936).”
La propia doctrina de la Procuraduría General de la República,
recogida en la sentencia recurrida, participa de similar parecer,
cuando afirma que:
“...solamente se podrá utilizar la acción de amparo cuando
el acto administrativo infrinja inmediata y directamente un de-
recho garantizado por la Constitución; cuando se trate de un
acto o hecho arbitrario, manifiesto e inequívoco, que cause un
gravamen «inmediato o irreparable, que torne inoperante el re-
currir por otra vía, sea administrativa o jurisdiccional.”
Conforme a lo anterior, para que sea dable la concesión de un
mandamiento de amparo, el juez que conoce de la solicitud respec-
tiva debe concretar su examen a la verificación de los siguientes
aspectos:
“1. Que la situación jurídica infringida por el acto, hecho u
omisión de la autoridad pública o del particular, sea viola-
toria en forma directa, manifiesta e incontestable de un de-
recho o garantía constitucionalmente tutelado:
2. Que no exista para el restablecimiento de esa situación ju-
rídica lesionada ningún otro medio procesal ordinario
adecuado; y
3. Que la lesión o el derecho o garantía afectados sean de tal
naturaleza que no podrían ser reparados mediante la utili-
zación de ese medio procesal.”
Luego, en las conclusiones del fallo, la Sala puntualizó para re-
vocar la decisión del Tribunal Superior de lo Contencioso-Tribu-
tario:
“4. Que la acción de amparo propuesta por el Dr. A.L.T.R. y
los adherentes, era improcedente en el presente caso, por
existir en nuestro ordenamiento jurídico un medio proce-
sal ordinario a través del cual se puede lograr el resultado
que con ella se pretendía: la acción de nulidad contra los
actos de la autoridad pública que se consideran violatorios
de derechos o garantías tutelados por la Constitución.

266
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

5. Que, en el caso de autos, la solicitud de amparo no podía


sustentarse ni acordarse en base a la consideración de que
ese medio jurisdiccional ordinario resultaba inoperante por
implicar un procedimiento largo y tardío, pues existe pre-
visión legislativa que contempla tratamiento procedimen-
tal abreviado en los juicios de nulidad que se reputen de
urgente naturaleza.” 428
De lo anterior resulta, por tanto, que en realidad, a pesar de
que la Sala empleó el término “extraordinario,” lo que había resuel-
to definitivamente, era el carácter subsidiario de la acción autónoma
de amparo, lo cual, por otra parte, y como se ha señalado, estaba en
la tradición jurisprudencial venezolana, particularmente en materia
de amparo contra actos administrativos, de manera que éste sólo
procedía para proteger el goce y ejercicio de derechos constitucio-
nales, cuando no existían otras vías judiciales a través de las cuales
pudiera obtenerse la protección necesaria y el restablecimiento de
los derechos subjetivos lesionados, criterio que habíamos conside-
rado de particular importancia en materia contencioso-adminis-
trativa y de amparo frente a los actos administrativos. De ello resul-
taba, por supuesto, no que se negara la acción de amparo constitu-
cional contra los actos administrativos, sino que frente a éstos, el
recurso contencioso-administrativo de anulación podía ser el me-
dio judicial de amparo constitucional.
Por ello, el criterio de la Corte Primera de lo Contencioso Ad-
ministrativo, desarrollado en la Sentencia de 25 de enero de 1984,
en la cual planteó lo siguiente:
“En efecto, cuando frente a determinada actuación de la
Administración se prevea un medio específico para controlar
su inconstitucionalidad o ilegalidad, para obtener el restable-
cimiento de un derecho o garantía violado, la acción de amparo
es inadmisible, porque aparte de que los efectos que se aspira a
conseguir con el recurso de amparo es posible obtenerlos con el
medio específico de impugnación, la aceptación general ilimi-
tada de tal acción haría inútil e inoperante los remedios jurídi-
cos y judiciales que la Constitución y las leyes prevén ordina-
riamente. Tal sucede con los recursos administrativos, la acción
de inconstitucionalidad y los recursos contencioso-administra-
tivos de anulación que, de admitirse la acción de amparo, sin

428 Idem.

267
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

que el recurrente haya ejercido tales medios de impugnación,


se eliminaría de un solo golpe todo el sistema de control de la
legalidad contemplado en el ordenamiento jurídico venezo-
lano. En efecto, ¿de qué serviría seguir manteniendo los recur-
sos administrativos y la jurisdicción contencioso-administrativa,
si los particulares pudieran intentar directamente la acción de
amparo frente a los actos administrativos? ¿Para qué continuar
regulando los recursos administrativos y las acciones de nuli-
dad por inconstitucionalidad e ilegalidad de los actos de los
poderes públicos y la tramitación de los juicios de tales accio-
nes, si su anulación pudiera obtenerse principalmente por la
vía del amparo? La consagración absoluta e ilimitada del am-
paro sacudiría los cimientos mismos del sistema jurídico del
país, que ha causado estado, ya no habría seguridad y certeza
alguna, ni mucho menos estabilidad. Piénsese en aquellos pro-
cedimientos como el de despidos injustificados o de protección
a la inamovilidad laboral, si después de acordado un reengan-
che por una Comisión Tripartita o por un Inspector del Traba-
jo, en lugar de ejercer la apelación ante la Comisión de Segun-
da Instancia o ante el Ministerio del Trabajo, el patrono acudie-
ra directamente ante esta Corte por la vía del amparo constitu-
cional a solicitar su anulación. Además de la indefensión que
se causaría al beneficiado con el reenganche, se estarían elimi-
nando instancias ordinarias y los trámites normales que deben
seguir los órganos naturales para revisar las actuaciones de sus
subalternos y sus propias decisiones, creándose como regla ge-
neral un régimen de excepción en materia jurisdiccional, repre-
sentado por un juicio breve y sumario y por una acción extra-
ordinaria.
Pero por otra parte, la consagración ilimitada y absoluta de
la acción de amparo, convertiría a los Tribunales en órganos
ordinarios de la actividad y actuación administrativa, es decir,
en órganos de alzada, al que constantemente acudirían los par-
ticulares para que se les restablecieran sus derechos, perdién-
dose de este modo uno de los fundamentos del principio de la
legalidad administrativa cual es la potestad o poder de auto-
control, de la propia Administración y, en concreto, de su fa-
cultad de revisión de la actividad de los órganos administrati-
vos. Tal potestad y facultad, además de inútiles, serían innece-
sarias y terminarían siendo erradicadas del ordenamiento. De
este modo operaría en la práctica una derogación de la Ley Or-

268
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

gánica de la Corte Suprema de Justicia, en lo atinente a la juris-


dicción contencioso-administrativa, trastocándose el régimen
normal y ordinario de los procedimientos administrativos y de
los juicios de nulidad, de un modo tal que lo corriente sería en-
tonces los juicios sumarios y los jueces se convertirían en jueces
de excepción y no en jueces naturales.
Por las razones anteriores, la propia jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia ha consagrado el carácter extraordi-
nario de la acción de amparo, cuando en sentencia de su Sala
Político-Administrativa de fecha 26-04-71, asentó que, califica-
da de acto administrativo determinada medida de una autori-
dad, “es obvio que el interesado puede recurrir ante la Corte si
considera que el acto es nulo por inconstitucionalidad o ilega-
lidad” y que, por lo tanto, los Tribunales “no pueden conocer
de recursos de amparo contra tales actos” (Gaceta Oficial N°
1.478 Extraordinario de 16-07-71). Además, en sentencia de fe-
cha 14 de diciembre de 1970, cuyos fundamentos se reprodu-
cen en el Acuerdo con fuerza obligatoria dictado por la Sala
Político-Administrativa, en fecha 24 de abril de 1972, el máxi-
mo Tribunal señaló que constituye grave extralimitación de
atribuciones de los Tribunales el que éstos sustancien y deci-
dan, por el procedimiento breve y sumario del amparo, la in-
constitucionalidad e ilegalidad de los actos administrativos. Es-
to significa, agrega esta Corte, que sólo por la vía de los recur-
sos de anulación pueden los Tribunales Contencioso-Adminis-
trativos anular tales actos y restablecer las situaciones jurídicas
lesionadas, conforme lo ordena el artículo 206 de la Constitu-
ción y no por la vía de la acción constitucional a que se contrae
el artículo 49 del mismo texto constitucional. En consecuencia,
como lo estableció el máximo Tribunal, en la citada sentencia
da su Sala Político-Administrativa de fecha 14 de diciembre de
1970: “Pero el derecho de obtener la actuación de los Tribuna-
les mediante las acciones o recursos que establece la ley, debe
ser ejercido con arreglo a las disposiciones de ésta, pues aun-
que todas las Cortes y Juzgados de la República están investi-
dos de jurisdicción, su competencia y actuación está limitada a
determinados casos y regulada por procedimientos que varían
de acuerdo con la naturaleza de la acción y que, en su conjunto,
constituyen la garantía procesal por excelencia del derecho de
defensa que la Constitución consagra” En razón de ello, “el de-
recho de utilizar los órganos de la administración de justicia

269
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

para la defensa de sus derechos e intereses,” debe necesaria-


mente ser ejercido por todos “en los términos y condicionas es-
tablecidos por la Ley” (artículo 68 ejusdem), o lo que es lo mis-
mo, en los Tribunales, en las oportunidades y conforme al mo-
do de proceder instituido en cada caso por el legislador.”
En congruencia con lo expuesto, no puede esta Corte, por
la vía del amparo, revocar o anular la medida dictada por el
Consejo de Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, por tra-
tarse de un acto administrativo frente al cual el interesado dis-
ponía de los recursos administrativos y de las acciones de nu-
lidad, siendo por esta razón improcedente la acción de amparo
frente a la decisión dictada por dicho Consejo de fecha 14 de
septiembre de 1983, y que le fuera comunicada al accionante en
fecha 19 del mismo mes y año. En efecto, siendo como es el re-
curso de amparo una acción no prevista en el ordenamiento
constitucional de nuestro país como un medio sustitutivo de
control de la legalidad de los actos administrativos por la vía
de los recursos administrativos o por la vía del contencioso-
administrativa, la acción de amparo en contra de la citada me-
dida resulta improcedente, y así se declara.429
Conforme a lo anterior, y existiendo frente a los actos adminis-
trativos los recursos contencioso-administrativos de anulación, se
entiende por qué la propia Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo en sentencias de 1982 consideró en concreto, la decisión de
suspensión de los efectos de los actos administrativos conforme al
artículo 136 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, co-
mo “el ejercicio de un recurso de amparo contra una actuación de la
Administración cuya ilegalidad es discutida por el administrado.”430
3. La tesis de procedencia de la acción autónoma de amparo
contra actos administrativos en caso de insuficiencia de la
vía contencioso administrativa
Sin embargo, en casos excepcionales que el juez contencio-
so-administrativo debe apreciar, si el recurso “contencioso-admi-

429 Véase Revista de Derecho Público, Nº 17, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1983, pp. 182-185.
430 Véase Sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de
27-5-82, 7-6-82 y 21-7-82 en Revista de Derecho Público, Nº 11, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas 1982, pp. 170-172.

270
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

nistrativo resulta insuficiente o no constituya un medio lo suficien-


temente rápido y reparador,”431 el mismo juez contencioso-adminis-
trativo puede admitir la acción de amparo, como acción autónoma,
pero en nuestro criterio, no para anular el acto administrativo que
viole el derecho constitucional, sino para amparar la situación jurí-
dica subjetiva lesionada. Este fue el criterio sostenido por la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo en sentencia de 14 de
agosto de 1985, en la cual frente a un acto administrativo de desti-
tución de una funcionaria de una Asamblea Legislativa en estado
de gravidez, la Corte admitió la procedencia de recurso de amparo
temporal, en los siguientes términos:
“ . . . cuando los medios ordinarios no pueden reparar los
posibles perjuicios causados por los efectos inmediatos de una
actuación administrativa, tratándose de derechos constitucio-
nales como en el presente caso, en el cual la recurrente solicitó
el amparo para que se le garantizara la protección que le reco-
noce la Constitución por su estado de gravidez, si se espera a
que finalice la vía administrativa, para que se extinga el acto
que la afectó y luego que culmine el respectivo juicio conten-
cioso-administrativo que declare su nulidad, no sería posible
proteger derecho alguno derivado del embarazo, que por ra-
zones naturales y biológicas tiene un período determinado, en
razón del tiempo transcurrido. Por esta causa, en casos como el
presente, para la protección de la madre embarazada, es pro-
cedente solicitar un amparo constitucional no para que se anule
un acto supuestamente ilegal, sino para que hasta tanto se resuel-
va definitivamente acerca de la ilegalidad de la actuación administra-
tiva impugnada, se proteja la maternidad. En efecto, el medio
ordinario en el caso presente, los recursos administrativos y
dentro de ellos la suspensión en vía administrativa de la deci-
sión cuestionada e inclusive la acción de nulidad, no podrán
proteger el derecho constitucional reclamado por la recurrente,
por cuanto el proceso de embarazo es un hecho biológico que
no admite suspensiones o interrupciones, y mucho menos es-
perar, y por ello, aquellos recursos ya no pueden calificarse de
ordinarios, porque no pueden reparar de inmediato el perjuicio
que sufre una madre embarazada que es separada de su em-
pleo.”432

431 Véase R. Escovar Salom, El amparo en Venezuela, Caracas, 1971, p. 76.


432 Véase Sentencia de 14-8-85 (Caso D. Luna de Gutiérrez). Este criterio ha sido
ratificado por la misma Corte Primera en sentencias de 17-12-85 y 20-02-86.

271
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por tanto, si bien el principio general de que el medio de am-


paro frente a actos administrativos es el recurso contencio-
so-administrativo, en casos como el indicado, cuando éste, como
medio ordinario no puede dar la protección requerida, el juez debe
admitir el amparo, no para anular el acto administrativo que viole
el derecho, sino para proteger el mismo mientras se dilucida su
ilegalidad. En el caso mencionado, el amparo o protección conce-
dida a la funcionaria en estado de gravidez, dijo la Corte Primera
“cesa al terminar el período post-natal” y en todo caso, “no produ-
ce cosa juzgada respecto a la validez o no del acto impugnado.”433
Esta doctrina se recogió de nuevo por la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo en sentencia de 13 de febrero de 1986,
en la cual al ratificarse la doctrina de la sentencia citada de 14 de
agosto de 1985, en el sentido de que si bien en principio, “el ampa-
ro es un recurso subsidiario que cede ante uno principal, y que por
ello no puede constituir el medio normal de dilucidar controversias
respecto a la legalidad de la actuación de los Poderes Públicos,”
ello no obsta para que se admita la procedencia de la acción autó-
noma de amparo ante “la insuficiencia de los medios principales, y
la no posibilidad de restablecer la situación jurídica infringida de
inmediato, como lo ordena el Constituyente, o sea, la eliminación
de un daño inminente, actual, e irreparable.” Incluso, dijo la Corte,
“el agotamiento de todos los medios pertinentes sin que haya sido
posible obtener la protección o el respeto de la garantía o el dere-
cho violado, a juicio de esta Corte, hacen procedente el amparo
como medio de protección especial.”434
Toda esta doctrina de la subsidiaridad de la acción de amparo
fue incluso resumida por la propia Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo en sentencia de 20 de febrero de 1986, en la cual
expuso lo siguiente:
“De acuerdo a la sentencia de esta Corte de fecha 10-08-85,
el carácter excepcional y residual del amparo como acción judi-
cial especial, “sólo se atenúa en los casos en los cuales existe
imposibilidad de obtener la satisfacción del derecho lesionado

Véase en Revista de Derecho Público, N° 25, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-


racas, 1986, pp. 117-122.
433 Idem.
434 Véase sentencia de 13-2-86, caso Federación Venezolana de Tiro, Revista de Dere-
cho Público, Nº 25, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 114.

272
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

por las vías normales que el orden jurídico establece.” Igual-


mente manifestó esta misma Corte en sentencia de fecha
17-12-85, que “si bien el amparo tiene naturaleza extraordina-
ria, sin embargo, ante la circunstancia específica que obliga a la
protección inmediata del derecho lesionado cuya daño se
transformaría en irreparable si no se le otorgase en tal forma la
tutela, se admite su procedencia.” Estas dos decisiones, y espe-
cialmente la última, precisaron la jurisprudencia de esta Corte
que consagró el carácter subsidiario de dicha acción, en senten-
cia de fecha 17-01-85 y 26-09-85. Ahora bien, en esta oportuni-
dad la Corte precisa aún más su doctrina respecto a la proce-
dencia del amparo, en el sentido de aclarar que por el fin que
persigue la Constitución en su artículo 49, de la inmediata pro-
tección de las garantías constitucionales, y en concreto de lo-
grar el restablecimiento oportuno de las situaciones jurídicas
infringidas, cuando los medios ordinarios que existen contra los ac-
tos inconstitucionales o ilegales, sean insuficientes para reparar el
perjuicio, o no idóneos para evitar el daño o la lesión causada, por ta-
les actos, la acción autónoma de amparo, entonces resulta procedente.
Y si a esta inidoneidad o insuficiencia se agrega la incertidum-
bre en que se coloca al interesado respecto al ejercicio de un
derecho, por la no operatividad inmediata del recurso ordina-
rio o normal contra el acto ilegal, está plenamente justificado el
amparo como pretensión procesal autónoma, que busca preci-
samente la protección judicial para que se evite un daño exis-
tente, o se impida uno ciertamente inminente o irreparable.”435
Ahora bien, esta característica atribuida a la acción autónoma
de amparo, de ser subsidiaria en el sentido de que sólo procede
cuando no hay otra vía procesal que permitiera ejercer el derecho
de amparo, es de particular importancia para configurar el recurso
contencioso administrativo de anulación, también, como una vía
judicial de amparo, como en efecto lo es.
4. La vía contencioso-administrativa de anulación como vía
judicial de amparo y el régimen de la Ley Orgánica
En efecto, de acuerdo a la doctrina jurisprudencial antes seña-
lada, configurada antes de la entrada en vigencia de la Ley Orgáni-

435 Sentencia de 20-2-86, caso H. Romero Muci, Revista de Derecho Público N° 25,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 122.

273
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ca de 1988, cuando la violación de un derecho constitucional la


produce un acto administrativo, el derecho de amparo, previsto en
el artículo 49 de la Constitución se debía ejercer a través del recurso
contencioso-administrativo de anulación, y no mediante la acción
autónoma de amparo, que, como hemos señalado, se consideraba
tenía carácter subsidiario. Sólo los órganos de la jurisdicción con-
tencioso-administrativa tienen competencia jurisdiccional para
declarar la nulidad de actos administrativos, por lo que sólo éstos
pueden dar amparo definitivo a derechos fundamentales cuando
resulten violados por actos administrativos pues ello tiene que im-
plicar necesariamente, la declaración de nulidad del acto por in-
constitucionalidad.
Tal como lo indicó la muchas veces citada sentencia de la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo de 25 de enero de 1984,
“cuando frente a determinada actuación de la Administra-
ción se prevea un medio específico para controlar su inconsti-
tucionalidad o ilegalidad, para obtener el restablecimiento de
un derecho o garantía violado, la acción de amparo es inadmi-
sible, porque... los efectos que se aspiran conseguir con el re-
curso de amparo es posible obtenerlos con el medio específico
de impugnación.436
Consecuencialmente, como la misma Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo lo indicó, en sentencia de 17 de enero de
1985, la procedencia de la acción autónoma de amparo,
“solamente puede acordarse ante el supuesto concreto de
la inexistencia de otros recursos administrativos o judiciales,
ordinarios o especiales, que puedan alcanzar el fin perseguido
con el amparo.”
Por tanto, concluyó la Corte Primera en esta misma decisión:
“por vía del recurso de amparo no se puede suspender ni
revocar un acto administrativo, contra el cual la solicitante dis-
pone de vías específicas para impugnarlos y de ser procedente
puede lograr además la suspensión de sus efectos tempora-
les.”437

436 Revista de Derecho Público, Nº 17, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1984,
p. 183.
437 Revista de Derecho Público, Nº 21, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985,
p. 40.

274
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por tanto, cuando la violación del derecho constitucional cuyo


amparo se buscaba, la producía un acto administrativo, no proce-
día la acción autónoma de amparo sino que el medio judicial de
amparo se consideraba que era, en principio, el recurso contencio-
so-administrativo de anulación, a través del cual, como lo señalaba
la jurisprudencia, se podía lograr el mismo fin perseguido con una
acción autónoma de amparo.
En efecto, cabe preguntarse: ¿Cuál es, en efecto, el fin perse-
guido con una acción de amparo? Por supuesto, como lo dice el
artículo 49 de la Constitución, el restablecimiento inmediato de la si-
tuación jurídica infringida, para lo cual es necesario un procedimien-
to breve y sumario. Ahora bien, conforme al artículo 206 de la
Constitución y 131 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Jus-
ticia, los Tribunales contencioso-administrativos, a través del re-
curso de anulación tienen competencia, además de para anular el
acto recurrido, para restablecer la situación jurídica subjetiva lesionada
por la actividad administrativa, lo que es la misma finalidad del
amparo cuando el acto recurrido viola un derecho constitucional.
El juez puede, así, además de anular el acto, adoptar decisiones
contentivas de mandatos de hacer o deshacer o de no hacer (prohi-
biciones) dirigidas a la autoridad administrativa y, además, cuando
sea posible, restablecer directamente el derecho infringido.
Ahora bien, la Ley Orgánica de Amparo, si bien ha precisado
los contornos de la acción autónoma de amparo conforme a la doc-
trina jurisprudencial a la que hemos hecho referencia, sin embargo,
hasta cierto punto conserva el carácter subsidiario de la acción de
amparo autónoma contra violaciones a los derechos producidas
por actos administrativos, cuando la protección pueda lograrse por
la vía contencioso-administrativa.
Es decir, cuando un acto administrativo produce la violación
de un derecho fundamental, y el lesionado se encuentre en una
localidad en la cual exista un Tribunal de la jurisdicción contencio-
so-administrativa, la acción de amparo debe ejercerse conjunta-
mente con el recurso contencioso-administrativo, por ser ésta, de
acuerdo a la misma Ley Orgánica, un “medio procesal breve, su-
mario y eficaz, acorde con la protección constitucional” (Art. 5º),
salvo que conforme al procedimiento aplicado al caso concreto, no
sea efectivo para la protección constitucional solicitada.
En efecto, el artículo 5º de la Ley Orgánica establece como regla
general que “la acción de amparo procede contra todo acto admi-

275
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

nistrativo... que viole o amenace violar un derecho o garantía cons-


titucionales, cuando no exista un medio procesal breve, sumario y
eficaz, acorde con la protección constitucional,” por lo que si tal
medio existe, la acción autónoma de amparo no procede. Esto es, ni
más ni menos, que la consagración formal del carácter subsidiario
de la acción autónoma de amparo frente a los actos administrati-
vos, para el caso de que el recurso contencioso-administrativo de
anulación contra los mismos pueda servir de “medio procesal bre-
ve, sumario y eficaz, acorde con la protección constitucional.”
¿Y cuándo sucede esto? En principio, cuando en la localidad
exista un Tribunal con competencia contencioso-administrativa.
Así, el artículo 5° de la Ley Orgánica señala que la acción de ampa-
ro puede ejercerse conjuntamente con el recurso contencio-
so-administrativo de anulación de actos administrativos, en cuyo
caso el juez contencioso administrativo debe proceder en forma
breve, sumaria, efectiva y conforme al procedimiento previsto en la
Ley Orgánica, y si lo juzga procedente para la protección constitu-
cional, debe suspender los efectos del acto recurrido como garantía
de dicho derecho constitucional violado, mientras dure el juicio de
nulidad.
En esta forma, como el derecho de amparo requiere la inmedia-
tez en la protección, para lo cual un procedimiento breve y sumario
es necesario, cuando se ejerza la acción de amparo conjuntamente
con el recurso contencioso-administrativo, ella está prevista en el
procedimiento contencioso-administrativo, con los poderes del juez
para suspender los efectos del acto administrativo violatorio de un
derecho constitucional, in limine litis, lo que implica el restableci-
miento inmediato del derecho vulnerado, sin perjuicio de que el
juicio de nulidad del acto administrativo continúe en sus etapas
ordinarias.438
La propia Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, en
varias decisiones de 1982 había reconocido en la posibilidad de
suspensión de los efectos de los actos administrativos recurridos en

438 No existe, por tanto contradicción alguna entre el carácter del recurso con-
tencioso-administrativo como vía judicial de amparo contra actos administra-
tivos y el necesario carácter de breve y sumario del procedimiento de amparo
previsto en el artículo 49 de la Constitución, como lo sugiere H. Rondón de
Sansó al formular críticas a nuestro criterio. Véase “El amparo constitucional
en Venezuela.” Revista, de Derecho Público, N° 26 Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1986.

276
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

vía contencioso-administrativa, una garantía similar al recurso de


amparo,439 criterio que ratificó y amplió en sentencia de 27 de mar-
zo de 1985, al señalar:
“ . . . en virtud de su carácter de incidencia breve, sumaria
y no contenciosa, la medida de suspensión judicial de los actos
administrativos participa de la naturaleza de las acciones de
garantía y amparo de los derechos de los ciudadanos, y por
ello, los jueces de lo contencioso-administrativo también tienen
la función de protegerlos, y por tanto, dentro de su competen-
cia asumen la de velar por la protección de aquellas garantías
fundamentales, de modo que si no se acuerda dicha medida
oportunamente y con sumariedad, se desvirtuarían los fines
proteccionistas y de amparo ciudadano, que también tienen los
recursos de anulación frente a los actos administrativos a los
cuales se les imputa ilegalidad. También a través de estos actos
pueden afectarse garantías constitucionales, y si no se prevé su
restablecimiento provisional, mientras transcurre el juicio, du-
rante el cual se va a determinar si en verdad deben o no anu-
larse tales actos, la vigencia del Estado de Derecho se vería de-
bilitada.”440
Por supuesto, es claro que el amparo en ningún caso se reduce
a la adopción de medidas cautelares o provisionales ni se agota con
ellas. Lo mismo sucede en materia contencioso-administrativa de
anulación y amparo: la suspensión de efectos del acto recurrido, si
bien restablece de inmediato el derecho infringido, no agota el pro-
cedimiento, pues debe juzgarse la ilegalidad e ilegitimidad (nuli-
dad) del acto recurrido. El juez contencioso-administrativo como
juez, además, de amparo, en la definitiva deberá declarar la ilegi-

439 En sentencias de 27-5-82, 21-7-82 la Corte Primera (Ponentes A. Quintana, y


P. M. Reyes) había calificado la suspensión de efectos de los actos administra-
tivos como “el ejercicio de un recurso de amparo contra una actuación de la
Administración cuya ilegalidad es discutida por el Administrado.” Véase en
Revista de Derecho Público, N° 11, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1982,
pp. 170, 171 y 172.
440 Sentencia de 27-3-85 (Caso B. Ramírez Monagas, Ponente R. J. Duque Corre-
dor), Revista de Derecho Público, Nº 22, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1985, pp. 179-181.

277
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

timidad e ilegalidad del acto recurrido y tomar las providencias


necesarias para proteger los derechos amparados.441
En todo caso, con las decisiones mencionadas de la Corte Pri-
mera de lo Contencioso Administrativo y las previsiones de la
nueva Ley Orgánica, se confirma nuestro criterio de que el recurso
contencioso administrativo de anulación es una vía judicial para el
ejercicio del derecho de amparo previsto en el artículo 49 de la
Constitución, cuando la violación del derecho constitucional cuyo
amparo se busca la produce un acto administrativo, y existan Tri-
bunales contencioso-administrativos en la localidad respectiva.
Quedan a salvo, por supuesto, los casos en los cuales la protección
del derecho constitucional no pueda ser amparado por la vía con-
tencioso-administrativa, en cuyo caso se abriría la acción autónoma
de amparo, pero sin que por dicha vía se puedan anular los actos
administrativos.
En todo caso, para que pueda ser completamente efectiva la
protección y amparo de derechos constitucionales por vía del re-
curso contencioso-administrativo de anulación, la Ley Orgánica ha
previsto algunos correctivos en el procedimiento del mismo, por
ejemplo, al ampliar la procedencia de la suspensión de efectos de
los actos impugnados en forma más expedita, cuando se alegue
violación de un derecho constitucional, es decir, la nulidad absolu-
ta del acto recurrido; al eliminar el lapso de caducidad de seis (6)
meses para la impugnación de los actos administrativos violatorios
de derechos y garantías constitucionales que son nulos, de nulidad
absoluta, conforme lo establece el artículo 46 de la Constitución: y
al eximir al recurrente de la necesidad de agotamiento previo de la
vía administrativa para ejercer el recurso de nulidad y amparo. En
este sentido, el párrafo único del artículo 5° de la Ley Orgánica
establece que:

441 En ningún caso hemos entendido que en el contencioso-administrativo el


amparo queda reducido a la suspensión de efectos, como lo sugiere H. Ron-
dón de Sansó malinterpretando nuestra tesis. Véase “El amparo constitucio-
nal en Venezuela,” loc. cit. En realidad, quien ha escrito sobre el tema indi-
cando que “el amparo no tiene carácter de pronunciamiento de fondo” es H.
Rondón de Sansó, en “Consideraciones generales sobre el Recurso de Ampa-
ro,” Revista de Derecho Público, Nº 21 Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
p. 63, aun cuando en el trabajo “El amparo constitucional en Venezuela,”
1985, loc. cit., rechaza su carácter sólo cautelar.

278
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“Cuando se ejerza la acción de amparo contra actos admi-


nistrativos conjuntamente con el recurso contencioso-adminis-
trativo de anulación que se fundamenta en la violación de un
derecho constitucional, el ejercicio del recurso procederá en
cualquier tiempo, aun después de transcurridos los lapsos de
caducidad previstos en la ley; y no será necesario el agotamien-
to de la vía administrativa.”
Por tanto, cuando se ejerza la acción de amparo contra actos
administrativos, conjuntamente con el recurso contencioso-admi-
nistrativo de anulación, no opera la causal de inadmisibilidad pre-
vista en el ordinal 4° del artículo 6° de la Ley Orgánica en casos de
“consentimiento expreso” cuando hubieran transcurrido seis (6)
meses después de la violación o amenaza al derecho protegido.
Por tanto, en relación a la existencia del requisito legal del lap-
so de caducidad para la admisibilidad del recurso contencio-
so-administrativo de anulación, conforme a la Ley Orgánica, si se
trata de actos administrativos nulos de nulidad absoluta, violato-
rios de derechos constitucionales, no puede haber caducidad del
recurso contencioso-administrativo por tratarse precisamente de
una vía de amparo. Por tanto. el “recurso contencioso-adminis-
trativo de anulación y amparo” se podría intentar contra el acto
administrativo inconstitucional y nulo en los términos del artículo
46 de la Constitución en cualquier tiempo. Sin embargo, en otros
casos, como por ejemplo en materia de actos de trámite, que por no
ser definitivos no son susceptibles de recursos contencioso-admi-
nistrativos de anulación, si violan un derecho fundamental podrían
ser objeto de una acción autónoma de amparo. En estos casos, por
no ser definitivos, estos actos no serían recurribles en vía conten-
cioso-administrativa, pero si son violatorios de derechos constitu-
cionales contra ellos procedería la acción autónoma de amparo.
En definitiva, frente a los actos administrativos, el amparo de
los derechos constitucionales se puede lograr a través del recurso
contencioso-administrativo de anulación, que es un medio judicial
de amparo, resultando inadmisible intentar contra ellos la acción
autónoma de amparo, cuando exista un juez contencioso adminis-
trativo en la localidad, por ser la vía contencioso-administrativa de
anulación y amparo, conforme a la propia Ley Orgánica, un medio
procesal breve, sumario y eficaz, acorde con la protección constitu-
cional. Si en relación al caso concreto, sin embargo, no lo es, enton-
ces sí procedería la acción autónoma de amparo.

279
CUARTA PARTE
LA COMPETENCIA JUDICIAL EN
MATERIA DE AMPARO

De acuerdo con el artículo 27 de la Constitución de 1999, y en


virtud de que el amparo está concebido como un derecho ciudadano
a la tutela judicial efectiva de sus derechos constitucionales, más que
como un solo medio procesal específico o garantía de los derechos,
puede decirse que todos los jueces de la República pueden ser com-
petentes para conocer de una acción o pretensión de amparo.
Ahora bien, en relación con la competencia judicial para cono-
cer del amparo, conforme a la Ley Orgánica, la misma está condi-
cionada por las dos modalidades de ejercicio del derecho de ampa-
ro: sea en forma conjunta con otra acción o recurso o como acción
autónoma.
En el primer caso, de ejercicio conjunto de la pretensión de
amparo junto con una acción de inconstitucionalidad, conforme al
artículo 3 de la Ley Orgánica; con una acción contencioso adminis-
trativa, conforme al artículo 5 de la Ley Orgánica; o con cualquier
otra acción o medio judicial, conforme al ordinal 5 del artículo 6º de
la Ley Orgánica, el tribunal competente para conocer de la preten-
sión de amparo, sin duda, es el tribunal competente para conocer
de la acción principal; es decir, en el caso del artículo 3 de la Ley
Orgánica, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo; en el caso
del artículo 5º de la Ley Orgánica, el tribunal de la jurisdicción con-
tencioso administrativa que sea competente para conocer de la nu-
lidad del acto administrativo impugnado; y en el caso del ordinal
5º del artículo 6º de la Ley Orgánica, el tribunal competente para
conocer de la acción o medio procesal al cual se acumule la preten-
sión de amparo.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En todos esos casos de pretensión de amparo acumulada a


otras acciones o medios judiciales, por tanto, la competencia judi-
cial para conocer de la solicitud de amparo está resuelta en la pro-
pia Ley Orgánica. Es en los casos de ejercicio de la acción autóno-
ma de amparo en los cuales, sin embargo, se han planteado diver-
sas interpretaciones para definir la competencia judicial, en aplica-
ción del artículo 7 de la Ley Orgánica.
I. EL PRINCIPIO LEGAL DE LA COMPETENCIA JUDICIAL:
LOS TRIBUNALES DE PRIMERA INSTANCIA
El principio fundamental de la competencia judicial en materia
de amparo está establecido en el artículo 7 de Ley Orgánica, que
establece:
“Artículo 7. Son competentes para conocer de la acción de
amparo, los Tribunales de Primera Instancia que lo sean en la
materia afín con la naturaleza del derecho o de la garantía
constitucionales violados o amenazados de violación, en la ju-
risdicción correspondiente al lugar donde ocurriere el hecho,
acto u omisión que motivaren la solicitud de amparo.
En caso de duda, se observarán, en lo pertinente, las nor-
mas sobre competencia en razón de la materia.”
Se establece así, como principio rector para dilucidar la compe-
tencia, el criterio de la afinidad entre la materia natural del juez y los
derechos o garantías denunciados como lesionados. Como lo señaló la
antigua Corte Suprema de Justicia:
“[…] de manera que el juez competente para conocer de la
acción es el que se encuentre mayormente familiarizado o es-
pecializado con el contenido de esos derechos, con el fin de al-
canzar así una mayor efectividad de la institución.”442

442 Véase la sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 16–11–89 (Caso: Copei–Julio Cesar Moreno), Revista de Derecho
Público, Nº 40, Editorial Jurídica Venezolana Caracas, 1989, p. 96, también ci-
tada en sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 17–2–93 (Caso: Aseguradora Nacional Agrícola), Revista de Dere-
cho Público, Nº 53–54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1994, pp. 246–
247; y en sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político
Administrativa de 27–5–93, Revista de Derecho Público, Nº 53–54, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1994, p. 237.

282
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En todo caso, es evidente que cuando el artículo 7 de la Ley


Orgánica hace referencia a “los tribunales de primera instancia,” no
se está refiriendo formal y orgánicamente a aquellos que en su
propia denominación se los califique expresamente como de “Pri-
mera Instancia,” sino en general, además de a estos, a todos aque-
llos tribunales, cualquiera que sea su denominación, rango o jerar-
quía que conozcan en primera instancia dentro de su jurisdicción
en la materia afín con la naturaleza del derecho o de la garantía
constitucional violados o amenazados de violación, como es el caso
de los Tribunales Superiores en lo Contencioso Administrativo o
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo en los casos
en los cuales conozcan de asuntos en primera instancia. Por ello, en
la sentencia de 16 de noviembre de 1989, la antigua Corte Suprema
de Justicia señaló:
“En efecto, si la idea fue la de que el amparo sea conocido
por el juez idóneo, familiarizado y especialista en la materia
objeto de la institución protectora: ¿por qué negar a sólo una
categoría de esos jueces de primera instancia, por el hecho de
no llevar la denominación “Tribunal de Primera Instancia,” la
competencia natural para conocer de los amparos que denun-
cien la violación de derechos y garantías integrados dentro de
su esfera de competencia por la materia?; más aún y por otra
parte, cuando este mismo tribunal actúa y conoce, con el má-
ximo rango, en primera instancia dentro de su jurisdicción.”443
Por tanto, si bien en materia de la acción autónoma de amparo
son competentes todos los tribunales que conozcan de asuntos en
primera instancia, en materias afines con los derechos o garantías
violados o amenazados de violación, conforme al criterio de la afi-
nidad entre la materia natural del juez y los derechos y garantías
lesionados, el Legislador, en el mismo artículo 7 de la Ley Orgánica
estableció expresamente la competencia de unos tribunales de pri-
mera instancia, con ese rango y denominación en relación al ampa-
ro a la libertad y seguridad personales, al señalar que “Del amparo de
la libertad y seguridad personales conocerán los Tribunales de
Primera Instancia en lo Penal, conforme al procedimiento estable-
cido en esta Ley.” Esta competencia de los Tribunales de Primera
Instancia en lo Penal se ratifica en el artículo 40 de la Ley Orgánica

443 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 16–11–89 (Caso: Copei–Julio Cesar Moreno), Revista de Derecho Pú-
blico, Nº 40, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, pp. 97–98.

283
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

que establece que “Los Juzgados de Primera Instancia en lo Penal


son competentes para conocer y decidir sobre el amparo de la liber-
tad y seguridad personales.” En esos casos, prevé además la nor-
ma, que los respectivos, “tribunales superiores conocerán en con-
sulta de las sentencias dictadas por aquéllos.”
II. LA COMPETENCIA EXCEPCIONAL DE CUALQUIER JUEZ
DE LA LOCALIDAD CON COMPETENCIA EN PRIMERA
INSTANCIA
Tal como lo señaló la antigua Corte Suprema de Justicia en la
citada sentencia de 16 de noviembre de 1989 (Caso: J.C. Moreno–
COPEI), ante el principio de que el conocimiento de las acciones de
amparo debe estar atribuido a los tribunales de primera instancia
que tengan competencia afín con el derecho vulnerado, surgen dos
excepciones bien claras:
“1) si no existiere un tribunal de primera instancia de esas
características, conocerá cualquier otro tribunal, también de
primera instancia, existente en la localidad, pero indudable-
mente de rango inferior; y 2) un fuero especial para la Corte
Suprema de Justicia –mas, siempre en Sala con competencia
afín al derecho lesionado (criterio material de afinidad, toda-
vía, presente)– cuando se tratare de amparos contra ciertas au-
toridades, de alto rango, especialmente señaladas por el legis-
lador.”444
La primera excepción mencionada, está establecida en el artícu-
lo 9 de la Ley Orgánica que dispone:
“Artículo 9. Cuando los hechos, actos u omisiones constitu-
tivos de la violación o amenaza de violación del derecho o de
las garantías constitucionales se produzcan en lugar donde no
funcionen Tribunales de Primera Instancia, se interpondrá la
acción de amparo ante cualquier Juez de la localidad, quien de-
cidirá conforme a lo establecido en esta Ley. Dentro de las
veinticuatro (24) horas siguientes a la adopción de la decisión,
el Juez la enviará en consulta al Tribunal de Primera Instancia
competente.”

444 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1989, p. 97.

284
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En esta forma, el Legislador, al establecer esta excepción buscó


“eliminar obstáculos sobre todo los de orden geográfico y econó-
mico”445 para el ejercicio de la acción de amparo cuando los hechos,
actos u omisiones constitutivos de la violación del derecho o garan-
tías constitucionales se produzcan en un lugar donde no funcionen
tribunales de primera instancia. En este caso, la acción puede inten-
tarse ante cualquier juez de la localidad, se entiende, de inferior
rango formal.446
Una vez que se decida la acción interpuesta, el artículo 9 de la
Ley Orgánica exige que se envíe en consulta al Tribunal de Primera
Instancia competente, el cual, por supuesto, no necesariamente
tiene que ser el superior jerárquico respectivo, sino el que debía
conocer en primera instancia del asunto.447
III. LA COMPETENCIA DE LAS SALAS DEL TRIBUNAL SU-
PREMO DE JUSTICIA EN MATERIA DE AMPARO
La segunda excepción al principio de la competencia definida
por la afinidad entre la materia natural del juez y los derechos o
garantías denunciados como lesionados, se estableció en el artículo
8 de la Ley Orgánica, que establece:
“Artículo 8. La Corte Suprema de Justicia conocerá, en úni-
ca instancia y mediante aplicación de los lapsos y formalidades
previstos en la Ley, en la Sala con competencia afín con el de-
recho o garantía constitucionales violados o amenazados de
violación, de las acciones de amparo contra los hechos, actos y
omisiones, emanados del Presidente de la República, de los
Ministros, del Consejo Supremo Electoral y de los demás orga-
nismos electorales del país, del Fiscal General de la República,
del Procurador General de la República o del Contralor Gene-
ral de la República.”

445 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso administrativo de 10–


9–92 (Caso: UNET), Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1992, p. 138.
446 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 16–11–89 (Caso: Copei), Revista de Derecho Público, Nº 40, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 97.
447 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso administrativo de 10–
9–92, Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1992, p. 138.

285
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

La única reforma efectiva que ha tenido la Ley Orgánica de


1988 se produjo, precisamente, en relación con este artículo, al
agregarse a la enumeración del artículo 8, los actos, hechos u omi-
siones emanados del “Consejo Supremo Electoral y los demás or-
ganismos electorales.”448
Ahora bien, esta norma establece un criterio orgánico para la
determinación de la competencia en la acción de amparo ejercida
en forma autónoma que complementa el criterio material, de la
afinidad, que constituye el principio de competencia rector. Como
lo señaló la antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Político Ad-
ministrativa, refiriéndose en primer lugar al criterio material:
“El primero está consagrado en el artículo 7 ejusdem el cual,
utilizando la afinidad entre la materia natural del Juez y los de-
rechos o garantías denunciados como lesionados se constituye
en elemento definidor para dilucidar la competencia de ampa-
ro constitucional, y se la atribuye a los tribunales que conozcan
en primera instancia. El segundo criterio viene dado por la je-
rarquía de la autoridad u órgano contra quien se intente la ac-
ción de amparo autónoma, atribuyéndosele la competencia —en
estos casos— a la Corte Suprema de Justicia en la Sala de com-
petencia afín con los derechos conculcados —se vuelve enton-
ces el criterio material, elemento rector, como se ha sostenido—.
El criterio orgánico está consagrado específicamente en el ar-
tículo 8 de la ley que regula el amparo constitucional...
...Al respecto, observa la Sala que —tal como lo ha señala-
do reiteradamente— el indicado artículo 8 “tiene su fundamen-
to en atención a la importancia y trascendencia que podrían te-
ner los amparos ejercidos contra autoridades de alto rango co-
mo lo son: El Presidente de la República, los Ministros, el Pro-
curador General de la República, el Contralor General de la
República y el Fiscal General de la República, así como los or-
ganismos electorales. Todas las acciones de amparo que se in-
tenten contra las señaladas autoridades de naturaleza constitu-
cional y de carácter nacional, así como los organismos electora-
les, tendrían que ser ventilados dentro de un órgano de la má-
xima jerarquía dentro de la estructura judicial, lo cual asegura
que el control de la violación constitucional a un derecho o ga-

448 La Ley Orgánica, publicada en Gaceta Oficial Nº 33.891 de 22–1–88, fue refor-
mada por Ley de 17–9–88 Gaceta Oficial Nº 34.060 de 27–9–88.

286
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

rantía de los actos emanados de ellos, sea ejercido por la propia


Corte Suprema de Justicia, que es la que ordinariamente asume
el control jurisdiccional de la actividad de dichas autoridades;
por esta misma razón se ha incluido a otros organismos que
reúnen los mismos dos requisitos determinantes —la jerarquía
constitucional y el carácter nacional— entre los expresamente
señalados, tales como el Consejo de la Judicatura y a los Presi-
dentes del Senado y de la Cámara de Diputados del Congreso
Nacional a los Presidentes del Senado y de la Cámara de Dipu-
tados del Congreso Nacional (Vid. sentencias del 16-6-91 y 8-
11-90, casos: Reina Henríquez y Anselmo Natale).”449
En todo caso, debe señalarse que la enumeración contenida en el
artículo 8 de la Ley Orgánica sobre los altos funcionarios cuyas ac-
tuaciones u omisiones atraen la competencia del Tribunal Supremo,
que la misma no es taxativa, sino enunciativa, lo cual ha sido objeto
de múltiples decisiones interpretativas de la propia antigua Corte
Suprema, considerando siempre el doble criterio de atribución de
competencia que contiene dicha norma, en la forma siguiente:
“El criterio rationae personae que lleva al fuero especial del
Poder Ejecutivo Nacional la facultad para dirimir el conflicto;
criterio este que se perfecciona con el criterio rationae materiae
que le otorga a la Sala con competencia afín, en vista de su espe-
cialidad, la competencia específica. Queda derogado así el
principio de la distribución de competencia en el contencioso-
administrativo, en virtud del cual esta Sala sería el Máximo
Tribunal para dirimir la cuestión por ser el acto contra el cual
se ejerce, el del máximo jerarca de una Administración Pública,
en beneficio de la que deriva de la naturaleza del derecho vio-
lado que, en el caso presente, es laboral. En aplicación de la
normativa analizada la competencia para conocer del amparo
contra el acto del Ministro por violación de un derecho laboral
corresponde a la Sala de Casación Civil, en quien esta Sala de-
clina su conocimiento y así lo declara, actuando en nombre de
la República y por autoridad de la ley.”450

449 Véase Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 16-12-93,


Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1993, p. 274.
450 Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 10-3-93, Revista de
Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1994, p. 238.

287
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por supuesto, en cuanto al criterio ratione personae, la compe-


tencia del Tribunal Supremo no se extiende al órgano sino al má-
ximo titular del órgano. Por ello, la Corte Primera desestimó un
alegato de incompetencia conforme al artículo 8 citado, al constatar
que el amparo en un caso concreto no iba dirigido contra el Contra-
lor General de la República sino contra un funcionario de menor
jerarquía de dicho órgano.451
En relación a los Ministros mencionados en el artículo 8, la an-
tigua Corte Suprema se ha pronunciado en el sentido de que en la
excepción se incluyen no sólo a los Ministros del Despacho sino los
Ministros de Estado, pues el artículo 194 de la Constitución regula
por igual ambas figuras “sin establecer ninguna distinción sustan-
cial o formal” por lo que no puede deducirse de la Ley Orgánica de
amparo ninguna distinción.452
Esto tiene particular importancia cuando el Ministro de Esta-
do, además, ejerza como Presidente de un Instituto Autónomo, en
cuyo caso, no es posible a los efectos de la Ley Orgánica y de la
competencia de la antigua Corte Suprema, conforme al artículo 8,
distinguir los actos que dicte en tanto que Ministro o que Presi-
dente del Instituto Autónomo.453 En todo caso, la Sala Constitu-
cional del Tribunal Supremo también ha considerado que la enu-
meración contenida en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Ampa-
ro es enunciativa y no taxativa, en tanto que existen órganos con
rango similar —dada su naturaleza y atribuciones— a los cuales
debe extenderse, necesariamente, la aplicación del fuero especial

451 Véase Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 22-7-93, Revista de


Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 258.
452 Véase sentencia la Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa
de 22-1-90 (Caso Ministro Presidente de la CVG) Revista de Derecho Público, Nº
41, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, pp. 92-98. En igual sentido
Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 14-8-92 en Revista
de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, pp.
130-131.
453 En sentido contrario, el voto salvado de la Magistrada Cecilia Sosa de 7-2-90,
citado en Voto Salvado a la sentencia de Corte Suprema de Justicia - Sala Po-
lítico Administrativa de 14-8-92, Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 131.

288
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

consagrado en el mismo, como fue el caso de la Comisión de Fun-


cionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial.454

1. Competencia de la Sala Constitucional


Ahora bien, en relación con esta norma y con motivo de la
creación de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo, al inter-
pretar el artículo 27 de la Constitución, dicha Sala introdujo algu-
nas “reformas” a la Ley Orgánica,455 en forma que consideramos
totalmente irregular pues la Jurisdicción Constitucional no puede
ser un “legislador positivo,”456 y menos con tendencia a la concen-
tración de competencias en materia de amparo.
Esto ocurrió, en primer lugar, en el campo de las competencias
de las Salas del Tribunal Supremo en materia de amparo. A pesar
de que constitucionalmente todas las Salas del Tribunal Supremo
serían competentes conforme a la Ley Orgánica de Amparo para
conocer de acciones de amparo, la Sala Constitucional en sentencia
nº 1 de 20 de enero de 2000 dictada con motivo de decidir la admi-
sibilidad de una acción de amparo (Caso: Emery Mata Millán vs.
Ministro del Interior y Justicia y otros), interpretó erradamente los
principios constitucionales y resolvió concentrar exclusivamente en
la propia Sala Constitucional, las competencias para conocer de las

454 Véase sentencia Nº 432 de 19–5–2000 (Caso: Elena C. Marval R. y otro vs. Comi-
sión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial), en Revista de De-
recho Público, Nº 82, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2000, p. 454. In
igual sentido sentencia Nº 864 de 28–7–2000 (Caso: Braulio Sánchez vs. Comi-
sión de Funcionamiento y Reestructuración del Sistema Judicial), en Revista de De-
recho Público, Nº 83, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2000, p. 283
455 Véase en general, Antonio Canova González, “La Sala Constitucional y su
competencia en los procesos de amparo,” en: Estudios de Derecho Administrati-
vo: Libro Homenaje a la Universidad Central de Venezuela, Volumen I, Imprenta
Nacional, Caracas, 2001, pp. 157–176; Luis Martínez Hernández, “Nuevo ré-
gimen de acción de amparo con motivo de sentencias dictadas por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,” en Estudios de Derecho Pú-
blico: Libro Homenaje a Humberto J. La Roche Rincón, Volumen I. Tribunal Su-
premo de Justicia, Caracas, 2001, pp. 209–265; Rafael Badell Madrid, “El am-
paro constitucional en la jurisprudencia del Tribunal Supremo de Justicia,
Revista de derecho del Tribunal Supremo de Justicia, Nº 4, Caracas, 2002, pp. 87 a
129.
456 Fue Hans Kelsen el que comparó a los Tribunales Constitucionales con ser
“legisladores negativos” al equiparar la anulación de una ley con su deroga-
ción. Véase Allan R. Brewer–Carías, Judicial Review in Comparative Law, op. cit.
p. 192.

289
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

acciones de amparo que venían conociendo las otras Salas, en única


instancia, contra altos funcionarios nacionales conforme al artículo
8 de la Ley Orgánica de Amparo; o contra las sentencias dictadas
en primera instancia por los Tribunales Superiores de la República,
la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo y las Cortes de
Apelaciones en lo Penal; o las apelaciones o consultas de las sen-
tencias dictadas por esos mismos Tribunales cuando conocieran de
acciones de amparo en primera instancia.
Estimamos que la Sala Constitucional se extralimitó en su in-
terpretación de la Constitución, pues del texto de la misma no re-
sulta competencia exclusiva alguna de la Sala para conocer de las
acciones de amparo que se intenten ante el Tribunal Supremo o de
las apelaciones o consultas en relación con sentencias de amparo
dictadas por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativa,
las Cortes de Apelaciones en lo Penal o los Tribunales Superio-
res.457 La Sala Constitucional, en la Constitución, sólo tiene compe-
tencia exclusiva para ejercer la Jurisdicción Constitucional, pero no
para actuar como único juez constitucional.
Estas competencias de la Sala Constitucional en materia de
amparo, en todo caso, fueron recogidas en el artículo 25 de la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia de 2010, que asigna a la
Sala Constitucional competencia para:
18. Conocer en única instancia las demandas de amparo
constitucional que sean interpuestas contra los altos funciona-
rios o funcionarias públicos nacionales de rango constitucional.
22. Conocer de las demandas de amparo contra los actos,
actuaciones y omisiones del Consejo Nacional Electoral, de la
Junta Electoral Nacional, de la Comisión de Registro Civil y
Electoral, de la Comisión de Participación Política y Financia-
miento, así como los demás órganos subalternos y subordina-
dos del Poder Electoral.
La competencia se refiere por tanto a las acciones de amparo
contra los titulares de los órganos de los Poderes Públicos previstos
en la Constitución que ejerzan competencias a nivel nacional, que
son, el Presidente de la República, el Vicepresidente de la Repúbli-
ca, los Ministros, el Procurador General de la República, el Fiscal

457 Confróntese la apreciación coincidente de Jesús María Casal, Constitución y


Justicia Constitucional, Caracas, 2000, p. 91.

290
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

General de la República, el Defensor del Pueblo, el Contralor Gene-


ral de la República, y el Presidente del Consejo Nacional Electoral y
los titulares de los demás órganos electorales.
Otra excepción a la competencia general de los tribunales de
primera instancia en materia de amparo, mediante la atribución de
competencia a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Jus-
ticia en primera y única instancia, es la prevista en el artículo 25 de
la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia de 2010, para:
21. Conocer las demandas y las pretensiones de amparo
para la protección de intereses difusos o colectivos cuando la
controversia tenga trascendencia nacional, salvo lo que dispo-
nen leyes especiales y las pretensiones que, por su naturaleza,
correspondan al contencioso de los servicios públicos o al con-
tencioso electoral.
Por otra parte, conforme al artículo 25 de la Ley Orgánica del
Tribunal Supremo de Justicia (2010), se vació materialmente de
competencia en materia de amparo a la Sala Político Administrati-
va al atribuirse a la Sala Constitucional competencia en segunda
instancia para:
19. Conocer las apelaciones contra las sentencias que re-
caigan en los procesos de amparo constitucional autónomo que
sean dictadas por los juzgados superiores de la República, sal-
vo contra las de los Juzgados Superiores en lo Contencioso
Administrativo.
20. Conocer las demandas de amparo constitucional autó-
nomo contra las decisiones que dicten, en última instancia, los
juzgados superiores de la República, salvo de las que se incoen
contra las de los Juzgados Superiores en lo Contencioso Admi-
nistrativo.
Por último, en cuanto a las competencias de la Sala Constitu-
cional en materia de amparo, una de las importantes innovaciones
de la Constitución de 1999 en materia de justicia constitucional,
establecida en el artículo 336.10, fue prever la asignación a la Sala
Constitucional de la potestad para revisar sentencias de los tribu-
nales en materia constitucional, en particular, “las sentencias defi-
nitivamente firmes de amparo constitucional y de control de cons-
titucionalidad de leyes o normas jurídicas dictadas por los tribuna-
les de la República, en los términos establecidos por la ley orgánica
respectiva.” Dicha competencia, después de un desarrollo impor-

291
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

tante en la jurisprudencia, 458 se ha regulado en el artículo 25 de la


Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, como competencia
de la Sala para:
10. Revisar las sentencias definitivamente firmes que sean
dictadas por los Tribunales de la República, cuando hayan des-
conocido algún precedente dictado por la Sala Constitucional;
efectuado una indebida aplicación de una norma o principio
constitucional; o producido un error grave en su interpreta-
ción; o por falta de aplicación de algún principio o normas
constitucionales.
11. Revisar las sentencias dictadas por las otras Salas que
se subsuman en los supuestos que señala el numeral anterior,
así como la violación de principios jurídicos fundamentales
que estén contenidos en la Constitución de la República Boliva-
riana de Venezuela, tratados, pactos o convenios internaciona-
les suscritos y ratificados válidamente por la República o
cuando incurran en violaciones de derechos constitucionales.
12. Revisar las sentencias definitivamente firmes en las
que se haya ejercido el control difuso de la constitucionalidad
de las leyes u otras normas jurídicas, que sean dictadas por las
demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás Tribu-
nales de la República.
En esta materia, conforme al artículo 35 de la ley Orgánica del
Tribunal Supremo, cuando la Sala ejerza la revisión de sentencias
definitivamente firmes, debe determinar los efectos inmediatos de
su decisión, pudiendo reenviar la controversia a la Sala o Tribunal
respectivo o conocer la causa, siempre que el motivo que haya ge-
nerado la revisión constitucional sea de mero derecho y no supon-
ga una nueva actividad probatoria; o que la Sala pondere que el
reenvío pueda significar una dilación inútil o indebida, cuando se
trate de un vicio que pueda subsanarse con la sola decisión que sea
dictada.

458 Véase Allan R. Brewer-Carías, “La metamorfosis jurisprudencial y legal del


recurso extraordinario de revisión constitucional de sentencias en Venezue-
la” en Eduardo Andrés Velandia Canosa (Director Científico). Derecho proce-
sal constitucional. Tomo III, volumen III. VC Editores Ltda. y Asociación Co-
lombiana de Derecho Procesal Constitucional, Bogotá 2012, p. 269-304.

292
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

2. La competencia de la Sala Electoral como tribunal de úni-


ca instancia en materia de amparo de contenido electoral

En materia electoral, la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de


Justicia le atribuye a la Sala Electoral del Tribunal Supremo, com-
petencia para conocer en primera instancia de “las demandas de
amparo constitucional de contenido electoral, distintas a las atri-
buidas a la Sala Constitucional” (art. 27.3).
Debe mencionarse sobre esto, que sólo tres meses antes de
que se publicara la Ley Orgánica del Tribunal Supremo atribu-
yendo esta competencia a la Sala Electoral, la Sala Constitucional
en sentencia Nº 187 de 8 de abril de 2010, había resuelto que “a
partir de la publicación de esta sentencia asumirá, sin excepcio-
nes, la competencia para conocer de los amparos autónomos que
se interpongan contra autoridades subalternas electorales, entes
de interés electoral y cualesquiera otra petición con sustancia elec-
toral.”459
3. Otros criterios interpretativos aplicados por la antigua
Corte Suprema de Justicia en el pasado
La antigua Corte Suprema de Justicia, al interpretar el artículo
8 de la Ley Orgánica y considerar la enumeración de las altas au-
toridades constitucionales que contiene, fue progresivamente in-
corporando otras de igual rango, pero omitidas en la enumera-
ción.
En primer lugar, después de haber negado su competencia
para conocer de amparos contra el Consejo de la Judicatura, por
no estar en la enumeración del artículo 8º de la Ley Orgánica y
considerar que el conocimiento del asunto correspondía al Tribu-
nal de Primera Instancia afín con la naturaleza del derecho o ga-
rantía constitucionales violados o amenazados de violación,460 en
sentencia de 16-6-91, interpretando el artículo 217 de la Constitu-
ción, la antigua Corte Suprema concluyó en que se trataba de un

459 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 122, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas 2010, pp. 214-217. Véase además, sentencia de la Sala Electoral Nº 54
de 21-4-2010, en el mismo sentido, en Idem, pp. 218-225.
460 Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa 13-2-89, Revista de
Derecho Público, Nº 37, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 86.

293
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

órgano con rango constitucional, afirmando su competencia con-


forme al artículo 8 de la Ley Orgánica.461
En segundo lugar, la antigua Corte Suprema de Justicia amplió
el fuero del artículo 8 de la Ley Orgánica en relación a los Presiden-
tes del Congreso, del Senado y de la Cámara de Diputados. En
efecto, en la sentencia de 8-11-90 (Caso Anselmo Natale), la Sala Polí-
tico Administrativa sostuvo el criterio siguiente:
“En este contexto se hace necesario determinar si la Corte
Suprema de Justicia, en Sala Político-Administrativa, sería
competente para conocer de la presente acción de amparo, en
virtud de que el Presidente de la Cámara de Diputados del
Congreso de la República no aparece incluido entre las autori-
dades a que se refiere el artículo 8 de la Ley Orgánica de Am-
paro sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
Al respecto, esta Sala reitera que el dispositivo legal del ar-
tículo citado tiene su fundamento en atención a la importancia
y trascendencia que podrían tener los amparos ejercidos contra
autoridades de alto rango como lo son: el Presidente de la Re-
pública, los Ministros, el Procurador General de la República,
el Contralor General de la República y el Fiscal General de la
República, así como los organismos electorales. Todas las ac-
ciones de amparo que se intenten contra las señaladas autori-
dades de naturaleza constitucional y carácter nacional, así co-
mo contra los organismos electorales, tendrían que ser ventila-
dos por ante un órgano de máxima jerarquía dentro de la es-
tructura judicial, lo cual asegura que esta forma de control de
la constitucionalidad de los actos emanados de ellos, sea ejer-
cido por la propia Corte Suprema de Justicia, que es la que or-
dinariamente asume el control jurisdiccional de la actividad de
dichas autoridades.
Ahora bien, en el caso de autos se observa que el citado ar-
tículo 8 no incluye dentro de esta categoría de autoridades con

461 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de


16-6-91 (Caso Reina Henríquez), en Revista de Derecho Público, Nº 46, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, pp. 122-123. En igual sentido, sentencia
Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 7-10-92 y 16-12-92
en Revista de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1992, pp. 148-149; y en sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político
Administrativa de 3-10-95 (Caso Helly Gamboa), Consultado en Original.

294
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

fuero especial al cuerpo deliberante nacional, autoridad de


fundamental importancia en la estructura del Poder Público
Nacional y cuyo control jurisdiccional de sus actos está atri-
buido, en primera y única instancia, a la Corte Suprema de Jus-
ticia.
Sin embargo, para esta Sala, no aceptar la inclusión de los
Presidentes de la Cámara de Diputados y de la Cámara del Se-
nado de la lista de autoridades a que se refiere el artículo 8 ana-
lizado, sería ir en contra de la razón que justifica el fuero espe-
cial creado por el propio legislador.
Por otra parte, esta interpretación resultaría coherente con
lo dispuesto en el artículo 7 de la Ley Orgánica de Amparo so-
bre Derechos y Garantías Constitucionales, el cual precisa que
conocerán de las acciones de amparo los tribunales de primera
instancia, entendiendo por ellos los que conozcan en primera
instancia y no los que se denominen así, que lo sean en la ma-
teria afín con la naturaleza del derecho vulnerado.
Ahora bien, esta Sala Político-Administrativa de la Corte
Suprema de Justicia, sería competente para conocer en primera
y única instancia, dentro de la jurisdicción Constitucional y
Contencioso-Administrativa, de las acciones ordinarias que se
intenten contra los actos emanados de los órganos deliberantes
nacionales, siendo además el único Tribunal que lo es en la ma-
teria afín con la naturaleza del derecho denunciado como le-
sionado.” 462
En tercer lugar, la antigua Corte extendió el fuero previsto en
el artículo 8 al Gobernador del Distrito Federal, conforme al si-
guiente razonamiento, en el cual la Corte invocó como precedente
el Caso Anselmo Natale:

462 Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 8-11-90; Revista de


Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, pp. 138-
139. En igual sentido Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa
de 13-8-91, Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1991, p. 124. En igual sentido Corte Primera de lo Contencioso Ad-
ministrativo de 14-7-92, Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1992, pp. 127-128; y Corte Suprema de Justicia - Sala
Político Administrativa 5-8-92 citada en Corte Suprema de Justicia - Sala Polí-
tico Administrativa de 29-4-93, Revista de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1994, p. 235.

295
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“En el caso presente, se trata del amparo interpuesto contra


el Gobernador del Distrito Federal, que de acuerdo con lo dis-
puesto en el artículo 10 de la Ley Orgánica del Distrito Federal,
es un órgano del Presidente de la República para el ejercicio de
la máxima autoridad civil y política del Distrito Federal cuya
jerarquía en el ámbito de la Administración Nacional es tal
que, de acuerdo con el ordinal 2º del artículo 15 de la antes
mencionada ley, tiene la facultad de asistir al Consejo de Minis-
tros con voz y voto en lo relativo al Distrito Federal.
De allí que, en el caso del Gobernador del Distrito Federal,
se dan las mismas razones que tuvo esta Sala para considerarse
competente para conocer del amparo contra los Presidente de
las Cámaras del Congreso de la República, por cuanto se trata
de un organismo de alta jerarquía en el ámbito de las organiza-
ciones territoriales. En efecto, el Distrito Federal, entidad cons-
titucionalmente prevista y que participa en el máximo órgano
de la Administración Central, como lo es el Consejo de Minis-
tros, por lo cual no incluirlo en la competencia de este Corte
“sería ir en contra de la razón que justifica el fuero especial
creado por el propio legislador,” para utilizar los conceptos
emitidos en el fallo precedentemente transcrito. Es en vista de
tales consideraciones, que esta Sala se considera competente
para conocer de la acción de amparo y así lo declara.” 463

463 Véase Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa 29-4-93, (Caso
Salón Video Oeste Flipers), en Revista de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1994, p. 234-235. Debe destacarse el voto salvado
a esta sentencia del Magistrado Luis H. Farías Mata, en el cual al referirse a
los precedentes jurisprudenciales sobre los Presidentes de las Cámaras Legis-
lativas y el Consejo de la Judicatura, señaló: “Igualmente y por los mismos
motivos, en decisión del 16 de junio de 1991 (Caso Reina Henríquez de Peña)
este Alto Tribunal asumió el conocimiento de acciones de amparo interpues-
tas contra otra autoridad de carácter nacional: el Consejo de la Judicatura;
por ser además este un “órgano de rango constitucional encargado de asegu-
rar la independencia, eficacia, disciplina y decoro de los tribunales y de ga-
rantizar a los jueces los beneficios de la carrera judicial” (subrayado del autor
del presente voto salvado)” / “De manera que, como puede observarse de es-
tos precedentes jurisprudenciales —donde se incluyen entre los entes enume-
rados en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo a las Cámaras Legislati-
vas y al Consejo de la Judicatura—, la Sala ha tratado de ser coherente con la
determinación de las autoridades a que se refiere dicho artículo, ya que lo
contrario sería, como lo destaca y parece servir de fundamento a la decisión
de la que se discrepa, “ir en contra de la razón que justifica el fuero especial
creado por el propio legislador.” / “Se disiente pues del precedente fallo por

296
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En cuanto a los gobernadores de Estado debe señalarse que si


bien estaban incluidos en el texto del artículo 7 del Proyecto de Ley
aprobado en la Cámara de Diputados en 1987, expresamente fue-
ron eliminados del texto, a proposición nuestra, en la discusión de
la Cámara del Senado.
En cuarto lugar, debe mencionarse que en los casos de ejercicio
conjunto de la acción de amparo con la acción contencioso-
administrativa, puede decirse que surge una excepción a la excep-
ción contenida en el artículo 8 de la Ley Orgánica, en los casos en
los cuales, aun tratándose de un amparo contra un acto de un Minis-
tro, la competencia para conocer de la acción de nulidad esté atri-
buida a otro tribunal contencioso-administrativo distinto a la anti-
gua Corte Suprema de Justicia. Es el caso de la acción contencioso-
administrativa con pretensión de amparo ejercida contra un acto de
un Ministro en ejecución de la Ley de Carrera Administrativa, en
cuyo caso la competencia para conocer de la acción de nulidad y el
amparo conjunto es del Tribunal de la Carrera Administrativa. Así
lo resolvió antigua la Corte Suprema de Justicia en Sala Político
Administrativa, en sentencia de 31-10-91 (Caso Aymara Pérez), al se-
ñalar la diferencia entre el amparo autónomo y el amparo conjunto:
“...De lo anterior se derivan también consecuencias impor-
tantes en cuanto al órgano jurisdiccional competente y, específi-
camente, de este Supremo Tribunal para conocer en uno u otro
supuesto. En efecto, mientras el artículo 8º de la Ley Orgánica de
amparo atribuye competencia a la Corte Suprema de Justicia pa-
ra conocer de la acción de amparo ejercida autónomamente con-
tra el hecho, acto u omisión emanados de las altas autoridades
del Estado que en él se indican (incluidos los Ministros del Des-
pacho Ejecutivo), en cambio cuando la acción de amparo se ejer-
ce conjuntamente con el recurso contencioso-administrativo de
anulación de actos administrativos, el legislador, en el artículo 5º
ejusdem otorga el conocimiento de las dos acciones acumuladas
al juez contencioso-administrativo competente por la materia
del recurso de anulación de que se trate.

la evidente diferencia que existe entre las Cámaras Legislativas y el Consejo


de la Judicatura, por una parte, y el Gobernador del Distrito Federal, por la
otra, ya que este último no tiene rango constitucional y mucho menos compe-
tencia en toda la República, como lo ha sentado nuestra jurisprudencia al es-
tablecer las directrices para definir la competencia de la Corte en aplicación
del artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo” Idem, p. 236

297
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Aplicando esa normativa y los criterios anteriores al caso


de autos, la Sala observa que se ha ejercido una acción de am-
paro con fundamento en el artículo 5º de la Ley Orgánica de
Amparo, es decir, una acción destinada únicamente a obtener
la suspensión de los efectos del acto administrativo impugna-
do, mientras dure el juicio de nulidad que se siga contra dicho
acto. En tales circunstancias, esta Suprema Corte, en Sala Polí-
tico-Administrativa, carece de competencia para conocer de la
acción de amparo, por el hecho de que no lo es para conocer
del juicio principal, que es la querella contra el acto administra-
tivo emanado del Ministerio del Desarrollo Urbano, cuyo co-
nocimiento corresponde en primera instancia al Tribunal de la
Carrera Administrativa y en alzada a la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo. Así se declara.”464
4. El criterio de la afinidad para la distribución de la compe-
tencia entre las Salas del Tribunal Supremo
Por último, en relación al artículo 8 de la Ley Orgánica, además
del criterio orgánico que establece para asignar, por vía de excep-
ción, la competencia en materia de amparo contra autoridades de
rango constitucional al Tribunal Supremo prevé que del asunto
conocerá “la Sala de competencia afín con el derecho o garantía
constitucional violados o amenazados de violación .” En esta forma,
conforme lo ha precisado la Sala Político Administrativa:
“...es perfectamente posible, y así lo contempla la propia
ley, que una acción de amparo constitucional autónoma ejerci-
da contra una actuación de un Ministro, órgano por excelencia
de la Administración Pública Nacional, sea conocida por la Sa-
la de Casación Civil, Mercantil y del Trabajo, si los derechos
denunciados son de esa índole; o por la Sala de Casación Penal
cuando se alegue la violación de derechos o garantías de natu-
raleza penal, y por la Sala Político-Administrativa si los dere-
chos constitucionales conculcados son afines con la jurisdicción
contencioso-administrativa.”465

464 Véase Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 31-10-91,


Revista de Derecho Público, Nº 48, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991,
p. 165. Además Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de
10-3-93, Revista de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1994, p. 238.
465 Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa 5-11-92, Revista de
Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 153.

298
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En esta forma, por ejemplo, en los casos de violación de un de-


recho laboral por un Ministro, como el Ministro del Trabajo, la
competencia para conocer del amparo es la Sala de Casación Civil
de Tribunal Supremo.466 Por el contrario, si el derecho violado es de
naturaleza o índole pública o administrativa, la competencia co-
rresponde a la Sala Político Administrativa. Por ejemplo, así lo es-
tableció dicha Sala en sentencia de 27 de mayo de 1993:
“En la aplicación del señalado artículo (8º de la Ley Orgá-
nica) al caso concreto se evidencia: primero, que la acción in-
terpuesta obra contra uno de los Ministros, el de Hacienda, y
que este es de los órganos expresamente señalados en el ar-
tículo transcrito, de manera que la competencia corresponde
sin duda a la Corte Suprema de Justicia conforme al señalado
criterio material.
Sin embargo, para dilucidar cuál es la Sala de este Máximo
Tribunal que debe conocer de la acción, es necesario analizar
previamente la naturaleza o índole de los derechos o garantías
denunciados como lesionados en el caso concreto. Así, se ob-
serva que la supuesta vulneración se produce sobre los dere-
chos y garantías contenidos en los artículos 44, 84, y 96 de la
Ley Originaria, los cuales, por imponer limitaciones a la activi-
dad administrativa para el beneficio y en garantía del actuar de
los ciudadanos, son de naturaleza o índole pública, de manera
que acorde con los principios expuestos, la competencia para
decidir la presente acción de amparo corresponde a esta Sala
Político-Administrativa, y así expresamente se declara.”467

466 Véase Corte Suprema de Justicia-SPA, 10-3-93, Revista de Derecho Público, Nº


53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1994, pp. 238-239
467 Corte Suprema de Justicia -SPA, 27-5-93, Revista de Derecho Público, Nº 53-54,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1994, p. 237. Igualmente Corte Su-
prema de Justicia - Sala Político Administrativa 5-11-92, Revista de Derecho
Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 153 en la cual
se recoge la siguiente noción de relación jurídico-administrativa, esto es, una
situación en la cual “los ciudadanos detentan el poder de demandar la Ad-
ministración por ante los tribunales para obligar a respetar el derecho. Este
control supone la preexistencia de normas cuyo cumplimiento se impone a la
Administración y que el juez puede confrontarlas con los actos administrati-
vos”(Traducción libre de la obra Contencieux Administratif de Charles Deb-
basch, Edit. Dalloz, 1978, pág. 3).

299
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En otra sentencia, al declararse violados derechos electorales y


políticos, la Sala Político Administrativo asumió la competencia
por considerarlos “afín con la materia administrativa.”468
IV. EL PRINCIPIO RECTOR DE LA AFINIDAD ENTRE LA
COMPETENCIA JUDICIAL Y EL DERECHO O GARANTÍA
VIOLADO O AMENAZADO DE VIOLACIÓN
1. Evolución del principio
Como se ha señalado, el artículo 7º de la Ley Orgánica señala
que la competencia por la materia de los Tribunales de Primera
Instancia para conocer de la acción de amparo se determina por la
materia afín con la naturaleza del derecho o de la garantía constitu-
cional violados o amenazados de violación; con lo que el legislador
recogió el principio de distribución de la competencia que había
sido desarrollado por la jurisprudencia.
En efecto, en sentencia de 23 de octubre de 1983, la antigua
Corte Suprema de Justicia señaló que los Tribunales:
“deben limitar su facultad para admitir recursos de ampa-
ro de acuerdo con la afinidad que con su competencia natural ten-
gan los derechos que se pretendan vulnerados, en razón de que el
propio artículo 49 de la Constitución da a entender claramente
que si el deber de amparo corresponde a todos los Tribunales
de la República, habrá una distribución de competencias entre
los mismos, según se desprende del aparte que se refiere al
juez competente, y porque el propio Constituyente inició esta
distribución de competencias al otorgarla a los Jueces de Pri-
mera Instancia en lo Penal en lo referente al amparo a la liber-
tad personal” (Disposición Transitoria Quinta).469
De acuerdo a este criterio, ahora acogido por la Ley Orgánica,
queda definitivamente aceptado el carácter del amparo previsto en
el artículo 49 de la Constitución, como un derecho constitucional, y
que implica la obligación de todos los tribunales de amparar los
derechos y garantías constitucionales, de acuerdo a la afinidad de
la competencia natural que tienen asignada, con el derecho o ga-

468 Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa 24-5-93, Revista de


Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 258.
469 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 16, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1983, p. 170.

300
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

rantía constitucional violado. Ahora bien, fue precisamente con


base en esa doctrina, que en un caso concreto debatido, al tratarse
de un amparo solicitado por un candidato presidencial contra un
acto administrativo del Consejo Supremo Electoral relativo al dere-
cho pasivo al sufragio, la antigua Corte consideró que como:
“el amparo no podría ser sino la derivación de la nulidad
manifiesta del acto administrativo emanado de dicho órgano,
esta Sala se declara competente para resolver la solicitud pre-
sentada, en virtud de la atribución que le otorga el ordinal 12
del artículo 42 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Jus-
ticia, y porque corresponde a la Corte la función primordial de
controlar la constitucionalidad y legalidad de los actos del Po-
der Público (artículo 2 ejusdem).”470
Así, la antigua Corte aceptó el criterio de que la afinidad de
competencia considerando que en el caso de una solicitud de am-
paro que implicara juzgar conductas de entes administrativos que
lesionaran derechos políticos, ello atraía la competencia de la pro-
pia antigua Corte. En relación al mismo aspecto de la afinidad de la
competencia, la jurisprudencia también había definido que, aun
siendo competentes los órganos de la jurisdicción contencioso-
administrativa para conocer de las demandas contra empresas del
Estado, el ejercicio de una acción de amparo contra una actuación
de esas empresas violatoria de un derecho laboral debía realizarse
ante los Tribunales de Trabajo, y no ante la jurisdicción contencio-
so-administrativa.471
La situación, sin embargo, no era absolutamente clara antes de
la sanción de la Ley Orgánica, en la identificación de la “materia
afín” cuando se trataba de actuaciones o vías de hecho de la Admi-
nistración e, incluso, cuando se trataba de actos administrativos. En
algunos casos, la afinidad de la competencia se definía en relación
al derecho constitucional violado como lo exige ahora la Ley Orgá-
nica, y en otros casos, se definía en relación al sujeto que provocaba
la violación, lo que en el caso de los entes públicos (Administración
Pública) atraía la competencia de los Tribunales contencioso-
administrativos.

470 Idem, p. 170.


471 Este fue el criterio sentado por la Corte Primera de lo Contencioso-
Administrativo en sentencia de 3-10-85 (Caso CADAFE). Véase en Revista de
Derecho Público, Nº 24, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, p. 134.

301
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En efecto, dado el principio de distribución de la competencia


judicial en materia de amparo que había definido la antigua Corte
Suprema de Justicia, vinculado al criterio de la afinidad de la com-
petencia natural del juez con el derecho constitucional violado, la
primera cuestión que debía dilucidarse en relación a esa distribu-
ción de competencias, cuando la perturbación al derecho constitu-
cional la causaba una actuación de hecho de la Administración (vía
de hecho), era establecer si el Tribunal que debía ser competente
era el órgano respectivo de la jurisdicción contencioso-
administrativa o el Tribunal cuya competencia fuera afín con el
derecho violado. En otras palabras, en caso de actuaciones admi-
nistrativas que no eran actos administrativos, el principio de la
afinidad de la competencia ¿debía determinarse por el sujeto (Ad-
ministración) que producía la lesión del derecho constitucional, sea
cual fuera; o debía determinarse por el derecho cuyo amparo se
solicitaba, fuera quien fuera el sujeto que provocaba la lesión?.
La cuestión a dilucidarse era, por tanto, si la competencia de la
jurisdicción contencioso-administrativa resultaba o no atraída
cuando se producía una lesión a cualquier derecho constitucional
provocada por una autoridad administrativa. El problema estaba
expresamente resuelto a nivel constitucional en relación a la liber-
tad personal: aun cuando la violación de ésta se produjera por vías
de hecho de la Administración, los Tribunales Penales de Primera
Instancia eran y son los competentes en materia de hábeas corpus472
y no los Tribunales Contencioso Administrativos. Pero en relación
a los otros derechos y garantías constitucionales no había solución
regulada en el derecho positivo.
Por tanto, si una actuación de hecho de una autoridad adminis-
trativa, por ejemplo, lesionaba el derecho a la educación, ¿cuál era
el Tribunal competente para conocer del amparo? ¿el Juez Civil de
Primera Instancia? Uno de los más importantes casos de amparo
resueltos por Tribunales de instancia competentes en materia civil
confirmaba esa tesis.473 Si por ejemplo, se trataba de una violación

472 Disposición Transitoria Quinta de la Constitución y art. 40 de la Ley Orgánica.


473 Por ejemplo, fue resuelto por un Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, un
recurso de amparo por violación del derecho a la educación (Caso Rondalera,
decisión del Juzgado Cuarto de Primera Instancia en lo Civil de la Circuns-
cripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, revocada por el Juez
Superior Octavo en lo Civil y Mercantil de la misma Circunscripción de fecha
10-2-83). Véase René Molina, El amparo a Rondalera, Caracas, 1984. En otros

302
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de un derecho laboral ¿la competencia era de los Tribunales del


Trabajo? Los más importantes casos de amparo resueltos por los
Tribunales Laborales confirmaban esta tesis.474
En todo caso, el asunto se planteó en los Tribunales en múlti-
ples ocasiones y puede decirse que no sólo no había jurisprudencia
uniforme, sino que la había contradictoria.
Debe destacarse, por ejemplo, la situación planteada en accio-
nes de amparo del derecho a la estabilidad laboral, y que habían
originado conflictos de competencia entre diferentes Tribunales.
Un primer caso se refirió a una acción de amparo intentada por
un empleado de una Universidad Nacional Experimental contra un
acto de destitución. La acción fue intentada ante un Juez Penal, éste
se consideró incompetente porque su competencia en la materia se
reducía a las acciones de hábeas corpus, y porque se trataba de la
nulidad de un acto administrativo declinó la competencia en el
Juzgado Superior Contencioso-Administrativo de la Región Nor-
Oriental. Para ello siguió el criterio de que:

casos de derechos civiles como el derecho al honor o el derecho de asocia-


ción, los recursos de amparo fueron resueltos por Tribunales Civiles pero las
violaciones no fueron cometidas por autoridades administrativas. Por ejem-
plo, por violación del derecho al honor (Caso Cisneros, decisión del Juzgado
Cuarto de Primera Instancia en lo Civil de la misma Jurisdicción, de 15-2-85,
—consultada en original); y por violación del derecho de asociación con fines
lícitos (Caso Tradición, Familia y Propiedad —TFP—, decisión del Juzgado Su-
perior Sexto en lo Civil y Mercantil de la misma Circunscripción de 18-7-85,
—consultada en original). Véase El Universal, 23-7-85, pp. 1-29. Véanse esas
decisiones en el libro editado por el Colegio de Abogados del Estado Lara, El
amparo constitucional en Venezuela, cit. Tomo II, pp. 267 y ss.
474 Por ejemplo, han sido resueltos por Tribunales del Trabajo recursos de ampa-
ro para la protección de derechos laborales. Así fue en relación al derecho de
huelga (Caso HEVENSA, decisión del Juzgado de Primera Instancia de Trán-
sito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar de 22-10-84,
referida en decisión de la Sala Político-Administrativa de la antigua Corte
Suprema de Justicia de 2-7-85, Nº 193 —consultada en original). Véase El Na-
cional, 3-7-85, p. D-4; y en relación al derecho a la inamovilidad laboral por la
cláusula sindical (Caso Galletas La Favorita, C.A., decisión del Juzgado Segun-
do de Primera Instancia del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Distrito
Federal y Estado Miranda de 25-4-84 —consultada en original— y referida E.
Agudo Freytes, “Nuevo caso de amparo en materia laboral,” El Nacional, 8-
11-84, p. A-4; y Caso Cinema Norte, C.A., decidido por el mismo Juzgado en
10-12-84 —consultada en original).

303
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“si estos Juzgados son los competentes para conocer de la


nulidad de los actos administrativos de efectos particulares,
también han de conocer los recursos de amparo constituciona-
les cuando se transgrede un derecho por una decisión adminis-
trativa.”
A su vez, el Juzgado Superior Contencioso-Administrativo de
la Región Nor-Oriental se declaró incompetente con base en el
argumento de la ausencia de reglamentación del artículo 49 de la
Constitución y en que la competencia de los juzgados contencio-
so-administrativos “no implica en modo alguno que les incumba
conocer del recurso de amparo,” constatando además que el soli-
citante de amparo en el caso concreto, no había propuesto “nin-
gún recurso contencioso-administrativo de anulación que, por
razones de ilegalidad, alegara contra el acto administrativo de
destitución.”
El conflicto de competencia fue sometido a la decisión de la Sa-
la de Casación Civil de la antigua Corte Suprema de Justicia y ésta,
luego de ratificar la doctrina de la Sala Político-Administrativa es-
tablecida en la sentencia comentada de 20 de octubre de 1983475 en
el sentido de que la ausencia de la Ley especial prevista en el ar-
tículo 49 de la Constitución no impedía el ejercicio del recurso de
amparo, resolvió el conflicto de competencia, decidiendo que el
competente era el Juzgado Contencioso-Administrativo. Para ello,
señaló que resultaba:
“manifiesto que el Tribunal Penal no era el competente pa-
ra conocer del presente recurso de amparo que no versa sobre
la privación o restricción de la libertad personal, ya que de con-
formidad con la Disposición Transitoria Quinta de la Constitu-
ción la competencia del Juez penal en esa materia queda limi-
tada al conocimiento del amparo de dicha garantía.”
Agregó la Sala de Casación que el planteamiento y la petición
del solicitante, basada en la destitución decidida en un acto admi-
nistrativo con transgresión de normales legales y la indefensión
alegada,

475 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 16, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1983, p. 170.

304
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“confirman una cuestión de derecho administrativo que, por su


afinidad con la competencia que en lo contencioso-administrativo tie-
ne el Juzgado Superior requerido, debe ser conocida y resuelta
por éste en ejercicio de ese fuero especial que tiene.”476
En esta forma, la Sala de Casación de la antigua Corte Suprema
estableció otro criterio en relación al principio de la afinidad de la
competencia, en el sentido de que las “cuestiones de derecho ad-
ministrativo” envueltas en una acción de amparo, atraían la com-
petencia de los Tribunales Contencioso-Administrativos.
Este criterio fue seguido en otro caso decidido por el mismo
Juzgado Superior Contencioso-Administrativo de la Región Nor-
Oriental, ante el cual un Tribunal de Primera Instancia en lo Civil
declinó la competencia para conocer de un recurso de amparo. El
caso fue el siguiente: Un trabajador de una Corporación de Desa-
rrollo Regional (Corporiente) fue despedido injustificadamente,
por lo que solicitó de la Comisión Tripartita Laboral el reenganche
y pago de salarios conforme a la Ley contra Despidos Injustifica-
dos. La Comisión Tripartita acordó lo solicitado, pero la Corpora-
ción se resistía a cumplir la decisión, razón por la cual el interesado
intentó recurso de amparo. Ahora bien, siendo las Comisiones Tri-
partitas órganos administrativos y sus decisiones actos administra-
tivos, el Juzgado Superior Contencioso-Administrativo aplicó el
criterio de la afinidad de la competencia para resolver la declinato-
ria de la misma en la siguiente forma: si Corporiente hubiera im-
pugnado el acto administrativo de la Comisión Tripartita,
“el Tribunal competente sería sin duda la Corte Primera de
los Contencioso-Administrativo, y en modo alguno este Juzga-
do Superior, ningún otro, aunque todos pertenezcan a la mis-
ma jurisdicción genérica... De lo contrario, si prospera la tesis
de la afinidad lata para determinar la competencia en los re-
cursos de amparo constitucionales, todo órgano de la adminis-
tración de justicia luciría apto y sin distingo para conocer de
dichos recursos extraordinarios.”
La decisión del Juzgado Superior Contencioso-Administrativo,
por tanto, planteó el conflicto de competencia ante la Sala de Casa-
ción, pero considerando que el Tribunal competente era la Corte

476 Sentencia de la Sala de Casación Civil de la antigua la Corte Suprema de


Justicia de 8-4-84 (consultada en original) (Caso G.J. León vs. Universidad de
Oriente).

305
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Primera de los Contencioso-Administrativo.477 El criterio de la afi-


nidad de la competencia, en este caso, también seguía el criterio de
la cuestión de derecho administrativo, por la naturaleza del acto que
debió haber sido recurrido y el Tribunal competente para conocer
de los juicios de nulidad de los actos administrativos.
Pero en un caso similar, planteado como conflicto positivo de
competencia directamente ante la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo en un procedimiento de amparo intentado ante un
Juzgado de Primera Instancia en materia del Trabajo, iniciado por
una acción de amparo contra la negativa de una empresa del Esta-
do (CADAFE) de cumplir una decisión de una Comisión Tripartita
Laboral de reenganche de unos trabajadores y pago de salarios
caídos, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, ante la
solicitud de la mencionada empresa del Estado, se consideró in-
competente para conocer del recurso de amparo en virtud de que el
derecho violado era un derecho laboral, correspondiendo el asunto
a los Tribunales del Trabajo. La afinidad de la competencia alegada
se basaba en que correspondía a la Corte Primera conocer de las
demandas contra las empresas del Estado y, entre ellas, CADAFE;
la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, sin embargo,
argumentó que esa competencia no abarcaba las “materias especia-
les,” y dentro de ellas la laboral, que eran ajenas a la competencia
de los órganos contencioso administrativos.478
Por tanto, “si los derechos que se dicen violados caben plena-
mente en la materia laboral, el amparo corresponde a los Tribuna-
les del Trabajo.”479
Como se puede observar de todos los casos referidos, no sólo
algunos de ellos habían sido mal planteados y admitidos en vía de
amparo, existiendo de por medio un acto administrativo contra el
cual debió recurrirse en vía contencioso-administrativa, sino que en

477 Auto del Juzgado Superior de la Región Nor-Oriental de 24-5-85 (Caso A.


López Zarpa vs. Corporiente).Consultado en original.
478 Se ratificaba así la doctrina sentada por la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia en sentencia de 11-7-85, Véase las referencias en senten-
cia de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de 3-10-85, Revista
de Derecho Público, Nº 24, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, p. 134
y ss.
479 Sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativa de 3-10-85,
en Revista de Derecho Público, Nº 24, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1985, p. 134 y ss.

306
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cuanto al criterio de la “afinidad de la competencia” no había uni-


formidad jurisprudencial. Particularmente, en los casos en los cua-
les la violación de un derecho constitucional se producía por una
autoridad administrativa mediante cualquier actuación fáctica o
vía de hecho (que no fuera acto administrativo) dos criterios con-
tradictorios se habían manejado por la jurisprudencia: la afinidad
de la competencia con el derecho violado y la afinidad de la com-
petencia con la cuestión de derecho administrativo envuelta en el
asunto. Esta divergencia fue resuelta por la Ley Orgánica, optando
por el primer criterio. Al contrario, considerábamos que se debía
optar por el criterio de la afinidad de la competencia de los Tribuna-
les Contencioso-Administrativos para conocer de acciones de am-
paro cuando la violación al derecho se produjera por una autori-
dad administrativa, cualquiera que fuera el derecho, siempre que
específicamente el asunto no se atribuyera a otro Tribunal. Este
criterio tiene fundamento constitucional en el artículo 206 que atri-
buye a los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa
competencia no sólo para anular actos administrativos, sino para
restablecer situaciones jurídicas lesionadas por la actividad admi-
nistrativa; y sin duda, el objeto del amparo frente a actividades
administrativas es precisamente, “el restablecimiento inmediato de
la situación jurídica lesionada,” como lo indica el artículo 49 de la
Constitución.480
Es de destacar que la Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo en sentencia de 17-12-87 (dictada un día antes de la san-
ción de la Ley Orgánica) mediante la cual se decidió una solicitud
de amparo introducida por uno de los Rectores de la Universidad
Santa María, consideró la cuestión de la competencia, declarando
su propia competencia para conocer de la acción y la incompeten-
cia de un juez laboral que ya había pronunciado un amparo a favor
de la otra persona que se atribuía la condición de Rector, en la for-
ma siguiente:
“Estima prioritario esta Corte pronunciarse sobre la solici-
tud de declaratoria de litis pendencia, formulada por el accio-
nante del amparo constitucional objeto de esta sentencia, por
cuanto la misma tiene tal naturaleza. Al efecto observa que el
encabezamiento del artículo 61 invocado por el solicitante ex-
presa:

480 Véase Allan R. Brewer-Carías, Estado de Derecho y Control Judicial, cit. p. 644

307
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“Cuando una misma causa se haya promovido ante dos


autoridades judiciales igualmente competentes, el Tribunal que
haya citado posteriormente, a solicitud de parte y aun de ofi-
cio, en cualquier estado y grado de la causa, declarará la litis
pendencia, y ordenará el archivo del expediente quedando ex-
tinguida la causa.”
Ahora bien, esta Corte estima que en el caso de autos no se
da el supuesto previsto en el citado artículo 61, por cuanto el
mismo prevé que la misma causa se haya promovido ante dos
autoridades igualmente competentes y, en la situación sub judi-
ce, el procedimiento se tramita ante un Juez de Trabajo que es
manifiestamente incompetente para conocer de la acción autó-
noma de amparo interpuesta por el presunto titular de la má-
xima jerarquía universitaria. A falta de una Ley de amparo que
establezca las competencias, nuestro Máximo Tribunal ha esta-
blecido que la misma se determina por la afinidad natural que
tenga la materia objeto del amparo, con la del Juez. En el caso
presente, resulta evidente que un juez laboral no tiene afinidad
alguna para conocer de conflictos surgidos entre dos sujetos
que se atribuyen la titularidad del cargo de Rector de una Uni-
versidad privada. La competencia de los tribunales laborales
está determinada en el artículo 1º de la Ley Orgánica de Tribu-
nales y Procedimientos del Trabajo, en el cual se establece lo
siguiente:
“Los asuntos contenciosos del Trabajo, que no correspon-
dan a la conciliación ni al arbitraje, y en todo caso, las cuestio-
nes de carácter contencioso que susciten la aplicación de las
disposiciones legales y de las estipulaciones de los contratos de
trabajo, serán sustanciados y decididos por los Tribunales del
Trabajo, que se indican en la presente Ley.”
De la transcripción que antecede emerge claramente el ca-
rácter taxativo de la competencia de la jurisdicción laboral, cu-
yo enunciado es totalmente ajeno a los sujetos (competencia ra-
tionae personae) y a la naturaleza del conflicto (competencia ra-
tionae materiae). Por el contrario, esta Corte examinó su compe-
tencia al dictar el auto de admisión, señalando al efecto lo si-
guiente:
“Igualmente aprecia esta Corte que la cuestión planteada
puede por analogía incluirse en el ámbito de su competencia
porque se subsume en la disposición del ordinal 3º del artículo

308
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

185 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, ya que


las personas contra las cuales el mismo se propone actúan como
autoridades y dictan actos que podrían adquirir tal carácter.”
Planteada en la forma que antecede la cuestión, la incom-
petencia manifiesta del juez laboral impide la declaratoria de li-
tis pendencia solicitada, por cuanto la misma podría convalidar
un vicio que es tan grave que resulta insanable y contrario a
derecho que hace ineficaz la decisión del Juez del Trabajo, que
desvirtúa la finalidad y objetivo del amparo y su existencia, y
así se declara expresamente.481
Siguió así la Corte Primera el criterio que dominaba antes de la
entrada en vigencia de la Ley, declarando incluso, en este caso, su
competencia, por el hecho de que, tratándose de una Universidad
privada, la eventual impugnación de los actos administrativos que
pudiera dictar se tendría que hacer ante ella. Es decir, siguió la Cor-
te Primera el criterio de la afinidad respecto de la competencia para
conocer de la impugnación de actos administrativos, y no de la
afinidad de la competencia en relación al derecho constitucional
violado, como ahora lo prescribe la Ley Orgánica.482
En consecuencia, la competencia entre los Tribunales de Prime-
ra Instancia se distribuye según “la materia afín con la naturaleza
del derecho o de la garantía constitucionales violados o amenaza-
dos de violación” (Art. 7) y ello ocurrirá así, entre los Tribunales de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, Penal, del Trabajo, de Me-
nores, de Tránsito, Agrarios, Contencioso Tributarios, Contencioso
Administrativos o de la Carrera Administrativa, según los casos.
Con fundamento en la situación existente al promulgarse la
Ley Orgánica formulamos un ensayo preliminar de distribución de la
competencia, considerando que en general, la acción de amparo por
violación de los derechos individuales correspondía ser intentada
ante los siguientes Tribunales:
a) Ante el Tribunal de Primera Instancia en lo Penal, en los ca-
sos de violación de los derechos consagrados en los artículos 58
(derecho a la vida), 60 (libertad y seguridad personales) y 60 (nu-
llum poena sine legge).

481 Véase en El Universal, Caracas, 27-12-87, p. 2-5. Véase el auto de admisión en


El Nacional, Caracas, 9-12-87, p. D-21.
482 Véase en El Nacional, Caracas, 2-1-88, p. A-3.

309
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

b) Ante el Tribunal de Primera Instancia en lo Civil, en los ca-


sos de violación de los derechos consagrados en los artículos 59
(protección al honor, reputación o vida privada), 62 (inviolabilidad
del hogar doméstico), 63 (inviolabilidad de la correspondencia), 64
(libre tránsito), 65 (libertad religiosa), 66 (libertad de expresión del
pensamiento), 68 (acceso a la justicia y derecho a la defensa), 70
(derecho de asociación), y 71 (derecho de reunión).
c) Ante el Tribunal de Primera Instancia en lo Mercantil en los
casos de violación de los derechos consagrados en los artículos 70
(asociaciones mercantiles) y 71 (reuniones mercantiles).
d) Ante el Tribunal de Primera Instancia del Tránsito en los ca-
sos de violación de la libertad de tránsito terrestre (Art. 64).
e) Ante los Tribunales Superiores con competencia contencio-
so-administrativa, en los casos de violación por las autoridades
administrativas estadales o municipales de los derechos consagra-
dos en el ordinal 8 (nos bis in idem) del artículo 60, y en los artículos
67 (derecho de petición), 69 (derecho a la defensa) y 69 (sanciones
administrativas).
f) Ante los Tribunales con competencia contencioso-adminis-
trativa (Corte Primera de los Contencioso-Administrativo o Sala
Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia, conforme
a sus propias competencias), en los casos de violación por las auto-
ridades administrativas nacionales del derecho de petición y a ob-
tener oportuna respuesta consagrado en el artículo 67 de la Consti-
tución, del derecho a la aplicación conforme a Ley de las sanciones
administrativas (Art. 60, Ord. 8º y Art. 69) y del derecho a la defen-
sa (Art. 68).
g) Ante el Tribunal Suprema de Justicia, en los casos de viola-
ción del derecho a ser juzgados por sus jueces naturales (Art. 69).
h) En cuanto a la violación del principio de la igualdad y no
discriminación (Art. 61), corresponderá su conocimiento al Tribu-
nal de Primera Instancia con competencia afín respecto del derecho
en cuyo ejercicio se produjo la discriminación.
En cuanto a la acción de amparo por violación de los derechos
sociales correspondía ser intentada ante los siguientes Tribunales:
a) Ante el Tribunal de Primera Instancia en lo Civil, en los ca-
sos de violación de los derechos consagrados en los artículos 72
(protección de las asociaciones), 73 (protección a la familia), 74

310
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

(protección a la maternidad), 75 (derecho a la filiación), 76 (derecho


a la protección de la salud), 77 (derechos de las comunidades indí-
genas), 78, 80 y 81 (derecho a la educación), 79 (derecho a enseñar),
82 (violación de la colegiación) y 83 (derecho a la cultura).
b) Ante los Tribunales de Primera Instancia de Menores en los
casos de violación de los derechos consagrados en el artículo 75
(protección y amparo de los menores).
c) Ante los Juzgados Agrarios de Primera Instancia en los ca-
sos de violación de los derechos consagrados en el artículo 77 (de-
rechos campesinos).
d) Ante los Tribunales de Primera Instancia del Trabajo, en los
casos de violación de los derechos consagrados en los artículos 84 a
94 (derechos laborales).
En cuanto a la acción de amparo por violación de los derechos
económicos, correspondía ser intentada ante los siguientes Tribuna-
les:
a) Ante los Tribunales de Primera Instancia en lo Civil, en los
casos de violación de los derechos consagrados en los artículos 96
(libertad económica), 99, 100, 101 y 102 (derecho de propiedad) y
109 (cuerpos consultivos).
b) Ante los Tribunales de Primera Instancia en lo Mercantil, en
los casos de violación del derecho a la libertad económica (Art. 96)
y de propiedad (Arts. 99 y 100) de los comerciantes, y en los casos
de violación de los regímenes establecidos en los artículos 107 (in-
versiones extranjeras) y 108 (integración económica).
c) Ante los Juzgados Agrarios de Primera Instancia, en los ca-
sos de violación del derecho de propiedad (Arts. 99, 101, 102, 105)
agraria y del régimen de protección de los recursos naturales reno-
vables (Art. 106).
d) Ante los Tribunales Superiores en materia contencioso ad-
ministrativa por violación de los regímenes establecidos en relación
al papel del Estado en la economía (Art. 95), a la protección del
débil económico (Art. 96), al régimen de los monopolios y conce-
siones (Arts. 97 y 103), al régimen de protección de la iniciativa
privada (Art. 98) y potestades reguladoras de Estado (Art. 98), y al
régimen de los servicios públicos (Art. 104).

311
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En cuanto, a la acción de amparo por violación de los derechos


políticos, correspondía ser intentada ante los siguientes Tribunales:
a) Ante la Corte Suprema de Justicia, en Sala Político-Admi-
nistrativa, en los casos de violación del derecho activo (Arts. 110,
111 y 112) y pasivo (Arts. 112 y 113) al sufragio y del derecho a aso-
ciarse en partidos políticos (Art. 114).
b) Ante el Tribunal de Primera Instancia en lo Civil, en los ca-
sos de violación del derecho de manifestar (Art. 115).
c) Ante el Tribunal de Primera Instancia en lo Penal, en los ca-
sos de violación del derecho de asilo (Art. 116).
d) Ante el Tribunal de Carrera Administrativa, en los casos de
violación de los derechos relativos al ejercicio de funciones públi-
cas (Arts. 112 y 122).
Por último, en cuanto a la violación de otros derechos previstos
en la Constitución, como los de carácter contributivo o tributario, la
acción de amparo correspondía ser intentada ante los Tribunales
Superiores Contencioso-Tributarios, en casos de violación las ga-
rantías a la legalidad tributaria (Art. 224) y a no pagar impuestos
en servicios personales (Art. 225).483

2. El principio rector de la afinidad a partir de 1988


Como se ha señalado, la Ley Orgánica, en su artículo 7 adoptó
como principio rector para distribuir la competencia judicial en
materia de amparo, el criterio jurisprudencial de la afinidad entre
la materia natural del juez y los derechos o garantías denunciados
como lesionados, de manera que el juez competente para conocer
de la acción sea “el que se encuentre mayormente familiarizado o
especializado con el contenido de esos derechos con el fin de alcan-
zar así mayor efectividad de la institución.”484.

483 Véase Allan R. Brewer-Carías, “Introducción general al régimen del derecho


de amparo a los derechos y garantías constitucionales” en Allan R. Brewer-
Carías y Carlos M. Ayala Corao, Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales, Editorial Jurídica Venezolana, Colección Textos Legis-
lativos Nº 5, Caracas, 1988, p. 46 y ss.
484 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de
16-11-89 (Caso Julio Cesar Moreno-COPEI), Revista de Derecho Público, Nº 40,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 96.

312
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por supuesto, algunas materias no tienen específicamente atri-


buida una jurisdicción especial para su conocimiento como sucede
con el derecho a la salud, a la vivienda, a la educación, por lo que
en esos casos debe atenderse a las normas sobre competencia judi-
cial en razón de la materia, o sea, conforme al artículo 28 del Códi-
go de Procedimiento Civil, “por la naturaleza de la cuestión que se
discute” con prescindencia de la persona autora del acto, hecho u
omisión violatorio del derecho o que lo amenace violar.
Ahora bien, tan pronto fue promulgada la Ley Orgánica, la anti-
gua Corte Suprema inició el proceso de la interpretación de la norma
y el primer caso de importancia en el cual trató el tema fue al resol-
ver la apelación contra la sentencia de la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo de 17-12-87 (Caso Universidad Santa María) a
la cual antes hemos hecho referencia, que había declarado su propia
competencia para conocer del asunto, lo cual fue cuestionado por la
Sala Político Administrativa en sentencia de 9-5-88 (Caso Universidad
Santa María) con el siguiente razonamiento en nuestro criterio con-
trario a la intención del legislador:
“La sentencia definitiva de la cual se conoce en alzada por
apelación interpuesta por los Dres. Juan Bautista Fuenmayor
Rivera y Fernando Fuenmayor Rodríguez fue dictada por la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo en fecha 17 de
diciembre de 1987, o sea el día anterior a la sanción por el Par-
lamento de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales, promulgadas por el Presidente de la
República en Consejo de Ministros el 22 de enero de 1988.
El señalado órgano jurisdiccional fundamentó su compe-
tencia para conocer de la acción de amparo constitucional pro-
puesta por el ciudadano Edgar Mendoza Cróquer en que “la
cuestión planteada puede por analogía incluirse en el ámbito de su
competencia porque se subsume en la disposición del ordinal 3º del
artículo 185 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, ya
que las personas contra los cuales el mismo se propone actúan como
autoridades y dictan actos que podrían adquirir tal carácter” (Auto
del 7-12-87) f. 89- subrayado de la Sala).
Fue, pues, el criterio rationae personae el determinante de la
competencia que se atribuyó el a-quo. Ahora bien, antes de la
entrada en vigencia e la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales, uno de los más importantes
problemas de orden procesal que se plantearon a la luz del en-
cabezamiento del artículo 49 constitucional (“los tribunales
ampararán...”) era precisamente la determinación del órgano

313
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

judicial competente para conocer de la acción genérica de am-


paro contemplada en dicha norma. La primera reacción doctri-
naria fue considerar que cualquier órgano judicial de la Repú-
blica sería competente dado que la disposición constitucional
no distinguía al respecto. Sin embargo, en la práctica y de la
lectura de los diversos fallos producidos en una primera etapa
de la evolución del instituto de amparo en Venezuela, se ob-
servan dos notas interesantes: a) que la tendencia natural de los
ciudadanos era acudir a los tribunales de primera instancia y
no ante cualquier tribunal; b) que, dentro de esta tendencia, se
prefería sistemáticamente a los tribunales de la jurisdicción pe-
nal aun cuando la materia de que se tratase no fuese de natura-
leza penal, porque se pensaba que eran estos los más idóneos
para su tramitación en razón de la regulación prevista en la
Disposición Transitoria Quinta de la Constitución respecto al
amparo específico de la libertad personal.
No obstante, a partir de 1967 comienza ya a vislumbrarse
en la jurisprudencia una delimitación de la competencia en ba-
se a la materia y al territorio. (Vid. en ese sentido, entre otras,
sentencias del 29-08-67 del Juzgado Séptimo Accidental de
Primera Instancia en lo Penal; de la Corte Superior Cuarta en lo
Penal del Distrito Federal y Estado Miranda; y de la Sala Políti-
co-Administrativa del 14-12-70 y del 25-09-73).
En la decisión de esta Sala Político Administrativa del 20
de octubre de 1983 (Caso Andrés Velázquez) que selló definiti-
vamente la controversia acerca de la procedencia de la acción
de amparo constitucional en nuestro país se precisó que los
jueces debían “limitar su facultad para admitir recursos de
amparo de acuerdo con la afinidad que con su competencia natural
tengan los derechos que se pretenden vulnerados... “
Con tan categórico pronunciamiento pretendía este Máxi-
mo Tribunal dejar suficientemente esclarecido que el elemento
atrayente de la competencia del órgano judicial era la materia
sobre la cual versase el derecho o garantía constitucional pre-
suntamente vulnerado. A pesar de que así fue mayoritariamen-
te entendido por los tribunales nacionales, sin embargo, en este
último período desde 1983 hasta 1987, anterior a la vigencia de
la Ley sobre Amparo, se produjeron algunas decisiones juris-
prudenciales en abierta contradicción con ese lógico principio
jurisprudencial, las cuales vinieron a agudizar la preocupación
existente por la ausencia del texto legal que estableciera claras
reglas procedimentales al respecto.

314
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

La Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías


Constitucionales, hoy vigente y de obligatoria observancia,
acogiendo la interpretación jurisprudencial de este Supremo
Tribunal, basada a su vez en la orientación del constituyente
plasmada en la Disposición Transitoria Quinta, determinó es-
pecíficamente la competencia de los tribunales para conocer de
la acción de amparo en base al grado (primera instancia), la
materia (afín con el derecho constitucional violado) y el territo-
rio (donde ocurriere el hecho, acto u omisión). Así, reza el ar-
tículo 7º de la L.O.A....
...Descartada entonces, ya no por interpretación jurispru-
dencial sino por voluntad legislativa, el criterio de la atracción
jurisdiccional fundamentado en la persona autora del acto, he-
cho u omisión lesivos a un derecho o garantía constitucional —
salvo cuando se trate de los altos funcionarios del Estado a que
se alude en el artículo 8—, la dificultad, aún ahora con texto
expreso, sigue siendo la determinación del tribunal competente
en algunas materias que en nuestra organización judicial no
tienen específicamente atribuida una jurisdicción especial para
su conocimiento (vg. salud, vivienda, educación, etc.), en cuyo
caso, ante las dudas que se presenten, será necesario observar,
como prevé el indicado artículo 7 de la Ley de Amparo, las
normas sobre competencia en razón de la materia, o sea, “por la
naturaleza de la cuestión que se discute,” de acuerdo a la regla de
competencia material establecida en el artículo 28 del Código
de Procedimiento Civil, con prescindencia de la persona autor
del acto, hecho u omisión violatorios de algún derecho o garan-
tía constitucionalmente tutelado (con la salvedad contemplada
en el artículo 8 ejusdem).
En el caso de autos, este Supremo Tribunal observa que la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, para el cono-
cimiento de la acción de amparo que le fue propuesta, se apar-
tó no sólo de lo que venía siendo la orientación jurisprudencial
de esta Sala desde 1983 en el aspecto de la competencia judi-
cial, fundada en la materia sobre la que verse el derecho consti-
tucional infringido y no sobre la persona autora del agravio,
sino también de su propia interpretación al respecto.
En efecto, en sentencia de fecha 7 de mayo de 1987 (Revista
de Derecho Público, Nº 30, p. 125) dicho órgano jurisdiccional
sostuvo lo siguiente:

315
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“...Acogiendo la jurisprudencia que emana de la sentencia


antes citada de la Sala Político-Administrativa de la Corte
Suprema de Justicia en el caso Andrés Velázquez, la competen-
cia de un juez para asumir la jurisdicción constitucional
cuando le ha sido planteada una acción de amparo, deriva de
su afinidad natural con la materia objeto de la misma. Esta
afinidad natural puede estar dada ratione materia esto es, por
razón de la competencia sustantiva, o bien rationae personae,
esto es, cuando existe un fuero especial del sujeto contra el
cual se interpone la acción de amparo. En el caso de los jueces
contencioso-administrativos, para atender a los elementos indica-
dos, la competencia material la determinaría el hecho de que el
mandamiento de amparo sea solicitado contra una actuación u omi-
sión administrativa y, la competencia personal la determinará la
circunstancia de que haya sido acordada facultad al Tribunal para
conocer y decidir las pretensiones de los particulares contra el ente
público territorial o institucional al cual se impute una determinada
acción u omisión...”
Ahora bien, hasta el presente, la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo había justificado la extensión de su
control jurisdiccional sobre los entes de carácter privado cuan-
do éstos, no obstante su condición de personas jurídicas priva-
das, actúan como autoridad en virtud de facultades que le han
sido legalmente asignadas en cuya virtud dicho tribunal las con-
sidera comprendidas en su facultad de anulación contemplada
en el artículo 183, ord. 3º, de la Ley Orgánica de la Corte Su-
prema de Justicia. (Entre los numerosos fallos pronunciados en
ese sentido vid. por ej. el de 12-02-86:
“la presunta violación al derecho de peticionar y a obtener
oportuna respuesta es atribuida a un ente de carácter priva-
do: el Consejo de Honor de la Federación de Tiro de Vene-
zuela, el cual, sin embargo, actúa como autoridad al ejercer las
facultades sancionatorias que prevé la Ley del Deporte en sus
artículos 67, 68 y 70, porque a pesar de ser una entidad pri-
vada, por la delegación que le hace la Ley del Deporte en el
artículo 6, de aplicar las sanciones de las faltas deportivas, se
comporta, a esos efectos, como una verdadera autoridad...” (Subra-
yados de la Sala).
Al admitir la acción de amparo propuesta por el ciudadano
Edgar Mendoza Cróquer, la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo fundamentó su facultad para conocer de la

316
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

misma en que “la cuestión planteada puede por analogía in-


cluirse dentro del ámbito de su competencia porque se subsu-
me en la disposición del ordinal 3º del artículo 185 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, ya que las personas
contra las cuales el mismo se propone actúan como autoridades y dic-
tan actos que podrían adquirir tal carácter”). (Auto del 7-12-87 f.
90, subrayados de la Sala).
Para la Sala, tal criterio de extensión de competencia de la
Corte Primera resulta errado. En efecto, el elemento de atrac-
ción de la competencia de un tribunal contencioso-adminis-
trativo respecto a las personas jurídicas privadas, no puede ser
otro distinto a que el acto, hecho u omisión que se le impute
haya sido emitido actuando como “autoridad,” por expresa de-
legación legislativa (vg. al ejercer una facultad sancionatoria).
No se trata de que la persona privada sea una “autoridad” ge-
néricamente hablando (en el caso rectoral), sino de que la ac-
tuación concreta que se le impute ha de ser un “acto de autori-
dad” en el sentido admitido por el derecho público y por ende,
susceptible de caer en el ámbito de control de la jurisdicción
contencioso-administrativa. El criterio extensivo de la Corte
Primera conduciría a que todos los actos de entidades privadas
para las cuales exista un texto normativo que las rija, por este
solo hecho entraría en el radio de competencia de la jurisdic-
ción contencioso-administrativa, con prescindencia de la natu-
raleza intrínseca del acto que se le cuestione.
Como bien lo señala el apoderado del Dr. Edgar Mendoza
Cróquer en su escrito de fecha 28 de abril de 1988, el régimen
jurídico de los actos de las Universidades privadas “se somete
al ordenamiento jurídico respectivo según si tales actos se pro-
nuncian sobre la base de la autoridad, es decir, imposición uni-
lateral de conductas, en cuyo caso, se someten a las normas de
derecho público aplicable, o sobre la base de igualdad, en cuyo
caso, quedan sometidas al derecho privado. Se trata como al-
guna vez se ha señalado para los llamados contratos adminis-
trativos, de modulaciones en la regulación de su modo de ser.
Este doble régimen de las Universidades resulta evidente.
Cuando la Universidad dicta un Reglamento, un régimen discipli-
nario, un sistema de selección de profesores, un sistema de recursos
controla el otorgamiento de un título o de una calificación, lo hace en
función de la autoridad que le ha conferido la ley, y por lo tanto, la
normativa jurídica aplicable es la propia del Derecho Público. Ello no

317
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

la hace la Administración Pública en sentido subjetivo, pero


sus actos sometidos a aquel derecho especial resultan también
sometidos a la jurisdicción propia del mismo, es decir, la juris-
dicción contencioso-administrativa” (Subrayados de la Sala).
Pues bien, eso es exactamente lo que no ha ocurrido en el
caso de autos. En efecto, en primer lugar, ninguna de las actua-
ciones que se imputan a los presuntos agraviantes tiene el ca-
rácter de actos administrativos ni los hechos que se cuestionan
fueron realizados en ejercicio de potestades públicas legalmen-
te delegadas, como las que indica el apoderado opositor ni en-
cajan en los supuestos por él señalados arriba subrayados. En
segundo lugar, las personas contra quienes se ejerció la acción
de amparo, o sea los presuntos agraviantes, son los ciudadanos
Juan Bautista Fuenmayor Rivera y Manuel Fernando Fuenma-
yor Rodríguez quienes, según sostiene el propio accionante
Edgar Mendoza Cróquer, no ostentan el carácter de “autori-
dad” sino que precisamente desconocen la que él afirma tener,
en cuya virtud, si se aplican en materia de amparo las reglas de
competencia de la jurisdicción contencioso-administrativa que,
como se sabe viene dada por la posición de demandado del ór-
gano o autoridad administrativa la competencia de autos ten-
dría que operar necesariamente en base a la condición de “au-
toridad” de la persona agraviante y no de la del agraviado. Por
lo expuesto, resulta claro para la Sala que la Corte Primera de
lo Contencioso Administrativo era incompetente para admitir
y resolver la acción de amparo constitucional que le fuera pro-
puesta por el ciudadano Edgar Mendoza Cróquer.
El pronunciamiento anterior no conduce sin embargo a la
revocatoria de la sentencia apelada por motivo de incompeten-
cia, habida cuenta de que el criterio de interpretación adoptado
en el caso en especie fue de origen jurisprudencial y no legal
por carecer, para la fecha de la decisión, de texto normativo
expreso sobre la materia.485
La anterior decisión incidía en el tema de la competencia de los
tribunales contencioso-administrativos, en materia de amparos
autónomos, tomando en cuenta la Administración autora del acto.

485 Véase Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 9-5-88,


Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988,
pp. 107 a 111.

318
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Sin embargo, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo,


con posterioridad a esa decisión, reafirmó la competencia de los
tribunales contencioso-administrativos en sentencia de 4-8-88, con
fundamento en el siguiente razonamiento:
“La acción autónoma de amparo constitucional, esto es, la
que se ejerce independientemente de cualquier otra parte obte-
ner el restablecimiento inmediato de un derecho o de una ga-
rantía constitucionales lesionados o amenazados por un acto,
acción u omisión de una administración pública territorial, co-
mo es el caso presente, corresponde a la competencia de los
tribunales contencioso-administrativos que conozcan en pri-
mera instancia de la materia afín con la naturaleza del derecho
o de la garantía afectados. Esta afirmación, se base en lo dis-
puesto en el artículo 7 de la Ley de Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, ya que al efecto han de
hacerse las siguientes consideraciones. 1.- El artículo 206 de la
Constitución, al establecer la competencia de los tribunales
contencioso-administrativos señaló que los mismos son los or-
ganismos jurisdiccionales idóneos para restablecer las situacio-
nes jurídicas subjetivas de los administrados afectadas por la
Administración. Consagró así el Constituyente la competencia
exclusiva de los tribunales contencioso-administrativos: señaló
que los mismos son los organismos jurisdiccionales idóneos
para restablecer las situaciones jurídicas subjetivas de los ad-
ministrados afectadas por la Administración; para condenar a
la Administración; para anular sus actos y para ordenar el res-
tablecimiento de las situaciones de los administrados afectadas
por la acción u omisión administrativas. El principio de la
competencia exclusiva de los tribunales contencioso-adminis-
trativos es inderogable. La competencia restablecedora de las
situaciones jurídicas de los administrados por la conducta ad-
ministrativa no deriva sólo del hecho de que ésta sea violatoria
de una norma de rango sub-legal sino que comprende a todas
las infracciones del orden jurídico en general y, por ende, de la
norma constitucional y así mismo no se limita a las que derivan
de la anulación de los actos administrativos. Las competencias
constitucionales son inderogables por la ley por disposición del
artículo 207 de la constitución, ya que el mismo indica que la
ley no podrá modificar los que la propia Constitución estable-
ce, como es el caso del artículo 206 del texto Constitucional.

319
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

1. El efecto de la acción autónoma de amparo tal como lo


consagra el artículo 49 de la Constitución, es el restablecimien-
to inmediato del derecho o de la garantía vulnerados, en razón
de lo cual, cuando tal restablecimiento se demanda contra un
acto, actuación u omisión de la Administración, el juez compe-
tente no puede ser otro que el contencioso-administrativo co-
rrespondiente.
2. No puede argüirse que la competencia de los tribunales
contencioso-administrativos sea simplemente rationae personae,
esto es, en relación con el sujeto al cual se demanda y que ella
queda derogada por la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales que contempla la competen-
cia rationae materiae, salvo los casos excepcionales establecidos
en los artículos 8 y único aparte ejusdem, por cuanto, existe una
“materia contencioso administrativa” que está comprendida en
el enunciado el artículo 206 de la Constitución. Son así objeto
de tal materia todas las controversias que se planteen por vía
jurisdiccional contra la ilegitimidad de los actos y actuaciones
de las administraciones Públicas. Cuando el litigio se refiere a
la materia antes señalada la competencia es del juez contencio-
so-administrativo.
3. La Ley Orgánica de amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales alude a la competencia de los tribunales con-
tencioso-administrativos en forma expresa en el artículo 5 ejus-
dem, sobre todo el primer aparte en el cual se señala “el juez
contencioso-administrativo competente.”
4. No puede dejarse a la competencia de los tribunales dife-
rentes a los contencioso-administrativos el criterio de la compe-
tencia vinculada al derecho afín por las siguientes razones:
a) Porque existen garantías constitucionales como el dere-
cho de petición cuyo conocimiento no corresponde a ningún
organismo jurisdiccional ajeno a la esfera contencioso-adminis-
trativa. En igual sentido cabe preguntarse ¿qué tribunal tiene
competencia afín con el derecho al sufragio y en general, con
los derechos de los ciudadanos que constituyen como contra-
partida, cargas esenciales del Estado (salud, educación)?. Fi-
nalmente, un derecho como el de la defensa o la nacionalidad
¿dónde encuentra su sede jurisdiccional?.

320
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

b) La jurisdicción contencioso-administrativa, como toda


jurisdicción especial ha sido creada para tutelar determinados
intereses y, en su caso específico, el predominio de los de natu-
raleza pública sobre las situaciones particulares, con el debido
respeto de los derechos humanos. Planteada así la situación, es
obvio que no puede por vía de interpretación derogarse la
competencia especial.
c) Negar la competencia de los tribunales contencioso-
administrativos especiales (Carrera Administrativa, Tribunal
de Apelaciones de Inquilinato, Tribunal Superior Agrario,
cuando decide como tribunal contencioso-administrativo agra-
rio, tribunales contenciosos fiscales) en materia de amparo, en
beneficio de la competencia de cualquier otro tribunal de la ju-
risdicción ordinaria o especial, significa destruir las bases del
sistema sobre el cual los mismos fueron creados y actúan. Por
ejemplo, ¿cuál sería, fuera del Tribunal de la Carrera Adminis-
trativa, el tribunal de primera instancia competente para cono-
cer del amparo contra un presunta lesión del derecho constitu-
cional en el régimen funcionarial?. Estimar que el derecho vio-
lado afín es el derecho al trabajo y atribuirle competencia al
juez laboral, significaría prescindir de años de evolución doc-
trinaria y destruir el fundamento de disciplinas minuciosamen-
te elaboradas.
5) La exclusión de la competencia de los órganos de la ju-
risdicción contencioso-administrativa, en razón de que el ar-
tículo 7 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales expresa que son competentes para co-
nocer de la acción de amparo los Tribunales de Primera Instan-
cia, no puede inferirse del hecho de que el legislador aludiera
con la expresión tribunales de primera instancia, exclusiva-
mente, a los que así denomina la Ley Orgánica del Poder Judi-
cial, con prescindencia de la lógica extensión de dicho término,
que es comprender en el mismo a cualquier tribunal competen-
te en primera instancia para el conocimiento de la materia. Más
aún, el mismo artículo 7 ejusdem señala a la letra: “En caso de
duda, se observarán, en lo pertinente, las normas sobre compe-
tencia en razón de la materia.”486

486 Véase el texto en Revista de Derecho Público, Nº 36, v, Caracas, 1988, pp. 88-
90 y FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo, 1977-1992, Amparo constitucional, Caracas 1994, pp. 7-9.

321
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

El razonamiento de la Corte Primera, impecable por lo demás,


fue lamentablemente cuestionado por la antigua Corte Suprema de
Justicia, en Sala Político Administrativa, al imponer la tesis de ne-
garle a los tribunales contencioso-administrativos competencia
alguna en materia de amparos autónomos y limitándola exclusi-
vamente a los casos en los cuales el amparo se interpusiera conjun-
tamente con la acción contencioso-administrativa de nulidad. Ello
sucedió con las sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia
en Sala Político Administrativa de 28 de julio de 1988 (Caso IUPC y
Colectivos Bripaz)487 en las cuales se negó a la jurisdicción contencio-
so-administrativa el conocimiento de amparos autónomos —es
decir, desligados del recurso de anulación que por esencia corres-
ponde a aquélla—, aunque se denunciaren lesiones a derechos o
garantías constitucionales que se encontraban dentro de la esfera
de su competencia.
En dicha sentencia, como luego lo señaló la propia Sala Político
Administrativa de la antigua Corte Suprema en sentencia de 15 de
diciembre de 1993 (Caso Futeppsren):
“se entendió que los tribunales competentes para conocer
de la acción de amparo eran únicamente los específicamente
denominados Tribunales de Primera Instancia en Capítulo III
del Título I de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Con esta in-
terpretación se excluía a los tribunales contencioso-adminis-
trativos del conocimiento de la acción de amparo autónoma,
salvo las excepciones legalmente previstas, a saber: a) en los
casos en que conozca la Sala Político-Administrativa de la Cor-
te Suprema de Justicia conforme al artículo 8 de la Ley Orgáni-
ca de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales; b)
en los casos de amparos contra decisiones judiciales, ya que el
superior del tribunal cuestionado puede ser uno de la jurisdic-
ción contencioso-administrativa (artículo 4 ejusdem); y c) cuan-
do la acción se ejerciera conjuntamente con un recurso o acción
contencioso administrativa, según lo prevé el artículo 5º de la
misma Ley.

487 Véase el texto en sentencia Corte Primera de lo Contencioso Administrativo


de 4-5-89 en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia...op. cit., pp. 4 y 5. Dichas sen-
tencias están citadas en Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administra-
tiva de 16-11-89, Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1989, p. 98 y 15-12-93, Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 256.

322
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

No fue sino hasta el 16 de noviembre de 1989 (Caso Copei),


cuando se modificó tal criterio, ya que a partir de ese momen-
to, la Sala comenzó a interpretar el transcrito artículo 7, expre-
sando que, como el criterio de la afinidad entre la materia na-
tural del juez y los derechos y garantías denunciados como le-
sionados resulta ser el rector para dilucidar la competencia en
materia de amparo constitucional, debe presumirse que lo pre-
tendido es que el juez competente para conocer de esa acción
sea el que se encuentre mayormente familiarizado o especiali-
zado con el contenido de esos derechos, con lo cual se aspira a
alcanzar de esa manera una mayor efectividad de la institu-
ción. De manera que negarle a los jueces contencioso-
administrativos el conocimiento de acciones de amparo rela-
cionadas con violaciones de derechos o garantías de índole
administrativa, quebranta ese principio rector, por lo que se es-
tableció que “la jurisdicción contencioso-administrativa se en-
cuentra también habilitada, conforme a sus propias competen-
cias y como cualquier jurisdicción especial, para conocer de ac-
ciones de amparo autónomas, en caso de violación de derechos
y garantías afines con la competencia natural que originaria-
mente tiene atribuida.”488
Las sentencias de la antigua Corte Suprema de 28-7-88 fueron
muy criticadas por los órganos de la jurisdicción contencioso-
administrativa, y ello quedó en un voto salvado de la Magistrado
Hildegard Rondón de Sansó a la sentencia de 15 de diciembre de
1988 de la Corte Primera, donde concluyó indicando que:
“Es sabido que la aplicación del criterio de la incompeten-
cia de los tribunales contencioso-administrativos ha creado un
desajuste de tal naturaleza en la esfera jurisdiccional que la ins-
titución del amparo ha sido puesta en tela de juicio al produ-
cirse decisiones sobre la materia condenatoria de sus actos, por
parte de jueces no contemplados en la previsión del artículo
206 de la Constitución. Estimamos que la jurisprudencia esta
destinada a darle un sentido lógico a la normativa que aplica,
rechazando el textualismo o sentido literal de las normas,
cuando existen elementos, como es el caso presente, que permi-
ten la utilización de criterios cónsonos con la globalidad del

488 Véase Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa 15-12-93,


Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1993, p. 250

323
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

sistema jurídico. Considera la disidente que no se colabora con


el desarrollo de una institución tan delicada como lo es el am-
paro constitucional, sometiéndose a un criterio que afecta su
eficacia y que es contrario a disposiciones expresas del texto
fundamental y que, por el contrario, la labor de esta Corte debe
estar dirigida a hacer que se produzca el cambio jurispruden-
cial que restituya a los tribunales contencioso-administrativos
su competencia natural.”489
Ahora bien, como se ha señalado, el criterio criticado fue cam-
biado por la Sala Político Administrativa de la antigua Corte Su-
prema en sentencia de 16 de noviembre de 1989 (Caso J.C. Moreno-
Copei) en la cual señaló:
“En efecto, existen garantías y derechos constitucionales
que nadie mejor que esta jurisdicción puede tutelar. Entonces,
si la intención del legislador y las bases del sistema se susten-
tan efectivamente sobre el criterio de afinidad, con el fin de
buscar que el conocimiento del asunto controvertido esté en
manos del más idóneo: ¿por qué negar —se insiste— esa posi-
bilidad de conocer de amparos autónomos a la jurisdicción
contencioso-administrativa?.
Resta agregar que, otorgándole a la jurisdicción contencio-
so-administrativa competencia para conocer de acciones de
amparo, no se pierde en ningún momento el carácter directo y
efectivo del ejercicio de dicha acción, ya que el artículo 9 de la
Ley Orgánica de Amparo permite que, de manera excepcional,
cualquier juez de la localidad asuma la competencia cuando en
el lugar donde se produjo el hecho perturbador o acto lesivo no
exista un tribunal ad hoc. En tal sentido la presente decisión
mantiene algunos de los principios señalados en el citado fallo
de 28-7-88 y sus afines (31-1-89, 13-2-82 y 16-3-89).
Reitera la Sala: de la lectura de los Diarios de Debate de la
Cámara de Diputados y del Senado, no se desprende que en el
momento de la discusión del Proyecto de Ley Orgánica de
Amparo se planteara esta controversia concreta, y que se con-
cluyera en que el juez contencioso-administrativo no era com-
petente para conocer de amparos autónomos. Y si, en efecto, el
punto hubiere sido suscitado, y planteada de manera directa y
específica tal controversia, seguramente —vista la base sobre la

489 Véase en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia..., op. cit. pp. 9-10

324
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cual está construido el sistema de competencia en materia de


amparo— el legislador habría resuelto nítidamente la corres-
pondiente a los tribunales contencioso-administrativos de pri-
mera instancia en la localidad para que conocieran de acciones
de amparo autónomas, en el caso de que se denunciaren viola-
ciones a derechos o garantías constitucionales colindantes con
su esfera de conocimiento; y nadie mejor que aquéllos podrían
juzgarlas.
Sin duda alguna, admitir que la jurisdicción contencioso-
administrativa es la sola que no puede atender “a la índole del de-
recho o garantía violados o amenazados” para conocer de una ac-
ción de amparo, resultaría absurdo dentro de este razonamiento
interpretativo. Téngase en cuenta que, conforme a la tesis jurispru-
dencia imperante, en caso de violación de derecho o garantías de
“índole administrativa,” sólo podían —hasta el presente— conocer
tribunales de primera instancia civiles, mercantiles, laborales, de
tránsito o de menores; más no tribunales de primera instancia con
competencia general contencioso-administrativa como son los su-
periores en la materia (que actúan siempre en primera instancia) o
la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo; todos, sin du-
da, los más adecuados para ello, y también los sólo competentes
para hacerlo, si nos acogemos a una interpretación del texto legal
que exceda de la puramente literal.
Por otra parte, señala la Sala, hay una específica “materia con-
tencioso-administrativa,” consagrada en el artículo 206 de la Cons-
titución, cuyo conocimiento está atribuido a la jurisdicción conten-
cioso-administrativa que corresponde a la Corte Suprema de Justi-
cia y a los demás tribunales que la ley determine. Y, en efecto, estos
juzgados contencioso-administrativos son, conforme al texto cons-
titucional, los únicos e idóneos tribunales competentes para resta-
blecer situaciones jurídicas subjetivas infringidas por la adminis-
tración.
Por tanto: cuando en materia de amparo lo que se pretenda sea
el restablecimiento de situaciones infringidas por la Administra-
ción, para la Sala no cabe duda de que el único juez competente —
y cuya competencia le es inderogable— sería el juez contencioso-
administrativo. Igualmente, la jurisprudencia no podía contraria lo
dispuesto en la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, que
confió esa jurisdicción especial contenciosa en primera instancia,
tanto a los Tribunales Superiores (artículo 181 de dicha ley) o a la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo (artículos 181 y
184 ejusdem), como a la propia Sala Político Administrativa.

325
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En mérito de lo anteriormente expuesto, la Sala considera


que la jurisdicción contencioso-administrativa se encuentra
también habilitada, conforme a sus propias competencias y
como cualquier jurisdicción especializada, para conocer de ac-
ciones de amparo autónomas, en caso de violación de derechos
y garantías afines con la competencia natural originariamente
tiene atribuida. Así se declara.”490
En esta forma quedó precisada la competencia de los tribunales
contencioso-administrativo, pero sin que para ello el criterio orgá-
nico pueda considerarse como determinante. Así lo precisó la Sala
Político-Administrativa en la sentencia citada de 15-12-93:
“Así, es pacíficamente aceptado en los actuales momentos
que los tribunales contencioso-administrativos que conocen en
primera instancia de las acciones o recursos ordinarios contra
los actos, hechos u omisiones de los órganos del Poder Público
—que según la Ley Orgánica de la Corte suprema de Justicia
son los Tribunales Superiores (artículo 181), la Corte Primera
(artículo 181 y 184) y la propia Sala Político-Administrativa—
son competentes, aun cuando no se denominen formalmente
“Tribunales de Primera Instancia,” para conocer de las acciones
de amparo autónomas cuando se denuncien o pretendan vul-
nerados derechos o garantías de índole administrativa. Así lo
declara y reitera la Sala.”
Sin embargo, no debe interpretarse que la competencia de
la acción de amparo constitucional, cuando el presunto agra-
viante sea algún órgano del Poder Público, se rige por el crite-
rio orgánico.
Por el contrario, tal como se precisó anteriormente, el crite-
rio rector de competencia en materia de amparo, reconocido
indirectamente en la Constitución y directamente en la Ley Or-
gánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constituciona-
les, es el criterio de la afinidad entre la materia natural del tribunal y
el derecho o garantía cuya vulneración se alega.
Por lo que los señalados tribunales contencioso-adminis-
trativos conocen en primera instancia de amparos autónomos

490 Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 16-11-89 (Caso


J.C. Moreno-Copei), Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1989, pp. 98-99.

326
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cuando los presuntos derechos violados sean de naturaleza


administrativa, ya que es precisamente esta materia la que
constituye la competencia jurisdiccional de esos tribunales. Así
se declara, igualmente.
Consecuentes con lo expuesto, resulta concluyente que en
los casos en que un órgano del Poder Público lesione a un par-
ticular en sus derechos o garantías constitucionales de índole o
naturaleza distinta a la administrativa (laborales, civiles o pe-
nales), la competencia para conocer de las acciones de amparo
contra esos actos, hechos u omisiones no correspondería a los
tribunales contencioso-administrativos sino a los laborales, ci-
viles o penales, según el caso específico.”491
3. La distribución de la competencia en materia de amparo en
la jurisdicción contencioso-administrativa
Ahora bien, reconocida la competencia de los tribunales con-
tencioso-administrativos para conocer de la acción autónoma de
amparo, a los efectos de la determinación de la competencia entre
ellos, la jurisprudencia ha establecido el pacífico criterio de que
ella:
“viene determinada no sólo en razón del criterio que afini-
dad que preside la ley que rige la materia, sino también en ra-
zón del órgano del cual emana el acto que se pretende atenta-
torio contra derechos o garantías constitucionales, puesto que
tal criterio define cual es el tribunal de primera instancia com-
petente, dentro de la jurisdicción contencioso-administrativa492.

491 Véase en Revista de Derecho Público, N° 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, p. 256. En igual sentido Corte Suprema de Justicia - Sala Políti-
co Administrativa 5-11-92, Revista de Derecho Público, N° 52, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1992, pp. 151-153.
492 Véase Corte Primera de lo Contencioso Administrativo 27-8-91 y 10-9-91
Revista de Derecho Público, N° 47, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991,
p. 125.

327
QUINTA PARTE
EL CARÁCTER EXTRAORDINARIO DE LA ACCIÓN
AUTÓNOMA DE AMPARO

Siendo el amparo un derecho constitucional, como se ha dicho,


la protección que ofrece esta garantía constitucional se puede re-
querir de los jueces competentes, no sólo mediante el ejercicio de la
acción de amparo específica y autónoma, sino mediante también
mediante otras vías judiciales idóneas para la protección constitu-
cional.
Partiendo de esta premisa, como se ha explicado anteriormen-
te, meses antes de la sanción de la Ley Orgánica de Amparo de
1988, la antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Político Admi-
nistrativa en sentencia de 6 de agosto de 1987 (Caso RAP), había
dejado sentado el principio de que la acción de amparo era pro-
cedente, solo cuando los medios ordinarios que existieran contra
los actos inconstitucionales o ilegales fueran insuficientes para la
protección constitucional, es decir, para reparar el perjuicio o no
fueran idóneos para evitar el daño o la lesión causada por tales
actos.493
De allí el carácter extraordinario que la jurisprudencia fue
desarrollando sobre la acción de amparo, en el sentido de que la
misma procede “cuando se hayan agotado, no existan, o sean inope-
rantes otras vías procesales que permitan la reparación del daño;” o
“en ausencia de una vía judicial o procedimental específica prevista
en el ordenamiento jurídico y aplicable al caso.”

493 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 33, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1987, p. 107.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Esta tesis, desarrollada por la antigua Corte Suprema en la sen-


tencia citada, como lo dijo, “es de vieja data en Venezuela,” y con-
siste en definitiva en que si un medio ordinario:
“permite la protección del derecho constitucionalizado, el
amparo no será procedente. Por el contrario, si no hay proceso
idóneo para salvaguardarlo, se abre la vía del amparo .”
En otras palabras, dijo la antigua Corte Suprema de Justicia,
“la acción de amparo resulta improcedente cuando existan me-
dios procesales que permitan obtener los mismos efectos procesa-
les perseguidos por el amparo solicitado.” En definitiva, la anti-
gua Corte en esa sentencia del Caso: RAP, concluyó señalando
que:
“para que sea dable la concesión de un mandamiento de
amparo, el juez que conoce de la solicitud respectiva debe con-
cretar su examen a la verificación de los siguientes aspectos:
1) Que la situación infringida por el acto, hecho u omisión
de la autoridad pública o del particular, sea violatorio en forma
directa, manifiesta e incontestable de un derecho o garantía
constitucionalmente tutelado;
2) Que no exista para el restablecimiento de esa situación
jurídica lesionada ningún otro medio procesal ordinario ade-
cuado; y
3) Que la lesión o el derecho o garantía afectados sean de
tal naturaleza que no podrían ser reparados mediante la utili-
zación de ese otro medio procesal.”494
En el mismo sentido, como lo indicó la antigua Corte Primera
de lo Contencioso Administrativo, en sentencia de 12 mayo de
1988:
“Cuando el accionante tenga medios procesales ciertamen-
te eficaces, breves e idóneos, los cuales constituyen para ello
garantías suficientes y apropiadas para el caso de ser jurídica-

494 En Revista de Derecho Público, Nº 31, 1987, pp. 81, 83, 86, 87 y 88. En igual
sentido la sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso administrativo de
21–1–88, Revista de Derecho Público, Nº 33, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1988, p. 110.

330
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

mente procedentes, tal circunstancia hace inadecuada, esta vía


jurisdiccional (acción de amparo autónoma) para la obtención
de lo solicitado.”495
En definitiva, lo extraordinario de la acción de amparo es que
como principio se admite cuando no existan vías procesales idó-
neas para enervar las lesiones constitucionales aducidas,” de ma-
nera que, si estas existen, la acción de amparo es inadmisible (art.
23.5).
Este carácter extraordinario de la acción de amparo fue preci-
sado por la antigua Corte Suprema en Sala Político Administrativa
poco después de sancionada la Ley Orgánica de 1988, en sentencia
de 14 de agosto de 1990, al calificar dicha acción como “especial”
así:
“Tal como lo ha establecido este Máximo Tribunal reitera-
damente, la acción de amparo resulta ser de carácter especial,
en el sentido de que no puede sustituir los recursos y acciones
establecidos para reclamar algún derecho constitucional, si sus
respectivos procedimientos son a su vez breves y sumarios, o
eficaces, para lograr su rápido restablecimiento. Así lo ha ma-
nifestado esta Sala en sentencia de fecha 23–5–88, cuando acla-
ró que no es posible utilizar la acción de amparo, “como susti-
tutoria de los recursos precisa y específicamente arbitrados por
el legislador –en desarrollo de normas fundamentales– para
lograr de esta manera el propósito que se pretende en autos. Si
tal sustitución se permitiere, el amparo llegaría a suplantar no

495 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1988, p. 104. Véase además, la sentencia de la Corte Suprema en Sala
Político Administrativa de 6–12–89, en Véase en Revista de Derecho Público, Nº
41, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989 p. 41. En igual sentido la sen-
tencia de la misma antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Adminis-
trativa de 23–5–88 señaló que procede la acción de amparo “cuando se hayan
agotado, no existan o sean inoperantes otras vías judiciales que permitan la re-
paración del daño.” En el caso resuelto se trataba de una acción de amparo in-
tentada contra un acto de negativa del registro de la propiedad de un inmueble
y la Corte resolvió que a dicha negativa de registro podía darse satisfacción
mediante los procedimientos administrativos y judiciales previstos, agregando
que “no puede la brevedad, efectividad y sumariedad del procedimiento de
amparo sustituir lapsos y plazos que el legislador estimó conveniente estable-
cer especialmente en materia de registro de la propiedad inmobiliaria.” Véase
en Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1988, p. 125.

331
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

sólo esa, sino todas las vías procesales establecidas en nuestro


sistema de derecho positivo, situación en modo alguno desea-
ble ni deseada por el legislador del amparo.” En ese mismo sen-
tido se ha pronunciado la Sala de Casación Civil de esta Su-
prema Corte, cuando en sentencia de fecha 27–4–88, asentó que
el actor tiene la carga procesal de “utilizar el procedimiento
normal preestablecido por la ley adecuado a su pretensión,
carga que de incumplirse, produce la inadmisión del amparo
instaurado.” En esa misma sentencia la Sala de Casación Civil,
precisó, que el numeral 5 del artículo 6° de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, debe in-
terpretarse en el sentido de que “no puede entenderse nunca
como una facultad libre de acudir o no a las vías establecidas,
sino como la carga procesal del actor de utilizar el procedi-
miento normal preestablecido por la Ley (omissis).” En concre-
to, pues, que si existe “un medio procesal, breve, sumario y efi-
caz acorde con la protección constitucional,” como lo exige el
artículo 5º de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, la acción de amparo en contra de
los actos administrativos, actuaciones materiales, vías de he-
cho, abstenciones u omisiones de la Administración Pública,
resulta ser inadmisible, por no darse el presupuesto general de
dicha acción cual es su carácter extraordinario.”496
En sentido similar en sentencia de 11 de diciembre de 19 de di-
ciembre de 1990, la Sala Político Administrativa de la antigua Corte
Suprema precisó:
“Ha sido el criterio reiterado de la jurisprudencia de este
Máximo Tribunal, así como de la doctrina, que la acción de
amparo es un remedio judicial extraordinario o especial que
sólo procede cuando se hayan agotado, no existan, o sean
inoperantes otras vías procesales que permitan la reparación
del daño. Igualmente, el artículo 5 de la Ley Orgánica de Am-
paro sobre Derechos y Garantías Constitucionales señala que
la acción de amparo procede cuando no exista un medio pro-
cesal breve, sumario y eficaz acorde con la protección consti-
tucional.
Tal requisito procesal objetivo para la admisibilidad de la
acción hace del amparo un medio o instrumento judicial que só-
lo puede ser admitido por el juez una vez verificado que los

496 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, p. 134.

332
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

otros medios ordinarios no son los eficaces o idóneos para resta-


blecer la situación jurídica denunciada. Si existen esos medios, el
juez debe abstenerse de admitir la acción de amparo propuesta.
En efecto, la naturaleza extraordinaria o especial del ampa-
ro constitucional, tiene como objetivo lograr que dicha institu-
ción no sea sustitutiva de los medios ordinarios; igualmente
alerta sobre la necesidad de su uso prudente y racional como
medio de defensa extremo de los derechos constitucionales
admisible sólo cuando sea la única vía idónea y eficaz para el
restablecimiento de las libertades públicas o cuando los otros
medios sean inoperantes para lograr dicho objetivo.”497
En consecuencia, en sentido contrario, cuando en el ordena-
miento jurídico exista una vía idónea, adecuada, eficaz y operante
que permita el restablecimiento inmediato de la situación jurídica
infringida, acorde con la protección del derecho constitucional, la
acción de amparo puede ser declarada inadmisible.
Así lo resolvió, desde 1991, la antigua Corte Suprema, por
ejemplo, en relación al amparo tributario regulado en el Código
Orgánico Tributario: existiendo esta vía para reparar los perjuicios
derivados de la abstención administrativa, la acción autónoma de
amparo se ha considerado improcedente.498
En todo caso, en materia de amparo contra actos administrati-
vos el carácter extraordinario fue muy desarrollado por la juris-
prudencia, por la previsión expresa que estaba establecida en el
artículo 5º de la Ley Orgánica de 1988 que establecía su proceden-
cia “cuando no exista un medio procesal breve, sumario y eficaz,
acorde con la protección constitucional.”
Por ello, la norma fue analizada por la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, apenas entró en vigencia la Consti-
tución de 1999, habiendo concluido en la interpretación vinculante
adoptada en la sentencia Nº 1 de 20 de enero de 2000 (Caso Emery
Mata Millán), que:
“Dicho artículo, a juicio de esta Sala, no colide con la Cons-
titución. y por lo tanto, tiene plena vigencia, y según él, las ac-

497 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1991, p. 112.
498 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 14–8–90 (Caso: Grespais), Revista de Derecho Público, Nº 44, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, p. 135.

333
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ciones de amparo pueden ejercerse conjuntamente con el re-


curso contencioso administrativo de nulidad de actos adminis-
trativos o contra las conductas omisivas.
Al estar vigente el citado artículo 50, surge una excepción a
la doctrina sobre la competencia en materia de amparo, conte-
nida en este fallo, y es que los tribunales, incluyendo las Salas
de este Supremo Tribunal, que conozcan de procesos de nuli-
dad de actos administrativos de efectos particulares, o contra
negativas o abstenciones de la Administración, mediante re-
cursos contenciosos administrativos, podrán a su vez conocer
de los amparos previstos en el artículo 5° de la Ley Orgánica de
Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales, siempre
que el recurso de nulidad o por abstención de la Administra-
ción, no se funde en una infracción directa e inmediata de la
Constitución, y siempre que la acción de amparo no se encuen-
tre caduca.
Resultado de la doctrina que se expone, es que las Salas
de este Tribunal Supremo de Justicia que conocen amparos
que no se han ejercido conjuntamente con recursos contencio-
sos administrativos, remitirán a esta Sala las acciones de am-
paro que venían tramitando, mientras que la Sala Político-
Administrativa y la Sala Electoral seguirán conociendo los
amparos que se ejercieron o se ejerzan conjuntamente con el
recurso contencioso administrativo o electoral de anulación
de actos o contra las conductas omisivas.” 499
El principio contenido en el artículo 5 de la Ley Orgánica de
1988, consecuencia del carácter extraordinario de la acción de am-
paro, se recogió en la regulación de la acción contencioso adminis-
trativa, contra actos administrativos u omisiones de la Administra-
ción, con el amplísimo poder cautelar, en la Ley Orgánica de la
Jurisdicción Contencioso Administrativa lo que constituye preci-
samente, una vía procesal idónea para enervar las lesiones consti-
tucionales aducidas. 500

499 Revista de Derecho Público, Nº 81, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000,
pp. 225-229.
500 Véase lo expuesto en Allan R. Brewer-Carías, “Introducción general al Régi-
men de la Ley Orgánica de la Jurisdicción Constitucional,” en Allan R. Bre-
wer-Carías y Víctor Hernández Mendible, Ley Orgánica de la Jurisdicción Cons-
titucional, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2010, pp. 93 ss.

334
SEXTA PARTE
EL OBJETO DE LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL:
TODOS LOS DERECHOS Y GARANTÍAS
CONSTITUCIONALES

I. EL RÉGIMEN GENERAL EN VENEZUELA: LA PROTEC-


CIÓN DE TODOS LOS DERECHOS Y GARANTÍAS

El derecho de amparo en la Constitución y en la Ley Orgánica


está configurado para proteger el goce y ejercicio de todos los dere-
chos y garantías que establece la Constitución y los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos (Artículo 27 Constitu-
ción), razón por la cual el artículo 1º de la Ley Orgánica se configu-
ra la acción como una garantía fundamental que tiene “toda perso-
na” de poder ejercer:
“ante los Tribunales competentes el amparo previsto en el
artículo 49 de la Constitución, para el goce y el ejercicio de los
derechos y garantías constitucionales, aun de aquellos dere-
chos fundamentales de la persona humana que no figuren ex-
presamente en la Constitución, con el propósito de que se res-
tablezca inmediatamente la situación jurídica infringida o la si-
tuación que más se asemeje a ella.
A ello, se agregó en la misma norma “la garantía de la libertad
personal,” con lo cual, en definitiva, el amparo se configura como
una garantía fundamental de los derechos humanos y de los dere-
chos constitucionales.
Por otra parte, el derecho de amparo corresponde a todos para
proteger el goce y ejercicio de los derechos y garantías constitucio-
nales y, por tanto, no sólo protege a los titulares de los mismos
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cuando se trate de personas naturales, sino también de dichos de-


rechos cuando éstos se ejercen por personas morales. Es indudable
que por la amplitud con la cual el artículo 27 de la Constitución
consagra el derecho de amparo, la expresión “todo habitante” co-
mo titular de la acción conforme al artículo 1º de la Ley Orgánica
de Amparo, no la interpretó la jurisprudencia ni el Legislador co-
mo referida sólo a las personas naturales, sino que también se refie-
re, por supuesto, a todas las personas jurídicas, incluso las perso-
nas morales de derecho público, pues los derechos que la Constitu-
ción establece no sólo son derechos de las personas naturales sino
que muchos también se garantizan respecto de las personas mora-
les.501 Lo único que exige la Ley Orgánica para el logro de la pro-
tección en estos casos es que las personas morales estén domicilia-
das en el país (Art. 1).
En cuanto a los derechos y garantías protegidos, en particular
de las personas de derecho público territoriales, la doctrina de la
Sala Constitucional ha excluido de protección mediante amparo, a
las “garantías institucionales” de la autonomía de los entes políti-
co-territoriales establecidas en la Constitución,502 considerando que
los Estados o Municipios sólo pueden acudir al amparo para de-
fender los derechos de los que puedan ser titulares, como el dere-
cho al debido proceso, o el derecho a la igualdad, o a la irretroac-
tividad de la ley; en cambio, no pueden accionar en amparo para
tutelar la garantía de la autonomía que la Constitución les recono-
ce o las potestades y competencias que aquélla comporta.503
Pero, como hemos dicho, la acción de amparo se configura co-
mo un medio de protección del goce y ejercicio de absolutamente
todos los derechos y garantías que la Constitución establece, y para
corroborar esta afirmación basta recordar que su artículo 27 está

501 Véase lo indicado por la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo en


sentencias de 30–4–87, 24–4–88 y 28–7–88 en FUNEDA, 15 años de Jurispruden-
cia de la Corte Primera de lo Contencioso–Administrativo, 1977–1992, Amparo
Constitucional, Caracas, 1994, pp. 141, 180 y 225.
502 La Sala Constitucional, en esta forma, ha rechazado lo que ha denominado
como el “amparo organizacional,” como una pretendida figura destinada a
tutelar potestades públicas o garantías institucionales.” Véase sentencia Nº
1655 de 5 de diciembre de 2012, en Revista de Derecho Público, Nº 132, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas 2012, pp. 184-185.
503 Véase entre otras, la sentencia Nº 1395 de 21–11–2000 (Caso: Gobernación del
Estado Mérida y otras vs. Ministerio de Finanzas), en Revista de Derecho Público,
Nº 84, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2000, pp. 315 ss.

336
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ubicado en el Capítulo I que contiene las “Disposiciones Genera-


les” del Título III, que se refiere a los “De los derechos humanos y
garantías y de los deberes,” teniendo en cuenta que posteriormen-
te, en los ocho capítulos restantes, se regulan separadamente los
derechos de los ciudadanos, los derechos civiles, los derechos polí-
ticos, los derechos sociales y de las familias, los derechos culturales
y educativos, los derechos económicos, los derechos de los pueblos
indígenas y los derechos ambientales.
Por esta ubicación de la norma en las Disposiciones Generales
citadas, la Ley Orgánica ha sido explícita al señalar que el derecho
de amparo procede respeto de “el goce y el ejercicio de los dere-
chos y garantías constitucionales, aun de aquellos inherentes a la
persona que no figuren expresamente en la Constitución” (Art. 1º).
Por tanto, en Venezuela el amparo no es solo un medio de pro-
tección de ciertos derechos, sino al contrario, de todos los derechos
y garantías que la Constitución establece y que además están esta-
blecidos en los instrumentos internacionales sobre derechos huma-
nos, o que sean inherentes a la persona humana, teniendo en cuen-
ta, además, que los consagrados en tratados internacionales tienen
rango constitucional por expresa previsión del artículo 23 de la
Constitución. No tiene aplicación en Venezuela, por tanto, el siste-
ma restrictivo de la acción de amparo que lo prevé sólo para prote-
ger ciertos derechos constitucionales denominados como “funda-
mentales” lo que implica que quedarían fuera de su ámbito todos
los otros, como sucede en España, Alemania y algunos países lati-
noamericanos como Chile y Colombia.504 Al contrario, en Venezue-
la, todos los derechos constitucionales pueden ser objeto de protec-
ción mediante la acción de amparo.
Esto llevó al legislador a considerar que mediante el derecho
de amparo no sólo se protegen todos los derechos y garantías enu-
meradas en la Constitución, en los artículos 19 a 129, sino, por su-
puesto, aquéllos que se establecen indirectamente en otras normas
constitucionales. Por ejemplo, la garantía de que los entes públicos
no le pueden exigir a las personas naturales jurídicas el pago de
impuestos y contribuciones que no se hayan establecido en ley
formal, y la garantía de que el Estado no establezca ni exija el pago
de impuestos en servicio personal, consagrado en el artículo 317 de
la Constitución.505

504 Véase Allan R. Brewer–Carías, El amparo a los derechos y garantías constitucio-


nales, (Una aproximación comparativa), Caracas, 1993, pp. 63 ss.
505 Sin embargo, en algunas sentencias se puede apreciar alguna tendencia res-
trictiva en esta materia. Por ejemplo, en la de la Corte Suprema de Justicia en

337
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por tanto, el amparo está previsto en la Constitución como un


derecho de protección de todos los derechos y garantías constitu-
cionales, sin límites, incluso cuando éstos resultan de principios
constitucionales. Así, por ejemplo, lo señaló la antigua Corte Pri-
mera de lo Contencioso Administrativo en sentencia de 7 de mayo
de 1990, al indicar que:
“El amparo constitucional es el medio directo, efectivo y
sumario que el constituyente ha puesto en manos de los ciuda-
danos y de las corporaciones que los mismos integran, para
que sean tutelados no sólo los derechos que ella les garantiza,
sino también los principios que rigen el sistema jurídico, tales
como el de la actuación democrática; el de la legítima represen-
tatividad y de la justicia misma.”506
De acuerdo a esta orientación, por tanto, poco importa donde
estén ubicados dentro de la Constitución los derechos o garantías
constitucionales. Lo importante es que tengan rango constitucional.
Esto lo reconoció expresamente la antigua Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo en sentencia de 25 de junio de 1993, al
precisar que:
“Ni todos los derechos constitucionales están contenidos
en el Título III del Texto Fundamental, ni todas las disposicio-
nes del susodicho título establecen derechos constitucionales.
Por lo contrario, existen disposiciones del Título III de la Cons-
titución que lo que establecen son las llamadas “determinacio-
nes de fines del Estado”; por supuesto, estos fines del Estado
están encaminados a la protección o facilitación del ejercicio de
derechos constitucionales, pero sin establecerlos.”507

Corte Plena de 21–3–88, al solicitarse protección constitucional contra la exi-


gencia del pago de una contribución por renovar un registro de vehículos no
previsto en la Ley de Tránsito, y por tanto, evidentemente violatorio de la ga-
rantía constitucional de la reserva legal. Véase en Revista de Derecho Público,
Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 105. Véase también
sentencia de la Sala Político-Administrativa de 17–10–88. Véase en Revista de
Derecho Público, Nº 36, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 91.
Véase sobre ello Allan R. Brewer–Carías, Derecho y acción de amparo, Vol. V,
Instituciones Políticas y Constitucionales, cit. pp. 209 ss.
506 Véase en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, op. cit., p. 152.
507 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 53–54, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, p. 361.

338
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por ello, en general, la jurisprudencia ha exigido para que


proceda el amparo que se trate de una violación inmediata, direc-
ta y clara de un derecho o garantía constitucional o de rango
constitucional,508 como por supuesto serían también los derechos
inherentes a la persona humana509 conforme al artículo 22 de la
Constitución.
En efecto, el derecho de amparo previsto en el artículo 27 de la
Constitución también se refiere a aquellos derechos fundamentales
que no estén expresamente enunciados en normas constitucionales,
pero que sean derechos inherentes a la persona humana, adqui-
riendo, en este sentido, todo su valor, la cláusula abierta contenida
en el artículo 22 de la Constitución, que establece lo siguiente:
“Artículo 22. La enunciación de los derechos y garantías
contenidas en la Constitución y en los instrumentos interna-
cionales sobre derechos humanos no debe entenderse como
negación de otros que, siendo inherentes a la persona, no figu-
ren expresamente en ella. La falta de ley reglamentaria de estos
derechos no menoscaba el ejercicio de los mismos.”
Por tanto, la acción de amparo protege también todos estos de-
rechos inherentes a la persona humana que no figuran expresa-
mente en el texto, o en los instrumentos internacionales sobre dere-
chos humanos; no siendo por supuesto necesaria una ley que re-
glamente estos derechos para que se pueda garantizar su ejerci-

508 Véase, por ejemplo, sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso admi-


nistrativo de 22–1–88, Revista de Derecho Público, Nº 33, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1988, p. 109; de 24–5–88, Revista de Derecho Público, Nº 35,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 100; de 30–6–88, Revista de
Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 129; de
8–10–91, Revista de Derecho Público, Nº 48, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1991, p. 138; de 15–9–92 y 16–9–92, Revista de Derecho Público, Nº 51,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, pp. 146 y 150; y de la antigua
Corte Suprema de Justicia, Sala Político Administrativa, de 9–5–88, Revista de
Derecho Público Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, pp. 105 y
116; de 27–6–90, Revista de Derecho Público Nº 43, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1990 p. 92, y de 26–10–89, Revista de Derecho Público, Nº 40, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 109. Véase también de la antigua
Corte Suprema de Justicia, Sala Plena de 21–3–88, Revista de Derecho Público,
Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 105.
509 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa, de 5–10–89, Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1989, p. 108; y de 14–8–89, Revista de Derecho Público, Nº
39, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 144.

339
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cio.510 Con motivo de este enunciado del artículo 22, por supuesto,
adquiere una enorme importancia el elenco de los derechos del
hombre que se enuncian en las Declaraciones Universales de los
Derechos del Hombre, y en las Convenciones Internacionales for-
males que regulan los derechos humanos, como los Pactos Interna-
cionales de los Derechos Civiles y Políticos, y de Derechos Econó-
micos y Sociales los cuales, además, tienen rango constitucional,
habiendo sido aprobados por leyes especiales por el Congreso. 511
Lamentablemente, en cuanto a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, Venezuela la denunció en 2012.
Por otra parte, en Venezuela, al estar destinado el amparo a
proteger todos los derechos y garantías enumerados en la Consti-
tución, el llamado derecho de hábeas corpus se ha configurado
como parte del derecho de amparo o, si se quiere, una manifesta-
ción del derecho de amparo. En nuestro país, esto resultaba claro
de la regulación que traía la Disposición Transitoria Quinta de la
Constitución de 1961 donde se afirmaba que el amparo a la libertad
personal, hasta tanto se dictase la ley especial que lo regulare con-
forme al artículo 49, procedía de acuerdo con una serie de reglas
procesales que allí se establecieron, destinadas a proteger a los par-
ticulares respecto a la privación o restricción de su libertad con
violación de las garantías constitucionales. Al hablar dicha Dispo-
sición Transitoria de 1961 de “amparo a la libertad personal” y re-
mitir al artículo 49, en definitiva, implicaba que el derecho de am-
paro previsto en el artículo 49, también estaba destinado a amparar
la libertad personal y que sólo transitoriamente se establecía un
procedimiento específico en esta Disposición, pero sin que en Ve-
nezuela realmente se configurase un derecho de hábeas corpus
distinto al derecho general de amparo, regulado en el artículo 27 de
la Constitución.
Esta concepción fue la que se acogió en la Constitución de 1999
y es la que se confirma expresamente en la Ley Orgánica de Ampa-
ro de 1988 al establecer en su artículo 1° que “La garantía de la li-
bertad personal que regula el hábeas corpus constitucional, se regirá
por esta ley”; destinando a ello los artículos 38 a 47 de la misma.

510 Véase, por ejemplo, sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala
Político Administrativa de 5–10–89 en Revista de Derecho Público, Nº 40, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 108.
511 Véase en Gaceta Oficial Nº 31.266 de 14–6–77 y Nº 2.146 Extra. de 28–1–78.

340
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

II. LA SITUACIÓN DE LA PROTECCIÓN DE LOS DERE-


CHOS CONSTITUCIONALES EN EL DERECHO COMPA-
RADO: EL CONTRASTE CON EL DERECHO VENEZO-
LANO

Uno de los propósitos esenciales de los sistemas de garantía de


la Constitución, es la protección de la parte dogmática del texto
fundamental, es decir, la protección de los derechos declarados en
la misma o que por virtud de sus normas, han adquirido rango y
valor constitucional, estando fuera del alcance del legislador en el
sentido que no pueden ser eliminados o disminuidos mediante
leyes.
Por ello es que tienen tanta importancia las declaraciones cons-
titucionales de derechos, pues le permiten al juez constitucional
proceder de inmediato a asegurar su protección. Ello contrasta con
otros sistemas, como el estadounidense, donde la escueta declara-
ción constitucional de derechos hace a veces más laborioso procu-
rar su protección constitucional, como ha ocurrido por ejemplo,
con los derechos sociales, como los relativos a la educación o a la
vivienda. En relación con el derecho de educación, por ejemplo, no
ha sido considerado en los Estados Unidos como un derecho fun-
damental, razón por la cual la antigua Corte Suprema en el caso
San Antonio Independent School District et al. v. Rodriguez et al., 411
U.S. 1; 93 S. Ct. 1278; 36 L. Ed. 2d 16; (1973), del 21 de marzo de
1.973, ha decidido que aunque la educación “es uno de los más
importantes servicios prestados por el estado (como se declaró en
Brown v. Board of Education), no está dentro de la limitada categoría
de derechos reconocida por esta Corte como garantizada por la
Constitución.” En este caso, la Suprema Corte negó a dicho dere-
cho la cualidad de “derecho fundamental,” insistiendo que “la
educación, no obstante su indiscutida importancia, no es un dere-
cho al que se reconoce, explícita o implícitamente, protección por la
constitución.”
Al resolver el caso, la Suprema Corte se refirió a otra decisión
emitida en el caso Dandridge v. Williams, 397 U.S. 471 (1970), donde
tratando otras materias de asistencia social pública, la Corte sen-
tenció que:
“No es terreno de esta Corte el crear derechos constitucio-
nales sustanciales a título de garantizar la igualdad de las le-
yes. De allí que la clave para descubrir si la educación es “fun-
damental” no se encontrará en comparaciones sobre la signifi-

341
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cación social relativa de la educación, con la subsistencia o la


vivienda. Ni tampoco se encontrará al sopesar si la educación
es tan importante como el derecho a movilizarse. Más bien, la
respuesta yace en determinar si existe un derecho a la educa-
ción, explícita o implícitamente, garantizado por la Constitu-
ción.
En apoyo del antes mencionado caso San Antonio Independent
School District et al. v. Rodríguez et al., la Corte también se refirió a
otro caso - Lindsay v. Normet, 405 U.S. 56 (1972)- dictado solo un
año antes y en el cual reiteró firmemente “que la importancia social
no es el determinante crítico para sujetar la legislación estadal a
examen estricto,” negando rango constitucional al derecho a tener
una vivienda, disponiendo que sin denigrar de “la importancia de
una vivienda decente, segura e higiénica,” el hecho es que “la
Constitución no dispone de medios judiciales para cada anomalía
social o económica,” siendo la materia de atribución legislativa y
no judicial.
Por consiguiente, el elemento clave para que los derechos hu-
manos sean materia de protección constitucional también en los
Estados Unidos es su rango o reconocimiento constitucional que
tengan como derechos, independientemente de la posibilidad que
sean además regulados, por las leyes. Esta es la situación general
en América Latina, donde como se dijo, la acción de amparo se
dispone para la protección de los derechos consagrados en las
Constituciones, independientemente de si además están regulados
en las leyes.
El tema central, por tanto, en esta materia de la protección
constitucional de los derechos es el relativo a cuáles son los suscep-
tibles de tal protección, siendo la regla general, que todos los de-
rechos constitucionales deben y pueden ser protegidos sin excep-
ción, como sucede en Venezuela. Aun así, esta regla tiene su ex-
cepción en los casos de Chile y Colombia donde el alcance de la
protección del amparo ha sido reducido a solo ciertos derechos
constitucionales.
1. El amparo y hábeas corpus para la protección de todos los
derechos constitucionales
De acuerdo con la regla general, los derechos protegidos por la
acción de amparo son los “derechos constitucionales,” expresión
que comprende, primero, los derechos expresamente declarados en

342
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

la Constitución, cualquiera que sea la fórmula que se utilice; segun-


do, aquellos derechos que aun no siendo enumerados en las Consti-
tuciones son inherentes a los seres humanos; y tercero, aquellos
derechos enumerados en los instrumentos internacionales de dere-
chos humanos ratificados por el Estado.
En palabras de las leyes de amparo argentina (art. 1) y urugua-
ya de 1.988 (art. 72), la protección constitucional se refiere a los
derechos y libertades “explícita o implícitamente reconocidas por
la Constitución Nacional.”
De manera que, por ejemplo, como hemos dicho, en el caso de
Venezuela todos los derechos enumerados en el Título III de la
Constitución -referido a los derechos humanos, garantías y debe-
res- son protegidos mediante la acción de amparo. Tales derechos
son los derechos de ciudadanía, derechos civiles (o individuales),
los derechos políticos, los derechos sociales y de las familias, los
derechos culturales y educativos, los derechos económicos, los dere-
chos ambientales y los derechos de los pueblos indígenas enumera-
dos en los artículos 19 al 129. Adicionalmente, todo otro derecho y
garantía constitucional derivado de otras disposiciones constitucio-
nales también puede ser protegido aun cuando no esté incluido en el
Título III como, por ejemplo, la garantía constitucional de indepen-
dencia del poder judicial o la garantía constitucional de la legalidad
del impuesto (los impuestos solo pueden ser fijados por ley).512
Respecto de los derechos protegidos y a través de las cláusulas
abiertas de los derechos constitucionales, casi todos los países lati-
noamericanos han admitido la protección constitucional respecto
de los derechos y garantías constitucionales no expresamente enu-
merados en la Constitución pero que pueden ser considerados in-
herentes a los seres humanos. Estas cláusulas abiertas han sido
ampliamente aplicadas por los tribunales latinoamericanos, no
quedando duda en relación con la posibilidad de que un derecho o
garantía no enumerado sea protegido constitucionalmente; formula
que tiene su directo antecedente en la Novena Enmienda de la
Constitución de los Estados Unidos, la cual, sin embargo, allí solo
se ha aplicado en pocas ocasiones.

512 Véase Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol. V,


Derecho y Acción de Amparo, Universidad Católica del Táchira - Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas - San Cristóbal 1998, pp. 209 ss. Véase decisión
de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo, caso Fecadove, en Ra-
fael Chavero G., El nuevo régimen del amparo constitucional en Venezuela, Ed.
Sherwood, Caracas, 2001, p. 157.

343
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por ejemplo, en el caso Griswold v. Connecticut, de 7 de junio de


1965 (1965, 381 U.S. 479; 85 S. Ct. 1678; 14 L. Ed. 2d 510), la Supre-
ma Corte declaró que, aunque no estuviese expresamente mencio-
nado en la Constitución, el derecho de privacidad marital debía ser
considerado como un derecho constitucional, comprendido en el
concepto de libertad y protegido constitucionalmente. En contraste,
sin embargo, como se dijo, casi todas las constituciones latinoame-
ricanas, con excepción de Cuba, Chile, México y Panamá, contienen
cláusulas abiertas de este tipo, enfatizando que la declaración o
enunciación de derechos establecida en la Constitución no se en-
tenderá como la negación de otros no establecidos ahí y que son
inherentes al individuo o a su dignidad humana. Cláusulas de este
tipo se encuentran en las constituciones de Argentina (art. 33), Bo-
livia (art. 33), Colombia (art. 94), Costa Rica (art. 74), Ecuador (art.
19), Guatemala (art. 44), Honduras (art. 63), Nicaragua (art. 46),
Paraguay (art. 45), Perú (art. 3), Uruguay (art. 72) y también en Ve-
nezuela (art. 22).
La Constitución de la Republica Dominicana es menos expresi-
va, indicando solamente que la enumeración constitucional de los
derechos “no tienen carácter limitativo y, por consiguiente, no ex-
cluyen otros derechos y garantías de igual naturaleza “ (art. 74.1).
La constitución de Ecuador, por ejemplo, se refiere a que el recono-
cimiento de los derechos y garantías establecidos en la Constitu-
ción y en los instrumentos internacionales de derechos humanos,
“no excluirá los demás derechos derivados de la dignidad de las
personas, comunidades, pueblos y nacionalidades, que sean nece-
sarios para su pleno desenvolvimiento. (art. 11.7).
En otros casos, como la Constitución de Brasil, la cláusula
abierta, sin referirse a los derechos inherentes de las personas hu-
manas, indica que la enumeración de derechos y garantías en la
Constitución no excluye otros derechos derivados del régimen y
principios establecidos por la Constitución o por los tratados inter-
nacionales en los cuales la República Federativa de Brasil sea par-
te” (art. 5.2). La Constitución de Costa Rica se refiere a esos dere-
chos “que se deriven del principio cristiano de justicia social” (art.
74), una expresión que puede interpretarse en el sentido de la dig-
nidad humana y justicia social.
En otras Constituciones, en vez de referirse a derechos inheren-
te a los seres humanos, las cláusulas abiertas se refieren a la sobe-
ranía del pueblo y a la forma republicana de gobierno y, por consi-

344
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

guiente, más énfasis se hace respecto de los derechos políticos que


a los derechos inherentes de las personas humanas. Este es el caso
de Argentina, donde el artículo 33 de la Constitución establece que
“las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitu-
ción, no serán entendidos como negación de otros derechos y ga-
rantías no enumerados; pero que nacen del principio de la sobera-
nía del pueblo y de la forma republicana de gobierno.” Disposicio-
nes similares están contenidas en las constituciones de Bolivia (art.
55) y Uruguay (art. 72). En Perú (art. 3) y Honduras (art. 63) las
constituciones se refieren a otros derechos de naturaleza análoga o
que están fundamentados en la “dignidad del hombre o en la sobe-
ranía del pueblo, el imperio democrático de la ley y la forma repu-
blicana de gobierno.”
En todos estos casos, la incorporación de cláusulas abiertas en
la constitución respecto de los derechos humanos implica que la
ausencia de regulaciones legales de dichos derechos no puede ser
invocada para negar o menoscabar su ejercicio por el pueblo, como
está expresado en muchas constituciones (Argentina, Bolivia, Para-
guay, Venezuela y Ecuador).
Pero además de los derechos declarados en la Constitución y
aquellos derivados de las cláusulas abiertas como inherentes a la
persona humana, los derechos declarados en los tratados interna-
cionales pueden también ser protegidos mediante la acción de am-
paro. Esto está también expresamente previsto en muchos países
donde los derechos declarados en tratados internacionales se les ha
conferido rango constitucional, como es el caso de Venezuela
(Constitución, art. 23). Asimismo, en Costa Rica, por ejemplo, el
artículo 48 de la Constitución es absolutamente claro cuando ga-
rantiza el derecho de toda persona a intentar acciones de amparo
para mantener o restablecer el goce de todo otro derecho otorgado
por esta Constitución así como de aquellos de naturaleza funda-
mental establecidos en los instrumentos internacionales de dere-
chos humanos vigentes en la república. En el mismo sentido está
regulado en la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Con-
trol Constitucional de 2.009 de Ecuador que establece en su artículo
1 que “esta ley tiene por objeto regular la jurisdicción constitucio-
nal, con el fin de garantizar jurisdiccionalmente los derechos reco-
nocidos en la Constitución y en los instrumentos internacionales de
derechos humanos y de la naturaleza; y garantizar la eficacia y la
supremacía constitucional.”

345
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por consiguiente, el alcance de la protección constitucional del


amparo en América Latina en general es muy amplio. Esto ha pro-
vocado que en algunos países a fin de determinar el alcance de la
protección constitucional del amparo y habeas corpus las leyes
especiales que regulan el amparo tiendan a ser exhaustivas al
enumerar los derechos a ser protegidos, como es el caso de Perú,
donde el Código Procesal Constitucional (Ley Nº 28.237 de 2.004)
expresamente enumera e identifica cuales son los derechos a ser
protegidos mediante el amparo y el habeas corpus. Respecto de
este último, una lista extensa está dispuesta en el artículo 25 de la
ley, añadiendo que “también procede el hábeas corpus en defensa
de los derechos constitucionales conexos con la libertad individual,
especialmente cuando se trata del debido proceso y la inviolabili-
dad del domicilio.” Asimismo y respecto de la acción de amparo, el
mismo código peruano de procedimiento constitucional incluye
una larga lista de derechos (art. 37) a ser protegidos, incluyendo al
final una referencia a todos “los demás que la Constitución recono-
ce,” resolviendo los problemas que normalmente tiene la práctica
de enumerar situaciones específicas en las leyes con el riesgo gene-
ral de dejar asuntos por fuera.
La ley guatemalteca de amparo también tiende a agotar la
enumeración de casos en que la acción de amparo puede intentar-
se,513 añadiendo asimismo que su admisión se extiende a cualquier
situación que presente un riesgo, amenaza, restricción o violación
de los derechos reconocidos por “la Constitución y las leyes de la
República de Guatemala,” sea que la situación sea causada por
entidades o personas de derecho público o privado.
En todos estos casos, cuando se enumeran sin limitación los
derechos constitucionales a ser protegidos mediante las acciones de
amparo y habeas corpus y si no hay riesgo de dejar fuera derechos
constitucionales a ser considerados como protegidos, indudable-
mente estas leyes son importantes instrumentos para la ejecución
judicial de los derechos y para la interpretación jurisprudencial
sobre el alcance de los derechos a ser protegidos.

513 Véase Jorge Mario García La Guardia, “La Constitución y su defensa en Gua-
temala,” en La Constitución y su defensa, Universidad Nacional Autónoma de
México, México, 1984, pp. 717–719; y La Constitución Guatemalteca de 1985,
México, 1992.

346
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

2. El amparo y hábeas corpus para la protección de sólo al-


gunos derechos constitucionales

Aun cuando es verdad que el principio general es que solo los


derechos constitucionales han de ser protegidos mediante el ampa-
ro y hábeas corpus, el hecho es que no todas las constituciones lati-
noamericanas garantizan esa protección constitucional para todos
los derechos constitucionales.
Como ya se mencionó y en contraste con el general sentido
protector latinoamericano, en el caso de Chile y Colombia, la ac-
ción específica de tutela y de protección de los derechos y liberta-
des constitucionales está solamente establecida en la constitución
para proteger ciertos derechos y garantías. En estos casos, el alcan-
ce de la acción de amparo es uno restringido, el cual ha caracteri-
zado, asimismo, los sistemas restrictivos seguidos en las constitu-
ciones alemana y española en relación con los recursos de amparo
que están establecidos únicamente para la protección de los así
llamados “derechos fundamentales.”
A. La acción de protección chilena para determinados
derechos
En Chile, aparte de la acción de hábeas corpus establecida para
proteger a cualquier individuo contra arrestos inconstitucionales,
detenciones y encarcelamiento; el recurso de protección está esta-
blecido sólo para garantizar algunos derechos constitucionales
enumerados en el artículo 19, numerales 1, 2, 3 (parágrafo 4º), 4, 5,
6, 9 (parágrafo final), 11, 12, 13, 15, 16 de la constitución y en el
cuarto párrafo y numerales 19, 21, 22, 23, 24 y 25 de la misma cons-
titución.
La lista asimismo se refiere principalmente a derechos civiles o
individuales, también incluyendo algunos derechos sociales, como
el derecho a elegir un sistema de salud pública, la libertad para
enseñar y trabajar y de afiliarse a sindicatos laborales; algunos de-
rechos a la libertad económica y de propiedad; y el derecho a tener
un ambiente descontaminado.
Aparte de todos estos derechos y libertades constitucionales,
los otros derechos consagrados en la constitución no tienen un me-
dio específico de protección, estando su protección a cargo de los
tribunales ordinarios a través de los procedimientos judiciales or-
dinarios.

347
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

B. La acción de “tutela” colombiana para la protección


de derechos fundamentales

En el caso de Colombia, además del hábeas corpus, la Consti-


tución también establece la acción de tutela, en el artículo 86, para
la protección inmediata de lo que se llaman “derechos constitucio-
nales fundamentales.”
En efecto, el Título II de la Constitución se dedica a establecer
“los derechos, garantías y deberes,” enumerándolos en tres capí-
tulos: el Capítulo 1 contiene la lista de “derechos fundamentales;”
el Capítulo 2 enumera los derechos sociales, económicos y cultu-
rales; y el Capítulo 3 se refiere a los derechos colectivos y al am-
biente sano.
De esta declaración constitucional de derechos resulta que so-
lamente los llamados “derechos fundamentales” enumerados en el
Capítulo 1 (art. 11 a 41) son los derechos constitucionales que se
pueden proteger por medio de la acción de tutela, y los demás que-
dan excluidos de ella, y protegidos sólo por los medios judiciales
ordinarios.
Por otro lado, el artículo 85 de la Constitución también indica
que entre estos “derechos fundamentales,” los de “inmediata apli-
cación” son los protegidos por la acción de tutela. La lista también
se refiere a los derechos civiles y políticos, y entre los derechos so-
ciales, incluye la libertad de enseñanza. Otros derechos consagra-
dos en otros artículos de la Constitución también se califican como
derechos fundamentales, como los “derechos fundamentales” de
los niños, enumerados en el artículo 44 sobre la vida, la integridad
física, la salud y la seguridad social.
Aparte de estos derechos constitucionales expresamente decla-
rados como “derechos fundamentales,” los demás derechos consti-
tucionales no tienen protección constitucional por medio de la ac-
ción de tutela y serán protegidos por medio del proceso judicial
ordinario.
No obstante esta norma limitante, incluso si un derecho no está
expresamente señalado en la Constitución como “fundamental,” la
Corte Constitucional de Colombia, como supremo intérprete de la
Constitución, ha reconocido tal carácter a otros derechos, exten-
diendo la protección de la tutela a derechos no definidos como
“fundamentales,” pero considerados interdependientes con otros
que tienen tal naturaleza, como el derecho a la vida.

348
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Con respecto a esto, en una de sus primeras sentencias (N° T-


02 del 8 de mayo de 1992) emitida en un caso sobre derechos edu-
cativos, la Corte Constitucional sentenció que el criterio principal
para identificar “derechos fundamentales” es “determinar si son o
no derechos esenciales de los seres humanos,” tarea que siempre
debe realizar el juez de tutela, quien debe comenzar su sentencia
analizando los primeros noventa y cuatro artículos de la constitu-
ción, y si es necesario, aplicando la cláusula abierta sobre derechos
humanos inherentes a las personas humanas.
Estos artículos, interpretados por la Corte Constitucional a la
luz de la Convención Inter-Americana de Derechos Humanos, le
permitieron inferir lo que se pueden considerar como derechos
inalienables, inherentes y esenciales de los seres humanos, lo que
hace que, de hecho, la lista de “derechos fundamentales” del Capí-
tulo 1 del Título II de la constitución no sea exhaustiva de los “de-
rechos fundamentales” y no excluya otros derechos de la posibili-
dad de ser considerados fundamentales y objetos de litigio por
medio de la acción de tutela.514
Con la finalidad de identificar esos derechos fundamentales, la
Corte Constitucional también ha aplicado el principio de “cone-
xión” entre los derechos constitucionales, en particular sobre los
derechos económicos, culturales y sociales, sentenciando que es
posible aceptar la acción de tutela con respecto a esos derechos en
casos en los que también haya ocurrido la violación de un derecho
fundamental.
Por ejemplo, en la sentencia N° T-406 del 5 de junio de 1992, la
Corte admitió una acción de tutela presentada en el caso de una
inundación de un drenaje público, por la que el accionante reclamó
la reivindicación del derecho a la salud pública, el derecho a un
ambiente sano y a la salud de la población en general. Aunque la
acción fue rechazada por el tribunal inferior al considerar que no
estaban involucrados los derechos fundamentales, la Corte Constitu-
cional la admitió al considerar que el derecho a un sistema de drena-
je, en circunstancias en las que evidentemente quedaban afectados
los derechos constitucionales fundamentales, tales como la dignidad
humana, el derecho a la vida, o los derechos de los discapacitados,

514 Véase sentencia T-02 del 8 de mayo de 1992, en Manuel José Cepeda, Derecho
Constitucional Jurisprudencial. Las grandes decisiones de la Corte Constitucional,
Legis, Bogotá, 2001, pp. 49–54.

349
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

debía considerarse objeto de litigio por medio de la tutela.515 A través


de este principio interpretativo de la conexión con los derechos
fundamentales, de hecho los tribunales colombianos protegen casi
todos los derechos constitucionales, incluso aquellos no enumera-
dos como derechos fundamentales.
III. LA CUESTIÓN DE LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS
EN SITUACIONES DE EMERGENCIA
Otra cuestión que debe mencionarse sobre la situación de los
derechos constitucionales como objeto de litigio por medio de la
acción de amparo es el alcance y extensión de tal protección consti-
tucional y la admisibilidad de las acciones de amparo en situacio-
nes de emergencia.
Por ejemplo, la cuestión se discutió y además quedó regulada
en el artículo 6.7 de la Ley Orgánica de Amparo de Venezuela de
1988, al establecer que la acción de amparo era inadmisible “en
caso de suspensión de los derechos y garantías” cuando, en casos
de conflicto interno o externo, se declarase una situación de emer-
gencia. Esta disposición fue, por supuesto, tácitamente derogada
debido al rango prevalente que tenía la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, respecto de las leyes internas conforme
al artículo 23 de la Constitución de 1.999, la cual al contrario, dis-
pone que, incluso en casos de emergencia, las garantías judiciales
de los derechos constitucionales no se pueden suspender. A pesar
de que Venezuela denunció la Convención en 2012, el principio en
nuestro criterio sigue rigiendo.
En cuanto a la normativa prevalente en América Latina, es que
las acciones de amparo y habeas corpus siempre se pueden presen-
tar, incluso en situaciones de excepción, como por ejemplo se de-
clara expresamente en el artículo 1º del Decreto que regula la ac-
ción de tutela en Colombia. Con respecto al habeas corpus, de mo-
do similar, el artículo 62 de la Ley de Amparo nicaragüense esta-
blece que en caso de suspensión de las garantías constitucionales
de libertad personal, el recurso de exhibición personal se manten-
drá en vigor.

515 Véase sentencia T-406 del 5 de junio de 1992, en Idem, pp. 55–63.

350
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

El Código Procesal Constitucional peruano también establece


el principio que durante los regímenes de emergencia, no se sus-
penderán los procesos de amparo y habeas corpus, así como los de-
más procesos constitucionales.516
En el caso de Argentina, con respecto a la garantía de habeas
corpus, la Ley de Habeas Corpus establece que en el caso de un
estado de sitio cuando se restringe la libertad personal, es admisi-
ble el proceso de habeas corpus cuando se dirige a probar, en un
caso particular: 1) la legitimidad de la declaración del estado de
sitio; 2) la relación entre la orden de privación de libertad y la si-
tuación que origina la declaración del estado de sitio; y 3) el ilegí-
timo empeoramiento de las condiciones de detención.
El asunto lo resolvió definitivamente en octubre de 1986 la Cor-
te Interamericana de Derechos Humanos por medio de una Opinión
Consultiva que requirió la Comisión Interamericana para la inter-
pretación de los artículos 25, 1 y 7, 6 de la Convención Inter-
Americana de Derechos Humanos, con el fin de determinar si el
decreto de habeas corpus era una de las garantías judiciales que,
según la última cláusula del artículo 27, 2 de esa Convención, no
podía ser suspendida por un estado parte de la convención.517

516 Según el artículo 23 del Código, cuando los recursos se presentan con respec-
to a los derechos suspendidos, el tribunal debe examinar la razonabilidad y
proporcionalidad del acto restrictivo, siguiendo estos criterios: 1) Si la de-
manda se refiere a derechos constitucionales no suspendidos; 2) Si se refiere a
los derechos suspendidos, no teniendo el fundamento del acto restrictivo del
derecho una relación directa con los motives que justifican la declaración del
estado de emergencia; 3) Si se refiere a los derechos suspendidos, y el acto
restrictivo del derecho es evidentemente innecesario o injustificado teniendo
en cuenta la conducta del agraviado o la situación de hecho evaluada breve-
mente por el juez.
517 El artículo 27 de la Convención autoriza a los estados, en tiempo de guerra,
peligro público u otra emergencia que amenace la independencia o seguridad
de un estado-parte, a tomar medidas que deroguen sus obligaciones según la
convención, pero con la declaración expresa que eso no autoriza ninguna
suspensión de los siguientes artículos: art. 3 (Derecho a la Personalidad Jurí-
dica), art. 4 (Derecho a la Vida), art. 5 (Derecho al Trato Humanitario), art. 6
(Libertad de la Esclavitud), art. 9 (Irretroactividad de las Leyes), art. 12 (Li-
bertad de Conciencia y de Religión), art. 17 (Derechos de la Familia), art. 18
(Derecho al Nombre), art. 19 (Derechos del Niño), art. 20 (Derecho a la Na-
cionalidad), y art. 23 (Derecho a Participar en el Gobierno) o de las garantías
jurídicas esenciales para la protección de esos derechos.

351
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En su Opinión Consultiva OC-8/87 del 30 de enero de 1987 (Ha-


beas Corpus en Situaciones de Emergencia), la Corte Interamericana de
Derechos Humanos declaró que si bien es cierto que “en condicio-
nes de grave emergencia es lícito suspender temporalmente ciertos
derechos y libertades cuyo ejercicio pleno, en condiciones de nor-
malidad, debe ser respetado y garantizado por el Estado …” es
imperativo que “las garantías judiciales esenciales para (su) protec-
ción permanezcan vigentes (art. 27, 2)”;518 añadiendo que estos
medios judiciales que “deben considerarse como indispensables, a
los efectos del artículo 27.2, [son] aquellos procedimientos judicia-
les que ordinariamente son idóneos para garantizar la plenitud del
ejercicio de los derechos y libertades a que se refiere dicho artículo
y cuya supresión o limitación pondría en peligro esa plenitud”
(Párr. 29).
También en 1.986, el Gobierno de Uruguay solicitó una Opi-
nión Consultiva a la Corte Interamericana de Derechos Humanos
sobre el alcance de la prohibición de suspensión de las garantías
judiciales esenciales para la protección de los derechos menciona-
dos en el artículo 27, 2 de la Convención Inter-Americana; esto re-
sultó en la Opinión Consultiva OC-9/87 del 6 de octubre de 1987 (Ga-
rantías Judiciales en Estados de Emergencia), en la que la Corte, si-
guiendo su ya citada Opinión Consultiva OC-8/97, acordaba que “la
declaración de un estado de emergencia… no puede conllevar la
supresión o inefectividad de las garantías judiciales que la Conven-
ción requiere de los Estados Miembros para establecer la protec-
ción de los derechos no sujetos a derogación o suspensión por el
estado de emergencia,” concluyendo que “es violatoria de la Con-
vención toda disposición adoptada por virtud del estado de emer-
gencia, que redunde en la supresión de esas garantías.” 519

518 Opinión Consultiva OC-8/87 del 30 de enero de 1987, Habeas corpus en situa-
ciones de emergencia, Parágrafo 27. Véase en Sergio García Ramírez
(Coord.), La Jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
Universidad Nacional Autónoma de México, Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, México, 2001, pp. 1.008 ss.
519 Opinión Consultiva OC-9/87 del 6 de octubre de 1987, Garantías Judiciales en
Estados de Emergencia, Parágrafos 25, 26. La conclusión de la corte fue en-
tonces que deben considerarse como las garantías judiciales indispensables
no susceptibles de suspensión, según lo establecido en el artículo 27.2 de la
Convención, el hábeas corpus (art. 7.6), el amparo, o cualquier otro recurso
efectivo ante los jueces o tribunales competentes (art. 25.1 ), destinado a ga-

352
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

La Corte Interamericana también indicó que las garantías judi-


ciales “indispensables” que no están sujetas a suspensión, incluyen
“aquellos procedimientos judiciales, inherentes a la forma demo-
crática representativa de gobierno (art. 29.c), previstos en el dere-
cho interno de los Estados Partes como idóneos para garantizar la
plenitud del ejercicio de los derechos a que se refiere el artículo
27.2 de la Convención y cuya supresión o limitación comporte la
indefensión de tales derechos,” y que “las mencionadas garantías
judiciales deben ejercitarse dentro del marco y según los principios
del debido proceso legal, recogidos por el artículo 8 de la Conven-
ción” (Párr. 41.2 y 41.3).
IV. EL TEMA DE LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL DE
LOS DERECHOS SOCIALES
La cuestión más importante en materia de control judicial de
los derechos constitucionales en Venezuela y en general en Améri-
ca Latina, mediante el ejercicio de las acciones de amparo, es la
relativa a la protección de los derechos económicos, sociales y cul-
turales.520 En algunos países, muchos de esos derechos no están
declarados en las Constituciones, careciendo, por consiguiente, de
protección judicial constitucional al no tener rango constitucional.
En otros países, como es el caso de Colombia y Chile, muchos de
esos derechos sociales no se consideran “derechos fundamentales,
los cuales son, en general, los únicos que se pueden proteger me-
diante las acciones de tutela y de protección.
No obstante, incluso en países que no establecen distinción al-
guna respecto de los derechos protegidos, la cuestión del control
jurisdiccional de esos derechos económicos, sociales y culturales
sigue siendo un punto importante, particularmente porque en al-
gunos casos se requiere algún tipo de legislación adicional para su
plena viabilidad.
Estos derechos, en particular los sociales, generalmente impli-
can la obligación del Estado de proveer o prestar servicios o cum-

rantizar el respeto a los derechos y libertades cuya suspensión no está autori-


zada por la misma Convención. (parágrafo 41, 1). Idem, pp. 1.019 ss.
520 Véase Allan R. Brewer-Carías, Sobre la justiciabilidad de los derechos socia-
les,” en Los Derechos Económicos y Sociales y su Exigibilidad en el Estado Social y
Democrático de Derecho,” II Congreso Internacional, Tribunal Constitucional
de la República Dominicana, Santo Domingo, 26-29 de noviembre de 2014.

353
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

plir actividades, para lo cual el gasto público debe disponerse res-


pecto de cada servicio, dependiendo de las decisiones políticas del
gobierno. Por tanto, se ha planteado que las disposiciones que es-
tablecen tales derechos solo se pueden aplicar después que el Con-
greso sancione la legislación que disponga el alcance de su disfrute
(así como también las obligaciones del Estado) y después que el
Poder Ejecutivo adopte políticas públicas específicas. Sin embargo,
tal método ha sido cuestionado, en particular con base en el princi-
pio de la conexión que existe entre los derechos sociales y los civi-
les, que implican la necesidad de considerar nuevos principios de-
rivados del concepto de Estado Social y del funcionamiento del
Estado de Interés Social.
Por ejemplo, a este respecto, la Corte Constitucional colombia-
na en su sentencia N° T-406 del 5 de junio de 1.992, estableció el
principio que esos derechos tienen su razón de ser en el hecho que
su satisfacción mínima es una condición indispensable para el dis-
frute de los derechos civiles y políticos que “sin el respeto de la
dignidad humana en cuanto a sus condiciones materiales de exis-
tencia, toda pretensión de efectividad de los derechos clásicos de
libertad e igualdad formal consagrados en el capítulo primero del
título segundo de la Carta, se reducirá a un mero e inocuo forma-
lismo.” Por eso, la Corte Constitucional consideró que “la interven-
ción judicial en el caso de un derecho económico social o cultural es
necesaria cuando ella sea indispensable para hacer respetar un
principio constitucional o un derecho fundamental.” En conse-
cuencia, según la Corte Constitucional, el ejercicio de los derechos
sociales, económicos y culturales no se puede limitar a la relación
política entre el constituyente y el legislador, en el sentido que la
eficacia de la Constitución no puede estar sólo en manos del legis-
lador. Al contrario, “la norma constitucional no tendría ningún
valor y la validez de la voluntad constituyente quedaría supedita-
da a la voluntad legislativa.”521
Sin embargo, basándose en estos argumentos, la Corte Consti-
tucional de Colombia concluyó su sentencia diciendo que debido al
hecho que “la aplicación de los derechos económicos sociales y
culturales plantea un problema no de generación de recursos sino
de asignación de recursos y por lo tanto se trata de un problema

521 Véase Sentencia T-406 del 5 de junio de 1992 en Manuel José Cepeda, Derecho
Constitucional Jurisprudencial. Las grandes decisiones de la Corte Constitucional,
Legis, Bogotá, 2001, p. 61.

354
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

político [...] la aceptación de la tutela para los derechos en cuestión


sólo cabe en aquellos casos en los cuales exista violación de un de-
recho fundamental.”522
A partir de esta sentencia, el principio de la “conexión” entre
los derechos sociales y los derechos fundamentales con respecto a
su control jurisdiccional, desarrollado en otros países como México
(derecho a la vida) y los Estados Unidos (no discriminación), tam-
bién se ha aplicado en Colombia.
En consecuencia, en esos países, cuando no exista tal conexión
entre un derecho fundamental y uno social, éste último no puede
ser protegido, por sí mismo, mediante una acción de tutela como,
por ejemplo, fue el caso del derecho constitucional a tener una vi-
vienda o habitación digna, con respecto al cual, la misma Corte
Constitucional colombiana decidió que, en tal caso, “al igual que
otros derechos de contenido social, económico o cultural, no otorga
a la persona un derecho subjetivo para exigir del Estado en una
forma directa e inmediata su plena satisfacción.”523
Estos problemas relativos a las condiciones políticas necesarias
para la efectividad de algunos derechos sociales, económicos y cul-
turales ha sido la base de la discusión, en derecho constitucional
contemporáneo, no acerca de si esos derechos (como la educación,
la salud, la seguridad social o la vivienda) tienen o no rango consti-
tucional sino acerca de si pueden ser objeto de protección judicial
constitucional, es decir, acerca de la posibilidad de exigir su cum-
plimiento mediante acciones judiciales contra el estado.
V. ALGUNAS SOLUCIONES EN MATERIA DE PROTEC-
CIÓN DEL DERECHO CONSTITUCIONAL A LA SALUD
La discusión en torno a la protección de los derechos sociales
se ha presentado particularmente en relación con el derecho de la
colectividad a la salud, el cual está consagrado en la totalidad de
las Constituciones latinoamericanas, aun cuando enunciado en
forma diferente.
En efecto, algunas Constituciones se refieren a la salud como
un bien público, como es el caso de El Salvador (art. 65) y Guate-
mala (art. 95), donde se dispone que el Estado y las personas indi-

522 Idem, p. 61.


523 Véase sentencia T-251 del 5 de junio de 1995, Idem, p. 486.

355
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

viduales tienen el deber de atender a su cuidado y recuperación.


En contraste, en otras Constituciones como las de Bolivia (art. 7, a),
Brasil (arts. 6 y 196), Ecuador (art. 46), Nicaragua (art. 59) y Vene-
zuela (art. 84), se dispone del “derecho a la salud” como un dere-
cho constitucional e incluso como derecho constitucional “funda-
mental” (Venezuela, art. 83), que corresponde por igual a todos,
como también se expresa en la Constitución de Nicaragua (art. 59).
Este principio de igualdad se reafirma en la Constitución de Gua-
temala al disponer que “El goce de la salud es derecho fundamen-
tal del ser humano, sin discriminación alguna.” (art. 93). En otras
Constituciones, el derecho a la salud deriva del reconocimiento del
rango constitucional del Pacto Internacional de Derechos Económi-
cos, Sociales y Culturales, como es el caso de Argentina (art. 75).
Ahora bien, con esta fórmula constitucional del “derecho a la
salud,” lo que las Constituciones han establecido es un derecho
constitucional de todos a recibir protección a su salud por parte del
Estado, el cual a su vez tiene la obligación, junto con toda la socie-
dad, de procurar el mantenimiento y la recuperación de la salud de
las personas.
Es por eso que otras Constituciones latinoamericanas, en lugar
de disponer el “derecho a la salud,” establecen de modo más preci-
so el derecho de las personas a “la protección de la salud,” como se
establece en Honduras (art. 145), Chile (art. 19, 9), México (art. 4),
Perú (art. 7), y Colombia (art. 49). Esto implica, en términos genera-
les, como se dispone en la Constitución de Panamá, que se trata de
un “derecho a la promoción, protección, conservación, restitución y
rehabilitación de la salud y la obligación de conservarla, entendida
ésta como el completo bienestar físico, mental y social” (art. 109).
Este derecho, también declarado en la Constitución de Paraguay,
implica la obligación del Estado que “protegerá y promoverá la
salud como derecho fundamental de la persona y en interés de la
comunidad” (art. 68).
En consecuencia, este derecho a la salud, en el sentido de un
derecho a ser protegido por el Estado, eventualmente implica el
derecho de todos a tener igual acceso a los servicios públicos esta-
blecidos para cuidar de la salud del pueblo, como lo establece la
Constitución de Chile, que dispone que “El Estado protege el libre
e igualitario acceso a las acciones de promoción, protección y recu-
peración de la salud y de rehabilitación del individuo” (art. 19, 9).

356
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Para garantizar el acceso a los servicios de salud, las Constitu-


ciones latinoamericanas establecen diferentes enunciados. Por
ejemplo, la Constitución de El Salvador declara que el Estado debe
dar “asistencia gratuita a los enfermos que carezcan de recursos, y
a los habitantes en general, cuando el tratamiento constituya un
medio eficaz para prevenir la diseminación de una enfermedad
transmisible” (art. 66). La Constitución de Uruguay establece que
“El Estado proporcionará gratuitamente los medios de prevención
y de asistencia tan sólo a los indigentes o carentes de recursos sufi-
cientes” (art. 44); y en Panamá, la Constitución establece que “Estos
servicios de salud y medicamentos serán proporcionados gratui-
tamente a quienes carezcan de recursos económicos” (art. 110.5).
Por su parte en la Constitución de Paraguay se dispone que “Nadie
será privado de asistencia pública para prevenir o tratar enferme-
dades, pestes o plagas, y de socorro en los casos de catástrofes y de
accidentes” (art. 68).
En otros casos, las Constituciones sólo expresan principios ge-
nerales que se refieren a las normativas que deben establecerse por
la ley. Éste es el caso de la Constitución colombiana (art. 49), que
dispone que el legislador “señalará los términos en los cuales la
atención básica para todos los habitantes será gratuita y obligato-
ria;” y éste es también el caso de la Constitución mexicana, que
indica que “la ley definirá las bases y modalidades para el acceso a
los servicios de salud” (art. 4).
Para todas estas disposiciones constitucionales, además de los
deberes de solidaridad general que se imponen a todos para procu-
rar condiciones sostenidas de salubridad, también se imponen una
serie de obligaciones al Estado y a las entidades públicas, que even-
tualmente son las que determinan el alcance de su control jurisdic-
cional.
Por ejemplo, la Constitución panameña establece que “Es fun-
ción esencial del Estado velar por la salud de la población de la
República” (art. 109); y la Constitución de Guatemala establece co-
mo obligación del Estado “la salud y la asistencia social de todos
los habitantes” y el “desarrollo” a través de sus instituciones de
“acciones de prevención, promoción, recuperación, rehabilitación,
coordinación y las complementarias pertinentes a fin de procurar-
les el más completo bienestar físico, mental y social” (art. 94). La
Constitución venezolana, después de declarar la salud como dere-
cho fundamental, también dispone, como obligación del Estado, la

357
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

garantía a la salud como parte del derecho a la vida (art. 83); y la


Constitución hondureña establece que “el Estado conservará el
medio ambiente adecuado para proteger la salud de las personas”
(art. 145).
En este asunto de las obligaciones del Estado con respecto a la
salud, otras Constituciones contienen previsiones más detalladas,
como es el caso, por ejemplo, de Panamá (art. 106) y Bolivia (art.
158, 1) con respecto a las políticas generales asignadas al Estado. La
Constitución de Ecuador de 2008 en esta orientación dispuso en su
artículo 32:
“La salud es un derecho que garantiza el Estado, cuya rea-
lización se vincula al ejercicio de otros derechos, entre ellos el
derecho al agua, la alimentación, la educación, la cultura física,
el trabajo, la seguridad social, los ambientes sanos y otros que
sustentan el buen vivir. El Estado garantizará este derecho me-
diante políticas económicas, sociales, culturales, educativas y
ambientales; y el acceso permanente, oportuno y sin exclusión
a programas, acciones y servicios de promoción y atención in-
tegral de salud, salud sexual y salud reproductiva. La presta-
ción de los servicios de salud se regirá por los principios de
equidad, universalidad, solidaridad, interculturalidad, calidad,
eficiencia, eficacia, precaución y bioética, con enfoque de géne-
ro y generacional.”
En la misma orientación, la Constitución de Perú determina
que “el Estado determina la política nacional de salud” (art. 9), y la
Constitución de El Salvador prescribe que “El Estado determinará
la política nacional de salud y controlará y supervisará su aplica-
ción” (art. 65). En Nicaragua, la Constitución determina que el Es-
tado debe establecer “las condiciones básicas para su promoción,
protección, recuperación y rehabilitación. Corresponde al Estado
dirigir y organizar los programas, servicios y acciones de salud y
promover la participación popular en defensa de la misma” (art.
59). En Brasil, el Estado tiene el deber constitucional de garantizar
la salud como derecho de todos “mediante políticas sociales y eco-
nómicas que tiendan a la reducción del riesgo de enfermedad y de
otros riesgos y al acceso universal e igualitario a las acciones y ser-
vicios para su promoción, protección y recuperación” (art. 196).
La consecuencia general de todas estas disposiciones constitu-
cionales, que establecen la obligación del Estado de prestar servi-
cios de salud por el derecho constitucional de las personas a que se

358
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

proteja la misma, es que tales obligaciones siempre se materializan


en el establecimiento de servicios de salud para las personas. Esto
está expresamente dispuesto en la Constitución colombiana al decla-
rar que “la atención de la salud y el saneamiento ambiental son ser-
vicios públicos a cargo del Estado” (art. 49) y en la constitución boli-
viana que establece que “el servicio y la asistencia sociales son fun-
ciones del Estado” y que las normas relativas a la salud pública son
“de carácter coercitivo y obligatorio” (art. 164).
En todos estos casos, la consecuencia de una disposición cons-
titucional que establezca la obligación del estado de prestar un ser-
vicio público para cuidar la salud personal es la existencia de un
derecho constitucional a utilizar tal servicio, lo que en consecuencia
implica su justiciabilidad, es decir que, en principio, pueden ser
reclamados judicialmente y opuestos frente al Estado. El tema, sin
embargo, no ha tenido un tratamiento igual en América Latina.
La protección judicial del derecho a la salud, en efecto, depen-
de del modo como las normas específicas han sido establecidas en
la Constitución y en las leyes de la materia. Por ejemplo, sólo en
casos excepcionales se dispone expresamente la protección judicial
del derecho a la salud, como es el caso de Perú, donde el Código
Procesal Constitucional expresamente establece que el recurso de
amparo puede intentarse para la protección del derecho “a la sa-
lud” (art. 37, 24). En el caso de Chile, la constitución sólo se refiere
al recurso con miras a la protección del “derecho a elegir el sistema
de salud” (art. 19, 9).
Aparte de estas dos disposiciones, no existen en Latinoamérica
normas constitucionales o legales expresas respecto al proceso de
amparo para exigir el derecho a la salud, lo que por supuesto no
excluye la posibilidad de tal protección judicial, como resulta de la
jurisprudencia sentada en la materia por los tribunales constitucio-
nales, como ha sucedido por ejemplo en Argentina, Perú, Colom-
bia, Costa Rica, Chile y Venezuela. En esta materia, varias tenden-
cias se pueden distinguir, con carácter progresivo. Una primera
tendencia sería, la protección de la salud como derecho colectivo,
basada en el interés colectivo. Una segunda tendencia resulta de la
protección del derecho a la salud en casos concretos, en relación
con el derecho a la vida y cuando una relación legal particular se
ha establecido o existe entre el accionante y la entidad pública que
actúa en calidad de parte demandada, como la que se deriva de los
programas de Seguridad Social a los que contribuye el individuo.

359
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En este caso, debido a la íntima “conexión” con otros derechos


fundamentales, como el derecho a la vida, los tribunales han recha-
zado también el carácter “programático” atribuido al derecho a la
salud. Y una tercera tendencia sería la protección judicial limitada
del derecho a la salud, sujeta a la política estatal vigente al respec-
to, en particular con respecto a la distribución y disponibilidad de
fondos públicos.

1. La protección del derecho a la salud como derecho colectivo


La primera tendencia de la protección constitucional del dere-
cho a la salud se basa en su consideración como un derecho colec-
tivo, como se establece en el Pacto Internacional de Derechos Eco-
nómicos, Sociales y Culturales, cuyo art. 12,1 dispone que los Esta-
dos Partes “reconocen el derecho de toda persona al disfrute del
más alto nivel posible de salud física y mental” y en consecuencia,
según el art. 12, 2, c, se prescribe que los pasos que deben seguir los
Estados Partes para lograr la plena realización de este derecho in-
cluyen los necesarios para “la prevención y el tratamiento de las
enfermedades epidémicas, endémicas, profesionales y de otra índo-
le, y la lucha contra ellas.”
En Argentina, la Constitución (art. 75, 22) ha dado rango
constitucional al Pacto Internacional y, en consecuencia, el dere-
cho colectivo a la salud ha sido aplicado por los tribunales. Éste
fue el caso de una acción de amparo decidida por la Cámara Na-
cional de Apelaciones en lo Contencioso-Administrativo Federal,
el 2 de junio de 1998 (Viceconte, Mariela c. Estado Nacional (Ministe-
rio de Salud y Ministerio de Economía de la Nación) s/ caso Acción de
Amparo), que fue intentado como una acción colectiva de amparo
por Mariela Viceconte para obligar al Estado a producir la vacuna
Candid 1, basada en su propio derecho a la salud y el de otros mi-
llones de personas expuestas al contagio con “Fiebre Hemorrágica
Argentina.”
La accionante alegó específicamente la violación de la obliga-
ción de prevenir, tratar y combatir enfermedades epidémicas y
endémicas, según el artículo 12, 2, c del Pacto Internacional de De-
rechos Económicos, Sociales y Culturales y la Cámara de Apelacio-
nes concluyó que la omisión del estado en disponer la producción
de la vacuna era una violación del derecho a la salud bajo ese ar-
tículo del Pacto.

360
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por tanto, la Cámara sentenció que el estado tenía la obligación


de fabricar la vacuna y le ordenó cumplir estrictamente y sin dila-
ción con un cronograma previamente diseñado para tal propósito
por el Ministerio de Salud. La Cámara también pidió al Defensor
del Pueblo que supervisara ese cronograma.524
2. La protección del derecho a la salud en relación con el de-
recho a la vida y las obligaciones del Seguro Social
La segunda tendencia de la protección judicial del derecho a la
salud mediante la acción de amparo se refiere a su protección en
situaciones particulares derivadas de las obligaciones específicas,
por ejemplo del Seguro Social, con respecto a las personas asegu-
radas.
Por ejemplo, se puede mencionar la decisión de la Sala Consti-
tucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela en senten-
cia n° 487 del 6 de abril de 2001 (caso Glenda López y otros vs. Institu-
to Venezolano de los Seguros Sociales), por la que se protegió a una
persona infectada con VIH/SIDA y quien había intentado una ac-
ción contra el Instituto de los Seguros Sociales, obligando a dicho
instituto a suministrar atención médica al accionante, para lo cual
el Tribunal consideró el derecho a la salud o a la protección de la
salud como parte integral del derecho a la vida, establecido en la
Constitución como derecho fundamental cuya satisfacción co-
rresponde básicamente al Estado a través de acciones tendientes a
elevar la calidad de la vida de los ciudadanos y al beneficio colec-
tivo.525
Esta conexión entre el derecho a la salud y otros derechos fun-
damentales, tal como el derecho a la vida que se puede exigir de
modo inmediato por medio del amparo, también es la tendencia
seguida por los tribunales en Argentina, Colombia, Costa Rica y
Perú.
En Colombia, como se dijo antes, la Constitución no incluye el
derecho a la salud o a la protección de la salud en la lista de los

524 Véase la referencia en M. Claudia Caputi, “Reseña jurisprudencial. La tutela


judicial de la salud y su reivindicación contra los entes estatales” en Revista
Iberoamericana de Estudios Autonómicos, Nº 2, Goberna & Derecho, Guayaquil,
2006, pp. 145–164.
525 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas 2001, pp. 139–141.

361
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“derechos fundamentales” que son los únicos protegidos por la


acción de tutela. Sin embargo, la Corte Constitucional, para asegu-
rar su protección judicial, ha aplicado el principio de la conexión
del derecho a la salud con el derecho a la vida. Éste fue el caso en la
sentencia n° T-484/92 del 11 de agosto de 1992, emitida al revisar
una sentencia de tutela de un tribunal inferior, que había sido in-
tentada contra el Instituto de los Seguros Sociales. El accionante en
el caso, también contagiado de VIH/SIDA, argumentó que se había
contagiado mientras estaba cubierto por el programa de Seguridad
Social. El accionante obtuvo una decisión favorable del Juzgado de
Primera Instancia que ordenó al Instituto continuar suministrando
los servicios de salud que el accionante había estado recibiendo, y
el Tribunal Constitucional, al revisar el caso, afirmó que “La salud
es uno de aquellos bienes que por su carácter inherente a la exis-
tencia digna de los hombres, se encuentra protegido, especialmente
en las personas que por su condición económica, “física” o mental,
se hallen en circunstancias de debilidad manifiesta (C.N., art. 13).”
Al considerar el derecho a la salud como un derecho que “bus-
ca el aseguramiento del fundamental derecho a la vida (C.N., art.
11),” la Corte constitucional decidió que, debido a su naturaleza
asistencial, “impone un tratamiento prioritario y preferencial por
parte del poder público ... con miras a su protección efectiva.”526 La
Corte, con respecto al caso específico del accionante contagiado con
VIH/SIDA que recibió tratamiento de los servicios de salud del
Instituto de Seguros Sociales, ratificó la decisión de tutela del juz-
gado inferior, teniendo en cuenta que, en el caso concreto, la pro-
tección del derecho a la salud era la condición para la protección de
su derecho fundamental a la vida.
En un caso similar, la Sala Constitucional de la Corte Suprema
de Justicia de Costa Rica, n° 2003-8377 del 8 de agosto de 2003,527 al
decidir un recurso de amparo presentado por el Defensor del Pue-
blo actuando por una menor agraviada (Tania González Valle) con-
tra la Caja Costarricense del Seguro Social por negarse al trata-
miento solicitado para una enfermedad específica (conocida como
Gaucher tipo 1), argumentó que tal negativa “lesiona el derecho a

526 Archivo Nº 2.130, caso Alonso Muñoz Ceballos. Véase en el mismo sentido,
Sentencia T-534 de 24 de setiembre de 1.992, en Manuel José Cepeda, Derecho
Constitucional Jurisprudencial. Las grandes decisiones de la Corte Constitucional,
Legis, Bogotá, 2001, pp. 461 ss.
527 Archivo 03-007020-0007-CO, caso Tania González Valle.

362
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

la vida y a la salud de la menor” quien requería la medicina pres-


crita para “mantener su vida.” La Sala Constitucional, después de
referirse al derecho a la vida protegido en decisiones previas que se
basaban en la disposición de la constitución (art. 21) que establecen
la inviolabilidad de la vida humana, concluyó derivando “el dere-
cho a la salud que tiene todo ciudadano, siendo en definitiva al
Estado a quien le corresponde velar por la salud pública… (Nº
5130-94 de 17:33 horas el 7 de setiembre de 1994).” La Sala también
se refirió a “la preponderancia de la vida y de la salud, como valo-
res supremos de [la sociedad, los cuales son] de obligada tutela
para el Estado, [estando presentes] no sólo en la Constitución Polí-
tica, sino también en diversos instrumentos internacionales suscri-
tos por el país.”528
En consecuencia, debido a las responsabilidades del Estado de-
rivada de estas disposiciones, al analizar la misión y funciones de
la Caja Costarricense de Seguro Social, la Sala consideró, como ha-
bía declarado en sentencia previa (n° 1997-05934 del 23 de sep-
tiembre de 1997), “que la denegatoria de la Caja Costarricense de
Seguro Social a suministrar a los pacientes de Sida la terapia anti-
rretroviral, lesionaba sus derechos fundamentales.” Divergiendo
de esta afirmación, al analizar el caso particular de la menor con
enfermedad de Gaucher, la Sala determinó que no estaba recibien-
do el tratamiento prescrito debido a los limitados recursos financie-
ros de la Caja de Seguro Social y concluyó que, aunque el costo de
las medicinas prescritas era sin duda oneroso, sin embargo, debido
a las características excepcionalmente letales de la enfermedad y a
la imposibilidad de sus padres de cubrir los costos de la prescrip-
ción, confirmaba el recurso y ordenaba a la Caja de Seguro Social a
proveer de inmediato la medicación específica en las condiciones
prescritas por su médico.529

528 En particular, la sentencia hacía referencia al art. 3 de la Declaración Univer-


sal de los Derechos Humanos, art. 4 de la Convención Americana de Dere-
chos Humanos, art. 1º de la Declaración Americana de Derechos y Deberes
del Hombre, art. 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art.
12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y
los arts. 14 y 26 de la Convención de Derechos de los Niños (Ley Nº 7.184 del
18 de julio de 1.990).
529 El Tribunal argumentó como sigue: “Este Tribunal es consciente de que los
recursos económicos del sistema de seguridad social son escasos, sin embar-
go considera que el desafío principal que la Caja Costarricense de Seguro So-
cial enfrenta en esta etapa de su desarrollo institucional, en el que se han lo-

363
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En Perú, el Tribunal Constitucional, en sentencia del 20 de abril


de 2.004, también protegió el derecho a la salud al decidir un recur-
so extraordinario de revisión intentado contra una decisión de am-
paro pronunciada por la Corte Superior de Justicia de Lima. Este
último había concedido parcialmente la protección del amparo
intentada contra el estado peruano (Ministerio de Salud), ordenán-
dole proveer al accionante, también una persona infectada con
VIH/SIDA, “atención médica integral [...] la que deberá consistir
en a) la provisión constante de medicamentos necesarios para el
tratamiento del VIH/SIDA [...] y b) la realización de exámenes pe-
riódicos, así como las pruebas [..]. a solicitud del médico tratan-
te.”530 El Tribunal Constitucional, refiriéndose a los derechos pro-
tegidos por medio de la acción de amparo, aun admitiendo que “el
derecho a la salud no se encuentra contemplado entre los derechos
fundamentales establecidos en el artículo 2° de la Constitución,
sino más bien se lo reconoce en el capítulo de los derechos econó-
micos y sociales,”531 concluyó –refiriéndose a la doctrina de la corte
colombiana– que en “que cuando la vulneración del derecho a la
salud compromete otros derechos fundamentales, como el derecho
a la vida, la integridad física o el libre desarrollo de la personali-
dad, tal derecho adquiere carácter de derecho fundamental y, por

grado para Costa Rica estándares de calidad de vida y salud comparables a


los de los países desarrollados, radica en optimizar el manejo de los recursos
disponibles, disminuir costos administrativos, para que los recursos del sis-
tema de seguro de salud sean invertidos eficientemente. La Sala aprecia que
el medicamento prescrito a la amparada es ciertamente muy oneroso, sin
embargo, en atención a las características excepcionales de la enfermedad
que sufre, que es letal y dado que se ha descartado que sus padres tengan la
posibilidad de colaborar en la adquisición de los medicamentos mediante es-
tudios de trabajo social, con fundamento en los artículos 21 y 173 de la Cons-
titución Política y 24 y 26 de la Convención de los Derechos del Niño procede
declarar con lugar el recurso. La estimación del recurso implica que la Caja
Costarricense de Seguro Social debe suministrar de inmediato a Tania Gon-
zález Valle el medicamento “Cerezyme” (Imuglucerase) en los términos
prescritos por su médico tratante.” Archivo 03-007020-0007-CO, caso Tania
González Valle.
530 Archivo Nº 2945-2003-AA/TC, caso Azanca Alhelí Meza García.
531 Desde 2.004, el derecho a la salud está establecido en el Código Procesal
Constitucional, como uno de los derechos expresamente protegidos por la
acción de amparo (art. 37, 24).

364
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tanto, su afectación merece protección vía la acción de amparo


(STC N° T- 499 Corte Constitucional de Colombia).”532
También en Argentina, la Corte Suprema de la Nación, en sen-
tencia del 12 de diciembre de 2.003 (caso Asociación Esclerosis Múlti-
ple de Salta), reconoció la acción de amparo como el medio judicial
más efectivo para ser ejercitado de modo inevitable “para la salva-
guarda del derecho fundamental de la vida y de la salud.”533
3. La protección limitada del derecho a la salud y los recur-
sos financieros del Estado
La tercera tendencia referente a la protección de los derechos
humanos es una restringida o limitada y en la cual el control juris-
diccional del derecho a la salud (también respecto al tratamiento
del VIH/SIDA) se subordinó completamente a la disponibilidad
real de recursos financieros suficientes; como fue el caso de algunas
decisiones de los tribunales chilenos en 2000/2001.
En un caso, la acción de protección fue interpuesta contra el
Ministerio de Salud por no prestar tratamiento médico a un grupo
de pacientes con VIH/SIDA, argumentando que era una violación
del derecho a la vida y al de igualdad ante la ley. El accionante exi-
gía ser tratado con la misma terapia que se daba a otros pacientes
con VIH/SIDA, que el Ministerio negaba argumentando que care-
cía de suficientes recursos económicos para atender a todos los

532 Considerando la naturaleza de los derechos económicos y sociales, como es el


caso del derecho a la salud, que siempre origina obligaciones estatales dirigi-
das a prestar asistencia social, el Tribunal Constitucional peruano en la mis-
ma sentencia alegaba que el derecho a la salud, así como todos los llamados
“prestacionales” (que implica hacer una prestación de algo), como la seguri-
dad social, la salud pública, la vivienda, la educación y otros servicios públi-
cos, constituye una de “los fines sociales del Estado a través de los cuales el
individuo puede lograr su plena autodeterminación.” Las personas pueden
entonces “exigir” el cumplimiento de las obligaciones del estado al “requerir
que el Estado adopte las medidas adecuadas para el logro de fines sociales.”
Sin embargo, el Tribunal reconoció que “no en todos los casos los derechos
sociales son por sí mismos jurídicamente sancionables, al ser necesario el so-
porte presupuestal para su ejecución.” Archivo Nº 2945-2003-AA/TC, caso
Azanca Alhelí Meza García.
533 Véase Fallos: 326: 4931; y la referencia en M. Claudia Caputi, “Reseña juris-
prudencial. La tutela judicial de la salud y su reivindicación contra los entes
estatales,” en la Revista Iberoamericana de Estudios Autonómicos, Nº 2, Goberna
& Derecho, Guayaquil, 2006, pp. 145–164.

365
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

pacientes con VIH/SIDA en Chile. El Tribunal de Apelaciones de


Santiago determinó que la obligación del Ministerio de Sanidad,
según la Ley que regula las disposiciones sobre salud (Ley nº
2763/1979), era la de proveer cuidados de salud según los recursos
disponibles, y consideró que la explicación del Ministerio era razo-
nable, y que existía un déficit de recursos económicos para proveer
el mejor tratamiento disponible a los accionantes. La sentencia fue
confirmada más adelante por la Corte Suprema.534
En otro caso de 2.001, el mismo Ministerio de Salud fue de-
mandado por las mismas razones por pacientes con VIH en condi-
ciones más críticas y, aunque la Corte de Apelaciones de Santiago
sentenció en favor de los accionantes y ordenó al ministerio que les
proveyera inmediatamente con el mejor tratamiento disponible, la
Corte Suprema revocó la sentencia, alegando que el ministerio ha-
bía actuado conforme a la ley.535

534 Véase referencia en Javier A. Courso, “Judicialization of Chilean Politics” en


Rachel Sieder, Line Schjolden y Alan Angeli (Ed.), The Judicialization of Politics
in Latin America, Palgrave Macmillan, New York, 2005, pp. 119–120.
535 Idem, p. 120.

366
SÉPTIMA PARTE
CARÁCTER Y RANGO CONSTITUCIONAL DE LA VIO-
LACIÓN A LOS DERECHOS (LA VIOLACIÓN DIRECTA)

Como la acción de amparo procede para la protección de todos


los derechos y garantías constitucionales o de rango constitucional,
incluso los inherentes a la persona humana no enumerados en el
texto fundamental o en los instrumentos internacionales sobre de-
rechos humanos, la violación o amenaza de violación que se re-
quiere para su procedencia es, precisamente, una que afecte un
derecho o garantía constitucional, siendo necesaria que dicha vio-
lación sea directa.
Sin embargo, debe precisarse que violación directa de un dere-
cho y garantía constitucional no es lo mismo que violación directa
de una norma constitucional. Ello se deriva del propio artículo 27
de la Constitución al precisar que el objeto de la protección que
concede la acción de amparo, es el goce y ejercicio de los derechos
y garantías constitucionales frente a las violaciones o amenazas de
violaciones de los mismos, por lo que no sólo procede la protección
cuando pueda haber una violación directa de alguna norma consti-
tucional, sino también, por supuesto, cuando haya violación de las
normas legales que regulan el ejercicio y goce de dichos derechos.
Por ello estimamos que no tiene fundamento alguno en Venezuela
pretender restringir el ejercicio de la acción de amparo, solamente
cuando exista una violación directa de la Constitución.536

536 La tesis fue expuesta en la sentencia de la Corte Suprema de Justicia en Sala


Político-Administrativa de 28–10–83. Véase en Revista de Derecho Público, Nº
16, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1983, pp. 169–170. Véanse los co-
mentarios del Magistrado Ponente de dicha sentencia, René De Sola, “Vida y
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En efecto, no debe olvidarse que los derechos y garantías cons-


titucionales en Venezuela no tienen una regulación uniforme y su
consagración en la Constitución da origen a una efectividad dife-
rente de dichos derechos y garantías. En efecto, en primer lugar
pueden identificarse los “derechos absolutos” o “intangibles” entre
los cuales está el derecho a la vida; el derecho a no ser incomunica-
do; a no ser sometido a tortura o procedimiento que cause sufri-
miento físico o moral, lo que no es otra cosa que el derecho a la
integridad personal; el derecho al debido proceso, el derecho a la
información; y el derecho a no ser condenado a penas perpetuas o
infamantes o restrictivas de la libertad personal por más de treinta
años. Estos derechos enunciados en la propia Constitución están
establecidos en tal forma en el Texto Fundamental, que puede de-
cirse que son derechos que no son limitables ni regulables por el
legislador siquiera, y que además, son derechos cuyas garantías no
pueden restringirse en situaciones de estado de excepción (art.
337). Salvo estos derechos absolutos o intangibles, en cambio, todos
los otros derechos y garantías tienen la posibilidad de ser regula-
dos o limitados por el legislador, y sus garantías pueden ser objeto
de medidas de restricción; e incluso, algunos quedan constitucio-
nalmente sometidos a las regulaciones legislativas.537
De acuerdo con ello, por tanto, no tiene sentido el señalar que
el derecho de amparo y, en particular, la acción de amparo procede
sólo cuando se viola la Constitución en forma directa, pues la ma-
yoría de los derechos no sólo tienen consagración constitucional,
sino que por virtud de la propia Constitución, están sometidos en

Vicisitudes del Recurso de Amparo en Venezuela,” Revista del Instituto Vene-


zolano de Derecho Social, Nº 47, Caracas, 1985, p. 58 (publicado también en Re-
vista SIC, Nº 472, Caracas, 1986, pp. 74 y ss.). Afortunadamente, la Corte Pri-
mera de lo Contencioso-Administrativo en sentencia de fecha 13 de febrero
de 1986 ha definido la tesis contraria, que nosotros hemos propugnado, al se-
ñalar que “el amparo como acción especial, exige para su admisión y proce-
dencia, que se requiera como protección frente a una violación de una norma
constitucional, o legal, que desarrolle un derecho fundamental de progenie
constitucional. De modo que el derecho que se dice infringido puede estar
consagrado en una ley o en la Constitución” (Ponente: R. J. Duque Corredor).
Caso Federación Venezolana de Tiro. Véase en Revista de Derecho Público, Nº 25,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, pp. 114–117.
537 Es lo que se ha denominado por la jurisprudencia, derechos consagrados en
“normas programáticas.” Véase las sentencias de la Corte Suprema de Justi-
cia en Corte Plena de 27–2–68 y 12–9–69 en Gaceta Forense, Nº 64, 1969, pp. 21
y ss.; y 65, 1969, pp. 10 y ss. respectivamente.

368
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

su ejercicio a las prescripciones y regulaciones que deba establecer


el Legislador. Por tanto, el derecho de amparo también procede
cuando la violación o amenaza de violación de un derecho o garan-
tía constitucionales, implique una violación directa de las leyes que
regulen el ejercicio y goce de los mismos.
Esta exigencia de violación directa de un derecho o garantía
constitucional, independientemente de que el mismo esté regulado
en normas de rango legal, fue un tema tratado y precisado por la
jurisprudencia desde antes de la sanción de la Ley Orgánica de
Amparo de 1988. Inicialmente, con la sentencia de la antigua Corte
Suprema de Justicia en Sala Político Administrativa de 20 de octu-
bre de 1983 (Caso Andrés Velásquez),538 se exigió que la violación
directa fuera de una norma constitucional que no tuviera desarro-
llo legislativo, ello se cambió radicalmente, pues como lo dijo la
antigua Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, en sen-
tencia de 21 de noviembre de 1990, “hoy en día mantener que el
amparo sólo procede cuando se trata de la violación de una norma
constitucional que no tiene desarrollo legislativo, significa negar en
general la procedencia de este derecho.” Por ello la Corte Primera
se preguntaba: “¿Qué interpretación debe darse al carácter direc-
to?,” señalando que “para que exista violación directa,” es necesa-
rio que se den las siguientes condiciones:
“1) Obviamente que exista una norma constitucional consa-
gratoria de un derecho o garantía, o que, sin que la misma
esté presente, se trate sin embargo de los derechos inhe-
rentes a la persona humana o de los principios sustentado-
res del sistema jurídico (por ejemplo, obtener la ejecución
del fallo).
2) Que si esta norma está desarrollada por la Ley, por man-
dato expreso o implícito de la Constitución, esta Ley no
contemple como supuesto restrictivo la situación que se
plantea en el caso subjudice.
3) Que el efecto principal querido por el acto o acción objeto
del amparo, deba recaer necesariamente sobre el solicitan-
te del mismo.

538 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 16, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1983, pp. 169–170.

369
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

4) Que la lesión que se denuncia en el amparo sea producida


por una actuación u omisión frontalmente contraria a la
norma constitucional, por lo cual no se constituye el su-
puesto si se está ante una interpretación más o menos
plausible de dicha norma.
5) Desarrollando el punto anterior, la violación directa impli-
ca el desconocimiento global, integral, absoluto, del dere-
cho o garantía y no de lesiones parciales al mismo o que
puedan graduarse.
6) La lesión directa impide que el acto que de ella derivara
sea subsanado por un medio posteriormente empleado.”
Estas son las características fundamentales de la violación di-
recta que, de estar presentes, en forma alguna impiden que se de-
nuncien como correlativamente violadas normas de menor rango,
cualquiera que el mismo sea, pero que particularicen el contenido
de la disposición constitucional.”539
Esta doctrina ya la había expuesto la misma antigua Corte Pri-
mera en sentencia de 6 diciembre de 1989, recién dictada la Ley
Orgánica de 1988 en la siguiente forma:
“Igualmente se observa que el amparo se acuerda sólo por
violación de las garantías y derechos constitucionales. Estas ga-
rantías y derechos bien pueden estar recogidos en normas de
menor rango, pero no son tales normas las que han de alegarse
como conculcadas, sino deberá hacerse referencia al texto que
les da origen, por cuanto el carácter extraordinario del amparo
impide que se debatan a través del mismo, el cumplimiento o
no de las regulaciones y condiciones establecidas en normas
que no sean de rango constitucional, lo cual podrá ventilarse
por la vía de las acciones ordinarias. De no ser así, la jurisdic-
ción de amparo sería sustitutiva de cualquier otra y se justifica-
rían las críticas y el temor que esta novísima institución ha
planteado.”540

539 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, pp. 141 y 142.
540 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 41, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1990, p. 99. Esta doctrina se ha recogido en las siguientes sentencias
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativa de 22–8–90 en FUNE-
DA 15 años de Jurisprudencia, op. cit., p. 138; 16–9–92, en Revista de Derecho Pú-

370
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por supuesto, y aun cuando el derecho o garantía constitucio-


nal pueda estar regulado y desarrollado en normas legales, la ac-
ción de amparo no puede fundamentarse en la sola violación de
dichas normas legales.
Como lo precisó la antigua Corte Suprema en Sala Político
Administrativa, en sentencia de 14 de agosto de 1990, el amparo se
acuerda sólo por violación directa e inmediata de garantías y dere-
chos constitucionales; y:
“Para ello se debe demostrar la lesión sólo de dichas nor-
mas, y no de otras de carácter infraconstitucional. En conse-
cuencia, la acción de amparo, siempre de índole constitucional,
se justifica en la medida en que sean lesionados o amenazados
de lesión, derechos o garantías de ese rango, conforme a los
términos del artículo 49 de la Carta Fundamental. No basta, en
conclusión, con alegar la violación de normas de inferior jerar-
quía, las que conforme a lo expuesto no son objeto de protec-
ción por el medio específico del amparo –pero sí por otros–;
aunque desarrollen preceptos constitucionales es, por lo tanto,
indispensable, pero también suficiente, que sea demostrada la
vulneración directa del precepto constitucional.”541
Esta doctrina jurisprudencial ha sido ratificada por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo, por ejemplo, en sentencia Nº
1556 de 8 de diciembre de 2000 (Caso: Transporte Sicalpar, C.A. vs.
Puertos del Litoral Central, S.A.), en la cual estableció:

blico, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 151; y 4–12–92, en


Revista de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, p.
165 y en FUNEDA 15 años de Jurisprudencia, op. cit., p. 140.
541 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1990 p. 143. Véase en igual sentido, sentencias de la antigua Corte
Suprema de Justicia, Sala Político Administrativa, de 8–11–90, Revista de Dere-
cho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, p. 141; de 4–
4–90, Revista de Derecho Público, Nº 42, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1990, p. 112; de 31–1–89, Revista de Derecho Público Nº 37, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 198, p. 89; de 14–8–89– Revista de Derecho Público, Nº 39,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 144; y de 4–3–93, Revista de
Derecho Público, nos 53–54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p.
254, en la cual se cita la sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sa-
la Político Administrativa de 6–12–89; y sentencia de la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo, 17–9–92 FUNEDA en 15 años de Jurisprudencia,
op. cit., p. 127.

371
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“Cuando el goce y/o el ejercicio de estos derechos se niega,


procede la acción de amparo, si se cumple con el resto de los
requisitos de ley para ello. En consecuencia, no están tutelados
por la acción de amparo, la infracción de derechos que nacen
de la ley en sentido lato, de los tratados internacionales que no
versan sobre Derechos Humanos, o que nacen de los contra-
tos.”542
El objeto de protección, por tanto, son las situaciones jurídicas
derivadas de derechos constitucionales, no pudiendo dirimirse me-
diante la acción de amparo, derechos subjetivos de rango legal. Co-
mo lo resumió la propia Sala Constitucional del Tribunal Supremo
en sentencia Nº 828 de 27 de julio de 2000 (Caso: Seguros Corporativos
(SEGUCORP), C.A. y otros vs. Superintendencia de Seguros):
“En otras palabras, la situación jurídica del ciudadano es
un concepto complejo, en el que destacan derechos y deberes,
pero la acción de amparo tutela un aspecto de la situación jurí-
dica del ciudadano que son sus derechos fundamentales, pues
la defensa de los derechos subjetivos –diferentes a los derechos
fundamentales y las libertades públicas– y los intereses legíti-
mos, se realiza mediante recursos administrativos y acciones
judiciales. Por ejemplo, no es lo mismo negar la posibilidad a
un ciudadano de tener la condición de propietario, que una
discusión acerca de la titularidad de un bien entre particulares,
cuya protección se ejerce mediante una acción judicial específi-
ca: la reivindicación. Pero, si se niega a un ciudadano su dere-
cho a defender su propiedad, se le niega un derecho funda-
mental, cuyo goce y ejercicio debe ser restituido.
Esto trae como consecuencia, que en el procedimiento de
amparo el juez enjuicia las actuaciones de los órganos del po-
der público o de los particulares, que hayan podido lesionar los
derechos fundamentales. Pero, en ningún caso, puede revisar,
por ejemplo, la aplicación o interpretación del derecho ordina-
rio, por parte de la administración o los órganos judiciales, a
menos que de ella se derive una infracción directa de la Consti-
tución. No se trata de una nueva instancia judicial o adminis-
trativa, ni de la sustitución de los medios ordinarios para la tu-
tela de los derechos o intereses, se trata de la reafirmación de

542 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 83, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2000, p. 319.

372
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

los valores constitucionales, en la cual el juez que conoce del


amparo puede pronunciarse acerca del contenido o aplicación
de las normas constitucionales que desarrollan los derechos
fundamentales, revisar la interpretación que de éstas ha reali-
zado la administración pública o los órganos de la administra-
ción de justicia, o establecer si los hechos de los que se deducen
las violaciones constitucionales, constituyen una violación di-
recta de la Constitución.”543
En definitiva, “si la norma constitucional resulta directamente
aplicable a la solución del conflicto, esto es, si la situación en la cual
surgió la controversia era canalizable según los fines y contenido
de un precepto constitucional o de una norma de rango inferior en
cuyo contenido esté reflejado o se encuentra implícito un derecho
humano; entonces, al acto, actuación u omisión que le desconoció
debe imputársele la causación de una lesión a la regularidad cons-
titucional y, en consecuencia, ser pasible del procedimiento de tute-
la en vía de amparo... Si tal no fuere, es decir, si la determinada
situación jurídica podía conducirse a través de normas en cuyos
términos no se verifica el contenido esencial de un derecho hu-
mano, las consecuencias derivadas de la no aplicación o falsa apli-
cación de dichas normas devendría revisable por la jurisdicción
ordinaria.”544

543 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 83, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2000, pp. 290 ss. En igual sentido véase sentencia de la Sala Consti-
tucional Nº 1082 de 27–9–2000 (Caso: María E. Díaz T. vs. Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo), idem p. 295 ss.
544 Véase sentencia Nº 460 de 6–4–2001 (Caso: Only One Import, C.A. vs. Guardia
Nacional), en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 2001, p. 438.

373
OCTAVA PARTE
PRINCIPIOS DE LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL
RESPECTO DE TODAS LAS PERSONAS EN EL MARCO
DEL DERECHO COMPARADO:
LAS PERSONAS PROTEGIDAS

Las Constituciones declaran derechos fundamentales de las


personas, respecto de las cuales, el juez competente en materia de
amparo es el llamado a garantizar su goce y ejercicio por ellas. Esto
plantea el tema de la persona agraviada en los procesos de amparo,
es decir, de las que pueden ser accionantes, quejosos o peticiona-
rios que conforme al artículo 1 de la Ley Orgánica de Amparo es
“toda persona” y conforme al artículo 2 de la misma Ley, puede ser
cualquier “persona natural y jurídica.”
De esta norma se deriva, que el amparo no sólo protege a las
personas naturales, sino también a las personas morales cuando
sean titulares de los derechos.
En principio, por supuesto, esa capacidad o la legitimación
procesal corresponde a las personas titulares del derecho consti-
tucional que ha sido violado o amenazado de violación, situación
que le da particular interés para intentar la acción de protección
ante el tribunal competente. Por eso, la acción de amparo se ha
considerado en principio como una acción in personam por lo cual
el accionante debe ser precisamente la persona agraviada; lo que
implica que generalmente se considere que la acción de amparo
en América latina, como sucede con las injunctions del sistema
estadounidense, debe ser personalizada, en el sentido de que se
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

atribuye a una persona particular la cual, por gozar del derecho


lesionado, tiene un interés personal en el caso y su resultado.545
En este sentido, la Ley de Amparo nicaragüense prevé que sólo
la parte agraviada puede intentar la acción de amparo, definiendo
como tal a “toda persona natural o jurídica a quien perjudique o
esté en inminente peligro de ser perjudicada por toda disposición,
acto o resolución, y en general, toda acción u omisión de cualquier
funcionario, autoridad o agente de los mismos” (art. 23).546
Esto plantea, por tanto, diversas cuestiones respecto de quienes
pueden ser parte agraviada o lesionada en un proceso de amparo,
como las relativas a la legitimación activa o al derecho a actuar, las
relativa a la calidad del accionante en el sentido de si tiene que ser
sólo una persona física o ser humano, o una persona jurídica o
puede ser una corporación, incluyendo las entidades de derecho
público. Otros aspectos que se deben considerar son la posibilidad
de que el Ministerio Público o los Defensores del Pueblo puedan
intentar la acción de amparo.
I. LA PERSONA AGRAVIADA Y LA CUESTIÓN DE LA LE-
GITIMACIÓN ACTIVA
En el juicio de amparo, como la acción tiene carácter personal,
el accionante, como parte agraviada, en principio puede ser sola-
mente el titular del derecho lesionado,547 es decir, la persona cuyos
derechos constitucionales han sido agraviados o amenazados de
agravio. Así, nadie puede intentar una acción de amparo alegando
en nombre propio el derecho que pertenece a otro. Es por eso que
la acción de amparo es una acción personal o “subjetiva” en el sen-
tido que sólo puede intentarla ante los tribunales la parte agravia-
da, con un interés personal, legítimo y directo, la cual puede actuar

545 Véase Kevin Schroder et al, “Injunction,” Corpus Juris Secundum, Thomson
West, Vol. 43A, 2004; M. Glenn Abernathy and Barbara A. Perry, Civil Liber-
ties Under the Constitution, University of South Carolina Press, 1993, p. 4.
546 En este mismo sentido, la Ley Nº 437-06 que establecía el Recurso de Amparo
de la República Dominicana disponía que “Cualquier persona física o moral,
sin distinción de ninguna especie, tiene derecho a reclamar la protección de
sus derechos individuales mediante la acción de amparo.” (art. 2).
547 En este sentido el artículo 567 del Código Procesal Civil paraguayo establece
que “[L]a acción de amparo será deducida por el titular del derecho lesiona-
do o en peligro inminente de serlo.”

376
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

in personam o a través de su representante.548 Éste es el mismo prin-


cipio que se aplica en la legitimación activa para procurar la medi-
da de injunction estadounidense, que sólo se atribuye a la persona
agraviada,549 pues solo ella es la que puede intentar la acción.550
Aunque ésta es la regla general en América Latina, algunas le-
yes de amparo sin embargo, autorizan a personas distintas de las
partes agraviadas o sus representantes a intentar la acción de am-
paro en su representación,551 siendo entonces posible distinguir al
respecto entre la legitimatio o legitimación activa ad causam y la legi-
timatio o legitimación activa ad processum.552 La primera se refiere a
la persona o entidad titular del derecho constitucional particular
que se ha violado; y la segunda, a la capacidad particular de las
personas para actuar en el proceso (capacidad procesal), es decir, a
la capacidad de comparecer ante el tribunal y utilizar los procesos
adecuados para apoyar una demanda, que puede referirse a sus
propios derechos o a los derechos de otros.
La legitimación activa ad causam corresponde en principio a
cualquier persona cuyos derechos constitucionales han sido lesio-

548 Véase decisión de 27 de agosto de 1.993 (caso Kenet E. Leal) en Revista de Dere-
cho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 322; y
decisión del Primer Tribunal de control jurisdiccional de acciones administra-
tivas, del 18 de noviembre de 1993, en Revista de Derecho Público, Nº 55–56,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, pp. 325–327.
549 Véase el caso Alabama Power Co. v. Alabama Elec. Co-op., Inc., 394 F.2d 672 (5°
Cir. 1968), en John Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin Schroder, John
Glenn and Maureen Placilla (Ed.), Corpus Juris Secundum, Vol 43A, West 2004,
p. 229.
550 Como se establece, por ejemplo, específicamente en Ecuador. Véase Hernán
Salgado Pesantes, Manual de Justicia Constitucional Ecuatoriana, Corporación
Editora Nacional, Quito, 2004, p. 81. En Costa Rica, aunque la Ley de la Juris-
dicción Constitucional prevé que la acción puede intentarla cualquier persona
(art. 33), la Sala Constitucional ha interpretado que se refiere a cualquier perso-
na cuyos derechos constitucionales hayan sido agraviados (Véase Decisión 93-
90). Véase la referencia en Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal Constitucio-
nal, Editorial Juricentro, San José, 2001, p. 234); y en caso de una acción de am-
paro presentada por una persona distinta de la parte agraviada, esta última de-
be aprobar la presentación para que continúe el proceso. De otro modo, faltaría
la legitimación activa. Véase Decisión 5086-94, en Idem, p. 235.
551 Artículo 567 Código de Procedimiento Civil, Paraguay.
552 Véase en general, Alí Joaquín Salgado, Juicio de amparo y acción de inconstitucio-
nalidad, Astrea, Buenos Aires, 1987, pp. 81 ss.; Joaquín Brage Camazano, La ju-
risdicción constitucional de la libertad, Editorial Porrúa, México, 2005, pp. 162 ss.

377
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

nados, o amenazados de ser lesionados, y que tenga derecho a pro-


curar la protección de los tribunales por medio de la acción de am-
paro; bien sea por ser personas naturales o seres humanos (sin dis-
tinción entre ciudadanos, incapacitados o extranjeros) o una perso-
na jurídica o moral.553 En algunos casos, la legitimación activa tam-
bién corresponde a grupos de personas o entidades colectivas aún
sin “personalidad” jurídica formal atribuida por ley, como se ha
admitido en Chile con respecto al recurso de protección.554
II. LAS PERSONAS NATURALES: LEGITIMACIÓN ACTIVA
AD CAUSAM Y AD PROCESSUM
El principio general en las leyes de amparo en América latina
es que todos los seres humanos, cuando sus derechos constitucio-
nales son arbitraria o ilegítimamente agraviados o amenazados,
tienen la necesaria legitimación para intentar la acción de amparo.
En la expresión “personas” usada en tales leyes, están comprendi-
das todas las personas naturales sin distinción. La expresión, por
supuesto, no equivale a “ciudadanos,” que son aquellas personas
que por nacimiento o por naturalización son miembros de la co-
munidad política representada por el estado. Sin embargo, estas

553 La palabra “personas” en las leyes de amparo se usa para designar personas
humanas o entidades reconocidas por la ley como sujetos de derechos y de-
beres, incluyendo corporaciones o compañías: Argentina (art. 5: “persona in-
dividual o jurídica”; República Dominicana (art. 2: “Cualquier persona física
o moral”); Colombia (art. 1: “Toda persona”); Ecuador (art. 9.a: “cualquier
persona”; El Salvador (art. 3 y 12: “Toda persona”); Guatemala (art. 8: “las
personas”), Honduras (art. 41: “toda persona agraviada”; art. 44: “cualquier
persona natural o jurídica”); México (art. 4: “la parte a quien perjudique la
ley”); Panamá (art. 2615: “Toda persona”); Perú (art. 39: “El afectado es la
persona legitimada”); Uruguay (art. 1: “cualquier persona física o jurídica,
pública o privada”); Venezuela (art. 2: “personas naturales o persona jurídi-
cas”). En el Reglamento de Filipinas, la petición del amparo también está
disponible a “cualquier persona” cuyo derecho a la vida, la libertad y la se-
guridad, haya sido violado” (Sec. 1).
554 La Constitución chilena, en materia de legitimación activa, se refiere a “el
que” (quien), sin referirse a “personas” (art. 20). Véase Juan Manuel Errázu-
riz y Jorge Miguel Otero A., Aspectos procesales del recurso de protección, Edito-
rial Jurídica de Chile, Santiago, 1989, pp. 15, 50. Véase el caso RP, Federación
Chilena de Hockey y Patinaje, C. de Santiago, 1984, RDJ, T, LXXXI, Nº 3, 2da. P.,
Secc. 5ta, p. 240. Sin embargo, en otras decisiones judiciales se ha sostenido el
criterio contrario. Véase la referencia en Sergio Lira Herrera, El recurso de pro-
tección. Naturaleza jurídica. Doctrina. Jurisprudencia, Derecho Comparado, Santia-
go, 1990, pp. 144–145.

378
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

personas, como ciudadanos, serían las únicas que tendrían la legi-


timación necesaria para la protección de ciertos derechos políticos,
como el derecho al voto o a la participación en la política.
Por otro lado, en materia de amparo, los extranjeros tienen en
principio el mismo derecho general que los nacionales y tienen la
necesaria legitimación para ejercer el derecho al amparo. Sólo en
México se encuentra una excepción respecto a las decisiones del
Presidente de la República, dictadas según la Constitución, para la
expulsión de extranjeros, medida que se encuentra excluida del
amparo.555
Excepto en este caso particular, el principio general en América
Latina es que toda persona lesionada tiene la legitimación ad cau-
sam para intentar la acción de amparo. Por ello, en México, la Su-
prema Corte en ejercicio del control de convencionalidad declaró
contrario al artículo 25 de la Convención Americana el artículo 76
bis.II de la Ley de Amparo, el cual dejó de aplicarse, pues limitaba
la protección que otorga solamente al reo excluyendo a la vícti-
ma.556 Por ello, también, respecto de leyes que formalmente res-
tringen la legitimación A este respecto, las leyes deben interpretar-
se en sentido amplio, como ocurre por ejemplo en la ley de amparo
venezolana la cual aunque prevé en su primer artículo que la ac-
ción de amparo puede intentarla “toda persona natural habitante
de la República,”557 se entiende la expresión como referida a cual-
quier persona, incluso quienes no viven en el país.558

555 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-


co y España, Editorial Porrúa, México, 2002, p. 230.
556 Tesis 2ª CXXXVII/202 y J.26/2003, Semanario Judicial de la Federación y su
gaceta 9ª. Época Tomo XVI, noviembre de 2002, p. 449 y Tomo XVIII, agosto
de 2003, p. 175; citadas por Alfonso Jaime Martínez Lazcano, “Control difuso
de convencionalidad en México,” en Boris Barrios González (Coordinador),
Temas de Derecho Procesal Constitucional Latinoamericano, Memorias I Congreso
panameño de Derecho Procesal Constitucional y III Congreso Internacional
Proceso y Constitución, Panamá 2012, pp. 209.
557 Véase referencias en Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Constitu-
cionales, Vol. V, El derecho y la acción de Amparo, Universidad Católica del
Táchira, Editorial Jurídica Venezolana, San Cristóbal-Caracas, 1998, p. 319. La
misma antigua Corte Suprema, en ejercicio de su potestad de control juris-
diccional difuso, declaró inconstitucional la referencia limitante del artículo 1
de la Ley al subrayar el carácter de “habitantes de la República,” sentencian-
do en contrario, que cualquier persona, viva o no en la República, cuyos de-
rechos sean agraviados en Venezuela, tiene suficiente legitimación para in-

379
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Los menores, por supuesto, también tienen legitimación ad cau-


sam, pero sólo están autorizados para intentar acciones de amparo
para proteger sus derechos constitucionales a través de sus repre-
sentantes (padres o tutores), quienes, en esos casos, tienen legiti-
mación ad processum. Sólo excepcionalmente la ley mexicana permi-
te que los menores actúen personalmente cuando sus representan-
tes estén ausentes o impedidos.559 En Colombia, cuando el repre-
sentante de un menor está en situación de incapacidad para asumir
su defensa, cualquiera puede actuar representando a la parte agra-
viada (art. 10).560
Excepto en aquellos casos en que los representantes de perso-
nas naturales incapaces sean llamados a actuar, la regla general de
legitimación activa ad processum por tanto, respecto de las personas
naturales, es que tienen la posibilidad de comparecer ante el tribu-
nal como personas agraviadas en defensa de sus propios derechos.
En consecuencia, como asunto de principio, ningún otro puede
actuar judicialmente en nombre de la persona agraviada, excepto
cuando un representante es nombrado legalmente o actúa con un
poder notariado o carta de autorización (Paraguay, art. 567).

tentar la acción de amparo. Véase Sentencia de 13 de diciembre de 1994, caso


Jackroo Marine Limited. Véase la referencia en Rafael Chavero, El Nuevo Régi-
men del Amparo Constitucional en Venezuela, Caracas, 2001, pp. 98–99
558 La misma antigua Corte Suprema, por el ejercicio de su potestad de control
jurisdiccional difusa, declaró inconstitucional la referencia limitante del ar-
tículo 1 de la ley al subrayar el carácter de “habitantes de la República,” sen-
tenciando en contrario, que cualquier persona, viva o no en la República, cu-
yos derechos sean agraviados en Venezuela, tiene suficiente legitimación pa-
ra intentar la acción de amparo. Véase Sentencia de 13 de diciembre de 1994,
caso Jackroo Marine Limited. Véase la referencia en Rafael Chavero, El Nuevo
Régimen del Amparo Constitucional en Venezuela, Caracas, 2001, pp. 98–99.
559 Este es el caso de México, donde la Ley de Amparo prevé que un menor
“podrá pedir amparo sin la intervención de su legítimo representante cuando
éste se halle ausente o impedido” y añade que “el juez, sin perjuicio de dictar
las providencias que sean urgentes, le nombrará un representante especial
para que intervenga en el juicio.” (art. 6).
560 Lo que el Legislador quiso asegurar en este caso fue la posibilidad de una
efectiva protección de los derechos, por ejemplo, en casos de violencia física
infligida por los padres con respecto a sus hijos, en cuyo caso un vecino es la
persona que puede intervenir para intentar una acción de tutela. De otro mo-
do, la acción protectora, en tales casos, no podría ser intentada, particular-
mente porque los padres son los representantes legales de sus hijos. Véase
Juan Carlos Esguerra Portocarrero, La protección constitucional del ciudadano,
Lexis, Bogotá, 2005, p. 122.

380
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Sin embargo, una excepción general a esta regla se refiere a la


acción de habeas corpus, en cuyo caso, como generalmente la perso-
na agraviada está físicamente impedida de actuar personalmente
por sufrir detención o libertad limitada, las leyes de amparo auto-
rizan a cualquier persona a intentar la acción en representación
suya.561
En el mismo sentido, algunas leyes de amparo, para garantizar
la protección constitucional, también establecen la posibilidad que
otras personas actúen representando a la parte agraviada e intenten
la acción en su nombre. Puede ser cualquier abogado o familiar
como se establece en Guatemala (art. 23), o cualquier persona como
se establece en Paraguay (art. 567), Ecuador, Honduras, Uruguay562
y Colombia, donde cualquiera puede actuar en nombre de la parte
agraviada cuando esta última esté en situación de incapacidad para
asumir su propia defensa (art. 10).563 El mismo principio está esta-
blecido en el Código Procesal Constitucional de Perú.564

561 Argentina (art. 5: cualquiera que lo represente); Bolivia (art. 89: cualquiera en
su nombre); Guatemala (art. 85: cualquier otra persona); Honduras (art. 19:
cualquier persona); México (art. 17: cualquier otra persona en su nombre);
Nicaragua (art. 52: cualquier habitante de la República); Perú: (art. 26: cual-
quiera a su favor); Venezuela (art. 39: cualquiera que lo represente). En Méxi-
co, la ley impone en la parte agraviada la obligación de ratificar expresamen-
te la interposición del recurso de amparo, al punto que si la queja no se ratifi-
ca, se reputará no presentada (art. 17).
562 En Ecuador, cualquier actor espontáneo que justifique la imposibilidad de la
parte agraviada para hacerlo, puede intentar la acción en su nombre, que, sin
embargo, debe ser ratificada en los tres días subsiguientes (art. 48). En Hon-
duras, la Ley sobre Justicia Constitucional autoriza a cualquier persona ac-
tuar por la parte agraviada, sin necesidad de poder, en cuyo caso el artículo
44 prevé que prevalecerá el criterio de la parte agraviada (art. 44). En Uru-
guay (art. 3) la Ley Nº 16.011 sobre la Acción de Amparo prevé que en casos
en los que la parte agraviada, por sí misma o por su representante, no pudie-
se intentar la acción, entonces cualquiera puede hacerlo por ella, sin perjuicio
de la responsabilidad del agente si éste hubiese actuado con fraude, malicia o
culpable ligereza (art. 4).
563 Véase Carlos Augusto Patiño Beltrán, Acciones de tutela, cumplimiento, popula-
res y de grupo, Editorial Leyer, Bogotá, 2000, p. 10; y Juan Carlos Esguerra Por-
tocarrero, La protección constitucional del ciudadano, Lexis, Bogotá, 2005, p. 122.
564 El artículo 41 del Código establece: “Cualquier persona puede comparecer en
nombre de quien no tiene representación procesal, cuando esta se encuentre
imposibilitada para interponer la demanda por sí misma, sea por atentado
concurrente contra la libertad individual, por razones de fundado temor o
amenaza, por una situación de inminente peligro o por cualquier otra causa

381
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Otro aspecto que se debe notar sobre la legitimación activa es


que algunas leyes de amparo latinoamericanas, en forma restricti-
va, obligan al accionante a nombrar formalmente a un abogado que
le asista como, por ejemplo, se indica en el Código Judicial pana-
meño (art. 2.261).
III. PERSONAS JURÍDICAS: LEGITIMACIÓN ACTIVA AD
CAUSAM Y AD PROCESSUM
Aparte de las personas naturales, también las personas jurídi-
cas gozan de los derechos constitucionales, por lo que tienen dere-
cho a intentar acciones de amparo cuando los mismos han sido
violados, de modo que las asociaciones, compañías, fundaciones o
corporaciones también pueden intentar acciones de amparo,565 por
ejemplo, para proteger su derecho a la no discriminación, al debido
proceso legal, a la defensa o a los derechos económicos o de pro-
piedad, en cuyo caso, por supuesto, deben actuar a través de sus
directores o representantes según sus estatutos (México, art. 8). Por
ello, la jurisprudencia en Venezuela ha establecido que la acción de
amparo no está restringida a proteger “derechos o garantías consti-
tucionales a los derechos de las personas naturales,” pues también
las personas jurídicas son titulares de derechos fundamentales.”566

análoga. Una vez que el afectado se halle en posibilidad de hacerlo, deberá


ratificar la demanda y la actividad procesal realizada por el procurador ofi-
cioso.”
565 También es el caso de Colombia, donde la acción de tutela se estableció para
la protección de los “derechos fundamentales” de aplicación inmediata, que
incluyen los de las personas jurídicas, como el derecho de petición (art. 23), al
debido proceso y a la defensa (art. 29) y a la revisión de decisiones judiciales
(art. 31). En Ecuador, la legitimación activa de las personas jurídicas para in-
tentar una acción de amparo fue negada por Marco Morales Tobar en “La ac-
ción de amparo y su procedimiento en el Ecuador,” Estudios Constitucionales.
Revista del Centro de Estudios Constitucionales, Año 1, Nº 1, Universidad de
Talca, Chile, 2003, pp. 281–282. Así también en la República Dominicana,
donde el juicio de amparo fue admitido por la Suprema Corte, incluso sin
disposición constitucional o legal, precisamente en un caso presentado ante
la Corte por una compañía comercial (Productos Avon S.A.). Véase por ejem-
plo, Juan de la Rosa, El recurso de amparo, Estudio Comparativo, Santo Domin-
go, 2001, p. 69.
566 Véase sentencia Nº 1395 de 21 noviembre de 2000, caso Estado Mérida y otros
vs. Ministro de Finanzas, en Revista de Derecho Público, Nº 84, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 2000, pp. 315 ss.

382
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En este contexto de la legitimación dada a las personas jurídi-


cas para intentar acciones de amparo, el Código Procesal Civil pa-
raguayo enumera particularmente a los partidos políticos con ca-
pacidad reconocida por las autoridades electorales; las entidades
con personería gremial o profesional y las entidades con personería
gremial o profesional; y las sociedades o asociaciones con fines no
contrarios al bien común (art. 568).
Una cuestión importante sobre la legitimación activa de las
personas jurídicas para intentar acciones de amparo se refiere a la
posibilidad de que las entidades de derecho público puedan hacer-
lo, es decir, a la capacidad de las entidades públicas de intentar
acciones de amparo.
Históricamente, la acción de amparo, como medio judicial es-
pecífico para la protección de derechos constitucionales, se concibió
originalmente para la defensa de los individuos o personas natura-
les contra los funcionarios o entidades públicas; es decir, como una
garantía para protegerse frente al Estado. Por eso, inicialmente, era
inconcebible que una entidad pública intentara una acción de am-
paro contra otras entidades públicas o privadas.
Sin embargo, ya que las entidades públicas pueden, como
cualquier persona jurídica, ser titulares de derechos constituciona-
les, se admite en general que puedan intentar acciones de amparo
para la protección de sus derechos. Esto es así expresamente en
Argentina,567 en Uruguay, donde está expresamente regulado en la

567 Véase José Luis Lazzarini, El Juicio de Amparo, Ed. La Ley, Buenos Aires, 1987,
p. 238–240; 266. Entre los casos de amparo decididos en Argentina como con-
secuencia de las medidas económicas de emergencia adoptadas por el go-
bierno en 2001, que congelaron todos los depósitos en cuentas de ahorro y
corrientes de todos los bancos y los convirtieron de dólares americanos a pe-
sos devaluados argentinos, uno que se debe mencionar es el caso San Luis,
sentenciado por la Corte Suprema el 5 de marzo de 2003, en el cual no sólo
declaró la corte la inconstitucionalidad del Ejecutivo sino que en ese caso or-
denó al “Banco Central o el Banco de la Nación Argentina le entreguen a la
provincia dólares billetes de los plazos fijos que individualiza, o su equiva-
lente en pesos según el valor de la moneda estadounidense en el mercado li-
bre de cambios.” El aspecto interesante del juicio fue su presentación por la
Provincia de San Luis contra el Estado Nacional y el Banco Central de la Na-
ción Argentina, es decir, un Estado Federal (Provincia de San Luis) contra el
Estado Nacional, para la protección de los derechos constitucionales a la pro-
piedad del primero. Véase comentarios en Antonio María Hernández, Las
emergencias y el orden constitucional, Universidad Nacional Autónoma de Mé-
xico, Rubinzal-Culsoni Editores, México, 2003, pp. 119 ss.

383
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Ley de amparo al referirse a la “persona física o jurídica, pública o


privada (art. 1), y es el caso también en Venezuela.568
También en México se admite expresamente que las corpora-
ciones públicas intenten acciones de amparo pero sólo con referen-
cia a sus intereses patrimoniales lesionados (art. 9), lo que significa
que de ninguna otra manera puede una entidad pública en México
como, por ejemplo, un estado, una municipalidad o una corpora-
ción pública, intentar una acción de amparo, pues de otro modo
resultaría en un conflicto entre las autoridades que no podría re-
solverse a través de esta acción judicial.569
Es en este mismo sentido, que en Perú, el Código Procesal
Constitucional también expresamente declara la inadmisibilidad de
la acción de amparo cuando se refiere a “conflictos entre entidades
de derecho público interno,” es decir, entre ramas del gobierno u
órganos constitucionales o gobiernos locales o regionales que de-
ban ser dirimidos mediante los procedimientos constitucionales
establecidos en el código (art. 5,9).570
Esta misma discusión general sobre la posibilidad de ejercer la
acción de amparo entre entidades públicas ha surgido en otros sis-
temas federales, en particular cuando se dirigen a proteger la ga-
rantía constitucional de autonomía y autogobierno políticos. En
Alemania, por ejemplo, se admite que los municipios, o grupos de
municipios, puedan intentar una querella constitucional ante el

568 La Sala Constitucional del Tribunal Supremo en decisión Nº 1395 de 21 de


noviembre de 2.000, declaró que los “entes político-territoriales como los Es-
tados o Municipios [pueden] acudir al amparo para defender los derechos o
libertades de los que puedan ser titulares, como el derecho al debido proceso,
o el derecho a la igualdad, o a la irretroactividad de la ley.” Véase el Caso Es-
tado Mérida et al. vs. Ministro de Finanzas, en Revista de Derecho Público, Nº
84, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, pp. 315 ss.
569 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-
co y España, Editorial Porrúa, México, 2002, p. 244–245; Richard D. Baker, Ju-
dicial Review in México. A Study of the Amparo Suit, University Press of Tex-
as, Austin, 1971 pp. 107–109.
570 El código sustituyó la disposición de la Ley 25.011 de Habeas Corpus y Am-
paro de 1982 que declaraba inadmisibles las acciones de amparo, pero cuan-
do proceden “de las dependencias administrativas, incluyendo las empresas
públicas, contra los Poderes del Estado y los organismos creados por la Cons-
titución, por los actos efectuados en el ejercicio regular de sus funciones”
(Ley 25011, art. 6,4). Véase comentarios sobre esta disposición en la derogada
Ley 25.011 en Víctor Julio Orcheto Villena, Jurisdicción y procesos constituciona-
les, Editorial Rhodas, Lima, p. 169.

384
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Tribunal Constitucional Federal alegando que su derecho a la au-


tonomía o al autogobierno, garantizados en la constitución (art. 28-
2), ha sido violado por una disposición legal federal.571 Esta posibi-
lidad fue rechazada en México pues, aunque los artículos 103, III y
107 de la Constitución establecen que la acción de amparo es admi-
sible en casos de controversias que surgen por “leyes o actos de las
autoridades de los estados o del distrito federal que invadan la
esfera de competencia de la autoridad federal,” se entienden sólo
referidos a la protección de los derechos y garantías individuales y,
de ninguna manera, dirigidos a establecer una acción de amparo
para la protección de la autonomía constitucional de los Estados
con respecto a las invasiones por el estado federal.572
En Venezuela, que también es un Estado organizado con forma
federal, el asunto se discutió con referencia a la protección de los
derechos de la autonomía política de los Estados y Municipios ga-
rantizada en la Constitución y respecto de la posibilidad de inten-
tar una acción de amparo para su protección. Una acción intentada
con tal propósito, por ejemplo, por los municipios, fue rechazada
por la antigua Corte Suprema de Justicia, argumentando que las
entidades político territoriales, como personas morales, no pueden
intentar acciones de amparo sino sólo para la protección de dere-
chos constitucionales en estricto sentido excluyendo de la protec-
ción las garantías constitucionales como la de la autonomía territo-
rial.573 Con argumentos similares, la Sala Constitucional del Tribu-
nal Supremo de Justicia también rechazó en 2000 una acción de
amparo interpuesta por un Estado de la federación contra el Minis-
terio de Finanzas ya que, según se alegaba, afectaba su autonomía
financiera.574

571 En el caso de violaciones por una ley del länder, tal recurso se intentará ante
el Tribunal Constitucional del länder respectivo (art. 93,1,4 de la Constitu-
ción). Una situación similar, aunque debatible, se encuentra en Austria con
respecto al recurso constitucional. Sea cual fuese el caso, por supuesto, no se
trataría de un amparo para la protección de derechos fundamentales, sino
más bien de una garantía constitucional específica de la autonomía de enti-
dades locales.
572 Véase referencia en Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de
amparo en México y España, Editorial Porrúa, México, 2002, p. 246, nota 425.
573 Véase sentencia de 2 de octubre de 1997, en Rafael Chavero, El nuevo régimen
del amparo constitucional en Venezuela, Caracas, 2001, pp. 122–123.
574 Véase sentencia N° 1395 de 21 de noviembre de 2000, Caso Estado Mérida et al.
v. Ministro de Finanzas, en Revista de Derecho Público, Nº 84, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 2000, pp. 315 ss.

385
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por otro lado, en sistemas como los de Brasil, donde el mandado


de segurança sólo se puede intentar contra el Estado y no contra
personas individuales, se considera que el estado mismo o sus de-
pendencias no pueden intentar el recurso.575
IV. LEGITIMACIÓN ACTIVA Y LA PROTECCIÓN DE DERE-
CHOS CONSTITUCIONALES COLECTIVOS Y DIFUSOS
Como antes se dijo, la característica general del proceso de am-
paro es su carácter personal, en el sentido que puede sólo iniciarlo
ante los tribunales competentes el titular de los derechos, su repre-
sentante o una de las partes agraviadas.576
Sin embargo, no todos los derechos constitucionales son indi-
viduales; y al contrario, algunos son colectivos por naturaleza, en el
sentido que corresponden a grupos de personas más o menos defi-
nidos, de modo que su violación no sólo lesiona los derechos per-
sonales de cada uno de los individuos que los disfruta, sino tam-
bién a todo el grupo de personas o colectividades a los que perte-
necen esos individuos. En tales casos, entonces, la acción de ampa-
ro también puede intentarla el grupo o asociación de personas que
representan a sus asociados, incluso aun cuando no tengan for-
malmente el carácter de “persona jurídica.”577

575 Véase Celso Agrícola Barbi, Do mandado de Securança, Editora Forense, Rio de
Janeiro, 1993, pp. 68 ss.; José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, Editorial La
Ley, Buenos Aires, 1987, pp. 267–268.
576 Algunas legislaciones como la brasileña, respecto del mandado de securança
establecen que en el caso de amenazas o violaciones de derechos relativos a
algunas personas, cualquiera de ellas puede intentar la acción (art. 1,2). En
Costa Rica también, respecto del derecho constitucional a rectificación y res-
puesta en caso de agravios, la Ley de la Jurisdicción Constitucional prevé que
cuando los agraviados son más de una persona, cualquiera de ellas puede in-
tentar la acción; y en los casos en los que los agraviados pueden ser identifi-
cados con un grupo o colectividad organizada, la legitimación para actuar
debe ejercerla su representante autorizado (art. 67).
577 Es por eso que el Código Procesal Civil de Paraguay, por ejemplo, al definir
la legitimación activa en materia de amparo, además de personas físicas o ju-
rídicas, se refiere a partidos políticos debidamente registrados, entidades con
personería gremial o profesional y sociedades o asociaciones que, sin investir
el carácter de personas jurídicas, no contrarían, según sus estatutos, el bien
público (art. 568). En Argentina, la Ley de Amparo también prevé la legiti-
mación activa para intentar acciones de amparo a estas asociaciones que, sin
ser formalmente personas jurídicas, pueden justificar, según sus propios esta-
tutos, que no se oponen al bien público (art. 5).

386
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En algunos casos, como en Venezuela, la Constitución estable-


ce expresamente como parte del derecho constitucional de todas las
personas, el tener acceso a la justicia y el procurar la protección no
sólo de los derechos personales sino también de los “colectivos” o
“difusos” (art. 26). Los primeros han sido considerados como los
referidos a un sector poblacional determinado (aunque no cuantifi-
cado) e identificable, conformado por un conjunto de personas co-
mo sería el caso grupos profesionales, grupos de vecinos o los
gremios. En cuanto a los derechos difusos, son los que buscan ase-
guraren general un nivel de vida aceptable, de manera que al afec-
tarlos se lesiona el nivel de vida de toda la comunidad o sociedad,
como sucede con los daños al ambiente o a los consumidores.578
En esos casos, cualquier persona procesalmente capaz puede
intentar la acción, para impedir el daño a la población o a sectores
de ella a la cual pertenece. Lo mismo se aplica, por ejemplo, en los
casos de la acción de amparo interpuesta para la protección de de-
rechos electorales, en cuyo caso, cualquier ciudadano invocando
los derechos generales de los votantes, puede intentar la acción,579
admitiéndose incluso en estos casos de intereses difusos o colecti-
vos que la legitimación activa la puedan tener las asociaciones,
sociedades, fundaciones, cámaras, sindicatos y demás entes colec-
tivos, cuyo objeto sea la defensa de la sociedad.580

578 Véase sentencia Nº 656 de la Sala Constitucional, del 30 de junio de 2000, caso
Defensor del Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional, citada en sentencia N° 379
del 26 de febrero de 2.003, caso Mireya Ripanti et vs. Presidente de Petróleos de
Venezuela S.A. (PDVSA), en Revista de Derecho Público, N° 93–96, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 2003, pp. 152 ss.
579 En tales casos, la Sala incluso ha concedido medidas de precaución con efec-
tos erga omnes “tanto para las personas naturales y organizaciones que han
solicitado la protección de amparo constitucional como para todos los electo-
res en su conjunto.” Véase sentencia de la Sala Constitucional Nº 483 del 29
de mayo de 2.000, caso Queremos Elegir y otros, en Revista de Derecho Público,
Nº 82, 2000, Editorial Jurídica Venezolana, pp. 489–491. En el mismo sentido,
véase sentencia de la misma Sala Nº 714 de 13 de julio de 2000, caso APRUM,
en Revista de Derecho Público, Nº 83, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
2000, pp. 319 ss.
580 Véase la referencia y comentarios en Rafael Chavero, El nuevo régimen del
amparo constitucional en Venezuela, Caracas, 2001, pp. 110–114.

387
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Estas acciones “colectivas” de amparo dirigidas a proteger de-


rechos difusos,581 particularmente en materia de ambiente, han sido
incluidos expresamente en las Constituciones en América Latina,
como es el caso en Argentina, donde la Constitución prevé que la
acción de amparo puede intentarlo “el afectado, el defensor del
pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, registradas
conforme a la ley” (art. 43) contra cualquier forma de discrimina-
ción y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la
competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos
de incidencia colectiva en general.582 En Perú, el artículo 40 de Có-
digo Procesal Constitucional también autoriza a intentar la acción de
amparo a cualquier persona “cuando se trate de amenaza o viola-
ción del derecho al medio ambiente u otros derechos difusos que

581 En la República Dominicana y antes de la aprobación de la Ley Nº 437-06 que


establece el Recurso de Amparo en 2.006, cuando la Suprema Corte admitía
la acción de amparo, los tribunales admitían que cualquier persona con capa-
cidad legal e interés en el cumplimiento general de derechos humanos colec-
tivos, tales como el derecho a la educación, podía intentar una acción de am-
paro si la materia no era sola y exclusivamente particular. Véase Sentencia Nº
406-2 del 21 de junio de 2001, Juzgado de Primera Instancia de San Pedro
Macoris. Véase referencia en Miguel A. Valera Montero, Hacia un Nuevo
concepto de constitucionalismo, Santo Domingo, 2006, pp. 388–389.
582 Cuatro acciones colectivas específicas resultaron de este artículo: amparo
contra cualquier forma de discriminación; amparo para la protección del am-
biente; amparo para la protección de la libre competencia, y amparo para la
protección de los derechos del usuario y del consumidor. Por eso, respecto de
la discriminación, el objeto de este amparo no es la discriminación respecto
de un individuo en particular sino respecto de un grupo de personas entre
los cuales existe un nexo o tendencia común que da origen a la discrimina-
ción. Véase Joaquín Brage Camazano, La jurisdicción constitucional de la liber-
tad, Editorial Porrúa, México, 2005, pp. 94. Por otro lado, respecto a la protec-
ción del ambiente, se formaliza la tendencia que comenzó a consolidarse
después de un caso de 1983 en el que se presentó un amparo para la protec-
ción del equilibrio ecológico para la protección de los delfines. La Corte Su-
prema aceptó en tal caso la posibilidad que cualquiera, individualmente o en
representación de su familia, intentara una acción de amparo para la conser-
vación del equilibrio ecológico debido al derecho de cualquier ser humano de
proteger su hábitat. Véase Alí Joaquín Salgado, Juicio de amparo y acción de in-
constitucionalidad, Astrea Buenos Aires, 1987, pp. 81–89. Sobre las asociacio-
nes que pueden interponer demandas colectivas de amparo, la Corte Supre-
ma de Argentina también ha considerado que no requieren registro formal.
Véase Sentencias 320:690, caso Asociación Grandes Usuarios y Sentencia
323:1339, caso Asociación Benghalensis. Véase las referencias en Joaquín Brage
Camazano, La jurisdicción constitucional de la libertad, Editorial Porrúa, México,
2005, pp. 92–93.

388
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

gocen de reconocimiento constitucional, así como las entidades sin


fines de lucro cuyo objeto sea la defensa de los referidos derechos.”
De forma similar en Brasil, la Constitución estableció un mandado de
securança llamado colectivo, dirigido a la protección de derechos
difusos o colectivos y a ser intentado por los partidos políticos con
representación en el Congreso Nacional, los sindicatos, las institu-
ciones colectivas o las asociaciones legalmente establecidas en de-
fensa de los intereses de sus miembros y que deben haber estado
funcionando al menos el año anterior (art. 5.69.2).583
En Ecuador, el artículo 9 de la Ley Orgánica de Garantías Ju-
risdiccionales y Control Constitucional permite directamente que la
acción sea intentada por “cualquier persona, comunidad, pueblo,
nacionalidad o colectivo, vulnerada o amenazada en uno o más de
sus derechos constitucionales, quien actuará por sí misma o a tra-
vés de representante o apoderado.” El caso de Costa Rica debe
también mencionarse, donde el amparo colectivo se ha sido admi-
tido por la Sala Constitucional de la Corte Suprema en materia de
ambiente, basándose en las disposiciones constitucionales que es-
tablecen el derecho de todos “a un ambiente sano y ecológicamente
equilibrado” (art. 50), por lo que cualquier persona queda “legiti-
mada para denunciar los actos que infrinjan tal derecho.”584
Sin embargo, al contrario de la tendencia mencionada, que
amplía la acción de amparo para la protección de derechos colecti-
vos, en México el proceso de amparo sigue teniendo carácter esen-
cialmente individual, basado en el interés personal y directo585 del
accionante.

583 Además, desde 1985 se ha desarrollado en Brasil una “acción civil colectiva,”
con tendencias similares a las Acciones Colectivas de los Estados Unidos,
muy ampliamente utilizadas para la protección de derechos de clases, como
los consumidores, aunque limitando la legitimación activa a las entidades
públicas (nacionales, estatales y municipales) y a las asociaciones. Véase An-
tonio Gidi, Acciones de grupo y “amparo colectivo” en Brasil. La protección
de derechos difusos, colectivos e individuales homogéneos, en Eduardo Fe-
rrer Mac-Gregor (Coordinador), Derecho Procesal Constitucional, Colegio de
Secretarios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Editorial Porrúa,
Tomo III, México, 2003, pp. 2.538 ss.
584 Véase sentencia 1700-03. Véase referencia en Rubén Hernández Valle, Derecho
Procesal Constitucional, Editorial Juricentro, San José, 2001, pp. 239–240.
585 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, Juicio de amparo e interés legítimo: la tutela
de los derechos difusos y colectivos, Editorial Porrúa, México, 2003, p. 56.

389
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

El único caso en el que, de cierta manera, el amparo protege in-


tereses colectivos es aquel relacionado con el amparo para la pro-
tección de campesinos y de propietarios agrarios colectivos.586
También en Colombia, el principio general respecto a la ac-
ción de tutela es su carácter personal y privado, de modo que sólo
puede ser presentada por el sujeto del derecho individual funda-
mental protegido por la constitución.587 Esto no significa, sin em-
bargo, que los derechos difusos o colectivos no estén protegidos,
pues la Constitución ha regulado además de la acción de tutela, la
“acción popular” o acción de grupo,588 es decir, acciones colecti-

586 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-


co y España, Editorial Porrúa, México, 2002, p. 233 ss.
587 Véase Juan Carlos Esguerra Portocarrero, La protección constitucional del ciuda-
dano, Lexis, Bogotá, 2005, p. 121. Por eso el artículo 6,3 de la Ley de Tutela
expresamente dispone que la acción de tutela es inadmisible cuando los de-
rechos que se busca proteger son “derechos colectivos, tales como la paz y los
demás mencionados en el artículo 88 de la Constitución Política,” en particu-
lar porque para tal propósito se estableció un medio judicial especial llamado
“acciones populares.” El artículo 6,3 de la Ley de Tutela añadió que lo ante-
rior no impide que el titular de derechos amenazados o violados pueda in-
tentar una acción de tutela en situaciones que comprometan intereses o dere-
chos colectivos y el de sus propios derechos amenazados o violados, amena-
zados o violados, cuando se trata de prevenir un perjuicio irremediable.
588 Estas acciones populares son aquellas establecidas en la constitución para la
protección de derechos e intereses relacionados con la propiedad pública, el
espacio público, la seguridad y salud públicas, la moral administrativa, el
ambiente, la libre competencia económica, y otros de naturaleza similar. To-
dos éstos son derechos difusos y para su protección, la ley 472 de 1998 ha re-
gulado estas acciones populares. Esta ley también regula otros tipos de ac-
ciones para la protección de derechos en casos de agravios sufridos por un
número plural de personas. Sobre las acciones populares, éstas las puede in-
tentar cualquier persona u Organización No Gubernamental, organizacio-
nes populares o cívicas, entidades públicas con funciones contraloras
cuando el agravio o amenaza no se originan debido a sus actividades, el
Fiscal General, el Defensor del Pueblo, los fiscales distritales y municipales,
y los alcaldes y funcionarios públicos que por sus funciones deben defen-
der y proteger los derechos antes citados (art. 12). Sobre las acciones de
grupo establecidas para la protección de una pluralidad de personas en ca-
so de sufrir lesiones en sus derechos de modo colectivo, la Ley 472 de 1998
establece estas acciones con fines básicamente de indemnización y sólo
pueden ser interpuestas por veinte individuos, actuando todos en su pro-
pio nombre. Por tanto, no son acciones dirigidas a proteger a toda la pobla-
ción o colectividad, sino sólo a una pluralidad de personas que tienen los
mismos derechos y buscan su protección.

390
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

vas similitudes a las class actions estadounidenses,589 que han resul-


tado muy efectivas para la protección de los derechos civiles en
casos de discriminación.

589 Regulada por la regla Nº 23 de las Reglas Federales de Procedimiento Civil e


incoadas para la protección de los derechos civiles, ésta regla dispone que, en
casos de una clase en las que sus integrantes tengan intereses de hecho o de
derecho comunes a dicha clase pero que por ser tantos harían impracticable
la tarea de reunirlos a todos, la acción pueda intentarla uno o más de dichos
integrantes -como partes accionantes representativas de la clase- si las accio-
nes de éstas son acciones características de la clase y si tales representantes
protegerían de modo justo y adecuado los intereses de ella (Regla Nº 23, Ac-
ciones Colectivas, a).

391
NOVENA PARTE
LA UNIVERSALIDAD DEL AMPARO Y LAS CAUSAS DE
LA LESIÓN O AMENAZA DE LESIÓN DE DERECHOS Y
GARANTÍAS CONSTITUCIONALES

I. EL RÉGIMEN EN EL DERECHO VENEZOLANO

1. El amparo contra autoridades y contra particulares


La acción de amparo procede contra cualquier acto, hecho u
omisión de autoridades o de particulares que viole derechos o ga-
rantías constitucionales o amenace violarlos. Por tanto, no hay ac-
tos, hechos u omisiones que escapen de la acción de amparo, lo que
se reafirma en el artículo 2 de la Ley Orgánica, que dispone:
Artículo 2. La acción de amparo procede contra cualquier
hecho, acto u omisión provenientes de los órganos del Poder
Público Nacional, Estadal o Municipal. También procede con-
tra el hecho, acto u omisión originados por ciudadanos, perso-
nas jurídicas, grupos u organizaciones privadas, que hayan
violado, violen o amenacen violar cualquiera de las garantías o
derechos amparados por esta Ley.”
Por tanto, la protección que puede otorgar el juez de amparo
al goce y ejercicio de los derechos y garantías constitucionales se
plantea en el texto constitucional y en la Ley Orgánica no solo
frente a actuaciones de autoridades públicas que puedan pertur-
bar el goce y ejercicio de los derechos, sino también frente a las
perturbaciones que puedan provenir de particulares, individuos o
personas morales.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En esta materia, la Constitución no distingue, por lo que la


Ley Orgánica admite la acción de amparo frente a acciones que
provienen de particulares.590
Esto también contribuye a diferenciar la acción de amparo en
Venezuela de la existente en otros sistemas como los de Brasil o Mé-
xico, o el de España, en los cuales el recurso de amparo sólo se con-
cibe frente a autoridades; o de la existente en otros países en el sen-
tido de limitar la acción contra particulares, solamente cuando ocu-
pen posiciones de poder o ejerzan funciones públicas, por ejemplo,
como concesionarios de servicios públicos como sucede en Costa
Rica y Colombia.
Por otra parte, en el caso de protección frente a perturbaciones
provenientes de autoridades públicas, sin la menor duda debe
afirmarse también que tal como lo regula el artículo 27 de la Cons-
titución y la Ley Orgánica, esta protección procede frente a toda
actuación pública, es decir, frente a todos los actos estatales y ante
los actos materiales y vías de hecho de las autoridades públicas
(art. 5°).
Por tanto, la acción de amparo procede contra toda actuación
de la Administración, aun cuando no configure un acto administra-
tivo y no abra la vía contencioso administrativa, es decir, procede,
por ejemplo, contra las actuaciones materiales de la Administra-
ción; contra sus vías de hecho; contra la abstención en actuar o
cumplir una obligación; contra las omisiones, en fin, contra toda
forma de actuación de la Administración e, incluso, por supuesto,
contra determinados actos como los de trámite, cuando no puedan
ser impugnados por la vía contencioso administrativa.
Esta universalidad del amparo, por lo demás, fue precisada y
desarrollada por la jurisprudencia, tanto de la antigua Corte Su-
prema como de la Corte Primera de la Contencioso Administrativo.
Así lo señaló la Corte Primera de la Contencioso Administrativo en
sentencia de 11 de noviembre de 1993 (Caso: Aura Loreto Rangel):
“La lectura del artículo 2 de la Ley Orgánica de Amparo
evidencia que no hay prácticamente ningún tipo de conducta,
independientemente de su naturaleza o carácter, así como de

590 Tal como sucede en Argentina después del caso Samuel Kot SRL. de 1958. S.
Véase Linares Quintana, Acción de Amparo, Buenos Aires, 1960, p. 25, G. R.
Carrio, Algunos aspectos del recurso de amparo, Buenos Aires, 1959, p. 13.

394
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

los sujetos de los cuales provenga, del cual pueda predicarse


que está excluido per se de su revisión por los jueces de ampa-
ro, a los efectos de determinar si vulnera o no algún derecho o
garantía constitucional.”591
El mismo criterio lo precisó la Sala Político Administrativa de
la antigua Corte Suprema en sentencia de 24 de mayo de 1993, así:
“Son muy amplios los términos en que la acción de amparo
está consagrada en el artículo 49 del Texto Fundamental. Así, si
bien es incuestionable lo extenso del ámbito de los derechos y
garantías susceptibles de ser protegidos y restablecidos me-
diante esta vía procesal, tampoco puede limitarse a que la le-
sión sea producto de determinados actos solamente. En efecto,
debe igualmente permitirse que cualquier acto lesivo –ya sea
un acto, hecho u omisión– de derechos y garantías constitucio-
nales sea posible de cuestionar mediante este medio procesal,
ya que, siendo el objetivo de la acción de amparo la protección
de cualquier norma que consagre uno de los llamados dere-
chos subjetivos de rango constitucional, no puede sostenerse
que esa protección es viable sólo en los casos en que el acto
perturbador reúna determinadas características, ya sean desde
el punto de vista material u orgánico.
La jurisprudencia de esta Sala ha sido consecuente con
ambos principios. En decisión del 31 de enero de 1991 (Caso:
Anselmo Natale, registrada bajo el número 22) se señaló que “no
puede existir ningún acto estatal que no sea susceptible de ser
revisado por vía de amparo, entendiendo ésta, no como una
forma de control jurisdiccional de la inconstitucionalidad de
los actos estatales capaz de declarar su nulidad, sino –como se
ha dicho– un remedio de protección de las libertades públicas
cuyo objeto es restablecer su goce y disfrute, cuando alguna
persona natural o jurídica, o grupo u organizaciones privadas,
amenace vulnerarlas o las vulneren efectivamente” (véase
además, en relación a la amplitud de los derechos fundamenta-
les amparables, la decisión del 4–12–90, caso: Mariela Morales de
Jiménez, Nº 661).”592

591 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, p. 284.
592 Véase en Revista de Derecho Público, N° 55–56, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, pp. 284–285.

395
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En sentencia de 13 de febrero de 1992, la Corte Primera, por


otra parte, precisó:
“Observa esta Corte que la característica esencial del régi-
men de amparo, tanto en la concepción constitucional como en
su desarrollo legislativo, es su universalidad... por lo cual hace
extensiva la protección que por tal medio otorga, a todos los
sujetos (personas físicas o morales que se encuentran en el te-
rritorio de la nación) así como a todos los derechos constitucio-
nalmente garantizados, e incluso aquéllos que sin estar expre-
samente previstos en el texto fundamental, son inherentes a la
persona humana. Este es el punto de partida para entender el
ámbito del amparo constitucional. Los únicos supuestos ex-
cluidos de su esfera son aquéllos que expresamente señala el
artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales y, desde el punto de vista sustantivo,
no hay limitaciones respecto a derechos o garantías específicas.
Respecto a la Administración, el amparo contra la misma
es de tal amplitud que se acuerda contra todos los actos, omi-
siones y vías de hecho, sin hacer exclusión alguna de determi-
nadas materias de su competencia que, como se sabe, están
siempre vinculadas con el orden público y con el interés so-
cial.”593
Por tanto, ninguna actuación u omisión escapa al amparo, ha-
biendo solo quedando excluidos de la acción, conforme se estable-
ció en el artículo 6,6 de la ley Orgánica, “los actos de la Corte Su-
prema de Justicia,”594 en virtud de que como lo había previsto el
artículo 211 de la Constitución de 1961, no existía la posibilidad de
intentar cualquier tipo de recursos contra las decisiones de la Cor-
te.
Por ello, incluso, conforme a la Constitución de 1961, las deci-
siones de los Cuerpos Legislativos adoptados en uso de sus atribu-
ciones privativas y que conforme al artículo 159 de dicha Constitu-
ción no eran susceptibles de veto, examen o control de los otros
Poderes del Estado, las mismas podían ser objeto de acción de am-

593 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1992, pp. 120–121.
594 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativa de 18–
6–91, en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia op. cit., p. 145; y en Revista de De-
recho Público, Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 124.

396
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

paro. Ello fue resuelto expresamente por la antigua Corte Suprema


de Justicia en Sala Político Administrativa en sentencia de 31 de
enero de 1991 (Caso: Anselmo Natale), en la cual señaló que:
“... La exclusión del control jurisdiccional de ciertos actos
congresionales -salvo cuando se trate de extralimitación de
atribuciones-, contemplada en el artículo 159 de la Constitu-
ción, como una manera de evitar, visto el esquema de la sepa-
ración de poderes, que las ramas ejecutiva y judicial del Poder
Público invadan o interfieran en la órbita del órgano legislativo
depositario de la soberanía popular, está restringida a la de-
terminación de la regularidad intrínseca de esos actos respecto
a la Constitución, con miras a obtener su nulidad, mas no
cuando se trata de obtener el restablecimiento inmediato del
goce y ejercicio de los derechos y garantías que la Constitución
establece, que hayan sido conculcados.”
En consecuencia, no puede existir ningún acto estatal que
no sea susceptible de ser revisado por vía de amparo, enten-
diendo ésta, no como una forma de control jurisdiccional de la
constitucionalidad de los actos estatales capaz de declarar su
nulidad, -sino como se ha dicho- un medio de protección de las
libertades públicas cuyo objeto es restablecer su goce o disfru-
te, cuando alguna persona natural o jurídica, o grupos u orga-
nizaciones privadas, amenace vulnerarlas o las vulneren efec-
tivamente.
Así entendido el amparo constitucional, la Sala considera,
y así lo declara, que cualquier persona natural o jurídica, puede
ejercer una acción de esta naturaleza, aun frente a actos exclui-
dos del control jurisdiccional, como los previstos en el artículo
159 de la Constitución en los términos que esa norma precep-
túa, invocando la lesión o violación de los derechos o garantías
que la Constitución establece, o de aquellos que, siendo inhe-
rentes a la persona humana, no figuren expresamente en
ellos.”595
La tesis de la antigua Corte Suprema fue reafirmada por la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo en sentencia de
18-6-91, así:

595 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1991, p. 118.

397
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“El privilegio aludido de los actos derivados de las atribu-


ciones privativas está constituido por su exoneración de cual-
quier veto, examen o control de los restantes poderes, salvo “lo
que esta Constitución establece sobre extralimitación de fun-
ciones.”
La primera cuestión que surge es la de determinar si este
privilegio del Congreso de la República es extensible o no a las
Asambleas Legislativas de los Estados.
Esta Corte estima que los privilegios son de derecho estric-
to y que, en consecuencia, no admiten aplicación analógica, por
lo cual, si los mismos han sido consagrados exclusivamente pa-
ra la esfera legislativa nacional, la normativa que los crea no es
trasladable a los órganos deliberantes de los otros entes territo-
riales. Tampoco pueden las Constituciones de los Estados que,
como lo señala la jurisprudencia reiterada de la Corte Suprema
de Justicia, tienen el mismo carácter de las leyes ordinarias de
tales entes, crear privilegios de la índole señalada.
Resuelta la primera de las cuestiones indicadas y aun
cuando de ello derive que los actos impugnados no se encuen-
tran en el supuesto del artículo 159 de la Constitución, se con-
sidera, sin embargo, conveniente pronunciarse sobre la posibi-
lidad de que los actos privativos puedan ser objeto del amparo
constitucional.
A juicio de esta Corte, los antes indicados actos del Poder
Legislativo Nacional, si son lesivos de un derecho o una garan-
tía constitucional en relación con un sujeto, viciado de extrali-
mitación de atribuciones, son susceptibles de la acción de amparo
constitucional porque la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales no establece ningún límite al
respecto, excluyendo solamente los actos de la Corte Suprema
de Justicia.596
Por supuesto, si se trata de amparo contra actuaciones de la
Administración no es necesario que se trate de un acto administra-

596 Véase en Revista de Derecho Público, N° 46, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1991, p. 125.

398
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tivo el que cause la lesión,597 pudiendo intentarse la acción de am-


paro contra vías de hecho de la Administración.598
Ahora bien, especial mención debe hacerse respecto del ampa-
ro contra actos jurídicos del Estado, particularmente contra los ac-
tos legislativos, de gobierno, administrativos y judiciales (senten-
cias), particularmente por la necesidad de conciliar el ejercicio de la
acción de amparo con el ejercicio de las vías de impugnación de
dichos actos.
La Ley Orgánica, en este sentido, regula expresamente el am-
paro contra leyes, contra actos administrativos y contra sentencias
y providencias judiciales.

2. El amparo contra leyes y demás actos normativos


De acuerdo con el artículo 3º de la Ley Orgánica:
“También es procedente la acción de amparo cuando la
violación o amenaza de violación deriven de una norma que
colida con la Constitución. En este caso, la providencia judicial
que resuelva la acción interpuesta deberá apreciar la inaplica-
ción de la norma impugnada y el Juez informará a la Corte Su-
prema de Justicia acerca de la respectiva decisión.”
Quizás de las instituciones más novedosas que trae la Ley Or-
gánica se refiere a este denominado “amparo contra normas” que
viene a perfeccionar y completar nuestro sistema de control de la
constitucionalidad de las leyes.
En efecto, en el sistema venezolano, el control de la constitu-
cionalidad de las leyes se ha considerado, comparativamente ha-
blando, como un sistema de control mixto o integral,599 en el cual
conviven el control concentrado de la constitucionalidad que se
ejerce ante el Tribunal Supremo de Justicia por vía de acción popu-
lar, y conforme a la cual el Tribunal tiene poderes para anular, erga
omnes la ley impugnada; y el control difuso de la constitucionalidad,

597 Véase sentencia de Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, 25-6-93,


Revista de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1993, p. 255.
598 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia -SPA, 8-5-91, Revista de Derecho
Público, Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991 p. 127.
599 Véase Allan R. Brewer-Carías, Estado de Derecho y Control Judicial, Madrid
1987 p. 256.

399
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

conforme al cual y de acuerdo al artículo 20 del Código de Proce-


dimiento Civil, cualquier juez tiene poder para juzgar de oficio o a
petición de parte, al decidir cualquier proceso, la constitucionali-
dad de una ley e inaplicar en el caso concreto, con efectos inter
partes.
A este sistema mixto de control de la constitucionalidad de las
leyes y demás actos normativos, la Ley Orgánica de Amparo viene
a agregar un tercer sistema de control, que en ciertos aspectos se
puede asimilar al denominado en México “amparo contra leyes”600
y que permite el ejercicio del control de la constitucionalidad de las
leyes por los jueces cuando conozcan de una acción de amparo
ejercida contra una ley o un acto normativo que en forma directa e
inmediata viole o amenace violar un derecho fundamental, y que
por tanto, colida con la Constitución.
La institución fue inspirada en el amparo contra normas que
establecía la ley peruana de amparo antes de la reforma de la Cons-
titución de 1992,601 y que existe en Guatemala, Honduras y Costa
Rica.602
En Alemania también se admite el amparo contra leyes auto-
aplicativas, es decir, contra las normas que causan perjuicio al re-
currente con motivo de su entrada en vigor, sin que sean necesarios
actos concretos de aplicación;603 y en España comienza a abrirse
paso jurisprudencialmente la figura del amparo frente a leyes.604
A. La naturaleza suspensiva de la acción de amparo
contra normas
En todo caso de amparo contra normas, sin embargo, la deci-
sión del juez no es anulatoria, sino que sólo debe apreciar la inapli-

600 Véase Héctor Fix-Zamudio, “Algunos problemas que plantea el amparo


contra leyes,” Boletín del Instituto de Derecho Comparado de México, UNAM, Nº
37, 1960, pp. 11 a 39.
601 Véase en general, Samuel B. Abad Yupanqui, “El amparo contra leyes” en
Comisión Andina de Juristas, Lecturas Constitucionales Andinas, Nº 3 Lima, 1994,
pp. 129 a 152.
602 Véase Allan R. Brewer-Carías, El amparo a los derechos y garantías constituciona-
les, cit., pp. 115 y ss.
603 Idem., p. 117.
604 Véase Ignacio Borrajo Iniesta, “Amparo frente a leyes,” Revista de Administra-
ción Pública, Nº 98, Madrid, 1982, pp. 167 y ss.

400
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cación de la norma respecto de la cual se solicita amparo. Debe


destacarse, por otra parte, que la Ley habla impropiamente de
“norma impugnada,” pues en realidad, si la norma fuera “impug-
nada,” la decisión judicial tendría que ser de anulación de la mis-
ma, lo cual no compete al juez de amparo, pues ello está reservado
al Tribunal Supremo de Justicia o a los tribunales de la jurisdicción
contencioso-administrativa. Por tanto, en la acción de amparo re-
gulada en el artículo 3 no se “impugna” la ley o acto normativo,
sino que se solicita amparo respecto de los efectos del mismo,
cuando viole o amenace violar un derecho constitucional.
La decisión del juez de amparo en estos casos, por tanto, no es
una decisión de anulación de la ley o acto normativo, sino que se
limita a ser una decisión de protección, con efectos inter partes, es
decir, en relación al accionante, en el sentido de que la misma lo
que hace es declarar que para éste, la norma es inaplicable. De
acuerdo al artículo 3 de la Ley, cuando se faculta al juez de amparo
para resolver de inmediato el “restablecer la situación jurídica in-
fringida,” en este caso equivale a la suspensión de efectos de la ley
respecto del accionante, es decir, la no aplicabilidad de la misma al
accionante.
Pero debe señalarse en relación al control de la constitucionali-
dad de las leyes, que la Ley Orgánica, además de prever el amparo
contra leyes, permite ejercer la acción de amparo (más propiamen-
te, la pretensión de amparo) conjuntamente con la acción popular
de inconstitucionalidad de las leyes ante la Sala Constitucional del
Tribual Suprema de Justicia.
En efecto, el mismo artículo 3º de la Ley Orgánica establece lo
siguiente:
“La acción de amparo también podrá ejercerse conjunta-
mente con la acción popular de inconstitucionalidad de las le-
yes y demás actos estatales normativos, en cuyo caso, la Corte
Suprema de Justicia, si lo estima procedente para la protección
constitucional, podrá suspender la aplicación de la norma res-
pecto de la situación jurídica concreta cuya violación se alega,
mientras dure el juicio de nulidad.”
Como se observa, en estos casos la Ley Orgánica ha establecido
una innovación fundamental y que consiste en permitir al Tribunal
Supremo, contrariamente a lo que había sido la tradición jurispru-
dencial, el suspender los efectos de la ley o acto normativo impug-

401
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

nado respecto de su aplicabilidad al accionante, cuando lo juzgue


necesario para la protección constitucional, mientras dure el juicio
de nulidad. Hasta la promulgación de la Ley Orgánica de Amparo
en los juicios de nulidad de los actos estatales, la antigua Corte Su-
prema había negado sistemáticamente la posibilidad de suspender
los efectos de los actos normativos, habiendo reducido su potestad
de suspensión de efectos en juicio, respecto de los actos administra-
tivos de efectos particulares, lo cual luego fue recogido en su Ley
Orgánica (Art. 136).
Ahora bien, en cuanto a la acción autónoma de amparo contra
normas previstas en el artículo 3º de la Ley Orgánica, como indi-
camos anteriormente, hemos sostenido que se trata de una vía direc-
ta de control difuso de la constitucionalidad de las leyes, que viene a
completar el control difuso incidental que establece el artículo 20
del Código de Procedimiento Civil. Se trata de un control difuso
pues permite a todo juez de amparo pronunciarse sobre la inconsti-
tucionalidad de una ley por violación de derechos y garantías cons-
titucionales; y es directo pues la cuestión constitucional no se plan-
tea en un juicio en forma incidental, sino como objeto directo de
una acción de amparo, teniendo la decisión, en todo caso, efectos
inter partes.605
B. La amplitud del control en la Ley Orgánica y la ten-
dencia restrictiva de la jurisprudencia de la antigua
Corte Suprema
La Ley venezolana, por otra parte, no establece ningún límite
respecto de la procedencia de la acción de amparo contra normas,
en el sentido de que no proceda directamente contra la norma y se
requiera siempre de actos de ejecución de la misma; y ello no po-
dría ocurrir, pues no respondería a la lógica de la universalidad de
la acción, particularmente cuando se fundamente en amenaza de
violación. En realidad, desde que una norma se publica y la misma
pueda violar un derecho constitucional; la amenaza de violación se
materializa desde la misma publicación, sin necesidad de esperar
su ejecución.
Sin embargo, a pesar de la claridad del artículo 3º de la Ley
Orgánica de Amparo, la jurisprudencia de la Sala Político Adminis-

605 Véase Allan R. Brewer-Carías, Nuevas tendencias en el contencioso-adminis-


trativo en Venezuela, Caracas, 1993, p. 168.

402
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

trativa de la antigua Corte Suprema fue imponiendo el criterio de


que no procedía la acción de amparo directamente contra normas,
y que lo que procedía, realmente, era la acción de amparo contra
los actos de ejecución de la norma, que serían los lesivos. En efecto,
en sentencia de 8-8-94, la Sala Político Administrativa al resolver
un amparo en el caso de las declaraciones juradas de patrimonio
exigidas a los administradores de bancos por la Ley de Emergencia
Financiera de 1994, señaló lo siguiente:
“La presente solicitud de amparo es ejercida de conformi-
dad con el primer párrafo del artículo 3º de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, por tan-
to, resulta necesario precisar los requisitos que reiteradamente
la Sala ha exigido para la procedencia de esta específica moda-
lidad de amparo constitucional.
Al respecto, la jurisprudencia de este Alto Tribunal ha sos-
tenido —luego de un análisis minucioso del texto del indicado
artículo— que el objeto o la materia de la acción de amparo
constitucional fundada en ese precepto es el acto de aplicación
de una norma que colida con la Constitución, de manera que
ésta actúa como la causa que da origen a la violación de dere-
chos fundamentales, pero no como el agente mismo causante
de la lesión, que se invoque.
Al respecto, en la decisión del 12-8-92, Caso “Colegio de
Abogados del Distrito Federal,” se dejó establecido lo siguiente:
“Obsérvese, en efecto, cómo al utilizar el legislador en el
primer párrafo de la norma transcrita (se refiere al artículo 3º
de la Ley Orgánica de Amparo) la expresión “también es pro-
cedente”; nos está remitiendo necesariamente —y de entender-
lo de otra manera perdería dicho párrafo todo sentido— al con-
tenido del inmediatamente precedente artículo 2, conforme al
cual es objeto de la acción de amparo ‘cualquier hecho, acto u
omisión’ que violen o amenacen de violación inminente, garan-
tías o derechos constitucionales protegidos por la Ley de Am-
paro. De manera que, entendidos y correlacionados ambos ar-
tículos 2), y primer párrafo del 3) en su cabal sentido, es nece-
sario, para que pueda producirse pronunciamiento de admisi-
bilidad o de fondo acerca de la solicitud de amparo en el caso
del párrafo primero del artículo 3 de la Ley, el que se hayan
producido hechos, actos u omisiones derivados de la vigencia
de una normativa considerada por el juez como inconstitucio-

403
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

nal, y que éstos violen o amenacen de violación derechos o ga-


rantías del mismo rango. En tal caso, deberá el juez restablecer
la situación jurídica infringida o amenazada de violación, pero
por esos hechos, actos u omisiones violatorias de derechos o
garantías supremas; y es por eso que: “En este caso la provi-
dencia judicial que resuelva la acción interpuesta deberá asi-
mismo -previamente, acota la Sala apreciar la inaplicación de la
norma que legalmente protege a aquellos, informando además a
la Corte Suprema de Justicia el contenido del respectivo fallo de
inaplicación, si ésta fuere lo decidido” (paréntesis añadidos).
(Vid. sentencias de esta Sala Político Administrativa del 19-11-92
y 20-7-93, casos: “Electrificación del Caroní” y “Profesores de la
Unellez”; y de la Corte en Pleno del 5-5-93 y 2-12-93, casos: “Coo-
petravolta” y “Diputados de la Asamblea Legislativa del Estado Delta
Amacuro.”
La interpretación expuesta en relación con el artículo 3º de
la Ley Orgánica de Amparo, mediante la cual se concluye que
el acto presuntamente lesivo de derechos y garantías funda-
mentales que podría ser atacado por la vía extraordinaria del
amparo no es el de carácter normativo contrario a la Carta
Magna sino aquél que en la situación jurídica concreta del actor
lo aplica o ejecuta —arrastrando entonces hasta el ámbito de
éste el vicio de inconstitucionalidad—, resulta totalmente con-
gruente con los principios que rigen la institución del amparo
constitucional, ya que, a juicio de esta Sala, no es este medio
judicial —el cual es esencialmente de condena— el apropiado
para entrojar la constitucionalidad de un acto normativo que,
debido a su carácter general, abstracto y de aplicación indefi-
nida, se presenta —en principio— como incapaz de lesionar
por sí solo y en forma inmediata como exigen los presupuestos
de la acción de amparo, el goce y ejercicio de derechos subjetivos
o intereses legítimos de un particular determinado.
Igualmente, en otros casos la concreción del acto de aplica-
ción de la norma presuntamente violatoria de derechos o ga-
rantías fundamentales se ha producido efectivamente afectan-
do a ciertos particulares, y sin embargo la acción de amparo es
ejercida por éstos contra el acto normativo inconstitucional y
no contra el referido acto de aplicación, en estos supuestos el
juez —con la intención de dirigir siempre su acción en benefi-
cio de los afectados— puede y debe trasladar los efectos de la
inaplicación de la disposición violatoria de normas constitu-
cionales al caso específico y concreto.

404
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Justamente en este último orden de ideas se presenta el


caso de autos, donde los representantes de los actores han in-
tentado la acción de amparo constitucional en contra del úni-
co aparte del artículo 31 de la Ley Especial de Protección a los
Depositantes y de Regulación de Emergencias en las Institu-
ciones Financieras, la cual exige la presentación de una decla-
ración jurada de patrimonio a todos los directores adminis-
tradores, comisarios, auditores externos e interventores de los
bancos y demás Instituciones Financieras, a pesar de haber
dictado la Superintendencia de Bancos y otras Instituciones
Financieras el respectivo acto de ejecución de la norma pre-
suntamente violatoria de derechos fundamentales, a través de
la Resolución N° 031-94 del 23 de marzo de 1994, posterior-
mente derogada por la Nº 078-94 del 29 de junio del mismo
año.
Por tanto, considera esta Sala Político-Administrativa apli-
cable al caso de autos, los efectos de la interposición de la ac-
ción de amparo constitucional en contra del acto de ejecución
de la disposición contenida en el único aparte del artículo 31 de
la Ley Especial de Protección a los Depositantes y de Regula-
ción de Emergencias en las Instituciones Financieras, es decir,
contra de la Resolución Nº 078-94 del 29 de junio de 1994, y así
se declara.
Una interpretación contraria a la expuesta, además de
perjudicar a los particulares afectados de supuestas violacio-
nes constitucionales por imprecisiones de sus apoderados ju-
diciales, atentaría contra el carácter inter partes de este medio
procesal —por el cual sólo y únicamente pueden ser destina-
tarios de un mandamiento de amparo las personas intervi-
nientes en el juicio— ya que si no se exigiera que el acto cues-
tionado incida negativamente en la esfera jurídica del accio-
nante en forma específica y directa, una declaratoria favorable
del juez implicaría afectar, mediante un proceso judicial breve
y sumario, a toda una colectividad o a un grupo considerable
de ella que, además de no haber intervenido en el juicio que
lo afectara, posiblemente tenga intereses distintos y hasta
opuesto a los del actor (vid. al respecto, decisiones de Sala del
06-08-87 y 13-08-92, casos: “Registro Automotor Permanente” y

405
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“Oscar Vila Masot”; y de la Corte en Pleno de fecha 14-01-93;


caso “Hernán Gruber Odremán”). Así se declara.”606
Este criterio de la antigua Corte Suprema, en particular recogió
la doctrina que la misma Sala Político Administrativa había senta-
do en sentencia de 24-5-93, al señalar en forma aún más terminante
que:
“No parece existir duda, entonces, de que el artículo 3 de la
Ley Orgánica de Amparo no contempla la posibilidad de in-
terponer una acción de amparo directamente contra un acto
normativo, sino contra el acto, hecho u omisión que tiene su
origen en una disposición normativa, que a juicio del solicitan-
te, es contraria a la Constitución y para lo cual, debido a la pre-
sunción de legitimidad y constitucionalidad de ésta, debe el
juez previamente desaplicarla al caso concreto que se denun-
cia. Es obvio, por tanto, que el mencionado artículo de la Ley
Orgánica de Amparo no consagra la posibilidad de interponer
esta acción de protección constitucional contra una ley u otro
acto normativo sino contra el acto de aplicación o ejecución de
ésta, el cual en definitiva es el que, en el caso concreto, puede
ocasionar una lesión particular de los derechos y garantías
constitucionales de una persona determinada.
Esta interpretación ha sido reiterada por esta Sala Políti-
co-Administrativa en decisión de 19-11-92 (Caso: Electrificación
del Caroní, EDELCA, Nº 54), donde textualmente se expresó que
el amparo constitucional, ejercido conforme al artículo 3 de la
Ley que lo rige, tiene “por objeto la protección de los derechos
y garantías fundamentales menoscabados por los actos, hechos
u omisiones derivados de la aplicación de una norma inconsti-
tucional.” En otras palabras, la Sala ha entendido que la norma
impugnada por inconstitucionalidad obraría como causa,
mientras que su aplicación, que constituye “la situación jurídi-
ca concreta cuya violación se alega” vendría a ser propiamente
el objeto del amparo. Igualmente puede verse, para corroborar
la anterior interpretación, la decisión de la Corte Suprema de
Justicia, en Pleno, de 5-5-93, recaída en el caso Coopetravolta.

606 Véase el texto en Allan R. Brewer-Carías y Carlos Ayala Corao, El derecho a la


intimidad y a la vida privada y su protección frente a las injerencias abusivas o arbi-
trarias del Estado, Caracas, 1995, pp. 214 a 216.

406
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

No obstante, aun cuando la propia Ley Orgánica de Am-


paro no consagra expresamente la interposición de este especial
medio judicial contra leyes o actos normativos, no es posible
sostener, debido a la amplitud de la consagración constitucional
y legal de los posibles agentes perturbadores —como se señaló
antes—, que de plano deba rechazarse una acción de amparo
cuyo objeto sea, precisamente, un acto de esta naturaleza, por
lo que es necesario verificar, por tanto, si un acto normativo o
de efectos generales puede constituirse por sí mismo y direc-
tamente en lesivo de derechos y garantías subjetivas de los par-
ticulares. En otras palabras, el centro el problema no es una res-
tricción en cuanto a los actos factibles de ser materia de una ac-
ción de amparo, ya que ésta puede interponerse contra cual-
quier acto —inclusive contra las leyes u otros normativos—,
sino dilucidar la posibilidad de que éstos lesionen la órbita
constitucional subjetiva particular en la forma requerida —ante-
riormente transcrita— para la procedencia del amparo consti-
tucional.” 607
En esta forma, la antigua Corte entró a considerar el tema de
las leyes autoaplicativas y las que no lo son. Ello lo destacó la Corte
Primera de lo Contencioso-Administrativa en sentencia de 18 de
noviembre de 1993, así:
“Con respecto a la inmediatez de la amenaza constitucio-
nal, lo cual implica una lesión cierta e inminente, observa esta
Corte que en el caso específico de los actos normativos la doc-
trina ha distinguido entre las denominadas normas autoaplica-
tivas y las de aplicación mediata. En cuanto a las primeras, su
sola promulgación implica una inmediata obligatoriedad para
las personas a las cuales se encuentra destinada, por lo cual son
de aplicación automática. Por el contrario, las normas de afec-
tación mediata e indirecta requieren de un acto de ejecución
posterior, en cuyo caso la simple promulgación no podría pro-
ducir una violación constitucional.” 608
La antigua Corte Suprema, sin embargo, en su sentencia de 24
de mayo de 1993 antes citada, materialmente negó la posibilidad

607 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, pp. 287-288.
608 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, p. 285.

407
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

de leyes autoaplicativas e incluso de que la sola promulgación de


una ley pudiera resultar en una amenaza de violación de derechos
constitucionales, al señalar:
“Este problema sobre la posibilidad de que una norma, por
sí misma, cause un daño o lesione la esfera jurídica de un parti-
cular ha sido planteada por doctrina extranjera y patria, esta
última con anterioridad a la promulgación. de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, resul-
tando criterio dispares. En efecto, mientras es aceptado perfec-
tamente en algunos países (vgr. México y España) en otros re-
sulta prácticamente imposible, por lo que, evidentemente, de-
penderá de las notas especiales de cada legislación, específica-
mente en relación a la forma o a las exigencias de éstas para la
concreción de los daños.
En principio, una ley o acto normativo produce efectos hacia
una colectividad imposible de determinar al momento de su
formulación, de ahí los caracteres de generalidad y abstracción
que le son inherentes ¡ asimismo su aplicación es indefinida, es
decir, no están dirigidas a regular una situación determinada en
el tiempo y espacio, sino —por igual y paralelamente— a todos
los casos y situaciones que se adapten al supuesto de hecho pre-
visto durante su vigencia. Entonces, son las leyes y normas —
por definición— actos de efectos generales que afectan por igual
un grupo indeterminado e indeterminable —y menos aún indi-
vidualizado o individualizable— de personas.
En conclusión, es imposible que un verdadero acto norma-
tivo o de efectos generales pueda —por sí mismo y en forma
directa— constituirse en lesivo, de la órbita constitucional de
alguna situación concreta y determinada de un particular.
Sin embargo, sí resulta innegable que una norma inconsti-
tucional puede, a las personas que están o estarán en el supues-
to de hecho por ella previstos, constituirse en una amenaza de
lesión de derechos o garantías fundamentales, por lo que es ne-
cesario recordar que esta acción, en los términos de la Ley Or-
gánica de Amparo, procede, además, contra determinadas
amenazas: “aquella que sea inminente” artículo 2º).
El problema radica en verificar si un acto de efecto general,
luego de haber concluido la jurisprudencia de Sala en la impo-
sibilidad de que cause un daño particular a una persona, pue-
da constituir una amenaza válida para la procedencia de esta
acción, para lo cual es necesario precisar cuál es —en los tér-
minos de la ley— el justo alcance y significado del vocablo:
“amenaza inminente.”

408
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

La Sala, al respecto, observó:


“Inminente,” según el significado del diccionario, es algo
“que amenaza o está para suceder prontamente.” Como puede
observarse, la anterior definición del diccionario no ayuda en
lo absoluto en precisar los requisitos de la amenaza válida para
la procedencia de la acción de amparo; sin embargo, interpre-
tando la Ley Orgánica de Amparo en su contexto, encontramos
que en el ordinal 2°/ del artículo 6 ejusdem se contempla previs-
ta como causal de inadmisibilidad de la acción de amparo,
“cuando la amenaza contra el derecho o la garantía constitu-
cionales, no sea inmediata, posible y realizable por el imputado.”
Debe concluirse en que son éstos los tres requisitos que la
propia Ley Orgánica de Amparo obliga sean contenidos en una
amenaza para que sea válida, para que sea “inminente,” ya que
de lo contrario la acción siempre debe ser declarada inadmisi-
ble por el juez, de plano e in limine litis.
De manera que sólo cuando la amenaza, es decir, el daño
que prontamente va a concretarse sea inmediata, posible y rea-
lizable por la persona a quien se le imputa, la acción de amparo
podrá admitirse, tramitarse y, de ser el caso, declararse proce-
dente. Estos requisitos indudablemente deben ser concurren-
tes, según puede inferirse de la conjunción copulativa “y,” la
cual los agrupa o reúne.
Establecido y sentado lo anterior, es necesario analizar si
una ley o acto normativo de efectos generales puede convertir-
se, para la situación jurídica de un particular, en una amenaza
de algún derecho o garantía constitucional en forma “posible,
inmediata y realizable por el imputado”
Al respecto, es indudable que una norma que transgreda la
Constitución puede lesionar a cualquiera de las personas que
se encuentren en la situación jurídica por ella contemplada, por
lo que el daño será “posible,” cumpliéndose entonces con el
primero de los requisitos exigidos en el transcrito ordinal 2º del
artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo.
No obstante, nos encontramos con que de interponerse un
amparo contra una norma —es decir, que el objeto de la acción
sea la propia norma—, la concreción del posible daño alegado
no será “inmediata,” pues siempre sería necesario que la auto-
ridad competente proceda a la ejecución o aplicación de ella

409
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

para efectivamente lesionar al solicitante. En efecto, debemos


concluir que el probable daño causado por una norma será
siempre mediato o indirecto, por lo que necesitará ser aplicada
en el caso concreto. De manera que la lesión se causará por
medio o gracias a un acto de aplicación de esa disposición con-
traria a Derecho.
Igual sucede con el tercer requisito exigido por la ley; la
amenaza, es decir, el daño probable e inminente, no será nunca
realizable —vale decir, concretado— por el imputado. Cierta-
mente, de sostenerse que el amparo tiene por objeto una dispo-
sición cuya constitucionalidad es cuestionada, habría que acep-
tarse como agraviante al cuerpo deliberante o al funcionario
público que la hubiere dictado, siendo éste el que se presenta-
ría en el proceso de amparo en defensa de su acto. Puede ob-
servarse que en el caso de que ese posible daño llegue en reali-
dad a concretarse, no sería —al menos generalmente— el cuer-
po deliberante o el órgano público que lo dictó el que lo ejecu-
tará, sino que sería más bien el funcionario para quien la apli-
cación de la norma es imperiosa en todos los casos en que un
particular se encuentre dentro del supuesto de hecho por ella
previsto.
En efecto, de entenderse que la norma es la materia de la
acción de amparo, llegaríamos a la conclusión de que no po-
dría ser el imputado (que sería la persona pública que dicta la
norma cuya inconstitucionalidad se alega) quien llevaría a cabo
la amenaza; sino que el daño probable será concretado o reali-
zado en definitiva por una persona diferente (el que aplique al
caso específico y concreto la disposición inconstitucional).
Puede entonces, luego de las consideraciones anteriores,
descartarse la procedencia de la acción de amparo contra leyes
u otros actos normativos, no sólo porque la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales no prevé
tal posibilidad sino porque, aun siendo posible la interposición
de esta acción extraordinaria contra un acto normativo de efec-
tos generales, deberá el juez declarar su inadmisibilidad por no
reunir los requisitos exigidos en el ordinal 2, artículo 6 de la
Ley Orgánica de Amparo, y así se declara, expresamente.
Considera necesario este Alto Tribunal, sin embargo, seña-
lar que la conclusión anterior no significa la imposibilidad de
prevenir la concreción del daño —objeción que pudiera plan-

410
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tearse a la tesis de que el amparo procede sólo cuando la


norma inconstitucional sea aplicada—, ya que no necesaria-
mente debe el inminente perjudicado esperar que efectiva-
mente sea ejecutada la disposición normativa contraria a De-
recho, porque bien podría éste, ante la amenaza que reúna los
requisitos exigidos por la ley, solicitar el amparo de sus dere-
chos fundamentales amenazados; sólo que la acción no estaría
dirigida contra la norma sino, en todo caso, contra el funcio-
nario que deberá aplicar ésta. En efecto, siendo inminente que
a un particular le será aplicada, en una situación concreta y
determinada, una disposición normativa que contraría alguno
de los derechos o garantías de rango constitucional, podría és-
te solicitar del tribunal competente una prohibición al referi-
do funcionario o persona para que en el caso concreto alegado
se abstenga de aplicar la norma cuestionada y apreciada por
el juez, previamente, como violatoria de los preceptos del
Texto Fundamental.”609
C. La tergiversación jurisprudencial del amparo contra
normas
En nuestro criterio, con las decisiones antes señaladas, la anti-
gua Corte Suprema tergiversó la previsión legal, desnaturalizando
una acción de amparo muy propia del ordenamiento jurídico vene-
zolano, que debe preservarse.610
En efecto, de acuerdo con el artículo 49 de la Constitución, el de-
recho de amparo, como derecho fundamental de las personas, se
consagra en relación a cualquier hecho, acto u omisión de las autori-
dades públicas o de los particulares que violen o menoscaben los
derechos constitucionales, sin distinción de ningún tipo.
Por ello, la Ley Orgánica de Amparo consagró la posibilidad
de ejercicio de la acción de amparo contra cualquier hecho, acto u
omisión de los particulares y de los funcionarios o respecto de es-
tos últimos, contra los actos normativos (Leyes o Decretos-Leyes,
por ejemplo), los actos administrativos (de efectos generales —regla-
mentos— o de efectos particulares) y las sentencias y demás actos

609 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, pp. 288 a 290.
610 Véase los comentarios que hemos formulado en Allan R. Brewer-Carías y
Carlos Ayala Corao, El derecho a la intimidad..., cit., pp. 236 ss.

411
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

judiciales. De allí el contenido de los artículos 3 a 5 de dicha Ley


Orgánica que prevén, en forma expresa, la acción de amparo contra
dichos actos estatales sea ejercida en forma autónoma o conjunta-
mente con otras acciones.
En particular, en cuanto a la acción de amparo contra actos
normativos, su previsión legal no puede ser objeto de duda. Ade-
más de establecer, el artículo 3º de la Ley, que junto con la acción
popular de inconstitucionalidad puede formularse la pretensión de
amparo constitucional; en su aparte establece que “también es proce-
dente la acción de amparo. cuando la violación o amenaza de viola-
ción deriven de una norma que colida con la Constitución.”
De entrada, debe señalarse que la expresión “también es pro-
cedente” se incluyó en el encabezamiento del artículo para no dejar
duda de que la acción de amparo procede contra normas directa-
mente, cuando la violación o amenaza de violación de los derechos
constitucionales, deriven de ellas. En este sentido, queda claro que
la ley o el acto normativo del Estado también es un “acto” en sí
mismo, por lo que “también es procedente” ejercer la acción de
amparo contra los mismos. Este y no otro fue el sentido de la utili-
zación de esta expresión en el artículo 3 de la Ley Orgánica de
Amparo. Es necesario precisar esto por la distorsión que de esa
expresión hizo la antigua Corte Suprema de Justicia en las senten-
cias antes transcritas.
La acción de amparo contra leyes o normas, al adoptarse en
nuestro país, ya tenía una larga experiencia en México y en el Perú,
antes de la última reforma constitucional. Además, se había previs-
to en la Ley de la Jurisdicción Constitucional de Costa Rica. Es cier-
to que en esos casos siempre se ha planteado el tema de las leyes
autoaplicativas, pero sólo para exigir que en los casos de aquellas
leyes que no tienen efectos inmediatos y directos por su sola pro-
mulgación, el objeto de las acciones de amparo tiene que ser los
actos de ejecución de las mismas. Ello, por supuesto, se plantea en
los casos en los cuales la acción de amparo procede sólo contra vio-
laciones de derechos constitucionales, pero no puede plantearse en
los casos en los cuales, como en Venezuela, la acción de amparo
procede contra las amenazas de violación.

412
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Las normas, desde el momento en que entran en vigencia y


pueden aplicarse a un número indeterminado e indeterminable de
personas, una vez promulgadas, si son contrarias a un derecho
constitucional, siempre, per se constituyen una amenaza de viola-
ción de tal derecho.
D. El tema de los actos de ejecución o aplicación de las
leyes y la evolución jurisprudencial y la negativa del
amparo contra leyes

Ahora bien, en 1992, se dictó una importante sentencia por la


Sala Político Administrativa de la antigua Corte Suprema (Caso
Colegio de Abogados del Distrito Federal) de 6-8-92, en la cual la Corte,
con motivo de haberse avocado al conocimiento de un juicio de
amparo contra normas intentado ante un Juzgado de Primera Ins-
tancia en lo Civil, anuló la sentencia dictada por éste, declarando
improcedente la acción de amparo, porque el juez de instancia,
conforme lo habían solicitado los accionantes, había decidido una
acción de amparo para lo cual carecía de competencia —pues el
juez competente en el caso era la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo— y además, había acordado la inaplicación in gene-
re de un artículo de la Ley de Abogados, y en protección de los
intereses difusos que subyacían de la pretensión de los accionantes,
amparó “igualmente a todos los abogados miembros del Colegio
de Abogados del Distrito Federal.”
Para decidir, la antigua Corte analizó la competencia de los ór-
ganos de la jurisdicción contencioso-administrativa para conocer
de acciones de amparo contra actuaciones de los colegios profesio-
nales; y además, analizó el contenido del artículo 3 de la Ley Orgá-
nica de Amparo aplicándolo al caso concreto, señalando que era
necesario:
“ . . . para que pueda producirse pronunciamiento de ad-
misibilidad o de fondo acerca de la solicitud de amparo en el
caso del párrafo primero del artículo 3 de la Ley, que se hayan
producido hechos, actos u omisiones derivados de la vigencia
de una normativa considerada por el juez como inconstitucio-
nal, y que éstos violen o amenacen de violación derechos o ga-
rantías del mismo rango. En tal caso, deberá el juez restablecer
la situación jurídica infringida o amenazada de violación, pero
por esos hechos actos u omisiones violatorios de derechos o ga-
rantías supremas; y es por eso que: “la providencia judicial que
resuelva la acción interpuesta” deberá asimismo —previamente

413
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

acota la Sala— apreciar la inaplicación de la norma que legalmen-


te protege a aquellos, informando además a la Corte Suprema
de Justicia el contenido del respectivo fallo de inaplicación, si
ésta fuere lo decidido.”611
De acuerdo con lo anterior, la antigua Corte consideró que sólo
en la forma señalada era posible entender el contenido de la norma,
que permite al juez apreciar la inaplicación de la norma impugna-
da, al caso concreto sin efectos erga omnes. Analizando el caso con-
creto de la acción interpuesta, la antigua Corte concluyó que su
objeto, en realidad, eran un conjunto de actos de las autoridades
electorales del Colegio de Abogados, y particularmente, “el acto de
la convocatoria a elecciones emanado de los órganos respectivos
del Colegio de Abogados del Distrito Federal” y no el artículo de la
Ley de Abogados señalado como tal; por lo que en consecuencia, la
competencia para conocer de la acción era la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo y no el Tribunal de Primera Instancia
que la había decidido. Además, señaló la antigua Corte que “aún
de haber sido el competente, el juez de instancia se excedió en sus
atribuciones al extender la medida de amparo a todos los aboga-
dos, desnaturalizando la acción que se libra entre partes con efectos
sólo entre ellas, y no erga omnes. Por ello la Sala anuló el fallo del
Tribunal de instancia.
En esta sentencia, en la materia específica de amparo contra
normas, como se ha indicado, debe destacarse que la antigua Corte
estableció el criterio de que conforme al artículo 3 de la Ley Orgá-
nica de Amparo, para la admisibilidad o para un pronunciamiento
de fondo acerca de la solicitud de amparo contra normas, resultaba
indispensable que “se hayan producido hechos, actos u omisiones
derivados de la vigencia de una normativa considerada por el juez
como inconstitucional, y que éstos violen o amenacen de violación
derechos o garantías del mismo rango.” Esto lo dedujo la Sala de la
errada interpretación de la primera frase del artículo 3 de la Ley, la
mencionada expresión “también es procedente,” de la cual dedujo
una supuesta remisión al contenido del artículo anterior (Art. 2)
que define como objeto de la acción de amparo “cualquier hecho,
acto u omisión” que viole o amenace de violación inminente, dere-
chos o garantías constitucionales. De ello dedujo la Sala que para

611 Véase la cita en Allan R. Brewer-Carías y Carlos Ayala Corao, El derecho a la


intimidad..., cit., p. 239.

414
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

que procediera un amparo contra normas era necesario que se hu-


bieran “producido hechos, actos u omisiones derivados de la vi-
gencia de una normativa considerada por el juez como inconstitu-
cional, y que estos —actos, hechos u omisiones— violen o amena-
cen de violación derechos o garantías del mismo rango.” En defini-
tiva, sostuvo la Sala que lo que el juez podía restablecer era “la si-
tuación jurídica infringida o amenazada de violación por esos he-
chos, actos u omisiones violatorios de derechos o garantías supre-
mas.” La sentencia de la Sala, en realidad, apuntaba a un objetivo
específico y era dejar claramente establecido que el juez de amparo
contra normas, al ejercer su potestad de control, no podía suspen-
der in genere los efectos de la norma, sino que lo que podía hacer
era, conforme a la ley, “apreciar la inaplicación de la norma,” por
supuesto, al caso concreto y sólo con efectos inter partes; no tenien-
do poder alguno el juez de amparo para decidir la no aplicación en
forma general e indefinidamente del acto normativo. Ello, por su-
puesto, es así, y para llegar a esa conclusión la Sala no tenía por
qué argumentar que la acción de amparo contra normas sólo pro-
cedía contra los hechos, actos u omisiones adoptados en ejecución
de la norma, y no contra la norma en sí misma, como si la norma o
ley en sí misma no fuera un “acto” estatal. De allí la apreciación de
la Sala de que en los casos de amparo contra normas, la recurrida,
es decir, la norma no es objeto del amparo, sino la causa o motivo
en razón del cual los hechos, actos u omisiones resultan lesivos.
Posteriormente, como se señaló, en sentencia de la misma Sala
de la antigua Corte de 24 de mayo de 1993 (Caso Universidad Nacio-
nal Experimental de Los Llanos Ezequiel Zamora), la Sala fue mucho
más lejos en su tendencia restrictiva del amparo contra normas y
pretendiendo fundamentarse en el precedente anterior, material-
mente negó la existencia en Venezuela del amparo contra normas.
En efecto, en esta sentencia del 24 de mayo de 1993 al conocer
de una acción de amparo contra un Reglamento Ejecutivo, la Sala
comenzó señalando que en su jurisprudencia, ella había concluido
que en los casos del primer aparte del artículo 3 de la Ley Orgánica
de Amparo, “el objeto o la materia de la acción de amparo consti-
tucional es el acto de aplicación de una norma que colida con la Cons-
titución, de manera que ésta actúe como la causa que da origen a la
acción, pero no como el objeto de ella.” Después de transcribir pá-
rrafos de la sentencia citada de 6 de agosto de 1992 (Caso Colegio de
Abogados...), la Sala en esta sentencia del 24 de mayo de 1993 con-
cluyó señalando que supuestamente:

415
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“No parece existir dudas, entonces, de que el artículo 3 de


la Ley Orgánica de Amparo no contempla la posibilidad de inter-
poner una acción de amparo directamente contra un acto normativo,
sino contra el acto, hecho u omisión que tiene su origen en una
disposición normativa...”
Agregó la sentencia que:
“Es obvio, por tanto, que el mencionado artículo de la Ley
Orgánica de Amparo no consagra la posibilidad de interponer esta
acción de protección constitucional contra una ley u otro acto norma-
tivo sino contra el acto de aplicación o ejecución de éste, el cual
en definitiva es el que, en el caso concreto, puede ocasionar
una lesión particular de los derechos y garantías constituciona-
les de una persona determinada.”
En realidad, basta leer el texto del artículo 3 de la Ley para que
resulte obvio lo contrario de lo que afirma la Corte, es decir, que si
procede un amparo contra norma, no sólo cuando ésta sea auto-
aplicativa —y que por tanto, no requiere de actos de aplicación o
ejecución para surtir efectos— sino cuando la norma simplemente
sea una amenaza de violación de un derecho o garantía constitu-
cional.
Para llegar a su conclusión errada, la Sala de la antigua Corte
invocó una supuesta interpretación “reiterada” que había dado en
unas decisiones anteriores de 19-11-92 (Caso Edelca) y de 5-5-93 (Ca-
so Coopetravolta), conforme a la cual, se expresó que el amparo
constitucional ejercido conforme al artículo 3 de la Ley Orgánica,
tiene:
“por objeto la protección de los derechos y garantías fun-
damentales menoscabados por los actos, hechos u omisiones
derivados de la aplicación de una norma impugnada por in-
constitucionalidad obraría como causa, mientras que su aplica-
ción, que constituye la situación jurídica concreta cuya viola-
ción se alega, vendría a ser propiamente el objeto del amparo.”
La señalada sentencia del 24 de mayo de 1993, en esta forma,
rechazó la acción de amparo contra normas, en una forma eviden-
temente contra legem, particularmente cuando se trata de amenaza
de violación de derechos por la norma, que no requerirían de actos
de ejecución. Para salvar esta incongruencia, sin embargo, la anti-
gua Corte se contradijo en la sentencia, afirmando lo siguiente:

416
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“no obstante, aun cuando la propia Ley Orgánica de Am-


paro no consagra expresamente la interposición de este especial me-
dio judicial contra leves o actos normativos, no es posible sostener,
debido a la amplitud de la consagración constitucional y legal
de los posibles agentes perturbadores —como se señaló an-
tes—, que de plano deba rechazarse una acción de amparo cuyo obje-
to sea, precisamente, un acto de esta naturaleza, por lo que es nece-
sario verificar, por tanto, si un acto normativo o de efectos ge-
nerales puede constituirse por sí mismo y directamente en lesi-
vo de derechos y garantías subjetivas de los particulares. En
otras palabras, el centro del problema no es una restricción en
cuanto a los actos factibles de ser materia de una acción de
amparo, ya que ésta puede interponerse contra cualquier acto
—inclusive contra las leyes u otros normativos—, sino diluci-
dar la posibilidad de que éstos lesionen la órbita constitucional
subjetiva particular en la forma requerida —anteriormente
transcrita— para la procedencia del amparo constitucional.”
En la sentencia, luego de hacer referencia al derecho compara-
do y constatar que las leyes son actos de efectos generales que afec-
tan por igual a un grupo indeterminado o indeterminable de per-
sonas, la antigua Corte concluyó tajantemente afirmando que:
“En conclusión, es imposible que un verdadero acto norma-
tivo o de efectos generales pueda —por sí mismo y en forma
directa, como se ha exigido debe ser la lesión atacable mediante
el amparo— constituirse en lesivo de la órbita constitucional de
alguna situación concreta y determinada de un particular.”
Pero para resolver la incongruencia de esta afirmación con el
texto de la Ley, la antigua Corte agregó:
“Sin embargo, sí resulta innegable que una norma inconsti-
tucional puede, a las personas que están o estarán en el supues-
to de hecho por ella previstos, constituirse en una amenaza de
lesión de derechos o garantías fundamentales, por lo que es ne-
cesario recordar que esta acción, en los términos de la Ley Or-
gánica de Amparo, procede, además, contra determinadas
amenazas: “aquella que sea inminente” (artículo 2).

417
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

E. El amparo contra normas frente a la amenaza de vio-


lación de derechos constitucionales y la restricción
jurisprudencial

El problema radica en verificar si un acto de efecto general,


luego de haber concluido la jurisprudencia de Sala en la imposibi-
lidad de que cause un daño particular a una persona, puede consti-
tuir una amenaza válida para la procedencia de esta acción, para lo
cual es necesario precisar cuál es —en los términos de la Ley— el
justo alcance y significado del vocablo “amenaza inminente.”
La antigua Corte, luego de analizar el sentido de la expresión
amenaza inminente, pasó a analizar si una ley o acto normativo de
efectos generales podía convertirse, para la situación jurídica de un
particular, en una amenaza de algún derecho o garantía constitu-
cional en forma “posible, inmediata y realizable por el imputado,”
señalando:
“Al respecto, es indudable que una norma que transgreda
la Constitución puede lesionar a cualquiera de las personas que
se encuentren en la situación jurídica por ella contemplada, por
lo que el daño será “posible,” cumpliéndose entonces con el
primero de los requisitos exigidos en el transcrito ordinal 2º del
artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo.
No obstante, nos encontramos con que de interponerse un
amparo contra una norma —es decir, que el objeto de la acción
sea la propia norma, la concreción del posible daño alegado no
será “inmediata,” pues siempre sería necesario que la autori-
dad competente proceda a la ejecución o aplicación de ella para
efectivamente lesionar al solicitante. En efecto, debemos con-
cluir que el probable daño causado por una norma será siem-
pre mediato o indirecto, por lo que necesitará ser aplicada en el
caso concreto. De manera que la lesión se causará por medio o
gracias a un acto de aplicación de esa disposición contraria a
Derecho.
Igual sucede con el tercer requisito exigido por la ley, la
amenaza, es decir, el daño probable e inminente, no será nunca
realizable —vale decir, concretado— por el imputado. Cierta-
mente, de sostenerse que el amparo tiene por objeto una dispo-
sición cuya constitucionalidad es cuestionada, habría que acep-
tarse como agraviante al cuerpo deliberante o al funcionario
público que la hubiere dictado, siendo éste el que se presenta-

418
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ría en el proceso de amparo en defensa de su acto. Puede ob-


servarse que en caso de que ese posible daño llegue en realidad
a concretarse, no sería —al menos generalmente— el cuerpo
deliberante o el órgano público que lo dictó el que lo ejecutará,
sino que sería más bien el funcionario para quien la aplicación
de la norma es imperiosa en todos los casos en que un particu-
lar se encuentre dentro del supuesto de hecho por ella previsto.
En efecto, de entenderse que la norma es la materia de la
acción de amparo, llegaríamos a la conclusión de que no po-
dría ser el imputado (que sería la persona pública que dicta la
norma cuya inconstitucionalidad se alega) quien llevaría a cabo
la amenaza; sino que el daño probable será concretado o reali-
zado en definitiva por una persona diferente (el que aplique el
caso específico y concreto la disposición inconstitucional) .”
Después de lo anterior la antigua Corte en la citada sentencia
de 24 de mayo e 1993, concluyó señalando que podía:
“ . . . descartarse la procedencia de la acción de amparo
contra leyes u otros actos normativos, no sólo porque la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales no prevé tal posibilidad sino porque, aún siendo posible
la interposición de esta acción extraordinaria contra un acto
normativo de efectos generales, deberá el juez declarar su
inadmisibilidad por no reunir los requisitos exigidos en el or-
dinal 2 artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo, y así se decla-
ra, expresamente.”
Pero para no descartar la posibilidad de que una norma pudie-
ra consistir en una amenaza de violación de un derecho constitucio-
nal, y que, por tanto, fuera procedente el amparo, señaló:
“Considera necesario este Alto Tribunal, sin embargo, se-
ñalar que la conclusión anterior no significa la imposibilidad
de prevenir la concreción del daño —objeción que pudiera
plantearse a la tesis de que el amparo procede sólo cuando la
norma inconstitucional sea aplicada—, ya que no necesaria-
mente debe el inminente perjudicado esperar que efectivamen-
te sea ejecutada la disposición normativa contraria a Derecho,
porque bien podría éste, ante la amenaza que reúna los requisi-
tos exigidos por la ley, solicitar el amparo de sus derechos fun-
damentales amenazados; sólo que la acción no estaría dirigida
contra la norma sino, en todo caso, contra el funcionario que

419
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

deberá aplicar ésta. En efecto, siendo inminente que a un parti-


cular le será aplicada, en una situación concreta y determinada,
una disposición normativa que contraría alguno de los dere-
chos o garantías de rango constitucional, podría ésta solicitar
del tribunal competente una prohibición al referido funciona-
rio o persona para que en el caso concreto alegado se absten-
ga de aplicar la norma cuestionada y apreciada por el juez,
previamente, como violatoria de los preceptos del Texto Fun-
damental.”
En el caso concreto de la acción de amparo constitucional in-
terpuesta y declarada inadmisible en esta sentencia del 24-5-93, la
misma tenía por objeto o materia el Reglamento de la Universidad
Nacional Experimental de Los Llanos Occidentales, Ezequiel Za-
mora, dictado por el Presidente de la República en Consejo de Mi-
nistros, por lo que luego de observar la Sala la naturaleza general y
abstracta de todas sus disposiciones, que se aplicarían indistinta-
mente a todas las situaciones que se planteen durante su vigencia,
declaró inadmisible la acción, de conformidad con el artículo 6, or-
dinal 2º, de la Ley Orgánica de Amparo.
La sentencia anterior del 24 de mayo de 1993, fue adoptada por
la Sala con el Voto Salvado de la Magistrado Cecilia Sosa Gómez,
en el cual la Magistrado disidente si bien reconoció que la expre-
sión de la sentencia, en cuanto al objeto de la acción de amparo
sustentada en el artículo 3 de dicha Ley, “es el acto de aplicación de
una norma que colida con la Constitución, de manera que ésta ac-
túe como la causa que da origen a la acción, pero no como el objeto
de ella”; (es lo que se desprende de la sentencia, caso Colegio de
Abogados del Distrito Federal de fecha 6-8-92 dictada por la Sala, de
la cual también disintió por otras razones), afirmó que:
“es una frase que no puede sacarse del contexto y del sen-
tido que en aquella oportunidad quiso dársele, cual es que la
suspensión o inaplicación de la norma impugnada tenga efecto
erga, omnes y por tanto la decisión de amparo deba dirigirse, de
ser procedente, a la situación jurídica concreta cuya violación
se alega, y que en definitiva aprecie la inaplicación. de la nor-
ma al caso concreto.”
Si lo anterior es lo que ha sentado la jurisprudencia, por lo de-
más juiciosamente, como lo señaló la Magistrado disidente, “Nada
más alejado de la Ley de Amparo y en particular de la pretendida
garantía de los derechos a través de dicha acción,” que la Sala diga

420
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

que “el mencionado artículo de la Ley Orgánica de Amparo no


consagra la posibilidad de interponer esta acción de protección
constitucional contra una ley u otro activo normativo sino contra el
acto de aplicación o ejecución de ésta”; agregando:
“pues si el legislador hubiera querido decir lo que el párra-
fo anterior quiere que diga la norma, no habría consagrado el
supuesto, pues el resultado de tal conclusión sería siempre la
improcedencia del amparo por no ser una violación directa de
la Constitución, o por el contrario de ser procedente, el amparo
prosperaría contra el acto que individualiza la aplicación de la
norma y nunca contra ella misma.”
En definitiva, la Magistrada disidente concluyó su Voto Salva-
do señalando:
“La pregunta sería, cómo la jurisprudencia puede a través
de la interpretación de cuerpos normativos negar lo que la ley
expresamente consagra. Por tanto, la acción de amparo autó-
noma contra un acto normativo cuando se constituya por si
mismo y directamente en lesivo para él o los solicitantes, siem-
pre sería inadmisible para la Sala y este precedente nos lleva al
absurdo de que sólo la amenaza inminente lo posibilitaría, y así
lo razona en principio la sentencia, pero luego niega inclusive
tal presupuesto, cuando afirma que puede ser posible, pero el
daño no puede ser inmediato cuando el amparo sea contra
norma “pues siempre sería necesario que la autoridad compe-
tente proceda a la ejecución o aplicación de ella para efectiva-
mente lesionar al solicitante.”
Concluyó la Magistrada disidente señalando que:
“la sentencia incurre en una contradicción pues por una
parte afirma que no significa la imposibilidad de prevenir la
concreción del daño, pues no necesariamente debe el inminen-
te perjudicado esperar efectivamente sea ejecutada la disposi-
ción normativa contraria a derecho, y por otra parte, afirmar,
cuando examina el caso concreto, por lo demás de manera exi-
gua, que dada la naturaleza general y abstracta de todas las
disposiciones, que se aplicarán indistintamente a todas las si-
tuaciones que se plantean durante su vigencia, procede a de-
clarar la acción de amparo inadmisible.”
Con esta sentencia, sin duda, la antigua Corte comenzó a negar
lo que la Ley Orgánica consagra, es decir, la admisibilidad de la

421
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

acción de amparo contra normas; y decimos que comenzó a contra-


riar la ley, pues como lo expuso la Magistrada disidente de esa sen-
tencia, la jurisprudencia citada en la sentencia, como precedente,
no contenía pronunciamiento alguno en ese sentido. La sentencia,
así, estableció el principio de la improcedencia de la acción de am-
paro contra normas, lo que contrariaba abiertamente la Ley.
Lamentablemente, en la sentencia mencionada del 8 de agosto
de 1994, la misma Sala Político-Administrativa, esta vez bajo la
Ponencia de la Magistrada Cecilia Sosa Gómez, confirmó el criterio
de la sentencia del 24 de mayo de 1993, que ella misma había criti-
cado abiertamente, aceptando el criterio opuesto. Como se puede
observar de la sentencia de 8 de agosto de 1994, la antigua Corte,
erradamente ratificó el criterio de que el objeto o materia de la ac-
ción de amparo contra normas fundadas en el artículo 3 de la Ley,
“es el acto de aplicación de la norma que colida con la Constitu-
ción,” pues “un acto normativo se presenta como incapaz de lesio-
nar por sí solo y en forma inmediata los derechos constitucionales.”
De allí la conclusión errada de la antigua Corte de que el verdadero
acto lesivo contemplado en el artículo 3 de la Ley Orgánica “es
aquél que ejecuta o aplica una norma viciada de inconstitucionali-
dad.” Sin embargo, aquí también, para dejar a salvo la incongruen-
cia, la antigua Corte dejó abierta la posibilidad de ejercicio de la
acción de amparo contra normas sólo en “determinadas circuns-
tancias” en las que en forma evidente sea innecesario esperar un
acto de ejecución de la norma para otorgar la protección constitu-
cional y se evite anticipadamente la violación.
En la sentencia de 8 de agosto de 1994 (Caso Declaración Jurada
de Patrimonio), sin embargo, la antigua Corte no declaró inadmisi-
ble la acción, como lo había hecho en la sentencia de 24-5-93, sino
que entró a conocer del fondo afirmando que en los casos en que se
intente la acción contra un acto normativo “el juez debe trasladar
los efectos de la inaplicación al caso específico y concreto,” y en esa
forma, la Corte, en este caso. trasladó los efectos de la acción de
amparo que intentamos contra el “aparte único” del artículo 31 de
la Ley de Emergencia, a la Resolución de la Superintendencia de
Bancos que fijó la forma y manera de presentación de la declara-
ción jurada que aquélla establecía. La antigua Corte, declaró con
lugar el amparo solicitado, pero con una interpretación contraria al
artículo 3 de la Ley Orgánica de Amparo. Por lo demás, la antigua
Corte trasladó los efectos de la inaplicación solicitada del artículo
31 de la Ley de Emergencia, a la Resolución de la Superintendencia

422
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de Bancos, luego de que “declara y acuerda la inaplicabilidad del


artículo 31 de la Ley,” que es lo que prevé el artículo 3 de la Ley
Orgánica de Amparo, y lo que se había solicitado.
3. El amparo respecto de los actos administrativos y contra
conductas omisivas de la Administración
De acuerdo al artículo 5º de la Ley Orgánica:
“La acción de amparo procede contra todo acto adminis-
trativo, actuaciones materiales, vías de hecho, abstenciones u
omisiones que violen o amenacen violar un derecho o garantía
constitucionales, cuando no exista un medio procesal breve,
sumario y eficaz, acorde con la protección constitucional.”
Por tanto, la acción de amparo procede también contra actos
administrativos o contra conductas omisivas de la Administración
que violen o amenacen violar un derecho o garantía constituciona-
les, pero siempre que no exista “un medio procesal breve, sumario
y eficaz, acorde con la protección constitucional.” En consecuencia,
si dicho medio existe no es admisible la acción de amparo; pudien-
do ser dicho medio el recurso contencioso administrativo de anula-
ción, siempre que exista en la localidad un tribunal con competen-
cia contencioso administrativa, y se formule en el mismo conjun-
tamente con la pretensión de nulidad, la pretensión de amparo, 612
conforme a las competencias definidas en la Ley Orgánica de la
Jurisdicción Contencioso Administrativa de 2010.
En estos casos, prevé la Ley que la acción de amparo puede
ejercerse contra actos administrativos de efectos particulares o con-
tra abstenciones o negativas de la Administración, ante el Juez Con-
tencioso-Administrativo competente, si lo hubiere en la localidad,
“conjuntamente con el recurso contencioso-administrativo de anu-
lación de actos administrativos o contra las conductas omisivas,
respectivamente, que se ejerza.” En estos casos, agrega el artículo
5° de la Ley Orgánica, el Juez, en forma breve, sumaria y efectiva,
si lo considera procedente para la protección constitucional, sus-
penderá los efectos del acto recurrido como garantía de dicho dere-
cho constitucional violado, mientras dure el juicio.

612 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 25–1–89 y 9–8–89 en Revista de Derecho Público, n° 39, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 139.

423
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por último, para garantizar que este recurso contencioso-admi-


nistrativo de anulación y amparo, sea un medio procesal breve, su-
mario y efectivo, acorde con la protección constitucional, el Pará-
grafo Único del artículo 5° de la Ley Orgánica precisa que:
“Cuando se ejerza la acción de amparo contra actos admi-
nistrativos conjuntamente con el recurso contencioso-admi-
nistrativo que se fundamente en la violación de un derecho
constitucional, el ejercicio del recurso procederá en cualquier
tiempo, aun después de transcurridos los lapsos de caducidad
previstos en la Ley; y no será necesario el agotamiento previo
de la vía administrativa.”
Por tanto, un acto administrativo violatorio de un derecho o
garantía constitucional puede ser impugnado en vía contencio-
so-administrativa en cualquier tiempo, siempre que se acompañe
al recurso de anulación una pretensión de amparo; y contra dicho
acto sólo puede ejercerse la acción de amparo si ya han transcu-
rrido más de seis meses de dictado (Art. 6, Ord. 4°) si se ejerce
conjuntamente con el recurso contencioso-administrativo de anu-
lación.

A. El amparo contra actos administrativos


Ya nos hemos referido al carácter subsidiario de la acción de
amparo contra actos administrativos en el sentido de que procede
si no hay otro medio procesal que asegure en forma breve, efectiva,
sumaria e inmediata la protección constitucional. El recurso con-
tencioso-administrativo de anulación con una pretensión de ampa-
ro puede ser, en principio, dicho medio, y sólo procedería la acción
autónoma de amparo cuando ese no sea el medio efectivo para la
protección constitucional. La jurisprudencia, en este aspecto, en
todo caso, no ha sido constante.
En efecto, en sentencia de 24 de mayo de 1988, recién promul-
gada la Ley Orgánica de Amparo, la Corte Primera de lo Conten-
cioso Administrativo, al interpretar el artículo 5° de la Ley, consi-
deró que frente a un acto administrativo no resultaba procedente la
acción autónoma de amparo, si contra el mismo podía interponerse
el recurso contencioso-administrativo de anulación con la preten-
sión de amparo como lo autoriza el artículo 5° de la Ley. Argumen-
tó así la Corte:

424
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“En vista de la anterior disposición el accionante podía, sin


agotar la vía administrativa, impugnar el acto que estimaba vi-
ciado y lesivo al mismo tiempo de los derechos que la Consti-
tución consagra, por medio del recurso contencioso-adminis-
trativo de nulidad, e interponer conjuntamente el amparo en la
forma prevista por la disposición transcrita. Existía en conse-
cuencia un medio procesal “breve, sumario y eficaz,” disponi-
ble por el actor para la defensa de sus derechos, por lo cual, la
acción autónoma de amparo, esto es, la ejercida sin ningún otro
sustento, resulta improcedente.613
De acuerdo a esta doctrina inicial, la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo desarrolló una constante jurisprudencia
conforme a la cual consideró improcedente la acción autónoma de
amparo contra actos administrativos lesivos de los derechos de los
funcionarios públicos, estableciendo que en esos casos la acción
contencioso-administrativa funcionarial, constituía un medio idó-
neo para la protección constitucional En sentencia de 3-06-88, en
efecto, la Corte señaló:
“Es coincidente el criterio de esta Corte con lo expuesto por
el a quo, ya que cuenta el solicitante del amparo con medios
procesales hoy de un amplio desarrollo jurisprudencial, sufi-
ciente y adecuado para la protección de los derechos que co-
rresponde a los funcionarios públicos, y que aun cuando de
origen constitucional han sido profusamente desarrollados por
actos de aplicación subsiguientes provenientes del legislador
patrio. El contencioso de la carrera-administrativa, es, en caso
de proceder, un medio idóneo, y en opinión de esta Corte sufi-
ciente, con lo cual se excluye a esta vía de amparo constitucio-
nal para entrar a conocer sobre las violaciones denunciadas por
los apelantes. Ya ha dicho esta Corte en reciente sentencia que
sólo procede el amparo constitucional ante violaciones francas
y flagrantes a derechos y garantías constitucionales; por ello,
ante procedimientos y fórmulas de protección suficientes, por
desarrollo posterior que el legislador haya dado a derecho y
garantías constitucionales, son de preeminente aplicación y ex-
cluyen a esta excepcionalísima y extraordinaria vía. Distinta in-
terpretación, como bien lo asentó el juzgador a quo, supondría

613 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1988, p. 126.

425
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

efectos derogatorios sobre la casi totalidad de los procedimien-


tos jurisdiccionales existentes en el régimen jurídico venezo-
lano.614
En una sentencia de 5-2-90 la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo admitió, además, que si bien la acción autónoma de
amparo contra actos administrativos procedía cuando no existiera
un medio procesal eficaz para la protección constitucional, el re-
curso contencioso-administrativo y la suspensión de efectos del
acto por el juez, constituía dicho medio eficaz615.
Con posterioridad, en 1991, la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo, en sentencia de 9-7-91 estimó que la acción autó-
noma de amparo contra un acto administrativo sólo procedía
cuando se diesen circunstancias excepcionales o extraordinarias
que no pudieran resolverse por la vía contencioso administrati-
va,616 con lo cual, la tesis de la subsidiariedad continuaba privando.
Más recientemente, la doctrina de la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo ha cambiado radicalmente en el sentido de
considerar que el recurso contencioso de anulación no es la vía efi-
caz para la protección constitucional. En sentencia de 23-4-93, en
efecto, señaló lo siguiente:
“En cuanto al fondo del fallo consultado observa la Corte
que el a quo estimó que existía otro “medio procesal, sumario y
eficaz, acorde con la protección constitucional para obtener la
restitución de los derechos lesionados,” distinta al amparo, y

614 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1988, p. 129. En sentido coincidente, véase las sentencias de la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo de 7-7-88, Revista de Derecho Públi-
co, Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 130- 16-6-88, Revista
de Derecho Público Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 138-
20-4-89, Revista de Derecho Público, N° 38, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1989 p. 109; y 5-2-90 en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, op. cit., p. 235.
En sentido similar el Tribunal Superior Contencioso-Administrativo de la
Región Capital en sentencias de 14-2-91 y 31-1-91 Revista de Derecho Público,
Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, pp. 113, 114 y 119, ha
considerado que el recurso contencioso-administrativo con pretensión de
amparo es la vía eficaz para la protección constitucional.
615 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 41, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1990, p. 114.
616 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1991, p. 131.

426
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

que ese otro medio procesal —sustitutivo, a juicio del a quo, de


la acción de amparo— es el recurso contencioso-adminis-
trativo de anulación, que es el que a su juicio ha debido utilizar
el accionante.
Observa esta Corte que el artículo 2 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales dispone
que la acción de amparo procede contra cualquier hecho, acto
u omisión proveniente de los órganos del Poder Público Na-
cional, Estadal o Municipal, que hayan violado, violen o ame-
nacen violar cualquiera de las garantías o derechos amparados
por esa ley. Por su parte, el artículo 5 ejusdem prevé la interpo-
sición conjunta de la acción de amparo con el recurso conten-
cioso-administrativo de anulación, en cuyo caso no será nece-
sario el agotamiento previo de la vía administrativa ni observar
los lapsos de caducidad establecidos para la interposición del
recurso contencioso de anulación.
Al respecto ha sostenido esta Corte, criterio que en esta
oportunidad ratifica, que no es posible admitir, como lo hace el a
quo, que el recurso contencioso-administrativo de anulación sea
el medio breve, sumario y eficaz sustitutivo del amparo pues,
si así fuera, el artículo 2 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales vendría a ser superfluo,
a menos en lo atinente a que la acción de amparo procede con-
tra cualquier acto de la Administración, bastando la interposi-
ción conjunta de ambos mecanismos procesales. Por lo demás,
admitir tal interpretación sería tanto como negar la posibilidad
de la acción de amparo autónoma contra actos administrativos,
por tanto, este razonamiento del a quo resulta no ajustado a de-
recho y así se declara.”617
En todo caso, el tema central en relación al ejercicio de la acción
autónoma de amparo contra actos administrativos, en el sentido de
si la vía contencioso-administrativa es o no el medio eficaz para la
protección constitucional, es el de los efectos de la decisión de am-
paro, que no tiene carácter anulatorio sino de mera suspensión de
efectos del acto.

617 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, pp. 263-264. En igual sentido sentencia Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo 1-4-93, Revista de Derecho Público, Nº 53-54 Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 271 y antes, sentencia Corte Prime-
ra de lo Contencioso Administrativo, de 19-9-90 en FUNEDA, 15 años de Ju-
risprudencia, op. cit., p. 149.

427
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Ello implica que el acto administrativo lesivo, contra el cual se


ejerce una acción autónoma de amparo, al acordarse el amparo, si
bien no produce efectos, por la suspensión de los mismos por el
mandamiento de amparo, queda incólume en cuanto a su validez,
por lo que para que la protección constitucional sea integral debe
buscarse su anulación posterior por la vía contencioso-adminis-
trativa. Para ello, el juez que otorgue amparo contra un acto admi-
nistrativo debería imponerle al agraviado la obligación de impug-
nar el acto administrativo ante el Tribunal Contencioso-Admi-
nistrativo competente. Este fue el criterio que siguió el Tribunal Su-
perior Contencioso-Administrativo de la Región Capital, en sen-
tencia de 11 de mayo de 1990, al señalar lo siguiente:
“1) En lo atinente a la interposición en forma autónoma de
la presentación de amparo, cabe señalar que a partir de la en-
trada en vigencia de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales en enero de 1988, la acción
de amparo contra violaciones de derechos constitucionales de-
rivadas de un acto administrativo, se concibe como una medi-
da cautelar de obtención del restablecimiento de las situaciones
jurídicas infringidas, acumulable al recurso contencioso-admi-
nistrativo de nulidad o al recurso por inconstitucionalidad que
contra tal acto administrativo se ejerce. Todo ello, en razón de
que la decisión sobre una acción de amparo no puede sino res-
tablecer las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas, pero
nunca pronunciarse sobre la legalidad de actuación adminis-
trativa alguna o sobre la procedencia o no de pretensiones
condenatorias contra la administración. En tal sentido, según la
Legislación Especial de Amparo, el recurso de amparo contra
actos administrativos se ha previsto principalmente como una
medida cautelar en el procedimiento de nulidad respectivo.
Sin embargo, no previó el Legislador las consecuencias de
la declaración con lugar de una acción autónoma de amparo
contra un acto administrativo, la cual, dada la naturaleza, sólo
podría suspender la vigencia del acto en cuestión, pero nunca
declarar su invalidez, originando así la absurda situación de
existencia y hasta de firmeza de un acto administrativo que no
podría nunca ser eficaz en virtud de una decisión de amparo,
todo ello en perjuicio del orden jurídico establecido.
Antes de la vigencia de la Ley Orgánica de Amparo Sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, algunos tribunales de

428
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

la jurisdicción contencioso-administrativa, cayendo en cuenta


de esta circunstancia, establecían en sus decisiones un lapso de
decaimiento del mandamiento de amparo acordado, supedita-
da la procedencia de dicho decaimiento a la introducción del
procedimiento de nulidad correspondiente.
De esta forma, si el particular beneficiario de una decisión
de amparo contra un acto administrativo pretendiese dejar pe-
rennemente en efecto tal situación, sin duda irregular, de exis-
tencia pero ineficacia del acto, los efectos del amparo acordado
sólo subsistirían por un tiempo determinado.
Por otra parte, con la aparición de la Ley Orgánica de Am-
paro Sobre Derechos y Garantías Constitucionales, se preten-
dió, dados los requerimientos de la protección constitucional,
abstraer el recurso contencioso-administrativo de nulidad ejer-
cido conjuntamente con la acción de amparo de los requeri-
mientos de admisibilidad relativos a la caducidad de la acción
y al agotamiento de la vía administrativa (artículo 5 de la Ley
Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales). En tal sentido, se estableció la posibilidad de intentar
dicho recurso, aun cuando se hubiese cumplido el término de
caducidad de la acción o cuando no se hubiese agotado la vía
administrativa.
La Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, desa-
rrollando este principio legislativo, ha establecido que tal bene-
ficio sólo subsistiría en caso de que fuese declarada con lugar la
pretensión de amparo, procediendo la Corte, en caso contrario,
a reexaminar las condiciones de admisibilidad del recurso de
nulidad propuesto.
Haciendo una aplicación concatenada de los principios ex-
puestos y en vista de que existen elementos suficientes para la
declaratoria con lugar de la presente acción, considera este Tri-
bunal necesario, aun estando vencidos los plazos de impugna-
ción del acto objeto del presente recurso, establecer un lapso a
favor de la recurrente, destinado a que la misma pueda inten-
tar los recursos que considere pertinentes, destinados a obte-
ner la declaratoria de nulidad del acto administrativo objeto
del presente recurso, si ello fuere procedente; transcurrido el
cual sin que tales medios de impugnación hubiesen sido in-
terpuestos, dejará de tener vigencia la solicitud de amparo
aquí acordada.

429
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Considera este Tribunal que con la fórmula expuesta se


impide la consolidación en el tiempo de situaciones irregulares
conformadas por la existencia de actos administrativos válidos,
pero ineficaces, al tiempo que se permite, conforme al espíritu
del Legislador de amparo, la interposición de los recursos idó-
neos para atacar la validez del acto impugnado.”618
Esta tesis, es la que debería consolidarse en el futuro.
En todo caso, es cierto que el artículo 5º de la Ley Orgánica de
Amparo, cuando regula el ejercicio conjunto de la pretensión de
amparo con el recurso contencioso-administrativo de anulación,
usa el término “podrá,” con lo que se abre el agraviado la alternati-
va, a su elección, de ejercer el amparo autónoma o conjunto.619
B. El amparo contra conductas omisivas de la Adminis-
tración
Para que proceda una acción de amparo contra conductas omi-
sivas de la Administración, ante todo tiene que existir tal conducta
omisiva o la mora frente a un requerimiento del interesado. Es de-
cir, es necesario que el presunto agraviado se haya dirigido en for-
ma previa a la presunta autoridad agraviante, dando inicio a un
procedimiento constitutivo. Siendo ello así, dijo la Sala Político
Administrativa de la antigua Corte Suprema:
“mal puede la Sala entrar a conocer del amparo por abs-
tención planteado cuando no habido requerimiento del admi-
nistrado para que la autoridad administrativa emita algún acto
administrativo.”620
Ahora bien, en cuanto a la acción autónoma de amparo contra
las conductas omisivas de la Administración, la jurisprudencia de
la antigua Corte Suprema y de la Corte Primera de la Contencio-
so-Administrativo fue delineando las condiciones de su proceden-
cia, particularmente en relación con el recurso contencioso-admi-

618 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 42, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, pp. 116-117.
619 Véase sentencias de la Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrati-
va de 25-1-89 y 9-8-89 en Revista de Derecho Público, N° 39, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1989, p. 139.
620 Sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de
18-11-93, en Revista de Derecho Público Nos. 55-56, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1993, p. 295.

430
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

nistrativo por abstención y a la institución del silencio administra-


tivo regulado en la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.
El asunto se planteó, antes de la publicación de la Ley Orgánica
de Amparo, en una decisión de la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo de 17-12-85, en la cual se analizó la procedencia de
la acción de amparo en aquellos casos de silencio de la Administra-
ción en el procedimiento constitutivo del acto administrativo, que
se estimó vulneraban el derecho de petición, pues considerarla re-
chazada por silencio, no satisfacía la garantía constitucional; en esa
decisión, la Corte Primera señaló:
“La razón teleológica estriba en el objetivo que origina la
normativa sobre el derecho de petición, que no puede ser otro
que el obtener a través del mismo la satisfacción de la preten-
sión, una declaración requerida de la Administración, o bien
las razones por las cuales ella no otorga ninguna de las peticio-
nes antes aludidas según el caso. Con el silencio-rechazo no se
obtiene la pretensión y si bien puede obtenerse la declaración,
no se satisface la garantía constitucional. De allí que, cuando
esta Corte mantiene la segunda interpretación, está conside-
rando que la no respuesta de la Administración lesiona direc-
tamente una garantía constitucional, la contemplada en el ar-
tículo 67 relativa al derecho de petición, sin que pueda alegarse
que el administrado podía seguir adelante con la interposición
de los recursos subsiguientes; ya que sólo a él le corresponde la
escogencia, por cuanto siendo una facultad libre, poseía esta li-
bertad de decisión. Por el hecho de haber llegado a la conclu-
sión anterior se llega también a la afirmación de que el ciuda-
dano que no obtiene respuesta de la Administración y sufre
por ello la lesión de un derecho constitucionalmente garanti-
zado, en forma presente y directa, está protegido por la norma
contenida en el artículo 49 de la Constitución, esto es, por la vía
del amparo y puede ocurrir a ella a fin de que se le restablezca
en el goce del derecho lesionado, que, en el caso presente, es el
derecho de petición, por lo cual podrá exigir que se cumpla el
contenido de tal derecho, a saber, que se le confiera la preten-
sión deducida ante la Administración; que se dicte la declara-
ción que pretende; o bien que se le señalen los motivos por los
cuales no puede la Administración acceder a ninguna de las ac-
tuaciones precedentemente señaladas.”621

621 Véase esta sentencia citada en la de la misma Corte Primera de 13-2-86. FU-
NEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., pp. 312-313.

431
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Con posterioridad a la entrada en vigencia de la Ley Orgánica


de Amparo, el asunto fue tratado por la Sala Político Administrati-
va de la antigua Corte Suprema en sentencia de 23-5-88, (Caso Fin-
cas Algaba), en la cual se hizo una clara distinción entre los efectos
del silencio administrativo en el procedimiento constitutivo del
acto administrativo (asunto) y en el procedimiento de impugnación
del mismo (recurso). En este último caso, la Corte señaló que “el
silencio de la Administración en la resolución de un recurso admi-
nistrativo deja abierta al interesado la vía contencioso administra-
tiva en las condiciones fijadas por leyes especiales,” siendo esa la
vía procedente prevista en la Ley como garantía contra el silencio
administrativo, caso en el cual se consideró improcedente ejercer
una acción de amparo. La antigua Corte Suprema, en ese caso con-
creto de un acto de un Registrador denegatorio de un registro, con-
tra el cual el interesado podía ejercer recurso jerárquico ante el Mi-
nistro de Justicia, no habiéndolo hecho y en cambio habiendo ejer-
cido acción de amparo, señaló lo siguiente:
“... habiéndose establecido en nuestro ordenamiento el
procedimiento destinado a obtener oportuna respuesta en el
caso de abstención o negativa de un Registrador de la Propie-
dad a protocolizar determinado documento, procedimiento
congruente e idóneo para alcanzar tal fin, sin embargo, la hoy
accionante en amparo no ha hecho todavía cabal uso de él, por
lo que mal podría ella acogerse —y así se declara— a la acción
de amparo, utilizándola como sustitutoria de los recursos pre-
cisa y específicamente arbitrados por el legislador —en desa-
rrollo de las normas fundamentales— para lograr de esta ma-
nera el propósito que pretende en autos. Si tal sustitución se
permitiere, el amparo llegaría a suplantar no sólo esa sino to-
das las vías procedimentales establecidas en nuestro sistema de
Derecho positivo, situación en modo alguno deseable ni
deseada por el legislador del amparo.
Pero no revelan estos autos que el Ministro de Justicia haya
incurrido en violación directa del derecho —consagrado consti-
tucionalmente en beneficio del administrado— de que éste ob-
tenga oportuna respuesta, pues aun de prolongarse el silencio
de la administración en la resolución del recurso administrati-
vo intentado por la ahora accionante en amparo, la ley lo inter-
preta como denegatorio del recurso, lo que faculta a la intere-
sada para acudir a la vía judicial. Asimismo, si de ese silencio
se derivaren perjuicios para la accionante, dispone ésta tam-

432
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

bién de otros medios procesales que permitan obtener la co-


rrespondiente indemnización (artículos 206 de la Constitución
y 6 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos).
Tampoco pues desde este punto de vista, es procedente la ac-
ción de amparo en el presente caso, y así se reitera.622
La tesis que resulta de esta sentencia de la Corte es que la ac-
ción de amparo para proteger el derecho de petición y a la defensa
contra el silencio administrativo, procede cuando no existe acto
administrativo, es decir, en los casos de silencio en el procedimien-
to constitutivo del acto administrativo623 y no en el procedimiento
de impugnación.
Así lo ratificó posteriormente, la antigua Corte Suprema de
Justicia en Sala Político Administrativa en sentencia de 11 de julio
de 1991, (Caso J. E. Durán Díaz), en la cual precisó cuándo procede
la acción de amparo por mora de la Administración, dirigida a lo-
grar el pronunciamiento de los órganos administrativos a fin de
evitar la violación de derechos constitucionales del particular, en la
forma siguiente:
2) La acción de amparo constitucional, referida a la mora
de la Administración, tiene por notas características, las si-
guientes:
a) La conducta lesiva que permite la interposición de la
acción ha de ser absoluta y, en consecuencia, el pronuncia-
miento de la Administración de cualquier tipo que éste sea im-
pediría su ejercicio.
En efecto, de existir un acto administrativo expreso surgi-
do en el procedimiento constitutivo o en el revisorio, se deberá
proceder a la interposición de otros recursos, tales como la ac-
ción de amparo (no por omisión sino por el menoscabo de los
derechos constitucionales) conjuntamente con el recurso de nu-
lidad por ilegalidad o la interposición de este último recurso
acompañado con la solicitud, si ello fuere procedente, de la

622 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1988, pp. 109-112.
623 Así ya lo había decidido la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo
en sentencia de 17-3-88 al acordar amparo contra la no contestación por la
Administración de solicitudes de entrega de amonestaciones por parte de un
funcionario. Véase en Revista de Derecho Público, N° 35, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1988, pp. 114-115.

433
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

suspensión de los efectos del acto administrativo impugnado


conforme lo permite el artículo 136 de la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia.
b) La omisión de la Administración que habilita el ejerci-
cio de la mencionada acción de amparo por mora, es la genérica
de pronunciarse y no la específica que ha venido exigiendo la
jurisprudencia en el caso de la acción de abstención. Es decir, la
solicitud de amparo va dirigida a que el juez ordene el pronun-
ciamiento de la Administración sin que le corresponda a aquél
precisar la forma concreta cómo debe actuar la Administración;
simplemente la obliga a actuar a fin de evitar la violación de
algún derecho constitucional.
3) De otra parte, conviene observar cuándo se puede ejer-
cer la referida acción de amparo por la mora:
a) Durante el procedimiento constitutivo del acto, el parti-
cular puede ejercer la acción de amparo por mora contra la
omisión de los órganos administrativos de dictar un acto de
trámite, un acto definitivo o un dictamen que resuelva una
consulta, en aquellos supuestos en los que la aplicación de las
figuras del acto denegatorio tácito (artículo 4 de la Ley Orgáni-
ca de Procedimientos Administrativos) o del silencio positivo
(leyes especiales) no favorecería su situación jurídica, pues pa-
ra lograr el pleno ejercicio de los derechos constitucionales se
requiere del pronunciamiento expreso de la administración.
Lo anterior, ha sido resaltado en varias oportunidades por
la doctrina cuando señala que el silencio de la Administración
—aunque se presuma negativo o positivo— ocasiona gravísi-
mos daños al administrado, quien lo que desea es un pronun-
ciamiento motivado y expreso que le permita conocer de la
forma de actuar de la Administración.
En efecto, conforme a los mecanismos que nuestro orde-
namiento jurídico prevé, el administrado podría ante la omi-
sión de pronunciamiento en la oportunidad constitutiva del ac-
to administrativo, escoger cualquiera de las siguientes alterna-
tivas: 1) intentar el recurso administrativo correspondiente con
base en el silencio negativo a que se contrae el artículo 4 de la
Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos; 2) ejercer la
acción de queja a que se contrae el artículo 3 ejusdem; o 3) in-
terponer la acción de amparo constitucional por mora de la
Administración, al ver conculcados o en peligro sus derechos
constitucionales.

434
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por tanto, se deberá analizar cada caso concreto a fin de de-


terminar la procedencia o no de la acción de amparo por mora
en la instancia constitutiva del acto, no pudiendo alegarse su
inadmisibilidad o improcedencia por el simple hecho de existir
otras vías procesales (alternativas 1 y 2), pues puede que el
ejercicio de éstas revierta en perjuicio del administrado.
b) Durante el procedimiento de revisión del acto en sede
administrativa puede interponerse la acción de amparo por
mora contra la omisión de los órganos administrativos que se
abstienen de pronunciar y también, cuando conocen del recur-
so interpuesto contra un acto denegatorio tácito (artículo 4 de
la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos). La omi-
sión persistente de la Administración —en el proceso formati-
vo y en el revisión en su propia sede— impide al administrado
obtener pronunciamiento expreso frente a su petición y con
ello imposibilita que la jurisdicción contencioso-administrativa
tenga materia sobre la cual decidir.
No es discutible la procedencia de la acción de amparo por
mora frente a la abstención de pronunciamiento de los órganos
administrativos que conocen del acto denegatorio tácito, pues
con ello se logra la efectiva protección del derecho constitucio-
nal previsto en el artículo 67 de la Constitución, al permitir al
Administrado ejercer su derecho a la defensa en la instancia ju-
risdiccional y obligarse a la administración a emitir un pronun-
ciamiento que constituirá, más tarde, la materia del recurso de
nulidad.
En la acción de amparo constitucional interpuesta no se
dan los presupuestos para su procedencia. En efecto, en la ins-
tancia constitutiva del acto surgió un pronunciamiento de la
Administración, a saber, la orden de destitución emanada de la
División general de Disciplina del Cuerpo Técnico de Policía
Judicial y comunicada por la División General de Personal el
22 de marzo de 1990, por lo que ciertamente no se violó el de-
recho constitucional de petición, ya que la Administración se
pronunció en forma expresa en el procedimiento disciplinario
signado con el Nº 1.990 contra el accionante por la División
General de Disciplina.
Ante tal actuación, el administrado ejerció los recursos
administrativos correspondientes, éstos son: el de reconsidera-
ción por ante la misma Dirección General de Disciplina y, ante

435
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

la ratificación de la destitución, el jerárquico por ante el Minis-


tro de Justicia y, es, precisamente, frente a la falta de respuesta
de este superior jerárquico, que se ejerció la acción de amparo
por mora.
El amparo por mora, al existir un pronunciamiento expreso
de la Administración, en nada contribuye al restablecimiento
de la situación jurídica del administrado, pues la orden de
pronunciamiento del juez de amparo sería inútil desde que el
administrado conoce ya la decisión de la Administración, es
decir, la del procedimiento constitutivo del acto que se produjo
de manera expresa.
El recurrente, al conocer el pronunciamiento de la Admi-
nistración que lo destituyó del Cuerpo Técnico de Policía Judi-
cial, debió ejercer los mecanismos de control de la legalidad del
acto que le permite el ordenamiento jurídico, es decir, el re-
curso de nulidad conforme al beneficio procesal que permiten
los artículos 93 de la Ley Orgánica de Procedimientos Admi-
nistrativos y el 134 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia.” 624
De esta sentencia se observa que la Corte también admitió la
procedencia de la acción de amparo en caso de silencio en el pro-
cedimiento de impugnación, cuando el objeto de la misma es un
acto denegatorio tácito producto del silencio en el procedimiento
constitutivo. Ello se ratificó además, en sentencia de la misma Sala
Político Administrativa de la antigua Corte Suprema de 13 de agos-
to de 1992, (Caso N. J. Salas Grado) en la siguiente forma:
“1º La conducta omisiva de la Administración debe ser ab-
soluta y total, es decir, no procede la extraordinaria acción de
amparo sobre la base de una supuesta violación del derecho de
representar y de obtener oportuna respuesta, cuando aquélla se
hubiere pronunciado mediante un acto administrativo expreso,
ya sea en el procedimiento constitutivo o al resolver la interpo-
sición de los recursos administrativos internos. Consecuente-
mente:
2º Ha de ocurrir la omisión ante una obligación genérica de
pronunciarse, a cargo de la Administración, pero no ante una

624 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1991, pp. 141-142.

436
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

obligación específica que le haya sido impuesta por la ley, ya


que en este último caso habría de recurrirse más bien al recurso
por abstención, contemplado en el artículo 42, ordinal 23, de la
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.
De esta manera, la acción de amparo procedería ante el si-
lencio, la omisión o la abstención de pronunciamiento del su-
perior jerárquico —caso de autos—, pero sólo en los casos en
que éste no se hubiere pronunciado acerca de la ficción de acto
denegatorio prevista en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Pro-
cedimiento Administrativos, no desvirtuada ni confirmada por
una decisión expresa del jerarca. Así se obligaría a la Adminis-
tración a responder a la solicitud o petición planteada, para
que posteriormente el peticionante pueda ejercer su derecho a
la defensa ante la jurisdicción contencioso-administrativa, ya
que, de lo contrario, no habría materia sobre la cual el juez pu-
diera decidir el recurso.
Observa la Sala:
En el presente caso —como puede observarse de lo expues-
to— no se dan los requisitos necesarios para la procedencia de
la acción. La Escuela de Aviación Militar dio de baja al accio-
nante por una medida disciplinaria, acto administrativo dicta-
do el día 12 de julio de 1991. Esta situación haría inútil —porque
en nada contribuiría al restablecimiento de la situación jurídica
infringida— un mandamiento del juez de amparo para que el
Ministro de la Defensa se pronuncie sobre un caso, donde ya
existe una decisión de la autoridad inferior, confirmada en vir-
tud del silencio ocurrido en los sucesivos recursos administra-
tivos, lo que, en su momento, dejó o deja abierta, en principio,
la vía contencioso.
En efecto, casos como el presente, donde en la interposi-
ción del recurso jerárquico ante un acto administrativo expre-
só, el Ministro no responde en el lapso establecido por la ley, el
ordenamiento legal venezolano le ofrece al recurrente el bene-
ficio del silencio administrativo, que en el caso consiste en
permitirle que pueda hacer uso del recurso contencioso que co-
rresponda, tal como se encuentra regulado en los artículos 134
de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia y 93 de la
Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos.

437
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Aún más: si el acto expreso violare o amenazare de viola-


ción un derecho constitucional susceptible de restablecimiento
inmediato, el administrado cuenta con la posibilidad de inter-
poner, sin necesidad del agotamiento previo de la vía adminis-
trativa, una acción de amparo conjunta con el recurso conten-
cioso-administrativo correspondiente, todo conforme a las
prescripciones del artículo 5º de la Ley Orgánica del Amparo.
Por estos motivos es imposible sostener activamente —
conforme a nuestro derecho positivo y con base en la progresi-
va evolución de la jurisprudencia— que la abstención de pro-
nunciamiento del superior jerárquico, cuando exista acto ex-
preso del inferior, pueda lesionar el derecho de representar y
obtener alguna respuesta contemplado en el artículo 67 de la
Constitución.”625
De acuerdo a esta jurisprudencia puede entonces decirse que la
antigua Corte Suprema exigió para la procedencia de la acción de
amparo contra conductas omisivas de la Administración, en forma
acumulativa o concurrente, la existencia de dos requisitos:
“a) que la conducta omisiva que se denuncia sea absoluta,
lo que significa que la Administración no haya en ningún mo-
mento realizado la actuación debida; y b) que la omisión ocu-
rra ante una obligación genérica, es decir, aquella obligación que
tiene el funcionario de actuar en ejercicio de las atribuciones
correspondientes a su cargo distinta, por tanto, a la obligación
específica que se ha exigido para la procedencia de la acción
contencioso-administrativa por abstención. De manera que só-
lo cuando ante una obligación genérica, procedimental, de trami-
tar o proveer un asunto inherente al cargo del funcionario, éste
incurre en una conducta omisiva, es que resulta procedente la
acción extraordinaria de amparo constitucional.”626
Se destaca, de esta doctrina jurisprudencial, el dato de que para
que proceda la acción de amparo contra conductas omisivas de la
Administración, debe tratarse de la omisión ante una obligación

625 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1992, pp. 173 y 174.
626 Véase sentencias de la Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrati-
va de 5-11-92 (Caso Jorge E. Alvarado), Revista de Derecho Público, Nº 52, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 187; y de 18-11-93, Revista de Dere-
cho Público, Nos. 55-56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 295

438
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

genérica de pronunciarse y no ante las obligaciones específicas que le


sean determinadas o impuestas par la ley. Sobre ello, en sentencia
de 11 de febrero de 1993, la misma Sala Político Administrativa de
la antigua Corte Suprema señaló lo siguiente:
“En los casos de abstenciones u omisiones de la Adminis-
tración puede observarse una distinción entre las normas cons-
titucionales lesionadas cuando aquellas ocurren ante obligacio-
nes genéricas u obligaciones específicas. En el primer supuesto,
cuando un ente público no cumple con la obligación genérica
de responder o tramitar un asunto o recurso interpuesto por un
particular, se infringe el derecho de éste a obtener oportuna
respuesta, consagrado en el artículo 67 de la Constitución;
mientras que cuando la inactividad se produce ante una obli-
gación específica que la ley le impone de manera concreta e in-
eludible, no se viola esa disposición constitucional ni alguna
otra directamente. Requisito el último que ha venido exigiendo
nuestra jurisprudencia para que pueda accionarse en vía cons-
titucional, derivándolo de los términos del artículo 133 de la
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, aun cuando éste
haya sido concebido en relación con el 117, el cual “por su
propia y específica formulación, jamás puede ser violado en
forma directa” (sentencia de esta Sala del 23-5-88, Caso: “Fin-
cas Algaba”).
De esta manera, resulta concluyente para la Sala que la
inactividad de la Administración ante una obligación legal es-
pecífica infringe en forma directa o inmediata, precisamente, el
texto legal que la contempla, y entonces la Constitución resul-
taría violada de manera indirecta o mediata. En efecto, para
que el Juez de Amparo pueda detectar si la abstención del ente
agraviante lesiona efectivamente un derecho o garantía consa-
grado en la Constitución, deberá, en primera instancia, acudir o
fundamentarse en la supuesta ley incumplida para verificar si la
abstención se produjo ante una obligación específica. Lo cual
significaría negarle al amparo su carácter de acción constitu-
cional y otorgarle otro, por ejemplo el de un recurso contencio-
so-administrativo, tal como fue aclarado por esta Sala en las
dos sentencias comentadas.
b) El otro principio que impide el ejercicio de la acción de
amparo autónoma contra abstención del cumplimiento de
obligaciones específicas es el de ostentar aquella un carácter ex-

439
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

traordinario o especial. Esta característica, atribuida e inicial-


mente por vía jurisprudencial, fue confirmada con la promul-
gación de la ley que rige la materia cuando se condicionó su
admisión al hecho de no existir otros medios procesales efica-
ces con capacidad para restablecer inmediatamente la situación
constitucional infringida.
Para los casos donde un funcionario público no realice la
actuación específica a la cual una ley lo obligue, existe en el ar-
tículo 42, numeral 23, de la Ley Orgánica de la Corte Suprema
de Justicia una acción contencioso-administrativa destinada,
precisamente, a obtener del juez un pronunciamiento sobre la
obligatoriedad de la Administración en realizarla. Esta acción
por abstención fue desarrollada jurisprudencialmente en sen-
tencia de 28-2-85 (Caso: Eusebio Igor Vizcaya Paz), donde la Sala
estimó, conforme al artículo 102 ejusdem, que el procedimiento
más conveniente para tramitarla es el previsto para el recurso
contencioso-administrativo de anulación contra los actos de
efectos particulares contemplado en los artículos 121 y siguien-
tes de la misma Ley.
Es esta acción contencioso-administrativa, y no la de am-
paro constitucional, la que deben ejercer los particulares que se
sientan lesionados en sus derechos o garantías de rango consti-
tucional por las abstenciones u omisiones de los funcionarios
públicos, y así lo reitera la Sala.”627
Por supuesto, en todos estos casos de procedencia de la acción
de amparo contra la mora de la Administración, como violatoria
del derecho a obtener oportuna respuesta garantizado en el artícu-
lo 67 de la Constitución, la consecuencia de la violación de tal dere-
cho, como lo señaló la Corte Primera de lo Contencioso Adminis-
trativo, “sólo implica ordenar a la autoridad administrativa que
otorgue la respuesta correspondiente.”628

627 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, pp. 272-273.
628 Véase sentencia de 26–8–93 (Caso: Inversiones Klanki), en Revista de Derecho
Público, N° 55–56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 294.

440
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Debe señalarse que en los casos de silencio positivo la Corte


Primera de lo Contencioso Administrativo también ha admitido la
acción de amparo, ante la omisión de la Administración de darle
los efectos positivos originados por su abstención.629
C. Amparo con motivo de la prestación servicios pú-
blicos
Por último debe hacerse mención del tema de las reclamacio-
nes en materia de funcionamiento de los servicios públicos, que la
Constitución de 1999 atribuyó a la Jurisdicción Contencioso Admi-
nistrativa (art. 259). Sin embargo, antes de la regulación concreta en
la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso Administrativa de
2010 del llamado “contencioso de los servicios público,” la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en sentencia de 8
de diciembre de 2000, señaló que ante la ausencia de mecanismos
inmediatos para la reclamación de los servicios públicos prestados
mediante concesión, la acción de amparo constitucional podrá fun-
gir como instrumento idóneo para tales fines en casos de concesio-
nes, para controlar la protección de los servicios públicos, procu-
rando su correcto funcionamiento, la erradicación de la arbitrarie-
dad, o las desviaciones de poder, señalando sin embargo, que “Lo
ideal es que muchas de estas fallas se ventilen mediante un conten-
cioso de los servicios públicos;” agregando:
“Basta pensar en el caso de que sin justificación, ni razona-
bilidad alguna, se tome una medida que no obedece a argu-
mentos que puedan ser justificados y explicados a los usuarios
del servicio, y de manera extorsiva se les niegue el servicio
(luz, agua, teléfono, etc.) si no cumplen con la exigencia de
quien lo presta. Podría ser que el contrato considerase tal posi-
bilidad a favor del prestador del servicio, pero el uso abusivo
(que no puede ser tutelado por ningún convenio) al privar de
las necesidades básicas a la población (agua, luz, teléfono, aseo
urbano, etc.), afecta un derecho fundamental del ser humano,
cual es el del libre desenvolvimiento de su personalidad, que
mal puede llevarse adelante cuando se ve privado de elemen-
tos básicos para ello, debido a la conducta arbitraria del pres-
tador del servicio.

629 Véase sentencia de 20–12–91 (Caso: BHO, C.A.), en Revista de Derecho Público,
Nº 48, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, pp. 141–143.

441
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

No se trata del incumplimiento contractual del usuario o


de interpretaciones al convenio, sino del ajuste a los precios
que él paga, a las tarifas, peajes y otras exacciones semejantes,
producto de un injustificado y desproporcionado aumento
(irrazonable) por parte del servidor, que priva a las personas
de las necesidades básicas si no cancela el ajuste o el aumento,
y que al coaccionarlo a cumplir mediante el pago inmediato a
cambio de no cortarle el servicio, le impide que goce de la vi-
vienda con los servicios básicos esenciales (artículo 82 de la
Constitución), o que se ejerza el derecho al trabajo (artículo 87
eiusdem), según los casos.
No se trata del usuario que no cumple con la obligación y
recibe la sanción a tal conducta (suspensión del servicio), sino
de la actividad arbitraria de quien suministra el servicio, que
infringe derechos y garantías constitucionales básicas de las
personas, actitud que a pesar de que pudiese estar contempla-
da en los contratos, equivale a vías de hecho...
Ante la injustificada privación de los servicios básicos
esenciales a que tiene derecho el ser humano en la vivienda
que ocupa (artículo 82 de la vigente Constitución) y de los cua-
les venía gozando; así como la privación del acceso de los ser-
vicios que garanticen la salud en sentido amplio, lo que incluye
la higiene en el lugar de trabajo o en el hogar (artículo 83 eius-
dem); y la infracción que las prácticas expresadas causan al ar-
tículo 117 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, toda persona a fin de ejercer los derechos consa-
grados en dichos artículos, tiene en su cabeza la acción de am-
paro constitucional a fin de hacer cesar la amenaza al goce y
ejercicio de los derechos constitucionales señalados, y al resta-
blecimiento de la situación jurídica lesionado por la violación
de esos derechos…
Hay servicios públicos, como el eléctrico, por ejemplo, en
que la Ley (Decreto con rango y Fuerza de Ley del Servicio
Eléctrico), hace nacer derechos y obligaciones a los usuarios y a
los prestadores del servicio, y lo relativo a esos derechos no es-
tarían tutelados por el amparo constitucional, por lo que debe-
rán ventilarse mediante los procesos ordinarios, mientras no se
dicte una Ley que rija el contencioso de los servicios públicos.
Pero, la suspensión o privación abusiva del servicio, fun-
dada en la falta de pago de lo facturado por un servicio que

442
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

efectivamente no se recibió, o cuya recepción no puede ser de-


mostrada, o que no corresponde a una tarifa o suma razonable,
desborda los derechos emanados de la Ley, se trata de un abu-
so que invade derechos constitucionales, impidiendo el goce y
ejercicio de los mismos por quienes son víctimas de la suspen-
sión o privación del servicio, y cuando ello sucede, el derecho
conculcado es el constitucional, y es el amparo la vía ideal para
impedir la amenaza o lesión en la situación jurídica fundada en
dicho derecho. En casos como estos, no sólo el amparo pro-
pende a la reanudación del servicio, sino que como parte de la
justicia efectiva la reanudación puede hacerse compulsivamen-
te, sin perjuicio de las acciones penales por desacato al fallo
que se dicte en el amparo.”630
En todo caso, la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa, ha regulado la materia y ha atribuido a los órganos
de la Jurisdicción competencia en materia de reclamos por la pres-
tación de los servicios públicos y el restablecimiento de las situa-
ciones jurídicas subjetivas lesionadas por los prestadores de los
mismos (art. 9,5), asignando el conocimiento de la materia exclusi-
vamente a los Juzgados de Municipio de la Jurisdicción Contencio-
so Administrativa, como competencia única, para conocer de “las
demandas que interpongan los usuarios o usuarias o las organiza-
ciones públicas o privadas que los representen, por la prestación de
servicios públicos” (art. 26,1).

4. El amparo contra sentencias y demás actos judiciales


Por último, en relación al amparo contra actos estatales, el ar-
tículo 4º de la Ley Orgánica establece que:
“Igualmente procede la acción de amparo cuando un Tri-
bunal de la República, actuando fuera de su competencia, dicte
una resolución o sentencia u ordene un acto que lesione un de-
recho constitucional.”
De esta norma podría interpretarse, ante todo, que si la deci-
sión judicial violatoria de un derecho constitucional se dicta por un
juez actuando dentro de su competencia (por la materia o por el terri-

630 Citada en la sentencia antes citada de la Corte Primera de lo Contencioso


Administrativo de 08-12-2000, publicada en Revista de Derecho Público, Nº 89-
92, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2002, pp. 350-354.

443
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

torio), no procedería la acción autónoma de amparo, sino que la


pretensión de amparo debería ejercerse conjuntamente con el re-
curso de apelación o el recurso de casación que corresponda. Ello
es lo que resultaría de la interpretación literal de la norma, con el
objeto de salvaguardar los medios ordinarios y extraordinarios de
revisión de decisiones judiciales, que en estos casos tendrían efectos
suspensivos, y por tanto, de protección constitucional inmediata.
Sin embargo, el problema de interpretación resultaría de los
casos en los que no esté prevista en el ordenamiento procesal una
vía ordinaria o extraordinaria de revisión de sentencias, o éstas no
procedan, o no se hayan ejercido oportunamente. La jurispruden-
cia, en este sentido, ha conformado en estos casos la doctrina más
acorde con la protección constitucional que consagra la Ley Orgáni-
ca, pues en definitiva, ningún Tribunal tiene ni puede tener compe-
tencia para dictar decisiones en las cuales lesione derechos o garan-
tías constitucionales.
En todo caso, en el supuesto regulado en el artículo 4º y con el
objeto de salvaguardar las jerarquías judiciales de revisión, se esta-
blece expresamente que:
“La acción de amparo debe interponerse por ante un Tri-
bunal superior al que emitió el pronunciamiento, quien decidi-
rá en forma breve, sumaria y efectiva.”
Además, debe mencionarse, como antes se advirtió, que la Ley
expresamente excluye el ejercicio de la acción de amparo “cuando
se trate de decisiones emanadas de Tribunal Supremo de Justicia”
(Art. 6, Ord. 6°), lo que tiene su explicación en la garantía institu-
cional que prevé la Constitución en el sentido de que siendo dicho
Tribunal el más alto de la República, contra sus decisiones no se
puede oírse ni admitirse recurso alguno.631
Ahora bien, en relación al amparo contra sentencias,632 la juris-
prudencia ha precisado sus contornos particularmente después de
publicada la Ley Orgánica, despejando varias incógnitas.

631 Véase la sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 5–12–90 en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1991, p. 119.
632 Véase, entre otras, la sentencia de la Sala Constitucional Nº 848 de 28–7–2000
(Caso: Luis A. Baca vs. Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil, Agrario y del Tránsito del Primer Circuito de la Circunscripción

444
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

A. La actuación judicial lesiva

El primer elemento que debe destacarse para que pueda inten-


tarse la acción, es la necesidad de que exista una resolución o una
sentencia judicial, un acto judicial que ordene otro acto judicial o
cualquier pronunciamiento judicial que debe haber sido emitido
por un juez, y que sea el que lesiona o amenaza lesionar un dere-
cho constitucional.
Por otra parte, en torno a la expresión que contiene el artículo
4° de la Ley, relativa a que la acción de amparo procede contra los
actos o pronunciamientos judiciales lesivos de derechos constitu-
cionales dictados por Tribunales de la República “actuando fuera
de su competencia,” la Corte Primera de lo Contencioso Adminis-
trativo, en sentencia de 9-9-93, señaló lo siguiente:
“En un primer momento, pudo entenderse que la compe-
tencia del tribunal accionado debía ser determinada mediante
la aplicación de las reglas procesales ordinarias, conforme a las
cuales se distribuye la competencia entre los diferentes órganos
jurisdiccionales.
Dentro de esa perspectiva, el juez ante el cual se solicitaba
amparo contra una sentencia comenzaba por examinar si el tri-
bunal que la había dictado era competente para ello por razón
de la materia, la cuantía, el territorio o cualesquiera otros crite-
rios legalmente aplicables al caso; sólo en el supuesto de esti-
mar que no lo era, pasaba el juez de amparo a pronunciarse
acerca del mérito de la acción, sobre la base del análisis de si el
tribunal accionado había lesionado o no, con su decisión, un
derecho constitucional al accionante.
Sí, por el contrario, determinaba que dicho tribunal había
actuado dentro de su competencia, no entraba siquiera a anali-
zar la denuncia de violación de derechos constitucionales.”
Sin embargo, la jurisprudencia de la Corte Suprema de Jus-
ticia en Sala Político-Administrativa, dio posteriormente un al-
cance más amplio a la frase “actuando fuera de su competen-
cia,” en vista de que el criterio antes expuesto podía conducir a
declarar improcedente un amparo contra una sentencia fran-

Judicial del Estado Bolívar), en Revista de Derecho Público, N° 83, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 296 ss.

445
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

camente violatoria de un derecho constitucional, sobre la base


de que hubiera sido dictada por un tribunal perfectamente
competente por la materia, el territorio o la cuantía.”633
En efecto, en 1988, apenas publicada la Ley Orgánica sostuvi-
mos el criterio siguiente:
“El artículo 4º de la Ley Orgánica establece que “igualmen-
te procede la acción de amparo cuando un Tribunal de la Re-
pública, actuando fuera de su competencia, dicte una resolución o
sentencia u ordene un acto que lesione un derecho constitucio-
nal,” por lo que una interpretación literal de dicha norma po-
dría conducir a considerar que si un Tribunal de la República
dictase una sentencia actuando dentro de su competencia, por más
que lesione un derecho constitucional, no procedería la acción
de amparo.
Ello, sin embargo, no estaría conforme con la protección
constitucional de los derechos fundamentales regulada en la
Constitución y en la propia Ley Orgánica, pues llevaría a esta-
blecer una distinción no prevista ni en el artículo 49 del Texto
Fundamental, ni en los artículos 1º y 2º de la Ley Orgánica.
Además, el supuesto de la excepción, en realidad nunca se
podría dar, pues ningún Tribunal de la República podría tener
competencia para lesionar derecho constitucionales, es decir,
para vulnerar ilegítimamente dichos derechos.
En efecto, los derechos constitucionales están sometidos a
múltiples limitaciones constitucionales y legales, muchas de las
cuales pueden ser impuestas legítimamente por decisiones ju-
diciales. Por ejemplo, judicialmente puede imponerse la pena
de privación de la libertad en los casos y con las formalidades
establecidas en los Códigos Penal y de Enjuiciamiento Crimi-
nal. Contra esa limitación a la libertad personal no procedería
una acción de amparo, y sólo ésta podría intentarse si la priva-
ción de la libertad se hace en forma ilegítima.
Ahora bien, ningún tribunal puede tener competencia para
limitar ilegítimamente (lesión) un derecho constitucional, por
lo que siempre procedería la acción de amparo cuando la le-

633 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, p. 296.

446
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

sión al derecho la produzca una decisión judicial. Por tanto, la


aclaratoria que hace el artículo 4º de la Ley Orgánica de que la
acción de amparo contra decisiones judiciales sólo procede
cuando un tribunal lesiones un derecho “actuando fuera de su
competencia,” no tiene sentido alguno, pues en ningún caso
podría lesionarse el derecho “actuando dentro de su compe-
tencia” ya que ningún tribunal puede tener competencia para
producir dichas lesiones.
En consecuencia, cualquier resolución o sentencia dictada
por un Tribunal de la República que lesione un derecho consti-
tucional puede ser objeto de una acción de amparo, y nada au-
toriza a señalar que ésta no procedería contra las sentencias
que resuelvan una acción de amparo, sí éstas lesionan un dere-
cho constitucional.”634
Con posterioridad y conforme a este criterio, fue la Sala de Ca-
sación Civil de la antigua Corte Suprema de Justicia en sentencia
de 25 de enero de 1989 la que precisó el sentido que debía darse a
la expresión “competencia” en esta norma, así:
“No puede ser, pues, un problema de competencia en su
sentido procesal estricto, ya que éste surge por la circunstan-
cia de existir varios órganos jurisdiccionales y de división del
trabajo por razón del valor y del territorio.”
“Por eso, la competencia a que se refiere el artículo 4 es al-
go más trascendente y de fondo: dice relación con las atribu-
ciones judiciales y con la usurpación de funciones.”
“En consecuencia, el requisito que exige el artículo 4 de la
Ley Orgánica de Amparo no es de la mera incompetencia (por
la materia, valor o territorio), pues éste es asunto que, en la
mayoría de los casos, es de hecho y tiene el Código su meca-
nismo para hacerlo valer, por lo que obviamente, el que no lo
hizo, no puede usar la “incompetencia” para apoyar una ac-
ción de amparo constitucional, ya que sería tanto como derogar
reglas expresas precisas del procedimiento.”

634 Véase Allan R. Brewer-Carías, “El problema del amparo contra sentencias o
de cómo la Sala de Casación Civil remedia arbitrariedades judiciales” en Re-
vista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p.
164.

447
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“De ahí que esta “incompetencia” se acerque más bien al


aspecto constitucional de la función pública, definida en los ar-
tículos 117, 118 y 119 de la Constitución: las atribuciones del
Poder Público se hallan establecidas en la propia Constitución
y en las leyes; cada rama del Poder Público tiene sus funciones
propias; y toda autoridad usurpada es nula.”635
En el mismo año 1989, la Sala Político-Administrativa de la
Corte, en sentencia de 12 de diciembre de 1989 (Caso El Crack C.A.),
por su parte, precisó el sentido de esta expresión “actuando fuera
de su competencia,” estableciendo lo siguiente:
“... ya que pareciera que los tribunales que actúan dentro
de su competencia pueden lesionar o vulnerar los derechos y
garantías constitucionales, y las actuaciones que perturban di-
chos derechos no pueden ser impugnadas por vía de amparo;
es evidente que ningún tribunal de la República tiene compe-
tencia para vulnerar o lesionar derechos y garantías constitu-
cionales u ordenar actos que los lesionan.
En virtud de ello, se hace imperativo concluir que la pala-
bra “competencia” no tiene el sentido procesal estricto como
un requisito del artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, por cuanto no se refiere
sólo a la incompetencia por la materia, valor o territorio, sino
también corresponde a los conceptos de abuso de poder o ex-
tralimitación de atribuciones y, en consecuencia, esa actuación
lesione o vulnere derechos o garantías constitucionales.
En efecto, el juez, aun actuando dentro de su competencia,
entendida ésta en el sentido procesal estricto, puede hacer uso
indebido de las facultades que le están atribuidas para fines to-
talmente distintos al que se le confirió, o actuar haciendo uso
indebido de ese poder, independientemente del fin logrado, y
dicte una resolución o sentencia y ordene un acto que lesione
un derecho constitucional (omissis).
En definitiva, la acción de amparo contra resoluciones o
sentencias judiciales procedería cuando el Tribunal usurpa

635 Citada en sentencia de la misma Sala de Casación Civil de 5-12-90 (consulta-


da en original, caso José Díaz Aquino); y de 14-12-94 (consultada en original,
caso Cimarrón)

448
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

funciones, ejerciendo unas que no le son conferidas o hace uso


indebido de las funciones que le han sido atribuidas, lesionan-
do con su actuación derechos o garantías constitucionales.”636
De acuerdo con esta doctrina, y dada la garantía de la cosa juz-
gada que protege a las decisiones judiciales, no basta para que sea
procedente una acción de amparo contra sentencias que el accio-
nante sólo señale que la sentencia le fue adversa, sino que debe
alegar abuso o exceso de poder del juez, como forma de incompe-
tencia637.
El tema, particularmente en relación a la garantía de la cosa
juzgada fue objeto de consideración detallada y particular por la
Sala de Casación Civil de la antigua Corte Suprema de Justicia en
sentencia de 5 de diciembre de 1990 al analizar el artículo 4º de la
Ley Orgánica, señalando que:
“su justificación reside en la defensa del principio de la co-
sa juzgada, en particular, y de la seguridad jurídica, en general,
el cual, como lo hace ver el recurrente, tiene rango constitucio-
nal, pues el ordinal 8° del artículo 60 establece que nadie podrá
ser sometido a juicio por los mismos hechos en virtud de los
cuales hubiese sido juzgado anteriormente.
La necesidad de salvaguardar un principio de superior
rango, que constituye presupuesto necesario del Estado de De-
recho, condujo al legislador a establecer la exigencia del juez
actuando fuera de sus funciones, para la procedencia del am-
paro contra decisiones judiciales, como excepción a la inmuta-
bilidad de las decisiones judiciales que hubiesen alcanzado
firmeza, porque establece la Constitución en sus artículos 117 y
119 que ésta y las leyes definen las atribuciones del Poder Pú-
blico, y a ellas debe sujetarse su ejercicio, sancionando con la
nulidad las actuaciones realizadas en usurpación de autoridad.

636 Véase en Revista de Derecho Público, N° 41, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, pp. 110-111. En igual sentido se destacan las sentencias de la
misma Sala Político Administrativa de 27-6-90, 4-7-90, 7-8-90, 5-12-90 y
31-5-91, citadas en Revista de Derecho Público, N° 46, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1991, p. 132. Igualmente, sentencia de 4-2-93, Revista de Derecho
Público Nos. 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 276.
637 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia -SPA, 31-5-91, Revista de Derecho
Público, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, Nº 46, p. 132.

449
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Antes de la promulgación de la Ley de Amparo sobre De-


rechos y Garantías Constitucionales, la Sala Político-Adminis-
trativa de esta Corte, en sentencia de fecha 5-6-86, bajo ponen-
cia del Magistrado Dr. René De Sola, estableció que:
“Si bien la doctrina admite que el recurso de amparo pue-
de intentarse contra decisiones judiciales, existe consenso en
estimar que aquél sólo procedería en casos extremos. Tal
cuando un tribunal incurriere en usurpación de autoridad
(Art. 119 de la Constitución), dictando algún acto de natura-
leza administrativa o legislativa en perjuicio de los derechos
o garantías constitucionales de una persona. Asimismo, aun
actuando dentro de su competencia —administrar justicia—
dictare decisión que en forma manifiesta viole alguno de es-
tos mismos derechos o garantías, por ejemplo, condenando
un reo a la pena de muerte. . . “
La Ley, en su artículo 4 parece acoger uno solo de los su-
puestos: el juez que actuando fuera de su competencia, infringe
disposiciones constitucionales; y una interpretación literal de la
norma conduce a pensar que la infracción de un derecho o ga-
rantía constitucional por un juez que, en principio, estaba ac-
tuando dentro de sus funciones judiciales, no podría, en nin-
gún caso, ser resuelta por un amparo autónomo, siendo la úni-
ca vía abierta al agraviado el procedimiento establecido en el
numeral 5 del artículo 6 de la Ley de Amparo —protección del
derecho o garantía vulnerado dentro del recurso procesal pre-
existente—; empero considera la Sala que el planteamiento ne-
cesita de un examen más atento...
. . . Nos preguntaríamos, entonces, si la omisión del Legis-
lador, de señalar como posible la procedencia del amparo en
estos casos extremos de actos lesivos de la conciencia jurídica,
cuando la decisión fuese dictada por un juez que, en princi-
pio, estuviese actuando dentro de los límites de su competen-
cia, conduce, necesariamente, a la inadmisibilidad del recur-
so. La respuesta debe ser negativa, pues, en estos casos, priva-
ría la entidad de los derechos infringidos sobre la necesidad
de preservar, en el caso concreto, la inmutabilidad de la cosa
juzgada, ello sin perjuicio de que la limitación se aplique a la
generalidad de los asuntos que se presenten ante esta Sala.
En materia de derechos constitucionales, y, por ende, de su
amparo, es necesario armonizar los derechos de quien solicita

450
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

el amparo con los derechos del señalado como agraviante, o, en


el caso del amparo contra decisiones judiciales, con los derechos de
la contraparte en el procedimiento en el cual se pronunció la
decisión recurrida, para determinar su rango frente al derecho
del otro, o frente a los derechos e intereses del resto d la comu-
nidad de justiciables. Al respecto basta recordar el expresivo
ejemplo que nos ofrece el filósofo contemporáneo Karl Popper,
del juez prudente, quien ante el alegato del matón que protes-
taba porque, siendo un ciudadano libre podía mover su puño
en la dirección que se le antojase, contestó: “La libertad de mo-
vimiento de tus puños está limitada por la posición de la nariz
de tu vecino.”
Resultaría, entonces, ilógico, y contrario a la Constitución,
decidir siempre en el terreno de las hipótesis, ante un fallo que
al resolver el amparo contra alguien, que a juicio del solicitante
perturba su tranquilidad y vida privada, le prohibiese residir
en la ciudad, que el amparo luego solicitado contra la primera
sentencia resulta inadmisible por haber transcurrido más de
seis meses desde su notificación, o porque el juez hubiese ac-
tuado en ejercicio de sus funciones judiciales. Esto, no sólo por
el superior grado del derecho a la libertad, sino porque no
puede el juez constitucional, al restablecer la situación jurídica
infringida, vulnerar los derechos constitucionales del señalado
como agraviante (omissis)
Como ya se señaló, la seguridad jurídica —principio que
subyace en la disposición del artículo 4 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales— consti-
tuye fundamento mismo del Estado de Derecho; empero, sería
contrario al propósito del legislador de salvaguardar dicha se-
guridad, al establecer la limitación en comento, considerar que
ella constituye un obstáculo para la admisión de un amparo
contra una decisión que, si bien ha sido pronunciada por un
juez que actúa dentro de sus funciones judiciales, vulnera la
cosa juzgada que emana de una sentencia anterior, o de cual-
quier modo contra lo decidido en ella; o ha sido tomada luego
de un procedimiento en el cual la parte que luego solicita el
amparo, no contó con las debidas oportunidades para ejercer la
defensa de sus derechos, o de alguna otra manera se vulneró la
garantía del debido proceso.

451
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Recapitulado, y sin pretender la Sala establecer una enu-


meración casuística, que constituya una especie de “doctrina
inmutable” acerca de cuál derecho debe prevaler, pues en cada
caso concreto deberá decidirse al respecto, de acuerdo a sus ca-
racterísticas propias y al entorno social en el momento dado,
considera que puede intentarse y ser admitido el recurso autónomo de
amparo contra decisiones judiciales cuando:
1. El juez actuando fuera de su competencia, entendida ésta
en el sentido de la jurisprudencia transcrita, vulnera una ga-
rantía o derecho de rango constitucional;
2. La decisión constituya un acto lesivo a la conciencia jurí-
dica, al infringir en forma flagrante, por ejemplo, los dere-
chos individuales que no pueden ser renunciados por el afec-
tado; o
3. El fallo vulnere el principio de seguridad jurídica, pro-
veyendo contra la cosa juzgada, o fuese proferido en un pro-
ceso donde evidentemente no se hubiese garantizado al soli-
citante del amparo las debidas oportunidades de defensa, o
se hubiese irrespetado de alguna otra manera la garantía del
debido proceso.638
Por su parte, la Sala Político-Administrativa de la antigua Cor-
te Suprema en sentencia de 3 de julio de 1990, señaló en torno a
esto, lo siguiente:
“para que un tribunal pueda violar manifiestamente el de-
recho a la defensa tendría que negar un medio defensivo o de-
terminado derecho a las partes, por su sola condición, raza,
origen o religión; o exigir de éstas un requisito, verbi gratia, el
pago de una caución, que la ley no prevé, para que pueda ejer-
cerlos válidamente. O también cuando por alguna razón no
contemplada legalmente, se impida a las partes actuar en juicio
para defenderse como sería el no ordenar su citación o su noti-
ficación, cuando proceda, por causas o motivos que los propios
jueces arbitren o inventen, de manera de hacerles perder los re-
cursos u oportunidades que les corresponde. En estos supues-
tos extremos, por exceder los jueces sus competencias procesa-

638 Véase Caso José Díaz Aquino, (consultada en original). Citada también en
sentencia de 14-12-94 de la misma Sala de Casación (consultada en original,
Caso Cimarrón).

452
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

les se estarían de una manera directa, flagrante, manifiesta y


hasta extravagante, violando directamente el derecho constitu-
cional a la defensa, al crear limitaciones y restricciones que las
leyes no contemplan.” 639
La Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, en una
sentencia de 9-9-93, también señaló la relación entre la importancia
de la cosa juzgada y la procedencia de la acción de amparo, la cual
nunca puede constituirse en una tercera instancia, en la cual preci-
só lo siguiente:
“(la sentencia) es en efecto, el producto del ejercicio de la
función jurisdiccional, uno de cuyos propósitos es el de poner
fin, de manera definitiva, a los conflictos intersubjetivos de in-
tereses surgidos en la sociedad; es por ello que uno de los atri-
butos propios de la sentencias —una vez cumplidas las dife-
rentes etapas y actuaciones en que las partes tuvieron oportu-
nidad de alegar y probar cuanto creyeron conveniente, en apo-
yo de sus respectivas posiciones— es el de la cosa juzgada, que
impide el replanteamiento indefinido del mismo asunto.
En atención a esa vocación de la definitividad que tienen
las decisiones emanadas de los tribunales y a las suficientes ga-
rantías que ofrecen a las partes en conflicto los procedimientos
judiciales, el amparo contra las sentencias debe estar sometido
a estrictos requisitos, tendentes a impedir que, so pretexto de
solicitar amparo de derechos constitucionales pretendidamente
violados, se esté intentando realmente reabrir indefinidamente
los asuntos ya judicialmente decididos e impugnar sentencias
por vías diferentes o adicionales a los recursos que el propio
ordenamiento jurídico-procesal ofrece para ello. Es razonable,
por tanto, que se exija —como requisito de procedencia del
amparo contra sentencias— el que la conducta del juez accio-
nado constituya un abuso de poder o una grave usurpación o
extralimitación de funciones, que lesione simultáneamente un
derecho constitucional. En cambio, no podría proceder el am-
paro cuando el juez haya actuado dentro de los límites de su
oficio, sólo que el accionante no está de acuerdo con los crite-
rios jurídicos utilizados por aquél al adoptar su decisión...

639 Véase sentencia de 3-7-90, caso Baker Well Services International citada en sen-
tencia de 6-10-92, caso Lácteos de Venezuela C.A., Revista de Derecho Público, Nº
52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 186. También citada pero
con fecha 27-6-90, en sentencia de 4-2-93, Revista de Derecho Público, N° 53-54,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 277.

453
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

... A este último no le imputa el accionante ninguna con-


ducta constitutiva de abuso de poder o de una grave usurpa-
ción o extralimitación de funciones, violatoria de sus derechos
constitucionales; la lesión a su derecho a la defensa en el juicio
desarrollado no deriva, según su denuncia, de que se le haya
impedido realizar un acto al que tuviera derecho, o que de al-
guna manera el Juez le hubiera impedido presentar sus alega-
tos o sus probanzas. Por el contrario, se limita a replantear,
prácticamente en los mismos términos en que lo hizo ante los
tribunales competentes, su pretensión de que la negativa del
derecho de preferencia dictada en 1984 sea anulada, con el pre-
texto de que el Concejo Municipal dictó una nueva decisión
en 1989, que, a su juicio, reabrió los lapsos de impugnación,
pretensión que, a su vez, fue juzgada improcedente por los
jueces, con base en las razones que expusieron en sus respec-
tivos fallos.
Ante tal planteamiento, esta Corte estima que, en tanto que
juez de amparo, no puede constituirse en una suerte de tercera
instancia, que daría lugar eventualmente a una cuarta, por vía
de la apelación del fallo que se dicte en este caso. Por consi-
guiente, al observar que la conducta denunciada por el accio-
nante no constituye en modo alguno un abuso de poder o una
extralimitación o usurpación de funciones de tal naturaleza que
pudieran hacer decir que el juez obró “fuera de su competen-
cia,” lesionando un derecho constitucional al accionante, debe
esta Corte declarar improcedente el amparo solicitado, por apli-
cación de lo dispuesto en el artículo 4 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.”640
Por otra parte, la Corte Primera también consideró que no son
procedentes, en principio, las pretensiones de amparo contra sen-
tencias que puedan ser objeto de apelación en ambos efectos; ex-
cepto en los casos en los que la actividad procesal pueda perjudicar
a terceros, en tanto que éstos no hayan tenido la posibilidad real de
acceso al proceso y no hayan ejercido efectivamente su derecho a la
defensa.641

640 Véase en Revista de Derecho Público, N° 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, p. 297.
641 Véase sentencia Nº 1311 de 9–10–2000, (Caso: Ciruley J. González V. y otros
vs. Juzgado Superior Segundo en lo Civil y Contencioso Administrativo de la

454
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por otra parte, precisado lo anterior, en relación al amparo con-


tra sentencias y demás actos judiciales, otro aspecto que debe des-
tacarse es que la aplicación del artículo 4º de la Ley Orgánica de
Amparo sólo procede cuando el juez en concreto actúa en ejercicio
de funciones jurisdiccionales, en cuyo caso, el competente para
conocer de la acción es el Tribunal Superior al que emitió el pro-
nunciamiento. En cambio, en los supuestos en los cuales un juez
dicte un acto actuando en función administrativa (no jurisdiccio-
nal), por ejemplo, cuando actúa como registrador mercantil, la
competencia para conocer de la acción de amparo corresponde al
tribunal de primera instancia que lo sea en la materia afín con la
naturaleza del derecho violado.”642

B. El tema del amparo contra sentencias de amparo


El artículo 4º de la Ley Orgánica, al regular la posibilidad de
ejercicio de la acción de amparo contra sentencias, no estableció
ningún límite,643 por lo que evidentemente que una acción de am-
paro puede intentarse contra una sentencia dictada en un juicio de
amparo, siempre que en ésta el juez, actuando fuera de su compe-
tencia en el sentido antes indicado, lesione un derecho o garantía
constitucional.644
La duda, sin embargo, surgió apenas publicada la Ley Orgáni-
ca de Amparo en 1988 y desde el primer momento sostuvimos el
criterio de la procedencia de una acción de amparo contra una sen-
tencia dictada en un juicio de amparo.

Circunscripción Judicial de la Región Capital), en Revista de Derecho Público,


Nº 84, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 352.
642 Véase la sentencia de la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justi-
cia de 21-9-89, Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1989, pp. 92-93.
643 La Sala Constitucional, en cambio, ha establecido que sólo procede el ampa-
ro, conforme al artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo, contra las senten-
cias que dicten los tribunales en segundo grado de jurisdicción, cuando se
denuncien violaciones a derechos o garantías constitucionales no juzgadas en
cualquiera de las dos instancias. Véase sentencia Nº 127 de 6–2–2001 (Caso:
Licorería El Buchón, C.A. vs. Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil, Agrario y Tránsito de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar) en
Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
2001, p. 441.
644 Véase Allan R. Brewer Carías, “El problema del amparo contra sentencias... ,”
loc. cit., p. 164.

455
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En efecto, tal como está regulada la acción de amparo en la


Constitución y en la Ley Orgánica, la misma procede “contra cual-
quier hecho, acto u omisión provenientes de los órganos del Poder
Público Nacional, Estadal o Municipal”; y contra “el hecho, acto u
omisión originados por ciudadanos, personas jurídicas, grupos u
organizaciones privadas, que hayan violado, violen o amenacen
violar cualquiera de las garantías o derechos constitucionales (Art.
2). Por tanto, sin la menor duda, la acción de amparo procede con-
tra toda decisión judicial que viole o amenace violar un derecho o
garantía constitucional, así se trate de una decisión judicial dictada
con motivo del ejercicio, a su vez, de una acción de amparo. Esto lo
sostuvimos en 1988, apenas la Ley Orgánica entró en vigencia, se-
ñalando que:
“la sentencia que se dicte en un juicio de amparo puede le-
sionar, por ejemplo, el derecho a la defensa, u otro derecho
constitucional en forma ilegítima. En este caso, lo lógico sería
que se formulara la pretensión de amparo junto con la apela-
ción. Sin embargo, nada dice la Ley al respecto, por lo que sólo
una interpretación jurisprudencial definitiva podría exigir que
el derecho de amparo se ejerza con los medios judiciales ordi-
narios. Además, en los casos en que no haya apelación, nada
autorizaría a considerar improcedente la acción de amparo
contra la sentencia que lesione un derecho constitucional.
En consecuencia, en nuestra opinión, de acuerdo con lo es-
tablecido en los artículos 1º y 2º de la Ley Orgánica, si una sen-
tencia dictada por un Juez viola un derecho constitucional (le-
sión ilegítima), contra la misma procede el ejercicio de la acción
de amparo, aun cuando la sentencia hubiera sido dictada con
ocasión de la decisión de un juicio de amparo.”645
Sin embargo, ese no había sido el criterio de la antigua Corte
Suprema de Justicia antes de la sanción de la Ley Orgánica. En
efecto, en sentencia de 10 de noviembre de 1986, la Sala Político
Administrativa de la antigua Corte Suprema de Justicia estableció
su criterio de que:
“a falta de norma expresa que lo permita, es inadmisible
“un recurso de amparo contra lo decidido en otro recurso de
amparo,” porque de aceptarse esa posibilidad resultaría una

645 Véase Allan R. Brewer Carías, “El problema del amparo contra sentencias... ,”
loc. cit., p. 164.

456
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“acción judicial” ad perpetuam, lo que es ilógico y contrario al


principio de que toda cuestión o controversia judicial no pue-
de, una vez finalizada, reabrirse salvo por causa de invalida-
ción” (Caso Centralarm, C.A.).646
Pero, luego de la vigencia de la Ley Orgánica este criterio tuvo
que revisarse. En primer lugar, porque la ley previó una norma
expresa que permite el ejercicio de la acción de amparo contra sen-
tencias, sin distingo alguno respecto de si se trata de sentencias
dictadas o no en un procedimiento de amparo. Y en segundo lugar,
porque el planteamiento que hizo la Sala no se ajusta a la naturale-
za de la acción de amparo contra sentencias, la cual no implica re-
abrir el proceso decidido.
En efecto, cuando se ejerce una acción de amparo contra una
sentencia dictada en un juicio de amparo, ella debe estar motivada
por el hecho de que la sentencia atacada, en sí misma, e indepen-
dientemente del fondo de la causa decidida, lesiona ilegítimamente
un derecho constitucional. Cuando se ejerce la acción de amparo en
estos casos, por tanto, en realidad no se busca “reabrir” una con-
troversia judicial ya decidida y finalizada. El juez de amparo contra
sentencias no puede “reabrir” el proceso decidido en la sentencia,
sino que limita su actuación a juzgar si la sentencia, en sí misma,
viola ilegítimamente un derecho constitucional a objeto de ordenar
el inmediato restablecimiento de la situación jurídica lesionada por
la decisión judicial. Por tanto, en estos casos, nunca se daría el su-
puesto de acción judicial ad perpetuam que mencionaba la Sala, pues
ello sería contrario a la protección constitucional regulada en la
propia Ley Orgánica de amparo.
Discrepamos, por tanto, de la tesis que reafirmó el Magistrado
René Plaz Bruzual en un voto Salvado a la sentencia de la Sala de
Casación Civil de 5 de mayo de 1988, en el sentido de que en el su-
puesto establecido en el artículo 4° de la Ley Orgánica de Amparo
de Amparo contra decisiones judiciales, en ellas no pueden incluir-
se “las sentencias de amparo, en vista de que tanto la doctrina co-
mo la Ley no admiten la acción de amparo contra una decisión de
amparo por la razón de que la acción resultaría ad perpetuam,647 lo
cual como hemos señalado, no es necesariamente cierto.

646 Véase la cita en Idem., p. 166.


647 Idem. p. 165.

457
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Ahora bien, la Ley Orgánica (art. 6.8) en realidad, lo que esta-


blece es una causal de inadmisibilidad de la acción de amparo para
el caso de que “esté pendiente una acción de amparo ejercida ante
un tribunal en relación con los mismos hechos en que se hubiese
fundamentado la acción propuesta,” lo que, por sí sola, nada tiene
que ver con la figura de la acción de amparo contra una sentencia
dictada en un juicio de amparo, que por estar ya dictada, no estaba
“pendiente” de decisión, como lo señala la norma. Además la ac-
ción de amparo contra una decisión de amparo se ejerce fundamen-
tándose en que esta sentencia de amparo, en si misma viola un dere-
cho fundamental, por lo que no se ejerce en ningún caso, en rela-
ción con los mismos hechos en que se hubiesen fundamentado la
acción original.648
Esto lo precisamos, también en 1988, al comentar otra sentencia
de la Sala de Casación Civil de 22 de septiembre de 1988 dictada
con motivo de una acción de amparo interpuesta contra una sen-
tencia de un Tribunal Superior que declaró sin lugar, en segunda
instancia, una acción de amparo, en la que declaró inadmisible di-
cha acción, pura y simplemente, por considerar que de aceptarse la
posibilidad de una acción de amparo contra una sentencia de am-
paro de segunda instancia, ello conduciría a “una acción judicial ad
perpetuam” lo que sería contrario al principio de la doble instancia y
de la firmeza de las decisiones judiciales.
Señaló el Magistrado Plaz Bruzual en apoyo de su tesis, que és-
ta fue consagrada en la sentencia de la Sala Político-Administrativa
de 10 de noviembre de 1986, ya citada anteriormente, y que fue
dictada antes de la entrada en vigencia de la Ley; y agregó que el
criterio fue supuestamente consagrado en el ordinal 8º del artículo
6° de la ley Orgánica de Amparo.
La Sala de Casación Civil, fundamentó su decisión en la forma
siguiente:
“A juicio de este Supremo Tribunal, es inadmisible, por
improcedente, la proposición de un recurso de amparo contra
lo decidido en otro recurso de amparo porque “de aceptarse
esa posibilidad, resultaría una acción judicial ad perpetuam, lo
que es ilógico y contrario al principio de que toda cuestión o
controversia judicial no puede, una vez finalizada reabrirse,

648 Idem. p. 166.

458
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

salvo por causa de invalidación.” Esta tesis tomada de la sen-


tencia dictada por la Sala Político Administrativa de la Corte
Suprema de Justicia el 10 de noviembre de 1986 y que ahora se
reitera, es totalmente aplicable al presente caso, por todo lo
cual se declara inadmisible el escrito presentado por los postu-
lantes el 14 de abril de 1988.”649
Como hemos señalado, la doctrina contenida en esta decisión,
por su generalidad, es contraria al espíritu del artículo 49 de la
Constitución y al texto de la Ley Orgánica de Amparo, pues si bien
es cierto que en algunos casos, a través de una acción de amparo
contra una sentencia de amparo de segunda instancia, el recurrente
podría pretender abrir el proceso en una especie de tercera instan-
cia, en otros casos puede tratarse de que la sentencia de amparo, en
segunda instancia, independientemente del fondo de la cuestión
debatida, haya en sí misma violado un derecho fundamental, en
cuyo caso sí debe proceder la acción de amparo contra la misma.
La generalización que hizo la Sala de Casación Civil, sin embargo,
conducía a la absurda conclusión de que si una sentencia dictada
en segunda instancia, como culminación de un juicio de amparo,
en sí misma e independientemente del fondo debatido, vulneraba
un derecho constitucional, entonces no podía ser objeto de protec-
ción constitucional. Esta interpretación, por supuesto, era y es con-
traria al propio artículo 49 de la Constitución.
Para ilustrar nuestra posición en 1988 señalábamos un ejemplo
relativamente simple:
“Un particular intenta una acción de amparo contra una
conducta de una autoridad pública que estima viola un dere-
cho constitucional del accionante, no enumerado en la Consti-
tución, pero inherente a la persona humana, y por tanto, prote-
gible conforme al artículo 50 de la Constitución.
Al final del proceso, el juez de segunda instancia concluye
declarando sin lugar el amparo solicitado, por considerar que
el derecho que se dice violado no es un derecho o garantía
constitucional, y por tanto, no es amparable conforme al artícu-
lo 49 de la Constitución a través del ejercicio de la acción de
amparo regulada en la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales.

649 Véase la referencia en Allan R. Brewer-Carías, “El recurso de amparo contra


sentencias de amparo dictadas en segunda instancia,” Revista de Derecho Pú-
blico, Nº 36, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 169.

459
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En ese caso, independientemente del fondo del asunto que


hubiera podido plantearse (si hubo o no violación de un dere-
cho) lo que decidiría el Tribunal de Segunda Instancia es que el
derecho alegado no era amparable, por lo que declararía sin
lugar la acción. En ese caso, es indudable que si el derecho ale-
gado era, en efecto, un derecho constitucional, la sentencia de
segunda instancia, al no otorgarle a dicho derecho rango cons-
titucional, per se violaría el derecho el accionante a ser ampa-
rado que garantiza el artículo 49 de la Constitución, y sería por
tal motivo, objeto de un recurso de amparo, por ante la Corte
Suprema de Justicia.
En este caso, en nuestro criterio, es evidente la procedencia
y admisibilidad del recurso de amparo, pues con el mismo ni
se pretende violentar el principio de la doble instancia, ni se
pretende prolongar un juicio ad perpetuam. Con un recurso de
amparo, en ese supuesto, no se perseguiría reabrir ante la Corte
Suprema, un proceso concluido con la sentencia objeto del re-
curso, sino que lo que se perseguiría es que la Corte ampare al
recurrente, en su derecho a ser amparado constitucionalmente por
las violaciones a su derecho constitucional, el cual ha sido des-
conocido y violado por el Juzgado Superior”650.
En todo caso, como hemos dicho, cuando se ejerce una acción
de amparo contra una sentencia de segunda instancia dictada en
un juicio de amparo, dicha acción debe estar motivada por el hecho
de que la sentencia atacada. en sí misma, e independientemente de fondo
de la causa decidida, lesiona ilegítimamente un derecho constitucional.
Cuando se ejerce la acción de amparo en estos casos, por tanto, en
realidad no se busca “reabrir” una controversia judicial ya decidida
y finalizada. El juez de amparo contra sentencias no puede “re-
abrir” el proceso decidido en la sentencia, sino que limita su actua-
ción a juzgar si la sentencia, en si misma, violó ilegítimamente un dere-
cho constitucional a objeto de ordenar el inmediato restablecimiento
de la situación jurídica lesionada por la decisión judicial. Por tanto,
en estos casos, nunca se daría el supuesto de acción judicial ad per-
petuam que menciona la Sala, pues ello sería contrario a la protec-
ción constitucional regulada en la propia Ley Orgánica de Amparo.
Como se ha dicho, la acción de amparo, contra una decisión de
amparo, se ejerce fundamentándose en que esta sentencia de am-

650 Idem., p. 171.

460
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

paro en si misma, viola un derecho fundamental, por lo que no se


ejerce en ningún caso, en relación con los mismos hechos en que se
hubiese fundamentado la acción original.651
En 1990, sin embargo, la duda jurisprudencial fue totalmente
disipada. En sentencia de 14-2-90, la Sala Político Administrativa
precisó, al comentar el artículo 4° de la Ley Orgánica, que:
“entre las decisiones judiciales enunciadas, cabría también
incluir las sentencias de amparo, puesto que éstas son provi-
dencias judiciales dictadas por tribunales de la República (Art.
49 de la Constitución) y, además, porque de la norma transcrita
no se deduce que se prohíban estas acciones en contra de deci-
siones judiciales en materia de amparo constitucional.”652
Y por su parte, la Sala de Casación Civil de la antigua Corte
Suprema de Justicia en sentencia de 8-12-95 (Caso Mavesa), señaló lo
siguiente:
“Esta Sala, en jurisprudencia ya reiterada, ha admitido la
posibilidad de interponer una acción de amparo contra una de-
cisión judicial pronunciada en un procedimiento de amparo
constitucional, siempre que concurran ciertos extremos o re-
quisitos: a) que se haya satisfecho el principio de la doble ins-
tancia; b) que los hechos concretos causantes de la violación
constitucional sean distintos de los revisados en el primer am-
paro, sin importar que se refiera al mismo o diferente derecho
constitucional; y c) que el Tribunal haya incurrido en los su-
puestos de hecho que exige el artículo 4° de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales (Senten-
cia 18-11-92, caso C.V.G. Internacional, C.A.).
Ya observó esta Sala de la antigua Corte Suprema en anteriores
fallos que el juez, al pretender amparar los derechos de un ciuda-
dano, no puede infringir los derechos individuales de su contrapar-
te; de allí la posibilidad de interponer un amparo contra una deci-
sión judicial que resuelva en forma definitiva un amparo constitu-
cional, siempre que no se pretenda con ello revisar nuevamente la

651 Idem., p. 171.


652 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 41, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1990, p. 113 En igual sentido, sentencia Corte Primera de lo Conten-
cioso Administrativo de 16-9-92, Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 174

461
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

materia objeto del anterior amparo. Esto es, que no se vuelva a re-
solver sobre el mismo agravio a los mismos derechos subjetivos de
carácter constitucional, sobre los cuales recayó sentencia.”653
En esta materia, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo,
sin embargo, ha excluido la acción de amparo contra sentencias
que agotan la doble instancia en materia de amparo (apelación o
consulta obligatoria),654 aún cuando ha aclarado que queda a salvo
el caso de que ella contenga un agravio constitucional nuevo y dis-
tinto de los ya conocidos y resueltos, o que la Sala decida ejercer al
respecto la potestad extraordinaria de revisión.655
En relación con las partes en el proceso, debe señalarse que
conforme a la doctrina de la Sala Constitucional, “la acción de am-
paro contra decisiones judiciales no procede contra el Juez que dic-
tó la decisión sino contra la decisión en sí misma,” en el sentido de
que el Juez no es el legitimado pasivo en el procedimiento de am-
paro, siendo el fallo, en si mismo, “el presunto trasgresor de un
derecho o garantía constitucional.” Por ello es que se ha considera-
do que no es necesaria la presencia del Juez para defender o infor-
mar sobre la decisión tomada, de manera que según lo resuelto por
la misma Sala en su sentencia de 1° de febrero de 2000 (Caso: José
A. Mejías y otros), “la ausencia del juez a la audiencia oral no signi-
fica aceptación de la pretensión de amparo.”656
En esos casos de amparo contra decisiones judiciales, conforme
a la doctrina de la misma Sala Constitucional, la contraparte del

653 Consultada en original.


654 Véase sentencia Nº 245 de 25–4–2000 (Caso: Fernando J. Roa R. vs. Juzgado
Segundo de Primera Instancia del Trabajo y Agrario de la Circunscripción
Judicial del Estado Táchira), en Revista de Derecho Público, Nº 82, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 478.
655 Véase sentencia Nº 335 de 4–5–2000 (Caso: Asociación Civil de Conductores
“Casanova Norte” vs. Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, Tránsito y
Trabajo, Menores y Estabilidad Laboral del Primer Circuito de la Circuns-
cripción Judicial del Estado Bolívar), en Revista de Derecho Público, Nº 82, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 481. Igualmente, sentencia Nº
341 de 10–5–2000 (Caso: Wilfredo J. Palacios vs. Sala N° 1 de la Corte de Ape-
laciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado
Carabobo), idem, p. 483.
656 Véase sentencia Nº 436 de 22–5–2000 (Caso: Foramer de Venezuela, C.A. vs.
Juzgado Tercero de Primera Instancia del Trabajo de la Circunscripción Judi-
cial del Estado Zulia), en Revista de Derecho Público, Nº 82, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 2000, p. 476.

462
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

accionante en amparo contra la omisión o decisión judicial agra-


viante es un tercero interesado; por lo que el solo hecho de demos-
trar su participación en dicho juicio, lo legitima para participar en
el proceso de amparo.657
Por último, debe hacerse mención a la llamada “acción de am-
paro sobrevenida,” como vía muy especial creada por el legislador
para permitir que se ventile en un juicio en curso y en el mismo
juicio, una denuncia de lesión constitucional acaecida durante su
curso, y que busca evitar la materialización o continuidad de los
efectos lesivos de un acto, surgido en el transcurso del proceso
principal, por lo que la misma necesariamente debe interponerse
dentro de dicho proceso y pierde su finalidad una vez que este ha
culminado.658
En estos casos, cuando las violaciones a los derechos y garan-
tías constitucionales surgen en el curso de un proceso debido a
actuaciones de las partes, de terceros, de auxiliares de justicia o de
funcionarios judiciales diferentes a los jueces, el amparo puede
interponerse ante el juez que esté conociendo la causa, quien lo
debe sustanciar y decidir en cuaderno separado. Sin embargo,
cuando se trate de una actuación del propio juez de la causa el am-
paro debe intentarse ante el tribunal superior.
II. LOS PRINCIPIOS DEL AMPARO EN EL DERECHO COM-
PARADO EN RELACIÓN CON LOS AGRAVIANTES Y LA
PROTECCIÓN CONTRA AUTORIDADES Y PARTICULA-
RES
En el derecho venezolano, como hemos indicado, conforme al
artículo 2 de la Ley Orgánica de Amparo identifica al agraviante en
la forma más general posible al precisar que las amenazas o viola-
ciones a los derechos que son amparables mediante la acción de
amparo pueden provenir de “órganos, entes y misiones que ejercen
el Poder Público; así como de las organizaciones del Poder Popular,

657 Véase sentencia Nº 628 de 27–6–2000 (Caso: Águilas del Zulia Baseball Club,
C.A. vs. Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la
Circunscripción Judicial del Estado Zulia), en Revista de Derecho Público, Nº
82, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 477.
658 Véase sentencia de la Sala Electoral Nº 115 de 6–8–2003 (Caso: Roberto S. Zara
M. y otros vs. Carlos J. Jiménez C.), en Revista de Derecho Público, Nº 93–96, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas, 2003, p. 542.

463
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

personas naturales y jurídicas o grupos u organizaciones de cual-


quier naturaleza.”
En este marco, la garantía de los derechos constitucionales im-
plica que el derecho de amparo o de protección de los mismos que
tiene toda persona, debe poder ejercerse sea quien fuere la persona
que produce la violación o el daño, siempre que el responsable,
persona o entidad pública o privada sea individualizable como
agraviante, de manera que incluso el resultado final pueda ser una
orden judicial “dirigida a un individuo claramente identificado y
no solo a la ciudadanía en general.”659 De allí que adjetivamente, el
proceso de amparo esté signado como principio por la característi-
ca de la bilateralidad, basada en la relación procesal que debe ser
establecida entre la parte agraviada y la agraviante, quien debe
participar también del proceso.660
Ahora bien, el carácter personalísimo de la acción de amparo
no sólo moldea la condición del agraviado, excepto en los casos de
intereses colectivos y difusos, sino también la del agraviante. Este
sólo puede ser la persona que ha originado la lesión o amenaza de
lesión al derecho del agraviado. La antigua Corte Suprema de Jus-
ticia, en Sala Político Administrativa lo puntualizó, en sentencia del
15 diciembre de 1992, al considerar que “debe existir una relación
directa, específica e indubitable entre la persona que solicita la pro-
tección de derechos fundamentales y la persona imputada de dar
origen al supuesto agente perturbador, quien viene a ser legitima-
do pasivo o el sujeto contra quien se deduce la pretensión en el
proceso judicial incoado.”661 En otras palabras, es necesario, para la
procedencia de la acción de amparo, que la persona señalada como
agraviante sea la que en definitiva originó la supuesta lesión. Para
ello, el artículo 20.2 de la Ley Orgánica, dentro de las condiciones
de la solicitud de la acción de amparo, incluye la exigencia de que
haya “suficiente señalamiento e identificación de la parte presun-

659 Véase Owen M. Fiss, The Civil Rights Injunction, Indiana University Press,
1978, p. 12.
660 Véase Corte Suprema de Justicia de Venezuela, Sala Político-Administrativa,
decisión del 16 de diciembre de 1.992, caso Haydée Casanova, en la Revista de
Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 139.
661 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 16–12–92 (Caso Haydée Casanova), Revista de Derecho Público, Nº
52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 139.

464
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tamente agraviante, si fuere posible, e indicación de la circunstan-


cia de localización.”
En relación con esto, tratándose de una persona natural, la
identificación y precisión del agraviante no presenta mayores difi-
cultades, siempre que la persona indicada sea la que en definitiva
originó la lesión o la amenaza de lesión al derecho del agraviado.
La acción de amparo también puede intentarse contra una persona
moral cuando ésta, actuando a través de sus órganos, es la causante
de la lesión.662
Por otra parte, en relación a las personas morales, la acción de
amparo podría intentarse contra el órgano de la misma o uno de
los órganos, si la lesión ha sido infringida por el mismo; e, incluso,
contra el o los titulares individualizados del órgano, si la o las per-
sonas naturales titulares del órgano pueden identificarse como
agraviante, con independencia del órgano en sí mismo.
Es decir, el agraviante tiene que ser el directo responsable de la
conducta que se imputa como violatoria de los derechos o garan-
tías constitucionales del agraviante;663 y de lo contrario, si se de-
nuncia a una persona como agraviante sin serlo, la acción de ampa-
ro debe ser declarada inadmisible.664
Ello implica que la acción de amparo en los casos de actuacio-
nes de la Administración Pública exige que se identifique al titular
del órgano que efectivamente produjo la lesión o amenaza de le-
sión de los derechos o garantías, es decir, al sujeto a quien se impu-
tan, que posee conocimiento directo y personal sobre los hechos.665

662 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 7–


9–89, Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1989, p. 108.
663 Véase sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de
12–5–88, Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1988, p. 113; y de 16–6–88, Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 138.
664 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativo de 22–11–93, Revista de Derecho Público, no 55–56, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1993, pp. 487–489.
665 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 16–
6–88, Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1988, p. 138.

465
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Pero el hecho de que se identifique, con precisión, al titular del


órgano que causó la lesión, no implica que la acción de amparo se
tenga que intentar contra dicho titular y no contra el órgano que
produjo la lesión.
En estos casos, podría cambiar el titular del órgano, es decir, el
funcionario, pero no por ello cambia la relación entre agraviado y
agraviante.666
En consecuencia, en los casos en que el agraviado señale en
forma precisa al funcionario público autor del agravio, es a éste y
sólo a éste, a quien le corresponde actuar en el proceso, sea cual
fuere su jerarquía, y en modo alguno puede actuar en el proceso ni
debe ser notificado a tal efecto, por ejemplo, ni el superior inmedia-
to o máximo titular jerárquico del órgano,667 ni el Procurador Gene-
ral de la República en caso de que se trate de un funcionario.668 En
cambio, si la acción de amparo se intenta, por ejemplo, contra un
Ministerio como órgano de la República, su actuación sí sería
imputable a la persona jurídica “República,” de la cual el Ministe-
rio es sólo un órgano, y en ese caso, el representante judicial de la
República, quien tendría que actuar en juicio, sería el Procurador
General de la República.669
Sin embargo, al contrario, cuando el amparo está dirigido con-
tra un órgano perfectamente individualizado de la Administración
Pública Nacional, y no contra la República, la representación de la
República, a través del Procurador General de la República, no

666 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 28–


9–93, Revista de Derecho Público, N° 55–56, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1993, p. 330.
667 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 12–
5–88, Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1988, p. 113.
668 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 16–3–89, Revista de Derecho Público, Nº 38, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1989, p. 110; sentencia de la Corte Primera de lo Conten-
cioso Administrativo de 7–9–89, Revista de Derecho Público, N° 40, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 107.
669 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 7–
9–89, Revista de Derecho Público, N° 40, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1989, p. 107.

466
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tiene relevancia alguna de carácter procesal.670 Es decir, cuando el


amparo está dirigido contra una autoridad administrativa, en cuyo
caso debe personalizarse un sujeto específico,671 por ejemplo, con-
tra un Ministro, los representantes de la Procuraduría General de la
República no pueden ejercer la representación del mismo en el jui-
cio de amparo.672 En esos casos en los cuales se intente la acción
de amparo contra un organismo administrativo, se debe indivi-
dualizar la acción en la persona de su titular o responsable para
ese momento, al cual debe notificarse y debe comparecer perso-
nalmente.673
Esta necesidad de individualizar al demandado en la deman-
da de acción de amparo, como se ha dicho, que deriva también del
carácter subjetivo o personal del amparo, también se exige en gene-
ral en todas las leyes de amparo latinoamericanas,674 lo que de
acuerdo con lo estipulado en algunas leyes, solo aplica, desde lue-
go, cuando dicha individualización es posible.675 Por eso y como
dispone el Código de Procedimiento Civil paraguayo, cuando la
identificación del demandado no sea posible, el juez, para garanti-

670 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 21–


11–90, Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1990, p. 148.
671 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 10–
10–90, Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1990, p. 142.
672 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 1–8–91, Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1991, p. 120; y de 15–12–92, Revista de Derecho Público,
Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 139; y véase sentencia
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 30–7–92, Revista de
Derecho Público, N° 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 164.
673 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 8–3–90, Revista de Derecho Público, Nº 42, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1990, p. 114; y sentencias de la Corte Primera de lo Conten-
cioso Administrativo de 21–11–90, Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, p. 148, y en FUNEDA, 15 años de Jurispru-
dencia, cit., p. 164 y de 14–7–88, FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 177.
674 Argentina, art. 6,b; Bolivia, 97,II; Colombia, art. 14; Costa Rica, art. 38; El
Salvador, art. 14,2; Guatemala art. 21,d; Honduras, art. 21; 49,4; México
116,III; 166,III; Nicaragua, art. 27,2; Panamá, art. 2619,2; Paraguay, art. 568,b;
Perú, art. 42,3; Venezuela art. 18,3
675 Argentina (art. 6,b); Colombia (art. 14); Nicaragua (arts. 25; 55) y Venezuela
(art. 18,3).

467
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

zar la relación procesal bilateral, deberá suplir los medios necesa-


rios para procurar determinarla (art. 569.b).
A este respecto, en particular cuando el agraviante no puede
ser determinado o localizado y como lo dispone la ley de amparo
uruguaya, el tribunal debe designar un defensor público que lo
represente en el caso.676
No obstante, en el proceso de amparo, más importante que el
autor del agravio, es la lesión infligida a los derechos constituciona-
les. De manera que cuando sea imposible para el demandante o el
juez identificar claramente al demandado, si el hecho o la acción que
causa el daño puede ser claramente determinada, aun sin la identifi-
cación del autor exacto que la ha producido, sea una autoridad, fun-
cionario público o un individuo, la queja constitucional puede pre-
sentarse y, eventualmente, la protección puede concederse.
Esta regla general ha sido desarrollada en la doctrina argenti-
na que precisa que “la acción de amparo tiende a enfocarse más
en el acto lesivo, y sólo accesoriamente en su autor,”677 de manera
que una vez que la lesión ha sido causada y el acto lesivo ha sido
determinado, el hecho de que su autor no ha sido identificado no
puede impedir la decisión reparadora del daño, “dado el hecho
de que la acción de amparo tiende más a restablecer el derecho
constitucional lesionado que individualizar el autor de la viola-
ción.”678
Sin embargo, este principio no quiere decir que el demandan-
te puede simplemente liberarse de su obligación de procurar la
identificación del autor del daño infligido a sus derechos, así que,

676 En Uruguay, la Ley de amparo al respecto expresamente prevé la posibilidad


de intentar la acción en casos urgentes, aun sin conocer con precisión la per-
sona responsable del daño, en cuyo caso, el tribunal debe publicar avisos ofi-
ciales para identificarla y, caso que no se presente, el tribunal deberá desig-
nar de oficio un defensor (art. 7).
677 Véase Alí Joaquín Salgado, Juicio de amparo y acción de inconstitucionalidad,
Astrea, Buenos Aires, 1987, p. 92
678 Véase José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, La Ley, Buenos Aires, 1987, p.
274. Es por esto que, en el caso principal argentino de Ángel Siri (en el cual la
Corte Suprema en Argentina admitió la acción de amparo sin ninguna nor-
mativa legal al respecto), la corte protegió al propietario de un rotativo que
fue clausurado por el gobierno, aun cuando en el expediente no había evi-
dencia clara de cuál autoridad lo había clausurado ni los motivos de la deci-
sión. Idem, p. 276

468
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

como también se ha resuelto en Argentina, en los casos en los cua-


les no se individualice al agraviante, la demanda puede ser recha-
zada cuando se determine que lo que el demandante pretendía
era forzar al tribunal a hacer el trabajo que le correspondía a él.679
Aun así, dejando a un lado estas restricciones, el principio ge-
neral respecto de la demanda de amparo es que el demandante
debe hacer la individualización requerida del agraviante mediante
su identificación, sea persona humana o corporación, sea un fun-
cionario o entidad pública, siendo tal persona o entidad la parte
causante del daño o de la amenaza de violación de los derechos del
demandante.
En el caso de recursos de amparo intentados contra personas
jurídicas, entidades públicas o corporaciones, el libelo debe tam-
bién identificarlas con precisión y, asimismo, con mención, cuando
sea posible, de sus representantes. En estos casos de daños causa-
dos por entidades o corporaciones, la demanda puede ser intenta-
da directamente contra la persona natural que actúa en representa-
ción de la entidad o corporación, por ejemplo, el funcionario públi-
co; o directamente contra la entidad misma. En este último caso y
de acuerdo con la expresión utilizada en las injunctions de los dere-
chos civiles en los Estados Unidos, la demanda puede intentarse
contra “el cargo en lugar de la persona.”680
Esto significa, lo que es regla en México, que en estos casos el
amparo se interpone contra la “autoridad responsable”; expresión
ésta concebida “con independencia de su naturaleza formal,” refe-
rida a “la que dicta, ordena, ejecuta o trata de ejecutar el acto que
crea, modifica o extingue situaciones jurídicas en forma unilateral y
obligatoria; u omita el acto que de realizarse crearía, modificaría o

679 Fue el caso, por ejemplo, decidido por la Corte Suprema de Justicia recha-
zando una acción de amparo que fue interpuesta por un ex-Presidente de la
República (caso Juan D. Perón) contra disposiciones del gobierno pidiendo
que se regresara el cuerpo de su difunta esposa. En ese caso, la corte suprema
dispuso acerca de la necesidad de una “mínima individualización del autor
del acto que origina la demanda” rechazando la acción de amparo por falta
de individualización mínima del demandado. La corte dedujo que lo que el
demandante buscaba era conseguir de los tribunales una orden para practi-
car las indagaciones necesarias con respecto al paradero del cuerpo. Véase
Fallos: 248–537, referido en José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, La Ley,
Buenos Aires, 1987, p. 275.
680 Véase Owen M. Fiss, The Civil Rights Injunction, Indiana University Press,
1978, p. 15.

469
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

extinguiría dichas situaciones jurídicas.” Por consiguiente, en caso


de recursos de amparo intentados contra entidades y corporacio-
nes, la persona natural que las representa puede cambiar (como
sucede comúnmente con las entidades públicas), circunstancia que
no afecta la relación bilateral entre las partes agraviantes y agra-
viadas.
Como se dijo antes, la demanda puede ser intentada también
contra la persona misma del representante de la entidad o corpora-
ción; por ejemplo, contra el funcionario público o el director o ge-
rente de la entidad, particularmente cuando el daño o la amenaza
ha sido provocada personalmente por él, con independencia de la
persona o entidad jurídica por quien actúa.681 En estos casos, cuan-
do por ejemplo el funcionario público responsable del daño puede
ser identificado con precisión como la parte agraviante, es solo éste,
personalmente quien debe actuar como demandado en el procedi-
miento, en cuyo caso no será necesario enviar notificación al supe-
rior jerárquico o al Procurador General de la república.682 En tales
casos, es la persona natural o funcionario público individualizado
quien debe actuar como la parte agraviante.683
Por el contrario, si la demanda es intentada, por ejemplo, con-
tra una entidad ministerial como un órgano de la administración
pública, en este caso el Procurador General, como representante del
Estado, es el órgano que debe actuar en el proceso como su repre-
sentante judicial. En otros casos, cuando la demanda de amparo es

681 En tales casos, cuando la acción es interpuesta contra funcionarios públicos,


como dispone el artículo 27 de la ley de amparo venezolana, el tribunal que
decide en el mérito debe notificar su decisión a la autoridad competente “a
fin de que resuelva sobre la procedencia o no de medida disciplinaria contra
el funcionario público culpable de la violación o de la amenaza contra el de-
recho o la garantía constitucionales.”
682 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo del 12-
5-1988 en Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1988, p. 113; sentencia de la Corte Suprema de Justicia en Sala Político
Administrativa de 16-3-1989, en Revista de Derecho Público, Nº 38, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 110; sentencia de la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo de 7.9.1989, en la Revista de Derecho Público, N°
40, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 107.
683 Véase sentencia de antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Político Admi-
nistrativa, de 8.3.1990, en la Revista de Derecho Público, Nº 42, Editorial Jurídi-
ca Venezolana, Caracas, 1990, p. 114; sentencia de la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo de 21-11-1990, en Revista de Derecho Público, Nº 44,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, p. 148.

470
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ejercida contra un órgano de la administración pública perfecta-


mente identificado e individualizado y no contra el Estado, el Pro-
curador General, como su representante judicial, no tiene necesa-
riamente una función procesal que desempeñar y no puede actuar
en su representación.684
III. EL DEMANDADO EN LA DEMANDA DE AMPARO: LAS
AUTORIDADES Y LOS PARTICULARES
El aspecto más importante en el proceso de amparo en Améri-
ca Latina respecto de la parte agraviante es que, con algunas ex-
cepciones, la demanda de amparo puede interponerse no solo
contra las autoridades públicas sino también contra los particula-
res. En otras palabras, este específico medio judicial de protección
está concebido para la protección de derechos y garantías consti-
tucionales contra los daños y amenazas de violación independien-
temente de su autor, que puede ser una entidad pública, cual-
quier autoridades, individuos particulares o compañas o corpora-
ciones privadas.
Es cierto que el procedimiento de amparo fue originalmente es-
tablecido para proteger a los particulares contra el Estado; como
era por ejemplo la tradición en el caso de México hasta 2013; pero
esa tendencia inicial incluso se había abandonado antes en muchos
países al admitir que el proceso de amparo para la protección de
los derechos constitucionales contra acciones de otros individuos.
Por ello, la situación actual es que en la mayoría de los países
latinoamericanos está aceptada la admisión de la demanda de am-
paro ejercida contra particulares, como es el caso en Argentina,
Bolivia, Chile, la República Dominicana, Paraguay, Perú, Venezue-
la y Uruguay, así como, aunque de manera más restringida, en
Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras y México.

684 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 10-


10-1990 en la Revista de Derecho Público, N° 44, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1990, p. 142; sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia en
Sala Político Administrativa de 1-8-1991, en Revista de Derecho Público, Nº 47,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, p. 120; sentencia de la. Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo de 30-7-1992, en Revista de Derecho
Público, N° 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 164; y senten-
cia de la antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Político Administrativa de
15-12-1992, en Revista de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1992, p. 13.

471
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En cambio, solo en una minoría de países latinoamericanos la de-


manda de amparo permanece exclusivamente como un medio tute-
lar contra las autoridades, como ocurre en Brasil, El Salvador, Pa-
namá, y Nicaragua. Este es el caso también en los Estados Unidos
donde las injunctions de los derechos civiles en materia de derechos
o garantías constitucionales685 pueden ser solamente admitidos
contra entidades públicas.686
1. El amparo contra las autoridades públicas: entidades pú-
blicas y funcionarios públicos
Como antes se dijo, en Latinoamérica, solamente en Brasil, El
Salvador, Panamá, y Nicaragua la demanda de amparo permane-
ce como un medio protector para ser intentado sólo contra el Es-
tado, es decir, contra entidades y funcionarios públicos. En cam-
bio, en los otros países, además de las entidades y funcionarios
públicos, la demanda de amparo puede interponerse contra parti-
culares también.
La primera situación había sido la de México desde el origen
de la acción de amparo cuando la Constitución la concibió para

685 En otras materias las injunctions pueden intentarse contra cualquier persona
como “altos funcionarios públicos o personas particulares.” Véase M. Glenn
Abernathy and Barbara A. Perry, Civil Liberties under the Constitution, Sixth
Edition, University of South Carolina Press, 1993, p. 8.
686 Como lo han explicado M. Glenn Abernathy y Barbara A. Perry: “Recursos
limitados contra las interferencias de los particulares a la libertad de decisión.
Otro problema en el esfuerzo del ciudadano para estar libre de restricciones
está en que muchos tipos de interferencias provenientes de personas particu-
lares no constituyen ilícitos sancionados por la ley. Los prejuicios personales
y la discriminación privada no ofrecen -en ausencia de previsiones legales
especificas- las bases para una intervención judicial en favor del agraviado.
Por ejemplo, si a alguien es negada la admisión a ser miembro de un club so-
cial solamente en razón de su raza, religión o afiliación política, éste puede
comprensiblemente dolerse por el rechazo pero los tribunales no podrán au-
xiliarlo (nuevamente, asumiendo que no existe ninguna disposición legal que
prohíba tales discriminaciones). Hay, entonces, muchos tipos de restricciones
a la libertad de decisión individual que están más allá de la autoridad de los
tribunales poderlas resolver o aliviar. Hay que tener en cuenta que la garan-
tía de los derechos en la Constitución de los Estados Unidos solo protege
contra la actuación gubernamental y no aplica a los abusos puramente priva-
dos, salvo por lo que respecta a la prohibición de la esclavitud de la XIII En-
mienda. Los recursos para los abusos personales deben buscarse entonces en
leyes especiales, el derecho común o las regulaciones administrativas u ofi-
ciales y en las sentencias.” Idem, p. 6.

472
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

proteger a los particulares contra los agravios de sus garantías


constitucionales cometidas por las “autoridades” (art. 103). A partir
de 2013, sin embargo, se admite la acción de amparo contra parti-
culares siempre que actúen como “autoridad responsable” (art.
I.III, único). Por tanto, en la acción de amparo mexicana, debe
siempre existir una “autoridad responsable”687 (o su equivalente);
requisito éste que ha sido desarrollado por la jurisprudencia con
respecto a los siguientes aspectos:
Primero, no todas las entidades públicas pueden ser considera-
das “autoridades,” sino solo aquellas que estén facultadas para
tomar decisiones e imponerlas y ejecutarlas a los particulares me-
diante el uso del poder público coactivo.688 De acuerdo con esta
doctrina, los tribunales han rechazado la acción de amparo contra
entidades públicas que han sido consideradas carentes de faculta-
des de decisión, como son aquellas de naturaleza consultiva.689 De
allí que, por ejemplo, muchas entidades descentralizadas como
Petróleos Mexicanos, la Comisión Nacional de Electricidad, el Defen-
sor de los Derechos Humanos de la UNAM y las universidades
autónomas fueron inicialmente excluidas de la categoría de “auto-

687 De acuerdo con ello, el artículo II,5 de Ley de amparo la que “con indepen-
dencia de su naturaleza formal, […] dicta, ordena, ejecuta o trata de ejecutar
el acto que crea, modifica o extingue situaciones jurídicas en forma unilateral
y obligatoria; u omita el acto que de realizarse crearía, modificaría o extingui-
ría dichas situaciones jurídicas.” En su versión inicial, esta norma se inter-
preto en el sentido que las autoridades no son solo aquellas superiores que
ordenan los actos, sino también aquellas subordinadas que las ejecutan o
procuran ejecutarlas; siendo el amparo admitido contra cualquiera de éstas.
Véase “Autoridades para efectos del juicio de amparo” (Apéndice al Semanario
Judicial de la Federación, 1917–1988, Segunda parte, Tesis 300, p. 519). Véase la
referencia en Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en
México y España. Estudio de derecho comparado, Editorial Porrúa, México 2002,
p. 254.
688 Como se definió en el caso Campos Otero Julia (1935), este término se en-
tiende como “un órgano del Estado, investido legalmente de la facultad de
decisión y del poder de mando necesario para imponer a los particulares sus
propias determinaciones, o las que emanen de algún otro órgano del mismo
Estado. .” Véase la referencia en Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción consti-
tucional de amparo en México y España. Estudio de derecho comparado, Editorial
Porrúa, México 2002, p. 253; y en Suprema Corte, Jurisprudencia de la Suprema
Corte, Tesis 179, II, 360. Véase la referencia en Richard D. Baker, Judicial Re-
view in México. A Study of the Amparo Suit, Texas University Press, Austin
1971, p. 94.
689 Idem, p. 95.

473
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ridades.”690 No obstante, la acción de amparo ha sido progresiva-


mente admitida contra algunas de esas entidades, basada en la po-
sible facultad de decisión en algunos casos particulares.691
Segundo, la jurisprudencia ha desarrollado la doctrina del fun-
cionario público de facto, en el sentido que aun si el agraviante no es
el legítimo titular del cargo público, el amparo debe ser admitido
cuando el daño ha sido causado por alguien que pretende ejercer
facultades públicas con el asentimiento de los ciudadanos, que por
ello se confían legítimamente a éste.
Tercero y respecto del concepto de autoridad en la demanda de
amparo, el demandante debe identificar a todos aquellos efectiva-
mente involucrados en la acción agraviante (quienes deben ser no-
tificados por el tribunal); y no solo aquellos que ordenaron la acti-
vidad impugnada, sino también aquellos que la han decidido y los
que la han ejecutado o aplicado.692
En contraste con la situación en México, en casi todos los países
latinoamericanos, el término “autoridad” ha sido interpretado en
sentido más amplio y como referido a cualquier entidad o funcio-
nario público, independientemente de sus poderes o funciones.
En Argentina, por ejemplo, como lo establece la Ley de ampa-
ro, la acción puede intentarse contra “todo acto u omisión de auto-

690 Véanse las referencias a las decisiones judiciales en Eduardo Ferrer Mac-
Gregor, La acción constitucional de amparo en México y España. Estudio de derecho
comparado, Editorial Porrúa, México 2002, pp. 255–256.
691 Idem, p. 257.
692 Como decidió la Corte Suprema: si la acción de amparo identifica la autori-
dad responsable como aquella que ha tomado la decisión o la ha ordenado,
pidiendo la suspensión de sus efectos sin identificar la autoridad que la ha
ejecutado, la suspensión no puede concederse ya que la ejecución se conside-
ra como consentida por el accionante. Por el contrario, si la demanda solo
menciona como autoridades responsables a aquellas quienes han ejecutado
las actuaciones sin identificar quienes las ordenaron, entonces, si bien es cier-
to que la suspensión puede otorgarse, el caso debe descontinuarse porque,
sin identificar al autor de las actuaciones, la situación debe considerarse co-
mo consentida por el accionante. Véase Jurisprudencia de la Corte Suprema
en “Actos Consumados. Suspensión improcedente” y “Actos derivados de
actos consentidos,” en el Apéndice al Semanario Judicial de la Federación, 1917-
1995, Primera Sala, Tesis 1090, p. 756; y Tribunal Pleno, Tesis 17, p. 12. Véan-
se las referencias en Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de
amparo en México y España. Estudio de derecho comparado, Editorial Porrúa, Mé-
xico 2002, p, 255, notes 450–451.

474
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ridad pública” (art. 1), teniendo el término “autoridad pública”693


un sentido amplio, incluyendo toda suerte de entidades o funcio-
narios públicos de todas las ramas de gobierno. Por consiguiente, a
pesar de algunas aisladas interpretaciones restrictivas,694 la tenden-
cia general en Argentina es entender “autoridad” en sentido am-
plio, incluyendo cualquier agente, empleado, funcionario público,
magistrado de gobierno o cualquier funcionario actuando en tal
condición, incluyendo individuos particulares cumpliendo funcio-
nes públicas, como los concesionarios de servicios públicos.695
En un sentido similar, en Bolivia, Colombia, El Salvador, Perú,
Nicaragua, Uruguay y Venezuela, por ejemplo, también en sentido
amplio, el término “autoridades públicas” se ha concebido con el
propósito de conceder la protección del amparo frente a cualquier
funcionario o entidad pública,696 “sea de la categoría que sea y sean
cuales sean las funciones que ejerza,” como se dispone en la ley
brasileña del mandado de segurança (art. 1). Por ello, algunas leyes de
amparo, para disipar cualquier duda, son enumerativas e incluyen
cualquier acto de cualquiera de las ramas del poder público e in-
cluyen entidades desconcentradas, descentralizadas o autónomas,
corporaciones municipales o aquellas financiadas con fondos pú-

693 Hay que decir que la expresión “autoridad pública” del artículo 1 de la ley de
amparo fue incluida debido a la intención del legislador de 1.964 de no regu-
lar el amparo contra particulares; lo que, sin embargo, ya estaba admitido
por la Corte Suprema y luego expresamente regulado por el Código de Pro-
cedimiento Civil.
694 En algunas ocasiones esta expresión ha sido interpretada también de modo
restrictivo como en México, refiriéndose solo a funcionarios públicos con im-
perium, esto es, aquellos con poder para ordenar y declarar actos obligatorios
y exigir el uso de la fuerza pública para ejecutarlos. Véase Néstor Pedro Sa-
güés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, Acción de amparo, Editorial Astrea,
Buenos Aires, 1988, pp. 91–93; Joaquín Brague Camazano, La Jurisdicción cons-
titucional de la libertad (Teoría general, Argentina, México, Corte Interamericana de
Derechos Humanos), Editorial Porrúa, México, 2005, p. 97. José Luis Lazzarini,
El juicio de amparo, Editorial La Ley, Buenos Aires, 1987, pp. 208–209.
695 En algunos casos se ha considerado incluso que las actuaciones de una
Asamblea Constituyente Provincial pueden ser impugnadas por vía de la ac-
ción de amparo. Véase Alí Joaquín Salgado, Juicio de amparo y acción de incons-
titucionalidad, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1987, pp. 24–25.
696 Bolivia (art. 94), Colombia (art. 1), El Salvador (art. 12), Perú (art. 2), Nicara-
gua (art. 3), Uruguay (art. 2) and Venezuela (art. 2).

475
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

blicos o aquellas operando por delegación del estado por vía de


una concesión, contrato o resolución.697
Al respecto, el único país latinoamericano donde la demanda
de amparo respecto de las autoridades está expresamente restrin-
gida a aquellos correspondientes a la rama ejecutiva del gobierno
es Ecuador, donde el artículo 46 de la ley de amparo solo admite el
amparo contra un “acto ilegitimo de autoridad de la administra-
ción pública” (art. 46).

2. El amparo contra individuos o personas particulares


Si bien es cierto que la demanda de amparo, como medio judi-
cial específico para la protección de los derechos y garantías consti-
tucionales, como antes se dijo, fue concebida originalmente para la
protección de los particulares contra el Estado y sus funcionarios
públicos, en la actualidad también ha ido progresivamente admiti-
da contra personas, corporaciones e instituciones privadas cuyas
actividades pueden también causar daños o amenazas de daños
respecto de los derechos constitucionales de los demás.
Esto fue admitido por vez primera en Argentina, mediante la
decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de 1.958,
dictada en el caso Samuel Kot, en el cual decidió que “nada hay, ni
en la letra ni en el espíritu de la Constitución, que permita afirmar
que la protección de los llamados derechos humanos […] esté cir-
cunscripta a los ataques que provengan sólo de la autoridad,”
siendo importante no solo el origen del daño a los derechos consti-
tucionales sino también los derechos mismos, admitiendo por esta
vía la demanda de amparo contra los particulares.698
Después de esta decisión, el amparo contra personas particula-
res fue admitido seguidamente en muchos países latinoamericanos
como en Bolivia, Chile, República Dominicana, Paraguay, Perú,
Uruguay y Venezuela, y también como en Colombia, Costa Rica,
Ecuador, Guatemala y Honduras, donde la demanda de amparo

697 Guatemala (art. 9); Honduras (art. 41).


698 Véase José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, La Ley, Buenos Aires 1987, p.
228; Joaquín Brage Camazo, La jurisdicción constitucional de la libertad (Teoría
general, Argentina, México, Corte Interamericana de derechos humanos), Editorial
Porrúa, México, 2005, p. 99; Néstor Pedro Sagüés, Derecho procesal Constitu-
cional, Vol. 3, Acción de amparo, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1988, pp. 13,
512, 527 ss.

476
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

puede ser incoada contra los actos u omisiones de individuos cau-


santes de daños o riesgos a los derechos constitucionales de las
demás personas, aunque no siempre con el mismo sentido.
En algunos países, la posibilidad del amparo contra particula-
res se mantiene inadmisible, como es el caso en Brasil, en relación
con el mandado de segurança, donde la Constitución dispone su ad-
misibilidad solo para proteger los derechos y libertades “cuando el
responsable de la ilegalidad o abuso de poder fuese la administra-
ción pública o el representante de una persona jurídica en el ejerci-
cio de atribuciones del poder público,” excluyendo así la demanda
de la protección contra las acciones de los individuos particula-
res.699 Disposiciones similares están previstas en la leyes de amparo
de Panamá (Constitución, art. 50; Código Judicial, art. 2.608), El
Salvador (art. 12) y Nicaragua (art. 23).
Por contraste y como ya se dijo, la demanda de amparo contra
particulares es admisible en Argentina, aun cuando la ley 16.986
del año 1.966 solo se refiere a la demanda de amparo contra el Es-
tado cuando se interpone “contra todo acto u omisión de autoridad
pública” (art. 1); estando el amparo contra particulares regulado en
los artículos 3221,1 y 498 del Código de Procedimiento Civil y Co-
mercial.
En Venezuela, como se ha visto, la acción de amparo también
es admisible contra actos de los particulares, como lo regula la Ley
Orgánica de Amparo, contra personas naturales y jurídicas, en par-
ticular contra “el hecho, acto u omisión originados por ciudadanos,
personas jurídicas, grupos u organizaciones privadas” que hayan
violado, violen o amenacen violar cualquiera de las garantías o
derechos amparados por la Ley.
De manera similar, la Ley 16.011 de amparo uruguaya de
1.988 admite, en términos generales, la demanda de amparo “con-
tra todo acto, omisión o hecho de las autoridades estatales o para-
estatales, así como de particulares que en forma actual o inminen-
te, a su juicio, lesione, restrinja, altere o amenace, con ilegitimidad
manifiesta, cualquiera de sus derechos y libertades reconocidos
expresa o implícitamente por la Constitución” (art. 1).700 Una dis-

699 Véase Celso Agrícola Barbi, Do mandado de segurança, Editora Forense, Rio de
Janeiro 1993, p. 92.
700 Véase Luis Alberto Viera, Ley de Amparo, Ediciones Idea, Montevideo 1993,
pp. 63, 157.

477
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

posición similar está contenida en el Código Procesal Constitu-


cional peruano (art. 2)701 y en la constitución boliviana (art. 19).
También en Chile, aun sin una ley que estipule la acción para
una tutela, se ha interpretado que la acción está establecida en la
constitución a fin de proteger derechos y libertades constituciona-
les contra actos u omisiones arbitrarias o ilegítimas que perturben o
amenacen dichos derechos y libertades (art. 20), sin distinción en
cuanto al origen de la acción, siendo la misma admitida contra ac-
tos u omisiones de particulares.702 Una interpretación similar tam-
bién fue tomada por la Corte Suprema de la República Dominicana
respecto de la admisibilidad del amparo contra particulares.703
Otros países latinoamericanos, como Guatemala (art. 9), Co-
lombia,704 Costa Rica,705 Ecuador,706 Honduras y México solo admi-

701 Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El proceso constitucional de amparo, Gaceta


Jurídica, Lima 2004, pp. 389 ss.
702 Véase Humberto Nogueira Alcalá, “El derecho de amparo o protección de los
derechos humanos, fundamentales o esenciales en Chile: evolución y pers-
pectivas,” en Humberto Nogueira Alcalá (Editor), Acciones constitucionales de
amparo y protección: realidad y perspectivas en Chile y América Latina, Editorial
Universidad de Talca, Talca 2000, p. 41.
703 Véase Eduardo Jorge Prats, Derecho Constitucional, Vol. II, Gaceta Judicial,
Santo Domingo 2005, p. 390.
704 En Colombia donde la constitución expresamente remite a la ley para esta-
blecer “los casos en los que la acción de tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afecte
grave y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante
se halle en estado de subordinación o indefensión.” (art. 86).
705 Al respecto, la ley de la jurisdicción constitucional costarricense restringe el
amparo contra particulares. Véase Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal
Constitucional, Editorial Juricentro, San José 2001, pp. 275, 281 ss. El artículo
57 establece: “El recurso de amparo también se concederá contra las acciones
u omisiones de sujetos de Derecho Privado, cuando éstos actúen o deban
actuar en ejercicio de funciones o potestades públicas, o se encuentren, de
derecho o de hecho, en una posición de poder frente a la cual los remedios
jurisdiccionales comunes resulten claramente insuficientes o tardíos para
garantizar los derechos o libertades fundamentales a que se refiere el artículo
2, inciso a), de esta Ley.”
706 En Ecuador, la acción de amparo está admitida contra entidades que, aun no
siendo autoridades públicas, prestan servicios públicos por delegación o con-
cesión y, en términos generales, contra particulares pero solo cuando sus ac-
tos u omisiones causen daños o riesgos a los derechos constitucionales y afec-
ten de un modo grave y directo intereses comunes, colectivos o difusos (art.
95,3).

478
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ten la acción de amparo contra particulares en forma restringida,


en el sentido que solo puede ser interpuesta contra individuos o
corporaciones que están en una posición de ascendencia con res-
pecto a los ciudadanos o que de alguna manera ejercen funciones o
actividades públicas o están prestando servicios públicos o de uti-
lidad social.707
En el caso de México, con la reforma de la Ley de Amparo de
2013 se estableció también la posibilidad de amparo contra particu-
lares (art. I.III, único) pero sólo cuando éstos “tengan la calidad de
autoridad responsable,” la cual en los términos del artículo 5.II de la
Ley es “la que dicta, ordena, ejecuta o trata de ejecutar el acto que
crea, modifica o extingue situaciones jurídicas en forma unilateral y
obligatoria; u omita el acto que de realizarse crearía, modificaría o
extinguiría dichas situaciones jurídicas,” considerando la misma
norma que los particulares tienen tal calidad, cuando “realicen ac-
tos equivalentes a los de autoridad, que afecten derechos en los
términos de esta fracción, y cuyas funciones estén determinadas
por una norma general” (art. 5.II).
Por otra parte, se observa que las acciones de amparo pueden
ser incoadas también contra partidos políticos, o sus representan-
tes, cuando su conducta viola los derechos de los ciudadanos, co-
mo se ha admitido también en los Estados Unidos.708
IV. EL ALCANCE DE LA UNIVERSALIDAD DEL AMPARO EN
VENEZUELA RESPECTO DE LA PERSONA AGRAVIANTE
De acuerdo con la previsión antes citada del artículo 2 de la ley
Orgánica de Amparo, en Venezuela, la protección que puede otor-
gar el juez de amparo al goce y ejercicio de los derechos y garantías
constitucionales, se plantea conforme al texto constitucional contra
cualquiera sea el agraviante, y por tanto, no solo frente a actuacio-
nes de autoridades públicas en ejercicio del Poder Público (inclu-
yendo las llamadas misiones en la ley Orgánica de la Administra-

707 De manera similar a las injunctions admitidas en los Estados Unidos contra
corporaciones de servicios públicos. Véase por ejemplo, caso Wiemer v. Louis-
ville Water Co., 130 F. 251 (C.C.W.D. Ky. 1903), en John Bourdeau et al, “Injun-
ctions,” en Kevin Schroder, John Glenn and Maureen Placilla, Corpus Juris Se-
cundum, Volume 43A, Thompson West, 2004, p. 182 ss.
708 Véase caso Maxey v. Washington State Democratic Committee, 319 F. Supp. 673
(W.D. Wash. 1970), Idem, p. 240.

479
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ción Pública) o de las organizaciones del Poder Popular conforme a


las previsiones de la Ley Orgánica del Poder Popular de 2010 que
puedan perturbar el goce y ejercicio de los derechos, sino también
frente a las perturbaciones que puedan provenir de personas natu-
rales, de las personas jurídicas, o de grupos u organizaciones de
cualquier naturaleza.
En esta materia, la Constitución no distingue, por lo que la Ley
Orgánica admite la acción de amparo frente a acciones que provie-
nen de particulares.709 Esto también contribuye a diferenciar, como
se ha visto, la acción de amparo en Venezuela de la que existe en
otros sistemas como los de Brasil o el de España, en los cuales el
recurso de amparo sólo se concibe frente a autoridades; o de la
existente en otros países en el sentido de limitar la acción contra
particulares, solamente cuando ocupen posiciones de poder o ejer-
zan funciones públicas, por ejemplo, como concesionarios de servi-
cios públicos como sucede en Costa Rica y Colombia; o se equipa-
ren a la “autoridad responsable” como en México.
Por otra parte, en el caso de la protección frente a perturbacio-
nes provenientes de autoridades públicas, sin la menor duda debe
afirmarse también que tal como lo regula el artículo 27 de la Cons-
titución y la Ley Orgánica, esta protección procede frente a toda
actuación pública, es decir, frente a todos los actos estatales, ante
las omisiones, y ante los actos materiales, hechos y vías de hecho
de las autoridades públicas en ejercicio del Poder Público que es el
que regula la Constitución o del llamado Poder Popular regulado
por ley, al margen de la Constitución.
Por tanto, la acción de amparo procede contra todas las actua-
ciones de la Administración, aun cuando no se configuren como un
acto administrativo y no abran la vía contencioso administrativa de
anulación, es decir, procede, por ejemplo, contra las actuaciones
materiales de la Administración; contra sus vías de hecho; contra la
abstención en actuar o cumplir una obligación; contra las omisio-
nes, en fin, contra toda forma de actuación de la Administración e,
incluso, por supuesto, contra determinados actos como los de trá-
mite, cuando no puedan ser impugnados por la vía contencioso
administrativa.

709 Tal como sucede en Argentina después del caso Samuel Kot SRL. de 1958. S.
Véase Linares Quintana, Acción de Amparo, Buenos Aires, 1960, p. 25, G. R.
Carrio, Algunos aspectos del recurso de amparo, Buenos Aires, 1959, p. 13.

480
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Esta universalidad del amparo, por lo demás, fue precisamente


desarrollada por la jurisprudencia, tanto de la antigua Corte Su-
prema como de la antigua Corte Primera de la Contencioso Admi-
nistrativo. Así lo señaló la Corte Primera de la Contencioso Admi-
nistrativo en sentencia de 11 de noviembre de 1993 (Caso: Aura
Loreto Rangel):
“La lectura del artículo 2 de la Ley Orgánica de Amparo
evidencia que no hay prácticamente ningún tipo de conducta,
independientemente de su naturaleza o carácter, así como de
los sujetos de los cuales provenga, del cual pueda predicarse
que está excluido per se de su revisión por los jueces de ampa-
ro, a los efectos de determinar si vulnera o no algún derecho o
garantía constitucional.”710
El mismo criterio lo precisó la Sala Político Administrativa de
la antigua Corte Suprema en sentencia de 24 de mayo de 1993, así:
“Son muy amplios los términos en que la acción de amparo
está consagrada en el artículo 49 del Texto Fundamental [equi-
valente al artículo 27 de la Constitución de 1999]. Así, si bien es
incuestionable lo extenso del ámbito de los derechos y garan-
tías susceptibles de ser protegidos y restablecidos mediante es-
ta vía procesal, tampoco puede limitarse a que la lesión sea
producto de determinados actos solamente. En efecto, debe
igualmente permitirse que cualquier acto lesivo –ya sea un ac-
to, hecho u omisión– de derechos y garantías constitucionales
sea posible de cuestionar mediante este medio procesal, ya
que, siendo el objetivo de la acción de amparo la protección de
cualquier norma que consagre uno de los llamados derechos
subjetivos de rango constitucional, no puede sostenerse que
esa protección es viable sólo en los casos en que el acto pertur-
bador reúna determinadas características, ya sean desde el
punto de vista material u orgánico.”
La jurisprudencia de esta Sala ha sido consecuente con ambos
principios. En decisión del 31 de enero de 1991 (Caso: Anselmo Na-
tale, registrada bajo el número 22) se señaló que “no puede existir
ningún acto estatal que no sea susceptible de ser revisado por vía
de amparo, entendiendo ésta, no como una forma de control juris-
diccional de la inconstitucionalidad de los actos estatales capaz de
declarar su nulidad, sino –como se ha dicho– un remedio de pro-
tección de las libertades públicas cuyo objeto es restablecer su goce

710 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, p. 284.

481
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

y disfrute, cuando alguna persona natural o jurídica, o grupo u


organizaciones privadas, amenace vulnerarlas o las vulneren efec-
tivamente.”711
En sentencia de 13 de febrero de 1992, la antigua Corte Prime-
ra, por otra parte, precisó:
“Observa esta Corte que la característica esencial del ré-
gimen de amparo, tanto en la concepción constitucional como
en su desarrollo legislativo, es su universalidad... por lo cual
hace extensiva la protección que por tal medio otorga, a todos
los sujetos (personas físicas o morales que se encuentran en el
territorio de la nación) así como a todos los derechos constitu-
cionalmente garantizados, e incluso aquéllos que sin estar ex-
presamente previstos en el texto fundamental, son inherentes
a la persona humana. Este es el punto de partida para enten-
der el ámbito del amparo constitucional. Los únicos supues-
tos excluidos de su esfera son aquéllos que expresamente se-
ñala el artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales y, desde el punto de vista
sustantivo, no hay limitaciones respecto a derechos o garan-
tías específicas.
Respecto a la Administración, el amparo contra la misma
es de tal amplitud que se acuerda contra todos los actos,
omisiones y vías de hecho, sin hacer exclusión alguna de de-
terminadas materias de su competencia que, como se sabe,
están siempre vinculadas con el orden público y con el inte-
rés social.”712
Por tanto, ninguna actuación u omisión escapa al amparo, ha-
biendo solo quedando excluidos de la acción, conforme se establece
en el artículo 3 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justi-
cia, las decisiones del Tribunal.
Por ello, incluso, conforme a la Constitución de 1961, las deci-
siones de los Cuerpos Legislativos adoptados en uso de sus atribu-
ciones privativas y que conforme al artículo 159 de dicha Constitu-
ción no eran susceptibles de veto, examen o control de los otros

711 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, pp. 284–285. Véase además, en relación a la amplitud de los
derechos fundamentales amparables, la decisión del 4–12–90, caso: Mariela
Morales de Jiménez, Nº 661.
712 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1992, pp. 120–121.

482
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Poderes del Estado, las mismas sí podían ser objeto de acción de


amparo. Ello fue resuelto expresamente por la antigua Corte Su-
prema de Justicia en Sala Político Administrativa en sentencia de
31 de enero de 1991 (Caso: Anselmo Natale), en la cual señaló que
“no puede existir ningún acto estatal que no sea susceptible de ser
revisado por vía de amparo, entendiendo ésta, no como una forma
de control jurisdiccional de la constitucionalidad de los actos esta-
tales capaz de declarar su nulidad, sino como se ha dicho, un me-
dio de protección de las libertades públicas cuyo objeto es restable-
cer su goce o disfrute, cuando alguna persona natural o jurídica, o
grupos u organizaciones privadas, amenace vulnerarlas o las vul-
neren efectivamente.”713
Por supuesto, si se trata de amparo contra actuaciones de la
Administración no es necesario que se trate de un acto administra-
tivo el que cause la lesión,714 pudiendo intentarse la acción de am-
paro contra vías de hecho de la Administración.715

713 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1991, p. 118. La tesis de la Corte Suprema fue reafirmada por la Cor-
te Primera de lo Contencioso Administrativo en sentencia de 18–6–91, en
Véase en Revista de Derecho Público, Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1991, p. 125.
714 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativa de 25–
6–93, Revista de Derecho Público, Nº 53–54, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1993, p. 255.
715 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa, 8–5–91, Revista de Derecho Público, Nº 46, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1991, p. 127.

483
DÉCIMA PRIMERA
DAÑOS Y AMENAZAS DE VIOLACIÓN PROTEGIBLES
EN MATERIA DE AMPARO:
PRINCIPIOS GENERALES Y
DERECHO COMPARADO

La acción de amparo generalmente procede contra todos los


daños infligidos a los derechos o garantía constitucionales, debien-
do en general reunir las siguientes condiciones establecidas en las
leyes de amparo latinoamericanas para que el amparo sea admiti-
do: primero, los daños deben tener un carácter personal y directo
en el sentido que los daños deben afectar personalmente al accio-
nante; segundo, deben ser efectivos y reales; tercero, deben ser ma-
nifiesta u ostensiblemente arbitrarios, ilegales e ilegítimos; cuarto,
los daños deben ser demostrados en el caso; y quinto, el deman-
dante no debe haberlos consentido.

I. EL CARÁCTER PERSONAL Y DIRECTO DE LOS DAÑOS


La primera condición de los daños infligidos a los derechos
constitucionales del accionante para que una acción de amparo sea
admisible, es que el mismo haya sufrido “un daño o amenaza di-
recta, personal y actual a sus derechos constitucionales;”716 es decir,

716 Como, por ejemplo, ha sido decidido en Venezuela, al resolver la Antigua


Corte Primera de lo Contencioso administrativo que es necesario que las ac-
ciones denunciadas afecten directamente la esfera subjetiva del accionante,
quedando excluidas, en consecuencia, las conductas genéricas aun cuando
afecten tangencialmente. Véase sentencia de la Corte Primera de lo Conten-
cioso-Administrativo del 2-12-93, en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, pp. 302–303.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

que el demandante debe estar personalmente afectado. En conse-


cuencia, la acción de amparo no puede interponerse cuando los
derechos afectados sean los de otra persona distinta del deman-
dante o cuando los daños solo afecten al demandante de modo
indirecto.717
El demandante, entonces, debe necesariamente ser la persona
“afectada,” como se le denomina en Argentina (art. 5) y Perú (art.
39); o la persona “agraviada,” como se le denomina en Nicaragua
(art. 23); o aquella que “sufre” el daño, como se le refiere a ella en
Brasil (art. 1).
Si el daño no afecta los derechos constitucionales del deman-
dante de manera directa y personal, la acción será considerada
inadmisible;718 al igual que cuando el daño o amenaza no sea atri-
buible a la persona señalada como la parte agraviante, es decir,
cuando el daño no es causado personalmente por el demandado.719

717 Por eso es que, por ejemplo, la Constitución mexicana expresamente dispone
a este respecto, la necesidad de que el demandante haya sufrido un daño
“personal y directo” (art. 107.I), en el sentido que sus derechos constituciona-
les personales deben haber sido afectados directamente.
718 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-
co y España, Editorial Porrúa, México, 2002, pp. 386–387.
719 En este sentido, por ejemplo, fue decidido por la antigua Corte Suprema de
Justicia venezolana, en amparo intentado en 1.999 contra el Presidente de la
República y que denunciaba como actos agraviantes las posibles medidas a
ser tomadas por la Asamblea Constituyente Nacional, que el Presidente ha-
bía convocado, una vez instalada la misma. La Corte consideró inadmisible la
acción, considerando que las razones alegadas por el accionante, consideran-
do que eran de naturaleza eventual e hipotética, lo que contradecía la necesi-
dad de un daño objetico y real o una amenaza a uno derecho o garantía cons-
titucional. a fin de que el amparo fuese admisible. La Corte argumentó ade-
más, que la acción de amparo constitucional tiene por objeto dar protección
contra situaciones que en na forma directa pueden producir daño en relación
con los derechos y garantías constitucionales del accionante, buscando la res-
tauración de la situación jurídica infringida. En este caso, la persona identifi-
cada como agraviante (Presidente de la República) no puede ser quien pro-
duzca el eventual que pudiera condicionar los derechos electorales del accio-
nante, así como el temor de que la modificación de la organización de los po-
deres constituidos solo podría ser atribuido a los miembros que puedan ser
electos a la Asamblea Nacional Constituyente, todavía no elegida. En conse-
cuencia, en el caso, no existe la inmediata relación que es necesaria en mate-
ria de amparo, entre el accionante y el agraviante. Véase sentencia de 23.4.99
(caso A. Albornoz), en Rafael Chavero, El nuevo régimen del amparo constitu-
cional en Venezuela, Ed. Sherwood, Caracas, 2001, p. 240.

486
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

II. EL CARÁCTER ACTUAL Y REAL DE LOS DAÑOS


Pero además de afectar los derechos constitucionales del de-
mandante o accionante, para que proceda la acción de amparo, los
daños deben ser “actuales” en el sentido de que para el momento
de intentar la acción, los daños o amenazas deben estar ocurriendo
actualmente y no deben haber cesado o concluido. Esto está expre-
samente previsto en las leyes de amparo de Argentina (art. 1), Re-
pública Dominicana (art. 1) y Uruguay (art. 1). En tal sentido,
igualmente, es que el artículo 6.1 de la ley de Amparo DE Venezue-
la establece que la acción de amparo debe ser declarada inadmisi-
ble “cuando hayan cesado la violación o amenaza de algún derecho
o garantía constitucionales, que hubiesen podido causarla.” Esta
misma regla se aplica en los Estados Unidos respecto de las injun-
ctions en el sentido de que para que una persona pueda intentarla,
debe evidenciar unos daños actuales, sustanciales y graves o una
posibilidad cierta de tales daños. Por tanto, un demandante no
tendrá derecho a una injunction, cuando un daño en su contra no se
evidencie como resultante de la actividad que se denuncia o se
procura evitar.720
En otras palabras, los daños deben ser reales en el sentido de
que deben haber ocurrido efectivamente; lo cual debe ser claramen-
te demostrado por el demandante en el proceso. Es por eso que
como lo resolvió la antigua Corte Suprema en Venezuela, la ac-
ción de amparo solo puede ser dirigida contra actos u omisiones
perfectamente determinados, y no contra conductas genéricas;
contra una actividad real y objetiva y no contra suposiciones rela-
tivas a la intención del presunto agraviante; y contra las conse-
cuencias directas e inmediatas de las actividades del ente público
o del funcionario.721
El carácter real y actual de los daños para intentar la acción de
amparo implica que la acción no puede tener un carácter pasado,

720 Véase U.S. Boyle v. Landry, 401 U.S. 77, 91 S. Ct.758, 27 L. Ed. 2d 696 (1971), en
John Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin Schroder, John Glenn and
Maureen Placilla (Ed.), Corpus Juris Secundum, Vol. 43A, Thomson West, 2004,
p. 66.
721 Véase la sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-
Administrativa del 2-12-1993, en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, pp. 302–303. Igualmente, sentencia
del 14-8-1992 en Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1992, p. 145.

487
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

porque ya hayan cesado (art. 6.1 Ley Orgánica, Venezuela), o un


futuro probable. Por ello se ha dicho que los daños en materia de
amparo deben estar “vivos” y presentes en toda su intensidad, en
el sentido de que deben referirse al presente, no al pasado o a he-
chos que ya acaecieron, que pertenecen al pasado, o que ya acaecie-
ron; al contrario debe tratarse de situaciones presentes, que se pue-
den incluso prolongar en el tiempo.722
Por tanto y como lo establece la jurisprudencia de la Corte Su-
prema de Justicia de México, la acción de amparo es inadmisible
cuando es referida a hechos probables futuros;723 o a actos que no
han ocurrido todavía, o a daños que no solo no están presentes,
sino que nunca podrían ser infligidos.724
Fue fundada en esta condición que precisamente, la antigua
Corte Suprema de Justicia rechazó la posibilidad de que se intenta-
sen acciones de amparo contra las leyes en casos en que tales ac-
ciones no fueran directamente aplicables, y exigieran de actos adi-
cionales para su ejecución. 725
Por otra parte, esta misma condición de que el daño o amenaza
debe ser actual, implica que el mismo no debe haber cesado o con-
cluido porque de lo contrario –como está previsto expresamente en
Argentina726 la demanda debe declararse inadmisible. También en
las leyes de amparo de Honduras (art. 46,6) y Nicaragua (art. 51,3)
se prescribe que el recurso al amparo es inadmisible cuando los
efectos del acto impugnado ya han cesado; caso en el cual el juez

722 Véase sentencia de la antigua Corte Primera de lo Contencioso-Admi-


nistrativo del 7-5-1987 en el caso Desarrollo 77 C. A. en FUNEDA 15 años de
Jurisprudencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo 1977–1992,
Caracas, 1994, p. 78.
723 Tesis jurisprudencial 74, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación, 1917–
1988, Segunda parte, Salas y Tesis Comunes, p. 123. Véase en Eduardo Ferrer
Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en México y España, Edit. Po-
rrúa, México, 2002, p. 395.
724 Véase Tesis 44 y 45. Jurisprudencia de la Suprema Corte, pp. 110, 113. Véase en
Richard D. Baker, Judicial Review in México. A Study of the Amparo Suit, Uni-
versity of Texas Press, Austin, 1971, p. 96, note 12.
725 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-
Administrativa de 24-5-1993, en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, pp. 289–290.
726 Véase Alí Joaquín Salgado, Juicio de amparo y acción de inconstitucionalidad,
Astrea, Buenos Aires, 1987, p. 27.

488
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

puede rechazar la acción in limine. El mismo principio se aplica en


México, donde la Ley de amparo declara inadmisible la acción de
amparo cuando los efectos del acto impugnado han cesado o,
cuando aun subsistiendo, ya no pueden producir consecuencias
legales o sustanciales porque han perdido su objeto o sustancia
(art. 73, XVI). En Perú, el Código Procesal Constitucional también
prescribe la inadmisibilidad de la acción de amparo cuando para el
momento de su interposición, la amenaza o violación de los dere-
chos constitucionales ha cesado (art. 5,5). Ese también es el caso,
por ejemplo, cuando durante el curso del proceso, el acto impug-
nado es anulado.727
En consecuencia, a fin de conceder de la pretensión de ampa-
ro, los tribunales venezolanos han establecido que el daño no de-
be haber cesado antes que la decisión del juez sea tomada; por el
contrario, si el daño ha cesado, el juez en la oportunidad de pro-
nunciarse sobre la admisión debe declarar la improcedente de la
acción.728
Por ejemplo, en el caso de acciones de amparo contra omisio-
nes judiciales, si el juez ha emitido su decisión antes de que la ac-
ción sea interpuesta o durante el procedimiento, el daño puede
considerarse como suspendido729 y la acción de amparo debe de-
clararse inadmisible.
En sentido similar, la Sala Constitucional de Costa Rica ha de-
cidido que carece de interés jurisdiccional el examinar por ejem-
plo, las circunstancias de la suspensión de un acto impugnado, en
casos en los cuales el acto ya haya sido anulado y cuando, para el

727 Al respecto, la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo dispuso la


inadmisibilidad de una acción de amparo porque, durante los procedimien-
tos, el acto impugnado fue rechazado. Véase Sentencia del 14-8-1992, en Re-
vista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p.
154.
728 Véase sentencia de 15-2-1992, en Revista de Derecho Público Nº 52, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 164; sentencia del 12-2-1992 de la Corte
Primera de lo Contencioso-Administrativo, Caso Allan R. Brewer-Carías, en
Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992,
pp. 131–132; y sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Políti-
co-Administrativa del 27.5.1993, en la Revista de Derecho Público, Nº 53–54,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 264.
729 Véase Rafael Chavero G., El nuevo régimen del amparo constitucional en Vene-
zuela, Editorial Sherwood, Caracas 2001, pp. 237-238.

489
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

momento de la interposición del recurso, la parte afectada ha sido


restablecida en el ejercicio de sus derechos.730
El mismo principio rige en los Estados Unidos respecto de la
condición de actualidad del daño para que pueda otorgarse la pro-
tección de un injunction, ya que en los casos federales, la norma es
que debe tratarse de una controversia actual debe existir no solo al
momento de la interposición de la acción sino a todo lo largo del
proceso, aun a nivel judicial de revisión o certiorari.731

730 Véase sentencia Nº 1051–97, en Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal


Constitucional, Editorial Juricentro, San José 2001, pp. 244–245. Pero en rela-
ción con el carácter actual del daño, es posible considerar que cuando un
nuevo hecho modifica la situación anteriormente conocida y declarada y que
no estaba presente en el momento que ocurrió el daño, es posible conceder la
tutela antes denegada con base en el nuevo argumento, el cual puede arrojar
un resultado distinto o contradictorio. Este caso puede ocurrir, por ejemplo,
cuando el juez de amparo que debe resolver respecto de una situación especí-
fica, actual y determinada, le es pedido que determine la existencia de un
nuevo hecho que ha ocurrido después de intentada la acción y que podría al-
terar o modificar la mencionada situación, en cuyo caso, la acción puede ser
admitida y resuelta en protección del demandante, aun si antes había sido re-
chazada de antemano. Véase sentencia de la Corte Suprema de Justicia de
Venezuela, Sala Político-Administrativa del 5-8-1992, en Revista de Derecho
Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 145.
731 Sin embargo, en el importante caso Roe v. Wade, 410 U.S. 113 (1973), la Corte
Suprema extendió los derechos de privacidad de la mujer derogando las le-
yes estadales que prohibían el aborto. La Corte reconoció que aunque este
derecho de privacidad no estaba expresamente mencionado en la constitu-
ción, estaba garantizado como un derecho constitucional para proteger “la
decisión de una mujer acerca de si terminar o no su embarazo” a pesar de
admitir que la legislación de los estados podía regular los factores determi-
nantes de la decisión de abortar en algún punto del embarazo con base en
“garantizar la salud, mantener niveles médicos y proteger la vida en poten-
cia.” Pero el objeto de la controversia era que el embarazo llegó a término
mientras el procedimiento era decidido, de forma que el daño alegado perdía
su actualidad. No obstante, la Corte Suprema resolvió en el caso que “Cuan-
do, como aquí, el embarazo es un hecho significativo del litigio, el período
normal de gestación humana de 266 días es tan corto que el embarazo llegará
a término antes que el procedimiento usual de apelación sea decidido. Si di-
cha terminación desvirtúa la demanda, rara vez los casos de embarazo supe-
rarán en algo a la fase probatoria y la instancia de apelación será en efecto
negada. Nuestra ley no debe ser así de rígida. El embarazo sobreviene a la
misma mujer más de una vez; y en la población en general, si la especie hu-
mana ha de sobrevivir, siempre estará presente. El embarazo provee una jus-
tificación clásica para terminar con la certeza. Efectivamente puede ser capaz
de repetirse y, sin embargo, evadir el juicio.” Véase M. Glenn Abernathy and

490
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

No obstante, este principio de la actualidad del daño tiene al-


gunas excepciones. Por ejemplo, en Perú, aun cuando la misma
norma general está establecida para la inadmisibilidad de la acción
de amparo (cuando al momento de presentación, el daño a los de-
rechos constitucionales ya ha cesado), el Código Procesal Constitu-
cional ha autorizado a las cortes a continuar el procedimiento y
también, en circunstancias específicas, a conceder la protección del
amparo,732 por ejemplo, cuando el objeto de la acción consiste en
ordenar al demandado que se refrene de realizar nuevamente los
actos u omisiones que provocaron la interposición de la demanda.
La misma excepción rige, por ejemplo, respecto de los efectos
ya producidos por el acto impugnado. Por ejemplo, cuando para
establecer responsabilidades civiles e indemnizaciones sean nece-
sarias acciones judiciales adicionales, la protección del amparo
puede concederse, aun cuando los efectos del acto impugnado ha-
yan cesado, con el fin que pueda determinarse judicialmente la
persona responsable, permitiéndose así la interposición subsi-
guiente de una acción solo indemnizatoria.
III. EL DAÑO MANIFIESTAMENTE ARBITRARIO, ILEGAL E
ILEGITIMO
Igualmente, para que la acción de amaro sea admitida, el daño
o amenaza de violación al derecho o garantía constitucional, ade-
más de ser directo, real y actual, debe ser manifiestamente arbitra-
rio, ilegal o ilegítimo.
Esta es, por ejemplo, la condición general expresamente esta-
blecida por la Ley de amparo argentina que prescribe que para que
una acción de amparo sea admisible, el daño, es decir, la “lesión,
restricción, alteración o amenaza a los derechos y garantías consti-
tucionales” debe ser “manifiestamente arbitrario e ilegal” (art. 1).
Esta condición de admisibilidad está establecida también en la Ley
de amparo de Uruguay donde se lo establece como la necesidad de
que el acto impugnado ostente una “ilegitimidad manifiesta” (art.

Barbara A. Perry, Civil Liberties under the Constitution, University of South


Carolina Press, 1993, pp. 4–5.
732 Véase Luis Sanz Dávalos, “Las innovaciones del Código Procesal constitu-
cional en el proceso constitucional de amparo,” en Susana Castañeda et al, In-
troducción a los procesos constitucionales. Comentarios al Código Procesal Constitu-
cional, Jurista Editores, Lima 2005, p. 126.

491
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

1). En este mismo sentido, la ley brasileña, respecto del mandado de


segurança, dispone la necesidad de que la violación sea causada
ilegalmente o con abuso de poder (art. 1).733 Asimismo, en el Re-
glamento del Recurso de Amparo de 2.007 de Filipinas, se dispone
que la violación debe ser provocada por un “acto u omisión ilegí-
tima” (secc. 1).
Respecto de los actos de los poderes públicos, esta condición
general de admisibilidad de la acción de amparo deriva del princi-
pio general de derecho público de la presunción de validez que
beneficia los actos de estado, lo que implica que para superar tal
presunción, el demandante debe demostrar que el daño causado es
manifiestamente ilegal y arbitrario. El mismo principio se aplica en
los Estados Unidos precisamente imponiendo al demandante para
que procedan las injunctions contra actos administrativos, que
pruebe las violaciones alegadas a fin de deshacer la presunción de
validez de los mismos.734
La consecuencia de esta condición es que el acto u omisión im-
pugnado debe ser manifiestamente como contrario al orden legal,
es decir, a las normas de orden público establecidas en la Constitu-
ción, leyes y reglamentos; debe ser manifiestamente ilegítimo por
carecer de soporte legal alguno; y debe ser manifiestamente arbi-

733 El principio también se aplica en Chile y Ecuador. Véase Juan Manuel Errá-
zuriz G. y Jorge Miguel Otero A., Aspectos procesales del recurso de protección,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1989, pp. 51–55; Hernán Salgado Pesan-
tes, Manual de Justicia Constitucional Ecuatoriana, Corporación Editora Nacio-
nal, Quito, 2004, p. 79.
734 Como lo han comentado M. Glenn Abernathy y Perry: “Los tribunales no
presumen automáticamente que todas las restricciones a la libre elección son
impropias. La carga es arrojada en la persona que impugna los actos, quien
debe demostrar que los mismos son impropios. Esto se observa más fácil-
mente en los casos en los que la demanda alega que un acto de la legislatura
es inconstitucional... Los jueces también alegan que a los actos de los funcio-
narios públicos deben atribuírseles alguna presunción de validez. De manera
que se presume que el funcionario público que elimina alimentos calificados
por él como no aptos para el consumo tiene buenas razones para hacerlo. La
persona cuya propiedad es eliminada de ese modo debe asumir la carga de
probar mala fe de parte del funcionario si, como consecuencia de ello, es in-
coada una demanda.” Véase M. Glenn Abernathy and Barbara A. Perry, Civil
Liberties under the Constitution, University of South Carolina Press, 1993, p. 5.

492
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

trario porque, viniendo de un acto irrazonable o injusto, el mismo


es un acto contrario a la justicia y la razón.735

IV. EL CARÁCTER EVIDENTE DE LOS DAÑOS


La condición de que los daños derivados de actos o amenazas
deben ser manifiestamente arbitrarios, ilegales e ilegítimos y deben
afectar de manera directa e inmediata los derechos del demandan-
te, implica que para la interposición de la acción de amparo, tales
daños deben ser evidentes, imponiendo así directamente sobre el
demandante la carga de probar sus alegatos. Es decir, el deman-
dante tiene la carga de desvirtuar la presunción de validez de los
actos impugnados, debiendo fundamentar sus argumentos sobre
bases razonables mediante la comprobación del carácter irrazona-
ble de los actos u omisiones impugnados, y de que dichos actos u
omisiones han perjudicado personal y directamente sus derechos.
También en esta materia, la regla procesal de amparo es simi-
lar a las normas sobre injunctions, tal como ha sido decidido por
los tribunales de los Estados Unidos, según las cuales “la parte
solicitando de una injunction, debe demostrar que el daño es evi-
dente.”736
Por consiguiente, en el procedimiento de amparo, el deman-
dante tiene la carga de la prueba del daño o de las amenazas cau-
sadas a sus derechos, precisamente por parte del agraviante.737 Esto

735 Véase Alí Joaquín Salgado, Juicio de amparo y acción de inconstitucionalidad,


Astrea, Buenos Aires, 1987, pp. 28–29.
736 Véase el caso Mt. Emmons Min. Co. v. Town of Crested Butte, 690 P.2d 231 (Co-
lo. 1984), en John Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin Schroder, John
Glenn and Maureen Placilla (Editors), Corpus Juris Secundum, Vol. 43A,
Thomson West, 2004, p. 54.
737 Es por esto que los tribunales en Argentina, por ejemplo, han negado la ac-
ción de amparo contra amenazas no comprobadas; por ejemplo, cuando una
madre intentó una demanda pidiendo protección policial a fin de evitar una
orden de secuestro emitida por un tribunal extranjero en razón de que la
existencia de la orden no estaba comprobada ni suficientes elementos para
juzgar el caso fueron aportados a fin de probar que las autoridades locales
dejarían de aplicar las disposiciones legales competentes para la ejecución en
el país de sentencias extranjeras, las cuales disposiciones prescriben suficien-
tes garantías para la defensa de los derechos y para la protección del orden
público interno. Véase las referencias en Néstor Pedro Sagües, Derecho Proce-
sal Constitucional, Vol. 3, “Acción de Amparo,” Astrea, Buenos Aires, 1988, pp.

493
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

implica que cuando la prueba de los daños o amenazas puede es-


tablecerse mediante prueba escrita o documental, las leyes de am-
paro de Argentina (art. 7), Paraguay (art. 569) y Uruguay (art. 5)
expresamente imponen al agraviado la obligación de adjuntarlas
siempre a la demanda.
La prueba del daño puede también basarse, por ejemplo, en ac-
tos o conductas previas del demandado o en el patrón pasado de
su conducta.738

V. EL CARÁCTER NO CONSENTIDO DE LOS DAÑOS


Finalmente, el daño a los derechos constitucionales que permi-
ten la interposición de la demanda de amparo requiere no solo que
sea actual, posible, real e inminente, sino que también tiene que ser
no consentido por el agraviado; quien, además, no ha debido pro-
vocarlo.739 Es decir, el demandante no debe haber consentido ex-
presa o tácitamente el impugnado acto o daño a sus derechos. Lo
contrario, haría considerar inadmisible la acción de amparo.
Las leyes de amparo en esta materia distinguen dos posibles
modalidades de conductas aprobatorias: el consentimiento expreso
y el consentimiento tácito; también con algunas excepciones.

117; y en Rafael Chavero, El nuevo régimen del amparo constitucional en Vene-


zuela, Ed. Sherwood, Caracas, 2001, pp. 190, 239.
738 Como fue el caso resuelto en los Estados Unidos en el caso Galella v. Onassis
(S.D.N.Y. 1972), en el cual la esposa de J. F. Kennedy, ex-presidente de los Es-
tados Unidos, interpuso una injunction contra un fotógrafo independiente pa-
ra prevenir que violara los derechos de privacidad de ella con base en su
previo patrón de conducta hostigante como periodista. Como fue resumido
por Tabb and Shoben: “La evidencia demostraba que el fotógrafo había repe-
tidamente incurrido en una conducta hostigante contra la familia Onassis pa-
ra conseguir fotos y cada vez la conducta invasiva era de un tipo diferente.
Fundado en el pasado patrón de conducta, la corte concluyó que esa conduc-
ta del fotógrafo continuaría indefinidamente en el futuro. La prueba de la
inminencia era muy sólida porque el fotógrafo había incluso enviado publi-
cidad a clientes anunciando futuras imágenes anticipadas de Onassis. Aun
cuando el patrón de conducta era variado en los tipos de procedimientos in-
vasivos, el carácter general de la conducta era de hostigamiento. Con sufi-
ciente evidencia, aun un patrón impredecible puede indicar inminencia.”
Véase William M. Tabb and Elaine W. Shoben, Remedies, Thompson West,
2005, p. 29.
739 Véase Hernán Salgado Pesantes, Manual de Justicia Constitucional Ecuatoriana,
Corporación Editora Nacional, Quito, 2004, p. 80.

494
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

1. El consentimiento expreso

En cuanto al consentimiento expreso, según lo establece la Ley


Orgánica de amparo de Venezuela el mismo existe cuando hay
“signos inequívocos de aceptación” (art. 6.4) por parte del agravia-
do de los actos, hechos u omisiones causantes del daño, en cuyo
caso la acción de amparo, es considerada como inadmisible.
Esa causal de inadmisibilidad está también expresamente regu-
lada en la Ley de amparo de México, de acuerdo con la cual existe
un consentimiento expreso del acto impugnado cuando hay “mani-
festaciones de voluntad que entrañen ese consentimiento” (art.
73.XI). También en Nicaragua existe el consentimiento expreso res-
pecto de “actos que hubieren sido consentidos por el agraviado de
modo expreso” (art. 51.4); y en Costa Rica “Cuando la acción u
omisión hubiere sido legítimamente consentida por la persona
agraviada” (art. 30.ch).
En ciertos aspectos, esta causal de inadmisibilidad del proce-
dimiento de amparo cuando existe consentimiento expreso por
parte del agraviante tiene también alguna equivalencia en los pro-
cedimientos de injunctions de los Estados Unidos contenida en la
excepción de equidad denominada estopell, y que está referida a las
actuaciones del agraviante antes de interponer la demanda que
sean incongruentes con los derechos que reclama en su acción.740

2. El consentimiento tácito
Aparte de los casos de consentimiento expreso, la otra causal
de inadmisibilidad en el procedimiento de amparo ocurre en casos
de consentimiento tácito del agraviado respecto del acto, hecho u
omisión causante del daño a sus derechos; y opera cuando en la ley
establece un lapso preciso para interponer la demanda, y el mismo
se haya agotado sin que la acción se haya interpuesto.

740 El clásico ejemplo de una estópel, como medida, excepción o decreto judicial
que consiste en una prohibición de conducta o acción, como la describen
Tabb y Shoben “es que el demandante no puede invocar el derecho de equi-
dad para reclamar una orden de remoción de una cerca de un vecino instala-
da sobre el lindero del lote si el demandante estuvo presente y observó la ins-
talación de la cerca con pleno conocimiento de la ubicación de dicho lindero.
El silencio del demandante, estando en conocimiento de los hechos, es un ac-
to inconsistente con el título invocado en la corte.” Véase William M. Tabb
and Elaine W. Shoben, Remedies, Thomson West, 2005, pp. 50–51.

495
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Esta causal de inadmisibilidad de la acción de amparo es tam-


bién equivalente a lo que en el procedimiento de las injunctions en
los Estados Unidos se denomina “laches,” con lo que persigue evi-
tar que el agraviante obtenga la medida protectora de equidad
cuando no actuado con la celeridad debida para interponer la ac-
ción y que se resume en la frase “la equidad asiste al diligente, no a
aquellos que se queden dormidos en sus derechos.”741
La diferencia entre la doctrina de los “laches” relativa a las in-
junctions y el concepto latinoamericano de consentimiento tácito
reside básicamente en el hecho de que el término para interponer la
acción de amparo en Latinoamérica está expresamente establecido
en las leyes de amparo, de modo que el vencimiento del término
sin la interposición de la acción es lo que se considera que produce
el consentimiento tácito respecto del acto, el hecho o la omisión
causante del daño.
En relación con esto, y solo con excepción de la ley de Ecua-
dor742 y Colombia (donde por ejemplo, la Ley de Tutela dispone
que la acción para de tutela puede interponerse en cualquier mo-
mento, art. 11), las leyes de amparo en Latinoamérica siempre pre-
vén términos, contados en días y meses,743 a los efectos de la inter-

741 Idem, p. 48. Como se ventiló en el caso Lake Development Enterprises, Inc. v.
Kojetinsky, 410 S.W. 2d 361, 367–68 (Mo. App. 1966): “'Laches' [del francés las-
che: laxitud, negligencia] es la dejadez o negligencia por un período de tiem-
po irrazonable e inexplicado en circunstancias que permitían diligencia para
hacer lo que debía hacerse en derecho. No hay un período fijo dentro del cual
una persona debe afirmar sus derechos o ser inhabilitado mediante la medi-
da de laches. La extensión de tiempo depende de las circunstancias del caso
en particular. Una mera demora en afirmar un derecho no constituye de suyo
una lache; la demora en cuestión debe operar en contra y en perjuicio del de-
mandado. Laches es un asunto de hechos a ser determinada a partir de toda
las pruebas y circunstancias alegadas en el juicio.” Véase la referencia en
Owen M. Fiss y Doug Rendelman, Injunctions, The Foundation Press, Mineo-
la New York, 1984, pp. 102–103.
742 Véase Hernán Salgado Pesantes, Manual de Justicia Constitucional Ecuatoriana,
Corporación Editora Nacional, Quito, 2004, p. 81.
743 El término en las leyes de amparo de América Latina está generalmente esta-
blecido por número de días contados a partir de la fecha del acto impugnado
o del día que la parte agraviada entra en conocimiento de la violación: Ar-
gentina, 15 días (art. 2,e); Brasil, 120 días (art. 18); República Dominicana, 30
días (art. 3,b); Guatemala, 30 días (art. 20); Honduras, dos meses; México, 15
días como regla general pero con muchos otros lapsos para demandar con di-
ferentes medidas de tiempo (arts. 21, 22 y 73,XII); Nicaragua, 30 días (arts. 26;
51,4); Paraguay, 60 días (art. 567); Perú, 60 días (arts. 5,10; 44); Uruguay, 30

496
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

posición de la acción, considerándose tácitamente consentidos los


actos, hechos u omisiones impugnados, cuando la acción no ha
sido intentada en el término estipulado.
Es precisamente el caso de la Ley Orgánica de Venezuela que
establece como causal de inadmisibilidad de la acción de amparo el
“consentimiento tácito” a menos que se trate de violaciones que
infrinjan el orden público o las buenas costumbres, “cuando hubie-
ren transcurrido los lapsos de prescripción establecidos en leyes
especiales, o en su defecto seis (6) meses después de la violación o
la amenaza al derecho protegido.”
El sentido de esta causal de inadmisibilidad de la acción de
amparo fue resumida por la antigua Corte Suprema de Justicia
venezolana al argumentar que siendo la acción de amparo un me-
dio especial, breve, sumario y efectivo de protección judicial de
derechos constitucionales, es lógico que el legislador prescriba un
preciso lapso de tiempo entre el momento en el cual se produce en
daño y el momento en el cual el agraviado debe interponer la ac-
ción. Dejar transcurrir más de seis meses desde el momento en el
cual se dictó acto lesivo para el ejercicio de la acción, es una demos-
tración del consentimiento del daño por parte del agraviado. Su
indolencia debe ser sancionada, impidiendo que haga uso del re-
medio judicial que tiene su justificación precisamente en la urgente
necesidad de restablecer la situación legal infringida.744
Como regla general en la materia, la consecuencia de vencerse
el plazo sin intentarse la acción de amparo, considerando que se ha

días (art 4). En Venezuela, el término es de seis meses (art. 23.4). En el caso de
Chile, donde en ausencia de una ley reguladora de la acción de protección, el
término para demandar (quince días) ha sido establecido por la Corte Su-
prema, suscitándose discusiones sobre la constitucionalidad de dichas nor-
mas, debido al criterio de que un término para demandar de ese tipo debe ser
establecido solo por el legislador. Véase Juan Manuel Errázuriz and Jorge
Miguel Otero A., Aspectos procesales del recurso de protección, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1989, p. 130. En Costa Rica, la Ley de Jurisdicción Consti-
tucional dispone que el recurso de amparo puede ser intentado en cualquier
momento mientras dure la violación, amenaza, agravio o restricción, y hasta
dos meses después que los efectos directos a la parte agraviada hayan cesado
(arts. 35, 60). Este término para demandar puede ser también suspendido si
la parte interesada decide intentar un recurso administrativo contra el acto en
concreto (art. 31).
744 Véase la sentencia del 24-10-1990 en Revista de Derecho Público, Nº 44, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, p. 144.

497
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

producido un consentimiento tácito, como lo prescribe expresa-


mente la ley costarricense (art. 36),745 no impide a la parte interesa-
da intentar otros posibles recursos o acciones contra el acto causan-
te del daño; o como se prevé en el caso venezolano, salvo que se
trate de violaciones graves, continuadas o permanentes a los dere-
chos humanos, en cuyo caso cualquier tiempo es útil para intentar
la acción.

3. Excepciones a la regla del consentimiento tácito


Es decir, respecto de este consentimiento tácito, algunas excep-
ciones han sido desarrolladas en la legislación de amparo.
Una primera excepción es la basada en la naturaleza de los de-
rechos constitucionales a ser protegidos, de manera que un amparo
puede ser intentado en cualquier momento respecto de derechos
inviolables absolutos como el derecho a la vida o a no ser tortura-
do. En este sentido, en la Ley de amparo mexicana se establece la
excepción respecto de actos públicos que atenten contra la vida, la
libertad personal, deportación o la conscripción militar forzosa (art.
22).746 En estos casos, la acción de amparo puede ser intentada en
cualquier momento, como es también es el del amparo para la pro-
tección de los derechos campesinos relativos a la tierra comunal
(art. 217). Es precisamente a lo que se refiere la Ley Orgánica de
Venezuela cuando indica que el plazo de seis meses establecido no
se aplica cuando se trate violaciones que infrinjan el orden público
o las buenas costumbres (art. 6.4).
En Costa Rica, el artículo 20 de la Ley de Jurisdicción Constitu-
cional, también establece como una excepción, la posibilidad de
intentar una acción de amparo después de que se haya agotado el
término, contra el riesgo de aplicación de una ley o reglamento
inconstitucional a un caso particular, así como en los casos de la
posibilidad manifiesta de la emisión de un acto que lesiona los de-
rechos del agraviado.
Debe recordarse que la Ley Orgánica de amparo de Venezuela
de 1988 estableció la excepción a la regla del consentimiento tácito

745 Véase los comentarios en Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal Constitu-
cional, Editorial Juricentro, 2001, pp. 226–229, 243.
746 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-
co y España, Editorial Porrúa, México, 2002, p. 331.

498
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

refiriéndose a casos de violaciones que afectan normas de orden


público747 (art. 6,4), que podían afectar el ordenamiento general
indispensable para la existencia de la comunidad.
El concepto de “orden público” es importante porque aun
cuando se haya vencido el término sin que se haya intentado la
acción, los jueces pueden admitirla por razones de “orden públi-
co,” desconociendo la aplicación de la regla del consentimiento
tácito. Tal como fue decidido por la antigua Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo, al precisar que el consentimiento táci-
to por falta de ejercicio de la acción en el lapso legal no se produce
en casos de extrema gravedad que constituyen una injuria a la con-
ciencia jurídica, como sería el caso de la flagrante violación de de-
rechos individuales “que no pueden denunciase por el agraviado,
de la privación de la libertad, de la sumisión a tortura física o psi-
cológica, tratos degradantes, daños a la dignidad humana u otros
casos extremos”748
Por consiguiente, en tales casos donde ningún consentimiento
tácito puede ser considerado como válido, el amparo judicial era
admitido aun cuando el término para intentarlo se hubiese agotado.

747 Como fue decidido por la Sala de Casación de la Corte Suprema en Venezue-
la en decisión del 3-4-1985 “el concepto de orden público permite que el inte-
rés general de la sociedad y del Estado prevalezca sobre los intereses particu-
lares o individuales a los efectos de asegurar la vigencia o propósito de algu-
nas instituciones.” Véase la referencia en las sentencias de la antigua Corte
Suprema de Justicia, Sala Político-Administrativa, del 1-2-1990, caso Tuna
Atlántica C.A., y sentencia del 30-6-1992 en la Revista de Derecho Público, N° 60,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 157. En muchos casos, es el
mismo legislador el que declara expresamente en una ley particular que sus
disposiciones tienen carácter de 'orden público', en el sentido que sus normas
no pueden ser modificadas mediante contratos. Véase sentencia de la antigua
Corte Suprema de Justicia, Sala Político-Administrativa, del 22-3-1988 en Revis-
ta de Derecho Público, N° 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 114.
748 Véase sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de
13-10-1988 en Revista de Derecho Público, Nº 36, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1988, p. 95; de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-
Administrativa, de 1-11-1989 en Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 111; y de la Sala de Casación de la misma
Corte Suprema de Justicia del 28-6-1995 (Exp. Nº 94–172). Véase la referencia
en Rafael Chavero G., El nuevo régimen del amparo constitucional en Venezuela,
Editorial Sherwood, Caracas, 2001, p. 188, nota 178. Véase igualmente otra
sentencia en la materia en las pp. 214-246.

499
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

La segunda excepción general a la regla del consentimiento tá-


cito se refiere a situaciones donde el daño infligido a los derechos
es de naturaleza continua, es decir, cuando están ocurriendo conti-
nuamente. En el mismo sentido, en los Estados Unidos, los “laches”
no pueden alegarse para oponerse a una demanda de injunction
intentada para evitar un ilícito que es de naturaleza continua.749
Es la solución que se ha dado en Venezuela, por vía jurispru-
dencial en la Ley Orgánica de 2014 en relación con la excepción a la
regla de la inadmisibilidad de la acción de amparo por haberse
vencido el plazo de seis meses para intentar la acción, basado en el
hecho de que se trate de violaciones “continuadas y permanentes;”
es decir, respecto de casos de una cadena de eventos que debido a
su constancia y reincidencia, permitan presumir que el agraviado
está actualmente amenazado por los hechos repetidos, de los cuales
no se puede producir consentimiento.750
Otras excepciones al consentimiento tácito se refieren a casos
en los cuales existen situaciones de hecho que implican la imposibi-
lidad de intentar la acción. Por ejemplo, en Honduras, está expre-
samente dispuesto que la acción puede intentarse luego que se ha-
ya agotado el término, cuando la imposibilidad de intentarla se
pueda comprobar debidamente (art. 46,3); y en sentido similar, la
ley uruguaya también dispone la excepción para los casos en los
cuales el agraviado ha estado impedido de intentar la acción por
“justa causa” (art. 4).
En México, particularmente respecto del amparo contra las le-
yes, la Ley de amparo prescribe que la acción no solo puede inten-
tarse contra la ley sino que también puede intentarse cuando se
haya agotado el plazo, contra el primer acto en aplicación de la
misma; de manera que la regla del consentimiento tácito aplica en
este caso solo cuando este acto no haya sido impugnado (art.
73.XII).751

749 Véanse los casos Pacific Greyhound Lines v. Sun Valley Bus Lines, 70 Ariz. 65,
216 P. 2d 404, 1950; y Goldstein v. Beal, 317 Mass. 750, 59 N.E. 2d 712, 1945.
Véase en John Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin Schroder, John Glenn
and Maureen Placilla (Ed.), Corpus Juris Secundum, Vol. 43A, Thomson West,
2004, p. 329.
750 Véase sentencia del 22-10-1990, caso María Cambra de Pulgar, en Revista de
Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, pp. 143–
144.
751 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-
co y España, Editorial Porrúa, México, 2002, p. 391; Richard D. Baker, Judicial

500
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En Venezuela, la Ley Orgánica de Amparo también regula


otras excepciones a la regla del consentimiento tácito, cuando se
trata de una pretensión de amparo que se formule conjuntamente
con otra acción de nulidad, caso en el cual no se aplica el lapso ge-
neral de caducidad de seis meses previsto para la interposición de
la acción. Esta es la regla, por ejemplo, en caso de daños o amena-
zas producidos por actos administrativos u omisiones de la Admi-
nistración cuando la pretensión de amparo es formulada con la
acción de nulidad de los actos administrativos o contra las omisio-
nes administrativas.752
VI. EL CARÁCTER REPARABLE DE LOS DAÑOS Y EL CA-
RÁCTER RESTABLECEDOR DEL PROCESO DE AMPARO
Como antes se dijo, el daño infligido a los derechos constitucio-
nales que justifica la interposición de una acción de amparo, además
de las condiciones antes analizadas, debe cumplir dos otras condi-
ciones, dependiendo de si se trata de daños o amenazas de daño.
Si se trata de un daño infligido a los derechos de las personas,
debe tratarse de un daño reparable, teniendo por objeto el proceso
de amparo el restablecimiento del disfrute del derecho. De allí su
carácter restaurador. Pero si se trata de amenaza de daño ocasio-
nada al derecho, la misma debe ser inminente, estando el amparo
dirigido a prevenir o impedir que la violación ocurra, teniendo el
proceso en este caso, el mismo un carácter preventivo.
1. El carácter restaurador del proceso amparo en relación con
los daños
En efecto, en caso de daños, el procedimiento de amparo tiene
por objeto restablecer al agraviado en el goce del derecho lesiona-
do, restableciendo la situación que existía para cuando el derecho
fue lesionado, eliminando o suspendiendo, si fuese necesario, el
acto o hecho perjudicial.

Review in México. A Study of the Amparo Suit, University of Austin Press, Aus-
tin, 1971, p. 172.
752 En sentido similar, la regla del consentimiento tácito tampoco es aplicable en
caso de actos u omisiones administrativas cuando la acción de amparo es in-
tentada junto con la acción de nulidad contra actos u omisiones administrati-
vas. En este caso, debido a la pretensión constitucional, como lo estableció la
derogada Ley Orgánica de 1988, la acción de nulidad podía intentarse en
cualquier momento (art. 5).

501
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En este sentido, la acción de amparo también tiene similitudes


con las injunctions reparadoras en los Estados Unidos, las cuales pro-
curan eliminar los efectos de un ilícito cometido o conminar al agra-
viante a iniciar acciones dirigidas a corregir esos efectos lesivos.753
Sin embargo, en algunas situaciones, debido a la naturaleza
efectiva del daño infligido, los efectos restauradores no pueden
obtenerse, en cuyo caso, la decisión de amparo debe tender a colo-
car los derechos del accionante en la situación más cerca o más si-
milar a la que existía antes de que se produjo la lesión.754

2. La condición específica del daño: su carácter reparable


Debido al carácter restaurador del amparo, la principal condi-
ción especifica que los daños deben tener para que una petición de

753 Como lo ha explicado Owen M. Fiss, para ver cómo funciona, y asumiendo
por ejemplo que ha ocurrido algún ilícito, como un acto discriminatorio, el
objeto de la injunction –concebida clásicamente como un instrumento preven-
tivo- sería prevenir la recurrencia de la conducta dañina en el futuro (termi-
nar con la discriminación y no volver a hacerlo). Pero en el caso United States
v. Louisiana (380 U.S. 145, (1965)), relativo a una discriminación electoral, el
magistrado Black identificó todavía otro objetivo de la injunction, que es la
eliminación de los efectos del ilícito ejecutado (la discriminación realizada).
La injunction reparadora –por mucho tiempo concebida por los autores del
siglo XIX, como High (A Treatise on the Law of Injunction 3, 1873), como una
imposibilidad analítica- fue por eso consagrada. Y por el mismo estilo, les fue
ordenado a los funcionarios electorales no solo terminar con la discrimina-
ción en las elecciones futuras sino también dejar sin efecto una pasada elec-
ción e instalar una nueva manera de remover cualquier traza de discrimina-
ción como la que contaminó la anterior (Bell v. Southwell, 376 F.2de 659 (5TH
Cir. 1976). Igualmente, a funcionarios públicos de un programa de vivienda
se les ordenó cesar con la discriminación con base racial en su selección para
la asignación de futuras viviendas, y que construyeran viviendas en áreas de
habitantes blancos de manera de eliminar los efectos de una política segrega-
cionista que derivaba de ubicar proyectos públicos de vivienda solo en las
áreas de habitantes negros de la ciudad (Hills v. Gautreaux, 425 U.S. 284
(1976)). Véase en Owen M. Fiss, The Civil Rights Injunction, Indiana University
Press, 1978, pp .7–10.
754 En este sentido, la antigua Corte Suprema de Justicia venezolana expresó que
“una de las principales características de la acción de amparo es el ser un
medio judicial restablecedor, cuya misión es restablecer la situación infringi-
da o, lo que es lo mismo, colocar de nuevo al agraviado en el goce de sus de-
rechos constitucionales lesionados. Véase la sentencia de 6-2-1996, caso
Asamblea legislativa del Estado Bolívar, en Rafael Chavero, El nuevo régimen del
amparo constitucional en Venezuela, Ed. Sherwood, Caracas, 2001, pp. 185, 242–
243.

502
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

amparo sea acordada, es que los mismos tengan un carácter repa-


rable. Así se dispone, por ejemplo, la Ley Orgánica de Amparo de
Venezuela al disponer que las acciones de amparo son inadmisibles
cuando “violación del derecho o la garantía constitucionales, cons-
tituya una evidente situación irreparable, no siendo posible el res-
tablecimiento de la situación jurídica infringida.” En estos casos, la
ley define daños irreparables “los actos que, mediante el amparo,
no puedan volver las cosas al estado que tenían antes de la viola-
ción” (art. 6.3)
La principal consecuencia de este carácter reparable del daño y
de los efectos restauradores del proceso de amparo, es que a través
de la acción de amparo no es posible crear situaciones jurídicas
nuevas para el agraviado ni tampoco es posible modificar las ac-
tuales.755
En este sentido, por ejemplo, la Sala Constitucional del Tribu-
nal Supremo de Justicia negó una solicitud de asilo a un accionan-
te, formulada mediante una acción de amparo, porque lo que éste
buscaba con la misma era más bien obtener la ciudadanía venezo-
lana sin cumplir las condiciones y procedimientos administrativos
establecidos. La Sala declaró en ese caso que la acción había sido
“interpuesta a fin de que esta Sala dicte mandamiento de amparo,
consistente en la legalización del actor […] lo cual se traduciría en
la constitución o creación de un status civil y jurídico que no osten-
taba el solicitante antes de la interposición de la presente acción de
amparo constitucional.”756

755 Véase las sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-
Administrativa del 27-10-1993, caso Ana Drossos, y de 4-11-1993, caso Partido
Convergencia, en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1993, p. 340.
756 Véase la sentencia de 20-1-2000, caso Domingo Ramírez Monja, en Rafael Cha-
vero, El nuevo régimen del amparo constitucional en Venezuela, Ed. Sherwood,
Caracas, 2001, p. 244. En otra sentencia dictada el 21-4-1999, caso J. C. Marín,
la antigua Corte Suprema en el mismo sentido declaró inadmisible una ac-
ción de amparo en un caso en que el accionante pedía ser designado juez de
un tribunal específico o que fuese colocado en una situación jurídica que no
tenía antes que el acto impugnado fuese dictado. La Corte decidió que en el
caso era imposible intentar una acción de amparo con ese objetivo, declarán-
dolo inadmisible. Para ello, la Corte argumentó sobre la característica de la
acción de amparo que su “efecto restablecedor” en cuanto a la situación jurí-
dica infringida, de manera que la misma es inadmisible cuando el restable-
cimiento de una situación es imposible; cuando mediante la acción el agra-

503
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por consiguiente, en relación con daños, los efectos restablece-


dores de los procedimientos de amparo imponen la necesidad de
que el daño tenga un carácter reparable para que los tribunales
puedan restablecer las cosas al estado o situación que tenían para el
momento del daño, eliminando el hecho o acto lesivo impugnado.
Por el contrario, cuando la violación a un derecho constitucional
resulta tener un carácter irreparable, la acción de amparo es inad-
misible.
Esto es congruente con el objetivo principal del proceso de
amparo tal como se dispone, por ejemplo, en el artículo 29 de la
Constitución venezolana y el artículo 1 de la Ley Orgánica de am-
paro, en el sentido que el mismo procura que se “restablezca inme-
diatamente la situación jurídica infringida o la situación que más se
asemeje a ella.”757 En el mismo sentido, las Leyes de amparo de
México (art. 73.IX) y Honduras (art. 46,5), expresamente establecen
que en caso de daños infligidos a derechos constitucionales, la ac-
ción de amparo solo puede ser intentada cuando el daño es repara-
ble y reversible; siendo la acción inadmisible cuando el acto lesivo
causante del daño ya ha sido ejecutado o cuando sus efectos ya han
sido agotados o consumados en forma irreparable. Es decir, las
acciones de amparo no pueden ser el remedio adecuado en relación
con un fait accompli o situaciones irreparables.
El ejemplo clásico en México sobre esta condición de admisibi-
lidad de la acción de amparo es la situación creada por una senten-
cia de muerte ya ejecutada,758 en cuyo caso sería completamente
irrelevante intentar una acción de amparo. Es por eso que en Méxi-

viado busca una compensación de los daños, ya que esta no puede sustituir
los derechos lesionados; o cuando el demandante lo que pretende es que la
Corte le cree un derecho o una situación que no existía antes de que se pro-
dujera el acto, hecho u omisión lesivas. Todo ello, lo que implica es la “exclu-
sión de la posibilidad de que el amparo tenga efectos constitutivos.” Idem, pp.
244–245.
757 Véase sentencia de la antigua Corte Primera de lo Contencioso-
Administrativo venezolana de 14-1-1992, en Revista de Derecho Público, Nº 49,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 130; y sentencia de la antigua
Corte Suprema de Justicia, Sala Político-Administrativa de 4-3-1993 en Revis-
ta de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993,
p. 260.
758 Tesis 32, II, 90. Jurisprudencia de la Suprema Corte. Véase la referencia en Ri-
chard D. Baker, Judicial Review in México. A Study of the Amparo Suit, Universi-
ty of Austin Press, Austin, 1971, p. 95, note 11.

504
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

co, esta condición de inadmisibilidad aplica a todos los casos cuan-


do es material y jurídicamente imposible retornar a la parte lesio-
nada a la posición que tenía antes de la violación;759 o cuando en
términos generales, el acto impugnado es efectivamente irreparable
debido a que es físicamente imposible devolver las cosas al estado
que tenían antes de la violación.760
Esta es también una condición general para la admisibilidad de
las injunctions en los Estados Unidos, donde los tribunales han de-
clarado que dado que su objeto es evitar acciones aun no tomadas,
la misma no puede ser intentada para frenar una acción que ya ha
sido cumplida para el momento cuando la acción se ha intentado
ante los tribunales en vista de que el daño ya ha sido causado.761
En este mismo sentido, por ejemplo, la antigua Corte Suprema
de Justicia de Venezuela declaró inadmisible una acción de amparo
contra un cobro indebido de impuestos después que el impuesto
fue pagado, considerando que en tal caso no era posible restablecer
la situación infringida.762
También en relación con los derechos de maternidad de las
mujeres, los tribunales venezolanos han declarado inadmisible la
acción de amparo que procura la protección de los derechos del
permiso de maternidad después del nacimiento del niño, declaran-
do que era imposible para la actora el ser restablecida en el derecho

759 Idem, p. 96.


760 Tesis “Actos consumados de modo irreparable,” Apéndice al Semanario Judicial
de la federación 1917-1988, Segunda Parte, Salas y Tesis Comunes, pp. 106–107.
Véase en Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en
México y España, Edit. Porrúa, México, 2002, p. 388, notas 232–233.
761 “No hay causa para decretar una injunction a menos que el ilícito alegado esté
actualmente ocurriendo, amenace de hecho o se espere con razonable proba-
bilidad. Un tribunal no puede restringir un acto después que se ha realizado.
Un acto que ha sido realizado de tal forma que ya no presente una controver-
sia judicial, no da pie para el decreto de una injunction.” Véase los casos
County of Chesterfield v. Windy Hill, Ltd., 263 Va. 197, 559 S.E. 2d 627 (2002); Kay
v. David Douglas School Dist. n° 40, 303 Or. 574, 738 P 2d 1389, 40 Ed. Law Rep.
1027 (1987); Exparte Connors, 855 So. 2d 486 (Ala. 2003); Patterson v. Council on
Probate Judicial Conduct, 215 Conn. 553, 577 A. 2d 701 (1990), en John Bourdeau
et al, “Injunctions,” en Kevin Schroder, John Glenn, Maureen Placilla (Editors),
Corpus Juris Secundum, Vol. 43A, Thomson West, 2004, p. 73.
762 Véase la sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-
Admi-nistrativa del 21-3-1988, en Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas 1988, p. 114.

505
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

presuntamente violado de disfrutar el permiso de maternidad du-


rante seis meses antes y después del parto, porque al decidir se
estaba en presencia de una situación irremediable que no podía ser
restablecida debido al hecho de que era imposible devolver el
tiempo pasado.763
En otros casos, la misma antigua Corte Suprema de Justicia
consideró inadmisible acciones de amparo cuando la única manera
de restablecer la situación jurídica infringida era mediante la decla-
ración de nulidad de un acto administrativo, lo cual el juez de am-
paro –cuando conforme a la Ley Orgánica de 1988 el amparo contra
actos administrativos se podía intentar ante un juez civil– no podía
hacer.764
Estas tendencias generales acerca del carácter reparable de los
daños y los efectos restauradores o restablecedores del proceso de
amparo pueden ser consideradas las tendencias generales de las
leyes de amparo en Latinoamérica.
Como antes se dijo, está el caso de México, donde el artículo
73.X de la Ley de amparo prescribe que el amparo es inadmisible
contra actos decididos en un procedimiento judicial o administrati-
vo cuando las infracciones reclamadas (debido al cambio de la si-
tuación jurídica) han ocurrido de manera irreparable. Es también la
tendencia general en Colombia donde la ley de tutela dispone que
la acción sea inadmisible “Cuando sea evidente que la violación del
derecho originó un daño consumado, salvo cuando continúe la
acción u omisión violatoria del derecho” (art. 6.4).
De estas regulaciones se puede sostener, en conclusión, que el
proceso de amparo tiene naturaleza esencialmente restablecedora,
lo que implica que el daño ilegítimo puede ser detenido o modifi-
cado a fin de que la situación del accionante sea restablecida por
una orden judicial; o si el daño tiene efectos continuos, para lograr
su suspensión. Sobre esos efectos ya cumplidos, la naturaleza res-

763 Véase sentencia de la antigua Corte Primera de lo Contencioso-


Administrativo del 17-9-1989, en Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas 1989, p. 111.
764 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-Admi-
nistrativa de 1-11-1990, en Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1990, pp. 152–153. Igualmente sentencia de la antigua
Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de 10-9-1992 en la Revista de
Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1992, p. 155.

506
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tauradora del amparo implica la posibilidad de retrotraer las cosas


al estado que tenían antes que el daño se iniciara. Por consiguiente,
lo que el juez de amparo no puede hacer es crear situaciones que
eran inexistentes para el momento de la interposición de la acción;
o corregir los daños infringidos a derechos cuando ya es muy tarde
para hacerlo.765
A este respecto, por ejemplo, refiriéndose al derecho a la pro-
tección de la salud, la antigua Corte Suprema de Justicia venezo-
lana, en un caso relativo a la protección de la salud, consideró que
el amparo era el medio judicial adecuado, porque el juez “podía
ordenar a la autoridad competente que asumiera precisas conduc-
tas para el tratamiento médico del agraviado.” En el caso, con la
demanda de amparo, el agraviante buscaba tener un particular y
adecuado tratamiento a su salud, que podía obtenerse vía la ac-
ción de amparo que buscaba restablecer su derecho lesionado. En
el caso, dijo la Corte, la demandante no estaba buscando que se le
reestableciera su salud al estado que antes tenía, sino a tener un
particular tratamiento de salud, lo que consideró perfectamente
válido.”766
En el Perú, el Código Procesal Constitucional, también prescri-
be que la acción de amparo -así como todos los procesos constitu-
cionales-, son inadmisibles cuando al momento de su interposición,
la violación a los derechos constitucionales se ha convertido en
irreparables (art. 5.5).

765 Como lo decidió la antigua Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo


en relación con una orden municipal para la demolición de un edificio, en el
sentido de que si la demolición ya estaba ejecutada, el juez de amparo no po-
día decidir el caso por el carácter irreparable del daño. Véase sentencia de 1-
1-1999, caso B. Gómez, en Rafael Chavero, El nuevo régimen del amparo constitu-
cional en Venezuela, Ed. Sherwood, Caracas 2001, p 242. La Corte Primera
también declaró en un caso decidido el 4-2-1999, caso C. Negrín, con respecto
a un concurso de cátedra en una universidad pública que lo que pretendía la
parte agraviada era que se la inscribiera en el mencionado concurso de cáte-
dra (Farmacología en la Escuela de Medicina), lo que al tiempo de decidir era
imposible pues el lapso para ello había terminad un año antes, por lo que el
daño producido debía ser considerado irreparable mediante la acción de am-
paro. Idem, p. 243.
766 Véase la sentencia de 3-3-1990 en Revista de Derecho Público, Nº 42, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas 1990, p. 107.

507
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

VII. EL CARÁCTER PREVENTIVO DEL PROCESO DE AM-


PARO CONTRA LAS AMENAZAS DE CARÁCTER IN-
MINENTE

El proceso de amparo no es solo un medio judicial que procu-


ra el restablecimiento de los derechos constitucionales lesionados,
sino que es también un medio judicial instituido para la tutela de
dichos derechos en contra de las amenazas ilegítimas que los vio-
lan.
En estos casos, el proceso de amparo tiene un carácter preven-
tivo -en el sentido de evitar un daño-, similar a las injunctions pre-
ventivas de los derechos civiles en los Estados Unidos que procu-
ran “prohibir la ocurrencia de algún acto, o serie de ellos, en el fu-
turo,”767 y que están diseñadas “para evitar un futuro daño a una
persona a través de la prohibición u orden de cumplir una deter-
minada conducta por parte de otra persona.”768
Sería absurdo que la persona afectada, teniendo pleno conoci-
miento de la ocurrencia próxima de un daño, esperase paciente-
mente a que el acto dañino se produjese, con todas sus consecuen-
cias, para intentar la acción de amparo. Por el contrario, la persona
tiene derecho a accionar en procura de una orden judicial que
prohíba el acto a cumplirse, evitando así la ocurrencia del daño.
La principal condición para esta posibilidad de intentar accio-
nes de amparo contra amenazas a derechos constitucionales –como
lo prevén expresamente las leyes de amparo nicaragüense (arts. 51,
57, 79), peruana (art. 2) y venezolana (arts. 2; 23.2) es que ellas de-
ben ser reales, ciertas, inmediatas, inminentes, posibles y factibles o
realizables. En el caso de la Ley Orgánica de Venezuela, sin embar-
go, la Ley se limita a mencionar sólo as condiciones de que la ame-
naza debe ser “inmediata, posible y realizable” por el agraviante
(art. 6.2)
Por otra parte, existen algunos derechos constitucionales que
en general lo que necesitan es esencial y precisamente la protección
contra las amenazas, como el derecho a la vida, por ejemplo, en
casos de amenazas inminentes de muerte, porque de lo contario

767 Véase Owen M. Fiss, The Civil Rights Injunction, Indiana University Press,
1978, p. 7.
768 Véase William M. Tabb and Elaine W. Shoben, Remedies, Thompson West,
2005, p. 22.

508
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tanto el derecho como la protección perderían todo sentido. En este


caso, la única manera de garantizar el derecho a la vida es evitando
que se materialicen las amenazas de muerte, por ejemplo, mediante
la efectiva protección policial de la persona.
Ahora bien, si la condición principal específica para la admisi-
bilidad del amparo contra daños a derechos constitucionales es su
carácter reparador o restablecedor; respecto de las amenazas, la
condición principal específica es que ellas han de ser de carácter
inminente.
Esta condición está también expresamente establecida en las
leyes de amparo, por ejemplo, de República Dominicana (art. 1),
Nicaragua (arts. 51, 57, 79) Perú (art. 2) y Venezuela (arts. 2; 6.2),
que disponen que para intentar una acción de amparo contra ame-
nazas, éstas han de ser no solo reales, ciertas, posibles y factibles,
sino que además, deben tener un carácter de inmediatez e inmi-
nencia que causen temor a las personas o el sentimiento de peligro
respecto de sus derechos. Por el contrario, si el caso se refiere a
situaciones en las cuales ya hay un daño causado, y el hecho ya se
ha cumplido, ya ninguna amenaza es posible.769

769 Con respecto a esta condición, por ejemplo, la Corte Constitucional de Co-
lombia ha dicho que: “La amenaza a un derecho constitucional fundamental
tiene múltiples expresiones: puede estar referida a las circunstancias específi-
cas de una persona respecto al ejercicio de aquel; a la existencia de signos po-
sitivos e inequívocos sobre el designio adoptado por un sujeto capaz de eje-
cutar actos que configuren la violación del derecho; o estar representada en el
desafío de alguien (tentativa), con repercusión directa sobre el derecho de
que se trata; también puede estar constituida por actos no deliberados pero
que, atendiendo a sus características, llevan al juez de tutela al convencimien-
to de que si él no actúa mediante una orden, impidiendo que tal comporta-
miento continúe, se producirá la violación del derecho; igualmente pueden
corresponder a una omisión de la autoridad cuya prolongación en el tiempo
permite que aparezca o se acreciente un riesgo; también es factible que se
configure por la existencia de una norma - autorización o mandato- contraria
a la preceptiva constitucional, cuya aplicación efectiva en el caso concreto se-
ría en sí misma un ataque o un desconocimiento de los derechos fundamen-
tales.” Véase la referencia a la decisión T-349 del 27-8-1993 en Rafael Chave-
ro, El nuevo régimen del amparo constitucional en Venezuela, Ed. Sherwood, Ca-
racas, 2001, pp. 238–239. En el mismo sentido, véase la sentencia de la anti-
gua Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo venezolana de 16-7-
1992, en Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas 1992, p. 155.

509
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En consecuencia, para intentar una acción de amparo contra


una amenaza, ésta debe consistir en un potencial daño o violación,
que debe ser inminente en el sentido de que puede ocurrir pronto;
siendo esta misma regla (la del carácter de inminencia de la ame-
naza) aplicada en los Estados Unidos como condición esencial para
autorizar injunctions preventivas. Esto significa que los tribunales
deben dictar injunctions solo cuando la amenaza sea inminente,
prohibiendo futuras acciones; y no cuando la amenaza sea conside-
rada remota, potencial o especulativa.770
En el mismo sentido que los amparos en los países latinoame-
ricanos, las injunctions en los Estados Unidos no pueden ser dicta-
das “para simplemente aliviar temores y aprehensiones o para
calmar las ansiedades de las personas, puesto que tales temores y
aprehensiones pueden existir sin razones sustanciales y ser absolu-
tamente infundadas o especulativas.”771 Las injunctions, al igual

770 En el caso Reserve Mining Co. v. Environmental Protection Agency 513 F.2d, 492
(8th Cir 1975), el tribunal de circuito no dictó la injunction solicitada para que
se ordenara a la Reserve Mining Company que cesara la descarga de
desechos de su planta procesadora de hierro mineral, en Silver Bay, Minneso-
ta, por afectar el medio ambiente de Silver Bay y a las aguas del Lake Supe-
rior, porque aun cuando el accionante ha demostrado que las descargas dan
origen a una “amenaza potencial a la salud pública … ningún daño que haya
ocurrido a la salud pública a la fecha se ha demostrado y el peligro a la salud
no es inminente. La evidencia reclama medidas de prevención y cautela. No
existe razón alguna que requiera que Reserve corte sus operaciones de inme-
diato.” Véase los comentarios en Owen M. Fiss and Doug Rendelman, Injun-
ctions, The Foundation Press, Mineola, New York, 1984, pp. 116 ff. En otro ca-
so, muy citado, Fletcher v. Bealey, 28 Ch. 688 (1885), se hace referencia a depó-
sitos de desechos del demandado en terrenos del accionante y el juez declaró
que, dado que la acción es interpuesta para prevenir daños continuos bajo
una acción quia-timet, dos ingredientes son necesarios: “Si ningún daño pre-
sente es demostrado, debe haber prueba de un peligro inminente y también
debe haber prueba de que el daño temido, si acaece, será muy sustancial. Ca-
si debería decir que debe ser demostrado que el daño será irreparable porque
si no se prueba que el peligro es tan inminente (como para que nadie dude de
que si se demora la medida el daño ocurrirá), pienso que debe demostrarse
que de ocurrir el daño, efectivamente y en cualquier momento, será de tal
modo y bajo tales circunstancias que será imposible para el accionante prote-
gerse contra el mismo si la medida le es negada en una acción quia timet.”
Véase la referencia en Idem, pp. 110–111.
771 Véase casos Callis, Papa, Jackstadt & Halloran, P.C. v. Norkolk and Western
Ry. Co., 195 Ill. 2d 356, 254 Ill. Dec. 707, 748 N. E.2d 153 (2001); Frey v. De
Cordova Bend Estates Owners Ass’n, 647 S.W2d 246 (Tex. 1983); Ormco
Corp. v. Johns, 19 I.E.R. Cas. (BNA), 1714, 148 Lab. Cas. (CCH), 59741, 2003
WL 2007816 (Ala. 2003), en John Bordeau et al., “Injunctions,” en Kevin

510
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

que el amparo, son recursos extraordinarios “diseñados para pre-


venir un daño serio y no han de ser utilizadas para proteger una
persona de meras inconveniencias o de daños especulativos o in-
sustanciales.”772
Esta condición, como se dijo, también está establecida gene-
ralmente en las leyes de amparo latinoamericanas. Por ejemplo, en
Venezuela, de acuerdo con la Ley de Amparo las amenazas que
pueden ser controladas mediante las acciones de amparo deben ser
“inmediata, posible y realizable” (art. 6.2),773 de manera que la ac-
ción de amparo es improcedente cuando la amenaza o violación de
un derecho constitucional ha cesado o terminado (art. 23.1).
En un sentido similar, la Sala Constitucional de la Corte Su-
prema de Costa Rica ha establecido que “el amparo contra ame-
nazas en relación con derechos fundamentales sólo puede acor-
darse si la amenaza es cierta, real, efectiva e inminente (Art. 29,
Ley); en consecuencia, esos probables perjuicios que no son capa-
ces de ser objetivamente captados no pueden ser protegidos me-
diante amparo.”774
En el mismo sentido y respecto del carácter inminente de la
amenaza, los tribunales en México han declarado que ésta debe ser
suficientemente demostrada como una amenaza que está a punto

Schroder, John Glenn and Maureen Placilla (Editors), Corpus Juris Secun-
dum, Vol. 43A, Thomson West, 2004, p. 57.
772 Véase el caso Kucera v. State, Dept. of Transp., 140 Wash. 2d 200, 955 O.2d 63
(200)), Idem, pp. 57–58.
773 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-
Administrativa de 9-6-1988 en Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 114 y de 14-8-1992 en Revista de Derecho
Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, pp. 158–159; y la
sentencia de la antigua Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de
30-6-1988, en Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas 1988, p. 115. Estas condiciones generales se han considerado como
concurrentes cuando se refieren a la tutela constitucional ante daños que al-
guien pronto infligirá en los derechos de otra persona. Véase sentencia de la
antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-Administrativa de 24-6-1993
en Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas
1993, p. 289; y de 22-3-1995, caso La Reintegradora, en Rafael Chavero, El nuevo
régimen del amparo constitucional en Venezuela, Ed. Sherwood, Caracas 2001, p.
239.
774 Véase Voto 295-93, en Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal constitucional,
Editorial Juricentro, San José 2001, p. 222.

511
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

de ocurrir, debido a que, por ejemplo, algunos actos ya se han rea-


lizado o debido a que se puede considerar que algunos actos ocu-
rrirán como consecuencia ineludible de hechos anteriores (que han
sido asimismo también demostrados).775 Esto distingue las acciones
inminentes de aquellas que ya ocurrieron o de aquellas que, a lo
mejor, ocurrirán en el futuro.
La constitución ecuatoriana, en relación con la admisibilidad
de la acción de amparo, también prescribe respecto del carácter
“inminente” de la amenaza, que la misma esté a punto de produ-
cirse en el próximo futuro como un verdadero daño potencial y
no como mera conjetura. Adicionalmente, el daño debe ser con-
creto y real y el accionante debe demostrar cómo afecta sus dere-
chos (art. 95).776
La inminencia del daño debe ser cierta, de allí que, por ejem-
plo, los tribunales mexicanos han declarado que, en concreto, la
sola posibilidad de que las autoridades puedan utilizar sus facul-
tades de investigación y control ante el accionante no puede ser
fundamento suficiente para intentar la acción de amparo.777 En este
mismo sentido, la ley de tutela en Colombia se refiere a los casos en
los cuales “no se encuentra amenazado un derecho constitucional”
prescribiendo que “se entenderá que no se encuentra amenazado
un derecho constitucional fundamental por el sólo hecho de que se
abra una averiguación administrativa por la autoridad competente
con sujeción al procedimiento correspondiente regulado por la ley”
(decreto 306-92, art. 3).
En el mismo sentido, la antigua Corte Suprema de Justicia de-
claró en 1.989 que “la apertura de un procedimiento administrativo
de averiguación disciplinaria no es suficiente para justificar la pro-
tección de la parte mediante el proceso de amparo, más aún cuan-
do dicho procedimiento, en el cual todos los necesarios medios de
defensa se pueden ejercer, puede concluir en la decisión descartan-

775 Véase Joaquín Brage Camazano, La Jurisdicción Constitucional de la Libertad.


Teoría general, Argentina, México, Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos, Ed. Porrúa, México 2005, pp. 171–173.
776 Véase Hernán Salgado Pesantes, Manual de Justicia Constitucional Ecuatoriana,
Corporación Editora Nacional, Quito 2004, p. 80.
777 Véase en Semanario Judicial de la Federación, Tomo I, Segunda parte-2, p. 697.
Véase la referencia en Joaquín Brage Camazano, La Jurisdicción Constitucional
de la Libertad. Teoría general, Argentina, México, Corte Interamericana de De-
rechos Humanos, Ed. Porrúa, México 2005, p. 173, nota 269.

512
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

do alguna incriminación contra la parte con la consecuente termi-


nación del procedimiento disciplinario, sin sanción alguna contra
la parte.”778
Los criterios del carácter inminente de la amenaza a los dere-
chos constitucionales para la admisión de la acción de amparo
condujo también a la antigua Corte Suprema de Justicia a rechazar
el proceso de amparo contra las leyes, argumentando que una ley o
norma legal no puede originar, por sí misma, una amenaza posible,
inminente y factible.779 No obstante, la Corte ha considerado que el
accionante podía siempre intentar la acción de amparo contra el
funcionario público que debía aplicar la ley, procurando una
prohibición judicial dirigida a ese funcionario público conminán-
dole a no aplicar la norma impugnada.”780

778 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político-


Administrativa de 26-10-1989, caso Gisela Parra Mejía, en Rafael Chavero, El
nuevo régimen del amparo constitucional en Venezuela, Ed. Sherwood, Caracas,
2001, pp. 191, 241.
779 Véase sentencia de 24-5-1993, de la Sala Político-Administrativa de la antigua
Corte Suprema en Revista de Derecho Público, Nº 55-56, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas 1993, pp. 289–290.
780 Idem, p. 290.

513
DÉCIMA SEGUNDA PARTE
LAS FORMAS DE EJERCICIO DEL DERECHO CONSTI-
TUCIONAL DE AMPARO: COMO ACCIÓN AUTÓNOMA Y
COMO PRETENSIÓN FORMULADA JUNTO CON OTRAS
VÍAS PROCESALES IDÓNEAS

I. LOS DIVERSOS MECANISMOS PROCESALES DE AM-


PARO

Tal como se ha señalado con anterioridad, la necesidad de con-


figurar conforme a la orientación del artículo 47 de la Constitución
de 1961 (equivalente al artículo 27 de la Constitución de 1999), en la
Ley Orgánica de Amparo de 1988, al amparo constitucional como
un “derecho fundamental” y no sólo como una única “acción de
amparo,” implicó la necesidad de conciliar el ejercicio del derecho
de amparo con los medios judiciales existentes de protección cons-
titucional, de manera que no quedasen éstos eliminados como ta-
les, sino al contrario, reforzados. De allí las previsiones de los ar-
tículos 3, 5 y 6,5 de la Ley Orgánica de 1988 que previeron expre-
samente la posibilidad de la formulación de pretensiones de ampa-
ro constitucional conjuntamente con las acciones de nulidad por
inconstitucionalidad, con las acciones contencioso-administrativas
de anulación y con las acciones judiciales ordinarias o extraordina-
rias; normas todas que propusimos en el proceso de formación de
la Ley en la Cámara del Senado.781

781 Véase Allan R. Brewer–Carías, “Propuestas de reforma al Proyecto de Ley


Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales (1987) ,”
Estudios de derecho público, (Labor en el Senado 1985–1987), Tomo III, Ediciones
del Congreso de la República, Caracas 1989, pp. 205–229.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Después de múltiples vacilaciones jurisprudenciales que se ex-


tendieron por casi cuatro años, el sentido de la regulación conteni-
da en dichas normas finalmente lo precisó y resumió la Sala Políti-
co Administrativa de la antigua Corte Suprema en sentencia de 10
de junio de 1992, en la cual, haciendo referencia a una sentencia
previa de 10 de julio de 1991 (Caso: Tarjetas Banvenez), señaló lo
siguiente:
“El texto de la Ley Orgánica de Amparo prevé fundamen-
talmente dos mecanismos procesales: la acción autónoma de
amparo y la acumulación de ésta con otro tipo de acciones o
recursos, modalidades que difieren sustancialmente en cuanto
a su naturaleza y consecuencias jurídicas. Por lo que respecta a
la segunda de las modalidades señaladas, es decir, la acción de
amparo ejercida conjuntamente con otros medios procesales, la
referida ley regula tres supuestos: a) la acción de amparo acu-
mulada a la acción popular de inconstitucionalidad de las leyes
y demás actos estatales normativos (artículo 3º); b) la acción de
amparo acumulada al recurso contencioso administrativo de
anulación contra actos administrativos de efectos particulares o
contra las conductas omisivas de la Administración (artículo
5°); c) la acción de amparo acumulada con acciones ordinarias
(artículo 6º, ordinal 5º)
La Sala ha sostenido además que la acción de amparo en
ninguno de estos casos es una acción principal sino subordina-
da, accesoria a la acción o al recurso al cual se acumuló, some-
tido al pronunciamiento jurisdiccional final que se emita en la
acción acumulada tratándose de una acumulación de acciones,
debe ser resuelta por el juez competente para conocer de la ac-
ción principal.”782
En esta forma quedó absolutamente clarificada la intención del
legislador de 1988 al distinguir entre la acción de amparo que se
denominó “autónoma” de amparo, y la pretensión de amparo
constitucional formulada con otras acciones o recursos que regula
el ordenamiento procesal.
Realmente, en estos últimos casos, no se trataba de una verda-
dera “acumulación” de “acciones,” sino de la formulación de una

782 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 50, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1992, pp. 183–184.

516
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“pretensión” de amparo con una acción principal. Por ello, en estos


casos, el amparo tenía en principio mero carácter cautelar y no te-
nía ninguna relevancia el que existieran procedimientos distintos
para la acción principal y para la acción de amparo,783 porque, en
definitiva, en caso de acumulación de la pretensión de amparo con
una acción principal, el procedimiento regular previsto para la “ac-
ción de amparo” no se debía aplicar.
La clarificación definitiva del carácter cautelar del amparo co-
mo pretensión formulada junto con otras acciones, particularmente
las acciones de nulidad de las leyes y de actos administrativos, co-
mo se dijo, se realizó mediante la sentencia de la antigua Corte Su-
prema de Justicia en Sala Político Administrativa de 10 de julio de
1991 (Caso: Tarjetas Banvenez), en la cual la Corte, además, precisó
el carácter accesorio y subordinado de la pretensión de amparo en
relación a esas otras acciones principales, cuando se formula con-
juntamente con ellas.784
El razonamiento de la Corte, en esta sentencia, comenzó por la
constatación de que la Ley Orgánica de Amparo de 1988, al desa-
rrollar los artículos 49 y 50 de la Constitución de 1961 (equivalente
a los artículos 27 y 22 de la Constitución de 1999), otorgaba a las
personas naturales o jurídicas, la posibilidad de acudir ante los
tribunales, con el propósito de ser amparados en el goce y el ejerci-
cio de los derechos y garantías constitucionales, mediante el resta-
blecimiento inmediato de la situación jurídica infringida o la situa-
ción que más se asemeje a ella. A tal fin señaló la antigua Corte
que:
“el texto de la ley prevé fundamentalmente dos mecanis-
mos procesales: la acción autónoma de amparo, y la acumula-
ción de ésta con otro tipo de acciones o recursos. Ambas moda-
lidades de ejercicio difieren sustancialmente en cuanto a su na-
turaleza y consecuencias jurídicas.”785

783 Véase sobre esto y la causal de inadmisibilidad de la acción contencioso-


administrativa en materia de acumulación de acciones, sentencia de la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativa de 14–12–92, en FUNEDA, 15 años
de Jurisprudencia, Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo 1977–1992.
Amparo Constitucional, Caracas, 1994, p. 121.
784 Véase el texto de esta sentencia en Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, pp. 169–174.
785 Idem., p. 169.

517
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

1. La acción autónoma de amparo

En cuanto al primer supuesto, es decir, la acción autónoma de


amparo, la antigua Corte Suprema señaló en su citada sentencia de
10 de julio de 1991, que en ese caso, al ser una acción que se ejercita
en forma autónoma e independiente, no se vincula ni se subordina
a ningún otro recurso o procedimiento. En este caso, dijo la Corte,
es indudable:
“que esa acción, así ejercida, debe ser, por su naturaleza
restablecedora, capaz, suficiente y adecuada para lograr que el
mandamiento de amparo que se otorgue se baste por sí solo,
sin necesidad de acudir a otro u otros procedimientos judicia-
les, para volver las cosas al estado en que se encontraban para
el momento de la vulneración y hacer desaparecer definitiva-
mente el acto o hecho lesivo o perturbador.
Por estas razones, ha sostenido reiteradamente este Su-
premo Tribunal en jurisprudencia que una vez más ratifica,
que en tales supuestos, el accionante en amparo debe invocar y
demostrar que se trata de una vulneración constitucional fla-
grante, grosera, directa e inmediata, lo cual no significa se
precisa ahora que el derecho o garantía de que se trate no es-
tén desarrollados o regulados en textos normativos de rango
inferior, pero sin que sea necesario al juzgador acudir o fun-
damentarse en ellos para detectar o determinar si la violación
constitucional al derecho o garantía se ha efectivamente con-
sumado. De no ser así ha dicho también esta Sala no se trata-
ría entonces de una acción constitucional de amparo sino de
otro tipo de recurso, por ejemplo, el contencioso-adminis-
trativo, cuyos efectos anulatorios no se corresponden con los
restitutorios del amparo y “si tal sustitución se permitiere, el
amparo llegaría a suplantar no sólo esa sino todas las vías pro-
cedimentales establecidas en nuestro sistema de Derecho posi-
tivo,” desnaturalizando el carácter extraordinario del amparo.
(Sentencia de 23-5-88, “Fincas Algaba”).”786

2. El ejercicio acumulado de la acción de amparo


En el segundo caso, es decir, en lo que se refiere a “la acción de
amparo ejercida conjuntamente con otros medios procesales,” la

786 Idem. pp. 169–170.

518
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

antigua Corte Suprema en dicha sentencia, al referirse a las previ-


siones de la Ley Orgánica de Amparo, precisó que dicho texto
normativo:
“contempla tres supuestos: a) la acción de amparo acumu-
lada a la acción popular de inconstitucionalidad de las leyes y
demás actos estatales normativos (artículo 3º); b) la acción de
amparo acumulada al recurso contencioso administrativo de
anulación contra actos administrativos de efectos particulares o
contra las conductas omisivas de la Administración (artículo 5);
y la acción de amparo acumulada con acciones ordinarias (ar-
tículo 6, ordinal 5º).
En cualesquiera de estos supuestos de acumulación, la ac-
ción de amparo reviste una característica o naturaleza total-
mente diferente a la anteriormente analizada (autónoma), pues
en estos casos no se trata de una acción principal, sino subordi-
nada, accesoria a la acción o el recurso al cual se acumuló y, por
ende, su destino es temporal, provisorio, sometido al pronun-
ciamiento jurisdiccional final que se emita en la acción acumu-
lada, que viene a ser la principal. Esta naturaleza y sus conse-
cuencias se desprenden claramente de la formulación legislati-
va de cada una de las hipótesis señaladas, que únicamente
atribuye al mandamiento de amparo que se otorgue, efectos
cautelares, suspensivos de la aplicación de la norma o de la eje-
cución del acto de que se trate “mientras dure el juicio.”787
En relación a estos supuestos de amparo ejercido conjuntamen-
te con otras acciones, la antigua Corte Suprema precisó, que:
“De lo anterior se deriva, para esta Sala, que la acción de
amparo propuesta conjuntamente con una de otro tipo partici-
pa de todos los caracteres procesales inherentes a la acumula-
ción de acciones, esto es: que ha de ser resuelta por un solo juez
(el mismo que sea competente para conocer de la acción prin-
cipal), y que ambas pretensiones (la de amparo y la de nulidad
u otra) deben ser tramitadas en un solo proceso que tiene dos
etapas: la del amparo, previa, y la contenciosa, la cual forzosa-
mente cubre, en la decisión final, tanto la medida cautelar que
inevitablemente perece en esa oportunidad, como el pronun-
ciamiento judicial acerca de la nulidad solicitada. En otras pa-

787 Idem. p. 170.

519
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

labras, si por las características analizadas el mandamiento de


amparo se traduce única y exclusivamente en la suspensión
provisional del acto recurrido en nulidad, la sentencia que de-
cida ésta deja sin efecto aquella medida cautelar dictada en
forma previa, tanto si el acto cuestionado es anulado como si es
confirmado, porque, en uno u otro caso, carece ya de sustenta-
ción jurídica.”788
3. La distinción entre los dos mecanismos procesales de am-
paro
Sentadas las características de cada uno de los mecanismos
procesales de amparo, es decir, la acción autónoma y su ejercicio
acumulado a otros medios procesales, la antigua Corte Suprema,
en su sentencia, precisó las diferencias más importantes entre los
mismos, en la siguiente forma:
“En efecto, mientras en la primera es condición de proce-
dencia, como se ha dicho, que se invoque y demuestre la viola-
ción directa, inmediata, flagrante, de un dispositivo o garantía
constitucionales que, por sí solos, determinen la necesidad del
mandamiento de amparo como medio definitivo de restablecer
la situación jurídica vulnerada; en el segundo caso, dada la na-
turaleza suspensiva de este mandamiento de amparo que sólo
tiende a detener provisionalmente los efectos del acto pertur-
bador hasta que se decida el juicio que lo anule o confirme, la
denuncia de infracción de normas constitucionales puede estar
acompañada de trasgresión de textos de rango inferior que
precisen o desarrollen el derecho o garantía constitucionaliza-
do, pues tratándose de un solo proceso instaurado contra el
mismo acto cuya nulidad se pretende obtener por la vía del re-
curso contencioso correspondiente, nada obsta a que los ins-
trumentos jurídicos subconstitucionales que sustentan la nuli-
dad sean invocados también al interponer las acciones acumu-
ladas. Lo que no puede hacer el juzgador para acordar la sus-
pensión de los efectos del acto denunciado como lesivo, es en-
cuadrar la situación planteada en la regulación o solución legal
o sublegal de la misma, porque en tal hipótesis estaría deci-
diendo anticipadamente, quiéralo o no, la nulidad del acto im-
pugnado al pronunciarse determinantemente acerca de la exis-

788 Idem. p. 171.

520
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tencia de uno de sus vicios, sea éste de procedimiento o de


fondo, cuestión que forma parte del debate procesal probatorio
que ha de instaurarse precisamente con motivo del recurso de
nulidad.
En efecto, siendo distintas las consecuencias que dimanan
de una acción autónoma de amparo y de la ejercida conjunta-
mente con otro recurso (restitutorias en el primer caso y caute-
lares en el segundo), basta en esta última el señalamiento de la
norma o garantía constitucional que se consideren violadas,
fundamentado además en un medio de prueba que constituya
presunción grave de la violación o amenaza de violación de-
nunciada, para que el juez, en forma breve y sumaria, acuerde
procedente la suspensión de los efectos del acto como medio
de tutelar anticipadamente los posibles efectos de la sentencia
que posteriormente habrá de dictar en el juicio de nulidad (ar-
tículos 5 y 22, Ley Orgánica de Amparo).
Considera esta Sala, por otra parte, que en el amparo acu-
mulado, ese “medio de prueba” a que alude el articulo 22 de la
Ley Orgánica de Amparo, puede consistir en el propio acto
administrativo impugnado en nulidad, cuyo texto debe ser
examinado por el juez de amparo para concluir si, a su juicio,
del mismo acto administrativo de efectos particulares se de-
duce la presunta violación constitucional alegada por el recu-
rrente y acordar, en consecuencia, la medida suspensiva de
sus efectos que le ha sido solicitada.”789
De la sentencia señalada puede concluirse que el amparo autó-
nomo tiene una finalidad restitutoria; pero en cambio, el amparo
conjunto es una medida cautelar, que con entera independencia de
la anulación judicial del artículo 22 de la Ley Orgánica, sólo requie-
re como fundamento un medio de prueba que constituya presun-
ción grave de violación o amenaza de violación de un derecho
constitucional, y que consiste en la suspensión de efectos como
garantía del derecho mientras dura el juicio principal. Por ello, el
juez no puede, al resolver sobre la petición de amparo, declarar que
el acto impugnado violó o no el derecho constitucional, pues en ese
caso, confundiría la pretensión de amparo con la acción de nulidad.

789 Idem., pp. 171–172.

521
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En otros términos, en esta etapa del proceso no caben decisio-


nes que envuelvan consecuencias anulatorias que son propias del
juicio de nulidad.790
Esto lo precisó la antigua Corte Suprema en las conclusiones de
la sentencia, así:
“Con base en los lineamientos precedentemente expuestos,
en relación con las objeciones formuladas por los apelantes y
los elementos que surgen de autos, esta Sala concluye lo si-
guiente:
1º) Que de la interpretación concatenada de los artículos 5°
y 22 de la Ley Orgánica de Amparo se infiere claramente la dis-
tinción entre la acción de amparo ejercida conjuntamente con el
recurso de nulidad y la acción de amparo autónoma o el recur-
so de inconstitucionalidad, en cuanto a que –no obstante la
común exigencia de la violación directa de una norma consti-
tucional–, estos dos últimos recursos tienen una finalidad dis-
tinta (restitutoria en el amparo autónomo y anulatoria en la ac-
ción de inconstitucionalidad), en tanto que, en el amparo con-
junto, se trata de una medida cautelar que sólo requiere como
fundamento “un medio de prueba que constituya presunción
grave de la violación o de la amenaza de violación” (artículo
22), así como la consideración, por parte del tribunal de que la
suspensión de los efectos del acto recurrido resulta procedente
como garantía del derecho constitucional violado, mientras du-
re el juicio (artículo 5°); es decir que la medida cautelar se reve-
la como necesaria para evitar que el accionante, por el hecho de
existir un acto administrativo, se vea impedido de alegar viola-
ción de derechos constitucionales. De ahí que la suspensión de
sus efectos pretenda mantener sin ejecución el acto impugna-
do, si el juez considera que debe suspenderse dicho acto por la
presunción grave de violación constitucional invocada en el
amparo.
Por tanto, si se exigiera la misma rigurosidad en la susten-
tación de la acción de amparo acumulada que la que se requie-
re para las otras acciones señaladas (amparo autónomo y re-
curso de inconstitucionalidad), la de amparo conjunta resulta-

790 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de


12-12-90, FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., pp. 216-217.

522
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ría prácticamente inútil, pues carecería del específico sentido


que tiene: obtener que se suspendan en el tiempo los efectos de
un acto administrativo que podría afectar el derecho constitu-
cional, eventual lesión que el juez de amparo aprecia como
presumible.”791
Ahora bien, lo que no señaló con precisión dicha Corte en su
comentada sentencia del 10 de julio de 1991, y que constituyó el
verdadero cambio jurisprudencial que se produjo con dicha deci-
sión, es que en el caso de ejercicio conjunto del amparo con otras
acciones judiciales, la consecuencia es la suspensión de efectos del
acto impugnado en forma inmediata, como medida cautelar de
amparo, sin necesidad de que se siga el procedimiento establecido
en la Ley Orgánica en relación a la solicitud de informe al presunto
agraviante y a la realización de la audiencia pública y oral.
En estos casos es que hubiera podido haber tenido aplicación
efectiva el artículo 22 de la Ley Orgánica pues la medida cautelar
se adopta inaudita alteram parte. Dicho artículo, sin embargo, fue
anulado por la antigua Corte Suprema por sentencia de 21 de mayo
de 1996,792 sin incidencia alguna respecto del carácter cautelar de la
medida de amparo.

4. Antecedentes y secuelas del caso Tarjetas Banvenez


La decisión de la antigua Corte Suprema en Sala Políti-
co-Administrativa en el Caso Tarjetas Banvenez de 10-7-91, antes
comentada, tuvo su origen en una apelación formulada contra una
decisión de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativa, en
materia de amparo, de 21 de noviembre de 1990, en un caso en el
cual se ejerció la pretensión de amparo acumulada a un recurso
contencioso-administrativo de anulación.793
En dicha sentencia, la Corte Primera, al referirse al amparo
ejercido en forma conjunta, señaló que:
“Se trata del ejercicio conjunto de la acción de amparo
constitucional con el recurso contencioso-administrativo de nu-
lidad. La Ley le otorga al amparo en tal supuesto un carácter

791 Idem., p. 172.


792 Véase en Gaceta Oficial Extra n° 5071 de 29-5-96.
793 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1990, pp. 189-190.

523
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cautelar, consistiendo en la suspensión de los efectos del acto


hasta tanto se decida el recurso contencioso-administrativo. El
efecto restablecedor definitivo de la situación jurídica infringi-
da, que es el atributo característico de la acción de amparo
cuando se ejerce en forma autónoma queda modificado, por
cuanto lo que se trata de obtener con el amparo ejercido por la
presente vía es tan sólo una medida que suspenda los efectos
del acto, es decir, que impida su eficacia cualquiera que ella
sea, en forma temporal y condicionada a la decisión de la ac-
ción principal que pasa a ser el recurso contencioso-admi-
nistrativo de nulidad. De esta naturaleza deriva como conse-
cuencia lógica y necesaria que al juez no le es dado, al decidir
la acción de amparo acumulada al recurso contencioso, califi-
car la legitimidad o ilegitimidad del acto sino limitarse a de-
terminar si el mismo viola el derecho o las garantías constitu-
cionales que se denuncian infringidos. En el caso en que al juez
le fuese dado penetrar en el fondo del acto administrativo, el
recurso contencioso no tendría sentido alguno. Esta Corte es-
tima que si en el amparo autónomo le es dado calificar el acto e
incluso anularlo, si ello fuere el caso, en el amparo acumulado
al recurso contencioso deberá limitarse a verificar si hay infrac-
ción o no de la garantía constitucional y es siguiendo tales re-
glas que pasa a pronunciarse sobre las denuncias de los pre-
suntos agraviados y las defensas hechas valer por la Comisión
Nacional de Valores y por los intervinientes en este juicio...
Ahora bien, ya fue señalado que el amparo ejercido conjun-
tamente con el recurso contencioso-administrativo de nulidad,
le impide al juez calificar el acto administrativo al decidir sobre
el amparo, por cuanto tal calificación (de legítimo o ilegítimo)
tendrá que producirse sólo al decidirse el recurso de nulidad.
El riesgo de interponer el amparo acumulado, para los actores,
radica en que la decisión de dicho amparo sólo puede versar
sobre si ha sido conculcado o no, en la forma en que la Ley lo
exige, para otorgar su protección, un derecho o una garantía
constitucionales.
En el amparo autónomo, incluso el que se ejerce contra un
acto administrativo, al juez le es dado calificar la condición del
acto y atribuirle a tal calificación los efectos que considere ne-
cesario para restablecer la situación jurídica infringida, incluso
los anulatorios.

524
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

No sucede igual en los casos en los cuales se ha seguido la


vía prevista en el primer aparte del artículo 5 de la Ley Orgáni-
ca de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales,
porque en tal hipótesis el amparo es sólo una medida cautelar
que no se pronuncia sobre el contenido del acto, sino que se
limita a la suspensión de sus efectos.”794
Lo afirmado por la Corte Primera, en todo caso, resultaba con-
tradictorio pues no pronunciarse sobre la legitimidad o ilegitimi-
dad del acto es una misión imposible si el juez, como se dice en la
sentencia, en el amparo cautelar, debería determinar si el acto viola
o no el derecho constitucional alegado.
En realidad, en el amparo acumulado, el juez lo que debe es
apreciar si hay una presunción grave de que se ha producido la
violación. Por otra parte, contrariamente a lo afirmado en la sen-
tencia, en el caso del amparo autónomo, este nunca puede tener
efectos anulatorios respecto de actos administrativos. Por todo ello,
la antigua Corte Suprema en su sentencia del 10 de julio de 1991
revocó la decisión de la Corte Primera que había apreciado que en
el caso concreto, al emitirse el acto administrativo impugnado, se
había violado el derecho a la defensa de las recurrentes, y señaló:
“2º) Que la Corte Primera de lo Contencioso Administrati-
vo no ha debido declarar, por vía de amparo, que el acto de la
Comisión Nacional de Valores demandado en nulidad violó el
derecho de defensa de las empresas recurrentes, pues con tal
declaratoria confunde el ámbito de una acción de amparo
acumulada al recurso contencioso de anulación que no permi-
te, en esa etapa previa del proceso, pronunciamientos de esa
naturaleza que envuelven consecuencias anulatorias propias
sólo del juicio en la correspondiente sentencia definitiva y aje-
nas a la acción de amparo acumulada.
En efecto, como ya se ha dicho repetidamente, la naturale-
za instrumental de una acción de amparo ejercida con base al
artículo 5° de la Ley Orgánica de Amparo, está dirigida a obte-
ner la suspensión temporal del acto administrativo impugnado
y el juez debe acordarla si los derechos constitucionales invo-
cados como conculcados están fundamentados en un medio de
prueba (incluso el propio acto administrativo), que lleve al sen-

794 Idem., p. 190.

525
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

tenciador a considerar que existe indicio o presunción grave de


la violación o de la amenaza de violación constitucional alega-
da, por lo que resulta procedente la suspensión, del mismo,
mientras dure el juicio de nulidad.”795
Con posterioridad, esta doctrina de la antigua Corte Suprema se
siguió en todas las decisiones de la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo. Se destaca, por ejemplo, la sentencia de 30-4-92 en la
cual la Corte Primera revocó una decisión del Tribunal de la Carrera
Administrativa, con base en los mismos argumentos que utilizó la
Corte Suprema en la sentencia de 10 de julio de 1991:
“En primer lugar ha de observar esta Corte que el Tribunal
de la Carrera Administrativa no ha debido declarar, por vía de
amparo, que el acto impugnado a través del recurso contencio-
so-administrativo de anulación violó los derechos consagrados
en los artículos 73, 74, 84 y 93 de la Constitución, pues con tal
declaratoria confunde el ámbito de una acción de amparo ejer-
cida conjuntamente con el recurso contencioso-administrativo
de anulación que no permite, en una etapa previa del proceso,
pronunciamientos que envuelven consecuencias anulatorias
propias sólo del juicio de nulidad en la correspondiente sen-
tencia definitiva y ajenas a la acción de amparo acumulada.
En efecto, la naturaleza instrumental de una acción de am-
paro ejercida en base al artículo 5 de la Ley Orgánica de Ampa-
ro sobre Derechos y Garantías Constitucionales está dirigida a
obtener la suspensión temporal del acto administrativo im-
pugnado y el juez debe acordarla si los derechos constituciona-
les invocados como conculcados están fundamentados en un
medio de prueba que lleve al sentenciador a considerar que
existe presunción grave de la violación o de la amenaza de violación
constitucional alegada. En consecuencia, en presencia de las ac-
ciones ejercidas conjuntamente —amparo y recurso contencio-
so-administrativo de anulación— el juez no puede decidir que
existió violación directa de disposiciones constitucionales, pues
ello compromete su decisión de fondo, sino únicamente consta-
tar si existe o no presunción grave de la violación o de la ame-
naza de violación constitucional alegada.”796

795 En Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,


1991, p. 172.
796 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 50, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1992, p. 185.

526
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Veamos, en todo caso, las precisiones que se han venido for-


mulando jurisprudencialmente en los casos de “ejercicio conjunto”
de la acción de amparo con otras acciones, que más bien se confi-
guran como la formulación de una pretensión de amparo conjun-
tamente con una acción de nulidad u otro medio procesal.
II. LA FORMULACIÓN DE LA PRETENSIÓN DE AMPARO
CONJUNTAMENTE CON LA ACCIÓN POPULAR DE IN-
CONSTITUCIONALIDAD Y LA PROTECCIÓN CAUTE-
LAR MEDIANTE LA SUSPENSIÓN DE EFECTOS DE LA
NORMA IMPUGNADA
El artículo 3º de la Ley Orgánica de Amparo, como se ha dicho,
luego de precisar la posibilidad de que se intente una acción de
amparo contra normas, agrega que:
“La acción de amparo también podrá ejercerse conjunta-
mente con la acción popular de inconstitucionalidad de las le-
yes y demás actos estatales normativos, en cuyo caso, la Corte
Suprema de Justicia, si lo estima procedente para la protección
constitucional, podrá suspender la aplicación de la norma res-
pecto de la situación jurídica concreta cuya violación se alega,
mientras dure el juicio de nulidad.”
El artículo 3º de la Ley Orgánica de Amparo, como se ha dicho,
luego de precisar la posibilidad de que se intente una acción de
amparo contra normas, agrega que:
“La acción de amparo también podrá ejercerse conjunta-
mente con la acción popular de inconstitucionalidad de las le-
yes y demás actos estatales normativos, en cuyo caso, la Corte
Suprema de Justicia, si lo estima procedente para la protección
constitucional, podrá suspender la aplicación de la norma res-
pecto de la situación jurídica concreta cuya violación se alega,
mientras dure el juicio de nulidad.”
Esta norma, con este contenido, conlleva diversas implicacio-
nes respecto del amparo regulado en la Ley Orgánica, que han ve-
nido siendo precisadas por la jurisprudencia.

527
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

1. La exigencia del carácter normativo del acto impugnado


mediante acción popular ante la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo

En primer lugar, debe destacarse que la pretensión de amparo


puede formularse conjuntamente con la acción popular de inconsti-
tucionalidad de las leyes y demás actos estatales de carácter nor-
mativo anta la Jurisdicción Constitucional.797
Pero, por supuesto, no se trata de la acumulación de una pre-
tensión de amparo con cualquier acción de nulidad de cualquier
acto estatal normativo, sino de la formulación de la pretensión de
amparo con la acción popular de inconstitucionalidad que se pue-
de ejercer conforme a los ordinales 3, 4, 6 y 7 del artículo 215 de la
Constitución contra las leyes nacionales y demás actos normativos
de los cuerpos legislativos nacionales que se dicten en ejecución
directa de la Constitución (Reglamento Interior y de Debates, por
ejemplo); contra las leyes estadales, las Ordenanzas Municipales y
contra los demás actos de los cuerpos deliberantes de los Estados o
Municipios dictados en ejecución directa de la Constitución; contra
los actos ejecutivos normativos dictados en ejecución directa de la
Constitución, como serían los Decretos-Leyes y los actos de go-
bierno normativos.
A las acciones populares de inconstitucionalidad contra estos
actos estatales y que se ejercen ante la Sala Constitucional del Tri-
bunal Supremo de Justicia, es que puede acumularse la pretensión
de amparo que regula el artículo 3º de la Ley Orgánica de Amparo.
2. La exención del cumplimiento del procedimiento de la Ley
de Amparo
En los casos de acumulación de una pretensión de amparo con
la acción popular de inconstitucionalidad, dado el carácter cautelar
de la decisión, en el pronunciamiento de amparo no se sigue el
procedimiento previsto en la Ley Orgánica de Amparo;798 es decir,
como lo resolvió la Corte Plena en sentencias de 8 de junio de 1988,

797 El carácter normativo del acto estatal se ha destacado por Corte Suprema de
Justicia -SPA, en sentencia de 2-5-91, Revista de Derecho Público, Nº 46, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, pp. 119-120.
798 Véase sentencia de la Corte Plena de 14-1-93, Caso “Gruber Odreman” (consul-
tada en original).

528
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

11 de octubre de 1988 y 4 de abril de 1989, en estos casos, la deci-


sión de la Corte se concreta en un pronunciamiento previo dictado
antes del fallo definitivo, sin que se tenga que seguir todo el proce-
dimiento establecido en la Ley Orgánica, como por ejemplo, la soli-
citud del informe correspondiente, la realización de la audiencia
pública y oral, y la citación del Ministerio Público.799
3. Carácter cautelar de la decisión y la suspensión inter par-
tes de la aplicación de la norma
La Corte Plena, en su citada sentencia de 14 de enero de 1993
(Caso Gruber Odreman) precisó que “el amparo contra normas in-
tentado conjuntamente con un recurso de nulidad por inconstitu-
cionalidad, tiene el efecto de una medida cautelar dentro de este
procedimiento.”800 Esta medida cautelar, con efectos mientras dure
el juicio de nulidad, consiste en la posibilidad para la Corte, si lo
estima procedente, de suspender la aplicación de la norma respecto
de la situación jurídica concreta que se alega, lo que equivale decir,
como lo señaló la antigua Corte Plena, “que el juez evitará el me-
noscabo de derechos o garantías de rango constitucional producido
por la ejecución o aplicación, en el caso concreto alegado, de alguna
disposición impugnada de inconstitucional mientras dure el juicio
principal.”801
Por otra parte, la decisión de la antigua Corte “ha de hacerse
de manera previa y sin pronunciamiento sobre el fondo del asunto
debatido y debe resolverse en forma breve y sumaria sin participa-
ción de los interesados”802 y además, inmediatamente.803

799 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 38, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1989, p. 105 y Nº 39, 1989 p. 128. Véase además sentencia de la Corte
Suprema de Justicia -SPA, 5-5-93, Revista de Derecho Público, N° 53-54, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 226.
800 Consultada en original.
801 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia -CP de 27-4-93, en Revista de Dere-
cho Público, N° 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 222 (Ca-
so “Coopervolta”).
802 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de
11-2-92, Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1992, p. 120.
803 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia -SPA, de 19-11-92, Revista de Dere-
cho Público, N° 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 137.

529
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Debe señalarse que la posibilidad de suspensión de efectos de


un acto de carácter normativo por vía de amparo acumulado a la
acción de inconstitucionalidad, como lo indicó la antigua Corte
Plena en sentencia de 4 de abril de 1989 (Caso Aeroclub Caracas):
“es una innovación introducida en la Ley Orgánica de
Amparo; dicha suspensión es, por naturaleza, de carácter ex-
cepcional y el análisis de su procedencia debe tener un carácter
restrictivo.
Tal suspensión debe manejarse con equilibrio para que el
principio de autoridad no quede quebrantado; ello pretende la
vigencia del Estado de Derecho mientras dure el juicio en el
cual se debe determinar si se anula o no un acto de efectos ge-
nerales impugnado por inconstitucionalidad.''804
Por otra parte, en estos casos la suspensión procede sólo cuan-
do exista una presunción grave de lesión o amenaza de violación
de un derecho fundamental,805 y cuando de no acordarse la misma
resultaría imposible o muy difícil el restablecimiento de la situa-
ción jurídica que motiva la acción. En palabras de la antigua Corte
Suprema:
“Su procedencia implica que la violación a un derecho
constitucionalizado cause una lesión, un daño y que dicho da-
ño no sea reparable o de difícil reparación en una sentencia de-
finitiva.”806
En todo caso, interpretó la antigua Corte, que en estos supues-
tos, la norma impugnada por inconstitucionalidad realmente es la
causa de la violación, mientras que su aplicación que constituye “la

804 Véase Revista de Derecho Público, N° 39, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1989, p. 129.
805 Véase sentencia del Corte Suprema de Justicia -CP de 4-8-89, Revista de Dere-
cho Público, Nº 39, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 129; Corte
Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 2-5-91, Revista de Dere-
cho Público, Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 120; Corte
Suprema de Justicia -CP, de 27-4-93, Revista de Derecho Público, N° 53-54, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 223; Corte Suprema de Justicia
-SPA, 5-5-93, Revista de Derecho Público N° 53-54, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1993, p. 226; Corte Suprema de Justicia -SPA, de 19-11-92, Revista
de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 137.
806 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia-CP de 4-4-89, Revista de Derecho
Público, N° 39, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 129.

530
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

situación jurídica concreta cuya violación se alega, vendría a ser


propiamente el objeto de amparo.”807 Por ello la Sala Políti-
co-Administrativa interpretó que realmente el amparo, en estos
casos, se destina a los actos de aplicación de la norma y no a ella en
sí misma.808
Ahora bien, para llevar al ánimo de la Sala la existencia de una
presunción grave de violación de un derecho constitucional por la
norma, el agraviado debe probar y demostrar que la aplicación de
la norma lo afecta o lesiona de manera específica y concreta.809
Esta suspensión de efectos de la norma, de carácter cautelar, en
principio se refiere a la aplicación de la norma a la situación jurídi-
ca concreta cuya violación se alega;810 por tanto, la decisión cautelar
en principio no puede tener efectos erga omnes, sino sólo efectos
personalísimos en relación con el accionante agraviado.811
La Sala Constitucional, sin embargo, pudiendo siempre deter-
minar los efectos de sus sentencias, le ha dado efectos erga omnes a
la suspensión de efectos dictada en relación con las leyes impug-
nadas por vía de acción popular, en particular cuando en la misma
se ha alegado la violación de derechos o intereses difusos. A tales
efectos, la Sala Constitucional, en su sentencia Nº 1946 de 16 de
julio de 2003 (Caso: Impugnación del artículo 211 de la Ley de Tierras y
Desarrollo Agrario) estableció que deben tomarse en cuenta los si-
guientes elementos: “(i) el carácter excepcional de la inaplicación
de una norma, (ii) la verosimilitud del derecho que se dice vulne-

807 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de


19-11-92, Revista de Derecho Público, N° 52, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1992, p. 137.
808 Véase sentencia de Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa
de 6-8-92 y 19-11-92, Revista de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1993, pp. 137-139.
809 Véase sentencia de Corte Suprema de Justicia -CP de 29-5-89, Revista de Dere-
cho Público, N° 39, Editorial Jurídica Venezolana Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1989, p. 133.
810 Véase sentencia antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Administra-
tiva de 2–5–91, Revista de Derecho Publico, Nº 46, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1991, p. 120.
811 Véase sentencias antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Adminis-
trativa de 6–8–91, Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1991, p. 119 y de 6–8–92, Revista de Derecho Público, Nº 52, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 138.

531
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

rado o amenazado, (iii) la condición de irreparable o de difícil re-


paración por la definitiva de la situación jurídica o derecho que se
alega como propio, (iv) la posibilidad efectiva de que se produzcan
nuevos daños a la parte actora u otras personas por la aplicación de
la norma cuya nulidad se pretende, y (v) la necesidad de evitar per-
juicios en la satisfacción de intereses comunes a todos los integrantes
de la sociedad.” Ello lo hizo después de reiterar lo siguiente:
“La doctrina de la Sala en materia de solicitud de medida
cautelar innominada acumulada al recurso de nulidad por in-
constitucionalidad (Cfr. fallo Nº 1.181/2001, del 29–06, Caso:
Ronald Blanco La Cruz) ha sido conteste en afirmar que la me-
dida de inaplicación requerida supone una interrupción tem-
poral de la eficacia del contenido normativo de la disposición
impugnada, y que, como tal, constituye una importante excep-
ción legal al principio general, según el cual, con base en la
presunta validez intrínseca a todo acto legal, éste tiene fuerza
obligatoria y produce todos sus efectos desde el momento
mismo de su publicación en la Gaceta Oficial, aplicándose úni-
camente como medida excepcional cuando sea muy difícil re-
parar por sentencia definitiva los daños que resulten de la apli-
cación del contenido normativo del texto legal impugnado, por
lo cual no debe olvidarse que la inaplicación de un instrumento
normativo como medida cautelar colide con la presunción de
validez de los actos legales y su obligatoriedad desde su publi-
cación en la Gaceta Oficial de la República, de los Estados o
Municipios, circunstancia que pone de manifiesto el hecho de
que un manejo sin equilibrio de aquella inaplicación causaría
un quebrantamiento del principio de autoridad, por tanto, para
que pueda ser acordada, tiene que existir una verdadera y real
justificación.”812
Adicionalmente, la jurisprudencia de la Sala Constitucional ha
sido reiterada en relación con los extremos requeridos por el artícu-

812 Véase sentencia Nº 1946 de 16–7–2003 (Caso: Impugnación del artículo 211 de la
Ley de Tierras y Desarrollo Agrario) en Revista de Derecho Público, Nº 93–96, Edi-
torial Jurídica Venezolana, Caracas 2003, p. 507. Doctrina reiterada en la sen-
tencia Nº 653 de la Sala Constitucional de 04–04–2003 (Caso Impugnación de
las Leyes de Reforma Parcial de las Leyes que establecen el Impuesto al Débito Banca-
rio y el Impuesto al Valor Agregado). Véase además, sentencia de la Sala Consti-
tucional Nº 270 de 25–4–2000, en Revista de Derecho Público, Nº 82, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas 2000, p. 452.

532
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

lo 585 del Código de Procedimiento Civil para decretar la suspen-


sión de efectos, considerando que son necesariamente concurrentes
junto con la previsión del Parágrafo Primero del artículo 588 eius-
dem, en el sentido de que debe existir temor fundado de que se cau-
sen lesiones graves o de difícil reparación cuyo origen ha de ser la
aplicación de la norma impugnada. Por tanto, si falta la prueba de
cualquier de estos elementos, el Juez constitucional no podría bajo
ningún aspecto decretar la medida preventiva, pues estando vincu-
lada la controversia planteada en sede constitucional con materias
en las que pueden estar en juego los intereses generales, el Juez
debe además realizar una ponderación de los intereses en conflicto
para que una medida particular no constituya una lesión de intere-
ses generales en un caso concreto.
III. LA FORMULACIÓN DE LA PRETENSIÓN DE AMPARO
CONJUNTAMENTE CON LAS ACCIONES CONTENCIO-
SO ADMINISTRATIVAS
El artículo 5º de la Ley Orgánica de Amparo, luego de precisar
la posibilidad de que se intente una acción de amparo autónoma
contra actos administrativos de efectos particulares, agrega que:
“Cuando la acción de amparo se ejerza contra actos admi-
nistrativos de efectos particulares o contra abstenciones o nega-
tivas de la Administración, podrá formularse ante el juez con-
tencioso administrativo competente, si lo hubiese en la locali-
dad, conjuntamente con el recurso contencioso administrativo
de anulación de actos administrativos o contra las conductas
omisivas, respectivamente, que se ejerza. En estos casos, el
Juez, en forma breve, sumaria, efectiva y conforme a lo estable-
cido en el artículo 22, si lo considera procedente para la protec-
ción constitucional, suspenderá los efectos del acto recurrido
como garantía de dicho derecho constitucional violado, mien-
tras dure el juicio.”
Esta norma, como ya se ha señalado, fue objeto de un proceso
de interpretación jurisprudencial de gran importancia, y que su-
peró la idea inicial de la acumulación de dos acciones que, sin em-
bargo, por tener procedimientos distintos, seguían cursos procesa-
les paralelos, como fue la tendencia que surgió de muchas decisio-
nes iniciales, hasta llegar a la consideración del amparo como una
pretensión subordinada a la acción contencioso administrativa que
es la principal, consistiendo el amparo, en estos casos, en una mera
medida cautelar durante el juicio de nulidad.

533
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Este fue el espíritu del legislador, que fue interpretado cabal-


mente en la ya mencionada y comentada sentencia de la antigua
Corte Suprema de Justicia de 10 de julio de 1991 (Caso: Tarjetas
Banvenez), y que se ha seguido en las decisiones judiciales posterio-
res, y que en nuestro criterio no ha sido modificado por el hecho de
que la antigua Corte Suprema hubiera anulado el artículo 22 de la
Ley Orgánica de Amparo.813
1. Algunos antecedentes de la decisión de la antigua Corte
Suprema en el caso Tarjetas Banvenez (1991)
Sin embargo, debe señalarse que en materia de ejercicio con-
junto de la pretensión de amparo con la acción contencioso admi-
nistrativa de anulación, antes de que se dictase la decisión antes
mencionada, el criterio en ella sostenido ya se había plasmado en
otras decisiones judiciales. Se destaca, así, la sentencia del Tribunal
Superior Contencioso-Administrativo de la Región Capital de 9 de
agosto de 1990, en la cual se definió con precisión el carácter caute-
lar del amparo cuando se formula en forma acumulada con un re-
curso contencioso-administrativo, pudiendo otorgarse inaudita par-
te y por tanto, sin necesidad de cumplir con el procedimiento pre-
visto en la Ley Orgánica en cuanto al Informe del agraviante y a la
audiencia pública y oral. El referido Tribunal Superior, en efecto,
señaló lo siguiente:
“Observa el Tribunal que la solicitud de amparo constitu-
cional formulada por el recurrente persigue la suspensión de
los efectos del acto administrativo impugnado y por lo tanto, la
restitución provisional del recurrente en el cargo del cual ha
sido removido mientras se resuelve sobre la legalidad del
mismo. En tal sentido, el decreto de amparo funge como una
medida de carácter cautelar destinada a salvaguardar los dere-
chos constitucionales del recurrente mientras dure el juicio de
nulidad; consecuentemente, considera el Tribunal que tratán-
dose de una medida cautelar, el mandamiento de amparo que
se fundamente en los artículos 5 y 22 de la Ley Orgánica in co-
mento puede ser dictado aún antes de que la parte demandada
se encuentre a derecho, es decir, inaudita alteram parte. En efec-
to, por su naturaleza misma, cuando el juez estima que en el
caso concreto se hayan cumplido los extremos legales, la solici-

813 Véase en Gaceta Oficial Extra n° 5071 de 29-5-96.

534
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tud de amparo fundamentada en los artículos 5 y 22 de la Ley


Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales debe ser acordada inmediatamente, pues de lo contrario
la solicitud de amparo interpuesta se tornaría prácticamente
inútil.”814
Debe decirse que el criterio también se había sentado con ante-
rioridad a la sentencia del caso Tarjetas Banvenez (10-7-91), por la
propia Sala Político Administrativa de la antigua Corte, conside-
rando al amparo en los casos de ejercicio conjunto con la acción
contencioso-administrativa, como “una medida precautelativa,
como garantía del derecho constitucional violado mientras dure el
juicio,”815 incluso de “naturaleza similar” a la suspensión de efectos
de los actos administrativos conforme al artículo 136 de la Ley Or-
gánica de la Corte Suprema.816 El carácter precautelativo del ampa-
ro, en estos casos, también se había precisado por la Corte Primera
de lo Contencioso Administrativo en 1990.817 Incluso, en sentencia
de 20-6-91, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo ya
había resuelto que:
“la acción de amparo, ejercida conjuntamente con el recur-
so contencioso-administrativo de anulación es, por definición,
una acción breve, carente de formalismo que, sin más trámites,
pretende suspender los efectos de un acto de la administración
mientras dure el juicio de nulidad.”818
En sentencia de 18-6-91, además, la misma Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo había analizado este supuesto de
“acumulación” de acciones de amparo y nulidad, señalando lo si-
guiente sobre la previsión del artículo 5 de la Ley Orgánica de
Amparo:

814 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 43, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, pp. 86-87.
815 Véase Sentencias de 14-3-91, Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídi-
ca Venezolana, Caracas, 1991, p. 147 y de 31-5-91, Revista de Derecho Público,
Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 154.
816 Véase Sentencia de 13-12-90, Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídi-
ca Venezolana, Caracas, 1991, p. 149.
817 Véase sentencias de 21-11-90 y 12-12-90 en FUNEDA 15 años de Jurisprudencia,
op. cit. pp. 224 y 225.
818 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1991, p. 156.

535
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“La característica fundamental del amparo ejercido conjun-


tamente con el recurso contencioso-administrativo se encuen-
tra en que la acción no tiene el carácter restablecedor que alude
el artículo 49 de la Constitución, sino un efecto cautelar. En el
caso específico de su ejercicio con la acción de nulidad, está
destinado a suspender los efectos del acto. El legislador consi-
deró que no era suficiente para obtener la protección constitu-
cional, la medida prevista en el artículo 136 de la Ley Orgánica
de la Corte Suprema de Justicia, ya que la misma sólo opera
por previsión expresa de la ley o cuando sea imprescindible
para impedir daños irreparables o de difícil reparación. El am-
paro por el contrario, no requiere de la demostración del daño,
bastando con la presencia de la violación constitucional o de la
amenaza de tal violación y, al mismo tiempo, dada su natura-
leza, no se limita al simple levantamiento de la eficacia del acto
sino que tiene un efecto más complejo y variado, por cuanto
puede detener la realización de ciertas conductas e impedir
que las mismas se consoliden. De allí que el ejercicio conjunto
previsto en el artículo 5 de la Ley de Amparo no sea una acu-
mulación de autos, y la acción de amparo no tiene otro carácter
que no sea el de una medida cautelar.”819
2. Formalidades de la interposición y el objeto de las preten-
siones
En estos casos, la formulación de la pretensión de amparo con
la acción contencioso administrativa debe plantearse, como lo dice
la ley, en forma conjunta, lo que implica la acumulación de ambas
pretensiones en un mismo y solo libelo de demanda, pues de no ser
así, resultaría imposible la aplicabilidad del artículo 5 de la Ley. 820
Por otra parte, sólo formulándose la pretensión de amparo con-
juntamente con el recurso contencioso administrativo de anulación

819 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1991, p. 158.
820 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 21–5–91 y de 11–3–93, en Revista de Derecho Público, Nº 46,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 159 y Revista de Derecho Públi-
co, nos 53–54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 231 y sentencias
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativa de 17–11–88, en FU-
NEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 233; y de 7–9–91, Revista de Derecho
Público, Nº 47, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 169.

536
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

es que pueden obviarse los requisitos procesales de admisibilidad


de este último en cuanto al lapso de caducidad y el agotamiento de
la vía administrativa; que pueden lograrse los efectos suspensivos
inmediatos del acto administrativo, de carácter cautelar y no resta-
blecedores, y que pueden modificarse las reglas de competencia de
los jueces de amparo.
De allí la exigencia de que las pretensiones se formulen en un
mismo momento procesal y no una después de otra.821
Por ello, la interposición conjunta de la pretensión de amparo
con la acción de nulidad, no implica fórmula sacramental alguna822
y, por supuesto, no impide el que pueda formularse la pretensión
de amparo al reformarse el libelo del recurso de anulación; en
cambio, lo que no está dentro de la previsión de la norma es la po-
sibilidad del ejercicio separado de las acciones, porque de constar
en libelos y oportunidades diferentes, el amparo interpuesto con
posterioridad al recurso, sería inadmisible conforme al ordinal 5º
del artículo 6 de la Ley Orgánica, “por haber optado el actor prece-
dentemente a otra vía judicial.”823
Por otra parte, al formularse conjuntamente la pretensión de
amparo con el recurso contencioso administrativo, el objeto de am-
bas pretensiones tiene que ser el mismo.
Es decir, debe tratarse del mismo acto, actuación u omisión,
aquél contra el cual se formule la pretensión de amparo y la acción
de nulidad.824

821 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 6–4–89, Revista de Derecho Público n° 38, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1989, p. 140.
822 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativa de 9–
9–91, en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 222.
823 Véase sentencia de 18–11–93, Revista de Derecho Público, n° 55–56, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 458.
824 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 27–7–92 y 16–12–92 en Revista de Derecho Público, Nº 51, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 215, y Nº 52, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1992, p. 236; y sentencias de la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativa de 7–9–91, Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 169; de 14–11–92 Revista de Derecho Pú-
blico, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 232, y de 14–12–
92 en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 230.

537
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

3. Carácter subordinado y accesorio del amparo

Tratándose de una pretensión de amparo formulada conjun-


tamente con el recurso contencioso administrativo, ambas deben
ser conocidas y decididas por un solo juez,825 precisamente el juez
competente para conocer de la acción principal, es decir, el compe-
tente para conocer del recurso contencioso administrativo.826
Ambas deben ser tramitadas en un solo proceso, el de la acción
principal (contencioso administrativo), teniendo por tanto la pre-
tensión de amparo, carácter subordinado, accesorio y dependiente
de la acción principal,827 cuya suerte sigue.828
Como lo ha dicho la antigua Corte Suprema de Justicia en Sala
Político-Administrativa al comentar la previsión del artículo 5 so-

825 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 19–11–92, Revista de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1992, p. 240.
826 Véase sentencias antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Adminis-
trativa de 31–5–91, Revista de Derecho Público, Nº 46, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1991, p. 154; de 6–12–91, Revista de Derecho Público, Nº 45,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 145; de 3–6–92, Revista de De-
recho Público, Nº 50, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 182; de
10–6–92, Revista de Derecho Público, N° 50, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1992, p. 184; de 23–7–92, Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1992, pp. 208 y 210; y de 29–10–93, Revista de De-
recho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 220, y
sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativa de 14–12–92,
Revista de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992,
p. 221.
827 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 11–7–91, en Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1991, p. 174; de 19–11–92, Revista de Derecho Público, N°
52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 240, y de 11–3–93 en Re-
vista de Derecho Público, N° 53–54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1993, pp. 232 y 354; y sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativa de 15–12–88, en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 215.
828 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 16–
1–92, Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1992, p. 146. y sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 3–6–92 en Revista de Derecho Público, N° 50, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1992, p. 182.

538
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

bre el ejercicio conjunto de la acción de amparo y el recurso con-


tencioso-administrativo, tanto de anulación como por abstención;829
“Esta regulación legislativa resulta de la consideración de
que en tal supuesto de acumulación, la acción de amparo no es
una acción principal sino subordinada, de naturaleza cautelar y
accesoria al recurso contencioso-administrativo al cual se acu-
muló, y por ende, ha de ser resuelta por el órgano jurisdiccio-
nal que sea competente para decidir la acción principal.”830

4. El carácter cautelar
En los casos de ejercicio conjunto de la pretensión de amparo
con el recurso contencioso administrativo, tratándose de una pre-
tensión accesoria y subordinada a la acción principal, como se ha
dicho, la decisión en el caso de amparo tiene carácter cautelar, no
incidiendo en la anulación, que es el fondo debatido;831 y los efectos
de la misma consisten en el caso de que la acción principal sea un
recurso de nulidad de un acto administrativo, básicamente en la
suspensión de los efectos del mismo mientras dure el juicio de nu-
lidad,832 sin que por esta vía se puedan crear derechos.833

829 Véase sentencia de Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de


2-6-88, en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 242.
830 Sentencia de 3-6-92 en Revista de Derecho Público, N° 50, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1992, p. 182.
831 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 3–10–91, en Revista de Derecho Público, Nº 48, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1991, p. 164; y sentencia de la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo de 21–9–93, en Revista de Derecho Público N° 53–54,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 365.
832 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 14–8–91 Revista de Derecho Público Nº 47, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1991, p. 174; de 3–10–91 y de 5–12–91, Revista de Derecho
Público Nº 48, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, pp. 164 y 167 de
11–3–93, Revista de Derecho Público, N° 53–54, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, p. 351; y sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Ad-
ministrativo de 3–12–91, Revista de Derecho Público, Nº 48, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1991, p. 166.
833 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 20–
6–91, Revista de Derecho Público Nº 46, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1991, p. 156.

539
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

La decisión, por otra parte, dado su carácter cautelar, se puede


adoptar inaudita parte.834
Por ello, la antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Político
Administrativa señaló que la suspensión de efectos del acto admi-
nistrativo decidida en los casos de ejercicio conjunto, tiene una na-
turaleza cautelar similar a la suspensión de efectos dictada confor-
me al artículo 136 de la derogada Ley Orgánica de la Corte (artícu-
lo 21, párrafo 22 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo), difi-
riendo básicamente en su fundamentación835 y precisando, en todo
caso, que esta última norma no puede invocarse para obtener el
pronunciamiento de amparo. De lo contrario, ha considerado la
Corte Primera en lo que consideramos un exceso de formalismo,
que en ese caso, el amparo debe declararse inadmisible.836 En parti-
cular, sólo podría admitirse al invocar el artículo 21, párrafo 22 de
la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, cuando ello se
hace en forma subsidiaria a la petición de amparo, para el caso de
que éste se declare improcedente.837
Ahora bien, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo
en sentencia de 28 de agosto de 1992 precisó sobre el carácter caute-
lar del amparo cuando se acuerda, al ejercerse conjuntamente con
un recurso contencioso-administrativo, lo siguiente:
“la naturaleza instrumental de la acción de amparo ejerci-
da en base al artículo 5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, está dirigido a obtener
la suspensión temporal del acto administrativo impugnado y el
juez debe acordarla si los derechos constitucionales invocados
como conculcados están fundamentados en un medio de prue-
ba que lleve al sentenciador a considerar que existe presunción

834 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 27–


9–93, en Revista de Derecho Público, No 55–56, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, p. 475.
835 Véase sentencia de 13–12–90, en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 149.
836 Sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 21–2–91,
en Revista de Derecho Público, Nº 45, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1991 pp. 146–147; y de 5–11–92, en Revista de Derecho Público, N° 52, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 187.
837 Véase sentencia antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Administra-
tiva de 13–7–92, Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1992, pp. 215–216.

540
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

grave de la violación o de la amenaza de violación constitucio-


nal alegada. En consecuencia, en presencia de las acciones ejer-
cidas conjuntamente —amparo y recurso contencioso-adminis-
trativo de anulación— el juez no puede decidir que existió vio-
lación directa de disposiciones constitucionales, pues ello com-
promete su decisión de fondo, sino únicamente constatar si
existe o no presunción grave de la violación o de la amenaza de
violación constitucional alegada.838
En todo caso, el mismo acto administrativo impugnado puede
constituir dicho medio de prueba.839 Así lo señaló la antigua Corte
Suprema de Justicia en Sala Político-Administrativa:
“ese medio de prueba a que alude el artículo 22 de la Ley
Orgánica de Amparo, puede consistir en el propio acto admi-
nistrativo impugnado en nulidad, cuyo texto debe ser exami-
nado por el juez de amparo para concluir si, a su juicio, del
mismo acto administrativo de efectos particulares se deduce la
presunta violación constitucional alegada por el recurrente y
acordar, en consecuencia, la medida suspensiva de sus efectos
que le ha sido solicitada.”840
Por otra parte, para determinar si existe la presunción grave de
violación o de amenaza de violación alegada, que es lo único que
puede decidir el juez;841 el juez contencioso-administrativo debe
analizar únicamente el texto constitucional que consagra el dere-
cho; no pudiendo hacer derivar la presunción grave del análisis de
normas de rango legal o sublegal. La Corte Primera de lo Conten-
cioso-Administrativa explicó que:

838 Véase sentencia de 24-8-92, en Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial


Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 213. En igual sentido Corte Suprema
de Justicia -SPA, 13-11-91, en Revista de Derecho Público, N° 48, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 1991, p. 166.
839 Véase Corte Suprema de Justicia -SPA, de 10-7-91 y 28-3-93, en Revista de
Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 266.
840 Véase sentencia de 10-7-91, Caso “Tarjetas Banvenez,” cit., en sentencia Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo, de 25-6-93, Revista de Derecho Pú-
blico, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 360.
841 Véase sentencia Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, de 30-4-92,
en Revista de Derecho Público Nº 50, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1992, p. 185 y de 13-6-91, Revista de Derecho Público, Nº 46, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1991, p. 157.

541
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“Esto se deduce, en primer término, porque para que el


medio de prueba haga inducir una presunción grave, debe pre-
sumirse contrario a la norma fundamental que establece tal de-
recho; de lo contrario, si únicamente se pudiera establecer la
presunción mediante el análisis de la normativa subconstitu-
cional, tal presunción no correspondería ya a la acción de am-
paro. En segundo término, el hacer derivar la presunción grave
del análisis de normas de carácter legal, sería un pronuncia-
miento previo e indebido respecto al recurso contencioso de
nulidad.
Por lo contrario, si se tratara de una acción de amparo au-
tónoma como lo que debe establecerse no es la existencia de
una presunción grave, sino la existencia misma de la violación
o amenaza de violación del derecho o garantía constituciona-
les, sí puede el juez analizar la normativa subconstitucional,
puesto que, como más adelante se precisará, son éstas las que
establecen, en el caso concreto, si la pretensión del accionante
constituye el ejercicio del derecho constitucional.”842
Por supuesto, la prueba del derecho y de la presunción grave
de su violación corresponde al accionante;843 y el juez en este esta-
do del proceso no puede decidir sobre la violación en sí del dere-
cho, pues ello comprometería su decisión de fondo.844
En todo caso, como se dijo, la Corte Primera precisó en senten-
cia de 18 de junio de 1991 que el hecho de que el ahora artículo 21,
párrafo 22 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia
(artículo 136 de la derogada Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia) prevea la medida de suspensión de efectos del acto admi-
nistrativo, no es suficiente para la protección constitucional,845 pues
conforme a esa norma, la suspensión sólo opera por previsión ex-
presa de la Ley o cuando sea imprescindible para impedir daños

842 Véase Sentencia de 25-6-93, Revista de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial


Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 360.
843 Véase Corte Suprema de Justicia -SPA. sentencia de 4-12-91, Revista de Dere-
cho Público, Nº 48, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 168.
844 Véase Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, sentencia de 30-4-91,
Revista de Derecho Público, Nº 50, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992,
p. 185.
845 Véase también sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administra-
tivo de 21–7–92, Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1992, p. 212.

542
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

irreparables o de difícil reparación. En el caso de la suspensión de


efectos conforme a la Ley Orgánica de Amparo, ella no requiere de
la demostración del daño, bastando la presunción grave de la vio-
lación. Además, agregó la antigua Corte en la citada sentencia de
18 de junio de 1991 que:
“dada su naturaleza, no se limita al simple levantamiento
de la eficacia del acto sino que tiene un efecto más complejo y
variado, por cuanto puede detener la realización de ciertas
conductas e impedir que las mismas se consoliden.”846
De acuerdo con esta doctrina, la antigua Corte Suprema reco-
noció que el juez contencioso administrativo, cuando conoce de
una pretensión de amparo formulada conjuntamente con un recurso
contencioso administrativo, tiene los más amplios poderes cautela-
res, señalando:
“En caso, pues, de que el juez de amparo considere que
existen motivos para prever que se están dando o puedan
producirse lesiones a derechos o garantías de rango constitu-
cional, dispone –mientras se produce decisión del juicio prin-
cipal– de las más amplias facultades para salvaguardarlos o
protegerlos, ya sea suspendiendo los efectos del acto impug-
nado, ordenando la realización o el cese de una actuación o
cualquier otra medida legalmente consagrada que considere
acorde con y adecuada a la protección constitucional en el ca-
so concreto.”847
Ahora bien, a pesar de estos poderes cautelares, en ciertas deci-
siones la antigua Corte Suprema fue cautelosa en acordar la sus-
pensión de efectos de actos negativos o denegatorios impugnados en
vía contencioso–administrativa con pretensión de amparo, pues ello
supuestamente convertía al juez contencioso administrativo:

846 Véase en Revista de Derecho Público, n° 46, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1991, p. 158.
847 Véase sentencia de 19–11–92, Revista de Derecho Público, n° 52, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 1992, p. 227.

543
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“no en reparador de los daños que el acto genera, sino en


otorgante en sede jurisdiccional y con carácter previo, de la
pretensión ante la Administración, lo cual convertiría la deci-
sión del juez de amparo en constitutiva del derecho, que no en
reparadora de la lesión aducida.”848
Previamente, la propia antigua Corte Suprema en Sala Políti-
co-Administrativa en sentencia de 28 de marzo de 1989, había de-
cidido en el caso de la impugnación de un acto administrativo de-
negatorio de una autorización de explotación minera que:
“suspender sus efectos equivaldría, sin más, a que el accio-
nante explotara la región cuya autorización fue negada; esto es,
ejecutar de una vez y anticipadamente lo que es materia de
fondo y ha de ser decidido en la sentencia final. Autorizarlo
por vía de amparo, suspendiendo los efectos de la decisión, se-
ría poder explotar la zona desde ya, cumpliendo cabalmente,
totalmente y definitivamente el propósito del interesado. En
otras palabras, no se trataría de suspender los efectos del acto
impugnado, sino de satisfacer, una vez por todas, la pretensión
del accionante, lo cual revela que sería un pronunciamiento de-
finitivo, colmado de sus aspiraciones sin tener que esperar sen-
tencia definitiva y aún sin poder anticiparse a su contenido.
Por ello, no se trata de una mera suspensión sujeta a las resul-
tas del juicio, sino de una determinación previa con el mismo
efecto contundente y absoluto de una posible sentencia que
llegare a pronunciar la nulidad del acto.”849
Sin embargo, a pesar de estas sentencias, posteriormente la
Sala Político-Administrativa de la antigua Corte Suprema de Jus-
ticia utilizó sus poderes cautelares, y en casos de impugnación
con pretensión de amparo de la negativa de una pensión de retiro
a oficiales de las Fuerzas Armadas, por vía de pronunciamiento

848 Véase Sentencia de la Sala Político–Administrativa de 4–12–91, en Revista de


Derecho Público, Nº 48, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, pp. 167–
168. Criterio ratificado en sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo de 14–1–92, Revista de Derecho Público n° 49, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1992, p. 147.
849 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 38, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1989, pp. 142 a 144.

544
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

previo acordó una pensión mientras durara el juicio de nulidad


contra el acto que la negó.850
En todo caso, esos amplios poderes cautelares del juez conten-
cioso administrativo, en esos casos, deriva de lo previsto en el pro-
pio artículo 585 del Código de Procedimiento Civil,851 y a partir de
2010, de lo previsto en la Ley Orgánica de la Jurisdicción Conten-
cioso Administrativa, en la cual se reguló ampliamente los poderes
cautelares del juez contencioso administrativo.
Por otra parte, debe señalarse que el carácter accesorio y caute-
lar de la decisión que se adopte en cuanto a la petición de amparo,
la hace esencialmente temporal, sometida al pronunciamiento final
que se emita en el juicio principal.852
Por último, debe indicarse que las medidas cautelares que tie-
nen por finalidad evitar que se produzcan violaciones de derechos
constitucionales mientras se tramita el juicio principal, permiten al
juez hacer pleno uso de sus poderes de ejecución del mandamiento
dictado.853
Ahora bien, debe señalarse que por sentencia de 21 de mayo de
1996, la antigua Corte Suprema de Justicia en Corte Plena declaró
la nulidad por inconstitucionalidad del artículo 22 de la Ley Orgá-
nica de Amparo por violación al derecho a la defensa consagrado
en el artículo 68 de la Constitución. A pesar de que el artículo 5° de
la Ley Orgánica que regula el ejercicio conjunto de la pretensión de
amparo con el recurso de nulidad hace referencia al artículo 22 de
la Ley Orgánica, la anulación de este no varía en absoluto el carác-
ter cautelar del amparo en esos casos de ejercicio conjunto. En tal
sentido, la propia sentencia de anulación del artículo 22 de la Ley
Orgánica sobre este punto señaló expresamente lo siguiente:

850 Véase Sentencias de 15-10-92, Revista de Derecho Público, N° 52, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 1992, p. 224 y de 20-7-93, Revista de Derecho Público,
Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 470.
851 Véase sentencia Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 17-12-92,
Revista de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992,
p. 232.
852 Véase sentencia Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 29-7-93
Revista de Derecho Público Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1993, p 47
853 Véase Corte Suprema de Justicia -SPA, sentencias de 22-11-90 y 2-6-93, en
Revista de Derecho Público, Nº 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1993, p. 369.

545
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“Declarado de nulidad el artículo 22 de la mencionada Ley


Orgánica de Amparo, la tramitación de la solicitud de amparo
interpuesta conjuntamente con un recurso contencioso admi-
nistrativo podría adoptar —de conformidad con la potestad de
que goza el Juez Contencioso Administrativo, para aplicar el
procedimiento que juzgue más conveniente, ante la ausencia
de un iter indicado por la Ley (artículo 102 de la Ley Orgánica
de la Corte Suprema de Justicia)— las siguientes modalidades:
1) Tramitar la solicitud de amparo constitucional de con-
formidad con lo dispuesto en los artículos 23 y siguientes de la
Ley Orgánica de Amparo, tal como lo hizo la Sala Políti-
co-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia en el caso de
Carlos Morana contra el Ministro de Relaciones Interiores (Sen-
tencia del 20 de octubre de 1994, expediente 11-036).
2) En caso de que la solicitud de amparo sólo tenga por ob-
jeto la suspensión de los efectos del acto administrativo recu-
rrido, darle el mismo tratamiento de beneficio que la suspen-
sión de efectos prevista en el artículo 136 de la Ley Orgánica de
la Corte Suprema de Justicia.
3) Si la solicitud de amparo tiene por objeto la obtención de
una medida cautelar de las previstas en el parágrafo primero
del artículo 588 del Código de Procedimiento Civil, tramitarla
de conformidad con lo previsto en el Título II del Libro Tercero
de dicho Código.
No obstante, se observa que la potestad prevista en el ar-
tículo 102 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
otorgada al Juez Contencioso Administrativo, le permite a éste
la aplicación de otros procedimientos de acuerdo a la naturale-
za del caso y a las exigencias de la protección constitucional.
En este sentido, existe interesante Jurisprudencia proferida
por los Tribunales competentes en materia contencioso-admi-
nistrativa.
Por consiguiente, y en base a las consideraciones expues-
tas, esta Corte concluye en que el artículo 5 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, no
adolece del vicio de inconstitucionalidad denunciado. En con-
secuencia, dicha denuncia es improcedente. Así se declara.”854

854 Consultada en original.

546
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por tanto, a pesar de la nulidad del artículo 22 de la Ley Or-


gánica, la naturaleza cautelar del amparo ejercido conjuntamente
con una acción contencioso administrativa mantiene toda su vi-
gencia y como consecuencia de ello, como lo señaló la antigua
Corte Suprema de Justicia en Sala Político Administrativa en sen-
tencia de 1 de octubre de 1996 (Caso Maritza López Conde González),
persiste:
“...la necesidad de aportar un medio de prueba que consti-
tuya presunción grave de violación o amenaza de violación del
derecho que se reclama, como condición indispensable para su
procedencia.855
Y en cuanto al medio de prueba, en dicha sentencia, la antigua
Corte precisó que:
“...Para evidenciar la presunción de violación o amenaza
de violación de los derechos constitucionales, debe señalarse,
que esta Sala, en reiterados fallos ha declarado que el medio de
prueba por antonomasia lo constituye el propio acto adminis-
trativo cuestionado, pues del análisis de su contenido puede
desprenderse los elementos que objetivicen la transgresión o
presunción de vulneración de normas de este rango.
En efecto, en la ya referida decisión, conocida como el caso
“Tarjetas Banvenez,” se señaló lo siguiente:
“Considera esta Sala, por otra parte, que en el amparo
acumulado, ese medio de prueba a que alude el artículo 22 de
la Ley Orgánica de Amparo, puede consistir en el propio acto
administrativo impugnado en nulidad, cuyo texto debe ser
examinado por el Juez de amparo para concluir si, a su juicio,
del mismo acto administrativo de efectos particulares se de-
duce la presunta violación constitucional alegada por el recu-
rrente y acordar, en consecuencia, la medida suspensiva de
sus efectos que le ha sido solicitada.”
Una de las consecuencias más importantes que se derivan
de esta posición es que el acto producido por el presunto
agraviante ya no le es de su exclusividad como medio de
prueba, es decir, le deja de pertenecer para convertirse en co-

855 Véase en Oscar Pierre Tapia, Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia,


Tomo 10, Año XXIII, octubre de 1996, p. 40.

547
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

mún, sin importar quién o cómo se haya promovido o apor-


tado en virtud del principio procesal de la comunidad de las
pruebas.”856
Pero la sentencia antes señalada, sin embargo, a pesar de reco-
nocer que la nulidad del artículo 22 de la Ley Orgánica de Amparo
no varió el carácter cautelar del amparo, señaló sin embargo, en
forma contradictoria que:
“La variante en este caso, derivada de dicha nulidad, es
que la medida no puede dictarse inaudita alteram partem, sino
que debe procederse, en todo caso, garantizando el derecho de
defensa del presunto agraviante, tramitando la solicitud con-
forme al procedimiento previsto en el artículo 23 y siguientes
del texto orgánico que rige la materia, tal como lo ha hecho esta
Sala, antes de ser declarada la nulidad del artículo 22 (senten-
cia del 20 de octubre de 1994, Caso: Carlos Morana vs. República,
Ministerio de Relaciones Interiores); y con posterioridad a la nuli-
dad declarada como ha ocurrido precisamente en este caso.”857
En nuestro criterio, esta declaración de la Corte no sólo contra-
riaba lo expresamente resuelto en la sentencia de nulidad del ar-
tículo 22 antes indicado, sino que era contradictora con la misma
naturaleza del carácter cautelar del amparo, que tiene que permitir
el que se puede dictar inaudita parte.
5. Las modalidades de las condiciones de admisibilidad en el
ejercicio conjunto de la acción de amparo con una acción
contencioso-administrativa
La antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Políti-
co-Administrativa por sentencia del 19 de noviembre de 1992, en
uso de la atribución que le confería el artículo 102 de su Ley Orgá-
nica que la autorizaba a aplicar el procedimiento que juzgase más
conveniente, de acuerdo con la naturaleza del caso, cuando las le-
yes no preveían un procedimiento especial a seguir, en el caso del
ejercicio conjunto de la pretensión de amparo con el recurso con-
tencioso-administrativo resolvió que en esos casos, y:

856 Idem.
857 Consultada en original.

548
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“en situaciones análogas sucesivas, debe procederse, forzo-


samente, al examen previo del cumplimiento de los requisitos
procesales de admisibilidad del recurso contencioso-adminis-
trativo que, de acuerdo a los principios expuestos, constituye el
juicio principal. En tal virtud, en lo adelante, la tramitación del
expediente se iniciará con una declaración sobre la admisibili-
dad del juicio principal, ya sea éste un recurso de anulación
contra actos administrativos individuales o una acción por abs-
tención. Esta etapa verificadora de los requisitos de admisibili-
dad del proceso principal debe cumplirse, necesariamente, en
el órgano facultado para ello, el Juzgado de Sustanciación de la
Sala, el cual hará un examen de cada una de las causales conte-
nidas en el artículo 124 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema
de Justicia, obviando solamente la del agotamiento de la vía
administrativa (ordinal 2º), así como la de los lapsos de cadu-
cidad para el ejercicio del recurso o de la acción (ordinal 4º, y el
artículo 84, ordinal 3º ejusdem ), excepciones previstas en el pa-
rágrafo único del artículo 5 de la Ley Orgánica de Amparo so-
bre Derechos y Garantías Constitucionales.
Posteriormente, una vez admitido el recurso o la acción
principal y ordenada la notificación al Fiscal General a que ha-
ce alusión el artículo 125 de la Ley Orgánica de la Corte Su-
prema de Justicia, se devolverá el expediente a la Sala, la cual
procederá, entonces, al examen sobre la procedencia del ampa-
ro constitucional, el cual, como medida cautelar, permitirá la
protección y resguardo de los derechos y garantías constitu-
cionales que se presuman violados o amenazados de violación,
mientras dure el juicio principal.”858
En esta forma quedó precisado, de nuevo, el carácter accesorio
de la petición de amparo en relación al juicio principal, de manera
que intentada conjuntamente la pretensión de amparo con el recur-
so contencioso-administrativo, este debe admitirse previamente a
la consideración de la petición de amparo.
De ello resulta que lógicamente, en los casos en los cuales el re-
curso contencioso-administrativo principal sea declarado inadmi-
sible por alguna causal distinta a las expresamente conceptuadas,

858 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1992, p. 240.

549
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

la acción de amparo constitucional, que es dependiente de aquélla,


sufriría el mismo destino.859
En la consideración de la admisibilidad del recurso contencio-
so-administrativo, en todo caso, quedan exceptuadas de aplicación
en el ejercicio conjunto con el mismo de una pretensión de amparo,
el agotamiento de la vía administrativa,860 y la existencia del lapso
de caducidad, conforme se establece en la última parte del artículo
5 de la Ley Orgánica de Amparo.
En este último aspecto, es decir, la posibilidad de intentar el re-
curso de anulación aún después de transcurrido el lapso de cadu-
cidad, para conciliar las exigencias de la seguridad jurídica en rela-
ción a la protección constitucional, la antigua Corte Suprema sentó
el siguiente criterio en la decisión del caso Lenin Romero:
“Y si bien es cierto que el artículo 5, parágrafo único, de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-
tucionales permite la interposición de los recursos contencio-
so-administrativos aun cuando hubieren transcurridos los lap-
sos de caducidad establecidos en la Ley, fundamental como se
encuentra esa previsión en la justificada imposibilidad teórica
de que una actuación de la Administración, a pesar da ser con-
traria a derechos o garantías de rango constitucional adquiera
firmeza por el solo transcurso del tiempo, se hace también ne-
cesario poner de relieve que esta útil, justa y equitativa previ-
sión no puede convertirse sin embargo en una vía para que
pueda eludirse el fatal lapso de caducidad previsto para la in-
terposición de los recursos contenciosos. Por tanto, resulta con-
cluyente para la Sala que la única forma de dar cumplimiento a
la disposición comentada contenida en el parágrafo único del
artículo 5 de la Ley Orgánica de Amparo sin contrariar a la vez
los principios fundamentales del contencioso-adminis-trativo,
es la de que pueda el juez de la materia permitirse la posibili-
dad de revisar las actuaciones impugnadas a pesar de haber
transcurrido el lapso de caducidad. Pero sólo podría hacerlo en

859 Idem., p. 240. Cfr. Corte Primera de lo Contencioso Administrativo 10-2-92,


Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992,
p. 148.
860 Véase Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 23-7-92,
Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992,
p. 208.

550
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

los casos en que hubiere encontrado, al analizar el fondo de la


solicitud de amparo, presunción suficiente de violación a dere-
chos o garantías constitucionales, que justifiquen la protección
cautelar. Es el único modo, considera la Sala, de conciliar la
previsión legal con el principio fundamental de la seguridad
jurídica, que de lo contrario se vería afectado si los lapsos de
caducidad para interponer los medios recursorios contencio-
so-administrativos son derogados por el indebido ejercicio de
aquéllos.”861
En todo caso, en estos supuestos, la admisión del recurso con-
tencioso administrativo de anulación fuera de lapso cuando se le
ha acumulado una pretensión de amparo, queda supeditado a la
declaratoria con lugar de amparo. Si esto no ocurre, el recurso de
nulidad resulta luego inadmisible.862
Por lo que respecta a la exención del cumplimiento de la condi-
ción de admisibilidad de agotamiento de la vía administrativa, la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo en sentencia de 6
de octubre de 1993 aplicó el mismo principio antes indicado ex-
puesto por la antigua Corte Suprema, en el citado caso Lenin Romero
(4-3-1993):
“Como acertadamente lo ha precisado nuestro Máximo
Tribunal, la excepción a la causal de inadmisibilidad de los re-
cursos contenciosos como es la de la caducidad; prevista en la
norma antes citada, sólo opera en caso de que efectivamente, al
pronunciarse respecto de la acción de amparo, se encuentre
que exista una presunción grave de violación o amenaza de un
derecho o garantía constitucionales; de lo contrario, si no existe
tal presunción, sí opera la causal de inadmisibilidad por cadu-
cidad, si se da el supuesto respectivo.
Ahora bien, considera esta Corte que tales afirmaciones
deben hacerse igualmente respecto a la exención de agotamien-
to de la vía administrativa.

861 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de


4-3-93, Revista de Derecho Público, Nos 53-54, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, p. 363. Cfr. Corte Primera de lo Contencioso Administrativo,
sentencia de 26-4-88, FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 221.
862 Véase Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de 1-6-93,
Revista de Derecho Público, Nos. 53-54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1993, p. 364.

551
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En efecto, no puede convertirse tal disposición en una vía


para que se eluda el previo procedimiento por vía administra-
tiva, para acceder inmediatamente a la jurisdicción contencio-
so-administrativa, con la sola interposición —muchas veces
temerariamente— de la acción de amparo conjuntamente con
el recurso de nulidad. Por lo tanto, la excepción prevista en la
norma citada, respecto del requisito necesario de agotamiento
de la vía administrativa, sólo opera en caso de que proceda la
acción de amparo cautelar.”863
Ahora bien, de acuerdo con lo anteriormente expresado, en los
casos en los cuales se formule en forma conjunta una pretensión de
amparo junto con un recurso contencioso administrativo, la prime-
ra etapa que debe cumplirse procesalmente es la relativa a la admi-
sión de la acción principal que es el recurso contencio-
so-administrativo, tomando en cuenta la exención legal relativa a la
caducidad y al agotamiento de la vía administrativa.
Si el juez contencioso-administrativo no admite el recurso de
nulidad, no puede entonces entrar a considerar la pretensión de
amparo, pues como lo dijo la Corte Primera:
“no es posible que la acción de amparo pueda tener vida
propia diferente del recurso contencioso-administrativo de
anulación, sino que, por el contrario, están indisolublemente
unidos estimándose que el amparo es accesorio al recurso con-
tencioso-administrativo de nulidad, por lo que ha de seguir su
misma suerte.”864
Por tanto, si el recurso contencioso-administrativo se declara
inadmisible, la pretensión de amparo no puede ser admitida, pues
sigue la misma suerte de la acción principal.865

863 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, de


6-10-93, Revista de Derecho Público Nos. 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, pp. 490-491.
864 Véase Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 22-12-91, Revista de
Derecho Público, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 238.
865 Véase sentencias Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 26-8-89,
Revista de Derecho Público, N° 39, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989
p. 163; y de 10-2-92, Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1992, pp. 147-148.

552
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Ahora bien, si el juez contencioso-administrativo admite el re-


curso contencioso administrativo, la segunda etapa que ha de cum-
plirse, se refiere a la consideración por el juez, directamente, como
lo señaló la antigua Corte Suprema en sentencia de 4 de marzo de
1993, del:
“(. . . ) fondo de la solicitud de amparo sin revisar tampoco
las causales de inadmisibilidad contempladas en el artículo 6
ejusdem. Sólo así le resultaría posible declarar la procedencia
del amparo cautelar, en los supuestos de que una prueba sufi-
ciente le permita obtener presunción grave de violación al de-
recho constitucional denunciado, para posteriormente, obvian-
do igualmente las causales de inadmisibilidad —legalmente
excluidas— del recurso contencioso-administrativo, proceder a
la tramitación y decisión de éste con la finalidad de anular el
acto lesivo.”866
Por tanto, en los casos de ejercicio conjunto de la pretensión de
amparo con un recurso contencioso-administrativo, admitido este
último como acción principal, el juez debe proceder a resolver so-
bre el amparo solicitado como medida cautelar, sin entrar a consi-
derar el tema de la admisibilidad de la acción de amparo conforme
al artículo 6 de la Ley Orgánica, sino sólo si existe un medio de
prueba suficiente que permita presumir la violación del derecho
constitucional cuya violación se denuncia.
Esta doctrina de la Corte Primera siguiendo a la antigua Corte
Suprema, cambió, entonces, la doctrina anterior de la misma Corte
Primera, conforme a la cual en los casos de acción de amparo ejer-
cida en forma conjunta “se somete a los mismos requisitos de ad-
misibilidad que cuando se ejerce en forma autónoma,” por lo cual
la Corte entraba a determinar si la misma incurría o no en alguna
de las causales de inadmisibilidad previstas en la Ley.867

866 Citada por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, sentencia de


6-10-93, Revista, de Derecho Público Nos. 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, p. 360.
867 Véase sentencias Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 17-3-92,
Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992,
p. 148 y de 22-12-92, Revista de Derecho Público, N° 52, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1992 p. 238.

553
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Con la doctrina adoptada a partir de 1993, una vez admitido


el recurso de nulidad, se debe proceder a considerar el fondo de
la pretensión de amparo, sin considerar las condiciones de admi-
sibilidad previstas en el artículo 6° de la Ley Orgánica de Ampa-
ro, ya que la misma, como se ha visto, se concreta en una medida
cautelar.
Por tanto, como lo señaló la antigua Corte Suprema en Sala Po-
lítico Administrativa, así como la medida de suspensión de efectos
en materia contencioso administrativa sólo se dicta luego de admi-
tida el recurso de nulidad, del cual es una medida subsidiaria; en el
ejercicio conjunto de la pretensión de amparo con el recurso con-
tencioso-administrativo, la medida de amparo sólo procede luego
de admitida la acción principal que es la contencioso-admi-
nistrativa.868
Ahora bien, para el caso de que tal medida de amparo cautelar
no se dicte por no existir la presunción de violación del derecho
constitucional alegada, entonces se abre una tercera etapa en el pro-
cedimiento que debe volver, de nuevo, a la consideración de las
condiciones de admisibilidad del recurso contencioso-adminis-
trativo de anulación referidas a la caducidad y al agotamiento de la
vía administrativa, no consideradas en la etapa inicial.
Sobre ello, la Corte Primera señaló en su sentencia de 6 de oc-
tubre de 1993 lo siguiente:
“Se observa entonces que el a quo debió admitir el recurso
contencioso administrativo de anulación sin revisar, tal como
lo dispone el parágrafo primero del artículo 5 de la Ley Orgá-
nica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales,
las causales de inadmisibilidad relativas a la caducidad y ago-
tamiento de la vía administrativa; una vez admitido en esta
forma el recurso, pronunciarse respecto de la acción de amparo
cautelar, y posteriormente, en el caso de que esta acción caute-
lar fuese declarada sin lugar, deberá pronunciarse respecto a la
admisibilidad del recurso contencioso-administrativo de anu-
lación, analizando entonces la causales de inadmisibilidad es-
tablecidas en el artículo 124 ordinal 2° (agotamiento de vía

868 Véase sentencia Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de


11-7-91, Revista de Derecho Público Nº 47, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1991, pp. 174-175.

554
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

administrativa), y en el artículo 84 ordinal 3° (caducidad de la


acción) de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia. Así
se decide y ordena al tribunal a quo.”869

6. La apelación de la decisión de amparo


Dado el carácter cautelar de la decisión que se adopte en el
amparo solicitado conjuntamente con el recurso contencio-
so-administrativo, la misma se adopta inaudita parte, razón por la
cual el lapso de 3 días para apelar de la misma sólo comienza des-
pués de notificadas las partes.870
Sin embargo, no toda decisión que se adopte en estos casos de
amparo ejercido conjuntamente es apelable. Sólo pueden ser apela-
bles las decisiones en materia de amparo cuando la decisión del
juicio principal contencioso-administrativo, sea apelable.871
Como lo señaló la Corte Primera de lo Contencioso Adminis-
trativo al reafirmar el criterio de que en los casos de conjunción el
amparo pierde su carácter de acción autónoma para transformarse
—por imperativo de la propia ley de la materia— en una medida
accesoria:
“Admitir lo contrario atentaría contra el principio lógico
conforme al cual accesorium sequitur principale y tendría que
aceptarse —consecuencial-mente— que una interlocutoria —
pues no otro es el carácter de la decisión que resuelve el ampa-
ro cautelar— pudiera ser apelada aunque tal recurso estuviera
expresamente prohibido respecto a la definitiva que decide la
acción principal.”872

869 Véase en Revista de Derecho Público Nº 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1993, p. 491.
870 Véase Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, sentencia de 27-9-93,
Revista de Derecho Público, N° 55-56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1993, p. 475.
871 Véase Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, sentencias de 30-3-93
y 23-6-93, Revista de Derecho Público, N° 53-54, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, pp. 361, 362 y 370. En igual sentido Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo, 17-3-92, Revista de Derecho Público, N° 49, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 148, 22-12-92, Revista de Derecho Públi-
co, Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 238.
872 Véase sentencia de 23-6-93, Revista de Derecho Público, Nos. 53-54, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, P. 362.

555
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Sin embargo, esta doctrina, que es la lógica procesalmente ha-


blando, no fue seguida por la Sala Político Administrativa de la
antigua Corte Suprema de Justicia la cual ante la negativa de oír la
apelación en un caso similar al antes indicado, por parte de la Cor-
te Primera de lo Contencioso Administrativo, oyó el recurso de
hecho intentado contra la decisión de dicha Corte Primera, que
había declarado inadmisible la solicitud de amparo, conforme al
artículo 6, ordinal 5º de la Ley Orgánica, que el accionante había
solicitado como medida cautelar innominada.873
7. El régimen de las medidas cautelares en la Ley Orgánica de
la Jurisdicción Contencioso Administrativo y los casos de
amparo cautelar en los juicios de nulidad contra actos
administrativos
Como se dijo, después de la larga evolución jurisprudencial
que hemos reseñado sentando los principios del carácter cautelar
del amparo ejercido conjuntamente con la acción de nulidad con-
tencioso administrativa, conforme a la Ley Orgánica de Amparo, el
régimen de las medidas cautelares se reguló ampliamente en la
Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso Administrativa de
2010,874 en cuyo artículo 4 se estableció un amplio poder cautelar
del juez contencioso administrativo al disponer que “está investido
de las más amplias potestades cautelares,” quedando facultado, en
consecuencia para:
“dictar, aún de oficio, las medidas preventivas que resul-
ten adecuadas a la situación fáctica concreta, imponiendo or-
denes de hacer o no hacer a los particulares, así como a los ór-
ganos y entes de la Administración Pública, según el caso con-
creto, en protección y continuidad sobre la prestación de los
servicios públicos y en su correcta actividad administrativa.”

873 Sentencias de la Corte Suprema de Justicia - Sala Político Administrativa de


1-8-94 (Caso Carlos Villaroel Díaz) consultada en original y de 13-7-95 (Caso
Caja de Ahorros de Empleados del MAC) consultada en original. En los votos
salvados de la Magistrada Josefina Calcaño se cita como antecedente de esta
doctrina la sentencia de 23-2-94 (Caso Marina Barrios Sifontes).
874 Véase en Gaceta Oficial No. 39451 de 22 de junio de 2010. Véase sobre esta
Ley los comentarios en Allan R. Brewer-Carías y Víctor R. Hernández Men-
dible, Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas 2010.

556
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En cuanto al procedimiento, la Ley Orgánica establece un pro-


cedimiento común para el caso de tramitación de medidas cautela-
res en los procesos contencioso administrativos, el cual se debe
aplicar en general, incluso en los casos de solicitudes de amparo
cautelar que se formulen junto con las acciones de nulidad de actos
administrativos (art. 103). La única previsión especial en esta mate-
ria es la referida a los procedimientos breves (referidos a reclamos
por la omisión, demora o deficiente prestación de los servicios pú-
blicos; demandas por vías de hecho; y acciones por abstención), en
los cuales, conforme al artículo 69, una admitida la demanda, el
tribunal puede de oficio o a instancia de parte, dictar medidas cau-
telares, en cuyo caso, la oposición a las mismas debe ser resuelta a
la mayor brevedad.
Las medidas cautelares, en general, conforme al artículo 104 de
la Ley Orgánica de la Jurisdicción, deben solicitarse por las partes
en cualquier estado y grado del procedimiento, pudiendo ser acor-
dadas por el tribunal como las estime pertinentes “para resguardar
la apariencia del buen derecho invocado y garantizar las resultas
del juicio, ponderando los intereses públicos generales y colectivos
concretizados y de ciertas gravedades en juego, siempre que dichas
medidas no prejuzguen sobre la decisión definitiva.”
A tal efecto, el tribunal cuenta con los más amplios poderes
cautelares para proteger no sólo a los demandantes, sino como lo
dice el artículo 104, “la Administración Pública, a los ciudadanos o
ciudadanas, a los intereses públicos y para garantizar la tutela judi-
cial efectiva y el restablecimiento de las situaciones jurídicas infrin-
gidas mientras dure el proceso.” En las causas de contenido patri-
monial, la Ley Orgánica prescribe que el tribunal puede exigir ga-
rantías suficientes al solicitante.
Una vez recibida la solicitud de medida cautelar, el tribunal
debe abrir un cuaderno separado para el pronunciamiento que
deberá formularse dentro de los 5 días de despacho siguientes (art.
105). En el caso de tribunales colegiados el juzgado de sustancia-
ción debe remitir inmediatamente el cuaderno separado, y recibido
este, se debe designar ponente, de ser el caso, y decidirse sobre la
medida dentro de los 5 días de despacho siguientes. Al trámite de
las medidas cautelares se le debe dar prioridad (art. 105).
El trámite de la oposición que formulen las partes a las medi-
das cautelares se rige por lo dispuesto en el Código de Procedi-
miento Civil (art. 106).

557
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Pero además, la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso


Administrativa, al regular las medidas cautelares, estableció expre-
samente un procedimiento en el artículo 103 que “regirá la tramita-
ción de las medidas cautelares, incluyendo las solicitudes de ampa-
ro constitucional cautelar,” con lo que se hizo referencia a los casos
en los cuales con las demandas de nulidad o contra abstenciones se
puede formular una pretensión de amparo, la cual tiene carácter
cautelar.
En este caso, estamos en presencia de demandas de nulidad de
actos administrativos, o de las demandas contra las abstenciones de
la Administración en las cuales la pretensión de anulación o de
condena a actuar está acompañada de una pretensión de restable-
cimiento de una garantía o derecho constitucional violado por el
acto recurrido, conforme se regula expresamente en la Ley Orgáni-
ca de Amparo.
En este caso, como se ha visto, cuando la lesión al derecho o
garantía constitucional la produce un acto administrativo o la abs-
tención de la Administración, la vía ordinaria de amparo constitu-
cional es la demanda contencioso administrativa que puede ser
ejercida por el titular del derecho o garantía constitucional vulne-
rado (legitimación activa), en la cual además de buscarse la anula-
ción del acto que perturba el derecho o que la Administración ac-
túe (lo cual es el fundamento del amparo en este caso) se busca
restablecer la situación jurídica subjetiva infringida. De allí lo pre-
visto en el artículo 5º de la Ley Orgánica de Amparo, tantas veces
citado.
IV. LA FORMULACIÓN DE LA PRETENSIÓN DE AMPARO
CON OTROS MEDIOS JUDICIALES
Por último, la pretensión de amparo también puede formularse
conjuntamente con otros medios procesales o acciones ordinarias
conforme al ordinal 5° del artículo 6 de la Ley Orgánica, que esta-
blece, al regular como causal de inadmisibilidad de la acción de
amparo, cuando el agraviado haya optado por recurrir a las vías
judiciales ordinarias o hecho uso de los medios judiciales preexis-
tentes; que se puede, con ellos, alegar la violación o amenaza de
violación de un derecho o garantía constitucional, y en tal caso “el
Juez deberá acogerse al procedimiento y a los lapsos establecidos en
los artículos 23, 24 y 26 de la presente ley, a fin de ordenar la suspen-
sión provisional de los efectos del acto cuestionado.”

558
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

1. El régimen general a partir de la sentencia del caso Tarje-


tas Banvenez de 1991

De acuerdo con la doctrina de la antigua Corte Suprema, esta-


blecida en el caso Tarjetas Banvenez (10 de julio de 1991), en estos
casos, el amparo formulado como pretensión junto con una acción
ordinaria o en el curso del proceso derivado de la misma, tampoco
tiene carácter de acción principal sino subordinada, accesoria a la
acción o recurso al cual se acumuló, sometida por tanto al pronun-
ciamiento jurisdiccional final que se emita en la acción acumulada;
teniendo además, un destino temporal y provisorio, dado sus efec-
tos cautelares (no restablecedores) suspensivos de la ejecución de
un acto, mientras dure el juicio para evitar que una sentencia a fa-
vor del accionante se haga inútil en su ejecución.875
Esta acumulación puede formularse de dos maneras, con la ac-
ción principal o en el curso de un proceso, con un recurso o como
planteamiento. Este último supuesto, en algunos casos se ha de-
nominado como “amparo sobrevenido,” pero que, sin embargo, no
agota la previsión del artículo 6, ordinal 5º de la Ley Orgánica.
En efecto, en primer lugar, y ello fue la intención del legislador
al prever este amparo acumulado, con cualquier demanda puede
formularse una pretensión de amparo alegándose violación o ame-
naza de violación de un derecho o garantía constitucionales. En
estos casos no puede hablarse de amparo “sobrevenido,” pues la
pretensión de amparo se formula iniciándose el proceso con la ac-
ción principal.
Pero en segundo lugar, en el curso de un proceso ya iniciado
puede formularse una pretensión de amparo alegándose una viola-
ción “sobrevenida,” de algún derecho constitucional, lo que incluso
puede ocurrir al interponerse una apelación o al formularse un
recurso de casación. Este es uno de los supuestos del amparo acu-
mulado a las acciones judiciales ordinarias, y no el único supues-
to.876 En tal sentido, la doctrina jurisprudencial en la materia fue

875 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 3–8–89, Revista de Derecho Público, Nº 39, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1989, p. 136.
876 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia de 18–11–93 (Caso:
Gustavo J. Ruiz), Véase en Revista de Derecho Público, N° 55–56, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 1993, pp. 300 y 301. En el mismo sentido se ha
pronunciado la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo al referirse

559
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

sentada en una importante sentencia de la Sala de Casación Civil


de la antigua Corte Suprema de 9 de octubre de 1997 (Caso: José
Avelino Gómez), en la cual modificando criterios anteriores (por
ejemplo, el sentado en la sentencia de la misma antigua Corte Su-
prema de Justicia en Sala Político Administrativa de 18 de noviem-
bre de 1993, Caso Gustavo J. Ruiz877), la Sala, fijó “el verdadero al-
cance” del precepto contenido en el ordinal 5° del artículo 6° de la
Ley Orgánica de Amparo, en los siguientes términos:
“1.- El presunto agraviado interpuso la acción de amparo
por ante el mismo tribunal que dictó las providencias judiciales
a las cuales se le imputan vicios constitucionales, de conformi-
dad con la doctrina establecida en sentencia dictada por esta
Sala en fecha 4 de julio de 1995, referente al amparo sobreveni-
do, transcrita parcialmente a continuación:
“Es evidente que en el presente caso nos encontramos en
presencia de lo que la doctrina ha denominado Amparo sobre-
venido, contemplado en el ordinal 5° del artículo 6° de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales, caracterizado por el hecho de que la hipotética violación
de un derecho o garantía constitucionales se produzcan en un
proceso en curso, ajeno al amparo, y que sus efectos se circuns-
criben, en caso de declaratoria con lugar, a la suspensión provi-
sional del acto impugnado.”
(Omissis)
En el proyecto original de la Ley Orgánica de Amparo so-
bre Derechos y Garantías Constitucionales, el ordinal 5° del ar-

al ordinal 5º del artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo al indicar que “tal


alternativa sólo sería procedente ante un hecho acaecido con posterioridad al
comienzo o uso de las vías judiciales ordinarias o preexistentes y vinculado a
su objeto; constituye tal posibilidad lo que se denominaría el amparo por he-
cho sobrevenido” en FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, op. cit., p. 232.
877 Véase en Revista de Derecho Público, N° 55-56, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, pp. 300 y 301. En el mismo sentido se ha pronunciado la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo al referirse al ordinal 5º del artícu-
lo 6 de la Ley Orgánica de Amparo al indicar que “tal alternativa sólo sería
procedente ante un hecho acaecido con posterioridad al comienzo o uso de las
vías judiciales ordinarias o preexistentes y vinculado a su objeto; constituye
tal posibilidad lo que se denominaría el amparo por hecho sobrevenido” en
FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, op. cit., p. 232.

560
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tículo 7° correspondiente al actual ordinal 5° del artículo 6°


ejusdem establecía lo siguiente:
“Artículo 7°.-‘No se admitirá la acción de amparo... 5°)
Cuando el agraviado haya optado por recurrir a las vías judi-
ciales ordinarias o hecho uso de los medios judiciales preexis-
tentes, siempre que en éstos estén prescritos procedimientos expedi-
tos y lapsos sumarios y breves acordes con el precepto constitucio-
nal’ (Resaltado de la Sala) .”
Si ese ordinal hubiese pasado al texto aprobado con esa re-
dacción, la causal de inadmisibilidad contemplada en su pri-
mera parte se habría hecho inoperante en la práctica, pues en
muy pocos medios o vías judiciales están prescritos procedi-
mientos expeditos y lapsos sumarios acordes con el precepto
constitucional. Entonces, en la segunda discusión de la Ley, ce-
lebrada en el seno de la Comisión Permanente de Política Inte-
rior de la Cámara de Diputados, en fecha 11 de noviembre de
1987, donde se aprobó la redacción final de este ordinal, se de-
cidió colocarle un punto después de la palabra preexistente,
para individualizar de esta manera el primer supuesto de la
norma, referido a la causal de inadmisibilidad, y señalarlo co-
mo la regla.
Seguidamente, como excepción y para no dejar desampa-
rados a ninguno de los sujetos que intervienen en la relación
jurídica procesal, se consagró en favor de éstos un procedi-
miento rápido y expedito para hacer cesar temporalmente los
efectos de un acto lesivo a un derecho o garantía constituciona-
les producidos en el transcurso de un juicio, conciliando así la
inadmisión del amparo cuando el agraviado haya optado por
otras vías o medios judiciales, ante un Tribunal distinto, con su
admisión cuando se alegue ante el mismo Tribunal donde se
originó el acto impugnado.
De aquí se infiere que el ‘Amparo Sobrevenido’ debe inten-
tarse necesariamente ante el mismo Tribunal donde se origina
la lesión, pues el Legislador utiliza la expresión ‘En tal caso’,
para dar a entender que si en ese supuesto, en donde ya se ha
optado por una vía o medio judicial, se alega la violación de un
derecho o garantía constitucionales, deberá el Juez que conozca
de aquél juicio abrir el procedimiento de amparo, a fin de, pre-
via la constatación de tales violaciones, suspender provisio-
nalmente los efectos del acto impugnado.

561
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En el mismo sentido utilizó el legislador la frase ‘al alegarse’


la violación o amenaza de violación de un derecho o garantía
constitucionales’, pues los alegatos de las partes sólo pueden
formularse en el transcurso de un proceso, en procura de per-
suadir al juzgador sobre la procedencia de su pretensión o la
improcedencia de la contraria; pero en todo caso, presupone
siempre la existencia de un proceso en curso. (...).
Entonces, si se acusa la violación o amenaza de violación
de derechos o garantías constitucionales en el transcurso de un
proceso, es lógico que deba conocer de tales violaciones o ame-
nazas el mismo Tribunal donde se originaron, pues por impe-
rativo legal, es allí donde deben alegarse, y no ante un Tribunal
Superior a este, quien únicamente entrará a conocer del expe-
diente en caso de apelación o consulta de la decisión que ha de
dictarse sobre el amparo.
Lo que subyace en el ordinal 5° del artículo 6° de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales es el principio de concentración, definido por la doctrina
como “aquél que pugna por aproximar los actos procesales
unos a otros, concentrando en breve espacio de tiempo la reali-
zación de ellos”; además del interés del legislador de evitar
sentencias contradictorias sobre un mismo objeto. Sin embargo,
el amparo sobrevenido no es incompatible con los recursos or-
dinarios; antes, por el contrario, presupone su ejercicio.
Así sus efectos suspensivos provisionales permiten afirmar
que los mismos se mantendrán hasta tanto el acto impugnado
sea decidido por el Superior respectivo. Ello supone, lógica-
mente, el ejercicio posterior o conjunto de los recursos ordina-
rios de impugnación, como ha sucedido en el presente caso.
“Observa esta Sala que el amparo sobrevenido no puede
intentarse por la vía del amparo contra sentencia previsto en el
artículo 4° de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, por cuanto ambos poseen caracte-
res diferentes. Así, el segundo presupone una sentencia o un acto en
ejercicio del segundo permite anular o suspender el acto impugnado;
el primero, sólo admite la suspensión provisional de dicho ac-
to. Además, éste debe intentarse ante el Tribunal donde cursa
el proceso en que se originó la lesión; en cambio, aquél debe in-
tentarse ante el Tribunal Superior de que causó la lesión. Por
último, el agraviante en el amparo contra sentencia sólo puede

562
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ser el Juez, a través de una sentencia o acto judicial; y en el am-


paro sobrevenido, el agraviante puede ser cualquier sujeto que
intervenga en la relación jurídica procesal.
Se podría sostener que si el acto lesivo al derecho o garan-
tía constitucionales lo comete el propio Juez de la causa como
en el presente caso no podría éste conocer del amparo y si así
fuera, estaría reconociendo su propia arbitrariedad. Sin embar-
go, tal inconveniente podría solucionarse mediante la figura de
la inhibición; pero conceptualmente, siempre sería el mismo
Tribunal el que estaría revisando el acto impugnado.
La Sala observa que es sumamente peligroso para la segu-
ridad jurídica acordar la acción de amparo contra actos jurídi-
cos en formación, por cuanto ello constituiría una intromisión
inaceptable en los asuntos propios de cada Tribunal, atentando
contra la autonomía e independencia de los Jueces. Deben abs-
tenerse los Jueces Superiores a aquél donde supuestamente se
haya infringido algún derecho o garantía constitucionales, de
admitir este tipo de amparo, pues funcionalmente la compe-
tencia le está atribuida a este último (...).
Si en el transcurso de un proceso es alegada la infracción
de normas constitucionales que impliquen el menoscabo de de-
rechos o garantías de igual rango, el Tribunal, a los efectos de
que el amparo opere efectivamente como un medio de defensa,
podría utilizar el poder cautelar general que le confiere el pa-
rágrafo primero del artículo 588 del Código de Procedimiento
Civil, por remisión expresa del artículo 48 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales. (...).
2. La Sala considera necesario abundar sobre esta materia
con objeto de fijar el verdadero alcance del precepto contenido
en el ordinal 5° del artículo 6° de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
En primer lugar, ha de precisarse que la causal de inadmi-
sibilidad de la acción autónoma de amparo prevista en el ordi-
nal 5° del artículo 6° citado, opera en los casos en que —como
la misma norma lo expresa— el agraviado haya optado por
acudir a las vías ordinarias o hecho uso de los medios judicia-
les preexistentes, pues en tal hipótesis el afectado puede solicitar y
obtener protección inmediata del juez que ha de conocer del recurso
ordinario o del medio judicial preexistente, mediante la suspensión

563
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

provisional de los efectos del acto o decisión reputado contrario a la


Constitución. Así se desprende de manera clara e inequívoca
del texto integral de la mencionada disposición normativa,
pues cuando el legislador utiliza la locución “En tal caso,” lo
hace para referirse, sin duda, al supuesto de hecho previsto co-
mo causal de inadmisibilidad —la recurrencia a las vías ordina-
rias— armonizando así la obligatoriedad que para la parte
comporta el ejercicio de los medios o recursos judiciales prees-
tablecidos a través de los cuales puede ser restituida la situa-
ción jurídica que se alega infringida, con la posibilidad de im-
pedir —mediante la interposición simultánea o posterior del
amparo— la continuidad o concreción de los efectos dañosos
de la violación constitucional, que se alega producida durante
el ínterin del proceso judicial.
Entonces, resulta claro que la operatividad de este medio
de protección constitucional viene dada por la violación o
amenaza de violación de un derecho o garantía constituciona-
les, y por la inidoneidad del recurso interpuesto para impedir,
por sí solo, la materialización del agravio o la continuidad de
sus efectos en la situación jurídica del particular (art. 5°, ejus-
dem), y en ese caso el Juez ha de proceder a la apertura del pro-
cedimiento contradictorio previsto en la Ley Orgánica de Am-
paro sobre Derechos y Garantías Constitucionales, con objeto
de ordenar la suspensión temporal de los efectos del acto im-
pugnado.
Ello, desde luego, permite afirmar que el amparo asume en
este supuesto un rol cautelar que convierte el procedimiento
judicial ordinario en una vía eficaz para el restablecimiento de-
finitivo de la situación jurídica que le ha sido infringida al pre-
tensor, por lo cual nada impide que esta acción pueda propo-
nerse conjuntamente con el mecanismo procesal previsto por la
ley para resolver el asunto (ejem: recurso de hecho contra nega-
tiva de oír apelación), e, incluso, después de interpuesto aquél
(caso de apelación oída en un solo efecto), porque el amparo
sólo persigue la suspensión de los efectos del acto cuestionado,
como medida de protección provisional del derecho que se
alega violado o amenazado, mientras se juzga en forma defini-
tiva sobre el acto recurrido; pero en todos los casos será condi-
ción necesaria para su procedencia la demostración del riesgo
de irreparabilidad de la violación constitucional, por la senten-
cia de fondo. La decisión que en este sentido se dicte será revi-

564
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

sable, bien por apelación o por consulta, de conformidad con


las previsiones del artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
Vale destacar, al respecto, lo establecido en reciente sen-
tencia dictada por esta Sala, de fecha 2 de abril de 1997, con
ponencia del Magistrado Dr. Alirio Abreu Burelli (Caso: Andrea
María Vagt).
“Establece el art. 6° de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, lo siguiente:”
“5) Cuando el agraviado haya optado por recurrir a la vías
judiciales ordinarias o hecho uso de los medios judiciales
preexistentes. En tal caso, al alegarse la violación o amenaza
de violación de un derecho o garantía constitucionales, el
Juez deberá acogerse al procedimiento y a los lapsos estable-
cidos en los artículos 23, 24 y 26 de la presente Ley, a fin de
ordenar la suspensión provisional de los efectos del acto
cuestionado;”
La disposición citada, si bien está dirigida a evitar que se
dicten sentencias contradictorias en dos procedimientos con-
juntamente iniciados, y establece el carácter excepcional del
amparo, también contiene un principio de efectiva y total pro-
tección de los derechos constitucionales, de acuerdo al cual, el
haber optado por las vías ordinarias no priva al agraviado de
la protección constitucional, sino que ésta deberá ser otorgada,
de ser procedente, en el curso del procedimiento ordinario.
Al solicitar el ciudadano una protección incidental del de-
recho constitucional debió el Juez a quo pronunciarse sobre
su procedencia o improcedencia, sin que pueda servir de mo-
tivo de inadmisibilidad la interposición de la apelación, pues
estaba solicitando una protección en el mismo procedimiento de ape-
lación, y no interpuso el solicitante una acción autónoma de ampa-
ro.” (Subrayado de la Sala).
Y asimismo, la opinión sustentada por la doctrina nacional
en relación con el indicado precepto legal:
“...a pesar de lo poco claro del texto objeto de este análisis,
hasta el punto de que la Casación Civil tuvo que aclarar que
de él no se deriva ninguna opción para el solicitante de elegir
entre las vías judiciales ordinarias y la acción de amparo, sino

565
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

por el contrario la obligación de utilizar los medios ordina-


rios o especiales si éstos fueren los previstos para resolver el
asunto, sin embargo, de su parte final si se desprende claramente
la posibilidad de incorporar dentro de las vías judiciales ordinarias o
de los medios judiciales existentes, el procedimiento del amparo
constitucional previsto en los Artículos 23, 24 y 26 de la Ley en
comentarios, para que se ordene la suspensión provisional de los
efectos del acto cuestionado. Lo cual convierte al amparo en una
medida preventiva especial en los procedimientos ordinarios o pre-
existentes, si como justificación se alegare la violación o amenaza de
violación de un derecho o garantía constitucionales...” (Duque Co-
rredor, Román, “El Procedimiento de la Acción de Amparo
Constitucional”; Revista del Consejo de la Judicatura N° 38; p.
40). (Subrayado de la Sala).
Desde esta óptica, no cabe duda que el amparo ejercido
conforme al numeral 5° del artículo 6° de la Ley de la materia
presenta las mismas características del amparo regulado por
los artículos 3° y 5° de la misma Ley, en lo que se refiere a su
naturaleza, alcance y sumariedad. Así, dicha figura posee ca-
rácter cautelar por cuanto está dirigida a evitar la materializa-
ción o continuidad de los efectos lesivos de un derecho o ga-
rantía constitucional en la situación concreta de la parte, mien-
tras se decide sobre el fondo del asunto que le dio lugar, a dife-
rencia de los efectos restitutorios plenos que ha de producir el
amparo autónomo. Es, además, provisional o temporal, pues
como pretensión accesoria de la principal, es obvio que ella de-
jará de existir en el momento de la emisión del fallo que decida
acerca de la procedencia del medio procesal ordinario; y, por
último, la urgencia con que dicha providencia debe ser dictada,
ha de ser siempre el resultado de un sumario proceso de cogni-
ción, bajo riesgo de no ser eficaz, en la práctica, la protección
del derecho constitucional que se alega vulnerado.
Esos elementos definidores habían sido ya advertidos por
la Sala Político Administrativa, cuando al referirse a la acción
de amparo ejercida conjuntamente con otros medios procesa-
les, señaló:
“Por lo que atañe a la acción de amparo ejercida conjunta-
mente con otros medios procesales, el texto normativo en re-
ferencia contempla tres supuestos: a) la acción de amparo
acumulada a la acción popular de inconstitucionalidad de las

566
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

leyes y demás actos estatales normativos (artículo 3°); b) la ac-


ción de amparo acumulada al recurso contencioso-adminis-
trativo de anulación contra actos administrativos de efectos
particulares o contra las conductas omisivas de la Adminis-
tración (artículo 5); y la acción de amparo acumulada con acciones
ordinarias (artículo 6°, ordinal 5°).”
“En cualquiera de estos supuestos de acumulación la ac-
ción de amparo reviste una característica o naturaleza total-
mente diferente a la anteriormente analizada (autónoma) pues
en estos casos no se trata de una acción principal, sino subordi-
nada, accesoria a la acción o el recurso al cual se acumuló, y por
ende, su destino es temporal, provisorio, sometido al pronun-
ciamiento jurisdiccional final que se emita en la acción acumu-
lada, que viene a ser la principal. Esta naturaleza y sus conse-
cuencias se desprenden claramente de la formulación legislati-
va de cada una de las hipótesis señaladas, que únicamente
atribuye al mandamiento de amparo que se otorgue, efectos
cautelares, suspensivos de la norma o del acto de que se trata
‘mientras dure el juicio’
(Omissis)
“Igual sucede cuando el agraviado opta por recurrir a las
vías judiciales ordinarias, en cuyo caso, al alegar la violación o
amenaza de violación de un derecho o garantía constituciona-
les, el Juez, acogiéndose al procedimiento establecido en la Ley
de Amparo, deberá ‘ordenar la suspensión provisional de los efectos
del acto cuestionado’ (Artículo 6, ordinal 5°).”
“De lo anterior se deriva, para esta Sala, que la acción de
amparo propuesta conjuntamente con una de otro tipo partici-
pa de todos los caracteres procesales inherentes a la acumula-
ción de acciones, esto es: que ha de ser resuelta por un solo juez
(el mismo que sea competente para conocer de la acción prin-
cipal), y que ambas pretensiones (la de amparo y la de nulidad
u otra) deben ser tramitadas en un solo proceso que tiene dos
etapas: la del amparo, previa, y la contenciosa, la cual forzosa-
mente cubre, en la decisión final, tanto la medida cautelar que
inevitablemente perece en esa oportunidad, como el pronun-
ciamiento judicial acerca de la nulidad solicitada. En otras pa-
labras, si por las características analizadas el mandamiento de
amparo se traduce única y exclusivamente en la suspensión
provisional del acto recurrido en nulidad, la sentencia que de-

567
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cida ésta deja sin efecto aquella medida cautelar dictada en


forma previa, tanto si el acto cuestionado es anulado como si es
confirmado, porque, en uno u otro caso, carece ya de sustenta-
ción jurídica”:
“...siendo distintas las consecuencias que dimanan de una
acción autónoma de amparo y de la ejercida conjuntamente
con otro recurso (restitutorias en el primer caso y cautelares
en el segundo), basta en esta última el señalamiento de la
norma o garantía constitucional que se consideren violadas,
fundamentado además en un medio de prueba que constitu-
ya presunción grave de la violación o amenaza de violación
denunciada, para que el juez, en forma breve y sumaria,
acuerde procedente la suspensión de los efectos del acto co-
mo medio de tutelar anticipadamente los posibles efectos de
la sentencia que posteriormente habrá de dictar en el juicio...”
(Sent. 10/7/91; Caso: Tarjetas Banvenez), (Resaltado de la Sala).
Sentada la premisa de la naturaleza cautelar del amparo
previsto por la mencionada disposición legal (artículo 6° ordi-
nal 5°, Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales), puede sostenerse válidamente que el ámbito
de protección de esta figura comprende cualquier acto o hecho
material positivo proveniente de un particular o de los órganos
del Poder Público Nacional, Estadal y Municipal, incluidos los
derivados de la actuación de un juez, que violen o amenacen
violar un derecho o garantía de rango constitucional durante el
transcurso de un proceso judicial, y frente a cuya ocurrencia
real y concreta no disponga el agraviado de medios procesales
que puedan producir los mismos efectos que se persiguen con
el amparo. Ha de aclararse que, en estos casos, el amparo debe-
rá tramitarse como incidencia llevada en cuaderno separado, y
su decisión corresponderá al mismo Juez que deba sentenciar
sobre la procedencia definitiva de la pretensión deducida por
la vía judicial ordinaria.”878
En esta forma, y mediante esta sentencia de 9-10-97, la Sala de
Casación modificó el criterio sustentado en la sentencia de fecha 4
de julio de 1995, “y todos aquellos que se opongan a lo establecido
en el presente fallo, especialmente, el expresado en decisión de
fecha 29 de mayo de 1996 (Caso: Andy Arrieta y otros) .” A tal efecto,

878 Consultada en original.

568
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

concluyó la Sala señalando que “la admisibilidad de este medio de


protección constitucional estará sujeta, en lo adelante, al cumpli-
miento de los siguientes requisitos”:
a) Deberá coexistir con otros medios procesales; b) Puesto
que el amparo tiene propósitos cautelares, esto es, la suspen-
sión temporal de los efectos del acto cuestionado mientras se
decide sobre la legitimidad de aquél, su interposición ha de ve-
rificarse por ante el Tribunal al que corresponda conocer del
medio procesal ejercido con tales fines; b) La solicitud deberá
fundamentarse en la violación directa de un derecho o garantía
constitucional, o en la amenaza de que ella se produzca; y c) El
agraviado deberá comprobar que la violación constitucional di-
fícilmente podrá ser reparada por la sentencia que juzgue sobre
la ilegitimidad del acto. Así se declara.
Lo anterior fue precisado además, en otra sentencia de la Sala
de Casación de la antigua Corte Suprema de 2 de abril de 1997 (Ca-
so: Andrea María Vaga), en la cual resolvió:
“[…] que la acción de amparo propuesta conjuntamente
con una de otro tipo participa de todos los caracteres procesa-
les inherentes a la acumulación de acciones, esto es: que ha de
ser resuelta por un solo juez (el mismo que sea competente pa-
ra conocer de la acción principal), y que ambas pretensiones (la
de amparo y la de nulidad u otra) deben ser tramitadas en un
solo proceso que tiene dos etapas: la del amparo, previa, y la
contenciosa, la cual forzosamente cubre, en la decisión final,
tanto la medida cautelar que inevitablemente perece en esa
oportunidad, como el pronunciamiento judicial acerca de la
nulidad solicitada. En otras palabras, si por las características
analizadas el mandamiento de amparo se traduce única y ex-
clusivamente en la suspensión provisional del acto recurrido
en nulidad, la sentencia que decida ésta deja sin efecto aquella
medida cautelar dictada en forma previa, tanto si el acto cues-
tionado es anulado como si es confirmado, porque, en uno u
otro caso, carece ya de sustentación jurídica.”
A tal efecto, concluyó la Sala señalando que “la admisibilidad
de este medio de protección constitucional debe estar al cumpli-
miento de los siguientes requisitos”:
“a) Deberá coexistir con otros medios procesales; b) Puesto
que el amparo tiene propósitos cautelares, esto es, la suspen-
sión temporal de los efectos del acto cuestionado mientras se

569
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

decide sobre la legitimidad de aquél, su interposición ha de ve-


rificarse por ante el Tribunal al que corresponda conocer del
medio procesal ejercido con tales fines; c) La solicitud deberá
fundamentarse en la violación directa de un derecho o garantía
constitucional, o en la amenaza de que ella se produzca; y d) El
agraviado deberá comprobar que la violación constitucional di-
fícilmente podrá ser reparada por la sentencia que juzgue sobre
la ilegitimidad del acto. Así se declara.”
2. El nuevo régimen establecido por la Sala Constitucional
para la protección cautelar en los casos de formulación de
la pretensión de amparo con otros medios judiciales
En relación con todos estos supuestos de ejercicio conjunto de
la pretensión de amparo con otros medios de impugnación y los
efectos cautelares suspensivos de la decisión judicial, la Sala Cons-
titucional del Tribunal Supremo de Justicia, mediante sentencia Nº
88 de 14 marzo de 2000 (Caso: Ducharme de Venezuela, C.A.), esta-
bleció una serie de modalidades nuevas de procedimiento, en la
siguiente forma:
En efecto, la Sala Constitucional comenzó por observar que
mediante la sentencia de la entonces Corte Suprema de Justicia en
Pleno, del 21 de mayo de 1996, que anuló el artículo 22 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales,
se establecieron las distintas alternativas de tramitación de los am-
paros ejercidos de forma conjunta con otras acciones, basándose
para ello en la potestad consagrada en el artículo 102 de la Ley Or-
gánica de la Corte Suprema de Justicia, en los siguientes términos:
1. Tramitar la solicitud de amparo constitucional de con-
formidad con lo dispuesto en los artículos 23 y siguientes de la
Ley Orgánica de Amparo.
2. En caso de que la solicitud de amparo sólo tenga por ob-
jeto la suspensión de los efectos del acto administrativo recu-
rrido, darle el mismo tratamiento de beneficio que la suspen-
sión de efectos prevista en el artículo 136 de la Ley Orgánica de
la Corte Suprema de Justicia.
3. Si la solicitud de amparo tiene por objeto la obtención de
una medida cautelar de las previstas en el parágrafo primero
del artículo 588 del Código de Procedimiento Civil, tramitarla
de conformidad con lo previsto en el Título II del Libro Tercero
de dicho Código.

570
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

No obstante, se observa que la potestad prevista en el artículo


102 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia otorgada al
juez Contencioso Administrativo, le permite a éste la aplicación de
otros procedimientos de acuerdo con la naturaleza del caso y a las
exigencias de la protección constitucional.
Con fundamento en esta sentencia, en concordancia con el ar-
tículo 102 de la ya derogada Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia, y atendiendo a los principios procesales consagrados en la
nueva Constitución “que se inspira en lograr la preservación de la
tutela judicial efectiva y una pronta decisión a los asuntos someti-
dos a los órganos jurisdiccionales (artículo 26),” la Sala Constitu-
cional del Tribunal Supremo de Justicia estableció entonces “el si-
guiente procedimiento para tramitar las acciones de nulidad inter-
puestas conjuntamente con medida cautelar de amparo:”
Primero, en relación con el inicio del procedimiento, la Sala es-
tableció la necesidad de que el juez se pronuncie sobre la admisibi-
lidad de la acción principal, disponiendo lo siguiente:
1. Una vez recibida en esta Sala la acción de nulidad, inter-
puesta conjuntamente con amparo constitucional, el Juzgado
de Sustanciación de la Sala decidirá mediante auto sobre la
admisibilidad de la acción principal, a menos que por la urgen-
cia del caso la Sala decida pronunciarse sobre la admisión de la
misma, supuesto en que también la Sala se pronunciará sobre
el amparo ejercido conjuntamente con la referida acción de nu-
lidad.
2. En caso de que se declare inadmisible la acción principal,
se dará por concluido ejercicio y se ordenará el archivo del ex-
pediente.
Segundo, una vez admitida la acción principal, de acuerdo con
lo expresado en la misma sentencia:
3. En el mismo auto se ordenará abrir cuaderno separado
en el cual se designará Ponente, a los efectos de decidir sobre el
amparo constitucional.
4. El procedimiento de nulidad continuará su trámite por
ante el Juzgado de Sustanciación, y la Sala decidirá sobre la
procedencia o no del amparo constitucional.

571
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Tercero, en relación con la decisión sobre la pretensión de am-


paro cautelar y convocatoria a la audiencia constitucional respecti-
va, la sentencia de la Sala indicó:
En el caso que se acuerde el amparo se le notificará de dicha
decisión al presunto agraviante, para que, si lo estima pertinente,
formule oposición contra la medida acordada, dentro de las cuaren-
ta y ocho (48) horas siguientes a su notificación, supuesto en el cual
se convocará para una audiencia oral y pública que se efectuará en
el tercer (3°) día siguiente a la formulación de la oposición, a fin de
que las partes expongan sus alegatos. En el auto en el que se fije la
celebración de la audiencia oral y pública, se ordenará la notifica-
ción del Ministerio Público.
Cuarto, una vez concluido el debate oral, la Sala dispuso que
en el mismo día, la misma debe deliberar y puede tomar la decisión
sobre el amparo luego de la audiencia, conforme a las siguientes
reglas:
a) Pronunciarse inmediatamente sobre la oposición, en cu-
yo caso se expondrá de forma oral los términos de la decisión,
la cual deberá ser publicada íntegramente dentro de los cinco
(5) días siguientes a la audiencia en la cual se dictó aquélla.
b) Diferir la audiencia oral por un lapso que en ningún
momento será mayor de cuarenta y ocho (48) horas por estimar
que es necesario la presentación o evacuación de alguna prue-
ba que sea fundamental para decidir el caso, o a petición de al-
guna de las partes o del Ministerio Público.
Quinto, en cuanto a la decisión que debe dictarse en materia
cautelar, la sentencia de la Sala dispuso que:
6. La decisión recaída sobre el amparo constitucional en
nada afecta la tramitación de la causa principal.
V. EL LLAMADO “AMPARO INCIDENTAL” Y UN CASO ES-
PECÍFICO DE LA FORMULACIÓN DE LA PRETENSIÓN
DE AMPARO CON OTRAS VÍAS PROCESALES IDÓ-
NEAS: LA SOLICITUD DE NULIDAD ABSOLUTA DE AC-
TUACIONES PROCESALES POR VIOLACIÓN DE GA-
RANTÍAS CONSTITUCIONALES (“AMPARO PENAL”)
En muchos casos, la violación a derechos constitucionales no se
produce mediante la sentencia que pone fin al proceso, sino me-

572
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

diante actuaciones que se desarrollan en el proceso, en cuyo caso


también se admite la formulación de la pretensión de amparo ante
el propio juez. Es lo que definió la Sala Constitucional, como la
figura del “amparo incidental,” en la sentencia Nº 1 de 20 de enero
de 2000 (Caso Mata Millán), estableciendo la siguiente doctrina ju-
risprudencial:
“Cuando las violaciones a derechos y garantías constitu-
cionales surgen en el curso de un proceso debido a actuaciones
de las partes, de terceros, de auxiliares de justicia o de funcio-
narios judiciales diferentes a los jueces, el amparo podrá inter-
ponerse ante el juez que esté conociendo la causa, quien lo sus-
tanciará y decidirá en cuaderno separado.
Con esta posibilidad, se hace evidente la necesidad de
mantener esta importante manifestación del amparo constitu-
cional debido a la ventaja de ser dictada dentro del mismo pro-
ceso en el cual se produce la lesión o amenaza de lesión de dere-
chos constitucionales, manteniéndose así el principio de la uni-
dad del proceso, al no tener que abrirse causas procesales distin-
tas -con los retardos naturales que se producirían- para verificar
si efectivamente se ha producido la violación denunciada.
Igualmente, se lograría la inmediación del juez con la causa que
se le somete a conocimiento, la cual no sólo incidiría positiva-
mente en la decisión del amparo interpuesto, sino que también
pudiera aportar elementos de juicio necesarios para tomar me-
didas, bien sean cautelares o definitivas, en la causa principal y
en el propio amparo.” 879
Un ejemplo específico de este amparo incidental es la formula-
ción de la pretensión de amparo junto con la solicitud de nulidad
absoluta de actuaciones procesales particularmente cometidas por
el Ministerio Público, previstas en el artículo 191 del Código Orgá-
nico Procesal Penal (COPP), que puede formularse en el proceso
procesal penal, ante el mismo juez de la causa, en caso de violacio-
nes a derechos y garantías constitucionales, y cuyo objeto es depu-
rar el proceso penal generalmente antes de que pase a la fase de
juicio.

879 Revista de Derecho Público, Nº 81, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000,
pp. 225-229.

573
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En efecto, en el proceso penal, en el marco constitucional de


protección de derechos y garantías constitucionales, el COPP le
atribuye a los jueces de control la obligación de “hacer respetar las
garantías procesales” (art. 64); a los jueces de la fase preliminar, la
obligación de “controlar el cumplimiento de los principios y garan-
tías establecidos en este Código, en la Constitución de la República,
tratados, convenios o acuerdos internacionales suscritos por la Re-
pública” (Art. 282); y también en general, a los jueces de control,
durante las fases preparatoria e intermedia, “la obligación de “res-
petar las garantías procesales” (art. 531).
Ahora bien, a los efectos de lograr el ejercicio del control judi-
cial efectivo respecto de la observancia de los derechos y garantías
constitucionales, el COPP estableció lo que la jurisprudencia del
Tribunal Supremo de Justicia ha denominado como un “amparo
penal” que es la solicitud o recurso de nulidad absoluta de actua-
ciones procesales,880 que se encuentra regulada en el Capítulo II
(“De las nulidades”) del Título VI (“De los Actos Procesales y las
Nulidades”), y que se puede formular por cualquiera de las partes
respecto de los actos y actuaciones fiscales y judiciales que puedan
haber violado los derechos y garantías constitucionales; se puede for-
mular en cualquier estado y grado del proceso siempre que sea
antes de dictarse sentencia definitiva; y el juez está obligado a de-
cidirla de inmediato, es decir, perentoriamente, en el lapso de tres
días siguientes como lo dispone el artículo 177 del Código Orgáni-
co, sin que se establezca oportunidad preclusiva única para ser
decidido.881
Para caracterizar este “amparo penal,” el artículo 190 del COPP
establece el principio general de que “los actos cumplidos en con-
travención o con inobservancia de las formas y condiciones previs-
tas en este Código, la Constitución de la República, las leyes, trata-
dos, convenios y acuerdos internacionales suscritos por la Repúbli-

880 Véase por ejemplo, Sentencia Nº 1453 de la Sala Constitucional de 10-08-2001,


Caso Pedro Emanuel Da Rocha Almeida, y otros. Véase en http://www.
tsj.gov.ve /decisiones/scon/Agosto/1453-100801-01-0458.htm
881 Sentencia n° 205 de la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de 14-05-
2009. Manuel Antonio Sánchez Guerrero y otros). http://www.tsj.gov.ve/decisio-
nes/scp /Mayo/205-14509-2009-C09-121.html. y sentencia de la Sala Constitu-
cional del Tribunal Supremo en sentencia Nº 2061 (Caso: Edgar Brito Guedes), de
05-11-2007. Véase en http://www.tsj.gov.ve/deci-siones/scon/Noviembre/
2061-051107-07-1322.htm

574
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

ca” cuando estén viciados de nulidad absoluta, en ningún caso


pueden ser apreciados “para fundar una decisión judicial, ni utili-
zados como presupuestos de ella;” considerándose como “nulida-
des absolutas” en el artículo 191, precisamente aquellas “que im-
pliquen inobservancia o violación de derechos y garantías fundamentales
previstos en este Código, la Constitución de la República, las leyes y los
tratados, convenios o acuerdos internacionales suscritos por la Repúbli-
ca.” Los actos o actuaciones viciadas de nulidad absoluta no pue-
den siquiera ser saneados (art. 193), ni pueden ser convalidados
(art. 194), siendo no sólo una potestad sino una obligación del juez
penal, conforme al artículo 195 (“el juez deberá”), el “declarar su
nulidad por auto razonado o señalará expresamente la nulidad en
la resolución respectiva, de oficio o a petición de parte.”
Dejando aparte la actuación de oficio, el COPP consagra en es-
tas normas una solicitud o recurso formal en cabeza de las partes
en el proceso penal para requerir del juez penal (“a petición de
parte”), que cumpla con su obligación de declarar la nulidad abso-
luta de las actuaciones fiscales o judiciales que sean violatorias de
los “derechos y garantías fundamentales previstos en este Código,
la Constitución de la República, las leyes y los tratados, convenios
o acuerdos internacionales suscritos por la República,” que el pro-
pio COPP declara como viciadas de nulidad absoluta, y por tanto,
no subsanables ni convalidables. Por ello, precisa el COPPP que
“tal declaratoria” no procede “por defectos insustanciales en la
forma,” por lo que sólo pueden “anularse las actuaciones fiscales o
diligencias judiciales del procedimiento que ocasionaren a los in-
tervinientes un perjuicio reparable únicamente con la declaratoria
de nulidad” (art. 195).
Sobre esta solicitud o “recurso de nulidad,” además, la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo, también ha precisado que en
el actual proceso penal, “ha sido considerada como una verdadera
sanción procesal la cual puede ser declarada de oficio o a instan-
cia de parte dirigida a privar de efectos jurídicos a todo acto pro-
cesal que se celebra en violación del ordenamiento jurídico-
constitucional,” señalando que “la referida sanción conlleva su-
primir los efectos legales del acto írrito.”882 Por su parte, también

882 Sentencia Nº 880 del Tribunal Supremo de Justicia en Sala Constitucional del
29-02-2001, Caso William Alfonso Ascanio. Véase en http://www.tsj.gov.ve
/decisiones/scon/Mayo/880-290501-01-0756%20.htm .En igual sentido la sen-
tencia de la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia en sen-

575
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

sobre este “recurso de nulidad,” la Sala de Casación Penal del Tri-


bunal Supremo, en sentencia de Nº 3 de fecha 11 de enero de
2002,883 fijó sus características destacando la estrecha vinculación
entre el artículo 190 del Código Orgánico Procesal Penal y el artícu-
lo 48.8 de la Constitución “donde se advierte la posibilidad de soli-
citar del Estado el restablecimiento o reparación de la situación
viciada por error judicial, retardo u omisión justificada. Lo cual
significa que aquellos actos de fuerza, usurpación, así como los
ejercidos en franca contrariedad a la ley, acarrean ineficacia, nuli-
dad de lo actuado y responsabilidad individual del funcionario.”
La Sala explicó así, en sentencia Nº 3 de fecha 11 de enero de 2002,
que este “principio de nulidad” forma parte “de las reglas mínimas
que sustentan el debido proceso,” y está fundamentado en la exis-
tencia de las nulidades absolutas, no convalidables (absolutas), “las
cuales son denunciables en cualquier estado y grado del proceso,
pues afectan la relación jurídica procesal,” y como tales “tanto las
partes y el Juez deben producir la denuncia de la falta cometida a
objeto de imponer el correctivo.” En estos casos, ha dicho la Sala, el
COPP regula las nulidades absolutas por violaciones constituciona-
les “de manera abierta, sólo atendiendo a la infracción de garantías
constitucionales y aquellas que se encontraren planteadas por la
normativa internacional de los derechos humanos, en cuyo caso se
debe proceder a la nulidad de los actos procesales;” razón por la
cual “la nulidad bajo éste régimen abierto que contempla el Código
Orgánico Procesal Penal puede ser planteada a instancia de partes
o aplicadas de oficio en cualquier etapa o grado del proceso por
quien conozca de la causa.”884
Por otra parte, el COPP establece además, en su artículo 195
que “el auto que acuerde la nulidad” en los casos de nulidad abso-
luta, debe ser un auto razonado en el cual se señale “expresamente
la nulidad en la resolución respectiva,” y en el mismo, se debe “in-
dividualizar plenamente el acto viciado u omitido,” y se debe de-
terminar “concreta y específicamente, cuáles son los actos anterio-
res o contemporáneos a los que la nulidad se extiende por su cone-
xión con el acto anulado,” así como “cuáles derechos y garantías

tencia Nº 32 de 10-02-2011 (Caso: Juan Efraín Chacón). Véase en http://


www.tsj.gov.ve/decisiones/scp/ Febrero/032-10211-2011-N10-189.html
883 Véase Caso: Edwin Exequiel Acosta Rubio y otros, en http://www.tsj.gov.ve/
decisiones/scp/Enero/003-110102-010578.htm
884 Idem.

576
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

del interesado afecta, cómo los afecta.” El COPP, igualmente regula


los efectos del auto judicial mediante el cual se decida el “recurso
de nulidad,” indicando que “la nulidad de un acto, cuando fuere
declarada, conlleva la de los actos consecutivos que del mismo
emanaren o dependieren.” Además, precisa el COPP que “la decla-
ración de nulidad no podrá retrotraer el proceso a etapas anterio-
res, con grave perjuicio para el imputado, salvo cuando la nulidad
se funde en la violación de una garantía establecida en su favor”
(art. 196).
En consecuencia, la decisión del juez a los efectos de declarar la
nulidad de actos fiscales o judiciales violatorios de derechos y ga-
rantías constitucionales, de acuerdo con lo dispuesto en los artícu-
los 190 a 196 del COPP, puede ser adoptada en todo estado y grado
del proceso, cuando la denuncia de nulidad se formule, en el lapso
general de tres (3) días siguientes a la formulación de la petición
conforme al artículo 177 del Código Orgánico Procesal Penal, y la
misma no está restringida legalmente a que sólo pueda ser dictada
exclusivamente en alguna oportunidad procesal precisa y determi-
nada, como sería por ejemplo, en la audiencia preliminar. Y no po-
dría ser así, pues como se ha dicho, la petición de nulidad se puede
intentar en cualquier etapa y grado del proceso. Ello lo ha confir-
mado la Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia en sen-
tencia No. 32 de 10 de febrero de 2011,885 al señalar que la única
exigencia en cuando a la solicitud de nulidad absoluta es que su
pedimento se debe formular “con anterioridad al pronunciamiento
de la decisión definitiva;” y la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo en sentencia No. 201 del 19 de febrero de 2004 al señalar
también que el recurso de nulidad se admite únicamente para que
sea decidido por “el sentenciador antes de dictar el fallo definitivo;
y, por lo tanto, con la decisión judicial precluye la oportunidad
para solicitar una declaratoria de tal índole, pedimento que sería
intempestivo…”(Negrillas de la Sala Penal).” 886

885 Véase sentencia de la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justi-
cia en sentencia Nº 32 de 10 de febrero de 2011, Caso Juan Efraín Chacón.
Véase en http:// www.tsj.gov.ve/decisiones/scp/Febrero/032-10211-2011-
N10-189.html
886 Citada por la misma sentencia de Sala de Casación Penal del Tribunal Su-
premo de Justicia en sentencia Nº 32 de 10-02-2011. Véase en http://www.
tsj.gov.ve/decisiones/scp/Febrero/032-10211-2011-N10-189.html

577
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

De todo lo anteriormente expuesto, resulta, por tanto, que con-


forme al COPP, intentado un recurso de nulidad o amparo penal
por violación de derechos y garantías constitucionales o de las con-
sagradas en los tratados internacionales sobre derechos humanos,
no se exige en forma alguna que el auto declarativo de nulidad
absoluta de actuaciones fiscales o judiciales, sólo pueda dictarse en
alguna audiencia judicial y menos en la audiencia preliminar. Al
contrario, la decisión puede dictarse de oficio o a solicitud de parte
en cualquier momento del proceso, pues la naturaleza constitucio-
nal de la violación denunciada y la nulidad absoluta que conlleva,
obligan al juez a decidir cuando la misma se formule mediante un
recurso de nulidad interpuesto por parte interesada, o cuando el
propio juez la aprecie de oficio. Por tanto, conforme a los artículos
177 y 190 y siguientes del COPP, el juez no tiene que esperar una
oportunidad procesal específica para adoptar su decisión, y está
obligado a decidir de inmediato, perentoriamente, en el lapso de
los tres (3) días siguientes que prescribe el artículo 177 del Código
Orgánico y además, por la obligación que tiene de darle primacía a
los derechos humanos.
Todo ello se confirmó en las sentencias de la Sala Constitucio-
nal del Tribunal Supremo de fecha 20 de julio de 2007887 que cita la
anterior sentencia Nº 256/2002, (caso: Juan Calvo y Bernardo Priwin),
en la cual se afirmó que “Para el proceso penal, el juez de control
durante la fase preparatoria e intermedia hará respetar las garan-
tías procesales, pero el Código Orgánico Procesal Penal no señala
una oportunidad procesal para que se pida y se resuelvan las in-
fracciones a tales garantías, lo que incluye las transgresiones consti-
tucionales, sin que exista para el proceso penal una disposición
semejante al artículo 10 del Código de Procedimiento Civil, ni re-
misión alguna a dicho Código por parte del Código Orgánico Pro-
cesal Penal.” Por ello, la Sala consideró que la decisión la debe
adoptar el juez dependiendo de la etapa procesal en que se formu-
le, de manera que si “se interpone en la fase intermedia, el juez
puede resolverla bien antes de la audiencia preliminar o bien como
resultado de dicha audiencia, variando de acuerdo a la lesión cons-
titucional alegada,” lo que significa que si hay lesiones que infrin-
gen “en forma irreparable e inmediata la situación jurídica de una

887 Véase sentencia Nº 1520 de la Sala Constitucional de 20-07-2007 (Caso Luis


Alberto Martínez González). Véase en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/
scon/Julio/1520-200707-07-0827.htm

578
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de las partes,” el juez debe decidir a de inmediato, antes de la au-


diencia preliminar. Sólo si la “nulidad coincide con el objeto de las
cuestiones previas, la resolución de las mismas debe ser en la mis-
ma oportunidad de las cuestiones previas; es decir, en la audiencia
preliminar” (Negritas de este fallo).”888
Lo cierto es que en esta materia, como en todo lo que concierne
al derecho de amparo, en caso de solicitudes de nulidad absoluta
por violaciones de derechos y garantías constitucionales, el juez
penal está en la obligación de darle preeminencia a los derechos
humanos, y privilegiar la decisión sobre las denuncias de nulida-
des absolutas por violación de los derechos y garantías constitu-
cionales, decidiendo de inmediato las solicitudes de nulidad fun-
dados en dichas violaciones, sin dilaciones y con prevalencia sobre
cualquier otro asunto. Ello, por lo demás, deriva de las previsiones
de la propia Constitución, conforme a la doctrina sentada por las
diversas Salas del Tribunal Supremo de Justicia, según la cual, en
Estado Constitucional o Estado de Derecho y de Justicia, la digni-
dad humana y los derechos de la persona tienen una posición pre-
ferente, lo que implica la obligación del Estado y de todos sus ór-
ganos a respetarlos y garantizarlos como objetivo y finalidad pri-
mordial de su acción pública. Ello ha sido decidido así, por ejem-
plo, en sentencia No. 224 del 24 de febrero de 2000 de la Sala Políti-
ca Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia (Ponente: Car-
los Escarrá Malaver), al afirmarse sobre “la preeminencia de la dig-
nidad y los derechos humanos” constituyendo estos últimos, “el
sistema de principios y valores que legitiman la Constitución,” que
garantizar “a existencia misma del Estado,” y que “tienen un carác-
ter y fuerza normativa, establecida expresamente en el artículo 7 de
la Constitución,” lo que “conlleva la sujeción y vinculatoriedad de
todos los órganos que ejercen el Poder Público impregnando la
vida del Estado (en sus aspectos jurídico, político, económico y
social).” De acuerdo con la Sala, ese “núcleo material axiológico,
recogido y desarrollado ampliamente por el Constituyente de 1999,
dada su posición preferente, representa la base ideológico que sus-
tenta el orden dogmático de la vigente Constitución, imponiéndose
al ejercicio del Poder Público y estableciendo un sistema de garan-
tías efectivo y confiable,” de lo que concluyó la Sala afirmando que

888 Véase sentencia de la Sala Constitucional Nº 256 (caso Juan Calvo y Bernardo
Priwin) de 14-02-2002. Véase en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/
Febrero/256-140 202-01-2181%20.htm

579
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“todo Estado Constitucional o Estado de Derecho y de Justicia,


lleva consigo la posición preferente de la dignidad humana y de los
derechos de la persona, la obligación del Estado y de todos sus
órganos a respetarlos y garantizarlos como objetivo y finalidad
primordial de su acción pública;” agregando que “la Constitución
venezolana de 1999 consagra la preeminencia de los derechos de la
persona como uno de los valores superiores de su ordenamiento
jurídico y también refiere que su defensa y desarrollo son uno de
los fines esenciales del Estado.” De otra sentencia de la misma Sala
Constitucional No. 3215 de 15 de junio de 2004, la Sala Constitu-
cional concluyó señalando que en Venezuela, “la interpretación
constitucional debe siempre hacerse conforme al principio de pre-
eminencia de los derechos humanos, el cual, junto con los pactos
internacionales suscritos y ratificados por Venezuela relativos a la
materia, forma parte del bloque de la constitucionalidad.”889
Precisamente por esta primacía y preeminencia de los derechos
humanos, el juez penal, al conocer del recurso de nulidad, actúa
como juez constitucional para controlar la constitucionalidad de las
actuaciones fiscales y judiciales. Como lo ha dicho la Sala Constitu-
cional del Tribunal Supremo, “El recurso de nulidad en materia
adjetiva penal, se interpone cuando en un proceso penal, las partes
observan que existen actos que contraríen las formas y condiciones
previstas en dicho Código Adjetivo, la Constitución de la Repúbli-
ca Bolivariana de Venezuela, las leyes y los tratados, convenios o
acuerdos internacionales, suscritos por la República, en donde el
Juez Penal, una vez analizada la solicitud, o bien de oficio, proce-
derá a decretar la nulidad absoluta o subsanará el acto objeto del
recurso;”890 concluyendo, en sentencia Nº 256 de 14 de febrero de
2002 (Caso Juan Calvo y Bernardo Priwin) que “la inconstitucionalidad
de un acto procesal –por ejemplo- no requiere necesariamente de una [ac-
ción de] amparo, ni de un juicio especial para que se declare, ya que dentro
del proceso donde ocurre, el juez, quien es a su vez un tutor de la Consti-
tución, y por lo tanto en ese sentido es Juez Constitucional, puede declarar

889 Sentencia Nº 3215 de la Sala Constitucional de 15 de junio de 2004 Interpreta-


ción del artículo 72 de la Constitución, en http://www.tsj.gov.ve/decisio-
nes/scon/Junio/ 1173-150604-02-3215.htm
890 Sentencia Nº 1453 del Tribunal Supremo de Justicia en Sala Constitucional
del 10-08-2001, Expediente Nº 01-0458, en Jurisprudencia del Tribunal Supremo
de Justicia, Oscar R. Pierre Tapia, Nº 8, Año II, Agosto 2001.

580
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

la nulidad pedida.”891 “Esto lo repitió la Sala Constitucional en sen-


tencia Nº 1520 de 20 de julio de 2007 al señalar:
“Por otra parte, en sentencia de esta Sala Nº 256/2002, ca-
so: “Juan Calvo y Bernardo Priwin,” se indicó que las nulidades
por motivos de inconstitucionalidad (como lo sería el descono-
cimiento de derechos de rango constitucional) que hayan de
ser planteadas en los diferentes procesos judiciales, no necesa-
riamente deben ser presentadas a través de la vía del [la acción de]
amparo constitucional, pues en las respectivas leyes procesales
existen las vías específicas e idóneas para la formulación de las
mismas, y que en el caso del proceso penal dicha vía procesal
está prevista en los artículos 190 y 191 eiusdem.”892
Todo lo anterior fue además objeto de una interpretación vincu-
lante establecida por la Sala Constitucional conforme al artículo 335
de la Constitución en sentencia Nº 221 de 4 de marzo de 2011,893
“sobre el contenido y alcance de la naturaleza jurídica del instituto
procesal de la nulidad,” dictada en virtud del “empleo confuso que
a menudo se observa por parte de los sujetos procesales en cuanto
a la nulidad de los actos procesales cumplidos en contravención o
con inobservancia de las formas y condiciones previstas en la ley.”
En dicha sentencia, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
resolvió, citando su anterior sentencia Nº 1228 de fecha 16 de junio
de 2005, caso: Radamés Arturo Graterol Arriechi,” que la solicitud de
nulidad absoluta no está concebida por el legislador dentro del COPP
“como un medio recursivo ordinario, toda vez que va dirigida fun-
damentalmente a sanear los actos procesales cumplidos en contravención
con la ley, durante las distintas fases del proceso artículos 190 al 196 del
Código Orgánico Procesal Penal y, por ello, es que el propio juez
que se encuentre conociendo de la causa, debe declararla de oficio.”
Agregó la Sala para reforzar que el conocimiento de la solicitud
de nulidad corresponde al juez de la causa, que “no desconoce el
derecho de las partes de someter a la revisión de la alzada algún acto

891 Sentencia Nº 256 del Tribunal Supremo de Justicia en Sala Constitucional del
14/02/02, exp Nº 01-2181, en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/Fe-
brero /256-140202-01-2181%20.htm
892 Sentencia Nº 1520 de 20-07-2007 en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/
scon/ Julio /1520-200707-07-0827.htm
893 Caso: Francisco Javier González Urbina y otros, en http://www.tsj.gov.ve
/decisiones /scon/Marzo/221-4311-2011-11-0098.html

581
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

que se encuentre viciado de nulidad, pero, esto solo es posible una vez
que se dicte la decisión que resuelva la declaratoria con o sin lugar de la nu-
lidad que se solicitó, pues contra dicho pronunciamiento es que pro-
cede el recurso de apelación conforme lo establecido en el artículo
196 del Código Orgánico Procesal Penal.”894
En definitiva, la petición de nulidad absoluta por violación de
derechos y garantías judiciales, en el régimen del COOP es en sí
misma una pretensión de amparo (“amparo penal”), especialísima
en el campo penal, que el juez está obligado a decidir en el lapso
brevísimo de tres días como lo exige el artículo 177 del COPP, sin
necesidad de que las partes o el acusado estén presentes, estándole
además al juez vedado el poder diferir la decisión del amparo cons-
titucional o nulidad absoluta solicitada por violaciones constitucio-
nales, para la oportunidad de celebración de la audiencia prelimi-
nar. Y si el juez lo hace, la Sala Constitucional ha considerado que
ello constituye una violación indebida al debido proceso por parte
del juez. Esta doctrina, en resumen, se ha ratificado en las siguien-
tes sentencias:
1. La sentencia Nº 2161 de 5 de septiembre de 2002 (Caso
Gustavo Enrique Gómez Loaiza), en la cual la Sala Constitu-
cional expresó que “De la regulación de la nulidad contenida
en los artículos 190 al 196 del Código Orgánico Procesal Penal,
se colige que los actos procesales pueden adolecer de defectos
en su conformación, por lo que las partes pueden atacarlos lo
más inmediatamente posible –mientras se realiza el acto o,
dentro de los tres días después de realizado o veinticuatro ho-
ras después de conocerla, si era imposible advertirlos antes- de
conformidad con lo dispuesto en los artículos 192 y 193 eius-
dem, precisamente, mediante una solicitud escrita y un proce-
dimiento, breve, expedito, donde incluso se pueden promover
pruebas, sino fuere evidente la constatación de los defectos
esenciales, a fin de dejar sin efecto alguna actuación por inob-
servancia e irregularidad formal en la conformación de misma,
que afecte el orden constitucional, siendo ésta la hipótesis con-
templada en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, cuando prevé que po-
drá intentarse la acción de amparo si algún órgano jurisdiccio-
nal dicte u ordene una resolución, sentencia o acto que lesione

894 Caso: Francisco Javier González Urbina y otros, en http://www.tsj.gov.ve/


decisiones /scon/Marzo/221-4311-2011-11-0098.html

582
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

un derecho fundamental; esto es, que con tal disposición se


busca la nulidad de un acto procesal, pero ya como consecuen-
cia jurídica de la infracción, configurándose entonces una nuli-
dad declarada mediante el amparo como sanción procesal a la
cual refiere la doctrina supra citada.”[…] Observamos así, que
la nulidad solicitada de manera auténtica puede tener la misma
finalidad del amparo accionado con fundamento en el artículo
4 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, es decir para proteger la garantías, no sólo
constitucionales, sino las previstas en los acuerdos y convenios
internacionales…895
2. La sentencia Nº 349 de 26 de febrero de 2002 (Caso Mi-
guel Ángel Pérez Hernández y otros) en la cual la Sala Constitu-
cional resolvió que: “La solicitud de nulidad es “un medio que,
además de preexistente, es indiscutiblemente idóneo para la actuación
procesal, en favor de los intereses jurídicos cuya protección se preten-
de en esta causa; más eficaz, incluso, en términos temporales y de
menor complejidad procesal que el mismo [acción de] amparo, habi-
da cuenta de que la nulidad es decidida conforme a las senci-
llas reglas de los artículos 212 y 194 del Código Orgánico Pro-
cesal Penal.”896
3. La sentencia Nº 100 de 6 de febrero de 2003 (Caso Leo-
nardo Rodríguez Carabali), en la cual la Sala Constitucional sos-
tuvo que en el caso “el accionante contaba con un medio procesal
preexistente, tanto o más idóneo, expedito, abreviado y desembaraza-
do que la misma acción de amparo, como era, conforme al artículo 212
del antedicho Código, la solicitud de nulidad de la misma decisión
contra la cual ha ejercido la presente acción tutelar; pretensión
esta que debía ser decidida, incluso, como una cuestión de mero dere-
cho, mediante auto que debía ser dictado dentro del lapso de tres días
que establecía el artículo 194 (ahora, 177) de la ley adjetiva; vale de-
cir, en términos temporales, esta incidencia de nulidad absoluta
tendría que haber en un lapso ostensiblemente menor que el que prevé
la ley, en relación con el procedimiento de amparo...”897

895 Véase en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/septiembre/2161-050902-


01-0623. HTM
896 Véase http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/febrero/349-260202-01-
0696.HTM
897 Véase http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/febrero/100-060203-01-1908.
HTM

583
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

De todo lo anterior resulta, precisamente, que en materia pe-


nal, la solicitud de nulidad absoluta prevista en los artículos 190 y
siguientes del COPP, es la vía procesal idónea para formular en el
propio proceso penal la pretensión de amparo por violación de los
derechos y garantías constitucionales, como “amparo incidental” a
los efectos de poder enervar las lesiones constitucionales aducidas.
Dicha pretensión de amparo formulada como solicitud de nulidad
absoluta, contra vicios no subsanable, acorde con la inmediatez que
requiere la protección constitucional, debe ser obligatoriamente
decidida en el lapso breve de tres días previsto en el artículo 177
del COPP, como se ha dicho, sin que le sea permitido al juez diferir
la decisión a la audiencia preliminar. Lo importante de la obliga-
ción del juez de decidir perentoriamente y depurar el proceso de
inconstitucionalidades, es que si no lo hace, no sólo no puede con-
vocar la audiencia preliminar, sino que el juicio quedaría paraliza-
do, sin que exista remedio efectivo contra la inacción para lograr la
decisión de nulidad. En estos casos, la posible acción de amparo
que pudiera pensarse en intentar contra la inacción o abstención
del juez de la causa, lo que podría conducir es a una orden del juez
superior para que el juez omiso inferior decida sobre la nulidad
absoluta, y nada más; lo que sería totalmente ineficaz para la pro-
tección constitucional solicitada que sólo se podría satisfacer con la
decisión sobre dicha nulidad o amparo solicitada. Esta inacción u
omisión del juez de decidir, por otra parte podría conducir a la
aplicación de sanciones disciplinarias contra el juez omiso, inclu-
yendo su destitución, pero de nuevo, ello sería ineficaz para la reso-
lución del tema de fondo que es la petición de nulidad o amparo
constitucional y saneamiento del proceso.
Como resulta de todo lo antes analizado, estando concebido el
amparo en la Constitución de 1999 como un derecho fundamental
de toda persona a ser amparada por los tribunales en sus derechos
y garantías constitucionales, contra cualquier forma de lesión o
amenaza de lesión de los mismos, dicho derecho no sólo puede
ejercerse mediante el ejercicio de una acción de amparo, sino me-
diante la formulación de una pretensión de amparo conjuntamente
con otras vías procesales previstas en el ordenamiento jurídico que
sean idóneas para enervar la lesión constitucional.

584
DÉCIMA TERCERA PARTE
SOBRE LAS CONDICIONES DE ADMISIBILIDAD DE LA
ACCIÓN DE AMPARO

La acción de amparo, como todas las acciones judiciales, se en-


cuentra sometida a una serie de condiciones de admisibilidad, en
este caso establecidas en la Ley Orgánica de Amparo, particular-
mente en su artículo 6, muchas de las cuales derivan de las condi-
ciones que deben reunir los daños o amenazas agraviantes, como
antes se ha estudiado en un análisis comparativo.
Sin embargo, ahora nos concentraremos en el régimen en Ve-
nezuela, no sin antes advertir que las causales de inadmisibilidad
establecidas en el artículo 6 de la no son las únicas, pues de otra serie
de normas de la Ley Orgánica se derivan otras causales de inadmisi-
bilidad, como las que se refieren al carácter de la violación constitu-
cional y que conduce a la inadmisibilidad cuando se fundamenta la
acción en sólo violaciones de carácter legal. Además, la acción de
amparo, por su carácter personalísimo, está sometida a determina-
das condiciones de admisibilidad relativas al carácter del agraviado
(legitimación activa) y del agraviante (legitimación pasiva).
Pero además, la acción de amparo también está sometida a las
causales de inadmisibilidad establecidas en el Código de Procedi-
miento Civil, en virtud de la aplicación supletoria de sus normas al
proceso de la acción de amparo, conforme lo establece el artículo 48
de la Ley Orgánica.

I. LA LEGITIMACIÓN ACTIVA
La acción de amparo ha tenido fundamentalmente un carácter
personalísimo, de manera que el legitimado activo sólo puede ser
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

el agraviado en sus derechos o garantías constitucionales por un


hecho, acto u omisión realizado por un agraviante preciso. Sin em-
bargo, dada la garantía de la tutela efectiva de los derechos colecti-
vos y difusos establecida en el artículo 26 de la Constitución, la
legitimación activa se ha ampliado de manera de proteger esos
derechos.

1. La condición de agraviado
La acción de amparo tiene en principio un carácter personal, en
el sentido de que sólo puede ser intentada por el agraviado, es de-
cir, por la persona que se vea lesionada o amenazada de lesión a su
propio derecho constitucional.898 En consecuencia, nadie puede
hacer valer en el proceso de amparo, en nombre propio, un derecho
ajeno.899 Tal como lo señaló la antigua Corte Suprema de Justicia en
Sala Político Administrativa, el carácter eminentemente personal
del amparo constitucional exige para su admisibilidad:
“Un interés calificado en quién pretenda la restitución o
restablecimiento del derecho o garantía que considere vulne-
rados, es decir, que la lesión le esté dirigida, y en definitiva,
que sus efectos repercutan sobre él en forma directa e indiscu-
tida, lesionando su ámbito de derechos subjetivos que la Carta
Magna le confiere. Es únicamente, pues, la persona que se en-
cuentra lesionada en forma directa y especial en sus derechos
subjetivos fundamentales, por un acto, hecho u omisión deter-
minados, quien puede acudir a los órganos judiciales compe-
tentes para que, mediante un proceso breve y sumario, el juez
acuerde inmediatamente el total restablecimiento de la situa-
ción jurídica subjetiva infringida.”900

898 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 18-6-92, Revista de Derecho Público n° 50, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1992, p. 135 y de 13-8-92, Revista de Derecho Público, n° 51,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992 p. 160.
899 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 14-2-90, Revista de Derecho Público, n° 41, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1990, p. 101.
900 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 27–8–93 (Caso: Kenet E. Leal), Revista de Derecho Público, no 55–56,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 322.

586
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

La acción de amparo, por tanto, es una acción subjetiva901 para


cuya interposición se requiere un interés personal, legítimo y direc-
to del accionante,902 incluso cuando se formula conjuntamente con
una acción popular.903 Por ello, la acción de amparo sólo puede
intentarse por el propio agraviado quien es el que tiene la legitima-
ción activa o por su apoderado legítimamente constituido.904
De acuerdo con la ley, la condición de agraviado para el ejerci-
cio de la acción de amparo la puede tener cualquier “habitante de
la República” en el sentido de cualquier persona que se encuentre
en el territorio nacional, sea venezolano o no;905 incluso, una perso-
na no domiciliada ni residenciada en el país, que se encuentre en él
de tránsito.906
Incluso, podría admitirse la acción de amparo intentada por
una persona que no se encuentre en territorio venezolano, siempre
y cuando sus derechos o garantías constitucionales hayan sido di-
rectamente lesionados o amenazados de violación por cualquier
acto, hecho u omisión que “se haya realizado, emitido o producido
en la República.”907

901 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativa de 18–


11–93, Revista de Derecho Público, Nos 55–56, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1993, pp. 325–327.
902 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 22–10–90 y 22–10–92, Revista de Derecho Público, N° 52, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 140 y de 18–11–93, Revista de Dere-
cho Público, nos 55–56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 327.
903 Véase sentencia de la Sala Constitucional Nº 1424 de 30–6–2005 (Caso: Im-
pugnación del numeral 23 del artículo 6 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de
Justicia), en Revista de Derecho Público, N° 102, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 2005, p. 156.
904 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 21–
8–92, Revista de Derecho Público, N° 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1992, p. 161.
905 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 27–10–93 (Caso: Ana Drossos), Revista de Derecho Público, No 55–
56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 282.
906 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 29–9–93, Revista de Derecho Público, No 55–56, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1993, p. 317.
907 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 27–8–93 (Caso: Ana Drossos), cit. en sentencia de la antigua Corte

587
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En este sentido la antigua Corte Suprema de Justicia en senten-


cia de 27 de agosto de 1993 resolvió lo siguiente:
“Considera la Sala, en relación con el señalamiento anterior
(el accionante en amparo debe ser habitante de la República ),
que el amparo tiene una amplia consagración constitucional,
conforme a la cual abarca los derechos y garantías susceptibles
de protección mediante esta vía; la diversidad de actos, hechos
o omisiones que puedan ser objeto de la acción, y la naturaleza
de las personas y de los entes contra quien puede ser ejecutada,
tal como ha sido sostenida reiteradamente por nuestra juris-
prudencia. Debe, por tanto, se interpretado en forma tal que,
conforme a la expresión “toda persona natural habitante de la
República” –empleada en el artículo 1 de la Ley Orgánica res-
pectiva– al referirse ésta a las personas habilitadas para solici-
tar ante los tribunales competentes el amparo previsto en el ar-
tículo 49 de la Carta Magna, puede acudir a él con éxito un no
domiciliado ni residenciado en el país, sino sólo en tránsito, y
aun quien no se encontrare en el territorio venezolano: Siem-
pre, claro está, que se den también las condiciones para la ad-
misibilidad y procedencia de la acción.”
En esta forma, señaló la antigua Corte, la intención del Consti-
tuyente y la del legislador, al utilizar el término “habitante de la
República” para referirse a la personas que pueden interponer la
acción de amparo, “fue la de permitir que ésta sea ejercida por
cualquier sujeto de derecho –sea cual fuere su condición social,
nacionalidad o situación legal– siempre y cuando sus derechos o
garantías constitucionales hayan sido directamente lesionados o
amenazados de violación por cualquier acto, hecho u omisión que
“se haya realizado, emitido o producido en la República.”908
Los mismos criterios se deben aplicar a las personas morales ti-
tulares de derechos constitucionales, en el sentido de que pueden
ejercer la acción las personas morales constituidas o domiciliadas
en el país o que no estándolo, sus derechos constitucionales hayan
sido lesionados por una actuación u omisión ocurrida en territorio
venezolano.

Suprema de Justicia, Sala Político Administrativa de 29–9–93, en Revista de


Derecho Público No 55–56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 317.
908 Véase en Jurisprudencia Ramírez & Garay, Tomo CXXVI, p. 667.

588
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En todo caso, la consecuencia del carácter personalísimo de la


acción de amparo es que la misma sólo puede ejercerse por el agra-
viado o su representante legalmente constituido, por lo que quien
se dice representar a otro debe acreditarlo. Ello se deriva de la pre-
visión del artículo 13 de la Ley Orgánica de Amparo que precisa
que la acción puede interponerse “por cualquier persona natural o
jurídica, por representación o directamente.”
Sobre la representación, en sentencia de 22 de septiembre de
1993 (Caso Rafael A. Pineda), la antigua Corte Suprema de la Sala
Político Administrativa, interpretó la referencia en la norma en “la
forma más amplia posible,”909 admitiéndose por ejemplo la actua-
ción de “los órganos de representación corporativa.”910
El agraviado, para intentar la acción de amparo, debe además
estar asistido de abogado como lo exige el artículo 4º de la Ley de
Abogados.911 La única excepción a la obligación de asistencia por
abogado está prevista en la propia Ley Orgánica de Amparo, res-
pecto al ejercicio de la acción de amparo a la libertad personal (há-
beas corpus), que puede intentarse conforme al artículo 41 por el
agraviado o por cualquier persona que gestione en favor de aquél,
por escrito, verbalmente o por vía telegráfica, sin necesidad de asis-
tencia de abogado.

2. El amparo respecto de derechos colectivos y difusos


Por otra parte, en virtud de reconocimiento constitucional (ar-
tículo 26)de la tutela judicial de los intereses difusos y colectivos, la
Sala Constitucional del Tribunal Supremo ha admitido la posibili-
dad del ejercicio de la acción de amparo en protección de derechos

909 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 22–9–93, Revista de Derecho Público, No 55–56, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1993, p. 356.
910 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 30–10–90, cit., por sentencia de la antigua Corte Suprema de Jus-
ticia, Sala Político Administrativa de 22–10-92, Revista de Derecho Público, Nº
52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 141.
911 Véase sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de
18–11–93 (Caso: Carlos G. Pérez), Revista de Derecho Público, No 55–56, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, pp. 353–354; de 14–9–89, Revista de Dere-
cho Publico Nº 40, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 105; y de 4–
3–93 y 25–3–93, Revista de Derecho Público, nos 53–54, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1993, p. 258.

589
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

colectivos y difusos, como el que tienen los electores en sus dere-


chos políticos, e incluso ha acordado medidas cautelares con efec-
tos erga omnes “tanto para las personas naturales y organizaciones
que han solicitado la protección de amparo constitucional como
para todos los electores en su conjunto.”912
En cuanto a los intereses difusos, la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo ha considerado que “son aquellos que garanti-
zan al conglomerado (ciudadanía) en forma general una aceptable
calidad de la vida (condiciones básicas de existencia), [cuando] la
calidad de la vida de toda la comunidad o sociedad en sus diversos
aspectos se ve desmejorada, y surge en cada miembro de esa co-
munidad un interés en beneficio de él y de los otros componentes
de la sociedad en que tal desmejora no suceda, y en que si ya ocu-
rrió sea reparada.”913 En cuanto a los derechos colectivos, son aque-
llos que surgen cuando la lesión se localiza concretamente en un
grupo, determinable como tal, aunque no cuantificado o individua-
lizado, como serían los habitantes de una zona del país afectados
por una construcción ilegal que genera problemas de servicios pú-
blicos en la zona. Estos intereses colectivos, ha dicho la misma Sala
Constitucional, están “referidos a un sector poblacional determina-
do (aunque no cuantificado) e identificable, aunque individual-
mente, dentro del conjunto de personas existe o puede existir un
vínculo jurídico que los une entre ellos. Ese es el caso de las lesio-
nes a grupos profesionales, a grupos de vecinos, a los gremios, a
los habitantes de un área determinada, etc. 914
La Sala Constitucional, por lo demás, ha interpretado el tema
de la legitimación ad procesum prevista en el artículo 26 de la Cons-
titución en forma amplia en cuanto al ejercicio de la acción de am-
paro extendida a la protección de derechos colectivos o difusos,
señalando lo siguiente:

912 Sentencia de la Sala Constitucional Nº 483 de 29–05–2000, Caso: “Queremos


Elegir” y otros, Revista de Derecho Público, Nº 82, 2000, Editorial Jurídica Vene-
zolana, pp. 489–491. En igual sentido sentencia de la misma Sala Nº 714 de
13–07–2000, Caso: APRUM.
913 Véase sentencia de la Sala Constitucional Nº 656 de 05–06–2001, Caso: Defen-
sor del Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional.
914 Idem. Véase sentencia de la Sala Constitucional Nº 656 de 05–06–2001, caso:
Defensor del Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional.

590
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“En consecuencia, cualquier persona procesalmente capaz


que va a impedir el daño a la población o a sectores de ella a la
cual pertenece, puede intentar una acción por intereses difusos
o colectivos, y si ha sufrido daños personales, pedir sólo para sí
(acumulativamente) la indemnización de los mismos. Esta in-
terpretación fundada en el artículo 26, hace extensible la legi-
timación activa a las asociaciones, sociedades, fundaciones,
cámaras, sindicatos, y demás entes colectivos, cuyo objeto sea
la defensa de la sociedad, siempre que obren dentro de los lí-
mites de sus objetivos societarios, destinados a velar por los in-
tereses de sus miembros en cuanto a lo que es su objeto.
[…] Quien demanda con base a derechos o intereses colec-
tivos, deberá hacerlo en su condición de miembro o vinculado
al grupo o sector lesionado, y que por ello sufre la lesión con-
juntamente con los demás, por lo que por esta vía asume un in-
terés que le es propio y le da derecho de reclamar el cese de la
lesión para sí y para los demás, con quienes comparte el dere-
cho o el interés. Se trata de un grupo o sector no individualiza-
do, ya que si lo fuese, se estaría ante partes concretas. 915

3. La legitimación activa del Defensor del Pueblo


Por otra parte, teniendo competencia el Defensor del Pueblo, el
cual ha sido establecido como órgano constitucional que forma
parte del Poder Ciudadano, para la promoción, defensa y vigilan-
cia de los derechos y garantías constitucionales “además de los
intereses legítimos, colectivos o difusos de los ciudadanos” (Arts.
280 y 281, 2 C), la Sala Constitucional ha admitido su legitimación
activa para intentar acciones de amparo en representación de la
globalidad de los ciudadanos, como por ejemplo, contra la ame-
naza por parte de la Comisión Legislativa Nacional en el 2000 de
nombrar a los miembros del Consejo Nacional Electoral sin cum-
plir con los requisitos constitucionales. La Sala sostuvo, al interpre-
tar el artículo 280 de la Constitución, que “es forzoso concluir que
la Defensoría del Pueblo, en nombre de la sociedad, legitimada por
la ley para ello, puede incoar un amparo tendente al control del
Poder Electoral, en beneficio de los ciudadanos en general, a fin de
que se cumplan los artículos 62 y 70 de la Constitución de la Repú-

915 Véase sentencia de la Sala Constitucional Nº 656 de 05–06–2001, Caso: Defen-


sor del Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional.

591
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

blica Bolivariana de Venezuela, los cuales fueron denunciados por


la actora como infringidos por la Comisión Legislativa Nacional
(derecho a la participación ciudadana).”916
Ahora bien, en cuanto a las sentencias de amparo en estos ca-
sos de amparo para la protección de intereses colectivos y difusos,
la Sala Constitucional en la misma sentencia, consideró que “pue-
den prohibir una actividad o un proceder específico del demanda-
do, o la destrucción o limitación de bienes nocivos, restableciendo
una situación que se había convertido en dañina para la calidad de
vida (salud física o psíquica colectiva, preservación del medio am-
biente, preservación de la vida, del entorno urbano, del derecho a
una relación sana, o de evitar ser convertido en consumidor com-
pulsivo de productos o ideologías, por ejemplo), o que sea amena-
zante para esa misma calidad de vida.” En consecuencia, el fallo
produce efectos erga omnes, ya que beneficia o perjudica a la colec-
tividad en general o a sectores de ella.917
II. LEGITIMACIÓN PASIVA: LA CONDICIÓN DE AGRA-
VIANTE
El carácter personalísimo de la acción de amparo no sólo mol-
dea la condición del agraviado, excepto en los casos de intereses
colectivos y difusos, sino también la del agraviante. Este sólo pue-
de ser la persona que ha originado la lesión o amenaza de lesión al
derecho del agraviado, y al cual también nos hemos referido ante-
riormente en forma comparada.
La antigua Corte Suprema de Justicia, en Sala Político Admi-
nistrativa lo puntualizó, en sentencia del 15 diciembre de 1992, al
considerar que “debe existir una relación directa, específica e indu-
bitable entre la persona que solicita la protección de derechos fun-
damentales y la persona imputada de dar origen al supuesto agen-
te perturbador, quien viene a ser legitimado pasivo o el sujeto con-
tra quien se deduce la pretensión en el proceso judicial incoado.”
En otras palabras, es necesario, para la procedencia de la acción de

916 Sentencia de la Sala Constitucional Nº 656 de 05–06–01, Caso: Defensor del


Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional.
917 Sentencia de la Sala Constitucional Nº 656 de 05–06–01, Caso: Defensor del
Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional.

592
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

amparo, que la persona señalada como agraviante sea la que en


definitiva originó la supuesta lesión.918
Tratándose de una persona natural, la identificación y preci-
sión del agraviante no presenta mayores dificultades, siempre que
la persona indicada sea la que en definitiva originó la lesión o la
amenaza de lesión al derecho del agraviado. La acción de amparo
también puede intentarse contra una persona moral cuando ésta,
actuando a través de sus órganos, es la causante de la lesión.919
Por otra parte, en relación con las personas morales, la acción
de amparo podría intentarse contra el órgano de las mismas o uno
de los órganos, si la lesión ha sido infringida por el mismo; e, inclu-
so, contra el o los titulares individualizados del órgano, si la o las
personas naturales titulares del órgano pueden identificarse como
agraviante, con independencia del órgano en sí mismo.
Es decir, el agraviante tiene que ser el directo responsable de la
conducta que se imputa como violatoria de los derechos o garan-
tías constitucionales del agraviante;920 y de lo contrario, si se de-
nuncia a una persona como agraviante sin serlo, la acción de ampa-
ro debe ser declarada inadmisible.921
Ello implica que la acción de amparo en los casos de actuacio-
nes de la Administración Pública, exige que se identifique al titular
del órgano que efectivamente produjo la lesión o amenaza de le-
sión de los derechos o garantías, es decir, al sujeto a quien se impu-
tan, que posee conocimiento directo y personal sobre los hechos.922

918 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 16–12–92 (Caso: Haydée Casanova), Revista de Derecho Público, Nº
52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 139
919 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 7–
9–89, Revista de Derecho Público, Nº 40, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1989, p. 108.
920 Véase sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de
12–5–88, Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas, 1988, p. 113; y de 16–6–88, Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 138.
921 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativo de 22–11–93, Revista de Derecho Público, no 55–56, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1993, pp. 487–489.
922 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 16–
6–88, Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1988, p. 138.

593
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Pero el hecho de que se identifique, con precisión, al titular del


órgano que causó la lesión, no implica que la acción de amparo se
tenga que intentar contra dicho titular y no contra el órgano que
produjo la lesión. En estos casos, podría cambiar el titular del ór-
gano, es decir, el funcionario, pero no por ello cambia la relación
entre agraviado y agraviante.923
En consecuencia, en los casos en que el agraviado señale en
forma precisa al funcionario público autor del agravio, es a éste y
sólo a éste, a quien le corresponde actuar en el proceso, sea cual
fuere su jerarquía, y en modo alguno puede actuar en el proceso ni
debe ser notificado a tal efecto, por ejemplo, ni el superior inmedia-
to o máximo titular jerárquico del órgano,924 ni el Procurador Gene-
ral de la República en caso de que se trate de un funcionario.925 En
cambio, si la acción de amparo se intenta, por ejemplo, contra un
Ministerio como órgano de la República, su actuación sí sería
imputable a la persona jurídica “República,” de la cual el Ministe-
rio es sólo un órgano, y en ese caso, el representante judicial de la
República, quien tendría que actuar en juicio, sería el Procurador
General de la República.926
Sin embargo, al contrario, cuando el amparo está dirigido con-
tra un órgano perfectamente individualizado de la Administración
Pública Nacional, y no contra la República, la representación de la
República, a través del Procurador General de la República, no
tiene relevancia alguna de carácter procesal.927 Es decir, cuando el

923 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 28–


9–93, Revista de Derecho Público, no 55–56, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1993, p. 330.
924 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 12–
5–88, Revista de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1988, p. 113.
925 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 16–3–89, Revista de Derecho Público, Nº 38, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1989, p. 110; sentencia de la Corte Primera de lo Conten-
cioso Administrativo de 7–9–89, Revista de Derecho Público, n° 40, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1989, p. 107.
926 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 7–
9–89, Revista de Derecho Público, n° 40, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1989, p. 107.
927 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 21–
11–90, Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1990, p. 148.

594
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

amparo está dirigido contra una autoridad administrativa, en cuyo


caso debe personalizarse un sujeto específico,928 por ejemplo, con-
tra un Ministro, los representantes de la Procuraduría General de la
República no pueden ejercer la representación del mismo en el
juicio de amparo.929 En esos casos en los cuales se intente la acción
de amparo contra un organismo administrativo, se debe indivi-
dualizar la acción en la persona de su titular o responsable para
ese momento, al cual debe notificarse y debe comparecer perso-
nalmente.930

III. LAS CONDICIONES DE LA LESIÓN


En el marco general de las condiciones que deben reunir las
violaciones o amenazas de violación que hemos estudiado ante-
riormente con visión comparativa, en cuanto a la lesión a los dere-
chos o garantías constitucionales en el ordenamiento venezolano,
los mismos también puede tener su origen tanto en una violación
como en una amenaza de violación, a cuyo efecto, la Ley Orgánica
de Amparo establece condiciones de admisibilidad en uno u otro
caso.
La Ley Orgánica de Amparo, en su artículo 6º, precisa diversas
condiciones de admisibilidad de la acción de amparo que tienen
relación con la violación de derechos o garantías constitucionales, y
que exigen que la violación sea actual, es decir, que no haya cesa-
do; que sea reparable, y que no haya sido consentida.

928 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 10–


10–90, Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1990, p. 142.
929 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 1–8–91, Revista de Derecho Público, Nº 47, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1991, p. 120; y de 15–12–92, Revista de Derecho Público,
Nº 52, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 139; y véase sentencia
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 30–7–92, Revista de
Derecho Público, n° 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 164.
930 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 8–3–90, Revista de Derecho Público, Nº 42, Editorial Jurídica Vene-
zolana, Caracas, 1990, p. 114; y sentencias de la Corte Primera de lo Conten-
cioso Administrativo de 21–11–90, Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, p. 148, y en FUNEDA, 15 años de Jurispru-
dencia, cit., p. 164 y de 14–7–88, FUNEDA, 15 años de Jurisprudencia, cit., p. 177.

595
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

El artículo 6,1 de la Ley Orgánica de Amparo, en efecto, exige


para la admisibilidad de la acción, que la violación no haya cesado,
es decir, que sea actual, reciente, viva;931 condición sobre la cual la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, en sentencia de 7
de mayo de 1987, señaló que:
“alude esencialmente al hecho de que la lesión esté viva,
esté presente con toda su intensidad y que contra ella no exista
ningún medio de defensa o de protección idóneos para enervar
la fuerza o poder que la produce. Hay amenaza de lesión, o le-
siones, como son aquéllas que se producen ante la indefinición
de las situaciones jurídicas, que pueden prolongarse en el
tiempo, sin que se atenúen sus efectos y sin que los mismos
puedan ser contrarrestados por los medios ordinarios que el
derecho ofrece. De allí que la actualidad de la lesión se refiere
fundamentalmente al carácter presente de la misma, no al he-
cho pasado, acaecido, circunscrito al pretérito, sino a la situa-
ción presente que puede prolongarse por un período indefini-
do de tiempo.”932
La consecuencia de ello, por ejemplo, es que no puede acordar-
se el amparo contra un acto administrativo cuando en el curso del
procedimiento del juicio, el acto lesivo había sido revocado. Es de-
cir, en el curso del juicio de amparo la lesión no puede haber cesa-
do antes de la decisión del juez; de lo contrario, si cesare, el juez
debe declarar, in limine litis, inadmisible la acción.933
El ordinal 3º del artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo esta-
blece por otra parte, que no se admitirá la acción de amparo:

931 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 13–


11–88, FUNEDA, 15 años de la Jurisprudencia, cit., p. 134.
932 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de
7–5–87 (Caso: Desarrollo 77 C.A.), en FUNEDA 15 años de Jurisprudencia cit.,
p. 78.
933 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 15–12–92, Revista de Derecho Público Nº 52, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1992, p. 164; y de 27–5–93, Revista de Derecho Público, nos
53–54, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 264. Cfr. sentencia de
la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 12–12–92 (Caso: Allan
R. Brewer–Carías), Revista de Derecho Público, n° 49, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1992, pp. 131–132;

596
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“Cuando la violación del derecho o la garantía constitucio-


nales, constituya una evidente situación irreparable, no siendo
posible el restablecimiento de la situación jurídica infringida.”
Dado el carácter eminentemente restablecedor de la acción de
amparo, en el sentido de que mediante la misma no se pueden
crear situaciones jurídicas nuevas o modificar las existentes,934 sino
lo que se puede es restablecer las cosas al estado en que se encon-
traban para el momento de la lesión, haciendo desaparecer el hecho
o acto invocado y probado como lesivo o perturbador a un derecho
o garantía constitucional; cuando la violación de un derecho consti-
tucional convierta la situación jurídica infringida en una situación
irreparable, la acción de amparo también es inadmisible. Ello es
congruente con el propósito que el artículo 1 de la Ley Orgánica,
en desarrollo del artículo 27 de la Constitución, le atribuye a la
acción de amparo en el sentido de “que se restablezca inmedia-
tamente la situación jurídica infringida o la situación que más se
asemeje a ella.”
El artículo 6.1 de la Ley Orgánica, en todo caso, precisa que “se
entenderá que son irreparables los actos que, mediante el amparo,
no puedan volver las cosas al estado que tenían antes de la viola-
ción.”935
Sin embargo, como se dijo, la acción de amparo es admisible
cuando la situación infringida pueda restablecerse a una que se
asemeje a ella (Art. 1).936 Asimismo, la antigua Corte Suprema de

934 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 27–10–93 (Caso: Ana Drossos), y 4–11–93 (Caso: Partido Con-
vergencia), Revista de Derecho Público, No 55–56, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1993, p. 340.
935 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 14–
1–92, Revista de Derecho Público, Nº 49, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1992, p. 130; y de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Adminis-
trativa de 4–3–93, Revista de Derecho Público, No 53–54, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1993, p. 260.
936 En tal sentido, la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Plena declaró
inadmisible una acción de amparo contra el cobro indebido de un impuesto,
cuando el mismo ha sido ya pagado, considerando que en ese caso no es po-
sible restablecer la situación jurídica infringida, sentencia de 21–3–88– Revista
de Derecho Público, Nº 34, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1988, p. 114.
Por otra parte, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo en senten-
cia de 7–9–89, ha declarado inadmisible una acción de amparo de derechos a
la protección de la maternidad (descanso pre y post natal), incoada después

597
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Justicia en sentencia de 1 de noviembre de 1990, ha considerado


inadmisible la acción de amparo, cuando la única forma de reparar
la situación jurídica infringida es la nulidad de un acto administra-
tivo, lo que no puede pronunciarse en una decisión de amparo.937
Por último, la violación a los derechos y garantías constitucio-
nales que pueden dar lugar al ejercicio de la acción de amparo no
debe ser consentida por el agraviado, por lo que, conforme al ordinal
4º del artículo 6 de la Ley Orgánica, no se debe admitir la acción de
amparo,
“Cuando la acción u omisión, el acto o la resolución que
violen el derecho o la garantía constitucionales hayan sido con-
sentidos expresa o tácitamente por el agraviado, a menos que
se trate de violaciones que infrinjan el orden público o las bue-
nas costumbres.”
La norma aclara que “se entenderá que hay consentimiento ex-
preso cuando hubieren transcurrido los lapsos de prescripción es-
tablecidos en leyes especiales, o en su defecto, seis meses después
de la violación o la amenaza al derecho protegido”; y que “el con-
sentimiento tácito es aquel que entraña signos inequívocos de acep-
tación.”
Debe destacarse, en relación a esta causal de inadmisibilidad
de la acción de amparo, particularmente cuando la violación o
amenaza de violación de un derecho fundamental es provocada
por un acto estatal, que de ninguna manera puede admitirse que
por el solo transcurso del tiempo puedan convalidarse leyes u otros
actos estatales inconstitucionales.
En todo caso, es claro que tal como está concebida la ley, la
inadmisibilidad de la acción de amparo, cuando han transcurrido
más de 6 meses después de la violación o amenaza de violación, no
opera respecto de las leyes y demás actos normativos ni respecto
de un acto administrativo o de carencias de la Administración,

del parto. Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administra-


tivo de 17–9–89, Revista de Derecho Público Nº 40, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1989, p. 111.
937 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 1–11–90, Revista de Derecho Publico, Nº 44, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1990, pp. 152–153; Cfr. sentencia de la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo de, 10–9–92, Revista de Derecho Público, Nº 51,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 155.

598
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cuando la acción de amparo se intenta conjuntamente con la acción


popular o con el recurso contencioso administrativo de anulación o
contra la conducta omisiva.
Ahora bien, sobre esta causal de inadmisibilidad de la acción
de amparo, particularmente en lo que se refiere al consentimiento
expreso por el transcurso del tiempo, la antigua Corte Suprema de
Justicia en sentencia de 24 de octubre de 1990 encontró su justifica-
ción al señalar que “dejar transcurrir más de seis meses desde que
se genera el acto lesivo para proceder a ejercer una acción de am-
paro constituye, por parte del agraviado, una demostración de
aceptación del presunto daño, y dicha desidia debe ser sancionada,
impidiendo el uso de un remedio judicial que se justifica por la
necesidad perentoria de restablecer una situación jurídica.”938
La inadmisibilidad, sin embargo, no se aplica en los casos de
violación o lesión continuada.939 Tampoco se aplica, conforme al
ordinal 4º del artículo 6 de la ley Orgánica, cuando se trate de vio-
laciones que infrinjan el orden público o las buenas costumbres;
situación, sin duda, de carácter excepcional y que tiene que des-
prenderse de alguna regla que así lo consagre;940 considerándose que
ello ocurre, cuando se trate, por ejemplo de “violaciones flagrantes a
los derechos individuales que no pueden ser denunciados por el
afectado; privación de libertad; sometimiento a torturas físicas o
psicológicas; vejaciones; lesiones a la dignidad humana y otros
casos extremos.”941

938 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1990, p. 144.
939 Véase por ejemplo sentencias de la Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo de 22–10–90 (Caso: María Cambra de Pulgar), en Revista de Derecho
Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1990, pp. 143–144; y Nº
1310 de 9–10–2000 (Caso: Productos Roche S.A. vs. Ministerio de Industria y Co-
mercio), en Revista de Derecho Público, Nº 84, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 2000, pp. 345 ss.
940 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Admi-
nistrativa de 22–3–88, Revista de Derecho Público, N° 34, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, 1988, p. 114.
941 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 13–
10–88, Revista de Derecho Público, Nº 36, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1988, p. 95. Este criterio fue acogido textualmente por la antigua Corte
Suprema de Justicia, Sala Político Administrativa en sentencias de 1–11–89,
Revista de Derecho Público, N° 40, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1989,

599
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En cuanto a la amenaza de lesión, que significa “hacer temer a


otros un daño, o avecinarse un peligro,”942 para que pueda consi-
derarse válida para la procedencia de la acción de amparo, con-
forme al artículo 2 de la Ley Orgánica, es necesario que “sea inmi-
nente” y que no “haya cesado” (Ord. 1°), siendo inadmisible la
acción cuando la amenaza contra el derecho o la garantía constitu-
cional no sea “inmediata, posible y realizable por el imputado”
(Ord. 2°).943
Como lo ha destacado la Sala Constitucional del Tribunal Su-
premo en sentencia de 9 de marzo del 2001 (Caso: Frigoríficos Ordaz
S.A):
“[…] la amenaza que hace procedente la acción de amparo
es aquella que sea inmediata, posible y realizable por el impu-
tado, estableciendo al efecto que tales requisitos deben ser con-
currentes, por lo cual es indispensable –además de la inmedia-
ción de la amenaza– que la eventual violación de los derechos
alegados –que podría materializarse de no ser protegidos me-
diante el mandamiento que se solicita– deba ser consecuencia
directa e inmediata del acto, hecho u omisión que constituyan
el objeto de la acción; de lo cual deviene, por interpretación a
(sic) contrario, la improcedencia de la acción, cuando se le
imputen al supuesto agraviante resultados distintos a los que
eventualmente pudiere ocasionar la materialización de la
amenaza que vulneraría los derechos denunciados, o cuando
la misma no sea inmediata o ejecutable por el presunto agra-
viante.”944

p. 111; y de 1–2–90 (Caso: Tuna Atlántica C.A.) y de 30–6–92, Revista de Derecho


Público, Nº 60, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, p. 157.
942 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 16–
7–92, Revista de Derecho Público, Nº 51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1992, p. 155.
943 Véase sentencias de la antigua Corte Suprema de Justicia, Sala Político Ad-
ministrativa de 9–6–88, Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1988, p. 114; de 14–8–92, Revista de Derecho Público, Nº
51, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1992, pp. 158–159; y de 24–6–93,
Revista de Derecho Público, Nº 55–56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
1993, p. 289; y sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrati-
vo de 30–6–88, Revista de Derecho Público, Nº 35, Editorial Jurídica Venezola-
na, Caracas, 1988, p. 115.
944 Citada en sentencia de la misma Sala Nº 96 de 6–2–2003 (Caso: Corporación
Venezolana de Televisión C.A. (Venevisión) vs. Presidente de la República), en Re-

600
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

IV. LA INEXISTENCIA DE UN RECURSO JUDICIAL PARALE-


LO YA INTENTADO
La Ley Orgánica de Amparo establece como causales de inad-
misibilidad de la acción, una serie de supuestos relativos a la exis-
tencia de algún recurso paralelo sea porque el agraviado haya re-
currido a una vía judicial de protección o sea porque exista otra vía
judicial para la protección constitucional que haga inadmisible la
acción. En el primer caso, los ordinales 5 y 7 del artículo 6º de la
Ley Orgánica prevén expresamente la inadmisibilidad; en el se-
gundo caso, la inadmisibilidad deriva del carácter subsidiario o
extraordinario de la acción.
El primer supuesto para la admisibilidad de la acción de ampa-
ro es que el agraviado no hubiese optado por acudir a otras vías
judiciales para la protección constitucional, que estuviesen pen-
dientes de decisión. En este supuesto, la Ley Orgánica distingue
dos casos de inadmisibilidad: el que se haya optado por ejercer una
acción de amparo; o el que se haya optado por utilizar otra vía ju-
dicial para la protección constitucional, y que en ambos casos los
procesos estén pendientes de decisión.
En efecto, para que la acción de amparo sea admisible, no pue-
de estar pendiente de decisión una acción de amparo intentada
previamente por el agraviado en relación con los mismos hechos.
En tal sentido, el artículo 6,8 de la Ley Orgánica establece que la
acción de amparo es inadmisible:
“Cuando esté pendiente de decisión una acción de amparo
ejercida ante un Tribunal en relación con los mismos hechos en
que se hubiese fundamentado la acción propuesta.”
La inadmisibilidad de la acción, por tanto, resulta del hecho de
que esté pendiente de decisión una acción de amparo previamente
intentada; por lo que si esta, por ejemplo, fue desistida, la nueva
acción podría intentarse y ser admisible.
Por supuesto, en los casos en los cuales se hubiese intentado
previamente una acción de amparo que hubiese sido ya decidida,
una nueva acción de amparo podría intentarse en relación con los
mismos hechos, siempre que no haya cosa juzgada, en cuyo caso,
como se verá, sería inadmisible.

vista de Derecho Público, Nº 93–96, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,


2003, p. 545.

601
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Pero además, la Ley Orgánica de Amparo establece en el ar-


tículo 6.5 como causal de inadmisibilidad de la acción de amparo:
“Cuando el agraviado haya optado por recurrir a las vías
judiciales ordinarias o hecho uso de los medios judiciales pre-
existentes. En tal caso, al alegarse la violación o amenaza de
violación de un derecho o garantía constitucionales, el Juez de-
berá acogerse al procedimiento y a los lapsos establecidos en
los artículos 23, 24 y 26 de la presente Ley, a fin de ordenar la
suspensión provisional de los efectos del acto cuestionado.”
Esta causal de inadmisibilidad se refiere a los casos en los cua-
les el agraviado haya optado por recurrir a las vías judiciales ordi-
narias o hecho uso de los medios judiciales preexistentes, en cuyo
caso, allí debe alegar la violación de los derechos o garantías consti-
tucionales y solicitar amparo constitucional.
Por tanto, si esto no ha ocurrido, es decir, si junto con el ejerci-
cio de las vías judiciales ordinarias o el uso de medios judiciales
preexistentes, el agraviado no ha alegado violación de derechos
constitucionales y solicitado protección constitucional, no habría
razón alguna, en nuestro criterio, para declarar inadmisible la ac-
ción de amparo que se intente.945
Por otra parte, si se hubiese optado por recurrir a las vías judi-
ciales ordinarias o hecho uso de los medios judiciales preexistentes
solicitándose protección o amparo constitucional, y los procesos
respectivos ya hubiesen concluido, no procedería la aplicación de
la causal de inadmisibilidad, quedando sólo a salvo la cosa juzgada
que hubiese podido producirse.
En relación a esta causal de inadmisibilidad, la jurisprudencia
la ha aplicado en los casos de acciones contencioso administrativas
a las que se ha acumulado una pretensión de amparo, cuando con-
forme al artículo 21, párrafo 22 de la Ley Orgánica de la Tribunal
Supremo de Justicia, se haya solicitado la suspensión de efectos del
acto administrativo impugnado.946

945 Este criterio lo adoptó la Sala Político Administrativa de la antigua Corte


Suprema en sentencia de 7–11–95 N° 789, (Caso: Rafael Aníbal Rivas Ostos),
Consultada en original.
946 Sentencia de 11–5–92, (Caso: Venalum), de la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo Véase en Revista de Derecho Público, Nº 50, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1992, pp. 187–188. Este criterio fue sostenido por la

602
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por otra parte, respecto de la previsión del ordinal 5º del ar-


tículo 6º de la Ley Orgánica en cuanto a la causal de inadmisibili-
dad de la acción de amparo, “cuando el agraviado haya optado por
recurrir a las vías judiciales ordinarias o hecho uso de los medios
judiciales preexistentes”; es claro de la norma que se debe tratar de
medios judiciales, es decir, del ejercicio por el agraviado de accio-
nes, recursos y peticiones ante los tribunales competentes. Por tan-
to, si el agraviado no ha ejercido contra el acto que causa la lesión
los recursos administrativos que prevé, por ejemplo, la Ley Orgá-
nica de Procedimientos Administrativos, en dichos casos no puede
declararse inadmisible el amparo.947
VI. LA INEXISTENCIA DE OTROS MEDIOS JUDICIALES
BREVES, SUMARIOS Y EFICACES PARA LA PROTEC-
CIÓN CONSTITUCIONAL
La extraordinariedad de la acción de amparo conduce a la
inadmisibilidad de la acción cuando exista un medio procesal bre-
ve, sumario y suficientemente eficaz para la protección constitu-
cional. En particular cuando se trata del amparo contra actos ad-
ministrativos, el artículo 5º de la Ley Orgánica de Amparo estable-
ce que:
“La acción de amparo procede contra todo acto adminis-
trativo, actuaciones materiales, vías de hecho, abstenciones u
omisiones que violen o amenacen violar un derecho o garantía
constitucionales, cuando no exista un medio procesal breve,
sumario y eficaz, acorde con la protección constitucional.”
En este sentido y en relación a la impugnación de los actos ad-
ministrativos, el recurso contencioso administrativo de anulación,
en si mismo y sin posibilidad de suspensión de efectos del acto
impugnado, se consideró por la Corte Primera de lo Contencioso

Corte Primera en sentencia de 21–2–91, Revista de Derecho Público, Nº 45, Edi-


torial Jurídica Venezolana, Caracas, 1991, p. 146.
947 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 8–
3–93 (Caso: Federico Domingo. Véase en Revista de Derecho Público, Nº 53–54,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1994, p. 261. Véase además sentencias
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 6–5–94 (Caso: Uni-
versidad Occidental Lisandro Alvarado), en Revista de Derecho Público, Nº 57–58,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1994; y de 16–5–2000 (Caso: Migdalia
J. Lugo G. vs. Alcaldía del Municipio Libertador del Distrito Federal), en Revista de
Derecho Público, Nº 82, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 499.

603
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Administrativo que no puede constituir “un medio procesal breve


para la protección constitucional.”948 En sentido contrario, sin em-
bargo, la misma Corte Primera de lo Contencioso Administrativo
en sentencia de 1 de octubre de 1990 consideró que ante decisiones
de los Inspectores del Trabajo, los recursos contencioso administra-
tivos sí eran los medios para actuar contra la parte patronal, consti-
tuyendo vías de naturaleza breve, sumaria y eficaz, por lo que la
acción de amparo contra dichos actos se consideró inadmisible.949
Estas contradicciones, sin duda, derivan de la construcción ju-
risprudencial, también contradictoria a veces, del carácter extraor-
dinario de la acción de amparo, de manera que esta sólo es admisi-
ble si no existen otros medios judiciales breves, sumarios y eficaces
para la protección constitucional o aún existiéndolos, en el caso
concreto, no resulten eficaces para el amparo a los derechos. De allí
deriva que cada caso debe analizarse específicamente, no pudiendo
formularse reglas absolutas ni siquiera en materia de acciones con-
tencioso administrativa contra actos administrativos pues, si la
suspensión de efectos se solicita y ello es suficiente como medio de
protección constitucional, la acción autónoma de amparo resultaría
inadmisible.950
Sobre esta causal de inadmisibilidad de la acción de amparo, la
Sala Constitucional del Tribunal Supremo en sentencia Nº 963 de 5
de junio de 2001 (Caso: José A. Guía y otros vs. Ministerio de Infraes-
tructura) ha sentado el criterio de que la acción de amparo constitu-
cional, opera en su tarea específica de encauzar las demandas con-
tra actos, actuaciones, omisiones o abstenciones lesivas de derechos
constitucionales, bajo las siguientes condiciones:
“a) Una vez que los medios judiciales ordinarios han sido
agotados y la situación jurídico constitucional no ha sido satis-
fecha; o

948 Véase sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 29–


7–93, (Caso: Víctor R. Pérez vs. INOS), Revista de Derecho Público, Nº 55–56,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1993, p. 349.
949 Véase Revista de Derecho Público, Nº 44, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1990, p. 153.
950 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 57–58, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1994.

604
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

b) Ante la evidencia de que el uso de los medios judicia-


les ordinarios, en el caso concreto y en virtud de su urgencia,
no dará satisfacción a la pretensión deducida.
La disposición del literal a), es bueno insistir, apunta a la
comprensión de que el ejercicio de la tutela constitucional por
parte de todos los jueces de la República, a través de cualquiera
de los canales procesales dispuestos por el ordenamiento jurí-
dico, es una característica inmanente al sistema judicial venezo-
lano; por lo que, en consecuencia, ante la interposición de una
acción de amparo constitucional, los tribunales deberán revisar
si fue agotada la vía ordinaria o fueron ejercidos los recursos,
que de no constar tales circunstancias, la consecuencia será la
inadmisión de la acción sin entrar a analizar la idoneidad del
medio procedente, pues el carácter tuitivo que la Constitución
atribuye a las vías procesales ordinarias les impone el deber de
conservar o restablecer el goce de los derechos fundamentales,
por lo que bastaría con señalar que la vía existe y que su ago-
tamiento previo es un presupuesto procesal a la admisibilidad
de la acción de amparo.
La exigencia del agotamiento de los recursos a que se refie-
re el aludido literal a), no tiene el sentido de que se interponga
cualquier recurso imaginable, sino sólo los que permitan repa-
rar adecuadamente lesiones de derechos fundamentales que se
denuncian. No se obliga, pues, a utilizar en cada caso todos los
medios de impugnación que puedan estar previstos en el or-
denamiento procesal, sino tan sólo aquellos normales que, de
manera clara, se manifiesten ejercitables y razonablemente exi-
gibles. En consecuencia, por ejemplo, ante el agotamiento de la
doble instancia en un juicio civil, el actor tendrá la posibilidad
de recurrir en casación o en amparo constitucional, pues es sa-
bido que aquélla constituye una vía extraordinaria de revisión.
De cara al segundo supuesto, relativo a que la acción de
amparo puede proponerse inmediatamente, esto es, sin que
hayan sido agotados los medios o recursos adjetivos disponi-
bles, el mismo procede cuando se desprenda de las circunstan-
cias fácticas o jurídicas que rodean la pretensión que el uso de
los medios procesales ordinarios resultan insuficientes al resta-
blecimiento del disfrute del bien jurídico lesionado. Alguna de
tales circunstancias podría venir dada cuando, por ejemplo, la
pretensión de amparo exceda del ámbito ínter subjetivo para
afectar gravemente al interés general o el orden público consti-

605
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

tucional; en caso de que el recurrente pueda sufrir una desven-


taja inevitable o la lesión devenga irreparable por la circuns-
tancia de utilizar y agotar la vía judicial previa (lo que no pue-
de enlazarse el hecho de que tal vía sea costosa o menos expe-
dita que el procedimiento de amparo); cuando no exista vía de
impugnación contra el hecho lesivo, o ésta sea de imposible ac-
ceso; cuando el peligro provenga de la propia oscuridad o
complejidad del ordenamiento procesal; o ante dilaciones in-
debidas por parte los órganos judiciales, tanto en vía de acción
principal como en vía de recurso (debe recordarse, no obstante,
que el concepto de proceso sin dilaciones indebidas es un con-
cepto jurídico indeterminado, cuyo contenido concreto deberá
ser obtenido mediante la aplicación, a las circunstancias especí-
ficas de cada caso, de los criterios objetivos que sean congruen-
tes con su enunciado genérico. Podrían identificarse, como
ejemplo, de tales criterios objetivos: la complejidad del litigio,
los márgenes ordinarios de duración de los litigios del mismo
tipo, la conducta procesal del interesado y de las autoridades
implicadas y las consecuencias que de la demora se siguen pa-
ra los litigantes. Así pues, criterios de razonabilidad pesarán
sobre la decisión que se tome en cada caso concreto).
3. Así, en cuanto al complejo de medios procesales que la
Constitución pone a disposición de las personas, esta Sala, en
su decisión N° 848/2000 de 28 de julio, afirmó:
Sin mucha claridad, fallos de diversos tribunales, inclu-
yendo los de varias Salas de la extinta Corte Suprema de Jus-
ticia, han negado el amparo al accionante, aduciendo que el
mismo ha debido acudir a las vías procesales ordinarias,
aunque sin explicar la verdadera causa para ello, cual es que
por estas vías se podía restablecer la situación jurídica infrin-
gida antes que la lesión causare un daño irreparable, descar-
tando así la amenaza de violación lesiva [...]
Por lo tanto, no es cierto que per se cualquier trasgresión de
derechos y garantías constitucionales está sujeta de inmediato
a la tutela del amparo, y menos las provenientes de la activi-
dad procesal, ya que siendo todos los jueces de la República tu-
tores de la integridad de la Constitución, ellos deben restable-
cer, al ser utilizadas las vías procesales ordinarias (recursos,
etc.), la situación jurídica infringida, antes que ella se haga
irreparable.

606
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Asimismo, en su sentencia n° 1592/2000 de fecha 20 de di-


ciembre, esta Sala sostuvo:
Ahora bien no puede aspirar la parte accionante dejar sin
efecto dicho decreto de expropiación a través del ejercicio del
amparo autónomo, ni pretender a través de la misma la nuli-
dad de los actos administrativos dictados por un ente distinto
al que se señala como agraviante, lo cual colocaría en estado de
indefensión al órgano administrativo que dictó el acto.
En este sentido observa la Sala que no resulta posible sustituir a
través de la acción de amparo constitucional, el ejercicio del recurso
contencioso–administrativo de anulación en el cual el legislador con-
sagró un procedimiento especial donde se otorgan las garantías proce-
sales tanto al recurrente como a la propia Administración autora del
acto, es en este procedimiento donde se analizaría la legalidad o in-
constitucionalidad del acto administrativo impugnado” (Subrayado
posterior).
En una reciente decisión, la n° 331/2001 de 13 de marzo,
esta Sala confirmó su doctrina al respecto, en los siguientes
términos:
“Para que sea estimada una pretensión de amparo constitucional
es preciso que el ordenamiento jurídico no disponga de un mecanismo
procesal eficaz, con el que se logre de manera efectiva la tutela judicial
deseada. Pretender utilizar el proceso de amparo, cuando exis-
ten mecanismos idóneos, diseñados con una estructura tal, ca-
paz de obtener tutela anticipada, si fuere necesario (artículo
136 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, las
disposiciones pertinentes del Código de Procedimiento Civil o
inclusive el amparo cautelar), al tiempo que garantizan la vi-
gencia de los derechos constitucionales de todas las partes in-
volucradas, haría nugatorio el ejercicio de las acciones corres-
pondientes a este tipo de procesos y los efectos que tiene la ac-
ción de amparo constitucional, referidos al restablecimiento de
situaciones jurídicas infringidas” (Subrayado posterior).
Ejemplo de algunas de las situaciones en las cuales procede
la interposición de la acción de amparo en forma directa, fue-
ron referidos por esta Sala en su citada sentencia 848/2000, así
tenemos que:
7. Los actos procesales como tales, lesivos a bienes jurídi-
cos constitucionales, son objeto de peticiones de nulidad por

607
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

las partes afectadas por ellos, y el amparo realmente procede-


rá contra la sentencia que resuelva la nulidad, o contra la
omisión del juez o del funcionario judicial (si de él se trata)
de dictarla en el lapso legal. Pero a pesar de ello, los actos judi-
ciales que violen derechos o garantías constitucionales de las partes,
que de no corregirse de inmediato sus efectos se harían irreparables,
serán objeto de amparo...
9. Las partes en caso de que las violaciones infrinjan el
orden público, siempre tendrán expedita la vía del amparo,
sin las limitaciones del numeral 4 del artículo 6 de la ley es-
pecial.
En cuanto a los terceros, el proceso puede afectarlos directa
o indirectamente. Dentro del derecho común, los terceros tie-
nen en las tercerías la posibilidad para oponerse a los efectos
lesivos a su situación jurídica que le causen los fallos, actos u
omisiones procesales, que contengan infracciones a sus derechos
y garantías constitucionales. Resulta una cuestión casuística, de
acuerdo a la posibilidad que la lesión se haga irreparable si no se ac-
túa de inmediato, optar entre la tercería posible o la acción de ampa-
ro.” (Subrayado posterior).
4.- Precisado lo anterior, visto que en el caso bajo examen,
el requisito del agotamiento de la vía judicial contencioso
administrativa ordinaria no se encuentra satisfecho, pues a él
no atiende ninguno de los alegatos de los accionantes, ni
consta de los documentos anexos al escrito, y sin necesidad
de analizar si esa vía es la idónea, en el sentido de satisfacer
la pretensión de los accionantes, debe tomarse en cuenta lo
señalado por esta Sala en cuanto a la potestad que les atribu-
ye a todos los tribunales el artículo 27 constitucional en orden
a garantizar los derechos fundamentales, así como que el ar-
tículo 259 constitucional consagra que “...Los órganos de la
jurisdicción contencioso administrativa son competentes para
anular los actos administrativos generales o individuales con-
trarios a derecho, incluso por desviación de poder; condenar
al pago de sumas de dinero y a la reparación de daños y per-
juicios originados en responsabilidad de la Administración;
conocer de reclamos por la prestación de servicios públicos; y
disponer lo necesario para el restablecimiento de las situacio-
nes jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad adminis-
trativa,” lo que significa que la Constitución garantiza a los

608
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

administrados, a través del citado precepto 259, un plus de


garantías que no deja dudas respecto a la potestad que tienen
esos tribunales para resguardar los derechos o garantías
constitucionales que resulten lesionados por actos o hechos
dictados o ejecutados en ejercicio de la función administrati-
va u omisiones o abstenciones de órganos o personas obliga-
dos por normas de derecho administrativo. En consecuencia,
la solicitud en cuestión resulta inadmisible. Así se decide fi-
nalmente.”951
En todo caso, en relación con los actos administrativos, la doc-
trina más reciente de la Sala Constitucional ha sido la de considerar
que la acción autónoma de amparo contra los mismos es inadmisi-
ble considerando que “las acciones contencioso-administrativas -
entre las cuales se encuentran el recurso de nulidad, el recurso por
abstención o la querella funcionarial-, constituyen vías judiciales
idóneas, es decir breves, sumarias y eficaces, para el alcance del
restablecimiento de la situación jurídica infringida, ello, aunado al
amplio poder de restablecimiento que atribuye al juez contencioso
administrativo el citado artículo 259 de la Constitución de la Repú-
blica.”952

VI. LA AUSENCIA DE COSA JUZGADA


De acuerdo con el artículo 346 del Código de Procedimiento
Civil, una de las cuestiones previas que pueden promoverse dentro
del lapso fijado para la contestación de la demanda es “la cosa juz-
gada” (ord. 9), la que en materia de amparo puede considerarse
como una causal de inadmisibilidad.
Por ello, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo en
sentencia de 16 de octubre de 1986 (Caso: Pedro J. Montilva), esta-
bleció que si en un caso “vuelve a replantearse una acción de am-

951 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas 2001, pp. 448 y ss. Véase también, sentencia de la Sala Constitucional
Nº 727 de 5–5–2005 (Caso: Procuraduría General de la República), en Revista de De-
recho Público, Nº 102, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2005, pp. 174 ss.
952 Véase la sentencia Nº 3375 de 4–11–2005 (Caso: Refinadora de Maíz Venezolana,
C.A. (Remavenca), y Procesadora Venezolana de Cereales, S.A. (Provencesa) vs. Mi-
nistro de Agricultura y Tierras y efectivos de los componentes Ejército y Guardia
Nacional de la Fuerza Armada Nacional), en Revista de Derecho Público, Nº 104,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2005, p. 239.

609
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

paro que versa sobre el mismo objeto; que denuncia las mismas
infracciones; que se basa en los mismos motivos y fundamentaciones
y que gira en relación con idéntico objeto al anterior y está dirigida
contra igual sujeto”; entonces es evidente que en dicho caso: “se im-
pone la fuerza de la cosa juzgada para impedir tal replanteamiento,
ya que la cuestión debatida posee la misma identidad subjetiva y
objetiva con la que fuera objeto de decisión definitiva.”953
Por supuesto, la cosa juzgada en materia de amparo sólo surge
respecto de lo debatido y debatible en vía de amparo, que es sólo la
violación o amenaza de violación de un derecho o garantía consti-
tucional. Por ello, de acuerdo con el artículo 36 de la Ley Orgánica
de Amparo, “la sentencia firme de amparo producirá efectos jurí-
dicos respecto al derecho o garantía objetos del proceso, sin perjui-
cio de las acciones o recursos que legalmente correspondan a las
partes.” Es decir, la sentencia de amparo no necesariamente resuel-
ve el fondo material del asunto, sino solo el aspecto de violación o
amenaza de violación del derecho o garantía, que es sobre lo único
que produce efectos jurídicos la sentencia de amparo. Por ello, di-
cha sentencia sólo tiene efectos restitutorios, pues por vía de ampa-
ro como lo dijo la antigua Corte Suprema de Justicia “no puede
lograrse ninguno de los tres tipos de sentencia conocidos: declara-
tiva, constitutiva o de condena, ni por supuesto, una sentencia in-
terpretativa.”954

953 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 28, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 1986, p. 106.
954 Véase sentencia de la Sala Político Administrativa de 15–7–92, Revista de
Derecho Público, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, Nº 51, 1992, p. 171.

610
DÉCIMA CUARTA PARTE
EL PROCEDIMIENTO EN EL PROCESO DE
LA ACCIÓN DE AMPARO

La Constitución de 1999, en el artículo 27, al consagrar el dere-


cho de amparo, precisó en términos generales como principios del
procedimiento de la acción de amparo constitucional, que el mis-
mo:
“será oral, público, breve, gratuito y no sujeto a formalidad
y la autoridad judicial competente tendrá potestad para resta-
blecer inmediatamente la situación jurídica infringida o la si-
tuación que más se asemeje a ella.”
Para ello, la norma constitucional completa la regulación dis-
poniendo que “todo tiempo será hábil y el tribunal debe tramitar
siempre las acciones de amparo con preferencia a cualquier otro
asunto.”
La secuela lógica de estos principios es el deber de los funcio-
narios públicos y de los particulares de prestar su colaboración al
tribunal de amparo cuando así se les requiera, particularmente
para el restablecimiento de las situaciones jurídicas infringidas.
Analizaremos de seguidas aspectos fundamentales del proce-
dimiento judicial en materia de amparo en el derecho comparado,
para luego referirnos a sus regulaciones en la Ley Orgánica de
Amparo.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

I. ALGUNAS CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL PRO-


CEDIMIENTO EN MATERIA DE AMPARO EN EL DERE-
CHO COMPARADO

En el derecho comparado, derivado del carácter extraordinario


de la acción y proceso de amparo, se pueden distinguir una serie
de principios generales que normas generales que regulan el pro-
cedimiento, y que se refieren a su carácter bilateral; al carácter bre-
ve y prevalente del procedimiento; a la función de los tribunales
dirigiendo el procedimiento y a la necesidad que la ley sustantiva
prevalezca sobre las formalidades.

1. El carácter bilateral del procedimiento


Uno de los principios fundamentales con respecto al recurso de
amparo es que aun siendo de naturaleza extraordinaria, el carácter
bilateral debe estar siempre garantizado. Esto implica que el recur-
so de amparo debe ser siempre iniciado a instancia de las partes
lesionadas o agraviadas, de manera que no hay previsión alguna
sobre posibles decisiones de amparo ex officio.955 Por tanto, el pro-
cedimiento de amparo debe siempre iniciarse mediante una acción
o recurso interpuesto por ante el tribunal competente por una parte
(agraviado) contra la otra (la lesionante o agraviante) cuyas accio-
nes u omisiones han violado o amenazado de causado el daño a
sus derechos constitucionales. Esta parte, en su posición de agra-
viante, debe siempre ser citada y oída en el proceso para garantizar
su derecho a la defensa y al debido proceso.
El resultado final del procedimiento de amparo es siempre una
orden judicial, como también ocurre en los Estados Unidos con las
órdenes de las injunctions o los mandamus, los cuales están dirigidos
a la parte agraviante ordenándole hacer, abstenerse de hacer, sus-
pender los efectos del acto lesivo o anularlo.956

955 Solo en caso de habeas corpus, algunas leyes de amparo atribuyen a los tribu-
nales la facultad de iniciar el procedimiento ex officio: Guatemala (art. 86),
Honduras (art. 20).
956 El recurso de amparo tiene similaridades con la demanda civil de injunction
que la parte agraviada puede incoar en un tribunal para procurar la tutela o
recuperación de sus derechos infringidos o para prevenir la violación de és-
tos. También puede identificarse con el mandamus intentado por la parte
agraviada ante un tribunal contra un funcionario público cuya omisión ha

612
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Sin embargo, en América Latina, las leyes de amparo no solo se


refieren al amparo como una orden o mandamiento judicial gene-
ral, ordenando al demandado hacer o refrenarse de hacer algún
acto especifico, aplicable en cualquier tipo de proceso y en relación
con el reclamo de cualquier tipo de derechos, como sucede en los
Estados Unidos, sino que está concebido como un procedimiento
específicamente diseñado para tutelar derechos y garantías consti-
tucionales tras un procedimiento contencioso. Todas las fases o
etapas del procedimiento están reguladas, terminando el proceso
con una decisión u orden judicial dirigida a amparar los derechos
constitucionales de la parte agraviada.
Por consiguiente, la norma general del procedimiento de am-
paro es que, aun siendo éste breve y sumario, en el mismo se ga-
rantiza el contencioso basado en el principio de bilateralidad,957
asegurando la presencia de ambas partes y el respeto a las garan-
tías constitucionales del debido proceso, particularmente el dere-
cho a la defensa.958 Es por eso que, por ejemplo, el Código Procesal

causado daños al recurrente con el fin de conseguir una orden mandándole a


cumplir la obligación que la ley exige de él pero que rehúsa hacer o se niega a
cumplir. El recurso de amparo también tiene similaridades con la prohibition
u orden de remisión del expediente, intentada ante el tribunal superior com-
petente por la parte agraviada (cuyos derechos constitucionales han sido vio-
lados por una decisión judicial), procurando con ello obtener la anulación o
enmienda del vicio o error de la decisión del tribunal inferior.
957 José Luis Lazzarini, El Juicio de Amparo, Editorial La Ley, Buenos Aires, 1987,
pp. 270 ss. En el procedimiento, también son considerados partes los terceros
que pueden ser perjudicados o beneficiados por el recurso y sus resultas, así
como el Procurador General de la Nación o el Defensor del Pueblo.
958 Así, la garantía judicial de los derechos constitucionales que constituye el
amparo no puede, de ninguna manera, transformarse en un procedimiento
violatorio de otras garantías constitucionales como el derecho a la defensa.
Excepto respecto de las órdenes judiciales cautelares o preliminares, el prin-
cipio audi alteram partem (que la otra parte sea oída o que ambas partes lo
sean) debe ser siempre respetado. Por eso es que, por ejemplo, la antigua
Corte Suprema de Justicia de Venezuela, ante un recurso de nulidad de 1996,
anuló el artículo 22 de la ley de amparo de 1.988 que permitía a los tribunales
tomar decisiones definitivas en materia de amparo en casos de violaciones
graves de los derechos constitucionales, restableciendo el derecho constitu-
cional lesionado sin ningún cuestionamiento formal o sumario y sin oír al ac-
cionante o a la parte potencialmente agraviante. Aun cuando el artículo pudo
haber sido constitucionalmente interpretado como dirigido solo a permitir el

613
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Civil paraguayo en relación con el procedimiento de amparo ex-


presamente señala que el juez de amparo debe siempre garantizar
el principio contencioso o de contradicción dentro del carácter su-
mario del procedimiento (art. 586).
La única excepción al respecto en América Latina puede encon-
trarse en Chile, donde en ausencia de una ley reguladora del am-
paro, conforme a las normas fijadas por la Corte Suprema, el ampa-
ro no está considerado como un procedimiento fundamentado en
una controversia entre partes sino en una petición formulada por
una parte ante el tribunal, siendo la relación procesal aquella esta-
blecida entre un recurrente y un tribunal y no entre dos partes, la
agraviada y la agraviante.959 No obstante, cualquier persona afec-
tada puede hacerse parte en el procedimiento.
Pero excepto en este caso de Chile, el carácter bilateral del pro-
cedimiento de amparo impone el respeto a las garantías del debido
proceso, tendiendo a garantizarse el derecho de los demandados, y
partes interesadas, a defenderse.
Es por esto que ningún mandamiento u orden definitiva de
amparo puede pronunciarse sin la participación del agraviante o, al
menos, sin su conocimiento de la existencia del proceso; siendo
muy rara la excepción a esta norma, como es el caso de Colombia,
donde el decreto 2591 de la ley tutela permite al tribunal la posibi-
lidad de conceder la protección constitucional la tutela in limine

tomar medidas cautelares inaudita partem o injunctions en el procedimiento, la


Corte Suprema estimó el artículo como una violación vulgar y flagrante del
derecho constitucional a la defensa propia y lo anuló. Véase sentencia de la
antigua Corte Suprema de Justicia del 21 de mayo de 1996, Gaceta Oficial Ex-
tra. Nº 5071 del 29 de mayo de 1.996. Véanse comentarios en Allan R. Brewer-
Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol. V, Derecho y Acción de Am-
paro, Universidad Católica del Táchira, Editorial Jurídica Venezolana, Cara-
cas, 1.998, pp. 389 ss.; y en Rafael Chavero, El Nuevo Régimen del Amparo Cons-
titucional en Venezuela, Caracas, 2001, pp. 212, 266 ss. y 410 ss.
959 Véase por ejemplo, Sergio Lira Herrera, El recurso de protección. Naturaleza
jurídica, doctrina, jurisprudencial, derecho comparado, Santiago de Chile, 1.990,
pp. 157 ss.; Juan Manuel Errazuziz G. y Jorge Miguel Otero A, Aspectos proce-
sales del recurso de protección, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1989, pp.
39, 40 y 157. En sentido contrario, véase Enrique Paillas quien considera que
en el recurso de tutela, aplica el principio de bilateralidad, en Enrique Paillas,
El recurso de protección ante el derecho comparado, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1990, pp. 105.

614
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

litis, es decir, “prescindiendo de cualquier consideración formal y


sin ninguna averiguación previa, siempre y cuando el fallo se fun-
de en un medio de prueba del cual se pueda deducir una grave e
inminente violación o amenaza del derecho” (art. 18).
La previsión colombiana indudablemente estuvo inspirada en
la Ley Orgánica de Amparo venezolana de 1988 en la cual también
prevé la posibilidad de que el juez de amparo pudiera inmediata-
mente “restablecer la situación jurídica infringida, prescindiendo
de consideraciones de mera forma y sin ningún tipo de averigua-
ción sumaria,” exigiendo en esos casos que “el mandamiento de
amparo debía ser motivado y estar fundamentado en un medio de
prueba que constituyera presunción grave de la violación o de la
amenaza de violación” (art. 22).
Sin embargo, dicha norma fue anulada por la antigua Corte
Suprema de Justicia, la cual se negó incluso a interpretarlo “con-
forme a la Constitución” y reducirlo a ser una previsión solo apli-
cable a la adopción de medidas cautelares o preliminares, y no di-
rigida a la adopción de una decisión de amparo definitiva que pu-
diera ser pronunciada inaudita parte, pues sería inconstitucional. En
particular, en el proceso de acción popular seguido ante la antigua
Corte Suprema de Justicia contra dicho artículo en el cual se alegó
dicha inconstitucionalidad, se solicitó a la Corte la posibilidad de
interpretar la norma de acuerdo con la Constitución –secundum
constitutionem– en el sentido de precisar que lo que la misma perse-
guía era establecer una autorización legal para que los tribunales
pudieran adoptar de manera inmediata medidas preliminares pro-
tectoras (mientras se resolvía el caso), pero no decisiones definiti-
vas de amparo. No obstante, el tribunal rechazó esta interpretación
y anuló el artículo 22 de la Ley de Amparo de 1988960 considerando
que violaba flagrantemente el derecho constitucional a la defensa.
La consecuencia adjetiva fue que, no habiéndose interpretado el
artículo de acuerdo con la Constitución, en la ley especial de ampa-
ro no se podía encontrar fundamento legal podía que permitiera a

960 Sentencia del 21 de mayo de 1.996. Véase Gaceta Oficial Extra n° 5071 29 de
mayo de 1996. Véanse comentarios en Allan R. Brewer-Carías, Instituciones
Políticas y Constitucionales, Vol. V, Derecho y Acción de Amparo, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 1998, pp. 388–396; Rafael Chavero Gazdik, El nue-
vo régimen del amparo constitucional en Venezuela, Edit. Sherwood, Caracas,
2001, pp. 212, 266 ff., 410 ss.

615
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

los tribunales tomar medidas provisionales o preliminares,961 por lo


que entonces, las mismas fueron adoptadas aplicándose las dispo-
siciones generales del código de procedimiento civil.

2. El carácter breve y sumario del procedimiento


Debido a que la acción de amparo es un recurso extraordinario
para la inmediata protección de los derechos constitucionales, el
rasgo principal del proceso que origina es el carácter breve y suma-
rio del procedimiento, el cual se explica gracias por el principio de
la inmediatez, es decir, su propósito de proteger a las personas
inmediatamente en casos de daños irreparables o amenazas a los
derechos constitucionales.
Este carácter irreparable del daño o la inminencia de la amena-
za y la inmediata necesidad de protección, han sido los elementos
claves que han moldeado las reglas procesales no solo del proce-
dimiento de amparo en América Latina, sino también las injun-
ctions en los Estados Unidos, donde la doctrina judicial en la mate-
ria es también que “una injunction solo se concede cuando es re-
querida para evitar un daño inmediato e irreparable a derechos
legalmente reconocidos, tales como derechos de propiedad, dere-
chos constitucionales o contractuales.”962

961 Véanse comentarios en Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Consti-


tucionales, Vol. V, Derecho y Acción de Amparo, Universidad Católica del Táchi-
ra, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1998, pp. 398.
962 Por consiguiente, “debe haber una necesidad vital para recurrir a la injunction
a fin de que (sin ella) una de las partes no sea lesionada y dejada sin un re-
curso adecuado.” Treadwell v. Investment Franchises, Inc., 273 Ga. 517,543
S.E.2d 729 (2001). En otras palabras “para justificar una injunction debe ordi-
nariamente mostrarse con claridad que algún acto se ha hecho, o se amenaza
hacer, que producirá un daño irreparable a la parte solicitante (de la injun-
ction). U.S. v. American Friends Service Committee, 419 U.S. 7, 95 S.Ct. 13, 42 L.
Ed. 2d 7 (1974). En el mismo sentido se ha establecido que: “La mismísima
función de la injunction es la de disponer de un recurso preventivo ante un
entuerto o daño irreparable y este recurso no será concedido cuando esté cla-
ro, a satisfacción del tribunal, que el daño reclamado no tiene ese carácter”
State Com’n on Human Relations v. Talbot County Detention Center, 370 Md. 115,
803 A.2d 527 (2002). Aún más, una injunction “no será, como regla general,
concedida donde no se demuestre que un daño irreparable sea inmediata-
mente inminente y que será infligida al recurrente antes que el caso pueda
llegar a su conclusión, independientemente de cuanto parezca que el solici-

616
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Los mismos principios aplican también al procedimiento de


amparo, originando la configuración de un procedimiento breve y
sumario precisamente justificado debido al propósito tutelar del
recurso y la inmediata protección requerida ante las violaciones o
amenazas de violaciones a los derechos constitucionales.
Para estos fines, muchas leyes de amparo latinoamericanas ex-
presamente establecen algunos lineamientos básicos que contienen
principios generales que deben regular el procedimiento. Por
ejemplo, en Colombia, el decreto 2.591 de la ley de tutela se refiere
a “los principios de publicidad, prevalencia del derecho sustancial,
economía, celeridad y eficacia” (art. 13). En Ecuador, la ley se refie-
re a “los principios de celeridad procesal e inmediatez” (art. 59); en
Honduras se hace mención de “los principios de independencia,
moralidad en el debate, informalidad, publicidad, prevalencia del
derecho sustancial, gratuidad, celeridad, economía procesal, efica-
cia y debido proceso” (art. 45); y en Perú, el Código Procesal Cons-
titucional se refiere “a los principios de dirección judicial del pro-
ceso, gratuidad en la actuación del demandante, economía, inme-
diación y socialización procesales.” (art. III).
Es en este contexto que el artículo 27 de la Constitución vene-
zolana también establece expresamente que el procedimiento de la
acción constitucional de amparo debe ser oral, pública, breve, libre
y no sujeta a formalidades.963

tante prevalecerá al fondo.” Packaging Industries Group, Inc. v. Cheney, 380


Mass. 609, 405 N.E.2d. 106 (1980). Véase la referencia a los casos corre-
spondientes en John Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin Schroder, John
Glenn and Maureen Placilla, Corpus Juris Secundum, Volume 43A, Thomson
West, 2004, pp. 76–78.
963 Respecto de algunos de estos principios, la Corte Primera de lo Contencioso-
Administrativo venezolana, aun antes de la sanción de la Ley de Amparo de
1.988, dispuso que debido al carácter breve del procedimiento, debe enten-
derse como teniendo “la condición de ser urgente, debe seguirse rápidamen-
te y decidirse en el menor tiempo posible,” y adicionalmente debe ser suma-
rio, en el sentido de que “el procedimiento debe ser simple, sin complicacio-
nes, sin incidencias ni formalidades complejas.” Véase sentencia de 17 de
enero de 1985, en Revista de Derecho Público, Nº 21, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas, 1985, p. 140. De acuerdo con estos principios, la Ley de amparo
de 1988 reguló un procedimiento breve, inmediato y sumario para el recurso
de amparo hasta la aprobación de la Constitución de 1999. A partir de ésta, la
Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia interpretó las disposi-

617
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

3. El carácter preferente del procedimiento y la función de los


tribunales

Una de las consecuencias del carácter breve y sumario del pro-


cedimiento de la acción de amparo es su carácter preferente que
impone, como se dispone en la Constitución venezolana, que “todo
tiempo será hábil y el tribunal lo tramitará con preferencia a cual-
quier otro asunto” (art. 27); principios éstos que están previstos en
casi todas las leyes de amparo de Latinoamérica cuando expresa-
mente disponen que la acción de amparo puede ser intentada en
cualquier momento,964 incluso en días feriados y fuera de horas
laborales.965
Este carácter preferente del procedimiento también implica que
el mismo debe seguirse con prelación a cualquier otro, de manera
que cuando un recurso de amparo es intentado, los tribunales de-
ben posponer todo otro proceso de distinta naturaleza.966 La excep-
ción a esta regla es en materia de habeas corpus, en la que la pre-
eminencia de la libertad personal sobre otros derechos impone la
necesidad de continuar con este procedimiento.967
Como regla general y debido a su carácter breve, en el proce-
dimiento de amparo los plazos procesales no pueden extenderse,
suspenderse ni interrumpirse, salvo los casos expresamente previs-

ciones de la ley, de acuerdo con la nueva Constitución, rehaciendo de cierta


manera sus disposiciones a través de la interpretación constitucional. Véase
sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia Nº 7 del
1 de febrero de 2000 (Caso José Amando Mejía), en la Revista de Derecho Público,
Nº 81, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, pp. 245 ss. Véanse los
comentarios en Allan R. Brewer-Carías, El sistema de justicia constitucional en la
Constitución de 1999. Comentarios sobre su desarrollo jurisprudencial y su explica-
ción, a veces errada, en la Exposición de Motivos, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 2000; y en Rafael Chavero Gazdik, El nuevo régimen del amparo consti-
tucional en Venezuela, Edit. Sherwood, Caracas, 2001, pp. 203 ss.
964 Véase Colombia, arts. 1 y 15; Honduras, art. 16; Guatemala, art. 5.
965 Véase Costa Rica, art. 5; Ecuador, art. 47; El Salvador, art. 79; Paraguay, art.
585.
966 Véase Guatemala, art. 5; Honduras, art. 4,3; Perú; Venezuela, art. 13. Al con-
trario, la Ley de Amparo de la República Dominicana establece que el ejerci-
cio del recurso de amparo no suspenderá ningún procedimiento judicial en
curso (art. 5).
967 Véase Colombia, art. 15; Brasil, art. 17; Costa Rica, art. 39; Honduras, art. 51.

618
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tos en la ley;968 siendo responsabilidad de los tribunales cualquier


demora en el procedimiento.969
En particular, en el procedimiento de amparo no son admisi-
bles las incidencias.970 Además, en algunos casos no son admisibles,
o están restringidas, las recusaciones a jueces;971 y algunas leyes de
amparo disponen de reglas procesales breves y específicas respecto
de casos inhibiciones o impedimentos del juez competente para
resolver la acción.972
Además, se establece que las notificaciones por parte del tribu-
nal puedan ser efectuadas mediante cualquier medio, incluyendo
medios técnicos o electrónicos.973

4. El rol activo del juez en el proceso de amparo


Otro rasgo general que se encuentra en el proceso de amparo
en los países de América Latina es el rol activo que las leyes de
amparo atribuyen a los tribunales para la conducción del procedi-
miento, facultándolos, en algunos casos, para actuar incluso ex offi-

968 Véase Costa Rica, arts. 8 y 39; El Salvador, art. 5; Honduras, art. 4; Perú, art.
33,8.
969 Véase Costa Rica, art. 8; Honduras, art. 4,8; Perú, art. 13.Al respecto, por
ejemplo, el Reglamento del Recurso de Amparo de Filipinas de 2007 enume-
ró ampliamente las diferentes defensas y mociones que están prohibidas en
materia del procedimiento de amparo: “1. moción para desestimar la admi-
sión del recurso; 2. prórrogas de los plazos para las contestaciones, excepcio-
nes, declaraciones juradas, posiciones y otras defensas; 3. excepciones dilato-
rias; 4. promoción de acusaciones, cargos o demandas; 5. contrademanda y
citas en saneamiento; 6. tercerías; 7. réplicas; 8. moción para que el tribunal
que oye la apelación declare contumaz a la parte no apelante; 9. hacerse parte
en juicio; 10. informes; 11. reconsideración de medidas interlocutorias o pre-
ventivas; 12. recursos de certiorari, mandamus o prohibiciones contra medi-
das interlocutorias.” (sec.11).
970 Véase Honduras, art. 70; Uruguay, art. 12; Panamá, art. 2.610; Paraguay, art.
586; Uruguay, art. 12.
971 Véase Argentina, art. 16; Colombia, art. 39; Ecuador, arts. 47 y 59; Honduras,
art. 18; Panamá, art. 2.610; Paraguay, art. 586; Perú, arts. 33, 1 y 2; Venezuela,
art. 11.
972 Véase Costa Rica, art. 6; Guatemala, arts. 17 y 111; México, art. 66; Panamá,
art. 2.610; Perú, art. 52; Venezuela, art. 11; República Dominicana, art. 8.
973 Véase El Salvador, art. 79.

619
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cio974 particularmente en materia de pruebas,975 no siendo la inercia


de las partes válida para justificar ningún retraso.976

5. La preeminencia de la ley sustantiva


Otro principio aplicable a las reglas procesales de amparo para
garantizar el carácter breve y sumario del procedimiento es el prin-
cipio de preeminencia de la ley sustantiva sobre las reglas forma-
les, a las cuales se refiere, por ejemplo, la Ley de Justicia Constitu-
cional de Honduras cuando dispone que “prevalecerá el fondo
sobre la forma” y así “los defectos procesales no impedirán la ex-
pedita sustanciación de los asuntos” del procedimiento. Eventual-
mente, se trata de la preeminencia de la justicia sustantiva sobre la
justicia formal.
Por consiguiente, se dispone que “las partes podrán corregir
sus propios errores, siempre que fueren subsanables” y, asimismo,
los tribunales estarán autorizados para corregirlos ex officio.977 Es
por eso que, por ejemplo, el Código Procesal Constitucional pe-
ruano especifica que “el Juez y el Tribunal Constitucional deben
adecuar la exigencia de las formalidades previstas en este Código
al logro de los fines de los procesos constitucionales” (art. III), que
son la protección inmediata de los derechos constitucionales.
II. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL PROCEDIMIENTO
DE AMPARO EN LA LEY ORGÁNICA

1. El principio de la bilateralidad y el principio inquisitivo


El proceso de amparo constitucional, a pesar de la brevedad
del procedimiento, ante todo se rige por el principio de la bilatera-
lidad, de manera que el mismo da origen a un verdadero juicio
entre partes, que se rige por el principio de la igualdad que obliga
al juez a mantener entre ellas la absoluta igualdad material, con-
forme a la ley, debiendo quedar excluido del proceso la aplicación

974 Véase El Salvador, art. 5; Guatemala, art. 6; Honduras, art. 4,4; Perú, art. III;
República Dominicana, art. 17.
975 Véase República Dominicana, art. 5.
976 Véase Costa Rica, art. 8; El Salvador, art. 5.
977 Véase Honduras, art. 4,5; Guatemala, art. 6; Paraguay, art. 586; y El Salvador,
art. 80.

620
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de cualquier privilegio o prerrogativa procesal. Ello implica que


cuando el agraviante sea una autoridad pública, deben quedar ex-
cluidos del procedimiento de amparo los privilegios procesales; lo
que significa que no tienen aplicación las normas de la Ley Orgáni-
ca de la Procuraduría General de la República que regulan tales
prerrogativas en relación a la actuación de la República en juicio.
El carácter contencioso, producto de la bilateralidad del juicio,
fue lo que condujo en 1996 a la antigua Corte Suprema de Justicia,
como antes se mencionó, a declarar la inconstitucionalidad del
artículo 21 de la Ley Orgánica de 1988, que permitía al juez de am-
paro que al recibir la solicitud de amparo, pudiera adoptar el man-
damiento de amparo, es decir, restablecer inmediatamente la situa-
ción jurídica infringida, “prescindiendo de consideraciones de me-
ra forma y sin ningún tipo de averiguación sumaria que la prece-
da,” lo cual, implicaba el que pudiera adoptar dicho mandamiento
de amparo, definitivo in limine litis e inaudita parte.978
Esto, sin duda, como antes se dijo, era violatorio de la garantía
constitucional de la inviolabilidad del derecho a la defensa “en
todo estado y grado de la investigación y del proceso” como lo
impone la Constitución (Art. 49.1) y del mismo principio del man-
tenimiento de la “absoluta igualdad” entre las partes, que también
recogía el artículo 21 de la Ley Orgánica, que el Juez de amparo
está obligado a mantener.979
Sin embargo, en relación con dicha norma, estimábamos al
sancionarse la Ley Orgánica, que la potestad del artículo 22 debió
haberse interpretado conforme a la Constitución en el sentido de
referirla exclusivamente a la adopción de medidas cautelares o

978 Véase sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia, en Corte Plena,


mediante sentencia de 21-5-1996 en Gaceta Oficial Extra Nº 5071 de 29-5-96.
979 Debe mencionarse, sin embargo, al contrario, que la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo en sentencia Nº 993 de 16 de julio de 2013, ha establecido
como doctrina vinculante que “en las demandas de amparo en las cuales se
ventile la resolución de un punto de mero derecho, el Juez constitucional po-
drá, en la oportunidad de la admisión de la solicitud de amparo, decretar el
caso como de mero derecho y pasar a dictar, sin necesidad de convocar y ce-
lebrar la audiencia oral, la decisión de fondo que permita restablecer inme-
diatamente y en forma definitiva la situación jurídica infringida o la situación
que más se asemeje a ella.” Véase en Revista de Derecho Público, Nº 134, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas 2013, pp. 144-148.

621
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

preventivas (“amparo temporal o provisional”), exigiéndose en


cambio, siempre, la previa audiencia al presunto agraviante, antes
de la adopción de la decisión definitiva de amparo.980
Ahora bien, en 2013, la Sala Constitucional del Tribunal Su-
premo mediante sentencia Nº 993 de 16 de julio de 2013 (Caso: Mi-
nisterio Público vs. Decisión Sala N° 2 de la Corte de Apelaciones
del Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas de
17-9-2012), al contrario de lo postulado por el principio de la bilate-
ralidad, estableció como doctrina vinculante, la posibilidad de que
se decreten mandamiento de amparo definitivos, in limene litis, “en
las demandas de amparo en las cuales se ventilen la resolución de
un punto de mero derecho, el Juez constitucional podrá, en la opor-
tunidad de la admisión de la solicitud de amparo, decretar el caso
como de mero derecho y pasar a dictar, sin necesidad de convocar
y celebrar la audiencia oral, la decisión de fondo que permita res-
tablecer inmediatamente y en forma definitiva la situación jurídica
infringida o la situación que más se asemeje a ella.”
La Sala, en efecto, luego de referirse a la doctrina jurispruden-
cial precedente establecida en la antes mencionada sentencia N°
644, del 21 de mayo de 1996, de la antigua Corte Suprema de decla-
ración de nulidad del artículo 22 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales, que fue ratificada por
la misma Sala en la sentencia N° 7, del 1° de febrero de 2000 (caso:
José Amando Mejía), y de reconocer que en la sentencia N° 988 del 15
de octubre de 2010 (caso: Clarense Daniel Rusian Pérez ) había nega-
do una petición de amparo in limene Litis, volvió a analizar el ar-
tículo 27 de la Constitución, constatando que el mismo, al regular
el amparo, lo hizo más como un “derecho de amparo” que como
una “una acción de amparo,” disponiendo que “la autoridad judi-
cial competente tendrá la potestad para restablecer inmediatamen-
te la situación jurídica infringida o la situación que más se asemeje
a ella.” De ello dedujo la Sala que “la inmediatez y el restablecimien-
to de la situación jurídica infringida” propia del derecho de amparo
“debe prevalecer en la ponderación con otros derechos constitucio-
nales de igual rango como lo sería el derecho a la defensa.”

980 Véase Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol. VI,


Derecho y acción de amparo, op. cit., pp. 388 ss.

622
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Con base en esto, la Sala dedujo entonces que no necesaria-


mente deba abrirse un contradictorio en el proceso de amparo, y
por tanto, que dicho contradictorio puede o no abrirse, dependien-
do “del hecho de que el juez constitucional estime el procedimiento
más conveniente para el restablecimiento inmediato de la situación
jurídica infringida que es lo medular en la vía del amparo.” De lo
contrario, afirmó la sala que “si ello no fuese así, el amparo carece-
ría de eficacia,” concluyendo en consecuencia que.
“cuando el mandamiento de amparo se fundamente en un
medio de prueba fehaciente constitutivo de presunción grave
de la violación constitucional, debe repararse inmediatamen-
te, en forma definitiva, y sin dilaciones la situación infringida,
sin que se haga necesario abrir el contradictorio, el cual, sólo
en caso de duda o de hechos controvertidos, justificará la rea-
lización de una audiencia oral contradictoria. Si ello no fuera
así se desvirtuaría la inmediatez y eficacia del amparo.
En definitiva, la Sala Constitucional consideró que “existen si-
tuaciones de mero derecho o de tan obvia violación constitucional
que pueden ser resueltas con inmediatez y sin necesidad del previo
debate contradictorio porque se hace obvia igualmente la situación
jurídica infringida,” poniendo como ejemplo:
“el caso en el cual se interponga una demanda de amparo
contra una decisión judicial, firme, que condenó a un ciuda-
dano a la ejecución de una pena de muerte o a cumplir una
pena de prisión de cuarenta años. En estos supuestos, esperar
la celebración de la audiencia oral para resolver el mérito de
la controversia planteada, atentaría contra la posibilidad de la
restitución inmediata de la situación jurídica infringida, ya
que bastaría, con la sola interposición del amparo y la consig-
nación de la copia de la decisión adversada, que el Juez cons-
titucional concluyera ipso iure, por tratarse el asunto de un
punto de mero derecho, que toda condena de muerte o la
aplicación de una pena que exceda de treinta años es contra-
rio a lo que disponen los artículos 43 y 44.3 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, respectivamente.
De modo que, condicionar la resolución del fondo del am-
paro a la celebración de la audiencia oral sería inútil en aque-
llos casos en los cuales se intenta el amparo contra una decisión
judicial por un asunto de mero derecho o de obvia violación
constitucional, toda vez que ello ocasionaría la violación del

623
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

derecho a la tutela judicial efectiva prevista en el artículo 26


eiusdem, que se concreta en materia de amparo constitucional
en el artículo 27 ibidem, debido a que el Estado no garantizaría,
en estos casos, una justicia “expedita.”981
Ahora bien, y dejando aparte esta excepción establecida por la
Sala Constitucional, como principio rige el principio de la bilatera-
lidad, el cual sin embargo, no impide que en el procedimiento de la
acción de amparo se otorguen al juez amplísimos poderes para
conducir el procedimiento e, incluso, para evacuar pruebas de ofi-
cio a los efectos de garantizar la protección constitucional. En parti-
cular, el artículo 17 de la Ley Orgánica, faculta al Juez que conozca
de la acción de amparo para ordenar, siempre que no signifique
perjuicio irreparable para el actor, la evacuación de las pruebas que
juzgue necesarias para el esclarecimiento de los hechos que aparez-
can dudosos y oscuros. En tal sentido se entiende que hay perjuicio
irreparable cuando exista otro medio de comprobación más acorde
con la brevedad del procedimiento o cuando la prueba sea de difí-
cil o improbable evacuación.

2. Brevedad, informalidad y gratuidad


El artículo 27 de la Constitución, al consagrar el derecho de
amparo, como hemos visto precisa que el mismo debe ser “oral,
público, breve, gratuito y no sujeto a formalidad.
El carácter breve del procedimiento había sido interpretado
por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo aún antes

981 En el caso, la Sala Constitucional precisó que el mismo versaba exclusiva-


mente sobre un punto de mero derecho, que era “la aplicabilidad o no, en el
proceso penal primigenio, de la prerrogativa del antejuicio de mérito estable-
cida en el artículo 266.3 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, no siendo necesario, a los fines de la resolución de fondo de la
controversia, la convocatoria y sucedánea celebración de la audiencia oral,
toda vez que lo señalado en la solicitud de amparo y el contenido del expe-
diente penal original que consignó la parte actora, constituyen elementos su-
ficientes para que la Sala se pronuncie inmediatamente sobre el fondo de la
presente controversia, dado que las partes y los terceros involucrados no
aportarían nada nuevo en esa audiencia oral.” Véase en http://www.
tsj.gov.ve/decisiones/scon/Julio/993-16713-2013-13-0230.html. Igualmente
en Revista de Derecho Púbico, Nº 135, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas
2013, pp. 198 ss.

624
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de que se dictara la Ley Orgánica de 1988, considerando que debía


entenderse “en el sentido de tener por si la condición de ser urgen-
te, en tal condición, será tramitado con celeridad y debe ser resuel-
to en el menor tiempo posible”; además, debe ser sumario, en el
sentido de que “debe ser simple, sencillo, despojado de incidencias,
carente de formalidades complejas.”982 Además, consideró que de-
bía impedirse que el procedimiento en materia de amparo “se
transformara en una situación procesal compleja, confusa, limitada
en el tiempo a resolver las múltiples y variadas impugnaciones
opuestas como puntos previos.”983
Todo lo anterior lo precisó la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, en sentencia Nº 1356 de 19 de octubre de 2009,
al ratificar lo que había resuelto en sentencia N° 642 del 23 de abril
de 2004, indicando que
“…en el procedimiento de amparo no hay incidencias dis-
tintas a las existentes en la propia Ley de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales, por requerir la protección
constitucional de un procedimiento cuya característica sea su-
maria, efectiva y eficaz.
La necesidad de que el procedimiento de amparo sea célere
comprende que su sustanciación no sea desviada por aplicación de
incidencias procesales, salvo, como lo ha venido implementando la Sa-
la, que sea necesario en aras de preservar idóneamente el derecho a la
defensa y la efectividad del sistema de justicia, la adopción de de-
terminadas modalidades a las cuales se les recurre para asegu-
rar las resultas del mandamiento de tutela…”984
Ahora bien, la Ley Orgánica de Amparo, siguiendo estas orien-
taciones, reguló un procedimiento breve y sumario que permite al
Juez de amparo, sin mayores consideraciones formales, restablecer
la situación jurídica infringida, prescribiendo para ello, lapsos pro-
cesales precisos y breves, de estricto cumplimiento hasta el punto
de que el artículo 34 establece que la autoridad disciplinaria judi-
cial “registrara como falta grave al incumplimiento de sus obliga-

982 Véase la sentencia de 17–1–85 Revista de Derecho Publico, N° 21, Editorial Jurí-
dica Venezolana, Caracas, 1985, p. 140.
983 Idem.
984 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 120, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas 2009, pp. 162

625
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

ciones” la inobservancia por parte de los jueces, de los “lapsos es-


tablecidos en esta Ley para conocer y decidir sobre las solicitudes
de amparo.”
Este procedimiento, respecto del cual se aplican supletoria-
mente tanto las normas del Código de Procedimiento Civil como
las “normas procesales en vigor” (art. 48), se rige por una serie de
principios que guían la brevedad y sumariedad prescritas. Ade-
más, de acuerdo al artículo 16 de la Ley Orgánica la acción de am-
paro “es gratuita por excelencia,” por lo que para su tramitación,
no se emplea papel sellado ni estampillas.
En cuanto a la dedicación del tribunal para conocer de la ac-
ción de amparo, el artículo 31 de la Ley señala que “todo el tiempo
será hábil y el Tribunal dará preferencia al trámite de amparo sobre
cualquier otro asunto.”
A los efectos de facilitar la brevedad y celeridad, el artículo 16
de la Ley permite que la acción de amparo, en caso de urgencia,
pueda interponerse por vía telegráfica, en cuyo caso, debe ser rati-
ficada personalmente o mediante apoderado dentro de los tres (3)
días siguientes. La Ley también establece que el ejercicio de la ac-
ción de amparo pueda efectuarse en forma verbal, en cuyo caso, el
Juez debe recogerla en un acta (Art. 16). Esta puede ser un acta
levantada ad hoc para formular la acción de amparo; o esta puede
formularse, por ejemplo, en un acto judicial –una inspección judi-
cial, por ejemplo–, en cuyo caso debe constar en el acta respectiva.
Por otra parte, la Ley Orgánica precisa las modalidades de in-
hibición y prohíbe la recusación de los jueces en materia de amparo
ya que prescribe que “En ningún caso será admisible la recusación”
(Art. 11). En cuanto a las inhibiciones, el artículo 11 establece que:
“cuando un juez que conozca de la acción de amparo ad-
virtiera una causal de inhibición prevista en la Ley, se absten-
drá de conocer e inmediatamente levantara un acta y remitirá
actuaciones, en el estado en que se encuentren, al Tribunal
competente. Si se tratare de un Magistrado de la Corte Supre-
ma de Justicia, el Presidente de la Sala convocara de inmediato
al Suplente respectivo, para integrar el Tribunal de Amparo.”
Por otra parte, y a pesar de la función constitucional del Minis-
terio Público de “garantizar en los procesos judiciales el respeto de
los derechos y garantías constitucionales” (Art. 285,1), la Ley Or-
gánica es cuidadosa en no afectar la agilidad del procedimiento de

626
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

amparo, debido a la no intervención del Ministerio Público. En tal


sentido, luego de establecer en su artículo 14 que “las atribuciones
inherentes al Ministerio Público no menoscaban los derechos y
acciones de los particulares,” esta norma prescribe que “la no in-
tervención del Ministerio Público en la acción de amparo no es
causal de reposición ni de acción de nulidad.”
Por otra parte, el artículo 15 expresamente señala que “los jue-
ces que conozcan de la acción de amparo no podrán demorar el
tramite o diferirlo so pretexto de consultas al Ministerio Público.”
Además establece esa misma norma que “se entenderá a derecho
en el proceso de amparo el representante del Ministerio Público a
quien el Juez competente le hubiese participado, por oficio o por
telegrama, la apertura del procedimiento.”
La brevedad y sumariedad del procedimiento, por otra parte,
implica la exclusión de todo tramite incidental, por lo que la pro-
moción de cuestiones previas, conforme al artículo 346 del Código
de Procedimiento Civil, o la oposición de alguna de las causales de
inadmisibilidad establecidas en el artículo 6° de la Ley Orgánica,
deben ser resueltas por el Juez de amparo en la decisión definitiva
del proceso de amparo.
Por último, debe señalarse que en muchas otras de sus normas,
la Ley Orgánica insiste en el carácter breve y sumario del procedi-
miento. Por ejemplo, el artículo 10 al regular la acumulación de
autos, exige que ello se haga “sin dilación procesal alguna y sin
incidencias”; y el artículo 12, al regular los conflictos de compe-
tencia, señala que “los tramites serán breves y sin incidencias pro-
cesales.”
En esta forma, en los casos en los cuales el juez ante el cual se
interponga una acción de amparo se considerare incompetente pa-
ra conocer de la misma, deberá remitir las actuaciones inmediata-
mente al que tenga competencia (art. 7). En los supuestos de con-
flictos sobre competencia que se susciten en materia de amparo
entre Tribunales de Primera Instancia, serán decididos por el Supe-
rior respectivo, y los trámites serán breves y sin incidencias proce-
sales (Art. 12).
La Ley Orgánica, en su artículo 10, regula la posibilidad de
acumulación de acciones de amparo, “cuando un mismo acto, he-
cho u omisión en perjuicio de algún derecho o garantía constitu-
cionales afectare el interés de varias personas,” en cuyo caso esta-

627
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

blece que “conocerá de todas estas acciones el juez que hubiese


prevenido, ordenándose, sin dilación procesal alguna y sin inci-
dencias, la acumulación de autos.”

3. Carácter de orden público


De acuerdo a lo establecido en el artículo 14 de la Ley Orgáni-
ca, “la acción de amparo, tanto en lo principal como en lo inciden-
tal, y en todo lo que de ella derive, hasta la ejecución de la provi-
dencia respectiva, es de eminente orden público.”
Por ello, de acuerdo al artículo 25 de la Ley Orgánica:
“[…] quedan excluidas del procedimiento constitucional
del amparo todas las formas de arreglo entre las partes, sin
perjuicio de que el agraviado pueda, en cualquier estado y
grado de la causa, desistir de la acción interpuesta, salvo que se
trate de un derecho de eminente orden público o que pueda
afectar las buenas costumbres.”
En todo caso, conforme a la misma norma, el desistimiento ma-
licioso o el abandono del trámite por el agraviado podrá ser san-
cionado por el juez de la causa o por el superior, según el caso, con
multa.
III. EL ITER PROCESAL EN EL PROCESO DE AMPARO DE
ACUERDO CON LA LEY ORGÁNICA DE 1988 Y LA JU-
RISPRUDENCIA ANTERIOR A 2000

Como se ha dicho, la acción de amparo se reguló inicialmente


en la Ley Orgánica de 1988, la cual sin duda fue una de las leyes
más importantes dictadas en ejecución de la Constitución de 1961.
La promulgación de la Constitución de 1999, sin embargo, exigía su
adaptación a los nuevos principios procesales que en ella se esta-
blecieron, lo que implicó ajustes interpretativos y jurisprudenciales
en la aplicación judicial de la ley. Para comprender bien analizare-
mos la evolución del régimen del procedimiento, estudiando en
primer lugar, sus principios de acuerdo con la Ley Orgánica de
1988 y la jurisprudencia anterior a 2000, y en segundo lugar, la
adaptación del procedimiento decidida en 2000 por la Sala Consti-
tucional en su jurisprudencia vinculante.
En efecto, el escueto procedimiento general contemplado en el
Título IV de la Ley Orgánica de 1988 (artículos 19, 23, 24, 26, 29, 30,
31, 32 y 35) para el trámite de la acción de amparo, se aplicaba

628
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cualquiera fuera la forma de amparo (salvo el que regulaba la pro-


tección de los derechos de libertad y seguridad personales), y con-
forme lo resolvió la antigua Corte Suprema de Justicia en Corte
Plena en sentencia de 18 de octubre de 1994, se desarrollaba en la
forma siguiente:
“Introducción de la solicitud, que ha de llenar los requisi-
tos del artículo 18; examen de la solicitud por el juez a los fines
de verificar si la misma es suficientemente clara y llena los re-
quisitos contemplados en el antes citado artículo 18. De faltar
los elementos últimamente aludidos, el juez deberá notificar al
solicitante para que corrija el defecto u omisión dentro del lap-
so de cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la notificación. La
falta de oportuna corrección implica la declaratoria de su
inadmisibilidad.
Siguiendo el camino procesal señalado, el nuevo paso pre-
visto en la ley es necesariamente el del examen de los presu-
puestos de admisibilidad previstos en el artículo 6 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales, que están redactados en forma tal que al juez le corres-
ponde verificar la inexistencia de los supuestos enunciados en
dicho artículo, a los fines de declarar admisible o no la acción.
Este examen da lugar a un auto de admisión o inadmisión, se-
gún el caso, con lo cual el tribunal afirma los elementos básicos
para el conocimiento de la causa.
La etapa inmediata del proceso es la prevista en el artículo
22 que permite al juez restablecer la situación jurídica que se
denuncia infringida sin ningún tipo de averiguación sumaria
que la proceda. Esta facultad extraordinaria que se enuncia
igualmente en el artículo 5, sólo podrá operar en casos extre-
mos en los cuales resulte evidente para el juez, por su total
demostración, la lesión constitucional infringida al actor, o su
inminente amenaza. Como se señalará precedentemente la
aplicación del artículo 22 en cualquier procedimiento de ampa-
ro es violatorio del derecho a la defensa de los eventuales afec-
tados por la decisión. Si el juez no opta por el ejercicio de tal fa-
cultad, lo cual constituye la regla general, debe ordenar al suje-
to del cual deriva la lesión, su comparecencia para que informe
sobre las circunstancias que motivaron la solicitud de amparo,
lo cual ha de hacer en el término de cuarenta y ocho (48) horas
contadas a partir de su notificación. Concluido el lapso anterior

629
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

se procede a la celebración de la audiencia pública constitucio-


nal dentro de las noventa y seis (96) horas siguientes a la pre-
sentación del informe o a la extinción del término correspon-
diente, efectuada la audiencia deberá dictarse en las veinticua-
tro (24) horas siguientes a la decisión sobre la solicitud de am-
paro.
Este procedimiento, como se señaló, es común para el trá-
mite de todas las acciones de amparo, salvo las que versan so-
bre la libertad y seguridad personales, que se rigen por el Títu-
lo IV de las tantas veces mencionada Ley de Amparo, el cual,
sin embargo, no difiere sustancialmente del que precedente-
mente se enunciara.”985.
Este iter procesal, de acuerdo con la Ley Orgánica de 1988, se
sujetó entonces a las siguientes reglas:

1. Legitimación ad causam y ad procesum


De acuerdo con el artículo 13 de la Ley Orgánica de 1988, la ac-
ción de amparo constitucional podía “ser interpuesta ante el juez
competente por cualquier persona natural o jurídica, por represen-
tación o directamente” siempre que, por supuesto, fuera la persona
lesionada en su derecho o garantía constitucional por la violación o
amenaza de violación de las mismas.
La legitimación activa correspondía, por tanto, a la persona
agraviada, quien podía intentar la acción directamente o mediante
representantes, en cuyo caso debía acreditarse tal carácter bien fue-
ra por tratarse del órgano de una persona jurídica, o por actuar
mediante poder.
Por supuesto, para el ejercicio de la acción de amparo, queda-
ban a salvo las atribuciones del Defensor del Pueblo, por ejemplo,
en casos de acciones de amparo para la protección de los derechos
colectivos y difusos.
Asimismo, conforme al artículo 168 del Código de Procedi-
miento Civil, aun sin poder, podían intentar la acción de amparo, el
heredero por su coheredero, en causas originadas por la herencia, y
el comunero por su condueño, en lo relativo a la comunidad.

985 Consultada en original.

630
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

2. Formalidades del libelo de la acción

La solicitud de amparo debía formularse, en principio, por es-


crito, aun cuando también podía formularse por vía telegráfica, e
incluso vía correo electrónico o Internet,986 en cuyo caso debía rati-
ficarse personalmente o mediante apoderado dentro de los tres (3)
días siguientes (Art. 16). También podía ejercerse la acción de am-
paro en forma verbal, en cuyo caso el Juez debía recogerla en un
acta (Art. 16).
En todo caso, fuera que se ejerciera por escrito, telegráficamen-
te (con la ratificación posterior) o verbalmente, la solicitud de am-
paro, conforme al artículo 18 de la Ley Orgánica de 1988, debía
expresar lo siguiente:
“1) Los datos concernientes a la identificación de la perso-
na agraviada y de la persona que actúe en su nombre, y en este
caso con la suficiente identificación del poder conferido;
2) Residencia, lugar y domicilio, tanto del agraviado como
del agraviante;
3) Suficiente señalamiento e identificación del agraviante,
si fuere posible, e indicación de la circunstancia de localización;
4) Señalamiento del derecho o de las garantías constitu-
cionales violados o amenazados de violación;
5) Descripción narrativa del hecho, acto, omisión y demás
circunstancias que motiven la solicitud de amparo;
6) Y cualquiera explicación complementaria relacionada
con la situación jurídica infringida, a fin de ilustrar el criterio
del juez.”
Como se señaló, en caso de instancia verbal, se debía exigir, en
lo posible, estos mismos requisitos.

986 Véase sentencia de la Sala Constitucional Nº 523 de 9–4–2001 (Caso: Oswaldo


Álvarez vs. Sala Político Administrativa y Sala Plena del Tribunal Supremo de Jus-
ticia), en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas 2001, p. 457; y sentencia de la Sala Electoral Nº 57 de 11–5–2004 (Ca-
so: Grecia Bellatriz Hernández R. vs. Alcalde del Municipio Baruta), en Revista de
Derecho Público, Nº 97–98, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2004, p.
443.

631
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por supuesto, con la solicitud debían aportarse los medios de


prueba que permitieran al Juez apreciar la violación o amenaza de
violación denunciada, y en particular, las pruebas documentales.
Como lo señaló la Sala Constitucional en la sentencia Nº 7 del 1
de febrero de 2000 (Caso: José A. Mejía y otros):987
“el accionante además de los elementos prescritos en el ci-
tado artículo 18 deberá también señalar en su solicitud, oral o
escrita, las pruebas que desea promover, siendo esta una carga
cuya omisión produce la preclusión de la oportunidad, no solo
la de la oferta de las pruebas omitidas, sino la de la producción
de todos los instrumentos escritos, audiovisuales o gráficos,
con que cuenta para el momento de incoar la acción y que no
promoviere y presentare con su escrito o interposición oral;
prefiriéndose entre los instrumentos a producir los auténticos.
El principio de libertad de medios regirá estos procedi-
mientos, valorándose las pruebas por la sana critica, excepto la
prueba instrumental que tendrá los valores establecidos en los
artículos 1359 y 1360 del Código Civil para los documentos
públicos y en el artículo 1363 del mismo Código para los do-
cumentos privados auténticos y otros que merezcan autentici-
dad, entre ellos los documentos públicos administrativos.”
De acuerdo al artículo 19 de la Ley Orgánica de 1988, si la soli-
citud era oscura o no llenare los requisitos exigidos anteriormente
especificados, el Juez debía notificar al solicitante del amparo para
que corrigiera el defecto u omisión dentro del lapso de cuarenta y
ocho (48) horas siguientes a la correspondiente notificación. Si no lo
hiciere, la acción de amparo debía ser declara inadmisible.

3. Notificación al Ministerio Público


Al darle entrada a la solicitud contentiva de la acción de ampa-
ro, el Juez debía participar por oficio o por telegrama al represen-
tante del Ministerio Público, de la apertura del procedimiento, en
virtud de las atribuciones establecidas en el artículo 42, ordinal 19°
de la Ley Orgánica del Ministerio Público a los Fiscales del Minis-
terio Público de “intervenir en los recursos de amparo.”

987 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 81, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2000.

632
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Dicho representante se entendía que quedaba a derecho a par-


tir de dicha participación (Art. 15).

4. Admisión de la acción
Conforme al artículo 6 de la Ley Orgánica de 1988 y a las
otras normas que se referían a la admisión, la primera actuación
procesal del juez, una vez presentado correctamente el libelo de la
acción, era la decisión sobre la admisibilidad o inadmisibilidad de
la misma.
Es decir, el juez necesariamente debía examinar los presupues-
tos de admisibilidad previstos en el artículo 6 de la Ley Orgánica
de 1988, que estaban redactados en forma tal que al juez le corres-
pondía verificar la inexistencia de los supuestos enunciados en
dicho artículo, a los fines de declarar admisible o no la acción. Este
examen daba lugar a un auto de admisión o inadmisión, según el
caso, con lo cual el tribunal afirmaba los elementos básicos para el
conocimiento de la causa.

5. Solicitud de informe al presunto agraviante o imputado


En el auto de admisión, el Juez debía ordenar a la autoridad,
entidad, organización social o a los particulares imputados de vio-
lar o amenazar el derecho o la garantía constitucionales, su compa-
recencia para que en el termino de cuarenta y ocho (48) horas con-
tadas a partir de la respectiva notificación, informasen sobre la pre-
tendida violación o amenaza que había motivado la solicitud de
amparo, (Art. 23).
De acuerdo al artículo 25 de la Ley de 1988, este informe debía
contener una relación sucinta y breve de las pruebas en las cuales
el presunto agraviante pretendía fundamentar su defensa, sin per-
juicio de la potestad evaluativa que la Ley confería al Juez compe-
tente (Art. 17).
La Ley Orgánica de 1988 establecía (Art. 14) que la falta de in-
forme correspondiente se debía entender como “aceptación de los
hechos incriminados,” razón por la cual ello debía dar origen a la
decisión de amparo con el consiguiente restablecimiento inmediato
de la situación jurídica infringida. Sin embargo, aun en estos casos,
la decisión debía adoptarse luego de realizada la audiencia oral de
las partes.

633
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

6. Medidas cautelares

La Ley Orgánica de 1988, y esa era una de sus reales carencias,


no previó expresamente la potestad del Juez de amparo de adoptar
medidas cautelares o preventivas en caso de solicitudes de amparo,
lo que sin embargo, podía considerarse que había sido prevista –
aún cuando deficientemente regulado - en el anulado artículo 22 de
la Ley Orgánica de 1988,988 si se hubiera interpretado acorde con la
Constitución.
En todo caso, por la aplicación supletoria del Código de Proce-
dimiento Civil (Art. 48), conforme al artículo 588 de dicho Código,
los jueces de amparo siempre adoptaron las medidas cautelares
adecuadas para la protección constitucional, cuando había “funda-
do temor” de que una de las partes, particularmente el presunto
agraviante, pudiera causar “lesiones graves o de difícil reparación
al derecho de la otra,” en concreto, el agraviado. En estos casos,
para evitar el daño, el Juez de amparo podía “autorizar o prohibir
la ejecución de determinados actos y adoptar las providencias que
tengan por objeto hacer cesar la continuidad de la lesión.”

7. La audiencia pública y oral


En todo caso, al vencerse el término de cuarenta y ocho (48)
horas para la remisión del informe solicitado, sin que ello hubiera
ocurrido, o al presentarse el informe por el presunto agraviado, el
Juez de amparo debía fijar la oportunidad para que las partes o sus
representantes legales expresasen, en forma oral y pública, los ar-
gumentos respectivos (Art. 26), en una audiencia que debía reali-
zarse dentro del lapso de noventa y seis (96) horas siguientes a la
presentación del mencionado informe o al vencimiento del lapso
de 48 horas que tenía el agraviante para presentarlo.

8. Oportunidad de la decisión
Efectuado dicho acto de audiencia oral, el Juez disponía de un
término improrrogable de veinticuatro (24) horas para decidir la
solicitud de amparo constitucional (Art. 26).

988 Véase en Gaceta Oficial Extra n° 5071 de 29-5-96.

634
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

IV. LOS PRINCIPIOS DE LA REFORMA CONSTITUCIONAL


DE 1999 Y LAS NORMAS PROCESALES EN MATERIA DE
AMPARO ESTABLECIDAS POR LA SALA CONSTITU-
CIONAL EN 2000

El artículo 27 de la Constitución de 1999 puede decirse que si-


guió la orientación del artículo 49 de la Constitución de 1961, al
regular la institución del amparo definitivamente como un derecho
constitucional, el cual como hemos dicho se puede ejercer a través
de múltiples medios o recursos judiciales de protección, incluyen-
do la acción de amparo;989 conforme a lo cual se habían dictado la
Ley Orgánica de 1988.
Ahora bien, con motivo de la entrada en vigencia de la Consti-
tución, la norma de la Constitución de 1999 relativa al amparo (ar-
tículo 27), fue interpretada por la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, procediendo mediante sentencias dictadas en
casos concretos, a modificar la Ley Orgánica de Amparo, no sólo en
cuanto a la determinación de la competencia judicial, sino en espe-
cial, en materia del procedimiento judicial en los juicios de amparo,
asumiendo en forma irregular una función de “legislador positi-
vo,”990 supuestamente a los efectos de “adaptar” el procedimiento

989 Véase Allan R. Brewer–Carías, El Derecho y la Acción de Amparo, Tomo V Insti-


tuciones Políticas y Constitucionales, op. cit., pp. 163 y ss. Véase en general, Hil-
degard Rondón de Sansó, “La acción de amparo constitucional a raíz de la
vigencia de la Constitución de 1999,” en Revista de la Facultad de Ciencias Jurí-
dicas y Políticas de la UCV, Nº 119, Caracas, 2000, pp. 147–172; Richard D.
Henríquez Larrazábal, “El problema de la procedencia del amparo constitu-
cional en el Derecho venezolano,” en Bases y principios del sistema constitucio-
nal venezolano (Ponencias del VII Congreso Venezolano de Derecho Constitucional
realizado en San Cristóbal del 21 al 23 de Noviembre de 2001), Volumen II, pp.
403-475; Víctor R. Hernández–Mendible, “El amparo constitucional desde la
perspectiva cautelar,” en El Derecho Público a comienzos del siglo XXI. Estudios
homenaje al Profesor Allan R. Brewer–Carías, Tomo I, op. cit., pp. 1219–1301.
990 Véase en general, Allan R. Brewer-Carías, “El juez constitucional como legis-
lador positivo y la inconstitucional reforma de la Ley Orgánica de Amparo
mediante sentencias interpretativas,” en Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Artu-
ro Zaldívar Lelo de Larrea (Coordinadores), La ciencia del derecho procesal cons-
titucional. Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta años como
investigador del derecho, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad
Nacional Autónoma de México, México 2008, Tomo V, pp. 63-80; y en
Eduardo Ferrer Mac-Gregor, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea (Coordinado-

635
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

regulado en la Ley Orgánica de Amparo de 1988 al texto de la nue-


va Constitución, con lo cual estableció, en realidad, un nuevo proce-
dimiento modificando y reformando, impropiamente, el regulado
en la Ley Orgánica de Amparo de 1988,991 que sólo podía ser re-
formado mediante otra Ley
En efecto, en la sentencia Nº 7 de 1º de febrero de 2000 (Caso:
José A. Mejía y otros),992 la Sala Constitucional, teniendo en cuenta
que por mandato del artículo 27 de la Constitución el procedimien-
to de la acción de amparo constitucional “será oral, público, breve,
gratuito y no sujeto a formalidades;” siendo las características de
oralidad y ausencia de formalidades que rigen estos procedimien-
tos las que permiten a la autoridad judicial restablecer inmediata-
mente, a la mayor brevedad, la situación jurídica infringida o la
situación que más se asemeje a ella; y considerando que el artículo
27 de la Constitución es de aplicación inmediata; estimó que debía
“adaptar” el procedimiento de la acción de amparo establecido en
la Ley Orgánica de 1988 a las prescripciones del artículo 27 de la

res), La Ciencia del Derecho Procesal Constitucional (Estudios en homenaje a Héctor


Fix-Zamudio en sus 50 años como investigador del Derecho. Homenaje Venezolano),
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Fundación de Estu-
dios de Derecho Administrativo (FUNEDA), Editorial Jurídica Venezolana
(Editorial Jurídica Venezolana), Caracas 2012, pp. 261-279. Publicado también
en Crónica sobre la “In” Justicia Constitucional. La Sala Constitucional y el autori-
tarismo en Venezuela, Colección Instituto de Derecho Público. Universidad
Central de Venezuela, Nº 2, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2007, pp.
545-563.
991 Véase en general, Humberto Enrique Tercero Bello Tabares, “El procedimien-
to de Amparo Constitucional, según la sentencia Nº 7 dictada por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, de fecha 01 de febrero de
2000. Caso José Amando Mejía Betancourt y José Sánchez Villavicencio, en Revista
de derecho del Tribunal Supremo de Justicia, Nº 8, Caracas, 2003, pp. 139 a 176;
María Elena Toro Dupouy, “El procedimiento de amparo en la jurispruden-
cia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (Años 2000–
2002) ,” en Revista de Derecho Constitucional, Nº 6, enero–diciembre–2002, Edi-
torial Sherwood, Caracas, 2003, pp. 241 a 256; María Elena Toro Dupouy, “El
amparo contra decisiones judiciales en la jurisprudencia de la Sala Constitu-
cional del Tribunal Supremo de Justicia. El Amparo sobrevenido,” en Revista
de Derecho Constitucional, Nº 7, enero–junio 2003, Editorial Sherwood, Cara-
cas, 2003, pp. 207 a 222.
992 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 81, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 2000, pp. 349 ss.

636
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Constitución, aplicando además, el 49 de la Constitución. Esta


norma impone el debido proceso, cuyos elementos deben estar
presentes en el procedimiento de amparo, cuyas normas procesales
también deben adecuarse a dicha norma, prescribiendo que el pro-
cedimiento de las acciones de amparo debe contener los elementos
que conforman el debido proceso.
Como consecuencia de esta orientación, “la Sala Constitucio-
nal, obrando dentro de la facultad que le otorga el artículo 335 ejus-
dem, de establecer interpretaciones sobre el contenido y alcance de
las normas y principios constitucionales, las cuales serán en mate-
ria de amparo vinculantes para los tribunales de la República, inter-
preta los citados artículos 27 y 49 de la Constitución de la Repúbli-
ca Bolivariana de Venezuela, en relación con el procedimiento de
amparo previsto en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, distinguiendo si se trata de amparos
contra sentencias o de los otros amparos, excepto el cautelar”; esta-
bleció un conjunto de normas procesales que estimó las adecuadas
para desarrollar los principios constitucionales, reformando la Ley
Orgánica de Amparo de 1988, con lo cual, sin duda, usurpó la po-
testad del legislador y atentó contra la seguridad jurídica.
En particular, en los casos de ejercicio de la acción autónoma
de amparo, siempre que no sea contra sentencias, la Sala dictó las
siguientes normas modificatorias del régimen legal:
1. Principios generales del procedimiento no sujeto a forma-
lidades
En cuanto a los principios generales del procedimiento, la Sala
señaló que:
“Debido al mandato constitucional de que el procedimien-
to de amparo no estará sujeto a formalidades, los trámites co-
mo se desarrollarán las audiencias y la evacuación de las prue-
bas, si fueran necesarias, las dictará en las audiencias el tribu-
nal que conozca del amparo, siempre manteniendo la igualdad
entre las partes y el derecho de defensa.”
“Todas las actuaciones serán públicas, a menos que por pro-
tección a derechos civiles de rango constitucional, como el com-
prendido en el artículo 60 de la Constitución de la República Bo-
livariana de Venezuela, se decida que los actos orales sean a
puerta cerrada, pero siempre con inmediación del tribunal.”

637
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

2. La derogación de la exigencia legal del informe del agra-


viado, la citación del agraviante y la creación de la au-
diencia constitucional
La Sala Constitucional estableció en su sentencia que una vez
admitida la acción, el juez debe ordenar:
“La citación del presunto agraviante y la notificación del
Ministerio Público, para que concurran al tribunal a conocer el
día en que tendrá lugar la audiencia oral, la cual tendrá lugar,
tanto en su fijación como para su práctica, dentro de las noven-
ta y seis (96) horas a partir de la última notificación efectuada.”
La Sala, en cuanto a la citación, pero refiriéndola como “notifi-
cación,” reguló nuevas formas de hacerla ni siquiera establecidas
en el Código de Procedimiento Civil, así:
“Para dar cumplimiento a la brevedad y falta de formali-
dad, la notificación podrá ser practicada mediante boleta, o
comunicación telefónica, fax, telegrama, correo electrónico, o
cualquier medio de comunicación interpersonal, bien por el
órgano jurisdiccional o bien por el Alguacil del mismo, indi-
cándose en la notificación la fecha de comparecencia del pre-
sunto agraviante y dejando el Secretario del órgano jurisdic-
cional, en autos, constancia detallada de haberse efectuado la
citación o notificación y de sus consecuencias.”
3. La reforma del régimen de la audiencia constitucional pú-
blica y oral
La Sala Constitucional, en su sentencia, también reformó el ré-
gimen de la audiencia pública y oral en el proceso del juicio de
amparo. Al eliminar la exigencia legal del informe escrito que debe
requerirse y presentar el agraviante, dispuso la realización de la
audiencia oral y pública, con el siguiente régimen:
Una vez admitida la acción, de acuerdo con la sentencia de la
Sala Constitucional:
“se ordenará la citación del presunto agraviante y la notifi-
cación del Ministerio Público, para que concurran al tribunal a
conocer el día en que tendrá lugar la audiencia oral, la cual
tendrá lugar, tanto en su fijación como para su práctica, dentro
de las noventa y seis (96) horas a partir de la última notifica-
ción efectuada.

638
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Para dar cumplimiento a la brevedad y falta de formali-


dad, la notificación podrá ser practicada mediante boleta, o
comunicación telefónica, fax, telegrama, correo electrónico, o
cualquier medio de comunicación interpersonal, bien por el
órgano jurisdiccional o bien por el Alguacil del mismo, indi-
cándose en la notificación la fecha de comparecencia del pre-
sunto agraviante y dejando el Secretario del órgano jurisdic-
cional, en autos, constancia detallada de haberse efectuado la
citación o notificación y de sus consecuencias.”
Conforme a la sentencia de la Sala:
“En la fecha de la comparecencia que constituirá una au-
diencia oral y pública, las partes, oralmente, propondrán sus
alegatos y defensas ante la Sala Constitucional o el tribunal que
conozca de la causa en primera instancia, y esta o este decidirá,
si hay lugar a pruebas, caso en que el presunto agraviante po-
drá ofrecer las que considere legales y pertinentes, ya que este
es el criterio que rige la admisibilidad de las pruebas. Los he-
chos esenciales para la defensa del agraviante, así como los
medios ofrecidos por él se recogerán en un acta, al igual que las
circunstancias del proceso.”
Sobre los poderes del juez en la audiencia, la Sala señaló:
“Los Jueces Constitucionales siempre podrán interrogar a
las partes y a los comparecientes.”
Sobre los efectos de la falta de comparecencia de las partes a la
audiencia la Sala, en la sentencia citada, dispuso que
“La falta de comparecencia del presunto agraviante a la
audiencia oral aquí señalada producirá los efectos previstos en
el artículo 23 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y
Garantías Constitucionales.
La falta de comparecencia del presunto agraviado dará por
terminado el procedimiento, a menos que el Tribunal considere
que los hechos alegados afectan el orden público, caso en que
podrá inquirir sobre los hechos alegados, en un lapso breve, ya
que conforme al principio general contenido en el artículo 11
del Código de Procedimiento Civil y el artículo 14 de la Ley
Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales, en materia de orden público el juez podrá tomar de ofi-
cio las providencias que creyere necesarias.”

639
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En relación con las pruebas, la Sala señaló:


“El órgano jurisdiccional, en la misma audiencia, decretará
cuáles son las pruebas admisibles y necesarias, y ordenará, de
ser admisibles, también en la misma audiencia, su evacuación,
que se realizará en ese mismo día, con inmediación del órgano
en cumplimiento del requisito de la oralidad o podrá diferir
para el día inmediato posterior la evacuación de las pruebas.”
Sobre el desarrollo de la actividad probatoria en la audiencia la
Sala estableció que:
“Cuando se trate de causas que cursen ante tribunales cu-
yas decisiones serán conocidas por otros jueces o por esta Sala,
por la vía de la apelación o consulta, en cuanto a las pruebas
que se evacuen en las audiencias orales, se grabarán o registra-
rán las actuaciones, las cuales se verterán en actas que permi-
tan al juez de la Alzada conocer el devenir probatorio. Además,
en la audiencia ante el Tribunal que conozca en primera ins-
tancia en que se evacuen estas pruebas de lo actuado, se levan-
tará un acta que firmarán los intervinientes. El artículo 189 del
Código Procedimiento Civil regirá la confección de las actas, a
menos que las partes soliciten que los soportes de las actas se
envíen al Tribunal Superior.”
En cambio, en el régimen establecido en la Ley Orgánica de
1988, que derogó la Sala Constitucional, la audiencia se realizaba
en una oportunidad posterior a la presentación del informe por
parte del agraviante. Con la nueva norma se le eliminó al agravia-
do la posibilidad de analizar el texto escrito del informe con ante-
rioridad, a los efectos de poder contestarlo efectivamente, a los
efectos de reforzar su denuncia inicial en la audiencia oral,
Es decir, la Sala Constitucional le cercenó el derecho que tenía
el agraviado, tal como se lo garantizaba la Ley Orgánica de 1988, en
un procedimiento dispuesto para proteger sus derechos, que le
permitía conocer por escrito los alegatos que formulara el presunto
agraviante, sin lesionarle el derecho a su defensa. En el procedi-
miento que estableció la Sala Constitucional, en cambio, se obligó
al agraviado a conocer de los alegatos que expresase sólo oralmen-
te el agraviante en la audiencia oral, en la cual el juez además,
siempre podía interrogar a las partes y a los comparecientes, y al
final de la cual, la Sala Constitucional dispuso que se debía dictar la
sentencia.

640
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

4. Régimen de la oportunidad de la sentencia de amparo

El régimen de la sentencia de amparo también se reformó con


sentencia de la Sala Constitucional, modificándose el establecido en
la Ley Orgánica de 1988, el cual se sustituyó por el siguiente:
“Una vez concluido el debate oral o las pruebas, el juez o el
Tribunal en el mismo día estudiará individualmente el expe-
diente o deliberará (en los caso de los Tribunales colegiados) y
podrá:
a) Decidir inmediatamente; en cuyo caso expondrá de
forma oral los términos del dispositivo del fallo; el cual deberá
ser publicado íntegramente dentro de los cinco (5) días siguien-
tes a la audiencia en la cual se dictó la decisión correspondien-
te. El fallo lo comunicará el juez o el presidente del Tribunal
Colegiado, pero la sentencia escrita la redactará el ponente o
quien el Presidente del Tribunal Colegiado decida.
El dispositivo del fallo surtirá los efectos previstos en el ar-
tículo 29 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales, mientras que la sentencia se adaptará
a lo previsto en el artículo 32 ejusdem.
b) Diferir la audiencia por un lapso que en ningún mo-
mento será mayor de cuarenta y ocho (48) horas, por estimar
que es necesaria la presentación o evacuación de alguna prue-
ba que sea fundamental para decidir el caso o a petición de al-
guna de las partes o del Ministerio Público.”

5. Apelación y consulta
En relación con la apelación y consulta de las sentencias de
amparo, la sentencia de la Sala Constitucional dispuso en su men-
cionada sentencia nº 7, lo siguiente:
“Contra la decisión dictada en primera instancia, podrá
apelarse dentro de los tres (3) días siguientes a la publicación
del fallo, la cual se oirá en un sólo efecto a menos que se trate
del fallo dictado en un proceso que, por excepción, tenga una
sola instancia.
De no apelarse, pero ser el fallo susceptible de consulta,
deberá seguirse el procedimiento seguido en el artículo 35 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-

641
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

tucionales, esto es, que la sentencia será consultada con el Tri-


bunal Superior respectivo, al cual se le remitirá inmediatamen-
te el expediente, dejando copia de la decisión para la ejecución
inmediata. Este Tribunal decidirá en un lapso no mayor de
treinta (30) días. La falta de decisión equivaldrá a una denega-
ción de justicia, a menos que por el volumen de consultas a de-
cidir se haga necesario prorrogar las decisiones conforma al
orden de entrada de las consultas al Tribunal de la segunda
instancia.”

6. El procedimiento en la acción de amparo contra sentencias


En cuanto a las acciones de amparo contra sentencias, la sen-
tencia de la Sala señaló lo siguiente:
“2. Cuando el amparo sea contra sentencias, las formali-
dades se simplificarán aún más y por un medio de comunica-
ción escrita que deberá anexarse al expediente de la causa
donde se emitió el fallo, inmediatamente a su recepción, se no-
tificará al juez o encargado del Tribunal, así como a las partes
en su domicilio procesal, de la oportunidad en que habrá de
realizarse la audiencia oral, en la que ellos manifestarán sus ra-
zones y argumentos respecto a la acción. Los amparos contra
sentencias se intentarán con copia certificada del fallo objeto de
la acción, a menos que por la urgencia no pueda obtenerse a
tiempo la copia certificada, caso en el cual se admitirán las co-
pias previstas en el artículo 429 del Código Procedimiento Ci-
vil, no obstante en la audiencia oral deberá presentarse copia
auténtica de la sentencia.
Las partes del juicio donde se dictó el fallo impugnado po-
drán hacerse partes, en el proceso de amparo, antes y aún den-
tro de la audiencia pública, mas no después, sin necesidad de
probar su interés. Los terceros coadyuvantes deberán demos-
trar su interés legítimo y directo para intervenir en los procesos
de amparo de cualquier clase antes de la audiencia pública.
La falta de comparecencia del Juez que dicte el fallo im-
pugnado o de quien esté a cargo del Tribunal, no significará
aceptación de los hechos, y el órgano que conoce del amparo,
examinará la decisión impugnada.”
De lo anterior resulta, por tanto, que a partir de 2000, el proce-
dimiento en la acción de amparo no sólo estaba regulado en la Ley

642
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Orgánica de 1988, sino en una sentencia de la Sala Constitucional,


con lo cual la seguridad jurídica, en consecuencia, pareció no ser
un valor fundamental en la mente de algunos Magistrados de di-
cha Sala, pues de lo contrario hubieran hecho una exhortación a la
Asamblea Nacional para la reforma de la Ley Orgánica de Amparo.

V. LA POTESTAD CAUTELAR DEL JUEZ DE AMPARO


1. El régimen general
Como hemos señalado, el amulado artículo 22 de la Ley Orgá-
nica, en nuestro criterio, pudo haberse interpretado con el criterio
favor constitucione, como estableciendo la potestad cautelar del juez
de amparo, al atribuirle la potestad para restablecer la situación
jurídica infringida, “prescindiendo de consideraciones de mera
forma y sin ningún tipo de averiguación sumaria que la preceda”;
para lo cual exigía que el mandamiento cautelar de amparo fuera
motivado y estuviese fundamentado “en un medio de prueba que
constituya presunción grave de la violación o de la amenaza de
violación.”
Tal como estaba concebida esta norma, sin embargo, también
podía interpretarse como autorizando a que se pudiera adoptar el
mandamiento de amparo inaudita parte, dado que disponía que sólo
si el juez no optaba por “restablecer inmediatamente la situación
jurídica infringida” es que debía proceder a solicitar informe al
presunto agraviante y a darle audiencia.
Era evidente, sin embargo, que cualquier interpretación juris-
prudencial de la norma debía excluir toda decisión definitiva inau-
dita parte, pues hubiera sido violatorio del artículo 68 de la Consti-
tución de 1961 que garantiza la inviolabilidad del derecho a la de-
fensa en todo estado y grado del proceso, y contradictorio con el
artículo 21 de la propia Ley Orgánica que obliga al Juez de amparo
a mantener la “absoluta igualdad entre las partes,” lo que permitía
concluir que el proceso de amparo debe ser de carácter bilateral.
Por tanto, consideramos como antes argumentamos, que esta
disposición del artículo 22 de la Ley Orgánica, debió haberse inter-
pretarse como la potestad del Juez de amparo de poder adoptar de
inmediato medidas cautelares o preventivas (“amparo temporal”),
restableciendo de inmediato la situación jurídica infringida, mien-
tras duraba el juicio; y, en todo caso, debía proceder a continuar el
procedimiento breve previsto, solicitando el informe respectivo y

643
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

dando audiencia al presunto agraviante o imputado.993 Sin embar-


go, y con el objeto de despejar las dudas, a los pocos días de haber-
se promulgado la Ley Orgánica de Amparo en 1988, intentamos
una acción de inconstitucionalidad contra la norma del artículo 22
de la Ley Orgánica,994 proceso que no fue decidido, habiéndose sin
embargo decidido otra acción de inconstitucionalidad que conclu-
yó con la declaratoria de la inconstitucionalidad de la norma me-
diante sentencia de la antigua Corte Suprema de 21 de mayo de
1996.995
La consecuencia de esta decisión fue entonces la construcción
del régimen de las medidas cautelares en materia de amparo con-
forme a las previsiones del Código de Procedimiento Civil, excepto
la suspensión de los efectos de los actos impugnados cuando se
formula la pretensión de amparo conjuntamente con la acción de
inconstitucionalidad de las leyes o el recurso contencioso adminis-
trativo de nulidad de actos administrativos.
En efecto, por la aplicación supletoria del Código de Procedi-
miento Civil (Art. 48), es evidente que tiene aplicación el artículo
588 del mismo, como ya lo habían venido realizando los tribunales
de instancia en los procesos de amparo que habían conducido.
En esta forma, los jueces de amparo tienen el poder general
cautelar previsto particularmente en el parágrafo primero del ar-
tículo 588 del Código, que les permite “acordar las providencias
cautelares que considere adecuadas,” cuando hubiere “fundado
temor” de que una de las partes, particularmente el presunto agra-
viante, pueda causar “lesiones graves o de difícil reparación al de-
recho de la otra,” en concreto, el agraviado. En estos casos, para
evitar el daño, el Juez de amparo puede “autorizar o prohibir la
ejecución de determinados actos y adoptar las providencias que
tengan por objeto hacer cesar la continuidad de la lesión.”

993 Véase Allan R. Brewer–Carías, “Introducción general al régimen del derecho


de amparo a los derechos y garantías constitucionales,” en Allan R. Brewer–
Carías y Carlos M. Ayala Corao, Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales, Caracas, 1988, p. 90.
994 Véase en Allan R. Brewer–Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol.
VI, Derecho y acción de amparo, op. cit, pp. 388 ss.
995 Véase en Gaceta Oficial Extra N° 5071 de 29–5–96.

644
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

A tal efecto, el juez debe analizar en primer término, el fumus


boni iuris, con el objeto de concretar la presunción grave de viola-
ción o amenaza de violación del derecho constitucional alegado
por la parte quejosa y que lo vincula al caso concreto; y en segundo
lugar, el periculum in mora, elemento éste determinable por la sola
verificación del requisito anterior, pues la circunstancia de que
exista presunción grave de violación de un derecho de orden cons-
titucional, el cual por su naturaleza debe ser restituido de forma
inmediata, conduce a la convicción de que debe preservarse ipso
facto la actualidad de ese derecho, ante el riesgo inminente de cau-
sar un perjuicio irreparable en la definitiva a la parte que alega la
violación.996

2. El nuevo régimen establecido por la Sala Constitucional


En relación con los supuestos de ejercicio conjunto de la pre-
tensión de amparo con otros medios de impugnación y los efectos
cautelares suspensivos, la Sala Constitucional del Tribunal Supre-
mo también estableció modalidades nuevas de procedimiento, en
la sentencia Nº 88 de 14 marzo de 2000 (Caso: Ducharme de Venezue-
la, C.A.), en la siguiente forma:
En cuanto a las modalidades de ejercicio de la acción de ampa-
ro, la Sala indicó lo siguiente:
“Observa esta Sala que, mediante la sentencia de la enton-
ces Corte Suprema de Justicia en Pleno, del 21 de mayo de
1996, que anuló el artículo 22 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales, se establecieron
las distintas alternativas de tramitación de los amparos ejerci-
dos de forma conjunta con otras acciones, basándose para ello
en la potestad consagrada en el artículo 102 de la Ley Orgánica
de la Corte Suprema de Justicia, en los siguientes términos:
1. Tramitar la solicitud de amparo constitucional de confor-
midad con lo dispuesto en los artículos 23 y siguientes de
la Ley Orgánica de Amparo.
2. En caso de que la solicitud de amparo sólo tenga por objeto
la suspensión de los efectos del acto administrativo recu-

996 Véase por ejemplo, sentencia del 20-03-2001 de la Sala Político Administrati-
va del Tribunal Supremo, caso Marvin Enrique Sierra Velasco, Expediente Nº
0904, consultada en la página web del Tribunal Supremo de Justicia.

645
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

rrido, darle el mismo tratamiento de beneficio que la sus-


pensión de efectos prevista en el artículo 136 de la Ley Or-
gánica de la Corte Suprema de Justicia.
3. Si la solicitud de amparo tiene por objeto la obtención de
una medida cautelar de las previstas en el parágrafo pri-
mero del artículo 588 del Código de Procedimiento Civil,
tramitarla de conformidad con lo previsto en el Título II
del Libro Tercero de dicho Código.
No obstante, se observa que la potestad prevista en el ar-
tículo 102 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
otorgada al juez Contencioso Administrativo, le permite a éste
la aplicación de otros procedimientos de acuerdo a la naturale-
za del caso y a las exigencias de la protección constitucional.
(Subrayado de la Sala).
Con fundamento en la sentencia parcialmente transcrita,
en concordancia con el artículo 102 de la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de justicia, y atendiendo a los principios proce-
sales consagrados en la nueva Constitución que se inspira en
lograr la preservación de la tutela judicial efectiva y una pronta
decisión a los asuntos sometidos a los órganos jurisdiccionales
(artículo 26), esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia establece el siguiente procedimiento para tramitar las
acciones de nulidad interpuestas conjuntamente con medida
cautelar de amparo.”
La Sala estableció, como primer aspecto, la necesidad de que el
juez se pronuncie sobre la admisibilidad de la acción principal,
indicando lo siguiente:
“1. Una vez recibida en esta Sala la acción de nulidad, inter-
puesta conjuntamente con amparo constitucional, el Juz-
gado de Sustanciación de la Sala decidirá mediante auto
sobre la admisibilidad de la acción principal, a menos que
por la urgencia del caso la Sala decida pronunciarse sobre
la admisión de la misma, supuesto en que también la Sala
se pronunciará sobre el amparo ejercido conjuntamente
con la referida acción de nulidad.
2. En caso de que se declare inadmisible la acción principal,
se dará por concluido ejercicio y se ordenará el archivo del
expediente.”

646
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Admitida la acción principal, de acuerdo con lo indicado por la


Sala:
“3. En el mismo auto se ordenará abrir cuaderno separado en
el cual se designará Ponente, a los efectos de decidir sobre
el amparo constitucional.
4. El procedimiento de nulidad continuará su trámite por an-
te el Juzgado de Sustanciación, y la Sala decidirá sobre la
procedencia o no del amparo constitucional.”
En relación con la decisión sobre la pretensión de amparo cau-
telar y convocatoria a la audiencia constitucional, la sentencia de la
Sala indicó:
“En el caso que se acuerde el amparo se le notificará de di-
cha decisión al presunto agraviante, para que, si lo estima per-
tinente, formule oposición contra la medida acordada, dentro
de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a su notificación,
supuesto en el cual se convocará para una audiencia oral y pú-
blica que se efectuará en el tercer (3°) día siguiente a la formu-
lación de la oposición, a fin de que las partes expongan sus
alegatos. En el auto en el que se fije la celebración de la audien-
cia oral y pública, se ordenará la notificación del Ministerio
Público.”
De acuerdo con la sentencia antes citada, una vez concluido el
debate oral, la Sala en el mismo día deliberará y puede tomar la
decisión sobre el amparo luego de la audiencia, así:
“a) Pronunciarse inmediatamente sobre la oposición, en cuyo
caso se expondrá de forma oral los términos de la decisión,
la cual deberá ser publicada íntegramente dentro de los
cinco (5) días siguientes a la audiencia en la cual se dictó
aquélla.
b) Diferir la audiencia oral por un lapso que en ningún mo-
mento será mayor de cuarenta y ocho (48) horas por esti-
mar que es necesario la presentación o evacuación de al-
guna prueba que sea fundamental para decidir el caso, o a
petición de alguna de las partes o del Ministerio Público.”
Conforme se indica en la sentencia, en estos casos:
“6. La decisión recaída sobre el amparo constitucional en nada
afecta la tramitación de la causa principal.”

647
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

3. El amparo cautelar en los casos de ejercicio de la preten-


sión de amparo conjunta con la acción contencioso admi-
nistrativo de anulación ante la Jurisdicción contencioso
administrativa

La Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso Administrativa


de 2010, al regular las medidas cautelares estableció un procedi-
miento en el artículo 103 que “regirá la tramitación de las medidas
cautelares, incluyendo las solicitudes de amparo constitucional
cautelar,” con lo que se hizo referencia a los casos en los cuales con
las demandas de nulidad o contra abstenciones se puede formular
una pretensión de amparo, la cual tiene carácter cautelar.
Se trata en este caso, de demandas de nulidad de actos admi-
nistrativos, o de las demandas contra las abstenciones de la Admi-
nistración en las cuales la pretensión de anulación o de condena a
actuar está acompañada de una pretensión de restablecimiento de
una garantía o derecho constitucional violado por el acto recurrido,
conforme se regula expresamente en la Ley Orgánica de Amparo.
En este caso, cuando la lesión al derecho o garantía constitu-
cional la produce un acto administrativo o la abstención de la Ad-
ministración, como se ha dicho, la vía ordinaria de amparo consti-
tucional es la demanda contencioso administrativa que puede ser
ejercida por el titular del derecho o garantía constitucional vulne-
rado (legitimación activa), en la cual además de buscarse la anula-
ción del acto que perturba el derecho o que la Administración ac-
túe (lo cual es el fundamento del amparo en este caso) se busca
restablecer la situación jurídica subjetiva infringida. De allí lo pre-
visto en el artículo 5 citado de la Ley Orgánica de Amparo. sobre
Derechos y Garantías Constitucionales de 22 de enero de 1988.997
Por tanto, la acción autónoma de amparo procede también con-
tra actos administrativos o contra conductas omisivas de la Admi-
nistración que violen o amenacen violar un derecho o garantía
constitucionales, pero siempre que no exista “un medio procesal
breve, sumario y eficaz, acorde con la protección constitucional.”
En consecuencia, si dicho medio existe no procede la acción de
amparo; y es la propia Ley Orgánica de Amparo la que se ocupa de
prever dicho “medio procesal breve, sumario y efectivo, acorde con
la protección constitucional,” y ese es, en principio, el recurso con-

997 Véase Gaceta Oficial Nº 33.891 de 22-01-1988.

648
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tencioso-administrativo de anulación, o demanda de nulidad,


siempre que exista en la localidad un tribunal con competencia
contencioso-administrativa.
En estos casos, prevé la Ley que la acción de amparo puede
ejercerse contra actos administrativos de efectos particulares o con-
tra abstenciones o negativas de la Administración, ante el Juez
Contencioso- Administrativo competente, si lo hubiere en la locali-
dad, “conjuntamente con el recurso contencioso-administrativo de
anulación de actos administrativos o contra las conductas omisivas,
respectivamente, que se ejerza.” En estos casos agrega el artículo 5
de la Ley Orgánica de Amparo, el Juez, “en forma breve, sumaria,
efectiva, si lo considera procedente para la protección constitucio-
nal suspenderá los efectos del acto recurrido como garantía de di-
cho derecho constitucional violado, mientras dure el juicio.”
En esta forma, para que pueda ser completamente efectiva la
protección y amparo de derechos constitucionales por vía del re-
curso contencioso-administrativo de anulación, la Ley Orgánica de
Amparo ha previsto algunos correctivos en el procedimiento del
mismo, por ejemplo, al ampliar la procedencia de la suspensión de
efectos de los actos impugnados en forma más expedita, cuando se
alegue violación de un derecho constitucional, es decir, la nulidad
absoluta del acto recurrido; al eliminar el lapso de caducidad de
seis (6) meses para la impugnación de los actos administrativos
violatorios de derechos y garantías constitucionales que son nulos,
de nulidad absoluta, conforme lo establece el artículo 25 de la
Constitución; y al eximir al recurrente de la necesidad de agota-
miento previo de la vía administrativa para ejercer el recurso de
nulidad y amparo.
En definitiva, frente a los actos administrativos, el amparo de
los derechos constitucionales se puede lograr a través del recurso
contencioso administrativo de anulación, que es un medio judicial
de amparo, resultando inadmisible intentar contra ellos la acción
autónoma de amparo, cuando exista un juez contencioso-
administrativo en la localidad, por ser la vía contencioso-adminis-
trativa de anulación y amparo, conforme a la propia Ley Orgánica
de Amparo, un medio procesal breve, sumario y eficaz, acorde con
la protección constitucional.
Por último, el otro elemento que debe destacarse respecto del
proceso contencioso-administrativo de anulación y amparo se re-
fiere a los poderes del juez. En este caso, de acuerdo a los artículos

649
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

259 y 25 de la Constitución, el juez contencioso-administrativo tie-


ne “potestad para restablecer la situación jurídica infringida o en
su caso, para disponer lo necesario para su restablecimiento. Esto
significa que el juez del contencioso de anulación y amparo, una
vez anulado el acto, puede directamente restablecer el derecho
constitucional infringido y sustituirse a la Administración, y ade-
más, adoptar mandamientos de hacer o de no hacer en relación con
la Administración, para asegurar no sólo dicho restablecimiento,
sino además, impedir la sucesiva vulneración del derecho o garan-
tía constitucional por la Administración. Por supuesto, además, y
de acuerdo a lo señalado anteriormente, en caso de proceder, y
conforme a lo solicitado, el juez podría adoptar las decisiones de
condena respecto de la Administración, por los daños y perjuicios
que se pudieran haber causado al recurrente por el acto anulado.

650
DÉCIMA QUINTA PARTE
EL SENTIDO DE LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL Y
LA DECISIÓN EN MATERIA DE AMPARO

I. EL SENTIDO Y ALCANCE DE LA PROTECCIÓN CONSTI-


TUCIONAL EN EL DERECHO COMPARADO

El objetico del proceso de amparo, para la parte agraviada, bá-


sicamente es conseguir la protección judicial (amparo, tutela o pro-
tección) reclamada para sus derechos constitucionales ilegítima-
mente lesionados o amenazados por la parte agraviante.
Por consiguiente, el resultado final del proceso, caracterizado
por su naturaleza bilateral que impone la necesidad de que los ac-
cionados tengan el derecho a participar y ser oídos,998 es una deci-
sión judicial formal u orden dictada por el tribunal para la protec-
ción de los derechos amenazados o la restitución del disfrute del
derecho lesionado, la cual puede consistir, por ejemplo, en una
decisión ordenando o previniendo una actuación o en una orden
de hacer, no hacer o deshacer alguna acción.999 Esto quiere decir

998 De manera similar, respecto de las injunctions definitivas, éstas solo pueden
declararse si se libra compulsa de la demanda y se ha hecho citación del ac-
cionado. Véase por ejemplo, los casos: U.S. v. Crusco, 464 F.2d 1060, Cir. 1972;
Murphy v. Washington American League Baseball Club, Inc., 324 F2d. 394, D.C.
Cir. 1963, en John Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin Schroder, John
Glenn and Maureen Placilla, Corpus Juris Secundum, Volumen 43A, Thomson
West, 2004, p. 339.
999 En la injunction de los Estados Unidos, la orden puede ser ejecutiva o preven-
tiva de virtualmente cualquier tipo de acción (Dawkins v. Walker, 794 So. 2d
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

que el mandamiento de amparo, como la injunction norteamerica-


na,1000 es un decreto judicial de protección judicial de los derechos
fundamentales.
En su emisión, la función del tribunal de amparo es, por una
parte, la de impedir al agraviante infligir más daños al accionante,
teniendo la sentencia es ese caso, carácter prohibitivo u obligatorio;
o, por otra parte, la de corregir la situación presente mediante la
cesación de los efectos del ilícito cometido.1001
Es por eso que la orden judicial de amparo en América Latina,
aun cuando no exista en nuestros países la distinción entre recursos
del “Equity” y recursos del “Law,” es muy similar en sus objetivos y
efectos no solo respecto de la injunction de los Estados Unidos sino
también respecto de los otros recursos del Equity y los recursos
extraordinarios fuera del Equity, como el mandamus y el prohibition y
los recursos legales declarativos.
De acuerdo a lo anterior, por tanto, en particular, el manda-
miento u orden de amparo puede ser, primero, de carácter prohibi-
tivo, similar a las injunctions prohibitivas decretadas para restringir
una acción, para impedir determinados actos o para ordenar a una
persona abstenerse de realizarlos.
Segundo, puede ser también de carácter obligatorio, o sea, co-
mo la injunction obligatoria imponiendo el deshacer un acto o la
restauración de un status quo; y como el decreto norteamericano de
mandamus emitido para forzar una acción o la ejecución de algún
acto, o para ordenar a una persona realizarlo.

333, Ala. 2001; Levin v. Barish, 505 Pa. 514, 481 A.2d 1183, 1984) o puede orde-
nar a alguien que deshaga un ilícito o un daño (State Game and Fish Com’n v.
Sledge, 344 Ark. 505, 42 S.W.3d 427, 2001). Es una orden judicial demandando
a una persona a hacer o abstenerse de hacer determinados actos (Skolnick v.
Altheimer & Gray, 191 Ill 2d 214, 246 Ill. Dec. 324, 730 N.E.2d 4, 2000), por
cualquier periodo de tiempo independientemente de su propósito (Sheridan
County Elec. Co-op v. Ferguson, 124 Mont. 543, 227 P.2d 597, 1951). Idem, p. 19.
1000 Véase caso Nussbaum v. Hetzer, 1, N.J. 171, 62 A. 2d 399 (1948). Idem, p. 19.
1001 Similar a la “injunction preventiva” y a la “injunction restitutoria o indemni-
zatoria” en los Estados Unidos. Véase William M. Tabb y Elaine W. Shoben,
Remedies, Thomson West, 2005, pp. 86–89; John Bourdeau et al., “Injunctions,”
en Kevin Schroder, John Glenn y Maureen Placilla, Corpus Juris Secundum,
Volumen 43A, Thomson West, 2004, pp. 28 ss.

652
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Tercero, la orden de amparo también puede ser similar a los


norteamericanos decretos de prohibition o decreto de error cuando
la orden está dirigida a un tribunal,1002 cosa que normalmente
pasa con las acciones de amparo interpuestas contra decisiones
judiciales.
Y cuarto, puede ser también similar al recurso declarativo por
el cual los tribunales son llamados a declarar el derecho constitu-
cional del accionante respecto de las otras partes.
Por lo tanto, en los procedimientos de amparo, los tribunales
latinoamericanos tienen poderes muy amplios para proveer solu-
ciones y efectivamente proteger derechos constitucionales, decre-
tando órdenes de hacer, no hacer, restringir hacer o deshacer al-
go.1003 Los problemas yacen en la efectividad de las funciones judi-
ciales y en la autonomía e independencia de los tribunales.1004
Los contenidos de la decisión final de amparo han sido regula-
dos en las leyes de amparo y pueden consistir, como se establece en
el artículo 86 de la Constitución colombiana, en una orden dirigida
a la persona “respecto de quien se solicita la tutela, [para que] actúe
o se abstenga de hacerlo.” En el decreto 2591 regulador de la tutela
se estipula, en una forma más general, que la decisión judicial debe
establecer “la conducta a cumplir con el fin de hacer efectiva la
tutela” (art. 29.4).1005 En sentido similar, se regula en Argentina (art.
12.b);1006 República Dominicana (art. 24, c; 26); Honduras (art.

1002 Véase William M. Tabb y Elaine W. Shoben, Remedies, Thomson West, 2005,
pp. 86 ss. 246 ss.; y en John Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin Schroder,
John Glenn y Maureen Placilla, Corpus Juris Secundum, Volumen 43A, Thom-
pson West, 2004, pp. 21 ss.; 28 ss.
1003 Véase Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Constitucionales, Vol. V,
Derecho y Acción de Amparo, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1998, pp.
143 ss.
1004 Contrario a lo que sucede en los Estados Unidos y Bretaña. Véase F. H. Law-
son, Remedies of English Law, Londres, 1980, p. 175; B. Schwartz y H. W. R.
Wade, Legal control of government, Oxford, 1978, p. 205.
1005 Véase Juan Carlos Esguerra Portocarrero, La protección constitucional del ciuda-
dano, Legis, Bogotá, 2004, p. 153.
1006 Véase Néstor Pedro Sagüés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, “Acción de
amparo,” Editorial Astrea, Buenos Aires, 1988, p. 434; Alí Joaquín Salgado,
Juicio de amparo y acción de inconstitucionalidad, Editorial Astrea, Buenos Aires,

653
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

63,3);1007 México (art. 77.III); Nicaragua (art. 45); Paraguay (art.


578.b); Perú (art. 17.5); Uruguay (art. 9.b);1008 y Venezuela (art.
45.2),1009 donde las leyes de amparo establecen que la decisión final
de amparo debe “determinar la conducta a ser cumplida,” teniendo
en cuenta, como se establece en la Ley de Justicia Constitucional de
Honduras, que el objetivo de las decisiones de los tribunales es
“garantizar al agraviado en el pleno goce de sus derechos funda-
mentales y volver las cosas, siempre que sea posible, al estado an-
terior a la violación”(art. 63).

II. LA SENTENCIA DE AMPARO EN LA LEY ORGÁNICA


De acuerdo con el artículo 27 de la Constitución, el amparo tie-
ne por objeto proteger el goce y ejercicio de los derechos y garan-
tías constitucionales, por lo que el juez tiene “potestad para resta-
blecer inmediatamente la situación jurídica infringida o la situación
que más se asemeje a ella,” es decir, el derecho violado o amenaza-
do de violación.
A tal efecto, aun cuando no se haya reglado expresamente en la
Ley Orgánica, el juez de amparo tiene los más amplios poderes
para restablecer las situaciones jurídicas infringidas, pudiendo dis-
poner de todas las medidas que considere pertinentes a fin de ga-
rantizar la efectiva ejecución del fallo para que no se haga ilusorio.
La decisión del proceso de amparo puede consistir en el resta-
blecimiento de la situación jurídica infringida mediante un man-
damiento de amparo lo que, como se ha dicho, debe producirse
luego del brevísimo procedimiento descrito. La decisión puede
consistir también en la desestimación de la acción de amparo cons-
titucional lo cual en principio no afecta la responsabilidad civil,

1987, p. 100; José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, Ed. La Ley, Buenos Aires,
1987, pp. 345, 359.
1007 Véase Edmundo Orellana, La justicia constitucional en Honduras, Universidad
Nacional Autónoma de Honduras, Tegucigalpa, 1993, pp. 181, 208, 216.
1008 Véase Luis Alberto Viera, Ley de Amparo, Ediciones Idea, Montevideo, 1993,
p. 52, 207 ss.
1009 Véase Rafael Chavero G. El nuevo amparo constitucional en Venezuela, Ed.
Sherwood, Caracas, 2001, p. 185 ss., 327 ss.; Allan R. Brewer-Carías, Institu-
ciones Políticas y Constitucionales, Vol. V, Derecho y Acción de Amparo, Editorial
Jurídica Venezolana, Caracas, 1998, pp. 399 ss.

654
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

penal o administrativa en que hubiese podido incurrir el autor del


agravio, ni prejuzga sobre ninguna otra materia.
La sentencia que acuerde el amparo, es decir, el mandamiento
de amparo, conforme al artículo 32 de la Ley Orgánica, debe cum-
plir con las siguientes exigencias formales:
A) Mención concreta de la autoridad, del ente privado o de la
persona contra cuya resolución o acto u omisión se conce-
da el amparo;
B) Determinación precisa de la orden a cumplirse, con las es-
pecificaciones necesarias para su ejecución;
C) Plazo para cumplir lo resuelto.”
De acuerdo con esta norma, la esencia de la decisión de ampa-
ro es la determinación “de la orden a cumplirse”1010 relativa a la
protección y al restablecimiento en el goce y ejercicio de un dere-
cho o garantía constitucionales violado o amenazado de violación;
y esta orden a cumplirse, en definitiva se formula contra “la auto-
ridad, el ente privado o la persona” cuya resolución o acto u omi-
sión produjo la violación del derecho constitucional; orden que
puede ser de dar, de hacer, de no hacer o de deshacer, según los
casos, o puede ser una decisión de restablecer directamente la si-
tuación jurídica infringida, si ello es posible con la sola decisión
judicial,1011 o disponer una situación la más parecida a la infringida.
El efecto judicial de la acción de amparo, por supuesto, es el
aspecto mas importante de la misma, pues es por los poderes atri-

1010 La Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo, por ejemplo, en una


sentencia de 3–10–85, respecto a de una acción de amparo interpuesta por un
trabajador a fin de que una empresa diera cumplimiento a la orden de reen-
ganche dictada por una Comisión Tripartita Laboral así como al pago de sa-
larios caldos, que “la acción de amparo se traduce en una condena a una
obligación de hacer (reenganche) y otra de dar (pagar sumas de dinero) en
contra de una empresa con participación estatal decisiva.” Véase en Revista de
Derecho Público, n° 24, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, p. 134.
1011 Como lo ha señalado H. Rondón de Sansó, “la informalidad del amparo
faculta al juez para darle el contenido que juzgue necesario. El eventual con-
tenido del amparo puede ser: acordar un plazo para obtener una respuesta;
obligar a la destrucción de una obra; prohibir la difusión o representación;
impedir la realización de un acto; dispensar de un tramite.” Véase en “El
amparo constitucional en Venezuela,” Revista de Derecho Público, n° 26, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 61.

655
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

buidos al juez que la protección en el goce y ejercicio de los dere-


chos constitucionales puede ser efectiva. Por ello, las amplias posi-
bilidades judiciales que la norma del artículo 27 de la Constitución
abre a los jueces de amparo, permiten señalar que estos se encuen-
tran, al igual que los jueces norteamericanos e ingleses1012 con una
amplia gama de “remedios” judiciales que pueden utilizar para
hacer efectivo el amparo de los derechos fundamentales. Por tanto,
y las múltiples sentencias de tribunales de instancia en materia de
amparo que se han venido produciendo lo confirman, la decisión
del Juez puede consistir, en mandamientos de dar, de hacer o de
deshacer (órdenes) o en mandamientos de no hacer (prohibicio-
nes). En cuanto a los mandamientos de dar, puede tratarse de una
condena a restituir un bien, por ejemplo, cuando se ampara el de-
recho de propiedad, o a restituir esta a la situación que mas se
asemeje a la que tenía al ser vulnerada. Por su parte, los manda-
mientos de hacer se traducen en órdenes dadas a quien ha violado
el derecho amparado, de realizar actos en sentido positivo1013 nece-
sarios para restablecer el derecho infringido. En estos supuestos
están los casos de decisiones de amparo contra conductas omisivas
de funcionarios (abstención o negativa de actuar cuando están
obligados a ello), en cuyo caso el artículo 30 de la Ley Orgánica es
expreso al establecer que:
“Cuando la acción de amparo se ejerciere con fundamento
en violación de un derecho constitucional por acto o conducta
omisiva, o por falta de cumplimiento de la autoridad respecti-
va, la sentencia ordenara la ejecución inmediata e incondicional
del acto incumplido.”
En cuanto a los mandamientos de deshacer, pueden consistir
en la orden u obligación impuesta a un sujeto, cuando ello sea po-
sible, de destruir algo, o cancelar o deshacer una actividad realiza-
da cuando ello es necesario para restablecer el derecho infringido.
Por ultimo, los mandamientos de no hacer se traducen normalmen-

1012 Véase F. H. Lawson, Remedies of English Law, Londres, 1980, p. 175, B.


Schwartz y H. W. R. Wade, Legal control of government, Oxford, 1978, p. 205.
1013 Por ejemplo, equivalentes a las mandatory injunctions del derecho norteameri-
cano. Véase L.J. Jaffe, Judicial control of Administrative Action, Boston, 1965, p.
176.

656
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

te en prohibiciones1014 u órdenes negativas, es decir de abstención,


dadas a quien ha violado un derecho, para impedir otras violacio-
nes o para restablecer el derecho violado.
Pero los poderes del Juez de amparo van mas allá, pues no solo
está facultado para dar órdenes o imponer prohibiciones a quien ha
violado un derecho constitucional para ampararlo, sino que esta
facultado para restablecer directamente, cuando ello es posible, con
la sola decisión judicial, el derecho infringido, sustituyendo con su
decisión cualquier actividad adicional por parte de otro sujeto de
derecho o autoridad.1015
En otros casos la decisión judicial de amparo será de mera de-
claración cuando, por ejemplo, en el amparo contra leyes, el Juez

1014 Por ejemplo equivalentes a las prohibitory order or injunctions del derecho
inglés. Véase F. H. Lawson, op. cit., n. 179; o a las injunctions del derecho nor-
teamericano. Véase B. Schwartz y H. W. R. Wade, op. cit., p. 221; L.L. Jaffe, op.
cit., p. 193.
1015 Por ejemplo, cuando el juez directamente decide la incautación de publica-
ciones que vulneran el derecho al honor. Caso Cisneros, sentencia del Juzgado
Cuarto de Primera Instancia en lo Civil de la Circunscripción Judicial del Dis-
trito Federal y Estado Miranda de 15–2–85. Véase el texto en el libro El ampa-
ro constitucional en Venezuela, Colegio de Abogados del Estado Lara, 1987,
Tomo II, p. 269 y ss. Como ejemplo de estos poderes del juez de amparo de
pronunciar órdenes de hacer y eventualmente sustituirse a la Administración
en el cumplimiento de un acto, dispensando al particular de obtenerlo, puede
citarse la sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo de
20 de febrero de 1986, en la cual con motivo de un amparo solicitado por un
contribuyente municipal, ante la negativa de una Municipalidad de expedirle
el certificado de solvencia del impuesto inmobiliario urbano, requisito indis-
pensable para hacer registrar el documento de venta del inmueble, la Corte
decidió lo siguiente: primero. ordenó al funcionario competente a fijar y li-
quidar el impuesto respectivo en un plazo de 30 días; segundo, ordenó que
cumplido lo anterior y una vez pagado el impuesto por el contribuyente, en
un plazo de tres días el funcionario debía expedir la solvencia de pago del
impuesto; y tercero, advirtió a la Municipalidad que vencido el termino de 30
días “sin que hubiere cumplido con lo ordenado” en la sentencia, se dispen-
saba al contribuyente del tramite de presentación de la solvencia municipal
para Protocolizar la venta del inmueble. Véase sentencia de 20–2–86 (ponente
R. J. Duque Corredor), Caso H. Romero Muci vs. Municipalidad del Distrito Su-
cre del Estado Miranda. Véase en Revista. de Derecho Publico, n° 25, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1986, p. 122–123.

657
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

de amparo decide “la inaplicación de la norma impugnada” res-


pecto del accionante (art. 3).
Por último, a los efectos de asegurar el cumplimiento de las
sentencias de amparo, la Ley Orgánica establece expresamente en
su artículo 29 que:
“El Juez que acuerde el restablecimiento de la situación
jurídica infringida ordenará, en el dispositivo de la sentencia,
que el mandamiento sea acatado par todas las autoridades de
la República, so pena de incurrir en desobediencia a la auto-
ridad.”
En todo caso, de acuerdo al artículo 31 de la Ley Orgánica,
“quien incumpliere el mandamiento de amparo constitucional dic-
tado por el Juez,” sea funcionario o particulares, “será castigado
con prisión de seis (6) a quince (15) meses.” El juez de amparo, sin
embargo, no tiene poderes directos de sancionar la desobediencia a
sus decisiones, como lo tienen los jueces norteamericanos (contempt
of court).
El juez de amparo, sin embargo, tiene poderes amplios de eje-
cución de su decisión, de manera que en caso de que el manda-
miento de amparo no sea cumplido por el accionado, además del
procedimiento penal, destinado a sancionar el delito constituido
por tal omisión –e independientemente de la suerte que corra tal
procedimiento–, como lo ha resuelto la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo, “debe el juez de la causa proceder a la
ejecución forzosa de lo decidido, a través del mecanismo más ade-
cuado a la naturaleza del amparo concedido.”1016

1016 Véase sentencia de 13–4–2000 (Caso: Aerolink International, S.A. vs. Instituto
Autónomo Aeropuerto Internacional de Maiquetía), en Revista de Derecho Público,
Nº 82, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2000, p. 530. En otra decisión de
1–6–2000, (Caso: Mercedes M. Mendoza Z. vs. Universidad del Zulia), la Corte
Primera recurrió para fundamentar la ejecución forzosa en lo dispuesto en el
artículo 11 de la Ley Orgánica del Poder Judicial que señala: “Artículo 11: Los
tribunales para la ejecución de sus sentencias y de todos los actos que decreten o
acuerden, pueden requerir de las demás autoridades el concurso de la fuerza pública
que de ellas dependa y, en general, valerse de todos los medios legales coercitivos de
que dispongan. Se exceptúa el caso de conflicto de poderes, el cual deberá ser sometido
a la decisión de la Corte Suprema de Justicia. La autoridad requerida por un tribunal
que obre en ejercicio de sus atribuciones debe prestar su concurso sin que te corres-
ponda calificar el fundamento con que se le pida, ni la legalidad o la justicia de la sen-

658
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por otra parte, los jueces de amparo no pueden anular actos


administrativos ni las leyes, es decir, la sentencia no tiene efectos
anulatorios,1017 salvo en materia de amparo contra sentencias don-
de la sentencia de amparo si tiene efectos anulatorios.1018 Además,
la sentencia de amparo tampoco tiene contenido indemnizatorio, ni
mediante dichas sentencias se pueden crear nuevas situaciones
jurídicas.1019 Como lo ha sostenido la Corte Primera de lo Conten-
cioso Administrativo “los pedimentos de indemnizaciones moneta-
rias escapan de la naturaleza y objeto del amparo, el cual se ha
previsto como un medio restablecedor de situaciones jurídicas in-
fringidas –o de las que más se asemejen a éstas– mediante el cese
de la constatada violación constitucional.”1020

tencia o decreto que se trate de ejecutar.” Véase en Revista de Derecho Público, Nº


82, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 533.
1017 Véase por ejemplo, sentencia de la Corte primera de lo Contencioso adminis-
trativo de 13–4–2000 (Caso: Inversora Pano, C.A. vs. Oficina Subalterna del Ter-
cer Circuito de Registro del Municipio Libertador del Distrito Federal), en Revista de
Derecho Público, Nº 82, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 497.
1018 Véase por ejemplo, sentencia de la Sala Constitucional Nº 2212 de 9–11–2001
(Caso: Agustín R. Hernández F. vs. Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Ci-
vil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana
de Caracas), en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas 2001, p. 443; y sentencia de la sala Electoral Nº 25 de 23–3–2004
(Caso: Pedro A. Matute y otros vs. Junta Directiva Club Campestre Paracotos), en
Revista de Derecho Público, Nº 97–98, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
2004, p. 448.
1019 La Corte Primera de lo Contencioso Administrativo ha considerado que
mediante el amparo no se puede crear un título o derecho. Sentencia Nº 1679
de 14–12–2000 (Caso: Administradora Futuro, S.A. vs. Alcaldía del Municipio Ba-
ruta del Estado Miranda), Revista de Derecho Público, Nº 84, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 2000, p. 365.
1020 Véase sentencia de 5–5–2000 (Caso: Pedro A. Flores R. vs. Dirección General
Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), en Revista de Dere-
cho Público, Nº 82, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2000, p. 473. Sin
embargo, en otra sentencia Nº 1424 de 2–11–2000 (Caso: Raquel M. Pacheco P.
vs. Hospital “Victorino Santaella” y otro) la misma Corte Primera “que del es-
tudio de cada caso en particular se debe determinar cuando el restableci-
miento de la situación jurídica vulnerada pone de manifiesto una deuda de-
bida por el accionado al accionante, circunstancia en la que la protección del
juez debe llegar hasta la condena de dicha suma de dinero, pues lo contrario
implicaría que tuviera el sentenciador que separarse de la realidad en la que

659
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Ahora bien, lo más importante que debe precisarse en materia


de amparo, son los efectos de la decisión de amparo en cuanto al
derecho o garantía constitucionales violados. El tema de la cosa
juzgada lo resuelve expresamente el artículo 36 de la Ley Orgánica
al establecer lo siguiente:
“La sentencia firme de amparo producirá efectos jurídicos,
respecto al derecho o garantía objetos del proceso, sin perjuicio
de las acciones o recursos que legalmente correspondan a las
partes.”
Por supuesto, hay tantas y múltiples situaciones derivadas de
las pretensiones de amparo, que respecto de ellas no puede darse
más solución general que la expresada en la norma en cuanto a los
efectos de la sentencia de amparo. Ella sólo produce efectos “res-
pecto al derecho o garantía objeto del proceso” en cuanto al man-
damiento de restablecimiento o restitución del goce y ejercicio del
mismo. En algunos casos, esto basta y no es necesario resolver nin-
guna cuestión jurídica adicional por otros medios judiciales; sin
embargo, en otros casos, pueden quedar cuestiones jurídicas pen-
dientes que deben resolverse por vías distintas; por ello la norma
señala que la decisión de amparo se adopta “sin perjuicio de las
acciones o recursos que legalmente correspondan a las partes.”
Esta situación se plantea, por ejemplo, siempre que se intente la
acción autónoma de amparo contra un acto administrativo por ante
el tribunal de primera instancia o si no lo hay en la localidad, el
Juez de mayor jerarquía que exista en ella (Art. 9°). En estos casos,
como se dijo, la decisión de amparo no puede pronunciarse sobre
la nulidad del acto administrativo, en el sentido de que aun cuando
se pronuncie sobre su ilegitimidad e inconstitucionalidades, no
puede anularlo. En estos supuestos, la decisión de amparo solo
tiene efectos sobre el derecho o garantía objeto del proceso, en el
sentido que el juez de amparo al restablecer la situación jurídica
infringida, lo que hace es suspender los efectos del acto administra-
tivo frente al cual se ha solicitado amparo, pero no lo anula; razón
por la cual el acto administrativo formalmente sigue vigente, con

la pretensión de condena parece indisoluble del restablecimiento del derecho


infringido, dejando de resolver la controversia en su total dimensión lo cual,
a todas luces, escapa de la exigencia misma del acto de administrar justicia,”
en Revista de Derecho Público, Nº 84, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas,
2000, p. 365.

660
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

su carácter de ejecutividad por la presunción de legalidad que lo


acompaña. Lo único que hace la decisión de amparo es suspender
su ejecutoriedad respecto del agraviado, pero no lo anula ni lo ex-
tingue. Por ello, en estos casos, la decisión de amparo se adopta sin
perjuicio de la acción contencioso administrativa de nulidad que
debe intentarse ante los órganos judiciales competentes. Por ello,
conforme al artículo 5° de la Ley Orgánica si existen tribunales con-
tencioso administrativos en la localidad, la acción de amparo se
debería intentar ante dichos Tribunales conjuntamente con el re-
curso contencioso administrativo de anulación, siendo la decisión
de suspensión de efectos del acto recurrido, la decisión cautelar de
amparo a los derechos infringidos, sin perjuicio de que continúe el
juicio de nulidad.1021
Este efecto de la decisión de amparo también se plantea con
frecuencia, en casos de amparos contra violaciones de derechos
cometidas por particulares.1022
El único problema que queda por resolver en estos casos, o
cuando se solicite amparo contra actos administrativos ante los
jueces de instancia, es que no hay plazo para que las acciones se
intenten. En el caso de conflicto de intereses privados, no habría
inconveniente porque el interés de las personas en dilucidar judi-
cialmente el conflicto provocaría la introducción de las acciones
respectivas. Pero en materia de actos administrativos, la situación
se complica: una vez que el agraviado obtiene por vía de la acción
de amparo (intentada ante un tribunal que no sea competente en
materia contencioso administrativa) el restablecimiento de su dere-
cho violado (que frente a un acto administrativo no es mas que la
suspensión individualizada de sus efectos), puede quedar tentado
a no sentirse obligado a acudir ante los Tribunales contencioso ad-
ministrativos competentes para que se declare la nulidad del acto
administrativo, que continua vigente formalmente, pero cuyos

1021 Por ello, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo he dado efectos


temporales ala decisión de amparo, a los efectos de que el agraviado intente
el recurso contencioso correspondiente. Véase por ejemplo, sentencia Nº 962
de 19–7–2000 (Caso: Elizett C. Abreu A. y otros vs. Instituto de Tecnología de Ma-
racaibo), en Revista de Derecho Público, Nº 83, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 2000, pp. 357 ss.
1022 Véase el texto publicado, por orden de la propia decisión, en El Universal, 27-
12-87, p. 2-5.

661
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

efectos están suspendidos (por el amparo) respecto de su derecho.


Esto daría origen a una situación irregular jurídicamente hablando:
la existencia formal de un acto administrativo con fuerza ejecutiva,
y una decisión que suspende su ejecutoriedad. Estimamos que en
estos casos, la situación debería ser resuelta por el Juez de amparo,
obligando al agraviado amparado en su derecho, a acudir ante los
Tribunales contencioso administrativos para solicitar la nulidad del
acto administrativo, y que se desarrolle el juicio de nulidad del
mismo, de manera que al decidirse este se confirme o no el amparo
concedido, al anularse o no el acto impugnado. De acuerdo a los
poderes que le otorga la Ley, el Juez de amparo incluso podría, en
estos casos, imponerle al agraviado un plazo para que acuda ante
la jurisdicción contencioso administrativa.
Cuando el amparo se dicte contra actuaciones (actos o vías de
hecho) de la Administración, de acuerdo al artículo 27 de la Ley
Orgánica:
“El Tribunal que conozca de la solicitud de amparo remiti-
rá copia certificada de su decisión a la autoridad competente, a
fin de que resuelva sobre la procedencia o no de medida disci-
plinaria contra el funcionario público culpable de la violación o
de la amenaza contra el derecho o la garantía constitucionales,
sin perjuicio de las responsabilidades civiles o penales que le
resulten atribuibles. A tal efecto, el Tribunal remitirá también
los recaudos pertinentes al Ministerio Público.”
Por otra parte, en cuanto a las costas, el artículo 33 de la Ley só-
lo prevé expresamente la imposición de costas cuando se trate de
procesos de amparo frente a particulares, en la forma siguiente:
“Cuando se trate de quejas contra particulares, se impon-
drán las costas al vencido, quedando a salvo las acciones a que
pudiere haber lugar.
No habrá imposición de costas cuando los efectos del acto
u omisión hubiesen cesado antes de abrirse la averiguación. El
Juez podrá exonerar de costas a quien intentare el amparo
constitucional por fundado temor de violación o amenaza, o
cuando la solicitud no haya sido temeraria.”
En consecuencia, de esta disposición resultaría que cuando se
trate de acciones de amparo contra actos, vías de hecho u omisio-
nes de funcionarios y autoridades públicas, no procedería la impo-
sición de costas conforme al artículo 274 del Código de Procedi-

662
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

miento Civil, lo que en nuestro criterio resulta totalmente injustifi-


cado. No habría razón para establecer este privilegio procesal a
favor de los funcionarios públicos, y menos cuando el artículo 21
de la Ley Orgánica, como hemos señalado, los excluye. La Sala
Constitucional, sin embargo, ha resuelto que cuando la acción de
amparo es interpuesta contra un órgano del poder público, y parti-
culares se hacen terceros coadyuvantes en defensa de los intereses
de las partes del amparo, sin embargo, con respecto a ellos el pro-
ceso deviene en una acción entre particulares, por lo que el perdi-
doso puede resultar condenado en costas, sobre todo, cuando es un
litis consorte facultativo.1023
Por último, debe señalarse que dado el carácter personal o sub-
jetivo de los juicios de amparo, la sentencia tiene efectos inter partes
y en relación con las autoridades que deben cumplir el manda-
miento judicial. Sin embargo, dada la consagración constitucional
de la tutela judicial efectiva de los intereses colectivos y difusos, en
estos casos de amparo protegiendo dichos derechos, los efectos de
la decisión se tornan erga omnes.
Esto ha sido analizado por la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo sentencia nº 2675 de 17 de diciembre de 2001 (Caso: Mi-
nisterio del Interior y de Justicia), y en relación con los efectos señaló
“que existen situaciones o relaciones jurídicas que vinculan a per-
sonas en una misma situación jurídica” llevando a la Sala a soste-
ner que en “las acciones para ejercer derechos o intereses difusos o
colectivos, deba ordenarse la citación por edictos a todos los intere-
sados, y en algunos casos en que no se publicó el edicto, la Sala
consideró que a pesar de ello los efectos directos de la sentencia
podían extenderse a otras personas que no eran partes, si les favo-
recían.”1024
Respecto del contenido del derecho a la tutela judicial efectiva,
y particularmente haciendo referencia a los derechos e intereses
colectivos o difusos, la misma Sala Constitucional sostuvo en deci-
sión del 30 de junio de 2000 (Caso: Defensoría del Pueblo vs. Comisión

1023 Véase sentencia Nº 320 de 4–5–2000 (Caso: Seguros La Occidental, C.A. vs.
Juzgado Superior del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado
Zulia), en Revista de Derecho Público, Nº 82, Editorial Jurídica Venezolana, Ca-
racas 2000, p. 527.
1024 Caso: Glenda López y otros vs. IVSS, Véase en Revista de Derecho Público, Nº 85–
88, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2001, pp. 453 y ss.

663
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Legislativa Nacional) la posibilidad de la extensión de los efectos del


mandamiento de amparo a favor de todos aquellos beneficiarios de
la situación concreta lo que conduce a la protección de un segmen-
to relativamente importante de la sociedad, indicando que:
“Debe acotarse, que en los casos en los cuales la acción de
amparo es interpuesta con base en un derecho o interés colecti-
vo o difuso, el mandamiento a acordarse favorecerá bien a un
conjunto de personas claramente identificables como miembros
de un sector de la sociedad, en el primer caso; bien a un grupo
relevante de sujetos indeterminados apriorísticamente, pero
perfectamente delimitable con base a la particular situación ju-
rídica que ostentan y que les ha sido vulnerada de forma espe-
cífica, en el segundo supuesto.
Así, no resulta cierto que el amparo destinado a proteger
tales situaciones jurídicas de múltiples sujetos posea efectos er-
ga omnes, tal como lo señalara el a quo, pues, como se ha visto,
sus beneficiarios son susceptibles de una perfecta determina-
ción y la tutela a ellos brindada es siempre concreta, mas nunca
de modo genérico.
Una de las características de algunas sentencias del ámbito
constitucional es que sus efectos se apliquen a favor de perso-
nas que no son partes en un proceso, pero que se encuentren
en idéntica situación a las partes, por lo que requieren de la
protección constitucional, así no la hayan solicitado con motivo
de un juicio determinado.
Resulta contrario a la eficacia del proceso, a su idoneidad y
a lo célere (expedito) del mismo, que sí las partes de un juicio
obtienen una declaratoria de infracción constitucional de dere-
chos que vulneran su situación jurídica, otras personas que se
encuentran en idéntica situación y que han sufrido la misma
infracción, no puedan gozar del fallo que restablezca tal situa-
ción jurídica de los accionantes, y tengan que incoar una acción
cuya finalidad es que se reconozca la misma infracción, así co-
mo la existencia de la misma situación vulnerada y su idéntico
restablecimiento, con el riesgo de que surjan sentencias contra-
rias o contradictorias.
El restablecimiento de la situación jurídica, ante la infrac-
ción constitucional, tiene que alcanzar a todos lo que compar-
ten tal situación y que a su vez son perjudicados por la viola-
ción, ya que lo importante para el juez constitucional, no es la

664
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

protección de los derechos particulares, sino la enmienda de la


violación constitucional, con el fin de mantener la efectividad y
supremacía constitucional; y en un proceso que busca la ido-
neidad, la efectividad y la celeridad, como lo es por excelencia
el constitucional, resulta contrario a los fines constitucionales,
que a quienes se les infringió su situación jurídica, compartida
con otros, víctima de igual trasgresión, no se les restablezca la
misma, por no haber accionando, y que tengan que incoar otras
acciones a los mismos fines, multiplicando innecesariamente
los juicios y corriendo el riesgo que se dicten sentencias con-
tradictorias.
En estos casos, se está en presencia de efectos procesales
que se extienden a una comunidad en la misma situación jurí-
dica, la cual es diversa de la comunidad de derecho contem-
plada en el Código Civil, pero existente con relación a las in-
fracciones constitucionales que a todos aquejan y que no puede
sostenerse que existe con respecto a unos (los que demandaron
y obtuvieron sentencia favorable) y no con respecto a otros, los
no demandantes.
Tratándose de derechos subjetivos de las personas, los no
demandantes pueden renunciar o no a ellos, pero existe una
declaración a favor de todos los que se encontraban en la mis-
ma situación jurídica, de la cual se aprovecharan o no, confor-
me a sus conveniencias y mientras no le caduque su acción, ya
que de caducarles ellos no tendrían derecho a la fase ejecutiva
de una acción caduca.
En consecuencia, acciones como las de amparo constitu-
cional, si son declaradas con lugar, sus efectos se hacen exten-
sibles a todos los que se encuentran en la misma e idéntica si-
tuación así no sean partes en el proceso.”1025

1025 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2001, pp. 473 y ss. Véase además, la sentencia Nº 412 de 8 de marzo
de 2002, en Revista de Derecho Público, Nº 89–92, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 2002.

665
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En consecuencia, como lo resolvió la Sala Constitucional en


otro caso, en estos casos, “el fallo produce efectos erga omnes, ya
que beneficia o perjudica a la colectividad en general o a sectores
de ella.”1026
III. ASPECTOS GENERALES SOBRE LA NATURALEZA DE LA
DECISIÓN DE AMPARO: APROXIMACIÓN COMPARA-
TIVA
1. La naturaleza preventiva y restitutoria del amparo
La orden judicial de amparo puede ser de naturaleza restituto-
ria o preventiva. En el primer caso, puede consistir en una orden
procurando el restablecimiento de la situación jurídica del accio-
nante al estado que tenía antes de la violación del derecho, o al
estado más parecido al que tenía antes de dicha violación; y en el
segundo caso, en cuanto al amparo de naturaleza preventiva, pue-
de consistir en forzar al agraviante a hacer o a refrenarse de hacer
determinados actos para mantener el disfrute de los derechos del
accionante.
Tal como lo provee expresamente la Ley de Amparo mexicana
(art. 80), respecto de los efectos positivos o negativos del acto im-
pugnado:
Artículo 80.- La sentencia que conceda el amparo tendrá
por objeto restituir al agraviado en el pleno goce de la garantía
individual violada, restableciendo las cosas al estado que
guardaban antes de la violación, cuando el acto reclamado sea
de carácter positivo; y cuando sea de carácter negativo, el efec-
to del amparo será obligar a la autoridad responsable a que
obre en el sentido de respetar la garantía de que se trate y a
cumplir, por su parte, lo que la misma garantía exija.1027

1026 Sentencia de la Sala Constitucional Nº 656 de 05–06–01, Caso: Defensor del


Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional.
1027 Como ha sido explicado por Baker: “Cuando el acto impugnado es de natura-
leza positiva, el recurso de amparo tiene la forma de una injunction prohibiti-
va, más cualesquiera elementos adicionales que sean necesarios para reparar
los daños ya infligidos. Esto último es para cumplirse mediante la restitución
de la situación que existía antes que la Constitución fuese infringida. Cuando
el acto es de naturaleza negativa, el recurso toma la forma de un decreto or-
denando a la autoridad responsable cumplir positivamente con las disposi-

666
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Una previsión similar está establecida en la Ley de Jurisdicción


Constitucional de Costa Rica (art. 49); así como en la Ley de Ampa-
ro de Nicaragua (art. 46).
Según esto puede decirse que una de las principales caracterís-
ticas del proceso de amparo en todos los países latinoamericanos,
cuando las acciones se dirigen contra perjuicios causados por con-
ductas positivas, es su propósito restitutorio o restaurador. Como
se estipula, por ejemplo, en el decreto 2591 sobre la tutela de Co-
lombia: “Cuando la solicitud se dirija contra una acción de la auto-
ridad, el fallo que conceda la tutela tendrá por objeto garantizar al
agraviado el pleno goce de su derecho, y volver al estado anterior a
la violación, cuando fuere posible” (art. 23). Una previsión similar
está establecida en las Leyes de amparo de El Salvador (art. 35),
Costa Rica (art. 49) y Perú (art. 1) donde, además, el artículo 55,3
del Código Procesal Constitucional provee como uno de los conteni-
dos de la decisión de amparo la “restitución o restablecimiento del
agraviado en el pleno goce de sus derechos constitucionales orde-
nando que las cosas vuelvan al estado en que se encontraban antes
de la violación,” así como la prescripción de la conducta que ha de
cumplirse para el cumplimiento efectivo de la decisión (art. 55.4).
Respecto de estos efectos de la decisión de amparo, la Ley de
Amparo en Guatemala provee que en relación con el reclamante, el
tribunal debe suspender la aplicación de la ley, el reglamento, la
resolución o acto impugnado y, cuando fuese necesario, debe or-
denar el restablecimiento de la situación jurídica lesionada o la
terminación de la medida en cuestión (art. 49.a). Una norma similar
está estipulada en Ecuador (art. 51), y Honduras (Ley de Justicia
Constitucional, art. 63,2). En Colombia, según el Decreto 2591 sobre
la tutela (art. 29.6), “cuando la violación o amenaza de violación
derive de la aplicación de una norma incompatible con los dere-
chos fundamentales, la providencia judicial que resuelva la acción
interpuesta deberá además ordenar la inaplicación de la norma
impugnada en el caso concreto.”

ciones de la garantía constitucional infringida. En ambos casos, el objetivo de


la sentencia es el de restablecer al accionante el goce pleno y libre de sus de-
rechos constitucionales y, de acuerdo con este objetivo, la indemnización pe-
cuniaria no resulta un remedio apropiado al amparo.” Véase Richard D.
Baker, Judicial Review in México. A Study of the Amparo Suit, University of Te-
xas Press, Austin 1971, p. 238.

667
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Sin embargo, la decisión de amparo puede también tener un


carácter protector cuando es decretada contra omisiones o acciones
negativas de una autoridad pública, en cuyos casos, como lo prevé
el Decreto 2591 de tutela de Colombia, “cuando lo impugnado hu-
biere sido la denegación de un acto o una omisión, el fallo ordenará
realizarlo o desarrollar la acción adecuada, para lo cual se otorgará
un plazo prudencial perentorio” (art. 23). Una provisión similar
está establece en la leyes de amparo de El Salvador (art. 35), Ecua-
dor (art. 51), Guatemala (art. 49,b) y Costa Rica (art. 49). En este
último país, adicionalmente, está establecido que en casos en los
que la acción de amparo sea interpuesta contra omisiones de las
autoridades (por ejemplo la omisión de reglamentar una ley), la
Sala Constitucional, en su decisión, debe determinar los elementos
básicos a ser aplicados en el caso de acuerdo con los principios ge-
nerales del derecho (art. 49.c); además se establece un término de
dos meses para que la autoridad sancione la norma (art. 49).
Aun así, respecto de las amenazas a los derechos, las decisiones
de amparo pueden tener también una naturaleza preventiva, como
también está previsto, por ejemplo, en la Ley de Jurisdicción Cons-
titucional de Costa Rica (art. 49) y en el decreto 2591 de tutela de
Colombia (art. 23), estableciendo respecto de la decisión de tutela
que si se tratase “de una mera conducta o actuación material, o de
una amenaza, se ordenará su inmediata cesación, así como evitar
toda nueva violación o amenaza, perturbación o restricción.”
Asimismo, en casos en los cuales, si para el momento cuando la
protección de tutela es concedida el acto impugnado ha cesado en
sus efectos o ya los ha producido (haciendo imposible restaurar el
disfrute de sus derechos al accionante), el tribunal puede advertir
terminantemente a la autoridad pública no causar otra vez las ac-
ciones u omisiones que originaron la acción de tutela (Colombia,
art. 24). De modo similar se provee en el Código Procesal Constitu-
cional de Perú (art. 1).

2. La regla del contenido no anulatorio del amparo


Aun siendo de carácter restitutorio, en términos generales,
cuando la acción de amparo es interpuesta contra actos, particu-
larmente actos no judiciales de las autoridades (causando daños o
peligros a los derechos constitucionales), el efecto inmediato de la
decisión es suspender los efectos del acto impugnado respecto del
accionante, no teniendo el proceso, normalmente, el propósito de

668
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

anular esos actos del Estado. Tomar decisiones anulando leyes o


actos administrativos es, en principio, competencia exclusiva de los
tribunales de jurisdicción constitucional y de jurisdicción adminis-
trativa, y no de los jueces de amparo. Sólo cuando el amparo se
intenta contra un acto administrativo ante los tribunales contencio-
so administrativos, como lo establece por ejemplo la Ley venezola-
na (art. 14), entonces en su decisión el juez si tiene poder anulatorio
respecto de los actos administrativos impugnados.
Ahora bien, respecto de las leyes y específicamente aquellas
autónomas, cuando una acción de amparo es interpuesta directa-
mente contra ellas y según como lo disponen las leyes de amparo
de México,1028 Guatemala,1029 y Honduras,1030 el juez de amparo al
dictar su decisión no tiene poder para anularlas y, en orden a prote-
ger el derecho lesionado o amenazado, lo que puede hacer es decla-
rar la inaplicabilidad de ellas al accionante en el caso particular.
Particularmente y en relación con las leyes, en países donde el
método concentrado de control de constitucionalidad es aplicado
(como es el caso en todos los países latinoamericanos excepto Ar-
gentina), la anulación de leyes es una atribución judicial reservada
a las jurisdicciones constitucionales (Cortes Supremas o Constitu-
cionales), no siendo factible para los jueces de amparo anular leyes.
Por otra parte, en países donde es aplicado el método difuso de
control de constitucionalidad, los tribunales ordinarios no tienen
atribución judicial para anular leyes, estando facultados solo para
declarar su inconstitucionalidad y para decidir su inaplicabilidad
respecto del caso particular, aplicando preferentemente la Consti-
tución.
En Costa Rica existe un sistema de control de constitucionali-
dad concentrado absoluto, conforme al cual se asigna a la Sala
Constitucional de la Corte Suprema el poder para decidir ambas
acciones: las acciones de amparo, así como las acciones de nulidad

1028 Véase Eduardo Ferrer Mac-Gregor, La acción constitucional de amparo en Méxi-


co y España. Estudio de derecho comparado, Editorial Porrúa, México, 2002, pp.
262–263; Richard D. Baker, Judicial Review in México. A Study of the Amparo
Suit, University of Texas Press, Austin, 1971, p. 270.
1029 Véase en Jorge Mario García Laguardia, Jurisprudencia constitucional. Guatema-
la, Honduras, México. Una Muestra, Guatemala, 1986, pp. 23, 24, 92, 93.
1030 Véase Edmundo Orellana, La justicia constitucional en Honduras, Universidad
Nacional Autónoma de Honduras, Tegucigalpa, 1993, pp. 208, 221.

669
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

de leyes inconstitucionales. Aun ahí, la Ley de Jurisdicción Consti-


tucional ha establecido que cuando el amparo es interpuesto contra
una ley o cuando la Sala Constitucional determina que los actos
impugnados están fundamentados en una ley, la misma no puede
anular la ley en el proceso de amparo, limitándose a suspender su
aplicación, solicitando al accionante que presente una petición se-
parada para el control de la inconstitucionalidad de la ley, la cual
debe ser presentada ante la misma Sala en el término de 15 días
(art. 48).
En Venezuela, en relación con la facultad de todas las Salas del
Tribunal Supremo para decidir casos aplicando el método difuso
de control de constitucionalidad de las leyes, la ley reguladora del
Tribunal Supremo provee que, en esos casos, al decidir un caso
particular (incluyendo casos de amparo) las Salas deben notificar a
la Sala Constitucional para que ésta, si lo estima, proceda a exami-
nar la constitucionalidad de la ley de forma abstracta y, eventual-
mente, declare su nulidad.(art. 33).1031
En relación con los actos administrativos, la regla general es
también que las decisiones de amparo no pueden anular el acto
administrativo impugnado, estando el juez de amparo facultado
solamente para suspender sus efectos y aplicación al accionante. En
términos generales y en estos casos, la facultad de anular actos ad-
ministrativos es también exclusivamente una facultad atribuida a
los tribunales de jurisdicción administrativa, como es el caso en
Venezuela,1032 los cuales como ahora también tiene la competencia
exclusiva para conocer de las acciones de amparo contra los mis-
mos, entonces si pueden pronunciar su anulación al decretar el
mandamiento de amparo.
No obstante el principio general antes indicado, algunas ex-
cepciones se pueden identificar respecto de la tendencia general en
esta materia de amparo contra actos administrativos, cuando se
intenta ante tribunales que no son parte de la jurisdicción conten-
cioso administrativa, permitiéndose en algunos países, en el caso

1031 Véase Allan R. Brewer-Carías y Víctor Hernández Mendible, Ley Orgánica del
Tribunal Supremo de Justicia, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2010.
1032 Véase Rafael Chavero G., El nuevo amparo constitucional en Venezuela, Ed.
Sherwood, Caracas, 2001, pp. 358 ss.; Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Po-
líticas y Constitucionales, Vol. V, Derecho y Acción de Amparo, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1998, pp. 144; 400.

670
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

de acciones de amparo contra actos administrativos, los jueces de


amparo tengan facultades anulatorias. Es el caso de México donde,
dado el hecho de que una de las modalidades de la acción de am-
paro es el amparo contra actos administrativos (de manera similar
a los procedimientos contencioso-administrativos en otros países),
la decisión de amparo en tales casos tiene efectos anulatorios.
Por otra parte, el Código Procesal Constitucional de Perú ex-
presamente dispone que la decisión de amparo debe contener la
“declaración de nulidad de la decisión, acto o resolución que hayan
impedido el pleno ejercicio de los derechos constitucionales prote-
gidos con determinación, en su caso, de la extensión de sus efectos”
(art. 55).1033 También en Costa Rica, según el artículo 49 de la Ley
de Jurisdicción Constitucional, en casos de acciones de amparo
contra actos administrativos, la concesión del amparo implica los
efectos anulatorios del acto administrativo impugnado.
Por otra parte, en relación con las acciones de amparo inter-
puestas contra decisiones judiciales, los efectos de la sentencia con-
cediendo la protección constitucional de amparo también consisten
en la anulación del acto judicial o decisión impugnada, como es el
caso de Venezuela.1034

3. El carácter no indemnizatorio de la decisión de amparo


Otro aspecto que debe mencionarse respecto de las decisiones
de amparo en América latina, es que, en términos generales, ellas
no tienen carácter indemnizatorio,1035 porque la función de los tri-
bunales en estos procesos es sólo la protección de los derechos del

1033 Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El proceso constitucional de amparo, Gaceta


Jurídica, Lima, 2004, p. 186.
1034 Véase Rafael Chavero G., El nuevo amparo constitucional en Venezuela, Ed.
Sherwood, Caracas, 2001, p. 511; Allan R. Brewer-Carías, “Derecho y Acción
de Amparo, Vol. V, Instituciones Políticas y Constitucionales Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1998, p. 297; Allan R. Brewer-Carías, “El problema del
amparo contra sentencias o de cómo la Sala de Casación Civil remedia arbitra-
riedades judiciales,” en Revista de Derecho Público, N° 34, Editorial Jurídica Ve-
nezolana, Caracas, abril-junio 1988, pp. 157–171.
1035 De manera similar a las injunctions de los Estados Unidos. Véase e caso Si-
menstad v. Hagen, 22 Wis. 2d 653, 126 N.W.2d 529, 1964, en John Bourdeau et
al., “Injunctions,” in Kevin Schroder, John Glenn and Maureen Placilla, Cor-
pus Juris Secundum, Volume 43A, Thomson West, 2004, p. 20.

671
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

accionante y no pronunciar decisiones de condena contra el agra-


viante, para el pago al agraviado de indemnización alguna por
daños resultantes del agravio.1036 Es decir, el procedimiento de am-
paro es, en términos generales, un procedimiento preventivo y res-
titutorio, y no indemnizatorio,1037 estando los tribunales faculta-
dos para prevenir daños o restituir el goce de un derecho (como,
por ejemplo, mediante la suspensión de los efectos agraviantes
del acto), pero no para la condena del agraviante a pagar una in-
demnización.
Sin embargo, esta tendencia general también tiene algunas ex-
cepciones en algunas leyes de amparo de América Latina que dan
carácter indemnizatorio al proceso de amparo. Este es el caso de
Bolivia1038 y Guatemala1039 donde los tribunales de amparo deben
determinar la existencia de la responsabilidad civil y penal del
agraviante, fijando el monto de los daños y perjuicios a pagar al
agraviado.
En otras legislaciones, como la de Colombia y Costa Rica, los
efectos indemnizatorios de la decisión de amparo son permitidos
pero sólo en forma abstracta. A tal fin, en Costa Rica, el artículo 51
de la Ley de Jurisdicción Constitucional prevé que “toda resolución

1036 Por ejemplo, en el caso de una orden administrativa ilegitima dictada por
una autoridad municipal demoliendo un edificio -aun si fuese ejecutada y
aun infringiendo un derecho constitucional a la propiedad-, la acción de am-
paro no tiene el propósito de indemnizar, siendo en este caso inadmisible
particularmente dado el carácter irreparable del daño.
1037 Véase José Luis Lazzarini, El juicio de amparo, Ed. La Ley, Buenos Aires, 1987,
pp. 346–347; Néstor Pedro Sagüés, Derecho procesal Constitucional, Vol. 3, Ac-
ción de amparo, Editorial Astrea Buenos Aires, 1988, p. 437; Rafael Chavero G.,
El nuevo amparo constitucional en Venezuela, Ed. Sherwood, Caracas, 2001, pp.
185, 242, 262, 326, 328; Allan R. Brewer-Carías, Instituciones Políticas y Consti-
tucionales, Vol. V, Derecho y Acción de Amparo, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1998, p. 143.
1038 En Bolivia, el artículo 102, II de la ley, respecto del contenido de la decisión
de amparo, establece que al decretar el amparo el tribunal determinará la
existencia de responsabilidad civil y penal fijando el monto de los daños y
perjuicios a pagarse.
1039 También en Guatemala, el artículo 59 de la ley menciona los daños y perjui-
cios, estableciendo que cuando el tribunal en su decisión condena al pago de
daños y perjuicios, el mismo debe fijar el monto o, al menos, establecer las
bases para su determinación (artículo 59).

672
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

que acoja el recurso condenará en abstracto a la indemnización de


los daños y perjuicios,” correspondiendo la determinación concreta
de ellos a la etapa de la ejecución de la sentencia.1040
También en Colombia, el artículo 25 del Decreto 2591 regula-
dor de la tutela dispone que cuando la parte agraviada no tiene
otros medios y la violación de sus derechos es manifiesta, clara e
indisputablemente consecuencia de una arbitrariedad, el tribunal,
ex officio, en la decisión concediendo la tutela, puede ordenar de
forma abstracta la indemnización por los daños causados, siempre
que ello sea necesario para asegurar el goce efectivo del derecho.
Asimismo, en forma similar a lo que se prevé en la Ley costarricen-
se, el artículo 23 de la Ley colombiana prescribe que la condena
será decretada contra la entidad donde el agraviante trabaja, y con-
tra éste solidariamente, cuando haya actuado con dolo o culpa,
sin perjuicio de toda otra responsabilidad civil o penal. La deter-
minación concreta de la indemnización corresponde a los tribuna-
les de la jurisdicción contencioso administrativo en un procedi-
miento incidental que debe tener lugar dentro de los seis meses
siguiente.1041

1040 El artículo 52 de la Ley de Jurisdicción Constitucional dispone que cuando la


acción de amparo es incoada contra las autoridades, la condena será declara-
da contra el estado o contra la entidad donde el accionado trabaja y con éste
último solidariamente si ha actuado con dolo o culpa y sin excluir toda otra
responsabilidad administrativa, civil o penal. También cuando el procedi-
miento de amparo está en curso y el acto del estado es revocado, paralizado o
suspendido, el amparo será concedido solo para efectos de la correspondien-
te decisión que reconoce la indemnización (art. 52). En estos casos la deter-
minación concreta será realizada por los tribunales de jurisdicción adminis-
trativa. En casos donde la acción de amparo es incoada contra individuos, el
artículo 53 de dicha ley dispone que, al conceder el amparo, el tribunal debe
también condenar la persona o entidad responsable a pagar los daños y per-
juicios; la determinación de los cuales se realizará en la ejecución judicial civil
de la decisión. Véase Rubén Hernández, Derecho Procesal Constitucional, Edi-
torial Juricentro, San José 2001, p. 268; José Luis Villalobos, “El recurso de
amparo en Costa Rica,” en Humberto Nogueira Alcalá (Editor), Acciones cons-
titucionales de amparo y protección: realidad y perspectivas en Chile y América Lati-
na, Editorial Universidad de Talca, Talca, 2000, p. 229.
1041 Véase Juan Carlos Esguerra Portocarrero, La protección constitucional del ciuda-
dano, Legis, Bogotá, 2004, p. 155. También cuando el procedimiento de ampa-
ro está en curso y el acto del Estado es revocado, paralizado o suspendido, la

673
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Excepto en estos casos de Bolivia, Guatemala, Colombia y Cos-


ta Rica, en todos los otros países latinoamericanos las acciones ju-
diciales tendientes a procurar indemnización por parte del agra-
viante por su responsabilidad como consecuencia del agravio infli-
gido al derecho constitucional del accionante, debe demandarse
mediante un recurso judicial ordinario por separado para ese efec-
to ante la jurisdicción civil o administrativa. Esto se dispone en la
leyes de amparo de El Salvador (art. 35); y Panamá (art. 2.627).

4. El pago de las costas procesales


Finalmente y en relación con las consecuencias económicas de
la demanda de amparo, en las leyes latinoamericanas, en general,
tal como se prevé en Argentina (art. 14); Bolivia (art. 102,III); Co-
lombia (art. 25); Costa Rica (arts. 51, 53); El Salvador (art. 35); Gua-
temala (arts. 44, 45, 100); Honduras (art. 105); Paraguay (art. 587) y
Perú (art. 56), la parte contra quien se dirige la decisión debe pagar
las costas del proceso.

5. Los efectos de la sentencia de amparo


Otro aspecto importante de las decisiones definitivas de ampa-
ro está relacionado con sus efectos. Primero, en relación con su
alcance, sobre si son de efectos generales o de efectos inter partes;
segundo, en relación con los efectos de lo decidido, y su valor o no
de res iudicata o cosa juzgada; y tercero, sobre el carácter obligatorio
de la sentencia y sus consecuencias.

A. El efecto inter partes y sus excepciones


La regla general respecto de los efectos de las decisiones judi-
ciales de amparo es que ellas solamente tienen efectos inter partes,
es decir, solamente tienen efectos entre las partes del proceso (el
accionante, el accionado y terceros coadyuvantes) y aquellos que
han participado en el proceso. Esto está expresamente estipulado
en las leyes mexicanas1042 y nicaragüenses (art. 44) de amparo.

tutela será concedida solo para efectos de la correspondiente decisión reco-


nociendo la indemnización (art. 26).
1042 El artículo 76 de la Ley de Amparo establece que “Las sentencias que se pro-
nuncien en los juicios de amparo sólo se ocuparán de los individuos particu-
lares o de las personas morales, privadas u oficiales que lo hubiesen solicita-

674
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Es decir, en forma similar a las injunctions en los Estados Uni-


dos,1043 las decisiones de amparo en América Latina tienen efectos
vinculantes respecto de las partes del proceso y solo respecto de la
controversia; siendo esta la consecuencia más importante del carác-
ter individual del amparo como una acción principalmente diseña-
da para la protección de derechos y garantías constitucionales per-
sonales.1044
La única excepción a este principio en los Estados Unidos son
las sentencias sobre cuestiones constitucionales cuando son decidi-
das por la Suprema Corte, en cuyo caso y debido a la doctrina del
precedente o stare decisis, todos los tribunales están obligados a
aplicar la misma regla constitucional en casos donde se planteen
controversias similares.1045
La misma regla existe en algunos países latinoamericanos co-
mo, por ejemplo, cuando la Corte Suprema de México sienta una
“jurisprudencia,” o como sucede en los casos relativos a interpreta-
ciones constitucionales por parte de las Cortes Supremas o Consti-
tucionales, a las cuales se le ha conferido efectos erga omnes e inclu-
so vinculantes. Este es el caso de Venezuela, respecto de las senten-
cias de la Sala Constitucional (art. 336 de la Constitución) y de Perú
respecto de las decisiones del Tribunal Constitucional (art. VII,
Código Procesal Constitucional), en os procesos de anulación de las
leyes.

do, limitándose a ampararlos y protegerlos, si procediere, en el caso especial


sobre el que verse la demanda, sin hacer una declaración general respecto de
la ley o acto que la motivare.”
1043 Véase el caso ESP Fidelity Corp. v. Department of Housing & Urban Development,
512 F.2d 887, (9th Cir. 1975), en John Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin
Schroder, John Glenn and Maureen Placilla, Corpus Juris Secundum, Volume
43A, Thomson West, 2004, pp. 414.
1044 Las regulaciones venezolanas pueden destacarse en este aspecto. En princi-
pio, las decisiones de la corte han sido constantes en otorgar a las acciones de
amparo un carácter individual donde la legitimidad corresponde al indivi-
duo directamente afectado por la violación del derecho o garantía constitu-
cional. Véase por ejemplo, la decisión de la Sala Constitucional del 15 de
marzo de 2.000 en Revista de Derecho Público, Nº 81, Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas 2000, pp. 322–323.
1045 Véase M. Glenn Abernathy and Barbara A. Perry, Civil Liberties under the
Constitution, University of South Carolina Press, 1993, p. 5.

675
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Aun con esta excepción, la regla general respecto de las senten-


cias en los procesos de amparo es que las decisiones solamente
tienen efectos vinculantes en relación con las partes del proceso
(aunque incluyendo también terceros beneficiarios o terceras partes
en el caso).
No obstante, este principio general tiene también sus excepcio-
nes debido al desarrollo progresivo de la naturaleza colectiva de
algunos derechos constitucionales como, por ejemplo, es el caso de
la violación de los derechos ambientales, de los derechos de las
comunidades indígenas y de otros derechos difusos,1046 en cuyos
casos1047 la sentencia definitiva puede beneficiar otras personas
diferentes de aquellas que han participado activamente en el pro-
ceso como accionantes.
Este es el caso de las decisiones de amparo sobre derechos e in-
tereses colectivos como los ambientales en Argentina y Brasil. En
Venezuela, debido a la disposición constitucional respecto de in-
tereses difusos o colectivos, la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo a partir de 2000 admitió las acciones de amparo procu-
rando la protección y ejercicio de esos derechos colectivos, entre
otros, por ejemplo, los derechos al sufragio. En tales casos, la Sala
incluso, en un caso relativo a derechos electorales, le otorgó efec-
tos erga omnes a las medidas precautelares, que beneficiaron no
sólo a los individuos que interpusieron la acción para la protec-
ción constitucional, sino a todos los demás electores considerados
como un grupo.1048

1046 Véase Rafael Chavero G. El nuevo amparo constitucional en Venezuela, Ed.


Sherwood, Caracas, 2001, pp. 333 ss.
1047 Como también ocurre en relación con las Class Actions o acciones colectivas
en los Estados Unidos. Véase M. Glenn Abernathy and Barbara A. Perry, Civil
Liberties under the Constitution, University of South Carolina Press, 1993, p. 6.
1048 Véase decisión de la Sala Constitucional Nº 483 del 29 de mayo de 2.000, caso
de “Queremos Elegir” y otros, en Revista de Derecho Público, Nº 82, Editorial Ju-
rídica Venezolana, 2000, pp. 489–491. En el mismo sentido, la decisión de la
misma Sala Nº 714 del 13 de Julio de 2.000, caso APRUM en Revista de Derecho
Público, Nº 83, 2000, Editorial Jurídica Venezolana, pp. 319 ss. La Sala Consti-
tucional ha decidido que “toda persona puede acceder ante la justicia para
ventilar derechos e intereses difusos o colectivos” y ha extendido “la legiti-
mación activa a las asociaciones, sociedades, fundaciones, cámaras, sindica-
tos, y demás entes colectivos, cuyo objeto sea la defensa de la sociedad, siem-

676
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Por otra parte, debe destacarse que la Defensoría del Pueblo en


Venezuela tiene competencia para promover, defender y salva-
guardar los derechos y garantías constitucionales y además, los
intereses legítimos, colectivos y difusos de los ciudadanos (arts. 280
y 281,2 de la Constitución); siendo por consiguiente admitida su
legitimación para presentar demandas de amparo en nombre de los
ciudadanos como un todo.1049 En todos estos casos, por lo tanto, la
sentencia judicial beneficia a todas las personas a quienes corres-
ponde el ejercicio de los derechos e intereses colectivos en cuestión.
B. La cuestión del alcance de los efectos de la cosa juz-
gada
Por otra parte, como todas las decisiones judiciales definitivas,
las decisiones de amparo en los países latinoamericanos también
tienen efectos de cosa juzgada, dando estabilidad a la sentencia.
Eso quiere decir que las decisiones de los tribunales son vinculan-
tes no solo para las partes en el proceso, o sus beneficiarios, sino
también para el mismo tribunal que no puede modificar su senten-
cia (inmutabilidad).
La cosa juzgada implica, por tanto, la imposibilidad que una
nueva demanda sea admitida respecto de la misma materia ya de-

pre que obren dentro de los límites de sus objetivos societarios, destinados a
velar por los intereses de sus miembros en cuanto a lo que es su objeto.”
Véase Decisión de la Sala Constitucional Nº 656 de 30-6-2000, caso Defensor
del Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional, que se refiere en la decisión Nº 379
de febrero 26 de 2003, caso Mireya Ripanti et vs. Presidente de Petróleos de Vene-
zuela S.A. (PDVSA), en Revista de Derecho Público, n° 93-96, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 2003, pp. 152 ss.
1049 En un caso el Defensor del Pueblo actuó contra una amenaza de la Comisión
Legislativa Nacional del año 2000 de designar miembros del Consejo Nacio-
nal Electoral sin cumplir con los requisitos constitucionales. En ese caso la Sa-
la Constitucional decidió que “la Defensoría queda legitimada para interpo-
ner acciones cuyo objeto es hacer valer los derechos o intereses difusos y co-
lectivos” sin requerir la aquiescencia de la sociedad en nombre de quien ac-
túa, pero esta disposición no excluye o prohíbe el acceso de los ciudadanos al
sistema judicial en defensa de los derechos e intereses colectivos (art. 26).
Véase sentencia de la Sala Constitucional Nº 656 del 6 de mayo de 2001, caso:
Defensor del Pueblo vs. Comisión Legislativa Nacional, Idem.

677
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cidida o que una decisión sea tomada en un sentido diferente al


sentido con que se adoptó en el proceso anterior.1050
Aun cuando los efectos de cosa juzgada constituyen principios
generales en América Latina, respecto de las decisiones de amparo
han surgido discusiones en muchos países en relación con el alcan-
ce de esos efectos basados en la tradicional distinción que se ha
establecido en el derecho procesal, entre los llamados efectos “sus-
tanciales” o materiales y los efectos “formales” de la cosa juzgada
con el objeto de determinar cuál de ellos aplica a la sentencia de
amparo.
En términos generales, la “cosa juzgada formal” se aplica a deci-
siones judiciales en el sentido de que no impide el desarrollo de un
nuevo proceso entre las partes, siempre que la materia no haya
sido decidida al fondo en el procedimiento de amparo. En cuanto a
la “cosa juzgada sustancial” se aplica cuando la decisión judicial ha
entrado al fondo del asunto, no permitiendo que otros procesos se
desarrollen sobre ella.
El fondo de la materia decidida en el procedimiento de amparo
es aquella relacionada con el manifiesto daño o amenaza ilegítima
y arbitraria causada por una parte agraviante en relación con de-
terminado derecho o garantía constitucional del accionante. Es de-
cir, el fondo en los procesos de amparo se reduce a determinar la
existencia de la ilegitima y manifiesta violación del derecho, inde-
pendientemente de otras posibles materias que puedan resolverse
por las partes en otros procesos.

1050 En contraste, estos efectos de la cosa juzgada, como regla general, no son
aplicables a las órdenes de las injunctions en los Estados Unidos, las cuales
pueden ser modificadas por el tribunal. Como ya se ha resumido respecto de
la doctrina judicial en esta materia: “Las injuncions son distintas de otras sen-
tencias en el contexto de la cosa juzgada porque las partes están frecuente-
mente sujetas a la jurisdicción continua del tribunal y el tribunal debe hallar
un equilibrio entre las políticas de la cosa juzgada y el derecho del tribunal a
aplicar medidas modificadas a circunstancias cambiadas.” Véase el caso
Town of Durham v. Cutter, 121 N.H. 243, 428 A. 2d 904 (1981), en John
Bourdeau et al., “Injunctions,” en Kevin Schroder, John Glenn and Maureen
Placilla, Corpus Juris Secundum, Volume 43A, Thomson West, 2004, p. 416; y
Owen M. Fiss and Doug Rendleman, Injunctions, The Foundation Press, 1984,
pp. 497–498, 526.

678
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Al respecto, por ejemplo, la Ley Nº 16.986 de Amparo de Ar-


gentina establece lo siguiente:
Art. 13. La sentencia firme declarativa de la existencia o
inexistencia de la lesión, restricción alteración o amenaza arbi-
traria o manifiestamente ilegal de un derecho o garantía consti-
tucional, hace cosa juzgada respecto del amparo, dejando sub-
sistente el ejercicio de las acciones o recursos que puedan co-
rresponder a las partes, con independencia del amparo.1051
Una disposición similar está estipulada en las leyes de amparo
paraguaya (art. 579) y uruguaya (art. 11).1052
La ley de amparo venezolana, de manera similar a la disposi-
ción argentina y con el mismo criterio diferenciador respecto de los
efectos de la cosa juzgada sustancial o formal1053 dispone que “La

1051 Esta disposición, relativa a los efectos de la cosa juzgada, ha sido interpretada
de dos maneras: Por una parte, Lazzarini ha considerado que la disposición
establece los efectos de la “cosa juzgada sustantiva” de la decisión de amparo
protectiva, alegando que la alusión que el artículo hace con relación a otras
acciones o recursos, se está refiriendo a acciones penales tendientes a sancio-
nar los agravios (causantes del daño) o a acciones civiles que procuran in-
demnización, pero no a otras acciones en las cuales el amparo puede ser nue-
vamente litigado. Véase José Luis Lazzarini, El juicio de Amparo, Ed. La Ley,
Buenos Aires, 1987, pp. 356 ss. Por su parte Sagües ha considerado que, aun
cuando la acción de amparo es un proceso bilateral debido a su carácter bre-
ve y sumario con las consiguientes restricciones respecto de pruebas y forma-
lidades, no puede haber una decisión sobre el fondo del caso; así que ningu-
na cosa juzgada sustantiva puede producirse sino solo una cosa juzgada formal,
siendo posible que el fondo de la materia pueda ser resuelto mediante los
medios judiciales ordinarios, siempre que las partes aleguen que ha ocurrido
un lesión a su derecho de defensa en el procedimiento de amparo (por ejem-
plo, en relación con las pruebas). Véase Néstor Pedro Sagüés, Derecho procesal
Constitucional, Vol. 3, Acción de amparo, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1988,
pp. 449 ss.
1052 Véase Luis Alberto Viera, Ley de Amparo, Ediciones Idea, Montevideo, 1993,
p. 40.
1053 Al respecto, la Antigua Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo en
una sentencia de 16-10-1986, caso “Montilva,” decidió que si en un caso “la
acción de amparo es intentada con el mismo objeto, denunciando las mismas
violaciones, basada en los mismos motivos y con idéntico objeto a la anterior
y dirigida contra la misma persona, entonces es evidente que en ese caso, la
fuerza de la res judicata se aplica para evitar la repetición del caso, dado el he-

679
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

sentencia firme de amparo producirá efectos jurídicos respecto al


derecho o garantía objeto del proceso, sin perjuicio de las acciones
o recursos que legalmente correspondan a las partes” (art. 44).
Según esta norma, la cosa juzgada en la sentencia de amparo so-
lo se refiere a lo que ha sido litigado y decidido en el caso, respecto
de la violación o agravio infligido al derecho o garantía constitu-
cional.1054 En términos generales, por tanto, la decisión de amparo
no resuelve todas las otras cuestiones posibles que pudiesen surgir
de la lesión, sino solo el aspecto de la violación o lesión de los dere-
chos o garantías constitucionales, siendo éste el único punto res-
pecto del cual la decisión produce efectos de cosa juzgada. En estos
casos, después que la decisión de amparo, otros asuntos legales
pueden permanecer pendientes de solución para otros procesos y
es por esto que la decisión de amparo en estos casos es pronuncia-
da “sin perjuicio de las acciones y recursos que puedan legalmente
corresponder a las partes.” En este caso, como se ha dicho, la deci-
sión de amparo tiene efectos de cosa juzgada formal.1055

cho de la controversia a ser resuelta tiene la misma identidad subjetiva y ob-


jetiva que la previamente decidida.” Véase. Rafael Chavero G., El nuevo am-
paro constitucional en Venezuela, Ed. Sherwood, Caracas, 2001, pp. 338 ss.; Gus-
tavo Linares Benzo, El proceso de amparo en Venezuela, Caracas, 1999, p. 121.
1054 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 28, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 1986, p. 106.
1055 Véase al respecto, Juan Manuel Errázuriz y Jorge Miguel Otero A., Aspectos
procesales del recurso de protección, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1989,
pp. 195 ss. y 202. Estos efectos de la decisión de amparo también existen res-
pecto de la acción de amparo contra individuos y un caso puede ilustrar el
punto: en 1.987 surgió una controversia en una universidad venezolana pri-
vada en Caracas -la Universidad Santa María- en relación con el cargo para la
presidencia de la institución (rector), un cargo que era disputado por dos
profesores alegando que habían sido designados por los órganos universita-
rios. La Corte Primera de lo Contencioso-Administrativo, en una decisión del
17 de diciembre de 1.987 pronunció una decisión de amparo en la materia
demandada por uno de los rectores a fin de garantizar la seguridad jurídica a
la comunidad universitaria dado el hecho de que el punto de quién era el rec-
tor de la universidad no podía permanecer sin solución indefinidamente.
Sentenció considerando legitima la designación de uno de los rectores hasta
que la controversia relativa a la legitimidad de los entes a cargo de las desig-
naciones se resolviera en vía judicial.” Véase en El Universal, Caracas, 27 de
diciembre de 1.987, p. 2–5. De acuerdo con esta decisión, era necesaria que
una acción civil adicional fuese resuelta a fin de decidir el fondo del asunto.

680
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En muchos otros casos, naturalmente, la decisión de amparo, al


pronunciarse sobre la violación del derecho constitucional provo-
cada por acciones u omisiones ilegítimas, no deja espacio para dis-
cutir ningún otro punto legal a través de ningún otro procedimien-
to posterior, en cuyos casos, la sentencia de amparo tiene efectos de
cosa juzgada sustancial.
Esta distinción entre los efectos de cosa juzgada respecto de las
decisiones de amparo ha sido expresamente establecida, por ejem-
plo, en la Ley de Amparo de El Salvador en la cual se prescribe lo
siguiente:
“Art. 81.- La sentencia definitiva en los dos procesos men-
cionados en el artículo anterior produce los efectos de cosa juz-
gada contra toda persona o funcionario, haya o no intervenido
en el proceso, sólo en cuanto a que el acto reclamado es o no
constitucional, o violatorio de preceptos constitucionales. Con
todo, el contenido de la sentencia no constituye en sí declara-
ción, reconocimiento o constitución de derechos privados sub-
jetivos de los particulares o del Estado; en consecuencia la reso-
lución dictada no puede oponerse como excepción de cosa juz-
gada a ninguna acción que se ventile posteriormente ante los
Tribunales de la República.”
Las leyes de amparo hondureña (art. 72) y guatemalteca tam-
bién disponen en términos similares que “las resoluciones dictadas
en procesos de amparo son de efecto declarativo y no causan ex-
cepción de cosa juzgada, sin perjuicio de las disposiciones relativas
a la jurisprudencia en materia de amparo” (art. 190).
Finalmente, en el Perú, el Código Procesal Constitucional no
resuelve la discusión y se limita a estipular que “En los procesos
constitucionales sólo adquiere la autoridad de cosa juzgada la deci-
sión final que se pronuncie sobre el fondo” (art. 6).1056
6. El carácter obligatorio de las sentencias de amparo y la
sanción al desacato judicial
Un último aspecto debe resaltarse respecto de los efectos de la
decisión de amparo y es en relación con su carácter obligatorio.
Como todas las decisiones judiciales, la sentencia de amparo es

1056 Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El proceso constitucional de amparo, Gaceta


Jurídica, Lima, 2004, pp. 194 ss.

681
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

obligatoria no solo para las partes del proceso sino también respec-
to de todas las otras personas y funcionarios públicos que deben
aplicarlas. El agraviante, por ejemplo, está obligado a acatarla de
inmediato como expresamente lo dispone las leyes de amparo
de Bolivia (art. 102); Colombia (arts. 27, 30); Costa Rica (art. 53);
Ecuador (art. 58); Honduras (art. 65); Nicaragua (art. 48); Paraguay
(art. 583); Perú (arts. 22, 24) y Venezuela (art. 35).
En orden a ejecutar la decisión, los tribunales pueden ex officio,
o a petición de parte, tomar todas las medidas dirigidas a su cum-
plimiento, estando facultados, por ejemplo, en la ley guatemalteca,
para decretar órdenes y librar oficios a las autoridades y funciona-
rios públicos de la administración pública o a las personas obliga-
das (art. 55). Los tribunales de amparo según lo dispuesto en las
leyes de amparo de Guatemala (art. 105), Ecuador (art. 61), El Sal-
vador (art. 61) y Nicaragua (art. 77) también están facultados para
usar los medios de fuerza pública para asegurar el cumplimiento
de sus decisiones.
Aun así, los jueces de amparo en América Latina en general no
tienen facultad directa de castigar, mediante la imposición de san-
ciones penales, el desacato a sus órdenes. En otras palabras, no
tienen la facultad inherente de hacerlo, cosa que, en contraste, es
una de los caracteres más importantes del sistema de la injunction
en los Estados Unidos.1057 Estas facultades de sancionar penalmen-

1057 Esto es particularmente importante con respecto a la contumacia penal, la


cual fue establecida desde el caso In Re Debs (158 U.S. 564, 15 S.Ct. 900, 39
L.Ed. 1092 (1895)), donde de acuerdo con el magistrado Brewer quien pro-
nunció la sentencia de la Corte Suprema, se decidió así: “Pero el poder de un
tribunal de emitir una orden lleva consigo el poder también de sancionar por
una desobediencia a tal orden y la pregunta acerca de la desobediencia ha si-
do, desde tiempos inmemoriales, la función especial del tribunal. Y esto no es
un tecnicismo. Para que un tribunal pueda compeler obediencia a su orden
debe tener el derecho a cuestionar si ha habido desobediencia a su orden. El
someter la cuestión de la desobediencia a otro tribunal, sea un jurado u otra
corte, equivaldría a privar los procedimientos de la mitad de su eficacia. En
Watson v. Williams, 36 Miss. 331, 341, se declaró: “El poder de multar y encar-
celar por contumacia ha sido considerado, desde la historia más antigua del
derecho, como la necesaria faceta y atributo de un tribunal sin el cual no po-
dría existir más de lo que pudiera existir sin un juez. Es un poder inherente a
todos los tribunales de los que se tiene cuenta y coexistente con ellos por las
sabias disposiciones del Common Law. Un tribunal sin el poder efectivo de
protegerse a si mismo contra los asaltos de los desaforados o de ejecutar sus

682
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

te fueron las que precisamente dieron a la injunction en los Estados


Unidos su efectividad en relación con cualquier desobediencia,
estando el mismo tribunal facultado para reivindicar su propio
poder mediante la imposición de sanciones penales y pecuniarias
con prisión y multas.1058 Los tribunales latinoamericanos, en con-
traste, no tienen esas facultades o éstas son muy débiles.
En efecto, aun cuando el desacato a la sentencia de amparo sea
sancionable en las leyes de amparo latinoamericanas, no está en las
manos del mismo tribunal de amparo el aplicar sanciones afectan-
do personalmente al renuente. Estas facultades sancionatorias es-
tán atribuidas sea a la administración pública sea a un diferente
tribunal penal. Así, por ejemplo, en caso de desacato, el tribunal de
amparo debe procurar el comienzo de un procedimiento discipli-
nario administrativo contra el funcionario público rebelde que de-
be ser decidido por el órgano superior correspondiente en la admi-
nistración pública, como está establecido en Colombia (art. 27),
Perú (art. 59) y Nicaragua (art. 48).
Respecto de la aplicación de sanciones penales al rebelde, los
tribunales de amparo, o la parte interesada, deben procurar el
inicio de un proceso judicial penal en contra de aquél, el cual debe
ser desarrollado por ante los tribunales penales competentes, como
es la regla general establecida en Bolivia (art. 104); Colombia (arts.
27, 52, 53); Costa Rica (art. 71); Ecuador (art. 58); El Salvador (arts.
37, 61); Guatemala (arts. 32, 54, 92); Honduras (art. 62); México
(arts. 202, 209); Nicaragua (art. 77); Panamá (art. 2632); Paraguay
(art. 584) y en Venezuela. En algunos casos excepcionales, como en
Colombia (art. 27), el juez de tutela puede imponer (pero solo eso)
detenciones administrativas a la parte renuente.

órdenes, sentencias o decretos contra los rebeldes a sus disposiciones, sería


una desgracia al derecho y un estigma a la era que lo produjo.” Véase Owen
M. Fiss and Doug Rendleman, Injunctions, The Foundation Press, 1984, p. 13.
v.t. William M. Tabb and Elaine W. Shoben, Remedies, Thomson West, 2005,
pp. 72 ss.
1058 En Filipinas, el Reglamento sobre el Recurso de Amparo, faculta al tribunal
competente a “ordenar al accionado que se niega a responder, o que respon-
da falsamente, o a cualquier persona que de cualquier otro manera desobe-
dezca o se resista a un proceso legítimo u orden del tribunal, a ser sanciona-
do por contumacia. El contumaz puede ser encarcelado o multado.”

683
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Por lo tanto, los jueces de amparo en América Latina, en gene-


ral, no tienen el poder para directamente imponer sanciones disci-
plinarias o penales a aquellos que desacatan sus órdenes y solo en
algunos países tienen poder para directamente imponer multas
(astreintes) a las partes renuentes de manera continua y hasta el
cumplimiento de la orden. Este es el caso de Colombia (art. 27);
República Dominicana (art. 28); Guatemala (art. 53); Nicaragua,
(art. 66) y Perú (art. 22); 1059 y en Venezuela si se trata de desacato a
decisiones del Tribunal Supremo, el mismo tiene competencia para
imponer multas (art. 122, Ley Orgánica del Tribunal Supremo de
Justicia).
En Venezuela, específicamente, conforme a lo establecido en el
artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo, el desacato de las sen-
tencias de amparo que está tipificado en dicha norma como un de-
lito, dada la ausencia de previsión de un procedimiento judicial
especifico, su juzgamiento corresponde a los tribunales competen-
tes de la jurisdicción penal ordinaria, mediante un proceso penal,
con las garantías del debido proceso, no teniendo el juez de ampa-
ro competencia para sancionar en forma alguna el desacato de sus
decisiones. Es decir, en caso de desacato, el juez de amparo tiene
limitada su actuación, debiendo sólo procurar el inicio de un pro-
ceso penal ante la jurisdicción penal ordinaria, a cuyo efecto debe
poner en conocimiento del asunto al Ministerio Público para que
sea éste el que dé inicio al proceso penal correspondiente, tendiente
a comprobar (o no) la existencia del delito y a imponer (de ser el
caso) la sanción penal legalmente establecida, a que ya se ha hecho
referencia.
Estas previsiones legislativas, sin embargo, ha sido trastocadas
mediante sentencias interpretativas de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, como se analiza en la última Parte de
este libro.

1059 Véase Samuel B. Abad Yupanqui, El proceso constitucional de amparo, Gaceta


Jurídica, Lima 2004, p. 136.

684
DÉCIMA SEXTA PARTE
LA ACCIÓN DE AMPARO A LA LIBERTAD O
SEGURIDAD PERSONAL (HABEAS CORPUS)

De acuerdo con lo establecido en el mismo artículo 27 de la


Constitución, “la acción de amparo a la libertad o seguridad podrá
ser interpuesta por cualquier persona, y el detenido será puesto
bajo la custodia del tribunal de manera inmediata, sin dilación al-
guna.” La acción de habeas corpus, por tanto, en Venezuela, es la
misma acción de amparo, y por tanto, se rige en general por todos
los principios que la gobiernan, salvo las disposiciones especiales
que establece la Ley Orgánica de Amparo.
Entre las previsiones especiales, por supuesto, están las previs-
tas en la misma Constitución, en cuanto a que cualquier persona
puede interponer la acción de habeas corpus en nombre de la per-
sona agraviada, y a la obligación para el presunto agraviante, de
poner a la persona en cuya protección se interpone la acción bajo
custodia del tribunal que conozca de la acción, de manera inmedia-
ta, sin dilación.
La Ley Orgánica legitima para intentar la acción de amparo, a
“toda persona que fuere objeto de privación o restricción de su
libertad, o se viere amenazada en su seguridad personal, con viola-
ción de las garantías constitucionales” (art. 39).
De acuerdo con el artículo 41 de la Ley Orgánica, la solicitud
de amparo a la libertad personal puede ser hecha por el agraviado
o por cualquier persona que gestione en favor de aquel (sin que
necesariamente tenga poder para ello), por escrito, verbalmente o
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

por vía telegráfica, sin necesidad de asistencia de abogado.1060 En


cuanto a las solicitudes de amparo referidas a la seguridad perso-
nal se tramitaran, en cuanto les resulten aplicables, conforme a lo
antes señalado (art. 41).
De acuerdo con los artículos 7 y 40 de la Ley Orgánica, los juz-
gados de primera instancia en lo penal serían los competentes para
conocer y decidir sobre el amparo a la libertad y seguridad perso-
nales. Dentro de dichos Juzgados de primera instancia en lo penal,
el competente será el que tenga jurisdicción “en el lugar donde se
hubiese ejecutado el acto causante de la solicitud o donde se encon-
trare la persona agraviada” (art. 39).
La Sala Constitucional, en relación con la acción de habeas cor-
pus, también se ha ocupado de delinear principios sobre la compe-
tencia judicial, a cuyo efecto en sentencia nº 165 de 13 de febrero de
2001 (Caso: Euclides S. Rivas vs. Juzgado de Control Nº 2, Circuito Ju-
dicial Penal, Estado Nueva Esparta), expuso lo siguiente:
“El criterio sostenido por esta Sala Constitucional, es que la
procedencia del hábeas corpus depende de que la detención ha-
ya sido impuesta por una autoridad administrativa, policial, o
judicial, con violación de normas constitucionales, y sólo en
aquellos casos en que la autoridad, se exceda en el ejercicio de
sus atribuciones legales o en los plazos en que se mantiene la
detención, podría ser considerada la privación de la libertad
ilegítima.
Aunado a ello, el ordinal 4º del artículo 60 del Código Or-
gánico Procesal Penal, establece que los tribunales de control
serán los competentes para conocer de la acción de amparo a la
libertad y seguridad personales, imponiéndose así el criterio de
la competencia exclusiva para los Jueces de Primera Instancia
en función de Control de la Investigación; sentido que fue pre-
cisado por esta Sala en decisión de fecha 20 de enero de 2000,
referida con anterioridad (Vid. Caso: Emery Mata Millán vs. Mi-
nistro y Vice–Ministro del Interior y Justicia, exp. Nº 00–001). Co-
mo excepción y tomando en cuenta el artículo 8 de la Ley Or-
gánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constituciona-

1060 Véase por ejemplo, sentencia de la sala Constitucional Nº 742 de 19–7–2000


(Caso: Rubén D. Guerra vs. Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito del Estado Lara), en Revista de Derecho Público, Nº 83,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 346.

686
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

les, cuando la decisión o acto que se entienda lesivo provenga


de los altos funcionarios u órganos mencionados en dicha dis-
posición, o de otros que ostenten igual rango o jerarquía en la
conformación institucional del Estado, tal competencia le co-
rresponde exclusivamente a la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia.
No obstante el razonamiento de esta Sala, se presentan dificul-
tades en cuanto al orden jerárquico para atribuir a los jueces de
control la competencia para conocer de los amparos interpuestos
con ocasión de presuntas violaciones a la libertad y seguridad per-
sonales –hábeas corpus–, provenientes de un órgano jurisdiccional
superior o de igual rango a los Juzgados de Primera Instancia en
Función de Control; es decir, cuando el presunto agraviante sea
otro Tribunal de Primera Instancia o una Corte de Apelaciones en
lo Penal, como por ejemplo, en materia Penal, aquellos que cono-
cen en otra fase del proceso, como son los tribunales de juicio o de
ejecución. En estos casos resulta contrario a la teoría general del
proceso, que un tribunal de la misma o inferior jerarquía revise una
decisión –aun cuando sea por la vía de una acción de amparo–,
pues esto quebranta el orden lógico de la organización institucional
en la que se ve reflejada la concepción del ejercicio de la función
jurisdiccional, la cual atiende al contenido de valores que nutren el
fin último de dicha función. Tal orden se trastocaría, ciertamente,
en la conjetura de decisiones de órganos de superior jerarquía que
deban ser revisadas, con lo cual decimos valoradas, y quizás rever-
tidas, por instancias de igual o inferior jerarquía.
Debe señalarse que, “ambas figuras –amparo contra deci-
siones judiciales y Hábeas Corpus–, se encuentran consagradas
en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, de manera separada, siendo que la primera
va dirigida a restituir la situación jurídica infringida ocasiona-
da por un acto, resolución o sentencia emanada de un Tribu-
nal, actuando fuera del ámbito de su competencia –entiéndase
con abuso o extralimitación de poder o con usurpación de fun-
ciones– que lesiona derechos y garantías protegidas por la
Constitución; en tanto que el hábeas corpus se concibe como la
tuición fundamental de la esfera de la libertad individual, co-
mo una verdadera garantía contra posibles arrestos y deten-
ciones arbitrarias,” incluso provenientes de los órganos judicia-
les actuando en vía disciplinaria (la privación ilegítima de li-
bertad). Ver sentencia de fecha 17 de marzo de 2000.

687
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Para rectificar la diversidad de criterios que se originó a


raíz de la promulgación de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, esta Sala Constitucio-
nal dijo: “...haciendo una interpretación armónica y coherente que
garantice una adecuada aplicación de ambos institutos, debe enten-
derse que el mandamiento de hábeas corpus resulta procedente cuan-
do se trata de proteger al ciudadano frente a arbitrarias detenciones
administrativas, sin embargo, el mismo también es ejercible en aque-
llos casos en los cuales exista de por medio una detención de carácter
judicial, pero únicamente, cuando dichas decisiones no cuenten con
un medio ordinario de impugnación o éste no sea acorde con la pro-
tección constitucional que se pretende.” De tal manera que, en el
supuesto de privaciones ilegítimas por detenciones policiales o
administrativas, incluidas las practicadas en acatamiento de
sanciones disciplinarias decretadas por los jueces, debemos
reiterar que corresponde la competencia en primera instancia,
como regla general, a los jueces de control –primera instancia
en lo penal.
En el otro supuesto, si la acción va dirigida contra una pri-
vación judicial preventiva de libertad ordenada por un Juez,
por considerarse que actuó con abuso de poder o con extralimi-
tación de funciones en cualquiera de las fases del proceso pe-
nal, es decir, actuando con facultad jurisdiccional –no adminis-
trativa– con ocasión de la comisión de un delito o falta, con
fundamento en el Código Orgánico Procesal Penal o en cual-
quier otra ley penal, aun cuando el contenido de la pretensión
involucre un hábeas corpus por alegarse que tal detención en sí
misma resulta ilegítima o que por extensión excesiva de la
misma en el tiempo haya adquirido el carácter de ilegitimidad,
se atenderá al orden de gradación del órgano en contra de
quien se acciona. No cabe duda, entonces, de que el caso debe-
rá analizarse bajo la óptica del artículo 4 de la Ley de Amparo,
y la competencia corresponderá a un Tribunal Superior, en el
orden jerárquico, de aquél que emitió el pronunciamiento,
puesto que se trata de un acto, resolución o sentencia emana-
dos de un órgano jurisdiccional actuando en tal condición.”1061.

1061 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2001, pp. 489 y ss.

688
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

El juez competente, al recibir la solicitud, tal como lo prescribe


el artículo 41 de la Ley Orgánica, debe abrir una averiguación su-
maria, ordenando inmediatamente al funcionario bajo cuya custo-
dia se encuentre la persona agraviada, que informe dentro del pla-
zo de veinticuatro (24) horas, sobre los motivos de la privación o
restricción de la libertad.
La solicitud de amparo a la libertad y seguridad personales
tiene por objeto que el juez competente “expida un mandamiento
de hábeas corpus (Art. 39), a cuyo efecto, conforme al artículo 42 de
la Ley Orgánica, el juez, haya o no recibido el informe del funcio-
nario respectivo, debe decidir
“en un término no mayor de noventa y seis (96) horas des-
pués de recibida la solicitud, la inmediata libertad del agravia-
do o el cese de las restricciones que se le hubiesen impuesto, si
encontrare que para la privación o restricción de la libertad no
se hubieren cumplido las formalidades legales.”
La Ley Orgánica autoriza al juez, en caso de considerarlo nece-
sario, para sujetar esta decisión “a caución personal o a prohibición
de salida del país de la persona agraviada, por un termino no ma-
yor de treinta (30) días.”
Por supuesto, la decisión también puede consistir en la negati-
va de la solicitud formulada, si la privación o restricción de la liber-
tad se hubiere efectuado cumpliéndose las formalidades legales.
De acuerdo a los artículos 40 y 43 de la Ley Orgánica, el man-
damiento de hábeas corpus o, en su defecto, la decisión que lo nie-
gue se consultara con el tribunal superior, al que deberán enviarse
los recaudos en el mismo día o en el siguiente. Por supuesto, la
consulta no impedirá la “ejecución inmediata de la decisión.” En
todo caso, prescribe la Ley que el tribunal superior debe decidir
dentro de las setenta y dos (72) horas después de haber recibido los
autos.

689
DÉCIMA SÉPTIMA PARTE
SOBRE LA ACCIÓN DE HABEAS DATA

El cuanto a las normas de procedimiento en los procesos en los


casos de habeas data, en ausencia de normas legales, fueron esta-
bleciéndose progresivamente por la jurisprudencia de la Sala Cons-
titucional, hasta haber sido recogidas por la Ley Orgánica del Tribu-
nal Supremo de Justicia de 2010, aun cuando en forma transitoria.
I. LA DOCTRINA JURISPRUDENCIAL DE LA SALA CONS-
TITUCIONAL EN MATERIA DE HABEAS DATA
1. Sobre el derecho de habeas data
En efecto, el artículo 28 de la Constitución de 1999, siguiendo la
orientación de las Constituciones latinoamericanas recientes, esta-
bleció expresamente en Venezuela la acción de habeas data,1062 me-
diante la cual se garantiza a todas las personas el derecho de acce-
der a la información y a los datos que sobre sí misma o sobre sus
bienes consten en registros oficiales o privados, con las excepciones
que establezca la ley, así como conocer el uso que se haga de los

1062 Véase Allan R. Brewer-Carías, “El proceso constitucional de las acciones de


habeas data en Venezuela: las sentencias de la sala constitucional como fuen-
te del derecho procesal constitucional,” en Eduardo Andrés Velandia Canosa
(Coordinador), Homenaje al Maestro Héctor Fix Zamudio. Derecho Procesal Cons-
titucional. Memorias del Primer Congreso Colombiano de Derecho Procesal Consti-
tucional Mayo 26, 27 y 28 de 2010, Bogotá 2010, pp. 289-295; y en Revista de
Derecho Público, Nº 120, (octubre-diciembre 2009), Editorial Jurídica Venezo-
lana, Caracas 2009, pp. 185-191 en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas, 2001, pp. 489 y ss.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

mismos y su finalidad, y a solicitar ante el tribunal competente la


actualización, la rectificación o la destrucción de aquellos, si fuesen
erróneos o afectasen ilegítimamente sus derechos.
Estos derechos, como lo señaló la Sala Constitucional del Tri-
bunal Supremo de Justicia en sentencia de 9 de noviembre de 2009
(Caso: Mercedes Josefina Ramírez, Acción de Habeas Data),
“no involucran directamente nulidades, ni indemnizacio-
nes, sino otorgan situaciones jurídicas esenciales al ser hu-
mano: como lo es la existencia de un recurso sobre su persona
en archivos públicos o privados, por lo que no resulta vincu-
lante para el Juez Constitucional lo que pida el quejoso, sino la
situación fáctica ocurrida en contravención a los derechos y ga-
rantías constitucionales y los efectos que ella produce, que el
actor trata que cesen y dejen de perjudicarlo; o simplemente la
información sobre sí mismo que tiene derecho a conocer exis-
tente en los registros público o privados.”1063
Por otra parte, el artículo 28 de la Constitución también consa-
gra el derecho de toda persona de acceder a documentos de cual-
quier naturaleza que contengan información cuyo conocimiento
sea de interés para comunidades o grupos de personas, quedando
a salvo el secreto de las fuentes de información periodística y de
otras profesiones que determine la ley.
La norma, por tanto, consagra dos derechos distintos, sobre los
cuales la Sala Constitucional en sentencia de 23 de agosto de 2000
(Caso: Veedores de UCAB) expresó en materia de derecho de acceso:
“el artículo 28 separa el acceso a la información y a los da-
tos, del acceso a documentos que contengan información, la
cual debe ser puntual, sobre cualquier tópico, sean o no dichos
documentos soportes de bases de datos, que tengan interés pa-
ra las comunidades o grupos. El acceso a estos documentos es
distinto al de las bases de datos, de cualquier tipo. Se trata de
acceder a documentos en sentido amplio, escritos o meramente
representativos (de allí que la norma expresa que son docu-
mentos de cualquier naturaleza), que por alguna razón contie-
nen información de interés para el grupo, o para la comunidad.

1063 Véase en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/Noviembre/1511-91109-


2009-09-0369.html

692
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Tal interés debe ser decidido por el juez, para ordenar su


exhibición, por lo que debe ser alegado, no bastando la subjeti-
va apreciación del actor en ese sentido.”1064
Estos derechos de habeas data, por otra parte, son también dis-
tintos al derecho garantizado en el artículo 143 de la misma Consti-
tución que tienen todos los ciudadanos a ser informados oportuna
y verazmente por la Administración Pública, sobre el estado de las
actuaciones en que estén directamente interesados, y a conocer las
resoluciones definitivas que se adopten sobre el particular. Asi-
mismo, consagra la norma el derecho de acceso a los archivos y
registros administrativos, sin perjuicio de los límites aceptables
dentro de una sociedad democrática en materias relativas a seguri-
dad interior y exterior, a investigación criminal y a la intimidad de
la vida privada, de conformidad con la ley que regule la materia de
clasificación de documentos de contenido confidencial o secreto. La
norma prohíbe, en todo caso, la censura a los funcionarios públicos
en relación con lo que informen sobre asuntos bajo su responsabi-
lidad.
En cuanto al derecho de habeas data que consagra el artículo
28 de la Constitución, la Sala Constitucional del Tribunal Supre-
mo de Justicia en su sentencia Nº 1050 del 23 de agosto de 2000
(caso: Ruth Capriles y otros), determinó que se trata de un “derecho
de las personas a conocer la información que sobre ellas, hayan
sido compiladas por otras” consecuencia del hecho de que “tanto
el Estado, como los particulares, mediante diversas formas de
compilación de datos: manuales, computarizados, etc., registran y
almacenan datos e informaciones sobre las personas o sobre sus
bienes, y en vista que tal recopilación puede afectar la vida priva-
da, la intimidad, el honor, la reputación, la vida económica y
otros valores constitucionales de las personas naturales o jurídi-
cas, la Constitución, para controlar tales registros, otorga varios
derechos a la ciudadanía que aparecen recogidos en el artículo 28
citado.” Estos derechos en criterio de la Sala Constitucional son
los siguientes:
“1) El derecho de conocer sobre la existencia de tales regis-
tros.

1064 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas 2001, pp. 500–501.

693
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

2) El derecho de acceso individual a la información, la


cual puede ser nominativa, o donde la persona queda vincula-
da a comunidades o a grupos de personas.
3) El derecho de respuesta, lo que permite al individuo
controlar la existencia y exactitud de la información recolecta-
da sobre él.
4) El derecho de conocer el uso y finalidad que hace de la
información quien la registra.
5) El derecho de actualización, a fin que se corrija lo que
resulta inexacto o se transformó por el transcurso del tiempo.
6) El derecho a la rectificación del dato falso o incompleto.
7) El derecho de destrucción de los datos erróneos o que
afectan ilegítimamente los derechos de las personas.”
A los efectos de ejercer esta acción de habeas data, la Sala
Constitucional en su sentencia de 2000 precisó que se trata de dere-
chos que giran alrededor de los datos recopilados sobre las perso-
nas o sobre sus bienes, por lo que la legitimación activa correspon-
de a quienes tengan “un interés, personal, legítimo y directo en
quien ejerza estos derechos, ya que es la información sobre su per-
sona y bienes el que lo origina.” En otras palabras, dijo la Sala,
quien quiere hacer valer estos derechos que conforman el habeas
data, “lo hace porque se trata de datos que le son personales.” Es
decir, “quien no alega que el habeas data se solicita para obtener
información sobre sus datos registrados, carece de interés legítimo
en tal acción, ya que no hace uso del derecho que otorga dicha
norma, con los otros derechos que nacen de la misma, los cuales
giran alrededor de las informaciones personales.”
La doctrina anterior fue ratificada por la Sala Constitucional en
sentencia Nº 332 de 14 de marzo de 2001 (Caso: Insaca vs. Ministerio
de Sanidad y Asistencia Social), en la cual volvió a analizar la norma
del artículo 28 de la Constitución, en cuanto a la justiciabilidad de
los derechos que contiene, concluyendo que daban origen a accio-
nes autónomas distintas y no siempre vinculadas al amparo consti-
tucional;1065 ratificando el criterio de que en virtud de que para ese
momento no se había sancionado ley reguladora alguno del proce-

1065 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 85–88, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas 2001, p. 488.

694
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

dimiento constitucional a seguir para la justiciabilidad de esos de-


rechos, la Sala Constitucional se reservó la competencia, como Ju-
risdicción Constitucional, para conocer “de las controversias que
surjan con motivo de las normas constitucionales aun no desarro-
lladas legislativamente, hasta que las leyes que regulan la Jurisdic-
ción Constitucional, decidan lo contrario,” agregando que:
“Con esta doctrina la Sala evita la dispersión que ocurre en
otros países, donde la acción de habeas data que se incoa autó-
nomamente, ha sido conocida por Tribunales Civiles, o de otra
naturaleza, tomando en cuenta la afinidad de la materia que
conoce el tribunal con la que se pretende ventilar con el habeas
data.
Existiendo en el país una Sala Constitucional, específica
para conocer lo relativo a las infracciones de la Carta Funda-
mental, no parece lógico, ante el silencio de la ley, atribuir el
conocimiento de estas causas a tribunales distintos. Tal inter-
pretación es vinculante a partir de esta fecha (14–03–2001 y así
se declara.”1066
Por otra parte, en cuanto a las condiciones de admisibilidad de
la acción de habeas data, la Sala ratificó la legitimación para accionar
respecto de las persona que reseñadas en lo personal o en sus bie-
nes, en los registros mencionados, sin necesidad de alegar daño
alguno en los casos en que pide el acceso a la información o el co-
nocimiento de la finalidad para la cual la mantiene el recopilador;
agregando que para poderse intentar la acción respectiva, el acceso
a la información debía haber sido previamente denegado por la
autoridad administrativa, es decir, los derechos:
“han de ser ejercidos previamente (incluso extrajudicial-
mente y tal vez hasta por vía administrativa en algunos casos)
ante el recopilador real o supuesto, por lo que la lesión al titu-
lar de los derechos nace de ese ejercicio extrajudicial fallido. Si
se le niega extrajudicialmente el ejercicio, porque no se le da
acceso a la información, se le da errónea, o no se explica legal-
mente para qué se registra, se le infringe su situación jurídica
que nace directamente de la Constitución.

1066 Idem 492.

695
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Ante tal negativa, la víctima puede optar entre un juicio


ordinario, para hacer valer su derecho negado, acumulando
pretensiones; o un amparo a los mismos fines si se dan los su-
puestos para ello, para que se le restablezca la situación de ac-
ceder o conocer realmente, ante la necesidad de precaver la si-
tuación jurídica de una lesión irreparable.”1067
Además, dijo la Sala Constitucional que el accionante “debe
fundar la demanda en la existencia cierta de un sistema de infor-
mación que lleva una persona, dentro del cual existen datos e in-
formaciones referentes al accionante (datos e informaciones en plu-
ral, es decir, varios que permitan delinear en alguna materia un
perfil de la persona, o de sus bienes).”1068
2. La determinación del procedimiento para los procesos de
habeas data
A. La doctrina establecida en 2003
Posteriormente, mediante sentencia N° 2551 de 24 de septiem-
bre de 2003 (caso: Jaime Ojeda Ortiz),1069 tratándose en el caso de
una solicitud de destrucción de una información que se encontraba
en una base de datos, a los efectos de hacer efectivo los derechos a
que se refiere el artículo 28 constitucional (derecho de acceso a la
información, derecho de conocer uso y finalidad de los datos, dere-
cho de actualización, rectificación y destrucción de la información),
en virtud de que la Asamblea Nacional no había dictado la legisla-
ción necesaria para ello, la Sala pasó a establece el procedimiento a
seguir en estos casos, en uso de la facultad que le confería el artícu-
lo 102 de la derogada Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justi-
cia, decidiendo “aplicar al presente caso, mientras no se haya esta-
blecido por ley el procedimiento propio de la acción de habeas da-
ta, el proceso establecido en el Código de Procedimiento Civil para
el juicio oral, pero con las variantes destinadas a potenciar la orali-
dad, brevedad, concentración e inmediación de esta clase de proce-
sos,” conforme a las siguientes reglas procesales:

1067 Idem 492.


1068 Idem pp. 492–495.
1069 Véase en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/Septiembre/2551-240903-
03-0980.htm

696
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

1) Al admitirse la acción, se debe comunicar al accionante que


tiene la carga de promover en un lapso de cinco (5) días después de
su notificación, a menos que se encuentren a derecho, toda la prue-
ba documental de que dispongan, así como la mención del nombre,
apellido y domicilio de los testigos si los hubiere.
2) Los llamados a juicio como demandados deben proceder a
contestar por escrito la demanda, sin que sean admisibles cuestio-
nes previas, produciendo un escrito de contestación que debe con-
tener sus defensas o excepciones de manera escrita, sin citas juris-
prudenciales ni doctrinales, y que además debe contener la promo-
ción y producción de la prueba documental de que dispongan y de
los testigos que rendirán declaración en el debate oral.
3) A partir de la contestación, el tribunal debe aplicará para la
sustanciación de la causa, lo dispuesto en los artículos del 868 al
877 del Código de Procedimiento Civil, pudiendo las partes pro-
mover, en el término señalado en el artículo 868 citado, las pruebas
que creyeren convenientes ofrecer, conforme al artículo 395 eius-
dem. La audiencia preliminar prevista en el artículo 868 del Código
de Procedimiento Civil debe ser dirigida por la Sala.

B. La doctrina establecida en 2009


Posteriormente mediante sentencia de 9 de noviembre de 2009
(caso Mercedes Josefina Ramírez, Acción de Habeas Data),1070 la Sala
hizo un balance en retrospectiva de los resultados obtenidos con la
tramitación del habeas data a través de dicho procedimiento, llegan-
do a la conclusión que, “por carecer de unidad del acto oral, duran-
te el trámite se prolonga en demasía la decisión sobre el fondo del
asunto, en el cual, se supone, está en controversia un derecho cons-
titucional que exige tutela efectiva de la justicia constitucional.”
En consecuencia, la Sala decidió modificar el procedimiento es-
tablecido en la sentencia N° 2551 del 24 de septiembre de 2003 (ca-
so: Jaime Ojeda Ortiz) en materia de habeas data, estableciendo
ahora “un procedimiento judicial especial preferente y sumario,”
por tanto, “más breve” de manera que permita pronta decisión
judicial, y por tanto, “más idóneo con la necesidad de tutela expe-
dita de los derechos constitucionales aludidos en el artículo 28

1070 Véase en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/Noviembre/1511-91109-


2009-09-0369.html

697
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Constitucional.” Para ello, invocó la aplicación inmediata del ar-


tículo 27 de la Constitución y la atribución conferida en el artículo
335 de la misma, apartándose del precedente asentado en el antes
mencionado fallo N° 2551 de 24 de septiembre de 2003 (caso: Jaime
Ojeda Ortiz), de manera de “llenar el vacío legislativo que existe en
torno a esta novísima acción constitucional de habeas data.” A tal
efecto, dado el carácter vinculante de la sentencia, la Sala resolvió
implementar a partir de la fecha de la sentencia, y hasta tanto la
Asamblea Nacional legisle al efecto, el siguiente procedimiento:
1. El proceso se debe iniciar por escrito y el demandante
debe señalar en su solicitud las pruebas que desea promover.
El incumplimiento de esta carga produce la preclusión de la
oportunidad, no sólo la de la oferta de las pruebas omitidas,
sino también de la producción de todos los instrumentos escri-
tos, audiovisuales o gráficos con que cuenta el demandante pa-
ra incoar la acción. Las pruebas se deben valorar por la sana
crítica, excepto la prueba instrumental que tiene los valores es-
tablecidos en los artículos 1359 y 1360 del Código Civil para los
documentos públicos, y en el artículo 1363 eiusdem para los do-
cumentos privados auténticos y otros que merezcan autentici-
dad, entre ellos los documentos públicos administrativos.
2. La parte accionante debe consignar, conjuntamente con
el libelo de la demanda, el documento fundamental de su pre-
tensión, con el objeto de cumplir con lo señalado en la senten-
cia N° 1281/2006, caso: Pedro Reinaldo Carbone Martínez. En
efecto, con anterioridad a esta último fallo de 2006, la sala ha-
bía admitido acciones de habeas data que no habían sido acom-
pañadas con algún documento fundamental o indispensable
que comprobara por ejemplo, la existencia de los registro poli-
ciales que se pretendían destruir o actualizar (por ejemplo, fa-
llo Nº 2.829 del 7 de diciembre de 2004), criterio que sin em-
bargo fue cambiado la sentencia N° 1281 de 2006, exigiéndose
en lo sucesivo que con las demandas se consigne el documento
fundamental de su pretensión, de manera que conforme al pá-
rrafo quinto del artículo 19 de la Ley Orgánica del Tribunal
Supremo de Justicia, la falta de consignación del documento
indispensable o fundamental acarrea la declaratoria de inadmi-
sibilidad de las acciones. A tal efecto la sala consideró que por
ejemplo en materia policial, existiendo procedimientos admi-
nistrativos destinados a la exclusión de datos, la presentación
por parte del accionante del dictamen de respuesta expedido

698
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

por la autoridad policial, caso de que éste no satisfaga entera-


mente la solicitud del requirente, se debe entender que cumple
cabalmente con el requisito de admisibilidad de presentación
de documento fundamental, dispuesto en el párrafo quinto del
artículo 19 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia
para la presentación el habeas data. Ello no excluye, sin embar-
go, que el accionante pueda presentar sustitutivamente cual-
quier otro documento que sirva como medio probatorio de la
existencia indiscutible de los registros policiales.
3. Admitida la acción se debe ordenar la notificación del
presunto agraviante para que concurra ante la Secretaría de la
Sala Constitucional a conocer el día y la hora en que se celebra-
rá la audiencia oral, la cual debe tener lugar, tanto en su fija-
ción como para su práctica dentro de las noventa y seis (96) ho-
ras siguientes a partir de la última de las notificaciones orde-
nadas. Para dar cumplimiento a la brevedad y para no incurrir
en excesivos formalismos, la notificación puede ser practicada
mediante boleta, o comunicación telefónica, fax, telegrama, co-
rreo electrónico o cualquier medio de comunicación interper-
sonal, dejando el Secretario de la Sala constancia detallada en
autos de haberse efectuado la notificación y de sus consecuen-
cias.
4. Se debe ordenar la notificación del Fiscal General de la
República.
5. En la oportunidad fijada para la celebración de la au-
diencia oral y pública las partes oralmente deben proponer sus
alegatos y defensas. La Sala debe decidir si hay lugar a prue-
bas, y las partes pueden ofrecer las que consideren legales y
pertinentes. Los hechos esenciales para la defensa por el presun-
to agraviante, así como los medios que ofrezca se deben recoger
en un acta al igual que las otras circunstancias del proceso.
6. En la misma audiencia, la Sala Constitucional debe de-
cretar cuáles son las pruebas admisibles y necesarias; y de ser
admisibles debe ordenar su evacuación en la misma audiencia,
pudiendo diferir la oportunidad para su evacuación.
7. La audiencia oral debe realizarse con presencia de las
partes, pero la falta de comparecencia del presunto agraviado
dará por terminado el procedimiento, a menos de que el Tri-
bunal considere que los hechos alegados afectan el orden pú-

699
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

blico, caso en el cual puede inquirir sobre los hechos alegados


en un lapso breve. La falta de comparecencia del presunto
agraviante no acarrea la admisión de los hechos, pero la Sala
puede diferir la celebración de la audiencia o solicitar al pre-
sunto agraviante que presente un informe que contenga una
relación sucinta de los hechos. La omisión de la presentación
del referido informe se debe entender como un desacato.
8. En caso de litis consorcios necesarios activos o pasivos,
cualquiera de los litis consortes que concurran a los actos re-
presentará al consorcio.
9. El desarrollo de las audiencias y la evacuación de las
pruebas están bajo la dirección de la Sala Constitucional man-
teniéndose la igualdad entre las partes y el derecho de defensa.
Todas las actuaciones deben ser públicas, salvo que la Sala de-
cida que la audiencia sea a puerta cerrada de oficio o a solici-
tud de parte por estar comprometidas la moral y las buenas
costumbres, o porque exista prohibición expresa de ley.
10. Una vez concluido el debate oral los Magistrados deben
deliberar y podrán:
a) decidir inmediatamente; en cuyo caso deben exponer de
forma oral los términos del dispositivo del fallo; el cual de-
be ser publicado íntegramente dentro de los cinco (5) días
siguientes a la audiencia en la cual se dictó la decisión co-
rrespondiente. El dispositivo del fallo lo debe comunicar el
Magistrado o la Magistrada presidente de la Sala Constitu-
cional, pero el extenso de la sentencia lo debe redactar el
Magistrado Ponente.
b) Diferir la audiencia por estimar que es necesaria la pre-
sentación o evacuación de alguna prueba o recaudo que sea
fundamental para decidir el caso. En el mismo acto se debe
fijar la oportunidad de la continuación de la audiencia oral.
11. Lo correspondiente a la recusación y demás incidencias
procesales y, en general, en todo lo no previsto en el presente
procedimiento se debe aplicar lo dispuesto en la Ley Orgánica
del Tribunal Supremo de Justicia.”
En esta forma, ante la carencia del legislador de establecer el
procedimiento de las acciones de habeas data, fue el Juez Constitu-
cional el que suplió la abstención, estableciendo en sus sentencias

700
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

el procedimiento a seguir. Es decir, una vez más, el Juez Constitu-


cional venezolano ha asumido el rol de Legislador positivo en ma-
teria de derecho procesal constitucional.1071
II. EL PROCEDIMIENTO TRANSITORIO EN LAS DEMAN-
DAS DE HABEAS DATA
Luego de toda esta doctrina jurisprudencial, la Ley Orgánica
del Tribunal Supremo de Justicia de 2010 ha regulado transitoria-
mente el procedimiento de la acción de habeas data, en la siguiente
forma.
1. El derecho de habeas data y el proceso
De acuerdo con el artículo 167 de la Ley, toda persona tiene de-
recho a conocer los datos que a ella se refieran, así como su finali-
dad, que consten en registros o bancos de datos públicos o priva-
dos; y, en su caso, exigir la supresión, rectificación, confidenciali-
dad, inclusión, actualización o el uso correcto de los datos cuando
resulten inexactos o agraviantes. A tal efecto se establece la de-
manda de habeas data, para cuya tramitación el artículo 168 de la
Ley, dispone que todo tiempo sea hábil, no admitiéndose inciden-
cias procesales.
La ley Orgánica, además, en su artículo 175, dispone un proce-
so sumario de corrección en los casos de errores numéricos o mate-
riales, tales como cambio de letras, palabras mal escritas o escritas
con errores ortográficos, transcripción o traducción errónea de
nombres y apellidos, y otros semejantes, el procedimiento se redu-
cirá a demostrar ante el juez la existencia del error por los medios
de prueba admisibles y el juez, con conocimiento de causa, resolve-
rá lo que considere conveniente.
En particular, las correcciones de los errores en las actas del
Registro Civil se deben tramitar ante los tribunales y órganos ad-
ministrativos correspondientes según lo que disponen en las leyes
especiales correspondientes.

1071 Véase Allan R. Brewer-Carías, “El juez constitucional como legislador positi-
vo y la inconstitucional reforma de la Ley Orgánica de Amparo mediante
sentencias interpretativas,” en Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Arturo Zaldívar
Lelo de Larrea (Coordinadores), La ciencia del derecho procesal constitucional.
Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta años como investiga-
dor del derecho, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Nacional
Autónoma de México, México 2008, Tomo V, pp. 63-80.

701
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

2. Condición de admisibilidad de la acción: la abstención de


respuesta

La demanda de habeas data, como lo precisa el artículo 167 de


la Ley, sólo puede interponerse en caso de que el administrador de
la base de datos se abstenga de responder el previo requerimiento
formulado por el agraviado dentro de los 2 días hábiles siguientes
al mismo o lo haga en sentido negativo, salvo que medien circuns-
tancias de comprobada urgencia.
3. Requisitos de la demanda y competencia de los tribunales
municipales contencioso administrativos
La demanda de habeas data, tal como lo exige el artículo 169 de
la Ley, debe presentarse por escrito ante el Tribunal de Municipio
con competencia en lo Contencioso Administrativo y con compe-
tencia territorial en el domicilio del solicitante, conjuntamente con
los instrumentos fundamentales en los que se sustente su preten-
sión, a menos que acredite la imposibilidad de su presentación.

4. Principio de publicidad en el procedimiento


De acuerdo con lo que establece el artículo 177 de la Ley, todas
las actuaciones serán públicas. Sin embargo, el Tribunal, de oficio o
a solicitud de parte, cuando estén comprometidas la moral y las
buenas costumbres, o cuando exista disposición expresa de ley,
podrá ordenar la reserva del expediente y que la audiencia sea a
puerta cerrada.

5. Las notificaciones
En particular, en estos procesos de habeas data, conforme se
dispone en el artículo 178 de la Ley, las notificaciones pueden ser
practicadas mediante boleta, o comunicación telefónica, fax, tele-
grama, correo electrónico o cualquier medio de comunicación in-
terpersonal, dejando el Secretario constancia detallada en autos de
haberse efectuado y de sus consecuencias, con arreglo a lo que dis-
ponen en los artículos 91, 92 y 93 de la misma Ley.

6. Informe del agraviante y su contradicción


Después de la admisión de la demanda de habeas data, el Tri-
bunal debe ordenar al supuesto agraviante que presente un infor-

702
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

me sobre el objeto de la controversia y que remita la documenta-


ción correspondiente, dentro de los 5 días siguientes a su notifica-
ción. La falta de remisión del informe debe ser sancionada con
multa conforme al régimen que establecen los artículos 121 y si-
guientes de la ley, sin perjuicio de la responsabilidad a que hubiere
lugar (Art. 170).
En cualquier caso el Tribunal puede ordenar la evacuación de
las pruebas que juzgue necesarias para el esclarecimiento de los
hechos.
Una vez que sea recibido el informe o sean evacuadas las
pruebas que hubieren sido ordenadas por el Tribunal, deben trans-
currir 3 días para que el solicitante formule observaciones. Tras la
conclusión de este lapso, el Tribunal debe decidir dentro de los 5
días siguientes (Art. 171).

7. Medidas cautelares
En cualquier estado y grado del proceso las partes pueden soli-
citar al tribunal y éste puede acordar, aun de oficio, las medidas
cautelares que estime pertinentes. A tal efecto, conforme al artículo
176 de la Ley, el tribunal cuenta con los más amplios poderes cau-
telares para garantizar la tutela judicial efectiva, teniendo en cuenta
las circunstancias del caso y los intereses en conflicto.

8. Audiencia pública y la decisión


Antes de emitir decisión, el Tribunal puede convocar a una au-
diencia pública cuando la complejidad del caso así lo amerite, para
lo cual debe seguir las reglas que se estipulan en los artículos 157 al
160 de la Ley respecto de las demandas de protección de derechos
e intereses colectivos o difusos (Art. 171).
La sentencia que declare con lugar el habeas data ordenará al
agraviante de forma inmediata la exhibición, supresión, rectifica-
ción, confidencialidad, inclusión, actualización o el uso correcto de
los datos, según corresponda. Quien incumpliere con esta orden
será penado con prisión de 6 meses a un año, a cuyo efecto el Tri-
bunal debe oficiar al Ministerio Publico para que inicie la averigua-
ción penal correspondiente (Art. 172).

703
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

9. Apelación
Contra la decisión que se dicte en primera instancia, conforme
se establece en el artículo 173, se oirá apelación en un solo efecto
ante la alzada correspondiente, dentro de los 3 días siguientes a su
publicación o notificación.
Después de que el expediente sea recibido por el Juzgado Su-
perior, el artículo 174 dispone que deban transcurrir 5 días de des-
pacho para que las partes presenten sus escritos ante la alzada.
Concluido este lapso, el Juzgado Superior debe decidir la apelación
dentro de los 30 días continuos siguientes.
La decisión que dicte el Tribunal de Alzada no será objeto de
casación.

704
DÉCIMA OCTAVA PARTE
LA REVISIÓN DE LA DECISIÓN EN LOS
PROCESOS DE AMPARO

Conforme lo establece el artículo 35 de la Ley Orgánica, contra


la decisión dictada en primera instancia sobre la solicitud de ampa-
ro, se oirá apelación en un solo efecto. Sin embargo, si transcurri-
dos tres (3) días de dictado el fallo, las partes, el Ministerio Público
o los Procuradores no interpusieren apelación, el fallo será consul-
tado con el tribunal superior respectivo, al cual se le remitirá inme-
diatamente copia certificada de lo conducente. Este Tribunal deci-
dirá dentro de un lapso no mayor de treinta (30) días.
Sin embargo, en los casos en los cuales conforme al artículo 9°
de la Ley Orgánica, se intente la acción de amparo ante cualquier
juez de la localidad cuando en ella no funcionen tribunales de pri-
mera instancia, la decisión del juez respectivo se enviará en consul-
ta ante el tribunal de primera instancia competente, dentro de las
veinticuatro (24) horas siguientes a la adopción de la decisión.
La Ley Orgánica de Amparo no previó que contra las senten-
cias dictadas en materia de amparo proceda recurso de casación,
razón por la cual es necesario acudir a las normas del Código de
Procedimiento Civil. En esta materia, sin embargo, debe mencio-
narse la doctrina desarrollada por la jurisprudencia de la Sala de
Casación de la antigua Corte Suprema de Justicia, en el sentido de
la improcedencia del recurso de casación contra las decisiones de
última instancia que se adopten en juicios de amparo. Esta doctrina
se expuso inicialmente en 1971, por la Sala de Casación Penal, en la
cual simplemente se señaló que siendo el recurso de casación “de
carácter extraordinario, debe estar previsto expresamente en la Ley
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

y la enumeración de los casos en que procede es, necesariamente,


taxativa,” y por cuanto “ni el artículo 49 de la Constitución, ni la
Disposición Transitoria Quinta de la misma, ni los artículos 333,
58, primera parte y 62 del Código de Enjuiciamiento Criminal, ni
ninguna otra disposición legal, establecen que se admitirá recurso
de casación contra las decisiones de los Tribunales Superiores que
resuelvan hacerse, del recurso de amparo,” lo consideró inadmi-
sible.1072
Por su parte, la Sala de Casación Civil de la antigua Corte Su-
prema, en sentencia de 14 de diciembre de 1983, basada en argu-
mentos formales, también negó la admisibilidad del recurso de
casación contra decisiones adoptadas con motivo de acciones de
amparo, considerando que el procedimiento en las acciones de
amparo no constituye un “juicio civil o mercantil,” siendo que la
admisibilidad del recurso de casación, conforme al artículo 418 del
Código de Procedimiento Civil vigente para la época, sólo estaba
prevista en estos.
La Sala de Casación, en efecto, señaló que el recurso de casa-
ción “no se lo concibe sin la existencia de la relación procesal de-
nominada juicio,” que esa Sala ha definido como “las controversias
judiciales suscitadas por conflictos ínter subjetivos de intereses que
el órgano judicial debe resolver por sentencia, previa sustanciación
de la causa a través de las formas procesales previstas por la Ley.”
Ahora bien, al analizar los aspectos adjetivos de la acción de ampa-
ro, la Sala de Casación Civil señaló que:
“[...] en manera alguna se trata de una acción a seguirse
dentro del procedimiento ordinario ni centra de los procedi-
mientos especiales, destinada a obtener pronunciamiento, sen-
tencia, que decida una controversia suscitada entre partes.”1073
Esta doctrina se ratificó por la misma Sala de Casación Civil en
sentencia de 31 de enero de 1985, en la cual se insistió en que como
“las actuaciones o procedimientos seguidos para acordar o negar
un mandamiento de amparo constitucional no constituyen un jui-

1072 Sentencia de 13–5–71. Véase en Repertorio Forense, n° 1.761, 26–8–71, pp. 4–6.
Igual criterio lo sentó la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justi-
cia en decisión de 12–8–71, Repertorio Forense, n° 1.864 de 28–11–71. pp. 4–6.
1073 Sentencia de 14–12–83 transcrita y ratificada en su doctrina por sentencia de
la misma Sala de Casación Civil de 31–1–85 (consultada en original).

706
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

cio en los términos señalados por el artículo 418 del Código de Pro-
cedimiento Civil, ninguna actuación procesal que directa o indirec-
tamente se relacione con el amparo constitucional sometida al re-
curso de casación.''1074
Frente a esta doctrina formalista, en nuestro criterio, en la Ley
Orgánica de Amparo, precisamente por el carácter de medio de
protección constitucional de los derechos fundamentales que tiene
el amparo, debió prever el recurso de casación contra las decisiones
de última instancia adoptadas como resultado de acciones de am-
paro.1075 Siendo el recurso de casación un medio de control de la
constitucionalidad y legalidad de las decisiones judiciales, dada la
importancia y repercusiones de las decisiones en materia de ampa-
ro, estas deberían ser sometidas al recurso de casación que, a su
vez, debería servir de vía judicial de amparo contra las decisiones
de los jueces superiores violatorias de los derechos y garantías
constitucionales. De acuerdo con el artículo 1 de la Ley Orgánica
del Tribunal Supremo de Justicia, a éste corresponde garantizar “la
supremacía y efectividad de las normas y principios constituciona-
les,” por lo que el recurso de casación, en cuanto a las decisiones
judiciales en materia de amparo, en su momento debió haber sido
precisamente el medio judicial que debía estar abierto para el ejer-
cicio de dicha vigilancia.
Toda esta carencia reguladora, sin embargo, se resolvió poste-
riormente en la Constitución de 1999, al establecerse la competen-
cia de la Sala Constitucional para revisar, discrecionalmente, las
decisiones definitivamente firmes de amparo dictadas por los tri-
bunales de la República, mediante el ejercicio de un recurso de re-
visión ante la Sala (artículo 336.10).1076

1074 Idem. En el Código de Procedimiento Civil de 1986, el artículo 312 utiliza las
mismas expresiones “juicios civiles o mercantiles.”
1075 En este sentido la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia establece que
corresponde a la Corte “conocer del recurso de casación en los juicios civiles,
mercantiles, del trabajo y en cualesquiera otros en que se consagre dicho re-
curso por ley especial (Art. 42, 33).
1076 Véase en general, José V. Haro G., “El mecanismo extraordinario de revisión
de sentencias definitivamente firmes de amparo y control difuso de la consti-
tucionalidad previsto en el artículo 336, numeral 10 de la Constitución,” en
Revista de Derecho Constitucional, Nº 3 (julio-diciembre), Editorial Sherwood,
Caracas, 2000, pp. 231-266; Adán Febres Cordero, “La revisión constitucio-

707
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Esta potestad revisora de la Sala, como lo propusimos a la


Asamblea Nacional Constituyente,1077 es de ejercicio discrecional a
los efectos evitar que se pueda abrir un recurso de obligatoria
admisión y decisión por la Sala, contra todas las sentencias referi-
das, lo cual sería imposible de manejar por la magnitud de casos.
De allí la discrecionalidad que tiene la Sala Constitucional para
escoger los casos en los cuales juzga conveniente conocer del re-
curso de revisión. En definitiva, como lo señaló la Sala Constitu-
cional en su sentencia Nº 727 de 8 de abril de 2003, la norma cons-
titucional:
“[n]o dispone, de manera alguna, la creación de una ter-
cera instancia en los procesos cuyas decisiones son sometidas
a revisión. El precepto constitucional que se refirió lo que in-
corpora es una potestad estrictamente excepcional y facultati-
va para la Sala Constitucional que, como tal, debe ejercerse
con la máxima prudencia en cuanto a la admisión y proce-
dencia de recursos de revisión de sentencias definitivamente
firmes.”1078
En la propuesta que formulamos ante la Asamblea Nacional
Constituyente el 31 de octubre de 1999 sobre el control difuso de
la constitucionalidad de las leyes, consideramos que en la Consti-
tución:
“También debería atribuirse a la Sala Constitucional una
competencia para conocer de un recurso extraordinario de re-
visión que pueda intentarse contra las sentencias de última ins-
tancia en las cuales se resuelvan cuestiones constitucionales re-
lativas a las leyes, de conocimiento discrecional por la Sala.

nal,” en Nuevos estudios de derecho procesal, Libro Homenaje a José Andrés Fuen-
mayor, Vol. I, Tribunal Supremo de Justicia, Colección Libros Homenaje, Nº 8,
Caracas, 2002 pp. 489 a 508.
1077 En cierta forma, el recurso es similar al denominado writ of cerciorari del sis-
tema norteamericano. Véase Allan R. Brewer-Carías, Judicial Review in Com-
parative Law, op. cit., p. 141. Véase los comentarios de Jesús María Casal, Cons-
titución y Justicia Constitucional, Caracas 2000, p. 92.
1078 Caso: Revisión de la sentencia dictada por la Sala Electoral en fecha 21 de noviembre
de 2002), en Revista de Derecho Público, Nº 93-96, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas, 2003.

708
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En esta forma, en materia de cuestiones de constitucionali-


dad, la Sala Constitucional de la Suprema Corte, a su juicio,
podría tener la última palabra en estas materias y en los casos
en los que estime necesario estatuir con fuerza de precedente y
uniformizar la jurisprudencia.”1079
Ahora bien, ante la ausencia de legislación reguladora de la Ju-
risdicción Constitucional, la Sala Constitucional fue construyendo
sucesivamente, mediante su labor interpretativa, los contornos del
recurso extraordinario de revisión y el alcance de su potestad revi-
sora. Ya a finales de 2000, como consecuencia de las sentencias
Nos. 1, 2, 44 y 714 de ese mismo año, la Sala resumía el conjunto de
reglas o condiciones que debía presentar una sentencia para que
procediera dicho recurso, así:
“1º) La sentencia que se pretenda someter a revisión debe
haber cumplido con la doble instancia, bien sea por la vía de la
apelación o de la consulta, por lo cual no debe entenderse co-
mo una nueva instancia.
2º) La revisión constitucional se admitirá sólo a los fines
de preservar la uniformidad de la interpretación de normas y
principios constitucionales o cuando exista una deliberada vio-
lación de preceptos de ese rango, lo cual será analizado por la
Sala Constitucional, siendo siempre facultativo de ésta su pro-
cedencia.
3º) Como corolario de lo anterior, a diferencia de la con-
sulta, el recurso de revisión constitucional no procede ipso iu-
re, ya que éste depende de la iniciativa de un particular, y no
de la del juez que dictó la decisión, a menos que la propia Sala
Constitucional de oficio así lo acuerde, tomando en cuenta
siempre la finalidad del recurso.”1080
La doctrina que fue elaborando la Sala Constitucional, incluso
ampliando las sentencias objeto de revisión,1081 por lo demás, parti-

1079 Véase Allan R. Brewer-Carías, Debate Constituyente, Tomo III, op. cit., p. 105.
1080 Véase sentencia de 02-11-2000 (Caso: Roderick A. Muñoz P. vs. Juzgado de los
Municipios Carache, Candelaria y José Felipe Márquez Cañizales de la Circunscrip-
ción Judicial del Estado Trujillo) en Revista de Derecho Público, Nº 84, (octubre-
diciembre), Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2000, p. 367.
1081 En sentencia de la Sala Constitucional Nº 899 de 31-5-2002, la Sala se había
arrogado la competencia para de oficio dejar sin efecto dediciones judiciales

709
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cularmente en relación con la revisión de sentencias de las otras


Salas del Tribunal Supremo de Justicia, fue recogida por la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia de 2010, en los numera-
les 10, 11 y 12 del artículo 25, en los cuales, además de asignarse
competencia a la Sala para revisar las sentencias definitivamente
firmes en las que se haya “ejercido el control difuso de la constitu-
cionalidad de las leyes u otras normas jurídicas,” se le asignó com-
petencia para revisar las sentencias definitivamente firmes “cuando
hayan desconocido algún precedente dictado por la Sala Constitu-
cional; efectuado una indebida aplicación de una norma o principio
constitucional; o producido un error grave en su interpretación; o
por falta de aplicación de algún principio o normas constituciona-
les;” o cuando incurran en “violación de principios jurídicos fun-
damentales que estén contenidos en la Constitución, tratados, pac-
tos o convenios internacionales suscritos y ratificados válidamente
por la República o cuando incurran en violaciones de derechos
constitucionales.”
En todo caso, la única norma procesal respecto de este recurso
extraordinario de revisión de sentencia en la Ley Orgánica se con-
sagró en su artículo 35 en el cual se dispone que:
“Artículo 35. Cuando ejerza la revisión de sentencias defini-
tivamente firmes, la Sala Constitucional determinará los efectos
inmediatos de su decisión y podrá reenviar la controversia a la
Sala o Tribunal respectivo o conocer la causa, siempre que el
motivo que haya generado la revisión constitucional sea de
mero derecho y no suponga una nueva actividad probatoria; o
que la Sala pondere que el reenvío pueda significar una dila-
ción inútil o indebida, cuando se trate de un vicio que pueda
subsanarse con la sola decisión que sea dictada.”

que considerase quebrantaban preceptos constitucionales. Véase en Revista de


Derecho Público, Nº 85-88, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2001, pp.
393-394.

710
DÉCIMA NOVENA PARTE
SOBRE EL DESACATO EN MATERIA DE AMPARO

I. EL RÉGIMEN DEL DESACATO DE LAS SENTENCIAS DE


AMPARO ESTABLECIDO EN LA LEY ORGÁNICA DE
AMPARO Y EL INICIO DE SU TRASTOCAMIENTO POR
LA SALA CONSTITUCIONAL

Conforme a lo establecido en el artículo 31 de la Ley de Ampa-


ro sobre derechos y garantías constitucionales de 1988, en Venezue-
la, el desacato de las sentencias de amparo está tipificado en dicha
norma como un delito, cuyo juzgamiento, dada la ausencia de pre-
visión de un procedimiento judicial especifico, corresponde a los
tribunales competentes de la jurisdicción penal ordinaria, mediante
un proceso penal, con las garantías del debido proceso, no teniendo
el juez de amparo competencia para sancionar en forma alguna el
desacato de sus decisiones.
En esta forma, la ley venezolana, sigue la orientación de las le-
yes reguladoras del amparo en América Latina, en las cuales no se
prevé para los jueces de amparo facultad directa de castigar, me-
diante la imposición de sanciones penales, el desacato a sus órde-
nes;1082 el juez de amparo no tiene legalmente potestad sancionato-
ria directa alguna frente al desacato respecto de sus decisiones,
teniendo el juez de amparo limitada su actuación en los casos de

1082 Véase Allan R. Brewer-Carías. Leyes de Amparo de América Latina, Con un estu-
dio preliminar sobre el amparo en el derecho constitucional comparado latinoameri-
cano, Segunda Edición aumentada y actualizada, Colección Derecho Público
Iberoamericano Nº 3, Editorial Jurídica Venezolana International, Caracas –
New York, 2016.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

incumplimiento de las sentencias de amparo, a sólo procurar el


inicio de un proceso penal ante la jurisdicción penal ordinaria, a
cuyo efecto debe poner en conocimiento del asunto al Ministerio
Público para que sea éste el que dé inicio al proceso penal corres-
pondiente, tendiente a comprobar (o no) la existencia del delito y a
imponer (de ser el caso) la sanción penal legalmente establecida, a
que ya se ha hecho referencia.
Ello sin embargo ha sido trastocado por la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia,1083 proceso que comenzó a reali-
zar mediante sentencia Nº 138 de 17 de marzo de 2014 (Caso: Alcal-
de Vicenso Scarano Spisso y Salvatore Lucchese Scaletta),1084 en la cual,
usurpando las competencias de la Jurisdicción Penal, se arrogó
directamente la potestad sancionatoria penal en materia de desaca-
to a sus decisiones de amparo, violando todas las garantías más
elementales del debido proceso, entre las cuales están, que nadie
puede ser condenado penalmente sino mediante un proceso penal,
el cual es el “instrumento fundamental para la realización de la
justicia” (art. 257 de la Constitución), en el cual deben respetarse el
derecho a la defensa, el derecho a la presunción de inocencia, el
derecho al juez natural (art. 49 de la Constitución), y la indepen-
dencia e imparcialidad del juez (arts. 254 y 256 de la Constitución);
juez que en ningún caso puede ser juez y parte, es decir, decidir en
causa en la cual tiene interés. 1085
En efecto, luego de que un conjunto de asociaciones y coopera-
tivas de comerciantes interpusieron una denominada demanda

1083 Véase Allan R. Brewer-Carías, “Procedimiento para la aplicación de la san-


ción de prisión en casos de desacato de las sentencias de amparo, establecido
como “interpretación vinculante” por la Sala Constitucional del Tribunal Su-
premo de Justicia en 2014 y 2019, en contra de lo establecido en la Ley Orgá-
nica de Amparo,” en Revista de Derecho Público, Nº 158-159, julio-diciembre
2019, Editorial Jurídica Venezolana. Caracas 2019, pp. 329-339
1084 Véase en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/marzo/162025-138-17314-
2014-14-0205. HTML
1085 Véase nuestra crítica a esa sentencia en Allan R. Brewer-Carías, “La ilegítima
e inconstitucional revocación del mandato popular de alcaldes por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo, usurpando competencias de la juris-
dicción penal, mediante un procedimiento “sumario” de condena y encarce-
lamiento (El caso de los Alcaldes Vicencio Scarano Spisso y Daniel Ceballo),
en Revista de Derecho Público, No. 138, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas
2014, pp. 176 ss.

712
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“por derechos e intereses colectivos o difusos” conjuntamente con


una petición de medida cautelar innominada contra el Alcalde Vi-
censo Scarano Spisso y el Director de la Policía Municipal de un
Municipio del Estado Carabobo (San Diego) Salvatore Lucchese
Scaletta, para que removieran supuestas obstrucciones en las vías
públicas del Municipio que se habían producido por protestas po-
pulares contra las políticas del Gobierno, la Sala Constitucional,
mediante sentencia Nº 136 de 12 de marzo de 2014, que les “fue
notificada vía telefónica” a dichos funcionarios, acordó el amparo
constitucional cautelar solicitado, y en líneas generales ordenó a los
Alcaldes, entre múltiples actividades de tipo administrativo que
son propias de la autoridad municipal como velar por la ordena-
ción de la circulación, la protección del ambiente, el saneamiento
ambiental, la prevención y control del delito, y en particular que
debían realizar acciones y utilizar los recursos materiales y huma-
nos necesarios:
“a fin de evitar que se coloquen obstáculos en la vía públi-
ca que impidan, perjudiquen o alteren el libre tránsito de las
personas y vehículos; se proceda a la inmediata remoción de
tales obstáculos que hayan sido colocados en esas vías, y se
mantengan las rutas y zonas adyacentes a éstas libres de basu-
ra, residuos y escombros, así como de cualquier otro elemento
que pueda ser utilizado para obstaculizar la vialidad urbana y,
en fin, se evite la obstrucción de las vías públicas del referido
municipio.”1086
Cinco días después de dictada la referida sentencia acordando
la medida de amparo cautelar, la Sala Constitucional, en sentencia
No 138 de 17 de marzo de 2014, sin que nadie se lo solicitara ni
advirtiera, es decir, actuando de oficio, y con el propósito de san-
cionar directamente a los destinatarios de la medida cautelar por
presunto desacato a la medida cautelar decretada, procedió a fijar
un procedimiento ad hoc para ello, a los efectos de determinar “el

1086 Contra esta decisión de mandamiento de amparo cautelar el Alcalde del


Municipio se opuso a la misma mediante escrito de 18 de marzo de 2014, y al
día siguiente, el día 19 de marzo de 2014, la Sala Constitucional con base en el
argumento de que en el procedimiento de amparo no debe haber incidencias,
declaró como “IMPROPONIBLE en derecho la oposición al mandamiento de
amparo constitucional cautelar planteada por el ciudadano Vicencio Scarano
Spisso.” Véase la sentencia Nº 139 de 19 de marzo de 2014 en http://www.
tsj.gov.ve/decisiones/scon/marzo/162073-139-19314-2014-14-0205.HTML

713
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

presunto incumplimiento al mandamiento de amparo,” identifi-


cando a su vez a la persona que habría incurrido en delito, anun-
ciando además que “en caso de quedar verificado el desacato,”
verificación procesal que la propia Sala haría en sustitución del
juez penal, en contra lo dispuesto en la Ley Orgánica de Amparo,
la misma Sala impondría:
“la sanción conforme a lo previsto en el artículo 31 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-
tucionales y remitirá la decisión para su ejecución a un juez de
primera instancia en lo penal en funciones de ejecución del
Circuito Judicial Penal correspondiente.”
Es decir, la Sala Constitucional resolvió usurpar la competencia
de la Jurisdicción Penal y anunció que verificaría la comisión del
delito de desacato, identificando a los autores que habían incum-
plido el mandamiento de amparo constitucional que había dictado,
por lo que les impondría directamente la pena de prisión de seis (6)
a quince (15) meses, que es la sanción penal prevista en el mencio-
nado artículo 31 de la Ley Orgánica, y con ello la revocación de
hecho del mandato popular que tenían. Ni más ni menos, el Juez
Constitucional se erigió en el perseguidor de los funcionarios pú-
blicos electos responsables de los gobiernos municipales en los
Municipios donde la oposición había tenido un voto mayoritario,
para sacarlos de sus cargos.
Para incurrir en este abuso de poder y usurpación de compe-
tencias exclusivas de los jueces de la Jurisdicción Penal, la Sala
Constitucional, por supuesto, violó todos los principios más ele-
mentales de la garantía del debido proceso enumerados en el ar-
tículo 49 de la Constitución, entre ellos, el derecho de toda persona
a ser juzgado a través de un proceso penal desarrollado ante jueces
penales, que son el juez natural en la materia; el derecho a la defen-
sa y el derecho a la presunción de inocencia.
II. LA ASUNCIÓN POR LA SALA CONSTITUCIONAL DE LA
COMPETENCIA PARA IMPONER LA SANCIÓN PENAL
POR DESACATO DE SENTENCIAS DE AMPARO EN
CONTRA DE LO PREVISTO EN LA LEY ORGÁNICA DE
AMPARO Y EN EL CÓDIGO PENAL
La anunciada y esperada sentencia en el caso de Vicencio Sca-
rano Spisso, Alcalde del Municipio San Diego del estado Carabobo
y de Salvatore Lucchese Scaletta Director General de la Policía Mu-

714
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

nicipal de San Diego del Estado Carabobo, anunciada para revocar-


les el mandato popular, se adoptó en la audiencia de fecha 19 de
marzo de 2014, y que fue publicada con el Nº 245 el día 9 de abril
de 2014,1087 enjuiciándolos, condenándolos penalmente y encarce-
lándolos, y en cuanto al Alcalde Scarano, revocándole su mandato
popular, es un compendio de violaciones al debido proceso que
está garantizado en el artículo 49 de la Constitución, y que el “má-
ximo garante de la misma” simplemente violó impunemente. 1088
Violación que comenzó con las garantías del debido proceso, al
haberse a “juzgado,” condenado y encarcelado a los funcionarios
municipales por el “delito” de desacato de una decisión cautelar de
amparo, por un tribunal incompetente por no ser parte de la Juris-
dicción penal, es decir, violándose el derecho al juez natural, sin
proceso penal alguno cuando al tratarse de un hecho punible de
acción pública se requería de la iniciativa del Ministerio Público,
mediante un procedimiento sumarísimo en el cual la Sala Constitu-
cional actuó como juez y parte, invirtiendo la carga de la prueba, al
presumir la culpabilidad de los encausados, violándose el derecho
a la presunción de inocencia, y además, el mismo derecho a la de-
fensa. La Sala, en efecto, para declarar el desacato se basó en “re-
cortes de prensa” que supuestamente “acreditaban” un “hecho
notorio comunicacional,” que le dieron “certeza y convencimiento
de que los ciudadanos Vicencio Scarano Spisso y Salvatore Luc-

1087 Véase la sentencia No 245, del 9 de abril de 2014 (Caso: Vicencio Scarno Spisso
y Salvatore Lucchese Scaletta), en http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/
abril/162860-245-9414-2014-14-0205.HT ML. Véase también en Gaceta Oficial
Nº 40.391 de 10 de abril de 2014 y en Revista de Derecho Público, No.138, Edito-
rial Jurídica Venezolana, Caracas 2014, pp. 111 ss. Véase la crítica a la senten-
cia en Allan R. Brewer-Carías, La ilegítima e inconstitucional revocación del man-
dato popular de alcaldes por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo, usurpando
competencias de la jurisdicción penal, mediante un procedimiento “sumario” de con-
dena y encarcelamiento (El caso de los Alcaldes Vicencio Scarano Spisso y Daniel
Ceballo), en Revista de Derecho Público, No. 138, Editorial Jurídica Venezolana,
Caracas 2014, pp. 176 ss.
1088 Lo decidido en esta sentencia se repitió en la sentencia adoptada en la au-
diencia del día 25 de marzo de 2014, y publicada con el Nº 263 el 11 de abril
de 2014 dictada en contra del Alcalde del Municipio San Cristóbal del Estado
Táchira, Daniel Ceballos, en la cual se aplicó la “doctrina vinculante” que se
había establecido inconstitucionalmente en la sentencia 245, e igualmente, se
lo enjuició, condenó penalmente, encarceló y se le revocó su mandato popu-
lar en contra de todos los principios del debido proceso.

715
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

chese Scaletta son responsables del desacato al amparo cautelar


decretado en sentencia dictada el 12 de marzo de 2014,” conclu-
yendo de ello que había quedado “demostrada la falta de acata-
miento del amparo cautelar dictado por esta Sala, por parte de los
encartados de autos, quienes incumplieron las órdenes contenidas
en el mismo.”
Luego de declarar el desacato al mandamiento de amparo, la
Sala consideró “de manera definitiva” que la conducta de los ciu-
dadanos Vicencio Scarano Spisso y Salvatore Lucchese Scaletta
encuadraba “en el supuesto de hecho del precepto establecido en el
artículo 31 de la referida Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales,” pasando entonces a constatar que la
Constitución dispone que corresponde al poder Judicial “ejecutar o
hacer ejecutar sus sentencias” (art. 253), para lo cual el ordenamien-
to jurídico dispone de mecanismos “expeditos y eficaces,” con el
revestimiento “a la jurisdicción de la fuerza coercitiva necesaria
para que ello pueda materializarse de manera efectiva,” como su-
puestamente resulta del citado artículo 31 de la Ley de Amparo.
Sobre esta norma, que prevé, como se ha visto, una sanción
penal tipificada como delito con pena de prisión para quienes
desacaten decisiones de amparo, que sólo puede aplicarse por la
Jurisdicción Penal, luego de constatar que el artículo 28 de la Ley
de Amparo le atribuye potestad sancionatoria de arresto al juez de
amparo –inconstitucional por lo demás– en casos de amparos te-
merarios, pasó a hacer una afirmación insólita, sin base legal algu-
na, en el sentido de que:
“si bien no hace referencia expresa “al tribunal” como ente
sancionador, lo que pudo estimarse innecesario por parte del
legislador, […] ello no es determinante para privar al juzgador
de amparo, cuya decisión ha sido desacatada […], de aplicar tal
sanción en protección no sólo de los derechos que persigue tu-
telar mediante la misma y el proceso que la contiene, sino tam-
bién de la labor del juez y del sistema de administración de jus-
ticia, pues si no hubiere una reivindicación inmediata de la de-
cisión adoptada, la jurisdicción perdería la fuerza suficiente
para cumplir las atribuciones que le asigna la Constitución y el
resto del orden jurídico, dejando pasos a otras formas de con-
trol de los conflictos e interacciones sociales, que no sólo pu-
dieran contrariar la parte orgánica de la Constitución, sino y
sobre todo, su dimensión dogmática: valores, principios, dere-
chos y garantías.”

716
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Con base en esto, la Sala Constitucional, consideró que el hecho


de que la misma no tuviera conforme al artículo 31 de la Ley Orgá-
nica de Amparo, la posibilidad de sancionar los desacatos a sus
mandamientos, ello implicaría “un desacato a la ley,” como tam-
bién lo sería el tener que dirigirse al Ministerio Público para que
este, si lo estima, iniciase la acción penal correspondiente, lo que
podría hacer “completamente ilusorio el cumplimiento del man-
damiento de amparo.” Por ello, para supuestamente “garantizar
los artículos 31 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales y 253 de la Constitución,” la Sala con-
cluyó como si fuera un tribunal penal, imponiendo directamente a
los mencionados ciudadanos Vicenso Scarano Spisso y Salvatore
Lucchese Scaletta la sanción de prisión en su término medio de
diez (10) meses y quince (15) días, prevista en el mencionado ar-
tículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo, y con ello la pena acceso-
ria de la inhabilitación política prevista en el artículo 24 del Código
Penal.
Esta decisión de la Sala Constitucional, de aplicar estrictamente
la ley (Código Penal) para imponer una pena accesoria pero igno-
rando lo que la ley dispone para aplicar la pena principal, que es la
que origina la accesoria, la llevó a tratar de justificar lo injustifica-
ble, argumentando sobre la competencia para imponer dicha pena
principal, que la misma Sala “en algunas decisiones” citando las
No 74 del 24 de enero de 2002 y No 673 del 26 de marzo de 2002, le
había dado correctamente el tratamiento que se le da a los ilícitos
penales,
“en el sentido de que, al advertir el desacato, ordenaba ofi-
ciar al Ministerio Público para que investigara si se cometió o
no el desacato y, si así lo estimare, acusara ante la jurisdicción
penal o, en su defecto, solicitara el sobreseimiento de la causa o
archivara el expediente. Actuación que se desplegaba aun a pe-
sar de haber podido comprobar el hecho del desacato por noto-
riedad comunicacional o por medios de prueba que constaban
en la causa.” 1089

1089 Se le olvidó a la Sala Constitucional, sin embargo, hacer referencia y copiar su


más reciente sentencia en la materia que fue la No. 1013 de 11 de julio de
2012, en la cual cita a su vez la sentencia N° 341 de 1º de marzo de 2007 y
otras decisiones anteriores, en la cual “expresamente se estableció sobre lo
previsto en el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y

717
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Frente a ello, todo el argumento subsiguiente de la Sala Consti-


tucional en su sentencia se redujo a una rebuscado intento de igno-
rar su propia jurisprudencia, indicando que en este caso, la de-
manda de amparo había sido intentada ante la propia Sala Consti-
tucional en protección de derechos e intereses colectivos, conforme
a las previsiones de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Jus-
ticia de 2010, y que la misma había dictado conforme a dicha Ley,
una medida de amparo cautelar. Por ello, entonces, afirmó la Sala,
que su propia doctrina “no puede permanecer estática” cuando la
Ley Orgánica de Amparo no establece “procedimiento alguno para
la valoración preliminar del posible incumplimiento de un man-
damiento de amparo a efectos de su remisión al órgano competen-
te,” pasando luego a apelar al expediente de que conforme al ar-
tículo 98 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia de
2010, “cuando en el ordenamiento jurídico no se preceptúe un pro-
ceso especial a seguir, se aplicará el que exclusivamente las Salas
de este Alto Tribunal juzguen más conveniente para la realización
de la justicia, siempre que tenga fundamento legal,” ignorando por
supuesto, que en materia de aplicación de una pena de prisión co-
mo pena principal, si hay un procedimiento establecido que es el
del Código Orgánico Procesal Penal a ser desarrollado exclusiva-
mente por los tribunales de la Jurisdicción penal.

Garantías Constitucionales: que “se trata de una pena corporal que se prescri-
be para toda aquella persona que incurra en el supuesto de desacato del con-
tenido de un mandamiento de amparo, y esto es propio de la jurisdicción penal.
Así lo ha ratificado la jurisprudencia, al considerar que es dicha jurisdicción, la en-
cargada de conocer las causas iniciadas por incumplimiento de mandamiento de am-
paro.” En sentencia del 31 de mayo de 2001 (Caso: Aracelis del Valle Urdaneta)
la Sala dijo: “(...) Ahora bien, en relación con el desacato, ha señalado este Alto Tri-
bunal que dado, el carácter delictual del mismo, la calificación que de este delito se
haga “le compete al Tribunal Penal, en el contexto del debido proceso con la garantía
del derecho a la defensa (artículo 68 de la Constitución)” (Vid. Sentencias de la Sala
Político-Administrativa del 7 de noviembre de 1995: Caso Rafael A. Rivas Ostos y
del 11 de marzo de 1999: Caso Ángel Ramón Navas). Por esta razón, la jurispru-
dencia citada dispuso que: “al alegarse el incumplimiento del mandamiento
de amparo constitucional dictado por el Juez, conforme al artículo 31 ejusdem,
el Tribunal que actuó en la causa, no es el competente para realizar la califi-
cación jurídica del mencionado incumplimiento.” (Caso Ramón Isidro Nava
Aponcio, en http://www.tsj.gov.ve/decisio-nes/scon/julio/ 1013-11712-2012
-2011-1466.HTML

718
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

En este marco de ignorancia deliberada de lo que la ley esta-


blecía, fue que la Sala en su sentencia N° 138 del 17 de marzo de
2014, considerando que la Ley del Tribunal Supremo era de 2010 y
que aplicar la ley, es decir, el Código Orgánico Procesal Penal, no
era el “tratamiento jurídico que debe dársele al referido ilícito”
penal, apeló entonces inconstitucionalmente a la previsión del ar-
tículo 26 de la Ley Orgánica de Amparo para “determinar el pre-
sunto incumplimiento al mandamiento de amparo cautelar decre-
tado,” citando así a los “encausados” a una audiencia oral en la
cual no se garantizaron en forma alguna los principios del debido
proceso legal, para proceder de inmediato, como se lo exigía el po-
der político, a declarar su culpabilidad, condenarlos y encarcelarlos
ipso facto, en un solo acto y momento en el cual supuestamente
podían exponer “los argumentos que a bien tuvieren en su defen-
sa.” Y todo ello, tratando de justificar que la norma sancionatoria
del artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo, a pesar de que fija
un tipo delictivo de desacato y una sanción penal de prisión, su-
puestamente, “carece de carácter penal” porque ninguna norma la
califica como “ilícito penal.”
O sea que de acuerdo con la Sala, una tipificación de una con-
ducta en una norma legal como “delito,” sancionado con pena de
“prisión,” no sería un “delito,” sino quién sabe qué otra cosa, lo
que por tanto no amerita aplicar las garantías del debido proceso,
que son entre otras, el derecho al juez natural (jurisdicción penal), y
a la presunción de inocencia y el derecho a la defensa; y todo para
tratar de tratar de justificar que en esos casos es el propio juez que
lleva el proceso el que debe aplicar la sanción, máxime -a juicio de
la Sala- cuando se trate de decisiones que “dicte este Máximo Tri-
bunal de la República, en tutela de intereses y derechos constitu-
cionales.” Todo ello, por supuesto, es totalmente inconsistente con
el régimen de protección de la libertad individual, que garantiza
que sólo mediante decisión de un juez penal se puede imponer una
pena privativa de libertad como la de prisión, siendo absolutamen-
te falaz la argumentación que hizo la Sala Constitucional en su sen-
tencia de que “no toda norma que contenga sanciones restrictivas
de la libertad es necesariamente una norma penal.” Ello es cierto,
sólo referido a las sanciones de “arresto” establecida como sanción
administrativa (incluso la impuesta por autoridades judiciales),
pero simplemente no es cierto si se refiere a la pena de “prisión,”
que siempre, siempre, tiene carácter penal, por más que la Sala
pretenda decir que “que hoy día, materialmente hablando, [el

719
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

arresto] no reporta mayores diferencias con la prisión.” A la luz de


toda la doctrina citada y copiada en la sentencia, al contrario, si hay
diferencia, por lo que la pena de “prisión” impuesta por desacato
de una medida de amparo, por más que la Sala la considere ana-
crónica, sí es una sanción que pertenece “al derecho penal” y no
simplemente al derecho público,” pues no es una simple sanción a
una “desobediencia o conducta indebida ante un tribunal.”
Por lo demás, se le olvidó a la Sala que el arresto, al no ser una
pena, no conlleva la pena accesoria de inhabilitación política; en
cambio la pena de prisión si la conlleva, como la propia Sala lo
aplicó en este caso. No se entiende entonces cómo la Sala pudo
empeñarse en negarle el carácter de pena, de derecho penal a la
sanción prevista en el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo,
pero a la vez empeñarse en aplicarle la pena accesoria de inhabili-
tación política que sólo procede cuando hay una “pena (penal)
principal, como la de prisión.
Después de estos argumentos contradictorios, la argumenta-
ción de la Sala se quedó en rumiar sobre lo ineficaz que sería “la
intervención penal en el caso del desacato de amparo,” y sobre “la
presencia de tal ilícito en una ley no penal” como la Ley Orgáni-
ca de Amparo; y todo para justificar el inconstitucional proce-
dimiento establecido en su decisión para juzgar y condenar por
tal delito de desacato, sin seguir el debido proceso penal, consi-
derándolo como “una intervención jurisdiccional absolutamente
legítima,” y pretender “asimilar” la sanción penal al desacato en
materia de amparo y la sanción penal de prisión, a las simples
sanciones administrativas y jurisdiccionales de arresto que pre-
vén muchas normas del ordenamiento procesal aplicables por
los propios jueces.
Por todo ello, no puede sino causar asombro cómo la Sala
Constitucional en su sentencia, concluyó afirmando que con la de-
cisión adoptada de condenar y encarcelar a un Alcalde y a un alto
funcionario municipal por el “delito” de desacato de una sentencia
de amparo que según su propia calificación es un delito “de acción
pública,” imponerles una “pena de prisión” como “pena princi-
pal,” y además la “pena accesoria” de inhabilitación política, -con
ello dijo-:

720
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“la Sala no pretende juzgar ilícito penal alguno vinculado a


esta causa, pues lo que está siendo objeto de decisión es si hubo
o no desacato a la decisión que dictó, y, al haberlo corroborado,
imponer la consecuencia jurídica que le obliga atribuir, en estos
casos, la ley (artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo).”
O sea que la Sala Constitucional sin garantizar en forma alguna
el debido proceso, juzgó un ilícito penal sin proceso penal alguno,
impuso una sanción penal como pena principal (pena de prisión), e
inhabilitó políticamente a los condenados (pena accesoria a la prin-
cipal), diciendo sin embargo que no se estaba juzgando ilícito penal
alguno vinculado a la causa. Y además, para justificar la inconstitu-
cionalidad cometida, concluyó que ello lo hacía “en ejercicio de la
potestad sancionatoria de la jurisdicción constitucional,” que su-
puestamente “no se contrapone a la competencia penal del Minis-
terio Público, de la policía de investigación penal y de la jurisdic-
ción penal (stricto sensu), la cual no se extiende hasta este ilícito
judicial constitucional de desacato.”
Aparte de que para que exista una “potestad sancionatoria de
la jurisdicción constitucional” se requiere texto legal expreso que la
regule, la única forma de quitarle el carácter penal al supuesto “ilí-
cito judicial constitucional de desacato” que no es nada más que en
palabras de la Sala “un hecho punible de acción pública” es me-
diante una reforma de la ley, y no mediante una sentencia de la
Sala Constitucional. 1090

1090 Por ello, con razón, al conocerse la sentencia, los profesores Alonso Medina,
Alberto Arteaga y José Luis Tamayo expresaron, en rueda de prensa transmi-
tida por el canal de internet de El Nacional: “su estupor frente a un acto de la
Sala Constitucional que consideran “incalificable,” porque a su ver y enten-
der no respeta ninguna regla constitucional ni derecho a la defensa. Coinci-
den en señalar que en este día el Tribunal Constitucional abre una nueva eta-
pa en la administración de la justicia en Venezuela al asumir ilegalmente una
parodia de juicio penal, sin acusación por delante, actuando como juez de
instrucción (no vigente en el ordenamiento jurídico venezolano actual), y dic-
tando una condena que viola flagrantemente normas procesales y el princi-
pio de libertad. En este acto sin nombre, indican que se viola todo principio
constitucional comenzando (1) por el Principio fundamental de la Competen-
cia, que es de materia de orden público, y pasando por (2) el Principio de
Juez Natural; (3) el Principio del Derecho a la Defensa; y (4) el principio del
Debido Proceso. Además de que viola completamente el Código Orgánico
Procesal Penal. Véase en “La anti justicia,” VenEconomia.com, 10 de abril de
2014, en http://www.veneconomia.com/site/modulos/m_visor.asp?pub=
4228.

721
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

III. LA “INTERPRETACIÓN VINCULANTE” DE 2014 DEL AR-


TÍCULO 31 DE LA LEY ORGÁNICA DE AMPARO EXCLU-
YENDO LA APLICACIÓN DE LAS “REGLAS DEL PROCE-
SO PENAL Y DE LA EJECUCIÓN PENAL” EN CASO DE
DESACATO DE SENTENCIAS DE AMPARO, ATRIBU-
YÉNDOLE A LOS PROPIOS JUECES DE AMPARO LA
COMPETENCIA PARA DECIDIR EN LA MATERIA

En definitiva, después de todos estos argumentos para justifi-


car lo injustificable, y poner fin a cualquier discusión en la materia,
y en virtud de la necesidad que tenía la Sala Constitucional de en-
juiciar y encarcelar a dos alcaldes de oposición en un momento
particular de crisis política y manifestaciones callejeras, la Sala
Constitucional en su sentencia Nº 245 el día 9 de abril de 2014 pro-
cedió a “reformar” en general lo dispuesto en el artículo 31 de la
Ley Orgánica de Amparo, estableciendo “con criterio vinculante”:
“el carácter jurisdiccional constitucional de la norma esta-
blecida en el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, ello para garantizar el
objeto y la finalidad de esa norma y, por tanto, para proteger
los valores que ella persigue tutelar: los derechos y garantías
constitucionales, el respeto a la administración de justicia, la
administración pública, el funcionamiento del Estado, el orden
jurídico y social, la ética, la convivencia ciudadana pacífica y el
bienestar del Pueblo, junto a los demás valores e intereses
constitucionales vinculados a éstos. Por lo tanto, las reglas del
proceso penal y de la ejecución penal no tienen cabida en este
ámbito (fijación de la competencia territorial respecto de la eje-
cución, intervención fiscal, policial y de la jurisdicción penal –
la cual, valga insistir, encuentra su último control constitucio-
nal en esta Sala-, suspensión condicional de la pena, fórmulas
alternas de cumplimiento de la pena, entre otras tantas), más
allá de lo que estime racionalmente esta Sala, de caras al cum-
plimiento del carácter retributivo, reflexivo y preventivo de la
misma y cualquier otra circunstancia que encuentre sustento
en el texto fundamental. Así se decide.”
En esta forma, la Sala Constitucional sin invocar específica-
mente su potestad de establecer “interpretaciones vinculantes so-
bre el contenido o alcance de normas o principios constitucionales”
prevista en el artículo 335 de la Constitución, en realidad procedió
a establecer con carácter vinculante la interpretación de una norma

722
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

legal; es decir, del artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo, “des-


penalizando” el tema y atribuyéndole a todos los jueces de amparo
la competencia para conocer del desacato de las sentencias de am-
paro y para imponerle a los responsables, en sustitución de la ju-
risdicción penal, la pena de prisión por desacato a las sentencias de
amparo que dicten.
Sin embargo, de lo que siguió en la sentencia puede deducirse
que la Sala Constitucional no quedó totalmente convencida de la
“interpretación vinculante” que hizo, atribuyéndole a los jueces de
amparo en todas las jurisdicciones para resolver por si los desaca-
tos a sus propias sentencias e imponer penas de prisión a los que
las desacataran, por lo que, además, fijó, también con carácter vin-
culante un procedimiento específico, a los efectos de asegurar que
la Sala Constitucional tendría la posibilidad de ejercer un control
previo a la ejecución de las sentencias de desacato, sobre las actua-
ciones de los jueces de amparo en la materia, disponiendo que:
“en virtud de la relevancia de los intereses jurídicos invo-
lucrados en el procedimiento por desacato al mandamiento de
amparo constitucional, cuando este último haya sido declarado
por cualquier otro tribunal distinto a la Sala Constitucional
(cuyas decisiones sí puedan ser examinadas por un tribunal
superior en la jurisdicción constitucional), éste deberá remitirle
en consulta (per saltum), copia certificada de la decisión que de-
clare el desacato e imponga la sanción prevista en el artículo 31
de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, previa realización del procedimiento de am-
paro señalado por esta Sala en la sentencia n° 138 del 17 de
marzo de 2014, para que, luego de examinada por esta máxima
expresión de la jurisdicción constitucional, de ser el caso, pue-
da ser ejecutada. En ese sentido, tal como se desprende de ello,
la referida consulta es anterior a la ejecución de la sentencia y
tendrá efecto suspensivo de esta última. Así se declara.”
La Sala concluyó su sentencia, entonces, después de declarar el
desacato al mandamiento de amparo que había dictado en la sen-
tencia N° 136, en el que habrían incurrido Vicencio Scarano Spisso
y Salvatore Lucchese Scaletta, y sancionarlos conforme al previsto
en el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo a cumplir diez (10)
meses y quince (15) días de prisión, cesándolos en el ejercicio de
sus cargos, indicando que:

723
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

“en atención a la naturaleza de este pronunciamiento, esta


Sala ordena la publicación íntegra del presente fallo en la Gace-
ta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, y en la Ga-
ceta Judicial, en cuyos sumarios deberá indicarse lo siguiente:
“Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, que establece, con carácter vinculante, el carácter
jurisdiccional constitucional de la norma establecida en el ar-
tículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales, y establece el procedimiento que de-
ben seguir los Tribunales de la República para aplicarla.”
IV. LA NUEVA “INTERPRETACIÓN VINCULANTE” DE 2019
EMITIDA [POR LA SALA CONSTITUCIONAL. MODIFI-
CATORIA DE LA ANTERIOR, PARA ASEGURAR QUE LA
SALA CONSTITUCIONAL
Con base en la “interpretación vinculante” de 2014, antes indi-
cada, tribunales competentes en materia de amparo todas las juris-
dicciones, comenzaron a enjuiciar a quienes desacataron sus sen-
tencias de amparo y a imponerles las penas de prisión previstas en
la Ley Orgánica de Amparo, buscando privarlos de libertad tal y
como lo había autorizado la Sala, enviándole a la misma los expe-
dientes en consulta, “saltándose” los respectivos tribunales supe-
riores (per saltum), antes de ejecutar las sentencias.
Entre las sentencias recibidas por la Sala, estuvo la dictada por
el Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, del
Tránsito y Agrario de la Circunscripción Judicial del Estado Nueva
Esparta, de fecha 18 de septiembre de 2015 (expediente N° 24.972),
mediante la cual dicho tribunal impuso a la ciudadana Jacquelin
Rodríguez Adam, “la sanción prevista en el artículo 31 de la Ley
Orgánica de Amparo Constitucional (sic), en su término medio de
diez (10) meses y quince (15) días, por haber quedado plenamente
demostrado en autos el desacato de la sentencia dictada (…) el 13
de enero de 2015.”
La Sala Constitucional se declaró competente para conocer en
consulta sobre lo decidido por el tribunal de instancia, y dictó la

724
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

sentencia No. 145 de 18 de junio de-2019 (Caso: Joe Taouk, Jajaa),1091


destacando en general, que “por notoriedad judicial” había venido:
“detectando graves errores, excesos y desatinos por parte
de algunos órganos jurisdiccionales, al momento de tener que
decidir sobre las denuncias de incumplimiento o desacato de
los mandamientos de amparo que han dictado, asunto in ex-
tremis delicado, debido a que de ello depende la imposición de
una sanción privativa del derecho constitucional a la libertad
del justiciable, como lo es la prisión de seis (6) a quince (15)
meses, a que se refiere el artículo 31 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.”
Con base en esos excesos, la Sala Constitucional estimó necesa-
rio variar el “criterio jurisprudencial sentado en la antes menciona-
da sentencia No. 245 de 9 de abril de 2014 (caso: Salas & Agentes
Aduaneros Asociados, C.A. y otros contra Vicencio Scarano Spis-
so), en lo que atañe al procedimiento para dilucidar las denuncias
de desacato a mandamientos de amparo; y “tomado en considera-
ción la importancia del desacato y su influencia respecto del cum-
plimiento de las decisiones jurisdiccionales dictadas en materia de
amparo constitucional, así como el carácter dinámico de la juris-
prudencia,” con el “objeto de evitar el uso indebido de la aludida
institución,” procedió a cambiar su “interpretación vinculante” con
el objeto de:
“impedir que la institución del desacato pueda ser em-
pleada como mecanismo de presión, amenaza, coacción o
apremio, bien sea, por parte de los justiciables, o de los propios
operadores de justicia.”
Y en esta forma, “a partir de la publicación” de la sentencia No.
145 de 18 de junio de 2019 en la Gaceta Oficial, la Sala Constitucio-
nal estableció “con carácter vinculante:”
“Que las denuncias de incumplimiento o desacato de
mandamientos de amparo constitucional dictados por cual-
quier tribunal de la República han de ser sometidas al conoci-
miento previo de esta Sala Constitucional del Tribunal Supre-
mo de Justicia.”

1091 Véase en Revista de Derecho Público, No. 158-159, enero-junio 2019, Editorial
Jurídica Venezolana, 2019, pp. 332 ss.

725
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Es decir, que la consulta obligatoria de las sentencias de jueces


de instancia sobre desacato de sentencias de amparo a partir de
abril de 2019 no solo debe realizarse luego de dictarse sentencia,
pero antes de su ejecución, sino también, obligatoriamente, antes
de dictarse la sentencia. Así, estableció la Sala:
“ante la manifestación de incumplimiento o desacato del
mandamiento de amparo constitucional, el tribunal que esté
conociendo de la causa deberá, de manera inmediata, remitir a
esta Sala Constitucional el expediente contentivo de la acción
de amparo ejercida, junto con la denuncia de incumplimiento o
desacato que se haya realizado, debiendo esta Sala -en un lapso
perentorio de sesenta (60) días continuos- dictaminar sobre la
viabilidad del mismo, para lo cual deberá emitir una decisión
muy sucinta en términos de verosimilitud y no de plena certe-
za, a modo de controlar, prima facie, su fundabilidad.
En caso de que la decisión de la Sala sea favorable o proclive a
que se le dé cause o trámite a la denuncia, devolverá el expediente
al tribunal de la causa, ante el cual se instruirá el procedimiento
correspondiente, de acuerdo con los parámetros establecidos en la
citada sentencia N° 245, del 9 de abril de 2014, lo que implica la
consulta per saltum de la decisión que declare el desacato e impon-
ga la sanción prevista en el artículo 31 de la Ley Orgánica de Am-
paro sobre Derechos y Garantías Constitucionales, caso contrario,
se declarará concluido el procedimiento con la consecuente orden
de cierre del expediente y envío del mismo al tribunal de la causa.”
Por supuesto, la “interpretación vinculante” solo se dirigió a
los casos de decisiones de los tribunales de instancia en la materia,
y no a los casos en los cuales sea la propia Sala Constitucional la
competente para dilucidar la denuncia de incumplimiento o
desacato del mandamiento de amparo, en cuyo caso debe aplicarse,
“sin más, el procedimiento establecido en la mencionada sentencia
N° 245, del 9 de abril de 2014.”
Con base en todo ello, la Sala Concluyó su sentencia no solo
declarando su competencia para “en consulta “per saltum” la sen-
tencia que fue sometida a su conocimiento, revocándola y decla-
rando sin lugar el desacato en el caso conceto, sino ordenando que
el fallo fuese publicado en la Gaceta Oficial y en la Gaceta Judicial,
con la indicación, en los “sumarios” de lo siguiente:

726
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

“Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo


de Justicia, que modifica el criterio jurisprudencial sentado en
sentencia N° 245, del 9 de abril de 2014, caso: Salas & Agentes
Aduaneros Asociados, C.A. y otros contra Vicencio Scarano
Spisso, y establece con carácter vinculante, que las denuncias
de incumplimiento o desacato de mandamientos de amparo
constitucional dictados por cualquier tribunal de la República,
han de ser del conocimiento previo de esta Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia a la que deberá ser remitido
inmediatamente el original del expediente para que dentro de
un lapso perentorio de sesenta (60) días continuos, juzgue res-
pecto de su viabilidad, mediante decisión sucinta, en términos
de verosimilitud y no de plena certeza, a modo de controlar,
prima facie, su fundabilidad.”

727
ANEXOS

I. LEY ORGÁNICA DE AMPARO SOBRE DERECHOS Y GA-


RANTÍAS CONSTITUCIONALES 1988.1092

EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA


Decreta:
la siguiente
LEY ORGÁNICA DE AMPARO SOBRE DERECHOS Y
GARANTÍAS CONSTITUCIONALES
TÍTULO I
DISPOSICIONES FUNDAMENTALES

Artículo 1
El derecho a ser amparado
Toda persona natural habitante de la República, o persona ju-
rídica domiciliada en ésta, podrá solicitar ante los Tribunales com-
petentes el amparo previsto en el artículo 49 de la Constitución,

1092 Publicada en Gaceta Oficial Nº 34.060 de 27-9-1988. La Ley Orgánica fue origi-
nalmente promulgada en Gaceta Oficial Nº 33.891 de 22-1-1988. La Ley Orgá-
nica, apenas salió publicada, fue comentada en el libro: Allan R. Brewer-
Carías y Carlos Ayala Corao, Ley Orgánica de amparo sobre derechos y garantías
constitucionales, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 1988. La última edi-
ción, con un trabajo adicional de Rafael Chavero Gazdik, Séptima edición co-
rregida, aumentada y actualizada, se publicó igualmente por la Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 2016.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

para el goce y el ejercicio de los derechos y garantías constituciona-


les, aun de aquellos derechos fundamentales de la persona humana
que no figuren expresamente en la Constitución, con el propósito
de que se restablezca inmediatamente la situación jurídica infringi-
da o la situación que más se asemeje a ella.
La garantía de la libertad personal que regula el habeas corpus
constitucional, se regirá por esta Ley.
Artículo 2
Motivo de la acción
La acción de amparo procede contra cualquier hecho, acto u
omisión provenientes de los órganos del Poder Público Nacional,
Estadal o Municipal. También procede contra el hecho, acto u omi-
sión originados por ciudadanos, personas jurídicas, grupos u orga-
nizaciones privadas, que hayan violado, violen o amenacen violar
cualquiera de las garantías o derechos amparados por esta Ley.
Se entenderá como amenaza válida para la procedencia de la
acción de amparo aquella que sea inminente.
Artículo 3
La acción de amparo contra normas
También es procedente la acción de amparo, cuando la viola-
ción o amenaza de violación deriven de una norma que colida con
la Constitución. En este caso, la providencia judicial que resuelva la
acción interpuesta deberá apreciar la inaplicación de la norma im-
pugnada y el Juez informará a la Corte Suprema de Justicia acerca
de la respectiva decisión.
Pretensión de amparo conjunta con la acción popular
de inconstitucionalidad
La acción de amparo también podrá ejercerse conjuntamente
con la acción popular de inconstitucionalidad de las leyes y demás
actos estatales normativos, en cuyo caso, la Corte Suprema de Jus-
ticia, si lo estima procedente para la protección constitucional, po-
drá suspender la aplicación de la norma respecto de la situación
jurídica concreta cuya violación se alega, mientras dure el juicio de
nulidad.

730
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Artículo 4
La acción de amparo contra decisiones judiciales
Igualmente procede la acción de amparo cuando un Tribunal
de la República, actuando fuera de su competencia, dicte una reso-
lución o sentencia u ordene un acto que lesione un derecho consti-
tucional.
En estos casos, la acción de amparo debe interponerse por ante
un tribunal superior al que emitió el pronunciamiento, quien deci-
dirá en forma breve, sumaria y efectiva.
Artículo 5
La acción de amparo contra actos administrativos,
vías de y hecho y conductas omisivas de la Administración
La acción de amparo procede contra todo acto administrativo,
actuaciones materiales, vías de hecho, abstenciones u omisiones
que violen o amenacen violar un derecho o una garantía constitu-
cionales, cuando no exista un medio procesal breve, sumario y efi-
caz, acorde con la protección constitucional.
Pretensión de amparo conjunta con el recurso
contencioso administrativo
Cuando la acción de amparo se ejerza contra actos administra-
tivos de efectos particulares o contra abstenciones o negativas de la
Administración, podrá formularse ante el Juez Contencioso-
Administrativo competente, si lo hubiere en la localidad conjunta-
mente con el recurso contencioso administrativo de anulación de
actos administrativos o contra las conductas omisivas, respectiva-
mente, que se ejerza. En estos casos, el Juez, en forma breve, suma-
ria, efectiva y conforme a lo establecido en el artículo 22, si lo con-
sidera procedente para la protección constitucional, suspenderá los
efectos del acto recurrido como garantía de dicho derecho constitu-
cional violado, mientras dure el juicio
Parágrafo Único. Cuando se ejerza la acción de amparo contra
actos administrativos conjuntamente con el recurso contencioso-
administrativo que se fundamente en la violación de un derecho
constitucional, el ejercicio del recurso procederá en cualquier tiem-
po, aún después de transcurridos los lapsos de caducidad previstos
en la Ley y no será necesario el agotamiento previo de la vía admi-
nistrativa.

731
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

TÍTULO II
DE LA ADMISIBILIDAD
Artículo 6
Causales de inadmisibilidad de la acción
No se admitirá la acción de amparo:
Cesación de la vulneración
1. Cuando hayan cesado la violación o amenaza de algún de-
recho o garantía constitucionales, que hubiesen podido causarla;
Amenazas imposibles e irrealizables
2. Cuando la amenaza contra el derecho o la garantía consti-
tucionales no sea inmediata, posible y realizable por el imputado;
Situaciones irreparables
3. Cuando la violación del derecho o la garantía constitucio-
nales, constituya una evidente situación irreparable, no siendo po-
sible el restablecimiento de la situación jurídica infringida;
Se entenderá que son irreparables los actos que, mediante el
amparo, no puedan volver las cosas al estado que tenían antes de la
violación;
Acciones consentidas
4. Cuando la acción u omisión, el acto o la resolución que
violen el derecho o la garantía constitucionales hayan sido consen-
tidos expresa o tácitamente, por el agraviado, a menos que se trate
de violaciones que infrinjan el orden público o las buenas costum-
bres.
Se entenderá que hay consentimiento tácito, cuando hubieren
transcurrido los lapsos de prescripción establecidos en leyes espe-
ciales, o en su defecto seis (6) meses después de la violación o la
amenaza al derecho protegido.
El consentimiento expreso es aquél que entraña signos inequí-
vocos de aceptación.
Recurso a otros medios judiciales de amparo
5. Cuando el agraviado haya optado por recurrir a las vías
judiciales ordinarias o hecho uso de los medios judiciales preexis-

732
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

tentes. En tal caso, al alegarse la violación o amenaza de violación


de un derecho o garantía constitucionales, el Juez deberá acogerse
al procedimiento y a los lapsos establecidos en los artículos 23, 24 y
26 de la presente Ley, a fin de ordenar la suspensión provisional de
los efectos del acto cuestionado;
Decisiones de la Corte Suprema de Justicia
6. Cuando se trate de decisiones emanadas de la Corte Su-
prema de Justicia;
Suspensión de garantías constitucionales
7. En caso de suspensión de derechos y garantías constitucio-
nales conforme al artículo 241 de la Constitución, salvo que el acto
que se impugne no tenga relación con la especificación del decreto
de suspensión de los mismos. (PÁRRAFO DEROGADO TÁCI-
TAMENTE)
Acciones de amparo pendientes
8. Cuando esté pendiente de decisión una acción de amparo
ejercida ante un Tribunal en relación con los mismos hechos en que
se hubiese fundamentado la acción propuesta.

TÍTULO III
DE LA COMPETENCIA
Artículo 7
Competencia por la materia y el territorio de
los Tribunales de Primera Instancia
Son competentes para conocer de la acción de amparo, los Tri-
bunales de Primera Instancia que lo sean en la materia afín con la
naturaleza del derecho o de las garantías constitucionales violados
o amenazados de violación, en la jurisdicción correspondiente al
lugar donde ocurrieren el hecho, acto u omisión que motivaren la
solicitud de amparo.
En caso de duda, se observarán en lo pertinente, la normas so-
bre competencia en razón de la materia.
Si un Juez se considerare incompetente, remitirá las actuacio-
nes inmediatamente al que tenga competencia.

733
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Del amparo de la libertad y seguridad personales conocerán


los Tribunales de Primera Instancia en lo Penal, conforme al proce-
dimiento establecido en esta Ley.
Artículo 8
Competencia del Tribunal Supremo de Justicia
La Corte Suprema de Justicia conocerá, en única instancia y
mediante aplicación de los lapsos y formalidades previstos en la
Ley, en la Sala de competencia afín con el derecho o garantía cons-
titucionales violados o amenazados de violación, de las acciones de
amparo contra los hechos, actos y omisiones emanados del Presi-
dente de la República, de los Ministros, del Consejo Supremo Elec-
toral y demás organismos electorales del país, del Fiscal General de
la República, del Procurador General de la República o del Contra-
lor General de la República.
Artículo 9
Competencia de otros Tribunales
Cuando los hechos, actos u omisiones constitutivos de la viola-
ción o amenaza de violación del derecho o de las garantías consti-
tucionales se produzcan en lugar donde no funcionen Tribunales
de Primera Instancia, se interpondrá la acción de amparo ante
cualquier Juez de la localidad, quien decidirá conforme a lo esta-
blecido en esta Ley. Dentro de las veinticuatro (24) horas siguientes
a la adopción de la decisión, el Juez la enviará en consulta al Tribu-
nal de Primera Instancia competente.
Artículo 10
Acumulación de autos
Cuando un mismo acto, hecho u omisión en perjuicio de algún
derecho o garantía constitucionales afectare el interés de varias
personas, conocerá de todas estas acciones el Juez que hubiese pre-
venido, ordenándose, sin dilación procesal alguna y sin inciden-
cias, la acumulación de autos.
Artículo 11
Inhibiciones y recusaciones
Cuando un Juez que conozca de la acción de amparo, advirtie-
re una causal de inhibición prevista en la Ley, se abstendrá de co-
nocer e inmediatamente levantará un acta y remitirá las actuacio-
nes, en el estado en que se encuentren, al Tribunal competente.

734
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Si se tratare de un Magistrado de la Corte Suprema de Justicia,


el Presidente de la Sala convocará de inmediato al Suplente respec-
tivo, para integrar el Tribunal de Amparo.
En ningún caso será admisible la recusación
Artículo 12
Conflictos de competencia
Los conflictos sobre competencia que se susciten en materia de
amparo entre Tribunales de Primera Instancia serán decididos por
el Superior respectivo. Los trámites serán breves y sin incidencias
procesales.

TÍTULO IV
DEL PROCEDIMIENTO
Artículo 13
Legitimación activa
La acción de amparo constitucional puede ser interpuesta ante
el Juez competente por cualquier persona natural o jurídica, por
representación o directamente, quedando a salvo las atribuciones
del Ministerio Público, y de los Procuradores de Menores, Agrarios
y del Trabajo, si fuere el caso.
Prioridad del proceso
Todo el tiempo será hábil y el Tribunal dará preferencia al trá-
mite de amparo sobre cualquier otro asunto.
Artículo 14
Carácter de orden público
La acción de amparo, tanto en lo principal como en lo inciden-
tal y en todo lo que de ella derive, hasta la ejecución de la provi-
dencia respectiva, es de eminente orden público.
Las atribuciones inherentes al Ministerio Público no menosca-
ban los derechos y acciones de los particulares. La no intervención
del Ministerio Público en la acción de amparo no es causal de repo-
sición ni de acción de nulidad.

735
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Artículo 15
Carácter de la intervención del Ministerio Público
Los Jueces que conozcan de la acción de amparo no podrán
demorar el trámite o diferirlo so pretexto de consulta al Ministerio
Público. Se entenderá a derecho en el proceso de amparo el repre-
sentante del Ministerio Público a quien el Juez competente le hu-
biere participado, por oficio o por telegrama, la apertura del proce-
dimiento.
Artículo 16
Carácter gratuito del procedimiento y
forma de interposición de la acción
La acción de amparo es gratuita por excelencia, para su trami-
tación no se empleará papel sellado ni estampillas y, en caso de
urgencia, podrá interponerse por vía telegráfica. De ser así, deberá
ser ratificada personalmente o mediante apoderado dentro de los
tres (3) días siguientes. También procede su ejercicio en forma ver-
bal y, en tal caso, el Juez deberá recogerla en un acta.
Artículo 17
Carácter inquisitorio
El Juez que conozca de la acción de amparo podrá ordenar,
siempre que no signifique perjuicio irreparable para el actor, la
evacuación de las pruebas que juzgue necesarias para el esclareci-
miento de los hechos que aparezcan dudosos u oscuros.
Se entenderá que hay perjuicio irreparable cuando exista otro
medio de comprobación más acorde con la brevedad del procedi-
miento o cuando la prueba sea de difícil o improbable evacuación.
Artículo 18
Contenido de la solicitud
En la solicitud de amparo se deberá expresar:
1. Los datos concernientes a la identificación de la persona
agraviada y de la persona que actúe en su nombre, y en este caso
con la suficiente identificación del poder conferido;
2. Residencia, lugar y domicilio, tanto del agraviado como
del agraviante;

736
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

3. Suficiente señalamiento e identificación del agraviante, si


fuere posible, e indicación de la circunstancia de localización;
4. Señalamiento del derecho o de las garantías constituciona-
les violados o amenazados de violación;
5. Descripción narrativa del hecho, acto, omisión y demás cir-
cunstancias que motiven la solicitud de amparo;
6. Y, cualquiera explicación complementaria relacionada con
la situación jurídica infringida, a fin de ilustrar el criterio juris-
diccional.
En caso de instancia verbal, se exigirán, en lo posible, los mis-
mos requisitos.
Artículo 19
Correcciones a la solicitud
Si la solicitud fuere oscura o no llenare los requisitos exigidos
anteriormente especificados, se notificará al solicitante del amparo
para que corrija el defecto u omisión dentro del lapso de cuarenta y
ocho (48) horas siguientes a la correspondiente notificación. Si no lo
hiciere, la acción de amparo será declarada inadmisible.
Artículo 20
Cuestiones de competencia infundadas
El Juez que haya suscitado una cuestión de competencia mani-
fiestamente infundada será sancionado por el Superior con multa
no menor de cinco mil bolívares (Bs. 5.000,oo) ni mayor de diez mil
bolívares (Bs. 10.000,oo).
Artículo 21
Principio de la igualdad procesal
En la acción de amparo los Jueces deberán mantener la absolu-
ta igualdad entre las partes y cuando el agraviante sea una autori-
dad pública quedarán excluidos del procedimiento los privilegios
procesales.

737
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Artículo 22
El mandamiento de amparo en forma inmediata inaudita parte
(ANULADO)*
El Tribunal que conozca de la solicitud de amparo tendrá po-
testad para restablecer la situación jurídica infringida, prescindien-
do de consideraciones de mera forma y sin ningún tipo de averi-
guación sumaria que la preceda.
En este caso, el mandamiento de amparo deberá ser motivado
y estar fundamentado en un medio de prueba que constituya pre-
sunción grave de la violación o de la amenaza de violación.
Artículo 23
Solicitud de informe al agraviante
Si el Juez no optare por restablecer inmediatamente la situa-
ción jurídica infringida, conforme al artículo anterior, ordenará a la
autoridad, entidad, organización social o a los particulares impu-
tados de violar o amenazar el derecho o la garantía constituciona-
les, que en el término de cuarenta y ocho (48) horas, contadas a
partir de la respectiva notificación, informe sobre la pretendida
violación o amenaza que hubiere motivado la solicitud de amparo.
La falta de informe correspondiente se entenderá como acepta-
ción de los hechos incriminados.
Artículo 24
Contenido del informe
El informe a que se refiere el artículo anterior contendrá una
relación sucinta y breve de las pruebas en las cuales el presunto
agraviante pretenda fundamentar su defensa, sin perjuicio de la
potestad evaluativa que el artículo 17 de la presente Ley confiere al
Juez competente.

* Este artículo 22 fue anulado por la antigua Corte Suprema de Justicia, en


Corte Plena, mediante sentencia de 21-5-96, por inconstitucionalidad, por
violación del derecho a la defensa. Véase en G.O. Extraordinaria n° 5071 de 29-
5-96.

738
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Artículo 25
Desistimiento de la acción
Quedan excluidas del procedimiento constitucional del ampa-
ro todas las formas de arreglo entre las partes, sin perjuicio de que
el agraviado pueda, en cualquier estado y grado de la causa, desis-
tir de la acción interpuesta, salvo que se trate de un derecho de
eminente orden público o que pueda afectar las buenas costum-
bres.
El desistimiento malicioso o el abandono del trámite por el
agraviado será sancionado por el Juez de la causa o por el Superior,
según el caso, con multa de dos mil bolívares (Bs. 2.000,oo) a cinco
mil bolívares (Bs. 5.000,oo).
Artículo 26
Audiencia pública y oral de las partes y lapso de decisión
El Juez que conozca del amparo, fijará dentro de las noventa y
seis (96) horas siguientes a la presentación del Informe por el pre-
sunto agraviante o de la extinción del término correspondiente, la
oportunidad para que las partes o sus representantes legales expre-
sen, en forma oral y pública, los argumentos respectivos.
Efectuado dicho acto, el Juez dispondrá de un término impro-
rrogable de veinticuatro (24) horas para decidir la solicitud de am-
paro constitucional.
Artículo 27
Sanciones disciplinarias al funcionario imputado
El Tribunal que conozca de la solicitud de amparo remitirá
copia certificada de su decisión a la autoridad competente, a fin
de que resuelva sobre la procedencia o no de medida disciplinaria
contra el funcionario público culpable de la violación o de la
amenaza contra el derecho o la garantía constitucionales, sin per-
juicio de las responsabilidades civiles o penales que le resulten
atribuibles.
A tal efecto, el Tribunal remitirá también los recaudos perti-
nentes al Ministerio Público.

739
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Artículo 28
Sanciones en caso de acciones temerarias
Cuando fuese negado el amparo, el Tribunal se pronunciará
sobre la temeridad de la acción interpuesta y podrá imponer san-
ción hasta de diez (10) días de arresto al quejoso cuando aquélla
fuese manifiesta.
Artículo 29
Obligatoriedad del mandamiento de amparo
El Juez que acuerde el restablecimiento de la situación jurídica
infringida ordenará, en el dispositivo de la sentencia, que el man-
damiento sea acatado por todas las autoridades de la República, so
pena de incurrir en desobediencia a la autoridad.
Artículo 30
Ordenes de hacer
Cuando la acción de amparo se ejerciere con fundamento en
violación de un derecho constitucional, por acto o conducta omisi-
va, o por falta de cumplimiento de la autoridad respectiva, la sen-
tencia ordenará la ejecución inmediata e incondicional del acto in-
cumplido.
Artículo 31
Sanciones al incumplimiento o desacato del mandamiento de amparo
Quien incumpliere el mandamiento de amparo constitucional
dictado por el Juez, será castigado con prisión de seis (6) a quince
(15) meses.
Artículo 32
Contenido de la sentencia
La sentencia que acuerde el amparo constitucional deberá
cumplir las siguientes exigencias formales:
A) Mención concreta de la autoridad, del ente privado o de la
persona contra cuya resolución o acto u omisión se conceda el am-
paro;
B) Determinación precisa de la orden a cumplirse, con las es-
pecificaciones necesarias para su ejecución;
C) Plazo para cumplir lo resuelto.

740
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Artículo 33
Costas
Cuando se trate de quejas contra particulares, se impondrán las
costas al vencido, quedando a salvo las acciones a que pudiere ha-
ber lugar.
No habrá imposición de costas cuando los efectos del acto u
omisión hubiesen cesado antes de abrirse la averiguación. El Juez
podrá exonerar de costas a quien intentare el amparo constitucio-
nal por fundado temor de violación o de amenaza, o cuando la so-
licitud no haya sido temeraria.
Artículo 34
Sanciones a los jueces
El Consejo de la Judicatura registrará como falta grave al cum-
plimiento de sus obligaciones la inobservancia, por parte de los
jueces, de los lapsos establecidos en esta Ley para conocer y decidir
sobre las solicitudes de amparo.
Artículo 35
Apelación y consulta
Contra la decisión dictada en primera instancia sobre la solici-
tud de amparo se oirá apelación en un solo efecto. Si transcurridos
tres (3) días de dictado el fallo, las partes, el Ministerio Público o
los Procuradores no interpusieren apelación, el fallo será consulta-
do con el Tribunal Superior respectivo, al cual se le remitirá inme-
diatamente copia certificada de lo conducente. Este Tribunal deci-
dirá dentro de un lapso no mayor de treinta (30) días.
Artículo 36
Efectos de la sentencia de amparo
La sentencia firme de amparo producirá efectos jurídicos res-
pecto al derecho o garantía objetos del proceso, sin perjuicio de las
acciones o recursos que legalmente correspondan a las partes.

741
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Artículo 37
Efectos de la sentencia de desestimación
La desestimación del amparo no afecta la responsabilidad civil
o penal en que hubiese podido incurrir el autor del agravio, ni pre-
juzga sobre ninguna otra materia.

TÍTULO V
DEL AMPARO DE LA LIBERTAD
Y SEGURIDAD PERSONALES
Artículo 38
Amparo de la libertad y seguridad personales
Procede la acción de amparo para proteger la libertad y segu-
ridad personales de acuerdo con las disposiciones del presente Tí-
tulo.
A esta acción le serán aplicables las disposiciones de esta Ley
pertinentes al amparo en general.
Artículo 39
Legitimación y competencia judicial por el territorio
Toda persona que fuere objeto de privación o restricción de su
libertad, o se viere amenazada en su seguridad personal, con viola-
ción de las garantías constitucionales, tiene derecho a que un Juez
competente con jurisdicción en el lugar donde se hubiese ejecutado
el acto causante de la solicitud o donde se encontrare la persona
agraviada, expida un mandamiento de habeas corpus.
Artículo 40
Competencia de los Juzgados de Primera Instancia en lo Penal
y consulta a los Superiores
Los Juzgados de Primera Instancia en lo Penal son competentes
para conocer y decidir sobre el amparo de la libertad y seguridad
personales. Los respectivos Tribunales Superiores conocerán en
consulta de las sentencias dictadas por aquellos.

742
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Artículo 41
Solicitud y apertura de averiguación sumaria e Informe
La solicitud podrá ser hecha por el agraviado o por cualquier
persona que gestione en favor de aquel, por escrito, verbalmente o
por vía telegráfica, sin necesidad de asistencia de abogado, y el
Juez, al recibirla, abrirá una averiguación sumaria, ordenando in-
mediatamente al funcionario bajo cuya custodia se encuentre la
persona agraviada que informe dentro del plazo de veinticuatro
(24) horas, sobre los motivos de la privación o restricción de la li-
bertad.
Las solicitudes referidas a la seguridad personal se tramitarán,
en cuanto les resulten aplicables, conforme a las previsiones de este
artículo.
Artículo 42
Mandamiento de habeas corpus
El Juez decidirá en un término no mayor de noventa y seis (96)
horas después de recibida la solicitud, la inmediata libertad del
agraviado o el cese de las restricciones que se le hubiesen impues-
to, si encontrare que para la privación o restricción de la libertad no
se hubieren cumplido las formalidades legales.
El Juez, caso de considerarlo necesario, sujetará esta decisión a
caución personal o a prohibición de salida del país de la persona
agraviada, por un término no mayor de treinta (30) días.
Artículo 43
Consulta de la decisión
El mandamiento de habeas corpus o, en su defecto, la decisión
que lo niegue se consultará con el Superior, al que deberán enviar-
se los recaudos en el mismo día o en el siguiente.
La consulta no impedirá la ejecución inmediata de la decisión y
el Tribunal Superior decidirá dentro de las setenta y dos (72) horas
después de haber recibido los autos.
Artículo 44
Duración de las detenciones policiales y administrativas
Las detenciones que conforme a la Ley, ordenen y practiquen
las autoridades policiales u otras autoridades administrativas, no

743
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

excederán de ocho (8) días. Las que pasen de cuarenta y ocho (48)
horas deberán imponerse mediante resolución motivada. Quedan a
salvo las disposiciones legales aplicables al proceso penal.
Artículo 45
Detenciones por las autoridades de policía judicial
Cuando se hubiere cometido un hecho punible, las autoridades
de policía que, de acuerdo con la ley, sean auxiliares de la adminis-
tración de justicia, podrán adoptar, como medidas provisionales de
necesidad y de urgencia, la detención del presunto culpable o su
presentación periódica, durante la averiguación sumaria, a la auto-
ridad respectiva. En cualquiera de los dos supuestos anteriores, la
orden deberá ser motivada y constar por escrito.
Artículo 46
Duración de las detenciones
En el caso del artículo anterior, el detenido deberá ser puesto a
la orden del Juez competente, dentro del término de ocho (8) días.
Artículo 47
Garantías de los detenidos
La autoridad que tuviere bajo su guarda o custodia a cualquier
persona detenida estará en el deber de permitirle, conforme a las
normas reglamentarias correspondientes, comunicación con su
abogado y con sus parientes más cercanos.
Artículo 48
Normas supletorias
Serán supletorias de las disposiciones anteriores las normas
procesales en vigor.
Artículo 49
Norma derogatoria
Quedan derogadas las disposiciones legales vigentes que coli-
dan con la presente Ley.
Dada, firmada y sellada en el Palacio Federal Legislativo, en
Caracas a los diecisiete días del mes de septiembre de mil nove-
cientos ochenta y ocho. Año 178 de la Independencia y 129 de la
Federación.

744
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

El Presidente,
Reinaldo Leandro Mora
El Vicepresidente, (Encargado)
Humberto Celli
Los Secretarios,
Héctor Carpio Castillo
José Rafael García

Palacio de Miraflores, en Caracas, a los veintisiete días del mes


de septiembre de mil novecientos ochenta y ocho. Año 178 de la
Independencia y 129 de la Federación.
Cúmplase.
(L.S.)
Simón Alberto Consalvi
Encargado de la Presidencia de la República
Refrendado.
(Los Ministros)

745
II. COMPETENCIA JUDICIAL

SENTENCIA Nº 1 DE LA SALA CONSTITUCIONAL


DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA EN LA
CUAL ESTABLECE LAS NORMAS DE COMPETEN-
CIA JUDICIAL EN MATERIA DE AMPARO.1093
CASO: EMERY MATA MILLÁN VS. VARIOS
20 DE ENERO DE 2000

Antes de examinar la admisibilidad de la solicitud de amparo


presentada, es menester que esta Sala Constitucional establezca la
cuestión relacionada con su competencia para conocer de la acción
propuesta. Al respecto se observa lo siguiente:
En la recientemente promulgada Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela se creó el Tribunal Supremo de Justicia; a
este Tribunal, por intermedio de su Sala Constitucional, le corres-
ponde, conforme a lo dispuesto en el último aparte del artículo 266
de la Constitución, ejercer la jurisdicción constitucional. Además,
las interpretaciones que haga la Sala Constitucional, en ejercicio de

1093 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 81, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2000, pp. 225-229. Véase los comentarios a esta sentencia en Allan R.
Brewer-Carías, “El juez constitucional como legislador positivo y la inconsti-
tucional reforma de la Ley Orgánica de Amparo en Venezuela mediante sen-
tencias interpretativas,” en Eduardo Ferrer Mac-Gregor, Arturo Zaldívar Le-
lo de Larrea (Coordinadores), La Ciencia del Derecho Procesal Constitucional
(Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus 50 años como investigador del
Derecho, (Homenaje Venezolano,), Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), Fundación de Estudios de Derecho Administrativo (FUNEDA),
Editorial Jurídica Venezolana (EJV), Caracas 2012, pp. 261-279.
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

esa jurisdicción, son de carácter vinculante para las otras Salas de


este Supremo Tribunal y demás Tribunales de la República (como
se desprende del contenido del artículo 335 ejusdem).
La jurisdicción constitucional comprende, entre otros asuntos,
no sólo declarar la nulidad de las leyes y demás actos de los órga-
nos que ejercen el poder público, dictados en ejecución directa o
inmediata de la Constitución o que tengan rango legal (artículo 334
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela), sino
también la revisión de las sentencias de amparo constitucional y de
control de constitucionalidad de las leyes o normas jurídicas dicta-
das por los Tribunales de la República, en los términos establecidos
por la ley orgánica respectiva (numeral 10 del artículo 336 de la
Constitución).
Si bien es cierto, que la Constitución dispone la promulgación
de una Ley Orgánica para regular el ejercicio de la facultad previs-
ta en el numeral 10 del artículo 336 de la Constitución, es principio
aceptado en la doctrina constitucional, que los preceptos orgánicos
son de inmediata aplicación por todos los poderes públicos, y, en
particular, por los órganos a los que la disposición constitucional se
refiere. Exista o no las normas que desarrollen la regulación consti-
tucional, ésta es plenamente eficaz por si misma y, por lo tanto,
establece pautas para el funcionamiento del órgano al que se refie-
ra la norma constitucional. En consecuencia aún cuando no haya
sido dictada la ley que desarrolle el precepto constitucional, la dis-
posición contenida en el numeral 10 del artículo 336 de la Constitu-
ción, es de aplicación inmediata por la Sala Constitucional.
Por tanto, esta Sala establece que ha sido facultada en materia
de amparo de la siguiente forma:
Por ser función de esta Sala, según el artículo 335 de la Consti-
tución, la interpretación de dicha Carta Magna, es claro que la ma-
teria de su conocimiento abarca las infracciones constitucionales,
como lo demuestran las atribuciones, que la Constitución de la Re-
pública Bolivariana de Venezuela otorga a la Sala Constitucional en
su artículo 336. Esta circunstancia la convierte en la Sala que por la
materia tiene la competencia para conocer, según el caso, de las
acciones de amparo constitucional propuestas conforme a la Ley
Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
Por otra parte, debido a su condición de juez natural en la jurisdic-
ción constitucional, la competencia que contempla el artículo 8 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitu-

747
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

cionales ha desaparecido, ya que la materia constitucional corres-


ponde a esta Sala (téngase presente que la creación de una Sala con
competencia constitucional, origina un criterio orgánico para deli-
mitar la competencia en el cual se encuentran comprendidos, nece-
sariamente, todos los asuntos relacionados con la Constitución).
Por las razones expuestas, esta Sala declara que, la competen-
cia expresada en los artículos 7 y 8 de la ley antes citada, se distri-
buirá así:
1.- Corresponde a la Sala Constitucional, por su esencia, al ser
la máxima protectora de la Constitución y además ser el garante de
la supremacía y efectividad de las normas y principios constitucio-
nales, de acuerdo con el artículo 335 de la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela, el conocimiento directo, en única
instancia, de las acciones de amparo a que se refiere el artículo 8 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitu-
cionales, incoadas contra los altos funcionarios a que se refiere di-
cho artículo, así como contra los funcionarios que actúen por dele-
gación de las atribuciones de los anteriores. Igualmente, corres-
ponde a esta Sala Constitucional, por los motivos antes expuestos,
la competencia para conocer de las acciones de amparo que se in-
tenten contra las decisiones de última instancia emanadas de los
Tribunales o Juzgados Superiores de la República, la Corte Primera
de lo Contencioso Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo
Penal que infrinjan directa e inmediatamente normas constitucio-
nales.
2.- Asimismo, corresponde a esta Sala conocer las apelaciones y
consultas sobre las sentencias de los Juzgados o Tribunales Supe-
riores aquí señalados, de la Corte Primera de lo Contencioso Ad-
ministrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal, cuando ellos
conozcan la acción de amparo en Primera Instancia.
3.- Corresponde a los Tribunales de Primera Instancia de la
materia relacionada o afín con el amparo, el conocimiento de los
amparos que se interpongan, distintos a los expresados en los nú-
meros anteriores, siendo los Superiores de dichos Tribunales quie-
nes conocerán, las apelaciones y consultas que emanen de los mis-
mos, de cuyas decisiones no habrá apelación ni consulta.
4.- En materia penal, cuando la acción de amparo tenga por ob-
jeto la libertad y seguridad personales, será conocida por el Juez de
Control, a tenor del artículo 60 del Código Orgánico Procesal Pe-

748
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

nal, mientras que los Tribunales de Juicio Unipersonal serán los


competentes para conocer los otros amparos de acuerdo la natura-
leza del derecho o garantía constitucional violado o amenazado de
violación, que sea afín con su competencia natural. Las Cortes de
Apelaciones conocerán de las apelaciones y consultas de las deci-
siones que se dicten en esos amparos.
5.- La labor revisora de las sentencias de amparo que atribuye
el numeral 10 del artículo 336 de la vigente Constitución a esta Sala
y que será desarrollada por la ley orgánica respectiva, la entiende
esta Sala en el sentido de que en los actuales momentos una forma
de ejercerla es mediante la institución de la consulta, prevista en el
artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garan-
tías Constitucionales, pero como la institución de la revisión a la
luz de la doctrina constitucional es otra, y las instituciones consti-
tucionales deben entrar en vigor de inmediato, cuando fuera posi-
ble, sin esperar desarrollos legislativos ulteriores, considera esta
Sala que en forma selectiva, sin atender a recurso especifico y sin
quedar vinculado por peticiones en este sentido, la Sala por vía
excepcional puede revisar discrecionalmente las sentencias de am-
paro que de acuerdo a la competencia tratada en este fallo, sean de
la exclusiva competencia de los Tribunales de Segunda Instancia,
quienes conozcan la causa por apelación y que por lo tanto no sus-
ceptibles de consulta, así como cualquier otro fallo que desacate la
doctrina vinculante de esta Sala, dictada en materia constitucional,
ello conforme a lo dispuesto en el numeral 10 del artículo 336 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Este poder revisorio general, lo entiende la Sala y lo hace ex-
tensivo a todo amparo, en el sentido que si el accionante adujere la
violación de un determinado derecho o garantía constitucional, y la
Sala considerare que los hechos probados tipifican otra infracción a
la Constitución, no alegada, la Sala puede declararla de oficio.
Reconoce esta Sala que a todos los Tribunales del país, inclu-
yendo las otras Salas de este Supremo Tribunal, les corresponde
asegurar la integridad de la Constitución, mediante el control difu-
so de la misma, en la forma establecida en el artículo 334 de la
Constitución de República Bolivariana de Venezuela, pero ello no
les permite conocer mediante la acción de amparo las infracciones
que se les denuncian, salvo los Tribunales competentes para ello
que se señalan en este fallo, a los que hay que agregar los previstos
en el artículo 9 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y
Garantías Constitucionales.

749
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Consecuencia de la doctrina expuesta es que el llamado ampa-


ro sobrevenido que se intente ante el mismo juez que dicte un fallo
o un acto procesal, considera esta Sala que es inconveniente, por-
que no hay razón alguna para que el juez que dictó un fallo, donde
ha debido ser cuidadoso en la aplicación de la Constitución, revo-
que su decisión, y en consecuencia trate de reparar un error, crean-
do la mayor inseguridad jurídica y rompiendo el principio, garante
de tal seguridad jurídica, que establece que dictada una sentencia
sujeta a apelación, ella no puede ser reformada o revocada por el
Juez que la dictó, excepto para hacer las aclaraciones dentro del
plazo legal y a petición de parte. Tal principio recogido en el artícu-
lo 252 del Código de Procedimiento Civil está ligado a la seguridad
jurídica que debe imperar en un estado de derecho, donde es de
suponer que las sentencias emanan de jueces idóneos en el manejo
de la Constitución, y que por tanto no puedan estar modificándolas
bajo la petición de que subsane sus errores.
Las violaciones a la Constitución que cometan los jueces serán
conocidas por los jueces de la apelación, a menos que sea necesario
restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida, caso en
que el amparo lo conocerá otro juez competente superior a quien
cometió la falta, diferente a quien sentenció u ordenó el acto qué
contiene la violación o infracción constitucional, en estos casos, los
que apliquen los artículos 23, 24 y 26 de la Ley Orgánica de Ampa-
ro Sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
Cuando las violaciones a derechos y garantías constitucionales
surgen en el curso de un proceso debido a actuaciones de las par-
tes, de terceros, de auxiliares de justicia o de funcionarios judiciales
diferentes a los jueces, el amparo podrá interponerse ante el juez
que esté conociendo la causa, quien lo sustanciará y decidirá en
cuaderno separado.
Con esta posibilidad, se hace evidente la necesidad de mante-
ner esta importante manifestación del amparo constitucional debi-
do a la ventaja de ser dictada dentro del mismo proceso en el cual
se produce la lesión o amenaza de lesión de derechos constitucio-
nales, manteniéndose así el principio de la unidad del proceso, al
no tener que abrirse causas procesales distintas -con los retardos
naturales que se producirían- para verificar si efectivamente se ha
producido la violación denunciada. Igualmente, se lograría la in-
mediación del juez con la causa que se le somete a conocimiento, la
cual no sólo incidiría positivamente en la decisión del amparo in-

750
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

terpuesto, sino que también pudiera aportar elementos de juicio


necesarios para tomar medidas, bien sean cautelares o definitivas,
en la causa principal y en el propio amparo.
Dentro de la interpretación de las normas constitucionales que
puede realizar esta Sala, conforme al citado artículo 335, se encuen-
tra, como se dijo, el establecer el contenido y alcance de las normas
constitucionales, por lo que normas que colidan con la Constitu-
ción de la República Bolivariana de Venezuela, quedan sin efecto
alguno, y así se declara.
Consecuente con la doctrina sobre la competencia que la Sala
desarrolla en este fallo, así como con el principio antes expuesto
que las leyes cuyos artículos no colidan con la Constitución, conti-
núan vigentes, pasa la Sala a interpretar la competencia de los tri-
bunales que deban conocer los amparos previstos en el artículo 5°
de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías Consti-
tucionales.
Dicho artículo, a juicio de esta Sala, no colide con la Constitu-
ción. y por lo tanto, tiene plena vigencia, y según él, las acciones de
amparo pueden ejercerse conjuntamente con el recurso contencioso
administrativo de nulidad de actos administrativos o contra las
conductas omisivas.
Al estar vigente el citado artículo 50, surge una excepción a la
doctrina sobre la competencia en materia de amparo, contenida en
este fallo, y es que los tribunales, incluyendo las Salas de este Su-
premo Tribunal, que conozcan de procesos de nulidad de actos
administrativos de efectos particulares, o contra negativas o abs-
tenciones de la Administración, mediante recursos contenciosos
administrativos, podrán a su vez conocer de los amparos previstos
en el artículo 5° de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, siempre que el recurso de nulidad o
por abstención de la Administración, no se funde en una infracción
directa e inmediata de la Constitución, y siempre que la acción de
amparo no se encuentre caduca.
Resultado de la doctrina que se expone, es que las Salas de este
Tribunal Supremo de Justicia que conocen amparos que no se han
ejercido conjuntamente con recursos contenciosos administrativos,
remitirán a esta Sala las acciones de amparo que venían tramitan-
do, mientras que la Sala Político-Administrativa y la Sala Electoral
seguirán conociendo los amparos que se ejercieron o se ejerzan
conjuntamente con el recurso contencioso administrativo o electo-
ral de anulación de actos o contra las conductas omisivas.

751
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Con relación a los amparos autónomos que cursan en la actua-


lidad ante las otras Salas de este Tribunal Supremo, considera esta
Sala Constitucional que la competencia por la materia se determina
por la naturaleza de la cuestión que se discute, siendo tal compe-
tencia de orden público, por lo que respecto a dicha competencia
ratione materiae no se aplica el artículo 3 del Código de Procedi-
miento Civil, según el cual la competencia se determina conforme a
la situación de hecho existente para el momento de la presentación
de la demanda, sino que ella será determinada por la materia, la
cual dentro de la jurisdicción constitucional, por los motivos aquí
señalados, la ha asumido está Sala en materia de amparo en la for-
ma establecida en este fallo.
Determinados como han sido los criterios de competencia en
materia de amparo que regirán en dicha materia, y que por impera-
tivo del artículo 335 de la carta magna, es de carácter vinculante
para las otras Salas de este máximo organismo jurisdiccional, así
como para los demás Tribunales de la República, pasa esta Sala a
pronunciarse respecto a su competencia para conocer de la presen-
te acción, y al efecto observa que, la misma ha sido ejercida en con-
tra del Ministro y Vice-Ministro del Interior y Justicia, por lo cual,
de conformidad con el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo
Sobre Derechos y Garantías Constitucionales y con el criterio que
en esta oportunidad se establece, esta Sala es la competente para
conocer del amparo interpuesto, y así se declara.

752
III. NORMAS DE PROCEDIMIENTO

EXTRACTO DE LA SENTENCIA Nº 7 DE LA SALA


CONSTITUCIONAL DEL TRIBUNAL SUPREMO DE
JUSTICIA EN LA CUAL LA SALA CONSTITUCIO-
NAL ADAPTÓ EL PROCEDIMIENTO DE AMPARO
PREVISTO EN LA LEY ORGÁNICA DE AMPARO
SOBRE DERECHOS Y GARANTÍAS CONSTITU-
CIONALES A LAS PRESCRIPCIONES DE LOS AR-
TÍCULOS 27 Y 49 DE LA CONSTITUCIÓN DE LA
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA, QUE
PREVÉN COMO CARACTERÍSTICAS DEL PROCE-
DIMIENTO DE AMPARO, LA ORALIDAD Y AU-
SENCIA DE FORMALIDADES, Y EL DERECHO AL
DEBIDO PROCESO, RESPECTIVAMENTE.1094
CASO: JOSÉ A. MEJÍA B. Y OTROS VS. JUZGADO DE
CONTROL VIGÉSIMO SEXTO DE PRIMERA INS-
TANCIA DEL CIRCUITO JUDICIAL PENAL DEL
ÁREA METROPOLITANA DE CARACAS
1º DE FEBRERO DE 2000

1094 Véase en Revista de Derecho Público, Nº 81, Editorial Jurídica Venezolana,


Caracas, 2000, pp. 246-251. Véase los comentarios a esta sentencia en Allan R.
Brewer-Carías, “El juez constitucional como legislador positivo y la inconsti-
tucional reforma de la Ley Orgánica de Amparo en Venezuela mediante sen-
tencias interpretativas,” en Eduardo Ferrer Mac-Gregor, Arturo Zaldívar Le-
lo de Larrea (Coordinadores), La Ciencia del Derecho Procesal Constitu-
cional (Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus 50 años como
investigador del Derecho, (Homenaje Venezolano), Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), Fundación de Estudios de Derecho Admi-
nistrativo (FUNEDA), Editorial Jurídica Venezolana (EJV), Caracas 2012,
pp. 261-279.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

.… Por mandato del artículo 27 de la Constitución de la Repú-


blica Bolivariana de Venezuela, el procedimiento de la acción de
amparo Constitucional será oral, público, breve, gratuito y no suje-
to a formalidades. Son las características de oralidad y ausencia de
formalidades que rigen estos procedimientos las que permiten que
la autoridad judicial restablezca inmediatamente, a la mayor bre-
vedad, la situación jurídica infringida o la situación que más se
asemeje a ella.
La aplicación inmediata del artículo 27 de la vigente Constitu-
ción, conmina a la Sala a adaptar el procedimiento de amparo esta-
blecido en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales a las prescripciones del artículo 27 ejusdem.
Por otra parte, todo proceso jurisdiccional contencioso debe
ceñirse al artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, que impone el debido proceso, el cual, como lo seña-
la dicho artículo, se aplicará sin discriminación a todas las actua-
ciones judiciales, por lo que los elementos que conforman el debido
proceso deben estar presentes en el procedimiento de amparo, y
por lo tanto las normas procesales contenidas en la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales deben
igualmente adecuarse a las prescripciones del citado artículo 49.
En consecuencia, el agraviante, tiene derecho a que se le oiga a
fin de defenderse, lo que involucra que se le notifique efectivamen-
te de la solicitud de amparo; de disponer del tiempo, así sea breve,
para preparar su defensa; de la posibilidad, que tienen todas las
partes, de contradecir y controlar los medios de prueba ofrecidos
por el promovente, y por esto el procedimiento de las acciones de
amparo deberá contener los elementos que conforman el debido
proceso.
Ante esas realidades que emanan de la Constitución de la Re-
pública Bolivariana de Venezuela, la Sala Constitucional, obrando
dentro de la facultad que le otorga el artículo 335 ejusdem, de esta-
blecer interpretaciones sobre el contenido y alcance de las normas y
principios constitucionales, las cuales serán en materia de amparo
vinculantes para los tribunales de la República, interpreta los cita-
dos artículos 27 y 49 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, en relación con el procedimiento de amparo previsto
en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-
tucionales, distinguiendo si se trata de amparos contra sentencias o
de los otros amparos, excepto el cautelar, de la siguiente forma:

754
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

1.- Con relación a los amparos que no se interpongan contra


sentencias, tal como lo expresan los artículos 16 y 18 de la Ley Or-
gánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, el
proceso se iniciará por escrito o en forma oral conforme a lo seña-
lado en dichos artículos; pero el accionante además de los elemen-
tos prescritos en el citado artículo 18 deberá también señalar en su
solicitud, oral o escrita, las pruebas que desea promover, siendo
esta una carga cuya omisión produce la preclusión de la oportuni-
dad, no solo la de la oferta de las pruebas omitidas, sino la de la
producción de todos los instrumentos escritos, audiovisuales o
gráficos, con que cuenta para el momento de incoar la acción y que
no promoviere y presentare con su escrito o interposición oral; pre-
firiéndose entre los instrumentos a producir los auténticos. El prin-
cipio de libertad de medios regirá estos procedimientos, valorán-
dose las pruebas por la sana critica, excepto la prueba instrumental
que tendrá los valores establecidos en los artículos 1359 y 1360 del
Código Civil para los documentos públicos y en el artículo 1363 del
mismo Código para los documentos privados auténticos y otros
que merezcan autenticidad, entre ellos los documentos públicos
administrativos.
Los Tribunales o la Sala Constitucional que conozcan de la so-
licitud de amparo, por aplicación de los artículos de la Ley Orgáni-
ca de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, admi-
tirán o no el amparo, ordenarán que se amplíen los hechos y las
pruebas, o se corrijan los defectos u omisiones de la solicitud, para
lo cual se señalará un lapso, también preclusivo. Todo ello confor-
me a los artículos 17 y 19 de la Ley Orgánica de Amparo sobre De-
rechos y Garantías Constitucionales.
Admitida la acción, se ordenará la citación del presunto agra-
viante y la notificación del Ministerio Público, para que concurran
al tribunal a conocer el día en que tendrá lugar la audiencia oral, la
cual tendrá lugar, tanto en su fijación como para su práctica, dentro
de las noventa y seis (96) horas a partir de la última notificación
efectuada. Para dar cumplimiento a la brevedad y falta de formali-
dad, la notificación podrá ser practicada mediante boleta, o comu-
nicación telefónica, fax, telegrama, correo electrónico, o cualquier
medio de comunicación interpersonal, bien por el órgano jurisdic-
cional o bien por el Alguacil del mismo, indicándose en la notifica-
ción la fecha de comparecencia del presunto agraviante y dejando
el Secretario del órgano jurisdiccional, en autos, constancia detalla-
da de haberse efectuado la citación o notificación y de sus conse-
cuencias.

755
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

En la fecha de la comparecencia que constituirá una audiencia


oral y pública, las partes, oralmente, propondrán sus alegatos y
defensas ante la Sala Constitucional o el tribunal que conozca de la
causa en primera instancia, y esta o este decidirá, si hay lugar a
pruebas, caso en que el presunto agraviante podrá ofrecer las que
considere legales y pertinentes, ya que este es el criterio que rige la
admisibilidad de las pruebas. Los hechos esenciales para la defensa
del agraviante, así como los medios ofrecidos por él se recogerán
en un acta, al que las circunstancias del proceso.
La falta de comparecencia del presunto agraviante a la audien-
cia oral aquí señalada producirá los efectos previstos en el artículo
23 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías
Constitucionales.
La falta de comparecencia del presunto agraviante dará por
terminado el procedimiento, a menos que el Tribunal considere
que los hechos alegados afectan el orden público, caso en que po-
drá inquirir sobre los hechos alegados, en un lapso breve, ya que
conforme al principio general contenido en el artículo 11 del Códi-
go de Procedimiento Civil y el artículo 14 de la Ley Orgánica de
Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales, en materia
de orden público el juez podrá tomar de oficio las providencias que
creyere necesarias.
En caso de litis consorcios necesarios activos o pasivos, cual-
quiera de los litis consortes que concurran a los actos, representará
al consorcio.
El órgano jurisdiccional, en la misma audiencia, decretará cuá-
les son las pruebas admisibles y necesarias, y ordenará, de ser ad-
misibles, también en la misma audiencia, su evacuación, que se
realizará en ese mismo día, con inmediación del órgano en cum-
plimiento del requisito de la oralidad o podrá diferir para el día
inmediato posterior la evacuación de las pruebas.
Debido al mandato constitucional de que el procedimiento de
amparo no estará sujeto a formalidades, los trámites como se desa-
rrollarán las audiencias y la evacuación de las pruebas, si fueran
necesarias, las dictará en las audiencias el tribunal que conozca del
amparo, siempre manteniendo la igualdad entre las partes y el de-
recho de defensa. Todas las actuaciones serán públicas, a menos
que por protección a derechos civiles de rango constitucional, co-
mo el comprendido en el artículo 60 de la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela, se decida que los actos orales sean
a puerta cerrada, pero siempre con inmediación del tribunal.

756
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Una vez concluido el debate oral o las pruebas, el juez o el Tri-


bunal en el mismo día estudiará individualmente el expediente o
deliberará (en los caso de los Tribunales colegiados) y podrá:
a) decidir inmediatamente; en cuyo casó expondrá de forma
oral los términos del dispositivo del fallo; el cual deberá ser
publicado íntegramente dentro de los cinco (5) días si-
guientes a la audiencia en la cual se dictó la decisión co-
rrespondiente. El fallo lo comunicará el juez o el presidente
del Tribunal Colegiado, pero la sentencia escrita la redacta-
rá el ponente o quien el Presidente del Tribunal Colegiado
decida.
El dispositivo del fallo surtirá los efectos previstos en el ar-
tículo 29 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, mientras que la sentencia se
adaptará a lo previsto en el artículo 32 ejusdem
b) Diferir la audiencia por un lapso que en ningún momento
será mayor de cuarenta y ocho (48) horas, por estimar que
es necesaria la presentación o evacuación de alguna prueba
que sea fundamental para decidir el caso o a petición de
alguna de las partes o del Ministerio Público.
Contra la decisión dictada en primera instancia, podrá apelarse
dentro de los tres (3) días siguientes a la publicación del fallo, la
cual se oirá en un sólo efecto a menos que se trate del fallo dictado
en un proceso que, por excepción, tenga una sola instancia. De no
apelarse, pero ser el fallo susceptible de consulta, deberá seguirse
el procedimiento seguido en el artículo 35 de la Ley Orgánica de
Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales, esto es, que
la sentencia será consultada con el Tribunal Superior respectivo, al
cual se le remitirá inmediatamente el expediente, dejando copia de
la decisión para la ejecución, inmediata. Este Tribunal decidirá en
un lapso no mayor de treinta (30) días. La falta de decisión equi-
valdrá a una denegación de justicia, a menos que por el volumen
de consultas a decidir se haga necesario prorrogar las decisiones
conforma al orden de entrada de las consultas al Tribunal de la
segunda instancia.
Cuando se trate de causas que cursen ante tribunales cuyas de-
cisiones serán conocidas por otros jueces o por esta Sala, por la vía
de la apelación o consulta, en cuanto a las pruebas que se evacuen
en las audiencias orales, se grabarán o registrarán las actuaciones,

757
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

las cuales se verterán en actas que permitan al juez de la Alzada


conocer el devenir probatorio. Además, en la audiencia ante el Tri-
bunal que conozca en primera instancia en que se evacuen estas
pruebas de lo actuado, se levantará un acta que firme los intervi-
nientes. El artículo 189 del Código Procedimiento Civil regirá la
confección de las actas, a menos que las partes soliciten que los
soportes de las actas se envíen al Tribunal Superior.
Los Jueces Constitucionales siempre podrán interrogar a las
partes y a los comparecientes.
2. Cuando el amparo sea contra sentencias, las formalidades se
simplificarán aún más y por un medio de comunicación escrita que
deberá anexarse al expediente de la causa donde se emitió el fallo,
inmediatamente a su recepción, se notificará al juez o encargado
del Tribunal, así como a las partes en su domicilio procesal, de la
oportunidad en que habrá de realizarse la audiencia oral, en la que
ellos manifestarán sus razones y argumentos respecto a la acción.
Los amparos contra sentencias se intentarán con copia certificada
del fallo objeto de la acción, a menos que por la urgencia no pueda
obtenerse a tiempo la copia certificada, caso en el cual se admitirán
las copias previstas en el artículo 429 del Código Procedimiento
Civil, no obstante en la audiencia oral deberá presentarse copia
auténtica de la sentencia.
Las partes del juicio donde, se dictó el fallo impugnado podrán
hacerse partes, en el proceso de amparo, antes y aún dentro de la
audiencia pública, mas no después, sin necesidad de probar su
interés. Los terceros coadyuvantes deberán demostrar su interés
legítimo y directo para intervenir en los procesos de amparo de
cualquier clase antes de la audiencia pública.
La falta de comparecencia del Juez que dicte el fallo impugna-
do o de quien esté a cargo del Tribunal, no significará aceptación
de los hechos, y el órgano que conoce del amparo, examinará la
decisión impugnada.

758
ÍNDICE ALFABÉTICO DEL ARTICULADO DE LA LEY
ORGÁNICA DE AMPARO SOBRE DERECHOS Y
GARANTÍAS CONSTITUCIONALES DE 1988

(Los números remiten a los artículos de la Ley Orgánica y


los que preceden al paréntesis corresponde al ordinal del
artículo citado anteriormente)
A
Abogado. Asistencia, 41; 47.
Aceptación, 6, 4).
Acción de amparo, 2; 3; 4; 5; 6, 7); 6,
8); 9; 10; 11; 14; 15; 16; 17; 21; 30.
Acción de amparo. Competencia, 7; 8; 9; 11; 12.
Acción de amparo. Desistimiento, 25.
Acción de amparo. Gratuidad, 16.
Acción de amparo. Inadmisibilidad, 6; 19.
Acción de amparo. Motivo, 2; 3; 4; 5.
Acción de amparo. Objeto, 1. Acción de amparo. Procedimiento, 13.
Acción de amparo. Temeridad, 28; 33.
Acción de inconstitucionalidad, 3.
Acción popular, 3.
Acciones consentidas, 6, 4).
Acciones temerarias, 28. Acta, 16.
Acto, 2; 7; 8; 9; 10; 18, 5); 30; 33. Actor, 17.
Actos administrativos, 5.
Actos administrativos. Anulación, 5.
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Actos administrativos. Suspensión de efectos, 5.


Actos administrativos de efectos particulares, 5.
Actos cuestionados. Suspensión efectos, 6, 5).
Actos estatales normativos, 3.
Actos materiales, 5.
Acumulación, 10.
Administración. Abstención, 5.
Administración. Negativa, 5.
Administración de justicia. Autoridad, 45.
Agraviado, 6, 4); 6, 5); 18, 1); 18, 2); 25; 39; 41; 42.
Agraviante, 18, 2); 18, 3); 21; 23; 24; 26; 37.
Amenaza de violación, 2; 3; 5; 6, 1); 6, 2); 6, 4); 6, 5); 7; 8; 9; 10; 22;
23; 27; 30.
Amenaza de violación. Amparo contra abstenciones, 5.
Amenaza de violación. Informe, 23.
Amenaza de violación. Temor, 3.
Amenaza inmediata, 6, 2).
Amenaza inminente, 2.
Amenaza posible, 6, 2).
Amenaza realizable, 6, 2).
Amparo contra actos, 2.
Amparo contra actos administrativos, 5.
Amparo contra hechos, 2.
Amparo contra normas, 3.
Amparo contra leyes, 3.
Amparo contra omisiones, 2; 5.
Amparo contra sentencias, 4.
Amparo. Solicitud, 18; 19; 41.
Apoderado, 16.
Arresto, 28.
Audiencia oral, 26.
Audiencia pública, 26.
Autoridad, 23; 29; 30; 32.
Autoridad administrativa, 44.

760
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Autoridad de policía, 44; 45


Averiguación, 41.

B
Buenas costumbres, 6, 4); 25.

C
Caducidad. Lapso, 5.
Caución personal, 42.
Causa, 25.
Ciudadanos, 2.
Competencia, 39.
Competencia. Conflictos, 12.
Competencia. Cuestión infundada, 20.
Competencia. Materia afín, 7; 8.
Competencia por la materia, 7.
Competencia por el territorio, 7.
Conflictos de competencia, 12.
Conducta omisiva, 5; 30.
Consentimiento tácito, 6, 4).
Consentimiento expreso, 6, 4).
Constitución, 1; 3; 6, 6).
Constitución. Colisión, 3.
Contralor General de la República, 8.
Corte Suprema de Justicia, 3; 6, 6); 11.
Cosa juzgada, 36; 37.
Costas, 33.
Culpable. Detención, 45.
Custodia, 47.

D
Decisión, 26.
Decisión. Consulta, 9.
Decisión. Contenido, 30; 32.

761
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Decreto, 6, 6).
Defensa, 24.
Derecho de amparo, 1.
Derechos constitucionales, 1; 2; 5; 6, 1); 6, 1); 6, 2); 6, 3); 6, 4); 6, 5); 7;
8; 9; 18, 4); 23; 27; 30; 36.
Derechos constitucionales. Garantía, 5.
Derechos constitucionales. Suspensión, 6, 6).
Derechos fundamentales, 1.
Derechos. Ejercicio, 1).
Derechos. Goce, 1.
Desistimiento, 25.
Desistimiento malicioso, 25.
Desobediencia a la autoridad, 29
Detención. Duración, 46.
Detención. Motivación, 45.
Detención administrativa. Duración, 44.
Detención policial. Duración, 44.
Diferimiento, 14.
Dilación procesal, 10.
Domicilio, 1; 18, 2); 18, 3).

E
Ente privado, 32.
Entidad, 23.
Estados, 2.
Estampillas, 16.

F
Fiscal General de la República, 8.
Formalidades, 22.
Forma verbal, 16.
Funcionario, 41.
Funcionario culpable. Sanción, 27
Funcionarios. Medidas disciplinarias, 27.

762
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

G
Garantía constitucional, 39.
Garantías constitucionales, 1; 2; 5; 6, 1); 6, 2); 6, 3); 6, 4); 6, 5); 18, 4);
23; 27; 30; 36.
Garantías constitucionales. Suspensión, 6, 6); 7; 8; 9.
Gratuidad, 16.
Grupos, 2.
Guarda, 47.

H
Hábeas corpus, 1; 39; 42; 43.
Habitante, 1.
Hecho, 2; 7; 8; 9; 10; 18, 5).
Hecho punible, 45.
Hechos dudosos, 17.
Hechos incriminados. Aceptación, 23.
Hechos. Esclarecimiento, 17.
Hechos. Oscuros, 17.

I
Igualdad procesal, 21.
Imputado, 6, 2); 23.
Incidencias, 10.
Informe, 23; 24; 26; 41.
Inhibición, 11.
Instancia verbal, 16; 18.

J
Juez de amparo, 3; 4; 5;-5); 7; 10; 11; 13; 27; 39.
Juez de amparo. Competencia, 25.
Juez contencioso-administrativo, 5.
Juicio de nulidad, 3; 5.

763
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

L
Legitimación, 39; 41.
Legitimación activa, 13.
Leyes especiales, 6, 4).
Leyes. Inconstitucionalidad, 3.
Leyes. Suspensión, 3.
Libertad. Privación, 39; 41; 42.
Libertad. Restricción, 35; 41; 42
Libertad económica. Garantía, 1
Libertad inmediata, 42.
Libertad personal. Amparo, 38; 40.
Litis pendencia, 6, 8).
Localidad, 5; 9.

M
Mandamiento de amparo, 3; 21; 27; 30.
Mandamiento de amparo. Consulta, 9.
Mandamiento de amparo. Ejecución, 30; 32; 43.
Mandamiento de amparo. Incumplimiento, 31.
Mandamiento de amparo. Motivación, 22.
Mandamiento de amparo. Obligatoriedad, 29.
Mandamiento de habeas corpas, 42; 43.
Medidas provisionales, 45.
Ministerio Público, 13; 15; 27; 35.
Ministros, 8.
Multas, 20; 25. Municipios, 2.

N
Norma, 3.
Normas. Inaplicabilidad, 3.

O
Oficio, 15.

764
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Omisión, 2; 7; 8; 9; 10; 18, 5); 30; 33.


Omisiones consentidas, 6, 4).
Ordenes, 32.
Ordenes de hacer, 30.
Orden público, 6, 4); 25.
Organización social, 23.
Organizaciones privadas, 2.
Órganos del Poder Público, 2.

P
Papel sellado, 16.
Parientes cercanos, 47.
Partes, 26; 36.
Partes. Arreglos, 25.
Partes. Igualdad, 21.
Particulares, 33.
Perjuicio irreparable, 17.
Persona, 10.
Persona agraviada, 18, 1).
Persona humana, 1.
Persona jurídica, 1; 2; 13.
Persona natural, 1; 13.
Poder, 18, 1).
Poder Público Estadal, 2.
Poder Público Municipal, 2.
Poder Público Nacional, 2. ,
Prescripción. Lapsos, 6, 4).
Presidente de la República, 8.
Presunción grave, 22.
Privilegios procesales, 21.
Procedimiento. Apertura, 15.
Procedimiento. Carácter de orden público, 14.
Procedimiento. Carácter breve, 16.
Procedimiento. Carácter gratuito, 16.

765
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

Procedimiento. Carácter inquisitorio, 17.


Procedimiento. Demoras, 14.
Procedimiento. Normas supletorias, 48.
Procedimiento. Prioridad, 13.
Proceso penal, 44.
Procurador Agrario, 13; 35.
Procurador del Trabajo, 13; 35.
Procurador de Menores, 13; 35.
Procurador General de la República, 8.
Prohibición de salida del país, 42.
Protección constitucional, 3; 5.
Pruebas, 17; 22; 24.

Q
Quejoso, 28.

R
Recurso contencioso administrativo, 5.
Recurso contencioso administrativo. Lapso, 5.
Recusación, 11.
Representación, 13; 18, 1).
Representante legal, 26.
República, 29.
República. Habitante, 1.
República. Privilegios procesales, 21.
Residencia, 18, 2).
Responsabilidad civil, 27; 37.
Responsabilidad penal, 27; 37.

S
Situación jurídica. Restablecimiento, 1; 6, 3); 22; 23; 29.
Solicitud de amparo, 18; 19; 41.
Solicitud de amparo. Corrección, 19.
Solicitud de amparo. Motivación, 23

766
EL DERECHO DE AMPARO Y LA ACCIÓN DE AMPARO CONSTITUCIONAL

Solicitud de amparo. Prueba, 22.


Suspensión efectos, 3; 5; 6, 5).
Salida del país. Prohibición, 42.
Sanciones, 28.
Sanciones disciplinarias, 27.
Sanciones pecuniarias, 20; 25.
Seguridad personal. Amenaza, 39; 41.
Seguridad personal. Amparo, 38; 40.
Sentencia, 4; 29.
Sentencia. Apelación, 35.
Sentencia. Consulta, 40.
Sentencia. Contenido, 32.
Sentencia. Desestimación del amparo, 37; 43.
Sentencia. Ejecución, 30; 43.
Sentencia de amparo. Consulta, 35; 43.
Sentencia de amparo. Efectos, 36.
Seguridad personal, 1; 7.
Situación irreparable, 6, 3).
Situación jurídica, 1; 3; 6, 3); 18, 6).

T
Telegrama, 15; 16.
Temeridad manifiesta, 28; 33.
Tiempo hábil, 13.
Trámite. Abandono, 25.
Trámites. Demoras, 15.
Trámites. Preferencia, 13.
Tribunales, 4; 6, 8).
Tribunales competentes, 1.
Tribunales. Competencia, 4; 7; 8; 9; 11.
Tribunales. Incompetencia, 7.
Tribunales de Primera Instancia, 7; 9; 12.
Tribunales de Primera Instancia en lo Penal, 7; 40.
Tribunales Superiores, 12; 20; 25; 35.

767
ALLAN R. BREWER-CARÍAS

U
Única instancia, 8. Urgencia, 45.

V
Vía administrativa. Agotamiento, 5.
Vía telegráfica, 16.
Vías de hecho, 5.
Vías judiciales ordinarias, 6, 5).
Violación de derechos, 2; 3; 5; 6, 1); 6, 2); 6, 3); 6, 4); 6, 5); 7; 8; 9; 10;
22; 23; 27; 30.
Violación de derechos. Informe, 23.
Violación de derechos. Temor, 33.
Vulneración. Cesación, 6, 1).

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