El Segundo Artículo Del Credo
El Segundo Artículo Del Credo
El Segundo Artículo Del Credo
1. CREO EN JESUCRISTO
Esto es lo que confesaban con valentía Pablo (He 9,22) y Apolo, que
«rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la
Escritura que Jesús es el Cristo» (He 18,28; Cfr. He 3,18.20; 8,5.12;
24,24; 26,23). Para lo mismo escribe Juan su Evangelio:
b) El Mesías esperado
Como dice C.H. Dodd: «Un título que El no niega a fin de salvar su vida,
no puede carecer de significado para El». En el título de Mesías está
encerrada toda su misión, su vida y su persona. El es el mensajero de
Dios, que invita a pobres y pecadores al banquete de fiesta, el médico
de los enfermos (Mc 2,17), el pastor de las ovejas perdidas (Lc 15,4-7),
el que congrega en torno a la mesa del Reino a la «familia de Dios« (Lc
22,29-30).
Hijo del Hombre y Siervo de Yavé definen a Jesús como el Mesías, que
trae la salvación de Dios. El es «el que había de venir», que ha venido.
Con El ha llegado el Reino de Dios y la salvación de los hombres.
Pero Jesús, frente a la expectativa de un Mesías político, que El rechaza,
se da el título de Hijo del Hombre, nacido de la expectación escatológica
de Israel. El trae la salvación para todo el mundo, pero una salvación
que no se realiza por el camino del triunfo político o de la violencia, sino
por el camino de la pasión y de la muerte en cruz (Filp 2,6ss). Jesús es
el Hijo del Hombre, Mesías que entrega su vida a Dios por los hombres
4.
d) Creo en Jesucristo
Desde entonces la fe cristiana confiesa que «Jesús es el Señor». O más
sencillamente, uniendo las dos palabras en una, integrando el nombre y
la misión, le llama: JESUCRISTO.
2. SU UNICO HIJO
Hablar del Hijo de Dios es hablar de la acción salvífica de Dios, pues «El
que no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo no nos dará con El gratuitamente todas las cosas?»
(Rom 8,32). Mediante el Hijo del Padre, recibimos la reconciliación con
Dios (Rom 5,10), la salvación y el perdón de los pecados (Col 1,14) y
nos hacemos también nosotros hijos de Dios:
Pues, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a
su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que se hallaban bajo la ley, a fin de que
recibiéramos- la filiación adoptiva. La prueba de que
sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba,
Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo: y si
hijo, también heredero por voluntad de Dios (Gál 4,4-
7).
3. NUESTRO SEÑOR
Jesús, al vaciarse totalmente de sí mismo, en obediencia filial, se
convierte en Señor de todo el universo:
..........................
1. F. FRISOGLIO, Cristo en los Padres de la Iglesia. Antología de
textos, Barcelona 1986.