Alarcón, Pedro Antonio De. El Sombrerero de Tres Picos
Alarcón, Pedro Antonio De. El Sombrerero de Tres Picos
Alarcón, Pedro Antonio De. El Sombrerero de Tres Picos
El sombrero de tres
picos.
Primera edición. Madrid, 2002
Numero 40
INDICE
Prefacio del autor.
Anexos
Recordamos, por señas, que cuando el pastor nos dio tan buen
rato, las muchachas casaderas allí reunidas se pusieron muy
coloradas, de donde sus madres dedujeron que la historia era
algo verde, por lo cual pusieron ellas al pastor de oro y azul; pero
el pobre Repela (así se llamaba el pastor) no se mordió la lengua,
y contestó diciendo: que no había por qué escandalizarse de
aquel modo pues nada resultaba de su Relación que no supiesen
hasta las monjas y hasta las niñas de cuatro años...
***
Y aquí termina todo lo que la presente historia tiene que ver con
la militar y política de aquella época; pues nuestro único objeto,
al referir lo que entonces sucedía en el mundo, ha sido venir a
parar a que el año de que se trata (supongamos que el de 1805)
imperaba todavía en España el antiguo régimen en todas las
esferas de la vida pública y particular, como si, en medio de
tantas novedades y trastornos, el Pirineo se hubiese convertido
en otra Muralla de la China.
II. De cómo vivía
entonces la gente.
–Oye, tú, Manuel: ¿por qué irá solo esta tarde el señor
Corregidor a ver a la navarra?–le preguntó una lugareña a su
marido, el cual la llevaba a grupas en la bestia.
–¿Por qué?
–¿Por qué ?
–No hay pero que valga ¡Verá usted qué guapo y qué
hombre de bien es mi sobrino!
–¡Me la pagaréis!
Y llamó a la aldaba.
–¡No me repliques!
Garduña saludó.
–¿Conque decías–prosiguió el de Zúñiga, volviendo a
amansarse–que esta misma noche puede arreglarse todo eso?
Pues ¡mira hijo!, me parece muy bien. ¡Qué diablos! ¡Así saldré
pronto de esta cruel incertidumbre!
Garduña saludó.
–Corta.
–¡No me interrumpas!
–¿Encima del caz hay otra puerta? ¡Mira tú una cosa que
nunca se me hubiera ocurrido!
–¿Qué Justicia?
–¡Cuánto vales!
–¡Vaya, lee!
La orden decía:
–¡Ca, no, señor!... Tiene usted que venir ahora mismo, sin
perder un minuto. Tal es la orden que me ha dado el señor
Alcalde.
¿Para qué?
XVI. Un ave de mal
agüero.
Sigamos por nuestra parte al tío Lucas.
–¡Concedido!–respondió majestuosamente el
Alcalde–.Puede usted recogerse cuando quiera.
–¡Qué noche! ¡Qué mundo! ¡Qué vida la mía desde hace una
hora! ¡Alguaciles metidos a alcahuetes; alcaldes que conspiran
contra mi honra; burros que rebuznan cuando no es menester; y
aquí en mi pecho, un miserable corazón que se ha atrevido a
dudar de la mujer más noble que Dios ha criado! ¡Oh, Dios mío,
Dios mío! ¡Haz que llegue pronto a mi casa y que encuentre allí
a mi Frasquita.
–¡Allí están!
Verlo, y haber caído sobre él, y tenerlo entre sus garras fue
todo cosa de un segundo.
¡Aquel papel era el nombramiento del sobrino de la señá
Frasquita, firmado por don Eugenio de Zúñiga y Ponce de León!
–¡Arriba! ¡Arriba!
Así discurrió el tío Lucas, tal vez sin darse cuenta de ello
puntualmente, y, en virtud de semejante discurso, colocó el arma
en su sitio y principió a pasearse con los brazos atrás y la cabeza
baja, como buscando su venganza en el suelo, en la tierra, en las
ruindades de la vida, en alguna bufonada ignominiosa y ridícula
para su mujer y para el Corregidor, lejos de buscar aquella
misma venganza en la justicia, en el desafío, en el perdón, en el
cielo..., como hubiera hecho en su lugar cualquier otro hombre
de condición menos rebelde que la suya a toda imposición de la
Naturaleza, de la sociedad o de sus propios sentimientos.
XXI
¡EN GUARDIA, CABALLERO! >
–Mujer, escucha...
–¿Qué dices?
–Mujer, escucha...
–¿Qué dices?
–¿Quién ?
–¿Viene ya el señor?
–Ninguna.
–¿Y la Señora?
–¡Malo!–pensó Garduña.
–¿Quién?
–¡Soy el Corregidor!
–¡Lo soy!
Éste, que iba a hablar, se quedó con la boca abierta al ver que la
navarra entraba en fuego.
¡Tal gesto, tal ademán y tal tono de voz acentuaron aquella frase!
Era que empezaba a acordarse otra vez de lo que había visto por
el ojo de la llave.
–¿Y tú?
–¿Pues y tú ?
–El verano que viene vas a llevarme a tomar los baños del Solán
de Cabras
–¿Para qué?
Y con esto llegaron al molino, a punto que el sol, sin haber salido
todavía, doraba ya las cúspides de las montañas.
Pedro Antonio de
Alarcón
(1833-1895)
Cronologia de Alarcón
Sucesivamente publicara su
obra de juventud: Cosas que
fueron (artículos), Poesías.
1857 El hijo prodigo tiene por tema El hijo prodigo
la locura y los errores de
juventud. Reflejo de un periodo
de autocrítica que ha iniciado
Alarcón sobre su propia
juventud. Más tarde, en el
personaje de Pepito de El niño
de la bola, finalizará ese ajuste
de cuentas con su pasado.
1859 Al estallar la guerra de
Marruecos se alista como
voluntario.
1860 De esa experiencia en África, Diario de un testigo de la
nacerá su obra Diario de un guerra de África
testigo de la guerra de África,
que por fin le dio fama y algo 1860 a 1874 publica
de dinero, quizás su obra más fundamentalmente cuentos y
importante y permanente. Obra libros de viajes.
maestra por la descripción de la
vida militar. Algunas partes de
este trabajo como "La batalla de
Castillejos" y "La toma de
Tetuán", aún no han sido
superados en la viveza de las
descripciones, la espontaneidad
del lenguaje y la gracia en la
narrativa por ningún escritor
español.
-¡Qué lástima! Aquí hay materia para escribir una historia diez
veces más larga.....
-¡Pues recomencemos!.....
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