AAA TEMA 11. EL ARTE ROMANO DEL BAJO IMPERIO (284-476 D. C.)

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II PARTE: EL ARTE EN ETRURIA Y ROMA

BLOQUE IV. EL ARTE ROMANO

TEMA 11. EL ARTE ROMANO DEL BAJO IMPERIO (284-476 d. C.)


1. Introducción histórica. De la tetrarquía al final del mundo antiguo.
La situación en el Imperio llegó a ser crítica a finales del siglo III, pero la acción enérgica y reformadora
de Diocleciano salvó la situación aplazando su final. La reorganización del aparato administrativo fue
completa, militarizando la burocracia palatina y creando la Tetrarquía:
presidida por dos augustos que gobernaban en dos mitades del imperio
(Oriente y Occidente) y ayudados por dos césares, que se convertirían en
los dos augustos al cabo de 20 años y nombrarían a otros 2 césares y así
sucesivamente. Este mecanismo alejó cierto tiempo la caída del Imperio,
pero no evitó pugnas entre los mismos miembros de la Tetrarquía (Fig.1).
La labor de consolidación de Diocleciano incluyó un impulso a los cultos
tradicionales y la recuperación de las antiguas virtudes romanas, lo que
le condujo a una violenta persecución hacia los cristianos, por entonces
muy extendidos por todo el Imperio y bien organizados, con una
creciente influencia en la sociedad. Tanta que pocos años después, tras
su enfrentamiento con Majencio y la derrota de éste en la batalla del
puente Milvio en el año 312, Constantino incorporó la religión cristiana
al aparato estatal, declarándose “Protector de la Iglesia” (313 Edicto de
Milán), e interviniendo directamente en asuntos teológicos y
organizativos. La construcción de grandes basílicas para acoger los Fig. 1 Los Tetrarcas, pórfido, Constantinopla.
actos de culto cristianos dio impulso a un nuevo aspecto de obras h. 303 . Basílica de San Marcos, Venecia
públicas patrocinadas por el emperador. Así comenzó la última etapa del Imperio Romano,
caracterizada por el apoyo a la nueva fe religiosa y la división administrativa, con sendas capitales en
Roma y Constantinopla, ésta refundada por Constantino en el año 330 sobre la antigua ciudad de
Bizancio.
Las fronteras de Roma fueron fijadas poco antes del cambio de Era por Augusto, quien llevó las
conquistas romanas hasta lugares fácilmente defendibles, aprovechando los obstáculos naturales:
costas del Atlántico al oeste, desiertos de Siria y Arabia en el Oriente, desierto del Sahara al sur y los
ríos Rin y Danubio al norte. Para completar la labor protectora, Augusto distribuyó sus 28 legiones
(140.000 soldados romanos y otros tantos auxiliares) a lo largo de las mismas, cuidando aquellas zonas
próximas a vecinos peligrosos, sobre todo en la región oriental (partos) y en el norte, donde los
belicosos pueblos germanos no cesarían en su intento de introducirse en las tierras del imperio.
Cuando las conquistas romanas sobrepasaban las fronteras naturales, la defensa requería grandes
contingentes de tropas, razón por la cual varios emperadores prefirieron retrasar las líneas hasta los
citados límites orográficos. Con los Julio Claudio y los Flavios apenas hubo cambios en la estructura
territorial del imperio; sin embargo, bajo los siguientes emperadores Antoninos: Adriano, Antonino Pío,
Marco Aurelio y Cómodo, la mayor parte del esfuerzo de Roma consistió en salvaguardar esas
fronteras. El mismo Adriano abandonó tierras conquistadas por Trajano en la Dacia o territorios al otro
lado del Tigris, considerándolos indefendibles por su lejanía o debilidad estratégica. En otros casos, se
reforzaron los dominios con la construcción de muros protectores (muros de Adriano y Antonino en
Escocia, y otros en Germania, en el triángulo de los ríos Rin, Meno y Danubio, en los llamados agri
decumates) con el fin de contener a los bárbaros que presionaban sobre los pueblos sometidos al
control de Roma (Fig.2).

Fig. 2 a Victoria romana sobre los bárbaros, detalle Fig. 2 b Invasiones de la parte occidental del imperio
del arco de Constantino, 315. Roma. romano, entre 268-271, de alamanes, marcomanos,
tungos, yácigos y vándalos asdingos.

La organización y mantenimiento de un ejército cada vez más numeroso, establecido en campamentos


fijos a lo largo de los límites del Imperio, se convirtió en una carga cada vez más pesada para el Tesoro
público, además se “desprofesionalizó” el estamento militar al reclutar a campesinos de las tierras
conquistadas y también incluir en sus filas a los bárbaros, lo que diluyó el carácter romano del ejército.
Los destacamentos militares imponían a sus generales como emperadores.
Algunas fortificaciones fronterizas no podían soportar la presión invasora; por ejemplo, el muro de
Antonino en Britannia (una barrera continua de 70 km de longitud, desde las costas del mar del Norte a
las del mar de Irlanda) apenas sirvió 15 años, pues los romanos tuvieron que retroceder al muro de
Adriano ante el empuje de pictos y escotos. Parte de la crisis económica del Imperio Romano se debió
al enorme costo del sistema defensivo del limes. Junto a la construcción y mantenimiento de las
estructuras defensivas, los campamentos, vías, puentes, etc., hay que contar con el ejército que lo
guarnecía, unas 35 legiones desde mediados del siglo III: unos 450000 soldados y sus familias, además
de comerciantes, armeros, taberneros y otras muchas gentes que vivían al amparo de la vida militar en
las grandes ciudades de la periferia.
A finales del siglo IV se agudizaron los problemas en los límites septentrionales del Imperio: diversos
pueblos germanos (alanos, vándalos, visigodos, ostrogodos, lombardos etc.) y en oriente (hunos) se
pusieron en movimiento con la intención de atravesar las fronteras en busca de nuevas tierras .
Con la derrota de los romanos en Adrianópolis (año 378) comenzó el calvario final para el Imperio de
Occidente: Roma fue saqueada por los visigodos de Alarico en el 410; en el 476, los ostrogodos ponen
fin a la administración imperial cuando su jefe Odoacro depuso al último emperador, Rómulo
Augústulo. Las provincias del Oeste quedaron repartidas entre los pueblos germanos mientras el
Imperio de Oriente sobreviviría mil años más bajo el nombre que se daba a sí mismo de Imperio
Romano y al que tiempos más recientes comúnmente se llama Imperio Bizantino.
2. La arquitectura durante la etapa final del imperio.
2.1 Roma. Murallas y arcos.
Aunque la implantación de la Tetrarquía supuso la descentralización del Imperio Romano en cuatro
capitales (Roma y Constantinopla para los Augustos, Tréveris y Tesalónica para los Césares), la ciudad
de Roma tuvo la supremacía al menos hasta el año 360. Los emperadores siguieron construyendo
edificios públicos para mantener su prestigio. Durante la anarquía militar tan sólo se había emprendido
la obra monumental de los Muros Aurelianos, que fueron construidos entre el año 270 y 275 en opus
latericium, serían la defensa de Roma, por eso son elevados y reforzados y ocupaban un recorrido de
19 km, que protegía las 7 colinas de Roma, además del Transtiberim, el populoso barrio al otro lado del
Tíber. Constaba de 17 puertas monumentales, protegidas por torres y algunas partes de su recorrido
fueron reforzadas por Majencio y después por Teodosio, cuando alcanzó la altura definitiva de 15-16m.
(Fig.3).

Fig. 3 a Exterior de la porta San sebastiano,


Muros Aurelianos, Roma. Fig. 3 b Plano de las murallas Aurelianas,
270-275. Roma.
El incendio del año 283 destruyó gran cantidad de monumentos del centro histórico, entre ellos, la
sede del Senado o Curia Iulia, inmediatamente mandada a reconstruir por su sucesor, Diocleciano; se
hizo conservando en la planta, pero su altura aumentó y el interior recibió el lujoso revestimiento de
mármoles.
En el año 298, Maximiano Hercúleo (Augusto de Occidente)
inició la construcción de las termas más grandes de Roma y que
años después tomarían el nombre de termas de Diocleciano de
las que aún queda un tramo de sus salas templadas, con sus
bóvedas originales, así como buena parte de la decoración
interior, adaptadas por Miguel Ángel en la Basílica de Nuestra
Señora de los Ángeles (Fig.4).
Arcus Novus. Diocleciano. Siglo III.
Construido para conmemorar los diez años de mandato de Fig. 4 Santa María degli Angeli, extepidarium de
Diocleciano en el Campo de Marte, en la cabecera de la vieja las termas de Diocleciano, Roma.
vía procesional que seguían los vencedores para celebrar su triunfo.
Esta costumbre ancestral había llevado a la construcción de varios arcos que en época republicana eran
arquitectura efímera de madera, vegetales y telas pintadas. Con Augusto y su programa de
marmorización, los arcos de triunfo entraron a formar parte del paisaje arquitectónico de la ciudad,
(hoy quedan en pie el arco de Tito, dos de Septimio Severo, el de
Galileo...).
Este arco fue pionero en hacerse reutilizando fragmentos
dispersos arrancados de monumentos anteriores (en este caso
de un altar de época julio-claudia) y del que aún quedan restos
de los pilares de las columnas adosadas a su exterior, hoy en los
jardines Bóboli de Florencia y otros fragmentos, de época
antoniniana, se conservan en la fachada de la cercana Villa
Médicis de Roma.
Arco de Constantino, levantado para conmemorar la victoria
sobre Majencio. Fue el último de su clase en Roma.
El expolio de otros monumentos (disiecta membra) lo convierten en un auténtico museo de relieves
anteriores, tomados de obras del Foro de Trajano, de un edificio de Adriano y de un arco triunfal de
Marco Aurelio, los tres emperadores “buenos” con los que Constantino pretendía conectar su propio
reinado. Arco con tres vanos (como el arco de Septimio Severo) realizado en opus caementicium
(siguiendo la tradición romana) y mampostería, todo recubierto con los mármoles expoliados y otros
de su época. Los arcos se enmarcan con columnas corintias exentas y en el ático, encima del vano
central, la dedicatoria al emperador (Fig.5).

Fig. 5 b Esquema de los “disiecta membra”


Fig. 5 a Arco de Constantino, 315. Roma. del arco de Constantino.

2.2 Villas imperiales.


Los precedentes de la Domus Aurea de Nerón y la Villa Adriana de Tívoli tienen su continuidad en la
etapa Bajoimperial en los palacios de los Tetrarcas donde destaca:
Palacio-fortaleza de Diocleciano en Spalato (Split, Croacia, siglo IV) con sus edificios siguiendo la
disposición de las calles principales, cardus y decumanus, además de una poderosa muralla jalonada de
torres. Es un “castellum” monumentalizado en recuerdo de los campamentos militares. Realizado para
retirarse al abandonar el poder. Tres de sus lados estaban fortificados y contaban con sus puertas
(Porta Aurea, Porta Argentea y Porta Ferrea), mientras en el cuarto había un balcón columnado con
vistas al mar que era el embarcadero privado del palacio, sobre la Porta Aenea.
El embarcadero ocupaba la mitad sur de todo el complejo, en el centro del cual un gran peristilo o
plaza porticada dividía a un lado los templos (había tres, aunque hoy solo se conserva el de Júpiter
Jovius, convertido en baptisterio), al otro el Mausoleo de Diocleciano y al fondo las habitaciones
residenciales dentro de las cuales había una instalación termal. Todo daba cabida a las 9.000 personas
que formaban la corte Y cuya subsistencia estaba asegurada con los enormes depósitos abovedados
que se construyeron por debajo de los edificios (fig.6).

Fig. 6 a Reconstrucción del Palacio de


Diocleciano en Spalato, 303-306. Split.
Fig. 6 a Planta de Spalato, sg. Kähler.

En Occidente, en el interior de la isla de Sicilia, se conserva el conjunto monumental de Villa del Casale,
En Piazza Armentina, buen ejemplo de villa urbana en el campo, construida entre los años 285 y 300.
Se trataría de la residencia de otro de los tetrarcas, tal vez de Maximiliano Hércules (286-310), aunque
otros prefieren a un Praefectus urbis o magistrado de Roma; un
potentado muy próximo al emperador.
La planta permite entender un conjunto formado por una serie
de estructuras independientes en torno a un peristilo que da
acceso a cada una de ellas, y donde predomina el gusto por las
paredes curvas. Hay grupos de habitaciones de carácter privado y
otras de uso oficial. Disponía de zonas de baño, residencia,
pasillos y jardines, todos con la característica planta irregular y
aparentemente desordenada que se impone en la arquitectura
tardorromana. Las habitaciones más importantes cuentan con un
repertorio de mosaicos, que ocupan 3.000 m2 de superficie, con Fig. 7 a Vista del corredor de entrada a las
temas de carreras y cacerías, captura y traslado de animales desde termas, Villa del Casale, 285-300. Piazza
Armerina.
África y algún cuadro de tema mitológico y (Fig.7).

Fig. 7 b Ábside con el mosaico de los gigantes. Fig. 7 c Planta sg. A. Carandini.
Estudiados el Palacio de Spalato y la Villa de Casale, se pueden
entender otros yacimientos cuyas características parezcan una
mezcla de ambos, evidentemente relacionados con el poder
imperial de la Tetrarquía. Uno de ellos es Félix Romuliana, uno
de los lugares más importantes de la romanidad tardía en
Europa, cercano a la actual ciudad Serbia de Gamzigrad.
Construido por Galerio (292-311) (yerno e hijo adoptivo de
Diocleciano) en su ciudad natal, estableció allí su capital como
César de la Tetrarquía tras su victoria sobre los persas.
Se trata de un enorme recinto amurallado dotado de puertas Félix Romuliana
monumentales que protege las distintas dependencias palaciales y la lujosa villa privada a la que se
retiró tras su abdicación, todo ello ricamente decorado con mármoles y mosaicos.
El llamado Palacio de Cercadilla en Córdoba también ha sido relacionado con Maximiano Hércules,
pues se considera mandado construir por éste mientras se
hallaba en Hispania. Con una planta compleja similar a la
Villa de Piazza Armerina, también cuenta con zonas oficiales
(una gran aula, peristilos y salas de recepción) y privadas
(baños y habitaciones), ricamente adornadas a juzgar por los
restos conservados, aunque por desgracia ha perdido la
mayor parte de su superficie debido a la construcción de la
estación del AVE de Córdoba.
Palacio de Maximiano en Córdoba, España. Palacio de la Cercadilla.

2.3 De la basílica de Majencio a la de San Pedro.


En el Foro romano republicano, a continuación del Templum Pacis o foro de Vespasiano, en el año 307
se iniciaron las obras de la enorme Basílica de Majencio, co-emperador junto a Constantino, hasta que
éste le derrotó en el Puente Milvio, terminando la basílica y usurpando su nombre.
El diseño original consistía en un inmenso edificio de 100x65 m., tres naves separadas por enormes
pilares precedidos de columnas monolíticas, las más grandes que hubo en la Roma antigua (14,5 m. de
alto y 5,4 de circunferencia), con claro predominio de la
central, que llegó a alcanzar los 35 metros de altura, con
cubierta en la bóveda central de arista y las laterales de
cañón, hechas en hormigón y aligeradas con casetones
octogonales.
La fachada monumental daba al este y tenía un narthex
o vestíbulo porticado y en el lado opuesto un ábside.
Constantino modificó la estructura cambiando su eje,
añadiendo otro ábside en el lado norte y abriendo una
nueva fachada al sur, hacia la vía Sacra del Foro, además, Fig. 8 a Basílica de Majencio-Constantino 312.315.
aprovecho para colocar una estatua suya de bronce y Foro Romano
mármol en el ábside de Majencio.
La estructura mostraba un enorme parecido con el frigidarium de las termas imperiales, más que con la
basílica tradicional.
La riqueza del revestimiento interior y el gigantismo de la estructura contrastaba con la sobriedad
exterior de ladrillo, lo que preludia las características de los edificios de época tardoantigua (Fig.8).

Fig. 8 b Planta de la basílica

Majencio muere en una batalla se saxa Rubra o puente Milvio y Constantino se convierte en el único
emperador de Occidente. En Oriente, Licinio derrotó a Maximino Daza y se casó con la hermana de
Constantino. La tetrarquía de Diocleciano saltó por los aires asomando de nuevo el fantasma de la
guerra civil en el Imperio Romano. Como siempre, el vencedor elimina de la memoria al vencido y se
apropia de sus logros; de este modo, y tras vencer a Licinio en tres batallas, Constantino hizo suyo el
“edicto de Milán” del 313 por el que se daba libertad de culto a los cristianos, y, debido en realidad a
Licinio y su edicto de Nicomedia.
El acercamiento de Constantino hacia los cristianos se produjo desde un primer momento, pues según
la tradición el propio emperador reveló una visión, en la que pudo contemplar la imagen del labariun o
cruz de los cristianos, mientras una voz le avisaba: in hoc signo vinces: “vencerás bajo este signo”.
Pese a ello Constantino mantuvo todo su reinado entre dos aguas, pues sus monedas y relieves los
representaba, aún, con símbolos paganos y asociados a divinidades como Helios, Isis, etc.
Tras enfrentarse a Licinio y derrotarle en tres batallas (Cibalae, en 314, Andrinópolis y Chrysópolis, en
324), Constantino reunificó el poder imperial y trasladó la capitalidad del Imperio a Constantinopla,
ciudad que recibió su nombre y fue inaugurada con gran solemnidad y ritual pagano ese mismo año.
Por aquel entonces ya se había producido un acercamiento entre el poder imperial y la Iglesia católica,
mediante el cual ésta había obtenido donaciones y herencias a cambio de la colaboración de la
jerarquía eclesiástica en la administración del Estado. El emperador dio apoyo a través de la creación
en el año 318, de la jurisdicción Episcopal, por la cual podía ser juzgado por la ley cristiana todo aquel
que lo prefiriese. Para reforzar esta jurisdicción, las sentencias de los tribunales eclesiásticos eran
inviolables y su ejecución estaba garantizada mediante la fuerza pública.
Autorizó a la Iglesia para que pudiera recibir bienes patrimoniales, concedió subvenciones para la
reconstrucción de iglesias y construcción de otras nuevas. Constantino fundó varias basílicas en Roma:
San Juan de Letrán (312-319), Oratorio de San Pablo (324) y San Pedro del Vaticano (326). La planta
tradicional de las basílicas fue la elegida para dar cobijo a los actos de culto de la iglesia cristiana y su
liturgia; hasta ese momento se reunían en las oratoria u oracula, casas particulares, que si además
podían impartir los sacramentos se convertían en domus ecclesiae, frente a la cual se hallaba un
cardenal.
Al otro lado del río, al noreste de Roma, un recinto amurallado medieval y renacentista de apenas
medio kilómetro cuadrado, el Vaticano, surgió como un martyrium, edificio que señalaba el
enterramiento de San Pedro tras su martirio en el 64. Cerca del edificio había una necrópolis pagana,
con tumbas a ambos lados del camino que Constantino mandó arrasar para construir la Basílica de San
Pedro, cuyas obras durarían tres décadas. Aunque apenas quedan restos de esta época, sabemos que
era un enorme edificio (120x64 metros), con cinco naves, la central más alta y ancha y dividida en
cuatro series de 22 columnas. Una serie de ventanas en lo alto permitían la iluminación del interior.
Una nave transversal entre las naves y el testero daba una forma de cruz latina al conjunto, cuyo
ábside estaba orientado hacia el Oeste, abrazando la tumba del Apóstol que se hallaba protegida por
una pérgola de 6 columnas salomónicas. A los pies de la basílica, precediendo su entrada, se dispuso un
atrio bordeado por cuatro pórticos, precedente de la columnata que hoy acoge su gran plaza (Fig.6).

Fig. 9 b Planta y reconstrucción de la Basílica Constantiniana.


San Pedro Vaticano
Fig. 9 a Aspecto de la Basílica Constantiniana de
San Pedro del Vaticano en el siglo IV.

En Roma apenas quedan restos de las basílicas paleocristianas originales; las más antiguas conservadas
son ya de inicios del siglo V, como la basílica de San Clemente al Laterano que aprovechaba un titulus
del siglo IV, construido a su vez sobre un Mitreo de inicios del siglo III. Quizás la que mejor conserva el
aspecto original es la basílica de Santa Sabina (Fig.10), sobre el Palatino, edificada en el 422-423 y que
aún conserva su aspecto original, o Santa María la Maggiore (423), una de las 4 basílicas patriarcales.

Fig. 10 a Basílica de
Santa Sabina, ábside
desde el exterior, 400-
410. Aventino, Roma.

Fig. 10 b Vista interior.

Fig. 10 c Planta general


2.3.1 Mausoleos y catacumbas.
En el siglo IV se produce una novedad arquitectónica que cuenta con los ilustres antecedentes del
Pantheon o la Piazza d´Oro de Villa Adriana, el Templo del Divino Rómulo, en el Foro republicano de
Roma, junto a la basílica de Majencio, y que éste dedicó a la memoria de su hijo Rómulo, fallecido en
plena juventud en el año 309. En realidad, el edificio era la entrada al Templo de la Paz-Foro de
Vespasiano desde la Vía Sacra (Fig.11).

Fig. 11 Templo del Divino Rómulo, visto desde el Palatino, 307-309. Foro Republicano, Roma.

En aquellos mismos años se había utilizado esta planta, aunque de forma mucho más monumental, en
el Mausoleo de Diocleciano (siglo IV). Ubicado dentro del conjunto de Spalato, es un mausoleo de
planta centrada precedida por un vestíbulo o nártex.
El interior se cierra con una cúpula sostenida mediante un amplio tambor aligerado con nichos en el
interior, unos de planta semicircular y otros de planta cuadrada, con columnas casi adosadas; esta
columnata se repite en el exterior
a modo de pórtico (Fig.12).

Fig. 12 Planta y reconstrucción del


Mausoleo de Diocleciano, 300-306,
Spalato-Split.

De planta más simple, pero de mayor tamaño es el


proyectados Mausoleo de Galerio en Tesalónica, que no llegó
a utilizarse como tal y fue convertido en Iglesia actualmente
de San Jorge y después en mezquita.
Con estos precedentes se realizaron en Roma una serie de mausoleos con características similares,
entre otros, la Tumba de Rómulo en la Vía Apia, la llamada Tor de Schiavi y Tor di Pignattara, ambas en
la Vía Prenestina. Esta última era la tumba de Santa Elena, madre de Constantino y de la que aún
queda algo más de la mitad de la cúpula y permite ver la técnica para aligerar su peso al incluir pignatte
o ánforas en su interior. El interior cuenta con hornacinas cuadradas y semicirculares en el ancho
muro, liberando así el espacio interno del aspecto opresivo que puede dar un cilindro macizo, con
aberturas en forma de óculos situadas casi en el arranque de la cúpula. El mausoleo se hallaba
precedido de una basílica-martyriun provista de un deambulatorio (dedicado a los Santos Marcelino y
Pedro), tomado de la planta de un circo hasta en el detalle de un nártex común a la basílica y al
mausoleo, colocado de forma oblicua, Como ocurría con los carceres o puerta desde la que se tomaba
la salida en las carreras circenses (Fig.13).

Fig. 13 Planta y sección del


Mausoleo de Santa Elena y
de la basílica de los Santos
Marcelino y Pedro, 313-318,
sg. R. Bianchi Bandinelli y
M. Torelli.
Tor di Schiavi

Una de las más brillantes creaciones de la Roma constantiniana es el Mausoleo de Santa Constanza
(por Constantina, hija del emperador), del siglo IV (Fig.14), convertida pronto en iglesia. La planta
circular se completa con la adición, en el interior, de un anillo de columnas pareadas lo que deja una
nave anular o deambulatorio alrededor del espacio central, cubierta con una bóveda decorada con
unos mosaicos de gran calidad. En adelante, esta planta tendrá mucha
fortuna en la arquitectura de transición hacia la Edad Media, con ejemplos
tan significativos como la Iglesia de Santo Stefano Rotondo de Roma.

Fig. 14 a Vista interna del Mausoleo de Santa Fig. 14 b Sección y planta.


Constanza, 337-351. Roma.
Reconstrucción de Santo Stefano
Rotondo, Roma.
En cuanto a las formas de enterramiento más populares, al otro extremo de los mausoleos imperiales,
desde el siglo II de nuestra Era la inhumación se fue extendiendo; se hacía en nichos excavados en la
pared, siempre en necrópolis a las afueras de la ciudad, sustituyendo a la incineración y columbarios.
Los cristianos no tenían su propios cementerios y compartían las zonas comunes con judíos y paganos.
Por eso surgen las catacumbas, que en general, son pasillos estrechos en cuyas paredes se disponen
series de nichos de enterramiento. En la Vía Apia, se extendía
una zona denominada Catacumbas de San Sebastián, de donde
se deriva el término de “catacumbas”, la denominación procede
del nombre del donante de las tierras utilizadas para abrir las
galerías subterráneas: ccatacumbas de Pretextato, Domitila,
Pánfilo, Ponciano, Priscila y otros. En otros casos lo toman del
mártir más ilustre allí enterrado: catacumbas de San Sebastián,
Santa Inés, de los Santos Pedro y Marcelino, etc.
También podían identificarse por los lugares donde estaban:
a ursum pileatum, ad duas lauros, a clivum cucumeris o septem
Palumbas, y así hasta los casi 60 conjuntos de galerías que hay
en los alrededores de Roma, algunas de ellas formando
ramificaciones y cruces de galerías en redes intrincadas de varios
kilómetros. En los lugares más destacados se abren tumbas más
monumentales en forma de arcosolio o sepulcro bajo arco,
adornadas con estuco y pinturas: aquí se desarrollará el primer
arte paleocristiano en estuco, pintura y algunos ejemplos de
escultura (Fig.15). Fig. 15 Arcosolio en el cubículo de Tellus, s. III.
Hipogeo de la Vía Dino Compagni, Roma

3. Artes figurativas.
3.1 Escultura.
3.1.1 El arte constantiniano.
En el campo de la escultura es donde mejor se percibe la posición del arte
romano de inicios del siglo IV: a mitad de camino entre el arte alto-imperial
y el de la tardo-antigüedad o el bizantino. En este periodo las pervivencias
del retrato surgido tras Septimio Severo se mantienen en el tratamiento de
los cuerpos y las variaciones van a ir en el sentido de la profundidad de los
pliegues o en la calidad del resultado final, cada vez menos cuidado. En los
rostros, sin embargo, se van a observar las transformaciones del siglo III en
las que se busca representar, a través de los cabellos cortos, la barba
descuidada, rasgos angulosos y mirada fija, la capacidad de hacer frente a la
nueva situación de crisis, su dureza de carácter y la energía del personaje.
Esto queda bien reflejado en el grupo de los Tetrarcas de Venecia.

Los Tetrarcas, pórfido, Constantinopla. h. 303.


Basílica de San Marcos, Venecia
Dotados de una expresividad conseguida con unos ojos muy abiertos, de mirada fija, propia de la
majestad imperial; a veces puede hacerse una imagen con una mirada algo más clasicista como en el
caso de Diocleciano de Nicomedia o el Majencio de Langres (Fig16).

Fig. 16 a Diocleciano de Nicomedia, 284- Fig. 16 b Majencio de Langres, Champagne,


305. Arkeoloji Müzeleri, Estambul. 306-312. Museo del Louvre, París.

Estatua colosal de Constantino: Bajo el reinado de Constantino el retrato imperial adquiere una nueva
imagen del soberano como un individuo por encima del resto de los mortales, con caracteres
sobrehumanos alcanzados también por unas estatuas de tamaño colosal, como los 12 m. que medía el
acrolito situado en la usurpada Basílica de Majencio. Abandona la barba de los emperadores anteriores
con una imagen juvenil. Se impone la idea de un dirigente inaccesible que además lo es “por la gracia
de Dios”. Estas características se repetirán al menos durante otro siglo con todos los sucesores de
Constantino, llegando a determinar el retrato de los emperadores de Oriente del siglo V (Fig.17).

Fig. 17 b Retrato colosal de


Fig. 17 a Restos de la estatua colosal de Constantino, h. 330. Constantino, bronce, h. 320. Ambos
en los Musei Capitolini, Roma.
Esto se puede apreciar en el Coloso de Barletta (siglo V), de cinco metros
de altura, que se identifica con Marciano (450-457) o León I (457-574),
eentre otras muchas propuestas (Fig.18).
La representación de la divina Maiestas del emperador se manifestó
también en la influencia ejercida en los retratos de los magistrados y
demás personajes influyentes del Imperio, aunque serán cada vez más
escasos. Finalmente se restringirán al soberano y sus allegados.
Fig. 18 Coloso de Barletta, bronce de mediados del siglo V.
Marciano (450-457) o León I (457-474)

En cuanto al Relieve: En el siglo III apenas se


hicieron relieves por culpa de la crisis política y
económica. El citado Arco Nuevo de Diocleciano,
en el Campo de Marte de Roma, se hizo a base
de retales de obras anteriores.

A comienzos del siglo IV se hizo el Arco de Galerio, en Tesalónica, residencia del entonces César de la
Tetrarquía junto a Diocleciano, y posterior Augusto (292-311). Erigido para celebrar el triunfo sobre los
persas de Narsés. Es un arco de cuatro caras del que hoy
sólo se conservan dos de sus pilas.
Totalmente cubierto con relieves de escenas yuxtapuestas
que narran las diferentes acciones oficiales de los tetrarcas
(representados todos de la misma manera, como metáfora
de la armonía del nuevo sistema y de la igualdad de los
cuatro príncipes), y de Galerio en particular, desde el
sacrificio de los dioses para agradecer la victoria hasta los
diferentes momentos de la campaña y la adlocutio o
arenga de las tropas, hasta la derrota y sometimiento del
enemigo pisoteado por su caballo y el adventus o entrada
ceremonial en la ciudad, además de frisos de animales y Fig. 19 a Cara oriental del arco de Galerio, h. 330.
plantas que separan los diferentes registros y sirven para Tesalónica.
señalar las principales escenas. Se trata de un bajorrelieve con gran expresividad en gestos y elementos
elaborados con cierto detalle (Fig19).

Fig. 19 b Galerio triunfante sobre los persas. Fig. 19 c Los tetrarcas en el arco de Galerio.
Basa de las Decennalia (siglo IV). Para celebrar los diez años de mandato de la tetrarquía se colocaron
cinco columnas conmemorativas en el Foro; una por cada tetrarca y la quinta para Júpiter. Además de
la inscripción conmemorativa se representó la escena del sacrificio oficial, una procesión de senadores
y otra con los animales del sacrificio “suovetaurilia”.
Las figuras apenas sobresalen del fondo, para ello se recurrió al trépano o taladro, al igual que en los
ropajes o anatomía. Los planos casi no se diferencian y los personajes son todos iguales: dimensiones
iguales para cada uno de ellos, presentando la isocefalia propia del arte romano de este periodo. Los
bordes de la contabulata o toga son tan planos que parecen bandas de decoración (Fig.20).

Fig. 20 a Escenas de sacrificio, Basa de las Decennalia, 303 . Fig. 20 b Procesión de los senadores.
Foro republicano, Roma
Arco de Constantino (con las mismas características descritas anteriores) siglo IV. Realizado a base de
piezas de otras obras y de otras expresamente hechas para este arco conmemorativo de la Batalla del
puente Milvio, tres años atrás. Hay imágenes “secuestradas”
de la época de Trajano: 8 estatuas de prisioneros, 4 relieves
de batallas contra los dacios. Los tondos circulares con
escenas de caza y de sacrificio son de Adriano y los paneles
con escenas de guerra de Marco Aurelio, aunque éste ha
sido sustituido con la cabeza de Constantino (Fig.21 a arriba:
Tondos lado derecho de la cara norte). En los relieves
propios aparece el emperador como libertador de la “Urbis”,
en uno de ellos se muestra dirigiéndose a los romanos desde
la tribuna del foro, rodeado por su corte, mientras la masa Fig. 21 a Lado derecho de la cara norte, 315.
de oyentes se dispone en escorzo y perspectiva “torcida”, Arco de Constantino, Roma.
tantas veces empleada en la antigüedad tardía. En otro relieve el emperador reparte donativos al
pueblo y aparece en una escala mayor, mostrando claramente la jerarquía del poder imperial.

Fig. 21 b
Basa del obelisco de Teodosio del hipódromo de Constantinopla. siglo IV. El arte constantiniano
conecta con el periodo tardoantiguo como de continuidad en estas características, muestra de ello es
la basa realizada para el hipódromo de Alejandría y trasladada más tarde a Constantinopla por
Teodosio I.
Se representa al emperador de mayor tamaño,
rodeado por sus hijos y por su corte, presidiendo
diversos actos oficiales de un modo propio de
tiempos medievales (Fig.22).

Fig. 22 Cara oeste del pedestal del obelisco de Teodosio, 390.


Hipódromo de Constantinopla. Estambul.

3.1.2 El sarcófago cristianizado.


La crisis del siglo III provocó una disminución radical de los monumentos funerarios. No sucedió lo
mismo con los sarcófagos que se convirtieron en la forma perfecta de enterramiento; se han
conservado a millares, desde los más sencillos y económicos hasta los más historiados y costosos.
Se colocaban en los panteones familiares y los cristianos en las catacumbas que proliferaban en Roma
desde el siglo anterior. Éste será el “caldo de cultivo” de la escultura paleocristiana por antonomasia
por lo menos hasta el siglo VII.
En cuanto a la temática, no hay una separación radical
entre los sarcófagos llamados paganos y los cristianos,
al menos en los dos primeros siglos del cristianismo,
aunque es reinterpretada.
Los temas de Orfeo y Dioniso-Baco se consideran
prefiguraciones de Cristo (Fig.23), al igual que cuando
aparecen filósofos y orantes son tomados como motivos
neutros o criptocristianos.
De hecho, en las catacumbas de ese periodo podía haber Fig. 23 Sarcófago con el triunfo de Dionisio, 230-
tumbas con temas tradicionales junto a otras adornadas 240. Metropolitan Museum, Nueva York.
con elementos simbólicos cristianos.
Uno de los primeros ejemplos es el Sarcófago de Santa María la Antigua (s. III), vemos las figuras de
una pareja con sus rostros aún sin terminar (ella con apariencia de musa y él como lector, actividad
ligada tanto a la cultura como a la religión), separan
un cuadro del Antiguo Testamento (Jonás y la ballena)
y otro del Nuevo Testamento (bautismo de Cristo en
el Jordán), además de la imagen del Buen Pastor,
símbolo de la felicidad de la vida solitaria y que
pronto se identificaría con el propio Cristo (Fig24).

Fig. 24 Sarcófago paleocristiano, 260-280. Santa María la


Antiqua, Foro republicano, Roma.
Entre los sarcófagos más exquisitos, cabe destacar el empleo del pórfido como material exclusivo para
uso de la familia imperial, a la que alude
su característico color púrpura.
Citar aquí los Sarcófagos de Elena y
Constanza, siglo IV.
El tema de desfile de jinetes y escenas
de batalla en el de Elena hace que se
atribuya inicialmente a Constantino,
mientras que el de Constanza con
amorcillos o putti en la vendimia y
el lagar, se considera un tema neutro
que puede tener una lectura cristiana.
Fig. 25 a Sarcófagos de pórfido: a de Helena mausoleo de Tor Pignattar, 320.
(Fig.25). Fig. 25 b Sarcófago de Constanza, del mausoleo de Vía Nomentana, 354.
Ambos en el Museo Pio Cristiano, Vaticano.
Con la liberación de la Iglesia en 313, los temas bíblicos serán los elegidos casi exclusivamente para los
relieves, buscando cuadros más afines a una lectura escatológica (relacionada con la muerte), para
enfrentarse a ella con ayuda de la fe cristiana.
Hay dos tendencias estilísticas: oriental, con friso dividido y occidental con friso corrido (Fig.26).
Los enterramientos en sarcófagos se convierten en una costumbre eminentemente urbana.

Fig. 26 a Sarcófagos paleocristianos: a de Marco Fig. 26 b de Ágape y Crescenciano, necrópolis vaticana, 330-360.
Claudiano, 330-335. Palazzo Massimo alle Terme, Roma. Museo Pio Cristiano, Vaticano.

Las escenas rodean a los comitentes que aparecen en un retrato dentro de un tondo (a veces una
concha), como en el Sarcófago de los dos hermanos (con evidente parecido entre sí).
Los temas preferidos (tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento), adquieren un sentido teológico
claro, como es el caso del llamado sarcófago Dogmático, fechado entre 330 y 340 y sí llamado por
contener imágenes relativas al dogma establecido en el
“Concilio de Nicea”, del año 325. En él aparecen episodios
iconográficos reiterativos: creación de Adán, Cristo entre
Adán y Eva junto al árbol de la Ciencia, milagro de las bodas
de Caná, multiplicación de los panes, resurrección de Lázaro,
adoración de los Reyes, curación del ciego, Daniel en el foso
de los leones y negación y prendimiento de Pedro. Menos
frecuentes son el sacrificio de Isaac, la curación del paralítico
o de la hemorroísa, o Jonás y la ballena (Fig.27).
Fig. 27 “Sarcófago Dogmático”, San Juan de Letrán,
330-340. Museo Pío Cristiano, Vaticano.
En la segunda mitad del siglo IV desaparecen casi totalmente las imágenes del comitente y comienzan
a abundar las escenas de la Pasión de Cristo. Buen ejemplo es el Sarcófago de Junio Baso, prefecto
romano muerto en el 359, y el que se aúnan los temas cristianos (en el centro, una estampa canónica a
partir de ahora, de la traditio legis o entrega de la ley divina por Cristo a sus discípulos) con referencias
a obras clásicas como la figura de Eva similar a la Venus de Cnido praxitélica. La talla es más profunda y
volumétrica con detalles marcados. Con Cristo entregando el rollo a Pedro, junto a su complemento de
otra de la traditio clavis o entrega de las llaves, aludiendo al emperador concediendo prebendas a sus
súbditos más allegados o fieles, con lo que se establecía iconográficamente, el predominio de Roma
sobre el resto de las ciudades (Fig.28).

Fig. 28 a Sarcófago de Junio Basso, 359. Fig. 28 b Cristo entrega la Ley Divina o
Tesoro di San Pietro, Vaticano “traditio legis”.

3.2 Pintura.
En la pintura y el mosaico de los primeros siglos del cristianismo las imágenes se vinculan con el
paganismo, pero adquiriendo otro significado. Buen ejemplo es
la imagen del banquete, utilizada en temas funerarios como
representación de la Última Cena y símbolo de la celebración
de la Eucaristía, la liturgia fundamental de la nueva religión, tal
como se ve en las Catacumbas de los santos Marcelino y Pedro
(siglo III). Al mismo tema se alude con imágenes simbólicas
como el plato de los panes y los peces o a la imagen del
cordero bendiciendo los panes (Fig29).
Fig. 29 a Escena de banquete, mediados del siglo III .
Catacumbas de los Santos Marcelino y Pedro, Roma.

Fig. 29 b Pez y panes eucarísticos, inicios s. III. Fig. 29 c Cordero bendiciendo los panes, s. IV.
Cripta de Lucina, catacumbas de San Calixto, Roma. Catacumbas de Comodila, Roma,
El estilo de las pinturas va desde el realismo en formas y detalles, hasta hacerlos cada vez más
simbólicos y simplificados, siguiendo las reglas de la evolución del llamado “arte plebeyo” en la
antigüedad tardía. Las pinturas de las catacumbas estaban concebidas para comunicar el mensaje
bíblico y no como obras de arte, por ello no se destacan los detalles ni los fondos y las figuras son
planas, sin sombras ni perspectiva; son un paso intermedio entre el realismo de la pintura romana y la
rigidez del arte altomedieval.
Los temas se escogen por su relación con la salvación del alma a
través del bautismo, prefigurado con escenas como el arca de
Noé o Moisés haciendo brotar la fuente de una roca (Fig.30).

Fig. 30 a Noé en el arca. Adoración de los Magos,


200-250. Catacumbas de los Santos Marcelino y
Pedro, Vía Labicana.

Fig. 30 b Arcosolios, mediados del siglo IV,


Fig. 30 c Moisés y la fuente en el desierto, siglo IV.
Catacumbas de Comodila, Roma,
Catacumbas de Comodila, Roma,
También se representa a Cristo como Salvador a través de cuadros como la Adoración de los Reyes
Magos o milagro de la curación de la hemorroísa, segunda mitad siglo III, o la imagen del Buen Pastor,
siglo IV, derivado de la imagen clásica del pastor como persona virtuosa (Fig.31).

Fig. 31 a La curación de la
hemorroísa , 2ª mitad del
siglo III.
Catacumbas de los Santos
Marcelino y Pedro, Vía
Labicana.

Fig. 31 b Buen Pastor, s. IV.


Catacumbas de San Calixto,
Roma.
La colina romana de Celio es uno de los principales lugares para la contemplación y estudio de los
últimos cuadros paganos y los primeros pasos del arte cristiano. La visita del conjunto de iglesias
superpuestas de San Clemente al Laterano, con sus imponentes restos de época paleocristiana, se ven
aumentadas hoy día con los subterráneos de la Iglesia de los Santos Giovanni e Paolo, dos oficiales del
ejército de Constantino que sufrieron el martirio por orden de Juliano el Apóstata, hacia el año 362.
Se trata de los restos de 2 casas y un ninfeo o fuente monumental, de época Imperial, y del que se han
conservado una veintena de estancias. Tras varias reformas, a fines del siglo III acogió el llamado títulus
Byzantii, una de las primeras iglesias romanas anteriores al edicto de libertad de culto promulgado por
Constantino, cuando estos edificios no eran más que una serie de grandes salas de reuniones situadas
en casas señoriales (Fig.32).

Fig. 32 Casas romanas del


Celio, 362.
Iglesia de San Giovanni e
Paolo, Roma.

fenestella conffesionis

Bajo la nave de la actual iglesia se conserva un amplio conjunto de pinturas al fresco que ilustran el
proceso de cristianización de una casa tardorromana; a temas paganos como un cortejo de amorcillos
que cabalgan sobre monstruos marinos, una serie de efebos que sujetan un festón vegetal y
acompañado por erotes, pavos y otras aves, o un gran cuadro en el que Proserpina aparece en su
regreso del Hades, se añaden otros claramente cristianos. De la primera mitad del siglo IV se conserva
una habitación minúscula, la fenestella conffesionis, en la que en su pared frontal hay una imagen de
un santo orante ante el que se postran varias figuras. Más adelante se añadieron escenas con la
detención y decapitación de 3 personajes, dos hombres y una mujer. Por debajo de este panel, tres
cavidades en la pared indican el lugar donde los mártires Crispo, Crispiniano y Benedicta recibieron
sepultura. Todo el conjunto tiene un gran valor pues conserva las imágenes cristianas de los primeros
tiempos, que dieron lugar a la iconografía de basílicas e iglesias posteriores. El propio conjunto de
casas fue donado a la Iglesia, que lo convirtió en titulus Byzantii por su propietario, Bizante y, a inicios
del siglo V edificó encima una Iglesia dedicada al culto de estos mártires y a los santos Juan y Pablo,
convertidos en sus titulares.
3.3 Mosaico.
El predominio de los temas geométricos en el mosaico de los siglos II y III tanto en su versión en blanco
y negro como en la policroma, se transformó a fines del siglo III en una recuperación de los temas
figurativos, tendencia que no se abandonaría hasta el final del mosaico en la Alta Edad Media, y que se
conservaría en el arte romano del Oriente Bizantino. La elevada conservación de muchos mosaicos por
todo el Imperio Romano de debe básicamente alr estar en pavimentos, siendo casi lo único que se
conserva de algunos yacimientos. Hay imágenes de todo tipo de juegos, cuadros mitológicos, escenas
de caza, paisajes, actividades de la vida cotidiana, temas mitológicos... A través de ellos los propietarios
de las domus expresan su cultura (con los mosaicos de temas mitológicos, cosmológicos o de retratos
de filósofos y poetas ) o su fuerza y poder con las escenas de cacerías con las que el dominus no solo se
entretiene, sino que también mantiene libre de fieras sus tierras (Fig.33).

Fig. 33 a Mosaicos de 285-300 el “dominus” va de Fig. 33 b Niños jugando a las carreras. Villa del Casale,
cacería. Piazza Armerina, Sicilia.

Desde época constantiniana el mosaico es empleado en los edificios oficiales, no sólo en pavimentos,
sino también en las paredes de las basílicas y los mausoleos. A la técnica de las tradicionales teselas de
mármoles de colores, se unen otras de pasta vítrea, fragmentos de cerámica y el empleo de pan de oro
para los fondos dorados que empiezan a generalizarse ya en la arquitectura cristiana.
El opus sectile o mosaico de mármoles recortados,
como los de Villa Adriana, se repiten en la Basílica
de Junio Basso, edificio civil transformado en iglesia
cristiana en el siglo V. El propio Junio Basso en traje
de gala, con su toga tardorromana de círculos de
telas de colores cosidos, en un característico plano
frontal, mientras que el cortejo de jinetes que
representan las cuatro facciones de las carreras, se
muestran en perspectiva torcida. En otro panel está
el tema mitológico del rapto de Hylas por las ninfas.
Otros dos cuadros más muestran a sendas trigresas Fig. 34 a Mosaicos de opus sectile de la basílica de
atacando a bóvidos (Fig.34). Junio Basso, 331-340. Escena de “procesión
consularis”, Musei Capitolini, Roma.
Fig. 34 b Rapto de Hylas, Museo Nazionale Palazzo Fig. 34 c Tigresa atacando a un ternero, Musei
Massimo, Roma. Capitolini, Roma.

Pero donde los mosaicos tardorromanos adquieren su mayor esplendor, será en las paredes y bóvedas
de los mausoleos e iglesias cristianas del periodo constantiniano.
Se siguió la técnica anterior, aunque ahora las teselas son más grandes para hacerse visibles a mayor
altura. El estilo de las figuras es romano, pero se van volviendo cada vez más rígidas, sujetas a
convencionalismos y con una simetría forzada, aunque se construyen obras de más calidad que las
correspondientes a las casas y villas contemporáneas.
El tema preferido es la figura de Cristo, al que también se alude como cordero, como roleos con
pámpanos y uvas (Eucaristía), los oficios de la Virgen y de los Apóstoles, escenas o símbolos de
Apocalipsis, la superioridad de la Iglesia, etc. Los fondos son de un llamativo azul sobre el que se elevan
las figuras o se apoyan en nubes, o sobre prados verdes con flores y animalillos. Tienen su hito inicial
en las bóvedas del deambulatorio del mausoleo de Santa Constanza, con sus campos llenos de vides
que son vendimiadas y elaboradas en los lagares por grupos de putti en cuadros similares al lateral del
sarcófago de Constantina, originalmente depositado bajo la cúpula (Fig.35).

Fig. 35 a Mosaico de la bóveda anular, 337-341 Fig. 35 b Detalle.


Mausoleo de Santa Constanza, Roma.
Los mosaicos posteriores más sobresalientes se pueden ver en las basílicas de Santa Pudenciana, Santa
Sabina y Santa María la Mayor (excepto los del ábside),
además del baptisterio de San Juan de Letrán, todo
ellos del siglo IV. Con los ejemplos de la basílica
de los Santos Cosme y Damián o los más antiguos
de San Lorenzo Extramuros, el arte del mosaico
romano del siglo VI llega a las obras maestras de
Rávena (bóvedas del mausoleo de Gala Placidia,
seguidos por los mosaicos de época ostrogoda
de San Apolinar Nuevo, sustituido después por
otros bizantinos, como los de San apolinar in
Classe y de San Vitale), considerados como
representantes del momento final del arte
romano antiguo y puente directo al arte
altomedieval. SIGLO IV

Baptisterio de San juan de Letrán.

Ábside de Santa Pudenciana Teodora. Santa Sabina

Arco de la nave, de la
basílica de Santa María
Maggiore

Abside de la basílica San Cosme y San


Damián, con la parusía de Cristo, entre
Mausoleo de Gala Placidia
santos.

San Apolinar Nuevo San Apolinar in Classe San Vitale de Ravena


3.4 Orfebrería.
A Roma van llegando ingentes cantidades de plata y oro fruto de sus conquistas. Son sobre todo piezas
de vajilla elaboradas en metal a manos de los mejores artistas como Pasíteles o Piteas, y que van desde
la época republicana hasta el siglo IV. Se emplea la técnica del martilleado, el repujado, el cincelado o
la doble pared. Algunos tesoros encontrados fuera de las fronteras del Imperio se supone que fueron
botines de guerra obtenidos por el enemigo. Ejemplos de piezas importantes:
De época republicana se conservan los recipientes
de Arcisate, en el norte de Italia, hechos en plata
martilleada y repujada, con algunas piezas de doble
pared.

De fines de la República o primeros años del Principado


de Augusto data el tesoro de Hildesheim, el mayor
conjunto de plata aparecido fuera de las fronteras del
Imperio Romano, con casi 70 piezas de plata maciza,
decorado con relieves y figuras en estilo helenístico.

También de época Augusta es el tesoro de Boscoreale,


villa situada a los pies del Vesubio, con piezas
decoradas en altorrelieves que narran episodios
mitológicos como una procesión ante Tiberio o una
danza de esqueletos. Los tiempos de los Flavios y
Antoninos supusieron un arte de menor calidad en
el trabajo de la plata.
Conjunto del tesoro de Mildenhall
de época bajoimperial, con
Constancio II, destaca el
conjunto del tesoro de
Mildenhall, siglo IV.
Danza báquica, con dos
grandes bandejas 2 platos
llanos, un plato estriado
profundo, un conjunto de 4
cuencos grandes, 2 cuencos
pequeños, dos platos de su
pedestal, un recipiente Fig. 36 a Conjunto del tesoro de Mildenhall, Fig. 36 b Danza báquica y “thíasos” marino.
profundo con una tapadera mediados del siglo IV: British Museum, Londres.
en forma de cúpula, 5 cucharas con mangos redondos en forma de delfín y 8 cochlearia o cucharas de
mango largo, todo ello realizado en plata dorada y con repujados (Fig.36).
Museo Británico.
Otra pieza extraordinaria con un tema pagano también
(Aquiles descubierto entre las hijas de Licómenes en Esciros),
es el plato octogonal de kaiseraugst, en Suiza, de la época del
usurpador Majencio (350-353).

Bandeja de plata dorada y cincelada. Encontrada en


Corbridge, Northumberland, se trata de un lanx o
bandeja de plata dorada cincelada, perteneciente a
una vajilla de lujo para uso privado con un
bajorrelieve en el que se narra una escena clásica:
Fig. 37 Ártemis, Atenea, Ortigia, Leto y Apolo, “lanx” de
Artemis y Apolo, con Atenea, Ortigia y su hermana
Corbrigde, 363, British Museum, Londres.
Latona.
Esta escena sugiere la ofrenda de Juliano el Apóstata”, a Apolo en su visita del año 363 a la isla de
Delos, fecha que se ajusta a esta obra, hecha en pleno periodo de recuperación de los cultos paganos
emprendida por el último miembro superviviente de la dinastía de los constantínidas (Fig.37).
Otra pieza importante del siglo IV es el denomidado Missorium de Teodosio, un disco conmemorativo
del emperador Teodosio I (378-395), elaborado en plata y encontrado en el siglo XIX en Almendralejo,
Badajoz. La inscripción nos cuenta que fue hecho para conmemorar la decennalia del emperador,
ocurrida en tesalónica en el año 388, y como prueba de la largitio o regalo con que obsequiaba a sus
allegados o colaboradores. El soberano está en el centro, a mayor escala, bajo un arcosolio que
representa su poder, sentado en el trono y entregando un díptico consular a un dignatario arrodillado
ante él. A ambos lado, y escoltados por soldados, están su corregente Valentiniano II (383-392) y su
hijo y sucesor Arcadio (395-408), primer emperador de Oriente tras la muerte de su padre y la
consiguiente división del imperio entre él y su hermano Honorio (Fig.38).

Fig. 38 a Disco o “Missorium de Teodosio. 388. Copia Fig. 38 b Detalle de la parte central, original
del Museo Nacional de Arte Romano, Mérida. de la Real Academia de la Historia, Madrid.
3.5 Marfil y otras producciones bajo imperiales.
Los dípticos o tabletas hechas en marfil servían como soporte para la escritura, pues en su interior
tenían una cavidad rellena de cera que permitía su uso. Unidas por bisagras, se plegaban como las
tapas de un libro. En general tienen una decoración exterior
en relieve. En la Antigüedad tardía adquirieron un carácter
de objetos de lujo que eran ofrecidos a personajes de alto
rango. Al principio era donativos imperiales, pero desde el
siglo IV también los podían conceder los magistrados, para
conmemorar la llegada al cargo, de ahí su denominación
más común de “dípticos consulares”. Como el llamado
Díptico de Estilicón. Este era el magister militum del
emperador Honorio (395-423) y defensor del imperio recién
dividido entre los dos hermanos, que aparecen retratados
en el escudo del militar coma tras presentado aquí junto a
su esposa Serena (sobrina e hija adoptiva de Teodosio) y su
hijo Euquerio, todos en posición frontal y mayestática.
Se encuentra dentro del llamado Renacimiento Teodosiano,
por su vuelta al clasicismo de épocas anteriores (Fig.39). Fig. 39 Díptico de Estilicón, Serena y Euquerio, 395.
Tesoro de la Catedral de Monza.

En el díptico suele aparecer grabado el nombre del magistrado lo que facilita la datación.
Se acompaña de una escena que suele representar la celebración pública de la concesión de su cargo.
Solían ser carreras en el circo o cacerías pues los juegos gladiatorios estaban prohibidos desde
Constantino. Suelen tener un brazo en alto con una mappa o pañuelo en la mano para dar la señal de
salida en las carreras. En algún caso se han conservado pinturas en el interior de la pieza, sobre el
receptáculo de la cera como en el Díptico de Boecio, una obra del taller romano hecha para celebrar la
segunda elección de Manlio Boecio, como praefectus urbi y su consulado en el año 487 (Fig.40).
El cónsul aparece dos veces, una de pie y otra sentado en el trono, siempre con el cetro y ricas
vestiduras. Se distinguen los ornamenta triumfhalia (la toga picta y la túnica palmata, además del
centro de marfil con águila en la parte superior que sostiene con su mano izquierda), mientras que en
su mano derecha el pañuelo para el acto
de apertura de los ludi circenses que
tuvieron lugar en la celebración de su
acceso al cargo. A sus pies, las palmas de
premio al vencedor y las bolsas de dinero
para la largitio o reparto de dádivas
entre los asistentes

Fig. 40 Anverso y reverso del Díptico de Boecio, 487.


Museo cívico de Santa Giulia, Brescia
Las escenas de generosidad propagandística permiten explicar la
abundancia de los dípticos consulares y su pervivencia tanto en el
estilo como en el tiempo, así como la dificultad de fechar muchos
de ellos, cuando no tienen la inscripción correspondiente que lo
aclare. Un ejemplo De la longevidad de estos temas y la persistencia
del estilo tardorromano es el Díptico de Flavio Anastasio, que fue
nombrado cónsul en el año 517 VI. Es un hito que (Fig.41).

Fig. 41 Díptico de Fabio Anastasio Probo, 517.


Bibliotheque Nationale de France, París.

En el repaso de las artes suntuarias de la Roma antigua ha de


mencionarse la producción de objetos de lujo en vidrio.
De entre todas las piezas de la época bajoimperial destaca la Copa de Licurgo, cuya procedencia exacta
se desconoce, aunque posiblemente se haya creado en Alejandría pues su factura es similar a la
importada desde allí en el siglo IV. Se trata de un objeto de lujo en vidrio hecho con la técnica del
diatretum o vaso-jaula, al tallarse dejando una capa exterior calada en forma de rejilla, sobre otra capa
base generalmente de otro color, como se tallan los camafeos. La rejilla es figurativa en altorrelieve, y
narra el castigo de Dioniso al rey Licurgo de tracia por querer expulsarlo de su reino junto a sus
seguidores, siendo castigado a ser despedazado por las vides y apedreado por los seguidores del dios
Dioniso (Fig.42).

Fig. 42 Dos aspectos de la Copa de Licurgo, vaso “diantretum”,


inicios del siglo IV. British Museum, Londres.
4. La continuidad del imperio romano: Constantinopla-Bizancio.
En el Vestíbulo del nártex de la Basílica de Santa Sofía en Constantinopla (siglo X) hay un mosaico que
representa una ofrenda conjunta de Constantino (306-337) y Justiniano (527-565), en los que ofrecen
la ciudad y las iglesias que ellos construyeron a la protección de la Virgen, entronizada y con el Niño en
el regazo (Fig.42). Con este cuadro se resume el protagonismo de los dos monarcas en la creación de la
“Nueva Roma”. Constantino funda una nueva capital,
Constantinopla, en 324.
La vieja ciudad de Bizantium se había vuelto pequeña
e insignificante para las pretensiones del nuevo
emperador (a pesar de las ampliaciones hechas por
Septimio Severo), dotándola de todos los recursos
necesarios, desde un recinto amurallado, una
enorme ágora, una calle amplia con columnas que lo
recorría por entero, un gran circo o hipódromo, las
termas de Zeuxipo, además de otros recintos
públicos y santuarios de Afrodita, Ártemis y Apolo,
junto a su palacio y una basílica dedicada a la Divina Fig. 43 Constantino y Justiniano hacen sus ofrendas a la
Sabiduría o Santa Sofía. Virgen y el Niño, mosaico de Santa Sofía, siglo X.
Estambul.
Cuando Justiniano se hizo con el poder, quiso emular y superar a los grandes monarcas constructores
del mundo antiguo (Salomón, Alejandro Magno, Augusto, Adriano, Constantino). Para ello hizo levantar
en Constantinopla (o Bizancio, hoy Estambul) una gran Basílica de Santa Sofía que sobrepasara a la
anterior de Constantino. La tradición popular atribuía los planos del templo y sus detalles a un Ángel;
es la versión que intenta explicar las maravillas de lo que se considera el último gran monumento de la
antigüedad, diseñado y construido a partir de un modelo teórico realizado mediante cálculos y no por
tanteo, como será la norma de la Edad Media
(Fig.44).

Fig. 44 Exterior e interior de la basílica de Santa Sofía, 532-537. Estambul.

El emperador, que se había hecho construir una habitación provisional en medio de las edificaciones,
para seguir directamente las obras, contó con dos grandes arquitectos, Artemio de Tralles
(matemático, era el teórico del proyecto) e Isidoro de Mileto (gran teórico, era el ingeniero) para
ejecutar un edificio sin igual.
Santa Sofía se levantó entre los años 532 y 537, pero el hundimiento de su cúpula y la consiguiente
reconstrucción hizo que por segunda vez se consagrara en el año 562 (Fig.45). Costó una fortuna y
reunió mármoles y materiales de la máxima calidad
que Justiniano exigió a los gobernadores de las
provincias. La planta es un gigantesco rectángulo
formado por un atrio, dos vestíbulos transversales
y un cuerpo central que soporta una cúpula de 31m.
de diámetro, inscrita en un cuadrado y sostenida
por cuatro pechinas y sobre arcos sustentados por
cuatro enormes pilares.
Esto constituye la gran innovación de la arquitectura
bizantina, ya que únicamente se apoya sobre cuatro
puntos y parece suspendida en el aire, gracias a las
cuarenta ventanas que se abren en su arranque.
Para aligerar el peso de la cúpula, los arquitectos la Fig. 45 Interior de la cúpula de Santa Sofía, reconstruida
construyeron con ánforas embutidas en el lecho de en 562. Estambul.
cemento y con tejas esponjosas de Rodas. En los laterales de la cúpula, unas naves con galerías altas
forman salas independientes desde donde la corte asistían a las ceremonias.

La planta es un gigantesco rectángulo


formado por un atrio, dos vestíbulos
transversales y un cuerpo central que
soporta una cúpula de 31m. de
diámetro, inscrita en un cuadrado y
sostenida por cuatro pechinas y sobre
arcos sustentados por cuatro enormes
pilares.

Las paredes se recubren con placas de mármol de colores y de mosaicos de fondo dorado que ahora
sólo son visibles en las galerías laterales, pues los principales fueron destruidos por los turcos en el
siglo XIX, que además añadieron los minaretes exteriores. Esta basílica marca un hito en la evolución
técnica y estilística de la historia de la Arquitectura: culmina el gusto bizantino por el espacio inmenso,
en los que se muestran en todo su esplendor la luz y el color. Su volumen arquitectónico y exuberante
decoración constituyen el punto final de la herencia clásica y pone las bases del arte medieval.

Acrolito: estatua cuyo torso era de madera y las extremidades de mármol. La madera
estaba oculta por el dorado o, más comúnmente, por una vestidura, dejando las partes
elaboradas de forma aislada de mármol a la vista.

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