Ylla Ray Bradbury

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Ylla Ray Bradbury -No -dijo la señora K. -¿Qué canción es ésa?

-le preguntó su marido,


Tenía en el planeta Marte, a orillas de un mar seco, -Creí oírte gritar. interrumpiéndola, mientras se acercaba para
una casa de columnas de cristal, y todas las -¿Grité? Descansaba y tuve un sueño. sentarse a la mesa de fuego.
mañanas se podía ver a la señora K mientras -¿Descansabas a esta hora? No es tu costumbre. La mujer alzó los ojos y sorprendida se llevó una
comía la fruta dorada que brotaba de las paredes La señora K seguía sentada, inmóvil, como si el mano a la boca.
de cristal, o mientras limpiaba la casa con puñados sueño, le hubiese golpeado el rostro. -No sé.
de un polvo magnético que recogía la suciedad y -Un sueño extraño, muy extraño -murmuró. El sol se ponía. La casa se cerraba, como una flor
luego se dispersaba en el viento cálido. A la tarde, -Ah. gigantesca. Un viento sopló entre las columnas de
cuando el mar fósil yacía inmóvil y tibio, y las viñas Evidentemente, el señor K quería volver a su libro. cristal. En la mesa de fuego, el radiante pozo de
se erguían tiesamente en los patios, y en el distante -Soñé con un hombre -dijo su mujer lava plateada se cubrió de burbujas. El viento
y recogido pueblito marciano nadie salía a la calle, -¿Con un hombre? movió el pelo rojizo de la señora K y le murmuró
se podía ver al señor K en su cuarto, que leía un -Un hombre alto, de un metro ochenta de estatura suavemente en los oídos. La señora K se quedó
libro de metal con jeroglíficos en relieve, sobre los -Qué absurdo. Un gigante, un gigante deforme. mirando en silencio, con ojos amarillos, húmedos y
que pasaba suavemente la mano como quien toca -Sin embargo… -replicó la señora K buscando las dulces al lejano y pálido fondo del mar, como si
el arpa. Y del libro, al contacto de los dedos, surgía palabras-. Y… ya sé que creerás que soy una recordara algo.
un canto, una voz antigua y suave que hablaba del tonta, pero… ¡tenía los ojos azules! -Brinda por mí con tus ojos y yo te prometeré con
tiempo en que el mar bañaba las costas con -¿Ojos azules? ¡Dioses! -exclamó el señor K- ¿Qué los míos -cantó lenta y suavemente, en voz baja y
vapores rojos y los hombres lanzaban al combate soñarás la próxima vez? Supongo que los cabellos en otro idioma-. O deja un beso en tu copa y no
nubes de insectos metálicos y arañas eléctricas. El eran negros. pediré vino.
señor K y su mujer vivían desde hacía ya veinte -¿Cómo lo adivinaste? -preguntó la señora K Cerró los ojos y susurró moviendo muy levemente
años a orillas del mar muerto, en la misma casa en excitada. las manos. Era una canción muy hermosa.
que habían vivido sus antepasados, y que giraba y El señor K respondió fríamente: -Nunca oí esa canción. ¿Es tuya? -le preguntó el
seguía el curso del sol, como una flor, desde hacía -Elegí el color más inverosímil. señor K mirándola fijamente.
diez siglos. -¡Pues eran negros! -exclamó su mujer-. Y la piel, -No. Sí… No sé -titubeó la mujer-. Ni siquiera
El señor K y su mujer no eran viejos. Tenían la tez ¡blanquísima! Era muy extraño. Vestía un uniforme comprendo las palabras. Son de otro idioma.
clara, un poco parda, de casi todos los marcianos; raro. Bajó del cielo y me habló amablemente. -¿Qué idioma?
los ojos amarillos y rasgados, las voces suaves y -¿Bajó del cielo? ¡Qué disparate! La señora K dejó caer, distraídamente, unos trozos
musicales. -Vino en una cosa de metal que relucía a la luz del de carne en el pozo de lava.
En otro tiempo habían pintado cuadros con fuego sol -recordó la señora K, y cerró los ojos evocando -No lo sé.
químico, habían nadado en los canales, cuando la escena-. Yo miraba el cielo y algo brilló como Un momento después sacó la carne, ya cocida, y
corría por ellos el licor verde de las viñas y habían una moneda que se tira al aire y de pronto creció y se la sirvió a su marido.
hablado hasta el amanecer, bajo los azules retratos descendió lentamente. Era un aparato plateado, -Es una tontería que he inventado, supongo. No sé
fosforescentes, en la sala de las conversaciones. largo y extraño. Y en un costado de ese objeto de por qué.
Ahora no eran felices. plata se abrió una puerta y apareció el hombre alto. El señor K no replicó. Observó cómo su mujer
Aquella mañana, la señora K, de pie entre las -Si trabajaras un poco más no tendrías esos echaba unos trozos de carne en el pozo de fuego
columnas, escuchaba el hervor de las arenas del sueños tan tontos. siseante. El sol se había ido. Lenta, muy
desierto, que se fundían en una cera amarilla, y -Pues a mí me gustó -dijo la señora K reclinándose lentamente, llegó la noche y llenó la habitación,
parecían fluir hacia el horizonte. en su silla-. Nunca creí tener tanta imaginación. inundando a la pareja y las columnas, como un vino
Algo iba a suceder. ¡Cabello negro, ojos azules y tez blanca! Un oscuro que subiera hasta el techo. Sólo la
La señora K esperaba. hombre extraño, pero muy hermoso. encendida lava de plata iluminaba los rostros.
Miraba el cielo azul de Marte, como si en cualquier -Seguramente tu ideal. La señora K tarareó otra vez aquella canción
momento pudiera encogerse, contraerse, y arrojar -Eres antipático. No me lo imaginé extraña.
sobre la arena algo resplandeciente y maravilloso. deliberadamente, se me apareció mientras El señor K se incorporó bruscamente y salió irritado
Nada ocurría. dormitaba. Pero no fue un sueño, fue algo tan de la habitación.
Cansada de esperar, avanzó entre las húmedas inesperado, tan distinto… Más tarde, solo, el señor K terminó de cenar.
columnas. Una lluvia suave brotaba de los El hombre me miró y me dijo: “Vengo del tercer Se levantó de la mesa, se desperezó, miró a su
acanalados capiteles, caía suavemente sobre ella y planeta. Me llamo Nathaniel York…” mujer y dijo bostezando:
refrescaba el aire abrasador. En estos días -Un nombre estúpido. No es un nombre. -Tomemos los pájaros de fuego y vayamos a
calurosos, pasear entre las columnas era como -Naturalmente, es estúpido porque es un sueño entretenernos a la ciudad.
pasear por un arroyo. Unos frescos hilos de agua -explicó la mujer suavemente-. Además me dijo: -¿Hablas seriamente? -le preguntó su mujer-. ¿Te
brillaban sobre los pisos de la casa. A lo lejos oía a “Este es el primer viaje por el espacio. Somos dos sientes bien?
su marido que tocaba el libro, incesantemente, sin en mi nave; yo y mi amigo Bart.” -¿Por qué te sorprendes?
que los dedos se le cansaran jamás de las antiguas -Otro nombre estúpido. -No vamos a ninguna parte desde hace seis meses.
canciones. Y deseó en silencio que él volviera a -Y luego dijo: “Venimos de una ciudad de la Tierra; -Creo que es una buena idea.
abrazarla y a tocarla, como a una arpa pequeña, así se llama nuestro planeta.” Eso dijo, la Tierra. Y -De pronto eres muy atento.
pasando tanto tiempo junto a ella como el que hablaba en otro idioma. Sin embargo yo lo entendía -No digas esas cosas -replicó el señor K
ahora dedicaba a sus increíbles libros. con la mente. Telepatía, supongo. disgustado-. ¿Quieres ir o no?
Pero no. Meneó la cabeza y se encogió El señor K se volvió para alejarse; pero su mujer lo La señora K miró el pálido desierto; las melliza
imperceptiblemente de hombros. Los párpados se detuvo, llamándolo con una voz muy suave. lunas blancas subían en la noche; el agua fresca y
le cerraron suavemente sobre los ojos amarillos. El -¿Yll? ¿Te has preguntado alguna vez… bueno, si silenciosa le corría alrededor de los pies. Se
matrimonio nos avejenta, nos hace rutinarios, vivirá alguien en el tercer planeta? estremeció levemente. Quería quedarse sentada,
pensó. -En el tercer planeta no puede haber vida -explicó en silencio, sin moverse, hasta que ocurriera lo que
Se dejó caer en una silla, que se curvó para pacientemente el señor K-. Nuestros hombres de había estado esperando todo el día, lo que no
recibirla, y cerró fuerte y nerviosamente los ojos. ciencia han descubierto que en su atmósfera hay podía ocurrir, pero tal vez ocurriera. La canción le
Y tuvo el sueño. demasiado oxígeno. rozó la mente, como un ráfaga.
Los dedos morenos temblaron y se alzaron, -Pero, ¿no sería fascinante que estuviera habitado? -Yo…
crispándose en el aire. ¿Y que sus gentes viajaran por el espacio en algo -Te hará bien -insistió su marido. Vamos.
Un momento después se incorporó, sobresaltada, similar a una nave? -Estoy cansada. Otra noche.
en su silla. Miró vivamente a su alrededor, como si -Bueno, Ylla, ya sabes que detesto los desvaríos -Aquí tienes tu bufanda -insistió el señor K
esperara ver a alguien, y pareció decepcionada. No sentimentales. Sigamos trabajando. alcanzándole un frasco-. No salimos desde hace
había nadie entre las columnas. Caía la tarde, y mientras se paseaba por entre las meses.
El señor K apareció en una puerta triangular susurrantes columnas de lluvia, la señora K se Su mujer no lo miraba.
-¿Llamaste? -preguntó, irritado. puso a cantar. Repitió la canción, una y otra vez.
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-Tú has ido dos veces por semana a la ciudad de Xi brotaba de las paredes cuando ella se abandonaba demasiado en estos días. Lo lamento. Voy a
-afirmó. al sueño. Había dormido toda la noche en ese río acostarme un rato.
-Negocios. callado, como un bote en una corriente silenciosa. -¡Te excitaste de una manera!
-Ah -murmuró la señora K para sí misma. Ahora el calor disipaba la niebla, y la bruma -Ahora me siento bien, muy bien -suspiró-.
Del frasco brotó un liquido que se convirtió en un descendió hasta depositar a Ylla en la costa del Olvidemos esto. Ayer me dijeron algo de Uel que
neblina azul y envolvió en sus ondas el cuello de despertar. quiero contarte. Si te parece, preparas el desayuno,
señora K. Abrió los ojos. te cuento lo de Uel y olvidamos este asunto.
Los pájaros de fuego esperaban, como brillantes El señor K, de pie, la observaba como si hubiera -No fue más que un sueño.
brasas de carbón, sobre la fresca y tersa arena. La estado junto a ella, inmóvil, durante horas y horas. -Por supuesto -dijo el señor K, y la besó
flotante barquilla blanca, unida a los pájaros por mil Sin saber por qué, Ylla apartó los ojos. mecánicamente en la mejilla-. Nada más que un
cintas verdes, se movía suavemente en el viento de -Has soñado otra vez -dijo el señor K-. Hablabas en sueño.
la noche. voz alta y me desvelaste. Creo realmente que Al mediodía, las colinas resplandecían bajo el sol
Ylla se tendió de espaldas en la barquilla, y a una debes ver a un médico. abrasador.
palabra de su marido, los pájaros de fuego se -No será nada. -¿No vas al pueblo? -preguntó Ylla.
lanzaron ardiendo, hacia el cielo oscuro. Las cintas -Hablaste mucho mientras dormías. El señor K arqueó ligeramente las cejas.
se estiraron, la barquilla se elevó deslizándose -¿Sí? -dijo Ylla, incorporándose. -¿Al pueblo?
sobre las arenas, que crujieron suavemente. Las Una luz gris le bañaba el cuerpo. El frío del -Pensé que irías hoy.
colinas azules desfilaron, desfilaron, y la casa, las amanecer entraba en la habitación. Ylla acomodó una jaula de flores en su pedestal.
húmedas columnas, las flores enjauladas, los libros -¿Qué soñaste? Las flores se agitaron abriendo las hambrientas
sonoros y los susurrantes arroyuelos del piso Ylla reflexionó unos instantes y luego recordó. bocas amarillas. El señor K cerró su libro.
quedaron atrás. Ylla no miraba a su marido. Oía -La nave. Descendía otra vez, se posaba en el -No -dijo-. Hace demasiado calor, y además es
sus órdenes mientras los pájaros en llamas suelo y el hombre salía y me hablaba, bromeando, tarde.
ascendían ardiendo en el viento, como diez mil riéndose, y yo estaba contenta. -Ah -exclamó Ylla. Terminó de acomodar las flores
chispas calientes, como fuegos artificiales en el El señor K, impasible, tocó una columna. Fuentes y fue hacia la puerta-. En seguida vuelvo -añadió.
cielo, amarillos y rojos, que arrastraban el pétalo de de vapor y agua caliente brotaron del cristal. El frío -Espera un momento. ¿A dónde vas?
flor de la barquilla. desapareció de la habitación. -A casa de Pao. Me ha invitado -contestó Ylla, ya
Ylla no miraba las antiguas y ajedrezadas ciudades -Luego -dijo Ylla-, ese hombre de nombre tan raro, casi fuera de la habitación.
muertas, ni los viejos canales de sueño y soledad. Nathaniel York, me dijo que yo era hermosa y… y -¿Hoy?
Como una sombra de luna, como una antorcha me besó. -Hace mucho que no la veo. No vive lejos.
encendida, volaban sobre ríos secos y lagos secos. -¡Ah! -exclamó su marido, dándole la espalda. -¿En el valle Verde, no es así?
Ylla sólo miraba el cielo. -Sólo fue un sueño -dijo Ylla, divertida. -Sí, es sólo un paseo -respondió Ylla alejándose de
Su marido le habló. -¡Guárdate entonces esos estúpidos sueños de prisa.
Ylla miraba el cielo. mujer! -Lo siento, lo siento mucho. -El señor K corrió
-¿No me oíste? -No seas niño -replicó Ylla reclinándose en los detrás de su mujer, como preocupado por un
-¿Qué? últimos restos de bruma química. olvido.- No sé cómo he podido olvidarlo. Le dije al
El señor K suspiró. Un momento después se echó a reír. doctor Nlle que viniera esta tarde.
-Podías prestar atención. -Recuerdo algo más -confesó. -¿Al doctor Nlle? -dijo Ylla volviéndose.
-Estaba pensando. -Bueno, ¿qué es, qué es? -Sí -respondió su marido, y tomándola de un brazo
-No sabía que fueras amante de la naturaleza, pero -Tienes muy mal carácter. la arrastró hacia adentro.
indudablemente el cielo te interesa mucho esta -¡Dímelo! -exigió el señor K inclinándose hacia ella -Pero Pao…
noche. con una expresión sombría y dura-. ¡No debes -Pao puede esperar. Tenemos que obsequiar al
-Es hermosísimo. ocultarme nada! doctor Nlle.
-Me gustaría llamar a Hulle -dijo el marido -Nunca te vi así -dijo Ylla, sorprendida e interesada -Un momento nada más.
lentamente-. Quisiera preguntarle si podemos pasar a la vez-. Ese Nathaniel York me dijo… Bueno, me -No, Ylla.
unos días, una semana, no más, en las montañas dijo que me llevaría en la nave, de vuelta a su -¿No?
Azules. Es sólo una idea… planeta. Realmente es ridículo. El señor K sacudió la cabeza.
-¡En las montañas Azules! Gritó Ylla tomándose -¡Sí! ¡Ridículo! -gritó el señor K-. ¡Oh, dioses! ¡Si te -No. Además la casa de Pao está muy lejos. Hay
con una mano del borde de la barquilla y hubieras oído, hablándole, halagándolo, cantando que cruzar el valle Verde, y después el canal y
volviéndose rápidamente hacia él. con él toda la noche! ¡Si te hubieras oído! descender una colina, ¿no es así? Además hará
-Oh, es sólo una idea… -¡Yll! mucho, mucho calor, y el doctor Nlle estará
Ylla se estremeció. -¿Cuándo va a venir? ¿Dónde va a descender su encantado de verte. Bueno, ¿qué dices?
-¿Cuándo quieres ir? maldita nave? Ylla no contestó. Quería escaparse, correr. Quería
-He pensado que podríamos salir mañana por la -Yll, no alces la voz. gritar. Pero se sentó, volvió lentamente las manos,
mañana -respondió el señor K negligentemente-. -¡Qué importa la voz! ¿No soñaste -dijo el señor K y se las miró inexpresivamente.
Nos levantaríamos temprano… inclinándose rígidamente hacia ella y tomándola de -Ylla -dijo el señor K en voz baja-. ¿Te quedarás
-¡Pero nunca hemos salido en esta época! un brazo- que la nave descendía en el valle Verde? aquí, no es cierto?
-Sólo por esta vez. -El señor K sonrió-. Nos hará ¡Contesta! -Sí -dijo Ylla al cabo de un momento-. Me quedaré
bien. Tendremos paz y tranquilidad. ¿Acaso has -Pero, si… aquí.
proyectado alguna otra cosa? Iremos, ¿no es -Y descendía esta tarde, ¿no es cierto? -¿Toda la tarde?
cierto? -Sí, creo que sí, pero fue sólo un sueño. -Toda la tarde.
Ylla tomó aliento, esperó, y dijo: -Bueno -dijo el señor K soltándola-, por lo menos Pasaba el tiempo y el doctor Nlle no había
-¿Qué? eres sincera. Oí todo lo que dijiste mientras aparecido aún. El marido de Ylla no parecía muy
El grito sobresaltó a los pájaros; la barquilla se dormías. Mencionaste el valle y la hora. sorprendido. Cuando ya caía el sol, murmuró algo,
sacudió. Jadeante, dio unos pasos entre las columnas, como fue hacia un armario y sacó de él un arma de
-No -dijo Ylla firmemente-. Está decidido. No iré. cegado por un rayo. Poco a poco recuperó el aspecto siniestro, un tubo largo y amarillento que
El señor K la miró y no hablaron más. Ylla le volvió aliento. Su mujer lo observaba como si se hubiera terminaba en un gatillo y unos fuelles. Luego se
la espalda. vuelto loco. Al fin se levantó y se acercó a él. puso una máscara, una máscara de plata,
Los pájaros volaban, como diez mil teas al viento. -Yll -susurró: inexpresiva, la máscara con que ocultaba sus
Al amanecer, el sol que atravesaba las columnas -No me pasa nada. sentimientos, la máscara flexible que se ceñía de
de cristal disolvió la niebla que había sostenido a -Estás enfermo. un modo tan perfecto a las delgadas mejillas, la
Ylla mientras dormía. Ylla había pasado la noche -No -dijo el señor K con una sonrisa débil y barbilla y la frente. Examinó el arma amenazadora
suspendida entre el techo y el piso, flotando forzada-. Soy un niño, nada más. Perdóname, que tenía en las manos. Los fuelles zumbaban
suavemente en la blanda alfombra de bruma que querida. -La acarició torpemente.- He trabajado constantemente con un zumbido de insecto. El
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arma disparaba hordas de chillonas abejas Claro, intenso, el ruido de la terrible arma de del viento y de las aguas frías que se agitaban en
doradas. Doradas, horribles abejas que clavaban insectos. los largos canales. Cerró los ojos,
su aguijón envenenado, y caían sin vida, como Ylla se estremeció. Un disparo. Venía de muy lejos. estremeciéndose.
semillas en la arena. El zumbido de las abejas distantes. Un disparo. -Sí -dijo-, mañana me sentiré mejor.
-¿A dónde vas?-preguntó Ylla. Luego un segundo disparo, preciso y frío, y lejano.
-¿Qué dices?- el señor K escuchaba el terrible Se estremeció nuevamente y sin haber por qué se Los hombres de la Tierra
zumbido del fuelle-. El doctor Nlle se ha retrasado y incorporó gritando, gritando, como si no fuera a Quienquiera que fuese el que golpeaba la puerta,
no tengo ganas de seguir esperándolo. Voy a cazar callarse nunca. Corrió apresuradamente por la casa no se cansaba de hacerlo.
un rato. En seguida vuelvo. Tú no saldrás, ¿no es y abrió otra vez la puerta. La señora Ttt abrió la puerta de par en par.
cierto? Ylla esperó en el jardín, muy pálida, cinco minutos. -¿Y bien?
La máscara de plata brillaba intensamente. Los ecos morían a los lejos. -¡Habla usted inglés! -El hombre, de pie en el
-No. Se apagaron. umbral, estaba asombrado.
-Dile al doctor Nlle que volveré pronto, que sólo he Luego, lentamente, cabizbaja, con los labios -Hablo lo que hablo -dijo ella.
ido a cazar. temblorosos, vagó por las habitaciones adornadas -¡Un inglés admirable!
La puerta triangular se cerró. Los pasos de Yll se de columnas, acariciando los objetos, y se sentó a El hombre vestía uniforme. Había otros tres con él,
apagaron en la colina. Ylla observó cómo se esperar en el ya oscuro cuarto del vino. Con un excitados, muy sonrientes y muy sucios.
alejaba bajo la luz del sol y luego volvió a sus borde de su chal se puso a frotar un vaso de -¿Qué desean?-preguntó la señora Ttt.
tareas. Limpió las habitaciones con el polvo ámbar. -Usted es marciana -El hombre sonrió-. Esta
magnético y arrancó los nuevos frutos de las Y entonces, a lo lejos, se oyó un ruido de pasos en palabra no le es familiar, ciertamente. Es una
paredes de cristal. Estaba trabajando, con energía la grava. Se incorporó y aguardó, inmóvil, en el expresión terrestre -Con un movimiento de cabeza
y rapidez, cuando de pronto una especie de sopor centro de la habitación silenciosa. El vaso se le señaló a sus compañeros-. Venimos de la Tierra.
se apoderó de ella y se encontró otra vez cantando cayó de los dedos y se hizo trizas contra el piso. Yo soy el capitán Williams. Hemos llegado a Marte
la rara y memorable canción, con los ojos fijos en el Los pasos titubearon ante la puerta. no hace más de una hora, y aquí estamos, ¡la
cielo, más allá de las columnas de cristal. ¿Hablaría? ¿Gritaría: “¡Entre, entre!”?, se preguntó. Segunda Expedición! Hubo una Primera
Contuvo el aliento, inmóvil, esperando. Se adelantó. Alguien subía por la rampa. Una mano Expedición, pero ignoramos qué les pasó. En fin,
Se acercaba. hizo girar el picaporte. ¡henos aquí! Y el primer habitante de Marte que
Ocurriría en cualquier momento. Sonrió a la puerta. La puerta se abrió. Ylla dejó de encontramos ¡es usted!
Era como esos días en que se espera en silencio la sonreír. Era su marido. La máscara de plata tenía -¿Marte? -preguntó la mujer arqueando las cejas.
llegada de una tormenta, y la presión de la un brillo opaco. -Quiero decir que usted vive en el cuarto planeta a
atmósfera cambia imperceptiblemente, y el cielo se El señor K entró y miró a su mujer sólo un instante. partir del Sol. ¿No es verdad?
transforma en ráfagas, sombras y vapores. Los Sacó luego del arma dos fuelles vacíos y los puso -Elemental -replicó ella secamente, examinándolos
oídos zumban, empieza uno a temblar. El cielo se en un rincón. Mientras, en cuclillas, Ylla trataba de arriba abajo.
cubre de manchas y cambia de color, las nubes se inútilmente de recoger los trozos del vaso. -Y nosotros -dijo el capitán señalándose a sí mismo
oscurecen, las montañas parecen de hierro. Las -¿Qué estuviste haciendo? -preguntó. con un pulgar sonrosado- somos de la Tierra. ¿No
flores enjauladas emiten débiles suspiros de -Nada -respondió él, de espaldas, quitándose la es así, muchachos?
advertencia. Uno siente un leve estremecimiento en máscara. -¡Así es, capitán! -exclamaron los otros a coro.
los cabellos. En algún lugar de la casa el reloj -Pero… el arma. Oí dos disparos. -Este es el planeta Tyrr -dijo la mujer-, si quieren
parlante dice: “Atención, atención, atención, -Estaba cazando, eso es todo. De vez en cuando llamarlo por su verdadero nombre.
atención…”, con una voz muy débil, como gotas me gusta cazar. ¿Vino el doctor Nlle? -Tyrr, Tyrr. -El capitán rió a carcajadas-. ¡Qué
que caen sobre terciopelo. -No. nombre tan lindo! Pero, oiga, buena mujer, ¿cómo
Y luego, la tormenta. Resplandores eléctricos, -Déjame pensar -el señor K castañeteó fastidiado habla usted un inglés tan perfecto?
cascadas de agua oscura y truenos negros, los dedos-. Claro, ahora recuerdo. No iba a venir -No estoy hablando, estoy pensando -dijo ella-.
cerrándose, para siempre. hoy, sino mañana. Qué tonto soy. ¡Telepatía! ¡Buenos días! -y dio un portazo.
Así era ahora. Amenazaba, pero el cielo estaba Se sentaron a la mesa. Ylla miraba la comida, con Casi en seguida volvieron a llamar. Ese hombre
claro. Se esperaban rayos, pero no había una las manos inmóviles. espantoso, pensó la señora Ttt.
nube. -¿Qué te pasa? -le preguntó su marido sin mirarla, Abrió la puerta bruscamente.
Ylla caminó por la casa silenciosa y sofocante. El mientras sumergía en la lava unos trozos de carne. -¿Y ahora qué? -preguntó.
rayo caería en cualquier instante; habría un trueno, -No sé. No tengo apetito. El hombre estaba todavía en el umbral,
un poco de humo, y luego silencio, pasos en el -¿Por qué? desconcertado, tratando de sonreír. Extendió las
sendero, un golpe en los cristales, y ella correría a -No sé. No sé por qué. manos.
la puerta… El viento se levantó en las alturas. El sol se puso, y -Creo que usted no comprende…
-Loca Ylla -dijo, burlándose de sí misma-. ¿Por qué la habitación pareció de pronto más fría y pequeña. -¿Qué?
te permites estos desvaríos? -Quisiera recordar -dijo Ylla rompiendo el silencio y El hombre la miró sorprendido:
Y entonces ocurrió. mirando a lo lejos, más allá de la figura de su -¡Venimos de la Tierra!
Calor, como si un incendio atravesara el aire. Un marido, frío, erguido, de mirada amarilla. -No tengo tiempo -dijo la mujer-. Hay mucho que
zumbido penetrante, un resplandor metálico en el -¿Qué quisieras recordar? -preguntó el señor K cocinar, y coser, y limpiar… Ustedes,
cielo. bebiendo un poco de vino. probablemente, querrán ver al señor Ttt. Está
Ylla dio un grito. Corrió entre las columnas y -Aquella canción -respondió Ylla-, aquella dulce y arriba, en su despacho.
abriendo las puertas de par en par, miró hacia las hermosa canción. Cerró los ojos y tarareó algo, -Sí -dijo el terrestre, parpadeando confuso-.
montañas. Todo había pasado. Iba ya a correr pero no la canción. -La he olvidado y no sé por qué. Permítame ver al señor Ttt, por favor.
colina abajo cuando se contuvo. Debía quedarse No quisiera olvidarla. Quisiera recordarla siempre. -Está ocupado.
allí, sin moverse. No podía salir. Su marido se Movió las manos, como si el ritmo pudiera ayudarle La señora Ttt cerró nuevamente la puerta.
enojaría muchísimo si se iba mientras aguardaban a recordar la canción. Luego se recostó en su silla. Esta vez los golpes fueron de una ruidosa
al doctor. -No puedo acordarme -dijo, y se echó a llorar. impertinencia.
Esperó en el umbral, anhelante, con la mano -¿Por qué lloras? -le preguntó su marido. -¡Oiga! -gritó el hombre cuando la puerta volvió a
extendida. Trató inútilmente de alcanzar con la vista -No sé, no sé, no puedo contenerme. Estoy triste y abrirse-. ¡Este no es modo de tratar a las visitas! -Y
el valle Verde. no sé por qué. Lloro y no sé por qué. entró de un salto en la casa, como si quisiera
Qué tonta soy, pensó mientras se volvía hacia la Lloraba con el rostro entre las manos; los hombros sorprender a la mujer.
puerta. No ha sido más que un pájaro, una hoja, el sacudidos por los sollozos. -¡Mis pisos limpios! -gritó ella-. ¡Barro! ¡Fuera!
viento o un pez en el canal. Siéntate. Descansa. -Mañana te sentirás mejor -le dijo su marido. ¡Antes de entrar, límpiese las botas!
Se sentó. Ylla no lo miró. Miró únicamente el desierto vacío y El hombre se miró apesadumbrado las botas
Se oyó un disparo. las brillantísimas estrellas que aparecían ahora en embarradas.
el cielo negro, y a lo lejos se oyó el ruido creciente
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-No es hora de preocuparse por tonterías -dijo -Bueno -dijo el capitán sin moverse, como Lleven esa estúpida nota, aunque no sé de qué les
luego-. Creo que ante todo debiéramos celebrar el esperando algo. Parecía un niño, con los ojos servirá, a la aldea de Iopr, sobre la colina, y hablen
acontecimiento. -Y miró fijamente a la mujer, como clavados en un desnudo árbol de Navidad-. Bueno con el señor Iii. Ése es el hombre a quien quieren
si esa mirada pudiera aclarar la situación. -repitió-. Vamos, muchachos. ver. No al señor Ttt. Ttt es un idiota, y voy a
-¡Si se me han quemado las tortas de cristal -gritó Los cuatro hombres salieron al silencio y al calor de matarlo. Ustedes, además, no son de mi
ella-, lo echaré de aquí a bastonazos! la tarde. especialidad.
La mujer atisbó unos instantes el interior de un Una media hora después, sentado en su biblioteca, -Especialidad, especialidad -baló el capitán-. ¿Pero
horno encendido y regresó con la cara roja y el señor Aaa bebía unos sorbos de fuego eléctrico es necesario ser un especialista para dar la
transpirada. Era delgada y ágil, como un insecto. de una copa de metal, cuando oyó unas voces que bienvenida a hombres de la Tierra?
Tenía ojos amarillos y penetrantes, tez morena, y venían por el camino de piedra. Se inclinó sobre el -No sea tonto, todo el mundo lo sabe.
una voz metálica y aguda. alféizar de la ventana y vio a cuatro hombres El señor Aaa desapareció. Apareció unos instantes
-Espere un momento. Trataré de que el señor Ttt uniformados que lo miraban entornando los ojos. después en la puerta y se alejó velozmente calle
los reciba. ¿Qué asunto los trae? -¿El señor Aaa?-le preguntaron. abajo.
El hombre lanzó un terrible juramento, como si la -El mismo. -¡Adiós! -gritó.
mujer le hubiese martillado una mano. -¡Nos envía el señor Ttt! -gritó el capitán. Los cuatro viajeros no se movieron,
-¡Dígale que venimos de la Tierra! ¡Que nadie vino -¿Y por qué ha hecho eso? desconcertados. Finalmente dijo el capitán:
antes de allá! -¡Estaba ocupado! -Ya encontraremos quien nos escuche.
-¿Que nadie vino de dónde? Bueno, no importa -¡Qué lástima! -dijo el señor Aaa, con tono -Quizá debiéramos irnos y volver-sugirió un hombre
-dijo la mujer alzando una mano-. En seguida sarcástico-. ¿Creerá que estoy aquí para atender a con voz melancólica-. Quizá debiéramos elevarnos
vuelvo. las gentes que lo molestan? y descender de nuevo. Darles tiempo de organizar
El ruido de sus pasos tembló ligeramente en la -No es eso lo importante, señor -replicó el capitán. una fiesta.
casa de piedra. -Para mí, sí. Tengo mucho que leer. El señor Ttt es -Puede ser una buena idea -murmuró fatigado el
Afuera, brillaba el inmenso cielo azul de Marte, un desconsiderado. No es la primera vez que se capitán.
caluroso y tranquilo como las aguas cálidas y comporta de este modo. No mueva usted las En la aldea la gente salía de las casas y entraba en
profundas de un océano. El desierto marciano se manos, señor. Espere a que termine. Y preste ellas, saludándose, y llevaba máscaras doradas,
tostaba como una prehistórica vasija de barro. El atención. La gente suele escucharme cuando azules y rojas, máscaras de labios de plata y cejas
calor crecía en temblorosas oleadas. Un cohete hablo. Y usted me escuchará cortésmente o no diré de bronce, máscaras serias o sonrientes, según el
pequeño yacía en la cima de una colina próxima y una palabra. humor de sus dueños.
las huellas de unas pisadas unían la puerta del Los cuatro hombres de la calle abrieron la boca, se Los cuatro hombres, sudorosos luego de la larga
cohete con la casa de piedra. movieron incómodos, y por un momento las caminata, se detuvieron y le preguntaron a una
De pronto se oyeron unas voces que discutían en el lágrimas asomaron a los ojos del capitán. niñita dónde estaba la casa del señor Iii.
piso superior de la casa. Los hombres se miraron, -¿Le parece a usted bien -sermoneó el señor Aaa- -Ahí -dijo la niña con un movimiento de cabeza.
se movieron inquietos, apoyándose ya en un pie, ya que el señor Ttt haga estas cosas? El capitán puso una rodilla en tierra, solemnemente,
en otro, y con los pulgares en el cinturón Los cuatro hombres alzaron los ojos en el calor. cuidadosamente, y miró el rostro joven y dulce.
tamborilearon nerviosamente sobre el cuero. -¡Venimos de la Tierra! -dijo el capitán. -Oye, niña, quiero decirte algo.
Arriba gritaba un hombre. Una voz de mujer le -A mí me parece que es un mal educado -continuó La sentó en su rodilla y tomó entre sus manazas las
replicaba en el mismo tono. Pasó un cuarto de el señor Aaa. manos diminutas y morenas, como si fuera a
hora. Los hombres se pasearon de un lado a otro, -En un cohete. Venimos en un cohete. contarle un cuento de hadas preciso y minucioso.
sin saber qué hacer. -No es la primera vez que Ttt comete estas -Bien, te voy a contar lo que pasa. Hace seis meses
-¿Alguien tiene cigarrillos? -preguntó uno. torpezas. otro cohete vino a Marte. Traía a un hombre
Otro sacó un paquete y todos encendieron un -Directamente desde la Tierra. llamado York y a su ayudante. No sabemos qué les
cigarrillo y exhalaron lentas cintas de pálido humo -Me gustaría llamarlo y decirle lo que pienso. pasó. Quizá se destrozaron al descender. Vinieron
blanco. Los hombres se tironearon los faldones de -Nosotros cuatro, yo y estos tres hombres, mi en un cohete, como nosotros. Debes de haberlo
las chaquetas; se arreglaron los cuellos. tripulación. visto. ¡Un gran cohete! Por lo tanto nosotros somos
El murmullo y el canto de las voces continuaban. El -¡Lo llamaré, sí, voy a llamarlo! la Segunda Expedición. Y venimos directamente de
capitán consultó su reloj. -Tierra. Cohete. Hombres. Viaje. Espacio. la Tierra…
-Veinticinco minutos -dijo-. Me pregunto qué -¡Lo llamaré y tendrá que oírme! -gritó el señor Aaa, La niña soltó distraídamente una mano y se ajustó
estarán tramando ahí arriba. -Se paró ante una y desapareció como un títere de un escenario. a la cara una inexpresiva máscara dorada. Luego
ventana y miró hacia afuera. Durante unos instantes se oyeron unas voces sacó de un bolsillo una araña de oro y la dejó caer.
-Qué día sofocante -dijo un hombre. coléricas que iban y venían por algún extraño El capitán seguía hablando. La araña subió
-Sí -dijo otro. aparato. Abajo, el capitán y su tripulación miraban dócilmente a la rodilla de la niña, que la miraba sin
Era el tiempo lento y caluroso de las primeras horas tristemente por encima del hombro el hermoso expresión por las hendiduras de la máscara. El
de la tarde. El murmullo de las voces se apagó. En cohete que yacía en la colina, tan atractivo y capitán zarandeó suavemente a la niña y habló con
la silenciosa habitación sólo se oía la respiración de delicado y brillante. una voz más firme:
los hombres. Pasó una hora. El señor Aaa reapareció de pronto en la ventana, -Somos de la Tierra, ¿me crees?
-Espero que no hayamos provocado un incidente con un salvaje aire de triunfo. -Sí -respondió la niña mientras observaba cómo los
-dijo el capitán. Se volvió y espió el interior del -¡Lo he retado a duelo, por todos los dioses! ¡A dedos de los pies se le hundían en la arena.
vestíbulo. duelo! -Muy bien. -El capitán le pellizcó un brazo, un poco
Allí estaba la señora Ttt, regando las plantas que -Señor Aaa… -comenzó otra vez el capitán con voz porque estaba contento y un poco porque quería
crecían en el centro de la habitación. suave. que ella lo mirase-. Nosotros mismos hemos
-Ya me parecía que había olvidado algo -dijo la -¡Lo voy a matar! ¿Me oye? construido este cohete. ¿Lo crees, no es cierto?
mujer avanzando hacia el capitán-. Lo siento -Señor Aaa, quisiera decirle que hemos viajado La niña se metió un dedo en la nariz.
-añadió, y le entregó un trozo de papel-. El señor noventa millones de kilómetros. -Sí -dijo.
Ttt está muy ocupado. -Se volvió hacia la cocina. El señor Aaa miró al capitán por primera vez. -Y… Sácate el dedo de la nariz, niñita… Yo soy el
-Por otra parte, no es el señor Ttt a quien usted -¿De dónde dice que vienen? capitán y…
desea ver, sino al señor Aaa. Lleve este papel a la El capitán emitió una blanca sonrisa. -Nadie hasta hoy cruzó el espacio en un cohete
granja próxima, al lado del canal azul, y el señor -Al fin nos entendemos -les murmuró en un aparte -recitó la criatura con los ojos cerrados.
Aaa les dirá lo que ustedes quieren saber. a sus hombres, y le dijo al señor Aaa-: Recorrimos -¡Maravilloso! ¿Cómo lo sabes?
-No queremos saber nada -objetó el capitán noventa millones de kilómetros. ¡Desde la Tierra! -Oh, telepatía… -respondió la niña limpiándose
frunciendo los gruesos labios-. Ya lo sabemos. El señor Aaa bostezó. distraídamente el dedo en una pierna.
-Tienen el papel, ¿qué más quieren? -dijo la mujer -En esta época del año la distancia es sólo de -Y bien, ¿eso no te asombra? -gritó el capitán-. ¿No
con brusquedad, decidida a no añadir una palabra. setenta y cinco millones de kilómetros. -Blandió un estás contenta?
arma de aspecto terrible-. Bueno, tengo que irme.
4
-Será mejor que vayan a ver en seguida al señor Iii -Me figuro que no podría usted… -sugirió el -También la señorita Rrr es terrestre. ¿No es cierto,
-dijo la niña, y dejó caer su juguete-. Al señor lii le capitán-, quiero decir… En fin… Hemos trabajado señorita Rrr?
gustará mucho hablar con ustedes. mucho, hemos hecho un largo viaje y quizá pudiera La señorita Rrr asintió con una risa extraña.
La niña se alejó. La araña echó a correr usted estrecharnos la mano y darnos la -También el señor Www, el señor Qqq y el señor
obedientemente detrás de ella. enhorabuena -añadió con voz apagada-. ¿No le Vvv.
El capitán, en cuclillas, se quedó mirándola, con las parece? -Yo soy de Júpiter -dijo uno pavoneándose.
manos extendidas, la boca abierta y los ojos El señor Iii le tendió rígidamente la mano y le sonrió -Yo de Saturno -dijo otro. Los ojos le brillaban
húmedos. con frialdad. maliciosamente.
Los otros tres hombres, de pie sobre sus sombras, -¡Enhorabuena! -y apartándose dijo-: Ahora tengo -Júpiter, Saturno -murmuró el capitán,
escupieron en la calle de piedra. que irme. Utilice esa llave. parpadeando.
El señor Iii abrió la puerta. Salía en ese momento Sin fijarse más en ellos, como si se hubieran filtrado Todos callaron; los marcianos, ojerosos, de pupilas
para una conferencia, pero podía concederles unos a través del piso, el señor Iii anduvo de un lado a amarillas y brillantes, volvieron a agruparse
instantes si se decidían a entrar y le informaban otro por la habitación, llenando con papeles una alrededor de las mesas de banquete, extrañamente
brevemente del objeto de la visita. cartera. Se entretuvo en la oficina otros cinco vacías. El capitán observó, por primera vez, que la
-Un minuto de atención -dijo el capitán, cansado, minutos, pero sin dirigir una sola vez la palabra al habitación no tenía ventanas. La luz parecía
con los ojos enrojecidos-. Venimos de la Tierra, en solemne cuarteto inmóvil, cabizbajo, de piernas de filtrarse por las paredes. No había más que una
un cohete; somos cuatro: tripulación y capitán; plomo, brazos colgantes y mirada apagada. puerta.
estamos exhaustos, hambrientos, y quisiéramos Al fin cruzó la puerta, absorto en la contemplación -Todo esto es confuso. ¿Dónde diablo está
encontrar un sitio para dormir. Nos gustaría que de sus uñas… Tuiereol? ¿Cerca de América? -dijo el capitán.
nos dieran la llave de la ciudad, o algo parecido, y Avanzaron pesadamente por el pasillo, en la -¿Que es América?
que alguien nos estrechara la mano y nos dijera: penumbra silenciosa de la tarde, hasta llegar a una -¿No ha oído hablar del continente americano y
“¡Bravo!” y “¡Enhorabuena, amigos!” Eso es todo. pulida puerta de plata. La abrieron con la llave, dice que es terrestre?
El señor lii era alto, vaporoso, delgado, y llevaba también de plata, entraron, cerraron, y se volvieron. El señor Uuu se irguió enojado.
unas gafas de gruesos cristales azules sobre los Estaban en un vasto aposento soleado. Sentados o -La Tierra está cubierta de mares, es sólo mar. No
ojos amarillos. Se inclinó sobre el escritorio y se de pie, en grupos, varios hombres y mujeres hay continentes. Yo soy de allí y lo sé.
puso a estudiar unos papeles. De cuando en conversaban junto a las mesas. Al oír el ruido de la El capitán se echó hacia atrás en su silla.
cuando alzaba la vista y observaba con atención a puerta miraron a los cuatro hombres de uniforme. -Un momento, un momento. Usted tiene cara de
sus visitantes. Un marciano se adelantó y los saludó con una marciano, ojos amarillos, tez morena.
-No creo tener aquí los formularios -dijo revolviendo reverencia. -La Tierra es sólo selvas -dijo orgullosamente la
los cajones del escritorio-. ¿Dónde los habré -Yo soy el señor Uuu. señorita Rrr-. Yo soy de Orri, en la Tierra; una
puesto? Deben de estar en alguna parte… ¡Ah, sí, -Y yo soy el capitán Jonathan Williams, de la ciudad civilización donde todo es de plata.
aquí! -Le alcanzó al capitán unos papeles-. Tendrá de Nueva York, de la Tierra -dijo el capitán sin El capitán miró sucesivamente al señor Uuu, al
usted que firmar, por supuesto. mucho entusiasmo. señor Www, al señor Zzz, al señor Nnn, al señor
-¿Tenemos que pasar por tantas complicaciones? Inmediatamente hubo una explosión en la sala. Hhh y al señor Bbb, y vio que los ojos amarillos se
-preguntó el capitán. Los muros temblaron con los gritos y fundían y apagaban a la luz, y se contraían y
El señor Iii le lanzó una mirada vidriosa. exclamaciones. Hombres y mujeres gritando de dilataban. Se estremeció, se volvió hacia sus
-¿No dice que viene de la Tierra? Pues tiene que alegría, derribando las mesas, tropezando unos con hombres y los miró sombríamente.
firmar. otros, corrieron hacia los terrestres y, levantándolos -¡Comprenden qué es esto?
El capitán escribió su nombre. en hombros, dieron seis vueltas completas a la -¿Qué, señor?
-¿Es necesario que firmen también los tripulantes? sala, saltando, gesticulando y cantando. -No es una celebración -contestó agotado el
El señor Iii miró al capitán, luego a los otros tres y Los terrestres estaban tan sorprendidos que capitán-. No es un banquete. Estas gentes no son
estalló en una carcajada burlona. durante un minuto se dejaron llevar por aquella representantes del gobierno. Esta no es una fiesta
-¡Que ellos firmen! ¡Ah, admirable! ¡Que ellos, oh, marea de hombros antes de estallar en risas y de sorpresa. Mírenles los ojos. Escúchenlos.
que ellos firmen! -Los ojos se le llenaron de gritos. Retuvieron el aliento. En la sala cerrada sólo había
lágrimas. Se palmeó una rodilla y se dobló en dos -¡Esto se parece más a lo que esperábamos! un suave movimiento de ojos blancos.
sofocado por la risa. Se apoyó en el escritorio-. -¡Esto es vida! ¡Bravo! ¡Bravo! -Ahora entiendo -dijo el capitán con voz muy lejana-
¡Que ellos firmen! Se guiñaban alegremente los ojos, alzaban los por qué todos nos daban papelitos y nos pasaban
Los cuatro hombres fruncieron el ceño. brazos, golpeaban el aire. de uno a otro, y por qué el señor Iii nos mostró un
-¿Es tan gracioso? -¡Hip! ¡Hip! -gritaban. pasillo y nos dio una llave para abrir una puerta y
-¡Que ellos firmen! -suspiró el señor Iii, debilitado -¡Hurra! -respondía la muchedumbre. cerrar una puerta. Y aquí estamos…
por su hilaridad-. Tiene gracia. Debo contárselo al Al fin los pusieron sobre una mesa. Los gritos -¿Dónde, capitán?
señor Xxx. cesaron. El capitán estaba a punto de llorar: -En un manicomio.
Examinó el formulario, riéndose aún a ratos. -Gracias. Gracias. Esto nos ha hecho mucho bien. Era de noche. En la vasta sala silenciosa,
-Parece que todo está bien. -Movió afirmativamente -Cuéntenos su historia -sugirió el señor Uuu. tenuemente alumbrada por unas luces ocultas en
la cabeza-. Hasta su conformidad para una posible El capitán carraspeó y habló, interrumpido por los los muros transparentes, los cuatro terrestres,
eutanasia -cloqueó. ¡oh! y ¡ah! del auditorio. Presentó a sus sentados alrededor de una mesa de madera,
-¿Conformidad para qué? compañeros, y todos pronunciaron un discursito, conversaban en voz baja, con los rostros juntos y
-Cállese. Tengo algo para usted. Aquí está. La azorados por el estruendo de los aplausos. pálidos. Hombres y mujeres yacían
llave. El señor Uuu palmeó al capitán. desordenadamente por el suelo. En los rincones
El capitán se sonrojó. -Es agradable ver a otros de la Tierra. Yo también oscuros había leves estremecimientos: hombres o
-Es un gran honor… soy de allí. mujeres solitarios que movían las manos. Cada
-¡No es la llave de la ciudad, imbécil! -ladró el señor -¿Qué ha dicho usted? media hora uno de los terrestres intentaba abrir la
Iii-. Es la de la Casa. Vaya por aquel pasillo, abra la -Aquí somos muchos los terrestres. puerta de plata.
puerta grande, entre y cierre bien. Puede pasar allí El capitán lo miró fijamente. -No hay nada que hacer. Estamos encerrados.
la noche. Por la mañana le mandaré al señor Xxx. -¿Usted? ¿Terrestre? ¿Es posible? ¿Vino en un -¿Creen realmente que somos locos, capitán?
El capitán titubeó, tomó la llave y se quedó mirando cohete? ¿Desde cuándo se viaja por el espacio? -No hay duda. Por eso no se entusiasmaron al
fijamente las tablas del piso. Sus hombres tampoco -Parecía decepcionado. -¿De qué… de qué país es vernos. Se limitaron a tolerar lo que entre ellos
se movieron. Parecían secos, vacíos, como si usted? debe de ser un estado frecuente de psicosis.
hubiesen perdido toda la pasión y la fiebre del viaje. -De Tuiereol. Vine hace años en el espíritu de mi -Señaló las formas oscuras que yacían alrededor.
-¿Qué le pasa? -preguntó el señor Iii-. ¿Qué cuerpo. -Paranoicos todos. ¡Qué bienvenida! -Una llamita
espera? ¿Qué quiere? -Se adelantó y estudió de -Tuiereol. -El capitán articuló dificultosamente la se alzó y murió en los ojos del capitán. -Por un
cerca el rostro del capitán. -¡Váyase! palabra. -No conozco ese país. ¿Qué es eso del momento creí que nos recibían como merecíamos.
espíritu del cuerpo?
5
Gritos, cantos y discursos. Todo estuvo muy bien, -Es raro. No son muchos los que quieren curarse. mi pabellón se concentran habitualmente en
¿no es cierto? Mientras duró. Le advierto a usted que el tratamiento es muy fantasías visuales, o cuando más en fantasías
-¿Cuánto tiempo nos van a tener aquí? severo. visuales y auditivas combinadas. ¡Usted ha logrado
Hasta que demostremos que no somos psicópatas. -¡Siga curándonos! Pronto sabrá que estamos una síntesis total! ¡Su demencia es
-Eso será fácil. cuerdos. hermosísimamente completa!
-Espero que sí. -Permítame que examine sus papeles. Quiero El capitán palideció:
-No parece estar muy seguro saber si están en orden antes de iniciar el -¿Mi demencia?
-No lo estoy. Mire aquel rincón. tratamiento. -Y el señor Xxx examinó el contenido -Sí. Qué demencia más hermosa. Metal, caucho,
De la boca de un hombre en cuclillas brotó una de una carpeta.- Sí. Los casos como el suyo gravitadores, comida, ropa, combustible, armas,
llama azul. La llama se transformó en una mujercita necesitan un tratamiento especial. Las personas de escaleras, tuercas, cucharas. He comprobado que
desnuda, y susurrando y suspirando se abrió como aquella sala son casos muy simples. Pero cuando en su nave hay diez mil artículos distintos. Nunca
una flor en vapores de color cobalto. se llega como usted, debo advertírselo, a había visto tal complejidad. Hay hasta sombras
El capitán señaló otro rincón. Una mujer, de pie, se alucinaciones primarias, secundarias, auditivas, debajo de las literas y debajo de todo. ¡Qué poder
encerró en una columna de cristal; luego fue una olfativas y labiales, y a fantasías táctiles y ópticas, de concentración! Y todo, no importan cuándo o
estatua dorada, después una vara de cedro pulido, el asunto es grave. Es necesario recurrir a la cómo se pruebe, tiene olor, solidez, gusto, sonido.
y al fin otra vez una mujer. eutanasia. Permítame que lo abrace. -El psiquiatra abrazó al
En la sala oscurecida todos exhalaban pequeñas El capitán se puso en pie de un salto y rugió: capitán.- Consignaré todo esto en lo que será mi
llamas violáceas móviles y cambiantes, pues la -Mire, ¡ya hemos aguantado bastante! ¡Sométanos mejor monografía. El mes que viene hablaré en la
noche era tiempo de transformaciones y aflicción. a sus pruebas, verifique los reflejos, auscúltenos, Academia Marciana. Mírese. Ha cambiado usted
-Magos, brujos -susurró un terrestre. exorcícenos, pregúntenos! hasta el color de sus ojos, del amarillo al azul, y la
-No, alucinados. Nos comunican su demencia y -Hable libremente. tez de morena a sonrosada. ¡Y su ropa, y sus
vemos así sus alucinaciones. Telepatía. El capitán habló, furioso, durante una hora. El manos de cinco dedos en vez de seis!
Autosugestión y telepatía. psiquiatra escuchó. ¡Metamorfosis biológica a través del desequilibrio
-¿Y eso le preocupa, capitán? -Increíble. Nunca oí fantasía onírica más detallada. psicológico! Y sus tres amigos…
-Sí. Si esas alucinaciones pueden ser tan reales, -¡No diga estupideces! ¡Le enseñaremos nuestro El señor Xxx sacó un arma pequeña:
tan contagiosas, tanto para nosotros como para cohete! -gritó el capitán. -Es usted incurable, por supuesto. ¡Pobre hombre
cualquier otra persona, no es raro que nos hayan -Me gustaría verlo. ¿Puede usted manifestarlo en admirable! Muerto será más feliz. ¿Quiere usted
tomado por psicópatas. Si aquel hombre es capaz esa habitación? confiarme su última voluntad?
de crear mujercitas de fuego azul, y aquella mujer -Por supuesto. Está en ese fichero, en la letra C. -¡Quieto por Dios! ¡No haga fuego!
puede transformarse en una columna, es muy El señor Xxx examinó atentamente el fichero, emitió -Pobre criatura. Lo sacaré de esa miseria que lo
natural que los marcianos normales piensen que un sonido de desaprobación, y lo cerró llevó a imaginar este cohete y estos tres hombres.
también nosotros hemos creado nuestro cohete. solemnemente. Será interesantísimo ver cómo sus amigos y su
-Oh -exclamaron sus hombres en la oscuridad. -¿Por qué me ha engañado usted? El cohete no cohete se disipan en cuanto yo lo mate. Con lo que
Las llamas azules brotaban alrededor de los está aquí. observe hoy escribiré un excelente informe sobre la
terrestres, brillaban un momento, y se desvanecían. -Claro que no, idiota. Ha sido una broma. ¿Bromea disolución de las imágenes neuróticas.
Unos diablillos de arena roja corrían entre los un loco? -¡Soy de la Tierra! Me llamo Jonathan Williams y
dientes de los hombres dormidos. Las mujeres se -Tiene usted unas bromas muy raras. Bueno, estos…
transformaban en serpientes aceitosas. Había un salgamos. Quiero ver su cohete. -Sí, ya lo sé -dijo suavemente el señor Xxx, y
olor de reptiles y bestias. Era mediodía. Cuando llegaron al cohete hacía disparó su arma.
Por la mañana todos estaban de pie, frescos, mucho calor. El capitán cayó con una bala en el corazón. Los
contentos y normales. No había llamas ni -Ajá. otros tres se pusieron a gritar.
demonios. El capitán y sus hombres se habían El psiquiatra se acercó a la nave y la golpeó. El El señor Xxx los miró sorprendido.
acercado a la puerta de plata, con la esperanza de metal resonó suavemente. -¿Siguen ustedes existiendo? ¡Soberbio!
que se abriera. -¿Puedo entrar?-preguntó con picardía. Alucinaciones que persisten en el tiempo y en el
El señor Xxx llegó unas cuatro horas después. Los -Entre. espacio. -Apuntó hacia ellos. -Bien, los disolveré
terrestres sospecharon que había estado El señor Xxx desapareció en el interior del cohete. con el miedo.
esperando del otro lado de la puerta, espiándolos -Esto es exasperante -dijo el capitán, -¡No! -gritaron los tres hombres.
por lo menos durante tres horas. Con un gesto les mordisqueando un cigarro-. Volvería gustoso a la -Petición auditiva, aun muerto el paciente -observó
pidió que lo acompañaran a una oficina pequeña. Tierra y les aconsejaría no ocuparse más de Marte. el señor Xxx mientras los hacía caer con sus
Era un hombre jovial, sonriente, si se le juzgaba por ¡Qué gentes más desconfiadas! disparos.
su máscara. En ella estaban pintadas no una -Me parece que aquí hay muchos locos, capitán. Quedaron tendidos en la arena, intactos, inmóviles.
sonrisa, sino tres. Por eso dudan tanto quizá. El señor Xxx los tocó con la punta del pie y luego
Detrás de la máscara, su voz era la de un -Sí, pero es muy irritante. golpeó la coraza del cohete.
psiquiatra no tan sonriente. El psiquiatra salió de la nave después de hurgar, -¡Persiste! ¡Persisten! -exclamó y disparó de nuevo
-Y bien, ¿qué pasa? golpear, escuchar, oler y gustar durante media su arma, varias veces, contra los cadáveres. Dio un
-Usted cree que estamos locos, y no lo estamos hora. paso atrás. La máscara sonriente se le cayó de la
-dijo el capitán. -Y bien, ¿está usted convencido? -gritó el capitán cara.
-Yo no creo que todos estén locos -replicó el como si el señor Xxx fuera sordo. -Alucinaciones -murmuró aturdidamente-. Gusto.
psiquiatra señalando con una varita al capitán-. El El psiquiatra cerró los ojos y se rascó la nariz. Vista. Olor. Tacto. Sonido.
único loco es usted. Los otros son alucinaciones -Nunca conocí ejemplo más increíble de El rostro del menudo psiquiatra cambió lentamente.
secundarias. alucinación sensorial y sugestión hipnótica. He Se le aflojaron las mandíbulas. Soltó el arma. Miró
El capitán se palmeó una rodilla. examinado el “cohete”, como lo llama usted. alrededor con ojos apagados y ausentes. Extendió
-¡Ah, es eso! ¡Ahora comprendo por qué se rió el -Golpeó la coraza. -Lo oigo. Fantasía auditiva. las manos como un ciego, y palpó los cadáveres,
señor Iii cuando sugerí que mis hombres firmaran -Aspiró. -Lo huelo. Alucinación olfativa inducida por sintiendo que la saliva le llenaba la boca.
los papeles! telepatía sensorial. -Acercó sus labios al cohete. Movió débilmente las manos, desorbitado,
El psiquiatra rió a través de su sonrisa tallada. -Lo gusto. Fantasía labial. babeando.
-Sí, ya me lo contó el señor Iii. Fue una broma El psiquiatra estrechó la mano del capitán: -¡Váyanse! -les gritó a los cadáveres-. ¡Váyase! -le
excelente. ¿Qué estaba diciendo? Ah, sí. -¿Me permite que lo felicite? ¡Es usted un genio gritó al cohete.
Alucinaciones secundarias. A veces vienen a verme psicópata! Ha hecho usted un trabajo completo. La Se examinó las manos temblorosas.
mujeres con culebras en las orejas. Cuando las tarea de proyectar una imaginaria vida psicópata en -Contaminado -susurró-. Víctima de una
curo, las culebras se disipan. la mente de otra persona por medio de la telepatía, transferencia. Telepatía. Hipnosis. Ahora soy yo el
-Nosotros nos alegraremos de que nos cure. Siga. y evitar que las alucinaciones se vayan debilitando loco. Contaminado. Alucinaciones en todas sus
El señor Xxx pareció sorprenderse. sensorialmente, es casi imposible. Las gentes de formas. -Se detuvo y con manos entumecidas
6
buscó a su alrededor el arma. -Hay sólo una cura,
sólo una manera de que se vayan, de que
desaparezcan.
Se oyó un disparo.
Los cuatro cadáveres yacían al sol; el señor Xxx
cayó junto a ellos.
El cohete, reclinado en la colina soleada, no
desapareció.
Cuando en el ocaso del día la gente del pueblo
encontró el cohete, se preguntó qué sería aquello.
Nadie lo sabía; por lo tanto fue vendido a un
chatarrero, que se lo llevó para desmontarlo y
venderlo como hierro viejo.
Aquella noche llovió continuamente. El día
siguiente fue bueno y caluroso.

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