Los Templarios y La Mesa de Salomon - Nicholas Wilcox
Los Templarios y La Mesa de Salomon - Nicholas Wilcox
Los Templarios y La Mesa de Salomon - Nicholas Wilcox
obispo e inquisidor español del siglo XV, Alonso de la Fuente del Sauce,
encomendó a un artista holandés una serie de enigmáticos relieves con
destino a un coro catedralicio en los que plasmó, como en un jeroglífico, los
secretos de la Mesa de Salomón, el mítico talismán buscado afanosamente
por los Templarios, un objeto sagrado en el que el rey de Israel inscribió el
Nombre del Poder. La Mesa de Salomón contiene la clave secreta del
conocimiento, que otorga a su poseedor un poder ilimitado.
Atrapado en el centro del misterio, Wilcox emprende un recorrido iniciático
por los secretos templarios: los santuarios matriarcales en los que el Temple
entronizó a sus Vírgenes Negras, las barcas de piedra, el lagarto de la
Malena que guarda la Mesa de Salomón, las intrigas que suscitó la
construcción del Templo de Jerusalén, el Arca de la Alianza y la Cábala. Una
indagación en los secretos iniciáticos buscados por sociedades secretas a lo
largo de la historia.
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Nicholas Wilcox
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Título original: Los templarios y la mesa de Salomón
Nicholas Wilcox, 2004
Traducción: Juan Eslava Galán
Retoque de cubierta: Mangeloso
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En el principio…
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—¿Ha visto un pájaro grande por aquí? —le pregunté.
—¡Menudo susto me ha dado el cabrón! —respondió—. Me ha pasado volando a
un palmo de la nariz. Me parece que ha aterrizado en las ruinas de la iglesia.
El halcón estaba atrapado en unas retamas. Me acerqué a él, lo tomé con
precaución y lo introduje en la jaula. Los de la Estación Forestal lo enviarían al
Centro de Recuperación de Aves de El Tranco y con un poco de suerte volvería a
volar sin dificultad dentro de unos meses.
—¿Se come? —inquirió el de la barba, a mi espalda. Me volví…
—No, no se come. ¿Cómo se va a comer un halcón? —repliqué.
—¿Es usted ornitólogo?
—Algo así.
—Pues yo soy castellólogo —informó tendiéndome una mano cordial—. Me
dedico a estudiar castillos y murallas. Qué gusto da ser algo que acabe enólogo,
¿verdad, usted?
Nos sentamos en un murete derruido. Se llamaba Juan y era profesor de inglés,
pero le gustaba más la historia. Estaba preparando su tesis doctoral sobre castillos.
Aquél fue el comienzo de una buena amistad. Hoy, además de amigo, es mi traductor
al castellano.
Estábamos en las ruinas de una iglesia de tres naves, sin más teche que el
purísimo cielo azul. Las higueras, la jara, el tomillo y los rosales silvestres crecían
entre las piedras bellamente labradas. El conjunto le hubiera encantado a un viajero
romántico.
—¡Hermosa iglesia para un castillo! —comenté.
—No la hicieron para el castillo —replicó el barbudo—. El castillo es medieval,
del tiempo en que moros y cristianos se disputaban estos territorios, pero la iglesia
data del siglo XVI, cuando ya no había moros y Castilla era rica, o, al menos, el señor
que la construyó era rico.
—He leído en el cartel, ahí fuera, que el castillo es templario.
—Eso creen y hasta hay una calle de los templarios, pero me parece que se
equivocan. Desde hace cien años se viene diciendo que es templario, pero este
castillo pertenecía al arzobispo de Toledo. Nunca fue templario.
—Entonces, ¿por qué lo llaman templario?
—Porque a principios del siglo XX existió una logia neotemplaria que celebró
algunas ceremonias secretas en las ruinas de esta iglesia. Sus motivos tendrían,
supongo, porque cuando la iglesia se construyó hacía ya doscientos años que habían
desaparecido los templarios. No obstante, si los secretos del Temple se transmitieron
a otras organizaciones, hay razones para creer que don Francisco de los Cobos, el
constructor de esta iglesia, perteneciera a una de ellas. No sé si ha oído hablar del
todopoderoso secretario del emperador Carlos V. Él edificó este templo siendo señor
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de La Iruela. El de los Cobos era muy aficionado a la arquitectura y admiraba a
Vandelvira.
—¿Vandelvira? —pregunté.
—Andrés de Vandelvira, un arquitecto iniciado en los secretos de los antiguos
constructores. Trazó la catedral de Jaén con el número de oro, la áurea proporción
transmitida desde Egipto a Grecia, pasando por el Templo de Salomón. A la muerte
de don Francisco de los Cobos, su biblioteca se perdió, y es lástima, porque
seguramente contenía las claves para desvelar muchos misterios. También perdieron
La Iruela sus descendientes porque en 1606, el arzobispo de Toledo, después de
mucho pleitear, consiguió recuperarla para su diócesis.
Conversamos un rato más y nos despedimos. Juan estaba atareado con la
medición y estudio de los castillos de la comarca, pero cuando lo invité a almorzar, al
día siguiente, en la torre del Vinagre, aceptó de inmediato.
Unos días después fui a Jaén para arreglar los permisos de filmación en el parque
de Cazorla. Telefoneé a Juan, me recogió en el hotel del Pósito, donde me alojaba, y
paseamos hasta la cercana catedral.
¡La catedral de Jaén! Era la primera vez que penetraba en aquel monumento
singular. Me cautivó inmediatamente por su contenida belleza. ¡Aquellas altas y
silenciosas naves en penumbra, como una armónica caverna tan sólo iluminada por la
difusa claridad que se filtraba desde las altas vidrieras coloreadas!
—¡Qué hermoso edificio! —murmuré.
—La armonía de las proporciones, número y geometría, ése es el misterio —me
dijo Juan—. ¡El cofre repleto de secretos!
No lo entendí bien, porque mi amigo tiene cierta tendencia a la metáfora. Le dije:
—¿Un cofre? ¿Qué cofre?
Me miró severamente como si hubiese roto el hechizo que se esforzaba en crear
con sus palabras. Quizá, también, reflexionaba sobre la conveniencia de
comunicarme ciertas cosas.
—No hay cofre —me dijo—. La catedral misma es el cofre y los misterios que
guarda. Bajo este suelo, en estas paredes, en las miradas de los ángeles, de los santos,
de los obispos de palo o de piedra que nos contemplan desde todas partes,
indiferentes al tiempo, en apariencia mudos, pero bastante elocuentes para el que sepa
escuchar.
Ciertas cosas no se comprenden cuando uno ha pasado una mala noche y se ha
despertado temprano. Debió de notar en mi semblante que no lo estaba entendiendo.
—Ven, que te enseñaré algo.
Me llevó al coro de la catedral, una construcción barroca, tardía, que perturba
algo la armonía de la catedral renacentista. El coro de la catedral de Jaén parece una
fortaleza, es macizo y pesado, con adornos recargados que no concuerdan con la
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ligereza y la gracia del resto del edificio. Es como una caja rectangular abierta al altar
mayor. Por una puerta lateral accedimos a un vestíbulo oscuro abierto en el grosor del
muro. Tanteando en la oscuridad, Juan encontró el picaporte de la puerta interior.
La abrió y entramos en el coro. Tres lados del rectángulo los ocupaba una sillería
de madera oscura, en dos niveles. En el centro había dos enormes facistoles con
libros corales, grandes como albardas (Fig. 1).
—¿Qué te parece? —me preguntó.
—Un coro muy hermoso —respondí cortésmente, aunque no estaba impresionado
en absoluto. A lo largo de mi vida profesional, he realizado algunos documentales de
tema artístico para la BBC y he visitado docenas de catedrales antiguas con sus
respectivos coros. No me pareció que el de Jaén tuviera nada de extraordinario.
—Es algo más que un coro —dijo Juan reflexivamente—. Algunos creen que es
un jeroglífico, un libro mudo, al estilo medieval, un libro de compleja lectura porque
las páginas que lo componen están desordenadas. Los coros de los edificios cristianos
nos cuentan gráficamente historias bíblicas y representan personajes del Antiguo o
del Nuevo Testamento, cada cual con su cartela correspondiente o con el símbolo que
lo identifica. Son gráficos dirigidos a impresionar a una feligresía analfabeta que
recibe la doctrina a través de los iconos.
Convine en que así era.
—Los relieves de este coro reproducen escenas y personajes de la Biblia. En eso
no se diferencia del resto. Ésa es la parte exotérica, externa, visible. Pero el de la
catedral de Jaén presenta una singularidad: entre las imágenes bíblicas se han
deslizado otras, o ciertos detalles, aparentemente innecesarios, que permiten una
segunda lectura esotérica, secreta, y reservada solamente para iniciados. Este lugar
oculta un complejo jeroglífico que en su momento los conocedores podrían
interpretar. Lo lamentable es que sus sucesivas reformas han alterado el orden de los
elementos. Ahora resulta difícil, si no imposible, descifrarlo.
Estábamos ante una de las sillas bajas. La talla del respaldo representaba la caída
de san Pablo en el camino de Damasco. Recordé la historia. En los tiempos en que el
cristianismo todavía no era religión sino una herejía desgajada del judaísmo, Saulo, el
inquisidor fariseo, se dirigió a Damasco para reprimir un brote cristiano en aquella
comunidad judía. En medio del camino, Saulo tuvo una visión cegadora que lo hizo
caer del caballo. Cristo se le apareció y le dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?». Llegado a Damasco, Saulo se convirtió al cristianismo, se bautizó y
desde entonces se llamó Pablo.
El relieve que representa a Saulo caído del caballo en el camino de Damasco
cuida minuciosamente el detalle. Hasta las lazadas de las sandalias de los criados que
lo acompañan se distinguen con claridad. El suelo sobre el que Saulo acaba de dar la
costalada es una calzada romana. Mi amigo me señaló tres misteriosas esferas en el
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ángulo inferior izquierdo del relieve, sobre las losas (Fig. 2).
—¿Qué crees que son estas tres esferas? —me preguntó.
Las examiné. Desde luego, no eran frutos, ni piedras del campo, ni nada parecido
a un objeto que pueda encontrarse en la naturaleza. Eran tres esferas aparentemente
absurdas que no se integraban en el conjunto de la escena representada de manera tan
minuciosamente realista, ni parecían cumplir función alguna.
—No tengo ni idea —admití.
—Sin embargo, alguna función deben de tener —insistió—. El tallista no pudo
colocarlas ahí por casualidad o por capricho.
Convine en que llevaba razón. Unos asientos más adelante, la tabla tallada
representaba a un obispo vestido de pontifical, con báculo y mitra.
—San Nicolás —señalé—. Mi santo patrón, por eso lo conozco. Un santo popular
en el Reino Unido.
—La representación exotérica de san Nicolás —corrigió Juan—, el guardián de
los tesoros ocultos, según la tradición. Quizá no sea casual que tú te llames así.
Observa aquí, a su derecha, esta cuba que aparece en la viñeta y, dentro de ella, tres
hombres que parecen rezar. No son mártires arrojados en una caldera de agua
hirviendo, puesto que la cuba es de madera y no se advierte debajo de ella
representación de fuego. Son simplemente tres neófitos que acaban de recibir el
bautismo. En muchos ritos antiguos (de los que el cristianismo lo toma) el bautismo
es una forma de renovación, de iniciación. Uno abandona una vida anterior y renace a
la nueva tras sumergirse en el agua sagrada. Y aquí, a la izquierda del prelado, tres
doncellas arrodilladas que presentan al obispo sendas esferas (Fig. 3).
Tres esferas, de nuevo. Nos miramos. Mi amigo sonrió.
—Otra vez el enigmático trío de esferas, como las de la caída de Saulo en el
camino de Damasco. Tres hombres que se dan el baño iniciático y tres doncellas con
tres esferas. Parece que haya cierto paralelismo.
Pasamos a otro relieve del coro: san Martín cortando su capa para entregarle la
mitad a un mendigo. Juan me señaló el ángulo en el que aparecía nuevamente un
objeto esférico (Fig. 4).
En el relieve siguiente, Cristo en casa de Marta y María, volvemos a encontrar las
tres enigmáticas esferas, esta vez en forma de tres panzudas vasijas a los pies del
Maestro… (Fig. 5).
—Parece que al tallista le gustaba la forma pura de la esfera —observé.
—No hemos terminado —me advirtió—. He dejado lo mejor para el final.
Esta vez me llevó al lado opuesto del coro y me señaló una de las tallas altas.
—Mira esa escena.
El relieve representaba a un rey cristiano, con capa de armiño y corona real, que
levantaba una espada. A su lado, un sabio moro o judío, con un turbante en la cabeza,
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le señalaba un grupo de estrellas. Entre el rey y el sabio había una gran esfera, tan
grande que llegaba a la altura de las rodillas (Fig. 6).
—Nuevamente la esfera —observé—, aunque esta vez de tamaño mucho mayor.
¿Qué significan estas esferas?
—Lo que signifiquen no lo sé —dijo Juan—, pero es seguí no las han colocado
ahí por azar. Es evidente que el escultor recibió instrucciones muy precisas.
—Estoy de acuerdo —dije—, pero ¿instrucciones de quién?
Mi cicerone me condujo al sitial que preside el coro. Me la talla del respaldo
—Te presento a don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, obispo de la diócesis
de Jaén entre 1500 y 1520, y a sus secretarios Aquí tienes al obispo que hace de san
Nicolás y a los tres personajes de la cuba (Fig. 7).
Contemplé la cara huesuda, la frente despejada y noble que el tallista había
representado con artístico empeño.
—El otro día te interesabas por don Francisco de los Cobos y la iglesia templaria
de La Iruela. Probablemente, sus conocimientos procedían de don Alonso Suárez, un
iniciado en la doctrina secreta de los templarios que plasmó sus conocimientos en
este coro.
Era la primera vez que escuchaba el eufónico nombre del hombre que inspiró y
financió la sillería del coro: don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce. Antes de
llegar a Jaén había sido inquisidor general. Juan me contó la historia. Hacia el final de
su mandato como inquisidor, y aún después, tuvo ciertos problemas, derivados de su
benevolencia en el puesto.
—¿Un inquisidor sospechoso de apiadarse de sus víctimas? —me extrañé.
De pronto el relieve de la caída de Saulo en el camino de Damasco adquiría un
nuevo sentido: san Pablo, inquisidor contra los cristianos, sufrió una revelación y se
convirtió en el gran apóstol del cristianismo. La venda cayó de los ojos de don
Alonso Suárez, inquisidor contra los herejes, y se convirtió en valedor de aquellos a
los que antes había perseguido o, al menos, en protector de ciertas doctrinas que antes
había intentado erradicar. Don Alonso Suárez se había identificado con el Saulo
evangélico y había colocado aquellos tres guijarros en la calzada que recorría san
Pablo en su camino de Damasco, los mínimos obstáculos con los que su caballo había
tropezado, gracias a lo cual le sobrevino la revelación que cambió su vida.
Tres guijarros representativos de las tres esferas que luego se repetirían, más o
menos disimuladas, en otros relieves del coro de la catedral.
Tres esferas relacionadas con tres muchachas, las que presentan las esferas al
obispo. Tres muchachas cuya larga cabellera hasta la cintura significaba en tiempos
de don Alonso que eran «doncellas en cabello», es decir, vírgenes.
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Se hacía tarde y yo tenía que gestionar la solicitud de grabación para el equipo de
la BBC en la oficina correspondiente. Me despedí de mi amigo y acordamos
encontrarnos de nuevo.
Por la tarde, de vuelta al hotel, no dejaba de pensar en lo que había visto por la
mañana. Un jeroglífico medieval en las tallas del coro de una catedral española. Un
inquisidor que se vuelve tolerante con las doctrinas heréticas que antes perseguía, que
las representa en la forma de tres esferas en el camino de Damasco, tres esferas que
tres Vírgenes ofrecen al obispo… Aquello me intrigaba.
En los días siguientes indagué sobre las Vírgenes de la catedral de Jaén y me topé
con una noticia sorprendente. En la Edad Media y en tiempos del obispo Suárez
existió en la catedral jiennense una Virgen «del Soterraño», es decir, del subterráneo,
pero luego le cambiaron el nombre y la llamaron Virgen de la Antigua, una
advocación bastante común entre las Vírgenes españolas.
¿Qué razón aconsejó este cambio?
Evidentemente, alguien había tratado de ocultar el primer nombre de la Virgen.
Soterraño significa subterráneo. A alguien no le interesaba que se recordase que
aquella Virgen había estado primitivamente en un subterráneo.
Me reclamaron de Londres. Había que aplazar la grabación de Cazorla porque dos
miembros del equipo habían contraído paperas en la estepa de Kazajastán durante el
rodaje de un documental sobre los mamuts sepultos en los hielos perpetuos. Mientras
tanto, urgía montar mi último documental sobre la danza nupcial de la gaviota
pizpicán norteamericana.
Cuando estoy en Londres suelo instalarme en uno de los hotelitos de Bloomsbury
Square, a un paso del Museo Británico. Una tarde ociosa me dirigí al museo, penetré
en la enorme sala de lectura y consulté el fichero informatizado: «Catedral. Jaén»,
escribí en la pantalla. En un segundo, el rectángulo luminoso registró media docena
de entradas. Una de ellas remitía a los documentos de una arqueóloga de los años
cuarenta, una tal Joyce Mann, que había adjuntado sus notas a los papeles de una
fundación, la Research Into Lost Knowledge Organisation (RILKO).
Busqué RILKO y la pantalla me remitió al legado particular del benefactor sir
Thomas Morley, que había cedido a la British Library el archivo particular de un tal
Patrick O’Neill, presidente de una Sociedad Benéfica y Cultural extinta en 1922. Una
nota avisaba de que estaba pendiente de catalogación y ordenación[2].
Un revoltijo de papeles, pensé, donde me puedo extraviar. No obstante, movido
quizá por un pálpito que me alertaba sobre la posibilidad de que allí se encerrara una
buena historia, decidí dedicarle aquella tarde.
La bibliotecaria a la que me dirigí, una chica de cuarenta años, melenita corta
teñida de caoba, gafitas de miope sobre su naricilla pecosa, los pechos voluminosos y
algo caídos, la mirada de ave de presa tras los vidrios, me evaluó con un rápido
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vistazo. Creo que me aprobó. Mi vida deportiva, sana, al aire, me presta un bronceado
natural que contrasta con mi cabello trigueño, y eso les suele gustar a las mujeres. Me
sonrió brevemente al recibir la ficha que le entregaba.
—¿Los papeles de la fundación RILKO? —dijo—. ¡Uff! No sé si podré
encontrarlos. No es la clase de legajo que la gente solicita a menudo.
Sonreí.
—Creo que usted debe de ser bastante eficiente, señorita.
Me devolvió la sonrisa, a pesar de que se me había escapado una expresión
machista, hoy en desuso, afortunadamente.
—Aguarde en su asiento, por favor.
Diez minutos más tarde, la eficiente bibliotecaria descargó sobre el pulido pupitre
tres gruesas carpetas atadas con cintas.
—Los papeles de Miss Mann —me dijo.
Los examiné. Había una docena de cuadernos repletos de notas arqueológicas y
dibujos. Entre las anotaciones referentes a la catedral de Jaén me llamó la atención la
fotografía de un documento en papel pautado. Hacia 1943, cuando la arqueóloga
Mann investigaba, no era muy corriente fotografiar un documento, a no ser que fuera
muy importante. ¿Qué tenía de excepcional aquella lista de nombres compuesta por
una anónima mano de finales del siglo XIX bajo el encabezamiento: «Los que
buscaron la Cava»?
Entre los nombres de la lista figuraba el del obispo Suárez, el prelado que inspiró
las enigmáticas figuras del coro de la catedral.
¿Qué era la Cava? En su acepción antigua, la palabra significa “cueva u hoyo”.
La lista de los que buscaron la Cava, luego lo supe, incluía a varios personajes
notables que vivieron entre los siglos XIII y XVIII.
A juzgar por el epígrafe, estos hombres habían buscado una cueva u hoyo, es
decir, un subterráneo. ¿Estaba relacionado con la Virgen del Soterraño y con las otras
dos Vírgenes portadoras de esferas que aparecían en el relieve del coro? Quizá alguna
vez existieron esas esferas relacionadas con el culto a las tres Vírgenes.
A primeros de septiembre, telefoneé a mi antiguo conocido el profesor Angus
Chipneck, del Departamento de Estudios Medievales de la Universidad de Oxford y
asesor de documentales arqueológicos de la BBC. Me recibió aquella misma mañana
en su gabinete de trabajo, entre montañas de libros apilados en el suelo y sobre las
mesas que no dejaban más espacio que el necesario para dos ajadas butacas y una
mesita, en la que pronto humearon dos tazas de té.
—¿La doctrina secreta de los templarios? —rezongó después de oír mi relato y de
contemplar algunas fotografías del coro de la catedral de Jaén—. Sí, es posible. Los
templarios descubrieron en Tierra Santa una sabiduría milenaria transmitida por una
cadena de iniciados con la que intentaron acrecentar su poder.
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—Sabiduría y poder no siempre caminan juntos —comenté melancólicamente.
—Casi nunca. Los templarios lo intentaron. Su ideal y su última meta eran la
Sinarquía, el gobierno del mundo por los sabios, sin guerras de religión, sin abusos de
los poderosos, sin tretas de las multinacionales. Las multinacionales del tiempo de los
templarios eran las ciudades mercantiles de Italia, Génova, Venecia, Pisa… Aquellos
y otros mercaderes de Europa fueron la causa verdadera de las Cruzadas. La religión
fue sólo un pretexto. Detrás de tanto sacrificio sólo había una desmedida codicia de la
oligarquía, los aliados del Papa y de los monarcas cristianos de Europa. Los
templarios concibieron la idea de redimir a la humanidad de sus sufrimientos,
alcanzar el imperio de la justicia, la paz universal, la primacía de la razón frente a la
pasión destructora.
—Son hermosas palabras, profesor —comenté—, pero enteramente utópicas. Los
templarios acabaron en la hoguera.
—Que los templarios fracasaran en la empresa no significa que sus herederos, si
los hubiera, no puedan culminarla con éxito.
Me hizo pensar.
Mediado septiembre, regresé a España y pasé unos días en Sevilla arreglando
permisos de filmación en el departamento correspondiente de la Junta de Andalucía.
Un día, al pasar por la plaza del Salvador, observé una esfera de piedra que servía de
peana a una sencilla cruz de madera en un ángulo achaflanado de la vetusta iglesia
(Fig. 8).
Recordé inmediatamente aquella esfera del coro de la catedral de Jaén, la del rey
cristiano y el sabio con turbante que señalaba las estrellas.
Telefoneé a Juan para comunicarle mi hallazgo.
—He encontrado una esfera como la del relieve de la catedral.
—¿Cerca de una iglesia?
—En una iglesia. En El Salvador de Sevilla.
—Ésa es la primera iglesia de Sevilla, la más antigua —me dijo—. Esa esfera
debió de pertenecer al santuario primitivo. ¿Cuándo vuelves por Jaén?
—Mañana.
—Te prepararé una visita guiada a cierto lugar.
Al día siguiente, después de un almuerzo copioso con Juan, fui a Arjona
siguiendo sus indicaciones. Arjona es un pueblo blanco sobre un cerro que se alza
como una isla en medio del océano de los olivos, a cuarenta kilómetros de Jaén y a
sólo diez o doce de la autovía de Andalucía. Al llegar telefoneé a Pepe Alcántara,
concejal de cultura, amigo de Juan, y me cité con él en la parte más alta del pueblo, la
plaza de Santa María, una explanada desde la que se divisa un dilatado y bello paisaje
de la campiña olivarera, con la Sierra Morena al norte y la peña de Martos y los
montes de Jabalcuz al sur. Pepe es un hombre joven, delgado, de mirada inteligente.
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Me estrechó la mano con fuerza.
—Juan me ha encomendado que te enseñe la piedra.
Cruzamos la plaza empedrada.
—Ahí tienes tu esfera de piedra, la que aparece retratada en la sillería del coro de
la catedral —me señaló.
En el centro de un mirador con tres cipreses había una gran esfera de piedra caliza
de algo más de un metro de diámetro. La examiné en su contorno. Era similar a la que
había visto en la iglesia de El Salvador de Sevilla. No parecía esculpida, sino natural,
a juzgar por las pequeñas concavidades que punteaban su superficie. Recordé que
esas concavidades o cazoletas, llamadas en inglés cups, son frecuentes en los
monumentos megalíticos (Fig. 9).
—¿Es la esfera de la catedral de Jaén? ¿Cómo demonios ha llegado hasta aquí?
—La trajo Juan. Hace veinte años apareció debajo de los cimientos del bar
Sanatorio, en el subsuelo de la primitiva catedral de Jaén. Mi amigo le dio unas
pesetas al camionero que evacuaba los escombros para que, en lugar de arrojar la
piedra al vertedero, la trasladara a una finquita de su padre, cercana a la ciudad, entre
el Puente de la Sierra y el Puente de Jontoya. Con el tiempo peregrinaba tanto
dominguero a ver la piedra que temió que acabara adornando el jardín de algún chalet
hortera y la trajo aquí. Ha aparecido en algunas revistas. Viene bastante gente a verla.
La llaman la piedra de la Luna, supongo que por los cráteres que tiene, y aseguran
que da suerte. Los visitantes la tocan y enuncian un deseo. De vez en cuando le ponen
velas, especialmente en la noche de San Juan. ¿Ves esa hendidura?
Me señalaba un retallado cuadrado de unos diez centímetros de lado por otros
tantos de profundidad en la parte de la esfera.
—Ahí es donde se encajaba la cruz o la imagen de la Virgen.
—¿Entonces es cristiana?
—Digamos que la cristianizaron.
—¿Qué sentido tiene aquí?
—No sé si sabes que en esta cumbre existió hasta el siglo XVIII una ermita de San
Nicolás, sobre un santuario prehistórico cristianizado. Ahora ha desaparecido, pero en
el solar que ocupó se encontró hace unos años una esfera algo menor que ésta. La
tenemos en el museo.
El Museo Arqueológico de Arjona, en la misma plaza de Santa María, ocupa la
planta baja del santuario de los Santos. Su director, Pepe Valenzuela, me acompañó
en la visita y me mostró la esfera de San Nicolás. Era más lisa que la piedra de la
Luna y tenía una proyección, resto de un primitivo pedestal con el que formaba una
sola pieza. Unos extraños signos recorrían la superficie (Fig. 10).
—¿Qué pone aquí?
—Ni idea. Es ibero y no se ha descifrado —me respondió el director.
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Me despedí del concejal y paseé por el pueblo, compré unos dulces en la
confitería de Campos, como me había recomendado Juan, y regresé a Jaén.
Le envié un fax, con fotografías de las piedras, al profesor Mortimer Thomson,
mi antiguo tutor en Oxford. Al día siguiente recibí la respuesta:
Querido Wilcox:
Muy interesante el material que me envía. Son piedras sagradas o betilos,
las imágenes anicónicas que representaron a los dioses antes de que los
devotos los imaginaran como personas o animales.
El betilo puede adoptar forma esférica o de columna redonda o cuadrada,
acaso rematada en un capitel. Se supone que los betilos son una herencia
oriental, semita, llegada a España con los fenicios, pero nada nos desautoriza
a pensar que los indígenas no veneraran ya sus propios betilos en la forma de
esas esferas de piedra. En cuanto a la inscripción indescifrable del betilo
menor de Arjona es posible que sea el nombre del dios o de la diosa que
representa. Lo digo porque en el templo de Edeta (en San Miguel de Liria, en
Valencia), capital de la Edetania ibérica, una cabeza femenina representativa
de la diosa cartaginesa Tanit lleva escritas en la frente las palabras Dea
Caelestis, la denominación latina de la diosa.
Espero haberle sido útil,
Con mis mejores deseos,
Mortimer Thomson, PhD.
Juan había quedado en recogerme en mi hotel para salir de tapas. Llegó poco
después de las siete.
—Antes del papeo quiero enseñarte algo —dijo.
Atravesamos la plaza de la catedral y nos metimos por la calle de los Abades, en
realidad, una calleja estrecha y silenciosa, con el suelo de losas y geranios en los
balcones. Nos detuvimos ante una hornacina callejera que contenía un crucifijo (Fig.
11).
—¿Qué ves al pie de la cruz?
—¿Tres huevos? —aventuré sin dar crédito a mis ojos.
—En efecto: tres huevos. Algunos creen que es una copia del Cristo de Burgos,
pero los del barrio lo llaman «el de los Tres Huevos». La imagen original era
antiquísima pero se perdió en 1936.
—¿Crees que hay alguna relación entre los tres huevos y las tres esferas de la
vecina catedral?[3]
—Desde luego, no tienen explicación lógica, a no ser que simbolicen algo.
Aquella noche indagué en Internet. El huevo es uno de los raros símbolos
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universales en cuyo significado parecen coincidir las antiguas civilizaciones. Es el
germen del universo a partir del cual se genera la Creación.[4] Simboliza la
renovación de la naturaleza, por eso aparece en tumbas de muchos lugares del
mundo.
Los tres huevos del Cristo de la calle de los Abades eran una pervivencia del
símbolo cultural que en la vecina catedral representaban las tres esferas de piedra.
Esas esferas eran emblema de la Virgen, pero también eran huevos, es decir, centros
del mundo a partir de los cuales se regenera la Creación.[5]
Al día siguiente, Juan me llevó a un cerro de la campiña a varios kilómetros de
Jaén.
—Ahora vas a ver la esfera de Perulera, si no se la han llevado ya. Lo digo porque
hace años que no la visito.
Dejamos el todoterreno a la entrada del carril y remontamos el olivar hasta el
indócil escarpe del cerrete. En la hondonada de la tierra de labor, semienterrada,
había una esfera de más de un metro de diámetro, con una escotadura tallada de unos
seis centímetros de lado y algunos más de profundidad (Fig. 12).
—La esfera o betilo de Perulera.
Después, Juan me mostró una fotocopia de la página de una antigua revista de
antropología.
—La esfera que hemos visto la descubrí, por pura intuición, interpretando la
oración de un gitano. Imagínate: un misterio templario transmitido por una oración
sanadora que recitaba un analfabeto.
—No termino de entender… —confesé.
—A principios del siglo XX los curanderos gitanos sanaban las mataduras de las
caballerías recitando una oración al tiempo que aplicaban sobre la parte dañada
pergaminos de un libro, supuestamente encuadernado con la piel del lagarto de la
Malena. El libro aludía repetidamente a la virtud de la Mesa de Salomón.
—¿La Mesa de Salomón?
—El gran tesoro de los templarios. El libro del que arrancaban las hojas tenía
unos signos dibujados a fuego sobre las guardas.[6]
En cuanto a la oración del gitano, el texto decía:
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Por la mesa del moro
onde está el lagarto
que te cures pronto
con este emplasto/pacto
La Tinaja la Tina
la piedra el macho,
el losón del Veleta
i y el caño santo
Por el peñón de Uribe
que está en palacio
el peral de la era
se está secando
que se seque esta pupa
que estoy untando.
Había anotado algunas conclusiones de Miss Mann. En los días siguientes visité
los lugares en torno a Jaén que la investigadora señaló en sus apuntes bajo el epígrafe
«El camino templario».
¿El camino templario? Hasta donde mis modestos conocimientos sobre historia
comarcal abarcaban, Jaén y su entorno habían sido en la Edad Media lo que se llaman
tierras de realengo, es decir, directamente controladas por la corona. Allí no había
habido templarios.
¿Por qué, entonces, el camino templario?
En la sierra de Otíñar, a quince kilómetros de Jaén, está el cerro Veleta, con sus
cuevas con pinturas prehistóricas y su dolmen a media ladera. Dos kilómetros más
adelante, en el barranco de la Tinaja, existe un antiguo santuario prehistórico en el
que destacan insculturas en forma de círculos concéntricos y una Venus en relieve
(Figs. 13 y 14).
Otíñar, cerro Veleta, barranco de la Tinaja… Había algo familiar en la asociación
de aquellos nombres… Me recordó la oración del curandero:
…
La Tinaja la Tina
la piedra el macho,
el losón del Veleta
…
El losón del Veleta podía referirse a la piedra superior del dolmen del cerro
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Veleta, que es, en efecto, lo que podría describirse como losón. La Tinaja estaba
clara: era el barranco de la Tinaja. La Tina podría ser corrupción de Otíñar. Sería la
Tinaja de Otíñar.
Podía ser. Pero ¿y la piedra del macho? ¿Se refería a la cantera del Veleta o a otro
megalito todavía no descubierto o ya destruido? ¿Un menhir quizá?
El peñón de Uribe era un peñasco que existió hasta principios del siglo XX en
Jaén, en el callejón de los Uribes, barrio de la Magdalena, no lejos del solar de los
llamados Palacios de los Reyes Moros, luego convento de Santo Domingo. El
peñasco, que sobresalía del suelo empedrado a un lado del callejón, medio empotrado
en el muro colindante, estaba tallado en forma de cubo y presentaba canaletas en la
parte superior, más lisa, por donde debería fluir la sangre de los sacrificios o los
líquidos de las libaciones. La roca natural, recortada para evitar que estorbara el
tránsito de los carros, formaba una especie de poyo o banco en el que se sentaban los
ancianos de la vecindad para hacer tertulia. También servía de podio al pregonero
para vocear su pregón.
En cuanto al Caño Santo, debía de ser algún manantial. Siendo Santo bien podría
tratarse del manantial de la catedral, al que se atribuían propiedades medicinales. De
este Caño Santo, cuya arqueta de registro existe todavía en el muro de la calle
Valparaíso, se surtieron las casas de la vecindad hasta hace pocos años. La alusión al
peñón de Uribe donde está el palacio me animó a desentrañar el sentido de la oración
sanadora. Los lugares mencionados se integraban dentro de una línea recta. El lugar
donde está el lagarto se refería forzosamente al manantial de la Magdalena, escenario
de la famosa leyenda.
El conserje del hotel me contó la historia: un lagarto monstruoso, más grande que
un cocodrilo, habitaba en el manantial de la Magdalena, en el centro del Jaén
medieval, y devoraba a las personas y a los rebaños. La población estaba tan
aterrorizada que comenzaba a emigrar. Entonces, un condenado a muerte se ofreció a
matar al monstruo si le perdonaban la vida. La autoridad accedió, lo liberó y puso a
su disposición los medios necesarios, pero él rechazó las armas que le ofrecían y sólo
pidió un caballo y un cordero. El cordero se lo comió la víspera de la hazaña en
compañía del capellán de la cárcel.
—¿Cómo pudieron comerse un cordero entre dos hombres? —inquirí.
—¡A fuerza de pan, claro! —respondió el conserje—. Al día siguiente, al clarear
el día, subió al caballo y se dirigió al manantial. Llegado al borde del arroyo dio unas
cuantas voces y, en cuanto vio salir al monstruo, le lanzó la piel del cordero rellena de
yesca bien seca, que previamente había encendido. El lagarto lo tomó por un cordero
vivo, se lo tragó entero, la yesca le abrasó las entrañas y reventó.
—Una buena historia —reconocí.
—Cuando yo era niño, la piel estaba colgada de un muro de la iglesia de San
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Ildefonso —dijo el hostelero—. Ahora lo único que queda es un monumento con la
escultura del lagarto en piedra, cerca del manantial (Fig. 15).
En el corazón del barrio de la Magdalena, el más antiguo de la ciudad, aún se
muestra el famoso manantial donde habitaba el mítico lagarto (Fig. 16).
Recordé la oración del gitano:
—¿Y el peral de la era? —me pregunté.
La lógica sugería que estaría integrado con los otros topónimos de la oración en
una línea recta que apuntase preferentemente hacia el norte.
el peral de la era
se está secando…
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—, pero al poco tiempo encontré una pista que me ayudó a devanar la madeja.
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Fig. 1 Coro de la catedral de Jaén
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Fig. 4. San Martín comparte Fig. 5. Detalle del relieve del
su capa con un mendigo. Coro Cristo en casa de Marta y María.
de la catedral de Jaén. J. Coro de la catedral de Jaén. J.
Galán Rosa, 1975. Galán Rosa, 1975.
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Fig. 8. Esfera de piedra Fig. 9. La piedra de la Luna,
cristianizada en la iglesia de El en la explanada de Santa
Salvador, Sevilla, Gemma María de Arjona. N. Wilcox,
Carbonell, 2004. 2003.
Fig. 10. Betilo del santuario de San Fig. 11. El Cristo de los
Nicolás. Museo de Arjona. N. Wilcox, Tres Huevos, Jaén,
2003. 1972.
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Fig. 14. Detalle de las inculturas Fig. 15. Monumento al
del santuario prehistórico del Lagarto en el barrio de la
barranco de la Tinaja. N. Wilcox, Magdalena. M. Rodríguez
1986. Arévalo, 2004.
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Fig. 17. Mapa de los alrededores de Jaén. Los lugares mencionados en el
texto se encuentran a lo largo de la línea que atraviesa la ciudad.
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Fig. 18. Plano del casco antiguo de Jaén.
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2
Las piedras de los gigantes
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El barranco de la Tinaja ofrece un aspecto imponente. El santuario prehistórico
ocupa un abrigo rocoso de dimensiones catedralicias. Allí, en la roca parietal, se
cuentan hasta veintisiete círculos o series de círculos concéntricos, toscamente
tallados entre el –2000 y el –1500.[8]
Además de los grabados, y a un nivel más bajo, hay una venus en relieve,
preciosamente tallada y pulimentada con los típicos abultamientos de grasa de las
venus paleolíticas, de la que se distinguen, como brotando de la pared, el prominente
vientre y los muslos.
El dolmen del cerro Veleta se compone de ocho grandes losas verticales que
forman un octógono un tanto irregular y sostienen otra mayor que las cubre.[9]
Un octógono.
¿Tendría alguna relación con las capillas octogonales iniciáticas de los
templarios? ¿Acaso los templarios habían obtenido su idea del edificio octogonal de
los dólmenes sagrados?
Este dolmen puede fecharse en la Edad del Bronce, mil y pico años antes de
Cristo. Seguramente, lo construyeron prospectores de metales que construían tumbas
colectivas, adoraban a la Diosa Madre y plasmaban dibujos propiciatorios en las
cuevas (Fig. 19).
En las cuevas del cerro Veleta (llamadas de los Soles, del Poyo de la Mina y de
los Herreros) y en las del cerro vecino, separado por un barranco (cuevas del Plato y
la de la Higuera), aparecen muchas pinturas esquemáticas que representan figuras
humanas, cuadrúpedos, cérvidos y signos abstractos, círculos y puntos.
Las figuras humanas se han identificado con representaciones astrales.[10]
Curiosamente, este tipo de representaciones abunda más en estas cuevas que en sus
otros paralelos peninsulares.[11] Pensé que quizá no fuera una simple coincidencia.
Busqué información arqueológica sobre aquellos lugares en la estupenda
biblioteca del Instituto de Estudios Giennenses, instalada en un antiguo hospital y
convento carmelita, con la confortable sala de lectura abierta al claustro silencioso. El
manantial de la Magdalena se había remodelado en agosto de 1969. Durante las obras
aparecieron hachas neolíticas partidas como exvoto[12]. Estas hachas abundan en
lugares sagrados de la Antigüedad como Martos[13], Otíñar y Víboras. En un ladrillo
muy desgastado por el agua se distinguía claramente la marca W, una de las que
aparecían en la portada del manuscrito del gitano.
Entre el –2500 y el –2000, en el paraje de Marroquíes Altos, hoy ocupado por
modernas urbanizaciones, con sus supermercados, sus multicines y sus iglesias de
diseño, surgió lo que los arqueólogos denominan púdicamente una «macroaldea»:
treinta y cuatro hectáreas de perímetro amurallado, una compleja construcción de
cinco círculos concéntricos de canales excavados en la roca e intercomunicados por
canales transversales que se alimentaba con el agua de los manantiales de la Malena y
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de la catedral (Fig. 20).
—¿Cómo se explica una obra de ingeniería tan compleja en aquel tiempo? —le
pregunté a un arqueólogo con el que coincidí en la sala.
—Vaya usted a saber —se encogió de hombros—. Como parecerse, se parece a la
Atlántida descrita por Platón, aunque está aquí, en medio del secano, y no en el fondo
del océano. A no ser que algún superviviente de la Atlántida llegara aquí y fundara
una ciudad o «macroaldea» con ayuda de los nativos.
En Marroquíes Altos se encontraron cuatro cuevas artificiales, de corredor
acabado en cúpula y nichos laterales. Una de ellas contenía dieciocho esqueletos
flexionados y colocados en círculo, con la cabeza apoyada en la pared, que estaba
teñida con pintura roja.[14]
Luego estaba el asunto de las venus: en la región abundan las figuraciones de la
Diosa Madre ancestral en forma de pinturas, relieves o estatuillas femeninas: la del
santuario del barranco de la Tinaja, la de la cueva natural de Caño Quebrado,[15] la de
Torredelcampo.[16] (Fig. 21).
Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar.
Pero ¿cuál era el denominador común de todos estos yacimientos? En primer
lugar, la obsesión por el círculo: los relieves de Otíñar, el dolmen y las pinturas del
cerro Veleta, las tumbas de corredor de Marroquíes Altos, la esfera de Perulera, la
«macroaldea» de Marroquíes Bajos.
En segundo lugar, la presencia de agua: en el barranco de la Tinaja, en el cerro
Veleta, regado por el río Quiebrajano, en el Caño Santo de la catedral, en el manantial
de la Magdalena…
En tercer lugar, la fecha: todo ello puede datarse en la época neolítica y, más
exactamente, en la Edad del Bronce.
¿Qué gente calculó, construyó, esculpió y pintó este enigma encadenado? ¿Cuáles
eran sus creencias? ¿Por qué se interesaron los templarios por estos lugares tres mil
años después?
En un viaje a Londres, visité al profesor Mortimer Thomson en su cottage de las
afueras de Windsor. Estaba leyendo en el jardín posterior, en una vieja hamaca,
rodeado de rosas y de enanos de cemento. Me escuchó con atención, después
carraspeó ligeramente y me preguntó:
—¿Conoce el fundamento de las líneas ley?
—Me temo que no. Ni siquiera sabía que usted creyera en las líneas ley.
—En el mundo académico hay que ser cautos —murmuró con una sonrisa de
conejo—. Digamos que, oficialmente, no creo en las líneas ley, y sin embargo…
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Llegó la hija del profesor con una bandeja, una doncella talludita y rubia que me
profesa gran simpatía porque una vez la asistí en un desmayo durante unas
excavaciones en Baalbeck (una vieja historia que no viene a cuento). Tras saludarme
con la circunspección que imponía la presencia del patriarca, me sirvió un té de
Ceilán, espeso y amargo, y le sirvió a él una taza de vino de Jerez, dado que el té lo
pone nervioso. Cuando se retiró, reanudamos el debate académico.
—Comenzaremos por el principio, antes de llegar a las líneas ley —propuso
Thomson—. Te supongo enterado de que la evolución de la especie humana ha
supuesto para el hombre un progreso que lo ha llevado a erigirse en rey de la
Creación. Al evolucionar, el hombre ha ganado en capacidad craneal, en habilidad y
en inteligencia, pero, paralelamente, esta ganancia acarrea una pérdida del instinto.
Desde que tenemos calculadora de bolsillo, hemos olvidado multiplicar y desde que
desarrollamos la inteligencia hemos descuidado ese sexto sentido.
El profesor Thomson bebió un sorbito de su taza, chascó ligeramente la lengua y
prosiguió:
—El hombre actual ha perdido su instinto. Es incapaz de presentir reveses de la
naturaleza, como hacen otros animales menos evolucionados, que barruntan el
incendio, la inundación, el terremoto, el buque que se va a pique o cualquier otro tipo
de peligro. Muchos animales se tornan irritables y nerviosos cuando ventean el
peligro, avisan de que algo va a ocurrir, intentan huir. En algunos casos incluso han
sido capaces de barruntar la muerte propia o la ajena. Ya conoce el sorprendente
suceso de lady Pendelbury. Murió la anciana, aunque vigorosa, señora y su perro lobo
alemán cruzado con belga, que tanto la había acompañado durante sus últimos años
de viudez, se recluyó en las caballerizas del castillo emitiendo aullidos lastimeros, se
negó a comer y murió de tristeza una semana después del fallecimiento de su dueña.
Asentí. El caso apareció en los periódicos sensacionalistas. Incluso la propia reina
se había interesado por la suerte del perro.
—Y luego está lo de la prodigiosa memoria genética —prosiguió el profesor—,
esos animales capaces de recordar durante toda una vida un complicado camino que
recorrieron solamente una vez. Incluso existen especies capaces de recordar un
camino que no recorrieron nunca, los salmones que trabajosamente remontan las
corrientes de los ríos para depositar sus huevos en los cursos altos, obedientes a un
mandato genético. En fin, que los animales están integrados en la naturaleza. El
hombre no lo está y hoy menos que nunca, cuando se ha transformado en un
peligroso agresor de la naturaleza.
Apareció nuevamente la hija del profesor. Esta vez la vi llegar y pude admirar sus
armónicas proporciones.
—¿Se quedará a cenar Mr. Wilcox?
—Me encantaría, pero tengo un compromiso —mentí. En realidad, sólo me
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esperaba mi desangelada habitación de hotel, pero no quería molestar al profesor.
Ella pareció contrariada. Desde el desmayo en Baalbeck sentía una especial
simpatía por mí.
—Hubo un tiempo en que el hombre entendía la naturaleza y colaboraba con ella
—dijo el profesor dirigiendo una mirada melancólica a los setos lejanos, que
comenzaban a oscurecerse—. Aquel hombre primitivo, con una inteligencia y una
capacidad craneal todavía limitadas, conservaba aún la facultad de percibir ciertas
vibraciones de la naturaleza, de la tierra y del cielo. Porque la tierra no es un soporte
inerte. Por el contrario, está dotada de vida, es la matriz y el origen de la vida de las
criaturas que sustenta, incluido el hombre. Las vibraciones de la tierra son
especialmente intensas en determinados lugares recorridos por corrientes telúricas.
—¿Qué son corrientes telúricas? —indagué.
—Pulsiones electromagnéticas que recorren nuestro planeta a más o menos
profundidad, según el relieve, la conductibilidad de los terrenos y la presencia de
agua.[17]
Abrió un libro y me hizo leer un párrafo en voz alta:
—«De esas corrientes telúricas las hay que nacen de los movimientos de las aguas
subterráneas; otras de fallas de terrenos que han puesto en contacto suelos de
diferentes naturalezas, que acusan diferencias de potencial en los cambios de
temperaturas y otros más que vienen de lo más profundo del magma terrestre».[18]
—Hoy se empieza a admitir que el hombre no es ajeno a las leyes generales que
afectan al universo —prosiguió—. El universo está sujeto a una serie de ritmos
interrelacionados, a manera de un gigantesco aparato de relojería en el que unas
piezas regulan el funcionamiento de otras. Podemos hablar de ritmos solares, lunares,
planetarios e incluso galácticos.
»Esos ritmos afectan a la naturaleza desde el organismo más simple, incluso
desde el objeto de apariencia más inerte, hasta el ser más complejo que llamamos
hombre.[19]
»El hombre está sometido a una serie de biorritmos (respiratorio, cardíaco, etc.)
relacionados con la naturaleza exterior. El equilibrio de un ser exige su adaptación a
los ritmos del lugar en que habita. En los lugares recorridos por corrientes telúricas,
la naturaleza ejerce profunda influencia en el hombre.
Me señaló otra página de otro libro y me hizo leer:
—«En estos lugares, las personas con facultades supranormales vibran como
arpas, captan, transmiten mensajes, entran en comunicación con entidades y revelan
más claramente los poderes de que gozan.[20]
»El dolmen es piedra de religión. Está situado en un lugar donde la corriente
telúrica ejerce en el hombre una acción espiritual; está situado en un lugar donde
“alienta el espíritu”. Recrea la caverna en el seno mismo de la tierra, en la habitación
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dolménica, donde el hombre va a buscar el don terrestre».[21]
—Los antiguos santuarios y lugares de culto suelen situarse donde las corrientes
telúricas son más evidentes —concluyó—. Esto presupone un cierto conocimiento de
tales corrientes por parte del hombre primitivo, que podría remontarse al Paleolítico.
«Los lugares donde, a causa de sus naturalezas, se juntaban las corrientes telúricas y
las corrientes aéreas originaban dragones, tarascas y Melusinas».[22]
—Como el dragón representado por el lagarto de Jaén —dije.
—Exacto. Como ése y muchos otros. Algunas de estas corrientes eran positivas,
pues favorecían la fecundidad de la tierra o de los animales. Se señalaban con piedras
enhiestas o menhires, que, además, contribuían a fijarlas y a recoger las corrientes
celestes. «Eran piedras de fecundidad, pues acumulaban las propiedades
fecundadoras de la Tierra y del Cielo».[23]
»La existencia de menhires y piedras enhiestas nos demuestra que el hombre
primitivo conocía los factores telúricos que condicionaban su entorno natural, y los
modificaba en su provecho. Los que levantaban megalitos practicaban una especie de
acupuntura terrestre. Igual que el cuerpo humano o animal, la tierra está recorrida por
corrientes diferentes de las magnéticas y bastante mal conocidas en su naturaleza,
pero que no pueden permanecer inactivas en las capas geológicas que atraviesan y,
por lo tanto, no pueden quedar inactivas sobre la vegetación.[24]
»En las regiones donde los megalitos abundan, los campesinos los respetan
aunque estorben el laboreo de sus campos. Están convencidos de que atraen la lluvia
y fertilizan la tierra».[25]
Pocos días después regresé a España. Cuando comuniqué mis descubrimientos a
Juan, comentó:
—Parece que todo encaja. En el Jaén del siglo X todavía se tenía conciencia de la
existencia de una poderosa corriente telúrica que recorría su territorio. El nombre que
le daban entonces era «la carrera de las nubes». Según el historiador árabe Al-
Himyari, el valor de una finca en Jaén dependía de su ubicación respecto a la carrera
de las nubes.[26] Si la finca estaba comprendida dentro de dicha carrera, alcanzaba un
precio mucho más alto que si no lo estaba, puesto que su tierra se consideraba más
fértil. La explicación científica que le daban a este hecho era que, por alguna razón
desconocida, las nubes solían agruparse a lo largo de este corredor y descargaban allí
su lluvia. Evidentemente, se trata de una explicación forzada, porque a cualquier
observador actual se le alcanza que a lo largo de aquella pretendida carrera de las
nubes no llueve más que en sus contornos.
Sin embargo, el agricultor de la época de Al-Himyari todavía estaba dispuesto a
pagar mucho más por la tierra situada a lo largo de aquella línea misteriosa que
discurría entre Otíñar y Perulera.[27]
El cerro de las peñas de Castro está partido cerca de su cima y forma dos núcleos
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rocosos que recuerdan las tetas de una cabra. Por todas partes se descubren restos de
población antigua, especialmente musulmana. En la cima quedan ruinas de una
atalaya y de un lienzo de muralla, de dos eras y de un molino aceitero de época
musulmana. A sus pies se levanta el impresionante paredón de la torre Bermeja.
En las peñas de Castro aparecen restos prehistóricos de la época en que se
pintaron los abrigos del cerro Veleta y se esculpió el santuario del barranco de la
Tinaja: hachas votivas donadas por los devotos al santuario o lugar santo del monte y
dos corredores, uno de ellos tallado en la roca viva al pie de la peña, con pinturas
prehistóricas similares a las de Otíñar y cerro Veleta. Desgraciadamente, el corredor
está cegado y no se sabe adónde conduce.
El segundo túnel es natural y atraviesa de un lado a otro la cima de una de las
peña de Castro. En una de sus paredes, algo desdibujados por el tiempo, aparecen tres
trazos convergentes (\!/) parecidos al signo del libro del gitano sanador sobre la Mesa
de Salomón.
El mismo signo que aparecía en un ladrillo del manantial de la Malena.
Los lugares de la oración sanadora se localizan en una línea recta de doce
kilómetros de longitud que sigue el trazado de una corriente telúrica. En algún
momento de la prehistoria este trazado quedó fijado por una serie de hitos.
Probablemente, los hombres que levantaron estos monumentos habían evolucionado
tanto que ya no eran capaces de detectar por instinto la presencia de las corrientes
telúricas. Eran todavía conscientes de su influencia, pero no sabían ya explicarla. Por
lo tanto, aquella sucesión de lugares adquirió para ellos un significado religioso. De
este modo se explicaba la existencia de un Caño Santo, en un lugar todavía hoy
sagrado de la catedral, y un poco más lejos la leyenda del lagarto de la Malena, el
dragón resultante de la confluencia de una corriente telúrica y otra aérea.
No nos fue difícil alcanzar una conclusión lógica. Todo lo que habíamos
descubierto a lo largo de aquella línea ley parecía relacionarse con los cultos a la
fecundidad. Las piedras esféricas eran imagen del Huevo de la Creación. La Diosa
Madre o Virgen, asociada a estas piedras, era imagen de la naturaleza fecunda que da
vida a ese Huevo. Para el hombre primitivo fecundar es crear, es dominar la
naturaleza, es hacer que la naturaleza se someta a sus leyes.
La Fecundidad es el conocimiento de la clave de la Creación, la primera
preocupación inteligente de la especie humana.
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Fig. 19. El dolmen del cerro Veleta
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Fig. 21. Venus de Torredelcampo.
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3
La espiga y la diosa
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»Cuando aumentó la población, la vida de los primeros agricultores se tornó más
difícil. La obsesión por asegurar la fecundidad de la tierra y de los animales, de la que
dependía la supervivencia de la comunidad, se concretó en unas prácticas mágicas
centradas en torno a la estrella Spica y a la Luna.
Un bedel asomó la cabeza. Deianus alzó una mano a guisa de saludo y despedida.
El bedel desapareció.
—En la profunda noche de los tiempos —prosiguió—, el hombre primitivo
contemplaba fascinado la bóveda celeste. Adoramos aquello que no nos explicamos
y, al propio tiempo, nos esforzamos en penetrar y dar sentido a lo que ignoramos.
»En los inicios de la revolución agrícola, hace unos catorce mil años, el
equinoccio de primavera tenía su punto vernal (o punto del sol en el ecuador celeste)
en la constelación de Virgo.
»Los sumerios llamaban a la constelación Bad-Tibira y a su estrella principal, Sib
(la Spica actual). Los primeros agricultores relacionaron la constelación de Virgo con
la diosa de la fertilidad Deméter, Ceres, Perséfone y los distintos nombres de la Diosa
Madre que, andando el tiempo, se ha transformado en la Virgen o Madre Divina.[28]
»El hombre primitivo observó que la estrella Spica, la principal de la constelación
que hoy llamamos de Virgo, desaparece en el horizonte del cielo nocturno el quince
de agosto, lo que coincide con el agostamiento de la vegetación. Era el tiempo de
recoger el trigo ya seco y maduro. Spica vuelve a aparecer en el cielo nocturno el
ocho de septiembre, coincidiendo con el momento de la sementera.[29]
»La mente primitiva asoció el ciclo agrícola, del que dependía la fecundidad de
las cosechas, con el de la misteriosa estrella Spica, que, de algún modo mágico, regía
la alternancia estacional que hace crecer el cereal. Por eso precisamente la llamaron
Spica, “espiga”.
»Entre los egipcios ocurre lo mismo, pero allí la referencia del año agrícola la
suministra el orto helíaco de la estrella Sirio (su primera aparición al amanecer), que
coincidía con la primera inundación anual del Nilo, que cubría la tierra con una capa
de limo fertilizante. La constelación de Orión precedía a Sirio en una hora.
Estaba claro: en diversas culturas de la Antigüedad, las piedras sagradas son la
representación de la divinidad vinculada a cultos astrales de significado agrícola.
—La fuerza fecunda de la tierra y de las hembras se personificaba en la Diosa
Madre, Gran Diosa o Diosa Blanca —prosiguió el profesor—. Aquellos agricultores
comenzaron a venerar pequeñas figurillas de exagerados rasgos femeninos que los
arqueólogos denominan, un tanto humorísticamente, venus.[30]
»Cada pueblo, cada religión del Mediterráneo, tuvo una Diosa Madre,
representante de la estrella Spica dispensadora de fecundidad. La Diosa Madre se
asociaba a la estrella, era reina del cielo y madre de los otros dioses que se derivaron
de ella.
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»Por todas partes la misma historia. La Diosa Madre recibe distintos nombres en
distintas culturas: la Sarrat Same de los babilonios; la reina de las espigas, Ishtar,
como nombraban al planeta Venus; la egipcia Isis y Hathor; la india Lacksmi; la
Cibeles de Asia Menor; la fenicia Astarté; la cartaginesa Tanit…
»Hubo un momento en que los cultos de Venus, Astarté e Isis se confundieron, ya
en los albores de nuestra era, cuando el imperio romano uniformaba el mundo
conocido. Pero entonces llegó el cristianismo, que hizo tabla rasa de los cultos
anteriores. A pesar de todo, la Diosa Madre, la constelación de Virgo, la estrella
Spica, perduraron confundidas en la Madre de Cristo, la Virgen María.
—Eso parece una afirmación arriesgada, profesor —objeté.
—¿Arriesgada? Nada de eso. Los días de la Diosa Madre eran el 15 de agosto y el
8 de septiembre, ocaso y orto helíaco, respectivamente, de la estrella Spica. En el
calendario cristiano la Asunción de la Virgen María se celebra el 15 de agosto y el
nacimiento de la Virgen, el 8 de septiembre. «La coincidencia de los acontecimientos
astronómicos es tan grande que puede considerarse excluido el azar».[31]
»Hoy se ha perdido la memoria de estas asociaciones, pero en la Edad Media,
cuando se construían las catedrales góticas, estaba todavía presente en el
conocimiento de unos pocos iniciados. Esto explica que la Virgen y el Niño
representen el signo de Virgo en el zodíaco de la vidriera de la catedral de Notre
Dame de París y explica también que los templarios se interesaran por los santuarios
matriarcales y los cristianizaran instituyendo en ellos el culto a las Vírgenes Negras.
—¿Y el culto a la Luna? —pregunté.
—Junto a la estrella Spica, la Luna ocupó un lugar importante en el culto a la
fecundidad. De hecho, aquel gran escenario de la noche parecía existir sólo para que
la cambiante Luna ejerciera su fría fascinación. Noche tras noche, el disco de plata
cruzaba la bóveda celeste, crecía, decrecía, moría y resucitaba. El hombre primitivo
se percató de la influencia del astro frío sobre las aguas. La Luna regía las mareas,
por lo tanto, también tenía poder sobre la lluvia, de la que dependía el crecimiento de
la espiga. La Luna era señora de la vegetación. Todavía hoy el aparcero de una finca
de Pembroke aguarda a que la Luna esté en cuarto menguante para recoger sus
hortalizas o a que brille la luna nueva para sembrar.[32]
—Además, el ciclo lunar de veintiocho días se relacionaba con el ciclo menstrual
de la mujer —apunté.
—¡Claro! Por eso la Luna se consideraba señora de la fecundidad en sus más
variados aspectos. Era femenina, desaparecía del cielo, moría, y luego volvía a
resucitar. La vegetación, que le estaba sometida, también moría y resucitaba,
siguiendo el ritmo de las estaciones. Pero el hombre también moría. Por consiguiente,
su resurrección, su inmortalidad, dependerían del poder mágico del astro frío.
Deianus hizo sonar una campanilla y el bedel apareció portando una bandeja con
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dos copas de oporto que depositó en la mesita delante de nosotros.
Tomamos el primer sorbo en silencio.
—¡Qué hermosa la vida! —murmuró Deianus, paladeando el licor—. Otro
símbolo relacionado con la Luna es la serpiente —prosiguió—. El agua nace en los
manantiales y luego se desliza por entre las piedras, «serpeando» como la serpiente
que abandona su escondite subterráneo y avanza con movimiento ondulante, tan
imposible de seguir por el ojo humano como el rápido curso de las aguas. La húmeda
serpiente se asoció a la Luna, señora de las aguas, la línea ondulada simboliza por
igual las aguas y la culebra.
»El símbolo de la serpiente es tan antiguo que ha ido enriqueciéndose con gran
cantidad de atributos: es la «fuerza» de la Luna, es la inmortalidad por metamorfosis
(puesto que la serpiente se renueva, pierde la piel vieja y renace), es la fecundidad
lunar y es la ciencia y la profecía, la sabiduría y la magia. Como inmortal, encarna los
espíritus de los muertos.[33]
»En la mente del hombre primitivo se formaron asociaciones que inspiraron
dioses y mitos: Luna-lluvia-fertilidad-mujer-serpiente-muerte-regeneración periódica.
[34]
»El hombre se aferraba a la continuidad de la vida más allá de la muerte, del
eterno retorno, de una fuerza que se manifiesta en el ritmo de la fecundidad, en el
revivir de la vegetación en la armonía de un cosmos o mundo ordenado.[35]
El Rey Sagrado
En los tiempos del matriarcado, una mujer a la que denominaremos reina gobernaba
la tribu como encarnación de la Diosa Madre, pero, al igual que ella, necesitaba un
hombre que la fecundara y asegurase, a través de ella, la fecundidad de la tierra, de la
que dependía la supervivencia de la tribu. El cónyuge de la reina era el Rey Sagrado.
La ceremonia de su designación simbolizaba la unión del rey Sol con la reina Tierra.
El ritual incluía el asesinato ficticio del rey durante la ceremonia del baño. Tenía que
morir como miembro de la tribu o clan al que había pertenecido para resucitar como
miembro de la tribu o clan de la reina. Como se sabe, el baño es imagen de muerte y
renovación.[36] Éste es también el sentido primigenio del bautismo cristiano.
Recordé los tres Reyes Sagrados que reciben su baño iniciático en el coro de la
catedral de Jaén.
En los tiempos más remotos, se sacrificaba al rey en cuanto la reina quedaba
embarazada. La preñez de la reina, y por lo tanto de la Diosa Madre, era la imagen de
la Creación del cosmos y el cosmos «sólo se crea por el sacrificio o autosacrificio de
un dios».[37]
El rito exigía el sacrificio del rey al final de cada Año Sagrado, pero como la idea
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de morir no entusiasmaba al monarca, con el tiempo se consiguió que un sustituto, a
menudo un niño, ocupase su lugar, o que su castración o cojera simbolizasen su
muerte.[38] Finalmente, se humanizó aún más la ceremonia y la cojera real era
solamente fingida.[39]
El Año Sagrado no debe entenderse como un año de 365 días, sino como Gran
Año, o período en el que el año solar y el año lunar del solsticio de invierno se
sincronizan y coinciden, lo que sucede cada diecinueve años.[40]
Comenzaron a llegar otros profesores para la tertulia académica de la tarde y me
despedí de Deianus.
—Téngame informado de sus investigaciones —me dijo— y procuraré ayudarle.
Asesinato en el baño.
La conversación con el erudito me suministró materia para pensar. Los Reyes
Sagrados morían en el agua, según el rito más antiguo, el de los tiempos de la Diosa
Madre, que deja su huella en algunas tradiciones históricas: Osiris, Hércules, Minos y
Agamenón perecen asesinados en el baño.[41]
Había algo en estas historias que resultaba familiar. Una antigua tradición de Jaén
señalaba el asesinato de un rey moro en los baños de la Magdalena, en el subsuelo del
actual palacio de los condes de Villardompardo, un tal Alí, muerto el 22 de marzo de
1018.[42]
Recordé el peñón de Uribe, mencionado en la oración del gitano y su emotiva
leyenda: un muchacho casadero que llevaba al hospicio a su padre impedido lo
depositó sobre el peñón de Uribe para descansar y despedirse de él. El anciano
rompió a llorar. «¿Por qué lloras, padre?», preguntó el hijo. «Porque recuerdo el día
en que llevé a mi padre al hospicio, como ahora haces tú conmigo. También yo lo
senté en esta piedra para despedirme de él». El hijo, arrepentido, cargó de nuevo con
el padre y lo condujo de vuelta a casa.
Las versiones más arcaicas de esta leyenda inmemorial sugieren su origen astral.
El joven es el Año Creciente; el viejo, el Año Menguante; la mujer con la que se casa
el joven es la Diosa Madre. Cada Año Sagrado, el Rey Sagrado se renueva y el que
llega se deshace de su predecesor hasta que un acto de piedad interrumpe la cadena
(el cambio de religión, que acaba con el rito sacrificial del Rey Sagrado). La
localización del cambio de Año, precisamente sobre el peñón de Uribe, sugiere la
función que el mítico altar de piedra tuvo en la ceremonia. Es posible que fuera el
altar de sacrificios lo que explicaría las extrañas incisiones y escotaduras labradas en
su superficie.
Dos tradiciones inmemoriales del barrio de la Magdalena aludían claramente al
sacrificio del Rey Sagrado en los tiempos matriarcales, cuando la Diosa Madre
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ordenaba el mundo desde el santuario dolménico y el oráculo de la fuente de la
Malena.
Seguí investigando el misterio de Jaén, mientras el cámara David O’Connor
continuaba postrado a causa del virus marroquí. El forzoso aplazamiento me estaba
resultando de lo más fructífero. Sentía que, por un azar del destino, tenía tiempo para
desenredar la madeja templada. Continué investigando. Supe que hace cuatro mil
años ocurrió uno de esos cataclismos que alteran el rumbo de la historia. Una serie de
tribus indoeuropeas procedentes del Asia Central irrumpieron en el Mediterráneo y
Oriente Medio.[43] Esta vez no eran agricultores, sino ganaderos que practicaban la
trashumancia y habitaban en chozas.[44] Los machos, toros y moruecos, encabezaban
sus rebaños, marcando la dirección y el ritmo de la caminata, mientras las hembras,
vacas y ovejas, los seguían sumisas. Estos pueblos se gobernaban por un sistema
patriarcal basado en el predominio del principio masculino y solar.[45]
Los recién llegados derrotaron a los pueblos autóctonos, agrícolas y matriarcales,
antes de convivir y fusionarse con ellos. Entre el Dios del Trueno de los pastores y la
Diosa Madre de los pueblos sometidos se estableció una rivalidad que todavía
perdura en las invisibles raíces de nuestra sangre o en eso que llamamos, de un modo
impreciso, cultura europea.
Esta rivalidad entre los principios solares y los lunares se manifiesta en los mitos
de lucha característicos de las religiones mediterráneas. Uno de ellos originó la
leyenda del lagarto de la Malena. El lagarto es la serpiente que habita en la gruta del
manantial matriarcal, lunar, del santuario jiennense. El preso condenado a muerte que
mata al lagarto es el héroe solar de los pueblos patriarcales. Su prisión es el recuerdo
del sacrificio de los Reyes Sagrados en los tiempos del predominio matriarcal. El
caballo que monta el héroe es el animal solar característico de estos pueblos, junto
con el carnero, representado por la piel de cordero que sirve de cebo. Y el fuego que
abrasa las entrañas del monstruo, y lo mata, es el Sol mismo.
Esta dicotomía solar-lunar no podía durar eternamente. El anhelo natural del
hombre era conciliar los dos principios, abolir dualismos, «trascender su condición
humana para reintegrarse en la unidad primordial».[46] Ésa fue la gran obra de la
sabiduría de Salomón que los templarios intentaron rescatar dos mil años más tarde.
Transcurrió casi un milenio antes de que se alcanzara una solución de
compromiso entre los principios lunar y solar. La información que tenemos es
fragmentaria, pero sabemos cómo resolvieron este dilema los pueblos que más han
influido en la cultura europea, los griegos y los hebreos.
Era necesario un dios nuevo que desposara a la Diosa Madre. El Dios del Trueno
de los pastores se casó con la diosa matriarcal y engendró en ella a dos mellizos: un
varón y una hembra.[47]
Los griegos adoptaron una religión ecléctica, capaz de satisfacer a las dos partes.
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En adelante, compartirían el poder el principio solar, patriarcal (el Dios Trueno,
Zeus), y el principio lunar, matriarcal (la Reina del Cielo, Hera). Zeus y Hera se
casan, y todos los dioses menores serán sus hijos.[48]
Los hebreos estaban divididos en doce tribus patriarcales y una matriarcal. La
devoción predominante era el dios-toro El, procedente de Asia, al que incorporaron
creencias de la religión solar de Akenaton durante su permanencia en Egipto, pero
cuando se asentaron en Canaán, la tierra prometida, encontraron que los agricultores
cananeos adoraban a la diosa lunar Ashera.[49]
Durante un tiempo, el conflicto entre autóctonos y forasteros pareció insoluble.
Hasta que Salomón, el sabio, resolvió la pugna de modo pragmático: en la nueva
capital de su reino, Jerusalén, levantó su famoso Templo dedicado al dios solar Yahvé
(otro nombre de El), pero muy cerca construyó otro templo dedicado a la diosa
Ashera. En la mitología hebrea, Yahvé estaba casado con Ashera, la Sabiduría, y con
otra diosa de nombre Anatha.
Las noticias que transmite la Biblia están manipuladas para adaptarlas a las
creencias religiosas de cada período, pero, a pesar de este enmascaramiento, diversos
indicios revelan que en Jerusalén hubo otros templos y otros dioses además de Yahvé.
El matrimonio de conveniencia entre Yahvé y Ashera, que aseguraba la pacífica
convivencia de principios solares y lunares, no duró mucho. Después de la muerte de
Salomón, en tiempos de Josías, se prohibió la adoración de Ashera y Anatha. El dios
El-Yahvé reinó en solitario, como dios absoluto.
Las cinco diosas griegas fueron más afortunadas. Aunque estaban en minoría
frente a los siete dioses varones, mantuvieron su influencia hasta que la religión
olímpica se sustituyó por el cristianismo, una religión patriarcal, solar y rígidamente
monoteísta derivada de la judía.
El establecimiento de esta religión patriarcal en las sociedades mediterráneas
obligó a reajustar los mitos lunares. Se suprimió la muerte sacrificial del Rey Sagrado
y se impuso el héroe solar vencedor de la Serpiente o de la Muerte, tan frecuente en
la mitología de los pueblos pastores que originaron las naciones históricas
(indoeuropeos, judíos y turcomongoles).[50]
El héroe solar es el salvador del mundo. Es Teseo, Dédalo, Sansón, Hércules,
Osiris, Minos, Agamenón.[51] Cristo también. Generalmente, el héroe solar es
traicionado por una mujer y asesinado en el baño. La oposición de la mujer-luna y el
baño lustral, donde muere el Rey Sagrado, son elementos familiares desde el mito
antiguo de la Diosa Madre.
Las primitivas religiones de Iberia dejan su rastro en algunos mitos
mediterráneos, especialmente en los grecolatinos. Existen razones para creer que los
mitos griegos más antiguos proceden del sur de la península Ibérica, la tierra de
Héspero, del Ocaso, del fin del mundo, donde sitúan los griegos tres regiones
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fundamentales de su mitología: los Campos Elíseos, el Hades y el Jardín de las
Hespérides, así como el Erebo y el Océano, donde se enfrentan los titanes y los dioses
del bosque tartesio, el imperio de Urano y el reino de Cronos.[52] En estas regiones
habitan también las tres Hespérides, las tres Gorgonas, las tres Parcas, las tres Moiras
o hijas de la noche, los tres Cíclopes y los tres Hecatónquiros.
Las tres Hespérides son las hijas de Atlas, que custodian las manzanas de oro de
la Sabiduría en un jardín o paraíso hasta que Hércules se las roba.
Las tres Gorgonas son Estero, la fuerte; Euriala, la que salta lejos, y Medusa, la
reina, de la que desciende Gerión, el gigante enemigo de Hércules.
Las tres Parcas (Cloto, que hila; Láquesis, que mide, y Átropos, que corta) son las
hijas de la Noche, como también lo son las Moiras, (y la noche es Occidente, el
Ocaso).
Los tres Cíclopes son Brontes, Estéropes y Argos.
Los tres Hecatónquiros son Coto, Briareo y Giges.[53]
En estos mitos clásicos más arcaicos los personajes se presentan en grupos de tres
y son femeninos, o gigantes (resultantes de la demonización de antiguos principios
femeninos).
Estas tríadas descienden de la Triple Diosa que reinaba en los santuarios
occidentales en los tiempos del matriarcado.[54]
En los relieves del coro de la catedral de Jaén, tres Vírgenes se simbolizan con
tres esferas de piedra, imagen del Huevo primordial de la Creación. Y hay tres Reyes
Sagrados en un baño iniciático, todo ello presidido por la imagen del obispo.
El obispo Suárez, que planeó la sillería del coro, era consciente de estas
asociaciones del antiguo santuario de la Diosa Madre que perduraban en el
cristianismo, las había acatado y quería transmitirlas.
Sobre mi mesa de trabajo tenía la fotografía aumentada del relieve en el que el
hombre del turbante muestra un grupo de estrellas al rey. La composición era simple:
arriba, las estrellas; abajo, la piedra esférica; a los lados, las dos figuras humanas. Era
evidente la relación entre el mundo de arriba, las estrellas, y el mundo de abajo, la
piedra.
La piedra ya estaba identificada. Era aquella misteriosa esfera hallada en la
catedral, el Huevo primordial del culto a la Virgen. Pero ¿y las estrellas?
Las estrellas eran seis, dispuestas de este modo peculiar:
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Seis estrellas. Sin embargo, el grupo de estrellas quedaba tan limitado por el
marco superior del relieve que quizá el artista había querido sugerirnos que estaba
incompleto. Algunas estrellas habrían podido quedar excluidas por falta material de
espacio para representarlas.
La Diosa Madre se identificaba con la estrella Spica de la constelación de Virgo.
¿Serían estas estrellas representación de Virgo?
Es más, la mano del hombre del turbante parece dibujar un arco que enmarca la
estrella Spica, que el artista ha diferenciado del resto tallándole cinco puntas, en lugar
de seis.
El cinco, precisamente, uno de los números sagrados de la Diosa Madre.
El mensaje del obispo Suárez está claro. La asociación entre la esfera de piedra, la
constelación de Virgo y el culto a las Vírgenes. Un sabio moro o judío, el hombre del
turbante, había transmitido el secreto de la Diosa Madre a un rey. El rey tiene la
espada desenfundada y en alto. ¿Ataca al hombre del turbante? No. El hombre del
turbante no parece sentirse amenazado. Entonces, ¿qué sentido tiene la espada en
alto? La espada es el símbolo de un rey que ejerce el poder de las armas. De un rey
conquistador. ¿Qué rey conquistador pudo recibir el secreto del hombre del turbante
en Jaén? Sólo uno. El rey cristiano que conquistó la ciudad y su territorio a los moros.
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Fernando III de Castilla, llamado el Santo.
En principio sólo era una hipótesis…
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La mesa de Salomón
Esta evocación inicial parecía más importante que el resto y de algún modo lo
condicionaba.
La mesa del moro. ¿Qué podría ser la mesa del moro? ¿Aludía a una de tantas
leyendas de tesoros ocultos por los moros? Quizá un tesoro oculto en la guarida del
mítico lagarto. ¿Tenía sentido la aparición de Salomón en el libro del curandero
gitano?
—En algunas variantes de la leyenda del lagarto de la Malena se mencionaba que
el lagarto custodiaba la Mesa de Salomón —me confió mi amigo Juan mientras
degustábamos un vino acompañado de queso añejo y rosquillas en la taberna del
Gorrión—. Era tan poco significativo que no lo tuve en cuenta cuando escribí mi
libro.[55] Hasta que por casualidad supe que Salomón había construido una mesa
mágica que vino a parar a España.
Pero empecemos por el principio.
Según una antigua tradición oriental mencionada en el Corán, al final de los
tiempos aparecerá un animal monstruoso que llevará como distintivo el báculo de
Moisés y el sello de Salomón.[56]
En Oriente, un animal monstruoso custodia los objetos mágicos de Moisés y
Salomón. En Jaén, el mítico lagarto custodia la Mesa. Es evidente que se trata de una
misma tradición hoy perdida, que permanecía vigente en el año 711, cuando los
moros cruzaron el estrecho de Gibraltar y conquistaron el reino visigodo de España.
Las circunstancias de la conquista de España por los moros son también
legendarias. Los historiadores coinciden en señalar que en una ciudad de los godos
existía un palacio cerrado, un espacio sagrado en el que nadie, ni siquiera el rey,
podía penetrar… Cada nuevo rey godo añadía un nuevo cerrojo a la puerta, pero
ninguno se atrevía a abrirla porque la tradición aseguraba que si un rey violaba aquel
recinto, el reino se perdería irremisiblemente. Don Rodrigo desafió el tabú, hizo saltar
los cerrojos y penetró en el palacio. Entonces los moros conquistaron la Península.
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Cuando los invasores llegaron a este palacio hallaron en su interior un tesoro
compuesto de joyas maravillosas, que los historiadores árabes enumeran, entre ellas,
«un espejo mágico, grande y redondo que hizo Salomón, hijo de David (¡sobre ambos
la paz!). El que se miraba en ese espejo podía ver en él la imagen de los siete climas
del Universo».[57]
Este espejo era a la vez espejo y mesa, puesto que estaba provisto de cinco patas
(cinco, nuevamente el número de la Diosa). En Ben Abu al-Hakam leemos: «Tenía
tanto oro y aljófar como no se había visto cosa igual. Estaba valorado en doscientos
mil dinares». En algunas leyendas orientales la Mesa era de «berilo verde con
incrustaciones de rubíes y perlas, de 370 pies de diámetro».[58]
Las descripciones del maravilloso objeto discrepan en los detalles, pero coinciden
en afirmar que se trata de la famosa Mesa de Salomón (Fig. 22).
Algunos amuletos medievales pretendían reproducir la Mesa de Salomón en las
partes más nobles de iglesias o edificios sagrados. La idea central que preside estos
dibujos, verdaderos mándalas cristianos o islámicos, es el círculo que encierra
construcciones geométricas más o menos complejas (Figs. 23 y 24).
Era inevitable que la posesión de la Mesa provocara enfrentamientos entre Tariq y
Muza, los dos caudillos árabes de la conquista. «Muza —escribe el seudo Ben Qutaib
— puso estos objetos (la Mesa de Salomón y otra de ágata encontrada con ella) bajo
la custodia de personas de confianza, elegidas por él, y los ocultó a los ojos de los
suyos».
A pesar de esta voluntad de secreto, el asunto de la Mesa trascendió, hasta el
punto de que Tariq «le arrancó un pie con el oro y perlas que tenía y le mandó poner
otro semejante».[59]
Una acción aparentemente absurda. Le arranca un pie a la Mesa y a continuación
la restaura con otro semejante, se supone que también de oro y perlas, tan valioso
como el original expoliado. Esto indica que no se hace por su valor material. ¿Por qué
razón entonces?: la Mesa está cubierta de signos. Su decoración son los signos del
péndulo de Salomón. Tariq lo sabe y quiere restringir el acceso a esta información.
Divide el péndulo de Salomón en dos partes, igual que si rompiera un mensaje en dos
mitades y las ocultara en lugares distintos, como medida de seguridad. La Mesa
mantiene su valor material, pero el desciframiento y lectura de su mensaje sólo será
posible para el que, además de la Mesa, tenga la pata original.
La mutilación de la Mesa no pasó inadvertida. Otro historiador árabe, al-Maqqari,
escribe: «Ya sospechaba Tariq lo que después sucedió de la envidia de Muza, por las
ventajas que había conseguido y que le habría de ordenar la entrega de todo lo que
tenía, por lo que discurrió arrancarle a la Mesa uno de sus pies y esconderlo en su
casa y ésta fue, como es sabido, una de las causas de que Tariq quedase vencedor de
Muza ante el califa en la disputa que tuvieron sobre sus respectivas conquistas».[60]
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El hallazgo de la Mesa de Salomón llegó a oídos del califa de Damasco. Hasta el
más ignorante de los musulmanes comprendía que el valor de aquella Mesa excedía
con mucho el del oro y las piedras preciosas con que estaba fabricada. Hasta el
musulmán más ignorante había escuchado y repetido miles de veces los versículos 11
y 12 de la Sura XXXIV del Corán: «… Salomón tenía espíritus que trabajaban entre
sus manos por permiso del Señor (…), hacían para él lo que quería, desde estrados de
honor e imágenes y platos como fuentes de cobre y acetres sólidos…».
Daba que pensar. Así que los espíritus divinos metidos a orfebres hicieron para
Salomón objetos de metal «trabajando entre sus manos», es decir, inspirándolo,
obedeciendo su mandato. ¿Qué hicieron? Desde luego, la famosa Mesa o Espejo de
aleación de metales o la Mesa de Salomón, que era ambas cosas a la vez: una Mesa
en el aspecto físico y un espejo que sirve para ver, para conocer.
En el año 711, la Mesa formaba parte del botín de los conquistadores de España.
Probablemente, se alarmaron por la notoriedad que había alcanzado su secreto y
pusieron en circulación una historia destinada a ocultar el origen de la Mesa: ¿cómo
va a proceder de Salomón, un profeta muerto hace tantos siglos al otro lado del
mundo? Solamente es una alhaja donada a una iglesia por un rey cristiano, y
sucesivamente enriquecida por otros reyes.
Pero nadie creyó esta historia. De sobra sabían que la Mesa había permanecido
durante años en una cámara que ningún rey godo se atrevió a abrir por la maldición
que pesaba sobre ella, y que el mismo hecho de la conquista del reino godo por un
puñado de musulmanes confirmaba la exactitud de aquella profecía y el poder mágico
de la Mesa.
El califa de Damasco, la voz suprema del islam, reclamó la Mesa. Con fuerte
escolta, la Mesa volvió a los caminos… Y se perdió. Nunca llegó a Damasco ni
volvió a saberse de ella. Como si se la hubiese tragado la tierra. Como si hubiese
regresado a la perfecta oscuridad de su subterráneo.
Una última cuestión. ¿Dónde estaba la Mesa cuando la encontraron los árabes?
¿Qué ciudad era aquella en cuyo palacio se custodiaba el tesoro?
En el libro de Las mil y una noches se dice que la Mesa estaba en un país de los
francos (o sea, de los cristianos) llamado Lebta. Lebta es Ceuta, la ciudad africana
por la que comenzó la conquista árabe cuando su señor, el conde don Julián, facilitó
el paso del estrecho de Gibraltar a los invasores para vengar la violación de su hija
por el rey godo. Lebta o Ceuta debe interpretarse, en términos generales, como la
España visigoda. Otros autores señalan Toledo, la capital del reino, por un
razonamiento lógico: si el palacio pertenecía a los reyes visigodos y Toledo era su
capital, el palacio debió de estar en Toledo. Pero hay otra candidatura menos casual.
Jorge Luis Borges aglutina sus variadas lecturas y, al parafrasear la leyenda del
palacio, habla de «una ciudad que tenía por nombre Lebtit, o Ceuta o Jaén».[61] Así es
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que, descartada Ceuta, cuya mención se explica porque se asocia con la leyenda del
conde don Julián, sólo nos quedan dos posibles candidatos: Toledo y Jaén.
Según otra tradición medieval, recogida en el Victorial de Pero Díaz de Games, el
misterioso palacio de la Mesa de Salomón era obra de Hércules.
Amador de los Ríos identifica la cueva de Hércules con la cripta de algún templo
romano, y ciertamente cueva, y no palacio, la consideran otras fuentes antiguas.[62]
Cerca de Jaén existió una cueva de Hércules. En la vecina Martos se mantiene
una tradición hercúlea relacionada con la búsqueda de la Mesa de Salomón. Por lo
tanto, el palacio o la cueva de Hércules pudieron estar en Jaén. La mención de la
cueva recuerda inmediatamente a los que buscaron la Cava, «los que buscaron la
cueva», una serie de personajes históricos que han buscado la Mesa de Salomón.
La ubicación en Jaén del palacio o cueva de los reyes godos donde se guardaba la
Mesa de Salomón viene refrendada por otros datos históricos.
Durante la conquista de España, Tariq se desvió hacia la población de Mentesa
Bastia, es decir, La Guardia, a diez kilómetros de Jaén, antes de dirigirse contra
Toledo. Aunque urgía ocupar la capital del reino, Tariq se demoró para conquistar
Mentesa Bastia, un aparente error estratégico que no repetiría con ninguna otra
población.
Los historiadores no se explican esta actitud del caudillo. Tariq delega la
conquista de Córdoba en su general Mugit, para lanzarse en pos de una empresa
aparentemente secundaria. «Nos hace sospechar que concedía mucha más
importancia al hecho de apoderarse de Mentesa —escribe un autor— que el hacerlo
de Córdoba». Y añade: «No encontramos una respuesta satisfactoria a estas
cuestiones que nos plantearía el paso de Tariq por Mentesa y su devastador ataque a
la población».[63]
Tampoco tiene explicación lógica el itinerario seguido por Tariq. El camino más
directo de Écija a Toledo es la vía del Calatraveño, a través del valle de los
Pedroches, por el norte de Córdoba. Por lo tanto, «si Tariq se desvió… hacia Martos
es porque tenía manifiesta intención de dirigirse a Mentesa».[64]
Los historiadores encuentran absurda la actitud de Tariq. Pero si admitimos que el
caudillo consideraba más importante apoderarse de Jaén que de Toledo, todo cobra
sentido. La dificultad reside en que Jaén era entonces una ciudad minúscula, carente
de importancia. Es evidente que viniendo de Martos hacia La Guardia (Mentesa
Bastia), Tariq tuvo que pasar forzosamente por Jaén, pero las crónicas lo silencian.
Seguramente, sus escasos habitantes se habrían refugiado detrás de los fuertes muros
de la vecina Mentesa. Pero ¿por qué se detiene Tariq a sitiar y tornar Mentesa, lugar
sin valor estratégico, cuando urge llegar a Toledo cuanto antes? Desde luego, no por
la codicia del botín. Y aparte del botín, sólo las personas podían interesarle. Tariq se
había propuesto capturar a cierta persona. ¿A uno de los refugiados de Jaén? Si
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aceptamos que se desvió por Jaén con objeto de apoderarse de la Mesa de Salomón,
¿para qué quería a ésta o a estas personas? Quizá porque no había encontrado lo que
buscaba, pero sabía que la persona que podía mostrarle el camino hacia la Mesa se
había refugiado en Mentesa. Es muy posible que la Mesa de Salomón no estuviese
encerrada en una estancia del misterioso palacio de Jaén, sino en una cueva.
En la leyenda, el mítico lagarto que habita en el interior del cerro de Santa
Catalina custodia la Malena. Es perfectamente plausible, por lo tanto, que el tesoro no
estuviese exactamente en el palacio sino en algún escondite del monte, que está
hueco según la tradición. Es posible que se accediera al tesoro a través del misterioso
palacio, lo que conciliaría las dos versiones. Recientemente se ha rehabilitado un
tramo del pasadizo subterráneo, que, según la tradición, comunica el palacio de los
reyes moros y el castillo de Santa Catalina, aunque la misma tradición asegura que el
cerro alberga un intrincado laberinto de túneles y cavernas donde se pierden los
hombres que se arriesgan a explorarlo. ¿No buscaría Tariq al hombre o a los hombres
que conocían el acceso a la cámara secreta de la Mesa de Salomón, a través de este
laberinto?
Cuando Tariq llegó a Jaén, la ciudad era un pequeño caserío, Aurigi o Aurgi,
surgido en torno al antiguo santuario de la Diosa Madre y su oráculo. En cualquier
caso, se trataba de un centro religioso, y quizá su sacralidad determinó que la Mesa
de Salomón fuese a parar a aquel lugar. Hoy existe poco acuerdo sobre el origen y
significado del topónimo Aurgi, pero antiguamente se suponía que era “la que
engendra oro”.[65]
En labios de los árabes recién llegados, la antigua Aurigi vendría a pronunciarse
Yayyan o Xauen, de donde procede el actual nombre de Jaén. Por cierto, en el Rif
marroquí el nombre Xauen designa a una ciudad santa.
En Jaén, “la que engendra oro”, nunca hubo minas de oro. La denominación áurea
sólo se justifica como eco lejano de antiguos mitos asociados al santuario de la Diosa
Madre. Los antiguos sabían que en el santuario existía un tesoro. ¿El de Salomón?
La estrategia de Tariq se entiende si aceptamos que antepuso la captura de la
Mesa de Salomón a cualquier otro objetivo, incluidas Córdoba y Toledo, de las que
dependía el sometimiento de España. Esto demuestra que Tariq estaba convencido de
que la Mesa de Salomón se encontraba en el tesoro que los reyes godos custodiaban
en el santuario de Jaén, pero no demuestra que este tesoro existiese realmente.
Y, sin embargo, hay pruebas que confirman la existencia del tesoro. A partir de
Tariq, una serie de buscadores de la Mesa de Salomón consiguen riquezas
aparentemente inagotables. Otra prueba más directa y decisiva es el hallazgo de parte
de este tesoro, el llamado Tesoro de Torredonjimeno, encontrado en extrañas
circunstancias en 1926, en las ruinas de la antigua iglesia visigoda que posteriormente
había cobijado la ermita-santuario de San Nicolás. Nunca se pudo aclarar el número
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de piezas de oro que lo componían, porque muchas de ellas desaparecieron en manos
de intermediarios y especuladores y fueron fundidas para ocultar su procedencia… o,
al menos, esto es lo que se explicó oficialmente. Las pocas piezas que se rescataron
constituyen hoy uno de los más preciosos conjuntos existentes de orfebrería
visigótica.
De la ubicación del escondite de estas joyas, a unos quince kilómetros del
santuario jiennense, puede deducirse que quizá los custodios del santuario dividieron
el tesoro de los godos y lo repartieron entre los diversos escondrijos de los
alrededores de la ciudad.[66]
La leyenda mencionaba un palacio donde los moros encontraron la Mesa de
Salomón.
La leyenda se refería a la existencia de la Mesa de Salomón en el manantial de la
Magdalena, en Jaén. La oración del sanador hablaba del Peñón de Uribe / onde está
el palacio.
Pero ¿hubo en el Jaén medieval un palacio de los reyes?
Jaén nunca fue cabecera de un reino. No tenía por qué haber allí un palacio real.
Y, sin embargo, desde tiempo inmemorial hubo un palacio real en el barrio de la
Magdalena, muy cerca del manantial del Lagarto. El peñón de Uribe, donde se
sacrificaba al Rey Sagrado en tiempos del santuario dolménico, formaba parte de este
palacio. Quizá, en su origen mítico, el palacio lo era sólo para albergar al Rey
Sagrado, lo que explicaría la persistente tradición del palacio real asociada al edificio.
Fernando III se lo reservó, aunque nunca lo habitó porque se construyó otro en lo que
luego sería convento de San Francisco. Esta extraña actitud del rey castellano
confirma el tabú de la leyenda del palacio de los godos, que había acarreado la ruina
del rey Rodrigo.
El antiguo palacio real llamado «de los moros» se transmitió a los otros reyes de
Castilla, sucesores de Fernando III, junto con los secretos de la Mesa hasta que, en
1382, el rey Juan I cedió el edificio a los dominicos. Los frailes construyeron allí un
convento que hoy alberga el Archivo Histórico Provincial. A juzgar por la extensión
de este convento, el primitivo palacio era enorme.
El palacio contaba con una mina de agua que procedía directamente del venero de
la Malena. Un pasadizo subterráneo lo comunica con el palacio de los condes de
Villardompardo, en cuyos sótanos se encuentran los baños de Alí, el lugar donde fue
asesinado aquel mítico rey moro. Nuevamente el recurrente tema del Rey Sagrado
muerto en el baño. El baño existe, el palacio existe y el rey asesinado en el baño es
reiteradamente mencionado en los papeles antiguos…
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Fig. 22. Miniatura de un texto hebreo medieval. La estrella de David se
inserta en el lucero de ocho puntas rodeado de dieciséis estrellas y todo
ello se inscribe en el círculo. En el centro, un espacio octogonal oscuro…
una acumulación de símbolos cabalísticos en torno a la tradición
salomónica.
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Fig. 24. Mándala inspirado en la Mesa de Salomón en un ladrillo visigodo
procedente de Arjona. Museo Arqueológico de Granada. J. Sol, 1991.
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Fig. 25. El rey Salomón y su Mesa. Cerezo Moreno, 1987.
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5
El sabio Salomón
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signos, ecuaciones y fórmulas. En lo que se refiere a su disciplina matemática, no
encontrarán obstáculo alguno. Hablan un idioma especializado que sólo ellos
entienden.
El sistema que llamamos péndulo de Salomón sería, pues, un idioma reservado a
gentes escogidas. La construcción del Templo convocó durante siete años a un grupo
de iniciados procedentes de distintos puntos del mundo.
¿Siete años para levantar una especie de granero rectangular de unos cincuenta y
cinco metros de largo por veintiocho de ancho y quince de alto?
Ciertamente, estaba construido de sillares de piedra caliza y forrado con planchas
de cedro y ciprés y sus paredes estaban decoradas con figuras de querubines, palmas
y flores, pero, en cualquier caso, siete años parece demasiado tiempo para construir
un edificio tan simple, particularmente, si tenemos en cuenta los enormes recursos
económicos y humanos que Salomón allegó para tal empresa.
Debe de existir otra explicación. Quizá el congreso del rey y sus sabios
especialistas trabajó en otras cuestiones. Quizá lo del Templo sólo era un pretexto o
un símbolo.
A la entrada del Templo colocaron dos colosales columnas de bronce llamadas
Jakim y Boaz.
Entre los maestros que trabajaron en el Templo había uno llamado Jaquín (del que
derivan Jacques, Yago, Santiago y sus equivalentes). Jakin en vasco significa sabio.
Diversas cofradías de masones se titularon «los hijos del maestro Jacques» y se
proclamaron herederos de los conocimientos del Templo de Salomón transmitidos a
través de la arquitectura gótica europea.
Según otra versión, las dos columnas Jakim y Boaz fueron obra personal de
Hiram. En sus remates inscribió significativamente el signo de la flor de lis.
Otra leyenda habla de unos obreros que hicieron mal su trabajo y asesinaron al
gran arquitecto. ¿Se referirá a que no supieron guardar el secreto o a que se rebelaron
contra los planes de Salomón?
Los obreros díscolos fueron castigados con la lepra. Sus descendientes, los agotes
del Pirineo, llevarían una pata de oca como señal infamante.
La fama de la sabiduría y riqueza de Salomón atrajo a la reina de Saba, un lugar
al sudoeste de Arabia, el actual Yemen. Cuando comprobó, satisfecha, que la
sabiduría y riqueza de Salomón sobrepasaban lo imaginable, se enamoró de él y
vivieron un apasionado idilio. En la tradición judía, la reina de Saba es el demonio
femenino Lilit, que se disfrazó de mujer hermosa para tentar a Salomón. Lilit es la
diosa babilónica de la Luna, la primera mujer de Adán a la que está consagrado el
sauce.[69] La reina de Saba es la Diosa Madre en la versión maléfica que el judaísmo,
religión solar, ofrece del principio matriarcal.
La condición demoníaca de Lilit se manifestaba en sus pies de palmípeda. El
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astuto Salomón consiguió, mediante una argucia, examinar las piernas de la reina de
Saba, que ella se empeñaba en ocultar. La condujo a una cámara cuyo suelo estaba
alfombrado de espejos y ella creyó que era agua y, con un gesto muy femenino,
levantó sus ropas para evitar que se mojaran. Salomón descubrió entonces que su
enamorada tenía los pies de pato.[70]
La reina de Saba con pies de pato. Como los agotes, los malos obreros del Templo
condenados a la lepra (Fig. 26).
¿Qué sentido tienen estas leyendas?
La construcción del Templo de Salomón encubre el magno esfuerzo del rey judío
por reunir a los sabios del mundo con objeto de hallar el Shem Shemaforash, la
fórmula del nombre del Dios Primordial o principio básico que armonice los
principios solares y lunares.
La reina de Saba es una sacerdotisa matriarcal que concurre a la asamblea. El
secreto de la reina de Saba estriba en su pata de palmípeda, su pata de pato o de oca,
marca de su pertenencia al culto de la Diosa Madre, puesto que la primera
representación de la Diosa Madre es el Huevo que pone la palmípeda.
Entre los antiguos egipcios, Geb, dios de la tierra, lleva en la cabeza una oca o
pato. Su hembra pone el Huevo del Sol.[71] Lo mismo significa la transformación de
Zeus en cisne para llegarse a Leda y el pie palmeado de la Mere Lusine o Melusina
francesa, versión medieval de la Diosa Madre.
La pata de palmípeda origina diversos símbolos universales del matriarcado: la
flor de lis, la vieira o concha de Santiago y esos tres trazos convergentes que
aparecen en los escenarios jiennenses de nuestra historia.
La historia de los canteros malditos que asesinan a Hiram, el gran arquitecto de
Salomón, y se ven obligados a llevar el símbolo de la pata de la oca como emblema
infamante parece una fabulación posterior a Salomón, cuando sus sucesores derogan
el sincretismo solar-lunar y regresan a los cultos patriarcales. Los constructores
malditos que llevan la señal de la Diosa Madre son los que se mantienen fieles a la
tradición matriarcal en un mundo dominado por dioses masculinos.
Encontramos la flor de lis en las columnas del Templo de Salomón, las sublimes
Jakim y Boaz, y también la encontramos en el tocado de la Diosa Madre Hathor. En
el santuario jiennense de la Diosa Madre debieron ofrecer los peregrinos panecillos
votivos con los tres trazos de la pata de la palmípeda. Como queda dicho, el símbolo
se repite en el ladrillo encontrado en el manantial de la Malena en 1969, en la portada
del libro santo del gitano sanador y en una inscultura de las peña de Castro.
Otro símbolo universal de prosapia salomónica es el Nudo de Salomón o
esvástica del Miño, la imagen del laberinto en tres dimensiones, tres o más sogas que
se enlazan sin que se les vean los cabos, para simbolizar la unión y la dificultad del
conocimiento o la unidad esencial del triple principio de los santuarios matriarcales,
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el nudo gordiano que cortó Alejandro.
Salomón permite la construcción de templos a los dioses extranjeros de sus
esposas (tuvo setecientas legítimas, amén de trescientas concubinas). El Templo sólo
fue un pretexto. La única justificación de su obra y el único desvelo del rey fue la
Sabiduría, el Conocimiento. En esa empresa invirtió los recursos de un próspero
estado que controlaba las principales rutas caravaneras de la región; para eso sacrificó
incluso una parte importante de su reino cuando tuvo que saldar su deuda con el rey
de Tiro.[72]
Los desvelos de Salomón rindieron su fruto porque accedió a los más secretos y
ocultos conocimientos del mundo: «Dios otorgó a Salomón sabiduría y gran
entendimiento y anchura de corazón, como la arena del mar. La sabiduría de Salomón
sobrepasaba la de todos los hijos de Oriente y la sabiduría toda de Egipto».[73]
Egipto y Oriente, los polos del conocimiento, según la Biblia, habían rendido su
sabiduría secreta a Salomón.
Las tradiciones orientales recogidas por el Corán aluden a un Salomón al que
están sometidos «el viento tormentoso» (XXI, 81), los genios o espíritus que
«buceaban para él y obraban obra» (XXI, 82; XXVI, 17 y 20), y que el rey conocía «el
lenguaje de las aves» (XXVII, 16-17).
Ya está el Templo construido. Ya está el Arca de la Alianza en su
sanctasanctórum. «Entonces dijo Salomón: Yahvé, has dicho que habitarías en la
oscuridad. He edificado una casa para que sea tu morada eternamente» (I Reyes, VIII,
12, 13).
Queda el Arca de la Alianza encerrada en la oscuridad. Nadie volverá a verla
jamás. Tan sólo el Sumo Sacerdote puede penetrar en el sanctasanctórum, y sólo una
vez al año. La oscuridad y el secreto engullen el Arca, que ya no vuelve a
mencionarse en la Biblia. Se torna tan inaccesible como el inaccesible Dios de Israel.
No pasaría mucho tiempo sin que diversos avatares históricos acarrearan
repetidos saqueos de los tesoros del Templo. Sin embargo, el Arca no aparece. Como
si se la hubiese tragado la tierra.
¿Dónde estaba el Arca realmente?
El Templo que Salomón diseñó era simple: una gran sala rectangular con otra más
pequeña en la cabecera, el sanctasanctórum, donde estaba el Arca. Por consiguiente,
había dos niveles de suelo y el sanctasanctórum, a un nivel más elevado, sobre una
roca. ¿Ocultaba esta roca una cámara subterránea disimulada que los saqueadores del
Templo no descubrieron? Salomón debió preverlo todo, especialmente cuando, en sus
últimos años de reinado, se adivinaba que la grandeza de Israel no duraría mucho.
Para los egipcios, cada pirámide se asentaba sobre otra invertida y subterránea. La
exterior representaba la divinidad del faraón, la oculta, la de la Gran Diosa o Diosa
Madre, su esposa ritual.[74] Salomón, casado con la hija del faraón, heredero de una
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tradición religiosa de origen egipcio (la propia Arca de la Alianza), estaba muy
influido por Egipto. Es probable que al Templo exterior correspondiese otro
subterráneo. Quizá no debajo de él, lo que podría ser complicado, dado que se
asentaba sobre la roca viva, sino más bien en otro lugar secreto.
Una insistente tradición rabínica sostiene que el Arca de la Alianza se enterró.
Otra asegura que el profeta Jeremías la ocultó en una caverna.[75]
La sabiduría de Salomón se confina, a su muerte, al reino de lo subterráneo. Un
mito nos ofrece las claves de la interpretación. El más humilde animal subterráneo, el
ratón, debe avisar a los espíritus que trabajan para el rey de que Salomón ha muerto:
«Salomón no les advirtió de su muerte sino un animal de la tierra (que) mordisqueó el
extremo de su báculo y cuando el rey se desplomó (su muerte) se les manifestó a los
espíritus». (Corán XXXIV, 13).
El báculo de Salomón es el cetro. Símbolo del poder real, pero también la vara de
medir, símbolo del sabio arquitecto, e incluso la vara de los antiguos prodigios de la
magia que Moisés y Aarón sacaron de Egipto. El ratón que roe el báculo es un animal
sagrado de la Diosa Madre.[76] El significado de la alegoría está claro. Al final,
triunfa la Diosa Madre, su ratón roe el poder de Salomón y da con él en tierra. Los
espíritus que seguían trabajando para el rey creyéndolo vivo representan la
continuidad de su obra que la Diosa Madre interrumpe.
A la muerte de Salomón, hacia el –922, el reino se dividió en dos Estados
distintos, Israel y Judá. Jerusalén y el Templo quedaron en Judá, un Estado pobre y
aislado, que sobrevive penosamente durante diecinueve generaciones, hasta que en –
587 cae en poder de Babilonia.[77]
El tesoro del Templo sufrió continuas mermas. El año –918 el rey Roboam
entregó una parte al faraón Sesac (Sensok I), que había invadido su reino, para que
desistiera de atacar Jerusalén. En el año –800 ocurre otro tanto cuando el rey sirio
Jazael planea atacar la capital y Joás se ve obligado a entregarle el tesoro del Templo.
[78]
En –587 Nabucodonosor II sitió Jerusalén durante año y medio, destruyó la ciudad
e incendió el Templo. A los que contemplaban aquellos muros calcinados, les
parecería que el Arca de madera habría ardido.
El tesoro de las ofrendas del Templo engrosó la tesorería del conquistador. Pero el
tesoro esotérico, el de la sabiduría de Salomón, llevaba tiempo en su sanctasanctórum
secreto, accesible tan sólo al Sumo Sacerdote y a su sucesor.
Nabucodonosor deportó a los habitantes de Jerusalén a Babilonia. Los judíos
permanecerían allí (la «cautividad de Babilonia») hasta el –515, cuando, ya bajo el
dominio de los persas, se les permitió regresar a Jerusalén y reconstruir el Templo.
Resultaría prolijo narrar los avatares históricos que acaecieron a la vieja ciudad y
a su nuevo Templo. Así es que avanzaremos en el tiempo hasta el año 70, cuando las
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legiones romanas de Tito asaltan Jerusalén e incendian el Templo reconstruido.
¿Encontraron los legionarios de Tito el escondite sagrado del Arca hasta entonces
inviolado? Los romanos hallaron objetos rituales de los tiempos de Salomón que se
habían librado de anteriores saqueos, lo que confirma la existencia de una cámara
secreta. Ninguna fuente afirma que capturaran el Arca de la Alianza. Aunque, caso de
que dieran con ella, ¿qué era el Arca de la Alianza para un legionario romano? Un
desvencijado baúl de madera, que contenía un revoltijo de antiguallas de barro,
madera o piedra. Los saqueadores pudieron arrancar las planchas de oro que forraban
el Arca y arrojar el resto al fuego.
Los romanos encontraron un tesoro de objetos preciosos que Tito exhibió en su
desfile triunfal en Roma. La procesión del vencedor está inmortalizada en un relieve
del Arco de Tito en el que distinguimos el candelabro de siete brazos del Templo
llevado por los legionarios.
El tesoro de Salomón quedó depositado en el templo de Júpiter capitolino con
otros objetos sagrados procedentes de diversos países sometidos. En 410, el rey godo
Alarico conquistó Roma y trasladó el tesoro a Tolosa, la capital de su reino. Pero en
507, Alarico II, presionado por francos y burgundios, se vio obligado a abandonar
Tolosa para replegarse a sus posesiones de España. El tesoro se puso nuevamente en
camino y fue a parar a algún lugar de la península Ibérica, probablemente, al mítico
palacio o cueva de Jaén donde siglos más tarde lo buscaría Tariq.
La sugerencia era tentadora. Los avatares del tesoro del Templo explicaban que
templarios y calatravos informados en Tierra Santa buscaran la Mesa de Salomón en
Jaén. Pero esta hipótesis suscitaba algunas preguntas difíciles de responder.
En primer lugar, ¿qué relación existía entre la Mesa y el primitivo santuario de la
Diosa Madre? La críptica oración de los gitanos la establecía y otros indicios la
corroboraban. Algunas casas antiguas del Jaén medieval se adornaban con tres o
cuatro circunferencias enlazadas, el símbolo geométrico del Nudo de Salomón,
emblema de la Sabiduría y el Conocimiento del Gran Rey y representación del triple
principio de la Diosa Madre. En otros lugares del barrio se repetía la estrella de
David… (Figs. 27 y 28).
¿Y la flor de lis que adornaba las columnas del Templo y que es también emblema
de la Diosa Madre oriental, Astarté? El esquema más simple de la flor de lis, los tres
trazos convergentes, adornaba el libro del gitano sanador y aparecía en ciertos
relieves de la catedral, en los adornos de la moldura gótica de la calle Valparaíso.
¿Quién ordenó tallar aquella cenefa? El obispo Suárez, el iniciado inspirador de los
jeroglíficos del coro catedralicio…
Las piezas del rompecabezas encajaban. Además, existía un cerro de los Lirios,
nuevamente la flor de lis, integrado en la telúrica línea recta que discurría por los
lugares santos mencionados en la oración del gitano, y aquel cerro estaba colocado
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bajo la advocación de una Virgen antigua.
Una Astarté del siglo –VII o del –VIII encontrada en Cástulo, cerca de Jaén, tocada
con su característica flor de lis y llegada directamente desde la otra fachada del
Mediterráneo donde, por aquel tiempo, reinaba Salomón, confirmaba la existencia de
contactos directos entre estas tierras y las de Fenicia y Palestina de los tiempos
salomónicos.[79] Y el hecho de que el testimonio más típico fuese precisamente una
imagen de la Diosa Madre tocada con la simbólica flor de lis demostraba el
intercambio de creencias entre estas tierras (Figs. 29 y 30).
Había una relación entre el culto de la Diosa Madre y los secretos de la sabiduría
de Salomón. Indagamos al respecto.
Los secretos de Asia y del remoto Occidente se habían unido en la empresa de
construir el Templo de Salomón para que el sabio rey sintetizara la esencia misma del
mundo. Salomón concilio los principios solares y lunares en pugna, lo que se
simboliza en la superposición de triángulos que forma la estrella de su emblema o
sello, la estrella de seis puntas. El triángulo con el vértice hacia abajo es, desde las
primeras imágenes prehistóricas, símbolo de lo femenino y de la Diosa Madre. En la
venus de Torredelcampo marca el pubis femenino. Por el contrario, el triángulo con el
vértice hacia arriba representa lo masculino. En la superposición y entrelazamiento de
estos dos triángulos se contiene la unión ideal de los dos principios, la boda que el rey
sabio celebra en su Cantar de los Cantares, la esencia mística de la sabiduría de
Salomón.[80]
Hasta Salomón, el judaísmo había sido predominantemente solar, pero el rey
rompe con esta tradición para aglutinar, en síntesis feliz, los principios solares y los
lunares.[81] La boda mística de estos principios se refleja en algunos símbolos
salomónicos. Las columnas del Templo, Jakim y Boaz, representan la unión y
complementariedad. Jakim es «yikkon»; es decir, “el que se establecerá”, el Sol,
mientras que Boaz es “en ella fuerza”, la Luna.[82] Jakim es el dios del Año Creciente
y el sol recién amanecido; Boaz es el dios del Año Menguante y de los vientos
destructores.[83] Jakim es la dorada decadencia: Boaz asciende, es el verde
crecimiento.[84]
¿De qué medios dispuso Salomón para transmitir la sabiduría que allegó en sus
obras? El secreto está en la palabra y, más exactamente, en la potencia que se esconde
tras ella.
Según la Cábala, a cada objeto o ser de la creación corresponde un nombre que
contiene su esencia. El nombre secreto evoca la cosa designada, contiene la cosa
misma. Borges lo ha enunciado poéticamente:[85]
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en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
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Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que
la esencia cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
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creadas, regenerables y corruptibles en este mundo».[93]
Otro libro, llamado Tabulae Salomonis, popular entre los ocultistas de la Baja
Edad Media, ofrecía distinta versión.[94]
Es evidente que existía una tradición fundada de la existencia de un legado
secreto de Salomón.
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Fig. 26. La reina de Saba ante Salomón, en el coro de la catedral de Jaén.
El tallista Guierero, un iniciado del grupo del obispo Suárez, ha ocultado
los pies palmípedos de la reina.
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Fig. 28. Nudos de Salomón que adornaban las fachadas de casas antiguas
del barrio de la Magdalena. J. Galán Rosa, 1975.
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Fig. 30. La flor de lis en los relieves de la cornisa gótica del obispo Suárez,
en la catedral de Jaén. J. Galán Rosa, 1975.
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6
La Cábala y el alfabeto
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que a veces eviternos mencionar lo que íntimamente tememos.
La riña de dos gaviotas por una sardina en medio del cielo azul cobalto distrajo
nuestra atención momentáneamente, pero Petros-Beer prosiguió en seguida.
—Los fundamentos de la Cábala son relativamente simples; su desarrollo,
extraordinariamente complejo. El que domina la palabra domina el objeto, lo
entiende. Y entender es la razón misma de la Sabiduría.
—Comprendo —dije.
—Pero Dios —prosiguió—, el Dios Primordial del que se deriva, como de una
fuente remota y necesaria, el caudal todo de la Creación, ha entregado algo más al
hombre: le ha entregado una serie de textos revelados, es decir, directamente
inspirados por Él. Para los judíos y cristianos estos textos son la Biblia o parte de ella.
La causa remota de la Cábala hebraica es, por tanto, el concepto de la «inspiración
mecánica del texto sagrado».[95] En estos textos revelados no hay nada que sea obra
del hombre: son emanación de Dios mismo. «Evangelistas y profetas son secretarios
impersonales de Dios que escriben al dictado… Dios mismo es el que dicta palabra
por palabra lo que se propone decir».[96] «La escritura revelada es, por lo tanto, un
texto absoluto en el que el azar no existe. La sola concepción de ese documento es un
prodigio superior a cuantos registran sus páginas. Un libro impenetrable a la
contingencia, un mecanismo de infinitos propósitos, de variaciones infalibles, de
revelaciones que esperan la sabiduría de un lector capaz de desvelarlas, de
superposiciones de luz. ¿Cómo no interrogarlo hasta lo absurdo, hasta lo prolijo
numérico, según hace la Cábala?»[97] ¿Sabe usted quién era Borges?
—Tengo una idea: un escritor argentino.
—Sí. Se interesó por la Cábala y la usó en algunos escritos. Borges decía:
«Burlarse de tales operaciones es fácil, prefiero procurar entenderlas». Nunca un
profano comprendió mejor el desvelo minucioso de tantas generaciones de cabalistas,
que consagraron sus vidas al esclarecimiento de una aparente quimera.
Asentí.
—La escritura revelada por Dios —prosiguió Petros-Beer— no puede contener ni
una tilde que sea fruto de la casualidad. Una emanación directa y voluntaria de Dios
debe forzosamente participar de la perfección divina. Por lo tanto, el Libro, que es
parte de Dios mismo, es un sistema perfecto, cerrado, glorioso, a través del cual
pueda el hombre remontarse a la comprensión de la obra divina. De este modo el
hombre trasciende sus propios límites y se eleva por un camino lleno de obstáculos,
ciertamente, que lo acerca, por encima de sus limitaciones, hasta la inteligencia de
Dios. El Libro es una escalera para llegar a Dios.
—¿No es un acto de soberbia intentar entender a Dios? —objeté.
—En absoluto —replicó el cabalista—. Dios no puede repudiar ese acercamiento
del hombre puesto que le ha legado las claves de su obra en el Libro sagrado
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inspirado por Él. La comprensión de la obra de Dios implica el conocimiento del
mundo y de sus mecanismos. Conocer es poder.
—Luego la Cábala puede conducir al poder —repuse.
—En efecto, usted lo ha dicho. El problema es que entre la teoría y la práctica
media un abismo. ¿De qué medios disponían los cabalistas para salvar ese abismo?
¿Consiguió alguno de ellos salvarlo, o todo fue una mera ilusión?
—¿Podría explicarme cuáles eran esos caminos? —pregunté.
—Lo intentaré. Algunos cabalistas los han expuesto como el que describe los
detalles de un prolijo mapa. Claro que conocer un mapa dista mucho de conocer el
paisaje del territorio que representa.
»Atienda: la palabra Cábala significa, en hebreo, “lo recibido”. Se han formulado
muchas definiciones de esta materia falsamente llamada ciencia, puesto que no es
sistemática. Se la ha llamado «saber secreto», «matemática sagrada», «lenguaje
místico», y de muchas otras maneras.
»La Cábala es un don de Dios al primer hombre que Dios le reveló a Moisés en el
Sinaí junto con la ley escrita. En el siglo II un rabino galileo, Simeón bar Yojai,
codificó las enseñanzas cabalísticas en el Zohar (Libro del Esplendor). Es de suponer
que la Cábala llevaría siglos de silenciosa evolución entre los sabios judíos como
sabiduría secreta reservada a los iniciados. Hay un texto cabalístico, Lámpara Santa,
que dice «el mundo sólo es estable en el secreto».[98]
»Otro texto fundamental de la Cábala, el Raza Abba o Gran Misterio, data del
siglo X, pero esta sabiduría secreta no empieza a denominarse Cábala hasta el siglo
XII, cuando Yehuda ben Barzilai, de Barcelona, emplea por vez primera la palabra.
»La Cábala es la química del espíritu divino. A partir de una serie de letras, que
también son cifras, Dios creó el mundo nombrando a las cosas. Nombrar es crear de
la nada. Es el sentido mágico de la Palabra en su enunciación bíblica. En un principio
fue el Verbo. La potencia divina era el Verbo, es decir, su propia Palabra, y a partir de
la Palabra existió todo lo demás.
Pasó un vendedor ambulante de helado, un viejo marino cojo, y saludó a Petros-
Beer, que le devolvió el saludo.
—Cuanto vemos en el universo —prosiguió el cabalista— corresponde a su
modelo ideado por Dios. «No existe ni el menor objeto en este bajo mundo que
carezca de equivalente en el mundo de Arriba por el que es regido», dice Rabí Ytsjak.
Al comprender la esencia del objeto de Abajo entenderemos la del objeto de Arriba.
Y entenderlos es poseerlos. Por este camino Dios permite al hombre participar de su
Sabiduría y de su Poder.
»Las letras-cifra emanadas de Dios se reciben a través de ciertos textos revelados,
es decir, compuestos por la propia divinidad. Si estos textos proceden de Dios mismo
es posible deducir a través de ellos los secretos de la divinidad. Esa labor de análisis y
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deducción es el trabajo de los cabalistas.
»El conocimiento del nombre verdadero de una cosa otorga poder sobre ella. El
conocimiento del nombre de un dios otorga poder sobre él. El conocimiento del
nombre del Creador, del principio máximo, otorga poder sobre su obra, es decir,
sobre la Creación misma.
—¡Es el Poder sin límite! —murmuré.
—Exacto. El cabalista efectúa sus cálculos sobre el alfabeto sagrado, el hebreo,
veintidós letras, de las que tres son madres, siete dobles y doce sencillas. «Cada letra
de fundamento es un concentrado de energía divina».[99]
»A cada letra del alfabeto hebreo le corresponde un número. En el universo todo
puede reducirse a medidas y las medidas se expresan en números, es decir, en letras.
»Tomemos, por ejemplo, la primera palabra de la Biblia, la primera que, para los
cabalistas, sale de la boca de Dios, Breshit. Esta palabra empieza por la letra B, una
de las llamadas «madre». También es la inicial de Braja o bendición. El libro sagrado
empieza por una bendición.
»En el ajedrez un número limitado de piezas genera un número ilimitado de
combinaciones, en el libro sagrado un número limitado de palabras expresa un
número infinito de mensajes. El Libro Sagrado contiene la sabiduría de Dios y su
Poder. Cada letra puede reemplazarse por su cifra correspondiente y estas cifras se
someten a otras operaciones —tomó una cuartilla y un lápiz y se puso a escribir—.
Aquí tenemos la palabra Yayin, que significa vino. Las tres letras que la componen
suman 10 más 10 más 50, es decir, setenta. También la palabra Sod, secreto, suma 70
(60, más 6, más 4). Esto confirma el proverbio cabalista Ninkhas Yayin Yatsa Sod,
«del vino sacarás el secreto».
—¡Extraordinario! —exclamé.
Garrapateó nuevas palabras en la cuartilla:
—Las letras de Ahavah, “Amor”, suman 1, más 5, más 2, más 5, es decir, 13. La
palabra Ehad, “uno”, también suma trece (1, más 8, más 4): Amor equivale a Uno. Si
sumamos Amor y Uno el resultado es 26. El nombre de Dios consta de cuatro letras
que valen 10, más 5, más 6, más 5, es decir, 26. Luego Amor y Uno hacen la cifra de
Dios. Y si vamos a la escritura revelada, en el versículo 26 del Génesis está escrito:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen».
—¡Caramba!
—Los sentidos de la cifra divina son inagotables —prosiguió Petros-Beer con sus
anotaciones—: Desde Adán hasta Moisés transcurrieron 26 generaciones. 26 es la
diferencia numérica entre el nombre de Eva (que vale 8, más 6, más 5, es decir, 19) y
el de Adán (que vale 1, más 4, más 40, es decir, 45).
»Hacia el siglo vi algunas doctrinas cabalísticas se habían sistematizado en el
Sepher Yetsira o Libro de la Formación. Según éste, Dios creó el mundo a partir de
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tres entes superiores o Sepharim: el Sephar (las letras-cifra), el Sapor (la letra oral) y
el Sepher (la letra escrita).[100]
—¿Qué hay de los Sefiros? —pregunté para demostrar que, aunque poco, algo
sabía.
—Los atributos de Dios, con los que el cabalista intenta comprenderlo y
remontarse a su poder, son los diez Sephirot Belima (la Corona, la Sabiduría, la
Inteligencia, la Misericordia, la Severidad, la Belleza, el Triunfo, la Gloria, la Causa
y la Dignidad Real). La formulación precisa de estos atributos se plasma en el
llamado árbol sefirótico.
»Pero acceder a la sabiduría divina no es empresa fácil. El número de
combinaciones de las veintidós letras del alfabeto sagrado es infinito, puesto que,
además de letras, son cifras. La Verdad es única, pero los posibles caminos para
acceder a ella son infinitos. Para reducir su estudio a una escala humana y manejable,
los cabalistas han trazado una serie limitada de vías que son como las rutas del
caravanero en el vasto desierto o las del marino en el inmenso mar.
—¿Eso son los Sefiros?
—Procedamos con calma, la Cábala se contiene en 32 vías, que representan ideas
absolutas y reales. Los radios de una circunferencia pueden ser infinitos, pero la
Cábala ha escogido sólo 32 para llegar al centro porque la inteligencia del hombre es
finita. También se señalan 50 puertas de acceso al conocimiento que clasifican a los
seres en cinco series de a 10. Abrazan todos los conocimientos posibles mediante el
estudio de cada serie por ella misma y por sus relaciones con las otras. En cuanto a
las vías, están representadas por los 10 números de la aritmética y las 22 letras del
alfabeto hebreo.
»Es evidente que se trata de una compleja y absorbente actividad. El sabio puede
dedicarle toda una vida de intensa meditación y trabajo sin acercarse a la meta. Es, en
cierto modo, una alquimia espiritual que destila el alma del cabalista hasta hacer que
el camino constituya toda la justificación de su viaje.
»Vista desde fuera, la propuesta es descorazonados, pero quizá existan atajos en
ese camino.
—¿Atajos? —dije—. ¡Eso ya es otra cosa!
—Lo que no hay son atajos para evitar los atajos. Existen guías secretas que
conducen directamente a la meta del viaje, pero el viaje es indispensable en cualquier
caso y extremadamente laborioso.
—Pero la tradición asegura que Salomón poseyó la sabiduría perfecta porque
accedió a la Sabiduría divina, aún joven —insistí.
Petros-Beer sonrió.
—El único camino más corto y seguro lo tendrá el que posea el formulario
secreto de Salomón inscrito en su Mesa, según unos, y en el Cantar de los Cantares,
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según otros. En eso consiste el secreto de la Mesa de Salomón. Rabí Simeón, una de
las mayores autoridades cabalísticas, escribió: «Todos los tesoros del Rey Supremo
están encerrados en una sola Clave».[101]
Estuvimos hablando hasta muy tarde. Le conté que la oración del gitano sanador
relacionaba una serie de lugares identificables como santuarios de un culto a la Diosa
Madre con la Mesa de Salomón, el sabio que había conseguido emular la Sabiduría y,
por tanto, el Poder divino, al hacer compatibles los principios femeninos y
masculinos de la divinidad, remontándose al Nombre del Poder, esencia de Dios
Creador.
Cuando me despedí era de noche. Me abrí camino entre los turistas alemanes que
abarrotaban las cervecerías del paseo marítimo y regresé a la convencional habitación
del hotel Zorba. Me duché con agua tibia sintiendo mi musculatura vibrar bajo el
agua jabonosa.
Pasé la mano por el espejo empañado y el trozo limpio me devolvió mi cascada
de cabello rubio acabado wet y mi rostro atezado por el sol.
—Todavía nos queda un largo camino por recorrer —me dije.
Y salí a la noche griega, que se me ofrecía plena, con todos sus encantos.[102]
El alfabeto
Petros-Beer me había invitado a almorzar al día siguiente. Me presenté con un ramo
de rosas adquirido a la florista del hotel, una chica menudita y agraciada, salvo por el
bigote, que atendía por Alexandra.
El almuerzo fue sabroso y frugal: musaka, pez espada a la brasa y yogur con
nueces.
Tomamos café en la terraza sombreada que domina la playa.
Conversamos sobre el alfabeto hebreo con el que opera la Cábala.
—El alfabeto supone un esfuerzo por integrar al hombre y al cosmos en idéntico
ritmo explicó Petros-Beer. Esto es aplicable a cualquier alfabeto en sus inicios. «En
tal sentido, las virtudes de sus sonidos pueden despertar centros de energía cósmica».
[103] Las letras pueden ser «la llave del hombre iniciado para acceder a los planos
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connotaciones místicas de los números».[104]
»Hoy se piensa que el alfabeto lo inventaron los cananeos hace unos tres mil
quinientos años. De los fenicios pasó a los hebreos y a otros pueblos semitas, y luego
a los griegos, que lo divulgaron por el Mediterráneo.
—¿Y no es así?
—No del todo. Estrabón, nacido en el –63, señala que en la España de su tiempo
los turdetanos sabían escribir y recitaban poemas y leyes en verso de más de seis mil
años de antigüedad.[105] Si estas obras estaban en verso, es evidente que tenían que
basarse en algún tipo de escritura alfabética. Aquí tenemos un firme candidato a la
invención del alfabeto, anterior, como mínimo, en 4500 años al que nos propone la
ciencia oficial, es decir, al fenicio. No obstante, es posible que los cananeos
inventaran el alfabeto hace casi cinco milenios, del mismo modo en que Colón
descubrió América en 1492. Es cierto que América recibió visitantes europeos
anteriormente (los vikingos, en el año 1000), pero fue Colón el que divulgó en
Europa la existencia del nuevo continente. De la misma manera, el alfabeto se pudo
inventar en la península Ibérica, aunque fueran los fenicios los que divulgaron su uso
muchos siglos después.
—¿Y por qué no se divulgó el alfabeto de la península Ibérica? —pregunté.
—Quizá sus inventores lo utilizaron para transmitir conocimientos sagrados
limitados a unos pocos iniciados. En este caso, la escritura no se confiaría a
materiales duros, piedra o arcilla cocida, sino a papiros, madera y otros soportes
fáciles de borrar en caso necesario.
»Los cananeos pudieron conseguir el invento, o su simple mecánica, en uno de
sus múltiples y bien documentados contactos con el sur de la península Ibérica.
Después pudieron divulgarlo y explotarlo en provecho propio. Esto explicaría que el
alfabeto surja en Canaán casi de pronto, sin apenas evolución previa.
»Muchos siglos después, una forma de ese alfabeto de origen fenicio, abierto y
comercial, arribaría a las costas españolas, donde lo copiarían los pueblos ibéricos.
Pero ésta es ya otra historia.
—¿Hay alguna prueba que permita afirmar eso, aparte de la palabra de Estrabón?
—inquirí.
—Muchas. Numerosos datos sugieren el origen ibérico del alfabeto. Una leyenda
señala que el fenicio Cadmos, mítico inventor del alfabeto, recogió de España un
sistema de escritura fonética. Luego fue a Grecia, reclamado por el centro iniciático
de Delfos, y finalmente fundó Tebas, desde la que se divulgó la nueva invención
entre los griegos. Otra leyenda helena atribuye a las Parcas la invención del alfabeto o
de parte de él (ya sabes que la morada de las Parcas estaba en el sur de España).[106]
Finalmente, una leyenda irlandesa asegura que un héroe procedente de España llevó
el alfabeto a Irlanda.[107] Estas leyendas confirman el origen occidental e ibérico del
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alfabeto.
—Pero más allá del testimonio de los antiguos, ¿cuál puede ser el origen del
alfabeto?
—Mircea Eliade señala que las fases de la Luna generaron correspondencias
complicadísimas que llegan hasta los árabes. Entre babilonios y hebreos existen 10 o
12 letras que designan fases lunares. En un escolio de Dionisio de Tracia, los sonidos
del alfabeto se asimilan a las fases de la Luna: las vocales son la luna llena; las
consonantes sonoras son los cuartos de luna y las sordas, la luna nueva.[108] El
alfabeto procede del calendario sagrado y éste se basa en las observaciones
astronómicas.
»Si la Luna inspira el alfabeto y encarna a la Diosa Madre, el alfabeto tiene en su
origen un sentido sagrado restringido al ámbito de los cultos matriarcales.[109]
»Muchas leyendas y creencias antiguas corroboran esta idea. Para los antiguos
egipcios y griegos, de los que procede la cultura mediterránea, el Conocimiento se
origina en Occidente. Si este conocimiento se transmite por la escritura, es evidente
que la escritura también procederá de Occidente.
A mi regreso al Santo Reino de Jaén supe que la arqueología regional apoyaba
esta conclusión. En el sur de España se producen hallazgos de escrituras
indescifradas, quizá simples balbuceos o imitaciones salidas de la mano de
analfabetos que han visto la escritura sagrada de los iniciados e intentan remedarla
torpemente para beneficiarse de sus virtudes mágicas.
Mencionaré, tan sólo, algunas inscripciones alfabéticas relacionadas con los
santuarios de la Diosa Madre de la provincia de Jaén.[110]
La más espectacular se encontró en una tumba de la necrópolis del santuario de
Santa Ana en Torredelcampo, a pocos kilómetros de Jaén. Al santuario de la Virgen
de la Cabeza pertenecen las misteriosas inscripciones de las piedras letreras de Sierra
Morena, en unos parajes, no es casual, donde abundaron poderosos santuarios
dolménicos de la Antigüedad. La propia denominación de la Sierra Morena alude al
negro color de la Diosa Madre. A la Virgen negra de Sierra Morena, Nuestra Señora
de la Cabeza, se la llama la Morenita. Una de las inscripciones de las piedras letreras
está en la finca Los Conejeros, vecina del santuario de la Cabeza, sobre una roca de
2,50 metros de alto por 3,50 metros de largo.[111]
Exceptuando el posible ideograma de la figura del sol, que se intercala en la
tercera línea, el resto es una escritura alfabética o su burda imitación.
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Letras parecidas aparecen en el anillo de cobre que encontró Schulten en sus
excavaciones en busca de Tartessos:[112]
Otros signos de esta índole se parecen más a los alfabetos orientales antiguos:[113]
o las inscripciones que afloraron en Martos, cerca de Jaén, hacia el 1500 en letras
gódicas unas y en letras egipciacas otras. ¿Qué serían letras egipciacas para un
observador del siglo XVI?[114]
—Produce una especie de vértigo admitir que pueda haber mensajes escritos muy
anteriores a lo que pensábamos —reflexioné.
Petros-Beer sonrió.
—Te produce ese vértigo porque eres un principiante. Lo que te digo no es ningún
misterio. Hace tiempo que se estudia, aunque, debo admitirlo, todavía no figura entre
los intereses prioritarios de los académicos. ¿Has oído hablar de The Epigraphic
Society?
—Creo que no —admití.
—Su presidente, el doctor Barry Fell, era amigo mío. Dedicó su vida al estudio de
una de estas protoescrituras mucho más antiguas que las alfabéticas, la escritura
ogámica. Al principio se pensaba que la escritura ogámica era una variante
típicamente irlandesa del alfabeto latino, pero él demostró que se remontaba por lo
menos a la Edad del Bronce y que debió de inventarse en la península Ibérica.
—La escritura de los turdetanos.
—Pudiera ser. El hecho es que perduraba todavía en el siglo XII cuando el monje
irlandés Ballymote escribió su tratado sobre la escritura ogámica, que se conserva en
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la universidad de Dublín.
»Quizá te interese saber que ciertos indicios permiten suponer que los templarios
usaron esta escritura. En el muro norte de la iglesia de San Miguel de Breamo, en
Pontedeume, en la provincia de La Coruña, una iglesia que los templarios
construyeron sobre un santuario ancestral, se ha descubierto recientemente una breve
inscripción ogámica. Me pregunto cuántas habrá que pasan desapercibidas como
meros rayones en los muros de las viejas iglesias y ermitas.[115] (Figs. 31, 32 y 33).
—Las pruebas apuntan a un posible origen ibérico de los alfabetos antiguos —
admití aquella tarde ante los argumentos de Petros-Beer—, pero el alfabeto
constituye el vehículo de cultura por excelencia. Aceptar un origen occidental del
alfabeto parece descabellado, puesto que las grandes civilizaciones se originan en
Oriente.
—Parece descabellado, pero es posible que no lo sea —respondió el cabalista—.
A lo mejor remontándose en el tiempo, las grandes civilizaciones históricas se nutren
de la prehistoria occidental.
»Tradicionalmente, se ha aceptado que las primeras sociedades desarrolladas
surgen en el llamado Fértil Creciente o territorio comprendido entre los ríos Tigris y
Eufrates, la región de Palestina y el Nilo, el solar de los grandes pueblos de la
Antigüedad: sumerios, babilonios, akadios, asirios, israelitas, fenicios y egipcios. Los
historiadores difusionistas creen que las formas complejas de sociedad y
conocimiento que hoy conforman lo que llamamos cultura occidental irradian de allí.
—¿Difusionistas? —me sonaba la expresión, pero no terminaba de ubicarla.
—El difusionismo es la visión tradicional de la Prehistoria respaldada por la
arqueología, «la presunción fue que las principales innovaciones de la Europa
prehistórica fueron resultado de influencias del Cercano Oriente, traídas por oleadas
emigratorias de aquellos pueblos o bien por contactos entre regiones adyacentes».[116]
Basándose en las teorías difusionistas, los prehistoriadores aseguraban que la
arquitectura megalítica llegó a España desde el Este Mediterráneo, pero desde 1949
un nuevo procedimiento de análisis se incorpora al gabinete del arqueólogo: el
análisis de radiocarbono o carbono 14, en virtud del cual se puede calcular, con un
mínimo margen de error, la edad exacta de cualquier vestigio que haya tenido vida,
por ejemplo, un hueso o un trozo de madera. El perfeccionamiento de este sistema y
la incorporación de otros han dado al traste con las cronologías antiguas
demostrando, por ejemplo, que «las culturas neolíticas tardías de España son mucho
más antiguas de lo que se creía, bastante más antiguas que sus supuestos antepasados
mediterráneos orientales».[117] Es decir, que la difusión opera al contrario de como se
pensaba: no de Oriente a Occidente, sino más bien de Occidente a Oriente.
—Es de lo más notable —admití.
—Esta nueva visión de la Prehistoria, considerada hasta hace unos pocos años
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revolucionaria, se abre ahora camino incluso entre los arqueólogos aferrados a las
teorías tradicionales. Y precisamente al hilo de esta nueva comprensión de los
fenómenos culturales de la Antigüedad, comenzamos a estudiar seriamente algunos
mitos y tradiciones hasta hace poco considerados meras fantasías sin la menor base
histórica. Me refiero a las tradiciones que señalaban a Occidente y, más
concretamente, al sur de España o a su entorno marítimo como la cuna del
Conocimiento.
La Atlántida
Yo había oído hablar de la Atlántida. Incluso un colega mío algo chiflado había
intentado encontrar la ciudad sumergida buceando con una vieja campana de presión.
No encontró nada y un fallo mecánico lo dejó sordo.
¡La Atlántida!
Los sacerdotes egipcios de Isis, la Diosa Madre, le contaron al sabio griego Solón
que en los archivos de su templo, en Sais, se custodiaban las crónicas de la Atlántida,
una poderosa civilización que floreció en una isla del océano hace once mil años. Los
atlantes eran metalúrgicos, ganaderos, agricultores y constructores, pero «tras unos
espantosos terremotos y cataclismos, en un día y una noche terribles, la Atlántida se
hundió en el mar y desapareció».[118]
De la Atlántida se ha dicho y se ha escrito mucho, unos en favor de su existencia
real y otros en contra. No analizaremos aquí si el relato de Platón tiene base real o si
se trata de una fábula. Los sacerdotes de la Diosa Madre de Egipto estaban
convencidos de que sus conocimientos procedían del Extremo Occidente, donde
había existido una antigua civilización anterior a las del Cercano Oriente y origen de
todas ellas.
La otra gran civilización del Mediterráneo Oriental es la griega. Hércules, el
héroe solar griego, viaja hasta el sur de España para realizar dos difíciles trabajos:
robar los bueyes del gigante Gerión y robar las manzanas de oro del jardín de las
Hespérides, las hijas de Atlas (Hespértusa, la negra; Eritia, la roja, y Egle, la blanca).
Las manzanas que custodiaban eran el fruto del Conocimiento. El mismo sentido
tiene la manzana prohibida que Eva ofrece a Adán en el paraíso.
En cuanto a los fenicios y los hebreos, ya hemos visto como Hiram y Salomón
envían sus barcos a Tarsis, que es el sur de España y África, en busca de refinados
productos y metales.
Los historiadores antiguos apoyan estos mitos cuando alaban el poderoso reino de
Tartessos, en el sur de España, quizá el Tarsis bíblico, como sinónimo de abundancia
y riqueza, el país de la plata y del oro, regido por Argantonio, un rey venerable,
longevo, hospitalario y generoso.
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En el solar de Tartessos, en la Edad del Cobre, cuando se genera la leyenda
egipcia, existió, junto al santuario matriarcal de Jaén, en la zona de Marroquíes Bajos,
una ciudad en todo semejante a la Atlántida: sucesivos anillos de agua (alimentados
por el manantial de la Malena) separaban otros tantos anillos de tierra en los que se
levantaban las viviendas y los edificios públicos. Esta prodigiosa ciudad se está
excavando todavía.
Los mitos y las fuentes históricas antiguas coinciden en señalar la existencia de
una civilización en el extremo sur de Europa que es fuente de riqueza y
conocimiento, de una civilización superior a la suya.
Estos descubrimientos me tuvieron preocupado durante un tiempo. Consultaba
libros, tomaba notas, cavilaba sobre la relación de los antiguos santuarios con la
Cábala y los alfabetos sagrados. Cada paso que daba confirmaba mis sospechas de
que aquel magno entramado conducía siempre al mismo punto: el interés por la Mesa
de Salomón.
¿Por qué buscaron los templarios y otros después de ellos la Mesa de Salomón?
Porque contiene las claves para deducir el Nombre del Poder o Shem Shemaforash, es
decir, el verdadero nombre del Dios primordial de la Creación, la fórmula de la
sabiduría absoluta que, a su vez, entraña el poder absoluto.
El Nombre del Poder y la Cábala, que lo tiene por último objetivo, se basan en los
mecanismos del alfabeto sagrado. Este alfabeto, procedente del sur de España, era el
secreto celosamente guardado de los santuarios de la Diosa Madre.
Después de diversos avalares históricos, la Mesa de Salomón, formulario del
Nombre del Poder, regresa a uno de estos santuarios, el Dolmen Sagrado de Jaén.
Pero regresa en la Edad Media, miles de años después de que el santuario perdiese
vigencia.
Esto pensaba. Hasta que descubrí que el santuario seguía vigente en la Edad
Media y aún después.
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Figs. 31 y 32. Alfabeto ogámico, según Meter Kavanagh (1958), y
manuscrito medieval en el que se usa.
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Ciertas vírgenes negras
P asé una semana en Londres con visita diaria a la British Library y salidas de
copas y confidencias con la archivera, Margaret Simpson, con la que había
trabado estrecha y consoladora amistad.[119]
Un día, en la parada de autobús del British, reconocí a Mr. Alexander
Shallowbrain, especialista en el mundo de las Cruzadas, de la Universidad de
Londres, al que había tratado en el curso de un reportaje sobre la caza con halcones
en la Edad Media. Yo estaba enfrente, en el pub Olimpia. Apuré mi cerveza, crucé la
calle y lo abordé.
—¿Así que anda usted detrás de los templarios? —me dijo cuando le expliqué
mis recientes intereses académicos—. Parece que ahora todo el mundo se interesa por
ellos. Bueno, no hay mucho que decir. Para empezar, los templarios consiguieron que
el rey Balduino les asignara sus cuarteles en las ruinas del Templo de Salomón que
ellos excavaron en busca del subterráneo.
»¿Qué buscaban los templarios en el Templo de Jerusalén? El objetivo secreto de
la orden interna del Temple era la Sinarquía o gobierno universal de los sabios. Se
trataba de regresar a la sabiduría conciliadora de Salomón, que sus descendientes
tanto judíos como cristianos habían perdido. Para ello necesitaban la herencia sagrada
de Salomón, su poder, cifrado en dos objetos del Templo: el Arca de la Alianza y la
Mesa de Salomón.
»Del Arca se había perdido la pista tras la destrucción del Primer Templo. Quizá
se encontraba en alguna cámara secreta de las ruinas que el Temple había recibido
como herencia. Los caballeros excavaron afanosamente en el solar del Templo.
»En cuanto a la Mesa de Salomón, los romanos la llevaron a Roma el año 70 y
después del saqueo de la Ciudad Eterna por los visigodos se agregó al tesoro sagrado
de estos pueblos, primero en Francia, luego en España, hasta que, en el año 711, se le
perdió la pista.
—Han pasado mil trescientos años —calculé—. ¿Dónde se encuentra ahora?
—Según la profesora Joyce Mann debe de estar en algún lugar del sur de España
—dijo Shallowbrain.
—¿Conoció usted a Joyce Mann? —me sorprendí de que el profesor supiera de
ella.
—¿Quién no conoció a Joyce Mann? —respondió Shallowbrain—. Una excelente
investigadora hasta que se puso al servicio del Priorato.
Llegó su autobús y aplazamos la conversación para un próximo encuentro.
El principio solar, patriarcal, se impuso, pero la Diosa Madre sobrevivió
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tenazmente en sus santuarios. Por todo el ámbito mediterráneo se manifiesta bajo los
más diversos aspectos: Isis, Astarté, Tanit, Rhea, Cibeles o la Virgen María.[120]
El patriarcado la había relegado a un papel secundario, pero la diosa se resistía a
que la anularan. El clero cristiano (solar) desprestigiaba los cultos matriarcales
relacionándolos con la hechicería. Las sacerdotisas del culto de la Diosa Madre se
convirtieron en brujas que, a menudo, acababan sus días en la hoguera. Su culto,
todavía venerado como «la vieja religión», se confinó al secreto, a los bosques, a las
fuentes, a los dólmenes, a los antiguos santuarios matriarcales.
A la sombra del dios masculino, inflexible y absoluto, medraba el principio
femenino de la Sabiduría, la Sofía. Para alejarla de toda sospecha se le dio carta de
naturaleza como sabiduría de Dios y más adelante el cristianismo la asimiló a la
Virgen María. Así fue como el culto a la Diosa Madre y a su Hijo perduró —y aún
perdura— en el cristianismo en forma de mariolatría. Con este disfraz alcanzó su
máxima difusión en la Europa medieval de la mano de los templarios. Así fue como,
por los intrincados vericuetos de la historia, aquellas ostentosas figurillas de las venus
paleolíticas, que representaban principios de fecundidad, se transformaron en las
diminutas imágenes de las Vírgenes Negras medievales, algunas de las cuales todavía
atraen a sus fieles a los antiguos santuarios del culto lunar suplantados por ermitas o
iglesias. La Serpiente que acompañaba a la Diosa Madre tuvo peor suerte, puesto que
se transformó en el Demonio del cristianismo.[121] Por su parte, el Rey Sagrado, el
que se sacrificaba según el mito antiguo, inspiró diversos mártires cristianos,
especialmente san Sebastián.
¿Cuántas advocaciones de «Nuestra Señora» existen en España y en Europa? Sin
duda, miles. Cada pueblo tiene la suya, y además hay ermitas campestres no adscritas
a población alguna, sino a lugares sagrados precristianos. Como el culto lunar se
resiste a morir, el nombre de la Virgen, en sus distintas advocaciones, se sigue
imponiendo a las mujeres de su jurisdicción, que son, de un modo muy especial, sus
fieles adoradoras.[122]
La multitud de Vírgenes que pueblan nuestra geografía son obosoms de la Diosa
Madre. Obosom es la manifestación de la fuerza vital de la divinidad en un objeto
visible, la plasmación concreta, material, de un principio abstracto. El obosom tiene
un nombre personal, próximo, íntimo y familiar, que el creyente puede invocar en su
oración. Todas las imágenes son trasunto de la Virgen, y el clero se esfuerza por
recordar su identidad esencial, pero las devotas —¿qué es de extrañar si en el fondo
se trata de un culto femenino y matriarcal?— no le rezan a la Virgen en abstracto: le
rezan a la Virgen de la Macarena o de Montserrat o a la de Covadonga.[123]
Las Vírgenes suceden en la cristiandad a las últimas versiones paganas de la
Diosa Madre, es decir, a todas aquellas Isis, Tanit y Astarté de los cultos
mediterráneos en los albores de nuestra era.
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En un viaje a Roma visité a Mario Banqueri, con el que había colaborado, años
atrás, en un reportaje sobre los santuarios marianos en la Toscana.
—¿Vírgenes en santuarios precristianos? —me dijo—. Eso fue cosa de los
templarios.
En las bibliotecas del Vaticano investigué sobre el interés mariano de los
templarios. En principio era una orden militar creada durante las Cruzadas para
defender el camino de Jerusalén, pero en seguida descubrí que bajo esa tapadera se
ocultaba algo más.
Uno de los enigmas templarios es la relación de la Orden con las Vírgenes
Negras.
—¿A qué obedece el interés del Temple por sembrar la cristiandad de Vírgenes
Negras? —le pregunté a Banqueri.
Nos habíamos citado en uno de los bares elegantes de la vía Véneto, a la caída de
la tarde. Él había pedido una cerveza belga y yo, mi habitual whisky escocés con
agua de Evian.
—¡Las Vírgenes Negras del Temple! —suspiró entre dos sorbos de cerveza—.
Las imágenes pequeñas como una muñeca, que supuestamente aparecían en antiguos
santuarios precristianos. ¿Tú sabes que esos santuarios solían instalarse en lugares
donde se manifiestan las energías telúricas?
—Eso tengo entendido.
—Diríase que los templarios se preocuparon de cristianizar y remozar los lugares
sagrados de las antiguas religiones perseguidas por el cristianismo.
Tomó otro sorbo. Evaluó el trasero de una hermosa viandante con disimulado
interés y prosiguió.
—Entre los siglos XI al XIII surge en toda la cristiandad, pero especialmente en el
Occidente de Europa, un repentino fervor hacia la Virgen María, tras el que se adivina
un plan preciso de la Orden del Temple.
»Se remozan santuarios marianos que en la época inmediatamente anterior habían
llevado una existencia mucho más discreta y en ocasiones casi apagada. Por doquier
se adora a Nuestra Señora en detrimento del culto debido a Jesucristo y a sus santos.
Encontramos las Vírgenes Negras en santuarios relacionados con centros de la tierra,
en santuarios matriarcales prehistóricos emplazados en lugares de poder (manantial,
cueva, acantilado, etc.), donde la Virgen Negra se asocia a la imagen anicónica de la
Diosa Madre.
—¿Qué quiere decir anicónica?
—Es un tecnicismo para decir que no se representaba al natural sino por medio de
algo abstracto, como una piedra esférica (a veces troncocónica, cilíndrica u
octogonal).
—Conozco algunas —comenté.
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—Para justificar la implantación de los nuevos santuarios se inventan apariciones
de las imágenes de Nuestra Señora en el interior de campanas, cuevas o troncos de
árboles. Por todas partes aparecen milagrosamente imágenes de madera de unos 70
cm de altura, 30 cm de anchura y 30 cm de profundidad.
»A veces las vírgenes aparecen en grupos de tres, vestigio de cultos ancestrales a
la Diosa Madre en la que la trinidad corresponde a las tres fases lunares y los tres
colores sagrados, por eso también el plumaje de las aves de los antiguos santuarios
combina los tres colores sagrados: blanco, negro, rojo (golondrinas, vencejos, grajos).
La sabiduría ancestral e iniciática se denomina lengua de los pájaros.
»Las leyendas de las apariciones de las imágenes atestiguan un origen mucho más
antiguo para sus veneradas Vírgenes. Algunas incluso aspiran a ser verdaderos
retratos de la Madre de Cristo copiados del natural por san Lucas.
—¿Y quién decidía los modelos?
—Los modelos ya estaban inventados. Las Vírgenes milagrosamente aparecidas
reproducen modelos bizantinos más antiguos, generalmente de la Agia Theotokos o
Santa Madre de Dios.
—Interesante. Supongo que los Templarios los encontraron en el territorio
bizantino.
—Ecco. Modelos bizantinos, rígidamente codificados en sus más mínimos
detalles, desde siglos atrás, por las autoridades religiosas de Constantinopla.
Banqueri se sabía de memoria el catálogo:
—Primero tenemos a la Kiriotissa o «Trono de la Sabiduría». La Virgen es el
trono y la Sabiduría es el Niño que sostiene directamente sobre su regazo, de espaldas
a la madre, descansando sobre su vientre, y ella mantiene las piernas abiertas en la
postura del parto. La indicación del ámbito femenino donde crece el infante enlaza
directamente con los orígenes del culto a la Diosa Madre, y viene a ser la versión
cristiana de la concavidad del dolmen sagrado donde reposa el Huevo primordial, la
Piedra.
»De la Kiriotissa o Trono de la Sabiduría derivan las imágenes románicas de
Occidente. La incomunicación entre la Virgen y el Niño no se debe a la torpeza de los
tallistas, sino al deliberado propósito de diferenciar a dos personas, haciendo de la
Virgen un simple soporte, un trono de la Sabiduría. La Virgen no es la Madre de
Cristo inspiradora de ternura que será en la época siguiente. Es, simplemente, un
principio abstracto, es la Sabiduría, la Sofía, y a ello se debe que sea negra.
»Quizá la relación se vea más clara en otro arquetipo de Virgen bizantina, la
Blanquenitissa, derivada de la imagen que se veneraba en la capilla del palacio de
Blanquernas. En ésta, el vientre materno se indica más claramente con los brazos
levantados de las parturientas y el Niño dibujado en su seno, dentro de un círculo que
representa el Huevo primordial. De este modelo derivan las Vírgenes de la
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Expectación, Vírgenes de la O y Vírgenes Inmaculadas de Occidente, en las que el
vientre constituye el motivo central.
—Lo que me cuentas es de lo más sorprendente.
—La Iglesia no lo anda pregonando por ahí, pero tampoco lo oculta. Es historia,
simplemente. En los siglos XII-XIII Europa se llena de Vírgenes Negras en unos
santuarios cuyos fieles no han visto en su vida a un negro y en muchos casos ni
siquiera saben que esa raza existe. Evidentemente, el color negro de las Vírgenes
Negras no pretende reproducir el tono de la piel de la Madre de Jesucristo.
—¿Quieres decir que era un color emblemático?
—Ecco. En el jeroglífico medieval, el negro es el color de la Sabiduría porque la
raíz de las palabras árabes negro y sabio es idéntica y, para la cristiandad occidental
de los siglos XI al XIII, los musulmanes son sabios y representan el Oriente, tan
superior en conocimientos y cultura a Occidente.
Había terminado la cerveza. Pidió otra y, al hacerlo, sonrió a las vecinas de mesa,
una pareja de turistas nórdicas, algo entradas en carnes y en años, pero todavía
vistosas.
—¿A ti te gustan las viudas, Nicholas? —me preguntó de sopetón.
—Mario, en estos momentos lo que más me gustan son las vírgenes.
Se le iluminó el semblante.
—Vírgenes Negras, naturalmente —aclaré.
Regresó al tono académico.
—Las Vírgenes Negras lo son porque ése es el color de la sabiduría y el color de
la alegórica esposa de Dios en el Cantar de los Cantares, un sublime poema de amor
y, en su lectura secreta, el testamento cabalístico de Salomón.
Recordé sus primeros versos:
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fuente que mana junto a su ermita se llamaba todavía en el siglo XVIII «de la Negra»,
pervivencia de la primitiva denominación de la Diosa tutelar.[125]
Hizo una pausa para beber media cerveza de un trago, se enjugó delicadamente el
rastro de espuma del labio superior con un pañuelo de seda y prosiguió:
—Pero regresemos a los modelos bizantinos de Nuestra Señora. El segundo
prototipo, algo más tardío, el de la Odegitria, “la que señala el camino de la
Salvación”, es decir, a Cristo, porque tiene al Niño sentado sobre su pierna izquierda
y lo señala con la mano derecha. El Niño sostiene una esfera en la mano izquierda.
—¿Una esfera?
—El Huevo primordial de la Creación (según otros, la Tierra, lo que no
concuerda con el hecho de que en aquella época la Tierra se consideraba plana). La
Creación, según la Cábala, depende del Conocimiento, por eso otras veces el Niño
lleva en la mano una manzana, símbolo del Conocimiento (lo que Hércules busca en
el occidental jardín de las Hespérides). A veces, el Niño no lleva esfera ni manzana,
sino una flor, con idéntico sentido.[126]
»Esa esfera o esa piedra que el Niño sostiene remite también al Huevo de la
Creación. A los templarios les interesaba marcar ese simbolismo. En Pajares de
Lampreana, Zamora, la Virgen de la antigua encomienda templaria se asocia a una
interesante leyenda. Un serpentón asolaba la comarca y siete caballeros templarios se
le enfrentaron, pero él los venció porque habían olvidado encomendarse a la Virgen.
Uno de ellos, al volver en sí, vio que la serpiente regurgitaba una piedra negra en la
orilla del lago. Al poco tiempo la Virgen se le apareció en sueños al templario y le
pidió aquella piedra. Él se la llevó y la depositó en la falda de la imagen, donde la
piedra permaneció durante muchos años como talismán contra las mordeduras de
alimañas. Después la guardaron en un hueco bajo la imagen. Durante la Guerra de la
Independencia escondieron la imagen en un pozo y, debido a la humedad, perdió su
color moreno.[127]
»Volviendo a la Virgen. Esta Odegitria prefigura un tercer modelo de Virgen, la
Theotokos o Virgen Madre, que establece plena relación efectiva entre el Hijo y la
Madre. El Niño se sienta a la izquierda en actitud de bendecir, mientras la madre le
ofrece una flor o una manzana, lo que indica que, a pesar de la actitud maternal, la
Virgen sigue siendo el vehículo de la Sabiduría divina, de la Sofía.
—¿Y qué me dices de la Virgen que amamanta al Niño? —pregunté recordando la
velada Virgen de la Antigua de la catedral de Jaén.
—La Galactrofusa, se llama, o Virgen de la Leche. Ese modelo no es bizantino:
desciende de un icono cairota inspirado en la tradicional imagen de Isis amamantando
a Horus que se transmite, sin apenas cambios, en la estatuaria egipcia desde los
tiempos de los faraones. Lo que viene a confirmar el estrecho vínculo existente entre
la Virgen medieval y sus antecesoras paganas.[128]
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»La ternura de la Galactrofusa, de la Virgen amamantadora, es engañosa, puesto
que esa leche que da al Niño sigue siendo la imagen de la Sabiduría, la misma
cualidad que la parturienta Kiriotissa quería sugerirnos con su hieratismo. Tan sólo ha
cambiado el medio. El mensaje sigue siendo el mismo: la Virgen es el manantial de la
Sabiduría Divina, sea porque asienta a Dios en sus entrañas, sea porque le ofrece la
leche del Conocimiento.
—¿Tú crees que los templarios, al implantar esas Vírgenes en los antiguos
santuarios, intentaban divulgar el Conocimiento, redimir a la humanidad de la
incultura y el fanatismo?
Banqueri asintió en silencio, repentinamente serio.
—Algo así. Lo que la Iglesia no ha intentado nunca, o casi nunca. Los templarios
compartieron en muchos casos su sabiduría secreta con algunos benedictinos, entre
los cuales hubo iniciados que practicaron la Cábala cristiana. En el monasterio
español de Suso hay un óleo del siglo XVII que representa al fundador, san Benito, con
las tres esferas: arriba la que contiene uno de los nombres hebreos de la Divinidad,
debajo una esfera suspendida en el aire y junto al santo, para completar el trío, una
balaustrada un tanto absurda que sólo sirve para introducir la tercera esfera como
elemento decorativo. Por si no queda claro, los ángeles del cielo sostienen los
estandartes de las órdenes militares, en primer lugar la de Calatrava, con sus flores de
lis ocultas y, a su sombra, la de Cristo, directa heredera, con Calatrava, del Temple,
que ya en este tiempo había desaparecido. Un mensaje iniciático evidente (Fig. 34).
Banqueri se pasó una mano por el rostro cansado.
—¡Los iniciados en la Cábala cristiana! —exclamó—. A este grupo pertenecía
san Bernardo, que consagró su vida a desvelar el oculto sentido del Cantar de los
Cantares. La leyenda medieval sostiene que la Virgen Negra se apretó el pecho para
que tres gotas (de nuevo el número tres con relación a esta Virgen) fueran a caer en
los labios de su devoto. La piadosa fábula quiere indicarnos que san Bernardo recibe
de la Virgen la sustancia del Conocimiento, es decir, la iniciación en los secretos de la
Diosa Madre (Fig. 35).
—Lo sorprendente es la vinculación de san Bernardo con la Orden del Temple —
apunté.
—Bernardo de Claraval es el verdadero fundador del Temple —admitió Banqueri
—. En su obra De Consideratione dice: «Dios es longitud, anchura, altura y
profundidad», es decir, Dios es la Geometría. No se puede decir más claro.
Dios es geometría. Recordé que la Mesa de Salomón contenía líneas y círculos,
pura geometría.
—Éste es el secreto de la geometría medieval —prosiguió mi amigo—, la
geometría sagrada aplicada por los templarios y los maestros iniciados del arte gótico.
La arquitectura gótica contiene a Dios porque es Dios mismo.
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Después de aquel fructífero viaje romano regresé a Hay on Wye a meditar todo lo
que estaba aprendiendo en mi madriguera solitaria.
Tomaba notas. Navegaba por internet indagando sobre iglesias, santuarios,
Vírgenes Negras. Averigüé muchas cosas. Resultaría prolijo enumerar los dólmenes y
subterráneos sagrados que tras la intervención del Temple, se transforman en iglesias
o ermitas consagradas a Nuestra Señora. Algunos santuarios franceses han sido
objeto de recientes estudios, entre ellos, los de la catedral de Cartres y los de
Clermont, Guincamp, Marsella, Saint Michel Rocamadour. En España este trabajo
está por hacer. No obstante se pueden citar los casos de las Vírgenes de Abra, San
Esteban de Briteiros (la piedra formosa), Nuestra Señora de la Barca (la piedra
abaladoira u oscilante),[129] el de La Santa Cruz, en Cangas de Onís,[130] la piedra y
el pozo de la ermita de la Soledad en Cantillana y el Dolmen Sagrado de la catedral
de Jaén, en el que ya, sin más dilación, penetramos.
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Fig. 34. San Benito, las Tres Esferas y las cruces de las órdenes militares
(óleo en el monasterio de Suso, La Rioja).
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Fig. 35. La Virgen se oprime el pecho para que san Bernardo reciba en los
labios las tres gotas de leche del Conocimiento. Relieve del coro de la
catedral de Jaén. J. Galán Rosa, 1975.
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Tres piedras en la catedral dolménica
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otra según el aspecto de la divinidad que convenía a su devoción particular o a su
fratría, hermandad o clan. En cualquier caso, el camino que recorrían era idéntico. El
dolmen constaba de ocho grandes losas verticales que soportaban una gran losa
horizontal. Los ocho soportes habilitaban otros tantos huecos intermedios por los que
una persona podía entrar o salir. Cada dos losas señalaban una puerta de entrada
iniciática. Los espacios siguientes, a uno y a otro lado, quedaban invalidados, pues
una misma piedra no podía servir de dintel a dos puertas contiguas. Por lo tanto, tres
puertas ocupaban seis piedras. Las dos restantes constituían una cuarta puerta, sólo de
salida, que era común para los peregrinos de cualquier fratría que hubiesen
completado el recorrido iniciático en el interior del dolmen y hubiesen bebido agua
de la fuente.
De este modo quedaba establecida la unidad fundamental de la Diosa a pesar de
sus diversas advocaciones trinitarias. El peregrino accedía por la puerta de su fratría
particular, pero luego tenía que entrar y salir por las puertas de las otras fratrías, de
modo que su recorrido iniciático se confundía con los de ellas. La puerta de los
Iniciados, la cuarta, era común. Todos eran hijos de la Diosa Madre y al pasar por ella
se hermanaban.
El símbolo de la fratría del negro era el Toro; la del rojo, el Arco; la del blanco, el
Agua. Algunas ceremonias particulares de cada una de estas fratrías perduran en el
folclore. En el Jaén medieval, los ballesteros, descendientes de la fratría del rojo,
veneraban a san Antón y celebraban su fiesta con grandes hogueras. El condestable
Iranzo, uno de los iniciados de la lista de la Cava, quemaba cera en honor del santo.
La hoguera simbolizaba la fratría del rojo. Su origen matriarcal y agrícola se
manifiesta en los buñuelos que se asocian a la fiesta de San Antón.[136]
Regresemos al santuario y acompañemos a un peregrino de la fratría del negro.
Penetra en el dolmen por la puerta negra y sale por la blanca, vuelve a entrar por la
puerta roja y sale de nuevo por la negra. A continuación penetra por la blanca y
recorre el centro del dolmen, donde la fuente sagrada mana entre las tres esferas de
piedra. Después de beber agua y cumplir sus ritos en el manantial sagrado, el
peregrino sale por la cuarta puerta, la de los Iniciados. En su recorrido ha descrito tres
arcos de circunferencia que se cortan y forman, en su trayectoria por el interior del
dolmen, un triángulo esférico. Este triángulo encierra las tres piedras de la diosa y la
fuente sagrada. Es un recorrido preciso relacionado con el laberinto iniciático de otros
santuarios mediterráneos y con el Nudo de Salomón, ese enigmático emblema que
marcaba las viejas casas del barrio de la Magdalena.
El rito conoció una forma de culto más arcaica en la que el iniciado rodeaba la
piedra sagrada para contemplarla en todas sus facetas. Artemidoro supo de un
santuario en el que «se ven de trecho en trecho y de tres en tres o de cuatro en cuatro
unas piedras a las que dan la vuelta los que se allegan al lugar siguiendo una
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costumbre propia del país».[137]
Los que salían por la puerta de los Iniciados recorrían un tramo serpenteante de
poco más de un kilómetro de longitud, jalonado de piedras votivas, hasta un gran
manantial «tan recio como el cuerpo de un buey», cuyas aguas brotaban
impetuosamente del costado de la montaña, en medio de un bosque sagrado.
A lo largo de este camino había una serie de estaciones cuyo sentido explicaban a
los recién llegados las sacerdotisas y los bardos. Había un altar de sacrificios, el
peñón de Uribe, donde, cada cierto tiempo, se inmolaba al Rey Sagrado. Después de
cumplir los ritos necesarios, se accedía al manantial del oráculo y allí se recibía la
respuesta de la Diosa Madre, la dispensadora de fecundidad y bienestar.
Los pastores patriarcales expulsaron del santuario a las sacerdotisas del Dolmen
Sagrado e intentaron, en vano, desarraigar los cultos. Pasado un tiempo, se llegó a
una solución de compromiso. Volvieron las sacerdotisas y la religión matriarcal
perduró bajo las nuevas formas del patriarcado, pero los sucesivos colonizadores
patriarcales —los pueblos históricos— no sólo aportaron divinidades solares. A veces
llegaban influidos por los persistentes principios lunares, por las diferentes Diosas
Madre del ámbito mediterráneo. Los romanos, por ejemplo, aportaron los cultos de
Isis que tan sólo se superpusieron a los más antiguos de Tanit o Astarté, llegados
poco antes con fenicios y cartagineses. El terreno estaba abonado.[138]
Desde entonces han transcurrido milenios. Las religiones patriarcales se han
sucedido y han ocupado el santuario. Cultos solares de Iberia, el paganismo
grecorromano, el primer cristianismo, los santuarios de los godos con Totila y
Rufinus, el islam, el cristianismo de los conquistadores, han apagado los ritos
matriarcales del Dolmen Sagrado. Pero a pesar de ello, la Diosa Madre se aferra
tenazmente a su santuario.
El caso del Dolmen Sagrado de Jaén no es único. En todo el Mediterráneo se
encuentran vestigios de este rito neolítico que deja su rastro en las romerías católicas.
Hace unas semanas coincidí con Juan, mi amigo y traductor, en Soria, por cuyas
bellas tierras se encontraba casualmente.[139] Se ofreció a acompañarme a las hoces
del Duratón, no lejos de Sepúlveda, en Segovia, en donde yo me proponía observar
los buitres leonados que pueblan aquella interesante colonia (Fig. 36).
En las hoces del Duratón habitan doscientas parejas de buitres leonados, una
especie extinguida en casi toda Europa. Estos inteligentes y bellos animales nidifican
en febrero y ponen un único huevo por pareja en los nidos instalados en las cortadas
inaccesibles que ha ido labrando el río. Después de asistir a los rituales del vuelo y a
los cortejos, así como a la algarabía que las aves levantan en el carroñeo de una oveja
muerta, tras espantar a los alimoches más pequeños y ágiles que llegan los primeros
al festín, a media tarde, invité a mi amigo a visitar el cercano santuario de San Frutos,
el santo pajarero, situado en lo alto de un roquedo que el río ha recortado hasta
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convertirlo en una península. De hecho, el milagro del santo consistió en abrir el
profundo tajo que casi aísla las rocas de la ermita, cuando los moros intentaban pasar
al santuario para escabechinar a los cristianos allí refugiados.
Hay que advertir que aquí existió un santuario matriarcal cristianizado en el siglo
IV y transformado en ermita de la Virgen de la Hoz. La piadosa tradición sitúa en
estos parajes la vida de tres hermanos ermitaños (un trío que nos recuerda a los del
Dolmen Sagrado): san Frutos, san Valentín y santa Engracia. La Virgen de la Hoz,
por su parte, responde al esquema general de las Vírgenes Negras templarias:
escondida por sus devotos durante la invasión musulmana, permanece oculta hasta el
siglo XIII, en que se le aparece a un pastor llamado Pedro (=piedra) y le pide que avise
a las autoridades para que le construyan una ermita en aquel mismo lugar. La reina
Isabel la Católica, que era muy devota de esta Virgen, construyó un monasterio, cuyas
ruinas persisten hoy en el hondón del río. Vestigios del antiguo santuario precristiano
son las numerosas pinturas rupestres diseminadas por los abrigos de la zona, la
Solapa del Águila y la cueva de los Siete Altares, que albergó el cenobio visigodo y
luego mozárabe.
En la ermita, bajo el modesto altar que sostiene la imagen de san Frutos, hay dos
puertecitas por las que entran y salen los devotos cuando recorren de rodillas el
angosto deambulatorio en torno a la piedra santa que sostiene la imagen, un pilar
desgastado por los años, que acarician y besan (Fig. 37).
Podríamos multiplicar las referencias a rituales de ambulación en torno a piedras
sagradas. En el templo de Karnak, en Egipto, los turistas han heredado el ritual de
darle siete vueltas a una piedra sagrada para asegurarse la suerte en el futuro (Fig.
38). En la romería de Orcera, Jaén, se le dan siete vueltas a la ermita para pedir un
deseo. Los indios clackamas de Oregón (USA) veneraban una piedra llamada
Tomanowos (=Persona del Cielo), en realidad un meteorito muy poroso caído hace
diez milenios y transportado por un glaciar, durante la Edad del Hielo, a la cumbre de
una colina. La iniciación en la vida adulta requería que los jóvenes de la tribu diesen
una serie de vueltas y revueltas en torno a la piedra mientras repetían una salmodia,
lo que llamaban «el camino de Tomanowos». Ahora los representantes de la tribu
pleitean en los tribunales porque quieren recuperar el meteorito, que está en el Museo
de Historia Natural de Nueva York.
Dólmenes y campanas
Llamamos dolmen al monumento megalítico consistente en un recinto de losas
verticales techado por otras horizontales. La palabra es de origen bretón y significa
“mesa”. En otros lugares de Europa se llaman mesa, caja, tumba de gigante, horno,
cueva e incluso campana.
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En Jaén, el Santo Reino, el dolmen recibía el nombre de campana, quizá por la
sólida oquedad que sus piedras configuran. En las denominaciones que dan los
campesinos al mundo de su entorno suele haber mucho sentido común. Es posible
que las primeras campanas les parecieran instrumentos destinados a emitir
vibraciones mágicas. Desde luego, estaban convencidos de que los dólmenes las
emitían, puesto que se asociaban a las corrientes telúricas. El caso es que dólmenes y
campanas estaban cargados de significado religioso.[140]
Los documentos medievales y las tradiciones confirman la relación de identidad
dolmen-campana. La imagen de la Virgen de la Cabeza de Andújar, el santuario más
famoso de Andalucía oriental, se encontró en 1227 en la concavidad de dos peñas,
junto a una campana.[141] La campana es el dolmen, las dos peñas pueden ser las
cabezas o monolitos esféricos que, con la propia Virgen, completaban la tríada de
Diosas Madre, según veremos.
La otra gran Virgen del Jaén medieval, la de la Coronada, se encontró hacia 1270
bajo una campana extramuros de la Puerta de Martos.[142] La Virgen del Collado,
patrona de Santisteban del Puerto, se encontró también en el interior de una campana
enterrada.[143] La Virgen de Fuensanta de Martos se encontró en una caxa de piedra,
donde, según la tradición medieval, la habían enterrado los mozárabes en 894.[144]
Una antigua calle del Jaén medieval, situada en el camino iniciático que unía el
Dolmen Sagrado y el manantial de la Malena, se llamaba campanas de Santiago unas
veces y horno de Santiago otras. Horno y campana son dos denominaciones del
dolmen. Era lugar sagrado y allí se instituyó la Cofradía de Santiago de los
Caballeros.[145] Otra Virgen iniciática, la de la Consolación, se encontró en 1458 a
dos kilómetros de Torredonjimeno, cerca de Jaén, en lo que sus primeros devotos
describieron como una cueva.[146]
Vemos que, según la tradición, las negras y diminutas imágenes medievales de la
Virgen de esta tierra se descubren dentro de campanas, cajas o cuevas, es decir, de
dólmenes.
Al lado de la catedral de Jaén, por su costado norte, discurre la calle de las
Campanas, la calle de los dólmenes. En época medieval se abría en ella una
monumental entrada a la ciudad llamada Puerta de Santa María, la puerta de la
Virgen.
La catedral descansa sobre el collado del Dolmen Sagrado, un espacio sagrado
milenario muy anterior a la ocupación del lugar por curas y cabildos. En aquel lugar
se establecieron sucesivamente un templo pagano, una mezquita musulmana y una
catedral cristiana.
Muchos dólmenes y santuarios se transformaron en ermitas, tan abundantes en la
comarca. En algunos casos, la insistente actividad constructora de los devotos
destruyó o modificó el antiguo dolmen y alteró su espacio sagrado, pero otras veces
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esta relación se conserva. Si hacemos una excursión a Río Cuchillo y buscamos el
lugar donde fue ermitaño fray Juan de la Miseria, el animoso carmelita autor del
retrato de santa Teresa, encontraremos un dolmen —ésa era su cueva— sobre el que
luego se construyó una casa. Lo mismo ocurre en la ermita de la Santa Cruz en
Cangas de Onís, edificada sobre un dolmen que hoy le sirve de cripta, o en la cripta
de San Antolín, en la catedral de Falencia, que aprovecha una capilla visigótica a su
vez instalada en un dolmen (Fig. 39).
Hay tantos dólmenes, cuevas y peñas sagradas en España que intentar
mencionarlos sería cosa de nunca acabar. Regresemos al Dolmen Sagrado de la
catedral de Jaén, el santuario de la Diosa Madre más importante de la región.
El turista que hoy visita la catedral, obra maestra de Andrés de Vandelvira, repara
en que el templo ha sido ideado como santuario de una reliquia singular: el Santo
Rostro, el lienzo con el que, según la tradición, una piadosa mujer, la Verónica,
enjugó el rostro de Cristo en el camino del Calvario. El rostro atormentado,
manchado de sangre y de sudor, dejó su impronta en el lienzo.
Cristo es un Rey Sagrado y la piadosa intervención de la mujer, Verónica, más
importante aún que el propio Cristo en el culto primitivo de este santuario, revela un
compromiso entre la Diosa Madre titular y el nuevo Dios del Trueno de los
conquistadores patriarcales. ¿Debe extrañarnos que el más venerado Cristo de San
Francisco, junto a la catedral, se denominará precisamente «el Cristo del Trueno»?
ultratumba. Éste era también el color del Rey Sagrado, el amante de la Diosa Madre
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destinado al sacrificio.[151]
En las antiguas lenguas ibéricas, rojo se decía gor, en vasco se dice gorri. El color
sagrado de la vida pervive en muchos topónimos de raigambre ibérica como
Calahorra o Ilíberis.
No es casual que en los campos de Gorgorafe, en el Guadiana Menor, se hayan
encontrado tantos dólmenes. Tampoco es casual que el mítico rey que enseñó la
agricultura a los pueblos ibéricos fuese Gárgoris, un Rey Sagrado, o el Rey Sagrado
por excelencia, en los lejanos días del matriarcado.
En los tiempos de Cáncer (es decir, en la era heraclea del –8750 al –6600),[152]
Hércules, el héroe solar, busca las manzanas del jardín de las Hespérides en
Occidente, en España.
La manzana es el símbolo universal del Conocimiento. Es la imagen
evolucionada de la esfera de piedra. En su camino, Hércules pasa por Martos y deja
un santuario al pie de la peña. Como en Calpe, la montaña se hace berilo del héroe
solar, su menhir sagrado, el monolito de su fundación.
Volvamos a las manzanas de las Hespérides. Gea, la Tierra, entregó estas
manzanas maravillosas a Hera como regalo de boda y encomendó su vigilancia a las
tres Hespérides, hijas de Atlas y de la Estrella Vespertina. Las Hespérides vivían en el
Océano y eran de diferente color: blanca, roja y negra, los familiares colores de la
Luna.[153]
Las Hespérides representan los tres aspectos de la Diosa Madre, en cuyo jardín
estaban las manzanas de oro, símbolos del Conocimiento, de la regla, de la fórmula
del saber que el héroe solar Hércules les arrebata. Esto ocurre en tiempos neolíticos,
de la revolución agrícola, lo que indica que los míticos secretos eran, en su versión
más antigua, los de la agricultura.
Los tres aspectos de la Diosa Madre perduran en el cristianismo en la forma de las
tres Marías. «Los coptos incluso se atrevían a combinar las tres Marías, espectadoras
de la crucifixión de Cristo, en una sola persona con María Cleofás, la Virgen y María
Magdalena».[154] El culto a la tríada de diosas sobrevive en Arles (Provenza). Los
gitanos veneran a las «tres Marías del Mar», la Virgen, María Cleofás (hermana de la
Virgen) y María Salomé (madre de Santiago y Tomás), a las que a veces agregan
Marta y Sara para formar un revelador quinteto.[155] La piadosa leyenda sostiene que
las expulsaron de Palestina y llegaron a Francia en compañía de Sara, la sirvienta
egipcia, de Lázaro (el resucitado), de Marta (la otra hermana de la Virgen) y de María
Magdalena (la pecadora, según la versión oficial; en realidad, la esposa de Jesús). En
el santuario matriarcal de Sainte Marie de la Mer, la piedra santa venerada por los
devotos es «la almohada», un bloque de mármol sobre el que supuestamente se
encontraron los huesos de las santas. Los gitanos sacan en procesión a santa Sara, el
24 de mayo, hasta la orilla del mar para esperar a las tres Marías.
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En la ermita de Piedras Santas, patrona de Pedroche (Córdoba), también se
veneran tres Vírgenes.[156] Son pervivencias del culto a las Marías que todavía era
firme en el Jaén del siglo XVI, cuando una devota encargó ponerlas en su capilla
funeraria.
En el Dolmen Sagrado de Jaén había un santuario de la Diosa Madre en su triple
aspecto. Cada color —blanco, rojo, negro— tenía su puerta y su camino. Estas
puertas sagradas perduraron, como veremos cuando la catedral sustituyó al dolmen.
El negro era el color de la fratría del Toro, posiblemente la más importante. La
calle del Toro, hoy calle del Obispo, era precisamente la que en época medieval
seguía el trazado que lleva hoy a la puerta del Perdón de la catedral.[157] La fratría del
blanco dejó su recuerdo en el nombre de la torre del Alcotán o del algodón; la fratría
del rojo, en el de la famosa puerta Bermeja, que comunicaba la primitiva catedral con
su claustro.
Más persistentes que la memoria de los hombres, más persistentes incluso que la
misma piedra, las aves sagradas de la Diosa Madre vuelven cada primero de marzo a
la catedral dolménica. Bandadas y bandadas de golondrinas, grajos y vencejos llegan
al templo y lo invaden, se cuelan por sus desvanes y galerías altas, se refugian en las
molduras barrocas de la fachada, instalan sus nidos en aleros y altillos provocando la
desesperación del cabildo, que no sabe ya qué medidas tomar para que las negras
aves abandonen la extraña querencia del templo. Lo han probado todo, desde
terroríficos espantapájaros a cebos envenenados, pero las aves de la Diosa acuden
tozudas a su cita anual guiadas por un ciego instinto milenario.
Lo que ocurre en la catedral de Jaén no es excepcional ni único. Hace miles de
años existieron otros santuarios de la Diosa Madre en los que se producía idéntico
fenómeno. En el cabo de San Vicente (Portugal), en un antiguo santuario dolménico,
se veneraban unas piedras sobre las que los devotos hacían libaciones de agua.[158] En
época musulmana el santuario se transformó en un lugar de culto que era, asombra
decirlo, monasterio cristiano y mezquita musulmana. No es que hubiera una mezquita
al lado del monasterio. Es que monasterio y mezquita eran una misma cosa. El
santuario estaba dedicado a san Vicente, pero es evidente que aquel curioso ejemplo
de hermandad y fusión de dos creencias enfrentadas se basaba en un convencimiento
muy anterior a las creencias mismas y al propio san Vicente, patrón del lugar, cuyas
reliquias se veneraban allí. Como dice Hagerty, «en el monasterio-mezquita de san
Vicente se encerraba el secreto mismo de al-Ándalus».[159]
Pues bien, en aquel santuario, que finalmente destruyeron los fanáticos
almorávides, habitaba una bandada de cuervos que revoloteaban sin cesar por encima
de la cúpula y nunca se apartaron del lugar o de sus aledaños. Se decía que habían
llegado de Valencia acompañando a las reliquias del santo.[160]
Este curioso fenómeno de los pájaros negros que se ha perdido en el cabo de San
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Vicente persiste hoy en el solar del Dolmen Sagrado jiennense.
Volvamos ahora la mirada a sus grajos y golondrinas. En realidad, no son negros
como los profanos creen. Si observamos de cerca una golondrina, la más sagrada de
estas aves, repararemos en que el plumaje superior es negro, en efecto, pero tiene la
garganta rojiza y la pechuga blanca: negro, rojo y blanco, los colores de la Diosa
Madre que persisten en sus aves consagradas.
Los paralelos mediterráneos son elocuentes: en Grecia, «las grullas eran sagradas
para la Luna, probablemente porque combinaban los colores lunares: el blanco, el
rojo y el negro».[161]
La golondrina es todavía sagrada en el Santo Reino y su vuelo se considera
premonitorio: si se acerca al suelo, anuncia lluvia vivificante, un oráculo propio del
matriarcado agrícola.
A las golondrinas no se las mata si uno quiere evitar la ira de la Diosa. La piadosa
leyenda cristiana ha disfrazado la antigua prohibición inventándole un motivo: se
respetan porque con sus picos sacaron las espina de Cristo crucificado.
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Fig. 36. Las hoces del Duratón con la ermita de San Frutos. N. Wilcox,
2001
Fig. 37. Una devota repta en torno a la Piedra Santa en cumplimiento del
rito de San Frutos. N. Wilcox, 2001.
Fig. 38. Los turistas dan siete vueltas en torno a la Piedra Santa en Karnak.
J. Sol, 2002.
deseaban erradicar cualquier mención del subterráneo, es decir, del Dolmen Sagrado.
Después de destruirlo físicamente, o de cegarlo, se propusieron borrarlo también de la
memoria de sus fieles. Y cuando estaba recién salida del subterráneo, en el siglo XV,
se llamaba Virgen de la Consolación.[172]
Examinemos ahora la imagen.
Lo primero que llama la atención de esta Virgen Galactrofusa es su pedestal, una
peana en forma de nube, vagamente esférica, tan alta como la propia imagen. Esta
peana no es la original, sino un añadido del siglo XVII. ¿Cómo sería la original?
Nuestra hipótesis, que más adelante razonaremos, es que la original era una piedra
esférica de las llamadas cabezas. Cuando la arrumbaron, porque les pareció torpe y
pesado soporte para tan liviana imagen, tan sólo procuraron sustituirla por algo
parecido. Una nube tallada en forma casi esférica cubría perfectamente el expediente.
Pero ¿y los fieles? Los fieles devotos suelen resistirse a cualquier alteración de las
imágenes que veneran.
Los fieles no advirtieron el cambio. Hacía ya mucho tiempo que la imagen de la
Antigua estaba vedada a la contemplación del pueblo. Podían rezarle, eso sí, y
cuando le dirigían sus preces sabían que estaba allí, escuchándolos desde su alta
hornacina de la capilla mayor, a casi tres metros del suelo, encima del cofre de la
Verónica, pero no podían verla. Una cortina perpetuamente corrida delante de la
imagen lo impedía.
Esta cortina sólo se descorría cuando pasaba el cabildo en pleno por delante del
altar camino de la Sala Capitular, con el templo vacío, en privado.[173] La
contemplación de Nuestra Señora de la Antigua, como la del Arca de la Alianza del
Templo de Salomón, quedaba reservada al Sumo Sacerdote, a los iniciados.
Es sorprendente que se mantenga durante siglos la devoción por una imagen que
sus fieles no pueden contemplar. Hoy tal restricción ha caído en desuso, quizá porque
tampoco quedan fieles ya, y la Virgen de la Antigua se ofrece a nuestra curiosidad,
negra, remota, enigmática e inaccesible. Mejor diríamos que no toda la imagen sino
tan sólo su rostro oscuro y diminuto, puesto que el resto sigue oculto debajo de la
espesa cortina de sus ropajes y adornos, como sucede también con el resto de las
La Barca de Piedra
En algunos santuarios de la Diosa Madre la esfera de piedra pudo estar emplazada
sobre una especie de pedestal en forma de barca. Es posible que parte del rito
consistiera en mover la piedra sobre esa base cóncava. La palabra hebrea thebah[196]
designa un recipiente sagrado en forma de barco como el arca de Noé o la cestilla que
contenía a Moisés cuando lo salvaron de las aguas. El caso es que en algunos
El agua
En casi todas las ermitas de Nuestra Señora, y en gran parte de las de los santos o
Cristos que en algún momento las sustituyeron, existen pozos o manantiales sagrados,
las Fuensantas, Aguas Santas o Pozos Santos.
En el Dolmen Sagrado de la catedral de Jaén había un manantial cuyas aguas, que
brotaban en el interior del propio dolmen, se canalizaban en varias direcciones. Un
regato iba hacia la actual calle Pilarillos, donde estuvo la primitiva comunidad de
monjas de Santa Clara.[211] ¿Agua sagrada de la Diosa Madre para una comunidad
religiosa femenina? Es posible que ni el rey ni las monjas fueran conscientes de la
pervivencia de estas asociaciones ¿O lo eran?
A la muerte del último iniciado que trabajó en la catedral, Andrés de Vandelvira,
el cabildo dispuso que «el venero del testero del brazo sur del crucero» se encauzara
fuera del templo.[212] De este modo el manantial sagrado se llevó al pilar de la actual
ermita de San Félix de Cantalicio.
Visitemos esta apartada ermita.
Fig. 49. El Ónfalos del santuario Fig. 50. Piedra sagrada con
de Delfos. Museo Arqueológico serpiente en un templo griego
de Atenas. de Asklepios.
Fig. 61.
Fig. 62. La esfera y el manantial a la puerta del
Virgen del
antiguo santuario, hoy iglesia, pasan
Vinyet,
desapercibidos.
Sitges
La Virgen Blanca
La ermita de la Virgen Blanca está en el cerro de los Lirios, a tres kilómetros de Jaén,
en el antiguo camino de Martos.[227]
El lugar se denominaba La Imora o Daymora en la época de la conquista,
corrupción de la frase: «La que i mora», la que vive allí, oportuno circunloquio para
ocultar el nombre secreto de la divinidad que, convenientemente convertida en Virgen
María, se llamó la Virgen Blanca.
La primitiva imagen se llamaba Virgen Alba. En la Edad Media se trasladó a Jaén
al cargo de la familia Rincón, avecindada frente al templo de la Magdalena. Hacia
1611, los Rincón la cedieron a la compañía de Jesús, que la entronizó en su iglesia de
la calle Compañía.
imagen de Isis reciclada en Virgen María? En el mismo altar donde se veneraba esta
imagen colocaron los jesuitas «una pirámide de vidrio verde con remate de azófar,
labrada» que contenía una reliquia de san Eufrasio, primer obispo de la diócesis
venido de Oriente.[230]
A mediados del siglo XIX, Muñoz Garnica, un buscador de la Mesa de Salomón,
realizó grandes obras en la antigua iglesia de los jesuitas, ya arruinada, con la
esperanza de encontrar la imagen primitiva.
Las tres Vírgenes Negras que hemos mencionado (la Coronada, la Cabeza y la
Blanca) fueron destruidas en 1936.
La Asomada
La ermita de la Asomada es un sencillo edificio sobre la loma que domina el puente
de la Sierra, en el antiguo camino de Otíñar, a cinco kilómetros de Jaén. Su nombre
deriva del árabe samada, que significa “fuente de agua caliente”, por un manantial,
hoy seco, que hubo a los pies de la ermita. La Virgen ha desaparecido.
La Virgen de la Peña
La Virgen de la Peña se veneraba en una ermita a tres kilómetros de Jaén, junto a la
fuente de la Peña. La antigua imagen de la Virgen ha desaparecido, así como la peña
que la sustentaba.
Actualmente, perduran trazas de los ritos consagrados a la Virgen en la romería
del Cristo de Chircales, que la suplantó en su santuario. En la fiesta típicamente
matriarcal «la imagen se lleva en procesión hasta la glorieta para regresar de nuevo a
su ermita, que este día tiene arcos triunfales de pino y yerbas silvestres y altar de
capullos y rosas de olor».[231]
Estos cultos de la Diosa Madre, por primavera, con grandes despliegues vegetales
de flores, juncia y romero, aseguraban la fecundidad de los campos, de los animales y
de las personas.
Santa Ana
Nos queda, finalmente, la última Virgen ancestral que en rigor debiera ser la primera:
santa Ana.
Con esa música galaica y remota, que evocaba brumas y lejanas melodías de
gaita, salí a pasear por Londres un melancólico día de marzo y mis pasos me llevaron
al puente de Blackfriars, de cuya estructura apareció colgado el cadáver del banquero
Calvi, una pierna doblada en cuatro, como el ahorcado del Tarot.
¿Cuántas cosas sabía y cuántas ignoraba?
Oscurecía sobre la rotonda templaria, la mole gris de la iglesia circular. Intenté
visitarla una vez más, contemplar las tumbas de los anónimos caballeros con almófar
y cota de malla, las piernas cruzadas que denotaban su lucha en Tierra Santa. Empujé
la puerta y no cedió. Ya estaba cerrada.
Regresé al hotel. Aquella noche telefoneé al cabalista Arcángelos Petros-Beer.
—¿Cómo van sus indagaciones? —me preguntó con voz joven y jovial. Al fondo
se oía un trasiego de cacharros en un fregadero. Estaba acompañado.
—Marchando —respondí—, tenemos un santuario dolménico que alberga una
trinidad de Diosas Madre, al que los devotos acceden por un camino iniciático que
reproduce el esquema geométrico del Nudo de Salomón, el símbolo del
Conocimiento.
—¿Y la Mesa de Salomón?
—Busco a los que la buscaron, un poco perdido.
—Persevere, joven. El formulario preciso de la Sabiduría absoluta, el acceso al
La Piedra Maestra.
La Piedra Integral.
La Columna Central.
El Montón de Piedra.
El Pozo.
casual que muchos artífices míticos del Templo de Salomón tengan también ese
metros de altura. En su cima, barrida por los vientos, construyeron los calatravos,
sucesores de los templarios, un castillo desde cuyos torreones se divisa una extensión
de muchos kilómetros a la redonda (Fig. 71). Probablemente, el primer santuario de
los pueblos pastores adoradores de los dioses uránicos del Trueno fuese la montaña
misma y de ahí proceda la sacralización de estas «columnas» que el héroe solar
levanta.[259]
San Cristóbal
El Rey Sagrado se presentaba a veces como un gigante verde formado de ramas y
plantas que simbolizaba la vegetación y los bosques. El gigante verde moría cuando
se agostaba la vegetación y cedía el puesto al hijo-esposo que había engendrado en la
Diosa Madre, y así sucesivamente.[260]
En la mitología grecolatina, el gigante verde se transforma en Heracles-Hércules
Un rectángulo coronado por una línea quebrada. Dentro del rectángulo había unas
letras o números ilegibles; debajo, un par de líneas onduladas apenas perceptibles
debido al deterioro de la piedra.
Antiguamente, se creía que los espíritus habitaban ciertas fuentes, ciertos árboles
y ciertos edificios. El espíritu de los edificios residía en el dintel de la entrada.[266]
(Fig. 75). Quizá el relieve de la casa de las almenas representaba algo trascendente.
El dintel de la casa de las almenas desapareció en los años sesenta, durante una
reforma, pero a la derecha de la puerta perdura una interesante ventana de yeso, que
reproduce la estrella de seis puntas, el sello de Salomón o estrella de David, que
vuelve a repetirse en el patio y en otros edificios del entorno (Figs. 76, 77, 78 y 79).
La casa de las almenas es relativamente moderna, quizá de finales del siglo XIX.
La estrella y la piedra del dintel debieron de pertenecer al edificio anterior. La
tradición sostiene que allí vivió un famoso sanador judío y que allí se hospedó un rey
de España.
En la época del califato hubo un famoso médico judío oriundo de Jaén, Hasday
Ben Chaprut, miembro de una de las más notables familias de la ciudad. Esta casa,
emplazada en lugar preferente del núcleo medieval, podría muy bien haber sido la
suya. Es evidente que a lo largo de aquel dilatado período debieron de existir muchos
médicos judíos en Jaén, pero existe otro indicio que refuerza esta hipótesis. Se
menciona en una de las oraciones de los curanderos:
Fig. 82. Sello templario con dos caballeros sobre un solo caballo. Siglo
XIII. (Arch. Hist. Nal. París).
Fig. 84. Señalada con una B, la capilla iniciática octogonal construida por
Fernando III junto al Dolmen Sagrado de Jaén, hacia 1867.
C uando Fernando sentía próximo su fin, le confió a su hijo que había recibido
Jaén en pleito-homenaje de Alhamar con la condición de devolverla sí el rey
de Granada se la reclamaba. Naturalmente, ningún historiador moderno presta el
mínimo crédito a esta historia. En cualquier caso, el rey moribundo transmitió a su
heredero un secreto relacionado con Jaén en su lecho de muerte: la Mesa de Salomón.
[293]
En sus últimos años, Fernando III había considerado la posibilidad de titularse
emperador. Su hijo retomó el proyecto. La posesión del talismán salomónico presta a
Alfonso X el respaldo espiritual necesario para aspirar al imperio de la cristiandad.
Quizá le hizo perder contacto con la realidad, porque se volvió tan soñador que sus
proyectos, y hasta su vida, fracasaron. Pero ciñámonos a los hechos.
En 1254 había muerto el último emperador Hohenstaufen dejando vacante el
trono imperial de Europa. La jefatura de la dinastía gibelina recaía sobre la madre de
Alfonso X, la primera esposa de Fernando III, Beatriz de Suabia. Por lo tanto, los
derechos de los Hohenstaufen correspondían al joven rey de Castilla. Pero surgieron
problemas. Para empezar, la corona imperial no era hereditaria sino electiva y
dependía del voto de los siete príncipes alemanes. Alfonso X invirtió ingentes sumas
de dinero en sobornos. Los gibelinos italianos, encabezados por Pisa, le ofrecieron la
corona imperial en 1256 y él se tituló «emperador electo» y hasta creó una cancillería
imperial independiente de la castellana, pero otros electores votaron a Ricardo de
Cornualles, hermano del rey de Inglaterra, de manera que en Europa llegó a haber dos
emperadores, pero sólo un imperio. Mantener la candidatura e imponerse a su rival
costaba tanto que las Cortes castellanas se declararon abiertamente contrarias a las
pretensiones reales.
A pesar de ello, Alfonso X insistió en su proyecto con la ilusión de coronarse
emperador en Roma, por el Papa, ante la realeza europea, como un nuevo Salomón.
La corona imperial era sagrada y debía pertenecer al Resh Galutha, al legítimo
propietario de la sagrada herencia de la Mesa de Salomón…
Pero sus proyectos naufragaron. Los moros de los territorios recientemente
conquistados se sublevaron y Alfonso se vio obligado a desatender sus proyectos
imperiales durante un tiempo. Cuando quiso recuperarlos, el Papa desestimó su
candidatura.
El castillo
32 + 42 =52
El manantial
La posesión por la casa real de Granada del secreto de la Mesa de Salomón dejó su
huella en la leyenda. Según la profecía popular, el rey moro de Granada abrevaría un
día a su caballo en la fuente de la Magdalena.[298] En la leyenda del lagarto de la
Malena, el caballo es el emblema del héroe solar vencedor de la serpiente (en
realidad, la Diosa Madre que guarda el secreto de la sabiduría). Por extensión, el
lagarto guarda la Mesa de Salomón. Llega el Rey Sagrado y abreva su caballo en el
manantial, es decir, vence al lagarto y obtiene su secreto. Ése era el significado
esotérico de la leyenda, pero el sencillo pueblo, que ignoraba el misterio de la Mesa
de Salomón, la interpretaba exotéricamente. Creían que el rey moro de Granada
reconquistaría Jaén algún día. Por eso respiraron tranquilos una buena mañana de
1483 cuando creyeron cumplida ya, y sin daño, la profecía: «Como los moros suelen
abrevar a sus caballos donde se les ofrece, cuando trajeron al rey Chiquito (se refiere
a Boabdil de Granada) y lo pasaron por Jaén, aflojó la rienda y dio agua a su caballo
en el pilar de la Magdalena, lo cual visto por los viejos del pueblo alzaron la voz
diciendo que era ya cumplida la profecía».[299]
El manantial oracular de la Magdalena y morada del dragón que custodiaba la
Mesa de Salomón conservó su carácter sagrado al margen de los diversos empleos
útiles que la ciudad dio a sus aguas (Fig. 100).
Los reyes de Castilla, que heredan el secreto de la Mesa de Salomón desde
Fernando III, son, en este sentido, Reyes Sagrados, herederos del héroe solar vencedor
de la serpiente y conquistador de los secretos de la Mesa. En este contexto se
explican las pinturas que decoraban la bóveda del manantial. «La bóveda es de
calicanto costoso, muy enlucida, y pintados en ella todos los reyes cristianos que ha
Fig. 93. Pectoral del Nombre Fig. 94. Pectoral del Nombre del
del Poder en la jamba de la Poder en la obra gótica del
poterna del castillo de Santa obispo Suárez. Catedral de Jaén.
Catalina. J. Sol, 2001. N. Wilcox, 2001.
Fig. 99. La estrella de ocho puntas, emblema compartido por las casas
reales de Castilla y Granada. N. Wilcox, 2001.
E n el siglo XVII la leyenda del obispo de Jaén a lomos del diablo era tan popular
que el padre Feijoo le dedicó un ensayo, De la transportación mágica del
obispo de Jaén. En una iglesia de Roma se mostraba el sombrero que el obispo de
Jaén se dejó olvidado en su memorable visita.[302]
Recordemos nuevamente la leyenda: el obispo de Jaén tenía encerrados a tres
diablillos en una garrafa. Un día, uno de ellos le propuso llevarlo por los aires si, a
cambio, le entregaba cada noche las sobras de su cena. El prelado aceptó y le pidió al
diablillo que lo llevase a Roma, a ver al Papa. En un abrir y cerrar de ojos volaron
obispo y diablo y aterrizaron en el Vaticano, justo a tiempo para evitar que el Santo
Padre cometiese un gran pecado. El Pontífice,[303] agradecido, le entregó al obispo el
Santo Rostro.[304] De vuelta en Jaén, el diablo retornó a su encierro en la garrafa. A
partir de entonces, el obispo cenaba nueces y le echaba las cascaras al diablo: «Ahí
van las sobras pactadas», le decía.
La versión medieval de la leyenda es algo distinta: el que tenía encerrados a los
diablos no era el obispo de Jaén sino el rey Salomón, como atestigua el Virgilio
Hispano citado por Menéndez Pelayo.[305] Por esta interesante obra sabemos que
unos espíritus o genios dieron lugar al Arte Notoria, quae est ars et scientia sancta,
[306] la Cábala, que los espíritus encerrados en la garrafa comunicaron a Salomón y él
«los encerró en una botella fuera de uno que era cojo».[307] Recordemos la cojera
iniciática del Rey Sagrado.
Según la misma fuente, Aristóteles fue un hombre inculto y de pocas luces hasta
que Alejandro Magno tomó Jerusalén y «él logró saber dónde estaban encerrados los
libros de Salomón y se hizo sabio».[308]
En tiempos de Mahoma la historia de Salomón y los diablos de la garrafa era tan
conocida que dejó perdurable huella en el Corán: «De los schayatin los había que
buceaban para él y obraban obra». (Sura XXI, 82); «… y ajuntaron para Salomón sus
huestes de genios». (Sura XXVII, 17); «… y de los genios había que trabajaban entre
sus manos por permisión de su señor». (Sura XXXIV, 11).
Por consiguiente, y ya durante la Edad Media, se produce una identificación
fundamental entre Salomón y el obispo de Jaén. En cualquier caso, se trata del
personaje más o menos legendario que mantenía a tres genios o diablos encerrados en
una garrafa.
Estos espíritus ayudan a Salomón a obtener la Sabiduría perfecta, es decir, el
nombre secreto del Dios primordial, el Shem Shemaforash, el objetivo final de la
Agua y almenas
A Fernando IV el Emplazado lo sucedió su hijo Alfonso XI, que sólo contaba un año
de edad. Sin embargo, el secreto continuaba transmitiéndose, pues nuevamente se
manifiesta en el hijo de Alfonso, el rey Pedro I el Cruel. Durante su reinado, Castilla
se escinde en una guerra civil entre los partidarios del rey legítimo y los de su
hermano bastardo, Enrique de Trastámara.
En plena guerra civil, el rey don Pedro visita Jaén de incógnito y sin escolta.
Resulta difícil creer que este hombre tan alejado de veleidades místicas lo abandonara
todo para ir a Jaén en pos de una leyenda a la que su padre no había prestado
demasiada atención. Es evidente que Pedro I obedecía a razones poderosas que
justificaban el riesgo.
El secreto de la Mesa de Salomón se había transmitido a la casa real de Castilla,
pero también a la de Granada desde su fundador, el rey Alhamar. En 1362, Pedro I
prende y ejecuta al rey de Granada cuando lo visitaba en el alcázar de Sevilla después
de arrebatarle «tres piedras falaxes muy notables e muy grandes… e otras doblas e
joyas».
Estaba en este punto de la investigación cuando Margaret me hizo llegar unas
notas sobre Pedro I que había encontrado entre los papeles de la señora Mann.
La telefoneé esa misma noche.
—Joyce Mann estaba convencida de que el famoso rubí espinela maldito de
Pedro I formaba parte de este alijo.
—¿De qué rubí me hablas?
—El 3 de abril de 1367, Pedro I derrotó a su hermano Enrique gracias a la ayuda
de los arqueros ingleses del Príncipe Negro. Pedro I recompensó al Príncipe Negro
con «muchas joyas ricas de aljófar e piedras preciosas», entre ellas un notable rubí
espinela.
—No tenía ni idea.
—Porque no eres nada patriota —me riñó cariñosamente—. Si lo fueras, sabrías
que el rubí, que tiene el tamaño de un huevo de paloma, está engastado en nuestra
corona imperial, la inglesa, entre dos flores de lis.
—Ésa es la flor que simboliza a la Diosa Madre —apunté.
—Lo sé; y el dos es el número del Temple —prosiguió Margaret—. Como otras
joyas notables, este rubí tiene su leyenda maldita. Sus propietarios tienden a morir
trágicamente: el propio Pedro I, asesinado por su hermano en Montiel; el Príncipe
Negro, fallecido a los pocos meses de recibir la joya, sin llegar a reinar; un siglo
El exilio de Iranzo
Cuando el rey lo nombra conde y condestable de Castilla, un espléndido porvenir
para un joven, Iranzo abandona la corte y se exilia voluntariamente en Jaén para el
resto de su vida. Deja el halago de la corte para encerrarse en una ciudad de la
frontera, poblada por gente violenta y perpetuamente amenazada por los moros. Los
que conocieron a Miguel Lucas en su depravada juventud no creían espontánea
aquella mudanza.[336] En una carta al Papa en 1471, Iranzo justifica su decisión: «Por
servicio de Dios, ensalzamiento de su fe, defensión de esta frontera, acordé
desterrarme de la corte».[337]
Los datos parecen confirmar que Enrique IV heredó, con la corona, cierto
conocimiento de la Mesa de Salomón y escogió a su amigo de confianza para que
velase por sus intereses en Jaén. Iranzo colaboró fielmente con su rey, pero también
contó con una serie de fieles confidentes con los que compartía probablemente su
secreto. Quizá ese criado alemán; quizá su hermano Alonso de Iranzo, arcediano de
Toledo.
En cualquier caso, el proyecto real sobre la Mesa de Salomón se vería primero
estorbado y después definitivamente relegado por los graves acontecimientos de la
guerra civil entre Enrique IV y la nobleza rebelde, que exigieron atención prioritaria
tanto del rey como de Iranzo.
Los gitanos
¿Qué sentido tienen las misteriosas relaciones de Iranzo con ciertos personajes
tradicionalmente identificados como gitanos? En enero de 1470 aparece en Andújar
«un caballero que se llamaba el conde de la Pequeña Egipto con su mujer la condesa
doña Luisa y hasta cincuenta personas».[338] Iranzo los hospeda durante una semana y
cuando reemprenden el camino les entrega una suma de dinero. A los quince días
llega el «duque Paulo de la Pequeña Egipto» e Iranzo hace otro tanto.[339]
Hay una característica común que identifica a varios nombres de la lista de los
que buscaron la Cava: la posesión de ilimitados medios de fortuna. Estos personajes
asombraron a sus contemporáneos por su riqueza inagotable. El lector de la Crónica
El asesinato
Todas las pruebas apuntan a que Iranzo consiguió algo. El rey le encomendó una
misión relacionada con la Mesa de Salomón, Iranzo emparentó con la familia de los
Torres y accedió al tesoro. Esto es evidente. Pero ¿consiguió todo lo que se había
propuesto o lo que el rey pretendía? No. En última instancia fracasó. Se produjeron
demasiadas circunstancias adversas. Primero, la muerte de su hermano, del que quizá
dependía el éxito de la parte espiritual de la empresa. Luego, una prolongada guerra
civil especialmente devastadora para Jaén y su comarca. Después, los ataques de los
moros granadinos, y finalmente, los enemigos personales que Iranzo se granjeó en
Jaén desde su llegada a la ciudad. El condestable consiguió abortar algunas conjuras
tramadas contra su persona, pero sucumbió a la última.
El día 21 de marzo de 1473, festividad de San Benito, Iranzo asistía a misa en la
catedral y estaba arrodillado en las gradas de su capilla mayor, justamente encima del
santuario dolménico, cuando «entró un hombre arrebozado y le dio en la cabeza con
el mocho de la ballesta que traía».[355] Iranzo murió en el acto. A continuación, el
populacho se lanzó contra las casas de los conversos, descendientes de los judíos, en
la Magdalena, y las saqueó y mató a muchos de ellos.
E n la primera mitad del siglo XVI un grupo de iniciados, entre los que destacan
el obispo Suárez y el protonotario papal Gutierre Doncel, desarrolló una
intensa actividad en Jaén. De cuantos buscaron la Cava ninguno anduvo más cerca de
alcanzar los tesoros material y espiritual de la Mesa de Salomón. Además,
transmitieron sus hallazgos a la posteridad en forma cifrada, «manteniendo
voluntariamente estos velos», como aconseja la Cábala.[359]
Don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce fue obispo de Jaén entre 1500 y 1520.
Había nacido, en el seno de una familia humilde, en un pueblecito de la actual
provincia de Ávila, Fuente del Sauce, cerca de Arévalo. «Nunca tuvo nobleza ni eran
sus padres hidalgos ni tenían armas ningunas».[360]
Es un hombre de carne y hueso, pero su biografía corresponde fielmente a los
patrones del mito. Es, naturalmente, una simple coincidencia, pero hay demasiadas
coincidencias en esta historia. En su infancia fue pastor, como Hércules y como otros
héroes solares desveladores del secreto de la serpiente.[361] Siendo todavía muchacho,
fue a un sastre a que le hiciese un capote y yéndoselo a poner el dicho sastre al dicho
obispo le dijo: «Paréceme un obispo con ese capote».[362] Muchos años después, el
humilde pastor llegó a obispo, tal como le profetizara el humilde alfayate, y «le dio
de comer por ello», es decir, le concedió una pensión vitalicia.[363]
Don Alonso Suárez ascendió de su humilde estado e hizo carrera. Primero obispo
de Mondoñedo,[364] después, inquisidor general, obispo de Lugo y comisario general
de la Santa Cruzada. En Mondoñedo y Lugo se interesó por los temas de la sabiduría
antigua y desde su puesto de inquisidor conoció a algunos cabalistas.
En 1499 era obispo electo de Málaga pero, al quedar vacante la sede de Jaén,
porque su obispo fray Diego Deza se trasladaba a Sevilla, don Alonso consiguió el
puesto.
El pontificado del obispo Suárez en Jaén, que ocupó los últimos veinte años de su
vida, fue muy fructífero. No quedó rincón en su diócesis donde no levantara iglesias
y monumentos. Aún hoy, cuando tantas obras suyas han desaparecido, nos admira
encontrar el escudo heráldico del obispo constructor en tantos edificios, en San
Andrés de Baeza, en la capilla de San Ildefonso, en la catedral de Jaén, en la sillería
de su coro, para cuya talla hizo venir al artista flamenco Gutierre Guierero.
Esta intensa actividad plantea una serie de preguntas de difícil respuesta. ¿De
dónde sacaba don Alonso el oro que gastó en edificar puentes, templos, casas,
palacios, fortalezas y conventos?
Cada año, la víspera del Día de los Difuntos, sus descendientes enviaban al
cabildo seis blandones de cera nueva. Se entendía que, si el cabildo los aceptaba, la
momia de don Alonso podría recibir sepultura en la capilla mayor. Pero el cabildo los
rechazó siempre, año tras año (Fig. 110).
Dentro del cajón, en un ataúd de lata, estaba la momia del obispo, vestida de
pontifical, con báculo de madera y las manos cruzadas sobre el pecho. Un pergamino
encerrado en una cajita daba somera noticia del difunto.
Don Alonso Suárez se hizo enterrar con un libro y con unos determinados
ornamentos. Pero libro y ornamentos se cambiaron por otros el 15 de mayo de 1876.
Los antiguos desaparecieron, así como el libro que los acompañaba. Para que no se
notara su falta pusieron en su lugar, sobre el corazón de la momia, un ejemplar de las
Odas de Horacio, que acompañaba al difunto todavía en 1958, cuando la cajonera se
abrió por deseo de doña Carmen Polo, esposa del general Franco, que quería
contemplar la momia (Fig. 111).
Un somero examen del enterramiento nos plantea una serie de interrogantes:
Es razonable suponer que una anónima mano actuó en 1876 para apropiarse de
estas vestiduras y del libro. Una anónima mano probablemente surgida del propio
Un laberinto de símbolos
Don Alonso Suárez no se enfrentó en solitario a la búsqueda de la Mesa de Salomón.
Ya hemos visto que contó con la valiosa ayuda de aquellos tres colaboradores
igualmente iniciados a los que hizo retratar en su silla episcopal. Pero la nómina de
este grupo, el mejor conocido y quizá el que más claramente alcanzó el éxito al
desvelar el Conocimiento, no estaría completa si no añadiésemos otros dos nombres:
el tallista Gutierre Guierero y el protonotario papal Gutierre Doncel.
Gutierre Guierero es el tallista flamenco, natural de Amberes, que don Alonso
contrató hacia 1518 para que tallara el coro en el que proyectaba dejar su testamento
iniciático. De Guierero se ignora casi todo. Se sospecha que quizá no fuese fiel
creyente católico, aunque probablemente se trataba de un iniciado miembro de la
hermandad secreta Los Niños de Dios, tan extendida en los Países Bajos, a la que
también perteneció Arias Montano (Fig. 115). En vísperas de su muerte expresó su
deseo de recibir sepultura en la catedral, un rasgo común a los individuos del grupo
episcopal, que aspiran a enterrarse en el Dolmen. Inspirado por don Alonso, Guierero
despliega un intrincado laberinto de símbolos en sus tallas para la sillería de la
catedral, un libro de imágenes que aguarda a que alguien sepa y pueda descifrarlo.
[382]
Gutierre Guierero deja su testimonio personal en el retrato de los iniciados que él
mismo talló primorosamente en la silla episcopal. Su rúbrica consistía en dos aspas:
la de la izquierda formada por el cruce de martillo y formón; la de la derecha, por dos
Fig. 124. Jacob sueña con la cabeza apoyada en el betel o Piedra Negra.
De su costado brota el árbol genealógico de la Virgen, la sucesión de la
sang real de la casa de David. J. Galán Rosa, 1975.
E n la esquina del primer contrafuerte, entre los dos primeros paneles, sentado
sobre la moldura superior de la cenefa, hay un hombrecillo vestido a la usanza
del siglo XV y tocado con un turbante que se anuda reproduciendo el esquema
tripartito del Nudo de Salomón. Tiene la cara redonda y fea, la mirada curiosa e
incisiva, algo desviada hacia la izquierda, la boca enorme y firmemente cerrada, con
algo de sapo, los labios apretados. Está sentado en el suelo a usanza oriental, las
piernas retraídas y los pies juntos por las plantas. Los codos descansan sobre las
rodillas y se agarra los tobillos con las manos. La izquierda tiene el dedo índice
montado sobre el corazón (Fig. 131).
Todos estos detalles escultóricos deben de ser significativos, porque aparecen
minuciosamente descritos en los papeles de Joyce Mann bajo el epígrafe: «Bafomet
de la catedral».
El Bafomet se menciona repetidamente en los procesos contra el Temple. Según
los inquisidores, los templarios adoraban a un ídolo al que llamaban Bafomet. No
queda claro si se trataba de un monstruo deforme, de un busto humano o de un ser
andrógino.
El Bafomet de los Templarios es la plasmación simbólica de un ente abstracto de
la Cábala, la Pequeña Figura. En el capítulo dedicado a Ben Chaprut se citaron los
textos cabalísticos que aludían a esta Pequeña Figura representativa de lo visible o
externo de la Cabeza del Anciano o Dios Primordial.
Después de mi indagación sobre Joyce Mann, me reuní con Mr. Mortimer
Thomson en su despacho del All Souls College y le mostré las fotocopias de algunas
fichas de la investigadora.
—La señora Mann hizo bien su trabajo —comentó—, aunque tuvo ciertas
dificultades dado que se trataba de una mujer físicamente especiosa, y los españoles,
en los años cuarenta, además de mal comidos, estaban muy reprimidos y no
concebían que una mujer viajara sola sin ser puta.[392]
Mr. Mortimer Thomson tenía una tendencia a divagar que yo achacaba a su
avanzada edad, aunque en sucesivas conversaciones fui descubriendo que en realidad
sentía hacia Joyce Mann una mezcla de envidia y admiración. Ella, mujer, se había
arriesgado a realizar su trabajo de campo en condiciones a veces penosas, mientras
sus compañeros se quedaban en casa, sin salir de Oxford, dedicados a labores de
gabinete.
Mr. Mortimer Thomson recordaba perfectamente el asunto de los Bafomets de
Fig. 135. El
Fig. 136. La ermita templaria de San
santuario ancestral
Bartolomé, desde el interior del santuario
del río Lobos. J. Sol,
del río Lobos. J. Sol, 2001.
2001.
Figs. 143 y 144. Marcas de cantero en el muro del obispo Suárez. J. Galán
Rosa, 1975.
La Magdalena
Fernando III consagró una iglesia a la Magdalena en el manantial oracular de Jaén, el
lugar sagrado que había sido sucesivamente templo pagano y mezquita. La alberca de
abluciones de la mezquita todavía subsiste adosada a la actual iglesia.
En la Magdalena, el barrio más antiguo y castizo de la ciudad, están el manantial
del Lagarto; el peñón de Uribe, que fue piedra de sacrificios; el palacio de los condes
de Villardompardo, construido sobre los baños árabes donde murió el rey Alí; el
palacio de los reyes moros, aquel edificio encantado, según la leyenda, donde pudo
ocultarse la Mesa de Salomón; el priorato de los calatravos; la «Casa de la Virgen»,
habitada por una extraña comunidad de mujeres emparedadas…
No parece casual que Fernando III dedicara el lugar del Dolmen a Santa María y
su oráculo a la Magdalena.
María Magdalena.
Según La leyenda dorada, que recoge e inspira muchas tradiciones medievales de
santos, el nombre de Magdalena significa tres cosas: mar amargo, iluminadora e
iluminada.[413] En la leyenda cristiana, el mar amargo alude a las muchas lágrimas
que derramó la penitente. En cuanto a la tercera cualidad, la de iluminada, el texto de
La leyenda dorada no puede ser más preciso: «Su mente está actualmente ilustrada
con la realidad del conocimiento divino».[414] ¿Cabe mejor definición del objetivo
último de los cabalistas, del secreto último que custodia el mítico dragón de la
Por los detalles de su biografía evangélica, la Magdalena era esposa del Rey
Sagrado, que parece ser Cristo, una Diosa Madre desdibujada por el mito cristiano
que, como religión solar, concede más importancia al elemento masculino, al Rey
Sagrado, que al femenino.
La Magdalena llega a Marsella, el prestigioso centro pitagórico griego donde se
compendia ese monumento esotérico que es el Tarot, cuyo primer arcano representa
precisamente a Salomón delante de su Mesa.[417] En Marsella se instala Magdalena
en un templo pagano, lo que la vincula con la religión precristiana de Occidente.
Finalmente, la vemos abogada de preñadas y parturientas, lo que subraya su relación
con la Diosa Madre dispensadora de fecundidad.[418]
Fiel a su primera identidad con la Virgen María, la Magdalena ocupó el oráculo
de la Diosa Madre del Dolmen Sagrado de Jaén.
En la iglesia de la Magdalena existe una pintura anónima influida por los grandes
maestros italianos del Renacimiento que representa a Magdalena, en su lecho de
muerte, rodeada de ángeles músicos, alegres a pesar de las circunstancias, y entre
ellos una figura negra, su criada egipcia Sara, que presenta un crucifijo a la
moribunda.[419] ¿Qué significa este jeroglífico? Sara es una maga egipcia, una Virgen
Negra que sugiere los poderes esotéricos de la religión matriarcal instalada en aquel
oráculo.
La Virgen medieval heredera de la Diosa Madre es negra porque el negro es el
color de la sabiduría de los iniciados. La figura negra de Sara que conforta a la
Magdalena es su Sabiduría, su iniciación.
Reparemos ahora en el relieve de la fachada principal del templo, frente al
manantial, a unos metros de la guarida del mítico lagarto. Es una obra gótica tardía,
del pontificado del obispo Esteban Gabriel Merino (1523-1535), algo posterior a la
moldura de la catedral. Representa a la Magdalena en su cueva arrodillada y
penitente. En el ángulo inferior derecho aparece un objeto esférico con pie de copa,
seguramente el tarro de los ungüentos con los que la mujer perfumó los pies de
Cristo. La tapadera podía haber sido plana, pero es una semiesfera sin más
justificación que introducir veladamente la forma de la piedra esférica, del Huevo
primordial de la Diosa Madre (Fig. 152).
Y la otra: Hanc haec mirandam tibi protulit unio gemman authori cara est
vtraque petra deo:
Las catorce ocas del juego están espaciadas cada cinco casillas de la anterior y
cada cuatro de la siguiente en dos grupos entremezclados en los que el espacio entre
las ocas es de nueve casillas. En el juego, las ocas aparecen en las casillas 5, 9, 14,
18, 23, 27, 32, 36, 41, 45, 50, 54, 59, (64), que se puede distinguir en los dos grupos
de siete ocas que discurren a lo largo del juego de la siguiente manera:
Dos grupos que constituyen dos espirales entrelazadas en la espiral común del
camino de la oca.
Los misterios cabalísticos que el juego encierra se manifiestan en combinaciones
sorprendentes. Las dos series pueden sumarse vertical y horizontalmente de este
modo:[465]
Primera: 5 + 14 + 23 + 32 + 41 + 50 + 59=224=2+2+4=8
Segunda: 9 + 18 + 27 + 36 + 45 + 54 + 64=253=2+5+3=1
14 32 50 68 86 104 123 477=4+7+7=9
5 5 5 5 5 5 6
texto original: a bold, fat, flabby man disguising his congenital ugliness with an
indocile beard. (N. del T.) <<
1969, y la dirección postal del RILKO: «All Communications to: Mrs. Janette
Jackson, 34 College Court, Hammersmith, London, W.6». He realizado gestiones
para contactar con la organización sin éxito. En la casa de College Court se han
sucedido desde entonces varios inquilinos. Cabe la posibilidad de que dieran una
dirección falsa. <<
bollo con un huevo sujeto por una cruz hecha con dos tiras de pan. Véase RAFAEL
ORTEGA SAGRISTA: Escenas y costumbres de Jaén, Instituto de Estudios Giennenses,
Jaén, 1977, p. 94. Antiguamente, el hornazo se comía precisamente al paso de la
procesión. Era una comida iniciática que conmemoraba la resurrección de Dios con
que se abre simbólicamente el nuevo ciclo creador que el huevo representa. <<
pero algunos ejemplares tienen tres anillos e incluso uno tiene cinco en un lugar del
abrigo donde la naturaleza ha tallado una especie de capilla natural, el
sanctasanctórum del conjunto. En este sector los círculos abundan más y están más
agrupados. Uno de ellos tiene la curiosa forma de candelabro invertido, con dos
prolongaciones, semejantes a cuernos, hacia arriba.
ESLAVA GALÁN, JUAN: «Los grabados rupestres de Otíñar», Boletín de la Asociación
Española de Amigos de la Arqueología, núm. 18 (diciembre, 1983), pp. 15-18. <<
forman juntas un lado del polígono, vienen a ser la mitad de cada una de las otras. <<
del padre Recio», B.I.E.G., núm. 20 (abril-junio, 1959), pp. 146, 147. <<
<<
p. 65. Este compromiso se refleja en la situación política. Seis estados griegos son
matriarcales y otros seis patriarcales. Su federación garantiza el equilibrio de los dos
principios. Con el tiempo este equilibrio se altera fatalmente, puesto que un nuevo
dios, Dionisos, viene a usurpar el puesto de una de las diosas, Hestia (Vesta). <<
<<
<<
p. 129. <<
114. <<
oro. En su interior se guardaban las famosas Tablas de la Ley, otorgadas por Yahvé a
Moisés, y otros objetos rituales. Este cofre no había tenido más cobijo que una simple
tienda de campaña, pero Salomón le construyó un santuario digno de la grandeza de
su imperio en el monte Moria, frente a Jerusalén, que David había comprado al
jebuseo Arauná para instalar su altar de holocaustos. Así es que fue David el que
sacralizo el lugar que antes fuera una simple era barrida por los vientos. <<
dinero en sus obras que su deuda con Hiram se acumula hasta el punto de que le
resulta imposible saldarla. Al cabo de veinte años de relaciones comerciales tiene que
hipotecarle veinte ciudades al norte de Monte Carmelo y gran parte de la llanura de
Akkó. Además, crece el malestar del pueblo, abrumado por los abusivos tributos. <<
conocimiento, desciende también del demonio de una hermandad que tenía por tótem
al ratón de la Europa matriarcal. <<
los exvotos de los fieles. Lo confirma el hecho de que, tiempo después, cuando el
ejército de Israel saquea la capital de Judá, capture en el Templo un enorme botín que
llevaría a Samaria. <<
(GRAVES, ROBERT: Ibíd., p. 370). Moisés había sido sacerdote solar (Ibíd., p. 374). <<
Glosipodontra y otros nombres de moda ajenos al de la Virgen del lugar. (N. del T.)
<<
Lucas. Muchas réplicas occidentales se suponían talladas por el santo evangelista. <<
<<
T.) <<
en Burgo de Osma, donde, en un inmenso comedor con capacidad para acoger a más
de quinientos invitados, los aficionados degustamos hasta dieciocho platos
confeccionados a base de carne o vísceras de cerdo. Incluso el postre, que aquel año
consistió en fresas con oreja de cochino cortada en delgados hilos. (N. del T.) <<
jiennense. En Arjona existe una casería de «la Campana» en el lugar donde existió un
dolmen de corredor que fue destruido a principios del siglo XX para aprovechar la
Piedra. En la Sierra de Jaén existe un monte Campanario, que es el lugar donde están
las campanas, los dólmenes. <<
los mozárabes cordobeses del siglo IX», B.I.E.G., núm. 15 (enero-marzo, 1968), p. 19.
<<
p. 18. <<
valle de los Pedroches (Córdoba)»., Acrópolis, núm. 136 (marzo, 1986), p. 20. <<
–100. BLÁZQUEZ, JOSÉ MARÍA: Imagen y mito, Cristiandad, Madrid, 1977, pp. 324, 325.
<<
<<
maldad del prelado, sino un saludable hábito dietético que los especialistas en
medicina natural recomiendan. Los prelados, a los que no importa abreviar la vida
terrenal dado que esperan pacientes otra mejor en el Cielo, a la derecha del Padre,
prefieren sin embargo el chuletón de buey de dos dedos de grueso, pasado con una
botella de Ribera del Duero, o dos, si menester fuera. (N. del T.) <<
<<
posible explicación. Según él, los meteoritos caídos del cielo se consideraban
imágenes de la Diosa Madre porque se creyó que eran perseguidos por un rayo,
símbolo del dios uránico (véase Tratado de historia de las religiones, op. cit., vol. 1,
p. 265). Entre estos meteoritos habría que incluir las hachas pulimentadas propias del
período neolítico, universalmente conocidas por los campesinos como «piedras del
rayo». <<
piedra de Delfos era ovoide, blanca y medía unos 40 centímetros de altura. <<
bautismal. <<
del Arca de la Alianza, que, como veremos más adelante, se relaciona con el Bafomet
de los templarios. <<
<<
p. 181. <<
Orcera. <<
Santa María» a las monjas de Santa María de Gracia. Véase DE LA TORRE LENDÍNEZ,
TOMÁS: «El monasterio de Santa Clara de Jaén: notas para su historia», B.I.E.G., núm.
112 (octubre-diciembre, 1982), p. 66. <<
p. 4. <<
<<
puerta del santuario de Melkart, el Hércules fenicio, en Cádiz, incluso las dos torres
de las iglesias cristianas. Robert Graves las relaciona con los secretos del alfabeto
pelásgico y nos recuerda que los irlandeses atribuían la invención del alfabeto a un
héroe procedente de España. <<
<<
laderas del monte Atlas, en el Magreb, o en una isla del Océano. <<
p. 72. <<
alude a una entrevista del rey con su hijo y heredero, el infante don Alfonso. <<
de nuestro calendario, equivale a 19 años, dos meses y cuatro minutos. Se trata del
año que los astrónomos denominan metónico, porque fue divulgado por Metón el año
–433. <<
Hiram la fabricación de una pila de bronce le encomendó: «La pila será redonda, de
10 codos a uno y otro lado; un cordón de 30 codos medirá su circunferencia interior y
su pared tendrá un palmo de grueso». (I Reyes, VII, 23-26). Si denominamos X al
espesor de la pila, como la longitud de la circunferencia interior (30 codos) debe ser
igual al número pi (3,14159) multiplicado por el diámetro (10 codos menos dos veces
el grosor de la pared), tendremos 30 = 3,14159 x (10 – 2X). Por tanto, el grosor de la
pared (X) vale 0,225348. Y dado que, según la Biblia, la pared tenía un palmo de
gruesa, el valor de un palmo es de 0,225348 codos. <<
ciudad de Jaén, Riquelme y Vargas Ediciones, Jaén, 1983, pp. 16, 17. <<
fuera. En la duda, es lícito entender que de lujuria, a la que los pontífices eran
proclives como toda persona de vida regalada. (N. del T) <<
Verónica cayó al mar. Lo que explica que, de los tres dobleces originales, sólo se
conserven dos: el de Jaén y el de Roma. <<
1825. <<
Suárez», B.I.E.G., núm. 110 (abril-junio, 1982), pp. 14, 15. <<
don Alonso Suárez y los suyos. Por ejemplo, la mutilación ritual del Rey Sagrado. A
su tío abuelo «le habían cortado una mano por causa del dicho obispo su hermano».
Ibíd. <<
capilla mayor de la catedral de Jaén por disposición del obispo Santiago García
Aracil, vinculado al Opus Dei, en presencia de los descendientes del obispo insepulto,
los condes duques de Benalúa y San Pedro de Galatín, tras 368 años en la cajonera
(«El obispo insepulto descansa en paz, tras cinco siglos»), El Mundo, Andalucía, 14
de mayo de 2001, p. 15. <<
ingleses cuando no se atreven a coger el toro por los cuernos. En román paladino
viene a decir que estaba buena, como se deduce del contexto. (N. del T.) <<
otros para difundirla. No basta con la afición. Los que somos gordos y calvos la
difundimos menos. (N. del T.) <<
<<
<<
autobiografía de Robert Graves, uno de los autores favoritos de Wilcox. (N. del T.) <<
dignarse al menos citarlo, y descalifica, sin aducir razones, la parte más elaborada del
mismo. No esperaba esto de Wilcox. (N. del T.) <<
de la peña de Alajar, uno de los pocos que conservan la gruta con la piedra en forma
de barca, característica de los santuarios matriarcales. <<
dinero fueron el oratorio de San Juan de la Cruz en Úbeda y la capilla del Salvador en
la misma ciudad. ¿Fervor filial del rico sacerdote hacia su ciudad natal o algo más?
También adquirió un palacio para sede de la Hermanitas de los Pobres en el llamado
Cuartelillo, calle Pilar de la Imprenta, y fundó y dotó al convento de misioneros
carmelitas de Marquina. <<
que leía. El morisco no sólo había vivido ocultando sus creencias, sino incluso su
mera condición de lector, intentando pasar ante sus vecinos por hombre de pocas
letras. <<
tomate edulcorado con sacarina industrial y una lámina de jamón hervido. ¿Es para
matarlos o no? Del vino no dice nada. Supongo que Nicholas aportaría una botella de
la caja de tinto de Frailes, de Sierra Sur, que le regalo todos los años por Navidad.
Lo de «dejamos fluir nuestras emociones», por acoplarse carnalmente, prefiero no
comentarlo. (N. del T.) <<
manos del artesano que la hizo para evitar que pudiese repetirla. El mensaje esotérico
es evidente. <<
difícil. Su construcción es, sin embargo, elemental: en sus productos todas las
decenas no son sino la serie de números dígitos en orden natural encabezada por el
cero, mientras que las unidades forman la misma serie en orden decreciente, cerrada
por el cero.
Gráficamente, se puede disponer así:
1ª serie 2ª serie
0 9
1 8
2 7
3 6
4 5
5 4
6 3
7 2
8 1
9 0
Toda operación que tiene como base el nueve tiene que dar un resultado cuya suma
de valores absolutos de sus cifras sea 9 o múltiplo de 9 que, a su vez, pueda reducirse
nuevamente al número original, es decir, al 9, según los procedimientos aritméticos
que son usuales entre los cabalistas. Del mismo modo, multiplicando una cantidad
cualquiera por un múltiplo de 9 la suma de los valores absolutos del resultado del
producto tiene que ser múltiplo de 9. Este tipo de distribución armónica se encuentra
también en la tabla del 3, relacionada místicamente con el 9. <<