2.C DUMONT Louis (1977) (1982) - Homo Aequalis. Génesis y Apogeo de La Ideología Económica
2.C DUMONT Louis (1977) (1982) - Homo Aequalis. Génesis y Apogeo de La Ideología Económica
2.C DUMONT Louis (1977) (1982) - Homo Aequalis. Génesis y Apogeo de La Ideología Económica
.!| ^
T A tragedia
trag edia del espíritu m
«resolvió el enigm
oderno consiste
moderno c onsiste en que
enigmaa del universo» pero sólo pa ra
para
reem plazarlo por•·
reemplazarlo po r el enigma
enigm a de sí m ism o. Desde el
rnismo.
individualism
individualismo, o, el dilema.
dilem a ig ualitarism o-liberta d se
igualitarismo-lihertad
plantea aquí dentro del m arc o de la ideología m
marco o
mo-
lug ar que /en
derna y el lugar en ella ocupa
oc upa el pensam iento
pensamiento
económico.
ec onóm ic o. . .
Louis Dumont .
Hamo
Génesisyy apogeo
Génesis apogeo
ideologíaeconómica
de la ideología económica
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LOUIS DUMONT
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G énesis yy aapogeo
Génesis pogeo de la
la ideología económica
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V e rs ió n castellana
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Homo œq ua lis. Genese
omo aq11alis. et ipan011issemenl
G enèse el l* idéologie économiq11e.
épa nouissem ent de l'idéologie économique.
©
© 1977,
19 7 7 , ÉDITIONS
É d i t i o n s GALLIMARD, Paris
G a l l im a r d , P a ris
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19 8 2 , TAURUS
© 1982,
© T AU R U S E D ICIO N E S, S. A.
EDICIONES,
P rínc ipe de Verg
Príncipe ara, 81-1.º
Vergara, 8 1- 1.0 - M a d r i d -6
MADRJD-6
Artes a no s somos
Artesanos som os...,
... , y Te
T e edificamos,
edific am os,
iloh
oh elevada nave ccentral!
entral!
(Rainer M aría R
( R ainer Maria il k e : E
RILKE: Ell Libro de
dt H oras.)
Horas.)
8
tituyen las ciencias sociales, y la inflación correspondiente de la perso
perso-
nalidad del investigador conducen con demasiada facilidad a tomar al
artesano por un «pensador». Me temo que, al verme cabalgar alegre- alegre
mente ciertas fronteras académicas, en persecución de algunas ideas
aparentemente extrañas, el lector me atribuya una idea elevada de mi
propia originalidad. Espero
E spero que el libro disipe esa equivocación. EEll ar-
ar
tesano trabaja para otros: si no para una comunidad definida, al menos
para un público más vago, más complejo -lo -lo cual, por otra parte, de
de-
termina el nivel de verdad que puede idealmente alcanzar—
tennina alcanzar--. No cons-
cons
truye ningún sistema, no suscita más que cuestiones limitadas; quiere
que su producto sea útil a otros y por esa razón se siente responsable
de cada proposición que emite. Puede fracasar por haber apuntado de- de
masiado alto; no debe caer en las trampas de la retórica o la negligen
negligen-
cia. Cuanto más ambiciosa es la perspectiva, y más meticuloso deba
ser el detalle, más humilde el artesano.
Lo que en lo que sigue se intenta es, a través inevitablemente de un
agente particular y con sus riesgos y peligros, proseguir y explicitar el
encuentro entre dos civilizaciones.
Sin embargo, considerándolo bien, el libro es diferente de lo que
hasta ahora he publicado. Cualesquiera que sean los esfuerzos hechos yy
las precauciones tomadas en los detalles, la empresa es desproporcio
desproporcio-
nada a los medios desde el punto de vista de la certidumbre antropoló
antropoló-
E l estudio no es sólo incompleto, es hipotético, y como tal se en
gica. El en-
trega.
Finalmente, me resulta particularmente agradable agradecer a Pie Pie-
rre Nora y a Frarn;ois
François Furet el interés que han demostrado por este
trabajo y sus observaciones y consejos que tanto han contribuido a
mejorarlo.
París, mayo
mayo de 1976.
19 76.
9
NOTA
N OT A DEL
D E L TRADUCTOR
T R A D U C T OR
E
En n la
¡a nota
nota 12 dt de la sección
Jl(aÓn prim era, el
primtra, autor 1tñala
ti a11lor señala 111
su predilección
prtdileuión por la lrad11aión
traducción liltral
literal dt
de las
citas, su opnón
ni1JJ, 111 opción por 111itar
evitar la más desviación dt
más mínima dtsviadón de 1tnlido
sentido aun
a11n a costa de la pérdida
rosta dt pirdida dt de tltganda
elegancia
del idioma
dtl idioma te incluso
ind1110 a riesgo
ritsgo de incorrecciones. He
dt inro"wiontJ. tenido tn
Ht ltnido en cuenta esta preferencia
n1tnla t1la pr,fermda tn en los
/01 fragmentos
fragmm/01
conceptualmente más
ron(tpt11almmle densos dt
más dtn101 de 111
su libro, somtlimdo
sometiendo sitmprt
siempre el
ti estilo
tJlilo a la más escrupulosa
tJ(1'11p11lo1a fidelidad,
jidtlidad,
aunque in/miando
a11nq11t 'ª"
intentando no caer tn en 11na
una literalidad chirriante;
,hi"ianlt; y he ht seguido
1tg11ido sobre
sobrt todo
todo ese criterio tn
m (Ti/trio en la
transcripción de las
lransmpción citas de
laJ al/JJ Quesnay, Mandeville,
dt Q11tsnay, Mand111illt, Loche,
Loekt, Adam
Adam Smith
Smilh y M arx. E
Marx. Enn t1l01
estos lmtres ,i/ti-
últi
mos casos,
11101,a101, he tenido
/mido a la vista las vtr1iont1
versiones originalt1
originales en inglésy alemán
m ingliJ altmán y hthe pasado traducción di
p1JJado su trad11,dón di-
recta (para la q11t
rtda que he contado con
ht ronlado ron la inaprtdablt
inapreciable ayuda
ay11da dtde Tomás
Tomás Pollán) por por el cedazo de
ti doble "dav dt la
versiónfrancesa
vtrsión jrancrsa de
dt Dumont
D11monl --concon objtlo
objeto de no
no descuidar
dt1C11idar los significados q11t
/01 1igntfirado1 que b111,a
busca resaltar
mallary.J q11e
que poste
poslt-
riormente
riormtnlt comento-y
rommlr y de dt las versiones (aJltllan/JJ
laJ 11er1iont1 castellanas más apreciadas;
apndadaJ¡ las referencias
rifennciaJ aluden
al11dtn únicamente
,im,amentt a
versiones origina/u:
las 11tr1iont1 originales: be suprimido las alusivas
ht 111primido al11JivaJ a la traducción
traá11,áónfrancesa, excepto tn
Jrancrsa, txcrpto en algunos casos en
alg11no1 ,a101 tn
que e l contexto
q11t el ronltxlo lo justifica,
j111tiftca, y no las he
no liJJ sustituido por rtf
ht 1111til11ido referencias traducciones (aJltllanas
erencias a traá11,ciont1 castellanas porque
porq11t con
ron
demasiadafrecuencia
dtmaJiada fm11mcia divergen bastanlt
bastante de la q11t
que aq11í
aquífig11ra
fig ura m en /01
los asptdos
aspectos 111br,ryado1
subrayados porpor D11monl.
Dumont.
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10
INTRODUCCION
IN T R O D U CCIO N
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1
ESTUDIO
E ST U D I O COMP
C O M P ARATNO
AR AT I VO
DE
D E LLAA IDEOLOGIA
I D E O L O G I A MODERNA
MODE RN A
Y DEL
Y D E L LUGAR
L U G A R QUE
QUE E ENN ELLA
E L L A OCUPA
OCUPA
EL
E L PENSAMIENTO
P E N SAM I E N T O E ECONOMICO
CO N O M ICO
'
', ·.¡,.
i
lo que a fin de cuentas se desprendía de una obra que constituyó la
conclusión de mi estudio y que titulé H Homo bierarchicus con objeto de
omo hierarchiC11s
dar a entender en suma dos cosas: en primer lugar, que las verdaderas
variedades de hombres que se pueden distinguir en el interior de la es-
"i .
13
pede
pecie son variedades sociales, y además, que la variedad correspon
variedad correspon-
diente a la sociedad de castas se caracteriza esencialmente
esencialmente por por susu su-
su
misión a la jera rq uía como valor
jerarquía exactamente en
valor supremo, exactamente en elel polo
polo
igualita rismo que impera, como uno de sus valores
opuesto al igualitarismo cardina
valores cardina-
les, en nuestras sociedades dede tipo
tipo moderno,
moderno.
Pero este contraste jerarquía/igualdad, aunque notable, sólo sólo consti
consti-
tuye una parte de la cuestión. E xiste otro contraste, subyacente al
Existe al pri
pri-
mero y de aplicación más general: la mayor parte de las sociedades va
las sociedades va-
lorizan en primer lugar el orden, por consiguiente la conformidad de
la conformidad de
cada elemento a su papel en el conjunto, en una palabra la la sociedad
sociedad
como un todo; a esta orientación general de valores la la llamo «holis-
llamo «holis-
mo», con una palabra poco extendida en en francés
francés pero
pero muy corriente
muy corriente
en inglés. Otras
O tras sociedades, la nuestra en cualquier caso, caso, valoran
valoran en en
primer lugar al ser humano individual:
individual: aa nuestros ojos cada
nuestros ojos cada hombre
hombre es es
una encarnación de la humanidad entera, y como tal es igual igual a cual
cual-
quier otro hombre, y libre. E sto es lo que
Esto· que llamo
llamo «individualismo».
«individualismo». E En n
la concepción holista, las necesidades del hombre como como tal son ignora
tal son ignora-
das o subordinadas, mientras que por el contrario la concepción indi indi-
vidualista ignora o subordina las necesidades de la sociedad. Pues Pues
bien, entre las grandes civilizaciones que el mundo mundo ha conocido, ha
ha conocido, ha
predominado el tipo holista de sociedad. Incluso Incluso da la impresión
da la impresión de de
haber sido la regla, con la única excepción de nuestra civilización mo- mo
derna y su tipo individualista de sociedad.
¿Qué relación hay entre el contraste holismo/individualismo y y el
contraste jerarquía/igualdad? En el plano lógico, el holismo implica la
jerarquía y el individualismo
indiv.idualismo implica la igualdad, pero en la realidad realidad ni ni
todas las sociedades holistas acentúan la jerarquía en idéntico idéntico grado,grado,
ni todas las sociedades individualistas la la igualdad.
igualdad. SeSe puede
puede columbrar
columbrar
por qué. Por una parte, el individualismo no no implica
implica únicamente
únicamente la la
igualdad, sino también la libertad; ahora bien, igualdadigualdad yy libertad
libertad nono
siempre convergen, y la combinación de ambas varía en una una sociedad
de este tipo o del otro. Por otra, de manera bastante similar, la
bastante similar, la jerar
jerar-
quía aparece la mayor parte de las veces íntimamente combinada con con
otros elementos. Según mi análisis, la cultura de la India se caracteriza
por un fenómeno probablemente único: la separación radical radical entre
entre jeje-
rarquía y poder, que permite
permite a la
la jerarquía
jerarquía aparecer
aparecer enen susu forma
forma pura,
pura,
exclusiva y sin mezcla. E n definitiva, por
En su afirmación
por su afirmación de de la la jerarquía,
jerarquía,
la India se nos muestra como el el polo extremo
extremo dede las sociedades holis
las sociedades holis-
tas. D el mismo modo, la Francia de la Revolución se situaría,
Del situaría, según
según
T ocqueville, en relación a Inglaterra y a los E
Tocqueville, stados Unidos, en el ex-
Estados
14
tremo de las sociedades individualistas a causa del acento puesto sobre
la igualdad en detrimento de la libertad. Es
E s posible que esta simetría
de los extremismos haya sensibilizado especialmente a un investigador
francés de la jerarquía india.
Insistamos en ello: se trata de valores sociales generales,
generales* engloban-
engloban
tes, que deben distinguirse claramente de la simple presencia de un
rasgo o una idea a un nivel u otro de la sociedad. En E n un sentido muy
amplio, igualdad y jerarquía se hallan en cierto modo necesariamente
combinadas en todo sistema social. Por ejemplo, toda gradación de
status implica la igualdad --alal menos a este respecto- en el interior
de cada uno de ellos (Talcott Parsons, 1953, n. 1, cf. H.H., H Homo hiera r-
omo hierar-
chicusy 1967, p. 322). De ese modo, la igualdad puede hallarse valori
chicus, valori-
zada dentro de ciertos límites sin que ello implique el individualismo.
Así por ejemplo, en la Grecia
G recia antigua los ciudadanos eran iguales
mientras que el acento principal de los valores se situaba sobre la polis,
y Aristóteles no encontraba que la esclavitud fuera contraria a la ra ra-
mutandis,, en la civiliza-
O curre probablemente lo mismo, mutatis mutandis
zón. Ocurre civiliza
ción islámica; así parece confirmarlo para las sociedades de O riente
Oriente
Medio un crítico atento y experto (Yalman,
(Y alman, 1969, p. 125)1.
11 Según
Según NurN Y Y a l ma( n1969)
urALMAN ( 19 6 las
9 ) las soc iedades
sociedades islám icdel
islámicas as del P ró x imOriente
Próximo o O riente
son so(on (o
era
erann aún recientemente)
rec ientem ente) ig ualitarias pero n
igualitarias noo individualistas. H ay que
Hay gue presum ir que
presumir gue la
igualdad no se extendía al no-m usulm án: el ig
no-musulmán: ualitarism o no estaba pre
igualitarismo sente como
presente c om o un
va lo r global. N
valor Noo digo
dig o esto para neg negarar gue
que la civilización
c ivilÍ 2ac ió n islámic
islámicaa pueda aparec aparecerer ccomo
om o
un obstáculo
obstác ulo aa mi generalizac ión. Se puede decir,
m i generalización. dec ir, bien gue que se trata sin ning ninguna
una duda
de un caso de individualismo a nivel de los valores últimos, o bien po porr el contrario
c ontrario gueque toda
soc iedad partic
sociedad ular pertenec
particular iente a ese complejo
perteneciente c om plejo de civilización
c ivilizac ión será cclasificada
lasific ada cconon razón
raz ón
c o m o holista con
como c on tal de gueque se traslade el acentoa c ento de lo loss va lo re s últim
valores últimosos o esc ritúrales a
escriturales
los princ ipios gue
principios que pueden abstraerse de la sociedad soc iedad ta tall ccomo
om o func iona, pe
funciona, ro entonc
pero entonces es
una sociedad - dig a m o s en el siglo XEtf-
soc iedad europea -digamos XIX- po podría
dría tam bién inc
también luirse en la m
incluirse ism a
misma
clase. D Dee hec ho, po
hecho, porr exigencias
ex igencias de rig or m
rigor etodológ ic o , deberla
metodológico, debería haber puesto a prueba m mii
generalizac ión hipotétic
generalización hipotéticaa con
c on este casoc aso evidentemente
evidentem ente dif(cil.
difíc il. M Mii única
únic a excusa,
ex c usa, si alguna
teng
tengo,o, estriba en su dificultad
dific ultad para un no espec ialista, una dific
especialista, ultad basada en g
dificultad ran pa
gran r
par-
te en la im porta nc ia de las variaciones
importancia varia c io nes en el in te rio r del complejo,
interior c om plejo, de la que Clifford
la gue C liffo rd
Ge ertz ha presentado un caso
Geertz ex trem o en Islam
c aso extremo Iilam Ob1erved (Ge e r t z , 19
Observed (GEERTZ, 6 8 ) . Teniendo
1968). T eniendo en
ccuenta
uenta la insuficiencia
insufic ienc ia de m misis conocimientos
c ono c im ientos n noo guisiera
quisiera que gue parezc
parezcaa gue
que m mee pro nunc io
pronuncio
definitivam
definitivamenteente en la etapa actual,
ac tual, y debo contentarme
c o ntenta rm e con c on tres observaciones.
observac iones. P rim era
Primera-
m ente, el análisis gue
mente, que pro po ng o de la ideologla
propongo ideolog ía m oderna no depende de la universalidad
moderna
del holism
holismo o en las sociedades
soc iedades complejas
c om plejas no modernas:
m odernas: basta que gue el tipo exista
ex ista para que gue el
c ontraste pueda ser establecido
contraste establec ido y utilizado; la posible existenciaexistenc ia de un terc tercerer tipo compli-
c om pli 1
c aría sin duda la cuestión,
caría c uestión, guizá
quizá de manera
m ane ra notable, y ya en el texto tex to hago m enc ión al he
mención he-
c ho de gue
cho que el esfuerzo actual
segundo lugar, el caso
ac tual sólo
c aso aparec
aparecee m uc ho m
mucho enos pro
menos
comienzo de un estudio comparativo.
só lo representa el mmien.to c om para tivo. E
blem á tic o si se traslada la cconsideración
problemático onsiderac ión
Enn
1
ex c lusivo rasg
del exclusivo rasgoo del «individualismo»,
«individualism o», tal ccomo o m o agtú
aquí es definido, al m od erno ccomplejo
moderno om plejo
' 1
15 1 1
::;':~::>¡:;:
. ·_.·.,·:·
··., ,:t . .-:<J:
riores o, como las llamaré con más frecuencia, las sociedades tradicio
tradicio-
nales, las relaciones entre hombres son más importantes, más alta~ alta
mente valorizadas que las relaciones entre hombres y cosas. E sta pri-
Esta pri
macía se invierte en el tipo moderno de sociedad, en el que, por el
contrario, las relaciones entre hombres están subordinadas a las rela rela-
ciones entre los hombres y las cosas. Marx, como veremos, ha dicho
esto mismo a su manera. E strechamente ligada a esta inversión de pri
Estrechamente pri-
macía,
mada, encontramos en la sociedad moderna una nueva concepción de
la riqueza. En
E n las sociedades tradicionales en general, la riqueza inmo
inmo-
biliaria se distingue con nitidez de la riqueza mobiliaria; los bienes raíral-
ces son una cosa; los bienes muebles, el dinero, otra muy distinta. En
ees En
efecto, los derechos sobre la tierra están imbricados en la organización
social: los derechos superiores sobre la tierra acompañan al poder so- so
bre los hombres. EsosE sos derechos, esa especie de «riqueza», al implicar
relaciones entre hombres, son intrínsecamente superiores a la riqueza
mobiliaria, despreciada como una simple relación con las cosas. Tam- T am
bién éste es un punto que Marx percibió con claridad. Subraya el ca- ca
rácter excepcional, especialmente en la antigüedad, de las pequeñas
sociedades comerciantes en las que la riqueza había alcanzado un esta- esta
tuto autónomo:
L a riqueza n
La no o aparece
aparec e como
c om o un fin en sf sí misma
m ism a más
m ás que en algunos
alg unos pueblos comercian-
c om erc ia n
tes...
tes ... que vive
viven n en los poporosro s del m undo antig
mundo uo como
antiguo c o m o los judíos soc iedad m
judfos en la sociedad edieval
medieval
( Grundrisse, p. 3387,
(Gnmdrim, 8 7 , sobre las formaciones
fo rm ac iones económicas
ec onóm ic as prec apitalistas; la misma
precapitalistas; Ca
m ism a idea: Ca-
pital, I, cap. IIV,
V , sobre el fetic hism o de la m
fetichismo erc anc ía) .
mercanda).
16
como la forma superior de la riqueza en general, mientras que la ri r~-
queza inmobiliaria se convierte en una forma inferior, menos perfecta;
en resumen, se asiste a la emergencia de una categoría de la riqueza
autónoma y relativamente unificada..Unicamente
unificada.. Unicamente a partir de aqui aquí pue
pue-
de hacerse una clara distinción entre lo que llamamos «político» y lo
que llamamos «económico». D istinción que las sociedades tradiciona
Distinción tradiciona-
les desconocen.
Como recordaba recientemente un historiador de la economía, en el
O ccidente moderno ha ocurrido que el «soberano (the
Occidente abando
ruler) abando-
(tb e ruler)
nó, voluntariamente o no, el derecho o la costumbre de disponer sin
más diligencias de la riqueza de sus súbditos» (Landes, 1969, p. 16).
D
Dee hecho, ésta es una condición necesaria de la distinción que tan fa fa-
miliar nos es (cf. H.H., pp. 384-385).
Con ello nos acercamos a la vigorosa demostración por K arl Pola-
Karl
nyi del carácter excepcional de la era moderna en la historia de la hu hu-
manidad (The(T he Great
G rea t Transforma/ion, E l «liberalismo» que ha
T ransformation, 1957 a). El
dominado el siglo XXIX I X y las primeras décadas del X X , es decir esencial-
XX, esencial
mente la doctrina del papel sacrosanto del mercado y sus concomitan- concomitan
tes, reposa sobre una innovación sin precedentes: la separación radical
de los aspectos económicos del tejido social y su construcción en un do do-
minio autónomo. Lo único que hago, en definitiva, es proponer un
punto de vista un poco más amplio al tiempo que construyo sobre- sobre· una
vieja tradición sociológica. En E n efecto, el contraste holismo/individua-
lismo, tal como ha sido desarrollado en mi estudio sin imitación direc- direc
ta o consciente
consciente2,2, camina en la misma dirección que la distinción de
22 NoNhago
o hagquizá
o quizámásm ásqueque reto m auna
retomar r una tendenc anteriormente
tendencia ia a nterio rm ente atestiguada.
atestiguada. A p ro
A pro-
pósito de los escolásticos,
esc olástic os, Schumpeter
Sc hum peter menciona
m enc io na (1954,
( 19 5 4 , p. 85) escuela
8 5 ) la esc universalista
uela universa lis ta de
K
K.. PPribram
ribra m y O . Spann,
y O. Spa nn, y y parec
parecee anticiparse
antic iparse al pre se nte estudio:
presente
«N o pre
«No ten do que la
pretendo lass categorlas
c ateg orías universa lista-individualista ccarezcan
universalista-ind.ividualista arezc an de utilidad para para
o tro s fines que lo
otros loss nuestros. Im portantes aspec
Importantes tos del pensa
aspectos m iento económico,
pensamiento ec o nóm ic o, pa rtic u
particu-
la rm ente en sus aspec
larmente tos étic
aspectos o-relig iosos, pueden quizá describirse
ético-religiosos, desc ribirse con c on estos m edios»
medios»
( véase tam
(véase bién ibíd. p. 784,
también 7 8 4 , n.).
C uando encontré
Cuando enc o ntré este pasaje en Schumpeter
Sc hum peter n noo conoda
c o noc ía esta escuela
esc uela de pensam iento
pensamiento
em barg o R. A
(cf. sin embargo r o n , 19
ARON, 50). H
1950). ay una diferencia
Hay dife renc ia esencial: m mii enfoque es puram ente
puramente
desc riptivo, analítico,
descriptivo, analític o, comparativo,
c o m para tivo, ni dogmático
dog m átic o ni no rm a tivo . (Cf.
normativo. ( C f más abajo, cap. 7,
n. 1).
n.
17
expresado de otra forma, al oponer la voluntad esencial o espontánea
( W esemville) a la voluntad arbitraria o meditada (Kiirwillt)
(Wesmwi/le) (K ürwille) (1971, p. 6,
etcétera). La expresión tiene un sabor hegeliano no sólo a causa del
acento puesto sobre la voluntad ((que que recuerda, más cerca de Tónnies,
Tonnies,
a Schopenhauer, y que por lo demás es alemán en general), sino tam tam-
bién en su contenido general: el joven Hegel estaba preocupado por el
contraste entre la participación espontánea del antiguo ciudadano
griego en la vida de la ciudad, y el aislamiento resultante para el indi- indi
viduo cristiano de su conquista de la subjetividad y la libertad. Y Y
Rousseau decía ya en el Contrato sociall que el cristiano es mal ciudada-
C ontrato socia ciudada
no, proponiendo en consecuencia una religión civil. Según aquí mis mis-
mo veremos, si la distinción no es analíticamente utilizada por Marx,
es porque éste ha escogido considerarla como un rasgo patológico al
que la revolución proletaria pondría fin. De tal forma que, a fin de
cuentas, también él ofrece un testimonio de tal contradicción.
E stamos separados de las sociedades tradicionales por lo que yo lla-
Estamos lla
mo la revolución
revoiución moderna, una revolución en los valores que parece ha ha-
berse producido a lo largo de siglos en el Occidente cristiano. E ste he
Este he-
cho constituye el eje de toda comparación de civilizaciones. Casi siem- siem
pre, los intentos de comparación realizados hasta hoy centra
hoy estaban centra-
ei .:aso
dos en el caso moderno: ¿por qué esta o aquella de las grandes civiliz:>-
civiliza
ciones no ha desarrollado la ciencia de la naturaleza, o la tecnología, o
ei capitalismo, como la nuestra? E
el Ess preciso invertir la pregunta:
¿cómo y por qué se ha producido ese desarrollo único que llamamos
moderno? La tarea comparativa central consiste en dar cuenta del tipo
moderno a partir del tipo tradicional. Por esta razón la mayor parte de
nuestro vocabulario moderno resulta inadecuado para fines comparati- comparati
vos, y el modelo comparativo fundamental debe ser no moderno. (A
un nivel diferente, cno¿no es ésta la razón de que las FFormas ormas elementales
sean relativamente tan importantes en la obra de Durkheim?)D urkheim?) Esta
E sta vi
vi-
sión de la comparación parecerá sin duda discutible en un primer mo mo-
mento; se impone
impo1ie un mínimo de precisiones :ci.ntes antes de defenderla e
ilustrarla.
Llamo <<ideología»
«ideología» al conjunto de ideas y valores comunes en una
sociedad. Como en el mundo moderno hay un conjunto de ideas y de
valores que es común a numerosas sociedades, países o naciones, ha ha-
blaremos de una «ideología
<<ideología moderna» en contraste con la ideología de
tal sociedad tradicional ((correspondiente,
correspondiente, recordémoslo, a una civiliza-
civiliza
ción superior). Nos hallamos aquí en el caso en que diferentes socieda- socieda
des forman parte de una «civilización» común, como Mauss decía muy muy
18
generalmente a propósito de ese fenómeno «internacional» o inter inter-
societario, insistiendo en su carácter fundamentalmente social (Mauss,
D umont, 1964 b, p. 92). Pero la «.ideología
1930, pp. 86 ss., cf. Dwnont, «ideología mo
mo-
derna» es más restringida que la «civilización moderna» en el sentido
de Mauss. La «ideología» en general es bastante semejante a lo que la
antropología americana llama «cultura» por oposición a «sociedad»,
pero con una importante E n efecto, para desprender la sig-
importante: diferencia. En sig
nificación comparativa de la ideología, es esencial hacerles su sitio a
los rasgos sociales no ideológicos que, en la concepción americana,
caerían del lado de la «sociedad», fuera por tanto del análisis de la
D icho sea esto a título meramente .indicativo,
«cultura». O.icho indicativo, pues en este
1
trabajo no alcanzaremos ese nivel de complejidad (cf. 1967, § 22, 1
118).
Una distinción anteriormente formulada (1965, p. 15; 1967, § 3)
juega un papel central en este estudio, y es preciso reproducirla. Co- Co
rrientemente designarnos
designamos mediante la expresión «hombre .individual»
individual»
muy diferentes que es absolutamente necesa
(o «individuo») dos cosas muy necesa-
rio distinguir: 1
!) empírico de la palabra, el pensamiento,
E l sujeto tmpíriro
1) El pensam iento, la volunta d, m
voluntad, uestra representa
muestra representativativa
de la espec
especieie humana,
hum ana, tal
ta l como
c o m o se le encuentra
enc uentra en todas las sociedades. 1
2)
2) El moral\ independiente, autónomo
E l ser moral, a utónom o y por
p o r en de (esenc
ende ialm ente) no
(esencialmente) no soc ial, tal
social,
c om o se le encuentra
como enc uentra ante todoto do en nuestra ideología
ideolog ía m o dern a del hom
moderna bre yy de la
hombre la soc ie
socie-
dad.
rí
derno y el caso tradicional. Debe ser evidente que, desde aproximada-apróximada-
j mente el siglo X VII, Inglaterra, Francia y Alemania entre otras, han te
XVII, te-
nido una ideología común. E sto no excluye en modo alguno diferen-
Esto
J cías nacionales y, en el interior de cada país, diferencias sociales, re
cias re-
etc. B
gionales, ·etc. ien al contrario, la propia tentativa de esbozar lo que
Bien
J estas naciones tienen en común revela inmediatamente sus divergen divergen-
cias. Lo cual no impide que cada configuración nacional pueda ser tra-
j tada como una variante de la ideología general (cf. poco después,
p. 25).
( E
Enn lo que concierne a la India y China, por no decir nada de la di di-
versidad interna que constituye otro problema, no pretendo que no
| difieran profundamente en su ideología la una en relación a la otra.
Pero comparadas a nosotros son similares: las ideologías tradicionales
í india, china, japonesa son holistas, mientras que la nuestra es indivi indivi-
dualista. Que sean holistas de diferentes maneras no cambia en nada el
< hecho siguiente: la tarea de describir comparativamente estas socieda-
des se vería facilitada si nuestro marco de referencia, que se halla por
( completo teñido de individualismo, pudiera ser reemplazado que se
, halla por completo teñido de individualismo, pudiera pudiera ser reemplazado
* por
por otro,
otro, construido
construido aa partir
partir de
de estas
estas mismas
mismas sociedades.
sociedades. Cada
Cada vez
vez que
que
r sacamos
sacamos aa lala luz
luz una
una idiosincrasia
idiosincrasia de
de lala mentalidad
mentalidad moderna,
moderna, hacemos
hacemos
( un poco menos imposible la comparación universal.
I E
Enn suma, la revolución en los valores de la que ha salido la ideolo ideolo-
gía moderna representa el problema central de la comparación entre
| sociedades, tanto si lo que nos proponemos es describir y comprender
las sociedades tradicionales o civilizaciones superiores -y - y también las
j sociedades consideradas más simples o culturas arcaicas que son aún el
objeto más habitual de la antropología, como sí es situar nuestra pro-
| pia sociedad en relación a las o tras- Ambas tareas incumben a la an
otras-. an-
tropología, y de hecho no constituyen más que una, pues es claro que
j si pudiéramos desarrollar una visión antropológica de nuestra propia
sociedad la comprensión de las otras se vería grandemente facilitada,
| puesto que dispondríamos de un marco de referencia, de un sistema
de coordenadas que ya no sería un préstamo de nuestra mentalidad
| particular — -yy excepcional- sino que sería verdaderamente universal
(cf. mi artículo, 1975 a).
| He querido, a riesgo de repetirme, recordar aquí la perspectiva ge ge-
neral en que se inserta el presente ensayo. E Ess y sigue siendo limitado,
I no hay que olvidarlo, en la medida en que una sola ideología tradicio tradicio-
nal, la de la India, le sirve de base, cualquiera que sea la generalización
20
I
ella proponga (de la jerarquía al holismo, etc.). E
que en e~a Ess más que pro
pro-
. bable que tentativas comparativas similares que partieran de la China,
del Islam, o incluso de la Grecia
G recia antigua, iluminarían a su vez ciertos
aspectos de.
demuestra
nuestra ideología, que la presente tentativa, fundada sobre
la India, aun cuando fuera supuestamente completa y perfecta, dejaría
en la sombra.
E sto por lo que se refiere al lado antropológico. Hay asimismo un
Esto
aspecto en cierta medida indígena: quiero decir, que nuestra indaga- indaga
ción no es completamente inoportuna o inactual desde un punto de
vista interno a la propia ideología moderna. Se habló mucho hace al- al
gunos años de un «final de la ideología». Si se me permite pedir pres pres-
tado, después de muchos otros, un término a Thomas T homas K uhn, yo diría
Kuhn,
más bien que asistimos a una crisis del paradigma ideológico moder moder-
E s cierto que la tendencia a ver crisis por todas partes es fuerte
no3. Es
en la ideología moderna, y que, si hay crisis, no data de ayer; en un
sentido más amplio, esta crisis es incluso más o menos consustancial
al sistema, hasta el punto de que habría entre nosotros quienes encon-encon
trarían en ello una razón de orgullo. D Daa la impresión, sin embargo, de
que la crisis del paradigma en el siglo XX X X ha conocido recientemente
33 A decir
dec ir verda d, Th.
verdad, K u h n ha restring
T h. KUHN ido eell sentido del té
restringido rm ino en la segunda edi-
término edi
ción Structure of Sdentiftc
c ión de The Strucl11re Scientific Re11o!lltio111,
Revolutions, 1970,
19 7 0 , pp. 174
17 4 ss.
44 V
Vere r mi
m i ensayo relativo
re la tivo a la India, «Nacionalismo
«N ac ionalism o y C om una lis m o» en 1967,
y Comunalismo» 19 6 7 , Apén-
Ap é n
dic e D
dice D..
21
por el problema fundamental, que radica en la relación entre el «po- «po
der» y los valores o la ideología. E
den> Enn efecto, a partir del momento en
que la jerarquía es desalojada, la subordinación debe ser explicada
como el resultado mecánico de la interacción entre individuos, y la au- au
toridad se degrada en «poden>,
«poder», el «poden>
«poder» en <<influencia»,
«influencia», etc. Se olvi-
olvi
da que esto sólo se produce sobre una base ideológica definida, el indi indi-
vidualismo: la especulación política se ha encerrado sin saberlo en los
muros de la ideología moderna. Y historia reciente nos
Y sin embargo la lústoria
ha suministrado una demostración imponente de la vanidad de esta
concepción con la tentativa desastrosa de los nazis de fundar el poder
únicamente sobre sí mismo. No pienso que el paralelismo sea gratuito.
Mientras el pensamiento político multiplica los refinamientos en
este impase, los problemas que sobrecargan la historia
lústoria de los dos últi
últi-
mos siglos raramente son objeto de una reflexión seria. ¿Es ¿E s que las
guerras, cada vez más totales y universales, las dictaduras y los totali
totali-
tarismos -incluidas sus técnicas de esclavizamiento y aniquilación del
hombre- son las implicaciones necesarias, el acompañamiento inevita inevita-
ble de la democracia moderna? ¿Tenía
¿T enía razón Tocqueville
T ocqueville cuando asig-
asig
naba condiciones determinadas y límites precisos a la realización del
principio democrático? O aún: ¿eJ ¿el movimiento intemacionalista
internacionalista de los
trabajadores europeos ha sido incapaz de extraer las lecciones de su re re-
doblada derrota en 1914 y en 1933? La teoría socialista marxista, a
cuya renovación o salvación tantos esfuerzos se dedican aquí y allá,
¿pertenece desde este punto de vista al pasado, y por qué? Nuestros fi- fi
lósofos descuidan estas cuestiones como descuidan en gran medida, al
menos en Francia, las propias ciencias sociales. E n conj'-!nto,
En conjunto, la refle
refle-
xión a fondo sobre el mundo moderno, tan intensa en la primera mi mi-
tad del siglo XXIX,
IX , parece haberse adormecido en los brazos de confor-
confor
mismos partidistas o degradado en protestas inarticuladas.
inarticulachs. Incluso la
más terrible enfermedad que Europa E uropa haya sufrido directamente, el
hitleriano, espera aún, después de treinta años, ser verda
apocalipsis lútleriano, verda-
deramente domado en el pensamiento.
Una de las razones de esta impotencia general es sin duda que no se
puede mover una masa desde su interior: hace falta un punto de apoyo
en el exterior. Pues bien, la civilización moderna tiene precisamente la
ventaja única de una información relativamente abundante sobre nu- nu
merosas otras civilizaciones y culturas: la comparación, he ahí el pun pun-
to de apoyo: «vernos a nosotros mismos en perspectiva», como propo propo-
nía ese antropólogo ejemplar, nuestro muy muy llorado Sir Edward
E dward Evans-
E vans-
Pritchard, se ha convertido en una necesidad.
22
1'
1
Para empezar, se puede ya dar una idea de la clase de renovación
que la comparación promete. Si hay, más allá de todas las diferencias, 1
o más bien a través de estas diferencias mismas, una cierta constancia
de las sociedades humanas, si por otra parte la ideología moderna es
comparativamente tan excepcional como hemos dicho, entonces la
instauración de esta ideología debe haber tenido consecuencias invo invo-
luntarias igualmente sin precedentes. E sto se verifica fácticamente en
Esto
forma
forma de fenómenos que contradicen los valores vigentes y que, por
esa razón, escapan en su esencia a la aperccpción
apercepción intelectual ingenua,
no comparativa.
Si, habiendo encontrado en la India holismo y jerarquía, buscamos
en qué se convierten en una «civilización» un conjunto de sociedades
que valoriza, en el polo opuesto, el individuo y la igualdad, ¿qué en en-
E ncontramos, por ejemplo, un residuo de jerarquía bajo la
contramos? Encontramos, f
forma de desigualdades sociales, y al ser la jerarquía como tal impensa
impensa-
ble o tabú entre nosotros, hallamos que se recurre generalmente, para 1
designar ese residuo, a una expresión que evoca la naturaleza inanima
inanima-
da y que revela por ende el carácter incomprensible del fenómeno: se 1
habla de «estratificación social». No es eso todo a este respecto, pues
encontramos también, por ejemplo, que en una de las sociedades en
cuestión la abolición de la esclavitud produjo en algunas décadas la
aparición del racismo. He alúahí quizás el ejemplo más demostrativo de
'
las consecuencias involuntarias del igualitarismo. En
E n otro lugar he tra
tra-
tado el problema y no lo toco aquí más que de pasada (cf. 1967, ApénApén-
1
dice A). Pero debo sin duda añadir una observación. Primero, que yo
no digo en modo alguno, como algunos han parecido creer, que más
\
vale la jerarquía que la igualdad, o en el caso presente que más vale la
-que no es por otra parte un asunto puramente jerárquico—
esclavitud 4ue jerárquico-
i
que el racismo. YoYo digo únicamente que los hechos de este tipo indi- indi 1
can que la ideología no tiene el poder de transformar la sociedad más
que dentro de ciertos límites, y que al ignorar esos limites
límites se produce
lo contrario de lo que se ha buscado.
Tomemos un segundo ejemplo, el de otro fenómeno indeseable y
sin embargo presente en nuestro universo moderno: el totalitarismo.
'
Razonaremos sobre el el caso del nazismo, sin preocuparnos ele de saber si
se puede hablar de totalitarismo en otros casos. Una dificultad mayor
en la comprensión del totalitarismo proviene de la tendencia espontá-
espontá 1
nea a considerarlo como una forma
forma de holismo: la palabra misma re re-
mite a la totalidad social, y la oposición a la democracia tiende a ser t
inmediatamente concebida como «reacción», como un retorno al pasa-
1
23
1'
1
r
do. Se trata de nociones vulgares, y los estudios serios prescinden de
ellas y reconocen que el totalitarismo no es un holismo, que representa
algo muy a
muy distinto a la concepción tradicional, ingenua, de la sociedad
como un todo. Lo que no quita que, por la coacción radical que ejerce
sobre los sujetos, el totalitarismo aparezca dirigido contra el individua-
lismo en el sentido corriente del término. D Dee manera que el análisis
choca con una contradicción. Para solventarla, es preciso recordar que
el totalitarismo es interior al mundo moderno, a la ideología moderna.
Nuestra hipótesis será que el totalitarismo resulta de la tentativa, en una
sociedad en la que el individualismo se halla profundamente enrahJZdo,y
enraizado, y es predo
predo-
prim(J(Ía de la sociedad como totalidad. Combina,
minante, de subordinarlo aa la primacía
sin saberlo, valorizaciones opuestas; la contradicción que hemos encon encon-
trado le es interior. De alú ahí el acento desmesurado, feroz, puesto en la
totalidad social. De alú ahí la violencia y su culto, que obedece, más aún
que a la necesidad de obtener la sumisión donde se halla fuera de alcan alcan-
ce la subordinación -que exige el acuerdo general de los ciudadanos ser so
bre los valores fundamentales-, al hecho de que la violencia habita en el
interior de los promotores mismos del movimiento, desgarrados entre
dos tendencias contradictorias y condenados por ello a intentar desespe desespe-
valor 5•
radamente instalar la violencia en el lugar del valor5.
Más de uno se dirá, empero, al ver el contagio de la violencia en
nuestros días: después de todo, ciño foo habrá triunfado esta gente de algu- algu
na manera? El E l totalitarismo, ¿no
foo ha conseguido inocular su virus a la
opinión mundial? Aunque la violencia contemporánea esté ligada por
múltiples vínculos a la ideología moderna, aquí sólo podemos hacer a
una alusión sucinta. Cualquiera que sea la reprobación
ella ~a reprobílción que en-
5
5 Este párrafo
E ste resume
p á rra fo resumde hecho
e de hec holas las
conclusiones
c onc lusiones de de
un un estudio
estudio de de
la ideologla
la ideologhitle-
ía hitle
L as discusiones
riana. Las disc usiones eruditas sobre el d tota litarism o en general
totalitarismo g ene ral (definición,
definic ión, etc .) carecen
etc.) c arec en
prec isam ente de una perspectiva
precisamente perspec tiva comparativa.
c om parativa. L Laa elección
elec c ión del nazism
nazismo o responde a la
preoc upac ió n po
preocupación porr captar
c aptar todos los fenómenos
fe nóm enos en su fo rm a fuerte. L
forma Laa fó rm ula aparec
fórmula aparecee
c om o generalizable
como g eneralizable al principio.
princ ipio. E Ell estudio de la U .R .S.S. rebasa m
U.R.S.S. mis is posibilidades, pe peroro
parec e que la hipótesis (en itálic
parece a) tendría que m
itálica) odific arse un po
modificarse c o , no
poco, no ta nto en lo
tanto lo re fe
refe-
rente al individualismo,
individualism o , m muy uy presente
prese nte en el fundamento
fundam ento de la doc trina ccomo
doctrina om o aquí
aguJ ve re
vere-
m os en el caso
mos c aso de Marx,
M a rx , cuanto
c uanto en lo cconcerniente
onc erniente a la loc alizac ión respe
localización c tiva en la so-
respectiva so
c iedad de lo
ciedad loss dos aspectos
aspec tos opuestos. Adem Además, á s, en oposic ión al nazism
oposición nazismo, o, se m antie ne una
mantiene
universa lis ta en la m
finalidad universalista edida en que el fin últim
medida últimoo ccontinúa
o ntinúa siendo
siendo la em anc ipac ión
emancipación
universal, aunque, adem además ás de que ta tall fin teó ric o entra en conflicto
teórico c o nflic to ccono n lo
loss de la sociedad
soc iedad
g lobal concreta
global c onc reta — el «socialismo
-el «soc ialism o en un solo so lo pa ís »- la prá
pafs»- c tic a m
práctica uestra y la ideolog
muestra ideología ía re c o
reco-
noc e que bajo esa cobertura
noce c obertura es la fuerza la que tiene la últim últimaa palabra: la emancipación
em anc ipac ión
po r la vio
por lenc ia , es decir
violencia, dec ir la realización
realizac ión de un va lo r p
valor or m
por ed io de su neg
medio ac ión, una
negación, una de las
contradicciones
c ontradic c iones dd del sistema.
sistem a.
24
cuentra eri
en la opinión mundial tal acto particular de violencia, hay so- so
bradas razones para pensar que el desarrollo contemporáneo no es in in-
dependiente de un debilitamiento de la condena de la violencia priva- priva
generall en la conciencia común. Contribuye a mantener este debi-
da en genera debi
litamiento la confusión reinante en los espíritus, y que los medios de
información multiplican, entre cosas cuya distinción era precisamente
un indicio del progreso de nuestra civilización: en particular la confu-confu
sión entre dominios en los que la violencia había sido desterrada como
ejercicio ilegítimo de la fuerza
fuerza y otros en los que el derecho aún no ha- ha
bía llegado a ponerla fuera
fuera de la ley, es decir las relaciones internaciona
internaciona-
les. Pues precisamente el totalitarismo ha borrado la frontera entre la
ex
presión «captura de rehenes» -y - y el hecho correspondiente- que ha pasapasa-
do de un uso exclusivamente guerrero a los otros dos planos. No pre pre-
tendo, ni que el contagio de la violencia no tenga otras amarras, ni que
el totalitarismo actúe como causa. Lo que hay es más bien homología,
resonancia entre dos enfermedades de nuestra época. Unicamente quie- quie
ro señalar que la ideología contemporánea es a este respecto cómplice
del bandidismo, y que la confusión extendida entre derecho y hecho, en- en
tre moralidad y derecho institucionalizado, entre justicia y tiranía, entre
público y privado, equivale a un retorno a la barbarie.
Se cumplen ahora diez años desde que, atraído por la promesa que
parecía esconder una tal comparación, decidí embarcarme en este viaje
oportuno pero quizá presuntuoso y, según la expresión de Tocquevi-
T ocquevi-
lle, volver el espejo -en
—en este caso el espejo indio- hacia nosotros. Se
trataba de mirar desde un ángulo nuevo nuestras concepciones moder
moder-
nas fundamentales. Siendo indispensable la dimensión histórica, se
trataría de una investigación literaria, de un estudio de textos: había
que retomar toda la historia de las ideas del Occidente
O ccidente moderno en sus
principales líneas de fuerza, en la unidad principal que no puede dejar
de revestir en relación a una civilización diferente.
T al como ahora lo veo, el objeto del estudio puede ser considerado
Tal
según tres direcciones relativamente concretas, histórica la una, otra
25
que llamaré configuracional, y la tercera nacional o «subcultural».
«subcultura!». La
dirección histórica es evidente: W1a una transformación profunda ha teni teni-
do lugar en la E uropa occidental a lo largo de los siglos, siendo su se-
Europa se
ñal más espectacular la emergencia de nuevas categorías de pensa pensa-
miento, como lo político y lo económico, y de las instituciones corres corres-
pondientes; puede estudiarse la génesis de todo esto. Pero los puntos
de vista en cuestión siempre nos son dados como formando parte de
una con.figuración
configuración sui generis propia de cada autor, de cada escuela, ten ten-
dencia o período. EstasE stas configuraciones con el verdadero objeto de
este estudio, y lo que aquí recibe el nombre de ideología moderna es
algo así como la integral de todas estas configuraciones. E Enn fin, entre
estas configuraciones, en seguida se hallan diferencias nacionales mar mar-
cadas. Sería insuficiente decir que la ideología moderna se presenta de
modo diferente en diferentes países, diferentes culturas, diferentes
lenguas. HayHay de hecho subculturas más o menos nacionales, digamos
inglesa, francesa, alemana, que deben ser consideradas como variantes
(equivalentes) de la ideología general.
Hasta ahora
ahora no he publicado sobre este tema más que un solo en en-
amplitud (en inglés: «The
sayo de cierta amplitud «Toe Modern Conception of the In In-
dividual», 1965). Se trata de un esfuerzo por destacar a grandes rasgos
la génesis de la ideología moderna en lo que concierne al individuo y
lo político al mismo tiempo que al E stado, desde la E
Estado, dad Media hasta
Edad
la Revolución francesa
francesa y después de ella, aislando algunos estadios o
aspectos del desarrollo. El E l trabajo está fundado por una parte en obras
generales que ofrecen una visión de conjunto de un dominio determi- determi
G ierke, Elie
nado (Figgis, Gierke, E lie Halévy) y por otra en imágenes
imágen~s monográfi
monográfi-
(L eviathan, etc.). E
cas condensadas de obras clásicas (Leviathan, ste artículo no as
Este as-
piraba a ser completo, y adolece de ciertas insuficiencias, la principal
de las cuales se halla en el punto
pW1to de partida. Admitía allí que la ideolo
ideolo-
gía era holista en santo Tomás de Aquino, lo cual no es cierto más
que si limitamos la mirada a la comunidad terrestre de los cristianos,
pero no es verdad si lo predicamos de la ideología en su conjunto. Un
estudio aún inédito de los primeros siglos de la Iglesia ha suministrado
más tarde una fórmula
fórmula general de la ideología de la Iglesia a través de
(hasta Calvino) que engloba los cambios acaecidos y da
los siglos (hasta
cuenta de su dirección general, en pocas palabras, el individualismo
individualism°o
cristiano se halla presente desde el origen; la evolución consiste en un
movimiento a partir del individualismo-fuera-del-mundo hacia un in-
dividualismo-en-el-mundo (y progresivamente tal), proceso durante el
cual la comunidad holista misma acaba por desaparecer, o casi.
26
f 1
( 1
muy general; más adelante me explicaré. El presente estudio sigue his his-
'
tóricamente al que acabo de resumir: del mismo modo que la religión
había dado origen a lo político, lo político a su vez va a dar origen a lo
económico. t
Así son las cosas desde el punto de vista histórico, o genético, tal y
como hasta ahora lo he empleado. El E l punto de vista configuracional es t
de hecho el punto de vista fundamental, pues el todo concreto ele- ele
mental a nuestra disposición es la configuración de ideas y valores que 1
encontramos en tal texto, tal autor, particular o común, etc. Por esta
razón, tales configuraciones se hallan persistentemente presentes en el {
estudio, en forma simplificada o parcial si es preciso. La sección 4,
por ejemplo, trata sobre la relación, en una obra de Locke, entre lo
político, lo económico, la moralidad y la religión. Los cambios en es es-
tas relaciones son, al nivel que aquí nos concierne, los hechos históri
históri-
cos fundamentales.
E
Ell estudio de las variantes nacionales es un caso particular de com- com \
paración entre configuraciones diferentes, esta vez en tanto que pre pre-
dominantes en tal y tal país de modo duradero. Impresionado por la 1
diferencia profunda entre las representaciones francesa
francesa y alemana del
1
27 1 1
((
r·r
((
individuo y de la nación, y habiendo tomado espontáneamente como
(( punto de partida la variante francesa, la más simple (1965; 1967, In In-
troducción), me ha parecido inmediatamente necesario caracterizar la
(( variante alemana. DDee alú
ahí un estudio de la ideología alemana del indi-
indi
viduo, del Estado
E stado y del Volk
V olk en la literatura de 1770 a 1830, que espe-
espe
(i ro publicar pronto, y del que un primer esbozo ha sido resumido en
una conferencia (1971a, pp. 33-35). Tengo
T engo en proyecto un estudio si
si-
(í
milar de la variante inglesa, en el que el acento se pondrá sobre el lu
lu-
gar o función del empirismo y del utilitarismo. E ste último será oca-
Este oca
(r
sionalmente caracterizado in nuce aquí mismo (sección 5). Al estudio
(( sobre el pensamiento alemán ha seguido un trabajo sobre el naciona
naciona-
lismo y, en particular, la Weltanschauung
W eltanschauung y el antisemitismo del propio
(( Hitler que he utilizado poco antes. Aun inédito, y por completar, es
un análisis configuracional que saca gran provecho del estudio prece
prece-
dente. No es que la filosofía alemana explique el fenómeno nazi: el fefe-
ll nómeno es esencialmente europeo, moderno, en tanto que enferme- enferme
({ dad de la ideología moderna; pero no resulta comprensible al margen
de la forma que adquiere, y esta forma
forma se halla determinada por la va
va-
(( riante alemana de la ideología moderna.
((
29
de relativismo que fue adoptada con predilección por por los nazis :-euya
-cuya
ideología racista negaba por principio la intercomunicabilidad de las
culturas.
D
Dee este modo la ideología de un país determinado en un momento
dado puede tomarse sin inconveniente como algo que engloba todo su
patrimonio intelectual, siempre y cuando en él sólo se incluyan las re re-
presentaciones sociales y no representaciones excepcionales o únicas.
Pero aquí se alberga un problema: nuestro material está constituido
por textos particulares de autores particulares. ¿cómo
¿Cómo reconoceremos
en cada texto lo que es social y lo que no lo es? La respuesta se halla
en primer lugar en la relación entre esos diferentes textos. Puede ocu
ocu-
rrir que se copien el uno al otro o bien, a la inversa, que no tengan
nada en común. En E n conjunto, sin embargo, hay
hay representaciones fun-
fun
damentales, configuraciones que son comunes a un gran número de
entre ellos. Pueden también estar implícitas en discusiones entre con
con-
temporáneos, y aquí tocamos un punto más delicado: la importancia
relativa de estas representaciones en la sociedad en general. Como de
costumbre, en el estudio de las culturas es importante desprender las
principales líneas de fuerza, e incluso el rasgo predominante, que,
como Marx decía de los rasgos económicos, es como el éter que tiñe
toda la escena (citado más adelante página 203), lo gue
que yo llamo el as
as-
pecto «englobante». Sin embargo, no quisiera minimizar el problema
que plantea la tentativa de definir la ideología de una escuela o de un
grupo a partir del pensamiento de un filósofo como Locke (más ade ade-
lante, sección 4) o a partir de las representaciones de un líder político
(como Hitler; en este caso, con la dificultad adicional y primera de
distinguir las representaciones auténticamer:te
auténticamente suyas de °las
las que adopta-
adopta
ba para la galería). Los dos casos no pueden ser más diferentes en sf sí
mismos y en el uso que de ellos hago, pero en ambos, lo que me es- es
fuerzo por aprehender es la emergencia o manifestación de una «re- «re
presentación colectiva» en el sentido de una relación o de un conjunto
de relaciones. Sea que tales relaciones aparezcan de modo recurrente,
iluminen otras relaciones o representaciones, constituyen, se-
sea que ilwninen se
gún todas las apariencias, una manifestación particular -que puede ser
inicial para nosotros- de un fenómeno verdaderamente ideológico.
Topamos aquí con una paradoja clásica: los elementos de base de la
ideología permanecen casi siempre implícitos. Las ideas fundamentales
son tan evidentes y omnipresentes que no necesitan ser expresadas: lo
esencial se da por supuesto, constituye lo que se llama «la tradición»
(1964 b, pp. 97-98). Hace poco cité a Mauss acerca de este punto, mas
30
)
6
6 Es Ecaracterístico
s c arac terísticque
c onstruc c ión, ¡xro
construcción,
o que
los los c rític os
críticos
pero no hayan puesto en cuestión
másm ás c ateg óric os
categóricos
c uestión la ubic
hayan
hayan
uidad y
ubicuidad
atacado
atacado
y la im
el c onc epto
el concepto y suy su
di-
porta nc ia de sus di
importancia
'
1
versa s m
versas anifestac iones.
manifestaciones.
1
31
1
o al menos la cosa presenta otro aspecto: esta racionalidad no es úni úni-
camente instrumental, es al mismo tiempo espedalizada.
especializ ada . Se despliega a
placer en el interior de cada uno de los compartimientos distintos que
han aparecido, mucho menos en su distribución y su definición res res-
pectiva, que pertenecen más al orden de los hechos que al orden de la
1 racionalidad o del consenso. Por consiguiente, si queremos concebir
nuestra cultura como un todo, reencontrar su sentido global, nos es
preciso zambullirnos en el nivel de lo inexpresado exactamente como
lo haríamos para una cultura menos «racional».
Así, la definición de lo político y de lo económico no se tienen en
modo alguno por adquiridas, no son objeto de un acuerdo general. E Ess
r natural que así sea, pues se trata de puntos de vista parciales, y la par- par
te no puede definirse ella misma, sino sólo por su lugar en el conjun- conjun
( to. Ahora bien, las ciencias, como . tampoco las naciones, no encuen- encuen
tran por encima de ellas un todo explícito del que serían partes: no
1 hay
hay sociedad de las naciones -o - o apenas-, ni ciencia de las ciencias 7
ciencias7.•
Lo que hay es, a nivel fáctico, una coexistencia viva, una unidad social
f de esas ciencias, una sociedad de puntos de vista especiales: es preciso
sacarla a la luz a partir de la ideología global, extraerla del silencio del_ del
sentido común.
Por ejemplo, lo político y el E stado se definen de diversas maneras:
Estado
por la subordinación, por el monopolio de la fuerza legítima sobre un
territorio determinado, por la pareja amigo-enemigo, etc. E xcepto la
r primera quizá, se trata de definiciones de la parte por ella misma que
Excepto
1 7
7 AllíA donde
llí donde la filosofía
la filosofía responde
responde a laa ambición
la am bic ión
de de
serser
esaesa c iencde
ciencia ia de
las las c ienc ias,
ciencias, nosnos
88 E
Enn el pla no de las cciencias
plano ienc ias sociales,
soc iales, he pro puesto u
propuesto n a espec
una ie de cclasificación
especie la sific ac ión g ene
gene-
ra
rall prelim inar (1971
preliminar ( 19 7 1 a, p. 33 ) . Si entendemos
33). entendem os estas categorías
c ateg oría s en su sentido m ás fuerte,
más
lo polític
políticoo yy lo económico
ec onóm ic o se oponen a la relig ió n yy a la sociedad
religión soc iedad -habría
-h a bría que decir
dec ir la co-
c o
munidad
m totalidad
unida d o la tota lidad social, u n ive rsitas las prim
soc ial, 11niversi1as-; primeras representan
era s represe innovación
nta n la inno moder-
va c ió n m o der
na, las segundas lo
lo que en del universo
universo m od erno subsiste de continuidad
moderno c ontinuidad con
c o n el universo
universo
tradic ional. E
tradicional. sta visión
Esta vis ió n tie nde a prec
tiende isar la voc
precisar a c ión de la sociología
vocación soc iolog ía en el sentido res
res-
tring ido del término:
tringido térm ino: voc a c ió n holista, la únic
vocación únicaa que perm ite a la sociología
permite soc iolog ía ser
se r comparati-
c o m pa rati
va,
va , es dec
decir fundamental.
ir fundam ental.
33
33
una unidad viva en todo esto, escondida bajo nuestras distinciones ha ha-
bituales. La ideología no es aquí un residuo, es la unidad de la repre repre-
sentación, una unidad que no excluye por lo demás la contradicción o
el conflicto.
D icho esto, debo en seguida admitir
Dicho admi.tir que de hecho utilizo, a nivel de
construcción de la ideología, la distinción que
detalle, en el proceso de construcció'n
acabo de rechazar a nivel global. Si una proposición muy corriente,
presentada como racional o científica, se comprueba injustificada
como tal, es probable que haya sido impuesta por otra especie de co co-
herencia, y que pueda ser identificada como un aflorar de la red ideo ideo-
lógica subyacente. No podemos contentarnos con calificarla de «tradi «tradi-
cional», lo que equivaldría más o menos a «no racional». Pronto en en-
contraremos algunos ejemplos de este procedimiento de investigación
que es probablemente indispensable para completar los detalles del
mapa ideológico elemento por elemento. No prejuzga la imagen glo glo-
E n particular queda abierta la cuestión del desarrollo de lo «cientí
bal. En «cientí-
fico» a partir de la ideología general, una cuestión tan fundamental
fico»
que debe reservarse como test final de nuestra indagación.
Hay otro sentido de la palabra «ideología» que lamento descuidar,
pues es interesante para el historiador. Se refiere al caso moderno: la
ideología en este sentido suplanta a la religión cuando el mundo es
entzaubert, desencantado o desmistificado, cuando se impone la creen
enr,zaubert, creen-
cia de que todo es cognoscible -o - o que puede haber un conocimiento
«sin rodeos»-. E sta creencia conlleva seguramente consecuencias im
rodeos»--. Esta im-
portantes. (Me refiero a una observación de FrançoisFrarn;ois Furet que pensa
pensa-
ba en los revolucionarios franceses.) Pero lo que ante todo necesito es
una etiqueta general que sirva para comparar el caso moderno, móderno, excep
excep-
cional, en el que la concepción general de los valores no coincide con
lo que se llama prim
primaa fa cie religión, y el caso tradicional en el que hay
Jade
coincidencia, y no he encontrado palabra mejor para ese fin (cf. 1971
a} pp. 32-33).
a,
Apliquemos ahora estas observaciones generales al punto de vista
económico. Se empieza por observar que en apariencia no es fácil defi defi-
nir lo económico. E Enn su monumental H Historia
istoria del análisis económico,
económicof
Shumpeter no da definición: define el análisis eco n ó m i co pero admite
económico
sin más como datos lo que llama los «fenómenos económicos» (1954).
Es difícil proponer una definición que sea universalmente aceptada,
sobre todo si se la quiere poder imputar tanto a los economistas del
pasado como a los contemporáneos. Por ejemplo, Ricardo ciertamente
no se ocupaba de «recursos escasos». E sa es quizás una razón del silen-
Esa
334
4
i
¥· i
1
1
ció de Schumpeter. Por lo demás, tenemos aquí un caso particular de
cio
un fenómeno extendido: lo dicho no sólo es sin duda verdadero para
· las ciencias en general, sino que puede asimismo decirse del hombre
moderno que sabe lo que hace (el «análisis») pero no de lo que trata
realmente (lo económico)9. Schumpeter escribe de Adam Smith y y de
'
í
I
otros: I
N o han
No ha n acertado
ac ertado a ve
verr que su filo so fía ética
filosofía étic a y su doctrina
doc trina polític
polfticaa no
no eran lóg ic am ente
lógicamente
pertinentes pa ra la explicación
para ex plic ac ión de la realidad económica
ec onóm ic a tal ccomo
om o es
es...
... N
Noo tenía
tenlann aún una l1
concepción
c onc epc ión clara fine s distintivos del análisis --pero,
c lara de los fines p e ro , (la tenemos
¿la tenem nosotros?
os noso ...
tro s?...
ít
La dificultad de la definición se ve aún acrecentada desde un punto
de vista comparativo. Así, los antropólogos tienen una fuerte tenden tenden-
cia a identificar en todas las sociedades un aspecto económico, pero
1
1
tí '
99
cribla:
R esum iendo
Resumiendo
c ribía: «
«...L a India integ
... La
la intera c c ióintelectual
la interacción n intelec tual
ra ba todas las cosas
integraba
desarro llaba un movimiento
dente desarrollaba
entre
entre
c osas en una
la India
tina forma
y Occidente
la India
fo rm a ina
m o vim ie nto seguro de sus principios,
y O c c idente
lterable, m
inalterable,
en en lo XIX,
el sigXIX,
el siglo
ientras que Occi-
mientras
princ ipios, pero sin admitir
adm itir m
es- es
O c c i
arc os per
marcos per-
'
i
1
1 i
m anentes» {( 19
manentes» 6 9 , infiné).
1969, fine).
1
1 1
35
35
1
I:
dicha tarea es un tanto arriesgada, incluso destructiva. E Ess particular
particular-
mente difícil -y—y por añadidura vanovano-- separar los aspectos políticos y
económicos. No hay en ello nada de sorprendente, puesto que obser obser-
1 varemos en nuestra propia culrura cultura la emergencia muy reciente del
punto de.vista
de/vista económico desde el interior del punto de vista político.
f D istinguir de modo cada vez más estricto, como algunos proponen,
Distinguir
una «antropología política» y una «antropología económica» carece de
sentido para el progreso del conocimiento, significa únicamente ceder
a la tendencia moderna a una compartimientación y especialización
crecientes, mientras que la inspiración antropológica consiste muy por
el contrario en religar, ien re-unir\
re-11nir!
J D ebería ser evidente que no hay nada que se parezca a una econo-
Debería econo
mía en la realidad exterior, hasta el momento en que construimos tal
r objeto. Una vez hecho esto, podemos descubrir en todas partes en al- al
guna medida aspectos más o menos correspondientes que en estricto
l rigor debiéramos llamar «cuasi económicos» o «virtualmente económi- económi
cos». Naturalmente deben ser estudiados, pero la restricción («cuasi»)
r es importante para el caso: el lugar de tales aspectos en el conjunto no
es el mismo aquí y allá, y esto es esencial a su naturaleza
naruraleza comparativa.
1
Ahora, si el objeto, la «economía», es una construcción, y si la disci- disci
plina particular que lo construye no puede decirnos cómo lo hace, si
no puede darnos la esencia de lo económico, las presuposiciones de base
sobre las que es construido, entonces no es preciso encontrarlas en la
lu
relación entre el pensamiento económico y la ideología global, es decir en el lu-
gar de lo económico en la configuración ideológica general10. general º. D
1
ada la
Dada
primacía del punto de vista económico en el mundo moderno, n:ioderno, es na
na-
tural suponer que tal perspectiva debe hallarse profundamente enraiza- enraiza
da en la constitución mental del hombre moderno, que debe tener
para él implicaciones particulares no desprovistas de significación,
pero que son susceptibles de escapársele como nos decía Hume.
E ncontraremos que la manera como se construye la realidad que se
Encontraremos
reputa externa, objetiva, y que recibe el nombre de «economía», se ha ha-
lla regida por condicionamientos internos a la ideología general; una
aplicación de este aserto que podría servir para verificarlo indirecta indirecta-
mente sería esclarecer el curso extraordinariamente desigual del desa-
10
10 A úes
Aún n preciso
es prec iso
queque estem os
estemos equipados
equipados para
para id en tific esta
identificar a r esta relac ión.
relación. Es Elas compa-
la c om pa
rac ión la
ración la que nos lo debe permitir.
perm itir. N
Noo obstante, ccomo
om o nuestro equipam iento ccomparati-
equipamiento om pa rati
vo
vo es in c o m pleto , puede ocurrir
incompleto, o c urrir que.sólo
que sólo inc o m pletam ente descubramos
incompletamente desc ubram os la rela c ió n que
relación
busc am os. En
buscamos. E n ese sentido la ccuestión
uestión deberá continuar
c o ntin ua r abierta.
36
económica en sus conúenzos,
rrollo de la ciencia econónúca comienzos, tal y como se ve en
la obra magistral de Schumpeter (1954).
Schwnpeter ( 19 54 ).
E n ausencia de esta H
En económico, la indagación pre
istoria del análisis económico}
Historia pre-
sente probablemente no habría podido ser emprendida. Gomo Como lo indi
indi-
ca el tituló
títuld y como insiste el autor en varias ocasiones, Schwnpeter
Schumpeter se
ocupa exclusivamente, no del pensanúento
pensamiento econónúco
económico entero, sino
únicamente de lo que en este pensamiento pensanúento puede ser considera-
considera
do como científico. Su H istoria criba, por así decirlo, el grano científi-
Historia científi
co de la paja no científica -y —y bajo este ángulo será aquí nuestro apoyo
principal-. E Ell resultado de esta concienzuda encuesta fundada en toda
una
una vida
vida de estudio y una inmensa erudición no es únicamente que
hay mucha paja al lado del grano. La sucesión histórica muestra, no
un
un crecimiento regular, sino un gran desorden y las más sorprenden- sorprenden
tes discontinuidades en puntos decisivos. Schumpeter no se cansa
nunca
nunca de subrayar estas irregularidades: cómo adquisiciones y descu- descu
brimientos
brimientos tempranamente hechos han permanecido durante largo
tiempo con letra muerta o han sido despreciados por la corriente prin prin-
cipal,
cipal, y han tenido que ser redescubiertos mucho más tarde (como
( como la
utilidad marginal en Galiani,G aliani, D aniel B
Daniel ernouilli, etc., 1954, pp.
Bernouilli,
300-305, 1054); cómo las obras que han tenido mayor influencia no
eran las más sugestivas o las más científicas (Adam Smith); cómo vías
fecundas y desarrollos sanos han tenido inexplicablemente que ser
conscientemente abandonados o anulados durante un tiempo; cuán
extraño
extraño aparece retrospectivamente el «rodeo ricardiano» que domina
el período clásico (aun cuando según Schumpeter la influencia de Ri- R i
cardo ha sido menos amplia entre los especialistas ingleses de lo que
con frecuencia se admite). Schumpeter expresa su extrañeza, casi se
diría su consternación, ante todo esto; no lo explica, y en el fondo no
puede
puede explicarlo porque su investigación supone el punto de vista eco- eco
nómico como algo dado y se sitúa a sí misma en el interior de ese punto
de vista.
Sólo alguien
Sólo alguien que
que se mantenga en el exterior puede intentar mostrar
cómo este punto de vista particular ha accedido a la existencia. En En
este sentido, la H istoria de Schumpeter solicita un complemento del
Historia
tipo que aquí se intenta, cualquiera que pueda ser la desproporción de
conocimientos entre los dos en extensión y en mérito. Si tomamos la
perspectiva económica como parte integrante de la ideología, no pre pre-
guntamos para empezar si una proposición econónúca económica dada es verda
verda-
dera o falsa, sino únicamente cómo es pensada, quiero decir en qué re re-
lación con otras proposiciones -bien —bien sean interiores o exteriores al
337
7
discurso económico-, y particularmente en qué relación no aparente
con proposiciones no económicas. Puede entonces ocurrir que la pro pro-
posición dada aparezca como fuertemente fundada en sus relaciones
intra-ideológicas mientras que se halla débilmente fundada en su refe refe-
rencia objetiva. Después de todo, esto no debería sorprender, puesto
que la economía como ciencia no se ha desarrollado en el vacío, vado, sino
en un campo en que se hallaban presentes representaciones no cientí- cientí
ficas, de sentido común. Encontraremos
E ncontraremos que la relación va más lejos,
pues la perspectiva económica se desarrolló de hecho a partir de una
pulsión ideológica que doblegó poderosamente su curso, al menos en
E n otros términos, el objeto científico no era fá
los estadios iniciales. En fá-
cil de construir, y los vagabundeos de sus constructores muestran, si
es preciso hacerlo, que no se trataba solamente de registrar un dato
exterior.
A la inversa, esta investigación ilustra sobre la ideología general.
Por anticipar: la economía reposa sobre un juicio de valor, sobre una
jerarquía implícita; la categoría supone la exclusión o la subordinación
de cualquier otra cosa. En E n otros términos, aprendemos qué tipo de
«rodeo» realizamos cuando creemos simplemente «estudiar la econo econo-
mía».
Llegado a este punto, el lector más paciente, el que ha contenido
hasta aquí su irritación, alzará -supongo- los hombros y exclamará:
«Todo esto es un puro sin-sentido. E Ell hecho primero es el extraordi
extraordi-
nario desarrollo económico que nos rodea y domina nuestras vidas; la
primacía de la perspectiva económica no es otra cosa que la expresión
primada
· de este hecho en el pensamiento común.» Con toda seguridad, existe
una relación entre los dos planos, aun cuando sea menosmenÓs simple de lo
que ese lector supone. De hecho, plantea una terrible cuestión a la que
no puedo escapar por más tiempo: ¿en qué medida es legítimo, y útil,
extraer la ideología de su contexto, estudiarla separadamente sin to to-
mar en consideración sus concomitancias? Proceder de ese modo es
no sólo ir contra corriente de la práctica habitual, sino apartarse de
una orientación acerca de los fines y los medios de la ciencia social y
de la historia, que cuenta con el amplio acuerdo de nuestros colegas ·
contemporáneos. Además, aislar así una parte de la realidad social está
en aparente contradicción con la inspiración antropológica, y con mi
propio y repetido alegato en favor de una perspectiva holista, de tal
modo que puede parecer que yo sea el último en poder comprometer
comprometer-
me en un tal ejercicio sin contradicción. E Enn realidad, la ruptura que
propongo se halla en el extremo opuesto de las que he criticado, y tra-
38
38
tándose de nuestra propia cultura, es no sólo posible sino útil11.
útil 11 • Aislar
nuestra ideología es una condición sine qua non para trascenderla, pues
ella es el vehículo espontáneo de nuestro pensamiento, y en ella per per-
maneceremos encerrados tanto tiempo como tardemos en tomarla por
objeto de nuestra reflexión.
Así, el tan conocido debate sobre la anterioridad relativa de la innova
innova-
ción ideológica y la innovación exterior, como el del huevo y la gallina,
ese debate fastidioso y estéril permanece interior a la ideología.
Un ejemplo ilustrará el hecho: la tendencia general entre nosotros
aunque no sea más gue
es aceptar, aungue que como un esguema
esquema familiar y útil,
algo parecido a la construcción marxista infraestructura/superestruc-
tura: en un polo la vida material y las relaciones de subsistencia, en el
otro todo lo demás, o sea el resto de las relaciones sociales, incluidas
las relaciones políticas, la religión, el arte y la ideología en general
-estando el primer polo dotado, al menos de manera hipotética, de
una eficiencia causal preeminente-. E ste modo de ver es parte inte
Este inte-
grante de una fuerte tendencia ideológica contemporánea: es así como
la mayor parte de nuestros contemporáneos gustan representarse las
f
cosas en una primera
primer~ aproximación. Al decir esto, no tomo posición
en cuanto a la verdad o la falsedad de ninguna de las afirmaciones de
este tipo. Sin embargo, bien puede decirse, y supongo gue que un especia
lista en ciencia social puede gozar del permiso de afirmarlo, que
especia-
gue tales
'
proposiciones son con frecuencia falsas y pueden incluso ser reconoci-
reconoci
das como tales sin que
gue el hecho tenga un impacto
impa~to notable sobre la vi vi-
talidad de la creencia general. Por poner un ejemplo de peso, sostengo }
que la revolución industrial, en el continente europeo y en particular
gue
en Francia, es corrientemente antefechada en sus diversas fases y as- as 1
11
11 Mi M i c rític
critica a versaba
versaba en primlugar
en primer er lugsobre
ar sobre la divis ió(no
la división n ( no c rític
critica yadefinitiva)
y definitiva) de delos los f
fenó m eno s sociales
fenómenos soc iales bajo nuestras rubricas rúbric as familiares
fam iliares (política,
( polític a, económica,
ec onóm ic a, etc.) (cf. D Dee
R euc k & Knight,
Reuck·& Knig ht, 1967,
19 6 7 , pp. 37-38).
3 7 -3 8 ) . EEn n el plano
plano m etodológ ic o rec
metodológico lam aba la distinc
reclamaba ión
distinción f
entre rasg o s ideológicos
rasgos ideológ ic os y no ideológ ideológicos 19 6 7 , §
ic os ((1967, § 22,
2 2 , § 118118;; 1970,
19 7 0 , pp. 154-156)
15 4 - 15 6 ) en la
prác tic a antropológica
práctica antro pológ ic a así como c o m o en una perspec perspectivativa comparativa.
c om para tiva. Me Me m anteng o en ello
mantengo ello
m ientras se trate de una sociedad
mientras soc iedad ex tra njera y
extranjera y de una ccomparación
om pa rac ió n global. E Enn efecto,
efec to , no
no
se puede aspirar a descubrir desc ubrir una ideología
ideolog ía extranjera
ex tranjera sin m antener una relac
mantener ión sufic
relación ien
suficien-
tem ente estrecha
temente estrec ha conc on el comportamiento
c o m porta m iento observado,
obse rva do, pues estaríamos
estaríam os demasiado
dem asiado expues-
ex pues
tos aa groseros
g rosero s erro res si n
errores no o cconcediéramos
onc ediéram os todo su peso peso al ccontrol
o ntro l p
poro r lo
lo que «oc urre de
«ocurre
hec ho». E
hecho». Ell caso
c aso es completamente
c om pletam ente dife rente en nuestro pro
diferente pio universo
propio universo intelec tual yy so-
intelectual so \ 1
39
39
1 1
1
r
/
pectos en unos treinta o cincuenta años por los adeptos de una expli- expli
~ cación materialista de la revolución francesa. Me refiero a la literatura
general, distinta de la literatura técnica, pero no siempre de la históri
históri-
ca. EEll prejuicio general del que éste es un caso particular representa
think ing como se dice en in
un caso de creencia enraizada, de wishful thinking in-
f glés, lo cual indica una situación central en el corazón de la ideología
moderna. Como tal, es una parte de nuestro objeto, y no algo que pu pu-
1 diera entrar en nuestro equipo de herramientas. Por lo demás, y contra
contra-
riamente a un prejuicio emparentado con el precedente, los hechos ma ma-
teriales o extraideológicos no son los más fáciles de reconocer; muy por
el contrario. La discusión continúa sobre numerosas e importantes
cuestiones de hecho, y el no-espetialista
no-especialista tiene raramente el sentimiento
de que se ha llegado a un acuerdo, aunque sea poco duradero, en el que
pueda basarse. Puede parecer extraño, pero es más fácil formarse llflª jiña
idea relativamente cierta de la RRiqueza
iqueza de las naciones de Adam Smith que
del estado de Inglaterra en 1776, año de su publicación.
E n consecuencia, mientras que el analista puede naturalmente su-
En su
frir por su insuficiente conocimiento del contexto, es más seguro para
él dejar de lado en el análisis lo que no pertenece estrictamente a su
objeto: la relación del pensamiento económico con la ideología gene- gene
ral. E
Ell cuadro que de ello resulte no será un cuadro sociológico com com-
pleto, sino un cuadro parcial cuya significación sociológica final per per-
manecerá por esta razón fuera de alcance. T al será nuestro «rodeo». A
Tal
primera vista, el rechazo de la dimensión no ideológica parece aca- aca
rrear una pérdida de sustancia. Pero este empobrecimiento se com- com
pensa en alguna medida mediante la adquisición de una µna dimensión
comparativa que viene a reemplazar a la presente en forma forma de algunos
conceptos simples ya señalados.
Me he anticipado algo a la conclusión de este estudio para presen
presen-
tar su perspectiva de conjunto e intentar que el lector no la rechace de
entrada. Si al final hemos proyectado alguna luz sobre la historia del
pensamiento económico, si hemos revelado relaciones significativas en
el puzzle desarticulado, en el amasijo aparentemente atomizado de
nuestra propia cultura, si hemos encauzado ese desarrollo excepcional
hacia alguna relación inteligible con el curso más común de las civili-
civili
zaciones superiores, entonces la perspectiva estará justificada.
40
ellos resultan. La tentativa se limitaba originariamente a la génesis del
pensamiento económico a partir del siglo XXVII V I I a través de los fisiócra
fisiócra-
tas hasta Adam Smith (y Ricardo), es decir a la emergencia por separa-separa
ción o diferenciación del punto de vista nuevo. Observé
O bservé entonces que
el camino de Marx había sido precisamente el inverso: había reintegra
reintegra-
do el punto de vista así creado -pero
-pero esta vez en posición dominante--
dominante-
en la configuración general. No radica ahí únicamente su contribución
tal y como se nos aparece, pues esa ha sido a lo largo de toda su obra
su intención afirmada, el fin perseguido en este terreno: remodelar la
economía política «burguesa» de acuerdo con la imagen global que se
había hecho del destino del hombre. Veía así volver a cerrarse el
círculo elegantemente: podía seguir el crecimiento del fenómeno des- des
de el grano hasta el árbol, desde su nacimiento a su apogeo, su esplen-
esplen
dor o su triunfo. Más comunmente quizás el liberalismo económico
sea considerado como la cima de la ideología económica ((cf. cf. Polanyi,
1957). Pero queda en él un elemento de limitación: el homo oeconomicus
no subordina los otros aspectos del hombre, y no posee la ambición
del hombre de Marx. No hay ninguna contradicción técnica al itinera itinera-
rio desde Smith y Ricardo a Ma,rx.
Mane. EEnn su momento designaré este li li-
naje simplemente como los «primeros clásicos»; la expresión es arbi- arbi
traria, y el estudio no pretende cubrir un corte cronológico en la his- his
toria del pensamiento económico: se concentra en la relación entre la
ideología global y la economía, y es selectiva en lo que concierne tanto
a los temas como a los autores.
E
Ess eso lo que hace a este libro, como decía en el prólogo, tan dife- dife
rente a un trabajo antropológico, y es eso lo que solicita un control se- se
vero. E ste control es inicialmente tarea del autor, pero es preciso tam
Este tam-
bién que se ponga al lector en condiciones de formar su propia opi- opi
nión; se ha puesto en ello todo el cuidado posible, a expensas quizá de
la ligereza y la elegancia. Además, el autor no es economista -estaría
fuera de lugar tratar estadios más avanzados de la ciencia económica-,
económica—,
se halla por ello expuesto al error y debe actuar de forma que todas las
proposiciones más o menos técnicas que aventure puedan ser fácil- fácil
mente verificadas por los especialistas: el origen o la derivación de es- es
tas proposiciones será explícito
explícito12..
12
12
12 EnE las
n las c itas
citas la traduc c ión
la traducción seráserá literal,
literal, aunaun a riesgde
a riesgo o de inc o rrec c ió n,
incorrección, siem pre
siempre queque
una parcela
pa rc ela de sentido parezca
parezc a en juego; se recurrirá raramente
rec urrirá rara m ente a las traducciones
tra duc c iones exis-
ex is
tentes, aunque sean formalmente
form alm ente m más En
ás brillantes. E n cuanto
c ua nto a los lúnites
lím ites de la erudición,
erudic ió n,
ten drá una idea p
se tendrá o r la bibliografía, que se ha querido más bien restric
por tiva .
restrictiva.
41
41
T odas las principales obras generales consultadas, excepto la H
Todas Histo-
isto
Schumpeter, tratan de lo económico en su contexto
ria del análisis de Schwnpeter,
intelectual. Han formado mi comprensión o confirmado mi camino.
Son: The Element
T he Political E lement in the D evelopment of
Develop;,,ent of EEconomic
conomic Theory
T heory de Gun-G un- >'
nar Myrdal (1929), el largo ensayo de T horstein Veblen titulado «The
Thorstein «T he
E conomics Science», publicado originalmente en
Preconceptions of Economics
1899-1900 y recogido en su libro The T he Place of
o f Science in MModern
odern Civiliza-
CivilizA -
/ion (1919), y la obra de James B
tion onar, Philosophj
Bonar, Philosophy aandnd P Political Economy
olitica l E conomy
((1927).
1927). Sólo tardíamente he tenido acceso a algunas de las obras de JJa- a
cob Viner: en las notas se hará referencia a ellas. LLaa forma formación
ción del radi-
d el ra di
calismo filosófico de E lie Halévy (1901-1904) toca de modo importante
Elie
nuestro tema. Es el tipo de libro sobre el que reposa toda la investiga investiga-
ción sobre la ideología moderna.
E s necesaria una exposición general y sumaria; la he reducido al
Es
mínimo, prefiriendo por razones
ra2ones metodológicas y de otro tipo anclar
el desarrollo en algunos puntos monográficos -en los que espero
que el antropólogo recupere sus ventajas-. Algunos textos han sido es- es
cogidos por su interés y su pertinencia y han sido estudiados de mane mane-
ra relativamente profunda. E stas monografías varían mucho en exten
Estas exten-
sión y en dimensión, están respectivamente consagradas a los dos
Tratados
T ratados sobre el gobierno civil de Locke, a la F Fábula
ábula de lasla s abejas de Man-
deville, a la teoría del valor en Adam Smith, y finalmente a algunos
textos de Marx tomados sobre todo de sus primeras obras. Ricardo es
apenas mencionado; un estudio de sus teorías del valor y de la renta
en relación con las de Marx ha sido necesario pero no se ha incluido
aquí.
442
2
I
PRIMERA
PRIME PARTE
RA PART E
LA
L GENESIS
A G E N E SIS
1
1
f
J
f
~
1
1
\ '
1
\ '
1'
1' 1
1' 1
,
r
{ 1
¡ \
1 1
[ 1
/ '
I
2
2
CONDICIONES
C O N D IC IO N E S DE
D E EMERGENCIA
E M E R GE N C IA
D E LA
DE L A CATEGORIA
C A T E G O R I A ECONOMICA
E C O N O M IC A
45
45
hallaba presente desde muy temprano, el segundo apareció más tarde:
así nos lo dice Schumpeter cuando habla de un estado intermedio ca- ca
racterizado por una existencia definida pero no separada de lo econó- econó
mico. Los canonistas planteaban una serie de cuestiones relativas al
bien público, que giraban en torno a lo que nosotros llamamos mate mate-
rias «económicas». Pero estas cuestiones aparecían en sus obras sin re re-
lación o sólo débilmente ligadas entre sí, y eran tratadas no desde un
punto de vista especial, sino desde una perspectiva más amplia. Asi Asi-
mismo, los autores de los siglos XXVII-XVIII
VI I - X VI I I llamados «mercantilistas»
1
1 E lie H
Elie alévy ha insistido en el sentido restring
Halévy ido de la expresión: «...que
restringido «... que el ggobier-
obier
no g o bierne y gaste lo m
gobierne enos posible». A
menos A esta concepción
c onc epc ión responde el sentido original,
orig inal,
aún no abolido en to rno a 17
torno 1780, ex presión political economy. P
8 0 , de la expresión o r «ec
Por onom ía políti
«economía poüti-
ca», Ada
Adam Sm ith en la Riqueza
m Smith naciones, B
Riq11ez¡¡ de las naciones, urke ccuando
Burke uando pro nunc ia su fam
pronuncia oso disc
famoso ur
discur-
so sobre la «reforma
«re fo rm a ec onóm ic a», entienden una «ram
económica», «ramaa de la ciencia
c ienc ia d~l
del hom
hombre bre de E sta
Esta-
Riqueza, comienzo
leg islador» ((Riq11ez¡¡,
do yy del legislador» c om ienzo del libro libro IIV,V, ccf.f. ccita
ita en la no nota siguiente),, una
ta siguiente)
teo
teoríaría de la prác tic a, la cciencia
práctica, ienc ia de la gestión
g estión prudente de las finanzas públic públicas» as» (HALÉVY,
(H AL É VY ,
1 9 0 1 , 1,
1901, I, p. 19 0 ; cf. n. 65
190; 65,, p. 342).
34 2 ) .
22 Tomando
T o m a ndo como c om o base especialmente
espec ialm ente el libro lib ro de H e c k s c h e r ((1955),
HECKSCHER 19 5 5 ) , no
no he encontra-
enc o ntra
do nada de problem problemático átic o en la ccuestión
uestión del m erc antilism o de ccara
mercantilismo ara al prese
presente nte asunto, y
c on c en tra do la exposición sobre
he concentrado so bre la rela c ió n fundamental.
relación fundam ental. H Hay ay que rem itir al lec
remitir tor de
lector
H ec ksc her pa
Heckscher parara m ultitud de aspectos
multitud aspec tos que son pertinentes ((la la unific ac ión del jo
unificación ven E
joven sta
Esta-
etc .). P
do, etc.). e ro algunas críticas
Pero c rític as podrían llevarlle va r a la conclusión
c onc lusión de que m mee he equivocado
equivoc ado al
c o nfia r en él (COLEMAN,
confiar 19 6 9 , pp. 97
( C O L E M AN , 1969, 9 7 ss. y y passim). Observemos
O bse rvem os en prim primer er lug
lugarar que
m uc has objeciones
muchas objec iones versan sobre la relación relac ión en tre las ideas y
entre y el resto
resto de la realidad econó- ec onó
m ic a, aspec
mica, aspecto to que desborda nuestra preoc upac ión. A
preocupación. s í Coleman
Así C olem an a fin de cuentas c uentas conser-
c o nser
va
va la no c ió n de «mercantilismo»
noción «m erc antilism o» para representa
representarr «una tendenc tendencia ia en el pensam
pensamientoiento eco-
ec o
nóm
nómico» ic o» (p. 117;117 ; diré m másás bien una etapa hac hacia ia el pensam
pensamiento iento económico);
ec onóm ic o) ; adm admiteite que
«no existía ning
«no ningún ún cuerpo
c uerpo sistematizado
sistem atizado de análisis económico» ento nc e s (p. 111
ec onóm ic o» entonces 111));; decla-
dec la
ra sobre to do que el «mercantilismo»
todo «m erc antilism o» no tiene sentido pa parara quien quiera disting distinguiruir la his
his-
toria económica
ec onóm ic a de la historia po lític a (p. 10
polftica 101);1) ; pero
pero nno o es ésa nuestra intención.
intenc ió n.
446
6
Abramos un breve paréntesis comparativo. En otro lugar he sefialado
señalado
que la civilización india que había desligado jerárquicamente lo político de
lo religioso, nunca ha desligado a nivel conceptual lo económico de lo popo-
lítico. El
E l «interés» ha continuado siendo allí asunto del rey ((1967,
196 7, Apén
Apén-
dice C, pp. 366 y 368-369). Además, se ve con claridad que el hecho está
ligado al mantenimiento de la configuración anteriormente sefialada,
señalada, en la
que la riqueza inmobiliaria está ligada al poder sobre los hombres y es la
única verdaderamente reconocida como tal.
Comparativamente pues, las preocupaciones relativas al comercio y
1
a la moneda de nuestro mercantilismo son pertinentes. Sin duda, es f
cierto que no ha habido nunca «sistema comercial o mercantil» como
Adam Smith lo presentó más tarde. E Enn particular, sabemos que por la
autoridad de Schumpeter que ningún autor serio ha creído nunca que
la riqueza de un Estado
E stado o de una nación consistiera en la acumulación
de un tesoro ((1954,
19 54, pp. 361-362). Lo que parece haber ocurrido es
que la economía política, una vez que hubo alcanzado la independen
independen- 1
cia, empezó a mirar desde arriba sus humildes comienzos y a despre- despre
ciar todo lo precedente hasta el punto de dejar escapar un buen núme
ro de apreciaciones válidas. Schumpeter lamenta la discontinuidad
núme-
'1
P o r el contrario
Poc c ontra rio la criticac rític a de Vin
Viner e r es central
c e ntra l para nuestra tesis (VINER,
( V lN E R , 19 58). N
1958). iega
Niega
que la abundanc
abundancia ia estuviera subordinada al poder en la literatura del perío do, pretende
periodo, f
m ostrar que el poder y la abundanc
mostrar abundancia ia eran
era n fines interdependientes de idéntico idéntic o estatuto.
L a argumentación
La
visa
arg um entación de Vin
visarr su textextoto ( 19
que no puede haber ning
biado su posic posición
1955,
ión respe
Viner
5 5 , Il,
ninguna
respectiva
er es m
II, p. 13
uy erudita yy m
muy
13 y p. 3359)
muyuy prec
5 9 ) sin dejar de m
una duda de que estos dos fines ((poder
c tiva (de infe
isa y
precisa
mantener
respecto
do a H
llevado
antene r su visió
visión
poder y abundanc
to al o
n g
ec ksc her a re
Heckscher
eneral: «Pienso
general:
abundancia)
tro ) en la transic
otro)
re-
«P ienso
ia) han ccam-
am
ión
transición
'
1
del mmercantilismo laisser-faire » ((COLEMAN,
erc antilism o al laúserfaire,, C o L E M AN , 19 1969,
6 9 , p. 25). Esta
25) . E sta es para nosonosotros
tros la cues-
c ues
tión fundam
fundamental, e ntal, que V in e r parec
Viner parecee curiosamente
c uriosam ente ha ber evitado. Su ensayo exigirla
haber exigiría un 1
estudio precprecisoiso que no puede emprenderse em prenderse aquí. P ara negar
Para neg ar la preem inenc ia del poder,
preeminencia poder,
afirm a (pp. 289-290)
afirma
objetivo nac
2 8 9 - 2 9 0 ) que no ha encontrado
nacional
ional ...
enc o ntra do un solo pasaje «que rechace
o la subordine incondicionalmente
...o inc o ndic ionalm ente al poder». ¿Quizás
rec hac e la riqueza como
¿Q uizás es esto pedir
c om o 1
más de lo que procede? proc ede? P a ra los ccontemporáneos
Para o ntem poráneo s no había habla inc om patibilidad sino una
incompatibilidad
ccongruencia
ong ruenc ia general,
g eneral, una «armonía«arm onía a larg largoo plazo entre los dos» (p. 286). 28 6) .
em barg o , este hec
Sin embargo, hecho ho no basta para establecerestablec er una simetria
sim etría perfec
perfecta,ta, yy leyendo de
c erc a a V
cerca in e r se observa
Viner obse rva que él m ism o implica
mismo im plic a alguna disimetrla
disim etría en los detalles. E sta di-
Esta di 1
sim etría, es posible que Heckscher
simetría, H ec ksc her la haya exagerado. P odríam os en rig
Podrlamos o r contentarnos
rigor c o ntenta rno s
ccon
on el rec o noc im ie nto po
reconocimiento porr Vin e r del hec
Viner hechoho de que poder y riqueza están m ezc lados, en
mezclados,
c ontraste con
contraste c on el período
periodo po sterio r, pero Vin
posterior, Vinere r probablemente
probablem ente no habría ac eptado esta
habrla aceptado
diferenc
diferencia ia (cf.
(c f. nota
nota siguiente). Sin em ba rg o el reconocimiento
embargo rec ono c im iento de una relación
relac ión jerárquic
jerárquicaa
im porta nte para la descripción
es importante desc ripc ión del desarrollo
des arro llo general. ¿Estamos
¿E stam os aqul
aquí ante un caso más
1
de sabio m o derno de prim
moderno primera era fila, y y en absoluto indiferente a la historia de las ideas
(véase VVINER, 19 7 2 ) , que perm
lN E R , 1972), anec e insensible a la jerarquía
permanece c onc eptos y al «étcrn
jerarquía de los conceptos «éter» 1
predom
predominanteinante de una cultura? c ultura? ·
1
47
47
1 1
1
r
.,
\.... •~J
1
(ibid. p. 376), pero ésta tiene sus razones; en particular era natural que
(ibíd.
los adeptos de lo que se conoció, popularmente en cualquier caso,
como el libre comercio (Free T rade) miraran por encima del hombro a
(F ree Trade)
sus predecesores, que partían del punto de vista de la intervención del
E stado. Pero entonces se plantea otra cuestión: si los escritos de quie-
Estado. quie
r nes por comodidad continuaremos llamando «mercantilistas» no están
enteramente desprovistos de mérito, ¿hasta qué punto es cierto que
únicamente presentaban proposiciones sin ligazón y carecían de siste- siste
ma? Considerando correctamente la cuestión, puede hablarse todo lo
más de sistemas parciales en curso de realización (Schumpeter, loe. cit.,
cf. también el plan mismo de Heckscher, 1955 y su su objeción en Cole-
Cole
man, 1969, p. 34). Para ser sucintos, consideremos solamente un as as-
pecto que es crucial en lo que concierne a la ausencia de unificación
del campo: la estrecha relación con el Estado E stado tiene como consecuencia
que las transacciones internacionales son consideradas de una manera, yy la lass
transacciones en el interior del EEstado
stado oo del pa
país
ís de otra.
Así, lo que Schumpeter destaca como el mayor éxito del período, el el
«mecanismo automático» de Malynes, es una teoría parcial, una teoría
del equilibrio en el comercio internacional, que debía recibir su for-
48
Cantillon y Hume (1954, p. 365). Para ver más
mulación definitiva de C~ntillon
claro en éste asunto, cabe tener en cuenta un cambio ideológico fun fun-
damental que se produjo en ese período. La idea primitiva era que en
el comercio el beneficio de una parte implicaba la pérdida de la otra.
E sta idea era popular y acudía espontáneamente incluso a un espíritu
Esta
agudo como Montaigne. Me siento tentado a considerarla un elemen- elemen
to ideológico de base, un «ideologema» a situar muy próximo al des- des
precio general del comercio y del dinero que caracteriza a las socieda-socieda
des tradicionales en general. Considerar el intercambio como ventajo ventajo-
so para las dos partes representa un cambio fundamental, y señala la
emergencia de la categoría económica. Pues bien, este cambio se pro pro-
duce precisamente en el período mercantilista, no de repente, sino
progresivamente (Barbon).
(Barbón). EEll viejo «ideologema» continúa aún vivo;
mientras que retrocede en el terreno del comercio interior (aunque
fuera porque, consideradas globalmente, las ganancias y las pérdi-
sólo fuera pérdi
das de los agentes particulares se anulan las unas a las otras), se le en- en
cuentra boyante en el terreno del comercio internacional. Se halla en
la raíz de lo que Heckscher llama el «estatismo» de la economía, al que
opone el dinamismo del Estado: E stado: la suma de riqueza presente en el
mundo se considera constante, y el fin de la política para un E stado
Estado
particular es obtener la mayor parte posible de esa suma total y cons- cons
tante de riqueza. Asf Así lo dice Colbert (Heckscher, 1955, II, pp. 24 ss.).
A un nivel diferente, resulta sorprendente encontrar en un pensa pensa-
dor de la dimensión de Locke una huella clara de la concepción hete hete-
rogénea de las transacciones internas y externas y de la incapacidad de
unificar el terreno a través de las fronteras nacionales. Razonando
acerca de la cantidad óptima de moneda que un país debería poseer,
Locke ve el precio de las mercancías
mercandas en el comercio internacional
como algo determinado únicamente por las condiciones internas, es
decir por el precio de la mercancía en el interior del país exportador.
Consiguientemente no concibe el comercio exterior como una varie- varie
dad de comercio existente por sí misma, sino únicamente como una adi- adi
ción al comercio interior, no como un fenómeno económico en sí,
sino como un conjunto de transacciones de otro tipo, en las cuales el
precio está determinado por los fenómenos propiamente económicos
(i b í d II, pp. 239-242).
(internos) (ibíd.,
D
Dee este modo la literatura mercantilista muestra que, para que un
dominio separado pudiera ser reconocido un día como económico, de- de
bía ser arrancado del dominio político; él el punto de vista económico
pedía ser emancipado del punto de vista político.polftico. E so no es todo. La
Eso
449
9
historia subsiguiente nos dice que había otro aspecto en esta emanci-
emanci
pación: lo económico tenía
tenia que emanciparse también de la moralidad.
(La fórmula
fórmula es inexacta pero por el momento bastará.)
La cosa puede parecer extraña en un primer momento, pero puede
comprenderse su necesidad, o al menos podemos llegar a familiarizar
familiarizar-
nos con el clima que rodea a la cuestión, mediante una breve refle refle-
xión. Podríamos empezar por preguntarnos, de manera completamen-
completamen
te general, si puede haber una ciencia social o humana que no sea nor nor-
mativa. Los especialistas en ciencias sociales pretendemos comúnmen-
comúnmen
te o suponemos, no sólo que tal puede, sino que debe ser el caso; a
imitación de las ciencias de la naturaleza, sostenemos que la ciencia
excluye todo juicio de valor. Pero el filósofo puede declarar aa priori
que una ciencia del hombre es por definición normativa, y en apoyo
de esta proposición puede negar o bien que nuestra ciencia social sea
verdaderamente una ciencia, o bien que se halle verdaderamente libre
de juicios de valor. Podemos dejar abierta la cuestión en lo que con con-
cierne a una ciencia global hipotética del hombre en sociedad, pero la
duda del filósofo se ve fuertemente reforzada si consideramos el caso
de una ciencia social pa rticula r ; una ciencia social que estudia única
particular, única-
mente ciertos aspectos de la vida social y no otros, como ocurre en el
caso de la economía política.
Aquí el filósofo preguntará si el postulado inicial por
par el que una tal
ciencia se separa idealmente, es decir se constituye, puede de alguna
manera hallarse libre de un juicio de valor. Más que discutir la cues- cues
tión en abstracto, lo que observo es que la historia de la génesis de la
economía palítica
política y de su primera fase o fase clásica confirma plena
plena-
mente la suposición del filósofo. G unnar Myrdal ha mostrado que un
Gunnar
aspecto normativo se adhiere a la ciencia económica a lo largo de todo
E n cuanto a su génesis misma, veremos con algún deta-
su desarrollo. En deta
lle que el carácter distinto del dominio económico reposa sobre el pos pas-
tulado de una coherencia interna orientada aall bien del hombre. E sto es
Esto
fácil de comprender dadas las circunstancias: la emancipación respecto
a lo político
palítico reclamaba la suposición de una coherencia interna, pues
de otro modo el orden habría debido ser introducido desde fuera.
Pero esto no era del todo suficiente, pues en el supuesto de que se hu hu-
biera demostrado que tal coherencia interna tenía efectos perniciosos,
entonces de nuevo el político o el hombre de Estado E stado habría tenido
ocasión de intervenir. Podemos observar de paso que esta supuesta
coherencia puede ser enfocada como el residuo, en el interior de una
ciencia social que se quiere puramente descriptiva, de su fundación
550
0
normativa o ideológica.
teleológica. E
Enn el apresuramiento con que los fundadores
de la economía se han amparado de manera absolutamente acrítica de
cualquier correlación que se presentaba inmediatamente a su espíritu,
vemos un reflejo de esta condición sine qua non. Cuando Schumpeter se
extraña de tales suposiciones arbitrarias, como por ejemplo de la no
no-
ción muy extendida de que el alimento por su sola existencia produce
la población para consumirlo3, olvida simplemente la necesidad funda
funda-
mental que engendró tales creencias, la necesidad de que leyes inma
inma-
nentes garantizaran la independencia del dominio y de la considera-
considera
ción que a él se aplicaba. Así James Mili escribió:
La
L a prcxlucción
pro duc c ió n de mercancías ... es la causa
m erc anc ías... únicaa yy universa
c ausa únic universall que crea mercado
c rea un m erc ado
para las m erc anc ías produc
mercancías producidas ... (y
idas... (y m ás adelante) la cantidad
más c antidad de una m erc anc ía ccualquie-
mercancía ualquie
ra (prcxlucida)
( produc ida) puede ser fácilmente
fá c ilm ente elevada
eleva da mmásás aUá
allá de la pro po rc ió n requerida; pero
proporción pero
c irc unstanc ia m
esta circunstancia ism a im
misma plic a que alguna
implica alg una otra
o tra comodidad
c om o didad no es entonces
entonc es ofrecida
ofrec ida en
c antida d suficiente.
cantidad sufic iente. (Mili,
( Mili, 1808,
18 0 8 , pp. 65-68.)
65-68.)
'
((
g |p |g ip
r
r
(<
tancia histórica única del libro de Adam Smith, incluso para quienes
tanda
(( admiten con Schumpeter que hay en él muy poco de original y que en
diversos aspectos la compilación habría podido ser más completa o
(f mejor ((1954,
19 54, pp. 184-186, etc.).
Por lo que a la coherencia interna del campo se refiere, se reconoce
(( por lo general que el paso decisivo lo dieron el doctor Quesnay Q uesnay y los
F isiócratas, y hay
Fisiócratas, hay buenas razones para pensar que sin ellos LLaa riqueza riquez a
r( la s naciones no habría visto la luz o habría sido un libro muy
de las diferen
muy diferen-
te. Hay que apresurarse a añadir que Adam Smith diverge de Q uesnay
Quesnay
(r tanto como depende de él. E ste punto puede ponerse en relación con
Este
lo que hemos llamado las condiciones externas: con Q uesnay lo eco
Quesnay eco-
(r nómico no se ha vuelto aún radicalmente independiente de lo político
ni se ha separado tampoco de la moralidad: es de destacar que no pue pue-
(r da decirse que para él todos los intereses económicos se armonizan
por sí mismos, mientras que para Adam Smith sí que lo hacen, en
(r principio
principio al al menos
menos yaya que
que no
no siempre de de hecho.
hecho. Para
Para dar cuenta de de
este aspecto de LLaa riqueza de la lass naciones, es preciso que nos volvamos
(f
hacia obras que por lo general no son consideradas como monumen monumen-
tos en la historia del pensamiento económico. E Ess natural, pues se trata
(
1 de las relaciones entre lo económico y lo no económico. E n mi opi-
En opi
nión, los D os tratados sobre el gobierno de Locke resultan muy
Dos muy esclarece-
f( dores en lo que concierne a la relación con lo político, y lo mismo
ocurre con la famosa ábula de las abejas de Mandeville en lo concer-
famosa FFábula concer
í
niente a la moralidad. La relación con Adam Smith, admitida en el
caso de Mandeville, es asimismo muy clara en el caso de Locke, bien
I
sea directa o indirecta, y piense Schumpeter lo que piense.
( Para prevenir un malentendido, recordemos que la 1~ preocupación
mayor no se centra aquí en los autores individuales, sus méritos origi- origi
í nales o la filiación entre ellos, sino en las sucesivas configuraciones de
ideas. Una configuración estudiada en un autor particular puede no
( ser especial de él, puede haber sido tomada de otra fuente; ello sólo
afecta secundariamente al argumento, en en- L·
la medida en que de lo que
í se trata en primer lugar es de la configuración en sí misma. E Enn rela
rela-
ción con nuestro tema, algunas configuraciones aparecen como signi- signi
í ficativas. La La piedra
piedra de toque
toque será al al principio
principio su presencia
presencia en la Rique-
la R iq ue
za de lasla s naciones y su posteridad, y en segundo lugar su contenido, las
í interrelaciones que revelan. E Ell hecho de ser comunes a varios autores
destacados es más importante que su pedigree particular.
i A continuación consideraré sucesivamente a Quesnay, Q uesnay, los DDos
os tra-
tra
tados de Locke, y la F ábula de Mandeville.
Fábula
I
52
52
I
3
3
QUESNAY,
Q O LLA
U E SN A Y , O A E C O N O M I A COMO
ECONOMIA UN
COMO U TODO
N T ODO
L a Fisiocracia
... La F isioc rac ia es inmediatamente disoluc ión económica
inm ediatam ente la disolución económica de la propropiedad feudal,l,
pieda d feuda
pero porpo r ello m ism o es ta
mismo m bién de modo
también m o do inm ediato su transformación económica, d
inmediato restable-
el resta ble
c im iento de esa m
cimiento ism a pro
misma pieda d feudal, ccon
propiedad dife re nc ia de que su lenguaje
o n la sola diferencia leng uaje n noo es
ya feudal sino económico.
ec onóm ic o. T o da riqueza se reduc
Toda tierra yy la agricultura
reducee a la lit"ª ( 2 .°0 m
agrit11ltura (2. fol.
s., fo
ms., l.
II; cf.
c f. M a rx , Manuscritos
Marx, Manuscritos de 1844).
53
53
la circulación
c irc ula c ión del dinero como
c om o un elemento
elem ento (Momento) de la ccirculación
irc ulac ión del ccapital;
apital; en
en-
g lo bar en ese pro
globar c eso de reproduc
proceso c ión el origen
reproducción orig en de la renta, el interc am bio entre ccapital
intercambio apital
yy renta
renta,, la rela c ió n entre el consumo
relación c onsum o repro duc tivo yy el cconsumo
reproductivo onsum o defin itivo ; englobar
definitivo; eng lobar en
c irc ula c ión del ccapital
la circulación apital la circulación
c irculación entre consumidores
c onsum idores y y pro duc to res (de hec
productores ho entre
hecho
c apital y
capital y renta)
renta);; en fin, representar la ccirculación
irc ulac ión entre las dos grandes
g randes divisiones del tra tra-
bajo pproductivo,
ro duc tivo , la produc c ión de m
producción materia primaa yy la industria, como
ateria prim c om o m om entos en el
momentos
pro c e so de reproducción;
proceso reproduc c ión; reunir todo esto en el segundo terc io (Marx:
tercio ( M arx : «primer
«prim er terc io»)
tercio»)
del siglo
sig lo XVlll,
X Vlil, en la infancia de la economía
ec onom ía polític a, en un ccuadro
po!Jtica, ua dro de ccinco
inc o líneas
lineas ccon
on
seis punto
puntoss de partida yy de llegada, constitula
c onstituía una idea extremadamente
ex trem adam ente genial,
g enial, sin duda
la idea más m ás genial que la economía
ec onom ía haya inc o rporado a su activo
incorporado ac tivo hasta el m { ¡ye r
om ento (Wer-
momento
ke, 226.I,
6 .1, p. 3319)'.
19 ) 1.
En
E n cuanto a Schumpeter, separa netamente la teoría general de
Q uesnay del Tableau
Quesnay T ableau mismo (1954, p. 239). Pero después de todo, des- des
de el punto de vista actual, no hay entre ellos más que una diferencia
menor, pues ambos autores están de acuerdo en decir que Quesnay
fue el primero en concebir la idea del dominio económico como un
todo coherente, como un conjunto constituido por partes interrelacio
interrelacio-
nadas. Con él el punto de vista económico produjo por vez primera,
no ya una serie de observaciones más o menos aisladas, correlaciones
o aspectos (como el ya citado «mecanismo de equilibrio»), sino la idea
de un todo ordenado, de un sistema de relaciones lógicas que abarcan
la totalidad del dominio. E so es precisamente lo que Schumpeter ex-
Eso ex
presa cuando reconoce a Quesnay
Q uesnay el mérito de la primera «formula-
«formula
ción explícita de interdependencia». Añade que Q uesnay ofreció una
Quesnay
«imagen» ((elel T ableau) del «problema fundamental»
fundamental» de la economía po po-
—equilibrio (estático) entre cantidades interdependientes-;
lítica -equilibrio interdependientes—; habría
que esperar aún mucho tiempo para gue
gue que Walras ofreciera para el mis mis-
mo un conjunto de ecuaciones (1954, pp. 242-243).
que una tal idea holista no podía ser inicialmente alcanza-
Sostengo gue alcanza
da desde el interior del propio punto de vista económico -en —en la medi
medi-
da en que pueda considerarse que este último existía antes de la inven inven-
Q uesnay-, sino gue
ción de Quesnay-, que debía derivarse del exterior, debía resultar
por decirlo así de la proyección sobre el pla
plano
no económico de la concepción genera
generall
E sto es lo gue
del universo como un todo ordenado. Esto que se produjo con Quesnay,
y esto es lo gue
que explica la presencia en su pensamiento de un compo-
11 E Theorien iiber
FJl pasaje se ha extraído de Theoritn über den
den Mehrwert;
Mehrwerl; cf. trad. fr., H istoire des
Hi11oirt dtI doctrines
économiques
éc,momiques,, vol. 1,
I, p. 114.
114 . M arx trata tam
Marx temaa en los Manuscritos
bién el tem
también Manmcri/01 de 1844 y más m ás
tarde en Mehrwert,
Mehrwer-1, etc. M a rx renueva el Tableau de Quesnay
Marx Q uesnay en una carta
c arta a Engels
E ngels de 1863
18 6 3
(Œuvres, II,
(CE.uvm, D, pp. 1510-1514).
15 10 - 15 14 ) .
54
54
.J
neme tradicional muy marcado sobre el que insistiré brevemente2.
nente brevemente 2.
Lo que Quesnay
Q uesnay presenta explícitamente es un desarrollo particular
de la teoría del «derecho natural», una teoría general social y política
centrada en los aspectos económicos, que son construidos en un siste- siste
ma lógico. Casi se podría decir que Quesnay
Q uesnay describe la vieja sociedad
desde un nuevo punto de vista: su visión social y política es completa-
completa
mente tradicional en muchos aspectos, y en el interior de esta visión
instala un sistema propiamente económico que es casi completamente
moderno.
E
Ell aspecto tradicional se presenta a cara descubierta cuando la esta-
esta
bilidad de China se ofrece como modelo y como argumento contra el
relativismo histórico de un Montesquieu: hay principios eternos, me-
tafísicos, únicamente deben ser reconocidos. Y Y ante todo, como en los
sistemas tradicionales en general, la riqueza (real) la constituye la tie
tie-
rra, en cuanto distinta de los bienes muebles, y es inseparable del po po-
der sobre los hombres
hombres3.3
• Más exactamente, la tierra es la única fuente
de riqueza (real), y los propietarios de Quesnay
Q uesnay tienen al mismo tiem
tiem-
po a su cargo funciones políticas, incluida la administración de la justi
justi- 1 1
cia, con todas las responsabilidades que ello comporta: los impuestos
deben recaer exclusivamente sobre su renta. Unicamente la agricultu-
agricultu r
ra es «nacional». Los comerciantes por el contrario, y las fortunas pe pe-
cuniarias, carecen de patria. (Quesnay, 1958, II,
Il, pp. 856, 956, etc.). El
El
monarca es algo así como el primero entre los propietraios, tiene un
derecho eminente de copropiedad sobre la tierra; el impuesto que re-
2
i
2 Debe
D ebe quedar claro
c la ro que lo que sigue no es una exposición
ex posic ión del
dd pensam iento de Q
pensamiento ues
Ques-
na
nayy sino que insiste unila teralm ente -y
unilateralmente - y muy
m uy esquemáticamente-
esquem á tic am ente- en un componente
c o m ponente de
pensam iento. U
ese pensamiento. Un n cuadro
c uadro completo
c om pleto debería resta blec er el equilibrio entre los aspectos
restablecer aspec tos
1
tradic ionales y
tradicionales ym odernos, yy en prim
modernos, primer er lug
lugar ar mostrar
m ostrar la estrec
estrecha ha asoc iac ión entre los as
asociación as-
pec
pectosto s ideales yy la investig ac ión emplrica,
investigación em píric a, estadística
estadístic a (c larg o yy detalladísim
f. el largo
(cf. detalladísimoo ccuestio-
uestio 1 1
na rio en QUESNAY,
nario 19 5 8 , II, pp. 619-667).
Q U E SN AY , 1958, 6 19 - 6 6 7 ) . Sobre
So bre la ascendencia
asc endenc ia filosófic
filosóficaa de Q QUESNAY,
u e sn a y ,
véa
véase se H HASBACH, 18 9 3 . P
ASB AC H , 1893. rinc ipales referenc
Principales referencias ias generales: QUESNAY, 19 5 8 (en la biblio
Q U E SN AY , 1958 biblio- l ,
g rafía, refe
grafía, renc ias a Oncken,
referencias O nc ken, etc.)
etc .) yyW WEULERSSE, 19 10 . M
e u l e r s s e , 1910. 19 6 3 , contiene
e e k , 1963,
MEEK, c ontiene ensayos
de va lo r (sobre
valor ( sobre la interpretación Tableau, su influencia,
in terpreta c ió n del Tableau, influenc ia , cte.).
etc .).
3
3 Cf. m másás arriba, p. 16. 16 . Bonar
B o na r dice
dic e a pro pó sito de H
propósito a rring ton: «El
Harrington: «E l imperio
im perio domésti-
dom ésti
c o...
co ... está basado en el dom inium (dominio) o la ccalidad
dominium alidad de pro pietario .» «El
propietario.» «E l que posee la
tierra es el sei'ior
se ñor de las gentes» (1927, ( 19 2 7 , p. 8888),) , y cita
c ita estas palabras llenas de fuerza de H Ha-a 1 1
rring ton: «L
rrington: os hom
«Los hombresbres están colgados
c olgados de las riquezas p o r nec
por esidad, yy p
necesidad, o r los dientes;
por
pues quien nec esita pan es siervo de quien le alim
necesita
un pueblo, éste se halla bajo su im perio» (e[
imperio»
ente. Si un ho
alimente.
Works, 1737,
(cf. Workr, 17 3 7 , p. 39
m bre alim
hombre
39).). H
enta as!
alimenta así a to
a rring to n deduce
Harrington
do
todo
deduc e la
\
subordinac ión de la subsistencia,
subordinación subsistenc ia, ofrece
ofrec e una visió visión n m oderna de una situación
moderna situac ión tradic ional.
tradicional.
( K a nt hace lo
(Kant m ism o, cf.
lo mismo, c f. la ccita
ita de una refle x ión m
reflexión anusc rita sobre la Doctrina
manuscrita Doctrina del derecho
del derecho 1'
en V VLACHOS, 19 6 2 , p. 3384).
l a c h o s , 1962, 84).
1
55
55
1
r L"· .. ·
fa¡ •'
r
1
coge es una renta adscrita a ese derecho. Propiamente es un soberano,
sacerdote al tiempo que gobernante, y los Fisiócratas no temen llamar
al régimen político que aprueban un «despotismo legal». E n realidad
En
no se trata de un despotismo, pues el soberano supremo es la Ley de
Naturaleza que gobierna todas esas instituciones. E Ell E stado no debe
Estado
r intervenir contra ella, y debe hacer de la Ley de Naturaleza el objeto
de una educación pública obligatoria (Quesnay,
(Q uesnay, 1958, II p. 741; Weu-
1
lersse, II, pp. 65-66).
E
Enn el interior de este sistema político, la riqueza circula de manera
regular y armoniosa. Su única fuente es la naturaleza, o más bien la
tierra ayudada por la actividad y la iniciativa de los hombres. La con- con
dición fundamental de este orden económico en el interior del orden
político es la propiedad privada, cuyo corolario es la libertad en tanto
que ausencia de toda intervención o reglamentación, sea directa o in in-
directa, por parte del Estado.
E stado. E ncontramos aquí combinados holismo
Encontramos
e individualismo: holismo en el cuadro tradicional, religioso y político,
individualismo al nivel económico. Como un paralelo lejano pero lla lla-
mativo, acude a la mente la metafísica de Leibniz. Quisiera
Q uisiera insistir en
este hecho: la economía alcanza el estatuto de un sistema coherente
precisamente en un lugar en el que se halla asociada y sostenida por
una teoría social estrictamente tradicional, en el que participa de una
ideología holista.
r Pueden distinguirse dos aspectos de esta relación: por una parte el
E stado, el reino, procura los límites físicos tanto como morales del
Estado,
1 sistema: la circulación del producto anual que se representa en d el fa
fa-
moso Tableau Q uesnay es, en su mayor parte, una
T ablean de Quesnay u,na imagen de la cir-
cir
culación del alimento a través del reino entero, como la sangre circula
en un cuerpo humano. Por otra parte, la Ley Natural, moral tanto
como física, que Quesnay piensa que desarrolla, es la del orden del
mundo en tanto que preordenado por Dios. D ios. Así, el orden o el sistema
económico depende a la vez del cuerpo político y de una orientación
teleológica global que afecta a todos los aspectos de la vida humana.
Nuestro punto de vista presente difiere del de Schumpeter ((1954,19 54, p.
233): Schumpeter insiste en el hecho de que las creencias teológicas de
Q uesnay no entran en su análisis, que resulta en virtud de ello, según
Quesnay
él, científico. No lo discuto; únicamente observo que el análisis no
desvela su propio marco, y busco el origen de éste en Quesnay.
Q uesnay.
E
Ess claro que en tales circunstancias, si por una parte puede conce-
conce
birse el dominio como un todo, por otra, no es absolutamente sino
sólo normativamente autónomo. E llo deriva de la concepción del or-
Ello
56
56
Q uesnay tal como se expresa en su definición de la Ley de Na
den de Quesnay Na-
turaleza:
57
57
Marx muy brevemente: era esencial separar la producción de la cir- cir
culación, etc., pues ningún progreso era posible mientras la «plusva-
«plusva
lía» pudiera ser buscada en la esfera de la circulación y no fuera consi-
consi
derada independientemente de la circulación. Ahora bien, donde la
«plus-valía» resulta claramente visible fuera de la circulación es en
la agricultura y ello explica que ésta ocupe el lugar central allí donde
esta separación se efectúa por primera vez (Mehrwert,
(M ebrwert, I, pp. 44 ss.).
E fectivamente, Quesnay separa netamente dos procesos: por una
Efectivamente,
parte la producción (o reproducción) del «producto anual», que incluye,
más allá del equivalente de la inversión total, el «producto neto» que
para Marx puede a grandes rasgos identificarse con lo que él llama la
«plus-valía». A continuación, en una segunda etapa, Quesnay
Q uesnay estudia
en su T ableau la circulación o distribución del producto entre las tres
clases de agentes económicos que distingue. Una dicotomía semejante
se halla, como es bien sabido, en Smith, Ricardo, Marx, y los clásicos
en general. (He dicho bien «semejante», cf. Myrdal, 1953, p. 113.) E n
En
el fondo Schumpeter deplora esta dicotomía -y - y ello constituye para
nosotros una indicación preciosa- pero no explica su existencia, aun
cuando ciertas alusiones por su parte nos permitan comprenderla de
alguna manera.
A este respecto Quesnay
Q uesnay representa una etapa en un proceso que
será más fácil de captar cuando lleguemos a Adam Smith. Por el mo mo-
mento, intentemos únicamente caracterizar el paso dado por Quesnay.
E n oposición al espíritu mercantilista, era esencial para él insistir en
En
lo que consideraba como la verdadera «riqueza», o más bien — Schum
-Schum-
peter emplea la palabra- la creación de riqueza verdadera-
verdadera-. La vio en la
agricultura y la llamó «producción», y por esa razón llamó a todas las
otras ocupaciones improductivas o «estériles». Al hacerlo emitía un
juicio de valor acorde con su concepción del mundo: los objetos
del consumo humano y más precisamente los medios de subsistencia del
hombre, son los bienes esenciales. Modificaba también una doctrina
de Cantillon, y de Petty antes de él, que habían aislado la tierra y el
trabajo como las dos fuentes de la riqueza. E En n lugar de buscar una
proporción, una tasa de correspondencia entre los dos factores que
permitiera expresar ambos en el lenguaje de uno de ellos, la tierra,
Quesnay los jerarquizó: la tierra era el factor productivo, la fertilidad
natural del suelo daba cuenta por sí misma del incremento de riqueza
verdadera entre la siembra y la cosecha, y el trabajo y la iniciativa del
hombre sólo eran un adyuvante necesario en el proceso, de acuerdo
con la idea de la ley natural como ley física jy moral. En E n conjunto el
58
58
1 1í
r ,
1 1
sim
'
1 1i
ple y el individualismo moderno corresponde a su concepción particu-
1
559
9 1
I
;
(
r
lar del valor económico. Para Schumpeter, Quesnay, Q uesnay, que define la
economía como el máximo de disfrute mediante el mínimo de gasto,
tiene una visión psicológica del valor, al que relaciona con el goce y
con la necesidad, y que continuará viva en la tradición francesa francesa (J.-B.
Q.-B.
Say). Quesnay distingue como de costumbre entre valor de uso, «valor
usual», y valor de cambio, «valor venal». E Ell aire y el agua tienen valor
de uso, son «bienes», no tienen valor de cambio, no son «riquezas»
(Quesnay, 1958, II,
Il, p. 526). Lo que es muy particular en Quesnay es la
relación entre los dos. Para que un E stado sea próspero -nótese el pun
Estado pun-
to de vista holista- es preciso para empezar que su producción sea re-
muneradora, consiguientemente que su precio, su valor de cambio sea
elevado (ibíd., pp. 690-691, 972; cf. pp. 661-662: el producto del im im-
puesto es proporcional al valor venal). «E «Ell no-valor con abundancia
abundancia no
es riqueza. La carestía con penuria es miseria. La abundancia con cares cares-
tía es opulencia» (art. «Granos»,
«G ranos», ibíd., p. 507, y Máxima X VIII, p. 954).
XVIIl,
Observemos lo que aquí hace Quesnay. Ha reconocido que las sub- sub
sistencias son los bienes esenciales en el plano económico, las verda verda-
deras riquezas, es decir aquellos de entre los bienes provistos de un
valor de cambio que poseen un valor de uso superiorsuperior.. D
Dee alú
ahí deriva muy
naturalmente que este valor de uso superior debe expresarse en un va va-
lor de cambio elevado. Así es como se pasa, en Q uesnay, de la ley físi
Quesnay, físi-
ca a la ley moral.
Q uesnay se apoya de hecho en la observación. Hay
Considero que Quesnay
un valor o más literalmente un «precio fundamental»
fundamental» de la mercancía
(p. 529), nosotros diríamos su precio de producción, por debajo del
cual su producción sería abandonada. E Ess saludable que el trigo alcance
un precio suficientemente elevado, su «buen precio» (pp. 508 ss.), y
esta expresión misma traduce la orientación normativa, el hecho de
esta
que los valores económicos se sitúan bajo la dependencia de los valo- valo
res absolutos. La observación y la «ley natural» coinciden. E Ell valor de
uso, en este sentido ciertamente muy particular, domina al valor
de cambio, que es un simple corolario suyo.
Por consiguiente no hay en Quesnay,
Q uesnay, hablando con propiedad, teo teo-
ría del valor de cambio en sí mismo. Ahora bien, los clásicos por el
contrario van a apoyarlo todo en el valor de cambio, no siendo el va va-
lor de uso más que una condición necesaria. Así, veremos cómo
Adam Smith se desembaraza con pocas palabras del valor de uso. D es
Des-
de el punto de vista de la teoría clásica del valor, Quesnay es arcaico:
como Marx decía hace un instante (p. 56), «aún no ha reducido el va va-
lor a su simple sustancia».
60
60
Quizá la breve presentación precedente de la innovación de Q ues
Ques-
nay corre el riesgo de prestarse a malentendido por parte del lector
francés: lo dicho acerca del carácter francés de la teoría de Q uesnay
Quesnay
no debe hacer creer que las ideas de Quesnay Q uesnay correspondan a la opi opi-
nión predominante en F rancia en las décadas que preceden a la Revo
Francia Revo-
lución. Q uesnay es de F
Quesnay rancia, no es la
Francia, Ja propia Francia,
F rancia, aun cuando sea
cierto que la influencia fisiocrática se hizo sentir en alguna medida in in-
cluso en los bancos de la Asamblea Constituyente de 1789. Quizá Q uizá sea
oportuno recordar sumariamente aquí los límites de esta influencia, y
subrayar el hecho de que la opinión francesa ilustrada se oponía en el
fondo completamente a la inspiración profunda de Quesnay, Q uesnay, aun
cuando sea cierto que ambas tendencias coincidían en algunos puntos,
por ejemplo en el deseo de una determinada medida de gobierno.
La obra monumental de Weulersse sigue al movimiento fisiocrático
desde su origen en torno a 1756 hasta su fin en 1770. Muestra que
tras un apasionamiento pasajero y una decena de años de influencia
notable en las esferas gubernamentales, la partida está perdida y el
movimiento se dispersa en 1770. El E l paso demasiado breve de Turgot
T urgot
por el control general de las finanzas (1774-1776) no es más que un
epílogo tardío. Pero más que este fracaso oficial, lo que nos interesa es
el estado o la evolución de la opinión. Intentemos columbrar las gran gran-
des configuraciones de ideas que se enfrentan.
La independencia relativa de Turgot
T urgot en relación a los F isiócratas es
Fisiócratas
ya una lección a este respecto. Sin duda Turgot T urgot es un gran espíritu.
Hombre de vasta cultura, administrador y reformador infatigable
como intendente del Lirnousin
corno Limousin y como ministro, economista conciso
pero impecable, muy superior teóricamente a Adam Smith a juicio de
Schumpeter, Turgot T urgot se presentó a sí mismo como el doble discípulo
G ournay, intendente de comercio cuya consigna era la
de Gournay, Jaissez /aire
issez fa ir e
issez pa sser , y de Quesnay.
Jaissezpasser,
la Q uesnay.
Y
Y aquí hay que subrayar en seguida esta declaración de T urgot: «La
Turgot:
libertad indefinida del comercio se halla por lo demás establecida so- so
bre tantos otros principios incontestables, que la certidumbre de la
misma no depende en modo alguno del sistema que se abraza acerca
de la naturaleza de las riquezas» (Observaciones Ja memoria
( Observaciones sobre la memoria de Gras-
G ra s-
T urgot, 1913, II, p. 631). En
Jin, Turgot,
lin, E n particular, es claro que para Turgot,
T urgot,
G ournay ·y
Gournay y Quesnay
Q uesnay coinciden en este punto, y que nos está permitida
la siguiente generalización: el movimiento por la libertad del comercio
de granos no depende únicamente de la influencia de los FFisiócratas, isiócratas,
el establecimiento de principio de esta libertad en 1763, su destruc-
61
61
ción en 1770, desbordan la lústoria
c1on historia de la F isiocracia (Weulersse, I, p.
Fisiocracia
83 y 239). Turgot
T urgot reprocha incluso a los Fisiócratas, en una carta de
1766 a Dupont de Nemours, que no hayan combinado con «el análisis
profundo de la formación, la circulación y la reproducción de la renta»
de Quesnay el «principio menos abstracto», pero más simple, «de la
concurrencia y de la libertad de comercio» de Gournay: G ournay: «Estáis
«E stáis tan
ocupados con vuestra animadversión a la industria... industria ... que olvidáis to to-
car todas las miserables cortapisas... que encadenan a esa industria»
(T urgot, 1913, II, p. 507; cf. n
(Turgot, i, p. 484).
Ill,
Schumpeter, situándose como siempre en el punto de vista de la
teoría económica, ha podido decir de Turgot T urgot que en realidad era «un
no-fisiócrata que teníatenia simpatías fisiocráticas» (Schumpeter, 19 1954,
54, p.
244). Sin embargo Turgot T urgot admitía al menos un dogma fisiocrático de
importancia, a saber, que la agricultura es la única fuente verdadera
de riqueza, limitándose la industria a transformar y sin crear riqueza
propiamente dicha. (Ciertamente, no es seguro que Turgot T urgot haya segui-
segui
do de hecho siempre y en toda ocasión esta doctrina.) Sin duda Turgot T urgot
en su generalidad de Limoges tenía relación sobre todo con la agricul- agricul
tura, pero antes había acompañado a Gournay G ournay en sus viajes de inspec
inspec-
ción y de estudio de la industria y del comercio. Sin duda también la
lucha contra las penurias y la libre circulación de granos estaban en el
primer plano de sus preocupaciones. Sin duda en fin Turgot T urgot se separa
de los fisiócratas en lo referente al principio de la propiedad territorial
Weulersse, II, p. 637): «Es «E s falso que los préstamos territoriales sean el
principio de la propiedad», se trata de «un simple hecho... hecho... que el filó
filó-
sofo... no pretende justificar»;
justifican>; «el cultivador no tiene necesidad del
propietario más que en virtud de las convenciones·
convenciones humanas y de las
(R eflex iones, J
leyes civiles» (Reflexiones, Jf X VII, 1913, II, p. 542; cf. Weulersse, p.
XVII,
639).
No es menos cierto que «la clase propietaria es la única que, al no
estar atada a un trabajo particular por la necesidad de subsistencia,
puede ser empleada en las necesidades generales genera les de la sociedad.»
sociedad» (Refle-
(R efle
X V , subrayado por mí;
iones, § XV,
xxiones, mi; cf. Hegel, FFilosofía
ilosofía del derecho, §
T urgot llama a los propietarios la «clase disponible», y dis-
305-307). Turgot dis
tingue otras dos clases, la «clase productora» formada por explotado- explotado
res agrícolas, y la clase a la que llama no ya «estéril» sino «estipendia-
«estipendia
da» que engloba todas las demás funciones, asalariadas o no, de la eco-
da)> eco
nomía. E Ess la clasificación de Quesnay
Q uesnay con cambios únicamente en el
vocabulario. A próposito de la organización de la justicia así como en
materia de impuestos, por consiguiente en el plano social y político, la
62
62
! 1
64
,,.
~;;
ir
.i- sólo podía corresponder a un régimen democrático (Weulersse, II,
f p. 655)
655)... ·
No hay por qué extrañarse de que espíritus menos clarividentes que
T urgot, menos sinceramente preocupados del problema de las subsis-
Turgot, subsis
tencias y de la prosperidad rural, menos al tanto de la economía y de
la admirústración
administración de la época, hayan rechazado
recha2ado no sólo el despotismo
Q uesnay -más
de Quesnay -más acentuado aún en algunos de sus discípulos como
Mercier de la Rivière
Riviere y el abate B audeau, no sólo los excesos sectarios
Baudeau,
de los Fisiócratas y su desprecio de la industria y el comercio, sino
también, llevados del mismo impulso, el mensaje innovador del T Ta-
a
bleau económico.
Si la consigna de «despotismo legal» no era la más adecuada para
que los Fisiócratas obtuvieran las simpatías de la opinión liberal y pro pr<>-
gresista, más curioso resulta a primera vista verles acusados de lesa-
majestad (Weulersse, II, pp. 654 ss.). Y Y es que su «déspota» es en rea rea-
lidad un rey holgazán, mantenido a raya por los mandatos de la ley na na-
tural. El
E l determinismo de lo mejor, al extenderse de lo económico a lo
social y lo político, dicta la no-intervención
n<>-intervención del monarca en el el orden
natural de las cosas. Y Q uesnay se atrae la hostilidad
Y en definitiva, Quesnay
tanto de los realistas conservadores como de los liberales porque me me-
autonomía de lo político. E
noscaba la a11tonomía ste es un punto esencial de diver-
Este diver
gencia con la opinión contemporánea en general, independientemente
de sus diversas orientaciones.
Quizá sea ése el primer sentido que quepa dar a la mención de la
«voluntad general» en una crítica anónima del Journal d* agriculture de
J ourna l d'agric11lture
noviembre de 1767 citada por Wuelersse (II, p. 659). E En n ella, un ému-
ému
lo de Rousseau expone que la razón no puede triunfar más que en la
reunión soberana de los ciudadanos. Nos sentiremos inclinados a con- con
siderarla un hecho aislado, pues por lo general se piensa que el Contra- C ontra
to social fue poco leído hasta la Revolución y que la influencia de Rous Rous-
seau en la época se situaba preferentemente en el plano de la sensibili- sensibili
dad. Pero precisamente el hecho de que los grandes éxitos de Rous Rous-
seau se sitúen en la época de apogeo de la Fisiocracia debe atraer
nuestra atención hacia él. LLaa nauvelle
nouve/le H éloise sale de las prensas en 17
Héloiie 1761
61
y es acogida con arrebatos de entusiasmo sin precedentes. E milio y El
Emilio E l
sociall aparecen al año siguiente. Hay en ello un sincronismo
contrato socia
que debe inducir a reflexión. Pues precisamente la sensibilidad rous-
seauniana es completamente opuesta a la combinación de modernismo
y tradición que presenta Quesnay.
Q uesnay. ¿La agricultura? Muy bien. Pero,
¿el terrateniente, el granjero capitalista? Y Y no olvidemos tampoco que
65
65
el centro del mensaje de Rousseau se sitúa mucho más en la concien- concien
cia moral y religiosa que en la sensibilidad a la naturaleza como a ve- ve
ces se cree. VVale
ale la pena enfrentar brevemente a Rousseau y Quesnay.
E s conocida la reacción de Rousseau durante el que fue, que sepa-
Es sepa
mos, su primer encuentro con la Fisiocracia. Tiene T iene lugar en 1767 en
un momento desfavorable en el que Rousseau, vuelto de Inglaterra
donde ha padecido intensamente su delirio de persecución, se siente
cansado, sobrepasado, despegado de todo. El E l marqués de Mirabeau le
ha ofrecido hospitalidad y apremia vivamente a Rousseau, «osa ex.igirn exigir»
ilosofìa rural. Poco tiempo después le envía a pe
que Rousseau lea su FFilosefía pe-
tición del autor otro tratado, muy reciente, de Fisiocracia, el libro de
Mercier de la Riviere
Rivière titulado E Ell orden na
natural
tura l y esencial
esencia l de las
la s sociedades
s. E
políticas.
política Ess evidente que el celo proselitista de Mirabeau le extravía:
¿acaso ha olvidado el Contrato?
C ontrato? iPues
ÍPues justamente Mercier insiste larga larga-
mente en la política y, más que los demás, en el «despotismo personal
y legal!»
Rousseau intenta en vano leer el libro del marqués, después se deci- deci
de, de mala gana, a discutir brevemente el segundo. No ha leído más
que los capítulos más importantes. Arremete contra la confianza de
los Fisiócratas en la «evidencia»: ¿no foo son habitualmente las pasiones
más poderosas que la razón? Después la emprende con la creencia en
el progreso y en las luces, y por fin y sobre todo con la noción de
«despotismo legal»: dos palabras contradictorias que Rousseau no
quiere ni oír pronunciar. Suplica que en lo sucesivo se le deje en paz:
ya no son tiempos para él, ni tan siquiera para lo verdadero. Sobre la
marcha sin embargo reformula el «gran problema de lo político» según
«sus viejas ideas». Es E s algo así como la cuadratura dd del círculo: «E ncon
«Encon-
trar una forma
forma de gobierno que ponga la ley por encima del hombre»,
la fórmula es famosa
famosa (Rousseau, 1932, pp. 155 ss. ss.).
).
E
Enn su larga respuesta, Mirabeau explica el «producto neto». D iálo
Diálo-
go de sordos: el problema de Rousseau es político, no admite la auto- auto
nomía de lo económico. Recordemos que en el Contrato sociall Rous
C ontrato socia Rous-
seau había presentado una solución a su problema para una pequeña
república. Consiste en suma en una mutación que haga salir de las vo vo-
luntades particulares la «voluntad general». El E l individualismo se trans trans-
muta en holismo ((cf. cf. D umont, 1965, pp. 43-49). E
Dumont, Ess un holismo muy muy
Q uesnay, puesto que aquí es la institución política la
diferente del de Quesnay,
que renueva de punta a cabo la sociedad. Frente F rente a la preeminencia de
la economía, encontramos la de la exigencia moral, que impone la li li-
bertad política. E Enn este sentido puede decirse que Rousseau ha prepa prepa-
666
6
I
1 1
1
rado a los Franceses, sin duda a su pesar, para una transformación ra ra- 1
I
dical del estado de cosas existente.
No hay que buscar por consiguiente en Rousseau teoría económica I
propiamente dicha. Sólo dedica algunas páginas a la economía, y muy
particularmente al impuesto, en textos esencialmente políticos. Al Ar Ar- i
«E conomía política» de la Enciclopedia
tículo «Economia E nciclopedia (hacia 1755), especie de
C ontrato social, le suceden el proyecto de constitución para
esbozo del Contrato t
Córcega (hacia 1765) y el texto similar sobre el «Gobierno
«G obierno de Polonia»
(hacia 1772), en el que una sección lleva el título de «Sistema econó- econó \
mico» (Rousseau, 1964).
E l conjunto es normativo, dominado por el ideal moral. Como he
El he-
mos visto hace un momento este ideal conduce a formular en forma
contradictoria la constitución política. Luego, moral y política sojuzga
a su vez lo económico. El E l ideal de Rousseau permanece arcaizante.
Como para los Fisiócratas la propiedad privada es sagrada, y las sub sub- 1
sistencias son las únicas verdaderas riquezas, es decir que sólo la agri agri-
cultura es esencial. Pero para Rousseau el ideal es autárquico: hay que
reducir los intercambios y sobre todo la cantidad y el papel del dinero.
E n la medida de lo posible el impuesto será en especie, y Rousseau no
En
'1
teme oponerse a la opinión contemporánea al preconizar la prestación
de servicios. Suiza le sirve en parte de ejemplo. Prosperidad no es ri- ri 1
queza, y la abundancia vale más que la opulencia. Las distinciones so so-
ciales, los honores, son indispensables, pero la desigualdad entre ricos
y pobres es mala. El E l progreso técnico debe ser proscrito, y el incre-
incre
mento de riqueza no puede por menos que reducir la población.
1
E n materia de impuesto, se registra una notable evolución. Al prin
En prin- \ i
cipio Rousseau condena el impuesto sobre las tierras («E conomía Polí
(«Economia Polí-
E n el «Gobierno
«G obierno de Polonia» lo recomienda apelando a Vauban
tica»). En
y al abate de Saint-Pierre. D Dee hecho debió leer las «Opiniones
B audeau, y Polonia era para los Fisiócratas
micas» de Baudeau,
elección (cf. Rousseau, 1964, p. 1. 1.783).
«O piniones econó
econó-
Fisiocratas un terreno de
O bsérvese que esta adhesión
' 1
que nos ocupa, sólo tuvieron una audiencia limitada. Los hemos resu resu-
iónicamente para situar mejor al propio Rousseau en relación a la
mido únicamente
Fisiocracia.
Vemos pues, por el clima general de la época, que la oposición de
' 1 1
68
68
de cambio lo separa menos radicalmente del valor de uso por cuanto
tiene en cuenta las «necesidades». E En n d
el fondo, contra lo que la tradi
tradi-
ción francesa
francesa se rebela es la dicotomía absoluta entre los dos, contra la
pretensión de construir el valor de cambio completamente.
completamente a parte. In
In-
en aquellos casos en que los Franceses reúnan, en contra de
cluso en.
Q uesnay y Rousseau, los bienes «superítaos»
Quesnay «superfluos» con los bienes de subsis-
subsis
tencia, conservarán la noción de que la riqueza debe definirse en relarela-
ción con las necesidades humanas.
Para delimitar el otro punto en que la opinión coincide con Ques- Q ues
nay, hay que situarse en lo abstracto. E Enn ambas partes se halla una
creencia en un «orden natural», pero no es concretamente la misma en
una y otra. T urgot, como Quesnay,
otra. Turgot, Q uesnay, cree firmemente en un equilibrio
económico orientado al bien de todos (p. ej. Turgot, T urgot, 1913, 13,
II, p.
634). Sin duda la representación contraria, tal y como aparece en Nec-
ker, es rara. Para Necker, la economía es en el fondo desorden, o al
menos desigualdad y antagonismo. Por esta razón, la intervención del
político es necesaria para atenuar los efectos de esta ley de bronce y
humanizar esa esfera en la medida de lo posible. Necker no cree en un
orden natural, cree en unas condiciones necesarias aunque injustas de
la vida social, que pueden ser enmendadas hasta cierto punto por la
intervención del hombre político. Sin duda, sólo un banquero protesprotes-
tante, calvinista, podía conjugar de ese modo, a contra-corriente de la
opinión ambiente, clarividencia y preocupación por la beneficencia.
La tierra es un valle de lágrimas, hagamos al menos que las lágrimas
no fluyan más de lo necesario.
La mayor parte de los franceses ilustrados no piensan así. Precise
Precise-
mos la impresión que se obtiene de la lectura de Weulersse (1910, vol.
II, sobre todo pp. 626 ss. y 654 ss.) con ayuda de nuestros conceptos
habituales y a riesgo de esquematizar. Se cree que hay un orden natu natu-
ral del que la sociedad se ha apartado, pero no se le sitúa en el mismo
Q uesnay. Se le coloca, con Rousseau en suma, en el plano
lugar que Quesnay.
político. El
E l fin de los desórdenes y los abusos que se lamentan se espe-
espe
ra de una reforma de la constitución política.
Lejos pues de ser algo dado en la naturaleza, el verdadero orden so so-
cial se da en la razón humana, y su realización depende de la acción de
los hombres actuando según sus luces. Los hombres conocen sus con con-
diciones y sus caracteres, ya que no siempre sus principios. Es un or- or
den individualista. Los Franceses ilustrados no niegan toda desigual-
desigual
dad natural, pero piensan que se debe reducir la desigualdad social,
piensan que se puede mejorar a los hombres mediante la educa-
69
69
ción, piensan que los individuos reunidos, actuando políticamente, se
entenderán espontáneamente para crear un orden conforme a sus exi- exi
gencias legítimas. Son en suma artificialistas. Se descubre así un senti
senti-
do débil de la expresión «voluntad general» opuesto al sentido fuerte
de Rousseau. Designaría,
D esignaría, no ya una transmutación del hombre, solu-
solu
ción de la cuadratura del círculo político, sino únicamente la creencia
de que la razón individualista debe vencer en política una vez aparta-
aparta
dos los obstáculos que los siglos han interpuesto en su camino.
E n suma, individualismo y artificialismo por una parte, perduración
En
de la subordinación de lo económico a lo político por otra, forman
juntamente una combinación de rasgos modernos y tradicionales que
se opone globalmente a la combinación quesnayana de holismo y auto- auto
nomía de lo económico.
770
0
44
LOS
L O S «DOS
«D O S TRATADOS»
T R A T A D O S» DE
DE LLOCKE:
O C KE :
E M AN C I P AC I O N DE
EMANCIPACION D E LO
L O POLITICO
P O L IT IC O
f
1
1'
Pasamos ahora de una escuela de pensamiento en la que el indivi indivi-
dualismo permanece aún contenido y como trabado en el interior del
holismo, a otra en la que el holismo se ve reemplazado y el individua
individua- 1
lismo impone su ley. Paradójicamente, nos remontamos en el tiempo
Q uesnay a Locke, lo cual no significa naturalmente que Ques-
desde Quesnay 1
nay no haya sido influenciado por Locke en otros aspectos y a otros
niveles. Como dije anteriormente, esta segunda escuela de pensamien
pensamien- 1
to, que aquí estará representada únicamente por Locke y Mandeville,
constituye un componente fundamental en LLaa riqueza de las naciones.
la s naciones.
f
Como hemos visto a partir del Mercantilismo, la plena afirmación de
la dimensión económica exigía su emancipación de lo político: será difí- difí
cil encontrar un texto más importante a este respecto que los Dos D os trata-
tra ta
dos de gobierno de Locke. Y
Y sin embargo no encontramos en él lo econó-econó
mico como tal; únicamente se trata la dimensión económica in statu nas-
cendi, viéndola afirmarse poderosamente contra la dimensión política.
E se es para nosotros el punto esencial. Hay
Ese Hay que añadir que esta relación
no es más que un aspecto de una más amplia configuración de ideas y,
del mismo modo que sería peligroso aislar enteramente los D Dosos tratados
de la filosofía de Locke en general, es imposible prescindir de conside-
conside
rar las relaciones con la moralidad y la religión, por más que el estudio
sea en este caso muy delicado y amenace con hacer naufragar la empre-empre
sa. E
Ell punto es tanto más importante por cuanto que la relación con la 1
moralidad se halla también implicada en el nacimiento de lo económico,
y pasará al primer plano con Mandeville. 1
He recordado más atrás cómo la dimensión política ·se se había desa-
desa
rrollado a partir de la religión (p. 26). Llegamos ahora a una nueva 1
etapa en este proceso de diferenciación, una etapa que, hay que decir-
1
71
71
l
lo, se produce también en el interior de la ideología general, religiosa '
1•
y filosófica
filosófica1. ·
La religión cristiana ha contribuido directamente a las presuposicio-
presuposicio
nes iniciales y a veces duraderas de numerosas disciplinas o escuelas
de pensamiento. E sta especie de ósmosis general ha recibido alguna
Esta
atención en lo concerniente a la «filosofía natural». Por lo que respec respec-
ta a las ciencias humanas, parece evidente en algunos casos, como la
filosofía de la historia, pero con frecuencia permanece desconocida o
desapercibida, como en el caso de lo econónúco.
económico. E Enn cuanto a la rela
rela-
ción entre lo político y lo económico, parece que uno u otro predomi predonú-
nan en una escuela de pensamiento
pensanúento determinada: así lo político en el
Mercantilismo, lo económico en la filosofía marxista de la historia.
Resaltemos el detalle de que el predominio es de naturaleza diferente
en uno y otro caso: en el mercantilismo se trata aún de una relación
jerárquica, la economía es un medio para la prosperidad y la fuerza del
E stado; en el marxismo se trata de una primacía
Estado; primada que se da por así de- de
cirlo en la naturaleza, estando dotada la «infraestructura» -dígase a ve ve-
ces lo que se diga-
i:liga- de una eficacia causal preeminente; la transición de
una preeminencia relativa a las normas a una primacía primada relativa a los
hechos está de acuerdo con el desarrollo moderno.
No hay nada más claro que la polémica de Locke contra F ilmer en
Filmer
el primero de los D os tratados de gobierno. Cuando F
Dos ilmer plantea que
Filmer
Adán fue el primer monarca patriarcal, postula una continuidad entre
la autoridad del padre en la familia y la del rey en la sociedad, e impli impli-
ca al mismo
núsmo tiempo toda una visión del orden social en la que pode pode-
mos aislar los siguientes componentes: 1) se carga carg_a al acento en la so-
so
ciedad o el grupo, como un todo construido sobre la subordinación: el
rey o padre reina por delegación del señor último, el Creador; 2) esta
idea de subordinación se aplica no sólo a los hombres sino también a
todos los seres terrestres, a los que DiosD ios volvió a poner explícitamente
bajo el imperio del hombre (Adán, o de manera más definida, se nos
dice, Noé). Dicho de otro modo, Filmer interpreta el reinado prescrito
de Adán sobre las criaturas como algo que se extiende igualmente a
los hombres y a los no-hombres,
no~hombres, y éste es uno de los puntos en que
11 Lo Lque
o que sigue reproduce
sigue reproducen e enparte, conc oalgunas
pa rte, n alg unas abreviaturayscambios
abreviaturas menores,
y c am bios m enores,unauna
conferencia pubticada
c o nferen c ia public ada anteriormente
anteriorm ente p por
o r el RRoyal
oya l Anthropological lnstitutc, ·Londres,
An thro po lo g ic a l Institute, L o ndres, al
que doy las gracias
grac ias aqul
aquí p o r su permiso
por perm iso (DUMONT, 19 17 a). Tenemos
( D u m o n t , 1917 T enem os la suerte de tener a
nuestra disposic ión la edición
nuestra disposición c rític a de los Dos T ratados
edic ión critica rataáos de LLocke
ó c ke public ada p
publicada or P
por e ter
Pcter
L a slett, que ha reno
Laslett, vad o la histo
renovado historiaria del tex to y
texto y a ccuya
uya introducción
intro duc c ió n sustancial
sustanc ial rec u rriré
recurriré
(LocKE,
( L o c k e , 1963).
19 6 3 ) . Designo
D esig no p o r I yy II lo
por loss TTratados primero
rata dos prim y segundo.
ero y seg undo.
72
72
Locke la la emprende
emprende vivamente
vivamente con
con Filmer
Filmcr por
por susu interpretación
interpretación de
de la
la Bi
Bi-
blia. Quizás hablar de «reinado»
«reinado» peque de oscuro; lo que quiero decir es
que la relación con los animales y las cosas se piensa según el modelo de
la relación frente a los hombres inferiores o súbditos. Pienso que esto re re-
presenta
presenta unauna visión
visión tradicional
tradicional enen la
la que
que lolo económico
económico no no se
se distingue
distingue
por sí mismo en el interior de lo político (o más bien de lo politico político--
económico) caracterizado por la subordinación. E n otros términos, la su
En su-
bordinación se reconoce como natural y necesaria, como un principio
cardinal que trasciende la distinción entre lo humano y lo no-humano y
engloba relaciones entre las que nosotros distinguiríamos.
E
En n contraste con el tradicionalismo de Filmer, la innovación de
Locke
Locke se se nos
nos aparece
aparece con
con claridad:
claridad: sese arroja
arroja por
por lala borda
borda la
la subordina
subordina-
ción, y con ella el lazo que mantenía entre las relaciones entre hom hom-
bres y las relaciones entre hombres y criaturas inferiores: se establece,
se institucionaliza una ruptura entre las dos categorías. E ntre hombres
Entre
y no-hombres
no--hon;ibres se trata de un asunto de propiedad: D ios ha dado la tie
Dios tie-
rra
rra aa la
la especie
especie humana
humana para
para que
que se se la
la apropie,
apropie, y y de
de manera
manera homologa
homóloga
el hombre es, en el segundo T ratado, la obra y la propiedad de Dios.
Tratado,
E
Enn cuanto a los hombres no hay entre ellos diferencia inherente, no
hay
hay jerarquía:
jerarquía: todos
todos son
son libres
libres ee iguales
iguales aa los
los ojos
ojos dede D ios, y
Dios, y ello
ello tanto
tanto
más
más cuanto
cuanto que
que toda
toda diferencia
diferencia dede estatuto
estatuto entre
entre ellos
ellos tendería
tendería aa coin
coin-
cidir con una propiedad del uno sobre el otro. otro .
...no
... no se puede suponer la existenc ia de una Subordinación
existencia S11bordinar:ión ccualquiera
ualquiera eentre
n tre noso tro s, que
nosotros,
nos autorizaría
autorizar/a a des truirno s los unos a los otro
destruirnos s, ccomo
otros, o m o si hubiéram os sido hec
hubiéramos hos para
hechos
utilizam os m
utilizamos utuam ente, al m
mutuamente, odo ccómo
modo óm o las ccriaturas
riaturas de ra ng o infe
rango rio r han sido hec
inferior has
hechas
para noso tro s ((Locke,
nosotros L oc ke, 19 6 3 , II, §
1963, § 6, líneas
lineas 18 - 2 1) .
18-21).
Hay
Hay que
que añadir
añadir que,
que, como
como alguna
alguna forma
forma de de subordinación
subordinación eses empírica
empírica-
mente
mente necesaria
necesaria en
en la
la sociedad
sociedad política,
política, tal
tal subordinación
subordinación nono puede
puede cons
cons-
truirse más que sobre el el consentimiento unánime de los los miembros que la
constituyen. La Ley de Naturaleza de Locke presenta esencialmente un
orden deldel mundo en tres estratos: Dios, los hombres, las criaturas inferioinferio-
res,
res, en
en el que
que la
la igualdad
igualdad caracteriza
caracteriza el
el estrato
estrato humano
humano yy enen el que
que la
la rela
rela-
ción
ción entre
entre unun estrato
estrato superior
superior yy otro
otro inferior
inferior tiende
tiende aa pensarse
pensarse como
como
«propiedad».
«propiedad». Como
Como muestra
muestra el notabilísimo
notabilísimo pasaje
pasaje que
que he
he citado,
citado, este
este or
or-
den es muy simplificado, empobrecido y endurecido en comparación con
las jerarquías celestes y terrestres de antaño; está centrado en la solidifica
solidifica-
ción y unificación de la especie humana opuesta al resto de la naturaleza o
de los seres terrestres, es decir en un dualismo del hombre contra la natu natu-
raleza
raleza garantizado
garantizado por
por la
la referencia
referencia última
última alal Creador.
Creador.
773
3
Insistamos en el aspecto global de la transformación (que (que ésta sea o ·
no enteramente una invención de Locke es secundario): en lo que con con-
cierne a la vida social y política en general, una visión holista centrada ·'
en la subordinación y englobadora de lo que nosotros llamamos fenó fenó-
menos económicos ha ha sido reemplazada por una visión centrada en la
propiedad -es decir en el individuo y en lo económico- y que reduce lo
político a un añadido ontológicamente
ontològicamente marginal, a construir por los
hombres según sus luces. E sta es una fórmula incompleta, unilateral.
Esta
Puede decirse al contrario que lo político ha sido elevado del estatuto de
lo simplemente dado al estatuto de lo libremente combinado y querido.
Naturalmente, esta fórmula moderna es ella misma a su vez gravemente
insuficiente si no se la completa con la ayuda de la precedente.
No hace falta insistir sobre la importancia histórica del aconteci
aconteci-
miento, pero es oportuno un comentario sobre el vocabulario: la natu natu-
raleza exacta del acontecimiento permanece oculta mientras persista persista-
mos en comparar simplemente las «teorías políticas» de Filmer y de
Locke, pues el acontecimiento consiste en un cambio radical en la
esencia misma de lo «político». Si lo definimos por la subordinación,
entonces nos es preciso reconocer que la subordinación está presente
ontològicamente en Filmer
ontológicamente F ilmer mientras que es ontològicamente
ontológicarnente negada y
sólo está presente empíricamente en Locke, cuyo móvil principal era
destruir el absolutismo, esa «enfermedad francesa» (cf. Laslett en Loc Loc-
ke, 1963: 75 ss., 113). En E n este sentido, no podemos llamar «política»
ni la teoría general de Locke ni incluso la parte restringida de esa teo teo-
ría que concierne al «gobierno»: está claro que su extensión y su senti-senti
do son completamente diferentes de aquello que aspira a reemplazar.
Si adoptamos la visión opuesta y definimos
definirnos lo político desde el ángulo
- y como partimos de nosotros mismos es eso lo que ha
individualista -y ha-
cemos en nuestros días la mayor parte de las veces- entonces es claro
que no podemos
gue podernos incluir representaciones como las de Filmer más que
fuerza de reduccionismo sociocéntrico. Y
a fuerza Y lo que se aplica a F ilmer se
Filmer
aplica naturalmente a fortiori a las sociedades tradicionales o «primiti
«primiti-
vas». Comparativamente, la teoría moderna aparece más bien como una
tentativa para evitar el reconocimiento de la subordinación como corno
principio fundamental, a la vez que produce sintéticamente un ersatz
con fines empíricos, lo que Locke llama un «Magistrado». Hablar de
«política» en general y sin tener en cuenta esta diferencia, es construir
un puente imaginario sobre un abismo. Para circunscribir este abismo
nos es preciso levantar el plano de la configuración completa de las
ideas y valores. Por el momento nos ocupamos sólo de la relación en-
74
74
· :.* tre lo que se llama vagamente «político» yy «económico»: mientras que
la subordinación engloba lo que nosostros llamamos fenómenos eco eco-
nómicos, la propiedad impone la construcción artificial de un sistema
político a partir de átomos individuales. ¿Parece extraña tal proposi
proposi-
ción? No es más que la medida del hecho de que en nuestro universo
atomizado todo cae hecho pedazos2.
pedazos 2•
Cabe aducir una objeción contra la conclusión a la que acabo de lle
lle-
gar. He tratado la «propiedad» como una categoría económica, y sin
embargo no sería difícil mostrar con ayuda de numerosos pasajes que
la propiedad es algo muy diferente, una cosa mucho más amplia, en
todo caso, de lo que mi interpretación parece suponer. B ienvenida sea
Bienvenida
la ocasión para considerar más detenidamente el concepto de «propie
«propie-
dad» en Locke.
dad»
Nadie negará que la propiedad es crucial en la teoría política de
Locke, ni que ha aportado una innovación haciéndola remontarse por
así decirlo desde el estado de naturaleza y fundándola, en principio al 1
menos, en el trabajo. Los desarrollos subsiguientes de esta innovación
,_ en la teoría económica obran a favor de mi interpretación3.
interpretación 3. Macpher-
son ha llamado recientemente a la teoría de Locke «individualismo po po-
sesivo», y ha insistido con razón en la importancia del segundo estadio
'
1
del desarrollo de la propiedad de Locke, cuando, aún en el estado de
naturaleza, la invención de la moneda suprime las limitaciones inicia
inicia-
f
les del derecho de propiedad y permite una acumulación ilimitada no f
sólo de moneda sino también de tierras (Macpherson, 1952).
Macpherson escribe que Locke trasladó al estado de naturaleza con
con- f
cepciones de su propia época mezclándolas con otras más antiguas,
; esencialmente medievales. Resulta reveladora una mirada sobre la 1
transición. Cuando Locke introduce la propiedad como derivada de
la apropiación necesaria por el individuo de todo lo que obtiene de la na
na- 1
turaleza en tanto que ésta ha sido entregada a la humanidad en común
2 Comparemos a Locke
2 C om pa rem o s L o c ke y H obbles acerca
Hobbles ac erc a de este punto:
punto: ccomo
o m o he dicho
dic ho m ás arriba
más
L oc ke negó
Locke neg ó la subordinación
subordinac ión al nivel ontológico
onto lò g ic o y la reintro dujo a nivel em
reintrodujo píric o. A
cmplcico. A pri
pri-
m era vista
mera vis ta Hobbes
H obbes insiste mucho m uc ho másm ás en la subordinación,
subordinac ió n, y em barg o ha
y sin embargo hayy un pa rale
parale-
'Leviathan el
lismo: en Leviathan el hombre
hom bre no n o es
es naturalmente
naturalm ente social,
soc ial, es
es decir
dec ir que
que la
la subordinación
subordinac ió n 1
no es ya «natural», pe ro ello sirve para hac
pero erla más
hacerla m ás radic al y
radical y para aseg urarla
para asegura ria ccomo
om o algo
i·
artificial, deliberadamente
3
deliberadam ente querido.
3 Schumpcter
Sc hum peter se nieg niegaa a ve verr una estrecha
estrec ha continuidad
c ontinuidad entre la teo ría de la
teoría la pro piedad
propiedad
1
:r; .de L oc ke, que la fundamenta
de Locke, funda m enta en el trabajo, y la teo ría del va
teoría lo r basado
valor basado en el trabajo de
1
Smit h (1954,
, .·· Adam SMITH ( 19 5 4 , p. 120),
12 0 ) . Reconsideraremos
R ec onsiderarem os la cuestión
c uestión a propósito
a pro pó sito de AdAdamam S SMJTH
mit h
12 2 SS.).
(pp. 122 ss.).
1
75
75
1
para su uso inmediato, nos recuerda aa un papa el siglo XIV X I V explicando
a los monjes franciscanos que la sopa o el queso que comen es en vir vir-
tud de ello su propiedad y que deben por tanto reconocerse propieta propieta-
rios de las riquezas de que disponen para su mantenimiento; y nos
acordamos además del antepasado nominalista de Locke, Guillermo G uillermo
de Ockham, objetando en esa ocasión que una cosa es el uso yy otra
muy distinta la propiedad en tanto que sancionada por la ley positiva
(D umont, 1965, pp. 20-21, nn. 7, 11
(Dumont, 11).
). Asimismo, las limitaciones que
Locke reconoce al derecho primitivo de apropiación parecen hallarse ··
en continuidad con el holismo de la justicia y la sabiduría medievales.
en continuidad con el holismo de la justicia y la sabiduría medievales.
E sencialmente ese derecho debe orientarse hacia las necesidades socia
Esencialmente socia- 1 -~,.--,_¡:.,:,_
----•j,'•----I-_-.-
__
les en general o, lo que viene a ser lo mismo en este caso, hacia la pre pre-
servación de todos los individuos por igual. No es ya éste el caso ~i
cuando, en su segunda etapa, Locke justifica la acumulación ilimitada, J
que el orden político
polftico debía más tarde garantizar. Pero ya en el primer {1
estadio, observamos
estadio, observamos que que fundar
fundar la
la propiedad en el
propiedad en el trabajo del
del indivi
índivi- '
moderno4 , y que todo lo
duo, y no ya en sus necesidades, es típicamente moderno4, j
;®¡
que está de acuerdo con las ideas medievales aparece aquí únicamente 2 -
en forma -de
de limitaciones ((aa suprimir más tarde por completo) aportadas ]i
a esta definición individualista.
D e la misma manera, y cualquiera que sea la significación precisa
De
asignada a la palabra «propiedad», cuando la justicia se deriva de la
propiedad nos encontramos evidentemente en las antípodas del pensa pensa-
miento medieval. La concepción de la justicia como algo que nace, no
ya de la idea del todo y de las relaciones ordenadas en el interior del
todo, sino más bien del individuo bajo el aspecto que sea es completa-completa
mente moderna. Esta E sta innovación viene de Hobbes, y debía ser acepta-acepta y
da por Hume, de suerte que merece ser llamada inglesa. Hace falta
mucha imaginación para llamar a tal sistema colectivista antes que in in-
(K endall, 1965). E
dividualista (Kendall, sta equivocación no puede surgir más
Esta
que si se concentra la atención en los aspectos políticos formales, y se
pierde de vista lo que constituye sin ninguna duda su fundamento.
Pero volvamos a nuestra dificultad. La palabra «propiedad» tiene
casi siempre en Locke una significación muy amplia: «la vida, la líber- liber-
76
76
' tad y los bienes» (está te). Así, los hombres entran en sociedad para «la
bíenes» (es/ale).
pre1ervació~
preserva mutua de sus vidas, libertades y bienes, lo que llamo
ción -~utua Uamo con el
nombre general de propieda
propiedad» d » (Il,
(H, § 123). O aún (Il, (II, § 173): «Por ppro-
ro
piedadd hay que entender aquí, como en otros lugares, la propiedad que
pieda
los hombres tienen tanto de sus personas como de sus bienes.» Remito
a los justos comentarios de Peter Laslett sobre este uso que parece ha ha-
ber sido frecuente y «normal» en el siglo XVII, X V I I , y que al mismo tiempo
Los
L os L Levellers
e ve llers hablaban de tetener
ner una propropiedad
piedad tn en u
una
n a cosa,
c osa, queriendo decir
d ec ir un dere-
d ere
c h o de utilizar, de g
cho 02ar de, de excluir
gozar ex c luir a otras
otra s personas de, y dispo ner de, esa ccosa.
y de disponer osa.
As/
A podlan hablar de una pro
s í podían propiedad
pieda d en una tietierra, inm ue ble, en un derecho
rra, en un bien inmueble, derec ho al
c om erc io , en el derecho
comercio, derec ho de vo to , o en la pro
voto, pia perso
propia personana del sujeto
suje to (Macpherson,
( M ac pherso n, 1962,
19 6 2 ,
14 3 , n.°
p. 143, n. 0 33)5.
) 5.
55 Véase
Véase en en g eneral
general , 19 6 Cap.
1962,
M AC P H E R SO N
MACPHERSON, 2 , Cap. y V;
III ID y Vtambién
; tam biép.
n p. 15 (breves
153; 3 ; ( b re venotas
s no ta s
en D u m o n t 19
DUMONT 6 5 , pp. 337-38).
1965, 7-38).
77
cualquiera, es ser capaz de disponer de sí mismo sin intervención del
exterior, es decir, indiferentemente, ser libre o ser el propietario de sí
mismo -cuerpo, trabajo, y todo lo demás-.
demás- Según Macpherson, los Le-
vellers conciben «la propiedad como el hecho de ser propietario de su
propia persona y de sus propias capacidades». E stamos muy cerca de
Estamos
Locke, y quisiera señalar un aspecto particular del paralelismo: la con-
con
cepción del derecho de voto de los Levellers nos da una clave por lo
que concierne a qué se opone su concepción de la libertad y de la pro pro-
piedad: los asalariados no son independientes, están «incluidos en sus
amos». Cualquiera que sea el alcance práctico de la expresión, supongo
que «incluidos» significa aquí esencialmente lo que yo llamo «engloba
«engloba-
dos»: estas gentes no son independientes porque están aprisionadas en
una relación jerárquica, y la libertad, o propiedad de sí mismo, emerge
precisamente
prer·isamente en contradicción con esa situación. Tenemos así en la
noción de inclusión de alguien en su amo el equivalente, en relación a
la propiedad o a la libertad, de la subordinación en Locke6.
Volviendo a Locke, creo que esta discusión de la «propiedad» no in in-
valida la visión que yo proponía, pero conduce a expresarla con más
precisión: la «propiedad» no es aquí una categoría económica pura y
simple, es una categoría económica in statu nascendi,
nascendi, antes de que el cor-
cor
dón umbilical se haya roto. Lo esencial es esto: con la propiedad, algo
que es exclusivo del individuo se sitúa en el centro de un dominio go- go
bernado hasta entonces por consideraciones holistas, jerárquicas.
Aquí abandonamos a Macpherson: la posesión no es un accidente
histórico pasajero de un fenómeno permanente que se llamaría indiviindivi-
dualismo; por el contrario, el individualismo levanta cabeza
~abeza bajo el as-
as
pecto de la posesión o de la propiedad, abate todo lo que quedaba de
sumisión de hecho y de jerarquía ideal en la sociedad, y se instala él
mismo en el trono así vaciado. No tengo necesidad de insistir: lo eco- eco
nómico como categoría mayor representa la cumbre del individualis
individualis-
mo y, como tal, tiende a ser supremo en nuestro universo.
M. Raymond Polín
Polin concluyó que Locke había realizado una síntesis
original de moral y política (Polin,
(Polín, 1960); esta verdad parcial hay que
66 El Epropio
l pro pio L oc ke
Locke escribe
escribe de de m anera
manera bastante
bastante sim ilar:
similar: «La«Lmayoría
a m ayoría tiene
tiene derec ho
derecho a a
actuar y c onc luir (sic) el resto» (11,
y concluir (II, § 995,
5 , ve
verr tam bién § 96),
también c f. Oxford Shorler
9 6 ) , cf. Sborter Dictionary
Diclionary s.
w
VV..
78
78
combinarla con nuestro reconocimiento de la relación entre lo económico
y lo político, y creo que no nos equivocaremos mucho si decimos que en
Locke lo político como tal se reduce a ser un añadido aa la moralidady aa lo
económico. La moralidad y lo económico suministran en la Ley de Naturale
económicv. Naturale-
za
za el fundamento sobre el que la sociedad política debe construirse. Natu Natu-
ralmente puede invertirse el enfoque diciendo que, mientras que la mora mora- 1
lidad y lo económico son simplemente dados (en la naturaleza), la «socie «socie-
dad» es libremente ordenada por el hombre,
dad» hombre. Pero la libertad del hombre 1
consiste aquí en obedecer a la Ley de Naturaleza.
He señalado la desaparición de la subordinación como principio so- so r
cial; es la obligación moral la que en gran medida la reemplaza. Quiero
decir que las dos tienen la misma función en lo concerniente al indivi inclivi-
duo empírico, pues evidentemente es la obligación moral la que impide
a la libertad degenerar en simple licencia. Tenemos aquí un enfoque del
mecanismo de la transformación que Locke nos expone, o al menos una
perspectiva sociológica sobre esa transformación. Cuando decimos que
la subordinación es funcionalmente reemplazada por la obligación mo mo-
ral, hacemos alusión a un procedimiento para comparar los valores ho-
listas y los valores individualistas; de alguna manera, la moralidad debe
suministrar un equivalente del orden social: puede considerársela desde 1
este ángulo como una interiorización de valores directamente sociales.
Un proceso de este tipo se ha dado --y y se da aún- a lo largo de la trans trans- r
formación moderna, y en lo concerniente a Locke pienso que el conjun- conjun
to de su su filosofía, tanto general como política, confirma este punto de
vista. D Dee este modo, la «felicidad verdadera y sólida» que la criatura lili-
bre y racional debe preferir, es finalmente el orden humano (o lo que
queda del orden cósmico) tal ta ly como se le aparece al individuo, el cual
a l individuo, cua l no ppue-
ue
de ppor
o r menos de pensa
pensarr en el lenguaje del hedonismo
hedonismo1 7\
•
Consideremos el acto de constitución de la sociedad civil o política:
individuos que vivían en el estado de naturaleza se juntan y se ponen
de acuerdo para unirse y constituir un poder, un «juez en la tierra»,
abandonando y reuniendo en él los poderes que en el estado de natu-7
r
77 La Lexpresión
a ex presión «hedonism o»,
«hedonismo», y una
y una buena
buena pa rte
parte de discusión
de la la disc usión
queque sigue
sigue al texto,
al texto, la la
pone en cuestión
c uestió n o vue lve arc
vuelve aic a un importante
arcaica im porta nte artíc ulo desc
artículo o noc ido po
desconocido porr m
mií en el m o
mo-
m ento en que escribla
mento esc ribía y am ablem ente comunicado
amablemente c om unic ado por
po r el pro pio autor
propio 19 7 3 (AARS-
a uto r en 1973 (Aa r s -
LEFF 19 6 9 ) . El
LEFf 1969). E l profesor A a r s l e f f presenta
pro fe so r AARSLEFF pre senta en él un ataque profusamente
profusam ente doc um entado
documentado
c ontra va
contra ria s tesis de la literatura rec
varias iente que yo había
reciente c onsiderado dignas de tener en
habla considerado
c uenta. Concluye
cuenta. C onc luye que
gue no hay disc ordanc ia ni disc
discordancia ontinuidad entre los Dos tratados y el
discontinuidad
Ensayo en lo cconcerniente
onc erniente a la Ley
L ey de N aturaleza, ni una evolución
Naturaleza, evoluc ión notable entre
en tre los pri-
p ri
m eros ensayos y las obras posteriores
meros posterio res -sino
- s in o únic am ente p
únicamente ro g re so y acabamiento,
progreso ac abam iento, sin que
gue
1
779
9
1
r ^ .V ·
80
80
ticamente ausente de esta obra. Laslett concluye que Locke dejó deli- deli
beradamente la cuestión en suspenso, lo cual crea una distancia entre
su teoría política y su metafísica -distancia que puede haber sido muy
provechosa para la primera-.
primera—. Se contentó con tomar, en lo concer- concer
niente a la Ley de Naturaleza, una actitud (stance)
( stance) que era suficiente
-creo entender-
-creo entender—para procurarle la atención benévola de sus contem- contem
poráneos (Laslett en Locke, 1963, pp. 90 ss. ss.).
).
crítica de Léo Strauss era más radical. E
La critica Enn su opinión, Locke fue
incapaz de cumplir la promesa de una teoría deductiva de la moral, y
no pudo demostrar tampoco la existencia de una Ley de Naturaleza
porque le faltaba, según la expresión de Polín,
Polin, «una base teológica su- su
ficiente» (Strauss, 1953, cap. V V b; Polín,
Polin, 1960, 113 n.). E Ell «prudente»
Locke no se atrevió a atacar la creencia en D Diosios de sus contemporá-
contemporá
neos, a la que encontraba de algún •valor
valor práctico, y sin embargo fue
incapaz de asunúrla
asumirla en su provecho ofreciendo así una base sólida a su
«regla de moral». Ciertamente Léo Strauss no siente simpatía por Loc Loc-
ke. No reconstruye sus preocupaciones, y pasa por alto las diferencias
de punto de vista e incluso de pensamiento entre sus diferentes escri- escri
tos, pero sin embargo no se puede negar que algo de su critica crítica deja
huella en el espíritu del lector.
D espués de la critica
Después crítica de Léo Strauss, Von Leyden publicó el texto
latino y una traducción de los ocho EEnsayos
nsayos sobre la L ey de N
Lry Nat11ra/eza
aturalez a
que datan del primer período
periodo de Locke en Christ Church (1660-1664),
los cuales ofrecen precisamente la demostración de la que Strauss ha ha-
bía juzgado incapaz a Locke. Sin embargo, como ha observado Laslett,
esto no resuelve el problema planteado por textos y actitudes posterioposterio-
res. Otros
O tros autores han mantenido (por ejemplo Gough, G ough, Polin)
Polín) que
Locke creía profunda y verdaderamente en Dios siendo al mismo
tiempo todo lo latitudinarista que se pudiera desear y afirmando de
manera sociniana que la revelación no contenía nada que fuera contra- contra
rio a la razón. Polin
Polín defendió contra todos los críticos la coherencia de
la filosofía política de Locke situando su centro
centro esencialmente en el
vínculo
vinculo entre libertad y obligación moral, y siendo la existencia de
Dios la garantía de todo ello en la medida en que garantizaba la coin coin-
natural 9 •
cidencia entre los órdenes racional y natural9.
9 LocKE,
9 , 19 5 4
L o c k e1954; ; G o u g h1950,
GoUGH, , 19 5 0p., p.
16,16etc.;
, etcPoLIN,
.; P o l í n1960
, 19 6cap.
0 cap.
D, II,
etc.etcCiertamente
. C iertam en te la la
relig ión de L
religión oc ke pla
Locke ntea una cuestión
plantea c uestió n al antropólogo:
a ntropólo g o : cuando
c u a ndo el acento
ac ento pasa de la fe a
la razón podemos
podem os preg preguntamos
unta rnos si hem
hemos os abandonado la relig religión,
ión, en el sentido corriente
c o rrie n te
término,
del térm ino, p por
o r la filosofía:
filo sofía : estamos
estam os al m menos
enos ante una etapa im importante
porta nte en la tra transi-
nsi-
81
81
¿Cuál es el problema para nosotros? No se trata de saber si Locke
¿cuál
creía sinceramente en Dios
D ios o fingía simplemente hacerlo para hablar a
sus contemporáneos con el efecto deseado, pues en ambos casos se su- su
pone
pone. un vínculo entre la religión y las ideas de Locke, bien sea al nini-
vel del individuo Locke o al del público de sus lectores en la Inglate
Inglate-
rra y la Europa
E uropa de la época. Además, si mantenemos el espíritu atento
a nuestra investigación sobre la concepción de Locke sobre la propie
propie-
dad, comprenderemos mejor que sólo una religión reducida al deísmo deismo
podía servir de base a un tal «individualismo posesivo». La cuestión se
centra más bien en el grado de necesidad de la asociación entre la reli
reli-
gión y lo demás, en lo que la religión aporta al asunto, en el trueque
que aquí se opera entre la religión y la consideración especial de «la
sociedad civil y política». Hay cercanos paralelos estoicos a muchas
(Polín), y podría pensarse que la religión cris-
declaraciones de Locke (Polin), cris
tiana no era en él un ingrediente necesario. Sin embargo, los estoicos
no hadan
hacían planes de sociedades políticas. Quizás haya dos claves en
nuestro problema. La primera se halla en la historia general de la es- es
peculación, política o de otro tipo: en todos los campos la considera-
considera
ción especial, política, se emancipó gradualmente de la consideración
general y normativa, la religión. A este respecto, el papel jugado en
Locke por la moralidad marca una transición, puesto que apenas cabe
duda de que su noción del individuo como ser moral está estrecha-estrecha
mente ligada a su religión, al menos en el punto de partida ((en
en los En-
E n
sayos de los años 1660).
E l segundo indicio se halla en la evolución de Locke tal y como
El
c ión de la relig
ción ión de grupo
religión g rupo aa la religión individual. Reemplazar R eem plazar aa nivel global
g lobal (como
( c o m o yo
yo
pro
proponía, 19 7 1 j ) la consideración
po nía, 1971a) c onsiderac ión de la relig religiónión poporr la de la configuración
c onfig urac ión de los va lo res
valores
últim
últimos os nos ayuda a no no pasar po porr alto la continuidad
c ontinuidad del proc eso, pero
proceso, pero nno o nos ayuda a
describir
desc ribir sus etapas. Más am ampliamente
pliam ente la cuestión
c uestión estriba en la naturaleza o el lugar lug ar del
deísm o, de la «religión
deísmo, «relig ión natural»,
na tural», un pro blem a tan va
problema sto que resulta un ta
vasto nto complicado
tanto c om plic ado
y que no
y n o se puede tratar aquJ. aquí. Ve Veoo una clave
c la ve en la afirmación
afirm ac ión de Sir L Leslie
eslie Stephen
Ste phen se- se
gún la cual
c ua l no diferenc ia esencial
no hay diferencia esenc ial en la arg um entac ión de los deístas y
argumentación y de sus opo- opo
(St e pe h e n , 1962):
nentes (STEPEHEN, 19 6 2 ) : en cierto
c ierto sentido todos los autores de entonces entonc es son deistas.deístas.
C o nc luyo que el aspecto
Concluyo aspec to de grupo g rupo de la reg ió n, que era consciente,
región, c onsc iente, no ha desaparecido
desaparec ido
p o r completo,
por c om pleto , sino que se ha cconvertido o nvertido en puramente
puram ente empírico.
em píric o. EEnn efecto,
efec to, si decido
dec ido so- so
meter
m eter los asuntos de relig religión juicio
ió n al juic io de m mii razón, dejo ciertamente
c iertam ente de rem remitirme
itirm e cons•
c o ns
c ientem ente al grupo
cientemente g rupo o de comulgar c on él. Pero
c om ulg ar con P ero lo que de hec ho ocurre
hecho o c urre es que m mii ma-
m a
nera de pensar no se funde pura y y simplemente
sim plem ente con c on la de todos los otros o tros mmiembros
iem bros de la
universall comunidad
universa c om unidad de espíritus libres, y tam tampoco
poc o es completamente
c om pletam ente diferente
dife rente de la Je de
mis
m vecinos
is vec ino s yy contemporáneos.
c ontem poráne os. D Dee la misma
m ism a m manera,
anera, en nuestro tiempo tiem po hay·
hay menos
m enos dis- dis
tanc
tanciaia que la que ambos am bos imaginan
im aginan entre el ateo y c reyente pertenc
y el creyente ientes aa un m
pertencientes edio
medio
dado, yy pa ra empezar
para em pezar tenem
tenemos os quizá que formular
fo rm ula r lo que tienen en común. c om ún.
82
82
(
(
Von Leyden la establece mediante la comparación entre sus primeros
ensayos y las obras posteriores hasta 1690. E Ell desarrollo del hedonis
hedonis-
mo, rechazado al principio, se impone claramente. E llo refuerza la im
Ello im-
portancia de las recompensas y los castigos en la otra vida, pues de
otro modo se pondría en cuestión la coincidencia entre el placer y el
bien, el sufrimiento y el mal. Poco puede extrañar que más tarde, en
E nsayo sobre el carácter razonable del cristianismo, Locke haya
el Ensayo
confesado que la razón había fracasado en su tarea mayor (Laslett, en
Locke, 1963, p. 1101): O1): se había encerrado en un círculo, no había sido
capaz de ofrecer la teoría deductiva de la moral abstracta que había
prometido -ni -n i había consentido alrededor de 1690 en publicar sus pri pri-
meros E Ensayos natural, por más que continuara utilizando
nsayos sobre la ley natural\
materiales de estos ensayos (Von Leyden, en Locke, 1954, p. 60 ss.;
Laslett, en Locke, 1963, pp. 92 ss.). E sta evolución que terminó en
Esta
fracaso -un—un fracaso que, dicho sea de paso, honra más al filósofo que
muchos «éxitos»- parece poner de relieve que para él el sostén de la
religión era aún indispensable para su política individualista. Se puede
llegar a la misma conclusión de otra manera. Como Von Leyden ha
insistido con razón, Locke pasa con facilidad de proposiciones de he he-
cho a las proposiciones normativas correspondientes. Ahora Ahora bien, ésto
sólo puede comprenderse si se recuerda que el individuo se nos pre
senta al mismo tiempo que la especie en el interior de una teleología
pre- '
fundada en la voluntad de D ios: se considera aall individuo en relación con
Dios:
Dios.
D E n otros términos, el vínculo entre moralidad y religión asegura
ios. En
la obligación moral.
E ste último rasgo corresponde a un aspecto de la propia política de
Este
Locke. W. K endall se ha atravido a invertir la visión más habitual que
Kendall
sobre Locke se tiene, afirmando que en política era más bien un colec colec-
tivista que un «individualista», y que merece ser considerado con toda
justeza como el padre de la «teoría metafísica del E stado» (1965).
Estado»
Pienso que en realidad lo que ocurre es que Locke ha añadido como
complemento a su ideología individualista una buena dosis de empiris- empiris
mo. Resulta ejemplar a este respecto el argumento relativo al principio
según el cual la mayoría sale victoriosa en las decisiones: en la práctica
el sistema no puede funcionar eficazmente sin el principio mayoritario
( majority-rule ); se supone por consiguiente que el contrato original de
ma jority-rule);
sociedad implicaba el principio mayoritario. No se hace el menor in- in
tento de mostrar que el principio mayoritario se ajusta a un fundamen
fundamen-
to individualista. Ante todo, se supone que debe existir un sistema ca- ca
paz de funcionar que responda
responda a las condiciones ideológicas plantea
plantea-
83
83 '
1
das. Dicho de otro modo, la ideología recibe como suplemento una afir áfir- -
mación arbitraria, un acto de fe, que puede considerarse también como
una proposición derivada de la experiencia. Se aprecia una cierta huella
de holismo en el trasfondo de la afirmación, ciertamente infrecuente, de
la voluntad común como «voluntad una» (II, § 212; también 214, 222);
corresponderá a Rousseau el intento de justificar ideológicamente el
procedimiento con su doctrina de la voluntad general. Parece obvio que
un procedimiento tan sumario, la afirmación implícita de que el sistema
tal y como ha sido prescrito debe ser capaz de funcionar, se apoya en la
teología, es decir, en última instancia, en la fe.
Locke se conformó con introducir su principio ideológico o norma norma-
fundamental con objeto de destruir la subordinación y fundar el
tivo fundamental
orden político en el consentimiento. Para completar o corregir el cua- cua
dro, pudo aquí o allá remitirse a lo empírico, es decir abrir subrepti
subrepti-
ciamente las puertas al holismo o a la religión.
De modo similar pero más directamente, la moralidad se apoya so- so
bre la fe para ofrecer un sustituto al holismo en la especie humana en
tanto que portador de obligación moral. E sto constituirá mi último
Esto
K endall observa de nuevo que en el estado de naturaleza de
punto. Kendall
Locke los derechos no son inherentes al individuo como tal, sino al
individuo-en-relación-con-los-otros, concluyendo que ello presupone
una especie de comunidad (es decir, en mi lenguaje, alguna forma forma de
holismo) (1965, p. 69) 1º. Lo cual sólo en parte es cierto. K
69)10. endall tiene
Kendall
razón cuando insiste en la reciprocidad de derecho y deberes en el es es-
tado de naturaleza. Pero relación no significa comunidad. E ntre las di
Entre di-
ferentes significaciones de la palabra «sociedad» en e n ., Locke, hay una
que viene de los Estoicos
E stoicos y designa a la especie humana
hwnana como la sociesocie-
dad ideal de todos los hombres abstractamente considerados:
dad
... él y ... la especie
...él espec ie hum
humanaana son una ccomunidad
om unidad...
... YY si no fu era p
fuera o r la corrupción
por y el
c o rrupc ió n y
c arác ter vic
carácter io so de hom
vicioso bres degenerados,
hombres deg enerados, n o habría
no habrla ning una nec
ninguna esidad...
necesidad ... para
para los ho m
hom-
bres de separarse de esta comunidad c om unidad amampLia y na
plia y y... de unirse en asoc
tural y...
natural iac iones más
asociaciones
pequeñas y
pequei'las y divididas (Locke,
( L oc ke, II, § 128).
12 8 ) .
to
10 K e n d acree
Kendall ll c ree
verveun
r un juego
juego m alabar
malabar c uando
cuando lo que en en
lo que el esta do
el estado de de naturaleza
naturaleza c onsti
consti-
tu/a el deber
tuía deb er se convierte
c o nvie rte en la sociedad
soc iedad en derecho
derec ho a castigar
c astigar (1965,
( 19 6 5 , p. 778);
8); P o lín es m
Polin ás
más
perspic az: da cuenta
perspicaz: c uenta del cambio
c am bio a pa rtir de la paradoja inherente a la liberta
partir libertad (P o l í n ,
d {POLIN,
19 6 0 , pp. 44,
1960, 4 4 , 101).
10 1) .
84
84
concebida. Lo que Kendall K endall no llega a comprender -ni - n i mucho otros
con él- es que el individuo es un ser moral y como tal caracterizado
tanto ppor
o r relaciones exteriores cot110 ppor
ex teriores como o r cualidades interiores. Se halla en rela
cua lida des interiores. rela-
D ios y con sus congéneres, y gracias a la relación con D
ción con Dios ios la
Dios
relación abstracta entre miembros de la especie puede actuar como
sustituto de los vínculos que caracterizaban a una comunidad. En E n la
historia subsiguiente, al menos a nivel del sentido común, el individuo
se emancipó -una —una vez más-m ás- de esa estructura que aún le constreñía, constrei\fa,
pero ésa es otra historia. Sugiero que, para Locke, sólo fue posible
concebir la sociedad como una yuxtaposición de individuos abstractos
porque podía sustituir los vínculos concretos de la sociedad por la mo mo-
ralidad en cuanto capaz de aglutinar a esos individuos en la especie
humana bajo la mirada de Dios.
E
Enn otros términos, sugiero que en este caso la sustitución del hom hom-
bre como ser social por el hombre como individuo fue posible porque
el cristianismo garantizaba al individuo en cuanto ser moral. D Dee este
modo se hacía posible la transición de un orden social holista a un sis- sis
tema político edificado por consentimiento como una superestructura
sobre un fundamento económico ontològicamente
ontológicamente dado.
Se puede objetar que esta formulación condensada condensad a dinamiza e histo-
riza indebidamente la configuración de ideas propia de los D Dos
os tratados.
Y
Y en efecto, considero que la polémica contra Filmer marca una
«transición», una línea de separación entre el holismo del pasado y el
individualismo del futuro. Mejor dicho, la exposición de Locke remite
al conflicto entre dos ideologías que predominaron, antes de él la pri pri-
mera y después la segunda. No es necesario suponer ni que esta transi- transi
ción haya aparecido aquí por vez primera, ni que Locke expresó algo
que de alguna manera ocupaba los espíritus de sus contemporáneos.
La configuración presente en Locke aparece como significativa en el
contexto del desarrollo de las ideas, tal y como en gran medida la ve ve-
nimos suponiendo hasta ahora y lo que sigue confirmará en cierto gra gra-
do. EEnn otros términos, su su significación para la ideología moderna en
general aparecerá mejor más adelante, especialmente en relación con
Adam Smith. Y Y sin embargo, me atrevo a esperar que un lector refle refle-
xivo tenga ya algún sentimiento de la pertinencia de esta configura- configura
ción a partir de lo que llevamos dicho y de su conocimiento general de
ideas más recientes.
E l aspecto quizá más revelador de esta configuración, es que en ella
El
lo económico no se yuxtapone simplemente a lo político, polftico, sino que le
es jerárquicamente superior, de suerte que encontramos aquí ya un pa-
85
85
ralelo de la noción marxista de infraestructura/superestructura que no
se obtiene a partir de la observación sino que procede de la coherencia
interna de la ideología. En
E n nuestra formulación -aún hipotética en el
estadio actual- lo que rige esta jerarquía es la constricción ideológica
de la transición del holismo (primada
(primacía de las relaciones entre hombres)
al individualismo (primada
(primacía de la relación del hombre con las cosas, o
sea en este caso de la propiedad). D icho aún de otro modo, todo ocu-
Dicho ocu
rre como si la emancipación de la dimensión económica con relación a
rre
lo político correspondiera a ese cambio de primacía,
primada, un cambio que
equivale, en un lenguaje posterior, a ver la infraestructura como ins
ins-
tancia rectora de la superestructura.
86
86
55
F A B U L A DE
L A FABULA
LA D E LAS
LAS A B E JA S
ABEJAS 1 '
D E MANDEVILLE:
DE M AN D E VI L L E :
L
LOO E CO N Ó M ICO Y
ECONÓMICO Y LLA MORALIDAD
A M O R AL I D AD 1
1 1
1 1
1 \
-~-
lidad en este caso particular.»
YYaa antes aludí a la relación del rasgo en cuestión con las constric-
constric
ciones ideológicas que debe necesariamente conllevar toda tentativa
,'
de aislar una visión especial de los fenómenos sociales en general, es ';,,~_-'~"
·;,
·,. l
·,
decir con el juicio de valor que al menos implícitamente debe fundarla ·-~ ~
88
88
acabo de
Los aspectos que .acabo de esbozar no agotan ciertamente la cues- cues
tión de la relación particular entre lo económico y la moralidad. Si al al-
gún secreto queda, no hay hay testigo más idóneo para revelarlo que Man-
deville, que subtituló su FFábula la s abejas: «Vicios privados, benefi
ábula de las benefi-
cios públicos».
Se admite por lo general que el tema central de Adam Srnith, Smith, la
idea de que el egoísmo (selflove:
(self-love: «amor a sí mismo) trabaja para el bien
común, proviene de Mandeville. En E n susu introducción a su edición de la
riqueza (Smith, 1904) Edwin
riquez a (Srnith, E dwin Cannan ha insistido en este punto pwito y ha
presentado buenas razones para suponer que Adam Smith tuvo cono- cono
cimiento de Mandeville cuando aún era alumno de Hutcheson en
G lasgow. Mandeville reducía al egoísmo todos los motivos de la ac
Glasgow. ac-
ción humana e identificaba el egoísmo con el vicio; Hutcheson tenía
mucho interés en refutarlo y debe haber hablado repetidamente de él
en sus cursos. Cuando Adam Smith, en la Teoría T eoría de los sentimientos momo-
rales, rechaza a su vez el «sistema licencioso» de Mandeville, añade
algo revelador: «pero por destructivo que este sistema pueda aparecer,
nunca hubiera podido imponérsele
irnponérsele a tanta gente...gente... si en algunos aspec-
aspec
tos no se hubiera acercado a la verdad verdad...»
... » (Smith, 1963, p. 555). E En n
este pasaje Adam Srnith
Smith no dice en qué aspectos, pero toda la R Riqueza
iq uez a
es una respuesta a la cuestión: Mandeville tenía razón en lo concer concer-
niente al lugar del egoísmo en los fenómenos económicos. E Enn verdad,
si recordamos el importante papel que la «benevolencia» jugaba en la
teoría moral de Hutcheson, un famoso pasaje de la K iq uez a citado por
Riqueza
Cannan se parece mucho a un rechazo de Hutcheson en nombre de
esperamos nuestra comida de la benevolencia del
Mandeville: «No esperarnos
carnicero, del cervecero o del panadero, sino de su preocupación por
su propio interés» (I, II; 1904, p. 16).
Nos vemos pues así, por lo que se refiere al origen del postulado
naciones, remitidos de Adam
central de LLaa riqueza de las nationes, Adarn Smith a Mande
Mande-
ville; y hay
hay en ello algo más que un detalle de historia literaria, pues,
como vamos a ver, el problema de la relación entre lo económico y la
había sido planteado de manera aguda, incluso explosiva
moralidad había
por Mandeville a comienzos de siglo.
B ernard de Mandeville, nacido en los Países Bajos, se había estable
Bernard estable-
cido en Londres cornocomo médico. En E n 1705 publicó una sátira de seis pe pe-
niques en verso titulada La L a colmena rezongona, oo los golfos convertidos en
honrados (Tbe
( T he Grumbling Hive:
G rumbling H ive: or, Knaves
K naves Turn'd
T urríd H onest). E
Honest). ste poema en
Este
versos irregulares se convirtió en todo un libro libro tras la adición de Ob- O b
servaciones y otras piezas en dos ediciones sucesivas (1714, 1723) con
89
89
el título: LLAa fá
fábula abejas, oo vicios priva
bula de las abejas, dos, beneficios públicos (edi
privados, (edi-
1
ción crítica de F.B. Kaye:
K aye: Mandeville, 1924 19241. • E
Ell subtítulo resume el
81
argumento del poema: una colmena, espejo de la sociedad humana
vive en la corrupción y la prosperidad. E xperimenta una cierta nostal
Experimenta nostal-
gia de la virtud, e implora para recuperarla. Cuando se accede al rue rue-
go, tiene lugar una extraordinaria transformación: con el vicio desapa desapa-
recen actividad y prosperidad, reemplazadas por la inactividad, la po po-
breza y el tedio, en una población muy reducida. La edición de 1 1723
723
fue el punto de partida de un escándalo que el propio Mandeville atri atri-
buyó a la inclusión en esta edición de un E nsayo sobre la caridad y las
Ensayo
escuelas de caridad que desacreditaba la buena conciencia, el humani humani-
tarismo barato de sus patrones. Sea como fuere, se sucedieron las re re-
futaciones, el libro se convirtió en objeto de execración, y fue conoci- conoci
do por todo el mundo de la E uropa instruida, como se ve por el hecho
Europa
de que todos los moralistas han hecho referencia a él (cf. (cf. el repertorio
de K aye, ibíd.) Al margen de las O
Kaye, bservaciones y del Ensayo
Observaciones E nsayo ya men
men-
cionado, el libro contenía una breve «Indagación sobre el origen de la
virtud moral» que seguía inmediatamente al poema y, al final, una «In- «In
vestigación sobre la naturaleza de la sociedad» en la que Mandeville :f¡§
exponía sus concepciones oponiéndolas a las de Shaftesbury. Una de de- ■ m
fensa del libro fue añadida tras haber sido condenado por el G
fensa ran Ju
Gran Ju-
rado del Middlesex y haber constituido el objeto «de una carta injurio injurio-
E n 1729 apareció por separado una «segunda parte» del libro que
sa». En
,<
contenía seis diálogos muy ingeniosamente combinados como una de de-
fensa y un desarrollo de la tesis y que presentan, quizá en parte por
esa razón, un neto deslizamiento en la acentuación de los temas.
E l primer volumen mismo, la FFábula
El ábula propiamente dicha, presenta
ya un cierto desplazamiento de terreno en relación al poema inicial,
Laa colmena rezongona. Un editor reciente lo ha señalado (Mandeville,
L
1970, pp. 19 ss.): no sólo se introducen nuevos temas, sino que las
O bservaciones, que ostensiblemente hacen referencia, como notas
Observaciones,
muy desarrolladas, a pasajes del poema, actúan al mismo tiempo como
suplemento de la Indagación sobre la virtud moral que las precede.
Además, de la trilogía de vicios que se presentaban en el poema como
11 El E l presente
presente c apítulo
capitulo aparec ió,
apareció, en en unauna versióinglesa
venión n ing lesa a nterio
anterior a rlaa presente, en Infor
en lnfar-
la presente,
mación sobre las amaas
maaón ciencias soda/es,
sociales, 14-1
14 - 1 ((1975),
19 7 5 ) , pp. 335-52.
5-52. H ay últim
Hay am ente signos de una
últimamente f
c ierta rec
cierta rudesc enc ia del interés por
recrudescencia po r M andeville. H
Mandeville. Haa aparec ido una
aparecido una traduc c ión franc
traducción esa
francesa
edic ión de 1714
de la edición 17 14 debida a L. L. yy PP.. C a rrive (Bemard
Carrive M AN D E VIL L E , h
( B ernard MANDEVILLE, Laa Fable des Abei-
Ab,i- ■ §
lies, ON
llts, ou lts
les vias
vices privés font /1
privésfant le bien public
public,, PParís,
arís, Vrin
Vrin,, 1974).
19 7 4 ) . I
90
las causas de la prosperidad y la grandeza, a saber «el engaño, el lujo y
el orgullo» (1924, p. 23, verso 7), el engaño sólo se conserva final final-
mente como uno de los «inconvenientes» que acompañan a un comer- comer
cio activo, como el barro en las calles de Londres. Unicamente el lujo
y, fundamentalmente, el orgullo mantienen su estatuto de causas efi efi-
cientes. EEll lugar del orgullo (pride)
( pride) se justifica en la «Indagación sobre
la virtud», que lleva a efecto dos cosas notables desde nuestro punto
de vista. EEnn primer lugar, separa absolutamente la moralidad de la re re-
ligión. A estos efectos, Mandeville observa que en diferentes socieda- socieda
des se encuentra una moralidad medianamente constante --tal tal y como
él la define- al mismo tiempo que las religiones más diversas o más
aberrantes. De hecho toma el ejemplo de la Roma antigua. E n segun
En segun-
do lugar, la Indagación presenta la tesis de que la moralidad — es decir
-es
la definición de la virtud y del vicio
vicio-- ha sido inventada por «los moramora-
listas y los filósofos de todas las épocas» o por «políticos sagaces» con
objeto de hacer sociables a los hombres sometiendo sus otras pasiones
a la más inveterada y la más poderosa de entre ellas: el orgullo, que
hace que los hombres anhelen recibir la alabanza («la respiración del 1
hombre, la moneda aérea de la alabanza») y evitar la vergüenza.
Creo que encontramos aquí, expresado en el lenguaje del tiempo, 1
un reconocimiento de la naturaleza social o función social de la mora mora-
lidad, siempre que no olvidemos al mismo tiempo que para Mandevi Mandevi- 1
lle -como
—como para Hobbes—
Hobbes-- el hombre se da en el estado pre-social como un
individuo, y como un individuo provisto de todos los mecanismos pa
individuo, pa-
sionales que Mandeville podía observar entre los Londinenses de su
tiempo, incluyendo sin duda un alto desarrollo del orgullo. Más tarde,
Rousseau considerará este desarrollo del orgullo — el «amor propio»—
-el propio»--
2
como una consecuencia del desarrollo de la civilización2.
civilización . E n lo que
En
precede insisto en la restricción -que —que el hombre se da fundamental
fundamental-
mente como un individuo-, porque me parece que ha sido dejada de
lado por un autor al que por lo demás debemos mucho por su inteli inteli-
gencia y su tratamiento sensible de un tema muy próximo al nuestro;
me refiero a J. H. Tufts en su libro breve, pero importante, sobre el
individuo y la sociedad en los moralistas ingleses (Tufts, (T ufts, 1904). Tufts
encuentra en la literatura un progreso en el reconocimiento de la na na-
turaleza social, o de los aspectos sociales, del hombre. E Enn Mandeville
ve «lo Moral resuelto en puramente Social» y, más ampliamente, «el 1
22 Véanse
Véa nselas las
observaciones de de
observa c io nes A.O.
A.OLovejoy
. L o ve joen
y enMANDEVILLE,
M a n d e v i l l e 1924,
, 19 2 4vol.
, vo II, pp.pp.
l. II, 1
44 5S1-
1-44 553.
3 . Lovejoy ve en MandeviUe
L ovejo y ve M a ndeville wi precursor
un pre c urso r de la psic
psicología
olog ía social.
1
91
91
1'
:.e, i ¿~l_r:_:-l
f·!:_::c\.~;. :::-·~·_-1\_~~·~-j
:~ (_; ~
Y
Y en conclusión:
...
...mmee prec
precio
io de haber demostrado
dem ostrado que ni las cualidades
c ualidades amables
am ables yy las tiernas
ciernas afec
afeccio-
c io
nes que son naturales al hombre,
hom bre, ni las virtudes reales que es capaz de adquirir po porr la rara-
zón y la auto-renuncia,
auto-renunc ia, constituyen fundamento
c onstituyen el funda m ento de la soc
sociedad;'
iedad; que p por
o r el contrario,
c o ntra rio ,
lo que llamamos
llam am os el MMal
al en este m mundo,
undo, tanto
ta nto m moral
ora l como
c om o natural, es el gran principio
g ran princ ipio
hac e de noso
que hace tro s criaturas
nosotros c riaturas sociales, la base sólida, la vida y el sostén de todos los tra tra-
tos y ocupaciones
oc upac iones sin excepción {ibíd., p. 369).
ex c epc ión (ibíd., 3 6 9) .
Para prevenir un malentendido, hayhay que añadir que no todos los vi
vi-
cios son beneficios públicos, y que un vicio no es automáticamente bebe-
néfico: se precisa la «manipulación astuta de un político hábil» (última
línea, cf. la Moral del poema), y la idea es más bien que todos «los be
be-
neficios se basan en acciones fundamentales viciosas» (Kaye
(K aye en Man
Man-
deville, 1924, vol. I, p. LXXVI).
LX X VI). Se observará que Mandeville desa-
desa
rrolla aquí obstinadamente la tesis del poema: el mal es fundamental
no sólo para la prosperidad social, sino también para la existencia mis
mis-
ma de la sociedad. «Demuestro
«D emuestro que el carácter sociable del hombre
nace únicamente de estas dos cosas, a saber la multiplicidad de sus de-
de
92
92
seos, y la 6posición
oposición continua con que topa en sus esfuerzos por satisfa-
satisfa
cerlos», es decir el mal moral (las imperfecciones del hombre, sus pa pa-
siones y necesidades) y el mal natural (los obstáculos encontrados por
parte de una naturaleza intratable). En E n otros términos, por una parte
el hombre es sociable gracias a aquellas de sus cualidades que se juzgan
negativamente, bien desde un punto de vista moral estricto como los
vicios, bien, como las necesidades, desde un punto de vista moral .am- am
plio que ve en ellas imperfecciones, incomodidades (11nea1i11eue1
{ uneasinesses como
habría dicho Locke); por otra parte, el hombre se ve forzado a la so- so
ciedad por el mundo exterior que acwnula
acumula los obstáculos al «quehacer
de la auto-preservación». Se utiliza aquí en suma una connotación muy
amplia del «mal» para efectuar una transición desde la tesis del poema:
que el orgullo y el lujo son económicamente útiles, a la nueva tesis:
«zambulléndose hasta el origen» de la sociedad, Mandeville ha encon encon-
trado que la satisfacción de las necesidades materiales del hombre es la
única razón por la que los hombres viven en sociedad. E Ess preciso re
re-
cordar este punto, pues la noción juega, si no me equivoco, un papel
clave en la ideología moderna: las relaciones entre hombres y cosas
-las necesidades materiales—
materiales- son primarias, las relaciones entre hom hom-
- la sociedad-,
bres -la sociedad—, secundarias.
La tesis se confirma en el segundo volumen de la FFábula, ábula, en el que
el origen y desarrollo gradual de la sociedad humana constituyen el
tema mayor. Las tres etapas principales son: la asociación forzada de
los hombres para protegerse contra las bestias salvajes, su asociación
para protegerse los unos de los otros, y la invención de la escritura,
leyes 3• Mandeville atribuye este desarro-
esencial al establecimiento de leyes3. desarro
llo en su mayor parte al amejoramiento lento, gradual, de una genera genera-
ción tras otra, a la «labor conjunta de varias épocas» (II, 321-322, etc.)
ayudada por la plasticidad de cuerpo y espíritu de los niños y por la
doble tendencia de los hombres, enraizada en la familia, a reverenciar
(como hijos) y a dominar (como padres). E ste carácter gradual no está
Este
destinado únicamente a reemplazar las innovaciones de los grandes
hombres por el producto de un proceso social anónimo, sino también
a salvar la discontinuidad entre la vida animal y la vida humana y la
que hay entre los hombres como individuos y los hombres como seres
3 trestree1apas
LasL as s etapas
sonson c onsideradas
consideradas porp oF.B.
r F .BKaye
. K a ye , 19 0 4I,, p.
( M a n d e v i l l e1904,
(MANDEVILLE, I , p.
LXVLXV
nora)) que añade como
nota c om o otras causas
c ausas de la evolución
evoluc ión de la sociedad:
soc iedad: la divisió
divisiónn del tra ba jo,
1rabajo,
del desarrollo
desa rro llo de la lengua,
lcngúa, la invenc instrum ento s y de la moneda.
ió n de instrumentos
invención m oneda.
93
sociales, subrayada de manera nada confortable por la existencia de la '•·•
lengua.
Lo que es más importante, Mandeville insiste, contra Shaftesbury,
en concebir la sociedad no «como un rebaño de vacas o de corderos»
aglutinados por «la afección natural por su especie o el gusto de la
compañía» sino como un «cuerpo político» bajo un gobierno (1924, I,
p. 34
347). E l pasaje relaciona este rasgo con la psicología de Mandeville,
7). El
y recuerda a Hobbes en todos los detalles salvo en uno: bajo el gobier gobier-
no el hombre «se ha convertido en una criatura disciplinada, que pue pue-
de hallar sus propios fines trabajando para otros». Mandeville introdu introdu-
ce así la actividad económica, la división del trabajo, en un cuadro so- so
cial caracterizado por la subordinación. (En (E n esto Mandeville no será
seguido.) De este modo «cada miembro se somete al servicio del con- con
junto, y una astuta manipulación les hace actuar a todos como uno
solo».
E l hombre no es naturalmente social, sino sólo educable (teachable,
El (teachable,
capaz de aprender). Hace falta que aprenda la sociabilidad de la socie socie-
dad misma, a lo largo de los tiempos. (E (En n este sentido Tufts tiene ra ra-
zón.) Dado
D ado el egoísmo profundo y universal de los hombres, esta edu edu-
cación implica la hipocresía (1, (I, p. 349). D esde el principio Mandeville
Desde
proclamaba que «las nociones imaginarias según las cuales los hom hom-
bres pueden ser virtuosos sin autorrenuncia son una puerta abierta a
la hipocresía...» (I, p. 331) y continuaba sugiriendo que Shaftesbury se
hipocresía... » (1,
engañaba a sí mismo: creía ser espontáneamente virtuoso cuando de
hecho era sólo de una «naturaleza tranquila e indolente».
Mandeville no es probablemente un analista económico destacable,
y Schumpeter sólo le menciona de pasada. Con arreglo a una discusión
detallada del comercio con T urquía es claro que, como muchos mer-
Turquía
cantilistas, está a favor de un comercio más libre libre,, y no del libre comer-
comer
cio puro y simple (1, (I, Rem. L). Sin embargo, K aye distingue lo que lla
Kaye lla-
ma una «anticipación neta» del la isser-fa ire. Siempre que «nadie se mez
laisserjaire. mez-
cle en ello», se establecería espontáneamente un equilibrio sobre un
punto: «En
«E n el conjunto de todas las naciones, las diferentes gradacio gradacio-
nes humanas deben guardar una cierta proporción los unos respecto a
los otros, en lo que concierne a los números...»
números ... » (K aye en Mandeville
(Kaye
1924, I, p. CXXXIX,
CX X X IX , según II,11, p. 353). Lo que encuentro aquí más
destable es la combinación del nivel internacional de la consideración
con la noción poco habitual y vaga de una proporción numérica de las
«diferentes gradaciones humanas»: hemos visto que algunos mercanti-
listas habían llegado a la noción de un equilibrio automático en la cir cir-
94
94
culación de moneda en el comercio internacional. Nos topamos aquí
con algo más abstracto y más general, y me siento tentado a tomar el
pasaje como la afirmación, no ya de una teoría particular del laisser-
ire, cuanto del principio ideológico subyacente, algo así como el ideo-
faire,
fa
logema del libre comercio si puedo aventurar el término, o sea que
«debe haber algún tipo de orden universal espontáneo». E sto es tanto
Esto
más notable por cuanto hemos visto que en general Mandeville reco reco-
nocía plenamente la necesidad del gobierno y de la subordinación para
cada sociedad. Naturalmente la afirmación es un simple corolario de la
armonía de intereses en general, pero el hecho de despreciar las fron fron-
teras nacionales en un aspecto que sólo indirectamente está ligado al
comercio internacional representa en apariencia una abstracción de
orden ideológico.
E n conjunción con sus preocupaciones morales, o antimorales,
En
Mandeville tenía una concepción muy simplificada de las fuerzas mo mo-
trices de la economía. Para él, el consumo rige todo lo demás: hemos
visto la diversidad de necesidades en la raíz de la sociedad, y el lujo es
una bendición porque impulsa hacia adelante la producción de bienes.
La demanda crea la oferta, y así la demanda de trabajo crea el trabaja trabaja-
dor, del mismo modo que según otros autores la cantidad de víveres
disponibles crea la población para consumirlos. E
la ((makework fallar¡p>,
«mak ework fa
Ess lo que K aye llama
Kaye
lla cy», es decir el sofisma de la creación de trabajo: el
'1
gran incendio de Londres no fue un mal puro y simple, pues ha crea crea-
do trabajo para muchos artesanos. Nadie se muestra menos preocupa- preocupa
do por la inversión o el ahorro que Mandeville. E Enn base a la interde-
interde
pendencia universal de los opuestos, el avaro acwnulaacumula para que el pró
pró-
1
digo pueda disipar mejor y más útilmente. La hostilidad se dirige con- con
tra la frugalidad, una virtud de teólogos que conviene a una sociedad
pequeña y estancada, pero no a una sociedad grande y próspera.
Sería quizás excesivo hablar de una teoría de la división del trabajo
en Mandeville. Y Y sin embargo, se siente fascinado por el fenómeno, y
cuando en el índice del segundo volumen menciona «el trabajo, la uti uti-
lidad de dividirlo y subdividirlo», remite a un pasaje en el que puede
leerse «dividir» como si significara la distinción de diferentes indus indus-
trias, y «subdividirn
«subdividir» como si significara la división del trabajo en el in- in
terior de cada industria. K aye piensa que Adam Smith ha seguido aquí
Kaye
a Mandeville (Mandeville, 1924, p. CXXXIV), CX X X IV), su
su cuadro de la fabri
fabri- 1 1
44 P a ra
Para M arx
Marx, cf., cf. Capital
Capital, I,, IV,
I, I V , X I V3,, 3,
XIV, bien
bien (E uvres,\,
CE1111m, I, p. p.
8838 8(cf.
3 (ctambién
f. tam bién
p. p. 89 6 ) .
896).
P
Paraas Consideraciones, STEPHEN,
araas Co,11ideradone1, 19 6 2 , II, p. 255.
ST E P H E N , 1962, 2 5 5 . Cf.
C f. B 19 2 7 , p. 93
O N AR , 1927,
BoNAR, y nota.
93 y
96
96
dad o la justicia,
jµsticia, como un «intercambio mercenario de buenos oficios
con arreglo a una evaluación común» 5•
común»5.
Hasta aquí no hemos considerado más que algunos aspectos de las
concepciones de Mandeville. E Ess preciso ahora que vayamos al centro,
al corazón de su argumento: «vicios privados, beneficios públicos». No
hay duda en cuanto a lo que Mandeville dice de hecho, pero hay ambi
ambi-
güedad en cuanto a lo que querría que su lector concluyera, o en cuan-
cuan
to a lo que en último análisis él mismo piense, en cuanto a su proposi
proposi-
ción personal. Según Leslie Stephen:
H
Haa recubierto
rec ubierto una tesis muy m uy justa y sana de numerosas
num erosas pa radojas brilla
paradojas ntes en las que
brillantes que
só lo creía
quizá sólo c reía a medias
m edias... D e hec
... De ho se opone
hecho o pone radic alm e nte aa las doc
radicalmente trina s asc
doctrinas étic as de
ascéticas
teó log os. Ac
los teólogos. epta d con
Aceptad c on toda sinceridad
sinc eridad la doctrina
doc trina del desprec
desprecio io del m undo y su ri
mundo ri-
queza, yy aquella otra o tra según la cual c ual todas las pasiones na naturales
tura les son m alas, y os eencontra-
malas, nc o ntra
réis en el estado de salvajes desnudos por p o r completo ... EEss perfe
c om pleto... perfectamente
c ta m en te ccierto
ierto que la vvi- i
industria l de la m
sión industrial oralidad se opone vita
moralidad lm ente, en este punto
vitalmente, punto,, a la vie ja visió
vieja visiónn te o ló
teoló-
gic a (1962,
gica ( 19 6 2 , II, pp. 30-31).
3 0 - 3 1) .
5 (Moral
S (M oral sentiments
renlimmlI, ll, II,
II,, II, III,III, init.\
inil.; SMITH,
SMITH, 19 6p.
1963, 3 , 145-
p. 14146).
5 - 14 6La
) . Lrelación
a relac ión entre
entre s Sen
los loSm-
limientOI morales y la RiqH,-e,
timientos moraleI Riqueza ha sido discutida disc utida en una literatura
literatura a la que se alude en lo loss
únic os autores que he podido ver. l\,{j
dos únicos M i tem
temaa no está ausente de Vin Viner,e r, p o r más que él
por
resalte otroo tro aspecto
aspec to (cf.(c f. tex to, pp. 129-130).
texto, 12 9 - 13 0 ) . «No
«N o se ccuenta
uenta cconon la simpatía»
sim patía» en en la Riqueza
RiqHevz
(Vin e r , 1958,
(VINER, 19 5 8 , p. 226);
2 2 6 ) ; a causa
c ausa de la acción «distanc ia» y de distinto
ac c ión de la «distancia» distinto m o do , los sen-
modo, se n
tim ientos, salvo
timientos, sa lvo la justic
justicia,ia, están ausentes de las relaciones
relac iones ec (VlNER, 1972,
onóm ic as {VINER,
económicas 19 7 2 , pp.
8 0 -8 2 ) . P
80-82). o r el contrario
Por c o ntra rio Mac F ie (1967),
Fie ( 19 6 7 ) , que tiene m uc has ccosas
muchas osas que dec ir sobre
decir sobre ootros
tro s
punto
puntoss (el ( el elemento
ele m ento rac iona l en la simpatía,
racional sim patía, etc.)
etc .) rehúsa hac hacerer ning una distinc
ninguna ión entre
distinción e n tre
libro s e implica
los dos libros im plic a así, si es que no lo afirma afirm a po porr completo
c o m pleto (p. 12 8) , que la sim
128), patía
simpatía
está tam
tambiénbién en la base de la RiqHeZJZ. Riqueza. De D e hecho,
hec ho, ciertos
c iertos pasajes que cita c ita de los Sentimientos
SmtimimtoI
morales establecen
morale1 establec en en m mii opinión lo contrario.
c ontrario.
97
97
preocupación es mostrar lo contrario, es decir atacar «la complaciente
convención que ve en la acumulación de la riqueza privada la cima de
social». No hay
la virtud sociab>. hay razón alguna para suponer «un ataque tortuo
tortuo-
so contra la ética ascética y teológica» (p. X VI). E
XVI). sto parece ser una
Esto
simplificación del argumento de Mandeville, su reducción a una sola
dimensión. Selby-Bigge distingue entre el satirista y el escéptico, sin
hablar del cínico, y hay
hay amplias razones
rawnes para encontrar en Mandeville,
que es ante todo el discípulo de Pierre B ayle, cierto esceptismo: la in
Bayle, in-
terpretación es demasiado estrecha. Parece por ejemplo imposible afir afir-
mar que el tratamiento del lujo en Mandeville sea evidentemente iró iró-
X VI), pues está íntimamente ligado a su interés por la divi-
nico (p. XVI), divi
sión del trabajo y por los fenómenos económicos en general.
Debemos mucho a F. B. K aye por su edición crítica monumental
Kaye
ábula y especialmente por su laboriosa colección de fuentes
de la FFábula
ciertas o posibles de Mandeville, pasajes paralelos en escritos anterio
anterio-
res, así como también por su catálogo de referencias a Mandeville en
la literatura subsiguiente: ha contribuido con profusión a permitirnos
captar de una ojeada el lugar de Mandeville en la historia de las ideas.
Es obvio que la interpretación de un sabio que se ha sumergido de ese
modo en el clima de Mandeville tiene un gran peso. ¿De ¿oe qué lado -se -se
pregunta- se inclinan las simpatías de Mandeville? Sin ninguna duda
está con los empiristas contra los rigoristas. Sobre este punto los datos
son abundantes. No hay hay que creerle simplemente cuando dice: «Si
bien he mostrado la vía de la grandeza mundana, siempre he preferido
sin duda la ruta que conduce a la virtud» (I, 231).
231 ). Basta recordar su
«insistencia en los aspectos animales de la vida» que expresa «una fe
tan completa en la naturaleza que no siente ninguna necesidad de una
creencia que le permita elevarse por encima de ella» (LV). E Ell rigoris
rigoris-
mo no es natural en Mandeville, y sin embargo K aye no cree que haya
Kaye
intentado conscientemente una reducción al absurdo: el rigorismo
aparece de manera coherente en todos sus principales trabajos, «y pa pa-
rece haberse convertido en una parte de su espíritu». Finalmente,
«acoplar de ese modo actitudes contradictorias» no es algo desconoci-
desconoci
do entre otros autores de la época.
Llegamos así a la conclusión de que no es fácil, y quizá tampoco
apropiado, intentar extraer de la FFábula
ábula una teoría que sea a la vez co- co
herente y la propia de Mandeville. Pisaremos terreno más sólido si
tratamos de aprehender lo que ocurre en y por Mandeville, de situar
su posición en la historia de las ideas. La inspección detallada de la li
su li-
teratura que K aye realiza confirma la impresión del lector de que hay
Kaye
98
98
: .
! .
:",'*
.
'
·•
L as verda
Las des m
verdades etafísic as queden situadas tan alto que carezcan
metaflsicas c arezc an ya de to do interés hu
todo hu-
m ano: la vid
mano: vidaa religiosa, reduc ida a si
reducida sí m ism a, separada de la vid
misma, vidaa rac ional y
racional ym o ra l, aislada
moral,
en su m ajestad, queda suspendida sin apoyo (Brélúer,
maj,:stad, ( B réhier, 1960,
19 6 0 , pp. 3308-309).
08-309).
100
10 0
(conscientemente) hacia él. E
(conscient~~ente) rgo el hombre no es social por naturaleza,
Ergo
pues sólo cuando no lo desea trabaja para el bien público; 4) por el
contrario, a nivel fáctico, hay una armonía natural de intereses.
E n conjunto, se expulsa a la moralidad de los quehaceres reales de los
En
hombres como antes se había expulsado a la religión. Y Ya puede Mande-
ville protestar que él no ha intentado establecer el vicio en el lugar de la
virtud: la moralidad se subjetiviza por completo, se ha cortado en dos la
mezcla de subjetivo y objetivo que la caracterizaba. E Enn cuanto al
al hecho
de que algunos vicios, de hecho los crímenes, deban ser castigados por el
gobierno, no es ya asunto de moralidad, sino de derecho.
Señalemos que para alcanzar este resultado, Mandeville por una parte
ha llevado hasta el extremo el rigorismo moral negándose a admitir como
virtuosa toda acción favorable al al agente por poco que fuera, y por otra ha
identificado la prosperidad económica con el bien público sin más ni más.
E
Enn sí misma la tesis no es plausible: han tenido forzosamente que darse
circunstancias particulares y una pasión muy especial en Mandeville para
llevarle a formular tal tesis. Cabría de buena gana admitir que Mandeville,
como discípulo de Bayle, se haya sentido profundamente transtornado y
ofendido por el contraste entre el moralismo de conveniencia y la inmo- inmo
ralidad corriente en su medio; habría experimentado ese contraste como
una hipocresía que se sintió llamado a desenmascarar. Al mismo tiempo,
al volverse con una especie de alivio cínico hacia los aspectos más grose-
grose
ros de la vida, habría percibido un crecimiento vigoroso de los intereses
materiales. De este modo, habría sido uno de los primeros observadores
en percibir el optimismo del crecimiento económico y en expresarlo en el
ideologema de la armonía natural de intereses. Su genialidad habría con con-
sistido en reunir las dos cosas de una manera satíricamente muy muy eficaz y
coherente6.
superficialmente coherente 6
•
6
6 Ja c oViner
Jacob b Vinha
e r ha esc rito
escrito unauna intro duc c iópara
intrcxlucción n para la nu e va
la nueva edic ióde
edición n de la Lettre
la Lettre a Dion
iz Dion de de
Mandeville
M a ndeville (su respuesta a la crítica
c rític a de Berkeley), reimpresa
B erkeley) , reim VlNER, 1958,
pres a en VINER, 19 5 8 , pp.
3332-342,
3 2 - 3 4 2 , que toc
tocaa m uc hos puntos de la
muchos disc usión de m
la discusión ás arriba. La
m:l.s La C arta prese
Carta nta del
presenta
mcxlo
m o do mmás
ás claro
c la ro dos elementos
elem entos del pensam
pensamientoiento de M Mandeville:
a ndeville: su «rigorismo»
«rig orism o» y y el papel
E stado o
del Estado o del ggobierno.
obierno. Vin e r va
Viner va m ás lejos que Kaye:
más Ka ye : sostiene que el rig orism o de
rigorismo
M a ndeville no era sincero
Mandeville sinc ero yy pone de relieve que el rig o ris m o se hallaba m
rigorismo muyuy en declive
dec live
en la época, c o nstituyendo la Fábula
époc a, constituyendo Fábula «la únicúnicaa obra de im po rta nc ia en ese pericxlo
importancia período en la
que, aunque sea coon on la punta de la lengua...
lengua ... (se pro po ne ) una n
propone) o rm a ascética
norma asc étic a de compor-
c o m po r
tamiento
tam iento para usouso general». (VlNER,
(VINER, 1972, 59).
19 7 2 , p. 59 ) . En
E n la Carta,
C arta , M Mandcville
a ndeville vava mmuyuy lejos
afirm ac ión de la armonía
en la afirmación arm onía artificial
artific ial de intereses en ccontra o ntra de su armonía
arm onía natural:
«Só lo la gente
«Sólo g ente estúpida im ag ina que el bien del todo
imagina tcxlo va
va pa rejo ccon
parejo o n el bien de cadac ada in d ivi
indivi-
em barg o la forma
duo.» Sin embargo fo rm a de esta propo sic ión es tal que n
proposición noo contradice
c o ntra dic e una afirm ac ió n
afirmación
m odera da de la armonla
mcxlerada arm onía natural
na tural ((como
c o m o la de m ás arriba p. 96
más ).
96).
101
10 1
Sea como fuere, es difícil escapar a la impresión de que estamos
ante una cuestión crucial. Lo que entre los contemporáneos de Man-
deville provocó un escándalo se nos aparece retrospectivamente como
una transición crítica. Voy a intentar ahora exponer algunos de sus as as-
pectos. E Ell propio autor implica en su su argumentación algunas equiva
equiva-
lencias entre dos sistemas, el sistema moral y el sistema económico,
que representan dos visiones del sistema social. En E n el sistema social de
la moralidad, vemos a los sujetos o agentes interiorizar el orden social
en forma de reglas morales, definiendo cada sujeto su conducta indi indi-
rectamente por referencia a la sociedad entera. E Enn el sistema econó-
econó
mico por el contrario, cada sujeto define su conducta por referencia
únicamente a su su interés propio, y la sociedad no es ya más que el me me-
canismo -o -o la «Mano invisible»- por el que los intereses se armonizan,
un mecanismo que al principio no es consciente pero que una vez des- des
cubierto, como en el caso de Mandeville, justificará la conducta egoís- egoís
ta, asocial, de cada uno. E En n otros términos, la transición de la morali
morali-
dad tradicional a la ética utilitaria -cuando sea plenamente realizada-
realizada--
representará la expulsión de la única y última forma en que, en el
mundo moderno, el todo social constreñía aún la conducta individual:
el individuo es libre, sus últimas cadenas han caído. Una transición si- si
milar, la registrada entre la ley natural y la filosofía utilitarista, parece
haber pasado más o menos inadvertida. Así, en la H Historia
istoria del análisis
Shumpeter supone una continuidad, y el utilitarismo lo ve simplemen-
simplemen
te como un desarrollo de la teoría del derecho natural. E ste enfoque
Este
oculta en realidad un cambio muy serio. Sin ninguna duda la teoría del
derecho natural ha servido grandemente a la emancipación del indivi indivi-
duo: en efecto, en él las instituciones sociales y políticas son conside
conside-
radas y discutidas por referencia a un estado ideal de naturaleza en el
que los hombres se consideran como individuos, y la teoría consiste
en intentar deducir los principios de la sociedad y de la política de las
características del individuo así dado. Pero hay en la teoría del dere- dere
cho natural, como en la moralidad tradicional, una referencia trascen trascen-
dente fundamentalmente normativa que desaparece en la filosofía utili utili-
tarista, y que es remplazada en ella por un criterio inmanente, empíri- empíri
co, a saber la máxima felicidad
felicidad del mayor número.
E ste es el tipo de transición que percibimos cuando vemos a Man
Este Man-
deville no hacer ya referencia a la moral, a la «sociedad» ideal del gé gé-
nero humano, a la manera de Locke, sino a la sociedad concreta. A
primera vista se tiene la impresión de una conquista sociológica, pero
no hay nada de eso, pues la sociedad concreta se resuelve en su solo
102
10 2
aspecto económico (y el bien social se identifica con la prosperidad o
el desarrollo económico). Y Y la sociedad se resuelve en econonúa economía por-
por
que iónicamente
únicamente se tiene en cuenta a individuos, es decir a hombres a
quienes se les han arrancado todos sus caracteres sociales: la reducción
de la sociedad a agentes individuales, que en el derecho natural era
ideal y normativa,
normaúva, se admite aquí incluso a nivel de la descripción pura y
simple de la vida social. ¿Quién
¿Q uién puede decir que nada ha ocurrido,
y que existe continuidad con los escolásticos medievales y su sano re re-
conocimiento de la totalidad social?
Algo queda opaco en la transición que discutimos: una heterogenei
heterogenei-
dad entre el punto de vista moral y el punto de vista económico que
no es sólo una cue!itión
cuestión de oposición entre lo real y lo ideal, y que po- po
demos captar mejor observando que se trata de una transición de las
relaciones entre hombres a las relaciones entre hombres y cosas; la
moral regula las relaciones entre hombres, se hallen o no implicados
los bienes,'mientras
bienes; mientras que Mandeville se fija en la ganancia, la riqueza,
la prosperidad material corno
como el corazón de la vida social. Puede con con-
siderarse que la ¥Fábula,
ábula} y especialmente el poema mismo, tratan de 1
cabo a rabo sobre este cambio de primacía: primada: la moralidad conviene
(quizás) a la sociedad pequeña y estancada de ayer, pero no a la socie- socie 1
dad grande y poderosa -la- la economía- de hoy. Veremos cómo Locke y
Hume se ocuparon de idéntico desplazamiento a niveles diferentes. Es
claro que se trata de un eje crucial en la transición de la ideología tra
dicional a la ideología moderna.
Es
tra- '
Pero es preciso que volvamos también a la cuestión de la relación
entre norma y hecho. Hume se lamenta de la confusión que ha encon- encon
trado entre los dos puntos de vista «en todo sistema de moralidad que
he encontrado hasta ahora» (T ( T reatise,
reatise, III, I,
1, I, in finé).
fine). Nuestros con-
con
temporáneos se lamentan con frecuencia de la ausencia de esta distin distin-
ción, en Hobbes o Locke por ejemplo; y disponernosdisponemos de un excelente
ensayo de Alasdair Maclntyre que muestra de modo convincente que
Hume no afirmó que la transición era imposible sino únicamente que no
debe pasar inadvertida o sin justificación, y que nos recuerda que la
distinción absoluta bajo cuyo influjo nos encontramosencontrarnos fue obra de
'
1
K ant (Maclntyre, 1971, cap. X
Kant III, cf. también la importante conclu
XIII, conclu-
sión pp. 123-124). ¿Dónde se sitúa Mandeville a este respecto? Hemos
visto que, sobrepujando a Bayle,
B ayle, separaba la norma moral, al mismo 1
tiempo que la religión, de la esfera de la vida real, preparando así sin
K ant. Al mismo tiempo, sin embargo, remite
duda alguna el camino a Kant. 1
de la norma al hecho, y encuentra a este último nivel que ciertas ac-
1
10 3
103
1 1 1
1
dones contrarias a la norma tienen resultados sociales satisfactorios:
ciones satisfactorios. ,;
Justifica así indirectamente el egoísmo. No podemos decir que el,,, el
egoísmo se convierta en la norma, pero si que la norma se sitúa en la
prosperidad pública, es decir esencialmente en la relación entre hom hom-
bres y cosas, en contradicción con la antigua norma que se refería a
las relaciones entre hombres. En E n este punto Mandeville reintroduce
subrepticiamente un salto inmediato del hecho a la norma: no se pre pre-
gunta si la prosperidad, en sí misma y comparada al precio de la co- co
rrupción general, es una buena cosa, o si es suficiente como finalidad · ·
propuesta a la acción humana. Para justificar la transición, se podría
identificar la prosperidad con la felicidad del mayor número, y estable-
estable
felicidad es el fin moral. Eso es lo que hizo
cer que esta felicidad lúzo muy pronto
Hutcheson, a pesar de su desacuerdo general con Mandeville, y más
tarde, explícitamente y en el lenguaje del interés, Hume.
Podemos volver ahora a la afirmación de Tufts y apreciar con más
precisión la verdad que contiene. Para empezar nos es preciso recono-recono
cer dos visiones de la sociedad en Mandeville: una visión contemporá
contemporá-
nea, en la que la sociedad se reduce de hecho a la economía, y una vi- vi
sión del origen o de los comienzos de la sociedad en la que, por más
que todo el razonamiento se base en la psicología del hombre contem- contem
poráneo, hay un reconocimiento general y vago del hecho de que el
hombre es lo que la sociedad hace de él. Este E ste reconocimiento repre
repre-
senta el apogeo del razonamiento abstracto de Mandeville, y aunque
se le puede considerar un germen posible de desarrollos sociológicos
futuros, no se le encuentra en la T abula misma, sino sólo en el segun-
Fábula segun
do volumen que representa un suplemento especulativ_o
especulativo completamen-
completamen
te distinto de la T abula , y que como tal no jugó papel alguno, que sepa-
Fábula, sepa
mos al menos, en el impacto que ésta tuvo en los lectores contempo-
contempo
ráneos. Es la otra visión, la visión contemporánea contenida en el pri pri-
mer volumen, la que constituye propiamente el mensaje de Mandevi Mandevi-
lle, y las observaciones que siguen se limitarán a ella.
E
Ell logro de Mandeville es más complejo de lo que Tufts ha creído.
Se pueden distinguir dos niveles, el uno descriptivo, el otro normati
normati-
vo. EEn n el plano de los hechos, es claro que, en contraste con Hobbes
por ejemplo, Mandeville admite la existencia de algo más allá y afuera
de cada hombre particular, que puede llamarse por esa razón algo «so- «so
cial». E
ciab>. se algo es el mecanismo por el que los intereses particulares se
Ese
armonizan: un mecanismo -como —como en el caso de Hobbes, pero a un ni- ni
vel no ya personal sino interpersonal, es decir no algo querido y pen- pen
sado por los hombres, sino algo que existe con independencia de ellos:
104
10 4
i
10 5
105
deductivo y normativo, de lo que yo llamaría el «complejo natural»: naturai;
derecho natural, religión natural, moralidad natural (Shaftesbury). Se
desemboca en el «radicalismo filosófico». Admitiendo con Maclntyre Maclntytc,
que en la tradición de Aristóteles la doctrina normativa está ligada a la
observación de los hechos morales, podríamos empezar por decir que
VI I I y el propio Mandeville han reajustado la norma a los he
el siglo XXVIII he-
chos modificados, pero el cambio va más lejos: por una parte Kant K ant
vendrá a desligar completamente la norma del hecho, por la otra
Bentham reducirá la moralidad a un cálculo de un tipo muy especial.
Para apreciar las diferentes dimensiones del cambio, podemos intentar
localizar a Mandeville
Mandcville en relación a algunos pensadores anteriores y
posteriores a él.
E n relación a Hobbes
En Hobbcs hay una gran continuidad, pero también una
ruptura notable. continuidad es evidente, bien
notable. La continuídad bien sea en la
la concepción
del hombre y su psicología, en el reconocimiento del gobierno oo de
del hombre y su psicología, en el reconocimiento del gobierno de lala
subordinación en la sociedad, e incluso en la teoría del origen artificial
Selby-Bigge llama la peor especie del hobbismo; el
de la moral, que Sclby-Bigge
.L eviathan es mencionado más de una vez, si bien adquiere, como he
Le11iatha11 he-
mos señalado, una nueva dimensión, una W1a dimensión económica. La
ruptura radica en la sustitución completa de la deducción (aún presen presen-
te en Locke)
Lock:e) por el empirismo.
Lejos de decir que el hombre no puede conocer más que lo que
hace, o, con Locke, lo que está en su espíritu, Mandeville remite de las
normas a los hechos observados: alU allí donde Hobbcs
Hobbes deduce la subordi-
subordi
nación, Mandeville induce la armonía económica. Al contrario que en
Hobbes, y de D
el artificialismo de Hobbcs, escartes, se nos invita a admitir la
Descartes,
existencia en la sociedad humana de un automatismo involuntario, de
un hecho natural.
La controversia contra Shaftesbury pone en evidencia el aspecto de
Mandeville que produjo escándalo: el hedonismo o el eudemonismo, el
placer o la felicidad como fines reales -si - si no explícitamente últimos-.
La felicidad había sido hasta entonces de modo predominante la san san-
ción natural de la ley moral, pero los protestantes habían tendido a se- se
parar las dos (Maclntyre). Mandeville
Mandcville profundiza
p~diza el divorcio y emanci-
emanci
pa el elemento subordinado. Pronto, el propio Hutcheson aceptará la
felicidad como el fin moral, «la utilidad como Wl un criterio de la virtud»
(Stephen, 1962, II, p. 52) y en la tradición inglesa el principio utilita
(Stephcn, utilita-
rio alcanzará el predominio, mientras que Kant, K ant, con el imperativo ca-ca
tegórico, reinstalará la moralidad cortándola definitivamente del do- do
minio de los hechos. Debemos, con Maclntyre, tener cuidado: cuando
10 6
106
pensamos en la moralidad, pensamos en la moralidad subjetiva kantia kantia-
na. Seamos justos con Mandeville: después de todo expresó en térmi térmi-
nos dramáticos esa separación entre bondad y felicidad que nos ha to to-
cado en suerte, y que habría sido incomprensible para Platón.
Quizá sea en relación con Locke cómo la innovación de Mandevi Mandevi-
lle se presente con mayor claridad. Mandeville sigue a Locke en mu mu-
chas cosas. A pesar de todo su relativismo, no estaría lejos de proclaprocla-
mar con Locke el «carácter eterno e irrevocable del bien y del mal»
(cf. II, 221-222); ello es notable pero no central. Más importante es el
hecho de que Mandeville desarrolle el método empírico de Locke, y
sui generis, sino
que como él tome el sentido moral no como primario y suigeneris,
como derivado. Pero Mandeville corta el nudo gordiano ante el que
Locke se había detenido. En hedonismo 7, la vo
E n Locke coexistían el hedonismo7, vo-
luntad de Dios como legislador, y la demostrabilidad deductiva, mate mate-
mática, de la moral. Mandeville desglosa el hedonismo y la moralidad
al tiempo que separa la moral de la religión. D Daa un carácter preciso al 1
hedonismo estableciendo la primacía de la relación del hombre con los
bienes sobre la relación entre los hombres- si no en principio, al me me-
1
nos en la vida real de una sociedad vasta y poderosa.
Alcanzamos aquí de nuevo lo que, en mi opinión, configura una con-
tinuidad mayor: Locke, Mandeville y Hume van en la misma dirección,
Locke reemplazando la subordinación por la prosperidad (más la obliga-
con
obliga
'
1
ción) como principio de la sociedad, Mandeville promoviendo implícita
implícita-
mente la prosperidad material al estatuto de un fin moral, Hume encon encon-
trando en el interés común el cimiento de la obligación moral y, aún
más directamente, haciendo de la propiedad y la justicia tal y como él la 1a
define el fundamento y el prototipo de la virtud social (T('T reatise,
reatise, II,
Il, 11).
t 1).
E n Hume la justicia debe su origen por una parte al egoísmo y a la ge
En ge-
nerosidad
nerosidad limitada de los hombres, por la otra al aJ hecho de que la natu natu-
raleza no provee a sus necesidades más que de manera limitada. No se
puede plantear más brutalmente y más ingenuamente la primacía de las
relaciones con las cosas sobre las relaciones entre hombres. E Esese es el
rasgo decisivo, el cambio en los valores que distingue la civilización mo mo-
derna de todas las otras y que corresponde a la primacía del enfoque
económico en nuestro universo ideológico. Este
E ste cambio es lo que Man Man-
deville expresó -cualesquiera que hayan sido sus convicciones intimas-
íntimas-
para sus contemporáneos y también para nosotros, en LLa fábula
a fá bula de las 1
abejas, o vicios privados, beneficios públicos.
1
77 Según
Seg ún Aa rsle ff, esto no es exacto,
Aarsleff, ex ac to, cf. más arriba ccap.
ap. 4, nota 7.
1 1
107
10 7
1
1
I
r
r
r
f
,. LA
LA RRIQUEZA
IQ U E Z A DDE
66
E L LAS
AS NNACIONES
A C IO N E S
DE
DE A ADAM
D A M SMITH;
SM IT H ;
L A TEORIA
LA T E O R I A DEL
D E L VALOR-TRABAJO
VAL O R -T R AB AJO
109
10 9
indivisiblemente una teoría jurídica del derecho de propiedad.» D Dee he-
he
cho, diga lo que diga Schwnpeter,
Schumpeter, en Locke hay al menos el germen
de una teoría del valor en esta proposición: ««...es ... es el trabajo el que en
verdad introduce la diferencia de valor en todas las cosas» y en su suposi- suposi
ción de que el trabajo constituye los 9/10 9/1 O o quizá los 99/100 del valor
de las mercancías (Two
('T m Treatises,
T reatises, II, § 40). ·
Halévy añadía: «Si Adam Smith sigue
Halévy afiadía: sigue...
... la tradición de Locke, ¿no
será porque obedece, conscientemente o no, a la misma preocupación
(concerniente a la propiedad)?», e insistía sobre los aspectos normati normati-
vos en Adam Smith. Myrdal ha subrayado el mismo punto; lo vere vere-
mos en nuestro detallado estudio del texto de Adam Smith en el que
aparecen algunos paralelos muy muy cercanos a Locke (cf. más adelante,
Anexo, § a}a, c). Volviendo a la observación de Halévy, el hecho de que
Adam Smith se haya alejado a este respecto de la visión tradicional y
de su maestro Hutcheson para seguir a Locke es importante, pues R Ri-i
cardo le iba a seguir los pasos, de suerte que puede decirse que Adam
Smith dio aquí el primer paso en lo que Schumpeter llama el «rodeo ri-
cardiano».
E
Enn lo que concierne al vínculo entre QuesnayQ uesnay y Adam Smith, esta- esta
mos en terreno seguro, gracias sobre todo a tres autores: en primer lu- lu
gar el editor de Smith, E dwin Cannan, pero también Marx y Schum-
Edwin Schum
peter. Cannan ha publicado con arreglo al manuscrito de un estudian- estudian
te las Lecciones de Adam Smith sobre «la justicia, la policía, la renta y
las armas» de 1763, o sea trece años antes de la publicación de LLa ri-
a ri
queza de las naciones (Smith, 1896), en las que como el título indica --te- te
niendo en cuenta el sentido muy muy amplio de la palabra «policía»- lo
económico no ha sido aún desgajado del arte del hombre de Estado. E stado.
E stas lecciones son preciosas para recomponer el progreso de las ideas
Estas
de Smith. Un borrador mucho más tardío de la R iq uez a, relativamente
Riqueza,
corto e incompleto, ha sido publicado más recientemente (Scott,
1937).
19 3 7). Según el editor este borrador es anterior al viaje del autor al
continente, donde encontró en particular a Quesnay y algunos de sus
discípulos. EEss posible de este modo medir de alguna manera el impac impac-
to de este encuentro sobre LLaa riquez la s naciones tal como quedó.
riquezaa de las
D
Dee hecho, desde antes del descubrimiento de las Lecciones, Cannan
había lanzado la hipótesis de esta influencia en ciertos aspectos, en es- es
pecial el esquema de distribución «inserto» por Smith en la mitad del
sexto capítulo del primer libro (Cannan, H istoria, 1898, pp. 186-188),
Historia,
y el texto de las Lecciones no hace sino confirmar y ampliar esta vi vi-
sión. EEnn las introducciones de Cannan a las Lecciones (1896) y a la
110
,R
Riqueza X X IX ss.) encontramos así, junto a una concor-
iq uez a (1904, pp. XXIX concor
dancia precisa entre los dos textos, un reconocimiento claro de la ma ma-
nera en que el conocimiento de Q uesnay y de su teoría ha entrado en
Quesnay
la composición por Smith de la R Riqueztz la s naciones. La influencia es
iqueza de las
en verdad considerable 1•
considerable1.
Naturalmente ya antes se tenía una cierta idea de ello; la exposición
del sistema fisiocrático o «sistema agrícola» en el libro IV (cap. IX) IX ) -a
-a
continuación de la exposición mucho más larga del «sistema comercial
o mercantil»- bien caracterizada por Schumpeter (1954, p. 186) como
superior», pasajes aislados y a veces contradicciones resul
«benévola y superiorn, resul-
tantes, como observó Marx, de que Smith yuxtapone una teoría fisio-
crática a la suya propia (por ejemplo II, 11, § 2: «la totalidad del pro pro-
ducto anual de la tierra y del trabajo de cada país país...»),
... »), la preocupación
por la distinción entre el trabajo productivo y el trabajo improductivo
(II, cap. III) heredada de Quesnay
Q uesnay y que estaba destinada a tener larga
vida1
vida 2,2
, todo ello ponía de relieve, para Marx por ejemplo, el vínculo 1
Q uesnay y Smith.
entre Quesnay
Pero la comparación con las Lecciones aporta hechos más decisi- decisi 1
vos. Así en el plan mismo de la obra: al Libro I, que es esencialmente
de la incumbencia de Smith y basa todo en el trabajo, le sigue el Libro 1
II que trata del capital y que se parece mucho a un nuevo comienzo
con, como ha observado Cannan, una introducción que ofrece una
transición un tanto embrollada. Schumpeter explica (p. 565): Smith ha
tomado prestada a Quesnay
Q uesnay la concepción de una «economía de antici- antici
pos» -en oposición a una «economía de sincronización», su modelo
pos»
global del proceso económico es quesnayano-. E llo se debe también a
Ello
otro aspecto sobre el que Marx ha llamado la atención: la distinción
neta entre la producción (el «producto anual» de Quesnay) y los otros
aspectos del proceso (la «distribución») sobrevive a la transición de la
tierra al trabajo como factor esencial en la «producción».
11 Se han recuperado
rec uperado otras versiones de las Lecciones
L ec c iones de Ada
Adamm Smith
Sm ith que n
noo he podi
podi-
do ve
ver) ViNER, en RAE
r) VINER, R A E 1965). Mee cuesta
19 6 5 ) . M c uesta ccomprender
om prender la opinión opuesta, según la cual
c ual
la influe nc ia de Quesnay
influencia Q uesnay habría sido exagerada.
22 Cf.
C f. la larg uísim a discusión
larguísima disc usión de M Marx a rx en Mehrwert.
Mehrwerr. LLaa nec esidad de esta peligrosa
necesidad pelig rosa dis-
dis
tinc ió n entre trabajo pro
tinción duc tivo y trabajo im
productivo pro duc tivo en una implicación
improductivo im plic ac ión del acento
ac ento
puesto en la pro
vie nte no produc
viente produce.
duc c ión como
producción
e. H
c om o relac
relación
asta nuestros días
Hasta
ión ((particular)
partic ular) entre el hombre
hom bre y las cosas.
c ateg oría de «servicios»
dlas la categorla
c osas. U
«se rvic ios» se adjunta sec
Unn sir-
sir
undaria e
secundaria
1
iló g ic am ente a la categorla
ilógicamente c ateg oría mayor
m ayor y clara
c lara (en esa escuela
esc uela de pensam iento) de «bienes». E
pensamiento) Ess
una rela c ió n jerárquic
relación jerárquicaa no reconocida
rec onoc ida comoc om o tal (c f. An
(cf. e x o , pp. 233-234).
Anexo, 233-234) . M Marxa rx expresa 1
c la ra m ente la situación
claramente situac ión inversa, cf.
c f. cita
c ita más arriba p. 218. 2 18 .
1
111
1
1
33 El Eestudio
l estudio textual
textual (en(en Ane x omostrará
Anexo) ) m o strará
queque la teoríaconsiderada
la teoría, , c onsiderada
conc osu
n su c o ntex to
contexto
inm ediato, depende del tex
inmediato, to de Locke.
texto L oc ke. Al
A l decir
dec ir sumariamente
sum ariam ente que «viene de L oc ke»,
Locke»,
entiendo que ni minimizo
m inim izo la originalidad
orig inalidad de AdaAdam m Snúth
Sm ith ni o lvid o cuán
olvido c uán extendida
ex tendida se ha-ha
llaba la idea general
g eneral de que el trabajo es la fuente de la riqueza o cconstituye onstituye la riqueza.
riqueza, A
All
m arg en de M
margen andeville y otros
Mandeville otro s (cf,
(cf. L eslie STEPHEN, 1962,
Leslie 19 6 2 , II, pp. 245,
2 4 5 , 253-254)
2 5 3 - 2 5 4 ) debemos
debem os
a M a rx una prec
Marx iosa referencia
preciosa B erkeley en The Querist,
referenc ia a Berkeley 17 5 0 , cuestión
Querisr, 1750, c uestión 38, 3 8 , que parec
parecee .
indic ar que la idea era m
indicar uy apreciada
muy aprec iada p o r los pensadores del período
por (MARX, Mehrwert
período (MARx, Mehrwerl ·
[cf. cap. 7, nota 2] alem án Werke, 26.l,
2) en alemán 26 .1, p. 3346;
4 6 ; trad. fr. vo l. IIV,
vol. V, p. 44 ).
44).
112
iil
,}'. ..
.
F
r E
.
Esta
sta teoría sólo en germen se halla presente en las Lecciones de 1763.
,, No encuentro más que dos proposiciones: «En «E n una nación salvaje cada
cual goza del fruto total de su su propio trabajo» (p. 162) y «...el«... el trabajo,
no el dinero, es la verdadera medida del valor» valon> (p. 190, es uno de los
escasos pasajes -¿el
-éel único?- en que la palabra «valor» aparece en este
texto). Estas
E stas dos afirmaciones volverán a encontrarse en la elaborada
construcción de la R iqueza. Además, por el lado negativo, la idea de
Riqueza.
«precio natural» se extiende aquí al trabajo en un pasaje (p. 176) que,
en la medida que constituye la última palabra sobre el salario, contras- contras
ta fuertemente con el interés que manifiesta Smith por esta cuestión
en la RRiqueza
iqueza de las naciones;; prueba de ello es por ejemplo la larga en-
la s naciones en
cuesta empírica del Libro I cap. VIII. Incluso en el borrador más tar tar-
dío está ausente la teoría del valor-trabajo. E Ell hecho es tanto más sor- sor
prendente por cuanto que el desarrollo relativo a la división del traba traba-
jo figura en estos textos desde el el principio, de acuerdo por lo demás
con la tradición inglesa. Resulta tentador suponer que fue el encuen- encuen
tro con Quesnay
Q uesnay lo que impulsó a .Adam Adam Smith, en virtud de su oposi- oposi
Q uesnay, a desarrollar sus atisbos de 1763
ción a la teoría agrícola de Quesnay,
en una teoría articulada. E En n relación a Quesnay,
Q uesnay, Adam Smith opera
una sustitución del valor de uso por d el valor de cambio. Para Ques- Q ues
nay, la riqueza consiste esencialmente en los valores de uso que la na na-
turaleza suministra para las necesidades del hombre. E Ell trabajo debe
ayudar a la naturaleza, pero es un punto secundario. Adam Smith des- des
pacha en algunas líneas el valor de uso (l, (I, IV, in fine) yy funda
fw1da la rique
rique-
za en el valor de cambio creado por el trabajo. La noción se elabora
partiendo del estado de naturaleza de Locke, como se verá en el estu- estu
dio textual, en anexo.
Henos pues aquí, dada la dirección de nuestro interés, naturalmente
atraídos -se diría que por una mano invisib le- hacia la teoría del valor
invisible-
de Adam Smith. La cuestión es central también en cuanto a la rela rela-
ción entre Smith y los que iban a seguirle, pudiéndose así trazar una
continuidad desde Locke a Marx por mediación de Smith y Ricardo.
E
Ess claro que esta continuidad se halla en estrecha relación con los va va-
lores fundamentales de estos autores, y como ha señalado Myrdal es
sintomático el doble sentido de la palabra valor, valor: he ahí
alú pues una región
en la que cristalizan por decirlo así los temas que nos interesan. Ade Ade-
más, el asunto es muy
muy problemático: Adam Smith ha sido acusado de ele
incoherencia por sus propios adeptos, y no parece haber sido com- com
prendido hasta ahora con la excepción, quizá parcial, de Marx. E ste es
Este
pues un terreno privilegiado para poner a prueba nuestra marcha: to-
113
113
mando ,a Adrun
pólogo
pólogo ~on
Adam Srrúth
con un
Smith eompletrunente
un buen
completamente en seáo,
buen informador, aceptando su
informador, aceptando su preocupación
pr:_ocupa~ión como
,ni,:1
serio, como lo hace el antro
como lo lo }'fi
¿podemos, con la ayuda de nuestro pequeño
que es, <:podemos, equipo de herra
pequeno eqwpo herra- " ;;
mientas, dar un sentido a un conjunto de proposiciones que han ejerci
ejerci- /;':_~
do una gran influencia aun cuando pasaban por contradecirse unas a \J
otras? .,
O tro incentivo reside en la fascinación ejercida sobre la mentalidad
Otro
moderna por la teoría del valor como algo basado en la cantidad de
trabajo. Se comprende fácilmente el fenómeno, si nos fijamos no en
la teoría definitiva de Marx, sino en una forma
fonna marxista vulgar de la
misma: que todas las mercancías, puesto que se intercambian una por
otra en el mercado en ciertas proporciones, deben necesariamente
contener una sola y misma cosa -un —un algo social por encima del merca
merca-
do—en las mismas proporciones, esto es algo que se le antoja evidente
do-
a un espíritu acostwnbrado
acostumbrado a pensar en un lenguaje de sustancias y no
en un lenguaje de relaciones. E Ell hecho de que haya más valor al final
del proceso de trabajo que al comienzo se comprende fácilmente como
una «plus-valía» si se admite que el trabajo es una mercancía -la—la única
mercancía- que puede producir un valor mayor que el suyo propio. E Ell
argumento es impermeable -y - y naturalmente la idea del hombre como
un individuo que actúa de modo creador sobre una parte de su medio
no disgusta nada al pensamiento individualista.
Resulta divertido señalar un paralelo antropológico inesperado en
un elemento del ensayo clásico de Mauss sobre el don que Lévi-
Strauss ha criticado (Mauss, 191950,
50, pp. X X X VIII ss.
XXXVIII ss.).
). Mauss encuen
encuen-
tra una noción maorí, el hau, una cualidad inherente a los objetos y
que explicaría todas las obligaciones (de dar, de devolver, etc.) que ha
observado en relación con el complejo intercambio de dones. E Ell críti-
críti
co observa que esta solución es falaciosa, en particular porque no hay hay
ninguna ventaja en remitir un complejo de relaciones a una supuesta
sustancia que no será nada distinto a la reificación o la hipóstasis de
las relaciones mismas.
114
E l trabajo anual de toda nación
El nac ión es la tierra, el caudal
c audal que en el origen
orig en le abastece
abastec e to
to-
das las nec esidades y todos los encantos
necesidades enc antos de la vida...
vida ...
4
4 Adam
Ada m Smith
Sm ith se ve a si sí m ism o en el interior de una econorrúa
mismo ec onom ía en desarrollo
desarrollo,, tanto a
c o rto plazo como
corto c om o a escala de la historia de la humanidad. Seil.ala Señala tam bién en su m
también edio la
medio
tendenc
tendencia ia correspondiente:
c orrespondiente: « «...el
... el deseo de mejorar
m ejorar nuestra condición,
c ondic ión, un deseo que, aunque
g eneralm ente tranquilo y desprovisto de pasión, nos surge antes dd
generalmente del nac im iento y
nacimiento y no nos
abandona hasta la tumba», siendo los m medios
edios m másás corrientes
c orrientes para alcanzar
alc anzar ese fin «un au- au
m ento de fortuna» obtenido en la m
mento ayoría de los casos m
mayor/a ediante el
mediante d aahorro
ho rro y y la acumula
acumula-
ción. {Wealtb, IJ;
c ión. (Wealth, ü ; 3;
3 ; 1904,
19 0 4 , vol. I, pp. 3323-324;
2 3 - 3 2 4 ; cf. H a l é v y , I, p. 16
HALEVY, 1611 yy p. 3334,
3 4 , n. 7.)
55 Schumpeter,
Sc hum peter, después de M {Capital, I, XIV,
a rx (Capital,
Marx X I V , m,
DI, n. c.) nos dice que SmithSm ith no añadió 1
nada a Petty
P etty sobre este tem temaa (1954,
( 19 5 4 , p. 214)
2 14 )
1 1
115
115
1
halla ahí el primer ejemplo de otro rasgo muy frecuente, y característi-característi
co de la R iq uez a, me refiero a la asociación entre el trabajo y el cam
Riquez,a, cam-.c
bio, una asociación tan estrecha que invita a la reflexión. Así al co co-J
capítulo N
mienzo del capitulo IV (fin del §_
§ I) la importancia del cambio en nues nues~/
tra sociedad conduce a Adam Smith a escribir: «cada hombre se con con-·
vierte en alguna medida en un mercader» (cf. aquí el Anexo, § b).
E l primer capítulo es una especie de himno a la división del trabajo
El
y a su progreso: un campesino inglés vive mucho mejor que un rey
africano. Como he dicho, el tema se había convertido en una especie
de lugar común; sirva Locke de prueba para el rasgo que acabamos de
(B onar, 1927, p. 93
citar (Bonar, 93).
). Smith va más lejos: el proceso tiene resulta
resulta-
dos morales, pues el precio real del trabajo (distinto de su precio no no-
minal) se incrementa en este proceso y el trabajador ve mejorar su
suerte en proporción a la productividad creciente de su trabajo, lo cual
se adecúa a la equidad (1, (I, VIII; 1904,
1 9 0 4 ,1,
I, p. 80).
Los tres primeros capítulos del primer libro tratan de la división del
trabajo en sí misma y en relación con la extensión del mercado, el ca- ca
pítulo cuarto está consagrado a la moneda — una necesidad técnica-
-una técnica—y
los tres capítulos siguientes tratan del valor (el (el valor de cambio) y del
precio. El E l orden no es en modo alguno lineal: el capítulo V afirma
esencialmente que el valor consiste en trabajo, y que sólo el trabajo
puede realmente medirlo -afirmación metafísica en suma-. E Ell capítulo
VII por el contrario es empírico: describe la oscilación del precio (de (
mercado) en torno a lo que según la observación se define como el
precio «natural». Entre E ntre ambos, el capítulo VI intenta presentar tan ló ló-
gicamente como le es posible la transición del capítulo V V,, metafísico,
capítulo VII, empírico.
al capitulo
La teoría del valor-trabajo se articula así en algunos parágrafos de
los capítulos V y -sobre todo- VI que dada su dificultad hay que con con-
siderar con detenimiento. Remito al lector al anexo (más adelante, pp.
228 ss.) al que he relegado el detalle de la indispensable explicación
textual con objeto de hacer un poco menos pesado el presente desa desa-
rrollo. ElE l lector que lo desee puede prescindir de este anexo, al que
sólo con mesura haré referencia; pero no debe hacerlo si quiere verifi verifi-
car en qué medida las afirmaciones del texto se justifican en detalle.
Para alcanzar el principio del valor, Adam Smith parte de lo que es
de hecho el estado de naturaleza. Como Locke en el caso de la propie propie-
dad, encuentra ese principio en el trabajo: el castor valdrá dos ciervos
«si cuesta habitualmente dos veces más trabajo» el matarlo. Intenta
,<si
luego aplicar este descubrimiento al estado de cosas civilizado o con con-
116
116
temporáneo. Se le ha acusado de incoherencia en ese desarrollo. E
temporáneo* En n su
definición del valor hay una wia transición desde la cantidad de trabajo
contenida o incorporada en wia una mercancía a la cantidad de trabajo que
su poseedor puede obtener a cambio de esa mercancía, directa o indi indi-
rectamente: la cantidad gue que mediante ese cambio puede «procurarse o
dominar». Es sabido gue que agui
aquí se sitúa la ramificación en la que Ricar
Ricar-
do y Malthus optaron por vías diferentes (Schumpeter, 1954, p. 590).
Cabe preguntarse por gué qué Adam Smith introdujo su segunda fór fór-
E n las condiciones iniciales del trueque
mula. En truegue las dos fórmulas son
equivalentes, pero la segunda es superior en dos sentidos: en primer
eguivalentes,
término, en el plano abstracto, engloba la producción y el cambio, cambio, y con
arreglo a lo que
gue hemos dicho del vínculo entre ambos en Smith pode- pode
mos suponer gue que ello constituye para él una wia ventaja nada despreciable.
Además y sobre todo, sólo la segunda fórmula permite, en el marco ma rco de la
la
concepción de AAdam Smitb,, la generalización del estado de cosas original
dam Smith
al estado de cosas civilizado. E n este último, el precio de una mercan
En mercan-
cía está constituido por tres elementos (por ejemplo Anexo, § e; 1904,
p. 52) y «el salario, la ganancia y la renta son las tres fuentes origina-,
les de todo ingreso así como también de todo valor intercambiable»
((1904, 54).
1904, p. 54 ). E sto es de hecho la fórmula
Esto fórmula operatoria de Smith, que gue no
tiene nada gue
que ver con la teoría de la cantidad de trabajo. Sin embar- embar
go, en el capítulo VJ,Vl, cuando intenta efectuar la transición de la teoría
a la práctica, concluye afirmando gue que en último análisis el trabajo
mide el valor de todos esos elementos (Anexo, § e)\ e); ahora bien, esto
sólo es posible gracias a la segunda fórmula, gue que es así la única gue que
permite a Smith proclamar gue que el trabajo es la sustancia última de la
que están hechas todas esas cosas.
gue
E
Enn sus comparaciones reales, utiliza el trigo para períodos largos, la
moneda para períodos cortos, y en modo alguno el trabajo. Pero para él
se trata de algo más gueque una cuestión de medida, se trata de la esencia de
la producción, o más precisamente de una W1a sustancia productiva única.
E videntemente para él es esencial que
Evidentemente gue se vea la situación real aa la luz de la
norma derivada del estado «original». Como dice Schumpeter, la norma es
meta-económica; sin embargo, podemos estar seguros, el mensaje de
que esta norma era
Smith es gue era de la mayor importancia para él.
Pero, si bien es esa la perspectiva de conjunto en la que Adam
Smith solicita gueque se le lea, al trazarla he dejado de lado la dificultad
principal, gue
que ahora nos es preciso afrontar. No comprendemos — -yy
tampoco lo comprendía R ic ardo -po
Ricarder- porr gué
qué Adam Smith encontró su
primera definición, la definición por el trabajo contenido, inaplicable
1117
17
al proceso observado de hecho. Además, expresó esta dificultad en un\ un
lenguaje que es a la vez complicado y, para nosotros, contradictorio( contradictorio
(cf. Anexo, § e, e , segunda parte). Se trata de un parágrafo recurrente ·
que está compuesto de dos partes, digamos la parte A y la parte B. La
parte AA. afirma brevemente que el trabajador debe dividir el producto
de su trabajo con su patrón. Ciertamente esto representa una modifi modifi-
cación del estado original en el que conservaba la totalidad para sf sí
mismo. Pero la parte B B dice, oo pa
parece decir, que la cantidad de trabajo
rece decir,
contenido en ella no constituye todo el valor de una mercancía: «una
cantidad adicional debe ser reservada para la ganancia del capital...».
Podría suponerse a primera vista que la parte A es la verdadera pro pro-
posición de Smith, y la parte B B una proposición de influencia fisiocrá-
(¡hay que pensar en el capital!) pero esto no puede bastar. D
tica (ihay Dee he
he-
cho, en la parte B, j B , la expresión «la cantidad de trabajo...
trabajo ... empleada en
adquirir o en producir una mercancía» designa el salario pagado al
obrero productor de esa mercancía, o más exactamente el valor de ese
salario. Adam Smith aparenta así confundir el valor del salario con el
valor producido por el obrero. Naturalmente no los confunde, y pue pue-
de de ese modo yuxtaponer la parte B B a la parte A A.. Como se verá en
el Anexo, §fJ, la parte B puede considerarse como una proposición re re-
lativa al precio pero expresada en lenguaje de valor. va lor. Se la puede formu
formu-
lar como una ecuación (Anexo, § g):
Q
J2 i1 + renta) = Q
ganancia (+ renta)=
+ganancia(+ <¿2
2
en la
la que Qj2?1 (cantidad de trabajo n.°
n. 0 1) representa el salario y Q 22 (canti-
(canti
dad de trabajo n.°n. 2) representa, por asf
0 así decirlo, el precio en trabajo de la
mercancía producida. La ecuación, es decir la parte B, JB, presenta únicamen
únicamen-
te la escena contemporánea, pero expresada en un lenguaje (cantidad de
trabajo) destinado a acercarla lo más posible, por medio de la definición
del valor, a la situación original. La parte esencial de la proposición co co-
rresponde en la ecuación a ·<<=«= Q2», es decir: la mercancía se cambia contra
una cierta cantidad de trabajo (definición del trabajo a a través del cambio).
Pero queda en pie nuestra pregunta: ¿por qué Adam Smith ha pensado
que esta ecuación contradecía su primera definición del valor, el el valor en
produaión,, o contenido en la mercancía?
la producción
E s hora ya de volvernos hacia Marx, que tiene mucho que decirnos
Es
sobre esta cuestión. Le preocupaba mucho y, en sus notas manuscritas
sobre la historia de la economía política publicadas con el título de
«T eorías de la plusvalía» (Theorien
«Teorías (T heorien iiber
über den Mehrwert),
M eh rwrt), que están consi-
118
deradas como un borrador para lo que debía debla constituir el Libro cuarto
C a pita l, discute este punto por lo menos tres veces6,
del Capital, veces 6, primero a
propósito de Adam Smith, luego de nuevo en el estudio sobre Ricar Ricar-
do, en primer lugar a propósito del «costo de producción» (Kosten- (R osten-
ppreis ), y aún una vez más a propósito de la teoría de la renta. Es carac
reis), carac-
terístico que en este último lugar Marx no sólo retorne de la renta al
valor, sino que se remonte hasta el mismísimo plano del primer Libro
de LLaa riqueza
riquez a de la naciones, en un esfuerzo renovado por captar el mo-
lass naciones, mo
vimiento del pensamiento de Adam Smith. E Enn mi opinión no lo con-
con
sigue del todo porque, como Schumpeter, está preocupado al mismo
tiempo por separar lo que es analíticamente sano de lo que no lo es.
Marx se preocupa extensamente de las contradicciones de Adam
aísla la razón de algunas de ellas, como la yuxtaposición ya
Smith, aisla
mencionada aquí de una teoría fisiocrática a la suya propia, y caracte-caracte
riza repetidamente el principio primero de estas contradicciones:
1
E
Ell propio
pro pio Smith
Sm ith con
c o n una gran ing enuidad vive
ingenuidad vive en una contradicción
c ontradic c ión perm anente. P
permanente. or
Por
una pa
oculta
rte desprende las relac
parte
oc ulta del sistema burgués.
sistem a burg ués. PPor
iones internas de las categor/as
relaciones
o r otra
o tra parte y y junto
c ateg orías económicas
junto a ello,
ec onóm ic as o la estruc
ello , describe
desc ribe sus relac
relaciones
iones aparen-
tura
estructura
aparen
1
tes dadas en las m anifestac iones de la cconcurrencia
manifestaciones o nc urrenc ia tal y y ccomo
om o se le aparecen
aparec en al observa-
o bse rva
dor nnoo cientlfico,
c ientífic o, o a cualquiera
c ualquiera que esté interesado y enc e rrado en el pro
y encerrado c eso de la pro-
proceso p ro
1
duc c ión burg
ducción burguesa {Werke, 226.2,
uesa (Wtrkt, 6 . 2 , p. 162).
16 2 ) .
Sm ith por
Smirh p o r una parte
pa rte expresa
ex presa el alma
alm a del agente de la pro duc c ió n capitalista
producción c apitalista y expone
ex pone
c osas pura y
las cosas sim plem ente tal y
y simplemente c om o se le aparecen,
y como aparec en, tal y c om o las piensa y
y como y tal yy
c om o se halla determinado
como determ inado po porr ellas en su prác tic a, y
práctica, y tal como
c om o de hec ho se pro
hecho duc en se-
producen se
gún todas las apariencias,
aparienc ias, m ientras que p
mientras o r otra
por o tra pa rte re
parte vela aquí y
revela y allá la relac ión m
relación másás
pro funda , y
profunda, c onstituye el gran enc
y su ingenuidad constituye encanto {ibíd., p. 2217).
a nto de su libro (ibíd., 17 ) .
L as contradicciones
Las c ontradic c io nes de Adam
Ada m Smith
Sm ith son significativas
signific ativas po
porr lo siguiente: contienen
c ontienen pro-
p ro
blem as, proble
blemas, m as que ciertamente
problemas c iertam ente no resuelve pero que ex presa contradiciéndose
expresa c ontradic iéndose él
m ism o. L
mismo. Loo que m ejor revela que tiene
mejor instintivam ente razón es que sus disc
tiene instintivamente ípulos se
discípulos
oponen unos a otros
o tro s adoptando cada
c ada ccual
ual uno u otro
o tro aspecto {ibíd., p. 12
aspec to (ibíd., 1) .
121).
1
66 La Lreferencia
a refe rencesia a a Mehrewert
esMthr1»1trf (sobre el tratamiento
( sobre el tratam ientode de
las las referenc iaasMane,
referencias a M a rx , vecap.
ver r cap.
7, n. 2).
y
2) . L
3 4 1 ss. E
y 341
o s desarrollos
Los desarrollo s m
Ell orden de m
ás largos
más larg os son, en las Wtrkt:
aterias es diferente
materias dife rente en la tra
Werke\ 226.1,
6 . 1, pp. 440-60;
duc c ión de M
traducción
0 - 6 0 ; 226.2,
6 . 2 , pp. 214
o lito r según la ve
Molitor
2 14 ss.
rsió n
versión
1
de Ka utsky (!,
Kautsky (I, 161-191; lll, 7, 92-93,
16 1- 19 1; III, 9 2 - 9 3 , 88-118, 137
8 8 - 118 , 13 7 ss; IIV,
V, 199-206).
19 9 - 2 0 6 ) .
1
119
119
1
E ste juicio más o menos final de Marx, que corona una larga lucha
Este lucha(
con cada detalle de LLaa riqueza
riq11ez_a de las naciones,, este juicio es muy satisfac-
la s naciones satisfac ~:
torio no sólo en lo concerniente a Adam Smith sino también en lo -':
concerniente a la perspicacia del propio analista, y aún más: justifica '
nuestro presente esfuerzo y corresponde al sentimiento que invade a
quien intenta tomar a Adam Smith tal y como se ofrece, incluso en es- es
cala limitada. Se trata aquí en suma de justificar la percepción de
Marx.
Resúmanos
Resumanos muy brevemente lo que Marx dice a propósito de nues nues-
tro problema. Según él, hay hay una verdad escondida en las confusas for for-
mulaciones de Smith que Ricardo no ha visto. Lo que Smith tiene in
mente no es simplemente el cambio de una mercancía por otra, sino
especialmente entre el patrón capitalista y el obrero, un cambio de
bienes, o de dinero — es decir, de trabajo realizado o solidificado-
-es solidificado-- por
trabajo vivo. Recordemos en efecto la expresión favorita de Adam
Smith: «procurarse o dominar» trabajo (to purcha p11rchasse
sse or command .. .labo11r).
command.Jabour).
Ahora bien, es cierto, nos dice Marx en sustancia, que en este inter inter-
cambio particular la cantidad de trabajo contenida en el salario que el
capitalista paga es menor que la cantidad de trabajo que el trabajador
ofrece a cambio, y gueque esta diferencia, o en el lenguaje de Smith esta
-correspondiente a la plusvalía de Marx-
cantidad adicional -i:Orrespondiente Marx-- «debe ser
añadida» para dar cuenta de la ganancia del capitalista. E sta proposi
Esta proposi-
ción de Marx sigue de cerca a la de Adam Smith, y la educación de
más arriba puede ciertamente leerse de esta manera, especialmente
porque
porgue Q Q 22 debe representar trabajo y no una mercancíamercanda ((cuyo
cuyo precio o
valor se descompondría de nuevo en los tres elementos). elemento_s).
Sin embargo, si eso es realmente lo que Adam Smith quiere decir,
¿por qué lo expresa en un lenguaje tan obscuro? ¿Por qué recurre al
valor a través del cambio y abandona el valor en la producción? ¿Por
qué confunde -o -o más bien parece confundir—
confundir- el valor creado por el
trabajo con el valor del trabajo (el salario)? Porque, dice Marx, no ha
distinguido del trabajo la fuerza de trabajo (Arbeitsvmnogm)
(A rbeitsvermögen) que es lo
que el patrón compra de hecho. E
gue Enn conjunto, Marx no defiende la
proposición de Smith tal y como es, muestra únicamente que, por con con-
fusa
fusa que sea, ofrece un sentido desde su propio punto de vista ((el el de
Marx).
¿Podemos ir más lejos , y dar cuenta más completamente de la pro
¿podemos pro-
posición de Smith? Si, como concluyo en el Anexo (§ g), no sólo el
acento en el trabajo como medida del valor, sino también la preferen preferen-
cia por la definición del valor a través del cambio tienen su raíz en la
120
: proposición
proposicióiio o ecuación que hemos aislado, ¿por qué Smith no se con- con
. tentó con la proposición espeá a l que habría podido según Marx poner
especial
en circulación y por qué insistió en reducirla a una proposición general genera l
que, además de resultar muy incómoda, conduce a desarrollos dudosos
(el trabajo como medida, el valor a través del cambio)? éFue ¿Fue más perspers-
picaz que Ricardo, percibió oscuramente lo que iba a convertirse más
tarde en las implicaciones socialistas de su tesis ontológica,
ontològica, la contra-
contra
dicción entre ésta y la visión liberal fundada
fundada en la propiedad? ¿se ¿Se con-
con
tentó con pagar por alto la dificultad y afirmar a un nivel superior
únicamente -el nivel de la «medida»- los derechos del trabajo? Tales T ales
serían gratuitas. Había quizás otra salida: hubiera podido
suposiciones sedan
imaginarse que no sólo el «trabajo vivo» sino también el «trabajo reali- reali
zado» terna
tenía en ciertas condiciones -en tanto que capital-
capital—la facultad de
producir valor. ¿No es posible que John Locke se hubiera comprome- comprome
tido en esta vía? De hecho encontramos que un autor subsiguiente
procedió así para mejorar la teoría de Ricardo (Schumpeter, 1954,
p. 595, n.n. 16).
Resulta más seguro partir de la visión de Marx sobre la contradiccontradic-
ción ubicua de Adam Smith y preguntarse por qué Adam Smith esco- esco
gió quedarse en las «apariencias» en este caso particular.
Pienso que en el Anexo (g) he mostrado que las dos partes A y B B
del parágrafo que nos interesa operan la transición del estado original
al estado civilizado, cada una desde el punto de vista de un rol deter deter-
minado, como diríamos hoy. La parte A identifica al obrero moderno
productor:: «todo el producto del tra
con el cazador original en tanto que productor tra-
bajo pertenece (o no pertenece) al trabajador». La parte J3, B, por su parpar-
te, identifica al patrón capitalista con el cazador original en tanto qque ue
,¡··.
cambista : en un primer momento gasta un salario como el cazador
cambista:
gastaba su esfuerzo, con objeto de procurarse un bien, en un segundo
momento cambia el producto como el cazador cambiaba su presa.
Desde este punto de vista, no sólo las dos partes A yy B contra
noo son contra-
B n
dictorias, sino que son conjuntamente necesarias para operar la transi transi-
ción completa del estado original al estado contemporáneo. E stá claro
Está
que el trabajo y el cambio considerados a la vez
gue ve2 están en el centro del
pensamiento de Adam Smith. Hemos visto más arriba (pp. 115-116) y
mejor aún en otro lugar (Anexo, 1.• 1.a parte) cómo esta pareja discurre
como un hilo rojo a través de todo el comienzo de la RRiqueza. iq uez a. Nos es
preciso pues alejar de nuestra mente la relación más sutil entre pro pro-
ducción y cambio que introducirán los sucesores e intentar seguir fiel fiel-
mente la visión propia de Adam Smith.
121
12 1
¿Q ué vemos al nivel de la observación de los hechos económicos?
¿Qué
T ransacciones. E
Transacciones. Enn relación con la producción
producción,, la transacción consiste eá
en '
el pago de un salario o cambio de la entrega de un trabajo: el trabajo ?t,\t
se compra·
compra por el patrón, podemos
pode~os suponerlo, en. Y esto es ·,·;{i
en su valor. Y
todo, todo lo que podemos decu decir de la «producción». Para aprender · i''.1
más, tenemos que ir al mercado en el que la mercancía producida se :~:~
cambia por otras; es allí donde podemos descubrir su su precio, y por . '-~¡
consiguiente su su valor, es decir una «cantidad de trabajo» que podemos
comparar con la que hemos descubierto en la producción, como en
nuestra ecuación. (La ganancia y la renta se establecen asimismo a
partir de transacciones.) Esto
E sto tiene un sentido, pues no se puede atriatri-
buir a la mercancía su valor antes de ser cambiada en el mercado: sa sa-
bemos bien que según Marx, si por casualidad se ha gastado en la pro pro-
ducción de la mercancía más trabajo del que es «socialmente necesa necesa-
rio»,
ri0>l, este trabajo no será pagado, sino perdido.
Si reescribimos la ecuación en el lenguaje de Marx, reemplazando la
ganancia, etc., por la «plus-valírul,
«plus-valía», tendremos:
V a lo r dd
Valor + plus-valía
del trabajo + plus-valía=- va lo r produc
valor ido por
prcxlucido p o r el trabajo cal
tal como
c om o se hace re a l úni-
real úni
c a m ente a través del cambio.
camente c am bio.
12 2
122
:, trabajo; la dificultad que hasta ahora nos ha ocupado marca precisaprecisa-
mente el punto en que esta tendencia, en cuanto presente en Adam
Smith, es mantenida en jaque. Parafraseándole: A A)) el producto del tra
tra-
bajo pertenece (o no pertenece) enteramente al trabajador; B B)) pero
desde el punto de vista del valor, y partiendo de las transacciones, hay
que considerar las cosas de otro modo, pues en este caso no basta el
trabajo: el valor es inseparable del cambio.
Sólo con los discípulos de Adam Smith el cambio se verá relegado a
un estatuto secundario con respecto a la producción, o al trabajo. Sin
duda, como hemos observado, ya Smith había jerarquizado su pareja
de conceptos, encontrando en su estado «original» el secreto de la
preeminencia del trabajo. Pero percibía vivamente que en la práctica
el trabajo sólo no lo era todo. Al comienzo del capítulo sobre el sala- sala
rio (Cap. VIII) hay
hay una página en la que especula sobre lo que habrían 1
sido los beneficios de la división del trabajo de haberse producido sin
acumulación de capital ni apropiación elede la tierra. A continuación ob- ob f
serva que (por desgracia quizá) la acumulación y la apropiación apare apare-
cieron «mucho antes que las más considerables mejoras en las capaci- capaci 1
dades de producción del trabajo», lo cual es una manera de reconocer
que la división del trabajo está ligada a las formas de la apropiación, y 1
que el trabajo o la producción no se explican por sf sí mismos. Sin emem-
bargo, llevó todo lo lejos que pudo la preeminencia del trabajo. 1
Queda por formular una última observación a propósito de esta
«parte BB»» que tanto nos ha ocupado. Hemos llegado a la conclusión de
que lo que determinaba la aparente confusión de este pasaje era el de de-
seo de Adam Smith de establecer un paralelo tan completo como fuera
posible entre el estado original y el estado observado. E Ess esta preocu
preocu-
pación la que dictó la identificación entre una cantidad de trabajo por
una parte y un salario, es decir el «valor de un trabajo», por la otra.
Pero hay que señalar que esta identificación sólo fue posible porque
Adam Smith confundía verdaderamente estos dos tipos de realidades.
D
Dee esta confusión entre el trabajo como valor y el valor del trabajo
dan testimonio otros pasajes, detallados en el Anexo (d). ( d). Si nuestro
análisis es justo, no es esta confusión -real-
- re al- la que dictó, como sin
duda se creyó por lo general, la forma
forma de la parte B; B; iónicamente
únicamente la
hizo posible. Vayamos más lejos, y preguntémonos si no se puede in in-
vertir el orden de los factores, y suponer que fue la dificultad encon-
encon
trada en la aplicación de la teoría del valor-trabajo al estado civilizado
la que impulsó a Adam Smith a operar esta confusión y, en general, 1
para rodear el obstáculo o por una especie de sobrecompensación, a
1
123
12 3
J
estimular a favor del trabajo excesivas pretensiones, a exagerar enr enr":
suma o o extrapolar la identificación del valor y del trabajo. En
En mi opi _··.
opi-
nión, la cosa se evidencia a propósito del trabajo como «medida» en el
desarrollo
desarrollo mismo
mismo dddel capítulo en cuestión, y es por lo demás gradual
gradual-
mente extensible a los textos detallados. Sin que pueda ser propiamen
propiamen-
te hablando demostrado, cno ¿no resulta verosímil que sea la necesidad de
hacer del trabajo el deus ex
hacer del machina de todo el asunto la que, al trope
ex 111achina trope-
zar con la dificultad de los hechos o como Marx decía de las «aparien-«aparien
cias», condujo a Adam Smith a sus extravíos sobre el valor del trabajo
(en todas
(en partes constante, etc.), y no se explica así algo de la presen
todas partes presen-
tación dogmática y el tono chillón
clúllón que tanto llama la atención en to to-
dos esos pasajes?
E
Ell obstáculo
obstáculo que Adam Smith encontraba era la imposibilidad de
disociar
disociar el valor de la transacción en que de hecho aparece, el cambio.
Y
Y es éste el obstáculo que sus émulos, herederos de la convicción on- on
tològica
tológica de su su maestro, dejarán ya por completo de ver en su su itinera
itinera-
rio.
rio. EEnn este sentido se puede decir que la forma inicial, smithiana, de
la teoría del valor-trabajo está menos alejada que su forma subsiguien
forma subsiguien-
te
te de una visión que no disocie la producción del cambio, pues si bien
distinguía
distinguía y jerarquizaba entre ellos, no construía aún la producción como
una entidad autosuficiente al nivel en cuestión.
Nos es preciso aquí volver hacia atrás un momento: hemos visto
que las dos proposiciones: «en una nación salvaje cada cual goza del
fruto
fruto total de su propio trabajo» y «el trabajo es la verdadera medida
del valor» están ya presentes en las Lecciones de 1763 (más arriba, p.
113). Ahora bien, la segunda de estas proposiciones, .según la hipótesis
presente, provendría de la dificultad de generalizar al al estado actual la
tesis
tesis del valor como cantidad de trabajo contenida en la mercancía.
Haría falta entonces matizar lo que se ha dicho de la catalización por
la teoría fisiocrática de la teoría smitlúana
smithiana del valor: el encuentro con
Q uesnay habría impulsado a Adam Smith a exponer a toda costa una
Quesnay
teoría que hasta entonces había dejado implícita a causa de su dificul dificul-
tad. DDee ser así, nada mostraría
mostrada mejor la fuerza con que Smith sentía la
necesidad de establecer el trabajo como EEL VALOR.
L V AL O R .
Me gustaría ahora lanzar una breve ojeada hacia atrás sobre el trata
trata-
miento de nuestro problema en Schumpeter. A primera vista, Schum-
Schum
peter parece negar toda continuidad precisa entre la teoría de Locke
que funda la propiedad en el trabajo, y la de Smith que funda el valor
en el trabajo. D
Dee hecho, si juntamos numerosos pasajes separados, en
en-
125
12 5
contraremos que lo que hace es distinguir netamente entre una teoría
centraremos
del valor-trabajo en el sentido estricto del análisis económico y otros
enfoques acerca del trabajo o los trabajadores, ya sea la doctrina jurídi
jurídi-
ca de Locke (1954, 120) o más vagamente declaraciones o declamacio-
declamacio
nes que exaltan el papel del trabajo y los derechos de los trabajadores
(ibid ., 310, Locke y Adam Smith; 558, Adam Smith y otros; 479, Loc
(ibíd., Loc-
ke, Adam Smith, los socialistas ricardianos). Pero entonces, el propio
Adam Smith ¿tiene verdaderamente una teoría del valor-trabajo? Por
más que un pasaje diga lo contrario (ibíd.,
( ibid., 590) la respuesta
respuesta final es:
no. Los pasajes decisivos están en la página 310 y en la nota de las pá pá-
ginas 188-189: Adam Smith «no pretendía ninguna validez» validez» para la
teoría del valor-trabajo más allá del «caso especial» del trueque primiti
primiti-
vo7.
vo 7. Que sólo el trabajo produce la totalidad del producto (p. 558) o es
el único factor de producción ((479)
4 79) no es una proposición económica
(558), en consecuencia no es tampoco una teoría del valor. Y Y la pro
pro-
posición según la cual el valor de una mercancía se mide por la canti- canti
dad de trabajo por que puede cambiarse tampoco lo es, pues afirma
simplemente la elección de una medida o numerario (310, 590).
Aun siendo cierto desde el punto de vista del análisis económico,
económico, todo
esto es muy
muy insatisfactorio para la comprensión de Adam Smith y para
la historia de las ideas. Schumpeter ha cortado una cadena o un com- com
plejo de afirmaciones que en Adam Smith van muy muy claramente juntas
con objeto de repartirlas en los compartimientos de su propio palomar.
Como él mismo escribía a propósito de Marx: «Perdemos algo que es
esencial para su comprensión si dividimos su sistema en sus proposi proposi-
ciones componentes y asignamos nichos separados a cada una» (p.
384). E n lo más profundo no es cierto que Adam Srríith
En Smith haya tenido la
intención de limitar su teoría al estado de naturaleza; muy por el con- con
trario las proposiciones: 1) que el trabajo produce todo el producto
entero; 2) que, si no el trabajo contenido, al menos el trabajo obtenido
por intercambio da cuenta del valor de una mercancía; 3) que todos
los componentes del precio pueden medirse en última instancia en tra tra-
bajo; estas tres proposiciones resultan del obstáculo encontrado en la
generalización de la teoría del valor-trabajo al caso civilizado, son algo
E n cuanto a la filiación de las
así como aspectos residuales de esta teoría. En
310)
ideas, si se admite (p. 31 O) que un pasaje de Adam Smith que no con- con
77 La Ldiscordancia
a disc ordanc sobre
ia sobre
esteeste punto
punto se debe
se debe proba blem ente
probablemente al hec ho
al hecho de de
queque Sc hum pe-
Schumpe-
ter n
noo habla
había alcanzado una formulación
form ula c ión definitiva; cf. las notas de su editor
edito r p. 18 1, n.
p. 181,
12;
12 ; p. 308, 16..
3 0 8 , n. 16 ,
126
12 6
tiene una teoría del valor-trabajo propiamente dicha es la fuente de ta
ta-
les teorías propiamente dichas en Ricardo y Marx, ¿por qué no se po po-
dría asimismo
·{. dría asimismo reconocer una estrecha
reconocer una estrecha relación entre la
relación entre afirmación jurí
la afirmación jurí-
í dica de Locke y la tentativa de Smith de construir una teoría del valor-
,;, trabajo?
trabajo?
Además, el tratamiento de Schumpeter disimula una similitud de
gran importancia entre las teorías de Smith y de sus dos discípulos,
Ricardo y Marx. Me refiero a su fracaso. Podría pretenderse que R i
Ri-
cardo, al igual que Smith, tampoco tiene una verdadera teoría del va va-
lor-trabajo. Su teoría no es más operativa que la de Smith. Debió con-
con
tentarse con presentarla como una aproximación, una aproximación al
93 %. E
93- n parte por esta razón se puso a su vez Marx a la obra.
En
¿T riunfó? Llegó a establecer más firmemente que nunca el concepto
¿Triunfó?
de valor, a hacer absoluto el valor en un sentido en el que ni Ricardo
lo había hecho (Schumpeter, p. 597); pero este resultado lo obtuvo a
fin de cuentas separando el valor del precio que estaba destinado a ex-
ex 1
plicar. La expresión misma de «valor de cambio» perdió todo sentido,
el «valor» se convirtió en una entidad metafísica sin relación real ni 1
con el intercambio de mercancías -salvo
-salvo para las mercancías agríco-
agríco
las-, ni con el productor individual. En E n verdad, en el lenguaje de
Schumpeter, es decir en un lenguaje estrictamente económico, no ha
habido nunca una teoría del valor-trabajo digna de mención, ha per
manecido siempre como una empresa muy muy imperfecta enraizada en
per-
'
1
necesidades metacientíficas.
12 7
127
'
1
. . ,< ,,,'k:-::~
bajo «socialmente necesario», etc. E sta es una situación'
Esta situación típica que a]
típica,que á'.
recerá repetidamente cuando nos ocupemos directamente de \'Mad} Marx<
que no puedo esperar regular por entero en este lugar. D iré única
Diré úr1ic'~
mente que con la tapadera del contexto social la producción misma misma·'·se
ve separada, reificada, construida como un objeto metafísico muy ale afo
jado de la experiencia, y que se puede poner en cuestión en lo conce-( concer-·
niente a las funciones que ejerce y las distinciones sobre las que repo-J^ repo·
sa, o incluso que puede verse a la luz de construcciones diferentes diferentes... E ELl
nudo de la cuestión es que la inspiración sustancialista que hemos vis- vis-.- ^
to actuar en Quesnay y Smith, en otros términos la tendencia indivi- ||
dualista, sobrevive a todas las reservas y restricciones, formales o-rea- o rea- á
les, relativas a las «condiciones sociales». · \í~- ¡f
La crítica
La crítica por
por ~arx
Marx de de la
la teo~ía
teoría del
del valor de Ricardo,
val~r _de Ricar~o, al
al provenir
proven!r de de ij: j
un adepto de la misma perspectiva, es es decisiva
decJSJva yy particularmente mte;;t •!'X.W:: ':7,
part1cularmente inte--
resante
res ante para nosotros, pues Marx muestra que el riguroso Ricardo, ,\,} ·· •
Ricardo,•
aunque ve ciertas limitaciones de su teoría, está ciego a las más inme- inme~:'!t.- :
diatas y a las más decisivas de entre ellas. E En admi-; '~:$ ';
n cuanto a Marx, se admi-:
te por lo general, cuando no siempre, que en su teoría económica defi defij:i--¡c::¡
nitiva (la de la Crítica
C rítica y del Capital,
C a pita l, Il y III), cortó por completo su teo-,,
teo ·
ría del valor de susu teoría de los precios (Baumol, 1974). Esto E sto es ver
ver- -
dad aun cuando Marx evite en los estadios iniciales (C
da<l rítica y Capital,
(Crítica C a pita l, k&
I) decir explícitamente al lector que el valor de una cosa no tiene nada nada·
que ver con su precio, sino que por el contrario implica en gran medi medi-
opuesto8.• Dos puntos parecen menos ampliamente reconocidos.
da lo opuesto 8
a8 DeDhecho
e hec ho
hayhapasajes
y pasajes
en en
queque el vínc ulo
d vínculo entre
entre va loyrprecio
valor y pre c se
io mantiene.
se m antiene.
LoLcual
o c ual
es es
nec esario puesto que ahí es donde nac
necesario nacee la noc ión de va
noción lo r (de
valor ( de c..:afnbio).
am bio). AAll ccomienzo
om ienzo de
Critica (1859)
la Crítica ( 18 5 9 ) las mercancías
m erc anc ías se cambian
c am bian por su va lo r de ccambio.
valor am bio. (Hacemos
( H acem os aquí abs abs- •:-
trac c ión de la oscilación dd
tracción del prec
precio io en to rno al va
torno lo r) . E
valor). n el discurso
En disc urso de apertura en la. la ({ · : Í.:
P rim era Internacional
Primera Internac io na l de 1865 18 6 5 («Salario,
( «Salario, P rec io yy Ganancia»),
Precio Gananc ia») , el prec precioio y y el va de··· :;i ,; ::l;
lo r de
valor
c am bio son identificados
cambio identific ados por po r los menos
m enos tres vec es (Œ
veces uvres, I, pp. 4498,
(CE.11vres, 9 8 , 500,
5 0 0 , 50 6 ) , yy en el ,J, :· .;
506),
prim er capítulo
primer c apítulo del Capital encontramos
enc o ntram o s una transic ión desde el «valor
transición «valo r de cambio»,
c am bio», defidefi- . t ·1
i -· :]¡
nido de igual igual m odo, al '":~ºº'.
modo,_ «valor» puro y s~ple (ibid.,
y simple (ibíd., pp. 6 3 ss.,
pp. 5563 ss., sobre
~obre todotodo pp. 5565, 6 5 , ! 1~ -~
5 6 8 - 5 7 1) . En
~68_-571). E n la contmuac10n,
c ontinuac ión, s1 si no m mee eqwvoco,
equivoc o, el «valo«valorr de ccambio>'.
am bio» es m m~yuy raro, sus~ sus .
tituido por
tuwdo p o r el simple
sim ple «valo
«valorn r» en todos los casos en que n o se opone inm
no ediatam ente al :., ·¡; :; ·f-
mmediatamcnte
va lo r de uso. Y
valor em barg o ocurre
Y sin embargo oc urre en oc asiones que no
ocasiones no se separan va lo r y
valor y prec
precio io (así
(as! .... , ,.
ibid., pp. 639,
ibíd., 6 3 9 , 640).
6 4 0) . La
L a transición
transic ión exigiría
ex igiría un estudio prec iso; se esc
preciso; larec e m
esclarece ejo r a la luz ·:
mejor ¡~ ~ :¾
de las notanotass criticas
c rític as sobre A A.. W a g ne r ( 18
Wagner 8 0 ) y de las citas que en ellas se hac
1880) hacee de la ve r
ver- ~ i\
sión alemana
alem ana del ~apita/, Capital, m más ás explícita
explíc ita en esto que la ~ franc esa (Œ
~rances~ uvres, II, pp. 15
(CE.11ms, 1531 3 1 ss.)=<°·1,;J
ss.): ~,
«va lo r de cambio»
el «valor c am bio» es la fo rm a, la «fo
forma, rm a fenom
«forma énic a», m
fenomemca», ientra s que el «valo
mientras «valor,, r» es el eL.,f,'- ,,
c o ntenido (pp.
contenido ( pp. 1533,
15 3 3 , 1543-1544),
15 4 3 - 15 4 4 ) , la «cualidad
«c ualidad inherente»
inherente» (I, p. 5593) 9 3 ) al pro duc to del tra
producto
·
tra-_,;i,i
?- ~,
c orresponde a la cantidad
bajo que corresponde c antidad de trabajo realizada en él. Se diría a pa rtir de ahí que ;·:.; · . ·
partir
el pro duc to del trabajo tiene un va
producto lo r en todo
valor todo estado
estado soc ial, y
social, y que adquiere un va lo r de . ~.S
valor t
J.•,t
I l I .
12
1288
Jf
~~,■ ',,:,:
E
Enn primer lugar lolo precedente
precedente no es ,cierto
no es cierto de
de los
los productos
productos agrícolas
agrícolas
\;. ni de la fu~~:Za
fuerza de trabajo:
trabajo. En
E n segundo lugar hay gue que ver cómo llegó
t Marx a esta posición y lo gue que esto significa para la inspiración general
de la teoría. La posición definitiva fue evidentemente el resultado de
un largo trabajo centrado precisamente en las dificultades e imperfec-
imperfec
ciones de la teoría de Ricardo y que vemos reflejado aa posteriori
pasteriori en las
notas que se nos dice
dicede
de 1863 y que ya he mencionado en relación con
Adam Smith, las «T eorías de la Plus-V
«Teorías alía» o M
Plus-Valía» Mehrwert { W erk e, vol.
ehrwert (Werke,
26.2). En
E n lo esencial, la teoría del valor de cambio de Ricardo;
Ricardo, basado
en la cantidad de trabajo contenido en la mercancía, tropezaba con el
obstáculo de la uniformidad de la tasa de ganancia, dadas las diferen-diferen
cias en la inversión de capital en diferentes industrias. (Esto
(E sto es lo que
Ricardo no acertó a ver, según Marx.) A grandes rasgos la cosa se
puede comprender inmediatamente: la ganancia, cuya tasa se supone
uniforme en toda la economía, descansa sobre la inversión total mien- mien
tras que la plus-valía producida se supone gue que es proporcional a la in-in
versión en trabajo únicamente, y varía por esta razón para una misma
inversión total ,5egún
según la proporción entre la inversión fija y los salarios·
salarios
pagados (el capital fijo y el capital variable de Marx). Si la ganancia
está constituida por la plus-valía producida por los trabajadores, debe
cambio
c am bio en el capitalismo
c apita lism o (asf 593, §
( a sí t. I, p. 593, § 2, pepero
ro se contradice
c o ntra dic e conc on lolo que precprecede ede in in-,
m ediatam ente) .
mediatamente).
¿P o r qué esta complicación,
¿por c o m plic a c ión, que es en lo lo esencial una sustitucsustitución ión del va lo r de cambio
valor c a m bio
po
porr el «valorn
«valo r» en sí? M Marxa rx se dio cuenta
c uenta de que la m erc anc ía no se cambia
mercancía c am bia en su va lo r de
valor
c am bio tal como
cambio c o m o él lo lo definió. En E n este punto
punto,, nno o rec haza su definición
rechaza definic ió n falsa pa paca ra enc
encon-o n
tra
trarr una verda dera , salva su definic
verdadera, definiciónión del «valoo>
«valo r» rec ha zando al te
rechazando rre no fe
terreno no m é nic o la
fenoménico
relac
relaciónión del va lo r con
valor c o n el cambio.
c am bio. Supone un paso paso másm ás en la direc c ió n en que Ad
dirección Adacnam
Sm ith había rehusa
Smith rehusado do comprometerse:
c om pro m eterse: el C3f11bio c am bio es p u ro fenómeno,
puco fe nó m e no , sólo la pro duc c ió n
producción
es realidad, y la, la no c ió n de va
noción lo r se tra
valor nsfiere acbitariame_nte
transfiere arbita riam ente del prim primer er te rre n o al segun-
terreno seg un
do. LLaa razón
ra zón de esta operación
operac ión es que M a rx tiene nec
Marx esidad de la plusvalía,
necesidad plusvalía, yy consiguien-
c onsig uie n
tem
tementeente del va lo r, para
valor, pa ra su teodate o ría de la ganancia
gananc ia y de la formación
fo rm a c ió n del capital.
c apital. Au Aun n n e
ne-
g ándose a
gándose a decirlo
dec irlo explicitamente
ex plíc ita m ente aquí ((Carta C a rta a E ngels del 27
Engels 2 7 de «julio»
«juli0» de 1867, 18 6 7 , M E G A,
MEGA,
III-3, pp. 403-404,
4 0 3 - 4 0 4 , citado: B a u m o l , in fine), M
c itado: BAUM_OL, a rx alude
Marx alude,aa ello (®vm, (fE uvres, I, pp. 713-714,7 13 - 7 14 ,
nota
nota)) y rem ite explícitamente
remite ex plíc ita m ente o no no al al LLibro
ib ro III (ibíd., 1, I, p. 769;
7 6 9 ; I, 8 4 2 - 8 4 3 , remi$ión
1, pp. 842-843, rem isió n
a Mehrwert
Mehn,,"/ para R ic a rdo , cf.
Ricardo, BAUMOL, tbid).
c f. BAUMOL, ibíd.).
T o do e1·
Todo tomienzo
el c o m ienzo 'del del Cap,-,;,¡
Capital se despliega
desplieg a así sobre un équfvoco, eq uívo c o , recrechazando
ha za ndo al reino re in ó
«aparienc ia» lo que en
de la «apariencia» en realidad sirve pa pacara establecer'
establec er la no c ió n de va
noción lo r (la
valor ( la palabra
pa la bra
está presente dos vec veces e s en el bre breveve § § p. 843,
8 4 3 , tres vec es en la versión alemana
veces alem ana corres-c o rres
pondiente)
pondiente).. EEn n efecto,
efec to , si la tasa de interc am bio, el va
intercambio, lo r de cambio
valor c am bio de las i:nercan<;fas
m erc anc ía s n noo
determ inado p
está determinado o r la cantidad
por c antidad de trabajo que contienen, c ontie nen, se deriva: 1) 1) que n noo hay justi
justi-
fic ac ión para
ficación lla m ar «valor»
paca llamar «valo r» a esa cantidad (Sc h ü m p e t e r , p. 5598,
c antidad (ScHUMPETER, 9 8 , n. 20;
2 0 ; BAUMOL, loe.
ril.);-
r/ A); 22)) que íicsapacece
desaparec e toda razón para paca suponer una uná sustancia
sustanc ia común
c om ún alása las m mercancfa,s,
erc a nc ía s, y y ,
to do caso
en todo sustanc ia cuantitativa
c aso una sustancia c om ún.
,11anlilali11a común.
129
12 9
haber entonces una perecuación entre las diferentes industrias que ,;
producen plusvalía a diferentes tasas si la ganancia debe ser uniforme. ,•
Marx llegó a articular y perfeccionar la teoría en otros numerosos nwnerosos
puntos, incluida la introducción del concepto mismo de plusvalía, plusvalía,.
pero la interpretación de una especie de depósito general que recibe la
íntegra de toda la plus-valía producida en la economía ((excep
suma integra excep-
tuando la agricultura) y la redistribuye según una tasa de ganancia co- co
mún, de suerte que el precio dedé cada mercancía (
mercancfa (Kostenpreis
[Kostenpreis o precio de
producción) es más o menos el que calcula el capitalista según sus gas- gas ·
tos y su ganancia, y no depende ya del valor incorporado en la mer- mer
cancía por el trabajo que.la
que la ha fabricado, tal es el cambio fundamental
fundamental
introducido por Marx y con ayuda del cual pensó que había salvado la
teoría del valor-trabajo. Naturalmente honra a Marx como sabio que
su honestidad le haya obligado a introducir una complicación tan radi radi-
cal, pero ésta significa un desplazamiento importante en la función de
la teoría. Es la apoteosis del valor, convertido en absolutamente abso- abso
luto (el «valor real» de Ricardo representa una etapa intermedia, cf.
Myrdal, 1953, pp. 61 ss., Schumpeter, pp. 597-598), pero al precio de
no tener ya nada que ver con·el
con el cambio y de abandonar más o menos
completamente esa tierra económica por una existencia en el empíreo.
Con la excepción, hayhay que repetirlo, de la agricultura y de la explica-
explica
de la renta, la función económica.
ción de. económica de la teoría se ve en suma
reemplazada por una función política, y por esta razón es posible que
Marx no haya captado toda la amplitud del cambio que había efectua- efectua
do: la teoría debía explicar la tasa de cambio entre mercancías diferen
mercancfas diferen-
tes (su precio «normal»), y ponerla en relación con la cantidad de tra tra-
bajo (socialmente necesario) gastado en ellas cada vez por trabajadores
individuales. EEss todo esto lo que desparece, lo cual equivale pura
y simplemente a un fracaso de la teoría en su forma
forma original. Más aún, y
lo considero esencial, una teoría
esto 16 teorfa individualista se ve obligada, pa
para so-
ra so
brevivir nominalmentef bolista yy a
nominalmente, aa combinarse con un esquema holista a hallar
ha lla r refugio de
infalsificabie. Lo que quedaba era, por una parte la
ese modo en el cielo de lo infalsificable.
noción metafísica
metafísíca de que la «producción», es decir aquí la creadón creación de
valor, es aún en nuestros
nues_tros días competencia del hombre individual y no
-contrariamente a la evidencia- de la incumbencia incwnbencia de equipos de
hombres inteligentemente reunidos •y combinados con sus propias
creaciones, pór
por otra parte la la noción de que los trabajadores, en tanto
que individuos creadores de la riqueza, están colectivamente desposeí-
la· dqueza, desposeí
dos de una parte de su producto, son «explotados» por los propietarios
de los medios de producción en la proporción de la relación que existe
13 0
130
,t:;_,·
Iíkentre
, , ~;éntre_
1
plusvalía que_
la pl~svalía que crean ~una
-una entidad sup~estamente.
supuestamente existente
l)ffpero imposible de medir para siempre- y los salarios que reciben. Per
é pero 1mpos1ble Per-
dí; feccionando la teoría Marx se había visto llevado a introducir el con~
<feccionando con-
, , .Iici cepto de trabajo «socialmente necesario», lo cual indicaba ya un recur recur-
' '-'}:.so so a la totalidad social. Pero ccuál¿cuál es el impacto de un concepto así
~\ | cuando se admite finalmente que el valor de una cosa no se manifiesta
: . ;, en su precio, salvo en el sentido de que la plus-valía que contenía se
·: ,: ; ha mezclado con la de todas las otras mercancías para permitirles al- al
;'. canzar el precio que alcanzan·
alcanzan de hecho?
• "· E Enn cuanto a la fuerza de trabajo, es del todo necesario que continúe
1 cambiándose por su· sü valor, pues 1) no tiene, según todas las aparien-
aparien
cias, «precio de producción»; 2) es necesario para la definición de la
{ C apital, I, III, cap. VII sección 2; Obras, I, pp. 746, 1029).
plus-valía (Capital,
De ello resulta que la fuerza
fuerza de trabajo ya no es~
es, como se suponía en la
base de la teoría, una mercancía como las demás.
He dicho que el valor de Marx tenía aún una función estrictamente
. _ económica en lo concerniente a la agricultura. Se pasa por alto a veces
· '' el vínculo de la teoría del valor con la teoría de la renta de la tierra en
,, Marx. E n esto corrigió a Ricardo radicalmente. E
En ste concedía sola
Este sola-
mente una renta relativa, Marx admite que existe una renta absoluta, y 1
ella imaginando que los productos agrícolas escapan a la
da cuenta de .ella
ley capitalista del cambio con arreglo a los «precios de producción» y
ley 1
son o pueden ser cambiados por su valor. Al tener la agricultura,
comparada con la industria, una proporción más débil de capital fijo,
el valor de los productos agrícolas es superior a su costo de produc-produc
ción, y al poseer los terratenientes el monopolio de la tierra se hallan
en disposición de hacer que los precios suban y de percibir una renta en
base a la diferencia entre valor y precio de producción ({Capital,Capital, ID,
III,
sección 6). La teoría transcribe muy ingeniosamente la relación histó histó-
rica entre las clases tal como Marx la veía: los herederos de una domi-domi
nación periclitada son capaces, gracias al «monopolio» que ejercen so- so
bre un factor natural de producción, de escapar a la ley del mercado a
la que sus vencedores capitalistas están sometidos, y de explotar una
propiedad inundada por lo demás de mercancías que llegan al merca merca-
do, a saber su valor, gracias a la cantidad relativamente grande de tra- tra
bajo que entra (inmediatamente) en la producción agrícola.
13 1
131
Ell estudio es demasiado incompleto como para soportar el peso dé:\
E de
todo unwi aparato de conclusiones, y no recapitulará aquí las cuestionest
cuestiones ^ ?
planteadas. Sin embargo quisiera subrayar algunos puntos pwitos que no han han_··¿
sido explicitados lo suficiente o que la discusión precedente limitada al :;:
valor ha apartado del centro de nuestra
nuestrá atención, mientras que el estu- estu ·
dio siguiente acerca de Marx podría a su vez eclipsarlos. lili
9
9 DeDhecho, el el
e hec ho, propio Galiani
pro pio yuxtapone
Galia ni las las
yux tapone dosdosvisiones
visio nes ( SC H U M P E T E R1954,
(SCHUMPETER, , 1 9 5 4p.
, p.
302).
302).
132
. ;a
:a Malthus
Malthusen su controversia, no sólo como el mejor dialéctico de los
en su,
dos, sino también como el pensador más analítico por oposición al
más sociológico: el que aísla una variable, un factor, contra el que
tiende a mantener presentes en el espíritu las demás.
.tiende
_Mi segundo punto tiene cierto aire de tautología: hay una estricta
congruencia entre las constricciones ideológicas generales que pesaban
sobre la naciente economía y la orientación y el contenido mayores de
la doctrina económica. Por una parte la emancipación respecto a lo lo
político y el establecimiento de una relación especial con la moralidad
general, por otra la armonía natural de intereses, el laisser-faire, el li- li
bre comercio y finalmente el liberalismo económico como doctrina
universalista. EnE n otros términos, estas doctrinas no habrían podido
ser reemplazadas por otras, estaban implicadas en la existencia misma
del pensamiento económico como categoría ideológica, no eran nada
más que la afirmación directa en términos concretos de la dimensión
económica --y y por eso se las encontrará a veces más extendidas en el
gran público que entre los especialistas. B Buenauena parte de esto cambiará
con el tiempo, una vez que se establezca firmemente la categoría eco- eco
nómica, aunque Gunnar
G unnar Myrdal ha podido mostrar cómo el aspecto
normativo, incluso reprimido y escondido, ha sobrevivido y ha perma- perma
necido ligado a la disciplina ((1953).
19 53).
· Aquí hay que añadir una nota para limitar esta afirmación general
en lo concerniente a Adam Smith. No se le debiera limitar a sus prin prin-
cipios. Hemos insistido en su ontología, pero hemos encontrado sin
buscarlos ejemplos de la contradicción, señalada por por. Marx, entre su
ontología y susu empiria. Halévy por .su su parte ha reconocido los limites límites
de «la armonía natural de intereses» en LLaa riqu~ la s naciones ((1901,
riquez a de las 1901,
I, pp. 172 ss.
ss.). E n un texto de 1927 sobre «Adam Smith y el laisser-
). En
faire» (1958, pp. 213-245) Jacob Viner muestra que el orden armonio-
faire» armonio
so de la naturaleza reina sin reservas en la Teoría T eoría de los sentimientos mo-mo
ra les pero no en L
rales Laa riqueza
riquez a de las
la s naciones in ésta, no sólo la armonía
naciones.. .TEn
es con frecuencia incompleta, y revelada únicamente a nivel estadísti- estadísti
que hay algunas en el orden natural (conflicto entre patronos
co, sino gue
y trabajadores, etc.), de tal modo que, aun cuando el gobierno* gobierno· sea por
naturaleza incapaz de remediar la mayoría de los males económicos,
Adam Smith concede sin embargo que su intervención es legítima en
ciertos casos, qué V
ciertos· iner ha·
Viner ha compilado en una impresionante lista ((cf. cf.
en el mismo sc:ritido
sentido Rosenberg,
Ro~enberg, 1960). En E n conjunto Adam Smith da
la impresión °dé\er
l~ de ser ~}in
a fin de cuentas consciente de que la vida y el pro- pro
greso económicos reposan en precondiciones institucionales. E En n
133
13 3
·.,\ r:~
suma, si la transición que nos ha ocupado es completa en él en el pl:i)
swna, pla
no de los principios, no llega a penetrar verdaderamente su su práctica.
práctica.\.. ,
E
En n este sentido, se prologa y se completa con Ricardo. ,: :; }l~
Llego a mi tercer punto, el principal. Se trata de las valoraciones íjj
relativas, de los juicios jerárquicos, insospechados en gran medida, <t
pero presentes en la ideología. E Ell nacimiento de lo económico implica \~
de hecho un deslizamiento de primacía, como hemos visto en algunos ·. . ~
ejemplos, desde las relaciones entre hombres hasta las relaciones entre '!:
···\i
los -hombres
hombres y la naturaleza o más bien entre éntre el hombre ((en en singular) y
las cosa s: Un corolario de este vuelco es un cambio en la categoría de
la s cosas:
riqueza, o más bien la emergencia de la categoría de riqueza como tal,
a la que he hecho referencia en la introducción (p. 16). E ste cambio
Este
ha dejado en el pensamiento económico como poso la teoría de la ren ren-
ta de la tierra. Si pudiéramos detenernos aquí para considerarla en de de-
talle, pienso que aparecería más clara la tesis general, pero después de
todo la cosa es tan evidente que un lector informado, o cualquiera que
lea de punta a cabo lo que Schumpeter dice sobre el asunto, lo com- com
prenderá fácilmente. E Enn conjunción con el acento sustancialista sobre
el trabajo (y subsidiariamente sobre el capital) en la economía clásica,
la propiedad del suelo y la renta ocupan una posición marginal y anor- anor
mal que indica un sentimiento profundo profurido de heterogeneidad.
Como Marx percibió, aparecen como los restos de una época pasa pasa-
da, integrados con mucha dificultad en el marco capitalista, es decir en
el marco de la riqueza emancipada del poder político, y esto se comprende
fácilmente puesto que la propiedad del suelo es la nueva forma de lo
. que constituía 11na una 11nión
unión indisoluble del derecho sobre e/ suelo yy el poder sobre
el s11elo
los hombres en un sistema en que la riqueza mobiliaria estaba subordina- subordina
da y despreciada. Como la transición de Quesnay Q uesnay a Adam Smith debe
haberlo sugerido, la propiedad del suelo y la renta por una parte, el ca- ca
pital y la ganancia por la otra son incompatibles, y es una cuestión de:
o bien, o bien: o bien uno es reconocido y el otro subestimado, o a la
inversa10.
inversa 1°. EEsta
sta situación continúa con Ricardo y otros en el sentido de
10 EnEAdam
IÓ n Ada Smith
m Sm ith estaesta
dificultad lleva
dific ultad a una
lle va a unacontradicción
c ontra dic c ió(cf.
n (cf.lo que Marx
lo que M a dice
rx dicdee de
su «instinto» m másás arriba,'
arriba, pp. 115-116): la re
115 - 116 ) : la renta
nta es o no es una p parte
a rte constituyente
c onstituyente del
pre c io. L
precio. Laa tierra es un «monopolio»,
«m o nopolio», lo que significasignific a de hecho
hec ho algo asl así como
c om o un acapara-
ac apara
m
miento (engrossment), expresión de-que
ie nto (,ngrossmmt), de que se sirve Smith Sm ith cuando
c ua ndo pro te sta contra
protesta c ontra los
lo s obstácu-
obstác u
los puestos aa la circulación
c irc ulac ión de la tierra p por Wealth, E
o r la ley feudal: W1alth, l, cap. Il;
Ill, E ; cf. Sm i t h ,
c f. SMITH,
1896 (Lectures), pp. 120,
18 9 6 (L.t.t11m), 12 0 , 124,
12 4 , 228, Sc o t t , 1937
2 2 8 , y Scorr, (D raft) , p. 355.
19 3 7 (Drerjt), 3 5 5 . Dicho
D ic ho sea de paso,
nuestra explicación
ex plic ac ión de la contr:i.clicción c o nc erniente al va
c ontradic c ión en lo concerniente lo r- tra bajo es un poc
valor-trabajo poco o in
in-
c o m pleta porque hem
completa hemos os dejado de lado la relac relaciónión con
c on la cuestión
c uestión de la renta.
Í34
l34
que la renta continúa siendo un elemento del que hay que desembara- desembara
zarse por uno u otro procedimiento. Ricardo lo hace inicialmente no
reconociendo renta absoluta, más tarde explicando la renta relativa
por la ley de rendimientos decrecientes. Ahora bien, bien; es ésta una consi-
consi
deración diferencial, en alguna medida relacional, del tipo de las que
la economía clásica ha desechado en su conjunto. E Ess muy interesante
ver cómo la heterogeneidad de la renta conduce a la introducción, o la
reintroducción, al margen en cierto modo mcido de un sistema sustancialista,
de un modo de pensamiento de inspiración opuesta, más o menos
«marginalista».
E
Ell caso de la renta es una ilustración de un aspecto particular del
deslizamiento general en los valores de las relaciones entre hombres a
las relaciones entre el hombre y las cosas. Sin embargo lo económico
no es lolo. fenològico:
tenológico: se trata de las relaciones humanas consideradas
como un corolario.
corolario del acento puesto sobre las cosas y del dominio
cf. la definición de J. S. Mili).
(creciente) sobre ellas ((cf. Mill). EEll punto que no
hay que olvidar es que el acento en las cosas, el dominio de las cosas
es de punta a cabo una propiedad del individuo, y no de la sociedad
como un todo. E Ess así
así desde la propiedad privada de Locke y hasta
Marx mismo; el agente de la producción sigue siendo, contra toda ve
rosimilitud en la manufactura y la industria moderna, el hombre indi-
vidual del estado de naturaleza y de los artesanados tradicionales.
ve-
indi '
E
Enn conclusión: el nacimiento de lo económico, la transición en los
valores de un tipo de relación al otro y el pleno surgimiento del indi~ indi
viduo moderno -preparado
—preparado este último desde hace mucho para esta
(D umont, 1965)- son aspectos solidarios de un único
ascensión final (Dumont,
y mismo fenómeno11.
fenómeno 11 • Al nivel de la lá ideología general, ese Individuo
somos nosotros mismos, pues no veo que posteriormente haya sobre- sobre
venido ninguna modificación radical que nos haya separado de él. En
la práctica somos los mismos que, con Locke, entronizamos la propie propie-
dad privada en lugar de la subordinación, escogimos ser individuos
posesivos y productores, y volvimos la espalda tanto a la totalidad so- so
cial con la subordinación que implicaba como a nuestro vecino, en la
11
11 «La«Lpersona
a persona
debe debe nec esariam ente
necesariamente darse
darse unauna esfera
esfera ex te rio
exterior der de su libertad,
su libertad, paser
para ra ser
c om o idea.» H
como egel empieza
Hegel em pieza conc on estas palabras la sección
sec c ión sobre la propiedad, la prim era
primera
pa
D e re c ho Abstracto,
del Derecho Abstra c to , al princ
ra él de una determinación
para
ipio de la Filosofía
principio
determ inac ión abstracta,
Fi/01ofía del
abstrac ta, es decir
dec ir in
dtl derecho
dm,ho (§ 4411)).. Sin duda, se trata
fe rio r, pero la «esfera exterior
inferior, e x te rio r de la li
li-
1
bertad» del hombre
hom bre como
c o m o individuo, es «lo que es inmediatamente
inm ediatam ente diferente y y separable
de él», la propiedad priva da ; tenem
privada; tenemosos aquí el equivalente de la propiedad en el estado de
1
natura leza de L
naturaleza oc ke.
Locke.
135 '
'
: :i:,
\;t g
en q_u~
que fuera superior o
o i~~rior
inferior aa nosotros
nosotros12.2
medida al ~1 menos ~n fuera superior 1 • De
De :i~.{t
aquí se sigue en nu mi opinión una consecuencia importante para noso- J■ ti ·
tros. E ste será
tros. Este ~ cuarto
será mi c~arto yy_ último
último punto.
punto. . · . :¡: ,·,'.
Pensadores bien 1ntenc1onados, especialmente economistas como •'-Lf
intencionados, y espee1almente
John Maynard K eynes, han sugerido a veces que deberíamos dejar de
Keynes, ·\]
comportarnos como esclavos del proceso económico- dema
económico: durante dema- '~
siado tiempo habríamos considerado las cuestiones económicas como
. cuestiones finales, y habría llegado ya -el el momento de retrogradar la
economía al estatuto de un medio para fines humanos verdaderos, que
son sociales.
E sta proposición tiene sin duda más de una significación, pero to-
Esta-proposición to
mada tal cual deja perplejo a cualquiera que haya reflexionado sobre
los comienzos del pensamiento económico. En E n efecto, si el vínculo de
lo económico con el individuo como idea y como valor es tan estrecho
como he dicho, entonces un programa así se enfrentará con el más en en-
raizado y el más central y unánime de los valores modernos, resultan resultan-
do derrotado. Aun cuando, contra toda probabilidad, se mostrará el
más fuerte de los dos, minaría o debilitaría este valor, y entonces ¿qué
sería de nosotros? En E n otros términos, lo económico es una de nuestras
categorías mayores, y los condicionamientos internos de muestra nuestra ideo
ideo-
logía son tales que sería en cualquier caso imposible retrogradarlo
retrogradado al
rango de siervo sin que resultaran además notables trastornos.
trastornos .
. Lo poco de historia que hemos aprendido aquí mismo sugiere que
12
12 Aucuando
Aun n c uando fue ra
fuera c ierto
cieno queque
esteeste aspec to
aspecto de de la c onfig ura c ióde
la configuración n de
los los va lo rees
valores e
ideas, y en partic ular la relac
panicular ión entre lo económico
relación ec onóm ic o y
y lo
lo polític o, no
político, no han cambiado,
c am biado, cabe
preg untarse si otros
preguntarse otro s aspectos
aspec tos y la configuración
c onfig urac ión en su conjunto
c o njunto no se han m odific ado, y
modificado, y
si estas m odific ac iones no han afectado
modificaciones afec tado o no susc eptibles de afectar
no son susceptibles afec tar indirec tam ente a
indirectamente
la rela c ión que nos interesa. P
relación o r plantear la cuestión
Por c uestión m másás simple,
sim ple, nada nos dice dic e que la
c ateg oría económica
categoría ec onóm ic a deba ccontinuar
ontinuar siendo siempresiem pre lo lo que ha sido en una época, époc a, la ex- ex
presión privileg iada del individualism
privilegiada individualismo. o; N ada dice
Nada dic e que un m o vim ie nto similar
movimiento sim ilar al que la
ha dado origen
orig en nono pueda produc
producir ir una nueva catcogría
c ateog ría capaz
c apaz de suplantarla. As Así,í, los tres
últimos
últim os siglos han asistido a un crecimiento
c rec im iento considerable
c onsiderable de la categoría
c ateg oría estética.
estétic a. YY pre
pre-
c isam ente la actividad
cisamente ac tividad an{stica
artístic a conoce
c onoc e tam bién una relac
también ión del hom
relación hombrebre partic ular con
panicular c on la
naturaleza y con c on las cosas,
c osas, también
tam bién ella es, y y de m anera eminente,
manera em inente, «c reac ión», po
«creación», porr com-
com
pleto en arm onía con
armonía c on lo
lo que he llamado
llam ado el anificialismo
artific ialism o m oderno. Si se nos perm
moderno. permite ite es-
es
pec ular, incluso
pecular, inc luso divagar
diva g a r un instante, foo ¿no hahayy aquí algoalg o capaz
c apaz de destronar
destro na r a lo ec o nóm i
lo económi-
c o como
co c o m o expresión
ex presión del individualism
individualismo o m oderno, y
moderno, y no está pro duc iéndose esa sustitución,
produciéndose sustituc ión,
im pulsada po
impulsada porr toda una serie de ccambiosam bios rec ientes que afec
recientes tan al lugar del a.ne
afectan arte en la so- so
c iedad, p
ciedad, o r la «democratización»
por «dem oc ratizac ión» de la ac tividad a.nística?
actividad artístic a? E Enn el límite,
lím ite, ccada
ada cual
c ual se con-
c o n
ve rtirá de ese m
venirá odo en «creadorn.
modo «c reador». AuAun n afectando
afec tando pro funda m ente el arte
profundamente ane yy su noc ió n, pa-
noción, pa
rec e que un tal cambio
rece c am bio podría dejar ta tall como
c om o está, rela tivizá ndola un poc
relativizándola poco,o, la rela c ió n es-
relación es
tablec ida anteriormente
tablecida anteriorm ente entreen tre lo económico
ec onóm ic o y y lo polític
político.o.
13 6
136
retrogradar fala economía supondría
supandría muy posiblemente
pasiblemente hacer resurgir la
subordinación, y que en ese recodo nos esperaría una temible compli- compli
cación. EnE n efecto, la subordin:tsión
subordinación en su forma normal, como valor,
está, para mejor proveer, excluida de nuestra ideología. Sólo podría
reintroducirse en forma
forma vergonzosa, patológica, es decir como opre- opre
sión.
¿E s esto buscar demasiado lejos? Por el contrario, no es más que
,¿Es
mirar a nuestro entorno: lo que ha ocurrido y ocurre en nuestro mun mun-
do verifica inmediatamente y precisa la suposición. Hay en efecto paí paí-
ses, socialistas o totalitarios, que han puesto fin en principio, y en al- al
guna medida de hecho, a la autonomía de fo lo económico y lo han pues
pues-
to al servicio de fines políticos
palíticos y sociales. Sabemos que han realizado
esto mediante la opresión, en el desprecio del individuo, por par la subor
subor-
dinación impuesta a los sujetos. Pensar que sería posible pasible obtener el
/ :.
mismo resultado sin recurrir al mismo medio es algo desprovisto en
el actual estado de todo fundamento. No intento aquí presentar de
forma nueva una defensa de la propiedad privada, aproximo única única-
mente lo que hemos encontrado en el origen de la categoría económi-económi
ca a hechos recientes o contemparáneos
contemporáneos bien conocidos. En E n materia
de patrón-oro, el primer discípulo de Keynes
K eynes fue Adolfo Hitler (Pola-
1957¿).
nyi, 1957a).
Se objetará que los asuntos y concepciones económicas sólo en el
pasado estaban estrechamente ligados al individuo. Se dirá que en eco- eco
nomía los agentes más importantes
impartantes en la vida real de hoy, son grandes
organizadores de diferentes tipos,
tipas, y que, al seguir la ciencia a la reali
reali-
dad, el individuo ha dejado de ser el niño mimado del economista,
economista^ de
suerte que el cuadro que he trazado de la interrelación entre individua-
individua
lismo y economismo, aun admitiendo ·que sea verdadero de los co- co
mienzos, sería de todos modos escandalosamente arcaico. Ante todo,
estamos separados de Locke y de Adam Smith por el desarrollo de la
como una ciencia verdadera que ha sabido, al menos en el
economía ,como
último medio siglo, liberarse de las influencias ideológicas de sus co- co
mienzos y desarrollar un aparato analítico libre de imputación de va va-
lor.
Responderé para empezar que no se trata esencialmente de la reali reali-
dad exterior ni de la ciencia, sino de la la ideología del común de los
mortales, de vosotros y de mí, mi, que no ha cambiado a este respecto de
manera notable desde sus comienzos. Es posible naturalmente que el
desacuerdo entre la ideología y la realidad económica moderna sea
·sentido y mine la autoridad del propio punto de vista económico.
-- 137
13 7
E n cuanto a la consideración económica en .su
En su conjunto,>quC
conjunto, que ·
dejado verdaderamente de estar anclada en_ en la valoración individ
individualista{íi
·
no resulta necesariamente dé
_no de su adaptación a los recientes;
los· desarrollos reci~t
habría que demostrar que ese es el· el caso. Según todas -las las apariencias
aparien, ^
resulta improbable;
resulta improbable; creo
creo que
que sese podría
podría mostrar
mostrar queque enen todo caso •. ~
todo caso hay
conceptos que la ciencia económica recibe del exterior, del sentido (:(f. co
mún económico,.
económico, y que no no. están emancipados en ese· ese sentido, y íiq
y_ no
creo traicionar ciertos desarrollos de _KennethK enneth Calbraitb
Calbraith al decir quc~Itj
que lo
que es verdad para un desarrollo especializado en una rama ·muy
que. muy parti
~i;·
cular no lo ·es es al mismo
mismo tiempo
tiempo para
para lala consideración económica ~ en
general. Además, el estudio de Marx que a continuación sigue mostra mostea"'' . _
rá cómo es posible ·descubrir.
descubrir un fundall)ento
fundamento individualista en cons~ cons \ ')
trucciones a las que;que sin ,duda
duda todo el mundo concedería prim primaa fa
fati, un
cie µ.n ;}I
estatuto sociológico,
estatuto sociológico, por
por no decir holista,
no decir holista, y de las
y de las que
que sese pretende
pretende a::}:a
veces que el individuo
individuo.sese ha evaporado. En E n cuanto a la existencia en el-}-. el
interior
interior de la la economía política de un
política qe un cuerpo de proposiciones
proposiciones- yy propro-"
cedimientos propiamente científico en el sentido habitual del término,
:(
escapa a nuestro alcance y a_ a nuestro propósito. No es que alguien me- me ,
nos incompetente
incompetente que -el el presente
presente autor .no no pueda
pueda proponerse
proponerse prose
prosc-·_
guir más allá de los relación entre la ideología
los orígenes la -relación ideología global yy la
investigación económica, sino
investigación económica, sino que
que elel estatuto
estatuto científico
científico dede una
una propo
propo- __
sición una
una vez
vez alcanzada es independiente génesis: como tal
indepcndicnt~ de su génesis; tal es
independiente de sus orígenes, e inversamente no tenemos nada que .
esperar para
para nuestro propósito.
propósito. EsE s la sobreestimación de este conoci- conoci
miento
miento la que esconde un un peligro:
peligro: el economista, .cuando es generoso,
desea poner supuestamente su.fic;icntc
poner su conocimiento supuestament~ suficiente al -servicio
servicio -dede
sin darse cuenta de que abriría así la caja de Pandora.
fines sociales sin· J>andora. _··.
Los hechos que tenemos delante son lo bastaté bastatc graves como para_ para
justificar
justificar una
un~ reflexión.
reflexión. Muestran
Muestran que que hasta
hasta abará
ahora la alternativa entre
la alternativa entre
riqúeza como fin y formas (orzadas,
la riqueza forzadas, patológicas de ,subordinación
subordinación ·
constituye nuestra suerte. Todo parece indicar que es aquí donde se
anuda el drama del totalitarismo.
totalitarismo. Es E s aquí, enen particular, donde los
particular, .donde los
doctrinarios generosos que han pretendido liberarnos del «individua- «individua
lismo posesivo»
lismo posesivo» pasan
pasan por aprendices d~
por aprendices de brujo. Sabemos hoy
brujo. Sabemos que re
hoy que re- ·
·presentaciones sociales fuera de ~u su control son ,a a la larga más podero
podero- _
sas ·que toda pretensión
pretensi_ón totalitaria. Pero sabemos también que. que en el inin~ · ·
tervalo se han destruido muchas
m\lChas vidas humanas y se han puesto en pe
han_pucsto-cn pe:-\:
ligro muchas condiciones-
-ligro condiciones de una vida humana.humana; Hay :otrosotros límites dd/,del
artificialismo moderno además de los que la .ecología. ecología ha empezado a a/ '
enseñarnos, límites que resultan_
ensei\arnos, resultan de la naturaleza social del hombre hombre}
. i}'
138
como ser pensante. Sería tiempo de empezar a tomar conciencia de
esta suerte de necesidad, que se nos escapa porque aparentemente va
en contra de nuestros sueños más queridos de los últimos siglos.
P ues lo
Pues susc ita en noso
lo que suscita tros la revudta
nosotros revue lta y y del sufrimiento
sufrim iento n
noo es lo
lo que es, sino el he
he-
c ho de que n
cho noo sea como debería ser; pe
c om o d,beda ro desde que reconocemos
pero rec o noc em os que las ccosas
osas son como
c om o
es necesario dec ir sin arbitrio ni contingencia,
nmsario que sean, es decir c onting enc ia, rec onoc em os al m
reconocemos ism o tiem
mismo po
tiempo
13
deben ser
que d,bm se r así (Hegd;
(H egel; subrayado p o r nú)
por m í) 13..
\
13 T om a do de L
13 Tomado Laa Constit11rión
Constitución d,
de Alem ania en la traducción
Alemania traduc c ió n franc esa un po
francesa co m
poco odific a
modifica-
rec
(HE GE L, 1974).
da (HEGEL, Ell tex
19 7 4 ) . E
ientem ente en HEGEL,
recientemente
texto fig ura en el tomo
to figura
H e g e l , 1958,
tom o Y
19 5 8 , p. 225;Jürgen
Ï Ï de la edición
VII
5 ; Jü rg en H
HABERMAS
edic ión L
Lasson Œ uvres y
asson de las CE.11vru
c ita el pasaje en su «Nachwort»,
a b e r m a s cita «N«h»1ortJ>,
1
ib íd p. 357.
ibíd., 357.
1
139
13 9
1
[
?bi m · b W W ^ ' i:ß S M
■Β ' , ìb; Β ·Γ ·."^'β Β ■ Bb BBvÎBB!! ^
ί
·
I
■ < Μ
!
*
Β Β
!
I
SE G UND A PART
SEGUNDA PARTEE
EL AP O G E O : KARL
E L APOGEO: MARX
KAR L M AR X
7
DEL VOTO
DE L V O T O REVOLUCIONARIO
R E VO L U C I O N AR I O DEL
DE L
JOVEN-MARX
JO VE N M A R X A L A IDEOLOGÍA
A LA ID E O L O G ÍA
A L E M AN A: P
ALEMANA: PREPONDERANCIA
R E P O N D E R AN C I A
DEL
D E L IINDMDUALISMO
N D I VI D U AL I SM O
t?
¿ a.
11 C f. D u m o n t , 19
DVMONT, 6 4 bt pp. 337
1964b, 7 ss., 82
82.. EEn
n uno
uno de sus libro
libross public ado en 19
publicado 2 3 , el
1923, d teó-
| ric o del
rico dd «universa lism o », OOthmar
«universalismo», thrna r Spann,
Spann, se addantó alal pre
se adelantó se nte estudio
presente estudio ((véase
véa se m ás arri-
más arri-
¿ ba la nota
no ta 22 dd
del cap.
c ap. 1). Presentó
1) . P resentó un doble ccatálogo
atá log o de rasgos y de rasg
ra sg o s individualistas y rasgos
os
145
14 5
Llegados a este punto, se comprenderá sin duda que la la cuestión del in
in- .
dividualismo de Marx es pertinente en relación con su actitud frente
al pensamiento económico. Los dos temas se entrelazarán en lo que si-· si
gue.
Las grandes líneas de la exposición resultan de la cronología de los
escritos de Marx y de nuestra
nuestra cuestión principal. La orientación gene
gene-
ral de su pensamiento es anterior en lo esencial a sus estudios de eco
eco-
nomía política; constituye el objeto de la primera parte (secc. 7, aquí
mismo). La segunda parte (secc. 8) está consagrada al encuentro con
la economía política y a lo que ésta llega a resultar entre las manos de
Marx en .relación con el cuadro general de su pensamiento. Por fin,
una tercera parte (secc. 9) resume el resultado desde el punto de vista
de la ideología general, y termina con una disgresión que reúne
reúne' algu
algu-
nos resultados anexos del estudio.
146
Poco después, en 1844, viene el -encuentro
encuentro con la literatura econó-
>mica
1mica que conocemos gracias a los Manuscritos de París de 1844. LLaa
ideología alemana, escrita por Marx y Engels
,ideología E ngels en 1845-1846 y que quedó
':. inédita sólo por accidente, o más bien su primera prime_ra parte, que expone
, según E ngels «la concepción materialista de la historia», combina en
Engels
i una primera aproximación las dos formas de pensamiento, si se .hace hace
·,;, abstracción de las influencias socialistas y de otras menos importantes
importantes..
E n realidad, L
.; En alemana, aunque posterior a los M
Laa ideología alemanay anuscritos,
Manuscritos,
},'. continúa la línea de los escritos anteriores en el sentido de que, si bien
f abre un importante lugar al aspecto económico, lo lo_ integra en el cua-
cua
dro histórico de conjunto. La visión económica se utiliza para dar fir- fir
meza, carácter decisivo a lo que ya estaba presente. Podemos por con- con
siguiente, sin dejar de continuar atentos a la relación entre los M Manus-
anus
alemana , perseguir en un primer momento el desa-
critos y LLaa ideología alemana, desa
; ·. rrollo de las tesis generales desde los primeros; primeros escritos hasta LLaa ideo/o-
ideolo
·. gía alemana, antes de volvernos, en un segundo tiempo, hacia los M
gía alemana} Ma-
a 1
nuscritos en cuanto que constituyen una especie de acta de la toma de
;•l. nUJcritos
· · contacto con la economía política. 1
Aquí interviene, complicando un poco nuestro plan, nuestro segun- segun
do tema. Mientras que los textos considerados expresan o implican de 1
manera predominante un punto pl,UltO de vista individualista, la perspectiva
contraria, la que ve al hombre esencialmente como un ser social, tam tam- 1
bién está presente, muy explícitamente, en algunos textos o pasajes.
Es necesario estudiar estos últimos textos, desde el principio, allí alli don
don-
de se encuentren -y - y están sobre todo en los M anuscritos- para ·sacar
Manuscritos- sacar a
la luz el problema planteado por la yuxtaposición de las dos concep- concep
ciones opuestas y su destino subsiguiente. D igamos en seguida por lo
Digamos
ii demás que si bien hay alú ahí un problema para nosotros, en modo alguno
lo hay para el propio Marx, y éste es un hecho q~e que tendremos precisa
precisa-
mente que comprender. Nos será preciso por consiguiente, tras haber
considerado los tres primeros textos, insertar en su lugar cronológico
''· los. los pasajes pertinentes de los M anuscritos que presentan esta percep
Manuscritos percep-
ción sociológica, antes de pasar a LLa a ideología alemana en la que desapa-
desapa
rece y queda sumergida, como_ como lo estará asimismo en la obra subse- subse
cuente de.de Marx en general.
1
¡ E l breve texto titulado Introducción a
El a la 'crítica
critica de la filosofía del
d el derecho 1
(¡ de H egel ((exactamente:
Hegel Zur
exactamente: Z Kritik...
ur Kritik ... E
Einleitung;
inleitungr; citado en adelante como
\·
1
14 7
147
1
‘ - r . ; j
Einleitung)
E inleitun¿) fuefue escrito por Marx a finales de 1843. T enía veinticindf'
Tenía veinticinco .1
años y se había casado en junio dé 1843 después de siete años den
de''.1843 de no· :
viazgo. El E l texto fue publicado en la primavera de 1844 en ell' París en elé
primer y único fascículo de los D De11/I(h-Fran~i1cht Jahrbiichtr editados
eutscb-F ranzpsiscbe Jahrbücher editado . j
por Marx y Ruge (Marx, Einleitung,; W erk e, I, pp. 378-391)2. Sé
E inleitung Werkt, Se le pue-
pue0} . • .■
de llamar la profesión de fe revolucionaria de Marx. Proclama la alian alian-'l,f) ,
za de la filosofía y el proletariado para realizar la filosofía y
za de la_ filosofía y el. proletariad? par_a rea~zar la filo~offa y abolir elabolir el i ;\";j
proletariado. _Por Por encimad~
encima de la dialéctica
~aléctica brillante
bnllante habitual
hab1tu~ en Marx y ·. ;ij
de una especie de elocuencia chillona -«el arma de la crítica no puede ·Jj
sustituir a la crítica de las armas» (p. 38 5)- este conocidísimo texto es ·, · ]
385}-
notable por una particularidad: está centrado en Alemania y evoca un .L, ' .
eco netamente fichteano.
La referencia misma a Hegel y a la FFilo1ofta
ilosofía del derecho posee aquí un tin ·
carácter nacional acentuado, casi místico.
mistico. E Enn efecto, Alemania carece
carece·
de historia -reciente- fuera del dominio del pensamiento, y la obra de
Hegel aparece de hecho, en cuanto coronación de la filosofía alemana
E stado, como «la única historia alemana que se halla ,
del derecho y del Estado,
al a rí con el presente oficial moderno» (p. 383). El
a l ppari E l tema es bien co co- ·
nocido, en verdad se trata de un estereotipo de la literatura alemana
clásica: mientras que los demás pueblos actúan en la escena de la his his-
toria, el pueblo alemán se ve excluido de ella y reducido a pensar lo
que los otros viven. Como Fichte cerca de cuarenta años antes, Marx
considera esta privación como cómo el fundamento dé de un futuro cumpli
cumpli-
miento sin precedentes. El E l paralelismo con la situación del proletaria
proletaria-
- allí donde existe, debemos añadir, si es verdad que entonces no
do -allí
existe todavía en Alemania- justifica una identificación.
identific~ción. E Ell paralelo
paralelo ·
con Fichte es impresionante: como Alemania es «fundamental» (grilnd- (griind -
liche ), no puede por menos de revolucionar de arriba a abajo ((pon
liche), von
22 Es Ede s de
deseardesear
quequese se rec uerde
recuerde queque ésto
ésto no.no es es
un ün estudio
estudio c om pleto
completo de de M a rx
Mar:x ni ni
de de
ninguna de sus obras. Cuando C uando se considere
c onsidere un tex to en detalle, lo
texto lo será m enos en sí
menos sl m is
mis-
m o que en relación
mo relac ión conc on nuestro doble tem tema.a. P ara comodidad
Para c om odidad dcJa de la referenc
referencia,ia, cada
c ada obra
obra
M arx se designa mediante
de Mar:x m ediante una aabreviatura o nvenc io na l (aquí E
breviatura cconvencional inleitung, Critita
Einkit11ng, Crítica ded, :
Hegel\etc.)
H1g,I, etc .) Bajo
B ajo cada una de estas rúbric rúbricasas la bibliog ra fía del fina
bibliografía finall del vo lum e n reag
volumen rupa
reagrupa
edic ión o las ediciones
la edición· edic iones utilizadas, la la o las traduc c iones conocidas
traducciones c onoc idas ((incluso
inc luso si éstas lle lle-
va n útulos
van títulos diferentes). D e l mismo
Del m ism o m odo, las ediciones
modo, edic iones de las O bras sé:
Obras se designan por: por:
M E GA, Wn-h,
MEGA, Werke, CENlll'ts.
(Euvres. Por
P o r lo general
g eneral las citas
c itas son traduc c ión del tex
traducción to alem
texto alemánán (cf.
cap. 1, n. 12);12 ) ; si en algún caso
c aso se 112cc
hace referenc
referencia, ia, para c om odidad del le
para comodidad c to r, a una tra
lector, tra-
duc c ión public
ducción publicada, ésta sig111
ada, isla sigue a la del tex to alemán
texto alem án o o es introduc
introducida por:
ida po r. «cf.».
«d.». D a d o el ca
Dado ca-
rác ter limitado
dctcr lim itado del estudio, no n o se ha
ha dado una bibliog ra fía ccompleta
bibliografía om pleta de la la litera tura re
literatura re-
ciente sobre el tema, téma, de la que sólo sólo he
he vis to una parte. U
visto nic am ente se m
Unicamcntc enc io na n algu
mencionan algu-
nos útulos.
títulos. ·:· t-.:
I 14 8
148
f
G1'11nd
G rund aus ),' «la emancipación del Alemán es la emancipación del hom
a us); hom-
; .; bre» (p. 391 391). E n cuanto aa la filosofía, ha conswnado
). En consumado su tarea ((en en la
F ilosofía del derecho), no puede ir más allá sin abolirse
• ~,,:· Filosefía abolir se a sí misma, y y no
puede ser abolida sin realizarse, ni ser realizada sin abolirse (p. 384).
Al existir una clase social cuyas cadenas son «radicales», la alianza sur- sur
ge de la propia naturaleza de las cosas: «la cabeza de esa emancipación
es la filosofía, su corazón el proletariado». Hay un precedente, pues
Alemania tiene un pasado revolucionario en la Reforma: «Como en en-
tonces en el cerebro del fraile, la revolución comienza ahora en el ce- ce
rebro del filósofo»
filósofo» (p. 385). Sin duda düda son necesarias las armas, la fuer fuer-
za material (materielle G éwalt), pero «la teoría se convierte en poder
(ma terielle Géwalt),
material tan pronto como se apodera de las masas» (p. 385). La prue prue-
ba del radicalismo y de la energía práctica de la teoría alemana se ·halla halla
en la conclusión de la crítica de la religión, a saber que «el hombre es
la esencia suprema para el hombre», de donde se sigue «el imperativo imperativo
categórico de abolir todas las condiciones en que el hombre sea un ser
humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable» (p. 385).
Por textos anteriores sabemos que la actitud radical así expresada
en 1843 no era nueva. Se la puede hacer remontar a la disertación fi fi-
losófica de Marx de 1841 («hacer intolerable el intervalo entre lo ideal
y lo real») e incluso a aquella extraordinaria carta a su padre padre de no
no-
viembre de 183 18377 con,·
con, entre otras cosas, su rechazo de la dualidad en en-
tre «ser»
«ser» y «deber seo> ser» (W erke, Erg.
(W erk e, E rg. B. I, pp. 3-12). E sté
Este rechazo evoca
evidentemente la crítica hegeliana de la moral de K ant. Más amplia-
Kant. amplia
mente la actitud del joven Marx ofrece por una parte un ejemplo de
un fenómeno típico de nuestro mundo, la rebelión del adolescente cul- cul
tivado, y se halla por otra en continuidad con el romanticismo alemán
en su más amplio sentido, con esa «intensificación de la dignidad del
hombre» (Steigerung D ilthey ve el rasgo general del movi
.. .) en la que Dilthey
(Steigerung...) movi-
miento intelectual alemán en torno tomo a 1800 (1968, p. 52, 185, 204).
E
Enn particular, es impresionante el paralelismo con la actitud del joven
Hegel, que Marx no pódfa podía conocer, pero que tiene de algún modo re re-
percusiones en esa Fenomenología
F enomenología en la que veía el corazón de la filoso filoso-
fía hegeliana (Marx, M anuscritos). Así
Manuscritos). As{ Hegel, cuando trabaja en en EEll es-
es
píritu del cristianismo en 1798-1799 está preocupado por superar en to to-
das sus formas la separación, que es dolor, para recuperar la conso conso-
nancia espontánea de Grecia, G recia. Busca entonces una religión nueva,
como Marx quiere una nueva sociedad, y más adelante veremos un as as-
pecto más preciso del paralelismo (cf. Dilthey, D ilthey, 1968).
E
Ess destacable que el voto revolucionario del joven Marx se presente
149
14 9
en un plano no internacional sino alemán, como nacido de 'condici0-,¡ condicio- í -,
nes
nes específicamente
específicamente alemanas.
alemanas. E llo concuerda
Ello concuerda concon lala tradición
tradición alema-
alema- :;~l!
na en general, según la cual se es un hombre por el hecho de ser uníí un.:'!~
alemán; evoca incluso, de manera lejana, una una actitud bastante extendi-
extencli- <:}1
da anteriormente en Alemania frente al fracaso de los revolucionarios ·. J
franceses,
franceses, elel cual
cual se
se atribuía
atribula aa su su carencia
carencia de de cualidades
cualidades morales,
morales, en en '1'
contraste con el carácter serio y fiel de los Alemanes, que habrían sido
los
los únicos
únicos capaces
capaces de de llevar
llevar hasta
hasta susu culminación
culminación estaesta grandiosa
grandiosa tarea.
tarea. ^
Mas por cierto hay hay que tomar completamente en serio esta fidelidad
alemana
alemana deldel joven
joven Marx.
Marx. MásMás allá
allá de
de la
la referencia
referencia aa Lutero,
Lutero, eses profundo
profundo
el
el vínculo
vínculo que
que une
une aa Marx
Marx concon lala filosofía
filosofía alemana.
alemana. Veremos
Veremos un un aspecto
aspecto
esencial gracias a R. Tucker, pero más en general no se puede compren compren-
der el desarrollo de Marx sin verle como llevado por las alas de esa filo filo-
sofía. Su audacia intelectual, su mismo proyecto revolucionario son in in-
separables de esa especulación titánica que creyó sobrepasar todas las
contradicciones y trascender entre otras la oposición entre lo finito y lo
infinito, el sujeto y el objeto, la naturaleza y y el espíritu.
Al
Al mismo
mismo tiempo,
tiempo, como
como ha ha observado
observado Hyppolite
Hyppolite (1955, p. p. 153),
Marx
Marx sustituye
sustituye lala nación
nación hegeliana
hegeliana (o olk ) por
Volk)
(o V por la
la clase
clase como
como actor
actor en en
la escena de la historia. A diferencia del pueblo elegido llamado a do do-
minar a otros pueblos, propio de los pensadores alemanes en general
(incluso de un pensador igualitario como Fichte), el proletariado pon pon-
drá fin a toda dominación o subordinación. E Enn este punto por consi consi-
guiente
guiente Marx
Marx trasciende
trasciende la la tradición
tradición alemana.
alemana.
E
Enn estrecha relación con este aspecto «alemán» «alemán)) está el carácter inte inte-
lectual de la formulación de Marx: no es el proletariado el que busca yy
encuentra un aliado en el filósofo alemán, es el filósofo alemán el que,
buscando
buscando unauna solución
solución alal problema
problema nacional
nacional enen el
el plano
plano dede lala relación
relación
entre el pensamiento nacional yy la vida, encuentra un instrumento instrwnento
quasi providencial y al mismo tiempo un aliado en el proletariado; la
revolución empieza en el cerebro del intelectual: desde Lutero a través
de Fichte y Marx la filiación conduce a una figura verdaderamente in in-
ternacional,
ternacional, el el «revolucionario
«revolucionario profesional»
profesional» del del siglo X , y Lenin
siglo XXX, Lenin se se
encargaría de demostrar que el intelectual no estaba obligado a esperar
el desarrollo de una clase proletaria.
Pero
Pero aquí
aqui todo
todo ésto
ésto no
no nos
nos es es esencial.
esencial. LoLo que
que eses esencial
esencial es es que
que al al
voto revolucionario así enraizado y justificado -pero -pero para todos los fi fi-
nes
nes prácticos
prácticos universal
universal en en susu contenido-
contenido- MarxMarx permanece
permanece fiel fiel aa lo
lo lar
lar-
go de toda su vida, a despecho de las miserias que le iba a acarrear. In In-
cluso quienes prefieren leer el mensaje de Marx a partir de las obras
150
15 0
· de su
su madurez -bien
-b ien sea de manera predominante o exclusiva- no
pueden negar que es alú fuerza motriz de sus fu
ahí donde radica la gran fuerza fu-
turos éxitos. Voy
Voy a explotar al máximo esta continuidad para la com-
com
prensión de Marx, insistiendo tanto como sea posible en las implica-
implica
ciones sobre su pensamiento de esta resolución inicial y capital que
llamaré su voto revolucionario,
revolucionario;
Nos hallamos ante un joven intelectual romántico, publicista y re-re
belde que quiere reconciliar y unir indisolublemente el pensamiento y
la acción, y que con este fin se compromete a emancipar al hombre
con la consigna: «E
«Ell hombre es la esencia suprema para el hombre»3.
hombre»-3. 1 1
1
151
1
r
1
pronuncia
pronuncia este este voto
voto lolo hace
hace evidentemente
evidentemente en en tanto que I11dill!~N.~;
t9.nto ;que Individuo,
como
como un ser independiente
un ser independiente cuyo
cuyo valor supremo es·prccisamenteel/~;
valor supremo es precisamente el In
· divid110,
dividuo, elel Hombre
Hombre liberado
liberado de
de sus cadenas, purg~do
sus cadenas, purgado de de toda
toda depen:.
depen
dencia.
Resulta claro por consiguiente que el voto revolucionario del joven t~·
Marx
Marx· ofrece una primera respuesta a nuestra pregunta: ¿conceblaJit ¿concebía .
Marx al hombre esencialmente como un individuo o· o como un ser so,-';c;-'l·
so
cial? EEn n este estadio, nuestra respuesta cuestión debe ser tan ca-
respuesta• a esta cuestión. ca ·
tegórica, tan absoluta como el propio compromiso de Marx. Y Y,, en la
medida en que Marx permaneció fiel durante toda su vida a este com~ com
promiso, se puede abrigar la consistente presunción de que su visión .
del
del hombre
hombre continuó
continuó siendo fundamentalmente
fWldamentalment_e la la misma,
misma, a menos
menos .
que podamos detectar un cambio en él a este respecto, o que podamos .
sorprenderle convicto de incoherencia. Podemos suponer que, cuales- cuales
. quiera
quiera. que
que .sean las perspectivas
perspectivas diferentes
diferentes que Marx puedapueda haberse
haberse .
visto llevado a adoptar durante sus largos estudios de la vida económi-económi
ca y social, al analizarlas las encontraremos relativamente secundarias,
m ente Hegel
mente H egel se esforzó p o r trasc
por ender la distinc
trascender ión. Que
distinción.. Q ue no n o llegó
lleg ó a conseguirlo
c onseg uirlo nos lo
re vela n dos observac
revelan iones: 1)
observaciones: disc ípulos y
1) sus disdpulos y suc esores se han dividido en dos campos,
sucesores c am pos,
lo c ual muestra
lo cual m uestra que el cursoc urso de la acción
ac c ión resultante de su filo so fía era ambiguo;
filosofía am big uo; 2) el pro- p ro
1 pio
pio M a rx criticó
Marx c ritic ó a Hegel
H egel precisamente
prec isam ente sobre este punto, punto , y reem prendió la tarea, como
y reemprendió c om o
nos dice la Einleitung.
nos Einkit11n¡;. esta vez dim ensión de la ac
vez la dimensión c ión fue verdaderam
acción verdaderamente ente amalgamada
am alg am ada
de nu e vo en la representac
nuevo representación, ión, y el pro fesor T
profesor uc ker tiene toda la razón
Tucker m ó n al ai caracterizar
c arac terizar
c onsec uentem ente .esa
consecuentemente esa representac
representación ión como
c om o un m mito (T u c k e r , 1972,
ito (TUCKER, 19 7 2 , p. 2227).
2 7 ) . Que
Q ue el
pro yec to revoluc
proyecto iona rio determina
revolucionario determ ina en parte la descripcióndesc ripc ión histórica
históric a y social,
soc ial, es decir,
dec ir, en
térm inos no
términos no relig iosos, que la deforma,
religiosos, deform a, es lo suficientemente
sufic ientem ente evidente como c om o para no no
oc uparno s aquí
ocupamos aqu! de ello. Se podrlapodría quizá derivarderiva r la sociedad
soc iedad comunista
c om unista de Marx M a rx del Esta-E sta
do
do de HegdH egel aplicindole
aplic ándole un «operador»
«operado01 cconstituido
onstituido p voto y todas sus im
o r el uoto
por plic ac iones.
implicaciones.
P
Procedería aqu! extender
roc ede ría aquí ex tender la «crítica
«c rític a tra nsform ac ional» a sus propios
transformacional» pro pios adeptos, la cual c ual sería
p o r lo
por dem ás una «c
lo deinás rític a crítica»
«crítica c rític a» (cf. la la. nota siguiente). LLaa dimensión
dim ensión de la acción ac c ión inter-
in te r
vie ne así
viene asía!al nivel
nive l de las concepciones
c onc epc iones fundam entales y de las presuposic
fundamentales presuposicionesiones subyacen-
subyac en
do nde apenas se la sospecha;
tes, donde sospec ha; empezu:
em pezar a poner en evidencia evidenc ia tales aspectos
aspec tos constituye
c onstituye
una pa rte de la presente
una parte pre sente tarea.
A la luz de la distinción
A distinc ión que propongo
pro pong o entre relig religiónión y .filosofía,
filosofía, la tan extendida
ex tendida nec nece-e
sidad contemporinea
c o ntem poránea de restablec
restablecer er una relación
relac ión inm ediata, lo más
inmediata, m ás cercana
c erc ana posible a una
identidad,
identidad, entre c onoc im iento y
entre el conocimiento y la acción
ac c ión puede situarse fác ilm ente en la adecuada
fácilmente adec uada
perspec tiva: expresa
perspectiva: ex presa la nec esidad de regresar a las cómodas
necesidad c óm odas convinaciones
c onvina c io nes de la relig ión,
religión,
refleja el rec hazo de la Entv&uberung
rechazo Enl'IJl11btrung m oderna del m
moderna undo, y en partic
mundo, ular la incapacidad
particular inc apac idad
de m
.de uc hos ateos ccontempor'°eos
muchos ontem poráneos pa ra lleg
para llegarar a vivir
vivir.en en un m undo realm
im.mundo realmenteente privado
priva do de
D ios. E
Dios. stam os lejos de los tiem
Estamos tiempospos de P lutarc o: «Los
Plutarco: «L os Príncipes
P rínc ipes po r lo general.
podo g ene ral no aman am an
m uc ho sus Logos,
mucho L og os, pues al ac rec entar su cconocimiento,
acrecentar onoc im iento, éste pod ría entorpecer
podría ento rpec er su poder po der
de re in a r y
reinar y paralizar
parali7.ar su ac acción» (Moraba. A
c ión» (Moralia. A un PPríncipe
rínc ipe no instruido. Según Seg ún la.la tra d. de
trad.
H.N.
H .N .FFowler).
o wle r) . ·
15 2
152
. limitadas, ~uperficiales,
superficiales, en relación con ésta que estaba enraizada en la
orientación misma que escogió dar a su vida.
Para poner a prueba esta hipótesis, nos volveremos en primer lugar
hacia las otras obras de juventud de Marx, que en su mayor parte que- que
. daron inéditas en su tiempo, escritas todas en un nn corto período
periodo de tres
años ((1843-1845).
1843-1845). La primera, tanto cronológicamente como por su
importancia para el desarrollo subsecuente del pensamiento de Marx, Mane,
es su manuscrito titulado Crítica C rítica de la
Ja filosofía del
d el derecho de HHegel
egel («Aus
(«A us
der K
Kriti/e ...J>). Marx
ritik ...»). Mane consideraba a Hegel el más grande pensador de la
época, y fue por referencia a ese libro del filósofo como definió su
propio trabajo y proyectó su plan para varios años. Nos topamos aquí
con una
nna crítica laboriosa, parágrafo por parágrafo, de la parte central
del desarrollo sobre el E stado en el libro de Hegel
Estado Hegel(§ (§ 261-313) (Werke,
(W erk e,
I, pp. 203-333, d. cf. el resumen en Hyppolite, 1955, pp. 120-141).
La lectura tan precisa de Mane Marx no es inútil, para empezar, para la
comprensión de este texto difícil. E En n cuanto a su crítica, su aspecto
más incontestable consiste en mostrar que en numerosos lugares He He-
gel no aprehende verdaderamente su objeto de modo filosófico, sino
que yuxtapone lógica abstracta y consideraciones empíricas: «Hegel da
a su lógica un cuerpo político, no da la lógica del cuerpo político» (p.
250). Marx se burla de las «deducciones» de Hegel, especialmente en
lo concerniente al monarca, la burocracia, las dos Cámaras; denuncia
las mediaciones y transiciones, que con frecuencia lo merecen.
Lo esencial de la crítica consiste en dos observaciones que afectan a ni- ni
veles diferentes. E Enn primer lugar, Marx reprocha a Hegel invertir el suje- suje
to y el predicado: «Lo que habría debido ser el punto de partida se con- con
vierte en el resultado místico y lo que habría debido ser el resultado racio racio-
nal se convierte en el punto de partida místico» (p. 242). Hegel toma
como sujeto al EstadoE stado en cuanto Espíritu,
E spíritu, y le da como predicados, consi-consi
derándolos fenomenizaciones suyas, todas las instituciones sociales, todos
los aspectos sociales, desde la sociedad civil hasta el monarca constitucio constitucio-
nal, etc. Según Marx, el sujeto concreto real es el hombre real de la socie- socie
dad civil, y el E stado es únicamente su predicado (Hyppolite, p. 127). E
Estado Ess
la crítica marxiana bien conocida del idealismo hegeliano, de la dialéctica
y de la conciencia en general como invertida, como algo que marcha so so-
bre la cabeza y tiene que ser colocado de nuevo sobre sus pies4. pies 4•
t, 44 La Lliteratura
a lite ra tura rec iente
reciente ve ve
aqufaquí
la aplicación porp oMarx
la aplic ac ión r M arx
de de la «c rítictransformacional»
la «ccltica a tra nsfo rm a c ional»
t «m éto do tra
o «método nsform a dor», á.
ttarisfonnador», c f. TuCKER,
TüCKE R, 19 7 2 (fudex,
1972 critiásm ), AviN
( índex , s.v. -criticir111), 19 6 8 ;
E RI, 1968;
AVINERJ,
j\ , M
McLELLAN, t 969;
c L e l l a n , 19 6 9 ; Ü'MALLEY
O’MALLEY .en
en lo
lo que sigue.
153
15 3
Ell segundo punto versa sobre la relación entre la sociedad y el ·E-· s-W ,
E
:
tado. Hegel los describe como instituciones separadas; separadas. Hegel parteparte_ dé
T i ;Jr.
·la separación entre «Estado»
«E stado» y «sociedad civil)),
civil», -entre
entre los
los «intere
«intereses ' ,
particulares» (de ésta última) y «el general en sí y para sí» (del prime- prime.;.i ' $
ro) (p. 247). Para Marx ésto es verdad como descripción del esta.do estado de __ _'}
cosas moderno, y por eso, en la E inleitung publicada, alababa el logro \)1
Einleitung
de
d~ Hegel.
Hegel. Pero
Pero Hegel
Hegel no
n~ se
se contenta
co~t:nta con
con describir, aprueba esta situa- sitúa- '\!j|
ción y, aceptando la sociedad civil como algo dado, esboza, en verdad, ·j
c1ón
prescribe, su E stado como consecuencia. Marx por el contrario niega 'J
Estado
que esta «separación» esté conforme con la razón. Naturalmente, esta. esta ~
negación corresponde a su actitud revolucionaria. Según Hyppolite, ·~;
Marx «propone resolver este dualismo contradictorio mediante la ab- ab
E stado en la sociedad, transformándose a si
sorción del Estado sí misma la so- so
ciedad al mismo tiempo de tal forma forma que no se disuelve en el atomis. atomis
mo individualista». «E «Ell hombre real, el que vive y pena, debe expre- expre ·
sarse como tal en el E
sarse. stado, que perderá entonces su
Estado, su carácter trascen
trascen-
dente» (Hyppolite, p. 126).
E
Ess esta una proposición muy fuerte, que Marx no justifica directa~ directa
mente en este lugar: simplemente admite que la absorción del Estado E stado
en la sociedad es posible. Puede suponerse que esta ausencia de justifi justifi-
cación resulta del carácter crítico del texto: la opuesta concepción de
Hegel es criticada, y la visión propia de Marx apenas indicada; otros
textos serán quizá más explícitos. Más aún: el rechazó de toda trascen trascen-
dencia es una característica fundamental
fundamental del- del pensamiento de Marx.
Ahora bien, los discípulos de Hegel en general, y Feuerbach en parti parti-
cular, prolongan aquí e intensifican un rasgo que se encuentra ya en
Hegel. Apenas hay necesidad de recordar que la 'lógica lógica de Hegel cul- cul
mina en la Idea, en la que el concepto (Begriff)(B egriff) se encarna, en la que lo
racional y lo real coinciden. E Enn la misma FFilosofía
ilosofía del derecho, se exalta
al E stado frente a la religión en razón a su inmanencia, opuesta a la
Estado
trascendencia de ésta última. Puede verse ésto en el largo comentario
del § 270 sobre la relación entre el E
del_§ stado y la Iglesia; Marx anuncia
Estado
(p. 214) que lo considerará más adelante, pero aparentemente no lo
hizo en este trabajo (aunque cf. aquí mismo, n. 7, p. 160).
Para Marx, el Estado
E stado contemporáneo no es inmanente, o no lo es
absoluta o .suficientemente;
suficientemente; en relación a la sociedad civil, es trascen trascen-
dente, y esa es la razón de que Marx lo condene. Todo esto corre pa- pa
rejo con el voto revolucionario, revela su verdadera dimensión filos~ filosó
Ja, «emancipación del hombre» coincide con la destrucción de la
fica: la
trascendencia. (Sobre este importante aspecto del _pensamiento pensamiento de
154
15 4
Marx, cf. Cottier, E Ell ateísmo del
d el joven M arx , 1959.) Sobre este punto
Marx,
preciso, los escritos teológicos del joven Hegel ofrecen un paralelo
sorprendente. Todos ellos se ocupan de acabar con la trascendencia en
el cristianismo, de reconstruir un mensaje puramente inmanente de Je Je-
sús, que habría predicado por ejemplo «virtudes sin dominación, sin
(como simples) modificaciones del amor» (Hegel, 1907, p.
sujeción, (corno 1'
293). Cottier ha señalado admirablemente en mi opinión que todo esto
ocurre en el interior del luteranismo (1959, pp. 46-47). 1,
E l sociólogo tiene buenos motivos para reflexionar sobre esta preo
El preo-
cupación de Marx por destruir la trascendencia. En E n efecto, si se admi-
admi 1 1
te que la sociedad es un todo, este todo corno como tal trasciende sus ele- ele
mentos de la misma manera que un organismo sus componentes.
Marx se entretiene ampliamente en mostrar que la determinación o
filosófica del Estado
deducción filosófica E stado por Hegel no va más allá de la de un 1 1
respecto 5• E
respecto5. stamos frente a un .acontecimiento
Estamos acontecimiento tan dramático, de una
55 HayH al
ay menos
al m enos Wl un pasaje
pasaje en en el que
el que M arx
Mane parec
parece e decque
decir ir que la relac ión
la relación conc on el to do
el todo -es—es
dec ir con
decir c on el E s ta d o - de rasg
Estado- os pa
rasgos rtic ulares es su determ
particulares inac ión m
determinación ayor. Se trata de su la
mayor. r
lar- 1 1 '
g uísim a discusión
guísima disc usión sobre .Ja la prim og enitura, sobre el m
primogenitura, a yo m g o rec
mayorazgo om endado po
recomendado porr H egel
Hegel
para
para asegurar la independenc
partic
independencia
ulares de este género
particulares
ia polític {ibid., p. 312).
polfticaa (ibíd.,
(einyelne Staat1momtntt),
g éne ro (tinzelnt
3 12 ) . Se dice
Staatsmomente) , «el estado po
dic e allf
allí que para instituc iones
instituciones
lític o es la esfera de su
politico
1 1
determinación universal,
determ inac ión universa esfera religiosa
l, su trftra rtligio1a»» (subrayado
( subrayado p o r Marx).
por M arx ). Las últimas
L as últim as palabras
1,
155
15 5
1
importancia histórica tal que vale la pena considerar en detalle este re-
re-•:
í
chazo por Marx del aspecto bolista
holista de Hegel. Tomemos un parágrafo „
de Hegel y el comentario de Marx que a él se refiere. .
Hegel, s 274:
Gom o el E
Como spíritu es real sólo
Espíritu só lo en cuanto
c ua nto sabe que existe,
ex iste, y c om o el E
y como stado, en ta
Estado, n to
tanto
que espíritu de un pueblo, es al mismo m ism o tiem po la ley que penetra tocias
tiempo todas sus relac iones, lá
relaciones, la ·
m ora l yy la cconciencia
moral onc ienc ia de sus individuos, la constitución
c onstituc ión de un pueblo determ inado de
determinado de-
pende en suma sum a del modo
m odo y de la fo rm ac ión de la conciencia
formaáón c onc ienc ia que tiene ese pueblo de sf; sí;
c onc ienc ia reside su libertad subjetiva y, en consecuencia,
en esta conciencia c onsec uenc ia, la realidad de su c o ns
~u cons-
tituc ión (cf. H
titución egel, 1942).
Hegel, 19 4 2 ) .
Comentario
C omentario de M
Marx:
arx :
Loo únic
L únicoo que se sigue del razonam iento de H
razonamiento egel es que un E
Hegel stado en el que el m
Estado o do
modo
y la fo rm ac ió n de la conáencia
formación c onc ienc ia de sí
sf yy la constitución
c onstituc ión se contradicen,
c ontra dic en, n
noo es un ve rda de
verdade-
ro E stado. E
Estado. videntem ente es una banalidad decir
Evidentemente dec ir que la constitución,
c onstituc ión, que es el pro duc to
producto
de una conciencia
c onc ienc ia pasada, puede lleg ar a ser un obstáculo
llegar obstác ulo m oles to pa
molesto ra una conciencia
para c onc ienc ia
m ás pro
más g resiva , etc. ele.
progresiva, etc. E
Ell resultado de esto consistiría
c onsistiría sim plem ente en rec
simplemente la m ar una
reclamar
c onstituc ión que tuviera en sí m
constitución ism a la determinaáón
misma determ inac ión y y el princ ipio de poder
principio poder pro g re sa r
progresar
ccon
on la conciencia,
c onc ienc ia, con
c on el hombre
ho m bre real, lo cual
c ual sólo es posible cuando
c uando el hom bre ha lleg
hombre a
llega-
do
do a ser el princ ipio de la constitución.
principio c onstituc ión. H aquí un Sofista
egel es aquf
Hegel (Wcrkc, I, p. 2218).
Sofi1/a (Wtrkt, 18 ) .
! 15 6
156
sibilidad de la emergencia aparentemente repentina de esta última (cf. (cf.
D umont, 1965, p. 47).
Dwnont, 4 7).
E
Ell punto es importante, y sin embargo no siempre lo ven o acen- acen
túan los comentaristas de Hegel. Se deja escapar un aspecto crucial de
la teoría de Hegel si sólo se ve en su E stado el aspecto polltico.
Estado político. DDee ser
am@
157
hecho es digno de consideración, pues en su largo comentario Marx se. se ,
esfuerza por analizar el texto de Hegel con el máximo cuidado y pone
en acción un gran ingenio para aclarar las complejidades. Marx parece
suma haberse irritado por la afirmación de una correspondencia ene
en swna en
tre conciencia y constitución y haber pasado por alto lo esencial.
Y
Y sin embargo, ocurre que por una especie de ironía histórica Marx re re-
produce sin saberlo, con esa noción de una discordancia entre las institu institu-
ciones establecidas y el desarrollo de la conciencia, un motivo central del
joven Hegel. Los paralelos más inmediatos se hallan en los escritos políti políti-
cos. A propósito del Wurtemberg trata de las instituciones «de las que ha
huido el espíritu» (Hegel, 1958, p. 12), y sobre todo el bello fragmento de
introducción a la Constitución de Alemania está consagrado por comple comple-
to a esa «contradicción que crece sin cesar entre la vida que los hombres
buscan inconscientemente y la vida que se les ofrece y permite» (1958, p.
16).
16 ). La noción juega también un papel central de los estudios religiosos.
Ya
Ya se trate de la positividad de la religión definida precisamente como
una obsolescencia que hace necesario el recurso a la autoridad (1907, p.
141),
141 ), de la aparición de Jesús _entreentre los judíos en el momento en que «el
espíritu desapareció de una constitución, de las leyes, en en· que por él
el hecho
de su cambio no está ya de acuerdo con ellas» (1907, p. 385), o de la ex- ex
plicación de la victoria del cristianismo sobre el paganismo, el esquema de
Hegel es d el mismo que el de Marx.
Pero volvamos a Marx. Un texto contempo~eocontemporáneo puede aquí servir de
confirmación. E ncontramos una reacción similar por parte de Marx en
Encontramos
un pasaje de L Laa cuesti6n (IWerke\ I, p. 370) en el que cita -largamente
judía (Werke,
cuestión judía —largamente
pero con dos breves omisiones quiz:i quizá significativas- el pasaje famoso y tan
soá a l al que he aludido: «Aquel que ose lanzarse a
. esclarecedor del Contrato social
la empresa de instituir un pueblo...»6.
pueblo... »6• Marx insiste en la separación entre
Marx.insiste
66 MarxM a rxcitacita
conc on arreg a·una
arreglo lo a una edic ión
edición de de L o ndres
Londres de de178217 8(¿quizás
2 (¿quizás cliaella m ismincom-
misma a inc o m
pleta?). HeH e aquí el pasaje ccon, o n, en itálic a, lo que fa
itálica, lta en la ccita
falta ita de M a rx , y en pequeñas
Marx,
m ayúsc ulas las palabras subrayadas por
mayúsculas po r él para ha c e r que resalte «la abstrac
hacer c ión» del cciu-
abstracción» iu
dadano: ·
«Q uien se atreva a la empresa
«Quien em presa de instituir un pueblo debe sentirse dispuesto a CAM- C AM
IAR p
BIAR
B o r así decirlo
por dec irlo la N NATURALEZA
AT U R AL E Z A H U M AN A; a tra
HUMANA; nsfo rm a r a cada
transformar c ada individuo, que p o r sí
por
m ism o es un to
mismo todo perfec to y solitario, en PPARTE
do perfecto AR T E de un to do m
todo ayo r del que este individuo
mayor
rec ibe en cierto
recibe c ierto mmodoodo su vida vid a y su ser; a a alt,rar la constitución del
a ltera r la d el hhombre
om b re ppara reforz a rla ; a
a ra reforzarla;
sustituir porp o r una EXISTENCIA
E X IST E N CIA P M O R AL la existencia
ARClAL. YY MORAL
PARCIAL existenc ia físicfísicaa e independiente que to-
q ue to
dos hhemos mibido
em os recib ido de na tura lez a . E
la na/Nra/qp,
d e la Ess prec iso, en una
preciso, a la b ra , que le quite al HOMBRE
una ppalabra, H OMB RE sus SUS
fFUERZAS
uer zas p r o pia s p
PROPIAS para
a ra d darle
a rle o otras
t r a s que
q u e le seans e a n extranjeras
e x tra n je ra s y y de lass que
d e la que n noo ppueda
ueda
hacer
h ac er uusos o sin eell socorro
s o c o r ro de loss demás.»
d e lo d e m á s .» ((MARX,
M a r x , Werke,
W erk e, I, p. 3370 70 y R o u s e a u , CEuv-
RousEAU, (E uv -
. res pleta s , B
completas,
rtJ com ibl. de la P
Bibl léiade, t. III, pp. 3381-382,
Pléiadc, 8 1- 3 8 2 , editado po porr R obert D
Roben erathé.)
Derathé.)
158
1
ii
H p l hombre real rea l como miembro de la sociedadsociedad civil, el individuo egoísta, y
S K .el I hombre político en tanto que ciudadano abstracto, una persona artificial, | 1'
1
p ~ ~egórica.
alegórica. -Gta Rousseau como maestro de la «abstracción del hombre
Cita a Rousseau
1| político», y concluye brevemente pero de modo memorable: «Toda eman-
tpalítico», |
{cipación remite del mundo humano, de las relaciones, al hombre mismo»
llcipación mismo»
0
;I(A1/e
{ A lie E mancipation ist Zurückfuhrung
E.mancipation Zurückführung der menschlichen Welt, Welty der Verhiiltnisse,
V erháltnisse) 1
i 1
1
»
, . /a,ef
J ,
a uf den Menschen selbst) (p
confirma mi tesis de un
(p... 370). Señalemos de
individualismo
•· -;A confirma rrú tesis de un individualismo fundamental de
r
f.;A E
en su anhelo de emancipación.
; / en su anhelo de emancipación.
de: paso que esta aserción
fundamental
1
I
1
1
'1
,J, í contraste con la penetración habitual de Marx reclama una explicación.
• En efecto, Rousseau no enseña nada que se asemeje a «la abstracción del 1
I 1
.i : hombre político», muy muy por el contrario dice que el hombre debe ser com-
1
1/ í pletamente.
pletamente.transformado,
transformado, por por así
así decirlo,
decirlo, enen el
el crisol
crisol de
de la
la constitución
constitución *
1
j · palítica,
política, yy «recibir.
«recibir, del
del todo
todo su su vida
vida yy si.l
su sern.
ser». Es
E s claro
claro que
que Marx
Marx olvida
olvida .
esta notable proposición bolista,
holista, y va derecho al resultado tal y como lo 1
■
. /. ve en la Revolución francesa: al lado del nuevo «hombre político» sobre- «
i,~ vivevive elel viejo
viejo individuo,
individuo, dede suerte
suerte que
que sese convierte
convierte aa Rousseau
Rousseau en en respon-
respon- 1
1
, sable de este divorcio entre el hombre real y el ciudadano abstracto que él ■ ¡
. fuefue ciertamente
ciertamente elel último
último enen haber
haber querido,
querido, deldel rrúsmo
mismo modo
modo que que no
no pa-
pa- 1
1
trocinó nada que se pareciera a los Derechos del Hombre. E Ell absurdo se c ■
hace completo cuando partiendo de la fusión en Rousseau del individuo ' 1
15 9
159
1
1
modernos se halla separada de la sociedad civil y en contradicción coJ; con
ella. E ste divorcio se nos aparecerá más claro dentro de poco. ·
Este
LLaa C11estión inleitung, fue publicada con
judía es contemporánea de la EEinleit11ng,,
cuestión judia con
ella a comienzos de 1844 y según los biógrafos es sólo un poco poste poste.:. ,
rior a la Crítica Hegel.
C rítica de H E ste texto (Werke,
egel. Este (W erk e, I, pp. 347-377) no deja nada nadaJt+
que desear en cuanto a la concepción que Marx se hace de la relación, ?\
tanto de hecho como ideal, entre el E stado y la religión. E
Estado Enn su primera ·::,i
parte, es una réplica brillante a un joven hegeliano, B runo B
Bruno auer, sobre ,(
Bauer,
la cuestión de la emancipación de los judíos jucllos en Alemania. Lo que sólo
indirectamente aparecía en la CCrítica rítica de H egel se expone aquí explícita y
Hegel
claramente, y percibimos cómo Marx extiende al E stado (moderno) el
Estado
método desarrollado por Feuerbach en su crítica de la religión, y gene gene-
raliza así el ataque de este último contra la trascendencia. · ;. { ·
D
Delel mismo modo que el hombre se separa de sí mismo atribuyendo ' .;
sus propias cualidades a ser un imaginario de otro mundo, al que ado- ado
ra, así también está separado de sí mismo en el E stado moderno, de-·
Estado de
mocrático. Pues este E stado se caracteriza por la disyunción del ser
Estado
real y del ser ideal del hombre: por un lado está el individuo de la so- so
ciedad civil, independiente y egoísta, real pero infiel a la esencia del
hombre, un fenómeno no verdadero ((unwahre rscheinung), por otro el
11nwahre EErschein11ng),
ciudadano de la comunidad política, fiel a la esencia genérica o social
(Gatt11ngS111esen,
(G G emeinwesen) del hombre, una persona moral, pero abs-
attungswesen, Gemeinwesen) abs
tracta, artificial, privada de su vida individual real y llena de una uni uni-
versalidad irreal. El E l Estado
E stado político es a la sociedad civil como el cielo
es a la tierra; «El «E l hombre es reconocido como real rea l únicamente en la
forma de Individuo (Individ1111m)
forma (Individuum) egoísta, y como ver,dadero verda dero únicamente
en la forma de ciudadano abstracto» (pp. 355, 3370). 70).
Hay así una afinidad profunda entre el E stado democrático y la reli-
Estado reli t
gión cristiana. E Enn verdad el E stado moderno -el
Estado - e l de los E stados Uni
Estados Uni-
dos contemporáneos- es la única forma de E stado que está de acuerdo
Estado
con el espíritu cristiano. E ste E
Este religión 7, pero la ·1
stado no reconoce la religión7,
Estado
presupone en sus súbditos, es decir al nivel de la sociedad civil. (Aquí ',{
se nombra a Tocqueville,
T ocqueville, y se cita a su amigo B eaumont.) E
Beaumont.) sto es así '
Esto
porque el Estado
E stado democrático por una parte, la religión cristiana por
la otra, son expresiones a niveles diferentes de lo mismo, a saber una
cierta etapa de desarrollo del espíritu humano: la religión continúa
77 So bre
Sobre esteeste
punto (p. (p.
punto 3 5 4Marx
354) ) M a rx
citac ita
conc oaprobación
n aprobac ión alg unas
algunas líneas
llneas deldel añadido
afiad.ido de de
H egel a su §
Hegel § ·210,
2 7 0 , cuya
c uya cconsideración
onsiderac ión habla
había aplazado Critica de
apla 2ado en la Críti,a d, H egel (más
H1g1/ ( m ás arriba
arriba,, p.
14 77).
14 ) . JL cuestiónjudia
La¿ t1111tión j11día completa
c om pleta as/ Critica acerca
así la Criti,a acerc a de la rela c ió n entre Ig
relación lesia y
Iglesia E stado.
y Estado.
160
siendo la conciencia ideal, extra-mundana, de los miembros del E sta
Esta-
do porque
porqur~s es la forma
forma ideal del estadio de desarrollo que se realiza en
E stado. Del
el Estado. D el mismo modo que la religión cristiana es el reconoci
reconoci-
miento del hombre mediante un _rodeo rodeo (auf U mmg), a través de
(a uf einem Umweg),
un mediador, «así el hombre moderno se proclama a sí mismo ateo
sólo a través de dé la mediación del E stado, únicamente mediante un ro
Estado, ro-
deo, y continúa para lo demás confinado en la religión». O aún: «Así
como Cristo es el mediador sobre quien el hombre descarga toda su
divinidad, toda su servidumbre religiosa, así también el E stado es el
Estado
mediador al que transfiere toda su esencia terrena, toda toda. su no-
servidumbre humana» (p. 353)
Marx llega así a plantear un claro contraste entre la emancipación
política, tal como se ha realizado en el Estado
E stado moderno, y la emanci-
emanci
pación humana, que consistirá en suprimir todos los rodeos y todos
los mediadores. Vemos aqui aquí más concretamente a qué se había com com-
prometido ManíMarx en su entusiasmo juvenil, ¿o deberé decir en su en-
antropusiasmo? Se trata nada menos que de la realización de la Idea
hegeliana como fusión de lo ideal y lo real. O sea el programa
programJ1 utópico
de una identificación completa, material, absoluta del valor y del he he-
cho, pues el rodeo a abolir es a fin de cuentas el recurso a la idea y al
valor para designar, juzgar y formar el dato bruto de la vida.
Incluso dejando de lado la cuestión de la emancipación judía mis mis-
ma, hay en LLaa cuestión jud ía más cosas que nos conciernen. E
judía Ess útil ex-
ex
traer, de una discusión larga y en conjunto magistral de las D eclara
Declara-
D erechos de la Revolución francesa, la visión que Marx se
ciones de Derechos
hace del desarrollo histórico desde el Antiguo Régimen en lo concer- concer
niente a la esfera política. E mpieza por plantear lo que llama el enig-
Empieza enig
ma de la Revolución francesa: «que un pueblo que acaba de abordar la
tarea ...
...de
de fundar una comunidad (Gemeinwesen)
(G emeinmsen) política proclame so- so
(D eclaración de 1791) la legitimidad del hombre egoísta,
lemnemente (Declaración
divorciado de sus congéneres y de la comunidad, y llegue incluso a de- de
gradar a la comunidad a no ser más que un simple medio para el man man-
tenimiento de los sedicentes D erechos del Hombre» (p. 366). Marx
Derechos
halla la solución de este enigma en el desarrollo histórico general. E Enn
la feudalidad, la sociedad civil
civil8
8 tenía un carácter político inmediato
88 «Die«D.Feud:ilitat.
ie F eudalität.
DieD alte
ie alte bürg erlic he
bürgerliche Gessellsc haft
Gess~llschaft ha tte
hatte unmittelbar
unmiffelbar einen
einen politischen
politiJchm
C harakter.» He
Charakter.» H e aJú
ahí un ejem
ejemploplo del uso de la expresión
ex presión «soc ieadad civil»
«socieadad c ivil» pa ra designar las
para
rela c io nes económicas
relaciones ec onóm ic as y soc iales, las rela
y sociales, c iones n
relaciones o polític
no as (aquí: la po
pollticas sesió n, la familia,
posesión, fam ilia,
g é ne ro y la espcie
el género espc ie de trabajo)
trabajo),, fuera del perio do moderno.
periodo m oderno.
161
16 1
(pp. 367-368); la emancipación política
poUtica consistió en separar los dos aspee ; '
tos: aquí el hombre real, allá el ciudadano cornocomo un hombre artificial, r...
aunque «verdadero»: la Revolución francesa diferenció la comunidad " ■
política de la sociedad civil (p. 369). La emancipación verdadera, hu hu-
mana, consistirá en unir de nuevo la vida empírica de los hombres
con su esencia universal o social, dejando esta última de aparecer bajo
un disfraz político.
i.ln
Así pues para Marx el movimiento en su conjunto consiste en la su- su
presión de lo político a través de una primera fase que lo diferencia y
aísla y una
una segunda fase que lo suprime completamente. Pero, ¿cuál es
aquí la significación de «político»? E s, implícitamentey
Es, implícitamente, la subordinación:
bajo la feudalidad, la subordinación impregnaba todos los aspectos de
la vida social, la Revolución la aisló, confinándola en una esfera dis- dis
tinta, lo único que falta
falta es suprimirla instaurando la libre asociación
de los hombres, una asociación sin subordinación ni mediación, en la
que el todo no trascenderá ya sus partes sino que les será únicamente
inmanente. E se es el esquema, ese el propósito.
Ese
Recapitulando: todo lo que hemos visto hasta ahora nos muestra a
Marx adoptando de manera predominante una visión individualista
del hombre, es decir una visión según la cual la humanidad sólo está
contenida en:en cada ser humano particular. E Enn su profesión de fe, Marx
hace voto de «emancipar» a ese ser, en su criticacrítica de Hegel presta poca
atención a la percepción hegeliana de la sociedad global como prima prima-
ria respecto a las instituciones particulares y los agentes humanos que
encontramos por ejemplo en la «sociedad civil», en LLaa cuestión judía re
judía re-
chaza como insuficiente la «emancipación política» que, al tiempo que
excluye la religión del Estado,
E stado, lá
la presupone por parte de sus miem miem-
bros: la emancipación verdadera, humana, suprimirá de un solo golpe
tanto la religión como el Estado.
E stado.
Se dirá sin embargo que en todo esto no hay negación alguna de la
sí misma. Sin duda se apela al hombre predominantemen
sociedad en símisma. predominantemen-
te como un setser genérico o una esencia genérica (Gattungswesen,
(<G attungswesen, de Gat-
G at-
tung. género, especie). La expresión es corriente, aparece en Fuer-
tung:
bach, y evoca, en un pasado más lejano, la especie humana de K ant9,
Kant 9,
99 O'Malley
O ’M alleyha ha puesto
puesto en en evidenc el
evidencia ia frecuente
el frec uenteusouso
en en la Crítica
la Crítica de Hegel
de Hegel no no
sólosólo
de de
Gattungswessen, sino de otras va
Gattungswessen, ria s expresiones
varias ex presiones construidas
c onstruidas con
c o n Gattungs-: «volunta
«voluntad d es-
es
pec ífic a», «forma
pecífica», «fo rm a específica» (o( o genérica),
genéric a), etc.
etc . (véase su intro Critica de Hegel
duc c ió n a la Crítica
introducción Hegel,,
trad., pp. XLIX L I ss. en la que hac
hacee referenc ia a compuestos similares en los Manuscritos
referencia Manuscritas).). U ña
Una
ex presión tan extendida
expresión ex tendida exigiría ser estudiada en relac relación c o n la Crítica de Hegel. L
ión con Laa reto
reto-
m arem os en los Manuscritos.
maremos Manuscritas. M uc ho m
Mucho ás tarde, en Mehrwert
más ( W erke, 26.2,
MebnJJert (Werke, 2 6 . 2 , p. 111)
111),, hay
16 2
162
pero en ocasiones también se le llama al hombre un ser social (Gemein-
(G emein-
wesen, que significa a la vez una comunidad, ·política
política en particular, y 1 1
ción no pondrá fin a la vida del hombre en sociedad (¿cómo (¿cómo podría
hacerlo?) pero equivaldrá de hecho a una reforma de la sociedad, espe espe- 1
cialmente en lo concerniente a sus aspectos «políticos» presentes.
Todo esto es verdad, pero es claro que el fundamento de esta re re- 1 1
R ic a rdo cuando
nesta de Ricardo c uando se hacehac e d
el abogado
abog ado de la producción
pro duc c ión p poro r la pro duc c ió n, es decir
producción, dec ir
«desarrollo dt
del «dtsa"ollo de la riq11eza
riqueza de la nat11ra/eza
naturaleza h11mana
humana con fin en m sí» ( itálic as de Marx)
sh, {itálicas M arx ) contra
c o ntra la
pre oc upac ión sentimental
preocupación sentim ental y edificante
edific ante por
p o r el hom
hombre bre individual de Sismondi Sism ondi y y ootros,
tro s,
M a rx cxcribe:
Marx exc ribe: « «...este d esa rro llo de las capacidades
... este desarrollo c apacidades de la espec especie ie hum ana, p
humana, poror mmásás que
teng
tengaa lugar
lug ar en princ
principioipio a expensas
ex pensas de la mayoría
m ayo ría de lo loss individuos hum anos ((Men1che-
humanos Mensche- 1 '
nindividuen) y de clases
nindivid11en) c lases enteras
entera s de hom bres, ro
hombres, m pe finalmente
rompe fina lm ente este antagonismo
antag onism o y y ccoinci-
o inc i
c on el desarrollo
de con desarro llo del individuo (des (des tinz,tlntn
einzelnen lndi,,id1111m1)
Individuums) ...» ... » yy «E
«Enn el reino
reino humhumanoa no 11
c om o en los reinos animal
como anim al y vegetal
veg etal las ventajas de la espec especie ie triunfa
triunfan n siempre
siem pre a ex pen
expen-
sas de las ventajas de los individuos...». ( E stam os en 1863.)
individuos ... ». (Estamos 18 6 3 . )
10A1
lO Al hablar de las posic iones adoptadas po
posiciones porr Marx
M a rx en sus trabajos prec edentes de pe
precedentes pe- 1
riodista, O'Malley
O ’M alley m enc io na la «primada
menciona «prim ac ía de loslos...
... m iem bro s individuales del E
miembros stado en
Estado en
1 1
163
16 3
1
- * _ *- r -
E
Enn lo que
que sigue veremos mismo es verdad para
vércmos que ·eso misrno la primera
para· la. primer. ;
formulación elabotada
elaborada del «materialismo histórico» en La L a ideología aka le
mana. Pero antes de pasar a este libro, .nos nos es preciso ·ahora
ahora considera··
considerar
ciertos textos que .sese sitúan cronológicamente entre los ya cstudiados':y
estudiados y
L a ideología alemana, y
La y en los
los que
que se encuentra una una visión diferente
visión diferente.·
concerniente a la naturaleza humana. E l texto principal se halla en los+
h1,llllana. El los
anuscritos de 1844, · que más adelante estudiaremos de modo más ·
Man11.r&rito.r
M
completo. Por el momento extraeré únicamente este tema particular. particular•.,
E
Enn el tercer
tercer: Manuscrito (fol.
(fol. V-VI) a continuación de una. una discu-
discu
sión sobre las diversas formas de comunismo, viene un desarrollo que § i::i
abunda en afirmaciones categóricas de la naturaleza social del hombre.
«Por eso todo el movimiento (de la producción por el hombre de sf sí
mismo y del otro hombre) es esencialmente .rodal; socie
social; así como es la ·socie-
dad misma la que produce al hombre en cuanto hombre, así también es
¡ prod11dda por él.» «La actividad y el goce
producida goce...
... son actividad social y goce
social... la sociedad es la perfección de la unidad esencial del hombre
social.,.
l con la naturaleza...»
naturaleza... » E
Enn fin, incluso si mi actividad es científica, etc., y
la llevo a cabo la mayor parte del tiempo en solitario, «también soy so- so
cia l porque
cial porque actúo en cuanto hombre...
hombre... mi mi propia
propia existencia e.r es actividad
(ME G A , I, 3, p. 116, corregido en Wtrkt,
social...» (MEGA, W erk e, E rg. Bd., I,
Erg.
p.
p. 538)11.
538) 11 •
E ste último
Este último pasaje
pasaje en
en particular
particular no deja ninguna
no deja duda: hay
n~nguna duda: en él;
hay en él,
explícitamente, percepción .de de sí mismo como ser social, lo que yo lla lla-
mo «apercepción sociológica». E
mo «apcrccpción Ess interesante
interesante ver ver que el traductor
traductor
francés de 1969, evidentemente marxista, no le quiere prestar oídos:
ccontra
ontra de las instituc
instituciones» ( Crítica, trad. p. X
iones» (Crítita, X T V) . M
XXIV). a x im ilien R
Maximilicn' ubel consagra
Rubcl c onsag ra una
g ran parte de su intro
gran duc c ión al perío
introducción do de la vid
periodo vidaa de M a rx que nos ocupa
Marx (Œ uvres, t.
oc upa ((E.1111m,
II). Insiste fue rtem ente en lo
fuertemente lo que llam
llamaa la convicción
c onvic c ión ética
étic a en la actitud
ac titud inicial
inic ial de Marx
M a rx
( espec ialm ente p. X
(especialmente L V ) yy ve en esta
XLV) c o nvic c ión la gran
esca convicción g ran fucna
fuerza que dio fo rm a al pensa
forma pensa-
m iento de M
miento a rx en sus líneas generales a lo
Marx larg o de toda su obra. E
lo largo Ell hec ho es ta
hecho tann evi-
evi
dente que_que se ·hachacee difíc il -comprender
difícil c o m prender que la tesis de R ubel n
Rubcl noo ~sté
esté m ás generalmente
más g ene ralm ente
ac eptada.
aceptada.
11 -La
11 L a traduc c ión n
traducción noo es sencilla.
senc illa. P asajes ccruciales
Pasajes c o m o el de más
ruc iales como m ás arriba hachacenen n o ta r la
notar
g ra ve ausenc
grave ausencia ia de una edición
edic ión ccrítica
rític a ac um ulativa. La
acumulativa. L a prim era lectura
primera lec tura del manuscrito,
m anusc rito, en
M
MEGA,E GA, ha sido ccorregida
o rreg ida en W"k,. Werke. As As/,í, en lugar de «actividad
«ac tividad yy csp/ritu»,
espíritu», se leclee más
m ás
rec ientem ente «actividad
recientemente «ac tividad yy goc goce»e» (Genuss
(Gemm en lugar de G,isl). Geist). Esto
E sto parec
parecee mejor.
m ejor. Además
Adem á s
r --no
n o se ha hec
tro
troducido
ho el esfuerzo de señalarlo-
hecho
Genuss, aunque sin lleg
duc ido Gtn,m,
se ñ a la rlo - en otro
o tro pasaje m
ar a generalizarlo
llegar g eneralizarlo en
muy sim ilar M
uy similar E G A había
MEGA habla ya in-
( N otas sobre J.
en el pasaje (Notas J . Mn.L,
MlLL,
in
16 4
164
buen individualista, ha añadido una nota de su cosecha al pasaje
Gomo buen.
como
se dice que la sociedad
en que se-dice s~iedad produce al hombre para explicar que se
trata de la «sociedad verdadera» del porvenir (y no por consiguiente
de aquélla en que vivimos).
Por desgracia para la facilidad de nuestro estudio, esta visión es in in-
sostenible, es demasido simple. Cierto es que el párrafo se abre con la
«suposición de la abolición positiva de la la· propiedad privada», pero
como ya nuestras citas muestran -y - y todo lo que las rodea lo confirma
abundantemente-, Marx se desliza en seguida a un punto de vista más
general. En
E n el largo desarrollo que sigue, y que merecería un amplio
comentario, Marx insiste a propósito de la relación con la naturaleza
en el hecho de que nuestros sentidos se educan y desarrollan social- social
mente -es así por ejemplo como el oído llega a ser musical—
musical-,, y estam-
estam
pa esta frase: «La formación de los cinco sentidos es un trabajo de
toda la historia universal hasta nuestros días.» B ien claro está que aquí
Bien
no se trata de la «sociedad verdadera» del traductor.
E n realidad, lo que todo este desarrollo nos dice, es que la naturaleza
En
social del hombre sólo en el comunismo recibirá su expresión perfecta o
su completo desarrollo. Así,
Así; la propiedad privada impide el pleno desa- desa
rrollo del hombre como ser social-y-sensible: «todos los sentidos físicos e
intelectuales se han visto reemplazados por la alienación simple de todos
deltener>>
esos sentidos, el sentido del ME GA , p. 118; trad. p. 91). ¿No hay
tener» {(MEGA,
también aquí una determinación social del hombre? Nos hallamos así
ante un doble problema. Y Ya nos hemos topado con la cuestión de la re re-
lación entre la esencia genérica o universal del hombre (Gattungswesen)
(G a ttmgswesen) y
su naturaleza social (G emeinmsen). Aparece ahora la relación entre esta
(Gemeinwesen).
naturaleza social y la sociedad comunista. Nuestro texto contiene aquí
algo esencial. Marx, que acaba de decir «mi propia
propia existencia es actividad
social» añade «y por eso lo que yo hago de mí mismo lo hago para la so-
sociab> so
ciedad y con la conciencia de mí mismo como ser sociab> social» (MEGA,
{ ME G A , p.
116). Aun cuando este pasaje sea susceptible de un sentido más amplio,
es imposible no ver en él una alusión al compromiso, a la aspiración re re-
volucionaria. Sigue una aclaración:
16 5
165
c ión de la vida
ción vid a real y, ccomo
om o tal, se nos enfrente como
c om o un enemigo.
enem igo. DDee aquí
aquJ tam bién que
también
la actividad
ac tividad de mmii conciencia universal como
c onc ienc ia 1111iv1mzl mii existencia teórica
c om o tal, es m c om o ser social
ltóri,a como soc ial
(M E GA, pp. 116-117).
(MEGA, 116 - 117 ) .
166
concreto, por otro se conserva de la visión teòrica
teórica lo necesario para
levantar el acta de acusación a la sociedad contemporánea. A fin de
cuentas las dos visiones son destruidas, y utilizadas. Se podría epilogar
largamente sobre esta dialéctica sutil que une, e identifica de alguna
alguna
manera, Gattungswesen, Gemeinwesen,
G a ttungsmsen, G emeinmsen, y el proyecto revolucionario. Marx
continúa:
H ay que evitar
Hay e vita r ante to do el hac
todo er de n
hacer u e vo de la «sociedad»
nuevo «soc iedad» una abstrac c ión frente
abstracción &eme al
individuo. El individuó
E l in es el ser social.
dividuo ,sel
1 168
16 8
esencialmente al aspecto físico, biológico, el adjetivo einzelne; volvere
volvere-
sobre ello al instante. ·
mos sobré
E
Enn contraste con esta proposición, impecable tal como la leemos,
La ideología alemana considerará con largueza como sujetos primarios a
L·a
los individuos, añadiendo, es cierto, las relaciones, principalmente
económicas, entre ellos. La transición entre las dos concepciones, que
muestra la ausencia de contradicción y probablemente de diferencia
real entre ambas para Marx, la ofrecen las tesis 8 a 10 sobre Feuer-
bach. Para Marx, acentuar la actividad práctica bastaba para trascen
trascen-
der el «individualismo» del viejo materialismo. T oda la vida social es
Toda
esencialmente práctica, por ello la consideración de la actividad prácti-
prácti
ca es suficiente para pasar de la sociedad civil o burguesa a la «nueva»
concepción de la «sociedad humana o humanidad social». Así «el todo
de las relaciones sociales» de la sexta tesis se reducirá, en La ideología
alemana , a la «producción» y a las solas relaciones sociales que a ella se
alemana,
vinculan de modo inmediato.
169
16 9
rio: la palabra alemana que traduzco por «Individuo» es das Individuum lndividuum,, :;-
' pl. Individúen
Individuen,, un término corriente en la literatura, usado por ejemplo
por Hegel, y que designa de manera primaria el individuo biológico,
humano o no; el texto alemán usa a veces la expresión «das einzelne
sea hwnano
lndividuumJ> que designa al individuo en el sentido moral (y suele tra-
Individuum» tra
ducirse con excesiva uniformidad por el «individuo aislado» o el «indi- «indi
viduo singular»). El E l individuo en este sentido podría -ser ser simplemente
<rder
«der EEinzelne
inz elne (Mensch)>>. E s bueno conservar presente en el espíritu la
(Mensch)». Es
distinción hegeliana: <rBesonderheit»
«Besonderheit» es particularidad, «Einzelnheit»
«E inzelnheit» indi
indi-
vidualidad, es decir lo particular en cuanto encarnación de lo univer univer-
sal. LLaa _distinción
distinción lingüística entre da Individuum y der E
dass lndividuum Einzelne
inzelne co- co
rresponde a mi distinción entre el individuo empírico y el individuo
moral. Sin embargo, de hecho, los autores alemanes confunden con
frecuencia los dos sentidos bajo da Individuum, igual que ocurre co-
dass lndividuum, co
rrientemente en francés con r«individu».
l'«individlD>. Así lo hace Hegel en el pá pá-
rrafo citado más arriba (p. 156): la conciencia de los individuos es la
de los «individuums».
«individuwns». Unicamente en ciertos casos y en ciertos con- con
textos se siente la necesidad de introducir der E inzelne. Así ocurre en
Einzelne.
este texto de Marx y Engels,
E ngels, y en Marx en general. E ste complejo de
Este
usos, hecho de distinciones ocasionales y de la ausencia de una distin- distin
ción de principio, es obviamente.
obviamente pertinente
pertinente para nuestra indagación,
como tendremos ocasión de _señalarlo.
señalarlo.
Volvamos al punto de partida de LLa a ideología alemana, y resumámos
reswnámos-
lo en la medida de lo posible en los mismos términos de los autores: el
primer punto, el primer hecho histórico es la producción de la vida
material misma. El E l segundo punto es que, una vez satisfecha la prime prime-
ra necesidad, la acción de satisfacerla y el instrumento de esa satisfac- satisfac
ción conducen a nuevas-
nuevas necesidades. E Ell tercer punto, o la tercera relarela-
ción, consiste en el hecho de que los hombres no sólo renuevan cada
día su propia vida sino que también crean otros hombres: .se se reprodu
reprodu-
cen y engendran la familia, la primera relación social. E stos tres as
Estos as-
pectos se dan conjuntamente, cómo como tres «momentos», desde los oríge oríge-
nes.
E
Enn cuarto lugar viene la relación social, ya presente en la produc produc-
ción de la vida: todo modo de producción o todo estadio de desarrollo
industrial va siempre acompañado de cierto estadio social (ibíd.
pp. 28030).
28.30).
Solamente ahora, después de haber considerado ya cuatro momen momen-
tos, cuatro aspectos de las relaciones históricas originarias, caemos en
la cuenta de que el hombr~
hombre tiene también conciencia, y en primer lu-
170
gar una lengua, que «eI práctica...,
«es la conciencia práctica ... , real...». «E l lenguaje
real ... ». «El
· · nace como la conciencia, de la necesidad, de los apremios del inter- inter
cambio con los demás hombres...»
hombres ... » «La conciencia, por tanto, es ya de
antemano un producto social, y lo Jo seguirá siendo mientras existan se- se
res humanos» (ibíd.,
{ ibtd.y pp. 30-31).
30-31 ). Pero «este comienzo es algo tan ani- ani
mal como la propia vida social ~n en esta fase; es, simplemente, una con- con
ciencia gregaria»: d el instinto se ha convertido en instinto consciente
(¿bíd.). Posteriormente la conciencia progresa junto con el crecimiento
(ibíd.).
de la productividad, es decir de las necesidades, de la población y de la
división del trabajo.
T al es el principio de lo que E
Tal ngels llamaba la «concepción mate
Engels mate-
rialista de la historia». En E n cierto sentido los «cuatro momentos»
momentos» se dan
conjuntamente... Sin embargo entre ellos, al cuarto, al momento social,
conjuntamente
se le asigna un lu_gar
lugar aparte relativamente
reJativamente secundario, manteniéndose
esta disposición a través de toda la obra de Marx (cf. más adelante
pp. 205 ss. los pasajes correspondientes de los Gr11ndrisse). G rundrisse). D Dee este 1
modo la relación con la naturaleza, la producción, recibe la prioridad
respecto a las relaciones entre hombres es decir a _la la sociedad y a la
1
conciencia.... En
conciencia E n otros términos, el Credo económico está ya presente.
La ideología alemana presupone
presupone· así los estudios económicos que más
1
adelante consideraremos.
Se observa también
también_ que, con la evidente preocupación de cortarle
1
más fácilmente las alas a toda toda· forma de idealismo, la afirmación de la
naturaleza social del lenguaje y de la conciencia se ve de algún modo
rebasada por Jo lo que constituye pura y simplemente una «suposición
abstracta» del materialismo:
mate'rialismo: la sociedad humana se concibe inicialmen- inicialmen
te al margen de todo lenguaje y toda conciencia, y sólo después se des des-
cubre «que el hombre tiene también» también». una lengua y conciencia, muy
poca al principio a decir verdad -aun cuando la conquista de la con- con
ciencia por el instinto constituya ya en sí misma un problema— problema-.. Se ex- ex
pulsa de este modo, junto con del idealismo, al holismo romántico ale- ale
mán del V olk olk y elel V olkgeiJt,
olk geist, del pueblo y deldél espíritu del pueblo, la
«suposición» de un espíritu «especial» (aparten)( aparten) de la sociedad como un
todo (pasaje tachado por Marx, página 26, nota).
La elección del individuo biológico como punto de partida tiene va- va
rias funciones: es coherente por una parte con la adopción de una
perspectiva económica, en la que el sujeto es el individuo; por otra, 1
con la afirmada preocupación por ser estrictamente empírico, es decir
con el recurso de hechohech() aaunun materialismo que por el momento no tie tie-
1 i
13
13 LLaa antítesis se establece en tre naturwüchsig,
establec e entre naturwiJch1ig, «de ccrecimiento
rec im ie nto natural», y yfieiwillig
freiwillig,, «de ·r
libre vo lunta d». M
voluntad». as como
Mas c om o se sabe, T ónnies hac
Tonnies Geminschaft corresponda
hacee que a su Gemei111cheft c orresponda el. el T
Wesenwille .o
Wmnwille «volunta d espontánea», a su Gesellscbaft,
o «voluntad Gesel/1chajt, el Kürm
KiJrwillelle o «voluntad
«volunta d explicita»
explíc ita» si /'
c om pletam ente «arbitraria» (TONNIES 1971,
no completamente 19 7 1, p. 66,, etc.).
etc .) . A
A este últim
últimoo térm
términoino ccorres-"
o rres
ponde el frcim llig de M
po nde elfr,iwi/lig arx , pe
Marx, ro pa
pero ra él en la sociedad
para soc iedad «espontánea» hay únic am ente au-
únicamente au
senc ia de «voluntad», de contrato.
sencia c o ntra to. A
A fin de cuentas,
c uentas, antes del de l ccontrato
o ntra to a
apenas
penas hay ho hom-m
bres pa ra él (cf. la no
para ta prec
nota edente, y
precedente, y «el enjambre
enjam bre de abejas» m másás arriba, p. 195).
19 5 ) .
172
:.
.
.
'
.
14 Seg ún M
14 Según McLELLAN (The Young
c L e l l a n (Tbe Yo11ng Hegelians, 1969,19 6 9 , p. 13 3 ) el pasaje citado
133) c itado im plic a úna
implica tina
referenc ia a, y una paro
referencia parodia dia de Stirner, a quien de hec hechoho está consagrada
c onsag rada la m ayor parte
mayor pa rte
de hLA a ideología
ideología alem1J1ta.
alemana. Ap ro ve c h o la ocasión
Aprovecho oc asión pa ra adm
para itir que el presente
admitir presente estudio es in in-
c o m pleto en el sentido de que falta en él una disc
completo usión detallada de la polém
discusión polémica ic a con
c on Siir-
Stir
ner (icon
( ic ón sólo que fuera fue ra m enos ilegible!), y del pro
menos pio archi-individualismo.
propio arc hi-individualism o. E Ell pasaje ci- c i
tado no n o es un pasaje aislado. C o rre spo nde a la presenta
Corresponde presentaciónc ión general
g eneral de la revolución
revo lu c ió n p ro
pro-
letaria y «soc iedad» que le seguirá.:
y de la «sociedad» seguirá: «Unicamente
«U nic am ente en esta etapa (de la apropiación apropia c ió n de
la totalidad de las fue2as fuezas pro duc tiva s) la oc
productivas) upac ión de sí
ocupación sf ((Selbstbetätigung)
5elbsrbetiitig11ng) coincide
c oinc ide ccono n la
vid
vidaa m ateria l, y ello corresponde
material, c o rresponde al des arro llo de los in
al desarrollo individuos (Individuen) como
dividuos (Jndivid11m) c o m o indivi-
in d ivi
.
............... '
duos to ta le s y a la supresión de to
totales do lo
todo lo que se había des arro lla do de m
desarrollado odo natural ((N
modo Na- a
turwüchsigkeit)» (Werke, p. 68;
/11n,,i1,bsighit)» (Werh, 6 8 ; trad. p. 104).
10 4 ) . Así,
As í, el individuo
in divid uo em anc ipado se convierte
emancipado c o n vie rte de
hec
hechoho en la únic únicaa totalidad, y ello es el resultadoresulta do del pro ye c to artific
proyecto ialista m
artificialista o derno : <das
moderno: «las
relac iones que estaban hasta entonces
relaciones entonc es (socialmente)
( soc ialm ente) determinadas»
determ inadas» se tra nsfo rm a n en
transforman
«relac iones de los individuos (Individuen)
«relaciones (Individúen) como
c o m o tales» (ibíd.).
...... . ■ ■ ·■ ■ ■
17 3
173
tinaban a la publicación tal como estaban. De hecho, este desacuerdo ·.·
particular es sólo un elemento de un cambio más general. Sin querer >
en modo alguno cortar a Marx en rebanadas cronológicas, no pode pode- ·
mos por menos de señalar una fractura en este punto: en oposición al
marxismo «original» (Tucker) o filosófico
fiJ0sófico de los primeros escritos, en- en
tramos aquí en el marxismo «maduro» (Tucker) o militante, activista.
D
Dee hecho, ha cristalizado una doctrina, y el M anifiesto comunista no hará
Manifiesto
más que seguir La L a ideología alemana; pero este aspecto general desborda
mi propósito y sólo lo tocaré desde el ángulo de nuestro problema
particular.
Laa ideología alemana era una empresa común, y cabría preguntarse si
L
las concepciones de E ngels no desviaron en este caso las de Marx. Se-
Engels Se
ría vano especular sobre ello, salvo quizás en el sentido de que ambos
da
autores querían
quedan desembarazarse de su pasado filosófico -esencialmente
el de Marx—
Marx-,, como Marx dijo, y establecer una posición que fuera
efectiva desde el punto de vista de la lucha política. Ahora bien, dado
que las gentes a emancipar son individuos, únicamente como indivi- indivi
duos podrán ser movilizados. Los enfoques más afinados de Marx se
vuelven impertinentes a este respecto. Lo cual no le importa funda- funda
mentalmente, pues postula, como hemos visto, que el· el individuo y el
ser social son una sola y misma cosa y acabarán necesariamente por
coincidir una vez alcanzada la emancipación. Quizás estemos aqui aquí ro-
ro
zando el punto en que la dimensión de la acción, la resolución revolu revolu-
cionaria, determina el destino de las ideas. E Ell individuo es una palanca
para la acción; la apercepción sociológica, un sueño.
Precisamente, la abolición total de la división S<?cial social del trabajo es
tan poco plausible que se siente uno inclinado a ver en ello la expre- expre
sión inmediata de un individualismo absoluto. La división del trabajo
juega un papel muy importante -en en la «concepción materialista de la
historia», es en L Laa ideología alemana algo así como el factor histórico
principal, y como·he
como he dicho, su supresión es un leit-motiv del libro15. libro 15 .
15
15 ¿Qué se ha
¿Qué se ha hec ho
hecho deldel temde
tema a de la abolic ión
la abolición futura
futura de de la división
la división deldel trabajo
trabajo en en
las las
últim as obras de Marx?
últimas M arx ? A prim era vista los datos son contradictorios,
primera c ontradic to rios, pero es posible
c ontradic c ión ·real.
que no exista contradicción real. P o r una pa
Por rte la división del trabajo es estudiada en de-
parte de
talle ·en
en el prim
primerer libro del Capital, en las secciones
secc iones sobre la m anufa c tura y la g
manufactura ran indus
gran indus-
tria, y no se deja el m enor lugar a la duda sobre su carácter
menor c arác ter deshumani2ador,
deshum anizador, mutilador.
m utilador.
Inc luso se m
Incluso uestra a la gran
muestra g ran industria en tranc
trancee de superar
súperar ya ya la división del trabajo, sin- sin
tiéndose obligada àa introduc
introducir ir la «variac ión en el trabajo», el «trabajo variado»; el «desen-
«variación «desen
lac e final» -será
lace vieja división del trabajo» (subrayado
será la «supresión de la 11ieja ( subrayado porpor m í) (sección
m1) (sec c ión
4 .a, cap. X
4.•, XV, Œuvres, 1,
V , ss. 9; CE.11vm, I, especialmente
espec ialm ente pp. 991-993).
9 9 1- 9 9 3 ) . E
Enn la Critica
C rític a del pro g ra m a del
programa
174
17 4
{
1
Ahora bien, cuando Marx escribía su bella fantasía en sus notas sobre
James Mili, simplemente no pensaba en ello. dio. Sin duda pensaba enton
enton- 1
ces, como más adelante veremos, en un lenguaje un poco diferente,
pero en cualquier caso podía «suponer que producimos como seres hu- hu
manos» sin que la división del trabajo haya desaparecido. E Ell hecho de
que en su obra posterior haya anulado tal especulación muestra el pre pre-
dominio del individualismo.
- i)'
Puede objetarse a esta visión de LLa a ideología alemana que la obra
mantiene su continuidad con los !'Januscritos
M anuscritos en un punto. La esencia
universal del hombre (Gattungswesen)
(G a ttungsmsen) ha sido ahora reemplazada de ve- ve
ras por su «esencia común» (Gemeinwesen),
(G emeinwesen), es decir su esencia como ser
social. Pero esto es verdad sólo literalmente, pues Gemeinwesen conti
G emeinmsen conti-
núa siendo aquella especie de representación ideal que era Gattungwe-
G attungwe-
sen: la naturaleza social del hombre se halla en todas partes de manera
imperfecta y sólo florecerá en todo su esplendor en la sociedad comu comu-
nista. Para mostrarlo, consideraré dos tipos de pasajes de LLa a ideologia 1
P a rtid o obrero
Partido o bre ro alemán,
alem án, en 1875,18 7 5 , en un fa m oso pasaje sobre
famoso so bre «la fase superior de la socie- soc ie 1
c om unista», M
dad comunista», a rx dice que «la subordinación
Marx subordinac ión esclavizadoca
esc lavizadora de los individuos a la di di-
visió
visión
m anual e intelec
manual
abolic
abolición
desaparec ido, «y como
n del trabajo» habrá desaparecido,
(Œuvres, I, p. 14
tual» (CE11vru,
intelectual»
c o m o consecuencia,
2 0 ) . Este
1420).
ión de la vieja división del trabajo, sin excluir
luntaria» esta vez.
c onsec uenc ia, la oposic
E ste pasaje puede leerse ccomo
oposición
ión en
om o re
ex c luir una nueva división del trabajo, «vo-
entre trabajo
tre trabajo
fe rido a la
referido
« vo '
f
Se ve tam tambiénbié n p o r otra
por o tra pa rte que el fina
parte finall de la división
divisió n del trabajo ha dejado de ser la
únic
únicaa preocupación.
preoc upac ión. E Ell pasaje que acabo de citar c itar se ocupa
oc upa princ ipalm ente del princ
principalmente ipio
principio 1
de la distribuc
distribución ió n del trabajo y y de su rec om pensa. Otro
recompensa. O tro tem
temaa es el del acortamiento
ac ortam iento de la
dura
duración c ió n del trabajo ccotidiano,
otidiano, y aum ento del tiem
y del a~ento tiempo po libre como c om o posibilidad resultaresultan- n
te del aumento
aum ento de la pro productividad
duc tivida d del trabajo. E Ell tema aparec e en los Grundrim
tem a aparece Grundrisse (p.
5 9 9 ) , y en el prim
599), primer libro del Capital al fina
er libro finall del capítulo
c apítulo X V I I (sec
XVII c ión 5.•)
(sección 5.a) sobre la tasa
de plus-valía: «el tiem tiempo po disponible para el libr_e libre desarro
desarrollo llo de los individuos es ta nto
tanto
m ayo r ccuanto
mayor uanto m másás se g eneraliza el trabajo (el
generaliza ( el trabajo m anua l en la edición
manual edic ión francesa) en tre
entre
los m iem bros de la sociedad»
miembros (Œuvres, I, p. 1023).
soc iedad» (CE11vm, 10 2 3 ) . E sta tendenc
Esta tendencia ia del pensam
pensamiento iento cul-
c ul
m
minaina en un destacable
destac able fra g m ento del libro 3.
fragmento 3.°0 del Capital, situado habitualm habitualmente ente en el
c apituló 448.3,
capítulo 8 . 3 , y que R ubel ha colocado
Rubel c oloc ado como
c om o conclusión
c onc lusión al final de toda la obra (CE11vre1, (Œuvres,
II, pp. 1485 ss.), Según éste, la libertad «empieza
14 8 5 u.). «em pieza únic am ente en el m
únicamente om ento en que cesa
momento c esa
el trabajo dictado
dic tado p o r la nec
por esidad», más
necesidad,,, m ás allá de la esfera de la pro duc c ió n m
producción aterial». E
material». En- n
tonc
tonces es em pieza «la eclosión
empieza ec losión de las capacidades
c apac idades hum hwnanas anas que cconstituye
onstituye su pro pio fin», yy
propio
p o r ello «la disminución
por dism inuc ión de la jornada de trabajo es la condición c ondic ión fundam ental de esta li
fundamental li-
berac
beración».ión». E sto supone un gran
Esto g ran paso: no sólo la vida vida humhumana ana ha dejado de coincidirc oinc idir con
con
producción,
la pro duc c ión, sino que no hay alienación alienac ión en la'separación
la separac ión entre entre nec necesidad
esidad y y libertad;
liberrad; na-
na
tura lm ente nos
turalmente no.s hallam
hallamos os en la sociedad
soc iedad comunista
c om unista del po rve nir. A
porvenir. prim era vista, se trata
A primera
aquí de una liberaciónliberac ión m muyuy distinta a la que resulta del fina finall de la división del trabajo.
em barg o se la puede hallar
Sin embargo ha llar simplemente
sim plem ente m ~ásás allá del final de la uieja vieja división tra
clivisión del tra-
espec ialm ente de la división
bajo, especialmente divisió n entre trabajo m anual y trabajo intelec
manual tual, que M
intelectual, a rx no
Marx
ha dejado ciertamente
c ierta m ente de considerar
c onsiderar comoc om ò indispensable.
175 '1
Alemana,
A lemana, unos que. referencia a .
que tratan del individuo, otros que hacen referencia.•~
lo que se supone común en una sociedad: el interés común, la comuni tomuni~);.
dad, etcétera. ^-·
Separadas por unas pocas páginas figuran dos distinciones que ver ver~
san sobre el individuo y que son diferentes pero convergen. Hay pri pri-
mero (p. 76) una distinción en la vida de cada individuo entre un as- as
pecto personal y un aspecto que está subordinado a cierta rama de tra tra-
bajo, etc., literalmente entre el individuo como algo personal y el indi- indi
viduo de clase (Klassen-lndividuum);
(K lassen-Individuum); (con toda evidencia al individuo se
le considera aquí como ser moral). E sta distinción que estaba «aún ese
Esta es
condida» en la feudalidad y en las órdenes o estados ((en en el sentido del
«T ercer E
«Tercer stado») (Stand), se hace manifiesta en la clase, «ella misma
Estado»)
un producto de la burguesía». Resulta claro por consiguiente que esta
distinción se halla en relación con la liberación parcial del individuo
frente a las condiciones sociales en la sociedad burguesa. Pero ¿qué es
lo que autoriza a hablar de una especie de latencia del individuo bur bur-
gués en las formas precedentes de sociedad, a no ser la presuposición
de una «esencia universal»
universab> del hombre, que nuestros autores critican
en los filósofos?
Tocamos aquí un punto general: por más que Marx posea un agudo
sentimiento de la discontinuidad entre la feudalidad
feudalidad y la sociedad bur
bur-
guesa, al mismo tiempo acentúa y conceptualiza sobre todo la conti- conti
nuidad
nuidad entre ellas, bien sea reconocida o supuesta. E sta actitud está
Esta
determinada por la noción de un desarrollo histórico unilineal, ligada
a su vez a la compulsiva creencia en el valor universal de la revolución
proletaria por venir: será la emancipación del hombre en general en el
más amplio sentido, pues el período burgués no ha líecho hecho más que dede-
sarrollar y hacer explícito lo que de alguna forma ya estaba presente,
de suerte que poner fin a este período será poner fin al mismo tiempo
a toda la «prehistoria» humana.
La segunda distinción es más general (p. 71). Se afirma que en cada
época la propia gente distingue de alguna manera entre el «individuo
personal» y el individuo «contingente» ((znfä V1fiilli¡p
lliges Individuum). Cada
época se caracteriza en primer lugar por sus «fuerzas productivas». Las
relaciones humanas (más tarde Produk tions-V erhältnisse, en este texto
Produktions-verhiiltnisse,
erk ehr, o «sociedad civil») correspondientes
simplemente «comercio», V erkehr,
a estas fuerzas productivas se les aparecen a las personas vivas -cuya
vida es esencialmente producción- como una parte de su propia acti acti-
vidad, por consiguiente como personales. Por el contrario, aquéllas de
entre las relaciones sociales que sólo figuran como un legado o super-
176
17 6
:'vivencia de épocas anteriores se le aparecen .a la persona viva como
^Vivencia
.. exteriores a sí
sf misma, como impedimentos «contingentes». E sta dis-
Esta dis
'f tinción es más ambiciosa que la precedente, es casi una explicación de
. la subordinación a partir del cambio social, pues todo lo que el indivi incÍivi-
; duo percibe como algo que se limita o domina virtualmente es un ana
ana-
j cronismo: la opresión es el reino de los muertos. Se contiene ahí como
·r incitación virtual a la acción revolucionaria, puesto que todo lo que es
desagradable se hace presente como una supervivencia desprovista de
sentido. Sin duda no hay que dar demasiada importancia a una alusión
, . pasajera, pero es psicológicamente reveladora: con la revolución, la
· unión voluntaria de los individuos reemplazará a su solidaridad «natu- «natu
.1'-. ral» o no-libre en tanto que miembros de una clase.
·t~ 177
iU
c ua nto E
cuanto stado -distinta
Estado -d is tinta a la vez (Einzelinteressen)
vez de los intereses reales de los individuos (Einze/intertÚ
y
y de su suma (Gesamtinteressen)— yy al mismo
sum a (Ges11111tinJtrmen)- m ism o tiem po como
tiempo c om unidad ilusoria (Gtt_,,
c om o una comunidad (Ge- \
meinscbaftlichkeit)...
meins,haftlichluit) ... (p. 33).
33 ) . (Sigue
( Sigue en el interior del Estado
E stado el bien conocido
c onoc ido conflicto
c o nflic to de Atfi¡J'.11
\
intereses entre las diferentes cclases determinadas
lases determ porr la división del trabajo.)
inadas po ' · ,;-• · ·
16
16 Quizás
Quizás
ocurra algo
o c u rra algo pare c ido
parecido en en
un un pasaje
pasaje de de la fam osa
lafamosa sec c ión
sección deldel Capital
Capital sobre
sobre el el
fetic hism o de la m
fetichismo erc anc ía (I, I, I, IV) que es interesante también
mercancía tam bién en relac ión con
relación c o n otros
otro s
tem as. Pienso
temas. P ienso en el desarrollo situado hac haciaia la m itad de la sección,
la- mitad sec c ión, que intro duc e a R
introduce o-
Ro-
binson Crusoe
C rusoe y compara
c om para su trabajo, entre otros,o tro s, con
c on el de una unión de hom bres libres
hombres
que tienen en común
c om ún sus medios
m edios de pro duc c ió n (es
producción ( es decir,
dec ir, N .B ., sin haber suprim
N.B., suprimidoido la
división del trabajo). H ay una perfecta
Hay perfec ta correspondencia
c o rrespondenc ia entre R indi-
obinso n dividiendo indi.':'
Robinson
17 8
178
E l pasaje citado es sin embargo precioso porque contiene un reco-
El reco
nocimiento de algo común a los miembros de una sociedad dada. E En n
esta fase y en la continuación, no se nos dice ya nada sobre la lengua y
la conciencia en cuanto comunes a todos, pero al menos, a nivel del 1
interés -lo—lo único reconocido como real- se nos habla de un interés co- co
mún que consiste a grandes rasgos en en preservar el marco en que 1
transcurre la vida y la la interacción de los miembros y la afirmación de
sus intereses privados. ¿Qué ocurre con este reconocimiento en fases r
más avanzadas de la sociedad? Conocemos naturalmente una respuesta
general de Marx y/o de los marxistas sobre esta cuestión. Se obtiene
por una consideración exclusiva del interés económico y de clase. Lo
que aquí nos interesa es más concretamente cómo se conciben la so- so
ciedad global y el Estado
E stado en LLa
a ideología alemana.
E
Enn una sección llamada «Relación del Estado E stado y el derecho con la
propiedad», el E stado se define como «la forma bajo la cual los indivi
Estado indivi-
duos de una clase dominante persiguen sus intereses intereses· comunes y en la
que se resume la sociedad civil de una época como un todo» (p. 62).
Hagamos algunas observaciones: 1) «la sociedad civil» (bürgerliche ( bürgerliche Ge-
G e- 1
sellscha.ft)
sellscha su sentido general; definido en otro lu
jt) se considera aquí en sii lu-
gar: «la totalidad de las relaciones materiales de los individuos en el 1
interior de una fase dada de· dé desarrollo de las fuerzas productivas» (p.
36). E ste uso no aparece aislado en este libro. E
Este Enn el mismo pasaje se
admite el doble sentido del término; es un nuevo ejemplo de la lá conti-
conti
nuidad que se supone entre los períodos preburgiiés
preburgués y burgués;
b1,1rgués; 2) la
definición no excluye en absoluto la existencia de algo, de algún grado
menor de interés común a todos, aun cuando los intereses principales
no sean comunes más que en el interior de una clase.
D
Dee hecho la definición parece contradicha por lo que la precede in in-
mediatamente en el texto. Para reducir la contradicción, nos es preci preci-
so interpretar así esa definición: «allí
«a llí donde existe dominante, el
ex iste una clase dominante,
E stado es
Estado es...
... (etc.)», pues el pasaje precedente dice precisamente que en' en
Alemania, en la situación de transición entre la Edad E dad Media y la época:'.
época .
moderna, durante la cual los estados y las clases cohabitan, «ninguna·
«ninguna
parte de la población es capaz de dominar a las otras» y el E stado es
Estado
así «independiente» como en ninguna otra parte en nuestros días
(ibíd.).
(ibid.).
· La definición de más arriba aparece así como una generalización in in-
fundada
fundada a partir de la situación moderna, tanto más cuanto que fue
«mediante la emancipación de la propiedad privada respecto a la co
lá co-
munidad» como «el E stado adquirió una existencia•
Estado existencia separada fuera de
la sociedad civil» (ibíd.).
(¿b íd). Señalemos de paso que nuestra observación
sobre el empleo del mismo término en un sentido restringido a las
condiciones modernas y en un sentido extensivo a otras condiciones
se aplica aquí a la «clase», opuesta por una parte al estado (Stand), en
(S ta nd), en-
globándolo por otra, y también, en otro sitio aún más netamente que
17
aquí, a la «propiedad privada»
privada»17. •
E
Enn cuanto al interés común, es discutido sobre todo en pasajes rela rela-
tivos a la sustitución de una clase por otra como clase dominante. Así
(pp. 447-48):
7-48):
nue va clase
Cada nueva c lase que pasa a a oc upar el puesto de la que dominó
ocupar do m inó antes de ella se ve ve
oblig ada, aunque fue
obligada, ra sólo
fuera só lo (N.B.: schon\ para poder
[N .B .: uhon] podenacarsac ar adelante
adela nte los fines que persig ue,
persigue,
a pre se nta r su pro
presentar pio interés como
propio c om o el interés común (gemeinschaftlich) de todos los m
c om ún (gtmtins,haftli&h) iem
miem-
bro
bross de la sociedad (Gesellschaft)...
soc iedad (Gtitlls,haft) ... Y (sebón) p
Yaa (s,hon) o r el solo hec
por hechoho de contraponerse
c o ntraponerse a una
clase, la clase
dast, c lase revoluc iona ria aparece
revolucionaria aparec e de antem
antemano ano n noo como
c o m o clase,
c lase, sino ccomo
om o repre se nta n
representan-
te de to da la sociedad,
toda soc iedad, como
c o m o toda la m asa de la ·sociedad,
masa sociedad, fre n te a la clase
frente c lase únic a, a la cclase
única, lase
dom inante. Y
dominante. Y puede ha c e rlo así, porque en los comienzos
hacerlo c om ienzos su interés se armoniza
arm oniza rea l
real-
m ente to
mente da vía m
todavía másás [N.B.]
[N .B .] con
c o n el interés común
c om ún de todas las demás dem ás clases
c lases n
noo dominantes
dom inantes
yy porque, bajo la opresión de las relac iones existentes, n
relaciones noo ha podido desa rrolla rse aún
podido desarrollarse
c om o eell interés partic
como ular de una clase
particular c lase pa rtic ular.
particular.
E
Enn resumen, no hay interés común más allá de la oposición entre
dominante y dominado, salvo acaso en el instante revolucionario en
que una nueva clase llega al poder. E Enn el margen junto a este pasaje,
Marx señaló entre otras «la ilusión de intereses comunes», añadiendo
que «al principio esta ilusión es justa». Aquí como en la cita de más
arriba hay algo de ilógico, de confuso
confuso1818 (cf. mis observaciones entre
7 Se dice
>117 Antig üedad clásica: «Es
dic e de la Antigüedad propiedad
«E s la pro privada
piedad priva da común (gemeinschaftliches
c om ún (gemtinsdMftlid,u
Privateigentum)
Pri1Jattigtnt11m) de los cciudadanos
iudadanos activos»
ac tivos» contrapuestos
c ontrapuestos a sus esclavos,
esc lavos, pues «únicamente
«únic am ente
c om unida d poseen los ciudadanos
en su comunidad c iudadanos el poder sobre los esclavos
esc lavos que trabajan para
( pp. 22-23;
ellos» (pp. 2 2 - 2 3 ; trad. p. 47 ).
47).
18 En
18 E n la E inleitung M
Einltit11ng Marx ado al instante de la tom
llamado
a rx había llam tomaa revo
revolucionaria
luc io na ria del poder
un «momento
«m om ento de entusiasmo» (Werke, I, p. 388).
entusiasm o» (Wtrkl, 38 8) .
180
18 0
Se percibe vivamente una dificultad. E
corchetes). Se Enn particular, parece
que, cuando Marx añade al margen «al principio esta ilusión es justa»,
estuviera impulsado por la percepción de que la teoría de la «ilusión»
c<.ilusión»
propone una imagen insuficiente de la Revolución francesa, a la que
implícitamente en el pasaje. La doctrina del interés,
de cierto se alude impUcitamente
del interés de clase, no basta para explicar la Revolución, y Marx aún
lo intuye aquí en alguna medida. ¿Acaso
Ucaso habrá, a pesar de todo, algo
así como un interés común, más bien una sociedad global, una comu comu-
nidad distinta a la «comunidad» de intereses económicos? E Enn modo alal-
guno, en todos estos textos no hay otra cosa que el interés económico
que pueda ser «común», y se registra un insensible deslizamiento desde
el interés económico común a la «comunidad» hasta el punto de llegar
a hablar .contra
contra toda evidencia de la clase como de una «comunidad»,
si bien ciertamente una comunidad de mala especie. Así, en un pasaje
sobre la reinstauración de una comunidad verdadera por la revolución
proletaria (pp. 74-75): la clase era
...una
... c om unidad a la que pertenecían
una comunidad pertenec ían estos individuos sola m ente como
solamente c o m o individuos
individuos
m edios, solamente
medios, solam ente en cuanto
c uanto vivían
vivía n dent~o
dentro de las condiciones
c ondic iones de existencia
ex istenc ia de su cclasela s e...
-
no en cuanto
c uanto tales individuos, sino en cuanto c ua nto núembros
m iem bros de una cclase ... LLaa aparente cco-
lase... o
m unida d en que se han asociado
munidad asoc iado hasta ahora
aho ra los individuos ha ccobrado o bra do siempre
siem pre una eexis-x is
tenc ia propia
tencia pro pia e independiente frente fre nte a ellos y, p o r tra
por ta rse de la asoc
tratarse ia c ió n de una clase
asociación c lase
c o ntra de otra,
en contra o tra, no sólo era,
e ra , al m ism o tiem
mismo po, una comunidad
tiempo, c o m unidad p ura m ente ilusoria p
puramente a ra
para
la clase
c lase dominada,
dom inada, sino incluso
inc luso una nueva cadena ... En
c adena... E n cambio,
c am bio, ccon
o n la comunidad
c om unidad de los los
proletarios revolucionarios,
pro leta rio s revoluc iona rios, que toman
tom an bajo su control
c o ntro l sus ccondiciones
o ndic io nes de ex istenc ia yy las
existencia
de todos los m iem bro s de la sociedad,
núembros soc iedad, sucede
suc ede cabalmente
c abalm ente lo lo contrario;
c o n tra rio ; en
en ella to m an
toman
parte
pa rte los individuos en cuanto c uanto tales individuos.
18 1
181
-,, .. : ·... ... ,~
, ,
. ,•',"':'
18 2
182
~---
cual; sobre la comunidad permanente o perpetua en cuyo interior úni-
p/cual;
|icamente
camente se manifiestan las diferencias de interés o de clase. De ahí
- proviene lo que se nos antoja el fracaso de LLa a ideología alemana.
. La fuerza
fuerza motriz que conduce a este fracaso debe ahora quedar cla- cla
' ra: no es otra que el imperativo de la ·emancipación, que de hecho
orientó y dirigió toda la investigación. Esa
E sa es la razón de que fuera
abandonada la apercepción sociológica de los M anuscritos de 1844 y de
Manuscritos
que la sustitución de la esencia universal (Gattungswesen)
(G attungswesen) del hombre
por su esencia social (Gemeinwesen)
(G emeinwesen) no desplegara sus implicaciones y
aportara la claridad sociológica que se hubiera podido esperar.
E
Enn la realización del proyecto, no hay duda de que la perspectiva
económica de la sociedad y de la historia ha servido poderosamente
" para sostener una orientación puramente individualista, a pesar de la
referencia hecha con desgana, y pronto olvidada, a la sociedad, a
la lengua, y a la conciencia en cuanto enraizada en la sociedad. E sto
Esto
,, resulta ya claro con sólo referirse a los pocos extractos que he dado
1
del texto, y lo sería más aún si pudiéramos considerar la obra más
completamente. Pero es hora ya de volvernos hacia los M Manuscritos
anuscritos de
1
1844, que registran el primer encuentro de Marx con la economía po po-
lítica. 1
1
1
1
1
183 1
1
,,,,,
'
'
'
8
8
lf EL
E L ENCUENTRO
E N C U E N T R O DE MARX
DE M AR X
CON
CON LLAA ECONOMIA POLITICA
E C O N O M IA P O L IT IC A
YSU
Y SU R REFORMA
E FORMA
185
18 5
:.\:%¿!
.. ;/:,,_,.,·
186
1 1
1
sistido siguiendo a Myrdal en el papel gue que juegan en la teoría de los
fundadores .juicios de valor gue que resultan ser los mismos que los de 1 1
11 E
Ell tra duc tor franc
traductor és afirmaba
francés afirm aba aún rec ientem ente que M
recientemente a rx aquí no
Marx no hace m ás ~
más que
resum ir yy comentar.
resumir c om entar. M a rx dice
Marx dic e desde la prim era página: «El
primera «E l salario ordinario
ordinario es según
Sm ith el m
S~ith mis ás bajo que resulte ccompatible
om patible con c on la simple humanidad,
humanidad\ es dec decirir una existencia
existenc ia
de bestia.» Ada Adam m Smith:
Sm ith: «Hay
«H ay num erosos síntomas
numerosos síntom as evidentes de ,:¡ue que el salario del trabajó trabajo
no está en ning una parte en este pa!s
ninguna país reg ulado p
regulado o r la tasa m
por másás baja conciliable
c onc iliable conc o n la hu
hu-
m anidad común»
manidad ( Wealth, I, cap. VH
c om ún» (Wealth, I). L
VIII). Laa traducción
traduc c ión franc esa de la Riqueza
francesa Riq11e:,;, que M arx
Marx
utilizó (y c ontinuó utilizando hasta Mehrwerí)
( y continuó MehnPert) no n o es la responsable, sino únic am ente la
únicamente
anotac ión de Marx
apresurada anotación ( véa nse las notas MEGA,
M arx (véanse M E GA, I, 33 p. 4466; 66; M a rx utiliza inexac
Marx inexaé-
tam ente una frase inc
tamente idental de Smith
incidental Sm ith de la p. 138, 13 8 , el pasaje citado
c itado m másás arriba está en la ·
p. 14
1488 yn no o fue anotado
anota do po porr M arx) .
Marx).
22 Se puede quizá generalizar
g eneralizar a p a rtir de la ac
partir titud inicial
actitud inic ial de M a rx y
Marx ex plic ar un rasgo
y explicar
rec urrente de su vid
recurrente vidaa como
c om o escritor
esc rito r económico
ec onóm ic o que intriga
intrig a al bióg ra fo. Una
biógrafo. U na y o tra vez, al
y otra
pro ye c ta r y
proyectar y pro po ne r publicaciones,
proponer public aciones, M a rx subestima
Marx subestim a la ccantidad
antidad de trabajo a la vez ve z desde ·
el punto de vista de la largura larg ura del texto,
tex to, de la duración
durac ión del trabajo, yy proba probablemente
blem ente de··de
la dificultad.
dific ultad. Sugiero
Sug iero que esto es comprensible
c om prensible si pa rtim os de su m
partirnos ane ra de trabajar:
manera trabajar. en
un m om ento dado se hallaba en la po
momento sic ió n 'de
posición de alguien que se había ac erc ado al tem
habla acercado temaa uni
uni-
lateralm ente p
lateralmente o r así decirlo,
por dec irlo, armado
arm a do conc on _su
su po stura m
postura eta -ec onóm ic a a prtori,
meta-económica prior~ yy que habíahabí~ ·.
reunido como c o m o hem
hemosos visto
visto largas ccolecciones
olec c iones de extractos
ex trac tos m ezc lados con
mezclados c on reflex iones.
reflexiones,'/·
E stos ex
Estos trac tos eran nec
extractos esariam ente selectivos,
necesariamente selec tivos, orientados
orienta dos co~ c o n arreglo
a rre g lo a la actitud
ac titud inicia(
inic ial
de M a rx -y
Marx - y no
no teniendo en ccuentauenta el objeto en su <!onjuntó-
c o n ju n to - yy p o r eso, cuando
por c uando retom aba
retomaba
su trabajo con c on vista
vistass a una publicación,
public ac ión, M a rx se veía
Marx ve ía obligado
oblig ado siempre
siem pre p poro r su integ ridad
integridaif';'
188
Manuscritos
. · los M o se haya enfrentado en ninguna parte con la cuestión
anuscritos nno
· · moral. Cabria
Cabría esperar una crítica elaborada de la noción de la armonía
· de intereses. No la encuentro, probablemente porque Marx, convenci- convenci
do de que tal armonía no existe de hecho, no se toma torna el trabajo
de buscar por qué se halla presente la noción, de estudiar el modo de
pensamiento de Adam Smith y de otros. Leemos por ejemplo: «(Al en en-
salzar el carácter social de su $u ciencia en lo concerniente a la división
del trabajo y el cambio) el economista declara inconscientemente la
contradicción de su ciencia, la cimentación de la sociedad en el interés
privado asocial» (3.cr
(3.er ms. X X X VUI, M
XXXVIII, E G A , I, 3, p. 144). Más tarde,
MEGA,
G rundrisse, Marx afrontará la cuestión. E
en los Grundrisse, scribirá entre otras co-
Escribirá co
sas: «Se inferiría más bien... que cada cual impide la satisfacción del
interés de cada uno de los demás, y que, en lugar de una afirmación
general, el resultado de la guerra de todo contra todos es más bien una uria
negación general» (Grundrisse,
(G rundrisse, p. 4
47).
7). Un pasaje de un comentario so- so
bre James Mili
Mill muestra a Marx proyectando espontáneamente en la
economía política lo que él busca en ese momento yy lo que ésta había en rea- rea
lidad rechazado de su campo: «sólo bajo la forma forma del intercambio y del
comerció concibe la economía política la comunidad de los hombres o
comercio
su humanidad en acto, su recíproca complementación
complémentation para una vida
genérica, para una vida verdaderamente humana» (MEGA, (ME G A , I, 3, p.
Œ uvres, II, p. 23-24).
537; CE.uvres,
Como nos hemos extendido con Mandeville en lo concerniente a la
relación con la moralidad, es interesante
interesante. ver cómo entendió Marx a
Mandeville. En E n LLaa SSagrada
agrada F amilia, considera a Mandeville «caracterís-
Familia, «caracterís
tico de la tendencia socialista del materialismo» y dice también que la
ábula «no era una apología de la sociedad» (CE.uvres,
Fábula
F II, nota a la p.
(Œ uvres, TI,
401):
401 ): lo uno explica lo otro, el materialismo no conformista se identi identi-
fica con el materialismo socialista; este detalle es revelador del interés
limitado de Marx
Marx3. 3.
c ientífic a, que no
científica, no se puede sobrestimar,
sobrestim ar, a ampliar
am pliar su visión
visió n yy a reemprender
reem prender to d o el tra
todo tra-
bajo. Esta
E sta es quizá la raz ón de qu~
razón que tuviera un sentinúento
se ntim iento tan agudo de ser incapaz inc apaz de
publicar
public ar un te texto
x to de él mmismo
ism o conc o n algunos
alg unos m meses
eses de intervalo:
interva lo : sin ninguna
ning una duda el ham ham-
bre intelectual
intelec tual juega en elloe llo algún papel, así c o m o la
as{ como lass ho rro ro sa s condiciones
horrorosas c ondic iones de trabajo,
y el agotamiento
ag o ta m iento pro g re sivo , pero
progresivo, pero quizá no radique ah{ ahí todo. Q ue la economía
Que ec onom ía polític
pollticaa
considerada
c onsiderada ccada vezz m
ada ve másás como
c o m o una ciencia o n ve rtid o en una «obsesión» es qui
c ienc ia se haya cconvertido qui-
2ás el reverso
. zás re ve rso de la mmedalla
edalla del ccompromiso
om pro m iso ético.
étic o.
33 EnEotros
n o trodos
s dos lug ares
lugares de desussus trabajos,
trabajos, MarxM a cita
rx c ita o parafrasea
o parafrasea a M a ndeville larg am en
a Mandeville-largamen-
te (cf. Œuvres, II, pp. 399-401
(c f. CE1111m, 399-401 y nota).. EEn
y nota) n el p rim e r libro del Capital, a p
primer ro pó sito de la
propósito
ac um ulac ión de ccapital
acumulación apital (sección
( sec c ión 7, cap.
c ap. XXV,
X X V , I), «la riqueza más segura seg ura consiste
c o nsiste en la
18 9
189
_"('(,_'
190
cuente de la denegación del hombre» (MEGA,
(ME G A , I, 3, pp. 107-108). Co
Co-
mentemos: esperábamos encontrar aquí un reconocimiento del hom hom-
bre en cuanto individuo que actúa conscientemente, es decir, produ
produ-
ciendo, pero no hay nada de eso: este individuo es tal únicamente en
cuanto propietario.
E c onom ía P
Si esa Economía o lític a comienza,
Pol!tica c om ienza, pues, con
c o n un rec onoc im iento aparente del hom
reconocimiento hom-
bre, de su independenc ia, de su libre actividad,
independencia, ac tivida d, etc.,
etc ., y si, al trasladar a la esencia
esenc ia misma
m ism a
hom bre la pro
del hombre piedad privada
propiedad privada... desarrolla una energía cosmopolita, universal, que derri-
energ ía ros~polita, d erri
to do lím
ba todo ite y to
limite da atadura, para situarse a
toda a sf
sí m c om o la única polític
ism a en su lugar como
misma a,
pol!tica,
la únic
únicaa universalidad, el limite
lím ite únic o, la única
único, únic a atadura -asf
—así tam bién ha de arrojar
también a rro ja r ella en
su pposterior
o ste rio r desarrollo hipocresía y ha de aparecer
desarro llo esta hipocresía tod o su cinismo-.
aparec er en todo dnismr. YY esto lo hac hacee
...al
... reve la r de fo
al revelar forma más unilateral
rm a máJ unilateral y pporo r esto más coherente, que el trabajo es
m ás aguda y más roherente,
esencia de la riqueza [N
únicaa esencia
la únic .B .: aquí M
(N.B.: Marxa rx no ha sustituido po porr «propiedad privada»]
privada»),, yy
dem ostra r, en oposic
al demostrar, ión a aquella concepción
oposición c onc epc ión originaria,
orig inaria , que las consecuencias
c onsec uenc ias de esta
hostiles al hombre... {ibíd.).
doc trina son ho.tiles
docrrina (ibíd.).
No se trata sólo de que, desde Smith hasta Ricardo, Mili, etc., pa pa-
sando por Say, las consecuencias del desarrollo industrial aparezcan
1
más claramente, sino también de que estos últimos autores «van cons- cons
cientemente cada vez más lejos en la alineación respecto al hombre, y
1
esto únicamente porque su ciencia se desarrolla de forma más coherente 1
y verdadera» (ibíd.). Por consiguiente, si no fuera fuera porque Marx
proyectó sobre él su propia preocupación ética invertida, seria sería más
«cinismo» de Ricardo como honestidad y perspica
acertado calificar el «cinismo>> perspica-
cia4. E l hecho de que el homenaje se presénte como una condena nos
cia 4. El
hace sentir por qué Marx no reconoció la similitud entre su propios
valores y los de Ricardo. E Ell pasaje citado nos muestra, en la percep
percep-
ción por Marx de la economía política, a la vez un reconocimiento de
lo que hemos llamado la «emancipación de ló lo político», y la decepción
de Marx ante esta emancipación que en su opinión no es más que par par-
cial, puesto que establece nuevas barreras y ataduras, siendo por ello
tachada de hipocresía.
4
4 AsfAse
s í hará
se hamás
rá m tarde.
ás tarde.
La Lreferencia
a referencprincipal
ia princ ipaesl quizá
es quizá la dada
la dada másm arriba
ás arriba a Mehrwert
a Mehrwerl
(c f. cap. 7 no
(cf. ta 9), pero ya en Miseria
nota Miseria de la filosofía (I, 11),
filosofía (1, II), rem itiendo de P
remitiendo Ri-
roudho n aa R
Proudhon i 1
c ardo, M
cardo, a rx exclamaba:
Marx exc lam aba: «No
«N o clamemos
c lam em os tanto
ta nto contra
c o ntra el cinismo
c inism o...»
... »
1
191
19 1
1 1
-'réiisfeí
quienes no quieran reconocerlo como tal pueden apartarse de los Ma.\ M a-
m scritos y en especial de la sección notable, aunque mutilada,
nuscritos mutilada,. sobre .et,: el </. .
trabajo alienado con que termina el primer Manuscrito. Consideraré á a , .. -IT;
continuación brevemente este texto para sacar a la luz un aspecto de de-I\'.;;:1
los primeros tiempos del matrimonio de Marx con la econonúa economía -que-:-que ., · ,..
no fue ciertamente una luna de miel, ¿quizás una luna de vinagre?-. A
Marx le impresiona inmediatamente el hecho de que la economía polí polí-
tica permanezca confinada en el interior del mundo de· de la
1a propiedad
privada.
privada._NiNi da cuenta de la propiedad privada, ni es capaz tampoco de
mostrar cómo las regularidades de los fenómenos económicos derivan
en la esencia de la propiedad privada (1.•r ( l. cr ms. XXII,
X X II, ME
MEGA,G A , I, 3, p.
81) En
81). . E notros
otrostérminos,
términos,como
comoeseshabitual
habitualparaparauna
unaciencia,
ciencia,nonopuede
puede
por sisí misma definir su terreno ni establecer su legitimidad5.legitimidad 5• Marx
dice esto directamente aquí mismo, e indirectamente al principio de
amilia (1845) en su apología de Proudhon: Proudhon fue
Laa Sagrada FFamilia
L
tan lejos como era posible en el mundo de la propia economía política.
¿Qué hace Marx para relativizar ese mundo y asegurarse su propio
lugar fuera del mismo como lo exige su finalidad revolucionaria? De- D e
duce la propiedad privada del concepto de «trabajo alineado». E Ell pun
pun-
to de partida se halla en lo que se ofrece como el «resultado» de la cri- crí
tica precedente: «El«E l trabajador se hace tanto más pobre cuanta más ri ri-
queza produce...,
produce... , se convierte en una mercancía tanto más barata
cuantas más mercancías produce produce...»
... » y así sucesivamente (ME (MEGA,
G A , p.
82) El
82). . Etrabajador
l trabajadorasíasíseparado,
separado,alienado
alienadodedesusuproducto
productoestáestáenenconse-
conse
cuencia alienado de su actividad como productor, y también de la ma ma-
nifestación en él de la característica del género humano, a saber la ac- ac
ción libre, consciente sobre la naturaleza. ·
De esta triple alienación deduce Marx, entre otras consecuencias, la
propiedad privada. Esto E sto puede parecer extraño: cabía esperar que un
autor comprometido en la vía de Marx partiera de los hechos cotidia- cotidia
nos, en este caso de la propiedad privada, la relación entre el patrón y
el trabajador, etc., y que construyera inductivamente el concepto de
alienado»...
«trabajo alienado» O curre lo contrario. ¿Por qué?
... o cualquier otro. Ocurre
Y
Ya hemos visto que el reconocimiento del trabajo como «esencia sub- sub
jetiva» de la riqueza, o de la propiedad privada, se considera un gran
paso adelante de la economía política. Por lo demás, el propio Marx
explica su
su elección. Hacia el final del desarrollo expresa su satisfacción
5
5 Según Cotticr,
Según Marx
Cottier, quiere
Marx unauna
quiere ciencia hegeliana
c iencia y aly mismo
hegeliana al m ismtiempo másm que
o tiem po hege-
ás que heg e
liana ((19
1969,
6 9 , p. 268).
268) .
192
19 2
por
p0r haber transformado la cuestión del origen de la propiedad privada
en la cuestión de la relación entre el trabajo alienado y el desarrollo de
la humanidad:
P
Pues c uando se habla de propiedad privada se cree
ues cuando c ree te n e r que habérselas con
tener c o n una cosa
c osa
fuera del ho m bre. Mientras
hombre. M ientras que cuando
c ua ndo se habla de trabajo nos las tenemos
tenem os que ha ber in-
haber in
m ediatam ente con
mediatamente c on el hombre
hom bre m ism o. B
mismo. sta nueva fo
Esta rm ula c ió n de
fonnuJación d e la preg unta im
pregunta plic a ya
implica
su solución (M E GA, p. 93).
soluc ión (MEGA, 93 ) .
Un poco más arriba (p. 92) Marx admite que de hecho hay una ac ac-
ción recíproca entre propiedad privada y trabajo alienado, .y (p. 91)
que el concepto de trabajo alienado lo ha extraído de la observación,
«del movimiento de la propiedad privada»
privadID> (otro nombre para la eco- eco
análisis del concepto muestra que la
nomía). Sin embargo, añade, el análi.sis
propiedad privada es una consecuencia, exactamente como los dioses
son en el origen no la causa sino el efecto de una aberración del enten-
enten
dimiento humano. Se percibe aquí que la propiedad privada, como
algo que se muestra exterior al hombre, es menos real que el trabajo,
que es el hombre mismo en la medida en que ésta se define como acti acti-
vidad consciente o «producción». ¿Por qué la propiedad es relativa- relativa
mente irreal, como los dioses? E Ess una institución humana, un fenóme-
fenóme
no social, mientras que la actividad del individuo como tal es univeruniver-
sal, constituye la esencia del hombre.
Propongo por el momento dos formulaciones casi idénticas del jui jui-
cio jerárquico de Marx: 1) el individuo está antes que la sociedad; 2) la
relación entre el hombre y la naturaleza (el (el trabajo) está antes que las
relaciones entre los hombres (la propiedad privada es una relación con
la naturaleza, pero mediatizada por el consenso humano). Si estoy en
lo cierto, hay
hay algo de irónico en los resultados de la elaborada tentati
tentati-
va de Marx. Consigue desembarazarse de lo que bloqueaba la vía hacia
la revolución: «La economía política parte del trabajo como el alma
misma de la producción, pero luego no le da nada al trabajo y todo a
la propiedad privada» (p.92),
(p. 92), pero se queda dentro de los límites del
pensamiento económico (primada
(primacía del individuo como agente en las
relaciones entre el hombre y la naturaleza). Marx está ya «hechizado»
por la econonúa.
economía.
T ambién está claro que el trabajo alienado es una categoría muy ge
También ge-
neral que, aunque derivada del régimen capitalista de producción, pue pue..,
de ser y es considerada,
considerada; de modo más vago o implícito, como aplicable
a otros estadios del desarrollo económico, y el desarrollo económico
en general. Ahí
Ahi radican las ventajas de una categoría filosófica, una es-
19
1933
);,.";~
pede
pecie de «tipo ideal» después de todo, que hace referencia al sujeto hwni'j~f
huma- . r·-~ . ' ■
no individual en términos psicológicos en gran medida, bastantebastanté al modo
modo· :·J;.t
de las construcciones del siglo xvm,XVUI, pero que en lugar de derivarse de la · ;~.·;;
naturaleza se obtiene a partir de relaciones sociales históricas. '
La filiación hegeliana es evidente, y sin embargo constituye un gran
mérito del profesor _Tucker
T ucker haber expuesto la ascendencia y descrito
la génesis del concepto de manera tan precisa y completa que ha dado la
verdadera respuesta a la cuestión: «¿Por qué el trabajo alienado?». Hay
que leer el libro (Tucker,
(T ucker, 1972); en el plano inmediato, muestra
muestra· que
esta concepción central del trabajo alienado es en Marx el producto
directo de slisu filosofía hegeliana y feuerbachiana: en Hegel está la clave
de la economía política, e inversamente el hegelianismo tiene valor de
verdad a este nivel (Tucker,
(T ucker, pp. 12, 126). Para nuestra particular inda
inda-
gación, la primera lección es que la consideración exclusiva, sobre la
que hemos·
hemos insistido, individua l es fundamental. B
insistido; del sujeto humano individual ro
Bro-
ta de la filosofía
filosofía -filosofía que se reconstruye en la medida en que se
apartaba de este sujeto al· al tiempo que permanecía naturalmente enrai- enrai
zada en él toncon amplitud-
amplitud—y fluye con toda naturalidad y perfecta conti- conti
nuidad a través de la economía política. ·
Y sin embargo, en esta misma obra es donde encontramos esa pro
·Y pro-
funda percepción de la naturaleza social del hombre que hemos estu- estu
diado (pp. 156 ss.) y que es única en toda la obra de Marx. Parece
como si la repulsión que experimenta ante la estrechez de la concep- concep
ción de la vida humana en los economistas le hubiera elevado por con- con
traste a extenderse en el tercer Manuscrito, como en ninguna otra
parte, sobre las _delicias
delicias del comunismo, en las antípodas del «indivi-
«indivi
dualismo posesivo» de un James Mill, Mili, y aa acentuar así, sobre todo al
nivel psicológico y estético, aspectos que ya no se vuelven a encontrar
en las obras de la madurez. Aquí, recordémoslo por oposición a las te- te
ideología alemana, la naturaleza misma sólo resulta accesible
sis de LLaa 'ideología
por mediación de la sociedad: «La esencia humana de la naturaleza no
existe más que para el horribre social» (MEGA,
hombre sociab> (ME G A , p. 116).
Hay que poner en su lugar esta bella percepción sociológica. Lo que
sigue muestra que es un lugar secundario. E Ell militante revolucionario
vuelve a cerrar con viril resolución la puerta momentáneamente en- 1
treabierta del paraíso; un lápiz de color tacha largos pasajes. Marx se
ha entregado en suma a una exploración que no tendrá continuación.
Hemos intentado comprender por qué. Por definición, individualismo
y holismo,
hólismo, el individuo y el ser social deben coincidir en la sociedad
comunista, en la que el hombre realizará por ello su excelencia como
194
19 4
ser social. La sociedad actual es condenada en nombre del individuo.
E
Ess tan defectuosa que uno no puede reconocerse plenamente como
ser social más que por referencia, no a ella, sino a la sociedad ideal del
porvenir, es decir trabajando por la emancipación del individuo. Todo
lo demás debe desaparecer ante este imperativo. E stá claro que en esta
Está
dialéctica el individuo priva sobre el ser social, y que el proyecto revorevo-
lucionario reemplaza y prohíbe el pleno reconocimiento del hombre
como ser social hic el nunc.
et n11nc.
Cuando dijimos que el hombre es esencialmente actividad conscien- conscien
te, pronunciamos lo que :constituye
constituye quizá la palabra clave de los M Ma-
a
nuscritos de 1844: «E
«Enn la forma de la actividad vital reside el carácter
dado de una especie, su carácter genérico, y la· la actividad libre, cons-
cons
ciente, es el carácter genérico del hombre» (1.er
( l. cr ms, X X IV; ME
XXIV; G A , p.
ME,GA,
88). La novedad, respecto a Feuerbach en particular, estriba natural natural-
mente en la transición de la conciencia pura y simple a la actividad activida d
1
consciente:
L
Laa pro prác tic a de un mundo objetivo, la elaboración
duc c ión práctica
producción elaborac ión de la naturaleza no-hum
no-humana ana 1
ex ac tam ente «no-orgánica»,
[exactamente «no-org ánic a», refiriéndos
refiriéndosee así a lo que está m ás allá del pro
más pio ccuerpo
propio uerpo del
hom bre] , es la afirmación
hombre], afirm ac ión del ho m bre como
hombre c om o un se serr genérico
g enéric o cconsciente,
onsc iente, es dec ir, la afir-
decir, a fir 1
m ac ión de un ser que se relac
mación iona con
relaciona c on el género
g é nero como
c om ò con
c o n su pro pia esencia
propia esenc ia o que se rere-
la c iona consigo
laciona c onsig o m ism o como
mismo c om o ser
se r genérico (ibid).
g ené ric o (ibíd).
6
6 NoNseo puede
se puede dejar
dejar de pensar
de pensar queque
algoalgo
fatalfata
sel produce
se pro duc
ene en o en
o en to maoeste
tomo a este pasaje
pasaje en en
el que, entre
en tre otras
otra s tosas,
c osas, la «sociedad
«soc iedad es produdda
pro duc ida p o r el hom
por bre». N
hombre». Noo pre tendo com-
pretendo c om
prender
pre perfectamente
nde r perfec tam ente todos los desarrollos, pero algunos
alg unos puntos
punto s están claros: perma-
c laros: la perm a
nencia
nenc ia de las instituciones soc iales y de las actividades
instituc iones sociales ac tividades sociales
soc iales es vista ccomo
o m o un pro
proceso
c eso 1
c irc ula r que repro
circular reproduce elem entos y a si
duc e todos sus elementos sí m ism o. A
mismo. A1ú
h í radic
radicaa el «carácter
«c a rác ter social
soc ial
to do el m
de todo ovim iento». Ahora,
movimiento,,. Ah o ra , si el princ ipio es el de Goethe:
principio Go ethe: «al princ ipio era el acto»,
principio ac to», 1
y si el acto
ac to es·«produccióh»,
es «produc c ión», entonces
ento nc e s la naturaleza social
soc ial del hom bre se expresa
hombre ex presa diciendo
dic iendo
que la sociedad
soc iedad pro duc e al hombre
ho m bre y el hom bre la sociedad.
soc iedad. EEll segundo aspecto
aspec to es im plí-
produce hombre impli-
1
19 5
195
1
I
i ■ ■■
i ■ ■ ' /;
;'.:..."K,l'lfi;',
| da... sino también como un ser dei-h11maniZ11do
cía... (2.°0 ms., X
... » (2.
des-humanizado...» L,
XL;?'1f!t,
E G A f p. 98). Por otra, «en la hipótesis de la propiedad privada posi- ·. '.'~; ·
MEGA,
M
| tivamente abolida, el hombre produce al hombre, a sí mismo y al otro :~i~~;'
hombre» (3.(3.er
er ms., V, MEGA,
ME G A , p. 115). «La historia de la industria...
industria... es ' ,,
| el libro abierto de Jas
las fuerzas humanas esenciales» (MEGA,
(ME G A , p. 121}.
121).
La producción no es únicamente material, sino también moral, espiri-
[ tual, institucional:
\ R elig ió n, fam
Religión, ilia, estado, derec
familia, ho, m
derecho, oralidad, ciencia,
moralidad, c ienc ia, arte, etc ., son únic
arte, etc., am ente m
únicameáte mo-o
dos particulares
partia,lartJ de la pro duc c ió n y
producción c aen bajo su ley general.
y caen g eneral. La
L a abolición
abolic ión po sitiva de la
positiva
pro pieda d privada...
propiedad privada... sig nific a pues la abolic
significa ión positiva de toda alienac
abolición alienación,ión, es decir
dec ir el re-
re
tomo
to m o del hom
hombre,
bre, a ppartir
a rtir de la relig
religión,
ión, de la fam
familia,
ilia, del estado, etc., ex istenc ia hu
a su existencia
etc ., a,su J,,,.
mana, es dec ir social
decir (M E GA, p. 115
soda/ (MEGA, ).
115).
c itam ente im
citamente portante, pues es obvio
importante, o bvio que si el hom hombre bre pro
produceduc e la sociedad,
soc iedad, puede ccam- am
biarla. El E l prim
primer er aspec
aspectoto -la
- la sociedad
soc iedad pro duc e al hombre-
produce h o m b re - es después de to do m
todo enos im
menos im-
porta
portante:nte: una expresión de la naturaleza social soc ial del ho m bre, un po
hombre, c o fo
poco rzada en benefic
forzada beneficio io
de una simetría
sim etría prec isa. E
precisa. sta suposición
Esta suposic ión la confirma
c onfirm a un pasaje muy m uy similar
sim ilar en las nota notass
so bre Ja
sobre m es Mill,
James M ili, un pasaje m más ás o m enos contemporáneo,
menos c ontem poráneo , quizás un poco po c o aanterior,
nterio r, que
en m mii opinión
op inió n aparec
aparecee un po c o oscurecido
poco osc urec ido porp o r las traduc c iones yy que cito
traducciones c ito aquí incomple-
in c o m ple
ta m ente:
tamente:
««...los
.. .los hom bres, po
hombres, ac tividad de su ser,
porr la actividad c rean, pro
Jtr, crean, duc en el ser
producen común humano,
s,r romún hum ano, el ser
social, que es es...
... el ser de cada
c ada uno de los individuos. Tal T a l es la razón de que ese ser Jtr común
verdadero...
verdadero... aparezc
aparezcaa po porr la nec esidad y
necesidad y el eg oísm o de los individuos; es producido
egoísmo pro duc ido in- in
m ediatam ente p
mediatamente o r la ac
por tivida d de su existencia.
actividad ex istenc ia. N Noo depende del ho m bre que ese ser
hombre se r co-
c o
m
múnún exista
ex ista o n o ; pero
no; pero m ientra s el hombre
mientras hom bre no se rec o noz c a aa sí
reconozca si m ism o como
mismo c om o ho m bre y
hombre y
n
no org anizado el m
o haya organizado undo hum
mundo anam ente, ese ser común
humanamente, aparec e en fo
,omún aparece rm a de alienación
forma alitnación»»
(M E GA, 1,
(MEGA, I, 3,
3, pp. 535-536).
535-536).
N aturalm ente es prec
Naturalmente iso que sea así, pues el ho
preciso m bre es el únic
hombre único pro duc to r real. E
o productor Ell
pro c e so es empíricamente
proceso em píric am ente cíclico,
c íc lic o, pero lóg ic am ente lineal. L
pero lógicamente Laa sociedad
soc iedad es m másás bien el
sub-produc
sub-producto, to, p o r im
por porta nte que sea para ellos, de la «necesidad
importante «nec esidad del egoísmo»
eg oísm o» de los
hom
hombresbres individuales. E Ell hom
hombre bre es un ser social soc ial empíricamente,
em píric a m ente, pero pero ello es el efectoefec to
c onstituc ión prim
de su constitución a ria como
primaria c om o individuo. Aprehendem
Aprehendemos os aquí quizá la verda dera arti-
verdadera arti
c ula c ión entre las declaraciones
culación soc iológ ic as tan atrayentes de los Manuscritos
dec larac iones sociológicas Manuscritos yy el Credo C redo
individua
individualista lista yy ec onóm ic o que flo
económico re c erá en L
florecerá Laa ideología
ideología altm~na.
alemana. Y Y al m ism o tiem
mismo tiempo po per-
per
c ibim os, una ve
cibimos, vezz m ás, la prim
más, primada ac ía en Marx
M a rx del postula
postulado do re vo lu c io n a rio aartificialista
revolucionario rtific ialista en
c o ntra de un verda
contra verdadero
dero reconocimiento
rec o noc im ie nto de la naturaleza
na turaleza social
soc ial del homhombre.bre.
196
19 6
E ste uso no es especial de los M
de una palabra. Este anuscritos, y no cabe de
Manuscritos,
ello la menor duda: en este punto Marx captó bien un aspecto de la
mentalidad moderna, como lo atestigua el uso extremadamente amplio
de la palabra en el lenguaje corriente de hoy. El E l juicio jerárquico esta
jerárquico esta-
ba ya presente en la econonúa
economía política: así lo revela la distinción estra-
estra
tégica producción/distribución y la distinción clásica del trabajo pro pro-
ductivo eé improductivo;
improdúctivo; pero la extensión sin precedentes en el usó uso de
la palabra «producción» representa la apoteosis de la relación del hom hom-
bre con las cosas.
La división del trabajo no ocupa un lugar tan grande en los M Manus-
anus
critos como el que ocupará poco después en LLaa ideología alemana. Su pa pa-
pel lo juega en cierta medida el trabajo alienado. E Enn lugar de la cues
cues-
tión: «¿Por qué el desarrollo de la división del trabajo ha sido históri
históri-
camente necesario, antes de que pueda ser abolido como cosa aciaga?»,
nos enfrentamos aquí a lo siguiente: «¿Cómo se funda la alienación del
trabajo en la esencia del desarrollo humano?» E sta cuestión se plantea
Esta
poco antes de que el primer Manuscrito termine abruptamente, y de- de
safortunadamente para nosotros.
La respuesta que Marx dio más tarde a la cuestión es a grandes ras ras-
gos que el desarrollo económico exigía la producción de un excedente,
y que los hombres no producen por sí mismos más allá de sus necesi necesi-
dades: es preciso que se vean obligados a ello por otros, personas
ociosas o en todo caso no-productivas (Grundrisse,
{ G rundrisse, pp. 304-305). D Dee
nuevo, hacia el final del tercer Manuscrito, Marx hace balance de las
concepciones de los economistas, y alaba a Say por haber admitido
que la división del trabajo empobrece y degrada la actividad del indivi-
indivi
duo; pero de nuevo el texto se interrumpe tras haber expuesto Marx la
1
cuestiones que quería tratar, y anunciado que probaría
lista de cuestiones' probaría lo que
1 el economista no puede probar, a saber que el trabajo es la esencia de
la propiedad privada. La división del trabajo y el intercambio son for for-
maciones de la propiedad privada, y esto prueba que la vida humana
necesitaba la propiedad privada para realizarse y que ahora necesita su
abolición.
Para quien no sea hegeliano hay aquí algo arbitrario. Los hechos
muestran que la producción económica es un proceso social; Marx ha
insistido, contra el economista, en la naturaleza social del hombre; y
sin embargo no considera a la sociedad como el sujeto real del proceso
de producción, sino que sigue a los economistas al referirlo todo al su- su
jeto individual. La producción en su realidad, es decir en su desarro
desarro-
llo, supone que un hombre trabaja para otro; ¿cómo se puede entonces
197
19 7
afirmar que la producción, es decir la relación fundamental entre el :,·,!·L"i
hombre y las cosas, es independiente de las relaciones entre hombres y
exclusivamente un asunto del individuo? Más aún: si la verdad humahwna-
na reside en el individuo, entonces no hay que buscarla en la produc
produc-
ción, que sólo ha progresado gracias a la alienación del individuo y es
por ello prácticamente idéntico con la alienación. ¿oe
¿De dónde viene la
esperanza, o la certidwnbre,
certidumbre, de una inversión futura de este estado de
cosas, sino del estado de naturaleza? Mucho me temo que la verdadera
respuesta a tales preguntas es que cuanto más profunda es la contra-
contra
dicción bajo cuyo imperio la humanidad
hwnanidad ha venido afligiéndose, más
grandiosa será la revolución -la
- la redención—
redención- que nos está prometida.
Un párrafo bastante retorcido muestra que Marx sintió la paradoja imim-
plicada en el rechazo de la división de trabajo por un sociólogo:
L
Laa división del trabajo es la expresión económica
ec onóm ic a del carácter
c ará c ter social
soc ial del trabajo d entro
dentro
de la alienación. O bien, puesto que el trabajo no es sino la ex presión de la ac
expresión tividad del
actividad
ho m bre dentro de la alienación,
hombre alienac ión, de la ex te riorizac ión de la vid
exteriorización vidaa como
c om o alienación
alienac ión [exterio-
[ ex terio
ridad] de la vida, así tam
también división del
bién la divuiÓTI del trabajo nnoo es ootra
tra cosa
c osa que el establecimiento
establec im iento
extrañado, alienado
txlra,iado, alienado,, de la actividad
ac tividad hum
humanaana como actividad genérica
c om o adividad genéri.a real
real oo como
c o m o aactividad
c tivida d
del hom
hombre c uanto ser genérico
bre en cuanto ( 3 .er m
genérico (3.•• s., X
ms., X X V; M
XXXV; E GA, p. 13
MEGA, 9) .
139).
198
19 8
dirija contra los jóvenes hegelianos, los economistas, o Proudhon. E Enn
los Grundrisse
G rundrisse y las obras subsiguientes, sin duda no está ausente toda
discusión, pero la atmósfera es mucho más serena. Además, aunque la
exposición económica y el propósito.
propósito revolucionario continúen próxi próxi-
mos el uno al otro, no hay ya intrusión del uno en el otro. E Ell prólogo
C rítica de la economía política (1859) acaba eón
a la Crítica con dos versos de D ante
Dante
que Marx transfiere de la puerta del infierno al umbral de la ciencia:
está claro que la intención de trabajar de manera constructiva al nivel
científico ha absorbido la impaciencia que Marx sentía inicialmente
ante la economía política tal como era. Ahora concibe concib_e su contribución
científica como algo que tiene por par sísí mismo
misma alcance revolucionario.
revolucionario ..
7
Si consideramos únicamente la Introducción de los Grundrisse G rundrisse1,, la
impresión general, en contraste con el esquematismo de LLaa ideología
alemana,, es incontestable: hay equilibrio, madurez, dominio. Se podrían
alemana
citar muchos ejemplos para mostrar que el autor introduce libremente
reservas y matices conducentes a un alto grado de complejidad pero
que, cabe imaginar, habría repudiado tajantemente quince años antes.
1
D ice por
Dice par ejemplo: la «economía burguesa [en cuanto forma más alta alta-
mente desarrollada] ofrece la clave de la economía antigua», etc., lo
1
cual está de acuerdo con su noción de un desarrollo lineal, pero añade
que «si bien es cierto que las categorías de la economía burguesa po po-
1
seen cierto grado de validez para todas las otras formas de sociedad,
esto debe ser admitido cum gra grano sa lis».
no salis».
1
E ste «granum salis» incluye al mismo tiempo, en mi opm1on,
Este opinión, la
percepción por Marx de la especificidad de cada tipo tipa (de lo que más
adelante hablaremos), y la conCepción
concepción según la cual la sociedad bur bur-
guesa no es la última etapa del proceso de evolución, sino «sólo una
forma contradictoria en la evolución» (Grundrisse,{ G rundrisse, p. 26). ¿Habrá quizá
quien diga que este pasaje no difiere de los escritos precedentes
más que por el estilo? Tomemos otro ejemplo. E n otro lugar de los
En
G rundrisse, Marx discute la armonía natural de intereses como la forma
Grundrisse,
los economistas dan a la independencia mutua de los agentes eco-
que lcis eco
nómicos. Reduce en primer lugar el sedicente interés general a lo que
es decir a «la totalidad de los intereses privados», y a continuación
es, es·
no sólo sugiere que de hecho «cada cual impide la satisfacción de los
intereses de cada uno de los demásdemás...»,
... », sino que añade:
7
7 EstaE introducción
sta intro duc c ió
esnsin
es duda
sin duda
másmconocida
ás c onoc ida
comoc om o «Intro duc c ión
«Introducción (inédita)
(inédita) la C ríti
a la aCríti-
1
ca dt
de la mnomía
economía política
polític~»» pues se public
publicóó como
c om o tal m uc ho tie
mucho m po antes que
tiempo Grundrisse
9ue los Gnmdrim
t:a
en su cconjunto
onjunto (cf. Bibl., Grundrisse).
B ibl., en Gnmdrim).'
1
199
19 9
1'
1
1
I
fí
I La iro nía estriba m
L a ironía ás bien en que el interés privado es ya en sí
más m ism o un interés so-
sfmismo sdo i
c ialm ente determinado,
cialmente determ ina do, que únicamente
únic am ente puede ser perseguido
peiseguido ddentro i~ ccondicione::
e n tro de las ondic iones t i l i
f que la sociedad
soc iedad establece y por
establec e y po r los mmedios
edios que la sociedad ofrece,
soc iedad o frec e, estando de este m modo·:.
o do „
ligado a la reproduc
reproducción
c ión de estas condiciones
c ondic iones yy m
medios {Grundrisse p. 74).
edios (Grunárim 74) . :- *· } - .
La primera parte de esta afirmación parece abrir una vía hacia ·el r~~
el re
conocimiento del carácter excepcional de la sociedad burguesa ~orno -como
en Karl
K arl Polanyi-
P o lanyi- y de las condiciones políticas precisas para que el
«interés económico» pueda desarrollarse "plenamente,
plenamente, pero en Marx Marx. el
pasaje no es un punto de partida, sino un punto de llegada. E Enn todo
todo•·
caso, pasajes como éste explican por qué algunos han saludado los ;
G rundrisse como la obra maestra sociológica de Marx: he ahí por fin
Grundrisse
«el interés» subordinado a las condiciones sociales.
La ironía, o humor dirigido contra sí mismo, no está quizá por
completo ausente de la Introducción. Al discutir largamente la rela rela-
ción entre la producción y el consumo, Marx parece concluir expo expo-
niendo tres formas en las que ambos son idénticos (p. 14 14),
), pero conti
con ti-
núa:
-núa: '
f · Por
P o r consiguiente,
c onsig uiente, nada m más
ás sencillo para un heg
senc illo para hegeliano plantear
eiiano que pla producción
ntea r la pro duc c ión yy el
c onsum o como
consumo c om o idénticos.
idéntic os. Y
Y esto es lo que ha ocurrido
oc urrido nono só lo ccon
sólo o n los litera to s soc
literatos ialis
socialis-
I tas, sino _también
tam bién con c on prosaicos
prosaic os economistas
ec onom istas...
... ((Sin
Sin embargo)
em barg o) eell punto im po rta nte es
importante
que...
que ... la pro duc c ió n es el verda
proclllcción dero punto
verdadero punto de partida yy ppor
o r lo ta nto ta
tanto m bién el fac
también to r
factor
I predom inante...
predominante
p. 15).
E l consumo
... El c onsum o aparece
aparec e así como
c om o un m om ento de la pro
momento duc c ió n {Grundrisse,
producción (Grundrim,
P* 15) .
88 E nc uentro
Encuentro en en F ic hte,
Fichte, según
según la traduc c ión
la traducción de de
M. M. G ué ro ult:
Guéroult: «El«Edemento,
l ele m e nto d , éter,
el étela
r, la
fo rm a sustancial
forma sustanc ial de la vid
vidaa verda dera , es el pensam
verdadera, iento» (M.
pensamiento» (M. G U É R O U L T , 19
GUÉROULT, 3 0 , t. I, p.
1930,
3 8 , según Fichte,
38; Samtl. Wn-kt,
F ic hte, Siimll Werke, V V,, 4410).
10 ) . cSimple
¿Sim ple ccoincidencia,'
oinc idenc ia, o
o ha
hayy usos interm edios de
intermedios
la palabra ccon
o n un sentido similar?
sim ilar?
2201
01
puesta a la crítica del propio Marx o al menos del joven Marx? Si adop-
adop
tamos una posición materialista, nominalista, empirista, ¿qué podemos
pensar de este ordenamiento jerárquico, de esta producción que se en- en
globa a sí misma y a sus contrarios de una u otra clase? Alguien como
el joven Marx, si se hubiera topado con algo de este tipo, podría muy
bien haberlo llamado hipocresía o cinismo, cuando no mistificación.
Ya habíamos apuntado en los M
Y anuscritos cómo Marx, siguiendo a
Manuscritos
Saint-Simon, tendía a hacer de la «producción» el prototipo de toda
actividad y de toda vida humana. T enemos aquí un ejemplo más neto
humana.. Tenemos
aún, aunque más limitado, de englobamiento, y este estatuto privile
privile-
giado se halla en extraño contraste con la impaciencia del joven Marx
ante toda subordinación o trascendencia, pues la trascendencia es en
este caso reintroducida con el juicio jerárquico de Marx. E Ess como si
«¡Modernos, ahí tenéis vuestro D
proclamara: «iModernos, ios!».
Dios!».
La tercera y principal sección de la Introducción de los Grundrisse
G rundrisse
contiene una proposición que tiene también un aspecto jerárquico, y
que plantea un principio sociológico importante que hay que señalar.
E
Ess la idea de que en cada tipo de sociedad predomina una forma de
producción que imprime su sello a las otras formas que con ella pue pue-
den coexistir, a toda la economía y, según la visión de Marx, a toda la
E ste principio va acompañado de una consideración verda-
sociedad. Este verda
deramente estructural de la complejiqad
complejidad relativa de un elemento -aquí
una categoría-
categoría—en relación
relación a su lugar en el conjunto. Marx declara que
una categoría relativamente simple puede expresar bien relaciones pre pre-
dominantes en un conjunto relativamente poco desarrollado, bien rela rela-
ciones subordinadas en un conjunto desarrollado (p. 23). La aparición
de categorías abstractas como el «trabajo»
«~rabajo» (o la propiedad privada) es
la consecuencia de un desarrollo histórico complejo. Aparecen al final
de la serie, en la sociedad burguesa. Mientras que gracias a su genera
genera-
lidad pueden en cierto sentido ser ampliamente aplicadas, no son sin
embargo plenamente válidas más que en las condiciones que las origi- origi
naron.
Marx aborda aquí el orden general de su exposición: no hay que
empezar por la propiedad del suelo y la renta, pues en el período mo mo-
derno están dominadas y modificadas por el predominio general del
capital y el beneficio. Lo que en este caso quiero elogiar es el recono
recono-
cimiento de que la unidad de un sistema social se corresponde con el
predominio en él de ciertas instituciones que el sociólogo debe deter-
deter
minar, no sólo en cuanto presentes junto a otras, sino como caracteri-
zadoras de la totalidad social. EEnn términos de Marx: . .
2202
02
E n todas las fo
En rm as de sociedad
formas soc iedad existe
ex iste una determ inada produc
determinada c ión que en sí m
producción ism a y
misma y
p o r sus pro
par pias condiciones
propias c ondic iones dec ide del rang
decide rangoo y la im po rtanc ia de todas las otras. E
importancia Ess
c o m o una lu
como g eneral en la que se bañan
luz2 general bailan todos lo
loss colores
c olores modificando
m o dific ando sus tonalidades 1 1
pa rtic ulares. E
particulares. Ess como
c o m o un éter
éte r particular
partic ular que determina
determ ina el peso específico
espec ífic o de todas las
fo rm as de ex
formas existencia a llí adquieren relieve (p. 27).
istenc ia que alli 27 ) . ( 1
E
Ell sentimiento estético no es tan frecuente en Marx. Indica aquí
una intensa percepción de la especificidad de cada tipo de sociedad y
de su unidad. Podemos decir: una percepción holista y jerárquica.
Cabe objetar que estas declaraciones, por destacables que sean, son
Cabe·
aá fin de cuentas relativas a la economía, o aa la sociedad percibida
como, o reducida a, una economía. E sto es verdad, y a fin de c.uentas
Esto cuentas
lo que intentaré mostrar es que todas estas excelentes percepciones,
todos estos progresos justamente alabados de los Grundrisse,
G rundrisse, en los que
el esqueleto del materialismo de Marx casi desaparece, no trasciendan
de hecho las limitaciones impuestas por los escritos de su juventud.
E stos desarrollos pueden ciertamente modificar e incluso contradecir
Estos
1
las concepciones iniciales en algunos puntos particulares, pero las pre- pre
suposiciones fundamentales no son sustituidas ni se lás las pone en duda:
se mantienen.
Por lo que concierne a la naturaleza social de la producción, la In
troducción a los Grundrisse,
G rundrisse, y especialmente su primera parte que aho-
In-
aho
'
1'
ra vamos a considerar, es más explícita que los M Manuscritos
anuscritos o hLa
a ideolo-
ideolo
gía D e hecho, Marx abre la Introducción insistiendo en la ne
gía alemana. De ne-
cesidad de no abstraer al individuó,
individuo, en cuanto agente o sujeto de la
producción, de su contexto social. La proposición inicial se dirige en
primer lugar contra la aceptación por autores contemporáneos corno como
B astiat, Carey y Proudhon de la concepción dieciochesca del hombre
Bastiat,
natural como un individuo aislado. Marx resalta que esta noción for- for 1'
ma parte de la ideología de la sociedad burguesa.
E
Enn .esta
esta sociedad
soc iedad de libre concurrencia, individuo ((der
c onc urrenc ia, el individuo der E inzelne) se ha desprendido
Einze/ne)
de las ataduras naturales y
y de otro
o tro tipo
tipa que
gue hacían
hadan de él, en épocas
époc as anteriores de la histo
hi_sto-
c onstituyente (Zubehor) de uñ
ria, una parte constituyente c ong lom erado hum
un conglomerado ano determinado,
humano determ inado, lim ita
limita-
do^
do.
E
Ell desarrollo es breve, pero sorprende sin embargo que Marx,
Mane, que
estudió derecho, no haga alusión alguna a la relación con las teorías
del derecho natural y asigne al individuo «natural» una ascendencia
tan corta: 1
E
Ell individuo del
deí siglo
sig lo xXVlll,
vn i, que es el produc to, p
producto, o r una parte, de la disoluc
por ión de las
disolución
form as de sociedad
formas soc iedad feudales, y, p or o
por tra parte, de las nueva
otra nuevass fuerzas pro duc tiva s surgidas
productivas 1 1
1 i 1
203
203 1
1
rí
1
E
Ess extraño qúe
que la palabra empleada para designár esta ·có11striiéci,
designar 'esta construcción «-, r :
r rriental, «individuo del siglo xvm»,
mental, el «individúo X VI H », sea''atin, ~n
sea aún, en Ópc:>sicióh
oposición al ál ppasaje t,'
más arriba citado, término biológico
citado; el ,término «das Individuum»,
biológico:tcdas ctJaqgo está
Individ~l,lltl», cuando
1 claro
claro que de lo que se trata trata~ es de (der M Mensch
ensch aals) mpinen, cada ho
Ei~/nen,.cada
is) E hom-' ;/
bre particular en tanto que universal. D e hecho, este
bre particular en tanto que univer_sal. D~. hecho, este término apar . término aparece
algunas líneas más rriás lejos, éúando
cuando Marx dice que e~ en esa época por vez v~
primera «las diferentes formas de interdependenciainterd~pendericia social aparece~ aparecen
1 ante el individuo
individuo como un un simple medio para lograr
medío_para lograr sus fines persona
fines ~rsoná~
les, como una necesidad exterioi:»exterior» (p. 6). Se refiere
refi~re aquí al sujeto p.:n.··pen ,,
r sante, y por
por ello
ello lala expresión biológica
biológica resultaba
res~ltaba improcedente.
improcedente. La fra frá+.... ;
se siguiente dice más más aún: se califica tal tal modo
modo de ver ver como propio dc.f del ".it)
«individuo aislado» o más bien del «individuo individualizado» (d~s (des *:C:[{,;',¡
ve-
rei~lten
reinzelten E inzfilnen). E
Ei~ln~n). stá cla·ro
Está claro que
que Marx
Marx no no llegó aa distinguir sistemá
sistemá7 J~, .
ticamente entre el individuo como hecho empfriCÓ empírico en relación con la 1:J .
' . -~~
1 99 La Lpalabra
a palabra «todo»
11todo» c omsustantivo
como o sustantivo o c omadjetivo
o corno parece
o adjetivo parecnotablemente
e notablem ente frec uente
frecuente.,(;,,~;
en Grundrisse com~os
en los Gn,m/riss, c om parados cron
on las obras
obras de juventud,
juventud, yy lo
io m o c urre ccon
ism o ocurre
mishío o n la m>iI;;'
no
1 c ión de Ja·
ción la interdependencia
interdependenc ia o sistema (Zusammenhang) de las .partes,
o del sistem a (Z,m,mmmha,ig) partes, yy de la m etá fo ra
mctllfor:(~f
del organismo.
org anism o. ' · · ·' ·' · ··
j$!:
2204
04
mente de nuevo una construcción·
construcción mental y no un .simple simple ser biológi
biológi-
·, co. EEss evidente que en tal estado de dependencia no es el agente parti- parti
cular sino el «todo más grande» del que forma parte -la —la familia, el
etc .- el que debe ser considerado sujeto de la producción.
clan, etc.- producción~ E sto
Esto
mismo es válido para un pasaje del CapitalC a pita l sobre la cooperación primi
primi-
tiva en la que _«el«el individuo ((da einv& lne lndividuum) se halla aún tan
dass einz.elne
·" poco ,desprendido
.desprendido del cordón umbilical de la tribu o de la comunidad
como la abeja individual del enjambre» (I, Cap. X XII o X III (Coopera-
XIIl (Coopera
ción) cf. D umont 1964b,
Dumont 1964 b, p. 82). Aquí de nuevo el «individuo» humano
designa una construcción mental.
Marx va muy lejos en el sentido de la relativización de la noción
- su propia noción- del individuo, pues señala inmediatamente que la
-su
ideología del individuo acompaña al más alto desarrollo de las relacio relacio-
nes sociales
sociales10,, y añade:
10
Ell hombre
E hom bre es, en el sentido m más literal
ás lite ra l del térm ino, un zoon
término, ,zoon politikon, nnoo solamente
so la m ente un
.... . ..............M
animal
anim al social, anim al ·que
soc ial, sino un animal sólo en la sociedad
que sólo llegar
soc iedad puede lleg individualizarse
ar a individua (sich
liz a rse (1ich
.
vereinzeln) ( p.6) .
vtrtin-zeln) (p.6).
Cuando
C uando hablamos
hablam os de producción referimos
pro duc c ió n nos refe rim os siempre
siem pre a la pro
producción
duc c ió n en uun
n estadio
determ ina do del desarrollo social
determinado soc ial ([es dec ir, en últim
es decir, último o análisis, fon
¿un estadio determinado
determ ina do
de la pro duc c ión?] a la pro
producción?) duc c ión de los individuos vivie
producción n d o en sociedad
viviendo (gesellscbafili-
soc iedad (gese/luhajtli-
I¡I.V
cher
,htr Individúen)
Individuen) [es
(es decir,
dec ir, ¿simplemente
¿sim plem ente seres hum humanos
anos que vive
vivenn en una determ
determinada so-
inada so
J
T o da pro
Toda duc c ión es apropiación
producción apropia c ió n de la naturaleza p o r el inclividuo
por individuo en el in te rio r de y
interior
g rac ias a una fo
gracias rm a determ
forma inada de sociedad
determinada soc iedad (p. 9).I
2205
05
v.*£*
.,i,:¿t~-
E
Ell individuo es el sujeto, la sociedad un simple determinante. E Enn el ·:· ·a,\
último pasaje la preocupación versa sobre la propiedad,
propied~d, o la apropia
apropia- · º
ción, y tenemos así una preciosa indicación sobre la producción como
relación con la naturaleza, o «apropiación de la naturaleza». Ahora
bien, el apropiador como tal es evidentemente más que un animal: un
ser moral. Hemos visto que para los comienzos de la sociedad hubiera
sido preferible hablar de la apropiación de la naturaleza por la familia,
etc., más bien quequé por el
él individuo. ¿y
¿Y en el otro polo del desarrollo?
T omemos a uno de los famosos obreros de Adam Smith que fabrican
Tomemos
alfileres, especializado en una de las numerosas operaciones en que se
divide la ·fabricación
divide· fabricación de alfileres. ¿Podemos hablar significativamente
de este homnbre como de alguien que se apropia la naturaleza, o será
quizá más bien del equipo completo de trabajadores cuando menos, o
de la manufactura, de la que cabe decir que efectúa una primera etapa
en la apropiación, que sólo se completará cuando otras gentes «consu «consu-
man» los alfileres? Sabemos por lo demás que tales casos son consideconside-
rados por Marx como casos de trabajo alienado, o algo equivalente.
Resulta por consiguiente difícil encontrar una justificación a la afirafir-
mación .según la cual el individuo es universalmente el sujeto de la
producción. Por una parte en cuanto al individuo empírico podemos
decir únicamente que es el agente elemental de la producción --<:o i o dire
dire-
mos de un proceso técnico particular?- y como tal su agente principal
mientras las técnicas permanecen relativamente simples y la división
del trabajo poco desarrollada. Por otra parte, en cuanto al Individuo
moderno del término, que podría jugar el papel de un
en el sentido moderno
verdadero sujeto de la producción, sabemos por el propio Marx que
por una parte no existe -o - o en el mejor de los casos está presente sólo
de manera latente- en la mayor parte de las sociedades, y por otra, en
la sociedad moderna, no es verdaderamente el sujeto de la producción
porque la alienación, o la división del trabajo, le convierten en algo
extraño su producto y su
ext.raño su actividad productiva. La conclusión parece
evidente: a nivel descriptivo el individuo carece aquí de lugar, y la
producción es esencialmente un proceso social. Propiamente hablando
la sociedad es el sujeto de la producción. E Enn algunos lugares, Marx
está muy cerca de admitirlo, como cuando dice en la misma exposi exposi-
ción: «Siempre es un determinado cuerpo social o un sujeto social el
...una
que actúa en ... una totalidad de ramas de producción» (Grundrisse,
(G rundrisse, p. 8).
Y sin embargo en conjunto mantiene su fórmula individualista.
Y
Cabe preguntarse por qué. Hay que recordar aquí que desde el prin prin-
cipio había planteado -recuérdese
—recuérdese LLa a ideología alemana
alemana-- que el indivi-
206
206
1 i
1
1
duo era el alfa y el omega: la sociedad, la lengua, la conciencia, figura
dúo figura-
ban muy
muy detrás de la «producción» en la determinación de la vida hu hu- 1
mana. D esde entonces Marx fue insistiendo cada vez más en el aspec-
Desde aspec
to social, pero ni tan siquiera su proposición más avanzada en este 1 1
spero haber establecido mi tesis: por bello que sean muchos enfo
Espero
G rundrisse, y cualquiera que sea su progreso respecto a las
ques de los Grundrisse,
enfo- ' '
11
11 Probablemente
P robablem ente a c ualquiera
a cualquiera le era
le era im posible
imposible hac erlo
hacerlo en las
en las c irc unstanc ias
circunstancias dadas,
dadas, o o
al m enos ccabe
menos abe pensarlo así a ccausaausa de dos hec hos: 1) los estrechos
hechos: estrec hos vínc ulo s de estas ideas
vínculos
c on otras en el pensam
con iento m
pensamiento ism o de M
mismo arx y
Marx y en la ideoÍogía
ideolog ía contemporánea:
c ontem poránea: een n primer
prim er
lugar Gesellschajt etc.,
lug ar Gmllscbaft Gemetnmsen con
etc ., Gtmeinwmn c on su m macro-sentido
ac ro-sentido yy su m micro-sentido,
ic ro-sentido, y y sobre todo
la ccombinación
om binac ión vic to ria na de la cuestión
victoriana c uestión con
c on la de la propiedad y y ccon
on la obsesión del cco- o
m unism o primitivo
munismo prim itivo (cf. mis \915b, pp. 444-48,
m is notas, 1975b, 4-48, y 13 0 ss. sobre M
y pp. 130 2) el he
aine) ; 2)
Maine); he- 1 1
c ho de que la distinción
cho distinc ión no haya sido hec ha más
hecha m ás tarde, hasta nuestro
nuestross días, ni tan siquie-
siquie
ra pporo r autores
auto res que ha hann realizado pro g resos muy
progresos m uy cercanos
c erc anos como
c om o T ónnies, o que podían
Tonnies,
g ozar de la ventaja de esos progresos
gozar pro g resos como
c om o MMaxax W e b e r o los durkheim
Weber durkheimianosianos (c f. mi li
(cf. li- ' 1
bro
bro,, 1967,
19 6 7 , sección
sec c ión 3, para algunos ejemplos)
ejem plos)
1
2207
07
r
1
209
209
I
1
1 1
1 1
9
EL
E L EXITO
E X I T O IDEOLOGICO DE
ID E O L O G I C O D E MARX.
M AR X .
DIGRESION
D I G R E SI O N SOBRE
SO B R E SU
SU TEORIA
T E O R I A SOCIO-HISTORICA
SO C IO -H IST O R IC A 1 1
1 1
212
talmente opuesta a las actitudes de los clásicos tal y como las encarna-
encarna
ba de modo típico AdamAdarn Smith: mientras que éstos se habían preocu preocu-
pado por establecer prudentemente su reivindicación, reconocer el te te-
rreno y protegerlo contra las incursiones desde el exterior, hete aquí
que llega un joven rebelde que expresa en nombre de la totalidad del
hombre sus pretensiones sobre ese dominio como una base para su
guerra contra todas las instituciones establecidas, contra todo lo que
en su opinión separa, mediatiza, divide, mutila, domina, humilla al
hombre. Los caracteres esenciales de este joven pensador son quizá su
compromiso ético por una parte, y su odio a la trascendencia, a las
ataduras y las leyes por otra. Con él, la economía política se convertirá
en la garantía científica de la empresa más grandiosa jamás propuesta
a la voluntad humana. La economía se reintegra con pleno derecho a
la sociedad de las doctrinas. Aspira en verdad a un derecho de sobera- sobera
nía -o
- o más bien al derecho a un poder superior- sobre el conjunto de
la acción y de la historia humanas. D Dee este modo, mediante un movi
movi-
miento precisamente inverso al de los padres fundadores, lo económi- económi
co como ideología alcanza su madurez y su apoteosis, y despliega a
plena luz lo que desde el principio contenía en germen.
La evolución aparece muy clara en relación con la política: la eco- eco
nomía política ha ido pasando de humilde servidora (siglo XVn) XVII) a una
especie de rival recelosa (laisser1aire
(J a isser-fa ire o, como decía Marx en los MMa- a
nuscritos, «la única barrera y la única atadura») hasta convertirse en una
madre abusiva (Marx: los hombres «producen» la sociedad y a sí mis- mis
mos, etc.). Como ya hemos señalado, con este vuelco de supremacía
cambia el contenido de la preeminencia: lo que era una cuestión de je je-
rarquía y teleología, de subordinación de los medios económicos a fi fi-
nes políticos, se ha convertido en un asunto de primacía fáctica: la su- su
puesta causa es poderosa
poderosa,, y por consiguiente superior, en relación al
efecto supuesto.
E
Enn relación con la moralidad, hay también una reintegración, pero
el asunto es más complejo: la reivindicación artificialista moderna, que
había sido temporalmente expulsada, se reinstala, la intervención hu hu-
mana se permite ahora en nombre de la moralidad, es más, se propone
a una escala sin precedentes sobre la base misma de los descubrimien-
descubrimien
tos económicos; pero esto se obtiene de nuevo a cierto precio, a saber
que la ciencia económica desemboque en una condena de la socie- socie
dad que la ha gestado. En E n otros términos, la realidad económica es
contradictoria, y no se la puede volver humanamente significativa, o
moral, más que mediante su destrucción parcial, haciendo úna una criba
213
de los buenos aspectos, que serán conservados, y de los malos,
malós, es de-·
de
cir los que han sobrevivido a su utilidad, que serán suprimidos.
Vemos aquí, como ya antes en el pasaje de los M anuscritos, que no
Manuscritos,
se anula verdaderamente el divorcio entre lo económico y la moralimorali-
dad. Unicamente, si se me permite arriesgar el término, se dialectiza:
se convierte en una
wia llamada a la acción, pues sólo la acción puede rere-
conciliar el hecho yy la norma. No sólo la articulación entre el socialis-
socialis
mo
mo. y lo económico es dialéctica, sino que la contradicción se encierra
en el corazón de la realidad económica; de no ser así, el pensamiento
no desembocaría.inmediatamente
desembocaría inmediatamente en la acción. No preguntemos
pregwitemos cómo
es que a través de su larga historia han tenido los hombres que pagar
tan caro el hecho de que sus descendientes puedan finalmente alcanzar
una vidl!-
vida verdaderamente humana, pues tal visión es la contrapartida
necesaria para movilizar el máximo de energía en el presente; la con- con
tradicción es el centro nervioso, la pila de poder de una doctrina cons-
pila.de cons
truida como unWl arma.
Considerando las cosas en conjunto, un Wl condicionamiento moral
interno ha presidido el desarrollo del examen económico en los auto- auto
res estudiados. En
E n esta escuela de pensamiento, lo económico no ha
conseguido verdaderamente emanciparse de la moralidad. E Enn cuanto
al propio Marx, no sólo su economía política sino todo el conjunto de
su doctrina desarrolla el compromiso moral inicial, el voto.
Para terminar este ensayo, quisiera insistir de nuevo sobre sus lími
lími-
tes. No pretende ser completo en ningún _sentido.
sentido. E s'selectivo
Es· selectivo en lo
concerniente no sólo a los autores, sino también a los aspectos trata
trata-
dos. Por lo que concierne a_su
a su objeto propio, la relación entre la ideo-
ideo
logía (general) yy el pensamiento económico, deben evitarse dos malen
malen-
tendidos. Consistiría el primero en suponer que la elección de los au- au
tores corresponde a algún juicio de valor del presente autor, en el sen-sen
tido de considerárseles «más ideológicos» yy «menos científicos» que
otros. Debe quedar claro, como se dijo en la Introducción, que nada
puede estar más lejos de mi pensamiento que un Wl juicio de este tipo y y la
dicotomía sobre la que reposa. Por tomar el ejemplo de Malthus, he
aludido al hecho de que en su controversia con Ricardo parece menos
que este último del aspecto ideológico que yo buscaba.
característico que.
Pero si nos trasladamos al terreno de la teoría de la población, a la
controversia Godwin-Malthus
controversia. G odwin-Malthus y al E nsayo de Malthus, especialmente
Ensayo
214
1
1I 1
una expresión del poder creador superior atribuido a la naturaleza res res-
pecto al hombre. 1 1
obras de la madurez deben figurar en primer plano, y las obras de ju ju-
ventud ser utilizadas sólo·
sólo como complementos. 1
Se empieza por observar que, en la exuberante producción de análi-análi
sis socio-históricos de Marx, brillantes, poderosos, apasionados y con-
con 1 1
1
I
r
r
fr ,
también en su su desarrollo la imposición unifor- ^ ^
imposición. de las presuposiciones .unifot
r
í mes que LLa a ideología alemana expuso con perfecta claddad. fin~'
claridad. Con fines
ciemtificös -y
científicos - y no ya revolucionarios—
revolucionarios- es útil recuperar estas
estás visiones ,
f( originales y ver dónde habrían llevado a Marx y dónde pueden llevar a :
quien las considere seriamente y no se vea impedido por la actuación
1
i reduccionista.
del factor réduccionista. ·
Mis observaciones versarán sobre dos conflictos generales:
gen·erales: en pri
pri• .
f mer lugar el conflicto entre una visión sociológica u holista y una vi vi 7
sión económica o individualista, y en segundo lugar entre
lugar· el conflicto entré
( la percepción del carácter específico, original de los diferentes tipos de
sociedad y la suposición de una continuidad lineal y de una unidad
i
fundamental entre ellos.
· Habíamos llegado a la conclusión de que, a juzgar por la Introduc
lntrodué.
(
ción a los Grundrisse, Marx se había alzado a una visión sociológica en
G rundrisse, Marx·
l la exclusiva medida en que su punto de partida le permitía hacerlo sin
que éste llegara a ser suprimido. Se pueden citar algunos textos para
l mostrar que la visión sociológica entra realmente en conflicto con el
marco individualista de conjunto. Así en los propios Grundrisse,
G rundrisse, en una
I breve disgresión que hay que leer in foto, tolo, Marx introduce contra
Proudhon y los economistas una visión sociológica de la sociedad: se- se
l ñala en primer lugar -con un lenguaje diferente- que la sociedad está
presente en los espíritus de sus miembros, y a continuación la define
I de este modo:
La
L a sociedad
soc iedad no consiste
c onsiste _en individuos, sino que ex
en individuos, e_xpresa
presa el conjunto
c onjunto de relac
relaciones
iones e
I inter-dependenc ias en que se encuentran
inter-dependencias enc uentran los individuos...
individuos... ser esclavo
esc lavo o ser cciudadano
iudadano
son determinaciones
determ inac iones sociales (Grundrisse, pp. 175-176).
... (Grundrim,
sociales... 17 5 - 17 6 ) .
I Además, el contexto permite
pennite añadir que la referencia se realiza en
ocasión a una determinada «forma histórica de sociedad». M. Ru-
cada oca.sión Ru
(
bel, en una nota de su su edición (Obras, II, n. I, p. 281) subraya la im
im-
portancia de este texto y remite a un pasaje de «T rabajo asalariado y
«Trabajo
Capital» (1849), un texto antiguo pero que goza de autoridad en rela
Capital>> rela-
Manifiesto
ción con el M anifiesto comunista:
E
Enn la produc c ión, los hom
pi:oducción, bres no
hombres no entran
entran únic am ente en rela
únicamente c ión con
relación c on la naturaleza.
naturaleza.
N
Noo pueden produc ir sin asociarse
producir asoc iarse de algún m odo pa
modo ra cooperar
para c o o pera r yy establecer
establec er un in te r
inter-
cambio
c a m bio de actividades. Para
P a ra producir
pro duc ir contraen determinadas
c o ntra en determ relaciones
inadas relac (Beziehungen) en-
iones (&zithungtn) en
rr tre ellos
ello s y establecen
esas relac
establec en determinadas
iones y
relaáones
determ inadas condiciones
y condiciones
Condiciones sociales
soc iales pueden ac
(Verhältnisse): só
c ondic iones (Verhaltnim):
tuar so
actuar
lo dentro del m
sólo
bre la naturaleza, es dec
sobre
arc o de
marco
ir pro
decir du
produ-
{Werke, VI
c ir (Wtrke,
cir , p. 403).
VI;p. 403).
I
Quizá sea éste el texto más explícito que tenemos (más completo en
particular que el Prólogo a la Crítica
C rítica de 1859 e incluso que los Grun-
G run-
l
l 216
drisse). No insistiré en la dificultad general que surge del hecho de que
Marx ídentifique
identifiqúe con frecuencia pura y sin1plemente
simplemente relaciones socia-socia
les y «relaciones de producción» (Produktionsverbaitnisse ). Pero pondré
(Produk tionsverhaltnisse).
en duda que los dos fragmentos que tenemos ante nosotros sean com- com
patibles con la visión -dominante en Marx—Marx- según la cual el sujeto de
la producción es el individuo: se diría que existen dos esferas distintas,
o más bien dos puntos de vista incompatibles: oo bien se reconoce ple ple-
namente
namen'te la naturaleza social del hombre, como en estos dos textos, y
desde tal perspectiva la producción únicamente puede aparecer como
un fenómeno social, oo bien la producción, como relación del hombre
con la naturaleza, exige que se privilegie al agente individual, y la so- so
ciedad queda relegada al trasfondo como vimos al comienzo de los
G rundrisse: «La producción es apropiación de la naturaleza por el indi
Grundrisse: indi-
viduo en el interior de y gracias a una forma forma determinada de socie- socie
dad.»
Un fragmento del tercer libro del C Capital (Œ uvres, H,
a pita l (CF.uvres, II, p. 1487, cf.
edición de E ngels, pp. 826-828, Cap. X
Engels, XLLVIII,
VIII, § 3) muestra en mi sen- sen
tir la misma ardua combinación:
A s í ccomo
Así om o el hombre
hom bre p rim itivo tiene que luc
primitivo har con
luchar c on la naturaleza pa ra satisfacer
para satisfac er sus
nec esidades...
necesidades hom bre ccivilizado
... el hombre iviliza do tiene que hac er lo m
hacer ism o...
mismo ... A
Am edida que se desarro-
medida desarro
t lla (la producción)
produc c ión) se extiende
ex tiende este rein
reinoo de la nec esidad n
necesidad a tura l porque
natural porque las nec esidades
necesidades
se m ultiplic an...
multiplican ...
Vemos lo fundamental que es la dependencia de la producción res res-
pecto al estado de la sociedad: la multiplicación de sus necesidades
obliga a los hombres civilizados a trabajar aproximadamente a la mis mis-
ma escala a que lo hadan
hacían los hombres en las sociedades primitivas. E Ess
de destacar que a la satisfacción de necesidades artificiales de ese tipo
se le llame aún el «reino de la necesidad» y que el cliché del trabajo
como «lucha del hombre con la naturaleza» no se vea debilitado en ese
contexto. (La imagen es -¿o
-<o hay que decir «era»?- central en la ideolo-
ideolo
gía moderna y como tal exigiría un estudio.) Ocurre
O curre así porque en este
pasaje Marx no se preocupa de hecho por la sociedad; las necesidades,
el trabajo, la producción pertenecen todos a la economía, es decir
esencialmente al hombre individual en su relación con la naturaleza.
Vemos así cómo de hecho la consideración sociológica pasa a un se- se
gundo plano en el espíritu de Marx la mayor parte del tiempo, mien mien-
tras que la consideración económica permanece en primer plano. Lo
cual es lo mismo que decir que, aa este nivel,
nivel\ se registra una primacía
primada de
la relación entre hombre y naturaleza por oposición a la relación entre
hombre y hombre. Y naturalmente esto está de acuerdo con la tesis
217
general, cuyo postulado inicial era que el primer tipo de relación es caca-
sualmente primario respecto al segundo, cualquiera que sea la interac
interac-
ción entre los dos observada en una situación histórica dada. E Ell pasaje
primada, planteada desde el principio, lo es en ver
muestra que esta primacía, ver-
dad a prueba de hechos.
No es esto todo. Marx denuncia, en la sociedad del Capital\
Capital, el he
he-
cho de que las relaciones humanas
hwnanas se disfra 2an en forma de objetos.
disfrazan
Aquí
Aqui la primacía
primada normativa parece haberse invertido: las relaciones
entre hombres son las relaciones reales, y es malo que no sean directa
directa-
mente aprehendidas como tales, sino sólo de modo indirecto, median median-
te un rodeo, expresadas como cosas, a saber como mercancías en
cuanto tienen valor de cambio. Aquí el aspecto «natural» de las cosas,
de los objetos, su valor de uso sirve de sostén a las relaciones humanas
expresadas como su valor de cambio. Nuestro texto es en este caso el
famoso desarrollo sobre «el fetichismo de la mercancía y su secreto» al
principio del C apital (Lib. I, 1.a
Capital 1.• sección, Cap. I, § 4). Lo que para no-
no-··
sotros es interesante es que ello implica de algún modo la superioridad
ética de las sociedades preburguesas o precapitalistas en la medida en
que
gue expresaban directamente, y no ya de modo indirecto, las relaciorelacio-
nes humanas. Consideremos la E dad Media. E
Edad Enn este caso, en lugar de
independiente, cada uno es dependiente:
P e ro , prec
Pero, isam ente po
precisamente porr tratarse de una soc iedad basada en la dependenc
sociedad ia perso
dependencia na l to
personal to-
das las relac iones soc
relaciones iales aparec
sociales en ccomo
aparecen o m o relac iones en
relaciones tre personas. N
entre Noo es nec esario p
necesario or
por
cconsiguiente
onsig uiente que los trabajos y sus pro duc to s re
productos vista n en ella
revistan eUa una fo rm a fantástic
forma fantásticaa distin
distin-
ta de su realidad. Aquí, los trabajos y los pro duc to s se inc
productos o rpo ran al eng
incorporan ranaje soc
engranaje ial
social
ccomo
o m o servic ios, prestac
servicios, iones y pag
prestaciones os en espec
pagos ies. L
especies. Laa fo rm a na
forma tural del trabajo...
natural trabajo ... su pparti-
a rti
ccularidad
ularidad...
... es tam bién su fo
también rm a direc
forma tam ente soc
directamente ial.......
social las relac
..... .las iones soc
relacion~s iales de
sociales de las
las per
per-
sonas en sus trabajos se revela
revelann ccomo
o m o relac iones personales suyas, sin disfrazarse
relaciones disfra.zarse de rela
rela-
cciones
iones soc iales entre las ccosas,
sociales osas, en tre lo
entre loss pro duc tos de su trabajo (Obras,
productos (ObraJ, I, pp. 6611-612).
11- 6 12 ) .
E
Ess la ccomunidad
om unidad sin ning ún g
ningún é ne ro de duda la que, en ccuanto
género ua nto preex istente a la p
preexistente ro
pro-
duc c ió n, im
ducción, pide que d
impide el trabajo de los individuos aparezc
aparezcaa ccomo
o m o trabajo p riva d o yy su
privado
218
pro duc to como
producto c om o produeto
pro duc to privado; c om unidad la que hace que el trabajo individual
priva do ; es la comunidad
aparezc a como
aparezca c o m o una func ión clirecta
función direc ta de un miemb¡o
m iem bro del org anism o social
organismo soc ial (Cap. I)
I)
Y
Y volviendo de nuevo al Capital:
C apital:
Estos
E stos antiguos
antig uos organismos
org anism os sociales (Asia antigua, la Antig
[ Asia antigua; Antigüedad
üe dad en general]
general) son, poporr
pro duc c ió n, infinitamente
lo que atañe a la producción, infinitam ente m más simples y tra
ás simpies nsparentes que la
transparentes 1~ soc iedad
sociedad
burguesa; pperoe ro tienen como
c om o base la inm adurez del hom
inmadurez bre individual.
hombre individual. LLaa historia
historia no
no ha
c o rtado aún, p
cortado o r as!
por dec irlo, el cordón
así decirlo; c o rdó n um bilic al que le une
umbilical une a la comunidad
c om unidad na tural de
natural
una tribu p rim itiva o a las condiciones
primitiva c ondic iones ·de
de despotismo
despotism o y y eesclavitud.
s c la vitud t
Como ocurría más arriba con el enjambre de abejas, se _postula
Corno postula que
el individuo moral está latente en el individuo biológico de las forma
forma-
1
ciones sociales no burguesas, incluso de las primitivas.
prirnitiva_s. Al margen de 11
este punto, una cosa es clara: las relaciones sociales o las relaciones
de producción se vuelven opacas, escondidas en objetos -y - y el «orga
«orga-
.--
¡ nismo social» queda oculto- cuando el hombre se convierte en indivi
«independiente», «privado»;
duo, «ind~pendiente»,
indivi-
«privado», etc. ¿No es extraño que esta conco-
mitancia no le haya llevado a Marx a poner en duda que proceda con-
conco
con
'f
siderar universalmente al individuo corrio
conio el sujeto de la producción? 1 1
220
La palabra «subordinación» (Unterordnung)
(U nterordnung) es con seguridad impor-impor
tante. A nivel colectivo o comunal, la fórmula es similar a la de Locke
a nivel individual: la subordinación queda relegada a las relaciones del
hombre con fas las cosas. Cabe glosar: los hombres serán iguales única única-
~f mente cuando la subordinación se ejerza sólo sobre las cosas, y serán
f libres únicamente cuando su riqueza sea común a todos. La Historia
sólo ha sido capaz hasta ahora de desembarazar a los hombres de la
dependencia de unos a otros, o mejor dicho de su apariencia, y se hace
por ello necesario ahora someter conscientemente las cosas a la comu- comu
nidad para redimirlas de la servidumbre humana que ocultamente con- con
tienen. EEn n conjunto, el verdadero eje de la Historia va de la depen- depen
dencia hacia la independencia a través de la contradictoria etapa bur bur-
guesa. La independencia es un artículo de fe, localizado en el porve porve-
nir, que permite registrar una continuidad entre todas las sociedades
del pasado.
esté Credo;
Si no suscribimos este Credo, entonces la sociedad burguesa apare- apare
cerá en clara oposición a todas las demás, caracterizadas por su acento
en las relaciones humanas -que Marx aprueba por oposición a la «hi «hi-
pocresía» y al fetichismo burgués—
burgués- y .como
como consecuencia en la subordi-
subordi
nación y la dependencia -que Marx rechaza porgue porque se ha educado en
la escuela de la burguesía, o mejor dicho en la escuela cristiana, pues el
asunto tiene lejanas raíces. De este modo el juicio de valor de Marx se
introduce entre los hechos objetivos de la historia, e impide reconocer
el hecho evidente::
evidente de que el individuo en su pleno desarrollo es históri históri-
camente un fenómeno burgués ligado a la mercancía, etc., es decir li li-
gado a la expresión indirecta de la naturaleza social del hombre.
Naturalmente, Marx no subestimaba en nada la dependencia mate mate-
rial. EEnn hLa
a ideología alemana dice: «Bajo el imperio de la burguesía los
individuos se representan a sí mismos como más libres que antes, por por-
que conciben sus condiciones de existencia como contingentes; sin
embargo, de hecho son naturalmente menos libres porque se hallan
absorbidos por un poder fáctico»fáctico» (Werke,
(IF erk e, E
III,l, p. 76). «Es
«E s la división
del trabajo la que transforma los poderes o relaciones de personales en
materiales; por esa razón la división del trabajo debe ser abolida y los
poderes materiales deben quedar de nuevo n.uevo subordinados a los indivi
indivi-
(ibíd.y p. 74).
duos» (ibíd.,
Hemos visto cómo de hecho .Marx Marx no explotó plenamente su clara
percepción
percepcióp de la oposición entre_entre la naturaleza o las ,cosas
cosas por una par
par-
te y los hombres
hombr~s por otra como objetos de relaciones humanas. Pero,
se preguntará, fruál
¿cuál sería_
sería en la práctica el impacto de esta percepción
221
'A
,. '::t;.:,~:
:. ' ·"'''~:-,¡,.
··- :~,J-::·;;;
en lo concerniente a la sociedad post-revolucionaría?
post-revolucionaria? E
Ess muy simplé:
simple: '.{}(
por lo que sabemos, en toda sociedad debe haber dependencia bajo una '';í
0
[ E n la sociedad
. [En soc iedad m moderna]
oderna] cada individuo «transporta
c ada individuo «tra nsporta su poder social,
soc ial, su relac
relación
ión ccon
on
soc iedad, en su bolsillo»; y un poco
la sociedad, poc o después: «Cada individuo
individuo posee el poder soc ial en
social
forma
fo rm a de cosa
cosa... Privad
P riva d a la cco~a
o sa de ese poder social,
soc ial, y deberéis concedérselo
c onc edérselo aa personas
personas
sobre personas.»
222
222
1
damentales y a concebir todas las sociedades
sociedádes según el modelo moder- moder
no. Así la «sociedad civil» designa a veces las relaciones de producción f
—así llamadas más tarde- antes del ascenso de la burguesía (más arri-
-así arri
b
ba,a ^p.. 161, n. 8); la «clase» se opone inicialmente al «Estado»
«E stado» antes de f
englobarlo y de ser generalizada como en el M anifiesto comunista; la pro
Manifiesto pro-
piedad privada se generaliza asimismo ·como como hemos señalado (más 1
arriba, p. 180), pero d«granó
el «granó de sal» le es aplicado en los M Manuscritos:
anuscritos:
hay en ellos dos formas de propiedad privada. E Enn la primera (Roma 1
T urquía) existe una oposición entre propiedad y no-
antigua, Turquía)
propiedad, pero no se la siente como contradictoria. Sólo en la segun segun- 1
forma moderna, la oposición se desarrolla hasta la contradic-
da, la forma contradic
ción, «una forma enérgica que hace presión en el sentido de la solu- solu
ción de la contradicción». Es E s la contradicción entre trabajo y capital:
«el trabajo, esencia subjetiva de la propiedad, y sin embargo excluido
de la propiedad; el capital, trabajo objetivado y que sin embargo ex ex-
cluye al trabajo» (ME G A , I, 3, p. 111).
trabajo» (MEGA, 1
Varios de estos usos han entrado en las obras de la madurez, rete- rete
niendo la división del trabajo en general algunos de los rasgos caracte- caracte
1
rísticos del «trabajo alienado» moderno, de suerte que debo recordar 1'
aquí la razón fundamental de esta tendencia: es que la revolución pro pro-
letaria no debe únicamente derrocar la sociedad burguesa, sino tam tam-
bién poner fin al mismo tiempo a la «prehistoria» humana hwliana en general.
f
E n cuanto a nosotros por el contrario, las categorías que nacen del
En
tipo moderno de sociedad se ños o r esa misma razón de proble
hos antojan ppor proble-
mática aplicación a sociedades que presentan valores fundamentales fundamentáles ~
diferentes, si no contrarios, y vemos en la actitud de Marx una justifi justifi-
cación del sociocentrismo. Pero hay aquí una paradoja: nada menos 1
sociocéntrico que la percepción por Marx de la feudalidad o de la so- so
ciedad romana. ¿Había dos Marx? En E n todo caso no se puede atribuir f
inmediatamente a la actitud crítica de Marx la calidad de sus cuadros
de las sociedades no burguesas: si en estos casos es sociólogo, lo es en 1
gran medida aa pesa pesarr de su actitud revolucionaria. (Hay sin embargo
una relación directa en el plano psicológico, en la medida en que su 1
simpatía por la Edad E dad Media, por ejemplo, no carece de relación con
su actitud negativa frente al mundo burgués.)
Mi tesis es que Marx tenía una percepción muy aguda del mundo
feudal y de la discontinuidad entre él y lo que viene después, y que <¡ue sus
1 1
l 224
I mente diferente. El
E l fragmento empieza con estas palabras: «La propie-
* dad feudal implicaba ya la dominación del suelo como un poder extra-extra
ño sobre los hombres. El E l siervo era un accesorio de la tierra.» No se
trata únicamente de distinguir aspectos contrarios, negativos unos
y* desde el punto de vista ético, y positivos otros. Los aspectos persona
persona-
les son en gran medida «apariencias»:
Laa dominación
L dom inac ión de la propiedad privada
priva da empieza
em pieza absolutamente
absolutam ente con posesión
c o n la po se sió n (feu-
( fe u
dal) del suelo, ésa es su base (y finalmente)
fina lm ente) era nec esario que esa apariencia
necesario apa rienc ia fuera
fu e ra supri-
supri
m ida; que la propiedad
mida; pro pieda d del suelo, que es la raízrafz de la pro piedad priva
propiedad da , desapareciera
privada, desaparec iera
p o r completo
por c o m pleto en el m o vim ie nto de la pro
movimiento piedad priva
propiedad da y se cconvirtiera
privada o nvirtie ra en una m erc an
mercan-
cía...
cía ...
1.
redujo a ser una forma
forma particular de propiedad «privada», es decir
esencialmente mueble. Se puede suponer que Marx no sabía aún esto
en 1844. Sin embargo, dice claramente que la propiedad del suelo fue
engullida po r'el movimiento de la propiedad privada; esta_
por·el esta expresión
, implica una heterogeneidad entre las dos y contradice su identifica
identifica-
ción. La afirmación de la continuidad, que barre o relega los más finos
enfoques de Marx, es arbitraria.
La verdad es que la «propiedad privada» está separada de la sedi- sedi
cente «propiedad» feudal por una revolución en el pensamiento y en la
acción. E
Ell propio Marx ha descrito en detalle el segundo aspecto en el
225
. :v,"
capítulo sobre la expropiación del suelo en Inglaterra, en la sección secció11);r-,
del Capital
C a pita l consagrada a la acwnulación
acumulación primitiva. ,:,::'{;'l
·
He insistido en este punto porque es de la mayor importancia en lo lo./J;,~
concerciente a la concepción general de la historia en Marx y en eL<C> el
marxismo. Por razones bastante obvias, una discontinuidad que para :
nosotros es evidente y que ya era bastante notable para el propio
sumergida, permitiéndose así la fácil generalización de
Marx, queda swnergida,
conceptos esencialmente burgueses al resto de la historia. ·
Si esto es así, si la última cronológicamente y la más cercana a no no- .
sotros de las grandes transiciones históricas aparece en Marx desdibu- desdibu
jada hasta llegar a esfwnarse,
esfumarse, mínimo es el interés que puede suscitar
lo que desde esa misma perspectiva teórica pueda decirse acerca de
sociedad» notablemente más alejadas de noso
«formas históricas de sociedad>, noso-
tros. Las
La.s discusiones contemporáneas sobre algo tan vago como «el
modo asiático de producción» apenas son otra cosa que disputas esco- esco l.
lásticas encaminadas a permitir que el sol continúe girando alrededor
de la tierra.
tierra. A este nivel, la tarea de los historiadores debería consistir
más bien en alcanzar una formulación satisfactoria de la revolución
moderna. Puede legítimamente extrañar que aún estemos así. Sin em- em
bargo, creo que es preciso reconocerlo así, puesto que se admite que
se trata de algo más que de una cuestión de acontecimientos exteriores
y cambios cuantitativos. E Enn lo concerniente al cambio ideológico, sólo
disponernos de percepciones aisladas, informes parciales debidos a au-
disponemos au
tores diversos, y no de una imagen global, integrada y suficientemente
articulada. La última palabra de Marx sobre la materia se halla quizás
en dos páginas de los Grundrisse
G rundrisse (pp. 81-82) en las que volvió sobre el
problema. E Ell texto resulta inevitablemente un poco poéo alambicado; se
centra en la sustitución de una dependencia personal por una depen depen-
dencia material, y se observa una ausencia casi completa de prejuicios,
ni a favor de una u otra de las dos formas, ni a favor o en contra de la
semejanza o diferencia entre ambas. D icho de otro modo, Marx llega
Dicho
aquí tan cerca de una comparación científica, estructural, de los dos
universos ideológicos, como se lo permite el marco de sus presuposi presuposi-
ciones generales.
E ste texto hace pensar, más cerca de nosotros, en el sistema de va
Este va-
riables alternadas de Talcott
T alcott Parsons. E ste sistema constituye la últi
Este últi-
ma y la más precisa de una serie de percepciones sociológicas del cam- cam
bio en cuestión. E se es su lugar y su significación verdadera como Jür-
Ese
gen Habermas ha señalado con justeza (1970, p. 61). 61 ). Su ambición de
constituir un análisis de los caracteres universales
universales de la acción social
226
1
1
sólo está justificada en la medida en que es a través de la percepción
del cambio histórico en cuestión, o de una percepción equivalente, 1
como tenemos acceso a los caracteres universales. Al mismo tiempo,
esta orientación universal oculta su verdadera naturaleza, y no le per per- 1
mite captar el fenómeno real más que a un nivel muy abstracto, como
lo atestigua nuestra distinción muy simple -en la línea de la de M arx-
Marx-
entre relación con las cosas y relación entre los hombres. Resulta esti- esti
mulante constatar aquí que el autor que acabo de citar introduce una
distinción similar con objeto de reformular algunos problemas marxis-
tas o marxoides (Habermas, ibíd.,
tbíd., p. 62: T rabajo e Interacción, etc.).
Trabajo
E n suma, a partir del momento en que dejamos de privilegiar nues
En nues-
tra propia ideología, los diferentes períodos históricos o los diferentes
tipos de sociedad aparecen como discontinuos y heterogéneos. Reco Reco-
nocer esa discontinuidad y heterogeneidad, y dominarla a continua-continua 1
ción mediante la comparación -sin que las continuidades históricas
dadas sean en absoluto desdeñadas- es la tarea científica c¡ueque Marx nos 1
ha legado, por alejada que esté de lo c¡ueque constituía su preocupación
mayor. 1
1
1
1
~
1'
1
1
1 1
1
1 t
227
1
ANE XO
ANEXO
T R AB AJ O Y
TRABAJO YV AL O R E
VALOR ENN A D A M SMITH
ADAM SM IT H
**La
L a tra nsc ripc ión al castellano
transcripción c astellano del te x to de Ada
texto m Smith
Adarn Sm ith se rige
rige ppor
o r el ccriterio
riterio ya indic a
indica-
c om ienz o del libro [N. del
do aall comienzo del T.]
228
a)
-o
Primera
P parte
rimera pa rte
Capítulo VI, § 1:
Capitulo
[E L E
[EL ST ADO DE
ESTADO N AT U RAL E Z A O L
DE.NATURALEZA LAA SITUACIÓN
SITUACIÓN ARQUE T ÍPICA]
ARQUETÍPICA]
E n aguel
En aquel tosco estado de los comienzos de la sociedad gue que
precede a la vez a la acumulación del capital y a la apropiación
de la tierra, la proporción entre las cantidades de trabajo nece nece-
sarias para adquirir
a dq uirir diferentes objetos parece ser la única cir- cir
que puede ofrecer una regla para intercambiarlos
cunstancia gue
unos por otros. Si, por ejemplo, en una nación de cazadores, se
necesita por lo general dos veces más trabajo para matar un cas cas-
tor que para matar un ciervo, el castor deberá naturalmente cam- cam
biarse por, o valer, dos ciervos. E Ess natural
na tura l que lo que por lo ge-
ge
neral es producto de dos días o de dos horas de trabajo valga el
doble de lo que por lo general es producto de un día o de una
hora de trabajo.
Comentario: «Adquirir» significa aquí apropiarse a partir de la natura
C omentario: «Adquirin> natura-
leza mediante el trabajo. Más adelante, en el párrafo 4, leeremos: «la
cantidad de trabajo comúnmente empleada en adquirir o producir una
mercancía cualquiera
cualquiera...»
... » como una fórmula
fórmula general que se utilizará
también para el estado civilizado de la sociedad. E stá claro que «adqui
Está «adqui-
rir» y «producir»
rin> «producin> no difieren más que gue en matices.
E
En n conjunto tenemos aguí aquí una definición del valor como la canti- canti
dad de trabajo empleada en la producción de un bien, pues tal es, en
este caso, la «única» circunstancia que gue explica la tasa de cambio. Pero
esta situación «natural» o arquetípica es discutida en un lenguaje que
se introduce en el capítulo capitulo precedente, hacia el que tendremos
que volvernos inmediatamente.
gue
Locke había escrito: «De «D e este modo esta ley hace del ciervo, el cier-
cier
vo del Indio que lo ha matado; se permite que una cosa pase a ser un
bien del que le ha consagrado su trabajo...» (Tipo Treatises, II, 30).
trabajo ... » (Two
Adam Smith ha afiadido
añadido al ciervo un castor. La expresión «que prece prece-
de a la vez...»
vez,.,i> (línea 2) recuerda también, más vagamente, la introduc-introduc
ción subsiguiente por Locke de la moneda y de la apropiación del sue- sue
lo. Las palabras «natural», «naturalmente» hacen pensar que Adam
Smith probablemente habría escrito: «E «Enn el estado de naturaleza...»,
naturaleza... », de
no mediar la critica
crítica definitiva de la noción por parte de Hume; esta
crítica es quizá también una de las razones por las que Smith no em-
critica em
pieza toda su discusión por la consideración de «aquel tosco estado de
la sociedad en sus comienzos», sino que lo traslada al capitulo capítulo siguien-
229
229
te (Cap. VI), pues de hecho su argumento puede construirse como un
simple argumento de derecho natural: el estado de naturaleza nos dice
que, en principio, o en esencia, el valor es trabajo, o consiste en traba
traba-
jo, cualesquiera que sean las complicaciones y las irregularidades que
puedan hallarse en el estado civilizado o desarrollado de la sociedad.
A un nivel menos inmediato o textual, el paralelismo con Locke
implica una homología entre la propiedad privada y el valor, pues los
dos están fundados en el trabajo. Myrdal,Myrdal, al buscar los fundamentos
de la elección por Ricardo del «trabajo como el origen del valor real»,
ha reconocido plenamente este punto y el carácter de derecho natural
del argumento: ««...tales
... tales nociones de la propiedad y el valor se hallaban
subyacentes en la proposición de Adam Smith de que el trabajo es la
única fuente verdadera del valor........habló
valor...... habló de
de la
la propiedad
propiedad que
que cada
hombre tiene en su propio trabajo, y como ese es el fundamento origi- origi
nal de cualquier otra propiedad, siendo por ello la más sagrada e in- in
violable» (Myrdal, 1953, p. 72). E Ell pasaje de Adam Smith hace eco di- di
rectamente a la teoría de la propiedad de Locke, está tomado de la R/- Ri-
queza, libro I, capítulo X,X , parte 11,
II, sobre la reglamentación del apren-
apren
dizaje, y Cannan contrasta esta visión de la propiedad con la de las
Lecciones de Smith de 1763 (cf. Smith, 1904, p. 123). Myrdal subraya
la «tentativa de la filosofía del derecho natural de derivar a la vez de- de
rechos y valores de los mismos principios últimos» (ibíd.) (ibtd.)
D
Dee hecho, Adam Smith empieza su discusión del valor, y más preci preci-
samente del «valor en el cambio» (cf. el final del capítulo IV) en el ca- ca
pítulo precedente como sigue:
b)
Capítulo V:
DE L PRECIO
DEL PRE CIO REAL
R E AL Y
YN OMIN AL DE
NOMINAL DE L AS MERCANCÍAS
LAS ME RCAN CÍAS...
...
§ 1 (comienzo):
Todo hombre es rico o pobre en la medida en que goza de
medios para proveer a las necesidades, comodidades y atracti-
atracti
vos de la vida humana. Pero tras la sólida instalación de la divi-
divi
sión del trabajo, el trabajo de un hombre sólo puede procurarle
una pequeña parte de esas cosas. La mayor parte de ellas debe
con mucho obtenerlas del trabajo de otros, y será rico o pobre
según la cantidad de ese trabajo que pueda dominar, o que tenga
medios para
para procurarse.
C omentario: E
Comentario: sta es la primera introducción del «dominar y procu
Esta procu-
rarse» (o «conseguirn),
«conseguir»), que se convertirá en un leit-motiv a continua-
230
1
ción en la forma dominar»). E
forma de «procurarse o dominan>). Ell trabajo puede ser o 1
bien «dominado», lo cual expresa un poder sobre los hombres (ver más
adelante) o bien «conseguido» («procurado»), sin' sin duda en forma de 1
mercancía.
Como es de sobra conocido, la primera fase fase reproduce la definición 1
de la riqueza de Cantillón. EEss de destacar que la riqueza se refiere aquí
a un sujeto individual, que remite al estado de naturaleza como lo hace
<' la expresión: «Pero después de que la división del trabajo...»
trabajo... » La divi-
divi
1
sión del trabajo ha sido discutida a fondo en los tres primeros capítu- capítu
los de la obra. Interviene aquí como la circunstancia pertinente para
distinguir el estado civilizado del estado «original». Nos las habernos habemos
aquí por consiguiente con el trabajo en dos formas: 1) como un hecho
natural («el trabajo propio de un hombre»); 2) como íntimamente liga liga-
do a la modificación de la situación natural, que constituye la división 1
del trabajo. EEll impacto de la división del trabajo sobre el sujeto indivi
indivi-
dual es introducir el cambio, además del trabajo, como una condición 1
necesaria. «Trabajo
«T rabajo +
4- cambio», tal es aquí la constelación fundamental,
constelación característica de Adam Smith. (Ej.: (E j.: Cap. IV, final del 1
§ 1: «D
«Dee este modo, todo hombre vive intercambiando, o se convierte
en alguna medida en un mercader
mercader...»
... » y esto se aplica al propio trabaja
trabaja- 1
E l estado civilizado, o la «sociedad comercial», reposa sobre esta
dor.) El
pareja de conceptos, en la que es el trabajo el más fundamental, pero f
siendo el cambio una añadidura necesaria.
§ 1 (continuación):
1
E
Ell valor de una mercancía, por consiguiente, para una perso
perso-
na que la posee y que no tiene intención de utilizarla o de con-con
sumirla ella misma, sino de cambiarla por otras mercancías, es
igual a la cantidad de trabajo que a esa persona le permite procu-
rarse
ra rse o E l trabajo, por consiguiente, es la verdadera me-
o dominar. El
dida del valor intercambiable de todas las mercancías.
me
'
1
C omentario: Continuamos con el sujeto individual. Puede parecer ex-
Comentario: ex 1
traño que el valor de una mercancía sea definido no como un fenóme
fenóme-
no social, sino por referencia a un sujeto individual considerado en 1
una situación particular. Pero para Smith la situación del cambio es la
situación fundamental de la que emerge el valor de la mercancía. Y Y 1
una vez dado el individuo, hay
hay que hacerle apartarse del valor de uso.
E n el contexto de un intercambio de mercancías en general, «procu-
En «procu 1
rarse» (una mercancía) es anterior a «dominan>
«dominar» (la fabricación de la
mercancía por un trabajador). «El
«E l trabajo...
trabajo ... es la verdadera medida»: 1 1
231
1
1
r
1
resulta fácil en este caso la transición desde la cantidad de-trabajo
de trabajo al:
1 medida.
trabajo como medida.
En Ell e~
E n conjunto, este párrafo afirma con fuerza la tesis del autor. E es
tado de naturaleza, en el que se supone que un hombre depende ente ente:
ramente de su propio trabajo para las necesidades, etc., de la vida, sé; se
halla presente sólo por implicación. E Ell pasaje es un eco de otro muy
muy·,.
similar al comienzo del capítulo precedente (Cap. IV). Sin embargo la la·\t~ii,
implicación es decisiva, pues introduce el trabajo como algo que ante
ante~·'.•}'¡;,
cede al intercambio y en lo que, al ser más fundamental, puede el cam
fundamental,,puede carne'.";''..'.~
bio encontrar su ley. Más que a intentar demostrar su tesis, a lo que '?<
Adam Smith se dedica muy muy ingeniosamente es a hacerla plausible, y ·
después, en lo que viene a continuación, a hacerla familiar por repeti
repeti~
E l párrafo siguiente volverá a decir lo mismo con el lenguaje
ción. El
más acentuado posible:
e)
§§22::
verdadero de cualquier cosa, lo que cualquier cosa le .·
E l precio verdadero
El
cuesta verdaderamente al hombre que desee adquirirla, es el es- es
fuerzo
fuerw y la molestia para adquirirla. Lo que cualquier cosa vale
verdaderamente para el hombre que la ha adquirido y que desea
disponer de ella o cambiarla por otra cosa, es el esfuerzo y la ·•·
molestia que ésta puede ahorrarle y que puedep~ede imponer a otras
personas.
D e nuevo, la primera frase nos exhorta a rebasar la situación social
De
del cambio (la compra: lo que «cuesta»...)
«cuesta»... ) para llegar hasta la raíz de la
cuestión, es decir un individuo aislado esforzándose duramente por .
«adquirir» una cosa. La insistencia sobre «verdadero», «verdaderamen
«adquirin> «verdaderamen-
te» marca la transición hacia el fundamento meta-económico, ontolò ontoló-
D espués, en la segunda frase, este fundamento ontològico
gico. Después, ontológico es sus
sus- .
tituido por la situación real del cambio. Además, cuando al final «do- «do
minar»
minan> se convierte en «imponer a», se tiene la impresión de que Hob-
bes no anda lejos.
§ 2 (continuación):
Lo que se compra con el dinero o con bienes, se consigue
(procura) mediante el trabajo al mismo título que lo que adquiri
(procura) adquiri-
mos mediante el esfuerzo de nuestro propio cuerpo. E se dinero
Ese
o esos bienes nos ahorran en verdad ese.esfuerzo.
ese esfuerzo. Contienen el
valor de una cierta cantidad de trabajo que cambiamos por lo
:, que supuestamente contiene en ese momento el valor de una
2232
32
cantidad igual. El E l trabajo fue el primer precio, el dinero que q ue 1e
se
a gó en 101
ppagó los orígenu
orígenes (the oríginal se money) por cualquier cosa.
purchase
origina l purcha
No fue con oro o con dinero, sino con trabajo, como toda la ri ri-
queza del mundo se con1iguió
consiguió (procuró) en los orígenes; y 111
/or orígener; su valor,
para aquellos que la poseen y desean cambiarla por produccio
produccio-
nes nuevas, es precisamente igual a la cantidad de trabajo que a
alguien le p&
permite pr0(11rar1e
rmiteprocura rse o
o dominar.
(E sta es una de las ocasiones en que debo pedir excusas al lector fran
(Esta fran-
cés por ciertos barbarismos que me han parecido inevitables: como ve ve-
remos, era preciso traducir en todos los casos de la misma forma to
se, es decir «se procurer».*
purchare,
purcha procuren>.*))
Si la retórica es el arte de la persuasión, y si la repetición es un po po-
deroso procedimiento retórico, entonces este pasaje es un conjunto de
variaciones retóricas sobre un tema de Hume: «El «E l trabajo es lo que
proporciona todas las cosas del mundo» mundo» ((«D el Comercio», comienzo,
«Del
Rotwein, 1955, p. 1, citado en Bonar,B onar, p. 116). Smith juega con gran
efecto con dos sentidos o matices de «procurarse»: adquirir (mediante
el esfuerzo, etc.) y comprar: «el trabajo fue el dinero que adquirió».
O bsérvese que este procedimiento estilístico se utiliza aquí para acer-
Obsérvese acer
car estrechamente, para identificar casi, la situación natural u «origi «origi-
nal» y la situación contemporánea. Todas las cosas fueron originariaoriginaria-
mente adquiridas mediante el trabajo o el esfuerzo. Se establece un pa pa-
ralelismo entre este modo de adquisición y la manera moderna de
comprar con dinero, es decir que el trabajo se identifica — retóricamen
-retóricamen-
te o de forma
forma metaeconómica- con el cambio (!). Al mismo tiempo, se
afirma que la adquisición «original» no ha desaparecido sino que conti conti-
núa subyaciendo a la compra moderna, pues evidentemente los bienes
han tenido que ser producidos antes de que puedan ser comprados. E Enn
otros lugares se utiliza el mismo procedimiento estilístico. Así el capí capi-
tulo VIII se abre con estas palabras: «El «E l producto del trabajo consti
consti-
tuye la recompensa natural o el salario del trabajo.» También T ambién es de
destacar que en este pasaje regresamos desde el punto de vista del in in-
dividuo al punto de vista global. Se obtiene aquí un efecto del todo so so-
lemne: vemos a la especie humana haciendo esfuerzos desde sus ini ini-
cios para producir riqueza, es decir dinero y bienes, con el resultado
de que se nos ahorra esfuerzo. En E n suma todas las cosas son trabajo y
el trabajo es todas las cosas, de tal forma
forma que trabajamos incluso cuan-cuan
do no trabajamos y nos contentamos ... ...con
con cambiar. D icho sea de
Dicho
* H e traduc
*He ido «procurarse»
traducido «c onseg uir» (N.
«proc urarse» o «conseguir» T .] ·
[N . del T.]
233
233
paso tenemos aquí una relación jerárquica en sentido estricto (Du- (D u-
mont, 1971b):
1971Í): el trabajo engloba al cambio, que es es.su
su contrario. Un
purista obervará que hacia el final «su» <m1J> se refiere literalmente a «toda
la riqueza del mundo», pero de hecho sólo se aplica a una parte de esa
riqueza.
Nos encontramos aquí con dos definiciones de la riqueza, o del va va-
lor, al mismo tiempo: una, que se deja más bien implícita, implicita, hace refe
refe-
rencia a la situación «original», y podemos completarla con lo que he he-
mos obtenido al comienzo del capitulo
capítulo VI: el valor consiste en la can can-
tidad de trabajo que entra en la producción de un bien; es lo que lla lla-
maré la definición del valor en la producción. La segunda definición, por
el contrario, está claramente expresada: el valor de un bien consiste en
la cantidad de trabajo que se puede obtener a cambio por ese bien.
Define el valor aa través
tra vés del cambio. Como esta última contiene el trabajo
más el cambio, es para Adam Smith claramente superior a la defini- defini
ción en la producción únicamente, y sin embargo no hay hay que olvidar que
reposa sobre ella. E Ess cierto al mismo tiempo que la que cuenta es la
explícita. E
definición explicita. Ess posible que en lo que precede haya deformado
el pensamiento de Adam Smith interpretándolo a la luz de sus suceso- suceso
res, pues son ellos los que han encontrado en él dos definiciones del
valor. E
Enn realidad es abusivo hablar de definición en el caso de la pri pri-
mera, a la que se deja implícita. No olvidemos que, incluso en el esta- esta
do original, está presente el cambio. Si se supone que la «cantidad de
trabajo necesaria para adquirir» el castor es doble de la del ciervo, es
porque primero se ha establecido que el castor se cambia por dos cier- cier
vos. E n este caso el valor en la producción y el valor a través del cam-
En cam
bio coinciden, pero Adam Smith sabe de antemano que no siempre
será así, y ésa es la razón de que sólo retenga la segunda fórmula, la
única que en su opinión es aplicable al estado civilizado
civilizado.,.
Si se me permite introducir un comentario en el comentario, lo
haré a propósito de la relación con Hume de esta página destacable del
comienzo del capítulo V. Hemos señalado que la afirmación repetida
de que el valor consiste en trabajo estaba de acuerdo con una proposi- proposi
ción del estimado amigo de Adam Smith, David D avid Hume. Hemos seña- seña
lado también que a la imagen del estado de naturaleza que en Adam
Smith sostiene esta aserción se le llamaba -teniendo en cuenta la aver- aver
sión de Hume a tal noción- con otro nombre, «el tosco estado de la
sociedad en sus comienzos», y quedaba relegada al capítulo siguiente,
mientras que en la pasaje que acabamos de citar se halla claramente
implícita en el repetida referencia a la situación «original». E Ess proba
proba-
ble por consiguiente que la autoridad de Hume sea una de las razones
por las que Adam Smith oscureció su lógica y recurrió a afirmaciones
tajantes. Podemos suponer que, a no ser por esta circunstancia, la con- con
tinuidad con Locke habría aparecido aún más claramente.
234
234
(
d)
d)
1
dos párrafos siguientes son dignos de atención, pero no los
Los ·dos 1
consideraré en detalle. E Enn el primero figura la esperada referencia a
Hobbes y al poder (económico), y el valor de cambio se identifica fi- fi
nalmente con el poder (de procurarse o de dominar) que confiere a su
poseedor. «La riqueza, como dice el señor Hobbes, es poder», dice
Smith. No estoy seguro de que Hobbes no diga algo diferente, al me me-
nos en LLeviathan. E s verdad que en una enumeración leemos (p. 44 de
,eviathan. Es
la edición original): «Las riquezas son honorables; pues son poder»,
pero un pasaje un poco anterior (p. 41) que explica la identificación es
restrictivo, e incluso diría completamente tradicional: «También «T ambién la ri
ri-
queza unida a la liberalidad es poder; pues procura amigos y servido- servido
•. res: no ocurre lo mismo sin liberalidad...»
liberalidad ... » (citado por Cannan en una
1
-~- nota). Lo que Adam Smith hace aquí al abrigo de Hobbes es definir
· · una nueva especie de poder, el poder económico. En E n este contexto, 1
«procurarse» engloba a «dominar», es decir la dimensión de subordina- subordina
ción, de tal modo que por sus identificaciones sucesivas «procurarse» 1
(to purcha sse) ha adquirido toda una gama de significaciones: adquirir
purchasse)
con esfuerzo y dificultad -co -conn dinero,- mediante un orden fundado en 1
el dinero. En E n el párrafo siguiente se plantea la difícil cuestión de la
comparación cuantitativa entre los diferentes tipos y grados de traba
jo; se concluye con una referencia a la «compraventa del mercado», en
la que se afirma que esta operación difícil se salda de manera, si no
exacta, al menos suficiente. E En
traba-
§ 7 (centro, p. 136):
... Cantidades iguales de trabajo, en todo tiempo y lugar, pue
pue-
1
den considerarse .de4de igual valor para el trabajador. E
Enn el estado
habitual de su salud, de su fuerza, y de su talento; en el gra- gra 1
do habitual de su habilidad y de su destreza, debe abandonar
siempre la misma porción de su confort, de su libertad, y de su
felicidad. El
E l precio que paga debe ser siempre el mismo, cual-cual
quiera que sea la cantidad de bienes que recibe a cambio. 1
Por consiguiente sólo el trabajo, único que no varía nunca en 1
su propio valor, es el patrón último y verdadero por el que
1 1
235
1
I
r·
! ..
en todo tiempo y lugar puede estimarse y compararse el valor.{'~
valor
. --~:~=
(
r
de todas las mercancías.
sólo su
sólo su precio
precio nominal.
nominal.
T al es su verdadero precio; el dinero es;:
mercandas. Tal es.
. ;>~~
Marx caracterizó así esta «confusión»: «la medida de valor, com~·,iti como
r medida inmanente que constituye al mismo tiempo la sustancia del va- va z:\;:
lor, se confunde con la medida del valor en el sentido en que el dinero :<··· 1
:y·-~:-~
'
1
es la medida de los valores. Y Y Smith busca una mercanda
mercancía que, por te
ner un valor invariable, pueda utilizarse como patrón de valor». valorn. O en
otro lugar: «reclama para el valor variable del traajo lo que es cierto
del propio trabajo y de su medida, el tiempo de trabajo: de hecho el .·
te-
I 236
E n el texto que sigue inmediatamente, Smith se ve de hecho obliga-
En
‘ do a reintroducir el valor (económico) o el precio del trabajo. Para
- evitar la contradicción, lo hace con toda clase de precauciones, en pri pri-
mer lugar desde el punto de vista de una persona que «emplea» al tra tra-
bajador, y a continuación hablando, no de valor, sino de «precio» (real
y nominal) del trabajo en el «sentido popular». E En n fin, volviendo al
punto de vista del
dél ttab ^dó r: «El
t:tabajadór: «E l trabajador es rico o pobre, está bien
·_,. o mal recompensado, en proporción al precio real... de su trabajo.»
E sta vez el «precio real» es el precio verdadero, social ((en
Esta en mercancías),
y Smith adoptará esta visión al menos implícitamente en lo que sigue.
Se ruega al lector que mantenga presentes en la mente estos últimos
puntos en relación con una discusión futura. La confusión es comple- comple
ta, pues, en lo que concierne a las mercancías, su precio real es su prepre-
cio en trabajo, su precio nominal es su precio en moneda, pero en lo
concerniente al trabajo su precio real («en el sentido popular»)
popularn) es su
precio en mercancías, y y sin embargo el autor continúa identificando
los dos: «La distinción entre el precio real y nominal de las mercancías
y
y del trabajo no es un asunto de pura especulación
especulación...»
... »
:r e)
0
Segunda pparte
a rte
¡L
Capítulo VI:
DE L AS P
DE LAS ART E S COMPONENTES
PARTES COMPONE NTE S DE
DELL PRECIO
PRE CIO DE
DE L AS ME
LAS RCAN CÍAS
MERCANCÍAS
237
237
en adquirir o producir una mercancía es la única circunstancia
que puede regular la cantidad de trabajo que ésta debe por 16
lo .
común procurar, dominar, o cambiarse por ella.
C omentario: «adquirir o producir»: únicamente un matiz, (véase más
Comentario: más.· ·
arriba p. 229); «comúnmente» (repetido) subraya que la proposición ·
versa sobre la media social, y no sobre un caso único que podría ser
excepcional (cf. el trabajo «socialmente necesario» de Marx). Anterior
Anterior-·
mente (cap. V) teníamos «procurar o dominar», aquí Adam Smith aña- aña '
por»; quiere evidentemente que su fórmula sea ex-
de: «o cambiarse porn; ex
haustiva. Señalo un aspecto general de la fórmula: está claro que su ,_¡,
rt
habrfa que afl.adir
dor» únicamente gracias al acento puesto en el aspecto físico de la
producción a expensas de su aspecto de relación humana.
La segunda sección, que trata de la situación creada por la acumula-
acumula
ción de capital, termina con una conclusión que es estrictamente para para-
lela a la precedente (subrayo las fórmulas semejantes):
Enn este estado de cosas, todo el producto del trabajo no pertenece siem-
E siem
ppre E n la mayor parte de los casos debe compartir-
re aall trabajador. En compartir
lo con el propietario del capital que le emplea. Y Y tampoco es
[verdad que] la cantidad de trabajo comúnmente empleada en adquirir
(verdad adq uirir
oo en producir una mercancía ([sea]
sea) la única circunstancia que pueda
pueda regu-
regu
lar
la r la cantidad de trabajo que ésta debe ppor
o r lo común procura
procurar,
r, dominar,
oo cambiarse ppor ella . Una cantidad adicional, es evidente, debe
or ella.
destinarse a los beneficios del capital que ha adelantado el sala- sala
rio y proporcionado los materiales para ese trabajo.
C omentario: «no siempre» (líneas 1-2), «en la mayor parte de los ca-
Comentario: ca
sos»: precauciones para excluir el caso en que el trabajador es su propio
patrón. E sto apenas es necesario, pero muestra los cuidados que toma
Esto
Adam Smith para cubrir todos los casos posibles. Vemos ahora la razón
de la complicación de la fórmula («la cantidad de trabajo... empleada..... no
trabajo ... empleada.
es la única circunstancia... »). Verdaderamente, es este caso y el tercero más
circunstancia...»).
adelante, los que engendran la fórmula, que se aplica luego retrospecti-
retrospecti
vamente, por así decirlo, a la situación «original».
La tercera sección, que trata de las consecuencias de la apropiación
de la tierra, es muy corta en la versión corriente. Pero sabemos por
2238
38
I
1
J
Cannan ((cf.
cf. su nota 7) que las dos últimas frases del párrafo sustituye-
sustituye
1
ron a un desarrollo mucho más largo en la primera edición, que conte- 1
V ii
nía corno
como era de esperar lo siguiente:
cosas, ni la cantidad de trabajo comúnmente em-
Enn este estado de cosas,
E ]f ;1
pleada
plea da en adquirir o producir una mercancía, ni los beneficios del ca-
a dq uirir o ca
pital que ha
ha adelantado el salario y proporcionado los materiales i
} 1
¡
para ese trabajo, no son la lass únicas circunstancias que pueden regular
regula r
la cantidad de trabajo qqueue ésta debe comúnmente procura
procurar,
r, dominar, oo l
cambiarse ppor ella;; y la mercancía debe por lo común procurar,
o r ella
dominar, o cambiarse por una cantidad adicional de trabajo, de j )
forma tal que permita a la persona que la aporta al mercado pa pa-
gar esa renta (de la tierra). i
Un detalle: hacia el final «una cantidad adicional de trabajo» aclara
la fórmula más elíptica «una cantidad adicional» de la sección prece- J
dente. He citado este pasaje de la primera edición para mostrar que el
paralelismo que ahora se observa entre las conclusiones de las seccio- J
1
nes 1 y 2 se extendía entonces a la sección 3. En E n mis citas no está
completo: la primera parte de las secciones 1 y 2, a la que llamaré par- I ,
1 '
te A
A:: «el producto del trabajo pertenece (o no pertenece) al trabaja
trabaja-
dor...»
dor ... » falta en la sección 3; pero esta parte fue añadida, según dice I
Cannan, en la segunda edición ((en en las secciones 1 y 2) de forma que
1
en la primera edición las tres secciones terminaban con la misma fór- «
muía
mula (parte B ); «la cantidad de trabajo comúnmente empleada
empleada...
... etc.». 11
ff))
240
v ..
salario +
s:tlari9 + beneficio (+ renta) = precio
ben~~cio (+renta)= (o valor)
precio (o valor)
g)
g)
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1, m arzo de 1969,
marzo 19 6 9 , pp. 123-
12 3 - 13
131. l.
246
246
\
1
IN D I C E ONOMASTICO
INDICE O N O M AST I C O Y
Y AN AL I T I C O
ANALITICO
L as cifras
Las c ifras rem iten a las páginas, y en algunos
remiten alg unos casos-a
c asos a una nota (ej.: 10 7 n. 7).
(ej.: 107
L as cifras
Las c ifras en cursiva
c ursiva rem iten, en el ccaso
remiten, aso de un autor, al ccapitulo
apítulo cconsagrado
onsag rado a él, y en el
c aso de los tem
caso as, a pasajes esenciales.
temas, esenc iales.
L
Laa unidad de base es la rúbric
rúbrica,a, y n
noo sus subdivisiones, que se hallan preferentem ente o
preferentemente r
or-
denadas con c on un criterio
c riterio lóg ic o o según d
lógico el órden
ó rden de la exposición.
ex posic ión.
E
Eil signo/
sig no / indic
indicaa una oposición,
oposic ión, ej.: individualism o/ holism o.
individualismo/holismo.
a r sl e f f , H
AARSLEFF,
A ans, 79
Hans, 7 9 n. 7, 107 10 7 n. 7. Co l e man , D
COLEMAN, .C ., 46
D.C., 46 n n.. 22..
Ac c ió n, v. Artificialismo;
Acción, Artific ia lis m o; v. P ensam iento y
Pensamiento C om erc io, v. R
Comercio, iqueza, m
Riqueza, obiliaria; v. E
mobiliaria; stado;
Estado;
acción. desventajoso para uno de los que lo lo reali
reali-
Ag ric ultura , 11.
Agricultura, v. Riqueza, inm o bilia ria; v.
inmobiliaria; zan, 49; 4 9 ; en Quesnay,
Q uesnay, 5SS; 5 ; libertad de cco- o
R enta.
Renta. m erc io, 48,
mercio, 4 8 , 94.
94.
-— yy produc
Alien
producción,
Alemania:
m
c ión, 558;
a c ión , v. Trabajo
Alienación,
Alem ania: va variante
o derna, 227-28,
moderna,
8 ; en M
T raba jo alienado.
ria nte alemana
alem ana de la
7 - 2 8 , 148-149.
14 8 - 14 9 .
ideológic os y
0.
130.
Ja ideología
ideolog ía
y de otroo tro
Com unidad, v. Sociedad;
Comunidad,
ional,
tradicional,
tradic ionales, 19
ideologfas tradicionales, -20;
19-20;
'1
tipo en - 338,
m inio económico,
minio
8 , 39
3 9 n. 11; definición
ec onóm ic o, 34-35. 34-35.
definic ión del do- do
C
en ggeneral,
eneral, 220-21,
0 - 2 1, 228;
onfig urac iones de ideas, lo
Configuraciones
8 ; v. N ac ión.
Nación.
loss objetos reales
1
Arm
Armonfa o nía de intereses, v. Intereses, armorúa arm onía del estudio, 225, 5, 771.l.
de —.
de-. C onsc ienc ia, 228-29.
Consciencia, 8-29.
r o n , R
ARON,
A aym ond, 144,
Raymond, 14 4 , 14 5 , 15
145, 1511 n. 3. C onsum o, 94,
Consumo, 9 4 , 200-201;
2 0 0 - 2 0 1; v. P roduc c ió n.
Producción.
Artific ia lis m o m
Artificialismo oderno, 225,
moderno, 5 , 75 n. 2, 88-89,
88-89, <:orr1ER, G .M .M ., 155,
C o t t i e r , G.M.M., 15 5 , 19219 2 nn.. 5.S.
9 2 - 9 3 , 94,
92-93, 9 4 , 173
17 3 n. 14, 14 , 2212-214.
12 - 2 14 . C ristianism o: relig
Cristianismo: ión y
religión y polític
pollticaa a pa rtir del
partir
lím ites que hay
limites ha y que rec o noc er, 13
reconocer, 8, y
138, estéti
y estéti- siglo Xxru,IH , 2 7-28.
27-28.
ca, 13136 6 n. 12. 12. C ultura, 18
Cultura, - 19 ; v. Ideolog
18-19; ldeologfa; ía; un rasg rasgoo pre
pre-
dom ina en toda - 30;
domina 30 ; la unidad de la -
B ienes y
Bienes servic ios (par
y servicios ( par jerárquic o) , v. P
jerárquico), ro
Pro- m o derna está im
moderna plíc ita, 31-32.
implícita, 3 1- 3 2 .
duc c ión, 111 n. 2.
ducción, (
BAUMOL,
B Williamj.,
a u m o l , W illia m J . , 1128 n.. 8,
28 n 8 , 129.
12 9 .
•
D eísm o, 81
Deísmo, 8 1 n. 9.
a y l e , P
BAYLE,
B ierre, v. M
Pierre, a ndeville.
Mandeville.
D em oc rac ia m
Democracia oderna, pro
moderna, blem a s de la -
problemas
o n a r , Jam
BONAR,
B es, 442,
James, 2 , 55
5 5 n. 3,
3 , 96,
9 6 , 2232.
32.
r é h ie r , É
BREHJER,
B m ile, 99.
Émile, 99 .
21 - 22 .
21-22.
DITHE'(, Wilhelrn,
D it h e x , W i lh e lm , 149.
14 9 .
C am bio -— esencial
Cambio esenc ial en Ada Adam m Smith,
Sm ith, 115;
115 ;
D in e ro , v. R
Dinero, iqueza m
Riqueza obiliaria.
mobiliaria. 1
c ausa de la división del trabajo, 115
causa 11 S;; m
me-e D ivisió n del trabajo, v. T
División rabajo, D
Trabajo, ivis ió n
División
diatiza las relac
v. T rabajo, Ada
Trabajo, Adam
iones hom
relaciones
m Smith
bres-c osas, 122;
hombres-cosas,
Sm ith - deg radado en
degradado
12 2 ;
D
del
del-.
om inac ión, v. Clase,
Dominación, C lase, dominante,
dom inante, v. Subor
Subor-
1
suc esores; v. Producción.
los sucesores; P roduc c ió n.
dinación.
Can n an , E
CANNAN, dwin, 89,
Edwin, 8 9 , 110-111,
11 0 - 1 11, 2228,
2 8 , 2236,
36,
D u r k h e im , É
DURKHEIM, m ile, 18,
Émile, 18 , 156,
15 6 , 182.
18 2 . 1
2239-240.
39-240.
a n t il l o n , R
CANTILLON,
C
Cienc
ic hard, 449,
Richard,
ias, unidad social
Ciencias,
9 , 58,
58 , 68,
6 8 , 223
soc ial de las - 333. 3.
3 1.
l. E c onom ía: la -— dom
Economía:
554-57;
inio coherente,
dominio
4 - 5 7 ; cconstrucción
c ohe rente, 50-51,
onstruc c ión intelectual,
intelec tual, 36;
5 0 - 5 1,
3 6 ; reduc
reduc--
1
Civilización,
C ivilizac ión, 18; 18 ; ccivilizaciones
ivilizac iones superiores, v. tible a una sustancia,
sustanc ia, 112
112,, 132,
13 2 , a la rique
rique-
T radic ión; v. Ideolog
Tradición; Jdeologfa ía Clase social,
17 6 - 18 0 ; clase y «estado» 18
176-180; 180,
soc ial, M
0 , -— dominan-
dom inan
arx ,
Marx, za, v. Riqueza, a la pro duc c ió n, 559,
producción, 9 , al va va- 1
lo
lorr de cambio
c am bio y
y al trabajo, 112112,, 123,
12 3 , 2234;
34;
te 179-181.
17 9 - 18 1. v. P roduc c ió n; T rabajo; Va lo r.
Producción; Trabajo; Valor.
1
2247
47
í: 1
l
l
-— yy sociedad:
soc iedad: los aspectos aspec tos económicos
ec onóm ic os gene-· gene M erc a ntilism o, 446-49;
Mercantilismo, 6 - 4 9 ; el E stado en Qú~~
Estado Ques-
ralm
ralmente ente indistintos, 35-36; 3 5 - 3 6 ; determina-
determ ina nay, 555-57;
5 - 5 7 ; Turgot
T urg o t universalista, 63. 63 . .''.
c ión social
ción soc ial de la economía,
ec onom ía, M arx , 2200;
Marx, 0 0 ; re
re- M a rx : 177-
- Marx: 17 7 - 18 0; - m
180; o dern o yy relig
moderno ió n cdsc-
religión c ris
duc ir la economía
ducir ec onom ía a un m ex pone a .la
edio expone
medio la tiana, 15 9 - 16 1; E
159-161; stado yy· sociedad
Estado soc iedad global,
global;
opresión, 13 7 - 13 8 .
137-138. 156-157,
15 179-182.
6 - 15 7 , 17 9 - 18 2 . .
E c on om ía polltica,
Economía polític a, sentido prim ero, 445-47.
primero, 5-47. E
Esstra tific a c ión social,
!ratificación soc ial, 223~.
3.
-— en el sentido de ciencia c ienc ia o pensam pensamien- ien E s tru c tura, v. Configuraciones;
Estructura, C onfig urac iones; -— en el sen
ec onóm ic o (inglés
to económico economics): defini-
( inglés tco,,omks): defini es tric to en Marx,
tido estricto M a rx , 202-203;
2 0 2 - 2 0 3 ; v. Jerar-
Je ra r
c ión, 34-36;
ción, 3 4 - 3 6 ; errores
erro res históric
históricos, os, 36; 3 6 ; rere- quía.
lac ió n con
lación c o n la ideolog
ideología ía global,
g lobal, 335-38,
5 - 3 8 , 13
133;3;
diferenc iac ión y
diferenciación y reinteg
reintegraciónra c ió n de la di- di F eudal, 553:
Feudal, 3 : sociedad
soc iedad feudal
f~udal yy sociedad
soc iedad
m ensión ec
mensión onóm ic a, 49-51,
económica, 4 9 - 5 1, 87-88,
8 7 - 8 8 , 96-97,
96-97, burg uesa en M
burguesa a rx , 17
Marx, 6 , 224-227.
176, 224-227.
2 11- 2 13 .
211-213. Fe u e r bac h , L
FEUERBACH, udwig , 146,
Ludwig, 1 4 6 , 1160,
6 0 , 168,
16 8 , 195.
19 5 .
-— su fundamento
funda m ento individualista visto visto por i c h t e , J . G . , 148,
FICHTE,J.G.,
F 14 8 , 150.
15 0 .
M
Marx a rx 19191.1. i l m e r , Sir R
FILMER,
F o bert, 72,
Robert, 7 2 , 73,
7 3 , 74.
74 .
E c onóm ic o: lo
Económico: lo - yy lo lo polític
político, o, 72,
7 2 , 994,
4 , 2213;
13 ;
r lo
lo - subordinado
449-51,
subordina do a lo
9 - 5 1, 772,2 , 774;4 ; el orden
o rden —
polític o , 46-4
lo político,
- depende de una
4 6 - 4 77,, GALBRAITH,
GAL B R AI T H , K e n n e t h , 138.
Kenneth, 13 8 .
Gattungswesen/ Gemeinwesen, ser ggenérico
Gatllmgswesen/Gtmtinwmn, e néric o yy ser :•· ·
. .·:··
polític
políticaa de abstenc abstención, ión, 557; 7 ; la pro pieda d
propiedad c om ún, en M
común, a rx , 16
Marx, 0 , -163,
160, 16 3 , 165-166,
16 5 - 16 6 , 175,
17 5,
rig
rigee lo polític o, 73,
lo polltico, 7 3 , 75,
7 5 , 77,
7 7 , 78;
78 ; discordan-
disc ordan 18 3 .
183.
c ia en M
cia andeville, 96,
Mandeville, 9 6 , n. 4, 104; 10 4 ; lo - su- su -Gattungswesen, 162
-Gatllmgs111tstn, 16 2 n. 9; Gemeinwesen, 165
9 ; Gtmtinwtstn, 16 5 n.
bo rdina lo
bordina polític o , 85-86,
lo político, 8 5 - 8 6 , 209,
2 0 9 , establece
establec e 12 \11.
12; v. Gtmtinuhaft.
Gemeinschaft.
suprem ac ía, 143,
su supremacía, 14 3 , 2211-213;
11- 2 13 ; el primadoprim ado Gemeinschaft yy Gmlluhaft
Gtmtins,haft Gesellschcft en M a rx , 16
Marx, 1655 n.
se ggeneraliza,
eneraliza, 2219-221. 19 - 2 2 1. 12, Gattungswesen.
12 , v. Gatt,mgswtstn.
- l olo - yy. la m oralidad, 449-51,
moralidad, 9 - 5 1, 187-191,
18 7 - 19 1, gemeinschaftlich, - ktit,
-- gtmtins,haftli.h, keit, 1
1778,
8 , 18
180.0.
2 1 1- 2 1 3 ; lo
211-213; lo- — tiene un carácter c ará c ter m o ra l pro
moral pro- GesellschaftJu ireprliche - , 178,
--Gtstlfuhajt,Jzilr¡pficht 17 8 . 180.
18 0 .
pio, no rm a tivo , 87-88,
normativo, 8 7 - 8 8 , 133;
13 3 ; hom olo g ía
homología - c f . la oposición
-cf. opos ic ió n en T ö nnies, 16-17,
T~nnies, 16 - 17 , 16
163,3 , e'
im plic ada en M
implicada a ndeville, 102-103;
Mandeville, 10 2 - 10 3 ; MarxM a rx 18 2 .
182.
reinteg
reintegra ra la m oralidad, 2211-213.
moralidad, 11- 2 13 . Gemeinwesen, 11.
Gt111tin111tstn, v. Gatllmgs111tstn.
Gattungswesen.
-— desarrollo
de sa rro llo -— yy pensam pensamiento iento - 338; 8 ; paradoja
paradoja Gesellschaft, v. Gtmtins,haft.
Gmlls,hajt, 11. Gemeinschaft. ·
de Q uesnay, 553-55;
Quesnay, 3 - 5 5 ; optimismo
optim ism o del dd ccreci-
rec i Ge o rg es, 195,
u r v i t c h , Georges,
GURVJTCH,
G 19 5 , 19 8.
198.
m iento en M
miento a ndeville, 101-
Mandeville, 10 1- 10102;2 ; ccreencia
reenc ia
pro g re so y
en el progreso y preoc upac ión po
preocupación porr el m me- e H a b e r m a s , JJürgen,
HABERMAS, ürg e n, 226-227.
226-227.
jo ra m ie nto en Ada
joramiento Adam m Smit
Sm it 115 115,, 115115 n. 4. Ha l é v y, E
HALÉVY, lie, 42,
Elie, 4 2 , 51,
5 1, 87, 8 7 , 96,
9 6 , 10 9 , 115,
109, 115 ,
E
Edad dad M e dia , 176,
Media, 17 6 , 224-227;
2 2 4 - 2 2 7 ; v. F eudal.
Feudal. 13
133.3.
E g oísm o, 86-89,
Egoísmo, 8 6 - 8 9 , 97,
9 7 , 125;
12 5 ; v. Interés. H a r r i n g t o n , Jarnos,
HARUNGTON, Jam<;s, 555 5 n. 3. 3.
E m anc ipac ión en M
Emancipación arx : la - burg
Marx: burguesauesa es P h i li p , 89-90.
H a r t h , Philip,
HARTH, 89-90.
pa rc ial, 159-
parcial, 15 9 - 16
163,3 , 176,
17 6 , 180-18 0 - 19 2 ; el impe-
192; im pe W ilh e lm , 559,
a s b a c h , Wilhelm,
HASBACH,
H 9 , 10109.9.
ra tivo , 14
rativo, 8 - 14 9 ; su contenido,
148-149; c ontenido, 158-159; 15 8 - 15 9 ; H e c ksc h e r , E
HECKSCHER, Elili FF.,
., 446,
6 , 464 6 n. 22,, 48.48.
c onsec uenc ias 183,
sus consecuencias 18 3 , 207,2 0 7 , 220-221,
2 2 0 - 2 2 1, H edonism o en L
Hedonismo oc ke, 79,79,
Locke, 7 9 , 7 9 , n. 7, 84.
2 2 2 - 2 2 5 ; v. Subordinación.
222-225; Subordinac ión. H G .W . F . , 18,
e g e l , G.W.F.,
HEGEL, 18 , 332, 2 , 13 139,9 , 144,
14 4 , 146,
14 6 ,
E m pirism o, 2278;
Empirismo, 7 8 ; suplementa
suplem enta a la .ontologla ontolog ía 14 9 - 15 8 , 18
149-158, 182,2 , 18185,5 , 18 8 - 19 4 ; paralelism
188-194; paralelismo o
en L o c ke , 82-83;
Locke, 8 2 - 8 3 ; 88;
88; A A.. Smith,
Sm ith, 13 133,3 , 2235.
35. entre los escritos
entre esc rito s de juven juventud tud y y M arx ,
Marx,.
n g e l s, F
ENGELS,
E riedric h, 112
Friedrich, 112,, 168-169,
16 8 - 16 9 , 171,
17 1, 17 174,4, 1 4 9 , 1 5 4 , 15
149,154, 8 - 15 9 .
158-159.
18 7 .
187. H istoria: emergencia
Historia: em erg enc ia .de de nuevas ccategorías, ateg orías,
E spec ializac ión yy cconciencia
Especialización onc ienc ia general,
g eneral, 228-29, 8-29, 225-26.
5-26.
3 1- 3 2 .
31-32. H itler, v. N
Hitler, ac ionalsoc ialism o.
Nacionalsocialismo.
E spec ie humana,
Especie hum ana, como c om o sociedad,
soc iedad, L óc ke, 84;
Lócke, 84; T ho m as, 75,
o b b e s , Thomas,
HOBBES,
H 75 , 88,8 8 , 94,
9 4 , 105,
10 5 , 106;
10 6 ,
v.
11. Gattungswesen.
Gattungs111tstn. 2235,
3 5 , 2275
7 5 n. 2.
E stado (categoría
Estado ( c ateg oría social,
soc ial, ej. «Tercer
«T erc er E sta
Esta- H olism o, v. Individualismo.
Holismo, Individualism o.
do») yy clase,
c lase, M arx , 180.
Marx, 18 0 . - - yy jerarquía, 14-15; 14 - 15 ; - y y prim
primado ado de las re re- /
1 E stado, v.
Estado, Soc iedad civil;
v. Sociedad c ivil; T ota litarism o.
Totalitarismo. lac iones entre hombres,
laciones hom bres, 15; 15 ; - y y riquezas,
-— emergencia
em erg enc ia del -moderno,
- m o d e rn o , 25-26;
2 5 - 2 6 ; el - de 15 - 16 ; v.
15-16; V. S.s. wVV. .
1 H eg él en tanto
Hegel tanto que soc iedad global
sociedad g lobal 332,
2, - eenn antropología,
antro polog ía , 38, 3 8 , «universa
«universalismo» lism o» dede
15 6 ; comercio
156; c om erc io in te rio r y
interior ex te rio r en el
y exterior O . Spann,
O. Spa nn, 17 17 n. 2, 145 14 5 n. 1. t.
(
2248
48
1- •.
~' -—een"
Ef
n Quesnay,
Q uesnay, '53-54,
sustituto qd del -
5 3 - 5 4 , 556,
~ en Locke,
6 , 59;
5 9 ; v. Justic
L oc ke, 84-85;
Justicia;
8 4 - 8 5 ; - en He-
ia;
H e-
im plic a libertad e
-— implica
no, 226-27;
é ig ualdad, 14;
igualdad,
6 - 2 7 ; en Quesnay,
Q uesnay, 56-59;
14 ; el — c ristia
- cristia-
5 6 - 5 9 ; el -— posesi-
posesi
1
|
H
ggel
el yyRRousseau,
ousseau, 15
om bre: v. Especie
Hombre:
6 - 15 9 .
156-159.
E spec ie hum humana; ana; v. R
·
elac iones
Rdaciones
vo
vo,, 75,
7 5 , 78;
9 1 , 992,
91,
7 8 ; pro
2 , 996,
6 , 1102,
g resos del - en M
progresos
0 2 , 1103,
0 3 , 1105.
05.
a ndeville,
Mandeville,
'; .
,, ¡: con
1-'
f.
c o n las cosas/hombres;
vidualism
vidualismo;
c osas/ hom bres; v. IIndividuo,
H u m e , David,
& HUME,
2229,
v. Sociedad.
o; v.
D a vid , 31,
2 9 , 2233,
3 3 , 2234.
34.
Soc iedad. ·
3 1, 49,4 9 , 77,
ndividuo , Indi-
7 7 , 88,
8 8 , 103,
10 3 , 107,
10 7 ,
-— base común
m
marxismo,
c o m ún a la economía
arx ism o, 202;
E m anc ipac ión.
Emancipación.
IInfraestructura/Superestructura,
ec onom ía política
2 0 8 ; el - como
c o m o arma,
3 8 - 3 9 , 86.
I
I -.; H u t c h e so n , F
HUTCHESON, ra nc is, 89,
Francis, 8 9 , 996,
6 , 10
104,4 , 10 6 , 109,
106, 10 9 , Interés: interés eg oísta 115,
interés· egoísta 115 , v. v. EEgoísmo;
g oísm o; en
|• 1 1110,
0 , 1 1115,
5 , 2 3236.
6. teo ría polític
teoría polftica a india.
f. ~ HYPPOLITE,Jean,
H y p p o l i t e , Je a n, 150,
15 0 , 153,
15 3 , 154,
15 4 , 157,
15 7 , 186.
18 6 . -— armonía
a rm onía de intereses,
intereses, 51; 5 1; natural, 86-87, 86-87,
I 9 6 , 115;
96, 115 ; vista p or M
por a rx , 187-188,
Marx, 18 7 - 18 8 , 200;
200;
~, Ideología,
Ideolog ía, 18-19,
18 - 19 , 28-29,
2 8 - 2 9 , 33-34;
3 3 - 3 4 ; conjunto
c onjunto artific ial, 101
artificial, 10 1 n. 6,ó, 133.
13 3 . '
tr soc ial de ideas y de va
social lo re s, 2
valores, 8 -3 3 ; no
28-33; no —
- M arx : -— común
Marx: c om ún y comunidad,
c om unida d, 17 7 - 18 1.
I 77-181.
ag ota la realidad social,
agota soc ial, 229; 9 ; dementos
elem entos Islam, O riente-M edio, 15,
Oriente-Medio, 15 , 1515 n. 1. ·
funda m enta les impllcitos,
fundamentales im plíc itos, 29-31; 2 9 - 3 1; limi-
lím i
tes dd
del po der de la, - 21;
poder-de 2 1; ideologcma,
ideolog em a, 48, 48,
Jera rquía : jerarquía/
Jerarquía: igualdad, 14.
jerarquía/igualdad, 14 .
94.
94. .
- diferenc iada del poder,
—- pura, d.ifcrencíada po der, 14-15; 14 - 15 ;
-— m o derna op~esta
moderna opuesta a las ideolog
ideologíasías tradic io
tradicio- ejem plo de juicio
ejemplo juic io jerárquic
jerárquico, o, 200-201.
2 0 0 - 2 0 1.
t ·
n,. nales 14-15,
14 - 15 , 17-18;
m iento , 225-28;
miento,
to 338-39;
17 - 18 ; m éto do de acerca-
método
5 - 2 8 ; la - separada de su ccontex-
8 - 3 9 ; -— y ccomparación
om pa rac ión 229;
ac erca
ontex
9 ; yy concien-
c onc ien
-—jerarquías
jerarquíasimpllcitas
res m
im plíc itasenenelelsistema
odernos , v. Individua
modernos,
sistem ade devalo-
lism o/ holism o ;
Individualismo/holismo;
va lo
2249
49
terpreta c ió n, 80-84,
terpretación, 8 0 - 8 4 , 79 ηn.. 7;
7 ; v. M andevi-
Mandevi- 18 1- 18 4 ; - m
181-184; anual éé intelec
manual tual, 177;
intelectual, 17 7 ; y
lle;
Ue; v. Smith.
Sm ith. pro piedad priva
propiedad privada,da , 177-178;
17 7 - 17 8 ; y cclases,
lases, 18 2;
182;
L o v e jo y , A
LOVEJOY, . O . , 91
A.O., 9 1 n. 2. y trabajo alienado, 196-198;
y v.s.v.; últim
19 6 - 19 8 ; v.r.v.;· as
últimas
L ut er o , M
LUTERO, a rtín , 148,
Martín, 14 8 , 150,
15 0 , 18 9.
189. opiniones de M a rx , 174
Marx, 17 4 n. 15.15.
M a terialism o : concepción
Materialismo: c onc epc ió n m aterialista de la
materialista
M a c F
MAC ie ,A
F1E, . L . , 1115,
A.L., 1 5 , 997
7 η n.. 5. historia, 16 9 - 17 3 .
169-173.
MAQUIAVELO,
M N.,, 88.
a q u ia v e l o , R 88. M arc el, 18
a u s s , Marcel,
MAUSS,
M 18,, 330,
0 , 80
8 0 n. 8, 114114..
MACINTYRE, Ala sdair, 103,
M a c i n t y r e , Alasdair, 10 3 , 106.
10 6 . MEEK,
M R ona ld L
e e k , Ronald ., 555
L., 5 n. 2.
M cL e l l a n , D
McLELLAN, a vid, 112,149,173
David, 112 , 14 9 , 17 3 n. 14.
14 . M erc a ntilism o 46-48
Mercantilismo 4 6 - 4 8 yy n. 2.
MACPHr.RSON,
M C .B ., 775,
a c p h e r s o n , C.B., 5 , 77-78.
77-78. MEROER
M e r c i e r DE a R
d e lLA iv iè r e , P
R.IVIÉRE, .-P ., 65.
P.-P.,
M a i n e , Sir H
MAINE, c nry Sumner,
Henry Sum ner, 17,
17 , 2207
0 7 n. 11.
11. M eta-ec onóm ic o , v. N
Meta-económico, orm a; N
Norma; o rm ativa;
Normativa;
MALTHUS,
M T hom as R.,
a l t h u s , Thomas R ., 117,
117 , 13 3 , 2 14 .
133,214. Va lo res.
Valores.
M a n d e v il l e , B
MANOEVII.LE, ernard (de), 87-109,
Bernard 8 7 - 10 9 , 189.
18 9 . M eta-ec onóm ic o , v. N
Meta-económico, orm a; N
Norma; o rm ativa;
Normativa;
- y Bayle,
-y B ayle, 98-101;9 8 - 10 1; y y Hobbes,
H obbes, 94-105 9 4 - 10 5 y y Va lo res.
Valores.
H um e, 107;
Hume, 10 7 ; yy L oc ke, 106-107;
Locke, 10 6 - 10 7 ; yy Shaftes- M éto do del estudio, en general,
Método g eneral, 228,
8 , 334,
4 , 17;
17 ;
bury, 92, 9 2 , 94;
9 4 ; v. Smith.
Sm ith. c onc ernie nte al pensam
concerniente iento económico,
pensamiento ec onóm ic o,
- rig o ris m o , 100,
rigorismo, 10 0 , tesis central,
c entral, 10 1; el mal
101; 334-41,
4 - 4 1, 552;
2 ; obras generales
g enerales utilizadas, 36, 36 ,
c om o fundamento
como funda m ento de la sociedad soc iedad y y de la 4 1; límites
41; lím ites del estudio, 440-41, 0 - 4 1, 2213-215;
13 - 2 15 ;
ec onom ía, 92-93;
economla, 9 2 - 9 3 ; patentiza una doble anc lajes m
anclajes onog rá fic o s, 40-42;
monográficos, 4 0 - 4 2 ; filiac ión de
filiación
transic ión, 102.
transición, 10 2. las ideas, 552, 2 , 774;
4 ; cuestiones
c uestiones de deta lle, 81,
detalle, 8 1,
- visto
visto ppcr or M Marx,arx , 189,
18 9 , 189
18 9 n. 3. 8 4 , 999,
84, 9 , 1112-113.
12 - 113 .
MARX,
M a r x , K Karl, 16 , 18
a r l , 16, 18,, 229,9 , 557-60,
7 - 6 0 , 111-114,
11 1- 1 14 , i l l , Ja
MILL,
M m es, 551,
James, 1, 168,
16 8 , 17
173,3 , 17175,5 , 18
189,9 , 19191,1,
119 - 13 5 , 138,
119-135, 13 8 , 143-227, 2236, 3 6 , 238,
2 3 8 , 240,
240, 19
194, 4 , 195
19 5 n. 6.
242, m
242, o d o de referencia
modo referenc ia a, 119 119 n. 6; 148 14 8 il l , J
MILL,
M o h n Stuart,
John Stu a rt, 135.
13 5 .
n. 2; dificultades
dific ultades textuales, 164 16 4 n. 11. 11. ir a b e a u , V
MIRABEAU,
M ic to r R
Victor iquetti, m
Riquetti, arqués de,
marqués de,
- Einleitung,
Ei!ÚtÍINng, 146-151; 14 6 - 15 1; Critica
Crítica de Hegei, Hegel, 66 .
66.
15 1- 15 7 ; L
151-157; Laa Cuestión
CNtsfiónjNdía,judía, 158-163;
15 8 - 16 3 ; Ideolo
Ideolo-
M o de rna , v. Ideolog
Moderna, Ideología, ía, m o derna; g
moderna; eneraliza
generaliza-
gía alemana, 16 169-9 - 18 3 ; Manuscritos,
183; M1211Nsmtos, 164- 16 4 - 16 8;
168;
c ión de las categorías
ción c ateg orías m odernas, M
modernas, a rx ,
Marx,
184-199; Grundrisse (lntrod.),
18 4 - 19 9 ; Gnmdrim ( Introd.), 199-206.
19 9 - 2 0 6 .
2 0 2 , 205,
202, 2 0 5 , 2222-225.
22-225.
- tres etapas: trasfondo trasfondo alemán alem án del vo voto to re
re-
MoNTESQUIEU;
M C harles de Sec
o n t e s q u i e u ; Charles ondât de 555,
Secondat 5,
vo luc io na rio , 14
volucionario, 8 - 15 0 , 16
148-150, 164;4 ; transic
transiciónión del
88.
88.
m arx ism o filosó
marxismo filosóficofic o al m arx ism o m
marxismo ilitan
militan-
M o ral: y polític
Moral: pclftica, a, L oc ke, 78-81;
Locke, 7 8 - 8 1 ; 82-83;
8 2 - 8 3 ; yy
te, 1 17733-- 17
1755;; prog reso s sociológicos
progresos soc iológ ic os de los
relig ió n, 80
religión, 8 0 n. 8, en M a ndeville, 91-99;
Mandeville, 9 1- 9 9 ; --
Grundrisse, 198,
GrNndrim, 19 8 , 201-203,
2 0 1- 2 0 3 , 207.
207.
y sociedad,
soc iedad, 779, 9 , 85,
8 5 , 91,
9 1, 99,
9 9 , 10102;2 ; v. E spec ie
Especie
- ppercepción
e rc e p c ió n y teoría, teoría , 215-216;
2 15 - 2 16 ; sociología
soc iolog ía y y
hum ana.
humana.
ec onom ía, 215-217;
economía, 2 15 - 2 17 ; g eneralizac ión de ras
generalización ras-
MYRtJAL,
M G u n n a r, 442,
y r ó a l , Gunnar, 2 , 550,
0 , 105,
10 5 , 10 109,9 , 110,
110 ,
gos m odernos , 2222;
modernos, 2 2 ; sociedad
soc iedad feudal y so
y so-
1 1 3 , 1124,
113, 2 4 , 1133,
3 3 , 1 187,
8 7 , 2 230,
3 0 , 2 236.
36.
ciedad burguesa, 2224-226. 24-226.
-el
- e l individua
individualismo lism o de M Marx:arx : 150-151,
15 0 - 15 1,
15 5 - 15 9 , 16
155-159, 3 - 16 5 , 178
163-165, 17 8 n. 16; 16 ; el homhombre bre N ac ión, v. E
Nación, stado; ausencia
Estado; ausenc ia de definic ión
definición
c om o ser social,
como soc ial, 164- 16 4 - 16
168;8 ; individuo y y ser . comparativa,
c o m para tiva, 221;
1; variantes nac ionales de
nacionales
c oinc iden en el comunismo,
social coinciden c om unism o , 160, 16 0 , la ideología
ideolog ía m oderna, 19
moderna, - 2 0 , 25,
19-20, 2 5 , 27
27..
16
163, 16 3 -16 8 ; peso rela
3 , 165-168; relativotivo de las dos N ac ionalsoc ialism o, 21,
Nacionalsocialismo, 2 1, 22,
2 2 , 27,
27 , 29,
2 9 , 30.
30 .
c onc epc iones, 19 3-
concepciones, 3 -19
194;4; L Laa ideología
ideología alema
alema- N aturaleza:
Naturaleza:
17 3 - 17 7 ; 182,
na, 173-177; 18 2 , 183;
18 3 ; el individuo
individuo «bur- «bur - rela c ión con
relación c on la naturaleza,
naturale2a, v. R elac iones
Relaciones
gués», 203; 2 0 3 ; indistinción
indistinc ión de lo em píric o y
empírico c on las cosas,
con c osas, v. Riqueza.
no rm a tivo , 2206-208;
lo normativo, Gattungswesen/
0 6 - 2 0 8 ; v. GattNngswmn/ - estado de-, de - , 75-7 5 - 776;
6 ; estado «original»
«orig inal» fuenfuen-
Gemeinwesen.
Gemeinw,un. te de la no rm a en Ada
norma Adam m Smith,
Sm ith, 116-118,
116 - 118 ,
- « «comunidad»:
c o m u nid a d »: interés individual individua l e interés 2228-229, 2 3 0 - 2 3 1, 2
2 8 - 2 2 9 , 230-231, 3 5\ aplicación
235; aplic ación al esta-esta
c om ún, 177-179;
común, 17 7 - 17 9 ; E stado y
Estado y cclase
lase ccomo
om o cco- o c ivilizado, 116
do civilizado, 116,, 12 0 - 12 1, 2232-233,
120-121, 32-233,
m unidades ilusorias, 178,
munidades 18 0 - 18 2 ; del in-
17 8 , 180-182; in 2241-242.
4 1- 2 4 2 .
terés común
c om ún a la comunidad, c om unidad, 181-182; 18 1- 18 2 ; v. - leley y de-,
de - , o derecho
derec ho natural, 55-57, 5 5 - 5 7 , 73,
73 , 79,
79,
Gemeinschafi.
Gemtimchaft. 8 1, 82,
81, 8 2 , 84,
8 4 , 88,
8 8 , 124,
12 4 , 2229-230;
2 9 - 2 3 0 ; transic
transiciónión al
- l ala división
divisió n del trabajo: a abolir, abo lir, 173-175;
17 3 - 17 5 ; utilitarism
utilitarismo, o, 102-103,
10 2 - 10 3 , 105.
10 5 .
- , fa
-, c to r histórico
facror histó ric o fundamental,
fundam e ntal, 17 5,
175, E C KE R , Jac
NECKER,
N ques, 68-69.
Jacques, 68-69.
2250
50
N orm a: y hec
, Norma: hechoho en Mandeville,
M a ndeville, 88,
88, da sobre el trabajo yy hom homóloga
ó log a al va valor,
lo r, 1
i|g 10 0 - 10 2 , 103,
100-102, 10 3 , 10 4 , 10
104, 6 ; la -— en Ada
106; m
Adam 229; H
229; egel, 135
Hegel, 13 5 n. 11. 11.
P Sm ith, 117,
Smith, 117 , 12 4 , 231-232,
124, 2 3 1- 2 3 2 , 2243.
43. --Marx:
M arx : 196;-y
19 6 ; - y economía,
ec onom ía, 189,191;
18 9 , 19 1; y y tra
tra-
',: N
Normativa,
orm a tiva, la Econom/a
E c onom ía ccomo
om o -,
- , 87-88
87-88, bajo alienado, 191-193; 19 1- 19 3 ; generalización,
g eneralizac ión,
12 8 ; 13
,;: 128, 3 , v. Va
133, lo res; Economía
Valores; E c onom ía yyM o ra l;
Moral; 2 2 5 , 180
225, 18 0 n. 17. 17 .
(\·,\ N aturaleza, estado de-.
Naturaleza, de —. - de la tie rra, v. :Riqueza,
tierra, R iqueza, -— inmobiliaria.
inm obiliaria.
;:,~\· r o u d h o n , P
PROUOHON, ierre JJ.,
Pierre . , 191
19 1 n. 441,192,199,
1, 19 2 , 19 9 ,
¡pr
P
~!,L O'MALLEY,
O ’M , 162
16 2 n. 9, 163
al l ey 16 3 n. 10.
10 . 203, 2 16 , Parchase;
2 0 3 , 216, P11r,hau¡ to lo -— or commaná
,0111,nand,, A.
-~~f Ontología, Valores.
O ntolog ía, v. Va lo res. 3 0 - 2 3 1; purcbase,
Sm ith, 2230-231;
Smith, p11r,hase, 2234-235; com-
3 4 - 2 3 5 ; ,0111-
O rg ullo, 91.
. Orgullo, l. íTiand,
mand, 2232. 32.
O ríg enes: estado original
'· Orígenes: orig inal de la sociedad,
soc iedad,
Ada
Adam m Smith,
Sm ith, v. Naturaleza,
N aturaleza, estado de --;; Q u e sn a y , F
QUESNAY, ranç ois, 52-69, 109-115,
Franc;ois, 10 9 - 115 , 124,
12 4 ,
comienzos
c om ienzos de la Sociedad, Mandeville,
Soc iedad, M a ndeville, 12 5 , 128,
125, 12 8 , 13 4 ; v. Sm
134; ith; y
Smith; y la opinión fra n
fran-
93-94,
9 3 - 9 4 , 103.
10 3 . cesa,
c esa, 61-70;
6 1- 7 0 ; visto ppor
o r Marx,
M arx , 53-54.
5 3 -5 4 .
l?
-ÍAr
¡ ~¡;:f PARSONS,
P a r s o n s , Talcott,
T a lc o t t , 226.
226. R ac ionalidad: la - m
Racionalidad: moderna
oderna está especializa-
espec ializa
Jt· Pensa~~~to
‘*f't
' ;,~;
P ensam iento y ac c ión, rela c ión inm ediata en
y acción,, rdación inmediata en
la relig ión y el m arx ism o, 15 1 n. 3.
la relig10n y el manusmo, 1S1 n. 3. R
da, 331.t.
elac ión con
Relación c o n las cosas
c osas / rela c ió n entre ho
relación hom-m
'J[i PPETIY,
e t t y , Sir W illia m , 53,
William, 53 , 58,
5 8 , 96.
96 . bres: primado
prim a do alternativo,
alterna tivo, 1 155,, 22
222.
2.
'.};;},Plusvalía,
P lusvalía, 58-59, 5 8 - 5 9 , 114,
114 , 119,119 , 121-122,
12 1- 12 2 , 129, 12 9 , - el sujeto en la rela c ió n con
relación c on las cosas
c osas es el
•} 13 0 .
130. individuo,
in dividuo, 13 135.5.
'; 't;
P O L AN Y I, K
POLANYI,
PüLIN,
P o l í n , Raymond,
a rl, 17,
Karl,
R aym o nd, 78,
17 , 35,
3 5 , 441,
78 , 81-84,
1, 200.
200.
8 1- 8 4 , 84
8 4 n. 10 10..
- tra
transición
nsic ió n en L
lle, 93, 93 , 103,10 3 , 10
Locke,
oc ke, 72,
108,8 , 132,
7 2 , 74,
7 4 , 85;
13 2 , 134-135;
85; M Mandevi-
13 4 - 13 5 ; M
a ndevi
a rx ,
Marx,
1
,t ', P olític a, v. Economía;
Politica,
- t eteoría
E c onom ía; Moral;
o r ía contc:mporánea
c ontem poránea 21,
M o ra l; R
2 1, em
elig ión,
Religión.
ergenc ia de
emergencia
«relación
«relac ión con
16
16,, 19 193,3 , 19
c on la naturaleza», 17
5 - 19 6 , 2201,
195-196, 0 1, 207-208;
172,
2 , 178
2 0 7 - 2 0 8 ; prim
17 8 n.
primada ac ía 1
la ccategoría,
ateg oría, 227-28;7 - 2 8 ; la innovación
inno va c ió n de Loc- L oc - inversa,, 168,
inversa 16 8 , 2217-218,
17 - 2 18 , v. P Propiedad;
ropiedad; P Pro-
ro
duc c ión; Riqueza.
ducción;
ke, 71,
M
7 1, 74-75;
74-75; R
arx : desaparición
Marx:
ousseau, H
Rousseau,
desaparic ión en dos tiem
egel, 15
Hegel,
tiempos pos de la
7;
157;
Relatividad
R elatividad social soc ial de la ideologideología, ía, yy no relarela- 1
dimensión
dim políticaa 16
ensión polític 160-16
0 - 16 1.
l. tivismo,
tivism o, 228-29.
8-29.
P oder, el - en la teoría polític
Poder, política, a, 221;1; v. P o lí
Polí- R eligión: y
Religión: y filosofía, 115S11 n. 3; yy polític política, a,
tic a; Vio
tica; le nc ia .
Violencia. Locke,
L oc ke, 80; transición
8 0 ; transic ión de - de grupo g rupo a.
P rec io, v. Va
Precio, lo r.
Valor. -inindividual,
d ivid u a l, 181 18 1 n. 99;; - como c o m o conciencia
c onc ienc ia
- A.
A Smith:
Sm ith: — - yy va valor,
lo r, 240,
2 4 0 , 2243;
4 3 ; -— de m merca-
erc a «desviada», M Marx,
arx , 16160;0 ; v. M Moral.
o ral.
do yy - natural 116 116,, 118,
118 , 2241;4 1; - real y y nno-
o R enta de la tierra, v. Riqueza, inm
Renta obiliaria;
inmobiliaria;
m inal, 2236-237.
minal, 36-237. heterog eneidad en los clásicos,
su heterogeneidad c lásic os, 13 134-4-
- MMarx:
a rx : - y y va lo r, 12
valor, 129,9 , 128 n. n. 8. 13
135;5 ; ambigüedad
am big üedad en Ada Adam m Smith,
Sm ith, 2239- 39-
Producción,
P roduc c ión, v. Trabajo; T rabajo; v. R Relación
ela c ión con c on las 240,
2 4 0 , Marx,
M a rx , 131,202.
13 1, 2 0 2 .
cosas. R evoluc ión: L
Revolución: Laa Revolución
R evoluc ión franc francesa esa vista po porr
- separada de la distribución, distribuc ión, S 5 77-58
- 5 8 (Ques-
( Q ues- Marx,
M arx , 16 162, 177,
2 , 17 7, 180
18 0 n. 18 18,, 181; proyecto
18 1; proyec to
nay) 1111-112,
1 1- 1 12 , 125;12 5 ; como
c om o creación
c reac ión de ri ri- revo luc iohario de M
revolucionario arx , v. E
Marx, m ancipación;
Emancipación;
queza, 58-59;
9ueza, 5 8 - 5 9 ; pro duc tivo / im pro duc tivo :
productivo/improductivo: revo luc ió n industrial, 39
revolución 39;; revo luc ió n m
revolución mo-o
ocupaciones,
oc upac iones, 58, 5 8 , trabajo (bienes ( bienes y y servi-
se rvi derna de los valores, 16 16 20.
c ios), 111,
cios), 111, 111 n. n, 22,, 1125,
2 5 , 2219.
19 . RICARDO,
R ic a r d o , D a vid,
David, 58,
58, 117 ,
117, 119 - 12 2 ,
119-122,
- c cambio
a m b io de Ada Adarn m SmithSm ith a sus sucesores suc esores 12 8 - 12 9 , 13
128-129, 1- 13 2 , 13
131-132, 4 - 13 5 , 162
134-135, 16 2 n. 9,
( teoría del va
(teoría lo r) , 120-123,
valor), 12 0 - 12 3 , 12 128 8 n. 8. 18 6 , 191
186, 19 1 n. 4, 2201, 0 1, 2208,0 8 , 214,
2 14 , 230,
2 3 0 , 2240,
40,
- rerelación
la c ió n con
c on la naturaleza, 19 192,2 , 217;
2 17 ; prio-
prio 242.
242.
rita
ritariaria respec
respecto to a la sociedad,
soc iedad, 17 17 1; ¿in divi
I; ¿indivi- Riqueza,
R iqueza, v. R Relación
elac ión con c on las ccosas; osas; IIndivi-
n d ivi
soc ial?, 197,
dual o social?, 19 7 , 203-207.
203-207. dualism o.
dualismo.
- a p o te o s is de la-,
-apoteosis la - , 195 19 5 n. 6, 6 , 195-197,
19 5 - 19 7 , - c concepciones
o n c e p c io n e s tradic ional y
tradicional y m oderna, 16,
moderna, 16 ,
200-201.
200 - 201 . 446-4
6 - 4 77,, 13
134; 4 ; - inm obiliaria y
inmobiliaria y poder sobre so bre
'1
- modo
m o do de - asiátic asiático, o, 226-227.
226-227. los homhombres, bres , 53 53,, SS,
5 5 , 69,
6 9 , SS
5 5 n. 3: -- m o bi-
mobi-
P ropiedad (privada),
Propiedad ( priva da ) , v. Riqueza.
Ri9ueza. liaria, 48-49, 1344 n. 10.
4 8 - 4 9 , 13 10 .
-c corolario
o r o la r io del orden, Quesnay, Q uesnay, 59; 5 9 ; Locke:
L oc ke: - y po
-y der, 46
poder, 4 6 n. 2, 447,222,234.
7, 222, 234.
subordinac ión, 773,
opuesta a subordinación, 3 , definición,
definic ión, - suma
sum a de -— constante c onstante en el m mundo,
undo, 449; 9 ; v.
76-78,
76-78, m medieval
edieva l y ym o derna , 75-76;
moderna, 7 5 - 7 6 ; funda- C om erc io.
Cómercio.
1
251
1
-— la economía
ec onom ía como c om o creación
c reac ión — - por un
por· •,un . vidualism
viduallsmo, o, 59,
5 9 , 61,
6 1, 114
114,, 1_1},fÍ:Z,j¡aj~8-
117 , 12 3,- ,128
agente vivo:vivo : la naturaleza (Quesnay ( Q uesnay)),, 59; 59 ; 132
13 2 ', 2236.
36. · '',; :J' ·:t,1,:uL
' „.
¿ ., '•'t:>;'''·)_,-'
el hom
hombre bre individual (Smith, ( Sm ith, etc.),
etc .) , 112,
112 , Sim patía cco_mo
Simpatía om o ag ente de ,social~ªf/ó'g/~
agente soc ializac ión er
13 0 ; v. Va
130; lo r, i:conorrúa;
Valor, ec onom ía; P roduc c ión;
Producción; Adam
Ada m Sm Sm1th,
ith, 877,, 96.
96. - ¡,-_,.,
. ,,,., · 1. ,q
T rabajo.
Trabajo. ■ ■ · . ,. .·:-~r r:/h~~~
‘ ’ ; :.
:■ ■ ;
1¡g
RoUSSEAU,
R Je a n Jacques,
o u s s e a u , Jean Jac ques, 18,1 8 , 333,
3 , 65-70,
6 5 - 7 0 , 91;
9 1, T ie rra , derechos
Tierra, derec hos sobre la -, v. 0 RRiq~eza'in
- , v. iqueza in|
157-159.
15 7 -15 9 . m o bilia ria.
mobiliaria. . ·. 1
R u be l , M
RUBEL, a x im ilian, 163
Maxinúlian, 16 3 n. 10,10 , 186,
18 6 , 2216.
16 . TOENNIES,
ToENNIES, FFerdina:nd, erdiná nd, 17, 17 , 16516 5 n. 1t2; 12 , 166-i
1661
167,172
16 7 , 17 2 n. 13,182,207
13 , 18 2 , 2 0 7 n. 11.. 11. :,:,••; 1
Se r y
Ser y debe ser, M a rx , 149;
Marx, 14 9 ; v.v. P ensam iento
Pensamiento T ota litarism o: en ccuanto
Totalitarismo: ua nto enc ierra una con-*
encierra con1
y
y Ac c ió n ; v. Trascendencia.
Acción; T rasc endenc ia. tra dic c ión, 223-24;
tradicción, 3 - 2 4 ; -- y y vio lenc ia ccorttl:inpe¡
violencia ontem po|
Sc h u m p e t e r , Joseph
SCHUMPETER, Jo sep h A A., . , 17
17 n. 22,, 335, 5 , 37
37,, ránea, 223; 3; — - yy tenta tivas de subo
tentativas rdinar la
subotéfüi~r 11
4 5 , 47,
45, 4 7 , 51,
5 1, 52-54,
5 2 - 5 4 , 56, 5 6 , 58,
5 8 , 7676 n. 3, 994, 4, ec onom ía, 13
econorrúa, 8 - 13 9 .
138-139. .. :t
1109-111,
0 9 - 1 1 1 , 1116,127,132,
1 6 , 1 2 7 , 1 3 2 , 1134. 34. T ra dic ión 15-16,
Tradición 15 - 16 , 53,5 3 , 555,5 , 556; v:
6 ; v. Holisnioj
H olism o;
S e l b y -B i g g e , L
SELBY-BIGGE, .A., 97,
L.A., 9 7 , 98,
9 8 , 10
106.6. Ideolog
Ideología, ía, m oderna; R
moderna; elac ión; Riqueza.
Relación; 1
J
S h a f t e s b u r y , v.
SHAFTESBURY, v . M a ndeville.
Mandeville. T rasc endenc ia: rec
Trascendencia: hazo de toda -,
rechazo - , Hege1
H egelf
1
S m i t h , Ada
SMITH, Adam, m , 464 6 n. 1, 47, 4 7 , 85-89,
8 5 - 8 9 , 109-137,
10 9 -13 7 , M a rx , 154-155,
Marx, 15 4 - 15 5 , 163;
16 3 ; - reintro duc ida poi
reintroducida poí
18 0 - 19 1, 206-209,
180-191, 2 0 6 - 2 0 9 , 228-242
2 2 8 -2 4 2 yy L oc ke,
Locke, M a rx , 2201.
Marx, 0 1. 1
j
10 9 - 111, 228-229,
109-111, 2 2 8 - 2 2 9 , 234;
2 3 4 ; y Mandeville,
M a ndeville, 89, 89, T raba jo, v. Va
Trabajo, lo r-tra ba jo , te
Valor-trabajo, o ría del-.
teoría d e l- . · ,¿
9 6 - 9 7 , 109;
96-97, 10 9 ; y Quesnay
Q uesnay 57, 57 , 10 9 - 111, 112,
109-111, 112 , - LLocke,
o c k e , trabajo y y propieda
propiedad, d, 75-76.
75-76. · jr
113 , 125;
113, 12 5 ; visvistoto p poror M arx , 118
Marx, - 119 ,
118-119, -- AAdam
d a m Sm ith, 114
Snúth, - 115 , 2233;
114-115, 3 3 ; par jerarquij
jerarqui.!J
12 0 - 12 1, 125;
120-121, 12 5 ; v. V a lo r, teoría
Valor, teoría del va lo r -
valor- zado, tra b a jo -y-c a m b io , 115-118,
trabajo-y-cambio, 115 - 118 , 120- 120,
trabajo. 12
122,2 , 123,
12 3 , 12 5 , 2230-231,
125, 3 0 - 2 3 1, 2233,242; trabajq
3 3 , 2 4 2 ; trabajó
- Lecciones,
Lectiones, 55 5 5 n. 2, 97, 9 7 , 110-113,
110 - 113 , 2229; 29; L Laa coomo
o m o «esenc
«esencia ia subjetiva de la riqueza»;] riqueza>,!
Riqueza
Riquez¡z de las Naciones, su lugar históric histórico, o, ((Marx),
M arx ) , 112112.. 1 l
4 6 , 51,
46, 5 1, 55 n. 2, 134; 13 4 ; borrador
bo rra do r para --, T ra bajo alienado, pro
Trabajo piedad priva
propiedad privadada yy divi divi.:
110 , 112-113;
110, Teoría de los Sentimientos mo
112 - 113 ; Teoría mo- sión del trabajo, M arx , 19
Marx, 2-200; g
192-200; enerali
generali~
rales, su relación
relac ión con c on la Riqueza,
Riquez¡z, 888, 8 , 996-97,
6-97, zac ión, 2225.
zación, 25. !
9 7 n. 5, 112.
97 112 . T ra bajo , división del: M
Trabajo, a ndeville, 95-96j
Mandeville, 95-96;
Soc iedad, 11.
Sociedad, v. Gemeins,haft
Gemeinschajt//·Gesellschaft;
Gesellschaft; Sim Simpa-pa Ada
Adam m Smith,
Sm ith, la - yy su pro g reso , 115
progreso, 115-116l- 116 ;
tía. v. M a rx , división del trabajo.
Marx, \
l
-—del génerog éne ro humano,
hum ano, 84-85; 8 4 - 8 5 ; -— como
c om o hec hechoho Tu c ke r , R
TucKER, obert G
Roben G.,., 150,
15 0 , 151 15 1 n. 3, 15 2;
3, 152i
hum ano, 104;
no humano, 10 4 ; Mandeville,
M a ndeville, comienzos c om ienzos 17 4 , 19 4 .
1~1~ ¡
de la - 93, 93 , 103,
10 3 , implica
im plic a subordinación,
subordinac ión, TUFTS,
T u f t s , J.H.,
J . H . , 91,
9 1 , 94,
9 4 , 104-
1 0 4 - 1105.
05.
94.
94. . u r g o t , An
TURGOT,
T Anne n e RRoben
o b e r t Jac ques, 661,
Jacques, 1, 665, 5 , 68;
68;
- c iv il: y E
-civil: stado, 153,
Estado, 15 3 , 16 1- 16 2 ; generaliza
161-162; generaliza- 69
69.. ;l
c ión en M
ción arx , 161
Marx, 16 1 n. 8, 179-180,17 9 - 18 0 , 2225.2 5. l
-— global,
g lobal, v. Estado;
E stado; Comunidad.
C om unidad. U niversalism o : v.
Universalismo: v. EEspecie
spec ie hum ana; v.
humana; v. In
In,
- v valores
a lo r e s sociales,
soc iales, su interiorización
interio riza c ión en la dividualism
dividualismo; o; O O.. Spann,
Spa nn, 17 17 n. 2, 1455 n. 11.j
2, 14
m o ralida d subjetiva, 79.
moralidad 79 . U tilita rism o, 27,
Utjlitarismo, 2 7 , 10 2 - 10 3 , v. M
102-103, o ral.
Moral.
S p a n n , O,
SPANN, 0 , 17
17 n. 2, 2 , 145
14 5 n. 1. J.
S t e in , Lorenz
STEIN, L orenz von, vo n , 163.
16 3 . VaAWRES,
V l o r e s , vv.. Ideolog
Ideología, ía, N orm a.
Norma. .
S t e ph e n , L
STE_PHEN, eslie, 81
Leslie, 8 1 n. 9, 83, 8 3 , 97,
9 7 , 10
106.6. -— va lo re s en general:
valores g eneral: va lo re s sociales
valores soc iales globa
globa~
STIRNER,
S t i r n e r , Max,
M a x , 173
1 7 3 n. n . 14,
14 , les, 15;15 ; su utilizac
utilizaciónión aquí, 17 17;; v.v. JJerar~
e ra r
S t r a u s s , Léo,
STRAUSS, L éo, 81-82.
8 1- 8 2 . quía, Individua
Individualismo lism o R ela c ió n ccon
Relación o n las c~ co
Subordinac ió n: en Filmer,
Subordinación: F ilm er, 72; 72; L oc ke: 73,
Locke: 73 , sas; _valores
va lo re s y ciencias
c iencias sociales,
soc iales, 49-50j
49-50;
reem plazada p
reemplazada o r pro
por piedad, 74,
propiedad, 7 4 , y obliga-
obliga Q uesnay 58.
Quesnay 58 . .· ',' !i
c ión m
ción o ral, 79-80;
moral, 7 9 - 8 0 ; artific
artificialial en H obbes,
Hobbes, —
- va lo r ec
valor onóm ic o: ligado
econónúco: ligado aa los los va lo re s 'ge-
valores ge
75 n. 2; deduc deducida ida de la subsistencia,
subsistenc ia, H Ha-a nerales, 112 112,, 113,
113 , 186,
18 6 , 2229,
2 9 , 2236,
3 6 , 2243;
4 3 ; dede:
rrin g to n, 55 n. 3;
rrington, 3; rec o noc ida p
reconocida o r Mande
por Mande- va lo r de uso aa va
valor lo r de ccambio:
valor am bio: 60 6 0 (Ques
(Que_s.j
ville
ville,, 94;
94; M arx : suprimida
Marx: suprim ida en dos tiem tiempos,pos, nay)
nay),, 663-64
3 - 6 4 ((Turgot),
T urg ot) , 69; los FFranceses,
ranc eses,
16 0 - 16 2 - como
160-162 c om o resultante
resultante del cambfo, c am bio, 112
112,, 113113;; Ada Adam m Sm ith, 116
Snúth, 116;; de va lo r de
valor· de,
17 7 ; paralelo con
177; c o n Locke,
L oc ke, 2220-221,
2 0 - 2 2 1, v. v. ccambio
am bio a va lo r ((absoluto),
valor absoluto) , 127, 12 7 , 12
128 8 ñ. n. 8,8)
E m anc ipac ión.
Emancipación. 13
130;0 ; v. Va lo r-tra ba jo ; P
V aloe-trabajo; lusvalía ; P
Plusvalía; rec io. , :
Precio.
Sustanc ia: pensam
Sustancia: pensamiento iento sustantivista
susta ntivista e indi- indi- Va lo r-tra ba jo , teo
Valor-trabajo, ría del -- : -- y
teoría y pensam
pensamiento' iento
~ ;
2252
52
í
~ustantivista,
^ s u s t a n t ivis t a , 1l 114;
4 ; discusión
d is c u s ió n ddee Schumpe-
Sc h u m p e V e bl e n , T
VEBLEN, h o rste in, 42.
Thorstein, 42.
¡ter,
t e r , 126-128;
1 2 6 - 1 2 8 ; v.v. P Plusvalía.
lu s v a lí a . V irtu d , definición
Virtud, definic ió n de M a ndeville , 100;
Mandeville, 10 0 ; v.
v.
|Adam Smith,
~dam Sm ith, 116; 116 ; ·§‘8 central
c entra l de la RiquezaRique:;:;, M o ral.
Moral.
^ 117 - 118 , 121-122,
!117-118, 12 1- 12 2 , 2237-239,3 7 - 2 3 9 , va lo r en
valor en la VINER,
V i n e r , JJacob,
a c o b , 42,
4 2 , 46,
4 6 , 46
46 n n.. 22,, 97,
9 7 , 997
7 n n.. 55,,
pro duc c ión y
'producción y vavalorlo r a través
tra vés del ccambio am bio 1 0 1 , 1101
101, 0 1 n n.. 66,, 1133.
33.
p
|116 - 12 4 , 2233,
16-124, 3 3 , 2239,
3 9 , 2243;
4 3 ; el trabajo como c orno Vio le nc ia : confusión
Violencia: c o nfusió n en la opinión o pin ió n ccontem-
o ntem
[medida del va
lmedida lo r, 117,
valor, 117 , 121, 12 1, 124,
12 4 , 231,
2 3 1, poránea, 224-25. 4-25.
2 3 5 ; va
[235; valorlo r del trabajo, 124, 12 4 , 235-236;
2 3 5 - 2 3 6 ; in- Vo lunta d, 17;
Voluntad, 17 ; vo lunta d g
voluntad e ne ra l, R
general, ousseau,
Rousseau,
iterpretac ión de M
íterpretación a rx , 120;
Marx, 12 0 ; V.v. Trabajo,
T rabajo, A. A. 156,157,159.
15 6 , 15 7 , 15 9 .
jSmith.
i5mith. VoN
V ON L LEYDEN,
E YDE N , W Wolfgang,
o lf g a n g , 81,
8 1 , 83,
83,
R ic a rdo , 129.
fRicardo, 12 9 .
M arx , 129-131;
'Marx, 12 9 - 13 1; plusvaplusval!a, lía , 114;
114 ; fuerza de WE BE R, M
WEBER, a x , 207,
Max, 2 0 7 , 2207
0 7 n. 11.
11.
trabajo, 120; 12 0 ; cambio
c am bio de fu nc ió n de la te
función o
teo- W e u l e r s s e , Georges,
WEULERSSE, Ge o rg es, 61-62,
6 1- 6 2 , 65-69.
65-69.
:ria, 130; 13 0 ; trabajo socialmente so c ialm ente nec esario,
necesario,
, 130-131.
13 0 - 13 1. Y a l m a n , N ur, 15,
YALMAN,Nur, 15 , 15 η . 1.
15n.1.
253
253
... wmmimsm*
.
.
IN D IC E
INDICE
'
r
PRÓLOGO.............................................................
P r ó l o g o ................................. . . . . ..................... ........... ................................................................. 77
(
IN T R OD U CCIÓ N
INTRODUCCIÓN
1. E
l. studio comparativo
Estudio c om pa ra tivo de la ideología
ideolog ía m oderna yy del lugar
moderna lug ar que en ella oc upa
ocupa (
el pensam iento económico...........................................
pensamiento e c o n ó m ic o ............................................................................... 13
13
P p aARTE
r im e r a P
PRIMERA r t e
1
L A GÉNESIS
LA GÉ N E SIS
SEGUNDA PARTE
Se g u n d a P a r t e
E L APOGEO:
EL AP O G E O : K AR L M
KARL AR X
MARX 1
7. D e l vo
Del to revolucionario
voto revo luc io na rio del jo ven M
joven a rx a L,
Marx L a .ideología
ideologia alemana: pre- pre-
ponderanc
ponderancia
E l encuentro
8. El
ia del individualismo.
enc ue ntro de M
in dividua lism o ..........................
a rx con
Marx
. . . . . . . . . . . . . ..................
c o n la economía polític a, yy su re
ec onom ía política,
. . .......................
. . . . . . . . . . . ... . .
fo r m a .....................
reforma............
14
1433
18
1855
r
E l éxito
9. El éx ito ideológico
ideológ ic o de M arx . D
Marx. ig resió n sobre su te
Digresión o ría socio-histórica.
teoría so c io-históric a........ .... 2211
11
1
ANEXO:
A T rabajo yy va
n e x o : Trabajo lo r en Ada
valor Adamm Smith.
Sm ith. Comentario
C om enta rio detallado
d e ta lla d o ........................
. . ...... . .. . 228
228
OBRAS
O b r a s CITADAS
IINDICE
c i t a d a s ......................................
n d i c e 0N0MASTIC0
..........................................................................................:.................
o n o m á st ic o y YaANALITIC0
n a l í t i c o ................................
.......................................
, ... , . . .
............................................................................................
2243
43
224
4 77 'r
1
(
255
255
1