Poesía Española Del 36 Al 75

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LITERATURA 2º BACHILLERATO

La poesía española a partir de 1936 (hasta 1975)

La guerra civil (1936-1939) significó una ruptura violenta en todos los aspectos de la vida española y
su impacto en la literatura y en particular en la poesía fue determinante. En los años cuarenta, ante la falta
de libertad y la atmósfera ultraconservadora y nacionalista de la España oficial, la lírica española regresó a
temas y modelos tradicionales, como si las vanguardias no hubieran existido. A este sombrío panorama
contribuyeron la muerte, el exilio o el silencio de alguno de los mejores poetas anteriores. Cuando estalla la
guerra civil, conviven en España cuatro grupos generacionales: el del 98, el del 14, el del 27 y el del 36. El
grupo poético del 36 o el de los poetas de la intrahistoria acepta influencias variadas: del 27, de César
Vallejo, de Neruda. Propone la revalorización de lo cotidiano, el intimismo, la familia, el amor, el realismo, los
temas religiosos y la inquietud por España; y recupera el soneto. Algunos de los integrantes fueron Luis
Rosales, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo y Miguel Hernández (1910-1942), quien mejor ilustra la
evolución de la poesía española de los años treinta desde fórmulas tradicionales hacia el compromiso
político. El título Viento del pueblo (1937) da fe de la intensidad del compromiso republicano. Dominan en
este libro la pasión, el júbilo y hasta una épica agresiva; en El hombre acecha plantea ya la seguridad de la
derrota en la guerra. No obstante, jóvenes poetas siguieron luchando para hacer oír su voz y dieron origen a
dos tendencias poéticas o dos actitudes que el poeta y crítico de la generación del 27 Dámaso Alonso, que
había permanecido en España, bautizó con los nombres, respectivamente, de poesía arraigada (conformista
con la situación, de temas familiares, religiosos y patrióticos, expresados con lenguaje y métrica
tradicionales) y, frente a ella, la poesía desarraigada (crítica con el panorama social, pero sin abordar
directamente asuntos que pudieran ser censurados, y con un estilo más áspero y desgarrado)
Los poetas arraigados, garcilasistas (años 40), se encuentran en la órbita ideológica de los
vencedores de la guerra y escriben en las revistas “Escorial” (1940-1950), dirigida por Dionisio Ridruejo y
Luis Rosales; y “Garcilaso” (1943-1946), dirigida por José García Nieto. Estos poetas escriben una poesía
heroica, religiosa o amorosa. Expresan una visión del mundo optimista y esperanzada, sin que la
penosa y dura realidad tenga cabida en sus versos. Otros poetas destacados son: Luis Felipe Vivanco,
Leopoldo Panero (La estancia vacía, 1944) y Rafael Morales.
Los poetas desarraigados, existencialistas (años 40 y 50) : En 1944 se dan tres hitos
fundamentales: se publican Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de Vicente
Aleixandre. Por último, aparece la revista “Espadaña”(1944-1950), que acoge a los poetas de esta
tendencia. Esta poesía se caracteriza por el arrebato de agrio tono trágico que enfrenta a un mundo caótico
invadido por el sufrimiento y la angustia. En ella existe una preocupación por el hombre, con humanismo
dramático, desgarrado, que entronca con el existencialismo. A diferencia de la poesía arraigada, la poesía
desarraigada está más apegada al mundo y a sus problemas.
Dentro la poesía existencial surgen diferentes tendencias:
En los años 50 predomina una corriente de poesía social que ya venía apuntada en los poetas
desarraigados. La evolución de la situación del país y el influjo de ideas de autores extranjeros (Sartre y su
idea de la literatura “comprometida”) son el trasfondo en el que se desarrolla esta concepción poética. El
poeta ha de ser solidario con la colectividad y tiene una responsabilidad ética para con ella. De esta forma,
la poesía ha de ser un instrumento para transformar la sociedad (“La poesía es un arma cargada de futuro”,
título de un poema de Celaya) y dirigirla hacia una situación de mayor justicia y libertad.
Poesía realista: Estos poetas adoptan una actitud ética o de compromiso existencial y huyen del
esteticismo formal: Gabriel Celaya (Cantos íberos, 1955), Ángela Figuera “existencialista solidaria”, José
Hierro, Quinta del 42 (1951); además de grandes poetas en el exilio como Rafael Alberti.
En particular, la obra de Blas de Otero refleja con bastante exactitud la evolución de la poesía
española desde el final de la guerra. En un primer momento con Ángel fieramente humano (1950) se sitúa
dentro de las preocupaciones existenciales de la poesía desarraigada. La publicación de Pido la paz y la
palabra (1955) lo convierte en el abanderado de la poesía social más comprometida y exigente.
Posteriormente seguirá evolucionando hacia una poesía de mayor renovación estilística y de esta forma
evitó el quedarse anclado en una corriente poética que empezaba a ser reiterativa.
Poesía metafísica: Poetas más interesados en buscar lo esencial del ser humano, como Carlos Bousoño.

El panorama de la lírica de posguerra no se agota en las dos líneas anteriores. Hay otros movimientos:
– El postismo: Postsurrealismo que enlaza con la poesía de vanguardia. Se inicia en 1945 con Carlos
Edmundo de Ory, fundador de la revista de ese nombre.
– Miguel Labordeta: Poesía rebelde y desgarrada sobre los problemas del existir y sociopolíticos con un
lenguaje próximo al surrealismo.
– Grupo Cántico de Córdoba: Mantuvo el entronque con el 27. Destacó Pablo García Baena.
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– Otras voces singulares: Gloria Fuertes y Carmen Conde.

Un poco antes de 1960 empieza a cobrar protagonismo un nuevo grupo de poetas que, sin
renunciar al compromiso, tienen una actitud más escéptica sobre la capacidad de la poesía para cambiar la
realidad y, al tiempo, son más exigentes con la calidad formal. Estos autores (Jaime Gil de Biedma,
Claudio Rodríguez, Ángel González, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente, Francisco Brines,
Carlos Barral...), vivieron la guerra en su infancia, y su juventud quedó marcada por el sórdido ambiente de
la postguerra. Frente a la poesía como instrumento de transformación del mundo o de comunicación con los
demás, prefieren la poesía como una forma de conocimiento. Los temas están relacionados con la vida
cotidiana, con la experiencia de la realidad que tiene cada autor: el paso del tiempo, la infancia, el amor...
Obras representativas: Moralidades, de Jaime Gil de Biedma; Tratado de urbanismo, de Ángel
González; Don de la ebriedad, de Claudio Rodríguez.
La publicación de la antología titulada Nueve novísimos poetas españoles en 1970 puede ser
considerada como el acta de nacimiento de una nueva promoción poética que significa la completa
liquidación del realismo social y la recuperación plena del espíritu poético de principios de siglo
(modernismo y vanguardismo). Con estos jóvenes autores la poesía española vuelve a sintonizar con las
corrientes europeas y se aleja del influjo de la guerra civil y la posguerra. Su concepción de la realidad
social y política está marcada por los cambios ideológicos surgidos a raíz de “mayo del 68”.
En la formación cultural de estos autores es muy importante la presencia de los medios de
comunicación de masas (cine, publicidad, música moderna, tebeos, radio, televisión...) que les ofrecen
temas, estilos y hasta una nueva mitología. Con frecuencia recurren a temas ya tratados en otras
manifestaciones artísticas (pintura, música, cine...) o recrean asuntos históricos, literarios o referentes a
geografías exóticas. Esta tendencia se conoce con el nombre culturalismo. Suelen hacer de la reflexión
sobre el lenguaje poético materia de sus poemas (metapoesía), como en el caso de Guillermo Carnero.
Poetas más representativos: Pere Gimferrer (gran parte de cuya obra está escrita en catalán),
Leopoldo María Panero, Manuel Vázquez Montalbán (más conocido como novelista y articulista), Luis
Antonio de Villena, Luis Alberto de Cuenca, Félix de Azúa...

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