Lorenzo de La Hidalga
Lorenzo de La Hidalga
Lorenzo de La Hidalga
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se inició en 1841; esta obra reemplazaba el antig'uo mercado, que era
un sitio lleno de inmundicias e incomodidad, y significó un gran adelanto
y progreso por lo que se refiere a la salubridad pública. Las ventajas
de esta fábrica fueron comentadas antes de su inauguración en un
amplio artículo, en el primer tomo de la revista El Museo Mexicano
(1843-1844). Los editores aseguraban: "La constlucción del mercado
ha sido una mejora efectiva que decora a la ciudad y que le proporciona
ventajas y comodidades de que antes carecía", más adelante informaban
que existió un primer plOyecto que "si se hubiese adoptado habría
presentado ese edificio la mas hermosa perspectiva". En efecto, en el
primer plan De la Hidalga, acaso recordando las antiguas construcciones
coloniales de "plato y taza", destinaba el segundo piso del mercado para
habitaciones. Al respecto los periodistas opinaron: "de esa manera la
parte superior del mercado habría quedado adornada con una hermosa
balconería; pelO hubiera tenido entonces el grave inconveniente de que
los dueños de las tiendas carecerían de bodegas en que guardar sus
mercancías". Por tal motivo este arquitecto sacrificó parte de la belleza
de su proyecto a la conveniencia y utilidad del mismo. En ese mismo
escrito y como corolario a las ideas del Museo Mexicano, se daban
a conocer los principios de De la Hidalga, bajo los cuales proyectó y
construyó el mercado de la Plaza del Volador. Teorías en las que se
hacen patentes las enseñanzas asimiladas por este arquitecto, del Précis
de Le90ns de Louis Durand. Este autor francés señala en su obra que
el objeto principal de la arquitectura es el alcanzar una disposición
que combine un máximo de adecuación con una máxima economía, y que
esa adecuación presenta tres aspectos: solidez, salubridad y comodidad.
Lorenzo de la Hidalga, siguiendo puntualmente las premisas de Durand,
expone en el artículo mencionado los principios bajo los cuales se
realizó el Volador, y que no resulta superfluo comentar. En primer
lugar afirma que dicho mercado se construyó al igual que otros grandes
edificios "justamente admirados" por estar compuestos según los prin-
cipios generales deducidos de la conveniencia y la economía.
Pasa luego a defender la "solidez" de su obra y asegura que esa
fábrica es muy firrl1e, puesto que está construida sobre buenos y pro"
fundos cimientos, teniendo en cuenta el subsuelo de México; además
insiste: "La parte superior de cada cuerpo de los que forman la elevación
del edificio se halla encadenada y perfectamente unida en toda su
extensión," El paso del edificio está distribuido con "igualdad y regu'
laridad". Conocedor de los adelantos y teorías de la arquitectura fun-
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cional, De la Hidalga finaliza su exposición sobre la solidez del mercado,
conforme los principios del inglés Isaac Ware sobre el uso óptimo del
emplazamiento del edificio y, sobre todo, al detenerse en la naturaleza
de los materiales menciona: "Es conocida la excelencia de todos los
materiales que entran en la construcción en México."
Al razonar sobre la "salubridad" del Volador, declara que, en este
aspecto, su construcción no deja nada que desear, porque sus entrada&
bien distIibuidas son grandes y suficientes, así como la regularidad de
la planta con sus calles anchas, arboladas y fuentes contribuye a renovar
el aire sin que "se estacionen en esa área las emanaciones pútridas de
los objetos que han de aglomerarse en su interior".
Después se refiere a la "comodidad" del mercado, cuyas tiendas de
buen tamaño y forma son suficientes en númeIO, y sostiene que es
imposible que su obra deje de ser cómoda "habiendo llenado satisfac-
toriamente los principios de solidez y salubridad".
Deja para el final su análisis sobre el aspecto de "economía" del
edificio, del que queda igualmente complacido, ya que se ha proscrito
en él aquello que resulta inútil, y cuya fábrica es "simétrica, regular
y sencilla", todas sus partes se corresponden y están "proyectadas sobre
unos mismos ejes que equidistan entre sí". Concluye su examen con
la siguiente consideración: "En fin la más exacta observancia existe
en el cumplimiento del verdadero sentido de economía. Luego el resul·,
tado del análisis crítico y artístico de la nueva plaza no puede ser
más satisfactorio pues queda demostrado que su composición cumple
estrictamente con los verdaderos principios de la bella arquitectura".
A pesar de todas las cualidades enumeradas por De la Hidalga, se
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todo con respecto a que el segundo cuerpo era bajo y pobre en com-
paración con el primero. De la Hidalga se defendió de esos ataques
y aseguró que la altura de las piezas superiores (cuatro varas desde
el piso hasta el techo) era suficiente al objeto a que estaban destinadas
y, por lo tanto, aclaró: "Es indudable que todo 10 que pasara de esta
dimensión sería superfluo o inútil, un ático es siempre la coronación
de un edificio y cualquier otra medida que se le hubiese dado daría
lugar a una crítica razonada." Insistió también en que en un edificio
debe estar siempre presente el carácter para que ha sido construido, y
cierra su defensa con esta rotunda afirmación: "La grandeza, la magni..
ficencia, la variedad, el efecto y el carácter se encuentran en un edificio
cuando se dispone de la manera más conveniente al uso a que está
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destinado." Es indudable que 10 subrayado por De la Hidalga cons-
tituye un vehemente testimonio de su actitud funcionalista, la que
podemos comprobar en la magnífica descripción que de este mercado
hace Manuel Rivera Cambas en su México pintoresco ... :
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las observaciones que se ha servido comunicamos el señor De la Hidalga,"
El arquitecto señala que en la fachada de su teatro está claramente
marcado el carácter de la construcción, cuyo estilo clásico renacentista
se advierte en las grandes columnas y pilastras del frontispicio que
forman la entrada al gran pórtico, cuyo piso se eleva sobre el plano
de la calle. La fachada culmina después del tercer cuerpo o ático con
seis estatuas y dos jarrones, ployectadas sobre cada columna y pilastra.
En los razonamientos de De la Hidalga quedan implícitos, entre líneas,
la adecuación de conveniencia y funcionalidad, y en lo que insiste
es en que la composición general de la fachada está en relación exacta
con la disposición interior del edificio; aquí De la Hidalga seguía
al francés Ledoux, para quien el arte de la arquitectura consistía no
sólo en la utilidad, sino, también, en la expresión de la función. Se
podría decir con Ledoux que se trata, al estar destacado el carácter,
de una arquitectura parlante. A De la Hidalga le preocupa justificar
los ornamentos empleados en su edificio, deja volar la imaginación, y
cita las opiniones de autores antiguos, entre otros, Demóstenes, Plutarco
y Plinio, para apoyar su afirmación de que "en un edificio público,
debe el arquitecto echar mano de los elementos que más contribuyen
a la grandeza, magnificencia y ornato de una ciudad". Probablemente
se refeda a Plinio el Viejo, pues Plinio el Joven en sus cartas, revela
un enfoque marcadamente práctico de la arquitectura y jamás se jacta
del empleo de ornamentos lujosos. Más delante, al continuar sus consi-
deraciones, De la Hidalga está de acuerdo con "los autores contem-
poráneos", que critican "con todo el ardor de su imaginación las mez-
quinas y extravag'antes producciones arquitectónicas, cuya base es el
egoísmo y el interés particular"; añade que el empresario Arbeu, dueño
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y ornato", las cuales felizmente aprovechadas por el artista -léase De
la Hida1ga- han dado lugar a una edificación en la que están presentes
las cualidades de "noble simplicidad y serena grandeza" dictadas por
Winckelmann, el estético del neoclasicismo.
El Teatro Santa Anna se inauguró el sábado 10 de febrero de 1844,
con el concierto del violencellista Maximiliano Bohrer. La asistencia
a ese recital no fue muy numerosa, pues se habían corrido rumores acerca
de la poca seguridad que ofrecía el teatro aún no concluido. La fitmeza
y comodidad del teatro resultaIOn evidentes y al finalizar la función fue-
ron llamados al escenario no sólo Bohrer, sino también el empresario
Arbeu y el arquitecto De la Hidalga, y, según dice Rivera Cambas, fue
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largamente ovacionado por "la infatigable actividad, maestría y buen
gusto que empleó en la bella obra que nos dejó en esta capital". 2
Por desgracia ese espléndido teatro fue demolido, al abrirse la conti-
nuación de la calle de Cinco de Mayo, en 1901.
Los conocimientos de Lorenzo de la Hidalga sobre teoría arquitectó-
nica y sú habilidad dentro de esa disciplina le valieron vatios nombra-
mientos y honores; a una de estas distinciones hace mención El Universal
de 26 de enero de 1845.
Por una casualidad hemos sabido que este apreciable arquitecto, hace
dos años fue nombrado miembro honorario y corresponsal del Insti-
tuto Real de Arquitectos Británicos. La modestia del Sr. Hidalga
había hecho que permaneciese ignorado en México un nombramiento
que tanto le honra y al que es por otra parte acreedor.
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sino porque como dice el arquitecto Katzman en su Arquitectura del
siglo XIX en México,3 "nos muestran claramente en qué forma y ton
qué conocimientos manejaba un arquitecto su jerarquía de valores,
porque esas descripciones del procesao de diseño no abundan", y no sólo
no abundan sino que De la Hidalga es el único ejemplo, empeñado en
presentar y justificar las novedades y directrices empleadas en su obra.
De la Hidalga no se ocupó solamente de sus proyectos y construcciones,
también le preocupó el progreso de la arquitectura en México, y ttató
de que los planes de estudio de la Academia de San Carlos, en ese ramo,
mejoraran; con esa intención envió una carta al periódico El Siglo Diez
y Nueve, publicada el 25 de enero de 1854, en la que, después de refe-
rirse a los brillantes comentarios que la prensa dedicó a las pinturas y
esculturas presentadas en la sexta expOSIción de esa Academia, se dolía
de la indiferencia de los periodistas ante la sección de arquitectura.
Aparte de reconocer que la arquitectura mexicana no había alcanzado
el desarrollo debido, exponía con un criterio que se adelantaba a su
época, una serie de observaciones tendientes a demostrar a los directores
de la Academia, las principales fallas de esa can era y las posibles correc-
ciones que podrían hacerse a la misma:
3 Katzman, ISlaeL Arquitectura del siglo XIX en México, UNAM, México, 1974,
p, 235-240.
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y sobre todo, con mucho amor al arte, cuyos secretos adquiridos de
una manera progresiva y razonada, le causan un verdadero entusiasmo:
algunos guiados por éste, continúan sus estudios en otros países, ya
pensionados por los gobiernos, ya a sus esfuerzos, durante otro perío-
do de cinco o más años, siempre bajo el mismo sistema de discusión
y análisis razonado de todos los edificios antiguos y modernos, con
cuyo estudio adquieren los elementos que sirven de guía a su imagi.,
nación e inspiración, que es lo que verdaderamente forma lo que
puede llamarse el genio de las composiciones arquitectónicas.
El estudio de la parte científica o teórica de la construcción, puede
hacerse más fácilmente en todos los países y se puede adquirir en
menos años, pues debe tener poco talento el joven que en tres o
cuatro años no estudió bien las matemáticas puras y mixtas, y sus
aplicaciones a la teoría de la construcción en igual período; por esto
se observa que el número de igenieros civiles y militares es mayor
que el de artistas propiamente dichos ...
Ahora bien, si los señores de la Junta no dan a cada uno de los do~
grandes ramos en que he dicho que se divide el estudio de la arquitec·
tura, el lugar que le corresponde, se puede creer que esto proviene
del error de confundirlos; pero por la relación anterior deben caer
en cuenta que si bien les es fácil encontrar quien desempeñe la parte
relativa a la teoría de la construcción, deben notar un vado completo
en la parte aItística, como lo habrán notado también en las exposi-
ciones de cada año todas las personas que tengan algunas nociones
de arquitectura.
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autor de varias publicaciones sobre arte y arquitectura. Cavallari se
encargó de la direccón de esa canera, cuyos planes modificó y a la cual
dio gran impulso, uniendo las carreras de ingeniería y arquitectura. A
partir de la estancia de este arquitecto en México, fue notorio el cambio
en el salón de arquitectura en las exposiciones anuales de la Academia
de San Carlos.
La autoridad, competencia y honestidad de Lorenzo de la Hidalga,
hicieron que la Academia lo nombrara como uno de los pocos peritos
valuadores de fincas rústicas y urbanas, según advertía El Siglo Diez y
Nueve de 20 de febrero de 1856.
Como se dijo antes, larga es la lista de los trabajos realizados por
Lorenzo de la Hidalga hasta su muerte, acaecida en 1872. Su actividad
fue múltiple y sus enseñanzas definitivas para el mejoramiento de la
arquitectura del siglo pasado; lástima que la mala suerte persiguiera a
sus construcciones, pues casi todas ellas, siendo de primer orden, desa-
pareCIeron.
La arquitectura mexicana es deudora a De la Hidalga de muchas inno-
vaciones y adelantos introducidos dentro del eclecticismo característico
de nuestra arquitectura del siglo XIX, entre otras, su preocupación por
adecuar sus construcciones al destino que se les iba a dar, también
De la Hidalga tuvo el talento y la visión de ajustar las formas antiguas
clásicas a las funcionales, y adaptarlas, así, a las exigencias de la sociedad
de su época. No es exagerado afirmar que al llevar a un gran plan la
arquitectura mexicana pretendía ponerla a la par con la de Europa.
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APÉNDICE
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"Una de las cosas que más ha llamado la atención de la única comisión
que ha opinado lo contrario, es justamente lo que marca de una manera
clara su falta de conocimientos en la teoría de la construcción. Voy a
demostrarlo: las cuatro grandes pilastras que reciben los arcos del foro,
estaban ligeramente estrelladas en puntos iguales en todas; ahora bien, un
arquitecto que haya estudiado todos los ramos que abraza esta carrera,
haya sido examinado en todos ellos y obtenido sus certificados, y por
último haya obtenido por riguroso examen un diploma de alguna acade··
mia respetable, al examinar este accidente, desde luego hubiera observado
que no procedía de esfuerzos verticales o peso, porque es incompatible
esta causa con la existencia del edificio, y haría esta reflexión hija del
cálculo y de la experiencia: un pie derecho que por esfuerzos verticales
tiene el accidente de que se estrellen algunas de sus piedras, no resiste
ni un segundo, porque al estrellamiento se sigue la ruina del edificio,
y desde luego hallaría la causa extraña al peso, que es la siguiente: en
donde se encontraban las Ideridas piedras estre-lladas hay unas plan-
chas de madera embutidas; éstas, en un descuido que hubo en las colade-·
ras de las azoteas se empaparon en agua, y la dilatación natural de
la madera produjo el estrellamiento de las piedras de cantería inme-
diata; esto hace siete años que sucedió, y los pies derechos, lejos de cau-
sar la ruina instantánea del edificio, han probado que su estabilidad
estaba a prueba de todo accidente para resistir el peso insignificante que
hay sobre ellos, y han venido a ser casualmente el termómetro para reco-
nocer las mediocridades y nulidades en conocimientos arquitectónicos, y
demuestran que los tres individuos de la comisión están muy lejos de
reunir las cualidades de un arquitecto, tal como lo acabo de indicar, por-
que confundir los esfuerzos verticales o sus efectos con las causas y efec-
tos horizontales, es una pifia de albañil.
"También les llamó la atención un desplome que existe en el tímpano
de la pared del fondo, sin comprender que esta pequeña parte de dicha
pared en nada influye en la falta de estabilidad del edificio, porque está
íntimamente unida a la armadura, y mientras ésta no sufra una destruc-
ción completa, tampoco puede moverse, y bien podría estar más desplo-
mada, ser de tepetate, madera o vidrio, sería lo mismo. Un ligero movi··
miento de la pared de los arcos del lado del norte, y en su ángulo, también
les llama la atención, movimiento que está exactamente 10 mismo que an-
tes del gran temblor del año 45, pues procede del accidente que hubo casi
a la conclusión de la obra, accidente que produjo la polémica de aquella
época y las vulgaridades y errores de la presente.
"Aprovecho esta ocasión para decir al que eSClibió en el Orden un
artículo con pretensiones de gracioso, que se aplique en contestación
cuanto llevo dicho, para que vea que lejos de haber cargado sobre las
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pilastras del foro el tata Hidalga, como él dice, más peso del que podían
resistir, eUas han probado lo contrario y han demostrado que el tal
Pobre Diablo (que así se firma), si es arquitecto, debe ser muy ramplón.
"Se han hecho bajo mi dirección las reparaciones necesarias en todo el
edificio, y el propietario ha querido que aun en la apariencia no existan
indicios de ruina; por lo mismo se ha duplicado el espesor de los repe-
tidos pies derechos de los arcos, y se han tomado otras medidas equiva-
lentes a las indicadas amistosamente por el Sr. Mora, director general
de ingenieros, con lo que ha desaparecido el termómetro que ponía en
evidencia la ignorancia de los que visitaban el edificio. Las únicas obras
que exigía el Teatro eran el aseo y reparaciones insignificantes; hubiera
continuado muchos años sin necesidad de las demás que se han ejecu-
tado, con las que queda con una superabundancia de estabilidad que
no la tiene, repito, ningun edificio de la capital.
"Dura es para algunos la demostración pública de tantos errores; la
hubiera querido evitar; pero atacado tan brusca y tenazmente en mi
amor propio, me ha sido imposible permanecer en silencio. Es probable
que tenga ocasión en otro escrito de entrar en más explicaciones sobre
este asunto, y de indicar el remedio que adoptan todas las academias de
bellas artes de Europa para evitar que se cometan contraprincipios seme-
jantes que las desacreditan.
15 de abtil de 1854.
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