1940 - El Duelo y Su Relacion Con Los Estados Maniaco-Depresivos.

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1940 El duelo y su relacion con los estados maniaco-depresivos.

Creo que el niño pasa por estados mentales comparables al duelo del adulto y que son estos tempranos duelos los que
se reviven posteriormente en la vida, cuando se experimenta algo penoso. El método más importante para que el niño
venza estos estados de duelo es el juicio de realidad. Este proceso es, tal como Freud lo señaló, parte del trabajo de
duelo.
Dije que el niño experimenta sentimientos depresivos que llegan a su culminación antes, durante y después del destete.
Este es un estado mental en el niño que denomino "posición depresiva". El objeto del duelo es el pecho de la madre y
todo lo que el pecho y la leche han llegado a ser en la mente del niño: amor, bondad y seguridad . El niño siente que ha
perdido todo esto y que esta pérdida es el resultado de su incontrolable voracidad y de sus propias fantasías e impulsos
destructivos contra el pecho de la madre.
El dolor y la preocupación por la pérdida temida de los "objetos buenos", es decir, la posición depresiva, es, según mi
experiencia, la fuente más profunda de los conflictos dolorosos en la situación edípica. En el desarrollo normal estos
sentimientos de dolor, aflicción y temores, se vencen mediante varios métodos.
Junto con la relación del niño, primero con su madre y pronto con el padre y otras personas, se produce el
proceso de internalización que he subrayado tanto en mi obra. El niño, al incorporar a sus padres, los siente como
personas vivas dentro de su cuerpo, del modo concreto en que él experimenta estas fantasías inconscientes. Ellas son,
en su mente, objetos "internos" o "internalizados".
Así se edifica un mundo interno en la mente inconsciente del niño, correspondiendo a las experiencias reales y a las
experiencias del mundo exterior, aunque alterado por sus propias fantasías e impulsos. (Imagos). Si lo que rodea al niño
es predominantemente un mundo de personas en paz unas con otras y con su yo. resulta de esto una integración, una
armonía interior y un sentimiento de seguridad. (baja persecutoria y superyó se van pareciendo a la imagen real de sus
padres).
Cuando las situaciones externas se internalizan -y sostengo que es así desde los primeros días de vida en adelante-
siguen este mismo patrón: se hacen "dobles" de las situaciones reales y son luego alteradas por las mismas razones.
La madre que él ve, la madre real, le da así pruebas continuas de cómo es la "interna", de si lo quiere o está enojada, de
si lo ampara o si es vengativa. La extensión en la que la realidad externa es capaz de refutar ansiedades y penas en
relación con la realidad interna varía en cada individuo pero puede ser tomada como un criterio para juzgar la
normalidad.
En niños que están en tal forma dominados por su mundo interno que sus ansiedades no pueden ser suficientemente
refutadas y contrarrestadas aun por los aspectos agradables de sus relaciones con la gente, son inevitables serios
trastornos mentales. Por otra parte, una cierta cantidad de acontecimientos displacientes son importantes en el juicio
de realidad, si el niño, venciéndolas, siente que puede retener sus objetos así como el amor de ellos y el suyo por ellos, y
así preservar o restablecer la vida interna y la armonía frente a peligros. (tolerar la frustración + crecimiento +
seguridad).
Todas las alegrías que el niño vive a través de su relación con la madre, son pruebas para él de que los objetos amados,
dentro y fuera de su cuerpo, no están dañados y no se transformarán en personas vengadoras. El aumento de amor y
confianza y la disminución de los temores a través de experiencias felices, ayuda al niño paso a paso a vencer su
depresión y sentimiento de pérdida (duelo). Lo capacitan para probar su realidad interior por medio de la realidad
externa. Al ser amado y a través de la alegría y comodidad que experimenta en la relación con el mundo, se fortalece su
confianza en su propia bondad, así como en la de las personas que lo rodean, aumenta su esperanza de que los objetos
buenos y su propio yo puedan salvarse y preservarse, y disminuye al mismo tiempo su ambivalencia y sus temores a la
destrucción del mundo interno. Las experiencias desagradables y la falta de experiencias gratas, en el niño pequeño,
especialmente la falta de alegría y contacto íntimo con los seres amados aumenta la ambivalencia, disminuye la
confianza y la esperanza y confirma sus ansiedades sobre la aniquilación interna y la persecución externa;
además,lentifica y a veces detiene permanentemente el proceso beneficioso a través del cual, a la larga, se logra una
seguridad interior.
Como resultado de mi trabajo sobre la posición depresiva infantil puedo ratificar de que es la posición central en el
desarrollo del niño.
Durante el transcurso de la neurosis infantil se elaboran las primeras ansiedades de posiciones depresivas: se elaboran y
gradualmente se superan; y ésta es una parte importante del proceso de organización e integración, la cual, junto con el
desarrollo sexual caracteriza los primeros años de vida.
Sostengo que una buena relación con el mundo depende del éxito logrado en la lucha contra el caos interior (la posición
depresiva) y en haber establecido con seguridad objetos "buenos" internos.
Ahora consideraremos más detenidamente los métodos y mecanismos a través de los cuales se logra este desarrollo.
En el niño los procesos de introyección y proyección conducen a temores de persecución de objetos terroríficos; a estos
miedos se agrega el temor a la pérdida de los objetos amados(totales) y es así como surge la posición depresiva. Cuando
al principio introduje el concepto de posición depresiva, sugerí que la introyección de todos los objetos amados hace
surgir la preocupación y el dolor por temor de que estos objetos totales puedan ser destruidos (por los objetos "malos"
y el ello) y de que estos sentimientos penosos y temores agregados a los temores paranoides y sus defensas, constituyen
la posición depresiva. De este modo existen dos grupos de temores, sentimientos y defensas, que no obstante su
variación y el estar ligados los unos a los otros, pueden, con propósitos teóricos, aislarse unos de otros.
Los sentimientos y fantasías del primer grupo son persecutorios y están caracterizados por temores relacionados con la
destrucción del yo por perseguidores internos. (P.E.P).
Los sentimientos del segundo grupo que conducen a la posición depresiva, sentimientos de pena e inquietud por los
objetos amados, para los temores de perderlos y el ansia de reconquistarlos, una palabra simple, derivada del lenguaje
diario, "penar" (pining) por los objetos amados. En resumen, la persecución (por los objetos "malos") y las defensas
características contra ella, por una parte, y el penar por los objetos amados ("buenos"), por la otra, constituye la
posición depresiva (P.D.).
Cuando surge la posición depresiva, el yo está forzado a desarrollar (además de las defensas tempranas) métodos
defensivos que se dirigen esencialmente contra el "penar" (tramitar la culpa) por el objeto amado. Esto es fundamental
en la total organización del yo. Anteriormente denominé a algunos de estos métodos defensas maníacas o posición
maníaca.
El yo está conducido por ansiedades depresivas a construir fantasías omnipotentes y violentas, en parte con el propósito
de controlar y dominar los objetos "malos" peligrosos, y en parte para salvar y restaurar los objetos amados.
Desde el comienzo mismo, estas fantasías omnipotentes, tanto las destructivas como las de restauración, estimulan
todas las actividades, intereses y sublimaciones del niño y entran en ellos. En el niño, el carácter extremo, tanto de sus
fantasías sádicas como de las constructivas, corresponde tanto a la maldad extrema de sus perseguidores como a la
extrema perfección de sus objetos "buenos”.
La omnipotencia, la negación y la idealización, íntimamente ligadas con la ambivalencia, permiten al yo temprano
afirmarse en cierto grado contra los perseguidores internos y contra la dependencia peligrosa y esclavizante de sus
objetos amados y así progresar más en su desarrollo.
Como ya queda dicho, en las fantasías tempranas, tanto destructivas como de reparación, prevalece la omnipotencia e
influye sobre las sublimaciones, tanto como sobre las relaciones de objeto. Por otra parte, en el inconsciente, la
omnipotencia está tan íntimamente ligada a los impulsos sádicos, con los que estuvo asociada al principio, que el niño
siente una y otra vez que sus intentos de reparación no han tenido o no tendrán éxito.
Cuando fracasan las defensas maníacas -defensas en las cuales los diversos peligros son negados o disminuidos de un
modo omnipotente- el yo se ve conducido alternativa o simultáneamente a combatir los temores de deterioro y
desintegración mediante intentos de reparación realizados de un modo obsesivo.
El hecho de que las defensas maníacas operen en tan íntima conexión con las obsesivas, contribuye al miedo del yo de
que los intentos de reparación por mecanismos obsesivos también fracasen. El deseo de controlar el objeto, la
gratificación sádica de vencerlo y humillarlo, de dominarlo, el triunfo sobre él, pueden entrar tan intensamente en el
acto de reparación (realizado por pensamientos, actividades o sublimaciones), que se rompa el círculo "benigno"
comenzado por este acto.
Los objetos que deben ser restaurados se transforman en perseguidores y a su vez se reviven los temores paranoides. La
reparación progresiva se perturba de este modo -o aun se hace nula- de acuerdo con la medida en que actúen estos
mecanismos.
Como resultado del fracaso del acto de reparación el yo debe recurrir repetidamente a mecanismos de defensa
obsesivos y maníacos.

Cuando en el curso del desarrollo normal se ha logrado un cierto equilibrio entre amor y odio, y se han unificado
los diversos aspectos del objeto, se logra también un cierto equilibrio entre estos métodos tan antagónicos y tan
íntimamente conectados y se disminuye su intensidad. En este sentido quiero subrayar la importancia del triunfo,
íntimamente ligado con el menosprecio y subrayar la omnipotencia como factor de la posición maníaca. Sabemos la
parte que desempeña la rivalidad en el deseo ardiente del niño de equiparar sus logros al de los adultos. Además de la
rivalidad, su deseo, aunque con miedo, de superar sus deficiencias (en último término vencer su destructividad y sus
malos objetos internos y ser capaz de controlarlos) es un incentivo para todos sus logros. En mi experiencia, el deseo de
invertir la relación niño-padre, de vencer el poder de los padres y de triunfar sobre ellos va siempre en cierta medida
asociado con deseos dirigidos hacia el logro del éxito. El niño fantasea que llegará un momento en que él será fuerte,
grande, poderoso, rico y potente, y en que el padre y la madre se transformarán en niños indefensos o, en otras
fantasías, en personas muy viejas, débiles, pobres o rechazadas. El triunfo sobre sus padres, a través de estas fantasías,
por la culpa que origina, a menudo malogra todas sus conquistas. Muchos seres no pueden alcanzar el éxito, porque
tenerlo significa para ellos humillar o dañar a otro, en primer lugar, el triunfo sobre los padres, hermanos y hermanas.
Los esfuerzos por conseguir algo pueden ser de naturaleza muy constructiva, pero el triunfo implícito y la injuria y daño
subsiguientes sobre el objeto pueden sobrepasar sus propósitos en la mente del sujeto e impedirle así su logro. El
resultado es que la reparación de los objetos amados que en las más profundas capas mentales son los mismos sobre los
que se triunfa, se frustra nuevamente, y de este modo la culpa permanece sin alivio. El triunfo del sujeto sobre sus
objetos implica su deseo de triunfar sobre ellos y le conduce así a la desconfianza y a sentimientos de persecución.
Todo esto influye mucho en la posición depresiva infantil, y en el fracaso o el éxito del yo para vencerla. El triunfo sobre
los objetos internos que el yo del niño controla, humilla y tortura, es una parte del aspecto destructivo de la posición
maníaca que perturba la reparación o la recreación de su mundo interno o de la paz y armonía internas; y de este modo
el triunfo estorba el trabajo del duelo temprano.
Volviendo al curso del desarrollo temprano, diré que cada paso en el desarrollo emocional, intelectual y físico es
utilizado por el yo como medio de vencer la posición depresiva.
La habilidad creciente del niño, sus dotes y destrezas, aumentan su creencia en la realidad psíquica de sus tendencias
constructivas y en su capacidad de dominar y controlar sus impulsos hostiles tanto como sus objetos internos "malos".
De este modo se alivia la ansiedad de las diferentes fuentes y resulta una disminución de la agresión y a su vez de sus
sospechas frente a los objetos malos internos y externos.

El yo fortalecido, junto a una mayor confianza en el mundo, lo ayuda a dar un paso más en la unificación de sus
imagos -externas como internas, amadas y odiadas- y hacia una futura mitigación del odio por medio del amor y de este
modo a un proceso general de integración.
Cuando aumenta la creencia y confianza del niño en su capacidad de amor, en sus poderes de reparación y en la
integración y seguridad de su mundo interno bueno, como resultado de las pruebas y contrapruebas constantes y
múltiples que ha logrado a través de las pruebas de la realidad externa, disminuye la omnipotencia maníaca y la
naturaleza obsesiva de sus tendencias de reparación, lo que significa en general que se ha superado la neurosis infantil.
Conectaré ahora la posición depresiva infantil con el duelo normal.

En el duelo de un sujeto, la pena por la pérdida real de la persona amada está en gran parte aumentada, según
pienso, por las fantasías inconscientes de haber perdido también los objetos "buenos" internos.

Se siente así que predominan los objetos internos "malos", y que su mundo interno está en peligro de desgarrarse.
Sabemos que en el sujeto en duelo, la pérdida de la persona amada lo conduce hacia un impulso de reinstalar en el yo
este objeto amado perdido.Desde mi punto de vista, no solamente acoge dentro de si a la persona que ha perdido (la
reincorpora), sino que también reinstala sus objetos buenos internalizados (en última instancia sus padres amados), que
se hicieron parte de su mundo interno desde las fases tempranas de su desarrollo en adelante. Siempre que se
experimenta la pérdida de la persona amada, esta experiencia conduce a la sensación de estar destruido. Se reactiva
entonces la posición depresiva temprana y -junto con sus ansiedades, culpa, sentimiento de pérdida y dolor derivados
de la situación frente al pecho- toda la situación edípica, desde todas sus fuentes. Entre todas estas emociones, se
reavivan en las capas mentales más profundas los temores a ser robado y castigado por los padres temidos, es decir,
todos los temores de persecución.

El incremento de los sentimientos de persecución en esta fase del duelo es tanto más doloroso, ya que como resultado
de un aumento de la ambivalencia y la desconfianza, las relaciones amistosas con las gentes, que podrían serle tan
útiles, están obstaculizadas.

El dolor experimentado en el lento proceso del juicio de realidad durante la labor de duelo, parece deberse en parte, no
sólo a la necesidad de renovar los vínculos con el mundo externo y así continuamente reexperimentar la pérdida, sino al
mismo tiempo y por medio de ello, reconstruir ansiosamente el mundo interno que se siente en peligro de deterioro y
desastre. Cuando el niño pasa a través de la posición depresiva, lucha en su inconsciente con la tarea de establecer e
integrar el mundo interno, del mismo modo que el sujeto en duelo sufre con el restablecimiento y la reintegración de
este mundo.

El mayor peligro para el sujeto en duelo es la vuelta contra sí mismo del odio hacia la persona amada perdida. Una de las
formas en que se expresa el odio en la situación de duelo, son los sentimientos de triunfo sobre la persona muerta. En la
primera parte de este articulo me referí al triunfo como una parte de la posición maníaca en el desarrollo infantil. Los
deseos de muerte del niño contra los padres, hermanos y hermanas se cumplen cuando alguien muere, porque
necesariamente en un cierto sentido representan figuras importantes tempranas y de ahí que se cargan con los
sentimientos correspondientes a aquéllas. Así la muerte, aunque frustre por otras razones, es sentida en cierto modo
como una victoria; origina un triunfo y de ahí el aumento de la culpabilidad.

En mi experiencia el sentimiento de triunfo está ligado inevitablemente con el duelo normal y tiene el efecto de retardar
el trabajo de duelo y más aun contribuye mucho a las dificultades y pena que experimenta el sujeto en duelo. . La madre
idealizada es la salvaguardia de la que dispone el niño contra una madre vengativa o una madre muerta o contra todos
los objetos malos y aun más, representa en sí misma seguridad y vida. Como sabemos, el sujeto en duelo se alivia
recordando la bondad y buenas cualidades de la persona perdida y esto en parte debido a la tranquilización que
experimenta al conservar su objeto de amor idealizado.

Las fases del tránsito hacia la elación, que acontecen entre penas y desgracias en el duelo normal, tienen un carácter
maníaco y se deben al sentimiento de poseer dentro de sí un objeto amado perfecto (idealizado). Cuando resurge, en el
sujeto en duelo, el odio hacia la persona amada, se derrumba su creencia en ella y se trastorna el proceso de
idealización.

Sólo gradualmente, obteniendo confianza en los objetos externos y en múltiples valores, es capaz el sujeto en duelo de
fortalecer su confianza en la persona amada perdida. Sólo así puede aceptar que el objeto no fuera perfecto, sólo así
puede no perder la confianza y la fe en él, ni temer su venganza.Como ya he dicho, la mayor confianza en las personas y
cosas reales, y la ayuda recibida del mundo externo, contribuyeron al relajamiento del control maníaco sobre su mundo
interno. De este modo, la introyección (así como la proyección) pudieron operar aun más libremente, y pudo tomar del
mundo exterior una mayor cantidad de bondad y amor para internalizar, y en grado creciente la bondad y el amor
fueron experimentados por dentro.

Así, mientras que el dolor se experimenta con toda intensidad y la desesperación alcanza su punto culminante, surge el
amor por el objeto, y el sujeto en duelo siente más poderosamente que la vida interna y la externa seguirán existiendo a
pesar de todo, y que el objeto amado perdido puede ser conservado internamente.

Cualquier dolor causado por experiencias dolorosas, cualquiera sea su naturaleza, tiene algo de común con el duelo y
reactiva la posición depresiva infantil. El encuentro y la superación de la adversidad de cualquier especie ocasiona un
trabajo mental similar al duelo.

Cuando durante la labor de duelo, las defensas maníacas se relajan y se establece una renovación de vida por dentro,
junto con una profundización de las relaciones internas, el sujeto pasa por fases comparables con los pasos que en el
desarrollo temprano conducen al niño a una mayor independencia tanto de los objetos externos como de los internos.

Una de las diferencias entre la temprana posición depresiva y el duelo normal, es que cuando el niño pierde el pecho o
el biberón que ha llegado a representar para él un objeto bueno, beneficioso y protector dentro de él, y experimenta
dolor, lo siente aunque su madre esté junto a él. En el adulto, sobreviene el dolor con la perdida real de una persona
real; sin embargo, lo que lo ayuda para vencer esta pérdida abrumadora es haber establecido en sus primeros años, una
buena imago de la madre dentro de si.

Mi experiencia me conduce a la conclusión de que si bien es verdad que el hecho característico del duelo normal es que
el sujeto instala dentro de sí el objeto amado perdido, no hace esto por primera vez, sino que, a través de la labor de
duelo reinstala el objeto perdido tanto como los objetos internos amados que sintió que había perdido. De este modo
recupera lo que había logrado ya en la infancia. En el curso del desarrollo temprano, como sabemos, el niño instala sus
padres en el yo.Pero en cuanto a la naturaleza del superyó y a la historia de su desarrollo individual, mis conclusiones
difieren de las de Freud. Como he señalado a menudo, el proceso de introyección y proyección, desde los comienzos de
la vida, conduce a la institución, dentro de nosotros mismos, de objetos amados y odiados, que son sentidos como
"buenos" y "malos", que están interrelacionados los unos con los otros y con el sujeto; es decir: constituyen un mundo
interno. Este conjunto de objetos internalizados se organiza, junto con la organización del yo, y en los más altos estratos
de la mente llega a hacerse perceptible como superyó. En términos generales, lo que Freud vio como las voces y la
influencia de los padres reales establecidos en el yo, es, de acuerdo con mis hallazgos, un mundo complejo de objetos
sentido por el individuo en las más profundas capas de su inconsciente como algo concreto dentro de sí, razón por la
cual yo y algunos de mis colegas usamos los términos "objetos internalizados" y "mundo interno". Este mundo interno
consiste en una gran cantidad de objetos dentro del yo que corresponden en parte a multitud de aspectos variados
buenos y malos en que los padres (y las otras personas) aparecen en el inconsciente del niño, a través de las varias fases
de su desarrollo. Aun más, también representan todas las personas que internaliza continuamente en una gran variedad
de situaciones que provienen de las múltiples y siempre cambiantes experiencias del mundo externo, tanto como de las
fantaseadas.
En el duelo normal, el individuo reintroyecta y reinstala tanto a la persona real perdida, como a sus padres amados que
sintió como objetos internos buenos. En su fantasía, este mundo interno, que construyó desde los primeros días de su
vida en adelante, fue destruido cuando se produjo la pérdida actual. La reconstrucción del mundo interno da la pauta
del éxito de la labor de duelo.

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