Fallos88988 - 0 Procesa Por Abandono de Personas Yhomicidio Culposos A Medico Psiquiattra
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AUTOS:
VISTOS:
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manos portando entre las mismas un cuchillo de grandes dimensiones,
como una “cuchilla de cocina” que extrajo de sus pertenencias.
Frente a ello, el oficial efectuó una modulación vía radial
interna al Cuerpo de la Policía Montada comunicando lo que estaba
sucediendo, mientras R. seguía en el lugar y golpeaba el cuchillo
contra las rejas del portón del puesto de seguridad en cuestión.
Luego, arribó al puesto nro. 2 el Oficial de Guardia Lucio
Andrés Iván Acosta Loccini, también del Cuerpo de la Policía
Montada de la Policía Federal Argentina, en virtud de la frecuencia
radial librada anteriormente. Allí, R. comenzó a proferir frases de
contenido similar a las precedentemente descriptas, pero esta vez
hacia Acosta. En concreto, también le dijo “a vos también te voy a
matar, porque sus almas van al infierno”, a la vez que le exhibía el
cuchillo que llevaba en sus manos.
Tras ello, R. se dirigió hacia el puesto nro. 1 -sito en la
Avenida Figueroa Alcorta y Scalabrini y Ortiz-, para luego regresar
hacia el nro. 2 -donde aún se hallaban ambos oficiales mencionados-,
arrojándole al personal policial un ave muerta que llevaba consigo.
Más tarde, se retiró hasta el puesto nro. 11 -ubicado en el cruce de la
Av. Figueroa Alcorta y Cavia-. Acosta lo siguió, pero Jauregui Bizcyk
se quedó en el puesto nro. 2, por lo que lo perdió de vista.
Que luego del aviso realizado por el Comisario del
Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal Argentina,
Augusto César Liberati -que había tomado conocimiento de lo que
estaba sucediendo por la modulación radial interna mencionada-,
desde el cuartel hacia la Sala de Operaciones de la Policía Federal
Argentina, se requirió un móvil jurisdiccional en el lugar que se
estaba desarrollando el episodio. Entre tanto, R. se acercó a pie al
puesto nro. 11 de la misma policía ubicado en la Avenida Figueroa
Alcorta y Cavia; donde comenzó a agredir a transeúntes que
circulaban por el lugar, gritándoles e incluso acercándose bruscamente
a ellos.
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evitar en tanto R. asestó el cuchillo contra el cuerpo de J. P. R. quien,
una vez herido en el tórax en procura de resistir la agresión, efectuó
disparos con su arma de fuego reglamentaria (pistola marca “Bersa”,
modelo “Thunder 9”, Calibre 9x19mm, nro. 11-602.062), de arriba
hacia abajo a modo de disuasión, siendo que tres de los cuatro
disparos efectuados impactaron contra el cuerpo de R., en principio
uno en cada pierna y otro en su abdomen.
Que, a resultas de dichas acciones, J. P. R. falleció el
mismo día, a las 17.25hs., en el “Sanatorio Mater Dei”, por “herida de
arma blanca en tórax, hemorragia interna y externa”, producida por la
lesión efectuada por R. en el tórax. Y horas más tarde, precisamente a
las 3.30hs del día siguiente, 29 de septiembre del 2020, se produjo el
deceso de R. F. R., en el “Hospital General de Agudos Dr. Juan A.
Fernández”, debido a un paro cardiorrespiratorio que habría sido
producido por “heridas de arma de fuego en abdomen y hemorragia
interna”.
b) Que luego de que J. P. R. resultó herido con el arma
blanca en cuestión, se efectuó la consulta judicial de rigor con este
tribunal por intermedio del personal de la Comisaría Vecinal 14C de
la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, quienes labraron las
actuaciones sumariales que dieran inicio a este legajo.
Tras ello, se llevaron a cabo una gran cantidad de
diligencias probatorias con la finalidad de reconstruir lo sucedido y
determinar qué había ocurrido.
c) De este modo, tanto a través de las pruebas reunidas
como los dichos de los propios familiares de R., se profundizó en la
investigación del estado de salud psicofísica del mencionado y su
estado de salud mental. Ello, a través de diversas diligencias que se
ordenaron incluso, ante la urgencia del caso, por consulta telefónica.
d) Tras ello, y luego de recolectar todas las constancias
relativas a su salud, se dispuso llevar a cabo una amplia y completa
pericia médica, con orientación psicológico psiquiátrica, a los efectos
de ahondar en los puntos periciales que luego se detallarán.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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concretara en el marco de violento evento que lo involucró donde R.
resultara gravemente herido de muerte y otra persona -el Inspector J.
P. R. del Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal
Argentina-; encontrándose dicho riesgo en el cabal conocimiento del
imputado quien, ostentando el poder de evitación de ese resultado,
soslayó toda acción positiva tendiente a neutralizarlo o reducirlo.
Que en ese sentido, J. A. M., médico psiquiatra, comenzó
a atender a R. F. R. el 18 de noviembre de 2014, diagnosticándolo
como paciente con “trastorno esquizofrénico de tipo paranoide
continuo” como así también con “incapacidad psíquica de más del
90% casi total y permanente, desde el inicio del tratamiento”,
recetándole para febrero de 2015 la ingesta de la medicación
“Lapenax”, que contiene “clozapina”.
Que hacia principios del año 2020 las atenciones se
discontinuaron, siendo las últimas brindadas el 8 de mayo, y luego el
3 de julio, ambos de 2020. Que en tal contexto y habiendo sido
avisado los días 18, 21 y 25 de septiembre de 2020 por los hermanos
de R. F. R., G. y J. F. R., por medio de conducto telefónico sobre la
interrupción por parte de R. del consumo de la medicación recetada y
la presencia en ese momento de descompensaciones psíquicas tales
como “comenzar a hablar raro, realizar movimientos extraños, tener
delirio de persecución”, M. no le brindo la atención, diagnóstico,
seguimiento y control M. en el marco de su ministerio, limitándose a
dialogar con el paciente por conducto telefónico el 18 de septiembre
del mismo año y luego de ello explicarle a los hermanos de R. -G. y J.
F. R.- que debía ingerir un comprimido diario de “lapenax” y
realizarse un “hemograma”; ya que “no lo había visto ‘tan mal’” y
que volvería a atenderlo el 2 de octubre del mismo año, sin perjuicio
de que el estado de salud psicofísica de dicha persona mejorara.
Que las advertencias de la familia sobre el estado de
psíquico y la descompensación psiquiátrica de R. se repitieron los días
25 de septiembre, a las 21.00hs aproximadamente, y el 27 de
septiembre, ambos de 2020, alrededor de las 15.00hs., momentos en
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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una mochila, a la vez que sostenía en una de sus manos una bolsa de
nylon con varios elementos en su interior, y aparentemente en la otra
un envoltorio de color rojo.
Una vez allí, R. se parado frente al agente manifestándole
“te tengo que ofrendar ante los dioses”, “vos me estás sobrando”,
“te estoy hablando en serio”, “tengo un cuchillo de carnicero y tu
alma está designada”, al tiempo que realizaba ademes con sus manos
portando entre las mismas un cuchillo de grandes dimensiones, como
una “cuchilla de cocina” que extrajo de sus pertenencias.
Que luego, el funcionario policial efectuó una
modulación vía radial interna al Cuerpo de la Policía Montada
comunicando lo que estaba sucediendo, mientras R. seguía en el lugar
y golpeaba el cuchillo contra las rejas del portón del puesto de
seguridad en cuestión. Que tras alejarse del sitio el personal policial se
apresuró y cerró la reja, lesionándose el nombrado en su dedo pulgar
derecho.
Que en tal ocasión, habría arribado al puesto nro. 2 el
Oficial de Guardia Lucio Andrés Iván Acosta Loccini del Cuerpo de
la Policía Montada de la Policía Federal Argentina, en virtud de la
frecuencia radial librada anteriormente. Que, en ese momento, R.
habría comenzado a proferir frases de contenido similar a las
precedentemente descriptas, pero esta vez hacia Acosta. En concreto,
también le habría dicho “a vos también te voy a matar, porque sus
almas van al infierno”, a la vez que le exhibía el cuchillo que llevaba
en sus manos.
Que luego de ello, R. se dirigió hacia el puesto nro. 1
-sito en la Avenida Figueroa Alcorta y Scalabrini y Ortiz-, para luego
regresar hacia el nro. 2 -donde aún se hallaban ambos oficiales
mencionados-, arrojándole al personal policial un ave muerta que
llevaba consigo. Tras ello, se retiró hasta el puesto nro. 11 -ubicado en
el cruce de la Av. Figueroa Alcorta y Cavia-. Acosta lo siguió, pero
Jauregui Bizcyk -ambos de la P.F.A.-, se quedó en el puesto nro. 2,
por lo que en ese instante lo perdió de vista.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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comenzó a insultarlos. Mientras tanto, arribó también a la esquina del
lugar la Oficial Ximena Figueroa de la Comisaría Vecinal 14C de la
Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
En ese instante, R., en ostensible estado de nerviosismo
comenzó a gritarles “me voy a cargar a uno, quien va a ser el
primero”, “los voy a ofrecer al cielo”, frases que dirigió hacia los
agentes J. P. R. y F. E. O., al mismo tiempo en que extrajo de su
mochila un cuchillo de unos treinta centímetros que se trataba
probablemente del mismo arma que había exhibido en la puerta del
cuartel, con el que volvió a hacer ademanes a los nombrados, con la
presunta intención de lesionarlos.
Frente a ello, J. P. R. quedó frente a R., mientras que F.
E. O. a un costado y Figueroa detrás; todos intentando en el marco de
sus funciones que cese en su accionar.
Que R. continúo con su actitud amenazante y agresiva,
por lo que los oficiales retrocedieron. Que en ese preciso momento R.
se abalanzó empuñando el cuchillo de frente sobre el Inspector J. P.
R., lo que generó el retroceso de éste aparentemente a los fines de
evitar ser lastimado o que terceras personas lo fueran, cuestión que no
logró evitar en tanto R. asestó el cuchillo contra el cuerpo de J. P. R.
quien, una vez herido en el tórax en procura de resistir la agresión,
efectuó disparos con su arma de fuego reglamentaria (pistola marca
“Bersa”, modelo “Thunder 9”, Calibre 9x19mm, nro. 11-602.062), de
arriba hacia abajo a modo de disuasión, siendo que tres de los cuatro
disparos efectuados impactaron contra el cuerpo de R., en principio
uno en cada pierna y otro en su abdomen.
Que, a resultas de dichas acciones, J. P. R. falleció el
mismo día, a las 17.25hs., en el “Sanatorio Mater Dei”, por “herida de
arma blanca en tórax, hemorragia interna y externa”, producida por la
lesión efectuada por R. en el tórax.
Horas más tarde, precisamente a las 3.30hs del día
siguiente, 29 de septiembre del 2020, se produjo el deceso de R. F. R.,
en el “Hospital General de Agudos Dr. Juan A. Fernández”, debido a
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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su dominio-, no haber adoptado las medidas necesarias -entre ellas el
adecuado diagnóstico e internación médica psiquiátrica que requería
el caso, generando con su accionar culposo en el marco de los
acontecimientos descriptos en el “hecho 1”, el fallecimiento de J. P.
R., Inspector del Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal
Argentina, que se produjo el 28 de septiembre de 2020, a las 17.25hs.,
en el “Sanatorio Mater Dei”, por “herida de arma blanca en tórax,
hemorragia interna y externa” producida por su paciente R. F. R.
Ello en razón de los incumplimientos a sus funciones y
negligencias ya descriptas en el “hecho 1” respecto del cuidado de la
salud psíquica de R. F. R. y del deber de evitación en el que se
encontraba como garante del cuidado del mencionado en lo ateniente
a su salud psicofísica, al no adoptar los recaudos necesarios para
garantizar la evitación del riesgo para sí o para terceros existente en
ese momento, y perfeccionado conforme lo ya relatado.
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Manuel Juárez ante este tribunal, Oficial Mayor Mariela Rosa Gómez
en sede policial, Inspector Gustavo Alberto Martínez en sede policial,
Oficial Rocío Cristian Galarza en sede policial, Principal Cristian
Salazar Tobar, Subcomisario Marcelo Gustavo Barreda, de la
Inspectora Déborah Elizabeth Godoy Soria, Oficial Mayor Iván
Agustín Ovadilla, de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
e) de G. R. ante este tribunal.
2) Croquis a mano alzada del lugar del hecho;
3) Informe médico legal respecto de R. F. R.;
4) Acta de extracción de sangre y orina respecto de R. F.
R.;
5) Informe pericial toxicológico respecto de R. F. R. del
Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional;
6) Acta de secuestro de los elementos que llevaba en su
poder R. F. R.; acta de secuestro de los elementos que llevaban en su
poder F. E. O. y J. P. R.; acta de secuestro del proyectil incautado en
el lugar del hecho; y acta de secuestro de las prendas de vestir que
llevaba J. P. R. al momento de los hechos;
7) Informes nro. 540.772 del Centro de Monitoreo
Urbano del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y soportes de
video acompañados, reservados en la Secretaría del tribunal y
registrados en el sistema informático;
8) Informes del suceso nro. 31.781.225 y 31.781.177 de
la División Transcripciones de la Policía de la Ciudad de Buenos
Aires, respecto de los llamados efectuados al Departamento Federal
de Emergencias Policiales (911) al momento de los hechos, con
grabación de sus respectivas modulaciones radiales;
9) Modulaciones efectuadas el 28 de septiembre de 2020
en los grupos de trabajo “PF1” de la Policía Federal Argentina;
10) Declaración testimonial del Oficial Mayor Luis
Mariano Pino de la División Exteriores de Video de la Policía de la
Ciudad de Buenos Aires, junto con soportes de video reservados en la
Secretaría del tribunal y registrados en el sistema informático;
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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11) Informes periciales de la División de Análisis Físicos,
Químicos e Industriales del Laboratorio Químico de la Policía de la
Ciudad de Buenos Aires;
12) Informes periciales de la División Balística de la
Policía de la Ciudad de Buenos Aires;
13) Informes de autopsia de J. P. R. y de R. F. R., con su
posterior ampliación, ambos de la Morgue Judicial de la Nación;
14) Actuaciones labradas con motivo de los registros
domiciliarios practicados en los domicilios de las calles …, del 28 de
septiembre de 2020, con declaraciones testimoniales de Ricardo
Alberto Acosta y Rubén Oscar González, fotografías y croquis a mano
alzada del lugar; y de …, y documentación allí incautada reservada en
la Secretaría del tribunal y registradas en el sistema informático;
15) Historia clínica completa de R. F. R., reservada en la
Secretaría del tribunal y registrado en el sistema informático;
16) 7 recetas médicas incautadas en el registro
domiciliario, firmadas por el Dr. J. A. M. de fecha 3 de julio de 2020,
y una del 18 de septiembre de 2020; recibos de compra de
medicamentos; planilla de controles de hemograma respecto de R. F.
R.;
17) Certificado médico rubricado por el Dr. J. A. M. de
fecha 27 de septiembre de 2020 respecto de R. F. R. y aportado por
M. A. J. en su presentación del 30 de septiembre del mismo año;
18) Constancia telefónica suscripta por el Principal
Augusto Pintos Samapaio de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires;
19) Copias de historia clínica de R. F. R. del “Hospital
Fernández;
20) Informe del ANSES respecto del trámite 024 20
20988302 4 7 de R. F. R.;
21) Actuaciones labradas con motivo de las ordenes de
presentación con facultad de allanamiento libradas a: 1) “Laboratorio
Proesa” de la Avenida Córdoba 2415, del 29 de septiembre de 2020,
2) “Hospital General de Agudos Bernardino Rivadavia” de la Avenida
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F. R.-, él se contactó con el “Centro Médico Pueyrredón” para
proceder a la inmediata y urgente atención médica de R., y su
eventual internación.
Que allí, le habrían informado que el centro en cuestión
no contaba con un equipo de internaciones, sino que debía contactarse
con el centro de emergencias “Vittal”, lo que así habría realizado;
todo por llamados telefónicos.
Que asimismo, dijo que al contactarse con este centro, le
dijeron que para proceder a la internación del paciente debían
contactarse con la familia de R., que presuntamente serían quienes se
encontraban con él en ese momento, ya que él, como médico “había
llegado hasta ahí”.
Y finalmente, dijo que tras esto, ese mismo domingo, en
el horario de la noche, recibió un mensaje de voz por la aplicación de
mensajería instantánea de “WhatsApp” en la que J. F. R. -hermano de
R.- le decía que por decisión de G. -el otro de sus hermanos- al día
siguiente analizarían nuevamente la cuestión y decidirían sobre la
internación de R..
Y CONSIDERANDO:
I) Consideraciones preliminares.
a) En primer lugar, debo aclarar que la decisión que
adoptaré en este momento, se basa en un concienzudo análisis de las
pruebas obtenidas y los razonamientos que se coligen a partir de ellas
sobre el contexto de la acción, su iter criminis y su resultado. Así, no
dejo de observar que el caso de autos se finca en establecer la
responsabilidad penal derivada de un posible nexo causal entre una -o
mejor dicho varias- omisiones y dos resultados fatídicos, y que la
aserción sobre dicha relación resultan, a mi juicio y sin margen de
dudas, como atribuibles al médico psiquiatra tratante del autor
material de los hechos que se desarrollaron y que dieran inicio a esta
investigación.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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Ubicados en la primera etapa del proceso, el auto previsto
en el artículo 306 del Código Procesal Penal de la Nación, es la
primera manifestación jurídica y de carácter vinculante, que se
encamina hacia tal finalidad, cuando el juez afirma que, en principio,
los hechos habrían existido, y el imputado habría participado en su
comisión.
En razón del carácter eminentemente provisorio de este
primer pronunciamiento, no se requiere para su dictado una certeza
absoluta de lo verdaderamente ocurrido, ni que el acusado
efectivamente haya cometido los hechos que se le enrostran, sino más
bien, que debe existir una seria posibilidad que ello haya ocurrido de
esa manera.
Recuérdese al respecto que “el procesamiento es una
decisión jurisdiccional emitida por el juez a cargo de la instrucción
que, bajo la forma de auto, analiza la prueba colectada, conforme las
reglas de la sana crítica, para llegar a la creencia, prescindente de
certeza plena, de que se cometió un delito y que el imputado se
encuentra vinculado a su ejecución (como autor, partícipe o
instigador)” -NAVARRO, Guillermo, DARAY, Roberto “Código
Procesal Penal de la Nación” Tomo II, pág. 527 Hammurabi 5ta.
Edición-, que implica un juicio de probabilidad –CNCP sala III, ED
187-1237; CCCF, sala I, DJ, 2001-2-322; CCC Sala IV, JA 1995-IV-
573 (Op.cit.) entre muchos otros- que no requiere, por tanto,
certidumbre apodíctica –CCCF sala I, LL, 2001-B-110; CF
Corrientes, Litoral, 2001-3-333 (Op.cit)- y que importa el
reconocimiento del mérito de la imputación -NAVARRO, Guillermo,
DARAY, Roberto “Código Procesal Penal de la Nación” Op. Cit. pág.
527.
Por ello, y en base a lo reseñado en los acápites
precedentes, es que habré de ordenar su procesamiento en los
términos del artículo 306 del Código Procesal Penal de la Nación.
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En efecto, tal como se mencionó, tales sucesos tuvieron
lugar en la intersección de Avenida Figueroa Alcorta y San Martín de
Tours de esta ciudad, tras una secuencia fáctica que habría comenzado
a las 16.10hs aproximadamente, ocasión en la R. F. R. se habría
presentado en el puesto nro. 2 del predio policial del Departamento
del Cuerpo de la Policía Montada, sito en la Avenida Figueroa Alcorta
y Casares, de esta ciudad; que estaba siendo cubierto en aquel
momento por el Agente Alan Nahuel Jauregui Bizcyk.
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Tras ello, se retiró hasta el puesto nro. 11 -ubicado en el
cruce de la Av. Figueroa Alcorta y Cavia-. Acosta lo siguió, pero
Jauregui Bizcyk -ambos de la P.F.A.-, se quedó en el puesto nro. 2,
por lo que en ese instante lo perdió de vista.
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(Captura de pantalla del puesto nro. 10 del Cuerpo de la Policía Montada
de la Policía Federal Argentina, sito en la intersección de la Avenida Figueroa
Alcorta y Cavia, de esta ciudad).-
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hacia abajo a modo de disuasión, siendo que tres de los cuatro
disparos efectuados impactaron contra el cuerpo de R., en principio
uno en cada pierna y otro en su abdomen.
Que, a resultas de dichas acciones, J. P. R. falleció el
mismo día, a las 17.25hs., en el “Sanatorio Mater Dei”, por “herida de
arma blanca en tórax, hemorragia interna y externa”, producida por la
lesión efectuada por R. en el tórax.
Horas más tarde, precisamente a las 3.30hs del día
siguiente, 29 de septiembre del 2020, se produjo el deceso de R. F. R.,
en el “Hospital General de Agudos Dr. Juan A. Fernández”, debido a
un paro cardiorrespiratorio que habría sido producido por “heridas de
arma de fuego en abdomen y hemorragia interna”.
Para lograr esta reconstrucción fáctica de lo ocurrido ese
día, tuve particularmente en cuenta los testimonios de todas aquellas
personas que se encontraban en el local gastronómico “Dashi” al
momento de los hechos (J. A. M., J. M. P., G. I. A., H. R. P., F. E. D.,
F. G. G., M. E. V. e I. V.); y también del personal que prestaba
funciones en ese lugar en tal ocasión (M. N. F., T. J. B. A., J. B. M.,
P. R. T., V. G. C., A. H. D., N. I. M.).
Asimismo, se tuvieron especial consideración los relatos
de todos los agentes de la Policía Federal Argentina y de la Policía de
la Ciudad de Buenos Aires, que explicaron detalladamente qué fue lo
que sucedió (el Oficial Alan Nahuel Jauregui Biczyk, el Agente F. E.
O., el Comisario Augusto César Liberati y el Oficial Lucio Iván
Acosta Loccioni, ellos de la P.F.A.; y los Oficiales Paulino Armando
Valdez, Daniela Belén Giménez, Ximena Figueroa, Mariela Rosa
Gómez, Rocío Cristian Galarza e Iván Agustín Ovadilla, los
Subcomisarios Víctor Manuel Juárez y Marcelo Gustavo Barreda, los
Inspectores Gustavo Alberto Martínez y Déborah Elizabeth Godoy
Soria, y el Principal Cristian Salazar Tobar, todos de la Policía de la
Ciudad de Buenos Aires).
Todas las versiones, coinciden totalmente entre sí y se
estiman como verosímiles, en tanto y en cuanto no surgen del legajo,
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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externa”, y el segundo el 29 de septiembre del mismo, a las 3.30hs en
el “Hospital Fernández” debido a un paro cardiorrespiratorio que
habría sido producido por “heridas de arma de fuego en abdomen y
hemorragia interna”.
c) Así tampoco cabe duda de que R. se trataba de un
paciente con atención psiquiátrica, y que a la fecha de los hechos J. A.
M. era su médico tratante, es decir quien venía atendiendo desde hacía
casi seis años al nombrado, por un cuadro de esquizofrenia paranoide
que éste sufría, y que a criterio del propio imputado dicho
padecimiento psiquiátrico era de tal envergadura que implicaba el
suministro por boca de medicación tendiente a paliar las
consecuencias de tal enfermedad e incluso diagnosticarlo como
“incapaz de hasta el 90%”.
Para arribar a tal afirmación, se tiene en cuenta la gran
cantidad de elementos de prueba que se han ido recolectando a lo
largo de esta investigación. En efecto, ocurre que, tal como se
mencionó en anteriores resoluciones, la instrucción de este sumario
también estaba dirigida a determinar el estado de salud de R., pues
este aspecto y las razones -en este caso médicas- que lo llevaron a
cometer estos hechos, se encuentran incluidas dentro de la propia
finalidad de la instrucción (artículo 193 C.P.P.N.).
De este modo, se cuenta con las siguientes probanzas que
resultan ser de extrema importancia:
- La declaración testimonial de G. R. -hermano de R. F.
R.- que brindó ante este tribunal por videoconferencia y que se
encuentra registrada en el sistema informático.
En dicha ocasión, relató que la primera internación de R.
R. fue en el año 2011. Que tenía problemas psicológicos, pero no
tenía tratamiento ni médico psiquiatra porque no quería.
Que en esa época iba a la Embajada de Estados Unidos de
América, refería mensajes hacia el Presidente Obama. Que de hecho,
un día lo fue a buscar, alrededor de las 22.00 o 23.00hs, a la citada
embajada y R. estaba totalmente desnudo, rodeado de personal del
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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esa charla, le preguntó si le había “sacado” la medicación, tal como
había dicho R., momento en que el médico contó que le había
preguntado a R. si le quedaban recetas y medicamentos, y éste le dijo
que “tenía lapenax para quince días”.
Continuó relatando “Me dice también que tendría que
tomar una pastilla por noche. Yo le consulto si eso se lo había dicho
a R. y me dijo que no. Por eso se lo tuve que decir yo”. Que también
le dio orden para hacerse un hemograma, para el control de los
glóbulos blancos. “R. me dijo que no quería tomar el “lapenax”, y que
haría lo que diga M. respecto del hemograma. Hablaba coherente,
pero con los movimientos que dije”.
Que al viernes siguiente, fue a la casa de R. y conversaron.
Que en ese momento volvió a ver sus movimientos, y que por eso
sospechó que no estaba tomando la medicación.
Que por tal motivo, el domingo por la mañana J. F. R. le
habló a M. y le pidió que lo llame para que tome la medicación. Que
“M. lo llama a R. a las 15.00hs y habla con mi madre. R. estaba
durmiendo, por eso lo despierta. Luego de hablar, R. le cuelga el
teléfono. Desconozco el contenido de la conversación. Me llama mi
madre para contarme lo sucedido, y por eso nos vamos con mi mujer a
verlo al domicilio de .... Allí, cuando llegamos, se estaba haciendo un
mate en la cocina. Le preguntamos si estaba tranquilo. Le decimos
que tome la medicación y que esté tranquilo porque si no lo iban a
tener que volver a internar. Eso lo dice mi mujer. Nos empuja
leventemente a los dos y se fue de la casa dando un portazo. Como ya
habíamos vivido eso antes, me quedé un rato y volví a casa”. Que
luego, se juntaron con J. F. R. en un lugar sobre la Ruta 8 de Pilar.
“Queríamos que M. se haga cargo”.
En lo que respecta a la internación de R. en el año 2011,
dijo que estuvo en una clínica cuyo nombre no recordaba pero que
estaba ubicada en la calle Paraguay, entre Ayacucho y Riobamba,
sobre la mano izquierda, que hoy en día está cerrada. Que allí lo
diagnosticaron al egresar treinta días es “esquizofrenia paranoide”.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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Que “M. dijo que tenía que revisar la ley de salud mental
porque no la tenía clara ni al procedimiento. Iba a llamar al Centro
Médico Pueyrredón”. Dijo que le preguntó al médico “si el día de
mañana, lunes, hay que internarlo, ¿usted puede venir al domicilio?
Para que dé la orden de internación”, pero que M. le dijo que no, que
el lunes no podía porque tenía que atender pacientes en San Miguel.
Que ante ello le dijo que “bueno” y que se quedó o sintió abandonado.
“Yo quería que el Dr. M. lo viniera a ver a R. porque por teléfono
era medio difícil que pueda dar un diagnóstico. R. nunca fue
violento, nunca imaginé lo que pasó el día lunes. Queríamos que el
Dr. le diera la medicación. Si él no lo tomó así, no debe estar tan
mal”.
Luego, preguntado para que diga si cuando dialogó con el
médico psiquiatra sobre la eventual internación y éste le dijo que ese
lunes no podía, además le dio alguna propuesta, indicación o mención,
respondió que “no, dijo que seguíamos hablando en la semana
básicamente. Le conté lo que había pasado en el día. Que lo llamó, le
cortó la comunicación. Que luego fuimos a verlo con mi mujer, nos
empujó y se fue enojado de un portazo. También le dijimos que el día
anterior fue a la embajada a darle un mensaje a Trump. Le comenté
también esto. Yo quería que lo compense con la medicación. Pero si
había que internarlo que lo hagan. Yo no tenía muy en claro qué había
que hacer con R.”.
Y finalmente, al ser preguntado respecto de si luego de tal
comunicación el médico psiquiatra se volvió a contactar con el testigo
o con su familia, respondió que “no. Al menos conmigo no, y que yo
sepa con nadie”.
- Informe médico legal respecto de R. F. R. del 28 de
septiembre de 2020, luego de su detención y al momento de su
hospitalización.
- Acta de extracción de sangre y orina respecto de R. F. R.
del mismo día.
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- Informe médico clínico respecto de R. F. R. del Cuerpo
Médico Forense de la Justicia Nacional.
- Informe médico psicológico – psiquiátrico respecto de R.
F. R..
En conclusión, lo cierto es que con todos estos elementos
de prueba detallados y mencionados, se puede afirmar que R. F. R.
padecía, al menos desde noviembre de 2014, un “trastorno
esquizofrénico de tipo paranoide” -diagnosticado por médico
psiquiatra especialista- y que el único profesional que lo atendía y
trataba desde casi seis años previo a los hechos aquí investigados, era
J. A. M.
En particular, todo ello surge del análisis de sus historias
clínicas que fueron agregadas al legajo, de los certificados y
constancias médicas que se incautaron en su domicilio al momento de
llevar a cabo el registro domicilio, e incluso que se secuestraron en el
consultorio del aquí imputado. Máxime, cuando ello luego se vio
corroborado mediante el amplio informe psicológico y psiquiátrico
que se encomendó y cuyas conclusiones obran en el sumario.
d) Sentado ello, no puedo menos que insistir en que
existen elementos por demás suficientes como para sostener con
convicción que el encausado descuidó el deber objetivo de cuidado al
ejercer de su actividad respecto del fallecido con negligencia, a partir
de cuyas omisiones elevó de tal forma el riesgo ya existente respecto
del peligro que R. detentaba para sí y para terceros -derivado de su
propio padecimiento psiquiátrico- que causó luego los fatídicos
resultados que dieran inicio a estos actuados.
Que durante todo el desarrollo de este proceso se ha
procurado extremar el rigor probatorio en aras de que su producción
permitiera discernir si el imputado elevó el riesgo de causación del
resultado; es decir, si con alguna acción u omisión contribuyó en la
acción homicida emprendida por R..
Ahora bien, en lo que hace al tratamiento del caso
que nos ocupa, dadas las condiciones del hecho materia de reproche, y
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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septiembre de 2020, a las 3.30hs., en el “Hospital General de Agudos
Dr. Juan A. Fernández” y que previo, con su accionar culposo,
derivara también en el fallecimiento de J. P. R..
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- Que “en lo que concierne a los elementos necesarios
para poder afirmar la imposibilidad de comprender y dirigir sus
actos al momento del hecho, devienen no de la ingesta de alcohol u
otra sustancia, sino de la falla estructural de su psiquis, es decir
producto de un estado de enajenación mental con juicio desviado,
dado el cuadro de esquizofrenia en período productivo (ideación
delirante paranoide)”.
- Que “al momento del hecho la presencia de indicadores
de riesgo de daño cierto e inminente para sí y/o para terceros
condicionados por la patología psíquica de R. son de carácter
irrefutable, y por ende se desprende la necesidad de su internación...
Es válido señalar que la existencia de una situación de riesgo de
daño cierto e inminente para sí y/o para terceros condicionada por la
presencia de un padecimiento mental está sujeta a la presencia o
ausencia de múltiples variables personales y múltiples características
del entorno familiar y social de alguien en un momento dado, y
dichas variables personales y múltiples características del entorno
familiar y social adquieren un dinamismo único, particular que
pueden modificarse favorablemente o empeorar para beneficio o
perjuicio de la persona en cuestión, en el transcurso de un corto
período de tiempo (en algunos casos, en el transcurso de pocas
horas). De esta manera, los indicadores de la existencia de una
situación de riesgo de daño cierto e inminente para sí y /o para
terceros condicionados por un padecimiento mental pueden disminuir
hasta desaparecer o, por el contrario, aumentar y agravarse en el
transcurso de un breve período de tiempo”.
- En lo que respecta a la “Clozapina”, medicación recetada
a R. por M., se concluyó, en primer término, que se desconocía la
fecha de inicio de comercialización en nuestro país del medicamento,
cuya droga es la “Clozapina”.
Que “la clozapina es una de entre otras drogas, indicada
para el tratamiento de pacientes psicóticos. No está contraindicada
para ellos y, por el contrario, forma parte de varios protocolos o
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atípicos o de segunda generación. Las contraindicaciones más
importantes de esta droga están vinculados a sus efectos en el área
clínica, concretamente hemática, de allí es necesario valorar el
estado general de salud, posibles infecciones concurrentes, etc. No
viéndose en ellas una intervención en lo que a su conducta se refiere
y por ende al análisis de su comportamiento en esta investigación”.
Sobre los posibles efectos secundarios de su ingesta y
riesgos inherentes a su administración, se argumentó que “… tampoco
ha incidido en la presente causa y es que una de los riesgos
inherentes a su administración es la sobredosificación y las
consecuencias sobre la depresión del sistema nervioso central, dado
que es un potente tranquilizante o depresor del SNC, pudiendo en
algunos casos llegar al coma o a la muerte. Los principales efectos
secundarios o riesgos son de orden hematológico (disminución de la
producción de glóbulos blancos con la consecuente leucopenia y
agranulocitosis)”.
En lo que atañe a las “reacciones rebote” o derivadas de la
abstinencia en caso de interrumpir su consumo, se concluyó que “es
de observación general, dentro de la especialidad, el
desencadenamiento de cuadros de productividad psicótica, es decir
descompensaciones con la manifestación de los síntomas
característicos de la esquizofrenia, en los pacientes que abandonan
el tratamiento sin el consentimiento y acompañamiento de ello por
parte del profesional. Es decir, se produce el resurgimiento de los
síntomas de alguna manera adormecidos por la medicación, no por
una reacción rebote o síndrome de abstinencia sino por la falta de
la contención o bloqueo que ella producía”.
Que sobre el método de administración y dosificación en
general, se agregó que “en todos los casos, la administración se
realiza por vía oral y la suspensión de este tipo de medicación, y me
refiero a todos los tranquilizantes mayores o antipsicóticos, debe
realizarse en forma gradual y bajo supervisión lo más frecuente
posible por parte del psiquiatra, e inclusive si ello fuese posible
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incorporados al examen pericial, sobre el "Programa de
Farmacovigilancia Intensiva", que el Sistema Nacional de
Farmacovigilancia del Ministerio de Salud de la Nación tiene previsto
para el suministro de la "clozapina" y seguimiento del paciente, se
dictaminó que “si bien no se ha encontrado relación entre el análisis
del comportamiento del causante en el hecho investigado con el
cumplimiento o no de prácticas de seguimiento con hemogramas en
pacientes que se le administra clozapina, se informa que solo obra
fotocopia de tarjeta o constancia de hemogramas realizados desde el
4 de septiembre de 2019, al 9 de enero de 2020, uno por mes, con
resultado de glóbulos blancos dentro de parámetros normales. Desde
el inicio del tratamiento con Clozapina el profesional se ocupó de
indicar al paciente la realización de los controles hematológicos
necesarios para este tipo de tratamiento psicofarmacológico, de
acuerdo a la normativa vigente en nuestro país (Disposición ANMAT
N°935/2000)” y que “no surge de los antecedentes que los alcances y
objetivos de dicho programa, como así también los protocolos de
actuación para su inclusión y seguimiento no fueron realizados por el
profesional tratante de acuerdo a los estándares vigentes y exigidos
por las autoridades y organismos competentes (ANMAT) en las
normativas para la prescripción de medicamentos.
Específicamente, los alcances y objetivos de dicho
programa es el monitoreo de la aparición de posibles efectos
adversos hematológicos inducidos por la ingesta de Clozapina.
Es necesario monitorear los niveles sanguíneos de
glóbulos blancos con el objetivo de detectar una merma en la
producción de los mismos, con la consiguiente disminución de los
niveles circulantes de glóbulos blancos (leucopenia).
No surge en el análisis de la presente causa respecto al
cuadro del causante ni a su comportamiento elemento de importancia
psiquiátrico forense que vincule de alguna manera el desarrollo de la
práctica de los protocolos de seguimiento de los efectos secundarios
en la sangre, específicamente en los glóbulos blancos, en los
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- Omitir la adopción de las medidas urgentes que el caso
requería, entre ellas la inmediata atención y evaluación para
internación de la especie.
Así las cosas, dichas conductas omisivas e incumplidoras
de los deberes legales que pesaban sobre M., se han acreditado en el
caso con los elementos de prueba reseñados.
Es fundamental en este punto recordar la versión de G. R.,
hermano de R. F. R., quien realizó una serie de menciones, a mi
criterio de importancia, sobre la atención de M.
En particular, relató que “…cuando inició la cuarentena
perdió el contacto con el psiquiatra, lo que creo que lo afectó”. Ello
es además conteste con la historia clínica de R., de la cual incluso
surge que las últimas atenciones que brindó durante la vigencia del
Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio del 19 de marzo de
2020, fue en los meses de mayo y julio. Luego, consta la siguiente
atención del 18 de septiembre, que según se logró reconstruir, ella fue
a pedido de los familiares del paciente, quienes comenzaron a ver sus
descompensaciones y solicitaron ayuda al médico tratante.
Que, en efecto, esta atención ocurrió el 18 de septiembre, y
G. R. dijo que, luego de ello, “lo llamo el lunes siguiente y me dice
que no lo vio tan mal, por eso le dio turno para el 2 de octubre,
quince días después … Me dice también que tendría que tomar una
pastilla por noche. Yo le consulto si eso se lo había dicho a R. y me
dijo que no. Por eso se lo tuve que decir yo”.
Es decir, es claro que los familiares de R. notaron sus
descompensaciones y afecciones de salud que se estaban
desarrollando, y por eso recurrieron, por ellos mismos, el lunes 21 de
septiembre, al médico tratante; sin que conste atención de este por su
cuenta, con conocimiento de la enfermedad que R. padecía y la
peligrosidad para sí o terceros que ello implicaba.
Que como notaron que la situación no evolucionaba,
recurrieron nuevamente a M. para que atienda a R.. Precisó
“Queríamos que M. se haga cargo”.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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“no conocer los procedimientos de acuerdo a la Ley de Salud
Mental”.
Así las cosas, comprobadas estas omisiones, es evidente la
relación directa de estas conductas y el soslayamiento -pese a la
condición de riesgo– de los protocolos de contención y debido
seguimiento de su paciente, pese al conocimiento de la peligrosidad
para sí o terceros que R. detentaba.
De esta forma, se puede afirmar que fueron estas
conductas las que, directamente, dejaron en situación de abandono y
desprotección a R., pese a la incapacidad que éste detentaba, y que
ello luego derivó en su fallecimiento; previo lesionar de muerte a J. P.
R., hecho que también -como luego se expondrá- se considera
consecuencia directa de las omisiones y negligencias en las que M.
incurrió.
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necesarios y adecuados que R. F. R. requería conforme el estado de
salud que él mismo le había diagnosticado; no procurar el seguimiento
de su estado de salud psicológico-psiquiátrica; soslayar el control del
dosaje y administración de la medicación prescripta; y omitir la
adopción de las medidas urgentes que el caso requería, entre ellas la
inmediata atención y evaluación para internación de la especie, pese a
los requerimientos cursados por sus familiares directos en reiteradas
oportunidades.
Que todo ello surge de las pruebas reunidas y en
particular de la declaración juramentada de G. R., el análisis de la
historia clínica completa de R. y sus demás anotaciones médicas, e
incluso de las conclusiones de la experticia médica ordenada.
Que asimismo, se destaca el hecho de que, pese a los
requerimientos cursados en reiteradas oportunidades por los familiares
de R. -en fechas 10, 18, 21, 25 y 27 de septiembre- M. no lo atendió ni
dispuso los recaudos necesarios, en el caso, para garantizar su buen
estado de salud y neutralizar el riesgo inminente para sí y terceros que
el nombrado detentaba; por ejemplo, mediante su evaluación y
atención mediante equipo interdisciplinario; tratamiento que, de
acuerdo a la Ley de Salud Mental y el dictamen médico agregado al
legajo, era el adecuado a las circunstancias concretas.
De este modo, es que las afirmaciones que vengo
exponiendo a lo largo de este decisorio se ven respaldadas por las
pruebas ya valoradas, lo que permite aseverar, al menos en esta
instancia, la materialidad de los hechos imputados y la
responsabilidad que en los mismos le cabe a M.
Que asimismo, considero que resulta de interés reeditar el
ultimo asiento efectuado a mano en la historia clínica que lleva fecha
del 18 de septiembre de 2020, en el cual el encausado indicó que R.
“dejó de tomar lapenax…”. Es decir, M. tenía conocimiento de estas
circunstancias, y con pleno conocimiento de lo que ello podría
implicar -pues sus conocimientos en la especialidad, siendo un
médico psiquiatra, lo abarcan- no actuó en consecuencia y dejó a R.
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telefónica como por la aplicación de mensajería instantánea de
“WhatsApp” desde su teléfono celular (…) al de M. (…).
En dicho acto, reprodujo el audio de voz que él le envió a
M. el domingo 27 de septiembre, a las 13.10hs -que fue su primera
comunicación de ese día-. En el audio, solicitó al profesional que lo
atienda urgente por los movimientos que R. estaba haciendo y el
delirio religioso y místico que estaba sufriendo. M. le contestó que
como en la semana tenía muchos pacientes, que lo llame en ese
momento para conversar sobre R.. Ante ello, lo llamó y allí
conversaron.
Tras describirle toda la situación que estaba pasando y
cómo estaba actuando R., le pidió que por favor tome cartas en el
asunto, pero M. le dijo “que lo había visto presencial hace poco y
que lo había visto muy bien”. M. le dijo que al menos tome un
comprimido de “lapenax” por día, lo que les pareció llamativo porque
él antes tomaba tres y seguía empeorando. Que esto no se lo había
dicho a R. cuando lo atendió.
Incluso, le contó a M. que ese día, cuando habló con R., le
mencionó que el día sábado 26 había ido a la embajada americana, y
este fue otro indicador de que R. no estaba bien porque la última vez
que había ocurrido terminó internado el año 2011. Que M. este
antecedente lo conoce muy bien, ya que estuvo internado 5 semanas
en el 2011 tras un suceso de similares características. Por ello le dijo
a M. que estaba repitiendo una conducta que ya había realizado con
anterioridad y que necesitaban que actúe.
Que no eran solo los movimientos extraños ni delirios
místicos o religiosos, sino que ya fue algo más. Que incluso vio en
portales de Internet, luego del hecho, fotos de R. en la embajada. Que
por eso le plantean esto, ya que a su criterio había una situación a
controlar. Que se lo hizo saber bien claro a M. Después de que ellos
hablaron, M. llamó a R. a la casa. Es decir, tras esa comunicación, M.
se contactó telefónicamente con R.. Según sabe por M. -madre de R.-,
R. le dijo que estaba durmiendo, pero sin embargo lo atendió. Que si
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de llamar al Centro Médico para internarlo. Es decir, su intención era
internarlo, por eso averiguaron el protocolo de internación. Que todos
los acontecimientos que describió eran demasiados indicadores para
darse cuenta del estado en que estaba R. y su urgente necesidad de
contención.
Que, como dijo, el Centro Médico les explicó que el
médico tratante se tenía que encargar de los trámites de la
internación. Que cuando se lo comentaron a M., éste le dijo que no
podía porque estaba en San Miguel, que no podía venir a Capital
porque al día siguiente atendía pacientes. Que en definitiva, M. no
tomaba cartas en el asunto pese a todo lo que ellos le habían contado.
Que incluso se ofreció a pasarlo a buscar por San Miguel pero M. dijo
que no.
Tras todo esto, desde Pilar, más tarde, lo volvieron a
llamar a M. junto a G. para decirle que él como médico debía iniciar
los trámites de internación. Que le pasaron el teléfono del Centro
Médico -interno de urgencias-. M. llamó y devolvió el llamado
diciendo que podía ir un servicio médico a ver a R.. Ante ello, le
aclararon que ya habían averiguado, pero que ese servicio médico es
de urgencia y no de internaciones. Ahí M. les volvió a decir que no
podía ir al domicilio porque tenía pacientes en San Miguel al día
siguiente. Que en ese momento se sintieron con G. realmente
abandonados, frente a una situación muy clara de violencia y delirios,
peligrosa para R., M. no hizo nada.
Que de hecho él le dijo a M. que “me preocupa no solo la
integridad física de R., sino también de terceros, porque ya se había
involucrado la violencia”; pero que M. minimizó la situación. Que
luego los llamaron de “Vittal” y les preguntaron si R. estaba en el
domicilio -a lo que dijeron que no-, si ellos estaban en el domicilio -a
lo que también dijeron que no-, y si el médico tratante estaba en el
inmueble -que tampoco se daba-.
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Finalmente, dijo que sabe que R. no volvería, y que J. P.
R. tampoco, pero que quería que esto no le vuelva a pasar a nadie.
Que no tiene nada más para agregar.
En ese sentido, adviértase que de un análisis de los audios
aportados por la defensa y el testigo, sumado a la demás prueba
incorporada, se ha logrado arribar a la siguiente reconstrucción
histórica de lo que habría ocurrido el 27 de septiembre de 2020, en
horas de la tarde.
Que en primer término (audio “1”), J. F. R. recurre
telefónicamente a J. A. M. para solicitarle que colabore con ellos con
el estado de salud que estaba sufriendo R. R., manifestándole que
estaba en preocupado por ello.
Que a ello, J. A. M. (audio “2”) responde que al día
siguiente no iba a poder conversar telefónicamente con ellos, por lo
que debían hablar en esa fecha. Que en dicho mensaje menciona que
le dijo a R. que debía tomar la medicación “lapenax” y que R. se
opuso.
Que luego, en el siguiente mensaje (audio “3”) J. F. R. le
relata a J. A. M. los acontecimientos que sucedieron ese domingo, en
horas de la tarde, en el domicilio de R. R., con respecto a G., R. y M.,
en los que R. desplegó cierta violencia contra ellos y manifestó “los
voy a matar a todos”, “no voy a tomar la medicación”, y “tampoco me
van a internar”. Que tras ello hicieron consulta con el Centro Médico
Pueyrredón y les dijeron que el profesional interviniente puede
realizar por sí la internación, pero sus psiquiatras no porque no
pueden hacerse responsables por ello. En definitiva, le solicita que se
comunique con dicho centro para iniciar los trámites de internación de
R. R..
Que de seguido, M. contesta (audio “4”) que no tiene el
teléfono del Centro Pueyrredón pero le solicita los datos del lugar y
los datos filiatorios de R. R., para realizar una orden de internación.
Que tras ello, según se logró reconstruir en base a los
testimonios de J. F. y G. R., sumado a la prueba informativa reunida,
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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De este modo, obsérvese que el descargo de M. se centró,
principalmente, en los sucesos que habrían ocurrido ese domingo 27
de septiembre de 2020 -día anterior al desarrollo de los hechos que
dieran inicio a este legajo-. Según el imputado, tras el llamado de los
familiares de su paciente -R. F. R.-, él se contactó con el “Centro
Médico Pueyrredón” para proceder a la inmediata y urgente atención
médica de R., y su eventual internación.
Que allí, le habrían informado que el centro en cuestión
no contaba con un equipo de internaciones, sino que debía contactarse
con el centro de emergencias “Vittal”, lo que así habría realizado;
todo por llamados telefónicos.
Que asimismo, dijo que al contactarse con este centro, le
dijeron que para proceder a la internación del paciente debían
contactarse con la familia de R., que presuntamente serían quienes se
encontraban con él en ese momento, ya que él, como médico “había
llegado hasta ahí”.
Y finalmente, dijo que tras esto, ese mismo domingo, en
el horario de la noche, recibió un mensaje de voz por la aplicación de
mensajería instantánea de “WhatsApp” en la que J. F. R. -hermano de
R.- le decía que por decisión de G. -el otro de sus hermanos- al día
siguiente analizarían nuevamente la cuestión y decidirían sobre la
internación de R..
Sin embargo, ocurre que, en primer término, ello se
contrapone con el resto de la prueba reunida, tal como a continuación
se valorará.
Que en primer lugar, es de destacar que tal circunstancia,
según el testimonio de los hermanos de R., no ocurrió de esa forma,
sino que por el contrario, tras verse anoticiado de que debía estar en el
lugar de residencia de su paciente para proceder a su internación,
manifestó “no poder hacerlo por estar lejos” y “tener pacientes que
atender al día siguiente”.
Y es que si bien no es de soslayar que la prueba versión
brindada por M. en este punto resulta disímil de la de los hermanos
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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tampoco suficiente como para quitarle responsabilidad de ello; pues
incluso el propio J. F. R. dijo que se ofreció a ir a buscarlo con el auto
para que pueda ver a R. y luego llevarlo nuevamente.
De este modo, es que también el mensaje de voz que M.
aportó es insuficiente como para modificar el temperamento que se
adoptará, pues lo cierto es que en el día de la fecha J. F. R. dio una
explicación detallada del contexto en el que dicho mensaje fue
enviado, y que a su vez da pábulo a la versión que G. R. brindó al
respecto en un primer momento. Es decir, frente a la negativa de M.
de colaborar con la contención y atención de R. -su propio paciente
desde hacía seis años-, procedieron de ese modo; pero ello de ninguna
forma es suficiente como para desligar responsabilidad del médico
tratante -especialista en el tema- y achacársela a los familiares del
fallecido, como pretende el imputado.
Máxime, cuando pese a que él era el médico tratante de
R., se habría negado a concurrir a su domicilio para colaborar con los
trámites de su internación.
Es decir, tal como se mencionó, se ha logrado acreditar
que el mensaje de J. F. R. que M. citó en su descargo fue motivado en
las negativas del médico de concurrir en ese momento al domicilio de
su paciente, aduciendo inconvenientes de orden práctico para su
traslado y ocupaciones futuras.
Que en definitiva, la incorporación por parte de la
defensa de ese audio al plexo probatorio ya reunido, ha sido un aporte
sesgado, fuera de las circunstancias donde ello ocurrió, cuyos
elementos concomitantes también son relevantes para el hecho.
Es decir, tal como se mencionó,
Por todo lo expuesto, es que la versión exculpatoria de
M. no habrá de prosperar, estimándose que su descargo no se trata
más que de una vana intención de mejorar su complicada situación
procesal; y que se ve refutado, en el caso, con la totalidad del plexo
probatorio hasta aquí reunido y analizado.
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la vida y a la dignidad de la persona, preexistentes a todo
ordenamiento positivo, no cabe tolerar ni legitimar
comportamientos indiferentes o superficiales que resultan
incompatibles con el recto ejercicio de la medicina".
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2
Terragni, Marcos “El delito culposo” tercera edición Rubinzal Culzoni editores página 17
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Así pues, como la ley no puede enumerar la infinita
cantidad de acciones que serían calificadas como negligentes, apenas
es posible establecer que actúa de esa forma quien omite la diligencia
que exige la naturaleza de la acción emprendida, como podría ser el
supuesto de autos.
En cualquier caso, cuando la conducta se encuentre
reglada o sujeta a deberes específicos determinados por una norma
legal el dejar de acatarlos puede ser la razón de su adecuación al tipo;
de esta forma, como cuestión atinente al análisis de la culpa, la
inobservancia de los reglamentos debe estar conectada con el
resultado al que la ley se refiere.3 Siendo ello así, no sería suficiente
que el reglamento haya sido violado, sino que el resultado típico
debería acontecer por falta de dicho acatamiento.
A lo expuesto debe sumarse que, a los fines de evitar los
resabios del versari in re ilícita, debe haber una conexión de
antijuridicidad entre la acción y el resultado y no simplemente un
nexo causal del cual derivaría la imposición al autor de todas las
consecuencias del caso.4
Para solucionar tales cuestiones parte de la doctrina
entiende que el deber de cuidado tiene facetas objetivas y subjetivas
que se refieren a la actitud interna y a la atención impuesta por las
circunstancias externas vinculadas a la vida en sociedad. Desde este
punto de vista sólo una vez constatada la falta de observancia al deber
de cuidado, se plantea el problema de la culpabilidad, es decir hasta
qué punto le puede ser reprochada al autor la falta de observación a un
deber de cuidado objetivo.5
3
Terragni, Marcos “El delito culposo” op. Cit. pag. 81.
4
Terragni, Marcos “El delito culposo” op. Cit. pag. 29 y pagina 82vta.
5
Terragni, Marcos “El delito culposo” op. cit. pag. 65 quien alude al siguiente ejemplo: el
conductor de un automóvil es asaltado amenazado para que imprima una velocidad
antireglamentaria tal que le permita al delincuente poder escapar de la policial que lo persigue. El
automovilista cumple la orden injusta y en el curso de la huida el coche atropella a un peatón y lo
mata. Realizaría el chofer el tipo culposo pero no sería penalmente responsable porque no es
procedente formularle el juicio de reproche en que consiste la indagación de la culpabilidad.
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imputable cuando el resultado se hubiera producido en el mismo
instante en que el autor realizó su acción (causación de reemplazo).
Finalmente, las normas jurídicas no prohíben las lesiones a bienes
respecto de los cuales el titular tiene la posibilidad, jurídicamente
admitida, de consentirlas.6
En el caso de las actividades regladas o con normas
propias conocidas como lex artis como el caso de autos deberá estarse
a su cumplimiento u omisión típica para luego trazar desde la prueba
del caso dar andamiaje del resto de la construcción jurídica.
9
Se cita al respecto el caso del Tribunal Supremo Español en el cual un niño menor de edad que
padecía una esquizofrenia paranoide salió de su casa portando el arma de su padre y en la vía
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publicidad engañosa.
En torno a este punto, considero conveniente, teniendo en
cuenta la imputación que se formuló a M. y los asuntos traídos a
estudio, efectuar unas consideraciones sobre la Ley de Salud
Mental.
Así, la entrada en vigencia de la Ley de Salud Mental (Ley
26.657), sancionada el 25 de noviembre de 2010, y promulgada el 2
pública disparó contra tres hermanos menores de edad causándoles la muerte y lesiones a otra
persona, en el cual el T.S. E. dictaminó que no había responsabilidad de los padres del menor
causante del daño que no procedieron a la incapacitación de su hijo que padecía una esquizofrenia
paranoide al no haber sido informados por el médico psiquiatra que lo estaba tratando, de la clase
de enfermedad que padecía su hijo ni se les aconsejó su internación a un centro idóneo. Agregando
el tribunal que: "De existir alguna responsabilidad sería del facultativo (psiquiatra) que no
comunicó la clase de enfermedad que padecía el menor, ni tampoco aconsejó su ingreso en el
centro psiquiátrico, no compartiendo esta Sala el criterio de que el médico no estaba obligado a
informar, sobre la base a la Ley de Sanidad….y proclamando que Si en algún caso hay
obligación de informar es en el supuesto de las enfermedades psiquiátricas, por la propia
idiosincrasia de tales enfermedades, los riesgos que conlleva, y la necesidad de ayuda que tales
enfermos requieren, nada de lo cual puede hacerse, si quien puede, no informa" -STS, Sala 1ra.,
España, 05-03-97-.
10
Distinguiéndose entre el alta médica y el alta sanatorial. En ese sentido el alta médica lleva
consigo el alta sanatorial, pero no a la inversa, es decir, puede ocurrir que el médico le conceda al
paciente el alta sanatorial, pero le indique que debe tomar ciertas precauciones, continuar con el
tratamiento indicado y cumplir con controles médicos periódicos -es lo que se denomina
tratamiento ambulatorio
CNCom., Sala C, Argentina, diciembre de 2004, "C., J. J. c. P., C. s. SUMARIO", Diario Judicial,
edición on line, Buenos Aires, 28 de Marzo de 2005, http://www.diariojudicial.com/nota.asp?
IDNoticia=24992#).
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de diciembre del mismo año, tuvo por objeto asegurar el derecho a la
protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de
los derechos humanos de aquellas con padecimiento mental (artículo
1).
Que en el marco de ésta, el Capítulo VII está dedicado a
las “Internaciones”.
De este modo, el artículo 14 menciona que “La
internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter
restrictivo, y sólo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores
beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones realizables
en su entorno familiar, comunitario o social. Debe promoverse el
mantenimiento de vínculos, contactos y comunicación de las personas
internadas con sus familiares, allegados y con el entorno laboral y
social, salvo en aquellas excepciones que por razones terapéuticas
debidamente fundadas establezca el equipo de salud interviniente”.
Y además, el artículo 20 legisla sobre la llamada
“internación involuntaria”. Allí se enuncia que ésta “debe
concebirse como recurso terapéutico excepcional en caso de que no
sean posibles los abordajes ambulatorios, y sólo podrá realizarse
cuando a criterio del equipo de salud mediare situación de riesgo
cierto e inminente para sí o para terceros”.
Para que proceda la internación involuntaria, además de
los requisitos comunes a toda internación, debe hacerse constar:
a) Dictamen profesional del servicio asistencial que realice
la internación. Se debe determinar la situación de riesgo cierto e
inminente a que hace referencia el primer párrafo de este artículo, con
la firma de dos profesionales de diferentes disciplinas, que no tengan
relación de parentesco, amistad o vínculos económicos con la persona,
uno de los cuales deberá ser psicólogo o médico psiquiatra;
b) Ausencia de otra alternativa eficaz para su tratamiento;
c) Informe acerca de las instancias previas implementadas
si las hubiera.
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internaciones involuntarias, el juez, dará parte al órgano de revisión
que se crea en el artículo 38 de la presente ley”.
De este modo, es claro de acuerdo al texto legal que, tras
verificar la existencia un peligro para sí o para terceros en el
paciente, se debe disponer la internación de la persona; ello siempre
de la forma menos lesiva a sus derechos.
Y lo expuesto fue lo que sucedió en el caso, pues pese al
conocimiento que M. tenía respecto de la peligrosidad de R. -tanto
para sí como para terceras personas-, pues en razón de los
acontecimientos y eventos que los propios hermanos le relataron al
profesional, es claro que R. estaba atravesando un cuadro de
descompensación psiquiátrica y que lo tornaba violento. Por ello, al
tomar conocimiento de estas circunstancias, el profesional debió
cuanto menos adoptar los medios necesarios para garantizar la
adecuada contención de su paciente y evitar que esta peligrosidad se
consume; lo que ocurrió al apuñalar a un Inspector de la Policía
Federal Argentina.
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psicofísica del nombrado; y que fue esto último -su
descompensación psiquiátrica- lo que lo llevó a cometer los hechos
que se mencionaron y que finalizaron con el homicidio de J. P. R..
En efecto, como se mencionó, M. conocía en detalle el
estado de salud psiquiátrica de R. y, por sus conocimientos en la
materia, las consecuencias que podrían derivar de que el nombrado
suspenda su tratamiento o incluso el consumo de la medicación que
el propio M. había recetado.
Sin embargo, pese a las insistencias de los familiares de R.
en que éste había dejado la medicación -hechos que se encuentran
probados por los testimonios reunidos e incluso por las propias
anotaciones que realizó M. en la historia clínica del 18 de
septiembre de 2020- y la falta de atención en la que éste incurrió
respecto de su paciente -circunstancia acreditada también por los
testimonios de la familia y del análisis de la documentación
médica-, M. hizo caso omiso y no actuó como debía. Actuación que,
en definitiva, le imponía la lex artis y la propia Ley de Salud Mental.
Y como consecuencia directa de ello, R. sufrió las
descompensaciones psiquiátricas que se mencionaron y ello fue lo
que luego derivó en el desarrollo de los acontecimientos que
ocurrieron el día lunes 28 de septiembre de 2020, en una secuencia
que inició a las 16.10hs aproximadamente y que finalizó, a las
17.25hs, con el homicidio de J. P. R. y luego con el fallecimiento de
R..
Finalmente, no puedo dejar de considerar que el nexo de
causalidad al que se hizo referencia, se encuentra debidamente
acreditado en base a lo recién mencionado y, sobre todo, con el
amplio informe psicológico y psiquiátrico que se agregó al legajo,
del cual surge sin dudas que el actuar de R. de la fecha de los hechos
se debió a la descompensación psiquiátrica que sufrió, y que fue
consecuencia directa de la suspensión del tratamiento médico y
farmacológico que venía realizando desde hacía seis años con M.
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i.- Sobre la figura del abandono de persona, he de
mencionar en primer término que el artículo 106 de nuestro Código
Penal dispone que “el que pusiere en peligro la vida o la salud de
otro, sea colocándolo en situación de desamparo, sea abandonando
a su suerte a una persona incapaz de valerse y a la que deba
mantener o cuidar o a la que el mismo autor haya incapacitado,
será reprimido con prisión de dos a seis años. La pena será de
reclusión o prisión de tres a diez años, si a consecuencia del
abandono resultare un grave daño en el cuerpo o en la salud de la
víctima. Si ocurriere la muerte, la pena será de cinco a quince años
de reclusión o prisión” (texto según ley 24.410).
ii.- Ahora bien, al tratarse de un tipo de mano propia y de
omisión propia habré de desarrollar en primer término lo relativo a
los delitos omisivos, y luego me introduciré en el análisis de la
figura legal en cuestión.
Es decir, considerando que se trata de una conducta
omisiva cuya conducta está legislada y contemplada por la norma
-pues el artículo 106 del Código Penal lo contempla como un tipo
omisivo-, nos encontramos frente a una omisión propia.
Con relación a la omisión se ha dicho que “una teoría
tradicional afirma que en los delitos de omisión el sujeto infringe
los deberes contenidos en dos normas: una que prohíbe y otra que
ordena. La desobediencia de una norma prohibitiva se produce con
consecuencia de omitir la impuesta por otro precepto” (Baumann,
Jurguen, “Derecho Penal. Conceptos fundamentales y sistemática”,
traducción de la 4a. edición alemana de 1972).
Que los delitos de omisión se tratan de figuras que “…por
lo general, no se hallan tipificados como de ‘comisión por omisión’.
El intérprete debe recurrir a un tipo prohibitivo, que tiene por
finalidad dar protección al mismo bien jurídico, que resulta
lesionado también por la omisión” (Huerta Tocildo, Susana,
“¿Concepto ontológico o normativo de omisión?”, en “Cuadernos de
Política Criminal”, Edersa, Madrid, No. 17, 1982, p. 231).
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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11
GIMBERNAT, Estudios de D.P., 1990, p. 182
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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especial relación (posición de garante) con el bien jurídico que lo
obligue a su protección.
Como señala Mir Puig, la posición de garante surge
“cuando corresponde al sujeto una específica función de protección
del bien jurídico afectado o una función personal de control de una
fuente de peligro en ciertas condiciones. Ambas situaciones
convierten entonces al autor en garante de la indemnidad del bien
jurídico correspondiente”.12
En todos los casos, el autor se encuentra obligado a
preservar el bien jurídico tutelado en la norma, mediante un
quehacer activo. Sobre la equivalencia entre la omisión de evitar y la
producción misma del resultado, en la omisión se adjudica
directamente el resultado producido al garante, como si lo hubiera
causado a través de una acción positiva.
Por lo demás, el resultado se presenta como parte
integrante del tipo objetivo, junto a una relación causal con la acción
omitida, que, si bien no es estrictamente real, funciona como
potencial a través de lo que algunos autores denominan nexo de
evitación, es decir si tuvo posibilidad de reducir considerablemente
el riesgo de producción del resultado, es decir, si la acción omitida
posiblemente lo hubiera evitado13.
iii.- En base a lo expuesto, tengo así por comprobada la
concurrencia, en el caso, de todos los elementos del tipo objetivo y
subjetivos de la figura escogida.
En torno a ello, sabido es que la conducta típica del
abandono de personas (art. 106, CP.) no consiste en simplemente
abandonar, pues la norma reclama “poner en peligro la vida o la
salud del sujeto pasivo mediante el abandono o la colocación en
situación de desamparo”.
Es decir, concretamente comprende dos posibles
situaciones:
12
MIR PUIG, Derecho Penal, Parte General, Barcelona, 2016, p. 320 y sstes.
13
RIGHI, Esteban; FERNÁNDEZ, Alberto A., Derecho Penal, La ley, El delito, El proceso y la
pena, Hammurabi, reimpresión a la 1ª edición, Buenos Aires, febrero de 2005, p. 249.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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El “abandonar”, por su parte, consiste en que el autor –
que tiene que ser garante al ejecutar la acción del hecho– deja a la
víctima en situación de desamparo, ya sea por el mero alejamiento
físico o por la omisión de ayuda15.
Ambas formas de conducta poseen un denominador
común que es la necesidad de que se produzca un peligro concreto, ya
sea para la salud o la vida del sujeto pasivo. La mera exposición o
abandono no se consumaría si no se produjese finalmente, como
consecuencia de la acción típica, un peligro concreto para la salud o la
vida de la víctima.
En lo demás, el delito de abandono de personas es un
delito de resultado de peligro, que no ha de ser otro que la
circunstancia de que el bien jurídico ha sufrido un peligro real, que
podrá agravarse en su pena, si resultare una lesión/muerte o
simplemente, quedar satisfecho por la mera existencia de ese peligro
concreto.
Se trata de una obligación de hacer –cuidar, mantener–
que se omite y por ello se abandona. El sujeto activo no realiza las
acciones tendientes a salvar el bien jurídico que se encuentra bajo
su protección y dentro de la esfera de influencia de una fuente de
peligro cierta.
La acción típica no consiste en abandonar (verbo que
significa desentenderse, dejar de lado un objeto, un interés o una
obligación, desamparar o resignar), y el colocar en situación de
desamparo o abandonar a su suerte son las formas tipificadas de crear
riesgo para esos bienes. De manera que el delito se comete tanto
haciendo nacer la amenaza por desamparo, como abandonando a su
suerte a la víctima16.
En el primer supuesto, el agente la pone en situación de
carecer de los cuidados necesarios como para que no corran peligro su
15
Struensee, Eberhard, op.cit., p. 86.
16
Creus, Carlos, Derecho Penal. Parte Especial, Tomo I, 6ta. edición, Ed. Astrea, Buenos
Aires, 1998.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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abandonarla17. El agregado que hizo la ley 17.567 se explica con las
palabras de Soler, autor del Proyecto de 1960.
El incumplimiento, que crea la situación de peligro,
genera la responsabilidad penal propia de este delito. Pero siempre se
trata de formas comisivas.
Luego, el dolo consiste en el conocimiento y en la
voluntad de que se produzca la situación riesgosa; nada más. Si el
propósito fuese el de lesionar o el de causar la muerte -utilizando
como medio el colocar en desamparo- habría homicidio o lesiones si
esos resultados se concretasen, o tentativa, en su caso.
Finalmente, debo señalar que, para la configuración del
delito de abandono de personas, es requisito esencial que el sujeto no
solamente se encuentre frente a la situación que genera el deber de
actuar, sino también que posea el poder final del hecho para el
cumplimiento del mandato, circunstancia esta última que torna
necesario el conocimiento de esa situación y del poder para la
ejecución de la acción omitida, así como la posibilidad real y física
de llevar a efecto la acción mandada.
En cuanto al tipo subjetivo, lo cierto es que el dolo que
exige el delito de abandono de personas debe abarcar el conocimiento
de las circunstancias fácticas de la situación de desamparo y del
peligro concreto, ello es, un peligro para la vida o la salud, sumado a
la voluntad de realización.
En consecuencia, es claro que el delito de abandono de
personas, en su aspecto subjetivo, se satisface con el dolo eventual18.
Y es que el mero hecho de que el autor se represente seriamente el
devenir de los resultados lesivos y, aun así, omita actuar para evitar la
producción de esos resultados, teniendo la capacidad física para
hacerlo, permite encuadrar su conducta bajo el delito de abandono de
personas19.
17
Soler, Derecho penal argentino, ob. cit., t. III, p. 177.
18
Fontán Balestra, Carlos, Derecho Penal: parte especial, 17ª edición, Ed. Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 2008, p. 143.
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su posición de garantía frustrada en las acciones e inacciones
contrarias al mandato de guarda que detentaba.
Sobre esta posición de garante, atribuible de acuerdo a la
valoración efectuada, la doctrina realza que “únicamente a quien
reúne los requisitos especiales es posible formularle la imputación
objetiva. Lo convierte en sujeto activo del delito de omisión propia el
hecho de que él tiene la responsabilidad, jurídicamente impuesta, de
hacer lo posible para evitar la consecuencia”.20
En la faz subjetiva, se cumple también con los requisitos
del tipo y puede considerarse que su accionar fue, a todas luces,
doloso bajo la modalidad del dolo eventual, desarrollado por la
jurisprudencia y la doctrina en la materia.
En relación a esto último, considero que, toda vez que el
imputado conocía en detalle -por su profesión y su saber específico en
la materia, sumado a la experiencia- las circunstancias concomitantes
que rodeaban al evento aquí pesquisado, en particular el estado de
salud psicofísica de R. y lo riesgoso que era tanto para sí mismo como
para terceros en caso de que dejare de consumir la medicación
recetada o suspendiere su tratamiento; lo que conllevaría a una
descompensación psiquiátrica con delirios místicos y/o religiosos,
como ocurrió en el caso.
También tenía conocimiento del deber de evitación que
sobre él pesaba, sumado a todas sus conductas omisivas que estaba
desarrollando.
En función de ello, es que es presumible suponer que se
representó como probable el resultado dañoso ocurrido -que en las
condiciones relatadas a todas luces podría darse un fatídico evento
como el que sucedió-, con lo que elevó el riesgo, y sin embargo hizo
caso omiso a sus deberes de guarda que les eran exigibles por el rol
que detentaban frente a su paciente.
En ese camino, como se valoró precedentemente, M.
conocía tanto las circunstancias de las que emanaba su deber de
20
Soler, Sebastián, op.cit.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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conductas omisivas -negligentes y en inobservancia a la lex artis y
Ley de Salud Mental- de M.
En definitiva, el deceso de J. P. R., producido por el
ataque de R. hacia él con un cuchillo de grandes dimensiones, fue
consecuencia directa de la descompensación psiquiátrica por la que
estaba pasando y que fue causada por la falta de atención médica de
M. y de los debidos controles urgentes y necesarios al caso.
Por ello, en base a la valoración hasta aquí explicada, y
dando por reproducido lo relativo al deber de evitación que sobre M.
pesaba, nexo de causalidad entre sus omisiones y el fatal
acontecimiento atribuido, y el rol de garante que detentaba, es que se
considera que deberá ser responsable del delito de homicidio culposo
respecto del fallecimiento de J. P. R. (hecho “2”).
vi.- En cuanto al grado de consumación de las conductas
descriptas, debo decir que ambas figuras habrán de considerarse
consumadas, pues, tal como se ha venido desarrollando en esta
resolución, abandonaron el plano de la tentativa, ya que se cumplió
con ambos tipos penales al haberse producido ambos decesos, y que
ellos fueron consecuencia directa de las conductas de J. A. M.
vii.- Asimismo, no puedo dejar de señalar que ambas
figuras delictivas habrán de concurrir de manera real, ya que, si bien
se han consideran atribuibles a M. en base a las mismas conductas
imputadas, lo cierto es que se trata de dos sucesos escindibles e
independientes entre sí (artículo 55 del código sustantivo).
viii.- Finalmente, he de considerar que el imputado
deberá responder en calidad de autor por los hechos reprochados
(artículo 45 del Código Penal). Ello así en tanto no se advierte en el
caso que haya intervenido otra persona en el acontecer de los mismos,
y que fue él quien mantuvo, en todo momento, el pleno dominio en la
ejecución de los hechos.
ix.- Por último, entiendo pertinente que, una vez firme la
presente, se ponga en conocimiento de lo resuelto en autos al Sr.
Ministro a cargo Ministerio de Salud de la Nación, a sus efectos.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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CSJN, Fallos 308:1631 y sus citas.
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jueces para liberar a las personas durante el proceso con el propósito
de asegurar la efectiva aplicación de la ley.
Así, el encarcelamiento preventivo, y toda otra medida
coercitiva de carácter procesal, sólo puede proceder para asegurar los
fines del proceso penal; esto es, la averiguación de la verdad, la
aplicación de la ley, la comparecencia del imputado y evitar el
entorpecimiento de la investigación.
A ello propende la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre,
incorporados a nuestro texto constitucional por el art. 75 inc. 22 de
nuestra Carta Magna y desde el punto de vista del ordenamiento
procesal el artículo 280 del C.P.P.N. y el art. 210 del C.P.P.F.
En igual sentido, deben valorarse entre otros los
parámetros de la doctrina plenaria fijada por la Cámara Nacional de
Casación Penal en los autos “Díaz Bessone”, y en ese sentido se ha
dicho que “…la gravedad del delito y la seriedad de la pena en
expectativa, como lo establece el art. 316 del CPPN, resultan siempre
parámetros válidos para decidir sobre la procedencia, o no, de
mantenerse en libertad a lo largo del proceso…”.
ii.- Los principios rectores respecto de la libertad durante
el proceso, se encuentran establecidos en el artículo 280 del C.P.P.N..
A su vez, la prisión preventiva se encuentra regulada en el
artículo 312 del C.P.P.N. y los artículos 221 y 222 del Código
Procesal Penal Federal (Ley 27.063).
iii.- Ahora bien, partiendo de tal base, si bien es cierto que,
en el presente caso, la Representación del Ministerio Público Fiscal no
ha solicitado la prisión preventiva del imputado, ni tampoco existe de
momento parte querellante constituida en el proceso, debe destacarse
que las facultades conferidas a las partes en el art. 210 del C.P.P.F. no
resultan excluyentes y exclusivas; cuanto menos hasta la plena
vigencia de la totalidad del ordenamiento.
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aquellos previstos por el art. 319 del ritual, en cuanto impone al juez
valorar objetiva y provisionalmente las características del hecho, las
condiciones personales de la imputada, y otros elementos que deriven
en una presunción fundada de que la persona sometida a proceso
intentará eludir la acción de la justicia o entorpecer la investigación –
arts. 221 y 222 del C.P.P.F.-.
Se tiene en consideración, en este orden de ideas, que la
nueva normativa regula en forma precisa y concreta los supuestos de
peligro de fuga o de entorpecimiento al proceso que pueden requerir
la restricción de la libertad en el proceso en los arts. 221 y 222; siendo
función de la judicatura analizar aquellos a la hora de expedirse en
punto a los riesgos procesales.
En relación a ello, no puedo obviar que si bien el análisis
que debe efectuarse sobre cada una de las situaciones enunciadas en
los artículos resulta clarificador de lo que otrora era una construcción
jurisprudencial, gran parte de ellos ya venían siendo ponderados por la
suscripta a la hora de resolver los pedidos de excarcelación
impetrados ante esta Magistratura.22
vi.- En lo que respecta al peligro de fuga, previsto en el art.
221 del C.P.P.F., debo tener en cuenta que el imputado se encuentra a
derecho y constituyó domicilio junto a sus letrados defensores, como
así también que, del análisis de sus condiciones personales, no se
advierten de forma evidente facilidades para abandonar el país o
permanecer oculta (inciso a).
De manera positiva, también se pondera el
comportamiento del imputado durante el procedimiento en cuestión,
ocasión donde se identificó correctamente, proporcionó su domicilio,
y que no registra antecedentes penales verificados (inciso c).
vii.- En lo que respecta al entorpecimiento de la
investigación, previsto en el art. 222 del C.P.P.F., debe recordarse que
22
Ver, entre otros, Incidente de Excarcelación de Florencia Mariana SOSA en causa CCC
74654/2019, rta. 11/10/19; Auto de Procesamiento de Matías Daniel VILA MANFERRE en causa
CCC 74098/2019, rta. 11/11/19.
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d) Disponer su prohibición de salida del país.
2) Cautelares reales.
Establecida la materialidad del suceso pesquisado y la
consecuente responsabilidad criminal que en principio incumbe al
imputado, y adelantada ya la decisión que se adoptará en el presente
decisorio -en el sentido de agravar su situación procesal disponiendo
su procesamiento-, párrafo aparte merece la cuestión vinculada con la
consecuente medida de cautela real que habré de dictar a su respecto.
Sabido es que el embargo es una medida cautelar de tipo
económico, que tiene como destino asegurar la ejecución de la pena
pecuniaria, la indemnización civil derivada del delito, y las costas del
proceso.
Analizadas dichas cuestiones en el presente caso, se
observa que el presupuesto mencionado en primer término (pena
pecuniaria) no resultaría una variable a tener en cuenta, toda vez que
no está prevista en la pena contemplada para el delito que se atribuye
al imputado.
Así las cosas, el monto dinerario que conformará la
medida cautelar en cuestión, deberá fijarse teniendo en cuenta la
indemnización civil derivada del delito y las costas del proceso.
En cuanto a lo primero, teniendo en cuenta las
características de los hechos ventilados, es posible estimar,
provisoriamente, para cubrir una eventual indemnización que
corresponde por las muertes de J. P. R. y R. F. R., en la suma de
ochocientos mil pesos ($800.000).
En cuanto a la segunda circunstancia a ser valorada, esto
es las costas del proceso, dicho concepto, de acuerdo a la letra del art.
533 del Código Procesal Penal de la Nación, se encuentra integrado
por el pago de la tasa de justicia, los honorarios de los abogados,
procuradores y peritos, y finalmente, los demás gastos que se hubieran
originado por la tramitación del presente legajo.
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VII) Epílogo.
Por todo lo expuesto, habiendo valorado las pruebas
colectadas conforme las reglas de la sana crítica -basadas en un eficaz
razonamiento lógico y en la experiencia quien juzga-; sin perjuicio de
posteriores modificaciones que puedan hacérsele al presente en los
términos del artículo 311 del ritual, y en aplicación de las normas
citadas y de los artículos 304, 306, 310, 518 y concordantes del
ordenamiento procesal, es que corresponde y así;
RESUELVO:
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III) IMPONER a J. A. M. las siguientes obligaciones
(artículos 310 del Código Procesal Penal de la Nación y 210 del
Código Procesal Penal Federal, incisos “a”, “c” y “d”):
a) Dar promesa de someterse al procedimiento y de no
obstaculizar la investigación;
b) Fijar domicilio y no ausentarse de él por un plazo
mayor a 72 horas, sin dar previo aviso y solicitar su debida
autorización al Tribunal;
c) Comparecer quincenalmente a los estrados del
Tribunal, lo que, en virtud de las medidas de sanidad dispuestas por el
Poder Ejecutivo Nacional en el marco de la emergencia sanitaria
vigente en nuestro país, podrá realizarse por medios no presenciales; y
d) Disponer su prohibición de salida del país.
IV) TRABAR EMBARGO sobre los bienes y/o dinero
de J. A. M., hasta cubrir la suma de un millón de pesos
($1.000.000,00), y en consecuencia librar por Secretaría el
correspondiente mandamiento (artículo 518 del Código Procesal
Penal de la Nación).
V) Regístrese y notifíquese a las partes electrónicamente
(Acordada 38/13 C.S.J.N.)., y a los familiares de J. P. R. y R. F. R.
por correo electrónico (artículo 5 de la Ley 27.372).
VI) Firme que sea, comuníquese (artículo 2 de la Ley
22.117), líbrese oficio al Sr. Ministro a cargo del Ministerio de Salud
de la Nación junto con copias de la resolución dictada en autos, y
prosígase con el trámite del legajo. P.R.S.-
Ante mí:
Natalia E. Stargard
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.
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-Firma elect. Ac. CSJN 12/20-
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