Fallos88988 - 0 Procesa Por Abandono de Personas Yhomicidio Culposos A Medico Psiquiattra

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Poder Judicial de la Nación

JUZGADO NACIONAL EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL NRO. 14


CCC 41700/2020/CA1

///nos Aires, 5 de marzo de 2021.

AUTOS:

Para resolver en la presente causa que lleva el nro.


…/2020 caratulada “R., R. F. y otro s/ homicidio agravado…” del
registro de la Secretaría nro. 143 del Juzgado Nacional en lo Criminal
y Correccional nro. 14 interinamente a mi cargo; y respecto de la
situación procesal de:
- J. A. M., con Documento Nacional de Identidad nro.
…, de nacionalidad …, nacido el … en …, de estado civil …,
domiciliado en … de esta ciudad.

VISTOS:

I) Génesis y desarrollo de la investigación:


a) Que se inicia este legajo el día 28 de septiembre de
2020, a raíz de la actuación prevencional de diversos miembros de la
Policía Federal Argentina y de la Policía de la Ciudad de Buenos
Aires, que intervinieron en el marco del suceso que, luego, se logró
reconstruir.
En efecto, en la fecha mencionada, a las 16.10hs
aproximadamente, un sujeto -quien a la postre se identificó como R.
F. R.- se aproximó al puesto nro. 2 del predio policial del
Departamento del Cuerpo de la Policía Montada sito en la Avenida
Figueroa Alcorta y Casares de esta ciudad; que estaba siendo cubierto
en aquel momento por el Agente Alan Nahuel Jauregui Bizcyk. En
ese instante, R. llevaba consigo una mochila colgada en sus hombros
y en sus manos un envoltorio de color rojo.
Una vez allí, R. se detuvo frente al agente manifestándole
“te tengo que ofrendar ante los dioses”, “vos me estás sobrando”,
“te estoy hablando en serio”, “tengo un cuchillo de carnicero y tu
alma está designada”, al tiempo que realizaba ademanes con sus
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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manos portando entre las mismas un cuchillo de grandes dimensiones,
como una “cuchilla de cocina” que extrajo de sus pertenencias.
Frente a ello, el oficial efectuó una modulación vía radial
interna al Cuerpo de la Policía Montada comunicando lo que estaba
sucediendo, mientras R. seguía en el lugar y golpeaba el cuchillo
contra las rejas del portón del puesto de seguridad en cuestión.
Luego, arribó al puesto nro. 2 el Oficial de Guardia Lucio
Andrés Iván Acosta Loccini, también del Cuerpo de la Policía
Montada de la Policía Federal Argentina, en virtud de la frecuencia
radial librada anteriormente. Allí, R. comenzó a proferir frases de
contenido similar a las precedentemente descriptas, pero esta vez
hacia Acosta. En concreto, también le dijo “a vos también te voy a
matar, porque sus almas van al infierno”, a la vez que le exhibía el
cuchillo que llevaba en sus manos.
Tras ello, R. se dirigió hacia el puesto nro. 1 -sito en la
Avenida Figueroa Alcorta y Scalabrini y Ortiz-, para luego regresar
hacia el nro. 2 -donde aún se hallaban ambos oficiales mencionados-,
arrojándole al personal policial un ave muerta que llevaba consigo.
Más tarde, se retiró hasta el puesto nro. 11 -ubicado en el cruce de la
Av. Figueroa Alcorta y Cavia-. Acosta lo siguió, pero Jauregui Bizcyk
se quedó en el puesto nro. 2, por lo que lo perdió de vista.
Que luego del aviso realizado por el Comisario del
Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal Argentina,
Augusto César Liberati -que había tomado conocimiento de lo que
estaba sucediendo por la modulación radial interna mencionada-,
desde el cuartel hacia la Sala de Operaciones de la Policía Federal
Argentina, se requirió un móvil jurisdiccional en el lugar que se
estaba desarrollando el episodio. Entre tanto, R. se acercó a pie al
puesto nro. 11 de la misma policía ubicado en la Avenida Figueroa
Alcorta y Cavia; donde comenzó a agredir a transeúntes que
circulaban por el lugar, gritándoles e incluso acercándose bruscamente
a ellos.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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En ese momento, el Inspector J. P. R. junto al Agente F.


E. O., ambos del Departamento de Cuerpo de Policía Montada de la
Policía Federal, salieron desde el puesto nro. 10 (sobre la calle Cavia
entre la Av. Figueroa Alcorta y Chonino) hacia el nro. 11, por la
Avenida mencionada hacia Jerónimo Salguero, y ya siendo las
16.28hs, advirtieron que R. había continuado su camino por la
Avenida, hasta llegar a su intersección con la calle San Martín de
Tours, más concretamente sobre la esquina donde se emplaza el local
gastronómico “Dashi”.
Allí, apenas pasadas las 16.28hs, R. se detuvo al lado de
dos hombres -que se encontraban en el lugar sentados en una de las
mesas de la vereda-, y comenzó a proferir distintas frases referidas “a
Dios”, “al Sol”, “al Universo”, “que debía realizar una ofrenda a
Dios”. J. P. R. y F. E. O. se aproximaron a R., quien al mismo tiempo
profería frases al cielo y hacia el Museo Malba moviendo su cuerpo,
para luego agredirlos e insultarlos. Mientras tanto, arribó también a la
esquina del lugar la Oficial Ximena Figueroa de la Comisaría Vecinal
14C de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
En ese instante, R., en ostensible estado de nerviosismo
comenzó a gritarles “me voy a cargar a uno, quien va a ser el
primero”, “los voy a ofrecer al cielo”, frases que dirigió hacia los
agentes J. P. R. y F. E. O., al mismo tiempo en que extrajo de su
mochila un cuchillo de unos treinta centímetros que se trataba
probablemente del mismo arma que había exhibido en la puerta del
cuartel, con el que volvió a hacer ademanes a los nombrados, con la
presunta intención de lesionarlos. Frente a ello, J. P. R. quedó frente a
R., mientras que F. E. O. a un costado y Figueroa detrás; todos
intentando en el marco de sus funciones que cese en su accionar.
Sin embargo, R. continúo con su actitud amenazante y
agresiva, por lo que los oficiales retrocedieron. En ese momento, R. se
abalanzó empuñando el cuchillo de frente sobre el Inspector J. P. R.,
lo que generó el retroceso de éste, aparentemente a los fines de evitar
ser lastimado o que terceras personas lo fueran, cuestión que no logró
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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evitar en tanto R. asestó el cuchillo contra el cuerpo de J. P. R. quien,
una vez herido en el tórax en procura de resistir la agresión, efectuó
disparos con su arma de fuego reglamentaria (pistola marca “Bersa”,
modelo “Thunder 9”, Calibre 9x19mm, nro. 11-602.062), de arriba
hacia abajo a modo de disuasión, siendo que tres de los cuatro
disparos efectuados impactaron contra el cuerpo de R., en principio
uno en cada pierna y otro en su abdomen.
Que, a resultas de dichas acciones, J. P. R. falleció el
mismo día, a las 17.25hs., en el “Sanatorio Mater Dei”, por “herida de
arma blanca en tórax, hemorragia interna y externa”, producida por la
lesión efectuada por R. en el tórax. Y horas más tarde, precisamente a
las 3.30hs del día siguiente, 29 de septiembre del 2020, se produjo el
deceso de R. F. R., en el “Hospital General de Agudos Dr. Juan A.
Fernández”, debido a un paro cardiorrespiratorio que habría sido
producido por “heridas de arma de fuego en abdomen y hemorragia
interna”.
b) Que luego de que J. P. R. resultó herido con el arma
blanca en cuestión, se efectuó la consulta judicial de rigor con este
tribunal por intermedio del personal de la Comisaría Vecinal 14C de
la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, quienes labraron las
actuaciones sumariales que dieran inicio a este legajo.
Tras ello, se llevaron a cabo una gran cantidad de
diligencias probatorias con la finalidad de reconstruir lo sucedido y
determinar qué había ocurrido.
c) De este modo, tanto a través de las pruebas reunidas
como los dichos de los propios familiares de R., se profundizó en la
investigación del estado de salud psicofísica del mencionado y su
estado de salud mental. Ello, a través de diversas diligencias que se
ordenaron incluso, ante la urgencia del caso, por consulta telefónica.
d) Tras ello, y luego de recolectar todas las constancias
relativas a su salud, se dispuso llevar a cabo una amplia y completa
pericia médica, con orientación psicológico psiquiátrica, a los efectos
de ahondar en los puntos periciales que luego se detallarán.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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e) Finalmente, luego de recibir el informe médico en


cuestión, y tras un análisis de las conclusiones a las que allí se
arribaron, se convocó a prestar declaración indagatoria a J. A. M.,
médico psiquiatra tratante de R. F. R.

II) Hechos imputados:


Que en base a ello, se le atribuyeron a J. A. M. los
siguientes hechos:
1) Haber incumplido en el ejercicio de su profesión de
médico psiquiatra con los deberes inherentes a la lex artis que dicha
profesión le imponía y las derivadas de la ley de Salud Mental nro.
26.657, en el marco de la atención dispensada a su paciente R. F. R.,
con Documento Nacional de Identidad nro. …, de … de edad,
diagnosticado por el imputado con un “trastorno esquizofrénico de
tipo de enero de paranoide continuo” a quien atendía desde el 18 de
noviembre de 2014, actuando entre al menos el 18 y 28 de septiembre,
ambos de 2020, de forma negligente y en inobservancia a dichas
obligaciones, al: soslayar los controles urgentes, necesarios y
adecuados que el mencionado paciente requería conforme el estado de
salud que se le había informado; no procurar el seguimiento del estado
de salud psicológico-psiquiátrica; soslayar el control del dosaje y
administración de la medicación prescripta; y omitir la adopción de
las medidas urgentes que el caso requería, entre ellas la inmediata
atención y evaluación para internación de la especie; todo lo cual
importó una elevación del riesgo por encima del permitido que
implicó el abandono de dicho paciente a su cargo - R. F. R.- a su
suerte, dejándolo en una situación de desamparo y desprotección tal.
que derivara en su fallecimiento, ocurrido el 29 de septiembre de
2020, a las 3.30hs., en el “Hospital General de Agudos Dr. Juan A.
Fernández”.
Que dicho episodio sucedió a partir de la perfección del
riesgo inminente para sí y terceros que el mencionado R. presentaba al
menos entre los días 18 y 28 de septiembre de 2020, es decir, y que se
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concretara en el marco de violento evento que lo involucró donde R.
resultara gravemente herido de muerte y otra persona -el Inspector J.
P. R. del Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal
Argentina-; encontrándose dicho riesgo en el cabal conocimiento del
imputado quien, ostentando el poder de evitación de ese resultado,
soslayó toda acción positiva tendiente a neutralizarlo o reducirlo.
Que en ese sentido, J. A. M., médico psiquiatra, comenzó
a atender a R. F. R. el 18 de noviembre de 2014, diagnosticándolo
como paciente con “trastorno esquizofrénico de tipo paranoide
continuo” como así también con “incapacidad psíquica de más del
90% casi total y permanente, desde el inicio del tratamiento”,
recetándole para febrero de 2015 la ingesta de la medicación
“Lapenax”, que contiene “clozapina”.
Que hacia principios del año 2020 las atenciones se
discontinuaron, siendo las últimas brindadas el 8 de mayo, y luego el
3 de julio, ambos de 2020. Que en tal contexto y habiendo sido
avisado los días 18, 21 y 25 de septiembre de 2020 por los hermanos
de R. F. R., G. y J. F. R., por medio de conducto telefónico sobre la
interrupción por parte de R. del consumo de la medicación recetada y
la presencia en ese momento de descompensaciones psíquicas tales
como “comenzar a hablar raro, realizar movimientos extraños, tener
delirio de persecución”, M. no le brindo la atención, diagnóstico,
seguimiento y control M. en el marco de su ministerio, limitándose a
dialogar con el paciente por conducto telefónico el 18 de septiembre
del mismo año y luego de ello explicarle a los hermanos de R. -G. y J.
F. R.- que debía ingerir un comprimido diario de “lapenax” y
realizarse un “hemograma”; ya que “no lo había visto ‘tan mal’” y
que volvería a atenderlo el 2 de octubre del mismo año, sin perjuicio
de que el estado de salud psicofísica de dicha persona mejorara.
Que las advertencias de la familia sobre el estado de
psíquico y la descompensación psiquiátrica de R. se repitieron los días
25 de septiembre, a las 21.00hs aproximadamente, y el 27 de
septiembre, ambos de 2020, alrededor de las 15.00hs., momentos en
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los cuales sus familiares -G. y J. F. R.- observaron un empeoramiento


del comportamiento del paciente. Que por tales motivos, el 27 de
septiembre de 2020, entre las 19.00 y 20.00hs, llamaron nuevamente
al imputado por vía telefónica. En esta ocasión le mencionaron sobre
sus condiciones de salud psíquica y manifestaciones psicológico
psiquiátricas que R. F. R. había concurrido ese sábado 26 de
septiembre a la “Embajada de los Estados Unidos de América” para
dejarle un mensaje al presidente Donald Trump; solicitándole al
imputado que, de ser posible, colabore para proceder a iniciar los
trámites de internación de R., frente a lo que el profesional dijo que
“lo volverían a hablar al día siguiente”, “que tenía que consultar
cómo era la ley de salud mental para internarlo, que no estaba muy
al tanto del protocolo de internación” y que “el lunes no podía
porque tenía que atender pacientes en San Miguel”.
Que al día siguiente de dicha conversación, es decir el día
lunes 28 de septiembre de 2020, a las 16.30hs. aproximadamente, en
la intersección de la Avenida Figueroa Alcorta y San Martín de Tours
de esta ciudad, R. F. R. atacó y apuñaló con un arma blanca similar a
una “cuchilla de cocina” al Inspector J. P. R. del Cuerpo de la Policía
Montada de la Policía Federal Argentina, lo que derivó en el
fallecimiento de J. P. R., el mismo día, a las 17.25hs., en el “Sanatorio
Mater Dei”, por “herida de arma blanca en tórax, hemorragia interna y
externa”.
Que, tal como se mencionó, tales acontecimientos
tuvieron lugar en la intersección de Avenida Figueroa Alcorta y San
Martín de Tours de esta ciudad, tras una secuencia fáctica que habría
comenzado a las 16.10hs aproximadamente, ocasión en la R. F. R. se
habría presentado en el puesto nro. 2 del predio policial del
Departamento del Cuerpo de la Policía Montada, sito en la Avenida
Figueroa Alcorta y Casares, de esta ciudad; que estaba siendo cubierto
en aquel momento por el Agente Alan Nahuel Jauregui Bizcyk.
Que R. venía transitando a pie por la citada avenida, en
dirección a la calle Cavia, llevando consigo colocada en sus hombros
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una mochila, a la vez que sostenía en una de sus manos una bolsa de
nylon con varios elementos en su interior, y aparentemente en la otra
un envoltorio de color rojo.
Una vez allí, R. se parado frente al agente manifestándole
“te tengo que ofrendar ante los dioses”, “vos me estás sobrando”,
“te estoy hablando en serio”, “tengo un cuchillo de carnicero y tu
alma está designada”, al tiempo que realizaba ademes con sus manos
portando entre las mismas un cuchillo de grandes dimensiones, como
una “cuchilla de cocina” que extrajo de sus pertenencias.
Que luego, el funcionario policial efectuó una
modulación vía radial interna al Cuerpo de la Policía Montada
comunicando lo que estaba sucediendo, mientras R. seguía en el lugar
y golpeaba el cuchillo contra las rejas del portón del puesto de
seguridad en cuestión. Que tras alejarse del sitio el personal policial se
apresuró y cerró la reja, lesionándose el nombrado en su dedo pulgar
derecho.
Que en tal ocasión, habría arribado al puesto nro. 2 el
Oficial de Guardia Lucio Andrés Iván Acosta Loccini del Cuerpo de
la Policía Montada de la Policía Federal Argentina, en virtud de la
frecuencia radial librada anteriormente. Que, en ese momento, R.
habría comenzado a proferir frases de contenido similar a las
precedentemente descriptas, pero esta vez hacia Acosta. En concreto,
también le habría dicho “a vos también te voy a matar, porque sus
almas van al infierno”, a la vez que le exhibía el cuchillo que llevaba
en sus manos.
Que luego de ello, R. se dirigió hacia el puesto nro. 1
-sito en la Avenida Figueroa Alcorta y Scalabrini y Ortiz-, para luego
regresar hacia el nro. 2 -donde aún se hallaban ambos oficiales
mencionados-, arrojándole al personal policial un ave muerta que
llevaba consigo. Tras ello, se retiró hasta el puesto nro. 11 -ubicado en
el cruce de la Av. Figueroa Alcorta y Cavia-. Acosta lo siguió, pero
Jauregui Bizcyk -ambos de la P.F.A.-, se quedó en el puesto nro. 2,
por lo que en ese instante lo perdió de vista.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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Que tras el aviso realizado en forma inmediata por el


Comisario del Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal
Argentina, Augusto César Liberati -que había tomado conocimiento
de lo que estaba sucediendo por la modulación radial interna
mencionada-, desde el cuartel habría a la Sala de Operaciones de la
Policía Federal Argentina, a efectos de requerir un móvil
jurisdiccional en el lugar que se estaba desarrollando el episodio.
Que en el ínterin, R. se acercó a pie al puesto nro. 11 de
la misma policía sito en la Avenida Figueroa Alcorta y Cavia, de este
medio; donde comenzó a agredir a transeúntes que circulaban por el
lugar, gritándoles e incluso acercándose bruscamente a ellos.
Que en ese momento, el Inspector J. P. R. junto al Agente
F. E. O., ambos del Departamento de Cuerpo de Policía Montada de la
Policía Federal, salieron desde el puesto nro. 10 (sobre la calle Cavia
entre la Av. Figueroa Alcorta y Chonino) hacia el nro. 11, por la
Avenida mencionada hacia Jerónimo Salguero, y ya siendo las
16.28hs, advirtieron que R. había continuado su camino por la
Avenida, hasta llegar a su intersección con la calle San Martín de
Tours, más concretamente sobre la esquina donde se emplaza el local
gastronómico “Dashi”.
Que así, siguió transitando dicha persona de a pie por la
Avenida en sentido contrario al tránsito, hasta llegar a su cruce con la
calle San Martín de Tours, deteniéndose en la esquina, donde se
emplaza el local gastronómico llamado “Dashi”.
Que en ese lugar, apenas pasadas las 16.28hs, R. se
detuvo al lado de dos hombres -que se encontraban en el lugar
sentados en una de las mesas de la vereda-, y comenzó a proferir
distintas frases referidas “a Dios”, “al Sol”, “al Universo”, “que debía
realizar una ofrenda a Dios”.
Que, a partir de dicha secuencia, el Inspector J. P. R.
junto a F. E. O. se aproximaron a R., quien al mismo tiempo profería
frases al cielo y hacia el Museo Malba moviendo su cuerpo. Así las
cosas, tras acercarse J. P. R. y F. E. O., R. continuó agrediéndolos y
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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comenzó a insultarlos. Mientras tanto, arribó también a la esquina del
lugar la Oficial Ximena Figueroa de la Comisaría Vecinal 14C de la
Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
En ese instante, R., en ostensible estado de nerviosismo
comenzó a gritarles “me voy a cargar a uno, quien va a ser el
primero”, “los voy a ofrecer al cielo”, frases que dirigió hacia los
agentes J. P. R. y F. E. O., al mismo tiempo en que extrajo de su
mochila un cuchillo de unos treinta centímetros que se trataba
probablemente del mismo arma que había exhibido en la puerta del
cuartel, con el que volvió a hacer ademanes a los nombrados, con la
presunta intención de lesionarlos.
Frente a ello, J. P. R. quedó frente a R., mientras que F.
E. O. a un costado y Figueroa detrás; todos intentando en el marco de
sus funciones que cese en su accionar.
Que R. continúo con su actitud amenazante y agresiva,
por lo que los oficiales retrocedieron. Que en ese preciso momento R.
se abalanzó empuñando el cuchillo de frente sobre el Inspector J. P.
R., lo que generó el retroceso de éste aparentemente a los fines de
evitar ser lastimado o que terceras personas lo fueran, cuestión que no
logró evitar en tanto R. asestó el cuchillo contra el cuerpo de J. P. R.
quien, una vez herido en el tórax en procura de resistir la agresión,
efectuó disparos con su arma de fuego reglamentaria (pistola marca
“Bersa”, modelo “Thunder 9”, Calibre 9x19mm, nro. 11-602.062), de
arriba hacia abajo a modo de disuasión, siendo que tres de los cuatro
disparos efectuados impactaron contra el cuerpo de R., en principio
uno en cada pierna y otro en su abdomen.
Que, a resultas de dichas acciones, J. P. R. falleció el
mismo día, a las 17.25hs., en el “Sanatorio Mater Dei”, por “herida de
arma blanca en tórax, hemorragia interna y externa”, producida por la
lesión efectuada por R. en el tórax.
Horas más tarde, precisamente a las 3.30hs del día
siguiente, 29 de septiembre del 2020, se produjo el deceso de R. F. R.,
en el “Hospital General de Agudos Dr. Juan A. Fernández”, debido a
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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un paro cardiorrespiratorio que habría sido producido por “heridas de


arma de fuego en abdomen y hemorragia interna”.
Que en tal contexto y siendo que las acciones corporales
de amenazas a personal policial y transeúntes, tanto verbales como
con un arma -en este caso una cuchillo de grandes dimensiones-; el
posterior ataque efectuado con dicho cuchillo contra el cuerpo de uno
de los policías que habían procurado controlar la situación y evitar la
consumación del riesgo, y en definitiva el deceso del Inspector J. P. R.
del Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal Argentina, y
del propio R. F. R., fueron consecuencia directa de la consumación
del riesgo inminente y grave para sí o terceros que registraba el
mencionado R. cuya condición de desequilibrio e inestabilidad
psíquica había sido informado por la familia de éste a su médico
tratante, el aquí imputado.
En tal orden, en síntesis se le atribuye al nombrado no
haber atendido adecuadamente, diagnosticado, actualizado su
diagnóstico y estado, realizando una adecuada supervisión y control
del paciente a cuyo cargo se encontraba su cuidado, y adoptado las
medidas urgentes que el caso requería en el marco de la Ley de Salud
Mental nro. 26.657, a parir del cuadro psicótico reagudizado que
estaba atravesando, en el contexto de una Esquizofrenia Paranoide
que parecía, dejándolo a su suerte y sin desplegar las acciones
positivas que evitaran dichos resultados y garantizaran el cuidado de
la salud psicofísica y la seguridad del nombrado, ni neutralizara o
contuviera el riesgo, provocando con ello los resultados luctuosos
antes descriptos, que podría haber evitado.
2) Asimismo, se la atribuyó haber omitido, mediante
negligencia e incumplimiento de los deberes a su cargo, en especial
aquellos derivados de la Ley de Salud Mental nro. 26.657, los deberes
objetivos de cuidado que por su condición de médico psiquiatra de R.
F. R. le correspondían, elevando el riesgo por sobre lo permitido sobre
el peligro inminente para sí o terceros que ostentaba R. y soslayando
su deber de evitación de dichos riesgos -que se encontraban dentro de
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su dominio-, no haber adoptado las medidas necesarias -entre ellas el
adecuado diagnóstico e internación médica psiquiátrica que requería
el caso, generando con su accionar culposo en el marco de los
acontecimientos descriptos en el “hecho 1”, el fallecimiento de J. P.
R., Inspector del Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal
Argentina, que se produjo el 28 de septiembre de 2020, a las 17.25hs.,
en el “Sanatorio Mater Dei”, por “herida de arma blanca en tórax,
hemorragia interna y externa” producida por su paciente R. F. R.
Ello en razón de los incumplimientos a sus funciones y
negligencias ya descriptas en el “hecho 1” respecto del cuidado de la
salud psíquica de R. F. R. y del deber de evitación en el que se
encontraba como garante del cuidado del mencionado en lo ateniente
a su salud psicofísica, al no adoptar los recaudos necesarios para
garantizar la evitación del riesgo para sí o para terceros existente en
ese momento, y perfeccionado conforme lo ya relatado.

III) Pruebas reunidas:


Que la imputación recién reseñada se basó en el plexo
probatorio hasta aquí reunido, y que se constituye de los siguientes
elementos:
1) Declaraciones testimoniales de:
a) J. A. M., J. M. P., G. I. A., H. R. P., F. E. D., F. G. G.,
M. E. V., todas en sede policial, y de I. V. ante este tribunal.
b) M. N. F., T. J. B. A., J. B. M., P. R. T., V. G. C., A. H.
D., N. I. M., todas en sede policial.
c) Oficial Alan Nahuel Jauregui Biczyk en sede policial y
su ampliación ante este tribunal, Agente F. E. O. en sede policial y su
ampliación ante este tribunal, Augusto César Liberati ante este
tribunal, Oficial Lucio Iván Acosta Loccioni en sede policial y su
ampliación ante este tribunal, de la Policía Federal Argentina.
d) Oficial Primero Paulino Armando Valdez en sede
policial, Oficial Daniela Belén Giménez en sede policial, Ximena
Figueroa en sede policial y su ampliación ante este tribunal, Víctor
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Manuel Juárez ante este tribunal, Oficial Mayor Mariela Rosa Gómez
en sede policial, Inspector Gustavo Alberto Martínez en sede policial,
Oficial Rocío Cristian Galarza en sede policial, Principal Cristian
Salazar Tobar, Subcomisario Marcelo Gustavo Barreda, de la
Inspectora Déborah Elizabeth Godoy Soria, Oficial Mayor Iván
Agustín Ovadilla, de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
e) de G. R. ante este tribunal.
2) Croquis a mano alzada del lugar del hecho;
3) Informe médico legal respecto de R. F. R.;
4) Acta de extracción de sangre y orina respecto de R. F.
R.;
5) Informe pericial toxicológico respecto de R. F. R. del
Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional;
6) Acta de secuestro de los elementos que llevaba en su
poder R. F. R.; acta de secuestro de los elementos que llevaban en su
poder F. E. O. y J. P. R.; acta de secuestro del proyectil incautado en
el lugar del hecho; y acta de secuestro de las prendas de vestir que
llevaba J. P. R. al momento de los hechos;
7) Informes nro. 540.772 del Centro de Monitoreo
Urbano del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y soportes de
video acompañados, reservados en la Secretaría del tribunal y
registrados en el sistema informático;
8) Informes del suceso nro. 31.781.225 y 31.781.177 de
la División Transcripciones de la Policía de la Ciudad de Buenos
Aires, respecto de los llamados efectuados al Departamento Federal
de Emergencias Policiales (911) al momento de los hechos, con
grabación de sus respectivas modulaciones radiales;
9) Modulaciones efectuadas el 28 de septiembre de 2020
en los grupos de trabajo “PF1” de la Policía Federal Argentina;
10) Declaración testimonial del Oficial Mayor Luis
Mariano Pino de la División Exteriores de Video de la Policía de la
Ciudad de Buenos Aires, junto con soportes de video reservados en la
Secretaría del tribunal y registrados en el sistema informático;
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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11) Informes periciales de la División de Análisis Físicos,
Químicos e Industriales del Laboratorio Químico de la Policía de la
Ciudad de Buenos Aires;
12) Informes periciales de la División Balística de la
Policía de la Ciudad de Buenos Aires;
13) Informes de autopsia de J. P. R. y de R. F. R., con su
posterior ampliación, ambos de la Morgue Judicial de la Nación;
14) Actuaciones labradas con motivo de los registros
domiciliarios practicados en los domicilios de las calles …, del 28 de
septiembre de 2020, con declaraciones testimoniales de Ricardo
Alberto Acosta y Rubén Oscar González, fotografías y croquis a mano
alzada del lugar; y de …, y documentación allí incautada reservada en
la Secretaría del tribunal y registradas en el sistema informático;
15) Historia clínica completa de R. F. R., reservada en la
Secretaría del tribunal y registrado en el sistema informático;
16) 7 recetas médicas incautadas en el registro
domiciliario, firmadas por el Dr. J. A. M. de fecha 3 de julio de 2020,
y una del 18 de septiembre de 2020; recibos de compra de
medicamentos; planilla de controles de hemograma respecto de R. F.
R.;
17) Certificado médico rubricado por el Dr. J. A. M. de
fecha 27 de septiembre de 2020 respecto de R. F. R. y aportado por
M. A. J. en su presentación del 30 de septiembre del mismo año;
18) Constancia telefónica suscripta por el Principal
Augusto Pintos Samapaio de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires;
19) Copias de historia clínica de R. F. R. del “Hospital
Fernández;
20) Informe del ANSES respecto del trámite 024 20
20988302 4 7 de R. F. R.;
21) Actuaciones labradas con motivo de las ordenes de
presentación con facultad de allanamiento libradas a: 1) “Laboratorio
Proesa” de la Avenida Córdoba 2415, del 29 de septiembre de 2020,
2) “Hospital General de Agudos Bernardino Rivadavia” de la Avenida
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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General las Heras 2670, del 16 de octubre de 2020, 3) “Clínica


Modelo de Psiquiatría” de la calle Paraguay 1983, del 16 de octubre
de 2020, todas de esta ciudad;
22) Copia de los expedientes caratulados “R., Roberto
Carlos s/ sucesión testamentaria” (nro. 36.139/18) y “R., R. F. s/
artículo 482 del Código Civil” (nro. 11.045/2011) de los registros de
los Juzgados Nacionales de Primera Instancia en lo Civil nro. 22 y 25,
respectivamente, e informe de la Defensoría Pública de Menores e
Incapaces nro. 2 de esta ciudad;
23) Informe médico clínico respecto de R. F. R. del
Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional;
24) Informe médico psicológico – psiquiátrico respecto
de R. F. R. del Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional;
25) Informe relativo a la orden de presentación con
facultad de allanamiento librada en el día de la fecha al Centro de
Emergencias Médicas “Vittal”;
26) Declaración testimonial de J. F. R. ante este tribunal;
27) Mensajes de audio aportados por J. F. R. y que fueran
registrados en el sistema informático.

IV) Declaración indagatoria:


Que al momento de ser convocado a prestar declaración
indagatoria a tenor de lo dispuesto en el artículo 294 del ordenamiento
ritual, tras ser puesto en cabal conocimiento de los hechos imputados
y los elementos de prueba reunidos en su contra, J. A. M. hizo uso de
su derecho de abstenerse de declarar.
Sin embargo, al día siguiente presentó un descargo por
escrito, al que se remitió en un todo y que solicitó que forme parte de
su declaración.
Que su defensa se centró, principalmente, en los sucesos
que habrían ocurrido ese domingo 27 de septiembre de 2020 -día
anterior al desarrollo de los hechos que dieran inicio a este legajo-.
Según el imputado, tras el llamado de los familiares de su paciente -R.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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F. R.-, él se contactó con el “Centro Médico Pueyrredón” para
proceder a la inmediata y urgente atención médica de R., y su
eventual internación.
Que allí, le habrían informado que el centro en cuestión
no contaba con un equipo de internaciones, sino que debía contactarse
con el centro de emergencias “Vittal”, lo que así habría realizado;
todo por llamados telefónicos.
Que asimismo, dijo que al contactarse con este centro, le
dijeron que para proceder a la internación del paciente debían
contactarse con la familia de R., que presuntamente serían quienes se
encontraban con él en ese momento, ya que él, como médico “había
llegado hasta ahí”.
Y finalmente, dijo que tras esto, ese mismo domingo, en
el horario de la noche, recibió un mensaje de voz por la aplicación de
mensajería instantánea de “WhatsApp” en la que J. F. R. -hermano de
R.- le decía que por decisión de G. -el otro de sus hermanos- al día
siguiente analizarían nuevamente la cuestión y decidirían sobre la
internación de R..

Y CONSIDERANDO:

I) Consideraciones preliminares.
a) En primer lugar, debo aclarar que la decisión que
adoptaré en este momento, se basa en un concienzudo análisis de las
pruebas obtenidas y los razonamientos que se coligen a partir de ellas
sobre el contexto de la acción, su iter criminis y su resultado. Así, no
dejo de observar que el caso de autos se finca en establecer la
responsabilidad penal derivada de un posible nexo causal entre una -o
mejor dicho varias- omisiones y dos resultados fatídicos, y que la
aserción sobre dicha relación resultan, a mi juicio y sin margen de
dudas, como atribuibles al médico psiquiatra tratante del autor
material de los hechos que se desarrollaron y que dieran inicio a esta
investigación.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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He de señalar al respecto que el método de la sana crítica


racional deja al Juzgador en libertad para admitir toda prueba que
estime útil en miras al esclarecimiento de la verdad y para apreciarla
conforme a las reglas de la lógica, de la psicología y de la experiencia
común.
De esta forma la decisión jurisdiccional debe encontrarse
adecuadamente fundada en base a los principios de razonabilidad y
logicidad, de forma tal de permitir a las partes conocer el iter lógico
de su elaboración.
Así, la resolución debe reposar en medios de prueba
debidamente incorporados y encontrarse adecuadamente fundada
(artículos 123 y concordantes del C.P.P.N).
En tal razonamiento, llegada esta instancia para resolver la
situación procesal de J. A. M., debo afirmar que se encuentra
acreditada en el legajo la materialidad de los hechos que se le imputan
y la responsabilidad que en los acaecimientos del desenlace fatal le
cabe al nombrado, a la luz de los elementos de prueba colectados a lo
largo de la instrucción y con los alcances previstos en el artículo 306
del Código Procesal Penal de la Nación; por lo que entiendo esta
causa debe ser resuelta en una instancia superior con la inmediatez y
concentración propia del debate.
Es decir, encontrándose a la fecha comprobada la
materialidad fáctica de los hechos investigados y atribuidos al
mencionado, entiendo que corresponde dictar el pronunciamiento
jurisdiccional que defina su situación procesal, dada la suficiencia del
cuadro probatorio ya acopiado.

b) Ahora bien, la meta que persigue el proceso penal en


esta instancia consiste en acreditar la existencia del suceso materia de
investigación, establecer la participación, en sus distintos grados, de
sus autores y/o partícipes, y determinar la consecuente
responsabilidad de cada uno de ellos, para eventualmente aplicar la
sanción punitiva que corresponda (artículo 193 del C.P.P.N.).
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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Ubicados en la primera etapa del proceso, el auto previsto
en el artículo 306 del Código Procesal Penal de la Nación, es la
primera manifestación jurídica y de carácter vinculante, que se
encamina hacia tal finalidad, cuando el juez afirma que, en principio,
los hechos habrían existido, y el imputado habría participado en su
comisión.
En razón del carácter eminentemente provisorio de este
primer pronunciamiento, no se requiere para su dictado una certeza
absoluta de lo verdaderamente ocurrido, ni que el acusado
efectivamente haya cometido los hechos que se le enrostran, sino más
bien, que debe existir una seria posibilidad que ello haya ocurrido de
esa manera.
Recuérdese al respecto que “el procesamiento es una
decisión jurisdiccional emitida por el juez a cargo de la instrucción
que, bajo la forma de auto, analiza la prueba colectada, conforme las
reglas de la sana crítica, para llegar a la creencia, prescindente de
certeza plena, de que se cometió un delito y que el imputado se
encuentra vinculado a su ejecución (como autor, partícipe o
instigador)” -NAVARRO, Guillermo, DARAY, Roberto “Código
Procesal Penal de la Nación” Tomo II, pág. 527 Hammurabi 5ta.
Edición-, que implica un juicio de probabilidad –CNCP sala III, ED
187-1237; CCCF, sala I, DJ, 2001-2-322; CCC Sala IV, JA 1995-IV-
573 (Op.cit.) entre muchos otros- que no requiere, por tanto,
certidumbre apodíctica –CCCF sala I, LL, 2001-B-110; CF
Corrientes, Litoral, 2001-3-333 (Op.cit)- y que importa el
reconocimiento del mérito de la imputación -NAVARRO, Guillermo,
DARAY, Roberto “Código Procesal Penal de la Nación” Op. Cit. pág.
527.
Por ello, y en base a lo reseñado en los acápites
precedentes, es que habré de ordenar su procesamiento en los
términos del artículo 306 del Código Procesal Penal de la Nación.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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II) Consideraciones sobre los acontecimientos


ocurridos el 28 de septiembre de 2020.
a) En este punto, habré de explicar los fundamentos que
me han llevado a arribar a la conclusión ya adelantada, considerando
esta jueza que se ha agotado la instrucción en los términos del artículo
193 del C.P.P.N. y que se encuentra ampliamente reunido el plexo
probatorio suficiente como dictar el pronunciamiento previsto en el
artículo 306 del C.P.P.N. respecto del indagado.
b) En ese sentido, se impone señalar que, a la luz de los
elementos de cargo acumulados en el legajo, no existen controversias
en cuanto a los eventos que se desarrollaron el pasado 28 de
septiembre, y que tuvieran inicio a partir de las 16.10hs, que
finalizaron con el fallecimiento del Inspector J. P. R. del
Departamento del Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal
Argentina, lesionado de muerte con un cuchillo de grandes
dimensiones por R. F. R., quien a partir de tales acontecimientos
también murió al día siguiente.
Para ello, se tienen por acreditadas, en el orden temporo
espacial que se especificó al desarrollar la imputación, tanto el
accionar de R. F. R. de ese día, apenas pasadas las 16.10hs, y que
desembocara en su encuentro frente a frente con J. P. R. en la
intersección de las Avenidas Figueroa Alcorta y San Martín de Tours
de esta ciudad, donde se produjo el ataque de R. hacia J. P. R. y que
fue causal del fallecimiento de este último. Asimismo, ha quedado
acreditado que el día siguiente, a las 3.30hs, R. también murió a causa
de los eventos que se describieron.
Sin perjuicio de ello y sin ser reiterativa, habré de
mencionar cómo fue que se desarrollaron los acontecimientos que
ocurrieron aquel 28 de septiembre de 2020 y que dieran inicio a esta
investigación; todo en base a los elementos de prueba que se han ido
incorporando escalonadamente a lo largo de esta pesquisa y que, en
definitiva, permitieron reconstruir lo sucedido y precisar sus
circunstancias de tiempo, modo y lugar.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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En efecto, tal como se mencionó, tales sucesos tuvieron
lugar en la intersección de Avenida Figueroa Alcorta y San Martín de
Tours de esta ciudad, tras una secuencia fáctica que habría comenzado
a las 16.10hs aproximadamente, ocasión en la R. F. R. se habría
presentado en el puesto nro. 2 del predio policial del Departamento
del Cuerpo de la Policía Montada, sito en la Avenida Figueroa Alcorta
y Casares, de esta ciudad; que estaba siendo cubierto en aquel
momento por el Agente Alan Nahuel Jauregui Bizcyk.

(Captura de pantalla del puesto nro. 2 del Cuerpo de la Policía Montada de


la Policía Federal Argentina, sito en la intersección de la Avenida Figueroa
Alcorta y Casares, de esta ciudad).-

Que R. venía transitando a pie por la citada avenida, en


dirección a la calle Cavia, llevando consigo colocada en sus hombros
una mochila, a la vez que sostenía en una de sus manos una bolsa de
nylon con varios elementos en su interior, y aparentemente en la otra
un envoltorio de color rojo.
Una vez allí, R., se paró frente al agente manifestándole
“te tengo que ofrendar ante los dioses”, “vos me estás sobrando”,
“te estoy hablando en serio”, “tengo un cuchillo de carnicero y tu
alma está designada”, al tiempo que realizaba ademanes con sus
manos portando entre las mismas un cuchillo de grandes dimensiones,
como una “cuchilla de cocina” que extrajo de sus pertenencias.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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Que luego, el funcionario policial efectuó una modulación


vía radial interna al Cuerpo de la Policía Montada comunicando lo
que estaba sucediendo, mientras R. seguía en el lugar y golpeaba el
cuchillo contra las rejas del portón del puesto de seguridad en
cuestión. Que tras alejarse del sitio el personal policial se apresuró y
cerró la reja, lesionándose el nombrado en su dedo pulgar derecho.
Que en tal ocasión, habría arribado al puesto nro. 2 el
Oficial de Guardia Lucio Andrés Iván Acosta Loccini del Cuerpo de
la Policía Montada de la Policía Federal Argentina, en virtud de la
frecuencia radial librada anteriormente. Que, en ese momento, R.
habría comenzado a proferir frases de contenido similar a las
precedentemente descriptas, pero esta vez hacia Acosta. En concreto,
también le habría dicho “a vos también te voy a matar, porque sus
almas van al infierno”, a la vez que le exhibía el cuchillo que llevaba
en sus manos.
Que luego de ello, R. se dirigió hacia el puesto nro. 1 -sito
en la Avenida Figueroa Alcorta y Scalabrini y Ortiz-, para luego
regresar hacia el nro. 2 -donde aún se hallaban ambos oficiales
mencionados-, arrojándole al personal policial un ave muerta que
llevaba consigo.

(Captura de pantalla del puesto nro. 1 del Cuerpo de la Policía Montada de


la Policía Federal Argentina, sito en la intersección de la Avenida Figueroa
Alcorta y Scalabrini Ortiz, de esta ciudad).-

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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Tras ello, se retiró hasta el puesto nro. 11 -ubicado en el
cruce de la Av. Figueroa Alcorta y Cavia-. Acosta lo siguió, pero
Jauregui Bizcyk -ambos de la P.F.A.-, se quedó en el puesto nro. 2,
por lo que en ese instante lo perdió de vista.

(Captura de pantalla del puesto nro. 11 del Cuerpo de la Policía Montada


de la Policía Federal Argentina, sito en la intersección de la Avenida Figueroa
Alcorta y Cavia, de esta ciudad).-

Que tras el aviso realizado en forma inmediata por el


Comisario del Cuerpo de la Policía Montada de la Policía Federal
Argentina, Augusto César Liberati -que había tomado conocimiento
de lo que estaba sucediendo por la modulación radial interna
mencionada-, desde el cuartel habría a la Sala de Operaciones de la
Policía Federal Argentina, a efectos de requerir un móvil
jurisdiccional en el lugar que se estaba desarrollando el episodio.
Que, de acuerdo a la prueba informativa reunida, tal
llamado fue efectuado a las 16.23hs. Ello motivó que, a las 16.24hs, el
Cabo Primero 1° Villegas de la P.F.A., se comunique con el
Departamento de Operaciones de la Policía de la Ciudad de Buenos
Aires, con el objeto de requerir que se irradie alerta de lo que estaba
ocurriendo para que un móvil jurisdiccional se presente en el lugar.
Allí, siendo las 16.24hs, se dio inicio al “suceso nro.
31781225” de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, a raíz de la

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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intervención del operador Javier Miranda (usuario “jmiranda”) de


aquella fuerza policial.
En virtud de éste, a las 16.26hs se dio intervención, por
jurisdicción, a la Comuna 14 de la Policía de la Ciudad. Y luego, a las
16.27hs, el personal de la comuna recibe la modulación y asigna al
móvil 1.421 (interno 2.266), que era tripulado por el Inspector
Gustavo Alberto Martínez de la Comisaría Vecinal 14C, que
emprende camino al lugar.
Además, al mismo momento, 16.27hs, otro móvil de la
comisaría, que resultó ser el conducido por la Oficial Ximena
Figueroa, informa también que se dirigiría al lugar.
Que en el ínterin, R. se acercó a pie al puesto nro. 11 de la
misma policía sito en la Avenida Figueroa Alcorta y Cavia, de este
medio; donde comenzó a agredir a transeúntes que circulaban por el
lugar, gritándoles e incluso acercándose bruscamente a ellos.
Que en ese momento, el Inspector J. P. R. junto al Agente
F. E. O., ambos del Departamento de Cuerpo de Policía Montada de la
Policía Federal, salieron desde el puesto nro. 10 (sobre la calle Cavia
entre la Av. Figueroa Alcorta y Chonino) hacia el nro. 11, por la
Avenida mencionada hacia Jerónimo Salguero, y ya siendo las
16.28hs, advirtieron que R. había continuado su camino por la
Avenida, hasta llegar a su intersección con la calle San Martín de
Tours, más concretamente sobre la esquina donde se emplaza el local
gastronómico “Dashi”.
No obstante, en esa esquina, fueron interceptados por el
Comisario Liberati y el Subcomisario Camaño, quienes les dieron las
recomendaciones del caso para cubrirse del masculino identificado y
resguardar su salud.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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(Captura de pantalla del puesto nro. 10 del Cuerpo de la Policía Montada
de la Policía Federal Argentina, sito en la intersección de la Avenida Figueroa
Alcorta y Cavia, de esta ciudad).-

Que así, siguió transitando dicha persona de a pie por la


Avenida en sentido contrario al tránsito, hasta llegar a su cruce con la
calle San Martín de Tours, deteniéndose en la esquina, donde se
emplaza el local gastronómico llamado “Dashi”.

(Captura de pantalla de la intersección de la Avenida Figueroa Alcorta y


San Martín de Tours, de esta ciudad).-

Que, entonces, según lo que se reconstruyó en función de


los testimonios y vistas fílmicas agregadas, R. fue al menos visto unas
cinco cuadras previas al lugar de los hechos, portando consigo la
misma mochila que luego fue secuestrada, y con el cuchillo con el que
luego habría apuñalado a J. P. R.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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Que en ese lugar, según se observa del abundante material


fílmico que obra al respecto, apenas pasadas las 16.28hs, R. se detuvo
al lado de dos hombres -que se encontraban en el lugar sentados en
una de las mesas de la vereda-, y comenzó a proferir distintas frases
referidas “a Dios”, “al Sol”, “al Universo”, “que debía realizar una
ofrenda a Dios”.
Que, a partir de dicha secuencia, el Inspector J. P. R. junto
a F. E. O. se aproximaron a R., quien al mismo tiempo profería frases
al cielo y hacia el Museo Malba moviendo su cuerpo. Así las cosas,
tras acercarse J. P. R. y F. E. O., R. continuó agrediéndolos y
comenzó a insultarlos. Mientras tanto, arribó también a la esquina del
lugar la Oficial Ximena Figueroa de la Comisaría Vecinal 14C de la
Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
En ese instante, R., en ostensible estado de nerviosismo
comenzó a gritarles “me voy a cargar a uno, quien va a ser el
primero”, “los voy a ofrecer al cielo”, frases que dirigió hacia los
agentes J. P. R. y F. E. O., al mismo tiempo en que extrajo de su
mochila un cuchillo de unos treinta centímetros que se trataba
probablemente del mismo arma que había exhibido en la puerta del
cuartel, con el que volvió a hacer ademanes a los nombrados, con la
presunta intención de lesionarlos.
Frente a ello, J. P. R. quedó frente a R., mientras que F. E.
O. a un costado y Figueroa detrás; todos intentando en el marco de sus
funciones que cese en su accionar.
R. continúo con su actitud amenazante y agresiva, por lo
que los oficiales retrocedieron. Que en ese preciso momento R. se
abalanzó empuñando el cuchillo de frente sobre el Inspector J. P. R.,
lo que generó el retroceso de éste aparentemente a los fines de evitar
ser lastimado o que terceras personas lo fueran, cuestión que no logró
evitar en tanto R. asestó el cuchillo contra el cuerpo de J. P. R. quien,
una vez herido en el tórax en procura de resistir la agresión, efectuó
disparos con su arma de fuego reglamentaria (pistola marca “Bersa”,
modelo “Thunder 9”, Calibre 9x19mm, nro. 11-602.062), de arriba
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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hacia abajo a modo de disuasión, siendo que tres de los cuatro
disparos efectuados impactaron contra el cuerpo de R., en principio
uno en cada pierna y otro en su abdomen.
Que, a resultas de dichas acciones, J. P. R. falleció el
mismo día, a las 17.25hs., en el “Sanatorio Mater Dei”, por “herida de
arma blanca en tórax, hemorragia interna y externa”, producida por la
lesión efectuada por R. en el tórax.
Horas más tarde, precisamente a las 3.30hs del día
siguiente, 29 de septiembre del 2020, se produjo el deceso de R. F. R.,
en el “Hospital General de Agudos Dr. Juan A. Fernández”, debido a
un paro cardiorrespiratorio que habría sido producido por “heridas de
arma de fuego en abdomen y hemorragia interna”.
Para lograr esta reconstrucción fáctica de lo ocurrido ese
día, tuve particularmente en cuenta los testimonios de todas aquellas
personas que se encontraban en el local gastronómico “Dashi” al
momento de los hechos (J. A. M., J. M. P., G. I. A., H. R. P., F. E. D.,
F. G. G., M. E. V. e I. V.); y también del personal que prestaba
funciones en ese lugar en tal ocasión (M. N. F., T. J. B. A., J. B. M.,
P. R. T., V. G. C., A. H. D., N. I. M.).
Asimismo, se tuvieron especial consideración los relatos
de todos los agentes de la Policía Federal Argentina y de la Policía de
la Ciudad de Buenos Aires, que explicaron detalladamente qué fue lo
que sucedió (el Oficial Alan Nahuel Jauregui Biczyk, el Agente F. E.
O., el Comisario Augusto César Liberati y el Oficial Lucio Iván
Acosta Loccioni, ellos de la P.F.A.; y los Oficiales Paulino Armando
Valdez, Daniela Belén Giménez, Ximena Figueroa, Mariela Rosa
Gómez, Rocío Cristian Galarza e Iván Agustín Ovadilla, los
Subcomisarios Víctor Manuel Juárez y Marcelo Gustavo Barreda, los
Inspectores Gustavo Alberto Martínez y Déborah Elizabeth Godoy
Soria, y el Principal Cristian Salazar Tobar, todos de la Policía de la
Ciudad de Buenos Aires).
Todas las versiones, coinciden totalmente entre sí y se
estiman como verosímiles, en tanto y en cuanto no surgen del legajo,
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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respecto de ningún testigo, motivos que permitan descreer de los


mismos ni intereses personales con el proceso (artículo 241 del
C.P.P.N.).
Además, es fundamental el análisis de las filmaciones
aportadas por el Centro de Monitoreo Urbano (informe nro. 540.772),
de la División Exteriores de Video de la Policía de la Ciudad (con el
testimonio del Oficial Mayor Luis Mariano Pino), e incluso de los
edificios cercanos a la zona de los hechos, todos los cuales aportaron
gran cantidad de material fílmico al legajo, que fue analizado.
Incluso, coinciden con todo ello los informes del suceso y
las modulaciones radiales recabadas, tanto de la Policía Federal
Argentina como de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires (nro.
31.781.225 y 31.781.177), que permiten precisar el horario de los
llamados y modulaciones que se realizaron, como así también el
contenido de cada una de ellas.
Tales pruebas, sumado a los informes periciales de la
División de Análisis Físicos, Químicos e Industriales del Laboratorio
Químico y de la División Balística de la Policía de la Ciudad de
Buenos Aires, robustecen la reconstrucción histórica ya descripta.
Todas éstas, coinciden a su vez con el croquis a mano
alzada del lugar del hecho y que describe el recorrido que habría
caminado R. minutos antes del desenlace fatal mencionado, y también
con las actas de secuestro de los elementos que R. F. R., J. P. R.
-además de sus prendas de vestir- y F. E. O. llevaban en su poder, e
incluso del proyectil incautado en el lugar de los hechos.
Finalmente, se cuenta con los fundamentales informes de
autopsia realizados por los profesionales de la Morgue Judicial de la
Nación respecto de J. P. R. y R. F. R., que permiten concluir las
causas y demás circunstancias de ambos decesos.
En particular, en lo que respecta a las causas que
produjeron el deceso de ambos, las autopsias concluyeron que el
primero falleció el 28 de septiembre a las 17.15hs en el “Sanatorio
Mater Dei” por “herida de arma blanca en tórax, hemorragia interna y
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externa”, y el segundo el 29 de septiembre del mismo, a las 3.30hs en
el “Hospital Fernández” debido a un paro cardiorrespiratorio que
habría sido producido por “heridas de arma de fuego en abdomen y
hemorragia interna”.
c) Así tampoco cabe duda de que R. se trataba de un
paciente con atención psiquiátrica, y que a la fecha de los hechos J. A.
M. era su médico tratante, es decir quien venía atendiendo desde hacía
casi seis años al nombrado, por un cuadro de esquizofrenia paranoide
que éste sufría, y que a criterio del propio imputado dicho
padecimiento psiquiátrico era de tal envergadura que implicaba el
suministro por boca de medicación tendiente a paliar las
consecuencias de tal enfermedad e incluso diagnosticarlo como
“incapaz de hasta el 90%”.
Para arribar a tal afirmación, se tiene en cuenta la gran
cantidad de elementos de prueba que se han ido recolectando a lo
largo de esta investigación. En efecto, ocurre que, tal como se
mencionó en anteriores resoluciones, la instrucción de este sumario
también estaba dirigida a determinar el estado de salud de R., pues
este aspecto y las razones -en este caso médicas- que lo llevaron a
cometer estos hechos, se encuentran incluidas dentro de la propia
finalidad de la instrucción (artículo 193 C.P.P.N.).
De este modo, se cuenta con las siguientes probanzas que
resultan ser de extrema importancia:
- La declaración testimonial de G. R. -hermano de R. F.
R.- que brindó ante este tribunal por videoconferencia y que se
encuentra registrada en el sistema informático.
En dicha ocasión, relató que la primera internación de R.
R. fue en el año 2011. Que tenía problemas psicológicos, pero no
tenía tratamiento ni médico psiquiatra porque no quería.
Que en esa época iba a la Embajada de Estados Unidos de
América, refería mensajes hacia el Presidente Obama. Que de hecho,
un día lo fue a buscar, alrededor de las 22.00 o 23.00hs, a la citada
embajada y R. estaba totalmente desnudo, rodeado de personal del
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“Same”. Que desde ahí lo trasladaron al “Hospital Rivadavia” y una


médica le dijo que debían internarlo.
Que desde ese momento tuvo distinto psiquiatras, que le
recetaban diversos medicamentos. Precisó que durante estos últimos
diez años se manejó de esa manera. Que cuando dejaba la
medicación, comenzaba a hablar raro y volvía a sus trastornos,
como el delirio de persecución.
Que todo fue así hasta el 2014, año en que comenzó a
tratarse con su actual médico psiquiatra, el Dr. M. Que éste le empezó
a recetar “lapenax”, que le hacía bien, dejó de tener delirio de
persecución y dejó de realizar los movimientos extraños.
Continuó diciendo que R. tenía autonomía, se manejaba
solo, iba a su oficina a hacerle diversos trámites. Que los últimos dos
años venía muy bien. Sin embargo, mencionó que cuando inició la
cuarentena perdió el contacto con el psiquiatra, “lo que creo que
lo afectó”.
Expresó que “es la persona más buena que he conocido,
cualquier persona que lo conozca diría lo mismo. Era extremadamente
bueno y sensible. Estaba afectado por la cuarentena, las noticias
constantes, la pobreza, no poder salir. No manejó contacto con su
psiquiatra y perdió la rutina de ir a la oficina a hacerme algún
trámite”.
Detalló que para el 10 de septiembre empezó otra vez con
los movimientos extraños, que torcía el hombro y la cabeza para
abajo. Que cuando lo vio así, le pidió a su hermano J. F. R. el contacto
del Dr. M. “Le hablé y le pedí que lo vea en sesión presencial, no
virtual. Sospechaba que no tomaba la medicación por los
movimientos que hacía, nuevamente.”
Que el viernes 18 de septiembre, alrededor de las 14.00hs,
se entrevistó con el Dr. M. en el consultorio. “R. le dijo a mi madre
que el Dr. M. le había dicho que no tome más medicación”. “Lo
llamo el lunes siguiente y me dice que no lo vio tan mal, por eso le
dio turno para el 2 de octubre, quince días después”. Que luego de
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esa charla, le preguntó si le había “sacado” la medicación, tal como
había dicho R., momento en que el médico contó que le había
preguntado a R. si le quedaban recetas y medicamentos, y éste le dijo
que “tenía lapenax para quince días”.
Continuó relatando “Me dice también que tendría que
tomar una pastilla por noche. Yo le consulto si eso se lo había dicho
a R. y me dijo que no. Por eso se lo tuve que decir yo”. Que también
le dio orden para hacerse un hemograma, para el control de los
glóbulos blancos. “R. me dijo que no quería tomar el “lapenax”, y que
haría lo que diga M. respecto del hemograma. Hablaba coherente,
pero con los movimientos que dije”.
Que al viernes siguiente, fue a la casa de R. y conversaron.
Que en ese momento volvió a ver sus movimientos, y que por eso
sospechó que no estaba tomando la medicación.
Que por tal motivo, el domingo por la mañana J. F. R. le
habló a M. y le pidió que lo llame para que tome la medicación. Que
“M. lo llama a R. a las 15.00hs y habla con mi madre. R. estaba
durmiendo, por eso lo despierta. Luego de hablar, R. le cuelga el
teléfono. Desconozco el contenido de la conversación. Me llama mi
madre para contarme lo sucedido, y por eso nos vamos con mi mujer a
verlo al domicilio de .... Allí, cuando llegamos, se estaba haciendo un
mate en la cocina. Le preguntamos si estaba tranquilo. Le decimos
que tome la medicación y que esté tranquilo porque si no lo iban a
tener que volver a internar. Eso lo dice mi mujer. Nos empuja
leventemente a los dos y se fue de la casa dando un portazo. Como ya
habíamos vivido eso antes, me quedé un rato y volví a casa”. Que
luego, se juntaron con J. F. R. en un lugar sobre la Ruta 8 de Pilar.
“Queríamos que M. se haga cargo”.
En lo que respecta a la internación de R. en el año 2011,
dijo que estuvo en una clínica cuyo nombre no recordaba pero que
estaba ubicada en la calle Paraguay, entre Ayacucho y Riobamba,
sobre la mano izquierda, que hoy en día está cerrada. Que allí lo
diagnosticaron al egresar treinta días es “esquizofrenia paranoide”.
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Continuando con el relato, dijo “el lunes lo llamé al Dr. M.


para ver cómo lo había visto a R. el día viernes. Le pregunté si R.
tenía recetas para “lapenax” y me dijo que él le había dicho que tenía
para quince días”. Agregó que “Me parece que no le dijo nada sobre
la medicación, de que tome una por noche”.
Que “hasta ese momento eran tres “lapenax” por día. A
partir de esa conversación le dice que con que tome uno por noche,
que con eso va a andar bien. Le dio turno para el 2 de octubre.
Entonces pensé que si el doctor lo vio y no le da una sesión dentro de
los tres días, lo habrá visto bien”.
A preguntas que se formularon sobre la periodicidad de los
encuentros de R. con el médico tratante previo a la pandemia,
respondió que “él iba dos veces por mes, cada quince días. Iba cada
quince días a verlo a M. al consultorio. A partir de la cuarentena tuvo
una sesión virtual creo. Pero la virtual no le gusta. Por eso le pido a
M. una sesión presencial. La cuarentena lo fue distanciando y
haciendo llegar a esto. Cuando dejó de tomar la medicación, no lo sé.
Cuando empezó con los movimientos me di cuenta que no la estaba
tomando, mueve la cabeza y el hombro. Hasta 15 días antes de eso no
hizo los movimientos”.
Luego, precisó aspectos sobre su conversación telefónica
con el médico tratante de R. R., detallando que “Con el Dr. M.
hablamos el domingo a la noche. Ahí el Dr. decía que tenía que
consultar cómo era la ley de salud mental para internarlo, que no
estaba muy al tanto del protocolo de internación. Fue alrededor de
las 19.00 o 20.00hs. Iba a consultar con el Centro de Médico
Pueyrredón. Llegué a consultarle sobre la internación porque R.
nuevamente hacía movimientos. J. F. R. lo llamó a R. esa mañana y
tuvo una conversación muy poco coherente. Por eso, J. F. R. lo llama
a M. para que se comunique con R.. M. lo llama a las 15.00hs. R.
estaba descansando. No sabe qué le dijo y le colgó. Volvemos a
llamar con J. F. R. a M. a las 19.00 o 20.00hs”.

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Que “M. dijo que tenía que revisar la ley de salud mental
porque no la tenía clara ni al procedimiento. Iba a llamar al Centro
Médico Pueyrredón”. Dijo que le preguntó al médico “si el día de
mañana, lunes, hay que internarlo, ¿usted puede venir al domicilio?
Para que dé la orden de internación”, pero que M. le dijo que no, que
el lunes no podía porque tenía que atender pacientes en San Miguel.
Que ante ello le dijo que “bueno” y que se quedó o sintió abandonado.
“Yo quería que el Dr. M. lo viniera a ver a R. porque por teléfono
era medio difícil que pueda dar un diagnóstico. R. nunca fue
violento, nunca imaginé lo que pasó el día lunes. Queríamos que el
Dr. le diera la medicación. Si él no lo tomó así, no debe estar tan
mal”.
Luego, preguntado para que diga si cuando dialogó con el
médico psiquiatra sobre la eventual internación y éste le dijo que ese
lunes no podía, además le dio alguna propuesta, indicación o mención,
respondió que “no, dijo que seguíamos hablando en la semana
básicamente. Le conté lo que había pasado en el día. Que lo llamó, le
cortó la comunicación. Que luego fuimos a verlo con mi mujer, nos
empujó y se fue enojado de un portazo. También le dijimos que el día
anterior fue a la embajada a darle un mensaje a Trump. Le comenté
también esto. Yo quería que lo compense con la medicación. Pero si
había que internarlo que lo hagan. Yo no tenía muy en claro qué había
que hacer con R.”.
Y finalmente, al ser preguntado respecto de si luego de tal
comunicación el médico psiquiatra se volvió a contactar con el testigo
o con su familia, respondió que “no. Al menos conmigo no, y que yo
sepa con nadie”.
- Informe médico legal respecto de R. F. R. del 28 de
septiembre de 2020, luego de su detención y al momento de su
hospitalización.
- Acta de extracción de sangre y orina respecto de R. F. R.
del mismo día.

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- Informe pericial toxicológico respecto de R. F. R. del


Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional.
- Actuaciones labradas con motivo de los registros
domiciliarios practicados en los domicilios de las calles …, del 28 de
septiembre de 2020, con declaraciones testimoniales de Ricardo
Alberto Acosta y Rubén Oscar González, fotografías y croquis a mano
alzada del lugar; y de …, y documentación allí incautada reservada en
la Secretaría del tribunal y registradas en el sistema informático.
- Copias de las historias clínicas completas de R. F. R.,
reservada en la Secretaría del tribunal y registrado en el sistema
informático.
- 7 recetas médicas incautadas en el registro domiciliario,
firmadas por el Dr. J. A. M. de fecha 3 de julio de 2020, y una del 18
de septiembre de 2020; recibos de compra de medicamentos; planilla
de controles de hemograma respecto de R. F. R..
- Certificado médico rubricado por el Dr. J. A. M. de fecha
27 de septiembre de 2020 respecto de R. F. R. y aportado por M. A. J.
en su presentación del 30 de septiembre del mismo año.
- Informe del ANSES respecto del trámite 024 20
20988302 4 7 de R. F. R..
- Actuaciones labradas con motivo de las ordenes de
presentación con facultad de allanamiento libradas a: 1) “Laboratorio
Proesa” de la Avenida Córdoba 2415, del 29 de septiembre de 2020,
2) “Hospital General de Agudos Bernardino Rivadavia” de la Avenida
General las Heras 2670, del 16 de octubre de 2020, 3) “Clínica
Modelo de Psiquiatría” de la calle Paraguay 1983, del 16 de octubre
de 2020, todas de esta ciudad.
- Copia de los expedientes caratulados “R., Roberto Carlos
s/ sucesión testamentaria” (nro. 36.139/18) y “R., R. F. s/ artículo 482
del Código Civil” (nro. 11.045/2011) de los registros de los Juzgados
Nacionales de Primera Instancia en lo Civil nro. 22 y 25,
respectivamente, e informe de la Defensoría Pública de Menores e
Incapaces nro. 2 de esta ciudad.
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- Informe médico clínico respecto de R. F. R. del Cuerpo
Médico Forense de la Justicia Nacional.
- Informe médico psicológico – psiquiátrico respecto de R.
F. R..
En conclusión, lo cierto es que con todos estos elementos
de prueba detallados y mencionados, se puede afirmar que R. F. R.
padecía, al menos desde noviembre de 2014, un “trastorno
esquizofrénico de tipo paranoide” -diagnosticado por médico
psiquiatra especialista- y que el único profesional que lo atendía y
trataba desde casi seis años previo a los hechos aquí investigados, era
J. A. M.
En particular, todo ello surge del análisis de sus historias
clínicas que fueron agregadas al legajo, de los certificados y
constancias médicas que se incautaron en su domicilio al momento de
llevar a cabo el registro domicilio, e incluso que se secuestraron en el
consultorio del aquí imputado. Máxime, cuando ello luego se vio
corroborado mediante el amplio informe psicológico y psiquiátrico
que se encomendó y cuyas conclusiones obran en el sumario.
d) Sentado ello, no puedo menos que insistir en que
existen elementos por demás suficientes como para sostener con
convicción que el encausado descuidó el deber objetivo de cuidado al
ejercer de su actividad respecto del fallecido con negligencia, a partir
de cuyas omisiones elevó de tal forma el riesgo ya existente respecto
del peligro que R. detentaba para sí y para terceros -derivado de su
propio padecimiento psiquiátrico- que causó luego los fatídicos
resultados que dieran inicio a estos actuados.
Que durante todo el desarrollo de este proceso se ha
procurado extremar el rigor probatorio en aras de que su producción
permitiera discernir si el imputado elevó el riesgo de causación del
resultado; es decir, si con alguna acción u omisión contribuyó en la
acción homicida emprendida por R..
Ahora bien, en lo que hace al tratamiento del caso
que nos ocupa, dadas las condiciones del hecho materia de reproche, y
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las constancias de la causa, resulta dable sostener mi convicción de


que el encartado efectivamente incumplió en el ejercicio de su
profesión de médico psiquiatra con los deberes inherentes a la lex
artis que dicha profesión le imponía y las derivadas de la ley de Salud
Mental nro. 26.657, al desatender estas normas esenciales que lo
debían conmover en el desarrollo de su profesión, y que dichos
soslayamientos fueron de tal entidad que elevaron el riesgo del
acontecer fatídico aquí investigado.
Que a lo largo de la pesquisa varias fueron las omisiones
dirigidas por el imputado que propiciaron los fatales resultados de
autos, lo que será analizado uno a uno durante el desarrollo de esta
resolución.
En este sentido, no puedo soslayar que, según se le
reprochó, estas omisiones, inobservancias y negligencias, se
desarrollaron entre al menos el 18 y el 28 de septiembre, ambos de
2020, al:
- Soslayar los controles urgentes, necesarios y adecuados
que el mencionado paciente requería conforme el estado de salud que
se le había informado;
- No procurar el seguimiento del estado de salud
psicológico-psiquiátrica;
- Soslayar el control del dosaje y administración de la
medicación prescripta;
- Omitir la adopción de las medidas urgentes que el caso
requería, entre ellas la inmediata atención y evaluación para
internación de la especie.
Que a tales cuestiones se agrega el no arbitrar los medios a
su alcance para contener un caso que reflejaba estaba en riesgo
potencial de cometer un acto peligroso para sí o para terceros. Y es
que su accionar, en consecuencia, importó una elevación del riesgo
por encima del permitido que implicó el abandono de dicho paciente a
su cargo a su suerte, dejándolo en una situación de desamparo y
desprotección tal que derivara en su fallecimiento, ocurrido el 29 de
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Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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septiembre de 2020, a las 3.30hs., en el “Hospital General de Agudos
Dr. Juan A. Fernández” y que previo, con su accionar culposo,
derivara también en el fallecimiento de J. P. R..

III) Materialidad de los hechos. Las omisiones


consumadas.
En relación a las omisiones señaladas, entiendo que se han
realizado una serie de diligencias probatorias que permiten, al menos
en esta instancia, afirmar la materialidad de las mismas.
En ese sentido, el testimonio del hermano de R. -G. R.-
resulta fundamental, pues declaró de forma pormenorizada qué fue lo
que sucedió y centró su relato en la asistencia médica del profesional
a su hermano.
Asimismo, la compulsa de la historia clínica y constancias
de atención médica incautadas en el domicilio del médico tratante no
dejan dudas sobre ello, pues de las anotaciones mismas puede
observarse cuáles fueron las atenciones que M. brindó a R. durante
todo su tratamiento.
De este modo, las experticias médicas llevadas a cabo por
los Dres. E. D. M. -perito oficial del Cuerpo Médico Forense- y A. E.
A. -perito de parte propuesto por la defensa-, han resultado
esclarecedoras en torno a la situación de salud psicofísica que
detentaba R. y el tratamiento que brindó M., e incluso sobre las
consecuencias de ello en los hechos aquí investigados.
De su valoración, junto al resto de la prueba conformada,
surge que el imputado omitió cumplir, en el ejercicio de su profesión
de médico psiquiatra, con los deberes inherentes a la lex artis que
dicha profesión le imponía y las derivadas de la ley de Salud Mental
nro. 26.657, actuando entre al menos el 18 y el 28 de septiembre,
ambos de 2020, de forma negligente y en inobservancia a dichas
obligaciones.
Y este accionar fue causal de los resultados fatales que
derivaron en las muertes de J. P. R. y R. F. R., quien claramente se
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encontraba bajo su órbita de responsabilidad. A mi entender, resulta


de gran relevancia transcribir extractos de dichos informes.
Como punto de partida debe decirse que se ha acreditado
que la medicación prescripta por el encausado resultaba, desde la
medicina, adecuada para tratamientos como los sufridos por R.
- Sobre su estado de salud psico-física hasta su
fallecimiento, como así también diagnóstico y patología que padecía,
en caso de existir, dijeron que “puede concluirse que el Sr. R. F. R.
presentaba una deficiente estructuración psíquica que se ha
expresado en la forma clínica de un trastorno psicótico crónico,
compatible con Esquizofrenia Paranoide”.
- Que “el tratamiento adecuado para pacientes con
trastornos psicóticos crónicos es el de un tratamiento
interdisciplinario de equipo de salud mental, quedando la
modalidad del mismo supeditado al momento y características de la
enfermedad, así como de la posibilidad de contención o no de su
entorno. La administración de psicofármacos no es la regla, pero sí
una condición mayoritariamente utilizada. Los cuadros psicóticos en
general son alteraciones estructurales y por ende irreversibles, por lo
que se actúa en general sobre los síntomas y en generar mejores
condiciones de vida en el paciente. La evolución es en términos
generales imposible de certificar, aunque sí se puede afirmar por
experiencia práctica la persistencia de la enfermedad, en la mayoría
de las personas que la padecen, en el resto de su existencia”.
- Que “si bien se desconocen los aspectos específicos del
tratamiento administrado (…), de lo referido se desprende que
mientras se mantuvo la regularidad en los controles, la evolución fue
buena, produciéndose una descompensación durante el período de
la pandemia que verosímilmente puede atribuirse en parte a la
suspensión del tratamiento. Cabe agregar que no surge de la lectura
de las constancias de autos que desde el punto de vista psiquiátrico se
habría actuado fuera de la lex artis de la especialidad”.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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- Que “en lo que concierne a los elementos necesarios
para poder afirmar la imposibilidad de comprender y dirigir sus
actos al momento del hecho, devienen no de la ingesta de alcohol u
otra sustancia, sino de la falla estructural de su psiquis, es decir
producto de un estado de enajenación mental con juicio desviado,
dado el cuadro de esquizofrenia en período productivo (ideación
delirante paranoide)”.
- Que “al momento del hecho la presencia de indicadores
de riesgo de daño cierto e inminente para sí y/o para terceros
condicionados por la patología psíquica de R. son de carácter
irrefutable, y por ende se desprende la necesidad de su internación...
Es válido señalar que la existencia de una situación de riesgo de
daño cierto e inminente para sí y/o para terceros condicionada por la
presencia de un padecimiento mental está sujeta a la presencia o
ausencia de múltiples variables personales y múltiples características
del entorno familiar y social de alguien en un momento dado, y
dichas variables personales y múltiples características del entorno
familiar y social adquieren un dinamismo único, particular que
pueden modificarse favorablemente o empeorar para beneficio o
perjuicio de la persona en cuestión, en el transcurso de un corto
período de tiempo (en algunos casos, en el transcurso de pocas
horas). De esta manera, los indicadores de la existencia de una
situación de riesgo de daño cierto e inminente para sí y /o para
terceros condicionados por un padecimiento mental pueden disminuir
hasta desaparecer o, por el contrario, aumentar y agravarse en el
transcurso de un breve período de tiempo”.
- En lo que respecta a la “Clozapina”, medicación recetada
a R. por M., se concluyó, en primer término, que se desconocía la
fecha de inicio de comercialización en nuestro país del medicamento,
cuya droga es la “Clozapina”.
Que “la clozapina es una de entre otras drogas, indicada
para el tratamiento de pacientes psicóticos. No está contraindicada
para ellos y, por el contrario, forma parte de varios protocolos o
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costumbre en la práctica psiquiátrica para pacientes con esa


enfermedad, siendo su prescripción habitual en los casos de psicosis
graves que han sido refractarias a otros tratamientos con
antipsicóticos típicos o de primera generación”; La indicación de la
Clozapina resultó adecuada a la lex artis para el cuadro psiquiátrico
que presentaba R.”.
En lo concerniente a que, si su ingesta tuvo incidencia en
la presunta participación en el hecho investigado, se dijo que “debe
considerarse más la posibilidad de que la suspensión de su ingesta
pudo ser uno de los elementos que orbitaron entre las causas de la
descompensación sufrida por el causante, descompensación que
permitió el desencadenamiento del comportamiento investigado”.
Que “según las constancias el causante estuvo medicado
con Alplax, cuya droga es alprazolam y forma parte de los
denominadas benzodiacepinas, que actúan como tranquilizantes
(ansiolíticos) o sedantes según la dosis; Somit, cuya droga es
zolpidem, con efectos hipnóticos, específicamente es un inductor del
sueño; y la clozapina que se utiliza en pacientes psicóticos,
especialmente en esquizofrenias resistentes a otros tratamientos o en
pacientes que presentas síndrome extrapiramidales severos con los
tratamientos con otros tranquilizantes mayores. Las dosis son
relativas a cada paciente, al momento de su enfermedad y a la
asociación con otros psicofármacos. No surge en el presente caso
elemento en ese sentido que supongan una dosis fuera de lo
establecido. El tiempo de indicación está sujeto a la evolución de los
síntomas y del cuadro en general. En los casos que presentan psicosis
graves y de evolución crónica, como el caso de R., es habitual que la
prescripción psicofarmacológica sea de duración prolongada o
crónica a lo largo de varios años”.
Que “los efectos esperados son los de un bloqueo,
remisión o merma de los síntomas de la esquizofrenia, principalmente
actuar sobre el delirio, las alucinaciones y la agresividad. Está en el
grupo de los psicofármacos denominados tranquilizantes mayores
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atípicos o de segunda generación. Las contraindicaciones más
importantes de esta droga están vinculados a sus efectos en el área
clínica, concretamente hemática, de allí es necesario valorar el
estado general de salud, posibles infecciones concurrentes, etc. No
viéndose en ellas una intervención en lo que a su conducta se refiere
y por ende al análisis de su comportamiento en esta investigación”.
Sobre los posibles efectos secundarios de su ingesta y
riesgos inherentes a su administración, se argumentó que “… tampoco
ha incidido en la presente causa y es que una de los riesgos
inherentes a su administración es la sobredosificación y las
consecuencias sobre la depresión del sistema nervioso central, dado
que es un potente tranquilizante o depresor del SNC, pudiendo en
algunos casos llegar al coma o a la muerte. Los principales efectos
secundarios o riesgos son de orden hematológico (disminución de la
producción de glóbulos blancos con la consecuente leucopenia y
agranulocitosis)”.
En lo que atañe a las “reacciones rebote” o derivadas de la
abstinencia en caso de interrumpir su consumo, se concluyó que “es
de observación general, dentro de la especialidad, el
desencadenamiento de cuadros de productividad psicótica, es decir
descompensaciones con la manifestación de los síntomas
característicos de la esquizofrenia, en los pacientes que abandonan
el tratamiento sin el consentimiento y acompañamiento de ello por
parte del profesional. Es decir, se produce el resurgimiento de los
síntomas de alguna manera adormecidos por la medicación, no por
una reacción rebote o síndrome de abstinencia sino por la falta de
la contención o bloqueo que ella producía”.
Que sobre el método de administración y dosificación en
general, se agregó que “en todos los casos, la administración se
realiza por vía oral y la suspensión de este tipo de medicación, y me
refiero a todos los tranquilizantes mayores o antipsicóticos, debe
realizarse en forma gradual y bajo supervisión lo más frecuente
posible por parte del psiquiatra, e inclusive si ello fuese posible
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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contar a su vez con la supervisión de un tercero que pueda ir


comunicado los cambios al terapeuta. En este aspecto no debe
soslayarse la característica paranoide del paciente que actúa
contraproducentemente para ya sea la administración de la
medicación o inclusive para la continuidad de los tratamientos.
Siendo frecuente los abandonos o suspensión sin consentimiento
médico de la ingesta de los medicamentos indicados”.
Es sumamente importante mencionar que, sobre las
precauciones a tomar por los profesionales encargados del tratamiento
del paciente al recetar la droga, los profesionales destacaron que “las
precauciones son las de toda indicación a pacientes que tienen
afectado el juicio, debe garantizarse la supervisión de los
tratamientos por parte de tercero responsable. También entre las
precauciones que debe tomar el profesional encargado del
tratamiento del paciente al momento de recetar la droga se
encuentra el control, seguimiento y monitoreo hematológico de los
niveles de producción de los glóbulos blancos con la indicación de
realización de análisis de sangre (hemogramas) periódicos”.
Sobre los cuidados específicos a los pacientes que se les
receta este tipo de droga, agregaron que “los tratamientos a pacientes
esquizofrénicos deben, si eso es posible, incluir al grupo familiar
conviviente, y en su defecto tratar de que exista un tercero
responsable capaz de supervisar el tratamiento. Los pacientes
tratados con Clozapina requieren realizar a lo largo de todo el
tratamiento (puede durar varios años), y no solamente en las
primeras semanas de tratamiento, controles hematológicos
(hemogramas) periódicos para determinar los niveles de la cantidad
de glóbulos blancos presentes en la sangre del paciente. En las
primeras 18 semanas el control hematológico (hemograma) se debe
realizar con frecuencia semanal y a partir de la semana 18, con una
frecuencia mensual mientras siga tomando la Clozapina”.
Finalmente, en lo que atañe a los puntos periciales
propuestos por el abogado patrocinante de la familia de R. e
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incorporados al examen pericial, sobre el "Programa de
Farmacovigilancia Intensiva", que el Sistema Nacional de
Farmacovigilancia del Ministerio de Salud de la Nación tiene previsto
para el suministro de la "clozapina" y seguimiento del paciente, se
dictaminó que “si bien no se ha encontrado relación entre el análisis
del comportamiento del causante en el hecho investigado con el
cumplimiento o no de prácticas de seguimiento con hemogramas en
pacientes que se le administra clozapina, se informa que solo obra
fotocopia de tarjeta o constancia de hemogramas realizados desde el
4 de septiembre de 2019, al 9 de enero de 2020, uno por mes, con
resultado de glóbulos blancos dentro de parámetros normales. Desde
el inicio del tratamiento con Clozapina el profesional se ocupó de
indicar al paciente la realización de los controles hematológicos
necesarios para este tipo de tratamiento psicofarmacológico, de
acuerdo a la normativa vigente en nuestro país (Disposición ANMAT
N°935/2000)” y que “no surge de los antecedentes que los alcances y
objetivos de dicho programa, como así también los protocolos de
actuación para su inclusión y seguimiento no fueron realizados por el
profesional tratante de acuerdo a los estándares vigentes y exigidos
por las autoridades y organismos competentes (ANMAT) en las
normativas para la prescripción de medicamentos.
Específicamente, los alcances y objetivos de dicho
programa es el monitoreo de la aparición de posibles efectos
adversos hematológicos inducidos por la ingesta de Clozapina.
Es necesario monitorear los niveles sanguíneos de
glóbulos blancos con el objetivo de detectar una merma en la
producción de los mismos, con la consiguiente disminución de los
niveles circulantes de glóbulos blancos (leucopenia).
No surge en el análisis de la presente causa respecto al
cuadro del causante ni a su comportamiento elemento de importancia
psiquiátrico forense que vincule de alguna manera el desarrollo de la
práctica de los protocolos de seguimiento de los efectos secundarios
en la sangre, específicamente en los glóbulos blancos, en los
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pacientes esquizofrénicos que tienen indicado como mediación la


clozapina, pudiendo solo referir que debido a las complicaciones
clínicas que eventualmente se observaron en pacientes medicados con
ella, los organismos encargados de su habilitación pusieron como
condición este seguimiento. Agregándose que en otros países
directamente se prohibió su comercialización”.
De esta forma, las conclusiones de dicha experticia dejan
claro, a todas luces, que si bien la medicación recetada a R. desde
febrero de 2015 (conforme surge de su historia clínica), lo cierto es
que el encartado M., con sus conductas omisivas, incumplió con su
responsabilidad como médico tratante en distintos aspectos que, a mi
entender, resultan fundamentales.
Es que como se dijo, surge de la propia historia clínica de
R., como así también de las demás constancias agregadas al legajo e
incluso del testimonio del hermano del nombrado -G. R.-, que J. A.
M., entre al menos el 18 y el 28 de septiembre, ambos de 2020, con
sus conductas omisivas, de forma negligente, e incumpliendo a sus
obligaciones legales, abandonó y dejó a su paciente en una situación
de desamparo y desprotección tal que luego incluso derivó en su
fallecimiento, previo asesinar a un Inspector de la Policía Federal
Argentina, con conocimiento del riesgo que esta persona detentaba y
cuando tenía el deber de evitación de la consumación de esta
peligrosidad en sí o en terceros.
Que, como se dijo con anterioridad, dichas omisiones
consistieron en:
- Soslayar los controles urgentes, necesarios y adecuados
que el mencionado paciente requería conforme el estado de salud que
se le había informado;
- No procurar el seguimiento del estado de salud
psicológico-psiquiátrica;
- Soslayar el control del dosaje y administración de la
medicación prescripta;

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- Omitir la adopción de las medidas urgentes que el caso
requería, entre ellas la inmediata atención y evaluación para
internación de la especie.
Así las cosas, dichas conductas omisivas e incumplidoras
de los deberes legales que pesaban sobre M., se han acreditado en el
caso con los elementos de prueba reseñados.
Es fundamental en este punto recordar la versión de G. R.,
hermano de R. F. R., quien realizó una serie de menciones, a mi
criterio de importancia, sobre la atención de M.
En particular, relató que “…cuando inició la cuarentena
perdió el contacto con el psiquiatra, lo que creo que lo afectó”. Ello
es además conteste con la historia clínica de R., de la cual incluso
surge que las últimas atenciones que brindó durante la vigencia del
Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio del 19 de marzo de
2020, fue en los meses de mayo y julio. Luego, consta la siguiente
atención del 18 de septiembre, que según se logró reconstruir, ella fue
a pedido de los familiares del paciente, quienes comenzaron a ver sus
descompensaciones y solicitaron ayuda al médico tratante.
Que, en efecto, esta atención ocurrió el 18 de septiembre, y
G. R. dijo que, luego de ello, “lo llamo el lunes siguiente y me dice
que no lo vio tan mal, por eso le dio turno para el 2 de octubre,
quince días después … Me dice también que tendría que tomar una
pastilla por noche. Yo le consulto si eso se lo había dicho a R. y me
dijo que no. Por eso se lo tuve que decir yo”.
Es decir, es claro que los familiares de R. notaron sus
descompensaciones y afecciones de salud que se estaban
desarrollando, y por eso recurrieron, por ellos mismos, el lunes 21 de
septiembre, al médico tratante; sin que conste atención de este por su
cuenta, con conocimiento de la enfermedad que R. padecía y la
peligrosidad para sí o terceros que ello implicaba.
Que como notaron que la situación no evolucionaba,
recurrieron nuevamente a M. para que atienda a R.. Precisó
“Queríamos que M. se haga cargo”.
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Agregó que ese fin de semana siguiente, cuando la


situación empeoraba, ya el viernes 25 del mismo mes, pensaron en la
posibilidad de internar a R. R.. Pero que “Con el Dr. M. hablamos el
domingo a la noche. Ahí el Dr. decía que tenía que consultar cómo
era la ley de salud mental para internarlo, que no estaba muy al tanto
del protocolo de internación … M. dijo que tenía que revisar la ley de
salud mental porque no la tenía clara ni al procedimiento…”.
Que ese domingo, 27 de septiembre, le preguntaron si
podía ocuparse al día siguiente y “M. le dijo que no, que el lunes no
podía porque tenía que atender pacientes en San Miguel”.
Y al día siguiente se desarrollaron los fatales, fatídicos y
trágicos acontecimientos que se mencionaron, que finalizaron en el
deceso de un Inspector de la Policía Federal Argentina y luego del
propio R. R..
Entonces, con los dichos de G. R., sumado al detallado y
exhaustivo análisis de la historia clínica de R., que se completa con
las conclusiones del examen pericial encomendado, se puede afirmar,
al menos en esta instancia, la materialidad de las omisiones que se
mencionaron y con las cuales incumplió con la lex artis y los deberes
legales que sobre él pesaban.
Es decir, es claro que los familiares de R. solicitaron al
médico tratante, en primer término, que examine al paciente y
disponga lo necesario para garantizar su buen estado de salud. Sin
embargo, hizo caso omiso a ello e incluso siquiera se aseguró de que
R. consuma la medicación por él mismo recetada, pese al
conocimiento de que, según sus familiares, la había dejado.
Además, tras la persistencia y empeoramiento de este
estado de salud, la familia de R. volvió a recurrir al profesional, pero
esta vez con la probable intención de que se proceda, de acuerdo a la
normativa aplicable, a su internación. No obstante, el médico
psiquiatra no solo no brindó inmediata atención al nombrado
-conociendo la peligrosidad que él detentaba-, sino que incluso dijo

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“no conocer los procedimientos de acuerdo a la Ley de Salud
Mental”.
Así las cosas, comprobadas estas omisiones, es evidente la
relación directa de estas conductas y el soslayamiento -pese a la
condición de riesgo– de los protocolos de contención y debido
seguimiento de su paciente, pese al conocimiento de la peligrosidad
para sí o terceros que R. detentaba.
De esta forma, se puede afirmar que fueron estas
conductas las que, directamente, dejaron en situación de abandono y
desprotección a R., pese a la incapacidad que éste detentaba, y que
ello luego derivó en su fallecimiento; previo lesionar de muerte a J. P.
R., hecho que también -como luego se expondrá- se considera
consecuencia directa de las omisiones y negligencias en las que M.
incurrió.

IV) Las violaciones a la lex artis y la antijuridicidad


de las omisiones reprochadas.
a) Como es sabido, la actuación inadecuada o incorrecta
por parte de los médicos cualquiera sea su especialidad capaz de
provocar un daño a un paciente, se conoce como mala práctica
médica. La mala práctica resultado de acciones negativas se encuadra
en las modalidades de negligencia, imprudencia e impericia, mismas
que derivan en diversos tipos de responsabilidades que pueden
fincárseles a los profesionales de la salud, ya sea de tipo
administrativo, civil o penal la cual se determinará en función del
daño ocasionado, del disvalor de la acción, de la mesura e la elevación
del riesgo de causación del resultado y del resultado propiamente
dicho.
Los profesionales médicos tienen en esencia el deber de
ayuda que se lleva a cabo mediante una relación que se concreta en
una praxis entre personas donde los actos que se realizan son técnicos
-de acuerdo con la norma y la lex artis- y necesariamente éticos -por
derivar de esa relación humana-.
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El Código de Hammurabi ya señalaba tales conceptos


desde que incluso antes del nacimiento de la medicina ya estaban
codificados los deberes morales entre “sufriente” y “sanador” -Código
de Hammurabí, Libro Sagrado de Egipto, etc.14-, siendo considerados
“buenos” los actos del sanador “cuando respetaban a la persona del
sufriente”. A partir del descubrimiento de la medicina que los actos
médicos, debe responder a la lex artis o el reglamento profesional
propio.
Estos deberes de atención están determinados por un
conocimiento técnico que consiste en saber qué debe hacerse y
porqué, contra el padecimiento o enfermedad -ya desde la época
hipocrática a partir de Galeno, la regla de la relación médico-paciente
era definida como “hacer todo por el paciente, contra la
enfermedad”-, lo que en psiquiatría debe ser comprendido por el
aumento del riesgo creado a partir de la acción u omisión.
Ello en razón del incumplimiento del deber técnico de
diagnóstico y de tratamiento que incluye el deber de seguimiento e
información.
En términos de incumplimiento del deber exigido, puede
decirse entonces que el imputado, con sus conductas omisivas
mencionadas, violó e inobservó las obligaciones cuyo cumplimiento
le incumbían, emergentes de la Ley de Salud Mental nro. 26.657
cuanto aquellas propias de la lex artis correspondientes a su profesión
al: soslayar los controles urgentes, necesarios y adecuados que el
mencionado paciente requería conforme el estado de salud que se le
había informado; no procurar el seguimiento del estado de salud
psicológico-psiquiátrica; soslayar el control del dosaje y
administración de la medicación prescripta; y omitir la adopción de
las medidas urgentes que el caso requería, entre ellas la inmediata
atención y evaluación para internación de la especie.
b) En este sentido, la prueba reunida me lleva a
considerar que el imputado violó e inobservó la lex artis propia a su
profesión en ocasión de no llevar a cabo los controles urgentes,
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necesarios y adecuados que R. F. R. requería conforme el estado de
salud que él mismo le había diagnosticado; no procurar el seguimiento
de su estado de salud psicológico-psiquiátrica; soslayar el control del
dosaje y administración de la medicación prescripta; y omitir la
adopción de las medidas urgentes que el caso requería, entre ellas la
inmediata atención y evaluación para internación de la especie, pese a
los requerimientos cursados por sus familiares directos en reiteradas
oportunidades.
Que todo ello surge de las pruebas reunidas y en
particular de la declaración juramentada de G. R., el análisis de la
historia clínica completa de R. y sus demás anotaciones médicas, e
incluso de las conclusiones de la experticia médica ordenada.
Que asimismo, se destaca el hecho de que, pese a los
requerimientos cursados en reiteradas oportunidades por los familiares
de R. -en fechas 10, 18, 21, 25 y 27 de septiembre- M. no lo atendió ni
dispuso los recaudos necesarios, en el caso, para garantizar su buen
estado de salud y neutralizar el riesgo inminente para sí y terceros que
el nombrado detentaba; por ejemplo, mediante su evaluación y
atención mediante equipo interdisciplinario; tratamiento que, de
acuerdo a la Ley de Salud Mental y el dictamen médico agregado al
legajo, era el adecuado a las circunstancias concretas.
De este modo, es que las afirmaciones que vengo
exponiendo a lo largo de este decisorio se ven respaldadas por las
pruebas ya valoradas, lo que permite aseverar, al menos en esta
instancia, la materialidad de los hechos imputados y la
responsabilidad que en los mismos le cabe a M.
Que asimismo, considero que resulta de interés reeditar el
ultimo asiento efectuado a mano en la historia clínica que lleva fecha
del 18 de septiembre de 2020, en el cual el encausado indicó que R.
“dejó de tomar lapenax…”. Es decir, M. tenía conocimiento de estas
circunstancias, y con pleno conocimiento de lo que ello podría
implicar -pues sus conocimientos en la especialidad, siendo un
médico psiquiatra, lo abarcan- no actuó en consecuencia y dejó a R.
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librado y/o abandonado a su suerte, sabiendo la enfermedad que sufría


y qué podría ocurrir por la suspensión de la medicación; que en
definitiva fue lo que sucedió.
Que finalmente, además de la prueba ya valorada, lo cierto
es que en el día de la fecha se incorporaron nuevos elementos de
prueba que fueron recolectados a partir de la evacuación de citas tras
el descargo del encausado de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 304 del ritual.
Dichos elementos, conformados por prueba informativa,
prueba testimonial e informes de audios aportados tanto por la defensa
como por el testigo, no solamente controvierten la presentación de la
defensa, sino que, además, permiten abonar material probatorio que
permite arribar a la probabilidad que ya mencioné, pues da cuenta de
una posible secuencia histórica de cómo fue que sucedieron los
episodios que fueron, luego, causal directa de los hechos que se
investigaron.
De este modo, se cuenta con el detallado y conciso
testimonio de J. F. R., hermano de R. R..
En dicha ocasión, relató que el 8 de septiembre de 2020 se
encontraba en la escribanía de su hermano G. R. junto a R. R.
también. Que eran muy evidentes los movimientos de cabeza que
hacía y las incoherencias vinculadas a temas religiosos. Que por eso
creía que R. no estaba tomando la medicación.
Que conversó sobre ello con G. y luego G., a mediados de
septiembre, lo llevó a una sesión presencial con su psiquiatra J. A. M.
Que luego de esa sesión, combinaron que se volverían a entrevistar el
2 de octubre. Que después de esta sesión presencial que mencionó no
hubo ninguna más.
Sin embargo, dijo que el domingo 27 de septiembre hubo
un intercambio de mensajes entre él y el Dr. M. por la situación de R.,
porque ese mismo día había hablado con él y estaba con delirios
místicos y religiosos. Que las comunicaciones fueron tanto por vía

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telefónica como por la aplicación de mensajería instantánea de
“WhatsApp” desde su teléfono celular (…) al de M. (…).
En dicho acto, reprodujo el audio de voz que él le envió a
M. el domingo 27 de septiembre, a las 13.10hs -que fue su primera
comunicación de ese día-. En el audio, solicitó al profesional que lo
atienda urgente por los movimientos que R. estaba haciendo y el
delirio religioso y místico que estaba sufriendo. M. le contestó que
como en la semana tenía muchos pacientes, que lo llame en ese
momento para conversar sobre R.. Ante ello, lo llamó y allí
conversaron.
Tras describirle toda la situación que estaba pasando y
cómo estaba actuando R., le pidió que por favor tome cartas en el
asunto, pero M. le dijo “que lo había visto presencial hace poco y
que lo había visto muy bien”. M. le dijo que al menos tome un
comprimido de “lapenax” por día, lo que les pareció llamativo porque
él antes tomaba tres y seguía empeorando. Que esto no se lo había
dicho a R. cuando lo atendió.
Incluso, le contó a M. que ese día, cuando habló con R., le
mencionó que el día sábado 26 había ido a la embajada americana, y
este fue otro indicador de que R. no estaba bien porque la última vez
que había ocurrido terminó internado el año 2011. Que M. este
antecedente lo conoce muy bien, ya que estuvo internado 5 semanas
en el 2011 tras un suceso de similares características. Por ello le dijo
a M. que estaba repitiendo una conducta que ya había realizado con
anterioridad y que necesitaban que actúe.
Que no eran solo los movimientos extraños ni delirios
místicos o religiosos, sino que ya fue algo más. Que incluso vio en
portales de Internet, luego del hecho, fotos de R. en la embajada. Que
por eso le plantean esto, ya que a su criterio había una situación a
controlar. Que se lo hizo saber bien claro a M. Después de que ellos
hablaron, M. llamó a R. a la casa. Es decir, tras esa comunicación, M.
se contactó telefónicamente con R.. Según sabe por M. -madre de R.-,
R. le dijo que estaba durmiendo, pero sin embargo lo atendió. Que si
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bien desconoce el contenido de esta conversación, sabe que R. lo


insultó y le cortó el teléfono. Que todo lo sucedido se lo contó M. a él
telefónicamente, a las 2hs de su primera comunicación.
Ante esta situación, le pidieron a M. que vaya a verlo a
la casa de R., pero le dijo que no porque estaba en San Miguel y al
día siguiente tenía pacientes, lo cual le llama la atención porque San
Miguel es a unos 40 kilómetros, e incluso él mismo se ofreció a ir a
buscarlo con el auto para que vaya al domicilio.
Que sin embargo, le preguntaron si podía internarlo, que él
mismo se lo preguntó, textual “si llegado el caso hay que internarlo,
¿vos venís?”, y le dijo que no porque al otro día -lunes- tenía
pacientes en San Miguel, y que ya le había dado turno para el 2 de
octubre. Que a ello le dijeron “si a vos no te respeta, a nosotros
olvídate, que somos la familia”. Entre tanto, M. -madre de R.- al ver
tan afectado a R. luego de su comunicación con M., llamó a G. y le
pidió que vaya al domicilio con su mujer para verlo a R.. Que
evidentemente, la llamada de M. lo alteró más. Que G. fue junto a su
mujer R. al domicilio y R. terminó enojándose y empujando a R. y a
G., para luego retirarse del lugar. Que incluso dijo que los iba a matar
a todos y se puso sumamente violento. Además, discutió con una
vecina del edificio, cosas que nunca habían pasado antes.
Que ahí fue cuando, a las 18.30hs, le envió un audio de
“WhatsApp” a M. relatándole lo que ocurrió en el departamento entre
G. y su mujer con R., sumado a lo de la vecina. Que le manifestó a M.
que R. estaba sumamente alterado, que dijo “que iba a matar a todos”,
“que no lo iban a internar”, y “que no tomaría más la medicación”.
Que esto les llamó mucho la atención porque R. nunca fue así, jamás
fue violento pese a su enfermedad.
Que ante la actitud de M., que se negó a ir hacia el
domicilio ni colaborar con lo que le pidieron, le pidió a G. que pida
información al Centro Médico Pueyrredón sobre la internación. Que
G. averiguó y le dijeron que se tenía que encargar el médico
tratante. Que esto se lo comentaron a M. y le dijeron que se encargue
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de llamar al Centro Médico para internarlo. Es decir, su intención era
internarlo, por eso averiguaron el protocolo de internación. Que todos
los acontecimientos que describió eran demasiados indicadores para
darse cuenta del estado en que estaba R. y su urgente necesidad de
contención.
Que, como dijo, el Centro Médico les explicó que el
médico tratante se tenía que encargar de los trámites de la
internación. Que cuando se lo comentaron a M., éste le dijo que no
podía porque estaba en San Miguel, que no podía venir a Capital
porque al día siguiente atendía pacientes. Que en definitiva, M. no
tomaba cartas en el asunto pese a todo lo que ellos le habían contado.
Que incluso se ofreció a pasarlo a buscar por San Miguel pero M. dijo
que no.
Tras todo esto, desde Pilar, más tarde, lo volvieron a
llamar a M. junto a G. para decirle que él como médico debía iniciar
los trámites de internación. Que le pasaron el teléfono del Centro
Médico -interno de urgencias-. M. llamó y devolvió el llamado
diciendo que podía ir un servicio médico a ver a R.. Ante ello, le
aclararon que ya habían averiguado, pero que ese servicio médico es
de urgencia y no de internaciones. Ahí M. les volvió a decir que no
podía ir al domicilio porque tenía pacientes en San Miguel al día
siguiente. Que en ese momento se sintieron con G. realmente
abandonados, frente a una situación muy clara de violencia y delirios,
peligrosa para R., M. no hizo nada.
Que de hecho él le dijo a M. que “me preocupa no solo la
integridad física de R., sino también de terceros, porque ya se había
involucrado la violencia”; pero que M. minimizó la situación. Que
luego los llamaron de “Vittal” y les preguntaron si R. estaba en el
domicilio -a lo que dijeron que no-, si ellos estaban en el domicilio -a
lo que también dijeron que no-, y si el médico tratante estaba en el
inmueble -que tampoco se daba-.

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Entonces, como no se cumplía ninguna de las condiciones


del protocolo de internaciones de “Vittal”, les dieron de baja el
trámite de urgencias.
Que M. nunca les manifestó que era un caso grave ni
que había que internarlo. Que luego le hicieron saber a M. lo que les
dijeron de “Vittal” y les contestó “mañana lunes tengo pacientes, no
puedo ir”. Que evidentemente para M. R. no estaba tan mal porque no
hizo nada para internarlo. Que le llamó la atención que quiso arreglar
todo por teléfono y no encargarse de lo que estaba pasando, con la
gravedad y violencia del asunto.
Que tras esto de “Vittal”, decidieron junto a su hermano
internarlo al día siguiente en un psiquiátrico con la ayuda de M., que
según les dijo se liberaba a las 19.00hs. Se lo avisaron a M. y les dijo
que “me alegro mucho que la situación se haya encaminado”, como
no siendo consciente de la situación. Que incluso R. se había ido del
domicilio y desconocían su paradero, situación que también le
hicieron saber a M. y no dijo nada.
Finalmente, dice que esa fue su última comunicación con
M. -en la que le comentó lo que habían hablado con G.- y nunca más
lo llamó. Que ni siquiera el día del hecho M. les escribió, aunque le
avisaron que estaba internado en el “Hospital Fernández”, y no llamó
ni se presentó.
Por último, tras exhibírsele el mensaje de voz aportado en
el día de la fecha por la defensa de J. A. M., lo ratificó. Explicó que
ello se debió a que como M. no les prestó ni un poco de ayuda y
tampoco R. estaba en el domicilio, ni ellos querían ir porque si estaba
ahí y ellos concurrían se volvería a escapar, decidieron arreglar todo
al día siguiente. Que necesitaban la colaboración del médico
psiquiatra de R. por la Ley de Salud Mental.
Que ellos estaban totalmente decididos a internar a R. por
la situación en la que estaba y que, con la actitud de M. con G. se
vieron desamparados.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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Finalmente, dijo que sabe que R. no volvería, y que J. P.
R. tampoco, pero que quería que esto no le vuelva a pasar a nadie.
Que no tiene nada más para agregar.
En ese sentido, adviértase que de un análisis de los audios
aportados por la defensa y el testigo, sumado a la demás prueba
incorporada, se ha logrado arribar a la siguiente reconstrucción
histórica de lo que habría ocurrido el 27 de septiembre de 2020, en
horas de la tarde.
Que en primer término (audio “1”), J. F. R. recurre
telefónicamente a J. A. M. para solicitarle que colabore con ellos con
el estado de salud que estaba sufriendo R. R., manifestándole que
estaba en preocupado por ello.
Que a ello, J. A. M. (audio “2”) responde que al día
siguiente no iba a poder conversar telefónicamente con ellos, por lo
que debían hablar en esa fecha. Que en dicho mensaje menciona que
le dijo a R. que debía tomar la medicación “lapenax” y que R. se
opuso.
Que luego, en el siguiente mensaje (audio “3”) J. F. R. le
relata a J. A. M. los acontecimientos que sucedieron ese domingo, en
horas de la tarde, en el domicilio de R. R., con respecto a G., R. y M.,
en los que R. desplegó cierta violencia contra ellos y manifestó “los
voy a matar a todos”, “no voy a tomar la medicación”, y “tampoco me
van a internar”. Que tras ello hicieron consulta con el Centro Médico
Pueyrredón y les dijeron que el profesional interviniente puede
realizar por sí la internación, pero sus psiquiatras no porque no
pueden hacerse responsables por ello. En definitiva, le solicita que se
comunique con dicho centro para iniciar los trámites de internación de
R. R..
Que de seguido, M. contesta (audio “4”) que no tiene el
teléfono del Centro Pueyrredón pero le solicita los datos del lugar y
los datos filiatorios de R. R., para realizar una orden de internación.
Que tras ello, según se logró reconstruir en base a los
testimonios de J. F. y G. R., sumado a la prueba informativa reunida,
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M. efectivamente se comunicó con el Centro Médico Pueyrredón,


pero allí le informaron que el centro no tenía un equipo de urgencias
psiquiátricas, por lo que debía comunicarse con “Vittal”; lo que así
hizo.
Que desde ese centro de emergencias, le dijeron que debía
contactarse la familia que esté con el paciente en el domicilio, y que la
actuación del médico “había llegado hasta ahí”.
Que sin embargo, según relataron los testigos, luego de
ello se volvieron a comunicar con M., pero esta vez por llamado
telefónico, porque “Vittal” les solicitaba que el médico tratante esté
en el domicilio junto al paciente, ya que ello era necesario para
proceder a la internación por urgencia de la persona.
Que en el marco de esta comunicación, M. habría
respondido que “no podía ir hasta el domicilio porque estaba en San
Miguel y al día siguiente tenía varios pacientes que atender”. Que J.
F. R. se ofreció a buscarlo y luego volver a llevarlo hasta allí porque
necesitaban la urgente atención médica para R., pero que M.
igualmente se negó a concurrir al domicilio.
Que finalmente, minutos más tarde, J. F. R. le informa
(audio “5”) a M. que no realizarían la internación ese día, que
averiguarían bien para hacerlo el día siguiente -lunes-.
Que por último, M. contesta (audio “6”) a J. F. R. que se
alegraba porque la situación “se encamine” y que al día siguiente tenía
pacientes que atender para que le informen por “WhatsApp” lo
sucedido.
Todos los puntos hasta aquí expuestos, permiten demostrar
las negligencias típicas atribuidas a J. A. M.
En tal sentido, y analizado todo el plexo probatorio a la
luz de la sana crítica racional, lo cierto es que los argumentos
esbozados por el imputado en su descargo, no conmueven lo
expuesto. Por el contrario, se contraponen con la prueba reunida de
forma elocuente.

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De este modo, obsérvese que el descargo de M. se centró,
principalmente, en los sucesos que habrían ocurrido ese domingo 27
de septiembre de 2020 -día anterior al desarrollo de los hechos que
dieran inicio a este legajo-. Según el imputado, tras el llamado de los
familiares de su paciente -R. F. R.-, él se contactó con el “Centro
Médico Pueyrredón” para proceder a la inmediata y urgente atención
médica de R., y su eventual internación.
Que allí, le habrían informado que el centro en cuestión
no contaba con un equipo de internaciones, sino que debía contactarse
con el centro de emergencias “Vittal”, lo que así habría realizado;
todo por llamados telefónicos.
Que asimismo, dijo que al contactarse con este centro, le
dijeron que para proceder a la internación del paciente debían
contactarse con la familia de R., que presuntamente serían quienes se
encontraban con él en ese momento, ya que él, como médico “había
llegado hasta ahí”.
Y finalmente, dijo que tras esto, ese mismo domingo, en
el horario de la noche, recibió un mensaje de voz por la aplicación de
mensajería instantánea de “WhatsApp” en la que J. F. R. -hermano de
R.- le decía que por decisión de G. -el otro de sus hermanos- al día
siguiente analizarían nuevamente la cuestión y decidirían sobre la
internación de R..
Sin embargo, ocurre que, en primer término, ello se
contrapone con el resto de la prueba reunida, tal como a continuación
se valorará.
Que en primer lugar, es de destacar que tal circunstancia,
según el testimonio de los hermanos de R., no ocurrió de esa forma,
sino que por el contrario, tras verse anoticiado de que debía estar en el
lugar de residencia de su paciente para proceder a su internación,
manifestó “no poder hacerlo por estar lejos” y “tener pacientes que
atender al día siguiente”.
Y es que si bien no es de soslayar que la prueba versión
brindada por M. en este punto resulta disímil de la de los hermanos
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R., en tanto mencionó que la empleada administrativa de “Vittal” le


refirió que “hasta ahí llegaba su actuación”, lo cierto es que ello
tampoco es suficiente como para modificar el cuadro cargoso
verificado en su contra, pues si bien M. con tales versiones pretende
desligarse de responsabilidad de los sucesos imputados, la realidad es
que los deberes legales que sobre él pesaban (en base a la lex artis y la
propia Ley de Salud Mental) no pueden ser dejados de lado por las
circunstancias que pretendió explicar.
En efecto, los testimonios de G. y de J. F. R. -hermanos
de R.- son sumamente contestes entre sí y coinciden en un todo en
cuanto al relato de los hechos ocurridos, y principalmente sobre lo que
sucedió ese domingo 27 de septiembre de 2020. Precisamente, ambos
fueron claros en explicar que, desde principios del mes de septiembre,
comenzaron a solicitar a M. que atienda a su hermano porque lo veían
en mal estado de salud y habían comenzado a notar nuevamente
actitudes en él que, en anteriores ocasiones, habían prevenido
descompensaciones psiquiátricas.
Que ello se corresponde a su vez con la prueba reunida,
en tanto y en cuanto de la historia clínica de R. surge que la última
sesión que había tenido con M. era en el mes de julio de 2020,
cuando, de acuerdo incluso al propio informe médico agregado, el
tratamiento que debía seguir para garantizar su estado de salud y
cuidado requería sesiones más periódicas. Sumado ello, debía realizar
los exámenes de hemograma por el consumo de “lapenax”.
Y sobre lo que habría ocurrido el 27 de septiembre de
2020, lo cierto es que los dichos de G. y J. F. R. se estiman como
verosímiles y echan por tierra la versión de M. Ello así, por cuanto de
acuerdo a la propia Ley de Salud Mental, es el médico tratante quien
reviste el rol de garante de su paciente psiquiátrico, y justamente es
aquél quien debe hacerse cargo, al menos en un principio, de los
trámites relativos a la internación.
No puedo dejar de observar que el hecho de que, en ese
momento, se haya encontrado en el partido de San Miguel, no es
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tampoco suficiente como para quitarle responsabilidad de ello; pues
incluso el propio J. F. R. dijo que se ofreció a ir a buscarlo con el auto
para que pueda ver a R. y luego llevarlo nuevamente.
De este modo, es que también el mensaje de voz que M.
aportó es insuficiente como para modificar el temperamento que se
adoptará, pues lo cierto es que en el día de la fecha J. F. R. dio una
explicación detallada del contexto en el que dicho mensaje fue
enviado, y que a su vez da pábulo a la versión que G. R. brindó al
respecto en un primer momento. Es decir, frente a la negativa de M.
de colaborar con la contención y atención de R. -su propio paciente
desde hacía seis años-, procedieron de ese modo; pero ello de ninguna
forma es suficiente como para desligar responsabilidad del médico
tratante -especialista en el tema- y achacársela a los familiares del
fallecido, como pretende el imputado.
Máxime, cuando pese a que él era el médico tratante de
R., se habría negado a concurrir a su domicilio para colaborar con los
trámites de su internación.
Es decir, tal como se mencionó, se ha logrado acreditar
que el mensaje de J. F. R. que M. citó en su descargo fue motivado en
las negativas del médico de concurrir en ese momento al domicilio de
su paciente, aduciendo inconvenientes de orden práctico para su
traslado y ocupaciones futuras.
Que en definitiva, la incorporación por parte de la
defensa de ese audio al plexo probatorio ya reunido, ha sido un aporte
sesgado, fuera de las circunstancias donde ello ocurrió, cuyos
elementos concomitantes también son relevantes para el hecho.
Es decir, tal como se mencionó,
Por todo lo expuesto, es que la versión exculpatoria de
M. no habrá de prosperar, estimándose que su descargo no se trata
más que de una vana intención de mejorar su complicada situación
procesal; y que se ve refutado, en el caso, con la totalidad del plexo
probatorio hasta aquí reunido y analizado.

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c) Así las cosas, no caben dudas de que el imputado tenía


deberes positivos de acción en el marco de su atención a un paciente
con el grado de trastorno de tipo esquizofrénico que poseía, y lejos de
cumplir con los mismos, desoyó varios de los mandatos de su lex artis
de forma tal que, en casa omisión contribuyó típicamente en la
causación de los irremediables resultados finales, a él atribuidos.
De tal forma, entiendo que el incriminado tuvo la
posibilidad real de conocer la situación de peligro objetivo que
creaba su comportamiento omisivo, apareciendo el resultado como
previsible y en virtud de ello, evitable en el supuesto de que M.
hubiera observado el deber objetivo de cuidado y actuado conforme
las normas, cánones y costumbres de su profesión.
Por ello, se afirma en el caso que el nombrado tenía el
deber de evitación y de cuidar por la salud pisco-física de R. y,
mediante las conductas omisivas que se mencionaron, lo dejó
abandonado y librado a su suerte, pese a la condición de garante que
éste poseía y el conocimiento del riesgo que esto conllevaba tanto
para el propio R. y/o terceros, lo que a la postre concluyó en su
fallecimiento y en el previo homicidio de J. P. R..
Es decir, el imputado tenía el deber de evitación causal
del resultado, pues su condición de médico psiquiatra tratante así lo
establece, ya que de haber actuado como debía, ya sea
proporcionándole la atención necesaria al caso y la contención que
correspondía, o incluso colaborando y procediendo a su inmediata
internación cuando los familiares lo solicitaron, los fatídicos y
lamentables hechos que se desencadenaron por su accionar no
hubieran ocurrido.
Se desataca al respecto la doctrina del fallo de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación del 24 de octubre de 1984, en el
caso “Amante, Leonor c. A.M.T.A." -1, en el cual se sentó el principio
por el cual "encontrándose comprometidos los derechos esenciales a
1
ED 136-679; JA 1990-II, pág. 126 citado por Martin Diego Pirota, en “Responsabilidad médica:
situaciones susceptibles de generar mala praxis y de liberar de responsabilidad.” Análisis de casos
paradigmáticos
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la vida y a la dignidad de la persona, preexistentes a todo
ordenamiento positivo, no cabe tolerar ni legitimar
comportamientos indiferentes o superficiales que resultan
incompatibles con el recto ejercicio de la medicina".

V) Relevancia Jurídico Penal de tales omisiones.


Calificación legal.
a) Recapitulando, se encuentra probado en autos que el día
28 de septiembre de 2020, luego de que el imputado omitiera actuar
de acuerdo a la lex artis y la Ley de Salud Mental, mediante
negligencias e inobservancias a estas normas, sin tomar los debidos
recaudos médicos correspondientes, violando el deber objetivo de
cuidado, en su carácter de médico psiquiatra, elevando de tal forma el
riesgo jurídicamente desaprobado, especialmente no realizando los
controles periódicos urgentes que el caso demandaba, no procurando
el seguimiento del estado de salud psicológico-psiquiátrica, y
omitiendo adoptar de las medidas urgentes que el caso requería, entre
ellas la inmediata atención y evaluación para internación de la
especie, dejó a su paciente -R. R.- librado a su suerte y en total
desprotección, pese al rol de garante de su seguridad que sobre éste
pesaba.
Todo ello, pese al conocimiento que tenía sobre su estado
de salud, su necesidad de atención constante -pues sus saberes en la
materia son consecuencia lógica de su profesión y experiencia-, y
sobre la peligrosidad que R. detentaba para sí e incluso terceros.
Sobre esto último, nótese que, por la profesión y los
saberes de M., éste conocía o debía conocer las consecuencias que
podría traer aparejadas el hecho de que R. dejase de consumir su

Noviembre de 2007 www.martindiegopirota.com.ar Id SAIJ: DACF090024, donde se resume que


se trataba de un caso en el cual se le había negado a una persona el ingreso a un hospital
argumentando que no se había presentado el carnet de afiliado a una obra social y además por
cuestiones de seguridad en torno a la sospecha de proceder la herida de un asalto, acreditándose
luego que esa falta de atención médica oportuna fue la causa de la muerte del actor..
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medicación, y que conllevaría a una descompensación psiquiátrica de


una persona diagnosticada con “trastorno esquizofrénico” y que solía
sufrir delirios místicos y/o religiosos; como lo que ocurrió en el caso.
De igual modo, se encuentra acreditado, con el
grado de provisionalidad requerido, que hubo una relación directa
entre el accionar riesgoso del imputado y los resultados típicos, por un
lado, el haber dejado librado a su suerte y en desprotección a R., lo
que luego derivó en su fallecimiento; y por otro lado en el deceso de J.
P. R., producido por los acontecimientos que tuvieron a R. como
protagonista.
Ahora bien, corresponde resolver en este apartado la
existencia de un nexo de causalidad entre el accionar riesgoso de M.,
y las consecuencias dañosas producidas. Luego, se determinará si el
prenombrado deberá responder, por las conductas realizadas, a título
de dolo o de culpa.
b) En torno a ello, desde ya debo mencionar que se
descarta la hipótesis que el acusado haya perseguido, y en
consecuencia dirigido sus acciones, hacia los fatales resultados. No
existe circunstancia alguna que, siquiera mínimamente, deje entrever
tal posibilidad.
Por ello, el interrogante gravita en establecer si M. se
comportó de modo tal que aún previendo el resultado de su proceder,
mostró desprecio por el mismo o, por el contrario, no se representó
dicho resultado.
c) En función de lo recién expuesto he de comenzar por
explicar que, según nuestra formulación legal, por culpa debe
entenderse una forma de obrar: la de quien actúa con imprudencia,
negligencia, impericia o inobservancia de los deberes que le
incumbían concretamente, resultando ellos siempre modos de violar el
deber de cuidado que le es exigido al autor a lo que se suma su actitud
anímica respecto del resultado.2

2
Terragni, Marcos “El delito culposo” tercera edición Rubinzal Culzoni editores página 17
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Así pues, como la ley no puede enumerar la infinita
cantidad de acciones que serían calificadas como negligentes, apenas
es posible establecer que actúa de esa forma quien omite la diligencia
que exige la naturaleza de la acción emprendida, como podría ser el
supuesto de autos.
En cualquier caso, cuando la conducta se encuentre
reglada o sujeta a deberes específicos determinados por una norma
legal el dejar de acatarlos puede ser la razón de su adecuación al tipo;
de esta forma, como cuestión atinente al análisis de la culpa, la
inobservancia de los reglamentos debe estar conectada con el
resultado al que la ley se refiere.3 Siendo ello así, no sería suficiente
que el reglamento haya sido violado, sino que el resultado típico
debería acontecer por falta de dicho acatamiento.
A lo expuesto debe sumarse que, a los fines de evitar los
resabios del versari in re ilícita, debe haber una conexión de
antijuridicidad entre la acción y el resultado y no simplemente un
nexo causal del cual derivaría la imposición al autor de todas las
consecuencias del caso.4
Para solucionar tales cuestiones parte de la doctrina
entiende que el deber de cuidado tiene facetas objetivas y subjetivas
que se refieren a la actitud interna y a la atención impuesta por las
circunstancias externas vinculadas a la vida en sociedad. Desde este
punto de vista sólo una vez constatada la falta de observancia al deber
de cuidado, se plantea el problema de la culpabilidad, es decir hasta
qué punto le puede ser reprochada al autor la falta de observación a un
deber de cuidado objetivo.5

3
Terragni, Marcos “El delito culposo” op. Cit. pag. 81.
4
Terragni, Marcos “El delito culposo” op. Cit. pag. 29 y pagina 82vta.
5
Terragni, Marcos “El delito culposo” op. cit. pag. 65 quien alude al siguiente ejemplo: el
conductor de un automóvil es asaltado amenazado para que imprima una velocidad
antireglamentaria tal que le permita al delincuente poder escapar de la policial que lo persigue. El
automovilista cumple la orden injusta y en el curso de la huida el coche atropella a un peatón y lo
mata. Realizaría el chofer el tipo culposo pero no sería penalmente responsable porque no es
procedente formularle el juicio de reproche en que consiste la indagación de la culpabilidad.

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En tal sentido, se ha dicho que: “Aun en el supuesto de que


no se pueda comprobar si la conducta prohibida ha creado un
peligro mayor que el que hubiera supuesto la observancia del riesgo
permitido, el ordenamiento jurídico no tiene ningún motivo para
tolerar siquiera una conducta que posiblemente rebase los riesgos
dados en caso de observar las normas de cuidado (*). La omisión de
cuidado imputable al profesional que se exhibía como garante
inmediato de la lex artis, constituye la conducta que habría podido de
manera probable o posible evitar el peligro de descompensación y
muerte de la paciente, en un marco de avance de su dolencia sin
arbitrarse a tiempo tratamiento alguno. Por ello, corresponde
confirmar la resolución mediante la cual se decretó el procesamiento
del imputado en orden al delito de homicidio culposo.” (C.N.Crim. y
Correc. Sala VII “HOSPITAL MILITAR CENTRAL.” rta. 30/06/06 c.
29.290. Se citó: (*) Claus Roxin, Derecho Penal, Parte General,
Civitas, Madrid, Traducción de la 2° edición alemana, t. I, p. 382).
Que si bien estas argumentaciones deambulan entre los
aspectos referidos a la autoría, a la previsibilidad y a la culpabilidad,
lo cierto es que no solo el resultado debe ser la consecuencia de la
imprudencia, de la negligencia, de la impericia o de la violación
reglamentaria o de los deberes a su cargo, sino que a la comprobación
del resultado como causalidad natural del episodio ocurrido, debe
analizarse si la acción o la omisión en este caso ha creado un
peligro jurídicamente desaprobado y si el resultado es producto
cabal de ese peligro creado por la acción.
Esa conexión será descartada además frente a distintas
variantes: si el resultado producto de una acción que disminuye el
riesgo; si se trata de conductas que no crean riesgos y, si la acción ya
estaba expuesta a un peligro o el peligro aparece en el de curso de la
acción. De ahí en más deberá determinarse si resultado es probable –
nexo causal hipotético- en tanto habrá imputación si hubo aumento del
riesgo, o si el resultado es seguro –en tanto habrá imputación si se
adelanta su producción –aceleración del nexo causal- y no será
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imputable cuando el resultado se hubiera producido en el mismo
instante en que el autor realizó su acción (causación de reemplazo).
Finalmente, las normas jurídicas no prohíben las lesiones a bienes
respecto de los cuales el titular tiene la posibilidad, jurídicamente
admitida, de consentirlas.6
En el caso de las actividades regladas o con normas
propias conocidas como lex artis como el caso de autos deberá estarse
a su cumplimiento u omisión típica para luego trazar desde la prueba
del caso dar andamiaje del resto de la construcción jurídica.

d) A lo expuesto desde la consideración general de la


dogmática penal se ha estudiado en particular la situación de los
profesionales de las artes de curar, ahondando en aquellas situaciones
que desde la medicina son capaces de generar mala praxis7. Tales
situaciones pueden clasificarse de la siguiente forma:
• La falta de información adecuada: que implica el

consentimiento informado como derecho del paciente a recibir


información adecuada y el deber del médico a brindar dicha
información de manera prolija y pormenorizada los riesgos y
complicaciones que entraña una determinada práctica médica, la
técnica médica que se va a emplear, las posibilidades de curación y
cuáles serán los cuidados a tener en cuenta para el período
postratamiento 8
• La prescripción imperita o errónea de drogas o

medicamentos a personas alérgicas o sin informar los efectos


colaterales o contraindicaciones 9
6
Terragni, Marcos “El delito culposo” op. Cit. pag. 104
7
Pirota, Martín “Responsabilidad médica: situaciones susceptibles de generar mala praxis y de
liberar de responsabilidad.” Análisis de casos paradigmáticos Noviembre de 2007, op cit.
8
Pirota, Martín quien clasifica y ejemplifica dicha cuestión, op. Cit. Quien cita al respecto -al
respecto se cita el fallo de la Cám. Fed. Comodoro Rivadavia-Chubut, Argentina, 15-06-89,
"Bahamondez, Marcelo", ED 134-297 y CNCiv, Sala I, Argentina, 30-03-90, "P.D.C. c.
Morrone", LL 1991-A-142 entre otros-.

9
Se cita al respecto el caso del Tribunal Supremo Español en el cual un niño menor de edad que
padecía una esquizofrenia paranoide salió de su casa portando el arma de su padre y en la vía
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• El actuar sin atender a su propia especialidad; al no


efectuar consultas cuando el problema médico supera los
conocimientos o no derivar al paciente a otro centro de salud
concreto cuando no se cuenta con la tecnología requerida para el tipo
de práctica
• No efectuar seguimiento adecuado del paciente al que

se ha tratado, recordándose al respecto del deber diagnóstico, el


deber de tratamiento y el deber de atenciones y cuidados. 10
• Errores sobre la identidad de los pacientes o de los
órganos o miembros a operar o tratar.
• Tratamiento no recomendado para la afección y

publicidad engañosa.
En torno a este punto, considero conveniente, teniendo en
cuenta la imputación que se formuló a M. y los asuntos traídos a
estudio, efectuar unas consideraciones sobre la Ley de Salud
Mental.
Así, la entrada en vigencia de la Ley de Salud Mental (Ley
26.657), sancionada el 25 de noviembre de 2010, y promulgada el 2

pública disparó contra tres hermanos menores de edad causándoles la muerte y lesiones a otra
persona, en el cual el T.S. E. dictaminó que no había responsabilidad de los padres del menor
causante del daño que no procedieron a la incapacitación de su hijo que padecía una esquizofrenia
paranoide al no haber sido informados por el médico psiquiatra que lo estaba tratando, de la clase
de enfermedad que padecía su hijo ni se les aconsejó su internación a un centro idóneo. Agregando
el tribunal que: "De existir alguna responsabilidad sería del facultativo (psiquiatra) que no
comunicó la clase de enfermedad que padecía el menor, ni tampoco aconsejó su ingreso en el
centro psiquiátrico, no compartiendo esta Sala el criterio de que el médico no estaba obligado a
informar, sobre la base a la Ley de Sanidad….y proclamando que Si en algún caso hay
obligación de informar es en el supuesto de las enfermedades psiquiátricas, por la propia
idiosincrasia de tales enfermedades, los riesgos que conlleva, y la necesidad de ayuda que tales
enfermos requieren, nada de lo cual puede hacerse, si quien puede, no informa" -STS, Sala 1ra.,
España, 05-03-97-.
10
Distinguiéndose entre el alta médica y el alta sanatorial. En ese sentido el alta médica lleva
consigo el alta sanatorial, pero no a la inversa, es decir, puede ocurrir que el médico le conceda al
paciente el alta sanatorial, pero le indique que debe tomar ciertas precauciones, continuar con el
tratamiento indicado y cumplir con controles médicos periódicos -es lo que se denomina
tratamiento ambulatorio
CNCom., Sala C, Argentina, diciembre de 2004, "C., J. J. c. P., C. s. SUMARIO", Diario Judicial,
edición on line, Buenos Aires, 28 de Marzo de 2005, http://www.diariojudicial.com/nota.asp?
IDNoticia=24992#).
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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de diciembre del mismo año, tuvo por objeto asegurar el derecho a la
protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de
los derechos humanos de aquellas con padecimiento mental (artículo
1).
Que en el marco de ésta, el Capítulo VII está dedicado a
las “Internaciones”.
De este modo, el artículo 14 menciona que “La
internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter
restrictivo, y sólo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores
beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones realizables
en su entorno familiar, comunitario o social. Debe promoverse el
mantenimiento de vínculos, contactos y comunicación de las personas
internadas con sus familiares, allegados y con el entorno laboral y
social, salvo en aquellas excepciones que por razones terapéuticas
debidamente fundadas establezca el equipo de salud interviniente”.
Y además, el artículo 20 legisla sobre la llamada
“internación involuntaria”. Allí se enuncia que ésta “debe
concebirse como recurso terapéutico excepcional en caso de que no
sean posibles los abordajes ambulatorios, y sólo podrá realizarse
cuando a criterio del equipo de salud mediare situación de riesgo
cierto e inminente para sí o para terceros”.
Para que proceda la internación involuntaria, además de
los requisitos comunes a toda internación, debe hacerse constar:
a) Dictamen profesional del servicio asistencial que realice
la internación. Se debe determinar la situación de riesgo cierto e
inminente a que hace referencia el primer párrafo de este artículo, con
la firma de dos profesionales de diferentes disciplinas, que no tengan
relación de parentesco, amistad o vínculos económicos con la persona,
uno de los cuales deberá ser psicólogo o médico psiquiatra;
b) Ausencia de otra alternativa eficaz para su tratamiento;
c) Informe acerca de las instancias previas implementadas
si las hubiera.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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d) Que en complemento de lo anterior, el artículo 21


menciona que la internación involuntaria debidamente fundada debe
notificarse obligatoriamente en un plazo de 10 horas al juez
competente y al órgano de revisión, debiendo agregarse a las 48 horas
-como máximo- todas las constancias previstas en el artículo 20.
Tras ello, el juez en un plazo máximo de 3 días corridos de
notificado debe:
a) Autorizar, si evalúa que están dadas las causales
previstas por esta ley;
b) Requerir informes ampliatorios de los profesionales
tratantes o indicar peritajes externos, siempre que no perjudiquen la
evolución del tratamiento, tendientes a evaluar si existen los supuestos
necesarios que justifiquen la medida extrema de la internación
involuntaria y/o;
c) Denegar, en caso de evaluar que no existen los
supuestos necesarios para la medida de internación involuntaria, en
cuyo caso debe asegurar la externación de forma inmediata.
También, el artículo 22 dispone que la persona internada
tiene derecho a designar abogado; y que si no lo hiciera, el Estado
debe proporcionárselo desde el momento de su internación.
Luego, el artículo 23 dispensa de autorización judicial para
la externación, alta, o permisos de salida, que son facultad del equipo
interdisciplinario. Y el equipo de salud está obligado a externar a la
persona o transformar la internación en voluntaria, cumpliendo los
requisitos establecidos en el artículo 16 apenas cesa la situación de
riesgo cierto e inminente.
Finalmente, los artículos 24 y 25 establecen que
“habiendo autorizado la internación involuntaria, el juez debe
solicitar informes con una periodicidad no mayor a 30 días corridos
a fin de reevaluar si persisten las razones para la continuidad de
dicha medida, y podrá en cualquier momento disponer su inmediata
externación” y que “transcurridos los primeros 7 días en el caso de

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internaciones involuntarias, el juez, dará parte al órgano de revisión
que se crea en el artículo 38 de la presente ley”.
De este modo, es claro de acuerdo al texto legal que, tras
verificar la existencia un peligro para sí o para terceros en el
paciente, se debe disponer la internación de la persona; ello siempre
de la forma menos lesiva a sus derechos.
Y lo expuesto fue lo que sucedió en el caso, pues pese al
conocimiento que M. tenía respecto de la peligrosidad de R. -tanto
para sí como para terceras personas-, pues en razón de los
acontecimientos y eventos que los propios hermanos le relataron al
profesional, es claro que R. estaba atravesando un cuadro de
descompensación psiquiátrica y que lo tornaba violento. Por ello, al
tomar conocimiento de estas circunstancias, el profesional debió
cuanto menos adoptar los medios necesarios para garantizar la
adecuada contención de su paciente y evitar que esta peligrosidad se
consume; lo que ocurrió al apuñalar a un Inspector de la Policía
Federal Argentina.

e) De esta forma, la prueba reunida permite afirmar la


existencia de varios de los indicadores o circunstancias generadoras
de mala praxis médica en el caso de autos que, como vengo
sosteniendo en esta resolución, se corresponden con la falta de
controles médicos urgentes y necesarios que el caso demandaba
-pese a los requerimientos de los familiares del paciente al médico
tratante-, y también la falta de adopción de medidas adecuadas a las
circunstancias que se relataron y que fueron puestas, en ese
momento, en cabal conocimiento del imputado.
Asimismo, tales omisiones han implicado en el contexto
de la acción una verdadera elevación del riesgo existente de tal
forma de ser nexo causal directo de los resultados ocurridos, los que
no pueden ser considerados interrumpidos por la conducta de R. ni
de J. P. R. en consideración a la situación de salud mental de la

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primera, su condición personal y extrema vulnerabilidad en la toma


de decisiones autónomas.
Y es que las consecuencias jurídicas del estado de salud de
R. R. de esta forma frente al actuar del médico tratante que, con sus
omisiones y negligencias, elevó el riesgo por encima del permitido,
cuando pesaba sobre él un deber de evitación, robustecen la
conformación del riesgo creado erradicando de plano cualquier
especie de prohibición de regreso con respecto a las acciones de R.
y J. P. R..
Al mismo tiempo, tampoco puede considerarse el rol de su
familia como determinante de la interrupción del nexo causal habida
cuenta el principio de confianza sobre el que reposaron el cuidado de
la salud mental en el profesional tratante.
Para Frank, sólo prohíbe el regreso la acción dolosa, pero
no la imprudente, del autor posterior, ni mucho menos aquella en la
que falta culpabilidad: “Rige una prohibición de regreso, en el
sentido de que no puede ser considerada causa condiciones que se
encuentran más allá de un determinado lugar: No son causas las
precondiciones de una condición que estaba dirigida a la
producción de un resultado libre y conscientemente (dolosa y
culpablemente)”; mientras que “no se da un caso de prohibición de
regreso cuando la persona que actúa posteriormente es
inimputable o no actúa dolosamente (aun cuando lo haga
imprudentemente)”.
f) Para concluir este acápite, y en base a los argumentos
señalados, concluyo que las conductas omisivas por las que deberá
responder J. A. M. constituyeron un comportamiento con impericia
en su profesión, que causó un riesgo jurídicamente desaprobado, y
que a la postre derivó en los acontecimientos desarrollados que
finalizaron con la muerte de J. P. R. y de R. F. R..
Que resulta fundamental recordar en tal sentido el deber
de evitación que pesaba sobre M., tratándose del médico psiquiatra
de R. y el deber que éste tenía sobre el resguardo de la salud
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psicofísica del nombrado; y que fue esto último -su
descompensación psiquiátrica- lo que lo llevó a cometer los hechos
que se mencionaron y que finalizaron con el homicidio de J. P. R..
En efecto, como se mencionó, M. conocía en detalle el
estado de salud psiquiátrica de R. y, por sus conocimientos en la
materia, las consecuencias que podrían derivar de que el nombrado
suspenda su tratamiento o incluso el consumo de la medicación que
el propio M. había recetado.
Sin embargo, pese a las insistencias de los familiares de R.
en que éste había dejado la medicación -hechos que se encuentran
probados por los testimonios reunidos e incluso por las propias
anotaciones que realizó M. en la historia clínica del 18 de
septiembre de 2020- y la falta de atención en la que éste incurrió
respecto de su paciente -circunstancia acreditada también por los
testimonios de la familia y del análisis de la documentación
médica-, M. hizo caso omiso y no actuó como debía. Actuación que,
en definitiva, le imponía la lex artis y la propia Ley de Salud Mental.
Y como consecuencia directa de ello, R. sufrió las
descompensaciones psiquiátricas que se mencionaron y ello fue lo
que luego derivó en el desarrollo de los acontecimientos que
ocurrieron el día lunes 28 de septiembre de 2020, en una secuencia
que inició a las 16.10hs aproximadamente y que finalizó, a las
17.25hs, con el homicidio de J. P. R. y luego con el fallecimiento de
R..
Finalmente, no puedo dejar de considerar que el nexo de
causalidad al que se hizo referencia, se encuentra debidamente
acreditado en base a lo recién mencionado y, sobre todo, con el
amplio informe psicológico y psiquiátrico que se agregó al legajo,
del cual surge sin dudas que el actuar de R. de la fecha de los hechos
se debió a la descompensación psiquiátrica que sufrió, y que fue
consecuencia directa de la suspensión del tratamiento médico y
farmacológico que venía realizando desde hacía seis años con M.

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Es importante destacar que todos los testigos que


observaron y/o escucharon a R. en la fecha del hecho, mencionaron
que éste en todo momento profería frases “al cielo”, “al sol” e
incluso “a Dios”; circunstancias que coinciden con los extremos
relatados por sus familiares y por su propia historia clínica, de la que
surge que también sufría “delirios místicos y/o religiosos”.
De tal forma, como dije, es que M. tuvo la posibilidad real
de conocer la situación de peligro objetivo que creaba su
comportamiento omisivo, apareciendo el resultado como previsible y
en virtud de ello, evitable en el supuesto de que M. hubiera
observado el deber objetivo de cuidado y actuado conforme las
normas, cánones y costumbres de su profesión.
Por ello, se corrobora en el caso su deber de evitación y de
cuidar por la salud pisco-física de R. y, mediante las conductas
omisivas que se mencionaron, lo dejó abandonado y librado a su
suerte, pese a la condición de garante que éste poseía y el
conocimiento del riesgo que esto conllevaba tanto para el propio R.
y/o terceros, lo que a la postre concluyó en su fallecimiento y en el
previo homicidio de J. P. R..
Es decir, el imputado tenía el deber de evitación causal del
resultado, pues su condición de médico psiquiatra tratante así lo
establece, ya que de haber actuado como debía, ya sea
proporcionándole la atención necesaria al caso y la contención que
correspondía, o incluso colaborando y procediendo a su inmediata
internación cuando los familiares lo solicitaron, los fatídicos y
lamentables hechos que se desencadenaron por su accionar no
hubieran ocurrido.
g) Sentado cuanto precede, es que M. deberá responder
por los delitos de abandono de persona seguido de muerte (hecho
“1”), en concurso real con el de homicidio culposo (hecho “2”), en
calidad de autor (artículos 45, 55, 84, 1° párrafo, y 106, 3° párrafo,
del Código Penal de la Nación).

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i.- Sobre la figura del abandono de persona, he de
mencionar en primer término que el artículo 106 de nuestro Código
Penal dispone que “el que pusiere en peligro la vida o la salud de
otro, sea colocándolo en situación de desamparo, sea abandonando
a su suerte a una persona incapaz de valerse y a la que deba
mantener o cuidar o a la que el mismo autor haya incapacitado,
será reprimido con prisión de dos a seis años. La pena será de
reclusión o prisión de tres a diez años, si a consecuencia del
abandono resultare un grave daño en el cuerpo o en la salud de la
víctima. Si ocurriere la muerte, la pena será de cinco a quince años
de reclusión o prisión” (texto según ley 24.410).
ii.- Ahora bien, al tratarse de un tipo de mano propia y de
omisión propia habré de desarrollar en primer término lo relativo a
los delitos omisivos, y luego me introduciré en el análisis de la
figura legal en cuestión.
Es decir, considerando que se trata de una conducta
omisiva cuya conducta está legislada y contemplada por la norma
-pues el artículo 106 del Código Penal lo contempla como un tipo
omisivo-, nos encontramos frente a una omisión propia.
Con relación a la omisión se ha dicho que “una teoría
tradicional afirma que en los delitos de omisión el sujeto infringe
los deberes contenidos en dos normas: una que prohíbe y otra que
ordena. La desobediencia de una norma prohibitiva se produce con
consecuencia de omitir la impuesta por otro precepto” (Baumann,
Jurguen, “Derecho Penal. Conceptos fundamentales y sistemática”,
traducción de la 4a. edición alemana de 1972).
Que los delitos de omisión se tratan de figuras que “…por
lo general, no se hallan tipificados como de ‘comisión por omisión’.
El intérprete debe recurrir a un tipo prohibitivo, que tiene por
finalidad dar protección al mismo bien jurídico, que resulta
lesionado también por la omisión” (Huerta Tocildo, Susana,
“¿Concepto ontológico o normativo de omisión?”, en “Cuadernos de
Política Criminal”, Edersa, Madrid, No. 17, 1982, p. 231).
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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Por su parte, Gimbernart define a la omisión como “aquel


comportamiento pasivo consistente en la no ejecución de una acción
determinada que, sobre la base de una norma, se esperaba que el
sujeto realizara” 11.
Estos casos son aquellos en los cuales el sujeto activo
reviste un carácter o rol especial, en virtud del cual se encuentra en
una posición de garante respecto del bien jurídico protegido por la
norma penal en cuestión. Es justamente la no evitación del resultado
lesivo que el agente se encuentra obligado a evitar, en razón de esa
posición de garante, lo que permite realizar la equivalencia entre
ese “no evitar” y su causación por vía positiva.
Son casos en los que un delito “común” pasa a ser
“especial” en razón de las condiciones personales y funcionales del
autor, en tanto solo quien reúna las particulares condiciones
objetivas exigidas para aquél por el tipo penal. También se los
denomina delitos de autor calificado.
En Alemania, donde se ha desarrollado esta teoría
-introducida por Roxin en 1963- desde el Código Penal del 1 de
enero de 1975, en su artículo 13, se regula expresamente esta norma
de equivalencia, que sostiene: “El que omita evitar un resultado
previsto en el tipo de una ley penal, sólo será castigado por la ley si
le corresponde jurídicamente garantizar la no producción del
resultado y la omisión equivale a la realización del tipo legal
mediante un hacer”. A su vez, en España, luego de la reforma del
año 1995, el art. 11 del C.P. prevé: “Los delitos o faltas que
consistan en la producción de un resultado sólo se entenderán
cometidos por omisión cuando la no evitación del mismo, al
infringir un especial deber jurídico del autor, equivalga, según el
sentido del texto de la ley, a su causación.
Así, el verbo típico que recepta la norma tendrá que ser
comprensivo tanto del que lo realizó, cuanto del que debió evitar la
producción del resultado, cuando el autor se encuentre en una

11
GIMBERNAT, Estudios de D.P., 1990, p. 182
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especial relación (posición de garante) con el bien jurídico que lo
obligue a su protección.
Como señala Mir Puig, la posición de garante surge
“cuando corresponde al sujeto una específica función de protección
del bien jurídico afectado o una función personal de control de una
fuente de peligro en ciertas condiciones. Ambas situaciones
convierten entonces al autor en garante de la indemnidad del bien
jurídico correspondiente”.12
En todos los casos, el autor se encuentra obligado a
preservar el bien jurídico tutelado en la norma, mediante un
quehacer activo. Sobre la equivalencia entre la omisión de evitar y la
producción misma del resultado, en la omisión se adjudica
directamente el resultado producido al garante, como si lo hubiera
causado a través de una acción positiva.
Por lo demás, el resultado se presenta como parte
integrante del tipo objetivo, junto a una relación causal con la acción
omitida, que, si bien no es estrictamente real, funciona como
potencial a través de lo que algunos autores denominan nexo de
evitación, es decir si tuvo posibilidad de reducir considerablemente
el riesgo de producción del resultado, es decir, si la acción omitida
posiblemente lo hubiera evitado13.
iii.- En base a lo expuesto, tengo así por comprobada la
concurrencia, en el caso, de todos los elementos del tipo objetivo y
subjetivos de la figura escogida.
En torno a ello, sabido es que la conducta típica del
abandono de personas (art. 106, CP.) no consiste en simplemente
abandonar, pues la norma reclama “poner en peligro la vida o la
salud del sujeto pasivo mediante el abandono o la colocación en
situación de desamparo”.
Es decir, concretamente comprende dos posibles
situaciones:
12
MIR PUIG, Derecho Penal, Parte General, Barcelona, 2016, p. 320 y sstes.
13
RIGHI, Esteban; FERNÁNDEZ, Alberto A., Derecho Penal, La ley, El delito, El proceso y la
pena, Hammurabi, reimpresión a la 1ª edición, Buenos Aires, febrero de 2005, p. 249.
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1. Poner en peligro la vida o la salud de otro colocándolo


en situación de desamparo.
2. Poner en peligro la vida o la salud de otro,
abandonando a su suerte a una persona incapaz de valerse y a la que
deba mantener o cuidar, o a una persona a la que el autor haya
incapacitado.
Sumado ello, conforme el segundo y tercer párrafo de la
figura penal, estos supuestos se agravarán en su pena si a causa del
abandono resultare grave daño en el cuerpo o en la salud de la
víctima, y más gravosa la pena será si deviene la muerte.
Entonces, las hipótesis se diferencian, en primer lugar, en
cuanto al sujeto activo, pues si bien el primer supuesto no reclama
determinada calidad para ser autor, los restantes exigen un
determinado rol, es decir, el autor se encuentra inmerso en una
posición de garante respecto de la víctima. En segundo lugar, el
verbo típico también marca una distinción, de modo tal que “colocar
en situación de desamparo” no es lo mismo que “abandonar a su
suerte”
En efecto, se “expone” o “coloca” a una persona en
situación de desamparo cuando se la pone en un escenario en la que
queda sin posibilidades de auxilio por las circunstancias propias del
lugar o modo. En cambio, “abandonar” remite a la omisión del
cuidado o ayuda debida, frente al contexto de desamparo que era
preexistente.
El “exponer” sobreviene generalmente cuando el autor
del delito traslada a la víctima a otro lugar, pero esa acción será
entendida como tal recién cuando se alcancen los otros dos requisitos,
que son la sustracción de cualquier forma de ayuda ajena y, de esta
forma, la materialización de la situación de desamparo. Es decir, a
través de la modificación fáctica del lugar, surge la situación real de
desamparo14.
14
Struensee, Eberhard, “Exposición y abandono de personas”, en Jakobs, Günther -
Struensee, Eberhard, Problemas capitales del derecho penal moderno, Buenos Aires,
Hammurabi, 1998, pp. 84-85
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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El “abandonar”, por su parte, consiste en que el autor –
que tiene que ser garante al ejecutar la acción del hecho– deja a la
víctima en situación de desamparo, ya sea por el mero alejamiento
físico o por la omisión de ayuda15.
Ambas formas de conducta poseen un denominador
común que es la necesidad de que se produzca un peligro concreto, ya
sea para la salud o la vida del sujeto pasivo. La mera exposición o
abandono no se consumaría si no se produjese finalmente, como
consecuencia de la acción típica, un peligro concreto para la salud o la
vida de la víctima.
En lo demás, el delito de abandono de personas es un
delito de resultado de peligro, que no ha de ser otro que la
circunstancia de que el bien jurídico ha sufrido un peligro real, que
podrá agravarse en su pena, si resultare una lesión/muerte o
simplemente, quedar satisfecho por la mera existencia de ese peligro
concreto.
Se trata de una obligación de hacer –cuidar, mantener–
que se omite y por ello se abandona. El sujeto activo no realiza las
acciones tendientes a salvar el bien jurídico que se encuentra bajo
su protección y dentro de la esfera de influencia de una fuente de
peligro cierta.
La acción típica no consiste en abandonar (verbo que
significa desentenderse, dejar de lado un objeto, un interés o una
obligación, desamparar o resignar), y el colocar en situación de
desamparo o abandonar a su suerte son las formas tipificadas de crear
riesgo para esos bienes. De manera que el delito se comete tanto
haciendo nacer la amenaza por desamparo, como abandonando a su
suerte a la víctima16.
En el primer supuesto, el agente la pone en situación de
carecer de los cuidados necesarios como para que no corran peligro su

15
Struensee, Eberhard, op.cit., p. 86.
16
Creus, Carlos, Derecho Penal. Parte Especial, Tomo I, 6ta. edición, Ed. Astrea, Buenos
Aires, 1998.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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vida o su salud. En el segundo, en cambio, se desentiende de


resguardarla.
Desde la mira de la clasificación de los tipos por la forma
de la acción, ambas son formas comisivas pues violan normas
prohibitivas: no desamparar, no abandonar. Enfocando el análisis a la
conducta puramente material, en el primer caso hay un actuar
positivo: colocar en situación de desamparo; en el segundo un no
hacer: abandonar a su suerte a la víctima.
Por ello, la acción típica se agota con la creación de la
situación de peligro producto del desamparo o el abandono, pero
para que aquella se produzca el riesgo debe ser efectivo. Como dije,
el simple hecho de apartarse del sujeto pasivo no constituye delito, si
existen terceros que asumen el cuidado, haciendo así que la vida o la
salud no hayan estado comprometidas.
El abandono a su suerte implica que solamente el azar de
circunstancias propicias podría hacer que, por sí misma, la víctima
hubiese superado la exposición en que se la ha colocado o a la que ha
sido abandonada.
En cuanto al sujeto pasivo, puede ser cualquiera a quien
se coloca en situación de desamparo. Debe tratarse de una persona
incapaz de valerse, a la que se abandona. Como el texto aprobado en
1921 se refería concretamente a la enfermedad y el actual eliminó esa
indicación, cualquiera fuese la causa por la cual una persona carece de
la capacidad necesaria para resguardar su vida o su salud, será víctima
de este hecho.
A lo dicho debe sumarse, que no se completan los
requisitos típicos con la simple condición personal, sino que debe
estar presente el elemento normativo consistente en la obligación
(“deba”, dice la ley) del agente de mantenerla o cuidarla. Ese débito
se extiende, de manera tal que, si el mismo autor la hubiese
incapacitado, debe abstenerse de dejarla en desamparo o

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


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abandonarla17. El agregado que hizo la ley 17.567 se explica con las
palabras de Soler, autor del Proyecto de 1960.
El incumplimiento, que crea la situación de peligro,
genera la responsabilidad penal propia de este delito. Pero siempre se
trata de formas comisivas.
Luego, el dolo consiste en el conocimiento y en la
voluntad de que se produzca la situación riesgosa; nada más. Si el
propósito fuese el de lesionar o el de causar la muerte -utilizando
como medio el colocar en desamparo- habría homicidio o lesiones si
esos resultados se concretasen, o tentativa, en su caso.
Finalmente, debo señalar que, para la configuración del
delito de abandono de personas, es requisito esencial que el sujeto no
solamente se encuentre frente a la situación que genera el deber de
actuar, sino también que posea el poder final del hecho para el
cumplimiento del mandato, circunstancia esta última que torna
necesario el conocimiento de esa situación y del poder para la
ejecución de la acción omitida, así como la posibilidad real y física
de llevar a efecto la acción mandada.
En cuanto al tipo subjetivo, lo cierto es que el dolo que
exige el delito de abandono de personas debe abarcar el conocimiento
de las circunstancias fácticas de la situación de desamparo y del
peligro concreto, ello es, un peligro para la vida o la salud, sumado a
la voluntad de realización.
En consecuencia, es claro que el delito de abandono de
personas, en su aspecto subjetivo, se satisface con el dolo eventual18.
Y es que el mero hecho de que el autor se represente seriamente el
devenir de los resultados lesivos y, aun así, omita actuar para evitar la
producción de esos resultados, teniendo la capacidad física para
hacerlo, permite encuadrar su conducta bajo el delito de abandono de
personas19.

17
Soler, Derecho penal argentino, ob. cit., t. III, p. 177.
18
Fontán Balestra, Carlos, Derecho Penal: parte especial, 17ª edición, Ed. Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 2008, p. 143.
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En ese sentido, analizados los requisitos de la figura


escogida, tanto objetivos como subjetivos, es que considero que, en el
presente caso y con relación a las conductas reprochadas a los
mencionados, se configuran en autos tales elementos.
De este modo, se da en el caso, en primer lugar, la
situación generadora del deber de actuar; ya que, por su condición de
médico psiquiatra, el imputado detentaba un rol que lo colocaba en
posición de garante en relación a la integridad psicofísica de su
paciente R. F. R., su seguridad y bienestar. Ello es claro ya que se
encontraba a cargo del cuidado de su salud psico-física.
Esta condición es la que permite colocarlo como sujetos
activos de la figura, ya que, como se mencionó, el sujeto activo solo
puede ser quien, con anterioridad al hecho típico, ya se encontraba
obligado jurídicamente a mantener o cuidar al abandonado; lo que se
corrobora en autos.
Además, la acción típica de “abandonar” se configura al
momento en que, el encausado, omitió llevar a cabo las conductas a
las que se veía obligado, tales como no haber mantenido los controles
y atenciones que debía, haber soslayado los controles periódicos de
análisis de sangre por la medicación que él mismo le había recetado, y
al no haber actuado como era necesario frente al conocimiento -por
los familiares de R.- de la peligrosa situación que se estaba
desencadenando -y aún más empeorando- y que era de su
responsabilidad. De esa forma, elevó el riesgo y dejó abandonado a su
suerte en total desprotección a R., incapaz de valerse por sí mismo por
la enfermedad que cursaba.
A la vez, tenía la capacidad física y real de realizar la
acción mandada y debida para evitar que ello suceda; pues por el rol
que detentaba, actuando como debía, podría haber evitado los
resultados dañosos que, por el contrario, luego provocó.
Todo lo ya mencionado es aplicable al caso para
determinar la responsabilidad objetiva sobre el resultado derivado de
19
Lucila Chiminelli, “Comentario al fallo “K., S. N. y otro”: el delito de abandono de personas vs.
el homicidio en comisión por omisión”.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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su posición de garantía frustrada en las acciones e inacciones
contrarias al mandato de guarda que detentaba.
Sobre esta posición de garante, atribuible de acuerdo a la
valoración efectuada, la doctrina realza que “únicamente a quien
reúne los requisitos especiales es posible formularle la imputación
objetiva. Lo convierte en sujeto activo del delito de omisión propia el
hecho de que él tiene la responsabilidad, jurídicamente impuesta, de
hacer lo posible para evitar la consecuencia”.20
En la faz subjetiva, se cumple también con los requisitos
del tipo y puede considerarse que su accionar fue, a todas luces,
doloso bajo la modalidad del dolo eventual, desarrollado por la
jurisprudencia y la doctrina en la materia.
En relación a esto último, considero que, toda vez que el
imputado conocía en detalle -por su profesión y su saber específico en
la materia, sumado a la experiencia- las circunstancias concomitantes
que rodeaban al evento aquí pesquisado, en particular el estado de
salud psicofísica de R. y lo riesgoso que era tanto para sí mismo como
para terceros en caso de que dejare de consumir la medicación
recetada o suspendiere su tratamiento; lo que conllevaría a una
descompensación psiquiátrica con delirios místicos y/o religiosos,
como ocurrió en el caso.
También tenía conocimiento del deber de evitación que
sobre él pesaba, sumado a todas sus conductas omisivas que estaba
desarrollando.
En función de ello, es que es presumible suponer que se
representó como probable el resultado dañoso ocurrido -que en las
condiciones relatadas a todas luces podría darse un fatídico evento
como el que sucedió-, con lo que elevó el riesgo, y sin embargo hizo
caso omiso a sus deberes de guarda que les eran exigibles por el rol
que detentaban frente a su paciente.
En ese camino, como se valoró precedentemente, M.
conocía tanto las circunstancias de las que emanaba su deber de

20
Soler, Sebastián, op.cit.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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actuar, la posición que ocupaban frente a R. (por su propio rol de


médico tratante). cuanto el poder de hecho o posibilidades de actuar
de las que gozaba, para impedir la concreción de estos actos. De allí
que el desarrollo de todos sus comportamientos revele una
inequívoca decisión de omitir, guiado por el dolo que requiere el
tipo penal en cuestión.
También queda clara la posibilidad de evitación del curso
causal por parte del imputado, que habría podido truncar el desarrollo
de estos eventos que fueron consecuencia directa de la
descompensación psiquiátrica de R., y que se debió a sus conductas
omisivas ya detalladas; circunstancia que omitió voluntariamente a
sabiendas y probablemente por simple desidia.
iv.- Finalmente, debo decir que la figura, en el caso, se ve
agravada en los términos del tercer párrafo del artículo 106 del
Código Penal, pues la misma se configura cuando, tras el abandono,
“ocurriese la muerte”.
Y es que ello fue lo que se configuró en el caso, pues lo
cierto es que a consecuencia de las conductas omisivas de M. que
dejaron a R. abandonado a su suerte, ello luego derivó en su
fallecimiento; cuando a raíz de los acontecimientos que, en primer
término, fueron motivados por estas omisiones, R. terminó siendo
herido de bala por J. P. R. en procura de su defensa y de la protección
de todas las personas que se encontraban en el lugar, a plena luz del
día y en un lugar céntrico de esta ciudad -al lado de un local
gastronómico-.
Entonces, la muerte de R. queda comprendida dentro del
nexo de causalidad que tuvo inicio en las conductas omisivas de M. y
que desencadenaron las acciones del nombrado.
v.- En lo que respecta al homicidio culposo (artículo 84
del Código Penal) -hecho “2”-, lo cierto es que como dije con
anterioridad, también el fallecimiento de J. P. R. se encuentra
comprendido dentro de esta causalidad que tuviera inicio con las

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


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conductas omisivas -negligentes y en inobservancia a la lex artis y
Ley de Salud Mental- de M.
En definitiva, el deceso de J. P. R., producido por el
ataque de R. hacia él con un cuchillo de grandes dimensiones, fue
consecuencia directa de la descompensación psiquiátrica por la que
estaba pasando y que fue causada por la falta de atención médica de
M. y de los debidos controles urgentes y necesarios al caso.
Por ello, en base a la valoración hasta aquí explicada, y
dando por reproducido lo relativo al deber de evitación que sobre M.
pesaba, nexo de causalidad entre sus omisiones y el fatal
acontecimiento atribuido, y el rol de garante que detentaba, es que se
considera que deberá ser responsable del delito de homicidio culposo
respecto del fallecimiento de J. P. R. (hecho “2”).
vi.- En cuanto al grado de consumación de las conductas
descriptas, debo decir que ambas figuras habrán de considerarse
consumadas, pues, tal como se ha venido desarrollando en esta
resolución, abandonaron el plano de la tentativa, ya que se cumplió
con ambos tipos penales al haberse producido ambos decesos, y que
ellos fueron consecuencia directa de las conductas de J. A. M.
vii.- Asimismo, no puedo dejar de señalar que ambas
figuras delictivas habrán de concurrir de manera real, ya que, si bien
se han consideran atribuibles a M. en base a las mismas conductas
imputadas, lo cierto es que se trata de dos sucesos escindibles e
independientes entre sí (artículo 55 del código sustantivo).
viii.- Finalmente, he de considerar que el imputado
deberá responder en calidad de autor por los hechos reprochados
(artículo 45 del Código Penal). Ello así en tanto no se advierte en el
caso que haya intervenido otra persona en el acontecer de los mismos,
y que fue él quien mantuvo, en todo momento, el pleno dominio en la
ejecución de los hechos.
ix.- Por último, entiendo pertinente que, una vez firme la
presente, se ponga en conocimiento de lo resuelto en autos al Sr.
Ministro a cargo Ministerio de Salud de la Nación, a sus efectos.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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VI) Medidas cautelares.


1) Cautela personal. Libertad.
i.- En lo concerniente a la libertad del imputado, he de
comenzar por recordar que el encarcelamiento preventivo solo puede
ser fundado en el proceso en función de los riesgos procesales
previstos en el artículo 280 del C.P.P.N. y los artículos 210, 221 y 222
del C.P.P.F., que patentizan en nuestro derecho procedimental las
garantías constitucionales de presunción de inocencia, y siempre y
cuando las medidas de coerción estipuladas en los incisos a) hasta j)
del art. 210 del C.P.P.F. no fueren suficientes para asegurar la
comparecencia del imputado o evitar el entorpecimiento de la
investigación.
En este sentido, la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
ha considerado dentro de las facultades conferidas al legislador por la
Constitución Nacional, la de establecer un régimen general de
excarcelación y fundado en la posibilidad de que el imputado eluda la
acción de la justicia (CSJN, Fallos 321:3630), agregando que tales
normas no constituyen sino una razonable reglamentación del derecho
constitucional de obtener la libertad en tanto no medie sentencia penal
condenatoria (CSJN, Fallos 322:1605).
Sin perjuicio de ello, no resulta ocioso precisar que el
derecho a gozar de la libertad ambulatoria durante el proceso no
constituye una regla absoluta pues, como sucede con otros derechos
constitucionales, su ejercicio se encuentra sometido a las leyes que lo
regulan.21
Desde esa perspectiva es dable sostener que el legislador
ha reglamentado su ejercicio al establecer el régimen general que
regula la libertad durante el proceso y que contempla los supuestos
impeditivos de la excarcelación, resultando razonables tales pautas
que, valorando políticas de interés general, limitan la facultad de los

21
CSJN, Fallos 308:1631 y sus citas.
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jueces para liberar a las personas durante el proceso con el propósito
de asegurar la efectiva aplicación de la ley.
Así, el encarcelamiento preventivo, y toda otra medida
coercitiva de carácter procesal, sólo puede proceder para asegurar los
fines del proceso penal; esto es, la averiguación de la verdad, la
aplicación de la ley, la comparecencia del imputado y evitar el
entorpecimiento de la investigación.
A ello propende la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre,
incorporados a nuestro texto constitucional por el art. 75 inc. 22 de
nuestra Carta Magna y desde el punto de vista del ordenamiento
procesal el artículo 280 del C.P.P.N. y el art. 210 del C.P.P.F.
En igual sentido, deben valorarse entre otros los
parámetros de la doctrina plenaria fijada por la Cámara Nacional de
Casación Penal en los autos “Díaz Bessone”, y en ese sentido se ha
dicho que “…la gravedad del delito y la seriedad de la pena en
expectativa, como lo establece el art. 316 del CPPN, resultan siempre
parámetros válidos para decidir sobre la procedencia, o no, de
mantenerse en libertad a lo largo del proceso…”.
ii.- Los principios rectores respecto de la libertad durante
el proceso, se encuentran establecidos en el artículo 280 del C.P.P.N..
A su vez, la prisión preventiva se encuentra regulada en el
artículo 312 del C.P.P.N. y los artículos 221 y 222 del Código
Procesal Penal Federal (Ley 27.063).
iii.- Ahora bien, partiendo de tal base, si bien es cierto que,
en el presente caso, la Representación del Ministerio Público Fiscal no
ha solicitado la prisión preventiva del imputado, ni tampoco existe de
momento parte querellante constituida en el proceso, debe destacarse
que las facultades conferidas a las partes en el art. 210 del C.P.P.F. no
resultan excluyentes y exclusivas; cuanto menos hasta la plena
vigencia de la totalidad del ordenamiento.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


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En efecto, en materia de excarcelación, como así también


en aquellas vinculadas a la “Situación del Imputado” –ver Título IV,
Capítulo I, del C.P.P.N.-, continúan vigente las previsiones del
Código Procesal Penal de la Nación Ley 23.984 de consuno con las
normas incorporadas por el Código Federal.
En ese sentido, puede colegirse con meridiana claridad que
aún con la implementación del art. 210 del C.P.P.F., en base al
sistema actual que rige nuestro proceso penal, las medidas de coerción
allí establecidas pueden ser dispuestas de oficio por la judicatura, sin
por ello violar el derecho de defensa en juicio del imputado o los
principios de autonomía y acusación del Ministerio Público Fiscal.
iv.- Sentado lo expuesto y comenzando el tratamiento de la
situación del imputado J. A. M. a la luz de la normativa
constitucional, convencional y procesal señalada precedentemente,
debo decir que no se dan a su respecto los presupuestos que imponen
el dictado de su prisión preventiva.
En primer lugar, advierto que, a partir de un análisis de las
circunstancias del caso, de recaer condena en el presente proceso, la
misma deberá ser de cumplimiento efectivo (artículo 27 del Código
Penal).
Sin embargo, lo cierto es que, a mi criterio, no se
configuran en el caso los peligros procesales previstos por los
artículos 319 del Código Procesal Penal de la Nación, por lo que su
procesamiento será ordenado sin prisión preventiva.
Es decir, debe tenerse en especial consideración que tras la
doctrina fijada por el fallo plenario “Díaz Bessone”, las escalas
penales no son excluyentes para decidir sobre la libertad ambulatoria
durante el proceso. Por el contrario, deben tenerse en consideración la
verificación de los riesgos procesales, que son el entorpecimiento de
la investigación o peligro de fuga; únicas causales que habilitarían el
dictado de la prisión preventiva.
v.- De este modo, en virtud de lo que surge del inciso 2°
del art. 312 del digesto ritual, otros factores a tener en cuenta son
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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aquellos previstos por el art. 319 del ritual, en cuanto impone al juez
valorar objetiva y provisionalmente las características del hecho, las
condiciones personales de la imputada, y otros elementos que deriven
en una presunción fundada de que la persona sometida a proceso
intentará eludir la acción de la justicia o entorpecer la investigación –
arts. 221 y 222 del C.P.P.F.-.
Se tiene en consideración, en este orden de ideas, que la
nueva normativa regula en forma precisa y concreta los supuestos de
peligro de fuga o de entorpecimiento al proceso que pueden requerir
la restricción de la libertad en el proceso en los arts. 221 y 222; siendo
función de la judicatura analizar aquellos a la hora de expedirse en
punto a los riesgos procesales.
En relación a ello, no puedo obviar que si bien el análisis
que debe efectuarse sobre cada una de las situaciones enunciadas en
los artículos resulta clarificador de lo que otrora era una construcción
jurisprudencial, gran parte de ellos ya venían siendo ponderados por la
suscripta a la hora de resolver los pedidos de excarcelación
impetrados ante esta Magistratura.22
vi.- En lo que respecta al peligro de fuga, previsto en el art.
221 del C.P.P.F., debo tener en cuenta que el imputado se encuentra a
derecho y constituyó domicilio junto a sus letrados defensores, como
así también que, del análisis de sus condiciones personales, no se
advierten de forma evidente facilidades para abandonar el país o
permanecer oculta (inciso a).
De manera positiva, también se pondera el
comportamiento del imputado durante el procedimiento en cuestión,
ocasión donde se identificó correctamente, proporcionó su domicilio,
y que no registra antecedentes penales verificados (inciso c).
vii.- En lo que respecta al entorpecimiento de la
investigación, previsto en el art. 222 del C.P.P.F., debe recordarse que

22
Ver, entre otros, Incidente de Excarcelación de Florencia Mariana SOSA en causa CCC
74654/2019, rta. 11/10/19; Auto de Procesamiento de Matías Daniel VILA MANFERRE en causa
CCC 74098/2019, rta. 11/11/19.
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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debemos tener en cuenta la existencia de indicios que justifiquen la


grave sospecha de que la imputada entorpezca el proceso.
En este sentido, se pondera de forma positiva de que no
existen indicios de que el imputado hostigará o amenazará a testigos
(inciso c), que influirá para que testigos o peritos informen falsamente
o se comporten de manera desleal o reticente (inciso d), o que inducirá
o determinará a otros a realizar tales comportamientos, aunque no los
realizaren (inciso e).
viii.- De la totalidad de lo expuesto, se infiere que la
medida de coerción prevista en el inciso k) del art. 210 del C.P.P.F. no
resulta indispensable para garantizar su sujeción a la causa y
garantizar la aplicación de la ley sustantiva.
Sin embargo, a los efectos de neutralizar todo tipo de
riesgo en razón del monto de pena fijado para los delitos por los que
será procesado -que impondrían una pena de efectivo cumplimiento-,
habrán de imponérsele una serie de obligaciones durante el proceso en
los términos de los artículos 310 del Código Procesal Penal de la
Nación y 210 del nuevo Código Procesal Penal Federal; las que se
consideran suficientes a tales fines.
ix.- Así las cosas, evaluados los parámetros objetivos
establecidos en los arts. 316 -en función del art. 317- y 319 del
Código Procesal Penal de la Nación y arts. 210, 221 y 222 del Código
Procesal Penal Federal, considero corresponde imponer al nombrado
los deberes de:
a) Dar promesa de someterse al procedimiento y de no
obstaculizar la investigación;
b) Fijar domicilio y no ausentarse de él por un plazo
mayor a 72 horas, sin dar previo aviso y solicitar su debida
autorización al Tribunal;
c) Comparecer quincenalmente a los estrados del Tribunal,
lo que, en virtud de las medidas de sanidad dispuestas por el Poder
Ejecutivo Nacional en el marco de la emergencia sanitaria vigente en
nuestro país, podrá realizarse por medios no presenciales; y
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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d) Disponer su prohibición de salida del país.

2) Cautelares reales.
Establecida la materialidad del suceso pesquisado y la
consecuente responsabilidad criminal que en principio incumbe al
imputado, y adelantada ya la decisión que se adoptará en el presente
decisorio -en el sentido de agravar su situación procesal disponiendo
su procesamiento-, párrafo aparte merece la cuestión vinculada con la
consecuente medida de cautela real que habré de dictar a su respecto.
Sabido es que el embargo es una medida cautelar de tipo
económico, que tiene como destino asegurar la ejecución de la pena
pecuniaria, la indemnización civil derivada del delito, y las costas del
proceso.
Analizadas dichas cuestiones en el presente caso, se
observa que el presupuesto mencionado en primer término (pena
pecuniaria) no resultaría una variable a tener en cuenta, toda vez que
no está prevista en la pena contemplada para el delito que se atribuye
al imputado.
Así las cosas, el monto dinerario que conformará la
medida cautelar en cuestión, deberá fijarse teniendo en cuenta la
indemnización civil derivada del delito y las costas del proceso.
En cuanto a lo primero, teniendo en cuenta las
características de los hechos ventilados, es posible estimar,
provisoriamente, para cubrir una eventual indemnización que
corresponde por las muertes de J. P. R. y R. F. R., en la suma de
ochocientos mil pesos ($800.000).
En cuanto a la segunda circunstancia a ser valorada, esto
es las costas del proceso, dicho concepto, de acuerdo a la letra del art.
533 del Código Procesal Penal de la Nación, se encuentra integrado
por el pago de la tasa de justicia, los honorarios de los abogados,
procuradores y peritos, y finalmente, los demás gastos que se hubieran
originado por la tramitación del presente legajo.

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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Sentado ello, corresponde mencionar que teniendo en


consideración las pericias ordenadas en autos y que la defensa del
imputado es llevada a cabo por abogados de la matrícula, para
responder a las costas del proceso corresponde estimar la suma de
doscientos mil pesos ($200.000).
Así, a tales fines, estimo suficiente fijar el embargo para el
imputado en la suma total de un millón de pesos ($1.000.000).

VII) Epílogo.
Por todo lo expuesto, habiendo valorado las pruebas
colectadas conforme las reglas de la sana crítica -basadas en un eficaz
razonamiento lógico y en la experiencia quien juzga-; sin perjuicio de
posteriores modificaciones que puedan hacérsele al presente en los
términos del artículo 311 del ritual, y en aplicación de las normas
citadas y de los artículos 304, 306, 310, 518 y concordantes del
ordenamiento procesal, es que corresponde y así;

RESUELVO:

I) ORDENAR EL PROCESAMIENTO de J. A. M. (de


las demás condiciones personales que obran en autos) en esta causa
que lleva el nro. …/2020 de los registros de la Secretaría nro. 143 del
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 14 interinamente
a mi cargo, por considerarlo “prima facie” autor penalmente
responsable de los delitos de abandono de persona seguido de
muerte, en concurso real con el de homicidio culposo (artículos 306
del Código Procesal Penal de la Nación y.45, 55, 84, 1° párrafo, y
106, 3° párrafo, del Código Penal de la Nación).
II) SIN PRISIÓN PREVENTIVA, y, en consecuencia,
MANTENER la LIBERTAD PROVISIONAL que J. A. M. viene
gozando (artículo 310 del Código Procesal Penal de la Nación).

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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III) IMPONER a J. A. M. las siguientes obligaciones
(artículos 310 del Código Procesal Penal de la Nación y 210 del
Código Procesal Penal Federal, incisos “a”, “c” y “d”):
a) Dar promesa de someterse al procedimiento y de no
obstaculizar la investigación;
b) Fijar domicilio y no ausentarse de él por un plazo
mayor a 72 horas, sin dar previo aviso y solicitar su debida
autorización al Tribunal;
c) Comparecer quincenalmente a los estrados del
Tribunal, lo que, en virtud de las medidas de sanidad dispuestas por el
Poder Ejecutivo Nacional en el marco de la emergencia sanitaria
vigente en nuestro país, podrá realizarse por medios no presenciales; y
d) Disponer su prohibición de salida del país.
IV) TRABAR EMBARGO sobre los bienes y/o dinero
de J. A. M., hasta cubrir la suma de un millón de pesos
($1.000.000,00), y en consecuencia librar por Secretaría el
correspondiente mandamiento (artículo 518 del Código Procesal
Penal de la Nación).
V) Regístrese y notifíquese a las partes electrónicamente
(Acordada 38/13 C.S.J.N.)., y a los familiares de J. P. R. y R. F. R.
por correo electrónico (artículo 5 de la Ley 27.372).
VI) Firme que sea, comuníquese (artículo 2 de la Ley
22.117), líbrese oficio al Sr. Ministro a cargo del Ministerio de Salud
de la Nación junto con copias de la resolución dictada en autos, y
prosígase con el trámite del legajo. P.R.S.-

María Alejandra Provítola


Jueza
-Firma elect. Ac. CSJN 12/20-

Ante mí:

Natalia E. Stargard
Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.
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Secretaria “Ad-Hoc”
-Firma elect. Ac. CSJN 12/20-

En la misma fecha se cumplió. Conste.

Natalia E. Stargard
Secretaria “Ad-Hoc”
-Firma elect. Ac. CSJN 12/20-

Firmado: Dra. María Alejandra Provítola, Jueza.


Ante mí: Dra. Natalia E. Stargard, Secretaria “Ad-Hoc”.

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